lo problemático del sentimiento trágico de la vida en san
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Lo problemático del sentimiento trágico de la vida en
San Manuel Bueno, mártir
Una tesis
presentada al
departamento de español
Colorado College
En satisfacción parcial
de los requisitos para el título de
Licenciatura en Letras
Madison Katherine Stuart
Primavera de 2012
He seguido el código de honor de
Colorado College
_____________________________
Madison Katherine Stuart
Acknowledgements
My deepest gratitude goes to Professor Daniel Arroyo for his constant guidance
throughout this process, for believing in me and for always being available for advice and
support. Thank you to Professor Clara Lomas for her support and direction in SP431 and beyond.
Thanks to both of them for pushing me to make this project a thesis. It was worth it. I am grateful
to all my Spanish professors for seven straight blocks of literature this year and an incredible
experience in the Spanish major.
Thank you to my friends for being there for me this year. Lastly, all my love and
gratitude to my parents for giving me the gift of education and allowing me to follow my
passion, and to my brothers for our adventures.
Índice
Introducción……………………………………………………………………………………….1
Biografía y contexto histórico……………………………………………………………………..2
El sentimiento trágico de la vida…………………………………………………………………..6
La sociedad española como un cuerpo enfermo…………………………………………………10
San Manuel Bueno, mártir: El espacio de experimentación……………………………………..12
Conclusión……………………………………………………………………………………….24
Obras citadas……………………………………………………………………………………..28
Stuart 1
Introducción
Volver a verte en el reposo quieto
Soñar contigo el sueño de la vida
Soñar la vida que perdura siempre
Sin morir nunca
—Miguel de Unamuno,
“Salamanca”
Cuando vivía en Salamanca, España, en el verano de 2010, encontré la estrofa del poema
de Unamuno de este epígrafe. Sentí una conexión inexplicable con la estrofa—por la relación
casi espiritual que uno puede tener con una ciudad, y por la idea de la vida como un sueño.
Cuando leí San Manuel Bueno, mártir unos años después, me di cuenta al leer una sección sobre
la vida como un sueño, que el autor era el mismo Unamuno. La presentación casi negativa del
catolicismo en San Manuel Bueno, mártir me sorprendió, porque fue escrito a principios del
siglo XX, cuando el catolicismo era central en la cultura española. Quería saber por qué era tan
controversial tener dudas de la fe católica en la época de Unamuno, al punto de que San Manuel
Bueno, mártir sería nombrado un libro prohibido. Quería aprender más sobre la perspectiva
religiosa de Unamuno.
Al investigar la religión de Unamuno, encontré el universo de su filosofía religiosa, en el
centro del cual estaba Del sentimiento trágico de la vida. Este texto es un monstruo filosófico
que analiza y critica duramente a la sociedad española de su época. Entre sus numerosas críticas,
Unamuno problematiza la pereza espiritual del pueblo español. Presenta, como otros filósofos lo
han hecho anteriormente, a España como un cuerpo humano enfermo de una ociosidad espiritual.
A la vez, sugiere que sufrir es vivir y provee una receta, como lo haría un médico, que uno
siempre debe de ser curioso espiritualmente para evitar la pereza repugnante. Este sufrimiento y
cuestionamiento forman una parte íntegra del complejo sentimiento trágico de la vida.
Stuart 2
Decidí enfocar este estudio en este aspecto del sentimiento trágico de la vida y su
relación con la idea de la sociedad como un cuerpo enfermo para estudiar la percepción de
Unamuno de la sociedad española entre la guerra de 1898 y la guerra civil (1936-39). Al leer Del
sentimiento trágico de la vida identifiqué temas comunes con San Manuel Bueno, mártir. La
novela sirve como el espacio de la experimentación práctica de la filosofía. Sin embargo,
también encontré una desconexión entre la receta del sentimiento trágico que provee Unamuno
en su filosofía y la representación de ello en su novela, San Manuel Bueno, mártir. Como
filósofo principal de la generación del 98, un grupo de intelectuales inspirados por la crisis de
1898, Unamuno ofrece en su filosofía una perspectiva principal para entender la situación de
España en los años entre la crisis del 98 y la guerra civil, pero la división ideológica entre Del
sentimiento trágico de la vida y San Manuel Bueno, mártir nos demuestra la dificultad de
emplear una filosofía en una situación práctica. En su filosofía, Unamuno culpa a la sociedad
española de sufrir una enfermedad espiritual causada por el catolicismo y provee una receta, el
sentimiento trágico de la vida, como un remedio de vivir verdaderamente dentro de la sociedad.
Sin embargo, a través de San Manuel Bueno, mártir, Unamuno problematiza el sentimiento
trágico y sugiere la imposibilidad de aplicarlo como remedio en un contexto social y político.
Biografía y contexto histórico
Para comprender el nacimiento y el desarrollo de la filosofía de Unamuno, hay que
entender algunos datos biográficos que influyeron en sus pensamientos filosóficos. Miguel de
Unamuno y Jugo nació en Bilbao en 1864. Empezó el bachillerato a una edad joven y allí
comenzó su interés por la filosofía. Después de publicar su primer artículo a los 16 años, fue a
Madrid para estudiar humanidades. Según el documental Miguel de Unamuno: El Rector,
Unamuno era en su juventud “un católico practicante fervoroso” pero durante sus estudios en
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Madrid, encontró la filosofía de Spencer que le llevó a racionalizar su fe con el propósito de
encontrar el verdadero espíritu cristiano dentro del catolicismo cultural (El rector).1 Estas
primeras inquietudes de fe son una primera aproximación a la búsqueda de la fe que guiaba
mucha de la filosofía de Unamuno durante su carrera como académico.
Cuando terminó la universidad en Madrid, Unamuno regresó a Bilbao para encontrar una
ciudad transformada económica y socialmente por la influencia de la industria del hierro.
España experimenta la revolución industrial más lentamente que el resto de Europa en el siglo
XIX, entonces tecnológica e industrialmente estaba retrasada (Ruiz 8). Unamuno se dedicó a la
causa del socialismo y continuó su involucramiento con el socialismo cuando se mudó a
Salamanca en 1891. En 1897, el hijo joven de Unamuno murió. Este hecho cambió totalmente la
perspectiva y las prioridades de Unamuno. Con esta tragedia empezó su preocupación religiosa
y su obsesión con el tema de la muerte y la justicia de la muerte. Decidió que la lucha social a la
que se había dedicado no era tan importante como la lucha por la vida misma. De esta crisis
nacieron dos elementos centrales de la filosofía de Unamuno: su pregunta fundamental “¿Quién
soy yo?” y su obra filosófica Del sentimiento trágico de la vida (El rector). Después de la
muerte de su hijo, nunca regresó a la Iglesia católica ortodoxa y publicó abiertamente sus
conflictos con la Iglesia.
