orgullo y prejuicio 2

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8/3/2019 orgullo y prejuicio 2 http://slidepdf.com/reader/full/orgullo-y-prejuicio-2 1/243 Capítulo 1: When you say you love me  “And when you say you love me,  That's all you have to say. I'll always feel this way.” Josh Groban El cuarto estaba decorado en claros tonos de beige y azul. Elizabeth se miraba en el antiguo espejo del tocador mientras su doncella le desarmaba el peinado. Una de las numerosas sirvientas de Pemberley acomodaba los leños del hogar, mientras que otra apagaba algunas velas. -Eso es todo- dijo Elizabeth a las criadas. -Buenas noches Sra. Darcy- respondieron con una reverencia. “Sra. Darcy”, las palabras hicieron eco en su cabeza y le provocaron una leve sonrisa. Se miró al espejo, llevaba puesto el vestido de dormir y su cabello suelto. Comenzó a cepillar su largo pelo y a tratar de asimilar que, ahora, era la Sra. Darcy, ama de Pemberley. Súbitamente, una ola de miedo la invadió, aún se sentía como Elizabeth Bennet, la Sra. Darcy era un título con tantas responsabilidades que temía no poder cumplir con ellas. Pero su mayor temor era defraudar a su esposo. Sus pensamientos fueron de inmediato a la imagen de él y sus miedos se desvanecieron. Lo amaba como nunca lo creyó posible. Esa mañana, al verlo en la iglesia parado en el altar, tan alto, tan serio, con esos ojos profundamente azules en los que creía poder perderse, Lizzie supo que era el día más feliz de su vida. Después de tantas idas y vueltas en su relación, ahora serían marido y mujer. “Marido y mujer”, pensó y miles de mariposas invadieron su estómago al tomar conciencia que, en cualquier momento, su esposo vendría a visitarla a su dormitorio. Corrió a la cama, rodeó sus piernas con los brazos y apoyó su cabeza en las rodillas. Miró hacia la ventana y se asombró al ver que comenzaba a nevar, pero su mente no podía ponerse a disfrutar de ese espectáculo. Su madre, les había dado una charla a su hermana Jane y a ella, sobre sus “obligaciones maritales” y algo más sabía, por charlas con sus amigas casadas, especialmente, Charlotte. Elizabeth no sabía qué pensar al respecto. Lo habían hecho ver como algo obligatorio, un deber que, como esposa, debía cumplir; pero ella había sentido cosas muy diferentes, en las pocas ocasiones en las que se había besado con Darcy. El sólo pensar en eso, hizo que el rubor subiera a sus mejillas y su corazón latiera con más prisa de la habitual. Un golpe en la puerta que comunicaba su recámara con la de su marido la hizo sobresaltarse, obligándola a abandonar sus pensamientos. -Adelante- alcanzó a decir, mientras su corazón parecía que se saldría de su pecho. La figura de su esposo, iluminado con la suave luz de una vela, vestido en bata azul y mirándola con cierta incomodidad hizo que su mente se desviara a pensar en lo atractivo que se veía. “Rea lmente el azul le sienta bien”, se dijo a sí misma y lo miró con una sonrisa.  -Buenas noches- dijo Fitzwilliam- espero que haya encontrado su habitación confortable. -Mucho, es bellísima. Nunca he visto algo así antes, menos imaginarme que podría tenerla para mí. -Creo que debería haber enviado a una sirvienta a preguntar si ya estaba usted lista. -Está bien, hace rato que las despedí y estaba sola, pensando. -Una actividad peligrosa viniendo de usted- comentó en tono burlón y sonriendo. Elizabeth reprimió el deseo súbito de besarlo. En lugar de ello dijo: -Debería hacerlo más seguido Sr. Darcy. -¿Qué?- preguntó interesado. -Sonreír- respondió pícaramente Elizabeth. -¿Y puedo saber qué ocupaba sus pensamientos?- preguntó él, incómodo ante la situación. -Por supuesto que puede, pero puedo elegir no responder-mientras daba la respuesta un rubor intenso subió a sus mejillas, como sí creyera posible que su esposo adivinara cuáles habían sido sus pensamientos. Fitzwilliam se acercó a la cama donde Lizzie estaba sentada. Tomó sus manos y las besó. La miró a los ojos, esos oscuros ojos que lo habían embrujado aquel día en Netherfield, cuando llegó con su cabello despeinado, sus mejillas encendidas y su vestido cubierto de barro, y dijo: -Sra. Darcy, realmente espero que en nuestro matrimonio no haya secretos- mientras sus ojos revelaban un sentido del humor que Lizzie no conocía hasta entonces, y se sentaba junto a ella. La proximidad de su

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Capítulo 1: When you say you love me 

“And when you say you love me, That's all you have to say.I'll always feel this way.” Josh Groban

El cuarto estaba decorado en claros tonos de beige y azul. Elizabeth se miraba en el antiguo espejo deltocador mientras su doncella le desarmaba el peinado. Una de las numerosas sirvientas de Pemberleyacomodaba los leños del hogar, mientras que otra apagaba algunas velas.-Eso es todo- dijo Elizabeth a las criadas.-Buenas noches Sra. Darcy- respondieron con una reverencia.“Sra. Darcy”, las palabras hicieron eco en su cabeza y le provocaron una leve sonrisa. Se miró al espejo,llevaba puesto el vestido de dormir y su cabello suelto. Comenzó a cepillar su largo pelo y a tratar deasimilar que, ahora, era la Sra. Darcy, ama de Pemberley.Súbitamente, una ola de miedo la invadió, aún se sentía como Elizabeth Bennet, la Sra. Darcy era untítulo con tantas responsabilidades que temía no poder cumplir con ellas. Pero su mayor temor eradefraudar a su esposo. Sus pensamientos fueron de inmediato a la imagen de él y sus miedos se

desvanecieron. Lo amaba como nunca lo creyó posible.Esa mañana, al verlo en la iglesia parado en el altar, tan alto, tan serio, con esos ojos profundamenteazules en los que creía poder perderse, Lizzie supo que era el día más feliz de su vida. Después de tantasidas y vueltas en su relación, ahora serían marido y mujer.“Marido y mujer”, pensó y miles de mariposas invadieron su estómago al tomar conciencia que, encualquier momento, su esposo vendría a visitarla a su dormitorio. Corrió a la cama, rodeó sus piernas conlos brazos y apoyó su cabeza en las rodillas. Miró hacia la ventana y se asombró al ver que comenzaba anevar, pero su mente no podía ponerse a disfrutar de ese espectáculo.Su madre, les había dado una charla a su hermana Jane y a ella, sobre sus “obligaciones maritales” y algomás sabía, por charlas con sus amigas casadas, especialmente, Charlotte. Elizabeth no sabía qué pensar alrespecto. Lo habían hecho ver como algo obligatorio, un deber que, como esposa, debía cumplir; pero ella

había sentido cosas muy diferentes, en las pocas ocasiones en las que se había besado con Darcy. El sólopensar en eso, hizo que el rubor subiera a sus mejillas y su corazón latiera con más prisa de la habitual.Un golpe en la puerta que comunicaba su recámara con la de su marido la hizo sobresaltarse, obligándolaa abandonar sus pensamientos.-Adelante- alcanzó a decir, mientras su corazón parecía que se saldría de su pecho.La figura de su esposo, iluminado con la suave luz de una vela, vestido en bata azul y mirándola concierta incomodidad hizo que su mente se desviara a pensar en lo atractivo que se veía. “Rea lmente el azulle sienta bien”, se dijo a sí misma y lo miró con una sonrisa. -Buenas noches- dijo Fitzwilliam- espero que haya encontrado su habitación confortable.-Mucho, es bellísima. Nunca he visto algo así antes, menos imaginarme que podría tenerla para mí.-Creo que debería haber enviado a una sirvienta a preguntar si ya estaba usted lista.

-Está bien, hace rato que las despedí y estaba sola, pensando.-Una actividad peligrosa viniendo de usted- comentó en tono burlón y sonriendo.Elizabeth reprimió el deseo súbito de besarlo. En lugar de ello dijo:-Debería hacerlo más seguido Sr. Darcy.-¿Qué?- preguntó interesado.-Sonreír- respondió pícaramente Elizabeth.-¿Y puedo saber qué ocupaba sus pensamientos?- preguntó él, incómodo ante la situación.-Por supuesto que puede, pero puedo elegir no responder-mientras daba la respuesta un rubor intensosubió a sus mejillas, como sí creyera posible que su esposo adivinara cuáles habían sido suspensamientos.Fitzwilliam se acercó a la cama donde Lizzie estaba sentada. Tomó sus manos y las besó. La miró a losojos, esos oscuros ojos que lo habían embrujado aquel día en Netherfield, cuando llegó con su cabellodespeinado, sus mejillas encendidas y su vestido cubierto de barro, y dijo:-Sra. Darcy, realmente espero que en nuestro matrimonio no haya secretos- mientras sus ojos revelabanun sentido del humor que Lizzie no conocía hasta entonces, y se sentaba junto a ella. La proximidad de su

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cuerpo hizo que dejara de respirar por unos segundos. “Elizabeth, respira”, se recordó. Sofocó una risa y,mientras jugaba con su cabello, trató de responderle en tono solemne.-En ese caso, no es mi deseo perjudicar este matrimonio tan pronto, por lo que me arriesgaré a alimentarsu ego y decirle que mis pensamientos, iban dirigidos a usted.-Entonces nuestros pensamientos eran similares.-¿También pensaba en usted?- contestó burlonamente.-Elizabeth, mi amor, me refería a que estaba pensando en usted- al decir esto, se inclinó hacia ella y besó

sus labios, presionándolos suavemente.No fue distinto a otros besos previos, suaves, tiernos y cálidos.Cuando comenzó a alejarse, Elizabeth lo tomó del borde de su bata y lo acercó nuevamente. Esta vez, elbeso fue distinto, muy intenso, una clase de beso que Lizzie nunca había experimentado antes. Al sentirque la lengua de Darcy la acariciaba, uniéndose con la de ella, creyó que se derretiría en sus brazos, comola nieve al sol. Sus manos estaban tibias, así las sintió cuando la tomó de la cara para presionar aún más.Sintió que todos sus miedos se desvanecían ante el contacto del calor de su piel.No pensó más en lo que era correcto o incorrecto, decidió que respondería a lo que sentía y, se dejó llevarpor la pasión que su esposo despertaba en ella.Al soltarla, sin alejarse demasiado de su rostro, ella pudo ver que él también tenía las mejillas encendidasy los ojos le brillaban.

-Mi querida Lizzie- susurró acariciándola- Me haz hecho el hombre más feliz del mundo.Elizabeth se volvió a recordar que tenía que respirar, que le dijera Lizzie y, en esa forma, había agravadoel ritmo acelerado de su corazón. Estaba tan apuesto, se mostraba tan atento y vulnerable, como nunca lohabía visto antes. Acercó su cara lentamente a él, viéndolo a los ojos. Sus labios se unieron nuevamente,el contacto con su lengua, despertaba sensaciones extrañas y desconocidas. Miles de mariposas recorríansu cuerpo. Todavía estaba asimilando esa sensación cuando, su esposo, soltó su boca para bajarlentamente por su cuello, sus hombros y luego volver a subir hasta su oreja.Sintió que su respiración estaba agitada y se oyó a sí misma gemir. Al instante, un fuerte rubor devergüenza le cubrió la cara. Pero Darcy no prestó atención a ello, el escucharla gemir fue una gratarespuesta que esperaba para saber si podía continuar.-Acuéstate- le dijo al oído, sin dejar de recorrerla con su boca.

Elizabeth obedeció, los nervios comenzaron a apoderarse de ella, no sabía mucho, pero algo imaginabasobre lo que pronto ocurriría. Sintió el peso del cuerpo de su esposo encima suyo, jamás había estado tancerca de él. Darcy la miró a los ojos y le acomodó el cabello, estaba apoyado sobre los antebrazos.-¿Estás bien?- le preguntó.Lizzie sólo asintió con la cabeza, mientras sus manos lo recorrieron de los brazos hasta la nuca.Darcy comenzó a acariciar su cuerpo y, su boca descendió hasta la parte descubierta de sus pechos.Elizabeth sintió que se mareaba con tantas sensaciones, cerró los ojos y mordió su labio para evitar que sele escapara un gemido nuevamente. Al notar que su marido, desanudaba su camisón para apoderarse desus senos desnudos, la vergüenza se apoderó de ella, instintivamente sus manos intentaron cubrirlos. Él lamiró a los ojos, ella juró haber visto el esbozo de una sonrisa pícara.-Darcy…-comenzó a balbucear.-Shhh- murmuró en forma apenas audible, mientras tomaba sus manos para correrlas de lo él considerabaahora su propiedad. Ella dejó de luchar y se entregó al placer que le producían sus labios en contacto consu piel desnuda.De pronto se descubrió pensando en que deseaba ser tomada por él y se enojó, con ella y con todas lasmujeres que le habían dicho que esto no era placentero. Ya no intentaba esconder sus gemidos. Sentía queno podía controlar su cuerpo, que tenía vida propia, que no respondía a sus mandatos.Entonces, él se acomodó encima suyo, sus ojos la miraron con deseo y acarició sus suaves mejillas.-Te amo, mi Lizzie- sin esperar respuesta, la besó en un largo y profundo beso, donde Elizabeth creyó quese ahogaría en su boca y, sus brazos se aferraron a su espalda. Poco después, se dio cuenta que, el besoera una distracción, al sentir que, lentamente, entraba en ella.

Un pequeño gemido escapó de su boca, su cuerpo se tensionó por el dolor, le faltaba el aliento.-Lizzie, mírame- dijo su esposo.En ese momento, ella notó que sus ojos estaban fuertemente cerrados. Obedeció y lo miró. Su mirada,clara y pacífica, la tranquilizó.

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-Intenta relajarte, te dolerá menos- le dijo con respiración agitada.Tenía razón, poco después, el dolor fue disminuyendo, dejando lugar para sensaciones diferentes ytotalmente nuevas.La vergüenza había desaparecido por completo y lo que era decoroso le importaba poco. Siempre se jactóde ser una gran observadora, por lo que rápidamente descubrió que a él también le producía placer que lobesara en el cuello y que lo acariciara.Pero jamás estuvo lista para sentir lo que llegó después. Por un momento, su mente quedó en blanco, su

cuerpo se arqueó, sintió que sus manos lo tomaban fuertemente de los hombros. Él parecía saber mejor loque estaba sucediendo y sus gemidos se unieron a los de ella. Lo escuchó hablarla al oído, pero noprocesó las palabras.Poco después, Darcy dejó caer su cuerpo a un costado de la cama. Su respiración era agitada, Elizabethgiró para mirarlo, tenía una clara expresión de felicidad.-Ven aquí- le ordenó.Elizabeth se acercó hasta él, apoyando la cabeza en su brazo.-¿Estás…bien?- preguntó revelando algo de preocupación.-Sí, lo estoy- respondió, acercándose un poco más a él. Se preguntaba si él habría notado lo que ellaacabada de sentir e intentó no mostrar el rubor que regresaba a su cara.-¿Sabes que yo…que yo…no quise lastimarte?- preguntó avergonzado.

El color en la cara de Elizabeth se intensificó.-Lo sé. Me habían advertido- respondió ella escondiendo su cara en el pecho de él.-No quiero avergonzarte, pero, ¿sabes que sólo es así la primera vez? Mejorará con el tiempo.-¿Mejorará más?- preguntó sorprendida que pudiera mejorar y arrepintiéndose de revelar tanto en suspalabras.Aunque no estaba viéndolo a la cara, pudo notar en su pecho que, el comentario, lo hizo reír. Elizabethquería que la tierra la tragara.-Lizzie, mírame- le pidió dulcemente.Ella levantó la cabeza para mirarlo, llena de vergüenza.-Te amo- le dijo besándola.- Te amo- volvió a decirle, besándola nuevamente.

Elizabeth sonrió.-Te amo- dijo por última vez, besándola profundamente.

Capítulo 2 

Elizabeth no podía dejar de sonreír, su cabeza apoyada en el pecho de su esposo le permitía oír los latidos

de su corazón. Sus brazos la rodeaban fuertemente, haciéndola sentir pequeña y protegida.-Lizzie, ¿te sientes bien?- preguntó Fitzwilliam con su profunda voz.-Estoy muy bien, mejor que nunca- respondió alzando su cabeza para verlo a los ojos- Gracias por

 preguntarme…nuevamente. Debo decir que me alegra mucho que ya no me trates de usted. Su esposo le sonrió, acarició su rostro con el dorso de su mano y beso su frente.De pronto, por primera vez en mucho tiempo, Lizzie no sabía que decir. Un silencio un poco incómodo seprodujo y volvió a refugiarse en su pecho.-Lizzie, mi vida, ¿ocurre algo?-No, no es nada.Fitzwilliam levantó el rostro de Elizabeth para poder verla a los ojos y volvió a preguntar:-Por favor Lizzie, dime si te ocurre algo, tal vez... ¿hice algo que te haya molestado? Si es eso,

 perdóname, lo último que intentaría hacer…-La frase quedó interrumpida por un beso de su esposa.-Estoy bien, no haz hecho nada para ofenderme, solamente que…por primera vez, no se cómo decirtealgo y eso me hace sentir incómoda.-La Elizabeth Bennet que conozco puede decirme todo, incluso cosas que preferiría no oír.

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-Pero ahora no soy más Elizabeth Bennet…soy Elizabeth Darcy, y esta es menos insolente- contestóirónicamente.Por primera vez lo escuchó reír, una risa verdadera y sintió que un calor invadía su interior. Quisobesarlo, abrazarlo con todas sus fuerzas y no soltarlo nunca.En lugar de eso, las palabras que no había sabido decir antes, escaparon de su boca.-Te amo, quiero que lo sepas. No te lo había dicho y no quiero que tengas dudas de lo que siento por ti-mientras daba este discurso no podía verlo a los ojos, una timidez no conocida la tomaba por sorpresa y

hacía que bajara los ojos.-Lo se, yo también te amo, con todo mi corazón, más que a mi propia vida y no quiero pasar ni un sólomomento de ella sin ti- aunque la declaración de su esposa le produjo una alegría difícil de definir, intentópermanecer tranquilo. Desde su breve compromiso, ella le había demostrado que lo amaba, pero nunca selo había dicho.Lizzie levantó la vista y unió su mirada a la de él. Sintió las manos de su esposo en su nuca y suavementela acercó a sus labios. Sintió su respiración cerca de su piel, el cálido contacto de sus mejillas y,finalmente, su boca. “Los besos mejoran cada vez más”, pensó, comparándolos con los inocentes besosque se dieron mientras su marido la cortejaba. Hubo una breve separación en la que volvieron a mirarseen la habitación iluminada por el fuego de la chimenea.Elizabeth intentó decir algo, pero sus labios fueron requeridos nuevamente por los de su esposo. Sólo

pudo emitir un gemido.-Lo siento mucho- dijo Fitzwilliam al separarse, con voz entrecortada.Su mujer lo miró seriamente antes de decir en tono grave:-William, ¡por Dios!, deja de pedir disculpas por todo.-Lo intentaré, pero no es fácil para mi en estos momentos, separar lo que es decoroso y lo que no- todavíaconmovido por el nombre que había utilizado su esposa.-Pues tendrás que hacer lo que sientes y seguir lo que tu corazón te pide. Ya lo hiciste una vez, cuando mepediste que sea tu mujer.-Y ha sido la mejor decisión que he tomado en mi vida.-Sin duda- respondió Lizzie levantando su ceja- aunque el primer intento no haya salido bien.-Me alegra mucho que la segunda haya tenido éxito, no puedo imaginar mi vida sin tu presencia.

-Pensar que podría haberme casado con otro y nunca conocer lo que sentías por mí.-¡¿Casarte con otro?!- preguntó entre confuso y sorprendido- ¿quieres decir que tuviste una oferta antesque la mía?-Sí, luego del baile de Netherfield, pero no debí mencionarlo.El Sr. Darcy sintió un pinchazo en su interior, ¿tan cerca de perderla había estado?, ¿con quién? Cerró losojos y rogó a Dios que no fuera Wickham.-¿Puedo saber quién fue la persona?-Puedo decirte que si me hubiera casado con él, igualmente me hubieras encontrado en Rosings.-¡Collins!- exclamó un poco aliviado- ¿ese pequeño hombre se atrevió a semejante empresa? Un motivomás para que me desagrade terriblemente. ¿Por qué no me enteré de esto?-Porque casi nadie lo sabe, aunque sea un hombre exasperante, merece mi respeto, como tampoco nadie,excepto Jane, sabe de tu primera propuesta.-No sé que hubiese hecho si te casabas con ese hombrecillo.-Jamás podría haber aceptado, me prometí que me casaría por amor y cumplí mi promesa- dijo Lizzie,mientras acomodaba su cabeza en el hombro de su esposo.Se tomaron de las manos, los dedos entrecruzados y en silencio, sólo interrumpido por el crepitar de losleños.-No se que haré sola en esta habitación tan grande- comentó Elizabeth rompiendo el silencio- siemprecompartí mi dormitorio con Jane.-¿Y quién dijo que estarías sola?- respondió Fitzwilliam mientras acariciaba sus ondulados cabellos- Sime lo permites, estaré encantado de compartirla contigo.

-¡William!, ¿qué pensarán los sirvientes al ver que no utilizas la tuya?-Nada que no sea cierto, que su Señor está profundamente enamorado de su joven, bella, inteligentey…vivaz esposa.

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Capítulo 3 

“Te quiero en el vivir más cotidiano,con el sol y a la luz de una candela”. Elizabeth Barret Browning  

La luz se filtraba de manera tenue entre las cortinas. Elizabeth abrió lentamente los ojos y, por unmomento, no supo en dónde se encontraba. Uno de los brazos de su reciente esposo la aferraba de sucintura, mientras que ella reposaba su cabeza sobre el otro.Lizzie sonrió. Últimamente lo hacía muy seguido sin tener un motivo concreto. Miró por un largo rato lahabitación que había pertenecido a la madre de Fitzwilliam y que ahora era suya. Los cortinados y colorde las paredes eran nuevos. Su marido había ordenado su redecoración después de comprometerse conella.

Se veía diferente a la luz del día, los tonos beige resultaban cálidos y acogedores, algunos detalles en azulle daban el toque de color. Los bellos muebles eran de madera de cerezo, un tocador con espejo, unescritorio, unos cómodos sillones frente a la chimenea. A Elizabeth le gustaban las cosas sencillas yordenadas.Se preguntó qué hora sería y recordando que había un reloj en la mesa de noche cercana a su marido, girómuy despacio para no despertarlo, hasta quedar frente a él. Estaba profundamente dormido, su respiraciónera lenta, pesada, y el pelo le caía sobre la frente, tapando parcialmente sus ojos.Lo miró dormir, parecía tan tranquilo y pacífico, era difícil darse cuenta que no era un sueño, querealmente era él. Sacó su mano de debajo de las cobijas y corrió el cabello de su frente. Luego, se acercóy la besó, para bajar suavemente hasta sus labios.Su esposo sonrió, y sin abrir aún los ojos, dijo:

-No creo que exista una mejor forma de despertar- mientras la acercaba más a él.-Buenos días señor Darcy.-Buenos días señora Darcy- respondió besándola- ¿Siempre tiene la costumbre de despertar tan temprano?Si es así, puede que me retracte con respecto a compartir su dormitorio.-Me gusta ver como despierta el día y, además, sus ronquidos no me dejaban dormir- contestó con supicardía habitual.-¡No es cierto!- exclamó en tono indignado.-¿En nuestro primer día de matrimonio me acusa de mentirosa? Le aseguro que lo escuchó hastaGeorgiana desde Londres.Los dos rieron. Darcy se preguntaba si todas las mañanas que despertaría junto a ella se sentiría tandichoso.

Elizabeth se sentó en la cama y sintió un leve dolor que intentó disimular ante su esposo. Se colocó labata y fue hacia el vestidor, lavó su cara y cambió el camisón que había utilizado en su noche de bodas,manchado por la consumación de su matrimonio, y tocó la campana para llamar a su doncella. Unosminutos más tarde, hizo su entrada.-Buenos días Señora Darcy, ¿desea que le prepare un baño?- preguntó Susan.-Sí, muchas gracias, estaré esperando en mi habitación, por favor golpeé mi puerta cuando esté listo.Dada la orden, volvió al cuarto donde su esposo descansaba. “Es atractivo hasta cuando recién sedespierta”, pensó. -Fitzwilliam Darcy, ¿piensa usted remolonear toda la mañana?-Mmm… tal vez- respondió con voz ronca y sin abrir del todo sus ojos.-Bueno, desconozco sus planes para hoy, pero yo espero darme un baño y bajar a desayunar. Creo queusted debería hacer lo mismo…- comentó mientras cepillaba su cabello y lo miraba a través del espejo.A regañadientes, William se levantó de la cama, se puso la bata, caminó en dirección a su esposa, se paródetrás de ella e inclinándose, besó su cuello, erizando su piel. Luego le susurró al oído que la quería, besósu mejilla y se retiró a su recámara.

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Tres golpes a la puerta que comunicaba con su vestidor y la doncella que avisa que el baño está listo.Se sumergió en el agua caliente y se dedicó a procesar lo vivido en las últimas veinticuatro horas. Pensóen su esposo, en la noche anterior, en lo atento y comprensivo que se había comportado, en las nuevassensaciones que estaba conociendo, en la pasión que no podía controlar cuando lo sentía cerca…Uncubetazo con agua en su cabeza la trajo nuevamente a la realidad.Luego del baño, su criada la ayudó a vestirse y le realizó un peinado sencillo, una trenza que rodeaba sucabeza. Estaba terminando, cuando su marido golpeó la puerta para escoltarla al desayuno.

Bajaron del brazo hacia el comedor.-Me perderé muchas veces en estos corredores, tardaré una eternidad en conocer Pemberley.-No te preocupes, mi amor, prometo buscarte cuando estés desaparecida- contestó Darcy, mientras besabasu mano.El desayuno fue servido y ambos comieron en silencio. “Que hambrienta estoy”, pensó, mientrasobservaba a su marido que presentaba un muy buen apetito.Al terminar, Fitzwilliam le preguntó:-¿Me harías el honor de acompañarme?-Sí, por supuesto.-¿No quieres saber a dónde nos dirigimos?-Cualquier lugar estará bien mientras esté en tu compañía.

Caminaron atravesando varios corredores hasta llegar a una puerta de doble hoja.-Aquí es- anunció- Cierra los ojos.Lizzie cerró los ojos y se dejó guiar hasta dentro de la habitación.-Ahora…ábrelos.  Libros. Miles de libros. Era la biblioteca más grande que había visto. Tenía para leer el resto de su vida.-¡Oh William, es maravilloso!- exclamó colgándose de su cuello.Su esposo la abrazó y ella quedó casi colgada de él. Fitzwilliam disfrutaba viendo que ella era feliz.-Imaginé que te gustaría.-¿Gustarme? ¡Es magnífica! ¡Es perfecta!Elizabeth lo miró a los ojos, sus brazos todavía rodeaban su cuello, se paró en puntillas de pie y con susmanos lo obligó a acercarse a ella. “Es muy alto para mí”, reflexionó, tendría que buscar alternativas para

poder besarlo cada vez que quisiera. Lizzie se apoderó de su labio inferior y enseguida su esposo seapoderó de su boca.Esa mañana, con él a su lado, no pudo concentrarse en la lectura. Sus labios, sus brazos, su olor, eran máscautivantes. ¡Nunca podré leer nada con él en la habitación!, se dijo, mientras se rendía a los brazos de suesposo que la aprisionaban y a su boca, que exploraba la suya.

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Capítulo 4 

Habían decidido que realizarían su luna de miel al terminar el invierno. En su lugar, estarían solos porunos días en la casa, hasta que Georgiana se reuniera con ellos. Hasta ese momento, ninguno de los dos seharía cargo de sus respectivas responsabilidades como Señor y Señora de Pemberley.La semana iba transcurriendo entre miradas cómplices, besos prolongados, conversaciones íntimas,paseos por los jardines (cuando la nieve lo permitía), y sobre todo, apasionados encuentros en su cama. Seretiraban a la recámara temprano y la mañana estaba avanzada cuando hacían el esfuerzo de abandonarla.Dos días antes de Navidad se esperaba la llegada de Georgiana, que vendría de Londres, escoltada por elCoronel Fitzwilliam, para vivir con los recién casados.Esa mañana, Lizzie despertó temprano como siempre. Estaba nerviosa por la llegada de Georgiana. La

 jovencita era encantadora y las pocas veces que habían estado juntas, Elizabeth había encontrado en ellauna posible hermana y amiga. Después de conocerla en Pemberley no volvió a verla hasta que viajó aLondres a comprar su ajuar. Estando en casa de sus tíos Gardiner, disfrutó de su compañía en variasocasiones, siempre con Fitzwilliam presente. Ahora comenzarían a ser una familia.Se sentó en la cama y vio que estaba nevando fuertemente.”¡Oh, no!- pensó- Con esta tormenta no podránllegar.” 

-¡Will, Will!- exclamó, mientras movía a su esposo, quien dormía boca abajo.-Mmm…¿qué sucede?- preguntó todavía dormido.-¡Está nevando!-Mmm…¿y eso debería sorprenderme?- preguntó con un poco de fastidio.-Significa que Georgiana no podrá llegar- contestó Lizzie.-Lo sé…no importa, Richard está con ella. -Es que esperaba que llegara…-comentó frustrada.-¿Ya te cansaste de estar a solas conmigo?- No…no es eso. Pero tus empleados están teniendo una idea equivocada de mi, todo el día encerrados,deben creer que te he hechizado.- Nuestros. Nuestros empleados. Y nada más cierto…Ahora déjame dormir - y diciendo esto, metió su

cabeza debajo de la almohada.-Pues yo me levanto.Cuando intentó sentarse en la cama, la mano de su esposo atrapó su muñeca, y sacando la cabeza de suescondite, le dijo:-¿Dónde cree que va, señora Darcy?-Mis planes son levantarme y bajar a desayunar- respondió sorprendida.-Los míos no, y que te levantes interfiere con los míos.-¡Fitzwilliam Darcy!- gritó; siempre le decía por su nombre y apellido cuando simulaba estar enojada-¿Qué tengo que ver con sus planes?- interrogó elevando su ceja.-Mucho, pretendo pasar la mañana en la cama, con mi adorada esposa, y que ésta decida levantarse,arruinaría los planes que tengo para con ella.

Diciendo esto tiró de ella, arrojándola a sus brazos. La besó como siempre, haciendo que se olvidara hastade su propio nombre, luego se dedicó a besar su cuello y detrás de su oreja. “El fin de mis argumentos”,se dijo Elizabeth, mientras se le escapaba un gemido. “Maldición, sabe que cuando hace esto, no puedoresistirlo”. Era verdad, su esposo había aprendido rápidamente lo que hacía estremecer a su mujer. “Yavendrá mi venganza”, se dijo a sí misma. Ella también estaba descubriendo lo que rendía a su esposo.Pero ahora, la que se rindió fue ella, a sus besos, su calor, sus manos.………………………………………………………………………………………… Cerca de las once de la mañana, Elizabeth, pudo escabullirse de la cama sin obtener oposición de suesposo. Llamó a Susan, quien la ayudó con la vestimenta y el peinado, y bajó al comedor. Comió unosbocados antes de ordenar que enviaran algo de comida a su esposo.Después, buscó refugio en la biblioteca, su nuevo escondite, uno de sus lugares preferidos,- después delos bellos jardines- de todo Pemberley. Quedó absorta en la lectura, cuando, varias horas más tarde, vioque ya no nevaba.” ¡Grandioso!, tal vez puedan llegar”, y se dirigió hacia la búsqueda de su marido.  La señora Reynolds le comunicó que éste se encontraba en su despacho, indicándole la dirección delmismo. Antes de entrar, golpeó la puerta.

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-Entre- se escuchó de adentro.Lo encontró leyendo correspondencia en su escritorio, cerca de una de los ventanales que comunicabancon el exterior, y por el cual se podía apreciar una de las fuentes que adornaban los jardines.El levantó la vista y al ver que era ella, comentó:-No me parece bien que una joven esposa abandone el lecho que comparte con su marido a hurtadillas.-Sin duda es censurable esa acción, pero la pobre estaba desfalleciendo de hambre. Imagino que suadorado esposo no querrá tener en su conciencia el remordimiento de provocar su muerte- respondió

mientras se acercaba a la silla donde estaba sentando Fitzwilliam, que la miraba entre maravillado ydivertido.-Sin duda no quiero ser causante de tal atrocidad- repuso, tomándole la mano y guiándola hasta su regazo.Lizzie se sentó en sus piernas y rodeó sus hombros con los brazos, la posición no era exactamentedecorosa, pero había quedado bastante claro que, cuando estaban solos, las normas de propiedadquedaban de lado. Quedaron cara a cara, y no pasó mucho tiempo para que sus bocas se unieran.Elizabeth enredó sus dedos en la nuca de su amado y comenzó a jugar con su pelo. Lentamente, fuedeslizando una de sus manos hasta su cravat, metiéndola en el pequeño espacio entre la camisa y elchaleco. Desprendió un botón y apoyó la mano sobre la piel, acariciando su pecho. Fitzwilliam emitió ungemido sin apartar sus labios de los de ella, sus brazos la tomaron más fuerte de su cintura. “Vaya, pareceque mi venganza no se hizo esperar”- pensó Lizzie, levantándose de repente y alejándose de su esposo,

que la miraba suplicante mientras intentaba recuperar el aliento.-Creo que necesito aire fresco- dijo Elizabeth mientras abría el ventanal y salía al balcón.-Amor, creo que mejor deberías entrar y retomar lo que comenzaste.No hubo respuesta, Fitzwilliam se levantó, caminó hacia la ventana abierta y, al asomarse, recibió unabola de nieve que impactó en su rostro.Trató de mantener la compostura, lo que era difícil con la cara llena de nieve y las carcajadas de su esposacomo fondo. Seriamente se quitó la nieve de los ojos y mirando a su mujer, declaró:-Usted se lo buscó- mientras se agachaba a juntar una bola de nieve- y debo advertirle, Sra. Darcy, que hesido campeón en torneos de bola de nieve… -William…Will, mi amor, tesoro mío, no serías capaz de arrojarme nieve, ¿verdad? - Elizabeth retrocedía.Una fuerte bola de nieve golpeó su pecho.

-¡Ahhh!- gritó y al ver que su marido se preparaba a juntar más, intentó huir, pero la alcanzó, colocándoleuna bola de nieve en su cabeza, que comenzó a caer hacia sus ojos. Se tapó la cara con las manos y suesposo quedó petrificado cuando observó que comenzaba a sollozar.-Lizzie, lo siento…no quise…fui un bruto…- intentó balbucear una disculpa. La abrazó contra su pecho,ella alzó su rostro para mirarlo, sus ojos llenos de lágrimas, cuando Fitzwilliam sintió la frialdad de lanieve en su cara.Su esposa lloraba…pero de risa, mientras le refregaba la nieve. ¡Había sido engañado! Eso le pasaba por casarse con una joven increíblemente inteligente. Se unió a larisa de ella, cautivado por su frescura y el brillo divertido de sus ojos negros.

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Capítulo 5 

Después de bañarse y ponerse ropas secas, la joven pareja bajó a una de los salones, desde ahí se podíaavistar si se acercaba algún carruaje sin dificultades. Darcy buscó un libro y se sentó cerca del fuego,Lizzy estaba en duda si tomar su labor o sentarse al piano. Desde su compromiso, Elizabeth practicabasus lecciones de piano con mucha disciplina, deseaba no avergonzar a su esposo si le solicitaban queinterpretara alguna canción. Decidió practicar un poco, se acercó al piano y comenzó a tocar "Sonta a laluz de la luna", de Beethoven.Fitzwilliam abandonó el libro para dedicarle toda su atención. A medida que la pieza avanzaba, laadmiración de su esposo crecía, ¡cuánto había mejorado desde aquella noche en Rosings! Se paró ycaminó hacia ella, se quedó escuchándola atentamente y cuando finalizó la felicitó efusivamente.-Elizabeth déjame decirte que has tocado muy bien.-¿Muy bien o bastante bien?- respondió graciosamente, recordando la conversación que tuvieron en esamisma sala, el día que lo visitó con sus tíos y le fue presentada Georgiana.-Realmente muy bien- contestó con una sonrisa, besando su frente.Unos cascos de caballo se escucharon y los dos giraron al mismo tiempo para la gran ventana. Un

carruaje se acercaba, era uno de los de su propiedad.-¡Georgiana!- exclamó Lizzie entusiasmada, saliendo prácticamente disparada en dirección a la puerta.-Elizabeth- la voz profunda de su esposo la detuvo haciéndola girar, Darcy se acercaba a ella ofreciendosu brazo para escoltarla. Tomó su mano, la colocó en su brazo y se encaminaron hacia la puerta principal.Primero descendió del carruaje el Coronel Fitzwilliam quien ayudó a bajar a la Srta. Annesley y luego aGeorgiana.-¡Qué gusto tenerte de nuevo en casa!- dijo Darcy a su hermana y besó su frente.Georgiana se acercó a Elizabeth saludándola con una reverencia.-Bienvenida Georgiana, espero que hayas tenido un buen viaje- saludó Lizzie y, antes que contestara ledio un abrazo afectuoso.La joven se sonrojó ante la muestra de afecto y comentó que habían tenido que esperar que la tormenta

pasara.-Aquí tienes a tu pequeño tesoro, Darcy, sana y salva, como lo prometí- dijo el Coronel mientrascaminaba hacia el grupo y, dirigiéndose a Elizabeth, dijo:-Sra. Darcy, siempre es un placer volver a verla- haciendo una leve reverencia.-Nos alegra mucho que haya decidido venir Coronel- contestó Lizzie.-Nunca podría decirle que no a una dama tan interesante y, por favor, dígame Richard.-Si quieres coquetear con una esposa, búscate la propia- dijo Darcy, mientras tomaba del brazo a su mujery caminaba hacia dentro de la casa.Todos se reunieron en el gran salón donde el fuego estaba encendido y el té listo para ser servido.Elizabeth preparó el servicio. Darcy y su primo conversaban junto a la chimenea sobre el estado de loscaminos y la nieve. Georgiana, su institutriz y Lizzie en un sillón, tomaban el té.

-Cuéntame noticias sobre Londres- dijo Elizabeth, para romper el silencio.Georgiana comenzó a hablar tímidamente y Lizzie la animaba para que continuara. Al poco tiempo habíaperdido ya un poco de su vergüenza natural.-Deben estar exhaustos, ¿les gustaría darse un baño antes de bajar a la cena?- preguntó preocupadaElizabeth.-Realmente sería reconfortable- respondió Georgiana.Así, los recién arribados, se retiraron a sus aposentos para bañarse y cambiar las ropas del viaje. La parejavolvió a quedar sola en la gran habitación.-¿Te gustaría sentarte junto a mí?- inquirió Fitzwilliam mientras señalaba el lugar vacío en el sillón-Podría leerte en voz alta.-Me haría muy feliz, siempre creí que tienes una voz encantadora y, después de tus ojos, debe ser lo quemás me gusta de ti.Darcy no pudo evitar sonrojarse un poco. Elizabeth se sentó junto a él y se acurrucó a su lado, la cabezaen su pecho. La rodeó con su brazo y comenzó a leer:

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“Oh, amor mío, amor mío, cuando pienso que existías ya entonces, hace un año,cuando yo estaba sola aquí en la nievey no vi tus pisadas ni escuchétu voz en el silencio... Mi cadena,eslabón a eslabón, iba midiendocomo si no pudiese verme libre

por tu posible mano... ¡Hasta beberla prodigiosa copa de la vida!¡Qué extraño no sentirte en el temblordel día o de la noche, voz, presencia,ni adivinarte en esas flores blancas!Yo era ciega lo mismo que el ateoque no descubre a Dios al que no ve”* 

Un silencio le siguió a la lectura, hasta que Elizabeth alzó su cabeza para poder mirarlo directo a los ojos.-Es hermosa…me hizo sentir… -¿Identificada?- interrumpió su esposo.

-Sí, parece haber sido escrita para mí.-Entonces debo agradecer que no sigas ciega- y la besó cariñosamente en los labios.Esa noche cenaron por primera vez en familia, Darcy en la cabecera y las dos mujeres más importantes desu vida sentadas junto a él. Se sintió completo, seguro, y un sentimiento de felicidad absoluta lo envolvió.

*La poesía pertenece a Elizabeth Barret Browning (1806-1861), por lo que es un anacronismo. Laescritora al momento de este relato tenía 7 años.

Habrá que aclarar que mi imagen mental del Coronel Fitzwilliam difiere bastante al elegido en la película

del 2005. En el libro se lo describe más atractivo, así que imaginen a un Gerard Butler o un Clive Owen.

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Capítulo 6 

"Eres mi credoPedazo de cieloAbrásame fuerte" Mi credo.

Terminada la cena, las damas se dirigieron al salón, donde Georgiana iba a tocar el pianoforte para sucuñada. Los caballeros marcharon hacia el estudio de Darcy para conversar y tomar brandy.-Bueno, querido primo, veo que el matrimonio te sienta realmente bien. No recuerdo que hayas sonreídotanto en toda tu vida como lo haz hecho esta noche- dijo el Coronel, mofándose de Darcy.-Exageras, como siempre.-No, no, para nada. Ver tu felicidad conyugal, me ha hecho pensar en que debería buscarme unamuchacha de campo y casarme de inmediato.-Deberías, te estás poniendo viejo- fue la contestación sarcástica de Fitzwilliam.-No es tan sencillo, bien sabes que no tengo tu independencia económica- y mientras decía esto, el

semblante naturalmente afable del Coronel, cambió por un instante.-Richard… ¿es que hay alguna muchacha?- preguntó Darcy al notar el cambio de expresión.-Sí…No, no en realidad. La verdad es que ella ni siquiera lo sospecha.  -¿Te haz vuelto tímido de repente? ¡El Coronel Richard Fitzwilliam sin palabras para cortejar a una

 joven!, algo nuevo para mí.-No, no eso, no puedo darle a conocer mis intenciones, su familia nunca aprobará una relación entrenosotros- meditó tristemente.-Eres un excelente partido, su familia es muy tonta sino te acepta- dijo Darcy para consolar a su queridoprimo.-Sí, seguramente- respondió con una mueca que simulaba una sonrisa, mientras bebía el último sorbo debrandy.

-Es hora que nos unamos a las damas- sugirió Darcy y comenzó a caminar, mientras su primo lo seguía,mirándolo con un poco de dolor.

A medida que se acercaban al salón, la música y las risas se escuchaban con fuerza. Cuando entraron enél, se encontraron a Georgiana y Elizabeth tocando un dueto muy animado, las equivocacionesprovocadas a propósito por Lizzie, hacían reír a Georgiana.-Creo que es hora de escuchar a la verdadera artista- dijo Elizabeth al ver el ingreso de su esposo y suprimo.-Oh, por favor Lizzie, tu sabes tocar muy bien- respondió avergonzada por el comentario.-No tan bien como usted, además me he cansado, prefiero disfrutar de la interpretación en el sillón.Se sentó cerca del fuego, los hombres seguían de pie cuando comenzó a tocar Georgiana. Al avanzar la

música, Elizabeth hizo un gesto a su esposo para que se sentara junto a ella. Al hacerlo, Lizzie le tomó lamano y Darcy, como buen caballero inglés, no supo qué hacer con esa prueba de afecto en público. Suesposa, dándose cuenta del motivo de turbación, le susurró al oído: “Me retiro a mi recámara, mi amor”,

 justo cuando finalizaba la canción.Elizabeth se levantó del sillón, se excusó con todos y se marchó a su habitación, seguida por Georgiana,que aprovechó el momento para retirarse a descansar.Se despidieron en el corredor donde estaban las habitaciones y cada una entró a su dormitorio. Ladoncella la ayudó a desvestirse y a colocarse la ropa de cama, desarmó su peinado y se lo ató en unatrenza.-Gracias Susan, puedes retirarte- ordenó Lizzie a su criada. Dicho esto, se acostó en la cama a esperar a sumarido. En la penumbra de su habitación se quedó pensando en como su vida había cambiado en tan pocotiempo. Sus obligaciones como Señora de Pemberley comenzarían mañana y estaba francamenteatemorizada. No se dio cuenta el tiempo transcurrido.Darcy entró a la habitación sin golpear, no deseaba despertar a su mujer. Se metió en la cama y se acostóboca arriba con los brazos detrás de la cabeza, tenía una sonrisa tonta en los labios. Estaba demasiado

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feliz y distraído como para darse cuenta que su esposa lo estaba observando con sus chispeantes ojosnegros.-¿Está ebrio, Señor Darcy?La voz de su mujer lo hizo volver a la realidad y giró la cabeza en su dirección. Un par de ojos vivaces lomiraban de manera inquisidora.- No… ¿por qué…por qué esa pregunta? Pensé que estarías dormida- dijo balbuceante.-Porque tienes olor a brandy y una sonrisa bastante tonta- fue la graciosa respuesta de su esposa.

-Tan sólo me siento feliz.-Me alegra mucho saberlo- le contestó con una mirada provocativa- no me gustaría hacer el amor con unborracho que me acuse de haberme aprovechado de él- y antes de ver la reacción de su marido ante sudiscurso tan poco decoroso, lo besó apasionadamente en la boca.La boca de su esposo se sentía cálida, su aliento un poco de sabor a alcohol. Pasada la sorpresa inicial,Darcy respondió al beso con intensidad, tomándola fuertemente de la cintura. Elizabeth no estaba seguracómo fue que terminó sobre él, con la boca de él centrada en recorrer toda la línea de su cuello, no podíapensar y tampoco le importaba demasiado.Lizzie desprendió los dos botones que tenía la camisa de Darcy para poder besarlo en el espacio de pielque quedaba descubierta.-Oh, Lizzie…-gimió y sus manos empezaron a recorrerle las piernas, perdiéndose en los pliegues de su

camisón.Cuando sus labios volvieron a unirse, jadeantes y llenos de ansias, Darcy se sentó para poder besarla conmás fervor. Tomándola por sorpresa, las inquietas manos, comenzaron a levantarle el camisón, mirándolaa los ojos con creciente deseo.-Levanta los brazos- le susurró tan cerca de su boca, que sus labios se tocaron.Ella obedeció y el camisón desapareció sobre su cabeza, para ser arrojado lejos de la cama. Se sintióextraña, un poco de timidez hizo su aparición, pero desapareció poco después, al sentir el contacto tibiode la boca y la mano de su marido, sobre su piel desnuda.En un movimiento rápido, la acostó, subiéndose sobre ella. Ella atrajo su cabeza tomándolo de la nuca,perdiendo sus dedos en el cabello castaño. El beso no duró lo suficiente, Darcy estaba concentrado ensaborear el hueco que se hacía en su clavícula.

Lizzie gimió, tirándole, levemente del cabello, para que vuelva al alcance de sus labios.-Bésame- fue casi un suspiro, prácticamente sin aliento.Él rió imperceptiblemente, mientras sus manos la seguían acariciando y besaba su cuello hasta llegar almentón.-Creí que eso estaba haciendo- le respondió con su ceja arqueada y la mirada burlona.Lo tomó del cuello de la camisa, obligándolo a subir un poco más.-Eres un hombre cruel- fue la contestación que dio ella, para luego, buscar el beso deseado asiéndolo consus manos de la cara.Su boca recorrió la mejilla de Darcy, rozó sus patillas, terminando en su oreja. Él volvió a gemir y, ella,se sintió complacida. Metió su mano en el hueco de la camisa, quería sentir su piel como él sentía la suya.Al momento notó que Darcy buscaba la forma de quitarse la ropa sin abandonar la posición que estabaocupando.-Espera- le dijo ella con la respiración entrecortada, y bajó sus manos hasta la cintura, levantando lacamisa hasta donde pudo. Al llegar al cuello, él se apoyo sobre sus brazos, Elizabeth levantó la camisasobre su cabeza y luego, los brazos se liberaron fácilmente.Darcy volvió a apoyarse sobre ella. El corazón de Elizabeth comenzó a latir rápidamente y creyó quehiperventilaría al sentir toda su piel contra ella. La miraba fijamente, con una de sus manos le corría elcabello que caía sobre su frente, la nariz de él acariciaba suavemente la suya, podía sentirle el alientocontra su boca.-Sra. Darcy- murmuró apenas- ¿Sabe que estoy loco por usted?- agregó besándola con pasión.Ella comenzó a acariciar lentamente la espalda de su marido, con curiosidad y nerviosismo. Fue desde sus

hombros hasta la basa de su columna y volvió a subir, para bajar por el pecho firme, lleno de vellos quetanto la obsesionaba desde su compromiso. Estaba perdida en este nuevo descubrimiento cuando lo sintiódentro de ella. Un gemido escapó de sus labios para unirse al de él.Sus cuerpos se movían acompasados y el placer de sentirlo plenamente le nublaba la mente. No quería

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lastimarlo, pero sus uñas lo surcaron levemente hasta llegar a aferrarse de sus nalgas. El placer invadió sucuerpo estremeciéndolo, entre gemidos lo nombró. Poco después sintió a su esposo gemir entre suspropios espasmos. No se movió por un largo rato, dejó descansar su cuerpo sobre ella hasta que surespiración y pulso se normalizaron.Luego, giró para quedar apoyado sobre su antebrazo en dirección a ella. Lizzie alzó la mano paraacariciarlo en el pecho y una sonrisa disimulada se dibujó en la comisura de sus labios.-¿Qué pasa?- le preguntó él, besando su frente.

-Nada. Olvídalo- respondió mirando por donde lo recorría con su mano.-Dímelo- insistió con su ceja arqueada.-No me mires así. ¡No es justo!- se quejó ella.Él se acomodó su cabeza sobre la almohada, quedando a la misma altura que ella.-Si no me dices lo que piensas, no podré dormir preguntándome que me escondes.-¿Prometes no reírte?-Lo prometo- dijo alzando la mano derecha como en un juramento.-Soñaba con poder hacer esto desde la mañana que acepté ser tu esposa- le dijo sonrojándose.-¿Hacer…qué?- preguntó intrigado.-¡Acariciar tu pecho!- exclamó avergonzada, dejando la actividad para taparse la cara con sus manos.Intentó no reír, se lo había prometido.

-¿En serio soñabas con ello?- preguntó para sacarla de su vergüenza.Lizzie destapó su cara y asintió con la cabeza mordiéndose el labio por revelar su secreto. Darcy la acercóa él, tomándola de la cintura.-¿Sabes algo? Esta noche, también pude cumplir algo que soñaba desde que te conocí- le contó,acariciándole el brazo.-¿Y qué fue eso?- le preguntó sonriendo.-Que estés desnuda en mis brazos.

Un golpe en la puerta la despertó sobresaltándola. Se sentó en la cama y preguntó quién era. El valet de suesposo le informaba la hora. Darcy le dio las gracias.Se había olvidado que era domingo, debían levantarse para ir a misa. Su esposo la miraba pícaramente,

fue entonces que se dio cuenta, tenía su espalda desnuda. Se acostó de inmediato, tapándose hasta elcuello, mientras su cara se volvía carmesí.-Buenos días, cariño- dijo su esposo dándole un beso en la mejilla- Es mejor que te levantes, tendrás queconfesar muchas cosas hoy en misa.El tono malicioso en la voz de su esposo la obligó a sofocar una risa.-Sin duda usted también señor- fue su única respuesta.Los recuerdos de la noche anterior aún la avergonzaban, cuando Darcy se sentó en la cama y se levantó abuscar su bata. Sus mejillas volvieron a ruborizarse, ¡su esposo estaba desnudo!, intentó frenar unaexclamación, pero su esposo la había escuchado y se volvió para verla. Lizzie lanzó una especie de grititomezclado con risa y se tapó la cabeza con las frazadas. Nunca más saldría de allí abajo. No, nunca, lotenía decidido. Unas manos destaparon su cara, ella mantenía los ojos cerrados.-Lizzie…Lizzie- la voz de su marido revelaba que estaba haciendo un esfuerzo para mantenerse serio.-¿Qué?- respondió sin abrir los ojos.-Mírame.-No puedo, creo que moriré de vergüenza- fue su respuesta.-No seas tonta, nadie muere por eso. Ahora, mírame.Elizabeth abrió los ojos, él estaba inclinado sobre ella, el cabello despeinado le caía sobre la frente. Sumirada azul tenía ese brillo encantador que le impedía pensar con claridad.-No sientas vergüenza mi amor, porque después de anoche, no creo que te permita volver a usar nada ennuestra cama- y dicho esto la besó en la boca- Esta ha sido la semana más feliz de mi vida- agregó antesde retirarse a su vestidor.

Exactamente siete días antes se habían convertido en marido y mujer.

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Capítulo 7 

Se sentía descompuesta, los nervios invadían su estómago haciéndole imposible probar bocado. Aunqueya había sido presentada a las personas que trabajaban en Pemberley, hoy tomaría el lugar como suSeñora y, para agregar tensión, irían a misa, donde sería la comidilla de todos los presentes.-Elizabeth, ¿te sientes bien? No haz probado el desayuno- preguntó Darcy con cara de preocupación.-Estoy bien- contestó tratando de disimular- Sólo no tengo apetito esta mañana.Cuando el desayuno finalizó, los sirvientes trajeron sus abrigos, el carruaje fue llamado y, lentamente,subieron a él.La parroquia estaba en terrenos de Darcy, cuyo beneficio eclesiástico había sido adjudicado dos añosatrás al Sr. Neil, un hombre de unos 40 años, de firmes ideas tradicionalistas, quien vivía con su esposa ysus cinco hijos.Apenas bajaron del coche, la gente comenzó a mirar de reojo y a comentar por lo bajo. Los chismes sehabían disparado por la zona desde el momento en que el se conoció el compromiso del Sr. Darcy, conuna campesina pobre.Se sentaron en el lugar que les correspondía, frente al púlpito, donde el señor Neil daba su sermón, Lizzytrató de enfocar su atención en el discurso del vicario, pero era difícil lograr concentración con tantas

caras mirándola fijamente.Al finalizar el servicio, los Neil, se acercaron a presentar sus respetos a los Darcy. La breve conversaciónderivó en una invitación de cortesía para cenar en Pemberley. Los Neil estaban muy alegres, en los añosque llevaban allí, no habían sido invitados a la casa más de tres veces.-Primo, tu repentina sociabilidad no me deja de sorprender- comentó el Coronel, haciendo una claraalusión a la invitación que acababa de realizar.-Creo que es mi obligación, después de todo, Elizabeth debe ir conociendo las personas con las quetenemos trato.A Lizzie no le agradaba la idea de pasar toda una velada con ese matrimonio. Aunque, por experienciaprevia, sabía que no era bueno emitir juicios sobre alguien al que no se conoce bien, el señor Neil leparecía una persona con ideas anticuadas. Pero se guardó su opinión, después de todo, uno de los deberes

de su nueva posición, eran las obras de caridad, por lo que a menudo estaría en contacto con el sacerdote.--------------------------------------------------------------------------------

Una vez en la casa, Richard y Fitzwilliam, salieron a cabalgar, Georgiana fue a practicar al piano yElizabeth fue con el ama de llaves, la Sra. Reynolds, a la cocina, para dar las instrucciones del día. Luego,fueron a un pequeño estudio, cercano a la biblioteca, donde Lizzie conversó con la Sra. Reynolds sobre lamanera de trabajar en la casa.No se sentía cómoda, más bien se veía como una intrusa tratando de conquistar tierras extrañas. La Sra.Reynolds no recordaba cuándo su amo había sido tan feliz, debía remontarse a su infancia, antes de lamuerte de su madre. Por ello, amó a Elizabeth desde el momento que ingresó a la casa, decidiendo que laayudaría y defendería contra todos.

Programaron para la noche siguiente, el menú para recibir a los Neil, y también la cena de Nochebuena,que era dos noches después. Este año, no se realizaría el tradicional baile de Navidad, los Darcy deseabanprivacidad.

Esa tarde, poco después del almuerzo, la Sra. Reynolds, entregó la correspondencia. Elizabeth no pudocontener su alegría al ver que había cuatro cartas para ella. Se excusó y se retiró a su habitación para leertranquila las noticias de su familia.La primera, era de su padre, una carta que expresaba lo mucho que sentía su ausencia y donde le contabael estado de los “nervios” de su madre. La segunda, era de Jane, “Oh, Jane, cuanto te extraño”, pensómientras leía la carta de su querida hermana. La tercera era de los Collins, de Charlotte, principalmente,donde le comunicaba que esperaba a su primer hijo.Dejó para el final la lectura de la cuarta, antes de abrirla, cerró lo ojos y realizó una profunda inhalación.Era de Lydia, y decía lo siguiente:

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«Mi querida Lizzy:

Te deseo la mayor felicidad. Si quieres al señor Darcy la mitad de lo que yo quiero a mi adoradoWickham, serás muy dichosa. Es un gran consuelo pensar que eres tan rica; y cuando no tengas nada másque hacer, acuérdate de nosotros. Estoy segura de que a Wickham le gustaría muchísimo un destino de lacorte, y nunca tendremos bastante dinero para vivir allí sin alguna ayuda. Me refiero a una plaza detrescientas o cuatrocientas libras anuales aproximadamente; pero, de todos modos, no le hables a Darcy

de eso si no lo crees conveniente.»

Elizabeth estaba indignada, no podía creer lo desvergonzada que era su hermana, “Después de todo lo quehizo Fitzwilliam por ellos”, pensó tristemente. Sintió vergüenza por haber conectado a su esposo consemejantes familiares. Los ojos se le llenaron de lágrimas, tal vez Lady Catherine tuviera razón y su amorsólo traería miseria.En ese momento, golpearon la puerta que comunicaba su habitación con la de su esposo, se secórápidamente las lágrimas y escondió la carta.-Adelante- ordenó. Al momento ingresó Fitzwilliam, quien notó su cara de preocupación disimuladadetrás de una sonrisa.-Mi amor, ¿malas noticias de Longbourn?- preguntó preocupado, aunque en la carta que él había recibido

de su amigo Bingley no decía nada sobre ello.-No, nada de eso, sólo un poco de nostalgia- contestó mintiéndole. No quería hacerlo, pero tampocodeseaba sumarle otra preocupación culpa suya.-Si ese es el motivo, traigo una solución- dijo Darcy- Charles nos invita a pasar el Año Nuevo con ellosen Netherfield, pasaríamos unos días con tu familia, antes de ir a Londres.-¡Eso me hará muy feliz!- respondió, corriendo hasta él y dándole un fuerte abrazo. Lizzie se apoyócontra su pecho y él apoyo su mentón sobre su cabeza. Aspiró el olor a lavanda del cabello de su esposa yla besó en la frente. Sabía que ella estaba mintiendo desde el momento en que la miró y notó que, sus ojosvivaces, estaban apagados. Pero no era el momento de presionarla para conocer el motivo, cuando ellaestuviera lista se lo diría.

Capítulo 8 

Todavía estaba tratando de normalizar su respiración cuando, Elizabeth, se sentó en la cama y se puso labata de él.-¿Dónde vas?- preguntó Darcy.-A ningún lado, sólo tengo frío- respondió sentándose en la cama de frente a su esposo, las piernasflexionadas, su mentón apoyado en las rodillas, su mano izquierda en el pecho desnudo de él.-Cuéntame de las cartas- sugirió Fitzwilliam.-Bueno, mi hermana, me cuenta lo feliz que la hace Charles y todas sus nuevas responsabilidades comoseñora de Netherfield.

-¿Y qué hay de las noticias de Longbourn?-Nada en especial, mi padre ya me extraña, a pesar que llevo sólo una semana lejos de él.-No puedo culparlo de extrañar la compañía de la única mujer inteligente de la casa- comentósarcásticamente.-¡William!- sonrió a pesar que quería parecer seria.-Ah!... Charlotte está esperando un niño, los Lucas y el Sr. Collins, están extasiados.-Y deben estarlo, es una excelente noticia. ¿Y la otra carta?- preguntó Darcy mirándola fijamente.-¿Deseas tener hijos rápidamente?- contestó con otra pregunta, evadiendo el tema.-¿Eh?...No. Sí, quiero hijos, por supuesto, pero no enseguida- respondió un poco contrariado por larapidez con la cual, su esposa, había derivado el tema a otro diferente.-Me alegra que pensemos igual. Mi deseo es tener a tus hijos, pero me gustaría esperar, pasar más tiempocontigo como estamos ahora.-Bueno, te diré algo cariño, si continuamos a este ritmo, no creo que pase mucho tiempo.Lizzie se sonrojó por el comentario de su esposo, pero no se atrevió a contarle que, cuando había estadoen Londres, había escuchado a las sirvientas de su tía charlar sobre un método para evitar los embarazos.

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Elizabeth estaba practicándolo, tal vez no funcionara, pero su intención era demorar un poco lamaternidad.Su mirada estaba perdida, cuando su esposo fue directamente a una pregunta que quería evitar responder.-¿Y cuáles son las noticias de los Wickham?-¿Lydia?- fue lo único que pudo decir.-Sí, Lydia, tu hermana menor. ¿Wickham ya se ha acabado el dinero?Elizabeth no podía hablar, se sentía avergonzada, se levantó y fue hasta su escritorio, abrió un cajoncito y

sacó la carta de su interior. Volvió a la cama y se la dio a su marido.-Léela- dijo, mientras dirigía su mirada al fuego de la chimenea.Darcy la leyó en silencio, al finalizarla, se sentó en la cama y la abrazó.-Veré que puedo hacer- le dijo al oído.-No, no hagas nada, ya hiciste demasiado por ellos y me siento terriblemente por eso.-Shhh…- sus dedos se posaron en los labios de su esposa para hacerla callar- No quiero discutir esto ennuestra cama. Ahora, acuéstate a mi lado y duerme, mañana tenemos un largo día- dijo, mientras leseñalaba su lugar junto a él.Ella se acostó, Fitzwilliam acomodó las mantas y la abrazó debajo de ellas. Pronto se durmió, cuandoestaba en sus brazos olvidaba todos los problemas.

Al día siguiente, se vieron muy poco, sólo durante las comidas, fuera de esos momentos, ambos habíanestado terriblemente ocupados. Darcy, con los negocios pendientes y Lizzie, con los preparativos para lacena de esa noche, la decoración de Navidad y, además, la llegada de la modista de Georgiana, quetambién se encargaría de sus vestidos. Durante toda la jornada, había deseado pasar algún tiempo a solascon su esposo, pero había resultado imposible. El Coronel se la pasaba junto a Georgiana, en la biblioteca,en la sala de música, dando paseos.Elizabeth se sintió sola durante ese día y no estaba de humor para recibir a los Neil. Cerca de las cinco, sucriada le preparó su baño, el único privilegio de su nueva situación al que se acostumbró fácilmente, sesumergió en el agua caliente y cerró los ojos. Al salir, se sintió renovada, se puso un hermoso vestido denoche y Susan, le hizo un recogido muy bonito. Estaba lista cuando Darcy ingresó por la puerta quecomunica sus dormitorios.

-Señor Darcy, ¡qué guapo está!- le dijo al verlo- ¿Viene a escoltarme?Su esposo traía una cajita forrada en terciopelo negro en sus manos.-No vengo para traerte un obsequio, perteneció a mi madre- mientras hablaba abrió la caja. Ella conteníaun bello conjunto de pendientes y collar de perlas. No eran las primeras joyas que le regalaba, al casarsehabía heredado la colección de la madre de su esposo, a pesar que ella había insistido en que se las diera aGeorgiana.-¡Qué precioso William! Gracias. ¿Me ayudas a colocarlo?Fitzwilliam se paró detrás de ella para prenderle el collar y, al terminar, besó su cuello. Su piel se erizócon el contacto de los labios y se volteó para besarlo. Recordó lo que lo había extrañado durante el día yse negó a soltarlo. Sus brazos lo tomaban por el cuello, para mantenerlo en su boca, aunque él nopresentara signos de querer soltarla. En un breve momento de conciencia. Lizzie le dijo:-Creo que debemos bajar antes que lleguen nuestros invitados.Muy a su pesar, bajaron, al entrar a la sala, Lizzie notó algo extraño en el comportamiento de Georgiana yRichard, la incomodidad que vino después, sólo incrementó sus sospechas de que estaban ocultando algo.Poco después, sus invitados fueron presentados en el salón, se produjo la típica conversación de cortesía,la salud, el tiempo, el estado del camino, la cosecha, y Elizabeth agradeció cuando la cena fue anunciada.Sería una velada tranquila, al menos eso parecía.

Capítulo 9 

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Fitzwilliam estaba haciendo un terrible esfuerzo por no devorarla en ese mismo instante. Mientrasintentaba regañarla, Elizabeth lo miraba entre inocente y culpable, jugueteando con su cravat.-Elizabeth, concéntrate por favor en lo que te estoy diciendo.-Sí, mi señor, soy toda oídos.-Estuvo mal, muy mal la discusión con el Señor Neil. Yo…yo comparto tus ideas sobre la libertad dedecisión que deben tener las mujeres, ¡pero discutir con el párroco sobre el derecho femenino sobre laplanificación familiar, fue muy impropio!

Lizzie no pudo evitar una mueca de satisfacción al recordar la cara del clérigo cuando ella le dio suopinión.-¡Elizabeth Victoria Darcy!, borra esa sonrisa de tu rostro- la retó su esposo, pero lo cierto era que a éltambién le resultaba cómica la expresión que había puesto el Sr. Neil cuando su esposa comenzó a hablarde lo que eran capaces las mujeres.-Lo siento, continua- dijo ella, mientras comenzaba a desatar el cravat de su esposo.“Estoy perdido”, pensaba Darcy, “así será de ahora en adelante, estaré a su merced para siempre, unaleteo de sus pestañas, un contacto con su piel, y ya no puedo pensar claramente”. Lizzie había desatado el cravat y comenzaba a desprender los botones del chaleco.-¿William…?- dijo al ver que su esposo la miraba fijamente sin poder articular palabra.-¿Sí?

-Me decías… -Oh, sí, te decía…- no podía elaborar la frase con ella sacándole la chaqueta, sintiendo su fragancia, elcontacto de sus manos- Olvídalo- terminó por decir, rindiéndose ante su esposa.-Está bien, lo que tú digas amor- respondió en tono inocente- Tendrás que desabrocharme el vestido, yaenvié a descansar a mi doncella.“Mujer maléfica”, se dijo a sí mismo, mientras desabrochaba torpemente los numerosos botones, “sabeexactamente como manejarme”, y mientras pensaba en ello, una sonrisa se dibujó en su cara. Cada vez laadmiraba más, por su inteligencia, su humor, su pasión.-Gracias- dijo Lizzie, al ver que el vestido se deslizaba- Ahora, ayúdame con el corsét.Fitzwilliam se estaba poniendo ansioso, nunca se había dado cuenta de la cantidad de ropa que llevabanlas mujeres, parecía esas muñecas rusas que caben una dentro de la otra.

Cuando al fin terminó, besó el hombro de su mujer y luego su cuello. Lizzie se dio vuelta para tenerlo defrente y le preguntó:-¿Necesitas ayuda con su camisa?- mientras la tomaba del borde y la levantaba por arriba de la cabeza desu esposo.-¿Y con sus botas?- conduciéndolo para que se sentara en la cama. Su marido, la miraba divertido yasentía con la cabeza.Fitzwilliam, la tomó del brazo, la acercó y la besó. Elizabeth, parada frente a él, un poco inclinada,vestida solamente con su transparente enagua, correspondía felizmente a los labios de su marido.Por último, le preguntó susurrante al oído, si necesitaba ayuda con sus pantalones.-----------------------------------------------------------------------------------

-¡No me digas! Déjame decirte que te envidio mucho- le dijo Richard mientras sofocaba una carcajada.-¡Shhh!, no digas nada, ningún comentario al respecto- le suplicaba Fitzwilliam a su primo.Los dos estaban solos en la mesa del desayuno, las mujeres aún no habían bajado.-¿Así que la señora Darcy es la causante de ese labio cortado?- volvió a reírse- ¡Alégrate, hombre!, yo entu lugar, estaría gritándolo a los cuatro vientos!-Lo estás haciendo, baja la voz- le pidió Darcy.Fitzwilliam aclaró su garganta y le hizo señas al escuchar que las mujeres se acercaban.Luego de los saludos de cortesía, cuando ya todos se habían sentado, Georgiana preguntó preocupada:-Fitzwilliam, ¿qué te ha pasado en el labio?La frase flotaba todavía en el aire, cuando Elizabeth alzó los ojos hacia su marido y un intenso rubor

subió a su cara. Richard miró a su primo, y con un tono mordaz, preguntó:-Sí primo, cuéntanos qué te ha sucedido.Lizzie miró a Richard, comprendiendo que éste ya lo sabía, lo que incrementó su color, y envió unamirada de reproche a su esposo.

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- Nada…me… me corté cuando me afeitaba- fue lo único que se le ocurrió decir para salir de la situación.-Debes tener más cuidado- le respondió Georgiana.Elizabeth escondió su rostro detrás de su taza, “Menos mal que se va hoy” pensando en las posiblesbromas del Coronel.Junto a ella, Georgiana tenía los mismos pensamientos, pero no por los mismos motivos. “Tal vez, estar alejados por un tiempo, sea lo mejor”, se decía a sí misma. Estaba muy confundida, necesitaba aclarar loque sentía. Richard se iría a casa de sus padres, en Matlock, para pasar las fiestas. “Sí, es lo mejor”,

volvió a decirse, y sus ojos se unieron por un segundo con los de su primo.Terminado el desayuno, el Coronel se aprestó a retirarse, los tres habitantes de la casa, salieron paradespedirse. Darcy envió sus buenos deseos para sus tíos y se despidió de Richard. Luego, se despidió deLizzie, hizo alguna que otra broma y coqueteó como normalmente lo hacía. Por último, se despidió muycortésmente de Georgiana.Un espectador común no habría notado nada extraño, pero la agudeza de Elizabeth, percibió, que, detrásde su saludo cortés, se escondía un profundo dolor.El carruaje partió, la mañana era fría, el cielo estaba despejado. Fitzwilliam condujo a su esposa adentro,antes de ingresar, se dio vuelta y dijo:-Georgie, ¿entras?Georgiana respondió que sí a su querido hermano, mientras sus ojos azules, estaban fijos en el camino.

Capítulo 10 

Toda la noche había nevado, una gran tormenta cubrió la región el día de Navidad. Lizzie despertótemprano, se sentía como cuando niña, Jane y ella, eran las primeras en despertar para ver los regalos. Suesposo dormía mirando hacia ella. Le gustaba mirarlo dormir, a menudo lo hacía, memorizaba cada líneade su rostro.Estaba ensimismada en sus pensamientos, cuando escuchó la voz grave y entre dormida de Darcy:-Es un hábito muy molesto, deja de hacerlo.

-No sé de qué estás hablando.-Sí, lo sabes- respondió Fitzwilliam, abriendo los ojos- Deja de observarme cuando duermo.-¿Acaso no puedo apreciar lo apuesto que es mi esposo?-Es algo que puedes hacer cuando estoy despierto- bromeó Darcy, al tiempo que cerraba los ojos eintentaba dormir.Evidentemente, su mujer tenía otros planes, porque después de unos minutos, habló.-¿No piensas saludarme? Es Navidad.-Mmm…- se quejó e hizo el esfuerzo de despertarse- Feliz Navidad, Sra. Darcy- dijo y la besó en loslabios.-¡Feliz Navidad para ti también!- le deseó Elizabeth, antes de saltar de la cama para buscar en unescondite un presente envuelto en papel y con un moño de seda.-Lo tengo guardado desde que estuve en Londres- anunció, dándole el obsequio.-Lizzie, cariño, pensaba darte los regalos más tarde, cuando bajemos con Georgiana.-Lo sé, pero este quiero compartirlo contigo y nadie más.Darcy, se sentó en la cama, tenía el pecho desnudo. Lizzie se acomodó detrás de él, abrazándolo por la

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cintura, apoyando el mentón en su hombro para poder ver.Fitzwilliam desenvolvió el pequeño regalo con forma rectangular. Era un pequeño retrato de Elizabethenmarcado en plata. Se quedó mirándolo sin que las palabras salieran de su boca. Tomó una de las manosque lo asían y la llevó a su boca.-Recuerdo que cuando me cortejabas y tenías que viajar, te quejabas de no tener un retrato mío, así que,mis tíos consiguieron que me retrataran en Londres.-Gracias, es el mejor regalo que podrías darme- fueron las palabras de su esposo y, girando el cuerpo, la

tomó por la cintura y la sentó sobre él. Lo que comenzó con un beso tierno, pronto derivó en unapasionado encuentro en su cama.

-----------------------------------------------------------------------------------Demoraron mucho en levantarse esa mañana, no podrían asistir a la misa porque la tormenta continuaba,lo que fue un alivio para Elizabeth después de la cena con los Neil.Cuando bajaron a desayunar, Georgiana llevaba un buen rato esperándolos. La Srta. Annesley habíaviajado para reunirse con su familia y, de paso, presentarse a una entrevista, ya que cuando llegara laprimavera, dejaría de ser la institutriz de la Srta. Darcy.-Perdón por la demora, Georgie- dijo su hermano y luego, le deseo una feliz Navidad.Lo mismo hizo Elizabeth, dándole un pequeño abrazo a su cuñada.

Desayunaron tranquilamente en familia, conversando sobre la tormenta que estaba azotando la zona y enel estado en que estarían los caminos. Todos, manifestaron preocupación por la gente menos favorecidade la comarca, decidiendo, que cuando mejorara el tiempo, Elizabeth y Georgiana, tratarían de ayudar alas familias afectadas.Luego, se dirigieron al salón decorado para la ocasión, la chimenea estaba encendida, Darcy se acercó alfuego para calentarse las manos, cuando Lizzie se paró junto a él y le señaló el muérdago que decoraba laestufa.-Supongo, William, que no desconoces su significado.-Estoy al tanto de ello- respondió con una sonrisa- pero te recuerdo que está mi hermana.-Ella no nos mirará, ¿verdad Georgie?- preguntó guiñándole un ojo a la jovencita.-No, no lo haré- contestó ruborizada.

-La tradición es la tradición- le dijo a su esposo, mientras se paraba en puntillas.Antes de besarla, se aseguró que nadie estuviera mirándolos. Después, se inclinó un poco, para darle unsuave beso.-¿Ves? No fue doloroso y ahora tenemos asegurada la suerte y el amor eterno- dijo sonriendo.Se sentaron cerca de las llamas, afuera seguía nevando, les trajeron té caliente, y compartieron susregalos.-Gracias Lizzie, es muy bello- agradeció Georgiana un diario íntimo forrado en piel.Su hermano, le regaló un juego de cepillo y espejo, con sus iniciales grabadas entre flores de cerezo.Después, llegó el turno de los regalos de Fitzwilliam, quien recibió unos guantes para cabalgar, de partede su hermanita y un libro de su esposa.-Está dedicado- le dijo Lizzie.Darcy abrió el libro de Lord Byron y, en su primera hoja, con letra de su esposa, decía:

A mi querido y cariñoso esposo *2Si alguna vez dos fueron uno, sin duda fuimos nosotrosSi alguna vez un hombre fue amado por una mujer, ese fuiste tú;si alguna vez una mujer fue feliz en un hombre,comparaos conmigo, vosotras, si podéis.Yo estimo este amor más que todas las minas de oro,o todas las riquezas que el Oriente alberga.Mi amor es tal que los Ríos no lo pueden apagar,

y sólo tu amor podría recompensarlo.Este amor es tal que no puedo pagarte de ningún modo,Y ruego a los cielos te retribuyan multiplicado.Entonces mientras vivamos, perseveremos tanto en el amor,

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para que cuando ya no vivamos, podamos vivir para siempre.

-Muchas gracias Elizabeth- besando su mano- Ahora creo que es tu turno.Georgiana le obsequió una preciosa capa blanca, con bordes de piel.-¡Es bellísima!, gracias Georgie.-¿Y cuándo me entregará el suyo?- preguntó intrigada a Fitzwilliam, al ver que no había nada más.-Para ver el mío, debemos ir hasta tu estudio- respondió misteriosamente.

Se encaminaron hacia el lugar y, al abrir la puerta, allí había un hermoso pianoforte.-Espero que te guste- le dijo su esposo.-¿Es para mí?- no podía creerlo, en su casa había uno para compartir entre todas sus hermanas, no teníaproblema de compartir uno con Georgiana.-Sí, es para ti, ya que haz mejorado tanto, me parece que debes tener un propio.-Gracias, es…es demasiado. -Nada es demasiado para mi Lizzie.-Creo que sería un buen momento para estrenarlo- sugirió Georgiana.Elizabeth se sentó y comenzó a tocar villancicos, acompañada por el canto de su cuñada.Ninguno de los tres residentes de Pemberley recordaba una Navidad tan plácidamente perfecta. Aunque,para la más joven, la ausencia de alguien cercano, le impedía estar

completamente feliz.

Capítulo 11 

Pasada la Navidad, comenzaron los preparativos para marcharse, en un primer momento a Netherfield y,después, a Londres.Elizabeth estaba muy excitada con la idea de poder compartir con Jane todas las nuevas experiencias queestaban viviendo pero, también, estaba preocupaba por su nueva hermana. Aún no conocía que era lo quepasaba entre la joven y el Coronel, pero tenía la firme sospecha que entre ellos, había más que un

sentimiento de cariño entre primos. Había podido observar en lo ojos de Georgiana, la misma expresiónde su esposo cuando la miraba a ella.No sabía qué hacer, si preguntarle a Georgiana, comentarle sus sospechas a Darcy, o hablar con Richard.Finalmente, se decidió por esperar antes de actuar.Unos días antes de la víspera de año nuevo, partieron rumbo a casa de los Bingley. Lo único queensombrecía la felicidad de Lizzie, era saber que Caroline se encontraba allí. Odiaba la forma descaradaen la que continuaba coqueteando con Fitzwilliam, parecía no darse por vencida en sus deseos deconvertirse en la Señora Darcy, por más que el puesto estuviera adjudicado.El viaje fue largo y agotador, en varias ocasiones tuvieron que parar el carruaje por el mal estado de loscaminos. Hacía frío, y estaban cubiertos con mantas, Elizabeth durmió la mayoría del tiempo, acurrucadaen el pecho de su esposo.

Al arribar a la región, Darcy la despertó, Lizzie estaba encantada de señalar, nombrar y contar anécdotasde cada lugar a su esposo y cuñada.Finalmente, llegaron a Netherfield, desde el carruaje, Elizabeth divisó a Charles, a su hermana, a Caroliney a todos los Bennet, que esperaban en la entrada.El chofer frenó y Darcy bajó primero, dándole la mano a su esposa y a su hermana, para quedescendieran.Lo primero que hizo Lizzie fue correr a los brazos de su padre. Se podía notar, en la sonrisa del señorBennet, la felicidad de tener a su hija de vuelta. Caroline la miraba despectivamente por lo queconsideraba impropio, “Que falta de clase, primero debería saludar a los dueños de casa”, pensó. Después de los saludos, ingresaron a la mansión, para descansar, comer algo y ponerse al día, aunque nohabía pasado mucho tiempo desde la última vez que se habían visto, las hermanas tenían mucho paracontarse. Caroline acaparó a Georgiana, conduciéndola, en compañía de Kitty, por toda la casa. Loshombres se reunieron aparte, mientras que Jane y Elizabeth, buscaron cualquier excusa para alejarse de sumadre y Mary, y poder conversar en paz.Las hermanas conversaban animadas en el cuarto de costura, donde se habían refugiado en busca de

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privacidad.-¡Elizabeth!- exclamaba Jane sonrojada mientras reían a carcajadas.Las dos tenían mucho para compartir, pero sin duda, Elizabeth era menos tímida y más expresiva que suhermana. Hablaron de sus nuevos roles, de las responsabilidades, pero más que nada, de sus esposos.-¿Haz tenido noticias de Lydia?- preguntó Jane.-Sí, ¿y tú?-Recibí una carta de lo más…descarada- le contestó con un poco de indignación.

-¿Y cuál es la suma que te pide?-No, no me pide una suma, pero pide ayuda.-¿Y qué ha dicho Charles?-No me he atrevido a comentárselo. Me da mucha vergüenza. He sacado algo de mi dinero, del que tengopara mis gastos personales y pensaba en enviárselo. ¿Tú que harás Lizzie, se lo haz dicho a Darcy?-Sí, lo sabe. Yo pensaba en no hacer nada, pero Fitzwilliam intentará ayudarlos, tal vez, con algunapromoción para Wickham. ¡Pero estoy furiosa!Estaban tan distraídas, que la entrada de sus esposos las sorprendió, haciendo que ambas se sonrojaran.-Te dije que estarían por acá- dijo Charles.-Y yo te dije que con tanta conversación, no se darían cuenta de la hora- comentó Darcy.Las dos mujeres se espantaron de la hora que era, e inmediatamente, partieron del brazo de sus maridos,

para alistarse y bajar a cenar.El matrimonio Darcy compartiría el dormitorio que había utilizado Jane cuando se enfermó enNetherfield. Se despidieron de los Bingley hasta la cena.Los sirvientes habían preparado un baño para Elizabeth y Darcy. Después de relajarse y cambiarse, seencontraron en la habitación.Conversaron un rato sentados frente a la chimenea encendida. Era temprano para bajar, y cuando lohicieran ya no tendrían la oportunidad de estar solos.-Es hora de buscar a Georgiana y bajar- dijo Fitzwilliam, después de pasado un buen tiempo.Con un poco de lentitud, Lizzie se levantó, no quería estar en el mismo salón con Caroline y sus burlashacia los miembros de su familia.-Elizabeth… 

-Sí, sí, ya te oí- dijo protestando, mientras lo tomaba del brazo.-Espera, antes de salir, creo que necesito algún incentivo, algo que me de fuerzas para soportar a tu“amiga” Caroline. ¿Se te ocurre algo?- preguntó Elizabeth sugestivamente.-Tengo una idea- contestó Darcy, tomándola por la cintura y atrayéndola hacia él. Lizzie se colgó de sucuello y le sonrió. Su esposo la miró, sin decir nada, acarició su cara, tocó suavemente sus labios y luegola besó, despacio y profundamente.-¿Suficiente?- preguntó con sus labios casi tocándola.-Mmm…sí, creo- dijo con un hilo de voz, tratando que sus rodillas se mantuvieran firmes.Salieron al corredor y buscaron a Georgiana en la habitación continua. Descendieron las escaleras yfueron al salón. Estaban todos reunidos, Georgiana se sentó junto a Kitty, la animosa hermanita Bennetera la oposición de la Señorita Darcy, pero parecían congeniar. La Señora Bennet, hablaba continuamentecon todos, menos con Darcy. La mezcla de respeto y temor que le producía su yerno era más fuerte quesus ganas de hablar. Y éste intentaba que continuara así.La cena transcurrió serena, la conversación estuvo animada, Lizzie y Fitzwilliam estaban sentadosenfrentados, Caroline había logrado sentarse junto a Darcy e intentó acaparar su conversación, pero él sepasó la velada dedicándole miradas cómplices a su esposa, y esta retribuyéndoselas con sonrisas.Después de la cena, todos se fueron a la sala, algunos jugaron cartas, Caroline se turnó con Georgiana alpiano, pero Elizabeth prefirió la charla con su padre.Se fueron a acostar entrada la medianoche, al día siguiente, se esperaban más visitas.Su esposo la estaba esperando despierto en su cama. Cuando ella se metió en la cama, Darcy se subióencima de ella y la besó.

-¡Señor Darcy!, no estamos en nuestra casa- le dijo riendo.-Lo sé. ¿Pero sabes que Caroline está en la habitación de al lado? Creí que tal vez querrías darle un pocode celos… -Fitzwilliam James Darcy, es usted un hombre muy malo- y diciendo esto lo acercó a sus labios.

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Capítulo 12 

Entró silenciosamente al cuarto. Su esposo aún dormía boca abajo. Se acercó a la cama, agachándose junto al rostro de él y besó su frente.Fitzwilliam abrió un poco los ojos, mientras se acostumbraba a la claridad.-Hola- murmuró- ¿Qué hora es?-Tarde- respondió su Elizabeth- Prometí a Jane que la ayudaría con los preparativos, así que yo ya estoy

lista. Pero no quería bajar sin saludarte- diciendo esto, se levantó para retirarse.-¿Eso es todo?- preguntó Darcy.-Imagino, ¿deseas que envíe a tu valet?-Sí, mándalo, pero antes de que te vayas te diré que creo merecer un saludo más expresivo.-¿Más expresivo? Me parece que usted está exagerando, un beso en la frente es más que justo. Creo quese da demasiada importancia- le dijo mientras se dirigía a la puerta.-Ahora no soy importante, si no recuerdo mal, en algunos momentos de anoche era Dios- le respondiósarcásticamente.Elizabeth no se dio vuelta, no quería que viera la risa contenida. Cerró la puerta y se rió. Justo cuandoCaroline pasaba junto a ella.-Buenos días, Sra. Darcy, ¿qué le ha resultado tan gracioso?

-Nada en particular, sólo un comentario de mi esposo- le respondió-¿Han compartido habitación?, habiendo tantas disponibles no entiendo el motivo- comentó con tonofastidioso.-Claro que no lo entiende “querida” Caroline. Verá, si usted tiene la suerte de casarse enamorada de suesposo, como lo hice yo, tal vez lo pueda entender- fue la contestación irónica de Lizzie.Siguieron el camino hacia la sala de desayuno sin hablar. Era bastante obvia la ofuscación de la Srta.Bingley.Charles, Jane y Georgiana, estaban ya sentados en la mesa. Después de los saludos, Bingley preguntó porsu amigo.-Ya está por bajar, recién envié a Andrew.-Espero que esté todo bien- dijo Charles.

-Sí, perfectamente, sólo que se durmió un poco tarde- fue la contestación de Elizabeth, que se sonrojó unpoco al ver la mirada de su hermana.Cuando estaban terminando de desayunar, llegó Darcy. Las mujeres se levantaron para realizar losquehaceres del día y los dos hombres se quedaron conversando mientras disfrutaban del café.Cerca del mediodía, Elizabeth, invitó a Georgiana a caminar un poco. Era un día bastante fresco, perosoleado. Iban por el camino conversando, cuando fueron interceptadas por Fitzwilliam, quien paseaba conuno de los perros de caza de Charles.-¿Puedo acompañarlas?- preguntó ofreciendo su brazo.-Claro- contestaron las dos jóvenes.-Hoy llegan mis tíos desde Londres- comentó Lizzie- Primero pasarán por Longbourn y, después, vendrántodos hacia acá.-¡Qué buena noticia!- exclamó Georgiana- Tus tíos me caen realmente bien. Sobre todo, porque fueronpartícipes de que ustedes estén juntos. Si no te hubieran llevado ese día a Pemberley, no te habríasencontrado con mi hermano.-Sí, es verdad- dijo Elizabeth, acariciando el brazo de su marido y mirándolo a lo ojos.

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-Gracias a que ellos aceptaron la invitación a cenar, yo pude conocerte. Ese mismo día me di cuenta queustedes se querían. ¿Te lo dije hermano, verdad?Darcy se estaba poniendo un poco incómodo.-Sí, me lo dijiste.-Aunque él no estaba muy convencido que hubieras cambiado de opinión, yo sí lo estaba. Una mujer seda cuenta de ciertas cosas. Supe que estaba enamorado antes que te pudiera conocer, por la forma en queme hablaba de ti. La mirada que puso cuando entraste en Pemberley, me confirmó lo que ya sabía.

Lástima que tuvieron que irse tan pronto, estoy segura, que de quedarte unos días más, se te hubierapropuesto.Darcy aclaró su garganta. Definitivamente la conversación lo estaba poniendo cada vez más incómodo.-Cambiemos de tema, querida Georgie, antes que tu hermano muera de vergüenza- le dijo Elizabethriendo.-------------------------------------------------------------------------------------

Los Gardiner y los Bennet, llegaron para el té de la tarde. Y con ellos, las risas, la charla animada y los juegos de los niños.Elizabeth se llevaba de maravilla con los niños, jugaba con ellos como si fuera uno más. Fitzwilliamconversaba con Edward, el tío Gardiner, mientras miraba a su mujer corretear con los más pequeños.

Después de cenar, se reunieron todos en el salón. Como todas las noches, algunos jugaron cartas, otrosdisfrutaron de la música y los demás, de una charla entretenida. La niñera de los Gardiner solicitó lapresencia de Elizabeth en el cuarto de los niños. Se negaban a dormir sin antes escuchar un cuento de sutía.Luego de relatarles varias historias, regresó al salón. Georgiana estaba terminando una interpretación.Cuando se estaba por sentar, su padre dijo:-Lizzie, hace mucho que no te escuchamos cantar. Haznos el honor.De inmediato, sintió los ojos de su esposo desde la mesa de cartas. “¿No era que no cantabas?”, parecíadecirle.-Padre, habiendo tantas buenas intérpretes, no creo nadie quiera escucharme, excepto usted, que le pareceque canto bien solo porque soy su hija- dijo tratando de excusarse.

-A mi me interesa escucharla- dijo burlonamente Caroline.-Sí, Elizabeth, complácenos- pidió Georgiana.-Sin duda todos queremos escucharte- fue el comentario irónico de Fitzwilliam, que abandonando lamesa, se aproximó más al piano.-Está bien, pero que conste que no soy una soprano tan excelente como la Srta. Bingley- dijo, mientras seacercaba a Georgiana y le pedía que la acompañara con el piano.Decidió cantar The last rose of summer, era la melodía favorita de su padre.“'Tis the last rose of summer  Left blooming alone;All her lovely companionsAre faded and gone;No flower of her kindred,No rosebud is nigh,To reflect back her blushes,To give sigh for sigh.I'll not leave thee, thou lone one!To pine on the stem;Since the lovely are sleeping,Go, sleep thou with them.Thus kindly I scatter,Thy leaves o'er the bed,

Where thy mates of the gardenLie scentless and dead.So soon may I follow,When friendships decay,

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From Love's shining circleThe gems drop away.When true hearts lie witheredAnd fond ones are flown,Oh! who would inhabit,This bleak world alone?” 

La última nota sonaba en el aire. Darcy la miraba totalmente enamorado, era la primera vez que laescuchaba cantar y estaba maravillado. No era una soprano perfecta, pero la fuerza y dulzura de su voz lehabía dado a la interpretación calidez y sentimiento.Todos la aplaudieron efusivamente, Fitzwilliam el más entusiasta. Elizabeth estaba sonrojada. Nuncahabía cantando delante de tanta gente, generalmente, su público era su familia. Era la primera vez que lohacía delante de su marido. Él estaba acostumbrado a galas musicales y ella no tenía preparación alguna.Darcy se acercó donde estaba parada ella y besó su mano. Un gesto que la conmovió.-¿No era que usted no sabía cantar?- le dijo en cuanto estuvieron solos.-Es verdad, no sé cantar, comparándome con mujeres tan perfectas, como Caroline Bingley- respondióevasivamente.

-A pesar que, Caroline, ha tenido una formación académica, debo informarte que tienes una voz muchomás bella y una interpretación cargada de sentimiento.-Muchas gracias- dijo, sonrojándose ante el cumplido de Darcy.-Ahora dime, ¿por qué me mentiste?-No fue exactamente una mentira, fue un ocultamiento de información- contestó en forma pícara, con susmanos jugueteando en el cravat de su marido.-No, no. Fue una mentira explícita, yo te pregunté si cantabas y tú dijiste que no, lo recuerdo muy bien.-¡Qué feo es tener un esposo con tanta memoria!- exclamó- La verdad, es que me daba mucha vergüenzael cantar ante ti. No te creas que yo me olvidé de la conversación que tuvimos aquí, en Netherfield.Dijiste que para que una mujer sea perfecta, tenía que saber de música, canto, dibujo, baile y lenguasmodernas. E incrementar sus conocimientos con lecturas. No quería que te dieras cuenta que no soy para

nada perfecta.-Mi amor, de eso me di cuenta hace mucho- le dijo bromeando.-¡Hieres mi orgullo!- le dijo Lizzie.Fitzwilliam se rió y besó a su mujer. Elizabeth respondió a él. A partir de entonces, Darcy, no dejaríapasar un día sin pedirle a su mujer que cantara para él y, ella, nunca se negaría.

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Capítulo 13 

Netherfield despertó convulsionada la víspera de Año Nuevo. Los Bennet, llegaron para el desayuno. Lospreparativos del baile hacían que la casa estuviera llena de gente, entrando y saliendo, en actividadesvarias. Jane y Caroline supervisaban todo.En medio de todo el alboroto, arribaron los Hurst con unos amigos de la familia Bingley.

Si Darcy hubiera sabido que había un baile organizado, sin duda, habría decidido quedarse en latranquilidad de Pemberley. Estaba refugiado en la biblioteca, tratando de evitar el contacto con las otraspersonas que invadían la casa, cuando escuchó la voz de su mujer que le decía:-Cambie esa cara, Señor Darcy, guárdela para cuando comience el baile.-Estoy enojado con Charles, cuando hizo la invitación, se olvidó de decirme que habría un baile. Sabe queno me gustan.-Y porque lo sabe, le ocultó la información. Habrá que reconocer que estuvo muy astuto- comentóElizabeth sonriendo-En lugar de poner esa cara de fastidio, por qué no piensas que, esta vez, tendrás elplacer de poder bailar todas las veces que quieras conmigo.-Ese es mi único consuelo- le respondió Darcy y, diciendo esto, la besó.Detrás de un alto estante lleno de libros, se perdieron en sus besos, sin darse cuenta que, Caroline había

entrado a la biblioteca en busca de conversar con Fitzwilliam. Al encontrarlos en esa situación, se quedóhelada.-¡Oh!, dis…disculpen- balbuceó antes de salir disparada hacia la puerta.La pareja quedó por un momento petrificada, hasta que Lizzie estalló en carcajadas.-¡Elizabeth!, shhh, no es gracioso- le decía su esposo, pero ella no podía parar.-Lo siento- dijo riéndose- ¡Pobre Caroline!, no creo que su idea al entrar aquí, fuera encontrarte así- yvolvió a reír.La picardía de su esposa lo hizo sonreír, pero enseguida reprimió la misma.-Tal vez, debería encerrarme en nuestra habitación hasta que sea el nuevo año- masculló Darcy.-Tengo una idea para que cambies tu humor antes de la fiesta- dijo Lizzie, mientras lo tomaba de la manoy le pedía que la siguiera hasta su habitación.

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Los invitados iban llegando. Charles los recibía, orgulloso, junto a Jane. Caroline, también losacompañaba. La música ya sonaba, el ponche se servía, la gente conversaba, pero los Darcy no aparecían.Finalmente, descendieron las escaleras, Elizabeth estaba radiante en un vestido de terciopelo rojo, concinta negra debajo del busto y detalles, en cuello y magas, de encaje blanco. (1)Charles se sorprendió al ver que, la expresión de su amigo había cambiado, parecía estar contento.Fitzwilliam, Elizabeth y Georgiana, saludaron a los anfitriones antes de unirse con los invitados en elsalón. A Lizzie le pareció ver más aversión de la común en los ojos de Caroline.La señorita Darcy, sería presentada en sociedad el próximo año, pero se le permitió asistir bajo la tutelade su hermano y cuñada. Enseguida se unió a Kitty, la cual se comportaba mejor desde que tenía menosinfluencia de su hermana menor.Elizabeth se unió a las damas, mientras que Darcy hizo el sacrificio de conversar con Sir William Lucas ysu suegro. Llegado el momento de la cena, agradeció estar sentado junto a su esposa. Entre tanta gentedesconocida era agradable poder tomar su mano por debajo de la mesa.

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Terminada la cena, comenzó el baile. Las jóvenes entusiasmadas, anotaban los bailes.-Gracias a Dios ya no debemos preocuparnos por conseguir pareja- le dijo Jane a Elizabeth tomándola delbrazo.-Es verdad, pensar que hace unos meses estábamos acá, como esas muchachas, llenas de ilusiones por elbaile.Sus esposos se acercaron para solicitarles el primer baile. Ambas aceptaron gustosas, tomándolos delbrazo y dejándose conducir hacia la pista.

En el camino, Darcy le susurró al oído:-Debo decirte que, sin lugar a dudas, eres la mujer más bella del salón.-Muchas gracias, pretendía ser apenas tolerable- le respondió irónicamente.-Solamente un hombre muy ignorante podría decir eso- le contestó sonriendo.La música comenzó y, comenzaron a bailar. Todo el tiempo se miraban a los ojos, como si el resto delmundo no existiera. Nadie que estuviera presente, pudo evitar sentir envidia por la joven pareja. El amorque sentían se dejaba ver. Una sola persona era ciega a ello, Caroline Bingley.-------------------------------------------------------------------------------------Dos días después de llegado el año 1813, los Darcy, se despidieron de familiares y amigos, para dirigirsea Londres. Se quedarían cerca de dos meses, Fitzwilliam aprovecharía para manejar unos nuevosnegocios y, las mujeres, podrían aprovechar la vida social de la ciudad. Los Bingley, irían a la ciudad, en

unos 15 días, un poco por negocios y, un poco, para descansar de la señora Bennet.Los Gardiner aprovecharon para salir con ellos. El viaje fue bastante tranquilo, llegando pasado elmediodía a Londres.La casa estaba lista para recibirlos, el personal los esperaba con ansias. Apenas llegaron, le fueronpresentados todos los empleados a la nueva Señora. La residencia estaba muy bien ubicada, era bastanteamplia y cómoda, decorada exquisitamente. Pero no se comparaba con la belleza natural de Pemberley.El dormitorio tenía grandes muebles de madera oscura. Las paredes estaban también recubiertas enmadera y, los largos cortinados oscuros, le daban un aspecto sombrío. Sin duda, tendría que hacerlealgunos cambios.Lizzie no se sentía muy bien, ese día había llegado su período, lo que, sumado al viaje, la había puesto demuy mal humor. Envió a su doncella a informar que no bajaría a cenar debido a que no se sentía bien.

La Sra. Parker, el ama de llaves, le envió un té especial y lo tomó en su cama, en compañía de un libro.Un rato después, su esposo golpeó la puerta antes de entrar.-Hola, ¿cómo te sientes?- preguntó preocupado- ¿Necesitas que llame al doctor?-No, no es nada, ya se me pasará- fue la respuesta, le daba vergüenza tener que explicarle los motivos desu indisposición.-¿Estás segura? El doctor Murray vive cerca, podría mandarlo a llamar enseguida- insistía Darcy.-¡Por favor, no! Lo que tengo, es algo normal…en las mujeres- dijo Elizabeth mientras su cara se cubríade color.-¡Ohhh!, entiendo- fue el comentario de Darcy, que también se sonrojó- Bueno, en ese caso, te dejarétranquila y me retiraré a mi habitación.Se acercó para besar a su esposa y ella le retiró la cara, claramente enojada.-¿Lizzie, pasa algo?-No, nada- mientras que sus palabras expresaban algo totalmente distinto a lo que decía.-Cariño, no entiendo…- balbuceó Darcy, antes de ser interrumpida por las furiosas palabras de su mujer.-¡Yo sí, entiendo perfectamente!- dijo en tono disgustado.Golpearon la puerta, Darcy todavía perplejo, abrió la puerta. Mr. Parker, el mayordomo, le comunicó queabajo estaba su primo, el Coronel Fitzwilliam. Le dio la orden de avisar que ya bajaba.-Elizabeth, debo bajar, pero quisiera hablar contigo, realmente estoy confundido.-No hay nada que explicar, tendrías que darte cuenta sólo- y, diciendo esto, giró en la cama, dándole laespalda.Fitzwilliam se retiró, cada vez más perdido, a reunirse con la visita imprevista de su primo.

-¡Hola Darcy, feliz año!, ¿dónde se encuentran tu bella esposa y Georgiana?-Hola, Georgiana se retiró hace un rato y Elizabeth…y Elizabeth, no se siente bien.  -Espero que no sea nada grave- comentó el coronel.Fitzwilliam le contó brevemente lo sucedido, más que nada, porque necesitaba la opinión de alguien sobre

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el altercado.-Bueno, ¿qué opinas?- preguntó al finalizar el relato.-No tengo esposa, pero tengo experiencia con las mujeres- comenzó a decir Richard, adquiriendo un tonode gran conocedor-, pero sabrás que, cuando están en “esos días”, suelen ponerse sensibles y de malhumor.-Georgie nunca se comportó así.-Porque es una santa- dijo el Coronel y sus ojos se iluminaron- Pero debes reflexionar un poco sobre lo

que tú esposa interpretó de tus palabras.-Ilumíname.-Justo el día en que ella no está disponible para saciar tus “apetitos salvajes” - le dijo burlándose de él-, ledices que te irás a dormir sólo.-¡Pero porque quiero que se sienta cómoda! Lo haces ver como que no me interesa estar con ella si no es

 para…Oh, ahora entiendo. -Creo que deberías ir con ella- dijo Richard- Yo me quedaré para saborear un poco de tu brandy. Tumayordomo me ha preparado mi habitación.-¿No tienes un hermano en la ciudad?- le dijo Darcy irónicamente.-Sí, pero él no es tan entretenido como tú.

Fitzwilliam golpeó la puerta, pero no recibió contestación. Abrió y se metió en la cama.-Elizabeth, amor, necesito hablar contigo.No hubo respuesta.-Se que no estás dormida, por favor, tenemos que aclarar lo que pasó.Sin respuesta.-Elizabeth, por favor.Ella se dio vuelta para mirarlo, el mentón elevado, lista para dar pelea. Darcy se contuvo para no besarla,estaba terriblemente hermosa.-Lizzie, me gustaría explicarme, porque creo que malinterpretaste lo que dije.-Lo escucho, señor- contestó todavía ofendida.-Mi intención al irme a mi dormitorio, era para que estuvieras más cómoda. Sabes que te amo, después de

todos los meses de interminable dolor por no tenerte, aún no puedo creer mi suerte al despertar y tenerte junto a mí. No quiero separarme nunca de ti.Este inesperado discurso hizo que a Elizabeth se le llenaran los ojos de lágrimas. Darcy la abrazó.-¡Lo siento tanto!- llorisqueaba Lizzie- ¡Odio los cambios de humor que tengo! No puedo hacer nada, te

 juro que lo intento.-Shhh- la consoló su marido-No te preocupes, me acostumbraré. Por esas casualidades, al proponerme enKent, ¿estabas…como hoy? -No, simplemente te odiaba- contestó pícaramente.-Rompiste mi última esperanza- le respondió y ambos rieron.

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Capítulo 14 

Por primera vez, desde que estaban casados, su esposo se había levantado primero.Después de cambiarse, bajó a desayunar. Encontró a Darcy en una acalorada discusión con su primosobre política. Georgiana se alegró de verla entrar, ya que no creía aguantar mucho más esa conversación.-Buen día- saludó haciendo una breve reverencia- ¡Qué grata sorpresa Coronel! ¿Nos acompañará muchotiempo?- le preguntó, mientras observaba la expresión de su cuñada.-Tal vez, en realidad, depende de lo que dispongan mis superiores. Pero espero poder quedarme al menosun mes- respondió, echándole una breve mirada a Georgiana.La joven se sonrojó un poco y desvió su mirada al notar que su cuñada la miraba.Los sirvientes, volvieron a servir más café. Lizzie pidió té.-¿Cuáles son tus planes para hoy?- preguntó Darcy a su mujer.-Salir con Georgiana a pasear. Después la acompañaré hasta la casa de la señorita Annesley y yo

aprovecharé para visitar a mis tíos.-¿Saldrán apenas terminado el desayuno?-Sí, apenas estemos listas.-En ese caso, me gustaría tener unas palabras a solas contigo- diciendo esto, se paró y esperó que suesposa lo acompañara hasta su estudio.-¿Pasa algo malo?- preguntó inquieta mientras caminaban.-No, nada malo. Pero ha surgido un asunto negocios, por el cual tengo que ir a Portsmouth. Volverérápido, tal vez mañana.-¿Tienes que irte? ¿Cuándo?- preguntó angustiada.-Lo antes posible, dentro de un rato, Richard se quedará haciéndoles compañía. Lo siento mucho, por másque prefiera quedarme contigo, tengo que ir.

-Está bien, entiendo. Pero prométeme algo.-Lo que quieras.-Vuelve pronto.-Lo prometo- dijo y la besó.Cuando iban a salir, Darcy las acompañó hasta el carruaje para despedirse. Primero abrazó a su hermanitay le dio un beso en la frente. Luego, abrazó a su esposa. Lizzie no quería soltarlo.-Elizabeth, el carruaje espera- y susurrándole al oído, agregó- Te amo. Te extrañaré.-Yo también, vuelve mañana, ¿sí?-Nos vemos mañana- dijo, dándole la mano para subir al carruaje- Saludos a tus tíos, diles que vengan acenar con nosotros.Elizabeth asintió y, mientras avanzaban por la calle, miró a su esposo que se despedía desde la puerta.

La tía Mary, la estaba esperando con el almuerzo. Los niños estaban con su institutriz y Edward,trabajando. Pudieron sentarse tranquilas a conversar.-Elizabeth, apenas llegamos, nos enteramos de algo que creo debes saber- dijo su tía.

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-¿Qué?- preguntó Lizzie.-Wickham está en la ciudad. Edward lo encontró, estaba borracho.-No me extrañaría nada en él.-Eso no es todo. Aparentemente, Lydia espera un bebé. El muy descarado se lo dijo, mientras estaba encompañía de… otra mujer. -¡Oh, no! Pobre Lydia, es una chiquilla tonta, pero estoy segura que lo ama.La noticia la impactó. Quería llegar a la casa para contarle a su marido, pero recordó que él no estaba.

Georgiana regresó para la hora del té, las dos conversaron sobre sus salidas, pero Lizzie no hizoreferencia a lo de Wickham.Poco después se les unió el Coronel.-Georgie, ¿tocarías para nosotros?- pidió Elizabeth.-Por supuesto- contestó, dirigiéndose al pianoforte.Cuando la música comenzó a sonar en la sala, Elizabeth sorprendió al Coronel con una pregunta.-¿Desde cuándo está enamorado de ella? Y por favor, Richard, no insulte mi inteligencia queriendohacerme creer que no sabe a quién me refiero.-Jamás haría eso- respondió sinceramente- Sólo unos meses, en la época en que Darcy la cortejaba austed, comencé a pasar mucho tiempo con ella, aquí en Londres. Me di cuenta que, la linda niña bajo mitutela, se había convertido en una hermosa y sensible joven.

-¿Ella le corresponde?-No lo sé, creo que sí. Nunca hemos hablado del tema. Ambos sabemos que es imposible- respondióamargamente.-Lo siento mucho. Pero no se dé por vencido, tal vez dentro de un tiempo, las cosas no sean iguales. Lodigo por experiencia- dijo Elizabeth y trató de consolarlo con una sonrisa.La canción terminó, los dos la aplaudieron. Cuando se anunció la cena, el mayordomo, entregó una cartaa la Señora. Era de Lydia. Le comunicaba la noticia de su embarazo y solicitaba dinero. Le produjomucha lástima, no tenía el habitual tono despreocupado de su hermana, decidió que le enviaría algo dedinero.Esa noche no pudo dormir. Las noticias sobre su hermanita la habían afectado, pero no era eso lo que lequitaba el sueño, sino la falta del cuerpo de su esposo junto a ella. A mitad de la noche, se levantó en

busca de la camisa de dormir de Fitzwilliam, se sacó su camisón y se puso la ropa de él. Aspiró el olor dela tela, tenía su aroma. Recién entonces, logró dormir un poco.

A la mañana siguiente, se sentía cansada, por lo que rechazó la invitación para pasear de su cuñada y suprimo, dándoles la oportunidad para que estén solos.Estaba leyendo un libro que había comprado la tarde anterior, cuando el Sr. Parker anunció una visita.-¿Quién es?- preguntó Elizabeth.-Su cuñado, el señor Wickham.Lizzie palideció, no podía creer que se atreviera a venir a la casa. Sin duda, sabía que Darcy no estaba enla ciudad.-Hágalo pasar.Hizo una respiración profunda, tratando de calmarse para estar en control de la situación.-Buenos días, Elizabeth- saludó, haciendo una reverencia.-Buenos días, pero le recuerdo que, para usted, soy la Sra. Darcy.-le dijo en tono poco amigable.-Lo siento, me cuesta tratarla con tan poca confianza, siendo que hemos sido tan buenos amigos, ademásde ser mi hermana.-Que usted esté casado con mi hermana, no lo convierte en mi hermano.- contestó secamente- Ahora, porfavor, dígame a qué ha venido.-Seguramente está enterada del estado de Lydia. Espero que ella le haya escrito.-Sí, lo hizo, pero si usted vino hasta aquí en busca de dinero para gastarlo en juego, bebidas y mujeres,está muy confundido. Esta misma mañana, envié el dinero a Lydia, así que llegó demasiado tarde.

La cara de Wickham se transformó, se puso rojo de furia y se acercó amenazante hacia ella.-¡Necesito dinero y usted, querida Elizabeth, me lo dará!- gritó.Lizzie retrocedió asustada, nunca había visto a nadie en ese estado.-Lo siento, pero no- fue la respuesta firme de ella.

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-¡No fue una pregunta!- le gritó, tomándola de las muñecas con fuerza y sacudiéndola.El olor a alcohol era penetrante, Elizabeth intentó soltarse, pero no podía. Wickham comenzó a mirarlacon intenciones de besarla. Cuando lo intentó, Lizzie, le dio con su rodilla en las partes sensibles. Alinstante la soltó, justo en el momento en que Richard entraba corriendo al salón.Lo tomó a Wickham de la ropa y lo golpeó en la cara. Con ayuda de los sirvientes, lo llevaron hasta ellugar donde estaba concentrado el regimiento, donde quedó detenido.Georgiana se quedó con Elizabeth, trató de actuar tranquila y cuidarla. Lizzie intentó parecer calmada,

pero aún estaba asustada.Cuando regresó el Coronel, les pidió que la noticia a Darcy fuera dada con calma. Temía lo que haría alenterarse.Estaban discutiendo el modo de comunicárselo, cuando hizo su entrada al salón. Todos enmudecieron alinstante y se miraron entre ellos. No había que ser un genio para darse cuenta que había sucedido algo.-¿Qué ha pasado?- preguntó preocupado.Georgiana estaba sentada junto a Lizzie, le estaba colocando paños fríos en las muñecas. Richard estabaparado y fue quien decidió hablar.-Primero, primo, quiero pedirte tranquilidad, por las mujeres presentes.La preocupación inicial de Darcy se incrementó.-Habla- dijo secamente.

-Wickham estuvo aquí, vino ebrio a pedir dinero, cuando Elizabeth se negó, se puso violento.No había terminado de decir esto, cuando Fitzwilliam corrió donde su esposa.-No es nada, te juro, no es nada- trató de tranquilizarlo.-Déjame ver.Lizzie corrió los paños, tenía unos fuertes magullones en los antebrazos. Vio como la cara de su esposo setransformaba en ira.-No es nada, estoy bien, Richard llegó a tiempo y le dio su merecido- le dijo para calmarlo.-¿Dónde está?- preguntó ofuscado.-Detenido, en el cuartel.-William, por favor, estoy bien, déjalo así. El Coronel se encargará que sea castigado.Fitzwilliam intentó calmarse, no quería preocupar a su angustiada esposa.

-¿Ha venido un médico?- preguntó, mientras colocaba los paños fríos sobre los golpes.-No nos dejó llamarlo- fue la respuesta de Georgiana.-No es necesario, estoy bien, sólo quiero recostarme.Darcy la ayudó a levantarse y la llevó hasta la cama. No quiso que la doncella ayudara, lo hizo él.Cuando la acostó, se sentó junto a ella y acarició su cabello.-No sé que hubiera hecho si llegaba a lastimarte.-No pienses en ello- y haciendo una pausa, agregó- Lydia está esperando un niño.-Es una lástima, no existe nadie menos merecedor que él de ese regalo.“Bueno, tal vez, después de mi rodillazo, sea único hijo”, pensó Elizabeth.

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Capítulo 15 

Darcy no la dejó bajar, ni para la hora del té, la obligó a quedarse en la cama como si estuviera enferma.

Elizabeth prefirió no discutir, hay batallas que es mejor dejarlas ganar. Si él se sentía mejor cuidándola, lodejaría, pero sólo por hoy.Recibió varias visitas en su habitación, a las de los habitantes de la casa, se les sumaron la de sus tíos, queapenas avisados de lo sucedido, se dirigieron inmediatamente para ver a su sobrina.Se tranquilizaron bastante al observar que, fuera de las magulladuras, Lizzie estaba bien. Su tío se reuniócon los hombres, querían decidir el futuro de Wickham. Elizabeth les pidió que tuvieran en cuenta lasituación de Lydia y que no comunicaran lo ocurrido a su padre.En el estudio de Darcy, los tres hombres, daban su opinión sobre lo que debía hacerse.Fitzwilliam quería que lo enviaran al frente de alguna batalla, en lo posible en el continente; Edward yRichard, creían que un tiempo en la cárcel no le vendría nada mal.El Coronel habló con sus conexiones dentro del ejército para que, en reprimenda por su comportamiento,

cumpliera unos meses detenido.-Si fuera por mí, lo mandaría a fusilar- fue el comentario iracundo de Darcy.Sus tíos se quedaron a cenar, pero Elizabeth tuvo que recurrir a todos sus encantos, para que su esposo lepermitiera bajar a cenar.Una vez en la mesa, Lizzie pidió que no se hablara más del incidente. Por respeto a ella, se acordó notratar el desagradable tema. Entonces, Georgiana, recordó algo que habían visto en el paseo de la mañana.-Hermano, con Richard hemos visto que se presenta una nueva ópera. ¡Debes llevar a Elizabeth! Ellanunca ha ido y estoy segura que la disfrutará enormemente.-Veremos- fue la respuesta de Darcy.-¿Me llevarás? Di que sí, por favor- le dijo su esposa, mientras lo tomaba del brazo y lo miraba como unaniña a la que se le niega un caramelo.

-Está bien- le dijo, mientras se daba cuenta que no podía negarse a su mujer- Ya que parece que iremos ala ópera, por lo menos debería saber de quién es.-Es de Gioachino Rossini, se llama L’inganno felice- fue la respuesta de su primo.-Tendré que desempolvar mi italiano- dijo Darcy.-Más vale, porque tendrás que ser mi traductor- comentó Elizabeth.Apenas terminó su postre, fue enviada a la cama como si tuviera 5 años. Protestando, obedeció. Esperódespierta la llegada de su marido, intentó distraerse con un libro, pero sus pensamientos iban a la ópera.Siempre había querido ir, pero jamás se le había presentado la ocasión. Su mente volaba imaginando quéropa debería usar, cómo se tendría que comportar, si le gustaría tanto como las arias que solía escuchar.Su esposo entró al dormitorio ya cambiado y se acostó junto a ella.-Muéstrame los brazos- pidió Darcy.

Se arremangó obedientemente. Fitzwilliam tomó sus brazos y besó las marcas oscuras.-Ahora me siento mejor. Aunque también me duele aquí- dijo señalando su frente.Darcy la besó.-Y también aquí- y señaló su mejilla.Su esposo sonriendo, la volvió a besar.-¿Algo más?- preguntó en forma cómplice.-Sí, me duele mucho, mucho, aquí- indicándole sus labios.Su esposo la besó tiernamente.-Te extrañé mucho- dijo Lizzie.-Me ausenté sólo un día.-¿Eso significa que no me extrañaste?-No, no es lo que dije. Por supuesto que te extrañé.Elizabeth se acomodó en su pecho.-Anoche no pude dormir, terminé usando tu camisa.-Eso explica la fragancia a lavanda- dijo.

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-Me hacía falta tu compañía.-A mí también, necesitaba abrazarte, una almohada no pudo reemplazarte.-Creo que, desde ahora te acompañaré a todos los viajes.-¿En serio harías eso?-Sin lugar a dudas. Además me aseguraré que no consigas una amante, como Wickhman.-No me compares con él. Aunque, en su defensa, debo decir que es normal que un caballero busqueamante cuando su esposa está esperando un hijo.

Elizabeth palideció. Darcy, que comenzaba a conocer los cambios de humor y a leer lo que pasaba por sucabeza, agregó rápidamente.-No es lo que yo haría, jamás buscaría una amante. Pero puedo entender los motivos.-Bien contestado, señor.Se produjo un silencio, que interrumpió Lizzie diciendo:-William, ¿estás dormido?-Mmm…casi- fue la respuesta de Fitzwilliam.-Lo siento, estás muy cansado, duerme. Yo no creo poder.-¿Te sientes mal?-No, es por la expectativa de ir a la ópera.Darcy rió. No podía ser tan tierna.

