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INTR O DUCCI ÓN A LA

VIDA DEL P. MAESTRO DIEGO LAÍNEZ

1

HISTORIA E.xTERNA DEL LIBRO DE LA VIDA DE LAÍNEZ.

Así como la persona · del Padre Laínez, segundo Gene­ral de la Compañía de Jesús, queda algo eclipsada por las dos grandes figuras limítrofes de San Ignacio de Loyola y San Francisco de Borja, primero y tercer General, respecti­vamente, de la Orden, de la misma manera la biografía qUl~ Ribadeneyra escribió sobre el gran teólogo de Trento que­dó también apenumbrada por las q ue dedícó a cada uno de los dos referidos Santos. El Padre Cereceda, en su mag­nífico estudio biográfico sobre Laínez (1), explica este fe­nómeno por la falta de ambiente · que encontró Laínez en la Corte española de Felipe JI, a pesar de su oril,mdez his­pánica. Estadesambientaci6n, a su vez, la hace depender de la tan traída y llevada nota de cristiano nueVo que pesa­ba sobre él y que de tanta trascendencia fué en la España de los siglos XVI y XVII (2). Las circunstancias aconse­jaban dejar en la penumb.ra, en Vez de airearla, la perso­nalidad del insigne teólogo. Si a esto se añade, por u11 lado, la impopularidad que ante un buen sector del Episcopado ­hubo de granjearle fatalmente su actitud en ciertas cuestio­nes eclesiásticas del Concilio de Trento, y por otro, la co­rriente antihispánica que a raíz de su . muerte surgió. en la Curia jesuítica de Roma, que.da perfectamente aclarado el porqué Laínez no . llegó q. conquistar la notoriedad multitu­dinaria a · que lógicamente pudo y debió haber llegado.

Entre los escritores de la Compañía de Jesús y dentro

(1) FELlCIANO CERECEDA: El P. Diego Laínez en la Europa religiosa de su tiempo. Madrid. 1545. . - .

(2) No es tart daro como parecé lo de la progenie judía de Laínez. Astrain admite lo del linaje nuevo. Alonso Palacín. el que más ha ahon­dado en la ~ateria. ha demestrade la nobleza de les apellidos . ¡;>aternes. La duda esta en les maternos. Parece qu'e n.o se puede negar. en abSo­luto est~ ascendel1cia judía, pero por línea materna, y ésta ya lejana . Come dice Nadál: . «Nuestre Padre, aunque proceda de semejante lina­je, conoció, sin embargo, a sus padres, a sus abuelos y a sus bisabuelos como buenes cristianos.» Véase más detenidamente este asunto en la Vida d~ Laínez, por MARTfNE;Z DE AZAGRA, págs. 206-210.

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HISTORIAS. DE LA CONTRARREFORMA

de la Orden en general, hay que reconocer que la persona­lidq.d de Laínez ha conservado y conserVa un prestigio enor­me. Igaalmente es ventajosamente conocido en los medios intelectuales dedicados a la historia eclesiástica de la Con­trarreforma, pero la gran masa leyente no especializada si­gue ignorando lo que representa dentro de la historia cul­tural y religiosa de Europa este genial jesuíta castellano na­cido en Almazán, villa de la escondida provincia de Soria.

Al Padre Pedro de Ribadeneyra cabe 'la gloria de ha­ber escrito la primera biografía, base fundamen tal de todas las demás que se han ido escribiendo (1). Sobre ella tejió NIEREMBERG su breve semblanza inserta en los Varones Ilus­tres (2) . En 1620, SACHINI (3), el historiador oficial de este generalato, recoge también de él las cosas más fundamen­tales. El P. ALCÁZAR, en su Crono-Historia añade a trechos

. algunas noticias y puntos de vista muy interesantes (4). La biografía públicada por el P. CAMILO REINALDI (Dilarino Francisco) en 1672, es una reiteración de las escritas ante­cedehtemente (5) . El que nos da una Vida más moderna y do'cumental ya en pleno siglo X IX, es el P. BOERO (6) ; compktada con la publicación de las obras de Lainez por GRisAR en 1886 (7). Los modernos historiadores oficiales qe la COTTJ...f.)Qñía, entre ellos el P. ASTRAIN (8) , han puntua­lizado aspectos y detalles de $U vidci .. La Colección Monu­menta Historica S . J. termina en 1917 los ocho volúmenes con gran copia de documentos referentes a él (9) . En 193/ ----

(1) PEDRO DE RIBADENEYRA: Vida del Padre' Maestro Diego Laínez . Hasta ahora la edición másl corriente era la de la Biblioteca de Autores Españoles., núm. 60, Obras del P. Pedm de Ribadeneyra. .

(2) JUAN EUSEBIO NIEREMBERG. En la tan conocida obra JI idas ejem­plares y venerables memorias de algunos Claros JI aroneS' de la Compañía de Jesús . H ay edición moderna. Bilbao, 1887-1892. La semb)anza d e Laí­nez va en el vo!. V.

(3) FRANCISCO SACHINISI : Historia Societatis jes.u. Pars . lI, sive LAI-NIUS, Amberes, 1620. .

(4) BARTOLOMÉ ALCÁZAR : <;hrono-Historia de la Compañía de ]esv' en la Provincia de Toledo ... Madrid , 1710. Habla de él en · diversos años, según el orden crono-histórico de los sucesos.

(5) DILARINO FRANCISCO (P. Camilo Reinaldi , S. J.): Vita del Ven. Servo di Dio Giacomo Laynez,' 'secondo General della Compagnie di Gesú. Roma, 1672. .

(6) JOSÉ BOERO, S. J.: JI ida del Siervo de Dios Padre Diego Laynez . Trad. por Ignacio Torre, S. J. Barcelona, .1897.

(7) HARTMAN GRISAR: /acobi Layni Secundi Prrepositi Generalia 50-cietatia ]esu, Disputa.¡iones Tridentinae . R atisbona-Nueva York-Cinciria-ti, 1886; . . .

(8) ' ANTONIO ASTRAIN, S. J.: Historia de la Compañ.ía dé Jesús en la Asistencia de España. Vo!. l. IgnaciO' de Loyola. Madnd, 1902, y Vo-lumen 11. Laínez-Borja. 1905 . . ' .

. (9) M onume1;lta Histórica S. ]. LAINI (~onumenta, Yo!. l-VIII. ryIa­dnd, 1912-1917). Pero tanto como estos volumenes, dedIcados exc!uslv¡l­mente a Laínez, hay que consultar la mayoría de las d emás series rela-, . .

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INTRODUCCIQN A LA VIDA DEL P. LAINEZ 4:3.5

Andrés Martínez de Azagra publica un estudio bibliográfi­co apenas construído, pero con un caudal muy notable de fu entes y documentos (1). Finalmente, en '545, fecha con­memorativa de T rento, tiene en vías de publicación el Pa­dre F eliciano Cereceda una importante reconstrucción his­tórica sobre Laínez y su época. Escritores y pensadores como Menéndez Pelayo (2), Ramiro de Maeztu (3) y otros han tratado esporádicamente de reivindicar algunos aspec­tos de su personalidad histórica .. El presente volumen de la B. A. c., al poner en manos del gran público estas Es­tampas o Historias de la Contrarrelorma, entre las que figu­ra la Vida de Laínez, contribuye a la vez a la exaltación de su persona en esta fecha centenaria del e oficilio T ri­dentino.