Al principio del siglo XX, los pensamientos y preocupaciones de Unamuno coincidieron
con el regeneracionismo de la nación y con la generación del 98. La generación del 98 es una
generación de literatos e intelectuales, así nombrada por la gran influencia que tiene el desastre
de 1898 en su pensamiento y filosofía. Unamuno es considerado un gigante de la generación por
proponer ideas fundamentales que influyeron al resto de la generación. Otros miembros notables
de la generación son Azorín, Ramiro Maeztu, Ángel Ganivet, José Ortega y Gasset y Antonio
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Machado (Shaw). La perspectiva que todos tienen en común es que buscaban respuestas
abstractas y filosóficas para los problemas concretos y prácticos de la situación española (Shaw
9). Shaw sugiere que esta perspectiva es un error, pero yo propongo que la reconstrucción
espiritual que proponen los intelectuales de la generación tiene igual valor que una
reconstrucción concreta. Los noventayochistas, incluso Unamuno, tenían preocupaciones
espirituales personales que motivaron su enfoque en la regeneración espiritual sobre toda praxis.
El sentimiento trágico de la vida es la versión unamuniana de la respuesta para una
reconstrucción espiritual. Específicamente, la propuesta del sufrimiento y del cuestionamiento
espiritual dentro de una sociedad católica guiará más adelante nuestra lectura de San Manuel
Bueno, mártir.
Fue nombrado rector de la Universidad de Salamanca en 1900, y el éxito de la novela
Niebla en 1914 convirtió a Unamuno en el intelectual más respetado de su época, aunque en el
mismo año fue despedido de su posición de rector de la Universidad por “una cuestión electoral”
arbitraria y vaga (Shaw 42). Con el reconocimiento de su éxito literario y filosófico, a la gente le
importaba más la posición política de Unamuno. Por el escrutinio de sus opiniones, en 1920 fue
condenado a dieciséis años de cárcel por escribir un artículo crítico de la política del país que
insultaba al rey (Shaw 42). No tuvo que ir a la cárcel pero su posición como líder de la
oposición fue reforzada con esta condena.
Durante los años veinte, Unamuno continuó sus ataques a la dictadura de Miguel Primo
de Rivera hasta que en 1924, el dictador le mandó al exilio a Fuerteventura en el Atlántico por
sus opiniones controversiales, específicamente “la activa campaña contra el Directorio Militar y
contra el Rey” (Shaw 42). Unamuno no sabía que su exilio había sido perdonado durante el
verano de 1924, y se fue a Francia en exilio voluntario, convirtiéndose en un símbolo de la
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oposición a la dictadura (Shaw 42). Desde el exilio en Paris, escribió dos libros, La agonía del
cristianismo y San Manuel Bueno, mártir, que es considerado uno de sus libros más famosos
hasta hoy en día. En 1930, la dictadura de Primo de Rivera cayó y Unamuno regresó a España.
En los años 1930-1936, España fue gobernada como una república por Manuel Azaña y
después por Niceto Alcalá Zamora (Casanova viii). Durante la Segunda República Española,
hubo mucha tensión entre los dos partidos políticos y sus ideologías contrapuestas. Unamuno se
unió al partido republicano y fue nombrado diputado del partido. En 1933, Unamuno fue de
nuevo nombrado rector de Salamanca. Unos años después de ser designado diputado del partido
republicano, Unamuno empezó a confrontar a esta organización, poniéndose a sí mismo en la
posición de disidente y resistente a ambos lados. Según Pedro Cerezo Galán, profesor de la
Universidad de Granada, esta disidencia y resistencia a cualquier posición política es la esencia
de la actitud trágica política de Unamuno (El rector). Hay cierta relación entre esta actitud
política y su disidencia a toda religión concreta.
El primer día de octubre de 1936, Francisco Franco se autodenominó el “caudillo de
España por la gracia de Dios.” El doce de octubre, estaba en Salamanca para celebrar el “Día de
la Raza y la Hispanidad,” un día de celebración creado por los fascistas. Como rector de la
universidad, Unamuno fue invitado a sentarse en la mesa principal cuando se presentaron Franco
y otros franquistas en la Universidad. El discurso franquista promovía una España unida bajo el
catolicismo y la lengua e identidad castellana. En esta conmemoración José María Pemán recita
en su poema “El ángel y la bestia” que el primero es “la España iluminada de la tradición
católica” y la última “la Anti-España liberal y democrática” (Egido 135). El general Millán
Astray guió los gritos de “¡Viva la muerte!” y “¡España! ¡Una!... ¡España! Grande!... ¡España!
¡Libre!” (Egido 134). Unamuno no había planeado decir nada por no querer ser controversial
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pero al final de los discursos de los franquistas, se levantó y exclamó que “sabéis que soy
incapaz de permanecer en silencio” (Egido 140). Proclamó que aunque en el pasado estaba de
acuerdo con las ideas franquistas, ya no podía, porque “vencer no es convencer y hay que
convencer sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión” (Egido
141). Continuó con crítica contra los franquistas hasta que el general Millán Astray interrumpió
con gritos de “¡Mueran los intelectuales! ¡Viva la muerte!...¡Abajo los malos intelectuales!
¡Traidores!” (141-142). Unamuno respondió con sus últimos comentarios públicos: “Os falta
razón y derecho en la lucha. Es inútil pediros que penséis en España” (142). Con estos
comentarios, Unamuno salió de la Universidad y pronto fue expulsado de su posición del rector.
Unamuno vivió sus últimos dos meses en soledad en su casa, con visitas ocasionales de
Bartolomé Aragón. Comentó Unamuno durante una de estas visitas que “Dios no puede volverle
la espalda a España. España se salvará porque tiene que salvarse” (El rector). Aquí alude a la
idea del estado español como un cuerpo enfermo que tiene que salvarse, a la que referiré más
adelante. El último día de 1936, Unamuno se murió pacíficamente en casa, mientras que la
guerra civil empezó a destruir la España que conocía.
El sentimiento trágico de la vida
Para entender mi crítica de San Manuel Bueno, mártir, es imprescindible comprender la
filosofía de Unamuno, una gran parte de la cuál es el sentimiento trágico de la vida. Sería
imposible ofrecer una sola definición del sentimiento trágico de la vida, porque es un concepto
complejo formado por múltiples partes. A veces, las ideas de Unamuno del sentimiento se
contradicen, lo que crea más complejidad y confusión. Este estudio se enfoca en un aspecto que
está en el centro del argumento: la lucha interna entre la razón y la fe y cómo afecta a las
perspectivas religiosas de las personas que viven en una sociedad controlada por el catolicismo.
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Este tema específico de la filosofía unamuniana es esencial estudiarlo en el contexto de las
décadas entre la guerra del 98 y la guerra civil en España, cuando había tanto desacuerdo
ideológico en la sociedad.
El conflicto personal entre la fe y la razón está presente en numerosas obras filosóficas de
Unamuno, pero aquí nos enfocamos en Del sentimiento trágico de la vida y el ensayo “Mi
religión”. Unamuno escribió el ensayo “Mi religión” en 1907, cinco años antes que Del
sentimiento trágico de la vida; las ideas que propone en el primero las desarrolla en el segundo.
En el ensayo, Unamuno señala que su religión es “luchar incesante e incansablemente con el
misterio; mi religión es luchar con Dios desde el romper del alba hasta el caer de la noche” (8).
