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AREA agenda de reflexión en arquitectura, diseño y urbanismo agenda of reflection on architecture, design and urbanism Nº 17 | OCTUBRE DE 2011 REVISTA ANUAL Universidad de Buenos Aires Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo

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Page 1: Mirando lo vernáculo. Tradiciones disciplinares en el estudio ...MIRANDO LO VERNÁCULO. TRADICIONES DISCIPLINARES EN EL ESTUDIO DE LAS “OTRAS ARQUITECTURAS” EN LA ARGENTINA DEL

AREA

agenda de reflexión en arquitectura, diseño y urbanismo

agenda of reflection on architecture, design and urbanism

Nº 17 | OCTUBRE DE 2011

REVISTA ANUAL

Universidad de Buenos AiresFacultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo

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CONTENIDOS | CONTENTS

7 Editorial

9 Políticas patrimoniales e instrumentos de aplicación en el Municipio de Rosario

CINTIA ARIANA BARENBOIM

25 Evaluación y análisis de los aspectos urbano-ambientales en un modelo de calidad de vida urbana

JESICA ESPARZA | LUCIANO DICROCE |IRENE MARTINI | CARLOS DISCOLI

37 Puertos sin barcos. El espacio urbano en el proceso de reconversión de usos del área portuaria de Santa Fe

JAVIER FEDELE

55 Planificación y manejo costerointegrado en espacios urbano-costeros de Argentina

ROBERTO FÈVRE | JOSÉ R. DADON

69 Mirando lo vernáculo. Tradiciones disciplinares en el estudio de las “otras arquitecturas” en la Argentina del siglo XX

JORGE TOMASI

85 Indagaciones en el campo de los modelos físicos. Una experiencia con ingresantes a las carreras de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires

STELLA MARIS GARCÍA | STELLA MARIS

VÁZQUEZ | MARIANELA NORIEGA BIGGIO |MALENA PASIN

97 Enseñanza y experiencia: primeros resultados de una investigación sobre lahistoria de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires durante su etapa fundacional

FERNANDO WILLIAMS

116 Reseña de libro

118 Aperturas

Los contenidos de AREA aparecen en:The contents of AREA are covered in:Latindex:www.latindex.unam.mx

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MIRANDO LO VERNÁCULO. TRADICIONES DISCIPLINARES EN EL ESTUDIO DE LAS “OTRAS ARQUITECTURAS” EN LA ARGENTINA DEL SIGLO XX

Looking at the vernacular. Disciplinary tradi-tions in the study of “other architectures” inArgentina in the XX centuryThis paper will cover and analyze the differenttraditions, which were developed in Argentina in the XX century, aimed at studying other ways of making architecture away from disciplinaryforms. This approach implies the recognition of two peak moments in the studies: between1930 and 1940 on the one hand, and between1960 and 1970 on the other hand. The transformations in explanatory frames aswell as the continuities among the different disciplines are to be recognized. By means of the revision of some of the most importanttexts, the main concepts and adjectivations used for the definition of these architectures will be brought up for discussion.

En este trabajo se recorrerán y analizarán las distintas tradiciones que se desarrollarondurante el siglo XX en la Argentina orientadashacia el estudio de otras formas de hacerarquitectura, distantes de las disciplinares.Esto implica que se reconozcan dos momen-tos de auge en los estudios: entre 1930 y 1940, por un lado, y entre 1960 y 1970, por el otro. Se buscará analizar las transfor-maciones en los marcos explicativos, tantocomo las continuidades entre las distintasdisciplinas. A partir de la revisión de algunosde los principales textos, se pondrán en discusión los principales conceptos y adjeti-vaciones utilizadas para la definición de estasarquitecturas.

arquitectura vernáculahistoria de la arquitecturaantropogeografía

vernacular architecturehistory of architectureantropogeography

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AREA Nº 17, octubre de 2011 © SI-FADU-UBA

> JORGE TOMASI

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas CONICET, Instituto Interdisciplinario Tilcara, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires

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Introducción

Una de las primeras imágenes contenidas enla Histoire de l´habitation humaine deEugene Viollet-le-Duc (1875 [1945]) es unaespecie de cabaña primitiva que representa-ba, de alguna manera, el hábitat en elcomienzo de la humanidad (Figura 1).Aprovechando la conformación de un árbol,las personas representadas en el grabadoconstruyeron una residencia cónica. La ima-gen se esfuerza en mostrarnos la existenciade una sociedad entregada al dominio de lanaturaleza, que construye sus espacios ape-nas transformando su entorno, a tal puntoque el árbol utilizado pareciera que sigueestando vivo. Muchos de los elementos pre-sentes en este retrato de Viollet-le-Duc hanmostrado una notable persistencia, funda-mentalmente en la idea de lo “natural” aso-ciado con ciertos grupos sociales. Un plan-teo muy vinculado, por otra parte, con laexistencia de un estado de supuesta purezaprístina previa a la “civilización”.Aquellas “otras arquitecturas”, distantes enel tiempo o el espacio de la producción dis-ciplinar, han despertado la imaginación ycuriosidad de los investigadores, y han pro-vocado tanto admiración como espanto.Arquitectos, antropólogos, geógrafos,arqueólogos o historiadores se han interesa-do en diferentes momentos por las caracte-rísticas de la arquitectura de distintos luga-res y épocas, poniendo en juego sus enfo-ques particulares. No casualmente, los estu-dios se han orientado en su inmensa mayo-ría a la arquitectura de las sociedades másalejadas, exóticas, o bien aquellas en las quese entendía que las personas vivían más afe-rradas, cuando no dominadas, a la naturale-za. El ámbito del noroeste, en particular, seconstituyó en Argentina como un epicentrode los estudios en distintos momentos a lolargo del siglo XX. En particular, la produc-ción arquitectónica de las poblaciones agrí-colas o pastoriles en Jujuy, Salta, Catamarcao La Rioja fue profusamente descripta, rele-vada y explicada desde diferentes tradicionesdisciplinares.El objetivo de este trabajo es precisamenterecorrer y analizar estas diferentes tradicio-nes disciplinares que se desplegaron a lo

largo del siglo XX en la Argentina. Esto nospermitirá observar la existencia de momentosde apogeo en el interés por estas temáticas,sucedidos inmediatamente por otros en quedesaparecían casi por completo. En particular,nos ocuparemos de dos etapas, una primeraque se desplegó desde principios del siglo XX,y especialmente a mediados de la década de1930 y una segunda, que se desarrolló en lasdécadas de 1960 y 1970. En ambos momen-tos, la temática fue abordada por profesiona-les de distintas disciplinas que encararon pro-yectos científicos que, como veremos, no lle-garon a tener continuidad en el tiempo. Finalmente, nos interesa revisar a lo largo deltexto las adjetivaciones que se fueron usandoen los trabajos para denominar a esta “otraarquitectura”. En este sentido, bajo el nom-bre de arquitectura vernácula, popular, natu-ral, tradicional, rural, anónima, espontánea oprimitiva se pretendió englobar una ciertaproducción arquitectónica y marcar sus dife-rencias con aquella producida desde los ámbi-tos disciplinares. Como señalaremos, cadauna de estas adjetivaciones implicaba undeterminado recorte que enfatizaba, o creaba,un cierto rasgo supuestamente distintivo, yestaba asociada con el posicionamiento delinvestigador hacia la problemática.

