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REVISTA EUROPEA. NÚM. 39 2 2 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 4 . AÑO ERRORES ECONÓMICOS Y SU INFLUENCIA EN NUESTRAS COLONIAS. . I. Con ser España la nación de la moderna Europa que al descubrir y colonizar países se ha inspirado más y mejor que otra alguna en humanitarias miras; con ser la nación que en la exuberancia de sus fuerzas más supo acomodarse á ¡os espontáneos arranques de su nobilísimo carácter y al espíritu liberal y levantado que sirvió de criterio á la antigua Grecia para el esta- blecimiento de sus colonias, es, sin embargo, la na- ción que menos frutos ha reportado de ellas, aunque no la que menos ha contribuido á su emancipación y á sus progresos Todo el oro del Perú y toda la plata del Potosí que haya podido importar délas Amóricas, desde !a época del descubrimiento y la conquista hasta nuestros dias, no han añadido una pulgada ni un céntimo á la riqueza y á la verdadera gloria de Espa- ña, aunque se avalúe su importe por los cálenlos de Pinelo, de Moneada, de Isturiz, de Ulloa y de Na- varrete. Gloria á España dieron, sin duda alguna, el descu- brimiento y la conquista. Gloria á España y gloria inmarcesible dieron sus leyes de Indias. Pero es for- zoso confesarlo: los fines no han respondido á tan altos y buenos principios. A luego de las épicas proezas del descubrimiento y de la conquista, se advierte con júbilo el espíritu de equidad y de sana política que preside á las disposi- ciones relativas al régimen y administración de los nuevos Estados, espíritu que tanto distingue y realza ala reina de Castilla. En esas disposiciones resalta el deseo de conservar con exquisito cuidado la raza solariega y de irla civilizando por medio de la cabal enseñanza de artes y ciencias. Se advierte asimismo el conato en favore- cer y fomentar todos los ramos de industria propia de aquellos países, suministrando á sus naturales todos los medios y elementos necesarios al efecto, de los cuales venían careciendo. Desde los primeros viajes siguientes al del descu- brimiento, se procuró con gran esmero, que toda ex- pedición saliera de los puertos de España grande- mente provista de toda clase de semillas, de plantas, de ganados y de herramientas. Así fue, que durante el reinado de Isabel la Católica, se planteó por todos, los nuevos dominios de Castilla TOMO III. en América, el cultivo del trigo, do la vid y del olivo; y so connaturalizaron y multiplicaron prodigiosamente el carnero, la cabra, el cerdo, el caballo; y ante todo, el buey y el asno, auxiliares útilísimos del labrador. Solamente en la Isla Española se contaban en 1S00— 400.000 vacas de rodeo á más de las cerriles, según la relación enviada por el licenciado Echagoian al rey Felipe II; no obstante haber disminuido muchísimo- el número en aquellos años por el excesivo consumo para el comercio de pieles, y por la mortandad á que so veía expuesto el ganado bravio. Existían,—según el mismo estadista relator,—50.000 cabezas de ga- nado lanar, con más de 3.000 cabras; y las yeguas, muías y caballos monteses, eran sin número. Los frutales importados de España, se habían extendido á tal punto, sobre todo los naranjos y limoneros, que ya causaban daño al cultivo. Y las palomas, gallinas, y otras aves de corral, se habían multiplicado al infinito. Aquel nobilísimo intento—hay que decirlo en justo desagravio de las ofensas que nos han inferido escri- tores extranjeros y en homenaje debido á la memoria de tan insignes varones—aquel nobilísimo intento no fue peculiar y exclusivo de la reina Católica, lo fue del mismo Colon: lo fue de Las Casas: lo fue del mis- mo Hernán Cortés; en una de cuyas cartas dirigidas al Emperador Carlos V desde Méjico, le dice con subli- me sencillez y noble franqueza: «Lo priftero, M. C. S. que á mí me parece que en «aquellas partes se debe proveher, es la conservación o y perpetuación de los naturales de ellas... Dando »órden en que éstos naturales sean bien tratados y "conservados en su pueblos, y en el buen orden que «tenían antes en el regimiento dellos, porque segund »la grandeza de sus poblaciones, hase de creer, que si »no la tuvieran en ello buena, no se hobieran conser- vado tantos tiempos, ni disminuido eo tan pocos «como ha que se sacaron de sus costumbres.» A tal y tan sano intento respondió seguramente la Provisión Real de D. Curios y Doña Juana, dada en Granada á 27 de Noviembre de 1íi26, en la que censu- rando y tratando de poner freno y correctivo á los excesos ó iniquidades cometidas por muchos capita-, nes, oficiales y gentes que por mandato ó con licencia de los reyes pasaban á las islas é Tierra Firme del Mar Occóano; se ordenó entre otras cosas: «Que las justi- cias procurasen saber quienes tenían indios esclavos traídos de sus tierras, é que averiguado que fuese, los pusieran en "libertad; y si no quisieran volver á sus 7

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REVISTA EUROPEA.NÚM. 39 2 2 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 4 . AÑO

ERRORES ECONÓMICOSY SU INFLUENCIA EN NUESTRAS COLONIAS.

. I.Con ser España la nación de la moderna Europa

que al descubrir y colonizar países se ha inspirado másy mejor que otra alguna en humanitarias miras; conser la nación que en la exuberancia de sus fuerzasmás supo acomodarse á ¡os espontáneos arranques desu nobilísimo carácter y al espíritu liberal y levantadoque sirvió de criterio á la antigua Grecia para el esta-blecimiento de sus colonias, es, sin embargo, la na-ción que menos frutos ha reportado de ellas, aunqueno la que menos ha contribuido á su emancipación y ásus progresos Todo el oro del Perú y toda la platadel Potosí que haya podido importar délas Amóricas,desde !a época del descubrimiento y la conquista hastanuestros dias, no han añadido una pulgada ni uncéntimo á la riqueza y á la verdadera gloria de Espa-ña, aunque se avalúe su importe por los cálenlos dePinelo, de Moneada, de Isturiz, de Ulloa y de Na-varrete.

Gloria á España dieron, sin duda alguna, el descu-brimiento y la conquista. Gloria á España y gloriainmarcesible dieron sus leyes de Indias. Pero es for-zoso confesarlo: los fines no han respondido á tan altosy buenos principios.

A luego de las épicas proezas del descubrimiento yde la conquista, se advierte con júbilo el espíritu deequidad y de sana política que preside á las disposi-ciones relativas al régimen y administración de losnuevos Estados, espíritu que tanto distingue y realzaala reina de Castilla.

En esas disposiciones resalta el deseo de conservarcon exquisito cuidado la raza solariega y de irlacivilizando por medio de la cabal enseñanza de artesy ciencias. Se advierte asimismo el conato en favore-cer y fomentar todos los ramos de industria propia deaquellos países, suministrando á sus naturales todoslos medios y elementos necesarios al efecto, de loscuales venían careciendo.

Desde los primeros viajes siguientes al del descu-brimiento, se procuró con gran esmero, que toda ex-pedición saliera de los puertos de España grande-mente provista de toda clase de semillas, de plantas,de ganados y de herramientas.

Así fue, que durante el reinado de Isabel la Católica,se planteó por todos, los nuevos dominios de Castilla

TOMO III.

en América, el cultivo del trigo, do la vid y del olivo;y so connaturalizaron y multiplicaron prodigiosamenteel carnero, la cabra, el cerdo, el caballo; y ante todo,el buey y el asno, auxiliares útilísimos del labrador.

Solamente en la Isla Española se contaban en 1S00—400.000 vacas de rodeo á más de las cerriles, segúnla relación enviada por el licenciado Echagoian al reyFelipe II; no obstante haber disminuido muchísimo- elnúmero en aquellos años por el excesivo consumopara el comercio de pieles, y por la mortandad á queso veía expuesto el ganado bravio. Existían,—segúnel mismo estadista relator,—50.000 cabezas de ga-nado lanar, con más de 3.000 cabras; y las yeguas,muías y caballos monteses, eran sin número. Losfrutales importados de España, se habían extendido átal punto, sobre todo los naranjos y limoneros, queya causaban daño al cultivo. Y las palomas, gallinas,y otras aves de corral, se habían multiplicado alinfinito.

Aquel nobilísimo intento—hay que decirlo en justodesagravio de las ofensas que nos han inferido escri-tores extranjeros y en homenaje debido á la memoriade tan insignes varones—aquel nobilísimo intento nofue peculiar y exclusivo de la reina Católica, lo fuedel mismo Colon: lo fue de Las Casas: lo fue del mis-mo Hernán Cortés; en una de cuyas cartas dirigidas alEmperador Carlos V desde Méjico, le dice con subli-me sencillez y noble franqueza:

«Lo priftero, M. C. S. que á mí me parece que en«aquellas partes se debe proveher, es la conservacióno y perpetuación de los naturales de ellas... Dando»órden en que éstos naturales sean bien tratados y"conservados en su pueblos, y en el buen orden que«tenían antes en el regimiento dellos, porque segund»la grandeza de sus poblaciones, hase de creer, que si»no la tuvieran en ello buena, no se hobieran conser-vado tantos tiempos, ni disminuido eo tan pocos«como ha que se sacaron de sus costumbres.»

A tal y tan sano intento respondió seguramente laProvisión Real de D. Curios y Doña Juana, dada enGranada á 27 de Noviembre de 1íi26, en la que censu-rando y tratando de poner freno y correctivo á losexcesos ó iniquidades cometidas por muchos capita-,nes, oficiales y gentes que por mandato ó con licenciade los reyes pasaban á las islas é Tierra Firme del MarOccóano; se ordenó entre otras cosas: «Que las justi-cias procurasen saber quienes tenían indios esclavostraídos de sus tierras, é que averiguado que fuese, lospusieran en "libertad; y si no quisieran volver á sus

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tierras ó no fuera posible enviarlos, fuesen tratadoscomo libres, bien mantenidos é gobernados, sin dar-les demasiado trabajo. Que todo capitán que fuere ádescubrir tierras, llevase consigo dos clérigos de misaaprobr.dos por el Consejo de Indias por lo que toca ála conversión ó endoctrinamiento de los dichos indiosó para mirar que nadie les haga mal tratamiento niviolencia, defendiéndolos é amparándolos ó avisán-donos de los que en esto contravinieren, dice la Provi-sión: é que la primera cosa que hicieren en llegandoá las tierras de su descubrimiento ó pacificación, seadecir á los indios, por medio de intérpretes, que noslos enviamos allá para apartarlos de sus vicios ó decomer carne humana é para instruirlos en la Santa Fepara su salvación ó para atraerlos á nuestro Señorío,para ser tratados corno nuestros demás sudilos écristianos; sobre lo cual, habrá de hacérseles el acos-tumbrado requerimiento. Que, aunque procuren hacerpara su seguridad algunas fortalezas é casas fuertes,sea sin tomar á los indios sus bienes por fuerza, nihacerles mal ni daño, sino animándolos é allegán-dolos é tratándolos como Cristianos. Que la mismaforma se guarde en los rescates ó contrataciones, dán-doles toda satisfacción, de manera que estén conten-tos: é que ninguno los pueda tomar por esclavos, sograve pena. Que los capitanes ni otros no puedanapremiar á los indios á ir á las minas ni pesqueríade las perlas, ni otras grangerías, só pena del perdi-mento de sus oficios, pero si ellos voluntariamentequisieren ir como libres pagándoles sus jornales, lopueden hacer, con tal que tengan cuidado de instruir-los en la Fe ó buenas costumbres.»

Tal es el espíritu que inspiró las disposiciones rela-tivas á nuestro sistema colonial en sus primeros albo-res. Y de ese mismo humanitario espíritu, y de esatendencia liborai y bienhechora, están impregnadas laspor siempre notables leyes de Indias, á las que un mo-derno historiador no vacila en calificar de «parto elmás asombroso del ingenio humano;» puesto que, envez de aterrar con penas y castigos, no exhala másque amparo y cariño á los indefensos y desventuradosindios.

II.

A vista de tan levantados propósitos, de tan buenoscomienzos y do tan humanitarias y sabias disposicio-nes, ocúrrese á quien quiera que sea mediano conoce-dor de la historia de nuestro país el preguntar: ¿Cómoes que con tan señalados triunfos, con tan admirablesdescubrimientos, con tan inmensos y ricos territoriosconquistados y colonizados, nos empobrecimos en to-dos sentidos, mermándose horriblemente nuestra po-blación, nuestra riqueza, nuestro poder... y se fueronde entre las manos, como por ensalmo, nuestras por-tentosas conquistas? ¿Cómo es que en los nuevospaíses creció más que la cultura la despoblación, más

que la riqueza el desmedro, más que la fe cristiana ladepravación de costumbres... y al lado y por encimade unos cuan los gérmenes ó elementos de civilizacióny de progreso, las deletéreas y funestas plagas del cle-ricalismo y del militarismo'?...

Varias y complejas fueron á nuestro juicio las causasque produjeron esos fenómenos; y se comprende quedebieron ser poderosas, cuando tan formidables yprontos fueron sus efectos. No es nuestro intentoaquí el recontarlas y menos aún el desentrañarlas to-das; tarea no menos prolija que ardua, cuyo buendesempeño demanda un libro hace mucho tiempo.

Con el descubrimiento de las Indias Occidentalescoincidieron en Europa, y especialmente en España,acontecimientos que, si mirados bajo cierto aspectose han podido señalar como remedios-á graves males,nadie desconoce hoy que ellos mismos entrañabanplagas horribles y semilla de otros no menos funestos.El crecimiento del poder real, el desmedro de los fue-ros y de las públicas libertades, el abatimiento de losmunicipios, la supeditación de la nobleza, el estable-cimiento de la inquisición, la rota de las comunidadesde Castilla, la expulsión de los judíos, preliminar de lade los moriscos, trajeron á España un despotismo som-brío y asolador, que entumeció las inteligencias, ava-salló los nobles instintos, enervó los caracteres, de-pravó las voluntades, corrompió las costumbres ysembró, con la intolerancia y el servilismo, los gér-menes de los vicios y de las pasiones que degradan álos pueblos y les conducen á la postración y á lamuerte.

Causas eran todas esas más que suficientes parahacer ineficaces los sanos propósitos de la reina ca-tólica y las humanitarias disposiciones de que antesnos hemos ocupado. Y si se quisiera demostrar conhechos lo pronta y grandemente que aquellas causasinfluyeron para desnaturalizarlo todo, para corrom-perlo y perderlo, nos bastaría señalar el de la des-gracia en que desde muy luego cayeron los más no-bles y valerosos capitanes—como Colon y Cortés—yel predominio que fueron tomando los aduladores, pormás que estúpidos, los cortesanos y los que á su som-bra solamente pensaban en medrar y enriquecerse. Enuno de los memoriales dirigidos al Cardenal Cisneros,no se sabe de cierto por qué persona, pero sí que co-nocia de cerca las cosas, se dice, entre otras muy no-tables y curiosas, lo siguiente, refiriéndose á Rodrigode Alburquerque, á. Conchillos y á Pasamonte... «E»desta manera trujo gran cantidad de dineros: él sabe»at}uien los dio o lo que los hizo. E porque esto no se«supiese los que le enviaron procuraron con el Rey«que hiciese un Consejo aparte para las Indias, é nom-«braron por oidores á los mismos que allí tenian los«indios é por escribano á Conchillos que tenia ocho-«cientos. E si á uno daban la escribanía de minas, ó«había alguno de los jueces, que cada uno tenia cien

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N.° 39 T. R. PIN1LLA. ERRORES ECONÓMICOS. 99

«indios, sacábanles luego de partido, que de todo lo«que en ella ganase, así cou los indios, corno con el«oficio, que les diese la mitad á ellos. E porque no su-«piesen lo que de las Islas les traían, dieron forma»como de su mano escribieron los oficiales que residen»en la contratación de las Indias de Sevilla, á cuyo«poder viene todo el oro que do aquellas traen, de«manera que las Islas están perdidas ó se disminuyen«década dia, ó si no se remedia, en breve fallecerá la«renta ó los Indios, é aun los Cristianos que en ellas«están (1).»

III.Pero al lado de esas causas y por cima de todas las

demás, estaba la de los errores económicos que ve-nian formando la base del sistema de gobierno y ad-ministración del Estado, y que aplicados con exagera-ción y exceso de celo, después del descubrimiento,causaron con su veneno los más horribles estragos entoda la economía del cuerpo social.

Teníase por axiomático en aquellos tiempos, que losmetales preciosos eran signo y causa de la riqueza deun pueblo. Por consiguiente la clave de todo sistemaeconómico y todo el arte de gobernar, consistían enatraer y retener el oro y la plata dentro de cada na-ción, procurando los medios de facilitar su entraday oponiendo toda clase de obstáculos á su salida. Pa-góse tributo á este error económico en toda Europa,hasta los tiempos deBois-Guilleber y de Law.

Como tantos otros, los reyes de Castilla, desde me-diados del siglo XIV, habían prohibido la exportaciónde metales preciosos: y tanto había ganado aquel erroren la opinión, que á petición de las Cortes reunidas enToledo, por el año de 1480, los reyes católicos repro-dujeron la prohibición, extendiéndola al oro acuñado,y á la vajilla y otros artefactos, así de oro como deplata. La abundancia de estos metales tras la con-quista de las Américas, lejos de contribuir a que sereconociess el error y se modificase la legislación so-bre la materia, contribuyó, por el contrario, á refor-zarla, bajo la creciente influencia de aquel. No sola-mente se confirmaron las prohibiciones y se extremaronlas penas á cuantos extrajesen del reino el oro en mo-neda, en barra, en polvo ó en artefacíos, sino que sepromulgaron leyes suntuarias, poniendo absurdas tra-bas á la fabricación de artefactos de oro y plata. Laspragmáticas de 3 de Marzo de 1832—19 de Julio de1839 y 29 de Diciembre de lbbl—prohibían rigoro-samente la fabricación y el uso de hilo y tejidos deoro y plata, así como de armaduras, arneses y empu-ñaduras en cuya construcción entrase parte alguna deaquellos metales.

Los resultados no se hicieron esperar largo tiempo.«La oleada de preciosos metales, dice un modernohistoriador, que de las Américas venía á España, y

(1) Colección de documentos ini-dUos. Tomo I U864), púg. 2S0.

que aquella errónea preocupación se afanaba por es-tancar en el reino, dio al traste con toda industria ytoda manufactura.» Con la abundancia de los metalesencarecieron los jornales; y on la misma proporciónque se depreciaban el oro y la plata (on el espacio deun siglo, llegaron á perder cuatro quintos de su valor),subieron los precios do todos los artefactos. Fue des-de entonces imposible la competencia á nuestra in-di stria: cerrados para ella todos los mercados, hubode ir á menos la producción; á punto que no sólollegó á ser nominal el monopolio del comercio con elNuevo Mundo, sino que por confesión de nuestros his-toriadores y economistas, á fines del siglo XVII losextranjeros vendían á los españoles cinco sextas par-tes de los artefactos consumidos en el país, y nuevedécimas del comercio dé América.

Los errores se aman y se necesitan on todo; peroen ninguna otra esfera engranan tanto, y en pocas sonmás trascendentales como en la esfera económica.Para curar los males que produjo el estancamiento delos metales preciosos, con su cortejo de leyes prohi-bitivas; para sostener forzada y violentamente el mo-nopolio del comercio de las Indias Occidentales, seechó mano de la tasa. Semejante remedio no podíaproducir más efecto que el de exacerbar el mal; y loexacerbó hasta el punto que antes queda indicado.

En semejante situación de desmedros, y marchandoá toda velocidad por el plano inclinado de tan erróneosistema, llegó á tal grado la aberración de los enten-dimientos y la perturbación de las ideas, que los pro-curadores del reino clamaban en las Cortes contraaquello mismo quo, aun cuando artificialmente, podíade algún modo ir sosteniendo la producción y la vidaindustrial del país, contra el monopolio del comerciode las libias.

Una de las peticiones hechas al rey por los procu-radores del reino en las Cortes de Valladolid, celebra-das en 1848, contieno los absurdos que van á leerse:«Estamos viendo diariamente subir y crecer los pre-cios de abastos, de paños, sedas, cordobanes y otrosrenglones que salen do las fábricas, y que son impres-cindibles para los naturales, y nos consta que estasubida procedo únicamente de la traslación de dichasmercancías para las Indias... Este desmán es ya tanrematado, que no hay quien arrostre tamaña carestíaen todos los ramos de precisa subsistencia. Ahorabien, siendo tan positivo ó innegable que las Américasaprontan lanas superfinas, ¿por qué los naturalesno se fabrican allí sus paños? ¿Producen tambiénaquellos países la seda? ¿Por qué no se han de labrarpor sí mismos sus terciopelos y sus rasos? Y luego,¿no sobran por allá cueros para surtirse y aun paraenviarnos el sobrante?... Por tanto, suplicamos á V. M.que prohiba la exportación de tales géneros.» Esto noha menester de comentarios.

¡Qué extraño que á fines del siglo XVII los extran-

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'100 REVISTA EUROPEA.—22 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.° 39jeros vendiesen á los españoles cinco sextas partesde los artefactos que consumía España, y nueve déci-mas del comercio de América, que había querido es-tancar en sus manos!

Así vino á ser el contrabando de las Indias manan-tial perpetuo de opulencia para la insaciable extranje-ría, al paso que de enervación, de miseria y de des-gracias sin cuento para la mal gobernada nación es-pañola.

Tan inmediatas hubieron de ser y con tal fuerza sedejaron sentir las consecuencias desastrosas de aquelzurdo egoísmo, disfrazado con el nombre de monopo-lio de los Tesoros de las Indias; tan visiblemente con-traproducentes las absurdas medidas de la tasa, y delas prohibiciones y de los privilegios, con su cortejoobligado de trabas, y de registros, y de irracionalpenalidad, que fue menester toda la postración en quehabía caido la infeliz España á consecuencia de la rotadeVillalar y del allanamiento de Aragón... fue nece-sario que llegase á erigirse en dogma y además enúnico recurso desalud aquel vulgar refrán: «Con elRey y la Inquisición... ¡chiton!...» todo eso y másfue preciso para que, hasta principios del siglo XVII,no se levantasen fuertes y sentidos clamores contraunas ú otras de aquellas medidas. A tal punto habíallegado la postración del país.