La misión de Unamuno en proponer el sentimiento trágico de la vida es
quebrantar la fe de unos y de otros y de los terceros, la fe en la afirmación, la fe en la
negación y la fe en la abstención, y esto por fe en la fe misma; es combatir a todos los
que resignan, sea al catolicismo, sea al racionalismo, sea al agnosticismo; es hacer que
vivan todos inquietos y anhelantes. (Sentimiento 505)
No quiere que nadie se resigne a un dogma sin sentirlo auténticamente dentro del corazón.
Plantea en Sentimiento que este sufrimiento es necesario, porque “de este abismo de
desesperación puede surgir esperanza, y cómo puede ser fuente de acción y de labor humana,
hondamente humana, y de solidaridad y hasta de progreso, esta posición crítica” (265). Sólo con
sufrir se puede encontrar significado en la vida.
El sentimiento trágico de la vida y la perspectiva religiosa de Unamuno han sido
estudiados por muchos y diversos académicos pero la mayoría de estos estudios a los que he
tenido acceso se produjeron en los años 60 y 70 del siglo XX. En uno de los estudios más
recientes, Howard Mancing también ha comentado sobre la falta de crítica en los últimos treinta
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años (343). Los críticos de los años 60 y 70 han expresado varias interpretaciones del
sentimiento trágico de la vida. Por ejemplo, Gilberto Cancela entiende que “en Unamuno el
sentimiento religioso iba unido con la vida del espíritu, y por otro lado va la razón, la cultura,”
que explica su problema central con la Iglesia católica—la racionalización de la espiritualidad
(67). Cancela se contradice a sí mismo porque opina que Unamuno ha problematizado el
catolicismo, pero propone que Unamuno ha encontrado en el catolicismo “un camino
maravilloso para vivir una verdadera vida humana… una especie de reservorio de maravillosos
contrastes, mejor contradicciones, que enriquecen la vitalidad, aumentan, casi exasperan estas
luchas íntimas, desgarradoras que son esenciales y necesarias para el hombre…” (67). Se puede
aseverar que Cancela ha malinterpretado los propósitos de Unamuno, porque aunque a Unamuno
le fascina el catolicismo y sus contradicciones, no lo considera maravilloso porque en vez de
agradecerle, lo culpa por los problemas del pueblo español. Tampoco es su propio camino de
vida porque después de perder su fe ortodoxa en la universidad en Madrid, Unamuno no se
considera a sí mismo un católico verdadero, solo culturalmente. Ha experimentado
constantemente las luchas íntimas y opina que son producto del sentimiento trágico católico,
pero no en la manera casi salvadora que sugiere Cancela, sino de manera más melancólica.
Aunque experimenta el sufrimiento inquieto, prefiere esto a una vida resignada en una religión.
Un artículo publicado en El país el 2 de marzo de 2012, escrito por Tereixa Constenla,
muestra que la investigación de las obras de Unamuno todavía es importante hoy en día. El
artículo se trata de un manuscrito de Unamuno recientemente encontrado en una carpeta en su
casa en Salamanca, la cual ahora es la Casa-Museo Miguel de Unamuno. En este artículo y el
manuscrito, Mi confesión, hay tres ensayos con los tres temas esenciales del Sentimiento.
Primero, el rector ha culpado “la avaricia espiritual como raíz de todo decaimiento” (Constenla).
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Es notable que se ha referido a dos pecados mortales en su descripción de la situación espiritual
en España: la pereza en Sentimiento y ahora la avaricia. La segunda idea es la lucha constante
entre la fe y la razón: “No quiero poner paz entre mi corazón y mi cabeza, entre mi fe y mi razón,
sino quiero que se peleen y se nieguen recíprocamente, pues su combate es mi vida” (Constenla).
Esta cita de Mi confesión será la base del Sentimiento trágico de la vida unos años después. La
tercera idea no aparece en Mi confesión sino en una conversación con el obispo de Salamanca,
notada en el artículo, en que Unamuno opina que “España necesita que la cristianicen
descatolizándola” (Constenla). Esta cita se puede interpretar de varias maneras, pero en el marco
de este estudio, la interpreto como una llamada a la gente en la que hay que reencontrar la fe
verdadera cristiana y dejar el catolicismo cultural que le ha hecho perezosa espiritualmente.
Hay que aclarar que Unamuno propone este sentimiento trágico de la vida como el
sentimiento de los españoles, específicamente, porque está causado por la influencia cultural del
catolicismo.
Y puestos que los españoles somos católicos, sepámoslo o no lo sepamos, queriéndolo o
sin quererlo, y aunque alguno de nosotros presuma de racionalista o de ateo, acaso
nuestra más honda labor de cultura y, lo que vale más que de cultura, de religiosidad—si
es que no son lo mismo—, es tratar de darnos clara cuenta de ese nuestro catolicismo
subconsciente, social o popular. Y esto es lo que he tratado de hacer en estos ensayos.
(469)
Unamuno propone que el catolicismo está tan profundamente dentro del alma española, que no
se puede escapar de él, aún si uno mismo se considera racionalista o ateo. Unamuno sería un
ejemplo de un disidente, porque rechazó al catolicismo ortodoxo cuando era joven, pero la
presencia del catolicismo en su escritura muestra un gran conocimiento de ello. Tiene razón con
Stuart 10
decir que el catolicismo puede ser “subconsciente, social o popular” porque para muchos
españoles que nacen en la sociedad católica, se consideran católicos porque es parte de la cultura
popular, no necesariamente porque tienen fe verdadera en la religión. Unamuno reconoce en la
cita anterior que la cultura, o la religión, y la espiritualidad no son equivalentes, lo que sugiere
que el catolicismo cultural español y la fe católica son distintos. Esta distinción tenía gran efecto
en la lucha interna de Unamuno.
La caída perezosa en esta cultura católica en vez de la fe consciente es lo que Unamuno
quiere evitar con proveer el sentimiento trágico de la vida. Una vida en la cual siempre se lucha
entre los mundos de fe y razón es una vida llena de sufrimiento pero es una vida verdadera,
porque “él que sufre vive, y él que vive sufriendo ama y espera….y es mejor vivir en dolor que
no dejar de ser en paz” (Sentimiento 151-152). En 1973, Cancela señala la diferencia entre una
religión tradicional y la de Unamuno en su propuesta que para él, la religión es “un sentimiento
humano, no conceptual, no tradicional, no heredado; lo trata como una cosa de vida, más que una
cosa de libros” (15). Es precisamente cuando uno no siente una fe auténtica sino que acepta el
dogma proveído por la sociedad que cae en la enfermedad de la ociosidad. Para la gente que no
acepta el cuestionamiento del sentimiento trágico, es fácil hundirse en la aparente comodidad del
catolicismo cultural sin tener fe verdadera, pero Unamuno reconoce que esta pereza es la
enfermedad que ha contagiado al cuerpo español.
