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  • ESTADO MAYOR CENTRAL DEL EJERCITO

    SERVICIO HISTORICO MILITAR

    REVISTA DE

    HISTORIA MILITAR

    Aio IX 1965 Nm. 18

  • REVISTA DE HISTORIA MILITAR

    PUBLICADA POR EL

    SERVICIO HISTORICO MILITAR

    DEL ESTADO MAYOR CENTRAL

    CONSEJO DE LA REVISTA

    DIRECTOR: D. Francisco Dans Losada, Coronel de Caballera del Servi- cio de Estado Mayor.

    JEFE DE REDACCIN: D. Juan Priego Lpez, Coronel de Estado Mayor. REDACTOR: D. Jos Manuel Martnez Bande, Teniente Coronel de Arti-

    llera. Y D. Juan Manuel Zapatero Lpez-Anaya, Capitn y Doctor

    en Historia.

    REDACCIN Y ADMINISTRACIN:

    MARTIRES DE ALCALA, 9 - MADRID - TELEFONO 247-03-00

    Precio del nmero: 75 pesetas.

  • SUMARIO

    Pgs.

    La guerra y la I-lktoria, por AXGEL GOXZLEZ DR MEXDOZ.I . . . 7

    El penxmiento militar cl1 el CalliX de JlO cid)>, por jOS GRJ!rE

    CtjRI,OR.~ . . . . . . . . . . . . . . . . . .., . . . . . . . . .., . . . . . . .,. .._ __. ,,. _.. _.. 15

    !T,as Hermandades. 1. Hasta los Reyes Catlicos, por FILWZIS~O J. AGUA- DO S~KCHEZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . ._. . .__ .__ .._ .47

    Organizacin militar de la Casa de Austria (siglo XVI), por JOAQUN DE Sorgo Y MONTES . . . . . . . . . . . . ._. . _.. _. . _. . . . . . . . . . 67

    Lu enseanza de la Artillera en Espaa hasta el Colegio de Segovia.. I., por JU.OI BARRIOS GUTIRREZ . . . . . . .

  • Esta revista invita a colaborar en ella a los escritores militares 0 civiles, espaoles 0 extranjeros, que se interesen por los temas histricos relacionados con la profesin de las armas. En las pgi- nas de la misma encontrarn amplia acogida los trabajos que versen sobre acontecimientos blicos, destacadas personalidades del mundo militar e instituciones, usos y costumbres del pasado del Ejrcito, particularmente si contienen enseanzas o antecedentes provechosos para el militar profesional de nuestros das.

    Los trabajos sern retribuidos co generosidad, segn la exten- sin acostumbrada en revistas de este tipo y carcter.

    Depsito Legal M. 7.667.-1968.

    TALLERES URkFICOS VDA. DB C. BERMEJO.-J. GARCfA YORATO, I22.-TEL. 233-06-I+-MADRID

  • LA GUERRA Y LA HISTORIA

    por ANGEL GONZALEZ DE MENDOZA Teniente General

    Los espritus cultivados y formados en las disciplinas militares, conocen todo el valor del adagio latino si vis pacem para bellum, que los espritus ligeros creen que se limita a formar un copioso ar- senal de armas, cuanto ms modernas mejor, preparar los tcnicos especialistas en su manejo, y lanzarse a la guerra alegremente, bajo la direccin de ((aficionados que la han preparado, sin prepara,rla ni prepararse.

    ESTUDIO Y MEDITACIN

    Y para no ser solamente nuestra afirmacin la que cuenta, dire- mos que preparar la guerra requiere preparar los mandos superiores, y stos se preparan con el estudio y la meditacin de la historia mi- litar, como dice el escritor m.ilitar suizo Haer, cuando escribe: El estudio de la historia militar es til y hasta necesario a la formacin de los Jefes de orden superior ; no es ella, sin embargo -aunque esto disguste a los historiadores-, sino el destino, el que los hace surgir un poco al azar.

    Queda no obstante, que el temperamento de este hombre pre,des- tinado no se des&de en la meditacin de los grandes ejemplos del pasado, sino que stos mismos trasciendan a su persona de gra- do en grado y de mando en mando.

    ((Esta meditacin de la historia militar no debe ser ni diletante, ni desordenada, como lo fue en Adolfo Hitler ; para ser aprovecha- do, ese estudio debe ser sistemtico y programado.

  • 8

    PERVTVEXCIA DE LOS ESTUIIIOS CLSlCOS

    ;Pero es que todava vamos a tener que estudiar a Alejandro, Anbal, Csar o Escipin?)), dirn algunos. Pues s.

    Una sola respuesta basta. Las dos ltimas guerras mundiales, en Europa: se han caracterizado por una maniobra de ala, llamada vul- garmente Plan Schelieffem ; y hasta se dice que ste muri mur- murando : i Reforzar el ala derecha ! Y recientemente calificaba yo la invasin marxista de la Peninsula Ibrica, en 1936, como gi- gantesco Camas poltico de Europa.

    Porque no es seguro que la guerra de masana sea exclusivamente un cambio de missiles de calibre megatnico, para reducir cada uno a cenizas las ciudades de SLI enemigo y su industria, y aniquilar de 75 a 100 millones de habitantes de la coalicin contraria. Pues, aun- que as fuera, ya deca Mao-Tse-Tung que si la energa nuclear enemiga elimmara 300 millones de chinos, siempre quedaran otros 300 millones que habra que derrotar. Esto tal vez no pase de una bravata, pero la realidad es que plantea una especie de final lgico de un supuesto duelo nuclear.

    Como no es de creer que ninguno de los adversarios, pese a SU desgaste, se diera espontneamente por vencido, al haber consumido las armas nucleares, de larga sstitucin, y aniquilado la gran in- dustria militar, trataran de seguir la guerra para conseguir la vic- toria por los medios clsicos a su alcance, y volveramos a necesi- tar gente adoctrinada en la guerra de siempre.

  • L.A GUERRA Y L.t EiSTOIiIA 9

    gran alcance (10.006 kilmetros), que recorre la semicircunferen- cia terrestre en una hora ; cuando todo el mundo piensa en una gue- ra de ((apretar botones, parece inocente querer sacar enseanzas de una historia militar que narra acontecimientos y sucesos, estrategia y combates, que parecen de la Edad de Piedra por comparacin con los satlites y proyectiles enviados a la Luna y a Marte, y que mandan su informacin y fotogra.fas casi como si fueran seres ra cionales.

    Pero no nos dejemos impresionar demasiado por este progreso tc- nico, que no debe confundirse con la civilizacin. Hay un matiz di- ferencik, que equivale al que puede haber entre los conceptos de aristocracia y nobleza, que conviene tener en cuenta, aunque no sea ms que para dejar sentado que el prog-reso no puede ni debe eli- minar la cultura.

    Adems, lin fenmeno parecido de estupor ante la sorpresa tc- nica, ya lo experiment la humanidad a la aparicin de las armas de fuego en el campo de batalla, que, por muy rudimentarias que fue- ran, eliminaron de l al Caballero y su armadura, como registran, con gran escAndalo, los cronistas militares de la poca. Incluso Cer- vantes, que, en el famoso discurso de las Armas y las Letras, de ((Don Quijote, llega a desear que no se hubiera inventado ese ar- tilugio del demonio, con el que, opina, que un villano que acaso huy despavorido al disparar, puede cortar la vitda de un cumplido caballero. 3 la crnica de Alfonso X,I en el sitio de Algeciras, que parece que, al relatar los disparos de los moros, est reseando, en pequea proporcin, los estragos de una bomba atmica.

    Porque la Historia Militar, mal estudiada y mal comprendida, de- tenindose en lo acci,dental y perecedero sin penetrar en lo fundamen- tal y permanente, llega a perder de vista su principal objetivo, ra-

    zn fundamental de estudio, que es, a travs de las fricciones inte- riores y exteriores de los Estados, investigar la evolucin de las es- tructuras sociales. Pues no cabe dudar que entre los factores fun- damentales determinantes del progreso humano y de la evolucin cecial, figuran, en lugar muy destacado, las instituciones militares

    y I guerra, con todas sus consecuencias tcnicas, sociales, polticas y eco&micas. Y si esto ha sido as en ms de dos mil aos de his-

  • 10 ?,GEL GONZLEZ DE MENDOZA

    toria, rebasando con Alejandro y Roma el mbito local y el nacio- nal, no hay motivo aparente para que en nuestra poca cambie el signo !del acontecimiento blico.

    Como he dicho otras veces, es sin duda exagerada la frase del General fiillalba en la Tctica de lns tres .~YIIW, que estudibamos en la Academia, cuando deca : La espada tinta en sangre y coronada por el laurel de la victoria, es el nico emblema del progreso. Pero no cabe dudar que la guerra, tanto para el victorioso como para el derrotado, impone una indudable evolucin de las estructuras socia- les, a la que no cabe escapar.

    Este tema ha sido objeto de un profundo estudio en el XIV Cur- so de Problemas Militares de la Universidad Internacional Menn- dez Pelayo, de Santander, y la consecuencia no ha podido ser di- ferente de la espuesta.

    EL DETERMINISMO HISTRICO

    Porque el que no sabe estudiar la historia y no alcanza su fina- lidad, cree que es slo narrativa, enumerativa, y nicamente ve en ella batallas, tratados de paz, emperadores, reyes, diplomticos, ge- nerales, hroes , guerrilleros, ministros, vctimas y mrtires ; repro- chan que en ella ccno sale el pueblo. Sin contar que el pueblo es ob- jeto y no sujeto de la historia --pues una de las muletillas de los prohombres que dicen representarlo, en cuanto se les ocurre algo que no es una vulgaridad, es decir que estn haciendo historia-, no puede !deiar de calificarse de pedantera la moderna teora his- trica de algunas Universidades avanzadas)), entre las que no pue- de desecharse a la Sorbona, que tratan de sentar que la evolucin de las estructuras sociales es independiente del acontecer histrico -por lo que llaman a su teora, historia no acontecional-, tenien- do como origen un determinismo histrico que, por lo menos, con- trasta con la negacin permanente del determinismo geogrfico y de la geopoltica, como su pariente ms cercano.

    Acaso fuera maligno suponer que el primer ,determinismo se acep- ta por SLI parentesco prximo con el materialismo histrico pro- pugnado por Mosc, y el segundo, y su consecuencia lgica, se re- chaza por SLI patrocinio germano.

    Lo que no podrn negar ni unos ni otros es que la derrota de Ale- mania y el haber figurado Rusia entre los aliados vencedores, ha he-

  • 1

  • Re

    del

  • LA GUERRA Y LA HISTORIA 11

    cho evolucionar la estructura social de 17 millones de habitantes de la Alemania Oriental y de todos los dems pases satlites.

    LA REVERSIN DE LA HISTORIA

    Sin embargo, a la hora de celebrar los triunfos del imperialismo marxista, no hay inconveniente en invertir el concepto de la Historia Militar.

    Hay que buscar entonces un historiador del partido que redacte la Historia Militar de la Gran Guerra patritica (concepto antes pro- hibido), para demostrar que el arte militar sovitico es el primero ; que el Generalsimo Stalin, Mariscal de Rusia por la gracia del dedo, era el artfice de la victoria aliada, hasta que le destron Kruschef ; que los ejrcitos soviticos eran muy superiores a los de los pases bur- gueses y capitalistas. Pero esto es la Historia al revs. Si el estudio de la Historia tiene alguna utilidad, es a condicin de hacer un relato objetivo del que sacar consecuencias. No escribir unas premisas obligasdas para deducir de ellas un relato.