En el año de 1608, ya los mismos diputados á Cor-tes solicitaron con la mayor eficacia que se derogasenlas Pragmáticas de lbS8, 1871 y 1S82 relativas á latasa de los granos. Accedió á ello Felipe III; mas toda-vía se dilató la publicación de la ley hasta 1619, Ni poreso se.dió á mandamiento el error. Insistió y logró queel mismo Felipe III derogase tan saludable ley, pormedio de otra Pragmática dada en 1628. Y aunque elerror y sus funestes consecuencias estaban ya al des-cubierto; y aun cuando las Cortes de 1632 volvieron árepetir las más vivas instancias, haciendo con sus ra-zones demostración evidente de que la tasa en el pre-cio de los granos destruía á los labradores, disminuíalas sementeras, aumentaba la escasez y producía lamiseria y la despoblación del reino todavía nomurió el error; ¿odavía continuó el absurdo funestí-simo de la tasa, hasta el reinado de Carlos III: y gra-cias á la dichosa influencia de los Cabarrús y Florida-bl?ncas se promulgó la Pragmática de 11 de Juliode 176S derogatoria de la tasa de granos, y por ello lalibertad de su comercio dentro del reino.

IV.

Un gobierno poseído de aquellas absurdas doctri-nas—doctrinas que introdujo en España el desgcacia-do Alonso X, pero de las que él mismo se asustó alpalpar sus consecuencias; errores que retoñaron conDon Juan II, y que dominaron en absoluto con Feli-pe II y sus sucesores,—un gobierno, digo, tan refrac-tario á toda medida que arrancase de los principios de

libertad, no podía llevar á sus nuevas colonias otracosa más, que lo que tenía en sí mismo: estrechez demiras, recelo de su propia sombra, trabas para todo,desconfianzas en todo y de todos, prohibiciones, mo-nopolio, ininteligente egoísmo, favores mal colocados,y tiranía exterminadora de todo germen fecundo, detoilo pensamiento noble y levantado.

Los tristísimos frutos que de semejante política harecogido España, así dentro como fuera, no deben yahoy causarnos extrañeza. Eran necesarios: eran inde-clinables consecuencias de los funestos errores queformaban la base de aquella política. El que siembragrama no recoge trigo.

A nueve mil millones de pesos hace subir Zabala yAuñon el valor de la plata y el oro exportados denuestras Amóricas en el período de 239 años—ó seadesde 1492 hasta 1731—y su cálculo, formado porlos datos oficiales de su tiempo y por los que ha-bían adquirido en el suyo Alonso Morgado,D. Luisde Castilla, y Navárrete, es diminuto á no dudarlo.Cuatro mil y cuarenta millones de pesos eran los re-gistrados ásu introducción en España, durante aquelperíodo. El mismo Zabala declara, que de público yt

notorio se calculaba en más de otro tanto lo que sehabía introducido sin registro; y añade: «que las cre-cidas cantidades que en especie de oro y plata habíanextraído de aquellas comarcas los comerciantes ex-tranjeros, en el mismo período de tiempo, asegurancomunmente que son mucho mayores que las quepueden haberse conducido á España.»

Con la quinta parle, dice el mismo Zabala, de loque .efectivamente ha venido á España que hubiesequedado en ella, no habría en el mundo reino máspoderoso, ni en que más abundase el dinero. Y suce-de, «que exceptuando algunos particulares y algunospueblos en que hay tal cual comercio, donde el faustoy la vanidad están en su punto, en los demás del in-terior, apén"as se ve un doblón, y en muchísimos, niplata gruesa.»

Y era natural. Por efecto del mismo sistema de pro-hibiciones, y de privilegios, y de monopolio, y de tra-bas, y de gabelas absurdas y opresivas, nos hallába-mos sin industria, sin agricultura, sin fábricas, sin ga-nados, sin comercio, sin capitales, sin población; peroeso sí, con no poco vano orgullo, con grandes hábitosde holganza, con trescientos mil clérigos de ambossexos y de los dos estados, seglar y regular, y conbastantes D. Juan de Robres. Mucho hijodalgo, mu-chos mayorazgos, muchas fundaciones piadosas,nueve décimas de la riqueza mueble é inmuble enpoder de la mano muerta; pero de paso grande esteri-lidad y miseria inmensa, al lado de unas cuantascasas opulentas que daban enojos al rey y al reino consu lujo y sus vicios. El oro y la plata tenían que irseadonde hubiera lo que á nosotros nos faltaba.

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N.° 39 T. R. PINILLA.—ERRORES ECONÓMICOS. 101En tal situación, y á la luz de tamaños errores eco-

nómicos, cupo á España en suerte desarrollar su accióncivilizadora en las islas y Tierra Firme del Continente,que el genio de Colon abriera al poder de esla na-ción, y sobre el que habían alzado triunfante su ban-dera hombres de un temple de alma tal, que sólo enla mitológica edad de los héroes y semidioses se ha-llarían tipos con quienes poder ser comparados.

Ni los celos, ni la envidia, ni la enemistad de lasdemás naciones, nada y nadie ha podido disputarnosesas glorias. Pero en cambio, todo el mundo conociónuestro zurdo procedimiento para la explotación y co-lonización de tan vastos como ricos territorios: y loque es más triste, todo el mundo se aprovechó á suplacer de nuestros errores. Desconocer esto, sería ya,no ignorancia supina, sino crimen de lesa nación. Ne-garlo... vanidad ridicula ó pueril.

V.

Todavía aquella situación y aquellos errores, causaseficientes del malogro del descubrimiento, no habríansido poderosas á engendrar los desastres y desme-dros que nos procuró aquella gloria, si no se hu-biera agregado á tales causas la má3 desventurada detodas, en medio de su ventura; la de haberse reali-zado el bello ideal de Cristóbal Colon; la de haberseencontrado, de verdad, la tierra del oro y de la plata.Todas las demás riquezas que guardaba y que nosofreció aquel continente, frutos, maderas, plantas,aves, hombres, tradiciones, monumentos, todo habríaservido de estímulo, al trabajo y de medio eficaz deengrandecimiento y de sólido poder: los tesoros quenos mostraron sus minas y sus mares fueron los in-mediatos, los más eficaces causantes de todos nues-tros males. Esto se tendrá por paradógico, pero esverdad.

No es ello decir, que los metales preciosos sean desuyo causadores de males, no. Tal afirmación sería ab-surda. Ei oro y la plata son poderosos elementos deprosperidad. Pero lo son, cuando se buscan y se em-plean como tales elementos, como medios, como ins-trumentos del trabajo ó do la producción: de ningunamanera, cuando se buscan como fines y so empleanpara fomentar la holganza y los vicios. Y esto cabal-mente hicieron nuestros descubridores, conquistado-res y despobladores. El auri sacra fames Jos fascinóy los cegó casi á todos. Y los errores económico-polí-ticos, de que eran víctimas los pueblos y partidariosacérrimos los gobiernos de aquella época, fomentaronel mal y le hicieron irremediable.

El auri sacra fames eludió é hizo estériles las sa-nas intenciones y sabias y humanas ordenanzas deIsabel I: estragó á los descubridores; pervirtió á losministros, consejeros y magistrados; reclutó carava-nas de insaciables y sanguinarios aventureros; acon-sejó los repartimientos de indios; produjo su exter-

minio vel quasi; hizo olvidar la agricultura, el fo-mento de la riqueza pecuaria y de la industria; despo-bló aquellos países; los regó de sangre; esparciósemilla de inextinguibles odios y de tremendas expia-ciones.

El auri sacra fames produjo aquella nube asoladorade Conchillos, Vegas, Almazanes, Bobadillas, Pasa-montes, Alburquerques, Órlales, Castañedas, Astudi-llos, Lares y sus comilitones y sucesores, cuyas haza-ñas se escribieron allá con sangre, y acá han yacidoocultas y cubiertas con el polvo de nuestros archivos.

El auri sacra fames abusó de las postrimerías deFernando el Católico; ahogó las voces é hizo estérileslos heroicos esfuerzos de Fr. Bartolomé de las Casas,de Zuazo, de Vadillo, de Zurita, de Mendoza, de laOrden entera de PP. Dominicos (que tienen la gloriade haber sostenido esforzadamente la causa de la li-bertad de los indios y de las Indias), y del mismo Her-nán Cortés: inutilizó los firmes y buenos propósitosdel Cardenal Cisncros y de sus comisarios los tresPP. priores de San Gerónimo: y lo que es más; hizodel todo estériles y vanas las reparadoras y bellísimasOrdonanzas-leyes de Indias dictadas por el gobierno deCarlos I á instancia y por consejo del incansable pro-tector de los indios, el o'bispo de Chiapa.

VI.

No hay pecado que deje de llevar consigo su peni-tencia. Hasla los errores purgan los vicios que entra-ñan. Es ley ineludible la de la expiación. De la escla-vitud y de la sangre, frutos de sangre y.de esclavi-tud. Y de todo ello miseria y despoblación acá y allá:hábitos de holganza; apetitos insaciables; gangrenamoral. De ahí las violencias, las prohibiciones, las ta-sas, los monopolios, los privilegios, los abusos detodo género; y por consecuencia de ello la inmorali-dad erigida en sistema, y la corrupción social. De ahílos retrocesos en lodo; el atraso consiguiente en to-das las esferas de la humana actividad; la postraciónde las artes y del comercio; los desmedros y desastressin fin; las pérdidas sin cuento; el engrandecimientode Holanda, Inglaterra y Francia, y la extenuación deEspaña.

Todo esto se vio y se previo en aquellos mismostiempos, de la manera que en ellos era posible preverloy decirlo.—Los archivos públicos y particulares es-tán atestados de preciosos documentos que lo acre-ditan. En todos ellos se describe el mal con vivoscolores: y si no se determinan con fijeza las verdade-ras causas, se dejan traslucir. Hay en ellos mucho em-pirismo; pero también muy hondas verdades, quedebieron aprovecharse. Del mismo modo que en nues-tros arbitristas de los siglos XVII y XVIII, hay no po-cas preocupaciones y falsas teorías; pero también gran-dísimos alisvos.

lió aquí un estudio digno de los modernos econo

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misllas, y que no seria infructuoso'; pero del que pordesgracia no se han ocupado, al menos en nuestropaís., y en el sentido que dejamos apuntado. Patenti-zar los errores económicos de las doctrinas que sirvie-ron de criterio á nuestros gobiernos durante lossiglos XV y XVI: las consecuencias que produjeron: lascontroversias y consejos y trabajos científicos á quedieron ocasión durante los siglos XVII y XVIII: lo queen éstos hubo de erróneo y funesto, y lo que deacertado y previsor... hó aquí el trabajo á que nosreferimos, el cual aún es tiempo de hacer.

Pero si la ciencia no lo ha enseñado, la experienciase ha encargado de hacer evidente, que si al sistemade esclavitud, de privilegio, de monopolio, de prohi-biciones y de trabas, hubiese reemplazado el de liber-tad y de justicia; y si la explotación de minas y decriaderos hubiera hecho lugar á la explotación agrí-cola, pecuaria y comercial, la América sería españolay España la primera nación de Europa, con inmensasventajas para la civilización y para el progreso, dadaslas cualidades de noble generosidad y de heroica ab-negación que caracterizan á la raza latina, y con espe-cialidad al pueblo español.

Véase aquí, como de causas, al parecer livianas, sederivan consecuencias y fenómenos de trascendenciainmensa. Si el oro del Perú hubiera permanecidooculto para los españoles, y en su lugar hubiesenconocido y descubierto el guano y su importancia...¡Cuántos males se habrían evitado! ¡Cuántos benefi-cios hubieran reportado América y España! Y esto sepuede asegurar y demostrar sin ser ciego partidariode aquella escuela, que sólo ve en la agricultura laverdadera fuente de la riqueza. Pero como tampoco loes el capital, sin el trabajo... de ahí que todo lo queponga en actividad el trabajo... todo aquéllo que lo ex-cite, lo fomente ó lo provoque, será grandemente pro-ductor: será fuente de riqueza: sobre que el trabajo es,á mayor abundamiento^ sano, recreativo, civilizadory humanitario.

Y es el caso, que del guano á el oro hay—aparte deoirás—esta notatle.diferencia. El primero vale mucho,trabajando; absolutamente nada si no so aplica á laproducción. Mientras que el segundo vale sin trabajar;sirve para no trabajar, y no parece sino que es ene-migo del trabajo, aun consagrado á la producción.

Se dirá, que á monos de volverlo á enterrar, el oroen definitiva también aumenta la producción, puestoque facilita el consumo. No he negado yo esa cualidadal oro cuando se emplea bien. Pero me ocupo de Es-paña, que lo grangeó á tuertas y lo perdió á ciegas.

TOMÁS R. PINILLA.

APUNTESI ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD

EN LAS ISLAS DE CUBA Y PUERTO RICO.

(Conclusión.) *

Al tratar de los proyectos de abolición extra-oficiales, ocurre desde luego la necesidad de redu-cir cuanto sea posible la relación de ellos; porqueunos se refieren sólo á Puerto Rico, en cuya islaestá la cuestión definitivamente resuelta; otrospertenecen á época en que la esclavitud no habíasufrido las modificaciones que introdujeron des-pués las leyes de Julio de 1870 y Marzo de 73, yalgunos repiten las ideas de los anteriores, dedu-ciendo de ellas, con leves variaciones, las mismasconsecuencias. Bastará, pues, la exposición de losmás importantes.

A esta clase corresponde, sin duda, el publicadoen 1863 por Un propietario cubano. Fija el pe-ríodo de 20 años para llevar á cabo la abolicióncompleta, y establece el principio de que han deconsiderarse libres los que en lo sucesivo nazcande madres esclavas, bien que la libertad no hayade tener efecto hasta que cumplan veinte años deedad, quedando entre tanto al cuidado de sus pa-tronos, que utilizarían sus servicios en retribuciónde la asistencia material que les prestaran, y desu instrucción moral y religiosa. No concede in-demnización por los esclavos introducidos frau-dulentamente, que calcula en número de 88.400,pero sí por los 282.000 restantes; y suponiéndolesdivididos en ocho categorías, según que cuentenmenos de un año, de uno á siete, de ocho á quin-ce, de diez y seis á cuarenta, de cuarenta y uno ácincuenta, de cincuenta y uno á sesenta, de se-senta y uno á setenta, y de setenta y uno á ochen-ta, con el valor respectivamente de 100 pesos,300, 600, 1.000, 500, 300, 100 y 34, deduce que elcoste de la indemnización sería de 180.800.000pesos próximamente. Para su pago reparte estasuma entre 917.000 personas blancas y libres decolor que puedan contribuir, resultando la capi-tación á 138,28 pesos por contribuyente en losveinte años, ó sea á tí,91 pesos anuales. Paraobviar inconvenientes propone además la imposi-ción de 2 por 100 sobre los productos de la ri-queza de la isla, la cual daría 2.700.000 pesos alaño y 54.000.000 en los 20, y otra contribuciónigual sobre la riqueza de la Península, cuyos pro-ductos equipara á los de Cuba para el caso, vi-niendo por este medio á dejar reducida la capita-ción á 79,37 pesos ea los veinte años, ó 3,97

Véanse loa números 37 y 58, páginas 48 y 73.

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anualmente. Dispone, por último, que la indem-nización se verifique por plazos de uno á dosaños.• En Agosto de 1865 el periódico La Época, quetrata muchas veces, y con gran inteligencia, delos asuntos ultramarinos, publicó otro proyectocon arreglo al cual debian quedar en la situaciónde emancipados y sujetos al aprendizaje, por ochoaños, todos los negros esclavos comprendidos en elcenso general que se formare. Partiendo de la basede que -entonces existían 360.000 esclavos, conla tasación individual, por término medio de 500pesos, proponía la creación de una deuda local de180.000.000 de pesos, cuyos intereses al 5 por 100,importantes 9 millones, se pagarían de los llama-dos sobrantes de Ultramar y de las cantidadesque pudieran economizarse en los presupuestos degastos.

Ayudarían á la ejecución del proyecto varias re-formas en el régimen fiscal de las antillas, y untratado de comercio con los Estados-Unidos, quepermitiese buscar con ventaja su mercado natu-ral á los productos de aquellas provincias.

En el mismo año de 1865 el coronel y distin-guido escritor D. Francisco Montaos y Rovillardpublicó, no sin gran alarma de los poseedores deesclavos, un proyecto que merece muy especialconsideración.

Tiene por objeto el emancipar la esclavitud enlas antillas españolas, tomando por base las or-denanzas que autorizan la coartación y favorecen-el rescate de la libertad de los esclavos, sin intro-ducir grandes perturbaciones en la organizacióndel trabajo, sin que sobrevenga la repentina bajade los valores en todas las esferas de la propie-dad y sin que el Gobierno vea disminuidos nota-blemente los recursos con que cuenta para cubrircon holgura las obligaciones del Tesoro. De aque-llos dos principios fundamentales deduce los me-dios de llevar á efecto la emancipación gradual,adquirida por el precio del trabajo de los escla-vos, retribuido por sus mismos señores, sin queel sacrificio que á éstos imponga tal obligaciónpueda afectar de un modo demasiado sensible losrecursos de que disponen.

Divide al efecto los esclavos en cinco series, poredades de uno á veintiún años, de veintiuno ácuarenta, de cuarenta á sesenta, de sesenta á se-tenta y de setenta en adelante. Los comprendi-dos en la 2.a, 3.a y 4.a series son coartados paralos fines de la emancipación en 600, 400 y 200pesos respectivamente. Los de la 1.a no entranen el goce de este beneficio hasta que cumplanveintiún años, á fin de resarcir con su trabajo losdispendios que ocasionaron á sus dueños en laépoca de su niñez; y los de la 5.* se excluyen de

la coartación, porque en su avanzada edad, lejosde prestar utilidad, son una carga que deben so-portar los dueños, como justísimo tributo á susservicios anteriores.

El dueño del esclavo puede justipreciarlo al ha-cer el traspaso de su propiedad, exigiendo, sobrela cantidad coartada la prima que tenga por con-veniente, salvo los casos de tasación que las leyesdeterminan. De este modo el valor del esclavopara su coartación, en nada altera su valor enventa, y pueden estimarse las circunstancias desu estado físico y moral.

Los esclavos de la 2.a, 3.a y 4.a series disfrutan,á contar desde el día de la publicación de la ley,además de la manutención, vestido y asistencia,un salario mensual de tres pesos, cuya mitad,acreditada en una libreta según corresponda, seles retiene con el objeto de ir reduciendo gradual-mente el importe de la cantidad en que seancoartados. De la mitad restante disponen con en-tera libertad, ya para proveer á sus necesidades,ya para destinarla al fondo de su rescate, al cualtambién pueden allegar otras cantidades que ad-quieran por diferente concepto. Los coartadosen 600 pesos pueden así obtener antes de losdiez y seis años su libertad; los de 400 en menosde doce; y los de 200, en cinco próximamente; .plazo adecuado á las edades comprendidas en cadaserie, y que los más industriosos reducirán con elfruto de su laboriosidad en ventaja propia y de susdueños.

Los hijos nacidos de madre esclava son libresantes de los veintiún años; y tanto éstos comolos que, habiendo vencido su rescate, no tenganun patrono á quien alquilar su trabajo, conti-núan empleados en los de la finca á que perte-nezcan, en virtud de un contrato, cuya duraciónpuede variar de uno á cinco años, con los mismosbeneficios y salario que disfrutan los colonos asiá-ticos, á no ser que el dueño convenga en otroajuste más ventajoso para el liberto.

Los esclavos que al tiempo de vencer su rescatehayan cumplido sesenta años y deseen permane-cer en la finca, ó no tengan donde ocuparse, con-tinúan con sus antiguos señores dedicados á lasocupaciones en que puedan ser empleados, y re-ciben la misma asistencia que los demás, perosin devengar jornal.

Como compensación de los sacrificios que elproyecto impone á los dueños de esclavos, su-prime la contribución del diezmo y faculta alGobierno para imponer á las empresas dé inmi-gración un canon sobre cada boleta de .desembar-que. El autor del proyecto, después de asegurarque aquella contribución es más onerosa que pro-ductiva, y tan ocasionada á abusos que sus pro-

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duotos para el Erario nunca han llegado á unmillón de pesos, confía en que el Gobierno reci-birá bastante compensación de ella con el mayordesarrollo de la agricultura y el aumento de lapoblación blanca.

Para hacer imposible la continuación de la tra-ta,, que á tantas complicaciones y abusos daríalugar adoptado que fuese el proyecto, autorizaéste la libre introducción de colonos africanos,que deberá hacerse por empresas particulares,bajo las mismas condiciones y formalidades pres-critas á los importadores de colonos asiáticos ó deotra procedencia.

Finalmente, si trascurridos 25 años después depromulgada la ley de emancipación, no se hubiereextinguido del todo la esclavitud, el gobierno po-drá adoptar una medida general con este deter-minado fin, resarciendo los perjuicios que oca-sione.

En opinión del Sr. Montaos, las citadas dispo-siciones preparan insensiblemente al esclavo alcambio de situación, sin que pierda los hábitosde disciplina y de respeto, y establecen la retribu-ción del trabajo por los amos, sin que tal deberaumente demasiado los gastos de la producción,ni sirva de obstáculo á su desarrollo. Por el con-trario, la remuneración del esclavo hace desapa-recer los inconvenientes que se oponen á la inmi-gración africana, llamada á sustituir á la asiáticacon ventaja del agricultor y de la moral pública,pues es incuestionable la mayor aptitud de loshombres de aquel origen para los trabajos agrí-colas, así como su mejor índole y más robustaconstitución.

