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LLaa mmaanniiffeessttaacciióónn
ppoollííttiiccaa yy ssuuss ffoorrmmaass Un aporte desde la Antropología Visual Tesis de Licenciatura –Área de Antropología Visual (AAV). Departamento de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.
2015
Greta Winckler 35674773 Directora Dra. Carmen Guarini –
Co-directora M.A. Marina Gutiérrez de Angelis
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 1
ÍÍNNDDIICCEE
Introducción: fundamentos, objetivos e hipótesis 2
I Un estado de la cuestión 5
i. La imagen en el pensamiento social 7 ii. Antropología, teoría política e imagen 13
II Marco teórico-metodológico 18
i. Re-pensar la imagen: un marco teórico 23 a) Mostrando el ver b) Tocar lo real 26 c) El cuerpo como lugar de la imagen 30 ii. Metodología 34 III El Transformador de Haedo: tocar la política 37
i. El Transformador 37 ii. Dinámica interna: salirse de sí 40 iii. Itinerario visual y dimensión sensorial de los espacios 47 iv. Cuerpos políticos 64
IV Imágenes que (sobre)viven 73
V A modo de cierre 89
Bibliografía 94
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 2
IInnttrroodduucccciióónn:: ffuunnddaammeennttooss,, oobbjjeettiivvooss ee hhiippóótteessiiss..
La imagen como metodología de investigación no ha estado ausente en el campo
de las ciencias sociales desde sus albores sino más bien desde el período de
institucionalización científica de las mismas, a principios del siglo XX. Es decir, cuando las
disciplinas sociales ingresan al mundo académico bajo el estatus de ciencias. Es en ese
momento en el cual la imagen es desplazada y el campo social se comienza a pensar a
partir de la palabra: las ciencias sociales se transforman en disciplinas verbales (Sylvia
Caiuby Novaes 2010; 282), ‘cerrando los ojos’ a las imágenes no sólo en cuanto a la
posibilidad de analizarlas sino como método mismo –con su consecuente marco teórico-
de investigación. Este vaivén en la relación entre imágenes y las disciplinas sociales es el
punto de partida para entender cómo el abordaje académico de la imagen hoy –y desde
hace unas décadas ya- se queda o bien por fuera de las ciencias sociales, como si no fuera
parte de su metodología, marco teórico o inclusive objeto de estudio; o bien como un
enfoque reduccionista en el cual la imagen viene a funcionar como ilustración de lo que la
palabra escrita intenta explicar1. En este segundo caso, entonces, la imagen a modo de
apoyo para el texto pierde su complejidad y su potencia para reducirse a la referencia o la
representación fidedigna del elemento textual.
1 Este punto de desarrollará en el capítulo correspondiente al estado de la cuestión (Capítulo I).
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 3
El presente proyecto, no obstante, busca como objetivo general hacer un aporte
para rescatar a las imágenes de ese “olvido”, correrlas así de ese lugar marginal que se les
ha ido asignando, y permitirse por tanto interrogarlas nuevamente; es decir, un aporte
para “saber mirar una imagen”, en términos de Georges Didi-Huberman, esto es, “Una
imagen bien mirada sería por lo tanto una imagen que ha sabido desconcertar, después
renovar nuestro lenguaje, y por lo tanto nuestro pensamiento.” (2013; 9). Este objetivo
general o apuesta se debe en parte a una premisa propuesta por W.J.T. Mitchell: “Existe
una construcción visual del campo social y no solamente una construcción social de la
visión” (2003; 26). Es esa “construcción visual” la que se analiza aquí a partir del trabajo
de campo realizado con un colectivo político de la provincia de Buenos Aires para poder
comprender cómo toma forma la manifestación política –es decir, la relación que existe
entre la construcción visual y la construcción del campo político- y cómo estas formas –
variadas, por supuesto- pueden rastrearse en la traza visual de las imágenes que forjan el
entorno visual propio de las organizaciones sociales, tanto ahora como en el pasado2.
Es así que como objetivo específico se propone en este proyecto comprender la
trama de trabajo de El Transformador de Haedo y cómo en ella se enlazan tres ejes claves
para la presente tesis: el cuerpo, la política y la imagen. O mejor dicho, en plural, los
cuerpos, las manifestaciones políticas y las (sus) imágenes. Estos conceptos emergen
como fundamentales sólo a partir de un seguimiento y análisis de las imágenes que dicha
agrupación produce -en el espacio donde trabajan, en el cuerpo de los militantes que
sostienen la actividad, en los sitios web donde publican sus fotografías, videos y afiches. Y
2 Esto se desarrollará en los capítulos III y IV.
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 4
es a partir de esta observación detenida que podemos desprender un segundo objetivo
específico: conectar la producción actual de El Transformador con producciones de
colectivos rastreados en otros espacios y otros tiempos, y sin embargo, supervivientes en
las visualidades y prácticas de la organización con que se ha trabajado. ¿Cómo es posible
que sobreviva una imagen? Será como propone Didi-Huberman, que las imágenes siguen
ardiendo porque siguen tocando aquello que arde. Las relaciones políticas que intentan
construirse desde El Transformador buscan ante todo trastocar los vínculos sociales
naturalizados (como reza su discurso) pero esta transformación va más allá del eje
discursivo: se observa en gestos cotidianos, en texturas, colores, ritmos que se presentan
(y no representan) en las imágenes del colectivo, incluso aunque no se verbalice esta
realidad al dialogar con los militantes de El Transformador. El espectro visual de los
espacios y las personas trastoca, desencaja a todo aquel que pueda mirar bien. Desde un
enfoque propio de la Antropología Visual, campo al cual se adscribe este trabajo de tesis,
se propone entonces entender cómo se conforma la experiencia política y cómo se
manifiesta a partir de una construcción de la visualidad. No se producen ciertas imágenes
para expresar o compartir una idea sobre lo que debe ser la política, y he aquí la hipótesis:
se puede pensar un accionar político y militante de una forma dada porque se configura
un entorno visual y una experiencia sensitiva (porque se ve pero también se oye, se huele,
se escucha y se toca) específica que genera lazos sociales específicos y modos de
hacer/ser/estar/pertenecer de las personas que forman parte de dichos movimientos
sociopolíticos3.
3 Se verá desarrollada la hipótesis en el capítulo correspondiente a las Conclusiones.
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 5
Cabe aclarar finalmente que este escrito permite que dos intereses personales se
encuentren: una producción académica propia al finalizar la carrera de grado y el abordaje
del campo de la militancia que también me es propio y conocido, aunque en otra
organización, en otro lugar y con otros sujetos/tiempos. Este proyecto temprano de
investigación permite también que las esferas propias de la academia logren traspasar las
paredes de la institución a la que pertenezco para pensar relaciones sociales de sujetos
que hacen el mundo que habito (como militante, como estudiante, como profesional y
como persona) aunque jamás hayan pisado la universidad ni los haya conocido antes de
este proyecto de tesis. Por lo tanto este trabajo también quiere o buscar ser el “brasero
caliente” que menciona Didi-Huberman y meterse de lleno en el campo de la política
territorial corporizada en su construcción visual.
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 6
II UUnn eessttaaddoo ddee llaa ccuueessttiióónn
El distanciamiento u “olvido” del cual hablábamos en el apartado anterior puede
pensarse en el amplio campo de las ciencias sociales a partir de la distinción cartesiana
tradicional en Occidente entre sensorialidad y racionalidad, esto es, entre cuerpo y mente.
Cuando las disciplinas sociales ingresan en el campo de las ciencias, tomando como
modelo el de las ciencias naturales, sus marcos de pensamiento adoptan el positivismo y
el racionalismo científico occidental de sus “primas mayores”. Fundamentalmente, se
destaca la preocupación por separar fehacientemente al investigador de aquello que
investiga, es decir, la posibilidad de objetivizar al objeto de estudio. Sólo se garantiza,
entonces, un abordaje científico de cualquier tópico a investigar cuando se puede dar
efectivamente una distancia o separación que nos permite pensar objetivamente aquello
por lo que nos preguntamos. Es así que la imagen –siempre corporeizada4-, que anida en
la percepción situada espacial y sensorialmente, parecía no permitir esta distancia
requerida por el método científico adoptado por las ciencias sociales. Mientras la palabra
escrita, entendida como signo convencional, permitía el distanciamiento y extrañamiento
necesarios –fundamentalmente en disciplinas como la antropología que tradicionalmente
se ha preguntado por el otro-; la imagen aproximaba al investigador y el mundo a
investigar. En términos de Caiuby Novaes, “Discutimos ideas a través de las palabras. Las
imágenes, en cambio, parecen expresar tan sólo la realidad que ellas mismas
4 La analogía corporal es retomada de Hans Belting, entendiendo que la imagen necesita corporeizarse para poder
visualizarse, esto es, requiere un medio: soporte o herramienta que utiliza la imagen (y requiere) tanto para su percepción como para su creación (2011; pp. 3, 5)
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 7
representan.5” (2010; 289). Esta jerarquización de las palabras por sobre las imágenes, por
otro lado, se puede también entender en el marco del giro semiótico que reduce la
imagen al análisis del lenguaje, es decir, como un signo icónico, que puede pensarse como
una abstracción propia de la Modernidad (Hans Belting 2007;18). La imagen es percibida
cognitivamente y no ya sensorialmente. Esta separación, entonces, debe ser recuperada
en este trabajo dado que la antropología, dentro del campo social, no ha sido la
excepción. No es posible pensar en una Antropología de la Imagen institucionalizada o
establecida en el mundo académico, en primer lugar porque la imagen no ha sido pensada
como sujeto de estudio de nuestra disciplina; ha sido más bien relegada al campo de la
historia del arte o incluso otras disciplinas que le han dado distintos lugares (Belting
2007;19). Por otro lado, la antropología también se ha construido como una disciplina
verbal, sufriendo un proceso de narrativización que sólo redujo la imagen a un lugar de
ilustración. Sin embargo, la antropología tuvo una aproximación muy marcada con las
imágenes desde su nacimiento, como nos recuerda Anna Grimshaw al mencionar el uso
de las mismas en la célebre expedición de 1895 al Estrecho de Torres por un equipo de
cientistas sociales y naturales (2001;15). Se refuerza así la idea de que la verbalización del
análisis de imágenes es parte de un proceso pendular que hoy sigue vigente y que,
finalmente, ha invisibilizado el carácter eminentemente antropológico de las imágenes,
siempre y cuando las pensemos como todo lo que pasa por nuestra mirada o a través de
nuestro ojo interior (Belting 2007;17). A continuación, se indagará la relación de las
5 Traducción mía. Original: “It is with words that we discuss ideas. Images seem merely to express the reality that they
represent.”
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 8
imágenes en el vasto campo de las ciencias sociales y humanidades para luego hacer foco
en el campo que atañe a este escrito específicamente, esto es, el antropológico.
ii.. LLaa iimmaaggeenn eenn eell ppeennssaammiieennttoo ssoocciiaall
Como fue adelantado ya, la imagen no siempre estuvo distanciada de la
producción académica de las ciencias sociales. Sin embargo, la ruptura que encontramos
entre ambas en el siglo XX tiene su historicidad y su origen en la relación más general que
mantuvo la imagen con los diversos campos sociales de la cultura occidental. Dicha
concepción sin embargo no fue unívoca ni lineal: la dominación del elemento visual por
sobre los demás sentidos y la sospecha del mismo son característicos de diferentes
momentos históricos que se siguen pendularmente y acaban hoy en día en una
marginalización de la visualidad en las disciplinas sociales (Grimshaw 2001;2).
De acuerdo con el trazado histórico que recupera Martin Jay, pensar la visualidad
(the visual) nos retrotrae a la concepción griega que oscila entre una aproximación
platónica de la forma como esencial y atemporal (1996; 64) y una predominancia visual
por sobre los demás sentidos recuperada en la tradición aristotélica. Para el autor es
importante remontarse a conceptualizaciones tempranas dado que es lo que le permite
pensar ciertas aproximaciones de la visualidad, ya sean puras de los fenómenos ópticos
(percepción ajena al mundo sociopolítico), o propias de una filosofía natural aristotélica
en la Edad Media, para llegar hasta la idea del “arte genuino” y descorporalizado o
despolitizado de mediados del siglo XX6, en un contexto de post-guerra (1996; 44). En los
6 Otra manera de pensar la pureza óptica, de acuerdo con Jay.
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 9
casos mencionados, que también abarcan el mundo de la literatura y la religión, la
predominancia de lo visual en el marco del naturalismo7 nos aproxima al surgimiento u
origen de la base icónica de la ciencia moderna, esto es, como una construcción
representativa del mundo. Sin embargo, lo interesante del proceso que recupera Jay es
que la conceptualización de la imagen en el mundo científico no puede pensarse por fuera
de su concepción en el mundo de la literatura, el arte, la religión o la filosofía, por
mencionar campos sociales tradicionales. Los períodos históricos que se rescatan,
caracterizados por la resaltación de la visión o su rechazo, coinciden (aún estando en las
antípodas) en un hecho fundamental: ya sea por su positividad o negatividad, el poder de
la imagen y el campo visual se vuelve evidente8. De ahí es que puedan derivarse las
destrucciones de las imágenes (sus soportes, a decir verdad) que Lucien Taylor, retomado
en el trabajo de Grimshaw, denomina “iconofobia”, es decir, una respuesta extrema al
poder de las imágenes, pensadas como ilusorias, engañosas y al mismo tiempo seductoras
(2001; 5). El “poder” que las mismas detentan puede pensarse a través de la conexión
entre la imagen y el soporte de la misma. Si la destrucción de éstos es parte de lo que se
denomina “gesto iconoclasta”, en términos de Carlos A. Otero, se debe a que la imagen es
tanto representación como participación (2013;28)9, y es esa ambigüedad o ambivalencia
la que la vuelve en parte peligrosa y sin duda, poderosa.
