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Reflexiones sobre la crisis de 1640 ESPERANZA YLLÁN CALDERÓN - Universidad Complutense de Madrid En los primeros años del siglo XVII y más concretamente en la década de 1640, coYifluyeron una serie de imágenes, referencias y vocablos que la histo- riografia ha venido transmitiendo como elementos consustanciales de la historia de España: imperio y decadencia; estado y nación; monarquía y reinos; gobernantes y gobernados; mito y realidad, formaron el entramado de una España contradictoria, de quimera y ensoñación que tan sabiamente supieron captar Cervantes y Calderón’. Sobre este «tiempo del Quijote» refiexionó hace ya tiempo P. Vilar al analizar la decadencia económica de España, calificando El Quijote de libro <(universal» y «eterno», pero que sigue siendo antes que nada «un libro español de 1605», que no cobra todo su sentido más que en el corazón de la historia. Así, «en el declive de una sociedad gastada por la historia, en un país que ha llevado al punto más extremo sus contradicciones, en el momento en que una crisis aguda descubre sus taras, en que el vividor ocioso, el rentista arruinado, el bandolero seductor, el pordiosero holgazán, recorren calles y caminos, en que el clérigo se nutre de arte puro y el hombre medio de literatura barata. en aquel momento surge una obra maestra que tija en imágenes el contraste tragicómico entre superestructuras miticas y la realidad de las relaciones humanas>r. Sobre las caracteristicas ideológicas de este periodo. cft, el prologo de CEPEDÁ ADAN. 3.: «Las españoles entre el ensueño y la realidad”, en El Siglo de! Quíji>te (/580-1680). vol. XXVI de la Historío dc Espoíia. M. Pidal. Espasa Calpe, Madrid, ¡986. En cuanto a la percepción caíderoíaiana, resulta de gran interés «La reflexión politica en el itinerario del teatro calderoniano» DOw aso leido en el acto de recepción póblica en la RAtA por el Excmo. Sr. O. losé Alcalá-Zamora y Queipo de Líaíao, Madrid, ¡989. Vii ..‘s R, 1’.: ¡1.1 tiempo del Q u ijoteo. Estudi o incluido en la obra del íaai smo autor ¡it decodcííciií eeanaííí/i íí u/e io.s ¡fltpeo<)s. Ud. Ariel, Barcelona, 1 966. Cuadern¿s de Historia Moderna, n. 0 lí. 209-222. Edit. Univer. Complutense. Madrid, 1991

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Reflexionessobre la crisis de 1640

ESPERANZA YLLÁN CALDERÓN -

UniversidadComplutensede Madrid

En los primerosañosdel siglo XVII y más concretamenteen la décadade1640, coYifluyeron una serie de imágenes,referenciasy vocablosque la histo-riografia ha venido transmitiendocomo elementosconsustancialesde la historiade España: imperio y decadencia;estado y nación; monarquía y reinos;gobernantesy gobernados;mito y realidad, formaron el entramadode unaEspañacontradictoria,de quimeray ensoñaciónque tan sabiamentesupieroncaptarCervantesy Calderón’. Sobreeste «tiempo del Quijote» refiexionó haceya tiempo P. Vilar al analizarla decadenciaeconómicade España,calificandoEl Quijote de libro <(universal» y «eterno»,pero que sigue siendo antes quenada«un libro españolde 1605», que no cobra todo su sentido más que en elcorazónde la historia. Así, «en el declive de una sociedad gastadapor lahistoria, en un país que ha llevado al punto más extremo sus contradicciones,en el momentoen que una crisis agudadescubresus taras, en que el vividorocioso, el rentista arruinado, el bandoleroseductor, el pordioseroholgazán,recorrencalles y caminos,en que el clérigo se nutre de arte puro y el hombremedio de literatura barata.en aquelmomentosurgeuna obra maestraque tijaen imágenes el contraste tragicómico entre superestructurasmiticas y larealidad de las relacioneshumanas>r.

Sobre las caracteristicasideológicasde este periodo. cft, el prologo de CEPEDÁ ADAN. 3.: «Lasespañolesentreel ensueño y la realidad”, en El Siglo de! Quíji>te (/580-1680). vol. XXVI de la Historíodc Espoíia. M. Pidal. Espasa Calpe,Madrid, ¡986. En cuantoa la percepción caíderoíaiana,resultadegran interés «La reflexión politica en el itinerario del teatro calderoniano» DOw aso leido en el acto derecepción póblica en la RAtA por el Excmo. Sr. O. losé Alcalá-Zamora y Queipo de Líaíao, Madrid,¡989.

Vii ..‘sR, 1’.: ¡1.1 tiempo del Quijoteo. Estudio incluido en la obra del íaaismo autor ¡it decodcííciiíeeanaííí/i íí u/e io.s ¡fltpeo<)s. Ud. Ariel, Barcelona, 1 966.

Cuadern¿sde Historia Moderna, n.0 lí. 209-222. Edit. Univer. Complutense.Madrid, 1991

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Ya han transcurridotrescientoscincuentaañosde aquel lejano 1640, cuyosignificado framático fue advertidoentoncespor el conde-duquede Olivaresenun largo memorial antes de la revolución portuguesa:«Este año se puedecontar sin duda por el más infeliz que esta monarquíaha alcanzado».Surecuerdonos lleva, pues,a reflexionarsobreuno de los momentoscrucialesdela historia modernade España,donde el conceptode crisí~ adquieretoda sudimensión histórica no sólo por los elementosque en ella subyacen, sinotambién por las reaccionesy respuestasque suseitó.

