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On the radio.

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Revista Septiembre. Primero periodismo.

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On the radio.

On the radio.

The Cranberries Recordremos toda su carrera musical, desde los inicios hasta su separación.........................10

The Rolling Stones Incluiremos sus citas más inéditas, y habrá una página especial dedicada al nombre de la revista...................................12

Arctic Monkeys Estaremos en primera persona con el grupo en su últi-ma gira.....................................14

Imogen HeapRepasaremos toda su discografí

a............................................18

Jonh Lennon Reportaje de la muerte de Jonh Len-non que incluye fotografías e informa-ción..............................................22

Billy TalentReportaje fotográfico de su últi-mo videoclip, visto en todo el mundo.....................................24

Oasis Entrevista en exclusiva tras su separa-ción...................................................27

The Fratellis Los componentes del grupo nos contarán el secreto para la creatividad de sus temas y portadas................32

The KillersTodas las novedades sin revelar de su próximo disco..............40

Reportajes del mes Entrevistas

. ESTE MES EN ONTHERADIO.ES .

Foto de portada: Laura Bermejo Cordero.

EN CONCIERTOVIDEO SEMANAL

Este video de The Rolling Stone vuelve a ser el más visto de la semana en nuestra página web.

Stop crying your heart out.

Disfruta con Itunes de la mejor música online. Tendrás la capacidad de descargar tus cancio-nes y compartirlas con tus amigos.

The BaseBalls saca nuevo disco.

01- Umbrella 02- Love is this club 03- Hey there delilah 04- Bleeding Love 05- Hot’n Cold 06- I don’t fell like dancin 07- Don’t cha 08- Let’s get loud 09- Angels 10- Crazy in love 11- This love 12- The look

On the radio.

EN PORTADA

Chapman no siguió los patro-nes habituales de alguien que asesina a una celebri-dad, ya que evitó la publici-

dad y se rehusó a dar entrevistas.

John Lennon era un ardiente ma-nifestante pacifista, y algunas per-sonas creen que Chapman estaba trabajando para el FBI. Éste tiene archivos sobre John Lennon que to-davía, por razones de seguridad na-cional, se rehusa a hacer públicos.

Otros hasta piensan que Chap-man pudo haber sido hipnotiza-do por la CIA, quien además se aseguró de que pudiera atravesar dos importantes aeropuertos, sin que su arma le fuera descubierta.

Otra de las teorias es que este fana-tico de John lo que buscaba era una fama mayor a la de su personas mas famosas en ese momento, sabia que si llegaba idolo y la unica forma de encontrarla era matando a una

de las a poder finalizar con la vida del musico no solo seria conocido por todas las personas que seguian al mismo sino por muchisimas mas.Cuando se analiza su muerte, inme-diatamente surgen diversas hipótesis.

Como en tantos otros magnicidios, aparece la duda, la desconfianza, se disparan las interpretaciones. ¿Fue obra de un demente aislado que en el fuego sagrado de su propia soledad elaboró el plan de un crimen horrendo? ¿Fue, acaso, un complot fraguado por esa clase de grupos, por esa especie de sectas que contemplan con des-confianza a los espíritus libres, como indudablemente lo era John Lennon?

Chapman no siguió los patrones ha-bituales de alguien que asesina a una celebridad, ya que evitó la publi-cidad y se rehusó a dar entrevistas.Como en tantos otros magnicidios, aparece la duda, la desconfianza, se disparan las interpretaciones.

El mundo fuE sacudido con la muErtE dE John lEnnon, El 8 dE diciEmbrE dE 1980.

mark chapman lE disparó fuEra dE su apartamEnto dE nuEva York, habiéndolE pEdido un autógrafo sólo unas horas antEs. los tEóri-cos dE las conspiracionEs crEEEEn quE tal vEzno fuE simplEmEntE un loco ac-tuando solo, como sE rEportó En su momEnto.

portaba consigo un lEvE EquipaJE.En su intErior, oculta, un arma: una pistola dEl calibrE 38 pErfEcta-mEntE cargada. chapman, otro fan, sEguramEntE, puEsto quE portaba EntrE las manos un disco, El último disco dE aquEl inquilino tan popu-lar quE Ya baJaba por El ascEnsor.

on thE radio.

OCHO DE DICIEMBRE DE MIL NOVECIENTOS OCHENTA.