Los primeros intereses a comienzos del XX

Por caminos independientes, aunque vincula-dos, las primeras décadas del siglo pasadomostraron el surgimiento de dos espacios aca-démicos orientados al estudio de la produc-ción arquitectónica, actual e histórica, en dife-rentes lugares del país. Por un lado, los estu-dios histórico-arquitectónicos de la mano conla reivindicación de una arquitectura que fueranacional e independiente de los cánones exter-nos. Por el otro, la antropogeografía, muyvinculada con un giro humanista en el contex-to de la geografía europea, pero con interesespropios en el mundo académico argentino.Mientras que en el primero de los casos se vis-lumbra un cierto interés estético-ideológico, elsegundo tenía una voluntad más bien cientifi-cista. Es interesante observar que los textosproducidos en estos ámbitos en general no se

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referencian mutuamente. Sin embargo, en elpunto de encuentro de los estudios desde laarquitectura y desde la antropogeografíaemerge una figura muy importante e influyen-te para la época como fue Ricardo Rojas(1882-1957), un intelectual radical que fue pri-mero Decano de la Facultad de Filosofía yLetras de la Universidad de Buenos Aires(1921-1924) y luego Rector de la misma uni-versidad (1926-1930) (Barros 2001).

Figura 1Grabado de Viollet-le-Duc(1875 [1945]) de una “cabañaprimitiva”.

Las búsquedas de una arquitectura nacional

Los comienzos del siglo XX en el país estu-vieron signados por una intensa búsquedaidentitaria que se despertó en ciertos ámbi-tos intelectuales y artísticos en pos de ladefinición de un “ser nacional”, una con-ciencia que se pretendía como propiamenteargentina. Sabido es que a partir de la gene-

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ración del ochenta, la sociedad había vividoun franco proceso de europeización con laconocida oposición “civilización y barbarie”.En este nuevo período, aquella inmigración,que en su momento se constituyó como dese-able, empezó a ser vista como un proceso“cosmopolita” y “extranjerizante”, distante delos verdaderos valores nacionales, que debíaser contrarrestado.Asociado con este proceso, con el trabajo deprofesionales como Martín Noel, ÁngelGuido o Héctor Greslebin, desde la arquitec-tura se buscó crear un espacio proyectual quefuera propiamente nacional y representara loque ellos entendían eran los ideales y realida-des vernáculas. Es así como dejar de mirarhacia Europa y buscar en nuestra historianuevas fuentes de inspiración se constituíacomo uno de sus objetivos centrales. Paraalgunos de ellos, esto significaba mirar laarquitectura del renacimiento español, mien-tras, para otros, nuestras raíces estaban en elreciente pasado colonial o incluso en lasexpresiones de las sociedades prehispánicas.Lo hispano, lo colonial y lo indígena se pre-sentaban como distintos caminos —muchas veces entremezclados y confundi-dos— dentro de una misma búsqueda. En estecontexto, la producción arquitectónica delNoroeste, especialmente de Salta o Jujuy,comenzó a ser estudiada, relevada y divulgadapor diferentes medios académicos e inclusoperiodísticos. 1

Las bases ideológicas de este movimiento dereivindicación de lo nacional estaban dadas,en buena medida, por Ricardo Rojas. Si desdesus libros La Restauración Nacionalista (1909)y Blasón de Plata (1912), Rojas había sentadolas bases de su pensamiento, fue en Eurindiadonde se dedicó de lleno a la estética. Para él,Eurindia “es el nombre de un mito creado porEuropa y las Indias, pero ya no es de lasIndias ni de Europa, aunque está hecho de lasdos” (1924 [1951: 11]). El nuevo camino queproponía debía surgir de la concertación delas fuerzas que, entendía, constituían la socie-dad argentina, pero con la mirada puestasiempre en América. Inevitablemente, estaconfluencia implicaba una negación de losprocesos históricos y de sus conflictividadesen pos de un relato armónico que quedabafuera del tiempo. Es notable como esto se

observa en los textos sobre arquitectura en losque capillas coloniales, ruinas prehispánicas ycasas contemporáneas de pastores y agriculto-res se sucedían entremezcladas como parte dela misma realidad. En el pensamiento de Rojas, y en el de quie-nes adherían a éste, les cabía a los artistas y alos arquitectos un rol fundamental en latransformación cultural de la sociedad.Desde sus obras tenían, de alguna manera, laresponsabilidad de inspirar el cambio depensamiento y para ello Eurindia “no pro-pone recetas para la obra, ni impone reglas alartista ... propone a los artistas de su credo,como única condición, la simpatía americanay la libertad personal” (1924 [1951: 13]).Numerosos estudiantes y jóvenes arquitec-tos se sintieron atraídos a estas nuevas ideasque proponían no sólo una mirada más cer-cana, sino también superar un sistema acade-micista que sentían agotado. De la mano de profesores como JuanKronfuss, y con el apoyo de Martín Noel, elpropio Ricardo Rojas o el arqueólogo JuanAmbrosetti, entre otros, se comenzó a publi-car en 1915 la Revista de Arquitectura delCentro de Estudiantes que desde suscomienzos se convirtió en un órgano funda-mental para la difusión de las ideas del movi-miento. Los números de los primeros añosdaban cuenta del interés que había en lacuestión, al punto que se publicaban nume-rosos textos teóricos que pretendían definirel camino a seguir, estudios arquitectónicosy arqueológicos de construcciones colonia-les, prehispánicas o actuales de distintos rin-cones, y luego las primeras obras y proyec-tos en el nuevo estilo. La reivindicación de este nacionalismoarquitectónico implicó entonces primero ladefinición de lo que se entendía era una esté-tica propia buscando, reconociendo y estu-diando diferentes ejemplos de distintos tiem-pos y procedencias, pero siempre limitados alas fronteras nacionales. Este corpus se cons-tituía como una base para la construcción deun nuevo canon que se aplicaría, y en algu-nos casos aplicó, en nuevas obras. Lo que sejugaba aquí era la construcción de un nuevouniverso de significantes que debía transmi-tir los nuevos valores a ser asimilados por lasociedad.

1. Es notable la cantidad de páginas que se dedica-

ban en la década de 1930 en lasección de “rotograbados” del diario La Prensa a crónicasde viajes, relatos o fotografíasde los pueblos y arquitecturadel noroeste argentino e inclu-so de Bolivia o Perú.