La referenciacronológicaa 1640 nos llevaría también ante el tema de la«decadenciadc España»,sobre el cual nada podría alterar en lo esencial laversión, generalmenteaceptada,de la historia de Españadcl siglo XVII. Deacuerdocon la observaciónde J. H. Elliott, las cartasson siemprelas mismas,por mucho que las barajemos:manomuertay vagancia,ineptitud del Gobiernoy un desprecioque todo lo invadehacia la durarealidadde la vida economíca.Incluso aun despuésde volver a barajar y de distribuir las cartas de modoapropiado,es dudosoque se pudiera disentir del veredicto que sobre Españadiera Robert Watson en su tlistorv of dic /?eing of PH/ip III, publicadaen1783: «supoderno correspondíaa sus inclinaciones»;ni del veredictoaúnmásduro del contemporáneoGonzález de Cellorigo: «parece como si alguienhubiera querido reducir estos reinos a una república de seres embrujados,viviendo al margendel orden naturalde las cosas»’.

Sin embargo,no podría deducirsede estasconsideracionesel agotamientohistoriográfico del tema. El siglo XVII, vinculado al binomio imperio-decadencia,sigue siendouna fuente inagotablede nuevosestudiostemáticos,sectorialeso regionalesque aportannuevasperspectivasde análisis.La historiatradicional ha sido, ante todo, el discurso de justificación de los progresosdela fe o de la razón, del poder monárquico o del poder burgués; por eso,durante mucho tiempo fue escrita a partir del «centro». Parecíaque sólocontaban los papelesrepresentadospor las élites del poder, la fortuna o lacultura. La historia de los pueblosquedabareabsorbidaen la historia dinástica,y la historia religiosa en la de la Iglesia y los clérigos. A partir del centroirradiabala verdad, a la que eran referidos todos los errores,las desvtactoneso simplementelas diferencias.Lo que escapabaa la miradadel historiador,noera más que «residuo» superfluo, «supervivencia» anacrónica, silenciocuidadosamentemantenidoo simple «rumor» pasadopor alto.

Un profundo cambio sobre la necesariatraslaciónde este«centro»se havenido produciendoen la historiografia de los últimos veinte o veinticincoaños, a través de nuevos camposde visión y de la incorporación dc nuevasfuentesy recursosmetodológicos.Bajo las denominacionesde historia de lavida cotidiana; de las meníalidades;de los marginadoso, más recientemente,sobre la vida privada, se haí’ aportadoamplios y diversosestudiosque ponen

1 Ec.víí-yt-r. .1. II .:í, La decadenciadc [spafla». en la obra de Carlo M. (?ipolla y otros autores,Ladeeuídencia cconrinu/cí,<le los imperios, Ed. Alianza U niversidad, Madrid, 1985.

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de manifiesto la insuficienciade la perspectivatradicional y la necesidaddeincorporar otros ángulos de visión que revelen otras tantas caras y facetasdiferentesy ocultas las unas a las otras.

En estosnuevoscamposde percepciónpuedesituarseel recientevolumenpublicado sobre La vida cotidiana en la España de Velázquez, donde seagrupan un conjunto de estudios bajo la dirección del profesor Alcalá-Zamora4. Pero la figura de Velázquezes sólo una referencia, un merecidohomenaje,porque, como se advierte en el prólogo, «en estevolumen no nosocupamosde las personalidades,de los nombressonoros,sino de los aspectosde la vida corriente,del horizontecotidianode los anonímos».A travésde suspáginas, y como si contempláramosun retablo barroco, se nos ofrecenimágenesy representacionesque abarcan los más diversos aspectosde unpaisajehumano, de una «vividura» abigarraday diversa, donde aparecenlasciudadesy el mundo rural, las costumbresy divertimientos, pero también elinundo de la marginacióny la disidenciareligiosa y racial, de la mujer y delniño, incluyendotambiénel más cotidiano mundode la alimentación.

Desdeotra perspectivametodológica,más atentaal riguroso tratamientodela historia económicay social,cabe destacaraquí el importante estudiode EvaSerra i Puig: Pageso.si senyorsa la Catalunya del .segle XVII. Baroiña deSentmenat(1590-1729), Ed. Crítica, Barcelona,1988. Se tratade una incursiónen la historia agraria catalanaque refleja la estructurade clasesen el sigloXVII. Ello supone una revisión profunda a las deformacionesque algunoshistoriadorescatalaneshicieron sobrela interpretaciónque Vicéns Vives habíahecho de la sentencia de Guadalupe (1486), presentandoun panoramafalsamentehalaglieño de lo que habíasucedidoen cl agro catalán a lo largode los siglos XVI y XVII. Vicéns había escrito que, a pesar de otorgar lalibertad personalde los campesinosde remensay de poner fin a la guerrasocial, la sentencia«declarabael castigo de los revolucionariossociales»yreconocía a los señoresel dominio de la tierra y cl derecho a «recibirhomenajede los cultivadoresy de percibir censos, tascas,diezmos y otrosderechos».