* * *

Desde que el Padre Ribadeneyra publicó su Vida de San Ignacio, pensó continua'rla con la de su sucesor el Pa­dre Laínez, y ésta, a su vez, con la de San Francisco de

' Borja. De esa manera como 'observó ya el Herman.o Cris­tóbal López, (( hizo la Historia de treinta y dos años de la misma Compañía, y dió a luz muchas cosas que hasta que él las descubrió estaban como sepultadas . .. así de Nuestro Santo Padre Ignacio como de ~us primeros compañeros y de los principios de la Compañía» (4).

Si lp. tramitación de los permisos de impresión fué lar­ga y difícil para la Vida d~ San Ignacio, más laboriosa hubo' de ser para la de úaínez, pues a los obstáculos -de la anterior se acumulaban en ésta dificultades nuevas, a las que en parte ya hemos aludido. La primera vez que Riba­deneyra nos da cuenta ,de estar trabajando sobre este tema, es en 1577. ((Púseme, dice, a hacer esto (aumentar la edi­ción castellana de San Ignacio) por no tener los papeles

cionad'as con él. Citaremos, ' como siempre, M. H. para Monumenta y L. M. para 'Monumenta de Laynez en rarticular. ' ,

(1) ANDRÉs MARTÍNEZ DE AZAGRA: E P. Diego Laynez. Madrid, 1933. (2) M., MENÉNDEZ PELAYO. En la obra de Migue! Cascón, Menéndez

Pe/auo 11 los Jesuitas" se encuentran recogidas las citas ' principales. (3) RAMIRO DE MAEZTU. En la Defensa de la His,panid(ld incorpora

la defensa que hizo Laínez de la igualdad de todos los ' hombres ante Dios: Defensa, digo, porque Laínez no descubrió una doctrina nueva. sino mantuvo una tradicional en la Iglesia. , (4) HERMANO CRISTÓBAL LópÉZ: M. R; Vol. 11. pág. 475. La Vida ,de

S, Francisco de Borja, contra el deseo de Ribadeneyra, se publicó en 1592; antes que la de Laínez. El orden preestablecido por e! autor era Loyola-Layne2l-Borja . ' Pero prevaleció la opinión de los censores. Más aún . en un -principio no pensó en escribirla, hecha ya como estaba por eL P. 'Dionisia , VázCluez, S610 a instart~ia8 ele los superiores y familiarea del S¡¡nto ~e decidió a redBct~rla.

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, 436 HISTORIA.S DE LA CONTRARREFORMA

para la Vida de Nuestro Padre LaÍnez» (l). En respuesta a esta petición suya hecha al Asistente de España en Roma, Padre Gil González Dávila, se le responde dos meses más tarde que se procurará informarle de lo que se hallare.

«Acerca de los escritos para escribir la vida del P. Laínez, que sea en gloria, el Padre Possevino tenía cuidado de esto, y con la prisa de su salida para Suecia no pudo meterlos en orden para en­viarlos. Vase dando orden en la Secretaría. De lo que se hallare será V. R. avisado» (2). .

Muy lento debía marchar el trabajo de Laínez por falta de documentos, pues ert _julio de 1544 el Padre Aquaviva le manda que emprenda la tarea dé escribir la referida vida , prometiéndole que se le ayudará desde Roma (3). Riba­deneyra consideró siempre mandato expreso del General la redacción de este .libro. Así lo dan a entender, sin con­tradecirlo , algunas de las censuras, y así lo hac~ constar el autor al frente de la obra. (cH eme movido a eSto prind- . palmente. por 'cumblir con la obediencia de nuestro muy Reverendo Padre Claudio Aqúaviva, Prepósito general, que me h~ Tnlmdado la escribQ» ' ( 4) . En marzo de 1585 se lesi-­guen prometiendo los «papeles» de Roma, pero adelantan­do la advertencia de que antes de la de Laínez debe salir la édición castellana de la Vida de San Ignacio. Por fin el 15 de julio se le a.nuncia el envio de los suspirados «pape­les», recordándole que antes de publicar nada, habrá de mandarlo a Roma para ' ser revisado (5). Tal vez en vista de la tardanza, Ribadeneyra pensó en aprovechar e[tiem­po escribiendo la vida del B . Juan de Avila, uno de los hombres más adictos a la Compañia y venerado hasta el extremo a su vez por .san Ignacio y sus hijos. El hecho es, qUe en 1586 se cartea en este sentido con el Padre Fray Luis de Granada, quien a instancias de la Condesa de Fe­ria. del Padre Dieffo de Guzmán, de los discfpulos del Bea- ­to los sacerdotes. Diaz U Villarás y de otras personas, tenía muy adelantada la biof(ra/íadel gran Apóstol de A ndalu­cía (6). Fray Luis le dice que no tenga pena p'or haberse

(1) M. R. Vol. 1, pág. 797. (2) TaL 2.°-; fol. 11 . El P. Possevino, ar:qigo cordial de Ribadeneyra, .

acababa .d e dejar la Secretaría de la Compañía para partir .a la Europa septentrional con importantes comisiones Pontificias, a Suecia, Rusia, etcétera. ' . .

. (3) ToL 3, foL3 . . . . . . (4) Vida del P. Maestro Diego Laynez. A los car.ísimos PP. y HH. d e la Com:e.añía de . Jes)Ís. . . .

(5) Tol. 3, fol. 21. . . (6) Véas~ Vida del Beato Juan de Avila, pot el P . FRAY LUIS DE

GRANADA. Madrid, 1943". Edición del Apostolado de la Prensa. Ad:verten- . cía Editorial, por el Director de esta Eªitora. La carta adjunta puede verse en Cuervo. Vol. 14, págS'. 505 Y 506. .'

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INTHODUCCION A LA VIDA DEL P. LAINEZ 437

él adelantado a escribÚla; en cambio le anima a proseguir la serie biográfica de santos varones de su Orden .

"Recibí la de V. P., y ya yo sabía lo que en ella me escribe del Padre Avila, junto con la parábola del niño y del gigante que V. P. ab~evió. Yo la tengo más extendida. No tome V. P. pena por haber yo es'crito la historia de este Padre, porque le certifico que si algo tiene bueno, es del lo que yo me aproveché de la historia de V. P. y la que agora me hizo merced de . enviar en latín, me ha desmaya­do, mayormente en esta edad donde ya no tengo fuerzas para limar lo que e~cribo, sino va todo corriendo con la pluma por abreviar y no cansarme. 'Por tanto, pierda V. P. ese cuidado y tómele de es­cribir las vidas d e esos santos que Dios ha dado a esta santa Compa­ñía, porque esos han de .ser perpetuas columnas y ' fundamento de la santidad que 'ha de haber en ella.»

N O poco le animaron a Ribadeneyra estas alentado·ras frases del . bondadoso dominico para perseverar en su em­peño de biografíar a Laínez, de quien mejor que de ningu­no otro se podía afirmar ser esa una d.e las grandes colum­nas de la Orden.