La herencia, entonces, de siglos pasados a la cultura occidental moderna no deja
de ser contradictoria y en algunos casos hasta paradójica. Otro elemento que no puede
7 El naturalismo entiende a la realidad como observable en su apariencia superficial y de ahí que le otorgue a la visión un
lugar central en su esquema (1994;150) 8 “Even in its negativity guises, [the visual power] was evident” (Jay 1994; 28)
9 Se entenderán mejor estos conceptos en el capítulo II.
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 10
desestimarse es la relación (que podríamos adjetivar de igual manera) entre las imágenes
y el lenguaje, así como entre la visualidad y el conocimiento. La introducción de la
discursividad en el análisis social (una especie de giro semiótico) plantea el análisis visual
como una lectura de la visualidad, fundamentalmente en el marco del apogeo
estructuralista saussauriano, hegemonizando la idea de los sistemas de signos arbitrarios y
significantes como construcción abstracta y analítica (Jay 1996; 67). Así, tanto la visión
como la imagen parecen descorporeizarse en pos de su narrativización, o lo que Jay
denomina “disembodied gaze” (mirada descorporalizada10, 1994; 104). Dicho proceso de
semiotización no sólo del análisis visual sino del análisis social general (que encuentra su
climax con la idea geertziana de entender la cultura como texto dentro de nuestra
disciplina) da lugar a lo que ya ha sido mencionado como verbalización de las disciplinas
sociales, caracterización que sigue siendo hegemónica hoy en día en el mundo académico.
Pese a que en sus albores las disciplinas sociales hicieron usos de medios técnicos de
avanzada en el registro visual, lo cierto es que las nuevas experimentaciones sociales
acabaron en lo que Jay presenta como una “desilusión” que dio como resultado la
denigración de la visualidad y la emergencia de un discurso antiocular radical (1994;150).
La desconfianza en la imagen (es decir, la sospecha) es parte de una construcción incluso
policíaca de la misma: la imagen individualizada de las personas en los documentos de
identidad, que funcionó como técnica de vigilancia. Incluso en el marco de las ciencias
sociales, sin ir más lejos, los usos psico-fisonómicos de la antropología física de principios
del siglo pasado (1994;142). Se llega entonces al ojo –ya descarnado-, así como el cuerpo,
10
Traducción mía. Este punto puede asociarse a la escisión cartesiana entre cuerpo y mente (sensibilidad e
inteligibilidad).
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 11
borrados de la teoría social, al decir de Caiuby Novaes, que propone que incluso ciencias
como la sociología los han eliminado por completo al focalizarse en fenómenos colectivos
como hechos en sí mismo y desestimar una posible proximidad con la imagen11 (2010;
286).
La pregunta por la relación entre los órdenes visual y verbal parece ser, pues, un
eje clave a la hora de entender el rol que actualmente la imagen ocupa en los estudios
sociales. Ana García Varas, rescatando a Klaus Sachs-Hombach, propone pensar que el
giro semiótico o lingüístico de los años 60 anteriormente mencionado es la base sobre la
que puede pensarse lo que se denomina “giro icónico” o “pictorial” (2011; 55), es decir, el
estudio de la realidad a partir de su cristalización, definición o representación en imágenes
(id.; 18). Por supuesto que la autora reconoce que los mecanismos icónicos y los
lingüísticos son independientes pero también apunta que la idea de “signo”, tan cara a la
tradición semiológica, no es exclusiva de la lingüística (id.; 55). El giro icónico, que refiere
a las tradiciones que surgieron en la década de los 90, presenta nuevas tradiciones para
pensar el fenómeno de las imágenes, como ser los estudios visuales en Estados Unidos
fundamentalmente (encarnados en autores como W. J. T. Mitchell) y la ciencia de la
imagen de tradición alemana (Bildwissenschaft), encarnada en la obra de Gottfried Boehm
y Hans Belting, entre los más destacados. La idea de “presencia” será la base que
identificará a estas nuevas tendencias, que no se separan de aportes como los de Georges
Didi-Huberman desde el campo de la Historia del Arte, mucho más que la de “significado”,
siendo evidente aquí la naturaleza diferencial de los mecanismos icónicos en comparación
11
Fenómeno que queda expresado más adelante por ejemplo el campo de la sociología política.
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 12
con los lingüísticos. Estas tradiciones y autores, que se desarrollarán en el capítulo II,
forman parte del marco teórico que se rescatará en el presente escrito.
Cabe aclarar, entonces, que los autores aquí citados nos proponen pensar una
historia de vaivenes: la visualidad ha sido dominante en ciertos períodos históricos (como
ser el régimen griego y su renacer en la filosofía natural del siglo XIII o el nacimiento de la
perspectiva en el Renacimiento) y ha caído en una suerte de oscuridad marginadora en el
siglo XX. La sospecha sobre la visualidad como sentido hegemónico en la percepción del
mundo generó una crítica a lo que Henri Bergson ha llamado “la tiranía del ojo” (Jay
1994;199) y abrió así dos posibilidades para pensar la relación hoy del pensamiento social
y la imagen. Por un lado, la construcción de las ciencias sociales como disciplinas verbales,
en las cuales las ideas son las que se discuten y proponen un distanciamiento entre el
investigador y el mundo por investigar. Este paradigma es el heredero tradicional del
positivismo al cual se recurrió a principios del siglo pasado para constituir a las disciplinas
sociales como ciencias. La imagen, aún pensada como representación, acercaba a los
sujetos, evitando la tan ansiada objetividad (Caiuby Novaes 2010; 289). Este
distanciamiento se ve aún más potenciado por el acelerado desarrollo del cine a partir de
la invención del cinematógrafo de los hermanos Lumière en 1895. Las ciencias sociales
que han intentado hacer uso de las imágenes como recursos analíticos y se han
aprovechado de los avances a nivel técnico, sobre todo la antropología visual, se han visto
siempre teñidas por una concepción cinematográfica de la visualidad, es decir, a modo de
entretenimiento (Grimshaw 2001; 5). Sin embargo, y aquí se introduce la segunda
posibilidad, la tiranía del ojo no sólo se debe pensar desde el rechazo total de la visión
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 13
como herramienta científica; también debe pensarse como una revalorización de los
demás sentidos. El giro sensorial del cual habla Sarah Pink no es nuevo: el mismo Bergson
a fines del siglo XIX reivindicaba al cuerpo como elemento central de la percepción (no
sólo la vista), así como a principios de siglo XX Georg Simmel introducía en el mundo de la
teoría social una sociología de los sentidos que permitía pensar a los mismos como
centrales para construir relaciones con los demás sujetos con quienes se convive en el
mundo (Pink 2009; 16 ; Jay 1994;194). La recuperación del cuerpo en la teoría social va de
la mano con el giro sensorial, ya sea desde una perspectiva ocularcentrista o una teoría
crítica de ésta última. En el siglo XX, el renacimiento de los sentidos en la teoría social
tendrá su auge a fines de los 80 cuando la corporalidad vuelve a ser un pilar importante
dentro del pensamiento sociológico, siendo muy marcado el campo de la Antropología del
Cuerpo, íntimamente vinculado con la Antropología de los Sentidos, y base importante
para pensar el giro icónico de fines de siglo XX –otro eslabón en la historia de vaivenes que
caracteriza la relación de las imágenes con la teoría social-.
Veamos ahora cómo la imagen se sitúa y se construye específicamente en el
campo antropológico y fundamentalmente como ha sido su relación (o más bien, la
ausencia de la misma) en el subcampo de la Antropología Política que también forma
parte del presente análisis.
iiii.. AAnnttrrooppoollooggííaa,, tteeoorrííaa ppoollííttiiccaa ee iimmaaggeenn
El campo de lo visual ha sido visible e invisibilizado en la producción antropológica
en una suerte de vaivén que Sarah Pink denomina “ascenso y rechazo” (“rise and
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 14
rejection” 2006; 5). A pocos años de que los hermanos Lumiére presentaran en público su
cinematógrafo por primera vez en 1895, tuvo lugar la expedición al Estrecho de Torres,
considerada, de acuerdo con Anna Grimshaw, “el nacimiento simbólico de la antropología
moderna” (2005; 15). En dicho viaje, dirigido por Alfred Cort Haddon en 1898, los
académicos que participaban de la investigación contaron con equipo tecnológico
moderno y de avanzada para la época, formando lo que la misma autora denomina “un
proyecto multimedia” (en Pink 2006; 5). Pero el uso de las imágenes y de sus soportes y
medios asociados no acaba allí: los denominados “founding fathers12” de la Antropología
(Pink 2006; 6) también fueron activos fotógrafos en sus trabajos de campo, como ocurrió
con B. Malinowski, F. Boas, A.R. Radcliffe-Brown o M. Mauss13. Anna Grimshaw sugiere
que la expedición al Estrecho de Torres hizo un uso de la imagen que puede pensarse de
dos maneras que distan bastante de parecerse: por un lado, la incorporación rápida de
técnicas de vanguardia respecto de la fotografía y la filmación; por el otro, la herencia de
la antigua teatralidad y la necesidad de exhibir las culturas nativas que iban a rescatar a
remotas tierras (dado que el progreso inexorable iba a borrarlas del mapa, rumbo a una
homogeneización cultural guiada por Occidente -2001; 24). Es decir, una visión montada o
actuada para la cámara que parecía capturar momentos de la vida nativa como si se
tratase de escenas a partir de una recuperación tradicionalista. Es así que, en el caso de
Malinowski (ya situado en una etapa posterior), el ojo del etnógrafo es presentado como
inocente o romántico: asido a la experiencia más que a la técnica científica cada vez más
12
Padres fundadores 13
Siguiendo luego la tradición M. Mead y G. Bateson, entre los más conspicuos.
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 15
precisa de la modernidad y, en paralelo al cine de R. Flaherty14, rescatando la visión de
sociedades que pudieran dar alivio a los miembros de la civilización occidental en
decadencia (2001; 47, 52).
Las etapas posteriores, que Pink enmarca entre las décadas de 1940 y 1980 (2006;
9), han hecho uso de la imagen pero no como herramienta metodológica sino más bien a
modo ilustrativo. Sin embargo, los trabajos en Bali de M. Mead y G. Bateson parecen ser
más ambiciosos, aunque aún marginados por la academia. Recién a mediados de siglo
pasado emerge un uso que pone a la imagen en su centralidad y ya no como mero soporte
textual, como propone pensar Grimshaw al cine antropológico de Jean Rouch (2001; 90).
Pero más allá de elementos aislados, no es sino a partir de los 80, con un creciente interés
por el cuerpo y la experiencia fenomenológica, que se dará la posibilidad para una ‘nueva
vida’ a la antropología visual, aunque esto ocurra en paralelo a los debates textualistas
motorizados por Clifford Geertz. En este marco, Pink propone pensar la aparición de una
Antropología de los Sentidos, sin duda asociada a la Antropología del Cuerpo, y que puso
en jaque, al relacionarse íntimamente con una propuesta visual, al elemento textual, hasta
ese momento predominante. El debate respecto de la representación antropológica por
excelencia (el texto) hizo que la práctica de la antropología visual fuera inherentemente
reflexiva respecto del rol de los cientistas sociales involucrados. (2006; 12). Dentro de
esta práctica auto-reflexiva de la Antropología Visual no sólo se incluye a Rouch; Pink y
Grimshaw rescatan a su vez a un autor que va a ser fundamental en el marco teórico de
este trabajo: David MacDougall. Este autor es parte de una Antropología Visual que pensó
14
Director de cine estadounidense, realizador del primer documental de larga duración, comercialmente exitoso,
Nanook of the North, 1922 –mismo año en que se publica Los Argonautas del Pacífico (Grimshaw 2001; 46).
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 16
la relación entre la filmación y la escritura antropológicas, partiendo de una formación
más bien tradicional dentro de la disciplina pero con un rumbo que buscaba traspasarla,
como sugiere Pink (2006; 12). La práctica textual mono-media, es decir, sólo escrituraria,
comienza a notarse insuficiente frente a experiencias sociales absolutamente sensuales y
multidimensionales. La recuperación de la imagen como metodología y como punto de
partida para el análisis del mundo social se torna necesaria en esta nueva etapa que
concibe a la experiencia como corporeizada en los sujetos, cuyos cuerpos comienzan a ser
el sujeto de estudio de la Antropología Visual.
Dentro del campo de la Antropología Visual y Sensorial es que se inscribe el
siguiente trabajo. No obstante, al ser una reflexión respecto de las dinámicas políticas de
una organización social perteneciente a los tradicionalmente denominados nuevos
movimientos sociales (NMS), es imposible no preguntarse por un abordaje desde la teoría
política y social. En el proceso de reconstrucción del estado de la cuestión, fue difícil hallar
un abordaje de los NMS desde la Antropología Visual a nivel local (y no solamente). Es
decir, es dado reconstruir un marco teórico alrededor del trabajo desde y a partir de las
imágenes así como es posible también encontrar variados trabajos sobre Antropología y
Sociología políticas que piensan los repertorios culturales (es decir, los recursos políticos-
también denominados marcos cognitivos, bagajes ideológicos o discursos culturales,
Sydney Tarrow 1998; 57) de los movimientos sociales. Sin embargo, encontrar una fusión
entre ambos no fue una tarea fructífera y es en ese intersticio en el cual se intenta
inscribir el siguiente escrito.