La pervivenciadel régimenseñorial-feudaltras la sentenciade Guadalupe,aspectofundamentaldel estudiode Eva Serra,hizo que los campesinosno sólocontinuaransufriendo numerosascargasseñorialesde raiz medieval, sino que«el mareo institucional hizo todo lo posible para que siguieran vigentes y,cuandofue necesario,endureciólos derechosdependientesde la tierra». Hubo,por consiguiente,una resistenciaantíseñoríalen los siglos XVI y XVII, tantocontra los derechosseñorialescomo contra la jurisdicción de los señores.Yestasituacióntuvo su influencia en la crisis de 1640: «La guerradel Segadors—señalala autora—debió ser el estallidode antagonismossocialespreexisten-tes, que debieronjugar un papelen el impulso del conflicto general».

/a íida eaod/iuía en la Españíí dc Ve/ózquez.dirigida por JoséN . Alcalá—Zamora. Ud. Tenias de11o. Madrid. 989.

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Con la aportación de estos y otros estudios recientes’, la historiografiacatalanamás nacionalistaintroduceuna importante revisión sobre la realidadsocial y política del siglo XVIí, cuya crítica va dirigida también a los plantea-míentos historiográficosde .1. H. Elliott, autor de obligada referenciaen eltratamientode la rebelión de los catalanesde 1640. La última de sus obras,una extensay pormenorizadabiografia del conde-duquede Olivares5,ha sidoobjeto de una aguda crítica suscrita por Eva Serra y varios historiadorescatalanes.Sobreel proyecto de unificación de! conde-duquey su relación conCataluña,la visión de Ellíott, según estos autores,respondea la lógica y eldiscurso del poder: la razón la tiene siempreel vencedor. Si Cataluña fuevencida, fue porque sus planteamientospolíticos eran erróneos,«contrariosala marcha de la historia». Frente a esta «visión del poder», los críticoscatalanesoponenotros planteamientosque partende otra realidad:«La Españadel siglo XVII era un proyecto imperialista en el cual la trilogía monarqilía-ejército-haciendaorientael destinode la racionalizaciónviolenta de los recursossocíales.PeroparaEllíott, mientrasque las instituciones/constitucionescatalanasson la mera expresiónpolítica de la oligarqoía, Olivares quedaexaltado, almargende cualquier determinación social, como el artífice de un proyectopolítico nacional». Para el historiador inglés, continúan sus criticos, «loscatalanesno tienen proyecto.El imperialismoquedajustificado por la marchade la historia posterior,mientrasque el resistencialismoes descalificadocomouna rémoradisfrazadade sentimentalismo»7.

Sin duda,estaha sido la interpretaciónmás extendidasobrela revoluciónde Cataluñade 1640, cuyo proceso sería atribuido al espíritu estrecho,a lapasión fuerista más atenta a la defensade privilegios que a un contenidonacional efectivo de las instituciones catalanas.Sobre la complejidad de lasexperienciasy reaccionesacaecidasen torno a 1640,refiexionó en su día J. M.Jover Zamora en un estudio señero, donde analizaba las especialescarac-terísticasgte dieron a estevasto movimiento disgregadorun interéshistórico-político insuperable:«Trazo común: crisis de la monarquía.Una revoluciónradical: la portuguesa,que lleva su antiínonarquismoa su caucenatural: elnacionalismo. En las demás provincias levantadas no puede hablarse denacionalismoni, por tanto, como diríamos hoy, de regionalismo.En Andalucíasólo hay una ambición nobiliaria que aspira a apoyarse,dentro, en promesasdemagógicas;fuera, en los enemigosde la monarquía. En Aragón, hay unnoble resentidoy un monarcómano.Y en Cataluña,la mezcla detonantedeunosresabiosoligárgicos,un bandoleristnoanárquico exentoen principio de

Además de a obra dc GARÚA CIRO tt. R.: Hisiotia ile Catali,/icr Siglos sri y vii;. ¡3d. Ariel.Barcelona. 1985. puedeencontrarseun ainpl o panorama dc la hisioriografia calalanaen las 4e/es leíPri,oe, ti ongrís u /Iísuui,ia Míídc,na dc Cato/unti.. Barce ¡ ono, 1 984, 2 vols.

Uf.’.’ 1 ttc, 3. tA . : fue Conoi—Dutíw of Oiiiarcs. Thc Sta tenían itt a Age of í.Jeeióic. New II aven,¡986.

cíY. «Uhistoriador dalt del caval. A propósil de les retiexiotis d un aíwíés sobre CatalunyaEuropa del segle XVII». En QVs\ltúR’v, El Paí~s, Barcelona, 21 (le generde 1 988.

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matiz político, un fuerte resentimientohacia las formas no siempre cortesesaplicadasdesdeMadrid, y la vecindad de una gran fuerza militar enemigadela monarquía»’.

Esta visión ya fue compartida también por historiadoresy estudiososcatalanes,como CelestinoPujol y Camps,cuyo análisis iba dirigido a rebatirla obra de don Francisco Manuel de Melo, uno de los más clarividentescronistasde aquellos sucesosy autor de una de las obrasmás relevantesde lahistoriografiadel siglo XVII. Pero,coíno ya señalamosen otro lugar’, el origenportuguésde Melo y su conciencianacionalistale harían captar con mayorsensibilidadlas motivacionesy recelosde los catalanesfrente a la política deguerraadoptadapor el conde-duquey son estoscondicionamientoslos quehancontribuido, interesadamente,a restar legitimidad a sus apreciaciones.Asíparecededucirsede uno de los juicios manifestadospor Pujol y Caínps: «Laobra de Melo no es una historia: es la manifestación de una idea políticahábilmentedesarrolladaen eseguardajoyasliterario que se llama “Movimiento,guerra y separaciónde Cataluña”»1’.