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Un punto alto de estos nuevos intereses seexpresó en la serie de los Documentos deArte Argentino publicados a partir de 1939por la Academia Nacional de Bellas Artes(Figura 2). Estos volúmenes tenían comouno de sus principales objetivos la difusióndel “arte argentino” (Schenone 2004). Losprimeros Cuadernos de estos Documentos sededicaron exclusivamente a retratar la arqui-tectura y el arte, con una clara inclinaciónhacia lo eclesiástico, de distintos pobladosdel noroeste argentino, especialmente de laPuna y la Quebrada de Humahuaca. Tal esasí que el primero se dedicó exclusivamentea la iglesia de Yavi, en la provincia de Jujuy. 2

Cada uno de los cuadernos presentaba unagran cantidad de fotografías, que hoy en díaconstituyen un material único. No casual-mente, el prólogo en estos cuadernos fueescrito por Martín Noel, uno de los protago-nistas de este movimiento, que buscaba laconstitución de esta “arquitectura auténtica-mente nacional”. En este contexto, la arqui-tectura del Norte del país se constituyócomo una fuente virgen de inspiración paraalcanzar este objetivo, lo que le imponía unaespecie de “romanticismo civilizatorio” a lamirada. En el texto se puso un especial énfa-sis, además de los datos históricos, en unasupuesta “comunión” entre lo hispano y loamericano. La influencia de la Eurindia deRicardo Rojas en la conformación de estosvolúmenes es insoslayable.

La antropogeografía

Un camino contemporáneo, y menos inde-pendiente de lo que parecería, surgió de laantropogeografía, que tuvo a la “habitaciónhumana” como uno de sus principales obje-tos de interés (Barros 2001). En Argentina,estos estudios tuvieron su apogeo desde ladécada de 1930 hasta mediados de la de1940. Tanto es así que, por esos años, losAnales de GAEA de la Sociedad Argentina deEstudios Geográficos, o de la Revista delMuseo de La Plata publicaron numerosostrabajos sobre la “vivienda natural” o la“vivienda rural” para distintos lugares delpaís realizados por Francisco de Aparicio(1931 y 1937), Romualdo Ardissone (1937),

Fernando Márquez Miranda (1945) o LíaRaquel Sanz de Arechaga (1948), entre otros(Figura 3). Este desarrollo argentino de losestudios antropogeográficos estuvo muy vin-culado con los caminos que venían recorrien-do la geografía alemana y francesa.Sobre finales del siglo XIX, comenzó en elinterior de la geografía una transición haciauna ciencia que fuera más allá del estudio delos aspectos físicos de la Tierra y se ocuparade las interrelaciones entre la naturaleza y lasociedad. Sin abandonar el positivismo, bajodistintas denominaciones, se formuló uncampo de estudios interesado fundamental-mente en cómo el “suelo” influenciaba al

2. El segundo Cuaderno se tituló: “De Uquia a

Jujuy” (1939), el segundo bis:“Ramificaciones del Caminode la Quebrada deHumahuaca y del Camino delos Incas” (1942), el tercero:“Por la ruta de los Inkas y enla Quebrada de Humahuaca”(1940) y el cuarto: “De laPuna atacameña a los VallesCalchaquíes” (1940).

Figura 2Tapa de uno de losCuadernos publicados por la Academia Nacional de Bellas Artes.

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hombre y las sociedades. De alguna manera,la pretensión era colocar el factor humanodentro de los estudios geográficos. Claval(1995 [1999]) identificó tres tradiciones prin-cipales que, a pesar de compartir muchospuntos de partida, tuvieron también diferen-cias significativas: en primer lugar, la tradi-ción de la geografía alemana denominada“antropogeografía” generada en torno a lafigura del geógrafo alemán Friedrich Ratzel(1844-1904); la francesa con la “geografíahumana” impulsada por Paul Vidal de LaBlache (1845-1918); y, más tarde, en losEstados Unidos la “geografía cultural” aso-ciada a la figura de Carl Sauer (1889-1975).

La antropogeografía, tal como se desarrollóen Argentina, tuvo influencias muy importan-tes, tanto de las tradiciones alemanas como delas francesas. Particularmente, el estudio de la“habitación humana” fue uno de los ejes quemás se trabajaron en el contexto local, y estoes lo que nos interesa reconocer en estepunto. Las investigaciones en Argentina estu-vieron asociadas especialmente con las pers-pectivas de Ratzel, Vidal de La Blache, JeanBrunhes y Albert Demangeon, pero tambiéncon el geógrafo italiano Renato Biasutti y,como indicó Barros (2001), con el españolHuguet del Villar. En este sentido, bajo ladenominación de “antropogeografía”, asocia-da tradicionalmente con Ratzel y la vertientegermana, en realidad se agruparon influenciasde distinto tenor.El surgimiento de la antropogeografía argen-tina estuvo muy ligado a la figura del antro-pólogo-arqueólogo Félix Outes, quien impul-só en 1930 la creación del Departamento deAntropogeografía en el Museo Etnográfico dela Facultad de Filosofía y Letras de laUniversidad de Buenos Aires. A los efectosde reconocer las vinculaciones entre las tradi-ciones disciplinares, es importante observarque, de acuerdo a Barros (2001), Outes habríasido cercano al hispanismo de Ricardo Rojas,lo que lo vincula al movimiento que observa-mos en el punto anterior. De acuerdo al pro-pio Outes, el Departamento deAntropogeografía debía reunir “en cada opor-tunidad en que vaya al terreno, la documenta-ción referente a la habitación natural, a susconstrucciones accesorias, y a la geografía dela alimentación” (Outes 1931: 37, citado enBarros 2001: 32). En tanto tenía sus orígenesen la arqueología y la etnografía, no deberíasorprender su interés en la cultura material delas distintas sociedades.Propio del positivismo de la ciencia de laépoca, uno de sus objetivos era crear una“carta de la habitación humana” en el paísque, en cierta forma, diera cuenta de la“diversidad cultural” existente (Barros 2001).Si bien esto también formaba parte de laagenda de la geografía humana europea, en eltrabajo de Bruhnes por ejemplo, la voluntadde registrar detalladamente las particularida-des de la “habitación” en el país tenía suspropias razones locales y estaban vinculadas

Figura 3Tapa de la publicación deArdissone (1937) sobre las“viviendas rurales” en laprovincia de Jujuy.