La sociedad española como un cuerpo enfermo
A través de la historia, múltiples filósofos políticos han empleado la metáfora de la
sociedad como un cuerpo humano.2 José Ortega y Gasset, un filósofo español y miembro de la
generación del 98, utiliza esta metáfora para caracterizar a la España de su época en el libro
España invertebrada. Publicó España invertebrada en 1921, quince años antes de la guerra
Stuart 11
civil, pero las luchas culturales ya habían afectado al sentimiento de desacuerdo en España.
Ortega y Gasset observó que en las primeras dos décadas del siglo XX ha ocurrido en España
“una aparición de regionalismos, nacionalismos, separatismos” de las regiones culturales
distintas que crean “movimientos de secesión étnica y territorial” (Ortega y Gasset 38). Mario
Valdés en la introducción de San Manuel Bueno, mártir, comenta en la división ideológica en los
años 30: “Ambos lados estaban y estuvieron preparados para sacrificar la vida de los suyos y de
los otros con tal de que su ideal fuera realizado” (23). Ortega y Gasset propone que lo que
“impulsa y nutre el proceso” del cuerpo social es un dogma nacional, “un proyecto sugestivo de
vida en común” (33). Inquiere que un grupo que constituyen un Estado siempre lo hacen por un
propósito o un anhelo (33). Para España, este dogma nacional que provee un propósito para vivir
juntos es el catolicismo.
Este mismo dogma que ha traído cohesión cultural al estado español también ha causado
la ociosidad espiritual en esta época de desacuerdo a la que refieren Ortega y Gasset y Unamuno.
La enfermedad española espiritual, cultural y social que propone Unamuno es en esencia una
enfermedad colectiva de las masas causada por el catolicismo. En España invertebrada, Ortega
y Gasset señala que
La fatiga de un órgano parece a primera vista un mal que éste sufre. Pensamos, acaso,
que en un ideal de salud la fatiga no existiría. No obstante, la fisiología ha notado que sin
un mínimum de fatiga el órgano se atrofia. Hace falta que su función sea excitada, que
trabaje y se canse para que pueda nutrirse. Es preciso que el órgano reciba
frecuentemente pequeñas heridas que lo mantengan alerta. Estas pequeñas heridas han
sido llamadas “estímulos funcionales”; sin ellas, el organismo no funciona, no vive. (31)
Stuart 12
El organismo en este caso es el pueblo español. Las enfermedades afectan a todo el pueblo y
son necesarias para el progreso y la salud del estado español. Ortega y Gasset compara estas
heridas a la idea de la fuerza contraria o la dispersión en la sociedad. El estimulo de las heridas,
en este caso la disidencia social, es obligatorio para evitar la atrofia de la cohesión y unidad
nacional (32). En el contexto literario de la filosofía de Unamuno y San Manuel Bueno, mártir,
y el contexto histórico entre las guerras en España, una posible interpretación sugiere que la
pereza espiritual es la culpable del desacuerdo ideológico que causó la guerra civil, pero que la
guerra era la herida necesaria para la salud total de España.
San Manuel Bueno, mártir: El espacio de experimentación
Unamuno ha establecido en San Manuel Bueno, mártir un espacio de experimentación
para probar la factibilidad de aplicar el sentimiento trágico de la vida en un contexto social y
político. Aunque San Manuel Bueno, mártir es una obra ficticia todavía funciona como una
representación práctica de la filosofía. La aldea donde toma lugar la acción de la novela
representa una sociedad envuelta en la pereza de fe que causa una religión, según Unamuno y
Ortega y Gasset. El sufrimiento que experimenta nuestro protagonista, don Manuel, con su falta
de fe católica es exactamente lo que receta Unamuno. Con las características de la pereza
espiritual y el sentimiento trágico puestas, ahora examinaremos la factibilidad de don Manuel de
vivir con el sentimiento trágico dentro del contexto social de Valverde de Lucerna.
Primero, exploramos las maneras en que don Manuel es un ejemplo vivo del sentimiento
trágico de la vida. En Del sentimiento trágico de la vida, Unamuno examina el rol de la bacteria
social: “Todo individuo que en un pueblo conspira a romper la unidad y la continuidad
espirituales de ese pueblo, tiende a destruirlo y a destruirse como parte de ese pueblo” (108).
Aunque Ortega y Gasset diría que esta bacteria tiene sus beneficios para el progreso, Unamuno y
Stuart 13
don Manuel entienden el peligro del desacuerdo social, especialmente en términos religiosos.
Unamuno hubiera podido crear a don Manuel como esta bacteria que rompe la unidad del
pueblo, pero crea un personaje consciente de la influencia del desacuerdo social que escoge
mentir para no romper la unidad del pueblo, lo cual él interpreta como ayudar a las masas de su
aldea.
El protagonista, don Manuel, siempre está luchando entre la fe y la razón; es una
personificación de un sujeto viviendo con el sentimiento trágico de la vida. Don Manuel no cree
en la inmortalidad del alma, un aspecto imprescindible del catolicismo. Unamuno incluye datos
autobiográficos en los tres protagonistas de San Manuel Bueno, mártir: don Manuel, Ángela y
Lázaro. Una similitud grande entre Unamuno y don Manuel es que ambos dan prioridad a evitar
la pereza, el cual es un aspecto importante del sentimiento trágico. En “Mi religión,” Unamuno
propone que es escéptico, porque desde esta posición desaparece la pereza espiritual (7).
Unamuno define en este ensayo que su religión es “buscar la verdad en la vida y la vida en la
verdad…luchar incesante e incansablemente con el misterio…trepar a lo inaccesible” (8). Don
Manuel también vive una vida “activa y no contemplativa, huyendo cuanto podía de no tener
nada que hacer” porque piensa que “la ociosidad es la madre de todos los vicios” (124). Ambos
Unamuno y don Manuel escogen vivir con el constante conflicto interno, en el caso de don
Manuel este conflicto se manifiesta como una lucha para el bienestar de su aldea.
Sin embargo, como ha señalado Mancing, es necesario no igualar las opiniones de los
protagonistas con las de Unamuno, para evitar una falacia afectiva. Mancing opina que la
diferencia más amplia entre Unamuno y don Manuel es que “Unamuno sells yeast, wants to
agitate, educate, make people think. Don Manuel sells drugs, wants to calm, soothe, keep people
from thinking” (350-351). Los motivos de don Manuel de proveer el opio de la religión a la
Stuart 14
gente vienen del sufrimiento que experimenta por el sentimiento trágico, los efectos del cuál
proseguiré a analizar.
El sentimiento trágico de don Manuel está reflejado también en su relación con Lázaro.
Antes de conocer a don Manuel, el joven Lázaro, el único personaje que admite abiertamente su
falta de fe, critica a Valverde de Lucerna y “el campo feudal” por el control total que tiene la
Iglesia en la sociedad: “los curas manejan a las mujeres y las mujeres a los hombres” (138).
Lázaro predice la opinión anti-católica de don Manuel al declarar que don Manuel “es demasiado
inteligente para creer todo lo que tiene que enseñar” (138). Eventualmente, Lázaro se convierte
en el confidente de don Manuel y don Manuel admite a Lázaro su secreta falta de fe. Don
Manuel muestra su propósito de ser el cura aunque no cree “para hacerles [a los aldeanos]
felices…que vivan en unanimidad de sentido” (143). En la relación entre don Manuel y Lázaro
se desvela el sufrimiento que experimenta don Manuel porque sólo con Lázaro comparte su falta
de fe.