Cuando el coche desapareció por la avenida, Cha-pman ya había hecho varias comprobaciones.El vigilante de la finca se limitaba a vigilar la entrada, sin ejercer labores de guardaespaldas. Lennon atendía cuan-tas peticiones de autógrafos le solicitaban y su compor-tamiento con los desconocidos era distendido y confiado.La caza, pues, había comenzado. Chapman

era el cazador; John Lennon sería la víctima.Chapman se apostó a metros de la entrada de la finca.Todo cazador sabe muy bieb que toda la espera es uno de los componentes de la caza.Si te precipitas, exhibes demasiado, levantas sospe-chas y fracasa el plan. Chapman sabía hacer las cosas.Extrajo de uno de sus bolsillos un ejemplar del li-bro: “The catcher in the Rye” y paseó su mirada una y otra Cuando el coche desapareció por la avenida,

Chapman ya había hecho varias comprobaciones.El vigilante de la finca se limitaba a vigilar la entrada, sin ejercer labores de guardaespaldas. Lennon atendía cuan-tas peticiones de autógrafos le solicitaban y su compor-tamiento con los desconocidos era distendido y confiado.vez por sus todos sus magnificos renglones.Al dios Lennon, le había sustituido en el alma de Chapman el autor de este libro, J.D. Salinger.

En sus páginas, el hombre que acariciaba el re-vólver de calibre 38 oculto en uno de sus bol-sillos, había encontrado la auténtica verdad.En esta obra se hablaba sin tapujos de la muer-te de la inocencia, de las mentiras de los ideales, del rostro verdaderamente podrido de la sociedad.Cada línea que leía le servía a Chapman para rati-ficarse en sus propósitos de matar a quien él consi-deraba como uno de el grande de los embaucador.

Cuando la limusina de Lennon regresó eran ya las 11 de la noche. Su asesino lo había estado esperando 5 horas.El coche fue detenido y Lennon puso sus pies en el suelo.

Chapman arrojó sobre la zona ajardinada el disco que había mantenido cogido todo el tiempo de espera.Sin perder ni un segundo, se dirigió a toda ve-locidad hacia donde se hallaba el cantan-te. Antes de que éste pudiera darse cuenta,

Chapman le descerrajó 5 balazos por la espalda.Uno le entró directamente en los pulmones, otro le dio en la cabeza y un tercer disparo lo hirió en un brazo.Esos tres tiros hicieron blanco en aquel que tan-to odiaba Chapman, lo libraban de una pe-sadilla que se le había vuelto insoportable.A la humanidad, en cambio, la privaban de una voz comprometida con la paz, con la libertad, con los ideales y con los más hermosos proyectos.La voz de John Lennon quedó apagada para siem-pre; su obra futura, la que aún estaba por escri-bir, se fue rodando al hoyo de las frustraciones.

Chapman ya había hecho varias comprobaciones.El vigilante de la finca se limitaba a vigilar la entrada, sin ejercer labores de guardaespaldas. Lennon atendía cuan-tas peticiones de autógrafos le solicitaban y su compor-tamiento con los desconocidos era distendido y confiado.vez por sus todos sus magnificos renglones.Al dios Lennon, le había sustituido en el alma de Chapman el autor de este libro, J.D. Salinger.

En sus páginas, el hombre que acariciaba el re-vólver de calibre 38 oculto en uno de sus bol-sillos, había encontrado la auténtica verdad.En esta obra se hablaba sin tapujos de la muer-te de la inocencia, de las mentiras de los ideales, del rostro verdaderamente podrido de la sociedad.Cada línea que leía le servía a Chapman para rati-ficarse en sus propósitos de matar a quien él consi-deraba como uno de el grande de los embaucador.

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Son preguntas que eter-namente quedarán flo-tando en el pozo ne-gro de los misterios.Los que opinan que la muer-

te de Lennon se debe a la acción soli-taria de un único individuo se alinean con la versión oficial que han difundi-do las autoridades estadounidenses.

Los que abogan por el complot pro-yectan sus acusaciones sobre una administración a cuyo frente se ha-llaba Richard Nixon, intransigente con todo lo que oliera a hippies, a impugnadores de la política militarista desarrollada en Vietnam y a apologis-tas de Fidel Castro, durante aquellas décadas considerado enemigo públi-co número uno de Estados Unidos.

Era una época en la que cualquie-ra podía ser considerado una man-zana podrida. John Lennon era esa manzana podrida y su influen-cia entre los jóvenes resultaba ne-fasta para los intereses que des-de el poder defendían los EE.UU.Ya en la Grecia Clásica, Sócrates fue juzgado y condenado a morir por con-siderársele un corruptor de jóvenes.

Las canciones de Lennon podían re-sultar tan peligrosas como una plática filosófica o como una doctrina religio-sa.Desde el poder alguien podría te-ner el pulgar inclinado hacia abajo.Y en ese caso, la suerte del ex–Beatles estaría ya decidida de antemano.

Sea como fuere, los hechos ocu-rrieron del siguiente modo:El día 6 de Diciembre de 1980, Mark Da-vid Chapman había acudido al ae-ropuerto de Hawai y había cogido un vuelo con destino a Nueva York.