Es ya el mes dé oct'Jbre de 1588 cuando escriben de Roma haber recibido el manuscrito de la vida de Laínez, y .que se mandará a su debido tiempo la censura, 'requisi­to previo para la publicación (1) . Por este tiempo se halla Ribadeneyra en plena actividad creadora. Había publica: d9 la primera parte de su Historia del Cisma de Inglaterra, y estaba trabajando el Tratado de la Tribulación, amén de otras cartas y documentos sobre la Compañía, sobre la In­vencible, etc . Sin duda, para entretener su natural impa­ciencia y dorarle la negativa que se presentía, le aconsejan que entretanto vaya ado~flando lo más que pueda el libro sobre Laínez. (2). En junio de 1589 llega a Madrid la mala noticia. Los censores se han declarado por el fatídico (<110

se imprima» , y sobrevienen casi cuatro años de estanca­miento (3) .

. Merece la pena. echar .un vistazo a algunas de las cen­suras conservadas. El Padre Aqudviva manifestó siempre su deseo de que la vida de Laínez se escribiera y publica­ra . Pero entre el auto·r ~i el Gery.eral estaban los censores, cuyo veredicto no podía sin más ni más desateoderse. ccNuestro Padre, con parecer de los Asistentes, resolvió que no se estampase esta obra» (4). Así dice uno de dichos

(1) ToL 5, 1, fol. 18. v. . (2) T 01. 5, I. fcil. 114. v .

(3) M. R. V Ql. n, pág. 286 . (4) M L. Vol. 8 , pág. 875.

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'438 HISTORIAS DE L A CQNTRARREFORMA

Asistentes (censor a la vez), el portugués Padre Manuel R odrigues, Pero s in explicar las razones concretas que se tuvieron en cuenta para la negativa. Tres censuras se con­servan. Una de un Padre anónimo italiano , otra del Padre M irón, español, y la te rcera d el ref e rido Padre Manuel Ro-drigues, portugués. '

El A nónimo resume así su opinión:

"Según el parecer de muchos hombres 'muy sensatos, aunque esta historia sea buena y santa y capaz de reportar notable fruto a los lec­tores, no parece que sea tiempo oportuno de publicarla por las razo­nes que yo en dos o tres pasajes he apuntado. Convendría acomo-

, darla y tornarla a estudiar con diligencia y guardar después en Secre­taría para tiempos más oportunos en que ninguno pueda darse por ' ofendido de ello» ' (I).

¿Qué dos O tres pasajes son esos a que apunta el Anóni­mo entre los veinticinco que tiene la censura y que pueden llegar a ofender a determinadas personas? ¿Aquellos en que se habla de ciertas , actuaciones de Laínez en Monte = rreal, ,en Trento ' y en [as conversaciones de Poissy , tratan­do d e rebajarle , o aque.[[os otros que se refieren al Carde­nalato y a los votos que Laínez tuvo para Papa, ambas co­sas más para callarse que para decirse a juicio del censo'r? Se advierte una desproporción grande entre el valor real de las objecione~ aducidas y la consecuencia tan graVe de prohibir la publicación del ,libro.

El Padre Miren repara mucho más suavemente en al­gunos de los puntos del A nónimo, pero valorándolos con imparcialidad, no ' los juzga suficientes para prohibir la pu­blicación de la obra; basta corregir los pasajes más delica­do,s y editarla luego, pero no en castellano , sino en latín , por ir dirigida a todos ~Og de la Compañía (2).

La censura del Asistente P . Manúel Rodrigues es la más inexacta y apasionada: el libro no debe publicarse de nin­guna manera. Por lo que toca a Laínez , su progenie judía, las faltas que de él se comentan y el hecho de haber otros más virtuosos, como M ercurián, qUe merecen también o mejor ser biografiados, perjudicaría su memoria y la de la Compañía :' Por lo que toca a Ribadeneyra, «Esta Historia , tal como él la escrib'e , no es cosa tan digna de la Compa­ñía, y ' aunque se ,hagan muchas correcciones, siempre le ha de qUedar el rastro y olor de lo que al principio fué. » En un arranque de meridional sinceridad, añade Rodrigues: «Otras razones hay 'quanto a mí, que tienen mayor fuerza, mas no se pueden decir en este escrito. Lo que s~ ,puede

(1) M. L . Vol. 8, págs. 855-867. (2) M . L. Vol. 8, págs. 866-867.

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INTRODUCCiON A LA ViDA DEL P. LAINEZ 4;)<)

decir es: Principiis obsta ... » (l). Estas otras razones más fuertes no eran ciertClTilente auténticas razones históricas, sino pretextos nacionalistas. La fobia antiespañola y anti­judía veía en Laínez la síntesis de estas dos taras insana­bles. La Vida de Ribadeneyra venía en cambio a exaltar y a rodear con nimbo de sabiduría y santidad a un persona­je a quien convenía mantener en la penumbra. Lo paradó­jico del caso es que el antisemitismo de Madrid, hostil a Laínez, viniera a coincidir y servir de apoyo al antiespaño­lismo de Roma.

Poco a poco se ' fueron suavizando las cosas , y 'hasta llegó a surgir una fórmula: la de ir publicando antes las vidas de otros santos como Xavier y Borja, y sobre todo, la de no editar nunca por separado la de Laínez, sino for­mando gruP9 con otras, a fin de apartar de ella la atención del público. ,

Ribadeneyra se sometió a la censura, pero , como detrás de los miedos fantásticos e infundados de los censores se perfilaba un agravio a la venerada memoria del Padre Laí­nez y una falta de confianza para con el autor del libro, reclamó de nueVo por mediación del Padre Gil González Dávila, que a la sazón se hallaba de Visitador en España. Exigía, desde luego enérgicamente , que se mandase y de­volviese de una vez el manuscrito; alegaba ocho contunden­tes razones en pro de la impresión, y para terminar, se pres­taba a nuevas correcciones y a publicar simultáneamente, de hinguna manera después, la vida de Laínez y de Borja. Tampoco se olvJda de invocar la opinión favorable de al­gunos Padres insignes, ~ntre ellos del Padre 'Salmerón, la cual debió producirimpn~.sión saludable en el ánimo de los Superiores por ser el hombre que más a fondo conocía a Laínez y el que más íntimamente había convivido con él. Salmerón, después de rectificar algunos detalles histó­ricos, resume así su censura: «H ame , dado mucho conten­to y consolación Ver tantas verdades juntas y tan perfectas virtudes como en la Vida de ' dicho Padre relucen, dichas cpn mucha gracia y con tan buen estilo» (2).

La carta de Ribadeneyra, que también debió producir su efecto correspondiente, decía ,así:

«De Ocaña recibí una de V. H. con los capítulos d e Roma, en ' los cuales no tengo que decir a V. R. sino que deseo , mucho que

escriba a ' nuestro Padre con gran 'fuerza, que nos remita acá lo de la vida del Padre Maestro Laínez. Lo primero, porque V. R. me ase· guró que nuestro Padre lo remitiría cuando de Castilla me pidió me encargase de escribir la Vida del Padre Francisco. Lo segundo, por-

" . (1) M. L. Vol. 8, págs. 867-875. (2) Tol. 1, fol. 3.