    LA DOCTRINA FRASCESA DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

    La segunda Gran Guerra, con eI triunfo fulminante, inicial, de los ejrcitos alemanes y la derrota francesa en los campos de batalla, con el relevo del General Gamelin, ha hecho que se haya reprocha- do a la F-scuela de Guerra francesa haberse quedado, entre 1930 y 1939, con una guerra de retraso ; y algunos han llegado, en la exa- geracin, hasta decir que despus de la primera Guerra Mundial se form el Ejrcito francs en los mtodos de la guerra de Crimea.

    Positivamente todo ello es incierto. El Reglamento para el em- pleo tctico de las grandes unidades que en 3936 promulg el Ejr- cito francs, prevea perfectamente lo que iba a acontecer en la gue- rra subsiguiente, y preconizaba tres rdenes ,de defensa contra-carros, incluso en los servicios y en los puestos de mando.

    El General Tremeau, Comandante en 1935, que fue mi profesor de Tctica de Caballera en la Escuela de Guerra de Pars, en sus estudios sobre lo que l Ilamaba Brma Rpida)) ---en definitiva, las Grandes Unidades Acorazadas-, pona en guardia al Ejrcito fran- cs sobre lo que luego le sorprendi en el campo : la accin fulmi- nante *del blindado apoyado por una potente aviacin.

    El Coronel Bregeault, el Teniente Coronel De Saint-Remy, el

  • 12 KGEL GOKZ.\LEZ DE MESDOZ.4

    Comandante Klein, por no citar ms que los profesores ms desta- cados de aquella poca, no nos han explicado nunca la guerra de Crimea, sino una guerra, entonces futura, muy bien vista, y estu- diada con un mtodo tan ordenado como acertado y lgico.

    Si, pese a las advertencias, luego ha habido puestos de mando que los carros alemanes han hecho prisioneros ; posiciones defensivas que slo contaban con un embrin de zanja que apenas cubra la pantorrilla ; carros tripulados por obreros movilizados, en tan de- ficiente estado de conservacin que casi eran objeto de combustiones espontneas ; unidades de reservistas que huan aterradas ante las sirenas de los stukas, no es a causa de la doctrina francesa, sino pese a la doctrina francesa, porque los oficiales de las tropas no haban asimilado las predicciones y doctrinas de la Escuela de Guerra.

    PRINCIPIOS Y JROCEDIMIEXTOS

    Porque tanto en cuestiones de doctrina como de estudio de la his- toria hay que saber distinguir y separar, los principios de los procedi- mientos ; las normas de empleo, de la calidad de los instrumentos.

    Las ideas no admiten ingerencias de procedimientos. La doctri- na es una seleccin de ideas que sirven de base a la redaccin de los Reglamentos. La Kstoria, mejor el estudio de .la Historia, tiende a una seleccin de ideas que sirva de base a la conducta de los fu- turos mandos superiores. Ambas selecciones son, en cierto modo, independientes de los procedimientos.

    Cuando se dice en la doctrina que la defensiva esttica no puede llevar a la victoria, pero que, como no se puede ser fuerte en todas partes, hay que ponerse a la defensiva en la mayor parte para po- der practicar la ofensiva en la menor, se estn formulando principios independientes de los procedimientos.

    Cuando sacamos consecuencias de principio de tres de las ms tpicas batallas de Napolen, lo hacemos con abstraccin de los pro- cedimientos de la poca, que no incluan ms que el fusil de chispa y el can de bronce. Y as, podemos decir :

    Marengo. Fundamental la conducta que se ha llamado acudir al ruido del can, como hizo el General Dessaix. La que el Capitn General Muoz Grandes defina con la frase : All puede ocurrir, pero aqu ya est ocurriendo.

    Ulm. Maniobra de ala d: feliz resultado, porque el enemigo no

  • Li GCERRh Y LA HISTORIA 13

    se dio cuenta -y ny aprovec;l- de la debilidad de esta maniobra cuando se deja al descubierto el eje de la conversin.

    Austerlit,-. Brill el sol de hwtcrlitz, como se ha dicho, porque est bien y es de gran importancia la norma de ia conservacin del contacto. Pero no hasta el extremo de abandonar una posicin de- fensiva de capital importancia para perseguir una fraccin que se re- pliega, dando lugar a que la ocupe otra fraccin enemiga preparada al efecto.

    VERDY IXJ VERKOIS, PECKER, WILLISEM Y Focn

    Deliberadamente, en todos los ejemplos aducidos, no hemos roza- do nada que pueda parecer medios o procedimientos. Y, en estas con- diciones, no puede negarse que sigue siendo til para los mandos el estudio de la Historia Militar, a condicin de extraer de ella los prin- cipios que rigen la accin, des,deando el estudio detallado de unos procedimientos que ya no tienen vigencia.

    Cierto que este estudio tiene que sedimentarse de modo que a la hora de la accin la aplicacin de principios sea un reflejo, y no la intil bsqueda de precedentes en un archivo mental e incompleto. Recurdvse la frase famosa de Verdy du Vernois : Al diablo la his- toria y sus principios ; despu& de todo, : aqu de qu se trata ?N Que es la pregunta esencial que hay que hacerse en cada caso, para pro- fundizar en su conocimiento, para adquirir esa tranquilidad a que se refera el General alemn Pecker, cuando deca : K.. .esa tranquilidad que da el saber.

    El sucesor de Clausewitz en la Academia de Guerra de Berln, el GcncraI prusiano WiIlisen, cuando expIicaba a sus alumnos la apli- cacin prctica de los principios, formul una regla que hizo suya el Mariscal Foch, el Generalsimo aliado de la primera Guerra Mun- dial, nico que hasta ahora registra la Historia, cuando siendo pro- fesor de la Escuela tde Guerra de Pars escribi su libro, en cierto modo y por esta misma razn inmortal, Les Phcipes de la Guewe.

    Esta regla del General Willisen, que en definitiva es la misma afirmacin de! General Pecker, pero formulada ya, claramente, como norma de conducta, la enunci as : ((Entre el conocimiento y la po- sibilidad hay siempre un salto ; pero este salto ha de darlo el saber y no la ignorancia)). Esa famosa posibilidad que distingue el saber, es la que busca, en su raz, el famoso

  • EL PENSAMIENTO MILITAR EN EL *CANTAR DE MIO CID,

    por JOSE M.a GARATE CORDOBA

    Teniente Coronel de Infantera, del Servicio Histrico Militar

    Cuando Menndez Pida1 pona prlogo a la ltima versin del Mio Cid, que hizo Martnez Burgos, sintetiz sus profundos estudios

    del Cantar para definirlo como un evangelio de la vzesurn, la lealtad y la cordialidnd. Consideraba que el Poema nos muestra el carcter integral del Cid, mucho ms animado que en la Historia, al ensab zar su accin guerrera de inagotable energa, su fe religiosa y su in- conmovible fidelidad hacia su patria y hacia el injusto Rey que le destierra.

    Pero adems se fija el historiador en su templada modestia, SU benignidad con los moros y, sobre todo, su amor familiar, elevado a inspirador de conducta y estmulo del valor heroico, pues el Cid se exalta en la batalla al saberse contemplado por su mujer y sus hijas. El insigne crtico resume su idea diciendo que el Poema nos ofrece un retrato del Cid, idealizado, pero autntico.

    En ese cuadro, potico realista, est pues el retrato del Cid, con su espritu y sus hechos ; est sobre todo, su carcter. Porque sera pobre pretensin glosar ahora slo sus virtudes, cuando tan ma- gistralmente se analizaron en La EspaGa. del Cid hace ms de trein- ta aos. Pero accin y carricter, gesta y gesto, van impulsados por el motor de un pensamiento, aue en el caso ~del Cid es visiblemente militar a poco que se busque en el Poema. Hay cn tal pensamiento influjos del ambiente de la poca, pero destaca sobre todo un ideal cidiano, muy personal, que tiene el doble valor de ser testimonio de una oscura poca castrense y ejemplo para el militar de hoy, como lo fue para el de ayer.

    Porque el Cid, ya para las

  • to antecedente del profesor de energa que fue Sapoleil. El rey Jaime 1 empu con orgullo la Tkjz, porque consideraba gran ven- tura poseerla, y fray Gil de Zamora nos deca en su crnica que la vida de Rodrigo Daz era en su tiempo excitadora de hazatlas. En la Crnica General, la biografa cidiana ocupa cudruple extensin que la de Alfonso VI, y su lectura fue ejemplo educador de todo ca- ballero novel, lo mismo del joven Alfonso XI -futuro vencedor del Salado, que llev a sus batallas la Cruz del Cid con gran consuelo--, que del aventurado Pero Nio, en cuya crnica se lee:

    (CTomad ejemplo del Conde Fernn Gonzlez e del Cid Rui Dz, que siendo un pequeo caballero, peleando por la fe e por la verdad, e por la honra de su rey e del reyno, venci muchas batallas, e le fizo Dios tan grande e honrado, e fue temido de sus comarcanos.

    Era que las Partidas, recogiendo una vieja tradicin hispano- gtica, mandaban que mientras coman los caballeros, se les leye- sen historias de los hroes. La tradicin databa desde tiempos de San Isidoro, en que se mandaba alegrar las marchas de los guerreros con los cantares de las gestas gticas.

    La actitud militar que el Cid mostr en su tiempo no est toda en el ayer del linaje, ni en el ahora del ambiente, sino en la tras- cendencia al futuro de la energa heroica, que crea linaje y supera la opresin y an la hostilidad del ambiente. En otro caso cae, como el hroe de la tragedia, luchando contra el sino, algo que para SL neta era digno de la admiracin de los dioses.

    Porque el Cid -en frase de Menndez Pidal-, afirm la noble- za de las obras sobre la del linaje)). Frente al antiguo concepto del

    hombre como yo y mi linaje)), o el actual de yo y mi circunstancia, el Cid se manifiesta como yo y mis obras, independientes del li- naje y por encima de las circunstancias. As pudo escribirse con ra- zn: Por m los reyes reinan)) en la di\-isa que enarbola su esta- tua de Cardea.

    El asombro DDE fray Martin de Sarmiento ante aqullos que l llam versos brbaros, di ttulo al Cantar cuando escribi : No hay plana que deje de repetir dos y tres veces Mio Cid. Yo le van a la zaga Criador consonando con Campeador, y an Padre Espi- ritaI, sin exigencia alguna de la rima.

    Acabo de recontar los nombres de Dios en el Cantar de Mio Cid,

  • y en menos de una pgina figuran cuatro veces en treinta versos de la tirada 40; otras cuatro, en veintids versos de la 66, y cinco, en veinte versos de la 134. Por cada hecho de armas hay cuatro y cinco invocaciones o acciones de gracias al Criador, al Padre o a Santa Mara. En total suman ms de 400 expresiones piadosas en los 3.730 versos del Poema, casi a razn de una cada ocho versos, con la particularidad de que el Cantar Segundo, el de la Afrenta, apenas las contiene, porque el Cid interviene poco en el eposodio. No creo que haya equivalente religioso, en extensin ni en profun- didad en el Poema de Fernn Gonzlez, ni en otro cantar alguno aunque. como ste, sea monje 0 clrigo su autor.

    Si valorsemos la intencin del Mo Cid segcn esa estadstica gra- matical hoy tan en boga, encontraramos que la primera atencin es al caudillo, la segunda a la fe y la tercera a la gnnancia. El poe- ta canta, pues, al hroe leal y comedido, al hroe cristiano y al hroe necesitado.

    Pero el Cid asoma por encima de la intencin del autor para mos- trarse a s mismo con las miras puestas en Dios, en su rey y su tie- rra, y en el botn que hace posible la posterior campaa.

    Ese es el orden que vamos a seguir en nuestro estudio, dejando aparte la estadstica gramatical. Atendiendo a la justa ordenacin de valores, primero es lo divino, luego lo heroico, y en ltimo lugar lo material. Exactamente como lo entendi el Cid y como nos lo hu- biera explicado en sus memorias.