Su semblante era apacible, tranqui-lo; pero por el interior de su cabeza resonaban unas palabras que le or-denaban algo terrible: ¡Mata, mata! Chapman había dejado su empleode fotógrafo y de circunsta-cial detective privado en Hawai.Portaba consigo un leve equipaje.

En su interior, oculta, un arma: una pistola del cali-bre 38 perfectamente cargada.Cuando Chapman llegó a la ciudad de los rascacielos sabía a qué dirección en-caminarse: Manhattan, edificio Dakota.

Caminó por las inmediacio-nes y observó. Tomó nota men-tal de entradas y salidas.Allí vivía gente famosa a la que bus-

car con los ojos, a la que retener en la mente, a la que rendir homena-je de admiración desde la distancia.Aunque Chapman no tenía ojos, sino para Lennon; no tenía mente, sino para escuchar el martilleo incesante de esa voz interna que le ordenaba matar; no pensaba en otro home-naje, sino en el que le iba a ofrecer a esa dama vestida de negro y con

Dos días después de su llegada a Nueva York, Mark David Chapman ya había tomado una determinación. Sabía que el 8 de diciembre Lennon

tola del calibre 38 perfectamente .Cuando Chapman llegó a la ciu-dad de los rascacielos sabía a qué dirección encaminarse:

saldría de su casa entre las 5 y las 6 de la tarde.

Se paró en una tienda de discos. Compró el último ejemplar que ha-bía sacado al mercado el ex–Beatles tras cinco años de silencio musi-cal, “Double Fantasy”. Necesitaba una coartada, alguna excusa En su interior, oculta, un arma: una pis-

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que le permitiera acercarse al gran divo. Chapman llegó has-ta la acera del Dakota House.

El vigilante del edificio miraba desde el portal. Observaba a los transeúntes. Aunque sobre todo su mirada sequedaba prendida de dos o tres mujeres jóvenes que aguarda-ban la salida de John para pe-

dirle autógrafos, y de Mark D.Chapman, otro fan, seguramen-te, puesto que portaba entre las manos un disco, el último dis-co de aquel inquilino tan popu-

lar que ya bajaba por el ascensor.En su interior, oculta, un arma: una pisto-la del calibre 38 perfectamente cargada.

Cuando Chapman llegó a la ciudad de los rascacielos sabía a qué di-rección encaminarse: Manhattan, Yera el lugar perfecto para hacer susplanes, y asesinar al famoso cantante.

En su interior, oculta, un arma:una pistola del calibre 38 perfec-tamente cargada para matarle.Cuando Chapman llegó a la ciudad de los rascacielos sabía a qué dirección en.

la guadaña en sus manosChap-man también se acercó, aprove-chando ese pequeño desconcierto.Estaba a un paso del cantante que había forjado con su música to-dos sus sueños, el dios ante el cual tantas veces se había arro-dillado llorando de emoción y degratitud por el bálsamo de sus mensajes.Podía tocarlo, contem-plaba de cerca el vaivén rítmi-co y sosegado de su respiración.

Tenía que averiguar si resultaba ac-cesible, le alargó el disco, le hizo un ademán con los ojos, pidiéndole un autógrafo, sonriéndole con esa son-risa heladaque se le había quedado petrificada en el rostro desde el día en que decidió matar a su héroe, sacrificar a su dios,a un dios falso que le ponía afeites a la vida para que pareciera hermosa, embaucan-do a toda una generación de ilusos yreconduciéndola hacia el redil de una sociedad ordenada y tranquila.

John Lennon firmó sobre aquel cua-drado de cartón plastificado y se lo devolvió al joven que se lo había tendido.Luego se giró hacia Yoko Ono y le cogió la mano para subir a la limusina que les esperaba apar-cada junto al bordillo de la acera.

Estaba a un paso del cantante que había forjado con su música to-dos sus sueños, el dios ante el cual tantas veces se había arro-dillado llorando de emoción y degratitud por el bálsamo de sus mensajes.Podía tocarlo, contem-plaba de cerca el vaivén rítmi-co y sosegado de su respiración.Su semblante era apacible, tranqui-lo; pero por el interior de su cabeza resonaban unas palabras que le or-denaban algo terrible: ¡Mata, mata!

Chapman había dejado su empleode fotógrafo y de circunsta-cial detective privado en Hawai.Portaba consigo un leve equipaje.

John Lennon firmó sobre aquel cua-drado de cartón plastificado y se lo devolvió al joven que se lo había tendido.Luego se giró hacia Yoko Ono y le cogió la mano para subir a la limusina que les esperaba apar-cada junto al bordillo de la acera.

Chapman había dejado su empleode fotógrafo y de circunsta-cial detective privado en Hawai.Portaba consigo un leve equipaje.Manhattan, edificio Dakota.

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