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una vez más con el pensamiento de Rojas.La definición de una identidad nacional enalgún punto requería la investigación, releva-miento y recopilación de las diferentesexpresiones en todo el país. En este caso setrataba particularmente de las relacionadascon la “habitación”, mientras que el “folklo-re argentino” en general había estado con-templado dentro de la Encuesta Nacional deFolklore organizada en 1921 por el ConsejoNacional de Educación. No casualmente, elmaterial resultante de esta Encuesta seríadonado al Instituto de Literatura Argentinade la Facultad de Filosofía y Letras de laUniversidad de Buenos Aires por pedido deRicardo Rojas (Pérez Gollan 1989). Es importante también que observemos queesta idea de “diversidad cultural” estabasumamente vinculada con la existencia deuna diversidad ambiental. Sin que pudierahacerse un paralelo absoluto, el país comen-zó a ser organizado en regiones naturales delas que se desprendían, casi como conse-cuencia, ciertas tipologías predominantes de“viviendas”. Pese a que los aspectos cultura-les en la definición del espacio domésticosobrevuelan los textos, en la práctica se haceevidente un fuerte determinismo geográfico.Uno de los primeros y principales trabajosfue el realizado en 1931 por Francisco deAparicio sobre la “vivienda natural” en laregión serrana de la provincia de Córdoba. 3

En este texto, casi fundacional, se sigue unasecuencia analítica que sería una constanteen trabajos posteriores propios y ajenos.Una primera sección estaba destinada alrelevamiento del “medio geográfico”, unacategoría fundamental que incluía desde elsuelo, la hidrografía, el clima y la flora, hastalas “condiciones de vida” de los pobladorescomo adaptación a ese medio. A partir deeste relevamiento de base, comenzaba lacaracterización de la “vivienda natural” quetenía como puntos salientes la “localizacióngeográfica” y la definición de una “casatipo”, el “rancho”. Esta definición del “tipo”estaba fundamentalmente asociada con lascaracterísticas técnicas de la vivienda, enespecial en los modos de construcción de losmuros y los techos. Es importante que nos detengamos en lanoción de “vivienda natural”, 4 que comenzó

a utilizar de Aparicio en este trabajo sobreCórdoba y que sería retomada constante-mente por otros investigadores más adelante.Hablar de “vivienda natural”, de acuerdo asu definición, implicaba referirse a, “aquellasviviendas, en cuya confección sólo se emple-an materias primas suministradas por lanaturaleza, [que] adquieren, lógicamente,caracteres propios impuestos por las condi-ciones geográficas del lugar” (1931: 7).Lo “natural” de la vivienda, entonces, estabafundado, por un lado, en la procedencia ytratamiento de los materiales utilizados, 5

pero también en la configuración que asumíapara responder a las condiciones geográficas:la inclinación de los techos en lugares conmás precipitaciones, el aprovechamiento deaccidentes topográficos en la construcción ola incorporación de patios o galerías. Pero laasociación de lo “natural” iba bastante másallá de las características materiales de lasconstrucciones. Retomando el pensamientode Ratzel, de Aparicio entendía que lo “natu-ral” se extendía a “los pueblos que estánsupeditados a la naturaleza” (1931: 7). Unadefinición que se acerca mucho a la que sub-yace en el grabado de Viollet-le-Duc: la natu-raleza no sólo como proveedora de los mate-riales necesarios para construir, sino tambiéncomo rectora absoluta de la existencia huma-na. Esta idea es fundamental para compren-der la interpretación que se realizaba de estassociedades: la “vivienda natural” resulta “unaprolongación del paisaje y compone una uni-dad indisoluble con los demás elementosambientales” (Zamorano 1950: 89). 6

En este posicionamiento de los autores sub-yace una idea que demostró una notable per-sistencia e incluso ha sido naturalizada: la“espontaneidad” de las construcciones. Elmismo Zamorano observaba que estasviviendas “no parece en obra del esfuerzohumano, sino nacidas del mismo suelo”(Zamorano 1950: 90). Es decir que, práctica-mente, no son consideradas como un pro-ducto humano, sino que surgen de la natura-leza tanto como una montaña, un río o unárbol. Lo espontáneo está vinculado con losrasgos “instintivos” e “irreflexivos” de estosgrupos sociales que, según entienden losautores, todavía se mantienen bajo el domi-nio y gobierno de la naturaleza. Va de suyo

3. En este texto de Aparicio agradecía explícitamente

el apoyo e impulso de Outespara que profundizara susestudios preliminares. En 1937, de Aparicio publicóun trabajo de característicassimilares aunque sobre la provincia de La Rioja.

4. Aunque no podemos explayarnos dada la exten-

sión de este artículo, debemosdiferenciar la noción de“vivienda rural”, usada porArdissone (1937) en su trabajosobre las viviendas en la pro-vincia de Jujuy, de la mencio-nada como “vivienda natural”.El pensamiento de Ardissoneestaba influenciado por el tra-bajo del geógrafo francésAlbert Demangeon y su textosobre “L'habitation rurale enFrance” publicado en 1920. Eneste caso, la clasificación de lasviviendas no surge de losmateriales, sino de su asocia-ción con la explotación agro-pecuaria. Tal es así que sonimportantes ciertas cuestionescomo las características de laproducción o los regímenes detenencia de la tierra (Chiozzay de Aparicio 1961).

5. Este era un punto por demás conflictivo:

¿Cuándo un material es estric-tamente “natural”?Difícilmente encontremos unmaterial en la construcciónque se use tal cual se lo obtie-ne en la naturaleza sin algúntratamiento. En la práctica,estos estudios, y algunos pos-teriores, negaban la compleji-dad de ciertas técnicas, porejemplo para usar paja en untecho, en pos de considerarlo“natural”.

6. Mariano Zamorano (1950) fue un geógrafo argentino

que produjo alguno de los tra-bajos más tardíos sobre“vivienda natural” enArgentina, particularmente enMendoza. Zamorano tuvo unafuerte influencia de la geogra-fía francesa e hizo su doctora-do en Burdeos en 1954(Zusman 2010).

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que lo que está en juego aquí es la negaciónde la existencia de lógicas propias y diferen-tes que conducen en cada sociedad la pro-ducción del espacio habitado. Al atravesarestas viviendas por el tamiz interpretativodel investigador como miembro de su pro-pia sociedad, son invisibilizados los puntosde vista nativos.La definición de una sociedad que todavíaestá aferrada a lo natural implica la existen-cia de otras, las propias, que ya se han libe-rado. La naturaleza y la cultura no sólo eranconstruidas como categorías opuestas, sinoque eran etapas en un camino francamenteevolutivo que, tarde o temprano, todos losgrupos debían recorrer. La transición delrancho, considerado el mayor ejemplo de“vivienda natural” en Argentina, a la“vivienda civilizada” es, en este punto devista, un camino no sólo inevitable, sino quees necesario en pos del progreso de la socie-dad. El encadenamiento de etapas que vande lo primitivo a lo civilizado se expresabancon total claridad en relación con los mate-riales y las técnicas constructivas. De acuer-do a de Aparicio (1937), la quincha sólo ser-vía para “viviendas miserables”, luego seguíala piedra que era un tanto ineficaz, mientasque el adobe era el “material de lujo” de la“vivienda campesina”. En esta senda del progreso, la desapariciónde la “vivienda natural”, y del “rancho” enparticular, era considerada irremediable. Losmayores contactos de estas poblaciones“naturales” con la sociedad nacional, laapertura de vías de comunicación que per-mitiría la llegada de nuevos, y mejores,materiales y la transformación de las lógicasproductivas llevarían a un cambio en la pro-ducción arquitectónica. Desde esta lectura,uno de los objetivos de las investigacionesera rescatar la mayor cantidad de informa-ción posible antes que desaparecieran estostestimonios de la relación entre hombre ynaturaleza. Así lo entendía de Apariciocuando sostuvo que

el rancho, débil factor antropogeográfico,no podía resistir a la profunda transfor-mación que el hombre opera sobre elsuelo de América. Condenado a desapa-recer, fatalmente, sólo resta a los que sen-

timos profundo amor por las cosas de latierra, estudiarlo, para salvar al menos surecuerdo, como se asegura el documentoiconográfico de un ser querido que sesabe destinado a desaparecer pronto.Un sentimiento de esta índole inspira estetrabajo. El afán de documentar amplia-mente tan interesante género de construc-ciones antes de que se pierdan por com-pleto, alentome en la tarea —más fatigosade lo que el lector imagina— de reunir loselementos que hoy presento al público.(1931: 168)