    1. CUANDO LAVOLUNTAD DE VENCER SE LLAMA PROVIUE~TIALISMO

    Destaca sobre todo en el Cantar, la piedad y el providencialismo con que el poeta retrata a un hroe coetneo, para cantarlo a un ptiblico, que lo ha visto y ha llegado a convivir con l, del que habla de continuo en sus recuerdos prximos. Es decir, cuando el falsea- miento de la figura no tiene posibilidad de aceptacin.

    El poeta, reflejando sin duda una realidad prxima y conocida, hace que cuando el Cid va a iniciar su campaa, se le aparezca el ar- cangel Gabriel para excitarle a cabalgar y predecirle continuas vic- torias. Es un recurso potico que se repetira mucho desde enton- ces. Pero no vamos a descubrir ahora la religiosidad del Cid en el

  • 18 JOS M.* CARATE CRDOBA

    Cantar, que est ya descubierta. Podemos destacar, s, versos par- ticularmente hondos y significativos, para sealar, ms que eso, una base espiritual de la voluntad de vencer, que est en el convencimien- to de la justicia de la causa. Es tambin al principio del Cantar cuan- do -4lvar Fez anima al Cid dicindole: ((Dios, que nos di las al- mas, consejo nos dar, centrando en una sola idea su voluntad de vencer y providencialismo unificados. No s por qu relaciono siem- pre este verso con aqul: Dios no nos ha de faltar)), que siendo de Don Quijote podra ser del Cid, tanto como lo que le sigue: ((1 ms, andando tan en su servicio como andamos. Y no deja de ser sugerente esta continuidad sdel pensamiento militar expresada por dos poetas entre los que hay cinco siglos de distancia y enorme variacin histrica. (1)

    La voluntad de vencer impregna todas las arengas y frases de Ro- drigo Daz, aunque revertida siempre a su seguridad en la ayuda di- vina. Basten como muy grficos dos conocidos versos. En uno, el Cid, alzando los hombros y vibrando la cabeza, se dirige a su pri- mer caballero : , i Albricias, Alvar Fez, que echados somos de tie- rra, mas a gran honra tornaremos a Castiella. En otro es -4lvar F- ez quien trata de sacar al Cid de su concentracin en el recuerdo de la despedida familiar, asegurndole : An todos estos duelos en gozo se tornarn)). Optimismo de desterrados con fe y esperanza, ejemplar para tanto angustiado de estos das.

    Pero todo ello se basa en el ms puro providencialismo. Que va desde aqul : ,Grado a Dios que del mundo es Seor, antes fu men- guado y ahora rico soy (v. 2.493). Venzo las lides como place al Criador (v. 2.497). -4mbas frases concuerdan exactamente con las del discurso de Valencia recogido por el enemig-o Ben hlcama : Ei da que yo llegu para sitiar Jubala no tena ms que cuatro panes y me ha hecho Dios tal merced que gan Valencia y soy de ella dueo.

    El poeta, inmerso en esta reahdad del espritu cidiano, plasma el providencialismo en el mismo hecho tctico, al ligar la ayuda divina a la supuesta decisin de Alvar Ffez, cuando planeando la batalla del Cuarte, dice al Cid : Entrar yo de la otra parte, y de ambas o de una. Dios nos valdr (v. 1.696). Cuando han vencido, Rodrigo les in- terpreta la victoria : Esto, Dios se lo quiso, con todos los sus san-

    (1) Moderniz los versos s>lo lo indkpensable para su fcil comprensi61? por cual-

    quier lector.

  • EL PEXSA.MIETO MiLITI\F! EX EL CAKTAR DE MIO CID 19

    tos)) (v. 1.7.X). Poco despus, en el segundo relato de la misma ba- talla, es tambin Airar Ffiw quien da la expresin ms acabada de la espiritualidad del Campeador, diciendo : ((Esta batalla, ei Criador nos la har, y vos, tan digno que con El tenis parte, man- dhdnoslos herir del lado que os pareciere (v. 3.3G2).

    Lo corrobora Ia Historia iioderici, contempornea del Cantar, y ajena a l por completo, recogiendo la arenga de Rairn, cuya tra- ducicn directa del latn es sta: So desanimis ni os asuste su mul- titu, porque hoy Suestro Seor Jesucristo los pondr en nuestras manos. La superposicin entre \-oluntad de vencer y providencia- kxno coincide aqu plenamente con el Cantar y an brilla ms si cabe. E: realismo de ambas fuentes resulta as indudable.

    Cruzada dc Orcidmte.

    El profundo sentido religioso de las campaas del Cid se mues- tra tambin en actitudes personales pre\-ktas. El voto de Rodrigo cuando aterran a Jimena los tambores almorvides del Cuarte: Aquel!os atamhores col,, o.rlos han en Santa Mara, Madre del Cria- dor)) (v. 1.666), se compagina bien con la T.igiIia del Cid y sus lea- les tn San Serrando de Toledo, cuando pasan la noche (cal Cria-

    Tampoco es preciso insistir en el carcter de Cruzada que tie- nen las campn!ias del Cid. Cruzada de Espaa, anticipada a las Cru- zxlns de Europa. Basten unos versos como testimonio del pensa- miento del Campeador, que por ser militar antes que poltico, y por no ser monarca como otros cruzados, tiene especial valor para nosotros. En ellos aparece el ideal de Cruzada concreto y hermanado con los de Reconquista y Unidad Sacional, pues de los tres es el Cid paladn anticipado.

    Ya en la segunda accin del Poema, en la batalla de Alcocer, (;Ios moros gritan Mahoma y los crirtianos Santiago (v. 732). Es la primera vez ?tte se registra este grito de guerra en la literatura cas- tellana. Ei grito se repite en el Cuarte: En nombre del Criador y

  • 20 JOSi M.a G.\RATE C6RDOBA

    del apstol Santiago, heridlo-, caballeros, de amor y de voluntad)) (v. 1.138). Con las misma palabras aparece despus en la segunda versin de la batalla (v. 1.690 b). Entre ambas figura el pregn que anuncia el ataque a Valencia para darla a los cristimos (v. 1.189) y en consecuencia con ello, muchas gentes se le acogen de la buena cristiandad (v. 1.199).

    Por ese carcter de Cruzada puede decir el Obispo don Jernimo con la mayor seguridad: Al que aqu muriere lidiando de cara, t- mole yo los pecados y Dios le tomar el alma (v. 1.704). Tena jun- tamente las dos razones que distinguira el Rey Sabio dos siglos des- pus, haciendo una distincin que en la Cruzada es ociosa: ((Pues cierta cosa es que el que muere en servicio de Dios y por la f, que pasa desta vida al paraso, tambin que el que muere por defendi- miento de su seior natural, Ilace lealtad y mdase de las cosas que cambian cada da.... Con slo el ltimo de los motivos y no menor razn teolgica -aunque condicionada- asegurara Churruca en Trafalgar, siete siglos despus de muerto el Cid : En nombre del Dios de los Ejrcitos prometo la bienaventuranza eterna al que mue- ra cumpliendo con su deber)).

    El monje guerrero.

    Una de las ms curiosas figuras del Poema del Cid y de la reali- dad histrica es don Jernimo de Perigord. El belicoso y santo obis- po de Valencia aparece en el canto 78 como llegado de la parte de Oriente, cundo en realidad vena del monasterio de Cluny con otros compai3eros que llam Alfonso VI para recristianizar la Espaa con- quistada a los moros. A partir del verso 1.292 vemos su ardor b& lico.

    Las proezas de Mo Cid -- andbalas demandando, suspirando por verse - con moros en el campo, que si se hartase lidiando - e hiriendo con sus manos, en los das del siglo - no le llorasen cristianos.

    Por si queda alguna duda, el mismo don Jernimo lo certifica despus de la accin que el Cantar le concede en el Cuarte. Solicita las primeras heridas a!egando que slo por ello vino junto al Cid,

  • EL PESSAMIENTO MXITAR EN EL CAKTAR DE MiO ClI> 21

    como para corroborar la presentacin que el poeta le ha hecho ante el pUblic0. La intencin est clara :

    2.371. Por eso sal de mi tierra - y os vine a buscar, por ganas que tenis - de algtin moro matar; mi orden y mis hbitos - querralos honrar, y a estas heridas - yo quiero ir delant.

    2.377. 34i corazn - que pudiese holgar.

    Es la segunda batalla donde lo solicita, en el Poema, como un ho- nor que disputa a otros tres. El Cid se lo concede a 61, porque con esa condicin les ha cantado la misa de Santa Trinidad a toda la hueste formada, una misa especial, para estas ocasiones, como hoy se celebra la del Espritu Santo antes de comenzar una empresa es- piritual.

    Este es el primer monje guerrero del que nos da alguna noticia ex- tensa la literatura espaola con valor histrico. La influencia g- tica de los tiempos hace que su figura no qwcle exenta de cier- ta dureza, al menos en la expresin del poeta. Uniendo 10 re- ligioso y 10 militar, lo divino y lo humano, hasta en su ms ruda expresin, la estampa del santo obispo resulta extraamente agria para nuestra mentalidad. Tampoco es muy real, pues puso mucho en l, como en Alvar Fez, la imaginacin del refundidor de Medi- naceli :

    2.385. Por su ventura - y Dios que le amaba, a los primeros golpes -- dos moros mataba. El astil ha quebrado - y meti mano a la espada.

    Esforzbase el obispo, - iDios!, que bien lidiaba! dos moros mat con lanza - y cinco con la espada.

    1.794. Cuando es harto de Gdiar - con ambas las sus manos.

    no tiene en cuenta - los moros que ha matado.

    Desde los primeros tiempos de la Reconquista haba aparecido esta rara figura religioso-militar. El monje guerrero tiene en don Je- rnimo no slo su primera expresin literaria, sino su exponente ms expresivo y belicoso. Haban existido claras muestras cuando Urbano TI excit a varios condes de la Marca Hispnica y a todo el

  • clero y fieles de la Tarraconense para hacer de Tarragona un ants mural de la Cristiandad ofrecindoles las mismas indulgencias que a los peregrinos de Jerusaln. Ya haban acudido clrig-os con los ca- balleros de Italia y Francia a la batalla de Sagrajas, convocados por Alfonso VI y con los franceses de Tudela, todo ello por 1086 y 1087, antes que don Jernimo. Despus proliferaban las Ordenes Militares y acompaaban los obispos a San Fernando en Sevilla y los frai!es a Jaime 1 en Valencia. Haba tenido en las Kavas su punto culminante cuando va con el Rey el arzobispo de. Toledo, que le infunde valor con su pronstico, y se cuenta entre los hroes del da el cannigo don Domingo Pascual.

    Despus, ya en las Partidas 1263), se prohibe a los clrigos inter- venir en hechos de armas, con muy pocas salvedades;. Pero. a pesar de ello se har famoso luchando en Antequera el obispo de Palencia, y en la toma de Toro intervendrn juntos el cardenal llendoza, el ar- zobispo de Toledo y los obispos de Avila y Evora. Cisneros en Cw.n iniciar el declive de la figura, que renace en la Independencia y en la guerra Carlista, donde otro Jernimo, el U!timo, har su nombre tan legendario como el del primero, pasando a la historia como el

    cura Merino. An, en un eplogo, brotar en la Cruzada Espaola de 103G, el capelln que recoge los restos de un batalln yir? :wndos y se lanza con l a la conquista de una posicin.

