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  • 8/4/2019 Robert Bloch - Psicosis

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    PSICOSIS

    ROBERT BLOCH

    PSYCHO. 1961

    TRADUCCIN: CARLOS PAYTUVI

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    El diez por ciento de este libro est dedicado a Harry Altshuler, quehizo el noventa por ciento del trabajo.

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    CAPITULO PRIMERO

    Norman Bates oy el ruido y se estremeci.Era como si alguien estuviera golpeando los cristales de las ventanas.Levant la mirada, rpidamente, dispuesto casi a ponerse en pie, y el

    libro resbal de sus manos para caer en su amplio regazo. Entonces

    comprendi que aquel ruido era tan slo lluvia, la lluvia que caa al morirla tarde, cuyas gotas golpeaban la ventana de la salita.No se haba dado cuenta de la llegada de la lluvia, ni de la penumbra.

    Pero la salita estaba ya bastante a oscuras, y antes de proseguir sulectura alarg la mano para encender la lmpara de sobremesa.

    Era una lmpara anticuada, con una pantalla adornada y lgrimas decristal. Poda recordarla desde que tena uso de razn, y su madre senegaba a desprenderse de ella. A Norman no le importaba; los cuarentaaos de su vida haban transcurrido en aquella casa y era agradable ytranquilizador sentirse rodeado de cosas conocidas. All dentro todo estaba

    ordenado; los cambios slo se producan en el exterior. Y la mayor partede ellos llevaban en s una amenaza en potencia. Y si se le hubieraocurrido pasar la tarde paseando, por ejemplo? Tal vez se hubieseencontrado en alguna solitaria carretera vecinal o incluso en los pantanos,cuando empez llover. Se habra calado hasta los huesos, y se hubieravisto obligado a regresar casi a ciegas a su casa, en la oscuridad. Y elenfriamiento que seguramente hubiera cogido le habra podido causar lamuerte. Adems, a quin le gustara estar fuera de casa, despus deoscurecer? Era mucho ms agradable encontrarse en la salita, leyendo unbuen libro.

    La luz alumbraba su cara regordeta, se reflejaba en sus gafas delentes montados al aire, y baaba su rosado cuero cabelludo bajo elescaso cabello rufo, cuando se inclin para proseguir su lectura.

    Era un libro realmente fascinante, y no deba extraarle que nohubiese observado el rpido transcurso del tiempo. Norman jamas habaencontrado parecida abundancia de curiosa informacin como en TheRealm of the Incas, de Victor W. von Hagen. Por ejemplo, aquelladescripcin de la cachua, o danza de la victoria, en la que los guerrerosformaban un gran crculo, movindose y retorcindose como una culebra.Ley:

    El redoble se efectuaba generalmente en lo que haba sido el cuerpode un enemigo; haba sido desollado, estirndose el vientre para formarun tambor, y todo el cuerpo actuaba a modo de caja de resonancia,mientras los sonidos salan por la boca abierta; era algo grotesco, peroefectivo1.

    Norman sonri permitindose despus el lujo de un tranquilizadorestremecimiento. Grotesco pero efectivo... S, debi haberlo sido.Desollar un hombre vivo, probablemente y luego estirarle el vientrepara utilizarlo como tambor! Cmo lo haran para conservar la carne delcadver, para evitar que se corrompiera? Y, adems, qu mente habraconcebido semejante idea?

    No era un pensamiento agradable, pero cuando Norman entorn losojos casi pudo visualizar la escena: una multitud de guerrerospintarrajeados y desnudos, retorcindose al unsono bajo un cielo salvaje

    1 Reproducido con permiso del autor.

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    y ardiente, y al viejo, sentado en cuclillas ante ellos, arrancando uninacabable ritmo del vientre hinchado y distendido de un cadver, cuyaboca se mantendra probablemente abierta fijndola con grapas de hueso,para que pudiera salir por ella el sonido. Los golpes dados en el vientrerepercutiran en los encogidos orificios interiores y surgiran, ampliados ycon toda su fuerza, por la muerta garganta.

    Por un momento Norman casi oy el redoble (y entonces record que

    tambin la lluvia posee ritmo) y unos pasos...En realidad, percibi los pasos antes de orlos; un largo hbito venaen ayuda de sus sentidos cuando su madre entraba en la habitacin. Nisiquiera tuvo que levantar la mirada para saber que estaba all.

    No mir, sino que fingi seguir leyendo. Su madre haba estadodurmiendo en su habitacin, y Norman saba lo malhumorada que solaestar al levantarse. Por tanto, lo mejor era no decir nada y confiar en que,por una vez, no estuviera de mal humor.

    Sabes qu hora es, Norman?Norman suspir y cerr el libro. Saba que tendra dificultades con

    ella; aquella pregunta era un desafo. Haba tenido que pasar frente alreloj del vestbulo para ir a la salita y pudo ver fcilmente la hora.Pero no lograra nada discutiendo. Norman consult su reloj de

    pulsera y sonri.Las cinco dadas repuso. No saba que fuera tan tarde. Estaba

    leyendo...Crees que no tengo ojos? Ya veo lo que has estado haciendo. Se

    acerc a la ventana y mir afuera, a la lluvia. Y tambin veo lo que nohas hecho. Por qu no encendiste el rtulo al oscurecer? Y por qu noests en el despacho, como debieras?

    Empez a llover muy fuerte y no cre que hubiera trnsito con estetiempo.

    Bah! Con ese tiempo es ms probable tener huspedes. A muchagente no le gusta viajar cuando llueve.

    Pero si nadie viaja ya por esta carretera...! Todo el mundo utilizala nueva.

    Norman advirti la amargura de su propia voz; le pareci sentirla enla garganta e intent contenerla, pero por fin tuvo que librarse de ella.

    Ya te dije lo que sucedera, cuando nos dijeron confidencialmenteque cambiaban el trazado de la carretera principal. Entonces hubieraspodido vender el parador, antes de que la noticia fuera de dominiopblico. Hubisemos podido comprar tierras a buen precio junto al nuevotrazado, y estaramos tambin ms cerca de Fairvale. Ahora podramostener un nuevo parador, una casa nueva y dinero. Pero no quisistehacerme caso. Nunca prestas atencin a lo que te digo. Siempre ha de serlo que t quieres y lo que t piensas. Me enfermas!

    S, muchacho?La voz de su madre era falsamente suave; Norman no se dej

    engaar. Tena cuarenta aos y le llamaba muchacho; y adems letrataba como a tal y eso empeoraba las cosas. Si al menos no tuviera queescucharla! Pero tena que hacerlo, saba que no poda rebelarse, que

    siempre tendra que escucharla.S, muchacho? repiti an con mayor dulzura. Te enfermo,

    eh? No, muchacho, no soy yo quien te enferma, sino t mismo. Y se esel verdadero motivo de que ests an aqu, junto a una carretera

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    secundaria. Nunca tuviste valor, eh, muchacho? Nunca tuviste el valor demarchar de casa, de buscarte un trabajo o alistarte en el ejrcito oecharte novia...

    No me hubieses dejado!Eso es, Norman. No te hubiese dejado. Pero si t hubieras sido un

    hombre de verdad, habras hecho tu voluntad.Norman quera gritarle que estaba equivocada, pero no pudo, porque

    las cosas que ella deca eran las mismas que l se haba dicho, una y otravez, en el transcurso de los aos. Era cierto. Ella siempre le haba dictadolo que tena que hacer, pero eso no significaba que tuviera siempre queobedecer. Las madres son a veces demasiado dominantes, pero no todoslos hijos aceptan ese dominio. Haba habido otras viudas, otros hijosnicos, pero entre todos ellos no haban existido semejantes relaciones.En realidad, tambin l tena parte de culpa, porque ca

    reca de arrestos.Podias haber insistido deca ella. Pudiste haber encontrado un

    nuevo lugar para nosotros y vender el parador. Pero te limitas a gemir. Y

    yo s por qu. Nunca has podido engaarme. No lo hiciste porque, enrealidad, no queras moverte de aqu. No queras abandonar este lugar, ynunca lo dejars. No puedes hacerlo, del mismo modo que no puedescrecer.

    No poda mirar a su madre, sobre todo cuando deca cosassemejantes. Y tampoco poda mirar a ninguna otra parte. De repente, lalmpara de sobremesa, todos los objetos de la habitacin, tan familiares,le fueron odiosos, simplemente debido a su larga familiaridad con ellos.Eran como los muebles de un calabozo. Mir por la ventana, pero no lesirvi de nada, pues afuera slo haba viento, lluvia y oscuridad.

    Se aferr al libro e intent fijar su mirada en l.Tal vez si no le hacacaso y finga calma...

    Pero tampoco le sirvi de nada.Mrate! deca su madre. (El tambor redoblaba, bum, bum, bum! y

    los sonidos vibraban al salir de su retorcida boca.) De sobra s por quno te molestaste en encender el nen, y por qu no has abierto la oficinade recepcin esta noche. No es que te hayas olvidado de hacerlo. Lo queocurre es que no deseas que venga nadie, ningn automovilista.

    Est bien! murmur l. Admito que odio tener que cuidarme deun parador; que siempre lo he odiado.

    No se trata simplemente de eso, muchacho. (Ah estaba otra vez:Muchacho, muchacho, muchacho!, sonando sordamente, como si salierade la boca de la muerte.). Odias a la gente; y la odias porque la temes,no es cierto? Siempre te ha asustado, desde que eras nio. Prefieresacomodarte en un silln y leer. Ya lo hacas hace treinta aos, y lo sigueshaciendo. Te escondes bajo las cubiertas de un libro.

    Podra hacer cosas mucho peores. T misma me lo has dichosiempre. Al menos, jams me he metido en ningn lo. No es preferibleque eduque mi mente?

    Que eduques tu mente? Bah!Norman senta su presencia detrs de l, saba que lo miraba

    fijamente.Y a eso llamas educar tu mente? prosigui ella. Es intil que

    intentes engaarme. Nunca has podido hacerlo. No es como si leyeras laBiblia. S lo que lees. Basura. Algo peor que la basura!

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    Es una historia de la civilizacin de los incas...Y apuesto a que est llena de cosas maliciosas acerca de esos

    sucios salvajes, como aquel libro que tenas sobre los Mares del Sur.Creas que ignoraba la existencia de ese libro, eh? Lo escondas en tuhabitacin, como los otros, como ocultas todas las porqueras que lees.

    La sicologa no es ninguna porquera, madre.Lo llama sicologa! Mucho sabes t de sicologa! Nunca olvidar

    aquel da en que me hablaste tan suciamente. Pensar que un hijo puedeacercarse a su madre para decirle semejantes cosas!Slo intentaba explicarte algo. Es lo que se llama el complejo de

    Edipo, y pens que si t y yo podamos hablar sensata y razonablementede ese problema e intentbamos comprendedo, tal vez las cosasmejoraran.

    Mejorar, muchacho? Nada tiene que cambiar ni mejorar. Puedesleer todos los libros que quieras. Seguirs siendo el mismo, a pesar deello. No necesito escuchar una sarta de obscenas sandeces para saber loque eres. Incluso un nio de ocho aos podra comprenderlo. En realidad,

    todos tus compaeros de juego lo comprendieron, cuando eras nio. Erasun nio pegado siempre a las faldas de su madre. Lo eras entonces, loeres ahora y lo sers siempre.

    Las palabras de su madre, secas como estampidos, le ensordecan.Se le atragantaron las viles palabras que le suban a la boca, y se dijo queun instante despus llorara. Pensar que su propia madre pudiera estarhacindole aquello, incluso entonces! Pero poda, y lo hara una y otravez, a menos que...