Despertó con la entrada de su doncella y la Sra. Parker. Mientras una abría las cortinas, la otra le servía eldesayuno en la cama.-Buenos días, Señora.-Buenos días, ¿qué hora es?- Las 10. El Sr. Darcy nos indicó que la dejáramos dormir hasta esta hora.-Gracias- dijo, mientras comenzaba a desayunar- Susan, prepárame el vestido rosa, el de flores.-Sí señora, ¿le preparo el baño?-No, gracias- contestó, aunque realmente deseaba sumergirse en agua caliente, aún no podía.Después de alistarse, bajó a la planta baja, para enterarse que su esposo había salido temprano. Georgiana

le hizo compañía. Las mujeres conversaron animadamente sobre la próxima salida al teatro. Elizabeth lehizo millones de preguntas, que Georgiana estaba ansiosa por responder.-Lizzie, deberíamos salir a comprar un vestido.-No lo sé, creo que ya tengo demasiados- fue el comentario de ésta.-¡Nunca hay suficientes vestidos!- dijo la jovencita.-Bueno, tal vez.Elizabeth no quería desilusionar a Georgie, pero había enviado su dinero a Lydia y no quería pedir más asu esposo. Un vestido nuevo no era necesario.Accedió a acompañarla a escoger uno para la jovencita, pero le advirtió que ella no deseaba nada. Alllegar a la tienda, Georgiana insistió en que se probara un vestido de seda, verde esmeralda.-Pruébatelo, por mí. Estoy segura que quedará bellísimo con tu tono de piel. Ya lo puedo ver con el juegode esmeraldas que te regaló mi hermano.A regañadientes, se lo probó y debió reconocer que le quedaba muy bien.-¡Debes llevarlo!- exclamó su cuñada.-Es muy bonito, pero no lo necesito. Me pondré el que usé para Año Nuevo.A pesar que la jovencita siguió insistiendo, solamente compraron uno celeste de muselina para ella.Al llegar a la casa, Darcy las estaba esperando.-Bueno, ¿encontraron algo bonito para el teatro?-¡Sí, lo hicimos! Pero Lizzie no quiso comprar el suyo, por más que le dije lo bonito que le quedaba esecolor.-Querida Georgie, si fuera por ti, me hubiera tenido que comprar todos los de la tienda- dijo Elizabeth,

intentado esquivar el tema.Esa tarde, recibieron la visita de la Sra. Hurst. Las damas de la casa, la recibieron para tomar el té y sedisculparon por la ausencia del Sr. Darcy, quien había salido de improvisto para atender negocios.Luego de mucha conversación trivial y aburrida, la Sra. Hurst se despidió, dejando sus saludos para el

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resto de los miembros de la familia.La cena transcurrió muy tranquila, la ausencia del Coronel – quien había ido a cenar a casa de su hermano-, se hizo notar, ya que siempre le aportaba simpatía a las conversaciones.Georgiana se retiró temprano, la joven pareja, se reunió en su dormitorio a conversar tranquilos frente alcalor del fuego.-Elizabeth, ¿ya decidiste lo que usarás en la ópera?-Sí, el rojo que usé en la fiesta de Charles.

-Ah- fue lo único que dijo Darcy.-¿No te gusta? ¿Es inadecuado?-No, no es eso. Estabas tan entusiasmada anoche, que creí que te comprarías uno nuevo. Ese verde quedijo Georgiana, sonaba encantador.-Sí, en verdad lo era, pero no necesito más vestidos.-Entonces, ¿me harás devolverlo?- preguntó, señalando una caja sobre la cama.Elizabeth se paró dubitativa, caminó hacia la cama, mientras se daba vuelta para ver a su marido. Abrió lacaja y, allí estaba el vestido esmeralda.Fitzwilliam la observaba con una sonrisa de satisfacción.-¡No debiste! Es un gesto maravilloso de tu parte. Gracias- y corrió hacia su encuentro, lo abrazó y sebesaron.

Cuando se sentaron, Darcy habló:-No te compraste el vestido porque le enviaste tu dinero a Lydia, ¿no?-Sí, ¿cómo lo sabes?-No lo sabía, pero lo sospechaba. Eres una mujer bondadosa, siempre buscas lo mejor para tu familia. Elver cómo atendías a Jane, cuando se enfermó en Netherfield, fue algo de lo que me hizo enamorar deusted, mi señora.-Lo siento. A pesar de todo, es mi hermanita y está esperando un niño.-Está bien, lo entiendo. De pensar que Georgiana podría estar sufriendo lo que está pasando tu hermana,siento un profundo pesar.-Usted también es un hombre bondadoso- dijo Elizabeth, sentándose junto a él, para besarlo en los labios.Amaba besarlo, nunca quería detenerse cuando empezaba. Los brazos de su esposo la tomaban

fuertemente de la cintura. Cuando se separaron un poco, para recobrar el aliento, Lizzie le susurró:-Sólo falta un día más.Su esposo asintió, no necesitaba que le aclarase nada.

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Capítulo 16 

Los sentimientos no eran claros, una mezcla de nervios, expectativa y ansiedad. Comenzó a alistarsetemprano en la tarde, un baño, el peinado, el vestido nuevo y las esmeraldas. Se puso y se quitó losguantes largos, para volver a colocárselos un rato después. Preparó los binoculares y su pantalla. Iba yvenía por la habitación, se sentaba junto al fuego, se alisaba el vestido.Finalmente, escuchó la puerta, su esposo entró pidiendo permiso.-Veo que estás lista.-Sí, lo estoy hace horas.Fitzwilliam rió.-Debo decir que mi hermana tenía razón, ese vestido te queda bellísimo.-Gracias, tú también estás muy apuesto.Cuando su marido quiso besarla, como era su costumbre, lo mantuvo a cierta distancia, no quería que le

arrugara el traje.Bajaron las escaleras, se colocaron los abrigos y subieron al coche junto a Richard y Georgiana.Al llegar al teatro, el Coronel y Georgiana se adelantaron hacia el palco, mientras Elizabeth esperaba aFitzwilliam, quien se demoró dejando los abrigos.Cuando entraron al palco, Lizzie tuvo que hacer un esfuerzo para no quedar con la boca abierta por laadmiración del lugar. Las luces de la velas daban una tonalidad hermosa a los cortinados de terciopelorojo y a los dorados de la decoración.Darcy le corrió la silla y ella se sentó a observar todo, parecía que sus ojos no podían ver todo lo quedeseaba. Comenzó a darse cuenta que, desde abajo y otros palcos, murmuraban mirando hacia susasientos. Sin duda, la noticia del matrimonio poco ventajoso del señor Darcy, había llegado hastaLondres.

El sonido de los músicos afinando las cuerdas con el primer violinista, advertía el comienzo delespectáculo. Se produjo un profundo silencio mientras se elevaba el telón. Elizabeth se acercó al borde desu silla y notó la mano de su esposo, que apretaba la suya suavemente. Ella lo miró brevemente, paradedicarle una sonrisa, cuando la música comenzó.La ópera cautivo a Lizzie, todo pasó muy rápido y, cuando menos se dio cuenta, el intervalo habíallegado. Un viejo amigo de Darcy, Lord Warburton, se acercó hasta el palco a dar sus respetos. Loshombres salieron fuera a conversar y Georgiana se movió al lugar junto a Elizabeth.-¿Lo estás disfrutando?- preguntó.-¡Sí, es magnífico! El único problema que encuentro, es que voy a querer venir a todas.Georgiana se rió, un rato después, regresaron a sus lugares los caballeros, ante el aviso de la finalizacióndel intervalo.

Volvía a subirse el telón, nuevamente crecía su expectativa, entonces, Fitzwilliam le dijo al oído que LordWarburton los había invitados a una cena en su residencia, deseaba conocer mejor a la nueva SeñoraDarcy y presentarla a la sociedad londinense. Esta noticia no le alegró demasiado la noche, realmente nole interesaba, pero aceptó la invitación como un honor.Terminada la velada musical, los cuatro, volvieron a la casa, donde los esperaba la cena.Georgiana estaba muy bonita, su vestido de muselina celeste, resaltaba el color de sus ojos. Sin duda, yano era una niña, aunque Darcy no se percatara del cambio ocurrido.Finalizada la comida, las damas, se dirigieron a la “sala carmesí”, llamada así por el predominio del color rojo en su decorado. Conversaron por un rato sobre la historia y los personajes de la obra, hasta que sevieron interrumpidas por los hombres.Darcy se sentó junto a su esposa, Richard solicitó a Georgiana que interpretara algo al piano, lo que enrealidad era una excusa para apartarse con ella.-¿Te gustó el teatro?- preguntó Fitzwilliam.-Sí, gracias por explicarme lo que no lograba entender. Debo avisarte, que cada vez que estemos enLondres, no podrás dejar de llevarme.

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-Será un placer- respondió sonriente.-¿Quieres que nos retiremos a nuestra habitación?- preguntó Lizzie.-Me quedaré un rato más, no estoy cansado todavía.Esa respuesta la desilusionó, pero sin decir nada, se disculpó con todos y se marchó. Cuando llegó a sucuarto, luego que Susan la hubiera ayudado a cambiarse, escribió una nota que mandó con la doncella asu esposo.Susan entró al salón y entregó la nota a su amo, Darcy leyó las pocas palabras escritas en ella e,

inmediatamente, se excusó y dirigiéndose rápidamente al dormitorio.Entró a la pieza, la nota todavía en su mano. Su esposa, su provocativa Lizzie, estaba esperándolo en lacama.-¿Por qué se tardó tanto, Sr. Darcy?- le preguntó, burlándose claramente de él.-La naturaleza de la nota enviada, es carente de toda propiedad. ¿Puedes imaginar el escándalo entrenuestra servidumbre, si a tu doncella se le ocurriera divulgar el contenido del mensaje?-Si lo que te preocupa es eso, olvídalo, Susan no sabe leer. Aunque me he propuesto enseñarle. Además,no es para tanto.-La nota dice: “Estoy desnuda”, ¿no te parece un poco indecoroso? - preguntó mientras sostenía lapequeña misiva.-Bueno, mi señor, ¿vino a darme una lección o a compartir mi cama?- le contestó osadamente.

A su marido se le acabaron los argumentos, sin decir nada más, comenzó a desanudar su cravat.

Una semana después, llegó el momento de la cena en casa de Lord Warburton. Allí estaban, las familiasinfluyentes de Londres, examinando a la recién arribada. Lizzie, se mostró como era, sociable, deconversación inteligente y mordaz. Terminada la cena, fue invitada a interpretar algo, por cortesía nopudo negarse e intentó hacerlo lo mejor posible.Su esposo había sido abordado por la Sra. James y su hermana, la Sra. Archer, ambas estabanimpresionados por la joven y no dejaban de hablar de lo maravillosa que era Elizabeth, invitando a cenasy bailes a la joven pareja. Darcy no era afecto a reunirse en lugares con mucha gente, pero aceptósabiendo que era importante que Lizzie fuera presentada entre las “personas adecuadas”.  

Cuando regresaban a su casa, en el coche, Darcy le dijo que había estado fascinante, que todos habíanquedado impresionados con su ingenio y que los habían invitado a numerosas cenas y bailes. Elizabethrestaba importancia a todos los halagos, lo único importante para ella, era que Fitzwilliam estuvieraorgulloso, lo demás carecía de interés.La tarde siguiente, recibieron una nota de los Bingley, habían llegado a la ciudad. Esa noche, comieron enla residencia de Charles, Elizabeth respiró aliviada al enterarse que, Caroline estaba con los Hurst.Pasaron un momento muy agradable, en familia. Siempre era una alegría el estar con Jane. Se vieron todala semana, incluso coincidieron en la cena de los James.Pero el evento del mes, era el baile en la residencia de Lady Lawrence, una viuda rica, que amaba armar ydesarmar parejas.Cuando los Darcy entraron al salón, hubo un repentino silencio y todas las miradas se precipitaron sobreellos.-Dígame, Sr. Darcy, ¿esto ocurre cada vez que usted ingresa a un baile?- dijo bromeando a su esposo.Inmediatamente, la anfitriona los recibió y los presentó a algunas personas. Después, se dedicó aconversar con Elizabeth, le preguntó por la Srta. Darcy e insistió en querer presentarla en el Baile dePrimavera. Muy cortésmente, Lizzie, le respondió que era su esposo quien decidiría el momento oportunode hacer la presentación. Esto derivó, en que la señora, decidiera mortificar a Darcy con su idea.Al poco tiempo, se encontró con su hermana.-Por fin una cara conocida- le dijo al saludarla.-¿Dónde está Fitzwilliam?- preguntó Charles.-Atrapado entre mujeres que, como ya no pueden buscarle esposa, quieren encontrarle un esposo a

Georgie.Todos se rieron por el comentario, cuando fueron llamados a la cena. Estaban sentados cerca, por lo quela conversación se vio animada.Llegó la hora del baile, las parejas estaban listas, pero esta vez, la atrapada entre las señoras, era Elizabeth

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que miraba suplicante a su esposo para que la rescatara.-Disculpen, damas, pero quiero el primer baile con mi esposa- dijo Darcy.Se colocaron en la pista y la música comenzó a sonar. Era la misma que habían bailado por primera vezen Netherfield. Una sonrisa se dibujó en la cara de los dos, a medida que bailaban, Lizzie le dijo:-Gracias por rescatarme de una conversación aburrida.-Es un placer robarte para mí.Siguieron bailando en silencio, hasta que Elizabeth habló.

-Es su turno de hablar, puede hacerlo sobre el tamaño del salón, o el número de parejas, o si prefiere losbailes públicos de los privados- con un tono pícaro en la voz.-Usted me conoce demasiado bien y sabe que prefiero ser callado y taciturno- comentó, siguiendo el tonode broma, recordando aquel baile, que ahora parecía tan lejano.Al terminar la música, Darcy le preguntó:-¿Cree que comprometerá su virtud, si me acompaña afuera?-Mmm… correré el riesgo- respondió y se dejó conducir entre la gente hacia una de las salidas.El aire era fresco, después de estar en ese espacio atiborrado de gente, fue realmente reconfortante. Cerrólos ojos para disfrutarlo. Cuando los volvió a abrir, vio que Darcy la miraba y, tomándola de sorpresa, labesó, hacia horas que quería hacerlo.Tardaron un buen rato en volver a ingresar, pero sus rostros revelaban, el profundo amor que se

profesaban.

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Capítulo 17 

A menudo, la timidez de Georgiana, era confundida con orgullo. Nada más lejos de la verdad, si bien, sepodía decir que estaba orgullosa de su familia y linaje, jamás había hecho alarde del mismo.Siempre supo que le sería difícil enamorarse de alguien al que no conociera. Le costaba mostrarse comoera frente a personas desconocidas. Necesitaba sentirse cómoda y eso rara vez le ocurría con alguiennuevo. Tal vez con Lizzie, pero porque después de escuchar a su hermano hablar de ella, sentía que laconocía de toda la vida.A lo mejor esa era la razón por la que se había enamorado de George Wickham y, ahora, creía estarlo desu primo. Después de lo sucedido, hacía casi dos años, con el hijo del administrador, su hermano y elCoronel, la sobreprotegían.

Estaba tan confundida, ¿era amor lo que sentía por Richard? No lo podía asegurar, pero sí se daba cuentaque le producía una profunda alegría el tenerlo cerca, que cuando no estaba, lo extrañaba profundamente,especialmente por las charlas. Él la trataba como a una joven mujer, no como a una niña. Además, lahacía reír, siempre tenía algún comentario cómico que hacer. No sabía exactamente cuándo su primohabía dejado de ser sólo su “viejo primo” y se había transformado solamente en Rich ard.Estaba tan distraída en sus pensamientos que no se dio cuenta que su cuñada le estaba hablando.-Perdóname Lizzie, no estaba prestando atención, ¿decías?-Georgiana…¿te preocupa algo?- preguntó Elizabeth, sospechando lo que podría inquietar a la muchacha.-No, nada- se apresuró para responder, pero un fuerte rubor le subió al rostro.-Quiero que sepas, que si necesitas hablar con alguien…una mujer, puedes contar conmigo, prometoguardar el secreto.

-Gracias Elizabeth, se que puedo hacerlo.-Bueno, volviendo a lo que te decía, en el baile, varias señoras, ofrecieron presentarte en sociedad. Darcyno estaba muy feliz, sabes que todavía cree que eres su niñita.-dijo Lizzie sonriendo.-Sí, si fuera por él, todavía usaría trenzas.Las dos mujeres se rieron.-Pero creo que se dio cuenta, por más que no le guste, que este año tendrás que hacer tu presentación ensociedad.-No es algo que me preocupe, me da terror ser el centro de atención, tener que asistir a muchas fiestas ybailar con jóvenes que no conozco.Elizabeth no pudo evitar el reírse, sus hermanas hubieran muerto de escuchar la declaración deGeorgiana.

-Querida, no creo que puedas evitarlo por siempre.Las dos siguieron con sus labores en silencio, hasta que fueron interrumpidos por la Sra. Parker que traíaunas cartas.Una, era la respuesta afirmativa de Jane para ir a cenar esa noche y la otra, fue entregada a la Srta. Darcy.Georgiana se puso pálida.-¿Pasa algo malo?-Es, es…es de mi tía, Lady Catherine- balbuceó.-Oh, bueno, te daré privacidad para que la leas. Yo iré a dar las órdenes para la cena.Elizabeth salió de la habitación preguntándose si también su esposo habría recibido una.

No tuvo la oportunidad de estar con Darcy hasta que bajó ya cambiada para la cena, él se encontraba en elsalón, mirando el fuego con una copa de brandy en la mano.-Aún no son las 6 y tú con una copa- le dijo en tono de censura.-Oh, sí…lo siento, no fue una tarde fácil. 

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-¿Malas noticias desde Kent?-¿Cómo…lo sabes?- preguntó intrigado.-He sobornado a todos los sirvientes para que me digan qué cartas recibes- le dijo bromeando- No, tonto,Georgiana recibió también una.-¿Y bien?- preguntó cuando vio que Darcy no respondía.-No quiero hablar del tema.-¿Por qué? ¿Sigue enojada?

-No es eso, actúa como si tú no existieras. Me invita a pasar la Pascua en su casa, pero habla deGeorgiana, del Coronel y de mí.Elizabeth rió fuerte.-¿Eso arruinó tu día?- preguntó condescendiente.-Estoy enojado con ella, pensé que, después de casados y de ver que el resto de la familia te acogía,cambiaría de opinión.-Ven aquí- le dijo, llamándolo con su dedo índice.Su esposo se acercó y ella lo abrazo, escondiendo su cabeza en el pecho de él. Luego, sin soltarlo, levantósu cabeza apoyando su mentón y lo miró a los ojos.-No quiero que estés enojado con tu tía, es tu familia y se preocupa por ti.-Y yo no quiero hablar más del tema- le dijo, besando su frente.

-La ofensa fue conmigo y ya la he perdonado.-No quiero que te enojes, pero esto es asunto mío y debo resolverlo yo.Elizabeth se separó de él, se sentía culpable, la causante de la disputa familiar. Una lágrima se asomó eintentó ocultarla mirando el fuego.-Lizzie…-la llamó arrepentido.-¿Sí?- respondió, intentando que el dolor no se filtrara en su voz.-Mírame- le ordenó.Se secó los ojos antes de girar.-Elizabeth…no quería…lo siento. -El problema con tu tía es culpa mía, no tuya, si yo la hubiera tratado con más respeto…  -¡No!, no es tu culpa. Es mía, por haberme enamorado perdidamente de ti. Mi tía se hubiera enojado con

cualquier elección de esposa que no fuera mi prima Anne. Por favor Lizzie, no te culpes.Diciendo esto, se acercó a ella y besó sus ojos húmedos.

Un rato después, llegaron los Bingley, incluyendo a Caroline, quien se la pasó hablando de un caballeroque había conocido en el baile de los Crawford, tal vez buscando producir celos, pero no parecíaimportarle a nadie.En la mesa, Elizabeth se sentó a la derecha de la cabecera que ocupaba su esposo, tal cual lo hacía todoslos días.-Como señora de la casa, le corresponde la otra cabecera- comentó maliciosamente Caroline.-Lo se querida, pero siempre elijo el lugar junto a mi marido, me sería imposible tomarle la mano desde elotro extremo- respondió Lizzie.Jane contuvo una risa al ver la expresión de fastidio de su cuñada.La noche siguió su rumbo y terminó con un improvisado baile en el salón. Con Georgiana al piano, alpobre Richard le tocó bailar con Caroline la primera pieza. Para la segunda, cambiaron las parejas y aElizabeth le tocó con su cuñado, a Jane con el Coronel y Darcy con Caroline. Al finalizar, Caroline pidióa Elizabeth que siguiera al piano, para que Georgiana pudiera bailar, aunque en realidad, era para seguirbailando con la actual pareja.Lizzie fue al piano y Georgiana bailó con su primo. Richard estaba embobado, la miraba como un niño.Cuando terminó la canción, fue el turno de Caroline para el piano y, Elizabeth, bailó con el Coronel. Lasbromas constantes de éste, provocaban la risa de Lizzie y al finalizar el baile, mientras todos se reunieronen la mesa de juegos, Richard se quedó a conversar con Elizabeth.

Era la única que conocía su secreto, por lo que podía hablar francamente. Desde la mesa, Darcy losmiraba, perdiendo rápidamente el partido, algo que rara vez ocurría, ya que estaba distraído.Después que despidieron las visitas, volviendo para la sala, Darcy se excusó y se marchó al dormitorio. AElizabeth le pareció notarlo molesto, por lo que se retiró momentos después.

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Al entrar al cuarto, lo encontró leyendo en uno de los sillones frente al fuego.-¿Sigues molesto por tu tía?-No, no es eso.-Entonces, ¿qué es?-Estoy celoso y no me gusta.-¡¿Celoso?!- exclamó Elizabeth- ¿De quién?-De mi primo y tú.

Lizzie soltó una carcajada. Su marido la miró ofendido con los ojos entrecerrados.-Lo siento, no debí reírme, pero realmente es una tontería.-No me gusta que te haga reír tanto. Tampoco me gusta ser celoso, pero lo soy.-Sí, pero eso no es nuevo, recuerdo haberte visto muy celoso de Wickham.Darcy emitió un sonido similar a un gruñido. Elizabeth se acercó a él y se sentó en sus rodillas.-Sabes que eres el único hombre que amo- y lo besó, los labios de su esposo la esperaban ansiosos.

Capítulo 18 

El invierno se estaba despidiendo. Los días no eran tan fríos, lo que indicaba que pronto, los Bingley y los

Darcy, volverían a sus propiedades en el campo. Mientras tanto, pasaban mucho tiempo juntos. ElCoronel había sido llamado a reportarse no muy lejos de Londres, por lo que tenía la oportunidad devisitarlos.Elizabeth no quería que terminara el invierno. Nunca pensó que sería tan feliz en la ciudad. Claro quequería volver a Pemberly, pero eso significaría separarse de su querida hermana por un buen tiempo.La última semana en Londres, pasaron juntas más tiempo de lo habitual. Lizzie venía notando que Jane nobebía vino en la cena, tampoco quería caminar mucho y se encontraba un poco pálida. Un comentario deDarcy, hizo que todas las piezas encajaran. Una tarde, los dos estaban solos, leyendo en la sala, cuandoFitzwilliam habló:-Sabes, estuve conversando con Charles…sobre Jane. -¿Si?

-Sí, está preocupado por ella. La nota distante y quería saber si ella te había comentado algo.-¿Distante, de qué forma? No he visto que lo trate diferente.-No, yo tampoco- dijo y antes de volver a hablar, aclaró su garganta- Parece que…no se cómo decir estoapropiadamente. Parece que lo rechaza…en la intimidad. -¡Con que de estas cosas hablan ustedes dos!- dijo Lizzie, tratando de bromear ante la obvia incomodidadde su esposo.- No…no- tartamudeó, pero la sonrisa de su mujer, lo hizo dar cuenta, que ella se estaba burlando.-Lizzie, sólo estoy hablando del tema, porque quiere saber si te ha contando algo.-No, no ha dicho nada. Pero sabes que ella es muy reservada- la mente de Elizabeth unía todas los hechos.-Sí, lo sé, lo aprendí de la peor manera, aquel día en Rosings.Elizabeth rió antes de volver a hablar.-Bueno, dile que no se preocupe, debe ser algo temporal.-Espero que lo que afecta a tu hermana no sea contagioso- comentó maliciosamente.-¡Oh, estoy segura que no!- exclamó, antes de lanzarse en sus brazos.

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Esa noche, fueron a casa de los Bingley para cenar. Las dos parejas se encontraban solas y, después de lacena, las damas se retiraron a la sala. Una vez allí, Elizabeth, preguntó:-¿Alguna novedad?-No, ninguna- respondió Jane, mientras seguía con su labor.Hubo un largo silencio un tanto incómodo.-Me ha dado sed, ¿quieres un poco de vino?- preguntó Lizzie.-No, gracias, no puedo- dijo Jane, que al instante se sonrojó, al darse cuenta de sus palabras.

-Jane, ¿por qué no puedes? ¿Significa lo que pienso?- No…no sé qué es lo que estás pensando- trató de desviar el tema.-Jane, ¡estás esperando un niño!-¡Shhhh!, baja la voz, Charles no sabe nada.Elizabeth abrazó a su hermana, estaba tan feliz por ella, siempre supo que Jane sería una gran madre.-¡Felicitaciones! Estoy tan contenta por ti ¿Cuánto hace que lo sabes?-Solamente unos días. Lo sospechaba, pero el médico me lo confirmó esta semana.-Pues tienes que informárselo a tu querido esposo, está tan terriblemente preocupado, que se ha atrevido auna confidencia íntima con mi parco marido.Jane se ruborizó.-¿Se…se atrevió a qué? 

-No te preocupes por eso ahora, piensa en mi sobrinito o sobrinita- le respondió Elizabeth, mientras sumano se apoyaba en el vientre de su hermana.-Mantén el secreto, quiero esperar un poco, tengo miedo de anunciarlo y que luego…- no pudo terminarla frase.-¡Ni lo pienses! Todo estará bien y Charles será el hombre más feliz del mundo.Momento después, sus esposos, entraron a la habitación y notaron las mejillas sonrosadas de las dos.-Creo que interrumpimos alguna confesión- dijo Bingley con una sonrisita.-Sí, ya creo que sí- contestó Darcy.Lizzie se levantó de su lugar y tomó el brazo de su esposo.-¡Qué gran imaginación tienen nuestros queridos maridos! Con sólo mirarnos, desarrollan en sus mentestoda una historia- dijo mirando a su hermana.

Charles rió como siempre lo hacía frente a los comentarios de su cuñada. Darcy, solo una tímida sonrisa.

Esa noche, en la soledad de su recámara, conversaban tranquilamente en la cama. En esos momentos deintimidad, abrazados en la penumbra, podían hablar libres de reglas y propiedades.-¿Le escribiste a tu tía?- preguntó Elizabeth.Darcy protestó.-Prometiste que lo harías- le reprochó su mujer.-Sí, lo hice. Esta mañana fue despachada.-Me alegro mucho. ¿Qué le expresas?-No quiero hablar de ello. Cada vez que tocamos el tema, terminamos en discusión. Esperaré su respuesta,antes de decirte.-Está bien, quieres guardar tu secreto. Yo también puedo.-¿Tienes un secreto?-Sí, sé algo que tú no sabes y guardaré la noticia.-¿Se trata de lo que hablaban Jane y tú en el salón?-Puede ser…pero no diré más. -Tengo formas de hacerte confesar- dijo su esposo.-No hay método que puedas utilizar, será un trabajo en vano- declaró solemnemente.-Yo no estaría tan seguro- le dijo y subiéndose encima de ella, comenzó a hacerle cosquillas.Lizzie reía a carcajadas y trataba de esquivar las manos de Fitzwilliam.

-¡William, basta!- decía, mientras no paraba de reír.-¿Me dirás lo que ocultas?-¡Nunca!- riéndose hasta quedarse sin aire.Darcy dejó de hacerle cosquillas, para que ella pudiera recuperarse, los dos estaban agitados. La miró

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fijamente a los ojos. Pensó en lo mucho que la amaba y lo bella que era.-Te amo, Elizabeth Victoria Darcy- dijo con su rostro tocando el de ella.-Y yo te amo a ti, Fitzwilliam James Darcy- susurró Elizabeth con sus labios rozando los de él. Uniéndoseen un largo y profundo beso.

Capítulo 19 

Pemberley estaba cambiando. La primavera se acercaba cuando los propietarios volvieron a residir enella. La nieva había desaparecido y los árboles comenzaban a exhibir sus brotes nuevos.Lizzie, podía disfrutar de largos paseos por los alrededores, algunos, apenas salido el sol. Aprovechabaesos momentos para pensar, hábito que no dejaba de cultivar. Sus pensamientos iban dirigidos,principalmente, a la salud de su hermana Jane, al cómo ayudar a Georgiana y el Coronel y, a limar lasasperezas con Lady Catherine.Pocos días después de su llegada a Pemberley, Darcy, entró a la sala donde Lizzie bordaba una pequeñamanta para su futuro sobrino.

-¿Te molesta si te acompaño?- preguntó, con su rostro delatando cierta turbación.-Para nada, sabes que me gustan tus visitas inesperadas- respondió su esposa.-¿Dónde está Georgiana?- volvió a preguntar, como si quisiera demorar el verdadero motivo de la visita.-A esta hora suele estar practicando en su pianoforte- y, notando la expresión de culpabilidad en el rostrode su marido, agregó:-¿Estás por marcharte en viaje de negocios?- No, no…¿por? -Por tu cara de preocupación, pero si no es eso, tendrás que informármelo tú- diciendo esto, dejó de ladosu labor, alisó su falda, se sentó muy derecha, con sus manos sobre su regazo y lo miró atentamente a losojos.Darcy, se sentó frente a ella y, un poco dubitativo, comenzó a hablar.

-Hoy he recibido carta de Rosings, mi tía ha contestado la que le envié- frenó para aclarar su voz- En ellale dije que pensaba pasar la Pascua donde estuviera mi esposa, entonces ella… ella se ha invitado aPemberley- dijo terminando la frase, quedándose en silencio, mirando a Lizzie y, esperando su reacción.-¡Ah!- fue la respuesta de Elizabeth, tratando de disimular el miedo que le producía la visita- ¿Y cuándollegará?-Dentro de… dos días. -¡Dos días!¡Eso es demasiado pronto!- exclamó preocupada, al tiempo que salía como disparada delsillón- Tengo que llamar urgente a la Sra. Reynolds, hay tanto que preparar… -Lizzie...- la llamó su marido, pero ella no lo escuchó.-Hay que alistar las habitaciones, hacer pedidos, preparar las comidas… Fitzwilliam la tomó de los hombros para que se quedara quieta y lo mirara.

-Lizzie, detente. Le escribiría a mi tía si creyera que eso la detendría, pero no serviría de nada. Además,que ella se decida a venir, es una señal de acercamiento, ¿no crees?La inocente expresión que mostró su esposo al hacerle esa pregunta, enterneció a Elizabeth, que prefirióguardar su opinión al respecto.-Sí, tienes razón, es un gran paso- respondió sonriéndole, mientras le corría el pelo de la frente- Ahora, iréa reunirme con la Sra. Reynolds.Camino de la cocina, su cabeza iba siendo invadida por muchos pensamientos. ¿Realmente, LadyCatherine, tendría intenciones de reconciliarse? ¿O sólo venía a comprobar que ella no era apta para seruna Darcy, la Señora de Pemberley?

Dos días más tarde, el ostentoso carruaje arribó a los terrenos y, en él llegaron Lady Catherine, su hijaAnne y el Coronel Fitzwilliam.Darcy, Elizabeth y Georgiana, esperaban en el ingreso. Lizzie no había vuelto a estar con Lady Catherinedesde la inesperada visita de ésta a Longbourn. A pesar de los nervios que sentía por su encuentro, intentó

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no demostrarlo.Darcy saludó cortésmente a los llegados, seguido por las damas de la casa e ingresaron al salón dondeestaba preparado el servicio.-Debo decir que se te ve muy bien, sobrino- dijo Lady Catherine.-Gracias. Usted también parece gozar de buena salud.-¡Mentiras! Estoy vieja y me duelen los huesos- respondió agriamente y, mirando a Elizabeth, dijo:-Espero, Srta. Bennet, que haya ordenado una habitación soleada, mis huesos no soportan la humedad.

-Se me informó cuál era su habitación favorita y está lista, aunque debo recordarle que, ahora soy la Sra.Darcy- contestó en un tono tranquilo y cambiando de tema, se dirigió a su primo político:-Coronel, no esperábamos su visita, ¿ordeno preparar su habitación, o se marcha a Matlock?-Siento no haber informado mi llegada, pero me encontré al llegar a Rosings que el viaje estaba listo y,me encontré en el deber de acompañarlas.-No se preocupe, usted siempre es bienvenido- le dijo Elizabeth.-Y usted siempre tan amable conmigo- respondió con una sonrisa.Darcy, con visible cara de fastidio, preguntó:- ¿Tus padres siguen en Irlanda?-Sí, están en casa de los Brown, se quedarán hasta que finalice la primavera.-Nosotros iremos dentro de unas semanas. Quería llevar a Elizabeth y Georgiana al continente, pero no es

seguro, por lo que iremos a Irlanda y Escocia.-No, no está seguro. Bonaparte no se rendirá tan fácil de su derrota en Rusia. Dicen que está preparandoun contraataque, el ejército espera órdenes de prepararse para ir al continente.Georgiana lo miró y palideció. Podía soportar la idea de no estar con él, pero no que su vida corrierapeligro.-No se hable más del tema- interrumpió Lady Catherine- Algo tan desagradable como la guerra, no esconversación adecuada de llevar delante de jovencitas. Ya han perturbado mi sobrina.-Tiene razón, tía- dijo el Coronel, observando y comprendiendo la turbación de Georgiana.-Tengo que felicitarla, Sra. Darcy, me he enterado por el Sr. Collins que va a ser tía- dijo Lady Catherine,cambiando de tema.-Sí, mi hermana menor espera un hijo para dentro de unas pocas semanas- respondió un tanto incómoda.

-No, no me refiero a esa hermana suya, de la que sería mejor que estuviera soltera, sino a la Sra. Bingley.Todos se quedaron mirando a Elizabeth un poco sorprendidos, menos su esposo, que solo sonrió.-¡Oh, sí! Jane también.-Es una buena noticia saber que en su familia no son estériles.Darcy le envió una mirada de reprobación a su tía, quien decidió que era un buen momento para retirarsea la habitación y cambiarse para la cena.Uno poco después, Darcy entró a la habitación donde Elizabeth estaba siendo peinada por su doncella.-Susan, déjanos a solas- ordenó Elizabeth a su joven sirvienta.Cuando ésta salió, su esposo se acercó a ella y la besó en la frente.-Ya conozco el secreto.-Hubiera preferido que te enteraras por mí o Charles.-Lo siento- dijo Darcy y la abrazó.-No tienes por qué.-Sí, tengo…los comentarios de mi tía.-No debes preocuparte por ello. Puedo soportarlos, trato de imitarte a ti cuando te encuentras con mimadre- le dijo burlonamente.Darcy no pudo más que reír.

Capítulo 20 

Elizabeth deseaba que llegara abril lo más pronto posible, no sólo por la maravillosa idea de conocerIrlanda y Escocia, sino también para deshacerse de Lady Catherine.

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Había llegado a compadecer a la pobre Anne, tan enfermiza, tan sumisa a los deseos de su madre.Todas las noches, en la tranquilidad de su habitación, su esposo la felicitaba por su comportamiento tancivilizado. Él sabía el esfuerzo que ella hacia para frenar su mordaz lengua y no responder a lasprovocaciones de su tía. Elizabeth, realmente quería que Darcy restaurara la relación con Lady Catherine,a pesar que nunca se llevaría bien con su señoría, no podía negar que amaba a su sobrino.Los días estaban cada vez más lindos, Georgiana, Elizabeth y el Coronel, trataban de salir de la casa lomáximo posible para dar largos paseos y huir discretamente de Lady Catherine.

Una tarde, en la que Darcy trabajaba en su despacho, recibió la visita de su tía.-Buenas tardes sobrino, espero no molestarte, pero necesito decirte algunas cosas antes de marcharme.Darcy se levantó de la silla y la invitó a sentarse. Tenía miedo de escuchar las palabras de su tía.-La escucho- respondió, preparándose para defender a su esposa.-He notado que Georgiana a perdido gran parte de su habitual timidez, se está convirtiendo en una mujerbonita. Creo que tu mujer la ha ayudado a superar su incomodidad. Pero espero que no le inculque suimpertinencia.-Tía, por favor… No dejó que termine de hablar.-No te preocupes, no hablaré mal de tu mujer. A pesar que sigo teniendo mis reservas en cuanto a ella, nopuedo negar que te ama, está haciendo un gran sacrificio para no responder a mis provocaciones.

Darcy la miró sorprendido de que lo hubiera notado.-¡Oh sí!, soy vieja pero mi inteligencia sigue siendo aguda. Lo he notado. Tal vez cambie mi opiniónsobre ella si te da pronto un heredero.-Tía, la amaré igual, me dé un heredero o no.-Lo sé, lo sé. Si algo he podido ver es que te tiene completamente embrujado. Pero no te ha hecho mal, sete nota más relajado y no te veía tan feliz desde que eras un niño.-Ella me hace feliz, como nunca creí que podría serlo- respondió con una leve sonrisa.-Bueno, me alegro, es lo menos que puede hacer. No le comentes esta conversación, no soportaría que memire pensando que soy una ancianita de buen corazón. Que quede claro, aún no llego a apreciarla como lohacen los demás, pero soy una persona justa y sólo he dicho lo que observé.-No diré una palabra.

Fueron interrumpidos por una criada que avisaba que el té estaba listo en salón donde ya se encontrabanel resto de los habitantes.Unos días después Lady Catherine, Anne y el Coronel partieron y Elizabeth respiró aliviada.Esa noche, Darcy, la encontró leyendo en la recámara, frente al fuego. Se acostó en la cama, desde ahí lepreguntó:-¿Vas a leer mucho tiempo más?-¿Mmm…? No lo sé. -La cama está muy fría.Elizabeth apartó la vista del libro, su esposo la miraba sin decir nada, pero sus ojos la reclamaban junto aél.-Pobrecito, ya iré a arroparte- le respondió con ironía, mientras apagaba las velas y se acercaba a la cama.Se metió debajo de los cobertores.-Brazo- dijo Lizzie, él ya sabía qué significaba.Darcy, abrió su brazo para que ella se acomodara sobre su pecho.-¿Ahora estás mejor?- le preguntó.-No demasiado- respondió en tono de broma.-¿No mejoró demasiado? – preguntó Lizzie, mientras levantaba un poco la cabeza para besarlo- ¿Yahora?-Un poquito mejor.Elizabeth sonrió y desprendió los botones de la camisa. Metió su mano y acarició su pecho.-¿Ahora?

Él respondió con un apasionado beso. Estaba feliz de recuperar a su Elizabeth.Los días posteriores fueron de mucho movimiento, las mujeres preparando sus baúles con lo que llevaríanal viaje y Darcy, ordenando todos los negocios antes de marcharse.Una hermosa tarde primaveral, Darcy decidió que era momento de salir a estirar un poco las piernas,

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había estado todo él día reunido con uno de los capataces y necesitaba despejar su cabeza.La belleza del paisaje de los bosques y parques quitaba el aliento. Los árboles florecidos, los jardines ensu esplendor, ayudaban a relajar la mente. Darcy divisó a lo lejos a su esposa sentada en un banco frente ala cascada, y se dirigió en su búsqueda.Se paró detrás de ella y le tapó los ojos.-¿Quién soy?- preguntó.-Mmm…veamos- dijo Elizabeth mientras con sus manos intentaba tocar la cara de su marido- No lo

sé…el Coronel no puede ser… ¿será mi esposo quizás?  -Acertaste- respondió y le besó la mano antes de sentarse junto a ella.-Hola mi amor- saludó Elizabeth- ¿Me extrañabas?Darcy solía ponerse un poco incómodo con esas burlas de su esposa, pero luego de cuatro meses dematrimonio, comenzaba a acostumbrarse.-Sí, siempre es así.-¿Terminaste tus negocios?-Sí, finalmente dejé todo en orden, listo para marcharnos mañana.-Me alegro, se te nota cansado- dijo acariciando su rostro- Te hará bien viajar.-Me hará bien disfrutar de este viaje con mis mujeres favoritas.Ambos se quedaron mirando el paisaje, en silencio, la cabeza de Elizabeth apoyada en su hombro. Esos

eran los momentos que le hacían bien y feliz, una sonrisa de dibujó en su cara.

Al día siguiente, temprano en la mañana partieron rumbo a Irlanda, pasarían unos meses muy felices, quequedarían en su memoria para siempre.No regresaron a Pemberley hasta casi comenzando el verano. Varias cosas cambiarían a partir deentonces… 

Capítulo 21 

El sol de verano golpeaba fuertemente. Elizabeth se sentó junto a la ventana, esperando que alguna brisala refrescara. El calor era intenso y ella miraba hacia fuera, buscando ver a su esposo, que había salido arecorrer la propiedad con su administrador. La preocupaba que estuviera tanto tiempo bajo esatemperatura.La Sra. Reynolds entró con una bebida refrescante y le acercó un abanico a Lizzie.-Gracias – dijo Lizzie - ¿Ha regresado el Sr. Darcy?-No Señora, aún está con Henry. Usted sabe que tiene que ponerse al día después de la larga ausencia-intentó tranquilizarla.-Sí, lo sé, pero es que hace mucho calor y no ha regresado desde la mañana- comentó preocupada.La Sra. Reynolds la miró con cariño, había criado al Señor Darcy desde niño y, a medida que conocíamejor a su joven esposa, se sentía feliz de la elección que había hecho su amo.

-¿Necesita algo más Sra. Darcy?- No…Sí, dígale a Andrew que tenga preparado el baño para mi esposo. -Se lo diré, con su permiso- dijo antes de retirarse.Lizzie tomó su bebida mientras se abanicaba, luego, caminó hacía el estudio de Darcy, estaba vacío. Seacercó a su escritorio, mirando los objetos que estaban sobre él y se sentó en el sillón cercano. Sobre lamesa, el pequeño retrato que Elizabeth le regaló en Navidad la miraba. Elizabeth se durmió con el calorde la tarde esperando el regreso de su marido.Despertó algunas horas después, se dio cuenta que era tarde porque el sol estaba descendiendo. Salió alcorredor y le preguntó a uno de los sirvientes si el señor había regresado. Ante la respuesta afirmativa,corrió hacia las escaleras, rumbo a la habitación. Al llegar al tope, debió frenar, le faltó el aire por unminuto y le provocó un mareo. “La carrera y el calor me están afectando” , pensó, mientras intentabanormalizar la respiración.Llegó a su dormitorio y entró al de Darcy por la puerta que los comunicaba. No había nadie en él, pero laropa para la cena estaba preparada sobre la cama. Caminó hasta el vestidor y golpeó la puerta.-¿Quién es?- preguntaron desde adentro.

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-Soy yo, ¿puedo pasar?- respondió al reconocer la voz de su marido.Tardó en responder, como si estuviera pensando la respuesta.-Estoy en la tina, si no te molesta puedes pasar.Elizabeth entró tímidamente, Darcy estaba recostado en la bañera. Tenía expresión de cansancio y susojos azules, resaltaban en el rostro ligeramente tostado.-¿Estás bien? Estuve muy preocupada por ti- le dijo.-Sí, sólo cansado.

Lizzie se sentó junto a él y jugueteó con su cabello mojado.-No deberías hacer lo que hiciste hoy, demasiado calor para pasearte por el campo. Si yo intentara hacerlo mismo, seguro que me lo prohibirías.-Entonces tengo que agradecer que me toca hacerlo a mí, de lo contrario tendría que pelear contigo- lecontestó mientras la tomaba de la cintura y la metía en la bañera.-¡Fitzwilliam!- gritó Elizabeth con su vestido mojado.-Pensé que tenías calor- le dijo con cara de inocente, para luego besarla apasionadamente.

Esa noche, Elizabeth se sentó cerca de la ventana abierta para sentir aire fresco. No se había sentido bien,el calor la había hecho sentir sofocada y adormilada. Los brazos de Darcy la rodearon por la espalda.-¿Sucede algo?- le preguntó.

-No puedo dormir.-¿Alguna razón en particular que acose esa cabecita?- preguntó a la vez que besaba en su cabeza.-Ninguna- respondió haciéndose la ofendida.-Entonces ven a la cama, no puedo dormir sin ti.La tomó de la mano y la llevó con él. En la oscuridad de la habitación, sólo iluminada por la luz de la lunaque entraba por la ventana, siguieron hablando.-Lizzie…tal vez quieras ir unos días a visitar a Jane, yo no puedo acompañarte, pero podrías ir conGeorgie…yo me reuniría con ustedes luego. -No, no quiero ir sin ti. Esperaré a que puedas ir conmigo.-Entonces podrías invitar a una de tus hermanas a que pase el verano con nosotros, tal vez Kitty estéinteresada.

-Le escribiré, Kitty tiene la edad de Georgiana y tal vez pueda aprender algo bueno de ella.

Veinte días después, Kitty llegó con cierto temor a Pemberley, la seriedad de su cuñado le producía ciertorespeto y un poco de miedo.A medida que pasaban los días, Kitty se hacía cada vez más íntima con Georgiana, a la vez que descubríaotra cara del señor Darcy, un lado cariñoso y preocupado de su familia.Una tarde, después de dar un paseo no tan largo como le hubiera gustado, Lizzie llegó cansada, pero felizde tener noticias de Jane y su familia. El embarazo estaba avanzado, Charles la cuidaba con demasiadorecelo y esperaba para fines de octubre. Le pedía que ya que ella no podía viajar, fuera a visitarla pronto.Elizabeth se dirigía al estudio a contarle a su esposo, cuando llegando a la puerta se topó con Georgiana,que salía con cara de disgusto. No tuvo tiempo de decirle nada, porque detrás de ella se asomó su esposocon cara de enojo y desilusión.-¿William, que ha sucedido?-Nada, nada que tengas que saber.-Fitzwilliam, soy tu esposa, estás claramente molesto, dime si ha sucedido algo- Elizabeth temía queGeorgiana le hubiera confesado sus sentimientos sobre Richard.-Creo que fue mala idea traer a tu hermana- dijo cortante.-¿Mi hermana…ha hecho algo malo? -Sí, es una clara influencia negativa en Georgiana. Antes de que ella llegara, no se había tocado el temade su presentación en sociedad…y ahora, de golpe, se le llenó la cabeza de bailes y pretendientes.  -¡Fitzwilliam, no es justo lo que dices! Es una joven mujer, y lo quieras o no, es hora que sea presentada

en sociedad…los bailes y pretendientes son algo normal. -Con ese criterio, mira que bien le fue a tu hermanita- respondió secamente, produciendo una herida enElizabeth.- No tienes ningún derecho de decir eso…tu más que nadie sabes que cualquiera puede tomar malas

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decisiones- la voz comenzaba a quebrársele.-Sí, lo sé y por eso trato de evitar las malas compañías de mi hermana.-Está bien, si eso te parece, tendrías que haberlo pensado mejor antes de “contaminar” con mi presencia yla de mi familia tu hogar- fue la respuesta dolida de Elizabeth, que intentaba con todas su fuerzas nollorar.Darcy no respondió nada, su orgullo no le permitía ceder en la discusión, aunque sabía que después sesentiría atormentado por sus palabras.

-No te daremos más problemas, apenas tenga todo arreglado, tanto mi hermana como yo, no iremos- ydiciendo esto salió fuera de la sala destruida en su interior. Quería que la siguiera, que le pidiera disculpaspor lo insensato de sus palabras, pero no ocurrió.

 Necesitaba respirar, sentía que el aire no ingresaba en su cuerpo, quería correr lejos y llorar tranquila…Enel corredor se encontró con Georgiana, ella la hablaba pero no podía escucharla, su cabeza daba vueltas.Balbuceó unas disculpas y salió hacia uno de los jardines, comenzó a caminar. Caminó y caminó hastaque no supo dónde estaba. Allí se sentó en el suelo y comenzó a llorar, sentía un dolor físico, como sialgo se hubiera roto dentro de ella.Se estaba haciendo tarde y no deseaba regresar. Sabía que era la hora de la cena y que probablementeestarían preocupados por ella, pero no se sentía lo suficientemente fuerte para enfrentarse de nuevo conDarcy. Así que se quedó inmóvil, allí sentada, hasta que oscureció.

En la gran casa, las dos jóvenes estaban sentadas solas en la mesa. Fitzwilliam había ido unos momentosantes y al ver que su mujer no se encontraba la había mandando a llamar. Su doncella le contestó que noveía a la señora desde la tarde. Darcy envió a varios sirvientes a buscarla por la casa y les preguntó a lasmuchachas si la habían visto. Georgiana le contó que la vio un poco extraña yendo a caminar y que no lavio regresar.La cara de Darcy se volvió preocupación, afuera estaba oscureciendo, Elizabeth no conocía tan bien losterrenos. Decidió salir a buscarla por los lugares que solía elegir para caminar, pero no estaba allí. Volvióa la casa, esperando que ya estuviera de regreso, pero no estaba ahí y las miradas de reprobación de suhermana y cuñada no ayudaban.Se encerró en su estudio a esperar que regresara.

En la oscuridad del bosque, Elizabeth podía ver las luces encendidas de la casa.Sabía que al regresar, la esperaba otra disputa y se armó de coraje. Entró a escondidas, no podía ir a sudormitorio, así que optó por entrar al dormitorio de Georgiana.Se notaba luz de vela debajo de la puerta, por lo que supuso que estaba despierta y golpeó a la puerta.Georgiana se levantó y abrió despacio.-¡Lizzie! ¡Gracias a Dios que estás bien!-Shhh, no quiero que Darcy escuche.-Lo siento, Lizzie, pasa. Es todo culpa mía.- No. No lo es, tu hermano es irracional en todo esto y lo que me ha dicho…lo que me ha dicho…- nopudo terminar de hablar, los ojos se le llenaron de lágrimas.-¡Oh Elizabeth!, lo siento mucho. Pero sé que te ama, a veces se deja llevar por su orgullo y su obsesiónpor protegerme, pero debe estar arrepentido, te lo aseguro. Déjame que le avise que llegaste y estás bien,realmente estaba preocupado. ¿Quieres comer algo?-Sólo un té.Georgiana salió y volvió un rato después con una bandeja.-Come algo, estás pálida.Estaban comiendo cuando la puerta fue golpeada, segundos después su esposo se asomó por ella.-¿Estás bien?-Sí, lo estoy- respondió fríamente.

-Los dejaré solos- dijo Georgiana.-Georgie, quédate- dijo Elizabeth- No creo que haya más que decir.-Sólo agregar que tus acciones de hoy fueron completamente infantiles- respondió Darcy.-¿Mi comportamiento infantil?

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-Desde luego que sí, dejar que toda tu familia se preocupe por ti de esta manera.-Sí se preocupara tanto, no diría las cosas que dijo.Georgiana estaba de lo más incómoda en medio de la tensión.-Seguramente en tu familia solucionan sus problemas así- contestó Darcy, que al momento de decirlo,supo que debería haber callado. Cuando iba a pedir disculpas, fue anticipado por las palabras deElizabeth.-Veo que mis acciones y las de mi familia siguen siendo un problema para usted, pero no se preocupe,

mañana mismo partiré junto a los que realmente me aman.-Lizzie…, sabes que no quise…- fue nuevamente interrumpido.-Por lo menos en mi familia, los sentimientos de los seres queridos son tomados en cuenta y siempre se habuscado su felicidad.Las palabras de Elizabeth fueron como una bofetada y lo hirieron. Él siempre tomó sus decisionespensando en lo mejor para su hermana, que su esposa no lo viera lo lastimó.-Seguramente es así, mañana debo viajar hacia Londres, si están listas, las escoltaré hasta Netherfield oLongbourn. Buenas noches.- diciendo esto, se retiró.Elizabeth quedó sentada en la cama de su cuñada con la mirada perdida.-Lizzie…Lizzie, ¿estás bien? -Sí, hazme un favor querida Georgie, dile a Susan que prepare mi ropa y la de mi hermana.

-Está bien- dijo retirándose.Elizabeth rompió a llorar apenas salió ella del cuarto. No había marcha atrás.

Capítulo 22 

Elizabeth se durmió en la cama con Georgiana, lloró hasta que no tuvo más lágrimas y se durmió cuando

el cansancio la venció.A la mañana temprano, se levantó y terminó de preparar sus cosas. Desayunó en la soledad de su cuarto ycuando estaba todo listo, bajó las escaleras.Su esposo la saludó fríamente y salió a corroborar si todo estaba listo para partir.Kitty y Georgiana se despidieron prometiéndose escribir, Lizzie lamentaba dejarla sola, pero no estaba ensu poder el llevarla consigo.-Georgiana, cuídate mucho. Estarás sola por un tiempo, sé que estás acostumbrada, pero escríbeme todoslos días. No sé cuándo regresaré…- no pudo terminar de hablar, un nudo en su garganta no le permitíaseguir.-¡Oh, Lizzie, no digas eso! Estarás de vuelta en un par de semanas, mi hermano no puede vivir sin ti,estoy segura de ello.

-Pudo vivir sin mí 28 años, supongo que puede seguir su vida sin mí.Georgiana se sentía terriblemente culpable. La discusión se había producido por ella.-Sino hubiera dicho nada sobre mi presentación, no habría ocurrido nada.-No tienes la culpa de nada, tienes edad para ser presentada y para ser cortejada. Tu hermano cree quemanteniéndote en el campo, fuera de la sociedad, evitará que te enamores. Elige pensar que mi hermanaes culpable en tu repentino interés, porque es ciego ante la realidad…  -¿La realidad?- preguntó Georgiana.-Sí, que tenerte encerrada no ha evitado que te enamores y quieras vivir tu vida.Un fuerte rubor subió a las mejillas de la jovencita, que no sabía cómo responder al comentario de sucuñada.-No tienes que decirme nada, hace rato que me he dado cuenta que tu y Richard están enamorados.-Lizzie…yo, no me he atrevido a decírselo a nadie…-Lo sé, espero que las cosas entre ustedes puedan terminar bien. Mientras tanto, seguiré guardando elsecreto.-Gracias, querida Elizabeth, te extrañaré- le dijo Georgiana abrazándola.

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Lizzie salió fuera y subió al carruaje, sentándose junto a su hermana. Frente a ellas, se ubicó Darcy. Sinduda, iba a ser un largo viaje.Como el calor era intenso, la capota del coche iba baja. Elizabeth no se sentía bien, la discusión con suesposo la había dejado agotada, sin poder dormir bien. El calor, el movimiento del carruaje y el incómodosilencio, no colaboraron para que se sintiera mejor.-Detén el coche…por favor - dijo Elizabeth al sentir una fuerte náusea.-Sr. Martin, deténgase- ordenó Darcy.

El coche frenó lo más rápido que pudo y Elizabeth se bajó de él de un salto. No pudo dar más que unospasos antes de lanzar su desayuno al costado del camino.Fitzwilliam había bajado detrás de ella e intentó tomarla del brazo. Lizzie no lo dejó.-¿Quieres un poco de agua?- le preguntó.Elizabeth asintió con la cabeza. Darcy buscó el agua en el coche y se lo alcanzó.Bebió un poco, sentía que su cabeza estaba a punto de estallar. Su esposo mojó un pañuelo y se lo puso enla frente.-Debe ser un golpe de calor- le dijo- Mantén el pañuelo fresco en tu cabeza.La ayudó a subir al coche y ordenó elevar la capota. Kitty estaba preocupada, nunca había visto a suhermana enferma. Elizabeth volvió a ocupar su lugar y apoyó su cabeza sobre el hombro de Kitty. Suhermana menor fue cuidándola el resto del viaje.

La llegada a Netherfield fue toda una sorpresa. No había tenido tiempo de avisar de su visita a Jane.Fue toda una alegría para su hermana verlos llegar, lo que no evitó que se diera cuenta que algo maloocurría entre Lizzie y su esposo.Ya había pasado la hora de la cena, pero se les preparó algo para que cenaran. Elizabeth se excusó. Jane laacompañó hasta la habitación.-Te veo radiante, Jane. El embarazo ha logrado hacerte más bella.-Gracias, siento que voy a explotar y aún me faltan 3 meses. Y tú, ¿cómo te sientes?-Bien, estoy bien. El viaje me hizo mal, pero fuera de eso, estoy bien.-Digo con tu esposo.Elizabeth no sabía si ocultarle la verdad a su hermana, no quería darle preocupaciones en ese estado. Perotarde o temprano se daría cuenta, optó por contarle lo ocurrido.

Jane la escuchó en silencio, tomándole la mano. Cuando terminó de contarle todo, le dijo con unaexpresión tranquila:-Ordenaré otra habitación para él, y puedes quedarte todo el tiempo que desees.-Gracias, Jane… por todo.-Es un placer tenerte para mí, aunque los motivos no sean agradables- dijo al salir de la habitación.

Elizabeth se durmió rápidamente. Poco después, se despertó por unos golpes en la puerta.-Adelante.Darcy entró en la habitación, Lizzie no estaba preparada para esa visita sorpresa.-Lo siento si te desperté- se disculpó su esposo- Mañana me voy temprano y quería saber cómo estabas.-Agradezco su preocupación, pero estoy perfectamente bien.-Bien…bien, me alegro. Un silencio largo e incómodo se produjo entre los dos. Ambos esperaban que el otro se disculpara paradejar todo atrás. El orgullo de los dos se interponía.-Espero que tengas un buen viaje- dijo Elizabeth después de un rato.-Gracias, espero que lo sea- respondió Darcy, mientras jugaba con los guantes que llevaba en la mano.La escena le recordó a Lizzie la visita que Darcy la había hecho en Rosings, cuando los Williams no seencontraban.-¿Sabe cuánto le llevarán esos negocios?- No, no lo sé. Bueno… creo que es tarde, te dejaré descansar. Buenas noches.-Buenas noches Fitzwilliam- susurró Elizabeth.

Cuando la puerta se cerró, las lágrimas volvieron a sus ojos, no sabía cuándo lo volvería a ver.Al levantarse a la mañana siguiente, él ya había partido. Intentó no estar triste, pero a menudo sedescubría con un nudo en la garganta y ganas de llorar.La visita de sus padres no ayudó demasiado, su madre no dejaba de hablar y de señalar lo maleducado de

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Darcy por no quedarse unos días para saludar. Su padre, más observador, notó la tristeza en los oscurosojos de su hija.La oportunidad de hablar con ella se le presentó esa tarde, cuando la encontró en la biblioteca, con unlibro en sus manos y su mirada en la ventana.-Bueno, ¿me dirás lo que sucedió con tu esposo? Por más que intenté sacarle información a Kitty, noquiso decirme nada y no ha hecho más que preocuparme, algo malo debió suceder para que ella se pongaseria.

-Papá, no quiero disgustarte con ello. Si Kitty no te ha dicho nada, es porque le he ocultado la mayoría delproblema.-Ahhh! Entonces estás reconociendo que hay un problema.-Sí, lo hay.-Espero que lo solucionen, cuando se enfríen los ánimos, reflexionará sobre lo que dijo o hizo y volverápor ti. Nunca he visto a alguien tan enamorado como a él. Ni siquiera a Charles, que adora a nuestra Jane.Lizzie le sonrió a su padre para tranquilizarlo, pero no estaba tan segura de si volvería por ella.

A la hora del té se reunieron en la sala. Elizabeth odiaba la expresión de lástima que le dirigían sushermanas, Charles y su padre. La única ajena a todo era su madre, que seguía haciendo comentariosinoportunos como “cuándo pensaba seguir el ejemplo de su hermana Jane y darle un heredero a su

esposo”, al mismo tiempo que comía un trozo de tarta.La escena descompuso a Elizabeth que volvió a sentir las náuseas y el calor repentino. Se levantó de lasilla y salió disparada hacia el corredor ante las miradas de todos. Jane iba a salir tras ella, pero Charlesno se lo permitió.-Voy yo- le dijo.Al salir de la habitación vio a Lizzie teniéndose de la pared, inclinada sobre una planta, devolviendo elcontenido de su estómago. Se acercó donde ella y la sostuvo, parecía a punto de desmayarse. Llamó a unacriada para que lo ayudara a llevarla hasta la habitación. La dejó con su doncella y mandó por un médico.Jane subió para acompañarla. Elizabeth creía que era demasiado escándalo por nada. El estado de nerviospor la separación con su marido estaba afectando su estómago, eso era todo.El médico llegó y se quedó a solas con Elizabeth. Al salir dijo que no era nada grave, probablemente el

extremo calor y el largo viaje. Que descansara y no se expusiera al sol.Jane se dedicó a cuidarla, estaba feliz de no ser ella el objeto de atenciones. A pesar de seguir lasindicaciones del médico, siguieron sus náuseas y malestares.Los días iban pasando y no tenía noticias de Darcy. Ni una carta, ni una nota. Georgiana le escribíaseguido y por ella supo que seguía en Londres. El no recibir nada de él, la entristecía enormemente.Cada vez que llegaba el correo, tenía la esperanza de recibir algo, pero no era así. Varias veces habíapensado en escribirle ella, pero no sabía que decirle. No, él era quien había puesto distancia entre ellos, lecorrespondía buscar el acercamiento.Los tíos Gardiner vinieron desde Londres para alegrarla.Apenas tía Mary la vio, se preocupó al verla tan pálida.-Querida, ¿haz vuelto a ver al doctor?-No es necesario tía. Estoy bien, estoy teniendo un mal momento, eso es todo.-Lo sé, no creas que tu esposo está pasándola bien.-Tía…¿lo haz visto?- preguntó con expectativa.-Claro que sí, desde que llegó a la ciudad, nos visita casi todos los días. Se lo ve tan triste. Pero es terco,Edward ha intentado hablar con él, hacerlo entrar en razón, pero no hay caso.La cara de Elizabeth se demacró más de lo que estaba.-Lizzie, escríbele, estoy segura que volvería en un instante si se enterara que no estás bien.-¡No, tía! No le digas nada sobre mi salud, si vuelve, que sea porque desea estar conmigo, no porpreocupación. Necesito aire fresco, iré a buscar un sombrero.-Te acompañaré en tu paseo si no te importa.

-Me alegra que me haga compañía.Elizabeth subió las escaleras y cuando llegó al final de ellas, sintió que el aire escaseaba y todo se poníaborroso. Eso fue lo último que recordó. Cuando abrió los ojos, no sabía dónde estaba, la habitación estabaoscura.

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-¿William?- preguntó.-No, Lizzie, soy yo, Jane. Estás en Netherfield, te desmayaste en el corredor hace algunas horas.-¿Qué hora es?-Tarde, nos tenías preocupados. El doctor debe estar por llegar.- No, no es necesario…-la interrumpió la puerta, el médico acababa de llegar.Cuando quedaron solos, le dijo:-Bien, cuando piensa decirle la verdad a su familia.

-Siento mucho que lo molesten, pero no deseo que lo sepa nadie por ahora.-Tarde o temprano tendrá que decirlo, le puedo asegurar que dentro de menos de lo que usted piensa, senotará, pregúnteselo a su hermana- le contestó en tono de broma.Elizabeth sonrió nerviosamente, aún le costaba creer que llevaba 9 semanas de embarazo. Su mirada senubló nuevamente al darse cuenta que su esposo ignoraba su estado.

Capítulo 23 

Ya hacía un mes que Elizabeth estaba en Netherfield y la tristeza por no tener noticias de su esposo lahabía puesto melancólica. La felicidad de su embarazo se veía empañada por no poder compartirla con él.Lo que su padre le había dicho a su arribo, comenzaba a tener sentido. El tiempo transcurrido la habíahecho reflexionar sobre lo sucedido. Él era un tonto por lo que le había dicho, pero ella también habíadicho cosas de las cuales estaba arrepentida.Hacerlo sentir como un egoísta por su reacción con Georgiana, había sido cruel. No podía poner en dudael amor por ella y sabía que lo había lastimado. Ver la dicha matrimonial de su hermana y su cuñado, nocolaboraba a mejorar su ánimo, le producía nostalgia.

Sus habituales caminatas eran breves, siempre en compañía de Jane o su tía. El médico le había pedidoque tomara precauciones y ella no haría nada para poner en riesgo a su bebé, pero tampoco sería de esasmujeres que toman el embarazo como si fuera una enfermedad. Sus náuseas matutinas continuaban y porel momento, no había vuelto a desmayarse.En una de las caminatas diarias, fueron sorprendidos por la llegada de Charles, quien traía cara depreocupación en el siempre ameno rostro. Tía Mary iba llevando del brazo a Jane y Elizabeth habíaquedado un poco detrás. Charles comenzó a caminar junto a su cuñada extrañamente silencioso. Despuésde dejar que se adelantarán un poco más su esposa y la tía, se decidió a hablar.-Recibí carta de Darcy- dijo ante la mirada de Elizabeth, mezcla de expectativa y desilusión.-¿Sí?- preguntó después de una pausa- ¿Dice si vendrá pronto?- No…sólo son unas líneas, preguntando por la salud de todos. Lo siento, no sé que pasó entre ustedes,

pero quería saber si me dabas el permiso de contarle que no te haz sentido bien.-¡No, por favor Charles!, no digas nada- le suplicó Lizzie.-Elizabeth, eres mi hermana ahora, pero él es mi mejor amigo, no quiero tener que mentirle.- No le mientas, sólo ocúltale lo mío, por favor…no deseo que se sienta en la obligación de venir.Además, he estado pensando en regresar a Pemberley, extraño a Georgiana.-Darcy me mataría si te dejo volver sola.-No iría sola, le pediré a mi padre que venga conmigo. Será lindo tenerlo allá, sólo fue una vez, cuandoestábamos comprometidos. Y prometo regresar para cuando Jane dé a luz.-Sí ya tienes todo arreglado, no pondré objeciones. Espero que sepas que puedes quedarte todo el tiempoque desees.-Gracias, Charles, lo sé- y después de unos momentos, le preguntó- ¿Darcy pregunta por mi?La cara de Charles no necesitaba respuesta. La miró con tristeza y negó con la cabeza.-Está bien – fue lo único que pudo decir antes que sus ojos se llenaran de lágrimas y desviara la vista desu cuñado.-¿Te encuentras bien?- le preguntó momentos después al ver su palidez.

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-Creo que necesito sentarme… Cuando Charles la tomó del brazo para conducirla a un banco, Elizabeth se desvaneció.

Unos minutos más tarde despertó. Su hermana y su tía estaban junto a ella abanicándola.-¿Qué sucedió?- preguntó mientras se sentaba.-Volviste a desmayarte. Charles fue hasta la casa a buscar ayuda.-Por favor no llamen al médico, no dirá nada nuevo.

-Elizabeth Darcy, ¿desde cuándo lo sabes?- preguntó enojada su tía.-¿Saber qué?- dijo haciéndose la que ignoraba sobre lo que hablaba su tía.-Bien sabes de qué hablo, señorita.Jane las miraba perpleja, sin saber de lo que hablaban.-Es horrible lo que estás haciendo, preocupándonos a todos, cuando conoces el motivo de tus síntomas- lereprochó tía Mary.Elizabeth no decía nada, estaba haciendo un esfuerzo para no llorar.-¿Qué sabe tía?… ¿qué es lo que sabes Lizzie?- preguntó Jane confundida.-¡Qué espera un niño!- fue la respuesta de su tía.Jane miró sorprendida a su hermana esperando una respuesta por parte de ella.- No se enojen conmigo…por favor, no podría soportarlo- dijo estallando en llanto.

-¡Oh, Lizzie!- exclamó Jane abrazándola como podía con su vientre abultado- No puedo enojarmecontigo, no sabiendo lo que estás pasando.- No quería decir nada…no antes que lo sepa mi esposo- dijo sollozando.-Está bien, Elizabeth, tranquilízate, no ayuda a tu bebé que te pongas así- le dijo la tía, tratando decalmarla.Al ver que se aproximaba Charles con unos criados, Lizzie intentó disimular.-¿Ya está mejor?- preguntó mirando a su esposa.-Sí, sí…tal vez caminamos demasiado hoy- respondió con una sonrisa dirigida a su hermana.-Llevémosla dentro.Por más que Elizabeth insistió que podía caminar sola, Charles no la dejó. La obligó a aceptar la ayuda yla enviaron a descansar.

Esa misma tarde, Charles decidió escribir a su amigo, por más que quería contentar a su cuñada,consideraba que Darcy merecía saber la verdad. Se puso en su lugar y, sin lugar a dudas, él querría estarinformado si su esposa no estuviera bien de salud.Decidió escribir una nota y la enviaría al día siguiente.Mientras tanto, en la habitación, Lizzie le pidió a su doncella que preparara sus cosas. Estaba decidida apartir al día siguiente, lo único que necesitaba era que su padre lo confirmara. La respuesta del Sr. Bennetno se hizo esperar, esa noche, cuando fueron a cenar, su padre subió a verla a la habitación.-¿Cómo te sientes Lizzie?-Bien papá, gracias. ¿Pensaste en lo que te pedí? Quiero irme a casa, pero Charles no me dejará si no vasconmigo.-Sí, lo pensé y haré lo que te haga feliz. Mañana saldremos temprano si es que te sientes bien.-¡Gracias! – dijo y lo abrazó fuertemente.A pesar de la oposición de toda la familia, a la mañana siguiente, Elizabeth partió con su padre aPemberley. No fue un viaje sencillo, el movimiento del carruaje hizo que en varias ocasiones se sintieraenferma. Pero intentó sobreponerse pensando que pronto llegaría a su hogar.Llegaron para la hora de la cena y fue toda una revolución en la gran casa. Georgiana estaba muycontenta por el regreso de su cuñada, pero también sentía inquietud por el aspecto cansado y demacradode su cara.El Sr. Bennet obligó a Lizzie que probara bocado antes de irse a descansar. Lo hizo a regañadientes, perono se atrevió a negarse.

Luego de ver acomodado a su padre, se retiró a su habitación. No podía creer que hacía más de un mesque no estaba ahí. Miró todo como si fuera la primera vez y se recostó en su cama. La misma quecompartía con su esposo, al que cada día extrañaba más. Olió la almohada donde el dormía y unaslágrimas se derramaron en ella.

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A la mañana se sintió mejor, el estar en casa con su padre y Georgiana, la confortaba. Estuvo distraídahaciendo de guía para su padre y olvido por unos momentos la ausencia de Darcy.Pero al llegar a la galería de las esculturas, quedó paralizada frente al busto de su marido. Quedómirándola fijamente, sintiendo lo mucho que quería volver a verlo.Su padre la tomó de la mano y la condujo a un asiento.-Bueno, creo que es hora que le escribas diciéndole la verdad- fueron las palabras del Sr. Bennet- Hepasado por esto 6 veces y reconozco los síntomas de una mujer embarazada sin problemas.

-¡Oh, papá! ¡No sé qué hacer!- dijo apoyándose en él.Su padre la abrazó fuerte y trató de consolarla.-Todo saldrá bien, ustedes tienen la fortuna de estar enamorados, podrán solucionar cualquier desacuerdo.

En Londres, en su casa de Governor’s Square, una carta estaba sobre el escritorio del Sr. Darcy. Recién terminaba una reunión con sus asociados de un nuevo emprendimiento donde invertiría dinero,cuando vio la carta escrita por su amigo.Se sentó a leerla cerca de la ventana, las breves palabras que estaban escritas le produjeron alarma.

“Estimado amigo: No quería revelarte estas noticias, pero creo que es mi deber como amigo tuyo y hermano de Elizabeth.

Contrario a los deseos de tu esposa, me decidí ha informarte que ella no se está sintiendo bien. El doctorha venido a verla en reiteradas ocasiones, pero no ha mejorado. Realmente estoy preocupado, hoy mismoha vuelto a desmayarse.Espero haber hecho bien en avisarte.Charles Bingley” 

Darcy se levantó e, inmediatamente, mandó a preparar su caballo. Era más rápido que viajar en carruaje.Con suerte, llegaría a Netherfield al anochecer.

Capítulo 24 

Darcy viajó sin parar, en su mente se mezclaban la preocupación por su esposa y la culpabilidad pordejarla sola.Las últimas millas le parecieron eternas. Al anochecer, divisó al fin, Netherfield. Se bajó en la entrada,dándole su caballo a un sirviente para que lo hiciera descansar y alimentar, el pobre animal estabaagotado.

No alcanzó a poner un pie en la casa, que su amigo fue a recibirlo.-¡Darcy, qué sorpresa!-Hola Charles, ¿dónde está Elizabeth?-Creo que recibiste mi primer carta…pero no la segunda. Darcy lo miró con cara de preocupación.-Siento decirte que no está acá, se marchó a Pemberley, a pesar de sugerirle que no lo haga.-¿Se marchó…sola?-No, con Thomas, jamás le hubiéramos permitido que viajara sola. Aunque no nos pidió permiso.-Sí, puedo imaginarlo- comentó Darcy con una leve sonrisa, recordando lo terca que podía ser.Luego, preguntó con impaciencia:-¿Cómo está ella? ¿La ha visto un médico? ¿Qué ha dicho?-Calma. Ven al estudio y conversemos ahí, mientras comes algo.El nerviosismo de Darcy era notorio, apenas entró al salón, volvió a preguntarle lo mismo a su amigo.-Debo ir desde el principio. Apenas te marchaste, comenzó a sentirse mal. Pero imaginamos que era porlo que había sucedido entres ustedes…No quiero ser entrometido, pero era algo obvio que las cosas no

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estaban bien.Darcy se limitó a mirar a Bingley y asentir con la cabeza.-Pero me preocupé mucho cuando se desmayó en el corredor y luego en el jardín.-¡Se desmayó! ¿Cuándo? ¿Vino el doctor a verla?-Sí, sí…me aseguré de ello. La revisó dos veces y dijo que no era nada grave.-Tengo que verla…inmediatamente. Charles, necesito un caballo- dijo de repente.-¿Un caballo, ahora? Es casi de noche, mejor te quedas y sales en la mañana.

-No, quiero irme ahora. No puedo esperar a mañana.-Creo que eres tan obstinado como tu esposa- dijo Charles antes de pedir que ensillaran un caballo- Janese enojará conmigo por no convencerte para que te quedes, y tu suegra…no parará de criticar tu conducta. -Pídeles disculpas por mi, pero ahora necesito estar con ella.Un rato después, Darcy cabalgaba bajo la luz de la luna llena. Sería una larga noche, pero no podíaesperar, deseaba tanto verla que no sentía el cansancio.

En Pemberley, Georgiana, deleitaba al Sr. Bennet con su música. Habían intentado convencer a Lizzieque también interpretara algo, pero ella no tenía ánimo. Tomó un libro y trató de leer. Pero suconcentración estaba dispersa, su mente no dejaba de pensar en su esposo. Intentó disfrutar de la velada lomáximo posible, no quería tener que ir a la cama. A pesar de sentir un continuo cansancio, no podía

conciliar el sueño.Cerca de la medianoche, Georgiana se retiró a descansar y su padre, la obligó a que haga lo mismo.A regañadientes, fue a su habitación, Susan la ayudó a desvestirse y a acostarse. Intentó leer para que lediera sueño. Estaba cansada, quería dormir, pero sentía que no descansaría hasta estar con Darcy…Depronto, tomó la decisión de abandonar su orgullo y escribirle, para decirle que lo necesitaba junto a ella.Mañana mismo lo haría, y rezó para que él viniera.Se durmió de a ratos, pero se sentía ansiosa, finalmente se levantó a su escritorio, tomó su pluma, unahoja y comenzó a escribir. Lo hizo desde el corazón, lo único que le importaba era que él volviera a ella,lo demás, la discusión y la distancia, estaba olvidado. Miró el reloj, no eran todavía las cinco y hacíacalor. Se puso una bata sobre el camisón, se calzó y se miró al espejo, mirando su apenas perceptiblevientre. “Nacerá en el invierno”, pensó y comenzó a inquietarse por cómo se lo diría a Darcy. No dudaba

que se pondría feliz, pero también sabía que esto traería cambios en su relación y no le gustaba la idea.Había podido ver la manera en que Charles trataba a Jane, cuidándola como si fuera un objeto de cristal apunto de romperse frente al mínimo roce. Tendría que ser clara con Darcy, explicarle que no necesitabaprotección ni cuidados extremos, seguía siendo la misma Lizzie.La casa estaba en absoluto silencio, algunos sirvientes comenzaban a levantarse en el ala que lescorrespondía.Salió a la terraza, aquella donde la alcanzó Darcy en su primera visita a Pemberley, cerró los ojos parasentir la brisa reconfortante que anunciaba lluvia.Bajó las escaleras y comenzó a caminar, no pensaba ir lejos, el viento movía su falda y despeinaba sucabello trenzado. Unos truenos la alarmaron y la volvieron a la realidad, notó que se había alejadobastante de la casa y comenzó el camino de regreso, pero la lluvia la alcanzó. Elizabeth corrió hasta elprimer refugio que encontró e ingresó al establo. Parecía ser la típica lluvia de verano, un fuerte chubascoque acabaría pronto, uno de los caballos se inquietó con un trueno y Elizabeth se acercó a tranquilizarlo.Se entretuvo dándole de comer mientras la tormenta se disipaba.La lluvia estaba disminuyendo cuando creyó escuchar el ruido de un caballo que se acercaba. Acomodósu ropa, preparándose para tener que dar excusas de su inapropiada circunstancia, cuando escuchópronunciar su nombre por la masculina voz de su esposo.-Elizabeth…-dijo Darcy, sorprendido de encontrar a su mujer allí.Lizzie se quedó inmóvil, observando calladamente a su esposo, sin estar segura de no estar soñando, conel corazón desbocado de nerviosismo y alegría.-Elizabeth- volvió a decir- ¿Qué estás haciendo aquí?- preguntó, mientras metía el caballo a la caballeriza

y se sacaba el saco mojado. Tenía el rostro lleno de cansancio, el pelo empapado y revuelto.-Yo…yo…no podía dormir y salí a caminar. Me gusta caminar - fue la respuesta nerviosa de Lizzie.-Sí. Sí, lo sé.Un incómodo silencio se produjo entre los dos. El corazón de Elizabeth latía a gran velocidad, no sabía

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qué decir y lo único que quería era correr a sus brazos.Finalmente, Darcy habló, no tenía pensado que su encuentro sería así. En el camino, había pensando encómo hablar con ella, pero encontrarla allí, hizo que olvidara todos los discursos.-He sido un tonto testarudo, por favor perdóname. Tendría que haber ido por ti, pero temía que no meperdonaras. Desde que me marché no puedo comer, ni trabajar, ni dormir bien. La carta hizo que medecidiera a volver. Por favor, Elizabeth, espero que me perdones, no puedo estar más tiempo alejado de ti.-¿La carta?- preguntó Elizabeth.

-Sí, me enteré que estabas enferma… Elizabeth lo interrumpió ofendida.-Sí es por eso que has vuelto, fue un error y te informaron mal. No estoy enferma, sólo no me he sentidobien. Fue totalmente innecesario que vinieras por eso- dijo con aire de no necesitar la ayuda de nadie.-¡No, no es por eso que estoy acá! Admito que la carta ayudó a decidirme, pero el verdadero motivo esque…te amo. No puedo pasar otro día alejado de ti. Me comporté horrible… Elizabeth corrió hasta donde estaba él y se arrojó a sus brazos. Lo único que quería, desde el momentoque lo vio, era besarlo.-Te perdono, pero necesito que me prometas dos cosas… -Lo que quieras.-Perdóname tú también y prométeme que nunca… nunca más me dejarás. 

-Lo prometo.La tomó de la cintura para atraerla cerca de él y se besaron larga y apasionadamente. El contacto con elcuerpo mojado de su esposo empapó las escasas ropas de Elizabeth. Las manos que la aferrabanfuertemente por el cuello y la cintura, pronto comenzaron a recorrerla con ansias. Se sintió llena deseo,quería estar con él en ese momento. Ese pensamiento la llenó de culpa, estaba esperando un niño, no sesuponía que debiera sentir tanto ardor. La boca de Darcy que bajaba por su mentón hacia el cuello, hizoque la culpabilidad la abandonara. Enredó sus dedos en el cabello de él, indicando el camino hacia suspechos. Él despeinó su trenza, soltándole el cabello, que cayó como una oscura cascada sobre su espalda.La lluvia había terminado y alguien se acercaba al establo.Se soltaron de inmediato y arreglaron sus ropas. Elizabeth intentó disimular su sofocación, mientrasarreglaba su pelo revuelto. Con una mirada cómplice, resolvieron entrar a la casa. Ya estaba comenzando

el día, pero para ellos no. En el camino hacia ella, debieron usar todas sus fuerzas para no tocarse. Porprimera vez en su vida, Darcy odió que la casa fuera tan grande. No tolerando más la sensación deansiedad por poseerla, la tomó de la mano para apurar su paso. En el primer rincón oscuro del corredor,asaltó sus labios por sorpresa. La intensidad y profundidad del beso la dejaron sin aliento y con temor decaerse. Se aferró de él, rodeándolo con sus brazos por el cuello. Extrañaba la sensación de luchar porrecuperar el aire. Las manos la acercaban a él, no dejando espacio entre sus cuerpos temblorosos.Elizabeth levantó su pierna para enlazarlo a ella, Darcy, recorrió con su mano la suave pantorrilla, la parteposterior de la rodilla, siguiendo hacia su muslo. No podía esperar más, lo obligó a detenerse paracontinuar.Siguieron el camino hacia su recámara con breves interrupciones necesarias como adelanto de lo quevendría.Se encerraron en la habitación, necesitaban sentirse nuevamente, no podían dejar de besarse, de tocarse yde amarse. Mientras las ropas eran despojadas con impaciencia y excitación, algunos muebles fueronusados como apoyo y ciertos objetos cayeron descuidadamente al suelo.-Te necesito…ahora- le susurró Darcy al oído, conduciéndola a la gran cama y quitándole el camisón alos tirones. La fina tela se desgarró, dejándola desnuda rápidamente.La condujo hasta la cama para adueñarse de ese cuerpo al que sentía como propio y se unió a ella.

La Sra. Reynolds, había avisado sobre la llegada del amo, pero prohibió que se lo molestara a cualquierade los dos.

Despertaron en la tarde. Desde la separación, ninguno de los dos había podido dormir tan bien, porprimera vez en el largo mes, durmieron sin preocupaciones.Lizzie despertó primero, apoyada en el pecho de Darcy, lo acarició mientras pensaba en la forma dedecirle sobre el bebé.

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Él despertó poco después. Suspiró antes de hablar.-Sra. Darcy…-dijo antes de besarla. Su sonrisa iluminaba todo y ella sólo pensaba en ser suyanuevamente. Más tarde tendría tiempo de decírselo, ahora no podía soltar sus labios que la quemaban, quela invitaban a amarlo con desesperación. Su cuerpo lo deseaba, sediento de él como si estuviera perdidaen el desierto y él fuera un oasis.Lo miró llena de adoración, para descubrir aliviada que él, la miraba con una pasión enardecida. Volvió abesarlo, arrebatada, con vehemencia, feliz de ser correspondida.

Después de volver a amarse, se quedaron recostados, mirándose. A Elizabeth le cortaba la respiraciónsaber que ese hombre le pertenecía. El sonido de su estómago hambriento, rompió el momento.Era tarde para almorzar y temprano para cenar. Además, ninguno de los dos quería abandonar lacomodidad de la cama para tener que hacer cosas como, vestirse y no tocarse por largos períodos detiempo. Darcy, llamó a un sirviente y le pidió el servicio de té a la habitación. Se daba cuenta de loterriblemente descortés que se comportaba al no bajar a tomarlo con su hermana y su suegro. Pero en esosmomentos, realmente no le importaba otra cosa que estar solo con su esposa. Seguramente,comprenderían que estaba cansado después de un largo viaje y sabrían disculparlo.Llevó la bandeja a la cama donde aún estaba Lizzie. Ella se sentó contra el respaldar de la cabecera y él lesirvió el té.-¿No debería hacerlo yo?- preguntó divertida con la novedad de la situación.

-Guarde sus comentarios, Sra. Darcy, y disfrute de mis atenciones- respondió su esposo ofreciéndole lataza.-Gracias- respondió, dándole un pequeño sorbo, probando su estómago.-Come algo- le ordenó, mientras le entregaba un panecillo que acababa de untar en mermelada fresca.Elizabeth hizo una mueca al sentir el aroma cerca de su nariz. No sabía se lo toleraría, él insistió y nopudo negarse.El resto de la tarde lo pasaron en la cama. Conversaron sobre las trivialidades del mes en que estuvieronseparados y, Lizzie evitó el tema de su “enfermedad”. Aún no sabía cómo decírselo.Para la hora de la cena, ordenaron sus baños. La Sra. Reynolds estaba en el cuarto de baño de Lizziecuando ella entró.-Buenas tardes Sra. – la saludó- Espero que hoy se sienta bien.

-Sí, gracias, me siento muy bien. Y por favor, ya le he pedido que me diga Elizabeth.-No, no, no. No corresponde, Sra. Darcy. ¿Hoy tiene apetito?-Sí, ruego poder comer algo sin sentirme mal.-¿Ya le dijo del bebé al Sr. Darcy?Elizabeth quedó muda. ¿Era algo tan obvio su estado?-Por su cara deduzco que no. Espero que se lo diga pronto, se que lo hará muy feliz.-¿Cómo…cómo lo sabe? -¿Lo del bebé o que el Señor se pondrá contento?-Lo del niño.-¡Oh!, eso. Cuando una persona llega a mi edad, ha presenciado ya muchos embarazos y nacimientos.-¿Usted cree que a él le gustará la idea…aunque sea una niña? -¡Claro que sí! Lo único que le importará es que sea sano y que usted esté bien- respondió con unasonrisa.-Trataré de contárselo hoy. Estoy esperando el momento adecuado.-Usted sabrá cuando sea el momento. Felicidades por el bebé y gracias.-Gracias...¿por qué?-Por hacer tan dichoso a mi Señor- dijo mientras dejaba sola a Elizabeth.Lizzie se recostó en la bañera sabiendo que tenía que decírselo esa misma noche.

Capítulo 25 

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Él entró en la habitación que compartía con su esposa y la encontró sentada en un sillón, concentrada ensus pensamientos. Darcy caminó en su dirección, no lo vio hasta que estuvo junto a ella.Estaba resuelto a pedirle que se sincerara con él y le contara sobre su estado de salud.Realmente temía que fuera algo malo y que ella se lo estuviera ocultando. Se paró frente a ella y tomó susmanos para que se levantara.Elizabeth le dedicó una sonrisa pero había pesadumbre en su mirada. Sin soltar sus manos, Darcy lepreguntó:

-Lizzie…necesito que seas honesta conmigo. De lo que sea que trate el secreto que guardas, puedesdecírmelo. Sabes que puedes contar conmigo.A Elizabeth se llenaron los ojos de lágrimas y apoyó la cabeza contra el pecho de su marido. Estareacción alarmó más a Darcy.-Por favor, dímelo, o creo que me volveré loco… -Perdóname, sé que debería habértelo dicho antes, pero estaba tan ofendida contigo y ahora temo…temoque vuelvas a enojarte - le dijo sollozando.-¡No…no me enojaré, te lo juro!- prometió sinceramente- Pero, por favor…por favor, dime lo quesucede… Su esposa lo interrumpió abruptamente.-Estoy…estoy esperando un bebé- dijo mirándolo a los ojos para ver su respuesta ante el anuncio.

Darcy la abrazó fuerte, casi levantándola en el aire. Se sentía tan aliviado y feliz. La soltó para poderverla a los ojos, acarició su cara y besó su frente, aspirando el suave olor a lavanda de sus cabellos.-¡Esas…esas son maravillosas noticias!- exclamó riendo.-Sí…sí, lo son- le respondió devolviéndole la sonrisa.-¿Hace cuánto que lo sabes?... ¿qué te ha dicho el doctor?... ¿Cuándo nacerá?Las preguntas ansiosas de su esposo no le permitían dar respuesta a Lizzie.-Shhh…por favor. Déjame que te responda de a una- le dijo divertida por la situación- Primero, me enterépoco después que te fueras a Londres. Segundo, el médico me ha dicho que está todo bien y, tercero,nacerá en febrero.Darcy le tomó el rostro con las dos manos y no pudo evitar el besarla con dulzura. Elizabeth, másatrevida, lo agarró del chaleco devolviéndole el beso con pasión hasta quedarse sin aliento.

-Elizabeth…-dijo al recobrarse- Hoy…yo no sabía…deberías haberme advertido. -¿Advertirte qué? ¿Qué hiciste hoy que no hicieras antes?- le preguntó en clara actitud de estardisfrutando de la incomodidad de él.-Tú sabes…de saberlo me hubiera contenido… Lizzie lo miró con la picardía que la caracterizaba, riéndose antes de responderle.-Yo lo sabía y no se me ocurrió detenerte- y tomándolo del cuello, volvió a besarlo- Además, no pretendoque te contengas.Darcy se rió de su comentario. Se abrazaron por unos momentos, Elizabeth llevó la mano de su esposopara que toque su vientre. No podía borrar la sonrisa de su cara.-Creo que es hora de bajar. Aún no he visto a Georgiana ni a tu padre  – sugirió Darcy, al notar que eratarde.-Estarán felices de verte, pero no tanto como yo.Se besaron brevemente antes de bajar. Cuando se dirigían hacia el comedor, Darcy le preguntó:-¿Georgie y Thomas lo saben?-Mi padre lo dedujo, supongo que tener tantas hijas lo hace conocedor del tema. Georgiana no sabe nada.-¿Te parece oportuno que se lo digamos esta noche?Elizabeth estaba tan contenta que sentía que no podía decirle que no a nada.-Te dejaré el privilegio de contárselo.Darcy la miró y besó su mano.-Tendremos que anunciarlo a los sirvientes- le dijo él.-¿Deseas tener espías por toda la casa para que me vigilen?- le preguntó divertida.

-Adivinaste mi intención- le respondió en el mismo tono.En el comedor, los esperaban desde hacía quince minutos, era la primera vez en un mucho tiempo que elseñor llegaba tarde.Las caras de felicidad del matrimonio eran notorias. Luego de los saludos, se sentaron a la mesa. Darcy

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tenía un apetito voraz y Elizabeth intentó comer algo. Pero el bebé no le permitía tolerar demasiado.La cena estuvo animada, el Sr. Bennet conversó con yerno sobre los negocios en la ciudad y las mujeressólo escuchaban. De vez en cuando, Darcy le tomaba la mano por debajo de la mesa y la miraba con esamirada tierna que habían logrado enamorarla.Al terminar, en lugar de tomar un brandy con su suegro, mientras las mujeres se iban a la sala de juegos,tomó el brazo de Lizzie para ir con ella.Una vez en la sala, Darcy les pidió que se sentaran para hacer un anuncio. Antes de hablar, le preguntó al

oído:-¿Estás bien?Elizabeth asintió con la cabeza. Su padre la miró con una sonrisa, estaba muy orgulloso de la mujer enque se había transformado su pequeña Lizzie.Darcy eligió no sentarse pero, en una manifestación pública de afecto rara en él, tomó la mano deElizabeth.-Queremos que sepan que… Elizabeth está esperando un hijo. Georgina lanzó un grito de alegría y corrió a abrazarlos.-¡Es grandioso! ¡Seré tía!- exclamó contenta.El Sr. Bennet se paró y felicitó a Darcy de manera cortés, para luego abrazar a su hija.-¿Cuándo nacerá, Lizzie?- le preguntó Georgiana.

-Creo que a mediados de febrero.-¡Oh, estoy tan feliz por ustedes!-Gracias, Georgie- respondió su hermano.Durante el resto de la noche no hubo otro tema de conversación entre las dos damas. Hasta que Darcy,pensó que ya era hora que Elizabeth fuera a descansar. Como no quería discutir con él, se fue a lahabitación y su doncella la ayudó a prepararse para la cama.Se quedó dormida sentada en el sillón, esperando que viniera su esposo. Despertó en sus brazos, cuandola levantó para acostarla.-Hola- dijo Lizzie con voz dormida.-Hola- respondió Darcy mientras caminaba hacia la cama- ¿Por qué no te acostaste?-Te estaba esperando.

-Necesitas descansar. Me quedé conversando con Thomas.-Creo que intentabas evitarme.-¿Evitarte? Nunca haría eso- contestó al tiempo que la tapaba. Besó su frente y le dijo: --Ahora duerme.-Te libraste de mi…por ahora- dijo durmiéndose nuevamente.Darcy se acostó poco después, no podía dormir tratando de procesar lo sucedido en ese día. El ser padreno lo asustaba tanto como el que le sucediera algo a Lizzie. La miró dormir, estaba tan bella y tranquila.Recordó la muerte de su madre, ocurrida durante el parto de Georgiana, y no quiso pensar en laposibilidad de perderla. No, no debía pensar en ello. Elizabeth lo necesitaba, tenía que apoyarla,consentirla, amarla con todas sus fuerzas. Acarició su rostro y la abrazó antes de cerrar los ojos paraintentar dormir.Darcy despertó al sentir cosquillas en su cuello. Su mujer lo besaba y jugaba con su oreja.-Mmm...Elizabeth, ¿qué haces?-Nada- dijo y siguió besándolo hasta llegar a su boca.-Elizabeth…no creo que deberíamos…-no pudo seguir hablando, Lizzie había llegado a sus labios.Tomó el rostro de su esposa y lo alejó un poco.-Lizzie…creo que deberías hablar con el Sr. Gibson antes de seguir con esto…-alcanzó a decir antes quevolviera a besarlo.-¿Por qué…te preocupa que quede embarazada?- fue la traviesa pregunta que le hizo Elizabeth y, despuésagregó – Si es porque te sientes mal, ve a ver al doctor, yo me siento mejor que nunca- dijoinsolentemente y siguió besándolo, bajando a su pecho.Darcy terminó rindiéndose a los requerimientos de su esposa. Pero sin abandonar el pensamiento que

debería consultarlo con el médico…más tarde. 

En el desayuno, Elizabeth, se veía radiante, fue la observación de su cuñada y su padre.-Gracias, realmente me siento bien y satisfecha- respondió y miró juguetonamente a Darcy. Éste, casi se

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ahoga con el té y le dirigió una mirada de reprobación por el comentario.Lizzie sonrió y luego se dirigió a Georgiana:. ¿Tienes algo que hacer esta mañana? ¿Te gustaría aprovechar el hermoso día y acompañarme a caminar?Darcy interrumpió antes que su hermana contestara.-Elizabeth, no creo que sea prudente que salgas en tu estado.-¿Una caminata corta? En los jardines cercanos, además me acompañaría Georgiana- le dijo con ojossuplicantes.

-Con la condición que me dejen acompañarlas.-Pensé que tendrías mucho trabajo esta mañana. Por supuesto que estás invitado.-Thomas, ¿desea acompañarnos?- preguntó Darcy a su suegro.-No, prefiero pasar el tiempo en la maravillosa biblioteca, no se preocupen por mí.Antes de salir, Elizabeth se dio cuenta que había dejado su sombrero sobre el escritorio que tenía en suhabitación.-Voy a buscarlo- le dijo su esposo.Subió las escaleras y entró al dormitorio, los sirvientes estaban limpiando y se inclinaron al verlo entrar.Se encaminó hacia el escritorio y, al tomar el sombrero, descubrió una carta con su nombre escrito en él.La tomó y observó que no estaba lacrada. Reconoció la letra de Elizabeth.Salió al pasillo y abrió la misiva.

“Querido Fitzwilliam:  No estoy segura de qué decir en estas líneas, excepto que me debato entre la agonía y la esperanza. Cadacarta que llega, espero que sea tuya, ya no puedo soportar esta angustia. Espero que no sea demasiadotarde.

 Ha pasado ya un mes desde la discusión que tuvimos y estoy arrepentida de lo dicho. Creo que ambosnos hemos comportado tercos y orgullosos. Pero debes tener la certeza que mis sentimientos por ti son

 fervientes e inalterables. Te amo más que a mi vida. Nada de lo ocurrido puede cambiar eso.Vuelve a mí, te necesito a mi lado. Lizzie” 

Darcy guardó la carta dentro de su chaqueta y bajó las escaleras. Cerca de la puerta, lo esperaban suhermana y su esposa. La miró directamente a los ojos mientras caminaba decididamente en su dirección.

Al llegar a su lado, la tomó de la cintura, a la vez que la agarraba de la nuca para besarla. No le importóque Georgiana presenciara esta inapropiada demostración de afecto, sólo sabía que tenía que besarla.-Mi amor…¿a qué se debe esto?- preguntó una feliz Elizabeth.-Te extrañé- fue la contestación, y le entregó el sombrero.

Capítulo 26 

Odiaba que la tratasen como si estuviera enferma. Desde el momento en que todos se enteraron, fue algo

inevitable. Sólo su padre seguía tratándola normal, aparentemente, el haber pasado varias veces por lasituación, lo hacía inmune a los cuidados excesivos que todos le proporcionaban.La situación la fastidiaba, pero no la tomaba por sorpresa, esperaba este tipo de reacción de su esposo. Lanaturaleza sobre protectora de su marido, iba a crecer a medida que su vientre lo hiciera.Después de insistir con la visita del médico por un buen lapso de tiempo, Elizabeth terminó por acceder aque viniera el doctor a revisarla, a pesar que se sentía mucho mejor y casi habían desparecido losmalestares matutinos, la cara de preocupación de su esposo, la convenció.El anciano médico conocía a la familia Darcy desde que había llegado a desempeñarse en la zona.Atendía al joven amo de Pemberley y a su hermana, de pequeños. Pero era la primera vez que lo llamabande la casa para atender a la nueva señora.Fue recibido cordialmente por la Sra. Reynolds quien lo condujo hasta el escritorio del Sr. Darcy, queesperaba su visita.-Permiso señor, el doctor está aquí- anunció el ama de llaves.-Gracias- dijo levantándose para saludar al invitado.-¿Les traigo algo señor?- preguntó la Sra. Reynolds.

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-Tráiganos el té.La señora se retiró y el doctor saludó:-¡Fitzwilliam, es un gusto verte!- exclamó el señor Gibson, uno de los pocos que lo llamaba por sunombre.-Doctor Gibson, gracias por venir- dijo Darcy, mientras lo invitaba a sentarse.Pasaron unos momentos, conversando frivolidades, a la vez que les servían el té. Finalmente, el doctorhabló:

-Bueno, imagino que el pedido que viniera no se debe a preguntarme el estado de los caminos.-No, seguro que no- contestó pensativamente- Es por mi esposa, está embarazada.-¡Felicitaciones!, es una grata noticia no venir por alguien enfermo.-Gracias, realmente son noticias maravillosas, pero me preocupa. Quisiera que la revisara, está arriba, laSra. Reynolds lo acompañará. Me tranquilizará saber su opinión.El doctor Gibson, subió las escaleras que llevaban al dormitorio. El ama de llaves golpeó la puerta antesde entrar.Elizabeth esperaba la llegada del médico en compañía de su cuñada.-¡Qué alegría es volver a verlo!- dijo Georgiana y después agregó – Le presentó a la Sra. Darcy.-Es un placer- dijo Lizzie y se inclinó para saludarlo- Dígame Elizabeth.-El placer es mío, Elizabeth. Abajo, Fitzwilliam, me comunicó las buenas noticias. Felicitaciones- dijo.

-Gracias- respondió un poco sonrojada- ¿Qué más le ha dicho mi esposo?-No mucho, no es de los más conversadores- comentó con una sonrisa- Me pidió que viniera a revisarla.-Con su permiso, me retiraré- dijo Georgiana.La señora Reynolds se quedó durante el examen.Después de una breve revisión, le hizo ciertas preguntas para calcular la fecha aproximada del nacimientoy evaluar el estado de salud.-¿Los mareos y vómitos han disminuido?-Sí, me voy sintiendo mucho mejor. Estoy recuperando el apetito y descanso bien- pero no se animó apreguntarle si era normal el querer intimar con su esposo en este estado.-Bueno, creo que está muy bien. No observó nada que me preocupe. Puede seguir haciendo lo que legusta con moderación. Menos montar a caballo. Ahora bajaré a tranquilizar a un padre primerizo

asustado.Lizzie se rió con el comentario.El doctor bajó al escritorio donde había estado un rato antes. Darcy lo esperaba impacientemente.-¿Y bien?- preguntó apenas entró el médico al cuarto.-Está teniendo un embarazo completamente normal y puede realizar las actividades que le gustan concuidado.La cara de Darcy siguió revelando inquietud.-¿Te preocupa algo más…tal vez quieres preguntarme algo?- dijo el señor Gibson leyendo su expresión.-No puedo dormir pensando en que le puede pasar algo- respondió sombríamente.-Fitzwilliam, nadie, excepto Dios, puede asegurarte que estará todo bien cuando llegue el momento- ledijo apoyándole su mano sobre el hombro.Darcy asintió con la cabeza, sabía que tenía razón y el temor que sentía no se iría hasta que el bebé yLizzie estuvieran bien.-Lo que sucedió con tu madre, fue algo terrible, pero no siempre ocurre. No debes atormentarte con eso eintenta mantener a tu esposa tranquila y feliz.-Lo intentaré…aunque me tiene un poco intranquilo otra cosa. -¿Qué es?-Elizabeth es muy…vivaz…ella quiere seguir…usted sabe- respondió titubeante.-Entiendo, ¿y cuál es el problema?-¡Qué es impropio! Se supone que no deberíamos- dijo incómodo.-Significa que tú no quieres… 

-No, no es eso.-Debo pensar que es por temor. Te hablaré desde mi experiencia de 30 años de médico y como padre de12 hijos, si los dos están de acuerdo y ella no lo siente raro, no le hará nada malo. Además, el embarazo,suele ser estimulante para algunas mujeres.

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En esos momentos entró Lizzie. Darcy se levantó y la acompañó hasta un asiento.-¿Hablaban sobre mí?- preguntó Elizabeth ante el silencio incómodo que siguió a su entrada.-Sólo en términos estrictamente médicos- contestó el doctor Gibson- Le explicaba a Fitzwilliam que esnatural que las mujeres deseen a sus esposos durante el embarazo.Los dos se miraron, y el rubor se intensificó en la cara de Darcy. Elizabeth contuvo una risa ante elnotorio fastidio de su marido.-¿Eso preguntó mi esposo?- le dijo al doctor mirando a Darcy que negaba desesperado con la cabeza.

-Es obvio que tiene ciertos miedos. Pero creo que ya le he aclarado bastante.-Gracias, doctor- interrumpió Darcy, elevando un poco la voz.-Creo que he avergonzado a la pareja. Es que a mi edad, uno ya no se guarda las opiniones. Es hora queme marche, aún debo pasar por los de los Watson, antes de la hora de la cena.Se despidió de todos, dejando saludos para Georgiana y un criado lo acompañó hasta el carruaje.No estuvieron demasiado tiempo solos, el Sr. Bennet llegó pocos minutos después y se reunió con ellos,ya cambiado para la cena.Darcy se alegró al verlo, así evitaría las bromas seguras de su mujer.

Acabada la comida, fueron a la sala. Thomas y su yerno, se llevaban bien y la invitación para quedarse enPemberley se había extendido. Al escribirle a la Sra. Bennet para transmitirle la noticia del bebé,

aprovechó para comunicarle que se quedaría un tiempo más. Por supuesto, semejantes novedades,afectaron los pobres nervios de la señora, quien se sintió ofendida por no recibir invitación.Jugaron algunas partidas de cartas y luego, las mujeres, se retiraron. Elizabeth optó por no dormirse hastaque llegara Darcy y, para ello, se puso a leer. Escuchó cuando él entró a cambiarse al cuarto contiguo.Cuando ingresó al dormitorio, la vio sentada en la cama.-Creí que ya estarías dormida.-Decidí esperarte leyendo y no me di cuenta de la hora, realmente me resultó muy agradable el libro.Darcy se metió en la cama.-¿Te molesta si sigo leyendo?-No me molesta- respondió al tiempo que la besaba en el cuello y detrás de su oreja.-Lo que estás haciendo me distrae demasiado para poder continuar con mi lectura.

-¿Te parece?- preguntó inocentemente, besando su boca y arrojando el libro al piso.-Creo que las palabras del médico han borrado tus temores- le murmuró Elizabeth al oído.

Darcy despertó agitado en medio de la noche. Se sentó en la cama y miró a Elizabeth que dormía a sulado. Había soñado con la muerte de su madre y temía que a su esposa le pasara lo mismo. Limpió latranspiración de su frente, necesitaba aire fresco.Se levantó de la cama y se puso su bata azul para cubrir su desnudez. Volcó agua en el recipiente y lavósu cara. Luego fue hasta la ventana abierta y respiró el aire nocturno.Estaba distraído en sus pensamientos cuando sintió el cuerpo de Lizzie contra su espalda y con sus brazosrodeándolo.-¿Qué haces levantado?- le preguntó.-Hace calor y necesitaba aire.Elizabeth se movió para quedar de frente a él.-¿Pasa algo?-Nada- contestó Darcy sin poder verla a los ojos, sin saber que su mujer ya conocía su incapacidad paramentirle mirándola.-Ven a la cama conmigo- le pidió tomándolo de la mano y tirando de ella.Mañana, de alguna manera, tendría que averiguar lo que le sucedía a Darcy.Él la siguió obediente y volvió a acostarse. Ella se acomodó en su pecho y él acarició su pelo, sin dejar depensar que no podría seguir viviendo si a ella le sucedía algo malo.

Capítulo 27 

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Al despertar, buscó el cuerpo de su esposo junto a ella, pero el espacio estaba vacío. Se levantó adesayunar pensando que lo encontraría ahí, pero tampoco estaba. Su padre ya estaba en el comedorcuando ella entró.-Buenos días, papá- saludó Elizabeth.-Buenos días, Lizzie- contestó el Sr. Bennet.-¿Haz visto a mi esposo?-Lo vi salir temprano. Pero no sabría decirte dónde.

Nadie parecía saber el paradero del Sr. Darcy. Elizabeth quedó intranquila.A medía mañana, Darcy regresó y entró a su estudio. Un criado le avisó a Elizabeth, quien había estadopracticando en el piano para mantener su mente ocupada. Se excusó con su padre para dirigirse aldespacho de su marido.Lo encontró escribiendo en su escritorio. Lizzie había olvidado golpear.-Buenos días- saludó Elizabeth al notar que no se había dado cuenta de su presencia.Darcy se levantó de su lugar para saludarla con un beso.-¿Dónde estuviste toda la mañana?-Me desperté temprano y salí a cabalgar.-Sabes que prefiero verte al despertar. Me alegra el día- le dijo Elizabeth regañándolo.Su esposo le sonrió y tocándole el vientre apenas visible, le preguntó:

-¿Cómo amaneció mi hijo esta mañana?-¿Hijo?...¿estás tan seguro que es un niño?- preguntó Lizzie sosteniendo la mano de Darcy sobre suvientre.-Hoy siento que es un varón…pero cambio de opinión casi todos los días - respondió agachándose paravolver a besarla.-¿Y cómo te sientes tú?- preguntó Elizabeth.-¿Yo?- dijo sorprendido.-Sí, tú. Anoche no descansaste bien, noto expresión de cansancio en tu rostro.-Es todo culpa tuya- respondió bromeando para evadir el tema- Recibí carta de Richard.-¿Alguna novedad?-Sí, piensa venir a visitarnos, hasta que el verano termine. Trae noticias sobre la reacción de mi tía al

enterarse de tu embarazo.-Mmm…espero que la ponga feliz el saber que tendrás un heredero. -O heredera- la corrigió Darcy.Ella le sonrió.-Te dejaré solo para que sigas con tu trabajo- dijo Lizzie.-No, no te vayas. No es importante la carta que estoy escribiendo, puede esperar.La expresión en los ojos claros de su esposo la enterneció. Algo le estaba pasando y creía que no eracorrecto decírselo. Lizzie se quedó con él el resto de la mañana.

Esa noche, Elizabeth despertó con los movimientos de Darcy. Estaba dormido, murmuraba palabras queella no entendía. Sólo pudo comprender “Lizzie” antes que él despertara y se sentara asustado y agitadoen la cama.-Shhh…estoy aquí- le dijo Elizabeth abrazándolo desde detrás en la oscuridad de la habitación sóloiluminada por la luz de la luna que se filtraba entre las cortinas.-William...¿estás bien?Darcy no respondió, acarició los brazos de Elizabeth, girando su cabeza para mirarla a los ojos y asintiócon la cabeza.-Sólo fue un mal sueño- dijo Lizzie para tranquilizarlo.Le corrió el cabello transpirado de la frente y lo besó en su hombro.-Intenta dormir otra vez- le pidió.Él se recostó, pero no cerró los ojos, no tenía intenciones de volver a dormir.

-Will, ¿qué te sucede?-Nada, vuelve a dormirte- lo último que deseaba era transmitirle sus temores.Elizabeth realmente quería saber qué era lo que lo estaba atormentado, pero él no se abría.-Ven aquí  – le dijo para que se acercara más a ella.

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Se acercó lo más posible, tomándola por la cintura. Elizabeth lo miró a los ojos y se los cerró suavemente.Luego los besó y comenzó a acariciar su pelo.-Ahora, duérmete. No me dormiré hasta que vea que tú lo hiciste.Darcy acomodó su cabeza sobre el pecho de Lizzie y la abrazó fuerte. Terminó durmiéndose con lascaricias de su esposa.

Elizabeth se cambió sin hacer ruido. Salió de la habitación silenciosamente para no despertarlo.

Era temprano, al llegar al comedor, la mesa estaba aún sin servir. La Sra. Reynolds estaba dando lasórdenes del día cuando vio a la joven ama.-Buenos días, Sra. Darcy, ¿se encuentra usted bien?- le preguntó.-Buenos días, me siento bien, gracias. Es Fitzwilliam quien me preocupa.El ama de llaves indicó a los sirvientes que trajeran el desayuno para la señora y, al quedar solas, lepreguntó:-¿Puedo ayudarla en algo? ¿Envío por el doctor?-No, no es eso.-¿De qué se trata?-Desde que regresó, está actuando extraño. Siento que le pasa algo y no me lo quiere decir. Tienepesadillas y está siempre preocupado.

La vieja Sra. Reynolds pensó un rato antes de hablar.-Perdone que me entrometa, ¿pero usted sabe cómo fue la muerte de la Sra. Darcy…es decir, de la madredel amo?-No, nunca hemos hablado de ello. Sólo sé que fue cuando era todavía muy joven.-La Sra. Anne, perdió varios bebés después de tener a Fitzwilliam. El doctor recomendó que no lovolviera a intentar. Pero la señora no lo escuchó y quedó embarazada de Georgiana. Fue un embarazocomplicado, pasó casi todo el tiempo en cama y, cuando llegó el momento, se complicó más.Lizzie la escuchaba atentamente.-Fueron muchas horas, la niña no estaba bien ubicada y la señora estaba agotada. En un momento dedistracción, el joven amo entró a la habitación. Estaba terriblemente asustado, pálido como una hoja. Lotuvimos que sacar de inmediato. Poco después, Georgiana nació. La señora había perdido mucha sangre y

no sobrevivió más que unas horas.-Entiendo, gracias por decírmelo- dijo Elizabeth, que comenzaba a entender los temores no compartidospor Darcy. Sin duda no quería transmitirle el miedo, pero era un pensamiento que a menudo se presentabaen al cabeza de Lizzie. El morir en el parto o que el niño no lograra vivir, era una constanteintranquilidad. Pero su carácter optimista intentaba no pensar en lo malo que pudiera ocurrir.Tendría que ayudarlo a vivir el embarazo como algo hermoso y natural, sin temor al futuro. No estabasegura de cómo hablar de todo esto con él, esperaba encontrar el momento adecuado.Elizabeth salió a caminar, necesitaba pensar. No se dio cuenta ni del tiempo ni la distancia, hasta que senotó cansada y acalorada. Se sentó en el suelo y metió sus pies en el arroyo. La sensación del agua fría lareconfortó de inmediato.Escuchó el trote de un caballo y miró para ver quién se acercaba. Era su esposo que disminuyó lavelocidad al divisarla. Bajó del caballo y caminó hasta donde estaba ella.Lizzie apoyó su mano sobre los ojos para taparse el sol y poder mirarlo.-Buenos días, ¿vienes a refrescarte conmigo?- preguntó.-No era lo que venía pensando- contestó enojado.-Mmm…creo que estás enfadado- dijo Elizabeth.-Estás muy perceptiva- respondió sentándose junto a ella.-¿Qué hice esta vez? No recuerdo haberle dicho nada inapropiado al Sr. Neil- comentó pensativa.-No, nada de eso. Te fuiste esta mañana sin saludar y sin avisar dónde ibas. Me tenías preocupado. ¿Quéestás haciendo?- terminó por preguntar cuando Lizzie comenzó a sacarle las botas.-Ayer hiciste lo mismo y no salí a buscarte- dijo sin prestar atención a la pregunta y sacándole la segunda

bota.-Vuelvo a preguntarte ¿qué estás haciendo?-Pon los pies en el agua, vas a ver que es refrescante.Darcy siguió las indicaciones y sumergió sus pies.

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-No hacía esto desde hace mucho.-Deberías salir más a menudo conmigo- le dijo Elizabeth bromeando.La miró dirigiéndole una sonrisa.-Sabes que no soy tu madre- dijo de pronto Lizzie, tomándolo por sorpresa.-¿Qué…? -No soy tu madre, ni tiene que suceder lo mismo conmigo. Quiero que estés feliz con el embarazo, que lodisfrutes como lo estoy haciendo yo. No podrás si no me dices lo que sientes y te pasas el tiempo

imaginando cosas horribles.Darcy estaba sin habla. La repentina declaración lo agarraba desprevenido.-Lo siento. Tendría que haberlo dicho más “apropiadamente”.-Lizzie…yo, no quería atemorizarte con lo que siento.-Lo sé. Eres el mejor esposo del mundo y entiendo que tengas miedo. Yo también los tengo. No podemoshacer nada sobre el futuro, sólo podemos disfrutar cada día que estemos juntos.Elizabeth apoyó su mano en la mejilla y lo obligó a mirarla.-Estaré bien. No tengo intenciones de dejarte.-Lizzie… -No digas nada. Ocupa esos labios para otras cosas mejores- le dijo y esperó a que la besara.En ese momento, Elizabeth decidió que haría todo lo posible para que él no pensara más en ello.

Esa tarde, llegaba el Coronel. Elizabeth y Darcy, ensimismados en su problema, lo habían olvidado.Georgiana se había cambiado el vestido tres veces, hasta decidirse por uno celeste que Lizzie le dijo queresaltaba sus ojos.Prepararon el té en la terraza y se sentaron a esperar la llegada. Elizabeth miraba el nerviosismo de sucuñada y recordó el suyo, cuando volvió a ver a Darcy el día que acompañó a Bingley.Su esposo tomó su mano.-¿Qué estás pensando?- le preguntó.-En lo nerviosa que me encontraba el día que Charles se propuso a Jane. Te mostraste tan serio eindiferente, y yo moría de amor.-Disculpa mi comportamiento tan horrible, no tenía motivos para fomentar esperanzas- se disculpó

besando su mano.Elizabeth rió. Georgiana estaba con su mirada perdida en el camino y al divisar a lo lejos el carruaje, sucara se iluminó.Poco después, el Coronel bajaba del carruaje y se unía al grupo en el balcón. El panorama de los terrenosde Pemberley era maravilloso, pero sus ojos sólo veían lo hermosa que estaba su prima.

Capítulo 28 

Terminada la cena, las mujeres se reunieron en la sala. Hablaban, al mismo tiempo que bordaban el ajuar

del bebé.Georgiana tenía una tranquila expresión feliz en su cara, la proximidad del Coronel la hacía sentirse deesta manera. Elizabeth, en cambio, esta ansiosa por conocer las noticias que traía desde Rosings y que,seguramente, estaba compartiendo con Darcy.-Georgie, ¿cómo te sentiste al volverlo a ver después de tanto tiempo?- le preguntó Lizzie.-¡Oh, Elizabeth!, creí que no podía respirar. Ha sido una bendición, que al ser primos, pudiéramosescribirnos todo este tiempo sin provocar sospechas en mi hermano.-¿Te ha confirmado sus sentimientos?-¡No! Es un caballero honorable, nunca me diría algo que me comprometiera hasta que no esté presentadaen sociedad. Nuestras conversaciones son sobre distintas cosas, pero aunque nunca me lo haya dicho, yosé que me ama. Es difícil de explicar.La jovencita pudo ver que la cara de su cuñada se transformaba en dolor.-Lo siento mucho, Georgie, es mi culpa que aún no hayas sido presentada en sociedad. Con el embarazo,todo el asunto quedó de lado. Me siento terrible- dijo Elizabeth acongojada.-Lizzie, no te aflijas, no es culpa tuya. Es una gran alegría saber que seré tía y eso es más importante-

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intentó consolarla al ver que estaba al borde de las lágrimas.En esos momentos, los caballeros, ingresaron al salón y se encontraron con esta situación.-¿Pasa algo malo?- preguntó Darcy asustado.-No, nada, sólo estoy un poco emotiva- respondió Elizabeth.-Prepárese para sufrir un laaargo embarazo- fue el comentario que le hizo en voz baja su suegro.-Papá…puede que esté embarazada, pero no estoy sorda- dijo Lizzie.El Coronel quería poder estar unos minutos a solas con su prima, así que sugirió que tocara algo en

pianoforte, ofreciéndose a pasarle las hojas de la partitura. Georgiana accedió gustosa a la invitación yambos se dirigieron para el sector de música.El Sr. Bennet, tomó un libro que estaba leyendo y se sentó apartado de su hija y yerno.-¿Alguna noticia de tu tía?- inquirió Elizabeth al notar que su esposo no pensaba hablar del tema.-Sí, nos felicita por el embarazo y desea que sea un heredero varón. En su particular modo de expresarse.-Imagino…”Esperemos que esa muchacha de inferior cuna pueda hacer lo que su madre no pudo”- dijoimitando la manera de hablar de Lady Catherine.Darcy no pudo contener una carcajada. Desde el piano levantaron la vista para mirarlo, y su suegro, hizolo mismo por unos segundos.-¿Qué más dice?- le preguntó un poco después.-El resto, te lo contaré cuando estemos solos- fue la repuesta de su esposo.