Con la publicación en la Habana del proyectodel Sr. Montaos casi coincidió la hecha en la Pe-nínsula de unos interesantes escritos de D. Ca-lixto Bernal, en los que, al tratar de la Ley cons-titutiva para las antillas, se hace notar respectode la abolición de la esclavitud, que los habitan-tes de aquellas provincias no son apegados á tanfatal institución, y que, por lo mismo, la propen •sion que allí se manifiesta á las emancipacionesvoluntarias, bastaría, acompañada de una me-dida, como la libertad de los nacidos de esclava,para extinguir la esclavitud en algún tiempo, sinnecesidad de indemnización y sin peligro algunoni perturbación en los elementos del trabajo, quede esa manera se iría también transformando gra-dual y necesariamente por el interés de todos, quees el móvil más seguro.

Apareció asimismo, por entonces, un folletodel Sr. López de Letona, conocedor de los asun-tos de Ultramar, con el título de Isla de Cuba,reflexiones sobre su estado social, político y econó-mico, en el que se propone, como medio de extin-

guir la esclavitud, la revisión y reforma en unsentido benévolo y humanitario de las disposicio-nes que regulan el trabajo de los esclavos y sutratamiento por parte de los dueños, la declara-ción de libertad de los que en lo sucesivo nacie-ren en la servidumbre y la fijación de un brevetérmino para dejar libres por completo á los queentonces, bajo el nombre de emancipados, vivíanen una condición tan dura como la del verda-dero esclavo. Con estas medidas y la represióneficaz de la trata, juzgaba el autor que se extin-guiría totalmente y sin violencia la esclavitud enen algunos años; y aun pensaba que podría seña-larse un. término seguro á su existencia, limitán-dole á lo que durase la generación presente.

Don Francisco de Armas y Céspedes, en sulibro titulado De la esclavitud de Cuba, impresoen 1866, trata con gran inteligencia la materia deabolición.

Demuestra este escritor, que la esclavitud es unmal moral y al mismo tiempo un mal económico,y que no es posible dejarla subsistente tal comose halla; pero en beneficio de la misma poblaciónesclava y de toda la comunidad, cree necesariobuscar medios de hacer la transición sin violenciay sin graves perjuicios, ya que no con ventajaspositivas. Juzga desde luego inaceptable la eman-cipación inmediata, que, lejos de bienes, acarrea-ría daños irreparables y cortaría el nudo en vezde desatarle; la fijación de un día en que todos losesclavos indistintamente entrasen en el goce dela libertad; la declaración de libres de los quenacieren después de un dia señalado, y la mismaconcesión en favor de las hembras que naciesende madres esclavas después también de deter-minado dia.

Alterar más ó menos rápidamente el sistemade trabajo y mejorar al mismo tiempo la situa-ción de las clases trabajadoras, en virtud de dis-posiciones discutidas en una asamblea convocadapor el Gobierno y compuesta de los representan-tes que el país eligiese, le parece al Sr. Armas elmedio más racional y prudente de llegar al acier-to en la resolución del difícil problema.

La ley que se dictase debería proponerse losobjetos siguientes:

«1.° La extinción inmediata, no de la esclavi-tud, sino del principio esencial de ella, que sóloreconoce en el esclavo una cosa sujeta al caprichodel dueño, ó cuando más un semoviente.

2." Eficaz alivio en la condición física del tra-bajador, para que no se le obligue á trabajar diezy seis horas diarias, para que se le den alimentosadecuados y para que obtenga el descanso nece-sario.

3.° Allanamiento de los obstáculos que exis-

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N.° 39 E. A. SANJURJO. LOS PROYECTOS DE ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD.. 105ten para la civilización relativa de la poblaciónservil, proporcionándole medios de recibir salarioy educación, de mejorar moral y materialmentesu condición, y de llegar con el tiempo á adquirirpor sí misma la libertad absoluta, sin deberla ánadie sino á su trabajo; en cuyo caso es bien se-guro que no abusará de ella quien supo conquis-tarla por sí propio y con su industria.

Y 4.° Conservar mientras tanto el orden y laactual estructura de la propiedad, protegiendo:al propietario contra la rápida paralización deinmensos capitales invertidos en la industria;' alcomercio contra el instantáneo entorpecimientode una de las más copiosas fuentes de la produc-ción; y á toda la comunidad, incluso la poblaciónesclava, contra la disolución del vínculo socialque á todos une, ó contra la destrucción del ordennatural.»

Indica el autor varias medidas oportunas parael fin á que se aspira, y entre ellas, la adopcióndel sistema de tareas ó clases; el señalamiento desalario, no mezquino ni ilusorio, de cuatro pesosmensuales al esclavo de primera clase, de seis alde segunda, de ocho al de tercera, y un aumentode 50 centavos al coartado por cada 50 pesos entregados de su valor, además del alimento, ves-tido y asistencia en caso de enfermedad ó senec-tud; la ampliación de los derechos de que disfru-tan los coartados; el aumento de los medios que elesclavo tiene de adquirir para sí y de extender supropiedad y los productos de su industria; y final-mente la reducción á siete de las horas de trabajo,ó cuarenta y dos á la semana, con aumento máxi-mo hasta cuarenta y ocho, por vía de disciplinay corrección. «Demos al esclavo, dice el señorArmas, todos los derechos de que puede gozar sininconveniente, educación, espíritu de industria;elevémosle, sin que él mismo se aperciba de ello,á la categoría de hombre antes de hacerle hombrelibre; franqueémosle las puertas para que salga,si lo merece, de la limitada servidumbre en quepor corto tiempo habrá de permanecer; pero, porahora, dejémosle-el nombre de esclavo, que esuna garantía eficaz de que no se perturbará tra-bajando y de que llegará á adquirir moralidad yhábitos de industria.»

Además de las medidas indicadas, reclama elSr. Armas otras como de suma utilidad para pre-parar la extinción de la esclavitud, á saber: la re-presión de la trata; el registro ó empradrona-miento de los esclavos; la modificación del régi-men fiscal de Cuba de modo que favorezca laproducción y el cultivo; la*reforma en el mismosentido de las leyes económicas de la Penínsulaen lo que á los productos de Cuba se refiere, y elcambio conveniente del sistema político de la isla.

La obra Estudios sobre la isla de Cuba: la cues-tión social, que publicó en 1866 D. Fermín Fi-guera, contiene un proyecto de abolición de laesclavitud, basado en razones morales y económi-cas y en consideraciones políticas de importan-cia. El autor fija en veinticinco años el términopara llevar á cabo la emancipación, y calcula en220 millones de pesos, en números redondos, laindemnización á los poseedores de los 365.900 es-clavos existentes, menores de ochenta años, loscuales divide para el caso en clases de uno á diezaños, de once á quince, de diez y seis á cuarenta,de cuarenta y uno á sesenta, y de sesenta y unoá ochenta, con los valores respectivamente de300, 500, 800, f>00 y 300 pesos. A los mayores deochenta años les considera sin valor alguno.

Suponiendo que sea de 2,50 por 100 al año, delcapital que representan los esclavos, la cantidadque debe destinarse á su amortización, ó de 62,50por 100 en los veinticinco años, importante una yotra 5.500.000 ó 137.500.000 pesos, resultará queal llegar el plazo de la abolición, los negros exis-tentes en Cuba no deberán tener de coste parasus dueños más que 82.500.000 pesos.

Suponiendo también un exceso de 5.000.000 depesos anualmente en las rentas de la isla, destinade esta suma millón y medio á la formación de unfondo para la indemnización. Invirtiéndolos en tí-tulos de la Deuda consolidada de 3 por 100 espa-ñol y calculando que la adquisición de estos valo-res se hiciese en términos que asegurasen á loscapitales invertidos en ellos un- ínteres de 6 por100, la suma de capitales ó intereses ascenderíaen los 25 años á 82.169.000 pesos, y continuandola suposición de que los títulos se adquiriesen altipo méTSio de 50 por 100, resultaría que con la re-ferida suma se habrían comprado 3.291.829.000reales nominales, ó sea más de la sexta parte de latotalidad de nuestra Deuda. Aun cuando en losprimeros años sufrieran alguna disminución lascantidades con que el Tesoro de la isla auxiliabaal de la Península, muy pronto se vería compen-sada esta falta con la rebaja que tendrían las su-mas consignadas en nuestro presupuesto para elpago de los intereses de la Deuda, puesto que porlas Cajas de la Habana debería atenderse al ser-vicio de los intereses de los titulos que se fuesenadquiriendo, hasta el límite que lo permitiesenlos productos de sus rentas.

El Sr. Figuera no sólo da á los habitantes delas Antillas la intervención, sino la gestión com-pleta del plan, á cuyo efecto se creaba un Con-sejo de Administración presidido por el Goberna-dor capitán general. Localizando así en las Cajasde Cuba el pago de los intereses de 3.291.828.800títulos del 3 por 100, que ascienden á 98.754.371

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reales, el Tesoro de la Península se compensaríade los sobrantes que hubiere de recibir de la islay aun de los 74.601.896 rs. qus debía suplir, se-gún el estado demostrativo que acompaña al pro-yecto.

El conde de Vegamar, al presentar en 1867 á laJunta informativa su dictamen acerca del inter-rogatorio referente á la esclavitud, proponía, ade-más de la represión de la trata declarándola pi-ratería y confiscando los bienes de los armadores,la libertad de los nacidos de madre esclava, lacoartación y abono de salario, el aprendizaje delos menores de quince años, la indemnización áios poseedores y el señalamiento del término dediez años para la abolición definitiva; y en Octubredel año siguiente publicó la Memoria que habiadirigido al ministro de Ultramar, con el carácterde diputado permanente del ayuntamiento de laHabana y de propietario y hacendado en la isla deCuba. Refiriéndose al citado dictamen, se mani-fiesta conforme con la declaración, entonces muysolicitada, de libertad de los nacidos en la esclavi-tud, á contar desde el 30 de Setiembre; pero pro-pone que se les mantenga á cargo délos dueños delas madres, con el carácter deaprendices, ocupán-dose exelusivamente de las operaciones agrícolas'hasta la edad de diez y ocho años, y recibiendo des-da la de doce una retribución progresiva ó salarioadecuado á los trabajos quedesempeñen. Cumpli-dos los diez y ocho años, tendrían libertad paracontinuar en las fincas de sus antiguos amos, ó enla de cualquier otro, mediante un salario conven-1

cional; y de no conformarse á ello, deberían pasará la Península para ser destinados al servicio delas armas, en batallones negros, como los que ála sazón existían en el vecino imperio, ó en el ser-vicio de la marina de guerra, á estilo de lo quesucede en Francia y en Inglaterra. Respecto delos demás esclavos establecía la emancipación enbeneficio de ellos mismos y de los hacendados,Jijando una escala gradual de su valor desde unoá quince años, de diez y seis á treinta, de treintay uno á cincuenta, y de cincuenta y uno á sesentay cinco para los varones, y sesenta para las hem-bras, con los valores respectivamente de 300,(500, 700 y 500 por los primeros, y 250, -500, 400y 300 por las segundas. El término medio del va-lor fijado álos esclavos, se abonaría á los dueñospor anualidades en el período de quince á diez yocho años; y á su vez los dueños abonarían anual-mente, durante el mismo plazo, un salario remu-neratorio por el capital que percibieran del valordado al esclavo, distribuyendo su importe, mitadá éste, mitad á un fondo general de emancipación.

Los sierros mayores de sesenta y cinco años, óde sesenta si fueren hembras, deberían adquirir

también su libertad desde la indicada fecha, per-maneciendo, á voluntad de ellos y de los amos,en las mismas fincas ó pasando á los asilos públi-cos, que al efecto debian construirse en el campo,mantenidos por mitad á expensas de los dueños ydel fondo de emancipación.

A mediados de 1870 publicó D. José SuarezArgudin un escrito, con el título de Cuestión so-cial, que examina muy extensamente la materiade que se va tratando. Opina que puede conse-guirse la extinción total de la esclavitud sin pe-ligro alguno, antes bien con gran utilidad y pro-vecho de los intereses de la isla de Cuba,, refor-mando el reglamento, de 1842, con la concurrenciade los poseedores de esclavos. La ley, auxiliada delas costumbres, ordenando en un sistema com-pleto las disposiciones vigentes, beneficiosas parael siervo, deduciendo de ellas otras complementa-rias y adicionándolas en lo que fuere preciso,llegará á conseguir que aquel por su propio im-pulso y por su propia fuerza utilice los medioseconómicos que se le ofrezcan, y se redima y edu-que para el empleo de ,1a libertad que conquistepor su trabajo.

La instrucción moral y religiosa del esclavo,tan amplia cuanto sea posible, parece al Sr. Ar-gudin que debe ser la primera de las reformas dela legislación que rige la esclavitud. Con respectoal trabajo en el cultivo de la caña, pues en otrosramos no se hace necesaria modificación alguna,cree conveniente que, ocupadas por el dueño lasocho horas que señala el reglamento, se concedanal esclavo las demás que pueda emplear en pro-vecho propio, y que con esto coincida el aumentode los conucos, esto es, de las porciones de tierracorrespondientes al esclavo, en las cuales cultivañames, yucas, tabaco y otras plantas, y cría avesdomésticas y reses vacunas y de cerda; lo cual esfácil realizar en Cuba por la cesión de los terrenosincultos que allí abundan.

Esta concesión, que dará origen á multitud depequeñas industrias, elevará á la raza negra,acostumbrándola alas inquietudes y cuidados dela vida y álos cálculos del agricultor y del indus-trial, y en vez de un trabajo mecánico, siempreel mismo, que hoy desempeña por rutina, le ofre-cerá variedad de ocupaciones y de faenas, desper-tando su inteligencia y su destreza.

Demostrada para el esclavo la excelencia deltrabajo y conseguido por medio de este su resca-te, nacerán muy pronto la organización de la pro-piedad, los colonos, la aparcería y aun la divisióndel trabajo en los ingenios, que permita en su díadistinguir la parte del cultivo de la parte de la in-dustria, dejando encomendado aquel al gran cul-tivador, que es el brazo negro.

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N.° 39 E. A. SANJURJO. LOS PROYECTOS DE ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD. 107

La constitución de la familia es otra de las re-formas convenientes, porque á favor de ella con-curren al trabajo la mujer y los hijos del esclavo.Para esto se hace necesario prohibir absoluta-mente la separación de los cónyuges, conservandoá los hijos unidos á sus padres hasta la edad dediez y seis años y declararles herederos de los bie-nes de ellos y aun de las sumas entregadas al due-ño por causa de coartación, de suerte que les seande abono, así como á la madre, y les produzcan elinterés correspondiente; y ampliarles la facultadde adquirir, reconociéndoles al propio tiempo losdemás derechos que á ella son anexos. "

En cuanto á la coartación, propone Argudin quese amplíen sus beneficios de forma que, segúncrezca la cantidad entregada por razón de ella,aumenten en proporción las horas de trabajo queel esclavo haga suyas; pero continuando éstesiempre en la flnca hasta conseguir su rescate, sinlibertad de ocuparse en diferentes faenas á jornalfporque de otro modo no es posible evitar los abu-sos de los propietarios para atraerse los mejoressiervos.

Respecto de castigos, dice que el cepo es inútily cruel, pero no excluye los azotes, si bien deseaque se aumente la penalidad para castigar los de-litos de sovicia, y que de las multas que por taldelito se impongan se dé una p&rte al esclavocastigado.

Poco después del libro del Sr. Argudin examinóel Sr. Rodríguez San Pedro, en 1871, La cuestiónsocial de las antillas españolas, sosteniendo que,una vez promulgada la ley de 1870, bastan parala abolición de la esclavitud la conveniente cons-titución de colonias y los poderosos elementos deliberación que existen en las antiguas leyes de In-dias, con su coartación, sus peculios, su patriapotestad, sus derechos de sucesión, sus preceptospara la instrucción y buen trato de los negros, elcambio de dueños y la intervención de los síndi-cos protectores; y también en el mismo año DonMariano Diaz elevó á las regiones oficiales unaMemoria exponiendo como lo más justo, racionaly conveniente para realizar la abolición de ma-nera que produzca un verdadero bien al nsgro yel menos mal posible al dueño y á la nación, eldecretarla completa y definitiva, pero dejando álos esclavos con sus mismos poseedores, en cali-dad de colonos y con un salario módico, regla-mentando, al propio tiempo, sobre bases justas yequitativas el trabajo y los derechos consiguien-tes ala nueva situación de los libertos. Como laindemnización de los perjuicios que sufrirían losdueños sería una carga muy pesada para el Teso-ro, proponía el Sr. Diaz la importación á las an-tillas de negros de África, en condiciones seme-

jantes á las que se han establecido para la coloni-zación china.

Otro proyecto de ley de abolición se publicó enel diario político El Gobierno, por el mes de Di-ciembre de 1872.

Declara abolida la esclavitud en los dominiosespañoles, y deja á los esclavos, con el nombre deemancipados, durante diez años, bajo la depen-dencia de sus dueños, cuya denominación cam-bia también por la de patronos. El emancipadopercibe de su patrono dos pesos fuertes mensua-les, durante cinco años, y, cumplidos éstos, pasaá la situación de colono y aumenta á cuatro pe-sos su haber mensual. A los diez años obtiene sucompleta libertad. Desde la publicación de la leyen las gacetas de Cuba y Puerto Rico, se consideraá todos los esclavos, con arreglo al proyecto, coar-tados en 500 pesos, y en cada año se rebajan 50pesos de este precio; de manera que al terminarlos diez años fijados, el esclavo redime por sí pro-pío su entero valor. Los ya coartados en menoscantidad continúan redimiéndose; de la propiasuerte, hasta completar el pago de lo que adeudaná sus patronos.

Las cantidades que, aparte de dicha anuali-dad, puedan entregar los emancipados, son admi-sibles como parte de su pago para aspirar á lamanumisión.

El último de los proyectos formados para laabolición tiene la fecha de Octubre de 1873, y pro-cede de personas del partido republicano en la isla.En veinticinco bases propone la emancipación, sinindemnizar á los poseedores del valor de los es-clavos, y dejando á éstos, durante cinco años,bajo el oatronato de sus amos, con el salario de 4pesos mensuales los de doce á quince años deedad, y de 8 pesos los de diez y seis á sesenta. Elsalario de los menores de diez y seis años lo debenpercibir sus padres, si fueren conocido3, y en otrocaso un tutor de la misma raza, nombrado porla autoridad.

El patrono abonara además, como «derecho depatronato,» medio peso mensual por los libertosde la primera edad, y un peso por los restantes,con destino única y exclusivamente al pago de losintereses y amortización de la Deuda de Cuba.

La manutención y cuidado de los menores dedoce años será obligación de los amos, que po-drán ocupar á los libertos en trabajos proporcio-nados á su edad. También deberán mantener á losmayores de sesenta años, que no hicieren uso dela libertad que les concede la ley de 1870.

El patronato no priva a los libertos mayores deveinticinco años de sus derechos civiles, con ar-reglo á las disposiciones del proyecto. Terminadoque sea, los libertos podrán contratarse con la

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108 REVISTA EUROPEA.- DE NOVIEMBRE DE 1874. N.°39persona y por la cantidad que les convenga, y por

períodos anuales que no excedan de tres años,siempre bajo la intervención de la autoridad cor-respondiente. Estas contratas las efectuarán porlos menores de veinticinco años las personas que,durante el patronato, les hayan representadocomo padres ó tutores. Al que contrate el trabajo,corresponde satisfacer el «derecho de patronato.»

Trascurridos los ocho años de trabajo inspeccio-nado, los libertos mayores de veinticinco añosentrarán en el goce de los derech'os políticos, ytambién los que en los tres últimos años de tra-bajo lleguen á los veinticinco de edad y justifi-quen saber leer y escribir. Los menores de edadtendrán tutor y curador con arreglo á derecho.

Los coartados que trabajen por su cuenta que-darán bajo el patronato del Gobierno, que perci-birá el derecho establecido para el fln ya dicho; ysi prestaren sus servicios á los dueños podrán ob-tar en el término de tres meses al patronato delEstado. De no hacerlo, seguirán la suerte de losdemás libertos.

Las juntas protectoras intervendrán en favorde aquellos1, en todos los casos de aplicación dela ley con la asistencia de un individuo libre dela raza negra, elegido por los interesados, si asílo pidiesen.

Los contratos de trabajo tendrán que ser he-chos precisa y directamente entre el liberto y lapersona que haya de ocuparle en finca ó estable-cimiento agrícola ó industrial que explote por sucuenta, con exclusión de todo agente intermedia-rio, aun cuando tome el carácter de contratistapor ajuste alzado, bajo las penas que señala parala estafa el Código Penal de la Península.

De la relación que precede, aunque brevísima ysin otro comentario que el indispensable para el'completo conocimiento del asunto, se puede infe-rir que la solución del temeroso problema de laesclavitud no es hoy tan difícil como general-mente se cree. Publicadas las leyes de Julio de1810 y Marzo de 1873, la opinión se ha formadocon fijeza bastante para que la mayoría de los pa-receres coincida en las bases esenciales de la fu-tura abolición; y como los poseedores de escla-vos, persuadidos de la necesidad de extinguirpara siempre una servidumbre que repugna lacivilización moderna, manifiestan su decididopropósito de cooperar á este noble objeto con ar-diente patriotismo, y estudian la presentación deun proyecto que, llegado el término de la guer-ra, convierta en colonos á los actuales esclavos,esitablezca el patronato de los amos, por ocho ódiez años, con obligación de pagar sd liberto elsalario adecuado á su trabajo y evite el pago

de una cuantiosa indemnización, no es temerario

esperar que en breve desaparecerá la esclavitud enCuba, sin que por ello se lastimen los intereresde la isla, ni sufran daño de gran consideraciónlos derechos creados al amparo de las leyes.

Madrid, Seüembre, 1874.

EUGENIO ALONSO Y SAHJÜRJO.

PINTURAS DE RUBENS EN ESPAÑA,SEGÚN LOS INVENTARIOS DE LAS CASAS REALES DE

AUSTRIA Y DE BORBON.