    A menos qu?Dios santo! Era tambin capaz de leer sus pensamientos?S lo que ests pensando, Norman. Te conozco muy bien,

    muchacho; ms de lo que imaginas. Ests pensando que te gustaramatarme, eh? Pero no puedes, porque no tienes arrestos para hacerlo.Soy yo quien tiene la fuerza; siempre he tenido bastante para ambos. Poreso no te deshars nunca de m, aunque quisieras hacerlo de verdad.

    Naturalmente, en lo ms profundo de ti mismo no quieres hacerlo.Me necesitas, muchacho, no es cierto?

    Norman se puso en pie, lentamente. No estaba an lo bastanteseguro de s mismo para volverse hacia ella y mirarla. Primero tena quecalmarse, y para ello no deba pensar en lo que su madre deca. Haba queenfrentarse con aquella situacin, y no olvidar. Es una vieja y su cabezano est muy equilibrada. Si sigo escuchndola cuando habla as, tambinyo acabar mal de la cabeza. Le dir que vuelva a su habitacin y que nosalga de all.

    Ser preferible que se vaya rpidamente, pues, de lo contrario, laestrangular con su propio cordn de plata...

    Estaba volvindose, abriendo la boca para dar forma a las frases,cuando son el zumbador.

    Alguien acababa de llegar en coche al parador y peda ser atendido.Sin molestarse en mirar a su madre, Norman se dirigi al vestbulo,

    cogi el impermeable de la percha y sali a la oscuridad.

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    CAPITULO II

    Haca ya varios minutos que llova antes de que Mary lo advirtiera ehiciera funcionar los limpiaparabrisas. Al mismo tiempo, encendi losfaros; haba oscurecido de repente y la carretera era slo una borrosa fajaentre los altos rboles.

    rboles? No recordaba haber visto ninguna hilera de rboles la

    ltima vez que haba recorrido aquella carretera en automvil. Fue elverano anterior y haba llegado a Fairvale en pleno da, descansada ydespierta. Pero en aquellos momentos, despus de dieciocho horas deconducir, estaba fatigada, aunque todava poda recordar y comprenderque algo estaba mal.

    Recordar... Esa era la palabra clave. An poda recordar cmo habavacilado media hora antes, en la bifurcacin. Eso era; haba tomado lacarretera equivocada. Y all estaba entonces, slo Dios saba dnde, enmedio de la lluvia y de la oscuridad cada vez ms densa.

    Tranquilzate. No debes asustarte. Lo peor ha pasado ya.

    Era cierto, se dijo. Lo peor haba pasado. Y lo peor haba sucedido elda anterior, cuando rob el dinero.Estaba en el despacho particular de Mr. lowery cuando el viejo

    Tommy Cassidy sac el abultado fajo de verdes billetes y lo dej encimadel escritorio. Treinta y seis billetes de banco con el retrato del hombregordo con aspecto de tendero, y ocho ms con la efigie del hombre quepareca un empresario de pompas fnebres. Pero el tendero era GroverCleveland y el enterrador William McKinley. Y treinta y seis billetes de mily ocho de quinientos sumaban cuarenta mil dlares.

    Tommy Cassidy los haba colocado sobre el escritorio con gestodisplicente, mientras anunciaba que cerraba el trato y compraba a casacomo regalo de bodas para su hija.

    Mister Lowery fingi parecida indiferencia durante el tiempo empleadoen la rutina de la firma de los documentos, pero se excit un poco cuandoel viejo Tommy Cassidy sali. Mr. Lowery recogi el dinero y lo coloc enun sobre, que cerr con goma. Mary observ que las manos le temblaban.

    Tomele dijo, hacindole entrega del dinero. Llvelo al banco.Son casi las cuatro, pero estoy seguro de que Gilbert le permitiringresarlo. Hizo una pausa y le mir fijamente. Qu le sucede, missCrane? No se encuentra bien?

    Es posible que l hubiera observado cmo le temblaban las manoscon que sostena el sobre. Pero no importaba. Saba lo que iba a decir,aunque no dej de sorprenderse cuando lo hizo.

    Es una de mis jaquecas, Mr. Lowery. En realidad, iba a pedirle queme permitiera salir ahora. Ya he despachado la correspondencia, y hastael lunes no podremos preparar los documentos de esta venta.

    Mister lowery le sonri. Estaba de buen humor. El cinco por ciento decuarenta mil dlares eran dos mil. Poda permitirse ser generoso.

    Naturalmente, miss Crane. Haga el ingreso y luego vyase a casa.Quiere que la lleve en el coche?

    No, gracias. No es tan grave que no pueda conducir yo misma. Un

    poco de descanso...Es la mejor medicina. Hasta el lunes, pues. Y tmeselo con calma.

    Es lo que siempre aconsejo.

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    Es lo que deca siempre a los dems, pero Lowery se hubiera dejadomatar para ganar un dlar ms, y estaba dispuesto a sacrificar a susempleados, siempre que ello le reportara cincuenta centavos de beneficio.

    Pero Mary Crane le sonri con mucha dulzura, y sali de su oficina yde su vida... llevndose los cuarenta mil dlares.

    Semejante oportunidad no todos los das se presenta. Y en realidad,parece ser que a mucha gente no se le presenta nunca.

    Mary Crane haba esperado la suya durante veintisiete aos.La oportunidad de ir al instituto se desvaneci a los diecisiete aos,cuando su padre fue atropellado por un coche. Mary asisti entoncesdurante un ao a una academia comercial, y luego se dispuso a sostener asu madre y a su hermana menor, Lila.

    La oportunidad de casarse desapareci a los veintids aos, cuandoDale Belter ingres en el ejrcito, para prestar el servicio militar. Pocodespus fue destinado a Hawai, y no transcurri mucho tiempo antes deque empezara a hablar de cierta muchacha en sus cartas, que algo mstarde dejaron de recibirse. Y cuando Mary recibi por fin la noticia de la

    boda, no le import demasiado.Adems, su madre se hallaba bastante enferma por aquel entonces.Tard tres aos en morir, mientras Lila permaneca interna en el colegio.Mary haba insistido en que su hermana menor estudiara, a pesar de todo,pero eso significaba que toda la carga recaa sobre ella. Entre su trabajoen la Lowery Agency durante el da y la mitad de la noche sentada junto asu madre, no le quedaba tiempo para nada ms.

    Ni siquiera para advertir el transcurso de los aos. Pero por fin sumadre sufri otro ataque; y tras el ajetreo del entierro, el regreso de Lilay ayudarle a encontrar un empleo, Mary Crane se dio cuenta de pronto deque volva a tener tiempo de mirarse al espejo, en el que vio reflejada unacara avejentada. Arroj al espejo lo primero que encontr a mano, y serompi en mil pedazos. Pero saba en lo ms profundo de su ser quetambin su vida se haba roto.

    Lila se port maravillosamente e incluso Mr. Lowery la ayud,encargndose de que la casa fuera vendida sin prdida de tiempo. Cuandotodo estuvo arreglado, las dos hermanas se hallaron en posesin de unosdos mil dlares en efectivo. Lila encontr un empleo en una tienda demsica, y se trasladaron a un pequeo apartamiento.

    Ahora debes tomarte unas vacaciones le dijo Lila; unasverdaderas vacaciones. No discutas! Durante ocho aos has soportadosola toda la carga de la familia y ya es hora de que descanses. Quiero quesalgas de viaje; quiz un crucero por mar te sentara bien.

    Mary embarc en el S.S. Caledonia, y despus de una semana denavegar por el Caribe, el espejo de su camarote dej de reflejar una caraavejentada. Volva a parecer joven (no ms de veintids aos, se dijo a smisma), y, lo que era ms importante, estaba enamorada.

    No fue el amor apasionado que sinti por Dale Belter, ni tampoco elenamoramiento romntico que suele relacionarse ton un viaje por losmares tropicales.

    Sam Loomis tena unos diez aos ms que Dale Belter, y era hombre

    reposado, pero ella le amaba. Le pareci que por fin volva a otrecrseleotra oportunidad, hasta que Sam le explic algunas cosas.

    Casi podra decirse que mis vacaciones son un engao observ.La ferretera...

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    Y entonces le cont la historia.La ferretera se hallaba situada en una pequea poblacin llamada

    Fairvale, hacia el norte. Sam haba trabajado en ella con su padre, en elbien entendido de que heredara el negocio. Su padre muri un ao antes.

    Sam hered el negocio, desde luego, pero tambin deudas por valorde veinte mil dlares. El edificio estaba hipotecado, as como lasexistencias e incluso la pliza de seguros. Su padre jams le haba

    hablado de su aficin por las carreras de caballos. Y a Sam slo lequedaban dos caminos: declararse en quiebra o trabajar para pagar lasdeudas.

    Sam Loomis eligi trabajar y pagar.Es un buen negocio explic. Nunca ganar una fortuna con l,

    pero puede darme muy bien de ocho a diez mil dlares al ao. Y si logrocrdito para un buen surtido de maquinaria agrcola, tal vez gane anms. Ya he pagado cuatro mil dlares. Confo en que dentro de dos aoshabr saldado todas las deudas.

    Pero lo que no comprendo es cmo puedes permitirte un viaje as,

    si tienes esas deudas.Sam le sonri.Lo gan en un concurso. Una de las casas fabricantes de

    maquinaria agrcola estableci un concurso de ventas. Yo no intentabaganarlo, sino vender para pagar a los acreedores, cuando recib la noticiade que haba sido agraciado con el primer premio en mi territorio.

    Intent que me dieran el importe del premio en efectivo, pero senegaron a ello. Los negocios son siempre flojos durante este mes, y comotengo un empleado en quien puedo confiar, pens que bien podatomarme unas vacaciones. Y aqu estoy. Y, por lo que es ms importante,aqu ests t. Le sonri, y suspirando: Ojal fuera nuestra luna demiel!

    Y por qu no, Sam? Quiero decir...Pero l volvi a suspirar y movi la cabeza.Tendremos que esperar. Quiz deban transcurrir todava dos o tres

    aos, hasta que todo est pagado.No quiero esperar! No me importa el dinero. Podra dejar mi

    empleo, trabajar en tu tienda...Y dormir en ella, tambin, como yo? Su sonrisa ya no era alegre

    . S, en la tienda. Me he arreglado un dormitorio en la trastienda. Lamayor parte del tiempo, mi comida consiste en habichuelas guisadas. Lagente dice que soy ms avaro que el banquero de la localidad.

    Por qu vives as? pregunt Mary. Llevando una vida msdecente slo tardaras quiz un ao ms en pagar. Y entretanto...

    Tengo que vivir en Fairvale. Es una poblacin bonita, pero pequea,en la que todo el mundo conoce los asuntos de los dems. Mientras sigatrabajando con ahnco, contar con el respeto de mis convecinos, que seesfuerzan por favorecerme y compran en mi ferretera, porquecomprenden que hago cuanto est en mi mano para pagar las deudas quehered. Mi padre tena buena reputacin, y yo quiero conservarla, no slopara el negocio y para mi, sino para nosotros dos, en el futuro. Y esto es

    muy importante.El futuro suspir Mary. Has dicho dos o tres aos.Lo siento. Pero quiero que cuando nos casemos tengamos un hogar

    decente y alegre. Y eso cuesta dinero; o, por lo menos, se precisa tener

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    crdito. En la actualidad voy pagando a mis proveedores, que seguirnayudndome mientras sepan que empleo cuanto gano en pagar lo que lesdebo. No es fcil ni agradable, pero s lo que quiero y yo no me conformocon menos. Por lo tanto, tendrs que ser paciente, querida.

    Fue paciente, pero slo cuando se convenci de que ninguna clase depersuasin, verbal o fsica, le hara desviarse de su camino.