-Ya veo- dijo en un tono poco amable- Seguramente no son buenas y quieres evitar que, tu poco racionalesposa haga un escándalo.-Yo no sugerí nada de eso- trató de defenderse, pero fue interrumpido por su mujer, que se levantóenfurecida y se marchó a su dormitorio sin saludar a ninguno de los presentes.Darcy se quedó anonadado, sin saber exactamente qué había dicho de malo.El Sr. Bennet, se acercó donde estaba sentado y lo habló:-Mujeres, de por sí ya son complicadas de entender, pero cuando esperan un hijo, se vuelven totalmenteimpredecibles.-No estoy seguro de entender el por qué de su enojo- dijo un Darcy aturdido.-Fitzwilliam, no creo que deba tomárselo tan seriamente, o serán unos cinco meses eternos. Lo puedodecir por experiencia. Los cambios de humor van a ser constantes y cada vez más seguidos. Le

recomiendo armarse de paciencia y soportarlo como un caballero- le aconsejó su suegro con una sonrisa.-¿Cree que debería ir hablar con ella?- le preguntó confundido.-Creo que lo mejor es que le de un tiempo para tranquilizarse. Después del furor inicial, se dará cuentaque reaccionó de manera exagerada.Cuando todos se fueron a dormir, Darcy se dirigió a su habitación.Elizabeth estaba apenada por su reacción. Su hermana le había contando en cartas, que pasaba de unestado de ánimo a otro por cualquier motivo. Pero no pensó que también le pasaría a ella.Estaba esperando que su esposo entrara al dormitorio para poder pedirle disculpas. Al escucharlo entrar asu dormitorio, esperó un poco, y cuando escuchó que su valet se retiraba, entró de improvisto.-Lo siento, debí tocar- dijo al encontrarlo a medio vestir- Avísame cuando termines.Elizabeth se volvía a la habitación de al lado, pero la mano de su esposo la tomó del brazo.-Espera- le dijo- Puedes decirme lo que sea ahora. Me haz visto con menos ropa.Lizzie sintió que se quedaba sin palabras. Comenzó a balbucear una disculpa, pero los brazos de sumarido la habían atraído más cerca, pudiendo sentir su respiración sobre el rostro. Darcy la besó paraacallarla, y sin esperar su reacción la llevó hasta la cama.La sentó sobre él y sus caras quedaron frente a frente. Era una nueva variante que valía la pena explorar.Después de ocho meses juntos, era la primera noche que pasaban en la recámara de Darcy.En la mañana despertó fresca y renovada. Mejoró más cuando notó que su marido aún estaba a su lado.-Buenos días, mi amor- la saludó al verla despierta.Elizabeth se desperezó antes de besarlo a modo de saludo.-¿Dormiste bien?- le preguntó Darcy.

-Muy bien, ni siquiera me di cuenta que no estaba en mi dormitorio. ¿Y tú?-Dormí muy bien. Gracias. ¿Llamo a tu doncella?-No todavía- dijo bostezando mientras acomodaba la cabeza sobre el pecho de él y cerraba los ojos.-Lizzie. Tenemos que hablar. ¿Prefieres que lo hagamos luego?

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-Habla, yo te escucho- respondió sin abrir los ojos.-Mi tía tiene arreglada la presentación de Georgie en Londres. Dice que desea aliviarte la tarea por tuestado. Organizó todo para realizarla con el baile de Otoño.-¿Ya le diste tu consentimiento?- preguntó disgustada.-No, no. Quiero conocer tu opinión. Si no estás de acuerdo, lo pospondremos hasta después que nazca elbebé.-No, por favor. No deseo que Georgiana siga privándose de las ventajas de estar presentada culpa mía. Ya

tiene 18 años, merece disfrutar de su juventud. Pero para esa fecha no podré estar presente.-Lo sé, no te expondría a realizar un viaje tan largo con cinco meses de embarazo.-No es por eso que no estaré ahí. Es porque Jane espera para octubre y prometí estar acompañándola.-No recuerdo haber sido consultado en esa decisión- dijo Darcy.-¿Desde cuándo tengo que pedirte permiso?- preguntó ofendida.-¡Desde que llevas a mi hijo en tu vientre!- exclamó irritado.-¡Eres el hombre más terco que he conocido!- gritó Lizzie buscando su ropa – Le prometí a mi hermanaque estaría junto a ella en el día más importante de su vida y no la abandonaré. Si llegara a pasarlealgo…y no estuviera…no podría perdonármelo- dijo en medio de lágrimas y se marchó a su habitación.Darcy cerró los ojos y se pasó la mano por el cabello. Serían unos meses muy largos.

Georgiana arreglaba su pelo con ayuda de Daisy. No veía la hora de poder hacerse peinados recogidos.Richard le había contando sobre los planes de su tía y, aunque no quería provocarle un disgusto a sucuñada, estaba contenta porque su presentación en sociedad sería más pronto de lo pensado.Cuando bajaba, se encontró con su primo, quien se ofreció a escoltarla hasta el comedor. Ahí, encontraronal señor Bennet y a Darcy, que comentaban las noticias del diario.Al sentarse, el Coronel preguntó:-¿Elizabeth está bien?-Sí…desayunará en su habitación- fue la incómoda respuesta de Darcy.-¿Qué planes tiene para hoy Coronel?- preguntó el Sr. Bennet.-Si no fuera que está lloviendo, iría a cabalgar. Creo que me quedaré dentro, disfrutando de un buen libroy de la música, si es que alguna de las damas se dedica a practicar. ¿Usted?

-Según mi hija, he pasado demasiado tiempo en la biblioteca, así que hoy, disfrutaré de las obras de artede la casa.-Hermano, ¿y tú?Darcy no contestó, tenía los ojos fijos en el periódico y no estaba siguiendo la conversación que se dabaen la mesa.-¿Hermano…? -¿Qué…?- dijo sin darse cuenta que ya le habían hecho una pregunta.-Fitzwilliam, como se nota que Elizabeth no está en la mesa. Ella no lo deja leer el diario mientrasdesayunamos- comentó Georgiana.Darcy la miró y cerró el diario.-¿Decías?- preguntó luego.-¿Qué harás hoy?- reiteró la pregunta.-Responderé correspondencia en mi estudio.-Darcy…siempre tan divertido- dijo en tono de burla su primo.-Es que alguien tiene que trabajar para pagar el brandy- respondió ácidamente.Terminado el desayuno, cada uno se dirigió donde habían dicho. Georgiana, practicó brevemente al pianoy luego fue a la biblioteca donde estaría Richard. Entró distraídamente, como si no supiera que seencontraría con él allí.-Georgie- dijo el Coronel levantándose para saludarla.Ella lo saludó y se puso de frente a uno de los estantes para elegir un libro. Richard se paró a su lado.-¿Quieres que te recomiende algún título?

-No, gracias, prefiero buscar- respondió subiendo a la escalerita corrediza para llegar a los estantes másaltos.-¡Aquí lo encontré!- exclamó y, al descender, resbaló.Richard la atajó en sus brazos, quedando sus cuerpos juntos. Se miraron sin decir nada y el Coronel no

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pudo evitar el impulso de besar esos labios rosados.En ese momento, Elizabeth entró en la biblioteca.-¡Georgiana…Richard!- exclamó sorprendida con la escena.Se separaron rápidamente, muy avergonzados.-Georgiana, ve a practicar, debo hablar con el Coronel a solas- le ordenó Elizabeth enojada.La jovencita sonrojada salió inmediatamente de la habitación. Lizzie miró con cara de reprobación aRichard.

-Sé lo que me dirá, y tiene toda la razón- comenzó ha disculparse.-Déjeme hablar- le dijo Lizzie- Confié en que se comportaría como un caballero, veo que hice mal enhacerlo. Tal vez debería haberle dicho mis sospechas a Darcy.-No deje de creer en mí. Asumo mi culpa, Georgiana no tuvo nada que ver, fue un impulso mío. Novolverá a ocurrir.-Eso espero, ¿puede imaginar lo que hubiera ocurrido si entraba mi esposo en lugar mío?-Lo sé, fui totalmente imprudente. Lo siento.-Espero que respete a Georgiana y al dueño de la casa donde está viviendo. Ella no está presentada ensociedad, cuando lo esté, puede pedir su mano y cortejarla como un caballero. No puedo estarvigilándolos todo el tiempo, así que necesito me dé su palabra.-La tiene, lo juro.

-Muy bien. Ahora tendré que hablar con Georgiana- dijo saliendo de la habitación en búsqueda de sucuñada. La encontró perturbada en la sala de música.-Yo…yo, lo siento mucho Lizzie- dijo asustada, temiendo que su hermano se enterara del incidente.-Tranquila. No soy nadie para sermonearte. Te hablaré con el cariño de hermana que te tengo. Conozcotus sentimientos y también los de Richard, pero no justifica lo que hicieron. No está cortejándoteoficialmente, ni ha pedido tu mano, ni siquiera te ha expresado lo que siente por ti.-Lo sé. No volverá a pasar.-Sé que no volverá a pasar porque confío en ti y sólo por eso, no se lo diré a tu hermano.-Gracias, Elizabeth.-Ahora, cuéntame lo que sentiste- le dijo cómplice.-¡Oh, Lizzie! No duró mucho…pero se sintió tan bien. 

Elizabeth sonrió, recordando la felicidad que sintió en su primer beso con Darcy y que aún sentía cadavez que la besaba.

Capítulo 29 

Elizabeth se encerró en su pequeño estudio. Se sentó en un pequeño sillón bajito frente a la ventanaabierta. Miró hacia los jardines, pensando en lo afortunada que era por haber podido casarse con lapersona que amaba a pesar de los inconvenientes que se les habían presentado.Esperaba en forma sincera que, la relación entre el Coronel y Georgiana, pudiera tener un final feliz.Ensimismada en estos pensamientos, no percibió que Darcy estaba parado junto a ella.-Elizabeth… ¿estás bien?- preguntó.-Sí, lo estoy. Sólo distraída- le respondió con una sonrisa y extendió su mano para que él la tomara.Darcy se acercó para asir su mano y la besó. Apoyó una rodilla en el suelo para quedar a la altura de ella.Elizabeth le acarició el cabello con una sonrisa.-¿No tienes calor?- le preguntó señalando el pañuelo que Lizzie llevaba anudado al cuello.-La verdad que sí- respondió.-¿Por qué no te sacas el pañuelo?-Por esto- dijo Elizabeth, desatando el pañuelo y mostrando una clara marca que su esposo le habíadejado la noche anterior.-¡Oh! Ya veo- fue el comentario de Darcy.

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-¿Eso será todo lo que tienes para decir?- lo interrogó graciosamente.-No tengo nada para agregar- respondió él seriamente- Es mi venganza por la vez que me mordiste ellabio.Elizabeth se rió. Esto le dio confianza para seguir hablando, aparentemente, la disputa de la mañanaestaba olvidada.-¿Cómo está mi niño? ¿Se está portando bien con su madre?-Bastante bien, me permitió comer mi desayuno sin demasiadas náuseas.

-Me alegra saberlo. ¿Y cómo está la madre?-Realmente bien- le contestó para luego besarlo en los labios.Darcy respondió ardientemente a su beso, pero inseguro de continuar. Los cambios de humor de suesposa lo tenían confundido.-Lizzie…-dijo levantándose.-William…- respondió ella, levantándose también.La tomó por la cintura para seguir besándola, siendo evidente que su esposa estaba conforme con ello.Las caricias fueron en aumento, terminando con Lizzie sobre el pequeño escritorio.-Creo que tendríamos que subir…- le susurró al oído Elizabeth.Darcy dejó por un momento de besarla para mirarla.-No creo que pueda subir- le comentó, para continuar con lo que acababa de abandonar.

-Entonces espero que la puerta esté cerrada- dijo Lizzie, dejándose llevar por el momento.

Elizabeth estaba sentada sobre la falda de su esposo. La cabeza de él descansaba sobre su pecho. Afueravolvía a llover y en la salita sólo se escuchaba el sonido del agua caer.-Darcy…realmente quiero estar con mi hermana y deseo que estés de acuerdo conmigo. Fitzwilliam levantó la cabeza.-Siento la discusión de esta mañana. Te prometo que, si estás bien, yo mismo te acompañaré.-Gracias- respondió feliz- Eres un amor.-¿Siempre será así?- le preguntó.-¿Así cómo?- lo interrogó ella.-¿Siempre tendrás la razón y el equivocado seré yo?

-Haz entendido perfectamente- le respondió pícaramente y se levantó para acomodar sus ropas- Agarra tuchaleco, si entra alguien y te ve en camisa, pasaremos vergüenza.-Hace media hora no te preocupaba que entrara nadie- comentó sonriendo.Elizabeth se ruborizó y le arrojó el chaleco a la cara.

Pronto llegó septiembre, el paisaje verde comenzó a teñirse de dorado y rojo y los días comenzaron arefrescar.Georgiana sentía que los días no pasaban más, una gran ansiedad la invadía por su presentación yocupaba su tiempo con los preparativos de nuevos vestidos para Londres. Elizabeth también recibía lasvisitas de la costurera, pero sus motivos eran otros, necesitaba vestidos que disimularan su avanzadoestado.Como lo prometió, el Coronel, se comportó como un caballero. Evitó quedarse a solas con su joven primapara no caer en la tentación.A medida que se acercaba la fecha de partida, el Sr. Bennet empezó a notar que extrañaría la tranquilidadque había sentido en su estadía en Pemberley. Pero se marchaba feliz en compañía de su hija, a esperar lallegada de su nieto. No sería el primero, ya que, recientemente, Lidya había tenido una niña, pero sí seríael primero que conocería.Diez días antes de la llegada del otoño, comenzó el trajín de los últimos preparativos.El doctor Gibson vino a examinar a Lizzie el día antes del viaje, para dar su aprobación final. La encontróen un excelente estado de salud, dándole una serie de recomendaciones a ella y a su esposo.Darcy, en persona, se ocupó que el carruaje estuviera lo suficientemente cómodo para Elizabeth. Lo hizo

acondicionar con muchos almohadones y entregó órdenes a los conductores para marchar tranquilos.Harían las paradas necesarias para hacerle el viaje confortable a Lizzie.La noche previa, luego de la cena, fueron a pasar un grato momento en la sala de música.El Sr. Bennet invitó a jugar una partida de piquet a Elizabeth, Darcy se paró detrás de ella para observar

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el juego y, Richard y Georgiana, se dirigieron al piano.Después de una partida ganada por su padre, Lizzie cedió su puesto a su marido. Luego de variascanciones, el Coronel invitó a Elizabeth a interpretar un dueto con él.Comenzaron a cantar una hermosa canción romántica. Todos se detuvieron para escucharlos. Darcycomenzó a sentir que sus celos volvían al observar la complicidad entre su primo y su esposa. La letra dela canción no ayudaba a tranquilizarlo.Cuando terminaron, se disculpó con todos y se marchó a dormir. Elizabeth notó el fastidio de su marido,

por lo que después de unos momentos, ella también se retiró.Lo encontró en la cama, recostado con los ojos abiertos hacia el techo. Giró la cabeza para verla y volvióa fijar los ojos en el techo.Elizabeth no habló y se sentó al llegar al tocador. Se cepilló su cabello y después lo trenzó. Mientras hacíaesto, lo miraba a través del espejo. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho y la miraba de reojo, parecíaun niño con un berrinche.Ella no lo habló, creía tener una idea clara de los motivos de su enojo. Se acostó junto a él y trató debesarlo. Él corrió su cara. Elizabeth lo intentó de nuevo y él volvió a hacer lo mismo, intentó mantenerseseria, pero la conducta infantil de Darcy no se lo permitía.Optó por subirse encima de él, tomándolo por sorpresa y atrapando su boca con la suya.Lo soltó después de notar que su marido correspondía a su beso.

-Señor Darcy, ¿sigue celoso?-¡Lo sabías!- exclamó él.-Claro que me dí cuenta- le respondió besándolo en la nariz- Pero es algo infundado. ¿Cuántas vecestendré que decirte que eres el único dueño de mi corazón?- No sé…- contestó aún ofendido.-¿No te parece que te he probado en muchas ocasiones cuánto…cuánto te amo? - le preguntó besándolo enla boca, el cuello y el espacio del pecho que dejaba libre su camisa.Darcy dejó de protestar, respondiendo a las caricias de su esposa que lo habían hecho olvidar los motivosde su enojo.

En la mañana, Lizzie eligió un desayuno liviano, no quería repetir la experiencia del último viaje a

Netherfield. Darcy se aseguró que estuviera cómoda, el elegante coche estaba cubierto de almohadones.El carruaje que se dirigía a Londres ya estaba preparado, con Georgiana y el Coronel, preparados parapartir. En el que iba hacia la casa de los Bingley, Elizabeth fue obligada a recostarse en el asiento. Suesposo y su padre se sentaron frente a ella.Después de un rato, la espalda de Lizzie comenzó a molestarla. Optó por sentarse, e inmediatamente suesposo se preocupó.-¿Pasa algo…detengo el carruaje? -No, sólo quiero sentarme, me duele la espalda.Darcy se sentó junto a ella y le friccionó un poco la espalda.-¿Quieres que paremos para que camines un rato?-No, ya me siento mejor. Quédate junto a mí- le pidió recostándose contra él.Su padre se había dormido y Elizabeth se atrevió a tomar la mano de Darcy para colocarla sobre suestómago.-Me gustaría que Jane viviera más cerca de Pemberley- le susurró a su esposo.-No te vería nunca- le respondió besando su cabeza.Lizzie se rió.-A decir verdad, Charles me ha pedido que le busque una buena propiedad en el condado.-¿En verdad? ¿Le buscarás una cerca?- le preguntó girando para poder mirarlo a los ojos.-Sí, he visto una a 30 millas que está en venta. Pero tendrá que esperar al nacimiento.Elizabeth estaba muy contenta con esa noticia, tener a su hermana preferida cerca, haría que su vida fueracompletamente feliz.

Unas millas antes de llegar a Netherfield, los coches se separaron. Georgiana y Richard saludaron a lolejos para seguir hacia Londres.Poco después, llegaron a casa de los Bingley. La familia los esperaba impacientes y hubo calurosossaludos.

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La Sra. Bennet no paró de hablar desde el momento en que llegaron y, Darcy, intentó soportarla con sumejor cara.Las mujeres se reunieron a tomar el té y conversar, tenían mucho que compartir, sobre todo experienciasrelacionadas con sus embarazos.-Jane, ¿cómo te sientes?- le preguntó al quedar solas.-Bien, aunque me siento pesada e incómoda.-¿Y con Charles?- interrogó indiscreta.

-¡Lizzie!, esas cosas son privadas.-Lo siento, sé que te incomodan estas cosas. Pero es que yo…no puedo quitarle las manos de encima.Jane se ruborizó y soltó una risita.-No te preocupes, Lizzie, es una etapa. Ya pasará y llegarás a la mía, donde el mínimo esfuerzo te costarátanto, que no querrás ni levantarte de la cama.La conversación fue interrumpida por la llegada de su madre, quien acaparó la charla, para ser ella elcentro de atención.A la hora de la cena, a Darcy le tocó junto al dueño de casa y su suegra. Elizabeth lo lamentaba mucho, eintentó toda la velada, que su madre dejara de echarle en cara la falta de cortesía por no invitarla aPemberley.Darcy hizo oídos sordos al parloteo constante de su suegra, respondiéndole cuando fue necesario y con

monosílabos.En lugar de ir con todos al salón, se disculpó, pero como tenía que viajar a la mañana siguiente, se retirócon Lizzie a la habitación.Al quedar solos, Elizabeth le dijo:-¡Qué bien se ha comportado con los pobres nervios de mi madre!-No seas cruel conmigo, a pesar de tus provocaciones, no tengo nada para decir de tu madre- le contestó.-¿A pesar que sostiene que Charles es muy buen yerno…no como otra gente? -Me alegra que quiera tanto a Charles…eso la mantiene lejos de mí.  Elizabeth soltó una carcajada.-Me hiciste hablar, no volverá a pasar- dijo Darcy y la besó profundamente.Sería la última noche juntos por un tiempo y los dos estaban deseosos de sentirse.

No podían dejar de tocarse y besarse. Elizabeth se sentía cómoda con los cambios en su cuerpo y suesposo los disfrutaba.Cuando terminaron de amarse, Lizzie apoyó su mentón sobre el pecho de él, para poder mirarlo al hablar.-Estarás mucho tiempo en Londres…- comentó.-Cerca de un mes- la interrumpió.-Cuando estés allá, lejos de mí, tal vez te veas tentado de estar en compañía de otra mujer.-Lizzie, por favor, no hablemos de ello.-Quiero hablar de ello. Sé que es algo “común”, pero para mí no sería tolerable. Espero que lo tengas encuenta.-¡Elizabeth!, me ofendes que me creas capaz. Ni siquiera lo pensaría. Tú eres la única mujer con la quedeseo estar.-Quiero confiar en ti, pero estarás lejos y lleno de las influencias de tus conocidos que opinan que fui unamala elección.-Basta, sólo iré por negocios y para la presentación de Georgie. Te prometo que mis pensamientos estarándirigidos a ti.-¿Lo prometes?-Lo prometo.Elizabeth se durmió en los brazos de su marido, sabiendo que los próximos días serían difíciles.Al amanecer, Darcy se alistó para partir, por más que insistió para que siguiera durmiendo, Elizabeth selevantó para despedirlo.Lo acompañó hasta el carruaje, Charles le deseó un buen viaje y los dejó para que se despidieran en

soledad.-Charles y tu padre te cuidarán- le dijo Darcy- No te portes mal con ellos.-¿Alguna otra recomendación?- preguntó sarcásticamente.-Dale mucho cariño a mi bebé- le ordenó tocándole el vientre.

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-Lo haré- respondió colgándose de su cuello.Él se agachó para besarla y luego subió al carruaje. Cerró la puerta y se asomó por la ventana. Elizabethtomó su mano y le dijo:-William…recuerda tu promesa. Darcy asintió, besándola en la mano antes que el carruaje partiera.Lizzie se quedó con la sensación de una opresión en el pecho, como cada vez que lo veía partir.

Capítulo 30 

La sociedad londinense se alistaba para la temporada alta. Con la llegada de los días frescos, las familiasregresaban a las residencias de la ciudad.Los Darcy, estaban cómodamente asentados en su casa, pero pasaban la mayoría del tiempo en lamansión de Lady Catherine, donde se hospedaba, a pedido de su tía, el Coronel Fitzwilliam.El baile de presentación estaba preparado para el comienzo del otoño, lo que le permitiría a Georgianadisfrutar de variadas invitaciones a bailes.

Para Darcy, los preparativos, las conversaciones sobre telas y vestidos, toda la anticipación, les resultabanfastidiosos. Los bailes nunca habían sido de su particular agrado y, la ausencia de su esposa, nocolaboraba en nada. Lo único en lo que pensaba, era terminar con esto, para volver con Lizzie.En Netherfield, la situación era bastante diferente. Elizabeth estaba pasando unos días maravillosos encompañía de Jane y su cuñado, con las continuas visitas de sus viejas amistades y con la libertad de poderhacer lo que quisiera. Por supuesto que también extrañaba a su marido y, para acortar distancias, seescribía con él casi todos los días.Las cartas de ella eran mucho más largas y detalladas que las de él. Elizabeth, con su particular estiloirónico, le describía todas las actividades con tal claridad que, a Darcy, le parecía estar escuchándola.Así fue que se enteró, con gran emoción, que su hijo había dado su primera patada ante el parloteo de laSra. Bennet; en palabras de su querida esposa “me sorprendió muchísimo sentir un golpe que provenía de

mi estómago, supongo que como buen hijo tuyo, ya estaba agotado de escuchar sobre los pobres nerviosde mi madre” No podía creer que se lo había perdido, realmente quería volver a verla.

Por fin llegó el día de la esperada presentación. Georgiana estaba feliz y terriblemente nerviosa. No erabuena hablando con personas que no conocía y, sin duda, esa noche tendría que hacerlo. Su doncella letrajo el hermoso vestido de seda blanco, su tía había insistido en que fuera más “lujoso”, por lo que fuebordado con hilos en plata. Por primera vez se le permitió usar el cabello recogido, que fue adornado conunos pequeños broches que habían pertenecido a su madre.Cuando Darcy la vio, se quedó sin palabras, no podía creer que, su pequeña hermanita, ya fuera unamujer.En la fiesta, fue muy solicitada, tenía todos los bailes reservados desde muy temprano. Pero sólo deseaba

bailar con uno sólo, aquel con el cuál había bailado tantas veces de pequeña y al que estaba determinada aentregarle su corazón. A Richard fue al único que le concedió dos bailes y no le otorgó más porque estaríamal visto.Su hermano pasó la mayoría de la noche en compañía de su tía y su prima, la cual no tenía permitidobailar, por su delicado estado de salud.En cierto momento, se vio rodeado de hombres de la sociedad, algunos viejos amigos de su padre.-Sr. Darcy, qué raro que no haya venido su joven esposa- comentó el Sr. Parker.-No pudo venir, su estado no le permite hacer un viaje tan agotador- dijo Darcy.-Entonces debo felicitarlo. ¿Piensa quedarse durante lo que dure ese estado?- dijo el Sr. Parker y todosrieron en forma cómplice.A Darcy ese comentario no le causó gracia alguna y contestó secamente:-De ninguna manera, apenas termine algunos asuntos pendientes, viajo para estar con ella.-No es para ofenderse, Sr. Darcy, todos hemos pasado por lo mismo. Es de buen caballero buscar alejarsede su mujer para evitarle problemas y, de buenas damas, el apreciar que sus maridos prefieran buscarotras distracciones- comentó el Sr. Stevenson, remarcando las últimas palabras.

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-No me ofende para nada. Pero no comparto sus ideas, prefiero disfrutar de la compañía de mi esposa.Permiso- dijo retirándose del círculo para unirse a su tía.El resto de la noche, se dedicó a observar como disfrutaba su querida hermana y a pensar en que esperabaque quien la cortejara fuera un verdadero caballero, por cuna y educación.

Elizabeth despertó temprano y dio una vuelta antes del desayuno. Esperaba con nerviosismo las noticiassobre la presentación de Georgiana. Tal vez, llegarían con el correo de la tarde, pero nunca se sabía.

Le llevó el desayuno al dormitorio a Jane, ya no la dejaban bajar las escaleras y se pasaba la mayor partedel tiempo en la cama. Lizzie le hacía compañía, a veces le leía, otras sólo bordaban mientrasconversaban.-¿Recibiste noticias de Londres?- preguntó Jane.-No, es temprano, imagino que llegarán a la tarde.-Se me olvida la hora del día, cuando estás en cama, pierdes la noción del tiempo.-Ya falta menos, dentro de poco, te quejarás que no te dejan dormir- le dijo bromeando.-Elizabeth…estoy asustada. Tengo miedo de no poder hacerlo y que le pase algo malo al bebé culpa mía.  -Estarás bien, ya lo verás. Cuando llegue el momento sabrás qué hacer.-¿Me acompañarás?-Pensé que querrías estar con mamá o la tía Mary- dijo confundida.

-¡No creo soportar a nuestra madre en esos momentos! Te prefiero a ti.-Entonces estaré contigo, a pesar que no seré de mucha ayuda.Jane volvió a dormirse después del mediodía, Elizabeth bajó a tomar aire y estirar las piernas. Estabadando un paseo por los jardines, cuando pudo ver la llegada del carruaje de los Hurst. De él, descendieronla Srta. Bingley y el matrimonio Hurst.Se vio obligada a acercarse a saludar. Después de las conversaciones de cortesía, pasaron con Charles atomar el té. Caroline se sentó junto a ella.-Hace un buen tiempo que no tenía el gusto de su compañía. Espero que le hayan llegado misfelicitaciones- dijo Caroline.- Jane me las comunicó. Muy amable de su parte. Con respecto al tiempo que no la veía, es verdad. Conmi esposo, preferimos Pemberley a la ciudad, además que en este estado no puedo moverme mucho-

comentó Lizzie.-He podido observar que, el Sr. Darcy, no tiene ese problema. Tuve el placer de su compañía en el bailede presentación de mi queridísima Georgiana.-¿Estuvo usted ahí?- preguntó Elizabeth disimulando su molestia.-Por supuesto, no me lo hubiera perdido por nada del mundo. La Srta. Darcy, estaba espléndida, creo quefue la más solicitada del salón. Usted puede quedarse tranquila, con las únicas que bailó su esposo fue consu hermana y el reel conmigo.Caroline siguió conversando sobre vestidos, música, peinados y joyas, pero Elizabeth no la escuchaba.Después de un rato, se excusó por tener dolor de cabeza y se retiró.En la tarde, volvió a visitar a Jane, que estaba en compañía de sus cuñadas. Lizzie, intentó concentrarseen su bordado y no en el parloteo continuo de las hermanas de Charles.Las criadas trajeron el servicio del té a la habitación y con él, un sobre dirigido a Elizabeth. Dentro de él,había una carta de su esposo y otra de su cuñada.-Gracias- dijo Lizzie, tomando las cartas y sentándose cerca de la ventana, para poder leerlas tranquilas.Eligió leer la de Georgiana en primer lugar. Ella le contaba con todos los detalles lo que vivió, susmiedos, sus impresiones sobre los jóvenes que conoció y no mucho más. Elizabeth supuso que tendríamiedo que Darcy lo leyera.Con más calma, tomó la carta de su esposo. En ella, le contaba lo orgulloso que se sentía de Georgie. Delbaile decía poco, Lizzie ya conocía su poca predisposición con ellos. Finalmente, le comunicaba lasintenciones de ir a Netherfield antes de lo planificado. Tal vez, poco después de la fiesta de San Miguel.Estas noticias alegraron a Elizabeth, quien dobló las cartas y las guardó en su bolsillo.

-¿Noticias de Londres?- preguntó Jane.-Sí, de Georgie y de William- respondió.-¿Le cuenta que estuvo conmigo?- interrogó Caroline.-No, la verdad es que no la nombra para nada. Discúlpenme, pero quiero responder ahora- dijo Elizabeth,

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retirándose a su habitación.Sabía que se había comportado descortés, pero últimamente, no podía refrenar su lengua.Escribió las cartas y se cambió para bajar a cenar. No veía la hora que volviera Darcy a su lado.

El primer día de octubre, Elizabeth, se sentía particularmente agotada. Últimamente, se sentía con mássueño que el acostumbrado y decidió hacer una siesta antes de la cena.Despertó sintiendo unos fuertes brazos que la rodeaban, antes de abrir los ojos, había reconocido el olor

de su esposo. Darcy le acarició el cabello y la besó en la frente.-Hola, amor- le susurró.Elizabeth abrió los ojos y sonrió.-Sr. Darcy, hola. No lo esperábamos hoy- le dijo acercándose más a él.-¿Quieres que me vaya?- le preguntó serio.-¡No!- exclamó Lizzie- Su hijo lo ha extrañado mucho.-¿Solamente mi hijo?-Por supuesto que yo también- respondió besándolo en los labios.El contacto con el calor de sus labios, el volver a sentir su sabor, era embriagador. Elizabeth se rindió alas caricias de su esposo, no podía creer que pudiera extrañarlo tanto. Darcy la colocó encima de él,luchando para poder sacarle la ropa, Elizabeth se rió por la ansiedad con la que se conducían las manos de

su esposo y lo ayudó con los botones de su chaleco.-Llegaremos tarde a cenar- le susurró en el oído mientras él atacaba su cuello.-Usaremos como excusa al bebé. No pueden echarle la culpa, ¿no?- dijo Darcy casi sin aliento.Elizabeth volvió a reír. Oh, sí, cuánto lo había extrañado.Bajaron apurados, todos estaban en la sala esperando su llegada para ir al comedor.-Darcy, estaba por enviar un criado para ver si estaba todo bien- le dijo Charles.-No es necesario, Elizabeth estaba un poco cansada, eso es todo- respondió mirando a su esposa.-Debo decir que no se te nota, se te ve espléndida- comentó Charles a Elizabeth.-Gracias. Me siento muy bien- contestó sonriendo.Pasaron un par de días muy tranquilos. En la madrugada del tercer día desde el arribo de Fitzwilliam,unos fuertes golpes en la puerta, despertaron al matrimonio Darcy.

-Voy yo- dijo William, dirigiéndose a la puerta. Aún era de noche.Al abrirla, se encontró con un asustado Bingley.-Charles, ¿sucede algo? ¿Jane está bien?- le preguntó Darcy.- Necesito a Elizabeth…creo que llegó la hora- dijo nerviosamente.Lizzie saltó de la cama y se colocó una bata.-Enseguida voy. ¿Llamaste a la partera o al médico?-Sí, ya envié por ellos. También mandé a avisar a Longbourn.Elizabeth entró a la habitación de su hermana. Estaba recostada en la cama, con expresión tranquila en elrostro. Se sentó junto a ella y le tomó la mano.-¿Estás bien?- le preguntó.-Sí, no hace mucho que comenzaron los dolores.-¿Te traigo algo para ponerte cómoda?-Un paño de agua fría me caería bien.Elizabeth ordenó a una criada que le trajera lo necesario. No pensaba despegarse de su lado.Se hizo de día, la partera ya había llegado. La revisó e informó que faltaba mucho.Sería un largo día, Elizabeth no se apartó de Jane en ningún momento. A mitad de mañana, una criadaentró para decirle que su esposo la llamaba.Jane la miró y le ordenó que fuera.Lizzie se asomó al corredor y encontró a Darcy muy preocupado.-¿Cómo está Jane?-Bien, muy cansada, las contracciones son más intensas y aún falta mucho.

-¿Cómo estás tú?-Estoy un poco agotada y con hambre.-Tómate un descanso, tu madre puede estar con ella.- No…no quiere estar con mi madre a solas.

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-Entonces permíteme que te envíe algo para comer. Estás cansada- le dijo y la besó en la cabeza.Ella se apoyó en su pecho y lo abrazó, necesitaba sus fuerzas.-Amor, todo saldrá bien- la tranquilizó.Elizabeth volvió con Jane. La encontró en el dolor de una contracción. Se sentó con ella y la ayudó asuperarla.Para la tarde, el bebé todavía no había nacido, el doctor y la partera empezaban a preocuparse. Jane sesentía exhausta y cada contracción era insoportable, no podía evitar gritar por el dolor.

En la sala, Charles no soportaba más la espera. Cada grito de su esposa era un puñal lleno deincertidumbre. Darcy se sentía mal, toda la espera le recordaba al día que había perdido a su madre y notenía más palabras para tranquilizar a su amigo.Una de las sirvientas entró a buscar al Sr. Bingley, lo mandaba a llamar el doctor. Charles subió corriendolas escaleras, seguido por Darcy.El médico lo esperaba en el corredor, la expresión era de inquietud.-Sr. Bingley, el parto se está alargando mucho. Si no nace en la próxima hora, correrán riesgo las vidas deambos.Charles palideció y, por un momento, Darcy pensó que perdería la compostura.En ese momento, Elizabeth salió al pasillo a llamar al médico. Era tarde y tenía una clara cara decansancio y de agobio. Antes de volver a entrar, le dirigió una mirada a su esposo que lo llenó de temor.

Volvieron a la sala, el pobre Charles se sentía miserable. Darcy no se sentía nada bien, su mente tan sólopensaba que, dentro de pocos meses, podría estar pasando por la misma angustia.El reloj indicaba las 10 de la noche cuando el doctor entró a la sala. Todos se pusieron de pie con grannerviosismo.-Lo felicito Sr. Bingley, ya es padre y su esposa está descansando.Todos se alegraron y felicitaron a Charles, quien respiró aliviado.En medio de la algarabía, Elizabeth entró con un bebé envuelto, al que sólo se le veían unos cabellosrojizos.-Te felicito Charles, tienes una bella niña- le dijo, entregándole la pequeña en brazos.Darcy la miraba desde el otro extremo del salón, orgulloso y asustado.

Capítulo 31 

Después de la larga jornada, Elizabeth, estaba exhausta. Darcy, solicitó le llevaran algo para comer a lahabitación. Una vez en ella, se recostó vestida en la cama, sus piernas le dolían y sentía sus pieshinchados. Todo el nerviosismo e incertidumbre aún la acompañaban y no le permitían relajarse paradescansar.Su esposo se acercó a ella con una bandeja.-Necesitas comer algo, estuviste todo el día junto a Jane y apenas comiste algo.Elizabeth tomó algunos bocados sin demasiado apetito.-¿Llamo a tu doncella para ayudarte con la ropa?-preguntó Darcy.-No, está bien, puedo sola. Sólo ayúdame con la parte de atrás- pidió Lizzie, quejándose un poco al hacerel esfuerzo de levantarse de la cama.-¿Te sientes bien?- enseguida preguntó al escucharla.-Sí, estoy bien, me duelen las piernas y la espalda, eso es todo- le respondió con una sonrisa.-¿Quieres que le pida al doctor que venga? Pasará la noche aquí, no le molestará venir a verte.-No. Estoy bien, que los pies se me hinchen es normal. Eso me dijo Jane.

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La ayudó a cambiarse y se acostaron. Se escuchó uno de los relojes del corredor marcar la medianoche.Lizzie no podía dormir, toda la experiencia del día la tenía alterada y preocupada.-William, ¿estás despierto?- susurró en la oscuridad.-Sí, lo estoy-contestó moviéndose hacia ella.Elizabeth se acurrucó contra él y lo abrazó.-No puedo dormir- dijo Lizzie.-¿Qué te sucede?

-Creo…creo que estoy asustada- confesó dejando de lado su orgullo.-¿Por Jane?-No. Jane estará bien. Es por mí, por lo que me espera. Hoy pude presenciar la experiencia másatemorizante y reconfortante de mi vida y no sé si seré tan fuerte como mi hermana.Darcy la abrazó fuerte antes de hablar. Sabía que tenía que darle confianza y seguridad, sin demostrarlesus propios temores.-Lizzie, mi amor, eres la mujer más encantadoramente terca, fuerte y llena de energía que conozco.Confío en que no tendrás inconvenientes en traer a nuestro bebé.

En la mañana, Jane, pidió verlos a los dos. Entraron a la habitación y la encontraron recostada en la camacon la niña.

Después de felicitarla y preguntar por su estado de salud, Elizabeth tomó a su sobrina en brazos.-Es hermosa, Charles- dijo Lizzie.-Lo es, se parece mucho a Jane, pero con mi cabello- contestó Charles sonriendo.Jane lo miró y le hizo una seña con la cara. Bingley comenzó a hablar.-Hemos elegido el nombre para ella, queremos que se llame Elizabeth.Lizzie se quedó sorprendida por un momento, pensaba que se llamaría Margareth, como la difunta Sra.Bingley.- No sé qué decir…excepto que es un gran honor- dijo emocionada.-Bueno, pero eso no es todo, hay algo más que queremos pedirles, a los dos.-Lo que sea- dijo Darcy.-Nos gustaría que aceptaran ser los padrinos de Beth.

-Por supuesto que lo seremos, como dijo Lizzie, es un gran honor- respondió Darcy.-¿La llamaran Beth?- preguntó Elizabeth.-Sí, no queremos confundirlas- contestó Jane.-¿Están seguros de querer castigar a la niña con semejante nombre?- preguntó Darcy.-Es que con un nombre tan hermoso como Fitzwilliam, se puede opinar sobre los demás- Lizzie repusoirónicamente.Todos intentaron disimular que el comentario les había causado gracia. Incluso el mismo Darcy.-Charles, Jane, espero que su niña no herede de su tía la lengua mordaz- respondió en su defensa.Elizabeth lo miró simulando haberse ofendido y, acercándose a su marido, le dijo:-Veo que se cree gracioso. Tome a su futura ahijada en brazos- le ordenó, llevándole la niña.Darcy la tomó torpemente, dejó de moverse y estaba terriblemente asustado.-¿No me va a decir que le tiene miedo a un bebé?- preguntó Elizabeth burlándose de su esposo.-Tengo miedo de lastimarla…es muy pequeña- le respondió casi en un susurro.-Es hora que practique, no falta mucho para que tenga el suyo propio.La pequeña comenzó a llorisquear y Darcy estaba petrificado.Jane se compadeció de su cuñado y le pidió a Elizabeth que le trajera la niña.-Creo que tiene hambre- dijo. El matrimonio Darcy, se excusó y bajaron a desayunar.Estaban llegando al comedor del desayuno, cuando escucharon a Caroline conversando con su hermana.-…te lo dije, pobre Charles, con la maldición de las Bennet, nunca tendrá un heredero varón que perpetúenuestro apellido y el próximo será…el Sr. Darcy. Elizabeth enfureció, las mejillas se le enrojecieron y estaba a punto de estallar, cuando su esposo la tomó

del brazo y movió su cabeza negativamente.-Creo que debemos dar un paseo breve- le propuso sin alzar la voz.La tomó del brazo y salieron a caminar.-No reacciones, compórtate como una Darcy- le dijo su esposo a Lizzie.

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-No puedo creer que no nos deje en paz ni siquiera en un día de alegría como este.-Quiero que respires profundamente y te relajes, no volveremos a entrar hasta que no vea que estáscalmada.Elizabeth cerró los ojos e inspiró profundamente, en ese momento, sintió que el bebé se movía y emitióuna exclamación tomándose el abdomen.-¡¿Qué?!- preguntó Darcy.Ella tomó la mano y la puso sobre su vientre.

-No siento nada- dijo él.-Shhh…espera y verás. Se está moviendo. La cara de Darcy cambió en un momento, era increíble poder percibir el movimiento de su hijo. Sus ojosazules se iluminaron intensamente y una gran sonrisa se dibujó en su cara. Apoyó su frente contra la de sumujer, rozando sus caras y, por un tiempo, todos los temores se desvanecieron.

Después del bautismo de Beth, los Darcy volvieron a Pemberley. Si el viaje de ida fue cuidadoso, en el deregreso se tomaron más precauciones.Apenas arribaron a la casa, el doctor Gibson fue llamado para revisar a la paciente y calmar los nervios desu esposo. Todo continuaba en buenas condiciones y prometió volver en quince días.El mes de octubre pasó tranquilo, Georgiana regresó unos días antes del cumpleaños de Darcy. Elizabeth

lamentó no poder organizarle una fiesta y su esposo estuvo feliz de pasarlo sólo con las personas que másquería en el mundo. Sólo recibieron la visita de Charles, quien tenía que firmar los papeles de compra deuna hermosa finca cercana.Finalizando noviembre, los Bingley, comenzaron su mudanza a Green Park, a sólo 30 millas dePemberley.Después de casi un año viviendo apartadas, las hermanas estaban muy felices con la idea de criar a sushijos juntas. Se veían lo más seguido que podían, dependiendo de la pequeña Beth y del estado deltiempo. El clima ya comenzaba a sentirse frío y se esperaban las primeras nevadas para cualquiermomento.Elizabeth amaba el paisaje de Pemberley nevado, simplemente era hermoso, pero limitaba las actividadesque se podían hacer. Se pasaba los días terminando el ajuar y preparando la habitación del bebé. Por

suerte, Georgiana, le era de gran ayuda con los preparativos.En una de las asiduas visitas de los Bingley, Charles anunció que haría un gran baile de Navidad. Elsiempre sociable esposo de Jane, deseaba entablar amistad con la gente respetable de la zona y,aprovechando las fiestas, decidió la organización del baile.Darcy, no demasiado propenso a este tipo de actividad, buscó la forma de esquivar la invitación poniendocomo escusa el avanzado estado de Elizabeth.-Por favor, Sr. Darcy, nos gustaría mucho que estuvieran ahí. Piense en la posibilidad que tendráGeorgiana de disfrutar la compañía de personas jóvenes- intervino Jane.-Fitzwilliam, estaré bien, siempre que pueda estar sentada- dijo Lizzie, que contrario al carácter suesposo, era sociable y le gustaba observar el comportamiento de las personas en estas reuniones sociales.-Está bien, iremos y nos quedaremos por unos días- proclamó, presionado ante la mirada persistente delas hermanas.La visita de la costurera de la Sra. y la Srta. Darcy, era señal que los preparativos de la fiesta habíancomenzado. El estado de ánimo de Lizzie, hacía que cambiara de opinión casi todos los días sobre elvestido. Sentía que nada le quedaba bien y que parecía un elefante, como esos que había visto ilustradosen los libros de su padre.Darcy la encontró llorando en la sala, poco después de una de las visitas de la modista.-Lizzie…¿qué sucede? -¡Estoy horrible! – gritó en medio del llanto.Las reacciones extrañas de su esposa ya no lo sorprendían y se sentía un verdadero experto en manejaresas situaciones. Se sentó juntó a ella y la atrajo hacia él. Elizabeth siguió llorando sobre su hombro,

mientras él le acariciaba el cabello.-Shh…no seas tonta. Eres hermosa siempre, ¿alguien te ha dicho lo contrario? -¡No…no es necesario! Me doy cuenta sola. Estoy fea y malhumorada…-y, rompiendo en llanto, agregó-¡Seguro que no me quieres más!

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-¿De dónde haz sacado semejante idea? Te quiero muchísimo y estás más bella que nunca…porque llevasa un Darcy en tu vientre- le dijo burlándose un poco de ella.Elizabeth rió ante el comentario. Su esposo aprovechó el momento para secarle las lágrimas con supañuelo y besarla tiernamente.-Para mí, siempre serás la mujer más linda, la de los ojos más hechizantes y con una inteligenciacautivante. Así que no pienses más en esas tonterías.Unos días después, se dirigieron hacia la nueva morada de los Bingley, una casa más moderna y pequeña

que Pemberley, pero cómoda y acogedora.A pesar que Jane no se llevaba bien con su cuñada, su presencia había sido de gran utilidad para larealización de la fiesta. No era fácil tener que organizar la nueva casa siendo una mamá reciente.El ya natural rechazo de Caroline hacia Elizabeth, había aumentado desde que, su primer sobrina, fuerabautizada con su nombre. Tampoco colaboró a su resentimiento que fuera elegida como la madrina de laniña, ni que toda la familia Bennet estuviera presente para la fiesta.Pero Lizzie estaba dispuesta a ignorar sus comentarios sarcásticos, que utilizaba para hacerla quedar malfrente a su esposo. En cierta medida, tenía lástima de Caroline, ya estaba llegando a la edad en que las

 jóvenes eran consideradas “solteronas” y era ella quien había acabado con las ilusiones de atrapar aDarcy.La noche de la fiesta, Lizzie se colocó temprano el vestido rojo preparado para la ocasión. Se puso los

aros de rubíes que su esposo le había obsequiado para su aniversario y esperó que la pasara a buscar parabajar a la fiesta. La música ya se escuchaba cuando Darcy entró en la habitación y, por unos momentos,quedó sin palabras ante la belleza de Elizabeth.-Sra. Darcy, debo decirle que tiene que sentirse orgullosa de su apariencia esta noche. Robará todas lasmiradas- le dijo besándola.-Me conformo con robar sólo las de un caballero en especial.-Espero que estés hablando de mi- le respondió, ofreciéndole el brazo para que se apoyara en él.La fiesta estuvo agradable, la gente estaba encantada con la pareja que había comprado la residencia y los

 jóvenes disfrutaron plenamente del baile. Excepto Georgiana, que fue muy requerida, pero a quien todosesos muchachos, no podían hacerle olvidar a su querido primo.Elizabeth siempre estuvo acompañada en su cómodo lugar. A pesar de no poder bailar, la pasaba

maravillosamente viendo como los demás se comportaban.En cierto momento de la noche, notó la ausencia de su marido y se levantó en su búsqueda.En una de las salas cercanas a la del baile, Darcy se había aislado. Miraba distraído por la ventana loscampos nevados iluminados por la luna cuando, Caroline Bingley entró a la habitación.-Con que aquí se esconde Sr. Darcy- dijo al verlo.-No me estaba escondiendo, sólo quería un poco de silencio- respondió.-Lo entiendo perfectamente, a veces la presencia de ciertas personas inferiores pueden hacernos sentirmal- comentó en clara alusión a la familia de Lizzie- Nos hace meditar que tal vez cometimos un error altomar ciertas decisiones.Él no respondió nada, le pareció que la Srta. Bingley estaba un poco ebria. Ella se le acercó y Darcyretrocedió hasta la pared.-Sr. Darcy…Fitzwilliam, usted debe saber que si alguna vez cambia de parecer…yo estoy a sudisposición- anunció y, ante el desconcierto de Darcy, lo besó sorpresivamente en los labios.-¡Caroline!- se escuchó en el salón. Ella se volteó tambaleante y avergonzada, para ver a su hermano encompañía de Elizabeth.-¡¿Qué diablos te pasa por la cabeza?!¡ Retírate inmediatamente!- gritó Charles enfurecido.Darcy seguía en estado de estupor y al ver a su esposa parada allí, temió su reacción.-Charles, lo siento, yo te juro que… -Escuchamos casi todo, no me debes explicaciones- le dijo Bingley- Con permiso, creo que debo hablarcon mi hermana.Apenas salió de la habitación, Elizabeth lo miró enfurecida.

-Lizzie…tu escuchaste…no me esperaba semejante conducta de Caroline, me tomó desprevenido.Elizabeth no dijo nada y salió de la sala rumbo a su dormitorio. Darcy marchó detrás de ella.-Elizabeth…Elizabeth, detente por favor, debemos hablar - decía mientras cruzaban el salón repleto degente, intentando disimular la situación.

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Al entrar en la habitación, Darcy cerró la puerta y esperó la reacción de su esposa. Sabía que no seríanada bueno pero que él no tenía culpa.-¡¿Se puede saber qué hacías con ella a solas?!- fue la primera pregunta furiosa.-Nada, te lo juro, ella me siguió hasta ahí.-¡Pobrecito…qué pena me da, es tan correcto que no es capaz de ponerla en su lugar!!! - respondióirónicamente.-Creo que estaba ebria- intentó disculparse.

-¡Por supuesto que lo estaba! ¡Apenas podía mantenerse de pie!-¡Entonces no sé de qué me acusas!- gritó él.-De no hablar cuando tuviste la oportunidad, de dar la impresión que puedes llegar a cambiar de opinión-respondió dolida.-¡Me haces responsable de tu inseguridad!- contestó Darcy enérgicamente.La cara de Elizabeth se enrojeció de la furia y levantó su mano para abofetearlo. Darcy frenó su brazoasiéndolo por la muñeca y la atrajo hacia él para besarla apasionada y profundamente.Elizabeth se resistió, golpeándolo en el pecho con su brazo libre, hasta que su ira, se disolvió con susbesos.

Capítulo 32 

Se separaron jadeantes, necesitaban recuperar el aire. Cuando Darcy la soltó, Elizabeth creyó que suspiernas no podrían sostenerla y se aferró a él. Aún tenía la cara enrojecida y la marca de las lágrimas quecaían sobre sus mejillas.Se miraron por un momento sin hablar, hasta que Darcy, tomándola por la cintura, la condujo hasta lacama. Ella se dejó llevar sin decir nada, el beso había borrado el enojo inicial, pero no significaba que seolvidaría tan fácil de lo sucedido. Él le sacó los zapatos y la ayudó a recostarse sobre la cama. Luego,llamó a su doncella para que la desvistiera.Aprovechó para salir a tomar aire. El controlarse después de ese beso había requerido un gran esfuerzo.Bajó las escaleras en dirección al baile en búsqueda de su hermana.Vio que estaba bailando y se acercó donde estaba Jane.-Sra. Bingley, le pido que nos disculpe a Elizabeth y a mí, pero nos retiraremos prematuramente. Déle misdisculpas a mi hermana.Jane lo disculpó, su esposo ya le había comunicado brevemente lo sucedido con Caroline y estaba

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preocupada por Elizabeth.Darcy volvió a subir y entró en la habitación. La doncella se había retirado y Lizzie se encontrabaacostada.Cambió su ropa sin ayuda de nadie y, antes de meterse en la cama, le preguntó si necesitaba algo. Ella lepidió agua y la bebió rápidamente. Cuando se acostó, ambos se quedaron mirando el techo fijamente sinhablar, la música de la fiesta era lo único que se escuchaba. La oscuridad de la habitación era iluminadapor el fuego de la chimenea. Darcy giró hacia ella, extendiendo su brazo para abrazarla, pero Elizabeth se

dio vuelta, dándole la espalda.Ninguno de los dos podía dormir, la sóla idea que, los labios que ella tanto deseaba habían estado encontacto con los de Caroline, le produjo náuseas. Se sentó en la cama, el bebé no se quedaba quieto ysentía que su panza se endurecía. Poco después, decidió levantarse y caminar un poco por la habitación.Su esposo la miraba preocupado, ella lo podía sentir.-¿Te sientes mal?- terminó por preguntar.-Sí, así es.Darcy se levantó y se acercó a ella.-¿Puedo hacer algo?-Ya hiciste suficiente- fue la respuesta hiriente que le dedicó.Pasó otro rato, en que ninguno los dos habló, hasta que, Lizzie dijo:

-Creo que necesitaré un médico.Las palabras fueron un puñal en el pecho de Darcy, que inmediatamente llamó a un sirviente para pedirleque buscaran al doctor Gibson, quien se encontraba en la fiesta.El médico no tardó en subir y, con él, también lo hizo Jane. Los dos entraron en la habitación y lepidieron que saliera de la misma.Pasaron poco más de diez minutos, cuando Jane salió de la habitación y le dijo que entrara.Elizabeth estaba acostada en la cama, sus ojos oscuros mostraban cierto temor.-Fitzwilliam…Elizabeth- dijo el doctor mirándolos- Espero que no se ofendan con lo que les diré.Los dos lo miraron con gran respeto y temor.-Quiero que sepan que, si no dejan las tonterías de lado y comienzan a comportarse como verdaderosadultos, este embarazo no llegará a término. Tomen lo ocurrido esta noche como una advertencia. Hoy no

llegaste a tener contracciones, el próximo disgusto, ¡quién sabe!- dijo enojado el doctor.Darcy iba a empezar a hablar, pero el médico lo interrumpió, dejándolo con la boca abierta.-¡Y tú, jovencito!, no quiero ni pensar qué hiciste esta noche para provocar esta reacción, ni quierosaberlo. Pero tiene que quedarle claro algo a los dos, desde ahora, hasta la fecha del parto, tranquilidadabsoluta y mucho reposo. ¿Se ha entendido?-Sí, perfectamente- dijo Darcy. Lizzie asintió con la cabeza ante la mirada de reproche del médico.Al retirarse, Darcy volvió a meterse en la cama. Ninguno de los dos se atrevía a hablar, volvieron a mirarel techo, hasta que, Elizabeth, buscó la mano de su esposo y la puso sobre su vientre. Él se movió haciaella y la abrazó.-Lizzie, ¿alguna vez te dije cuando supe realmente que estaba enamorado de ti?Ella lo miró y sonrió un poco.-Llegaste a Netherfield con un aspecto salvaje y absolutamente hermosa. En esos días, me di cuenta queeras diferente a todas las mujeres que conozco. Me embrujaste, y bien sabes que luché contra el hechizo.Elizabeth se rió recordando la declaración fallida bajo la lluvia.-…me haz hechizado en cuerpo y alma y eso, no ha cambiado ni cambiará nunca- dijo Darcy.A la mañana siguiente, cuando los invitados en la casa todavía dormían agotados por el baile, CarolineBingley, era despedida fríamente por su hermano, quien la enviaba a vivir con los Hurst indefinidamente.

Por más que en Green Park se la atendió como si estuviera en su casa, Elizabeth deseaba volver aPemberley. En un año se había convertido en su hogar.En la pareja Darcy hubo una tregua, nada de peleas ni discusiones, por lo menos hasta que naciera el

bebé. Los próximos meses tenían que ser de tranquilidad y expectación.Volvieron a la casa el mismo día que arribó el Coronel, dispuesto a pasar el año nuevo con ellos antes devolver al regimiento.Elizabeth tenía temor que su esposo se diera cuenta de las intenciones de su primo para con Georgiana,

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pero era evidente que él no consideraba esa posibilidad.El Año Nuevo llegó con una fuerte nevada que los mantuvo incomunicados por varios días. A Lizzie lepreocupaban varias familias poco favorecidas de la zona y organizó todo para prestarles ayuda. Porsupuesto que Darcy no permitió que fuera en persona y, de ello, se encargaron Georgiana y RichardUna tarde atípica de enero, donde el sol estaba radiante y el cielo despejado, Elizabeth se aventuró acaminar por el jardín en compañía de Richard.-Coronel, no quiero inmiscuirme, pero… ¿no cree que es tiempo de hablar? 

-¿Hablar…sobre qué?- preguntó en tono inocente.-Sobre Georgiana, con mi esposo. Creo que ya es hora que lo sepa.El Coronel siguió caminando pensativo y en silencio.-Hablaré con él cuando tenga algo más que proponerle que sólo mi amor por ella.Cuando finalizaba la primera quincena de enero, el Coronel se despidió de todos, especialmente de suquerida prima. En cualquier momento tendría que marchar al continente, esperaba poder verla antes queesas órdenes llegaran.Para cuando llegó el mes de febrero, todo estaba listo, la futura niñera ya residía en Pemberley, el cuartoestaba listo y la familia Bennet llegó para quedarse.Darcy controlaba estrictamente las actividades que ejercía Lizzie y las horas en las que recibía visitas. Eraun trabajo difícil de realizar, a menudo exigía ponerse firme ante su terca esposa, pero debía hacerlo por

ella y por el bebé. No es que ella fuera imprudente, sólo que deseaba seguir con sus actividades normalesy terminaba agotada. Cuando Elizabeth estaba muy cansada, comía en su habitación en compañíaúnicamente de su esposo.-Creo que tanta atención es para vigilar que coma todo- le dijo Lizzie.-Como siempre, tu inteligencia descubre mis intenciones- le respondió acercándole otro plato.-¿Puedes hacerme un favor?- le preguntó a su esposo.-Lo que me pidas.-Acércate y convence a tu hijo que deje de golpear a su madre- le pidió.Habían descubierto que la voz de Darcy, solía tranquilizar al bebé.Él corrió la bandeja y se acercó para hablarle cerca. Susurró algo y el niño dejó de patear.-¿Qué le haz dicho?- preguntó intrigada.

-Es un secreto- le respondió al tiempo que traía otra vez la bandeja.-¿Secreto…como los nombres que elegiste para él o ella?- le dijo provocativamente.Darcy levantó su ceja, como siempre lo hacía cuando pensaba una respuesta interesante.-No es un secreto, espero revelártelo pronto, según el doctor Gibson no falta más de quince días- lerespondió bromeando.Lizzie le sacó la lengua burlonamente y se rió. Unas horas más tarde, estaba bordando con Jane en suhabitación, cuando sintió un fuerte dolor en su cintura que llamó su atención. Como pasó rápidamente, nodijo nada, pero cuando el dolor volvió, se preocupó y se lo comunicó a Jane.Jane pegó un salto de la silla y gritó:-¡Lizzie, son contracciones!Elizabeth intentó estar tranquila, respiró profundamente y acarició su vientre.-Jane, quiero que llames a la Sra. Reynolds y a Darcy. Intenta parecer tranquila…borra esa expresión detu cara- le pidió Lizzie.Su hermana mayor, bajó corriendo por la escalera de una manera muy poco decorosa, en busca del amade llaves. Le pidió al primer sirviente que cruzó que enviara a la Sra. Reynolds a la habitación de la Sra.Darcy, y salió en búsqueda de su cuñado.Lo encontró en compañía de su padre, en la biblioteca principal.-Sr. Darcy- interrumpió, aún le costaba decirle por su nombre- Elizabeth lo necesita…en forma urgente-la forma en que remarcó la última palabra provocó que Darcy se levantara rápidamente.Arriba, Lizzie intentaba mantenerse calma, sabía que estas cosas tardaban muchas horas y era innecesarioponerse nerviosa desde temprano. Cuando llegó el ama de llaves, le pidió que enviara por el doctor y

luego esperó a su esposo, que entró poco después.Darcy creía que se trataba de otro de sus antojos extraños, como cuando lo hizo despertar a las 3 de lasmañana a la cocinera para que le hiciera una tarta de fresas.-¿Debo pedirle algo raro a la Sra. Benedict?- le preguntó con una sonrisa.

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-Llegó el momento- le dijo Lizzie de golpe.Su esposo, que no estaba preparado para escuchar eso, preguntó tontamente:-¿El momento de qué?Elizabeth lo miró y fue todo lo que necesito para darse cuenta. En un segundo estaba sentado junto a ella.-¿Estás bien? ¿Mando por el médico?- preguntó lleno de nervios.-Estoy bien, esto llevara un tiempo…lo sabes, ¿no? -Sí. Sí, lo sé.

-La Sra. Reynolds ya envió a alguien por el doctor, mientras tanto, quiero que me hagas compañía. ¿Estábien?- le preguntó.-Sí, está bien, me quedaré contigo. ¿Llamo a tu madre o a tu hermana?-No, sólo quédate tú conmigo. Eres todo lo que necesito.Darcy le tomó la mano y se la besó.Las contracciones eran espaciadas y Lizzie las soportaba bien. Esperaba ser fuerte cuando seintensificaran. Ya era la hora del té y todo el resto de la familia estaba abajo disfrutando del mismo.Menos un cada vez más nervioso Darcy, que miraba el reloj a cada momento y que no entendía por qué elmédico se tardaba tanto.-William, ayúdame- le pidió Lizzie para poder levantarse de la cama- Alcánzame mi bata.Él la ayudó a colocársela, sin saber bien lo que se proponía.

-Vamos- le ordenó tomándolo por el brazo y llevándolo hacia la puerta.-¿Dónde?- preguntó un poco espantado.-A caminar un poco. Según la Sra. Reynolds ayuda a apurar el parto- le respondió muy segura.Darcy sólo obedeció, no se iba a poner a discutir sobre algo que sabía muy poco.-Está bien, pero nos quedaremos por aquí arriba- dijo. Al salir al pasillo, le pidió a una criada que sillegaba el doctor, fueran inmediatamente a avisarles.Caminaron por los corredores y entraron en una gran sala a la que Lizzie no recordaba haber entradoantes. Había muchos cuadros y grandes tapices, con un sillón redondo en el medio de la habitación.-Creo que necesito sentarme un momento- le dijo Lizzie en medio de una contracción. Darcy la ayudó asentarse en el sillón carmesí. Ella cerró los ojos, era la primera que sentía, que le quitaba el aire.-Es hora de volver, seguro que el médico ya llegó- le dijo su esposo aterrorizado.

- No. No…ya pasó. Quedémonos un poco más- Elizabeth sabía que una vez que el doctor Gibson llegara,no vería más a su marido hasta después del nacimiento. Quería pasar la mayor cantidad de tiempo con él.Había sido optimista durante su embarazo, pero la idea que pudieran ser sus últimos momentos con él, sele cruzó por la cabeza.Él la tenía tomada por la cintura y ella se recostó contra su pecho. Tomó su mano, entrelazando sus dedos.-¿Quién ese niño tan bello en el cuadro de allí arriba?- preguntó Elizabeth.-¿El que está con ese trajecito tan ridículo?- preguntó su esposo.-Ese.-Pues, soy yo- contestó Darcy con cara de desaprobación.-¿Y por qué ha cambiado tanto? Tan lindo y simpático que parecías- bromeó.-Muy graciosa, ahora párate- le dijo poniéndose de pie para ayudarla.Elizabeth se levantó, sabía que tenía que volver, pero al instante, otra fuerte contracción la obligó asostenerse de su esposo, incapaz de caminar. Un momento después, rompió fuente.Sin decir nada, Darcy la tomó en sus brazos y empezó a caminar hacia la habitación.-William, creo poder caminar, bájame- le pidió.-No, te hice caso con la caminata y mira ahora- respondió atemorizado.La llevó apresurado hacia la habitación y, cuando la estaba recostando, el médico entró.-¡Gracias a Dios que usted está aquí, acaba de romper fuente!- exclamó lleno de angustia.-Tranquilo, Fitzwilliam. No significa que ya vaya a nacer, sólo que está más cerca de hacerlo- lotranquilizó- Ahora fuera, necesito revisar a su mujer.Darcy salió al pasillo, los nervios no le permitían quedarse quieto. Envió un sirviente en busca de Jane.

Ella tenía que estar junto a Lizzie.Jane subió de inmediato y entró a la habitación. Un momento después, el doctor Gibson salió para hablarcon él.-Fitzwilliam, está más adelantado de lo que imagine, si todo marcha normal, en unas dos o tres horas

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serás padre- le comunicó.-¡¿Tres horas más?!- exclamó.-Sí, esto lleva su tiempo, para una primeriza el tener 6 o 7 horas de parto es una gran suerte.Para Darcy sería una eternidad.Dentro de la habitación, Elizabeth ya no se sentía calma, el dolor se estaba volviendo más agudo y lepreocupada su esposo allí afuera.-Jane, hazme un favor y pídele a William que espere abajo, con el resto de la familia.

Su hermana no quería tener la responsabilidad de tener que darle una orden a su cuñado. Pero aceptó eldesafío. Poco después, entró a la habitación.-No me hizo caso. Dijo que no piensa moverse de allí, cuando mucho entrará a su habitación.-Eso es peor- Lizzie pensó por un momento antes de volver a hablar- Entonces habla con Charles o conGeorgiana. No quiero que esté sólo ahí fuera. Necesito que lo contengan.Jane cumplió con el pedido y Darcy no volvió a estar solo.Tal como predijo el doctor, Elizabeth estaba lista para pujar unas dos horas más tarde. Elizabethprocuraba no gritar, se mordía los labios para evitarlo, se aferraba de las sábanas.En un descanso de su labor, Jane le dijo:-Lizzie, no tienes que contenerte, puedes gritar.-Jane…no puedo. Tengo que ser fuerte por Darcy. No soportaría escucharme. No después de lo que vivió.  

Su hermana le secó la transpiración y le dio de beber agua. Admiraba el amor incondicional que supequeña Elizabeth sentía por su esposo.No tuvo mucho tiempo para descansar, enseguida llegó otra contracción y un gritó se le escapó de suboca.La puerta se abrió de improvisto y su esposo entró corriendo hasta ella. Se arrodilló junto a la cama ytomó su mano.-William, amor, debes salir- le dijo acariciando su cabello.Él no se movió ni habló, sólo besó su mano y se acercó hasta su oreja para susurrarle “te amo”.  -Y yo a ti- le dijo con lágrimas en los ojos. Lo miró hasta que salió al pasillo y la puerta se cerró detrás deél.

Darcy caminaba por el corredor sin parar. Nadie podía tranquilizarlo, los gritos de Jane, el doctor y lospocos de Elizabeth, lo estaban volviendo loco. Estaba rezando para que todo terminara pronto y bien,cuando un llanto proveniente de la habitación lo hizo correr hasta la puerta.Nadie salía de la habitación y la incertidumbre hacía que su agonía creciera. Pasó un tiempo hasta que, eldoctor salió y con él, las criadas que habían colaborado.-Puedes pasar, Fitzwilliam- le dijo el médico.Entró nerviosamente en la habitación. Al instante, iluminada con la luz de las velas, vio a Elizabeth en lacama. Le pareció que jamás había estado tan bella. Ella extendió uno de sus brazos invitándolo aacercarse. Él tomó su mano, apretándola y se sentó junto a ella.-William, quiero que conozcas a tu hijo- le anunció sonriendo, mientras acomodaba al niño en los brazosde su esposo.Darcy se quedó mirando ese pequeño que tenía en brazos por primera vez y sonrió.-Es completamente sano- le dijo Lizzie.El niño abrió un poco los ojos, lo suficiente para que su padre viera que tenía los ojos azules de los Darcyy aferró su pequeña manito al dedo de su padre.-William Bennet Darcy- dijo con los ojos humedecidos y la voz un poco quebrada.

Capítulo 33 

Elizabeth necesitaba descansar, después del esfuerzo realizado, sólo recibió las visitas de una llorosaGeorgiana y de sus padres por unos breves minutos.La Sra. Bennet no paró de exclamar que el niño era el vivo retrato de su padre y lo orgullosa que estabaporque su Lizzie le había dado un varón en el primer intento. El Sr. Bennet estaba realmente emocionado

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y orgulloso de su niña, compadeciéndose de ella, sacó a su esposa de la habitación para que Elizabethdescansara.-William, por favor, baja a cenar algo. Una de mis hermanas o mejor, Georgiana, puede quedarseconmigo por un rato.-Veré quien está levantado- dijo accediendo al pedido para no preocuparla.Apenas salió de la habitación, la Sra. Reynolds entró con una sopa caliente.-Gracias, pero no tengo apetito- dijo Lizzie.

-Órdenes del doctor- le respondió el ama de llaves y sin hacerle caso se sentó junto a ella para servirle lasopa- Cuando el niño se despierte, la ayudaré a darle de comer.-No creo que sea necesario- contestó un poco avergonzada.-Sí, si lo es. Usted piensa que es fácil, pero le aseguro que no lo es- respondió firme.En ese momento, entró Jane con la pequeña Beth en brazos.-La Sra. Reynolds tiene razón, Lizzie. La primera vez fue de mucha ayuda la presencia de mamá.Cuando el pequeño William despertó reclamando comida, las dos mujeres se encargaron de explicarle yayudar a Elizabeth en ese gran momento de su vida.-Me quedaré a pasar la noche contigo- dijo Jane.-¡Oh, no Jane! Tienes que ir a descansar, cuida de mi ahijada y de tu esposo. Alguna de mis criadas sequedará conmigo.

-De ninguna manera, señora, la dejaré a cargo de esas muchachitas. Me quedaré yo- dijo la Sra. Reynolds.Después de la medianoche, Darcy entró silenciosamente en la habitación. Lizzie dormía profundamente,cerca de la cama, en una pequeña cuna, el bebé estaba arropado.La Sra. Reynolds sentada cerca del fuego, se levantó al ver al joven amo. Él se llevó su dedo índice a laboca para indicarle que no hable. Miró al niño dormir y le acarició la mejilla suavemente.-Sra. Reynolds, puede retirarse, me quedaré yo- susurró.-Señor, creo que es mejor que duerma un poco. Esta es tarea de mujeres- le respondió en el mismo tonosilencioso.-Dormiré acá. Si necesito ayuda, la llamaré- le contestó firme en su decisión.La anciana señora se retiró de la habitación muy poco sorprendida por la resolución de su amo. Yaconocía bastante bien los sentimientos del joven por su esposa y los de Elizabeth por él.

Darcy se sacó la chaqueta y el cravat, se sentó en el sillón y se tapó con una manta. Unas horas más tarde,lo despertó el sonido de un llanto proveniente de la cuna. Se levantó rápidamente, pero al llegar a su lado,no se sentía seguro de cómo levantarlo. Tal vez había sido mala idea mandar a dormir a la Sra. Reynolds.Tomó coraje y lo levantó. Comenzó a mecerlo un poco y a hablarlo para que dejara de llorar.-Tiene hambre- anunció la voz de su esposa- Tráemelo.Él llevó al pequeño hasta los brazos de su preciosa madre sentándose a los pies de la cama. Al ver queElizabeth desataba la cinta del camisón para alimentar al niño, Darcy se avergonzó de pronto.-¿Te dejo sola?- preguntó.-No- le respondió riéndose de la ocurrencia de su marido- No es la primera vez que me ves desnuda.Aunque será la primera vez que me verás desnuda con otro hombre.Él se rió y ella también. Elizabeth le señaló el lugar junto a ella para que se sentara cerca. Darcy se sentó,pasando su brazo detrás de su cabeza y ella se reclinó contra él.-Creí que la Sra. Reynolds se quedaría conmigo. Tu tendrías que estar descansando en la pieza de al lado-lo regañó.-Esa era la idea de ustedes, no se me consultó nada y creo que sigo siendo el amo de Pemberley.-Siento decirte que haz dejado de ser el hombre de la casa. Ahora tienes competencia.-Puedo verlo. Es una competencia desleal, es más agradable que yo.-Bésame, tonto- le ordenó.Darcy la besó muy suavemente en la frente y luego en los labios.-Creo que volvió a dormirse- le dijo para que lo lleve hasta la cuna.Él llevó a William y lo tapó, luego se acercó hasta ella para ayudarla a acostarse.

-Quédate conmigo- Lizzie le pidió.-Por supuesto- respondió.-Digo aquí, recuéstate junto a mí, hasta que me duerma.Se acostó cuidadosamente y esperó que su durmiera. Estaba tan feliz, que sentía que el corazón se le

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saldría del pecho. De a poco, lo venció el sueño, despertó cuando la Sra. Reynolds vino a reemplazarlo.Afuera, ya era de día.-Sr. Darcy, lo espera su valet con un baño y ropa limpia- le dijo con voz apenas perceptible.-Gracias- respondió mientras se restregaba los ojos y notaba todo su cuerpo entumecido por lapermanecer en la misma posición.Antes de bajar a desayunar, pasó a ver a Elizabeth, pero aún dormía.En el corredor se encontró con el doctor Gibson que también se dirigía al comedor.

-Buenos días Fitzwilliam- le dijo.-Espero que haya descansado bien- respondió Darcy.-Muy bien. Ya he pasado a ver a su esposa y al bebé. William, ¿no?-Sí, William.-Los dos parecen estar muy bien. Extraordinaria mujer tiene usted- comentó antes de entrar en elcomedor.Se sentaron en la mesa, los demás no habían bajado todavía. Darcy pidió café en lugar de té. El médicocontinuó la conversación abandonada poco antes.-Una mujer muy fuerte y admirable. Soportó el parto casi sin gritar, no quería preocupar a los que estabanafuera. Supongo que a usted, en particular.-¿En serio?... ¿hizo eso?- preguntó admirado.

-Así es. Fuerte y obstinada. No hizo caso a los consejos que le dimos.Darcy no respondió, se quedó pensando en las palabras que acaba de oír. Su Lizzie, su querida esposa, lohabía hecho por él.

Después del desayuno, volvió a visitar a su esposa. Esta vez estaba despierta con el niño en brazos.-Buenos días- dijo besándola a ella y al niño en la frente- ¿Descansaste bien?-Si, me siento mucho mejor. Creo que podría levantarme- dijo Elizabeth.-Espero que sea una broma.-Sabía que no estarías de acuerdo con mi idea. ¿Quieres tenerlo en brazos? Dentro de un rato empezar lastías a venir y ya no lo veremos- bromeó.Él lo levantó. En sus brazos parecía más pequeño.

Golpearon la puerta y entró la Sra. Bennet.-¡Elizabeth! , ¿qué hace el Sr. Darcy con el niño en brazos? Esa no es tarea de hombres- dijo acercándosea quitarle el niño.Su yerno la miró con el ceño fruncido, apartando al niño de su alcance. La Sra. Bennet, entendió laindirecta y se alejó.-Tengo entendido que no tienes nodriza. Una mujer de tu posición debe tenerla.-Mamá, nosotros decidiremos como criar mejor a William- respondió Elizabeth- Por ahora quierocuidarlo yo, no digo que más adelante cambie de parecer, pero seguro que será una decisión tomada entrelos dos.-Seguro, no es que yo quiera decirles lo que tienen que hacer. Jamás me metería a opinar, no me gustanlas indiscreciones.Darcy miró de reojo a Elizabeth y tuvo que reprimir una sonrisa. La situación fue salvada por la puerta,por la que entraron Georgie, Kitty y Mary, las cuales prácticamente arrebataron al niño de los brazos desu padre. Éste se excusó y se marchó a escribir la noticia del nacimiento a su familia.La Sra. Reynolds no se cansaba de decirle lo parecido que era el niño a él y, Darcy, no podía evitarsentirse orgulloso de la comparación.A los pocos días, la terquedad de Lizzie pudo más que las recomendaciones, y se levantó de la cama parallevar vida normal. Quince días después del nacimiento, fue el bautismo en la capilla de Pemberley. Losorgullosos padrinos fueron los Bingley, quiénes poco después volvieron a Green Park y los Bennet sefueron con ellos.Lady Catherine se excusó por no estar presente en el bautismo, pero envió sus felicitaciones por el

nacimiento del heredero. La salud de Anne había empeorado ese invierno, temiendo lo peor para ella.Lizzie estaba empecinada a darle el pecho sin ayuda de nodriza, lo que provocaba que el sueño de suesposo se viera interrumpido por los golpes de la niñera en medio de la noche.Una tarde, Elizabeth entró silenciosamente en la habitación del niño. Darcy lo paseaba cerca de la ventana

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y le hablaba señalando hacia fuera.-…y por allá está la torre de caza, cuando seas mayor te llevaré.  -Creo que es apresurado tantos planes, Sr. Darcy- interrumpió Lizzie conteniendo la risa. Su esposo sesonrojó un poco.-¿Hace cuánto que estabas parada ahí?-Lo suficiente para escuchar sobre las actividades que hará con su hijo de 20 días. ¿No tendría que estaren su estudio?

-Sí, pero pasé y lo vi despierto…no había nadie en la habitación.  -¿Sí?...que raro, porque me cruce con la Sra. Johnson y me dijo que la mandaste a descansar.-Bueno…sí. Me atrapaste- le dijo avergonzado.-Ahora, entrega a ese niño que es hora de su baño. Ya tiene todo listo en mi cuarto de baño.-¿Puedo ayudar?-Claro, unas manos grandes para sostenerlo vienen de maravilla.Fueron con el bebé a la habitación, la chimenea estaba encendida y la temperatura era de lo másagradable.-¿No debería hacerlo la niñera?- preguntó Darcy, mientras se quitaba la chaqueta y se arremangaba lacamisa.-Sí, debería, pero me gusta hacerlo a mí- respondió Elizabeth.

-¿Qué hago?- preguntó él.-Pásale el brazo por detrás y agárralo del cuello- le indicó ayudando a acomodar al niño- Así está bien.-La Sra. Reynolds me volvió a decir que cada día le recuerda más a mí.-Ahora entiendo el motivo por el que es tan serio. Es el niño más serio y tranquilo que he conocido- lerespondió bromeando.

Poco antes de la llegada del otoño, el coronel Fitzwilliam, llegó de improvisto a Pemberley.Elizabeth paseaba por el camino de entrada, cuando reconoció al Coronel que se acercaba a caballo. Alverla, frenó la velocidad y se bajó.-Buenas tardes, Sra. Darcy. La veo mucho más delgada, ¿ha bajado usted de peso?- le preguntóburlándose.

-Buenas, Richard. Como podrá observar, he perdido algo desde la última vez que lo ví.-Mis felicitaciones. Aunque me dijeron que se parece a su padre, no sé si felicitarla por ello.Elizabeth rió y siguieron caminando hacia la casa.-¿Se quedará por mucho tiempo?-No, sólo paso a conocer al bebé y a verlos a todos ustedes- expresó tristemente.-¿Pasa algo, Richard?-No quiero preocuparla- dijo antes de entregar el caballo a un sirviente- Mejor muéstreme a William.Elizabeth subió las escaleras para buscar al niño, pero antes pasó por la habitación de Georgiana, a quiénencontró leyendo.-¡Georgie, apúrate, el Coronel está aquí!- le anunció excitada- Ponte el vestido blanco, ese que él comentóque te parecías a un ángel.La jovencita comenzó a cambiarse apresurada con ayuda de Lizzie.-Estás hermosa. Espérame que busco a William y bajaremos juntas.Las dos mujeres entraron al salón, los primos conversaban seriamente y el servicio del té era preparado.Los ojos de Richard se detuvieron por un breve momento en los de Georgiana, la saludó caballerosamentey, luego se aproximó al pequeño.-Cuando Darcy nació, yo era un niño. No puedo recordarlo, pero sin duda es parecido. Lo siento muchoElizabeth.-Cállate y toma tu té- le ordenó Darcy, que caminó hasta su esposa y se sentó junto a ella para poder tenercerca al niño.-Y bien Darcy, ¿ya te haz vuelto experto en pañales?

-Una vez se acercó mientras Elizabeth lo cambiaba y casi se descompone- comentó Georgiana.Todos se rieron.-¿Quiere tenerlo?- le preguntó Lizzie al Coronel.-No lo sé, soy un poco torpe.

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-Un Coronel no debe temerle a un niño- fue el turno de burlarse de Darcy.Richard se levantó y tomó en brazos al bebé. Un poco incómodo por verse observado.A los pocos minutos, su cara cambió y dándole el bebé a Lizzie, dijo:-Creo que necesita que lo cambien.Darcy y Georgiana contuvieron la risa, pero sin duda el primero disfrutaba como nunca de la situación,Lizzie llevó al niño a la habitación.-¿Qué haces por Pemberley?- preguntó Darcy- No creo que hayas hecho tantas millas sólo para conocer a

William.-No, en realidad quería conocer al niño y despedirme. Me envían a Francia en forma urgente. Pasadomañana me embarco.Georgiana palideció, luchaba por contener las lágrimas que querían brotar de sus ojos, cuando Richard lamiró, no soportó más la angustia, se levantó y corrió llorando hacia fuera.Elizabeth estaba cerca del salón cuando se cruzó con su cuñada en una crisis de nervios. La siguió parasaber los motivos y tranquilizarla.-¡Oh, Lizzie!, se marcha…se marcha a la guerra- lloraba desconsolada.Mientras tanto, en el salón, Darcy estaba estupefacto por la reacción de su hermana. No era la primera vezque el Coronel tenía que ir al frente.-Discúlpala, Richard, no sé qué le sucede- le dijo.

El Coronel no respondió nada, por unos momentos, se quedó pensando sobre lo que era correcto yfinalmente, se levantó y habló:-Sé lo que le sucede. Siento tener que decírtelo de esta manera abrupta, pero no puedo irme sin hacerlo.Estoy enamorado de ella y creo que ella lo está de mí. No hablé antes porque no tengo fortuna queofrecer. Me gustaría que aprobaras el deseo de casarnos.La cara de Darcy era de sorpresa e incredulidad. No podía creer lo que escuchaba.-¿Hace cuánto viene sucediendo…lo que sea que sucede entre ustedes?- preguntó indignado.-Nada sucede entre nosotros- trató de suavizar las cosas.-¡Algo pasa si me estás pidiendo su mano!- gritó Darcy.-Por mi parte, poco más de un año.-¡Un año! Un año ocultándome la verdad.

-No era mi intención, no dije nada porque ella no estaba presentada y no tengo nada que ofrecer. Pero sureacción de recién, sólo me confirma que me quiere.-¡Olvídala! No apruebo esto- exclamó enojado.-De todos los hombres, pensé que tú entenderías más la situación- dijo Richard.-Entender, claro que la entiendo. Pero no por ello aprobaré esto. No hasta que hayas abandonado lamilicia. Georgiana tiene 18 años, no quiero una hermana viuda tan joven. Creo que ahora es mejor que temarches.El Coronel tomó sus cosas y salió de la habitación. De arriba de la escalera, Georgiana lo miraba. Semiraron por un instante, como queriendo grabar esa imagen en sus memorias, Richard le sonrió y semarchó de Pemberley.Georgiana bajó las escaleras y entró al salón. Darcy miraba alejarse al Coronel por el camino.-¡¿Qué hiciste?!- gritó la joven- ¡Haz arruinado mi vida!-Georgiana, sólo pienso en tu bien- le respondió queriendo tranquilizarla.-¡No! ¡Eres un egoísta, tú tienes el derecho de casarte con la mujer que querías, pero yo no tengo elmismo derecho!-¡Ten cuidado con lo que dices!- le gritó Darcy, estaba alterado, era la primera vez que su hermana lealzaba la voz.Los ojos tranquilos de Georgiana mostraban un odio desconocido.-Quiero que sepas que, si Richard me lo pide, aceptaré ser su esposa. Con o sin tu aprobación- sentenció ysin dejar que su hermano respondiera, se marchó a su habitación.Darcy salió detrás de ella, no podía permitir que le contestara de la forma que lo había hecho. Golpeó la

puerta sin respuesta, lo intentó varias veces más.Elizaberh se asomó por la puerta de la habitación de ella. El niño se acababa de dormir y no entendía porqué había tanto alboroto.Su esposo la vio y dejó de golpear la puerta.

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-¿Qué sucede?- preguntó preocupada.-Mi hermana…¡se ha vuelto loca! Lizzie le dio a la niñera el bebé para conversar y calmar a su marido.-William, siéntate por favor y dime qué sucede- le pidió.Él intentó quedarse quieto, pero enseguida se levantó y siguió caminando de un lado a otro.-Richard…¡quiere casarse con Georgie! ¡Y ella lo quiere!- gritó con cara de sorpresa.Elizabeth trató de parecer sorprendida, pero sus ojos la delataron.

-Tú…lo sabías- dijo Darcy con voz temblorosa.No pudo decir nada y apartó la vista de él. El haber guardado ese secreto a su esposo, la avergonzaba.-Ahora entiendo…¡con razón Geor giana ha demostrado semejante rebeldía! ¡Tú la haz incitado!-William, yo no la he incitado a nada. Si está enamorada, es lógico que pelee por ello. ¡Es una mujer!-¡Lo sé!, pero jamás me había desafiado antes y en eso te culpo a ti.-Y tú…¿no tienes ninguna culpa en todo esto?Darcy la miró ofendido ante tan insolente pregunta.-No me mires con esa cara. Al casarte conmigo, a pesar de todas las objeciones, le enseñaste a noresignarse y a elegir seguir lo que siente el corazón.Las palabras eran ciertas, pero Darcy no estaba dispuesto a darle la razón. Le dolía que no le hubieradicho que conocía el romance entre su hermana y su primo.

-Creo que pasaré la noche en mi dormitorio- anunció ofendido.-Si es lo que quieres, me parece perfecto- le respondió Elizabeth. Ella sabía que ya se le pasaría yreconocería su error. Ahora era mejor darle espacio y tiempo.

Capítulo 34 

Lo despertó el llanto de William, la costumbre hizo que casi se levantara para abrirle la puerta, cuandorecordó que estaba en su viejo dormitorio. Seguramente, la niñera había llevado a amamantar al pequeño.Darcy, volvió a acostarse e intentó dormir. Todo lo que había sucedido el día anterior lo manteníaalterado. Reconocía que había hecho mal en culpar a Elizabeth, pero seguía enojado con ella poresconderle el secreto por tanto tiempo.En la mañana, se encontraron los tres habitantes de Pemberley en el desayuno. Todos tenían cara de haberpasado una mala noche y casi no se habló, fuera de las palabras necesarias.-¿Cómo está el bebé? Anoche lo escuché llorar- fue lo único que dijo Darcy aparte de los “buenos días”.  -Está bien, le dolía la panza. Después durmió toda la noche conmigo.Terminando el desayuno, Georgiana habló por primera vez.-Hermano, antes que salgas, necesito hablar contigo en privado.Los dos se dirigieron al estudio.

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-Bien, habla- dijo seriamente Darcy.-Como sabes, nuestra prima Anne está muy enferma y tía Catherine me ha pedido que la acompañe. Creoque lo mejor para todos, es que me vaya a donde me necesitan.-No es necesario que te vayas. Pero si es tu deseo, preparé todo para que viajes lo antes posible.-Gracias, eso es lo que quiero- contestó decidida.Todo quedó arreglado para que la joven fuera hacia Rosings rápidamente. Darcy escribió una carta a sutía anunciando la visita de Georgiana. Esperaba que su tía no supiera nada sobre lo ocurrido con Richard

y, si sabía, que intentara hacerle ver los aspectos negativos de una relación con su primo.Los días que siguieron fueron de calma. Había un respetuoso silencio en la pareja, diálogos educados ycorrectos, y no mucho más.Cada noche, Elizabeth, esperaba que él decidiera volver a la habitación, pero el único Darcy quecompartía su cama, era el pequeño William.Con la partida de Georgiana y, con su esposo que la ignoraba, la única compañía era su niño. Pronto acumplir sus dos meses, había crecido notablemente, haciendo trabajar a la costurera para ayudarla conmás ropa, ya que todo comenzaba a quedarle chico. Su carácter era tranquilo, ya reconocía voces ydedicaba sonrisas, especialmente a sus padres. A Elizabeth le encantaba llevarlo con ella en sus paseosprimaverales y conversarlo, sus ojos azules la miraban atentamente y respondía con balbuceos.Una tarde, fue a buscarlo para aprovechar el hermoso día que estaba haciendo, cuando lo descubrió

dormido. Se quedó un rato en el dormitorio para ver si despertaba y, finalmente, decidió salir sola.Comenzó a caminar siguiendo el arroyó hacia arriba, dirigiéndose hacia el bosque de caza. Muy pocasveces tomaba ese camino, pero el aroma de árboles florecidos y la tranquilidad que se sentía, laempujaron a ir por ese camino. La temperatura era agradable y el cielo estaba un poco nuboso,anunciando una posible tormenta. Los árboles tupidos no permitieron que se diera cuenta de ello hastaque los primeros truenos estallaron.Estaba muy lejos para regresar y las primeras gotas comenzaron a caer, primero lentamente y, luego,torrencialmente. Lizzie corrió hacia donde veía la torre de caza sabía que, cerca de ella, había un pequeñorefugio. Lo había visto una vez, pero no estaba segura de poder encontrarlo, el cielo se había puestooscuro y dentro del bosque no se veía muy bien. El agua ya la había mojado completamente y comenzabaa sentir frío, cuando divisó el refugio de piedra. Era un pequeño lugar, donde solamente había una

chimenea, algunas velas, comida para los animales y algunas viejas mantas. Elizabeth pudo encender unavela y se envolvió con una de las mantas, sentándose encima de la pila de paja.No le gustaban las tormentas, siempre la habían atemorizado. Se tapó hasta cubrirse la cabeza, cuando enmedio de un fuerte trueno, la puerta se abrió. Elizabeth se sobresaltó por las dos cosas, poniéndose de pie,su corazón comenzó a latirle fuertemente.-¡Darcy!- exclamó aliviada al ver a su esposo.Él quedó asombrado al encontrar a su mujer en ese lugar.-Elizabeth- la saludó cortésmente- Veo que no soy el único al que la tormenta atrapó desprevenido.-Sí, así es- dijo Lizzie temblando.Sin decir nada, él se agachó a prender un fuego en la chimenea. Se sacó la chaqueta y el chaleco mojados,entregándoselos a Elizabeth. La leña estaba un poco húmeda y le costó encender el fuego. Ella lo miraba,un deseo de besarlo la invadía y luchaba contra esos sentimientos.-Acércate al fuego, estás helada- le sugirió Darcy.Elizabeth dejó la ropa donde estaba sentada y tomó una de las viejas frazadas. Se paró detrás de él y locubrió.-Gracias- le dijo su esposo.Se quedaron mirándose a los ojos sin decir nada. Lizzie sabía que él seguía ofendido por el secretoescondido, pero no soportó más, se acercó a Darcy y lo besó. Él quedó un poco sorprendido, sinreaccionar como ella esperaba. Avergonzada, lo soltó, agachando su cabeza para ocultar su molestia.-Lo siento- dijo Elizabeth.Darcy la tomó por la barbilla para verla a los ojos, ella lo miró y, cuando menos lo esperaba, la besó

apasionadamente. Él no sabía hasta donde seguir, desde antes que naciera el niño, que entre ellos no habíaintimidad. No estaba seguro si sus intenciones eran las mismas que las de Lizzie y la soltó a pesar suyo.Elizabeth no quería ser soltada, hacía semanas que sólo pensaba en volver a estar con él, a sentir sualiento cerca de su piel, sus besos recorriéndola. No, no lo dejaría. Apoyó los brazos en su cuello y lo

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volvió a traer hacia ella, para caer en la improvisada cama de heno.-Lizzie, ¿estás segura?- preguntó un poco inseguro.La respuesta de ella fue profundo beso.

Afuera seguía lloviendo y se hacía tarde, la ropa desparramada por el suelo se secaba. Darcy se levantó deal lado de Elizabeth para avivar el fuego.-Vuelve acá- le ordenó Lizzie.

Sin responder, volvió a acostarse. Ella colocó su cabeza en el pecho de él y lo abrazó.-William, lo siento- dijo de pronto.-¿Qué es lo que sientes?- preguntó.-Haber guardado el secreto. No era mi intención, pero prometí no hablar, siempre que no viera nadaextraño. No quise traicionar a Georgiana. Espero que me perdones.-Está bien, lo entiendo y te perdono. Perdóname tú por haberte culpado por ello.Después de un largo silencio, Lizzie habló nuevamente.-Sé que amas a Georgie y que aprecias al Coronel. ¿Puedo saber la razón por la que te niegas?Él se sentó y cerró los ojos. Elizabeth se sentó detrás de él y lo abrazó.-No quiero a mi única hermana, de sólo 18 años, casada con un militar al que nunca ve, rogando que no lollamen al frente, sufriendo cada vez que no reciba noticias de él.

Lizzie acarició sus cabellos, sospechaba que su negativa no tenía que ver con la situación monetaria deRichard.-Ahora siente todo ello, sin estar casada con él. Por lo menos, casada, podría disfrutar los momentos quetengan juntos.-Y enviudar joven- replicó.-Eso no lo puedes saber. Nadie sabe cuándo morirá. Por favor, considéralo, no te niegues totalmente a laidea, o terminarás perdiendo el afecto de tu hermana.-No me niego por completo. Si Richard quiere estar con ella, sabe lo que debe hacer.Elizabeth no quería reñir con él, podía entender su postura, pero comprendía también a Georgiana yRichard.-Se está haciendo tarde, tengo que darle de comer a William.

Darcy se rió y le sacó heno del cabello.Hacía tiempo que no lo veía reír y lo besó.-Creo que es mejor que esperemos que deje de llover- le dijo él, acostándola nuevamente mientras seadueñaba de su boca y de su cuerpo.

Volvieron a la casa al atardecer, la Sra. Reynolds salió a su encuentro.-¡Gracias a Dios están bien! Ya estaba por enviar a buscarlos.-Lamentamos haberla preocupado, pero la lluvia nos sorprendió y debimos refugiarnos- se excusó Darcy.-¿El niño ha llorado?- preguntó Elizabeth dirigiéndose en dirección a las escaleras.-Sí señora, lo tiene la niñera- Lizzie salió directamente hacia allí, para reencontrarse poco después con suhambriento niño.La puerta sonó, y entró Susan.-Señora, su baño está listo- ante la cara de extrañeza de Lizzie, agregó- El Sr. Darcy lo ordenó apenasllegaron.-Gracias, iré cuando termine.Después de bañarse y colocarse ropas limpias y secas, pasó a ver a William nuevamente. Estando ahí, fuesorprendida por un abrazo de su esposo.-¿No es el niño más hermoso?- le preguntó Darcy.-Sí, si lo es. Es apuesto como su padre- respondió Elizabeth.Él la besó en el cuello y le susurró al oído:-Tenemos que bajar, temo morir de hambre.

Bajaron a cenar, fue un momento tranquilo después de unas semanas incómodas. Al finalizar, una de lassirvientas entró a hablar con Elizabeth, diciéndole algo al oído.-Dígale a la Sra. Johnson que me lo traiga al salón- respondió Lizzie.-¿Pasa algo?- preguntó Darcy al levantarse de la mesa.

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-No, parece que tiene más apetito.Se reunieron en el salón y, poco después, les alcanzaron al niño, que apenas fue recibido, dejó de llorar.-Parece que sólo extrañabas a mamá- le dijo mirándolo a los ojos y dándole de amamantar.-No es justo.-¿Qué no es justo?- preguntó Elizabeth.-Siempre te va a extrañar más a ti. Eres su mamá y su comida. Yo puedo irme un mes a Londres que no seva a dar cuenta.

Ella se rió y el bebé se asustó un poco.-No digas eso. Seguro que te extrañaría, yo lo haría y algo tiene que tener de su mamá.Él se acercó a donde estaban ellos y los besó a los dos, William pronto se durmió.-Cariño…- dijo Lizzie.-¿Si?-Aprovechemos para ir a la cama mientras esté dormido.Darcy lo tomó en brazos con cuidado para que no se despierte, había adquirido experiencia en las nochesque se lo alcanzaba a la niñera, y subieron.-¿Cuánto está tardando en despertar?- le preguntó su esposo.-Depende, alrededor de cuatro horas, a veces menos. ¿Por qué ese repentino interés por conocer las horasde sueño de su bebé?- preguntó en tono burlón al llegar a la puerta de la habitación de William.

La Sra. Johnson tomó al niño y lo llevó dentro. Apenas se cerró la puerta, Darcy la aprisionó con susbrazos contra la pared para apoderarse de su boca hasta dejarla sin aire.A Elizabeth le hubiera gustado poder decir algo ingenioso cuando la soltó, pero estaba concentrada enpoder respirar y mantenerse de pie. Los brazos de él todavía la tenían tomada de la cintura y su mirada eraterriblemente inquietante. Le tomó la mano para conducirla a la habitación y ella se dejó llevar.

Estaba emocionada por volver a compartir la cama con su esposo. Darcy descansaba sobre su estómagocon la cabeza volteada hacia ella. Lizzie no podía borrar la sonrisa tonta de su cara, pero tenía algoimportante que decirle y, este era el mejor momento.-Will, tengo que hablarte sobre algo.-¡Oh, no! ¿De qué se trata?- preguntó temeroso.

-La Sra. Reynolds me entregó una carta de Richard, cuando regresamos esta tarde.Darcy no dijo nada, sólo la miró con sus penetrantes ojos azules.-Espero que no estés tan enfadado como para no alegrarte de qué está bien y regresará dentro de un mes.-Son buenas noticias. ¿Desde cuándo te escribe a ti?-Desde que prácticamente lo echaste de Pemberley.Se produjo un silencio por un lapso de tiempo donde sólo se miraron y Elizabeth le acarició el pelo.-¿Por qué no me dijiste nada en el comedor o en la sala?- preguntó Darcy.-No quise correr el riesgo que decidieras dormir en tu alcoba de nuevo- respondió con picardía,acercándose a él para besarle la espalda.

En Rosings, la salud de Anne empeoraba cada día. Georgiana era muy útil para acompañar a su tía enesos difíciles momentos. La esperanza que, el clima primaveral ayudara a recobrar las fuerzas de Anne,fue desapareciendo con el transcurso de los días.Para Georgiana, la agonía era doble. A la angustia de la enfermedad de Anne, se le sumaba lapreocupación por no saber de Richard. Las noticias que llegaban del continente la alarmaban. Larendición de Napoleón era un acontecimiento de gran alegría, pero no saber si Richard había sobrevividoa los combates, hacía que sintiera un dolor agudo en su pecho.Una tarde de mediados de abril, una carta proveniente de Francia, hizo que su corazón se detuviera por unmomento. Estaba fechada el 7 de abril, un día después de la abdicación de Napoleón. Tardó unos minutosen poder abrirla, un miedo inmenso que albergara malas noticias la inmovilizaba por completo. Cerró losojos e intentó inspirar profundamente. Con manos temblorosas abrió la carta y leyó:

“Mi dulce Georgiana: Te escribo unas pocas líneas desde París para que sepas que estoy bien y no sigas preocupada por mí. Hazsido la fuerza y la razón para vivir en estos crueles días. A menudo, cuando estaba solo, me parecía

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escuchar tu hermosa voz y la música me transportaba al gran salón de Pemberley.He podido ver lo peor de los seres humanos y lo frágil que es la vida. Pero la experiencia me ha hechoreflexionar en lo fácil que todo puede acabar.Tengo poco para ofrecerte, sólo mi corazón, si es que vale de algo. Si me aceptas, me gustaría pasar eltiempo que me queda de vida como tu esposo. Piénsalo mi dulce Georgie.Richard.” 

Georgiana apoyó la carta contra su pecho y lloró de alegría. “¡Está bien! ¡Gracias a Dios!” pensó. Luego,cuando la emoción inicial se fue desvaneciendo, se puso a pensar en la propuesta. Su corazón lepertenecía totalmente, pero no podía olvidar que su hermano se oponía y aceptar en contra de él, eraperder a su familia.Lo mejor sería esperar a Richard y tal vez, mantener un compromiso secreto hasta convencerlo, conayuda de Lizzie, para que diera su consentimiento.

Capítulo 35 

La enfermedad que afectaba los pulmones de Anne le dificultaban cada vez más el respirar. A pesar detener los mejores cuidados médicos disponibles, el doctor tuvo que comunicarle a Lady Catherine, latriste noticia que el futuro de Anne estaba en manos de Dios.El carácter orgulloso de Lady Catherine no le permitió quebrarse frente a nadie. Pero en su apariencia,siempre altiva, se comenzó a observar huellas de agotamiento. La compañía de Georgiana era de muchoconsuelo. Tanto ella, como su hermano, eran como hijos para su señoría. Al haber perdido a su madresiendo niños, Lady Catherine, había intentado, a su manera, de sustituir ese rol. Aunque se negaba a darsepor vencida, creyó que era el momento de escribir a su hermano, Lord Matlock y a su sobrino, Darcy.-Georgiana, necesito que me hagas el favor de escribirle a tu hermano. Es momento que esté informadosobre la gravedad de Anne, ten la consideración de hacerlo por mí.

-¡Oh, tía! Si no te molesta, le escribiré informándole a la Sra. Darcy- respondió.-Prefiero que la dirijas a mi sobrino. Ella no es sangre de mi Anne.-Si ese es su deseo, lamento no poder ayudarla.-¡Georgiana Darcy! Ya sabía yo que algo extraño sucedió entre ustedes. ¿Qué pasó con tu hermano?Deduzco que no es nada con tu cuñada, porque te veo recibir sus cartas y escribirle.Georgiana no estaba segura de responder con la verdad, pero si realmente pensaba pelear por el amor deRichard, era momento que su tía lo supiera.-Me ha negado el derecho de casarme con la persona que amo- anunció con valor.La cara de Lady Catherine fue de estupor. Jamás creyó que el problema entre ellos sería de índoleamorosa.-¿Se puede saber quién es el caballero que solicitó tu mano? Seguramente no tiene que pertenecer a una

familia respetable para que Darcy se haya negado.-Es el Coronel, su sobrino- contestó desafiante.Por un momento, la vieja señora palideció, enmudecida por la declaración.-¿Richard pidió tu mano?- preguntó como tratando de asimilar la noticia.-Sí, y es mi deseo casarme con él, pero, al parecer, el que no tenga fortuna, es un grave impedimento parami hermano.-Tiene que ser por ello, por otro motivo no lo entendería.-Tía, quiero saber su opinión- pidió Georgiana para conocer si tenía en ella una aliada o una enemiga.-No quiero entrometerme. Soy vieja, pero aprendo de mis errores. La última vez que intervine en unarelación, lo único que logré fue decidirlos a estar juntos en lugar de separarlos.-Por favor, tía, necesito que Darcy se de cuenta que lo que hace hará que lo odie. Es mi hermano y noquiero perderlo.-Georgiana, ¿lo haz meditado bien? Hay muchos solteros ricos y respetables que estarían dispuestos acortejarte, dándote una vida acomodada y llena de privilegios.-Pero sin amor- dijo interrumpiendo.

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-¡Niña, no seas ilusa! ¡El amor está sobrevaluado! Yo me casé sin estar enamorada y pude ser feliz.-No quiero tener que conformarme. Mi hermano, se casó por amor con una mujer que no aportó dote niconexiones y jamás lo he visto tan feliz. Quiero ser mirada y admirada como él lo hace con Lizzie. Quieroeso para mí.-Ya sabía que es unión no sería buen ejemplo. Te ha llenado la cabeza de ideas románticas. La vida realno es así. Darcy pudo darse el lujo porque no dependía económicamente de nadie. Richard tiene quetrabajar, por más que aportes tu dote, perderás muchos de tus privilegios actuales.

-Lo sé y no me importa.-Veo que estás decidida. Poco importará lo que yo opine al respecto.Lady Catherine dio por terminada la conversación levantándose de su lugar y retirándose de la sala.Georgiana le escribió las noticias a Elizabeth y luego, fue a acompañar a su prima. Anne dormía la mayorparte del tiempo, cada inspiración parecía que sería la última.En un momento que abrió los ojos, vio a Georgiana sentada junto a ella.-Georgie, ¿eres tú?- preguntó confusa. La jovencita se acercó preocupada, ya hacía cerca de un mes queestaba en Rosings. La tapó y respondió:-Sí, querida prima, soy yo.Después de un rato de silencio, Anne le preguntó:-Te sucede algo, lo veo en tu cara, espero no ser la causante de esa preocupación.

-No, cariño, estoy bien, son ideas tuyas- le respondió simulando.-Georgiana, quiero que me hagas un favor. Toda mi vida la viví como una enferma, no disfruté de mi

 juventud ni de mi fortuna. Mi madre me dijo siempre lo que podía o no hacer y, si no era ella, eran losdoctores. Ahora, estoy muriendo de verdad y me arrepiento de no haber vivido.-No digas eso, estarás bien- mintió Georgiana con un nudo en su garganta.-No, no lo estaré. Sé que estoy muriendo, así que escúchame. Vive tu vida, sé feliz. Hazlo por mí, ¿me loprometes?Georgiana tomó su mano, besándola. Las lágrimas brotaron de sus ojos y asintió con la cabeza. Pocodespués, Anne perdió el conocimiento, no volvió a despertar. Unos días después, murió mientras dormía.

La noticia de la muerte llegó unos días más tarde a Pemberley. Darcy habría querido ir antes, pero el niño

había estado un poco enfermo y él no había querido irse sin ellos.Partieron lo más pronto posible, Lizzie se negó a dejar al niño, no sabían el tiempo que estarían en lamansión de Rosings y no quería estar separada de él.Al llegar, Darcy y Elizabeth, fueron recibidos por Lady Catherine. Le dieron sus más sentidascondolencias por la pérdida sufrida y, su señoría, se mostró agradecida, pero sin perder la compostura.Solicitó ver al niño y los felicitó.-Sin duda es un Darcy. Ese porte, esos ojos que demuestran inteligencia. Sobrino, debes sentirteorgulloso, es el fiel reflejo tuyo a esa edad.Elizabeth se rió de ver cómo su esposo se hinchaba de orgullo y también, porque en todos los halagos,ella no era partícipe.Georgiana estaba muy feliz de volver a verlos, especialmente a su pequeño sobrino, no podía creer logrande que se había puesto en ese mes sin verlo.Lizzie llevó al niño a dormir y aprovechó para hablar con Georgiana.-¿Cómo estás?- preguntó.-Bien, estoy bien. Todo el asunto de Anne, me ha hecho reflexionar. Espero que Richard venga al serviciode mañana, aunque no sé si llegará.-Será un momento tenso. ¿Qué te ha dicho de tu respuesta?-Está feliz, aunque, al igual que yo, quiere que Darcy apruebe el matrimonio. Está dispuesto a renunciar alejército, apenas sus superiores se lo permitan, lo hará.-Estoy segura que Darcy no impedirá el matrimonio si abandona el ejército. Te aseguro que lo único quele preocupa es tu seguridad.

Elizabeth se preparó para bajar a cenar. Estaba esperando que su esposo la buscara para bajar cuandoentró un sirviente.-Sra. Darcy, su esposo le informa que ya esta abajo. Si lo desea, le indico el camino para el comedor.Le extrañó que él haya bajado sin ella, pero le agradeció al sirviente y bajó.

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Al aproximarse al salón, hubo algo que llamó más su atención, su esposo reía. Al abrir la puerta, loencontró sentando en compañía de una mujer joven de unos 24 o 25 años. Tenía el cabello recogidoelegantemente, los rizos dorados caían delicadamente sobre su cara. Tenía una figura muy bonita y unrostro iluminado por unos grandes ojos verdes.La mujer la miró estudiándola, se levantó y le dijo:-Debes ser Elizabeth. Darcy me ha estado hablando de usted, ¡siento que ya la conozco!Lizzie se acercó a donde ellos y su esposo hizo las presentaciones. Resultó ser Cecilia De Bourgh, sobrina

de Lady Catherine, quien también había venido para el servicio.Estuvieron un rato en la lujosa sala, mientras esperaban a la dueña de casa y a Georgiana, Lizzie trató demostrarse encantadora, pero la Srta. De Bourgh acaparaba la conversación. Decidió cerrar la boca yobservar por el resto de la velada.Lo que vio, no fue de su agrado, la joven mujer hacía uso de todos sus encantos de seducción y Darcy secomportaba como un niño embobado. Lamentablemente, tuvo que retirarse temprano por el niño y sedurmió esperando que su esposo subiera.En la mañana, despertó temprano, Darcy aún dormía junto a ella. Se levantó haciendo la mayor cantidadde ruido posible, para despertarlo. Incluso trajo al bebé a la habitación, pero él siguió durmiendo.Enfurecida, bajó a desayunar. En el comedor estaban Lord Matlock y Richard que habían llegado hacíaunos minutos, después de pasar la noche en una posada cercana. Georgiana intentaba disimular su

excitación, pero estaba radiante en su vestido de luto. Desayunaron tranquilos hasta que hizo su entrada laSrta. Cecilia y Darcy.Los celos de Elizabeth volvieron, intentó mantenerse serena y compuesta. Richard saludó cortésmente asu primo y, al saludar a la Srta. De Bourgh, echó una miradita burlona a Darcy, que éste ignoró.Volvió a observarlos durante el tiempo que pudo, que no fue mucho, ya que salieron rumbo a la iglesiapara el servicio fúnebre que el Sr. Collins haría en honor de Anne.El reverendo Collins habló sobre las cualidades de Anne y la aceptación por su pérdida, de una maneraexageradamente conmovida.Elizabeth estaba feliz de volver a ver a Charlotte, hacía meses que no la veía y, todavía no conocía alpequeño Henry, el primer hijo de la pareja.Al salir de la iglesia, todos fueron hacia la mansión. La sala estaba atestada de gente que venía a dar sus

condolencias a Lady Catherine. Lizzie pudo observar que la Srta. Cecilia, coqueteaba con todos loshombres disponibles, no era algo particular con su esposo. Pero sí era su esposo, él que le prestaba másatención. Esta situación, más la falta de aire en el salón, la decidió a salir de ahí y buscar un lugartranquilo.Terminó en un hermoso jardín de invierno que no había visto en su visita anterior, claro está que, la vezprevia, sólo era una invitada de los Collins.Recorrió el lugar, quedando sobresaltada al encontrar a Lady Catherine sentada en un sillón.-Lady Catherine- la saludó con una reverencia.-Señorita…digo, Sra. Darcy- se corrigió- Siéntese, veo que no soy la única que buscaba estar tranquila.-Si quiere, la dejo sola- dijo, rogando que la dama la excusara.-No, por favor, siéntese.Elizabeth obedeció y se sentó junto a la señora. Un silencio sumamente incómodo se produjo.-¿Qué impresión le ha producido mi sobrina Cecilia?- preguntó de improviso.No sabía qué ni cómo responder para no ocasionar problemas.-Es una mujer muy bella- se limitó a decir.-Sí, sin duda lo es. Siempre ha tenido un séquito de hombres alrededor de ella. No entiendo por qué no secasa con alguno de los excelentes partidos que tiene para elegir. ¡Hasta Darcy quiso casarse con ella!-exclamó.La frase la golpeó como una bofetada, él nunca le había dicho que había querido casarse con otra.-Fue hace mucho tiempo. Eran unos niños, pasaron un verano aquí y se enamoraron. Mi cuñado le pidióque esperara antes de pedir su mano y Darcy lo hizo. Lamentablemente, Cecilia no supo esperar y se

comprometió con el hijo de un Lord que murió poco después. Darcy tenía el corazón roto, pensé quenunca se recuperaría. Intenté que volviera con Cecilia cuando ella quedó liberada del compromiso, pero elorgullo de él fue superior. Una lástima, hacen una pareja perfecta, ella tiene tanta clase.Fue mucho para Elizabeth, cuando se preparaba a contestarle, Georgiana interrumpió.

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-Tía, hay gente que quiere despedirse de ti.Lady Catherine se levantó y fue a hacerse cargo de sus obligaciones.Lizzie quedó con sus mejillas encendidas por la rabia de las palabras de Lady Catherine, pero también porlos celos que la invadieron.-Elizabeth, ¿te sientes bien?- preguntó Georgiana.-¿Eh…? Sí, claro, estoy bien- mintió.-Pareces confundida. ¿Mi tía te ha vuelto a insultar? Si es eso, díselo a Darcy.

-No, no. Ya estoy acostumbrada y no quiero ser la causante por la que vuelvan a pelearse.-¡Oh, Lizzie! Lo siento.-Georgiana, ¿tú sabías la historia entre Cecilia y él?La joven enrojeció de la vergüenza y asintió con la cabeza.-No te preocupes Georgie, creo que debería haberme enterado por mi esposo.-Fue hace mucho Lizzie, ahora te ama a ti. No deberías preocuparte por los coqueteos de Cecilia, siempreha sido así.-¿Estuvo muy enamorado?-No lo sé, yo era una niña y él estaba en la universidad, lo veía muy poco en esa época. Lo superaronrápidamente y continuaron con sus vidas, imagino que no eran tan fuertes sus sentimientos.-Si tu padre no se lo hubiera prohibido, estaría casado con ella- dijo Elizabeth.

-Pero no lo hizo, se casó contigo. Te eligió a ti entre muchas.Lizzie la tranquilizó con una sonrisa y se levantó para volver con los demás.-Elizabeth, Richard hablará con mi hermano hoy. Estoy nerviosa.-No te preocupes, verás que todo estará bien.Esa noche, Richard y Darcy, estuvieron reunidos solos con Lord Matlock.Al salir, las partes parecían haber llegado a un acuerdo satisfactorio. Richard no podía evitar tener unasonrisa.-Georgiana, ¿me permites unas palabras a solas?- pidió Darcy a su hermana.Al volver, Georgiana estaba feliz, miró a Richard a los ojos y le sonrió. Se sentó junto a su cuñada y lecontó por lo bajo.-¡Lizzie, estoy tan contenta! Llegaron a un acuerdo, Richard dejará lo antes posible la milicia y su padre

nos ayudará, viviremos en una de las propiedades que tiene, ¡está muy cerca de Pemberley! Darcy notiene objeciones.-¡Felicitaciones! Te lo mereces.-No podemos decir nada aún, el compromiso será anunciado cuando él renuncie.Elizabeth buscó con la mirada a su esposo, quería besarlo por hacer tan feliz a Georgie, cuando lo vioconversando animadamente con la Srta. De Bourgh. Sintió los celos apoderase nuevamente de ella.Decidió hacer algo al respecto, se dirigió hasta donde estaban los dos y se unió a la conversación.No tenía mucho que aportar a la misma, eran recuerdos de sus infancias en Rosings y sólo aumentaron loscelos que sentía. Intentó tomarle la mano, pero discretamente se la corrió de lugar. Cuando creyó que yano podía tolerar otra actitud boba de su esposo, que se comportaba como un niño, festejando las tonteríasque salían de la boca de la Srta. De Bourgh, algo que hizo, fue la gota que derramó el vaso.La niñera de William entró para avisarle que era la hora de alimentarlo. Elizabeth se levantó y le pidió aDarcy que la acompañara, había estado muy poco con el niño ese día. Éste se disculpó, le respondió queiría más tarde y que no lo esperara despierta.Elizabeth se levantó enfurecida, pero no dejó traslucir lo que sentía. Subió y durmió al niño, mientrasacunaba a su bello William, pensaba de qué manera se vengaría del otro William de su vida.Esa noche, lo esperó despierta, lo vio entrar y meterse en la cama.-Creí que estarías dormida- le dijo él.-No, no tengo sueño- respondió mientras pasaba su mano por el cuello y el pecho de Darcy.Él se acercó a ella y la besó en los labios, Lizzie lo dejó seguir, incitándolo a continuar con la exploraciónsu boca y de su cuerpo. Cuando consideró que era suficiente, lo detuvo.

-Hasta mañana- dijo, girando en la cama para darle la espalda.-Lizzie, ¿pasa algo?- preguntó confundido y agitado.-Nada, me entró sueño y William se despertará pronto. Buenas noches- le contestó ocultando una sonrisade satisfacción.

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Capítulo 36 

William no se despertó esa noche. Temprano en la mañana, Lizzie se levantó y fue al cuarto del bebé para

ver si todo estaba bien. Era la primera vez desde su nacimiento que dormía toda la noche.Era demasiado temprano para desayunar, por lo que salió a caminar por los bellos jardines de Rosings.Sin darse cuenta, se vio frente a la casa de los Collins. Por un rato, recordó lo vivido allí hacía poco másde un año. Era increíble cuanto había cambiado su vida. Ensimismada en sus pensamientos, apenas notóla presencia de Charlotte en la puerta que la saludaba, invitándola a pasar.-Por favor, Sra. Darcy, pase a tomar un té- dijo respetuosamente.-Charlotte, no me llames así, para ti, siempre seré Lizzie.Pasó por unos momentos, pero no podía quedarse mucho, el niño podía despertar en cualquier momento ytenía que alimentarlo.-Elizabeth, quería aprovechar que estamos solas para contarte algo muy especial. Estoy esperando unniño.

-¡Felicitaciones, Charlotte! Es una gran noticia, comunícale mi alegría a tu esposo. Seguramente estaráorgulloso, ya lo está del pequeño Henry.-Sí, estamos muy felices con el acontecimiento. Espero que tú y el Sr. Darcy pronto le den un hermanito aWilliam.Elizabeth abrió muy grandes sus ojos y se atragantó con el té.-Perdóname Charlotte, pero por lo pronto, William, quedará como hijo único.Poco después, se disculpó con ella y volvió a Rosings. Como imaginaba, William estaba despierto yreclamando por su mamá. Darcy estaba en el cuarto, conversándolo para tranquilizarlo.-¿Dónde estabas?- preguntó en tono enfadado.-Primero, buenos días. Segundo, salí a caminar y me encontré con Charlotte. Ahora, en lugar deinterrogarme, pásame al niño- le respondió con una tranquilidad muy fingida.

Él se lo dio y salió de la habitación.