(Continuación.) *

MONTERÍA DE JABALÍES.—MONTERÍADE VENADOS.—Números 34 y 35.

f jDos lienzos.—Inventario de 1636. Alcázar de Ma-rid. Pieza nueva sobre el zaguán y puerta principal

de Palacio. Otros dos lienzos de mano de Rubens,largos y angostos, con molduras doradas y negras, defiguras al natural, que el uno es una montería de ja-balíes, cou una ninfa, con un arco en la mano, con elque ha clavado una flecha al jabalí, y hay unos perrosmuertos y otros vivos y unos cazadores con venablosen las manos. Y el otro (lienzo) es una caza en queestán matando un venado, muchos perros y ninfasque están en hábito de cazadores, que le van siguiendocon lanza, y otra ninfa que despidió una flecha que laclavó en un árbol, y otra que tenia un perro.

Inventario de 1666.—Alcázar de Madrid. Escalerade la Galería del Cierzo. Un país de más de tres varasde largo y dos de alto, de mano de Rubens, en dos-cientos cincuenta ducados.

Inventario de 1686.—Alcázar de Madrid. Pasillosal pié de la escalera de la Galería del Cierzo y la mis-ma escalera. Un país de más de tres varas de largo ydos de alto, que está en dicha escalera á la puerta queentra al cuarto bajo, do mano de Rubens.

Inventario 1700.—Pasillos al pió de la escalera de laGalería del Cierzo. Un país de más de tres varas delargo y dos de alto, que está en dicha escalera junto ála puerta que entra al cuarto bajo, de mano de Rubens,tasado en sesenta ducados.

Inventario 1734.—Pinturas que se hallaron en lasbóvedas de Palacio después del incendio, núm. 331.Otro lienzo de tres varas de largo y dos de alto, sinmarco, de un país y diferentes figuras.

Inventario de 1734.—Pinturas que se llevaron alacasa donde vivió el marqués del Bedmar, después delincendio de Palacio. Núm. 891. Otra de dos varas ydos tercias de ancho y dos de alto, de un país y cace-ría bueno, de mano de Rubens.

Véanse los números 57 y 58, páginas 59 y 78.

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N.°39 G. CRUZADA V1LUM1L.—PINTORAS DE RUBENS EN ESPAÑA. 109Inventario de 1748.—Buen Retiro. Núm. 331. Otro

de tres varas de largo y dos de alto, con país y dife-rentes figuras de mujeres, hombres y perros cazando,deRubens. En nueve mil reales.. Inventario de 1772.—Palacio nuevo; paso de tri-buna y trascuartos. Números 331 y 891. Dos paisesiguales que expresan diferentes figuras y perros enforma de cacerías, de tres varas de largo y dos decaida, originales de Rubens.

Que ninguno de estos es el núm. 1.583del Museo del Prado, que representa Ata-lanta y Maleagro, demuéstrase sobrada-mente con recordar que las figuras de estoscuadros eran al natural, y las de aquel ape-nas tienen un pié de altura.

MONTERÍA DE VENADOS.—Núm. 36.Inventario de 1666. Alcázar de Madrid. Pieza ocha-

vada. Otra de cinco varas de largo y dos de ancho, lasninfas cazando venados, de mano de Rubens y Sny-ders, en trescientos ducados de plata.

Inventario de 1686. — Alcázar de Madrid. Piezaochavada. Otra pintura de cinco varas do largo y dosde alto, de unas ninfas cazando venados, de mano deRubens y Snyders.

Basta considerar los tamaños de estaspinturas, para conocer que es otra distintaá las dos anteriores, y que ahora no existe.

JAURÍAS Y LIEBRES.—Núm. 37.Inventario de 1666.—Alcázar de Madrid. Galería del

Cierzo. Otra pintura de una vara y media de largo y unade alto, de unas jaurías y liebres, de Rubens, en cienducados.

Inventario de 1686.—Galería del Cierzo. Otra devara y. media de largo y vara de alto, de unas jauríasy liebres, de mano de Rubens.

Inventario de 1700.—Galería del Cierzo. Otra devara y media de largo y vara de alto, de unas jaurías yliebres, de mano de Rubens, tasada en ciento y cin-cuenta doblones.

Debemos suponer que pereciera este lienzoen el incendio de 1734.

UNA COCINA —Núm. 38.Inventario de 1686. — Alcázar de Madrid. Pieza

larga de las bóvedas. Otra del mismo tamaño (trescuartas de largo y una y media de alto) con trastos decocina y una moza que los está limpiando, de manode Rubens.

Inventario de 1700.—Pieza larga de las bóvedas.Una pintura de tres cuartas de largo y vara y mediade alto con trastos de cocina y una moza que los está

» limpiando, tasado en ochenta doblones.Inventario 1734.—Pinturas que se hallaron en las

bóvedas después del incendio de Palacio. Núm. 241.Otro cuadro de dos varas de largo y una y media de

alto, con marco negro, con trastos de cocina, con unafigura de mujer, de Rubens.

Inventario de 1748.—Rúen Retiro. Núm. 241. Otrode dos varas de largo y vara y media dfe alto con tras-tos de cocina y una figura de mujer, en tres mil reales.

Aun cuando la .noticia de este cuadroperdido se remonta al siglo XVII, parecedudoso que fuese de la sola mano de Rubens.Lo cierto es que se ha perdido.

BODEGÓN.—Núm. 39.Inventario de 1635.—Valladolid, pinturas de la

Ribera, galería baja. Un lienzo grande de un bodegón,al óleo, con una figura de mujer vestida de amarillo,de mano de Pablo el flamenco. Llevada al Retiroen 1636.

Inventario 1666.—Alcázar de Madrid. Pieza pri-mera del cuarto bajo. Un cuadro de un bodegón, demano de Snyders, de tres varas y media de largo ydos de alto, poco más, y tiene tres figuras de mano deRubens, en trescientos ducados.

Inventario 1686.—Alcázar de Madrid. Cuarto bajo,pieza principal, donde S. M. daba audiencia. Un cua-dro de un bodegón de tres va,ras y media de largo ydos de alto con tres figuras, de mano de Rubens.

Inventario 1772.—Palacio nuevo, cuarto del InfanteDon Xavier. Otro que contiene un bodegón con dife-rentes animales y cosas comestibles, y en el centro ytérmino principal un grande ánade ó cisne. Tiene tresfiguras de un viejo, una vieja y una moza, que parecede Rubens y es original flamenco.

Copia de un cuadro parecido á éste e.n ladescripción que aquí se hace, existe ahoraen el ministerio de Fomento, que bien pu-diera* ser trasunto de éste de Rubens.

ROBO DE LAS SABINAS.—BATALLA DESABINOS Y ROMANOS.—Números 40y 41 . .

Inventario de 1666.—Alcázar de Madrid, pieza lar-ga. Otra pintura de la misma mano (que el juiciode Páris de Rubens) de una batalla, tasada en tres-cientos treinta reales de plata.

Inventario de 1686.—Aleázar de Madrid: cuartoprincipal: salón de los Espejos. Dos cuadros iguales,de á cinco varas y media de ancho: el uno del robo delas Sabinas, y el otro de, la batalla de los Romanos ySabinos, originales de Rubens.

Inventario de 1700.—Alcázar de Madrid: salón delos Espejos. ítem. Dos cuadros iguales de á cincovaras y media de ancho y cinco de alto, el uno delrobo de las Sabinas y el otro de la batalla de los Ro-manos y Sabinos, originales de Rubens, tasados ámil doblones cada uno.

Inventario de 1747.—Casas arzobispales. Otrolienzo rolo de las Sabinas, de cinco varas de largo y

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BEVISTA EUROPEA. 2 2 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.° 39

cuatro y media de caida, original de Rubefis, aunqueligero: (al margen dice:) se tasó esta pintura para esteinventario en veinte mil reales veílon.

Inventario 1772.—Palacio nuevo, estudio de donAndrés de la Calleja, pintor de Cámara de S. M., nú-mero 2. Otro muy maltratado del robo de las Sabi-nas, de cinco varas de largo y cuatro y media decaida, original de Rubens.

Inventario 1794.—Pinturas que existen en la casade Rebeque al cargo de D. Francisco Bayen. Cincovaras de largo y cuatro de alto. El robo de las Sabi-nas, de Rubens. Cuadro muy estropeado, en seis milroales.

Por los anteriores datos se viene encono-cimiento de que La Batalla debió pereceren el incendio de 173Í-, y el Robo de lasSabinas liabrá desaparecido quizá á causadel mal estado en que quedó, pues queni uno ni otro se conservan; y es lástimagrande en verdad, pues aunque pintados ála ligera., pudieron ser buenos lienzos.

LAS FUERZAS DE HÉRCULES.—OCHOPINTURAS. — Números 42, 43, 44, 45,46, 47 y 48.

Inventario de 1686.—Alcázar de Madrid. Piezaochavada. Ocho pinturas de á una vara de largo yy media de ancho, iguales, de mano de Rubens, de lasfuerzas de Hércules y fábula.

Inventario 1700.—Pieza ochavada. ítem. Ocho pin-turas (Je á vara de largo y media de ancho, iguales, demano de RubcnsT de las fuerzas de Hércules y fábula,tasadas á veinte doblones cada una.

De estas ocho pinturas se conserva unaen el Museo 'del Prado, señalada con elnúm. \ .634. Parece que fueron bocetosó apuntes para mayores lienzos, pues haynoticias de algunos de estos asuntos hechosen tamaño mayor, como lo demuestran lossiguientes cuadros.

HÉRCULES MATANDO EL DRAGÓN.—Núm. 49.

Inventario de 1700.—Pieza larga de las bóvedas.Otra pintura de vara y cuarta de largo y dos tercias deancho de Hércules matando un dragón, con marconegro, tasada en sesenta doblones.

Como atribuido á Escuela de Rubens seregistra con el núm. \ .635 este cuadro enel Catálogo del Museo.

Inventario de 1794.—Palacio de Madrid. Pieza depaso al dormitorio de la señora Infanta. Dos de varay tercia de alto y media vara de ancho. El uno, Hér-cules matando la hidra, y el otro Mercurio. En 8.000reales los dos.

HÉRCULES MATANDO AL HIJO DE LATIERRA.—Núm. 50.

inventario de 1686.—Alcázar de Madrid. Cuartoprincipal. Salón de los Espejos. Una pintura do tresvaras de alto y vara y media de ancho, do la fábulade Hércules, cuando mató al hijo de la Tierra, origi-nal de Rubens.

Inventario de 1700.—Alcázar do Madrid. Salón delos Espejos. Otra pintura de tres varas de alto y varay media de ancho; de la fábula de Hércules, cuandomató al hijo de la Tierra, original de Rubens, tasadaen cuatrocientos doblones.

HÉRCULES LUCHANDO CON EL LEÓN.—Núm. 51.

Inventario de 1686.—Alcázar de Madrid. Piezaochavada. Otra de dos varas de largo y una y mediade alto, de Hércules luchando con el león, de manode Rubens.

Inventario de 1700. — Alcázar de Madrid. Piezaochavada. Otra pintura de dos varas de largo y vara ymedia de alto, de Hércules luchando con e! león, domano de Rubens, tasada en cincuenta doblones.

DIANA Y SUS NINFAS.—Núm. 52.Inventario de 1666.—Alcázar de Madrid. Escalera

secreta del cuarto bajo, que baja á las bóvedas. Otrapintura de dos varas y media de largo, casi cuadrada,de Diana y sus ninfas, de mano de Rubens, tasada endoscientos cincuenta ducados.

Este lienzo pudiera confundirse con elde Diana y Calixto, núm. 1.592 del Mu-seo del Prado, si las medidas de uno y otrono fueran tan distintas. Es de notar que estecuadro no aparece en más inventarios.

ORPEO.—Núm. 53.Inventario de 1700.—Torre de la Parada. Pieza del

cubierto. Una pintura de cinco varas de largo, de Or-feo con variedad de animales, con marco dorado, demano de Rubens, tasada en cuatrocientos doblones.Trasladada á la pieza núm. 3, núm. 38.

Inventario de 1794.—Palacio de Madrid. Antecáma-ra de las señoras infantas, núm. 986, cinco varas delargo y dos y media de alto. Orfeo tocando, con infini-tos animales que lo escuchan, de Rubens, tasado endoc9 mil reales.

El núm. 1 .588 del Museo del Prado, quees un cuadro de Rubens que representa áOrfeo y Eurídice, no conviene ni en dimen-siones ni en la descripción que de él se haceen el Catálogo, con este de la Torre de laParada. No es tampoco muy de creer quefuera original de Rubens sólo, este de laTorre, por la variedad de animales que enél se pintaba.

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N.° 39 G. CRUZADA VILLAAM1L. PINTURAS DE RUBENS EN ESPAÑA. 111

ASUNTO DESCONOCIDO.—Núm. 54.Inventario de 1700.—Pinturas que hallaron en las

bóvedas de Palacio después del incendio. Núm. 648.Otra de tres varas de alto y cuatro de ancho de dife-rentes figuras de mujeres y hombres, con muoha abun-dancia de frutas y legumbres, de Rubens.

Inventario de 1747.—Casas arzobispales. Núm. 106.Otra pintura de una fábula con muchas figuras y fru-tas, de cuatro varas y media de largo y tres y mediade caída, original de Rubens. Se tasó en cincuentamil reales vellón.

Este cuadro parece ser uno de tantos co-mo pasan por de Rubens , y son de sus imi-tadores y discípulos.

BJSTKATO DE FELIPE IV Á CABALLO.—Núm. 55.

Inventario de 1636.—Pieza nueva sobre el zaguán ypuerta principal de Palacio. Otro (¡el mismo tamaño alóleo, en que está el retrato del Rey Nuestro SeñorD. Felipe IV, que Dios guarde. Es de mano de Ru-bens, está armado á caballo en un caballo castaño;tiene banda carmesí, bastón en la mano, sombreronegro y plumas blancas: en lo alto un globo, terres-tre que lo sustentan dos ángeles y la fe, que tieneencima una cruz y ofrecen á S. M. una corona delaurel, y á un lado la divina justicia que fulmina ra-yos contra los enemigos, y al otro lado en el sueloun indio que lleva la celada.

Tenia á su izquierda este cuadro otro deEugenio Caxes, de la historia de Grescida,y al otro lado un original de Guido Reni,de Salomón y la Reina Saba, todos ellosperdidos hoy dia.

Por los detalles de la descripción de esteretrato de Felipe IV, que se ha perdido paraEspaña desgraciadamente, me parece estarviendo el cuadro núm. 210 de la Real Ga-lería de Florencia, que con poco acierto seatribuye á Velasquez en aquel catálogo, yque á mi juicio no es de uno ni de otro ar-tista .

Este retrato ecuestre perdido lo pinta-ría Rubens durante su segunda estanciaen Madrid, como lo asegura Pacheco.

Inventario de 1686.—Alcázar de Madrid. Cuartoprincipal. Salón de los Espejos. Un retrato del ReyN. Sr. D. Felipe IV á caballo, con bastón en la manoderecha y unas empresas y niños, original de Rubens,del mismo alto y ancho que el antecedente (el Carlos Vá caballo).

Debió de traerse del Retiro en tiempo deCarlos II.

Inventario de 1700.—Alcázar de Madrid. Salón de

los Espejos. Un retrato del señor Rey D. Felipe IV ácaballo, con un bastón en la mano derecha y unas em-presas y niños, original de Rubens, de cinco varasde alto y cuatro de ancho, tasado en ochocientos do-blones.

Es muy probable que pereciera este retratoen el incendio de 1734, pues desde enton-ces no vuelve á figurar en ningún inventario.

RETRATO ECUESTRE DEL DUQUE DELERMA.—Núm. 56.

Inventario de 1621.— Pinturas, mesas de jaspe, bu-fetes y otras cosas que hay en el Alcázar, Casa Real yjardines que S. M. tiene en la ciudad de Valladolid,camino de Nuestra Señora de Prado, que llaman laRibera y están á cargo do Jerónimo Ángulo, casero yjardinero de la dicha casa y jardines. En la galeríabaja.

Un retrato del duque de Lerma á caballo, de cuatrovaras de alto, guarnecido con marco de pino dado deoro y negro. Es original de Pedro Rubens.

Inventario de 1635.—Valladolid: pinturas de la Ri-bera. Galería baja. Un retrato del Duque de Lerma, ácaballo, de cuatro varas, guarnecido con marco depino dado de oro y negro, de Pedro Rubens, original.

Este retrato se entregó á Juan de Olalla' con ordende la Señora Duquesa de Lerma que hoy es, en quedice como S. M. hizo merced de él al señor Almirante.

Este retrato es el que dicho queda quepintó Rubens durante su primera estancia enEspaña, como él mismo en su corresponden-cia de entonces con el secretario del Duquede Mantua dice. Vuelto á ser propiedad estelienzo de la familia del retratado, por dona-ción de Felipe IV, aparece que aún existíano háfce gran tiempo en el palacio de los Du-ques de Doma.

RETRATO DEL DUQUE DE MANTUAVICENTE GONZAGA.— Núm. 57.

Inventario de 1621.—Alcázar, casa real y jardinesde Valladolid. Galería baja. Un retrato del Duque deMantua, de vara y cuarta de largo, guarnecido de pinodorado, de mano de Rubens.

Inventario de 1635.—Valladolid: pinturas de la Ri-bera. Galería baja. Otro retrato del Duque de Mantua,de vara y cuarta, de mano de Rubens.

De este retrato habla Rubens en sus car-tas al secretario del retratado, y por ellas seviene en conocimiento deque es el que trajoá España en su primer viaje.

DOS RETRATOS DE MONJAS.— Números58 y 59.

Inventario de 1794.—Palacio de Madrid. Pieza depaso que va á la librería. Dos cuadros de tres cuartas

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y media de alto y media vara de ancho. Retratos demonjas capuchinas, con rosarios en las manos, deRubens, á dos mil rs. vn.

Y no hay más datos ni más rastro de estosretratos.

CABEZA DE VIEJO.—Núm. 60.Inventario de 1734.—Alcázar de Madrid. Pinturas

que llevaron á la casa del marqués de Bedmar despuésdel incendio. Núm. 877. Dos lienzos forrados en ta-bla de dos tercias de. alto y media vara de ancho, conmarcos negros, de dos cabezas de ancianos; la unaoriginal de Rubens, y la otra de Van Dyck.

No se hallan más datos 'de esta pinturaen ningún otro inventario, la cual no con-viene por sus medidas con ninguna de lastres pinturas que siguen.

TRES CABEZAS.—Números 6 1 , 62 y 6 3 .Inventario de 1734.—Pinturas que se llevaron á la

casa donde vivió el marqués de Bedmar. Núm. 775.Una tabla de media vara de alto y una tercia de an-cho, con marco negro, incluso el añadido, de una ca-beza de niño, de Rubens.

Núm. 776. Otra del mismo tamaño y marco, de unacabeza de hombre, de Rubuns.

Núm. 777. Otra del mismo tamaño y marco, de unacabeza de anciano, medio perfil.

Inventario de 1747.—Casas arzobispales. Núm. 73.Una cabeza de un hombre en tabía de media vara denlto y una tercia de ancho. Se tasó en mil reales.

Núm. 78. Otra cabeza de un viejo en tabla demedia vara de caida y más de tercia de ancho. Se tasóen mil reales.

Inventario de 1794.—Palacio de Madrid. Pieza devestir. Números 77 y 48. Dos de más de media varade alto y más de tercia de ancho. Dos cabezas, de Ru-bens, á tres mil reales una.

G. CRUZADA VILLAAMIL.

(Continuará.)

LA PROPIEDAD TERRITORIAL.

La situación do los ánimos á finos del pasado siglo yla que se advierte en la actualidad, forman notabi-lísimo contraste. Los hombres de todas las clases es-taban hace cien años ávidos de reformas y llenos deesperanzas. Convencidos de la bondad nativa de laespecie humana, creían que para asegurar la libertady la felicidad bastaría corregir, ó más bien destruir,las instituciones antiguas que habían producido laservidumbre y la miseria del pueblo. «El hombre hanacido libre, y en todas partes está aprisionado,» ex-clamaba Juan Jacobo Rousseau. El siglo XV11I y la re-volución francesa contestaron: «Rompamos las cade-

nas, y sobre sus pedazos reinará la libertad universal.Los pueblos son hermanos, sólo los tiranos los armanunos contra otros; derribemos á los opresores y serestablecerá la fraternidad de las naciones.» Embria-gados por tan halagüeñas ilusiones, creían ver la inau-guración de nueva era de justicia y de felicidad para lahumanidad emancipada y rejuvenecida. Hoy todavíahablamos de reformas, pero con el corazón entriste-cido á causa de la débil confianza que tenemos en laeficacia final de estas tentativas.

Hemos abolido las castas y los privilegios, hemosinscrito en todas partes el principio de la igualdadante la ley, hemos dado el sufragio á lodos, peroahora se reclama la igualdad de condiciones. Creíamostener que resolver tan sólo dificultades de orden polí-tico, y surge la cuestión social con sus oscuridadesy sus abismos. Ya no existen tiranos: los tronos hansido derribados ó los royes que quedan están ligadospor constituciones que ordinariamente respetan; peroen vez de querellas de príncipes y de competenciasdinásticas, tenemos otra causa de guerra mucho másformidable; la hostilidad de las nacionalidades quearroja unas contra otras á razas enteras, armadashasta el último hombre. Si una nueva corriente decaridad cristiana y de justicia social no. viene á calmartodos estos odios, la Europa, presa de la lucha de ra-zas y de clases, está amenazada de caer en el caos.