Es notable la doble sensación que se des-prende de los textos. Por un lado, el cariñohacia esas arquitecturas que observaban tanapegadas al suelo y, por qué no, un ciertodolor por su irremediable desaparición.Simultáneamente, se hace evidente una con-ciencia de lo necesario del reemplazo deestas construcciones por otras más “adecua-das”. En este camino estaba Zamorano cuan-do observó que,

es indudable que la vivienda natural, porsus caracteres modestos, por su falta decomodidades mínimas, por su inconscien-te acción atentatoria contra la salud dequienes la habitan, significa un factor deatraso. Sobre todo, queremos ligar aquí suacción negativa relacionándola con otroproblema que va convirtiéndose en cru-cial para la vida argentina: el despobla-miento del campo. (1950: 97)

Los trabajos producidos desde la antropogeo-grafía en las décadas de 1930 y comienzos dela de 1940 pusieron en foco y en la considera-ción científica una temática que sólo habíasido tratada someramente por algunos viaje-ros: la existencia en el país de distintas formasde producir arquitectura doméstica. En estesentido, de alguna manera, lograron aproxi-marse a la diversidad existente en un contextoen el que la arquitectura europeizante seguíateniendo un papel central. Al mismo tiempo,estaban atravesados por las categorías quedominaban tanto los ámbitos académicoscomo la vida cotidiana. Más allá de esto, vere-mos más adelante la persistencia que ha tenidoen el estudio del espacio doméstico su asocia-

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ción con una condición natural o una supues-ta espontaneidad vinculada al primitivismo.El proyecto científico de la antropogeografíase quebró a mediados de la década de 1940con la llegada del italiano José Imbelloni alMuseo Etnográfico y la influencia de la escue-la histórico-cultural (Barros 2001). Los traba-jos sobre la “habitación humana”, tan fre-cuentes en años anteriores, desaparecieron delas páginas de las publicaciones científicas, conescasas excepciones, por ejemplo, Zamorano(1950) o Chiozza y de Aparicio (1961). Peromás allá de los cambios a nivel político-acadé-mico, la desaparición de esta corriente debeser pensada en un contexto más amplio, pues-to que contemporáneamente se diluyerontambién los trabajos generados desde la arqui-tectura que resumimos en el punto anterior.Aquella búsqueda intensa, poco a poco,quedó reservada para algunos pocos interesa-dos, sin un cuerpo coherente ni un espacioaglutinador. Los años subsiguientes estuvieronsignados por una virtual ausencia de trabajosy publicaciones. Recién en la década de 1960es posible observar un renacer del interés, estavez casi exclusivamente desde la arquitectura.Si bien se trató de una nueva mirada con nue-vas intenciones, mucho de lo realizado a prin-cipios de siglo fue retomado.

El renacimiento de los estudios en la década del sesenta

Desde mediados de la década de 1940, el temaperdió centralidad, tanto por un cambio en losintereses disciplinares, a nivel local e interna-cional, como por cuestiones político-ideológi-cas. En lo que a la geografía se refiere, la pér-dida del interés en la temática no fue exclusivadel ámbito académico argentino, sino queestuvo relacionada también con una declina-ción en el interés general hacia la geografíacultural y hacia el estudio de la distribución delos artefactos sobre la superficie terrestre. Talcomo sostuvo Claval, “la geografía culturalestá en declive porque la pertinencia de loshechos de la cultura para explicar la diversidadde las distribuciones humanas desaparece”(1995 [1999: 46]). La realidad mundial despuésde la Segunda Guerra presentaba un escenariodonde aquellas sociedades con “interés antro-pogeográfico” parecían condenadas a la desa-parición. Las técnicas agrícolas y los asenta-mientos dispersos de la población eran reem-plazados por nuevas tecnologías y una mayorrealidad urbana que las herramientas de lageografía humana del momento, demasiadoesquemáticas, no podían asimilar. La defini-ción de un “medio geográfico” en el que las

personas se asentaban a lo largo de su historiaimpedía reconocer las complejidades, conflic-tos y heterogeneidades en sus espacialidades.Recién en la década de 1970, la geografía, de lamano de las aproximaciones humanistas yfeministas, y un enfoque renovado, volvió aaproximarse a estas temáticas.Desde la arquitectura, en el período 1952-1960 comenzó una cierta avidez de los estu-diantes de las distintas facultades “por encon-trar raíces telúricas para una arquitecturaauténtica” (Ortiz 2003: 27). De alguna mane-ra, frente a los modelos pretendidamente uni-versales del Movimiento Moderno surgía unareacción que reivindicaba lo local. No pode-mos dejar de vincularlo con las reacciones deprincipios de siglo, también surgidas de losestudiantes y de algunos profesores, frente a laarquitectura académica. Una vez más, lasarquitecturas de distintos lugares del país, enparticular las del noroeste, se convirtieron enuna fuente de renovación conceptual y estéti-ca. Esto implicaba que estas investigaciones,en general, tampoco buscaban analizar esasarquitecturas desde los puntos de vista locales,sino más bien resaltar ciertos aspectos queeran funcionales a sus argumentos. Más allá delas búsquedas estéticas, este acercamiento aotras arquitecturas estuvo muy vinculadotambién con un valioso proceso de concienti-zación social de los profesionales que, en algu-nos casos, se volcaban de lleno a la resoluciónde, por ejemplo, los problemas habitacionalesen el país. Un excelente ejemplo fue el deErnesto Vautier, que trabajó en distintos luga-res de Latinoamérica en proyectos de auto-construcción con diferentes comunidades. 7

Por esos años, como también observó Ortiz(2003), la publicación del libro de BernardRudofsky (1964 [1973]), Architecture withoutArchitects, sirvió para potenciar un ambienteque ya estaba inclinándose hacia lo que sesuele conocer como “arquitectura vernácula”(Figura 4). El libro de Rudofsky es una espe-cie de catálogo de ejemplos de “arquitecturasin genealogía”, como reza el subtítulo, dedistintas partes del mundo, en un intento decontar otras historias posibles de la arquitec-tura que no entraban en el relato occidental.En estos ejemplos se entremezclan casosarqueológicos con expresiones contemporáne-as tal que, por momentos, se generaba un rela-to ahistórico. Por otra parte, esta idea de unafalta de genealogía, además de ubicarla fueradel tiempo, estaba asociada con la construc-ción de la noción de “arquitecturas anóni-mas”. Esto irremediablemente implicaba des-conocer la relación, siempre densa, entredeterminados grupos sociales y personas consu forma particular de producir espacios.