Más tarde, Elizabeth, bajó a la mesa del desayuno. Ya se encontraban todos sentados, la Srta. De Bourghconversaba animadamente con Darcy y, a ella, le tocó sentarse junto a Lord Matlock.No tenía mucho apetito y notar la relación fluida de su esposo y Cecilia, le cerró el estómago. Georgianala miró para dedicarle una sonrisa que ella intentó corresponder sin demasiado éxito.Se disculpó rápidamente y fue a buscar a William. Hacía un bonito día para pasear y la Sra. Johnson teníapreparado todo para salir. Salieron por los jardines cercanos y en el camino, se les unieron Georgiana yCecilia.La Srta. De Bourgh, tenía un hermoso vestido rosado confeccionado en París, con una sombrilla al tono.-¡Qué bello niño tienen ustedes, Elizabeth! Se lo deben decir a menudo. Es muy parecido a Fitzwilliam.

-Sí, lo es- respondió fríamente.-¡Y que suerte que tuvo usted de recuperar su figura tan rápidamente! No todas las mujeres lo puedenlograr. Pero yo creo que hay que se firme en eso, es un deber de la esposa mantenerse siempre hermosapara su marido.-No creo que la belleza sea tan importante en una relación. Los años nos cambian y la juventuddesaparece, por eso es importante cultivar la belleza interior, que es lo único que permanece con uno parasiempre. Esto, y cimentar la relación sobre bases sólidas y no en superficialidades.-¡Por supuesto! Además, ¿quién soy yo para hablar? No tengo ni planes de casarme.-Creo que para lograr eso tendría que dedicarle más tiempo a hombres solteros- respondiósarcásticamente.-¡Oh, Elizabeth! Espero que no esté celosa de su esposo y de mí. Le aseguro que mis coqueteos sontotalmente inofensivos- dijo con una sonrisita falsa.Un rato después, Lizzie volvió con la niñera a la casa, William lloraba y no le encontraban los motivos.Fueron a la casa y lo llevaron arriba, a ella la preocupaba que no parara de llorar por más que probarandistintas cosas. Envió por Darcy, pero al rato volvió el criado sin haberlo encontrado. Entonces, decidió

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mandar por un médico.No vivía muy lejos, desde que Anne estaba enferma, Lady Catherine se había asegurado el tener undoctor que viviera muy cerca de la casa grande.El doctor Summerson llegó a los pocos minutos y revisó al niño.-Creo que la molestia proviene de la garganta. ¿Me dijo que estuvo enfermo antes de venir?-Sí, estuvo un poco resfriado.El médico siguió revisando la garganta de William que cada vez gritaba más fuerte.

-Sin duda es su garganta. Intente mantenerlo tranquilo. Si le sube fiebre, avíseme de inmediato.-Gracias, Sr. Summerson- le dijo Elizabeth.Después de despedir al médico, tranquilizar al niño y hacerlo dormir, bajó a buscar a su esposo que seguíasin aparecer.Estaba haciendo un poco de calor y casi todos estaban fuera de la casa. Lizzie preguntó a los sirvientesdónde se encontraba y le señalaron el lago cercano. Mientras caminaba, iba pensando que el bebé hubieraestado más tranquilo con su papá cerca. Al llegar cerca del lago, escuchó risas provenientes del agua.Pudo ver en unos botes a Georgiana y el Coronel y, en otro, a Darcy con Cecilia. Parecían estar pasándolode maravillas, bromeaban y se divertían. Lord Matlock estaba almorzando bajo la sombra de los árboles,Lizzie se acercó a él.-Elizabeth, ¡qué agradable sorpresa! Siéntese conmigo ya que la juventud me ha dejado sola para pasear

unos momentos.-No es al único que abandonaron- dijo, sentándose a compartir la comida con el anciano.Lord Matlock la observaba de reojo mientras compartían la mesa y de pronto le preguntó:-¿La tiene preocupada algo?La pregunta la tomó un poco desprevenida con la mirada hacia un bote en particular del cual acababan desaludarla con la mano, pero a quien ella no respondió, fingiendo no haberlo visto.-Sí, disculpe. William no se ha sentido bien y no he pasado un buen día.-Lo siento. La presencia de Cecilia no debe colaborar, ¿verdad? - le preguntó guiñándole el ojo.Elizabeth le sonrió por la picardía.-Parece que la única persona que no nota mi molestia es mi esposo. Pero, además, he tenido que llamar almédico por William.

-Darcy no me comentó nada. Espero que esté mejor.-Es la garganta, habrá que esperar y tenerle paciencia. Mi marido no sabe nada, está demasiadoentretenido para enterarse.Elizabeth se quedó unos minutos más y, cuando vio que los botes se acercaban a la orilla, se levantó pararetirarse.-Discúlpeme, Lord Matlock, creo que iré a ver a William.-Creo que los jóvenes vienen para acá. Quédese unos minutos más e informe sobre su niño a mi sobrino.Este pedido la obligó a quedarse, mientras veía venir hacia ellos a los cuatro participantes del paseo,Cecilia traía la chaqueta de Darcy en la mano.-Elizabeth, ¡qué lástima que no llegó un poco antes para subir con nosotros!- exclamó Richard al verla.-No se preocupe, creo no había lugar para mí- respondió echándole una mirada insinuante a su esposo.-Querida Elizabeth, hubiera cedido mi lugar junto a su marido- dijo Cecilia, sentándose a la mesa.Lizzie sonrió falsamente y se levantó.-Darcy, necesito hablar unas palabras a solas contigo- le solicitó.Él se excusó con los presentes y caminó unos metros con ella.-Tuve que llamar al médico, William no paraba de llorar. Mandé a buscarte, pero no supieron dóndeencontrarte.-Lo siento, salí a caminar y me encontré con el grupo. ¿Qué dijo el médico?-Es la garganta. Es mejor que me vaya a verlo.-Te acompaño- le dijo Darcy.-Ahora no es necesario, mejor quédate con tus compañeros, se nota que la están pasando muy bien-

diciendo esto, se marchó.Cuando llegó a la casa, se encontró con el Sr. Collins que salía de visitar a Lady Catherine.-Prima, me topé por casualidad con el doctor Summerson, me dijo que el niño sólo tiene una inflamaciónen la garganta, pero siempre hay que tener cuidado que no sea una escarlatina o algo peor. Siempre le

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digo a Charlotte que sea prevenida. Seguramente no es nada grave, pediré por su salud.-Gracias, Sr. Collins- respondió un poco ofuscada por su comentario.Subió a ver al niño, la Sra. Johnson lo tenía levantando. Lo tomó ella y lo llevó a su habitación. Le dolíaque Darcy no hubiera insistido en venir. “No veo la hora de regresar a Pemberley”, pensó para ella.No hacía mucho que estaba ahí, cuando la puerta se abrió. Era Darcy, caminó hacia ellos, sentándose allado.-¿Está mejor?- le preguntó.

-No lo sé, por lo menos no le ha subido la temperatura.-¿Puedo tenerlo?-No tienes que pedirme permiso para tener a tu hijo- le respondió alcanzándole al bebé.

Elizabeth no pudo bajar a la hora del té porque William estaba muy molesto. Tampoco pudo estar para lacena. Comió algo en la habitación y, cuando el niño al fin se durmió, decidió unirse a todos en el gransalón.La música estaba ausente de la casa por el de luto, pero los juegos de cartas estaban en plena práctica.Todos se mostraron interesados por la salud del niño y se la invitó a sentarse en la mesa de juego. Lizzierechazó la oferta, se quedó sentada con un libro, tratando de disimular sus celos al ver que Darcy leexplicaba a Cecilia el juego con ayuda de Richard. Elizabeth sospechaba que ella pretendía no conocer el

 juego para llamar la atención.Agradeció que Lady Catherine perdiera pronto su partida y se despidiera de todos, para retirarse ellatambién.Cuando Darcy fue a servirse una copa de brandy, Richard se acercó y le dijo en voz baja:-Creo que estás en grave peligro.Él lo miró sorprendido ante tal frase.-En peligro que tu querida esposa te eche de sus aposentos. No creo que seas tan tonto de no darte cuentaque los coqueteos de Cecilia la tienen furiosa. Confieso que me trajo problemas a mí, no imaginé queGeorgiana me plantearía que no le gustaba la forma de comportarme con Cecilia.-Elizabeth no me ha dicho nada.-Ni creo que te lo vaya a decir. Es una mujer muy inteligente, seguramente tiene otras ideas en mente. ¿Te

ha dicho que sabe lo de tu “noviazgo” con la Srta. De Bourgh?Darcy negó con la cabeza y bebió un sorbo de brandy.-Creo que me iré a dormir- anunció. Richard se rió y se unió al resto.Lizzie estaba enfurecida, con él y con ella misma por estar celosa de una mujer ridículamente coqueta.¡Ni siquiera de Caroline Bingley se había puesto tan celosa! Susan interrumpió sus pensamientos alalcanzarle el camisón.-No, tráigame el de los volados, el que no tiene mangas- pidió Lizzie, era un vestido de cama muyrevelador por ser de una tela transparente.Su doncella obedeció y, luego de estar cambiada, le desarmó el peinado.-No me lo trences, déjalo suelto- ordenó, sabía que a Darcy le gustaba verla con el cabello suelto.Lo escuchó en el cuarto de vestir y se levantó corriendo para pararse junto a la ventana. Cuando él entró,la vio allí, hermosa, tomando la brisa del verano. Lo miró con una sonrisa provocativa en los labios.Darcy se acercó para besarla y Elizabeth lo dejó avanzar, hasta que decidió apartarlo.-Estoy muy cansada, William me ha agotado. Tú también deberías descansar, hoy estuviste“entreteniendo” a la Srta. De Bourgh durante todo el día- le dijo dirigiéndose a la cama.-¿Estás…estás enojada conmigo?- preguntó sospechando lo que sucedía.-¿Tengo motivos para estarlo?- le contestó con otra pregunta.Como él no respondió, Lizzie dio por terminada la conversación. Darcy se quedó levantado.-¿No vienes a la cama?- preguntó haciéndose la inocente.-Creo que me daré un baño antes.Elizabeth no sintió la misma satisfacción del día anterior. Cuando la besó, se le había hecho muy difícil

contenerse y mantenerse fría.

Despertó con la claridad de la mañana y los brazos de Darcy abrazándola. Giró hacia él y abrió los ojos.Él la miraba. Por un momento, olvidó que existía alguien llamada Cecilia De Bourgh y que estaba

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enojada con él por comportarse como un idiota. Sólo lo miró, sintiendo su aliento contra su cara. Él lecorrió el cabello del rostro, acercándose lentamente para besarla. Cuando sus labios apenas se rozaron, ungolpe en la puerta rompió el hechizo. “Gracias a Dios”, pensó Lizzie. -¿Quién es?- preguntó Darcy enfadado.-La Sra. Johnson, William se ha despertado y tiene hambre.Él se iba a levantar para buscarlo, pero Elizabeth lo detuvo tomándolo por el hombro.-No, deja, iré a su cuarto. Puedes seguir durmiendo.

-¿Durmiendo? No era esa mi intención- le respondió.-Bueno, no creo que esté preparado el desayuno- respondió nerviosa, haciendo que no entendía laindirecta de su esposo, al tiempo que se colocaba una bata y salía pronto de la habitación.Volvió a encontrarlo en el desayuno, donde le había reservado la silla junto a él. “Bien por el Sr. Darcy”,pensó al notar el detalle.Cuando todos salieron de excursión, él decidió quedarse porque Elizabeth no podía ir, pero ella nobuscaba que se aburriera y lo convenció para que vaya.-Ve, William está mejor, no necesitas quedarte. Iré a la biblioteca y buscaré un buen libro. Tal vezsalgamos al jardín.Darcy aceptó y se unió al grupo.Volvieron para la hora del té. Durante todo el día, Elizabeth pensó en perdonarle la ofensa a su esposo,

pero la conversación durante el té y la cena posterior, hizo que los celos volvieran a dominar susdecisiones.A la cena, vinieron los Collins, Lady Catherine se pasó la comida hablando de lo bien que habían pasadola tarde, que era una pena que Elizabeth no hubiera ido, pero que las salidas se debían organizar enparejas y la presencia de ella hubiera roto las mismas. Darcy le echó una mirada desaprobatoria, sabía quelos comentarios dañinos de su tía, se los cobrarían a él.Terminada la cena, fueron al salón. Cecilia insistió en jugar al billar, sólo para coquetear con los doshombres. Darcy se detenía en cada jugada para explicársela y enseñarle la forma en que debía sostener ygolpear con el taco.Elizabeth se disculpó con Lady Catherine y Lord Matlock y, utilizando la excusa del calor, salió acaminar a los jardines. Recién estaba bajando el sol y la noche apenas amenazaba al cielo.

No había avanzado demasiado cuando sintió unos pasos detrás de ella.-¡Elizabeth!- la voz grave e inconfundible de su esposo la llamaba.Lizzie se frenó y giró un poco su cabeza para verlo.-¿Me necesita la Sra. Johnson?- preguntó.Darcy negó con la cabeza.-No. Quería acompañarte- dijo ofreciéndole su brazo.-¿Te cansaste de la compañía de la Srta. De Bourgh?- dijo en un tono claramente sarcástico y, sin tomarsu brazo, siguió caminando.-¡Elizabeth!...¡Elizabeth! Tenemos que hablar- le pidió tomándola del brazo para detenerla.Lizzie se detuvo y, antes de hablar, lo miró directamente a los ojos con claro disgusto.-¿De qué deberíamos hablar? ¿Sobre haberme ocultado que casi te casas con Cecilia? ¿Qué todos piensanque lo deberías haber hecho?Darcy la interrumpió.-¡No, no! Lo de Cecilia fue hace mucho y sé que no hubiera sido feliz con ella.-Pues estos días lo estás disimulando muy bien- le contestó y volvió a caminar- El único desprecio hacianuestro matrimonio que te falta cometerr…¡es besarla, como a Caroline Bingley!- le gritó.-¡Sabía que tarde o temprano me echarías en cara eso!- le dijo mientras la seguía.-¡Si quisiera echarte en cara cosas, con lo de esta semana, no terminaría nunca!-En lugar de rechazarme, tendrías que haberme dicho lo que te disgustaba.Elizabeth tenía las mejillas enrojecidas.-¿Decirte qué? ¿Qué pareces un tonto cuando “esa” Cecilia está cerca de ti?  

Él la miró serio y le dijo:-Los celos te hacen más hermosa.Ella lo miró ofendida y lanzó un gritito de disgusto antes de reanudar su caminata.Darcy la tomó del brazo y, bajo las protestas airadas de ella, la alzó sobre su hombro, como si cargara una

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bolsa.Elizabeth pataleaba y lo golpeaba en la espalda para que la baje.-¡Bájame! ¡Es una orden!- le gritaba sin obtener respuesta.Al estar de espaldas, no podía ver hacia donde la llevaba y, después de un rato, dejó de luchar.Darcy la bajó de golpe sin soltarla.-Llegamos- anunció- Menos mal que recuperaste tu peso.Elizabeth miró dónde estaban. Reconocía el lugar. Estaban en el Templo donde se le había declarado por

primera vez.-No es justo que me traigas aquí- le dijo Lizzie intentando escapar de ahí sin éxito.-No me dejas opciones- respondió tomándola de las manos- A pesar que me parece que lo celos te sientandivinamente, juro que no era mi intención. Mi comportamiento con Cecilia puede ser desacertado, loreconozco, pero me siento culpable cuando la veo. Me comporté horriblemente con ella cuando intentóacercarse a mí, después de la muerte de su prometido. Creí tener el corazón roto, pero sólo había heridomi orgullo. A eso lo supe mucho después, un día lluvioso, aquí, al experimentar realmente lo que se sientetener el corazón destrozado.Elizabeth lo miró con lágrimas en los ojos, el recuerdo de las cosas que le había dicho ese día laacechaban.-No llores, no te culpo por haberme rechazado, fue muy imprudente de mi parte pensar que sería un honor

para ti el aceptar mi mano. Lo que me dijiste ese día, en lugar de hacer que te odie, hizo que te amaramás. No debes tener celos ni de Cecilia, ni de nadie más. Te amo, con el mayor ardor.Lizzie se arrojó a sus brazos y abrazó fuertemente, escalando hasta su boca. Darcy la tomó de la cinturaatrayéndola hacia él sin dejar espacio entre sus cuerpos. La intensidad del beso lo fue llevando aacorralarla contra la pared.-William…- alcanzó a decir antes que su boca fuera reclamada nuevamente- Will, creo…creo que esmejor que volvamos- dijo casi sin aliento.-Cariño, no creo que sea buena idea- repuso con la respiración entrecortada, agachándose para apoderarsede su cuello, mientras sus manos buscaban la forma de levantarle la falda.

Sentados en la escalera del templo, intentaban recuperarse. Darcy colocó su chaqueta sobre los hombros

de Elizabeth.-Gracias- respondió apoyándose sobre su hombro.-Es tarde, deberíamos volver- le sugirió Darcy.-Si, deberíamos, antes que tu tía envíe al Sr. Collins a buscarnos.Él rió de imaginarse al reverendo si los hubiera encontrado unos minutos antes en una muy impropiaactividad.-Espero que lo que acabamos de hacer borre los malos recuerdos que te traía este lugar- le susurróElizabeth al oído.Le sonrió, rozando sus labios contra los de ella.-Vamos- dijo levantándose y dándole la mano para ayudarla.Caminaron abrazados hasta llegar a la casa. Antes de entrar acomodaron su ropa, Lizzie trató de arreglarleel cravat.Al ingresar al salón, Lady Catherine notó de inmediato el cambio producido en sus relaciones. Los dos nopodían ocultar sonrisas tontas en sus caras. Los ojos de Lady Catherine se dirigieron al cabellodespeinado de Elizabeth, lanzándole una mirada de reprobación.Poco después de haber llegado, la Sra. Johnson bajó a buscar a Elizabeth.-Enseguida voy- le respondió Lizzie.-Sra. Darcy, creo que usted está malcriando a ese niño. Una mujer de clase tiene la decencia de tener unanodriza y no dejar que la voluntad de un pequeño rija su vida.-Sin duda podría tenerla, corriendo el riesgo de ser considerada con falta de clase o no lo suficientementebuena, algo que usted me recuerda cada vez que tiene la oportunidad, prefiero demostrarle a mi hijo que

es un niño amado.-Desde el momento en que la conocí, su forma de expresarse me ha resultado de lo más impertinente- dijoLady Catherine.-Tía, sin ánimo de ofenderla, pero creo que usted se expresa más impertinente, nada más que nadie se

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atreve a responderle. Excepto mi esposa- agregó en forma orgullosa- Ahora si me disculpa, acompañaré aElizabeth a alimentar a mi hijo.Diciendo esto, salieron de la habitación, dejando a todos los presentes sorprendidos y a Lady Catherinecon la boca abierta.Elizabeth no podía ocultar la satisfacción de haber presenciado como su esposo la defendía frente a todos.Apenas llegó a la escalera, se freno para besarlo sorpresivamente en los labios.

Capítulo 37 

Elizabeth no podía ni quería soltar a su esposo. Parada en la escalera, lo tenía arrinconado.-Lizzie…-alcanzó a decir en un segundo que su mujer se despegó para poder respirar.-Lizzie- volvió a decirle apartándola con los brazos- William tiene hambre.Ella recordó que tenía que subir para alimentar a su bebé, toda la exaltación por lo que acaba de pasar, lehabía hecho olvidar el motivo por el cual estaba en la escalera.Al fin subieron a la habitación que ocupaba el niño con la Sra. Johnson. Elizabeth lo tomó en sus brazos y

se preparó para amamantarlo.-¿Su garganta está mejor?- preguntó Darcy tomándolo de la mano.-Sí, bastante. Es todo un hombrecito, ha soportado todo muy bien.-Todavía no puedo creer que esté tan grande. ¿Falta poco para los seis meses, no?-Un poco- respondió levantándose para acunarlo.Elizabeth notaba la mirada de su esposo sobre ella.-¡¿Qué?!- le preguntó sorprendida al mirarlo y notar que él le sonreía.Darcy se levantó para acercarse a ella, la abrazó por la espalda. El bebé le sonrió y estiró su manito paratocarlo. Él le susurró a su esposa en el oído:-Quiero que tengamos otro hijo.Lizzie creyó que era una broma y giró para poder verlo a los ojos. No, no lo era, se veía claramente que

hablaba en serio.-¿Tú no quieres?- le preguntó su marido ante la cara de sorpresa que ella no podía ocultar.-Yo…yo…-balbuceó sin que le salieran más palabras de su boca- No es que no quiera, sólo que Williames tan pequeño aún, tendría que dejar de alimentarlo y sabes que disfruto de ello.-Sí, lo sé. No digo que lo dejes ya, es pronto, pero me gustaría que lo consideraras.Elizabeth besó al niño en la frente y lo acostó en su cuna. Después, volvió hacia él.-No necesito considerarlo. Quiero tener muchos hijos tuyos, todos los que Dios nos mande- le dijopasando sus brazos alrededor de su cuello- Sólo quiero un poco más de tiempo para dedicarme solamentea los dos hombres que hay en mi vida.Darcy se quedó mirándola. Todavía ahora, después de tanto tiempo, le costaba creer que fuera suya.-Puedo esperar- le dijo antes de besarla.

Elizabeth no. Lo tomó por la mano y lo condujo hasta su habitación.En la oscuridad de la habitación, al tiempo que se quitaban la ropa apurados, Darcy, con su voz grave yentrecortada por la agitación, dijo:-No vuelvas hacerlo.Lizzie no podía procesar el significado de lo que le decía con la boca de su esposo recorriéndola.-¿Que no vuelva a hacer qué?- preguntó confundida.-Privarme de ti para vengarte. Tienes una mente torcida y peligrosa- le respondió con su boca apresándolela oreja.Ella no pudo evitar reírse.-No prometo nada- le respondió divertida.-Promételo. No es justo lo que me hiciste sufrir.Elizabeth se sentó sobre él y le respondió:-Sabes que no puedo decirte que no- le contestó jugando con su boca.-Lo disimulaste muy bien en estos días- le respondió con una sonrisa.

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En los siguientes días, Lady Catherine, se dirigió a los Darcy en un tono de respeto mezclado con ofensa.Francamente, esperaba una disculpa de su sobrino, pero con el pasar de la semana, se resignó a que estono sucedería. “Esa muchacha, lo ha corrompido” , solía expresarle a su hermano. Éste sólo la escuchaba. Habiendo pasado ya un mes desde la muerte de Anne, Darcy creyó oportuno volver a Pemberley. LordMatlock y Richard, aprovecharon para hacer el viaje con ellos. Sólo Cecilia se quedó haciéndolecompañía a su tía.Georgiana pidió permiso para poder ir en el carruaje de los Fitzwilliam. Su hermano accedió sólo porque

su tío fue el que hizo la invitación.Salieron temprano, hubo un frío saludo entre Elizabeth y Lady Catherine y, un saludo un poco másexpresivo entre Darcy y su tía.El viaje sería largo y tendrían que detenerse en varias ocasiones.-¿Sucede algo malo?- preguntó Elizabeth.Darcy no quería hablar con la Sra. Johnson sentada en el mismo carruaje. Negó con la cabeza y siguiómirando por la ventana.Ella se levantó de su asiento para sentarse junto a él. Lo tomó del brazo y se apoyó en su hombro. Sequedó ahí hasta que pararon en una posada para comer algo y descansar.Después de compartir un almuerzo liviano, Elizabeth invitó a Darcy a caminar un poco para estirar laspiernas.

-Ahora que estamos solos, ¿me dirás que pensamientos están haciendo que se te marque esa arruga en elentrecejo.-El pasar este mes en Rosings hizo que me atrasara en los negocios. Cuando lleguemos a casa, no podréquedarme mucho tiempo, tendré que viajar a Londres para reunirme con unos socios de una inversión.Elizabeth lo miró decepcionada. No le gustaba estar separada de él.-Iremos contigo. William y yo.-No. No puedes dejar que Georgiana se encargue de todos los preparativos sola. Necesitará tu ayuda.-¿Mi ayuda…para qué?- preguntó confundida.-Para su baile de compromiso. Eres la Sra. de Pemberley, tienes que estar a cargo de ello. Además,alguien tiene que vigilar a esos dos- agregó señalando con la cabeza a Richard y Georgiana que acababande salir de la posada.

-¡Pero jamás he organizado un baile!- exclamó con preocupación.-No te angusties. La Sra. Reynolds te será de mucha ayuda y Georgie también. Haremos la lista deinvitados antes que me vaya. Muchos vendrán desde Londres y se quedarán en la casa. Espero que nosean más de 50 o 60.La cara de Elizabeth palideció un poco ante tanta responsabilidad.-Ahora la cara de inquietud la tienes tú- le dijo besándole la mano para tranquilizarla.Poco después, volvían a los carruajes. Lizzie intentó dormir un poco, él bebé estuvo un rato con cada uno.Pero prefería los brazos de cualquiera de sus padres.Unas millas antes de llegar, los carros se detuvieron para que Georgiana subiera al de los Darcy y ahí sesepararon.Todos llegaron muy cansados a Pemberley, directo a bañarse y a comer algo en sus habitaciones.Elizabeth sentía una felicidad extraña cada vez que regresaba a la casa. La podía comparar a cuando eraniña y regresaba de la casa de sus tíos, a Longbourn.Se arrojó vestida sobre la cama con la mirada hacia el estampado del techo. Susan entró con una bandejacon algo de comida.-¿El Sr. Darcy está abajo?- le preguntó Lizzie.-No, señora. Andrew le trajo la comida a su habitación- respondió la doncella.Elizabeth se metió en la tina que la estaba esperando. Despidió a su doncella para poder relajarse de tanlargo viaje. Por unos momentos el agua tibia de la bañera hizo que dormitara.Estaba en ese estado en el que no estaba segura de dormida o despierta, cuando la puerta del cuarto debaño se abrió. Lizzie pensó que sería Susan que volvía para lavarle el cabello y ayudarla a vestirse. El

agua tibia de la jarra cayó sobre su cabeza despacio, salpicando el suelo. Al sentir las manos sobre sucabello, se asustó, sentándose velozmente y cubriéndose instintivamente con las manos.-Soy yo- le dijo su esposo- No quería molestarte, vuelve a acostarte.Ella volvió a recostarse. Darcy tomó el recipiente donde tenía el preparado para el cabello y, torpemente,

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comenzó a pasárselo. El largo y oscuro pelo estaba cubierto de espuma. Lizzie estaba disfrutando detantas atenciones.-Cierra los ojos- le ordenó.Ella obedeció, tirando la cabeza hacia atrás, como siempre lo hacía con Susan cuando iba a enjuagarle.Darcy no tenía la experiencia de su doncella para realizar este tipo de tareas, por lo que parte del aguaenjabonada, fue a para a la cara de Elizabeth.-Lo siento. Lo siento- se disculpó a notarlo, alcanzándole algo para que se secara los ojos.

Elizabeth se rió. Cuando pudo abrir los ojos, lo miró. Estaba parado a su lado y, desde donde estaba ella,parecía más alto de lo que era.-Agáchate- le pidió tirando de la bata que traía puesta.Darcy obedeció, conociendo las intenciones de su esposa, apoyó las manos a ambos lados de la tina,inclinándose hacia ella lo suficiente para que lo pudiera besar.Aunque sus labios se separaron, Lizzie no soltó los bordes de su bata.-¿Cómo haré para pagar sus servicios? Temo no llevo dinero encima- le dijo provocando una sonrisa enél.-Tengo una idea- fue la respuesta de su esposo, al tiempo que se metía con ella en el agua.

A mitad de la noche, los golpes de la Sra. Johnson los despertó. Hacía un tiempo que no sucedía y habían

perdido un poco la costumbre. Darcy se levantó todavía dormido y, tambaleante, se encaminó hacia lapuerta.-¡Will!- Elizabeth le gritó- ¿No te parece que te olvidas de algo?- le preguntó arrojándole la bata.Darcy entreabrió la puerta para encontrarse con la Sra. Johnson que tenía a un William sollozante.-Lo siento, Sr. Darcy, intenté que volviera a dormirse, pero no lo hace. Tal vez tiene hambre.-No se preocupe. Vuelva a acostarse- le ordenó, tomando al niño en brazos y llevándolo con su madre.Se acostó nuevamente junto a ellos. William no tenía tanta hambre como ganas de estar en los brazosamorosos de sus padres.-No quiere dormir. Será mejor que me levante a pasearlo- dijo Lizzie.-Déjamelo a mí. Me gusta hacerlo, aunque no le cante tan lindo como tú o Georgiana, creo que a éltambién le gusta.

Elizabeth se rió. Aunque su marido tenía una hermosa voz, se ponía rígido y nervioso al intentar cantar.-Claro que le gusta que lo cargues. Eres su padre.-Sí. Por lo menos, eso me dijiste- bromeó mientras caminaba con el niño por la habitación.En los días siguientes comenzaron los planes de la fiesta. Después del desayuno se reunían en el despachode Darcy.Esa mañana, Georgiana se sentó en el suelo con William. Darcy escribía una lista provisoria de losinvitados, ya que, cuando llegara Richard, se agregarían invitados.-Tendremos que invitar a los Neil- dijo Lizzie arrugando la nariz.-Elizabeth- le dijo reprobando el gesto sin demasiado éxito, al notar que su esposa le sacaba la lengua.Darcy frunció el ceño y puso a los Neil en la lista.Cuando por fin la terminaron, Georgiana se marchó a la habitación de junto, donde estaba su pianoforte.Elizabeth tenía a William en brazos que se movía bailando con la música. Por la ventana podía verse que,lo que había comenzado como un hermoso día de verano, se transformaba en amenazante promesa delluvia.-¿Cuándo te irás?- le preguntó sabiendo la respuesta.-Mañana. Creo que ya te lo había dicho- le respondió un poco fastidioso.Lizzie se acercó a él y, tomándole el bracito a William, se lo movió para que lo acariciara.-Papi, papi, no te vayas- dijo imitando una voz de niño.Darcy intentaba mantenerse serio ante la ridícula puesta en escena.-¿No escucharás lo que te pide tu hijo?- le preguntó decepcionada.La tomó de la mano y la sentó en su falda. El bebé comenzó a jugar con los botones de su chaleco.

-Lizzie, tengo que ir. No es lo que quiero, pero tengo muchas responsabilidades que no puedo evadir.-Entonces, llévanos contigo- le pidió, al tiempo que sacaba de la boca de William el cravat de su padre.-No podemos. Tú también tienes responsabilidades, el organizar esta fiesta es la inmediata. Pero, si teportas bien y no me haces sentir culpable por tener que irme, te traeré un regalo.

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-No quiero nada. Sólo que vengas rápido- dijo desilusionada.Darcy pensó por un momento qué podría tentarla.-Si cambias esa cara, después que pase toda la locura, nos iremos a Bath.-¡¿En serio?!- exclamó sorprendida- No conozco Bath. Sir Lucas llevó a su familia una vez y Charlotteme contó lo hermosa que es la ciudad y las cosas que se pueden hacer.Él quedó conforme con el cambio producido en la expresión de Elizabeth.-Hoy llega Richard, él será mi informante sobre tu estado en mi ausencia. No quiero reportes de caras

tristes de la Sra. Darcy.-Lo intentaré- repuso fastidiosa.Esa noche, en la cama, Lizzie acariciaba el cabello a su esposo mientras lo veía descansar. Miraba supecho extenderse cuando respiraba y puso su mano sobre él. Le gustaba sentir los latidos de su corazón.Acercó su cara hasta él haciendo una inspiración profunda para percibir su olor. No volvería a estar con élhasta cerca de un mes, quería grabar todos los detalles en su mente.Darcy despertó.-¿No piensas dormir?- preguntó un poco dormido.-No puedo.Él le tomó la mano que lo acariciaba.-¿Por qué?

-“Es que mi amor mi amor se desborda y sobre tu cuerpo se convierte en arte” - le recitó ella.Darcy la besó.-Intenta dormir un poco- le pidió, abrazándola.Apenas amaneció, Darcy se levantó para alistarse. Elizabeth se levantó también, estaba cansada, casi nohabía dormido durante la noche.Ella y William, fueron los únicos levantados para despedirlo. Lo acompañaron hasta el carruaje. Lizzieintentó no parecer triste, pero sus ojos la traicionaban. Darcy tenía al niño en brazos, se paró junto alcarruaje que lo esperaba, y dijo:-Recuerda tu promesa. Nada de caras tristes, te escribiré todos los días y espero que hagas lo mismo. Note olvides de contarme todo lo que haga William y mantenme informado sobre los preparativos de lafiesta.

-Lo haré.Darcy besó al bebé en la frente y se lo dio a Elizabeth. Ella miraba al niño para no levantar la vista y quedescubriera la tristeza en sus ojos. Él le tomó el mentón y levantó su cara.-Mi mente dice que sólo es un mes, pero mi corazón no quiere irse. Por favor, no me lo hagas más difícil.Muéstrame una sonrisa.Elizabeth hizo un esfuerzo y le dedicó una tímida sonrisa.Darcy la tomó por la nuca y la besó. Intentó separarse de ella, hizo un paso hasta el carruaje y se volviópara besarla de nuevo. Los abrazó fuerte, escondiendo su cara en sobre el hombro de Lizzie.-Es sólo un mes. Estaremos bien- ella le dijo al oído, dándole ánimos para que se fuera.Subió al carruaje rápidamente y le hizo señas al conductor para que arranque. No miró para atrás.

Los días en Pemberley eran muy ocupados, entre el compromiso de Georgie, el bebé, las tareas regularesque tenía como la señora de la casa, el tiempo, se le pasaba volando. Por las tardes, luego del té, sesentaba en el escritorio de Darcy para escribirle a su esposo.Todo estaba encaminado, la decoración, la elección de la mantelería y porcelana que se usaría, el cristal yla platería. Las flores encargadas y la los candelabros listos. De los músicos se encargaría Darcy enLondres. Las invitaciones habían sido enviadas y ya estaban recibiendo las respuestas. Los Bennet, sequedarían en Green Park, y el resto de los invitados, se repartirían entre Pemberley, la mansión de LordMatlock y las posadas cercanas.Estaba todo listo, salvo…por el vestido de Georgiana. La pobre costurera se pasaba el día haciendopruebas del vestido, pero siempre había algún detalle que cambiar. A diez días de la fecha, no podía

definirlo.Su nerviosismo por el acontecimiento, estaba siendo canalizado en la confección del vestido. Esto servíapara que Richard y Elizabeth se burlaran de ella.Georgie entró disgustada al salón donde Lizzie intentaba tocar el piano con William sobre su regazo. El

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niño golpeaba las teclas con fuerza y reía.-¿Qué tenía de malo hoy el vestido?- preguntó con sarcasmo y mirando de reojo a Elizabeth.-Le pedí específicamente que las mangas tuvieran volados. Se lo dije, ¿verdad, Lizzie?-Sí, se lo dijiste- respondió, intentando disimular una risa al ver que el Coronel le hacía señas por detrás.Georgiana se dio vuelta, alcanzando a ver algo.-¿Te estabas burlando de mi? – le preguntó intrigada- Elizabeth, ¿estaba haciendo señas a mi espalda?-Yo…yo no vi nada. Lo siento- respondió riéndose.

-Se han confabulado contra mí. Sólo mi pequeño sobrino no sería capaz de mentirme- dijo levantándoloen brazos y sentándose ella al piano con él- Es todo un músico, miren con qué gusto toca las teclas.-Lástima que tenga el oído musical de su padre- bromeó el Coronel.-Espero que no lo esté criticando, aún no escribí mi carta del día- lo amenazó Lizzie.-No me chantajee, que me dejó órdenes de vigilarla y sus vacaciones dependen de mi reporte.Estaban riéndose del comentario, cuando escucharon un carruaje que se acercaba por el camino principal.-Es tarde para que sea Jane- dijo Elizabeth, parándose para ver por la ventana.Lo próximo que notaron los demás, es que Lizzie salía corriendo rumbo a la puerta, a la vez que gritaba:-¡Es él! ¡Es el carruaje de Darcy!Bajó las escalinatas de la entrada corriendo, al tiempo que Darcy bajaba del carro. Se arrojó a los brazosde él, colgándose de su cuello. Él la levantó y la hizo girar por el aire, riéndose de felicidad.

-Quería darte la sorpresa. Parece que funcionó- le dijo bajándola al suelo.-¡Sí! ¡Estoy tan feliz!- respondió ella sin soltarlo.Una voz salió desde dentro del carruaje.-Ahora ya sé porque tenía tanta ansiedad por volver a casa. Si me recibieran así en la mía, no me iríanunca- comentó el extraño con un claro acento francés.Era un hombre de unos 35 años, alto, pero no tanto como Darcy, con una pequeña barbita recortada ycabello oscuro.-Elizabeth, te presento a monsieur De Guille, un nuevo socio de las empresas de Londres-introdujoDarcy- Jean Pierre, ella es mi esposa, Elizabeth Darcy.-Enchanté- le dijo besándole la mano.-Je suis ravi de faire votre connaissance- respondió Lizzie.

El francés le dedicó una sonrisa.-¿Dónde está el resto de la familia?- preguntó Darcy.-Dentro, no te esperábamos. William estará feliz de verte, te extrañó mucho.Mientras caminaban hacia el interior de la casa, Darcy le dijo al oído:-No sabía que hablabas francés.-Juste un peu, monsieur Darcy- respondió con una sonrisa, estaba tan feliz de tenerlo en casa.

Capítulo 38 

Darcy entró a la sala directamente a tomar en brazos su hijo.-¡Hey!!! ¡Aquí está mi niño!- exclamó quitándoselo de las manos a Georgiana- ¡Qué grande que estás!- ledijo examinándolo mientras el niño reía fuertemente.Elizabeth se dedicó a presentar al extraño al resto de la familia.-Ya que Darcy está muy entretenido poniéndose al día con William, creo que me toca la responsabilidadde presentarlo- le dijo al francés.

-Apparemment- respondió.-La Señorita Darcy, la hermana de mi esposo y el Coronel Fitzwilliam, su prometido y primo de Darcy.Georgiana se inclinó para saludarlo y Richard se acercó aprensivo, su estadía reciente en Francia, no lehabía dejado buenos recuerdos de los franceses.

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-El Sr. Jean Pierre De Guille, un nuevo socio de Darcy- dijo introduciendo al desconocido a la familia-C’est un grand plaisir. Es un gran placer - dijo el Sr. De Guille con una reverencia.-¿Avez-vous fait bon voyage?- preguntó Georgiana feliz de poder practicar su francés.-Oh juste un petit imprévu : nous avons dû faire remplacer l’une de nos roues - respondió encantado de verque había más gente con la cual poder hablar su idioma.El Coronel aclaró su garganta y puso cara de fastidio, no le gustaba escuchar hablar en francés, desdeniño había sido castigado por no aprender sus lecciones y, de mayor, sólo lo utilizó cuando no tenía otra

alternativa.El francés notó la incomodidad del Coronel.-Pardonnez-moi- dijo- No debería hablar en mi idioma estando en otro país. Tuvimos un inconvenientecon una de las ruedas, pero fue solucionado bastante rápido y pudimos retomar el viaje una media horadespués.Darcy se acercó al grupo que conversaba en círculo con el niño todavía en brazos, de lo más feliz dehaber regresado a casa.-Lizzie, ¿te encargas del té?- le preguntó hambriento.-¡Oh, sí!, le diré a la Sra. Reynolds que lo traiga de inmediato. Por favor siéntense- dijo retirándose unosmomentos hasta la cocina.-Sra. Reynolds, disculpe la molestia, sé que falta un rato para la hora del té, pero el Sr. Darcy ha llegado

con hambre. ¿Sería posible que lo llevara lo antes posible?-Sí, Señora. Enseguida lo llevaremos- contenta porque el joven amo hubiera regresado tan pronto. “Haceun tiempo atrás, que el Sr. Darcy, regresara antes de lo previsto, hubiera sido una rareza” pensó para sí.Como ella siempre había pensado, que tuviera una esposa que lo amaba con desesperación y, un niño,colaboraba a que intentara quedarse todo el tiempo posible en Pemberley.Elizabeth volvía hacía el salón por la amplia galería cuando vio que Darcy caminaba hacia ella. Lizziesonrió y comenzó a hablar unos metros antes que él llegara hasta donde estaba ella.-¿Quieres que pida algo en especial a la Sra. Reynolds?- preguntó pensando que a ello iba.Sin responderle, la tomó de improvisto del brazo y la metió en una de las salas junto a la galería. Apenascerró la puerta detrás de él, la tomó fuertemente de la cintura y la atrajo para besarla apasionadamente.-¡Sr. Darcy!- dijo casi sin aliento- ¿Qué dirá su invitado?

-Puse una excusa para salir, no se me ocurrió decir que era para besar a mi esposa- respondió entre unbeso y otro.Elizabeth lo empujó suavemente para alejarlo y acomodó el cabello suelto detrás de la oreja.-Usted que siempre es un caballero tan correcto, ¿no cree que lo que acaba de hacer es de lo másimpropio?- le dijo burlonamente.Darcy se acercó a ella y volvió a abrazarla.-Después de casi un mes sin verte, me parece que lo incorrecto sería no besarte- le contestó agachándosepara besarla, soltándola al escuchar pasos por el corredor.-Debe ser el té- dijo Lizzie- ¿Sales primero tú o yo?-Las damas primero- le dijo sonriendo y señalando con su mano el camino.Elizabeth abrió la puerta despacio y asomó su cabeza para ver si no había nadie. Salió al corredorrápidamente, acomodándose el vestido arrugado y se encaminó hacia la sala.Cuando entró, todavía con rubor en las mejillas, se sentó junto a Georgiana y tomó al niño que deinmediato le estiró los bracitos. El té estaba siendo servido cuando entró Darcy.-¡Por fin, Darcy! ¿Dónde te habías metido?- preguntó el Coronel, enojado porque había tenido que hablarcon el visitante en su ausencia.Antes que la mentira saliera por su boca, titubeó por un momento.-Tenía que hablar unas palabras con el encargado- respondió serio sin mirar a Elizabeth.Pasaron el resto de la tarde en la sala conversando hasta la hora de cambiarse para la cena.Darcy subió a bañarse y Lizzie a su habitación con el niño. El último mes se había apegado mucho a ella,tal vez tratando de compensar la ausencia de su padre. Esa tarde de fines de agosto, el verano se estaba

haciendo sentir.Golpearon y la puerta de la habitación se abrió con el permiso de Elizabeth.-Sra. Darcy, ¿quiere que lleve a bañar a William?- preguntó la niñera.-No, gracias Sra. Johnson, lo haremos nosotros- respondió.

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Descambió al bebé y se acercó hasta el cuarto de baño de su esposo. Golpeó la puerta.-Lizzie, ¿eres tú?- preguntó Darcy.Ella abrió apenas la puerta, asomando su cabeza.-Sí, ¿podemos pasar?- preguntó tímidamente.-Entra, pero será mejor que trabes la puerta. Andrew puede entrar en cualquier momento- recién al deciresto notó que traía a William, desnudo, en sus brazos.Lizzie se acercó hasta la bañera y le entregó al bebé antes de cerrar la puerta.

Darcy lo sostenía en alto para que no se moje.-¿Qué haces?- interrogó, riéndose al ver a William mover las piernitas para llegar al agua- ¡Bájalo!, paraeso lo traje.Lo metió en el agua lentamente, con algo desconfianza, pero al notar la alegría que tenía William, se lepasó el temor.Elizabeth acercó una banqueta a la tina y se sentó al lado. Tomó el jabón y enjabonó un paño. Darcy losostenía de frente a él mientras ella lo enjabonaba.-Le gusta el agua- comentó.-Le gusta bañarse conmigo. Está mal acostumbrado.-Eso lo heredó de mí- le dijo, estirándose para besarla.-¡Auch!- gritó en medio del beso.

-¿Qué…?-preguntó Lizzie confundida.William estaba entretenido tirando de los pelos del pecho, así que optó por girarlo, recostándolo sobre él.-¿Qué impresión te ha causado Jean Pierre?- preguntó Darcy enjuagando al niño.-Parece interesante y agradable. ¿Se quedará mucho?-Lo invité al compromiso. Espero que esto no te traiga problemas.-No, una persona más no hará la diferencia- dijo, sacando al bebé y envolviéndolo-Es tarde, le diré aAndrew que venga a ayudarte.Lizzie dejó a William con la niñera y bajó para supervisar la cena. Todo estaba en orden y fue a la saladonde solían reunirse antes de la comida. Aún no había nadie, así que buscó el bordado con el que estabatrabajando y empezó a trabajar en él.-Madame Darcy- dijo el invitado al entrar en el salón- S’il vous plaît, no se levante. 

A Elizabeth no le agradó que, habiendo varios lugares disponibles para sentarse, lo hiciera cerca de ella.Le pareció un poco indecoroso viniendo de una persona que acababa de conocer.-Está haciendo un hermoso trabajo- dijo el francés buscando comenzar una conversación- ¿Es una camisade dormir?-Sí, lo es- contestó Lizzie sin levantar la vista del bordado.-¿Para su marido?- preguntó nuevamente el visitante.-No. Es para mi padre. Vendrá para el compromiso de mi cuñada y su cumpleaños fue hace poco. Podríacomprarle algo importante, pero sé que le gustará tener algo hecho por mí.-Me dijo su esposo que usted es de Hertfordshire.-Sí. Lo soy. Mi familia vive ahí. Excepto mi hermana mayor, Jane, que vive a 30 millas de aquí y, mihermana menor que vive en Newcastle.-También me contó que una de sus hermanas está casada con su mejor amigo.-Sí, Jane. Conocí a Darcy porque Charles rentó una residencia cercana a Longbourn y él fue a visitarlo.-Buenos partidos para jóvenes solteras. Sus padres deben estar orgullosos que sus hijas atraparan esasfortunas. Debí venir antes a Inglaterra.A Elizabeth le molestó el comentario y trató de responder cortés.-Mis padres pueden estar orgullosos porque nos hemos casado con buenas personas, más allá de susriquezas- en ese momento entraron Richard y Georgiana.La cena transcurrió rápida y la conversación fue fluida y agradable. Elizabeth prácticamente olvidó sumolestia con el Sr. De Guille debido a su comentario fuera de lugar.Como los recién arribados estaban agotados por el viaje, todos se retiraron temprano a sus recámaras.

Darcy estaba acostado esperando que Elizabeth viniera a la cama, pero antes tenía que ocuparse deWilliam. Cuando por fin llegó a la cama, se abalanzó sobre ella.-Creí que estabas cansado- le dijo riéndose.-Lo estoy- respondió mientras su boca y manos reconocían el cuerpo en que tanto había pensado ese mes.

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-Cuánto te extrañe…-murmuró Lizzie entre gemidos.

No la soltó en toda la noche. Él durmió profundamente, ella notó que había llegado a extrañar esosronquidos que tanto le molestaban.Despertó con la luz que se filtraba y sin la compañía de su esposo en la cama. Abrió los ojos para verloparado, meciendo el niño en brazos.-Buenos días- le dijo al verla despierta.

-Buenos...días- respondió con un bostezo.-¿Sabías que tiene dientes? Sí, supongo que lo sabes- se contestó solo en voz alta.Elizabeth sonrió, hacía unas semanas había cortado sus primero dientes y ya asomaban.-Sí, claro que lo sé. A menudo los utiliza conmigo. ¿Se los viste?-Se los vi, después de sentirlos en carne propia. Me mordió la nariz.-Debí advertirte que se lleva todo a la boca y…lo muerde- dijo Lizzie conteniendo la risa.Darcy llevó a William hasta la cama y lo sentó en entre medio de ellos. La casa aún estaba tranquila, elsilencio era roto por el balbuceo del bebé, alentado por su madre para que hable.-No creas que me olvidé- dijo de pronto Elizabeth.-¿Perdón?- preguntó confundido.-Tú promesa...el regalo que me prometiste. Lo tengo bien presente. Si quieres, el Coronel, te dará el

informe sobre mi comportamiento en este mes- contestó con ironía.-¡Oh! Esa promesa. Será cumplida, por supuesto. Después del compromiso de Georgiana pondremos unafecha- contestó seriamente.-Muy bien- dijo, sin poder ocultar que estaba feliz.-También traje otros regalos, para ti, William y Georgiana.Elizabeth se sentó en la cama para poder besarlo.-Nos malcrías- le dijo con una sonrisa.-Me gusta verlos felices- le susurró al oído.Lizzie lo miró a los ojos y se puso seria. Con su mano lo tomó del rostro para que la mirara.-Lo único que necesito para ser feliz…es tenerte conmigo- dijo Lizzie- No necesito nada más.

Los siguientes días, fueron de ajetreo para Lizzie y Georgiana. El Coronel regresó a casa de su padre arecibir las visitas que se alojaban allí. Darcy se ocupó de sus negocios y de entretener al Sr. De Guille,

 junto a otros de los invitados que estaban llegando.Elizabeth no veía la hora que el baile se hiciera. Estaba agotada entre los preparativos, las visitas y, entrelos requerimientos de su bebé y su esposo, no podía descansar como necesitaba.Una mañana que anunciaba tormenta, Lizzie escapó un momento de sus obligaciones para realizar supaseo favorito, caminar por la rivera del río hasta un pintoresco puente de piedra. Fue devuelta de sudistracción por lo perros de caza de su marido que, al verla, se acercaron corriendo hacia a ella poniendoensuciando su vestido con sus patas enlodadas.-¡Lancelot, Owain, abajo!- ordenó con poco éxito. Un silbido los llamó y ella giró hacia el lugar de dóndeprovenían creyendo que sería Darcy.El Sr. De Guille caminaba en su dirección. Lizzie intentó limpiar un poco su vestido.-Bonjour madame Darcy. Excusez-moi, les chiens...los perros, no me obedecieron- dijo al llegar junto aella.-No se preocupe, no es culpa suya. Colaboro en su desobediencia, suelo sacarlos a caminar y les doycomida a escondidas de mi esposo. Cuando me ven se alteran un poco- le dijo sonriendo.Elizabeth, comenzó a tomar el camino de vuelta a la casa. El francés parecía dispuesto a volver con ella.-¿Salió a cazar solo?- preguntó Lizzie para romper el silencio.-Ouí, salí temprano en la mañana. Pero la suerte no me ha acompañado últimamente, ni en la caza, ni el

 juego.-Si es por la partida de ajedrez que perdió anoche con mi esposo, no se preocupe por ello, no lo he visto

perder ningún encuentro.El Sr. De Guille se frenó para mirar a Elizabeth.-Lizzie, prefiero tener mala suerte en el juego y tenerla en el amor- le dijo con una mirada lasciva,mientras con su mano colocaba un mechón suelo de pelo detrás de la oreja de Elizabeth.

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Ella quedó paralizada, el mal presentimiento que le habían causado algunos comentarios inadecuados, seestaba confirmando.-Sr. De Guille, espero que no tome a mal mis palabras, pero Lizzie es un nombre permitido sólo para misallegados. Con su permiso, quisiera regresar sola a la casa- le dijo con nerviosismo.Apenas entró, se encontró con la Sra. Reynolds.-¿Mi esposo se encuentra en su despacho?- le preguntó ansiosa.-Sí, Sra. Está reunido con su administrador.

Elizabeth sabía que no le gustaba ser interrumpido durante sus reuniones de negocios, pero necesitabahablar con él de inmediato.Golpeó la puerta y espero a escuchar la voz de su marido que decía “Entre”. Abrió lentamente, sin estar segura de lo que le diría.-William, ¿puedo hablar contigo?- preguntó nerviosa.Darcy estaba firmando unos documentos y levantó la vista para verla.-Estoy un poco ocupado. ¿Puede esperar?- preguntó, pero al notar la cara de preocupación, añadió:-Con su permiso, me gustaría unos minutos a solas con mi esposa- le dijo a su administrador.Apenas salió por la puerta, preguntó:-¿Qué es lo que quieres hablar conmigo?No estaba segura de por dónde empezar la conversación.

-Después del compromiso, ¿el Sr. De Guille volverá a Londres?-Supongo que sí. A decir verdad, yo también tengo que ir a Londres, por los negocios con Jean Pierre ypensé que podríamos ir todos, incluyendo a Georgiana. Podrían confeccionar su vestido de novia allá.¿Qué te parece?-Pensé…creí que nos iríamos a Bath- fue lo único que se le ocurrió decir para disimular su desencantoante la idea de seguir viendo al Sr. Ge Guille.-Mi amor, sé que quieres ir ahora, pero mis negocios con Jean Pierre son muy importantes, no puedodescuidarlos. Iremos a Bath después que se case Georgiana- le dijo abrazándola y besando su cabeza.Elizabeth siempre se sentía protegida en sus brazos. Se aferró a él, apoyando su cabeza sobre el pecho deDarcy y, sin moverse, preguntó:-¿Es muy importante el Sr. De Guille en tu nuevo negocio?

-Sí, lo es. Por eso lo invité a Pemberley. ¿Por qué me lo preguntas?-Por nada- mintió.

Los siguientes días, hasta la fiesta, Elizabeth evitó quedarse a solas con el invitado. A pesar de ello, el Sr.De Guille, la miraba con la misma expresión que esa mañana cerca del río.El último día del mes, todo estaba listo. Los invitados empezaron a llegar temprano, los Bingley con losBennet, los primeros en arribar. Elizabeth estaba en la habitación de su cuñada, ayudándola con losúltimos retoques.-Georgie, sé que tenías pensado usar los pendientes que te regaló Richard. Pero pensé que tal vez querríasusar las perlas de tu madre- le dijo, abriendo una caja de terciopelo azul.-¡Oh, Lizzie! No puedo, son tuyas.-No. No lo son, pertenecieron a tu madre. Estoy segura que a ella le gustaría vértelas puestas.La cena se desarrolló estupendamente. Georgiana estaba hermosa y feliz. Richard, maravillado por poderdemostrar al fin, el amor que sentía por ella.La joven pareja se encargó de abrir el baile, Darcy y Elizabeth los siguieron. Era el primer baileorganizado en Pemberley desde que Lizzie era la señora de la casa. Pronto el baile se hizo concurrido ydivertido. Como los anfitriones del mismo, tuvieron que estar atentos a sus invitados. Pero aún alejados,Lizzie podía distinguir la presencia de Darcy porque, con su altura, su cabeza sobrepasaba a casi todos y,aunque ella no lo supiera, él la tenía siempre vigilada.Elizabeth estaba conversando alegremente con sus hermanas, cuando el Sr. De Guille se acercósolicitando el próximo baile.

-Sr. De Guille, ¿no preferiría bailar con alguna joven soltera? Sin duda le puedo presentar alguna-respondió Lizzie intentando salir airosa de la situación.-Ya he bailado con varias, pero ahora me gustaría el honor de bailar con mi anfitriona- respondió sinhacer caso a la clara incomodidad que presentaba Elizabeth.

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Se vio obligada a aceptar y tomó el brazo del Sr. De Guille, quien la condujo hasta el baile.Elizabeth se alegró que el baile fuera un vigoroso reel, así evitó entablar conversación con su compañero.Sólo esperaba que la música acabara para alejarse de éste.Al terminar, el Sr. De Guille besó la mano de Elizabeth, que la quitó rápidamente mirando en dirección desu esposo.-Sra. Darcy, me gustaría solicitarle que me reserve el boulanger- le pidió galantemente.Realmente quería negarse, sólo aceptó en consideración de su esposo. No quería que su conducta

provocara inconvenientes a Darcy.Luego, se acercó a Darcy que conversaba con Charles y otros hombres sobre la temporada de caza de laperdiz que comenzaba al día siguiente.-Excúsenme- dijo Darcy, para atender a Elizabeth.-¿Aún tienes algún baile libre para reservarme?- le preguntó llevándola del brazo.-Hasta hace unos minutos, tenía el boulanger. Puedo decirle al Sr. De Guille que es tuyo.- No le privaré de pasar un momento con la mujer más “tolerable” de la fiesta - le dijo con una sonrisa.-¿No verán mal que baile dos veces con él?- le preguntó con la esperanza que su esposo lo consideraramal.-Lizzie…¿sucede algo?- la interrogó. Notaba la incomodidad de ella con su socio francés desde hacíaunos días.

-Nada- dijo mintiéndole. No podía decir lo que le producía la presencia de ese hombre. En realidad notenía pruebas contra el Sr. De Guille, sólo la sensación que no era un hombre respetable.

Capítulo 39 

"Solo por ti,caminaríaen la infinidad." Josh Groban

Dentro del salón del baile, hacía un calor sofocante. Elizabeth se abanicaba, temiendo desmayarse por lapresencia del señor De Guille, la temperatura elevada y el corset demasiado ajustado.Tal vez podía evitar el baile, si subía para ver que William estuviera bien y se demoraba más de lonecesario. O podía salir al jardín, para recuperar el aire y huir del compromiso.-Lizzie, ¿te sientes bien?- preguntó su esposo- Estás pálida.

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Pensó en aprovechar la preocupación de Darcy para evitar la danza. “Cobarde”, se dijo así misma. Sacóde su mente las ideas que la estaban haciendo divagar y se concentró en su marido y el baile.-Es el calor, ¿no lo sientes?-Claro que sí. Si no tuvieras el siguiente baile prometido, te invitaría a salir al jardín.-¡No digas eso!- exclamó Elizabeth.-¿Por qué, cariño?- preguntó Darcy.-Porque lamentaré más aún el haberle dicho que sí a tu socio.

Darcy le tomó la mano y se la llevó a los labios.El Sr. De Guille se acercó hasta ellos.-Madame Darcy, ¿me acompaña para el próximo baile?- preguntó con una breve reverencia- Si a suesposo no le molesta.Darcy meneó la cabeza y señaló la pista en forma de aprobación. Elizabeth le dedicó una sonrisa forzadaal francés y tomó su brazo.Se colocaron en posición, Georgiana estaba junto a ella lista para bailar con Peter Archer, un conocido dela familia que había venido desde Londres para el baile. Elizabeth la miró y su cuñada le sonrió feliz.La danza comenzó y, el Señor De Guille, empezó a conversar en los momentos que podía.-Baila usted realmente bien. Imagino habrá asistido a muchos bailes.-Gracias, pero mis aptitudes se las debo a mis hermanas. Solíamos practicar con ellas en la sala de mi

casa, mientras una tocaba el piano- respondió cortésmente.-Seguramente habrá sido muy solicitada en los bailes, cuando tuvo edad para bailar- insistió.-No. Mi hermana Jane siempre fue la más solicitada- contestó.-Sin duda es muy bonita, pero usted…usted, Lizzie, tiene unos ojos cautivantes que revelan a una mujer apasionada.Elizabeth sintió la mano del francés en su cintura y le desagradó totalmente. El baile lo requería, pero elcomentario impropio y el contacto de su mano, hizo que girara su cabeza en dirección de donde estabaDarcy. No lo encontró. Respiró profundamente y esperó que terminara la música.Lo saludó en forma civilizada y se fue antes que volviera a hablarla.-Elizabeth, la fiesta ha estado maravillosa, ¿no lo crees?- le preguntó Georgiana extasiada.-Eso parece, la comida estuvo exquisita, los invitados parecen estar disfrutando de la velada y los jóvenes

de la danza.-Hemos estado hablando con Richard acerca de la fecha para la boda. No necesitamos tiempo, creemosque lo mejor será hacer como hicieron ustedes, esperar unos tres meses. Lo que lleva organizar la nuevacasa y la boda.-Tu hermano no tendrá inconvenientes. Ya me habló de la idea de ir a Londres a comprar tu vestido yajuar.-¡Oh, estoy tan emocionada, que me temo no podré dormir!Lizzie se rió, evocando en su memoria, que sus tres meses de compromiso, le habían parecido eternos.Sobre todo, los veinte días que Darcy estuvo ausente entre Pemberley y Londres.Era casi de día cuando se retiraron los últimos invitados. Darcy ofreció su brazo para escoltarla hasta lahabitación.-Te veré en unos minutos- le dijo dirigiéndose a su habitación para cambiarse.Como lo había dicho, no mucho después, entró por la puerta que comunicaba sus habitaciones. Lizzie yaestaba acostada. Darcy corrió las cortinas del dosel de la cama para ocultar la claridad que empezaba afiltrarse y se acostó.-¿Estás muy cansada?- le preguntó mientras ella se acomodaba en su pecho.-Sí, lo estoy. Espero que William duerma hasta tarde. Estoy agotada.-Todo salió como lo planeaste. Sabía que podrías hacerlo, estoy orgulloso de ti- le dijo besándola en lacabeza.-Gracias, pero no podría haberlo hecho sin Georgiana y la Sra. Reynolds- respondió cerrando los ojos.Unos minutos más tarde, Darcy se atrevió a preguntarle algo que tenía en mente.

-Elizabeth, quiero que me respondas algo. ¿Jean Pierre ha dicho algo que te ofendiera?- pasaron unossegundos sin respuesta alguna- Lizzie…¿estás despierta? -Mmm…lo siento, ¿me decías?- preguntó medio dormida e intentando mantenerse despierta.-Nada. Duerme- le contestó abrazándola.

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 Los Bennet, fueron invitados a quedarse por unos días, hasta que la familia Darcy viajara a Londres. Porprimera vez en su vida, la presencia de su madre en Pemberley, le resultó agradable a Elizabeth. Laconstante necesidad de llamar la atención de la Sra. Bennet, la alejaba del Sr. De Guille.Elizabeth, que siempre quería acompañar a su esposo, tuvo que hacer uso de toda su voluntad, para fingirque tenía ganas de viajar.Darcy y su socio, se sentaron juntos, frente a ellos, Lizzie y Georgiana iban con William. El Coronel se

les uniría en la ciudad unos días más tarde.En la casa de Londres, todo estaba preparado para recibir a los Darcy. Por suerte, el Sr. De Guille, poseíauna pequeña propiedad que acababa de ser remodelada.Elizabeth estaba feliz de saber que no lo vería tan seguido, seguramente, vendría a hablar de negocios y sequedaría a cenar, pero no tendría que soportar sus miradas indiscretas o sus insinuaciones fuera de lugar.Cenaron los tres solos, Georgiana y Lizzie se pasaron la velada conversando sobre lo que harían al díasiguiente. Darcy se retiró temprano a la habitación, dejando a las mujeres seguir planeando la futura boda.-Buenas noches, las dejo que sigan planeando cómo gastarán mi dinero- dijo, besándolas en la frente a lasdos.Cuando iba saliendo, preguntó:-¿Tardarás mucho…? 

-No, iré en unos momentos- le dijo Lizzie con una sonrisa.Elizabeth no tardó en subir. Antes pasó por el dormitorio de William. Dormía plácidamente, besó sucabecita cubierta de un suave cabello oscuro, deseándole las buenas noches.En Londres, usaban la habitación de Darcy. La de ella no le gustaba y, a pesar que su esposo le habíasugerido redecorarla, Elizabeth se negaba. “Vengo tan poco a la ciudad, que me parece un gastoinnecesario”, le decía a su marido. Éste le aseguraba que no era un problema cambiar lo que no le gustabade su alcoba, pero a casi dos años de estar casados, ella seguía obstinada.Lizzie entró a la alcoba. La luz era tenue, alumbrando ligeramente la gran habitación que siempre olía amadera. Se acercó a la cama, Darcy estaba dormido en medio de la cama con un libro abierto sobre supecho.Se lo sacó despacio para no despertarlo e intentó acostarse en el poco espacio que le había dejado.

-Lo siento- murmuró corriéndose hacia su lado de la cama, la abrazó y volvió a dormirse.

En la mañana, Georgiana y Elizabeth salieron de compras. ¡Había tanto que hacer para la boda! Asugerencia de Lizzie, lo primero debía ser el vestido. Después de observar lo que había tardado con el delcompromiso, imaginaba que con el de novia sería mucho peor.Cerca del mediodía, pasaron por casa de los tíos Gardiner. Tía Mary, las recibió encantada y sorprendidapor la visita inesperada. Los niños vinieron alborotados por la presencia de las dos damas y rogaron quese quedaran a comer. Pero una tormenta se avecinaba y declinaron la propuesta, invitando a la familia acenar lo antes posible.Llegaron a la casa junto con las primeras gotas de lluvia.-¿El señor Darcy?- preguntó Elizabeth a la criada que tomaba sus sombreros.-En el despacho- respondió la muchacha.-¿Está reunido?- preguntó con temor que su nuevo socio estuviera en la casa.-No, señora. El Sr. De Guille y el Sr. Archer, se retiraron hace media hora.Elizabeth se alegró de haber demorado en casa de sus tíos y se dirigió hacia el escritorio con los paquetesque traía para mostrarle las compras hechas. Entró al despacho sin golpear.Darcy estaba sentando en su escritorio, revisando papeles y escribiendo cartas. Alzó la vista para verquién entraba.-Veo que la mañana ha sido productiva- le dijo con una sonrisa al ver la cantidad de paquetes.-La verdad que lo fue. Te traje algo, para que no creas que no pensé en ti- le dijo burlonamente.Su esposo dejó lo que estaba haciendo y se levantó para dedicarle su atención. Y en el siguiente cuarto de

hora, sólo hubo un tema de conversación: las compras.-Una pena que no hayas llegado un rato antes, Jean Pierre y Peter estuvieron aquí. Te dejaron sus saludos.Al oír el nombre del Sr. De Guille, instintivamente, Elizabeth se alejó de su esposo y se acercó a laventana.

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-Peter Archer hará un baile el próximo sábado. Quiere que conozcas a su hermana, Casandra, que seacaba de comprometer con Lord Warburton, ¿te acuerdas de él?-Sí, lo recuerdo. Comimos en su casa. Creo que Caroline Bingley estaba interesada en él, según me dijoJane. Saldrá decepcionada otra vez- comentó con picardía Elizabeth.-Lizzie, quiero preguntarte algo y espero que seas honesta.-¿Qué es?- interrogó Elizabeth.-Jean Pierre no te agrada, ¿verdad?

Elizabeth quedó paralizada por un momento. Pensaba que lo había estado ocultando bien. Bajó la miraday, antes de responder, respiró profundo.-No, no me gusta. Me desagradan ciertas actitudes. Pero no quiero hablar de ello. Es tu socio, no necesitoque me agrade como persona. Tengo que ir a ver a William- agregó huyendo de la habitación.-Lizzie…- alcanzó a decir, pero ella ya había salido.

Los siguientes días, el tema del señor De Guille, fue evitado por el matrimonio Darcy. La mañana delbaile del Sr. Archer, llegó el Coronel a la ciudad. Se hospedó en casa de su hermano, a pesar queGeorgiana hubiera preferido que estuviera en la casa con ellos.-Georgie, ya tendrás el resto de tu vida para estar todos los días con él…hasta que te canses y ruegues quehaga un viaje de un mes a Londres- le dijo Elizabeth durante desayuno, guiñándole el ojo, para probar si

su esposo, que leía el Times, estaba atento a la conversación.-Muy gracioso su comentario, debería trabajar en el circo- dijo Darcy, sin levantar la vista de su lectura.Las mujeres se rieron.-Y usted…¿me acompañaría? Podría ser el gruñón del espectáculo- respondió Lizzie.-Ja ja…y yo que pensaba en llevarla a la galería Dulwich, pero como soy un gruñón… -comentó entredientes.Elizabeth saltó de su silla y, de manera forma indecorosa, se sentó en su falda, pasándole los brazos por elcuello.-¡Señor Darcy, no sea cruel! Por favor, no juegue con mis nervios- dijo, imitando la manera de hablar desu madre.Darcy soltó una de sus fuertes y estruendosas carcajadas. No eran fáciles de obtener pero,sin duda, valían

el esfuerzo.Georgiana los miró con cara de reprobación, mordiéndose el labio y sacudiendo su cabeza en formanegativa.-Estás asustando a mi hermanita- le dijo Darcy en tono de burla y sin soltarla de la cintura.-Tiene miedo de verse haciendo estas demostraciones con su futuro esposo- respondió Lizzie.La jovencita los miró y no pudo evitar reírse ante los comentarios.

Un par de horas más tarde, los tres paseaban por la galería. Elizabeth se distrajo mirando un hermosoretrato de Reynolds. Estaba sola en la sala, mirando con atención la forma en que la musa estabarepresentada. La presencia de alguien parado detrás de ella, la hizo girar violentamente.-Bon jours, Madame Darcy, no quería asustarla. Es una grata sorpresa encontrarla aquí- dijo el Sr. DeGuille, con una reverencia y besando su mano.Elizabeth se la quitó rápidamente, buscando escuchar a su esposo o a su cuñada.-Buen día, señor- le dijo intentando salir de allí, pero el Sr. De guille no le daba lugar para pasar.-Veo que estaba mirando este cuadro. Muy bien pintado. Fue una actriz, ¿verdad?-Creo…creo que sí- respondió nerviosa.-¿Por qué será que las mujeres más atractivas y deseables, pertenecen a niveles inferiores?- preguntóosadamente, dirigiéndole una mirada asquerosa.-Monsieur De Guille, no puedo responder a esa pregunta. Soy la hija de un caballero y la esposa de otro.Solicito respeto por parte suya- respondió ofendida.En esos momentos, Darcy entró en la sala buscándola. De inmediato saludó a su socio francés, notando

las mejillas enrojecidas de su esposa. La tomó del brazo y se despidieron de Jean Pierre hasta la noche.En el carruaje, retornando a la casa, Elizabeth venía pensativa y callada. Darcy lo notó desde el minutoque entró a la sala de exposición. No le gustaba lo que observaba. Esa noche, estaría atengo, si el Sr. DeGuille estaba siendo descortés con ella, porque tenía que ser eso, no encontraba otra explicación, lo

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pondría en su lugar.

-Sr. Darcy, ¡qué hombre más apuesto!- exclamó al verlo entrar en la habitación ya preparado para el baile.-¿No le corresponde al esposo decírselo a su mujer?- preguntó burlándose.-Si usted lo desea, soy toda oídos- le dijo levantándose para dirigirse a sus brazos.Él la besó tiernamente.-¿Te despediste de William?- la interrogó.

-Sí, lo alimenté y le di mi beso de buenas noches.-Entonces, estamos todos listos. Pasaremos a buscar a Richard- dijo, ofreciéndole el brazo para bajar.Llegaron a la fiesta temprano, Darcy felicitó a su viejo amigo por su compromiso y este lo felicitó por elcompromiso de Georgiana.Elizabeth fue presentada a Casandra Archer, una tímida joven de su misma edad. Descubriendo que a ellatambién le gustaba la lectura, por lo que pronto, entablaron conversación sobre autores y libros.Los invitados iban llegando y el mayordomo anunció que la cena estaba lista. Darcy buscó a su esposa yse sentaron en la mesa. Recién en ese momento, Lizzie descubrió que el Sr. De Guille estaba allí.“Gracias a Dios, lo sentaron lejos”, pensó para sí misma. Pasó una cena estupenda, descubriendo en la Srta. Archer, un espíritu afín. Tan grato lo estaba pasando,que había olvidado la presencia del caballero francés.

Al comenzar el baile, su esposo le trajo una copa de ponche.-Mi querido esposo, esta noche tienes reservados todos los bailes, he decidido que no bailaré con nadiemás que tú.-Me halagas. Pero me gustaría verte divertirte- respondió él.-Sólo me divierto si bailo contigo- le contestó, bebiendo el ponche que le acaba de traer.Darcy le prometió cinco bailes, todo un sacrificio para alguien al que no le gustaba demasiado esaactividad. El resto de la noche, Lizzie, evitó toparse con el Sr. De Guille a solas.Cuando terminó su segundo baile con su esposo, la persona de la cual estaba huyendo, se acercó a lapareja.-Darcy, con su permiso, me gustaría invitar a su esposa para el siguiente baile.Él no respondió, miró a Elizabeth para ver la forma en que reaccionaba. Ella se puso visiblemente

incómoda.-Jean Pierre, lo siento, pero esta noche tiene los bailes reservados para mi- le negó en tono de broma.-William, creo que necesito aire. Saldré un poco a la terraza- dijo ella aliviada, pero queriendo salir deahí.Los dos hombres quedaron conversando mientras ella salía. Afuera, la brisa era reconfortante. A pocosdías de la llegada del otoño, las noches comenzaban a ser frescas. Pronto regresarían a Pemberley, que enotoño, se cubría de hojas doradas y rojizas.Estaba mirando hacia el jardín, cuando el Sr. De Guille se asomó a la pequeña terraza.-Belle nuit- le dijo.-Sí, hermosa- respondió Elizabeth.El francés, comenzó a acercarse a ella.-Lizzie…Tu me plais beaucoup- le dijo cuando la tuvo cerca.Ella retrocedió hasta que su espalda tocó la barandilla del balcón.-Le ruego que se comporte como un caballero, soy una mujer casada. No quiero oír más de usted.-Me comportaría como un caballero, si estuviera frente a una dama. Vamos, Lizzie, las jóvenes como tú,sólo buscan dinero. Prometo ser discreto.Elizabeth estaba indignada, alzó su mano y lo abofeteó.-¿Te preocupa tu esposo? No quieres que esta “actuación” de mujercita fiel le traiga problemas a él.-Elizabeth, ve adentro- ordenó la voz varonil de su esposo que se asomaba a la terraza.Ella lo miró, caminando hasta donde estaba él.-Ve adentro, tengo cosas que arreglar con el Sr. De Guille- le dijo Darcy.

-Por favor, ven conmigo adentro, deja las cosas como están- le pidió con fervor.-No, no puedo, te ha estado faltando el respeto y es mi obligación defender tu honor.-Darcy…no seas estúpido, ella viene provocándome. Son los riesgos de realizar un matrimonio infe rior atus posibilidades.

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Él soltó a su mujer y, rápidamente, estaba junto a él arrojándole un fuerte golpe en la boca. Lo tomódesprevenido, haciéndolo retroceder varios pasos. Cuando pudo frenarse, tocó su labio y notó sangre enél.-William, por favor, vámonos- le volvió a pedir ella.-Si, William, hazle caso a tu mujercita- le dijo burlándose.Darcy se volvió a acercar para golpearlo nuevamente, pero esta vez, el Sr. De Guille estaba listo, y pudodevolverle un golpe que impacto cerca del ojo. El golpe lo sorprendió, se quitó el saco y se lo dio a

Lizzie. Luego se puso en guardia para continuar la pelea.De Guille tiró un par de golpes que Darcy esquivó, aprovechando el momento para golpearlo en lamandíbula. El francés se enojó y le lanzó una mirada feroz a Lizzie. Darcy giró para decirle a su mujerque vaya adentro y, De Guille, aprovechó para pegarle un fuerte revés en la boca. Le produjo un corte enla boca con el anillo de sello que llevaba en su dedo pequeño.A Elizabeth se le escapó un pequeño gritito y deseó ser hombre por unos momentos, para poder darle unapaliza a ese ser repugnante.Darcy se limpió la boca con la manga de su camisa y le arrojó un fuerte golpe, que hizo tambalear y caeral francés. Se agachó y lo levantó por las solapas.-No quiero verlo por acá. Si es inteligente, se irá a París y no volverá a pisar Londres. Si lo veo, si hablade mi esposa…si piensa en mi esposa, no seré tan generoso. Lo retaré a duelo y, para su información, soy

un excelente tirador- diciéndole esto, soltó a un muy maltrecho Sr. De Guille.-¡William! ¿Estás bien?- dijo Elizabeth tomándolo de la cara para verlo.-Estoy bien. Pero deberemos irnos.-Está bien, seguro- respondió nerviosa por lo presenciado-¡Tienes sangre!-No es nada. Saldré por la puerta trasera, avísales a Richard y Georgiana que nos vamos, pero no le digasel motivo. Te espero en el carruaje.Elizabeth entró a la fiesta e hizo lo que le encargaron. Al salir por la puerta principal, el carruaje laesperaba. Subió rápidamente y se sentó junto a Darcy, que limpiaba su labio con un pañuelo.-Déjame verte- le pidió Lizzie, haciéndolo girar hacia ella-¡Oh, Dios!- exclamó al ver el estado de su ojoy de su labio.Tomó el pañuelo e intentó limpiarlo, el ojo comenzaba a hincharse y ponerse rojizo. Sin quererlo, sus ojos

se llenaron de lágrimas y no pudo detenerlas. Darcy la tomó de la nuca y la acercó a su pecho.-Shhh, ya pasó- le susurró en el oído.-William, te juro que nunca lo provoqué…en verdad…- dijo entre sollozos.-Lo sé, lo sé. Sabía que algo estaba mal. No merece ser considerado un caballero.-No podía decirte nada, hasta esta noche, sólo había hecho comentarios fuera de lugar. Esperaba quefueran ideas mías y nada más.-No es culpa tuya- le dijo tomando su cara con las dos manos y colocándola a la altura de sus ojos.Elizabeth lo miró, aún con algunas lágrimas en los ojos, y no pudo contener las ganas de besarlo. El besofue ganando en pasión, hasta que un quejido de su esposo le hizo recordar que su boca estaba lastimada,soltándolo de inmediato.-Lo siento- se disculpó, mientras pasaba suavemente su dedo por el corte.Darcy sólo la miró, para luego acercarla a su boca y adueñarse de ella. Sus manos comenzaron areconocer su cuerpo y su boca a recorrerla haciendo que un gemido suave se escapara de su boca. Lizzielevantó un poco su falda y se sentó sobre él, con su manos terminó de desanudar el cravat y desprendiólos botones de la camisa, acariciándole el pecho. Para Darcy fue una confirmación que podía seguiradelante, con su mano por debajo del vestido, acarició la pierna de Elizabeth. Sólo fue capaz de dejarla,para indicarle a su conductor que, en lugar de ir a cada, deseaban dar un largo paseo.

Capítulo 40 

"Acostado cerca de ti,Siento latir tu corazón.

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Y me pregunto con qué estás soñando,Me pregunto si será conmigo.Luego, beso tus ojos y agradezco a Dios que estemos juntosY sólo quiero estar contigo" I don't wanna miss a thing, Aerosmith.http://www.musica.com/letras.asp?letra=816999

Lizzie hundió la cabeza en el cuello de Darcy. Podía sentir la respiración agitada y su aliento caliente enla oreja. No quería moverse de allí. El carruaje seguía recorriendo las calles de Londres, bamboleándosesuavemente de un lado hacia el otro. Una suave lluvia comenzó golpear la capota.-Creo que debemos ir a casa- murmuró Darcy, besándola cerca de la oreja, haciendo que un fuerteescalofrío le recorriera la columna.Asintió y se movió para quedar sentada a su lado. La chaqueta y el cravat de Darcy estabandesparramados por el suelo del carruaje. Él comenzó a prender su camisa y su chaleco. Lizzie juntó lo queestaba en el suelo e intento arreglarse el peinado que estaba totalmente desecho. Darcy anunció alconductor que estaban listos para volver a la casa y su esposa se sonrojó.-¿Tú crees que Albert nos…escuchó?- preguntó avergonzada.

Darcy la miró e intentó sonreír, abandonando la idea cuando sintió el dolor del corte en su labio.-No te preocupes por eso ahora, deberías haberlo hecho antes- respondió con una mueca que simulaba seruna sonrisa.-¡¿Yo solamente?!...tú tampoco tienes demasiado autocontrol- exclamó un poco ofendida e intentandobajar la voz.-Por favor, no me hagas reír que el labio me duele- contestó atrayéndola hacia sí.-Pronto llegaremos a casa y te pondré algo frío en ese ojo- dijo Elizabeth preocupada.Poco después, bajaron y, al entrar en la casa, descubrieron que, Richard y Georgiana, ya estaban allí,esperándolos con los rostros llenos de preocupación.-¡Rayos, Darcy! ¿Qué diablos te sucedió?- preguntó el Coronel al notar los golpes.-Es una larga historia- respondió Darcy.

Elizabeth ordenó algo a los sirvientes mientras se dirigían al salón. Era tarde, el reloj marcaba poco másde la medianoche.-Sabía que Elizabeth te golpeaba, pero hasta ahora nunca había visto las pruebas- bromeó Richard paracortar la tensión que se había producido en el ambiente.Lizzie hizo una mueca infantil dirigida al primo de su esposo.-¿Dónde estaban? Salieron antes que nosotros- preguntó Georgiana.El rubor llegó a las mejillas de Elizabeth apenas escuchó la pregunta. No pensaba tener que explicarle anadie el retraso, no tenían ninguna mentira preparada.Al Coronel, no le había pasado por alto la observación de desarreglo general que tenía la pareja y buscó aforma de desviar el tema.-Georgie, no los enloquezcas con preguntas ahora. Déjalos descansar y atorméntalos mañana- le dijo,besando su mano.-Sí, Georgie, imagino que estás muy preocupada, pero creo que Darcy necesita descansar y necesito ver aWilliam. Mañana les contaremos lo sucedido, cuando estemos descansados y más tranquilos.Sin mediar más palabras, Elizabeth con su esposo se dirigieron hacia las escaleras.-Para ti también es tarde- dijo Darcy antes de salir.-Gracias por preocuparte por mi, querido primo, pero aún no tengo sueño- contestó Richard fingiendoestar halagado.-Muy gracioso, sabes que me refería a mi hermana- fue la respuesta de Darcy- Cinco minutos, Georgie.Al llegar al dormitorio de Darcy, Elizabeth lo ayudó a descambiarse y lo acostó en la cama como a unniño, bajo las protestas de su esposo.

-¡Por qué no te dolerá el labio para hablar!- exclamó simulando irritación ante las quejas.Buscó en la mesa de noche, lo que antes había encargado al sirviente. Tomó el trapo y lo remojó en elagua fresca. Se sentó en la cama y le colocó la comprensa en el ojo.-Descansa, veré a William y ya regreso- le dijo a su marido.

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Unos minutos más tarde, regresaba a su lado. Darcy reposaba con los ojos cerrados y por algunosmomentos, ella creyó que dormía. Pero, al pasarle suavemente un poco de manteca por el labio roto, él laasustó al lanzar un pequeño grito.-¡Ayyyyy!-¡¿Qué sucede?! ¿Te hice mal?- preguntó azorada y con el corazón a punto de salírsele del pecho.-Era broma- respondió con una carcajada frente a la mirada de furia que le echaba ella.-¡Idiota!- gritó Lizzie, pegándole en el brazo.

Darcy la agarró de los brazos, acostándola sobre la cama, mientras se subía encima de ella. Elmovimiento rápido de su esposo la tomó desprevenida, sus labios tenían el sabor de la manteca. Cuandoal fin la dejó respirar, ella dijo:-Señor Darcy, ¿no ha tenido suficiente por una noche?- Nunca tengo suficiente de mi hermosa…bella…e inteligente esposa- le respondió intercalando entra losadjetivos, fervientes besos en distintos lugares de su rostro.Al volver a verla, él notó la tristeza que Lizzie intentaba disimular.-Elizabeth, ya pasó todo- le dijo con intenciones de tranquilizarla.-Con este hombre. ¿Y el próximo que piense que no valgo nada? ¿También lo golpearás? A veces piensoque…lo mejor para ti… No pudo terminar de decir lo que pensaba, la mano de Darcy se apoyó sobre su boca impidiéndole

continuar.-¡No lo digas! Sé que a veces es difícil para ti, quisiera que fuera distinto, que todos los que se creensuperiores te conocieran como yo te conozco. Pero jamás digas lo que estabas por decir. No quiero que nilo pienses. Mi felicidad depende totalmente de usted, Sra. Darcy, no quiero que piense en otrasposibilidades- repuso.-Pero…- Elizabeth quiso explicarse, esta vez fue silenciada por la boca de su esposo.

Despertó en la gran cama de su esposo, estirando los brazos en su búsqueda. A su lado, sólo estaba elespacio vacío. Abrió los ojos para ver si estaba cerca, pero se encontraba sola. Su vestido de noche yacíaarrojado con otras prendas cerca de la cama. Antes de dirigirse a su cuarto, las levantó para no darles másmotivos de cotilleo a los sirvientes.

Bajó a desayunar con su estómago rugiéndole del hambre. El resto de la familia, parecían estarterminando. No se había dado cuenta que era tan tarde.-Buenos días- saludó a todos, dándole un beso en la cabeza a su esposo e intentando que no viera querevisaba sus golpes.Todos saludaron muy cortésmente, pero notó cierta incomodidad en los tres presentes.-No deberías haberme dejado dormir tanto- le dijo en susurros a Darcy.-Parecías muy agotada- le respondió lleno de picardía.Elizabeth lo miró con los ojos entre cerrados simulando reprobación.-Veo que están todos muy callados. William ya les contó lo sucedido anoche- dijo muy tranquila mientrasuntaba con manteca un trozo de pan.Los demás quedaron incómodos y asintieron con la cabeza. Sólo Darcy habló.-Mi amor. Siempre tan perceptiva. Prometimos aclarar las cosas en la mañana y así lo hice.Los recién comprometidos, pusieron la excusa de compras de última hora antes de retornar a Pemberley yse disculparon. Elizabeth y Darcy quedaron solos en la mesa.-¿Te gustaría pasear con tu hijo y conmigo? En Londres no toma suficiente sol y el día está con unatemperatura muy agradable- le propuso él.-Me encantaría- le respondió y saltó a llamar a la niñera del pequeño William para que lo tuviera listo.Poco después, caminaban por las calles de la ciudad. Lizzie intentaba no mirar nada en los escaparatesque cruzaban, porque de inmediato Darcy quería comprarle lo que sea que estuviera mirando.-Si sigues así, no saldré contigo nunca más- lo sentenciaba. Pero los efectos duraban hasta que ella volvíaa mirar algo y terminó volviendo con más paquetes de los pensados.

Dos días después, regresarían a Pemberley para ultimar los detalles de la boda. La tarde anterior alretorno, Lizzie fue a buscar a su marido creyéndolo en el estudio para mostrarle el nuevo diente del bebé,pero no estaba allí. Nadie parecía saber dónde estaba.Regresó tarde, después de la cena. Elizabeth estaba en su habitación con la cabeza llena de ideas sobre el

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paradero de su esposo.-¡¿Dónde estabas?! ¡¿Sabes lo preocupada que estuve?!- lo bombardeó apenas cerró la puerta de lahabitación.-Lo siento. Tenía cosas que arreglar antes de irnos, no puedo tenerte informada de lo que hago las 24horas- fue la respuesta seca de Darcy, a la vez que comenzaba a descambiarse sentado en la cama.Elizabeth se quedó mirándolo con la boca abierta por la sorpresa. Lo acribilló con la mirada, aunque él nola miró como para notarlo. Se metió en cama hecha una furia, cruzando los brazos sobre el pecho y

arrugando el seño.Cuando Darcy estuvo listo, se metió debajo de las sábanas y se preparó para dormir, haciendo caso omisoal evidente enojo de su mujer. Elizabeth esperó que él hablara primero, ella no sería la primera en romperel silencio. Al ver que este intentaba dormir, se exasperó.-¡¿No piensas decírmelo?! Está bien, imaginaré lo peor- anunció dándole la espalda en la cama con losojos llenos de lágrimas rabiosas. Por un momento pensó en irse a su habitación y dejarlo solo, pero sabíaque no podría dormir. Entonces sintió los brazos tibios que la envolvían por la cintura y la respiración desu esposo cerca de su oreja. Darcy hizo un pequeño gruñido antes de hablar.-Lo siento. No quiero que nos acostemos enojados. Te diré por dónde estuve si me prometes que se tepasará la rabieta- le dijo y después la besó cerca de su oreja.Elizabeth giró envuelta en los brazos de Darcy para mirarlo.

-Quiero saberlo.-Estuve asegurándome que Jean Pierre haya cumplido lo que le pedí de tan buena manera- le contó entono irónico.-¡No deberías haberlo hecho! ¿Quieres arriesgarte a un duelo?- ella empezaba a gritar nuevamente.-Shhh. Lo prometiste.-Esta es otra rabieta- le respondió ella con ironía en su voz.-Sólo me encargué de divulgar que tiene poco de caballero y pasé por su casa- al escuchar esto los ojos deElizabeth se abrieron como platos y él agregó enseguida- ¡No entré! Sólo pasé por allí y noté que está enventa. Se ha marchado a Francia en el primer barco que partió.Recién ahí, Lizzie volvió a respirar, no se había dado cuenta que había frenado mientras escuchaba estasúltimas palabras.

-¿Estás bien? ¿Estoy perdonado?- le preguntó con una sonrisa totalmente seductora.“¡Cómo no perdonarlo cuando me sonríe así!” pensó para ella, haciendo el esfuerzo para que él no notaraque le quitaba el aire al verlo reír.-Usted abusa de su suerte…y de su sonrisa- le contestó acomodándose en su pecho.

Elizabeth no dudaba que Pemberley en otoño era un espectáculo maravilloso. Los bosques que larodeaban adquirían las más bellas tonalidades. Amaba la tranquilidad de pasar sus días junto a su bebé ysu esposo. Aunque a decir verdad, tranquilidad era lo último que había con una futura novia que contabalos días y que pasaba de la alegría a la histeria por cualquier cosa.Otra fecha se acercaba a medida que avanzaba octubre, el cumpleaños de Darcy. Lizzie quería prepararleuna pequeña fiesta sorpresa, con la presencia de las familias Fitzwilliam, Bingley, Gardiner y Bennet.Compartía sus planes con Georgiana y Jane. Su hermana se encargaría de alojar a los familiares para quesu esposo no sospechara. No le agradaba festejar sus cumpleaños, estaba acostumbrado a pasarlo solo ocon su hermana. Ya habían tenido una discusión por esto el año anterior, Elizabeth no le daríaoportunidad en este.La mañana del cumpleaños, Darcy despertó en la presencia de su esposa y el pequeño.-¡Feliz cumpleaños!- exclamó Lizzie abrazándolo con todas sus fuerzas mientras el niño lo golpeaba consus pequeños puñitos en la cabeza.-Gracias- al fin articuló cuando pudo volver a usar su boca que había sido atrapada por la de su mujer.-Tengo un regalo para ti, pero me parece poca cosa comparado con los que normalmente te encaprichasen darme. Así que, después de pensarlo, te concedo tres deseos. Pídeme lo que quieras.

Darcy abrió los ojos muy grandes antes de mirarla en forma sugestiva. Elizabeth le devolvió la mirada ymovió la cabeza en forma negativa.-Sr. Darcy, no malgaste sus deseos en algo que puede obtener de todas formas- le dijo Lizzie, adivinandolos pensamientos de su marido.

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-Está bien. ¿No te negarás a ninguno?-No. Lo prometo- juró con la mano en el corazón.-Entonces…el primero será…-dijo mientras parecía pensarlo- Que te dejes retratar.Elizabeth lo miró con un simulado odio. Desde que se habían casado, su esposo le suplicaba que queríaun gran cuadro de ella para colgar en algún lugar visible de la casa y ella se negaba. Moría de vergüenzaal imaginar su retrato colgado para que todos los visitantes lo pudieran ver.-Está bien. Acepto- contestó con tono fastidioso. Esto no sería tan fácil como pensó en un primer

momento. Darcy sonrió complacido. Al verlo, rectificó sus pensamientos, el notarlo feliz hacía queolvidara su malestar.-¿Ya tienes pensado el siguiente?- le preguntó.-Mmm…-murmuró Darcy antes de hablar- Creo que sí. Es algo que ya te pedí, nada más que ahora no tepuedes negar.-¿Y qué será eso?- preguntó intrigada, tratando de pensar qué cosa le había pedido y que ella no lehubiera concedido.-Quiero otro bebé- le dijo sentándose mejor en la cama, dispuesto a hacer valer su deseo.-Pues eso no depende solamente de mí- le dijo guiñándole el ojo- Haré lo que está en mis manos, perousted tiene trabajo también.-Usted no se preocupe, Sra. Darcy, prometo cumplir mi parte- respondió a la sonrisa de ella.

-¿Y el tercero?- le preguntó intentando concentrarse en el niño que reclama su atención.-El tercero…es algo que te iba a pedir…pronto. Sólo estaba esperando el momento oportuno- le dijo conclara incomodidad.Elizabeth notó el cambio de actitud y por un momento se puso tensa.-Georgiana está a un mes de su matrimonio. Ella no tuvo la presencia de una madre que le hablara de…túsabes…cosas de mujeres. Agradecí tener a su institutriz cuando ella se hizo una mujercita. Ahora me

 preocupa que su casamiento se aproxima y ella no sepa…exactamente…- cada vez se ponía más molestoy Lizzie lo interrumpió.-¿Quieres que hable con ella sobre sus “responsabilidades maritales”? - le preguntó con un claro sarcasmoen su voz al decir las últimas palabras.Darcy asintió con la cabeza.

-Está bien. Pensaba en que tendría que hacerlo. No podía imaginarte haciéndolo a ti- se rió en carcajada.-Ja ja- simuló una risa como contestación.-¿No te preocupa lo que le pueda llegar a decir?- preguntó Lizzie con gran picardía en la voz.-¡Compórtate! No quiero pensar en mi hermanita…en los brazos de…Grrr - gruñó sacudiendo la cabeza,como queriendo quitar una imagen mental.Elizabeth rompió a reír con ganas y lo besó en la frente.

Darcy sospechaba que algo andaba mal. Durante todo el día, tanto Georgiana como su esposa, iban yvenían hablando en secretos entre ellas y con los sirvientes. Se callaban cada vez que notaban supresencia, dedicándole sonrisas tontas. Se traían algo entre manos. Lo confirmó cuando poco después dela hora del té, Elizabeth se empeñó en intentar seducirlo para llevarlo al dormitorio. Por supuesto que lohabía logrado, cuando quería podía ser muy persuasiva.-¿Tiene algún significado este ataque inesperado de pasión?- le preguntó tendido boca abajo sobre elestómago de su mujer.-Sólo intentar cumplir con tu segundo deseo- le respondió intentando esquivar el tema.-¿No deberías dejar de amamantar a William primero?- le inquirió con su ceja levantada.Elizabeth se mordió el labio buscando otra excusa.-Tú y Georgiana se traen algo entre manos…estoy seguro- le dijo levantándose para mirar la cara deculpabilidad de Lizzie en su rostro.-Me pregunto…¡No!- gritó de pronto- Elizabeth Victoria Darcy, espero que no sea lo que creo.-No se lo que usted piensa. No soy adivina- dijo en tono ofendido queriendo salir sin éxito de la cama.

-Me trajiste acá arriba para que no vea lo que ocurre abajo. ¿Verdad?- fue más una afirmación que unapregunta- ¿Es una fiesta de cumpleaños?-¡Está bien! ¡Está bien! Quería que fuera una sorpresa. Pero eres un aguafiestas- le contestó enojada.-¡Elizabeth, sabes que no me agradan! No me siento cómodo rodeado de gente y siendo el centro de

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atención.-Pero no te importa cuando se trata de otros- le reprochó ella, en clara referencia a la fiesta ostentosa quehizo organizar para su mujer en su primer cumpleaños juntos.Darcy gruñó, no tenía sentido discutir, ya estaba hecho.-Supongo que debería empezar a vestirme elegante- dijo resignado.-Supongo que sí- respondió Lizzie, feliz de haber ganado la batalla.Antes de bajar, Elizabeth lo tomó de la cara, obligándolo a verla a los ojos.

-Compórtate y parece sorprendido- le ordenó.-Sí mami- contestó él, besándola en los labios.Ella lo tomó con fuerzas y volvió a besarlo con toda la fogosidad que podía.-¿Y eso?- preguntó sin aliento su marido.-Es para que recuerdes que no soy tu “mami”- la contestación hizo que el riera, que era el objetivobuscado.La cena transcurrió mejor de lo que pensó Elizabeth, Darcy, no esperaba la visita de los Gardiner, por loque su sorpresa fue sincera.Cuando casi todos los invitados se habían retirado, Darcy suspiró mirando en dirección de su hermana,que conversaba alegremente con su tío y con su prometido en una esquina de la sala.-¿Qué estás pensando?- preguntó Elizabeth tocando la arruga que se le hacía entre las cejas cuando estaba

preocupado.-Creerás que soy un egoísta, pero pensaba en que será mi último cumpleaños con Georgiana.-No creo que seas un egoísta, más bien un estúpido- le contestó apoyándole su mentón en el hombro- Ellasólo se casa. Ni siquiera se marcha lejos. La tendrás contigo en todos tus cumpleaños por el resto de tuvida.-Lo sé, pero por tanto tiempo fue lo único que tuve, mi única familia, que se me hace difícil dejarla ir-reconoció con esfuerzo y la línea entre sus cejas volvió a aparecer.Lizzie lo besó tiernamente en la mejilla y se rió.-¿Qué es lo que te causa gracia?-Estaba pensando que si haces este problema con tu hermana, espero que nunca tengamos una niña. Mepreocupa el bienestar del caballero que se le ocurra tener el coraje suficiente para pedir su mano- le

contestó con risa en sus palabras.Darcy gruñó con solamente imaginarse la situación hipotética.

Capítulo 41 

"Ahí estás tú,cuando busco por la luz,

en el medio de la noche,buscando la estrella más brillante,ahí estás tú". There you are, Martina Mcbride.

La fecha de la realización del matrimonio se acercaba y los preparativos avanzaban. Todo estaba listo ysupervisado por las atentas miradas de las tres mujeres de la casa, Georgiana, Elizabeth y la Sra.Reynolds.Un problema se presentó unos días antes de la celebración. El ministro, el Sr. Neil, cayó enfermo y se leordenó reposo por tiempo indefinido. Darcy se contactó de inmediato, con otras de sus vicarías a cargopara conseguir un reemplazo. El joven ministro que se encargaría era nuevo en el cargo y apenas habíavisto al Sr. Darcy algunas veces, la última, cuando se acercó a darle sus condolencias por la muerte de suprima.El Sr. Barton, era un joven de unos 25 años, tímido y serio, pero muy agradable cuando lograba superar eltemor inicial. No hacía mucho que se había ordenado, era el segundo hijo varón de una buena familia, y

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había escogido la vida sacerdotal porque no creía tolerar la vida militar.Superado el obstáculo de quien llevaría el desarrollo de la ceremonia, parecía estar todo listo. Georgianatenía su vestido listo, para sorpresa de su prometido y su cuñada, esta vez, se había comportado muchomejor. Lo había traído confeccionado desde Londres y sólo le hizo una reforma en todo el tiempo.Las familias invitadas ya estaban siendo alojadas, Lady Catherine decidió quedarse en la residencia deLord Matlock, y el alivio de Elizabeth fue mayor, más teniendo en cuenta que, Cecilia De Bourgh, habíavenido como invitada.

Pero no tendría tanta suerte con respecto al intentar huir de otra cosa. Un retratista de Londres, viajó aPemberley para retratar a la futura novia y, ya que estaba allí, Darcy no perdió la oportunidad de hacerque la retratara a ella también.Por más que Lizzie alegara que no quería robarle protagonismo a la futura novia, nada pudo cambiar lapromesa que había hecho y que ahora le jugaba en contra. Aunque logró una pequeña victoria al lograrincluir en el retrato a William, complicándole el trabajo al pobre pintor, porque no estaba en los planesdel pequeño quedarse en pose por demasiado tiempo.Dos días antes de la boda, en una noche gris y fría, Lizzie tomó coraje para hablar con su cuñada sobre loque le había prometido a su esposo.La joven y su doncella, preparan los baúles que debían ser llevados a su nueva residencia, cuando fueroninterrumpidas por dos golpes en la puerta. Georgiana ya tenía puesta su ropa de cama y las cintas en el

cabello.-Permiso, ¿puedo hablar contigo a solas?- preguntó tímidamente Elizabeth.Georgiana quedó sorprendida por el nerviosismo de su cuñada y asintió. La doncella salió de lahabitación, dejando a las dos jóvenes en soledad.-Pasa Lizzie. ¿De qué quieres hablar?- la interrogó con nerviosismo, ya que temía que hubiera una malanoticia con respecto a la boda.Elizabeth demoró su respuesta, pensando en cómo comenzaría esa conversación y caminando por eldormitorio exquisitamente decorado.-Lizzie…¿pasó algo malo con respecto a mi casamiento?- preguntó asustada.-No, no es eso. Es que prometí que hablaría de algo contigo y ahora no encuentro las palabras adecuadas.-Querida Elizabeth, puedes hablar lo que quieras conmigo. Por favor, siéntate- le pidió, señalando el lugar

 junto a ella en la cama.Lizzie se sentó junto a ella, un poco inclinada para poder verla a la cara. Georgiana le tomó la mano,colocándola en su regazo.-Georgie, ¿amas mucho a Richard?-Sí…sí, claro- contestó confundida por la pregunta.-Dentro de muy poco, te encontrarás sola, en una nueva casa y me preguntaba si sabes qué esperar de esanoche- comenzó con incomodidad.-Oh…Lizzie, no te preocupes por eso. Creo tener una idea de lo que debo esperar - respondió sonrojada.-¿Estás segura? ¿Haz hablado con alguien?- la interrogó Elizabeth.-Bueno, no sé mucho al respecto. Sólo lo que explicó mi antigua institutriz de lo que ocurre entre unhombre y una mujer cuando se unen en matrimonio.-Georgie, por experiencia propia, puedo decirte que lo que me habían “explicado” y lo que sucedió enrealidad, tienen muy poco en común.La muchacha enrojeció aún más.- No quiero incomodarte, pero tu hermano está preocupado…¡Muy raro en él! y quería que hablaracontigo- le dijo para suavizar la situación.-En realidad, me alegra que hayas venido. Estoy asustada, ¿tengo que esperar algo tan horrible?-¡No, cariño! ¿Quién te ha dicho que es horrible?- la jovencita bajó la mirada con timidez y Elizabethocultó su risa- Mira, creo que es muy diferente cuando lo que sientes por tu esposo es verdadero amor.¿Cómo te lo explico…?Lizzie pensó por unos momentos ante la mirada atenta de su compañera.

-Sé que te haz besado con Richard, imagino que aquella vez en la biblioteca no fue la única.Georgiana asintió avergonzada de la confesión.-¿Te ha gustado?- le preguntó cómplice.-¡Sí, claro que sí!- exclamó con los ojos iluminados. Elizabeth rió.

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-Bueno, cuando estés con él, sentirás lo mismo, pero mucho mejor. Vas a sentir sensaciones nuevas yagradables, te recomiendo que dejes de lado lo que es considerado “propio” y te dejes guiar por Richardque te ama y que jamás haría algo que te hiciera sentir mal. Sólo no te olvides de respirar, eso muyimportante- le dijo con una sonrisa.Georgiana se la devolvió y una pregunta titubeó en sus labios.-¿Es verdad…?- le dio pena continuar.-¿Es verdad…qué? Puedes preguntarme lo que quieras saber. Nada de lo que hablemos saldrá de esta

habitación. Aunque, seguramente, tu hermano me interrogará al salir. Teme que mis consejos no seanmuy acertados, pero teme aún más venir a dártelos él.Las dos se rieron relajadas.-Quería saber si es cierto que…duele. -¡Oh…eso! Sí, supongo que sí. Es soportable y con suerte, pasará rápido. No pienses en ello.-Quiero saber otra cosa…- dijo al notar que Elizabeth se levantaba.-Lo que quieras.-¿Tengo que quitarme la ropa? Me pone muy nerviosa no saber qué tengo qué hacer o qué se espera demí.-Eso dependerá de ustedes. Si no te sientes cómoda con la idea de desnudarte, no lo hagas. Ellos noesperan que nosotras sepamos nada, se supone que es así. Él te guiará bien y con el tiempo aprenderás lo

que espera de ti.-¿Crees que él haya tenido muchas mujeres?- se sonrojó al descubrir que lo que estaba pensando habíasalido de su boca en voz alta.-Imagino que sí. No es ningún jovencito. Una vez se lo pregunté a Darcy, por supuesto que se rehusó aresponderme, utilizando el argumento que es un “caballero” y no hablaría de ello- la cara de Georgianacomenzó a reflejar tristeza.-¿Qué sucede?- le preguntó Lizzie tomándola de la mano.-¿Y si no le gusto?- dijo rompiendo en llanto.Elizabeth la abrazó sin poder contener del todo la risa.-¡No tiene nada de gracioso!- exclamó entre sollozos.-Sí, sí que lo tiene. Richard está sumamente enamorado y viene esperando estar contigo desde hace

mucho tiempo. Te puedo asegurar que estará más que feliz contigo. También te puedo asegurar que sisupiera lo que estás pensando, se reiría tan fuerte que se lo escucharía desde Green Park.Georgiana se tranquilizó con las palabras de su cuñada y todavía estaban abrazadas cuando dijo:-Te quiero como una hermana y voy a extrañar mucho vivir contigo. Hiciste que Pemberley volviera a serun hogar.-Yo también te quiero mucho- respondió Lizzie con lágrimas en los ojos- Te extrañaré y espero quevengas muy seguido.

Al volver a la habitación, encontró que Darcy estaba en la cama con el niño. La miró con el rostroevidenciado una clara ansiedad.-¿Y bien?- preguntó al ver que Lizzie se sentaba en su tocador a desarmar su peinado.-Ya hablé con ella, si es lo que me estás preguntado.Dejó pasar un rato más, como si esperara que ella continuara hablando, pero Elizabeth cepillaba sucabello como si no pensara seguir con esa conversación.Esperó a que entrara en la cama.-¿Dormirá con nosotros o lo llevo a su cama?- preguntó su mujer mientras acariciaba la cabeza deWilliam que dormía profundamente.-Déjalo un poco más. Yo lo llevo después- respondió Darcy, que tenía uno de sus dedos aprisionado en lapequeña manito de su hijo.Se quedaron en silencio, cada tanto sus miradas se encontraban.-No me piensas contar más- afirmó de pronto.

-No. Fue una conversación privada. No insistas- contestó ella, sabiendo sobre lo que hablaba aunque no lohubiera dicho.- No podré dormir…- la miró con una mirada tierna y suplicante, buscando que su esposa se rindiera anteella.

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-¡No me mire así, Fitzwilliam James Darcy! - exclamó enojada- No use esa mirada de niño desamparadoporque no obtendrá nada, cerraré los ojos si es necesario, pero no diré nada más.Cuando despertó en la mañana, descubrió que, el “insomne”, dormía plácidamente y que el niño nuncahabía ido a su cuna.

La noche previa a la boda, una suave nevada cayó en Pemberley e intranquilizó aún más los frágiles

nervios de Georgiana.Todos fueron a dormir temprano, el día siguiente comenzaría muy temprano. Darcy entró a la camacuando su esposa ya estaba intentando dormir. Él la abrazó por la espalda, tomándola fuerte de la cintura,Elizabeth dio un respingo al sentir sus pies helados.-Lo siento- murmuró contra su pelo.-¿Estás nervioso?- le preguntó ella.-No. No lo estoy, sé que Richard la hará feliz- dijo en tono sereno.Elizabeth no habló más, en su mente podía ver la cara llena de melancolía que crecía en su esposo amedida que la boda se acercaba. Tomó su mano debajo de los cobertores y enredó sus dedos con los de él.La actividad de la mañana, comenzó apenas el sol comenzaba a asomarse. Lizzie se bañó y alistó. Luego,bajó a supervisar cómo iban los preparativos y, después, fue a ver a la novia.

Golpeó pidiendo permiso para entrar y la encontró vestida, con la doncella trabajando el los últimosdetalles de su peinado.-¡Georgiana…estás tan hermosa!- exclamó con lágrimas en los ojos.-Gracias. Tú también estás preciosa- dijo Georgie un poco sonrojada.-Créeme, estás mucho más bonita que yo. Acéptalo, está mañana todos quedarán maravillados con tubelleza- le dijo para que se fuera acostumbrando a la idea que hoy, era ella el centro de toda la atención.Conversaron un rato y Lizzie intentó calmar la ansiedad que comenzaba a afectar a su cuñada. Golpearonla puerta y entró Darcy.Lizzie sintió que por un momento, el aire no llegaba a sus pulmones. Solía sucederle cuando no podíaevitar ver lo apuesto que era su esposo.-Buenos días. No quiero interrumpirlas, pero los invitados están llegando- anunció mirando a su mujer.

-Creo que debo bajar e interpretar mi papel de señora de la casa- expresó Lizzie en voz alta.Darcy sabía que no le gustaba hacer de anfitriona de tanta gente, pero también sabía que tendría queacostumbrase. Elizabeth se dirigió hacia la puerta y giró al ver que su esposo se sentaba, en lugar deacompañarla.Desde la puerta, lo llamó.-William, ¿puedes venir un segundo?- al terminar la frase, su marido, se levantó y dando largos pasosestuvo con ella en un momento.Lo esperaba en el corredor, haciéndole señas para que cerrara la puerta tras él. Darcy cerró la puerta ygiró para mirarla con gesto de intriga.-¿Qué p…?- Elizabeth se colgó de su cuello apretando sus labios contra los de él, con tanto frenesí que loempujó contra la puerta que acababa de cerrar.-Nos vemos abajo, Sr. Darcy- dijo Elizabeth al soltar a su sorprendido esposo.Los invitados esperaban sentados en la capilla de Pemberley. Elizabeth saludó a todos muy cortésmente y,antes de ubicarse en la primera fila, se acercó a saludar al nuevo sacerdote. Era mayor que Lizzie, perotenía cara de muchacho y se puso un poco nervioso al hablar con ella. Richard estaba tan nervioso y seriocomo nunca antes lo había visto.Elizabeth se sentó junto a su padre, dejando el lugar de la esquina del banco para Darcy. La ceremoniacomenzó puntual. Georgiana entró del brazo de su hermano. Su cara pasó de estar roja de vergüenza aradiante cuando sus ojos se encontraron con los de su amado. Avanzaron lentamente por el pasillo y alllegar al altar, Darcy posó la mano de su hermana, su dulce Georgiana, sobre la de Richard. Miró a suprimo con una mirada que expresaba más que muchas palabras y, finalmente, besó en la mejilla a

Georgiana, que tenía lágrimas en los ojos. Luego, se sentó en el lugar que su mujer le había guardado.Lizzie le tomó la mano y apoyó la cabeza sobre su hombro. La ceremonia transcurrió tranquila, en elmomento de los votos, la tímida voz de Georgiana apenas se escuchó más allá del tercer banco.En el momento que, Sr. Barton, presentó a la pequeña congregación a la Sra. y el Sr. Fitzwilliam,

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Elizabeth creyó ver en los ojos de su esposo algunas lágrimas, pero rápidamente, bajó la vista y cuandovolvió a levantarla, ya no estaban ahí.Los primeros en saludar al nuevo matrimonio, fueron ellos. Todos los invitados se dirigieron a larecepción que terminó casi llegando al mediodía.Cerca de esa hora, Georgiana subió junto a Elizabeth a su cuarto. Al terminar, tomaron el camino deregreso, lista para partir de la casa que la vio crecer. Ese pensamiento hizo que los nervios volvieran a suestómago. Iban tomadas del brazo y Lizzie pudo notar que la rigidez invadía el cuerpo de la joven.

-Tranquila, Georgie, todo estará bien.La recién casada, la miró y le entregó una sonrisa de agradecimiento.-Lizzie, tengo que pedirte algo antes de irme.-Pídeme lo que quieras- fue la respuesta de ella.-Mi hermano, sé que está triste. Puedo verlo en sus ojos. Es un testarudo que nunca lo reconocerá.Cuídalo, ¿sí?-No necesitas pedirme eso.Georgiana asintió y, poco después llegaron a la recepción para despedirse de los presentes.Lord Matlock, Darcy y Elizabeth, acompañaron a la pareja hasta el carruaje. Después que se instalaran enla casa, se marcharían a París de luna de miel, por lo que no se verían por un buen tiempo.Los hermanos se dieron un largo abrazo en silencio, ninguno de los dos era muy bueno expresando en

palabras lo que sentía. Cuando finalmente el carruaje comenzó su viaje, Lizzie tomó la mano de suesposo, apretándola suavemente, para ofrecerle ánimos.El resto del día pasó lento, Elizabeth notó que su esposo hacía el esfuerzo por conversar con los pocosinvitados que se habían quedado, en su mayoría familia.Mary tocaba el piano, para la ahora Srta. Bennet, era un placer poder interpretar en un piano de semejantecalidad. Kitty, jugueteaba con sus pequeños sobrinos, la pequeña Beth intentaba dar sus primeros pasos yWilliam buscaba la atención se su tía tirándole del cabello.Elizabeth se sentó y el joven reverendo se acercó a ella un tanto incómodo.-Sr. Barton- lo saludó con una sonrisa- Espero que haya disfrutado el día.-Sí. Es una casa preciosa y todo ha estado estupendo- respondió mirando hacia Kitty.-Me alegro. Imagino que usted se quedará hasta que el Sr. Neil se recupere.

-Eh…sí, eso creo- contestó un tanto distraído.Conversaron de cosas triviales, hasta que el Sr. Barton, preguntó un tanto nervioso:-No quiero parecer atrevido, pero esa joven de ahí, ¿es su hermana?Lizzie comenzó a darse cuenta lo que estaba distrayendo de la conversación al joven ministro.-Sí, es mi hermana Kitty…es decir Catherine- se corrigió ante la idea que el apodo correspondía más auna niña- Permítame presentársela, la verá un tiempo por acá, ya que la hemos invitados a quedarse.Al inocente joven se le dibujó una sonrisa, seguido de un fuerte rubor. Elizabeth tomó su papel decasamentera con gran disfrute por imaginar a su revoltosa hermana, emparejada con un reverendo. Lospresentó, conduciendo la conversación hasta notar que ella sobraba en ella, recién entonces se alejó con laexcusa de hablar con su esposo.Caminó hasta donde estaba él con una gran sonrisa un tanto arrogante.-¿A qué se debe esa expresión?- le preguntó Darcy cuando estuvo a su lado.-Creo que acabo de encender la llama del amor- le dijo, señalando sutilmente hacia donde conversaba laparejita.-¡Oh!…veo. Así que, además de todos tus habituales atributos, debo agregarle el papel de diosa Afrodita.  -No. Solamente soy una diosa divina para usted- le respondió con una sonrisa pícara.

La velada terminó tarde, los Bennet y los Bingley, se quedaron a pasar la noche. Darcy se retirótemprano, Elizabeth debió complacer a su familia hasta que al fin se fueron a dormir.Al entrar al cuarto, encontró la figura de su esposo sentado junto al fuego. Tenía un libro en la mano,como si estuviera leyendo, pero la mirada estaba perdida en las pequeñas llamas de la chimenea. Ella se

sentó junto a él, haciéndose un ovillo contra su cuerpo.-¿Cansada?- preguntó Darcy besándola en la frente.-Un poco. ¿Qué lees?-El libro favorito de Georgiana. Los Sonetos de Shakespeare- respondió con un poco de melancolía en la

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voz.-Hace mucho que no me lees nada- comentó en claro tono de estar solicitándolo.-¿Cuál te gustaría oír?- preguntó Darcy.-El que estabas leyendo cuando entré.Darcy comenzó:“Cuando hombres y Fortuna me abandonan, lloro en la soledad de mi desierto

y al cielo sordo con mis quejas cansoy maldigo al mirar mi desventura,soñando ser más rico de esperanza,bello como éste, como aquél de amigos rodeado,deseando el arte de uno, el poder de otro,insatisfecho con lo que me queda;a pesar de que casi me desprecio,pienso en ti y soy feliz y mi alma entonces,como al amanecer la alondra, se alzade la tierra sombría y canta al cielo;pues recordar tu dulce amor es tal fortuna

que no cambio mi estado con los reyes.” Acababa de terminar el último verso, cuando Elizabeth tomó el libro de sus manos y lo arrojó al suelo.Luego, lo tomó del cuello para besarlo de forma apasionada y urgente. Las manos de ella buscabanquitarse algo de lo que llevaba puesto, chocando con las de él, que intentaban ayudarla. Poco después,rodaban en el suelo, sobra la gruesa alfombra persa junto al fuego.Después de amarse con toda la pasión que sus cuerpos le permitían, se quedaron recostados allí, sinnecesidad de hablar y sin poder dejar de tocarse. Elizabeth estaba recostada sobre su estómago, con sucara en dirección a su esposo.-Desconocía el efecto que te produce Shakespeare- le dijo acariciándole la espalda con los dedos.-No es Shakespeare quien me lo produjo.-¿No?- preguntó Darcy con expresión divertida.

-No. Es tu voz y la forma deliberada en que la usas.-¡Deliberada! Esa es una seria acusación. Espero que tengas pruebas- le contestó haciéndose el ofendido.En lugar de responder con palabras, sólo señaló la obviedad de sus cuerpos desnudos. Él rompió a reírcon sus estruendosas carcajadas.“Diablos”- pensó para sí misma-“su risa me produce lo mismo”. Se arrastró hasta él para volver a besarlocon locura.

Capítulo 42 

"¿Cómo yoPasaré la noche sin ti?Si tuviera que vivir sin tiQue clase de vida sería?Oh, te necesito en mis brazos, necesito tenerteTu eres mi mundo, mi corazón, mi alma" How do i live, Trisha Yearwood.http://www.letras-canciones.com.ar/Letras-Traducidas/Rolas/Traducida-howdoilive.htm

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 Elizabeth despertó un poco confundida, sin estar muy segura de dónde se encontraba. Sus ojos chocolatetardaron unos momentos en asimilar la luz tenue que se filtraba. No recordaba cómo había llegado a lacama. Buscó instintivamente con su mano el cuerpo de su esposo, para confirmar su presencia. Ahí estaba, tomándola de la mano al sentir su contacto. Seguridad. Calidez. Fortaleza. Esos eran lossentimientos que despertaba la cercanía de Darcy.Descubrió que sus profundos ojos, tan azules como un cielo sin nubes, la miraban con una sonrisa en

ellos.-Buen día- murmuró Elizabeth.Él frotó suavemente sus labios en el cabello desordenado de ella y luego, la besó en la frente. Suspiródespacio, como si quiera inhalar todo su perfume, para después saludarla.-Buenos días, mi amor.Pasaron un rato en silencio, tratando que sus sentidos terminaran de despertarse.-¿Qué harás con todo el tiempo libre que tendrás ahora que acabó todo?- preguntó Darcy.-Mmm- murmuró pensativa, Elizabeth no había pensado en lo que pasaría “el día después” que la bodafuera realizada y Georgiana partiera para no vivir más en Pemberley.- Se me ocurrirá algo, sabes que tengo una mente muy creativa- le respondió besándolo en el cuello yacariciándole el hueco de la clavícula con la punta de su pequeña nariz.