    As estaba la situacin cuando termin el crucero, y as haba

    permanecido durante algo ms de un ao. Mary habla hecho un viaje enautomvil hasta Fairvale, para visitarle, el verano anterior; vio la ciudad,la tienda, y las cifras en los libros de contabilidad que indicaban que Samhaba pagado otros cinco mil dlares.

    Slo quedan once mil le dijo l con orgullo. Otros dos aos, omenos quiza, y...

    Dos aos. Dos aos despus Mary tendra veintinueve, y ya no estabaen la edad en que puede hacerse una escena, como una jovencita deveinte aos, pues quiz no hubiera otro Sam Loomis en su vida. Por tanto,sonri, asinti y regres a su casa y a la Lowery Agency.

    Regres a la Lowery Agency, y vio cmo el viejo Lowery se reservabasu cinco por ciento en todas las ventas que haca. Le vio comprarhipotecas y hacerlas ejecutivas a su vencimiento; le vio hacer ofertasusureras a vendedores desesperados, y obtener luego buenos beneficiosal vender. La agencia compraba y venda, y Lowery se limitaba a estarentre vendedores y compradores, obteniendo un tanto por ciento por elsimple hecho de poner en contacto a ambas partes. Era rico. No tardarados aos en reunir penosamente once mil dlares para pagar una deuda.Muchas veces ganaba esa cantidad tan slo en dos meses.

    Mary le odiaba, y odiaba tambin a muchos vendedores ycompradores con quienes l trataba, porque tambin eran ricos. TomCassidy era uno de los peores; haba ganado una fortuna con concesionespetrolferas. Pareca tener un instinto especial para encontrar buenasoportunidades, comprar barato y vender caro, y sacar un dlar decualquier parte.

    Ni pestae al sacar cuarenta mil dlares en efectivo para compraruna casa como regalo de bodas para su hija.

    Tampoco haba pestaeado cuando cierta tarde, haca de ello unosseis meses, haba depositado un billete de cien dlares en el escritorio deMary Crane, sugirindole que le acompaara en un pequeo viaje aDallas, para pasar el fin de semana.

    Lo hizo con tanta rapidez y naturalidad, que ni siquiera tuvo tiempode irritarse. Mr. Lowery entr en aquel momento y el asunto termin aqu.Pero Mary no olvidaba el gesto de Cassidy, ni la hmeda sonrisa de susgruesos labios.

    Y jams olvid tampoco que este mundo pertenece a gentes comoTom Cassidy. Ellos fijan los precios. Cuarenta mil dlares para el regalo debodas para una hija; cien dlares arrojados descuidadamente sobre unescritorio.

    Por eso me llev los cuarenta mil dlares...Tom el dinero. Deba hacer mucho tiempo que, en su subconsciente,

    esperaba una oportunidad como aqulla, pues de repente todo pareciencajar, como si formara parte de un plan establecido de antemano.

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    Era viernes por la tarde; los bancos permanecan cerrados el sbado,por lo que Lowery slo podra empezar a hacer averiguaciones el lunes,cuando ella no apareciera por su despacho.

    Aquella maana, temprano, Lila haba salido para Dallas, con objetode efectuar compras para la tienda de msica en que trabajaba, y noregresara hasta el lunes, lo cual era muy conveniente.

    Mary se dirigi a su apartamiento para preparar el equipaje; no se lo

    llev todo, sino slo sus mejores vestidos, que coloc en una maleta y unmaletn. Tenan trescientos sesenta dlares escondidos en un tarro decrema vaco, pero Mary no toc aquel dinero, pues Lila lo necesitara altener que correr ella sola con los gastos del apartamiento. Quera dejarleuna nota a su hermana, pero al fin no se atrevi a hacerlo.

    March alrededor de las siete. Una hora ms tarde se detuvo en lasafueras de un suburbio y cen, y luego se dirigi al establecimiento de untratante en coches de segunda mano, donde cambi su sedn por uncup. Perdi dinero en la transaccin, pero an perdi ms la maanasiguiente, cuando repiti la operacin en una poblacin situada

    cuatrocientas millas ms al norte. Hacia el medioda, cuando volvi acambiar de coche, slo se hallaba en posesin de treinta dlares y undestartalado automvil, con el guardabarro izquierdo abollado, pero no sesenta descontenta en moda alguno. Lo importante era ocultar sus huellas,cambiando repetidamente de coche, hasta llegar a Fairvale. Entoncespodra seguir viajando ms hacia el norte, quiz hasta Springfield, dondevendera el ltimo, utilizando su propio nombre. Cmo lo haran lasautoridades para averiguar el paradero de cierta Mrs. Sam Loomis, quevivira en una ciudad a cien millas de all?

    Pensaba convertirse rpidamente en la seora de Sam Loomis.Comparecera ante Sam con la historia de una herencia. No le hablara decuarenta mil dlares la suma era demasiado grande y tendra que darmuchas explicaciones, pero quiz le dira que eran quince mil. Y aadiraque Lila tambin haba heredado una cantidad igual, por lo que habadejado su empleo de repente, y haba emprendido un viaje a Europa. Asevitara tener que invitarla a la boda.

    Quiz Sam se negara en principio a aceptar el dinero, y, de esoestaba segura, le hara bastantes preguntas, pero ella le convencera.Tena que lograrlo. Se casaran en seguida; era lo ms importante.Entonces llevara su nombre, sera Mrs. Sam Loomis, esposa delpropietario de una ferretera en una poblacin a ochocientas millas de laLowery Agency.

    En la Lowery Agency ni siquiera conocan la existencia de Sam. Sepondran en contacto con Lila, naturalmente, y es posible que ellaadivinara su paradero, pero no dira nada sin haberse puesto primero encomunicacin con Mary.

    Cuando llegara el momento, Mary tendra que estar preparada paramanejar a su hermana y hacerla callar ante Sam y las autoridades. No lesera muy difcil. Lila le deba aquello y mucho ms, por todos los aosque Mary haba trabajado para que ella pudiera proseguir sus estudios.Poda darle, adems, parte de los restantes veinticinco mil dlares;

    aunque es posible que ella no quisiera aceptarlos. Pero ya encontraraalguna solucin. No haba hecho planes para el futuro; se limitara a estarpreparada para todo cuando llegara el momento.

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    En aquellos instantes tena que hacer las cosas ordenadamente. Loprimero era llegar a Fairvale. En el mapa era tan slo una distancia decuatro pulgadas; cuatro pulgadas de lneas rojas de un punto a otro. Perollevaba ya dieciocho horas de viaje, dieciocho horas conduciendo sindescanso, sintiendo que la fatiga se apoderaba de ella por momentos.

    Se haba equivocado de carretera, y llova; estaba perdida en unanoche oscura, en una carretera extraa.

    Se dio una rpida mirada en el espejo retrovisor y alcanz a ver eldbil reflejo de su cara. El cabello oscuro y las bonitas facciones seguansiendo los mismos de siempre, pero la sonrisa haba desaparecido y suslabios plenos estaban comprimidos hasta formar una estrecha lnea.Dnde haba ella visto aquella expresin cansada, anteriormente?

    En el espejo, cuando mam muri, cuando su vida se rompi en milpedazos...

    Hasta entonces, se haba credo tranquila, fra, reposada, sinsentimiento alguno de temor, pena o culpabilidad. Pero el espejo nomenta, y en aquellos momentos le estaba diciendo la verdad.

    Sin palabras, le deca que se detuviera. No puedes caer en brazos deSam Loomis con este aspecto, en plena noche, con esta cara y estosvestidos que delatan tu apresurada huida. S, claro, le dirs que quisistesorprenderle con las buenas noticias, pero debes dar la impresin de queeres tan feliz que no pudiste esperar.

    Tena que pasar la noche en alguna parte, dormir, y llegar a Fairvaleal da siguiente por la maana fresca y animada.

    Si daba la vuelta y regresaba a la bifurcacin, llegara otra vez a lacarretera principal. Entonces podra encontrar un parador.

    Resistiendo el impulso de cerrar los ojos, irgui bruscamente elcuerpo, intentando penetrar con la mirada la lluviosa oscuridad.

    En aquel momento vio el letrero luminoso colocado junto al paso decoches que conduca a un pequeo edificio situado a un lado.

    PARADOR Habitaciones.El letrero no estaba alumbrado, pero tal vez haban olvidado

    encenderlo, de la misma forma que ella haba olvidado encender los faroscuando la noche lleg de repente.

    Mary entr en el recinto y observ que todo el parador apareca aoscuras, incluyendo el cubculo encristalado situado a un extremo, queindudablemente deba servir de despacho. Tal vez estuviera cerrado.Aminor la velocidad y pudo ver la casa en la ladera detrs del parador.Las ventanas delanteras estaban alumbradas, y era posible que elpropietario se encontrara all. No tardara en llegar.

    Mary cerr el contacto del motor y esper. Fuera, oase el montonotamborileo de la lluvia, y, como fondo, el suspiro del viento. Record elsonido, porque haba llovido de aquella manera el da que enterraron a sumadre, el da que la bajaron a aquel pequeo rectngulo negro. Lastinieblas la rodeaban. Mary estaba sola en la oscuridad. El dinero no laayudara, y Sam tampoco podra ayudarla, porque haba equivocado elcamino en la bifurcacin, se encontraba en una carretera desconocida.Pero no poda remediarlo: ella misma se haba hecho la tumba y deba

    yacer en ella.Cmo se le haba ocurrido este pensamiento? En el dicho popular, la

    palabra era cama y no tumba.

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    Estaba an intentando explicrselo, cuando la sombra grande yoscura se destac de las otras sombras, y, silenciosamente, abri lapuerta del coche.

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    CAPITULO III

    Busca habitacin?Al ver la cara gorda con gafas y or la voz suave y vacilante, Mary

    tom una rpida decisin.Asinti y sali del coche. Sinti que le dolan las pantorrillas mientras

    segua al hombre hasta la puerta del despacho. La abri, entr en el

    cubculo y encendi la luz.Lamento no haber estado aqu cuando usted lleg. Me encontrabaen la casa. Mi madre no se encuentra muy bien.

    El despacho no tena nada de particular, pero era clido, seco ybrillante. Mary experiment un agradable estremecimiento y sonri alhombre gordo, que se inclinaba sobre el libro de registro colocado encimadel mostrador.

    Nuestras habitaciones cuestan siete dlares. Quiere verlas,primero?

    No es necesario repuso Mary.

    Abri el bolso, sac un billete de cinco dlares y dos de uno, y loscoloc encima del mostrador, al mismo tiempo que l le ofreca la plumapara que se inscribiese en el registro.

    Vacil un instante, y, por fin, escribi un nombre Jane Wilson yuna direccin: San Antonio, Texas. Su coche llevaba matrcula de Texas.

    Traer sus maletas dijo el hombre, saliendo de detrs delmostrador.

    Mary le sigui. El dinero estaba en el compartimiento de los guantes,en el mismo sobre sujeto con una faja de goma. Tal vez fuera lo mejordejarlo all; cerrara el coche y nadie lo tocara.

    El hombre llev las maletas hasta la puerta de la habitacin contiguaa la oficina. Era la ms cercana, y a ella no le import; lo principal eraresguardarse de la lluvia.

    Hace muy mal tiempo observ l, hacindose a un lado parapermitirle entrar en la habitacin. Ha conducido mucho tiempo?

    Todo el da.El hombre encendi la lmpara de la mesilla de noche. La habitacin

    estaba amueblada de un modo sencillo pero confortable. Mary pudo veruna ducha en el cuarto de bao contiguo. Hubiera preferido una baera,pero se conformara con la ducha.

    Le gusta?Mary asinti; luego se acord de una cosa.Hay algn lugar cerca de aqu, donde pueda cenar?Pues... Haba un puesto de comida y refrescos en la carretera, a

    unas tres millas de aqu, pero me temo que lo hayan cerrado, desde quese desvi la carretera principal. Lo mejor sera ir hasta Fairvale.