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440 HISTORIAS PE LA CONTRARREFORMA

que el mismo Padr,e General me escribió que deseaba y quería se imprimiese, aunque le parecía era bien juntarla con otra cosa. Lo tero ' cero, porque me parece que se hace notable agravio al Padre Maes. tro Laíne,z si no se imprime su Vida, siendo la persona a quien más debe la Compañía, a juicio de nuestro bienaventurado Padre Ignacio. Lo cuarto. porque la misma Compañía se priva del provecho que puede recibir de los-santos ejemplos de un varón tan ilustre. Lo quin­to, porque parece que daremos que decir a los de la Compañía y a

. los de fuera si, dejando la Vida del Padre Maestro Laínez, que fué segundo General. se, imprimiese primero la del tercer General, pen­sando que no nos guiamos tanto por razón como por aplauso y vana opinión del mundo. , Lo sexto. porque realmente. si se miran las co­sas del Padre Laínez con atención y ponderación, se hallarán tan ad­mirables como las de los ¿tras, santos de la Compañía, y por ventura más imitables.... que cada un~ de por sí es mucho 'para estimar, y por. sola ella para imprimirse su vida. Lo séptimo, porque me pa­rece que será provechoso 'para la Compañía el juntar las vidas de los tres primeros Generales cm un tomo para lós refictorios y colegios de la Compañía, y que esto no estorbarÁ el escribirse a su tiempo la his­toria "general de la Compañía. antes darÁ luz al que la hubiere de

, escribir, y entretanto ,gozarán los nuestros de este trabajo; y serÁ tanto más cierto y ~,eguro lo que se co~tare. cuanto el que lo escribe es más digno de fe.- por ser testigo de vista. Lo octavo, porcjue en este par­ticular creo que nuestro Padre General se puede fiar d~ mí. pues por gracia de Nuestro Señor deseo de ac,ertar. y he acertado en lo que hasta agora he escrito, y pienso mucho lo que ' escribo, por lo ' que

, veo ' que importa' a la 'Compañía. y porque tengó 'más tiempo p'ara pensarlo que los que tienen , otros negocios y ocupaciones.

'» y digo a V.' -R. que- quedaré ' muy. desconsolado ,por todas 'estas razones que he dicho.. si no se imprime la Vida de nuestro Padr,e L.aínez antes , o, júntlUllente con la del Padre Francisco; y aviso a y. R. que estos días la he tornado a mirar c,on atención. y la he a,ñ'adido y enriquecido mucho; y si me hubieran enviado papeles. hubiera hecho mÁs. V. R. escriba cpn este ordinario a Roma; y si le parecece, envíe e,sta mi carta, o la sustancia della , que yo entiendo que nuestro Padre General y los Padres asistentes serÁn deste mismo parecer, que ' .fué el del Padre Salmerón, y el del Padre Deza. y !o es de algunos Padres graves y cuerdos que han leído la V ida del Pa­dre Laínez; y avíseme V. R .• por c.aridaq. lo que 'en es1:o- hiciere» (1).

En el mes , de febrero de 1593, el provincial padr.e Francisco de Porres ,infervierye a favor de la impresi6n de la Vida de Laíne'z, tomándolo 'como deseo colectivo de las Provincia$ españolas. '

«Con haberse publicado la Vida de nuestro Padre Francisco de Boria y haber salido muy bien. se echa de menos la historia del Pa­dre Laínez y su vida. Será particular ' consuelo para estas Provincias que V. P. dé licencia para que se estampe. que me dicen hay much~s , ,cosas dignas de ello. y servirÁ también de animar al Padre Ribade-

(1) M. R. Vol. n. J>Á~8. 120-123,

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INTRODUCCION A · LA VIDA DEL· P. LAINEZ 441

leyra para que trabaje en cosas semejantes, pues Nuestro Señor le la dado tan buena m ano para ellas» (1).

Un mes más tarde se recibe en Madrid la licencia de im­presión. El referido Padre Porres pide al General que las correcciones conducentes se hagan en España, sin necesi­dad de andar en nueVos trá.mites.

«El Padre Ribadeneyra está agradecido a la caridad que nuestro Padre le ha hecho en enviar la licencia para la impresión de la V ida del Padre Maestro Laínez, de buena memoria, y siente dificultad en haber de enviar a V. P . lo añadido, por el peligro de perderse, por estar mucho d e ello entregerido en lo que ya está escrito y visto en muchos capítulos, y lo han visto diversos Padres graves y doctos, y a todos h a parecido bien . Si V . P . manda, sería mucha caridad para toda esta provincia (que en la Congregación pide se saque a luz esa Vida), y para el Padre también, que esto se remitiese a algunos Pa­dres que lo vieran y con. su aprobación se· imprimiese sin más dila­ción» (2).

Efectivamente, Se le señalaron al Padre Ribadeneyra (dos o tres Padres que Vean lo que ha añadido en la Vida del Padre Laínez para . que se pueda estampar, que es cosa muy deseada en estas Provincias» (3).

Por su· parte, Ribadeneyra, apenas recibida la licencia, responde al General Padre Aquaviva:

«En lo de la Vida del Padre Maestro Laínez, yo entiendo que V. P. ha tomado buena resoluci6n y que el Señor ha de ser glori­ficado en que se publique, y. aprovechada la Compañía. He visto las anotaciones que V. P. me· .ha enviado, y me han parecido buenas, aunque de alguna lo dudo. Pienso tratarlas con los Padles Gil Gon­zález y Pedro de F onseca y seguir su parecer, por no fiarme del mío ... De ella [de la V ida] espero en el Señor qu~ se ha de seguir tanto más fruto cuanto ha sido mayor la dilación, como sucedió en la de nuestro Santo Padre Ignacio, que me cost6 seis años de trabajo ne­gociar la licencia para imprimirla» (4).

Al fin, y después de cumplidos seis años de la entre­ga del manuscrito a la censura, gracias a la actitud de las Provincias jesuíticas española~, que se sQlidarizaron con Ribadeneyra y tomaron como cosa . propia la edición del libro, pudo aquél ver satisfechos sus anhelos el año 1594. Según la voluntad expresa de Roma no apareció sola , sino formando trilogía con las Vidas de San Ignacio y San F ran­cisco de Borja (5).

(1) To\. B, fol. 68. (2) T 01. B, fo\. 117. (3) Tol.B, fo\. 749. (4)M. R. Vol. n"pág. 165. (5) Vida del P. Ignacio de Loyola, fundador de la Religión de la

Compañía de Jesús: r de los Padres M~estrQs Laínez r F ra,ncisco ele Bor-

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442 HISTORIAS DE LA CO~TRARREFORMA

Como Ribadeneyra aseguraba, no sobrevino ninguno de los fantásticos peligros augurados por los censores, a pesar de que no se suprimieron los capítulos anatematizados por aquéllos. Se conservar 3n los referentes al Papado de Laí­nez, a su ' volUlntad de renunciar al Generalato, el dedicado al Padre Olave y a cierta persecución de Roma, etc. Las correcciones se limitaron a la atenuación · de ciertos pasa­jes, como el de sus ministerios en Monreal, sus ' estudios en Alcalá, las relaciones de Paulo IV y la Compañía, o a simples frases cuya historicidad se ponía en tela de juicio. Por lo demás, la crítica moderna le ha dado la razón d Ribadeneyra en todas sus apreciaCiones históricas .