El pecho de Darcy se movió levemente por la risa.-“Eso” no me parece para nada creativo- dijo Darcy con sarcasmo.Elizabeth abrió la boca y lo miró simulando que sus palabras habían herido sus sentimientos. Pero en sumente se regocijaba de haber logrado contagiarle algo de sus comentarios irónicos. No había sido tareasencilla, al principio de su relación más de una vez se habían producido conflictos por el escaso sentidodel humor de su novio, que a menudo tomaba de manera literal, lo que ella le decía en broma.-Entonces, ilumíneme Sr. Darcy. Parece que no puedo ser muy inventiva con usted cerca- le respondiócon ironía.Darcy giró, quedando sobre ella, apoyó su peso sobre su antebrazo y, con su mano libre, alejó el cabelloque caía sobre la frente de Elizabeth, impidiéndole ver esos ojos chispeantes y llenos de vida.-Tengo pensadas algunas cosas, pero debo admitir que no son nada originales- contestó besándola en la

base del cuello y subiendo, lentamente hasta el mentón, rozándole la piel con los labios.Al llegar a la boca, que lo esperaba sedienta, pudo regocijarse con la mirada divertida de su esposa.-¿Qué pasa?- le preguntó curioso.-Tu barba me produce cosquillas.Volvió a besarla con picardía.-¿Quieres…que…me detenga?- preguntó con la respiración entre cortada contra sus labios, mientrasamagaba a apartarse.Las manos de Elizabeth lo tomaron con mayor fuerza de la nuca y con las piernas lo rodeó por la cintura.Darcy volvió a reír un tanto satisfecho de sí mismo. Lizzie lo miró con desaprobación, pero con sus dedosperdidos en su cabello, lo atrajo a su boca, presionándolos con ardor.-Presumido- fueron las últimas palabras coherentes que escaparon de sus labios.

Darcy caminaba de un lado a otro en la gran sala de recepción. Tenía puesto el sobretodo, con los guantesy el sombrero en las manos. Odiaba la impuntualidad, Elizabeth lo sabía.-¡¿Dónde está tu hermana?! ¿Acaso no sabe la hora que es?- preguntó sin ocultar que estaba enfadado.Elizabeth tenía a William en brazos, se lo entregó a la niñera y subió a buscar a Kitty con un resoplido.Desde el casamiento de Georgiana, ocupaba uno de los cuartos de huéspedes más bonitos de la casa.Darcy había sido muy generoso al invitarla para quedarse “indefinidamente”. Lizzie sabía que lo hacíapor ella, para que no se sintiera sola ahora que Georgie se había ido a París de luna de miel.Golpeó la puerta antes de abrirla. La habitación decorada en rosa y dorado, era un caos de vestidos,sombreros, guantes y zapatos desparramados por toda la superficie de la misma. La pobre criada sostenía

en brazos, tres vestidos con cara de fastidio y cambiándola a una de estar pidiendo auxilio a gritos cuandovio entrar a su ama.-Kitty, ¿qué estás haciendo?- preguntó con nerviosismo en la voz.-¡No tengo nada! – exclamó irritada la jovencita- ¡No tengo nada que me quede bonito!

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Elizabeth puso los ojos en blanco, acababa de darse cuenta de qué se trataba todo esto.-¿Por qué no usas el azul con encaje? Te queda precioso.-¡No puedo!- gritó con un poco de histeria en la voz- Lo usé el domingo pasado. No puedo ir con elmismo vestido.Lizzie se mordió el labio inferior, pensando una rápida solución, antes que a su marido le diera un colapsopor llegar tarde al servicio religioso.-Tengo una gran idea. Escoge uno de los míos. William me malcría continuamente, ya no sé dónde

guardar la cantidad innecesaria de vestidos. Es más, elige dos, así el próximo domingo, puedesimpresionar al Sr. Barton sin enloquecer a mi marido.Kitty enrojeció y comenzó a tartamudear.-Li…Lizzie…no…no sé…de qué hablas. El Sr. Bar…ton…es un caballero muy agradable, pero nadamás- dijo aturdida y ruborizada.Elizabeth sonrió ante la incomodidad de su hermana menor.-Bueno, ¿quieres o no los vestidos?- le preguntó en tono de ultimátum.-¡Sí, Lizzie! Claro que sí- dijo con mucho entusiasmo.-La condición es que tienes cinco minutos para elegirlo y cambiarte. Es todo lo que esperaremos y luegonos iremos sin ti- la miró para ver si se daba cuenta que hablaba en serio.-Acepto el desafío- anunció con ánimo renovado.

-Clare, lleva a la Srta. Kitty a mi habitación y ayúdala a vestirse- le pidió Elizabeth a la criada.-Sí, Sra. Darcy- fue la respuesta de alivio mientras se inclinaba en reverencia y conducía a Kittyrápidamente al dormitorio.Bajando las escaleras, debió sostenerse por un momento de la baranda exquisitamente elaborada. Unsuave mareo la tomó por sorpresa y casi la hace perder el equilibrio. Se detuvo por un momento paratomar una inspiración profunda y cuando sintió que estaba recuperada, bajó las escaleras hasta donde laesperaba su esposo con el niño jugando con su sombrero.-Le di cinco minutos. ¿Eres capaz de soportarlo?- dejándolo con la palabra en la boca.Darcy asintió con una risa fingida y llena de fastidio. Se acercó y le entregó al niño, que se negó a soltarel nuevo juguete, aferrándolo fuertemente con sus pequeños deditos. Al quitárselo, comenzó a llorardesconsoladamente. Darcy titubeó, dudando si debía regresárselo.

-Ni se te ocurra. Estas rabietas son cada vez más comunes, tenemos que estar de acuerdo en esto- le dijoLizzie con censura- No puedes seguir dándole todo lo que te pida. Será un niño realmente insoportable.¿Quieres eso?La miró con recelo, sabía que tenía razón, pero no le gustaba ver llorar a su hijo. Lo desesperaba.-Esperaré en el coche- dijo, saliendo rápidamente con el sombrero pesándole una tonelada en las manos.Al fin, Kitty bajó las escaleras corriendo. Temiendo que su cuñado no fuera a esperar cinco minutos yfuera demasiado tarde.-¡Estoy lista, estoy lista!- gritó antes de llegar abajo, pasando sus brazos sobre las mangas del abrigo.-Era hora- dijo Elizabeth y se dirigieron al coche para partir rumbo a la iglesia.Como llegaron casi sobre el inicio del oficio, la conversación con el Sr. Barton fue mínima, pero lasuficiente para que Lizzie notara que los ojos del joven predicador, se dirigían en forma inconciente haciaKitty a cada momento.Se sentaron en los asientos reservados para la familia Darcy. Jamás había visto a su hermana tan atenta ala predicación como esas dos últimas semanas. Ese pensamiento le dibujo una sonrisa en la cara. Lecausaba mucha gracia ver a la impulsiva Kitty, enamorada de un joven tan serio y ceremonioso, como el

 joven Barton. Lo cierto es que ella tampoco se hubiera visto tan enamorada de alguien como Darcy. Enalgún momento de su vida, pensó que sería el último hombre de la tierra con quien se uniría enmatrimonio. Volvió a reírse. “La vida te sorprende en cada momento”, reflexionó Lizzie, movió su manolo más cerca de la de su esposo, que le descansaba sobre su pierna. Estiró un poco sus dedos, rozandoapenas la mano de él. Un cosquilleo la recorrió desde los dedos, pasando por su brazo derecho,provocándole un suave estremecimiento.

Darcy la miró, tomándole la mano y dándole un suave apretón. Intentó volver a concentrarse en lo que elSr. Barton decía. No fue fácil.Terminada la ceremonia, el clérigo saludó a todos los asistentes. Lizzie decidió que era momento dedarles una pequeña ayuda a los jóvenes.

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-Estuvo muy hermoso el oficio, Sr. Barton- le dijo cuando el muchacho tomó su mano para saludarla.-Muchas gracias, Sra. Darcy- respondió un poco nervioso. Al parecer, la presencia de la Srta. Bennet, loponía un tanto incómodo y la habitual fluidez de palabras no le salía como pensaba.Darcy también lo saludó y le dijo unos comentarios elogiando su sermón.-Sr. Barton, a mi esposo y a mi, nos gustaría que viniera una de estas noches a cenar a la casa- apenasterminó la invitación, Darcy giró mirándola con el seño fruncido en señal de confusión. No habíanhablado del tema.

-Es un honor Sra. Darcy, iré cuando usted lo disponga- dijo gratamente sorprendido.-Entonces lo esperamos el jueves y, por favor, dígame Elizabeth.-Sólo si me llama por mi nombre, Frederick- le dijo con una sonrisa, para luego mirar a Kitty. La joven ledevolvió la sonrisa con una timidez que sorprendió a Lizzie.Se despidieron para no seguir deteniendo a los demás que querían saludar al clérigo y regresaron aPemberley.Los siguientes días fueron de frío intenso, las nevadas no permitían salidas al exterior, por lo que lafamilia pasó mucho tiempo entre la sala de música, la biblioteca y el jardín de invierno.Darcy estaba sorprendido por el cambio que veía operando en su joven cuñada. Estaba callada, recatada yseria, y él comenzó a preguntarse si estaría deseando volver a casa, que tal vez extrañaba a su familia.La noche previa a la visita del Sr. Barton, se sorprendió al escucharla preguntar si en la biblioteca había

algún libro de sermones. Él le indicó en que sector buscar y, al quedar solo con su esposa, no pudo evitarpreguntarle si le sucedía algo a Kitty.-¿Tú también lo notaste?- le preguntó con una divertida sonrisa.-Claro, aunque no estoy seguro a qué se debe- le dijo confundido.-¿No sospechas nada?- lo interrogó divertida.Darcy negó con la cabeza, se levantó del asiento donde leía y se acercó donde Lizzie bordaba.-Eres muy inocente en cuestiones amorosas- le dijo burlándose de él- ¿No se te ocurre algún motivo paraque Kitty lea sermones y yo haya invitado al Sr. Barton a cenar?La cara de Darcy se iluminó cuando realizó las conexiones en su mente.-Había olvidado por completo tus habilidades de diosa Afrodita- recordando la conversación en elcasamiento de Georgiana.

Dejaron su conversación íntima al regresar Kitty con dos grandes tomos. Se sentó en el suelo cerca delfuego y comenzó a leer en silencio, ignorando la presencia de su hermana y su cuñado.Darcy volvió a tomar el libro de Blake que estaba releyendo, enviándose miradas de reojo y disimulo conLizzie, cada vez que Kitty resoplaba en signo de no comprender lo que estaba leyendo.La mañana del jueves, Elizabeth se quedó un poco más de la cuenta en la cama, creía que estaba porresfriarse. Cuando bajó, se encontró que William estaba sentado en el regazo de Darcy detrás del granescritorio de su estudio. El bebé jugaba con el reloj de su papá, mientras este, intentaba leer unosdocumentos. Ninguno de los dos se había percatado de su presencia, cada uno concentrado en su tarea. Derepente, William, azotó con más fuera el reloj contra la mesa, rompiéndole el vidrio.-¡Eso no se hace!- exclamó Lizzie irritada, mientras Darcy le quitaba de las manitos el reloj ahora roto.Elizabeth se acercó y tomó al niño, mirando con cara llena de reproche a su esposo.-Creía que a este tema ya lo habíamos discutido- le dijo enojada.Su marido le devolvió una mirada cargada de culpabilidad.-Lo siento. Es sólo un reloj, lo mandaré a arreglar- le respondió, intentando suavizar las consecuenciascon el tono de voz que sabía que le gustaba a ella.Ella suspiró, moviendo la cabeza de lado a lado, resignada. Él se acercó, besándola en la frente.-¿Te sientes mejor?- le preguntó pasándole el brazo sobre los hombros.-Sí, estaba un poco mareada. Ya se me pasó. Espero no resfriarme, no quiero contagiar a William.Un criado golpeó la puerta, traía el correo en una pequeña fuente de plata. Le anunció que el sobre dearriba venía en carácter de urgente.Darcy se apresuró a leerlo cuando vio que era proveniente de Matlock, pensó en malas noticias desde

Francia. Elizabeth notó la forma en que su rostro se tensó al leer el mensaje.-¿Ocurre algo malo con Georgiana o Richard?- preguntó llena de temor y con las pupilas dilatadas.- No…no son ellos- le dijo para tranquilizarla al verla tan pálida- Es sobre mi primo Henry. Está muyenfermo, mi tío duda de avisarle a Richard. Tendré que irme de inmediato a Matlock, no puedo dejar a mi

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tío solo en estos momentos.-¡No vayas!- le suplicó con los ojos llenos de lágrimas, tomándolo con su mano libre del saco.-Lizzie, no puedo dejarlo solo. Richard no está y tardará varios días tan sólo en enterarse- le respondióacariciando el camino que las lágrimas estaban haciendo en su cara-¿Lo entiendes, verdad?-Sí, lo entiendo. Pero no quiero que vayas, no sabes si lo que está padeciendo es contagioso. Por favor,quédate.-No puedo. Estaré bien. No te preocupes, ¿sí?- le pidió, al tiempo que sonaba la campanilla solicitando un

sirviente.-Necesito el carruaje listo lo antes posible y ropa lista para unos días- ordenó al mayordomo.Elizabeth se dejó caer en un sillón con la mirada perdida en el rostro de su bebé. Buscaba en su mente unaforma de retenerlo a su lado, pero en el fondo sabía que todo sería en vano.-¿No puedes esperar a mañana? Hoy tenemos una cena, viene el Sr. Barton- haciendo el inútil intento.-Amor, sabes bien que lo único que le importará al joven sacerdote, es que esté tu hermana. No notará miausencia- le dijo, acariciándole el rostro con el dorso de su mano.De pronto, los ojos de Elizabeth cambiaron de la tristeza a la resolución, la clase de mirada a la que Darcyle temía.-¡NO!- le dijo antes que pudiera abrir la boca- ¡Te quedas con William!Los ojos de Lizzie volvieron a llenar de lágrimas, de tristeza mezcladas con rabia.

-¡Por qué tú puedes ir y arriesgar tu vida, y yo debo quedarme a esperar que vuelvas!- le gritó enfadada.El bebé comenzó a llorar a la par de su madre. Darcy no sabía a cuál de los dos consolar primero.Optó por abrazarlos a ambos.-Shhh, no llores. No puedes venir conmigo porque no te arriesgaría. Debes quedarte con nuestro hijo.Prometo enviar todos los días un mensaje. Aunque espero que no sean más que un par de días.Una hora más tarde, partía. Elizabeth quedó llena de preocupación. No tenía ánimos para realizar la cena,pero era demasiado tarde para cancelarla. Además, tendría que soportar la desilusión de Kitty.El Sr. Barton, llegó puntual para la hora de la cena. Como lo había previsto su esposo, no se sintiódesanimado por la ausencia de él. Sólo tenía ojos para la joven Bennet.Elizabeth hizo todo el esfuerzo por ser una agradable anfitriona, tratando que sus pensamientos no sedirigieran a Matlock.

La velada pasó tranquila, Kitty se comportó como toda una damita. Era increíble ver lo que habíacambiado al estar alejada de Lydia y de su madre. La larga estadía con Jane, estaba rindiendo frutos. Elpobre muchacho estaba claramente enamorado.Antes de retirarse, Elizabeth lo invitó para que pase cuando quisiera a tomar el té. Frederick, aceptóagradecido, prometiendo volver al día siguiente usando la excusa de conocer las noticias sobre el Sr.Fitzwilliam.La actividad del día, no le había dado mucho tiempo para pensar en Darcy. Sabía que la tranquilidad de lanoche no sería tan generosa. Después de descambiarse, cuando se dirigía a su cama, vio sobre la mesa denoche el reloj roto por William. Lo tomó entre sus manos y rezó para que su esposo volviera a casapronto.Las noticias no tardaron en llegar. Henry estaba más grave de lo que pensaban. La fiebre habíaaumentando. Al parecer se había enfermado en Londres, presentando los primeros síntomas a las pocashoras de llegar. Darcy aseguraba estar bien e intentaba no preocuparla.La siguiente carta trajo peores noticias, haciendo que el corazón de Lizzie se estrujara del dolor. HenryFitzwilliam, el futuro Lord Matlock, había fallecido durante la noche.Su viuda, que permanecía en Londres con su pequeña hija, fue llamada. También se les escribió a Richardy Georgiana.Darcy prometía volver a la casa por un día. Esa promesa hizo que disminuyera el dolor de Elizabeth.Apenas llegó, Lizzie sintió gran preocupación, se lo veía cansado, fatigado y ojeroso. La barba le crecíaunos pocos centímetros.La abrazó con fuerza, hundiendo la cabeza en su hombro. Elizabeth acarició su cabeza, tal como lo hacía

con su bebé.-Te ves fatal- dijo Lizzie al fin.-Gracias. Tú estás hermosa- le respondió con una leve sonrisa. Parecía que no tenía fuerzas suficientespara una sonrisa verdadera.

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-Necesitas un buen baño y descansar- le ordenó inmediatamente. Él obedeció calladamente, se sentía muyagotado para discutir.Se bañó, comió algo y miró dormir al niño antes de irse a recostar, no tenía pensado dormirse, pero lohizo, sumiéndose en un sueño muy profundo del cual le costó despertar. Cuando al fin despertó, era denoche, Elizabeth caminaba dentro de la habitación en puntillas para no despertarlo.-¿Qué hora es?- preguntó con la voz ronca por el sueño.-Poco más de las 11. Has dormido toda la tarde. ¿Quieres comer algo…o volver a dormir?- preguntó

preocupada por la expresión cansada que aún tenía el rostro de su esposo.-Me siento cansado, creo que podría dormir por una semana- se sentó en la cama como si fuera alevantarse.-¿Dónde vas?- lo interrogó nuevamente.-Tengo mucha sed. Siento la garganta seca.-Acuéstate, te lo alcanzaré yo- le respondió, buscando la jarra con agua sobre su tocador y sirviéndola enuna copa. Caminó hasta la cama y le entregó el vaso, quedándose parada junto a la cama, esperando por siquería más. Mientras Darcy bebía el agua rápidamente, Lizzie acarició sus cabellos oscuros alborotados.Al rozar con su palma la frente, sintió que estaba caliente. Una línea de preocupación cruzó por su frente.Apoyó el dorso de la mano para verificar sus sospechas.-Tienes fiebre. Enviaré por el doctor Gibson- dijo sin titubeos.

-¡No, no exageres!- exclamó apoyando su propia mano para asegurarse que estaba haciendo escándalo pornada- Apenas está tibia. Es tarde y el doctor es un hombre mayor.Elizabeth lo siguió mirando con inquietud y decisión. No pensaba ceder, no con su salud.-Estoy bien, sólo muy cansado. Te prometo, que si mañana cuando despierte no me siento bien, dejaréque llames al doctor. ¿De acuerdo?- le preguntó buscando convencerla.-Está bien. De acuerdo- respondió arropándolo como a un niño. Luego se acostó junto a él. No pasómucho antes de notar que su marido volvía a dormir. Eso la tranquilizó un poco, y pronto el sueño seapoderó de ella.Despertó algunas horas más tarde, no estaba segura qué hora era ni exactamente que fue lo que ladespertó. Pero pronto notó que el sueño de Darcy no era pacífico, movía su cabeza de un lado a otro enforma intranquila. Estiró su brazo para despertarlo, creyendo que sólo se trataba de una pesadilla, cuando

notó que él temblaba y estaba empapado de sudor. Se sentó aterrorizada en la cama y lo tocó en la frente,ardía. El miedo se apoderó de ella. Lo tomó por los hombros, sacudiéndolo en un intento por despertarlo.-¡Will…William! ¡Despierta por favor!- la voz sonaba con angustia e histeria. Darcy tenía la frentecubierta de sudor y el cabello mojado.Elizabeth saltó de la cama desesperada y tiró de la campanilla. Corrió hasta el tocador y empapó un pañoen el agua. Las manos le temblaban, las piernas también, no estaba segura de dónde estaba sacandofuerzas para no caerse. Volvió hasta su esposo, seguía temblando y sudando. Apoyó el frío paño en lafrente, un gemido doloroso se escapó por los labios resecos de Darcy.El golpe en la puerta la sobresaltó. Con un hilo de voz dio la orden para que pase. Una joven criada de laque no recordaba el nombre, se asomó tímidamente.-Despierta a la Sra. Reynolds, dile que la necesito en forma urgente. También despierta a Robert, necesitoque vaya a buscar al médico inmediatamente- dijo con un eco de nerviosismo.La muchacha la miró asustada, un tanto paralizada por lo que veía.-¡Corre, niña!- gritó y volvió sus ojos agobiados hacia el delirio de Darcy. Entonces el miedo volvió aapoderarse de ella y luchó con como pudo por no derrumbarse.

Capítulo 43 

El médico no tardó tanto en llegar como le pareció a Elizabeth. Durante todo el tiempo que lo esperó,intentó en vano bajarle la fiebre y lograr que estuviera conciente. La Sra. Reynolds no se movió de sulado. Kitty intentó ayudar, pero la joven estaba tan nerviosa y asustada, que no sirvió de mucho.El doctor Gibson llegó cuando todavía reinaba la noche, aunque ya era la hora en que los sirvientescomenzaban a levantarse para realizar sus tareas.

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-¡Sr. Gibson!- exclamó Lizzie y las palabras salieron con alivio. Ahora que el médico se encontraba allí,se sentía al menos, un poco más tranquila.-Buenos días Sra. Elizabeth, ¿qué ha sucedido?- preguntó preocupado ante los visibles temblores quesufría Darcy.-Llegó ayer por la tarde de casa de Lord Matlock- dijo y automáticamente su angustia se incrementó alver la expresión del doctor a escuchar esto.El médico se acercó a la cama y, tomándole el pulso, instó a la joven que siguiera su relato de los hechos.

-Apenas llegó, lo noté agotado. Culpé a los días de poco sueño y a la pérdida de su primo. Comió algo yse recostó. Durmió muchas horas y, cuando despertó con gran sed, noté que tenía un poco de fiebre. Perovolvió a dormirse y hace dos horas, descubrí que estaba así- sus ojos parecieron no poder con laabrumadora pesadumbre.-Elizabeth, debe intentar ser fuerte- le dijo el anciano, notando que estaba al borde de derrumbarse.-Lo siento. Es que no ha despertado, le hemos puesto paños fríos en todo el cuerpo. La Sra. Reynolds mesugirió echarle nieve, su única reacción fue seguir temblando.-Está bien. Lo hicieron muy bien. Es lo que yo les hubiera pedido que hicieran. Me ahorraron un trabajo.Lizzie esbozó una leve sonrisa de alivio al saber que había cooperado en algo para beneficiar a su esposo.-El pulso está acelerado y, después de lo ustedes hicieron, la fiebre debería haber disminuido- habló casien voz baja, como si estuviera diciéndolo para él mismo más que para las mujeres presentes en la

habitación.-¿Tiene lo mismo que su primo?- preguntó ansiosa.-No puedo decirlo aún. Yo no traté al Sr. Fitzwilliam, pero tengo entendido que sufrió de una fuerte gripeque está afectando a Londres. Sin duda, la fiebre me hace pensar que puede ser. Pero los síntomas hanaparecido demasiado pronto.Elizabeth suspiró, creyendo que las palabras del médico eran buenas. Esa sensación de momentáneoconsuelo, se evaporó al observar que el Sr. Gibson la miraba con inquietud en los ojos color olivo.-Mi querida, siento haberle dado la sensación que es un motivo de alivio el que no sea la gripe. El nosaber qué es lo que le está provocando esta fiebre no me ayuda a saber cómo tratarlo adecuadamente.Las palabras del doctor la atravesaron como cuchillos. El dolor y la intranquilidad regresaron con unafuerza que la hizo tambalearse con una mano en su pecho, como si intentara controlar que el corazón

fuera a rompérsele por la congoja. Rápidamente, la Sra. Reynolds la tomó por los hombros,conduciéndola hasta el sillón colocado cerca de la chimenea encendida.No podía desmayarse, no ahora. Luchó contra la falta de aire, inspirando con los ojos cerrados,empujando el oxígeno para que cumpliera su función.-Sra. Darcy, tal vez usted debería irse de la casa y llevarse al niño. No sabemos si lo que tiene Fitzwilliames contagioso- habló con gravedad y las palabras volvieron a romperla en mil pedazos.Sabía que tenía razón, sabía que no debía arriesgar a William, pero ella jamás lo abandonaría. Ese tema,no tenía punto de discusión.-Kitty, necesito que me hagas un favor- le pidió a su hermana, observando como el médico le dabaindicaciones al ama de llaves.-Lo que sea, Lizzie, quiero ayudar- contestó feliz de sentirse útil.-Despierta a la Sra. Johnson, que prepare las cosas del niño. Los tres se van apenas estén listos para GreenPark.La cara de su hermana se transformó al escucharla pronunciar la palabra “tres”.  -Elizabeth, tú vienes con nosotros…¿verdad?- preguntó angustiada.Su hermana mayor, la tomó firmemente de los brazos y negó con la cabeza.-¡Lizzie! Escuchaste al doctor, debemos irnos por unos días- le dijo en tono suplicante, esperando sinilusiones que cambiara de opinión.- No, Kitty. No puedo dejarlo. Hice una promesa, “en la salud como en la enfermedad”, no piensoromperla cuando más me necesita. Lo amo demasiado.-Elizabeth, sé sensata, piensa en lo que querría tu esposo. ¿Piensas que al Sr. Darcy le gustaría que

estuvieras expuesta a enfermarte? Tú sabes bien cuál es la respuesta- dijo convencida que su hermana nopodría refutar estos motivos.-Sí, conozco la respuesta. Darcy siempre hace lo que sea necesario para protegerme. Pero ya me ocuparéde su ira cuando esté lo suficientemente sano para regañarme. Y si no se recupera… - la voz se le quebró

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con desconsuelo- No me creo capaz de seguir viviendo.Los expresivos ojos de Kitty se abrieron con temor.-Piensa en William. ¿Podrías dejarlo solo en el mundo?La pregunta de su hermana la golpeó en pecho, produciéndole más aflicción de la que ya estabasoportando.-No quiero pensar en ello- respondió, mientras pensaba que Jane y Charles lo cuidarían bien.Kitty pudo ver que era una discusión que jamás ganaría, y salió hacia la habitación de su sobrino.

El doctor Gibson miró a Lizzie desde el lugar donde estaba parado, junto al lado derecho de la cama.-Querida Elizabeth, creo que debería escuchar a su joven hermana e irse con su niño lo antes posible.Prometo cuidar de Fitzwilliam con la ayuda de la Sra. Reynolds.-Permítame agradecerle su ofrecimiento, sé perfectamente que lo cuidarían bien. Pero quiero quedarme asu lado. No puedo dejarlo estando así.-Elizabeth, por favor. Considérelo, es peligroso. Hágame caso y váyase.-Que sea peligroso no le impide a usted ni a la Sra. Reynolds quedarse- le respondió con cierta insolencia.El médico la miró con sorpresa. No esperaba que desoyera su advertencia. Conocía por comentarios elcarácter testarudo de la esposa de Darcy, pero hasta ese momento, pensaba que eran exageraciones.Lizzie se mordió el labio al ver la cara de reproche con que el médico la miraba.-Es mi esposo. No voy a ningún lado.

La puerta del dormitorio sonó despacio, rompiendo el incómodo silencio que se había producido. Kittyentró al cuarto anunciando que ya se estaban haciendo los preparativos para irse a casa de Jane.Un poco más tarde, Elizabeth salió para despedirse de su pequeño hijo y de su hermana. Bajaron lasescaleras, la niñera sostenía al bebé dormido en brazos. Se acercó a él y lo tomó en los suyos, lo apretósuavemente contra su pecho. De pronto, se dio cuenta que no se creía con las fuerzas para soltarlo ydejarlo ir.Las lágrimas comenzaron a caer fluidamente, sin que pudiera frenarlas. Kitty le tomó la mano,apretándosela en apoyo.-Kitty, si algo nos sucede, quiero que les recuerdes a Charles y a Jane su promesa.-¡Por favor, Lizzie! ¡No digas eso!- exclamó rompiendo en llanto su hermana.-Kitty…Kitty…escúchame. Temo no volver a ver a mi hijo y sé que lo cuidarán bien. Recuérdale cada día

que lo amo, pero que también amo a su padre y él me necesita ahora- la voz se le quebró por la angustiade la situación.Corrió un suave mechón de pelo lacio y oscuro que caía sobre la frente de su niño, de ese milagro que erafruto del amor con su esposo y que era la mayor alegría de su vida. Se acercó lentamente, y apoyó loslabios suavemente sobre su cálida carita. Lo acarició con la punta de su nariz, captando su hermoso aromay reteniéndolo en la memoria. Los brazos no querían responder al mandato de su mente que le ordenabadárselo a la niñera y decirles que se fueran.Con el llanto contenido en la garganta, entregó al pequeño dormido. No pudo caminar hasta el carruaje,los despidió desde la puerta, quedándose parada allí, con las lágrimas cayendo por su cara y sin fuerzaspara entrar. Se sobresaltó cuando sintió un brazo que la asía por la cintura, ayudándola a caminar adentrode la casa. La Sra. Reynolds la llevó hasta la gran habitación, sentándola frente al fuego de la chimenea.Hasta que la amable ama de llaves la cubrió con un grueso chal, no se había dado cuenta que tenia tantofrío. El cuerpo le dolía y tiritaba.-Sra. Darcy, por favor, tome un té caliente. Si me lo permite, también le traeré algo para comer.-No, gracias. El té estará bien- respondió cortés. Realmente no creía que el estado de nervios en el que seencontraba, le permitiera retener algo sólido en su estómago.-Insisto. Le traeré algo, es casi el mediodía. Si no come, tendré que decírselo al médico y si está débil, nola dejará volver a la habitación del señor.Elizabeth no respondió, sabía que no la haría cambiar de opinión. Si comía algo, podría volver antes juntoa Darcy.Poco después, estaba tomando el té con un poco tarta de frutas ante la mirada atenta de la Sra. Reynolds.

Estaba claro que se quería asegurar que Elizabeth comiera. Lizzie comió un trozo con el té. Tenía quereconocer que el líquido caliente la había reconfortado.-¿El doctor sigue con Darcy?- preguntó, terminando el último bocado.-Sí, está con él. Hace unos minutos, llegó su hijo mayor, que está dando sus primeros pasos como médico.

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-Entonces iré a ver si hay alguna mejoría- dijo Lizzie levantándose del sillón.Golpeó la puerta antes de entrar, abrió despacio, con temor de encontrarse con algo para lo que no estabalista.-Sra. Darcy- dijo susurrando el doctor Gibson- Le presento a mi hijo, el Dr. Charles Gibson.Un joven cabello rubio, un tanto rollizo y con la cara llena de pecas. Se acercó para ofrecer sus respetos.-Su esposo parece estar durmiendo. La fiebre bajó. Lo dejaremos descansar- dijo el muchacho también ensusurros.

Elizabeth sintió un gran alivio, eran buenas noticias, pero después de pensarlo, las dudas la asaltaron.-¿Eso significa que está mejor?-Que la fiebre haya disminuido es buena noticia. Lo deja descansar y eso es importante para surecuperación- le respondió con una sonrisa infundiéndole ánimo.-Dejaré a mi hijo aquí con Darcy, iré hasta mi casa a buscar unas medicinas. Volveré para la hora del té.Le sugiero que usted aproveche para descansar, tiene un aspecto terrible.-Lo intentaré, pero no lo prometo- respondió.La tarde pasó tranquila, la fiebre seguía, pero apenas perceptible. Elizabeth no consideró el irse adescansar. Apenas el anciano doctor se marchó, hizo acercar un sillón junto al lado derecho de la cama.Tomó la mano de su esposo entre las suyas y se quedó allí, mirándolo dormir. Cada tanto, removía elpaño de la frente para refrescarlo nuevamente.

Sin darse cuenta, cayó en un estado de somnolencia y se durmió acurrucada en el sillón, sin soltarlo de lamano.-Li…zzie…- balbuceó su esposo poco antes de las cinco. Elizabeth saltó del sillón y tomó más fuerte lamano que aferraba.-Will…aquí estoy- le dijo corriéndole el cabello mojado de la frente.Darcy parpadeó un poco, la miró a través de sus largas pestañas. Parecía confundido.-Tranquilo. No hables, el médico está aquí- dijo con claro alivio en la voz.El joven doctor Gibson, se acercó a tomarle el pulso y la temperatura.-¿Qué ha sucedido?- preguntó con la voz apenas audible.-Has estado inconciente desde esta madrugada. Aún no saben que es lo que tienes. No te preocupes,estarás bien- le respondió Lizzie con una cálida sonrisa.

-Lizzie…debes irte…con William…- le pidió con esfuerzo. Parecía hacer un gran esfuerzo para poderhablar.-Shhh. No hables- le ordenó ahora seria- William está con Charles desde esta mañana.La expresión en el rostro de Darcy se relajó, para volver a tensionarse unos segundos después.-Tú también debes…irte. -Debes descansar. Intenta dormir otra vez- le contestó eludiendo el tema.Que no le refutara, no era un buen signo. Ya había cerrado los ojos, vencido por el cansancio.-Lizzie…por favor - alcanzó a decir.-Duerme- le dijo, besándolo en la frente- Te amo.No tardó en rendirse ante el sueño que lo poseía.

El doctor Gibson volvió a la hora del té. Echó a Elizabeth de la habitación, negándole la entrada si ella nocomía algo y se cambiaba. Ante semejante perspectiva, Lizzie obedeció sin chistar. Se cambió la ropa,volvieron a peinarla y bajó a tomar el té.La gran sala se sentía aún más enorme con ella sola allí. Sin Darcy, ni William, ni Georgiana, ni siquieraKitty. Sólo un criada, a la que seguramente, la habían obligado a permanecer ahí para asegurarse quecomiera algo.La Sra. Reynolds entró al salón con una sonrisa en la cara.-Sra. Darcy, tiene usted una visita. ¿La hago pasar?-¿Quién es?- preguntó contrariada, no era buen momento para recibir visitas.-Yo- dijo la voz familiar de Charles.

Si hubiera podido correr a abrazarlo, lo habría hecho. Pero estaba tan agotada, que apenas si pudoestrecharle las manos en señal de agradecimiento.-Charles, no deberías haber venido- dijo un rato después, mientras le servía una taza de té.-Darcy es mi mejor amigo y tú eres mi hermana. ¿Qué harías tú, si llega un carruaje con tu pequeño

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sobrino y una cuñada histérica?-Lo siento, ni siquiera tuve tiempo de escribir una carta. Debí imaginarme que Kitty no podría explicarse.-¿Cómo está Darcy?- preguntó con preocupación.-Según el médico, si esta noche no vuelve a tener fiebre, habrá pasado lo peor.-Entonces son buenas noticias.Lizzie sonrió en aprobación.-¿Te quedarás? Sabes que no es necesario- le dijo antes que pudiera responder.

-Si me lo permites, me gustaría quedarme y ser útil. Además, tu hermana no me lo perdonaría.Elizabeth se rió fuertemente por primera vez desde que todo esto había empezado.

Esa noche, el médico se quedó en la casa. Elizabeth le acondicionó la habitación de Darcy. Ella decidióquedarse junto a él, en el sillón. Tomó un libro para obligarse a no dormirse esta vez.Era cerca de la medianoche, cuando Darcy comenzó a cambiar su apacible sueño, por uno diferente.Lizzie se acercó a tomarle la temperatura, el miedo se volvió a apoderar de ella al notar que la fiebrehabía regresado. Gritó por el doctor.El anciano entró apresuradamente para comprobar lo que ella había notado.-Sra. Elizabeth, llame a la Sra. Reynolds, intentaré hacerle una sangría. Necesitaré de su ayuda.-Yo lo haré- dijo decidida.

-De todos modos, llámela.Obedeció, sonó la campana y momentos después, los tres preparaban lo necesario. El doctor hizo un corteel brazo izquierdo y lo sostuvo sobre el recipiente. La sangre comenzó a caer lentamente. Elizabeth estabasosteniéndolo para que no se moviera, pero al sentir el olor de sangre, comenzó a sentirse extraña. Losoltó de repente y salió corriendo hasta la bacinilla, donde se inclinó para devolver el contenido de suestómago.La Sra. Reynolds había tomado su lugar junto a Darcy.-Sra. Darcy, ¿está usted bien?- preguntó el médico.-Sí, estaré bien- respondió ella- Quédese con mi esposo.Cuando consideró que estaba mejor. Se enjuagó la boca, se lavó la cara y volvió a ver la manera en quepodía ayudar.

-La mejor manera de ayudar, es que se siente. Si intenta hacer algo en su estado actual, creo que nos harálas cosas un poco más difíciles- le dijo con autoridad el doctor.Lizzie no respondió, se paró al pie de la cama y miró desde una distancia prudencial.El médico estaba vendando el corte y la Sra. Reynolds se llevaba el recipiente afuera.Volvió con una cubeta con hielo. Entre los tres, se encargaron de intentar que bajara la temperaturacorporal.La noche transcurrió de esta forma. Hasta que, cerca de la madrugada, la fiebre bajó. Los temblorespasaron y volvió a sumergirse en un sueño tranquilo.-Creo que deberían aprovechar y descansar- les dijo el médico.-Sí, Sra. Reynolds, vaya a descansar. Es casi de día. Le agradezco infinitamente su ayuda.La anciana se fue a descansar, estaba exhausta. Cuando salió, Elizabeth se encaminó hacia el sillón quecumplía las funciones de cama.-Cuando le decía descansar, imaginaba una cama- la retó el doctor.-Creo que ya me conoce lo suficiente como para saber que eso no ocurrirá- le respondió con ciertaimpertinencia.El médico protestó en voz baja, pero la dejó tranquila. Lizzie se sentó en la cama y apoyó su mejillacontra la mano de su marido. Poco después se durmió.La despertó una caricia en su cabello. No tardó mucho en notar que era Darcy quien enredaba sus dedosen la maraña de su pelo.-¡Darcy! Estás despierto- dijo casi gritando ante la visible mejor apariencia de su esposo.El doctor Gibson que dormía frente a la chimenea corrió hasta la cama, la apartó con un brazo y se dedicó

a revisar a su paciente.Elizabeth miraba aún a Darcy. Éste le sonrió confortándola.-Parece que estás mucho mejor. El pulso está normal, la fiebre ha desaparecido por completo.Aparentemente, lo peor, ha pasado.

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-Me siento muy bien- respondió Darcy y, con una mueca, agregó- Me duele el cuerpo un poco, pero nadamás.Lizzie respiró aliviada y sin darse cuenta, unas lágrimas cayeron sobre su cara. Darcy la miró, frunciendolas cejas.-Estoy bien- le aseguró.-Lo sé- dijo llorando.Darcy le hizo seña para que se acerque, Lizzie se sentó al borde de la cama. Él le tomó la mano y la llevó

a sus labios. Elizabeth le acarició la mejilla, tenía la barba crecida.-Entonces…¿por qué lloras?- le preguntó contrariado.-Porque estoy feliz y aliviada.-Mi amor- le dijo, tirando de ella hacia él para poder abrazarla.Se apoyó contra su pecho, el corazón latía normal, su piel ya no quemaba. Elizabeth suspiró, feliz yagradecida porque todo hubiera terminado.El doctor había salido de la habitación, Lizzie no estaba segura si era para darles intimidad o para daralguna indicación.Se quedó recostada sobre el pecho de Darcy, mientras él perdía sus dedos en el cabello despeinado.-¿Por qué no te fuiste?- preguntó de golpe.No estaba preparada para esa discusión tan pronto.

-No se me pasó el dejarte ni por un momento. No hablemos de eso ahora. Cuando estés realmente bien, tedejaré regañarme.-Estoy bien. ¿Puedo regañarte?- le preguntó con sarcasmo.Ella rió, no por la ocurrencia, si no por verificar que estaba bien.Él médico entró nuevamente.-He ordenado un baño. Después de eso, nuevamente a la cama. Comida caliente, mucho líquido ydescanso.-¿Puede discutir?- preguntó Elizabeth con picardía.El doctor Gibson la miró y luego a él.-Espero que sea una broma. Nada de discusiones. Tiene que estar tranquilo y relajado- les dijo conreprobación.

-No me mire a mí- respondió Lizzie con cara de inocencia.-Es para los dos- agregó el médico.-Usted, a bañarse- dijo señalando a Darcy, luego miró a Elizabeth y le dijo:- Usted, a dormir. Son órdenesmédicas.-Estoy bien- rezongó Lizzie como si fuera una niña.-No parece- respondió Darcy.-Su esposo tiene razón. ¡A la cama!- le dijo el médico.-Mmm- murmuró simulando pensar- No tengo…cama. -Creo que hay suficientes cuartos en Pemberley como para que te arregles- la retó su esposo.Lizzie protestó, pero en realidad estaba agotada. Se levantó de la cama y comenzó a caminar hacia lapuerta que unía sus habitaciones. Si tenía que dormir en otro lado, sería lo más cerca de él que pudiera.Pero antes de llegar a ella, la habitación comenzó a darle vueltas, todo se puso negro y cayó al piso.Cuando volvió en sí, estaba en la cama de la habitación de Darcy. No estaba segura de lo ocurrido nicuánto tiempo había pasado.El doctor Gibson le tomó el pulso, luego, revisó sus pupilas.-Sra. Darcy, ¿hace cuánto que tiene el retraso?- preguntó sin vueltas.Elizabeth se percató que la Sra. Reynolds estaba en la habitación, cuando dejó emitir un sonido alescuchar la pregunta del médico.-Un par de semanas- respondió con vergüenza.El doctor la miró enojado.- No…no estaba segura. Hace tan poco que dejé de amamantar a William…no sabía- respondió intentando

disculparse. No temía a la reacción del doctor, pero temía la de su esposo.-Guárdese las excusas para su marido. Ahora descanse. Coma bien. No haga nada raro…aunque siendousted…- las últimas palabras las dijo más para él, que para ella.-Está bien. Me cuidaré- dijo extrañamente sumisa.

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-Ahora, iré a darle las noticias a su esposo. Lo ha dejado terriblemente asustado, convencido que le hacontagiado lo que tiene.Elizabeth iba a protestar, pero la mirada del médico la hizo reflexionar.-Está bien- volvió a decir, a pesar que le hubiera gustado darle la noticia ella.El doctor, abrió la puerta y entró al cuarto de junto.

Capítulo 44 

"En mi corazón siempre habrá un lugar para tiToda mi vida.Tendré una parte de ti conmigo.

Y donde quiera que yo esteTu estarás allí por mi." There you'll be. Faith Hill.http://www.planetadeletras.com/index.php?m=s&lid=85738

La Sra. Reynolds la abrigó con las mantas y avivó el fuego antes de salir.Elizabeth cerró los ojos, no para dormir, sino para intentar concentrarse en escuchar la conversación quese estaría desarrollando en el cuarto contiguo.Por primera vez, desde que era su casa, le molestó que las habitaciones fueran tan grandes y que tuvieranpuertas tan gruesas.

En su corazón, sabía que él estaría feliz, de eso no tenía dudas. Después de todo, fue uno de los pedidosque le hizo para su cumpleaños.Inspiró profunda y lentamente, era inútil querer escuchar. Giró en la cama y se hizo un ovillo. Pocodespués, el sueño se acordó de ella y se durmió profundamente.Se despertó con el sonido de la leña removida por su doncella. La posición de la luz que entraba por lasventanas y la ubicación diferente del cuarto de Darcy, hizo que se sintiera dudosa sobre el momento deldía que era.Lizzie se sentó en la cama apoyando su espalda contra las almohadas.-Buenas tardes, señora- la saludó Susan con una sonrisa tonta dibujada en su cara regordeta. Estaba claroque el ama de llaves se había encargado de difundir la noticia de su nuevo embarazo.-¿Qué hora es?- preguntó entre medio de un bostezo.

-Pasada las cuatro.-¡He dormido desde la mañana!- exclamó avergonzada.-¿Quiere que le prepare un baño?-Sí, por favor. Pobre Charles, ha pasado el día solo- comentó en voz alta.-El Sr. Bingley ha estado la mayor parte del tiempo con el Sr. Darcy, conversando en su habitación-respondió la criada.-¿El señor está despierto?- interrogó nerviosa.-No. Ahora, descansa por órdenes del doctor. El Sr. Bingley ha salido a cabalgar, pero dijo volver para lahora del té.-Me bañaré y bajaré a tomar el té con él- anunció Elizabeth.

Mientras estaba sumergida en el agua caliente, sus pensamientos se dirigieron a su esposo. Lizzie dudabaen ir a enfrentar a su marido antes o después del té. Finalmente, se convenció que era necesario pensar ensu aún frágil salud y darle más tiempo para recuperarse. Siendo el verdadero motivo para posponerlo, elataque de cobardía que sentía en ese momento. Ella necesitaba más tiempo, sabía la tempestad que se

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desataría en contra de ella y que debería aguantarla con paciencia y tranquilidad. Virtudes que rara vez laacompañaban.Una vez cambiada y, con gran apetito, bajó a la sala donde sería servido el té. En él, se encontraba sucuñado, absorto en la observación de los cuadros que adornaban las claras paredes.-Buenas tardes, Charles- lo saludó al descubrir que estaba absorto en sus pensamientos y no se habíapercatado de su presencia.-¡Hola, Elizabeth! No estaba seguro si en realidad bajarías- dijo con su habitual amable sonrisa.

-Lamento haberme pasado el día durmiendo. Debo haber estado muy cansada- se disculpó.-No lo sientas, fueron órdenes médicas- le respondió guiñándole un ojo en forma cómplice.-¡Oh!, veo que has hablado con Darcy.-Sí, lo hice, se lo ve bastante mejorado. ¿Me permites felicitarte?- preguntó, tomándola de las manos conla torpeza y timidez de la cuales Jane se había enamorado.-Por supuesto. Eres mi hermano- le respondió con una sonrisa cálida.-Entonces, ¡felicitaciones! Me alegro mucho por ustedes. Jane se pondrá muy feliz de conocer la buenanoticia.-Sí, lo sé. ¿Le escribiste?-Envié una nota esta mañana, apenas me enteré que Darcy estaba mejor. Pero dejo te dijo a ti el placer decomunicarle sobre el niño.

-Gracias, Charles. Me alegra mucho que estés aquí. Espero que tú y Jane, pronto le den un hermanito aBeth. Sé cuánto lo desean.Él sonrió en respuesta.Estiró lo máximo posible el té, buscando conversación innecesaria con Charles y, a medida que se leagotaban los temas, su pulso se aceleró.Cuando su cuñado decidió subir a su habitación antes que se hiciera la hora de la cena, Elizabeth tomócoraje de donde no tenía y subió a enfrentar a su esposo.Golpeó suavemente la puerta de comunicación de las recámaras, rogando secretamente que Darcy no lecontestara por estar dormido.-Entre- dijo la masculina voz de su esposo.Antes de abrir la perilla, ella cerró los ojos, respiró profundamente y tragó saliva. Las manos le sudaban a

pesar de la temperatura y la respiración estaba un poco agitada.-Hola…-saludó con timidez y luego se limpió la garganta, sin ser capaz que sus pies la obedecieran paraentrar a la pieza.-Buenas tardes, querida- respondió con un tono controlado pero severo- Acércate.Él le señaló el sillón que aún estaba colocado junto a la cama. Elizabeth caminó con cierta indecisiónmientras se estrujaba las manos. Se sentó en el sillón indicado y lo miró de reojo, incapaz de verlo enforma directa. La utilización del “querida” no había colaborado en tranquilizarla. No lo utilizabademasiadas veces, sólo cuando quería enfadarla o cuando estaba enojado.-¿Y bien?- él preguntó después de un largo e incómodo silencio.Elizabeth lo miró con un brillo de pánico en los ojos, esperaba que él comenzara a hablar, ella sólo selimitaría a escucharlo e intentaría una defensa inútil. ¡No tenía preparado un discurso! Las mejillas se leenrojecieron, el pulso se le aceleró y creyó que vomitaría de los nervios. “Si me enfermo a hora, podríaaplazarlo”, pensó de manera irracional. La mano de Darcy aferró las suyas, el contacto la tomó desprevenida.-Elizabeth, realmente estoy enojado contigo, pero si no te tranquilizas y dejas de estrujarte las manos deesa manera, te romperás un par de huesos- le dijo con un poco menos de severidad en la voz.-¿Cuán enojado estás?- le preguntó nerviosa.-Bastante. No deberías haberte quedado aquí sin saber lo que tenía. Tu embarazo confirma que yo teníarazón. Fue peligroso que estuvieras aquí, ¿no sabes que casi me da un ataque cuando te vi desmayarte?Pensé que te había contagiado lo que fuera que tuve.Ella se quedó callada, analizando las palabras de su esposo. Aparentemente, sólo estaba enfadado por lo

mismo que esa mañana, porque no se fue con William a Green Park. Suspiró aliviada.-Lo siento. No quise asustarte- le respondió con expresión de inocencia- Sólo quería quedarme contigo,no…no sabes lo asustada que estaba. El temblor en la voz de Elizabeth, lo hizo sentir culpable. Justo lo que ella estaba buscando.

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-Ven aquí- le ordenó tirando de las manos que aún aprisionaba. Lizzie se sentó en el borde de la cama y élla abrazó, hundiéndole la cabeza contra su pecho. La besó en los cabellos.-La noticia me ha hecho muy feliz- comentó para romper la tensión, levantando su rostro del mentón parapoder ver sus ojos oscuros.Elizabeth le sonrió. Las cosas no parecían ir tan mal.-No puedo enojarme demasiado. No me imagino dejándote enferma y yéndome lejos. Además, tú nosabías que estabas esperando un hijo- agregó mirándola fijamente como si estuviera queriendo sonsacarle

la verdad de su rostro.- No…no lo sabía- respondió un poco ruborizada, mordiéndose de manera inconciente el labio inferior.-Elizabeth…Victoria…Darcy- dijo conteniendo sin demasiado éxito la furia en su voz- Dime que notenías idea de estar esperando.-Yo…yo…no lo sabía…con exactitud- no había sabido mentir nunca y, seguramente, no aprenderíaahora.Darcy la soltó de su abrazo, tomándola firmemente por los hombros. Su mirada había cambiado a unobvio enojo. Sus cejas estaban unidas, una arruga le surcaba la frente, respiraba forzadamente, como siestuviera luchando para controlarse.-¿Desde cuándo lo sabes con certeza?- le preguntó.-No tuve total seguridad hasta hoy, cuando me lo dijo el Sr. Gibson- respondió nerviosa, las manos la

estaban lastimando.-Pero lo sospechabas claramente, ¿verdad?- No…estaba segura- volvió a morderse el labio inferior.-¡Por favor, Elizabeth! ¡Deja ya de mentirme! Te conozco lo suficiente como para darme cuenta decuando me mientes- le gritó ofuscado.-¡No estoy mintiendo!- le contestó en tono ofendido.-Entonces…¿por qué te muerdes el labio nerviosamente? Lo haces siempre que estás escondiendo algo.Eres muy mala mentirosa- le dijo con sarcasmo.-Suéltame- le pidió Lizzie- Me estás lastimando.Darcy la soltó, no se había percatado que en su intento de controlar su reacción, tal vez la había apretadodemasiado fuerte.

-Lo que hiciste…es lo más irresponsable que has hecho desde que te conozco. Que te quedar as, sabiendoque podías estar esperando un bebé. A mi hijo. Es algo terrible, lo más egoísta que te he visto hacer.Las palabras la herían profundamente. Que le dijera egoísta en especial. Sólo había pensando en él. Perono respondió, se había prometido escucharlo y aceptar las consecuencias de sus actos.-Ahora pensarás que soy cruel al decirte egoísta. Pero lo has sido. Sólo pensaste en ti. Te quedastearriesgando más que tu vida, arriesgaste la tuya, la de nuestro niño y la mía también. Si te hubierasucedido algo, ¿cómo podría haberme sentido yo? Me hubiera culpado toda la vida por eso.-Tú dijiste…- comenzó a hablar en un intento de defensa, pero Darcy la interrumpió.-Charles me contó lo que Kitty les dijo al llegar desesperada. ¿No te importaba vivir si yo no seguía convida? ¿No ves lo egoísta que es eso?Las lágrimas empezaron a inundarle los ojos.-No llores- le dijo en forma cortante- No es justo que lo hagas. Me haces sentir mal por lo que siento enestos momentos.Elizabeth respiró profundamente y tragó, intentando que le dolor que sentía en la garganta se fuera.-Lo siento- dijo con voz entrecortada.-Sé que ahora lo haces. Pero aún no estoy listo para perdonarte. Espero que lo entiendas- intentó que suspalabras salieran suaves, pero para Lizzie fueron demasiado dolorosas.-Lo entiendo- respondió con un hilo de voz, mientras se levantaba y salía de la habitación. De suhabitación, para refugiarse en el llanto cuando estuvo lo más lejos posible.

No quería bajar a cenar, no tenía hambre y su rostro reflejaba la angustia del llanto provocado por las

palabras de su esposo.La Sra. Reynolds golpeó la puerta e ingresó. Lizzie estaba acostada sobre la cama con la ropa puesta.-Sra. Darcy, el Sr. Bingley la está esperando para cenar. ¿Quiere que envíe por Susan para ayudarla con elvestido?

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-Lo siento. Pero no tengo apetito, creo que me quedaré e intentaré dormir. ¿Puede darle mis disculpas ami cuñado?-Puedo, pero no lo haré- respondió la señora, al tiempo que tiraba del brazo de su ama para que selevante- Usted debe comer. Acuérdese que come por dos.En contra de su voluntad, bajó a cenar. No llevaba la ropa adecuada y el peinado estaba bastantedesarmado, sumado a su rostro inflamado por el llanto, tenía un aspecto bastante…perturbador. O por lomenos eso le pareció a Charles cuando la vio.

-¡Por favor, Elizabeth! ¿Necesitas un médico?-Ehh…no, estoy bien- respondió sentándose a la mesa.Los sirvientes trajeron el primer plato. La sopa estaba caliente y reconfortó su estómago un tanto revuelto.-No quiero ser indiscreto. ¿Pero has discutido con Darcy?-Tú jamás serías indiscreto. Sé que si preguntas, es porque te preocupas por mi- le respondiócompungida- Sí, en realidad, no fue una discusión. Yo ya sabía que tendría que soportar su reaccióncuando se sintiera mejor. Pero no estaba lista para escuchar su “verdad”.-Darcy es muy sobre protector con las personas que ama. Intenta disculpar lo que te haya dicho, todavía ledura el temor ante la posibilidad que te hubiera sucedido algo a ti y al bebé.-Lo sé. Lo sé. Pero no soporto que esté enojado conmigo, más sabiendo que tiene razón por estarlo.-¿Quieres que hable con él? Puedo defenderte, al fin y al cabo, soy tu hermano. ¿No es eso lo que hacen

los hermanos mayores?- le preguntó mientras corría con sus dedos un mechón de su cabello anaranjado.Ella no pudo evitar dibujar una leve sonrisa.La cena continuó en relativo silencio. Al finalizar, Elizabeth se disculpó con Charles por no acompañarlopor más tiempo y se retiró. Afuera nevaba suavemente, Lizzie, abrió la ventana un poco para sentir que elaire refrescante. La brisa fría la golpeó en la cara, en una agradable sensación.Se sobresaltó con el sonido de la puerta.-Adelante- dijo, pensando en que sería Susan. Se equivocaba, la Sra. Reynolds entró furiosa rezongando

 por lo bajo, directamente a cerrar la ventana. Murmuraba algo como “los dos son igual de tercos”. -Lo siento- se disculpó Elizabeth, con algunos copos de nieve en el cabello. Ya había perdido la cuenta decuantas veces se había disculpado en ese día- Sólo quería renovar el aire.-Y contraer una pulmonía también le vendría bien- refunfuñó la anciana- Usted, esto. Su esposo que no

quiere comer.-¿No cenó?- preguntó con preocupación.-No, le llevamos la sopa para que cene y la devolvió sin tocar.-Sra. Reynolds, ordene que le envíen otro plato caliente. Me encargaré que lo tome- le dijo.La mujer salió disparada, feliz que alguno mostrara signo de racionalidad. Elizabeth caminó hacia lahabitación contigua, frenándose al escuchar que Darcy conversaba con alguien.-Tal vez fui demasiado duro- reconocía su marido.-Seguramente. No puedo creer que la acuses de egoísta cuando tu harías lo mismo- le respondió la voz deCharles.-¡Lo haría!, pero no llevo a un hijo en mi vientre.-Menos mal, serías un espectáculo digno de ver- contestó en carcajadas.-Muy gracioso, Charles.-Te dejaré dormir. Pero piénsalo. No le hace bien en su estado el que la trates con desprecio.Elizabeth le habría gustado ver la cara de su marido por las últimas palabras antes de golpear la puertapara entrar.-Buenas noches- lo saludó en tono conciliador, la cara de preocupación se dibujó en Darcy. “Vaya, debolucir peor de lo que me parece”, pensó para sí misma. -Buenas noches, Elizabeth. ¿Te sientes bien?-He estado mejor- le dijo con una sonrisa que fue más parecida a una mueca.La puerta sonó y Elizabeth ordenó que entrara. Una joven traía la bandeja con comida.-¿Qué es esto?- protestó Darcy.

-Si a mi me obligan a comer, a ti también- dijo, poniendo la bandeja en la mesa de luz.-Siéntate derecho- le ordenó, al hacerlo, le puso una servilleta sobre el pecho, enganchándola al cuello dela camisa. Tal como lo hacía con su hijo.Darcy puso los ojos en blanco. Se sentía extrañamente ridículo. Elizabeth tomó el plato y la cuchara.

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-Abre la boca- le pidió cuando llegó con la cuchara a los labios cerrados en protesta de su marido- Noseas chiquillo.Tenía los brazos cruzados sobre el pecho y cara de enojo, pero finalmente abrió la boca.-Bien- le dijo al sacar la cuchara vacía.-No soy un niño. Puedo tomar la sopa solo.-Pero no lo hiciste, así que ahora, tendrás que soportarme- le respondió acercándole otra vez la cuchara.Cuando no quedó nada en el plato, le sirvió un vaso de agua y lo obligó a tomárselo. Luego, sonó la

campanilla, para que retiraran las cosas. Lo arropó y le alcanzó el libro que le solicitó para leer.En el cuarto de junto, la esperaba su doncella para ayudarla. Le trenzó el cabello y la ayudó con la ropa dedormir. Cuando Susan estaba acomodando la cama, sintió soledad. No quería tener que dormir allí otranoche sola.Sin golpear entró a su dormitorio. Era suyo, no tenía que pedir permiso.-Lizzie…-le dijo sorprendido al verla entrar.-Sé que estás enojado conmigo, pero no quiero dormir en el otro dormitorio. ¿Te molestaría demasiadoque me acueste contigo?- preguntó con timidez con las manos entrelazadas cayéndoles delante.-Lamento que creas que debes pedirme permiso. Aún estoy enfadado, pero sabes que te amo, ¿verdad?- ledijo con culpa en la voz.Elizabeth se sacó la bata bellamente bordada y se metió en la cama un poco temerosa de cuán cerca podía

arrimarse. Se acostó dándole la espalda, acurrucándose por el frío, había dejado un espacio prudencialentre sus cuerpos.Sintió que su esposo se acercaba a ella, abrazándola, con su mano derecha deslizándose a su vientre. Allí la detuvo para acariciarla en forma circular.-¿Lo sabes, no?- le susurró al oído.-¿Saber qué?- preguntó en el mismo tono silencioso.-Que te amo. No me respondiste.-Sí, lo sé- le contestó Lizzie tomándolo de la mano apoyada sobre su estómago.-Cuando estaba perdido en la fiebre, a lo que me aferré fue a ti y a William. Yo también fui egoísta,cuando desperté y te vi a mi lado, cuidándome, dándome fuerzas, me alegré que estuvieras. Tu amor hizoque pudiera superarlo.

Elizabeth comenzó a sollozar.-Shh, no quiero que llores, no es mi intención hacerte sufrir. No creas que no sigo enojado, estoyhaciendo un esfuerzo para olvidarlo y pensar en tu bienestar- le dijo consolándola.-Tú y William, son lo más importante que tengo. Reconozco que me comporté en forma egoísta, quedebería haber pensado en este bebé, pero no podía dejarte. Lo prometí al casarnos, ¿iba a echarme atrás laprimera vez que realmente me necesitas?-¿Te hubiera gustado que yo hiciera lo mismo?- le preguntó con ironía.-No, pero lo hubieras hecho igualmente- le respondió en el mismo tono.-Donde quieras que estés, yo estaré allí. No podrás deshacerte de mi- le susurró para tranquilizarla, alvolver a notarla tensa bajo sus brazos.-Por más que desee alejarme, llevo una parte de ti conmigo.-Es verdad- respondió riéndose, apretando suavemente el lugar donde estaba su hijo.

Unos días más tarde, el doctor Gibson, volvió a supervisar a sus dos pacientes. No le dio el alta quepretendía Darcy, obligándolo a quedarse más tiempo en cama.Charles volvió a Green Park, prometiendo que regresaría en pocos días con el niño. El médico queríaestar seguro que no hubiera ningún peligro, antes que volviera a la casa.Darcy ni siquiera intentó que su mujer se fuera con los Bingley. Sabía que no obtendría nada bueno deello. Tal vez otra discusión y más llantos. Si el embarazo era como el anterior, tendría que volverse aacostumbrar a la sensibilidad exagerada de Lizzie. Había cosas del embarazo de William que noextrañaba para nada, ese rasgo en particular era uno.

Pero había algo en Lizzie cuando estaba en estado, un brillo nuevo en los ojos, una forma de actuar quecambiaba sutilmente, algo que la volvía seductora e irresistible a sus ojos.Esa noche, Elizabeth entró al dormitorio en un viejo camisón, cepillando su cabello suelto como siempre.Pero para Darcy, estaba increíblemente bella. Ella lo vio por el rabillo que no le quitaba los ojos de

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encima.-¿Qué pasa?- le preguntó por fin.-Nada.-Algo pasa. Dímelo- le dijo acercándose a la cama.-Este…me preguntaba si te molestaría dejarme…que te cepille el cabello- dijo titubeante.Elizabeth lo miró con extrañeza, dudó un segundo antes de entregarle el cepillo con sus iniciales grabadasen la plata entre un ramillete de rosas.

Se acomodó de tal manera que le quedara el largo pelo a su alcance y comenzó a cepillarlo lentamente.-¿Lo hago bien?- preguntó con incertidumbre.-Mmm…sí- murmuró cerrando los ojos al sentir sus manos acompañando el roce del cepillo. Era muyrelajante.De pronto, abrió los ojos con sorpresa, al sentir los labios de Darcy que le rozaban los hombros y elcuello. Al descubrir las intenciones, giró para mirarlo con incredulidad.-¿Qué cosas se le están ocurriendo, Sr. Darcy?- lo interrogó con censura.-Muchas cosas, entre ellas, lo hermosa que estás esta noche- la aduló, inclinándose hacia ella buscandosus labios.Lizzie se apartó de un salto, una pizca de temor le recorrió la mirada.-¿Qué…?- alcanzó a decir Darcy antes que ella se alejara.

-¿Estás loco?- le preguntó anonada.-Sí, por ti- le dijo tirando de una mano para acercarla a la cama nuevamente.-No. No. No, no, no- le dijo negando con la cabeza para darle más credibilidad a sus palabras, perodejándose arrastrar hasta sus brazos, que la tomaron de la cintura. La besó a la altura del ombligo,mientras luchaba con las manos de ella, que no le permitían subirle el camisón.-Basta. Lo digo en serio- le dijo con severidad.-¿Es que tú no me deseas?- le preguntó Darcy.-No es eso. ¿Cuántas veces te he rechazado desde que estamos juntos?-Mmm…- simuló pensarlo- No recuerdo ninguna.-Creo que eso responde a tu pregunta. Si ahora te digo que no, es porque no deberías.-Estoy B I E N- dijo acentuando exageradamente la palabra.

-No es lo que opina el médico- le respondió queriendo zafar de sus manos inquietas.Cuando menos lo esperaba, la tomó por asalto tumbándola en la cama y subiéndose sobre ella.-¿Ves? Estoy de maravillas- le dijo con picardía, besándola lentamente en el hueco de su cuello, subiendohasta su oreja.Poco podía hacer Lizzie, la tenía totalmente atrapada, por más que lo empujó de los hombros, el peso deél no le permitía moverlo. No tenía caso seguirse resistiendo, más cuando la boca de Darcy se volvía taninsistente y persuasiva. Por lo menos, esto indicaba que el enojo se le había pasado.

Capítulo 45 

"Godspeed, little manSweet dreams, little manOh my love will fly to you each night on angels wingsGodspeedSweet dreams"Godspeed (Sweet Dreams), Dixie Chicks.

-Elizabeth…Lizzie…¿estás bien?- preguntó Darcy a través de la puerta. Una arcada contenida fue larespuesta que obtuvo.-Lizzie, ¿puedo entrar?- volvió a preguntar nervioso.-¡No! ¡No puedes!- gritó antes de inclinarse nuevamente sobre la bacinilla.El grotesco sonido de habitación lo hizo retroceder por un segundo en su preocupación, pensando si nosería mejor enviar a la Sra. Reynolds. Deshizo ese pensamiento, recordando que lo que ella estaba

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pasando era en parte su culpa y sentía la necesidad de confortarla de alguna forma.-¡Voy a entrar!- anunció en un ataque repentino de valentía.La puerta se abrió antes que él tomara la perilla. Elizabeth lo miraba, cansada, con el peinado en unverdadero caos, la palidez de su rostro acentuaban las oscuras ojeras debajo de los bellos ojos castaños.-¿Estás bien?- le preguntó conteniendo una sonrisa estúpida.-He estado mejor- respondió ofendida ante la sonrisa de él- Y tú pareces estar disfrutando de mi malestar.-Nunca podría regocijarme viéndote sufrir- le respondió mientras deslizaba un mechón de cabello detrás

de la oreja y le dedicaba una divertida sonrisa.-Ríete una vez más y te juro…- se quedó pensando con qué podría amenazarlo- Te juro que éste será elúltimo Darcy que tenga.Su esposo se realizó un gran esfuerzo por no reírse al ver esa pequeña mujer apuntarle con un dedoacusador al tiempo que caminaba en su dirección. Agradeció estar lo suficientemente cerca para poderaferrarla por debajo de los brazos cuando las piernas se le aflojaron.-Deberías ir a la cama. Estás pálida y débil.-No quiero, debe estar por llegar Charles y Jane con William. ¡Cuántas ganas de abrazarlo!- dijo llena deangustia y ansiedad.-Pasaron 10 días. Te aseguro que aún te recuerda. Ahora acuéstate, no llegarán hasta el mediodía, estemprano. No querrás estar tan cansada como para no poder tenerlo en brazos, ¿verdad?

Ella asintió con la cabeza, mordiéndose el labio en señal que lo estaba analizando.-Creo que tienes razón. Me acostaré por un rato…pero prométeme que me avisas si llegan antes.  -Prometido- juró Darcy a la vez que la conducía hacia la cama y la cubría con una manta.-¿Cómoda?- inquirió acariciándole el pelo.-Sí. Parece ser tu turno de cuidarme- le dijo con una sonrisa.-Así parece. Todo esto me está haciendo pensar…-dejó la frase colgando en el aire sin terminarla.-¿Qué?- preguntó Lizzie.-Nada. Olvídalo, ya veremos- respondió levantándose para dejar el dormitorio.-Will.-¿Sí?- preguntó él.-No abuses de tu salud. Recuerda los consejos del doctor Gibson- le advirtió su esposa con el temor que

sin su supervisión, fuera a hacer alguna actividad en el exterior de la casa.-Sí, señora- respondió poniendo los ojos en blanco.Elizabeth durmió profundamente, despertándose cuando al sentir la voz y las manos de Darcy.-Hola- dijo con voz suave por el sueño.-Hola, ¿te sientes mejor?-Sí, bastante. ¡¿Ya han llegado?!- preguntó con un grito al recordar de repente que esperaba a su bebé.-No. No. Relájate, aún no es el mediodía- le dijo riéndose.-Oh- dijo decepcionada.-Vine a despertarte antes que lleguen y te diré que me costó mucho hacerlo. Tuve que zarandearte.-Lo siento, estaba agotada, pero ahora estoy mucho mejor- le respondió con una sonrisa de alivio.-Tal vez no sea prudente que hagamos el viaje a Bath- anunció Darcy mirando las cortinas de la camapara no verla a los ojos.-¡¿Por qué, por mi culpa?!- preguntó Elizabeth con cierta histeria.Darcy negó con la cabeza, temía esa reacción por parte de su muy emocional esposa.-Creo que sería lo mejor, tú no estás sintiéndote bien y recuerda que Georgiana y Richard vuelven deFrancia pronto.-¡No es justo! El doctor Gibson te dijo que te haría bien tomar los baños y descansar. Sabe que si tequedas acá empezarás a preocuparte por todo, como siempre. Richard y Georgiana entenderán que es lomejor para tu salud y, además, estarán acompañando a tu tío todo el tiempo- intentó hacer razonar a suesposo.-Tienes razón en todo ello. Pero olvidas tu salud.

-¡Estoy bien! Las nauseas son normales, no me sientan bien los primeros meses, pero muy pronto estarémejor, se irán yendo, ya verás- agregó con ojos suplicantes y tomándolo del borde de la chaqueta paraobligarlo a mirarla.Él resopló, negando con la cabeza en clara desaprobación. Entonces, Elizabeth rompió a llorar.

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-Por favor, Lizzie, no llores- le suplicó con tratando que Lizzie dejara de cubrirse la cara con las manos,mientras sofocada fuertes sollozos.Darcy odiaba verla llorar, sentía un dolor físico en la boca de su estómago. Era peor para él cuando sesentía responsable del llanto. También era un hecho, que Lizzie sabía de ello y, a menudo, lo utilizabacomo arma para obtener lo que deseaba.-Lizzie, por favor- volvió a pedirle- Estoy preocupado por tu salud y la del bebé. Es un viaje demasiadolargo, tedioso y cansador. Razona un poco, por una vez, piensa en el niño.

Si sus intenciones fueron calmarla, fallaron estrepitosamente, las últimas palabras le recordaron a ellaque, lo sucedido durante la enfermedad de Darcy, estaba “perdonado” pero no olvidado. -¿Cómo puedes insinuar que no pienso en mi bebé? ¡¿Cómo te atreves?!- los ojos, aún cargados delágrimas, lo miraban con ira. La airada reacción lo tomó por sorpresa. No pensaba ofenderla con suspalabras, sólo deseaba que actuara con un poco más de sensatez.-Lo…siento. No quise ofenderte- repuso con cautela.-No es verdad, dices que me perdonaste, pero no es cierto. Cada vez que puedes, me haces sentir como sifuera una mujer malvada y egoísta- lo acusó con furia muy poco contenida.-Lamento que pienses eso- dijo en tono un tono altanero y hasta despectivo. Entonces, se levantó,marchándose de la habitación. Al cerrar la puerta, le pareció escuchar que Lizzie murmuraba “hipócrita”.  Se sumergió en su despacho a leer correspondencia, intentando mantener su mente ocupada y no escuchar

las palabras acusatorias de su mujer. Sin embargo, la tarea no le resultó fácil.Agradeció escuchar los cascos de caballos que se aproximaban, salió en dirección de la puerta norte yencontró que Elizabeth estaba allí también. Estaba hermosa, radiante, bien sabía que lo que causaba tantabelleza no era él, sino la expectativa de volver a encontrase con su hijo.Apenas el carruaje se había detenido, Lizzie ya había corrido hasta él, para ser la primera en poderabrazar a William. Tuvo que esperar a que bajaran Charles, Jane con Beth , Kitty y por último, la niñeracon su bebé. Parecía que lo hacían a propósito, dejando que sufriera por más tiempo.Todos entraron rápidamente a la casa, con el intenso frío no era recomendable estar a la intemperie.Después de colmarlo de besos y abrazos, tuvo que cederlo por un rato a Darcy. Después de todo, esa

 persona “desagradable” tenía tanto derecho como ella a querer tenerlo en sus brazos y demostrarle lomucho que lo había extrañado.

La conversación giró en lo bien que se lo veía a Darcy y lo recuperado que estaba.-Gracias por cuidar tan bien de William- agradeció el convaleciente, mientras tomaba la pequeña mano desu hijo, que jugaba con el cabello suelo de su madre.-Ha sido un placer, jamás he visto un niño tan bueno y dócil- argumentó Jane.-Se comportó como todo un hombrecito- agregó Charles.Elizabeth notó como a Darcy, que estaba sentado a su lado, se le hinchaba el pecho de orgullo. Se maldijoa sí misma, al darse cuenta que con ese ínfimo detalle que sólo lo había percibido ella, ya le había hechoolvidar que estaba enojada con él.

Esa noche, Elizabeth se encargó de hacer dormir a su hijo cantándole una hermosa canción y acunándolohasta que el sueño lo venció. Lo habría acostado con ella si no fuera porque solía retar a su esposo porhacer lo mismo.Al acostarse, encontró a Darcy simulando leer distraídamente en la cama.-Si vas a actuar como que no ha pasado nada, te recomiendo que pruebes con poner el libro correctamentey no al revés- le dijo mofándose.Darcy inmediatamente reaccionó mirando si era cierto lo que decía. Elizabeth se largó a reír fuertemente.-Si estuvieras leyendo, no necesitarías fijarte si el libro está en la posición correcta- comentó en tono deburla. Darcy bufó.Lizzie se acostó y le quitó el volumen de las manos. Lo colocó en la mesa de luz y apagó la vela de sulado de la cama. Se sentó de la misma forma en que estaba él. Lo siguió un largo silencio que ella estabadecidida a no romper primero.

-Hoy me dijiste hipócrita- dijo con cierta dulzura para demostrarle que intentaba no parecer ofendido.-Sí, lo dije- respondió sin vergüenza alguna por descubrir que la había escuchado- Lo dije y lo sostengo.La perplejidad se dibujó en la cara de Darcy.-¿Por…por qué…dices eso? 

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-Porque me acusas de no pensar en nadie más que en mí misma, sólo por hacer lo mismo que hubierashecho tú en mi lugar- al decir esto, se acurrucó en su pecho, como si no pasara nada.La frase y la actitud, lo dejaron sin palabras.-Generalmente, eres un esposo amoroso, comprensivo y paciente, el mejor marido de todos. Y, a veces,eres terriblemente terco, orgulloso y posesivo. Sé que crees que tienes que actuar así conmigo, que es tudeber de esposo el hacer valer tu opinión. Aunque creo que es una idiotez, lo soporto, porque es parte decómo eres.

-Lizzie, ¿todo esto tiene algún propósito?- preguntó un poco fastidioso con tanta sinceridad.-Mmm…- musitó- No lo sé. Supongo que sepas que te amo a pesar que te hayas comportado como unidiota.-¡Oh…gracias!- dijo con sarcasmo.Elizabeth volvió a reírse, levantó un poco la cabeza y lo besó donde alcanzaba, justo en el hoyuelo de sumentón.-Estás de buen humor.-Sí, ¡estoy tan feliz de tener a William en casa!- exclamó con un suspiro.-Lo extrañaste mucho, ¿verdad?-Igual que tú, estoy segura.-Recuerda que yo estoy más acostumbrado a estar lejos de él debido a mis viajes de negocios. Tú nunca te

separaste de él en sus 10 meses- contestó, interpretando el papel de padre distante.-Es cierto. Pero a pesar que no quieras reconocerlo, sé que lo extrañas tanto como yo.Darcy puso los ojos en blanco y resopló.-Después de la discusión, me quedé pensando. Tal vez te ayude el descansar en Bath. El viaje es largo,pero podemos hacer varias escalas.Lizzie se alejó del rincón cálido en el que se recostaba y se sentó erguida para verlo a la cara. Queríaasegurarse que no fuera una broma.-Es en serio, ¿no?- preguntó dubitativa.-Lo es. Con condiciones, claro- agregó Darcy.-Lo suponía. Nada puede ser fácil contigo- se quejó exagerando.-Esperaremos a después de las fiestas. Me gustaría pasar la primera Navidad con William, acá, en

Pemberley. Invitaríamos a toda la familia.-Estoy de acuerdo con esos términos. Aunque presiento que no serán los únicos- dijo, mientras pensabaque tenía que haber algo más, ya que para las fiestas sólo faltaban unos pocos días.-Partiremos, siempre y cuando, tus nauseas hayan desaparecido para esa época.Elizabeth se mordió el labio con angustia. Con William habían durado unos tres meses. Eso pospondría elviaje hasta casi febrero.-Me parecen condiciones…sensatas- agregó Darcy.-Está bien, acepto- accedió Lizzie con algo de disgusto- Además, me dará tiempo de terminar mi proyectoabandonado.-Discúlpame si parezco poco atento, pero no recuerdo ningún proyecto que te obligara a quedarte aquí.-¡Claro que lo tengo! ¡Debo comprometer a Kitty antes de irnos!- anunció fingiendo sorpresa porque suesposo no lo recordara.-Pobre Sr. Barton, no tiene escapatoria, ¿no?- preguntó en un falso lamento.-No, no lo tiene- le respondió en carcajadas.

La Navidad llegó con suaves nevadas y Elizabeth se alegró de haber escuchado a su esposo. Toda lafamilia se reunió en Pemberley, los Bennet, los Bingley y los Fitzwilliam. No hubo festejos excesivos,por respeto a Lord Matlock y Richard que se encontraban de luto.El pequeño William fue el niño más consentido del mundo, recibiendo una cantidad de regalos que rozabaen lo exorbitante. Georgiana y Richard, le habían traído miles de cosas de Francia y Darcy no se habíaquedado atrás. Elizabeth no podía más que protestar cuando encontraba otro paquete con su nombre

escrito.Georgiana se había convertido en una mujer con un aspecto más maduro que la jovencita que se había idode la casa tan poco tiempo antes. Se había mostrado encantada al enterarse que sería tía nuevamente y yaestaba eligiendo nombres para niña, ya que estaba segura que esta vez sería una nena.

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A todas las festividades, fue invitado generosamente el joven vicario, con la excusa que no pasara ensoledad esos días. Pronto el muchacho demostró ser inteligente, al aprovechar la presencia del Sr. Bennet,para comunicarle el amor que sentía por su hija.El Sr. Bennet accedió graciosamente, sabiendo que sus hijas lo matarían si arruinaba los planes quevenían tejiendo desde hacía unos meses. Disfrutaba secretamente al imaginarse a su otrora alocada niña,casada con un solemne vicario. El matrimonio se arregló para el comienzo de la primavera.

A mediados del mes de enero, las náuseas de Lizzie fueron disminuyendo, por lo que el plan de viajar sevolvió una realidad. Darcy alquiló una hermosa casa en Camden Place, la zona más elegante de Bath y,apenas el tiempo mejoró un poco, partieron a descansar.Elizabeth estaba ansiosa y expectante. Había oído mucho de la belleza de la ciudad y deseaba conocer ellamisma los lugares que tan bien le habían descrito antes. The Circus, Royal Crescent, el puente Pulteney,la antigua Abadía y Pump Room. Creía conocerlos después de todo lo que Darcy le había relatado, peronada la preparó para la belleza y grandeza de tales lugares.Por decisión de Elizabeth, comenzaron a frecuentar el teatro y los salones del balneario, ya que su esposocontinuaba siendo solitario y taciturno, y sólo la acompañaba para complacerla.Una tarde que había salido a pasear con William y la niñera, una pequeña de unos cinco años se acercó aver al niño.

-Hola- la saludó Elizabeth- ¿Cómo te llamas?-Marianne- respondió con timidez- ¿Tú cómo te llamas?-Yo soy Elizabeth, pero me dicen Lizzie, y él es William- le respondió señalando a su hijo que saltaba ensus brazos dedicándole monerías a la niña.-Me recuerdas a mi mami- dijo la pequeña.-¿Dónde está ella?- le preguntó Lizzie, mirando hacia los lados al notar que estaba sola.-Está con Dios, en el cielo- respondió señalando hacia arriba.Elizabeth no notó exactamente en qué momento un caballero se les había acercado.-Perdón, señora, a mi hija le gustan mucho los niños. Espero que no la haya molestado- dijo el hombretomando de la mano a la niña para llevársela.-No es ninguna molestia. A mi también me gustan los niños- respondió Lizzie mirando a la niña y

guiñando un ojo en forma cómplice.-Permítame presentarme, me llamo Matthew Thorton.-Mucho gusto, soy Elizabeth Darcy.La niña comenzó a juguetear con William en el suelo y los adultos empezaron a entablar unaconversación.-¿Es su primera visita a Bath?- preguntó Lizzie.-No, he venido desde hace muchos años. Aquí tuve la suerte de conocer a mi difunta esposa.-¡Oh! Lo siento- replicó apenada.-Gracias, falleció hace dos años, durante el parto de mi otra niña, Emma.Un triste silencio le siguió a esa revelación, donde Elizabeth se dedicó a observar al caballero. Era unhombre muy elegante y atractivo, demostraba cierta clase, tendría unos 35 años, tal vez menos ydemostraba tener unas maneras muy agradables.-Y usted, ¿es su primera visita a Bath?- preguntó el Sr. Thorton para romper el incómodo silencio.-Sí, he venido con mi esposo, quien se recupera de una enfermedad.-Espero que el Sr. Darcy esté mejor- dijo cortésmente.-Es muy amable de su parte. Está muy bien. Gracias.-¿Viven en Londres?- preguntó con curiosidad.-No, no en realidad. Tenemos una propiedad allí, pero la mayor parte del año la pasamos en Derbyshire.-¿Derbyshire? ¿Cómo se llama su propiedad?-Pemberley.-¡La conozco! Es una estupenda propiedad.

-Lo es. ¿De dónde es usted?- preguntó llena de curiosidad.-De Chesire, mi propiedad se llama Lyme Park.Elizabeth asintió, había oído hablar de lo bella que era esa antigua propiedad al norte de Inglaterra.-¿Es tan hermosa como he escuchado?- preguntó.

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-Lo es- le dijo con una sonrisa que dejaba vislumbrar que la estaba imaginando en su mente.Elizabeth le devolvió la sonrisa.Siguieron conversando y los niños jugando. Le recomendó lugares para visitar, esos rincones pintorescosque sólo conocen las personas que son asiduas visitantes. Elizabeth se dio cuenta que lo estaba pasandomuy bien, tal vez demasiado. La gente podía sacar falsas conclusiones. Se disponía a despedirse cuandovio llegar al salón a su esposo. Con su gran altura, no tardó en divisarla en una mesa cercana a unventanal. En pocas zancadas estaba parado junto a ellos.

Elizabeth se levantó y el caballero que la acompañaba también.-William, quería presentarte al Sr. Thorton. He tenido el placer de su compañía después de conocer aMarianne- le dijo señalando a la pequeña que le llegaba apenas arriba de la rodilla.Se saludaron como dos caballeros y luego Darcy se inclinó a besar la mano de la niña, como si se tratarade toda una dama. Marianne, le dedicó una preciosa sonrisa e hizo un intento de reverencia.Conversaron sobre trivialidades, más que nada, resultó que ambos habían ido a Cambridge casi en lamisma época, y el Sr. Thorton había conocido allí a Richard. Cuando se hizo demasiado tarde paracontinuar, se despidieron, sabiendo que en una ciudad como Bath, volverían a encontrase pronto.Antes de irse, Marianne tiró el saco de su padre para obligarlo a agacharse y poder decirle algo al oído.El Sr. Thorton le sonrió y después, mirando a Elizabeth, dijo:-A Marianne y a mi, nos gustaría que vinieran a cenar a casa.

La niña miró con un poco de vergüenza a Darcy, mientras que su padre miraba a Lizzie.-Aún no conoce a Emma- le recordó.-Será un placer- respondió Darcy con una inclinación, a la vez que tomaba el niño en brazos para queElizabeth subiera al carruaje.Se preparaba para darle su mano, cuando el Sr. Thorton ofreció la suya, ayudándola a subir.-Los esperamos mañana entonces- dijo, despidiéndose para dirigirse a su carruaje que se encontrabadetrás del de ellos.Darcy entró al niño y después subió él. Se sentó y, frotándose las manos por el frío, murmuró fastidioso“magnífico”, tan despacio, que nadie más lo escuchó

Capítulo 46 

"Tu lugar es a mi lado,Hasta que lo quiera Dios." Hasta mi final, Il Divo.

Apenas se cambiaron las ropas por unas más adecuadas, bajaron a cenar. Elizabeth estaba tan bonita quele quitaba el aliento a su esposo quien la miraba embobado cuando ella entró al salón. Se levantócortésmente y, juntos, se dirigieron al comedor.-¿Qué?- le preguntó ella, rompiendo el silencio que reinaba- ¿Por qué me miras así?Darcy bajó la mirada, terminó de comer lo que tenía en la boca, aclaró su garganta con un sorbo de vino,y dijo:-Nada, a veces olvido lo cautivante que eres- respondió seriamente.Elizabeth se rió con tal contestación, colocando los ojos en blancos en forma exagerada.-Lo digo en serio. Fíjate lo que ha sucedido hoy. Te dejo una tarde sola y los hombres no resisten elimpulso de conocerte. Eres toda una tentación.-¡Cállate!- le pidió mordiéndose el labio con vergüenza para no reír- El Sr. Thorton es un caballero que seacercó al ver a su hija hablando con una extraña.-Perdón, mi error. Parece ser un agradable caballero por lo poco que pude conversar con él. Pero despuésde mi error con Jean Pierre, permíteme ser desconfiado hasta conocerlo mejor.-Mañana, en la cena, tendrás oportunidad de juzgar tú mismo su carácter y descubrirás que es una muy

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agradable compañía.Darcy murmuró algo por lo bajo y dio por terminada la conversación sobre el “agradable” Sr. Thorton.  Antes de ir a la habitación, Lizzie se sentó al piano con su esposo como único público. Darcy siempre laalentaba a practicar y a que tocara para él, pero Lizzie solía resistirse por temor a la comparación conGeorgiana. Darcy ignoraba que, contrario a lo que él pensaba, su mujer sí tenía ciertas inseguridades.Luego de cantar para Darcy, “Scarborough fair”, este decidió que era momento de ir a descansar. Comocasi siempre, ella demoró más que él para estar lista. Darcy la miraba cepillarse el cabello, esperándola en

la cama.-¿Te falta mucho?- preguntó impaciente con los brazos colocados detrás de su cabeza cómodamente-Ya voy- respondió acercándose mientras apagaba las velas por el camino.-¿Conoces Lyme Park? Dicen que es una de las mejores propiedades de Inglaterra- dijo Lizzie antes deesperar respuesta.-No mejor que Pemberley- contestó disgustado por la referencia.-Entonces, ¿la conoces?- volvió a preguntar cuando entraba en la cama y se metía debajo de loscobertores.-Pasé por ahí…alguna vez- respondió sin entusiasmo.-¿Qué tal es? ¿A qué se parece?-¿Podemos sacar al Sr. Thorton de nuestra cama? Realmente pensaba estar contigo a solas- dijo

sugestivamente con in sonrisa arrolladora, al tiempo que acomodaba el peso de su cuerpo sobre el de ella.-No veo a nadie más que a ti- respondió Lizzie, riéndose con picardía. Su pequeña risa fue sofocada porlos labios hambrientos de su esposo.

El día comenzó un poco más tarde de lo normal. No había horarios en Bath, la idea era no complicarsecon horarios u obligaciones y dedicarse a descansar. Desayunaron tranquilos y salieron a visitar ciertoslugares que Lizzie no conocía todavía.Llevar a William con ellos no fue una buena idea. La cintura les dolía a los dos con la demanda del niñode querer caminar. La tarea de enseñarle a dar sus primeros pasos iba adelantada y cada día progresaba unpoco más, gracias al hacer valer sus pulmones si, los que lo rodeaban, no respondían a su petición.Volvieron temprano, preparándose de forma correcta, con el tiempo de antelación necesario para llegar a

horario. Darcy era tremendamente estricto con la puntualidad y odiaba tanto llegar tarde como que lohicieran esperar.Esperaba abajo, listo para salir, cuando Elizabeth bajó las escaleras, bellísima en un vestido de seda verdeesmeralda que combinaban perfectamente con los aros que él le había obsequiado y que pertenecieron asu madre. El color le sentaba perfecto a su tonalidad de piel resaltando el brillo de sus hermosos ojososcuros.La sonrisa que le dedicó al verlo logró algo que Darcy hubiera imaginado imposible, que estuviera máshechizante. Se la devolvió con intensidad.-Espero que no te haya hecho esperar demasiado, sé lo que te disgusta la impuntualidad- dijo Elizabeth.-Mi amor, si esperarte da estos frutos, prometo no quejarme nunca más. Estás increíblemente bella.-Gracias- respondió Lizzie con un ligero sonrrojamiento en las mejillas. No se acostumbraría nunca arecibir halagos por su apariencia.Darcy caminó para acortar distancia entre ellos y le acarició el rubor en su rostro. La miró con una sonrisadivertida. Le costaba entender que ella no aceptara los cumplidos que le solía hacer.-Sé que no me crees o que piensas que exagero, pero estás muy hermosa. Espero que el Sr. Thortondisimule su reacción frente a mí cuando te vea.Elizabeth se paró de puntillas y se colgó del cuello de su esposo, obligándolo a inclinarse un poco haciaella.-Para ti, siempre estoy bonita, pero es porque me amas- le dijo burlándose de él para luego, besarlo.Darcy le devolvió el beso con más pasión de la que ella esperaba, pero no era algo de lo que pensaraquejarse.

-Sr. Darcy…- dijo jadeando- se hará tarde.Sin responderle, la ayudó con el abrigo y salieron rumbo al coche que los esperaba.

La residencia era bastante elegante y no muy lejana que la que los Darcy alquilaban en Bath.

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El mayordomo anunció a la pareja y el dueño de casa los recibió cortésmente. Tal como lo predijo Darcy,le fue difícil ocultar que había quedado sorprendido por la elegancia y belleza de Elizabeth.Las hijas del Sr. Thorton eran unas criaturas adorables, muy educadas a pesar de su corta edad. La niñeralas llevó a sus habitaciones cuando la cena fue anunciada.-Debería haberles dicho que podían traer a William. Los niños me encantan y, como padre, me cuestamucho dejarlas lejos de mí- dijo Thorton.-¡Me pasa eso con William! A menudo me encuentro pensando en qué haré cuando lo enviemos a Eton y

ese pensamiento me desespera- confesó Elizabeth caminando tomada del brazo de su esposo.Darcy se quedó mirándola con el seño fruncido, para él fue sorpresivo escuchar la preocupación deLizzie.-¡Pero para eso faltan doce años!- exclamó Thorton riéndose de la extraña preocupación de su nuevaamiga.Elizabeth se rió por su propia ridiculez, notando que Darcy no compartía su misma sonrisa.Se sentaron a esperar el primer plato y el Sr. Thorton comenzó a entablar conversación con Darcy,principalmente sobre la producción de Pemberley, por lo que Elizabeth quedó fuera de ella.-Mis disculpas, Sra. Darcy, los hombres solemos entusiasmarnos con este tipo de charlas y olvidamos queno son de interés para las damas- se disculpó Thorton caballerosamente.-Por favor, sigan, no abandonen el tema por mí- respondió Lizzie.

-No, insisto. Hablemos de algo que le interese. ¿Qué le gusta hacer?-Fundamentalmente, le gusta leer. Si tengo que buscarla en casa, seguro que está en la biblioteca- dijoDarcy, haciendo gala de conocerla mejor que nadie.-Es verdad. Siempre me gustó leer, creo que heredé ese gusto de mi padre. En mi casa podían faltar otrascosas, pero nunca los libros.-Por sus encantadores modales, jamás hubiera imaginado que alguna vez sufrió de alguna necesidad-comentó Thorton.-Siento dar una mala impresión, mi familia no es pobre, mi padre es un caballero. Es dueño de unapequeña propiedad en Hertfordshire que será heredara por un primo porque somos todas mujeres.-Eso es muy injusto, ese tipo de normativas deberían desaparecer. Las mujeres tienen el mismo derechode heredar que un hombre. Mi difunta esposa sufrió una injusticia similar. Al fallecer su padre, y siendo la

única hija que los sobrevivió, perdió su casa frente a un primo que ni siquiera tuvo la decencia deacogerla en su hogar.-Eso es terrible- dijo Lizzie compungida, comparándose en forma inconsciente, ya que ese podría habersido su futuro si Darcy no hubiera entrado en su vida.-Lo es. Pero gracias a ese infortunio, la conocí- señaló Thorton con una amarga sonrisa que delatabacuánto la extrañaba.-Me gustaría conocer la historia, si no le es muy dolorosa de contar- le pidió Elizabeth, que no deseabaverlo sufrir en sus recuerdos, a pesar que dicha frase había despertado su curiosidad.-Annie se empleó como institutriz de la hija de mi hermana. Pasé una temporada en la residencia de mihermana cuando su esposo enfermó y, nos enamoramos. Fue inevitable hacerlo. Era una mujer deextraordinaria inteligencia y no dudé en pedirle que se casara conmigo. ¡Mi hermana no me habló por unaño!- exclamó lo último como si ese hecho fuera gracioso.-¿Su familia lo desaprobó?- preguntó Lizzie.-Sí, yo lo imaginé cuando me di cuenta que la amaba. Esperaba esas reacciones, pero simplemente no meimportaron. Para mí, el poder estar con la persona que uno ama, vence todas las objeciones. Jamás pasóuna duda por mi mente.Elizabeth intentó no dedicarle una mirada, pero Darcy adivinó que estaba comparando el comienzo de surelación y se ahogó con un sorbo de vino. Tosió un poco e intentó aclarar su mente.-Pero imagino que ustedes habrán tenido que superar el mismo tipo de dificultades que nosotros- dijoThorton mirándolos y esperando una contestación.-Bueno…sí. No fue nada fácil- respondió Elizabeth observando la reacción de su esposo para saber

cuánto podía revelar.-Nuestra historia no fue nada fácil. Haciendo una síntesis, Elizabeth me odiaba y mi comportamiento noayudaba en nada.-Lo importante es que a pesar de todo, estamos juntos- señaló Lizzie cuando notó cierta culpabilidad en el

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tono de voz de Darcy.La cena terminó y fueron a una pequeña sala de estar donde prevalecían el blanco y el dorado.-Sin tener la intención, abandonamos el tema de su amor por los libros. En Lyme Park poseemos una granbiblioteca que me ocupo de aumentar en cada viaje a Londres- relató Thorton.-William también hace lo mismo. Yo viajo muy poco a Londres, me gusta mucho, pero prefiero la vidatranquila en el campo con mi familia. Mi hermana mayor vive cerca y hace poco, Georgiana, mi cuñada,se casó y ocupa una casa a unas millas.

-¿Y qué le gusta leer?- preguntó después de un rato.-De todo. No podría decidirme por un estilo en especial.-Ahora está leyendo un libro que leyó mi hermana y se lo recomendó. Tiene un estilo muy gracioso-interrumpió Darcy con una sonrisa burlona.-A mi esposo le parece literatura barata para mujeres- contestó Elizabeth.-¿Cuál es?- preguntó Thorton.-“Los misterios de Udolfo”- respondió un poco incómoda, preparándose para tener que defender susgustos literarios.-¡Lo conozco! Es muy entretenido, un tanto ridículo en ciertas partes, pero cumple la función deentretener. Además, tuve el placer de conocer a su autora en Londres. ¿Ya leyó “El idilio del bosque”?  -¡No!, ¿es mejor que “Los misterios de Udolfo”?- inquirió tan entusiasmada, que no notó que su esposo

había lanzado algo similar a un bufido.-Mucho mejor. Espero que pueda leerlo pronto.La charla siguió en ese tenor por un buen rato más y Darcy se había quedado callado por completo.Parecía que lo que dijera, hacía notar más que el Sr. Thorton era mejor que él en todo.Cuando sonó el reloj marcando cuarto para la medianoche, Elizabeth se sorprendió por lo tarde que sehabía hecho y se disculpó con el anfitrión por mantenerlo despierto hasta tan tarde.Se despidieron amablemente y le hizo prometer que les devolvería la visita en los próximos días.En el carruaje, Darcy iba callado, respondiendo con monosílabos a la mayoría de las preguntas, excepto alas que sólo se molestaba en mover la cabeza.Cuando entraron a la casa, él fue directamente hacia el dormitorio. Como todas las noches, Lizzie pasóantes por la habitación de William.

Entró ya cambiada a su pieza y casi tiene que recordarse el cerrar la boca, cuando vio a Darcy leyendo ellibro del que siempre se reía.Contuvo su lengua para no decir nada que pudiera tomar a mal. Ya había notado que no estaba de humor.Él dejó el libro en la mesa cuando ella entró a la cama.-¿Hice o dije algo incorrecto esta noche?- le preguntó Lizzie.- No…no. Estuviste encantadora. Si no estuvieras casada, el Sr. Thorton no tardaría en pedir tu mano-respondió un poco rudo al comienzo e intentando sonar cómico con la última frase.A pesar de su esfuerzo, una línea de preocupación se dibujaba entre sus cejas y la sonrisa parecía unesfuerzo falso.Elizabeth intentó pensar motivos para ese estado de ánimo. Sin duda, o el Sr. Thorton no le caía bien o loscelos estaban haciendo estragos en su mente. Conocía la naturaleza celosa de Darcy desde un principio desu relación. Él interrumpió sus pensamientos con una pregunta que la tomó por sorpresa:-¿Me has perdonado?-¿Perdonarte?…no sé de qué me estás hablando.-No, claro que no. Algo que dijo Thorton me dejó pensando. Yo no fui valiente como él, cuando me dicuenta que te amaba, lo primero que se me ocurrió fue alejarme de ti. Poner distancia y olvidarte. Ycuando al fin me hice cargo de mis sentimientos, me declaré de una forma tan arrogante que no entiendocomo no me abofeteaste.Elizabeth apoyó la mano sobre la mejilla de su esposo y lo acarició desde la frente hasta el mentón.-No hay nada que perdonar. No quiero pensar en la forma que yo también te herí. Todo lo que pasó ennuestra historia nos sirvió para cambiar y darnos cuenta que queríamos pasar nuestras vidas juntos. Déjate

de comparar con el Sr. Thorton, tú eres perfecto para mi.-¿Qué puedo hacer para merecerte?- preguntó devolviéndole la caricia.-No sé, seguro que ya se te ocurrirá algo- le respondió en forma divertida.Darcy la besó en forma suave al comienzo y con urgencia un poco después, moviendo sus labios desde su

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boca hasta su cuello, recorriendo el espacio hasta su hombro y luego subiendo hasta su oreja.-Te amo- le susurró.-Y yo a…ti- respondió Lizzie con su respiración agitada.Él volvió a capturar sus labios deteniéndose a saborear lentamente su boca. Sus grandes manos ladespojaron del camisón e hicieron lo mismo con lo suyo. Bajó recorriéndole el cuello deteniéndose por unbreve momento en sus pechos y siguió su camino hacia el abdomen que apenas insinuaba la presencia desu hijo. Se detuvo a besarlo, murmurando palabras llenas de amor.

-¿Qué…qué es lo que…haces?- preguntó carente de aire y llena de vergüenza cuando el siguiódescendiendo en la exploración de su cuerpo.-Sólo…confía…en mí- le pidió colmándola de besos.

Elizabeth no se sintió bien en las mañanas siguientes. Las náuseas y mareos habían regresado deimprovisto. Darcy insistió en que se quedara en la casa.Una mañana, él salió a caminar y a buscar una copia del periódico. Al doblar en una esquina, pudo verque el Sr. Thorton cruzaba la calle en su dirección.Se quitó el sombrero en forma cortés al saludarlo, mientras en su interior pensaba en que debería haberenviado un sirviente en busca del diario.-Buenos días, Sr. Darcy- lo saludó.

-Sr. Thorton- dijo.-Me alegra encontrarme con usted, quería saber si fueron invitados al baile organizado por los Morris.-Sí, recibimos la invitación, aunque aún no respondimos si asistiremos.-Yo tampoco, sólo pensaba aceptar si hay alguien conocido. Y ustedes son los únicos que conozco- dijoThorton.-En realidad, pensábamos ir. Pero ahora no puedo asegurarlo. Depende de la salud de Elizabeth.-¿Su esposa no se encuentra bien?- preguntó afligido por la noticia.-Nada de gravedad. Sólo los síntomas propios de su estado. Con el primer bebé pasó por lo mismo-comentó intentado ser discreto pero feliz de poder refregarle en la cara que ella llevaba en su vientre a suhijo.-¡Oh! No sabía que esperaban otro niño. Mis sinceras felicitaciones- le dijo con un tono triste al que

Darcy no sabía si relacionar con la noticia o con los malos recuerdos que algo así le podía traer.-Gracias- respondió y luego agregó- le avisaremos si vamos al baile.

Elizabeth no se hubiera perdido el baile por nada del mundo, había decidido que iría por más enferma quese sintiera. Por supuesto que mereció alguna discusión con su esposo, pero su argumentación tenía muchode verdadera. Sus náuseas y mareos eran matutinos, no nocturnos.Estaba feliz de poder estrenar el último vestido que se había hecho, especial para usarlo en Bath, ya sea enun concierto o en un baile. Lo primero no había ocurrido aún, por lo que sería utilizado esa noche. Sepeinó como sabía que le gustaba a Darcy, con el peinado en alto como la noche de Netherfield, exceptoque a las perlas, las suplantó por broches en forma de brillantes estrellas obsequio de Georgiana enNavidad. El vestido de color marfil bordado en plata y las estrellas en el cabello le otorgaban un brilloprecioso bajo la luz de los candelabros y las lámparas del salón.Toda la sociedad de Bath estaba allí, tanta gente, que el frío de la noche invernal no se notaba dentro delas salas.Darcy odiaba esas reuniones donde no conocía a nadie, por lo que casi se alegra al ver a Thorton alextremo opuesto de donde estaban.-Buenas noches, permítame decirle que usted esta radiante- le dijo besándola en la mano al saludarlos.-Muchas gracias, uno de los privilegios de mi posición social es ostentar una cantidad pecaminosa devestidos- respondió riéndose.-Veo que se encuentra mejor- le dijo Thorton a Lizzie.-Sí, lo estoy. ¿Cómo supo usted…?- preguntó y antes de terminar, Thorton respondió.

-Me encontré con su esposo las otras mañanas, ¿no se lo dijo?-Se me debe haber olvidado- dijo Darcy en un tono seco y cambiando la mirada hacia la multitud.Elizabeth, que estaba tomada de su brazo, le dio un suave y sutil codazo en las costillas al notar que secomportaba grosero. Él se giró hacia ellos nuevamente e intentó imitar una sonrisa. Era un pésimo actor.

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La música ya había comenzado a sonar y las parejas ya bailaban cuanto Thorton preguntó a Lizzie si legustaba bailar.-Cielos, ¡claro que sí!-¿Y baila usted, Sr. Darcy?-No si puedo evitarlo- respondió seriamente.-Entonces espero que no le moleste si invito a su esposa en un par de bailes. Realmente disfruto de ladanza.

Darcy deseó haberse callado o mentir. No podía decirle que no, le había dado la oportunidad perfecta paraque demostrara en otra cosa que era el mejor de los dos.Elizabeth aceptó encantada y salieron en el siguiente baile. Durante el transcurso del mismo, ella podíaver como era escrutada por la mirada atribulada de su esposo. No era fácil no verlo, ya que le llevaba casiuna cabeza de diferencia a casi todos los presentes.Intentó no parecer divertida, pero el Sr. Thorton era un excelente bailarín, que disfrutaba del mismo.Darcy bailaba muy bien, pero parecía sufrir durante ellos.Al finalizar, volvieron donde estaba él y Thorton se ofreció para traerle una bebida a Lizzie.-¿Me darás un baile o Thorton reservó todos?- preguntó en un obvio ataque de celos.-Como conozco que no es una actividad que te sea placentera, no pensé que lo desearas. Pero sabes que tededicaría todos los bailes.

Él refunfuñó por lo bajo e inclinó su cabeza para mirar el piso y tomándole la mano enguantada.Elizabeth no recordaba haber bailado tanto en mucho tiempo. Su esposo se estaba esforzando para alejarlade Thorton, bailando más de lo normal en él. Tanto que comenzaban a dolerle los pies y se alegró cuandola Sra. Morris la buscó para presentarle unas damas que era “necesario” que conociese.  Una sensación muy opuesta a la alegría se alojó en Darcy cuando quedó a solas con el Sr. Thorton.Al menos, éste era más conversador y siempre tenía un tema para sacar. Lástima que el escogido no fuedel agrado de Darcy.-Me contó su mujer que hace unos meses cayó usted en una grave enfermedad por la que casi pierde suvida. Ese es uno de los motivos para venir a los baños termales.-Sí, así es. Elizabeth suele exagerar. No creo que haya peligrado mi vida.-A menudo los seres queridos sufren más que los perjudicados.

Darcy asintió.-Debe haber sido una suerte tenerla para apoyarlo en su enfermedad y recuperación- comentó Thorton.-La verdad, es que hubiera preferido que estuviera a salvo. Más aún cuando me enteré que estabaesperando un hijo- respondió recordando las peleas que aún traía ese tema entre ellos.-Creo que usted es muy duro con ella. Yo estuve junto a mi esposa en su lecho de muerte, rezando porquese produjera un milagro y ella sobreviviera a la fiebre que se la llevó. Nada ni nadie me hubieran movidode su lado. Puede parecer egoísta, tal vez lo sea. Si no fuera por mis hijas, no sé cómo estaría viviendo.¿Usted diría que Romeo fue un egoísta por elegir morir antes de vivir sin Julieta?- preguntó pensativo,mientras daba un sorbo al ponche y le dedicaba una sonrisa a Elizabeth que caminaba en dirección deellos.Darcy le estudió el semblante y la notó cansada.-Te ves exhausta, ¿quieres que nos vayamos?-Odio reconocerlo, pero mis pies me están matando- le contestó con voz fastidiosa.-Voy a buscar los abrigos- fue la contestación. Estaba en esa tarea, cuando Thorton se acercó a buscar elsuyo.-Cuídela, no dé por sentado que la felicidad dura para siempre- le dijo después de colocarse su abrigo y,luego, salió hacia la puerta.Esa noche en su cama, mientras hacían el amor, Darcy se detuvo por un momento para mirarla a los ojos.-¿Pasa algo?- preguntó ansiosa.-Nada- negó con la cabeza. Elizabeth no le creyó ni por un momento. No sabía qué habían hablado él yThorton cuando quedaron solos, pero había afectado a Darcy. Ella lo atribuyó a los celos.

-Will…uno no elige de quien se enamora. Sólo lo hace, y lo acepta con sus defectos y virtudes. Te amo,no lo olvides nunca- y entonces lo besó, incitándole a continuar la tarea que había abandonado.

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Capítulo 47 

"Ahora me pregunto como esque he podido estar tan ciegopor primera vez miro en tus ojospor primera vez veo quien eres" For the first time, Rod Stewart.

-¡Oh, Sr. Darcy!, ella ha salido a hacer una caminata aprovechando el hermoso día. ¿No cree que haceun hermoso día?- dijo la Sra. Bennet.-Sí, eso creo- respondió secamente.-Enviaré por ella en un momento. ¡Mary! ¡Kitty!- gritó escandalosamente y en la cara de Darcy se dibujóuna mueca de desagrado.-Si usted me lo permite, la iré a buscar yo mismo- solicitó educadamente.-Por favor, Sr. Darcy, por supuesto que puede. Después de todo usted es su prometido y la fecha de laboda está puesta- respondió zalameramente su futura suegra.-Gracias. ¿Me podría indicar el rumbo que tomó?

-Sí, sí. Se dirigió por el arroyo, hacia el norte. Kitty lo acompañará.-No, no es necesario. Darcy saludó en forma cortés, se colocó el sombrero y salió en búsqueda de su prometida. Desde que Elizabeth lo había hecho merecedor de su afecto, era el hombre más feliz del mundo, por loque toleraba con paciencia a su suegra y a las hermanas menores de Lizzie.

 A veces, las dudas sobre los sentimientos de Elizabeth lo tomaban por sorpresa. Sabía que ella nunca secasaría con alguien sin amarlo, lo había dejado claro en la propuesta anterior, pero los temores solíanaparecer en su cabeza, atormentándolo.Ya hacía unas semanas que estaban comprometidos y él se había quedado en Netherfield para poder cortejarla correctamente, a pesar que sus negocios estaban solicitando su presencia en Londres. Perosentía que no podría estar separado de Elizabeth, recién estaban conociéndose mejor, descubriendo sus

verdaderos caracteres y sentimientos, que se marchara en ese momentos, podía significar un retroceso enla relación.

 Mientras caminaba en la búsqueda de su novia, el aire fresco de octubre sopló fuerte, agitando las hojasde los árboles.

 Darcy sacudió la cabeza y se dijo a sí mismo “Estúpido”. Todos los motivos que ponía para demorar suviaje no eran más que excusas para ocultar que temía que, al irse, ella se arrepintiera del compromiso.

 Aunque Lizzie parecía muy decidida, el recuerdo del rechazo tan enfático de la primera propuesta, lohacía sentirse inseguro.Entonces, la vio a lo lejos. Caminaba pensativa por el campo, sin haberlo visto aún. El cabello le caía

 por la espalda y estaba protegida de la fresca brisa por un chal floreado.Por un momento, todas las preocupaciones se borraron de su mente, y sólo se concentró en llegar hasta

ella. Lizzie sintió la presencia de alguien que se acercaba y giró para ver. Lo miró y le dedicó una sonrisa tan perfecta, que debió hacer un esfuerzo para no correr hasta ella y mantener la compostura, reprimiendolas ganas de besarla. En lugar de ello, le devolvió la sonrisa y apresuró el paso.

 Al llegar donde ella, se saludaron cortésmente, después le ofreció el brazo izquierdo para caminar  juntos.-¿Ha salido en mi búsqueda o sólo me encontró, Sr. Darcy?- le preguntó Elizabeth.-Me había prometido llamarme William cuando estuviéramos solos- le recordó mirándola con reproche.-Cierto, lo prometí. William- le dijo con cierta timidez.-Contestando su pregunta, primero fui hasta su casa. Su madre tuvo la amabilidad de dejarme venir ensu búsqueda.-Me alegra que hayas venido tú en lugar de mi hermana, así tendremos un poco de paz y tranquilidad mientras caminamos.-Elizabeth, a mi también me alegra que tengamos unos minutos solos. Necesito decirle algo.-Dime- le pidió mirándolos con los ojos bien abiertos.

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-Tengo que ir a Londres, vengo suspendiendo el viaje, pero si quiero estar libre de obligaciones para laboda, necesito ocuparme de varios asuntos ahora- descubrió que el comentario sobre el próximocasamiento la había sonrojado y no supo interpretar cuál era el motivo.-Lo entiendo. ¿Será por mucho tiempo?- y el tono de preocupación que utilizó, hizo que Darcy tuvieraque reprimir las ganas de decirle cuánto deseaba no irse nunca de su lado.-Tal vez un mes. Pero espero que sea menos.El pánico se dibujó en el rostro de Elizabeth.

-¿Un mes? Eso…eso es mucho tiempo. Apenas estarías de regreso unos días antes de la boda.  -Lo sé y lo siento. Pero estaba pensando que, si sus padres lo aprueban, podría ir a Londres con la Srta. Bennet, y comprar lo que necesiten allá. Estarían bajo el cuidado de sus tíos Gardiner y podría visitarla. Incluso, volvería a ver a mi hermana. Georgiana tiene muchos deseos de encontrarse con usted.- No lo sé. Después de lo sucedido con Lydia…no sé si mi padre accederá. -Tal vez si usas ese ingenio que he tenido el privilegio de conocer, puedas convencerlo- dijo Darcy tanserio como siempre, pero Lizzie creyó intuir por primera vez, un tono burlón en la frase.

 Lo miró, tratando de no reírse, intentando descifrar. Una pequeña sonrisa al fin lo delató.-¡Sr. Darcy! Aún no estamos casados, ¿y ya se burla de mi?- le dijo queriendo sonar ofendida, pero larisa se lo impedía.-Lo siento, no debería hacerlo. Creo que sus continuas bromas sobre mi personalidad seria y taciturna,

están provocando malos hábitos en mí- se disculpó.-Pues te prohíbo que dejes de hacerlo. Y si yo debo decirte William, al menos no me trates de usted. Megusta cuando se te olvida la formalidad y me tuteas.Caminaron callados por un rato en silencio. La mano de Lizzie, que reposaba sobre el brazo de Darcy,se había deslizado lentamente hasta llegar a la mano de él. Ninguno dijo una palabra. Darcy esperabano tener que llegar a la casa para no soltar esa cálida mano que sostenía como si fuera un tesoro en latarde de otoño.-¿Te marcharás después del baile de los Lucas?- preguntó Lizzie, y él agradeció que rompiera el hechizoen el que estaba perdido.-No, pensaba salir mañana.

 La desilusión volvió al rostro de Elizabeth. Esperaba poder asistir al baile con su prometido.

 Darcy se frenó al notar la tristeza en el rostro de ella. No podía soportar sentirse causante de su pena. A Darcy, ese dolor le producía un placer secreto que no podía reprimir. Descubrir que su Lizzie estabaapenada por no estar con él era demasiado para ocultarlo.Se paró frente a ella y, colocando su mano debajo de la barbilla, le levantó el rostro hacia él. Estabanervioso, todo su ser le pedía besarla. Quería ver en los ojos de ella una negativa que le pusiera un

 freno. Pero lo que encontró en los ojos de su amada, era ansiedad y anticipación. Sus mejillas estabansonrojadas y sus hermosos labios lo esperaban entreabiertos y expectantes. Darcy tomó una graninspiración y se alejó un paso.-Cuanto antes me vaya, antes podré volver- dijo controlando su voz, comenzando a caminar otra vez.Elizabeth no lo siguió, se quedó como congelada en el sitio, la perplejidad dibujada en su cara y sus

 pensamientos alborotados en distintas conjeturas sobre por qué no la había besado. Hizo un esfuerzo para no llorar y se obligó a caminar. No quería alimentar el orgullo de Darcy al demostrarle lo queseguramente él iba pensando, que era una muchacha vulgar por exponerse tan fácilmente.Él frenó un poco su paso para dejar que ella lo alcanzara y volvió a ofrecerle su brazo. Elizabeth loignoró, rechazando el ofrecimiento y caminando rápidamente, como si una tormenta la estuviera

 persiguiendo.-Te…te he ofendido- concluyó Darcy. Elizabeth no respondió, necesitaba un poco más de silencio paracontrolarse.-Lo siento, no debí tomarme ese atrevimiento- Darcy intentó en vano una disculpa.-No lo sienta. Es evidente con su comportamiento, que aún no soy lo suficientemente bonita como paratentarlo- dijo llena de sarcasmo.

Esta vez, Darcy fue quien se quedó perplejo y sin poder caminar. Ella lo sabía, lo había escuchado esanoche cuando la conoció. Pero no era su primera inquietud.-Srta. Elizabeth…Elizabeth…- la llamó para que se frenara. En unos pocos largos pasos, logró tomarla

 por la mano.

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-Lizzie- se atrevió a decirle. Ella se detuvo y lo enfrentó, con la mirada más orgullosa que pudo sacar.-¿Qué desea, Sr. Darcy?- preguntó llena de frialdad fingida ya que en su interior, su corazón palpitaba

 fuertemente y la sangre fluía agitadamente en sus venas.- Pensé…pensé que estabas enojada por mi falta de d ecoro al intentar besarte- le dijo confundido.-¡Pues eso ya no tiene importancia!- exclamó inmediatamente, con las mejillas encendidas de vergüenza.En un rápido movimiento, los labios de su prometido se apoyaron sobre los suyos, acomodándose a su

 forma inmediatamente. A Darcy, la calidez y dulzura de la boca de Lizzie, lo hizo perder el control,

tomándola por la nuca y la cintura, para atraerla más hacia él.Elizabeth se dejó atraer, no tenía control sobre lo que sentía. Quería disfrutar de cada segundo quedurara su primer beso. Ni en sueños hubiera podido imaginar que un beso podía ser así. La boca de

 Darcy se unía a la de ella insistentemente y llena de pasión, haciéndole complicada la tarea de respirar. No supo lo que duró, pero tan sorpresivo como comenzó, fue también su liberación. Darcy separó su rostro, con sus manos todavía aferradas a ella. Con los ojos cerrados, se acercó una vezmás para besarla muy suave en los labios y luego se alejó un poco. Recién entonces, Lizzie notó que susbrazos lo tenían rodeado del cuello de una forma totalmente carente de propiedad. Lo soltóinmediatamente y su bochorno se incrementó al ver que Darcy se agachaba a buscar su sombrero que enalgún momento ella habría tirado al suelo.

 Los dos presentaban un aspecto de lo más revelador. Tenían las caras llena de color, los ojos brillantes y

sonrisas tontas.Volvieron a caminar, en forma lenta, para tranquilizar sus respiraciones y recobrar la compostura.- La noche del baile…no sabía que me habías escuchado. -¡Lo siento!, no debí mencionarlo- lo interrumpió.-Déjame terminar- le dijo posando sus dedos sobre los labios de Elizabeth- Me torturará saber que meescuchaste decir eso. Lo siento, fui un completo idiota. Nunca dudes de lo que siento por ti, promételo.-Lo haré- prometió Lizzie.-Volvamos a tu casa antes que nos obliguen a adelantar la boda- comentó Darcy mientras pensaba queno había algo que deseara más. 