Ahora bien, no seria aventuradosugerir que el triunfo del absolutismomonárquicoy su posterior legitimación histórica,haya contribuido a soslayarel momento de una constantenacionalistaeuropeacorrespondienteal sigloXVII, cuyo fenómenoestá todavía poco estudiadoo, al menos, existe unadesproporciónentre la importanciadel nacionalismoy la reflexión que se le hadedicadoa susprimerasmanifestaciones.Desdeestaperspectivade legítima-clon, sólo el casode Portugal,por ser la única ¡¡ación de la monarquíadondetriunfó el levantamiento,se ha consideradosu carácternacionalistay ha sidoestimado,por tanto, como uno de los primerosy más vigorososnacionalismoseuropeosdel siglo XVII.

Por otro lado, en el contexto del pensamientoespañol del Barroco,asistimosal descubrimientode la diversidadnacional, cuya percepcióndaráorigen también a una importante diversidad de enfoques sobre la futuraformación de los Estadoseuropeos.Como ha sido señaladoen un recienteestudio, «la utopía de la monarquíacatólica, eje de la nueva LiniversitasChristiana,seguíasiendodefendidapor teólogosy poetas:pero la concienciade los males internos ponía un contrapunto amargo en los labios inásoptimistas.Surge primero la concienciade lo excesivoy de lo diverso de lapropia comunidad política: la apreciación de las contradiccionesy de los

jtív t R z A NI(3RA. 1. Nl.: oSi.íbrc los caneeplos cíe mt.ínarqu i a y nac ón en cl pci>samcnt’> po lii icaespañoldel siglo xvi a. Cutade,,ío.s de HOJaíia iii E.spinia. Btíenos Aires>. 1 950. Pp. 1 0 1 . 1 SQ

A este respecto,efr. mi aniculo sobre 1,1*1’ consellers de Barcelunay ID. Francisco Manuel (leMe lo, u la iest inloni o í, i‘tonográfico,’. Ci aderníssit. Hisíaija ,ieloiicríía. ubit - 9. Uni yctsi dadCo npltiten se.Madrid. 1<488.

‘NI elo y la revoltícion de (ata1 uña dc 1 640». iliscíasa leida anle la RAIl eíí la ceepeiót, públicadc don Celestino Pt

0ol y (ampscl 18 de abril dc 1886. Imp. de Manttel Tello. Madrid, 1886.En relación con cl proceso portu»ués. cIr, la tcsi» doctoral de LUXAN Nl FI.É:Ni>t.z, 5.: Li,

reeo/ííc-/aaíic 1640 in Portít«ai .síí.s /iuiíuíaoicota.s >‘ac~ialc.s’ t. st,.’ ii;171cictcs ,taíioiiales. El <aií.w/o dc¡Yemgc¿ /5W. /64/!. UniversidadCoiaapluieitse,Madrid. 1981<

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antagonismos irreductibles que impiden la recuperación. Desde esta concienciacrítica, el mundo exterior se fragmenta en un sistema de Estados, estáticos ydiversos, que se contraponen o se apoyan en virtud de sus propias carac-terísticas internas, y que se multiplican progresivamente. Europa se empe-queñece y otros hombres y otros ámbitos aparecen en el horizonte»12.

Pero volviendo al tema de la crisis general del siglo XVII, una brevereferencia historio gráfica nos obliga a considerar también las aportacionesrenovadoras realizadas desde una perspectiva económica más amplia. En estesentido, si el tema de la «crisis del siglo XVII» se ha convertido en un«auténtico super-star de la historiografia de los últimos veinte o veinticincoaños»!3, su interpretación ha cobrado una nueva dimensión histórica al seranalizada en el contexto del desarrollo del capitalismo (Hobsbawm, 1960).Desde esta evolución, el debate sobre la tríada conceptual del feudalismo,revolución burguesa y capitalismo, ha originado una de las más fructíferaspolémicas habidas en la ciencia histórica durante las últimas décadas y cuyasreferencias historiográficas pueden encontrarse en las obras de Rodney Hilton,La transición del feudalismo al capitalismo (Barcelona, 1977), donde se recogeel debate suscitado por la obra de M. Dobb, Estudio sobre el desarrollo delcapitalismo (ed. inglesa de 1946); A D. Lublinskaya, La crisis del siglo XVIIy la sociedad del absolutismo (Barcelona, 1979); l. Wallesrstein, El modernosistema mundial 11: El mercantilismo y la consolidación de la economía mundoeuropea, 1600-1750 (Madrid, 1979); Perry Anderson, El Estado absolutista(Madrid, 1987), entre otros.

Al situar el caso español en el contexto de la «crisis general de la centuria»(R. Mousnier), la crisis no es sólo de la monarquía austriaca, sino del imperialis-mo español del siglo XVI que P. Vilar calificaría en el ya citado ensayo sobre «Eltiempo del Quijote», como etapa suprema del feudalismo: «El imperialismo españolha sido, en realidad, la etapa suprema de la sociedad que él mismo ha contribuidoa destruir. Pero en su propio solar, en Castilla y hacia 1600, el feudalismo entraen agonía sin que exista nada a punto de reemplazarle. Y este drama durará. Duratodavía y por eso, Don Quijote sigue siendo un símbolo».