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 17
Desde la tradición de la antropología política, puede decirse que los NMS se
inscriben como una modalidad específica de la acción colectiva aunque, en vez de
centrarse en su posicionamiento dentro de un determinado sistema político, desarrollan
modos de acción con miras a la transformación del vínculo social. Es decir, encuentran su
anclaje en dinámicas propias de la sociedad civil, cuestionando límites tradicionalmente
aceptados como el de Estado/Sociedad Civil, Política/Cultura o Público/Privado (Sara
Victoria Alvarado, Pablo Vommaro 2010; 144) e intentan que la acción política se inserte
en marcos más bien cotidianos. Por esa razón, los NMS se suelen hallar, al menos desde la
visión clásica, por fuera de la vida institucional e incluso muchas veces chocan con ciertas
normas institucionalizadas –lo que está permitido-; esto es, cierto repertorio político
tradicional en cuanto a cómo manifestar determinados contenidos políticos (Claus Offe
1988; 90). Muchos de los recursos propios de los NMS son denominados “recursos de la
política de protesta”, de acuerdo con Offe, dado que son pensados en términos de
contrapoder (respecto del poder estatal) o, siguiendo a Sydney Tarrow, acción colectiva
contenciosa, que suele enfrentarse a adversarios políticos más “equipados” o establecidos
en la escena política global (1988; 20) y generan en ese proceso de lucha una identidad
colectiva. Pese a ser movimientos por fuera del repertorio oficial, tienen sus propios
marcos de acción (significados compartidos) que los identifica como NMS pero a su vez
mantienen una heterogeneidad que es parte de la diferenciación buscada respecto de los
partidos políticos tradicionales. Esta visión tradicional de la cual se puede partir en una
primera instancia proviene en líneas generales de modelos sociológicos que hoy en día
han cristalizado y se consideran como “clásicos” en el campo de la teoría política. Como
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 18
señala Virgina Manzano, estos modelos teóricos, surgidos en la década del 60 con sus
variaciones en las tradiciones americana y europea, remiten el accionar de los
movimientos sociales a una relación con el sistema social general (2013; 29). Actualmente,
el enfoque prioriza la experiencia de los sujetos sociales colectivos y las formas de
politicidad propias de la vida cotidiana (id.; 31); así como la idea del poder en tanto
entramado reticular implícito en todas las relaciones humanas, rescatado de las
conceptualizaciones propuestas ya por Michel Foucault (id.;34). Es así que los estudios
políticos se focalizan no sólo en estrategias de negociación propias de dichas agrupaciones
políticas o de los movimientos, sino también en las costumbres, los lenguajes, las
emociones, las experiencias y las trayectorias de los sujetos que las conforman15. La
emergencia de “la persona” o los individuos a la hora de pensar las relaciones de poder
dentro de un sistema social evidencia que existe un poder “desde abajo” y que se mueve
en esferas extra-estatales pero sin dejar de relacionarse con las instituciones de gobierno
necesariamente, aunque sí generan otras redes locales que parten de valores claves como
ser la identidad política (Ted C. Lewellen 2003; 157).
¿Cómo conectar estas tradiciones, sin desestimar el enfoque político pero a su vez
centrándonos en una perspectiva propia de la antropología visual? En este trabajo, el
primer nexo que sirvió para pensar desde un enfoque ligado a la antropología visual
(sobre todo la relación imagen-cuerpo-política) y que a su vez comparte algunas premisas
15
Asimismo, se reconocen ciertas redes de conexión por las que fluyen informaciones comunes, dado que los NMS no
actúan de manera aislada (como propone Daniel Cëfai, citado en Pablo Barbetta et al. s/f; 13), y que coadyuvan a la conformación de una identidad colectiva.
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 19
de las nuevas tendencias en antropología política (la experiencia cotidiana) fue el autor, ya
mencionado, David MacDougall. Como el mismo propone,
“Existen momentos en que el mundo social se vuelve más evidente
en un objeto o un gesto antes que en la concatenación de nuestras
creencias o instituciones. A través de los sentidos, medimos las cualidades
de aquello que nos rodea –el ritmo de la vida, los colores dominantes, la
textura, el movimiento y la conducta- y todas ellas se fusionan y así
vuelven familiar o extraño el mundo que habitamos.” ( 2000; 116)
Dado que el cambio político propuesto por los NMS se ancla en una politicidad cotidiana
que busca transformar los vínculos sociales más elementales, la premisa de MacDougall
permite pensar sentidos de pertenencia que se construyen en los gestos usualmente
desestimados por las teorías sociales más tradicionales y que, como se verá en el capítulo
siguiente, son fundamentales en los planteos propios de una etnografía sensorial y una
teoría visual, rescatados en el marco teórico en que se ampara el trabajo actual.
16
Traducción mía. Original: “There are moments when the social world seems more evident in an object or a gesture
than in the whole concatenation of our beliefs and institutions. Through our senses we measure the qualities of our surroundings - the tempo of life, the dominant patterns of color, texture, movement, and behavior – and these coalesce to make the world familiar or strange.”
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 20
IIII MMaarrccoo tteeóórriiccoo--mmeettooddoollóóggiiccoo
Como se propuso en el capítulo anterior, el trabajo de David MacDougall ha
funcionado como uno de los primeros nexos para conectar los trabajos actuales del
campo de la Antropología Política, que priorizan las formas de politicidad cotidianas, con
un enfoque que pusiera en primer plano tanto a las imágenes como así a los sentidos en
general (siguiendo el trabajo de etnografía sensorial de Sarah Pink) y por lo tanto al
cuerpo y la experiencia corporeizada. El concepto clave de MacDougall que orientó el
inicio de esta investigación es lo que este autor denomina “estética social”: una
experiencia de sentido propia de una determinada comunidad; esto es, que las
comunidades suelen compartir ciertos atributos físicos y patrones de conducta que las
identifican hacia fuera y dentro y generan un determinado sentido de pertenencia (2000;
4). El autor aborda esta conceptualización en una comunidad específica: la escuela Doon,
en India. Por más de que este sitio no sea equiparable a una organización militante, la
concepción de comunidades estéticas como comunidades que generan un fuerte sentido
de pertenencia a partir de ciertos atributos y prácticas compartidas (2000; 2) puede
resultar muy rica a la hora de pensar otro tipo de instituciones o agrupaciones sociales. En
el caso de MacDougall, la importancia de los patrones estéticos se le hace presente al
estar filmando la vida de los alumnos del colegio. Es decir que sólo a partir del abordaje
visual pudo cambiar su enfoque y por lo tanto construir un nuevo problema de
investigación, como él mismo da cuenta en el texto que hace posteriormente a filmar The
Doon School Quintet, una serie de cinco films etnográficos que realiza entre 1997 y 2000.
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 21
La experiencia sensorial, entonces, se expresa a partir de ciertos principios que
MacDougall denomina “estéticos” y que entiende como formas (“poéticas”) de autoría
colectiva, tanto materiales –objetos- como a nivel de acciones llevadas a cabos por
determinados grupos y que funcionan como representaciones de esa experiencia
particular. Esta estética (siempre pensada aquí en el sentido que MacDougall le atribuye)
requiere, de acuerdo con el autor, un abordaje para ser entendida que no puede reducirse
al lenguaje verbal, sino que es multidimensional, y está disperso en distintos fenómenos o
prácticas sociales. La estética parece ser algo oculto y difícil de individualizar pero a su vez
es obvio tanto para el grupo con el que se asocia como para los que lo observan desde
fuera. Estos patrones que se expresan a todo momento en esta lógica de lo obvio/lo
oculto comenzaron a tomar relevancia en este trabajo a partir de observar y analizar las
imágenes que los mismos militantes, en este caso de El Transformador de Haedo,
producen de su propia actividad y, en menor medida, las que yo misma fui creando en el
trabajo de campo realizado a lo largo del año 2013 con ellos. A partir de observar
fundamentalmente sus fotos, se hallaron ciertas características que se repetían y ya no
sólo dentro de las imágenes producidas o utilizadas por el Transformador, sino por otras
agrupaciones militantes que también forman parte de los NMS. Esto es, puede pensarse
que efectivamente existe una poética propia de esta experiencia política particular que no
sólo se re-crea en la imagen sino que nace también en estos “patrones estéticos”.
Retomando a Gabriel Cabello, la reflexión en torno a las imágenes es una reflexión
también en torno a las prácticas sociales en que éstas se insertan y estas prácticas a su vez
dan lugar a actos de simbolización personales y/o colectivos que las transforman, pues, en
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 22
imágenes (2013; 6). La imagen deja de ser la ilustración, como se intenta en el caso de
este trabajo, y pasa a ser una imagen agente que no sólo cobra importancia en cuanto al
lugar que ocupa lo visible (en tanto representable o legible), más bien asociado al
paradigma lingüístico; sino que recupera la idea de campo visual que, de acuerdo con el
autor, es una apertura de la imagen al inconsciente de lo visible (2013;9). Lo visual, en el
caso de Cabello, mantiene una matriz fantasmática que va más allá de la propia
percepción visual (física): tiene más bien que ver con la idea de imagen antropológica que
propone Belting, es decir, imágenes que no están dadas en el mundo y que por tanto sólo
se perciben (pasivamente) sino como el resultado de una simbolización, tanto personal
como colectiva y a partir del cual se interpreta el mundo; las imágenes se hallan entre el
mundo y los hombres (2007;14). La imagen entonces no es una representación de lo que
ocurre, sino más bien una dislocación (2007;263), aunque esto será abordado más
adelante.
A partir de las imágenes es entonces que me fue dado establecer ciertas relaciones
que dan cuenta de estos patrones estéticos de los que hablaba MacDougall. Principios que
se ven expresados en la ropa de los militantes, en sus movimientos y formas de tocarse,
en sus encuentros, en sus cuerpos, en sus banderas o en las fotos que publican en las
redes sociales, entre otras posibilidades, que serán abordadas en el capítulo próximo.
Aquí es donde se vuelve palpable la idea de una experiencia (política) corporeizada y la
imagen, de hecho, no puede desligarse ni de la idea de sensorialidad ni de la idea de
cuerpo. De hecho, Belting propone que las imágenes toman posesión de los cuerpos de
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 23
los sujetos: el ser humano no es amo de las imágenes que produce sino más bien es el
lugar de las imágenes (2007;14).
Sin embargo, la idea de “estética social” pertenece a una concepción que MacDougall
había planteado en los 70 y que además invita a la confusión dada la polisemia del
término, a nivel académico -que suele remitirse por lo general al campo de la Historia del
Arte- pero también en un nivel por fuera de las categorías analíticas. Es así que es posible
pensar, siguiendo la línea del antropólogo y cineasta australiano, en otro concepto más
próximo a los estudios visuales: el de visualidad. El entorno visual de distintos grupos
sociales permite pensar que la pertenencia a los mismos parte de una configuración visual
que permite discriminar aquello que es “normal” (es decir, legítimo) para el colectivo
político, en este caso, de aquello que es extraño. Dicha configuración visual que funciona
Actividad entre militantes de El Transformador de Haedo en la jornada de talleres (2014), publicada en el facebook de la agrupación.
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 24
como autoridad para identificar a las distintas formas de manifestación política es lo que
Nicholas Mirzoeff denomina visualidad (2013;86) y la configuración propia de El
Transformador es lo que se desarrollará en el capítulo III.
Dado que la experiencia política no es una sola o de un único tipo, sino que existen
diversas maneras de organizar la misma, se debería hablar entonces de experiencias
políticas o de sus manifestaciones. Bajo esta idea, se retoma el viejo tópico ya
mencionado: conectar los contenidos o proclamas de las organizaciones con sus maneras
de visibilizarlas o ponerlas en práctica. Es decir, conectar el mensaje o contenido con su
forma (Offe, 1988; 90).Por supuesto que esta relación no es lineal, es decir, pese a que
existen patrones compartidos por partidos políticos, NMS o incluso ONGs, hacia el interior
de los mismos, los límites a veces también se entrecruzan. Para entender cómo se
construyen estas manifestaciones teóricas se trabajará entonces con el entorno visual de
El Transformador y se pondrá en el centro de su producción icónica la relación con y la
presencia del cuerpo como centro nodal no sólo de sus imágenes sino, en relación con
aquéllas, la definición misma de su propia manifestación política, y por tanto una
definición de la política. Como propuso Norbert Lechner, politólogo alemán: la lucha
política es siempre una lucha por definir lo que es la política (en Jiménez William G. 2012;
7). Se ahondará pues en las concepciones de la imagen que son la base de este proyecto a
partir de autores ya mencionados como Mitchell, Didi-Huberman y Belting.
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 25
ii.. RRee--ppeennssaarr llaa iimmaaggeenn:: uunn mmaarrccoo tteeóórriiccoo
Cuando anteriormente se habló de giro icónico o pictorial, no se estaba pensando
en una mayor proliferación de imágenes desde los 90 a esta parte; más bien se hacía
referencia a la capacidad de las imágenes para crear sentido, la pregunta no solamente
por lo que una imagen es sino en parte su funcionamiento concreto. Las corrientes
aparecidas dentro de la filosofía de la imagen son variadas de acuerdo con Varas pero
aquí retomaremos tres tendencias: a un autor que se emparenta con los Estudios Visuales
de la academia anglosajona (Mitchell); un autor de la Bildwissenschaft (Belting) y un autor
del campo de la Historia del Arte (Georges Didi-Huberman). Cabe aclarar que, como
propone James Elkins, las teorías mencionadas están interrelacionadas y absolutamente
imbricadas (2010; 132), por esa misma razón es posible recurrir a los diversos autores
mencionados a la hora de encarar un proyecto dentro del campo de la Antropología
Visual.
aa)) MMoossttrraannddoo eell vveerr
Los Estudios Visuales son “[…] el estudio de la cultura visual”, propone Mitchell,
teniendo en cuenta que cultura visual es la formación de la visión dentro de ciertas
prácticas sociales, aprehendidas históricamente y no como mero fenómeno físico-
perceptivo (2003; 18,19). Pero no se atiene tan sólo a pensar que la visión es una
construcción social: la apuesta que se rescata en este trabajo es que existe una
construcción visual del campo social (id.; 26), por lo que los cambios en las
configuraciones visuales o visualidad repercuten en nuestra propia percepción del mundo.