    Est muy lejos?A unas diecisiete o dieciocho millas. Siga la carretera hasta que

    encuentre una secundaria a la derecha, que la llevar otra vez a laprincipal. Me sorprende que no siguiera por esta ltima, puesto que, alparecer, se dirige hacia el Norte.

    Me extravi.El hombre asinti y suspir.Es lo que pens. No suele haber mucho trnsito en esta carretera

    desde que se inaugur el nuevo ramal de la principal.

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    Mary sonri con aire ausente. El hombre permaneca junto a lapuerta, humedecindose los labios. Cuando Mary levant los ojos, baj lamirada y carraspe.

    Ah... yo... estaba pensando... Seguramente no tendr ustedmuchas ganas de ir hasta Fairvale y regresar con esta lluvia. Quierodecir... Iba a preparar algo que comer en casa. Me complacera muchoque quisiera usted acompaarme.

    No puedo aceptar.Por qu no? No es ninguna molestia. Mi madre ya est acostada.Pensaba preparar algo fro y caf. Qu le parece?

    Pues...Sabe qu? Voy hasta la casa y lo preparar.Muchas gracias, Mr...Bates, Norman Bates. Retrocedi de espaldas, y golpe la puerta

    con el hombro. Le dejar esta linterna elctrica para que puedaalumbrarse el camino. Querr usted cambiarse de ropa, primero, supongo.

    Se volvi, pero no sin que ella tuviese tiempo de advertir el sbito

    rubor que ti sus mejillas.Por vez primera en veinticuatro horas, Mary Crane sonriespontneamente. Esper a que la puerta se cerrara y se quit lachaqueta. Sac un vestido estampado del maletn, confiando en que noestuviera muy arrugado. Se lavara un poco ahora, y se prometi unabuena ducha para despus de cenar. Eso era lo que necesitaba: unaducha caliente y dormir. Pero primero tena que comer algo.

    Quince minutos despus llamaba a la puerta de la casa.A travs de la ventana de la salita se vea el brillo de una lmpara,

    pero del piso alto llegaba un reflejo mayor. Si su madre se encontrabaenferma, deba estar en su habitacin, arriba.

    Nadie contesLaba. Es posible que tambin l estuviera arriba. Volvioa llamar.

    Mientras esperaba mir por la ventana de la salita. Al principio, nopudo dar crdito a lo que vean sus ojos, le costaba creer que anexistieran casas como aqulla.

    Cuando se vende una casa suelen observarse seales de mejoras yreformas en el interior; pero la sala que estaba mirando no haba sidojams modernizada; el floreado papel de la pared, los oscuros y labradosarrimaderos de caoba, la roja alfombra, la sillera de alto respaldo y elrecargado hogar pertenecan al siglo XIX. Ni siquiera haba un televisorque rompiera la incongruencia de aquella habitacin, pero pudo observaren cambio la presencia de un viejo gramfono de cuerda encima de unamesita. Entonces percibi un suave murmullo de voces, procedente de lahabitacin alumbrada, en el piso alto.

    Mary volvi a llamar con el extremo de la linterna. Aquella vezdebieron orla, pues el sonido ces de repente, y distingui el suave ruidode unos pies que bajaban las escaleras. Un momento despus, Mr. Batesabri, invitndola a entrar con un gesto.

    Siento haberla hecho esperar se excus. Estaba acostando a mimadre. Algunas veces tiene el carcter un poco difcil.

    Me dijo que estaba enferma; no quisiera que mi presencia lecausara ninguna molestia.

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    No se preocupe. Ya debe estar dormida. Mr Bates mir hacia laescalera por encima del hombro. Despus baj la voz: En realidad, suenfermedad no es fsica, pero algunas veces...

    Hizo un gesto de asentimiento con la cabeza y luego sonri.Deme el impermeable. Lo colgar aqu. Si quiere venir...Le sigui por un pasillo.Espero que no le moleste cenar en la cocina murmur. Todo

    est preparado. Sintese y le servir el caf.La cocina era un complemento de la salita: las paredes aparecancubiertas de alacenas, a ambos lados de una vieja fregadera, con eladitamento de una vieja bomba de mano. El gran fogn de lea estaba enuna esquina, y despeda un agradable calor. Sobre el mantel a cuadrosrojos y blancos de la larga mesa de madera, Mary vio un apetitoso surtidode salchichas, queso y encurtidos caseros, servidos en platos de cristal.

    Aquello era mucho mejor que permanecer sola en la cafetera de unapequea poblacin.

    Mster Bates la ayud a llenarse el plato.

    Coma. No me espere. Debe tener usted apetito.Lo tena, en efecto, y comi tan a gusto y tan absorta, que casi no sefij en lo poco que coma l. Cuando lo advirti, se sinti ligeramenteembarazada.

    No ha probado nada! Seguro que haba cenado antes.No. En realidad, tengo poco apetito. Volvi a llenar de caf la taza

    de Mary. Mi madre me pone nervioso algunas veces. Baj la voz denuevo. Creo que yo tengo la culpa. No s cuidarla bien.

    Viven aqu los dos solos?S.Debe ser muy penoso para usted.No me quejo. Se ajust las gafas montadas al aire. Mi padre

    nos abandon cuando yo era todava un nio. Mi madre tuvo que cuidarde m, ella sola. Tena suficiente dinero para hacerlo, hasta que crec.Entonces hipotec la casa, vendi las tierras y construy este parador. Loadministrbamos juntos y las cosas iban bien... hasta que quedamosaislados, al construirse el nuevo ramal de la carretera.

    Enferm antes de que eso ocurriera, y entonces me toc a m cuidarde ella. Algunas veces no resulta fcil hacerlo.

    No tiene otros familiares?Ninguno.Y usted no se ha casado nunca?La cara de Norman Bates enrojeci, y baj la mirada.Mary se mordi el labio.Lo siento. No quise inmiscuirme en su vida.No se preocupe. La voz del hombre era dbil. Nunca me he

    casado. Mi madre pensaba... de forma extraa acerca del matrimonio.Yo... nunca he estado sentado en una mesa con una muchacha, comoahora.

    Pero...Parece extrao en estos tiempos, no es cierto? Lo comprendo.

    Pero no puede ser de otro modo. Me digo a m mismo que mi madreestara perdida sin m, ahora... aunque quiz sea verdad que tambin yoestara perdido sin ella.

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    Mary acab de beber el caf, busc cigarrillos en el bolso y ofreciuno a Mr. Bates.

    No, gracias. No fumo.Le molesta que lo haga yo?Claro que no. Vacil. Me hubiera gustado ofrecerle un poco de

    licor, pero... mi madre no tolera alcohol en la casa.Mary se apoy contra el respaldo de la silla, aspirando

    profundamente el humo de su cigarrillo. Se senta expansiva. Es curoso loque pueden hacer un poco de calor, y un poco de descanso y comida. Unahora antes se haba sentido sola, desgraciada, insegura. Y ahora, en unmomento, todo haba cambiado. Es posible que la conversacin con Mr.Bates hubiera contribuido a cambiar su humor de aquella forma. Porqueahora, el solitario, el desgraciado, el temeroso, era l. Por contraste, Maryse senta muy por encima de su compaero de mesa. Y fue eso lo que laimpuls a hablar.

    No le permiten fumar, ni beber, ni tener relaciones conmuchachas... Qu hace, adems de ocuparse del parador y cuidar a su

    madre?Al parecer, l no advirti su tono de voz.Muchas cosas. Leo bastante, y tengo otras aficiones.Levant los ojos hasta la repisa. Mary sigui la direccin de su

    mirada. Una ardilla disecada les miraba desde lo alto.Caza?No. Diseco. George Blount me dio esta ardilla para que la disecara.

    La caz l. Mi madre no quiere que maneje armas de fuego.Perdone mis palabras, Mr. Bates, pero, cunto tiempo piensa

    usted seguir as? Es usted un hombre hecho y derecho. Usted mismocomprende que no pueden exigirle que se porte toda su vida como unnio. No es que sea mi propsito mostrarme inquisitiva, pero...

    Comprendo. No se me oculta mi verdadera situacin. Como ya le hedicho, leo bastante. S cmo opinan los siclogos acerca de estas cosas.Pero tengo un deber que cumplir con mi madre.

    Y no ha pensado que quiz cumplira mejor ese deber para conella, y para con usted tambin, si diera los pasos necesaros paraingresara en una... institucin?

    No est loca!Su voz, que era suave, son de repente alta y aguda. Se puso en pie,

    gesticulando, y derrib una taza que se estrell contra el suelo. Mary nopoda apartar la mirada de la extraa cara del hombre.

    No est loca repiti, y me tiene sin cuidado lo que usted y losdems puedan pensar. Tampoco me importa lo que dijeron los mdicosdel hospital. Si pudieran, certificaran su locura en un santiamn y laencerraran en un manicomio; slo necesitan mi consentimiento. Pero nolo tendrn. Y no lo tendrn porque yo s. Lo comprende usted? Yo s yellos no saben. Ignoran cmo me cuid, cuando nadie se interesaba porm; ignoran cmo trabaj y sufri por m, y los sacrificios que hizo. Si sucomportamiento resulta ahora un poco extrao, ma es la culpa. Cuandome dijo que quera volver a casarse, yo se lo imped. S, lo hice! No es

    necesario que me hable de celos, de sentimientos dominantes. Yo era milveces peor de lo que ella haya podido ser jams. Estaba diez veces msloco que ella, si prefiere esa palabra. Me hubieran encerrado en unsantiamn, si hubieran sabido las cosas que dije e hice y la forma en que

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    me port. Por fin, logr sobreponerme. Pero ella, no. Y quin es ustedpara decir que hay que encerrar a alguien? Creo que todos nos volvemosun poco locos, a veces.

    Call, no porque le faltaran las palabras, sino el aliento. Su caraestaba muy enrojecida y le temblaban los labios.

    Mary se puso en pie.Lo siento dijo suavemente. Lo siento de verdad. Ruego a usted

    que me perdone. No tena ningn derecho a decirle cuanto le dije.Lo s, pero no importa. No estoy acostumbrado a hablar de estascosas. Cuando uno vive solo como yo, se vuelve extrao.

    Intent sonrer. Ya no estaba tan sonrojado.Mary cogi el bolso.Me voy. Se est haciendo tarde.No se vaya. Siento haberme portado de esa manera.No es por eso. En realidad, estoy muy cansada.Estaba pensando que podramos hablar un rato. Me gustara

    contarle mis aficiones. Tengo una especie de taller en el stano...

    Me encantara escucharle, pero tengo que descansar.Entonces, la acompaar. Tengo que cerrar el despacho. Ya no creoque venga nadie esta noche.

    Salieron al vestbulo. Mr. Bates la ayud a ponerse el impermeable.Luego salieron al exterior. Haba cesado de llover, pero la noche eraoscura y sin estrellas. Despus de andar unos pasos, Mary mir hacia lacasa. En el piso alto la luz segua encendida, y Mary se pregunt si la viejaestara despierta y habra odo su conversacin.

    Mister Bates se detuvo ante la puerta de su habitacin; esper a queMary pusiera la llave en la cerradura y abriera.

    Buenas noches dijo. Que descanse.Gracias. Y gracias tambin por su hospitalidad.Mister Bates abri la boca como si se dispusiera a decir algo; luego,

    se alej en silencio. Le vio enrojecer por tercera vez durante el transcursode la noche.

    Mary cerr la puerta con llave. Oy los pasos de Mr. Bates que sealejaba y el ruido de la puerta de la oficina.