7. Sobre la obra de Ernesto Vautier, ver Gutiérrez

(2005).

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Más allá de este texto, contemporáneamente sepublicaron dos libros fundamentales: Shelterand society de Paul Oliver (1969 [1978]) yHouse, form and culture de Amos Rapoport(1969 [1972]). Ambos deben ser separados delrealizado por Rudofsky puesto que tenían unamayor vocación analítica y reflexiva sobre latemática, en tanto buscaban construir unmarco interpretativo. No casualmente Oliverse preguntaba, poniendo en cuestión la intem-poralidad y esencialismo de los estudios exis-tentes, “¿es correcto asumir la existencia de unmundo sin cambio, evolución o decadenciaque permita comparar los ejemplos de ciertassociedades actuales con el ‘hombre primitivo’y definir sus alojamientos como prototiposconstructivos?” (1969 [1978: 9]).Tanto Oliver como Rapoport, más allá de susdiferencias, se plantearon la necesidad decomprender la producción arquitectónica delas distintas sociedades desde sus lógicas. Eneste sentido, ambos se propusieron una refle-xión sobre los sentidos implícitos en la defini-ción de lo popular, lo vernáculo y lo primiti-vo, criticando los supuestos implícitos en lasnociones de espontaneidad o anonimato. Esnecesario destacar que sus trabajos estabanprofundamente imbricados en las investiga-ciones etnográficas contemporáneas, que sellevaban a cabo en distintos lugares delmundo. Otro texto, contemporáneo, y que tambiénllegó al ámbito académico argentino, fue OnAdam’s house in Paradise. The idea of the pri-mitive hut in architectural history de JosephRykwert (1972 [1974]). 8 Allí, el autor recorriólos planteos de distintos arquitectos, algunoscontemporáneos suyos, cuando invocaban lanoción de una primera casa de la humanidad“como justificación, como principio primerode sus reformas radicales” (1972 [1974: 13]).Éste es un punto cercano a nuestra argumen-tación en este texto respecto a cómo la arqui-tectura vernácula funcionó en diferentesmomentos, también en Argentina, como unaespecie de refugio primigenio para recuperarla esencia de una verdadera arquitectura libe-rada de prejuicios.Más allá de las influencias teóricas en cadacaso, lo concreto es que desde la década de1960 y hasta mediados de la de 1970 existióuna suerte de auge en los estudios sobre las

“otras arquitecturas”, especialmente en elnorte del país. Un notable ejemplo fueronlas ocho entregas de la serie “Pueblos deencomienda en la Puna jujeña”, que se publi-caron en la revista Nuestra Arquitecturaentre 1963 y 1965. 9 Esta serie de artículosfue dirigida por Rafael Iglesia y FedericoOrtiz, con la participación de MiguelAsencio y Héctor Schenone. La investiga-ción se orientaba especialmente hacia “losedificios de interés histórico y artísticolevantados en territorio de nuestro paísdurante la dominación hispánica” tomando,entre otros, los pueblos de Cochinoca,Casabindo, Rinconada y Yavi, los cuatro enla provincia de Jujuy. En este sentido, lasentregas, que presentan una cantidad impor-tante de información histórica surgida deltrabajo de archivo realizado por los autores,se orientaron fundamentalmente hacia losejemplos eclesiásticos y la historia urbana.Es interesante observar que una revista diri-gida a un público amplio dentro de la disci-plina destinaba un espacio para este tipo detrabajos que tenían una vocación científica,lo que nos da una idea de un cierto interésmasivo en los profesionales hacia estostemas. Algunos años más tarde, Asencio,Iglesia y Schenone (1974) publicaronArquitectura en el altiplano jujeño, un clási-co sobre la temática, que retomaba específi-camente los casos de Casabindo yCochinoca. El texto pareciera tener una cier-ta voluntad de reivindicación, con un ciertoesencialismo, valorando lo que se daba enllamar la “estética de la escasez” o “estéticade la pobreza”. La influencia sobre el trabajo proyectual delos arquitectos no fue sólo una enunciación,sino que tuvo acciones bien concretas. Enmayor o menor medida, debemos mencionara los profesionales englobados dentro de loque se ha conocido como “Casas Blancas”,como Claudio Caveri y Eduardo Ellis, perotambién la intensa acción de Ernesto Vautieren la discusión y solución de la problemáticade la vivienda rural en distintos países, el tra-bajo de Víctor Pelli o el de Eduardo Sacristedesde Tucumán. El caso de Sacriste es intere-sante porque, además de su acción comoproyectista, publicó trabajos de investigaciónsobre la temática. 10 Entre éstos, uno sobre

8. Es interesante observar que tanto Rapoport como

Rykwert estuvieron enBuenos Aires en 1969 partici-pando del X CongresoMundial de Arquitectura, quetuvo como eje central: “LaArquitectura, factor social; lavivienda de interés social”,una temática que movilizabanotablemente a los estudiantesy los jóvenes profesionales(Schávelzon 2010).

9. Además de esta serie se publicaron otras entre-

gas sobre los “Alrededores deLa Quiaca” (Ortiz 1963), “El poblado y la Iglesia dePurmamarca” (Nicolini 1964)y sobre “El conjunto rural deRodeo” (Asencio e Iglesia1964).

10. Debemos mencionar también el libro “Casas y

templos” (1990) publicado porla Facultad de Arquitectura,Diseño y Urbanismo de laUniversidad de Buenos Aires.

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“La vivienda en zonas áridas y semiáridas”(1978) en un número de la colecciónSummarios que tenía como título un suges-tivo “Todos somos arquitectos”. 11

En ese mismo número se incluyó un trabajoimportante, aunque no tan conocido, deRamón Gutiérrez (1978) sobre cosmovisióny ritualidad en la construcción de la casa enel altiplano peruano. Si bien estas cuestio-nes habían sido someramente tratadas porantropólogos entre distintos grupos socialesen Perú, no se puede decir lo propio sobrelos enfoques arquitectónicos. Frente a lamirada exterior sobre el espacio doméstico,Gutiérrez se aproximó a una interpretaciónde la mirada nativa. Tal es así que concluyóque “la casa pasa a ser de esta manera untestimonio de la forma de vivir, pensar ysentir del hombre aymará” (1978: 30) y suconstrucción “es un acontecimiento claveen la vida de estos hombres” (1978: 31).