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 26
Los Estudios Visuales se sitúan en un campo que debate directamente con la Historia del
Arte y la Estética –ampliando sus tradicionales fronteras disciplinarias- pero que no deja
de preguntarse por la relación entre las imágenes y el lenguaje –como se ha dicho, el
término de “giro icónico” hace referencia directa (“un guiño”) al giro lingüístico de los 60.
Sin embargo, la relación entre ambos órdenes no permite su equiparación. Los Estudios
Visuales se preguntan específicamente por mecanismos icónicos autónomos y
fundamentalmente por el carácter visual de los objetos, su función ontológica y las
condiciones de posibilidad para su existencia, como sugiere Keith Moxey (2009; 20). El
origen de los Estudios Visuales es múltiple de acuerdo con Matthew Rampley: comparte el
interés por las imágenes con la Historia del Arte aunque su base teórica es más amplia y
busca rescatar el status de la cultura popular (más allá del interés tradicional por las Bellas
Artes), recuperando a su vez conceptos metodológicos propios del campo de la fotografía,
poniendo en evidencia no sólo un interés por los objetos sino también por los problemas y
métodos utilizados para abordarlos (2005;47). Según este autor, los Estudios Visuales
funcionan como intersección con disciplinas preexistentes y no tanto como un campo
nuevo de estudio, nutriéndose de obras que debaten la historia misma de la Modernidad.
El presente apartado se titula “mostrando el ver” precisamente porque Mitchell
apunta a construir una “epistemología del ver y del ser visto” (2003;19), incluyendo las
prácticas diarias del ver y del mostrar. Sin embargo, y aquí es donde conectamos a esta
corriente con el enfoque de la etnografía sensorial, la visión no está aislada del resto de
los sentidos así como tampoco se aparta de aquello que no se ve:
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 27
“La cultura visual conlleva una meditación sobre la ceguera, lo invisible,
lo oculto, lo imposible de ver y lo desapercibido. De igual modo,
reflexiona sobre la sordera y el lenguaje gestual, a la vez que reclama la
atención hacia lo táctil, lo sonoro, lo háptico y el fenómeno de la
sinestesia” (2003;25)
Aquí vemos también una conexión con la idea de estética de MacDougall al decir que las
comunidades estéticas comparten patrones obvios (tanto hacia el interior de las mismas
como por fuera de ellas) pero ocultos, difíciles de explicitar. Es decir, lo invisible también
nos permite pensar las configuraciones visuales. Otro elemento común entre ambos es la
importancia de los gestos cotidianos, “aquello que nos rodea” para MacDougall, y el
hecho de que para Mitchell “[…] la cultura visual comienza en la mirada cotidiana.” (2003;
39). Así como los movimientos sociales fundan su trabajo en las prácticas políticas de la
cotidianeidad (a veces ni siquiera percibidas como tales), el rescate de Mitchell permite
aproximarse a esas mismas prácticas pero poniendo el punto de apoyo fundamental en su
construcción visual, es decir, la visualidad que proponía ya Mirzoeff en los estudios de la
cultura visual, más vinculados en su caso a los Estudios Culturales británicos, y a la
pregunta por la autoridad17. La importancia de pensar la conexión entre una determinada
configuración visual y una manifestación política específica parte de la base teórica
aportada por Mitchell. En el caso del Transformador de Haedo, la aparición de los cuerpos
(de los militantes) en la mayor parte de sus imágenes permitió pensar que la construcción
de vínculos sociales transformados partía también de una manera de exponer esa
17
“Visuality makes authority seem self-evident” (Mirzoeff 2013; 86) -La visualidad hace que la autoridad parezca autoevidente (traducción propia).
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 28
corporalidad no sólo en sus fotografías sino en los propios cuerpos de las personas que
hacen al espacio y en el espacio mismo, lo cual será abordado en el próximo capítulo con
mayor profundidad. Esta preeminencia nos remite al autor francés Georges Didi-
Huberman y su concepción respecto de las imágenes tocando lo real.
bb)) TTooccaarr lloo rreeaall
Si el apartado previo ya en su título presentaba a la visión como eje central, en el
presente extracto se añade otro sentido: el tacto. Tocar lo real refiere al escrito de Didi-
Huberman que resalta la capacidad de realización de la imagen, sustrayéndola del marco
idealista en la que se la ha colocado (2013;1). El concepto mismo de que las imágenes
tocan lo real ardiendo implica una vuelta a pensar las mismas, a interrogarlas, es decir,
como ya fue mencionado, a poder mirar bien una imagen. A su vez, el hecho de rescatar el
sentido del tacto nos remite a la sinestesia de la que Mitchell habla y al enfoque que
propone Sarah Pink. Aquí vemos cuán imbricadas están las teorías que se reponen
escuetamente en este capítulo.
Hay dos concepciones básicas que se rescatan de este autor en el siguiente
trabajo. Por un lado, a) la idea de que las imágenes dejan una huella, un trazado en el
tiempo y en el espacio que las conecta, alternando así imágenes del tiempo presente con
imágenes de tiempos suplementarios.
“Porque la imagen no es otra cosa que un simple corte practicado en el
mundo de los aspectos visibles. Es una huella, un rastro, una traza visual
del tiempo que quiso tocar, pero también de otros tiempos
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 29
suplementarios –fatalmente anacrónicos, heterogéneos entre ellos–. […]”
(Didi-Huberman 2013;9).
Esta concepción presenta a la imagen entonces tanto como “gesto superviviente” (el
gesto como supervivencia o como gesto fantasmal que retrotrae al presente un elemento
de otro tiempo lejano o distinto al menos [2008; 288]) así como anacrónica, dado que
toda imagen, más allá de cuándo haya sido producida se activa desde la mirada presente.
La imagen entonces se vuelve nexo entre el presente y el pasado, y es así que en este
trabajo se pudo lograr entrever la conexión entre El Transformador y agrupaciones
políticas y artísticas de los 70 de América Latina que no han tenido contacto directo con la
organización en la cual se ha hecho el trabajo de campo, punto que será desarrollado en el
capítulo IV.
El otro punto de vista que se rescata aquí de la producción de Didi-Huberman es b)
la idea del montaje. La manera en que se puede producir el nexo temporal que se
mencionó previamente es a partir del montaje de imágenes, que generan un lazo entre los
acontecimientos, un cierto vértigo que en vez de encerrar a la imagen en sí misma, la
pone en relación con otras, generando así una salida-de-sí-mismas, o lo que le autor
denominó éxtasis en la conferencia brindada en Buenos Aires en el año 201418. Por lo
tanto, la superposición de imágenes para así generar un atlas visual nos permite trazar
una genealogía que ya no busca una conexión formal (como podría hacerse desde la
tradición de la Historia del Arte) sino ese gesto superviviente del que ya hemos hablado.
18
Seminario Internacional Pensar con imágenes, Instituto de Investigaciones en Arte y Cultura “Dr. Norberto Griffa”, Universidad Nacional Tres de Febrero, Buenos Aires, 2014.
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 30
Lo interesante del montaje es que no se intenta con él una síntesis de imágenes. Es decir,
no se piensa que la producción de El Transformador sea una continuación lineal de las
organizaciones de los 70. Sino más bien que se realiza un montaje que junta imágenes
inconmensurables y traza un recorrido, que nos remite a la idea de pathosformeln: un
pathos de la imagen, volviendo a Aby Warburg y su concepto recuperado por José Emilio
Burucúa, en tanto“[…] conglomerado de formas representativas y significantes […] que
refuerza la comprensión del sentido de lo representado mediante la inducción de un
campo afectivo donde se desenvuelven las emociones precisas y bipolares que una cultura
subraya como experiencia básica de la vida social.” (2007;15) Estas formas atraviesan
generaciones, teniendo etapas de latencia o bien de reapropiación y metamorfosis pero
retrotrayendo siempre a una síntesis primigenia en la cual ellas mismas se forjan. Esas
ideas generales que sostienen la vida cultural de una sociedad determinada incluyen por
supuesto motivos de la manifestación política y social. Desde esta perspectiva, y pese a
que los colectivos puestos en paralelo no sean ni contemporáneos históricamente ni se
hayan conocido realmente, se puede pensar una supervivencia de un gesto político y
artístico. Como vemos, en este mismo trabajo existe también un montaje de autores de
épocas y tradiciones académicas diversas pero que de alguna manera al ser yuxtapuestos
permiten aproximarnos a ese “vértigo de imágenes” (en términos de Didi-Huberman) que
intentamos deconstruir.
Por lo tanto, si partimos de la base de que 1) hay una construcción visual del
campo social (Mitchell) y 2) ese campo visual se configura a su vez por una supervivencia
de imágenes que en el montaje generan una exaltación –tanto del espectador como del
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 31
espacio-tiempo- (Didi-Huberman); resta ahora adentrarse en el lugar donde las imágenes
logran esa re-vuelta de la que habla el autor francés y donde, a su decir, “se materializa la
emoción”. Aquí nos remitiremos al historiador del arte alemán Hans Belting, rescatando a
través de su obra a la ciencia de la imagen (Bildwissenschaft) que también nutre el marco
teórico del presente trabajo.
cc)) EEll ccuueerrppoo ccoommoo lluuggaarr ddee llaa iimmaaggeenn
Anteriormente, se propuso una relación entre la marginación de la imagen en la
construcción de la teoría social y la separación que en Occidente se realizó entre la
sensualidad y la racionalidad. La pregunta entonces por “el cuerpo” se vuelve
fundamental. ¿Cuál es la relación entre el cuerpo y la imagen? Hans Belting propone
pensar que es precisamente el cuerpo aquel que percibe las imágenes del mundo por
medio de los sentidos, así como también él es percibido (en Varas 2011; 204). El cuerpo
entonces actúa como medio vivo, teniendo en cuenta que el medio es el lugar en que la
imagen adquiere un cuerpo propio. El cuerpo es entonces el lugar de la imagen por
excelencia, tanto para su proyección (su creación) como para su recepción. Por lo tanto,
la imagen ya no está en un lienzo o en una fotografía: se da en su interacción con el
cuerpo, fundamentalmente a través de la mirada (id.; 2001;193). La pregunta entonces
aquí reside en tratar de entender “[…] las condiciones que impone y las consecuencias que
genera la producción de imágenes sobre la noción del ser humano.” (id.; 32). Por esa
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 32
misma razón, y desde este enfoque, Varas incluye a Belting en la corriente antropológica
de la Bildwissenschaft19.
La imagen entonces se activa en la mirada de las personas y es por esa razón que
de alguna manera es el propio cuerpo-que-observa el que le otorga vida a aquello que ve.
Los objetos que propician una experiencia visual no están vivos per se, esto es, pueden ser
objetos inanimados, y es a través de nuestra mirada que cobran vida, “reclaman una vida
propia” y hasta parecen someternos a ella. Esto es lo que Belting propone como tener fe
en la imagen y por lo tanto, es parte de un proceso que él llama “animación”. (Varas 2011;
181). Por eso mismo, Moxey propone que los autores que se reseñan aquí, entre ellos
Belting, ya no piensan a la imagen en términos de “representaciones” sino más bien
aparece la imagen como presentación, esto es como un objeto dotado de ser y por lo
tanto como una fuente de poder (2009;10). El autor propone pensar que las nuevas
corrientes dentro de la teoría de la imagen sufren lo que él denomina un “giro
ontológico”, dado que se piensa a los objetos visuales como investidos con un poder
animado.
No obstante, el cuerpo no sólo es un medio en el que la imagen se corporeiza. El
cuerpo es un productor de imágenes, y aquí Belting nos retrotrae a una genealogía visual
de alguna manera: el cuerpo al producir su sombra tiene la capacidad de producir una
imagen de sí mismo. Pero a su vez también tiene su propio corpus de imágenes (una
suerte de repertorio) que produce imágenes internas –que aparecen en el sueño- y no tan
19
La autora también propone la existencia de una corriente semiótica, asociada a la filosofía del lenguaje; y una fenomenológica, cara a la teoría de la percepción (es decir, las características perceptivas que la imagen pone en juego).
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 33
sólo reflejos exteriores (2011; 183,186). La configuración que hacemos de todas estas
imágenes que conviven en nosotros (corporeizadas en distintos medios) es lo que Belting
denomina “síntesis” y es a partir de ella que entendemos y vivimos el mundo. Aquí es
posible conectar la relación imagen-cuerpo con la relación imagen-tiempo que aborda
Didi-Huberman. Si es desde la mirada que se activa la imagen, entonces siempre se vuelve
a ella desde el tiempo presente: la imagen por tanto es anacrónica.
La teoría medial entonces le da lugar al cuerpo de la imagen (su corporeización en
estos medios) y supera de alguna manera a la teoría de los signos, una abstracción que
propone al signo en tanto convención y por lo tanto desmaterializado (descorporeizado)
(Belting 2007; 18). Se enfrenta así la percepción sensorial desde esta perspectiva a la
percepción cognitiva que fue aislando a la imagen de la producción académica. Esta
recuperación del cuerpo y su relación intrínseca con la imagen es de gran importancia
para el análisis que en este trabajo se propone, dado que en las imágenes que produce el
colectivo político con el que se trabajó, el cuerpo (de los militantes fundamentalmente)
aparece en primer plano y tiene una raíz profunda en la manera en que la política es
pensada (y actuada) en/desde El Transformador, como se verá en el próximo capítulo en
profundidad. A su vez, el hecho de resaltar la relación imagen-cuerpo y recobrarla como
fundante da lugar a un abordaje caro a la Antropología de los Sentidos y al enfoque de la
etnografía sensorial que propone Sarah Pink.
La etnografía sensorial es un enfoque integral que aborda a los sentidos no tanto
como el objeto de estudio sino más bien como un método. Esto es posible dado que se
piensa a la experiencia humana como situada en un espacio sensual, social y material. Por
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 34
lo tanto los objetivos de de dicha perspectiva proponen identificar el conjunto
culturalmente constituido de modalidades sensoriales que las personas usan para
expresarse y expresar sus experiencias (también sensuales). (Pink 2009; …).