    No le oy salir, pues se hallaba absorta sacando sus cosas delmaletn: el pijama, las zapatillas, un tarro de crema, un cepillo de dientesy el tubo de pasta. Luego busc en la maleta el vestido que pensabaponerse al da siguiente para ir a ver a Sam. Sera mejor sacarlo ycolgarlo, para que se desarrugara. Todo deba estar bien al da siguiente.

    Todo deba estar bien...De pronto se sinti pequea. Tan sbito haba sido el cambio?

    Habra empezado cuando Mr. Bates haba observado una conducta tanhistrica? Qu era lo que haba dicho, que la haba empequeecido de talmanera?

    Creo que a veces todos estamos un poco locos.Se sent en la cama.Si. Era cierto. Todos nos volvemos un poco locos, a veces. Es lo que

    le haba sucedido a ella, el da anterior, cuando vio el dinero sobre el

    escritorio.Y haba estado loca desde entonces; deba haberlo estado para creer

    que podra salirle bien lo que haba planeado. Le haba parecido la

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    realizacin de un sueo. Un sueo... S, eso era: un sueo loco. Ahora locomprendi.

    Es posible que pudiera despistar a la polica. Pero Sam harapreguntas. Quin era ese pariente que le haba dejadu la herencia?Dnde haba vivido? Por qu no le haba hablado nunca de l? Por qullevaba el dinero en efectivo? No se haba opuesto Mr. Lowery a que ellaabandonara tan sbitamente su empleo?

    Y estaba Lila adems. Si reaccionaba como Mary esperaba... si nohablaba con la polica, incluso si consenta en guardar silencio en el futuro,por sentirse obligada a ello... Sin embargo, la verdad era que lo sabra. Yse produciran complicaciones.

    Tarde o temprano, Sam querra que ambos fueran a visitarla, o lepedira que pasara unos das con ellos. La situacin sera insostenible. Nopodra seguir relacionndose con su hermana, ni tampoco explicarle aSam el porqu de su rompimiento; ni mucho menos explicarle por qumotivo se negaba a ir a Texas, ni siquiera de visita.

    No; todo aquello era una locura.

    Y ya era demasiado tarde para remediarla.Lo era, en realidad?Si dorma diez horas, y sala el da siguiente, domingo, hacia las

    nueve de la maana, podra estar de regreso a su casa el lunes, a primerahora, antes de que Lila regresara de Dallas y el banco abriera. Depositarael dinero e ira a su trabajo.

    S, estara muy cansada. Pero no se morira de aquello y nadie losabra jams.

    Quedaba el asunto del coche, desde luego; tendra que inventaralguna explicacin para Lila. Le dira que haba salido hacia Fairvale paravisitar a Sam, y que el coche se averi en el camino; que el mecnico lehaba dicho que habra que cambiar el motor, por lo que haba decididovenderlo y comprar aquel viejo trasto, para regresar a casa.

    S; sera una explicacin razonable.Cuando lo hubo calculado todo, comprendi que aquel viaje le

    costara unos setecientos dlares. Era el valor del coche.Pero vala la pena pagar aquel precio. Setecientos dlares no resulta

    un precio muy caro si se compra con ellos la salud mental, la seguridad yel futuro.

    Se puso en pie.Lo hara.Entr en el cuarto de aseo, se desembaraz de las zapatillas con un

    gesto de los pies, y se agach para soltarse las medias. Luego levant losbrazos, se quit el vestido y lo arroj a la habitacin. No le import quecayera al suelo. Se solt el sostn...

    Despus entr en la ducha. El agua estaba muy caliente, y debi abrirun poco la otra llave. Por fin, abri las dos y dej que la clida lluviacayera sobre ella.

    El cuarto empez a llenarse de vapor. El ruido de la ducha no lepermiti or cmo se abra la puerta de la habitacin, ni los pasos que seacercaban. Y cuando las cortinas de la ducha se abreron el vapor

    oscureci aquel rostro.Fue entonces cuando lo vio: un rostro que miraba entre las cortinas,

    colgando del aire, como una mscara. El cabello apareca cubierto por unpauelo y los vidriosos ojos la miraban inhumanamente; pero no era una

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    mscara; no poda serlo. La piel estaba cubierta de polvos blancos y habados rosetas rojas en las mejillas. No era una mscara. Era la cara de unavieja loca.

    Mary empez a gritar. Entonces la abertura de las cortinas seensanch y apareci una mano, armada con un cuchillo de carnicero. Uncuchillo que cort su grito.

    Y su cuello.

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    CAPITULO IV

    Cuando Norman entr en la oficina empez a temblar. Era lareaccin, claro est. Haban sucedido demasiadas cosas, y demasiado deprisa.

    Necesitaba un trago. Haba mentido a la muchacha. Es cierto que su

    madre no quera licor en la casa, pero l beba. Tena una botella en laoficina. Haba ocasiones en que se vea obligado a beber, aun a sabiendasde que su estmago no toleraba bien el alcohol y de que unas pocas copasseran suficientes para marearle. Haba veces en que deseaba sentirsemareado.

    Norman record que deba apagar el nen y cerrar las persianas. Lohizo. Con las persianas cerradas nadie vera la luz de la oficina. Nadie levera abrir un cajn del escritorio y sacar la botella, con manos quetemblaban como las de un nio.

    Se llev el gollete a la boca y bebi, cerrando los ojos. El whisky le

    quemaba la garganta, y su calor estallaba en su estmago.Haba sido un error llevar a la muchacha a la casa. Norman se diocuenta de ello en el mismo momento en que la invit, pero era muy bonitay pareca muy cansada. Y cuanto pensaba hacer, cuanto hizo, fuehablarle. Adems, no estaba en su casa? Era tan suya como de sumadre, que no tena ningn derecho para imponerle su voluntad deaquella manera.

    Pero haba sido un error. Jams se hubiera atrevido a hacerlo, de nohaber estado tan enfadado con su madre. Quera desafiarla. Y eso estabamal.

    Pero haba hecho algo mucho peor, adems de invitarla. Se lo dijo asu madre.

    E hizo mal en decrselo. Estaba ya muy excitada, y cuando le dijo quecenara con una muchacha, se puso prcticamente histrica.

    Si la traes aqu, la matar! Matar a esa perra!Perra. Su madre no hablaba jams as, pero eso era lo que haba

    dicho. Estaba enferma, muy enferma. Tal vez la muchacha estuviera en locierto, y fuera conveniente ingresar a su madre en un manicomio. Seestaba volviendo insoportable, y le pona fuera de s.

    El whisky arda. Estaba bebiendo ya el tercer trago, pero lonecesitaba. Necesitaba muchas cosas. Aquella muchacha tena razn. Noera forma de vivir. No podra resistirla mucho tiempo.

    La cena result muy angustiosa para l. Tema que su madre hicierauna escena. Despus de encerrarla en su habitacin, se pregunt siempezara a gritar y aporrear la puerta. Pero haba permanecidosilenciosa, como si estuviera escuchando. Y es lo que haba hecho contoda seguridad. Poda encerrar a su madre en su dormitorio, pero noimpedirle que escuchara.

    Norman deseaba que estuviera dormida ya. Quiz al da siguiente lohubiera olvidado todo. Le ocurra a menudo.

    Oy un ruido y se movi en la silla. Sera su madre que llegaba? No;

    no poda ser; la haba dejado encerrada. Seguramente era la muchachaque se mova en la habitacin contigua. S, ahora la oa bien; al parecer,haba abierto la maleta y sacaba algunas cosas, preparndose paraacostarse.

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    Norman bebi otro trago para templar sus nervios. Lo logr. Ya no letemblaba la mano. No tena miedo. Desapareca, cuando pensaba en lamuchacha.

    Era curioso. Cuando la vio, haba experimentado aquel terriblesentimiento de... Cul era la palabra? Im... algo. Importancia. No; no erasa. No se senta importante cuando estaba junto a una mujer. Seraimposible? Tampoco. Saba la palabra que buscaba; la haba encontrado

    cientos de veces en los libros, en aquellos libros que su madre ignorabaque tena.No importaba. Cuando estaba con la muchacha, se senta de aquella

    manera; pero no entonces. Poda hacer cualquier cosa.Y eran muchas las cosas que hubiera querido hacer con una

    muchacha como aqulla; joven, bonita, inteligente tambin... Se habapuesto en ridculo al contestarle como lo hizo cuando ella hablaba de sumadre; admita que haba dicho la verdad. Ella saba y poda comprender.Dese haber estado ms rato con ella.

    Quiz no volviera a verla jams. Se marchara al da siguiente. Para

    siempre. Jane Wilson, de San Antonio, Texas. Se pregunt quin era,adnde iba, cmo deba ser en realidad en su interior. Podra enamorarsede una muchacha como aqulla. S, podra enamorarse con slo verla unavez. No era una cosa risible. Pero quiz ella se reira. Las muchachas eranas... siempre rean. Porque eran perras.

    Mi madre tiene razn. Son perras. Pero no puedo contenerme cuandouna perra es tan hermosa como sa, y s que no volver a verla. Sihubiera sido hombre, se lo hubiese dicho cuando estaba en su habitacin;habra sacado la botella, le habra ofrecido un trago, bebido con ella y...

    No; no lo hubiese hecho, porque soy impotente.sa era la palabra que no poda recordar. Impotente. La palabra que

    emplean en el libro, la que usa mi madre, la que significa que no volver averla, porque de nada me servira. La palabra que las perras saban;deben saberla, y por eso rean siempre.

    Norman volvi a beber. Senta cmo el licor le caa por la barbilla.Deba de estar borracho. S, estaba borracho. Y qu? Mientras su madreno se enterara... Mientras la muchacha no lo supiera... Sera un gransecreto. Impotente, eh? Bien; eso no significaba que no pudiese volver averla.

    La vera, y a no tardar.Norman se inclin sobre el escritorio y casi toc la pared con la

    cabeza. Haba percibido ms sonidos, y la experiencia le deca cmo debainterpretarlos. La muchacha se haba quitado los zapatos. Entraba en elcuarto de aseo.

    Alarg la mano. Temblaba, pero no de miedo. Saba lo que iba ahacer. Ladeara ligeramente la enmarcada licencia y mirara por elagujerito que haba hecho haca ya mucho tiempo. Nadie conoca laexistencia de aquel agujero; ni su madre. Era su secreto.

    En realidad se trataba de una grieta en el revoque del otro lado, peropoda ver a travs de ella. Vea el interior del cuarto de aseo. Poda vermucho. Las perras podan rerse cuanto quisieran de l! Saba ms de

    ellas que cuanto ellas hubieran podido imaginar jams.Le fue difcil enfocar la mirada. Se senta mareado. Ello se deba en

    parte a la bebida, y en parte a la excitacin.

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    La muchacha no descubrira la grieta. Ninguna de ellas la habadescubierto jams.

    Entonces Norman oy un ruido, un enorme ruido que pareca sacudirlas paredes y oscurecer sus pensamientos. Un ruido que naca dentro desu cabeza. Se dej caer en la silla. Estoy borracho se dijo. Voy aperder el conocimiento.

    Pero no lo perdi. El ruido continuaba, y en alguna parte dentro de l

    percibi otro sonido. Alguien estaba abriendo la puerta de la oficina. Pero,cmo era posible? No la haba cerrado con llave? Y no tena esa llave?La encontrara, con slo abrir los ojos. Pero no poda abrirlos; ni se atrevaa hacerlo. Porque saba.

    Su madre tambin tena una llave.Tena una llave de su habitacin. Tena una llave de la casa. Tena

    una llave de la oficina.Y all estaba ya, mirndole. Norman confi en que le creyera dormido.

    Qu estaba haciendo all? Le habra odo salir con la muchacha, y leestaba espiando?