    Todo LID germen de pensamiento militar, tpico muchos ao% en Espaa, est en ese don Jernimo que nos canta el poeta del Cid. En l SC vislumbra ya la Espaa de Cruzadas y Caballeras. fundi. das en rdenes militares mrs sobrias y clural)les que las extranjeras. Es un tipo que se inicia en el monje cluniacense, y obispo de Valen- cia, esculpido en Burgos con la espada en la mano. enterrado en Salamanca, su tiltimo obispado, con general opinin de santidad.

    Tal continuidad en lo religioso, la altura teolgica de akunos pasajes, y las particularidades de la regla benedictina de Carde- na, me hicieron sospechar, de acuerdo con numerosos comentaristas -Azorn, y Prez de Urbe1 entre los ms recientes-, que el autor primitivo del cantar fuese monje de la abada burgalesa de Cardea, que bien pudo nacer en San Esteban de Gormaz como acaba de Sefialar Menndez Pidal, e incluso haber sido mozrabe o cristiano

  • entre moros, aunque ltimamente el maestro cidiano no insitiese ms en ello. Tambin era sugestiva la idea de que el poeta formase parte de la hueste de Rodrigo, a juzgar por la precisin de sus datos mi- litares y blicos -como en otro trabajo examin- y an por los que

    ataen a la personalidad del Cid y sus caballeros. Ahora, recin aparecida la teora del insigne historiador sobre los

    dos poetas del Mio Cid, se renueva mi creencia, y an espero ver pronto nuevos puntos de apoyo para concluir que uno fuese soldado y otro monje, y an ambas cosas el primero, el coetneo de Rodrigo, lo cual no era raro en aquel tiempo.

    Hubiera querido yo que la pelcula que ha llevado el nombre de8 Cid por todo el mundo -ya que maltrate un tanto la Historia- mostrase el profundo sentido religioso de sus campaas, que el obis- po antes ,de absolver a la hueste para entrar en batalla, les cantase la misa de Santa Trinidad, y llevase consigo el Cristo de 1~s Ka- tallas, y los cabal!eros tcsantig?:a7en las sillas al montar a caballo y besasen la cruz de la espada al atacar.. .

    En ese sentido religioso de guerra de Cruzada, donde voluntad de vencer y providencialismo van identificados. est el segundo mo- tivo ,del Cantar de Mo Cid, entre el herosmo y la ganancia, segn el saldo de la estadstica gramatical. Que es el primero si atendemos a la intencin del Cid y a la tica militar en la tabla cristiana de valores.

    II. Er, HROE LEAL Y COMEDIDO

    Con unos gzdince, n tiewn se tir.

    Analizar las caractersticas del herosmo cidiano sera empresa ten- tadora y fructfera como para reclamar por s sola un trabajo especial. Aqu estara un tanto fuera de lugar, ya que nuestro propsito se li- mita al estudio de su pensamiento militar.

    Examinamos los aspectos espirituales del hroe cristiano, y dando por conocidos los presupuestos generales del herosmo del Cid, a tra- vs del Cantar, toca ahora examinar sus dos adjetivos ms salien- tes, la fidelidad y la mesura, o la lealtad y el comedimento, que vie ne a ser argumento principal del Poema. Atin dentro del cuadro sera interesante ~111 examen paralelo de Fernn Gonzlez y Rodrigo Daz, a travs de sus cantares respectivos, donde veramos que si aqul se

  • 24 JOS M." GARATE C'RDOBA

    perfila como rebelde y antileons, ste es fiel y nacional a ultranza, coincidiendo ambos en la mesura personal, tanto como en los ex- tremos de la espiritualidad y el afn de botn.

    Su lealtad no es sino un hito de aquella fides celtibrica que ad- miraron los romanos en Espaa como caracterstica de nuestro pue- blo, sino que en el Cid presenta quiz el caso ms extremo y consti- tuye un paradigma humano. La lealtad del Cid se ha hecho ya t- pica, por eso no vamos a describirla ahora en el Cantar, pero en nues- tro examen es inevitable hacer un alto en ella, porque es esencial muestra del pensamiento militar. Slo en esa fidelitas se explica aquel verso tan significativo con Alfonso, mi seor, no querra li- diar (v. 53%) cuando el Fuero del desterrado se lo conceda. Pero no es preciso un examen extenso de esta virtud cidiana, mejor dicho sera de este ideal, cuando un solo verso, el ms popular de su epo- peya, sintetiza una serie muy larga de ejemplos y actividades, al ex- presar por s slo la opinin que el pueblo castellano tiene de la re- lacin entre monarca y sbdito, y de las calidades comparadas de ambos : Dios, que buen vasa!lo, si oviese buen seor (v. 20).

    Hemos dicho que la lealtad, o mejor, la fidelidad, en cualquier m- bito, es el tema principai del poeta clel Cid, sin distinguir entre los dos autores del Cantar. Y es curioso observar que fue nervio mismo de la gesta primitiva para el poeta de San Esteban de Gormaz, el coetneo de Rodrigo, que escribi hacia 1105, dejando tan manifies- ta y atractiva esta virtud del hroe, que el refundidor de Medina- celi se siente atrado a reforzarla, cuarenta afos despus, en sus am- pliaciones, lo que le lleva hasta incluir una alabanza de Alfonso VI al Cid, claramente opuesta a la constante ((invidencia y recelo de este rey, patente en las crnicas y an en otros textos del Poema, no me- nos expresivos por respetuosos al monarca. Es que el poeta se- gundo, contagiado por la lealtad que emana del Campeador, no slo la destaca a cada paso, sino que leal l a su vez y contagiado de gran- deza de alma, se resiste a mostrar la mezquindad de un Rey perpe- tuamente desagradecido, es decir, infiel hacia SLI sbdito. As llega un momento en que presenta a Alfonso en la superacin del ideal del Cid, ponindose por inferior al hroe: Aunque a algunos les pese, mejor sois que nos (v. 3X6), donde el poeta mejora mucho al Rey, incapaz de tanta humildad. Con la intercalacin de este verso en el texto primitivo, el segundo poeta hace decir al Rey lo que el primero puso en boca del pueblo al comparar el buen vasallo con el mal seor.

  • Arriba, el cdice de n4io Cid, copiado en

    I 304 por Per Abat. A la izquierda, ltimo folio de la copia del

    anterior, hecho por

    Ulibarrien 1596yque qued en Vivar, sus- tituyendo a la de Per

    Abat. Ambas se en- cuentran actualmente

    en la Biblioteca Na- cional

  • w

  • EL PENSAMIEP\TO MILITAR EN EL CANTAR DE MIO CID 25

    Anotemos tambin cmo el Cid, que slo llora en despedidas y reencuentros familiares , gime excepcionalmente cuando el Rey le de- vuelve su afecto. Es el punto culminante en la pica del Poema. Aqu

    cargara el juglar la emocin de su voz al cantar, quiz ms que en la afrenta de Corpes, el verdadero nudo de la obra, porque ste es un motivo ms encarnado en el argumento y constituye una cumbre histrico-militar : En el verso 2.019 y los que con l forman la estrofa, se admira en forma plstica el punto culminante de la hu- mildad del Cid :

    Con unos quince - a tierra se tir, los hinojos y las manos - en tierra los hinc, las yerbas del campo - a dientes las tom, llorando de los ojos - tanto haba el g-020 mayor.

    Supremo signo de humildad ese ponerse a gatas en ademn de triscar la hierba, para presentarse con la fidelidad de un animal do- mstico. En esa actitud simblica se remata la continuidad de re- servar a su ingrato Rey el quinto de cada botn, el repetido envo de caballos escogidos y espadas valiosas.

    Tan bien y tan mesurado.

    Atenindonos a los crebles datos del Cantar, observbamos que el Cid contagia a sus poetas su preocupacin por la justicia y la me- sura. El poeta exagera cierta afrenta sufrida por el Cid en las perso- nas de sus hijas y supone la reaccin del hroe. Su actitud no pue- de ser ms eipresiva, parece que el poeta est viendo lo que ima- gina, porque sin duda conoce bien la psicologa del Campeador y le ha visto en reacciones semejantes. Todo 10 que provoca la noticia es esto: Una gran hora pens y comidi (v. 2.828). Tras ello em- prende la reclamacin jurdica, por su cauce legal. iQu lejos queda la venganza privada, arraigada y admirada entonces como para ser

    tema habitual de la epopeya europea! i Qu actitud tan distinta la del Alcalde de Zalamea, cinco siglos despus, y celebrada desde en- tonces hasta ahora! La reaccin que el poeta imagina y considera normal en el Cid, rompe con todo lo previsible en las costumbres de la poca, cuando prefiere la reparacin legal a la venganza por su mano.

    Los dos autores del Mio Cid admiran en su hroe esa constante

  • 26 JOS kC.& CAK.\TE CiZDOl?.\

    moderacin, inusitada en la poca, porque ese comedimento es propio de un tipo caballeresco muy posterior al violento de los can- tares de gesta primitivos. Menndez Pida1 encuentra en la mesura del Cid un retrato, idealizado perc autntico, que recuerda la mo- destia principis moderatioque)), con que Plinio haca el panegrico de Trajano, otro hroe espaol. KO est de ms recordar que tiempos despus el tratamiento de Serensimo sefior y el de Su Majestad Serensima, sera la ms alta ponderacin para un prncipe cristla- no y SLI mayor distincin. Por eso el poeta admira como un rasg-o de herosmo esa abstencin de la violencia, esa templada modestia que es propia de espritus fuertes.

    Poesa e Historia convienen en destacar la invidia)) de los corte- sanos y del Rey en su doble acepcin de ceguedad y recelo (1) propio5 de quienes no aprecian las virtudes por cebarse en los defectos. El ilustre historiador cidiano nos recuerda que Gracin lo seal bajo otro aspecto y otro nombre: Aunque seguro el hroe del ostracis- mo de Atenas, peligra bajo el criticismo de Espafa.

    El Cid real sufri criticismo y ostracismo, pero respondi con va- sallaje fiel a las injusticias del Rey, rehusando su derecho a guerrearle, como histricamente lo usaron otros sin ningn reproche. Mientras los cantares espaoles glorifican al desterrado rebelde, y en la le- yenda de Bernardo del Carpio lucha el hroe contra Alfonso ITI, re- conociendo el Rey ((ca facades en ello derecho y lealtad, segn amparaban el Fuero de los Fijosdalgos, y el Fuero Viejo de Castilla, con leyes recogidas en las de Partisda, mientras en las chansons francesas el desterrado atropella por todo y llega al cuerpo a cuerpo con el Rey, inspirndose en una realida,d que rebasaba el lmite de los fueros hispanos, el poeta del Cid, coincidiendo con la Historia Roderici, admira en l la constante mesura que es reflejo de SLI con- cepcin de la vida.

    El CPd del Cantar es comedido en todo. En los ms duros tran- ces de la adversidad nos dice su poeta al recibir las nuevas desgra- cias, una gran hora pens e comidi. Y an ante la inmediata im- presin de una injuria, habla siempre ((tan bien e tan mesurado. Es la templanza cristiana del hroe, que no est reida con la aco- metividad ni con la audacia en el combate, pero que le hace calcu- lar bien su decisin y ser piadoso con el vencido. Templanza cris- tiana que sita al hroe tan cerca de la moderacin del prncipe ad-

    (1) An por odio la traduce Kienast

  • LIL PESSAAIIEXTO MILITAR !3 EL C
  • Es casi un pasqun de enganche legionario, con los tres elementos clsicos de atractivo hacia el riesgo : 1-a riqueza, el ideal y la aven- tura, o el honor de cabalgar combatiendo al enemigo, que es mezcla de 10s dos ltimos. I-Insta ese perder cuita -olvidar penas- es anticipo, a nueve siglos vista, del nada importa mi vida anterior)).