Tocqueville ha demostrado, y Ios-hechos confirmandiariamente sus previsiones, que todas las naciones seven invenciblemente arrastradas hacia la democracia,y por otro lado no parece producir más que conflictos,desórdenes y anarquía. Las instituciones democráticasse imponen á nosotros, y no logramos fundarlas, comosi la cosa fuera á la vez inevitable ó irrealizable. Con-ciliar la libertad absoluta y el mantenimiento del ordensocial actual y hacer que la desigualdad de condicio-nes, que se proclama necesaria, continúe subsistiendoal mismo tiempo que la igualdad política que se de-creta, es el temeroso problema que nuestras socieda-des tienen que resolver, bajo pena de morir como lassociedades antiguas.

La democracia nos conduce al abismo, exclaman losconservadores y tienen razón. O establecéis una par-ticipación más equitativa de bienes y productos, ó lademocracia llegará fatalmente al despotismo y á ladecadencia, á través de una serie de luchas sociales deque pueden servir de muestra los horrores cometidosen Paris en 1871.

Inspirados por el espíritu cristiano, proclamáis conloca imprevisión á todos Jos hombres iguales ante elderecho, y en efecto, á todos concedéis el sufragio, loque permite & las masas nombrar los legisladores, ypor medio de ellos, hacer las leyes. Al mismo tiempolos economistas les repiten que toda propiedad procededel trabajo, y sin embargo, ellas ven que, bajo el impe-rio de las instituciones actuales, los que trabajan no

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tienen propiedad y ganan apenas lo necesario paravivir, mientras que los que no trabajan viven en laopulencia y poseen la tierra. Formando los primerosla gran mayoría ¿cómo se les puode impedir queempleen un dio la preponderancia de que disponenpara intentar un cambio en las leyes que presiden á ladistribución de la riqueza, llevando á la práctica laspalabras de San Pablo «qui yon laborat nec man-ducet?»' El destino de las democracias modernas está escrito

de antemano en .la historia de las democracias anti-guas. La lucha entre ricos y pobres perdió á aquellas,como nos perderá si no procuramos impedirla. EnGrecia se habían concedido también á los ciudadanosiguales derechos; pero los legisladores antiguos habianreconocido la verdad fundamental, repetida constan-temente por Aristóteles, de que la libertad y la demo-cracia no pueden subsistir sin igualdad de condicio-'nes. Para mantener esta igualdad recurrieron á todaclase de expedientes: prohibición de enajenar patri-monios, limitación del derecho de sucesión, manteni-miento de la propiedad colectiva en bosques y pastos,banquetes públicos donde todos tenían asiento, los sus-sitia y los copis de que con tanta frecuencia hablanlos autores antiguos. Sabido es que todas estas precau-ciones no impidieron los progresos de la desigualdad,y entonces la lucha social comenzó, estando frente áfrente dos clases tan separadas en intereses comodos pueblos rivales, como lo están hoy Francia yAlemania.

Escuchad estas graves palabras de Platón (De laRep. lib. IV): «Cada uno de los Estados griegos no esuno, sino que contiene por lo menos dos Estados; unocompuesto de ricos y otro de pobres.»

Gozando de derechos políticos, los pobres quisieronaprovecharse de ellos para establecer la igualdad: uuusveces se aplicaban todos los impuestos á los ricos,otras se les confiscaba sus bienes, condenándoles ámuerte ó al destierro: con frecuencia se abolían lasdeudas, y en algunas ocasiones se llegaba hasta hacer

" nuevo reparto de todas las propiedades por igualespartes. Naturalmente, los ricos se defendían por todoslos medios, hasta por las armas, y de aquí dimanabanlas constantes guerras sociales. Polybio resume enuna frase esta lamentable historia: «En toda guerracivil se trata de trasladar fortunas.»—«Las ciudadesgriegas—dice Mr. Fustel de Coulanges en su bello libroLa Cité antique,—fluctuaban siempre entre dos revo-luciones, una que despojaba á los ricos y otra que lesdevolvía la posesión de su fortuna. Esto duró desdela guerra del Peloponeso hasta que los romanos con-quistaron á Grecia.» Boekh, en su economía política delos atenienses, se expresa casi en los mismos tér-minos (1).

(1) Staatsti. der Athen I pág 201. Ningún escritor ha comprendido

mejor que Aristóteles el problema (le la constitución de un Estado (lemo-

TOMO III,

Resulta, pues, que la desigualad es quien ha-cau-sado la pérdida de las democracias en Grecia.

Roma presenta el mismo cuadro. Desde el principiode la república, las dos clnses, la plebe y la aristocra-cia, están en lucha. La plebe adquiere sucesivamentelos derechos políticos; pero poco á poco se ve despoja-da de la propiedad, y al mismo tiempo que se esta-blece la igualdad de derechos, la desigualdad de con-diciones llega á ser extrema. Lucinius Stolon, losGracos y otros tribunos del pueblo se esfuerzan, pormedio de las leyes agrarias, en restablecer la igualdady proponen el reparto del ager publicus. ¡Vana tenta-tiva! De un lado se ve extenderse la gran propiedad yde otro la esclavitud. El proletariado desheredadosustituye á los ciudadanos pequeños propietarios queeran la médula de la república, y desaparece el puebloromano para no quedar sino pobres y ricos que dispu-tan y se execran. Finalmente, de la hostilidad de lasclases nace, como siempre, el despotismo: Latifundiaperiidere Italiam. En Roma, como en Grecia, la des-igualdad, después de haber muerto la libertad, pierdeal Estado.

Mr. H. Passy ha hecho un libro, Des formes degouvernement, para demostrar que las repúblicaspueden trasformarse en monarquías; pero que de lamonarquía no puede salir una república duradera,porque la hostilidad de las clases impide el estable-cimiento regular de instituciones democráticas. Losacontecimientos contemporáneos en España y en Fran-cia confirman, al parecer, esta opinión.

Nuestras sociedades modernas están actualmentedetenidas por el problema que la antigüedad no suporesolver y cuya gravedad no comprendemos, á pesarde los siniestros acontecimientos á que asistimos. Lasituación, sin embargo, es mucho más crítica hoy diaque lo tyé en Roma y en Grecia. Dos causas la agra-

cratieo. Su admirable libro La Política esclarece la cuestión con terri-bles resplandores. «La desigualdad, dice, es el origen de todas las revo--luciones, porque nada compensa la desigualdad.* (Lib. V, cap. I.)

»I.os hombres iguales bajo un concepto han querido serlo en todos.Iguales en libertad, han deseado la igualdad absoluta; y cuando se lespersuade de que han sido lesionados en el ejercicio de sus derechos, seinsurreccionan.»

Para impedir las insurrecciones y las revoluciones, es preciso, segúnAristóteles, mantener cierta igualdad. «Haced que hasta el pobre tengaun pequeño patrimonio» exclama. (Lib. II, cap. V.) En el mismo capituloelogia al legislador Phaleas de Calcedonia, por haber tomado medidaspara establecer la igualdad de fortunas entre los ciudadanos. «La nivela-ción de fortunas, dice, es el único medio de prevenir las discordias.»

Ctnsura á la constitución lacedemonia «una legislación imperfecta so-bre la repartición de las propiedades.» «Unos, dice, poseen inmensosbienes, mientras que otros apenas son propietarios, de modo que casitodo el país es patrimonio de algunos individuos. Este desorden es culpade las leyes.»

«Un Estado conforme á los deseos de la naturaleza, debe estar com-puesto de elementos que so acerquen cuanto sea posible á la igualdad.»Muestra en seguida que, en un Estado donde sólo hay frente á frente r i -cos y pobres, las luchas son inevitables. «El vencedor considera el go-bierno como precio de la victoria» y se sirve da él para oprimir a losvencidos.

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van singularmente: una económica, y otra moral. Enlos pasados tiempos, encomendado el trabajo á los es-clavos que generalmente no tomaban parte en las lu-chas sociales, las disensiones entre ricos y pobres nodetenían la producción de la riqueza. Mientras se lu-chaba en el Agora, el trabajo servil continuaba mante-niendo á los beligerantes; pero en la actualidad sonlos mismos trabajadores los que descienden á la arenay se combate sobre el campo del trabajo. Las luchassociales no podían, pues, prolongarse sin producirel empobrecimiento y la desorganización de la so-ciedad.

Agrava el peligro una idea de elevada justicia. Losantiguos no admitían la igualdad de naturaleza de todoslos hombres, no reconociéndoles á todos iguales peli-gros. El esclavo que conducía el carro ó manejaba lalanzadera era á sus ojos una bestia de carga y no po-día reclamar ni el sufragio, ni la propiedad. La difi-cultad social se simplificaba así extraordinariamente;pero nosotros no tenemos el mismo recurso. Para nos-otros la igualdad de los hombres es un dogma, y con-cedemos los mismos derechos á los negros que á los.blancos. El cristianismo es una religión de igualdad.El Evangelio es la buena nueva traída á los pobres, yCristo no es amigo de los ricos; su doctrina conduceal comunismo; sus discípulos inmediatos y las órdenesreligiosas que han querido seguir estrictamente susenseñanzas, vivían en comunidad. Sí el cristianismofuese enseñado y comprendido, conforme al espíritude su fundador, la organización social actual no dura-ría un sólo dia.

Hoy el esclavo se ha convertido en ciudadano y tra-bajador libre, y se le reconoce como igual de los ri-cos. Vota y entra en el Parlamento. Reclama ó recla-mará la propiedad; ahora bien: ¿cómo se les ha de re-sistir con una filosofía y una religión que les dan plenala razón? Los antiguos, cuyas ideas filosóficas y cuyoculto condenaban por completo tales pretensiones yhasta las impedían nacer, no lograron que coexistieranlas instituciones democráticas y la desigualdad de lascondiciones, aunque el problema sólo afectaba á losciudadanos libres, viviendo del trabajo de otro. ¿Re-

" solveremos nosotros el problema tratándose de! puebloentero sin excepción alguna?

La enfermedad se presenta en Francia en estadoagudo. Ha llegado allí ese momento frecuente en lahistoria en que las clases superiores, amenazadas porlas reclamaciones de los que viven por debajo de ellasy aterradas por los horrores de las luchas sociales,piden la salvación á un dictador. Si en este momento(1874) la Asamblea de Versalles se opone al estable-cimiento de la república, menos es por adhesión á laforma monárquica, que por temor á que la demo-cracia triunfante conduzca pronto á reivindicacionesdel espíritu de igualdad. Y no hay que mirar con des-deñosa piedad la triste situación de Francia, porque

nuestra suerte será algún dia igual á la suya. Hodiemihi, eras tibi, como dice la fúnebre inscripción. Elsocialismo hace en todas partes rápidos progresos,como ha-dicho acertadamenle Mr. Disraeli; todavíano es más que ligero céfiro, capaz apenas de mover lahojarasca, pero pronto será huracán desencadenadoque derribe á su paso cuanto encuentre. En Alemaniael socialismo es un partido organizado, que tiene susperiódicos, que lucha en todas las grandes ciudades yque envía al Reichstag u» número creciente de re-presentantes. En Austria, en España, en Inglaterra,sus ideas penetran en las masas de trabajadores, y,cosa más grave, los profesores de economía políticase convierten en Catheder Socialisten. Si la crisis pa-rece en Francia más intensa, no es porque el peligrosea mayor; al contrario, el orden social está allí apo-yado en la sólida roca del suelo, repartido entre lasmanos de cinco millones de propietarios, pero el es-píritu comunicativo, la natural elocuencia y la lógicarápida de los franceses, dan á todo problema una fór-mula precisa, y la lucha estalla más pronto. La vivaimaginación de este pueblo brillante exagera los peli-gros é impulsa á ambos partidos á resoluciones extre-mas. Pero, siendo en todas partes la situación econó-mica casi igual, en todas ellas, más ó menos pronto,pondrá la libertad en peligro, y cuanto más concen-trada esté la propiedad y más marcado el contrasteentre los ricos y pobres, más profundas serán las per-turbaciones que amenacen la sociedad. Ó se establecerála igualdad, ó desaparecerán las instituciones libres.Tocqueville no vio que este era el verdadero escollode la democracia; pero Macaulay lo señaló con una elo-cuencia que extreme.ee en su famosa carta al Times(23 de Marzo do 1887), donde presenta el porvenir"que está reservado á los Estados-Unidos.

En mi opinión, las democracias modernas sólo es-caparán al destino de las antiguas, haciendo leyescuyo objeto sea repartir la propiedad entre gran nú-mero de manos, y establecer una gran igualdad decondiciones. A cada cual según s*s obras, de modoque la propiedad sea realmente resultado del trabajo,y el bienestar de cada uno esté eu proporción de suconsurso á la obra de la producción.

Para llegar á este resultado, la propiedad señorial,tal y como nos la ha legado el duro genio de los ro-manos, no es bastante flexible, bastante humana. Sinvolver ia vista á los primitivos tiempos, creo que sepueden tomar del sistema de la posesión germánicay slava. principios más conformes que el derecho ro-mano con las necesidades de las democracias, porquereconocen á cada uno el derecho individual y naturalde propiedad. Cuando se habla de la propiedad, ge-neralmente parece que sólo puede existir en unaforma, la que vemos en vigor entre nosotros, y esteprofundo y pernicioso error impide formar conceptomás elevado del derecho. El dominium exclusivo, per-

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sonal y hereditario aplicado á la tierra, ea un hechorelativamente recentísimo, y durante largo tiempolos hombres sólo han conocido y practicado la posesióncolectiva. Puesto que la organización social ha su-frido tan profundas modificaciones al través de lossiglos, no debe prohibirse la investigación de arreglossociales más perfectos que los que conocemos. A elloestamos obligados bajo pona do llegar á un callejónsin salida, donde la civilización perecerá.

Como ha hecho notar Fíente en su bello tratado demoral (System der Ethik) y D. Francisco de Cárde-nas en su excelente Ensayo sobre la Historia de lapropiedad-territorial en España, el análisis descu-bre dos elementos en la propiedad: uno social, y otroindividual. No está constituida solamente en interésdel individuo y para garantizarle el goce de los frutosde su trabajo, sino también en interés de la sociedad,y para asegurarlo la duración y la acción útil. Estosdos lados do la propiedad responden al doble aspectoen que puede considerarse al hombre como individuoaislado, procurando realizar su fin con independenciay como ciudadano y miembro de la sociedad, unido ásus semejantes por relaciones múltiples y obligacionesdiversas. En los primitivos tiempos el elemento socialpredomina en la propiedad territorial; el suelo es undominio colectivo que pertenece á la tribu; los indivi-duos sólo lo disfrutan temporalmente. En Grecia, unagran parte del territorio pertenece al Estado y el restoqueda sometido á un poder supremo. En Roma apa-rece por primera vez el dominium señorial, es de-cir, el derecho absoluto ejercido sohre el suelo. En laEdad Media, en el sistema feudal, la propiedad es unaremuneración por determinados servicios; el feudo esla asignación ó sueido de una función ó carga. Suprincipio no es hereditario; lo confiere vitaliciamenteel Soberano, y el que lo goza debe en cambio acudirá la guerra con sus hombres, mantener el orden yejercer justicia. La propiedad indivisible del mayo-razgo tiene también un carácter social marcadísimo;el individuo que la tiene sólo posee el goce vitalicioy no puede disponer de ella porque está destinada ámantener la familia, que con sus recursos, su grande-

' za y sus deberes hereditarios, se la considera- ele-mento constitutivo de la nación. Las relaciones ge-rárgicas de las clases, y por tanto toda, la organi-zación del Estado, descansan en la posesión de latierra.

Hoy la propiedad ha sido despojada de su caráctersocial: completamente distinto de lo que era en suorigen, nada tiene de colectivo. Privilegios sin obli-gaciones, sin trabas, sin reservas, parece no tenerotro objeto que asegurar el bienestar del individuo.Así se la concibe, y así se la define. Movilizada por lafacilidad de la enajenación, pasa de mano en manocomo los frutos que produce y los animales que ali-menta. Yendo demasiado lejos en esta dirección, se

han quebrantado las bases de la sociedad y debe es-perarse que en lo porvenir so conceda mayor espacioal elemento colectivo. «Llegaremos, dice Fichte, áuna organización social de la propiedad que perderásu carácter exclusivamente privado, para convertirseen institución pública. Hasta ahora el Estado no hatenido clro deber que el de garantizar á cada uno elpacífico goce de lo que posee. En adelante el debordel Estado será poner á cada cual en posesión de lapropiedad á que sus necesidades y sus capacidadesle den derecho.»

Según el eminente escritor alemán, esta trasforma-cion se hará por la acción del cristianismo. «El cristia-nismo, dice, lleva aún en su seno un poder de reno-vación que no se sospecha. Hasta ahora sólo ha obradosobre los individuos, é indirectamente por ellos en elEstado; pero quien ha podido apreciar su poder, seacomo creyente ó como libre pensador, comprende quellegará á ser algún dia la fuerza interna y organiza-dora del Estado, y entonces se revelará al mundo entoda la profundidad de sus concepciones y en toda lariqueza de sus bendiciones.»

El cristianismo, en efecto, ha traido al mundo unideal de justicia que nuestras instituciones, por mejo-radas que estén, no realizan poí completo. Este idealera «el reino de Dios» que los primeros cristianoscreían próximo. Hoy que no se espera el millenium,en esta tierra y en el seno de nuestras sociedades sequisiera hacer reinar los principios de la igualdad yde la justicia evangélicas. Para hacer mejores leyes,es preciso que se apodere de las almas un sentimientomás elevado del derecho y do la equidad. Se empiezaá entrever, tonto en las clases superiores como enlas que viven únicamente del salario, que las ideas deigualdad del Evangelio deben penetrar en nuestrasinstituciones y en nuestras leyes. Asunto es este queFrancisco Huet ha tratado con admirable claridaden su libro muy poco conocido: Le Christianismesocial.

Hay países donde la democracia más radical se hamantenido á traves.de las edades, sin pasar por elfeudalismo ni la monarquía, y donde ha reinado lalibertad más completa, sin conducir á la lucha de cla-ses y á la guerra social. Tales son los cantones mon-tañosos de Suiza, cuyas curiosas instituciones describetan bien Mr. Edward Freeman. Allí se encuentra elgobierno directo soñado por J. J. Rousseau. El puebloentero reunido en sus comicios hace la ley, nom-bra todos sus magistrados y gobierna por sí mis-mo, exactamente lo mismo que en las repúblicasgriegas.

Allí se ha conseguido el objeto que en vano pro-curaban realizar los legisladores antiguos. Como loquería Aristóteles, la igualdad de condiciones ha sidomantenida, y por ello la igualdad política no ha con-ducido al despotismo al través de la anarquía. Se ha

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respetado la forma primitiva de la propiedad que,única conforme al derecho natural, permite tambiénúnicamente durar á la democracia verdadera, sin lan-zar la sociedad al desorden.

En todas las sociedades primitivas, en Asia, en Eu-ropa y en África, entre los indios, como entre los sla-vos y los germanos, como hoy todavía en Rusia y enJava, el suelo, propiedad colectiva de la tribu, era pe-riódicamente repartido entre todas las familias, demodo que todas pudieran vivir de su trabajo, segúnlas exigencias de la naturaleza. La riqueza de cadauno estaba en proporción de su actividad, de su inte-,ligencia, y á lo menos ninguno estaba completamenteprivado de medios de subsistir, previniéndose de talmodo la desigualdad hereditaria y creciente. En lamayor parte de los países, está* forma primitiva de lapropiedad ha sido sustituida por la propiedad señorial,y la desigualdad de las condiciones ha tenido porconsecuencia la dominación de las clases superiores yla servidumbre más ó menos completa del trabajador.Pero en Suiza, al lado de las fincas de los particulares,gran parte del territorio de cada municipalidad hapermanecido de dominio colectivo, formando el all-mend, nombre quo indica su naturaleza; allmend, lapropiedad de todos.

El antiguo derecho germánico tenia una palabra ad-mirable para designar los habitantes de una aldea: losllamaba geerften, «los herederos». Todos los hijos dela, gran familia municipal tenían derecho, en su cuali-dad de hombres, á una parte de la herencia. Ningunoera nunca un «desheredado."

La costumbre germánica y slava que aseguraba ácada hombre el goce de una propiedad de que podíasacar su subsistencia, es la única conforme á la noeionracional de la propiedad. La teoría de la propiedadgeneralmente admitida está por hacer, porque descansaon premisas, en contradicción completa con los hechosde la historia, y con las conclusiones á las cuales sequiere llegar.

En las investigaciones acerca del origen de !a pro-piedad no se han tenido en cuenta los hechos anti-guos, y por decirb así naturales, que por todas parteshan emanado del instinto de justicia que parece innatoen el hombre. Como dice muy bien sir Enrique Maine«teorías generales y plausibles, pero que no se pue-den comprobar, tales como la ley natural y el contratosocial, gozan mucha más autoridad que las humildesinvestigaciones sobre la historia primitiva de la socie-dad y de la ley; oscurecen la verdad, no sólo apartan-do la atención de la única vía donde se la puede en-contrar, sino por la influencia que ejercen en el des-arrollo déla jurisprudencia (1).»

De aquí que para defender la propiedad señorial quenos han legado los romanos, se ha pretendido que

(1) Maine. Andent Lnw.

habia existido en todas parles y en todos tiempos,ubique et semper; ahora bien, la historia mejor cono-cida nos muestra que la forma primitiva y universalde la propiedad ha sido la posesión tal y como la ve-mos en las tribus slavas y germánicas, y tal como seejercía en Roma sobre el ager publicus.

Los juristas, inspirándose en el Digesto y en lasInstituías, hacen derivar la propiedad de la ocupaciónde la res nullius. En los pueblos cazadores el terri-torio de caza; en los pueblos pastores el do pasto, y enlos primeros pueblos agrícolas los campos cultivados,considerábanse como propiedad colectiva de la tribu,y á nadio ocurría la idea de que un individuo pudieratener en ellos derecho exclusivo y hereditario. La ocu-pación sólo daba nacimiento á la propiedad en los ob-jetos muebles quo se podían realmente coger y con-servar. Las formalidades de la venta entre los anti-guos romanos demuestran que ésta no se aplicabasino por una extensión reciente á la trasmisión de uninmueble.