En cuanto a la evolución política general, las monarquías europeas va a sufrirhacia mediados del siglo XVII --entre 1640 y 1660--- una serie de revolucionesque, con éxito o sin él, marcan un momento de transición a partir del cual losEstados europeos, prosiguiendo su evolución hacia la plena soberanía, se dotan deun sistema fiscal de mayor rendimiento, de una administración más centralizada y,

,12 Cfr. el amplio estudio de JOVER, J. M., Y LÓPEZ-CORDÓN, M. V., sobre «La imagen de Europa

y el pensamiento político internacional», especialmente el cap. 11: «El descubrimiento barroco de ladiversidad nacionai», en El Siglo del Quijote, 158()-168(), ya citada. Y también los ya clásicos estudiosde Jover, 1635, historia de una polémica, semblanza de una generación, CSIC, Madrid, 1949; Elsentimiento de Europa en la España del siglo XVII (11): «Valoración nacional y valoración política dela pluralidad europea» en Saitabi, VIII, Universidad de Valencia, 1950.

13 FERNÁNDEZ ALBADALEJO, P., en el Apéndice a la obra conjunta, Crisis en Europa, 1560-1660.

Alianza Universidad, Madrid, 1983. Sobre el caso español, cfr. el volumen de reciente aparición, Lacrisis del siglo XVII, vol. XXIII de la Historia de España, M. Pidal, EspasaCalpe, Madrid, 1989.

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gracias al mercantilismo, intentan, a pesar de las dificultades, mantener su industria.La Guerra de los Treinta Años es, así, el signo precursor del absolutismo, queahoga las revueltas, domina la economía y pretende llevar a cabo la reconstruccióndel Estado.

Pero en España, donde persistirá la estructura política de la monarquía pactistatradicional, de raíces medievales, estos objetivos tardarán aún mucho tiempo en seralcanzados. Habrá de producirse una nueva guerra, la de Sucesión, para que talesobjetivos se convirtan en las tareas históricas de una nueva monarquía y la Paz deUtrecht en el punto de partida de una nueva «gobernacióll». Tras el fracasadopro~a político del conde-duque, los acontecimientos de la década que siguió alas rebeliones de Cataluña y Portugal -como ha señalado Elliott- «sirvieron pararecalcar la lección de 1640: la tradicional estructura política de la monarquía estabaen crisis. Lo esencial de esta crisis era que varias partes de la monarquía poníanen entredicho, de forma declarada o encubierta, la autoridad del Gobierno real deMadrid»14.

En esta «puesta en cuestióll», en la dicotomía del centro y la periferia, de lamonarquía y los diferentes reinos, es donde el estallido de 1640 adquiere todo susignificado. Porque la irrupción de los «particularismos nacionales» ponen demanifiesto también el grave problema de la unidad nacional, que tantas reflexionesha venido suscitando en la historiografia, cada vez que se ha planteado el tema deEspaña y su constitución política.

Esta dicotomía ha caracterizado en gran medida la evolución histórica deEspaña y la conciencia de este problema, nunca definitivamente resuelto, se hadejado sentir en los historiadores, donde no han faltado interpretaciones sobre esta«tara» histórica que ha impedido un desarrollo coherente y armónico de la historiade España, y de ahí su atipicidad con respecto a otras naciones de la Europaoccidental. En este sentido, el proceso de unidad nacional, condicionadohistóricamente a la formación del Estado y a su fortalecimiento, ha reproducidotambién un tándem tripartito de nación-estado-potencia, que viene a representar laevolución política que siguen las modernas monarquías de Europa que iniciaron sudespegue en el siglo XVI.

Desde la etapa de consolidación del Estado moderno se aceptó como axiomafirndamental que la base para una política exterior expansiva era la unidad yfortalecimiento interior y se observó a Francia como modelo de nación unificaday fortalecida, gracias al ejercicio del poder que con toda autoridad fue practicadopor su monarquía. Sin embargo, ello fue posible porque la sociedad política enFrancia era más simple, estaba formada por un solo reino. Pero no era éste el casode España ni de su monarquía, que estaba compuesta por un conglomerado deunidades políticas menores reunidas entre sí por depender de un mismo reyl5.

14 ELLIOTT, J. H." sobre «El programa de Olivares y los movimientos de 1640», en La España de

Felipe IV; op. cit., pp. 508 Y ss.15 Sobre estos aspectos histórico-políticos de la monarquía española, cfr. la Introducción de Francísco

Tomás Valiente en La España de Felipe IV; op. cit.

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Las implicacionesque se derivan de la realización o no de este objetivohistórico de unidad son,pues,de grantrascendencia,cuyos efectosno sólo hanmarcadola «razón de Estado»y la dialécticade tensionesy conflictos en eldesarrollode Europa, sino que tales implicacionesdesbordanel mareopolíticoe ínstitucionalhastarepercutiren el ámbito de la ideología. La primera mani-festaciónpuedeser, en efecto, la falta de cohesióninternaentre los individuosque integranla nación, al no existir un conceptounivoco de nacionalidadconel cual se produzcauna identificacióncolectiva y, por tanto, con el Estadoquela representa.Esteha sido, sin duda,uno de los problemasque ha ínarcado«larealidad histórica de España».sobre la que reflexionó ampliamenteAméricoCastro, SánchezAlbornoz, MenéndezPidal, Bosch Gimpera,Ferrán Soldevillay tantosotros. De estalargatradición historiográfleaque viene actuandodesdeel mismo siglo XVII, han surgido las más diversasimágenesde España,quevan desde la Españadejéndida de Quevedo,hasta las no Inenos sugerentespropuestasde Españacoíno vividura, como enigma, como problema o como«unidaddc destino»...