    Ante todo, el bando deja bien claro que lo que el Cid pretende es dar Valencia a los cristianos. Para ellos la cerca, y para cercarla busca caballeros y peones que, de paso, pueden enriquecerse.

    Amrico Castro tiene plena razn cuando nos dice: Si situse- mos la realidad del Poema del Cid dentro de un esquema de penuria, de codicia y de reparto del botn, entonces tambin sera lcito ex- plicar como un juego de hormonas sexuales la poesa de Safo, la Celestinn o Romeo y Julieta (1).

    Pero no es posible disimular !a importancia que en aquellas du- ras necesidades y aquellas duras guerras se conceda a las riquezas y el botn. Despus del herosmo y la fe, la preocupacin por (cla ga- nancia es el mvil ms repetido del Poema. Lo percibi y lo in- mortaliz Fernndez y Gonzlez en su clebre cuarteta que CO- mienza definiendo al Cid : ,Por necesidad batallo.. ..

    El Cid combate ((para ganar el pan, en frase del Cantar. No es que si el pan le sobrase no combatira, sino que el Cid no tuvo nun- ca ese ideal pacifista que le puso el director Anthony Man. Es ms, ha de buscar la guerra donde haya enemigo para poder subsistir con los suyos, como explica el viejo juglar en el verso 834: Por Iancas e por espadas - avernos de guarir -por lanzas y por es- padas hemos de vivir- algo bien claro. No hay tiempo de re- futar aqu -ni hace falta- la idea del Cid condottiero y mercena- rio, que an anda suelta. Basta leer Ln Espaa del Cid donde est bien explicado. Pero en el verso anterior hay cierto sello de lo pro- fesional, evocador de la. frase que Vigny pone en boca de Napolen cuando finge humilda,d ante el Papa: Yo soy un obrero en batallas, a los treinta y cinco aos he fabricado dieciocho que llaman victorias. Pero la ms clara expresin de profesionalismo y necesidad es aque- lla brevsima arenga del Campeador en el verso 1.126 : All pare- cer - el que mere;e la soldada -all se ver quien merece la sol- dada- o cuando advierte a Berenguer, conde de Catalua, que con su libertad no le devolver del botn ni un mal dinero, porque

    (1) AMRICO CASTRO: Origen, ser y existir de los espaoles. UT~UIIIQ. Madrid,

    1959, pg. 111.

  • EL PENSAMIENTO MILIT,\R EH EL CANTAR DE MIO CID 29

    dice: ca huebos me lo he pora estos - que conmigo andan lazrados -pues me hace falta para stos, que conmigo van necesitados- (1.014), con Ig-ca militar aplastante.

    El tema del pan es significativamente reiterativo. Combate el desterrado para ganarse el pan. De su lucha con los moros nos explica el pacta: En cada uno destos aos, mo Cid les quit el pan (v. 1.173) y el mismo Campeador comprende que le vengan a atacar, porque de ninguna parte que sea no les vena pan (v. 1.175) y entrando en sus tierras les bebemos su vino, les comemos su pan (v. 1.104) y quiere que Jimena con sus damas contemple la batalla de1 Cuarte desde la torre del Alczar, porque as: Harto vern por los ojos como se gana el pan)) (v. 1.643). Y por si acaso alguno de los oyentes, que rodean al juglar en la plaza, no ha sentido nunca ese roer gstrico del hambre, volvindose al supuesto pblico -lec- tor en nuestro caso- el poeta lo dice: mala cuita es seores, tener mengua de pan)) (v. 1.178j.

    En la descripcin de la bodas, el juglar no puede reprimir un alarde oratorio para hacer la boca agua a los oyentes. Adivinando que se sienten metidos en la accin)), como cualquier ingenuo eso pectador de cine en nuestros

  • presas y riquezas, banquetes y tesoros. Est en Martn Antolnez, que primero fomenta la avaricia de los judos, diciendo que los co- fres contienen lo mejor de las parias que el Cid cobr en Sevilla, aprovechando la calumnia y sin reparo en fomentarla, pero que una vez consumado el trato, pide a los judos como comisin, el arre- glo de unas calzas, cosa usual y preciada entonces. Luego, Rodrigo le promete doblarle la paga, lo mismo que a los que le acompafian al des- tierro abandonando sus propiedades y contribuyendo a la hIleste con caballos y armas: Esto que perdis doblado vais a cobrar (v. 303). Tal preocupacin econmica llega a ser obsesiva y molesta para cual- quier sensibilidad militar de hoy, pese a la proletarizacin que ataca por todas partes a las instituciones : pero hay que saber situarse en la poca.

    Como antes prometi el Cid enriquecer a quien concurriese al cer- co de Valencia, el poeta generaliza la idea del pregn, una vez ocu- pada la ciudad, como para predisponer el reeng-anche : l)uin a buen

    I . senor sirve, siempre vire en .i delicia (v. SSO). La frase parece 1111 re- clamo positivista redactado ayer tarde.

    Pronto llega la riqueza : ((Del castillo que tomaron, todos ricos se van (v. $kO). Era en Castejn, la primera operacin de guerra que describe el Poema. La riqueza, un tanto relativa, tal vez sblo asombra a un jug-lar que haya hecho voto de pobreza.

    Otra vez a los de a pi y a caballo por igual ha hecho ricos (v. 848). Pero el botn ms extraordinario es el de la batalla del Cuarte, donde, segn el poeta, hubo 600 marcos de plata para cada uno de los que intervinieron. Eran por lo menos cuatro mil hombres -pero dejemos hoy 1;~ estadstica-. y los infantes de Carrin ((se vieron ricos para siempre (v. 2.470). Poco despus, cl Cid les anade nuevos regalos de boda, y el poeta le atribuye la nica ufana que el Cantar pone en boca dei hroe. Han de ser versos del refundidor, aunque lo hace con nimo de ponderar la esplendidez del hroe :

    2.379. Que lo sepan en Galicia y en Castilla y en Len, con que riqueza envo mis yernos, ambos a dos.

    Versos ,de contraste en la general espiritualidad cidiana y que quiz slo concuerden con otros, harto extraos, por mostrar al Cid demasiado codicioso, sin la esencial distincin que cualquier mi- litar establece en su escala de valores. cuando lamenta la prdida de sus regalos al conocer la afrenta de Corpes :

  • 2.912. Mis caudales se han lle\,ado, que cuantiosos son; eso me pesa tambin con el otro deshonor.

    Es sin duda una imperfeccin del segundo autor, que 110 com- prende al hroe como el primero. pero con ella trata de recordar una vez mis esa ((razn de necesidad por la que guerreaban los cas- tellanos del desterrado.

    El Cid no deja de cobrar su parte del botn y el poeta no des- dea presentrnoslo ocupado en venderlo, porque no lo considera des- kollroso. As, malvende a los moros de Hita y Guadalajara su quin- to de la batalla de Castejn (v. SIC), y a los de Ateca, Terrer y Ca- latayud, el Castillo de hlcocer, cuando se ve obligado a abando- narlo (v. SG).

    En la toma de Valencia el Cid manda tomar su quinto y en dinero amonedado, treinta mil marcos le dan)) (v. 1.217). Cuan- do, ms tarde, va a cercar la ciudad una muchedumbre de moros, ante los asombrados ojos de Jimena, Kodrigo la consuela diciendo : Es riqlrez que nos crece, maravillosa y grande)) (v. 1.64S). Luego ce cifrara en un mote herldico famoFo : KA ms moros, ms ga-

    n;1!1cla. Si en el Pinar de Tbar gana el Cid la Colada, el poeta pon-

    dera ms el precio que la gloria del trofeo, porque vale ms de mil marcos (v. 1.010). Tambin mil marcos de oro vale)) la Tizona, ganada al rey Bcar en el Cuarte (v. 2.326). Y si all, cosa extraa, no hay valoracin de Btr hiecn -botn de la misma batalla-, se ha- ce en los escasos versos sfico-latinos del Carmen Campidoctoris, coetneo del Cid, al decir de su caba!lo: Xo lo dara por mil suel- dos, que corre como el viento y salta ms que un gamo.

    IHemos apmado el crematismo)) del Cid y sus caballeros en el Can- tar. Queda anotado ta.11 slo COLIJO muestra de esa razn de ne- cesidad que a veces es origen de las ms altas empresas -el ham- bre aguza el ingenio-, pero no podemos olvidar la magnificencia del Campeador, la esplendidez de que hace gala en las bodas de las hijas, la generosidad que ascma en sus continuos regalos a amigos y vencidos :

    801. A so castiello a los moros - dentro los han tornados,

    mand mo Cid - an que les diessen algo.

  • 32 JOS bs.a G.~RATE CRDOBA

    Era el reparto de la ganancia despus de la batalla de Alcocer. Tambin sus caballeros tienen gestos gallardos : Minaya no acep-

    ta el quinto del botn que Kodrig-o le ofrece por su algara en Gua- dalajara, y promete a Dios que, no siendo presa de lucha, nunca to. mar nada en pag-o. El poeta nos presenta LIII~ definitiva actitud de los caballeros de la hueste tras su primera accin de armas :

    474. Sos caballeros - llegan con la ganancia, dxanla a mo Cid - todo este no preqian nada.

    2 Pues qub. aprecian? El honor y la gloria por encima de todo.

    Iv. A MS MOROS MS :ANANCCA: LOS MOROS

    Los prisioneros de una y otra fe.

    El autor del Mio Cid idealiza seguramente al hroe cantado. No en vano est manifiesta su gran admiracin por el Campeador. As se encuentra cierta divergencia entre el indudable realimo de los versos y el no menor verismo de las prosas cronsticas, entre la be- nevolente actitud del Cid hacia el enemigo que nos muestra el Can- tar, y los inevitables rasgos de crueldad medieval -aunque breve y contenida- de las crnicas rabes.

    El tono de la templanza y ia moderacin predominar en toda la conducta del Cid con el enemigo, sea moro o cristiano. De los se- gundos no hay muchos ejemplos, pero s suficientes para introdu- cirnos a un paralelismo con el trato a los moros prisioneros, vasallos o invasores, mucho ms significativo por pertenecer a otra raza y otra religin.

    La Crnica de Veinte Reyes contiene una prosificacin muy fiel del texto del Cantar de Mio Cid. A ella se acude para cotejar tex- tos perdidos o dudosos, y en ella identificamos con gran exactitud el contenido de la primera hoja, que falta al manuscrito del Poema. AX se cuenta la prisin por el Cid de don Garca Ordez, conde de

    Njera, despus de enfrentarse en Cabra las fuerzas de ambos. La prosa dice que el Cid aprision al conde y a otros muchos caballeros, y tanta gente de menos monta que no poda contarse; y tvolos el Cid presos tres das, y luego diles libertad a todos. Ms adelante presenta eI Cantar otro prisionero del Cid, el conde Berenguer de

  • Cataluna, en el Pinar de Tbar. Berenguer preso, vencido por la deshonra, busca la muerte en la huelga del hambre, y el Cid le hace una promesa :

    1.030. Si vos comiredes - como yo sea agradado, libraros he los cuerpos - y daros he de mano.

    Y lo cumple. I,a Historia Koderici coincide con el Cantar ple- namente en estos datos de la prisin del Conde Berenguer : da la libertad a todos mediante promesa de rescate y entrega de espadas antiguas y valiosas. La crnica leonesa an agrega nuevos datos mag-nnimos del Cid, pues dice que volvieron los caballeros con sus rescates y los que no podan pagar traan hijos y parientes cn rehenes, segn LISO de entonces, pero el Campeador se conmovi, 5; despus dc consultar con su mesnada, les perdon y dej libres. Al recordarlo Menndez Pidal, no puede fienos de aadir un co- mentario sobre esta admirable genrrosidad, cuando en la guerra me- dieval se procuraba ms que matar enemigos, hacerlos prisioneros para conseguir rercntes.