Al derivar los economistas la propiedad únicamentedel trabajo, están en oposición con los jurisconsultosy ios legisladores de todos los países y aun con la or-ganización actual de la propiedad, que sus teoríascombatirían de frente si fueran admitidas.

Los autores que quieren demostrar la necesidad dela propiedad, dan razones con las que se justifica quepara ser legítima debería ser organizada como en lospueblos primitivos; es decir, de modo que esté garan-tizada para todos como un derecho natural inaliena-ble. El eminente legislador Portalis, al exponer iosmotivos en apoyo del título del código civil que tratade la propiedad, demuestra de la siguiente manera sunecesidad y legitimidad. El hombre no puede vivirsino de su trabajo; para trabajar debe poder apro-piarse una parte del suelo, á fin de disponer de ellaá su gusto; la propiedad es por consiguiente necesa-ria. Así es en verdad; pero si para trabajar y para vi-vir es indispensable la propiedad, preciso es que cadauno tenga una parle de propiedad. Bastiat fija lasmismas premisas que Portalis, sin ver mejor las con-secuencias. «En la rigurosa acepción de la palabra, elhombre-nace propietario, porque nace con necesida-des cuya satisfacciones indispensable á la vida; conórganos y facultades cuyo ejercicio es indispensableá la satisfacción de la necesidad.» Resulta de estaspalabras de Rastiat que, á menos de condenar ciertosindividuos á muerte, es indispensable reconocer átodos el derecho de propiedad. Si el hombre nacepropietario, á la ley corresponde fijar las cosas demodo que pueda ejercer el derecho que se le reco-noce.

«El hombre, continúa diciendo Bastiat, vive y sedesarrolla por la apropiación. La apropiación es unfenómeno natural, providencial, esencial á la vida; yla propiedad no es más que la apropiación convertida

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en un derecho por el trabajo.» Si la apropiación esesencial á la vida, todos 'deben poder apropiarse unaparte de la materia por el trabajo. Este derecho naturales reconocido en el régimen del allmend y en el anti-guo derecho germánico, pero completamente descono-cido en las legislaciones salidas del derecho romano.«La propiedad no es un derecho innato, dice el cono-cido jurisconsulto Mr. Dalloz, sino que se deriva deun derecho innato que es la libertad.»

Si la propiedad es indispensable á la libertad, ¿nose deduce dj ello que todos los nombras, teniendoderecho á ser libres, también tienen derecho á serpropietarios? En efecto, sin propiedad estarían en ladependencia de quienes recibieran salario. El famosojurisconsulto del segundo imperio Troplong, en su fo-lleto La proprieté d'aprés le code civil, publicado eni848, para refutar los errores de los socialistas se ex-presa del siguiente modo (pág. 12): «Si la libertadfunda la propiedad, la igualdad la hace sagrada. Sien-do todos los hombres iguales y por tanto igualmentelibres, cada cual debe reconocer en los demás la sobo-rana independencia del derecho.» Est¡> frase sonoracarece de sentido, ó significa que debemos asegurar ácada cual e! goce de una propiedad que sea la garan-tía de su independencia.

El mayor número de autores modernos proclamaque la propiedad es un derecho natural. Pero, ¿qué esun derecho natural sino un derecho de tal manera in-herente á la naturaleza humana que ningún hombredebe ser despojado de él, á menos que se haya hechoindigno de su posesión?

No creo que la historia nos revele el derecho depropiedad. Porque una institución haya existido, aunen todos los tiempos, no se deduce que sea legítima yque deba ser conservada ó restablecida: puede, sinembargo, deducirse del hecho de su larga duraciónque respondía á los sentimientos y á las necesidadesde los hombres durante los siglos que ha existido.Pero si todos los argumentos invocados por los juristasy los economistas de la propiedad señorial la condenan,y justifican la.propiedad primitiva, como la han con-cebido y practicado las sociedades antiguas, bajo elimperio de un sentimiento universa! de justicia instin-tiva, motivo hay para reflexionar sobre este admirableacuerdo, con tanto más motivo, cuanto que la propie-dad, considerada como derecho natural pertenecienteá todos, es la única conforme á los sentimientos deigualdad y de caridad que el cristianismo hace naceren las almas y á las reformas de las leyes civiles queel desarrollo de la • organización industrial pareceexigir.

El conocimiento de las formas primitivas de la pro-piedad" puede ser de interés inmediato á las coloniasnuevas que disponen de inmensos territorios, comoAustralia y los Estados-Unidos.

Nuestras viejas sociedades no llegarán á un orden

más conforme á la justicia y al cristianismo, sino altravés de una serie de luchas sociales, donde puedetemerse que la sociedad sucumba; pero las sociedadesnuevas que se fundan en otro hemisferio pueden librar-se de estas terribles pruebas inspirándose en las lec-ciones de la historia y adoptando las instituciones queen ciertos países han permitido vivir á la democracia,sin comprometer el orden y la libertad. Convendríaque en cada municipalidad se reservara una porciónde territorio para repartirlo vitaliciamente entre todaslas familias, como se hace en los cantones forestalesde Suiza.

Ciudadanos de América y Australia, no adoptéis elderecho estricto y duro que hemos tomado de Roma yque nos conduce á la guerra social. Volved á la tradi-ción primitiva de vuestros antepasados. Si, consagrandoel derecho natural de la propiedad, las sociedades deOccidente hubieran conservado la igualdad, su desar-rollo normal se parecería al de Suiza, evitando pasarpor la aristocracia feudal, por la monarquía absoluta ypor la democracia-demagógica que nos amenaza, tasmunicipalidades pobladas de hombres libres propieta-rios ó iguales se hubieran aliado con lazo federal paraconstituir el Estado, y los Estados á su vez hubieranpodido federalizarse como los Estados-Unidos. Noolvidemos esta importante lección que nos da la histo-ria de las instituciones políticas y sociales. Las demo-cracias donde no se llega á conservar la igualdad decondiciones, y donde dos clases hostiles, los ricos ylos pobres, se .encuentran frente á frente, llegan aldespotismo, pasando por la anarquía. Estoes lo quenos enseña Grecia por boca de Aristóteles, y lo que ála vez demuestran la historia y nuestra situaciónactual.

Para conservar la libertad en un Estado demo-crático es preciso que las instituciones contengan laigualdad.

Nuestras sociedades europeas, donde la democraciay la desigualdad se desarrollan al mismo tiempo, estánamenazadísimas, y no sé si encontrarán en sí mis-mas la prudencia, la energía y la ciencia necesariaspara cambiar sus instituciones. Pero las sociedadesnuevas, que nacen en suelo virgen, pueden evitar elpeligro adoptando las leyes y las costumbres que des-de tiempo inmemorial han asegurado á los pequeñoscantones suizos la libertad y la propiedad bajo el ré-gimen más radicalmente democrático que so puedeconcebir.

EMILIO DE LAVELEYE.

De la Academia Real de Bélgica.

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118 REVISTA EUROPEA.—-22 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.° 39

LA GITANILLA,DRAMA LÍRICO.

PERSONAJES.

D. PEDRO I, de Castilla.NUÑA. (Doña Leonor de Tello.)D. DIEGO DE MANRIQUE.JUAN DIENTE, ballestero del rey.U N CANTADOR.Hombres y mujeres del pueblo.— Un fraile.— Vende-

dores.— Vendedoras.—Ballesteros.

La escena es en Sevilla.

ACTO ÚNICO.Orillas del Guadalquivir.—Amena arboleda próxima al sitio en que se

celebra una feria. Á lo lejos se divisa la Torre del Oro.—Es una nocheapacible. ,

ESCENA PRIMERA.HOMBRES y MUJERES del pueblo.—DnFRAILE.—Un CANTADOR.—

VENDEDORES y VENDEDORAS.

(Todos aparecen confundidos, dando muestras de grande animación yalgazara.)

UNOS.

¡Bravo ! Que siga ese baile.OTROS. '

No una pasada, mas dos.OTROS.

¿Qué va buscando el buen fraile?FRAILE.

Una limosna, por Dios.VENDEDOR.

¡Naranjas del moro!VENDEDORA.

¿Quién pide un clavel?OTRA.

¡ Rositas de oro !VENDEDOR.

i Aloja de miel!(Algunas parejas bailan á estilo del país.)

CANTADOR.

En la feria de SevillaOjos hay que envidia el sol,Pero suelen al incautoSaltear el corazón.

UNOS.

Parece cuentoPero es verdad.

OTROS.

Otra coplilla.OTROS.

Otra y no más;Que ya la quedaDebe sonar,Y á nuestra casaNos echarán.

CANTADOR.

• Torre mágica del Oro,

Cuando tenga que morirDi á quien pase por tu ladoQue me entierro junto á ti.

TODOS.

La copla tieneEazon cabal,Que AndalucíaLa dicha da;Y en esta tierraTuvo que estarEl ParaísoDel padre Adán.

(Todos, menos los hombres del pueblo, se retiran en diversas direcciones.)

ESCENA II.HOMBRES DEL PUEBLO.

UNOS.(Con misterio.)

Tened , amigos. ¿Sabéis qué pasa?Pues no lo ignora nadie en Sevilla:¡El rey Don Pedro de amor se abrasa,Ciego por Nuña la gitanilla!

OTROS.

Es grave el asunto.OTROS.

Tal vez es comedia.OTROS.

Pues yo me barrunto(:ue para en tragedia.El rey no desisteDe tal pretensión,Mas ella resisteCon harta razón.

OTROS.

Es conforme y es según,Pues, tocante á la verdad,

Corre un run, run,Por la ciudad,

Que no deja de tenerMucho, mucho que entender.

TODOS.

Mas llega airosaNuña gentil,Linda y graciosaCual flor de Abril.

Si este caso duda ofrece,Aguardar justo será:Ya veremos qué acontece...Lo que fuere, sonará.

ESCENA III.DICHOS.—NENA, por el foro.

(Ésta sale caprichosa y pintorescamente vestida, con una pandereta enla mano.)

NUÑA.Yo soy la <?itanaGloria de Sevilla;Soy la flor galanaDe la maravilla.

Como luceros arden mis ojos,Despido aroma como el laurel, ,Y de mis labios frescos y rojosBrota en sonrisas fuente de miel.

¿Quién quiere reír?¿Quién quiere cantar?

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N.° 39 ANTONIO ARNAO. LA G1TAN1LLA. 419

La buena ventura le puedo decir;Yo puedo sus penas en gozo tornar.

HOMBRES.

Venga una tonada:¡Brava ocasión!

NuÑA.Ya que así os agrada,

Va la canción.(Acompañándose con la pandereta.)

Ni sé lo que son lágrimas,Ni sé lo que es la pena;Pues quiero sólo al júbiloMi pecho abrir serena.

Cual leve pájaroQue tiende el vuelo

Por donde sueltas las auras van,Yo cruzo el ámbitoDel ancho suelo,

Libre de angustia, libre de afán.¿Sabéis por qué?Yo os lo diré:

P'orque, huyendo la falsíaDe su acento engañador,Tengo el alma sorda y friaPara el ruego del ^mor.

La, la, ra, la,¿ Quién quiere reír?¿ Quié'/i quiere cantar ?

(Ap. ¡Y yo que me siento de amores morirAsí puedo falsa mi amor ocultar!)

HOMBRES.

¡ Que viva el donaire!¡ Que viva la sal!

NüÑA.(Con amargura.)

(Ap. ¡Y en tanto que rioMuero de pesar!)

(Oyese en una iglesia lejana el loque de queda.)

UNOS.Amigos, la quedaSuena, y ademásEl señor Juan DienteSale por allá.

TODOS.

¿Diente? Pues marchamos:No hay que vacilar;Que gasta unas chanzasQue sientan muy mal.

(Desaparecen precipitadamente por el foro y por la derecha.)

ESCENA IV.

NUNA.¡ Ya se fueron ! ¡ Ya respiro!Sola estoy... Aquí le aguardo.¡ Oh disfraz en que me miro!¡ Pronto al fin te dejaré!Tengo ya la barca presta;Y aunque el tiempo marcha tardo.Vendrá Diego: {•• hora es esta :Libertado le veré.

(Mirando con terror hacia la izquierda.)

Mas ¡oh desventura!¡ Oh fatalidad!Don Pedro y Juan DienteVienen para acá.

¿Y si le encontraran!(Suplicante, al cielo.)

¡ Señor, ten piedad!Que mi sacrificioPueda fruto dar.

(Retirase hacia el .fondo, derecha, para oir sin ser vi*ta.)

ESCENA V. " •NUSA, al pafio.—DON PEDRO.—DIENTE, por la izquierda.

D. PEDRO.

Ya lo sabes, Juan Diente; el que me ultraja...DIENTE.

Lo comprendo, seüor; va al otro mundo.D. PEDRO.

Don Diego de Manrique...DIENTE.

¿La mortajaQueréis que le prepare?

D. PEDRO.

Sólo digoQue el odio más profundoMe tuvo siempre, y contra mi enemigoQuiso en armas alzarse.

DIENTE.

Basta y sobra.Preso está. Tiempo largoTuvisteis de él piedad.

D. PEDRO.

Pues... hoy...DIENTE.

Por obraSe pondrá vuestro encargo.Y me place, señor, porque mi maza...

NuÑA.(Ap. ¿Qué escucho, ay Dios!)

DIENTE. ,

Ociosa me embaraza.(Con acento rudo y desabrido.)

Nada soy, ni nada valgo:Huero está mi entendimiento:Ni nací siquiera hidalgo,Ni un ardite se me da.Mas buen perro soy de presa,Y por vos me sobra aliento:La que mucho os interesa,¡Vive Dios! no se me va.

D. PEDRO.

Cgrca la tienes. Anda.DIENTE.

¿Que vaya? ¡Voto á San!Si oís tocar á muerto,Sabéis por quién será.

(Vase por el fondo, izquierda.)

ESCENA VI. . -NUKA, al palio.—D. PEDRO.

D. PEDRO.

¡Por mi nombre! Es dura estrella,Que me va cansando á fe,Dar cou tantos enemigosY á la fuerza ser cruel.

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Mas si son rebeldes ellosDe mi hermano, ¿qué he de hacer?

(Vie do á Ñufla que se acerca.)

¡Oh! la encuentro: aquí está Nuña...NuÑA.

Nuña misma, á vuestros pies.D. PEDRO.

Te buscaba, dueño mió.NUÑA.

(Ap. Mi dolor devoraré.)D. PEDRO.

(Con acento apasionado.)

Sabes que muero por tus ravores;Que por lograrlos, cual rey galán,Te di mi anillo, con mis amores,De tus deseos fiel talismán.

NUÑA.

Sé que ese anillo me habéis dejadoCual noble prenda de amante fe,Y á vuestro alcázar ir he j uradoCuando la noche mediada esté.

D. PEDRO.(Comoasaltado de desconfianza.)

¿Recuerdas tu promesaPara faltar?

NUÑA.No.

D. PEDRO.¿No?

NUÑA.

La pobre juglaresaFirme y leal nació.

D. PEDRO.Mas ¿sabes tú mi duda?

NUÑA.Decid.

D. PEDRO.Qur tu beldad

Me vela en forma rudaNobleza y calidad.

NUÑA .(Ap. ¡Gran Dios!) ¡Qué desvarío!

D. PEDBO.Yo soy diestro lebrel.

• N U Ñ A .

(Ap. ¡Si me descubre...) ¡Oh! rio.D. PEDRO. *

Quizá...NUÑA.

(Ap. ¡Tiemblo por él!)(Con afectada humildad.)

Nuña soy, la gitanilla,De Sevilla

Conocida en la ciudad:Si villana amarme os pesa,

JuglaresaSoy tan sólo en calidad.

D. PEDRO.

Noble dama, ó gitanilla.Por Sevilla,

¥Que me place tu beldad.Pues pareces juglaresa,

No me pesaSi te doy mi libertad.

ESCENA VIL>.—DIENTE, saliendo muy azorado del punto por donde se fue.

DIENTE.¡Oh, señor!

D. PEDRO.¿Qué sucede?

NUÑA.(Ap. ¡Cuál lucho!)

DIENTE.uerte dadme: la presa perdí.

D. PEDKO.¿fiDon Diego?. DIENTE.

Fugóse.D. PEDRO.

¿Qué escucho!. Ven.

NUÑA. ^ ^ »

(Ap. ¡Respiro!)D. PEDRO.

¡Ay de él!NUÑA.

(Ap. ¡ Ay de mí!)(D. Pedro, arrebatado de cólera , se va por el fondo, izquierda, seguido

de Juan Diente.)

ESCENA VIII.NUÑA.—Luego D. DIEGO.

NUÑA.

I Oh terrible momento!El anillo del rey le dio salida...Mas si le ven... ¡desfallecer me siento!i Ayl sin remedio perderá la vida.Pero... ¿sueño? ¡oh ventura!Aquí está... ¡Diego mió!

(Sale éste por el mismo lado y en primer término.)

D. DIEGO.

¡ Leonor idolatrada! De la oscuraFatal mansión de calabozo umbríoTan valeroso ardid me ha libertado.Al ver el regio selloTu mandato falaz han acatado.

NUÑA.

Mostróse Dios propicio:Venció Leonor de Tello:Ya soy quien soy: cumplí mi sacrificio,

(Con expresión de ternura.)

Para librarte ¡oh mísero!De oprobio y dura muerte,Mi honor salvando incólume,Luché contra la suerte.Mintiendo ser villana,La condición tiranaDel fiero rey vencí.Con este anillo ansiado,La libertad te ha dadoMandato que fingí.

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N.° 39 ANTONIO AUNAO. -LA G1TANILLA. 124

D. DIEGO.

En el recinto lóbregoDe mi prisión umbríaCon impotente cóleraMi pecho consumía.Tú á mi socorro fuiste,Tú libertad me diste,Y á verte al íin torné.Prestos de aquí marchemos,Y ante el altar sellemosNuestra amorosa fe.

NtlÑA.

La barca vino;Fuerza es partir:Abre camino,Guadalquivir.

LOS DOS.

Murió la amarguraDel pecho doliente:Por fin la venturaReanima mi mente.Ya el rey no me humillaPartiendo los dos.¡Oh triste Sevilla!Adiós, ¡ay! adiós.

(Vánse precipitadamente por el foro, derecha.)

ESCENA IX.D. PEDRO.—DIENTE.—BALLESTEROS, por la izquierda.

D. PEDRO.(Dentro, y con imperioso acento.)

¡Ira del cielo! Miradlos.¡Sus! mis lebreles, volad.

(Salen todos apresurados,)

DIENTE.

¡Huyen!* D. PEDRO.

Juan Diente, apresadlos.DIENTE.

Vamos.D. PEDRO.

No esperen piedad.

ESCENA X.D. PEDRO.

(Como luchando consigo propio.)

No la tendrán: exánimesQueden ante mis pies...¿Qué dije? ¡Sino pórfido!¿Burlarte no podré?¿Por qué fatal horóscopoRebeldes por doquierAl que nació magnánimoFuerzan á ser cruel!

(Con decisión y energía.)

Calle al fin el rudo acentoDe esta cólera que siento:No soy, no, sañuda víboraQue tan sólo muerte da.De mi nombre se burlaronY á la fiera provocaron,Mas mi pecho al ver sus lágrimasDuro bronce no será.

ESCENA XI.D. PEDRO.—NUfÍA.—D. DIEGO.-DIENTE. — BALLESTEROS.—

Luego PUEBLO.

DIENTE Y BALLESTEROS.

Aqui están los que osaron, señor,De tu Alteza las iras medir:Caiga en ellos el justo rigor:Nunca puedan merced conseguir.

1). PEDRO.(Á Nuila y á D. Diego, alternativamente.)

Falsa, ya sé quién eres,Áspid de las mujeres.Traidor, pues me burlasteCaro lo pagarás.Si el crimen os espanta,Caed ante mi planta:La muerte tú ganaste:Mi dama tú serás.

NUKA.

Le amé, señor: le adoro:Por él tan sólo lloro;Mas, viéndome vencida,Desprecio tu furor.No temen tu amenazaLas hembras de mi raza:Tuya será mi vida,Pero jamás mi honor.

D. DIEGO.

Sé que mi fin aguardoQue ya se acerca tardo,Mas yo puedo su famaAún de ti salvar.Á tal baldón, prefieroMorir cual caballero,Pero jamás tu damaPodrásla apellidar.

D. PEDRO.(Para sí,con acento de despecho.)

• ¡Me injuria, y librarlaQuise yo!

v , NüÑA.

¡Ay de mi!D. PEDRO.

¿Y cómo salvarla?D. DIEGO.

Matándola así.(Saca rápidamente la daga y va á lierir á Ñufla , pero Diente lo impide

sujetándole p«r detrás los brazos, con vigory rudeza.)

D. PEDRO.

Tente... ¿qué haces, fiera?D. DIEGO.

¡Mísera Leonor!NUÑA.

Dejadle. Antes mueraQue pierda mi honor.

DIENTE.(Con sorn» y aipereza.)

Mancebo, haya juicio:Calma, ¡voto va!No usurpéis oficioQue á mi cargo está.

D. PEDRO.

(Ap. ¡ Conmigo batallo!

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Valor, ¡vive Dios!)Aqueste es mi fallo:¡ Libres son los dos !

(Sorpresa en todos. Diente suelta con despecho á D. Diego. Van saliendopor varios puntos hombros y mujeres del pueblo.)

{JL CUATRO.)

D. PEDRO.

Domeñé la fiereza del sino:Dos victorias: por ella y por él.Idos lejos; yo os abro camino;Id, y ahora llamadme cruel.

NüÑA.

¡Oh! ¿qué escucho? Vencióse al destinoQue desdicha amagaba cruel.Rey Don Pedro, mi engaño abomino:Gracia imploro, y olvido por él.

D. DIEGO.¡Ah señor! Con vergüenza abominoDe mis odios la historia cruel:Ante vos. Rey Don Pedro, me inclino:Soy de hoy más vuestro subdito fiel.

DIENTE.