Pero no terminan aquí las metáforas.En un recienteensayosobrenacio-nalismoy cultura en España,su autornos ofreceun conjunto de estudiosbajoel sugestivotítulo dc La donia de la Quimera. donde se analizauna cuestiónrecurrenteen la historiografíaespañola:la doma y monturade esaquimeraquees el contenido del nacionalismoespañol’. Los cinco estudiosvan precedidosde un erudito exordio sobre las múltiples imágenesy definiciones fantásticasdel mítico monstruode la quimera, pertenecientesa las tnás diversasestirpesliterarias. En este largo recorrido de metáforase imágenescambiantes,llamaespecialmentela atenciónla definición dada por Diego López —autor de una«Declaraciónmagistral de los Emblemas de Alciato con todas las historias.antiguedades,moralidad y doctrinatocantea las buenascostumbres»(Nájera,1615)—., para quien la quimerase presentacomo «variedadde muchos viciosy una fuerzade muchasformas».Todo el conceptismobarrocoparececoncen-trarseen estadefinición de extraordinariadensidadtemática.No me atreveríaa sugerirestaimagenpara evocarla «sacudida»dc 1640. peroinc permito estalicencia que dejo abiertaa la reflexión sobre el tema que aqui nos ocupa.

Sin duda,el conflicto de los «particularismosnacionales»adquirióespecialrelevancia y significación en el contextode la crisis de la monarquiaaustriacade 1640, que tuvo su origen en el programauniformistadc Olivares,orientadoa la superaciónde aquellarealidadplurinacionalde España.por [a constitucióndc una naciónespañolaúnica. Este proyectotínílbrmista se remontaal periodode transiciónbajo medieval hacia el Estado modernode los ReyesCatólicos,en cuyo proceso y en la continuidad de elementosmedievalesradican lascausascíe muchos problemaspolítico—institucionalesde la historia de Españadel siglo XVII.

M,átNeR, 3. (.: La Clanía dc la qiíioics-a (Ltísayns sobre nac¡onalistííoY culitLr:i en lispañaUt: i ver’ i t:íi 3k ulónoma de Ratee1 ana. Be latería. 1 985.

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Los ReyesCatólicoshabíanestablecidoun régiínende unión federalde lasdos coronas, Castilla y Aragón, con peculiaridadespolíticas, económicasysocialespropias, y el problemade la articulaciónde estosámbitosen el mareode la monarquíafue siempreuna cuestiónpendientepor partede los monarcasaustriacosespañoles.Como ha señaladoGarcia Cárcel en una recientesíntesissobreLas culturas del Siglo de Oro, «La integraciónnuncaexistió y América—que pudo ser un aglutinantede la colaboraciónde los diversosreinos de lamonarquía—sirvió para acentuarlos resentííníentosy resquemoresante elmonopolio sevillano.El extrañamientomutuo entrecastellanosy catalanesfueconstante». Por otro lado, «el deslizamiento de la monarquía hacia laidentificación de su política como las esenciashispánicas, fue paralelo alprogresivo monopolio que del concepto de España se llevó a cabo desdeCastilla, lo que fue contempladodesdela Corona de Aragón con perplejidady preocupación»’.

Con estos antecedentesy condicionamientos, la reacción frente aluniformismo político e institucional que pretendíaOlivares, hubo de producirun amplío movimiento disgregadorque alcanzó en las rebelionesde Cataluñay Portugalsu máximaexpresión.A su estudioy meditacióndedicóJ. M. JoverZamora el artículo al que ya hemos hecho referencia,donde se analizabalacomplejidadde la sociedadpolítica sobrela que proyectabansu soberaníalosmonarcasespañolesdel siglo XVII: una monarquíacompuestade «coronas»,«reinos» y «naciones»,que a su vez reproducia expresionestales como«monarquíahispánica»,y «monarquíacatólica» y donde se hacía referenciaaEspañacomo nación, pero tambiéna las «nacionesde España»,a los «reinosde España»,a la «Corona»y a «las Coronas».Pero, como señalabaJover, estaaparenteconfusión de términos respondía, sin embargo, a conceptosbiendelimitados, «capacesde un deslindeconceptualbastanteriguroso. Y lo que esmás importante, de ser portavoces de corrientes y tendencias filosófico-políticas que habíande anudarseen la complicada experienciapolítica queEspañavivió a mediadosdel siglo XVII».

Ante aquella diversidadpolítica y nacional se manifestaronya dos líneasdivergentes:por un lado, los que pensabanque no era posible la unidad de lamonarquíay la fortalezay eficacia de su podersoberano,sin reducir a unidadesa pluralidad de reinos y naciones. A partir de esta consideración sepretenderáreproducir en Españala centralizacióny uniformidad institucional,propios del modelo francés,que será intentadapor el conde-duque.Pero hubotambién otra tendencia—representadapor Juan de Palafox y Mendoza yanalizadapor Jover— , partidaria de hacer compatible la unidad del poder

GARCÉS CÁRerí., R.: Li,.s Ctdít,;asdel Siglo ile (»o Biblioteca tAistoria 16. Madrid, 1989, Pp. 62y ss. Del mismo autor y Nícot.AU, N.: <Casulla contra Cataluña:el enfrentamientoideológicos’. Enliistorieí /4, núm. 48, Madrid, 1980. Y lambién la colaboraciónde Bc.’ucos, U. X.. y PEÑA Diez M.:<sAportacionessobre el enfrentamientoideológicoentreCastilla y Cataluñaen el siglo xvii”. Actes delPi-/mc, Caitgíés u ‘J’listoíia Made,-,ía de Cataio,í ya, í3/. e/O. vol. 2.