Ahora que comprendemos las características trágicas que personifica don Manuel del
sentimiento unamuniano, veremos la dificultad de existir con este sentimiento dentro del
contexto social de su aldea. Aunque don Manuel experimenta este sentimiento trágico
personalmente, encuentra problemas con mantenerlo dentro de su aldea, Valverde de Lucerna.
Esta aldea es una representación literaria y práctica de “los pueblos de lengua castellana,
carcomidos de pereza y de superficialidad de espíritu” de lo que siempre se queja Unamuno (“Mi
religión” 11).
Valverde de Lucerna está llena de gente católica. La creencia en la religión de la aldea es
clara desde su mismo nombre. Lucerna es una combinación de la frase “luz eterna,” que
demuestra la fe de los aldeanos en la vida eterna. El único representante individual de la gente
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de Valverde de Lucerna es Blasillo el Bobo, cuya fe ciega le hace repetir todo el día, “Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (121). Don Manuel tiene gran influencia en los
aldeanos, quienes le conocen como un santo en vida. Su voz divina tiene el poder de llevar a la
gente a llorar (121). Don Manuel considera que su rol es “vivir para mi pueblo, morir para mi
pueblo. ¿Cómo voy a salvar mi alma si no salvo la de mi pueblo?...Yo no puedo perder a mi
pueblo para ganarme el alma” (129). Con esta devoción a los aldeanos, don Manuel intenta
prevenirles del sufrimiento y preocupación que él experimenta con el sentimiento trágico de la
vida.
Su relación con los aldeanos es precisamente la manifestación del problema del
sentimiento trágico en un contexto social. Por ser el cura de la aldea, don Manuel tiene una
responsabilidad grande como líder ideológico y político. Críticos unamunianos han tomado
varias perspectivas sobre lo “bueno” de don Manuel. He mencionado que no han hecho mucha
crítica unamuniana desde los años 60 y 70 entonces he escogido dos críticos recientes para
comparar sus perspectivas. En un artículo escrito en 2007, Jeffrey W. Robbins se enfoca en la
crisis existencialista de don Manuel con una muerte espiritual. Robbins reconoce la ironía de la
mentira que vive don Manuel sin religión, mientras que trae la verdad de la religión a sus
aldeanos. Así, Robbins profesa que don Manuel es un santo, por tener una integridad “animated
not by scorn but by love—a love for humanity, an empathy for human suffering and a sympathy
for human weakness” (16). Por otro lado, Howard Mancing tiene una interpretación
completamente negativa de don Manuel. En su artículo publicado en 2006, Mancing reconoce las
características paternalistas de don Manuel y con este reconocimiento, presenta a don Manuel
como el antagonista. Propone que el protagonista es “one of those self-appointed conservative
intellectual élites who believe that while they can struggle with the important philosophical,
Stuart 16
religious, political, economic, and/or social issues, the masses cannot” (357). En este estudio,
intento lograr un entendimiento de don Manuel que reconoce sus motivos desde ambas
perspectivas, y los problematiza en relación al sentimiento trágico de la vida.
En toda la crítica unamuniana que he examinado en este estudio, hay una lectura
dominante del personaje don Manuel: la propuesta que don Manuel es paternalista. Mancing es
uno de los críticos recientes que ha tomado esta perspectiva y tiene razón al exponer que la idea
de sufrir por la gente es bastante paternalista. Se ha separado de él mismo de la gente común,
sugiriendo que no son capaces de sufrir y cuestionar la religión como él. Don Manuel explica a
Lázaro que la verdad es “algo terrible, algo intolerable, algo mortal; la gente sencilla no podrá
vivir con ella” (143). Esta perspectiva paternalista hace un eco en la interpretación unamuniana
de la sociedad española enferma e incapaz de dudar del catolicismo. Unamuno presenta en su
escritura una perspectiva igual de elitista que la de don Manuel. En una conversación con Nikos
Kazantzakis, un escritor griego, justo antes de la muerte de Unamuno, nuestro rector exclamó:
The face of the truth is terrifying. What is our duty? To hide the truth from the people! …
We must deceive the people; deceive them, so that the poor creatures can have the
strength and cheerfulness to go on living. If they knew the truth, they couldn’t go on.
They wouldn’t want to live any more. The people need myth, illusion, deception. These
are what support their lives. Here, I’ve written a book on this awful theme—my last
book. Take it….The Martyr San Manuel Bueno. Read it. You’ll see. My hero is a
Catholic priest who does not believe. But he is struggling to give his people the faith
which he himself lacks, and in that way, to give them the strength to live. To live! For he
knows that without faith, without hope, the people cannot go on living. (Mancing 353)
Stuart 17
En esta cita, Unamuno se posiciona en un lugar superior, sugiriendo que él también tiene la
responsabilidad paternalista de salvar a la gente sencilla que no tiene la capacidad de sufrir como
él. Se separa del resto de la gente al decir que “ellos” no pueden seguir viviendo en vez de decir
“nosotros” no podemos seguir viviendo. La perspectiva condescendiente y elitista de don
Manuel y Unamuno no es justa porque sugiere que alguna gente es capaz de dudar y lidiar con la
duda mientras que las masas no pueden hacerlo.
El otro problema con la responsabilidad social de don Manuel es que para mantener su
posición como guía religioso de la aldea, miente constantemente a sus aldeanos. Lázaro y
Ángela son los únicos aldeanos que conocen la verdad sobre la crisis de fe de don Manuel. Para
el resto de la gente, don Manuel ha creado una mentira elaborada que también minimiza las
capacidades de los aldeanos desde la percepción de don Manuel que no es justa. Como el
confidente de don Manuel, Lázaro también entra en la mentira de don Manuel. Cuando por fin
Lázaro se convierte al catolicismo, Ángela exclama “¡qué alegría nos has dado a todos!” y su
hermano le explica que esto, la consolación del pueblo, no una razón personal, era su motivación
para convertirse (141). Estas mentiras elaboradas son necesarias para mantener el secreto. La
combinación de dichas mentiras y la posición paternalista de don Manuel muestra que vivir con
el sentimiento trágico de la vida, aunque en teoría es una receta para evitar la pereza espiritual, es
imposible lograrla en la práctica, dentro de un contexto social.
Emilia Doyaga analiza el carácter elitista de don Manuel a través de su relación con
Ángela y de los roles y expectativas de las mujeres en la sociedad de Valverde de Lucerna.