El propio Gutiérrez publicó en la revistaDANA, 12 junto al geógrafo Alfredo Bolsi(1974), los resultados de la investigaciónque habían realizado juntos en 1968 en lalocalidad de Susques, provincia de Jujuy.En este trabajo se dedicaron a revisar deta-lladamente la historia de Susques vinculán-dolo con las transformaciones urbanas, ade-más del análisis de la arquitectura de lacapilla y de las casas urbanas. Un puntointeresante, y que lo diferencia de los ante-riores, es que se incorporaron la problemá-tica y las transformaciones sociales comouna cuestión inseparable del análisis delespacio urbano y doméstico. Junto conGraciela Viñuales, Gutiérrez también publi-có en 1979 su trabajo sobre la“Arquitectura de los Valles Calchaquíes”(Gutiérrez y Viñuales 1979), en este casomás orientado hacia el estudio de la arqui-tectura emblemática civil y religiosa.

Figura 4Tapa de la edición de Eudebadel texto de BernardRudofsky (1964 [1973]).

11. Este título estaba íntimamente relacionado

con el posicionamiento queexpresó Marina Waisman en laeditorial de este número. Alreferirse a estas arquitecturasobservó la centralidad en larelación persona-arquitecturaal sostener que:

Lo que importa destacar esque se ha eliminado aquí laintermediación profesionalen la producción de lavivienda, que se da una totalinmediatez entre la percep-ción de la necesidad y la pro-visión de la solución, o,mejor dicho, que la interme-diación entre ambas se haconcretado por medio de laexperiencia socialmente vivi-da en el tiempo (1978: 2).

12. Los “Documentos de Arquitectura Nacional

y Americana”, primero“Documentos deArquitectura Nacional”(DAN), editados en elDepartamento de Historiade la Arquitectura de laUniversidad Nacional delNordeste y dirigidos por elpropio Ramón Gutiérrez yRicardo Jesee Alexander, seconstituyeron como unespacio importante en el quese publicaron numerosostrabajos sobre arquitecturavernácula en distintoslugares de Argentina yAmérica.

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El regreso de la “vivienda natural”

A comienzos de la década de 1970, elInstituto de Investigaciones de la Vivienda(IIV) (1972) de la Facultad de Arquitectura yUrbanismo de la Universidad de BuenosAires publicó el libro Tipos predominantesde vivienda natural de la RepúblicaArgentina, dirigido por Hernán Urquijo.Esta publicación, que debe ser ubicada enuna línea de investigación diferente a lasanteriores, fue el resultado del trabajo derecopilación y sistematización de la informa-ción existente sobre la vivienda en diferenteslugares del país. Los trabajos producidosespecialmente desde la antropogeografía, casicuarenta años antes, se constituyeron en laprincipal fuente de información utilizada.Tanto es así que incluso recuperaron de esalínea de trabajo la noción de “vivienda natu-ral” y la intención de cartografiar la diversi-dad de la vivienda. El resultado fue unaregionalización del país a partir de la tipolo-gía de las viviendas. Tal es así que se definíauna vivienda tipo “mesopotámico chaque-ño” y otras tipo “puntano cordobés”. 13 Sibien la organización no se basa explícita-mente en los aspectos ambientales, el resul-tado pareciera surgir de éstos, lo que nodebería sorprender si el punto de partida erala “vivienda natural”. En el criterio de divi-sión, además de las características de lasviviendas, parecieran haber tenido un rolmuy importante tanto lo ambiental como ladistinción entre las unidades jurídico-admi-nistrativas provinciales. Un riesgo implícitoen esta clase de investigaciones, y que seobserva en este caso, es la homogenizaciónhacia el interior de cada uno de los subtiposque no permite reconocer las enormes varia-bilidades que suelen presentarse y que, porotra parte, pueden ser consideradas muyimportantes al interior de los grupos.De todas maneras, si bien se recuperaba lanoción de “vivienda natural” con algunas desus definiciones asociadas, este texto implicóuna revisita al concepto con ciertas modifi-caciones importantes. El primer criteriodefinitorio era que fuera “construida por suspropios moradores y con predominio demateriales de la zona” (IIV 1972: 18). De estaforma, además de los materiales locales, noya naturales, se sumaba la relación entre lapersona y la obra. El segundo criterio eraque estuviera “organizada en base a móduloso unidades de planta cuadrangular o rectan-gular, de tipo semiindependiente y repetiti-vo, en sentido horizontal” (IIV 1972: 18), loque incorporaba un requisito morfológico a

la definición. Finalmente, debían de ser el“alojamiento de grupos familiares cuyosmedios de subsistencia dependen de activi-dades primarias” (IIV 1972: 18). Este últimocriterio, aproximaba la definición a la de“vivienda rural” usada por Ardissone.Sea desde los espacios de investigación,desde la búsqueda proyectual en torno a unadiscusión estético-ideológica o la acción, sise quiere, más concreta sobre la resoluciónde problemáticas habitacionales, fueronmuchos los arquitectos que durante esteperíodo orientaron su mirada hacia otrosespacios de producción arquitectónica. Lasucesión de gobiernos militares en Argentinadesde finales de la década de 1960, y en par-ticular el que comenzó en 1976, implicó laruptura de la continuidad en estas investiga-ciones. Muchos de los profesores involucra-dos perdieron sus espacios de trabajo y sequebró un camino que, más allá de las dife-rencias teóricas y metodológicas que poda-mos plantear desde el presente, proponíauna búsqueda distinta que intentaba quebrarel discurso universalista y homogenizador deuna arquitectura hegemónica.

Consideraciones finales

A lo largo de este trabajo hemos intentadorecorrer muy sintéticamente algunas de lastradiciones que se desplegaron durante elsiglo XX en Argentina en el estudio de otrasformas de hacer arquitectura, distantes enmayor o menor medida de la produccióndisciplinar. Dada la extensión del texto,hemos retomado ciertos trabajos que podrí-an considerarse emblemáticos y, sin dudas,han quedado afuera numerosas investigacio-nes importantes. Históricamente, el tema ha despertado elinterés de muchos investigadores de distintasdisciplinas. En particular, hemos tratado deidentificar dos momentos de auge: las déca-das de 1930 y 1940, por un lado, y las de1960 y 1970, por el otro. Hemos planteadoque cada uno de estos momentos tuvo susparticularidades en relación con sus enfo-ques y plataformas explicativas, pero tam-bién una continuidad que implicó que cier-tos conceptos fueran retomados y revisados.Por otra parte, entre las etapas existió uninteresante ida y vuelta entre investigadoresque provenían de espacios disciplinares dife-rentes. Las vinculaciones entre arquitectos,antropólogos, arqueólogos y geógrafos en ladécada de 1930 no se limitaron a la cercaníacon las ideas de Ricardo Rojas, sino que seexpresó en ciertas perspectivas compartidas.

13. En total se definieron seis tipos de vivienda:

“mesopotámico chaqueño”,“santiagueño chaqueño”,“andino cuyano”, “puntanocordobés”, “pampeano” y “patagónico”. Cada uno de éstos a su vez tenía sus subtipos.