. H ANÁLISIS INTERNO DE LA OBRA.

. Los motivosquettivo Ribadeneyra para escribir la Vida de LaÍnezson paralelos a los que tuvo para escribir la Vida de San Ignacio, El mismo nos los ha .explicado. Afor­tunadamente para el investigador moderno, Ribadeneyra se recreaba en colocar al fren,te de sus obras largas cartas dedicatorias a una 'o varias personas, en .las cuales la in­'genua ' espontaneidad de su carácter le lleva infaliblemente a descubrir al lector las motivaciones internas y las cir­cunstancias externas ' que determinaron la gestación del li-bro de que se trata. '.

Repetidas Veces los censores le notaron ese afán des­medido por (dntroducirse», afán que, a juicio de ellos; era sólo un reflejo de la manía que tenía de hablar de sí mismo.

Sobre la Introducción puesta por Ribadeneyraal fren­te de 'esta misma Vida de LaÍnez, observó el Padre Mirón que ((Se podría qui.tar ... Bastaría pdner una más breve, di­ciendo c6rrio h.ace . estal histq.riapor orden de lao·bedien-cia de nuestro PadreG eneraln (1). ' . . Hoy anosotr.os no. ",os par~ce lo mismo que a Mirón, y en gerúirdla,grddecemos a Ribadeneyra sUs espontanei-

ja. segundo y. tercero Pr.epq,s~~oGen.eralde la misma" Compañía:. En las cuales se"contlene su fundaclOn, progreso y aumento hasta el ano · 1572. Escritas por el Padre Pedro de Ribadeneyra, de la misma Compañía. En Madrid, pQr Pedr.o Madrigal. Año 1594. . .

La V ida de Laíne'z ha tenido pocas reimpresiones y siempre for­mand.o volumen cO,n otras obras. En Vida de ' Ribadeneyra ' se reimprimió en las dos ediciones de sus Obras selectas, de 1595 y 1605 .' En la portada

. aunque al frente 'de la portaGla especial de la Vida de' Laínez vaya la de 1594. Vicente de la Fuente reprodujo en la , B. de A. E. (1868) la Vida de Laínez, quitándole el Apéndice biográfico del P. Sal~en?n,

(I) L. M, Vol. 8; pá~. 861, .

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INTRODUCCION A LA VIDA DEL· P. LAINEZ H;J

dades autobiográficas . . Los tres censores coinciden, igual que cuando juzgaron el libro sobre San Ignacio, en que «habla demasiado de sí mismo» y que ((parece convenien­te que en lo que habla de sí, el Padre Ribadeneyra se quitase o se pusiese en tercera persona o indefinidamen-te, porque ... se tendrá por más humildad ... » (1). .

Sin negar el acusado «(yoismo» de Ribadeneyra y su propensión a la autocontemplación narcisista, hay que re­conocer que en él no resulta antipática tal actitp.d, incluso está justificada por razones de veracidad histórica, pues nos dice expresa y reflejamente que «mucho ·importa para que la verdad de la historia se crea, el poder decir: vi, oí, díjo-me, dfjele» (2). .

En concreto, Ribadeneyra se lanzó por autodetermina­ción propia él escribir la Vida de LaÍnez, aunque tal idea . fuese recogida luego por el Padre Aquaviva. En este sen­tido deben entenderse s.us palabras. «Heme movido a esto principalmente por cumplir con la obediencia de nuestro muy Reverendo Padre Claudia Aquaviva, Prepósito gene­ral, que me ha mandado la escriban (3). También escribe por motivos y fines aP.ostólicos, a saber: para contribui,. a 'la santificación de propios y extraños, mediante la' ejem­plaridad que se desprende de una vida como la de Laínez. rebosante de. virtudes. Pero el impulso ·inicial .es personal y subjetivo. El jesuíta toledano fué siempre muy sensible al agrade,cimiento y al efecto, y al revés, hipersensible a los ataques personales. En aquellos momentos de Sl:1 vida, el recuerdo de los Padres fundadores adquiría a sus ojos una valoración esencial, acrecentada por la nostálgica magia de la distancia y por el ocaso físico y moral en que en­traba su existencia, un poco olvidada en su · Provincia de Toledo y falta del cariñoso aprecio con que le rodearon en Italia aquellos primeros Padres, pilares de la Orden.

Hubo también su poco de desquite nacionalista. La ofenSIva antiespañola, aue había culminado en la Tercera Congregación General, proseguía su marcha . Rzbadeneyra encontró una fácil coyuntura de reacción hispánica en la publicación de las Vidas de los tres primeros Generales españoles, .sobre todo en la de Laínez, que por se,. el más vulnerable, atraía las reticencias y reproches de los que con sinceridad, pero erróneamente, juzgaban que la pre­ponderancia española d"mtro de la Orden había rebasado los límites de lo conveniente y tolerable.

Pero la causa más operante fué, como digo, ·la del agra-

(l~ L. M. Vol. 8. pág. 862. (2 M. R. Vol. I. pág. 797. (3 Vida del P. Maestro Diego Laírtez. A los c'arísimos PP. y HH.

en Cristo de .la Compañía de Jesús.

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444 HISTORIAS DE LA CONTRARREFORMA

decimiento, es decir, la de «pagar con este mi pequeño trabajo lo mucho que debo a la dulce y san,ta memoria del Padre Maestro Laínez, que" por haber sido padre mío muy entrañable y muy particular, tuve con él estrechísima co­municación en muchas partes, y de sus ejemplos, consejos y coloquios se pudo mi alma mucho aprovechar» (1).

Es preciso aclarar este punto de las relaciones persona­les de Laínez con Ribadeneyra, porque es uno de los pun­tosdolnde insisten algunos de sus censores:

«Se desea que el autor no exagere tanto, ni tantas veces, la inti­midad y familiaridad que tuvo , con dicho Padre, habiendo como hay muchos que aun viven y recuerdan que el Padre LaÍnez n<;> se com­placía con el autor tanto como él parece dar a entender , pues muchas veces le reprendió públicamente de sus defectos)) (2).