    No osaba moverse; no quera hacerlo. A medida que los segundospasaban le resultaba ms difcil hacerlo. El ruido continuaba y su vibracinle induca al sueo. Era agradable.

    Luego se march. Se volvi sin hablar, y sali. No haba de temernada. Haba venido para protegerle de las perras. S, eso era; paraprotegerle. Siempre que la necesitaba, su madre estaba a su lado. Yapoda dormir. Luego, todo fue silencio. Dormir; sueo, silencio.

    Norman volvi en s sobresaltado, echando la cabeza hacia atrs.Cmo le dola! Haba perdido el sentido en la silla. No era de extraar quetodo crujiera. Crujiera... Haba odo el mismo sonido antes. Cuntohaca? Una hora? Dos?

    Lo reconoci. En la habitacin contigua la ducha estaba abierta. Esoera. La muchacha se estaba duchando. Pero de eso haca mucho ya. Eraimposible que an estuviera all.

    Se inclin hacia adelante, ladeando el cuadro con la licencia. No sindificultades logr enfocar la mirada en el cuarto de bao brillantementealumbrado. Estaba vaco. No poda ver tras las cortinas de la ducha.Estaban cerradas.

    Quiz la muchacha hubiese olvidado cerrar el agua y se habadormido. Pero pareca extrao que pudiera conciliar el sueo, con el ruidoque produca el agua al salir con tanta fuerza. Tal vez la fatiga resultaratan intoxicante como el alcohol.

    Todo pareca estar en orden. Norman volvi a mirar. Y entoncesobserv el suelo.

    Sobre las losetas, fuera del plato de la ducha, el agua formaba unhilillo. No haba mucha; la suficiente para que l pudiera verla.

    Pero, era agua? El agua no es rosada. El agua no forma hilillosrojizos> hilillos rojos como venas.

    Debe haber resbalado y caido, hirindose, decidi Norman. Empezabaa dominarle el pnico, pero saba lo que deba hacer. Cogi las llaves ysali de la oficina. Encontr rpidamente la que abra la puerta de la

    habitacin contigua. Estaba vaca, pero la maleta abierta an sobre lacama. La muchacha no se haba marchado. Por tanto, sus suposicionesdeban ser ciertas: le debi ocurrir un accidente en la ducha.

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    Slo cuando entr en el cuarto de aseo record algo ms. Pero ya erademasiado tarde.

    Su madre tena tambin las llaves del parador.Y, cuando abri las cortinas y mir el cuerpo cado y retorcido en el

    plato de la ducha, comprendi que su madre haba utilizado sus llaves.

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    CAPITULO V

    Norman cerr la puerta y se dirigi a la casa. Sus ropas estabanmojadas y ensangrentadas, y adems mostraban huellas de habervomitado en el piso del cuarto de aseo.

    Pero aquello careca de importancia en aquellos momentos. Haba

    otras cosas que limpiar primero.Aquella vez tendra que tomar una decisin. Metera a su madredonde deba estar. Estaba obligado a hacerlo.

    Todo el pnico, todo el miedo, el horror y las nuseas y la repulsincedieron ante esa firme resolucin. Lo sucedido era trgico, de un horrorindescriptible, pero jams volvera a suceder. Se senta nuevo, un hombrecompletamente distinto.

    Subi rpidamente las gradas de la casa. La puerta de la habitacinfrontera no estaba cerrada con llave. La luz del vestbulo sguaencendida. Mir a su alrededor y luego subi al piso alto.

    La puerta de la habitacin de su madre estaba abierta, el reflejo de laluz llegaba hasta la escalera. Entr, sin molestarse en llamar. No habanecesidad de fingir.

    La habitacin estaba vacia.Poda ver las huellas de su cuerpo en la cama, y las ropas abiertas.

    Poda oler el dbil perfume de la habitacin. El silln estaba en el rincn.En la habitacin de su madre todo continuaba ordenado. Pero ella noestaba.

    Fue hasta el armario, y busc entre las ropas. Entre el acre perfumeque emanaba de los vestidos percibi otro distinto. Al bajar la miradacomprendi de dnde provena. Uno de los vestidos de su madre, juntocon un pauelo de cabeza, formaba una arrugada bola. Se agach, peroretrocedi al instante al observar las manchas de sangre coagulada.

    Haba regresado a la habitacin para cambiarse las ropas y volver asalir.

    No poda llamar a la polica.Deba recordarlo. No poda llamar a la polica. Ni aun entonces,

    sabiendo lo que haba hecho. Porque no era responsable. Estaba enferma.Una cosa es el asesinato a sangre fra y otra muy distinta la

    enfermedad. No se es realmente asesino, cuando la enfermedad ataca lacabeza. Todo el mundo lo sabe. Pero a veces los tribunales no estn deacuerdo. Haba ledo algunos casos relativos a este asunto. Aun en el casoque comprendieran que estaba enferma, la encerraran, no en unsanatorio, sino en una de las terribles instituciones del Estado.

    Norman pase la mirada por la ordenada habitacin. No poda sacar asu madre de all y dejar que la encerraran en una celda desnuda. Enaquellos momentos estaba a salvo; la polica ni siquiera conoca suexistencia. Nadie sabia que viva en la casa. La polica no sabra nada desu madre. Al margen de lo que haba hecho, no mereca que la encerraranpara pudrirse en una celda.

    Y no la encerraran, porque nadie lo sabra.

    Estaba seguro de que podra evitar que alguien se enterara de losucedido. Slo tena que pensar detenidamente en cuanto haba sucedidoaquella noche.

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    La muchacha lleg sola y dijo que haba estado conduciendo todo elda. Eso significaba que no haba visitado a nadie por el camino. Tampocopareca saber dnde se encontraba Fairvale, y no mencion ninguna de laspoblaciones cercanas, lo cual pareca indicar que no tena intencin de vera nadie por aquella parte del pas. La persona que la esperara si es qula esperaba alguien deba residir bastante ms al norte.

    Todo aquello eran suposiciones, claro est, pero pareca lgico.

    Tendra que correr el riesgo.Haba firmado en el registro, pero eso no significaba nada. Si alguienle preguntaba por ella, dira que haba pasado la noche all y que se habamarchado por la maana.

    Tena que deshacerse del cadver y del coche, y procurar que todoquedara completamente limpio despus.

    Saba cmo hacerlo. No sera difcil, aunque tampoco agradable.Y le evitara tener que acudir a la polica, salvando as a su madre.A pesar de ello, pensaba hablar muy seriamente con ella; pero eso

    poda esperar.

    Lo importante era deshacerse del cuerpo del delito. Tendra quequemar el vestido y el pauelo de su madre, as como las ropas quellevaba, en cuanto se hubiera deshecho del cadver.

    Norman cogi las manchadas ropas de su madre y las llev abajo,donde cambi su vestido por una camisa y un mono viejo. Se lavara mstarde, cuando lo hubiera arreglado todo.

    Su madre no haba olvidado lavarse cuando regres a la casa.Norman vio manchas rosadas en la fregadera de la cocina; y tambindelatoras huellas de carmn y polvos.

    Mentalmente, tom nota de que deba limpiarlo todo cuandoregresara. Luego se sent, y pas cuanto tena en los bolsillos de lasropas que se haba quitado a los del mono. Era una lstima tener quequemar ropas buenas; pero no poda obrar de otro modo, si quera salvara su madre.

    Baj a los stanos, donde encontr lo que buscaba: un viejo cuvanopara la ropa, con tapa. Era lo bastante grande para lo que necesitaba.

    Meti las ropas en el cuvano. Cogi tranquilamente una vieja telaembreada, volvi arriba, apag la luz de la cocina y la del vestbulo, ysali de la casa, llevando el cuvano, cubierto por la tela embreada.

    Anduvo a ciegas en la oscuridad de la medianoche sin luna. Elsendero estaba cubierto de grava, pero la lluvia deba haber reblandecidoel terreno detrs de la casa. Habra huellas. Era otro detalle que no debaolvidar. Dejara huellas que no podra ver. Si la noche no fuera tanoscura! Y, de pronto, experiment la urgente necesidad de salir de laoscuridad.

    Norman se sinti mejor cuando, por fin, abri la puerta de lahabitacin de la muchacha, dej el cuvano en el suelo y encendi la luz.Durante unos segundos permaneci tranquilo. Despus pens en lo que laluz revelara cuando entrara en el cuarto de aseo.

    Y permaneci temblando en el centro del dormitorio.No puedo hacerlo. No puedo mirarla. No entrar. No entrar!

    Tienes que entrar. No hay otra salida. Y deja de hablar contigomismo.

    Era lo ms importante: dejar de hablar consigo mismo. Debarecobrar la calma y enfrentarse con la realidad.

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    Qu era la realidad?Una muchacha muerta. La muchacha que su madre haba matado.No pudo contener las nuseas cuando entr en la ducha e hizo all lo

    que deba hacer. Encontr el cuchillo en seguida. Lo ech en el cuvano.En los bolsillos del mono haba un par de guantes viejos. Tuvo queponrselos antes de tocar el cadver. La cabeza era lo peor. El resto delcuerpo slo presentaba cortes. Se vio obligado a doblar las piernas y los

    brazos, para envolver el cuerpo en la tela embreada y meterlo en elcuvano, sobre las ropas. Luego, afirm la tapa.Cuando regresara, limpiara el piso y el plato de la ducha.Sac el cuvano a la habitacin, y lo dej en el suelo mientras

    buscaba en el bolso de la muchacha las llaves del coche. Abri la puertadespacio, oteando la carretera para cerciorarse de que no se acercabanadie.

    Sudaba copiosamente cuando logr abrir el portaequipajes del cochey meter el cuvano dentro; pero no era el esfuerzo, sino el miedo, el quele haca sudar. Volvi a la habitacin, y recogi cuanto haba en ella,

    guardndolo en el maletn y la maleta. Encontr los zapatos, las medias,el sostn, las bragas. Y las menudencias que las mujeres dejan en lashabitaciones. Y el bolso; contena un poco de dinero, pero no se detuvo acomprobar cunto. No lo quera. Slo quera deshacerse de todo, lo msrpidamente posible, contando con la ayuda de la suerte.

    Coloc las dos maletas en el asiento delantero del coche. Despuscerr con llave la puerta de la habitacin. Volvi a mirar la carretera enambas direcciones. Nadie.

    Puso el motor en marcha y encendi los faros. sa era la partepeligrosa: los faros. Pero necesitaba luz. Condujo despacio hacia la casa,por el paso abierto de grava. Otro paso parecido iba desde all hasta elviejo cobertizo que Norman utilizaba como garaje para su Chevrolet.

    Cambi la marcha y llev el coche por la hierba. Estaba en el campo.Haba un camino carretero, con profundas roderas. Lo encontr.Peridicamente, Norman llevaba su propio coche por aquel camino,unindole un remolque, cuando se diriga a los bosques situados junto alpantano en busca de lea para la cocina.

    Y es lo que hara tambin al da siguiente. Lo primero que hara.Llevar el coche con el remolque por all. As, las huellas de su cocheocultaran las del automvil de la muchacha. Y si dejaba pisadas en elbarro, podra explicar cmo se haban producido.

    Si es que necesitaba explicarlo. Porque es posible que la suertesiguiera favorecindole.