Elizabeth entró corriendo a la pequeña sala con William en brazos, interrumpiendo sus recuerdos.

-¡Tienes que ver esto!- gritó emocionada.-¿Pasa algo malo?- preguntó preocupado.-Agáchate aquí- le indicó señalándole un lugar, luego caminó para alejarse de él unos pasos.Darcy la miraba desconcertado. Elizabeth le indicó con una seña que se agachara. Obedeció al fin. Ellaapoyó a William en el suelo, sosteniéndolo apenas.-Ve con papá- le instó, soltándolo. El pequeño dio unos pasitos tambaleantes para terminar arrojándose alos brazos de su padre que lo observaba entre temeroso y admirado.Cuando estuvo seguro en sus brazos, Darcy levantó al niño festejando su nuevo logro. William estabaencantado con tanta celebración de sus padres y se sumó a los aplausos de su madre.A Elizabeth le cayeron unas lágrimas involuntarias por el rostro.-Estoy bien. Estoy bien- dijo cuando vio que su esposo lo había notado- Sabes que el embarazo me ponesensible.Darcy caminó hasta ella y con su brazo libre, la abrazó besándola en encima de su cabeza.-A mi también me cuesta creer lo grande que está- murmuró contra su frente.Esa misma semana, el pequeño cumplió su primer año. Si hubiera sido decisión de su padre, se tendríanque haber ido a Pemberley y festejarlo a lo grande. Pero Lizzie estaba feliz de estar en Bath y él hacía loque fuera por verla contenta.-Will- dijo Elizabeth, cuando la niñera había llevado al niño para su baño y ella se dedicaba a bordar elajuar de su futuro hijo.-¿Sí?- preguntó absorto en una carta de su primo, el Coronel.-Invité al Sr. Thorton y a sus niñas a que vengan a felicitar a William. Vendrán para la hora del té y

pensaba invitarlo a cenar. Le debemos la cena que prometimos- anunció dejando de mirar lo que estabahaciendo para poder observar la reacción de su marido.-Creí que querías que estuviéramos solos- dijo sin quitar la vista de la carta, intentando parecerindiferente.

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-Sí. Pero a William le gusta la compañía de Marianne. Sabes que es raro que se muestre tan sociable conpersonas ajenas a la familia. ¡Vaya a saber a quién habrá salido!- agregó irónicamente.-Ja ja ja- dijo Darcy simulando una risa.-Entonces, ¿te comportarás si el Sr. Thorton acepta la invitación?-Por supuesto- respondió fríamente.Elizabeth se levantó del sitio donde estaba, dejando su trabajo a un lado. Caminó hasta donde su esposo yse paró frente a él. Le quitó la carta de la mano escondiéndola detrás de su espalda.

-Prometes no ponerte irracionalmente celoso.-Pensé que te gustaban mis celos- respondió desafiante tirando de ella para que sentara sobre su falda.-Es que te pones encantadoramente atento a mis necesidades- respondió ella.-Entonces, la invitación a Thorton tiene un doble significado. Me estás queriendo advertir que te tengodescuidada- cuestionó besándola en el cuello.Lizzie puso los ojos en blanco y se mordió el labio. Le acarició el cabello lacio, perdiendo sus dedos enél. Mientras su marido la besaba alternando el lugar.-Sabes que me cuidas bien. Demasiado bien- le dijo bromeando. La puerta interrumpió su juego.Una criada entró un tanto incómoda al notar el cuadro y anunció que el Sr. Thorton esperaba con sushijas.Elizabeth se levantó y también lo hizo Darcy. Poco después, el invitado entraba con su niñera y sus

pequeñas hijas.-Buenas tardes, es una gran alegría que hayan venido- los saludó Lizzie alegremente.Los hombres se saludaron caballerosamente. Luego Darcy se inclinó para besar la manito de Marianne.-Srta. Thorton, un gusto volver a verla- le dijo y la pequeña se rió ruborizando sus preciosas mejillas.-Le traje un presente a William- anunció con timidez.-Seguro que le gustará- le agradeció Darcy.La niñera trajo al cumpleañero que no ocultó su felicidad al ver a la niña. Los tres pequeños fueron a

 jugar cerca de la chimenea, mientras los mayores disfrutaban del té y una agradable conversación.Darcy se comportó maravilloso, educado y cortés. Cuando Thorton anunció que era hora de marcharse,éste se encargó de invitarlo, adelantándose a Lizzie que lo miró llena de admiración.Ante la negativa del caballero por no querer importunar, Darcy insistió, recordándole que le debían una

cena. Finalmente, accedió y sólo las niñas se fueron.La cena fue tranquila y, cuando fue la hora de dormir de William, los dejó a solas para poder darle lasbuenas noches.Los caballeros disfrutaban de un buen brandy en silencio. La noche estaba fría y en la chimeneacrepitaban los leños.-Supongo que pronto partirán a Derbyshire- comentó Thorton.-Sí, ya estoy recuperado y debemos volver para el matrimonio de una de las hermanas menores deElizabeth.-Y dígame, ¿sus hermanas son tan brillantes como lo es su esposa?- preguntó intigrado, pensando que talvez tendría que darse una vuelta por la zona.Darcy se sonrió al pensar lo diferente que era ella de sus hermanas. Pero a la vez, la idea de emparejar alSr. Thorton con Mary no le pareció tan descabellada, tal vez los celos desaparecerían.-Elizabeth es especial, no creo que ninguna se le parezca. Sólo tiene una hermana sin comprometerse,Mary. Es un año menor que Lizzie, pero sin que me escuche mi esposa, no es ni la mitad de interesanteque ella- concluyó amargamente, pensando que Thorton y Mary eran una pareja imposible.-Es una lástima- comentó Thorton un tanto desilusionado.-Usted debería buscar una esposa, pero no le recomiendo que sea una Bennet. Las mejores ya fuerontomadas- le dijo en broma.-Pues es una lástima. No sabe lo difícil que es conseguir una buena esposa, que sea compatible, leal y fiel.-Lo sé. Tardé 28 años en dar con ella- respondió mirando en dirección de la puerta al oír a su esposaregresar.

-Bueno, se ha dormido. ¿Hablaban de caballos o cricket?- preguntó en tono burlón.-Ninguna de las dos. Hablábamos de esposas- respondió Darcy- Pensaba en presentarle a Mary a Thorton.Los dos caballeros contuvieron la risa al notar la expresión de pánico que puso Elizabeth con talperspectiva. Darcy se apiadó de ella.

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-Era una broma, no castigaría a nadie de esa forma. No soy tan cruel.Todos se rieron del comentario y Lizzie respiró aliviada.Cuando Thorton se fue y subieron a su recámara, Elizabeth no dejaba de mirarlo maravillada.-Estoy muy orgullosa de ti. Te has portado demasiado bien.-Cumplí mi promesa- respondió pagado de sí mismo- Además ya he aceptado que el Sr. Thorton no tienedefectos y que es mejor hombre que yo. Pero a pesar de ello, tengo algo que nunca tendrá.-¿Pemberley?- preguntó subiéndose sobre él y haciéndose la graciosa porque bien sabía a qué hacía

referencia.-Usted, Sra. Darcy- le respondió besándola con fervor.-Will, eres perfecto para mí- dijo devolviéndole el beso.La ropa comenzó a desaparecer y a ser arrojada lejos mientras los besos crecían en intensidad.-No puedo ser perfecto para ti cuando discutimos hasta en nuestro primer beso- le respondió.-Lo eres. ¿Cómo puedo hacerte entender cuánto te amo?- inhaló profundamente antes de seguir- Amo quemi felicidad y la de William sea tu prioridad. Me enloquece que seas celoso aún cuando yo no puedaquitarte los ojos de encima. Me encanta que después de dos años juntos, aún me mires como si fuera laprimera vez cada vez que despiertas. Amo sentirte en mi cama cada noche, el saber que con sólo estirarmi mano en la oscuridad, tú estarás ahí. Me gusta poder encontrar en nuestro bebé tantos rasgos similaresa ti. Todos los días no puedo más que agradecerle a Dios por el privilegio de conocerte como te conozco

yo.-Lizzie…te quiero. Darcy la volteó, colocándola debajo de cuerpo. Se quedó mirándola por un momento antes de volver abesarla. Lizzie se aferró de sus anchos hombros y recorrió su espalda lentamente.-Esto…también lo amo- agregó.

Capítulo 48 

"POR TI SERÉ MEJOR DE LO QUE SOY" Il Divo.

“Mi querida Lizzie: 

Creo que Kitty es la criatura más feliz del mundo, desde que recibió la propuesta de casamiento del jovenBarton, no hace más que reír. No es que dude que esté enamorada, pero sospecho que, en el fondo, partede su felicidad se debe a casarse antes que Mary.Me has preguntado cómo van los planes de la boda y puedo asegurarte que está todo organizado y no esnecesario que vuelvas antes desde Bath, aunque conociendo tu terquedad, no servirán de mucho mispalabras.Deseo que estén gozando de buena salud. Charles ha estado resfriado y se lo contagió a Beth. Espero que

sigas disfrutando de las cosas tan interesantes que me contaste en tu carta y, Lizzie, deja de hacer sufrir atu esposo con el Sr. Thorton. Recuerda lo mal que te sentiste tú culpa de Caroline.Cuídate mucho. Nos vemos pronto.Jane.” 

Elizabeth terminó de leer la carta de su hermana y salió el dormitorio en búsqueda de su marido paracontarle las novedades. Entró en la pequeña biblioteca de la residencia alquilada en Bath para encontrarsea su esposo totalmente concentrado en la escritura de una carta.Se paró cerca de él al notar que no se percataba de su presencia.-Sr. Darcy, lo veo muy preocupado. Espero que no esté escribiendo sobre negocios, sabe que estánprohibidos- dijo retándolo y sentándose cerca de la pequeña mesa que servía de escritorio.-Te aseguro, Lizzie, que no son negocios lo que me tienen preocupado- respondió sin levantar la vistamientras cargaba la pluma de tinta y terminaba de firmar la carta.Ella se quedó mirándolo con intriga y nerviosismo.-¿Sucedió algo malo?- preguntó al tiempo que él sellaba la carta.

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-Me temo que sí- respondió, mostrándole el diario que estaba sobre la mesa.Elizabeth leyó rápidamente el titular, llevándose la mano a la boca en un gesto instintivo de sorpresa einquietud. Napoleón acababa de escapar de la isla de Elba. Esto sólo anticipaba una nueva disputa.-¿Le escribes a Richard?- preguntó casi sin necesitar respuesta de parte de él.-Sí, por más que pidió su baja, si el conflicto se agrava, le pedirán que se aliste nuevamente.-Confiemos en que no se llegará a la lucha- le dijo acercándose a él para apoyar su mentón sobre lacabeza de Darcy.

-Eso espero. Conoces que mi mayor temor sobre el matrimonio de Georgiana siempre fue este.-Cariño, Georgie estará bien, es una mujer y sabía qué podía esperar de la profesión de Richard. Además,no es seguro que lo vayan a llamar- dijo en intento de apaciguar los temores de Darcy, besándolo en lafrente.Darcy se dejó consolar y, por un largo rato, sólo estuvieron así. La mejilla de él sobre el vientre abultadode Lizzie, sus brazos rodeándola y ella acariciándole los cabellos.-Discúlpame, no te pregunté qué venías a decirme- le dijo levantando el rostro y mirando hacia arriba.-Nada importante, sólo noticias de Jane. Quieres volver a casa, ¿verdad?- le preguntó procurando adivinarlo que querría su esposo.-Tal vez no sea nada…- comenzó a decir y abandonó la frase a la mitad.-…pero estarás más tranquilo si estás cerca de Georgiana- finalizó ella la oración que había dejado

inconclusa.Darcy asintió.-Prometo que nos vamos después que te lleve al recital que querías ir. No te lo negaré sabiendo lo muchoque te gustaría asistir.-Está bien. No tienes que esperar, podemos irnos cuando te guste. He tenido suficiente de Bath…por esteaño- agregó, corriéndole el pelo de los ojos.-Noté que has disfrutado de los placeres de Bath, supongo que tendré que traerte seguido.-No muy seguido, tal vez una o dos veces al año- le respondió con una sonrisa.Darcy se levantó de la silla y la tomó del mentón para besarla.-Nos iremos después del concierto. No tengo intenciones de llegar a Pemberley antes de la carta queacabo de escribir.

El viaje a Londres fue cansador, pero hasta para Jane fue difícil de esconder la excitación. Su padrehabía accedido a que viajaran a la ciudad para comprar sus ajuares, pero con la compañía de su madre.

 Algún precio deberían pagar por tanta alegría recibida.El Sr. Bingley las llevó en su carruaje sin poder dejar de mostrar la felicidad que le provocaba poder viajar con su prometida y cortejarla en la ciudad. El carácter bondadoso de Charles le impedía darsecuenta que para sus hermanas era un verdadero fastidio toda la situación.-¡Oh, querido Sr. Bingley, estamos llegando!- exclamó la Sra. Bennet más alterada que las jóvenes alcomenzar a transitar las callejuelas de Londres.Pronto llegaron a la casona de Gracechurch donde los Gardiner los esperaban con el té preparado.

 Las muchachas subieron a cambiar sus ropas de viaje y Charles se disculpó por no quedarse más tiempo, prometiendo regresar para la cena con su amigo Darcy.-Jane, debo confesarte que estoy muy nerviosa- dijo Lizzie cuando se preparaban para la cena.-¿Por qué?- preguntó extrañada.- Por ver a Wi…Al Sr. Darcy- respondió ruborizándose un poco. Su hermana la miró sin comprenderla.-Desde que te comprometiste, no ha pasado más de un día sin que hayas visto a Charles. Yo llevosemanas sin verlo. ¿Y si conoció alguna dama de sociedad, más bella y rica? Pudo haber cambiando deopinión y entonces… -¡Basta, Lizzie! Realmente debes estar muy enamorada del Sr. Darcy- la interrumpió riéndose- Es laúnica forma que me explica que te comportes tan irracionalmente. Si no he calculado mal, en estas dossemanas, has recibido unas diez cartas de tu prometido, creo que es una clara forma de demostrar que

no dejó pensar en ti.Elizabeth sonrió, sabía que la amaba, se lo dejaba traslucir en las palabras de cada carta que le habíaescrito. Aún así, el saber que su tía se oponía, que ella no poseía fortuna alguna ni la educación que seesperaba para una señora de la posición de Darcy, hacía aflorar sus temores.

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-Jane, ¿te gustaría que Charles te besara?El rostro de su hermana mayor se llenó de color y los ojos se le abrieron como platos.-Lizzie, ¿por qué me preguntas eso?-Sólo es curiosidad.- Bueno, yo…Me parece…- comenzó a balbucear tímidamente.-Jane- la miró con severidad al notar el nerviosismo.- Está bien, sí…me gustaría. Los otros días, cuando fuiste a ver libros a la biblioteca y nos dejaste solos,

 pensé que lo haría. Estuvo tan cerca.-Es que los dos demasiado tímidos- reflexionó Elizabeth en voz alta.- Lizzie…¿el Sr. Darcy…y tú? -¡Oh, Jane! ¡Sí!- exclamó con una gran sonrisa.-¿Cuándo? ¿Dónde?- preguntó incrédula.-El día antes que se marchara. Cerca del arroyo, fue a buscarme y sucedió. ¡Fue perfecto! Tan perfectoque ahora no puedo pensar en otra cosa.-¡Lizzie!- exclamó en forma de reproche.-Eso demuestra que nunca seré una dama. Lo único que pienso es que esta noche lo veré y todo el tiempoestaré deseando que me bese.

 La Sra. Bennet irrumpió en la habitación con sus nervios alterados.

-¡Niñas, todavía no están listas y sus novios ya están aquí! Es de muy mala educación que no hayanbajado. El Sr. Darcy hace quince minutos que espera.-¡Mamá! ¿Por qué no me avisaste?- preguntó Lizzie con reproche.-Porque llegó demasiado temprano, no es de buena educación ni llegar temprano ni llegar tarde.Elizabeth terminó de acomodar rápidamente su último mechón de pelo y bajó lo más decorosamente que

 podía. El corazón le latía alborotadamente y las manos le sudaban al entrar al salón. Darcy estaba parado de espaldas a ella, con una mano apoyada sobre el alféizar de la ventana y la otraen su espalda, observando hacia la calle.-Srta. Elizabeth- saludó Charles- Se la nota más descansada.-Gracias, Charles- respondió Lizzie mirando en dirección de su prometido, que cuando escuchó elsaludo, giró para verla.

Se acercó donde ella y la saludó con una reverencia.-Srta. Elizabeth, es un gusto volver a verla. Me alegra que esté bien- la saludó con una pequeña sonrisa.-Gracias, Sr. Darcy. Espero que usted y su hermana estén bien.-Lo estamos- respondió intentando controlar su necesidad de poder tocarla.Para Lizzie no fue fácil esa noche, pasó su tiempo tratando de ver señales en cada gesto o conversaciónde Darcy. Pero fue tan inútil y frustrante. Cuando ya no creía poder tener unas palabras con él a solas,se acercó al piano para ayudarla con la partitura.-Srta. Elizabeth, me preguntaba si no sería muy inconveniente, que usted viniera a tomar el té con mihermana.-No sería inconveniente alguno, me encantará poder volver a ver a Georgiana- respondió con gentileza,interpretando que Darcy tendría las misma ganas de disfrutar tiempo con ella.

 A la tarde siguiente, después de una mañana de intensas compras, Elizabeth insistió en caminar hasta lacasa de su prometido. Cuando llegó a la dirección indicada, los latidos de su corazón volvieron a ser irregulares al percatarse que esa magnífica casa, pronto estaría bajo su cuidado. No se creyó con

 fuerzas para golpear la puerta de doble hoja, cuando escuchó unos suaves golpecitos en el vidrio de lasegunda ventana de la izquierda. Georgiana la saludaba con gran entusiasmo y poco después, Darcy seasomaba detrás de ella.

 No fue necesario que golpeara, unos segundo más tarde, cuando aún intentaba controlar su respiración,una criada la recibía, tomando su sombrero y su abrigo, a la vez que otro sirviente, la conducía hacia laizquierda, a la sala donde la esperaban los hermanos.Pasó una gran tarde, conversando con Georgiana sobre los preparativos de la boda. La presencia de la

 jovencita ayudaba a que no resultara incómodo hablar de ello frente a Darcy. Cuando creyó que no podía ser más hermosa la jornada, Georgiana se excusó para buscar un libro que quería prestarle, y losdejó solos.-Tal vez te gustaría conocer la casa- dijo en tono de pregunta para romper el silencio que le siguió a la

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salida de la muchacha.-Sería muy agradable- respondió tomándole el brazo que ofrecía.Caminaron por los corredores y Darcy se encargó de mostrarle cada rincón de su hogar. Al llegar a unoscuro salón decorado en rojo, él le indicó un sillón para que se sentara. Él se sentó junto a ella y buscóun pequeño objeto del bolsillo de su chaleco. Lizzie lo miraba llena de curiosidad.-Elizabeth. Lizzie- se corrigió- Cuando llegué a Londres, me puse a pensar que no tienes un anillo decompromiso.

-William, no tiene importancia- intentó decirle.-Sí, claro que la tiene- aseguró, al tiempo que abría una pequeña cajita y exhibía un precioso anillo deoro, con un zafiro de forma ovalada en el centro, rodeado de pequeños diamantes.Elizabeth quedó enmudecida ante la belleza de la joya.

 Darcy sacó el anillo fuera de su estuche con sus largos dedos un poco temblorosos y buscó la frágilmano de Lizzie.-Sé que no es el típico anillo de compromiso, pero perteneció a mi madre. Ella a menudo me decía que el

 zafiro significa el cielo, el destino y la esperanza. Y yo tengo la esperanza que sea nuestro destino que lolleves siempre en tu mano- le dijo mientras se lo colocaba en el dedo anular.

 Lizzie descubrió llena de vergüenza, que tenía lágrimas cayéndole de los ojos.-Es precioso. Es demasiado.

-Nada es demasiado para demostrar lo que siento por ti- le respondió secándole las lágrimas con susdedos.Elizabeth quedó paralizada ante el contacto de sus manos contra su piel y por un breve momento, dejó derespirar cuando notó el cálido aliento de Darcy contra la piel de sus mejillas, las que besabatiernamente. Lizzie giró su cara en forma deliberada para que sus labios fueran atrapados por los de sunovio. El beso fue una mezcla de sensaciones, ansias, felicidad y deseo.Poco después, Darcy insistió en llevarla a casa de sus tíos. Los Gardiner se habían hecho buenos amigosde él después de la visita a Pemberley y tenían la costumbre de recibirlo en su casa desde la época de ladesaparición de Lydia, por lo que mientras Lizzie estuvo en Londres, no pasó una noche sin cenar conellos.-Mary, ¿sabías que Jane y Elizabeth están invitadas al baile de los Hurst?- comentó la Sra. Bennet.

-Creo que ya me lo habías dicho- repuso la señora, pensando que era la quinta vez que su hermana se lorecordaba.-Espero que los adorables vestidos que se hicieron en Meryton sean los suficientemente hermosos para lasociedad londinense. Si no, tendré que sugerirles a sus novios que podrían regalarles algunos. ¿Ha vistousted el anillo exagerado que le entregó el Sr. Darcy? Prefiero el simple anillo de un diamante que tiene

 Jane, es menos ostentoso- parloteaba sin frenar para respirar, ante el claro disgusto de todos los presentes. A Lizzie le preocupaba el trato despreciativo con el que solía hablar de Darcy, pero también latranquilizaba, que rara vez se atrevía a usarlo frente a él.

 La noche del baile, Elizabeth estrenó un vestido azul de seda, con encaje de adorno y mangasabullonadas. Hasta ese momento, era el vestido más costoso que utilizaba y no podía ocultar su alegríaal notar que la elección del color combinaba con su nuevo anillo.

 Las dos parejas compartieron coche y fueron acompañadas por la Sra. Bennet que debía custodiar lareputación de sus hijas mayores.

 Louisa Hurst y su esposo, los recibieron con simulada cortesía. Caroline estaba allí y se comportóexageradamente amable con Jane. Desde que Charles se había enterado del plan para separarlos,intentaba interpretar el papel de “hermana” perfecta, preocupándose porque Jane estuviera cómoda.Elizabeth no tenía la misma suerte, los comentarios irónicos y ofensivos para con ella, continuaban, perose cuidaba de decirlos frente a Darcy.-Srta. Elizabeth, que vestido tan bonito al estilo típico del campo- le dijo en tono de cumplido pero con laintención clara de burla y menosprecio.

-Tal vez es demasiado sencillo para la ciudad, pero me complace que haga juego con mi anillo decompromiso- respondió haciendo gala del zafiro que la acompañaba en su dedo anular. Creía que ese pequeño gesto sería suficiente para tener sus comentarios hirientes alejados de ella por el resto de lanoche. Pero se equivocaba.

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 La gran lucidez de Lizzie notó que Darcy había pasado escaso tiempo con ella durante la velada. Lainvitó a dos danzas y conversó un rato con Jane, ella y Bingley. El resto de la noche, estuvo enconversación con distintas personas y no la presentó a nadie en especial.-Imagino que Darcy ya la presentó a Lord Warburton. Un excelente caballero, fue compañero suyo enEton y es de sus amigos más cercanos- comentó Caroline en su habitual tono mordaz.-No, no lo hizo- respondió intentando ocultar su disgusto.-Bueno, no es nada. Supongo que lo hará en otra oportunidad. Lady Catherine está en la ciudad, me

enteré que no lo ha invitado ni una vez a visitarla. Seguramente está enfurecida por haberladesobedecido y para esta altura toda la buena sociedad conoce su descontento- agregó, sabedora queestaba tocando un punto débil en la muchacha.-No sabía que se encontraba en la ciudad.-¿No se lo ha dicho? ¡Ups! Lamento ser tan indiscreta.-Discúlpeme, Srta. Bingley, creo que mi hermana me está llamando- le contestó alejándose de ella.-¿Qué sucede Lizzie?- preguntó Jane cuando la vio con el semblante perturbado aún por las palabras deCaroline.-Nada, olvídalo- respondió intentando fingir una sonrisa.-Srta. Elizabeth, ¿puedo tener el gusto de presentarle a mi primo, Thomas Bingley?- interrumpió Charlescon un muchacho de unos 23 años que tenía el “sello” Bingley en el cabello.  

El joven inmediatamente comenzó a platicar de forma continua y amena, recordándole a Elizabeth elcarácter amable de Charles. Por un momento, olvidó los insidiosos comentarios de Caroline, perotambién notó la diferencia entre Charles y Darcy. El primero estaba feliz de poder introducir a su noviaa todos sus allegados. Darcy se había mantenido lejos de ella y parecía avergonzado de su presencia.-¿Quiere?- preguntó el muchacho interrumpiendo sus dolorosos pensamientos.-¿Si quiero qué?- preguntó avergonzada.-Reservarme el próximo baile.

 Antes de responderle, miró en dirección de su prometido, preguntándose por un momento, si seríacorrecto. Lo vio en un círculo de hombres que fumaban y discutían acaloradamente, mientras él laobservaba de reojo, imperturbable.-Será un placer- respondió Lizzie al notar que él volvía la vista en otra dirección como si ella no

estuviera allí. Bailaron una danza escocesa y le hizo reservar otra. La introdujo a un amigo de Oxford con el cual bailóla siguiente danza.

 La sala de los Hurst no era demasiado grande y había unas 35 personas invitadas, el calor y la falta deaire se hacían sentir. Elizabeth se disculpó con sus nuevos conocidos y pidió a Jane, que conocía mejor la casa, que la llevara a un lugar donde pudiera recobrarse. Pasaron cerca de Darcy, que las siguió conla mirada un tanto preocupado.-¿Seguro que estás bien?- preguntó Jane.-Creo que sí, Jane. Pero debo hacer algo que me dolerá toda la vida.-¿Qué pasa, Lizzie?- preguntó Jane, que se calló al ver que Darcy entraba a la pequeña salita aireada.-Srta. Bennet, ¿sucede algo malo con Elizabeth?- le preguntó acercándose.-Jane, déjanos solos por favor- dijo Lizzie. Jane accedió un poco angustiada por la expresión de suhermanita.-Sr. Darcy, me alegra tener este momento a solas. No es el lugar más apropiado ni tampoco el mejor momento. Pero es lo correcto- dijo solemnemente.-¿A qué se refiere?- preguntó.-Creo que es mi deber devolverle el anillo que tan gentilmente me otorgó y desobligarlo de sucompromiso. Está claro que no es un vínculo de cual usted esté orgulloso y que sólo le traerá problemas-dijo, haciendo un gran esfuerzo por sonar controlada y sin dolor.-¡Lizzie, no digas eso!- exclamó ofendido- No quiero que me devuelvas nada ni que me liberes de nada.

 No sé de qué te ha llevado a pensar en eso.

-Está muy claro que me ha evitado toda la noche, no me ha presentado a nadie, ni disfruta de micompañía.-¡Porque no hay nadie que merezca la pena presentarte! Además, te las has arreglado más que bien paraconocer a ciertos caballeros- le reprochó lleno de celos, acercándose hasta casi no dejar espacio entre

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ellos.-¡Esos caballeros no se avergüenzan de conocerme!Entonces, la besó, tan apasionadamente como se permitió hacerlo.-No me avergüenzo, sólo busco protegerte de gente que conozco y que no merece tener el placer de tucompañía- le dijo al soltarla.-Tenemos que volver, le concedí al primo de Charles el siguiente baile- dijo Lizzie luchando paratranquilizar a su corazón que saltaba dentro de su pecho en forma incontrolada.

-Está bien, pero no prometas más. Ver que otro tiene el gusto de tomar tu mano me está enloqueciendo-gruñó- Y deja ese anillo donde corresponde. Mostrándoles a todos que, dentro de dos semanas, serásmía- dijo besándole la mano. 

La noche del concierto en Bath, los hombres no tenían otro tema que Napoleón. Prácticamente hubo queempujarlos dentro de la sala donde interpretarían a Beethoven. En el breve intervalo, Elizabethconversaba con otras damas que había tenido el gusto de conocer en su estadía cuando vio al extremo delsalón que el Sr. Thorton la saludaba cortésmente. Le devolvió el saludo y entonces, éste se acercó.-Buenas noches, Sra. Darcy.-Buenas noches, Sr. Thorton.-¿Será mucho pedir que me llame Matthew antes que se marchen de Bath?- preguntó en forma galante.

-Pues entonces tendré que empezar hoy para complacerlo, me temo que nos iremos pronto.-Sí, me encontré con su esposo, hablamos brevemente.Elizabeth sonrió, su esposo siempre era breve en sus conversaciones, y ese defecto se incrementabacuando estaba enojado o celoso.El intervalo se terminaba cuando el Thorton ofreció su brazo para escoltarla hasta su lugar.-Entonces, creo que será nuestra despedida. Realmente espero volver a verlos- dijo sinceramente Thorton.-Será un gusto recibirlo en Pemberley- dijo Darcy, que llegó sorpresivamente hasta ellos y ofrecía subrazo para Elizabeth.Thorton inclinó su cabeza en forma de saludó y se dirigió a su asiento.-Eso fue bastante mal educado- lo retó Lizzie- Estaba despidiéndose.-Creí ser cortés al invitarlo- respondió en tono de inocencia.

-Siempre tan gentil con los caballeros que se muestran amables. Desde Thomas Bingley.-Cielo, en realidad, desde Wickham- le susurró cerca del oído con su voz grave, mientras la músicacomenzaba a sonar.

Capítulo 49 

"Aun con celos se que me protegías y seQue aun cansada tu sonrisa no se marcharía" El regalo más grande, Tiziano Ferro.

-Despierta, Lizzie- le susurró Darcy a su esposa que dormía sobre su hombro.Ella abrió los ojos confundida. Cuando se enderezó, notó que le dolía el cuerpo por la incómoda posicióndentro del carruaje.-¿Dónde estamos?- preguntó frotándose el cuello.-Estamos en Coventry. Pasaremos la noche acá- respondió Darcy que se quedó mirándola con el señofruncido.-Estoy bien. Quita esa cara- le dijo sin necesidad de preguntarle los pensamientos que lo preocupaban.-Deberíamos parar más seguido. Te ves cansada y un poco pálida.-Cuando haya estirado las piernas y comido algo, mi cara cambiará- contestó apoyando su mano en lamejilla de su esposo. Darcy le sonrió. La hubiera besado si en enfrente no habría estado la niñera con

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William acostado sobre el cómodo asiento de cuero y la cabecita apoyada sobre el regazo de la amableseñora.Afuera estaba oscureciendo en una fría tarde invernal. Bajaron en la posada Godiva, donde Darcy solíahospedarse cuando pasaba por allí. Ordenó baños y comida en la habitación. No pensaba en bajar alcomedor.Mientras el se bañaba en una de las habitaciones, Elizabeth lo hacía con el niño en la otra. Comogeneralmente sucedía, él terminó mucho antes que ella.

-Elizabeth, han traído la comida- anunció, golpeando la puerta con delicadeza.-Enseguida voy- respondió su mujer. Él frunció la nariz, conociendo a Lizzie, todavía estaba en el agua.Se sentó a esperarla en la pequeña mesa servida junto al fuego del dormitorio, mientras mordisqueaba unpoco de pan.Elizabeth entró con el cabello suelo y su ropa de cama. Tenía una larga bata blanca bordada anudadadebajo del busto, marcando notablemente su vientre de cuatro meses.-Perdona el retraso- dijo besándolo en la cabeza y se sentó en la mesa preparándose para comer.-¿Te sientes mejor?-Mucho, el baño me hizo muy bien. Sentía todos los músculos agarrotados.-Creo que será más conveniente para tu estado que frenemos más a menudo. No apurarnos tanto enregresar.

-Mi estado y yo, estamos perfectamente bien. No es necesario que vayamos más lento.Darcy la miró sacudiendo la cabeza en reprobación y una pequeña sonrisa en los labios mientrasdegustaba la sopa.-Quieres que nos quedemos un día en Coventry, podrías satisfacer tus instintos curiosos visitando ciertoslugares.-No busques tentarme- respondió arrugando la nariz y voz amenazante. Darcy se rió.-Lo volveremos a conversar en la mañana, cuando estés descansada.-De lo que me gustaría conversar es sobre el sugestivo nombre de la posada. ¡Lady Godiva! Mientras mebañaba, pensaba en pasear desnuda a caballo por la plaza central de la ciudad- comentó divertida.Darcy se rió en una fuerte y sonora carcajada.-¿Acaso no te preocupa ni un poco?- le dijo simulando ofensa.

-A decir verdad, no me preocupa ni un poco. Bien conozco tu aversión a los caballos- respondió con airesde conocedor.Elizabeth se mordió el labio inferior. Tenía razón, su temor a los caballos era conocido por su esposo.-¿Algún día me contarás de dónde viene ese temor? ¿O tendré que pedirle a la discreta de tu madre?-preguntó burlándose de ella.-¡Fitzwilliam James Darcy!- lo retó en medio de una risa. Siempre la amenazaba con averiguarlo, pero nolo cumplía.Elizabeth tomó el libro que estaba leyendo y se dirigió a la cama. Darcy protestó por lo bajo.-¿Vas a leer otra vez?- se quejó.-No sabía que te molestaba- respondió mientras se abrigaba en la cama.-En ocasiones me molesta- dijo enfurruñado girando hacia ella, apoyando su mano en su estómagoabultado y cerrando los ojos como si estuviera dispuesto a dormir.Elizabeth suspiró audiblemente, dejó el libro en la mesita de luz y quitó la almohada extra que tenía paraquedar a la misma altura de Darcy. Lo besó en la frente, en la punta de la nariz y en los labios.Recién entonces, él volvió a abrir los ojos y le sonrió.-Eres peor que un niño- le dijo Lizzie recorriendo con la yema de sus dedos las líneas de su sonrisa. Darcyatrapó uno de sus dedos mordiéndolo.-¡Auch!- Elizabeth gritó exagerando.Darcy se rió malignamente y se acercó a sus labios para tomarlos con ansias.-Eres una mujer malvada- dijo entre besos.-¿Yo?- preguntó llena de sorpresa.

-Estuve todo el viaje contigo sobre mí y sin poder besarte. Y ahora que estamos solos, prefieres lacompañía de un libro.-Lamento mucho haberle causado tanto dolor. Créame que no fue a conciencia- le d respondió con lasmismas palabras que usó en Kent, cuando se le declaró la primera vez.

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Darcy dejó de besarla en el cuello para alzar la cabeza y mirarla divertido. No había dudas que lasrespuestas de su mujer aún lo sorprendían.-¿Se está riendo de mí?- le pregunto divertido con la situación.Elizabeth se perdió un segundo en la picardía de esos ojos azules.-Jamás se me ocurriría semejante atrocidad. Usted mismo me advirtió que no perdona fácilmente lasofensas- respondió llena de ironía.La risa de Darcy siempre la llenaba de admiración. Sólo la mostraba en la intimidad y que mayor

intimidad que prisionera de sus brazos, de la urgencia de su boca y la pesquisa de sus manos.

La llegada a Pemberley fue un acontecimiento feliz. La Sra. Reynolds estaba dichosa de tener a la familianuevamente en la gran casa.Apenas bajaron del coche, tomó al pequeño William en sus brazos y, mientras caminaban rápidamentehacia el interior, les informó de todo los acontecimientos de importancia a sus señores.Era pasado el mediodía, pero aún así, Elizabeth se recostó en su gran cama.-Deberías comer algo- dijo Darcy que leía unas cartas junto a la ventana.-Tú también- respondió ella. Él no respondió seguía leyendo mientras frotaba su frente con una mano.-¿Negocios?- preguntó Lizzie con censura.Darcy apartó la vista de la carta y se sentó en la cama. Las manos de su mujer tironearon para que se

acostara. Quedó con sus largas piernas apoyadas en el suelo, y el cuerpo sobre la cama.-El trato era que no habría negocios hasta que tomara un descanso. Ya fuimos a Bath. Ya estamos en casa.Puedo volver a trabajar- dijo ante la mirada reprobatoria de Elizabeth.-No antes que hables con el doctor Gibson- sentenció ella, como si estuviera jugándose la última carta.-Me parece una idea maravillosa la visita del doctor. Así también te realiza una revisión.Elizabeth se mordió el labio. Había caído totalmente en la trampa.Esa tarde se lo mandó a llamar al anciano médico. En su lugar, vino su hijo, ya su padre estabapadeciendo un severo resfrío.Para tranquilidad de ambos, comprobó que los dos estaban en excelentes condiciones de salud.Así que, Darcy retornó a sus labores atrasadas y Elizabeth se ausentaba, cuando los días lo permitían, parair a casa de Jane.

Green Park estaba revolucionada. Se había decidido que la boda se haría allí para no molestar a Elizabethcon los preparativos. Ésta última, estaba más molestaba porque no le habían consultado la decisión, peroya era tarde para protestar.Beth y William se pasaban esos días jugando y correteando tambaleantes de aquí para allá dentro de lacasa.-¿Cómo estás Lizzie?- preguntó Jane al ver que se sentaba un tanto cansada de tratar de seguirles el ritmoa los dos pequeños.-Bien. Me agito un poco más, no tolero estar parada por mucho tiempo, no soporto el olor del café y haydías que siento que mis pies me matan. Pero la etapa de náuseas ha sido superada. ¡Gracias a Dios!-exclamó agradecida.-Sin duda, no extraño esa parte del embarazo- comentó Jane, que volvió a bajar la vista para concentrarseen su bordado.-¡Oh, Jane! Lo siento. No debería quejarme ante ti. Sé cuánto deseas otro bebé- dijo compungida por sufalta de tacto.-Elizabeth, no debes disculparte. No tienes la culpa. Con Charles aún tenemos esperanzas- le dijosonriendo mientras la tomaba de la mano.-¡Oh, no! ¡Mi pobre chiquilla!- los gritos de su madre interrumpieron el momento entre las hermanas.-¡Qué será de mi niña!- gritaba exageradamente- ¡Sr. Bennet! ¡Sr. Bennet!-¡¿Qué sucede madre?!- preguntaron ambas al ver a su madre en estado de alteración con una carta en sumano derecha.-¿Dónde está su padre cuando lo necesito? ¿Acaso no sabe lo mal que estoy de mis nervios?- llorisqueaba

en forma histérica.-Madre, por favor, explícanos qué sucede- dijo Lizzie conduciendo a la Sra. Bennet hacía un sillón.-¡Es Lydia!Jane y Elizabeth se miraron preocupadas. Lydia había tenido una niña hacía un poco más de un mes.

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-¿Qué ha pasado con Lydia? Explícate, madre- le ordenó Lizzie.-Han llamado a Wickham a reclutarse. ¡Tendrá que ir a la guerra! Y Lydia con esos niños tan pequeños ysin ayuda. ¡Quedará viuda siendo tan jovencita!- gritó entre sollozos exagerados.-Madre, es la profesión de esposo. Rezaremos porque no le suceda nada- dijo Jane, intentando calmarla.-¡Si el orgulloso de tu esposo le hubiera dado lo que merece, ahora estaría a salvo en una tranquilavicaría!- lloró histéricamente.Elizabeth se preparaba para gritarle la verdad, pero Jane, la tomó de la mano indicándole que no valía la

pena.-Mi esposo hizo lo que debía hacer. Sólo le dio lo que una persona de la clase de Wickham se merece -respondió calmadamente, tomó a William en brazos y se dirigió afuera. Su padre estaba parado en elumbral de la puerta y la miró avergonzado, como pidiéndole disculpas. Él conocía la verdad de los actosde su yerno, sabía el sacrificio que había hecho por amor a Lizzie y lo agradecida que debería estar todasu familia con él.

-¡No puedo creer que todavía pienses que reservo buenos sentimientos hacia ese hombre!- exclamó untanto irritada- ¡Eres irracional!-Entonces le recuerdo que está a tiempo de romper el compromiso. ¡Dios no permita que se una enmatrimonio con alguien tan obtuso!- respondió con el mismo tono de enfado.

Un incómodo silencio siguió a esas palabras. Lizzie se detuvo a pensar en que debía escoger las palabrasadecuadas para evitar que se marchara ofendido, tal vez para no volver.-Te pido que seas tolerante y me escuches- dijo Elizabeth a su prometido que miraba enfurecido el fuegocon sus manos apoyadas en la chimenea.-Te estoy escuchando- respondió con un tono tan frío que Lizzie temió seguir. Respiró profundo y selevantó del sillón para acercarse hasta él. No podía perder el tiempo, en casa de sus tíos, pocas vecestenían el privilegio de quedarse a solas.-No es de mi agrado encontrarme con Wickham. Pero se presentó en casa de mis tíos esta mañana,cuando Jane y yo estábamos con la modista, y mi madre se tomó el atrevimiento de invitarlo a cenar. Losiento.-Entonces es hora de que me vaya. No quiero tener trato con él- anunció despechado.

-William. Por favor, no te vayas- le suplicó tomándolo del brazo. La angustia en su voz surtió efecto, en forma inmediata, él se frenó.-Sé que es difícil para ti estar en el mismo lugar, simulando cortesía. Pero mi madre no sabe los detallesde la boda de mi hermana, ni de lo que me confiaste en aquella carta. Para ella es su yerno, quien estácasado con su hija más querida y tiene el mismo derecho a venir que tú y Charles.

 Darcy seguía muy erguido en su sitio, pero el contacto de la mano de Elizabeth contra su pecho hizo que perdiera su control y se fuera olvidando de su ira.-¿Me creerías si te digo que ese hombre sólo me produce repugnancia?- le preguntó Lizzie mirándolo alos ojos, aleteando las largas pestañas que enmarcaban sus grandes ojos oscuros.

 Darcy asintió sin hablar y bajó su cabeza para apoyar su frente contra la de ella. Él se había jurado a sí mismo que no la volvería a exponer a sus instintos. Pero sentir el roce de su pequeña nariz contra lasuya, la suavidad de su piel y el calor embriagante de su aliento era más difícil de soportar que cuandolo pensaba en su casa, al meditar sobre ello.

 Las manos de ella subieron hasta su nuca y podía darse cuenta que ella se estaba poniendo en puntillasde pies para facilitarle las cosas. En la mente de Darcy se escuchaba dos voces que lo torturabanintensamente. Una, la noble, le decía que debía alejarse en forma caballerosa. La otra, la que escuchabaen forma más insistente, le recordaba que mañana ella se iría a Hertfordshire y no la vería hasta pocoantes de la boda, suplicándole que la besara.

 Las acciones de Elizabeth no ayudaban a su lado noble y sintió como ésta vencía sobre la correcta. Agachó su cabeza para acortar la distancia que los separaba. Podía sentir la respiración entrecortadade Lizzie a unos centímetros de sus propios labios.

Entonces, se escucharon pasos que se acercaban y el beso quedó suspendido como en el aire. Sesepararon rápidamente con los rostros encendidos justo a tiempo y un momento después, la Sra.Gardiner y su hermana, entraban al salón.-Buenas tardes señoras- saludó con una inclinación.

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 Mientras las dos mujeres saludaban gentilmente, Elizabeth intentaba normalizar su respiración ydisimular su rubor.-¿Se quedará a cenar, Sr. Darcy?- preguntó la Sra. Gardiner, sin considerar la posibilidad querechazara la invitación.-No, esta noche será imposible- respondió con ese timbre de voz tan masculino que lo caracterizaba.Elizabeth lo miró en forma inmediata. Creía que con lo conversado, las cosas habían quedado claras y élharía el esfuerzo de quedarse.

-¡Qué pena! Pensaba que siendo la última noche de Lizzie en la ciudad, se quedaría- comentó tía Mary.-Lo siento, prometí a mi hermana cenar con ella. Si me disculpan- dijo, saludando en forma cortés a las presentes.-Madre, ¿puedo acompañar al Sr. Darcy hasta la puerta?- preguntó sorpresivamente Lizzie.-Sí…claro- respondió su madre, extrañada por el comportamiento de su hija.

 Los dos caminaron hacia fuera del saloncito en silencio. Al llegar a la puerta, una criada entregó losguates, el sombrero y la capa de Darcy, para luego marcharse.-Elizabeth, quería pedirte algo. Espero que no lo tomes como a un atrevimiento- dijo nerviosamente.-Puedes pedirme lo que quieras- respondió impulsivamente, con el rostro carmesí cuando se percató delo poco correcto que habían sonado sus palabras.-No volveré a verte hasta la boda. En realidad, será un poco antes, pero hasta entonces, me gustaría

tener algo tuyo estos días sin verte. ¿Tendrías un retrato tuyo? Lo tomaría como préstamo y lo devolveríacuando seas mi esposa- le dijo lleno de ternura.-Lo siento, pero no tengo. Y si lo tuviera, no te lo daría en préstamo- contestó, y la cara de Darcyenrojeció de vergüenza.-¡Porque te lo regalaría!- respondió pícaramente devolviéndole tranquilidad al rostro de su prometido.-Es una lástima- dijo Darcy, mirando hacia los costados para verificar que nadie los estuviera mirandocuando le acomodó un mechón suelto de cabello detrás de la oreja, dejando su mano más tiempo delnecesario.-William…tal vez podría darte esto- sugirió Lizzie, buscando el mechón que acaba de acomodarle. E inmediatamente, salió corriendo hacia donde había dejado su costura, tomó unas tijerillas y lo cortórápidamente sin mirarse al espejo.

Volvió hasta donde había quedado él con la respiración agitada por hacer las cosas apuradas.-Toma. Es tuyo- anunció dejándoselo en la mano.

 Darcy abrió la parte de atrás de su reloj de oro, tenía un espacio que lo hacía similar a un relicario.Colocó el cabello allí y guardó el reloj en el bolsillo de su chaleco.-Gracias- le dijo sonriendo- Es el regalo más grande que he tenido.-Viendo su reloj, permítame dudarlo- le respondió juguetonamente en un intento de ocultar la timidez quela invadía. Le hubiera gustado decirle cuanto lo amaba y lo extrañaría, pero no se sentía segura si seríacorrecto.-Debo irme, o tu madre vendrá a ver porqué te demoras tanto en despacharme.Elizabeth arrugó la nariz en señal de fastidio.-Y tiene razón. Nos hemos demorado demasiado- le dijo con una sonrisa deslumbrante en el rostro.Se colocó su sombrero y antes de salir, agregó:-Te extrañaré. 

-¿Me extrañaste?- preguntó Darcy después del tempestuoso beso de su mujer que lo abrazaba fuertementesin señales de querer soltarlo.Cuando logró soltarse de sus brazos, la tomó por la mano y se sentó en su silla indicándole el camino a suregazo.-Bien. Ahora dime qué salió tan mal en tu visita a Jane- la interrogó mirándola fijamente aún cuando ellaintentó esquivar sus ojos.-No pasó nada. Olvídalo. Sólo quise regresar temprano a casa para verte.

Darcy suspiró exageradamente. La conocía demasiado bien para dejarse engañar de modo tan sencillo.-¿Otro comentario malicioso de tu madre hacia mí?- preguntó en ese tono tranquilo y sereno que solíautilizar.Elizabeth asintió con la cabeza, aún sin ganas de hablar sobre ello.

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-Entonces tendré que agradecerle a mi suegra por sus habladurías.-¿Por qué?- le pregunto intrigada.-Porque te trae a mi brazos en forma más rápida- le respondió con la sonrisa preferida de Lizzie, esasonrisa capaz de cegarla. Y lo volvió a besar de manera indecorosa.Esa noche, mientras Darcy le leía cerca de la chimenea a William que prácticamente estaba dormido en sufalda, Elizabeth trabajaba en su labor, disfrutando también de la lectura.Al fin, el duende del sueño llegó a habitar en el pequeño y lo llevaron ellos mismos a su cuna.

-Beth dice varias palabras. Hasta algunas pequeñas frases- dijo Lizzie, preocupada porque su niño aún nohablaba.Darcy la abrazó por detrás, apoyando sus manos en donde su otro niño dormía.-Deja de atormentarte. Sueles decir que se me parece mucho, y fui lento para aprender a hablar- latranquilizó al oído.-¡Jamás lo hubiera sospechado!- respondió burlándose de él.Días más tarde, un frío domingo de finales de febrero, Kitty Bennet se convertía en Catherine Barton.La familia y los amigos se reunieron esa mañana en la casa de los Bingley para compartir la felicidad dela joven pareja.Como obsequio de bodas, Darcy decidió darle un aumento a su clérigo, pero sin olvidar solicitarle que nolo comentara.

-Debo felicitarla por la noticia del nuevo embarazo de Elizabeth- dijo Charlotte Collins a la Sra. Bennet.-Oh…sí. Gracias- comentó en tono disgustado- Creo que no es prudente tener un hijo tras otro. Deberíanhaber esperado, como Jane y Charles.Charlotte enrojeció al notar que el Sr. Darcy y el Sr. Bingley, no estaban lejos de allí y que,probablemente, habían oído las despectivas palabras de su suegra.Mientras regresaban en el coche a Pemberly, Elizabeth intentaba que el niño hablara.-¿Escuchaste? Creo que dijo “Mamá”- le comentó llena de entusiasmo a su esposo.-Y yo creo que sólo balbuceaba- respondió riéndose de los intentos de su mujer de escuchar palabrasdonde no las había.Elizabeth hizo una mueca de disgusto y poco después, comenzó a intentarlo nuevamente.-Lizzie. ¿Te presioné demasiado para tener otro niño?- preguntó Darcy.

-¿Qué? No. No lo hiciste. Me gusta la idea que no se lleven mucho tiempo de diferencia. Jane y yo, nosllevamos menos de dos años y fue maravilloso.Darcy quedó pensativo.-¿Y a qué vino esa pregunta? Creo que es tarde para preocuparse- bromeó acariciando su abdomen.-No es nada. Sólo me preguntaba- mintió.-¿Mi madre?- preguntó buscando adivinar.-Tu madre- respondió con una mueca y luego se rió.-Lo siento mucho, a veces hace que me avergüence de ser su hija- reflexionó en voz alta.-¿Y cómo se ha portado hoy?- preguntó Darcy tocándole el vientre en un intento de desviar el tema.-Bien, lo he sentido moverse durante toda la mañana- respondió Elizabeth, siempre entusiasmada cuandola conversación era sobre sus hijos.-¿”Lo”?- la interrogó con su ceja levantada.-Es una forma de expresarse- le respondió haciéndose la tonta, conociendo que Darcy esperaba que fuerauna niña.-¿Y esa forma de manifestarse ya tiene nombre?- preguntó intrigado ya que Lizzie había dejado claro que,al próximo hijo, le escogería ella el nombre.-A veces es James…otras es Anne- le contestó sin esperar la reacción de su esposo, que la tomó de lamano para llevarla a su boca con los ojos brillosos, agradeciéndole en silencio, que escogiera los nombresde sus padres.

Capítulo 50 

"A TRAVÉS DE LA DEBILIDAD Y LA FUERZA, LA FELICIDAD Y LA PENA,PARA MEJOR O PARA PEOR, TE AMARÉ CON CADA LATIDO DE MI CORAZÓN" From this

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moment on, Shania Twain.http://www.letras4u.com/shania_twain/from_this_moment.htm

-¿Se puede pasar?- preguntó Darcy temeroso. Las últimas semanas el temperamento de Lizzie estaba unpoco descontrolado y, después de cada visita de la costurera, esperaban cualquier reacción.

-Pasa- dijo Lizzie.Darcy la encontró recostada sobre la cama con las manos acariciando el vientre que ya no se podía ocultarcon vestidos fruncidos.-¿Cómo te ha ido hoy?- preguntó Darcy, sentándose junto a ella y colocando su mano sobre las de ella.-Estoy resignada. El vestido está terminado, siempre y cuando no tenga que agregarle unos centímetrosantes de la boda- refunfuñó como niña caprichosa- Estoy engordando a pasos de gigante.Darcy contuvo con mucho esfuerzo la risa.-Exageras, no estás diferente de cuando esperabas a William- le dijo.-¡Los hombres no notan nada!- chilló enojada.-Si mal no recuerdo, ¿este vestido no fue el primero de maternidad que usaste con William?- preguntótocando la seda azul oscura que Lizzie llevaba puesta.

-Sí…lo es.-Ves que los hombres prestamos atención- respondió triunfante- Y te queda perfecto, dándome la razóncon que exageras.Lizzie esbozó una sonrisa a su pesar.-Estoy a tiempo que el vestido de la boda no me entre- contestó en un intento de ganar la discusión.-Veamos- dijo pensativo- Hoy es viernes. Kitty se casa el domingo por la mañana. Creo que hay pocasposibilidades.Lizzie bufó y su esposo la besó en la frente y en los labios.-¿Cómo está mi niña?- preguntó después.-Ya te he dicho. Que hables del bebé como si ya lo supieras, no te asegurará que sea una niña.-Será una niña. Estoy seguro- afirmó seriamente.

-¿Y si no lo es? ¿Lo vas a devolver?- le preguntó burlándose de él.-No. No. Pero tendremos que seguir intentándolo hasta que tengamos una nena- le dijo bromeando.-¡Sr. Darcy!- gritó escandalizada- Tendré que rogarle a Dios que sea una niña o no me dejarás tranquila.

Los sábados, siempre que el tiempo fuese agradable, se visitaban con Georgiana y Richard.Como la propiedad de Richard era vecina a la de los Bingley, la familia Darcy, viajó para quedarse cercade Green Park, donde sería la boda a la mañana siguiente.Desde que William caminaba se había convertido en un niño imparable, pero relativamente tranquilo yobediente. Con sus manitos regordetas señalaba todo dándose a entender, pero sin articular palabrasdefinidas.-Lo extraño horrores- dijo Georgie a Elizabeth mientras William jugaba con unos cubos de madera- Crecetan rápido.-Él te adora, aún más que a Jane- respondió Lizzie que caminaba con la mano en la cintura, frotándose laespalda.-¿Te sientes bien?-Sí, el dolor de cintura ya es algo normal- dijo quejándose, mientras se sentaba en un sillón. Georgiana seacercó a ella para colocarle un almohadón en la cintura. Luego le sirvió un té.-¿Mejor?- preguntó cariñosamente.-Mucho.-Richard y mi hermano no se han dado cuenta de la hora que es. Enviaré a la Sra. Clay para que les aviseque ya está el té servido.

-Deben estar hablando de algún tema del que no quieren que estemos enteradas. Los conozco bien-concluyó Lizzie.-Puedo imaginar cuál es- contestó Georgiana, bajando la cabeza con un poco de vergüenza en sus ojos.-¿Sucede algo malo?- preguntó Lizzie llena de angustia.

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-No quiero llenarte de preocupación- le respondió su cuñada.-Georgie, eres mi hermana, lo que sea que pase, necesito saberlo. ¿No crees que es peor para mí que todosme oculten las cosas? Mi mente es muy creativa y suelo llenarme de ansiedad imaginándome lo peor.-Está bien. Llamaron a Richard a presentarse. Por ahora sólo tiene órdenes de ir a Londres. Él piensa queno lo enviarán al frente y yo quiero acompañarlo.-¿Acompañarlo?- preguntó intentando asimilar las noticias.-Sí, ir con él a dónde lo llamen. Puedo ser de utilidad en algún campamento de heridos- respondió

Georgiana. Lizzie se quedó mirándola con la boca abierta, llena de incredulidad.-¡No me mires así! Necesito que estés de mi lado. He leído que hay mujeres que acompañan a sus espososy ayudan. También hay mujeres que luchan- argumentó Georgiana.-¡¿Dónde?!- exclamó todavía intentando digerir las palabras de su cuñada.- No sé…-dudó un poco- ¡Recuerda a Juana de Arco!-¡Sí, y tú recuerda cómo terminó!- gritó Elizabeth.Se produjo un silencio incómodo en el cual se le llenaron los ojos de lágrimas a Georgiana.-Sabes que Darcy nunca dará su aprobación- dijo Lizzie después de un momento.-Deberá recordar que ahora soy una mujer casada que no requiere de su permiso- respondió ofendida.-Richard no se atreverá a llevarte con su desaprobación.En ese momento, escucharon los pasos que se dirigían hacia la sala donde ellas estaban. La tensión de la

discusión entre las damas se podía sentir y los caballeros no colaboraron con su silencio a mejorar elclima.Con la excusa de un fuerte dolor de cabeza, Lizzie se disculpó y se retiró a la habitación. Darcy la siguiópoco después.-Dime que le dijiste a Richard que es una locura lo que quiere Georgiana- dijo acomodándose sobre elpecho de su marido. Darcy la besó en la cabeza.-No te preocupes. Richard está de acuerdo conmigo, pero me necesita para que ella no se enoje. Quedarécomo el malo de la historia, pero lo haré con el fin que ella esté a salvo.-¿Le dirá que tú no lo apruebas y que no quiere estar en desacuerdo contigo?- preguntó con un poco dealivio.-Sí. Me alegra que por fin pienses como yo en algo- le dijo Darcy riéndose. Elizabeth lo pellizco en el

brazo.-Las noticias que llegan de Viena son que se declaró la guerra a Napoleón. Mientras esperen en Londres,Georgiana lo acompañará. Pero hasta ahí llegará.-¿Te sientes mejor o necesitas algo?- le preguntó su esposo.-Estoy bien. Sólo quédate un poco aquí, siempre me siento mejor en tus brazos. Aunque tal vez algo dulceme ayude.

-¡¿Dónde está el velo?!- exclamaba la Sra. Bennet, sin notar que lo tenía frente a sus propios ojos.-Aquí está, mamá- respondió Jane, alcanzándoselo a las manos.-Gracias, querida Jane. Mis nervios me están enloqueciendo.-Sí, mamá- dijo Jane sin mirar a Lizzie para no reírse.La Sra. Bennet entregó el velo a la doncella que estaba peinando a Kitty.-¡Aún no puedo creer que otra de mis niñas se case!- dijo entre sollozos- Me parece que fue ayer cuandorecibí la noticia del matrimonio de Lydia.Elizabeth meneó la cabeza en señal de reproche. Parecía que su madre olvidaba todos los malosmomentos vividos culpa de la fuga de su hermana menor.-¡Ohhh!- exclamaron todas al ver a Kitty vestida con su traje de novia.-Creo que es el momento para que te hable sobre ciertas obligaciones que tendrás como esposa- anunciósu madre apenas salió la doncella de la habitación. Las hermanas mayores se miraron en forma cómplicey no pudieron contener la risa ante el recuerdo de la charla dada a ellas unos años atrás.

Esa noche estaba claro que no podrían dormir. Las dos jóvenes estaban demasiado nerviosas pensandoen sus bodas para poder descansar.-Jane, deberíamos intentarlo. Mañana estaremos feas, ojerosas y cansadas. En realidad, tú estarás

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hermosa y yo pareceré enferma- dijo Elizabeth, riéndose.-¡Lizzie, no digas eso! Tu novio ha sido muy generoso, esa seda francesa que te obsequió paraconfeccionar el vestido es maravillosa y el hermoso velo, estoy segura que estarás preciosa.-¿Verdad que ha sido un gesto de lo más bello?- preguntó Lizzie perdida en sus pensamientos.-¿Cuál?-El que me enviara el velo que usó su madre.-Es un encaje muy elaborado.

-Sí, pero valoro el gesto y no la belleza. Jane, me demuestra cada día lo equivocada que estuve al juzgarlo. Es mucho mejor persona que yo- dijo Lizzie.-¡Soy tan feliz al verte así de enamorada!- respondió Jane riéndose.Un golpe en la puerta hizo que dejaran de reírse.-¡Duerman de una vez o mañana se verán espantosas!- gritó su madre a través de la puerta.En la oscuridad de su dormitorio, Elizabeth se puso a pensar en cómo cambiaría su vida la mañanasiguiente. Algunas lágrimas cayeron de su cara al pensar que era la última noche que compartiría lacama con su hermana, la última noche en su hogar. De vez en cuando, sus pensamientos fueron dirigidosa su futuro esposo. ¿Estaría él insomne como ella? Los nervios crecieron en su estómago comomariposas alborotadas cuando pensó que, al día siguiente estaría compartiendo la cama con él. Seobligó a dejar de pensar, a cerrar los ojos e intentar dormir. Fue una larga noche.

 Le pareció que recién se dormía cuando las luces del alba comenzaban a asomar. Jane se levantó antesque ella y comenzó a asearse mientras ella intentaba dormir un poco más.-¡Niñas, arriba, arriba! ¡Al fin llegó el día!- entró gritándoles a la habitación la Sra. Bennet.-Arriba, Lizzie. No es hora que estés en la cama- dijo su madre, destapándola sin aviso. El frío hizo quesaltara de la cama y se dirigiera a colocarse una bata.-¡Por Dios, Lizzie! ¿Dormiste algo anoche?, te ves fatal- dijo Kitty, entrando también a la habitación.Todos los presentes, excepto Jane, concordaron que se veía espantosa esa mañana. Elizabeth se miró alespejo. Tenía expresión de cansancio.

 La doncella entró en el dormitorio y colocó los vestidos extendidos sobre la cama. Con ellos puso losvelos, los zapatos y la ropa interior que llevarían.

 Lizzie tomó aire juntando coraje para lavarse la cara con el agua helada.

-¡Es tarde muchachas y hay tanto que hacer! ¿No se alegran que las haya hecho bañarse anoche a pesar del frío?- preguntó su madre que, sin darles tiempo a contestarle, salió vociferando a la habitación de

 Mary. Kitty se sentó en el borde de la cama acariciando los vestidos.-Algún día me casaré con un Lord o tal vez un hermoso Capitán de la marina. Y me haré un vestido tanbonito como estos- dijo soñando despierta. Jane y Elizabeth se miraron y rieron. El tiempo pasaba conrapidez y la casa estaba revolucionada. Los criados anunciaron que un carruaje había llegado de

 Netherfield buscando los baúles de las muchachas. La Sra. Bennet estaba histérica haciendo el papel demadre de las novias y el Sr. Bennet se había escondido en la biblioteca hasta que fuera el momento deinterpretar su papel.-¡No me gusta Jane!- se quejó Elizabeth mirándose al espejo.-Déjame que te lo acomode- se ofreció su hermana, intentando arreglarle el peinado que le habíanrealizado. Jane quitó, y volvió a colocar las pequeñas hebillas.-¿Así está mejor?- preguntó mirando a su hermana.-Sí, gracias. Lo siento por comportarme así. Pero no pude dormir bien anoche.-¿Te afectaron las palabras de mamá?- le preguntó Jane.-Un poco- su hermana la miró con sospecha- Está bien, bastante.-A mi también.-No pareció, dormías plácidamente.-Es que me convencí que no puede ser algo tan atroz lo que nos espera. Si se siente un poco parecido acuando él me besó, entonces tiene que ser agradable.Elizabeth se rió al ver como Jane se sonrojaba al decir esas palabras.

-Tienes razón, querida. No puede ser tan malo. La puerta se volvió a abrir y por un momento, Lizzie se alegró porque pronto viviría en una casa dondelas puertas se golpean antes de invitarse a entrar.-Dice mamá que ya han llegado los coches- anunció Mary- Me envió a ayudarlas a vestirse porque ella

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tiene palpitaciones.El estómago de Lizzie dio un vuelvo y agradeció no haber probado bocado o estaría gravementeenferma.Con la ayuda de la doncella y de Mary, se colocaron sus trajes lo más rápido que pudieron. Los gritos desu madre anunciándoles que llegarían tarde no colaboraban en tranquilizarlas.

 Jane fue la primera en terminar y bajó para apaciguar los nervios de su madre. Elizabeth, terminó decolocarse el velo con ayuda de Mary y luego, se quedó por un instante mirándose en el espejo. El

corazón le palpitaba con extraña fuerza y por un momento, temió romper en lágrimas.-Lizzie, estás realmente hermosa. El Sr. Darcy se quedará sin aliento al verte- le dijo Mary. Las palabrastiernas la tomaron por sorpresa.-Gracias, Mary- respondió y le dio un fuerte abrazo. Nunca se sintió muy cómoda ante la seriedad de suhermana, pero se sentía conmovida.

 Bajaron las escaleras con la familia esperándolas. Afuera, un fresco día de diciembre las esperaba conun cielo despejado.Su padre las esperaba fumando pipa y sus ojos enmarcados por las cejas blancas, se llenaron delágrimas al ver a sus “pequeñas” preparadas para comenzar sus nuevas vidas. Estaba feliz por ellas,

 pero no le agradaba saber que se irían lejos. Lizzie lo tomó del brazo e hizo todo el esfuerzo por no llorar, pero su mentón comenzó a temblar cuando

su padre la miró tan orgulloso.-No, cariño. No llores. Quiero que el Sr. Darcy te vea tan bonita como te estoy viendo yo y no con losojos hinchados- le dijo su padre.Elizabeth respiró hondo para pasar el nudo que tenía en la garganta. Su padre la llevó hasta el carruaje

 y un criado le abrió la puerta. Sus piernas le temblaron al ver el escudo de la familia Darcy tallado en la puerta y no supo cómo llegó al interior ya que sentía que su cuerpo no le respondía. La capilla no estaba lejos y las campanas comenzaron a sonar cuando vieron arribar a los carruajes. La Sra. Bennet y sus hijas solteras entraron rápidamente a la iglesia. En el camino al primer banco, laSra. Bennet iba saludando a los invitados dándose aires de ser la protagonista del evento. Al llegar al

 frente, saludó con una inclinación a sus yernos que esperaban cerca del altar.El Sr. Bingley se había ubicado a la derecha del altar. Estaba enfundado en un traje gris y tenía las

mejillas enrojecidas por los nervios, pasándose un pañuelo por la frente cada dos minutos como si fueraun día de verano.El Sr. Darcy, en cambio, estaba parado sobre el lado izquierdo. Su traje era azul oscuro y cravat en untono marfil. Parecía muy serio y tranquilo, mantenía una postura impecable con un brazo sobre laespalda. Cada tanto miraba en dirección a la puerta y luego le sonreía a su hermana que lo mirabadesde la segunda fila, dándole ánimos. Intentaba no mirar a Caroline, que estaba sentada junto aGeorgiana, porque sentía que lo veía con rencor. También evitaba al Coronel, que simulaba guardarlerencor por haberle quitado al amor de su vida.

 Las campanas dejaron de sonar y la Sra. Winchester se levantó para comenzar a cantar. Todos losinvitados se levantaron y giraron para mirar hacia la puerta.

 Lizzie tomó el brazo izquierdo de su padre y Jane el derecho mientras las dos hojas de la puerta seabrían.-Bueno niñas, creo que llegó el momento. Espero que estén listas- dijo el Sr. Bennet a sus hijas.

 Las dos asintieron. Elizabeth intentó ver entre la gente a Darcy, todos las observaban lanzandoexclamaciones a su paso.

 A la mitad del camino, pudo ver la figura alta de su novio, que caminaba hacia el centro del altar. Le pareció ver a Charles también, pero al momento de ver a Darcy, todo lo demás se volvió borroso y sólo pudo mirarlo a él. Se perdió en sus ojos claros y olvidó los nervios que se habían apoderado de elladurante el último día.

 Darcy procuró permanecer tranquilo, pero la belleza de su novia lo tomó por sorpresa y fue como ungolpe en el estómago, esos que quitan el aire. No es que él hubiera dudado alguna vez de su hermosura,

 pero con su traje blanco, el velo de encaje enmarcando sus mejillas sonrojadas le recordaban a la visiónde un ángel. Respiró hondo y la miró fijamente, tratando de trasmitirle tranquilidad.Su padre entregó a Jane en primer lugar y luego, tomó la mano de Lizzie y la besó antes que ella tomarael brazo del que se convertiría en su esposo pocos minutos después.

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 Las dos parejas caminaron unos pasos hasta el altar donde esperaba el reverendo. Durante laceremonia, a menudo descubrió la mirada tierna de Darcy y cuando ella lo veía, le dedicaba algunatímida sonrisa.Elizabeth no creía haber escuchado mucho de lo que habló el ministro, estaba pendiente de lo que sentíaen esos momentos. Intentaba descifrar si la respiración un poco agitada de su prometido se debía a losnervios o a otra cosa.Volvió en sí cuando advirtió que el reverendo les hacía las preguntas que los unirían en matrimonio a

Charles y Jane. Entonces se percató que pronto se las haría a ellos. El corazón le comenzó a latir desbocadamente y debe haber apretado el brazo de su novio sin querer, porque él la miró con inquietud.¿Y si Darcy se arrepentía en ese momento?, los nervios empezaron a traicionarla cuando la pregunta fuedirigida a su novio que respondió con voz firme y clara que la aceptaba como su esposa.Elizabeth se sintió liviana, como si le hubieran quitado un gran peso de encima. Lo miró aliviada conuna gran sonrisa y él pareció aflojarse un poco. Entonces le tocó jurar a ella y lo hizo naturalmente, sin

 preocuparse porque la oyeran los demás, sólo necesitaba que la escuchara Darcy. Los ojos se le llenaron de lágrimas por más que quiso evitarlo y de reojo vio que su hermana ya no seesforzaba por ocultar que lloraba.-Les presento al Sr. y la Sra. Bingley, y al Sr. y la Sra. Darcy- anunció el reverendo a su congregaciónmientras ellos giraban de frente a ellos.

 Las lágrimas contenidas terminaron de derramarse cuando vio a sus padres muy emocionados y tomadosde las manos.

 Darcy sacó un pañuelo y lo puso en su mano. Lizzie se enjuagó sus lágrimas y se quedó con el pañuelo por si volvía a necesitarlo. Caminaron detrás de los Bingley, saludando a su paso a familiares y amigos. Al llegar afuera, los recibieron con aplausos y vítores que alentaban a las parejas a besarse.Elizabeth lo miró con timidez y él se acercó un tanto avergonzado por la situación. Se agachó un poco yse dieron un corto y tierno beso con sabor a poco para ambos.“Ya tendrás todos los días de tu vida para besarla cuanto desees”, pensó Darcy sin saber que, a escasoscentímetros, su reciente esposa pensaba exactamente lo mismo. 

-¡Larga y feliz vida a los novios!- gritó el padrino de boda de los Barton y todos gritaron deseándoles lo

mismo.Elizabeth estaba sentada junto a Jane, tomada de su brazo y con la mirada vigilante detrás de William yBeth que caminaban torpemente cerca de ellas.-Kitty está un poco triste porque Lydia no ha venido- comentó Jane.-Lo sé. Nunca creyó que fuera tan egoísta, pero no me sorprende su ausencia. No la creo capaz de ver lafelicidad de sus hermanas, sería una confirmación de su mala y apresurada elección.-Le escribió a mamá, quiere ir a vivir con ellos ahora que Kitty se fue y Wickham se marchó con elejército.-Lo que en realidad significa “no tengo un centavo y estoy enterrada en deudas”.  -Lizzie, está esperando otro hijo. Papá le ha dicho que puede ir.Elizabeth se sintió mal por hablar mal de ella. Sin lugar a dudas era una niña malcriada y consentida, perono le deseaba la clase de vida a la que estaría condenada a vivir por su falta de criterio.-Lo siento. No debí haber dicho nada.Darcy se sentó junto a ella y Jane aprovechó el relevo para ir a atender a los invitados.-¿Huyendo de mantener conversaciones con extraños?- ironizó Lizzie.-No sólo me preguntaba si no querrías un trozo de torta- le respondió acercándole un plato de torta deframbuesas y crema. Últimamente, la atracción que Lizzie sentía sobre los dulces era llamativa.-No debería, ya comí una porción- contestó haciendo el esfuerzo por no caer en la tentación.-Siempre dices que la bebé está feliz si tú lo estás. Así que, come porque quiero a mis damas felices- leordenó llevándole a la boca el tenedor con un bocado de torta.Elizabeth cerró los ojos para saborearlo y cuando los abrió, vio que Beth se acercaba a ella con William

que la seguía.-Mami. Torta- le dijo señalando el plato. A todas las mujeres les decía “mamá” o “nena” .Darcy le pasó el plato a Lizzie quien le dio un bocado de torta a Beth que se llenaba de crema la boca. Laniña salió saboreando hacia donde estaba su padre.

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descansar su cabeza contra el hombro de él. Se sintió tan cómoda, que rápidamente la venció elcansancio de una noche sin sueño y se durmió apoyada contra su brazo.

 Darcy notó la respiración lenta y profunda e imaginó que se había dormido. Acomodó las mantas paraabrigarla bien y la besó en la cabeza. Ella se acomodó refregando su mejilla con él pero sin despertarse

 y Darcy sonrió satisfecho, disfrutando de la cercanía de su “esposa”. -Kitty estaba muy bonita, ¿no lo crees?- preguntó Elizabeth mientras se acurrucaba junto a Darcy.-Sin lugar a dudas, no recuerdo haberla visto tan agradable como hoy- respondió dejando caer su cabeza

contra la de ella. Inspiró el olor a lavanda y su mano buscó la de Lizzie.El carruaje se movía mucho, en los días previos había nevado y estaban bastante intransitables. Por másque Jane y Charles insistieron en que se quedaran un tiempo en Green Park, Elizabeth no deseaba que sumarido siguiera soportando como un caballero los comentarios fuera de lugar que su madre hacíaclaramente a propósito.Un bache en el camino despertó a William que dormía en el asiento de enfrente.-¡No es nada mi niño!- dijo la Sra. Johnson queriendo calmar al pequeño que lloraba por haber sidodespertado tan abruptamente de su siesta.-¡MAMÁ!- exclamó a todo pulmón.Darcy tomó al niño en sus brazos y se lo entregó a Lizzie que lo tranquilizó meciéndolo y cantándole unanana.

Los perfectos ojos azules terminaron por volver a cerrarse, vencidos por el cansancio de un día deinterminables juegos.-¿Cómo te sientes?- preguntó Darcy quitándole a William para aliviarle el peso y trasladándolo a suspropios brazos.-Creo que comí demasiado pastel- respondió Elizabeth mientras se acariciaba el abultado estómago.-Sr. Darcy, permítame al niño- dijo la niñera estirándose.-Está bien, Sra. Johnson, no falta mucho para llegar a casa- respondió cortésmente.Al llegar a Pemberley, Elizabeth se acostó y no se levantó a cenar, un tanto indispuesta por el exceso defestejo y el camino en mal estado.Darcy entró tarde en la habitación, creyendo que encontraría silencio y tranquilidad luego de un día llenode extraños con los que tuvo que “practicar” sus escasas habilidades para tratar con desconocidos.

Fue una sorpresa encontrarse con William todavía despierto y jugando con su madre en la cama. Lasonora risita del pequeño parecían pequeñas campanitas dentro del dormitorio. Elizabeth estabatotalmente despeinada por las defensas de su hijo ante las cosquillas.-Amor…- dijo seriamente Darcy.Elizabeth no se había percatado de su presencia hasta que lo escuchó, por lo que frenó el juego y levantóla cabeza para verlo.Darcy estaba parado junto a la cama, y hubiera parecido muy severo de no ser porque estaba encalzoncillos y camisa de dormir.-Creo que William debería estar durmiendo desde hace horas, y tú no te sentías bien- volvió a hablar entono disgustado.-Tienes razón, pero en mi defensa y hablando también por William, la siesta que tuvimos al llegar nos hasido de mucha ayuda y ahora estamos un poco desvelados.Darcy la miró con reproche. Si lo mismo lo hubiera hecho él, estaría recibiendo un largo sermón porexcitar al pequeño antes de dormir.-William, despídete de tu madre- le dijo al niño.Elizabeth besó su hijo y antes que Darcy lo levantara, hizo que besara a su hermanito.Poco después volvió su marido, se quitó la bata que se había colocado para llevar a William con la niñera,y se metió en la cama.-¡Tienes los pies fríos!- se quejó Lizzie.Darcy no respondió nada, parecía un tanto enojado. Se acomodó para dormir y cerró los ojos.La habitación estaba bastante iluminada gracias al fuego ardiente de la chimenea. Elizabeth lo miró

deseando tener sueño. Se acercó hasta él y apoyó la cabeza en su hombro. Darcy abrió los ojos por uninstante y la miró. Ella sonrió. Él volvió a intentar dormir.-¿Estás muy cansado?- preguntó con un tono un poco infantil, mientras apoyaba su mano derecha sobre elpecho de su esposo.

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-Mmm…un poco. Tengo una jaqueca fuerte- respondió sin abrir los ojos.La mano de Elizabeth ya se había movido al escote de la camisa y jugueteaba haciendo círculos sobre elpecho.-Yo no estoy nada cansada- dijo provocativamente mientras deslizaba su mano hacia debajo de loscobertores.-¡Lizzie!- exclamó Darcy, casi sentándose en la cama por la osadía de su esposa.-¡Will!- respondió ella en el mismo tono de reproche, burlándose de él.

Darcy puso los ojos en blanco y Elizabeth se alegró por haber captado su atención. Ahora había giradohacia ella y la miraba. Ella extendió su mano y lo tomó por la nuca, sus dedos se enredaron con el cabellode él.-¿Te sientes bien?- preguntó Darcy aún con desconfianza.-Estoy…perfecta- y entre cada palabra, lo besó en los labios. En el último beso, Darcy la tomó de lacintura, acercándola lo más posible, adueñándose de los labios expectantes de su mujer. Se dieron unlargo y profundo beso, mientras él recorría con su mano la pierna que lo tenía enlazado, aprisionándolo.Elizabeth se subió sobre él, comenzaba a ser la posición más cómoda. Tras la breve separación paracambiar de lugar, volvió a tomar la boca entreabierta. Le siguió otro beso largo, profundo y húmedo, conlas manos de Darcy perdidas dentro del camisón.Lizzie soltó los labios y bajó a su barbilla. Jugó con el mentón partido y bajó por el cuello para detenerse

en la nuez de Adán. Un suave quejido le indicó que iba por buen camino. Con la colaboración de Darcy,le quitó rápidamente la camisa y pudo acariciar y besar ese pecho varonil que tanto le gustaba.Sintió las manos del él subiéndole el camisón hasta la cintura y, poco después, como se fundían formandouna sola persona.-Creo que se te pasó la jaqueca- le dijo en forma pícara, apartándole el pelo de la frente y acariciándolo.Darcy tomó la mano entre la suya y la llevó a la boca. Aún estaba un poco agitado, intentando normalizarla respiración. El pecho le subía y bajaba rápidamente. Elizabeth se acomodó sobre él.-Tu corazón late a prisa- dijo Elizabeth- Me gusta escucharlo.Ella se durmió con él acariciándole el cabello que caía como cascada sobre la cama.

Marzo llegó con rapidez a Pemberley. De a poco, la nieve se fue retirando y los lagos perdieron la

solidez.Elizabeth comenzó a disfrutar nuevamente de largas caminatas, a veces sola, a veces con William que enúltimo mes, había descubierto el universo de las palabras y preguntaba señalando, cómo se llamaba cadacosa.En otras ocasiones, Darcy se lo llevaba con él a recorrer los campos a caballo. Era algo más que obvioque el pequeño disfrutaba una enormidad de esos paseos. Algo que nunca haría con su madre, que leseguía temiendo a cabalgar.Una semana antes de su cumpleaños, Elizabeth regresaba de realizar su paseo matutino en compañía de laSra. Johnson y su hijo, cuando la Sra. Reynolds la interceptó para darle un mensaje de su esposo.-Sra. Darcy, la espera el Sr. en su despacho- dijo con cara de preocupación.Darcy escribía rápidamente la carta de contestación a la que había recibido con lamentables noticias desdeHertfordshire. Mojaba la pluma en la tinta y la caligrafía no le salía correcta por los nervios.No sabía cómo comunicarle a su esposa la triste noticia. Estaba sellando la misiva, cuando escuchó queElizabeth había regresado. Se quedó sentado en la silla dudando en la forma de decírselo, y al fin, selevantó y salió en su encuentro.Elizabeth caminaba rumbo al estudio de su marido, cuando lo vio asomarse por la puerta y mirarla.Sostenía una carta entre sus manos. La expresión en sus ojos, le produjo una mala sensación en la boca desu estómago.No notó que había dejado de caminar hasta que se dio cuenta que él se acercaba hasta donde ella. Se parófrente al llegar donde Elizabeth estaba y la miró con dolor.-Lizzie, tengo malas noticias para darte- le dijo compungido.

Ella clavó la mirada en la carta y pudo ver que provenía de Longbourn. Sintió que las piernas letemblaban y que no soportaría escuchar lo que tenía para decirle.-¿Es…es mi padre?- preguntó al borde de romper en llanto.-No, cariño. Es tu madre. Tuvo un ataque ayer y ha fallecido. Lo siento mucho- dijo esperando la reacción

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de Elizabeth.Ella quedó paralizada, como si no pudiera procesar la información que le acababan de dar.Siempre pensó que perdería a su padre primero, su madre se había encargado de criarlas pensando en quese quedarían sin nada apenas muriera su padre. Parecía que ella era inmortal. Por un breve momento,sintió alivio que no fuera su papá. Pero inmediatamente llegó la culpa por pensarlo y con ella, una oleadade dolor. Sus piernas se dejaron vencer y cayó de rodillas tomándose la cara con las manos, mientrasrompía a llorar con fuertes sollozos.

Darcy se arrodilló junto a ella y la abrazó lo más fuerte que pudo, dejando que llorara contra su pecho,descargando su dolor.-Shhh, todo estará bien- le dijo al oído, mientras sus manos acariciaban su espalda intentandoreconfortarla.Cuando dejó de temblar en sus brazos. La ayudó a levantarse.-Ven, Lizzie. Entra- ella caminó apoyada en él, como en trance. Darcy la sentó en un sillón y luego llamóa un sirviente.-Traigan un poco de agua y llamen al doctor Gibson- ordenó.-¡No, no lo llames! No es necesario- suplicó Lizzie, que tenía la cabeza apoyada en su mano.-Lizzie, amor, déjame encargarme de todo- respondió Darcy, sentándose con ella y haciendo señas alsirviente que hiciera caso a su pedido.

La besó en la frente y volvió a abrazarla.-¿Cómo…cómo fue?- le preguntó abatida.-Parece que se estaba quejando se sus nervios, pero tu padre y Mary, creyeron que no era nada fuera de lohabitual. Tu padre la encontró en el suelo de la sala de costura. El médico dijo que fue un ataque, nosufrió nada.-¡Pobre mamá!- exclamó y los ojos se le llenaron de lágrimas nuevamente.Una doncella entró con el agua. Darcy le dio el vaso y la obligó a beber unos tragos.-¿Quién escribió la carta?- preguntó afligida.-Tu padre, envió dos cartas a Green Park. Desde allí, la enviaron para acá.-Quiero leerla- le pidió.-No sé si es bueno para ti. Te afectará mucho- le respondió afectuosamente.

-Sé que tengo que pensar en el bebé, pero quisiera leer las palabras de mi padre.-Primero, me gustaría que te recostaras un poco, estás muy pálida. La Sra. Reynolds te llevará un té- ydiciendo esto, la levantó del brazo e hizo que lo siguiera hasta el dormitorio.En el dormitorio, la Sra. Reynolds la ayudó a desvestirse y a acostarse en la cama. Le preparó un té y se loentregó. Cada tanto, Elizabeth derramaba algunas lágrimas, a lo que la amable señora respondía con un“pobre niña”. El llanto y la angustia, le provocaron un fuerte dolor de cabeza. No alcanzó a dormirse, de a ratos, alguienentraba a la habitación y la miraba. A veces era su esposo, otras la Sra. Reynolds. En algún momento sedurmió.Despertó adolorida y angustiada, tardó unos minutos para recordar el motivo. Las lágrimas volvieron aella. Notó que estaba atardeciendo y se sentó en la cama. Recordó que Darcy había dejado la carta sobreel escritorio y se levantó a buscarla.Tomó la carta en sus manos temblorosas. Caminó hasta la chimenea y recorrió la caligrafía de su padrecon un dedo.Lo primero que observó fue que la misiva iba a dirigida a su esposo y no a ella. Los motivos los descubriópoco después, cuando prosiguió con la lectura. Su padre, a pesar del dolor, estaba preocupado por laforma en que ella tomaría la noticia.El conocer eso, hizo que volviera a romper en un llanto desesperante. Se secó las lágrimas y continuó. Elrelato de los sucesos la conmovió más y se llenó de angustia cuando leyó que su padre pedía que no fueraa Longbourn.En ese momento, entró Darcy a la habitación. La encontró con la cara inflamada por el llanto y la carta en

sus manos.Se paró junto a ella y la miró con reproche.-¡Tengo que ir! ¡Era mi madre! ¡Mi padre me necesita!- gritó en forma histérica.-Lizzie, cálmate- le susurró buscando tranquilizarla.

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-Seguro que estás de acuerdo con mi padre…que no quieres…que no quieres… Antes de terminar la frase, cayó desmayada en brazos de su esposo.

Un preceptor de Eton entró a la silenciosa clase de Historia. Los alumnos levantaron la cabeza de lalección sobre el rey Enrique V para observar como el hombre pequeño y calvo caminaba en dirección deuno de los pupitres.El muchacho Darcy, se puso colorado cuando notó que se acercaba a él.

-Acompáñeme- fue lo único que dijo. Darcy se levantó y lo siguió calladamente hasta la oficina deldirector.El corazón le comenzó a latir con mucha fuerza por los nervios. Que el recordara, no se había metido enningún problema. El encargado de meterse en líos solía ser Richard, que estaba unos cursos por delante.

 Al entrar al despacho, reconoció a uno de los empleados de su padre.-Sr. Darcy, prepare su equipaje, lo envían a buscar de su casa.El joven asintió feliz, realmente odiaba estar en esa escuela y extrañaba horrores su casa y su familia.Poco después, marchaba a Pemberley con las excitantes noticias de la pronta llegada de su hermano ohermana.

 Al llegar a casa, todo estaba revolucionado. Pero no de buena forma. Las caras transmitían preocupación y no pudo ver ni a su padre ni a su madre.

 La Sra. Reynolds, le preparó algo caliente para comer. Siempre lo consentía y se sentía a gusto con ella.-Sra. Reynolds, ¿pasa algo malo?- preguntó tímidamente, aún no sabía cómo algún día, podría tener acargo a tanta gente, si no se animaba ni siquiera a preguntar algo.-Creo que debería hablar con su padre- respondió la mujer.El muchacho vagó por la casa hasta que su padre lo mandó a llamar.-Fitzwilliam, me alegro de verte- le dijo intentando parecer feliz por verlo, pero con una visible tristeza.-Gracias, señor. ¿Cómo está mi madre?- preguntó preocupado. No estaba listo para la reacción de su

 padre, que se quebró en llanto delante de él. Incómodo, salió del despacho y caminó rumbo al segundo piso. Tenía las intenciones de meterse en suhabitación, pero al pasar por el dormitorio de su madre, escuchó un alarido que lo llenó de temor. Enese momento, una criada, abrió la puerta y salió corriendo, sin reparar en su presencia y tampoco en

haber dejado la puerta entreabierta.Otro gritó surgió de la habitación. Era su madre. Darcy entró corriendo en el dormitorio y quedó

 paralizado al ver el dolor expresado en el rostro de su madre y la sangre que manchaba casi toda lacama. Sus miradas se cruzaron por unos segundos, lo que tardó la Sra. Reynolds en sacarlo. Necesitó laayuda de Missy, una de las doncellas, que llevó al muchacho al dormitorio y se quedó con él.Era casi medianoche cuando el Sr. Darcy entró en la habitación de su primogénito. La seriedad de surostro no auguraba buenas noticias.-Fitzwilliam, tu madre…ha muerto dando a luz a una pequeña- dijo con la voz acongojada.

 Missy rompió en llanto, secándose las lágrimas con el delantal.-¿Puedo verla?- preguntó contendiendo el dolor que sentía. No quería que su padre volviera a llorar por culpa suya.-Hijo, no creo que sea conveniente. Es mejor que la recuerdes cuando estaba viva. Pero puedes conocer a tu hermana.El joven asintió y caminó en compañía de su padre a la habitación del bebé que su madre se habíaencargado de decorar.Una joven había sido contratada para cuidar de la pequeña y la tenía en brazos.-Es la Srta. Johnson, cuidará de Georgiana.Fitzwilliam se acercó para mirarla mejor. Parecía desprotegida y pequeña. El poco cabello que se veíaera rubio y los ojos eran azules.Pidió tenerla en brazos, le recordaba a su madre y entonces, por unos breves momentos, todo el dolor que lo invadía, se disolvió.

Hubiera deseado estar más tiempo inconciente. Demasiado pronto despertó en la cama con todo el dolordentro de ella.Darcy la sostenía de la mano. Sintió un dolor en su espalda y su estómago se endureció. No era tonta,

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reconoció que era una contracción.-El doctor llegará pronto- dijo su esposo.-Lo siento, no debí gritarte.-No te preocupes por eso- le dijo acariciando su frente.Para cuando llegó el doctor Gibson, había sentido otra contracción. No quiso decírselo a Darcy, prefiriócomunicárselo directamente al médico.-Bueno, recomiendo reposo absoluto. Me preocupa que sigan las contracciones. Es muy pronto para que

las tenga, y si continúan, provocará un parto prematuro.Su esposo empalideció, pero no hizo comentarios.-Sé que es difícil, pero intente controlar el dolor por la mala noticia. Volveré mañana- anunció antes deirse.Darcy lo acompañó lleno de preocupación.-Fitzwilliam, las contracciones que ha tenido no son peligrosas. Son normales por la situación vivida hoy.Pero he preferido asustarla conociendo el carácter indomable de su mujer.-Gracias- suspiró aliviado.Volvió a acompañar a su esposa. La encontró acurrucada como ovillo intentando dormir.-Abrázame- le pidió en forma casi inaudible- Quédate conmigo.Darcy se quitó la chaqueta y las botas. Se acostó junto a ella y sólo la abrazó.

Capítulo 52 

"Cuando estoy perdidaEnciendes una luz para mí y me liberasCuando estoy decaídaTú quitas mis lágrimas

Y me llevas a travésDe la soledadY del vacío"

Darcy ya se estaba acostumbrando a la necesidad de tocarlo que sentía Elizabeth en el último mes.Desde la muerte de la Sra. Bennet, parecía que Lizzie no podía estar alejada de sus seres queridos. Apesar de no haber tenido mayores contratiempos con el embarazo, prefería quedarse en su cuarto, o enalguna habitación de la casa.

Su esposo estaba preocupado, Elizabeth ya no disfrutaba de sus caminatas ni de sus lecturas. Sólo parecíaolvidar su pena en compañía de William o de él.Esperaba que Jane la visitara, pero problemas con su salud la venían aplazando. Georgiana estaba conRichard en Londres, y en la última carta, prometía ir a Pemberley lo antes posible.Esa mañana de comienzos de mayo, Darcy despertó con la misma inquietud que tenía desde el deceso desu suegra, que Lizzie demostrara estar un poco menos desanimada.La miró dormir girada hacia su lado, con su mano descansando sobre el pecho de él. El vientre de ella yaera inocultable con sus notorios casi siete meses de gestación.Darcy le tomó suavemente la mano para poder levantarse sin despertarla. Era temprano aún y él tenía undía ocupado.Apenas intentó moverse, la mano que antes reposaba tranquila, lo asió firme y se encontró con los ojossuplicantes de su mujer.-No quería despertarte- susurró y, dándole un tierno beso en la frente, agregó- Vuelve a dormirte.Pero la presión de la pequeña mano no disminuyó su fuerza.-¿Tienes mucho que hacer? ¿No puedes quedarte un poco más?- preguntó de forma tal que Darcy pudo

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sentir la infelicidad que en ella aún existía.Lo esperaban cartas urgentes para responder, una reunión con su administrador, otra con un arrendador y,si el día primaveral lo permitía, una recorrida por una obra que se estaba realizando en el jardín norte dela casa.-Ya me arreglaré- respondió- Me quedo, con una condición.-¿Cuál?- preguntó frunciendo la nariz de la forma que le gustaba a su esposo.-Cuando nos levantemos, desayunarás conmigo y luego me acompañarás a supervisar las obras del norte.

-Está bien- dijo con una sonrisa a medias y se acurrucó lo más que pudo contra su pecho.Después de desayunar, Elizabeth fue a ver a su pequeño, mientras Darcy se disponía a responder algunascartas antes de salir a caminar con su mujer.Sobre la pequeña bandeja de plata lo esperaba una pila de sobres con bellas caligrafías y solemnemeslacrados.Revisó el pequeño montículo rezongando al hacerlo, hasta que sus ojos se detuvieron en un remitente,“Sr. M. Thorton”. Abrió el sobre con el cortaplumas y leyó: 

“Sr. Darcy: Me dirijo a Usted, porque recientemente ha llegado a mis oídos que su suegra, la Sra. Bennet, hafallecido.

Espero que la Sra. Darcy haya asimilado la mala noticia de la mejor manera y tanto ella, como todosustedes, gocen de buena salud.Tengo planificado un viaje por Derbyshire para el próximo mes y, si soy bienvenido, me gustaría pasarpor Pemberley para darle las condolencias en persona. Mientras tanto, sea Usted tan amable detransmitirle mi más sincero pésame.Atentamente, Matthew Thorton.” Darcy resopló lleno de frustración al pensar en tener que ser anfitrión del perfecto Sr. Thorton.Arrojó la carta sobre el escritorio y siguió revolviendo los papeles. Una hora más tarde, seguíaconcentrado en su trabajo atrasado, respondiendo cartas de negocios y de cortesía, incluyendo la deThorton.Un golpecito en la puerta lo distrajo por el breve segundo que tardó en decir “adelante” y luego siguió

escribiendo.Lizzie entró pidiendo permiso y cuando él levantó la vista para mirarla, quedó abrumado por su palidez ylas manchas oscuras debajo de los ojos. Parecía que había vuelto a llorar.-Elizabeth, ¿te encuentras bien?- le preguntó levantándose hasta donde pudo tomarle las manos y guiarlahasta un sillón.-Estoy bien- respondió, pero la respuesta no tranquilizó en lo absoluto a su marido.Darcy le pasó su brazo por los hombros y la atrajo contra él. Ella no se resistió en lo absoluto, se dejóabrazar y apoyó su cabeza contra el corazón de su esposo.-¿Has estado llorando?- le preguntó acariciándole la espalda.-Un poco- admitió- Pero por algo bueno.-¿Buenas noticias?-¿Charles no te escribió?-No he terminado con las cartas- respondió con tono disgustado.-Lo siento, te estoy retrasando- comentó Lizzie apenada.-Cuéntame las noticias- la interrumpió sin darle la oportunidad a disculparse.Elizabeth sonrió, y por un breve momento, Darcy volvió a ver en ella la picardía que había perdido en elúltimo mes.-¡Jane está en estado! ¿No son excelentes noticias?-Sí, realmente lo son- respondió Darcy. Realmente lo eran y se alegraba por su amigo y su cuñada, quehacía casi un año que esperaban encargar un segundo hijo.-Era ese el malestar de Jane. El que le impedía venir a verme- agregó un tanto aliviada de saber que los

problemas de salud no eran tales.-¿Qué te parece que vayamos a visitarla el sábado? Si es que te sientes mejor y mejoras el aspecto pálidoque tienes ahora.-¡Me encantaría verla!- dijo llena de ansias- Intentaré estar más tiempo al aire libre y comeré mejor.

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-¿Qué te parece que empecemos ahora, caminando conmigo?-Me encantaría.Elizabeth buscó su sombrero y un pequeño chal para protegerse la espalda. Mientras se preparaba, se vioal espejo y entendió por qué su esposo estaba tan preocupado por su salud.Sacando el vientre crecido, el resto de su cuerpo se veía demasiado delgado en su vestido negro de luto, lacara estaba demacrada y tenía ojeras por la falta de sueño y el llanto.Respiró profundo y se prometió hacer el esfuerzo por no dejarse llevar por la nostalgia y el dolor. Salió de

la habitación y buscó a William para que vaya con ellos y disfrutara del hermoso día.Tomada del brazo de su esposo y con el niño correteando torpemente delante de ellos, se olvidó por unrato de su pena. Pudo sentirse un poco feliz, esa felicidad que otorgan los pequeños detalles y lassituaciones diarias.-Elizabeth, hoy recibí carta del Sr. Thorton- dijo sin ningún preámbulo.Ella lo miró con clara perplejidad en el rostro.-¿En verdad? ¿Qué es lo que cuenta?- preguntó con curiosidad.-Se enteró de tu pérdida y quería transmitirte sus condolencias- le respondió sin entrar en demasiadosdetalles.-Es muy caballeroso de su parte. Le escribiré unas líneas de agradecimiento por su amabilidad, si no temolesta.

-Nunca te negaría que le respondieras a semejante caballero- la entonación al decirlo, hizo que Lizzievolviera a reír.En los siguientes días, Darcy notó que Elizabeth realmente intentaba mostrarse más animada, menosdependiente de él, buscando volver a la rutina.Como se lo había prometido, el siguiente sábado la llevó a Green Park. Jane tenía órdenes de hacer reposoabsoluto, el embarazo venía complicado. La rectoría del Sr. Barton estaba a mitad de camino entrePemberley y Green Park, por lo que Kitty intercalaba las visitas. Desde que Jane había comenzado consus problemas, Kitty pasaba mucho tiempo con ella y Beth.El encuentro fue muy duro para las dos, no se veían desde antes de conocer la noticia de su madre. Lashermanas se abrazaron por mucho tiempo y lloraron como si hubieran recibido por primera vez lainformación del fallecimiento.

Charles y Darcy les dieron espacio, sabían que eso ocurriría en cuanto se vieran.El compartir tiempo con su hermana, aunque fueran unas pocas horas, le permitió volver a su hogar conun poco de alivio en la soledad que la perseguía.En los próximos días siguió necesitando de su marido, pero se esforzó por no molestarlo. Sabía que suconstante demanda lo llenaba de preocupación, además de atrasarlo en los negocios.-¿Cómo estás, amor?- fue la pregunta de su esposo que la miraba sentado en el borde de la cama,mirándola fijamente.Se había recostado para dar una pequeña siesta y, evidentemente por la oscuridad que reinaba en lahabitación, era demasiado tarde.-¿Qué hora es?- interrogó pensando en que se había perdido el té de las cinco.-Las nueve.-¡Las nueve! ¡Lo siento tanto, es tan tarde!- se llenó de angustia al darse cuenta que había pasado toda latarde durmiendo.-No te preocupes, William y yo, ya cenamos. No quise despertarte, parece que necesitas dormir bien.-No tienes que consentirme de esta manera. Estoy mejor. En verdad.-Me alegra saberlo ahora que tengo que dejarte sola por unos días- le dijo estudiando la reacción en surostro.-Estaba esperando estas noticias. ¿Londres?- le preguntó llena de resignación con el mejor semblante quepudo concederle.-Sí. Vengo suspendiendo el viaje desde hace unas semanas, pero tengo que firmar unos papeles con miabogado y varias reuniones que atender.

-Me portaré bien- le respondió torciendo un poco la boca mientras que sus manos lo sujetaban de lassolapas.-Entonces no tengo por qué preocuparme, ¿no?- Darcy preguntó para asegurarse y Elizabeth asintió con lacabeza.

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-¿Cuándo te vas?-Mañana. Así estoy de regreso para el fin de semana.-No te apures por mí. Prefiero que tardes, pero que llegues a salvo a mis brazos- dijo Lizzie al tiempo quese levantaba un poco en la cama.Darcy aprovechó la nueva posición para acercarse y besarla pausadamente. Al incorporarse para volver asu sitio, Lizzie lo siguió sedienta aún de sus besos. Él la miró con cierta sorpresa.-Te dije que estoy mejor- le respondió a la mirada, con las mejillas llenas de color, mientras se mordía los

labios en forma provocativa y tiraba del saco de su esposo para quitárselo.Luego se recostó para ver como su esposo se quitaba con rapidez las botas, el chaleco y el cravat. Con lacamisa y la ropa interior fue más lento, como si supiera que Lizzie disfrutaba del espectáculo.Ella apartó las sábanas para recibirlo en la cama. Él se recostó a su lado para retomar el trabajo de besarla,esta vez abandonando la tranquilidad y dando paso a besos más salvajes y hambrientos. Sus manoscomenzaron a recorrer con lentitud cada curva del cuerpo conocido y cambiante de su esposa. Las manosde ella tampoco tardaron en tocarlo, con las yemas de los dedos rozó el largo de su espalda, siguiendo elcamino que dictaba la columna.Él se sumergió en la profundidad de su boca y se detuvo en cada punto sensible a sus besos y caricias. Larespiración entrecortada y los gemidos que de ella obtenía le recordaron cuánto extrañaba sentirla suya deesa manera.

Elizabeth se sentó sobre él y, antes de quitarse el camisón por sobre su cabeza, lo acarició desde suslabios hasta el ombligo con sus manos.Darcy la tomó de sus redondeadas caderas para indicarle el ritmo y se mecieron hasta llegar al éxtasis.Un poco después, cuando él ya dormía en sus brazos, Elizabeth se maldijo así misma por haberlo evitadotanto tiempo. Había olvidado que cuando hacían el amor, olvidaba al resto del mundo, esperaba que lasensación de felicidad que la invadía, durara hasta la mañana siguiente.Elizabeth siempre exageraba cuando Darcy se iba. Extendía las despedidas hasta que el coche arrancaba.Esa mañana no fue una excepción.-Acuérdate que me prometiste pasar por Longbourn a tu regreso- le recordó colgada de su cuello.-Prometo pasar a visitar a tu padre y Mary- respondió Darcy poniendo los ojos en blanco.Ella lo volvió a besar con ansias. A él aún lo incomodaba tanta manifestación de afecto frente a los

criados. Se separó un poco y aclaró su garganta, señalándole con los ojos la presencia del chofer y doscriados.Elizabeth se descolgó de él, bajando los brazos con disgusto y haciendo un mohín de disconformidad.-Estarás bien- le afirmó Darcy, mientras apoyaba su mano sobre el lugar donde estaba su bebé. Sabía quepara Lizzie serían duros días, donde tendría a William y a la casa a su cargo.Le acarició la mejilla con el dorso de su mano y ella bajó un poco el rostro. Con la misma mano le levantóel mentón y se sonrió dándole ánimo. Luego, rozó sus labios con los suyos y subió al carruaje.

Estando en Londres, sus días pasaban más rápidos de lo normal. Se levantaba y leía el Times mientrasdesayunaba, hábito que en presencia de Lizzie era imposible, se lo tenía terminantemente prohibido.Después solía tener algunas reuniones en el salón para caballeros que frecuentaba desde que tuvo la edadapropiada y donde aún encontraba a los viejos amigos de su padre.Por la tarde, respondía cartas, recibía visitas o se veía en la obligación de devolverlas como atención.Cuando llegaba la noche era cuando las horas parecían detenerse. Cenaba con Richard y su hermana ocon los Gardiner, pero cuando volvía a la residencia y entraba en la habitación, las horas pasaban lentas yel sueño le escapaba.Al llegar la mañana del viernes, se sintió con mejor semblante. Era el último día en la ciudad, sólo teníaque pasar una noche más en Londres. Al día siguiente estaría rumbo a Pemberley, previa una breve escalaen Longbourn.Tenía una reunión en el salón, la última y por la tarde, iría a comprar algunos obsequios para William yElizabeth.

Leyó el diario y se preocupó por las noticias del frente de batalla. Luego, recibió carta de casa y seapresuró por saber de su esposa.Ella le aseguraba estar bien y volvía a pedirle que visitara a su padre. Darcy se rió, su mujer era insistente,pero parecía estar bien.

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Escogió caminar en lugar de tomar el carruaje, poco después se arrepentiría de haber tomado esa decisión.Poco antes de llegar al salón, vio salir de una tienda de empeños, a George y Lydia Wickham. Se vieronprácticamente al mismo tiempo, no hubo chance de evitarlos.Los saludó con un gesto cortés sin intenciones de acercárseles, pero Lydia seguía haciéndose la que noentendía indirectas y caminó hacia él con los brazos extendidos.-¡Sr. Darcy! ¡Qué placer verlo por acá!- dijo simulando alegría.Darcy apenas le contestó el saludo.

-¿Ha venido mi hermana con usted? ¡Hace siglos que no la veo!- preguntó exagerando de tal forma que elgesto le recordó a su difunta suegra. Ya entendía con más claridad la preferencia de ésta por su hijamenor.-No, se quedó en casa. La noticia de la muerte de su madre le afectó mucho y el médico le prohibiórealizar viajes.-¡A mi me ha devastado también! He dejado de comer, estoy hecha un saco de huesos- contestóhaciéndose la pobre víctima- Menos mal que tengo a mi querido Wickham o no sé qué hubiera sido demí.Darcy la miró, estaba visiblemente gorda, los embarazos no habían sido favorecedores con su silueta.Después miró a Wickham que no había abierto la boca desde el momento en que se encontraran. Suúltimo encuentro fue con él detenido en una celda militar por su mal comportamiento con Elizabeth.

Darcy fue a advertirle que no lo quería cerca de su casa y le había jurado que lo mataría si lo hacía.Tras un incómodo y largo silencio, Darcy se despidió.-Con su permiso, tengo una reunión que me espera.-¡Nos gustaría tanto cenar con usted! ¿Cree que será posible?- preguntó Lydia sin notar el claro malestarde su esposo.-Me temo que será imposible, me voy de la ciudad mañana temprano- respondió Darcy sin dudarlo.-Entonces podría ser esta noche- insistió la joven.-Tengo la cena comprometida con mi hermana y su esposo- dijo mirando directamente a Wickham quedesvió la mirada.-Un gusto verla, Sra. Wickham, le diré a Elizabeth que la encontré en buen estado de salud- saludó con susombrero y partió.

Después de su reunión, paseó por la zona de comercios y miró varios escaparates buscando algo quepudiera gustarle a su esposa. Para su hijo llevaba varios juguetes de madera. Pero aún no encontraba elregalo ideal para su mujer.De pronto, en una vidriera de un comercio de música al que solía comprarle partituras para Georgiana,encontró una caja de madera que tenía la tapa bellamente tallada. Era una madera oscura, tal vez ébano yel relieve era de un ángel tocando el violín.Antes de escucharla, sabía que le gustaría a Lizzie. Ella disfrutaba de la música y, desde la muerte de susuegra, no se había tocado ningún instrumento en la casa. La caja de música era perfecta.Volvió a la casa lleno de regalos y la felicidad que tenía se disipó cuando se enteró que su cuñadosolicitaba verlo.No tenía nada que hablar con ese hombre y no se le ocurría nada que éste tuviera que decirle a él. Aún así lo recibió, Wickham no merecía respeto alguno, pero estaba casado con una hermana de Elizabeth.Entró en la sala con la misma altanería que siempre le había traído problemas. Nunca había logradoentender que, por más que viviera rodeado de los lujos y comodidades de Pemberley, nada de eso lepertenecía. Desde pequeño había tenido peleas y riñas con otros muchachos que no lo toleraban por darsegrandes aires siendo el hijo del administrador.-Darcy- saludó al verlo.-Tienes diez minutos, así que ve al grano. ¿Cuánto necesitas esta vez?- preguntó buscando la llave quellevaba en el bolsillo de su chaleco y que abría el primer cajón de su escritorio. Allí guardaba el dineroque había en la casa.-No vengo a pedirte dinero, sino algo más importante- respondió haciéndose el ofendido.

-¿Qué es, entonces?-Me han convocado al frente de batalla, salgo próximo lunes.-No veo en qué me afecta tu partida- respondió en forma cortante.-No he sido un buen esposo, ni tan poco un buen padre. Lydia ha tenido un niño hace poco. Ahora temo

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que si me pasa algo, no tendrán nada.-Ya veo- contestó Darcy, después de todo no estaba tan errado, la intención de la visita era relacionadacon dinero.-Si no vuelvo, Lydia no será capaz de cuidar de los niños. No lo es ni siquiera ahora. Sé que tú y Eliz…laSra. Darcy- se corrigió al ver la expresión de odio que le lanzó- los cuidarían bien.-Puedo prometerte que no les faltará nada, pero nunca me atrevería a quitárselos a su madre.-Me es suficiente- dijo Wickham con pomposidad.

-Tus diez minutos terminaron- anunció Darcy con acritud y le señaló la salida. La presencia de esehombre le producía algo similar a las náuseas.Apenas salió de la habitación, se sentó en la silla y apoyó los codos sobre el escritorio, con sus manos enlas sienes masajeándolas para quitarse el horrible dolor de cabeza que la reunión imprevista le habíaprovocado.Esa noche, en casa de Richard, a solas mientras disfrutaban del brandy, le contó lo sucedido.-Tiene razón en temer. Se espera un gran enfrentamiento, habrá muchas bajas.Darcy tomó el último trago de su vaso.-Inglaterra no pierde nada si Wickham no vuelve- dijo con furia y salió para hablar con Georgiana.

Elizabeth había salido al jardín con la excusa que William necesitaba aire y sol, cuando en realidad, ya no

sabía que hacer dentro de la casa esperando el sonido de cascos por el camino.En un intento por correr, William cayó al suelo y comenzó a llorar. Ella llegó hasta él lo más rápido quepudo y lo levantó. Tenía un pequeño raspón en la nariz y las manitos sucias. Lo estaba consolando cuandodivisó la polvareda de un coche.-Mira, William- le señaló el camino con la mano- Ahí llega papi. El niño paró de llorar para ver si lo quedecía su madre era cierto.Lo bajó al suelo cuando el coche frenó a unos cuantos metros y salió corriendo en su dirección. Darcybajó antes que el criado le abriera la puerta y levantó a su hijo lo más alto que pudo para luego bajarlopara besarlo. William rió con las mejillas aún marcadas por el llanto anterior.Lizzie llegó hasta donde él y la sorprendió con un gran beso.-Tengo una sorpresa para ti- le dijo Darcy abrazándola por los hombros.

-¿Qué me has traído esta vez?- preguntó bromeando ante la conocida debilidad que presentaba su esposopor comprar regalos.Entonces la giró hacia el carruaje.Su padre estaba allí.

Capítulo 53 

-Lizzie, cariño, deja respirar a tu padre- le dijo Darcy a su esposa que estrujaba con tanta fuerza al Sr.Bennet, que se éste se estaba poniendo rojizo.

-Lo…lo siento…pa…pa…pá- respondió sollozando y lo soltó despacio. Su padre la tomó de la mano ytodos entraron en la casa.-Bienvenido, señor. El té ya está servido en el salón del oeste- anunció la Sra. Reynolds.El Sr. Bennet se sentó en un sillón con Elizabeth a su lado. Parecía que lo estaba examinando desde quelo vio bajar del carruaje.-Estoy bien, Lizzie. En verdad- le dijo para tranquilizarla- Un poco cansado por el viaje, eso es todo.Elizabeth lo miraba compasiva, su padre parecía tan frágil, delgado y envejecido que le provocaban ganasde volver a abrazarlo.-¿Y cómo te encuentras tú?- le preguntó su papá con una débil sonrisa en los labios.-Estoy bien- aseguró y la mirada de su esposo la hizo retractarse- Estaré mejor con el tiempo.Darcy le sonrió desde el otro sillón con William en brazos.-¿Cómo está el bebé?- preguntó el Sr. Bennet intentando desviar el tema hacia algo más agradable.-William está muy bien- aseguró Lizzie con una gran sonrisa.-Me refería a ese…- comentó su padre, señalándole su gran vientre.-¡Oh! Creo que mi esposo me mal acostumbró a nombrarla como a una niña. Está bien, se mueve mucho

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y suele no dejarme dormir.-Cuando tu madre te esperaba, juraba que serías un niño. Eras tan inquieta y la pateabas tanto, que ellaaseguraba que serías un varón. Se negaba a buscar nombre para niña, aseguraba que serías Thomas- contócon su padre, con la mirada perdida en el pasado y sonriendo por los recuerdos.A Elizabeth se le pusieron los ojos llorosos.-Lo siento, Lizzie. No quería ponerte mal.-Es que siempre pensé que fui una desilusión para ella. No fui el niño que esperaba, en lugar de ello, tuvo

que soportar mis comentarios irónicos y hasta despectivos. ¡Ni siquiera le di el gusto de acepta al primoCollins!- dijo riendo entre lágrimas.Darcy dejó al niño en el suelo, levantándose de su lugar y sentándose junto a ella para abrazarla.-Elizabeth, tu madre era una mujer muy particular, pero te aseguro que siempre se sintió orgullosa de ti-le aseguró su padre.-Lo sé, pero me hubiera gustado hacerle saber que la quería.-Lo sabía, cielo- le dijo Darcy acunándola contra su pecho. Su padre le prestó un pañuelo para que sesecara las lágrimas.-Elizabeth, el Sr. Darcy tiene razón. Tu madre sabía que sus hijas la querían y estaba muy feliz desaberlas casadas y con niños.-Gracias, papá- le respondió apoyándose en su esposo visiblemente más tranquila- Llevaré a William y

regresaré a servirles el té.-Estuvo usted acertado, Sr. Darcy- dijo el Sr. Bennet en cuanto su hija se retiró de la habitación.-Por favor, llámeme Fitzwilliam o sólo Darcy.-Lo haré, cuando usted me diga Thomas.Darcy asintió con la cabeza en señal de aprobación.-He aprendido a conocer a Elizabeth, y no exageraba cuando le dije que lo necesitaba y que no está bien.-Creo que ella me necesita tanto como yo la estoy necesitando a ella- reflexionó en voz alta.-Lo entiendo. Me he acostumbrado tanto a estar con ella que cuando tengo que alejarme, siento un vacío.Su compañía es lo mejor que me ha pasado en mi vida- confesó Darcy a su suegro.Poco después, Elizabeth volvió a la sala para comenzar el ritual del té, esforzándose al máximo enmantener cómodo y relajado a su padre.

Pensaba disfrutarlo la mayor cantidad de tiempo que pudiera.

Elizabeth cepillaba su cabello que caía libre por su espalda. Por el gran espejo de borde dorado, miraba asu esposo cambiarse y entrar en la cama. Cada vez que pensaba que ya no podía amarlo más, él realizabaalgo que hacía imposible no adorarlo.Darcy la descubrió mirándolo fijamente y le sonrió sin conocer por dónde estaban sus pensamientos.Lizzie se levantó y apagó varias velas, cerró casi todas las ventanas. Las noches primaverales solían serfrescas, pero aún así dejaba alguna abierta, le gustaba sentir la fragancia de los árboles florecidos.Cuando se acercaba a la cama, él apartó las sábanas para que entrara, y ahí ella vio una caja envuelta enseda sobre su mesa de noche. Sin mediar palabras, se metió en la cama y lo besó en los labios.-Gracias- murmuró contra su boca.-No me lo agradezcas si aún no viste el regalo- le respondió con esas sonrisas que solían alegrarle el día aElizabeth.-No es por ese regalo.-¿No?- preguntó haciéndose el incrédulo.Lizzie negó con la cabeza y volvió a besarlo, está vez en forma menos tierna y más apasionada que laanterior.-Traer a mi padre ha sido lo mejor que has hecho por mi.-¿Eso es lo mejor que he hecho por ti?- le dijo en tono burlón, mientras sus manos que recorrían el largopelo, se detenían en su nuca, para que sus dedos se perdieran en ella.-Está bien, tal vez eso, no es lo mejor que haces por mi- le respondió sugestivamente, sin oponer

resistencia a las manos que la sujetaban para acercarla hasta sus labios.El aliento caliente que emanaba de la boca de su esposo la hacía sentir bien, era como el sabor del licor enel cuerpo en un frío día de invierno.Darcy la alejó dando por terminado el beso demasiado pronto para su criterio. Ella intentó retomarlo, pero

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se vio interrumpida.-¿No abrirás el regalo?- preguntó su esposo. Alguien que no lo conociera como ella, no hubiera percibidocierta duda en sus palabras.-Fitzwilliam James Darcy, ¿te sucede algo?- le dijo en tono disgustado al notar una nueva evasiva a otrobeso.Darcy bien sabía por experiencia propia, que la utilización de su nombre completo no era una buenaseñal, carraspeó un poco y se sentó más erguido en la cama.

Ella hizo lo mismo, pero con los brazos cruzados sobre su vientre en continuo crecimiento. Darcy estabaseguro de la forma de expresarse para no ofender los sentimientos a flor de piel de su mujer.-Ya llevas el embarazo muy adelantado…- comenzó a decir, pero antes de terminar la frase, Elizabeth lointerrumpió al borde del llanto.-¿Ya no me deseas? ¿Eso es lo que quieres decirme?-¡No, no es eso!- contestó rápidamente, intentando no dejar dudas al respecto. Se incorporó mejor y laabrazó, besándola en el pelo, pero ella se mantuvo rígida y distante.Se apartó de él y lo miró sin hablar, exigiendo una respuesta.-Me preocupo por tu estado, eso es todo. Te deseo siempre, y eso es un gran problema cuando pretendono ser egoísta y pensar en lo que se supone que debo hacer- respondió sinceramente.-¿Lo dices en serio?- preguntó dejándose caer contra su pecho.

-Muy en serio- contestó.Ella volvió a besarlo aliviada y efusivamente.-…Lizzie…no ayudas- Darcy se quejó con esfuerzo.Elizabeth esta resuelta a no dejarlo escapar fácilmente. Lo tenía tomado de la nuca y lo besaba alternandolos lugares.-Lizzie…si no te detienes…no creo…- cada vez que intentaba hablar, era acallado por los besos sedientosde su mujer- Me estás torturando.-Entonces deja de sufrir- lo instó Elizabeth.-¿No prefieres ver el regalo?- preguntó en un último intento vano al tiempo que ella se subía sobre él.-Ya te lo he dicho- le respondió tomándolo por el cabello- Tú eres lo único que necesito.