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político soberano, atribuida al común monarca, con la permanencia ycontinuidadde esadiferenciade reinos y naciones.Estosfueron los términosdel problemaen que va a debatirse la crisis institucional de la monarquíaespañolaa mediados del siglo XVII y donde tiene su origen uno de losproblemaspolíticos más gravesy persistentesde la historia de España.

Como ya hemosseñalado,las reflexiones sobre la crisis de la monarquíade 1640 y la «decadencia»de España han sido temas relevantes en lahistoriografiaespañola,dondelos estudiosde Cánovasdel Castillo constituyenun claro exponentede estalarga tradición que llega hastalos siglos contem-poráneos.En su trilogía sobrelos Austrias,que mereceun lugar destacadoenla historiografia del siglo XIX, se puedeobservarla evolución interpretativasobre la monarquíay, más concretamente,la progresiva identificación deCánovassobrela figura y la política del conde-duquede Olivares.

En cuantoa los acontecimientosde Cataluñade 1640, la interpretacióndeCánovasdebeseranalizadaen relación a sus reflexionessobreel provincialis-mo, denominaciónque será sustituidapor la de particularismo en la última desus obras, los Estudiosdel reinado de Felipe IV (1888), dondereconoceráelacierto de la política del valido frente a Cataluña,cuyos sucesostuvieron suorigen en la defensade unosfueroso particularismos«frentea los cualeshubode manifestarsela indudable repugnanciadel conce-duque».

Sin embargo.las argumentacionesde Cánovasno respondentanto a untratamiento histórico del problema, sino más bien a un planteamientopragmático de la política y a una concepcióncentralista del poder que lellevará a considerarlos sucesosde Cataluñadesdeuna posición de rechazofrontal hacia los «particularismos».Desdeestaperspectiva,la política seguidapor el conde-duqueno sólo tenía que conside,rarlaacertada,sino que su figurahabía de ser reivindicada y defendida,despuésdel implacablejuicio que elpropio Cánovashabíamanifestadoen su Historia de la Decadencia(1854): «elministro más funesto y de odiosa memoria que hayatenido jamás España,dondetantos se han hechodignosde censura».Sin embargo,despuésde habervívido amargamentela experienciademocráticay cantonalistadel Sexenioy dehaber llegado, tras la Restauración,a la plenitud de su poder político, suinterpretaciónsobrelos sucesosde Cataluñaquedaríareflejadaen susEstudios.Cánovasquitará importanciaa las pretensionesde los catalanes,justificando laactuacióndel conde-duqueen estostérminos: «Los hechospositivos con quese demostróaquella indudable repugnanciadel conde-duquea un estadodecosas que, sin disputa, debilitaba a la monarquía española,hasta hacerlaimpotente,fueron con todo insignificantes.Son de ver en los libros y papelesde la época las cavilacioneso minucias de etiqueta, elevadasa punto dederechopúblico, con que ciertosespírutosambiciososo inquietos calentaronala muchedumbre,para que al fin consumasesu levantamientofatal».

A esterespecto,resulta oportunorecordaraquí la apreciaciónque hacia P.Vilar en la introducción de su Cataluña en la Edad Moderna, al observarcómo toda reinvidicación «nacional» naciente se rechaza al principio como

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«algo que no correspondaa nada»; la negacióndel hecho nacionalen vías desurgimiento(o de resurgimiento)es siempre la primera reaccióndel Estadodominante.A ello respondeel que los primerosagitadores«nacionales»,seantratados al principio como inventores de problemas«artificiales» lo que noimplica que caigan sobre el grupo entero la desconfianzay despuésloscastigos,provocadospor sus pretendidos«artificios». Y es estaactitud la quehace cristalizar el fenómenoque el Estadodominantese esfuerzapor negar”.

Volviendo a los acontecimientosde 1640, Cánovasdescribelas vicisitudesy consecuenciasde aquellostrágicossucesos,atribuyendosu importanciaa quefueron la causade la independenciade Portugal,a cuyo procesole dedicaráunestudio histórico preferenteen la última de sus obras. El carácternacionalistadel levantaínientolusitano y su definitiva independenciaseráncontrastadosenel análisisde Cánovascon el procesoseguidoen Cataluña,cuya incorporacióna la monarquíale llevará a manifestarla siguienteconclusión: «Si en Portugaly el Resollón no hay que pensar más, siquiera logramos el bien de queCataluñaquedasedesengañadade verdady para siempre, de la naciónúnicaa que, apartadade la nuestra,podríapertenecer.Su regionalismo,máso menossuperficial hoy, no ha de encarrilarseal fraticidio jamás».

La identificaciónde Cánovascon la política uniformista de Olivarestiene,pues,su principal fundamentoen la negaciónque ambos estadistascompartíanfrente a toda reivindicación nacional.En el casodel valido, ya señaló Joverenel articttlo mencionado, que el conde-duqueno entendía de naciones. Elhablaba siempre de reinos, nunca de nacionesy sólo veía en ellos, no susrespectivoscaracteresque los diferenciabadesdeun puntode vistanatural, sinoúnicamentela concreciónjurídico-públicade aquelloscaracteres:anacronismoslegales, privilegios, en suma,variedad de reinos. Segúnsu criterio —como elde Cánovas~-- bastaria olvidar tales «privilegios» para que los corazonesolviden a la nación misma. El objetivo fundamentaldel conde-duqueera, endefinitiva, hacerque reino y monarquíavinieran a ser términos sinónimos.