    Entre una y otra actitud con sus prisioneros, el Cid ha sufrido la prueba del destierro. Y caur!o e destierran de la corte, tan slo por calumnias de los cizaeros -los ,mestureros del Cantar-, el hroe se limita a decir : ((Esto me han vuelto mis enemigos malos, resignado con el destino pro;,idencial, anticipndose en muchos aos a perfecciones cristianas militares, alcanzadas slo por espritus grandes.

    14 Cid, con gran visin poltica, supo distinguir en su trato a los moros espaoles de los africanos, usando de la atraccin protec- cin y respeto para con los primeros, y haciendo guerra a muerte a los segundos. La distincin se refleja tambin en el Cantar. Con ello no haca sino reconocer que haba espaoles de dos creencias, pa- triotas todos n su modo, pese a su diferente religin y cultura, Era nn reconocimiento manifiesto ya en Alfoso VI, al llamarse Empe- rador de las dos religiones, con el mismo espritu de atraccin que el Campeador No haca falta demasiada perspicacia para ello, ni se trataba de algo tan sutil como para que lo descubrisemos nosotros ahora de la mano de Americo Castro.

    El Cantar refleja fielmente esa radical diversidad de trato, e in- siste en los rasgos de piedad cidiana para con los moros espaoles

  • 34 JOS Y.= GARATE CRDOBA

    vencidos. Por eso, segn el poeta, al abandonar el Campeador la villa ,de Castejn, los moros y las moras bendicindole estn, Y poco despus se repite la escena con muestras ms emotivas:

    855. Cuando dej Alcocer - mo Cid el de Vivar, moros y moras - comenzaron a llorar.

    La fuerza de los versos arcaicos hacen ocioso todo comentario. Pero en el castillo hay presos que no pueden llevar consigo y decide dejarlos en libertad ;

    533. Mas el castillo - no lo quiero asolar cien moros y cien moras - quiero ah liberar.

    Es una clara decisin respecto al trato a prisioneros. Siete siglos despus Napolen se encontrara en Jaffa con una situacin as y dira en su descargo : No hubo ms remedio que fusilarlos. Y siglo y medio ms tarde, Rommel, en el desierto, decide libertar a sus prisi~oneros, si la falta de agua pone en peligro de morir de sed a sus soldados.

    Ms adelante, cuando al Cid se le enfrenta la oponin de los violentos en otra situacion de gran apuro, explica as las razones de su condocta para con los moros que estn .a su merced :

    619. Los moros y las moras - venderlos no podremos, si los descabezamos - nada ganaremos ; metmoslos aSdentro - su seoro tenemos; moraremos en sus casas - y de ellos nos serviremos.

    Y cuando por razones de segurida.d, para celar el secreto de sns disposiciones defensivas, se ve obligado a encerrar de nuevo a los prisioneros que liber, al conseguir la victoria les hace partcipes deI botn, como antes sealamos.

    Conz~rensin del enemigo

    An va ms lejos el Campeador magnnimo. El Cantar nos dice que una vez cercada Valencia psola en plazo, por si acaso la vinie- sen a ayudar)). Las crnicas revelan que lo hizo tambin frente a Sa-

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  • EL PEKSAMIENTO MILITAR EK EL CANT.4R DE MIO CID 36

    gunto. La noticia requiere explicacin. Era norma caballeresca muy antigua conceder un plazo prudencial al enemigo apurado, cuando tenia esperanzas de 1111 posible refuerzo, concedindole incluso la sa- lida del Castillo sitiado a mensajeros en demanda de ayuda. EI Campeador lo practica, aunque era extraordinario con los moros, para mostrar as mayor seguridad en s mismo y en la justicia de SU causa, dando al combate cierto carcter de Juicio de Dios. Con tal sensacin de dominio, claro est que se minaba la moral adver- saria.

    Hasta aqu se ve cmo la actitud del Cid est en contraste con ei rigor de la poca hacia enemigos sometidos o prisioneros. Se ma- nifiesta la posibilidad de venderlos en la reflexin, puramente mate- rial, que ha de hacer a sus hombres sobre la utilidad de matarlos o no. E! Cid intuye, en su tica de guerrero cristiano, algo que an no se ha hecho ley ni costumbre: la general piedad.

    Pero hay en el Poema un momento de extrafia comprensin ha- cia el enemigo que hace pensar en ciertos pacifismos de hoy, en ac- titudes mentales que tanto dao vienen haciendo al mundo ltima- mente, inconvenientes para el poltico, pero mucho ms paligrosas para el guerrero. Cnando anuncian al Cid la proximidad de los moros atacantes, l reconoce la razn que asiste al enemigo en 10s siguien- ter trminos :

    1.103. En sus tierras estamos - y hacrnosles todo mal, bebemos su vino - comemos su pan; si a cercarnos vienen - con derecho lo harn, con menos de lid - esto no acabar.

    La expresin nos trae el recuerdo de una reciente novela francesa, Retrato de IUZ oficial, donde el protagonista dice: Desde el pun- to de vista de su raza ellos tenan razn: desde el nuestro la tena- mos nosotros (1). Tras esa frase, el oficial desemboca en el rompan filas de su moral y su espritu militar. Pero eso que hoy puede ser pacifismo suicida y cruento, en el caso del Cid habra que in- terpretarlo benvolamente como misericordia y comprensiva car- dad, que no mermara en nada el ardor combativo de sus hombres. Ms lgico uer pensar, de todos modos. que la paternidad de la frase est exclusivamente en el posible poeta-monje que escriba, y

    (r) Piet-re-hetwi Sidn. Ed. Dinor 1961.

  • 36 JOS M." C.\RATE tiRDOB.4

    aunque para Menndez Pida1 la estrofa pertenece al poeta primitivo, conociendo sus aciertos en todo, cabe la sospecha de que el texto se deba el refundidor de Medinaceli, tan propenso a errores y desvia- ciones.

    De todos modos, el pensamiento libre de uno u otro poeta, quiere llevar a los oyentes del Cantar hacia esa idea militar cristiana que hoy se sintetiza en la mxima de ((Apuntad bien, pero tirad sin odio)). Jdea del poeta, que el Cantar no es texto taquigrfico cidinno.

    As es el trato del Cid a los moros espaoles, los que, en cierto modo, estn en su propia tierra, y por eso tiene hacia ellos una ac-

    titud magnnima y una poltica de atraccin. Frente a los almorvi- des de la guerra santa, nuevos y sanguinarios invasores, su actitud es muy otra, de castigo implacable, de escarmiento ejemplar, sin piedad ni cuartel.

    Por eso el Cid es terror de moros, Est en el ambiente de todo el Cantar y la tradicin ; lo cxprcsan los historiadores rabes en SLIS crnicas, como los cristianos en sus documentos ; lo saben como un tpico los oyentes del juglar. Aunque el poeta no tiene ningn in- ters en descubrir crueldad alguna en SLI hroe, al que ejemplariza hasta lmites de panegrico realista, asoma ese concepto pblico en ciertas reflexiones del buen amigo del Cid, Abeng-albn, el moro que dio nombre a Puerto Mingalb :

    1.524. Aunque mal le queramos - no se lo podremos hacer.

    mucho le tengo por torpe - a quien no conoce esta verdad.

    Hay en esta advertencia cierta intencin de guerra psicolgica por parte del poeta, al llamar ,c(torpes a quienes no vean intil toda resistencia. Con tal idea nos presenta a Abengalbn en su calidad de moro amigo. La tcnica es la misma de un autor contemporneo con pretensiones de imparcialidad al juzgar nuestra ltima CrLt- zada, que en su prlogo tacha de ((fanticos por adelantado a quie- nes no guste su novela. Slo hay un momento donde el Cid define por s mismo el terror que causa a sus enemigos. Por algo ser:

  • 37

    2.498. Moros y cristianos - de m tienen gran pavor. All dentro en Marruecos -- do las mezquitas son, que habrn de mi asalto - quiz alguna noch dios lo temen - que no lo pienso yo.

    Temores de que la campalla nacional del Ci,d alcance dimensiones imperiales muy semejantes a la referencia que Ben Alcama dejaba por entonces en su crnica: Allegse a l un gran gento, porque oyeron decir que quera entrar en tierra de moros.

    La otra fuente rabe fundamental, crnica de Ben Bassam, resu- me la opinin de los moros en forma ms grfica y ms impresio- nista : Llen de pavor as a los de cerca como a los de lejos. Hin. ch de espanto los corazones)). Es la visin de un Cid invicto e im- placable con los inrasores almorvides, a !a vez que clemente y be- nigno con los moros espaoles. IJna vez ms el Poema es verista e histrico.

    Aunque rl nudo dramtico del Cantar de Mo Cid est en las bo- das de las hijas, FLI tesis se centra en la intimidad del protagonista, un hroe humano como pocos en la literatura de cualquier tiempo y pas,, que se anticipa a su poca en su conducta privada, pblica y familiar. Se hace patente en l un sentido caballeresco neto, aunque cristiano, que vale la pena rsankar por lo que refleja de su pensa- miento familiar.

    El autor del Cantar nos descubre la rivalidad latente entre las dos ramas de la nobleza: Los ricos-hombres, cortesanos, y los hijos- mdalgo, cawpendol*es. Rivalidad que se duplica si stos son castellanos -0 de SLI extremadura, como el poeta- y aqullos leoneses, identifi- cados eg el Poema como nobles mestureros, y an catalanes, a los que el poeta llama francos en el verso 3..002, tachando de muy folln, al conde Berenguer que les gobierna.

    E! autor del Cantar, claramente democrtico y antileons, pinta con trazos din-os y reprobables :I todos los cortesanos de la alta nohieza. El conde de Sjera, lleva el burlesco mote de el de Ca- bra, en atencin a SLI vergonzosa derrota all sufrida, donde el Cid

  • 38 JOS M. GARATE Ci)RDOB.\

    le mes las barbas. Es el antagonista del Cid. Los condes de Carrin son cobardes y viles con las hijas. El conde Berenguer, aun siendo cataln, cierra el trptico confirmando la visin hostil. Entre los caste!Ianos no hay ninguno de la alia nobleza en toda la narracin.

    Llega un momento en que el conde de Njera, Garca Ordez, comenta con irona Ias noticias que llegan sobre el Cid: Parece que en tierra de moros, hombre vivo no dejb)) (v. 1.315), pero el Rey le corta con una hiriente rplica: En todas guisas, mejor me sir- ve que vos. Haba hablado el conde contra cl infanzn, la alta nobleza contra la baja? el leons contra el castellano, y ahora el rey, por obra del poeta refundidor sale en defensa del segundo, con un espritu de justicia y sana democracia, extrao en l, aunque norm,;I en otros reyes, tan ejemplar como olvidado por los demcratas modernos quz ignoran los orgenes de la monarqua castellana y democrtica.

    Tal rivalidad la recoger luego el Romancero, aunque muy fal- sificada, enfrentando al Cid, no ya con el histrico conde de Njera, sino con un fantstico don Gome de Gormaz, conde Lozano, de trazo muy simplists, tan popular como irreal, nacido en el Cnqztal de las Mocedades o El Rodrigo, y repetido numerosas veces has- ta nuestros das a tra\-L; de Guilln de Castro. Corneille y Escobar, a base casi siempre de fijar los dos ramas de la nobleza en dos es- tereotipos de personalidad lineal y pobre psicolog-a. Ms tarde tam- bin Cervantes sugerira el mismo enfrentamiento al describir la vejacin que el hidalgo manchego sufre con las burlas de los du- ques. La afrenta de los duques a Don Quijote es como una remi- niscencia de la, afrenta de los condes al Cid.