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La participación de Ambrosetti en la Revistade Arquitectura o los vínculos entre el arqui-tecto Héctor Greslebin y el antropólogoEric Boman, son sólo dos de los ejemplosposibles. Algo parecido podríamos decirsobre el modo en que el Instituto deInvestigaciones de la Vivienda retomó en ladécada de 1970 los trabajos realizados desdela antropogeografía. La ruptura de los espacios académicos, pro-ducto tanto de cambios en la agenda científi-ca como de cuestiones políticas, tuvo comoconsecuencia la falta de una continuidad quepermitiera la consolidación de un campo deestudios que resultó por momentos en unafuerte vocación interdisciplinaria. Como uncorrelato, la inmensa producción académicaresultante, que hemos citado parcialmente eneste texto, se encuentra mayormente disper-sa. En todo caso, en sus distintos momentos,las investigaciones permitieron avanzar en laruptura de la idea de la “arquitectura monu-mental”, como único objeto de estudio posi-ble, ampliando de esta manera el escenariode la producción arquitectónica.De la misma manera que es fundamentalponer en valor las tradiciones académicas enlas que se insertan las nuevas investigaciones,desde una mirada actual sobre la problemáti-ca, es necesario revisar ciertas categorías quehan demostrado una notable persistencia yque, en algunos casos, se constituyen comouna pesada herencia. Las referencias a lo“natural”, lo “espontáneo”, lo “anónimo” o lo “primitivo” como explicación imponenun velo que impide reconocer los sentidosprofundos, las dimensiones sociales y simbó-licas que subyacen en cualquier producciónarquitectónica. Es significativo observar que el reconoci-miento de estas producciones arquitectónicas,a través de un sesgo de atraso y primitivismo,se daba en el marco de la experiencia de laotredad, del encuentro con prácticas y mate-rializaciones diferentes a las propias y cotidia-nas dentro de relaciones asimétricas de poder.En este contexto, la alteridad es indisociablede un cierto etnocentrismo en tanto lo desco-nocido y diferente se adquiere y explica encierta medida a través de lo conocido (Krotz1994 [2002]). En la comprensión de las cate-gorías y expresiones nativas, en este caso lasarquitectónicas, estas son atravesadas por lasconstrucciones del observador en tantomiembro de su propia sociedad con determi-nados intereses. Esto es precisamente lo quehemos podido reconocer a lo largo de estetrabajo en relación con el modo en que seconstituyeron determinados discursos yacciones en el estudio de otras prácticas

arquitectónicas en distintos lugares del país.Tal es así que las referencias al atraso o a laespontaneidad de ciertas arquitecturas nopueden ser comprendidas por fuera del ima-ginario del progreso dentro de un relatohegemónico de la arquitectura occidental, quehan impregnado los campos políticos, intelec-tuales y también académicos argentinos.Estas construcciones sobre la otredad desdeya que no eran exclusivas del ámbito argenti-no y es posible observarlas en los trabajoseuropeos tanto sobre la arquitectura de socie-dades más o menos lejanas en el tiempo y elespacio como de los propios grupos ruraleseuropeos. De todas maneras, debemos obser-var que aquí asumieron, a finales del siglo XIX

y comienzos del XX, características particula-res en relación con los procesos locales deconformación del estado argentino asociadocon la creación de una cierta identidad nacio-nal con un claro sesgo europeizante. En estecontexto, por un lado, estas otras arquitectu-ras fueron recurrentemente estigmatizadas yse constituyeron como expresiones de unpasado que debía ser dejado atrás para darpaso al progreso que estaba asociado inevita-blemente con nuevas expresiones arquitectó-nicas cargadas de una pretensión universalis-ta. Por el otro, como la contracara del mismoextrañamiento, las otras arquitecturas seconstituyeron en distintos momentos desdeuna mirada romántica como una especie derefugio de ciertos valores arquitectónicosfundacionales que debían ser cuidados. Lasinterpretaciones han estado recurrentementecargadas de miradas ahistóricas y esencializa-das que exacerbaban la existencia de unasupuesta pureza.La comprensión de estas arquitecturasrequiere que sean analizadas en el marco deluniverso de prácticas y relaciones en que sonproducidas, y dentro del modo particular deconcebir el tiempo y el espacio de una socie-dad. Las aproximaciones etnográficas, quede alguna manera reclamaban Oliver (1969[1978]) y Rapoport (1969 [1972]), constitu-yen una forma posible de acercarse al estu-dio de la arquitectura desde los puntos devista de quienes la producen. Distintasinvestigaciones recientes, y otras no tanto,han tomado este enfoque para estudiar laarquitectura de distintos grupos sociales. 14

Inevitablemente esto implica, y requiere,poner en tensión las propias categorías parapoder aproximarse a distintas maneras depensar y hacer arquitectura

14. Aunque implica dejar afuera trabajos importan-

tes, cabe mencionar por ejem-plo el trabajo sobre “arquitec-tura del pastoreo” en la Punade Atacama realizado por laantropóloga Bárbara Göbel(2002) o la investigación etno-arqueológica encarada en elsur de Bolivia por AxelNielsen (2000). Si bien notiene un enfoque estrictamenteetnográfico, debemos destacarel trabajo del arquitectoRodolfo Rotondaro (1991)sobre los asentamientos en losalrededores de la Laguna dePozuelos en la provincia deJujuy. A partir de una perspec-tiva etnográfica hemos intenta-do encarar nuestro propio tra-bajo de investigación sobre elespacio doméstico pastoril enSusques, provincia de Jujuy(Tomasi 2010). Allí también esposible encontrar una revisiónde los trabajos etnográficossobre el espacio doméstico enel área andina.

ReconocimientosAgradecemos a Perla Zusman,Daniel Schávelzon, AlejandroBenedetti y Carolina Rivetpor su lectura y los aportesque realizaron sobre las primeras versiones de estetexto.

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RECIBIDO: 17 julio 2010.ACEPTADO: 21 marzo 2011.

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CURRÍCULUM

JORGE TOMASI es arquitecto egresado de la Facultad de

Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos

Aires y magíster en Antropología Social (ISES-IDAES-UNSAM).

Asimismo es Doctor de la Universidad de Buenos Aires, área

Geografía (FFyL-UBA) y becario posdoctoral del CONICET. Tiene

su lugar de trabajo en el Instituto Interdisciplinario Tilcara

(FFyL-UBA). Desde el año 2003, trabaja desde una perspectiva

etnográfica con grupos pastoriles en la Puna de Atacama, parti-

cularmente en Susques en la provincia de Jujuy, investigando

sobre las características del espacio doméstico, movilidad y terri-

torialidad. Ha participado en distintos congresos y encuentros

científicos y ha publicado diferentes artículos y capítulos de

libros sobre la temática. Entre el 2006 y el 2009 ha formado parte

del proyecto de extensión universitaria “Puna y Arquitectura”

(FADU-UBA).

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET),Instituto Interdisciplinario Tilcara, Facultad de Filosofía y LetrasUniversidad de Buenos Aires| Belgrano 445, Tilcara, provincia de Jujuy

E-mail: [email protected]