    Le ayud al menos lo bastante para que pudiera llegar al borde delpantano y hacer lo que tena que hacer. En cuanto lleg, apag las luces yoper en la oscuridad. No le resultaba fcil, y le llev mucho tiempo, perolo hizo. Puso marcha atrs, y saltando del coche dej que bajara lapendiente hasta el lodoso cenagal. Deba borrar las huellas que seprodujeran en la pendiente. Pero aquello no era lo ms importante enaquellos momentos. Lo primordial era que el coche se hundiera del todo.Tena que desaparecer bajo el lodo; de lo contraro, jams lograra sacarlo

    de all. Los guardabarros desaparecan lenta, muy lentamente. Cuntorato llevaba all? Le pareca que haban transcurrido varias horas, y elcoche era an visible. Pero el lodo llegaba ya hasta las manijas de laspuertas; suba por los cristales y el parabrisas. Reinaba el silencio. El

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    automvil segua hundindose, silenciosamente, pulgada a pulgada. Slola capota era ya visible. De pronto oy un extrao ruido semejante a unaaspiracin, un desagradable y repentino plop! Y el coche desapareci porcompleto bajo la superficie del pantano.

    Norman ignoraba la profundidad de la cinaga en aquel lugar. Peroconfiaba en que el coche continuara sumergindose, hasta donde nadiepudiera encontrarlo jams.

    Se volvi, con una horrible expresin en el rostro. Aquella parte habaterminado. El coche reposaba en las profundidades del pantano. Y elcuvano estaba en el portaequipajes. Y el cadver se encontraba en elcuvano. El retorcido cuerpo y la cabeza...

    Pero no poda, no deba pensar en aquello. Haba otras cosas quehacer.

    Las hizo casi mecnicamente. En la oficina haba jabn y detergente,un cepillo y un cubo. Limpi el cuarto de aseo pulgada a pulgada, y luegoel plato de la ducha.

    Despus, volvi a examinar la habitacin. La suerte segua

    acompandole; encontr un pendiente debajo de la cama. No se habafijado en que la muchacha llevara pendientes, pero seguramente era as.Quiz se haba soltado cuando se atusaba el cabello. Es posible que el otrotambin estuviera cado en algn lugar. Lo busc afanosamente, sinencontrarlo. No estaba en la habitacin; por tanto, deba encontrarse ensu equipaje, o puesto todava en la oreja. No importaba. Al da siguientelo arrojara al pantano.

    An tena que limpiar la cocina y la fregadera.Eran casi las dos cuando regres a la casa. Tuvo que esforzarse para

    conservar los ojos abiertos mientras limpiaba la fregadera. Despus sequit los zapatos, el mono, la camisa y los calcetines y se lav. El aguaestaba fra como el hielo, pero no le caus ninguna sensacin.

    Al da siguiente regresara al pantano, con la misma ropa, y noimportara que hubiera en ella manchas de lodo y suciedad. Lo importanteera que no hubiera sangre en ninguna parte. Ni en sus ropas, ni en sucuerpo, ni en sus manos.

    Todo volva a estar limpio. Y sus manos tambin. Pero fue alencontrarse en su habitacin cuando record que faltaba algo.

    Su madre no haba regresado.Dios sabe dnde estara, sola, en plena noche. Tendra que volver a

    vestirse y salir en su busca.O no?Por qu tena que seguir preocupndose por su madre, despus de

    lo que haba hecho? Tal vez la haban detenido; quiz explicarabarboteando lo que haba hecho. Pero, quin la creera? No quedabaninguna prueba delatora. No tendra otro trabajo que el de negarlo todo. Ytal vez ni siquiera eso. En cuanto vieran a su madre y la oyeran hablar,comprenderan en el acto que estaba loca. Y entonces la encerraran enalgn lugar del que no poseera la llave y del que no podra volver a salir.Y se sera su fin.

    Si la detenan, l procurara que la encerraran.

    Pero no era probable que se acercara a la carretera. Lo ms probablees que se encontrara en algn lugar cercano a la casa. Caba incluso laposibilidad de que le hubiera seguido hasta el pantano y hubiera vistocuanto haba hecho. Desde luego, si es que estaba enferma de la cabeza,

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    poda haberle sucedido cualquier cosa. Y si haba ido al pantano, esposible que hubiera resbalado. Sobre todo, teniendo en cuenta laoscuridad. Record cmo se haba deslizado el coche, hasta desapareceren el cenagal.

    Norman se dio cuenta de que ya no pensaba con claridad. Tena unaligera conciencia de que estaba acostado en la cama, y de que llevabamucho rato as. Y en realidad su mente no estaba ocupada decidiendo lo

    que hara, ni tampoco se preocupaba por el lugar donde pudieraencontrarse su madre. La estaba viendo. Poda verla, a pesar de la presinque senta en los ojos y de saber que sus prpados se haban cerrado.

    Vea a su madre; estaba en el pantano. ste era el lugar dondeestaba, en el pantano. Haba bajado torpemente por la pendiente en laoscuridad de la noche, hasta meterse en el cenagal. Y no poda salir. Ellodo formaba burbujas junto a sus rodillas; intentaba agarrarse a unarama o a algo slido, para salir de all, pero no lo lograba. Se estabahundiendo. No deba mirar.

    Pero quera mirar, quera ver cmo se hunda en la pegajosa

    oscuridad. Era lo que mereca: seguir hundindose hasta reunirse conaquella pobre e inocente muchacha. Ya no tardara mucho en verse librede ambas, de la vctima y de su verdugo, de su madre y de la perra, de laperra y de su madre, juntas ambas en el fondo del cenagal.

    El lodo le llegaba ya al pecho. La vea abriendo la boca para aspiraruna bocanada de aire; y sinti que tambin l boqueaba con ella. (Era unsueo, tena que ser un sueo!) De pronto, su madre se hallaba en tierrafirme, al borde del pantano, y l era ahora quien se hunda. La pegajosamasa le llegaba ya hasta el cuello, y no haba nada que pudiera salvarle,nadie que pudiera ayudarle. Nadie... a menos que su madre le alargarauna mano. Ella poda salvarle! No quera ahogarse en la cinaga; noquera hundirse hasta donde estaba aquella muchachaperra. Y entoncesrecord por qu estaba all. Porque la haban matado. Y la haban matadoporque era mala. Se haba mostrado desnuda ante l, tentndole con laperversin de su cuerpo. l mismo haba querido matarla por ello, porquesu madre le haba hablado del mal y de sus tentaciones, y le haba dichoque las perras no deban vivir.

    Su madre, pues, no haba hecho ms que protegerle, y no estababien que l contemplara cmo se mora. La necesitaba. Y ella a l. Yaunque estuviera loca, no permitira que l se hundiera. No podapermitirlo.

    Ya estaba hundido hasta la garganta; el lodo besaba ya sus labios, ysaba que si abra la boca penetrara en ella; pero tena que abrirla parapoder gritar. Y grit:

    Madre! Madre! Slvame!Y entonces se encontr ya fuera del pantano, en la cama. Y era slo

    sudor el lquido que mojaba su cuerpo. Se dio cuenta entonces de quetodo haba sido un sueo; lo supo incluso antes de or su voz junto a lacama.

    S, hijo. Estoy aqu. Todo est bien.Sinti su mano en la frente; estaba fra, como el sudor. Quera abrir

    los ojos, pero ella le dijo:No te preocupes, hijo. Vuelve a dormir.Pero tengo que decirte...

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    Lo s. Lo vi todo. O creste acaso que sera capaz de marcharme,dejndote abandonado? Hiciste bien, Norman. Y, ahora, todo est comodebe estar.

    S; como deba estar. Estaba a su lado para protegerle; y l laprotegera tambin. Antes de sumirse nuevamente en el sueo, Normandecidi que jams volveran a hablar de lo sucedido aquella noche. Y novolvera a pensar jams en recluirla. Hiciera lo que hiciera, deba continuar

    all, a su lado. Es posible que estuviera loca y fuera una asesina. Pero eracuanto tena en el mundo. Cuanto quera. Cuanto necesitaba.

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    CAPITULO VI

    A las seis de la tarde del siguiente viernes sucedi un milagro.Ottorino Respighi entr en la trastienda de la nica ferretera de

    Fairvale con su Brazilian Impressions.Haca muchos aos que Ottorino Respighi haba muerto, y la orquesta

    l'Orchestre des Concerts Colonne ejecutaba aquella obra a muchsimas

    millas de distancia.Pero cuando Sam Loomis alarg el brazo y conect la pequea radiode frecuencia modulada, la msica lleg aniquilando el espacio, el tiempoy hasta la misma muerte.

    Era, en su opinin, un autntico milagro.Por un momento, Sam dese estar a solas. Los milagros han de ser

    compartidos. La msica ha de ser compartida. Pero en Fairvale no habanadie capaz de reconocer aquella msica ni el milagro de su llegada. Lagente de Fairvale tena sentido prctico. La msica era algo que se obtenapor el simple procedimiento de echar cinco centavos en un tocadiscos

    automtico o conectando el televisor.Sam Loomis sac el libro mayor y lo llev a la mesa de cocina, que leserva de escritorio. Una rpida mirada a las cifras pareci confirmar suoptimismo. An tendra que comprobar las existencias, pero le pareca queaquel mes podra pagar otros mil dlares, que sumado a lo que ya habapagado aquel semestre ascendera a tres mil quinientos. Y era unatemporada de pocas ventas. En otoo el movimiento sera mayor.

    Mary no pareca demasiado alegre, ltimamente. Sus cartas por lomenos acusaban cierta depresin. Es decir, cuando escriba. Le deba yacontestacin a varias cartas. Le haba vuelto a escribir el viernes pasado,sin obtener contestacin an. Quiz estunviera enferma. Pero, en tal caso,su hermana Lila se lo hubiera comunicado. Quiz estuviera desanimada.No se lo reprochaba. Era difcil seguir de aquella manera.

    Tal vez fuera conveniente que se tomara unos das de descanso lasemana prxima, dejara que Summerfleld se hiciera cargo de la tienda, yle hiciera una visita. Una sorpresa, para animarla. Por qu no?

    Sam suspir. La msica bajaba, en espiral, a una clave menor. Debaser el tema del jardn de las serpientes.

    Algunas veces se preguntaba si no habran cometido un error altrazar sus planes para el futuro. Despus de todo, qu saba realmente eluno del otro? Exceptuando el crucero martimo y los dos das que Maryhaba pasado en Fairvale el ao anteror, jams haban estado juntos.Haba las cartas, es cierto, pero no poda decirse que hubieran servidopara mejorar las cosas. Porque a travs de ellas Sam empezaba adescubrir una Mary distinta... Una personalidad caprichosa, casi petulante,y enftica.

    Se encogi de hombros. Qu le pasaba? Era la morbidez de lamsica? De pronto, los msculos de su nuca entraron en tensin. Escuchatentamente, intentando aislar el instrumento, identificar la frase quehaba provocado aquella reaccin. Algo no estaba bien; algo que casipoda or.

    Se puso en pie, empujando la silla hacia atrs.Y entonces lo oy. Unos dbiles golpes en la puerta. Alguien llamaba.

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    La tienda ya estaba cerrada, pero quiz se tratara de algn turista. Elnegocio era el negocio, fuera quien fuere el cliente. Sam sali a la tienda.Alguien golpeaba la puerta, como si tuviera prisa para que le abrieran.

    Sam se llev la mano al bolsillo, para sacar el llavero.Ya voy dijo en voz alta. En seguida abro.Y lo hizo rpidamente, sin sacar la llave de la cerradura.Y ella estaba all, de pie en la puerta, silueteada por el resplandor de

    la farola del alumbrado. Por un momento, la sorpresa le inmoviliz; luego,avanz y la estrech entre sus brazos.Mary! murmur.La bes con ansiedad, pero su cuerpo se puso rgido; ella le rechaz

    primero y despus golpe su pecho con los puos apretados. Qupasaba?