    Deshow

  • EL PENSAMIENTO MtLITAR EN EL CANTAR DE MIO CID 39

    de la dignidad que la dignidad misma. As, en la huelga del ham- bre del conde Berenguer, motivada porque tales wzrrlcalzados le ven- cieron (v. 1.023), cuando, por decidirse a comer, el Cid le deja li- bre: abandonar el campamento volviendo de continuo ia cabeza a ver si el vencedor se arrepiente de su generosi,dad. Por si el espectador tuviese alguna duda, nos aclara el juglar que el cabal Campeador no hizo jams una deslealtad, ni la hara por cuanto hay en el mun- do (v. 1.080).

    Ya en la batalla del Cuarte, Pero Bermudo regala al infante de Carrin ~111 caballo tomado al enemigo, para que exhibindole como trofeo, oculte su cobarde conducta. Y Bermudo guarda el secreto, para evitar deshonra)), hasta el momento en que se ve obligado a re- velarlo en Cortes.

    Tiay toda una teora de la deshonra, muy original, que sigue ca- minos ms cerebrales y jurdicos que los del canon calderoniano. Cuando la afrenta de sus hijas, el Cid recuer,da que slo a peticin de SLI padrino el Rey fueron casadas, y razona as el caso :

    2.906. Desta deslaonrn que me han hecho - infantes de Carrin. que le pese al buen rey - de alma y de corazn. El cas mis hijas - que no se las di yo ; cuando las han dejado -- a gran deshonor, si des!cor:rn ah cabe - alguna contra nos,

    la poca y la grande - toda es de mi Seor.

    Creo que no se ha reparado en una fina ,distincin entre deshonra y deshonor en el pasaje, corroborada en varios versos ms. Parece que hay en el autor un mters moralista en matizar la afrenta de las hijas -que llama deshonor-- y la que del hecho trasciende al

    Rey, ms que a su padre el Cid, que el poeta llama deshonra. ?rTo es exacta la distincin, segn nuestra actual terminologa, pero s marca esa mayor hondura que tienen los ataques pblicos a la ho- nestidad ,de la mu,jer, que an siendo inocente, siente a veces sobre ella la vergiienza social de un reparo, cuando no una repulsa, pese a su inocencia, que predispone a identificar deshonra y deshonor.

    El femenino estimulo del guewero.

    La ,galnnteria tiene en el Poema su expresion. pero frente a ex- cesos romancescos de libros de caballeras, hay a.qu un aire realista

  • 40 JOS 11." GABATI: CRDOB.4

    que quiere hacer partcipe a la dama de la alegra del rriunfo, aun- que tambin de la fatiga del combate, en un raro pasaje que podria llamarse de anticaballeras :

    1.641. Mis hijas y mi mujer - xrme han lidiar ; harto vern por sus ojos - como se gana el pan.

    Poco despus el verdadero sentido caballeresco tiene su expre- sin galante ms alta e insospechada. Ha subido a Jimena y sus hijas a la torre del alczar para que gocen viendo la victoria desde el planteamiento mismo de la batalla. Muestra a la esposa el campa- mento enemigo y se lo brinda doblemente a la mujer y a las hijas. En gesto magnfico les hace saber que con su presencia In crece el corazn :

    1.6-I-9. X poco que vinisteis - presente os quieren dar : para casar vuestras hijas, - os traen ajuar.

    1.6.55. Crceme el corazn - porque estis delant.

    Taen los tambores almorvides, ponen pavor en Jimena, a la que ((qui&-esele quebrar el corazn)) y en las dueas y las dos hijas, que desde que nacieron no sintieran tal temor. Estampa clsica de la dama medieva!, y am moderna en el cine americano, sintiendo la angustia por la suerte del hroe mientras sigue las incidencias de la lucha. El Cid promete trzer los tambores y ponerlos ante Jimena para que vean bien cules son, y despk colgarlos como trofeo en la catedral valenciana, a los pies de Santa Mara.

    Entra el Cid en Valencia, como entr ya en Castejn -primera y ltima batallas del Poema-, erguido en Rabieta, con la espada en la mano y la cara descubierta. Cien caballeros le escoltan. Se para ante las dueas, que le esperan a la entrada, y las dice cahalleresca- mente :

    3.74P. A vos me humillo, dueas, --- gran prez os he ganado : vos teniendo Valencia - y yo venc en el campo. Rogad al Criador - que os viva algn ario,

    1.754. entraris en prez - y besarn vuestras manos. Esto dijo mo Cid - descendiendo del caballo

  • EL IESSA1IIEXTO MILITAR EX EL CANTAR DE: MIO CID 41

    Cuando le vieron de pie - que era descabalg-ado, las dueas y las hijas - y la mujer hijadalgo, delante del Campeador - los hinojos hincaron.

    1.--64. Estas dueiks que trajisteis - que os sirven tanto, quikrolas casar - con de aquestos mis vasallos ; a cada una de ellas - doyle doscientos marcos.

    Levantronse todas - y besronle las manos.

    fa1 es la escena tpica caballeresca del Poema, con una cortesa juntamente galante y patriarcal, de mutua reverencia entre el hroe y las damas, empapada de sentido cristiano y castellano. Es quiz ra msima aproximacin a los libros de caballeras y al sentido feudal de la familia, tan distinto en realidad, porque en Espaa -y menos en Castilla- nunca hubo propiamente feudalismo. Hay otro momen- to con un nuevo contacto caballeresco, que a nosotros nos recuerda acentos del Quijote. Es en el juicio de Dios, donde despus del desafo oficia! por declaracin de menos valer ritual, formulado en triple reto al enemigo ; cl vencido ha de confesar su derrota y su traicin para que la lid se d por terminada :

    3.346. Ellas son mujeres - y vos sois varn, en todas guisas - ms valen que vos. Cuando fuere la lid. -- a guisa de traidor ; de cuanto he dicho - verdadero ser yo.

    Tal es el reto de Pero Bermuda, alfrez del Cid, al Tnfante Fer- nando de Carrin. El de Martn Antolnez a Diego sigue la misma frmula :

    3.368. Hij2s del Cid - porque vos las

  • 42 JOS Id.* GARATE CRDOBA

    El aspecto caballeresco est claramente reflejado en el duelo ju- dicial, que es un juicio de Dios.

    Signos y smbolos de ~n.tiwiidad.

    T,a amistad y la fideliad se muestran en sentimientos y en sm- bolismos harto manifiestos. Una escena de las ms expreGvas, aun- que imaginaria y debida al refundidor de Medinaceli, es aquella en que se escapa el len. Tema, este del len, muy literario desde San- sn hasta Don Quijote. Incluso hay cierta semejanza plstica entre la actitud del caballero de la ~Iancha y los del de Vivar, estticgl y esttica, a la espera ante el len que no acomete. Pero aqu noi interesa el otro aspecto, el de los cabalieros del Cid rodeando pre- surosos a su seor para proteg-erle, del mismo modo que despus, en el desafo. cada uno de sus tres ms mimos, retar a cada uno de los tres ofensores:

    2.250. Salise de la jaula - y desatos el len. En gran miedo se vieron - por medio de la cort ; embarazan los mantos - los del Campeador, y cercan el esca.50, = y fincan sobre su seor.

    Luego, el hecho simblico de la entrega de las propias espadas, como prenda de amistad o parentesco. Al prometerse los de Carrin con las hijas del Cid, cambia ste sus espadas con cada uno de ellos ante el rey. Ms tarde, en las bodas, les da Colada y Tizn. que re- cuperadas en reclamacin judicial por la afrenta, las regala el Cid a los que van a ser sus adalides en el duelo. Tomadla, sobrino, que mejora en seor, dice a Pero Bermudo, dndole la Tizn en el ver- so 3.190, y al entregar la Colada a Martn Antolnez, le dice a con- tinuacin: ((Con ella ganaris gran prez y gran valor.

    An quisiera sealar un tercer momento, el ms emotivo si sa- bemos verlo con ojos medievales. El Cid despide a sus hijas casadas que parten hacia Carrin con SLIS esposos. Hay como un mal pre- sagio en el ambiente. El padre las encomienda a Dios y a su sobrino Flez Muoz : grandes fueron los duelos de la despedida:

    2.635. El padre con las hijas - lloran de corazn, as hacan -- los caballeros del Campeador.

  • EL PE?.-SAMIENTO MTLITAR EN EL CANTAR DE MIO CID 43

    EI? el Cantar de Roldn lloran cien mil guerreros la muerte de su caudillo ; porque todo es grande y sensacionalista ; yo no s si al Iec- tor francs de hoy le inspirar respeto tanto llanto ; pero ste con- tagio de los caballeros del Cid, familiares suyos muchos de ellos, es an hoy fcil de comprender, teniendo en cuenta la sencillez cas- tellana medieval, y la posibilidad de que el hombre llore entonces sin desd.oro, como en la Biblia, cuyas figuras tienen tanta semejan- za con las de nuestra Reconquista en algunos aspectos. En rpido re- cuento vemos al Cid llorando seis veces en el Cantar, y el poeta no lo presenta as ms que para dignificarlo a nuestros ojos, en plena humanidad.

    Estamos concluyendo las pinceladas caballerescas de la pica ci- diana en eI Cantar. Se ha hablado mucho de los ageros del Cid. Los enemigos coetneos los temen ; los cidfobos se lo reprochan. Los ageros son una supersticin militar muy medieval. El Cid es muy aficionado a ellos, concretamente a interpretar el vuelo de las aves, pero mucho temenos que no con tanta fe como aparenta, pues suclc utilizar los agiieros slo cuando son en su favor. Parece que los si- niestros no los ve o los interpreta como buenos con un pequeo giro, con un cuarto de vuelta en la aplicacin del maleficio.

    No poda menos de mostrarnos el Cantar algn indicio dc cruel- dad medieval, aunque el autor cuida tanto de borrar en su hroe toda posible mancha -an las tenidas por buenas en la poca- que ape- nas hay una nota de castigos crueles. Histricamente conocemos los que se le han imputado en el castigo a los que salan del cerco de Valencia --la hoguera, los perros- el suplicio de tntalo en Ben Jahaff, reales y normales entonces, hasta legales entre moros y cris- tianos. En el Poema slo encontramos una breve alusik a la dure- za de los castigos impuestos por el Cid. al recoger un dato sobre la desercin de las tropas en nciuellos sistemas de reclutamiento, que el Cid trata de perfeccionar y reglamentar. Es en Valencia, cuan- do tomada la ciudad, dicta un bando contra los desertores, previ- niendo el castigo de quienes, perdiendo todo control, se entreguen a las delicias de la capital arabizada, poniendo en peligro a la hues- te cristiana. Segn el poeta haba prevenido mo Cid:

  • 44 JO$ 31." GARATE CRDOBA

    l%l. Que ningn hombre de los suyos - que con l ganaron algo que no se le despidiese - o no le besase la mano, si le pudiesen prender -- o fuese alcanzado, tomsenle el haber - y pusisenle en un palo.

    Este empalamiento del desertor es la nica expresin de crueldad medieval que el poeta se atreve a sealar en cl Cid, fuera del mesar las barbas al conde de Xjera en la hoja inicial perdida. La nica, frente a la amenaza del Rey a los burgaleses que le acojan, los cuales perderan los haberes, los ojos, los cuerpos y las almas. Esta sabia prevencin contra los desertores, tan necesaria como eficaz entonces, debi de ser una novedad cidiana, pues las crnicas cuidan de r,e- cogerla.

    El caballero medieval sola gritar su nombre a las mesnadas al iniciar la carga contra el enemigo. El nombre del caudillo infunda valor. Se ve as muchas veces en Fernn Gonzlez, algunas menos en el Mio Cid, pero una de ellas suficientemente clara como para atender su realismo caballeresco 1,

    1.139. iHeridlos, caballeros, - de amor y de voluntad, que yo soy Roy Daz - mio Cid el de Vivar!