Al ser un enfoque metodológico, podemos encontrarlo dentro de diversas
disciplinas sociales y por lo tanto como una continuidad de las metodologías propias de las
ciencias sociales, por ejemplo, en el caso de la Antropología, el trabajo de campo que, de
acuerdo con la autora, es multisensorial: envuelve procesos que van más allá de lo verbal-
movimientos, relación con objetos, aromas, imágenes, etc. Ahora bien, pese a que este
enfoque no prioriza ningún sentido por sobre el otro, Pink reconoce en la imagen un
medio de investigación fundamental. Por supuesto que no puede grabarse o fotografiarse
un aroma o una textura, pero esta limitación que podría pensarse para el campo visual en
realidad surge de la idea de que los sentidos se encuentran sectorizados o separados
cuando en realidad el enfoque que propone la multisensorialidad como un todo integrado
(la experiencia sinestésica) da por tierra con esta percepción.
Los principales antecedentes del enfoque sensorial surgen en los 80 y continúan en
los 90 a partir de la explosión de la Antropología del Cuerpo y cómo esta experiencia
corporal es mapeada en diversas culturas. Por lo tanto pueden pensarse dos elementos
claves que este enfoque presenta para este trabajo: por un lado a) el rescate de la
corporalidad a partir del conocimiento de los espacios (como puede ser El Transformador
de Haedo) desde las expresiones sensoriales y b) el uso de imágenes y su capacidad
sinestésica que nos permite acercarnos a dichas experiencias de manera más completa
que con técnicas verbalistas como las entrevistas o las notas de campo.
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 35
En este escueto marco teórico (si se compara con la vasta producción que cada
uno de los autores y tradiciones rescatadas realizó) se intentan recuperar corrientes que
tienen orígenes disímiles pero que se encuentran al pensar la relación entre la imagen, la
experiencia humana y la teoría social. Ahora surge la pregunta que Sarah Pink se hace:
cómo se interpreta un material de investigación de estas características y cómo se
representa a su vez, es decir, cómo se expone. Esto es, cómo se puede dar cuenta de la
relación entre el material producido (visual en este caso) y la forma en que se produjo. En
el siguiente apartado se explicitará la metodología que se escogió para este proyecto.
iiii.. MMeettooddoollooggííaa
El siguiente proyecto se apoya en el trabajo con imágenes producidas con los
militantes del Transformador en el propio espacio de la casona en Haedo o en actividades
a las que ellos concurren (eventos, marchas, encuentros con otras organizaciones). Para
ello, se vuelve fundamental el trabajo de campo (tanto observación participante como
técnica de entrevista y creación de borradores fílmicos). Sin embargo, dado que se trabaja
con las imágenes producidas por ellos mismos, gran parte del proceso de investigación
requiere de la recopilación del material audiovisual, fundamentalmente a partir de un
seguimiento de las publicaciones en las redes sociales (principalmente, facebook y páginas
web/blogs), siendo el trabajo de archivo de vital importancia.
La metodología expuesta nace de la hipótesis del trabajo: la dinámica colectiva
propia de los NMS se aprehende y construye en los principios estéticos/configuración
visual que grupalmente se recuperan o recrean. Por ello mismo, la línea principal del
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 36
trabajo se desprende de la conceptualización de David MacDougall de estética, entendida
como “[…] los atributos físicos y patrones de conducta que tomados como composición
son específicos de cada comunidad y reconocibles para los miembros de la misma […]”
(2000; 2). Así, conceptos propios de la teoría política como repertorio o cultura política (de
la línea de los autores Charles Tilly y Sidney Tarrow) se amplían, sin ser descartados.
A partir del abordaje de las imágenes del Transformador se puede llegar a
reconstruir su entorno visual que da cuenta de una experiencia política sensorial
particular, es decir, identificar lo que Sarah Pink denomina “set cultural constituido de
modalidades sensoriales que las personas […] usan para poder expresar la experiencia
sensorial” (2009; 12520). Por ello, desde la Antropología de los Sentidos, se propone una
definición de la experiencia militante sensorial, esto es, resaltar la dimensión afectiva y
sensual de los espacios políticos (como ser la casona de Haedo). La impresión sensorial
que los espacios y las personas generan en nosotros nos lleva a actuar de determinadas
maneras, propias de cada comunidad (en este caso, una comunidad de militantes). Si se
piensa la experiencia de esta manera, entonces la percepción de los espacios y los vínculos
personales se vuelven centrales y allí es donde la imagen cobra un rol principal.
Como fue mencionado, estas imágenes no sólo son producidas en terreno sino que
además provienen de los archivos web de la organización, fundamentalmente facebook.
Este recurso no sólo se tiene en cuenta por la facilidad de su acceso para el investigador
(dado que es una página pública); sino que además se propone en este trabajo pensar que
20
Traducción mía: “[…] identify the sets of culturally constituted sensory modalities that people associate with their physiologies and the categories they use to express sensory experience.”
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 37
la realidad online no puede escindirse de la realidad offline. Como propone Christine Hine,
los manejos propios de los sitios web jamás pierden referencia respecto de la vida offline
(2004; 177) y por eso mismo se presenta Internet como un espacio sostenido en acciones
(prácticas sociales de los militantes) y también como un espacio para actuar (es decir,
conducirse de una determinada manera, de acuerdo a los principios estéticos e
identitarios de las agrupaciones militantes) (2004; 142). Para ello, se tendrán en cuenta no
sólo las imágenes publicadas en sus sitios web sino todo aquello que conforma el diseño o
presentación de los mismos. Se focalizará, pues, en los patrones de uso de los recursos
que se ofrecen en los distintos tipos de páginas web y que hacen a la visibilidad de los
movimientos sociales. No sólo se piensa el uso del ciberespacio como un reflejo sino como
una práctica más del accionar militante, que sigue patrones estéticos propios de los
contextos militantes offline. Se propone entonces pensar un uso reflexivo de la tecnología
(2004; 187) que forma parte de los atributos que construyen la identidad (subjetividad
política) del Transformador de Haedo.
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 38
IIIIII EEll TTrraannssffoorrmmaaddoorr ddee HHaaeeddoo:: ttooccaarr llaa ppoollííttiiccaa
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“El Transformador es una organización social independiente en donde las personas buscamos construir colectivamente nuevas
formas de relacionarnos”. Descripción del facebook.
El Transformador es un centro comunitario que queda en Haedo, a tres cuadras de
la estación de tren homónima de la Línea Sarmiento (Partido de Morón, Prov. de Buenos
Aires). Es una casona antigua, de principios de la década del veinte del siglo pasado
(1926), que perteneció al Gobernador Manuel Fresco (Gob. de Prov. de Bs.As. entre 1936-
1940), situada en una esquina y rodeada de casas residenciales en su mayoría. Una vez
que uno se aleja un poco de la estación, ya no hay comercios prácticamente.
Foto El Transformador, facebook, 2014
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Foto de la Casona en construcción, brindada por los militantes en el trabajo de campo de 2013 y obtenida de un recorte
de diario
El Transfo (como lo llaman las personas que trabajan en él) surge como tal en
2003, con las asambleas que no sólo se dieron en Haedo sino que, dada la delicada
situación social del momento, se hallaban por toda la ciudad y también Gran Buenos Aires
desde 2001 y 2002. La asamblea de Haedo, que en realidad había actuado bajo la
orquestación del Partido Socialista, se disuelve en grupos separados que comienzan a
operar individualmente. Uno de estos grupos empieza a trabajar en la casa, que aún
pertenecía a la familia Fresco, de un alto poder adquisitivo. Como la casa había quedado
abandonada y nadie vivía allí, los vecinos comenzaron a quejarse dado que era utilizada
para juntaderas que no eran del agrado de las personas que residían en el barrio (como
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una suerte de condición de posibilidad para actos vandálicos). Los vecinos, entonces, se
organizaron y se juntaron con algunos miembros de la familia Fresco (nietos del
gobernador) para que le cedieran la casa a uno de los grupos de la disuelta asamblea. Así
es que en 2003 ceden el espacio (aunque sin papeles mediante, todo de palabra) y
comienza a funcionar como un merendero (con personería jurídica inclusive y bajo la
organización de una sociedad de fomento). Las personas que iniciaron la actividad en el
centro no son las que actualmente trabajan allí.
Dentro de la casa, actualmente, se realizan varias actividades:
talleres (con 16 especialidades distintas, desde música hasta trapecio)
espacio de género: realizan actividades de debate y concientización no sólo dentro de la casa sino
que salen con mesas y folletería a distintas zonas del conurbano (la última fue en José C. Paz en
octubre)
biblioteca (llamada Rayuela) que abre dos veces por semana.
asamblea de jóvenes, que consiste en reuniones semanales entre personas de 16/17 años a 25
aproximadamente donde discuten temáticas que les interesen, buscan textos para pensarlas,
artículos, hablan de sus propias vivencias, entre otras maneras de relacionarse.
Eventos culturales, que se organizan en general los fines de semana y son actividades artísticas en
su mayoría (yo fui varios conciertos, por ejemplo).
Centro de Día y Casa de Noche (que no funciona en la casona sino en Morón, pero el equipo de
noche está en contacto con el de día). Estos espacios son los que hacen al equipo de Calle (niñez y
adolescencia) y trabajan con chicos y chicas en experiencia de calle. Me aboqué a este grupo
(Centro de Día) en mi trabajo.
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Todos estos espacios (así se llaman, más allá de la presencia de la casa como lugar para
todos) se reúnen en asambleas o bien parciales (de profesores de talleres, de centro de
día, etc.) o bien en una asamblea general que se hace cada quince días y donde van
representantes de cada actividad para dar cuenta de lo que se realiza y así no perder
organicidad. Los militantes suelen vivir en Zona Oeste y los chicos con quienes trabajan
son los que se movilizan, fundamentalmente de los asentamientos de Lomas de Zamora
que se unen con Haedo a partir del tren de la línea Roca al que llaman “La Chanchita” y
que sale de Temperley (ramal especial dentro de la línea de ferrocarriles mencionada
dado que ocupa un lugar marginal no sólo a nivel de las estaciones y cómo son
materialmente, sino que es una de las pocas líneas que no se han electrizado, teniendo un
servicio distanciado y que suspenden usualmente sin previo aviso). El paisaje de los
asentamientos que recorre el tren es muy distinto al que se ve al llegar a Haedo. Aquí ya
se puede pensar en un mapeo social: procedencia tanto de los militantes como de los
chicos con quienes trabajan en el Centro de Día. Existe una gran cantidad de casos en los
que son los militantes quienes trabajan en los barrios y se movilizan hacia allí; aquí, en
cambio, son los chicos que asisten al Centro de Día los que hacen dicho recorrido, aunque
sea en última instancia. Es interesante la trayectoria de los militantes tanto en su forma de
llegar al Transformador como una vez insertos en sus actividades.
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Los militantes del Centro de Día llegaron a la organización mayoritariamente
buscando un taller, es decir, para participar o tomar clases ya sea de teatro o trapecio, etc.
A medida que fueron tomando las clases, se fueron dando cuenta de que la dinámica
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misma de clase era distinta: no era solamente dar u obtener un contenido determinado.
En cada uno de los talleres se trabaja la grupalidad, la corporalidad, la relación con los
demás y con la propia casa. En las entrevistas realizadas, los participantes del espacio se
refirieron a él con afecto. Todos además participan materialmente del lugar: ya sea para
pintarlo en actividades como ser pintar un mural o una jornada de trabajo para limpiar y
arreglar desperfectos hogareños. De a poco, los “talleristas” se empiezan a involucrar en
otras actividades. Por ejemplo, participan de la Asamblea de Jóvenes o de la biblioteca o
mismo del espacio de género. Algunos se vuelven profesores de los talleres con su pareja
pedagógica. De esa forma, comienzan a pasar más tiempo en la casa y cada vez más a
internalizar las prácticas propias de la casona.
“Ro.: muchos empezamos así, de otro lado…yo
también empecé tomando talleres…bueno,
empezamos casi juntos en la asamblea de jóvenes
como que se va armando, las ganas de meterte un
cachito más, un chachito más…un cachito más. Y
terminás viviendo…[…]
R.: lo que tiene es que además del espacio de niñez, hay
otras actividades, de centro cultural, talleres abiertos a la
comunidad, la biblioteca, los eventos culturales, espacios de
género, entonces hay muchas cosas que suceden…algunas
personas estamos más en la actividad. Los conceptos que se
van laburando en cada espacio atraviesan a los otros,
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porque compartimos reunión, compartimos el espacio físico
concreto
Ro.: la casa misma. Y eso es una particularidad de este
Centro de Día, que funciona en simultáneo a las otras
actividades de la casa y eso comúnmente no pasa.”
(Entrevista a Ro. y R., Centro de Día)
El Centro de Día es un espacio cerrado en cuanto a los militantes. Al momento de la
entrevista21, eran seis y no buscaban más gente, salvo que alguno abandonase la
actividad. Por otro lado, los que habían entrado en 2013 a trabajar (dado que se había
renovado el equipo) ya trabajaban hace unos años en el espacio y fueron invitados por los
antiguos miembros. Esta dinámica de la “invitación” es general del Transformador, en
palabras de M., otra de las militantes a quien entrevisté, que fue invitada por una
profesora de teatro de los talleres:
M: Me invitó…porque es así acá. Para dar clases, los profes
que ingresan tienen alguna relación con la organización.
Ahora te explico bien el funcionamiento y el por qué. No
funciona como un centro cultural. O sea, esto es una
organización social que lo que trabaja es las relaciones
humanas en el plano micro y macro. Pero entendemos que
primero hay que problematizarlos nosotros, entre nosotros
y cada uno con uno mismo, y después hacia el afuera y lo
21
Durante el trabajo de campo en 2013
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que pasa en la sociedad y nuestra comunidad…es todo un
mismo trabajo. Entonces en los talleres…se dan con un
grupo que se organiza en asamblea, todos los profes, cada
quince días, en asamblea de profes. Y para sumarte a ese
espacio vos tenés que tener un vínculo con la organización y
estar dispuesto a sostener lo que implica: un encuentro
personal en el que se piensa la educación que se da acá, la
educación artística, donde se planea todo en conjunto lo de
los talleres.