El hecho d~ donde el A nónimo quiere deducir la poca estima que Laínez tenía de Ribadeneyrd, nada prueba, o más bien prueba todo lo contrario . ' En la primitiva · Com­pañía. los Padres más venerados y estimados por San Ig . naci'o eran los' más ásperamente corregidos por él. A sí lo hacía conLaínez, PoZanco y Nadal. Así lo hizo Laínez con Ribadeneyra. '

Por lo demás , hay una serie de hechos que ponen de relieve que el que encumbró a Ribadeneyra fué precisa­m,ente Laínez. El le admitiq a la profesión solemne de cua­tro votos~ siguiendo la voluntad de San Ignacio; le elevó al cargo de Provincial por , Vez . primera, haciéndole los elo­gios que en la Introducción general quedan consignados; l~ nombró consultor de su Vicario cuando, siendo Gene­ral, pártió para Francia con el Cardenal de Ferrara, y le juzgó digno de suplir a Domenech cuando se pensó en man­dar a este ,Padre a España. Con razón se admiran los edi­tores de M. R. de la extraña afirmación del c;:ensor Anó­nimo (3). El Hermano Cristóbal López nos ha dejado un testimonio que pesa mucho más que la Vana cavilación del cerisor en este punto .' ,

«No sólo en las consultas le ocupaba rLaÍnezJ, 'mas con: el amor y confianza que nuestro Padre del Padre ~ibadeneyra ten'a, ' le comu­nicab'a cuantos negocios le ocurrían y cartas le escribían, por secre· tas ql,le fuesen. pidiéndole parecer en los negocios y d escansando con él de sus mohinas . Era tanto y en tanto grado esto, que le acontecía muchas noches acostarse nuestro Padre y detener allí p arlando al Pa­dre Ribadeneyra dos y ' tres horas , comunicándole las cosas ,y descan­sando con él. Lo cual pareció a algunos celosos demasía, e hicieron que ,los A sistentes lo representasen a nuestro 'Padre a título de salud,

(1) ldem Íd. (2) L. M . VoL 8, pág. 855. ' (3) M. R. VoL I. Praefatio, pág. XII .

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INTRODUCCION A LA VIDA DELP. LAINEZ 445

y de que le quitaba el sueño al Padre con tan largas sesiones. Mas nuestro Padre le dijo el contento y regalo que él tenía en aquello, y así que antes le era alivio que trabajo» (1).

La concepción arquitectónica de la Vida de LaÍnez es más floja yendeble que la de San Ignacio. Ante todo, por la mayor penuria de datos. Ribaderieyra, aparte sus re­cuerdos personales, no disponía de más materiales que 'los que de Roma quisieron envia!le. En' Toledo y Madrid que­daba lejos de las fuentes de información . Una de las razo­nes que alegaba a favor de su vuelta a Italia, cuando los superiores volviero.n a insinqárselo el año 1577, era preci­samente esa: la mayor abundancia y facilidad de medios para escribir sobre cosas de la Compañía, para lo cual «es más a propó8#0 Italia ... , donde están los papeles de lo!) cuales se ha de sacar lo que se ha de escribir, y perspnas

. con quien se, pueda .conferir y enmendar lo escrito» (2) . Desde luego, no quedó satisfecho en este pU!1to , pues afir­ma: «Si me hubieran enviadó más papeles, más hubiera hecho.» .' .

Pero independientemente del material, también desme­rece este libro por la . disposición artística que d .e él se hac~. La perf~cta y redonda unidad de la Vida de San Ignacio se convierte aquí en fragmentación anecdótica. Fal­ta el desarrollo progresivo de la conversión de San Ignacio y aquel minucioso análisis de las etapas interiores por que fué atrave.sandó hasta su muerte. Ribadeneyra supo ver la · importancia histórica de la perSona. de Ignacio y de su Compañía, dentro del marco general de la Contrarrefor­ma; en cambio, no acertó a explicar .el papel de Laínez en la marcha de la Iglesia en general por la natural falta de perspectivas histórica. Da importancia a la actuación de Laínez en el Concilio de T~ento, pero no toma este he­cho como eje de su biografía. No ocupa mucho más espa­cio que la expedición a Túnez, por. ejemplo.

Ribadéneyra describe al jesuíta, pero' la influencia de LaÍnez tiene una proye'cción enorme en la marcha de los grandes problemas interiores de la Iglesia. En esto superó a SQn Ignacio y a todos los demáscompañ~ros de la primera hora. No sólo es .un jesuíta puesto al frente de su Orden, sino también un consejero eficaz de Papas y Cardenales. Al morir Laínez eri' Roma, obispos {j ' . purpurados de todas partes hicieron destacar este inat(z excepcional de su vida . El futuro Pí.o V dijo que «con su muerte la Iglesia había ·

(1) M . R. Vol. 1, Prrefatio, pág. XII. (2) . M. R. Vol. 1, pág. 782. .

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HISTORIAS DE LA CONTRARREFORMA

perdido su m ejor lanza )). El hecho de que el Cardenal de Ferrara le llevara a las conversaciones de Poissy , en Fran­cia, es un dato más a favor de la grandeza católica del teólogo soriano. A los jesuítas que dirigieron la Compañía después de la muerte de Laínez, les faltó una visión clara de este aspecto de su vida. El mismo Ribadeneyra no con­sigue dar a su biografiado la perspectiva histórica qu e hoy nos ha dado a nosotros la lejanía de tres siglos y medio.

Cuando el Padre Aquaviva le exhortaba a proponer a Laíriez como modelo para toda la Compañía, pensaba más en el jesuíta que en el hombre providencial de la Contra­,-reforma. Ribadeneyra presenta a su biografiado como mo­delo para los estudiantes, para los letrados, para los obre­ros · evangélicos, para lo~ superiores. Su polivalent~ perso­nalidad ofrece, ciertamente, puntos de ejemplaridad para toda clase d e personas, pero la más jesuítica de todas sus cualidades , la que ho~ le hace más grande a los ojos de

. todos y la que da unidad a todas sus actividades, es esa su intervención directa, continuada y eficaz en la marcha de lq. Iglesia en el momento álgido de la época tridentina .

. Al . fallar esta visión espléndida de la existencia de Laínez, el relato biográfico tiene más de yuxtaposición de sucesos que de estudio psicol'ógico unitariamente concebi- , dp.Dada la exigüidad de ddtos, resulta también despropor­

. cionada ' la extensión otorgada a historiar -el progreso y desarrollo de la Compañía dUrante el Generalato de Laínez .

. Desde el punto de vista literario, én cambio, la Vida de LaÍnez está tan bella y hábilmente redactada como cual­quiera dé sus mejores libros. La· fluidez, serenidad y ele­·gancia del estilo, cuya resultante es una especie de musi­calidad de río en marcha, resplande.ce en todo su esplendor .

. De nuevo frente a la biograf.{p. de LaÍnez pensamos en las Vidas escritas por algunos contemporáneos suyos, y nos confirmamos en la opinióQ de que -es el creador de una escuela hagiográfica que, dentro de la Compañía y aun fuera de ella, marcó rutas nuevas iJ personales . De nuevo pensamos en la Vida del Beato Avila, escrita por Fray Luisd({ Granada , 'en la . cual, a pesar de que su autor con­fiesa humildemente haber tomado lo mejor de la manera de escribir de la de San Ignacio , es~rita por Ribadeneyra, sigue en ella una tesis preconcebida: la de presentarle como arquetipo y ejemplar de «las partes que ha de tener un pre­di;cadordel Evangelio». ,De nuevo pensamos en la graf!o d¡asidad de la Vida de ' San Jer6nimo, -del Padre SigÜlm­za~ . en ~u casi gracianesca manera de dividir las etapas d e la vida del Santo, en sus' barrocos 'simbolismos ornamen­tales,y llegamos a idé ntica conclusión. En Fray Luis de Grana_da y en el Padre Sigüenza predomina casi tanto la ' . ~

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INTRODUCClON A LA VIDA DEL · P. LAINEZ 147

tendencia moralizante como la informativa; ambas obras tienen tanto de tratado ascético como de biografía, más de tradición hagiográfica medieval que de innovación rema­centista.