Darcy se desperezó en la cama. La luz apenas se filtraba por las cortinas, lo que indicaba que aún eratemprano. Tardó unos segundos en darse cuenta el motivo por el que había despertado, el sonido de lacaja de música que Elizabeth había abierto.Se incorporó para verla mientras se refregaba los ojos. Estaba a los pies de la cama con William mirandomaravillado la nueva adquisición.-¿Te gustó?- preguntó con la voz ronca y adormilada.-¡Sí, nos ha encantado! Siento haberte despertado, saldremos a cambiarnos para que sigas durmiendo.Darcy golpeó con la mano el espacio vacío de la cama, señalando que se quedaran.-Quédate, tenemos que hablar.-No quiero volver al tema de anoche, me conozco mejor que tú y sabré cuando detenerme- respondióofendida.-¿Puedes dejarme terminar alguna frase? Interrumpes antes que pueda expresar mis ideas- la sermoneó.Elizabeth cerró la boca, solía tener el defecto de interrumpirlo y poner en sus labios cosas que no habíadicho.-Me encontré con tu hermana y su esposo en Londres- anunció sin rodeos el tema- Mandó sus saludos ybuenos deseos para ti.Elizabeth no dijo nada, por la lectura que hacía de su esposo, esperaba más noticias que un simpleencuentro.-El mismo día, Wickham me visitó en la casa- continuó e hizo una pausa para darle más cuerda a la cajitade música a pedido de William.-¿Y qué quería? ¿Más dinero?- preguntó Elizabeth con angustia ya que conocía el desagrado que esto le

habría producido a su esposo.-No- dijo negando con la cabeza al mismo tiempo- Quería pedirme un favor, que por supuesto, estárelacionado con dinero.Elizabeth lo miraba llena de expectación esperando que continuara con el relato, pero Darcy seguía

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 jugueteando con su hijo sin ánimos de retomar la conversación.-¡Darcy!- por fin exclamó Lizzie golpeándolo en el brazo.-Lo siento- dijo disculpándose por su distracción- Lo llamaron al frente de combate. Me pidió que nosencarguemos de sus hijos en el caso que no vuelva.-¿Y Lydia?- preguntó un poco consternada.-Parece que teme no dejarle más que deudas y no la cree capaz de cuidar ella misma de sus hijos.Elizabeth quedó pensativa, meditó en lo afortunada que había sido al encontrar un esposo gentil, amoroso

y que pensaba en sus necesidades. Intentó ponerse en el lugar de su hermana, viendo marchar a la guerra aun esposo poco considerado, pero al que suponía seguiría queriendo. Conciente que su marido la estabamirando, borró la triste imagen de su cabeza.-¿No me preguntarás qué le contesté?- la interrogó Darcy.-No necesito. Sé de sobra lo buen hombre que eres. Estoy segura que respondiste afirmativamente, a pesarque son hijos de un personaje despreciable en más de un sentido.Darcy se estiró de su lugar y la besó con dulzura en los labios.

La primavera en Pemberley, era una época llena de vida. Para Elizabeth fue un placer poder compartirlacon su padre.Los días pasaban tranquilos en compañía de los hombres más importantes en su vida, su padre, del cual

siempre había sido preferida, su esposo, a quien adoraba, y su hijo, que era motivo de constantessorpresas y alegría.Cuando comenzaba el verano, Georgiana volvió a Pemberley después de meses sin visitarlos. Richard lehabía pedido que viajara para ayudar a Elizabeth con el próximo alumbramiento, aunque todos sabían queera una excusa para alejarla de Londres y que dejara de insistir en viajar con él al frente de batalla en elhipotético caso que lo convocaran.Fue un motivo de gran alegría la presencia de la anterior damita de la casa, ahora toda una mujer.Solían dar paseos bajo la protección de sus sombrillas, conversar por largo tiempo mientras bordaban elajuar y hacerse confidencias en la vieja habitación de Georgiana, que seguía intacta para cuando decidieravisitarlos.-Elizabeth, ¿qué se siente dar a luz a un hijo?- le preguntó su cuñada mientras acunaba en brazos a

William que dormía su siesta.-Es una combinación de muchos sentimientos- respondió Elizabeth, dejando la aguja clavada en bordado.-¿Tienes miedo?-Sí, es atemorizante porque el dolor es intenso.-Sin embargo, no dudaste en darle otro hijo a mi hermano- reflexionó en voz alta.-No lo dudé ni por un momento. Verás, tener un hijo es algo que jamás pensé que fuera tan increíble. Esun pequeño milagro, una parte tuya y de la persona que amas que tiene vida propia y te sorprende cadadía. Al momento que nació, todo el dolor, el temor, el miedo de creer que no podía lograrlo, sedesvaneció en segundos al verlo. Es un amor tan intenso que tienes la certeza que darías tu vida por él.-Elizabeth…- comenzó a decir y titubeó por un instante.-¿Sí?-¿Cuándo estuviste segura…que estabas esperando?- preguntó ruborizándose en tono nervioso.-Georgie, ¿estás…? -Puede ser…Tal vez- reconoció avergonzada de su inexperiencia en el tema- Creo que sí.Elizabeth intentó saltar de la alegría, pero sus ocho meses avanzados y el calor de los días del comienzodel verano, se lo impidieron. Por lo que, a duras penas, se levantó de su silla y abrazó a su cuñada.-¿Lo sabe Richard?-No estaba segura mientras estuve en Londres, sólo me había salteado un período. Pero ahora ya van dosy me siento cansada todo el tiempo.-¡Debemos llamar al doctor Gibson en forma inmediata!- exclamó Lizzie llena de entusiasmo en un grititoapenas sofocado.

En ese momento, un golpe interrumpió su burbuja de felicidad. Un criado solicitaba la presencia en lacocina de la señora para solucionar una disputa entre cocineras.Darcy y su padre, habían ido hasta Green Park para visitar a Charles y Jane, quien seguía en estrictoreposo.

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Elizabeth bajó a regañadientes, no deseosa de abandonar la buena noticia para tener que regañar a dosempleadas.Cuando llegó allí, la Sra. Reynolds ya se había hecho cargo del asunto y regañó al criado por habermolestado a la señora.-Por favor, Sra. Reynolds, no rete al muchacho, aún no estoy incapacitada para ejercer mis deberes- ledijo complaciente, para que la mujer no se ofendiera, ni el joven siguiera tan asustado.-Disculpe, Sra. Darcy- le respondió con una reverencia- Ya le iba a avisar que su esposo y su padre han

regresado para que me indicara dónde servir el té.-Gracias, sírvalo en el balcón norte- le ordenó y luego caminó hacia el estudio de su marido parapreguntarle las novedades de los Bingley. Se esforzó lo máximo posible para que no notara su alegría porGeorgiana y golpeó la puerta.Darcy estaba sólo con su chaleco puesto y el cravat desanudado. Apoyado en el alféizar de la ventana,leía una carta que tenía en sus manos.-¿Qué cuenta mi hermana?- preguntó despreocupadamente. Darcy demoró su respuesta unos segundospara contener su expresión antes de verla y se giró.-Bien, bastante bien. Beth está enloqueciendo a Charles y a la niñera. Advertí el problema de bautizarlacon ese nombre- dijo bromeando, pero faltaba el brillo típico en su mirada.-¿Malas noticias?- preguntó Lizzie señalando la carta.

-Lo son. Siéntate conmigo donde corra aire- le pidió, tomándola por el brazo hasta un sillón cercano algran ventanal.-¿Tienes que viajar?- preguntó dubitativa. Odiaría que tuviera que irse con la fecha del parto tan cercana.-No. Nada de eso. Son noticias del frente.Elizabeth lo miró con atención, ¿acaso Napoleón habría ganado la guerra? No concebía otro motivo depreocupación sabiendo a Richard en Londres.-Hace unos días, se produjo una gran batalla en Waterloo. Las tropas aliadas han derrotado a Napoleón,un gran triunfo que ha volcado la guerra a nuestro favor, pero no sin antes, dejar numerosas bajas.Lizzie lo miraba atónita, no se consideraba una ignorante, leía los mismos periódicos que su esposo, perotodo el tema de la guerra le resultaba terrible y evitaba saber mucho sobre ello.-Wickham estaba bajo el mando del Teniente General Sir Henry Clinton, no sobrevivió a la batalla.

Elizabeth se llevó una mano a la boca para contener una exclamación. Había olvidado por completo a sucuñado.-Richard tenía mi solicitud de mantenerme al tanto sobre Wickham. El Teniente es un viejo conocido deél y le informó de inmediato. ¿Estás bien?- le preguntó al verla inmóvil.-Estoy bien. Sólo pienso en si mi hermana ya lo sabrá. ¡Pobre Lydia!-Seguramente ya lo sabe. Escríbele con tu padre y le enviaremos dinero. No olvidaré mi promesa.-Gracias- le dijo, y se apoyó sobre su hombro.-Son buenas noticias para Georgie, significa que Richard puede volver a casa- comentó después un largosilencio.-Me alegro mucho por ellos- respondió Elizabeth, ocultando una sonrisa contra el pecho de Darcy.

En julio llegaron las noticias de la rendición de Napoleón. En muchos lugares hubo festejos, incluyendo aPemberley. Los fuegos de artificio engalanaron el cielo de verano y los miembros influyentes de lacomunidad celebraron a lo grande.El calor había llegado para quedarse, madurando los frutos del campo. Richard había regresado a tiempopara el festejo y para toda la familia fue doble al conocerse la noticia del embarazo de Georgiana.A pesar que él deseaba volver a su hogar, Georgie insistió en quedarse en Pemberley hasta que Lizziediera a luz. Su marido accedía a todas sus peticiones, aunque esta incluyera dormir en un cuarto decoradoenteramente en rosas y dorados, y lleno de estampados floridos.Dos semanas antes de la fecha pensada, Georgiana y Elizabeth salieron a caminar por los jardinescercanos. El calor era insufrible y subieron hasta la cascada artificial que culminaba en una fuente.

-¿Necesitas descansar?- preguntó Georgie al ver cómo Lizzie buscaba recuperar el aire colocando unamano en su cintura.-Georgie, necesito que me hagas un favor- respondió en tono tranquilo.-Lo que quieras.

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-Ve hasta la casa y dile a tu hermano que venga por mí. Creo que nacerá hoy- ordenó tranquilamente.Georgiana quedó paralizada como si intentara procesar sus palabras.-¿Quieres decir qué…? -Sí, el bebé quiere salir. Ahora, creo que necesitaré ayuda para llegar a la casa y tú sola no podrás, así quecorre- le dijo sentándose.Elizabeth sabía que aún tenía tiempo, podían pasar horas hasta que fuera el momento de pujar. Por lo quese concentró en respirar tranquilamente y esperar.

No tardó en ver venir hacia ella un gentío proveniente de la casa.-¡Maldición, Georgiana!- dijo al verlos y luego se retó por maldecir.Su cuñada llegó corriendo y sin respiración, con un grupo de sirvientes que la ayudaron a levantarse ycomenzar a caminar.-¿Dónde está Darcy?- preguntó llena de vergüenza a Georgiana.-Visitando a un arrendador. Ya enviaron por él y también por el doctor Gibson. El joven, ya que el padrese ha ido al mar por unas semanas.-Magnífico- dijo entre dientes.La subieron en brazos hasta su dormitorio, motivo por el que se enojó con su esposo, aunque no tuvierarazón. La Sra. Reynolds la vistió con ayuda de su cuñada y pronto Lizzie comenzó a preocuparse por elescaso tiempo entre sus contracciones, significaba que pronto nacería y todavía Darcy no estaba allí.

Para agregar problemas, Georgiana estaba pálida y no creía que pudiera ayudarla durante el parto como lohizo Jane cuando nació William.El médico llegó y la revisó.-Tiene una excelente dilatación, comenzaremos a pujar pronto- le dijo en medio de una dolorosa y largacontracción en la que Lizzie sólo lo insultaba mentalmente. “Comenzaremos nada, maldito bribón, sólo

 pujaré yo” se dijo a sí misma.En la próxima contracción, el doctor Gibson le anunció que comenzarían el trabajo. Elizabeth seenfureció aún más con su esposo, no quería empezar a alumbrar a su hijo sin antes verlo.-No estoy lista, creo que puedo esperar un poco más- dijo resuelta ante la mirada atónita del médico, paranada acostumbrado que una parturienta decidiera que no era el momento.-Elizabeth…- le dijo un tanto avergonzada su cuñada.

-Puedo esperar un poco si cierro las piernas- dijo apenas susurrando para que el doctor no escuche.-Sra. Darcy, no querrá que su esposo se entere que se comportó de manera tan infantil en su ausencia.Ahora, ¡acuéstese y comience a pujar!- la voz de la Sra. Reynolds resonó llena de autoridad y, aunqueElizabeth tenía ganas de mandar a todos al diablo y ponerse a llorar, obedeció llena de ira.-Me prometió que estaría acá…ya verá…ahhhhh!- gritó durante el segundo intento.-Bien, relájese. Respire y descanse- le dijo el médico al terminarla.Los pasos resonaron fuerte por el corredor. Las botas de montar de Darcy, Elizabeth reconocería ese ruidoen cualquier lugar.Golpeó la puerta con más fuerza de la que creyó utilizar. La Sra. Reynolds miró a su ama esperandoórdenes. Georgiana le secaba el sudor que bañaba su rostro y ella asintió con la cabeza.-¿He llegado…a tiempo?- preguntó entrecortando las palabras por la falta de aliento.-No, señor. Puede pasar sólo unos instantes, nada más- le dijo el ama de llaves.Darcy entró presuroso hasta la cama, se sentó en el espacio que le concedió su hermana y le tomó lamano. Elizabeth lo tomó por la solapa con su mano libre.-¡¿Te das cuenta que casi te lo pierdes?! Pedazo de i…ahhhh!- otra contracción interrumpió el insulto ytuvo que pujar estrujándole la mano más de lo necesario.-Sr. Darcy, es momento que se retire. No falta mucho más- le dijo el doctor.Darcy se levantó obediente y le murmuró “te amo” al oído.  -Cállate- fue la amable contestación malhumorada.No más de diez minutos más tarde, lo que Richard y su suegro habían tardado en buscar unos asientospara colocar en el corredor, el llanto de un bebé irrumpía con fuerza y los llenaba de alegría.

Georgiana salió veloz para informar que estaban los dos bien, pero antes que la pudieran interrogarla pormás detalles, volvió a entrar en la habitación. El médico tardó en dejarlo pasar, lo que para Darcy fue unaeternidad.Elizabeth lo esperaba agotada y con una gran sonrisa en su cara. El recién nacido envuelto en sábanas,

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estaba prendido de su pecho.-¿Cómo te sientes?- le preguntó contemplándolos a los dos.-Extremadamente cansada e igualmente feliz.-Lo siento. No debería haber nacido hasta dentro de dos semanas- se disculpó recordando el enfado deella.-Ponle las quejas a tu hijo- le dijo sonriéndole.-¿Hijo?- preguntó incrédulo.

-Te presento a James Thomas Darcy- le anunció llena de orgullo.

Capítulo 54 

Darcy cargó el pequeño en sus brazos aún sorprendido por conocer a su hijo.-¿Un niño?- preguntó como para confirmar lo que ya sabía.Elizabeth asintió con su cabeza riéndose por la incredulidad manifestada por su esposo.-James- Darcy lo nombró colocando su dedo en la palma de la manito. Se levantó de al lado de su mujer yllevó al pequeño hacia la galería.

Su suegro y su primo, ahora su cuñado, conversaban con Georgiana. Por la sonrisa burlona del Coronelera evidente que ya sabían el sexo del recién nacido y estaban dispuestos a burlarse de la predicciónerrónea que había sostenido los últimos meses.Ninguno de los dos dijo palabra alguna esperando que Darcy hiciera la revelación.-¡Felicitaciones, hermano!- le deseó llena de emoción su hermana.-Gracias- respondió abrazándola como pudo.-¿Y…?- preguntó Richard simulando impaciencia.-Es un varón. James Thomas- dijo bajando un poco el niño envuelto para que lo pudieran ver de cerca.Al señor Bennet se le llenaron los ojos de lágrimas. Era un orgullo que los dos hijos de su querida Lizzie,llevaran sus nombres, a pesar que en un principio la idea que William tuviera como segundo nombreBennet, le había parecido horrorosa.

-¿Puedo…?- dijo el anciano señalando al pequeño en clara petición para alzarlo en brazos.-Bueno, querido primo…Creo que se ha terminado tu corta carrera de adivino. ¡Sólo tenías dosposibilidades y fallaste!- comentó el Coronel en forma estruendosa. El bebé se movió en brazos de suabuelo y emitió un suave quejido.-Cállate, lo vas a despertar- lo reprendió Darcy, aunque en realidad todos sabían su disgusto con las burlashacia él.-Es muy parecido a mi Lizzie cuando nació- dijo el Sr. Bennet, devolviendo el niño a los brazos de supadre con la voz quebrada por la emoción- Creo que debería llevarlo con ella.-Eso haré- respondió mirando de reojo a su primo que aún reía por más que su esposa lo miraba conreproche.Mientras cerraba la puerta, lo oyó decir:

-¡Y yo que pensaba montar un espectáculo en Londres!- y volvió a estallar en carcajadas.

Cuando entró nuevamente en la habitación, se esforzó por no hacer ruido con las botas. Elizabeth dormíapacíficamente después del agotador trabajo. La Sra. Reynolds tomó al niño y lo llevó a la cuna. Yaconocía la relación entre sus señores y no discutiría con él como la vez anterior.Se retiró a supervisar la comida dejándolo al cuidado de su esposa. Darcy aprovechó que ella dormía parair a su dormitorio y cambiarse la ropa.-Ese color te queda muy bien, resalta tus ojos- le dijo Lizzie con en un susurro al verlo entrar en lahabitación muy concentrado en el lazo de su cravat.-¿Te desperté?Ella negó con la cabeza, tenía el pelo suelto sobre la almohada y algunos pegados a su frente por el calor.Darcy tomó un paño y lo sumergió en agua fresca. Ella disfrutó el contacto frío sobre su cabeza y lesonrió.Se sentó al lado de ella tomándole la mano y besándola. Ella le devolvió el gesto hundiendo los dedos ensu pelo.

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-Tu padre dice que es igualito a ti cuando naciste- le contó.-¿Por el parecido físico o por lo impaciente por nacer?- le preguntó en burla mientras seguía acariciándoleel cabello.-Supongo que por el parecido. Tiene el cabello más abundante y oscuro que William al nacer. Pero aún nole he visto los ojos.-¿Estás defraudado?- preguntó Elizabeth preocupada. A ella no le había importado en nunca de qué sexosería su bebé, lo único importante había sido que fuera sano.

-¿Defraudado...? ¿Por qué debería estarlo?-No es la niña que querías.-Lizzie, sé que a veces puedo ser idiota. Pero jamás estaría decepcionado de algo así. Lo único que puedopensar ahora es en lo afortunado que soy porque los dos estén bien, fuertes y saludables. No podría estarmás orgulloso de ti.A Elizabeth los ojos se le inundaron de lágrimas, escucharlo era un alivio. Darcy se acercó y la besó enlos labios.-Aunque hay algo malo en todo esto- agregó poco después.-¿Qué?-Tendré que soportar las continuas bromas de Richard.Al anochecer, a la hora en que se acostaba a William, Darcy lo llevó a conocer a su hermanito. Era muy

pequeño para entender bien lo que sucedía por más que su padre se hubiera pasado la mitad de la tardeexplicándole por qué no podía ver a su mami.Elizabeth estaba sentada en la cama con el bebé intentando mamar entre llantos y quejidos. William entróen brazos de su padre y se iluminó la cara al ver a su madre. Estiró sus manitos hacia ella, pero Darcy nolo dejó.William se quedó mirando un poco sorprendido que su mamá no lo levantara y luego se percató que susbrazos estaban ocupados. Señaló con sus deditos regordetes al bebé mirando con interrogación a su padre.-Es tu hermano, James. Ahora eres un hermano mayor y deberás cuidarlo- le explicó Darcy.Elizabeth se rió por la explicación tan adulta que el pequeño se esforzaba por comprender. Dejó deamamantar al bebé y lo apoyó sobre el regazo de William.-William, él es tu hermano. ¿Viste que pequeñito que es?

Su hijo mayor la miró asintiendo.-Como es muy chiquitito, mamá y papá lo van a tener que cuidar. Pero te queremos mucho. ¿Vas a ser unhermano mayor bueno?El nene asintió sin entender demasiado lo que le estaban explicando.-Bien. Ahora dame un beso de buenas noches y a tu hermano también.William besó a James en la frente y el bebé empezó a gimotear. Después de todo, parecía que las palabrasde su padre tenían algo de presagio, pensó. James estaba demostrando ser muy poco paciente.

Un mes más tarde, ya era conocido por todos el temperamento del nuevo bebé Darcy. Era un niño muybonito de cabellos oscuros y ojos de almendra. Parecían una combinación del intenso azul de su padre y elnegro profundo de su madre. Cada uno que lo conocía, opinaba que era precioso, pero era llorón y todostenían que revolotearle alrededor.Después de pasar el primer mes con el niño en la misma habitación sin poder descansar una sola nochecompleta, Darcy estaba malhumorado y más callado de lo habitual.-Sra. Darcy, necesito hablar con usted- le dijo a su esposa mientras ella estaba con los niños tomando unpoco de aire y sol.Que la tratase en ese tono no era habitual, y ella se preparó mentalmente para una discusión.-¿Qué sucede Sr. Darcy?- preguntó al entrar al despacho, remarcando burlonamente el nombre de suesposo.-He llegado a la determinación que es hora que James vaya a dormir con la niñera- dijo seriamente conlos brazos cruzados atrás. Elizabeth se preguntó si esa pose era para ocultar que cuando estaba nervioso,

movía los dedos en forma inquieta.-A William lo tuvimos mucho más tiempo- se defendió ella.-William era un ángel comparado con James- le respondió sustentando su propuesta.-Te he dicho que no me gustan las comparaciones. William es de una forma y James es de otra. Los dos

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son nuestros hijos. Yo odiaba que me compararan con Jane, me hacían sentir insignificante y malconmigo misma.Darcy asintió pero no cambió de opinión.-Necesitamos dormir y no lo estamos abandonando. Sólo lo mudamos unos metros.-Ya veo que lo has decidido a pesar que es mi habitación- le recordó.-Pero es mi casa- le respondió cortante.Elizabeth lo fulminó con la mirada y le hizo una reverencia irónica.

-Como usted desee, mi señor- le respondió. Darcy había ganado una batalla, pero la guerra reciéncomenzaba.

Darcy estaba realmente ofendido con el trato que su esposa le estaba dando. Desde la discusión, lo tratabade “señor”, con exagerados ademanes y pomposidad. Era más que obvio que intentaba remarcar el hechoque él hubiera tomado una decisión sin consultarla y ahora ella, se comportaba como si él fuera su amo yno su esposo. Darcy sentía que era injusto con él, a final de cuentas, era normal que el marido tomararesoluciones sin necesidad de tener el consentimiento de sus mujer. Normal…en otras familias, terminabapor concluir.Por muy apenado y molesto que estuviera con la situación, sabía que había hecho bien al sacar a James dela habitación conyugal y esperaba que tarde o temprano, el disgusto de Elizabeth se disipara.

La carta que recibió esa mañana no alimento su esperanza. Lady Catherine, su tía que tan mal se llevabacon su esposa, pensaba pasar el resto del verano en Pemberley para conocer al nuevo integrante de lafamilia.Maldijo la situación que se le venía encima en silencio y optó por aplazar la comunicación de talesnoticias a su esposa para después de su cabalgata diaria.Elizabeth bajó las escaleras más cercanas al estudio de su marido. Seguía un tanto enojada con él por laactitud que había mostrado, pero a pesar de su terquedad, reconocía para sí misma que había sido buenoalejar un poco a James. Aunque no pensaba comunicarle eso a su esposo, más bien estaba disfrutando el“torturarlo” con sus comentarios sarcásticos. Mientras se dirigía al estudio, iba pensando la excusa que la llevaba ahí, pero al entrar, descubrió que ellugar estaba vacío. Se dirigió a la biblioteca, pero tampoco estaba allí.

-Olivia, ¿ha visto al Sr. Darcy?- le preguntó a una de las hijas menores del jardinero que había crecido enla casa.-Sí, señora. Acaba de salir con ropa de montar.Elizabeth también maldijo en silencio por su mala suerte. Últimamente, él se las ingeniaba lo bastantebien para huir de ella lo máximo posible.De pronto recordó la relación que solían tener sus padres y se dio cuenta de lo mal que estaba actuandodejándose llevar por su orgullo. No quería que su esposo la evitara escondiose en algún rincón de la casacomo hacía su padre con su madre.Entonces, a pesar del intenso calor, decidió salir a caminar esperando encontrarlo.Como siempre que comenzaba una de sus caminatas, pronto se vio sumida en sus propios pensamientosmientras apreciaba los verdes campos rodeados de frondosos bosques. La sombrilla la ocultaba delabrasador sol veraniego, pero el vestido aún de luto, parecía querer sofocarla.Al llegar a un recodo del río, donde este fluía mansamente, se sentó en el suelo debajo de un viejo tejo.Era un sitio aislado, un refugio al que solía acudir cuando quería estar sola e incluso, darse unazambullida.Comenzó a quitarse el vestido detrás del árbol, verificando con la vista que no había nadie. Se quito elcorset y respiró una fresca bocanada de aire. Tocó el agua con la punta de los dedos de sus pies paradescubrir la temperatura. Sonrió para sí misma al notar la frescura reconfortante y se tiró a ella,sumergiéndose.Su padre le había enseñado a nadar cuando era pequeña en el río que atravesaba su propiedad y, desdeentonces, disfrutaba de esa actividad cuando podía.

Estaba en franca distracción cuando escuchó los cascos de un caballo, Elizabeth se apresuró a intentarsalir, pero la poca ropa que llevaba puesta estaba adherida a su cuerpo y no haría tiempo a vestirse, así que volvió a sumergirse hasta el cuello intentando esconderse.Escuchó como el jinete se detenía y se bajaba, seguramente atraído por las ropas escondidas junto al

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árbol.-Sra. Darcy, ¿acostumbra quitarse la ropa en sus paseos?- preguntó una voz que a Elizabeth le resultófamiliar.-¡Gracias a Dios que eres tú! Casi me muero de un ataque- comentó aliviada con las manos sobre sus ojospara ocultar el sol y poder mirar a su esposo a la cara.Se paró para salir del agua, pero volvió a meterse al percatarse de su casi práctica desnudez. Darcydisimuló su desagrado ante la reacción de su mujer. Recordó por un instante que ya hacía mucho tiempo

que no tenía la visión del su cuerpo desnudo.-Ayúdame a salir- le pidió Elizabeth estirando el brazo fuera del agua. Él se arrimó sobre la orilla yextendió su brazo. Lizzie lo tomó y, afirmándose en el río, tiró fuerte, haciéndolo caer.La visión de la cara de sorpresa e incredulidad de su esposo hizo que estallara en carcajadas sonoras.Darcy estaba de pie, con su traje de montar y sus botas sumergidas en el río. El cabello mojado le caíasobre la cara, se lo apartó de los ojos y la miró lleno de severidad. Ella intentó controlar la risa, pero fuetarea en vano.Él hizo los dos pasos que los separaban y la besó violentamente. Sus manos comenzaron a recorrer loscontornos del cuerpo de su esposa por sobre la tela tenue y transparente. Elizabeth sintió un cosquilleoque le recorrió la columna, la tarea de ser madre la estaba absorbiendo y le había hecho olvidar su debercomo esposa. El contacto apasionado con esos labios tan familiares le recordó cuánto deseaba a Darcy.

Rápidamente, se despojaron de sus ropas mojadas que arrojaron en la orilla. Pero el ataque de risa volvióal verlo intentar sacarse las botas llenas de agua. Su risa parecía provocar más deseo en él, que la volvió atomar en sus brazos para recorrer su piel desnuda. La tomó por la cintura y la levantó, podían sentir cadacentímetro de piel pegada. Elizabeth lo rodeó con las piernas y sus cuerpos se unieron en la frescura delrío.

La ropa de Darcy seguía aún bastante mojada a pesar de haber sido extendida sobre el pasto. Ellosreposaban bajo la sombra del árbol, abrazados y extenuados, después de volver a hacer el amor en elcésped. Llevaban puesta sólo la ropa interior y la cabeza de ella descansaba sobre el pecho de Darcy.-Lo único bueno de nuestras peleas es esto- reflexionó en voz alta Elizabeth.-Lo sé. Las reconciliaciones son nuestra especialidad- respondió en tono de burla- Pero, amor, no valen

tanto sufrimiento. Ella rió ante el comentario.-Reconozco que me comporté un poco irreflexiva si tú reconoces que estuviste autoritario- dijosentándose mientras extendía la mano hacía él, ofreciéndola para hacer las pases.-¿Me arrojarás al río otra vez?- preguntó en tono falsamente ofendido.-Usted resbaló- respondió con picardía y lo besó.-Es hora que nos vistamos y volvamos a la casa antes que alguien se le ocurra pasar por acá y nos vea entan vergonzosa situación- anunció haciendo un esfuerzo por levantarse.Se vistieron lo más decentemente posible y Darcy le indicó que se subiera al caballo.-Prefiero caminar, ya lo sabes.-Pero llegaremos más temprano si vamos a caballo- respondió él y, sabiendo los temores ocultos de suesposa hacia el montar, agregó- Llevaré las riendas y prometo no dejarte caer.Ella accedió a regañadientes y subió temerosa. Él se ubico detrás y la rodeó con sus brazos.El paso del caballo fue lento debido al peso de los dos, Elizabeth se sintió tan cómoda apoyada sobre elpecho de su marido, que olvidó su temor y dedicó a disfrutar del paseo.-Creo que James heredó tu temperamento. Siempre tiene los ojos muy abiertos y vivaces, como siestuviera observando todo lo que sucede alrededor. Además que si no se atiende sus necesidades deinmediato, rompe a chillar enseguida.Elizabeth le pegó un suave codazo en las costillas en señal de ofensa.-¿Y de dónde has obtenido toda esa información?- preguntó curiosa.-Los visito todos los días. Es lo primero que hago al levantarme. Mis hijos y tú, son mi más preciadotesoro- respondió deteniendo el caballo para poder besarla pausadamente.

Elizabeth estaba en el dormitorio de sus hijos amamantando a James y tratando de dedicarle tiempo alrequerimiento de atención de William, cuando entró Darcy.El bebé se había dormido y él lo tomó en brazos para que ella pudiera arreglarse el vestido. William trajo

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su pequeña pizarra para solicitarle un dibujo. No tenía un gran lenguaje, por lo que los dibujos terminabansiendo de perros, gatos o vacas.-Lizzie, he recibido carta de mi tía. Avisa que llegará el próximo viernes.-Eso pasa por realizar invitaciones de cortesía. Suelen aceptar- respondió con sarcasmo.-Tenía que invitarla al bautismo, hubiera sido una grosería no hacerlo- le respondió justificándose.-Lo entiendo, pero no eres tú el que sufrirá las críticas.-Trataré de ser buen esposo y no dejarte demasiado sola con ella.

Lady Catherine De Bourgh, llegó a Pemberley con su carruaje de cuatro caballos, dos cocheros y variossirvientes. Se la acomodó en el que llamaba su cuarto y se quejó durante el té de lo cansador de viajarpara alguien de su edad.-Sobrino, ¿esperas a que me muera para traerme a tus hijos?- preguntó enérgica, mientras retiraban elservicio de té que bebieron después de la cena.-Lo siento, Lady Catherine, pero pensé que deseaba descansar y dos pequeños suelen tener exceso devitalidad- se disculpó Elizabeth e indicó a un sirviente que enviara por los niños y su niñera.-Sra. Darcy, veo que aún lleva luto. La favorece, dicen que el color negro disimula el peso. Veo que sufigura no es la de antes- comentó en alusión a posibles kilos de más.-Me pasa algo particular con usted, Lady Catherine, nunca sé si tomar sus comentarios como elogios ocomo críticas. Escogeré tomar el comentario como un cumplido a lo bien que me sienta el color-

respondió ironizando.Darcy iba a intervenir opinando que el cuerpo un tanto más voluptuoso de su mujer le gustaba más que laextremada delgadez que tenía al casarse. Pero optó sabiamente por callarse al no saber si lo tomaría comocumplido u ofensa.La niñera hizo presencia en el salón con los pequeños de la familia, e inmediatamente Lady Catherineexpresó que el porte de William era idéntico al de Darcy.-¡Nunca me equivoco! Apenas lo vi siendo un pequeño te dije, sobrino, que era todo un Darcy.El orgulloso sobrino agradeció las palabras y la invitó a alzar a James. Lady Catherine lo observó conrecelo, el bebé dormía y ella se dedicó a inspeccionarlo buscando los rasgos Darcy o Fitzwilliam. Depronto, abrió los ojos almendrados y los posó en la anciana dedicándole algo similar a una sonrisa antesde volver a cerrarlos. Lady Catherine devolvió el niño a los brazos de la niñera.

-No se parece en nada a ti, tal vez un poco en los labios. Es pronto para decirlo. Aunque no caben dudasde quién es la madre- anunció en tono disgustado.-¿Es un niño sano?- preguntó.-Sí, lo es- respondió Darcy.-Me alegra saberlo ya que voy a expresar mis deseos de ser su madrina- expuso sin rodeos.-¡¿Qué?!- exclamó Elizabeth levantándose de su asiento. Darcy se levantó tranquilamente y miró a sumujer a los ojos.-Creo que deberías llevarte a los niños, no queremos que cansen a mi tía- fue una sugerencia que escondíauna clara orden.Lizzie tomó a William y salió de la habitación con la niñera.-Me temo, tía, que tu pedido será imposible de complacer. Desde antes que naciera, Richard y Georgianafueron escogidos como los padrinos- le explicó, tratando de ser conciliador.-¡Eso no tiene importancia!, sé que Georgiana cedería su lugar si se le informas sobre el honor que lesestoy ofreciendo.-Probablemente lo haría. Pero yo no se lo solicitaré. Siento el tener que declinar su amable propuesta.Lady Catherine lo miró llena de ofensa e ira.-¡Eres un tonto! ¿Acaso no sabes que todavía no he decidido a quién heredaré Rosings y el resto de misbienes?-Tía, usted sabe que la respeto por ser la hermana de mi querida madre y que no necesito de su caridad.Puede regalarle Rosings a quien le parezca, seguramente le estarán eternamente agradecidos. Como loestoy yo de tener a una hermana tan amorosa, y como lo está mi esposa, por haber encontrado en ella una

gran amiga.- No estoy cuestionando que Georgiana sea una excelente elección…-dijo intentando volver a batallar porel tema.-Lo sabemos. Georgiana es la mejor opción. Es afectuosa, considerada, abnegada. Me cuidó en los

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últimos meses y estuvo conmigo durante el nacimiento- interrumpió Elizabeth, que había vuelto sin quese dieran cuenta.-Tal vez deberían considerarlo, Pemberley es importante, pero si la unieran a Rosings, serías una de laspersonas más ricas del reino. Les daré hasta mañana- ofreció mientras se levantaba para retirarse adescansar.-No es necesario, querida tía. Tengo la riqueza que necesito- respondió firmemente, tomando la mano desu esposa- Una familia a la que amo y una propiedad que me pertenece.

Lady Catherine estaba decidida a marcharse ofendida, cuando las palabras de Elizabeth golpearon en suconciencia.-Esperamos que no lo tome como una ofensa. Usted es parte de la familia de la que habló Darcy, y sé quecon un distanciamiento no podría ser del todo feliz. Además, necesito quien me ayude con lospreparativos, no he tenido tiempo- dijo mintiendo descaradamente.-Nos vemos mañana- anunció sin volverse y antes de salir, agregó: - Con dos niños pequeños no sé sihabrá tenido tiempo de preparar un adecuado agasajo de bautismo. Mañana la ayudaré a organizarlo.Lizzie miró a su esposo y volteó los ojos en señal de fastidio. Darcy la abrazó y besó.-¿Te dije que me pareces muy apuesto cuando enfrentas a tu tía?- le preguntó en forma pícara.-Y tú me pareces irresistible cuando eres manipuladora- respondió en el mismo tono, volviéndose a besar.-Será un suplicio soportarla. Me debes una- dijo Lizzie señalándolo con el dedo índice.

-¿Qué te parece si subimos a la habitación y comienzo a saldar la deuda?- le preguntó besándola en elcuello.-¡Darcy, es temprano!- exclamó divertida.-Sabes que no me gusta tener deudas- le susurró al oído.

Capítulo 55 

Tendidos en la cama cubiertos sólo por la oscuridad de la habitación, descubrían la presencia del otro concaricias.-Jamás se me hubiera ocurrido la intención de tu tía con su visita.-Se…empeña en…hacerte…enojar - respondió Darcy entre besos sobre la piel cálida de Lizzie.-Mmm…- un quejido salió como murmullo de la boca de su esposa.-Tengo que soltarte. Mañana tendrás un día duro en compañía de mi tía. Mi día será tranquilo, no tengoplanes de salir de la casa- le dijo alejándose un poco para darle espacio.-¡Ey!- protestó Elizabeth estirando sus brazos en la penumbra, buscando el contacto del cuerpo familiarque se reía en silencio.Al encontrarlo se pegó a él acurrucándose contra su pecho. Suspiró contra su piel y cerró los ojossatisfecha, poco después la venció el sueño.

La mañana fue brutal, tuvo que morderse los labios hasta casi hacerlos sangrar para evitar contestarle consu habitual sarcasmo a Lady Catherine. Su tía política, no refrenó sus críticas hacia la organización delbautismo.Cada tanto, argüía que debía ir a supervisar a los niños para alejarse de ella y refrenar su lengua. Mientrasamamantaba al pequeño James, observó desde la ventana superior que su marido se marchaba en sucarruaje, intrigándola sobre la salida de improviso.-Sra. Reynolds, ¿sabe usted a dónde se dirigía mi esposo?La vieja ama de llaves dudo unos instantes la respuesta y se mostró un tanto nerviosa, algo que la jovennotó de inmediato, acostumbrada como estaba a observar.-No, señora. Tal vez el Sr. Andrew lo sepa- respondió saludándola con una inclinación y huyendorápidamente de su presencia.Elizabeth quedó curiosa y preocupada. La amable Sra. Reynolds estaba claramente incómoda frente a lapregunta, como si supiera la verdad y se lo estuviera ocultando.Andrew no supo responderle, pero al menos no se veía culpable ni sospechoso en su respuesta.-No sé dónde se dirigió, Sra. Darcy. Le entregué las cartas recibidas hoy y poco después salió.

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-Gracias, Andrew- le dijo y luego se encaminó al estudio de su marido. Tenía todas las intenciones derevisar las cartas. En su interior, sabía que estaba mal.“Elizabeth Darcy, está mal lo que pretendes hacer”, escuchaba una vocecita en su cabeza. “Mejor espera aque tu esposo regrese y le preguntas, es lo que una esposa madura haría”. Se detuvo con la mano e n el

 picaporte, tratando de controlar el impulso de entrar. “Sólo veré los remitentes, pudo haberle pasado algoa Georgie o a Jane”, se convenció que hacía lo correcto.  -¡Por fin la encuentro!- exclamó irritada Lady Catherine- La estuve buscando por toda la casa.

-Lo siento, su eminencia. ¿Estuve demasiado tiempo con los niños? Me suele suceder, olvido la hora…-dijo hablando demasiado para encubrir su nerviosismo.-No se moleste en buscar a Darcy- fue la respuesta de Lady Catherine.-¿Perdón?- preguntó confusa.-Darcy no está en su salón. Salió en su carruaje hace como media hora.-¡Oh! Claro, gracias por avisarme- dijo soltando lentamente la perilla de la puerta un poco desilusionada-¿Me buscaba por algún motivo en especial?-¡La platería está mal lustrada! Debe ser más exigente con su personal o nunca la tomarán en serio. Misempleados me temen y eso los hace esforzarse más para conformarme.Por primera vez en mucho tiempo, Elizabeth, no le llevó la contraria. No porque estuviera de acuerdo conLady Catherine, sino porque su mente no estaba realmente prestándole atención.

Darcy no regresó hasta la hora del té. Extrañamente, más silencioso y huraño que de costumbre. Fue unapresencia en el salón que se limitaba a asentir con la mirada perdida y el rostro serio.Elizabeth no podía evitar mirarlo, intentando analizarlo. Cada tanto, él la miraba y antes de poder hacerleun gesto de cariño, Darcy desviaba la vista hacia el rincón más alejado de la gran habitación.Acabado el té, era costumbre que la niñera trajera a los niños para que compartieran un rato con suspadres. Normalmente, Darcy no se perdía ese momento del día por nada del mundo.Esa tarde, después de besar a sus hijos, se disculpó con las señoras y se retiró.Elizabeth quedó preocupada y sin ánimos de quedarse con Lady Catherine, que por lo menos, estaba tanentretenida con los niños que dejó de hablarle.“Si fuera algo que sucedió con Georgiana o Jane, me hubiera solicitado hablar en privado”, pensó,

intentando analizar la situación. Finalmente, ante el reclamo de atención de William, olvidó laspreocupaciones convenciéndose que estaba preocupándose por algo que estaría relacionado con losnegocios y que más tarde podría preguntárselo.Cenaron en un inhabitual silencio, Darcy no parecía de humor y casi no tocó los cinco platos servidos.Poco después de la cena, mientras Lady Catherine torturaba a Elizabeth durante un partido de cartas, consugerencias para el buen funcionamiento de una casa tan grande como Pemberley; él se despidió de lasdos, argumentando una fuerte jaqueca.Elizabeth se dejó ganar por Lady Catherine para terminar pronto la competencia. Recurrió a la premisa deestar preocupada por la salud de su esposo y se retiró a su habitación.Le sorprendió no encontrarlo allí. La cama seguía tendida, caminó hasta la sala de vestir donde laesperaba su doncella, lista para ayudarla a quitarse la ropa y desarmar el peinado.-Susan, ¿sabes si el Sr. Darcy bajó al estudio o ha salido a caminar?-Escuché al Sr. Andrew decir que el señor tenía dolor de cabeza. La Sra. Reynolds preparó un té decorteza de sauce y lo llevó a la habitación del Sr. Darcy- respondió la joven que tenía apenas unos añosmenos que su ama.-Gracias, eso es todo- le dijo Lizzie, que necesitaba quedarse unos momentos a solas para pensar.No recordaba haber hecho algo que lo ofendiera, se había comportado con una paciencia sobrehumanacon su tía y prácticamente no se lo había cruzado durante el día. ¿Le habría llegado algún comentariosobre la última reunión de las Damas de Beneficencia? Después de todo, sólo había sugerido abrir unaescuela para niñas pobres, le molestaba observar tantas hijas de granjeros pobres o de la servidumbre,analfabetas.

Siempre dormían juntos, eran contadas las veces que lo habían hecho separados, generalmente a causa depeleas o por viajes. Hasta esa noche, nunca había sido una opción deliberada.Elizabeth se colocó su camisón de verano, no tenía mangas, sólo unas tiritas llenas de volados blancos. Lanoche estaba cálida y entre las cortinas de las ventanas, entraba una tenue brisa.

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“¿Me voy a dirigir a mi cama como una cobarde sin preguntarle qué le sucede?”, se preguntó ofendidaconsigo misma. En lugar de irse a la cama, caminó hasta la puerta que unía sus habitaciones. Inspiró airey coraje antes de bajar el picaporte de la puerta.Un gemido de angustia se le quedó en los labios al notar que tenía llave y unas lágrimas amenazaron concaer.Caminó hasta la cama que le parecía enorme sin su presencia y apagó la vela que alumbraba la habitacióne intentó dormir con su cuerpo sumido en la aflicción.

Se despertó confusa y cansada. La noche había transcurrido entre pesadillas y sueños entrecortados.Ahora la jaqueca la tenía ella. Era un dolor que le apretaba las sienes. No tenía ganas de levantarse de lacama, pero vendría Georgiana y Richard, y ese fue el estímulo que le facilitó el cambiarse y levantarse.No preguntó por su esposo a la criada, algo habitual en ella y luego, visitó a sus pequeños. Williamdormía como un pequeño ángel. Amamantó a James y éste volvió a dormirse.Bajó a desayunar, encontrándose con su esposo y su tía en la mesa.-Buenos días- saludó al entrar, examinando a su esposo con la mirada.-Buenos días- fue la respuesta de los dos presentes.-¿Te sientes mejor esta mañana?- preguntó a su marido que leía distraídamente el periódico.-Sí, mucho mejor. Gracias por preguntar- respondió sin levantar la vista en el mismo tono formal que

usaba con cualquier persona que no lo conociera.-Me alegra saberlo- respondió más enfurecida que aliviada mientras bebía un sorbo de té.-Tal vez fue el pescado, mi querido sobrino. A veces me cae terriblemente mal y me produce dolor decabeza- comentó Lady Catherine.Darcy asintió con la cabeza sin responder. Fue suficiente para Elizabeth.-Señor Darcy, sabe que me molesta mucho el mal hábito de leer el periódico en la mesa del desayuno.Creí que habíamos dejado esa costumbre de soltero atrás- lo reprendió intentando simular que su enojo sedebía a otros motivos.-Tiene razón su esposa, es una costumbre incorrecta- dijo Lady Catherine convirtiéndose en la primeravez que ella le daba la razón en algo a Elizabeth.Los dos miraron a la anciana. El comentario les había causado la misma sorpresa.

Darcy dobló el diario y lo dejó junto a su taza. Lizzie lo vio como una breve victoria, porque unosinstantes después él acabo su desayuno y se retiró de la sala, sumiéndola nuevamente en la tristeza.Quiso ir a hablar con él, pero estuvo encerrado en su escritorio con la prohibición de interrumpirlo.Elizabeth invitó a Lady Catherine a hacer una pequeña caminata por los jardines recién reformados. LaSra. De Bourgh aceptó porque sabía que irían los niños, aunque jamás reconocería que le agradaban tanto.Los pequeños peces coloridos en el estanque, traídos de algún lugar de oriente, eran la delicia de Williame hicieron olvidar a Lizzie sus preocupaciones.Volvieron a la casa cerca del mediodía, horario en el que se esperaba la llegada del matrimonioFitzwilliam. Al llegar cerca de los establos, vieron a Darcy montar a Galahad y partir al galope.Intentó obviar el hecho que no estaría para la llegada de su hermana y su primo. Lady Catherine decidióno hacerlo.-¡¿A dónde va su esposo a esta hora?!- preguntó disgustada.-No lo sé, su señoría. Tal vez algún asunto urgente de negocios- trató de excusarlo.-¡Totalmente descortés! Hablaré con Darcy de esto cuando regrese- sentenció con claro enojo.Por segunda vez en el día, Elizabeth se alegró que Lady Catherine estuviera de visita.

A Georgiana ya se le notaba el embarazo, por más que intentara ocultarlo en los numerosos pliegues desus vestidos, se notaba y eso hacía que tuviera un hermoso sonrojado en las mejillas.-¿Dónde está mi hermano?- preguntó al notar la ausencia.-Tengo entendido que fue a visitar un inquilino cerca de Lambton- respondió Elizabeth tomándole lamano a su cuñada- Al menos, eso me dijo el mayordomo.

-¡Inconcebible!- gruñó Lady Catherine- Fitzwilliam, siéntese a mi lado.El pobre Fitzwilliam obedeció, siendo el objeto en el que Lady Catherine descargó su mal humor.William estaba siempre feliz de ver a sus tíos, extrañaba a Georgiana y disfrutaba de las payasadas deRichard. Georgiana no se cansó de tener en brazos a su próximo ahijado, ajena a las discusiones que

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habían surgido por ello.Finalmente, Darcy hizo su aparición. Se presentó en la sala donde faltaba sólo media hora para que elservicio trajera el té, en pésimas condiciones. El sudor había hecho que el polvo del camino se le adhirieraen la piel y el cabello estaba revuelto.Nuevamente, se ganó la desaprobación de su tía que lo miró con desdén del sillón con la actitud de unareina en su trono.A su hermana no le importaba su aspecto desalineado, se levantó y se abrazó con él. Lo que le valió un

reto de Lady Catherine.-Pido disculpas por no estar presente a su llegada. La salud de un inquilino muy querido me hizo tenerque ausentarme- dijo Darcy que no se sentó.-¡Oh! Espero que esté bien. ¿Lo conozco?- preguntó Georgiana siempre generosa y preocupada por losdemás.-No. No la conoces. Se mudó recientemente- respondió incómodo.-Debe ser alguien muy especial si lo tienes en tanta estima y hace poco que lo conoces- dijo Richard,tratando de burlarse de él.Darcy hubiera preferido que nadie siguiera el tema ni que se hubieran percatado que se trataba de unainquilina. Se daba cuenta que no había pensado bien lo que diría al llegar.-¿Es una mujer?- preguntó Elizabeth, que el artículo “la” le había caído como un cubetazo de agua helada.  

Darcy supo que su desliz no podía escapársele a su esposa.-Sí, lo es. Ahora les pido disculpas, iré a quitarme el polvo del camino y prometo volver presentable parala hora del té- dijo todo en forma muy rápida y salió de la habitación tan rápido como había entrado.Cuando regresó al salón, el té estaba servido y si bien buscó todas las formas para eludir a su mujer, nopudo escapar del sermón que le tenía preparado su tía.Por supuesto que sospechaba que Elizabeth esperaría a estar solos para bombardearlo con preguntas queno deseaba responder. No soportaba la idea de tener que enfrentarse a la curiosidad de su esposa. Sabíaque su silencio la heriría pero la verdad podía ser peor.Por primera vez desde su matrimonio, odió la curiosidad de su esposa y deseó que fuera como las otrasmujeres, dóciles y calladas. Mujeres que aceptaban y no cuestionaban.-No lo regañe más, querida tía. Es el mejor hermano del mundo, mi imagen no cambiará porque se haya

demorado algunos minutos- dijo Georgiana, saliendo en su defensa.-Sin duda, hay relaciones familiares mucho peores. Hermanos que traen desgracias a sus familias-sentenció Lady Catherine mirando de reojo a Elizabeth.En lugar de ofenderse y responder, Lizzie lo tomó como una señal. ¿Acaso todo el misterio rondando aDarcy podía estar relacionado con Lydia? Era una posibilidad que comenzó a agitarla por dentrocoloreando de rojo su cara.-¿Elizabeth te sientes bien?- preguntó Richard viendo la turbación que parecía invadirla.-Lo siento…creo que me falta un poco el aire- se disculpó.-Lo mejor sería que te recuestes un rato. Llamaré a tu doncella para que te acompañe- dijo Darcy,fríamente.Ya en su dormitorio, la mente no paraba de imaginar situaciones en las que Lydia se podía haber puesto,trayendo más desdichas a su matrimonio. Tenía que hablar con Darcy urgente.La cena se sirvió puntual y fue bastante más entretenida que la de la noche previa. Su esposo se pasó eltiempo hablando con su primo sobre política y economía, con algunas interrupciones de Lady Catherine.Las mujeres jóvenes, prefirieron hablar sobre temas más banales.Elizabeth sólo quería que la velada se terminara para poder enfrentar Darcy con sus sospechas.La noche veraniega transcurrió lenta, jugaron a las cartas, al ajedrez y Georgie tocó el piano.Finalmente, Lady Catherine se marchó acompañada por Georgiana. Elizabeth decidió aguantar a que loshombres decidieran ir a la cama. Después de una copa de brandy, Richard anunció que se iba a la cama yDarcy se sumó de inmediato a la idea.Lizzie se paró del rincón donde había tratado de leer la última media hora y su esposo le ofreció el brazo.

Subieron las escaleras, dejando al Coronel en la vieja habitación de Georgiana. Siguieron avanzando ensilencio hasta la puerta de Elizabeth, Darcy la abrió y la dejó pasar. Luego se quedó en el umbral y ledeseo buenas noches.-¿No vas a entrar?- preguntó Elizabeth llena de una angustia que se traslució en su voz.

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-Estoy muy cansado. Prefiero dormir en mi habitación- respondió lejano y frío.-No te vayas, necesito hablar contigo- le pidió suplicante.Darcy se frotó el seño con la mano y se acomodó el pelo que caía sobre sus ojos. Se veía fastidioso.-Habla rápido- fue su respuesta, en un tono cortante y perturbador, sin dar señales de entrar.-¿He hecho algo que te ofendiera? ¿Acaso has recibido alguna noticia de Lydia?- preguntó nerviosa.-No sucede nada. No todo lo que ocurre tiene que ver contigo- contestó groseramente.-Entonces, por favor, dime que te pasa- le pidió sin orgullo.

-Nada que mi esposa deba conocer. Buenas noches- contestó altanero, hiriéndola a propósito.Elizabeth se quedó parada frente a su puerta mucho tiempo después que Darcy había entrado a su cuarto.Nunca la había tratado en forma tan descortés, siempre había sido un marido atípico, uno que compartíacon ella y la trataba como a un igual.Se desplomó en la cama y se durmió en medio de un llanto angustiante que acalló con la almohada paraque su esposo no la escuchara.

-Todos los grandes señores tienen una amante. No veo por qué el Sr. Darcy no la tendría- comentó Betsy,la ayudante de cocina.-¡Es que parecen tan enamorados que nunca pensé que buscaría una!- respondió Clare, una de las criadas.-Es una joven muy bonita. Se visitaban en Londres, donde él le pagaba la renta, pero ahora ha preferido

traerla más cerca- comentó Peter, uno de los choferes, mientras tomaba un tazón de cerveza.-¿La has visto?- preguntaron las mujeres a coro.-Sí, claro. Lo he llevado al señor hasta la casa a las afueras de Lambton. Debo esperarlo afuera y la veocuando lo acompaña hasta la puerta.-¿Cómo es ella?-Es rubia y bastante alta por lo que veo cuando está parada junto al señor. Tiene una buena figura y lindosdientes. Siempre le sonríe cuando se va.-¡Pobre Sra. Darcy! ¡Qué humillación que todos lo sepan! – dijo una de las más jovencitas sonriendomaliciosamente.-¡Basta!¡ No quiero más rumores ni charlatanerías de viejas chismosas!- gritó enfurecida el ama de llavesal escuchar los comentarios- ¡Juro que haré despedir a quien se atreva a desparramar esas versiones!

Detrás de una de las puertas, el corazón de la joven dueña de casa, se destrozaba por la duda y el dolor.Caminó decididamente hasta el estudio de Darcy. Se sostenía el pecho con una mano, como si tuvieramiedo que se le cayera, destruyéndose en pedazos. Hacía tres semanas que Darcy había optado por dormiren su cuarto y no la visitaba. Tres semanas que parecían siglos. Lady Catherine se había marchado luegodel bautismo, igual que todos los demás invitados. Ahora sólo quedaba la antes feliz familia Darcy.¿Podía ser cierto que Darcy tuviera una amante? ¿Sería por eso que ya no le interesaba compartir sulecho?No pudo contener las lágrimas ante la perspectiva. Ella lo seguía amando como los primeros días juntos, otal vez más, si eso era posible.Entró al estudio sin golpear. Él no estaba ahí. Todas las tardes se marchaba con distintas excusas.Elizabeth buscó donde sabía que guardaba la correspondencia.Cartas de negocios, de familiares, de solicitudes. Nada de lo que ella buscaba. Cuando su pacienciaempezaba a terminarse y los nervios estaban a flor de piel, se topó con un falso fondo. Lo levantó y allí estaban.Varias cartas escritas por la misma letra. Una hermosa caligrafía femenina. Todas firmadas por “Tuquerida Maggie”. Respiró hondo, no podía desmoronarse ahora. Tenía que asegurarse que fuera verdad, que los rumores ysospechas eran ciertos, antes de decidir que haría. No se atrevió a leer el contenido de las cartas.Salió del salón con determinación y se dirigió hasta la cocina. Entró y con demasiada autoridad le ordenóal chofer chismoso que preparara el coche en forma urgente.El chofer salió apurado, nunca había visto a la señora enojada. Ella lo siguió y esperó a que estuviera

listo.-¿Dónde la llevo, Sra.?- preguntó tembloroso.-A la casa que visita mi esposo, a las afueras de Lambton- respondió en el mismo tono autoritario deantes.

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-Yo…yo no sé…de qué casa me habla- contestó asustado.-¡Usted bien lo sabe y me llevará de inmediato hasta allá!- gritó.El chofer tomó las riendas y los caballos arrancaron presurosos.Unos cuantos metros antes de llegar a la casita de campo, Elizabeth le ordenó detenerse.Por la ventana del carruaje vio el caballo de Darcy atado en el patio de atrás. Poco después, él salió por lapuerta con una joven rubia tomada de su brazo.Fue la confirmación que no quería. Un millón de ideas le revolotearon en la cabeza. ¿Qué haría ahora?

¿Sería capaz de dejarlo o lo soportaría como se esperaba de las mujeres?Estaba en ese remolino de pensamientos cuando se percató que Darcy la había visto.-¡Quiero irme ya! ¡YA!- le ordenó al chofer que por un minuto dudó al ver que el amo caminaba en sudirección.-¡Elizabeth! ¡Elizabeth!- gritó Darcy cuando el coche pasó veloz a su lado. Sólo pudo ver el rostrocubierto de lágrimas de su esposa, a la que le acaba de romper el corazón.

Capítulo 56 

No podía pensar. Parecía que la capacidad de razonar estaba suprimida por el intenso dolor que invadíacada rincón de su cuerpo.No recordaba haber llegado a su habitación, pero de pronto se encontró parada en medio de ella sin saberqué hacer.Se enjuagó las lágrimas del rostro y lo refrescó con agua.-¿Qué haré ahora? Piensa- dijo en voz alta para obligarse a razonar.Llamó a sus doncellas. Sabía lo que tenía que hacer. ¿Sería realmente capaz de hacerlo?-Preparen mis baúles y los de los niños. Avísenle a la niñera Johnson que partimos de viajeinmediatamente.Las doncellas obedecieron y salieron murmurando hacia el vestidor.

Elizabeth se descubrió nuevamente sola en su dormitorio. La orden estaba dada, tenía que dejarPemberley. En la casa de Jane sería bien recibida, podría utilizar la excusa del próximo nacimiento delbebé. Nadie podría hacer comentarios insidiosos. Más tarde pensaría lo que haría después que su hermanatuviera al niño.Los pasos de Darcy se escucharon por el corredor. Elizabeth salió como disparada a cerrar la puerta. Laque unía sus recámaras hacía semanas que permanecía con llave.Golpeó la puerta con rudeza.-¡Elizabeth! ¡Abre la puerta!- solicitó levantando la voz mientras intentaba en vano abrirla.Elizabeth no respondió, estaba paralizada ante la perspectiva de enfrentarse a él y escuchar de sus labios,esos a los que tanto amaba besar, la dolorosa verdad que acababa de descubrir.-Tenemos que hablar. Te aseguro que la idea que te has hecho no es la correcta- dijo bajando el tono,intentando parecer tranquilo.Del otro lado, Elizabeth hizo una mueca de incredulidad ante esas palabras.-¡Elizabeth, sé que estás ahí! ¡Romperé la puerta si es necesario!- anunció impaciente ante la falta derespuestas.

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Darcy se calló expectante. Escuchó la llave girar y deslizarse la traba de la puerta. Tomó el picaporte yabrió.Su esposa lo miraba con los ojos rojos de llorar y con una expresión en el rostro que revelaba un corazónroto. Se sintió terriblemente mal al darse cuenta que él era el causante de ese dolor. Él, con sus estúpidasdecisiones.Ninguno de los dos decía nada, Darcy luchaba con el impulso de abrazarla para calmar su dolor, perosabía que no sería una buena idea.

-Lizzie… -¡No te atrevas a llamarme así! Sólo las personas que me aman tienen ese privilegio- lo interrumpió conlos ojos inundados de lágrimas de indignación.- No…no digas eso. Déjame explicarme antes que decidas odiarme. -No creo que haya mucho que explicar. Soy la comidilla de la casa hace semanas. Hoy sólo lo he vistocon mis ojos.-Sabes que te amo… -¡Ni se te ocurra! ¡Te prohíbo que digas eso! Tú…tú no sabes lo que es el amor.Darcy bajó su cabeza y miró el piso, sabía que se merecía esas palabras y cosas peores, no por eso dolíanmenos.-Te aseguro que ella no significa nada en comparación de lo que siento por ti.

Elizabeth se tapó la boca con su mano, buscando que el insulto que quería aflorar no saliera, deseabamostrar dignidad.-¿Cómo puedes decir eso? Preferiría escuchar que la amas antes que una justificación tan pobre.-Al menos si la amaras, podría entender que decidieras romper el voto sagrado que hiciste al casarteconmigo- dijo ante el silencio de él.-¡No he roto el voto que te hice!- respondió herido ante la acusación.-La mayoría de los hombres de tu posición piensan que la mujer es una posesión más, alguien que sirvepara darle sus herederos y obedecer sus mandatos. Una esposa que acepte que tienen el derecho asatisfacer sus necesidades fuera de casa. Me casé contigo porque pensé que eras diferente a ellos.-Lo soy- aseguró.-No, no lo eres. Ya te di tus herederos, has logrado perpetuar el apellido, ya no necesitas compartir mi

cama.-Siempre compartí tu cama porque es lo que deseaba.-Y ya no lo haces más. Ahora lo haces con…¿Margareth?  -No comparto la cama con Maggie.-¡No insultes mi inteligencia!- respondió airada, el escuchar ese apodo cariñoso fue como que le clavaranun puñal. De inmediato, buscó tranquilizarse, no era la imagen que quería transmitir.Una doncella golpeó la puerta e ingresó temerosa.-Señora, necesito saber cuántos vestidos empacar.-Estaré ausente un buen tiempo. Confiaré en su criterio- le respondió. No había pensado en eso.-¿Me dejas?- preguntó Darcy con voz temblorosa.Elizabeth sólo asintió con la cabeza.-¿Te llevas los niños?-Sí, si no me lo prohíbes. Iremos a casa de Jane.Ahora fue él quien asintió con la cabeza. Se sentía abatido por la noticia que acaba de conocer.-Elizabeth, por favor, escúchame. No me dejes. Te juro que jamás compartí mi cama con ella, ni tengointenciones de hacerlo con otra persona que no seas tú.-Está bien, escucharé tu explicación. Eso no significa que vaya a cambiar de parecer- dijo con ciertacuriosidad y se sentó en su pequeño sillón de lectura.-Maggie no es mi amante. Jamás se me ha cruzado la idea de tener una. Me casé contigo por amor y sigoamándote. Margareth es…es una vieja amiga. -¿Tengo que creer tus palabras?- respondió incrédula.

-Es la verdad- respondió serio.-¿Y por qué dejaste de compartir mi lecho? ¿Por qué te has empeñado en alejarte de mi? No son actitudesde alguien que está enamorado.-Lo siento. Actué mal. Sé que te herí al tomar esa decisión pero tenía mis motivos, los que ahora me

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parecen tontos.-Quiero conocer esos motivos.-No puedo contarte más. Te pido que confíes en mi- le pidió acercándose hasta el sillón, arrodillándosefrente a ella.Al tomarle las manos percibió la rigidez que ella transmitía.-Sigues ocultándome cosas, ¿y pretendes que te crea? Realmente tienes que estar loco. Ya soy el hazmereír de todo el pueblo, no me interesa seguir siéndolo- diciendo eso, se soltó de sus manos.

-Necesito un coche. Espero que seas tan amable de proporcionarme uno. No quiero tener que solicitarle aCharles que me busque. Estaré unos meses en Green Park, puedes ir a ver a los niños cada vez quequieras, pero te pediré que no me visites.-Maggie es mi hermana- dijo de repente y a la declaración la siguió el silencio.Elizabeth no sabía que decir.-¿Sabes que en los doce años que le llevo a Georgiana, mi madre perdió varios embarazos?-Sí, lo sé.-Después del segundo embarazo perdido, el médico recomendó no seguir buscando niños. Mi padre loaceptó y comenzó a frecuentar una mujer que trabajaba en la casa de Londres. De esa relación nacióMargareth.-¿Cómo lo sabes?

-Por cartas personales que llegaron hasta mí. Mi padre le dejó una pequeña suma. Hace unas semanas, meenteré de su existencia y que estaba gravemente enferma. No tenía a nadie a quien recurrir, en sunecesidad, se contactó conmigo- respondió un tanto avergonzado por la situación, pero esperanzado de unperdón.-¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué me has hecho pasar por este infierno?- le preguntó su esposa herida.-Me sentía abrumado por la situación. Descubrir lo que hizo mi padre, la forma en que pudo arruinar a sufamilia y destruir el respeto que tiene nuestro nombre.-¿O sea que todo esto tiene que ver con tu estúpido orgullo?- preguntó con dolor e ira en la voz.-¡Todo este tiempo creyendo que tu orgullo egoísta había desaparecido!- gritó parándose y alejándose deél.-¡No, no es eso! Sólo estoy en una situación complicada, no es egoísmo, sólo deseaba mantenerte fuera

del problema.-¿No me conoces lo suficiente como para saber que todo esto no me afectaría? ¿No sabes que te amo másallá de la respetabilidad o la riqueza de tu familia?-Lo siento, sé que debí decírtelo.-Me expusiste a las calumnias y me rompiste el corazón.-¿Lo que te he dicho no cambia las cosas?- preguntó Darcy con incertidumbre.-No. No cambia las cosas. Me duele tu falta de confianza en mi, el que prefieras estar separado antes quereconocer que los de tu clase también comenten errores. Ahora necesito separarme de ti, tengo lanecesidad de alejarme.-¿Por cuánto tiempo?-No lo sé. Jane quiere que vaya. También puedo ir a casa, mi padre me recibirá feliz.-No necesitas irte. Puedo irme a la casa de Londres. No te vayas, por favor.-Tengo que irme, esto no me pertenece- respondió Lizzie señalando la habitación.-¿Me perdonarás?- le preguntó acercándose despacio aunque dejando un espacio prudencial entre ellos.-No soy la clase de mujer que esconde la verdad- le respondió en clara alusión a lo sucedido entre ellos-No sé si podré.

Jane estaba en la cama, como en los últimos 9 meses. El embarazo había sido muy complicado, con elriesgo constante de perderlo.-¡Oh, Elizabeth, qué feliz que me has hecho!- exclamó dichosa al ver a su hermana menor.Elizabeth se acercó a la cama y la besó en la frente, acarició el abultado estómago y le sonrió.

-¿Darcy ha venido contigo?- le preguntó.-No. Darcy tiene mucho que hacer en Pemberley- mintió.-Entonces tendré que escribirle para agradecerle que haya prescindido de ti y los niños para que me hagancompañía.

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-No es necesario- respondió Lizzie y miró de soslayo a Charles cuya cara había enrojecido más de lonormal. Era evidente que los chismes volaban rápido y Green Park no era ajena a ellos.-Sí, claro que lo es- contestó en forma testaruda.-Lizzie, ¿te sucede algo?- le preguntó al verla perdida en sus pensamientos.-No, no. Debe ser el cansancio.-Haré que te preparen el cuarto frente al mío, no muy lejos del cuarto de los niños. ¿Tal vez quieresrefrescarte y cambiarte?

-Sí, eso me vendría muy bien.-Elizabeth, permíteme acompañarte- dijo Charles, ofreciendo su brazo.Al salir al corredor, Lizzie habló.-Charles, no necesito tu lástima y comprendo que eres amigo de Darcy. No abusaré de tu hospitalidad. Meiré después del nacimiento.El Sr. Bingley volvió a enrojecerse.-Darcy es mi amigo, pero si lo que escuché es cierto, no deseo serlo más. Eres mi familia y serásbienvenida el tiempo que quieras. Ya te lo ofrecí una vez, la invitación sigue en pie.-Gracias, querido Charles. No creas todo lo que ha llegado a tus oídos. Darcy me ha deshonrado pero node la forma en que todos creen- le contestó aceptando el leve apretón de manos que él le dio en forma deconsuelo.

Dos días después del arribo, Lizzie recibió nota de su esposo.Elizabeth:Espero que Jane esté gozando de buena salud. Georgiana ha venido a verme y se fue defraudada al noverte a ti y a los niños. No tuve el coraje de decirle la verdad.

 Los extraño tanto que me duele físicamente y me preguntaba si me permitirías hacer una visita el próximo sábado.F. Darcy. 

Lizzie aún no deseaba verlo, el dolor de lo sucedido estaba presente, era una herida abierta.Le respondió en forma cortés que podía visitar a los niños y que ella se mantendría alejada de la reunión.El sábado llegó demasiado rápido. Al escuchar la llegada del carruaje, se excusó con Jane y se encerró en

su habitación. Supo luego por su hermana, que pasó por la recámara a saludarla brevemente antes departir a Pemberley.-Una lástima que tuviera que viajar a Londres. Le rogué que se quedara unos días. Sé que lo extrañashorrores, desde que llegaste, tienes esa carita que me parte el corazón. Me prometió que la próxima vez sequedaría. Él tampoco parece estar bien.Elizabeth fingió una sonrisa y bajó para la cena con Charles.-¿En verdad viaja a Londres?- por más que había intentado no hablar del tema, no pudo evitarpreguntárselo a su cuñado.-No, fue una mentira que le pedí que hiciera. Quiero que Jane siga en su ignorancia, no deseo que tengaspreocupaciones tan cerca del parto.-Entiendo.-Espero que no te enojes conmigo- dijo Charles preocupado.-Claro que no, comprendo que protejas a Jane. Me alegra mucho saber que te preocupas tanto por ella.-No es por eso. Hoy enfrenté a Darcy, sentí que era mi deber defender tu honor. Me contó lo sucedido.-¡Oh!- fue la respuesta sorprendida.-No voy a defender su actitud. Pero me ha dado una terrible lástima verlo como lo vi. Tiene señales de noestar durmiendo bien, tiene la barba un tanto crecida y podría jurar que ha bajado de peso.Elizabeth deseaba poder alegrarse de escuchar esas noticias, pero no podía. Tomó aire y, mirándose lasmanos que tenía sobre su regazo, respondió:-Ya lo superará.

Un rato más tarde, mientras compartían el té en el gran salón, Bingley le entregó un atado con cartas queDarcy había traído de Pemberley.En su salida brusca de la casa, no había escrito a sus familiares y amigos para avisar su nueva dirección.En la pequeña pila de cartas, descubrió una de su padre, quien le contaba que Mary estaba siendo

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cortejada por un joven abogado que trabajaba en Meryton junto al tío Phillips. Elizabeth sonrió alimaginar lo feliz que estaría su madre con esta noticia. Le comentó las noticias a su cuñado y continuórevisando el correo. Se llevó una sorpresa al encontrar al Sr. Thorton entre ellas.Le informaba que estaría por Derbyshire la siguiente semana, que se hospedaría en Lambton y le gustaríahacerle una visita.Lizzie se disculpó con Charles y se retiró a su habitación con la excusa de responder sus cartas. Tomó lapluma e invitó al amable Sr. Thorton a visitarla en Green Park.

Esa noche, mientras intentaba conciliar el sueño que no llegaba, una doncella golpeó la puerta parainformarle que Jane había comenzado el trabajo de parto.Elizabeth se vistió rápidamente y cruzó el pasillo. Se encontró con Jane en medio de una contracciónfrente a su aterrado esposo.-¿Han llamado al médico?Charles asintió.-Bueno, Sr. Bingley, puede retirarse. Me quedaré con ella hasta que venga- le dijo para el alivio de sucuñado.Se hizo el día sin que el bebé naciera. La partera confirmó lo que Lizzie temía, que el niño no estaba en laposición correcta. Significaba un parto difícil y largo.Cerca del mediodía, al fin nació un pequeño y frágil niño. Jane había perdido mucha sangre y se

encontraba débil. Elizabeth estaba temerosa por la vida de los dos.Por suerte, ambos demostraron ser más fuertes de lo que parecían y para el día siguiente, estabanrecuperados.Charles estaba mucho más tranquilo y orgulloso de Henry, su hijo, el nombre que había pertenecido a suabuelo.Esperaban la llegada de los Hurst. Caroline Bingley permanecería en Londres para el comienzo de latemporada. Se rumoreaba el próximo compromiso de ella un lord viudo que la doblaba en edad.La llegada de un coche no tomó por sorpresa a las mujeres que se encontraban con sus bebés en lahabitación.El anuncio que el Sr. Darcy estaba allí la golpeó en el estómago y la dejó sin aire ni tiempo parareaccionar. Un segundo más tarde, él estaba parado ahí.

-Sr. Darcy, espero que usted no esté enfermo. No tiene un buen semblante, creo que he abusado al tener aElizabeth tanto tiempo aquí.Ellos se dieron una rápida mirada y buscaron desviar el tema. Elizabeth le dio a James y salió en labúsqueda de William. Él salió tras ella.-Te agradeceré que cuando vengas a visitar a los niños, me avises con anticipación- le dijo ofendida.-Lo olvidé. Charles me invitó a venir a conocer a Henry y ya tenía ganas de ver a los niños.-Podrías afeitarte y cortarte un poco el pelo. No estaría mal que te bañaras. No deseo que Jane sepreocupe y decida enviarme contigo.-Prometo tenerlo en cuenta. No me había dado cuenta que estaba mal presentado.-Estás hecho un desastre.-Estoy como me siento por dentro- respondió con congoja en sus ojos.-No tienes derecho de mirarme así. Tengo más motivos que tú para mostrarme dolida y sigo adelante.-Elizabeth, vuelve a casa- le dijo tomándola del brazo- Sé que podemos superar esto. Margareth se ha ido,cuando se enteró del problema que causó involuntariamente, decidió volver a Londres de inmediato.-¿Y tu crees que esa noticia me hace feliz? Ella no es la culpable de lo sucedido y no le deseo ningún mal.-Por favor, perdóname. Haré lo que me pidas.-Entonces te pido que me des tiempo y no me presiones.-¿Acaso no me amas?-El amor no tiene nada que ver con esto. Me has desilusionado terriblemente, sólo el tiempo me dirá sipuedo olvidarlo.En ese momento, la niñera apareció con William y Elizabeth dio por terminada la conversación. Se

encerró en su cuarto y, hundiendo su cara en la almohada, lloró amargadamente.

Una hermosa mañana de otoño, el Sr. Thorton llegó a Green Park. El caballero fue presentado al dueño dela casa y saludó cortésmente a la Sra. Darcy.

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-Me sorprendió su carta con cambio de dirección, pero ahora comprendo los motivos de su estadía en casade su hermana- comentó mientras caminaban por los jardines que rodeaban la casa.-Sí, entre otros motivos, estoy aquí para ayudarla.-Creo haberme enterado de los otros motivos en el hospedaje de Lambton.Elizabeth se llenó de vergüenza por el comentario.-Lo siento. He dicho demasiado, fui rudo y descortés- se disculpó Thorton.-Está bien. Ya sé que soy la comidilla de la zona, y no me extrañaría que haya llegado el rumor a

Londres- respondió con tristeza.-Lo siento, mi comentario fuera de lugar la ha hecho desdichada.-Se equivoca, Sr. Thorton, el que me hizo desdichada con su comportamiento es mi esposo.-¿Me da su permiso para hablarle en forma sincera?- le preguntó Thorton.-Pensé que usted siempre era sincero conmigo- le respondió bromeando.-No entiendo como alguien que tiene el tesoro de una esposa inteligente, bella y enamorada, se arriesga aperderlo por algún capricho.-No todo es lo que parece, aunque debo admitir que me ha expuesto a comentarios maliciosos y que heperdido mi fe en él.-No necesita disculparlo frente a mí.-No es lo que intento hacer. Créame, estoy tan enfadada con él, que no sé si podré perdonarlo- se justificó

Elizabeth, mientras llegaban hasta donde su carruaje lo esperaba listo para partir.-Si ese es el caso, permítame decirle que mi casa estará a su disposición. Para usted y sus hijos- y,diciendo esto, le tomó la mano llevándola hasta sus labios para darle un breve beso en el dorso.-Gracias, Sr. Thorton, un ofrecimiento que no estoy segura de poder aceptar- respondió cortésmente.-¿Me permite visitarla otra vez cuando pase de regreso?- solicitó Thorton.-Será un placer verlo- contestó y se despidió de él.Desde la ventana del despacho de Charles, un Darcy mucho más acicalado, retorcía sus guantes decabalgar mientras observaba la situación.

Capítulo 57 

Elizabeth entró en la casa con las mejillas sonrosadas por la caminata y la propuesta del Sr. Thorton. Noestaba segura de haber interpretado correctamente sus palabras, pero le había ofrecido su casa sabiendoque ella era una mujer casada. Seguramente debería estar sintiéndose ofendida por semejante oferta, perono lo estaba.Al acercarse al despacho de su cuñado, de las penumbras surgió una figura de improvisto que lasorprendió, y que casi hace que se le escapase un grito.-Hola- le dijo y ella se llevó una mano al pecho para disimular su respiración agitada.-Lo siento, no quise asustarte- dijo Darcy, disculpándose. Su apariencia había mejorado muchísimo,estaba tan prolijamente acicalado como siempre. Sólo en sus ojos se observaban las consecuencias de nodescansar correctamente.

De dentro de la pequeña sala, se escuchó a William y Beth jugueteando. Charles era muy permisivo conlos niños, los dejaba jugar donde quisieran y con lo que quisieran. Elizabeth temía que el tiempo queestaba pasando allí tuviera consecuencias en William.Él le señaló la puerta para que ella pasara. William corrió hasta ella y se colgó de sus faldas haciéndolatambalear entonces, Darcy, la tomó del brazo para que no se cayera.-Will, muéstrale a papá como hacen las vacas- dijo Elizabeth, intentando no sentir que el contacto con suesposo la quemaba. Se había prohibido esos sentimientos hacia él.El pequeño comenzó con sus monerías para deleite de su padre que, a pesar de reírse y festejar cada cosaque hacía, tenía una profunda tristeza en la mirada.Elizabeth caminó hacia la única ventana que tenía las cortinas corridas y descubrió que se veíaperfectamente el camino que ella había tomado con el Sr. Thorton. Se preguntó si él la habría visto desdeahí. Giró hacia donde estaba su esposo arrodillado con los niños justo cuando él levantó la vista y la miró.La expresión que tenía le hizo darse cuenta que la había visto y por un breve instante se sintió culpable.-¿Has hablado con Charles?- preguntó tratando de entablar conversación y alejar la culpabilidad.-Sí, salió cuando vimos marcharse al Sr. Thorton- respondió sin mirarla y éste gesto la llenó vergüenza.

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-Tú enviaste la carta entre las correspondencias que llegaron. Está en la región por negocios y meprometió otra visita antes de regresar a su casa. ¿Tienes algún inconveniente que lo reciba?- preguntó conun tono sarcástico.Darcy la miró con amargura y negó con la cabeza. Se sentía miserable y sin autoridad para negarle nada.Ella vio la expresión y se mordió el labio.-¡Hola, Elizabeth! No sabía que estabas aquí. Mejor los dejo solos- saludó y se disculpó Charles por haberinterrumpido lo que esperaba fuera un acercamiento.

-No es necesario que salgas, es tu casa- dijo Lizzie.Bingley regresó con rubor en la cara y sin saber qué decir para cortar el silencio que sólo rompían losniños que jugaban en la alfombra.-Darcy, ¿te quedarás unos días?- fue lo único que se le ocurrió sin notar la expresión de pánico de sucuñada.-Me gustaría quedarme unos días, pero viene a caballo y sin equipaje.-Eso se soluciona fácil, mañana temprano envío a alguien por tu criado y ropa- y al decir esto, descubrióque Lizzie lo miraba con reproche.-Entonces me quedo- dijo Darcy, sentándose en un sillón bajo, notando que su esposa parecía un tantoconfusa. Se alegró pensando que su presencia en Green Park podía hacerla flaquear en susdeterminaciones.

Jane bajó a la sala por primera vez desde el nacimiento. Había estado muy débil y lentamente mejoraba sucolor y sus fuerzas. Tanto la partera, como el médico que la habían atendido, habían recomendado queéste fuera su último niño. No creían que fuera capaz de soportar otro parto.Las noticias la habían amargado, porque conocía bien que su esposo deseaba una gran familia, aunque élle aseguraba continuamente que prefería tenerla a ella antes que a muchos hijos, sentía una cierta tristeza.Al ver a Darcy, lo saludó contenta. Tenía un carácter dulce y tranquilo, solía guardar buenos sentimientospor todos, pero no era tonta. Sospechaba que algo pasaba entre su hermana y su cuñado. Lizzie nunca sequedaba tantos días lejos de su marido, y éste tampoco se mantenía tanto tiempo alejado.Elizabeth, que no quería llevarle preocupaciones, no había hecho ningún comentario sobre lo sucedido.Así que esa noche, se vio forzada a simular que nada malo pasaba en su matrimonio.

En la mesa, su hermana, decidió sentarlos juntos, para que tuvieran la oportunidad de hablarse.Ninguno de los dos protestó sobre la disposición de la mesa, simplemente acataron la designación y secomportaron como si no existiera ningún inconveniente.La conversación se dirigió especialmente sobre los hijos, un poco sobre las últimas noticias de Londres yalgo de la economía de sus propiedades.Al terminar la cena, fueron al salón y Jane insistió en que Lizzie cantara algo al pianoforte. Sólo aceptóporque era un poco más feliz al verla tan animada.Se sentó al piano, revisando las partituras y Darcy se paró detrás de ella. Sin decir nada, se arrimó paraescoger una que le gustaba a él y la colocó en el piano. Elizabeth contenía la respiración, con suproximidad, se sentía invadida por sensaciones que quería enterrar.Él no se movió de su lado, dispuesto a cambiarle las páginas de la partitura. Cuando terminó, la escoltódel brazo al sillón y se sentó con ella.Elizabeth estaba confundida. Por un lado, estaba agradecida porque él estuviera simulando tan bien frentea Jane. Por otro, estaba enojada porque creía adivinar que él se estaba aprovechando de la situación parahacerla flaquear.Llegado el momento de retirarse, Bingley acompañó del brazo a Jane para ayudarla a subir las escaleras.Elizabeth no quería quedarse a solas con su esposo y se levantó presurosa.-Yo también me retiraré- anunció.-Entonces haré lo mismo, no pienso quedarme sólo con una botella de brandy- dijo Darcy en tono debroma.-Yo ya regreso, Darcy, no tienes porqué ir a la cama ahora- le dijo Charles.

-No, está bien. Estoy cansado, me iré a dormir.-Hice que la criada te deje ropa de dormir sobre la cama de Lizzie- dijo Jane, que daba por sentado quecompartirían la habitación como normalmente lo hacían.Elizabeth se paralizó en medio de la escalera y Darcy, que venía detrás, tropezó con ella. Tuvo que

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 Aún sin abrir los ojos, Darcy se sintió profundamente renovado, hacia días que no dormía tan bien. Seacercó más al cuerpo tibiamente familiar que abrazaba y se acurrucó contra él.Abrió los ojos muy despacio, dejando que se acostumbraran lentamente a la claridad de la habitación.Parpadeó e inspiró profundamente. Una ráfaga de cabellos perfumados lo invadió y, entonces, se diocuenta que la situación quebraba la palabra dada la noche anterior.Intentó alejarse despacio para no despertarla, pero ella aferraba firmemente una de sus manos contra el

pecho. Cuando él intentó separarse, ella automáticamente tiró hacia si, suspirando y acercando la manohasta los labios.Entonces despertó y, por un breve instante, estuvo feliz de tenerlo junto a ella, hasta que recordó losufrido los últimos tiempos. Lo soltó en forma brusca y saltó de la cama.Darcy se quedó quieto, conteniendo la respiración, esperando la reacción de su esposa. Lizzie lo miróenfurecida y algo confundida. Sin decir nada, corrió hacia el vestidor, azotando la puerta tras ella.Se lavó la cara repetidas veces enojada consigo misma por dar cabida a esos sentimientos.Intentó evitarlo durante todo el día, aunque no pudo dejar de verlo en el desayuno y una vez en eldormitorio de los niños.Creía conocerlo bien y no le gustaba la forma en que la miraba, con esperanza y un poco de picardía.Esa noche lo haría dormir en el sillón aunque tuviera dolor de cuello de por vida.

Pero las cosas no siempre salen como se planean. Elizabeth terminó yendo más tarde a la cama que él,porque el bebé de Jane tenía fiebre y las dos damas no fueron a dormir hasta que esta no bajó.Entró en la habitación y encontró que su marido dormía extendido en medio de la cama.Fue a desvestirse haciendo la mayor cantidad de ruido posible con la esperanza de despertarlo y sacarlode la cama. O estaba muy dormido o simulaba demasiado bien.Entró en la cama acomodándose en el pequeño espacio que le había dejado repartiendo codazos. Darcygiró hacia el otro lado y ella se acostó murmurando insultos.Cuando un rayo de sol le dio en la cara, instintivamente, giró hacia el centro de la cama quedando a sólocentímetros de Darcy. Se aproximó contra su pecho y él la abrazó acercándola hacia él.Cuando minutos más tarde, Lizzie terminó de despertarse, se encontró con la mirada de su esposo que yadespierto, la observaba sin soltarla.

Lo empujó con los brazos alejándolo.-Me lo prometiste- le recriminó.-Y tú eres mi esposa, prometiste estar conmigo en las buenas y en las malas.-Eres insufrible- respondió Elizabeth e intentó levantarse de la cama, pero no la dejó y volvió a atraerlahacia él.-Suéltame o juro que gritaré- dijo esperando que cediera.-Entonces grita, pero luego tendrás que darle el disgusto a Jane- le dijo desafiante.Elizabeth aflojó su lucha y lo miró llena de ira.En ese momento tenso, la criada de Elizabeth, golpeó la puerta para anunciar que el baño matutino estabapreparado. Aprovechó ese instante para soltarse e irse de la cama. Fue la segunda mañana seguida queterminaba azotando la puerta.

Estaba enojada con él, enojada con ella misma y enojada con el día nublado en el que caía una finallovizna.Se refugió en la biblioteca un tanto pobre de Green Park, los dueños anteriores no habían sido grandeslectores y Charles no colaboraba con nuevas adquisiciones.Cerca del mediodía, llegó un mensaje dirigido a Elizabeth de parte de Thorton. Le anunciaba que estabaen el pueblo y esperaba una invitación para la hora del té.Hizo que le avisaran a Darcy de la visita, pero este se excuso de recibir a Thorton. Ella lo atendió en unapequeña salita de la casa, para no tener un encuentro complicado entre su esposo y su invitado.-¿Tiene noticias de su esposo?- le preguntó Thorton luego de las habituales preguntas de rigor.

-La verdad es que sí. De hecho, está aquí, en Green Park- dijo, llenando otra taza de té.-¿Se ha solucionado el “malentendido” entre ustedes?- la interrogó con clara curiosidad.-¿Le gustaría caminar un poco?- contestó con otra pregunta, evadiendo la respuesta.-Me encantaría, pero creo que no será bien visto por su esposo que salgamos solos sin compañía y bajo la

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lluvia.-No saldríamos de la casa y estoy casi segura que nos encontraremos con mi hermana. Yo no expondría ami marido a la clase de comentarios a los que me expuso él. Iremos sólo al jardín de invierno, tiene unapreciosa vista de la fuente de Coventina.Elizabeth lo condujo por la casa haciendo de guía hasta llegar al invernadero que tanto cuidaba Jane.Allí estaba su hermana mayor cuidando de sus flores. Después de las presentaciones, Thorton se mostrótan encantador como siempre, alabando el lugar y la preciosa vista.

Poco después, Jane fue solicitada por su ama de llaves y se disculpó con la visita.-Bueno, querida Elizabeth, creo que se ha desenvuelto de la mejor manera para no hablar del tema de suesposo.-Es algo que no deseo hablar con nadie- respondió caminando hacia un gran ventanal.-Creo que con alguien tiene que hablar. No lo tomaré como ofensa que no sea conmigo, pero tal vezpodría hacerlo con su padre o su hermana.-No tengo mucho que decir al respecto.-Creo que no le termina de agradar la presencia de él aquí- se atrevió a adivinar.-Tiene todo el derecho de venir a ver a sus hijos, es sólo que…verlo no me ayuda- confesó con tristeza.-Lo siento mucho.-Cuando hablo con usted, me siento en cierta medida culpable.

-¿Por qué?-Porque usted amó tanto a su esposa y la debe extrañar muchísimo. Y yo lo tengo y me doy el lujo deintentar mantenerlo alejado de mí.-No tiene porqué sentirse mal. Mi esposa era una mujer inteligente, amorosa y creo que fue feliz. Pero leaseguro que si le hubiera hecho el desprecio que ha cometido su esposo en contra suya, probablementehabría tomado una decisión como la suya o peor.-No preste atención a todo lo que se dice en el pueblo. La realidad del problema es menor a lo que parecedesde afuera.-Lo que sea que le hizo, le ha roto el corazón y eso es suficiente.A Elizabeth se le llenaron los ojos de lágrimas y giró la cabeza para que el Sr. Thorton la viera.Thorton se acercó hasta ella y se tomó el atrevimiento de tomarla del mentón para que lo mire.

-Darcy es un hombre afortunado, usted lo sigue amando a pesar de todo. Espero que él lo sepa- dijo y ledio un inapropiado abrazo.Una mano lo tomó de sorpresa por el hombro, obligándolo a darse vuelta. Al girar, quedó sorprendido yde frente a un Darcy que lo miraba furioso. Antes que pudiera reaccionar el puño de éste impactó contrasu cara.-¡NO!- gritó Elizabeth mientras Thorton retrocedía unos pasos producto del golpe y se tomaba la narizque sangraba.Cuando Darcy avanzaba lleno de ira para golpearlo otra vez, Elizabeth se interpuso en medio.-¡Darcy, basta!- gritó colocando sus brazos contra el pecho de su esposo e intentando frenarlo.-¡William, por favor!- dijo tomándolo de la cara, para obligarlo que deje de mirar hacia Thorton y lamirara a ella. Darcy la miró y aflojó la lucha.-Señor Thorton, creo que es momento que se vaya- dijo Darcy con voz brusca.Thorton sacó el pañuelo de su bolsillo y se limpió la sangre de la nariz.-Me iré si me lo pide Elizabeth- respondió desafiante.-¡Para usted es la Sra. Darcy!- le gritó Darcy, intentando llegar hasta él.-Por favor, Sr. Thorton, le pido que no complique más las cosas y se retire- le pidió Elizabeth luchandopor contener a su esposo.Thorton se acomodó la ropa y saludó con un movimiento de cabeza a Elizabeth. Al pasar junto a Darcy,se frenó y dijo:-Usted no la merece.-Tal vez sea verdad, pero es mía- respondió remarcando el pronombre posesivo.

Elizabeth no lo soltaba de las solapas a pesar que Thorton había abandonado el lugar. Temía que salieradetrás de él.-¡¿A qué vino todo esto?!- lo interrogó.-Ese hombre no es un caballero, estaba esperando tener la posibilidad de poner sus manos sobre ti.

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-¡Sé defenderme sola!-¡Te estaba tocando!-¡Sólo porque me vio llorar!-No me importan los motivos, no debería tocar a una mujer que no pertenece- respondió duro.-¡Yo no soy propiedad de nadie!-¡Sí lo eres! ¡Eres mía!- exclamó tomándola de la cintura y apresando su boca con los labios hambrientos.Elizabeth luchó por zafarse de los fuertes brazos que la aprisionaban.

-¡Suelta…me!- ordenó en un segundo que logró escapar de su boca.Darcy no se molestó en responderle, siguió invadiendo el interior de su boca y sus manos comenzaron arecorrerla con desenfreno, quemándole la piel.La arrinconó contra una de las mesas, haciendo que se caigan un par de masetas que estaban colocadassobre ella.Elizabeth intentaba pensar y no dejarse llevar por las caricias y besos que recorrían cada centímetro depiel libre llenándola de ardor.Sintió como se desgarraba un poco de tela de su escote entre las firmes manos de su esposo y lo poco quele quedaba de razón, la perdió ante los besos apasionados que se adueñaron de su pecho.Lleno del entusiasmo que le provocaron los gemidos de su esposa, la condujo hacia el suelo. Le levantó lapollera lleno de excitación y se unieron arrebatados en una espiral de pasión y locura.

Cuando el delirio de amor llegó a su fin, aún extasiados y agitados, Darcy la miró mientras ella intentabaen vano arreglar su vestido.-Te compraré otro- le dijo acomodándole un mechón suelto detrás de la oreja.-¡Más te vale!- le dijo enojada.-¿Estás muy enojada conmigo?- le preguntó apretándola contra su cuerpo.-Me engañas, me ignoras, golpeas a mis amigos y luego das lugar a tus bajos instintos en casa de mihermana. Claro que estoy molesta contigo- pero al decir las últimas palabras una leve sonrisa se escapó desus labios hinchados culpa de los besos entusiasmados.-Si vuelves a casa conmigo, prometo compensarte- le susurró al oído.-Volveré a casa- dijo mientras anudaba su cravat, dibujándole una magnífica sonrisa en la cara de Darcy.

Capítulo 58 

Jane miraba horrorizada lo que su hermana le contaba.-¡No puedo creer que le haya pegado al Sr. Thorton!-No fue el mejor momento para que Darcy entrara, en parte es culpa mía. Conozco la naturaleza celosa demi esposo, tendría que haber imaginado que no estaría lejos y que malinterpretaría cualquier gesto del Sr.Thorton.-Pero, Lizzie, ¿este hombre te estaba…abrazando? 

-Sí, es que yo estaba preocupada…por algo que sucedió con Darcy…¡No me mires así!- exclamó ante lamirada llena de censura de su hermana.-¡Lo siento! Sabes que no soy partidaria de la violencia, pero puedo entender la reacción de tu marido.Elizabeth la miró defraudada, si de alguien creería que tendría apoyo era en la tranquila y pacífica Jane.-No convenceré jamás a Darcy para que le pida disculpas al Sr. Thorton- dijo con un suspiro deresignación.-¿En la pelea se cayeron las masetas de la mesa?- preguntó su hermana mientras acomodaba una cinta delvestido de Beth.-Ehhh…mmm…sí, fue entonces- respondió ocultando su vergüenza detrás de James.-Señoras, ¿retiramos a los niños?- preguntó una de las niñeras al ver que casi era la hora de la cena.Asintieron con la cabeza y besaron a los más pequeños, los mayores se resistieron a irse con algúnberrinche que reprocharon sus madres y Elizabeth se alegró de alejarse del tema.Poco después, los caballeros bajaron listos para la cena. Darcy entró con un visible cambio de humor.Donde hasta hacía unas horas había un rostro marcado por la preocupación, ahora había una obvia alegríadifícil de ocultar.

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Apenas entró en el salón, saludó a Jane y miró a Lizzie de reojo. Luego, caminó hasta donde estaba ellacon la labor abandonada a un costado, corrió la pequeña canasta y se sentó a su lado.Elizabeth se tensó inconscientemente ante la familiar proximidad, los últimos meses había reprimido yrechazado cualquier acercamiento, esperaba que tal hábito se fuera con el transcurrir del tiempo.-¿Estamos bien?- le dijo Darcy apenas susurrando.Ella le respondió asintiendo con una sonrisa forzada mientras asentía con la cabeza.La cena fue anunciada y los hombres condujeron a las damas hacia la sala del comedor.

-Sr. Darcy, esta noche se lo ve muy mejorado. Creo que me he comportado en forma egoísta alejándolotanto tiempo de Elizabeth y los niños.-No tiene que disculparse, usted la necesitaba tanto como yo- respondió en forma cortés a su cuñada.-Me enteré tarde que el Sr. Thorton estuvo aquí. Me hubiera gustado ofrecerle mis respetos, pero se fueabruptamente…-Bingley dejó la frase a la mitad al notar las señas que le hacía su esposa con la mirada.Elizabeth levantó los ojos hacia su marido quien la miró por un instante con una breve sonrisa

 jactanciosa. Lo censuró con un gesto y se limpió la boca con la servilleta para responder.-El Sr. Thorton y mi esposo tuvieron un pequeño altercado. Como seguramente le contará él cuando lasdamas nos retiremos y ustedes puedan conversar sobre un tema que poco placer nos trae a las mujeres-dijo de la manera más cortés para que el tema no se volviera a tocar en la mesa ante la curiosa mirada desu cuñado.

Las mujeres se retiraron con sus labores y los hombres se quedaron en la mesa un poco más para disfrutarde una copa y conversar sin la presencia de sus esposas.-Sólo le pegué. Podría haberlo estrangulado si Elizabeth no se hubiera interpuesto entre nosotros.-¡Darcy, desde la universidad que no escuchaba que te metieras en una pelea!- se rió su amigo, tomandoen broma el asunto.-Se lo merecía, ese hombre tiene intenciones hacia mi esposa que no corresponden a un caballero. Peroella parece no darse cuenta- dijo entre celoso y resignado.-Yo lo traté y me pareció un caballero muy agradable.

-¡Todos caen ante los encantos de Thorton! Parece que soy la única persona que no ve en él lo “perfecto”que es- dijo sarcásticamente.Charles se rió tontamente. Le causaba gracia ver tan ciegamente celoso a Darcy.-¡¿Pero qué fue lo que hizo para provocar esa ira?!- preguntó divertido.-Se aprovechó de su vulnerabilidad para tocarla, si no hubiera entrado en ese momento, vaya a saber hastadónde se habría atrevido- respondió serio y pensativo, como recordando el incidente en su cabeza.-¡Por Dios, Darcy! ¿Realmente crees que Elizabeth se lo permitiría?- le preguntó un poco horrorizado- Situ esposa te escucha, creo que no te lo perdonaría nunca.-No pongo en duda que ella no le hubiera permitido, pero podría haber dado que hablar si entrabacualquier empleado. Sabes cómo le gusta cotillear a los sirvientes.-Creo que Elizabeth lo sabe mejor que nadie- le respondió haciéndole notar que Darcy estaba en falta.-Touché- fue la respuesta de Darcy ante el comentario de su amigo y cuñado.-Y bien…¿ahora qué? Elizabeth estará rabiosa, aunque no lo noté en absoluto en la mesa.  Darcy bebió un trago de su bebida y sonrió brevemente.-Mi esposa me ha perdonado. O al menos eso creo. Prometió volver a casa.-¡Vaya que tienes suerte! Pensé que te iba a despellejar vivo ante tu conducta y resulta que tenías quepegarle al Sr. Thorton para que te perdonara- dijo divertido.-Creo que es momento que nos unamos a las mujeres- sugirió para evitar que entre su alegría y las copas,revelara más de lo decoroso.Jane y Elizabeth trabajaban en silencio y abandonaron sus labores cuando sus esposos entraron en elsalón. La dueña de casa ordenó té y se sentaron todos a esperarlo.

-Sr. Darcy, mi hermana me comunicó la triste noticia que se volverán a Pemberley muy pronto. Sé queestuvo mucho tiempo, pero me gusta tenerla mucho conmigo.-Papá prometió en su última carta, venir a conocer su nuevo nieto. Parece que el mes en casa de Kitty hasido más que suficiente para su paciencia. Opina que nunca vio una criatura tan caprichosa como la

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pequeña Marie- dijo en broma Lizzie, para ver si le sacaba la tristeza del rostro a su hermana mayor.-¡Pero si aún no camina! Seguro que papá exagera.-Dice que es muy parecida a Kitty de pequeña, con el cabello rubio y pequeños rizos.-Es una lástima que el Sr. Barton haya tomado ese puesto como vicario tan lejos- se lamentó Jane.-Lejos de nosotras, pero cerca de su familia. Era la vicaría que esperaba desde hacía tiempo. Es algobueno para ellos.-Lo sé. Pero me gustaría tener a todas mis hermanas cerca- rezongó Jane.

-A todas menos a Lydia- dijo por lo bajo Lizzie y todos se rieron.Darcy entró en la cama unos minutos después que su esposa. Elizabeth lo miraba con los ojos cargadosdel brillo especial que presumía. Se arrojó sobre ella para besarla apasionadamente, pero luego de unmomento, lo apartó hacia atrás con los brazos.-Sr. Darcy, creo que hay que aclarar ciertas cosas con respecto a lo sucedido hoy antes de seguir- dijoseriamente.Darcy asintió con la cabeza sin pronunciar palabra y casi sin ceder ante el esfuerzo de ella por mantenerloalejado.-En primer lugar, lo tenga o no merecido según tu criterio, debes escribirle al Sr. Thorton pidiéndoledisculpas por lo que pasó.Él abrió la boca para protestar, pero en ese momento, ella dejó de empujarlo para atraerlo a sus labios,

evitando que su esposo pudiera hablar. Cuando creyó que era suficiente “incentivo”, lo volvió a alejar. -Segundo- dijo jadeante- quiero conocer a Margareth.En ésta ocasión, él no puso ningún tipo de reparos, se limitó a dar un breve consentimiento.-Tercero, me gustaría que deje de ser un secreto. Por ella y por mí.-No sé si eso será posible- respondió sinceramente.-¿Por qué? ¿Es acaso preferible que mi nombre sea una burla y que ella sea vista con malos ojos?-Haré lo posible, te lo prometo. Me siento fatal por haberte expuesto a malos comentarios.-Estas son mis exigencias. Si crees no poder cumplir con alguna de ellas, es mejor que me lo digas ahoray te vayas a dormir al sillón- fue la respuesta que no daba lugar a su esposo para dudas o temores.-Las acepto- respondió y ella sacó sus manos que lo detenían por los hombros, para rodearlo del cuello yatraerlo hacia ella.

Volvieron a Pemberley dos días más tarde. La Sra. Reynolds estaba extasiada ante la vuelta de la familiaa la casa. Por un tiempo, creyó que la señora no perdonaría al amo y no volvería a ver a los adorablesniños.Cuando se enteró por una breve misiva que regresaban, se dedicó a que la casa estuviera perfecta y deentrenar a los sirvientes para que no se prestaran a comentarios y cotilleo ante la amenaza de perder sustrabajos.Lizzie se arrojó en el sillón de su habitación, su lugar preferido para leer un libro al atardecer.Abrió la carta de Georgiana que acababa de recibir. Su embarazo estaba avanzado y necesitaba descansar.No podía acercarse a Pemberley y estaba preocupada por las noticias que le habían llegado sobre elmatrimonio Darcy. Se negaba a creerlas y le pedía que por favor fuera a visitarla para calmarla y contarlela verdad.Elizabeth se sintió mal por dos motivos. Uno era no haberle escrito a Georgiana desde el momento queocurrió todo eso. Pero realmente no sabía qué decirle y explicarle el problema sin revelar más de lo quetenía permitido. El otro motivo que la hacía sentirse mal, era que ahora que estaba en casa, no quería salir.Darcy golpeó y entró desde su habitación. Se paró junto a ella, Lizzie levantó su mano derecha y lo tomóde la mano. En la izquierda aún sostenía la carta de su cuñada.-Georgiana quiere que la visite, no creyó tus respuestas y desea verme- le comentó mirándolo desdeabajo.Él se sentó al lado suyo, la besó en la frente y en los labios, y después se quedó pensativo.-No creo que pueda mentirle- dijo Elizabeth ante el silencio de su marido.

-Iremos los dos. Le contaré la verdad si a Richard le parece bien. No sé si es oportuno alterarla.-Las mujeres somos más fuertes de lo que ustedes creen. Embarazadas o no.Darcy le sonrió. No dudaba que Elizabeth era más fuerte que él.

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-¡Elizabeth! ¡Qué alegría me produce verte!- exclamó Georgiana desde el sillón sin poder levantarse.-Por favor, Georgie, no te levantes. Me acercaré para saludarte- y diciendo esto, caminó hasta donde sucuñada y se sentó a su lado tomándole las manos.Elizabeth conversó de trivialidades relacionadas al nacimiento y los niños intentando disimular lapreocupación que le provocó ver tan frágil y delicada a Georgiana. Observó de reojo a su esposo y semiraron brevemente, sus ojos reflejaban el temor que ella intentaba ocultar.-Georgie, ¿te ha visitado últimamente el médico?- preguntó Darcy sin poder esperar más.

-Ya sé que luzco bastante mal. Pero vino a verme un médico que trajo Richard desde Londres. Me obligaa tomar unos preparados bastante horribles para fortalecerme, estoy muy delgada.Ninguno de los dos contestó inmediatamente. Los ojos azules de Georgiana parecían hundidos y su caraestaba huesuda y con un desagradable color.-Tal vez deberías venir a casa con nosotros, la Sra. Reynolds te haría subir de peso rápidamente. Cuandono toleraba la comida y comencé a perder peso, me obligaba a tomar sus famosas sopas- dijo Elizabethpara reanimar la conversación.-Me gustaría ir a Pemberley, extraño mi viejo hogar. Pero difícilmente me puedo levantar del sillón- sedisculpó tristemente.-Bueno, irás después de tener el bebé- la confortó Darcy.-¿Y Richard?- preguntó Elizabeth.

-Ha ido a ver a su padre, seguramente volverá para la hora del té. Estoy muy contenta de verlos, nadie mecuenta nada, pero había escuchado unos rumores…de lo más preocupantes y desagradables- dijo casi convergüenza.Darcy se sentó en el apoya brazos del sillón, junto a su mujer, colocándole una mano sobre el hombro.Elizabeth puso la suya sobre la de él y la apretó suavemente.-No sé a qué te refieres, querida Georgie- mintió Elizabeth. Desde que la vio, se dio cuenta que no eramomento para contarle nada que le pudiera causar alteración.-Escuché que ustedes habían peleado por…Bueno, no importan los motivos y que te habías marchado dePemberley- comentó y por un instante, sus mejillas amarillentas, adquirieron un tono rosado, aunque lospresentes no sabían decir si era por timidez o enojo.-¡Que nos peleemos no es una noticia preocupante!- dijo Lizzie con una sonrisa- Bien sabes que tu

hermano es terco como una mula y peleamos a menudo.Ella hizo una insinuación de sonrisa y observó calladamente a los dos para leer en ellos si escondían algo.-Georgiana, no deberías permitirle hablar así de tu hermano mayor- dijo seriamente, mientras se sentabafrente a ellas- Vas a hacerme creer que tú piensas como ella.Esta vez, rió con más ganas, hasta se le escapó una pequeña carcajada.-Hay que reconocer que sí me fui de Pemberley y es por eso que no te escribía. Seguramente te hasenterado que Jane ha tenido un niño. He estado los últimos meses en Green Park, para ayudarla con lospreparativos y luego, hasta que estuvo bien.-Me alegro mucho saber que todo le fue bien y que ha tenido un heredero para el Sr. Bingley.-Ha sido una fortuna, más sabiendo que el médico recomendó no tener más niños- dijo Darcy.-Eso es una pena- comentó Georgiana afligida.-Bueno, hablemos de cosas alegres- dijo Lizzie para cambiar el tema.-¡Sí, por favor! Alégrenme el día- exclamó Richard que entró en ese momento a la sala- Por ejemplo,Darcy, podría vaticinarme si espero un niño o una niña.-Por el tamaño aumentado de tu barriga, puedo decir que hay un exceso de cerdo y brandy. La que deberíaengordar es tu esposa, no tú- comentó Darcy.Todos se rieron y Richard intentó esconder su estómago.Anochecía temprano, por lo que los Darcy se despidieron demasiado temprano para gusto de Georgiana,pero prometieron volver pronto y que le traerían a sus sobrinos.En el carruaje, Darcy no se atrevió a pronunciar en voz alta el miedo que le dio la visión de su hermana.No necesitaba decir que sentía temor. Elizabeth también lo sentía. Le tomó la mano en silencio y se la

apretó.

-Elizabeth, ¿estás despierta?- preguntó susurrante en la oscuridad de la habitación. El fuego del hogar casise apagaba por lo que se veía con las cortinas del dosel corridas.

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Era muy tarde, tal vez las tres de las mañana, se atrevió a adivinar Darcy y se arrepintió de haber hablado.-Es imposible dormir, contigo en la misma cama- protestó Lizzie y se arrimó contra él y le acarició elrostro al que podía adivinar preocupado- William, por favor, intenta dormir.-Lo intento.-Lo sé. Sabes que Richard no es tonto, por más que parezca despreocupado y risueño como siempre, si hatraído un doctor desde Londres, es porque está tan alarmado como nosotros.-Me gustaría saber qué opinión tiene ese médico.

-Dentro de unos días iremos a visitarla otra vez, llevaremos los niños y tú tendrás la oportunidad deconversar con Richard. Hasta entonces, ¿puedo hacer algo por ti?-Sólo tenerme paciencia, sabes que lo que más temo en el mundo, es que les pase algo los seres que amo.-Lo sé, es una de las razones por las que me enamoré de ti- le respondió besándolo con ternura.

El pronóstico que Richard le dio no hizo más que sumirlo en la angustia. Georgiana no toleraba casi nada,sus vómitos eran diarios, aún pasado el primer trimestre. Eso la estaba debilitando y el médico temía queno llegara a término con el embarazo o que no lograra superarlo.Mientras él escuchaba con silenciosa angustia, Richard rompió a llorar como un niño, tomándolodesprevenido. Lo palmeó en el hombro y esperó a que se controlara.-Vamos, necesitas ser la persona que le transmita tranquilidad en estos momentos, ser su sostén.

-Lo sé, lo sé. Ella está tan ilusionada con el nacimiento y yo estoy aterrado.-Ahora sabes por lo que he pasado dos veces- dijo intentando calmarlo.En el dormitorio, William, correteaba y hacía todas las monerías aprendidas para su tía, quien sosteníadébilmente a su pequeño ahijado.-Me parece que estás cansada, es mejor que lleve a los niños abajo- dijo Lizzie al notar la expresiónagotada en la cara de Georgiana.-No los lleves, Elizabeth, me alegran aunque esté débil- le pidió con un hilo de voz.-Yo volveré enseguida y te traeré algo rico que te envía la Sra. Reynolds- le prometió.-Que terminará en la cubeta, como todo lo demás- respondió triste.-Esperemos que esto sea lo que le gusta al bebé- le dijo buscando despertar esperanzas.Elizabeth bajó con una idea en su cabeza. Dejó a los niños y fue a buscar a su esposo. Lo encontró en el

despacho de Richard, los dos estaban angustiosamente callados.-Siento interrumpir, pero se me ha ocurrido que ya que Georgiana no puede ir a Pemberley, yo deberíaquedarme aquí hasta que mejore. Tú puedes venir a caballo que es más rápido que el carruaje, los niñosalegran a Georgie y necesita una mujer que la ayude.-Está bien para mí- le dijo con una sonrisa.Las cosas se planearon de esa forma rápida, Lizzie se dedicaba personalmente de Georgiana, tantoRichard como Darcy se sentían más aliviados y en pocos días se vio una pequeña mejoría en la paciente.-Gracias-Darcy le susurró contra el cabello y la besó.-¿Por qué?- preguntó Elizabeth mientras se acurrucaba contra su pecho. Era la primera noche quedormían juntos desde que ella estaba en casa de los Fitzwilliam.-Por cuidar de mi hermana.-No tienes que agradecérmelo. Lo hago por motivos totalmente egoístas- respondió acariciándole el pechodesnudo.-¿Y cuáles son?- preguntó con curiosidad.-Que me siento más tranquila al tenerla bajo mi cuidado y a la vez, evito tener que soportarte- Darcy rió yvolvió a besarla.

El día más frío de lo que iba en el año, Georgiana comenzó con su trabajo de parto. Elizabeth no se separóde ella, confortándola, apoyándola y dándole fuerzas cuando parecía que la abandonaban. Lapreocupación de todos aumentaba a medida que pasaban las horas y la oscuridad llenaba la casa.Los hombres esperaban en piso de abajo, en una poco iluminada habitación, donde de a ratos dormitaban

rendidos por la espera.-Parece…que va a nevar - dijo Georgiana sin fuerzas, mientras miraba hacia la ventana de su habitación.-Sería la primera nevada del año- le respondió Lizzie, secándole la frente con un paño. El silencio quesiguió, fue interrumpido por una dolorosa contracción y las órdenes de la partera y el médico.

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-Estoy muy cansada…no puedo más- susurró Georgiana.-¡Sí puedes! Estás haciéndolo muy bien- le dijo alentándola.-Elizabeth, mi querida Lizzie…te quiero más que si hubieras sido mi hermana de sangre…has hecho tanfeliz a mi hermano… -Shhh, no hables y guarda tus fuerzas para la próxima contracción- la interrumpió Elizabeth.El médico discutía con la partera sobre la situación, estaba claro que temían por la vida de la madre y delhijo. Sospechaban que con tantas horas de trabajo inútil, tal vez el niño ya no estuviera vivo.

Elizabeth agradeció que Georgiana estuviera sumida como en un sopor y no los hubiera escuchado.-Tiene fiebre- murmuró el doctor a Lizzie.-¡Georgiana! ¡Georgiana! ¡Despierta, debes pujar! Falta muy poco- le ordenó a su cuñada mientras leacariciaba los cabellos revueltos.Finalmente, unos débiles sollozos anunciaron el nacimiento de un varón. Pequeño y frágil, fue entregadoa Elizabeth quien lo acercó a la madre.-Es…bello- dijo Georgiana sin aliento en sus pulmones y lágrimas en los ojos.-Se parece a mi William cuando nació- le sonrió Lizzie y su cuñada asintió cerrando los ojos.-Sé que…cuidarás bien de él- le dijo mientras con dedos temblorosos acariciaba a su bebé.-Georgie…¿qué dices?...Tú y Richard lo malcriarán y llenarán de vicios… - la interrumpió para no oírla.-Cuida de mi hermano y de Richard…pobre Richard…-continuó como si no la hubiera escuchado.

-¡No quiero escucharte hablar así! Te pondrás bien, ya lo verás- le respondió con un nudo en la garganta,mientras esperaba que el médico apoyara sus palabras. El doctor Peterson, la miró negando con la cabezay bajando la mirada.- No tengo miedo…sólo lamento no verlo hacerse un gran hombre.-Georgie…por favor…- dijo rompiendo a llorar.-Promételo.Lizzie sólo fue capaz de asentir con la cabeza.-Mi pequeño John…- esas fueron las últimas palabras que pronunció antes de morir con una expresión detranquilo alivio.

El Sr. Peterson se ofreció para dar la noticia a la familia. Elizabeth le pidió estar presente. Entregó el

pequeño a la partera para que lo higienicen y antes de salir de la habitación, miró la figura de Georgianaque parecía dormida.Entraron a la habitación y al ver a su esposo, éste no necesito palabras para descubrir lo sucedido. Cayósentado con una expresión de desolación que la partió por dentro.-Lo siento, Coronel, su esposa ha dado a luz a un varón, pero no ha sobrevivido al parto. Fueron muchashoras para su salud delicada- el médico seguía explicándoles lo sucedido, pero nadie parecía escucharlo.Afuera, caían los primeros copos de nieve.

Capítulo 59 

Richard y Darcy entraron en la habitación donde reposaba el cuerpo sin vida de Georgiana. Las criadas lahabían cambiado bajo las órdenes de Elizabeth, ya que el marido no salía de su impresión inicial, nopudiendo tomar ninguna decisión.Poca atención prestó al recién nacido su padre, que al verlo, vio reflejado en él la imagen de la madre,rompiendo a llorar en forma incontenible. A Darcy se lo podía ver compungido, pero sin perder el controlen ningún momento, ni derramando lágrimas. Elizabeth temía lo que sería de él cuando asimilara al fin lanoticia.Pero cuando entraron al cuarto iluminado por velas y Richard se arrojó a llorar arrodillado junto al cuerpode su mujer, Darcy se mantuvo inmutable, como si tuviera una máscara donde sólo se podía ver el doloren los claros ojos. Se acercó donde su primo y lo obligó a pararse, y guiándolo como a un niño, lo llevóafuera donde su tío lo consoló.Él se sentó junto a la cama y tomó la mano pequeña y delicada de su hermana. Estaba fría. Reprimió eldeseo de llorar y tragó el nudo que se le formaba en la garganta.

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No podía creer que el bebé que tuvo en brazos el día que su madre murió, ahora estaría reunida con suspadres. Tan joven, llena de vida y de esperanzas en el futuro. Se obligó a dejar de pensar así.Una mano se apoyó en su hombro, no necesitaba mirar de quién era. Sabía que era su Lizzie, intentandodarle fuerzas.-William, lo siento muchísimo- le susurró besándolo en la cabeza.-Gracias. ¿Estabas con ella cuando murió?- le preguntó con su voz un poco cortada por refrenar laemoción.

-Sí, me pidió que cuidara de ustedes dos y del bebé. Estaba tranquila y sólo lamentaba dejar a su familia.-Hasta en su lecho de muerte ella pensando en los demás- reflexionó con una sonrisa triste y entonces,besó la mano que sostenía, para colocarla sobre el pecho de Georgiana.Se levantó de su asiento y tomó a su esposa por los hombros. La miró a los ojos para hablarla.-No creo que Richard esté en condiciones de tomar las decisiones sobre los arreglos que hay que hacer.Necesitaré que te ocupes de algunas cosas.-Claro. Puedo ocuparme de lo que sea necesario. ¿Estás bien?- le preguntó preocupada por la entereza quese esforzaba por mantener su marido.-Alguien tiene que hacerse cargo. Richard no puede y mi tío está demasiado viejo- respondió a medias, yaque en realidad, no respondía la pregunta.Una señora mayor, el ama de llaves, se acercó a donde se encontraba el matrimonio Darcy y dijo en voz

muy baja que el niño lloraba y que necesitaría una nodriza, como solicitando autorización para comenzarla búsqueda.-Sra. Smith, iré yo. Puedo amamantarlo hasta que encuentren una mujer- así, Elizabeth, se convirtió ennodriza de su sobrino.Darcy entró silenciosamente al cuarto donde dormían los niños. Besó a sus hijos y se sentó cerca dedonde su mujer sostenía al pequeño John acunándolo dormido.-Está dormido- le dijo Darcy.-Lo sé. Pero quiero tenerlo un poco más, que sepa que hay gente que lo quiere y lo querrá siempre-respondió Elizabeth con lágrimas en los ojos. Él le tomó la mano con fuerza.-¡Se le parece mucho!- exclamó intentando cambiar el tono triste.Darcy asintió sin poder hablar y con la claridad del día que comenzaba muy lentamente a filtrarse,

Elizabeth pudo ver la expresión de cansancio que tenía.Se levantó y dejó el niño en la cuna que había pertenecido a Georgiana en su niñez. Lo arropó y acarició asus hijos dormidos. Las lágrimas le brotaron sin poder contenerlas, en un llanto tranquilo, al pensar en loafortunada que era ella de poder verlos crecer.