Esta dinámica de las invitaciones va evaluando cómo trabajan las diferentes personas en
el espacio para luego ampliar los horizontes e incluirlas en otras actividades que requieren
otro tipo de compromiso. El Centro de Día, por ejemplo, trabaja todos los días: los lunes
son las reuniones semanales y luego de martes a viernes trabajan con los chicos de 14 a
18. Pese al horario restringido, luego de haber estado en el espacio, pudo observarse que
no obstante los chicos van fuera de ese marco y de esos días y que por otro lado los
militantes también van al barrio donde ellos viven y se entrevistan con las familias o los
acompañan a hacer trámites (reinserción escolar, renovación de DNI o cualquier tipo de
acompañamiento legal y social). Por lo tanto, los militantes primero hacen toda una
construcción de ese “ser militante” que tiene que ver con el relacionamiento con la
casona misma y su funcionamiento. Al ser herederos en parte de una trayectoria histórica
propia del espacio, no se insertan de cualquier manera ni de un día para el otro: es un
proceso en el cual se van vinculando con las personas y los espacios. Pero los que ingresan
al Centro de Día a trabajar, además recorren un camino desde el Transformador hacia
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fuera: van a las casas de los chicos con quienes trabajan en el Centro, recorren
instituciones especializadas o recorren las calles mismas del barrio, siguiendo un itinerario
más o menos fijo. En el siguiente fragmento de entrevista dan cuenta de cómo funcionan:
J.: después están las callejeadas, donde recorremos
algunas calles acá, viendo qué onda, qué es
necesario…más cercano a las estaciones, Haedo,
Morón, Ramos. Ver si están los pibes que conocemos,
si hay alguien nuevo, qué onda para allá…
E: ¿y cada cuánto son?
J.: Las hacemos dos veces por semana, martes y jueves.
E: y van rotando los equipos…
Ro.: no, estamos tratando de que sean estables.
Porque la idea de la callejeada es tener llegada, viste,
que nos conozcan, tener un panorama de alrededor,
ver qué gente está parando y también ver que hay
otras instituciones también, hay iglesias que aparecen,
mismo el municipio. También están interviniendo en la
calle. El año pasado por ejemplo callejeamos a la noche
en Morón los días que una iglesia iba y llevaba comida,
una olla popular…y nosotros medio que enganchamos
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que fuera ese día, porque iba mucha más gente que de
costumbre esa noche y era gente que por ahí se
quedaba a dormir ahí mismo, y por ahí otro día no lo
hacía. Sabía que el miércoles había olla en Morón y
bueno iban y se quedaba capaz la familia entera, viste.
Y empezar a mirar qué otras cosas pasan en la calle,
que es lugar que más habitan los chicos con los que
queremos acercarnos.
R.: y desde ahí se puede ir construyendo un vínculo con
algún niño, alguna madre…y desde ahí tal vez se lo
pueda invitar a alguna situación, quizá un taller de
fútbol comunitario, en principio, que es afuera, no es
en la casona, como primera instancia (subrayado
propio)
Es decir que los militantes tienen ciertos recorridos internos pero también
exteriores: en el barrio, en los barrios donde viven los chicos, en las dependencias
estatales. Y por supuesto, en las reuniones con otros espacios militantes, como ser
reuniones generales y regionales (de centros de días y hogares o espacios de niñez, de
género o eventos culturales). Estas trayectorias hacia el exterior no obstante están teñidas
por el funcionamiento propio del Transformador: invitan a los chicos que conocen en la
calle a formar parte del espacio, así como los militantes fueron invitados en su momento
(salvando las distancias). Esta dinámica propia del espacio tiene que ver con su eje central:
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el trabajo sobre los vínculos con los demás22. Este es uno de los ejes principales para
entender que el Transformador forma parte de la dinámica colectiva más vasta de los
NMS.
Por otro lado, todos los recorridos que se dan dentro y fuera de la Casona (aunque
siempre teniéndola como centro), remiten a lo que el antropólogo brasileño José Sergio
Leite Lopes denomina en su etnografía El Vapor del Diablo ([1976] 2011) “itinerario
social”. Pese a que su trabajo versa acerca de los trabajadores de la industria azucarera
en la década del 70 en Brasil, aquí fue interpelado a partir de lo que los militantes fueron
compartiendo, más allá de lo diferente que los temas efectivamente son. En dicho escrito,
el autor menciona hacia al final del mismo que los obreros del ingenio siguen un cierto
recorrido dentro de la usina que él analiza, en muchos casos incluso similar al de la
materia prima con que trabajan (la caña de azúcar). Es decir, para poder llegar a cierto
rango en el ingenio, estos trabajadores de Brasil siguen una trama ya establecida que no
sólo se da dentro de la fábrica sino que se conecta con otras fábricas del mismo tipo. Esto
le permite al autor pensar una “trayectoria social de los obreros” (2011; 240) que se
enmarca en ciertos procesos transicionales, por ejemplo, del trabajo agrícola al trabajo
fabril. “De este modo, transformarse en un profesionista o un artista23 requiere cierta
trayectoria como condición constitutiva […]” (id.). Pese a los diferentes sujetos que entran
en juego en mi breve análisis y en la etnografía de Leite Lopes, en ambos casos fue dado
encontrar este “itinerario social” hacia dentro y fuera de los espacios de trabajo (la usina;
22
Objetivo que exige vincularse (entre ellos y con aquellos con quienes trabaja, así como con las realidades a modificar). 23
Categorías laborales propias del ingenio brasilero analizado.
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la organización social). Asimismo, se propone aquí que el Transformador cuenta también
con su propio itinerario visual.
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El universo visual del Transformador no comienza sólo al llegar a la Casona: en la
misma cuadra, hay un muro de una casa particular que los militantes del espacio pintaron
gradualmente con los chicos/adolescentes del Centro de Día y el Taller de Artes Plásticas
(dos de los grupos que trabajan allí).
Foto propia, 2013 – casa de una vecina en la calle del Transformador
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Foto de Taller de Artes Plásticas, facebook, 2014
El dibujo tiene motivos circenses de colores similares a los que se encuentran dentro de la
casa y en las paredes del jardín de la misma: colores vibrantes amarillo, rojo, verde, violeta
(un cierto “halo cromático” en términos de María Elena Lucero 2013;102). Es decir,
caminando hacia la organización ya uno puede percibir un mural que resalta dado que en
su mayoría, las casas que rodean al Transformador no poseen esos “decorados”. Al llegar
a la esquina donde el centro comunitario se emplaza, la diferencia es aún más notoria: un
barrio de casonas antiguas, generalmente con cercos de material o rejas y jardines con el
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pasto cortado, alberga también a este palacete de varios pisos, con un torreón desde el
cual se observa gran parte de Haedo, pero que no se presenta con el mismo “cuidado”
que las casas vecinas. Los pastos no están emparejados en todos los sectores, como
tampoco se hallan mantenidos en condiciones todos los canteros y las “rejas” en realidad
son alambrados poco resistentes y medio caídos. La vereda misma tiene pastizales que
desentonan con otras veredas circundantes. Pero a esa primera impresión, se le suman los
colores del mural al doblar la esquina, hecho recientemente en una jornada artística;
mural en el que se observan niños jugando y haciendo acrobacia, payasos andando en
bicicleta o flores gigantes de variados colores.
Foto propia, 2013
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Las paredes tienen pintura violeta en las ranuras que unen los ladrillos, vestigio de
cuando la Casona era un restaurante. Es decir, que el propio espacio tiene un itinerario
social/visual y éste también puede ser mapeado. Los militantes intentaron reconstruir la
historia de la casa no sólo desde abordajes históricos usuales (libros, diarios de época,
etc.) sino también desde su construcción misma. Por ejemplo, la búsqueda de detalles de
la casa (arquitectónicos o decorativos) y su posterior registro fotográfico, que fue
posteado en su facebook en un álbum llamado “Bellezas y sorpresas en la casona”.
Detalle de la casa,
Foto de facebook, 2014
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Ya desde el afuera del edificio y sus jardines se percibe que existe un cuidado respecto de
la configuración visual de la casona, que continúa hacia el interior. Al entrar, las paredes
blancas tienen guardas que aún no se terminan de hacer y que se van pintando en los
talleres artísticos de a poco. Las guardas, los murales, los carteles y carteleras internos y
externos tienen los mismos colores, estilos parecidos. Hay chicos, animales, mujeres,
hombres, instrumentos musicales, ciudades, arabescos circulares, libros. Los murales y
carteleras están diseñados específicamente, siguen un patrón y no están improvisados por
niños pequeños/adolescentes, aunque ellos hayan participado en su confección. La casa
es en sí misma el primer impacto visual, por su tamaño, sus colores, sus cuidados y sus
descuidos, y los múltiples espacios internos que se condicen con los distintos grupos que
trabajan en estos espacios. Es decir, la práctica se plasma en las imágenes porque las
mismas imágenes son parte de una manera de estar en la casa: los motivos que se siguen
aún hoy sumando a las paredes en blanco responden y contribuyen a recrear las
modalidades de acción de los militantes que trabajan allí. Se puede entonces pensar que
el uso de medios artísticos plasmados en murales, volantes, incluso en pins o carteleras,
es parte de una manera de pensar la construcción política de los espacios y a su vez de un
espacio como la casona, concebido como eminentemente político, incluso desde sus
orígenes24.
24
En una charla informal con una de las militantes, comentaron que fue en esta misma casa, cuando aún pertenecía al ex gobernador Fresco, en la que se realizó la reunión definitoria para el golpe de estado de 1930, que inició una cultura golpista en la política nacional.
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Foto propia, 2013, previo al incendio de la biblioteca a fines de ese año
La dinámica interna del Transformador, entonces, se puede pensar desde las
prácticas sociales que se generan pero también desde el itinerario visual que va del
adentro hacia el afuera y viceversa. Por ejemplo, en un seguimiento online de las
actividades, fundamentalmente en facebook, es posible observar que sus posts no sólo
refieren a actividades propias, sino que contribuyen a la difusión de actividades y eventos
de otras organizaciones cuyas dinámicas son afines a las del Transformador. En muchos
casos, a primera vista, es difícil distinguir que sean de otros colectivos. Vemos a
continuación un atlas visual confeccionado con los flyers de los grupos con los que el
Transformador se comunica:
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Las actividades y eventos publicitados son similares y esa afinidad también tiene su
correlato fundamentalmente en el campo visual, es decir, se cumple la idea de
pathosformeln que ya hemos introducido de Aby Warburg sólo que en un nivel
transversal, dado que todas estas agrupaciones son contemporáneas y siguen actuando
hoy en día, con mayor o menor interconexión. Así se va generando una red visual no sólo
en la casa misma (un espacio físico determinado) sino de manera mucho más versátil en
las redes sociales- sumándose a esto también la difusión radial de las actividades, dado
que algunos miembros del equipo de militantes trabajan en una radio local y tienen su
propio programa.
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Flyer del programa radial, publicado varias veces en facebook, 2014.
Es importante destacar que entonces el espacio que parece fijo (la casona) logra de
alguna manera llegar mucho más allá de sus límites geográficos. Por un lado, porque los
principios estéticos con que los militantes van construyendo la identidad de la casa se
expanden más allá de las mismas (ya sea en las calles como en las redes sociales). Por otro
lado, porque las personas que la conforman van generando un movimiento circular con
un sentido afuera-adentro-afuera, siendo la salida al exterior sustancialmente diferente a
su entrada. Y finalmente porque el propio espacio es de vital importancia para las
actividades políticas que se realizan allí. Es parte de la construcción comunitaria de lazos
sociales el hecho de juntarse en jornadas de trabajo a cuidar del espacio o mantenerlo en
condiciones. Y a su vez la imagen de la casona es un símbolo que utilizan los militantes en
su lucha (por ejemplo, el juicio por expropiación del espacio) y también en la difusión de
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los eventos, como se ve en el siguiente flyer, obtenido del facebook de la organización
(2014):
Este salirse-de-sí de la casona se relaciona con dos puntos de vista sobre la imagen:
la idea de Didi-Huberman de que la imagen estalla para formarse y que en esa explosión
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 57
genera un éxtasis (estar-fuera-de-sí) y por otro lado la imagen como lugar en términos de
Belting.
En el primer caso, la idea de que la imagen estalla se debe en parte a una comprensión de
la imagen no como una sola: sino a la producción visual en este caso del Transformador en
su totalidad, que toma a la casona como centro y expande sus fronteras físicas, yendo más
allá de ellas. Por otro lado, al reunir todas las imágenes producidas, corporeizadas en
distintos medios, se puede reconstruir una suerte de montaje, es decir, una explosión del
espacio y del tiempo que no sigue una línea temporal para generar un atlas visual, sino
que busca precisamente el pathosformeln que va más allá de dicha linealidad. El constante
flujo de imágenes del Transformador genera un vértigo que no sólo nos introduce en la
propia construcción política de la organización sino que nos conecta con otras
organizaciones a partir de la materialidad de sus imágenes (desde las vestimentas hasta
los murales o las publicaciones virtuales). Es decir, lo que Didi-Huberman propuso pensar
en su conferencia en Buenos Aires (2014) como vértigo de la forma. En este caso, una
forma eminentemente política y artística. El arte como medio se propone como una
herramienta que funciona en tanto movimiento (hacia fuera de la práctica específica del
Transformador) y a su vez como estructura (generando una pertenencia a la comunidad
de las organizaciones sociales que funcionan extrapartidariamente y comparten una
configuración visual más o menos cercana así como prácticas más o menos comunes).