Mucho del misógino don Manuel está reflejado en las declaraciones de su autor. En Unamuno y
la mujer, Doyaga examina la representación del personaje femenino religioso en las obras de
Unamuno. Cita directamente la opinión de Unamuno que las mujeres son “los espíritus más
Stuart 18
mezquinos y más lastimosamente apegados a la tierra” (157). Adicionalmente, según Unamuno,
“la pasividad y el conformismo son características innatas en la mujer, de modo que la que siente
“inquietudes religiosas” es verdadera “rara avis”” (Citado en Doyaga 159). Con esta perspectiva
limitada de la mujer, Unamuno construye el personaje de Ángela como la creyente que sufre al
oír de la falta de creencia de su hermano y de su cura. Cuando cuestiona Ángela en su epílogo,
“Y yo, ¿creo?” es una escena fuerte porque es la primera vez que una mujer expresa una duda
religiosa en la novela (165). La mujer que en su niñez consideraba a don Manuel como su padre
espiritual confiesa que ha “callado siempre el secreto trágico de don Manuel y de mi hermano”
(166). Ángela es la única que conoce el secreto y se preocupa:
¿Seré yo, Ángela Carballino, hoy cincuentona, la única persona que en esta aldea se ve
acometida de estos pensamientos extraños para los demás? ¿Y éstos, los otros, los que me
rodean, creen? ¿Qué es eso de creer? Por lo menos viven. Y ahora creen en san Manuel
Bueno, mártir, que sin esperar la inmortalidad los mantuvo en la esperanza de ella. (166)
El estado de vivir con los pensamientos extraños que surgen de la duda religiosa y que les faltan
las masas es el sentimiento trágico de la vida. Sin embargo, Unamuno y don Manuel consideran
el sentimiento casi como un regalo, que solo los grandes filósofos pueden experimentar. Por otro
lado, por el hecho de ser mujer, Ángela es presentada incapaz de experimentar el sentimiento
trágico, porque según Unamuno, las mujeres son innatamente pasivas y conformistas (Doyaga
159). Por esta incapacidad de cuestionar su fe, Ángela se refiere al sentimiento trágico como un
ataque en que ella es la víctima, lo opuesto de don Manuel y Unamuno, quienes se consideran a
sí mismos importantes y especiales por tener la capacidad mental de cuestionar y sufrir.
En la relación entre Ángela y don Manuel y la presentación de Ángela como la
representante femenina de la novela existe un fuerte ejemplo del carácter paternalista de don
Stuart 19
Manuel. Ángela se refiere a don Manuel como “el padre de mi alma” pero problematiza los
motivos y métodos que utiliza don Manuel para convertir a Lázaro: don Manuel “comprendió
que no le engañaría, que para con él no le serviría el engaño, que sólo con la verdad, con su
verdad, le convertiría” (165). Aquí, Ángela define a su hermano de forma diferente a las masas
porque él puede entender la verdad de don Manuel mientras que las masas de la aldea no pueden.
Esta perspectiva se atribuye a una dicotomía controversial. Ángela representa la imposibilidad de
aplicar el sentimiento trágico en un contexto socio-político porque con su perspectiva
paternalista de la sociedad, Unamuno ignora la capacidad y el pensar de las mujeres hasta el
punto de degradarlas.
Mancing, Doyaga y numerosos otros críticos mantienen la interpretación de don Manuel
como una figura elitista y paternalista. Lo que tienen en común estos críticos es que estudian un
lado de don Manuel: el sujeto social. Para cumplir su responsabilidad social como el cura de la
aldea, es necesario que don Manuel emplee algunas costumbres y características elitistas. El
trabajo de un cura es ponerse en un lugar superior espiritualmente para guiar a la gente. En este
caso, entonces, don Manuel no es una excepción. Sin embargo, el sujeto social, don Manuel, no
es la única faceta del personaje. Por otro lado, existe dentro del mismo hombre un sujeto
espiritual, San Manuel Bueno, mártir. La personalidad y las acciones de una persona varían
basadas en si son motivadas por el sujeto social o el sujeto espiritual. Mientras que las acciones
del sujeto social, don Manuel, son motivadas por ayudar a su comunidad, lo que se manifiesta de
forma negativa y paternalista, las acciones del sujeto espiritual, San Manuel Bueno, mártir, son
motivadas por un deseo de comprender el mundo a su alrededor. Este deseo causa su
cuestionamiento y sufrimiento con el sentimiento trágico.
Stuart 20
Hay cierto razonamiento por utilizar la terminología “sujeto” social y espiritual.
Unamuno mismo ha señalado que considera la espiritualidad como una experiencia personal e
introspectiva. Sin embargo, el término “sujeto” implica una relación con la sociedad a su
alrededor. La espiritualidad de don Manuel está directamente afectada y fundada por sus
relaciones con las otras personas, entonces refiero a ambos lados con la terminología de sujetos.
Ningún crítico que he estudiado hasta ahora, incluso Robbins, quien por lo menos enseña
que don Manuel es motivado por el amor, examina el significado del título del libro, ni siquiera
lo menciona. Quiero demostrar que el sujeto espiritual dentro del protagonista, San Manuel
Bueno, mártir, merece ser nombrado mártir y santo. Sólo con analizar el significado del título y
los valores del sujeto espiritual es posible lograr un conocimiento completo del complejo
personaje don Manuel. El martirio y la santidad de San Manuel Bueno, mártir son logrados a
través de sus relaciones con los otros personajes, Lázaro y Ángela.
Primero, el protagonista obtiene su martirio a causa de su relación con Lázaro. Ser mártir
significa morir por una causa para salvar a los demás. En el caso de don Manuel, él muere
espiritualmente dejando el catolicismo para sufrir dentro del sentimiento trágico de la vida y
preservar la fe ciega de su gente, específicamente la de Lázaro. El nombre Lázaro tiene gran
significado bíblico. En Juan 11, Lázaro se levanta de la muerte después de que Jesús consuela a
su hermana. En San Manuel Bueno, mártir, Lázaro también se levanta, pero de una muerte
espiritual. Lázaro explica a su hermana Ángela, que “me hizo un hombre nuevo, un verdadero
Lázaro, un resucitado…Él me dio fe…fe en el consuelo de la vida, fe en el contento de la vida.
Él me curó de mi progresismo” (160). Lázaro explica a Ángela la opinión de don Manuel que
“todas las religiones son verdaderas en cuanto hacen vivir espiritualmente a los pueblos que las
profesan” y que la religión de don Manuel es “consolar[se] en consolar a los demás, aunque el
Stuart 21
consuelo que les doy no sea el mío” (143). La primera reacción de Ángela es proclamar que la
comunión de don Manuel ha sido un sacrilegio, pero nota también que por darle a Lázaro la fe,
don Manuel se convierte en mártir. Lázaro alude a la pereza espiritual de su pueblo, que “cree sin
querer, por hábito, por tradición. Y lo que hace falta es no despertarle” pero por haberle
despertado a Lázaro, don Manuel se ha convertido en mártir (143).
Por morir espiritualmente para salvar la espiritualidad de otros, don Manuel merece el
título de mártir. La muerte espiritual de don Manuel desvela el lado espiritual porque para ayudar
a Lázaro, don Manuel renuncia a su responsabilidad social y da prioridad a su espiritualidad en
compartir su verdad con Lázaro, aunque su verdad espiritual no corresponde con el la verdad
católica establecida por su rol social.