Ya perdiste, Juan Diente, el destino:Ya no cazas, caduco lebrel:Pues no sirves, te cuelgas de un pino...¡Y le llaman Pon Pedro el Cruel!

COHO GENERAL.

¡Oh qué asombro! Les abré caminoEn lugar de vengarse cruel:Por su heroico valor peregrinoBien merece glorioso laurel.

(Aparece en el fondo una barca. Nuña se quita el anillo y sp lo devuelveal rey. Ella y D. Diego parlen.)

NUÑA.(Desde la barca en que entra con D. Diego.)

A'iios, Rey de Castilla;Que os guarde el cielo:

Que por vus de SevillaFlorezca el suelo.

Y en vuestro pecho ardienteMuera el pesar;

Pues lograsteis clementeDe vos triunfar.

D. PEDRO.(En el proscenio, rodeado de todos ios demás.)

Hoy en mi pecho ardienteMuere el pesar;

Que al fin logré clementeDe mí triunfar.

DIENTE.¡Te luciste, Juan Diente!

¡Vaya un azar!¡Ya tu maza potente

Puedes quemar!CORO GENERAL.

Es terror de la gente,Pero es al par

Rey que sabe clementeGracia otorgar.

(La barca desaparece.)

ANTONIO ARNAO ,de la Academia Española.

SIETE MESES ENTRE LOS CHIPPEWAYS.

La relación que sigue se refiere á mi estanciade siete meses en los territorios cercanos á lacorriente del Mississipí, que están habitados porla tribu in^ia de los Chippe-vvays. He tenido oca-sión de recorrer con el nivel y el teodolito en lamano, la región que se extiende al E. desde elTamarac, afluente del San Luis, que desemboca enel lago Superior, hasta el Mississipí, al O. Yo eraentonces primer ayudante ingeniero, dedicado álos estudios preliminares dsl trazado del NorthernPacific railroad, ose ferro-carril que debe poneren comunicación el lago Superior con el OcéanoPacífico.

Aunque he tomado todos los datos topográ-ficos del país, no conservo ninguna cifra exacta,porque mis cuadernos han sido enviados á Was-hington, y por falta de tiempo no había podidocopiar el' contenido. Así, pues, únicamente misrecuerdos me servirán para este trabajo.

La arteria principal del Northern Pacific rail-road, debe extenderse desde Duluth, poblaciónsituada en el lago Superior, hasta Puget's sound,en el Océano Pacífico, atravesando los Estados óterritorios de Minnesota, Dacotah, Wyoming,Montana, Idaho, Washington, y siguiendo lafrontera que separa los Estados-Unidos del Ca-nadá. Entre Duluth y el rio Rojo del Norte, quesirve de límite entre el Minnesota y el Dacotah,hay un sitio, llamado Otter Fail City, en que delNorthern Pacific railroad se derivan dos ramas,una que va á unirse á Pembina en el Norte, yotra que toma la dirección del Sur y llega áCrow-Wing y á Watab, estableciendo así unacomunicación entre el Norte, San Pablo, Chicago,San Luis y el centro de los Estados-Unidos. Seve, pues, que la línea presenta una dirección ge-neral de E. á O. paralela á la del Oran CentralPacific railroad, solamente que éste último sigueel 41° de latitud, mientras que el primero re-corre el 47°, habiendo entre los dos una distanciade 6" próximamente.

La vía férrea, á pesar de las muchas dificulta-des que presenta y cuya apreciación nos llevaríafuera del dominio de la geografía, se construyecon una gran rapidez. Los americanos parten deuñábase diferente de la nuestra. Trazan un ferro-carril á través de territorios desiertos, y buscanla unión entre sí, no de centros existentes, sinode centros que se formarán justamente á causade la proximidad del ferro-carril. El problemaque hay que resolver es, por consiguiente, el in-verso del que se resolvería en Europa. En nuestrascomarcas se hace desde luego lo mejor que sepuede, para no tener después que deshacer y re-parar, y si los gastos de instalación son elevados,se obtiene en cambio grande economía en la rea-lización de las reparaciones exigidas por la explo-tación. En los Estados-Unidos se trata de pasar átravés de un país las más veces inexplorado, peroque, geográficamente, se supone debe ser prós-pero, y se búscala economía inmediata. Si el paísno responde á la esperanza de los especuladores,si la emigración no paga los desembolsos sinomuy lentamente, los gastos de instalación hansido muy reducidos y más tarde podrán perfec-cionarse los trabajos y pensar en el lujo.

Sin embargo, no debe temerse que la vía sea

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N.° 39 J . THOÜLET. SIETE MESES ENTRE LOS CHIPPEWAYS. 4 23

peligrosa. Los novelistas han abusado de las his-torias de accidentes y desgracias en los ferro-carriles. Si el deseo de lucro da malo3 consejos alconstructor, la libre concurrencia y el interésbien entendido atemperan un poco su ardor.

En ñn de Mayo de 1870, llegamos á San Pabloen el Minnesota, que era miestro cuartel general.La población es nueva, y se engrandece por mo-mentos como todas las poblaciones americanasque se establecen en los límites de la civilización,robando cada dia nuevos pedazos de terreno aldesierto. San Pablo, construido sobre el Mississi-pí, es el último punto en que se detienen en elNorte los inmensos vapores que surcan las ma-jestuosas aguas del rio. Nueva-Orleans es unextremo y San Pablo el otro. Por encima de SanPablo se encuentran las caidas de San Antonioque constituyen actualmente un obstáculo in-franqueable á la navegación, y es muy dudoso quela industria humana pueda vencerlo. Además,preciso es confesar que semejantes trabajos nopresentarian grandes ventajas. El alto Minnesotaes casi inhabitable ' y nunca podrá establecerseen ese territorio una civilizacionforraal. San Pablohace menos de diez años estaba construido demadera; en 1870, se veían ya muchos edificios dehermosa piedra gris, y la rnadsra no se usabamás que en los arrabales. El clima es frió peroseco, y por consiguiente saludable. Los médicosenvían á los enfermos del pecho á pasar allí los in-viernos, con una temperatura que llega hasta 25ó 30 grados bajo cero, y la verdad es que obtienenmuy buenos resultados.

Estuvimos poco tiempo en San Pablo, y to-mando el ferro-carril nos dirigimos á Watab, ter-mino extremo de la vía férrea hacia Norte. Un ser-vicio regular de diligencias sigue la orilla iz-quierda del rio y une Watab á Crow-Wing. Estepequeño pueblo era hace tres años el último cen-tro habitado de las orillas del Mississipí; hoy, porconsecuencia del establecimiento de Brainerd, ácinco millas más arriba, no es más que el penúl-timo. En el camino de Watab á Crow-Wing, nosdetuvimos para almorzar en Little Falls, dondeoimos que cuatro ó cinco canadienses hablabanen francés; les dirigí la palabra en este idioma ypronto hicimos conocimiento. Me preguntaron sihacía mucho tiempo que había salido del viejopaís... El viejo país es Francia. Los canadienses,que son ingleses hace varias generaciones, secreen todavía franceses y continúan hablando lalengua de sus padres, como sus padres la habla-ban, es decir, con un acento y giros de frases deun sabor anticuado, pero que no carece de encan-to. Es una sorpresa bastante extraña oir pronun-ciar las palabras que Moliere, y hasta Oorneilleescribieron.

En la orilla derecha del Mississipí se encuentrael fuerte Ripley. La bandera estrellada de los Es-tados-Unidos flota allí al viento, sobresaliendopor encima de las ligeras ondulaciones de la pra-dera, y todas las mañanas, al izarla al mástil delpabellón, y por las tardes al arriarla, los tambo-res la saludan con una tocata que tiene la inten-ción de imitar las célebres notas del Yankee doodU(himno americano).

Después de diez y seis ó diez y siete horas decarruaje, se llega á Crow-Wing, verdadero tipo delas poblaciones fronterizas. Está construida enla arena y contiene unas treinta chozas de ma-

dera, de las cuales algunas bañan sus paredes enlas aguas del rio. Tiene una iglesia, un hotel ycinco ó seis de esos establecimientos, especie debazares, donde se encuentran acumulados los ob-jetos más diferentes, como whiskey, telas, sala-zones, hilo, pólvora, anzuelos, pipas, hachas, y,en una palabra, todo lo que necesiten los lumber-men, los tramperos y los indios, que son los únicosque recorren aquellos parajes. Hay también enCrow-Wing un edificio que haría un curiosoefecto en un país más civilizado, y ante el cualtributamos nuestra admiración, 'después de sietemeses de soledad. Está habitado por un antiguotratante canadiense que ha hecho su fortuna tra-'ficando con los chippeways, y que vive de susrentas, siendo eterno objeto de envidia por partede sus conciudadanos menos favorecidos por lasuerte, ó menos hábiles que él.

En Crow-Wing vimos, por la primera vez, in-dios. El noble red man (noble hombre rojo) en-vuelto en la manta azulada ó rojiza, que debe á laliberalidad del gobierno, con los cabellos separa-dos en dos largas trenzas que le caen sobre el pe-cho, y los pies calzados por mocasines, se paseaorgullosamente siempre, hasta cuando está bor-racho, lo cual sucede con demasiada frecuencia.Habla poco, se limita á hacer gestos, y cuando habebido mucho se sienta en el suelo y se pone áreir de las nubes que pasan por encima de su ca-beza. Por lo general, el in;!io ha sido muy favore-cido por los viajeros; tenemos los recuerdos quenosha dejado el ilustre Schingachkook, que nuncaha existido. Yo no he visto más que Chippeways,pero esta tribu pasa por una de las más inteli-gentes. Y si los Chippeways son los más inteli-gentes ¿cómo serán los demás? Sus talentos se re-ducen á la construcción de canoas y á la pescaen los lagos. En cuanto á su habilidad, tan de-cantada para orientarse en medio del desierto,consiste en tomar una corriente de agua y se-guirla pacientemente hasta el punto más próximoal sitio á que desean llegar.

'Varias veces intentamos servirnos de estasgentes .fara guias, y nunca hemos podido con-gratularnos de habernos fiado de ellos. Como elMississipí tiene una corriente muy tortuosa, ynuestros guías nunca querían dejar el curso delrio, nos hacían el trayecto cinco ó seis veees máslargo délo que era necesario. Sin embargo, sabenadmirablemente ponerse á la pista de cualquierapersona; durante muchos dias y á grandes dis-tancias, atraviesan una selva siguiendo las hue-llas de un hombre y jamás so desvían. A este pro-pósito conviene hacer notar que el hombre, en losactos inconscientes de la vida, obedece á ciertasleyes fijas de que no se da cuenta; y por esocuando un tronco dé un árbol, ó un obstáculocualquiera, detiene su marcha, siempre toma á laderecha si no hay un motivo especial para obli-garle á dirigirse á la izquierda. Cuando un blancose pierde y no está acostumbrado á la vida de losbosques, vale más que no razone, porque, si-guiendo esa ley secreta, dará infaliblemente unavuelta en círculo y volverá al punto de partida,dejándose guiar, á pesar suyo, por la sombra queproyecta, sombra que da la vuelta con el sol quela produce. Un dia desapareció uno de nuestroscompañeros: reclamamos el auxilio de un indio, ylo primero que nos preguntó fue si la persona encuestión estaba por primera vez en aquel país. Al

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oir nuestra respuesta afirmativa, se puso en lapista, hizo cesar toda otra investigación y nosaconsejó que acampáramos en aquel sitio, puespor la tarde á las siete encontraríamos, sin hacernada, á la persona extraviada. La predicción serealizó exactamente; á la hora fijada vimos llegará nuestro camarada que volvía sobre sus mismashuellas, medio muerto de cansancio, de hambre yde terror.'

El indio posee una honradez relativa bastantecuriosa. Cuando se discute uña compra con élintenta engañar todo lo más que puede; pero con-cluido el contrato lo respeta fielmente-. Un mer-

* cader de Crow-Wing afirmaba que nunca habiarehusado vender á crédito á un indio desconocidoque se marchaba por los bosques tan pronto comoestaba en posesión de su mercancía. Un año des-pués, y algunas veces más tiempo, volvía á llevarel dinero al mercader. Pero el nombre rojo tienebastantes vicios: es borracho, perezoso, puerco ysin la menor previsión para el porvenir. En la pri-mavera los squams hacen la recolección del arrozsalvaje, que abunda en aquellas comarcas panta-nosas; y cuando la provisión se agota, el indio ayu-na. Esta situación se hace insostenible por muchotiempo, y entonces Joe, como llaman los ameri-canos al indio, toma una gran resolución, y semete á pescador. En dos horas recoge para man-tenerse quince dias, porque no tiene miedo nin-guno al pescado pasado, que para él es un ali-mento exquisito. Después \ iene un nuevo períodode dieta; los lagos se hielan, y Joe come lo queencuentra, ratones, ardillas, y algunas veces ungamo muerto por sorpresa. Todos los años enotoño celebra una gran fiesta, la fiesta de los per-ros. Prepárase ayunando durante cuatro ó cincodias, fumando el Mllikinik en su pipa, y fabrican-do sus medicinas, garras de oso, piedras, trozosde vidrio y otras cosas que deben preservarle detodos los males imaginables, cada una según suespecialidad. Cuando todo está en regla, matatodos los perros que habitan en su tepa y losdevora en una sola comida. Algunos animalescomprenden que el momento es peligroso y hu-yen; gracias á éstos se perpetúa la raza. La po-tencia del estómago del indio es increíble. Unavez, los que trasportaban nuestros equipajes yprovisiones nos suplicaron que les dieramos enuna comida sus raciones de dos semanas, pretex-tando que las judías se llevaban con más como-didad en el estómago que en sacos sobre los hom-bros. Nos negamos á su petición: si hubiéramosaccedido á ella, es bien seguro que lo 'hubierandevorado todo en el acto.

Después de algunos dias que pasamos prepa-rando nuestra expedición, salimos de Crow-Wingen número de veinte y dos personas, tres inge-nieros, los ayudantes, los asomen (zapadores) paraabrir el camino, y los indios mestizos portadoresde nuestros equipajes. Los half-breeds (indios mes-tizos) son descendientes de tramperos canadien-ses y de sguaws, y no se distinguen de los indiosde pura raza más que por una circunstancia, lade que trabajan algunas veces, las menos que pue-den y todo lo mal posible, pero trabajan al fin. Elverdadero piel-roja mira el trabajo como deshon-roso. Muchas veces uno de nuestros hombres,cargado de mantas y sacos de harina, ó con latienda, caminaba difícilmente á través del panta-no sin pronunciar una palabra, y de repente deja-

ba caer su fardo y desaparecía corriendo sin vol -ver la cabeza y sin reclamar el salario que se ledebía: le atacaba de repente la nostalgia de lapereza.

Crow-Wing fue nuestra última etapa en paíscivilizado: al abandonar este humilde pueblo di-mos, nuestro primer paso en el desierto. Ya noíbamos á tener á nuestra vista más que nosotrosmismos y el admirable espectáculo de la natura-leza. La vida salvaje es una excelente escuela enque el hombre aprende á sufrir sin murmurar,porque su queja se perdería en el espacio, y sindebilidad porque sólo de sí mismo puede esperarsu salvación.

Nos embarcamos en un barco chato y subimosel Mississipi, empujando con largos palos en lasorillas y siguiendo todas las ondulaciones de és-tas. El calor era sofocante, y los mosquitos noshacían sufrir horriblemente. A pesar de los guan-tes de piel de gamo que nos llegaban hasta elcodo, esos insectos nos asediaban en gran multi-tud, introduciendo sus trompas en los intersti-cios de las costuras, y alimentándose de nuestrasangre. Los matábamos por millares, y nuestrosvestidos estaban rojos de su sangre; pero el nú-mero de aquellos animales no disminuía. Por lanoche nos deteníamos para acampar y abordába-mos una orilla, empezando por hacer una hogue-ra de ramas de árboles. Cuando el fuego estababien encendido le cubríamos de varias capas decésped húmedo y producíamos una espesa colum-na de humo que se encorvaba al impulso delviento; entonces todos rodeábamos la encubiertahoguera saturándonos de aquel humo nauseabun-do, pero bienhechor, que nos hacía respirar porprimera vez en el dia, desembarazándonos demosquitos. Después s' levantaban las tiendas;nos envolvíamos los pies y la cabeza en mantas,y á pesar del calor nos dormíamos, á menos queuna tempestad horrorosa descargase sobre nues-tras cabezas inundándonos de torrentes de agua.Cuando esto sucedía, nadie se levantaba, pero decada manta salían sordos juramentos que acom-pañaban al estrépito de la tormenta

Propiamente hablando, el Mississipi no tieneuna corriente, tiene mil, y la mejor prueba deello es que el rio está más encauzado á medidaque se aproxima al mar. Antes de su con-fluencia con el Missouri, que es tan ancho comoél, tiene una anchura de media milla; por debajode San Luis tiene tres cuartos de milla, y mediamilla solamente en Nueva-Orleans, aunque ya eneste punto ha recibido las aguas del Ohio, delArkansas, del rio Rojo, y de multitud de afluen-tes. Hasta Crow-Wing las' orillas del Mis?issipíestán llenas de pantanos. Cuando las lluvias sonabundantes, en la época del derretimiento de lasnieves, el nivel del agua se eleva; estos pantanosse llenan, y el Mississipi adquiere doble ó tripleanchura. Én el verano el nivel baja, las charcas ypantanos se aislan entre sí y aparecen grandesespacios de tierra arenosa en pendiente suave.

Subimos el rio durante seis dias, y llegamos áalgunas millas de distancia de Pokegama-Falls,muy cerca del lago Itasca, fuente oficial del Mis-sissipi. Nuestros sufrimientos habían sido tales,que uno de nosotros, harto de la vida salvaje,aprovechó la ocasión que le ofrecía una canoa in-dia que bajaba hacia el Sur, y nos abandonó, re-gresando á San Pablo, donde murió al dia si-

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N.° 39 J . THOULET. SIETE MESES ENTRE LOS CH1PPEWAYS. 125

guíente de su llegada. Alarmada la Compañía delferro-carril nos envió una caja de medicamentos,conteniendo pildoras, jarabes de todos los colores,y el infalible pain Killer, calmante para aminorartoda clase de dolores. El aspecto de todas estasmedicinas cuyas etiquetas nos hacían demasiadaspromesas para ser sinceras, nos causó cierto res-peto y resolvimos ser prudentes en su uso; asi esque volvimos á colocar todo en !a caja, sin cuidar-nos de cerrarla. Algún tiempo después creímosconveniente rehacer el inventario y buscamos lacaja... estaba vacía. Los indios habían comido laspildoras y bebido los líquidos, entre los cuales sehallaba un litro de tintura de árnica y una botellade extracto de Saturno. ¡Y nada les habia hechodaño!

Estudiamos primero un paso del Mississipí;la profundidad del rio en su medio no pasaba detres metros; su anchura llegaba á 100. Nos in-ternamos en seguida en la ribera izquierda haciael B. y caminamos en esta dirección unas treintamillas, pero recibimos orden de abandonar el tra-zado, porque la administración quería que el pasodel Mississipí se hiciera más al Sur.

Nuestro segundo trazado lo empezamos en elrio, cineo millas al N. de Crow-Wing, y nos in-ternamos al E. N. E., en dirección al Tamarac. Elpaís es un gran pantano sembrado de vez encuando de islotes arenosos. Durante siete mesesestuvimos con las piernas metidas en agua y ba-ñados algunas veces hasta los hombros. Paraacampar cortábamos ramas, hacíamos faginas, ysobre ellas levantábamos las tiendas. Las nochesen que el agua nos cubría parte del cuerpo laspasábamos bien, tal era ya la costumbre; perocuando el agua nos llegaba á la cara, teníamosque despertarnos. A la larga se habitúa uno á es-tos inconvenientes y trabajos, pero dudo que na-die pueda jamás encontrarlos agradables.

Por regla general, encontramos pocos indios;viven aislados por familias y sólo se agrupan eninvierno alrededor de las factorías. Es difícildarse cuenta de sus ideas; cuando muere uno deellos, los chippeways le colocan en medio de sutepa, y todos los parientes y amigos, tocandotambores, hacen durante dos días un estrépitoespantoso alrededor del cadáver para impedir alespíritu malo que se aproxime. En seguida en-tierran el cadáver con los objetos que le pertene-cían, hasta con el dinero, lo cual ocasiona que lassepulturas sean violadas con frecuencia. Los ce-menterios están colocados en sitios aislados ypintorescos. Las tumbas de los niños están cu-biertas de ramas cuidadosamente reunidas por laparte superior, imitando una cuna.

Los indios dibujan: una noche estábamos acam-pados cerca de un lago; estalló una horrible tem-pestad, durante la cual los deslumbradores re-lámpagos se sucedían sin cesar y la lluvia caia á.torrentes; de repente se oye á lo lejos, sobre ellago, el ruido monótono de un tambor; eran losmágicos que hacian sus exhortaciones á bordo deuna canoa. A la mañana siguiente encontramosla canoa en la playa y muy cerca de ella cincoanchas tiras de corteza, en las cuales se veia di-bujado un combate naval. Las piraguas llenas degente, los guerreros blandiendo sus lanzas, losmuertos, los heridos, todo estaba dibujado deuna manera sencilla, pero comprensible, y sin lamenor perspectiva, como los dibujos que hacen

los niños en las paredes de un edificio recien blan-queado.

El indio es muy jugador: cuando nos detenía-mos, los portadores dé nuestros equipajes se po-nian en seguida á jugar á los mocasines, y gana-ban ó perdían todo lo que poseían. Colocaban enel suelo cinco mocasines; dos jugadores se poníanfrente á frente, y uno de ellos cogía una piedracualquiera y la ocultaba en alguno de los moca-sines, tratando de distraer la atención 'de su ad-versario; cuando la piedra estaba oculta, el otrojugador tomaba una marmita, un plato de estañoó cualquiera cosa que pudiera servir para hacerruido, y ejecutaba un solo con objeto de agradaral buen genio; después con una vara levantabadel suelo uno de los mocasines, y si la piedraestaba en él ganaba la partida. El juego, comose ve, era muy senciflo, pero no carecía de bri-llantez porque los amigos de los jugadores nuncadejaban de entonar un concierto general en ala-banza de la divinidad, concierto que nosotrosencontramos poco agradable á nuestros oidos,por lo cuál prohibimos el juego, como no se pu-sieran á larga distancia.