    No soy Mary! exclam ella. Soy Lila.Lila? La hermana de Mary?La muchacha asinti. Al hacerlo, Sam vio su perflil y el reflejo de la

    luz en su cabello. Era castao, ms oscuro que el de Mary. Y tambin

    observ otras diferencias: la nariz respingona, los pmulos ms altos...Era algo ms baja tambin, y pareca ms delgada.Lo siento murmur. La luz me enga.Est bien respondi ella, con ms suavidad.Quieres entrar?Pues...Lila vacil, y mir al suelo. Fue entonces cuando Sam vio la maleta.Deja que la lleve yo.La cogi. Luego, encendi la luz de la tienda.Mi habitacin est al fondo aadi. Sgueme.Le sigui en silencio. Al entrar en la trastienda, Sam se dispuso a

    cerrar la radio. Lila levant la mano.No dijo. Estoy intentando reconocer esta msica. Villalobos?Respighi. Las Brazilian Impressions. Me parece que es un disco de

    la marca Urania.No tenemos nada de esa marca.Sam record entonces que Lila trabajaba en una tienda de msica.Quieres que deje la radio encendida o la apago, para que podamos

    hablar mejor? le pregunt.Apgala. Hablaremos.Sam asinti. Despus de desconectar la radio, se volvi hacia ella.Sintate y qutate el abrigo.Gracias. No pienso estar mucho aqu. He de encontrar una

    habitacin.Ests de visita?Slo por esta noche. Seguramente marchar maana por la

    maana. Y no se trata de una visita. Estoy buscando a Mary.Buscando a Mary? repiti Sam, mirndola fijamente. Por qu

    haba de estar aqu?Esperaba que t pudieras decrmelo.Cmo quieres que lo sepa?

    No estuvo aqu, esta semana?No. No la he visto desde el verano pasado. Sam se sent en el

    sofcama. Qu sucede, Lila?Ojal lo supiera!

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    Lila evit la mirada de Sam, y baj los ojos a las manos, que retorcanerviosamente en el regazo. Sam observ entonces que el cabello de Lilaera casi rubio. Se pareca muy poco a Mary. Era otra muchacha. Unamuchacha nerviosa, desgraciada.

    Por favor suplic. Dmelo.La muchacha le mir fijamente con sus ojos del color de la avellana.No mentiste al decir que Mary no ha estado aqu?

    No; dije la verdad. Ni siquiera he tenido noticias suyas durante lasltimas semanas. Estaba empezando a preocuparme. Entonces llegas ty... Se le quebr la voz. Dmelo!

    Est bien. Te creo. Pero no puedo decirte mucho.Lila respir profundamente y empez a hablar de nuevo, sin dejar por

    un momento de mover nerviosamente las manos.Ayer noche hizo una semana que vi a Mary por ltima vez en el

    apartamiento. Fue la noche que sal hacia Dallas, para visitar a algunos denuestros proveedores. Pas el fin de semana all y el domingo por lanoche tom el tren de regreso. Llegu a casa el lunes por la maana

    temprano. Mary no estaba en el apartamiento. Al principio no mepreocup; pens que estara en la oficina. Pero suele telefonearmedurante el da, y cuando lleg el medioda sin que lo hubiera hecho llama su oficina. Me contest Mr. Lowery. Me dijo que se dispona atelefonearme para averguar qu suceda. Mary no haba comparecido entoda la maana. No la haba visto ni tenido noticias de ella, desdemediada la tarde del viernes.

    Intentas decirme que Mary falta desde hace una semana?Creo que s.Por qu no me lo notificaste antes? pregunt, ponindose en pie,

    y sintiendo que algo le oprima la garganta. Por qu no metelefoneaste? Y la polica?

    Sam, yo...En lugar de hacerlo, dejas pasar el tiempo y ahora vienes aqu para

    preguntarme si la he visto. Eso no tiene sentido!Nada lo tiene. La polica no sabe nada de esto. Y Mr. Lowery no

    sabe nada de ti. Despus de lo que me dijo, consent en no acudir a lapolica. Pero estaba tan preocupada y asustada que tena que averiguarlo.Por eso he venido, para saber las cosas por m misma. Pens que tal vezlo hubieseis planeado entre los dos.

    Qu es lo que tenamos que planear? grit Sam.Eso es lo que me gustara saber.La contestacin fue dicha en tono suave. Pero la cara del hombre que

    estaba en el umbral de la trastienda no tena nada de suave. Era alto,delgado y de rostro profundamente atezado. Un sombrero Stetson gris lesombreaba la frente, pero no los ojos. Y sus ojos eran azules y duroscomo el hielo.

    Quin es usted? murmur Sam. Cmo ha entrado hasta aqu?La puerta de la tienda estaba abierta y entr. Vine en busca de

    informacin, pero veo que miss Crane se me ha anticipado. Tal vez quierausted contestarnos a ambos.

    Contestar?Eso es.

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    El hombre avanz, llevndose una mano al bolsillo de su chaquetagris. Sam levant el brazo y luego lo dej caer, cuando la mano seadelant, ofreciendo una cartera. El hombre la abri.

    Me llamo Arbogast, Milton Arbogast. Soy investigador privado, yrepresento a la compaa Parity Mutual. Tenemos una pliza con la LoweryAgency, donde trabajaba su novia. Por eso estoy aqu, para averiguar quhan hecho ustedes de los cuarenta mil dlares.

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    CAPITULO VII

    El sombrero estaba sobre la mesa, y la chaqueta apareca colgada delrespaldo de una de las sillas de Sam. Arbogast aplast la tercera colilla enel cenicero; luego encendi otro cigarrillo.

    Est bien dijo. No sali usted de Fairvale la semana pasada. Le

    creo, Loomis. S que no miente. Me sera muy fcil averiguar todos susmovimientos en esta poblacin. Aspir lentamente el humo de sucigarrillo. Pero eso no prueba que Mary Crane no le haya visitado. Pudohaber venido de noche, cuando la tienda est ya cerrada, como lo hahecho hoy su hermana.

    Sam suspir.Pero no lo hizo. Ya ha odo lo que le ha dicho Lila. Hace semanas

    que no tengo noticias de Mary. El viernes pasado le escrib una carta; elmismo da que se supone desapareci. Por qu haba de hacerlo, dehaber sabido que ella se diriga hacia aqu?

    Para cubrir las apariencias, naturalmente.Arbogast expeli una bocanada de humo.Sam se frot la nuca con la mano.No soy tan astuto. No saba nada del dinero. Por la forma en que

    usted ha hablado, ni siquiera Mr. Lowery saba por anticipado que alguienle llevara cuarenta mil dlares en efectivo, el viernes por la tarde. Porsupuesto, Mary tampoco lo saba. Cmo podamos planear, pues, algojuntos?

    Pudo llamarle desde un telfono pblico, despus de coger eldinero, el viernes por la noche. Y decirle, quiz, que deba usted escribiruna carta.

    Haga las averiguaciones necesarias en la central de telfonos localrepuso Sam, cansado. Le dirn que durante un mes no he recibidoninguna llamada interurbana.

    Arbogast asinti.Por tanto, ella no le telefone. Vino directamente, le cont lo

    sucedido y convino un encuentro con usted, ms adelante, cuando elasunto se hubiera enfriado.

    Lila se mordi los labios.Mi hermana no es ninguna delincuente. No tiene usted ningn

    derecho para hablar as de ella. Ni siquiera tiene pruebas de que se llevarael dinero. Quiz lo cogi el propio Mr. Lowery. Acaso invent l mismo esahistoria, para disculparse...

    Lo siento murmur Arbogast. Comprendo lo que siente usted. Amenos que se encuentre el ladrn y sea juzgado y condenado, nuestracompaa no pagar... y Lowery perder el dinero. Adems, pasa ustedpor alto algunos hechos incontestables. Mary Crane ha desaparecido. Faltadesde la tarde en que recibi el dinero. No lo llev al banco, ni lo escondien su apartamiento; pero ha desaparecido. Y su coche tambin. Todoencaja.

    Lila empez a sollozar.

    No es cierto! Debi haberme hecho caso, cuando quise avisar a lapolica; pero me dej convencer por usted y Mr. Lowery para que no lohiciera, con la excusa de que no queran dar publicidad al asunto, puescaba la probabilidad de que Mary se arrepintiera y regresara con el

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    dinero. No quisieron creerme, pero ahora s que tena razn. Mary no sellev el dinero. Alguien la habr secuestrado; alguien que saba...

    Arbogast se encogi de hombros; luego se puso en pie pesadamentey se acerc a la muchacha. Le golpe amistosamente en el hombro.

    Esccheme, miss Crane, ya hemos discutido eso antes, recuerda?Nadie saba nada del dinero. Su hermana no fue secuestrada. March a sucasa, prepar sus maletas y parti en su propio coche, sola. No sabe que

    su patrona la vio salir? Sea razonable, miss Crane.Lo soy! Es usted quien dice tonteras! Me sigue hasta aqu paraver a Mr. Loomis...

    El investigador movi la cabeza.Qu le hace pensar que la segu? pregunt sin alterarse.Cmo, si no, ha venido aqu esta noche? Usted no saba que Mary

    y Sam Loomis eran novios. Slo yo lo saba. Ni siquiera conoca usted laexistencia de Sam Loomis.

    Arbogast mene la cabeza.S, lo saba. Recuerda que registr el escritorio de su hermana?

    Encontr este sobre dijo, sacndolo del bolsillo.Est dirigido a m observ Sam Loomis, alargando la mano paracogerlo.

    Arbogast retir la mano.No lo necesitar afirm. No hay nada dentro. Pero a m me

    sirve, porque est escrito de su propia mano. Hizo una pausa. Enrealidad, lo he estado utilizando desde el mircoles por la maana, cuandoempec mi viaje hacia aqu.

    Sali... el mircoles? pregunt Lila, secndose los ojos con unminsculo pauelo.

    Eso es. Y no la segu a usted, sino que le llevaba delantera. Ladireccin del sobre me dio una pista. Sin contar el retrato de Loomisenmarcado en la mesilla de noche de su hermana. Con todo mi amor,Sam. Era muy fcil establecer la relacin. Por tanto, decid ponerme en ellugar de su hermana. Acababa de apoderarme de cuarenta mil dlares enefectivo. Dnde ira? Al Canad, a Mjico o a las Antillas? Demasiadoarriesgado. Adems, no habra tenido tiempo de trazar planes. Mi primerimpulso hubiera sido acudir a mi novio.

    Sam golpe la mesa con tanta fuerza que las colillas saltaron delcenicero.

    Basta! exclam. No tiene el menor derecho para hacersemejantes acusaciones. Hasta ahora no ha ofrecido la menor prueba queapoye sus palabras.

    Arbogast busc otro cigarrillo.Quiere pruebas, eh? Qu supone que he estado haciendo desde

    el mircoles por la maana? Entonces encontr el coche.Encontr el coche de mi hermana? pregunt Lila, ponindose en

    pie.S. Tuve la corazonada de que una de las primeras cosas que hara

    sera deshacerse de l. Por tanto, visit a todos los comcrciantes encoches usados, y les di una descripcin del automvil y el nmero de la

    matrcula. Lo encontr. Mostr mis credenciales al comerciante y hablpor los codos. Supongo que crea que el coche era robado. Y yo no lecontradije.

  • 8/4/2019 Robert Bloch - Psicosis

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    Result que haba realizado una operacin con Mary Crane cl viernespor la noche. Perdi dinero en el trato; mucho dinero. Obtuve lainformacin que deseaba y una descripcin del automvil con el quemarch hacia el norte.

    Por tanto, me dirig hacia el norte. Pero no poda viajar muy deprisa. Supuse que no se apartara de la carretera principal, porque estabaconvencido de que se diriga hacia aqu. Probablemente condujo toda la

    noche; yo hice lo mismo. Luego, estuve bastante tiempo alrededor deOklahoma City, visitando paradores en la carretera y negocios de cochesde segunda mano. Tiempo perdido. El jueves fui hasta Tulsa, donde segula misma ru