La santidad de San Manuel Bueno, mártir, es logrado a través de su relación con Ángela
en el nivel más profundo que la relación entre el cura y una mujer de la aldea. Adicionalmente a
esta relación superficial, San Manuel y Ángela se relacionan en un nivel profundo como dos
seres espirituales que comparten un respeto recíproco. En la época de Unamuno y en muchas
maneras hoy en día, las mujeres siguen teniendo un rol social inferior. Por eso es fácil
posicionar el personaje de Ángela como la mujer creyente bajo del control de don Manuel. Hay
que tener en cuenta, sin embargo, que Ángela juega un rol indispensable en la vida espiritual de
don Manuel. Mientras que por un lado Ángela es un sujeto social que no puede salir de la
situación femenina y es degradada por el paternalismo de don Manuel, por otro lado es un sujeto
espiritual. Sin ella, don Manuel no es un santo. En primer lugar, el nombre Ángela indica su rol
como un ángel, o una mensajera de Dios, que afecta su interpretación por parte del lector.
Ángela cumple dos actos necesarios para hacer de don Manuel un santo: escribe una
hagiografía y le absuelve a don Manuel. El libro en total es la hagiografía que escribe Ángela
Stuart 22
para el obispo de la diócesis de Renada para promover el proceso de la beatificación de don
Manuel (115). Así introduce el libro y desvela que se considera a don Manuel como su padre
espiritual porque nunca tenía un padre “carnal y temporal” (116). Con este énfasis en la conexión
familiar, el lector entiende desde el principio la influencia que tenía don Manuel en Ángela. Al
final del libro, Ángela admite que aunque ha callado siempre el secreto de don Manuel, ahora
revela la verdad, porque entiende que por la absolución merece la santidad. Ángela termina su
confesión con la proclamación que la hagiografía “sea de su suerte lo que fuere” (166).
Es necesario notar que el lector sólo conoce a don Manuel a través de la presentación de
él que describe Ángela, entonces ella actúa como un filtro para nuestro conocimiento sobre él.
La hagiografía se presenta mediante el uso de la prolepsis. Ángela cuenta sus recuerdos de su
hermano y don Manuel años después, cuando ha cumplido más de cincuenta años (165). Refleja
los años desde las muertes de don Manuel y Lázaro hasta el momento en que escribe, y piensa en
cómo ha implementado en su vida las lecciones de don Manuel, especialmente la de sacrificarse
por la aldea: “a perdernos en ellas para quedar en ellas [las almas de la aldea]” (164). Ella
admite en esta confesión que “no vivía yo ya en mí, sino que vivía en mi pueblo y mi pueblo
vivía en mí” (164). Como don Manuel le había enseñado a Ángela anteriormente, Ángela adopta
el sacrificio del alma propia para salvar el alma del pueblo. Encuentra el valor de vivir en las
almas de Valverde de Lucerna: de la montaña, del lago y del pueblo. Ángela describe el efecto
profundo que ha tenido don Manuel en su espíritu y las razones que logra la santidad a través de
la hagiografía.
Otro aspecto necesario para la santidad de San Manuel es la absolución. Cuando Ángela
se confiesa a don Manuel, ella es el sujeto social que confiesa al sujeto espiritual San Manuel.
No obstante, en unos instantes sus papeles se invierten. Después de la primera confesión de
Stuart 23
Ángela cuando hablan de la existencia del infierno y del cielo, Ángela admite que pudo ver una
“honda tristeza en sus ojos” (134). Ella reconoce el dolor que experimenta don Manuel y siente
“una especie de afecto maternal hacia [su] padre espiritual; quería aliviarle del peso de su cruz de
nacimiento” (134). Este momento es el primero en que vemos el cambio de sus papeles y sus
estatus de poder. Ángela busca aliviarle el peso del hombre cuyo trabajo es aliviar el peso de los
demás. Eventualmente, don Manuel confiesa su verdad a Ángela. Ahora él es el sujeto social
vulnerable y ella ha convertido en el sujeto divino. Ángela va al tribunal de la penitencia pero se
pregunta a sí mismo, “¿quién era el juez y quién el reo?” (145). Ángela pregunta a don Manuel
“Pero usted, padre, ¿cree usted?” (145). Don Manuel cuenta sus preocupaciones religiosas y
concede que “estoy confesándome contigo” (146). Ahora, Ángela cumple su responsabilidad
divina:
“Y ahora, Angelina, en nombre del pueblo, ¿me absuelves?”
Me sentí como penetrada de un misterioso sacerdocio y dije:
“En nombre de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, le absuelvo, padre.” (146)
En este momento, San Manuel Bueno, mártir emerge por mostrar su vulnerabilidad y su verdad.
Es importante que don Manuel da un poder a Ángela para absolverle, que marca un cambio de
poder. Este cambio de estatus representa que aunque don Manuel está en una posición superior
socialmente, a nivel espiritual don Manuel respeta a Ángela y la considera un sujeto igual, no
inferior. Vemos que dentro del sujeto social don Manuel, receptor de crítica negativa por su
carácter elitista, existe el sujeto espiritual San Manuel Bueno, mártir, que posee las
características de un santo y un mártir. Hay que considerar y respetar esta dualidad y
complejidad del personaje don Manuel para evitar una interpretación superficial.
Stuart 24
Don Manuel no profesa ninguna fe en una religión fija, pero por el sacrificio de su alma y
su dedicación a “vivir para mi pueblo, morir para mi pueblo,” sus acciones muestran que en su
vida logra una fe en algo—en el amor (129). Ángela es el testigo de las acciones de don Manuel
y ella al final decide que estas acciones son las de un santo y un mártir. Es decir que en vida, don
Manuel no se considera a sí mismo un santo o un mártir, pero por sus acciones merece estos
títulos.
En España a principios del siglo XX, el catolicismo domina la cultura y la sociedad.
Como ha notado Cancela, el problema central de Unamuno con el catolicismo era “la
racionalización de la espiritualidad” porque Unamuno pensaba que la vida espiritual y la vida de
la razón y la cultura tenían que estar separadas (67). En la verdadera cultura católica en que vive
Unamuno, igual como en la ficticia en que vive don Manuel, la perspectiva dominante equipara
lo social y lo espiritual dentro del marco del catolicismo, y la sociedad no permite separarlos. Las
masas se han resignado a la pereza espiritual por lo que no pueden distinguir entre la fe y la
religión o la cultura, entonces quien trate de separarlas, en este caso don Manuel con su
sentimiento trágico de la vida, va a enfrentarse con el obstáculo de la cultura y la religión
dominante. La dualidad del personaje de don Manuel demuestra por tanto la imposibilidad de
aplicar el sentimiento trágico de la vida en un contexto social.
Conclusión
En la época entre la crisis del 98 y la guerra civil española, Unamuno y Ortega y Gasset
interpretan la sociedad española como un cuerpo enfermo por una dolencia espiritual. Esta
dolencia es el resultado de la dependencia que tiene la sociedad en el catolicismo y la ociosidad
que ha traído al pueblo español. A través de “Mi religión” y Del sentimiento trágico de la vida,
Unamuno provee una receta del sentimiento trágico. Este sentimiento está basado en la lucha
Stuart 25
entre la fe y la razón y el constante cuestionamiento del catolicismo. En la novela San Manuel
Bueno, mártir, Unamuno ofrece un marco social y político para probar la factibilidad del
sentimiento trágico en una situación concreta.