Elizabeth sentía que debía ser útil. No podía quedarse paralizada o doliente. Richard no colaboraba yDarcy…Darcy sufría en silencio mientras se mantenía firme como cabeza de la familia. -Richard, ¿puedo pasar?- preguntó Elizabeth casi en susurros, abriendo apenas la puerta del estudio.-Pasa- dijo la voz apenas audible de su primo.Ella entró dubitativa, tenía que consultarle algunas cosas, pero era claro que Richard no estaba en lasmejores condiciones. Se sentó frente a él y observó la botella medio vacía de whisky.-Hay cosas que decidir que requieren de tu aprobación- le dijo Elizabeth sin rodeos.-Decidan ustedes. Lo que Darcy y tú quieran, estará bien- respondió mirando el fondo de su vaso.-He ordenado que la vistan con su traje de novia, ¿te parece bien?- preguntó y a Richard se le llenaron losojos de lágrimas mientras asentía con la cabeza y su mente viajaba al día de su boda.-Richard, ¿has visto a tu hijo?- le preguntó con angustia. Él desvió la mirada hacia el fuego prendido.-Te necesita, eres su padre, lo único que tiene- Elizabeth lo presionó para ver si había alguna reacción enél.-¡Lo sé! Siempre me tendrá, pero ahora, ahora no puedo…no puedo- respondió desmoronándose sobre elescritorio y rompiendo a llorar.Elizabeth se levantó y caminó hacia él y lo abrazó.

-¡No sé qué haré sin ella! ¡No puedo creer que se haya ido, que me haya abandonado! Aún creo que sóloestá dormida y que pronto escucharé el piano en la sala de música- lloró desperadamente.-Shhh. Todo estará bien, la familia te ayudará Richard- lo consoló como pudo.-Estuve la noche despierto…pensando…- murmuró como si hablara para él.

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-Deberías intentar dormir. Tienes que estar fuerte, por tu hijo.-Sí…mi hijo…pensé en ello toda la noche. Sin ella no tengo idea de criar un niño. Me he pasado la vidaen el ejército, no sé nada de hijos- dijo angustiado.-Aprenderás, tendrás gente que te ayude. ¿O acaso te imaginabas a mi esposo como el padre que es?- lepreguntó esbozando una sonrisa.-Pero él te tiene a ti…-le respondió con desolación en la voz.-Y tú nos tendrás a nosotros cada vez que nos necesites.

-Lo sé, he pensado en eso todo el tiempo. Quiero que te lleves al bebé, lo criarás mejor que yo- le dijo conmirada suplicante.-¡Richard, no estás pensando claramente!- le respondió incrédula ante sus palabras. Él la sujetófuertemente de las muñecas.-Ustedes serán sus padrinos y yo lo visitaría constamente. ¡Por favor, Elizabeth!- le suplicó.-Richard, me avergüenzas. ¿Qué diría Georgiana, que murió pensando en su pequeño?- intentó hacerloreflexionar.-Georgiana quería todo para él, un ambiente lleno de amor, padres que sepan lo que necesita y, estoyseguro que ustedes podrán hacerlo mejor que un viejo coronel con el corazón destrozado.-¿Estás seguro, Richard?- preguntó agobiada.-Lo medité mucho, tenía mis dudas, pero luego te vi con él y me decidí.

-¿Me viste?-Sí, fui a ver al bebé. Para tomar una decisión, esperaba una señal. Ahí estabas, acunándolo y Darcy a tulado. De inmediato supe que estará bien con ustedes.-¿Lo has hablado con Darcy?-Sí, se lo he dicho hace un rato. Me respondió que él hará lo que tú creas correcto. Así que está en tusmanos- le dijo mirándola fijamente.-Si es lo que quieres, lo amaré y protegeré como si fuera un hijo mío- respondió con la voz quebrada.-Eres una gran mujer, Elizabeth. Me alegra que mi primo haya vencido su orgullo y se casara contigo. Nopudo haber elegido mejor- le dijo con una leve sonrisa y apretándole las manos con cariño.Elizabeth se encerró en el jardín de invierno. Los grandes ventanales, hechos para dejar entrar la luz delsol, estaban empañados. Con el dorso de la mano, limpió el cristal y miró hacia afuera. El campo estaba

cubierto de nieve, los árboles estaban teñidos de blanco.Cerró los ojos por un minuto y respiró hondo. Necesitaba estar tranquila y sola por unos minutos, antes dehablar con su esposo.Ya había dado su palabra. No volvería atrás por más que lo que estaba sospechando desde hacía unassemanas fuese cierto.-Tienes un casa entera buscándote- Elizabeth se sobresaltó a escuchar la voz de Darcy que estaba a unosescasos metros de ella.-Hay dos niños hambrientos reclamándote-le dijo tomándola de la mano.-Lo siento, no me di cuenta de la hora- dijo mirando su pequeño reloj que colgaba prendido de su pecho.-Tienes mucho en qué pensar- respondió Darcy – Imaginé que habrías buscado un lugar tranquilo yapartado.Elizabeth se apoyó contra él mientras caminaban.-Siempre sabes dónde buscarme- le dijo con un suspiro.-La verdad, es que no fue mi primera opción.-¿Cuál fue la primera?- le preguntó dilatando la conversación que sabría vendría después.-La biblioteca. Me sorprendió no verte ahí y, con el día tan desapasible, sabía que no estarías en el jardín.La conclusión fue el jardín de invierno.Elizabeth le sonrió por un breve momento. Después los siguió un largo silencio.-Lizzie, mi amor, ¿lo has pensado bien?- le preguntó poco antes de llegar al destino. Ella no necesitabaque le explicara de qué hablaba.-James no ha cumplido los siete meses todavía, todos entenderían si dijeras que no- le dijo con una

pequeña sonrisa de ánimo.- Hay mujeres que crían sin ayuda más cantidad de hijos. Le prometí a Georgie cuidar de los suyos ycumpliré mi palabra. - respondió con firmeza- ¿Está bien para ti?- preguntó.-Es el pequeño de mi hermana. Lleva mi sangre- respondió en forma sencilla.

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-Está decidido entonces- respondió Elizabeth y giró para entrar a la habitación de los niños. El brazo de suesposo la detuvo por la cintura y la hizo volverse.-Gracias- le susurró al oído mientras la abrazaba fuertemente.Elizabeth lo tomó de la cara y lo miró a los ojos.-No tienes que agradecerme nada, te amo y prometo amar a John como si fuera de mi sangre también- lerespondió con los ojos brillando de lágrimas y un dejo de angustia contenida.

La cena fue temprana y frugal. Nadie sentía apetito realmente. Prefirieron retirarse temprano a descansar.El día había sido intenso y desgastante. Darcy se había pasado el día escribiendo cartas informando eldeceso de su hermana. Elizabeth ocupándose de algunos detalles de las exequias.El abogado leyó la voluntad que había dejado Georgiana, donde expresaba el deseo de reposar en elcementerio de Pemberley, junto a sus padres. Esto hacía todo más doloroso para Darcy, quien veía revivirrecuerdos que quería olvidar.-Will, ven a descansar- le pidió Elizabeth desde la cama.Darcy seguía escribiendo cartas bajo la luz de una vela en un pequeño escritorio del dormitorio dehuéspedes en la casa que, por un corto período, había pertenecido a su hermana.-Tengo que terminar algunas más- respondió cortante.Elizabeth se levantó y, cubriéndose con una manta, se acercó abrazándolo por detrás.

-¡Estás helado!- respondió ella al tocarlo. Se quitó la manta y lo tapó con ella.-Lizzie, ve a la cama, te enfermarás- le ordenó deteniendo la escritura.-Iré a la cama cuando vengas conmigo- le respondió cruzándose de brazos.-Ve a dormir, iré en un momento- dijo resoplando y frotándose las sienes.-William, estás agotado, ¿cuántas horas hacen que no descansas?-No lo sé. No las he contado- respondió refregándose los ojos claros que estaban enrojecidos por la faltade sueño y el cansancio de escribir innumerables notas.Elizabeth, que seguía de pie junto a él, comenzó a sentir el frío y se frotó los brazos.-¡Por favor, vete a la cama! ¡Estás buscando enfermarte!- Darcy levantó la voz irritado. El agotamiento yel dolor no le permitían tener más paciencia.Su mujer lo miró sin demostrar ofensa, sólo vio compasión en su mirada. Ella se acercó y le acarició la

mejilla, una pequeña barba le crecía descuidada.-Te niegas a descansar porque sabes que, mientras tengas tu mente ocupada en otras cosas, no notarás suausencia. Pero tarde o temprano deberás hacerlo y permitirte sentir dolor- le dijo con calma. Darcy apartólos ojos de los de ella para no mostrarle lo que sentía.-No te quedes hasta muy tarde- dijo Lizzie y volvió a meterse a la cama.Se abrigó bajo las mantas y se acostó dándole la espalda. En lugar de dormir, las preocupaciones lainvadieron, se puso a pensar en Georgiana, en su esposo, que en lugar de manisfestar sus sentimientos, losguardaba, en la responsabilidad de criar a otro niño y nuevamente la asaltaron las sospechas . Estabainmersa en esa telaraña de angustia cuando sintió a Darcy con ella.-Lo siento- le susurró contra el pelo, abrazándola.Ella se dio vuelta para quedar de frente a él. Apenas podía verlo con la claridad del fuego de la chimeneaencendida.-Te amo- le dijo, besándolo en la frente.-Y yo te amo a ti- le respondió su marido.-Will, algo que me enamoró de ti, fue ver la forma en que tratabas a tu hermana, con ella eras un hombredistinto al que me habías dejado ver hasta entonces- él volvió a desviar la mirada.-¡Hey!- dijo para llamarle la atención, mientras le corría la cara para que la mirara nuevamente- No tienesque ocultarme lo que sientes, es natural que te duela y es lógico que lo manifiestes. Cuando estés listopara expresarlo, estaré a tu lado.

La mañana siguiente, el sol había salido, derritiendo la nevada del día anterior.Una triste caravana se dirigió hacia Pemberley con el carruaje que transportaba a Georgiana, adornadocon flores blancas y tirado por caballos negros. La familia iba en otros dos, en el parroquia los esperabanlos Bingley y vecinos que la conocían desde pequeña. La ceremonia fue sencilla y emotiva. Al finalizar,

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caminaron detrás del ataúd hasta el viejo cementerio donde descansaban varias generaciones de la familia.Fue depositado en la fosa y Richard fue el primero en arrojar una flor sobre él. Elizabeth sostenía de lamano a Darcy intentando transmitirle fuerzas, mientras que con la otra, sostenía a su pequeño Williamque poco entendía lo que sucedía.La Srta. Brown, quien había sido la primera maestra de música de Georgiana, cantó Amazing Grace y laslágrimas cayeron sin esfuerzo de los ojos de Lizzie.Después de las condolencias de los presentes, la familia volvió a la casa. Cuando al fin quedaron solos,

Richard anunció sus planes de reintegrarse a la milicia.-Siento que me morí con ella. Tal vez, si vuelvo a integrar el ejército y me envían lejos, pueda aprender avivir nuevamente.-Richard, son cosas difíciles de superar, necesitas tiempo. Todo está muy reciente- dijo Elizabeth tratandoque meditara mejor su elección.-Quedarme en casa no me ayudará, todo me recuerda a ella. Lo mejor sería que me envíen a la India. Ahí nada me recordará a Georgie.-¿Tan lejos de tu hijo?- le reprochó Lizzie.-Él estará bien con ustedes y no pienso olvidarme de John.-No tiene la culpa de parecerse tanto a su madre- le contestó con enfado.-No, no la tiene- respondió Richard con una sonrisa resignada.

Darcy, sentado en un rincón, no participaba de la discusión. Su mirada estaba vacía, distraído con suspensamientos y los recuerdos de su hermana.Pidió disculpas y se retiró de la sala con rumbo a su habitación. Allí lo encontró Elizabeth un ratodespués, totalmente abstraído en la contemplación de un pequeño retrato de Georgiana cuando tenía 13años.Lizzie se quedó en el lugar, a unos metros de él, lamentando haber interrumpido ese momento deprivacidad.Darcy levantó la vista para dejarle descubrir que sus ojos estaban cargados de lágrimas. Las primeras quese permitía derramar en memoria de su hermana. Elizabeth se sentó frente a él y le tomó las manos.-Ya terminó todo, puedes llorar- le dijo y lo abrazó- Estoy contigo.Entonces, después de dos días conteniendo el dolor que sentía, Darcy rompió a llorar como nunca antes lo

había hecho.Las semanas pasaron muy lentas. Los días parecían tan tristes y fríos como si también sintieran laausencia de Georgiana.Lizzie estaba siempre muy ocupada, con dos bebés y uno no mucho más grande. Pero tenía mucha ayuda,además de la niñera Johnson, Richard había enviado a la Srta. Patrick, la niñera que habían contratadopara John.Darcy estaba volviendo a sus actividades normales. Lentamente, intentaba retomar su vida de antes.Hizo un breve viaje a Londres, donde recibió las visitas de los tíos Gardiner y de Caroline Bingley, ahoraLady Caroline Barry, ya que se había casado con un lord viudo que la duplicaba en edad y tenía 5 hijos,pero que compensaba las grandes diferencias con una gran fortuna.Finalmente, regresó a Pemberley antes del tiempo estimado. Lo único que aplacaba el sufrimiento quesentía, era la presencia de sus hijos y de su esposa.Al regresar, descubrió a Elizabeth en cama. El doctor la había visitado, recomendándole unos días dereposo.-Estoy bien. Sólo es una pequeña gripe, ni siquiera me he resfriado o tenido fiebre- lo tranquilizó.-Estás cansada, se te nota en el rostro- le dijo Darcy con inquietud.-Si tuvieras que amamantar a dos bebés, tú también lo estarías- le dijo bromeando.-El doctor le dijo a la Sra. Reynolds que deberá buscar una nodriza.-¡Yo puedo darles!- rezongó incorporándose en la cama.-Estoy de acuerdo con él y ya autoricé la búsqueda. No aceptaré negación ni berrinches- le respondiótajante- Tú salud es lo primero y el médico parece ser de la idea que te estás debilitando.

-¡Deberían coserle la boca a la Sra. Reynolds!- protestó con rabia.-No te enojes con ella, yo le pedí que me dijera exactamente las palabras del doctor.-Será la última vez que ella estará presente mientras me examina. La próxima visita haré que se quedeSusan- sigo enojada con lo que le parecía una traición.

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-Entonces hablaré con el mismo médico- le respondió Darcy tomándola en broma.-¿Has visto a los niños?- le preguntó Elizabeth cambiando el tema.-Sí, tanto James como John deben haber aumentando un kilo.-¡Lo sé! – respondió orgullosa.-Y creo que tú tienes dos kilos menos- le contestó Darcy- Cada vez estoy más de acuerdo con el doctor.-¡Eso no es verdad! La Sra. Reynolds me ha estado obligando a comer por dos…- dijo y se interrumpiósola.

-Me alegra que hayas vuelto a casa- dijo Elizabeth acariciándole el rostro. Darcy se acercó y la besódulcemente en los labios.-¿Por qué lloras?- le preguntó al separarse y verla con los ojos llorosos.-No es nada- respondió sacudiendo la cabeza- ¿No volverás a irte pronto?-No iré a ninguna parte sin ustedes. Si tengo que volver a Londres, nos trasladaremos todos y noregresaremos hasta que se haya ido el invierno, ¿qué te parece?-Me parece bien- contestó Elizabeth, escondiendo el rostro contra su cuello.

Cuando el doctor Gibson regresó para verla, le confirmó lo que ella sospechaba. Elizabeth le suplicó queno le diera las noticias a su esposo, que continuara con la historia de la gripe y que le diera tiempo paraprepararlo.

Después de lo sucedido con Georgiana, ésta era una noticia que no sabía cómo sería recibida por Darcy.Por más que el médico no se sentía a gusto mintiéndole a Darcy, hizo lo que se le pedía con la condiciónque para su próxima visita ya estuviera comunicado el diagnóstico.Así que Elizabeth dejó pasar el tiempo angustiada, esperando que tal vez no estuviera acertado eldictamen.Al llegar febrero, tuvieron una semana de temperatura agradable y bellos días de cielos despejados.Elizabeth aprovechó para poder salir de la casa y realizar algunas de sus habituales caminatas que sehabían visto interrumpidas por la severidad con la que estaba siendo cuidada.Se alegró de saber que Darcy había vuelto a cabalgar. Era una actividad que él disfrutaba enormemente yque había dejado desde la muerte de Georgiana, como si gozar de alguna actividad fuera faltarle elrespeto a su hermana.

Cerca de tomar el camino de regreso a casa, lo vio acercarse al trote.-Hace un día estupendo, ¿verdad?- le comentó sin bajarse de la silla.-Sí, es un día precioso- respondió Elizabeth, mientras se abrochaba torpemente la capa, antes que suesposo se diera cuenta y la volviera a confinar a la casa.-Estás sonrojada, creo que te ha hecho bien la caminata-le dijo como un cumplido.-Gracias, a ti también te hizo bien salir- le respondió viéndolo de tan buen humor.-Aún te falta un buen trayecto de vuelta, ¿quieres que te lleve?- le preguntó estirándole el brazo paraayudarla a subir.Elizabeth palideció por un momento mientras su respiración se agitaba e intentaba buscar una respuesta.-¿No me digas que sigues temiéndoles?- le preguntó burlonamente al ver su evidente turbación.-¡Eso!...sí, sabes que le temo a los caballos- respondió intentando no parecer aliviada.Darcy saltó del caballo y se paró junto a ella.-Vamos, estoy yo, creí que ya no temías cabalgar si es conmigo- le dijo actuando como si lo hubieraofendido.- No tengo miedo si voy contigo…pero…es mejor que no vaya- respondió Elizabeth.-¿Ni siquiera si intento ir despacio y te llevo bien apretada?- le preguntó abrazándola en forma dedemostración.Elizabeth sintió que era el momento de decírselo, de sacarse esa angustia del pecho y que supiera laverdad que venía ocultándole.-No creo que el médico apruebe que una mujer en mi condición esté cabalgando- le respondió ante lamirada atónita de Darcy.

-¿Estás hablando…de lo que creo?- preguntó tragando saliva.-Estoy de dos meses. ¡Sé que es muy pronto para tener otro bebé, lo siento!- exclamó entre sollozos.Darcy la atrajo hacia sí y la abrazó acariciándole la cabeza.-Shhh, no llores. No lo sientas, no es culpa de nadie.

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-¡Es culpa tuya que me atacaste en casa de mi hermana!- le respondió haciendo un berrinche en medio delllanto que ya desaparecía.-¡Hey! Si mal no recuerdo, tú no te resististe demasiado- se excusó levantándole el rostro para mirarlamejor.-Lo siento. No es el mejor momento- volvió a decirle ella.-La vida nunca es como la planificamos, suele darnos sorpresas. Puede ser que no sea el mejor momento,ni que lo hayamos buscado, pero no por eso será menos deseado o querido- le respondió Darcy.

Elizabeth se colgó de su cuello y lo abrazó cargada de alivio.-¿Con que una gripe? Voy a tener que hablar con Gibson- murmuró Darcy haciéndola reír.

Capítulo 60 

Elizabeth se despertó por el dolor que sentía en la cintura. Se acomodó a en la cama y vio a Darcy sentadocolocándose las botas de montar.Estiró su mano y le acarició la espalda, él giró y la miró.-Buen día, ¿cómo está mi bebé hoy?- le preguntó.-Tu bebé está bien, el problema es la madre- respondió ofendida.

-Lo siento, ¿cómo despertó la madre?- le dijo sonriéndole.-Mal, me duele la cintura y se pasó la noche sin quedarse quieto- se quejó.-¿Quieres quedarte en la cama? Le diré a la Sra. Reynolds que te traiga el desayuno a la habitación- ledijo besándola en la frente antes de levantarse de un salto.-No, no. Debo levantarme, tengo que terminar de preparar el cumpleaños de James. Faltan pocos días y

 pronto llegará tu tía, mi padre, mis hermanas con sus hijos…- suspiró mientras hacía un repaso mental delas tareas que le faltaban.Darcy se prendía el chaleco mientras seguía atentamente y con preocupación a su cansada esposa.Elizabeth se levantó de la cama y volvió a con un quejido.-Estoy bien- se apresuró a decir, tocándose la cintura, al ver a su esposo acercarse hasta donde estaba ella.-¿Te duele aquí?- le dijo friccionándola. Elizabeth respondió asintiendo con la cabeza y mordiéndose el

labio para no quejarse.-Gracias- le dijo reclinándose contra el hombro de él, aunque el vientre abultado los separaba bastante.-¿Ves? Ahora duerme, después de no dejarme dormir, ahora duerme- protestó Lizzie.-¿Cómo sabes cuándo duerme?-Porque es el único momento del día en que no siento que se mueve. Es el más inquieto de mis bebés.-Seguramente es una niña y ha salido a ti- le respondió burlándose de ella. La besó rápidamente y laobligó a volver a sentarse en la cama.-¿Qué se supone que haces?- preguntó Elizabeth, al notar que Darcy la acostaba y tapaba acomodando lasalmohadas para que ella estuviera cómoda.-Hoy te quedarás en la cama. Quiero que duermas cuando “ella” te lo permite - le respondió tocándole elvientre que sobresalía abultado.

-Volvimos a “ella”…- comentó riéndose.-Esta vez estoy seguro- dijo acariciándola en la panza. Elizabeth volvió a reírse.-No puedo quedarme- le dijo, intentando levantarse, pero inmediatamente él se lo impidió, mirándola conel ceño fruncido.-Claro que puedes y lo harás. Yo me encargaré de todo. ¿O prefieres que llame al médico?- le preguntó entono de amenaza.Elizabeth amagó a emitir una respuesta, lo pensó mejor, se mordió en el labio disgustada y se acomodó enlos almohadones.-Así me gusta. ¿Tienes hambre o prefieres dormir ahora?-Tengo hambre- respondió Lizzie- Siempre tengo hambre, temo llegar a reventar.Darcy se rió de ella. Si no tuviera un vientre bastante grande, nadie se daría cuenta que esperaba un niñopara el mes siguiente, Elizabeth no solía engordar durante sus embarazos. Sin embargo, ésta vez era elprimero donde le crecía tanto el vientre.-Estás hermosa- le dijo su esposo desde la puerta.-Eres un mentiroso. Parezco una vaca- le respondió.

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-Entonces eres mi vaca hermosa- se burló de ella y esquivando un almohadón, salió de la habitación.

Algunos días antes del cumpleaños, comenzó a llegar la familia a Pemberley. El Sr. Bennet arribó conMary que lucía orgullosa su anillo de compromiso. Kitty y su familia no podían asistir porque acababa dedar a luz una niña.Richard llegó con su padre y Lady Catherine. Elizabeth quedó sorprendida por lo avejentada que estaba latía de Darcy. Necesitaba ayuda para caminar, desplazándose con ayuda de un bastón o del brazo de

alguien.La mayor alegría de la fiesta fue ver a Richard con su pequeño hijo. Desde la muerte de Georgiana sehabía refugiado en Londres y planeaba un largo viaje por el continente o incluso pensaba en ir a América.El niño tenía el carácter dócil de su madre y también su belleza.El Coronel intentaba mantenerse al tanto de todo lo que hiciera su hijo, pero seguía teniendo problemaspara superar la muerte de su esposa.-¿Se encuentra bien Lady Catherine?- preguntó Lizzie a su tía política al verla con la mirada perdida.-Claro, claro- dijo la dama volviendo a sentarse rígida en su sillón. Elizabeth retomó su bordado,intentando terminar el ajuar del bebé.-William me recuerda mucho a su padre cuando tenía su edad- comentó Lady Catherine.-Es muy parecido a su padre- asintió Lizzie levantando la vista para mirarlo jugar con cubos de madera en

un rincón.-Tiene el porte de Darcy, los mismos ojos y es tan correcto- dijo la señora con cierto orgullo.-Con respecto a lo correcto, no siempre es así- respondió con una sonrisa, pensando en los berrinches quesolía tener.-Todos los niños tienen cosas a corregir- aseguró Mary que estaba sentada en el piano. Lady Catherinesiguió hablando como si no hubiera escuchado el comentario de la joven.-Creo que James se parece más a usted, Sra. Darcy- comentó Lady Catherine, y Elizabeth no supo deducirsi eso era un cumplido al ver que su hijo acabada de tumbar el trabajo de su hermano mayor.-Supongo que sí, gracias- respondió con una sonrisa y luego retó a James que rompió a llorarescandalosamente.-Tráiganmelo- le ordenó la tía de Darcy a la niñera y la muchacha lo subió a su falda.

-Va a ser un joven apuesto- dijo acariciándolo en la cabeza despeinada- Un muchacho más exótico que suhermano, con el cabello y la piel más ocursos y esos ojos avellanas. Lástima que la fortuna la heredaráWilliam.-Es la suerte de los hermanos menores- concluyó Lizzie con un suspiro. Sabía que a sus hijos no lesfaltaría nada y que James podría seguir la carrera que quisiera, pero no por ello dejaba de preocuparle elfuturo.-Puedo solucionar eso. Está en mis manos, ¿sabe?- preguntó Lady Catherine irguiéndose más en la silla.- No la entiendo…-comenzó a decir Elizabeth cuando fue interrumpida.-Acompáñeme a caminar un poco. Mi doctor dice que debo hacerlo y hace un bonito día- la anciana dejóel niño en el suelo, con una mano tomó el bastón y con la otra el brazo de Elizabeth.Tardaron bastante en salir al patio, no era fácil para ninguna de las dos caminar demasiado rápido.-Sra. Darcy, sabe usted que tengo cierta preferencia por el pequeño suyo. No es que no quiera a mis otrossobrinos. Pero William será heredero de Pemberley y John llegará a ser Lord algún día. En cambio elpequeño James deberá estudiar y ejercer una profesión.-Richard lo ha hecho- respondió Elizabeth.-Sí, y tuvo la suerte de casarse con una rica heredera y que su hermano falleciera- contestó ácidamente.Elizabeth prefirió callar y dejar que la mujer siguiera hablando.-Recuerdo como si fuera ayer el día en que nació Darcy-dijo la señora añorando el pasado- Mi hermanacomenzó con los dolores de parto tarde en la noche, era un bebé grande y ninguna de las mujeres de lafamilia Fitzwilliam hemos tenido suerte con los partos. Yo sólo pude tener a mi difunta Anne, mihermana falleció al tener a Georgiana y la pequeña Georgie...siguió el destino de su madre.

-¿Usted estuvo presente en el nacimiento de Darcy?- preguntó Elizabeth intrigada, la infancia de suesposo era algo un tanto oscuro al no tener suegros a quienes preguntarle.-Sí, vine a ayudar a mi hermana. Creíamos que no lo lograría, pero al fin, pasado el mediodía, nacióDarcy. Fue una de las mayores satisfacciones de la corta vida de mi hermana-respondió con los ojos

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grises perdidos en la distancia del recuerdo. Después de un momento, rompió el silencio.-Rosings quedará para James. Yo puedo escoger a quién heredarla y ni Darcy ni el Coronel la necesitan-anunció solemnemente. Lizzie se había detenido sin darse cuenta y tenía la boca abierta llena deincredulidad.-Lady Catherine, no sé qué decirle- fue lo único que salió de sus labios.-No tiene que decirme nada. Lo hago por el pequeño, usted sabe que me hubiera gustado ser su madrina-aprovechó para recriminarle.

-Gracias, su señoría- le dijo sinceramente.-Ahora lléveme con Darcy, quiero comunicárselo y que llame a un abogado para ponerlo por escrito.

-¿Qué le contestaste a tu tía?- preguntó Lizzie acomodándose en la cama.-Le dije que luego lo hablaríamos, quería conversarlo contigo antes de aceptar.-Es una herencia, un regalo, ¿por qué deberíamos pensarlo?- preguntó extrañada.-Porque es mi tía y querrá meterse en todo lo referente a la vida de James. Pretenderá tener mayorpreponderancia en las decisiones de nuestra familia- respondió Darcy remarcando con énfasis la palabranuestra mientras se metía en la cama.-Ven acá- le dijo colocándose de costado con dificultad. Él se acercó y se dejó besar.-Te preocupas demasiado por todo. Se te está haciendo una arruga en la frente de tanto fruncirla- le dijo

tocándole el entrecejo.-Es porque estoy viejo- le respondió serio.-¡No lo eres!- respondió con una carcajada.-Lo dices para consolarme, eres ocho años más joven que yo.-Siete años y medio- lo corrigió Elizabeth y Darcy elevó su ceja para ridiculizar la diferencia y tomó ellibro que había dejado en la mesa de luz.-Entonces, mi amado anciano, léame algo- le dijo burlándose mientras se acomodaba lo más cerca de él.Darcy tomó el ejemplar de Hebrews Melodies de Lord Byron y buscó la primera poesía del libro. Seaclaró la garganta y leyó en un tono suave.Camina bella, como la nocheDe climas despejados y de cielos estrellados,

Y todo lo mejor de la oscuridad y de la luzResplandece en su aspecto y en sus ojos,Enriquecida así por esa tierna luzQue el cielo niega al vulgar día.

Una sombra de más, un rayo de menos,Hubieran mermado la gracia inefableQue se agita en cada trenza suya de negro brillo,O ilumina suavemente su rostro,Donde dulces pensamientos expresanCuán pura, cuán adorable es su morada.

Y en esa mejilla, y sobre esa frente,Son tan suaves, tan tranquilas, y a la vez elocuentes,Las sonrisas que vencen, los matices que iluminanY hablan de días vividos con felicidad.Una mente en paz con todo,¡Un corazón con inocente amor!-Parece escrita para ti- comentó al terminar de leerla.-¿Para mí?- preguntó incrédula.-Sí, cada vez que la leo, te recuerdo caminando bajo la luz tenue del amanecer. Tu cabello trenzado, la

luminosidad en tus ojos, la inocente timidez que te embargaba.-Sólo recuerdo los nervios que me invadieron cuando me di cuenta que eras tú. ¡Lo primero que pensé eraque debía verme horrible! Con mi viejo tapado y recién levantada.-Y yo no estaba seguro de si eras tú o era un truco de mi imaginación que me estaba engañando-

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respondió Darcy, dejando el libro nuevamente en la mesa.-No había podido dormir, no por lo que me dijo tu tía, sino porque no podía de dejar de pensar en ti. Alverte caminar hacia mí, volvió la esperanza que había perdido- dijo Lizzie acariciándolo.-Mi esperanza había vuelto cuando mi tía me contó lo obstinada que te comportaste con ella- contestóDarcy, besándola suavemente, como si fuera algo sumamente frágil.-Recuerdo que me obligué a mirar cualquier lugar que no fuera tu camisa abierta- le contó riéndose.Darcy le devolvió la sonrisa como ocultando algo.

-¿Qué?- preguntó Lizzie.-Nada.-Cuéntame- exigió.-Después que me aceptaste, intenté con todas mis fuerzas no mirar tus tobillos- tal confesión hizo que sesu esposa se riera hasta que se le acalambraron los músculos de la cara.

-Sólo serán unos días- le dijo abrazándola contra su pecho.-Me prometiste que no viajarías con la fecha tan cerca- se quejó Lizzie como si fuera una criatura.-Lo sé, lo siento- le respondió besándola en la frente. Elizabeth levantó la vista y lo miró llena dereproche.-No me mires así, haces que me sienta culpable. Volveré dentro de una semana- le dijo para

tranquilizarla.-¡Una semana!- gritó aferrándose a su cuello.-Está bien, serán cuatro o cinco días- negoció Darcy y la besó tiernamente en los labios para luegosoltarse y subir al coche.-No hagas nada para que esa niña salga antes que yo regrese- le dijo por la ventanilla mientras seacomodaba el sombrero.Elizabeth lo despidió con su mano derecha, la izquierda, reposaba sobre su abultado vientre.

Como lo prometió, Darcy regresó cinco días más tarde y traía con él una visitante. Cuando llegó,Elizabeth descansaba en un sillón del cuarto de los niños con los dos mayores rondando y el pequeñoJohn en su cuna.

-¡Papi!- gritó William al verlo asomarse a la puerta de la habitación y corrió a los brazos extendidos quelo esperaban. Darcy lo levantó y lo hizo girar en el aire, tal como solía hacerlo con Georgiana.Caminó con él niño en brazos hasta el sillón con el cual Lizzie parecía luchar para poder levantarse. Ledio un dulce que guardaba en su chaqueta y lo bajó al suelo. Saludó a su esposa con una inclinación y letendió la mano para ayudarla a levantarse.Aunque Elizabeth hubiera querido un beso, sabía que Darcy no era de manifestarse efusivo delante deempleados.-Veo que regresé a tiempo- le dijo dándole un beso en la mano que aún sostenía. Elizabeth iba a comenzarcon las quejas cuando una pequeña manito tiró del pantalón de su padre. Darcy se agachó y alzó a Jamesque reclamaba un dulce. Con un truco de magia, sacó de la oreja del niño otro dulce. Elizabeth aplaudió lafunción para darle credibilidad al espectáculo que James miraba lleno de sorpresa.-Lizzie, traje a alguien conmigo que quiero que conozcas- le dijo Darcy cuando caminaban escalerasabajo.-¿Hay un invitado? No estoy vestida apropiadamente- se quejó Elizabeth, queriendo soltarse del brazo desu esposo para subir a cambiarse.-Estás bien así- le respondió sin dejar que se escabullera. Lizzie siguió refunfuñando sobre el vestidoviejo de luto que traía puesto, pero Darcy hizo oídos sordos.Entraron a la sala y Elizabeth vio una mujer joven, como de su edad, que estaba mirando hacia afuera poruna de las grandes ventanas abiertas mientras se desataba el sombrero.La mujer giró lentamente y le dedicó una amplia sonrisa. Elizabeth creía haberla visto antes.-Lizzie, ella es Margaret, mi hermana.

Capítulo 61 

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Elizabeth se puso un poco nerviosa mientras devolvía el saludo. Al acercarse, se acomodó el cabellosuelto detrás las orejas y secó sus manos con la falda de su vestido porque las sentía traspiradas.-Por favor, tome asiento- le indicó Elizabeth- Es una sorpresa para mí su visita.-Lo sé, no quería llegar así, más en su estado tan avanzado- se disculpó avergonzada- Fitzwilliam insistióen que era hora que nos conociéramos y deseaba mucho conocer a mis sobrinos y volver a pisar

Pemberley.-¿Ya había estado en Pemberley?- preguntó Lizzie con curiosidad.-Oh, sí. Cuando era muy pequeña vine una vez- respondió y se sonrojó por la situación en que recordabala visita. Su madre necesitaba dinero para que Margaret comenzara con su educación y se acercó parapedirle dinero. El señor Darcy se había puesto muy nervioso, pero fue cariñoso con ella y prometióhacerse cargo de los gastos de la escuela donde fue enviada.-Disculpe mis modales, enseguida avisaré para que sirvan el té- dijo Elizabeth sonando la campanilla.-¿Te gustaría que traigan a los niños?- preguntó Darcy mientras su esposa hacia los arreglos de lamerienda.-Darcy, debe estar cansada después del viaje y los pequeños no la dejarán tomar el té tranquila- loreprendió Elizabeth.

-¡No serán molestia, me encantan los niños! Hasta que me enfermé, estuve trabajando de institutriz.-Entonces, iré a buscarlos- anunció Lizzie intentando levantarse del sillón.-No te levantes- le ordenó su marido- Enseguida regreso.Un silencio se produjo, interrumpido sólo por el sonido que producían las tazas de porcelana que estabansiendo servidas.-Sra. Darcy, ¿Cuándo es la fecha de alumbramiento?- preguntó la invitada.-Creo que en cualquier momento, entre esta semana y la siguiente. Pero por favor, no me llame Sra.Darcy, puede decirme Elizabeth, o si gusta, Lizzie.-Sólo si usted no me dice Srta. Kent- respondió tomando el pocillo finamente decorado que le ofrecían.Darcy entró a la sala con James en brazos y con William tomado de su mano libre. La niñera traía alpequeño John.

-Estos son mis hijos- dijo en forma orgullosa- Saluda a la señorita, William.El pequeño se escondió lleno de timidez detrás de las piernas de su padre.Margaret se levantó de su lugar y extendió su mano para saludarlo como a un caballero.-Hola, William. Me llamo Margaret, pero todos me dicen Maggie. ¿Te puedo llamar Will?- le preguntócon una sonrisa.El pequeño se asomó con sus mejillas sonrojadas, asintiendo con su cabeza y extendiendo su manito parasaludarla.-Es muy tímido- lo disculpó Lizzie.-Yo también lo soy- le dijo Margaret al niño como si fuera un secreto entre ellos. Luego se acercó a ver aJames que la miraba con sus grandes ojos y le prodigaba sonrisas.-Y ese es John, el hijo de Georgiana- dijo Darcy señalando al más pequeño- Me hubiera gustado que laconocieras. Él se la parece muchísimo.John vio a Lizzie y comenzó a llorar. Ella se levantó con dificultad y lo tomó en brazos.-Está muy apegado a mí. Es mi pequeño consentido, al menos por unos días más- dijo con una sonrisa.Después de unos momentos de conversación trivial en torno a los niños, éstos fueron enviados a su bañoy el té fue retirado. Lizzie se levantó lentamente y se disculpó.-Iré a darle instrucciones a la Sra. Reynolds para que prepare una habitación y agregue un lugar en lamesa- le dijo a Darcy cuando vio que la miraba con intriga.Elizabeth salió lenta y pesadamente con esa excusa, ya que necesitaba estirar un poco las piernas. En lacocina, donde suponía que estaría el ama de llaves de Pemberley, se encontró con un grupo de sirvientesque murmuraban el chisme del momento.

-¿Estás seguro?- le preguntaba una jovencita de no más de 17 años, ayudante de cocina a uno lossirvientes.-Si, es ella, la amante del señor. El viejo Pete le llevaba cosas cuando vivía cerca del pueblo- le respondióen voz baja. La jovencita rió tontamente.

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La Sra. Reynolds entró por una puerta lateral y pidió orden.-¡¿No les dije que no quería volver a escuchar un chisme más en este lugar?! Con su actitud estánfaltándole el respeto a los dueños de casa, a la mano que les da de comer y les da un lugar donde vivir.Todos callaron y siguieron haciendo sus tareas pero las miradas cómplices y las risitas bobas continuaronunos momentos más, hasta que Elizabeth carraspeó sonoramente.Los empleados se alinearon rápidamente y saludaron con respeto a la Sra. Darcy, con temor sobre cuántohabría llegado a sus oídos.

-Sra. Reynolds, necesito que prepare una habitación para nuestra invitada- trató de decir llena dedignidad.-Sí, señora- respondió la mujer- ¿Se quedará mucho tiempo?Elizabeth tardó en responder, antes que salieran las palabras de su boca, pensó detenidamente lo que diría.Los empleados la miraban con curiosidad y hasta con cierta malicia.-Como hermana de mi esposo, puede quedarse todo el tiempo que desee- respondió ante la incredulidadde los sirvientes. Y luego de decir esto, salió de la habitación.Por más que luchó contra ello, los comentarios le hicieron recordar los malos momentos que había vividopor el secreto familiar. En la cena, casi no probó bocado, sentía el estómago cerrado y estaba molesta.En verano eran raros los días en que se iba a dormir temprano, más aún si tenían visitas, pero esa noche sedisculpó y se fue temprano a la habitación.

Se puso su ropa de cama con ayuda y protestó por dentro de imaginar que todavía faltaban algunassemanas y se sentía a punto de explotar.Abrió las ventanas y contempló la noche cubiertas de estrellas. Había una suave brisa que refrescaba y laluna nueva apenas se veía.Sentía ganas de salir a caminar cuando la presencia de Darcy en su habitación la sobresaltó. Desde hacíaunas semanas, la habitación continua estaba siendo restaurada y Darcy se vestía en la habitación de suniñez.-¿Qué te ha parecido Maggie?- le preguntó con curiosidad, metiéndose en la cama.-Me parece que es una mujer que ha sufrido mucho y a pesar de ello, con su inteligencia y modales, hasabido superar las dificultades- le respondió desde la ventana, aún sin ganas de ir a dormir.-Amor, ¿puedo deducir cierta admiración de tu comentario?- le preguntó en tono de burla.

-Claro que puedes, siempre admiro a las mujeres fuertes, que pueden valerse por sí mismas sin dependerde un hombre a su lado- respondió sin hacerle caso a la burla, remarcando cada palabra para demostrar suseriedad en cuanto al tema y luego siguió mirando hacia la oscuridad nocturna. Miró las antorchasencendidas en los perímetros de la propiedad y entre las sombras, las figuras de algunos animales.-Pareces distante…-murmuró Darcy que la observaba calladamente.Elizabeth lo miró y le dedicó una sonrisa torcida.-¿Hice algo para ofenderte?- preguntó preocupado. Elizabeth negó con la cabeza e hizo una profundainspiración. Darcy se levantó y fue hasta donde ella, la abrazó por detrás y colocó su barbilla sobre elhombro de su mujer, buscando el hueco contra su cuello desnudo.-¿Qué pasa por su mente, Sra. Darcy?- le susurró al oído.-Sólo tuve un pequeño incidente con los criados. No es nada, olvídalo- le respondió intentando un tonotranquilizador.-Si te ha puesto en este estado de ánimo tan sombrío y meditabundo, no debe haber sido algo tan trivial.¿Debo preguntarle a la Sra. Reynolds lo que sucedió y tomar cartas en el asunto?- preguntó un tantoenojado.Elizabeth se deciso de su abrazo y caminó unos pasos alejándose.-Los escuché burlarse de mí en la cocina. Estaban especulando sobre la visita. No pude contenerme y lesrefregué que se trata de tu hermana.-¡Elizabeth!- dijo levantando la voz y tomándose la cabeza con la mano izquierda- No deberías haberdicho nada.-¡¿Por qué?! ¡¿Cuál es el motivo por el cual debo seguir pasando vergüenza ante la gente?!- preguntó

indignada.-¡Porque ahora correrá la voz por todos lados! Son incapaces de cerrar la boca y todavía no tenía pensadorevelar su identidad- respondió ofuscado.-¿Y qué se supone que debo hacer? ¿Actuar como si nada mientras todos murmuran a mis espaldas mi

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desgracia? ¿Debo hacerme la que no veo las miradas de lástima en la iglesia?- preguntó Lizzie sin esperaruna respuesta de su esposo.-Siento realmente que tengas que pasar por esa humillación- le dijo tratando de suavizar su tonoacercándose para tomar su mano- Pero no debiste decir nada sin haberme preguntado.-Si la situación fuera distinta, si el que fuera blanco de rumores fueras tú, ¿pensarías que te precipitaste?-y la agudeza de la pregunta lo tomó con la guardia baja.Él no respondió, pero el silencio le dio la razón. Elizabeth se soltó enojada y se encaminó hacia la puerta.

-Elizabeth, ¿dónde vas a estas horas?- le preguntó con un resoplido.-En estos momentos necesito estar lejos de ti o diré cosas de las que luego me arrepentiré- le respondiócon una mirada cargada de ira.-Lizzie…Liz…-dijo siguiéndola unos metros por el pasillo- ¿Qué quieres que haga?-Tú sabes lo que tienes que hacer, lo sabes desde hace meses y yo lo he dejado pasar por lo sucedido conGeorgiana. Pero no esperaré más.-¿Qué significa eso?- preguntó ofendido, sintiendo la amenaza latente en las palabras de su esposa.-Creo que es mejor que esta noche busques otro lugar donde dormir- le respondió fríamente y bajó lasescaleras a la tranquilidad de uno de los jardines, buscando que le transmitieran algo de su paz.Darcy quedó parado en medio del corredor con su bata y sin ganas de seguir la discusión. Sabía que teníarazón, se lo había prometido al irla a buscar a Green Park, pero luego siguió lo de Georgiana, el tiempo

pasó y dejó de ser una prioridad para él.Las habitaciones que no estaban ocupadas se mantenían con llave y no alimentaría las habladuríaslevantando a los criados para que prepararan un lugar para que durmiera.La única alternativa era usar la habitación de su niñez, que estaba junto a la que usaban sus hijos y a lacual estaba utilizando como vestidor mientras su dormitorio era renovado.Caminó hacia la cuarta puerta a la derecha y entró en la habitación. Miró la pequeña cama e insultó por lobajo. Mañana a primera hora, pediría a la Sra. Reynolds los nombres de quienes habían estadoinvolucrados y tomaría medidas. Se acostó enojado con Lizzie, con los chismes de los criados, peroespecialmente, con él mismo.

Elizabeth despertó en medio de la noche.

-¡Will!- gritó y su mano buscó a su marido. Tardó pocos segundos en recordar que él no se encontraba asu lado. El dolor volvió agudo y punzante en su espalda. Después de dos hijos propios y haberpresenciado el nacimiento de otros tres, reconocía perfectamente ese dolor. Era el dolor que anunciabaque pronto sería madre nuevamente y que no por conocido, dejaba de ser atemorizante.Espero a que terminara la contracción, concentrándose en respirar tranquila y pausadamente, se dedicó aaguardar la siguiente. Cuando terminó, descansó y miró el reloj. Eran poco más de las cinco de lamañana. Afuera empezaba a asomar una tenue luz y faltaría una hora para que comenzara a amanecer. Lacasa comenzaba a despertar y lentamente se escuchaban los primeros sirvientes que se levantaban.Descubrió que ocurrían cada diez minutos y dedujo que aún tenía algunas horas más, pero luego recordóla rapidez con que había ocurrido todo con James y se asustó. Iba a hacer sonar la campanilla, peroentonces se desparramaría que no estaba con su esposo y los rumores tomarían más fuerzas. Así que selevantó con decisión y salió del dormitorio en su búsqueda.Se detuvo ante la puerta del dormitorio de huéspedes cercano, Margaret estaba ubicada en otra sección dela casa, con vista al sur. Golpeó la puerta e intentó abrirla, estaba con llave. Caminó por el corredoroscuro hasta la habitación aledaña a la de los niños, siguiendo su intuición. Esta vez golpeó una vez yluego abrió la puerta sin inconvenientes.Una vela se consumía casi por completo en un rincón de la habitación y la luz de afuera se filtrabalevemente. Darcy dormía en una cama demasiado pequeña para su gran altura.-Fitzwilliam- lo llamó despacio. Sin necesidad de volver a llamarlo, su marido giró hacia ella con unaexpresión confundida.

-¿Qué hora es?- preguntó aún medio dormido.-No más de las cinco treinta.-Dios…-dijo cansado- ¿Sucede algo?-El bebé, el bebé nacerá hoy- dijo Lizzie y sin saber por qué, rompió a llorar.

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Darcy se levantó de un salto y corrió hacia ella.-¿Estás segura?- dijo tomándola de los hombros y mirándola a los ojos.-¡¿Qué clase de pregunta estúpida es esa?!- le gritó ella en medio de una contracción.Él asintió, realmente era una pregunta tonta. Elizabeth volvió a llorar apoyando su peso contra él.-¿Duele mucho?- preguntó acariciándola en la espalda.-No, aún no.-Entonces, ¿por qué ese llanto?- la cuestionó secándole las lágrimas con los pulgares.

-Jane está vacacionando en Bath, Georgiana…-las palabras se le anudaron en la garganta y debió esperarantes de poder seguir- Estaré sola y estoy asustada.-No estarás sola, la Sra. Reynolds estará contigo y el doctor también- intentó tranquilizarla mientras laconducía de vuelta a su dormitorio- Ahora mismo mandaré a buscarlo y estará aquí en una hora, ¿creesque aguantará una hora más?Elizabeth asintió y se limpió la nariz con un pañuelo que él le dio. No estuvo ni cinco minutos sola,porque enseguida llegó Susan, que la ayudó a higienizarse y cambiarse la ropa. Otras sirvientasprepararon la cama, la misma en la cual había tenido sus otros niños.Darcy volvió cuando ella ya estaba en la cama.-¿Desayunaste?- le preguntó su mujer.-Ante quería ver si estabas bien- le respondió.

-Estoy tan bien como puedo estar. Aún falta mucho para que llegue la peor parte. Ahora ve a desayunar yluego ven con los niños, quiero verlos mientras el dolor me lo permita.Darcy asintió, la besó en la frente y bajó. Cuando terminó su frugal y rápido desayuno, corrió escalerasarriba a buscar a sus hijos. John estaba dormido, y a William y James, hizo que los vistieran rápidamente.Golpeó la puerta antes de entrar y la abrió la Sra. Reynolds, quien los dejó unos minutos a solas.Elizabeth sentó a William junto a ella y James quedó en la falda de su padre.-Hoy tendrán un hermanito o hermanita nuevo- les dijo y la mano de William tocó su vientre abultado.-¿Por qué?- preguntó curioso.-Porque la panza de mami ya es muy chiquita para que esté allí y tiene muchas ganas de salir yconocerlos- le respondió- Ahora quiero que se porten muy bien y le hagan caso a la niñera, ¿sí?-Sí- respondió el dulce William y James asintió con la cabeza mientras se chupaba el dedo.

-Antes de irse, me van a dar un fuerte abrazo y un beso- les dijo a ambos- Y recuerden que los quieromucho.Darcy llevó a los niños al corredor donde los esperaba la niñera y la Sra. Reynolds se acercó con noticias.-El doctor Gibson no está en el pueblo, Andrew fue en busca de la partera, la Sra. Milton- le dijo en vozbaja.Las noticias no le hicieron gracia alguna, pero se tragó su pesadumbre y entró a la habitación con unasonrisa.-Vendrá la Sra. Milton- le dijo después de una contracción que había sido bastante larga- El doctor no estáy me aseguran que la partera trae más chicos al mundo que él.Elizabeth quería llorar otra vez y él pudo percibirlo.-Me siento tan inútil e impotente- le dijo lleno de angustia ocultando la cabeza en el pecho de ella.-Lo siento, lo último que quiero es hacerte sentir así. Cuando tienes un bebé, sientes que el dolor te partiráy que no tendrás fuerzas para lograrlo, pero siempre tuve a alguien a mi lado que me dijo que podríahacerlo y tomó mi mano para confortarme- y los ojos se le llenaron de lágrimas por el recuerdo del partode Georgiana.-Aprecio mucho a la Sra. Reynolds, estuvo presente en mis otros partos, pero ella…ella no es mi familia-agregó después de serenarse un poco, mientras acariciaba el cabello alborotado de su esposo.-Puedo quedarme yo- dijo de pronto Darcy, levantado la cabeza y mirándola con resolución a los ojos.-¡No, no puedes!- le respondió en medio de la siguiente contracción. Él aguardó que terminara paracomenzar su argumentación.-Si puedo, nadie me dirá lo contrario en mi casa- respondió testarudamente.

-¡No es tarea de hombres!- le respondió y por un instante le pareció una frase típica de su madre.-He visto nacimientos, y si una mujer puede presenciarlos, estoy seguro que un hombre también-respondió altivo.-¡Los únicos nacimientos que viste son de animales!- le respondió para hacerlo entrar en razón, pero el

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rostro de él se había endurecido y mostraba la habitual terquedad imposible de doblegar.-No voy a discutir el asunto. Ya he tomado mi decisión- dijo y se levantó para quitarse el saco,colocándolo en el respaldo de la silla.-Necesito caminar, ayúdame- le pidió ella y él la tomó por debajo de los brazos para que caminara por lahabitación.-¿No argumentarás nada en contra?- preguntó sorprendido después de dos vueltas alrededor del cuarto sinque Lizzie dijera nada.

-No. La Sra. Reynolds y la partera se encargarán de expulsarte por mi- respondió jactándose.-Eso lo veremos- retrucó desafiante.Para cuando la partera llegó, Elizabeth ya había roto fuente y las contracciones eran más seguidas eintensas. Darcy ya había discutido con la Sra. Reynolds e incluso la había ofendido, y tenía decidido nomoverse de ahí.Al entrar a la habitación, la Sra. Milton, una mujer regordeta de unos cuarenta y cinco años, se encontrócon un inhabitual panorama. El joven amo tomaba la mano de la parturienta en medio de lo que parecíauna fuerte contracción y se podía ver en sus ojos, que el dolor de su esposa lo atravesaba.-Sra. Milton, soy el Sr. Darcy- saludó con una reverencia y, lleno de convicción, continuó- Esperorealmente que no se escandalice por mi presencia porque no pienso retirarme, así que si tiene algúninconveniente al respecto, dígalo ahora así me da tiempo de ir en búsqueda de la Sra. Wilkinson.

La mujer quedó un tanto sorprendida y las numerosas pecas se le pusieron más rojizas.-Si no está de acuerdo, puede retirarse, como ya le advertí a mi ama de llaves- dijo mirando de soslayo ala Sra. Reynolds que seguía en la tarea de refrescar a Lizzie con gran ofensa.-A mi lo único que me interesa es traer a ese niño al mundo sano y salvo, señor- respondió con un acentodel norte de Inglaterra- Si a la señora no le molesta, a mi no tiene por qué hacerlo.Lizzie iba a abrir la boca cuando su marido volvió a su lado y la interrumpió.-No, no le molesta- dijo mirándola a los ojos fijamente.Después de un par de largas horas, la partera dictaminó que Elizabeth tenía la dilatación adecuada y quefaltaba poco para que coronara.-¿Eso qué significa?- preguntó aterrado Darcy mientras veía sufrir a su esposa.-Significa que podrá empezar a pujar.

-Quiero pujar- dijo Lizzie agotada y dolorida.-Linda, sólo hay que esperar poco más- dijo la mujer.-Darcy…William, me gustaría que fueras un momento a ver a los niños. Me tranquilizaría saber cómoestán- le pidió con el rostro cubierto de sudor.-¿Ahora?- preguntó indeciso.-Ve- le dijo sin dudar, tramando cerrar la puerta cuando saliera. Pero Darcy no cayó en la trampa, habíaaprendido a conocer las manipulaciones de su esposa.-Sra. Reynolds, ¿puede ir usted a ver el estado de los niños y de la huésped?- le preguntó haciéndose eldesentendido.-¡Pero me quedaría más tranquila si vas tú!- Elizabeth jugó su última carta.-No saldré por esa puerta hasta que no haya nacido- le respondió y volvió a ubicarse en el único lugar quele permitía, sólo podía quedarse si se quedaba cerca de su cabeza. A Darcy le había parecido tonto, ya quela había visto desnuda muchas veces, pero aceptó las condiciones y tenía prohibido mirar hacia abajo.-Puedes empezara pujar- le dijo la partera ubicada de manera que flexionaba las rodillas de Lizzie.Después de tres intentos, donde Darcy había dejado de sentir la circulación a sus dedos por la forma enque la mano de Elizabeth se los apretaba, unas palabras de la Sra. Milton le dieron real sentido a toda laexperiencia.-¡Niña, ya se ve una cabecita llena de pelo oscuro!-¿En serio?- preguntó Darcy y sin pedir permiso se asomó y su rostro se lleno de asombro- ¡Por Dios,cariño, es cierto!-Puja una vez más y su cabecita saldrá- dijo la partera y Darcy no pudo dejar de mirar el momento en que

su bebé se asomaba al mundo. Sintió una especie de júbilo y sus ojos se cargaron de lágrimas de felicidad.-¡Es una niña! ¡Es una niña!- le dijo llenando de besos la frente de Elizabeth con el llanto de la pequeñacomo fondo.-¿Cómo está ella?- preguntó agotada.

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-Está perfecta, es muy grande. Los felicito- les dijo y se llevó a la niña para limpiarla.-Dime cómo es- le pidió a su esposo y éste se acercó dónde estaban preparando a su bebé.-Es una muñeca. Tiene el cabello muy oscuro y no puedo ver el color de sus ojos, pero espero que no seancomo los tuyos o deberé correr a muchos muchachos.Elizabeth se rió de la ocurrencia, la pobre niña no tenía aún un nombre y su padre ya se imaginabaahuyentándole pretendientes.-Tomé, Sr. Darcy, llévesela a su esposa y después tendrá que irse, aún falta que expulse la placenta y eso

sí que no le gustará presenciar- dijo la mujer riéndose.Darcy caminó con la niña en brazos como si llevara un pequeño tesoro.-¡Es realmente hermosa!- exclamó extasiado mientras la miraba embobado.-Sí que lo es- respondió Lizzie.-¿Estás segura del nombre?- preguntó tomándole la mano. Elizabeth asintió.-Georgiana Anne Darcy- dijo en forma de susurro los nombres de su hermana y de su madre.

Capítulo 62 

Darcy estaba agotado y a la vez eufórico. Llevó a los niños a conocer a su hermanita y a saludar a sumadre. Margaret había pasado el día en compañía de sus sobrinos recorriendo Pemberley y sus jardines,estrechando lazos con los pequeños de la casa.Después de amamantar a la niña, Elizabeth se durmió agotada por el esfuerzo, la Sra. Reynolds se ocupóde vigilarla en su sueño, mientras Darcy se bañaba y preparaba para la cena. Se quedó conversando conMargaret en el salón porque se le había prometido a su mujer que intentaría ser buen anfitrión mientrasella no pudiera ejercer sus obligaciones como señora de la casa.-Creo que Elizabeth es una mujer afortunada- le dijo luego de escucharlo contar otra vez lo increíble quehabía sido su esposa ese día.

-Tenemos cuatro hijos maravillosos. Cuando pienso en mi vida hace cinco años, jamás se me hubieseocurrido una vida tan plena.-No lo digo sólo por la familia hermosa que han formado, sino por tener un esposo que la ama tanto quees capaz de hacer cualquier sacrificio por ella.-Ella siempre me da más. La verdad es que no soy una buena compañía, me ponen incómodo los extraños,no soy gran conversador, dejo que mi orgullo se interponga muchas veces entre nosotros y puedo seguirhaciendo una lista. El afortunado soy yo- respondió riéndose un poco de él mismo.-Lo que hiciste hoy no lo haría cualquier hombre, siempre fuiste agradable conmigo, aún cuando éramosextraños. Con respecto a la conversación, es algo que se mejora con la intención y la práctica. Yseguramente, tendrás otras cualidades de las que Elizabeth se habrá enamorado.-Además de Pemberley querrás decir- dijo tomándola en broma.-Sí, además de Pemberley- le respondió riéndose.El reloj marcó las nueve, aún era temprano, pero el día había sido largo. Darcy quería ir a ver a su mujer ya los niños antes de encerrarse a escribir las cartas a los familiares que debían ser enviadas a primera horade la mañana.

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-Lo siento, Darcy, debes estar muy cansado y querrás ver a Elizabeth antes de retirarte. Debo ser unamolestia.-¡No, por favor! No eres ninguna molestia, discúlpame si te parezco distraído.-Disculpas aceptadas- le dijo con una sonrisa y tomó una labor que había dejado.-Espero que no te aburras mucho. La vida en Pemberley no debe ser lo que creías.-Estoy acostumbrada a la vida en grandes casas. He trabajado como institutriz en algunas- le respondióquitándole importancia- Además, los niños son encantadores y tienes una biblioteca grandiosa.

-Uno de los lugares preferidos de mi esposa, ha hecho más incorporaciones que varias generaciones de lafamilia Darcy juntas- respondió bromeando y su hermanastra quedó mirándolo con una expresión un pocosorprendida.-¿Qué?- preguntó al notar la expresión que por un instante le recordó a Georgiana.-Nada, es que siempre me llegaban descripciones tuyas de un hombre tan serio que hasta temía conocerte.Y cuanto más te conozco, descubro que no eres como la gente te imagina.-Es la influencia de mi esposa Y hablando de ella, si me disculpas, me gustaría ir a ver cómo seencuentra- dijo levantándose.Entró en silencio a la habitación, la cuna estaba colocada junto a la cama con la pequeña dormida. Era unaniña grande, pero a su padre le pareció lo más delicado y frágil que había visto en su vida.La Sra. Reynolds estaba sentada junto a la ventana abierta, con un farol cerca que le servía para leer su

libro de oraciones. Darcy observó la respiración pesada de Elizabeth y se dio cuenta que estaba dormida.Antes de salir, se acercó a la anciana.-Si se despierta quiero que me avisen, estaré un rato levantado escribiendo cartas.-Debería ir a descansar- respondió la amable mujer.-Usted también- contestó terco.-Tomaré el primer turno- dijo la señora, sabiendo que era inútil discutir.Darcy encendió un candelabro de su antigua habitación y se sentó en el viejo escritorio donde solíarepasar sus lecciones cuando era niño. Preparó los papeles, el tintero y, mientras mojaba la pluma,pensaba a quién le informaría primero la noticia. Creyó que lo adecuado sería escribirle en primer lugar aThomas, a Jane podía enviarle una nota más corta. Seguramente, Charles iría inmediatamente a enterarsede los detalles en persona.

No supo exactamente en qué momento se quedó dormido, pero se despertó con el sonido de los golpes enla puerta. Se incorporó en la silla y notó todo su cuerpo adolorido por la posición incómoda en la quehabía estado durmiendo sobre el escritorio. La carta a su tía había quedado a medio terminar. Esta vez elgolpe en la puerta fue más insistente.Se peinó el pelo con las manos y se refregó los ojos. Se levantó rumbo a la puerta mientras se acomodabala camisa.-¿Se ha despertado?- preguntó somnoliento a la Sra. Reynolds.-Señor…creo que necesitará llamar al médico- dijo la mujer con la voz quebrada. Darcy se quedó unminuto procesando las palabras, no estaba seguro de si hablaba de Elizabeth o de la niña. Abrió la puertay se dirigió hacia el dormitorio.Caminó hacia la cuna y vio a Georgiana dormida en un sueño inocente y pacífico. Por un momento sintióalivio. Hasta que volteó a mirar a Lizzie que presentaba un color ceniciento bajo la escaza iluminación. Sesentó en la cama para verla de cerca y notó el camisón empapado en sudor y las manos frías.-¡Lizzie, Lizzie! ¿Me escuchas?- le preguntó acariciándole la frente hirviendo.-¿Hace cuánto está así?- preguntó desesperado ante la falta de reacción de su esposa.-Una hora, se empezó a mover intranquila y noté un poco de temperatura. Le apliqué paños fríos pero haempeorado.-Envíe por el doctor, ¡ya!- ordenó nervioso.-Señor, el doctor no se encuentra en el pueblo, habrá que ir hasta Matlock.-¡Maldición!- gritó, despertando al bebé que comenzó a llorar.-La familia de Peter vive en Matlock, dice que hay un excelente doctor, un cirujano con experiencia en la

milicia- la señora intentó tranquilizarlo. Darcy levantó en brazos a Georgiana y la acunó, buscandoserenarse.-Estaba bien, todo salió bien…-dijo para sí mismo.-Es la fiebre posterior al parto…-quiso aclarar la mujer pero se detuvo al ver el estado del señor que bien

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conocía las consecuencias que solían traer esas fiebres.-Envíe por el médico, si es necesario traeré al mejor de Londres- le ordenó, entregando la niña a su brazospara que la sacara del dormitorio.La mujer salió rápidamente y él se quedó parado frente a su esposa, intentando mantener la compostura yrefrenar todos sus temores. Afuera empezaba a aclarar.Se sentó y remojó los paños para refrescarla. No hubo una reacción en ella al pasárselos por el rostro y elcuello.

Le tomó la mano, frágil y delgada, con el anillo de zafiro que había sido de su madre.-Es una mujer fuerte, lo superará. Ya verás- dijo Margaret apoyando su mano en el hombro de su abatidohermano. Con la bata anudada y el cabello atado en una larga trenza, estaba claro que la Sra. Reynolds lahabía despertado recientemente.-No sé qué haré si le pasa algo- dijo con la voz quebrada y hundió la cara entre las manos para que no loviera llorar.-No pienses en ello, debes creer que ella es capaz de salir de esto. Es joven, es fuerte y tiene muchasrazones para vivir. No se rendirá.Darcy se secó las lágrimas y asintió. En ese momento entró la Sra. Reynolds.-Peter ha enviado a su hijo mayor a buscar al doctor Holmes. El muchacho es el jinete más rápido segúnlos comentarios.

-Bien- respondió con los ojos enrojecidos- ¿Podemos hacer algo mientras tanto?-Necesitaremos hojas de acebo- dijo Margaret que comenzaba la tarea de volver a refrescar a la enferma.-¿Hojas de acebo?- preguntó confuso.-Son buenas para la sudoración y eso ayuda a bajar la fiebre. Tendremos que bajar la temperatura, seríabueno traer una tina con agua fría- después de decirlo, levanto la vista y vio dos pares de ojos mirándolasorprendidos.-Me gusta leer libros de medicina- dijo para aclarar.Se siguió las instrucciones de Margaret, se intentaba bajarle la temperatura continuamente y se le dabantisanas de a sorbos. Las horas pasaban y Elizabeth no recobraba la conciencia. Al atardecer la fiebrepareció subirle, y la tranquilidad del sueño dio paso a una agitación incontrolable.Darcy estaba desesperado, sólo había salido de la habitación cuando, entre Margaret, el ama de llaves y

Susan, la criada personal de Lizzie, la habían sumergido en la bañera.En esos momentos, había ido a ver a sus hijos, en especial a la pequeña que estaba siendo observadacontinuamente para verificar que no tuviera síntomas de fiebre.-¡Ha llegado el médico!- anunció Susan entrando en la habitación corriendo. Darcy soltó la mano deElizabeth y se levantó de un salto.-Sr. Darcy- saludó el doctor. Era un hombre de unos 35 años, de cabellera rubia y ojos muy claros, usabaunos pequeños lentes que ocultaban el color. Sin duda había sido un joven apuesto, pero el tiempo en lamilicia le había dejado una leve cojera.Sin mediar mayores palabras, se acercó a la cama y la revisó rápidamente.-¿Le han suministrado algo para que sude?- preguntó.-Sí, tisanas y baños de acebo.-Bien, han hecho lo que yo les hubiera pedido.-¿Le hará una sangría?- preguntó Darcy.-No. No creo que sea beneficioso. Necesita descansar- dijo levantándole la cabeza y dándole de beberalgo de un frasquito- Es láudano.Poco después, Elizabeth volvió a descansar tranquilamente. El médico fue conducido por Margaret a lacocina para que le sirvieran algo de comer y la Sra. Reynolds comenzó a preparar un sofá junto a la camade la joven.-Esta noche usted se va a dormir- le dijo Darcy que miraba su taza de té sin tomarla y levantando los ojospara verla, agregó:- No acepto discusiones.La señora salió haciendo una reverencia y él dejó la tacita en la mesa junto a la cama. Tomó una mano de

su esposa y con la otra, la acarició en los cabellos.-Mi Lizzie…mi terca y hermosa amada. Te suplico que te aferres a la vida, que luches con todas tusfuerzas. Porque si tú te rindes, no podré vivir sin ti- le dijo susurrando contra su rostro dormido. Luego labesó en la frente y volvió a sentarse junto a ella. Retuvo las manos junto a las suyas y cerró los ojos para

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orar.Esa noche no fue a dormir, no se creía capaz de lograrlo. El médico quiso suministrarle un poco deláudano, pero se negó rotundamente. Mientras el Sr. Holmes, descansaba en el sillón, el veló a su mujer,sin apartar la vista de cualquier posible cambio.Las horas parecían no pasar y había perdido el sentido del tiempo. Escuchó las campanadas del reloj deabajo. Se cumplían veinticuatro horas desde la aparición de la fiebre. Sintió sus ojos enrojecidos por elcansancio y el las lágrimas contenidas.

-Will…-lo llamó con una voz ronca por la sequedad.-Aquí estoy- le dijo tomándole la mano-Aquí estoy.-¿La bebé…?- preguntó haciendo gran esfuerzo. El abrir los ojos era un gran esfuerzo, parecían pesarletoneladas.-Ella está bien. El médico la ha visto. Lo que tienes, no lo tiene ella- le respondió para calmar suansiedad. Ella hizo una leve sonrisa demostrando alivio y volvió a cerrar los ojos.-¡Lizzie, despierta!- le suplicó.Ella volvió a abrirlos y le apretó la mano en señal de cariño.-Quiero que sepan que los amo…A todos- dijo con empeño.-No hables. Toma un poco de medicina- le ordenó poniendo la taza en sus labios y obligándola a tragar.Elizabeth apartó la taza después de algunos sorbos y volvió a recostarse agotada.

-Margaret es buena- dijo cerrando los ojos. Darcy no entendía que quería decir y pensó que la fiebreestaba haciéndola desvariar.-Shhh- le dijo pasándole el paño por la frente.-Ella podrá ayudarte…los niños- balbuceó. Entonces él comprendió que Lizzie buscaba sentirse libre dedejarlo e irse en paz.-¿Qué dices? ¡No quiero escucharte!¡No te permito que ni lo pienses!- le gritó irguiéndose en la silla.El médico se despertó sobresaltado y fue hacia la cama. Le tomó el pulso y descubrió que la pacienteestaba agitada y con lágrimas en los ojos.-Sra. Darcy, necesita descansar, procure no alterarse- le pidió mirando al marido con rostro severo. Ellaasintió y volvió sus ojos afiebrados hacia su esposo.-Por favor…escúchame- le susurró Elizabeth suplicante. Darcy hizo un esfuerzo y volvió a sentarse.

-Quiero cerrar los ojos y tengo miedo de no volver a abrirlos- dijo Elizabeth acariciando el rostro de suesposo que se había acercado a ella para oírla.Darcy negó con la cabeza y cerró los ojos con fuerza.-Estarás bien, no dejaré que te pase nada. He enviado por un médico a Londres. Vas a estar bien.-No lo sabes- respondió ella con lágrimas en los ojos- No tengo miedo por mí. Estaré bien.-¡Yo no lo estaré!- le contestó con furia. Odiaba escucharla decir esas cosas.-Me preocupas…y los niños…- dijo en forma casi imperceptible.-Entonces, ¡pelea! ¡No te dejes vencer! Si lo haces, no los perdonaré jamás ni a ti, ni a Dios- dijo Darcycasi con resentimiento.-No digas eso- le pidió tratando de alcanzarlo, ya que Darcy se había alejado de ella.-Abriste mi corazón y ahora quieres dejarlo desprotegido- le respondió escondiendo su cara contra elpecho de ella y abrazándola con fuerza.Darcy se percató que Elizabeth había vuelto a dormirse porque la respiración dejó de ser agitada.En los siguientes dos días, la fiebre continuó y Elizabeth luchó contra ella. A veces se despertaba ycuando la sumergían en agua eran momentos dolorosos.No lograba estar conciente mucho tiempo, pero cada vez que abría los ojos, veía a su esposo junto a ella.Darcy apenas si dormía algunas horas por día recostado en un sillón cercano. Salía muy poco, más quenada, para ver a los niños. Elizabeth no le perdonaría que los descuidara. Georgiana no se parecía en nadaa la tía que le había dado el nombre. Era una mezcla entre ambos padres, pero se parecía más a Lizzie.Tenía grandes ojos oscuros y vivaces, rodeados de largas pestañas, como su madre. Descubrió que hacerladormir era el único momento de paz en esos días intranquilos.

Margaret había intentado que él compartiera con ella lo que sentía. Él nunca había sido bueno expresandosus sentimientos. Era algo que sólo Elizabeth sabía lograr.Jane y Charles habían llegado apenas se habían enterado y a menudo discutía con su cuñada por cuidar aElizabeth.

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-Eso no sería de extrañar, hace una eternidad que estoy en cama, todos me ocultan las cosas y no tengoforma de conocer nada. Creo que a Darcy le sucede algo y no quiere decírmelo.-Es lógico que intente cuidarte. Tal vez no lo sepas, pero estuviste muy grave y aún no estás recuperada-le dijo en tono de reproche y Elizabeth puso los ojos en blanco y resopló.-Bueno, ¿piensas contarme tu secreto de una vez? ¿O prefieres seguir retándome?- le preguntó paracambiar de tema.-En realidad es una sospecha, pero creo que muy firme- dijo juguetonamente al tiempo que volvía a cerrar

el libro.Elizabeth le hizo un gesto con la cara para que continuara.-Se trata de cierto doctor que viene demasiado seguido a la casa y pasa más tiempo con cierta joven quecon la enferma que dice venir a visitar.-¿Dices que Holmes pretende a Margaret?- preguntó intentando realizar las conexiones. Su hermanaasintió con una sonrisa.-Vaya, ¿él sabe de la situación de Maggie?- volvió a preguntar.-No lo sé, no es un tema del que se hable abiertamente, pero todo el pueblo lo sabe así que supongo que éltambién.-¿Todo el pueblo lo sabe?- preguntó Lizzie con angustia.-Lo siento, cariño. Es el problema de tener tantos sirvientes, un secreto es algo muy difícil de guardar.

Pero creí que te pondría feliz el saber que al fin se aclaró ese tema- dijo Jane ante la preocupación de suhermana.-Darcy no debe pensar lo mismo. Tal vez es eso lo que no me dice- se lamentó.-No puedo asegurar que lo de Maggie y el Sr. Holmes sea seguro, pero sí puedo asegurarte que tu maridotiene sólo una inquietud, y esa es tu salud.La hora transcurrió rápidamente y cuando menos se dieron cuenta, la niñera traía a la pequeña bebé yMaggie a John. Los integrantes menores de la familia Darcy eran quienes más sufrían la relativa ausenciade su madre.Jane decidió cuándo fue suficiente visita, al notar que se la veía fatigada y que se acercaba la hora de sucena. Los niños fueron llevados y ella sonó la campanilla para que la comida fuera servida.-Puedo servirme sola- protestó Elizabeth cuando su hermana comenzó a darle la sopa como si fuera una

niña.-Cuando vea que tus manos ya no tienen ese temblequeo, te dejaré hacerlo- le respondió en un reto. Janese había tomado muy en serio la tarea de ocupar el lugar de su madre fallecida.-Se te hará tarde para cambiarte y bajar a cenar- le dijo Elizabeth.-Nadie se enojará por mi demora- le respondió sin hacerle caso.-¿Puedo pasar?- preguntó Darcy abriendo la puerta que comunicaba sus habitaciones. Elizabeth asintiómientras pensaba que no era habitual en él pedir permiso para entrar en la habitación que solíancompartir.-Yo ya me he cambiado para cenar, puedo quedarme con ella y así puedes ir a cambiarte- le sugirió aJane. Esta aceptó la propuesta y le dio las indicaciones de lo que la enferma debía comer aunqueprotestara.Darcy ocupó su lugar y comenzó a darle pequeños bocados del segundo plato que consistía en carne muy

 jugosa y algunas verduras.-Los niños se han apegado mucho a Maggie- dijo Darcy para entablar una conversación trivial.-Parece que sí, es de mucha tranquilidad para mí saber que están bajo su supervisión mientras yo lo estoybajo la de Jane- dijo protestando.-¿Preferirías tener a la Sra. Reynolds?- le preguntó su esposo sabiendo la respuesta que tendría.Elizabeth tomó un sorbo de vino que le ofreció Darcy y prefirió no responder.-Tal vez, si mañana hace un buen día, pueda levantarme por un rato- dijo dubitativa, esperando ver lareacción de él.Darcy se quedó con el tenedor a mitad de camino, deteniéndose a analizar por un minuto la situación.

-Me gustaría que el médico te autorizara antes de tomar esa decisión, y no vendrá hasta el próximosábado- respondió dudando ante la cara de desconsuelo de su mujer.Él la conocía lo suficiente para saber que Lizzie deseaba realmente curarse de una vez, y que queríasentirse bien y con fuerzas, para volver a ocupar sus tareas de madre y esposa.

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-Creo que sentarte cómoda cerca de un fuego por un rato no te hará mal- dijo cediendo. A Elizabeth se ledibujó una sonrisa y se inclinó para abrazarlo. Él la sostuvo contra sí y, contagiado por la alegría de ella,olvidó por unos momentos la angustia de las últimas cuatro semanas.-Voy a arrugarte el traje- dijo Lizzie separándose un poco.-No importa- le respondió, atrayéndola nuevamente contra su pecho y le acariciaba los cabellos sueltos.-Te extraño- le susurró Elizabeth contra su cuello.-No debes. Estoy aquí- le respondió, sin preguntarle los motivos de ese sentimiento.

El levantarse, aunque sea por breves momentos, le sentó de maravillas y el médico quedó muy satisfechode verla tan mejorada cuando hizo su visita a los pocos días, tanto que la autorizó a dar cortas caminatascerca de la casa, siempre supervisada y acompañada por alguien.En esa actividad la encontró el doctor cuando volvió a Pemberley, una semana después.-Buenas tardes, Sra. Darcy. Sra. Bingley. Srta. Kent- saludó al bajar del caballo con una inclinación.Elizabeth aguzó sus sentidos de observación para ver como actuaba su cuñada con el doctor.-Buenas tardes, Sr. Holmes- saludó Elizabeth aún tomada del brazo de Jane- Estábamos volviendo a lacasa. ¿Le gustaría tomar el té con nosotras? Le advierto que sólo será con las mujeres, mi esposo haviajado a Londres y no volverá hasta mediados de octubre.-Me encantaría tomar el té con ustedes. Y que el Sr. Darcy no haya prolongado más su viaje es síntoma

que usted está mucho mejor- respondió con cortesía.-Estoy mucho mejor y, además ha dejado a sus perros guardianes para vigilarme de cerca- le respondió enbroma.-¿Sus perros guardianes?- le preguntó curioso, mientras caminaban en dirección de la casa.-Sí, mi hermana, la Sra. Reynolds y aunque usted no lo crea, la Srta. Kent también. Y si les parece poco,los fines de semana viene mi cuñado.-Eso es señal que todos se preocupan mucho por su salud- le respondió con una sonrisa y miró de soslayoa Margaret.-Creo que me sentaré con Jane algunos minutos, necesito descansar. Querida Maggie, ¿podríasacompañar al Sr. Holmes hasta la casa y ordenar el té?- dijo Elizabeth sentándose en un banco de mármol.Las dos hermanas se quedaron sentadas mirando cómo se alejaban sin decir palabra.

-Debo confesar que me pareciste muy sutil, mucho mejor de lo que hubiera hecho mamá- dijo Janerompiendo el silencio.-No sé de qué hablas. Soy una persona convaleciente que necesita descansar- respondió Lizzie haciéndosela tonta.-Sí, seguro- respondió Jane con tono descreído y se levantó ofreciéndole el brazo-¿Fue suficientedescanso para ti?Elizabeth se levantó lentamente y comenzó a caminar lentamente hacia la casa.-¿Extrañas a Charles?- le preguntó a su hermana mayor.-Un poco, nunca llega a ser demasiado- le contestó tratando que se quedara tranquila- Estoy bien contigo,tengo a los niños, la semana pasa rápido y cuando menos me doy cuenta, Charles está aquí.-Extraño a Will- se dijo a sí misma sin darse cuenta que lo había dicho en voz alta.-¡Apenas hace una semana que se fue! Nunca te hubiera imaginado como esas mujeres que no puedenvivir sin su esposo por más de algunos días- le contestó intentando provocarla.-Lo extraño desde antes que se hubiese ido- respondió dejando de caminar para mirarla llena demelancolía.-¿A qué te refieres?- le preguntó preocupada.-Olvídalo. No es nada- mintió y simuló una sonrisa- Apuremos el paso, el té debe estar listo.Jane quedó pensativa el resto de la tarde, sabía que algo preocupaba a Elizabeth y esperaba poder hablarcon ella a solas.Antes de irse, el doctor Holmes subió con Elizabeth y Jane a la habitación y así poder revisarla.-Creo que ya no necesita más de mis visitas- le dijo el médico cuando terminó de tomarle el pulso.

-¿De verdad?- preguntaron las dos mujeres al mismo tiempo. El Sr. Holmes asintió con la cabeza.Jane le tomó la mano a Elizabeth y se la apretó con una sonrisa en los labios.-Son excelentes noticias- dijo Lizzie con tono aliviado mientras le devolvía el apretón afectuoso a suhermana.

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-Jane, querida, podrías ir a la biblioteca a buscar el libro que le prometí al doctor. Nosotros bajaremos enunos minutos- le solicitó para quedarse a solas con el Sr, Holmes.Su hermana salió sabiendo que era una excusa, pero creyendo que la conversación rondaría en Margaret.El médico guardaba sus elementos dentro de su pequeño maletín un tanto absorto en sus pensamientos.-Sr. Holmes, hay algo que quisiera saber- le anunció Elizabeth apenas la puerta se cerró.-Trataré de serle útil- respondió el doctor.-¿Podré tener más hijos?- preguntó mirando sus manos que descansaban con los dedos entrelazados sobre

su falda.-Pensé que su esposo había hablado con usted- respondió un tanto atónito.-La conversación no es una de las virtudes de mi esposo- contestó ella tratando de disimular.-Imagino que no quiso preocuparla- dijo el médico más para él que para ella- Sra. Darcy, usted ha estadomuy grave, realmente no pensé que sobreviviría. Mi opinión es que no es conveniente que usted tengaotro niño, al menos por un buen tiempo. Tal vez, más adelante, si se recuperó totalmente…  El hombre se detuvo al ver que unas lágrimas caían por las mejillas de la señora. Se lamentó por ella, era

 joven y amaba a su esposo.-El Sr. Darcy, ¿lo sabe desde hace mucho?- le preguntó secándose las lágrimas con un pañuelodelicadamente bordado.-Le di mi recomendación hace varias semanas.

-Disculpe la escena- dijo Lizzie intentando reponerse y, levantándose rápidamente, agregó:- Gracias portodo y esperamos que siga viniendo a visitarnos.Caminaban por el pasillo cuando, antes de llegar a las escaleras, el doctor se detuvo y mirando fijamentesu sombrero, se animó a hablar.-Sra. Darcy, ¿usted cree que su esposo vería bien que un médico con ingresos modestos esté interesado envisitar a su hermana?-No sabría decirle, mi marido es sumamente sobreprotector con los que quiere. Hizo un escándalo cuandodescubrió que Georgiana estaba enamorada- recordó todo como si hubieran pasado décadas. Sin embargose sorprendió al darse cuenta el poco tiempo que había transcurrido y la cantidad de cosas que habíanpasado.-Creo que lo aprecia mucho, no debería preocuparse por ello. Más bien debería pensar en si la joven está

interesada- le dijo para infundirle ánimo y para saber un poco sobre el estado del presunto romance.-Sinceramente, no lo sé. Es una muchacha encantadora, culta e inteligente. No me he atrevido a hablarlede mis sentimientos sin tener la aprobación de su hermano.-Eso habla de lo caballero que es usted. Darcy llegará unos días antes de su cumpleaños, le prometoescribirle a mi esposo para ir haciéndolo a la idea- le dijo tomándole el brazo para bajar las escaleras.

Elizabeth cumplió con su promesa y esa misma noche le escribió a Darcy. En ella sólo habló de buenasnoticias. Su evidente mejoría, las travesuras de Will y James. La salud de los más pequeños. Darcydisfrutaba sabiendo de sus hijos, el no verlos era lo que más extrañaba de casa.Algunos días después, Lizzie recibió la respuesta de su esposo. Se alegraba de saber que ya podía retomarsu vida normal. Le daba mil recomendaciones, le preguntaba por los niños y le contaba que había estadocon sus tíos.Sobre el final de carta le anunciaba que tal vez no llegaría para su cumpleaños, que los negocios loobligaban a quedarse más tiempo del pensado en un principio y que tal vez debería ir a Kent porque su tíaestaba muy mal de salud.Elizabeth sabía perfectamente que eran excusas. Buscaba estar lejos de ella. Sus palabras no la podíanengañar.

Jane entró a la habitación y la encontró con la carta en la mano y los ojos rojos culpa del llanto.-¿Qué sucede?- le preguntó con angustia- ¿Malas noticias?-Sí y no- respondió llorando.

-Siéntate- le ordenó Jane y se sentó con ella tomándole las manos que estaban heladas- Te vas a enfermar.-Debo viajar a Londres- dijo después de tomar un trago de té que le sirvió su hermana.-¿De qué hablas?- le preguntó sorprendida.-Darcy piensa que debemos estar separados- y al decir esto, volvió a llorar.

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-¡¿Qué?! ¿Te escribió eso?- Jane estaba indignada- ¡¿Qué clase de caballero es?!-No dice eso con exactas palabras, pero es obvio que es lo que piensa hacer- aclaró entre sollozos.-A ver, ¿qué es lo que dice exactamente?- preguntó desconfiando del estado emocional de su hermana.-Que se quedará más tiempo en Londres y luego irá a Kent. Cree que no vendrá para su cumpleaños. Nolo ves, ¡nunca ha estado tanto tiempo lejos!-¿Y por qué piensas que quiere separarse?- la interrogó queriendo que entrara en razón.-El médico le ha dicho que no es conveniente que tengamos más hijos.

-¡Lo siento mucho!- le dijo abrazándola con cariño.-Jane, ¿cómo hacen Charles y tú? – se atrevió a preguntarle.-Es algo privado, algo que si se aman, lo solucionarán entre ustedes dos- dijo avergonzada.-Tengo miedo que decida vivir en Londres y nos deje acá. Hay muchos hombres de su posición que llevanuna vida en la ciudad y se olvidan de la esposa que dejaron en el campo.-Eso no pasará. No podría vivir sin ustedes cerca- la consoló mientras la abrazaba contra su pecho y laacunaba como a un bebé.-Lo hará, si cree que es lo mejor. Debo hablar con él.-No creo que sea una buena idea, no te dejaré. Recurriré a Charles, a Margaret y a la Sra. Reynolds, si esnecesario.-Jane, por favor…- le suplicó buscando doblegar la decisión de su hermana.

-¿Quieres que le escriba a Darcy avisándole tu absurda conclusión y tus planes alocados?- le preguntó entono de amenaza.-No. No quiero- dijo seriamente. Pero la idea no abandonó su cabeza. Se comportó normal, como sihubiese olvidado el incidente, por el tiempo necesario que se necesito para que Jane decidiera volver a sucasa.La misma tarde del día que Jane había regresado a Green Park, pidió al cochero que preparara todo paraun viaje al pueblo a la mañana siguiente.Esa mañana dejó una nota para Margaret explicando que debía viajar rápidamente a Londres, pero quevolvería en unos días. Pidió a su doncella que se la diera cuando se levantara y le aseguró a la Sra.Reynolds que volvería en algunas horas.Al llegar al pueblo, les avisó a sus conductores que había cambio de planes, y que irían hasta la capital.

Los pobres hombres quedaron atónitos, pero no se atrevieron a negarse.Debieron realizar más paradas de las que ella estaba acostumbrada, pero los caballos necesitabandescansar y ella también. En el apuro, notó que había olvidado varias cosas que necesitaba y sólo llevabaun cambio de ropa.El movimiento del carruaje le había dado una fuerte jaqueca y no notó que entraban a la ciudad hasta queel carruaje frenó bruscamente. Corrió las cortinas y vio las espectaculares construcciones de GovernorStreet.Se dio cuenta que estaba a minutos de confrontar a su marido y le entró un nudo en el estómago. ¿Quépasaría si se negaba a escucharla? No quiso pensar en ello, el sólo hacerlo le incrementaba el dolor decabeza.Era pasado el mediodía y se preguntó si encontraría a su esposo en la casa. El coche frenó y vio lafamiliar construcción frente a ella. Pronto lo averiguaría, se dijo a sí misma.El mayordomo que abrió la puerta tardó unos breves segundos en reconocerla e inmediatamente ordenóbuscar el equipaje.-Sólo he traído un bolso de mano- respondió Elizabeth- Ha sido un viaje un tanto improvisado.-Entiendo- dijo el anciano, mientras se guardaba sus pensamientos para él.-¿El Sr. Darcy se encuentra en casa?- preguntó inquieta.-Lo está, señora. Permítame que lo busque- le dijo.-No, sólo dígame dónde. Me gustaría sorprenderlo- le ordenó.-En el estudio.Elizabeth se alisó el cabello y se pellizco las mejillas. Quería verse sana y presentable, pero al pasar por

un gran espejo, la imagen que le devolvió no era la que ella esperaba. Se la veía cansada y desaliñada. Separó frente a él, se acomodó las horquillas, volvió a pellizcarse buscando un saludable color y pasó lasmanos por la falda del vestido que se había puesto esa mañana.Golpeó la puerta con los nudillos y notó que las manos le temblaban de los nervios.

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-Pase- anunció la voz de su marido. ¡Cómo extrañaba esa voz! No era lo mismo imaginarla a leer suscartas que escucharla.Abrió la puerta y entró decidida a enfrentarlo. Darcy se paró y quedó perplejo al verla ahí.

-¡Elizabeth!- fue lo único que salió de su boca.-He venido para decirte que no voy a dejarte y que eres un tonto si piensas que me quedaré en Pemberleyobservando de lejos como te olvidas de tu familia y te dedicas a la vida disipada de la ciudad- dijo todo

esto de un tirón, sin respirar, y sobre el final de la frase sintió que se quedaba sin aire y tomando unabocanada, agregó:- Hola.-Lizzie, ¿de qué demonios estás hablando?- se defendió.-El médico te dijo que yo no debería tener más hijos y tú comienzas a actuar raro. Primero, te mudas dehabitación. Segundo, te vas a Londres apenas puedes y estiras cada vez más tu retorno. Desmiénteme sino estás pensando en hacer lo mismo que hizo tu padre- le respondió avalentonada.-A ver si entendí bien. ¿Me acusas de haber venido a Londres para dedicarme al juego y a las mujeres?¿Y tus pruebas son que me mudé a mi antigua habitación y que me he quedado más tiempo del pensado?-Lo haces sonar como que son trivialidades. ¡No estás actuando como siempre!- se quejó llena deamargura.-Me mudé de habitación porque quería que estuvieras lo más cómoda posible mientras te recuperabas. He

pasado mucho tiempo alejado de Londres y me está llevando más tiempo del que pensaba originalmente.Casi todas las tardes, recibo a mis abogados, los de mi primo o los de mi tía y luego, ceno en casa de tustíos. Ellos pueden confirmártelo. En cuanto a lo de actuar raro, no estoy seguro de lo que hablas. Perocreo que he actuado lo mejor que he podido, no fue fácil enfrentarme a la idea de perderte- respondiólleno de aparente calma.-¿Y por qué no me dijiste lo de los niños?- le preguntó jugando su última carta.-¡Porque sabía que te sentirías mal y no soportaba la idea de tener que decírtelo!Elizabeth enmudeció, de pronto todas sus sospechas le parecieron infundadas y ridículas. Su caraenrojeció y luchó contra las ganas de llorar.Darcy caminó hasta donde ella y la abrazó. Ella lloró contra su pecho, y él la dejó desahogarse,acariciándola en la espalda y dándole pequeños besos en la coronilla hasta que se tranquilizó.

-¿Estás mejor?- le preguntó cariñosamente.Ella asintió, sin levantar la cabeza, no podía mirarlo a los ojos porque la invadía la vergüenza de susactos. Darcy le dio su pañuelo y ella enjuagó sus lágrimas.-¡Ey! No viniste hasta aquí para ahora ni siquiera mirarme- le dijo levantándole la barbilla para que lomirara.-Lo siento. Lo siento mucho. Soy una mujer estúpida e irracional…- comenzó a decir, pero su esposo lainterrumpió.-Shhh- la silenció y, tomando su rostro con las dos manos, la besó dulcemente. El beso logró lo quebuscaba, que ella dejara de pensar. Cuando empezaba a ponerse intenso, se separó de ella.-Deberías subir y descansar. ¿Quieres que te ordene un baño?- le preguntó.-¿Sabes cuándo fue el último beso decente que me diste?- le preguntó ella sin responder a la sugerenciade él- Esa tarde del mes pasado… -Un mes, cinco días y unas catorce horas, si no me equivoco- la interrumpió su esposo y la besó intensa yprofundamente. El cuerpo de Elizabeth parecía pequeño y frágil entre los brazos fuertes de él.-¿Qué haces?- murmuró contra la boca de Lizzie cuando ella comenzó a desanudar el lazo de su cravat.-Es algo más que obvio- le respondió con picardía en la voz mientras le quitaba la chaqueta sin dejar debesarlo y continuaba con los botones del chaleco.-Espera…espera…- dijo en voz baja, deteniéndola y Elizabeth temió que lo dicho antes sólo hubiera sidopara calmarla. Viendo la decepción en su rostro, Darcy se apresuró a anclarle.-No creo que sea el momento ni el lugar- dijo con la voz ronca.-Viaje dos días para verte, prácticamente me escapé de Pemberley, ¿crees que me importa lo que opine un

mayordomo?Darcy sonrió al imaginarse la cara de la Sra. Reynolds al notar que la persona que tenía bajo su vigilanciase había escabullido como un ladrón y no pudo contener las ganas de sentirla como suya.La besó con pasión en los labios y en el cuello, mientras sus manos la recorrían.

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-Vayamos a la habitación- le pidió ella en el oído.-Será un poco vergonzoso para mí si me ven en este estado- le respondió señalando lo obvio. Elizabeth semordió el labio para no reírse y caminó hasta el perchero. Quitó el sobretodo que está ahí colgado y se lodio.-Creo que oculta lo suficiente- le dijo. Darcy le sonrió, abrió la puerta y la dejó pasar. Elizabeth no pudodejar de sonreír al notar que la miraba con la misma pasión e intensidad con que la miró el día que seprometieron pasar sus vidas juntos.

Capítulo 64. 

Capítulo final

-Shhh! Creo que oí a John- dijo Elizabeth apartando a Darcy de un empujón y, sentándose en la cama,comenzó a prenderse los botones que él le había desabrochado.-Yo no escucho nada- se quejó Darcy, acostándose sobre su espalda en la cama.

Elizabeth seguía alerta a algún ruido que proviniera del cuarto continuo o del corredor, pero no escuchónada.-Vuelve aquí- le susurró su marido rozándole la oreja para luego atraparle el lóbulo entre sus labios.Elizabeth dejó escapar unos gemidos involuntarios mientras Darcy bajaba por su cuello y se dirigía a suescote. Él la recostó nuevamente y comenzó la ardua tarea de despojar de las capas de tela que la cubríany llegar a su piel.En medio de un beso hambriento, mientras las manos de Darcy se perdían bajo la falda de su esposa, unavocecita los sobresaltó.-¿Qué están haciendo?- preguntó John, que a sus cinco años, era muy apegado a la madre que lo habíacriado como si fuera propio.-¡Ey! ¡Hola!¿No te hemos dicho que golpees la puerta antes de entrar en la habitación?- dijo un exaltado

Darcy, mientras se cubría con un almohadón su visible excitación.El niño los miró con sus ojos azules y sus rizos rubios cayéndole sobre la frente, con una clara expresiónde curiosidad.-Mamá y papá estaban jugando- decidió decirle Lizzie, mientras intentaba arreglarse lo mejor que pudo.-¿Puedo jugar con ustedes?- preguntó inocentemente.-No, esta vez no. Además, deberías estar en clases con tus hermanos. ¿El Sr. Forster sabe dónde estás?-indagó Elizabeth, levantándose para dirigirlo hacia el habitación que era utilizado como salón para losniños.-Nos dio un pequeño recreo a Will y a mi- respondió como todo un hombrecito y se dejaba conducirafuera.-¿Y James?- preguntó su madre.

-Jimmy volvió a portarse mal. El Sr. “Foter” se enojó con él y lo ha parado en el rincón - Elizabeth se rióante la mal pronunciación de John y suspiró al pensar en la rebeldía de su otro hijo.-¡Sra. Marlow!- llamó a la institutriz de Georgiana- ¿Puede conducir al pequeño John a su clase?-Sí, señora. Venga señorito John- dijo la muchacha tomándole la pequeña manito rolliza.Elizabeth volvió a su cuarto, abrió la puerta y no pudo más que reírse ante la cara de frustración y fastidiode su esposo.-No me mires así. Te pregunté si habías cerrado la puerta y me aseguraste que sí- le dijo en tono burlón.-¡No puedo creer que no pueda hacer el amor con mi mujer en paz!- dramatizó Darcy.-No es culpa de John que su padre no pueda controlar sus impulsos a mitad de mañana- le respondió enforma pícara.-Ahora, levántate, arréglate la ropa y haz algo- le ordenó, mientras ella se sentaba a acomodar las pinzasde su cabello.Darcy se levantó, y Elizabeth creyó que se retiraría de la habitación sin haber arreglado sus vestimentas.Pero sólo fue hasta la puerta y pasó el pestillo. Sin mediar palabra, caminó grandes zancadas hasta ella, lalevantó en brazos y, luego, la arrojó sobre la cama.

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-Esta vez, nadie nos va a interrumpir- le dijo contra la piel de su cuello.

-¿Almorzaremos juntos?- preguntó Darcy, acomodándose la camisa dentro de los pantalones. Elizabeth loadmiraba tendida en la cama, con sus cabellos alborotados y sus mejillas color carmesí.Lo miró y asintió sumisamente con la cabeza. Su esposo se sentó en la cama con el lazo de su corbata enla mano y se la entregó para que se la colocara.Elizabeth se incorporó y comenzó a enroscar el lazo alrededor del cuello de la camisa. Darcy elevó el

mentón para que trabajara con más comodidad.Cuando terminó, ella le rozó con la yema de sus dedos la cicatriz que tenía sobre el labio.-Cuéntame cómo te hiciste esto- le pidió.-Lizzie, te lo he contado muchas veces- le respondió y le dio un rápido beso en los labios.-Quiero escucharlo otra vez- le volvió a pedir como si fuera una niña. Darcy suspiró antes de comenzar ahablar.-Está bien. Según dicen por ahí, cuando era pequeño, no era tan bueno y obediente como ahora- eldiscurso fue interrumpido por la risa de su mujer y él la miró con cara de fingido reproche.-¿Puedo seguir?- preguntó.-Adelante, por favor- respondió Lizzie en forma solemne.-Esa falta de decoro de mi parte se intensificaba cuando nos visitaba mi primo. Los dos juntos éramos el

terror de niñeras y tutores. Una mañana de invierno de una fuerte nevada, no nos dejaron salir afuera connuestros trineos, por lo que a Richard se le ocurrió la idea de tirarnos con los trineos por la escalera. Debodecir que en ese momento me pareció una idea brillante- aclaró ante la cara de reprobación de Elizabeth.-Que por los resultados, parece no haberlo sido- agregó Lizzie, rozándole con sus labios el lugar de unade sus cicatrices.-Bueno, Richard pudo frenar a tiempo, pero yo no evité el estrellarme con una de las puertas de vidrio.-¡Y después no sabes a quién salió James!- bromeó su esposa.-Sé perfectamente a quién salió James- dijo seriamente- A su madre, por supuesto.Elizabeth lo mordió con suavidad en el mismo lugar que antes lo había besado y se rió con la quejaplacentera que recibió en respuesta.-¡Vete!- le ordenó, alejándolo de ella cuando percibió segundas intenciones en la mirada de su marido-

¿Qué te sucede hoy?- Nada, sólo estoy enamorado de mi esposa. Mi brillante…apasionada…hermosa…esposa- respondiórecorriéndole el cuello con besos cortos.-Basta…detente…- le pidió suplicante con la voz cortada.-No puedo, últimamente irradias una belleza interior, un brillo que me resulta irresistible- le contestó sindejar de buscarla con sus manos. Elizabeth se puso rígida ante éstas palabras, como si le acabaran de tirarcon una cubeta de agua fría.-¿Qué dijiste?- preguntó mientras en su cabeza contaba días frenéticamente.-Que estás hermosa…- respondió titubeante ante la reacción de Lizzie- ¿Pasa algo?-Nada, nada. De repente no me siento bien- contestó, recostándose en la cama.Darcy se levantó un poco confundido por el cambio producido en el ambiente y terminó de cambiarse.-¿Quieres que te envíe un poco de té?- le preguntó antes de salir.-No, gracias. Sólo pídele a Susan que venga.

-¿Señora?- preguntó la doncella, entrecerrando los ojos para adaptarlos a la oscuridad que reinaba en lahabitación a pesar que estaban cerca del mediodía.-Aquí, Susan- dijo Elizabeth sentándose en la cama.-El Sr. Darcy me dijo que usted no se sentía bien. ¿Desea que le prepare algo en especial?-Susan, necesito que me saques de una duda- le dijo con resolución.-Intentaré ayudarla- respondió servicial.-¿Cuándo fue la última vez que lavaste mis paños?

-Déjeme pensar, estamos en mayo y este mes no me los ha dado. Y el mes pasado fue abril…-dijo lamuchacha y se quedó pensando.-¿Te los di el otro mes?- preguntó Elizabeth claramente nerviosa.-Creo que no señora. Definitivamente, no me los dio- dijo muy segura.

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-¡Oh, por Dios!- fue la respuesta de Elizabeth y acto seguido, salió corriendo hacia la bacinilla con fuertesdeseos de vomitar.-Señora…¿usted está esperando?- preguntó la doncella.-¡No puede ser! ¡Es imposible!...Han pasado cinco años, el doctor dijo que no tendría más hijos, tiene queser otra cosa- Elizabeth hablaba más para ella que para Susan, intentando convencerse de lo que parecíaobvio.-¿Puedo ayudarla en algo?- preguntó la joven que se sentía inútil frente a su señora.

-Dile al cochero que iré al pueblo a ver a la Sra. Holmes- ordenó.

-¡Elizabeth! ¡Qué grata sorpresa!- exclamó la Sra. Holmes con los brazos extendidos para levantar aGeorgiana que se había abrazado a sus faldas.Margaret, la hermana no reconocida de su esposo, se había casado con el doctor Holmes hacia un par deaños y vivían en Matlock, donde el médico había instalado su práctica.-Siento pasar sin haberme avisado, pero me gustaría hablar con tu esposo- le anunció mientrasdesanudaba su sombrero.-Está haciendo una visita, pero volverá en cualquier momento. ¿Hay alguien enfermo?- preguntóangustiada.-No, no te preocupes. Sólo quiero hacerle una consulta y sacarme una duda- respondió intentando quitarle

importancia al tema.-Espero que no sea nada- respondió la mujer amablemente apretándole cariñosamente la mano.-Georgie, baja ya. Estás muy grande para estar en brazos- le pidió a su hija, que con cuatro años erabastante alta.-Déjala, ella sabe que es mi pequeño angelito de rizos rubios- dijo Maggie apretándola más contra supecho.-Papi me dice lo mismo- comentó la niña.-Tu padre te consiente demasiado- respondió Elizabeth y, sientiéndose cansada, se sentó en el sillón de lasala.-También dice que soy su pequeña princesita y que mami es la reina- Maggie y Lizzie se rieron delcomentario, por los aires de realeza que utilizó para decirlo.

Elizabeth entró al despacho de su esposo sin golpear. Lo encontró tan ensimismado en la lectura deldiario, que no notó su presencia.-Señor Darcy- le llamó.-Lizzie- dijo levantando la cabeza- ¿Sabías que murió la reina Charlotte?-No, no lo sabía. Que en paz descanse- fue el único comentario.-¿No te parece sospechoso que muera poco después que él fuera coronado rey?- preguntó lleno de intriga.-Cuide su lengua, señor. Parece todo un alborotador- le respondió no pudiendo burlarse un poco de él.-Usted prometió almorzar conmigo y luego me entero que salió- le dijo en tono de reproche mientrasdoblaba el diario.-Lo siento, necesitaba hablar algunas palabras con el Sr. Holmes.-¿Te sigues sintiendo indispuesta?- le preguntó preocupado y, levantándose de la silla, caminó hacia ella yle tomó las manos.-Estoy…bien- dijo Lizzie pensando la respuesta- ¿Quieres ir a caminar conmigo? Necesito aire fresco ysospecho que tú también.-Claro- respondió y se puso la chaqueta, meditando en las palabras de su esposa.Caminaron del brazo por los majestuosos corredores de Pemberley y Elizabeth levantó la cabeza paraapreciar los frescos que adornaban los techos. Darcy la miró de reojo y ella le dedicó una sonrisa.El momento fue interrumpido por una estrepitosa carrera de la que participaban sus cuatro hijos.-¡Ey! ¡Ey!- gritó Darcy al ser casi arrollado y los niños se detuvieron en el lugar. Georgiana, que veníarezagada, se refregaba los ojos llorisqueando.

-¿Qué le pasa a mi princesa?- le preguntó Darcy, arrodillándose para estar a su altura.-Jimmy me empujó- dijo entre sollozos.-James- lo llamó muy serio, y el niño se acercó a regañadientes.-Pídele disculpas a tu hermana- le ordenó.

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-¡No quiero! ¡A ella nadie la invitó a jugar!- protestó irascible.-Le pedirás disculpas o te quedarás castigado mientras tus hermanos y nosotros salimos de paseo- levolvió a decir con voz firme.-Lo lamento- dijo a regañadientes y luego salió corriendo hacia el jardín donde esperaban su madre y sushermanos.Darcy salió con Georgiana en brazos y comenzaron a caminar disfrutando del espléndido día.-Bonito día- dijo para entablar una conversación banal.

-Lo es. Georgie, ¿te animas a alcanzar a tus hermanos?- le preguntó a su pequeña hija. La niña asintió conuna sonrisa y se bajó de los brazos de su padre. Apenas tocó el piso, corrió lo más rápido que podía paradarles alcance.-Es duro para ella ser la única niña entre tantos varones- dijo Darcy mientras Elizabeth lo tomaba delbrazo y apoyaba su cabeza contra él.-Tal vez eso cambie- fue el comentario de ella.-¿Cambie? ¿Cómo puede cambiar?- preguntó Darcy, que por un momento pensó en que la hija de Lydiapodría llegar a vivir con ellos.Elizabeth se detuvo para mirarlo de frente y notó que él estaba nervioso.-Lo que te voy a decir me ha sorprendido mucho y necesito que lo tomes con calma- le advirtió antes dedarle la noticia- Hoy he ido al doctor y me ha confirmado algo que, hasta esta mañana, no se me había

pasado por la cabeza.Se frenó un instante para ver cómo seguiría y creyó notar que él se estaba poniendo blanco.-Pasaron tantos años desde que nació Georgie, que asumimos que no nos volvería a pasar. Pero ya no haydudas de ello…-antes de terminar la frase, Darcy la interrumpió.-¡Por Dios! ¿Me estás diciendo que estás…que estás…?- parecía no poder decir la palabra “embarazada”.No podía dar crédito a lo que escuchaba. Era imposible.-Sí, estoy esperando otro bebé. Calculamos que cerca de los dos meses, por lo que tendría que nacermarzo.Darcy se quitó el sombrero y se pasó la mano por el cabello. Sentía mucho calor y más nervios quecuando se enteró por primera vez que sería padre.-¿Estás segura? – preguntó tontamente.

-¡Claro que lo estoy!- le respondió temiendo que se desmayara.-¡Pero es imposible!- replicó, queriendo convencerse que había escuchado mal.-¡Fitzwilliam James Darcy!- lo regañó levantando un poco la voz para después, agregar en voz más baja-Usted sabe perfectamente que es posible.Él la miró arrepentido de sus palabras. Por supuesto que era posible, más que posible.-Es más, mi primer sospecha la tuve esta mañana. Cuando tú sabes…intentaste por segunda vez. Depronto me quedó claro por qué estabas tan apasionado. Te pasó lo mismo durante mis otros embarazos,me decías las mismas cosas.-¿Ése es tu fundamento?- le preguntó un poco aliviado.-¡Claro que no! Dos meses de atraso y una consulta con el doctor Holmes, ese es mi fundamento- lerespondió enojada y comenzó a caminar alejándose de él.Darcy salió detrás pidiéndole disculpas.-Lo siento. No quise insinuar nada raro. Es que…¡soy demasiado viejo para ser padre otra vez!- le dijo.Elizabeth se frenó y se armó de la misma paciencia que tenía que tener con sus hijos.-Vas cumplir 38 años. Mi padre tuvo a Kitty a los 42- le dijo tomándolo de la cara para tranquilizarlo.-¿Y qué dijo Holmes sobre tu salud?- le preguntó aterrado.-Que todo está bien y que ha pasado mucho tiempo desde la infección. El embarazo es señal que micuerpo sanó totalmente.Darcy la abrazó y hundió la cara en su cuello.-Todo va a salir bien- le dijo acariciándolo en la espalda.-Los sirvientes me pensarán que soy un ogro degenerado, que se aprovecha de ti a sabiendas que te pongo

en peligro- dijo en tono de víctima. Elizabeth se rió muy fuerte, tanto, que los niños se dieron vuelta paraver qué pasaba.-¿Te da risa mi desgracia? Un anciano degenerado, eso dirán- le dijo en tono trágico, mientras le echabauna mirada dramática fingida que hizo que volviera a reír.

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-Prefiero que piensen eso de ti, a que se rumoree que tienes amantes entre las doncellas.-Eso nunca- le dijo y la besó en los labios.

Los niños no se enteraron de la noticia hasta un mes después. Elizabeth era partidaria de superar el primertrimestre antes de comunicárselo a los demás, pero varias personas ya lo sospechaban porque había sidodifícil de ocultar.Georgiana fue la que peor reaccionó ante la noticia. Todos sus hermanos ya habían pasado la experiencia

de dejar de ser los “pequeños” de la casa y, después de cinco años de reinado, temía ser destronada.Para el cumpleaños de Darcy, el Sr. Bennet vino a Pemberley y Lizzie lo vio tan avejentado, que no lepermitieron irse nunca más.Un mes antes de la fecha prevista, Elizabeth fue confinada a la cama. Ya no era una niña, ese mescumpliría 30 años y era el embarazo que más difícil se le había hecho.Unos días antes de su cumpleaños, comenzó con el trabajo de parto entrada la madrugada. Ya teníasobrada experiencia por lo que le fue más sencillo de lo que recordaba.Habló con Darcy y su padre, mientras esperaban la llegada del doctor. Jane estaba allí, como siempre, lahermana mayor que había estado en los momentos más importantes de su vida.A las cuatro de la mañana del 27 de marzo, tan sólo quince minutos después de comenzar a pujar, nacióuna pequeña niña. Y cuando todo había terminado y sólo faltaba expulsar la placenta, Elizabeth sintió

nuevos dolores.-Elizabeth, hay otro bebé en camino- le dijo el médico después de un breve examen.-¡¿Cómo que otro bebé?!- le preguntó un poco histérica por el repentino dolor de una fuerte contracción.-Hay otro bebé. Tuve mis sospechas durante el embarazo, por el tamaño del vientre, pero me dijiste quecon Georgiana fue igual y lo descarté.-¡Oh, por Dios!- exclamó Jane exultante.-¿Nacerá ya?- preguntó nerviosa.-Se está acomodando. Una vez que se acomode, nacerá muy fácil. Su hermana mayor ya hizo el camino-la tranquilizó.Media hora más tarde, otra niña lloraba en la habitación que tanta felicidad le había traído.-¡Es otra niña! ¡Tienes mellizas! ¡Y ambas son preciosas!- gritó Jane que sostenía a una de ellas en

brazos.Fuera, Darcy empezaba a desesperarse, creía haber escuchado dos llantos.-Thomas, ¿ha escuchado usted también otro llanto, verdad?- le preguntó a su suegro, temiendo que sumente le estuviera fallando.-Sí, todos escuchamos lo mismo. Ahora, relájate y deja que el médico haga lo que tiene que hacer- lecontestó Richard, que estaba en Inglaterra por unos meses, supervisando sus tierras y viendo a John.La puerta se abrió y el doctor salió limpiándose las manos con una toalla.-Te felicito, Darcy. Tu esposa está muy bien, cansada, pero muy satisfecha. Y quiere darte una sorpresa-le dijo sosteniéndole la puerta para que pase.En la cama estaba Lizzie, con un bebé sobre su pecho que daba pequeños llantos de hambre. A su lado,Jane, sostenía otro bebé igual de pequeño, que dormía plácidamente. Margaret lo miró con lágrimas en losojos y lo abrazó. A él, todavía no le salían las palabras.-¡Oh, mi Dios! ¿Son dos…?- y se interrumpió para saber de qué sexo eran.-Tendremos un gran problema con Georgie, son dos nuevas princesitas- respondió Elizabeth con unasonrisa de satisfacción.Jane le entregó a la niña que sostenía en brazos y el la miró como quien descubre un tesoro.-Ella nació primero, casi no lloró. Parece ser tan tranquila como William.-Hola Victoria Jane- le susurró mientras la besaba en la frente. Victoria era el nombre que tenían elegidoen caso que fuera una niña. Era el segundo nombre de Elizabeth, quien se había negado rotundamente aque se llamara como ella. “Ya hay demasiadas Elizabeth en la familia”, bromeaba. Darcy se sentó al lado de ella para observar a su otra pequeña. Eran dos gotas de agua.

-¡Son iguales!- dijo Darcy sonriendo.-Claro. Me comentaron por ahí que los gemelos suelen parecerse- le respondió burlonamente.-Ni cuando estás exhausta puedes con tu genio- le respondió besándola en los labios. El llanto de la niñaque sostenía Lizzie los interrumpió rompiendo su burbuja de felicidad.

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-Creo que no será tan difícil reconocerlas, está parece tener el carácter de James- dijo Darcy bromeando.-Una pequeña insistente- comentó Elizabeth, desanudando su camisón para que la niña se prendiera de supecho.-No tenemos un nombre para ella- le dijo su esposo, mientras acariciaba la cabecita de la bebé.-¿Qué te parece Emily Margaret?- le preguntó. Emily había sido el segundo nombre de su madre, con laque Darcy nunca se había llevado bien.-Es un nombre muy bonito- le respondió él, que sentía que podría decirle que sí a cualquier proposición

que le hiciera en esos momentos.Elizabeth le entregó la otra niña que se había dormido y Darcy sostuvo una en cada brazo. Salió alcorredor y, con gran orgullo anunció:-Victoria y Emily, las nuevas princesas de Pemberley.

EPÍLOGO 

Darcy y Elizabeth vivieron en relativa felicidad el resto de sus vidas.Vivieron lo suficiente para ver crecer a sus hijos, establecidos y con sus propias familias.Elizabeth y Margaret, con el apoyo financiero de Darcy, abrieron una pequeña escuela para que las niñasde escasos recursos se instruyeran.Con el tiempo, fueron grandes benefactores de la comunidad y fueron honrados por el rey con el título deSir Fitzwilliam Darcy y Lady Elizabeth Darcy.William siempre fue un joven tímido. Cursó sus estudios en Eton, al igual que sus hermanos, y se recibióen Cambridge con honores. Como heredero de Pemberley, siempre cumplió con las altas expectativas quesu padre posó sobre él. Cortejó a la hija de un Lord, una joven intrépida y de comentarios filosos, que aDarcy le recordaba a Lizzie en su juventud y se casó con ella en 1837. Fue quien los hizo debutar comoabuelos y les dio cuatro nietos.

James fue el hijo rebelde. Sabedor que era el futuro heredero de Rossings Park, se graduó a duras penas.Le gustaba frecuentar clubes, jugar a las cartas, realizar apuestas difíciles de pagar y cortejar a numerosasseñoritas de la sociedad. Era todo un dandy al que su padre debía reprender bastante seguido.Pero era difícil mantenerse enojado con él, tenía una personalidad cautivadora, irradiaba simpatía y erasumamente inteligente.Cuando ya había heredado su herencia y todo indicaba que sería un soltero empedernido, se enamoró deuna joven de clase inferior a la cual tuvo que cortejar cerca de un año, por el mal concepto que guardabade él.Fitzwilliam murió de malaria en 1824, mientras residía en la India. John heredó su título nobiliario y suspropiedades al cumplir los 21.A los dos años, se casó con la hija menor de Kitty, Alice, de quien estaba enamorado desde que la vio por

primera vez.Georgiana era una verdadera belleza. Sin duda, había heredado los mejores rasgos de sus padres, para elsufrimiento de Darcy, que veía pasar jóvenes para cortejarla en su casa de Londres y en su casa delcampo.Finalmente, se casó con el hijo de un Duque, y tuvo hijos mellizos, como su madre.Las mellizas causaron furor desde su nacimiento. Eran tan parecidas, que cuando eran pequeñas,Elizabeth les había atado una cinta de distintos colores en la muñeca para poder diferenciarlas.Victoria siempre fue muy dulce y tímida. A sus padres les recordaba mucho a Jane. Siempre se vioopacada por el carácter fuerte de su gemela, pero sus virtudes fueron apreciadas por su primo, Thomas,quién pidió su mano apenas tuvo solvencia económica.Emily siempre fue un torbellino. Una muchacha que no podía quedarse quieta y la que le sobraronadmiradores. Decía que nunca se casaría, tal como alguna vez lo dijo su madre, y rechazaba candidatossin prestarles demasiada atención.Hasta que Frederick, un apuesto almirante amigo de James, la cautivó con sus historias de combates y de

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mar. Fue la última en abandonar Pemberley.Así la gran casa volvió a ser habitada sólo por aquella pareja que llegó un día de 1812.