(Qué hay que pensar de la historicidad de es.ta Vida de Laínezl Lo mismo que se dijo de la de San Ignacio. Seis años de depuraciones minuciosas por parte de nume­rosos censores, y de rectificaciones y consultas .con otros Padres graves y autorizados por parte del mismo autor, no permiten dudar, de ello. De singular importancia es el tes­timonio de Salmerón, quien después de consignar las co­rrecciones que parecieron oportunas, aprobó el sentido y veracidad histórica de la obra, así como sus bellezas lite­rarzas.

No cabe duda Que al morir el Padre. Laínei y, sobre todo, en el Generalato de Mercurián, prevalece una inter­pretación no tan encomiástica de la persona de Laínez den­tro de la Compañía d e] esús . Ya hemos explicado el al­cance y los motivos de este fenómeno. No estará de más añadir que, en cambio, entre los grandes prelados que le conocieron y trataron no se abrió paso esa opinión menos favorable a Laínez. Descuellan por su importancia el elogio del Cardenal de Augdsta, Otón de Truchses, y el de Mon­señor]. Alntonio Viperano, Obispo juvenatiense. Ya el Pa­dre Ribadeneyra dedicó un capítulo en su libro a los elo­gios del Cardenal de Augusta; po·r lo, que toca a Monseño'r Viperano, no estará de . más copiar esta . carta suya, diri= gida al Provincial de Nápoles, Padre Pedro Antonio Spi­nello:

«De lo que deseas saber del P adre Diego Laínez y de lo que yo opino de este hombre, que fué uno de los compañeros del Beato Ig­nacio: te diré . que fué un varón insigne por su piedád, ciencia y doc­trina d e las cosas sagradas, querido de todDs, principalmente de Igna­cio, al cual sucedió en el gobierno de la Compañía d e Jesús . Todos cuantos conocieron su vida, naturaleza y costumbres le amaron sobre­manera. Porque su vida fué inocente y santa, su naturaleza suave y bondadosa, sus costumbres humanas, moderadas e íntegras, Fué ama­dor d~ la verdad y de la sencillez cristiana, :ajeno a toda simulación e hi¡;>ocresía; puro' y transparenté. A esta santidad' de vida había unido la ciencia de las sagradas letras, en 'las que demostraba ser un gran erudito, sobre todo en sus predicacio'nes al pueblo, siendo benévola 'y '. atentamente oído ppr todos, precisamente porque enseñaba tan dara­mente y explicab9- tan bien el sentido de los pasajes oscuros .de la Sa­grada Escritura, que era entendido por todos. Pero, además, era ama­~o singularmente porque llevaba siempre delant~ ele sí una exttaQft;li-

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448 HISTORIAS DE L A CONTRARREFORMA . --

nana humildad y modestia . En una palabra , le considero hombre sin­gular y digno d e toda m emoria )) ( 1).

Por lo que toca a Ribadeneyra, mantiene en esta Vida un tono apologético más marcad() que en la de San Igna­cio. Nada tiene de particular; por natural reacción contra los criterios peyorativos de los censores, el autor aprovecha todas las oportunidades que se presentan de dar a su per­sonaje una aureola de virtud y categoría de varón santo y de profunda vida sobren,atural, que justifique la biografía que se le dedica. No cabe duda de que Laínez fué un hom­bre de virtud más que ordinaria; pero su grandeza histórica no está precisamente . en su santidad, sino en sus cualida­des extraordinarias de teólogo, orador, consejero eclesiás­tico y hombre de gobierno, informadas, e~o sí, del espíritu sobrenatural que dió a todos los actos de su vida.

Ribadeneyra habla con verdadero entusiasmo de Laínez. Se siente subyugado por la gran personalidad de este hom­bre, nacido para dominar y tan diverso de él, nacido para ser dominado . En las cartas y crónicas de la época existen ariécdótas y relatos donde aflora a la superficie la ruda sin­ceridad y el ímpetu de carácter, sobre todo al chocar, como cho'có en Trento, con las intemperancias de Melchor Cano.

Conceptúo com9 unlJ de las mejores páginas salidas de la pluma de Rivadeneyra el capítulo XVI, en que éste

. nos traza la semblClnza I/sica y caraderológica de Laínez. Algo inferior. resulta el C.-apítulo XVII , dedicado a su sem~ blarfza espiritual; pero .están muy · bien recogidas las notas fundamentales de la psicología Lainiána, limpieza de alma, austeridad, magnanimidad y esluerzo de corazón, sincera y extraordinaria humildad; desprecio de los más altos car~ gas, simpatía de trato , gracia y destreza de conversación, igualdad de trato, suavidad y mansédumbre, humorismo y . hasta sátira realista cuando la ocasión ,se tercia; en fin , espíritu de oración y .de ferviente devoción. De sus dotes de gobierno .cabe. decir que dió nuevo impulso y fuerza expansiva a la Orden en todo el mundo y que supo utili~ zar las iniciativas y experienc.ia de los Padres Nadal y Po~ lanco ..

En cuanto a los méritos científicos de Laínez, indiscu~ tibles en .sus exteriorizaciones orales, puede afirmarse con el Padre Grisar que en los escritos que de él se conservan resplandecen las , mismas cualidades. fundamentales de su claro y dialéctico ingenio teológico. .

F ué mala suerte de Laínez que mientras en Roma se hacía el silencio en torno suyo, precisaTT}ente por causas de espíritu nacionalista, la España oficial no hubiera sa~ ----o . ,

(1) L. M. Vol. 8, pág. 829 .

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INTRODUCCION A LA VIDA DEL P. LAINEZ 449

bido identificarse con su causa , impedida por sus preJuI­cios excesivos en punto a limpieza de sangre. Las que sí reivindicaron su memoria fueron las Provincias jesuíti­cas españolas. Ya vimos cómo la Congregación provin­cial se solidarizó con Ribadeneyra y se consiguió el per­,miso para la publicación de su Vida. A petición también de la Provincia de T oledo,fueron trasladados los restos mortales del insigne teólogo desde Roma a Madrid el año 1667. En la hoy catedral de San Isidro, . Y entonces iglesia jesuítica de San Francisco Javier, descansaron has­ta el año 1916, en que fueron trasladados a la casa profesa de la calle de la Flor. La ofensiva antipatriótica de las ma­sas marxistas, al prender fuego a este templo el 11 de mayo de 1931, hizo desaparecer sus venerables cenizas. Tam­bién feneció allí, junto con el San Ignacio de Sánchez Coe­llo , uno de sus mejores retratos, mandado sacar diligen­temente por el Padre Ribadeneyra, que antes le había re-producido literariamente con su pluma. .

UNAS PALABRAS SOBRE LA SEMBLANZA DEL PADRE SALMERÓN.