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 58
Flyer publicado en facebook 2014
Por otro lado, se refirió antes el concepto de “imagen como lugar”. Hans Belting propone
que “Del mismo modo en que podemos hablar del cuerpo como un lugar de las imágenes,
es posible hablar de lugares geográficos a los que las obras en imagen establecidas allí
otorgaron el rostro que se conoce.” (2007; 76,77) Sin embargo, el autor apunta que hoy
en día muchos lugares son conocidos en imágenes, por ejemplo, a través de pantallas, a
diferencia del mundo antiguo, en el que se habitaba el lugar que luego se hacía imagen. En
la actualidad entonces se habría desdibujado la frontera fija de los lugares y se accedería a
los mismos a partir de las imágenes que de ellos existen, por lo tanto Belting sugiere que
la presencia de dichos sitios es de un tipo distinto al de antaño (id.; 77). Por supuesto que
estos modelos que parecen antagónicos nunca son absolutos y de hecho el caso de El
Transformador es un buen ejemplo para acercase a los grises dado que es un espacio
físico concreto habitado por los militantes que construyen un sentido de la política dentro
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de esas paredes. Pero por otra parte la existencia virtual del Transformador expande esas
fronteras, que no funcionan como un límite sino como un punto de partida. Es así que la
circulación de las fotografías e ilustraciones de la casona así como de las prácticas que se
retratan son lugares construidos también en la virtualidad de las redes sociales. Como ya
se ha mencionado en este escrito, esta doble dinámica de circulación se debe a que la
realidad online y offline están intrínsecamente relacionadas, sin equipararse. La
producción de imágenes en facebook es necesaria para difundir y atraer nuevos miembros
a la Casona pero a su vez se inserta en una red de imágenes que se reconocen como afines
por ejemplo respecto de otras agrupaciones sociales. En esta circulación, también se está
creando una manera de concebir el trabajo territorial y por tanto un sentido de lo que la
actividad militante y política debe ser.
A su vez, la casona es tanto espacio como cuerpo en el que se materializan las
imágenes producidas por los militantes, en sus diversos soportes. Pero la casa misma se
transforma en imagen (ilustrada en el piso con tiza, en un flyer digital o en un dibujo del
Taller de Artes Plásticas). Por lo tanto, la relación entre lugar e imagen respecto de la casa
coloca a la misma en el centro de la actividad política de este colectivo.
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 60
Dibujo de la casona en la vereda durante la celebración del 11°aniversario, agosto 2013, foto propia.
Esta relación tan particular con el lugar donde se emplaza la actividad política del
Transformador genera una suerte de mística (aura) alrededor de la casona. Ya se había
hecho mención del álbum fotográfico que buscaba detalles del espacio y que fue
publicado en la misma red social donde se publican actividades con otros colectivos,
marchas o consignas de lucha. Pero hay un punto más a destacar en la manera en que se
relacionan los militantes con la casona: el afecto. Existe un sentido de pertenencia que
lleva por ejemplo a darle vida a la casa. En la celebración del 11° aniversario en el año
2013, se realizó como parte del festejo una performance que representaba la historia de
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la casa a lo largo del tiempo25. Es decir, se conmemoraba el inicio de las actividades
políticas del Transformador pero una parte central fue reconstruir el itinerario de la casa
hasta llegar a la actividad actual. Para ello, se realizó un video que se entremezclaba con
una breve representación teatral simulando que la casa hablaba o que se le hablaba a la
casa, como si estuviera viva. Esto es, se planteaba que la casa podía sentir, como sienten
las personas que la construyen a diario. Así como las imágenes no estan vivas sino que es
la mirada de quien observa la que las anima y activa, con la casa pasó algo similar. Hay una
construcción de la misma por parte de los militantes como si en verdad tuviera vida
propia, que se manifiesta en esos rincones que el taller de Arte se encarga de fotografiar.
La imagen no tiene vida, sino que las personas se la otorgamos; la casa no tiene vida, pero
los militantes se la otorgan y parece hasta independizarse a punto tal de estar viva en sí
misma, como aquel cuento de Elsa Bornemann, escritora argetina, en que la casa
efectivamente está viva y no hay nada que las personas puedan hacer frente a ello26:
“Tal como cuando había bautizado a la vivienda como "la casa viva",
nuevamente había acertado en la denominación de los raros fenómenos
que se estaban desarrollando allí. […] Cuando regresaron a la casa,
encontraron las paredes muy sudadas, como si fueran organismos vivos
que habían soportado —estoicamente—los treinta y pico de grados de
temperatura que había hecho esa tarde.” (fragmento del cuento)
Así como se recurre aquí a la literatura para dar cuenta de un tópico que podría
rastrearse más allá del Transformador; en el caso de los militantes hay un acercamieno a
25
Esta performance pude observarla en mi trabajo de campo. 26
“La cada viva”, en Socorro, Elsa Bornemann. Los personajes no pueden más que resistirse, asustarse o incluso alejarse de esa casa en la que suceden cosas extrañas y que parece animada como si fuera una persona.
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 62
las artes plásticas y audiovisuales para abordar el espacio, esto es, para darle esa vida a la
Casona. Sin embargo, en la selección de tanto los medios como los diseños se puede
observar que no es la Casa quien decide qué es propio y qué ajeno: en esas delimitaciones
que realizan los militantes se pone de manifiesto cómo el Transformador en tanto
colectivo político se propone producir, en primera instancia, cierta visualidad, a partir de
la intervención plástica que funciona aquí como herramienta. Un caso que lo graficó se dio
el año pasado cuando en la biblioteca se había decidido cambiar un mural hecho hace ya
varios años, por militantes que hoy en día no forman parte de la institución. En el mismo,
se ve a un niño jugando en un gran barco de papel. Cuando se les preguntó a los
militantes por qué lo cambiarían, no hubo una respuesta muy clara o definida,
simplemente que no pertenecía a la línea que actualmente estaban llevando adelante. Al
ver el mural, la primera imagen que se avino fue la de Juanito Laguna, un personaje del
artista argentino Antonio Berni.
Imagen sin título (1973) – Antonio Berni Mural de la Biblioteca, foto propia (2013)
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Esto no implica que el mural haya sido una copia, pero sí podemos apelar a la idea de
“gesto superviviente” de Didi-Huberman: el gesto como supervivencia o como gesto
fantasmal que retrotrae al presente un elemento de otro tiempo lejano o distinto al
menos (2008; 288) y que en este caso evoca las asociaciones en la mirada de quien
observa y que compara ese mural con imágenes mentales o imágenes que trae consigo en
su propio cuerpo. Ese mural, sin embargo, no forma parte de aquello que el colectivo
actualmente busca evocar. El espacio de Niñez y Territorio, con quienes más he trabajado,
actualmente tiene murales que reproducen nuevos gestos, distintos, también con cuerpos
de niños (en estos casos dibujados), pero que se sitúan en otro momento de la práctica
del equipo en cuestión y en otro espacio (el primer mural estaba en la Biblioteca del
Transformador, mientras que estos nuevos murales están en espacios propios de Niñez y
están hechos por el equipo de Arte, es decir, aquéllos que están más preparados o tienen
mejor técnica, demostrando una preocupación también estética).
Fotograma de un video propio, espacio de Niñez (2013)
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Esta visión de la casa como “viva” la transforma en parte en un cuerpo, es decir, no es
simplemente un medio en el cual se corporeiza la imagen sino que se transforma en
cuerpo mismo y por lo tanto le son conferidas las características propias de las personas.
Aquí entonces podemos plantear un paralelismo. La Casa como medio, en primera
instancia, y la casa como cuerpo que vive (o al que se le confiere esa vida).
La aproximación al espacio entonces se da a partir de la experiencia sensorial no
sólo al interior de la misma sino también como propia del espacio en sí. La animación de la
casona se asocia con la sensualidad/sensoriedad con la que se construyen los espacios que
habitamos. La manera en que se pinta la casona, cómo se organizan los espacios y las
prácticas que se permiten y aceptan en su interior son parte de una construcción del estar
en dicho lugar que afecta a las personas que la recorren cotidianamente. Por ejemplo, al
revisitar un video que realicé durante el trabajo de campo de una entrevista con dos
militantes (2013), pude observar cómo opera esta forma de estar. Al principio, la
entrevista se realizó en el parque de la casona. Íbamos recorriendo el espacio y los
militantes iban contando lo que cada sitio les evocaba además de qué actividades se
hacían allí. Cuando ingresamos a la habitación en la que se realizaban los talleres
musicales, uno de los entrevistados comenzó a tararear una canción y a moverse como si
estuviera bailando. Luego, cuando salimos de ese espacio, el militante retomó la misma
expresión que había mantenido en el resto de la entrevista, es decir, caminaba y hablaba
seriamente sobre las actividades. En su momento, no pude apreciar ese gesto que sólo se
dio en un espacio determinado. La habitación de la casa estaba para él impregnada de la
actividad que allí se realizaba, mientras que para alguien externo (por ejemplo, yo misma),
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 65
ese lugar era igual a la habitación contigua. La configuración no sólo visual sino sensorial
de ese espacio para alguien que ha transitado mucho tiempo ya en la organización no es
sólo una representación de lo que se hace sino que funciona como presencia o
presentación. El militante cambió su actitud corporal al ingresar, porque la configuración
sensorial del lugar construye también un modo de actuar/estar, es decir, existe una
impresión sensorial que genera ciertas actitudes en las personas. Ese pequeño ejercicio se
asemeja a las prácticas que propone Sarah Pink desde la etnografía sensorial, que en el
caso de la casona del Transformador parece ser muy enriquecedor, dado que
efectivamente existe una dimensión afectiva y sensual de los espacios (2009; 16) y se
cumple la interconexión que la autora propone entre la percepción, los lugares, la
imaginación y la memoria, que permite conocer al otro, en este caso, el equipo de
militantes y la construcción sensorial de los ambientes. Por otra parte, la posibilidad de
revisitar la entrevista me permitió rescatar un gesto que en la entrevista tradicional no
habría podido ser registrado, dado que no hubo una explicitación verbal respecto de la
relación persona-espacio. El film me permitió acceder a los “unspoken meanings”, en
términos de Pink, que se expresan al compartir experiencias o espacios cotidianos, en este
caso, durante el trabajo de campo.
iivv.. CCuueerrppooss ppoollííttiiccooss
El último punto a abordar en este capítulo refiere al título del mismo: tocar la
política. Al hacer un repaso por todas las fotografías producidas por el Transformador
desde sus múltiples espacios, es posible encontrar de manera repetida aquellas en las que
aparecen los militantes y talleristas en contacto constante entre sí. Es decir, los cuerpos de
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 66
los militantes entremezclándose entre ellos, fusionándose o confundiéndose y evocando
al sentido del “tacto” que da nombre a este capítulo y en parte a la hipótesis de trabajo
sobre cómo se construye la actividad política en el Transformador. Por supuesto que la
agrupación misma explicita que el trabajo en el Transformador consiste en la
transformación de los vínculos sociales. Sin embargo, se suele hacer hincapié en las
actividades que se realizan aunque no tanto en la configuración del régimen escópico que
construye y legitima dichas prácticas. No sólo se comparten propuestas sino momentos,
lugares, comidas, horarios, ritmos, cuerpos. Las personas que aparecen en las fotos se
conocen al mezclarse, al tocarse, al fundirse. Es común que cada tanto se hagan
actividades que reencuentran a espacios independientes que hacen una puesta en común.
Estas actividades incluyen verse y sentirse, apelando a una experiencia sensorial que
conecte las luchas políticas con el afecto y la alegría (lema de la organización).
Foto taller, facebook, 2014
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 67
Foto encuentro de talleres, facdebook, 2014
Equipo de niñez, facebook, 2014
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 68
Es interesante el lugar del cuerpo en la producción visual del Transformador dado
que, como propone Belting, “[…] el cuerpo es un lugar para la proyección y recepción de
las imágenes” (2011;183) y en esa percepción entran en juegos todos los sentidos de
manera interconectada. En este caso en particular, se observa a los cuerpos de los
militantes no sólo como receptores de imágenes sino como productores: los cuerpos de
los militantes son también convertidos en imágenes, así como lo es la casa. Entonces
nuevamente se vuelve a esa interacción entre cuerpo, lugar e imagen. Por otro lado, no es
sólo en las fotografías que se da esta presencia de los cuerpos, sino que también está en
los murales de la Casona.
Fotos de facebook: taller (2014) y mural del jardín (2014)
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 69
Así, los entornos donde se llevan a cabo los encuentros posibilitan estas dinámicas:
espacios comunes, con una continuidad en sus pinturas y banderas, que invitan a estar en
contacto con. Este contacto es físico (entre personas, en un mismo espacio, como se vino
describiendo) pero también lo es a nivel simbólico: el living de la casa cuenta con
banderas de organizaciones de otros partidos, provincias y hasta países. Una conexión
además entre luchas que buscan alterar las relaciones de poder naturalizadas desde sus
propios recursos y parámetros. Todos ellos quedan aunados en la Casa, como sitio de
encuentro, con su propia configuración visual que impregna los ambientes y contagia a las
personas.