Las interpretaciones de don Manuel de Mancing, Doyaga y Robbins demuestran sólo un
lado del personaje complejo: el sujeto social. Aunque reconozco los atributos paternalistas de
don Manuel señalados por Mancing y Doyaga, a través de este estudio he argumentado que las
acciones de don Manuel tienen valor, por tanto, merece ser nombrado mártir y santo. Los
críticos que he estudiado no han explorado la inclusión del mártir y santo en el título del libro en
sus análisis. Una investigación profunda sobre la espiritualidad de don Manuel propone un
conocimiento más completo, pero todavía hay aspectos problemáticos del sentimiento trágico
cuando la receta es puesta en la práctica o aplicada a la vida de un individuo, como se representa
en el papel de este protagonista.
Formulo una síntesis de las lecturas contrapuestas del sujeto social y el sujeto espiritual
para mostrar la complejidad del personaje de don Manuel y de la filosofía de Unamuno. A través
de este estudio, se puede concluir que mientras que en teoría el sentimiento trágico de la vida
aporta un escape de la pereza del pueblo, Unamuno efectivamente ha representado la
imposibilidad de aplicar el sentimiento trágico a nivel individual en el contexto concreto de
Valverde de Lucerna porque la religión tiene mucho peso sobre la ideología del pueblo, y no se
permite distinguir entre la fe y la religión.
Bajo ninguna duda, Miguel de Unamuno fue una figura controversial de España en el
siglo XX. Durante su vida, prescribió múltiples perspectivas políticas y religiosas. El joven
Unamuno era un católico fervoroso hasta que empezó a cuestionar su fe durante la universidad
(El rector). Rechazó completamente el catolicismo cuando su hijo se murió en 1897 (El rector).
Stuart 26
Años después, Unamuno admitió una simpatía hacia la religión protestante liberal (Doyaga 161).
Unamuno interpretó su crisis de fe personal como si fuera un mensajero de Dios: “Desde hace
algún tiempo, desde que pasé cierta honda crisis de conciencia, se va formando en mí una
profundísima persuasión de que soy un instrumento en manos de Dios y un instrumento para
contribuir a la renovación espiritual de España” (Doyaga 154). Es imposible leer esta cita directa
de Unamuno sin compararla a la visión del protagonista don Manuel. Ambos, el autor y el
personaje, creen que su propósito es sufrir con su propia fe por el bienestar de los demás. Otra
vez, desvela el carácter paternalista del autor y su personaje.
Políticamente, Unamuno también fue considerado controversial con sus perspectivas
contrapuestas durante su vida. Apoyaba el socialismo y estuvo involucrado en la lucha socialista
en Bilbao y Salamanca. Era diputado del partido republicano pero después fue exiliado por su
desacuerdo con el partido y apoyo del partido fascista. El doce de octubre de 1936, Unamuno
denunció en su famosa declaración el fascismo y exclamó su creencia que “Os falta razón y
derecho en la lucha” (Egido 142). Unamuno murió rodeado por el misterio de sus opiniones.
En el mes de marzo de 2012, dos noticias sobre Unamuno fueron publicadas en los
periódicos de España, El País y ABC. La primera, escrita por Tereixa Constenla por El país, trata
de una obra unamuniana recién encontrada. La segunda, escrita por Rocío Blázquez por ABC,
trata de la investigación de la biblioteca personal de Unamuno. El propósito central de esta
investigación es conocer mejor la personalidad de Unamuno y “cómo fue el personaje, cuáles
eran sus gustos y sus intereses” (Blázquez). Estudiando los libros que inspiraron al rector, los
investigadores buscan comprender tanto la obra como la figura de Unamuno.
La pregunta que queda, entonces es, ¿por qué? Casi ochenta años después de la muerte de
Unamuno, ¿por qué está la gente española todavía sigue interesada en acercarse a la personalidad
Stuart 27
de Unamuno, hasta el punto que las noticias sobre él aparecen en los periódicos como si fueran
actuales? La figura de Unamuno sigue siendo controversial y relevante hoy en día porque todavía
es un personaje desconocido y no hemos logrado una comprensión total de su proyecto
intelectual y espiritual, entonces el estudio de su obra va a extenderse al futuro.
1(El rector) se refiere al documental Miguel de Unamuno: El Rector. Films Media Group, 1999. Films on Demand.
Red. 22 febrero 2012.
2 Para ver ejemplos de esta metáfora, leer Illness as metaphor, de Susan Sontag.
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Obras citadas
Blázquez, Rocío. “Un viaje al legado de Unamuno.” ABC 20 marzo 2012. Red.
Cancela, Gilberto. El sentimiento religioso de Unamuno. Madrid: Colección Plaza Mayor
Scholar, 1973.
Casanova, Julián. The Spanish Republic and Civil War. Cambridge: Cambridge University Press,
2010.
Constenla, Tereixa. “Yo, Unamuno, me confieso.” El País 2 marzo 2012. Red.
Doyaga, Emilia. Unamuno y la mujer. Newark, N.J.: Washington Irving Publishing Co., 1969.
Egido, Luciano González. Agonizar en Salamanca. Madrid: Alianza Editorial, S.A., 1986.
Mancing, Howard. “The Lessons of San Manuel Bueno, mártir”. MLN 121:2 (2006): 343-366.
Red. JSTOR.
Miguel de Unamuno: El Rector. Films Media Group, 1999. Films on Demand. Red. 22 febrero
2012.
Ortega y Gasset, José. España invertebrada. Madrid: Revista de Occidente, S.A., 1981.
Robbins, Jeffrey W. “The Gift of Unbelief: An Existentialist Challenge in a Post-Metaphysical
World.” Angelaki: Journal of Theoretical Humanities 12.1 (2007): 11-17. Red. EBSCO.
Ruiz, Octavio. “Spain on the threshold of a new century: Society and politics before and after the
disaster of 1898.” Mediterranean Historical Review 13:1-2 (1998): 7-27. Red.
Salcedo, Emilio. Vida de Don Miguel. Salamanca: Ediciones Anaya, 1964. Impreso.
Shaw, Donald L. The Generation of 1898 in Spain. London: Ernest Benn Limited, 1975.
Sontag, Susan. Illness as Metaphor and AIDS and its Metaphors. New York: Doubleday, 1990.
Unamuno, Miguel. Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos y Tratado
del amor de Dios. Ed. Nelson Orringer. Madrid: Editorial Tecnos, 2005.
Unamuno, Miguel. “Mi religión.” Mi religión y otros ensayos breves. México, D.F.: Colección
Austral, 1955. Impreso.
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Unamuno, Miguel. San Manuel Bueno, mártir. Ed. Mario Valdes. Madrid: Ediciones Cátedra,
2010. Impreso.
Valdés, Mario. “Introducción.” San Manuel Bueno, mártir. Ed. Mario Valdés. Madrid: Ediciones
Cátedra, 2010. Impreso.