    Esa es toda su arenga, en este caso, para la conquista del Puig de Cebolla: su nombre, precedido de una invocacin a Dios y al pa- trn de la Cruzada, es como un santi~uarsc antes de la empresa, al decir : En el nombre del Criador y del apstol Santiago.

    Su nombre era ya famoso como pocos en la historia. ((Bastar el terror de mi nombret sola de& Napolen. y su nombre resana. ha de boca en boca por toda Europa. Tambin el Cid en su tiempo. Lo recoge por dos veces su poeta y es como un eco que ampla la fama del Campeador a lo largo del Poema, que lo lleva desde la his- toria hasta la leyenda de lo inverosmil, que har del hroe de epo- peya un hroe de caballeras, aureclado por el pueblo y no ms gran- de por ello qr le en su real dimensin. pues 1~ hace menos humano y menos creble con eXo:

  • 1.15& Las nuevas de mo Cid - sabed, sonando van. Sonando van sus nuevas - allende parte del mar andan.

    .207. Sonando van sus nueva? V todas a todas partes.

    LI ese verso final (3.7%), no por tan repetido menos valioso, que nos hace partcipes a todos de la gloria del Campeador: A todos al- cm211 11011rfl - ~OI- rl qur r71 hke9ifl unci.

  • LAS HERMANDADES

    1. HASTA LOS REYES CATOLICOS

    Por FRANCISCO J. AGUADO SANCHEZ Comandante de la Guardia Civil

    Jefe del Negociado de Estudios Histhicos de la Guardia Civil

    JUSTIFICACIbN

    Equivocadamente se cree que la fundacin de la Guardia Civil parte de la Santa Hermandad Nueva o de los Reyes Catlicos, dn- dole con ello una solera institucional que no le pertenece Clj. Pero no es menos equivocado ignorar que la dicha Hermandad tiene un origen mucho ms antiguo, que se acerca al milenio. La confusin es, por otro lado, razonable. Las Hermandades, segn veremos ms adelante, tuvieron su nacimiento justificado, para defenderse los honrados vecinos de villas y ciudades de las correras y devastaciones de los malhechor,es que alteraban su paz, despojaban sus arcas y po- nan en peligro sus vidas. Considerado as, fueron las primeras fuer- zas de orden pblico. Sin embargo, al ser utilizadas por los reyes, muchas veces con carcter permanente, como lo ms escogido de sus tropas, siglos antes de existir los ejrcitos regulares, se las puede considerar -aunque disentamos de otros autores (2)--, como la se- milla que fructificara luego en el Ejrcito institucionalizado que dio lugar al profesionalismo militar.

    El perodo en que existieron hermandades en Espaa fue suma-

    (1) La Guardia Civil fue creada por RR. DD. de 28 de marzo y 13 de mayo de 1844. Su nacimiento 4se debi al partido liberal moderado y tuvo como m,s ca-

    lificado protect,or al General Narvez. Su creador y sorganizad,or fue e! tsegundo du- que de Abnmada. Fir.maron como Presidentes dlel Gobierno : el *primer d~ecreto, don CLuis Gonzlez Bravo, y el segundo, el General Narvez, duque de Valencia.

    (2) JOS ALMIRAY~E TORROELLA : Bosquejo de In II&oria. Militar de Espna,

    tomo J. pg. 175.

  • mente amplio. Comprende desde ia toma de Toledo en 1083 por Alfonso VI, hasta que se decret su total extincin en 15 de enero de lY35, durante la minora de Isabel II (3). Es natural, que en siete siglos y medio *de existencia, experimentasen alternativas de las ms diversas ; siendo ya poderosas, ya combatidas, a veces influyentes, a veces menospreciadas ; pero siempre, con su concurso pn los he- chos histricos ms variados.

    Por otra parte, las causas de su origen, llevan anejo el que estas instituciones, cuya historia es de grandioso inters --imposible de plasmar en pocas lneas--, es& sustentadas por razones tan genuina.- mente espaolas, que profundizando en sus mltiples ordenamientos, fueros y privilegios, no sean slo el antecedente de la Guardia Civil y del Ejrcito permanente, sino de otras muchas organizaciones estatales encaminadas al buen gobierno del pas y custodia de los eternos valores patrios.

    Slo nos queda agregar que SLI creacin y naturaleza no ofrecen similitud con otros pases y reinos. De aqui su autenticidad tan es- paola, de la que nos debemos sentir orgullosos.

    1. LA COFRADA

    E;i feudalismo espaiol tuvo sus caractersticas propias, siendo muy diferente ai del resto de Europa. La nobleza y el clero de Cas- tilla y Len no gozaron de la independencia ni del podero que hubo en Francia, Ttalia o Suiza. Un obispo de Auxerre (Francia) hizo crucificar a un infeliz que haba espantado un pjaro ; Bernab Vis- conti en Italia, oblig a comerse una liebre cruda con piel y hueso, al que la haba matado ; cerca del lago Ginebra, en Suiza, los va- sallos hacan la guardia en los estanques con palos largos, para im. pedir que las ranas cantasen y que con SLIS graznidos perturbasen durante la noche el sueo del caballero)> (%).

    En verdad los nobles y prelados espaoles, aunque haban co:?- seguido de los reyes derechos jurisdiccionales y dominicales. nun-

    (S) Durante la Regencia de Mara Cristina se puso a discusin en el Estamento de Procuradores la extincin de la Santa Hermandad y de los Tribunales privi!egia-

    dos de .las mkmas.-Gaceta de Madi

  • ca alcanzarou el ejercicio de la Autoridad suprema. 1~ admillistra. cin de justicia, la acuaci6n de moneda, la posesin de castillos ) fortalezas que haban pertenecido a rebeldes, eran atribuciolles ni- camente reales. Adems, todos tenan obligacin de asistir ai rey en las guerras.

    La jucha entre el feudalistno y los propios monarcas qued de- cijdida en favor de stos con el Conde de Castilla, don Sancho Garca, el de los ((Buenos Fueros. Paladn de la cristiandad, derrot en Ca- lataazor (.lOOlj al clebre caudillo moro Almanzor, que durante vein- te aos haba sido azote de castellanos.

    Con su muerte en la famosa batalla, el Conde de Castilla a4 di- latar sus fronteras, se propuso emancipar a los pueblos del poder del feudalismo. Como recompensa dot a los villanos de fueros pro- pios para que ellos mismos se gobernasen y no reconociesen atro sefior que su Rey, ni otra autoridad que su Concejo. En aqueiios primeros cuadernos de leyes)), predomik la exencion de tributos y el no hacer la guerra sin paga (5). Segn don Rodrigo Jimnez, arzobispo de Toledo, con la concesin de estos fueros se di me- jor nobleza los nobles y templ en los plebeyos la dureza de la servidumbre.

    Los dems reyes y prncipes imitaron el ejemplo del Conde de Castilla, siendo aquellos fueros municipales ejemplo de nuestra le- gislacin, que se anticip en varios siglos al resto de las monarquas europeas.

    Con la dotacin de estos derechos y libertarle< comunales, 10s pueblos experimentaron notables mejoras. Se sintieron libres, sin otra sumisin que la debida a los reyes. Yo obstante, como la lucha era continua, ya contra los rabes, ya contra la nobleza o ya, en fin, contra la plaga considerable de malhechores que, amparados er: bosqlles y accidentes del terreno tan profusos en Espaa, acometan en los caminos a los viajeros, devastaban las haciendas o robaban ganados, ligados por SUS atributos comunales buscaron en la llni?n la fortaleza, y de esta manera naci dentro de cada localidad la co-

    (G) P. BBRGAXA : Aufigiiedades de Esfmria, tomo II : Heredado enseoreado

    el nuestro seor Conde D. Sancho del Condado d#e Castiella fizo por ley fuero que todo home que quisicw partir con l la ,gucrra vengar la mzertz de FU padre en Ipe.lea, que a todos faca Iibres, que no pechasen el feudo tributo que fasta all pagaban, que non fuesen la guerra sin soldada)).

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    frada (reunin de todos os que tenan una misma ocupacin o tra-

    bajo), acogindose cada una de ellas a la proteccin de un santo, a quien comenzaron a rendir culto como Patrono (6).

    Siguiendo el proceso evolutivo natural, cuando el peligro era comun a varios Concejos, stos se unan entre s para combatirlo, estando temporalmente ligados por determinados juramentos derlva- cios de la situacin, tales como el de empuf?ar las armas hasta con- seguir la tranquilidad. La unin temporal de varios Concejos vecinos dio lugar a la Hermandad, que en ocasiones tuvo carcter perma- nente, redactando leyes, celebrando Cortes con asistencia del Rey o tomando las armas para las empresas de Reconquista.

    En la ilisto?-in del Real Monaterio de Sahagn (7) puede leerse acerca de la formacin de una hermandad en los comienzos del si- glo x11: ((En este tiempo todos los rsticos, labradores menuda gente se ayuntaron, faciendo conjuracin contra sus seores, que ninguno de ellos diese sus seores el servicio debido. E esta con- gregacin llamaban hermandad ; por los mercados las villas an- daban pregonando : Sepan todos, que en tal lugar, tal da sealado, se ayuntar la hermandad, quien fallesciere, que no viniere, su casa se derrocar.

    Los primeros testimonios referentes a la creacin de las herman- dades par perseguir malhechores, son del reinado de Alfonso VI, a finales del siglo XI. La conquista de Toledo por los cristixms, cambib totalmente el panorama del poxdero rabe, marcando su dPca. dencia. Ms de seis aos de asedio cost a Alfonso VI la conquista de la ciudad, donde estuviera refugiado gracias a la hospitalidad del prncipe rabe Aben-Dylnum (Al-Mamun) cuando fue derrotado por su hermano don Sancho.

    Con la ocupacin de Toledo, quedaron desocupados grandes con- tingentes que, entregados a la ociosidad, merodeaban por las inmpdia- ciones, entonte; cubiertas de bosques. En la zona conocida por Sis-

    (6) F. J. AGCADO SxctEz: kas Fuev~as de Orden Pshlico; instifuciones de ciiioCo.-Rev. tEjrcito, nm. 2%.

    (7) Escrita por el padre FRAY JOS PEREZ y co:ltinuada pal- el PADRE: ESCALONA.

  • 1; Mayor o hlontia (S), quedaron pretegidos en su fragosidad res- tos de huestes y mesnadas que carecan dc alguna ocupacin til, siendo un constante peligro para viajeros y caminantes, pues por aquella zona discurra la antigua va Calatrava. No puede precisar- se con exactitud cundo surgi la primera idea de esta Herman- dad (9), ni de sus terrenos, hasta el ao 1246 (lo), que fueron ven- didos por Fernando III a la ciudad de Toledo en 45.000 maravedises para bienes del comn. Por otro lado (.Il), se asegura que la ms antigua fue la formada entre aragoneses y navarros contra los sal- teadores de caminos, en el aiio 1204. Sin embargo, en el Archivo de la Santa Hermandad de Toledo se conserv hasta su extincin un privilegio en pergamino y escrito en latn, Jada por el Rey Santo el da ,? de marzo de 220, a favor de los colmeneros de Toledo, confirmndolos en el derecho de cazar en los montes de dicha ciudad como haba hecho su abuelo Alfonso (12). Dicho documento, repu- tado como el ms antiguo y que a continuacin transcribirno:: en castellano (.L3), aunque no precisa fecha exacta, nos demuestra que la Hermandad de Colmeneros y Ballesteros de Toledo, tambin Ila- mada de S