Pero este objetivo no sería realizable entonces,ni el conflicto quedariazanjado con los expeditivos decretos de Nueva Planta de felipe y. ElantagonismoCastilla-Aragón,como apuntabaElliott en su Españaimperial, nopodia ser sumariamentesuprimido de un plumazo,aunquela pluma fuera la deun Borbón. Esto lo sabíamuy bien el «artífice de la Restauración»,en cuyoperíodo los nacionalismosperiféricos harían acto de presenciay de ahí sulamentación:«Todavíapadecemos,que es triste cosa, algunos síntomasde lamortal enfermedaddel particularismoque,con nombrede regionalismo,intentaentrenosotroscaminaren sentidoopuestoa la civilización moderna,que tiendea fundir, no a disgregar,los pueblosde una mismaraza».

En relación a ttn importante discurso de Cánovassobre El concepto de¡¡ación, hice referenciaen otro artículo dondese intentaextraerlas derivaciones

virAR. P.: <¡Estado,nación y patria en las concienciasde los españoles:historia y actualidad,,,en Hiíiíl»íí,s. uníaxí todos t giíesí/llcias. Ud, Critíca, Barcelona, 1982.

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ideológicas de estos supuestos«etnográficos» que llevan a Cánovas acontemplarel «movimiento de las naciones»--circunscritoen las coordenadasexpansionistasdel imperialismoeuropeodel siglo XIX— como una «nuevacruzadade la cristiandad»’>.

Sin embargo,la ya citadaidentificación de Cánovascon el conde-duqueno debelimitarse al hechode que amboscompartíanunaconcepciónsemejantede la política, y el común reconocimientode serdos importanteshombresdeEstado. Esta supuestaidentificación hunde sus raíces en un largo pasadodetradición «arbitrista», cuya herencia no sólo aparecerecogida en la obrahistoriográfica de Cánovas --—más próxima ya al regeneracionisíno—, sínotambiénen el ideario reformistade su autor.

Si tenemosen cuentacómo concebíanlos «arbitristas»del siglo XVII losconceptosde cambio y restauración,no puederesultarextrañosituar el discur-so canovistaen estatradición. Sin duda,Cánovastambiénse sentíaunido conaquellosreformadoresa travésde su coínpartidacreenciade que algo habíaidoseriamentemal en la sociedada la que debían lealtad. Pero, según observóElliott en un sugerenteestudio, una y otra vez el mensajede los reformadoresde las tresprimerasdécadasdel siglo XVII era un mensajede retorno. «Retor-no a la primitiva purezade moral y costumbres;retomo al gobiernojusto eincorrupto; retomo a las virtudes sencillasde una sociedadntral y marcial. Elfuturo se situaba básicamenteen el pasado... Miraban el pasadocomo unmodelo y, por consiguiente,el cambio tomaba la forma de restauración»7’.

Por otro lado, la tensión entre «tradicionalismo»y «progreso»hubo demanifestarsenecesaríamenteen cl contextohistórico de la crisis del siglo XVII,a partir del momentoen que la decadenciase empezabaa observar,no enrelación con un pasado nacional idealizado, sino en términos de retrasoeconómicoy en relación con las sociedadesy Estadoscontemporáneos.Estarealidad es la que también parecía observarCánovas a partir de 1870, alcompararla prepotenciade la Alemaniade Bismarck con la «decadenciade lospueblos latinos».

Ahora bien. sí en el siglo XVII estasformas de concebir la salida de lacrisis, de respuestasante la «declinación»se fueron haciendocada vez másincompatibles,hastaaparecerclaramenteenfrentadasen la polémica ilustradaentre «antiguos»y «modernos»,no es menos cierto que las razonesde esteantagonismovolverán a manifestarsedespués—a través del moderantismoyel krausismo— en torno al llamadodiálogo con la «modernidad»,sobrecuyosaspectosfundamentaleshicimosreferenciaen nuestromás amplioestudiosobreCánovasdel Castillo7t.

Yí..í .ÁN CAlDERÓN. E.: «tAisioria y nación en Cánovasdel Castillo”. ti tíadei,íos dc H/.staiii¡

ti íoía ííqí¡íí <bit a 1 lomeitale a don José NI aria Jover Zamora(en prenstíI~t 1 tOtT 1. 1l.:ísIntrospeccióncolectivay decadenciade Españaa principios dcl siglíí xvii”, en

Pailí ¡ ¡ soc a íiíííl e¡t 1(1 Espíaia iii, las At so las. Ecl. Cri ti ca. Esareelísíaa, 1 982.N L L \N ti. A t.DF RC>N- E .2 Chao ¡ as ile! Castilla, cííOc la brsio,-,o e it’ pi)lÍlicit. Centro cíe Estudi<15

Constitucionales Madrid. 1985.

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Reflexiouessobre la <-visís de 1640 22

Desdeesta amplia perspectivahistórica,podríamosratificar la apreciaciónde Elliott de que la Españade principios del siglo XVII ofreceun tempranoescenariopara lo que con el tiempo iba a ser el dramamundial de moder-nízactony tradicionalismo.