Unas palabras nada más sobre la breve semblanza qUe Ribadeneyra dedicó a la memoria del Padre Alfonso Sal­merón . Fué uno de los más felices aciertos de Ribadeneyra el colocar por vía de apéndice en la Vida de LaÍnez este esbozo biográfico de Salmerón. Desde el Concilio de Tren­to hasta nuestros días, la fama entrelazó inseparablemente estos dos nombres. Laínez y Salmerón son los dos astros más brillantes de la constelación jesuítica que en Trento extendió sus resplandores. Ribadeneyra quiso reunirlos «por haber sido Salmerón desde su primera edad compa­ñero y como discípulo del Padre Maestro Laínez, haberle seguido en sus estudios, acompañado e n sus trabajos, y con él juntamente ilustrado y acrecentado tanto la Compañía». y así, lo que diremos de Salmerón resultará en cierta ma­nera en alabanza del Padre Maestro Laínez, cuyo hijo y cuyo discípulo fué y a quien tan bien supo seguir e imi­tar (1).

Nadie mejor que el mismo Salmerón para explicarnos esta mutua compenetración suya con Laínez, exagerada un tanto por la humildad propia.

({Aun no ignoro que debo muchas cosas a personas que aun viven o que ya han fallecido, y podría citar nominalmente algunos de ellos, a uno s6lo entre todos he pensado que no d ebía dejar ' de citar, a sa ­ber : al muy reverendo, religiosísimo y juntamente doctísimo Padre

(1) La vida y muerte del P. Alfonso Salmerón. Párrafo inicial. 15 A

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450 HISTORIAS DE LA CONTRA)3.REFORMA

Diego Laínez, de feliz recordación, General que fué de nuestro Ins­tituto y varón dotado de un ingenio singular y casi divino y pertre­chado con una milagrosa erudición en las más variadas disciplinas y dotado de un juicio aventajadísimo y eminente por la lección de las Sagradas Escrituras y de los Padres antiguos. Si yo quisiera cele­brarle según sus méritos , 'no dudo que debería. alabarle y adornarel c,?n una elocuencia más grande y feliz de la que yo poseo; pero lo dejo para que no vaya alguien a 'pensar (sobre todo entre los que no le conocieron) que le atribuyo algo de más, por razón de amis­tad; o, por decirlo con mayor verdad, para que no se vaya a pensar que yo he empleado una oración menos culta y singular que su santa vida y los extraordinarios ornamentos de su doctrina, que aparecie­ron clara y ampliamente ante toda la Iglesia en el Concilio Triden-tino.

Por lo demás, habiendo existido entre ambos una Intima y per­sonal comunicación de vida, de Instituto y de estudios, aun antes d e la fundación de nuestra Compañía, tOdo ello por singular voluntad de Dios, no creería poder librarme de . la nota de desagradecimiento si no dejase testimonio en el presente Prefacio de que yp fuí extraordi­nariamnte ayudado y sobreayudado con los trabajos e investigacione~ de aquel varón a todas luces grande en otro tiempo en la Iglesia de Dios» (1).

No . se crea por eso que Salmerón fué considerado como figura de segundo orden Tuvo personalidad propia bien re.levante, y en varias cosas superior a la del mismo Laínez . Por ejemplo, en las discusiones y controversias, en los co­mentarios a las Sagradas Escrituras y en su rara habilidad para reducir herejes y católicos tocados de herejía. Entre otros sitios, lué la Universidad de Ingolstad donde princi­palmente exhibió sus maravillosas cualidades de expositor, tan apreciadas por Canisio, que ' le consideró superior a Eckio, a quien sustituía. Pero además de la cátedra, ejer­citó estas dotes en la práctica por casi todas las nacion::: s europeas, desde Irlanda y Escocia hasta Polonia.

Su especialidad fué el apostolado directo con los herejes . Nadie logró inquiefatles !! . exasp:::rarlés tanto con sus pala­bras como Salmerón, originándose de aquí las ruidosas cam­pañas difamatorias que éstos emprendieron contra él en diversas ¡naciones y ciudades, como Módena y Nápoles. No es extraño que al enterarse de su -muerte un caballero, pronunciara estas palabras simbólicas: «Bien podemos llo­rar, señores, pues muerto es el contravenenO' y martillo de los herejes)) (2). .

Salmerón es más conocido que Laínez como escritor. Al morir dejó un gran númerO' de volúmenes, parte publi= cados, parte inéditO's todavía. Solamente su Epistolario, de los más interesantes del Monumenta, llena dos grandes vo­lúmehes. Las más conocidas de sus obras son: La Oración

(1) Monumenfa Salmeronis (M. S.), \! al. 1, Prrefatio, pág. XXIX. (2) Vida y muerte del P. A . Salmerón . Capítulo único.

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INl'RODUCCION A LA VIDA DEL P. LAINEZ 451

Latina, pronunciada en el Concilio de Trento el día de San Juan, editada a ruegos de los asistentes; los Comenta­rios a los Evangelios y Actos de los Apóstoles y los Co­mentarios a las Epístolas de San Pablo y demás Cartas ca­nónicas (l).

Quedan numerosos sermones y exhortaciones sin publi­car todavía, así como un Comentario inacabado al libro del Génesis y un esbozo sobre las persecuciones de la Com­pafiía de Jesús, que Ribadeneyra tomó comp base para su obra de idéntico título (2).

La figura de Salmerón aparece rodeada de una aureola de cariño y simpatía en los primeros tíempos fundaciona­les, debido, sin duda, a la amabilidad, suavidad y gracia de su carácter, que sin quitar vigor y eficacia a sus inter­venciones, hacía que los Prelados más insignes y muchos grandes príncipes y dignatarios seculares no quisieran des­prenderse de él.

Su vida giró toda en torno a las luchas por la Contrarre­formq. católica, no sólo en Trento y en la Europa central, sino en la misma Italia, sobre todo en el reino de Nápoles, donde Juan de Valdés y otros habían dejado g~rmenes profundos de heteredoxia , El Padre Pérez de Nueras, su abnegado editor, dejó una amplia reseña de su muerte y un elogio elocuente de su vida. Elogios extraordinarios tam­bién son los de el hoy Beato Bernardim> Realino, el dél Padre Mario Marsella, el del marqués de Belmonte y otros . no menos encomiásticos, diseminados en diversas par­tes (3).

Los Superiores vieron con buenos ojos el que Ribade­neyra redactara esta breve Vida de Salmerón y la uniera a la del Padre Laínez. t.'n estas Historias de la Contrarre­forma, sacadas de las Obras de Ribadeneyra, no podía fal­tar tampoco la Vida de Salmerón, que aunque breve, es uno de los capítulos má~, interesantes de la lucha entre el Protestan#s,mo y el CatoliCismo.

(1) Los Comentarios a los Evangelios, que constan de 12 volúme­nes, se publicaron en Madrid del año 1598 al 1601. Los de las Epís­tolas de San Pablo¡ y Canónicas, que constan de 16 volúmenes, se edi­taron también en Madrid el año 1602. El encargado de estas ediciones fué el P. Bartolomé Pérez de Nueros, auxiliado por el H. CristQbal Ló­pez, de quien ya hemos hecho mención repetidas ve,ces' como amanuen­se y secretario del P. Ribadeneyra.

(2) Puede verse una Nota explicativa d e los escritos de Sa!,merón en M. S., vol. 1, Prrefatio, págs. 19-35. ' ,

(3) Varios de ellos están reunidos en M. S., vol. 11. Apéndices.