Antes de terminar este relato citaré rápidamen-te los animales y las clases de árboles de esteterritorio. El reino animal está representado porel mooso, especie de rumiante; el ante, de cuyoanimal encontramos muchos cuernos en los pan-tanos; el oso pequeño, el gamo, la perdiz-faisán,la ardilla y la serpiente que es muy rara é ino-fensiva. Los pescados abundan en los lagos, es-pecialmente de la especie del sollo. Los insectosson de especies poco variadas pero abundantes.Los mosquitos constituyen una plaga desde elmes de Junio hasta las primeras heladas en finde Agosto, y hacen ese país verdaderamente in-habitable. He visto á hombres que no hubierantenido inconveniente en resistir el ataque deuna banda de indios armados, sentarse en élsuelo y ponerse á llorar como chiquillos á conse-cuencia de una violenta excitación nerviosa pro-ducida por las innumerables picaduras de losmosquitos. Cuando éstos desaparecen, todavíaquedan durante un mes los blackflies, especie demoscas muy pequeñas, casi microscópicas, negrasy con las extremidades de las patas blancas. Pe-netran en las cavidades nasales, en los ojos, ycada uno de estos insectos saca un pedacito decarne. El mosquito chupa una gota de sangre yse marcha, pero esta mosca negra muerde y dejauna herida.

Los árboles adquieren por todas partes propor-ciones enormes. Se encuentra una gran cantidadde coniferos, tamaracs, pinos blancos, pinos deNoruega, cedros, encinas blancas y rojas, sauces,álamos, sándalos, arces, alisos y, sobre todo, abe-dules, que son la verdadera providencia de aquelpaís desheredado. Su corteza la emplean los in-dios en hacer canoas, cubrir sus chozas, fabri-car sus muebles; y como contiene un aceite esen-cial fácilmente inflamable, lo usan para encenderel fuego. Sin el abedul, aquel país sería inhabi-table hasta para los indios. También hemos en-contrado muchas legumbres y frutas silvestres,como navos, zanahorias, manzanas, peras, cirue-las, grosella, y la frambuesa que es exquisita.

JUIIAH THOULET.

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4 26 REVISTA EUROPEA. 2 2 BE NOVIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.° 39

EL ECLIPSE DE LUNA DEL 25 DE OCTUBRE,

El mes de Octubre último ha sido muy favora-ble para la astronomía de observación. Despuésdel eclipse de sol del 10 y la ocultación de Venusdel 14, visibles ambos fenómenos, lia podido serobservado el eclipse de luna del 25, á pesar de lasnieblas de la madrugada.

Si las observaciones astronómicas difieren mu-cho entre sí, se diferencian más todavía por lavariedad de las condiciones meteorológicas enque es preciso hacerlas. Así, el estudio del eclipsede sol del 10 ha habido que hacerlo bajo los rayosde un verdadero sol de estío; en la ocultación deVenus ha sido preciso buscar el planeta en elcielo deslumbrador del Sur con la vista medio ex-tinguida; y el eclipse de lupa del 25 sólo ha po-dido ser estudiado en el seno de una atmósferahúmeda y glacial, digna de les próximas nochesdel invierno. Pero todos estos pequeños inconve-nientes corporales no son nada cuando no haynubes que oculten el fenómeno, y cuando, en defi-nitiva, se puede hacer una observación satis-factoria.

La luna llena debía entrar á las 4 h. 55 m. dela mañana en la penumbra formada por la atmós-fera terrestre alrededor del cono de sombra quenuestro planeta forma constantemente detrás desí, al lado opuesto del sol, Pero la luna estaba yabaja hacia el horizonte occidental, y vapores es-pesos, nieblas y trozos de nubes la rodeaban deuna especie de velo blanquecino. La imagen noera limpia, aunque se distinguía muy bien elconjunto de la geografía lunar. La montañablanca y radiante de Aristarco brillaba hastaen la parte inferior del diámetro vertical del dis-co, y quedó perceptible aun cuando esta región sesumergió en la sombra. No llegué á distinguir lapenumbra. Cerca de una hora después de la en-trada de la luna, á las 5 h. 20 m., no se distin-guía nada todavía. Lo mismo sucedía á las 5 h.80 m., y á las 5 h. 45 m. la luna pareció arrastrada hacia el Nordeste, es decir, hacia arriba yhacia la izquierda (imagen derecha). Como nodebía entrar en la sombra de la tierra hasta las5 h. 51 m., deduje que la sombra de la atmósferaterrestre no produce efecto sensible sobre la luzde la luna, sino cuando proyecta sus capas infe-riores espesas y cargadas de nubes. Las capas su-periores de la atmósfera no disminuyen en nadala claridad del plenilunio (al menos en las condi-ciones actuales).

A las 6 nuestro satélite tenía eclipsada la cuar-ta parte de su diámetro, pero la sombra de latierra concluía oor una tinta degradada insensi-blemente y no por un límite claro y cortado. Al-gunos minutos después la línea de sombra lle-gaba al monte Aristarco, y, avanzando siempre,llegó también al monte Tycho. Veíanse cor-púsculos negros que pasaban en todos sentidospor delante del astro de la noche: eran pájarosque volaban á una gran altura.

Alas 6 h. 25 m., el cono de sombra llegó almedio del disco lunar; pero llegado á las regionesbajas de la atmósfera, el astro de Diana parecióextenderse y aun sumergirse en un lecho de nu-bes oscuras que formaban el horizonte. A las6 h. 30 in. desapareció: la sombra llegaba enton-ces al mar de la Serenidad y al monte Manilius. Es

la mayor fase de eclipse que se ha visto en París.Algunos minutos después, á las 6 h. 37 m , el

sol apareció radiante en el horizonte oriental.CAMILO FLAMMARION.

(La Nature.)

EL MUSEO ANTROPOLÓGICODEL DOCTOR GONZÁLEZ DE VELASCO.

DESCRIPCIÓN RAZONADA.—Marchando por el pa-seo de Atocha y á mano izquierda, se presenta áprimera vista una sencilla y elegante fachada decasa particular. Más adelante se ve lateralmenteel pórtico y fachada principal de este nuevo Mu-seo; situándose en direccíon-de su eje principal,se comprende en seguida que el emplazamientode todo el edificio está situado entre el encuentrodel paseo de Atocha y la prolongación de la callede Granada, que atraviesa por el Parque de Ma-drid. Cuando se hayan despejado conveniente-mente los terrenos elevados, entre este Museo yel Observatorio astronómico, resultará favorecidoel edificio en sus • condiciones ópticas de buenaperspectiva.

El inteligente arquitecto y distinguido aca-démico Sr, D. Francisco de Cubas ha manifes-tado perfectamente las dos ideas que presiden ásu reciente obra artística: la primera la expresacon «1 arte clásico griego que resplandece en elpórtico de ingreso; la ponderación y armonía desus compactas masas, sólo interrumpidas por elnecesario hueco de la puerta, tiene aquel sello degravedad, belleza y majestuoso aspecto que debeanunciar siempre todo templo de la ciencia. Lasegunda idea se ve en el estilo moderno de las fa-chadas laterales, que indican otro carácter ó fun-ción artística en el destino del edificio. Dadaslas limitadas dimensiones del terreno y su confi-guración, ha sacado el arquitecto Sr. Cubas todoel partido posible, porque todas las distribucionesdel Museo y sus dependencias han resultado re-gulares, y sólo dos gabinetes no tienen la formarectangular.

Analizando ya el conjunto de sus fachadas, re-sulta de muy buen efecto el amplio pójtico tetrax-tilo (de cuatro columnas), de orden jónico griego,coronado por un frontón, en cuyo tímpano ó es-pacio triangular se representa alegóricamente ála Medicina en la cabeza de una Minerva médica,rodeada de plantas medicinales y las emblemáti-cas serpientes, entrelazadas con el ornato correctode los tallos y hojas. Termina el frontón coa-dosesfinges parlantes á los lados, simbolizando lafuerza de la propaganda científica. Una bonitaantefixa (adorno superior del vértice), formada depalmetas griegas, finaliza toda la ornamentacióndel pórtico.

No estará de más el consignar que los fustes ócañas de las columnas son de una sola pieza,mientras que las columnas del pórtico (corintioromano) del Congreso, y las del Museo de Pintu-ras (orden dórico romano), están compuestas detres piezas ó tambores cada una. El bello pórticodel Observatorio astronómico tiene columnas deuna sola pieza, pero son más pequeñas que lasdel Museo del Dr. Velasco.

Una espaciosa escalinata da acceso al pórtico,

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N.° 39 M. GINESTA. EL MUSEO ANTROPOLÓGICO DEL DR. VELASCO. 427

donde en su fondo se contemplan, por primeravez en Madrid, dos pinturas murales en la facha-da, recordando perfectamente el estilo y épocadel arte policromo de Pompeya. Estas dos mag-níficas pinturas son debidas al puro y correctopincel de D. Isidoro Lozano, ventajosamente co-nocido en el mundo artístico en el género espacialde pintura que cultiva con tanto acierto. A la iz-quierda de la puerta principal de ingreso se ve,entre un gran recuadro pintado con rojo de In-dias, la arrogante figura de la Medicina (de ta-maño algo mayor que el natural), con el emblemade la prudencia necesaria en esta profesión, sim-bolizada por la serpiente, que se enrosca en elbrazo derecho de la hija de Esculapio, sin que lalengua del áspid se atreva á tocar la copa que sele presenta. Los paños están natural y ricamentetratados, dada la actitud convencional y aéreacon que solían los pompeyanos pintar esta clasede alegorías; viéndose además un manto ligero ygraciosamente movido que circunda la parte su-perior de la diosa Ygia.

Ala derecha, y en otro cuadro simétrico, estárepresentada la Ghirurgía por la noble figura deuna matrona, que lleva en las manos la caja óestuche con instrumentos y vendas. El ropaje esuna túnica rosácea, con otra azulada sobrepuesta,que también se desarrolla en ondulantes plie-gues. La preparación délos colores de estas pin-turas, inalterables á la intemperie, se ha com-puesto preparándolos con cera y esencia de tre-mentina.

Pasando á examinar las fachadas laterales, ve-mos allí el arte moderno con todas las delicadezasde ornamentación, y hasta con todo el afán deaprovechar los espacios, sacando el mayor nú-mero de balcones y huecos, para tener en la dis-tribución interior del edificio el mayor númeroposible de salas, gabinetes y habitaciones. Poresta razón, empleando los cortos cuerpos salien-tes que hay detrás del pórtico, y enlazados conlas dos fachadas laterales, ha sabido acertada-mente el Sr. Cubas buscar un artístico contrasteentre el estilo robusto y clásico antiguo de la fa-chada principal con el solo hueco de la puerta; yel estilo ecléctico y refinado, que hoy dia está demoda en todas las casas particulares, y que porcierto se ha empleado con buen gusto en la deco-ración de los balcones, que dan abundante luz álas dependencias y habitaciones de este Museoantropológico.

Penetrando en su interior, se llega directamentedesde el pórtico al gran salón central, alumbradppor la luz zenital, que proporciona una espaciosalucerna, apoyada sobre una grande escocia óparte de bóveda circular, construida con vigasarmadas circulares de hierro en forma de T. Lacubierta de la armadura es de plomo.

Dos numerosas anaquelerías de armarios ele-gantes y de circunvalación, unos en la galería su-perior del salón grande, y los otros arrancandodesde el suelo, llenarán sus espacios con las ri-cas y notables colecciones de anatomía humana,que ha reunido el doctor Velasco desde hace mu-chos años.

Del salón grande se pasa á otro menor, dondese halla la biblioteca y colecciones de anatomíacomparada. Es digna de llamar la atención la ana-tomía de un caballo, tallada en madera, y al tama-ño natural, por el estudioso escultor Sr. Subirát.

A los dos lados del cuerpo principal del Museose hallan sus dependencias, distribuidas en laforma siguiente:

Pabellón con fachada al paseo de Atocha.—Primer piso: Salón espacioso conteniendo las co-lecciones de Historia Natural. Al lado se hallael despacho y sala de consultas del doctor Velas-co; en este saloncito se ven un monetario y colec-ción numerosa de instrumentos de cirugía, tantoantiguos como modernos; y por último, se pasaal gabinete de reconocimientos, que comunicacon el salón grande.—Además, hay dependenciasinteriores, conteniendo colección de minerales,peces, conchas y antigüedades. El piso principales para las habitaciones del profesor.

Pabellón de la calle de Granada.—Planta baja:Sala de cátedra de 10™,30 de largo por 8 ,̂30 deanchura, con un laboratorio convenientementedispuesto para toda clase de análisis y prepara-ciones. Un gasómetro para obtener la luz Dru-mond, sirve para las experiencias de la clase.Junto á la cátedra se halla otro salón destinadoal estudio de la Histología, ó sea La Anatomíamicroscópica. El piso principal se destina á Clínicade casos notables para la ciencia médica. En elsotabanco se halla el taller de vaciados , modela-dos, maceraciones y desecaciones.

El aventajado joven D. Rafael Julia está pin-tando con suma habilidad los innumerables y pre-ciosos ejemplares para la ciencia, obtenidos por elDr. Velasco en el laborioso estudio q,ue ha hechosobre toda clase de cadáveres.

Antes de concluir, dejaremos consignados algu-nos datos importantes relativos á las dimensio-nes superficiales y alturas de este nuevo Museo.

La rasante por la calle de Granada es más del6 por 100. Altura total de la escalinata 3"»,3&.

Superficie total del edificio 1.541 metros cua-drados, correspondiendo 559ms á los dos pabello-nes, y al pórtico 39m».

Dimensiones del salón principal: ancho, 14 me-tros y 70 centímetros; largo, 2(5,10; altura hastala escocia, 16,60; altura de la misma, 7,25.

Salón pequeño : ancho, 8 metros; largo, 14,70;altur# hasta la escocia, 12,80; altura de la esco-cia, 2,80. •

Pórtico labrado con piedra de Novelda: luz delpórtico, 3 metros y 10 centímetros; ancho, 10,20.Columnas: basa, 0,63; fuste, 6,02; capitel, 0,91;diámetro inferior, 0,85; diámetro superior, 0,78.Cornisamento general, 1.72. Tímpano del fron-tón: largo, 8,68; alto, 1,68; tamaño de las esfin-ges, 1,40; altura do la anteflxa, 1,47.

No terminaremos estos ligeros apuntes sin de-cir algo de nuestra visita á los estudios respecti-vos de los escultores D. Elias Martin y D. Fran-cisco Subirat. Dentro de peco tiempo se hallaráncolocadas en los pedestales de la escalinata las es- •tatúas de dos médicos célebres españoles, á quienrinde laudable homenaje de respeto y justo re-cuerdo el Sr. t>. Pedro de Velasco, consagrando elfruto de sus tareas científicas á perpetuar pormedio del arte escultórico la gloria del Dr. Servet,á quien se atribuye el descubrimiento de la circu-lación de la sangre, y la fama del divino Valles,médico de Felipe II.

La estatua del Dr. Servet, perseguido por Cal-vino y quemado vivo en Ginebra el 27 de Octubrede 1553, la ha concebido el acreditado escultorD. Elias Martin, en uno de esos momentos de sé-

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ria reflexión en que tan sabio médico y filósoforecogía gravemente su espíritu, según denota laactitud de tener la cabeza inclinada y sostenidapor la mano izquierda en natural reposo del brazo;el derecho lo tiende sobre el del sillón con un per-gamino en la mano. El estudio del ropaje es sen-cillo y natural; domina el carácter robusto y ma-jestuoso en toda esta obra del autor del Adonis,Bacante, Santa Teresa y el Estudiante, etc., queadmiramos los apasionados del escultop Martin,á quien envió anticipadamente mi más sincerafalicitacion por su trabajo artístico del doctorServet.

El divino Valles, labrado también en piedra deNovelda y tamaño semi-colosal, es obra del señorSubirat, el cual merece del mismo modo que se leaprecie, por ser la primera obra grande en que re-vela su genio en la delicadeza del conjunto y ver-dad minuciosa de los detalles. Esperando que nose ofenda la modestia de mi distinguido amigo yrespetable compañero Sr, Cubas, consigno pú-blicamente mis plácemes, que hago extensivos álos demás artistas, y especialmente al Sr. D. Pe-dro González de Velasco, por el señalado servicioque ha prestado á nuestra desventurada patria conla creación de su magnífleo Museo antropológico.

MIGUEL MARTÍNEZ GINESTA.

BOLETÍN DE LAS ASOCIACIONES CIENTÍFICAS.

Sociedad española de Historia Natural.4 DE NOVIEMBRE.

Marfil vegetal.—Satirio notable.—Aragonito y Estronciana sulfatada.—Caso curioso de teratología. — Murciélagos ofensivos del país vascofrancés.

Con asistencia de 31 socios de Madrid, se abrióla sesión á las nueve, bajo la presidencia de donRamón Llórente, y leida y aprobada el acta de laanterior, se pusieron sobre la mesa las publica-ciones recibidas.

El Sr. Suarez (D. Sergio) mostró un ejemplarde semilla dei vegetal perteneciente á la familiadélas Palmas, tribu de Cocoinas, llamado Tagua,en Nueva-Granada y el Perú (Phytelephas macro-carpa, R. et Par.), cuyo producto corre en el co-mercio con el nombre de marfil vegetal.

El Sr. Martínez y Saez presentó un ejemplar deChamaleo Otvenii, Gray, saurionotable por los trescuernos que tiene en la cabeza, situados dos deellos delante de cada ojo y el tercero en la puntadel hocico. Presentó igualmente un ejemplar deVípera nasicornis, Shaw, ofidio bien reconociblepor las seis prolongaciones escamosas, blandas,como acanaladas hacia afuera y de diferente lon-gitud y anchura, de la extremidad de su cabeza.Ambos ejemplares forman parte de una remesahecha hace tiempo al Museo de Madrid, y de cuyaclasificación se está ocupando.

El Sr. Vilanova mostró varios ejemplares deArugonito y de Estronciana sulfatada con crista-les de azufre de Giangiana (Sicilia), traídos por élal Museo de Madrid, y notables aquellos por lacorrosión de sus cristales, en relación tal vez conlai estructura de éstos, y los últimos por su dis-posición estalactítica. Acerca de la descripción yorigen probable de estos minerales, leyó una notaque pasó á la comisión de publicación.

El Sr. Pérez Arcas leyó asimismo una nota, quetambién pasó á diciia comisión, confirmando laexistencia de su especie, la Asida Paulinoi, Per, yhaciendo ver sus diferencias con otras, con lascuales ha sido confundida.

El Sr. Llórente dio cuenta, como caso, curiosode teratología, ya indicado por éi en una sesiónde la Academia de Medicina, de haber sido lleva-dos por un guarda de la Casa de Campo á la Es-cuela de Veterinaria, hace años, un perro y unaperra mastines, que carecían de extremidades to-rácicas, hijos ambos de una perra bien conser-vada, y hermanos gemelos de otra que tampocoofrecía singularidad ninguna. Habiéndose encar-gado él mismo de su cuidado, consiguió que lle-garán á una talla considerable, si bien la perra, áconsecuencia de las malas digestiones, tal vezhijas de su mal carácter, murió antes que el perro,que era dócil, el cual llegado á la edad de la pu-bertad se hizo mordedor, circunstancia que quizátenga alguna i-elacion con la teoría que atribuyela hidrofobia á la falta de ejercicio de los órganosgenitales. La muerte prematura de la perra hizoque no pudiera estudiar experimentalmente, comose proponía, el resultado de la unión de ambos,la cual hubiera producido probablemente indivi-duos con la misma anomalía, dada la tendenciaque tiene á perpetuarse, sobre todo en los anima-les domésticos, las variaciones individuales. Elperro disecado y el esqueleto de la perra fueronpresentados á la Sociedad, la cual, á propuestadel Sr. Llórente, acordó se hiciese de ellos unareproducción gráfica para su publicación en losAnales.

El Sr. Jiménez de la Espada comunicó, con lareserva debida, la noticia que le habia sido dadapor una persona de Sare (país vasco francés), deque los murciélagos en esta comarca atacan á lascabras y á las ovejas mordiéndolas detrás de lasorejas y chupándolas la sangre. La circunstanciade ser en ese mismo sitio donde era herida todaslas noches por los murciélagos una cabra blancaque habia en la casa donde por una larga tempo-rada moró en los Andes el Sr. Espada, da algúnviso de probabilidad á la aserción referida.

Apropósito de costumbres de murciélagos, aña-dió este señor haber observado los actos de aseode uno cogido por él, que colgado de un tarugopor una de sus patas y puesto á secar al sol ácausa de lo húmedo y sucio que se hallaba, sevalia de la garra libre para poner en orden lospelos de la frente que le tapaban los ojos, los dela bnca, y asearse todo su cuerpo, utilizando tam-bién al efecto las extremidades torácicas, arro-pándose al finalizar su tocador con sus alas comocon una capa.

El señor presidente confirmó lo dicho por el se-ñor Espada acerca de la reserva con que debíaser .recibida la noticia comunicada, dada la ig-norancia científica de la persona de quien aquella habia recibido, y el ejemplo frecuente de opi-niones erróneas análogas que corren entre el vul-go, no obstante ser, sin embarga, un dato inte-resante en cuanto puede excitar el deseo de tra-tar de evidenciar el hecho.

Se admitieron siete socios; se hicieron tresnuevas propuestas, y se levantó la sesión á lasnueve y media.—El vicesecretario.

Imprenta de la Biblioteca de Instrucción y Recreo, Kubio,25.