Foto de encuentro de talleres, facebook, 2014
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 70
Foto de talleristas, facebook, 2014
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 71
La política (de la manera en que se piensa en el Transformador) se toca en la casa y
de allí se expande a reuniones regionales con otras agrupaciones o actividades
compartidas en plazas u otros ámbitos (por ejemplo, los Encuentros de Mujeres para el
espacio de Género que siempre participa). Y ese “tocarse” se ve en todos los
componentes que hacen a la configuración escópica de la Casona así como a las imágenes
que se corporeizan en fotografías y dibujos. Pero estas fotografías no representan los
vínculos que el Transformador intenta re-pensar sino que los presentan, los hacen
aparecer, en una palabra, los crean. Es un ida y vuelta complejo: por un lado, son esas
ideas y proclamas las que permiten entender cómo esas imágenes pueden concretarse (el
campo social específico que cuenta con sus propias formas legítimas de imaginar el
mundo); por otro lado, es la misma producción de imágenes y sus proyecciones las que
contribuyen a cuestionar el mundo social en que se vive (la configuración visual que
conforma en parte el campo social). Didi-Huberman recupera la admiración de Walter
Benjamin por aquellas fotografías que buscan no representar sino desmaquillar lo real,
como manera de tocar. Es decir, desnaturalizar a partir de la fotografía (2013; 8). Estar en
la Casona, el tiempo que los militantes pasan en ella, que se implican en el espacio
(utilizando un término del autor francés), permite que la experiencia política se despliegue
en esa obra visual colectiva y a su vez fragmentada, dado que se hace de a poco y desde
distintos grupos (el Taller de Artes Plásticas no pinta igual que el de Murga, por ejemplo).
Compartir la Casa es compartir una ideología pero también una visualidad que se legitima,
que funciona como marco para decidir por ejemplo qué mural debe corporeizarse en la
Casona, que además de espacio es medio en términos de Belting. Las muestras colectivas
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 72
de los talleres juegan a intercambiar experiencias (por ejemplo, el de Tela y el de Artes
Plásticas, que no trabajan juntos durante el año pero en estos encuentros pueden conocer
lo que el otro grupo está haciendo) y es eso lo que queda plasmado en las fotografías que
luego circulan por facebook, desde el recorte de la cámara que mira. Es así que todas las
fotos que son mencionadas presentan esta idea de transformar los vínculos sociales en
tanto trastocar las relaciones sociales existentes y así desnaturalizarlas. Por lo tanto, las
prácticas de la organización así como las imágenes que producen buscan activar otros
sentidos en aquellos que observan o se acercan al Transformador. Didi-Huberman retoma
a Benjamin nuevamente para sugerir que cuando se produce un cliché lingüístico –es
decir, cuando no se estimula un desafío a nuestro pensamiento- es porque se está frente
a un cliché visual y no una experiencia fotográfica (2013; 9). Para que esta última ocurra
efectivamente, la legibilidad de las imágenes (en términos de Benjamin) no puede estar
dada de ante mano; la experiencia fotográfica no puede generar un cliché sino que
“[…]primero supondrá suspense, la mudez provisoria ante
un objeto visual que le deja des-concertado, desposeído de su
capacidad para darle sentido, incluso para describirlo; luego,
impondrá la construcción de ese silencio en un trabajo del lenguaje
capaz de operar una crítica de sus propios clichés. Una imagen bien
mirada sería por lo tanto una imagen que ha sabido desconcertar,
después renovar nuestro lenguaje, y por lo tanto nuestro
pensamiento.” (id.; 10)
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 73
Tocar la política dirige su mirada no sólo al hecho de cómo se tocan los cuerpos en las
fotografías sino a cómo ese tocar es trastocar: existe por fuera de la misma imagen pero
es ella misma la que busca desacomodar los sentidos de aquel que observa. Por supuesto
que el título del presente capítulo “Tocar la política” hace referencia al texto de Didi-
Huberman “Cuando las imágenes tocan lo real” (2013) como aquello que aún arde, es
decir, que logra esa renovación de los sentidos y por lo tanto la desnaturalización de lo
dado, de lo cotidiano, de lo invisibilizado. Pero a su vez evoca la capacidad sinestésica de
la imagen, esto es, que lo visual evoca el gusto, el tacto y también el sonido, siguiendo a
Sarah Pink (2006; 121).
Foto de encuentro de talleres, facebook, 2014. Foto de perfil del sitio.
La presencia de los cuerpos de los militantes, es decir, la importancia de la
corporalidad en la experiencia política, no es nueva, sino que puede rastrearse en otros
colectivos que incluso no operan ya en la actualidad. Si hasta ahora se vinculó al
Transformador a partir de su producción y configuración visuales con organizaciones
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 74
actuales y fundamentalmente a partir de la capacidad de las imágenes de activar nuevos
sentidos sobre prácticas sociales y sensoriales; ahora se abordará, en el siguiente capítulo,
el trazo visual que imágenes de otros colectivos, en otros tiempos y espacios, dejan como
huella y que permite interconectar a agrupaciones que, pese a no estar directamente
conectadas, construyen campos visuales y sociales afines.
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 75
IIVV IImmáággeenneess qquuee ((ssoobbrree))vviivveenn
“Las cosas son las que son porque son otras”,
Preludio a un texto en prosa
Julio Cortázar
“Porque la imagen es otra cosa que un simple corte practicado en el
mundo de los aspectos visibles. Es una huella, un rastro, una traza visual
del tiempo que quiso tocar, pero también de otros tiempos
suplementarios –fatalmente anacrónicos, heterogéneos entre ellos- que
no puede, como arte de la memoria, no puede aglutinar. […] En esto,
pues, la imagen arde. Arde con lo real al que, en un momento dado, se
ha acercado […]. Arde por el deseo que la anima, por la intencionalidad
de la estructura, por la enunciación, incluso la urgencia que manifiesta.
[…]” (Didi-Huberman 2013; 9)
Este capítulo abre con una doble cita: un fragmento de un poema de Cortázar y un
fragmento de un ensayo de Didi-Huberman. En ambos, pese a su diversa procedencia, se
pone en evidencia que aquello que existe hoy no se puede pensar en el vacío y, en el caso
de las imágenes, que se retrotraen hacia otros tiempos e incluso otras geografías,
conectando, por ejemplo, a El Transformador con otros colectivos políticos. La pregunta
que guía en parte esta reconstrucción de una huella visual supo hacerla en el Seminario
Internacional Pensar con Imágenes (2014, Buenos Aires) Aurora Fernández: ¿de dónde
salen todas nuestras imágenes? Para ello se recurre a la producción artística y política de
las organizaciones y agrupaciones que fueron rescatadas en la exposición recientemente
montada en el Centro de Arte Contemporáneo que depende del Museo de la Universidad
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 76
Nacional Tres de Febrero (MUNTREF), Perder la forma humana. Una imagen sísmica de los
años ochenta en América Latina27.
Las imágenes de los colectivos expuestos en la muestra fueron elegidas porque hay
tres elementos que se comparten: primero, que todas ponen en el centro de su reflexión
al cuerpo (ya sea como medio o como imagen); por otro lado, todas ellas nacen de una
intervención artística que repiensa ciertas relaciones sociales y que, por tanto, incomoda;
y finalmente, que todos estos colectivos tienen una intencionalidad política (más o menos
explícita). Estos impulsos afines entonces comparten poéticas o formas similares,
manifestaciones que se asemejan y gestos que se reiteran, permitiendo así pensar no sólo
en una anacronía, sino en un pathos de la imagen, volviendo a Aby Warburg y su concepto
de pathosformeln. Estas formas atraviesan generaciones, y desde esta perspectiva, pese a
que los colectivos puestos en paralelo no sean ni contemporáneos históricamente ni se
hayan conocido realmente, se puede pensar una supervivencia de un gesto político y
artístico que desacomoda ciertas relaciones sociales establecidas como reales.
Nuevamente, estas formas de exponerse en las imágenes buscan crear una realidad (a
partir de desarmarla) y no representarla (que sería reproducirla). Si observamos las
imágenes de la muestra Perder la forma humana notamos que son imágenes que juegan
con lo aceptable, de ahí que sean “imágenes sísmicas”, y por tanto movilizan al que las
27
Esta exposición está organizada por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid) en
colaboración con el Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Buenos Aires) y el Museo de Arte
de Lima con el apoyo de la AECID. Curaduría: Red de Conceptualismos del Sur
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 77
mira, que debe reacomodar su mirada al encontrarse con estos cuerpos maquillados,
trasvestidos, desnudos, entrelazados.
Gianni Mestichelli, serie Mimos, Buenos Aires, 1989
Julieta Steimberg, serie Body Art, Buenos Aires 1988
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 78
Los gestos similares de muchos de estos colectivos, atravesados por el uso político del arte
y una construcción artística de la política más o menos declarada, permiten pensar una
articulación específica de la experiencia estética, utilizando un término de José Luis Brea,
que incluso hace uso de los dispositivos técnicos similares pese a los cambios tecnológicos
acontecidos desde la década del 80 a esta parte. Por supuesto que las herramientas de
retoque fotográfico del Transformador son más sofisticadas pero a su vez, en algunos
casos, se intenta generar un efecto visual en las fotografías que las haga parecer de otra
época, aunque no haya una declaración explícita de los militantes al respecto y esto sea
más bien parte de lo que la autora Cecilia Cappannini nombra como “inconsciente óptico”,
al retomar a Walter Benjamin (2013; 163).
Muestra de Talleres, 2014
fotos obtenidas de facebook,
El Transformador
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 79
Un concepto que puede encontrarse detrás de la producción visual de los
colectivos políticos que comparten las características detalladas previamente es el de
intervención.
“Suelen emplear la palabra intervención aquellos artistas y
colectivos que llevan a cabo acciones en espacios públicos a través de
juegos creativos, performances atípicas o instalación de objetos, grafitis
y carteles. Con ello se pretende deconstruir los relatos mediatizados y la
percepción habitual de un determinado asunto […] o aportar una visión
crítica a propósito de un problema social.” (André Mesquita et al; 2014;
171)
Por lo tanto, si en el capítulo anterior el foco estuvo puesto en la Casona, ahora se intenta
vincular las prácticas del Transformador con ese afuera que intenta transformar. Si en sí
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 80
mismo la Casona incomoda por el hecho de que desconcierta (un palacete de principios
del siglo XX transformado en un centro cultural, pintado de colores, con murales y al
mismo tiempo con un aire aristocrático, propio de su pertenencia a una clase social de
alto capital económico y cultural), a esto deben sumarse las actividades que se realizan en
el espacio público, muchas veces para recordar alguna fecha en particular, por ejemplo el
festejo de aniversario, o para visibilizar alguna causa de las que le Transformador participa
(por ejemplo, la lucha que lleva adelante el espacio de Género).
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 81
Serie de fotos de Talleres y Festejos del Transformador, facebook, 2014
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 82
Los colectivos expuestos en la muestra de Perder la forma humana también se hicieron
eco en su momento del concepto de “intervención”.
Glexis Novoa, Al final todos bailan juntos,
Danza callejera en la Galería Habana,
La Habana, 1987. Fotografía: NicolásDelgado
Grupo Cucaño, Rosario, 1980.
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 83
Sergio Aisestein y Katja Alemann
en el Café Einstein, Buenos Aires,1982.
Fotografía: Rafael Bueno
Taller de Clown de El Transformador,
foto de facebook, 2014
Breno Quaretti, Jóvenes pintando siluetas en el Obelisco durante el segundo Siluetazo, último día de la dictadura, Buenos
Aires, 8 de diciembre de 1983.
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 84
Las intervenciones tanto por parte de los movimientos de la década del 80 como las del
Transformador contemporáneamente intentan reflexionar y realizar su performance en
un doble territorio: el primero, más literal si se quiere, que es el propio espacio público (al
que se molesta, se perturba, se cuestiona); y el segundo es el cuerpo. Este tipo de
intervenciones se aprecia en talleres como los de Mapeo Social (realizado en el año 2013
en el Transformador, por ejemplo, junto al colectivo de Iconoclasistas) que implica realizar
un recorrido por las zonas que los militantes y los chicos que asisten y construyen el
espacio de niñez usualmente transitan. El resultado es la producción de un mapa distinto
al que se suele ver (por ejemplo, en las escuelas) y que resalta puntos y sitios importantes
para los sujetos que no sólo hacen uso del espacio en sí sino que también lo producen
simbólicamente al graficar un mapa.
Taller con Iconoclasistas, foto de facebook, 2013
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 85
Esta práctica también se observa a la hora de re-apropiarse de mapas hegemónicos pero
que se resignifican al ser graficados por ejemplo en el cuerpo de una persona (el segundo
territorio a transformar):
Elías Adasme, A Chile, Santiago de Chile, 1979-1980.
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 86
La intervención sobre el territorio y sobre el cuerpo entre muchos colectivos de los
ochenta apelaba a una idea de “ciudad” como “[…] soporte de intervención artística.”
(Ana Longoni et al. 2013;239). La relación entre ser militante y devenir artista era una
preocupación constante al menos entre las organizaciones revisitadas en la muestra. En el
caso de El Transformador no hay una preocupación manifiesta por vincular
intrínsecamente el ser “militante” con ser “artista” pero sin duda el uso del arte como
herramienta de intervención política –muchas veces en el espacio urbano- y socializante
se presenta una y otra vez a lo largo de los talleres culturales que se llevan a cabo desde la
Casona hacia su afuera. Las intervenciones tanto de los ochenta como las actuales,
entonces, se vinculan por estos gestos que se reiteran, aunque no se copian. Es decir, se
vinculan en una batalla que es también simbólica (más allá de las acciones directas que el
Transformador, por ejemplo, lleva a cabo a diario). Aquí el cuerpo es no sólo el lugar de la
imagen, en términos de Belting, sino que es la imagen misma (plasmada en una serie
fotográfica, por caso) que busca construir un nuevo lugar, deconstruyendo las
concepciones hegemónicas sobre cómo un cuerpo debe ser, estar o verse, en otros
lugares, en la vía pública. La imagen del mapa migra de medio en medio, pasando de una
representación tradicional a verse plasmada en el cuerpo del activista chileno (para el
caso de la serie A Chile que apareció anteriormente). ¿Por qué perturban estas fotografías
o intervenciones? Como propone Belting, el cuerpo humano dispone de un repertorio de
imágenes propias que intervienen a la hora de percibir, es decir, que funcionan como
censores icónicos (En Varas 2011 [2006]; 181). Las fotografías de muchos de estos
colectivos sin embargo rompe con ese repertorio legítimo, por ejemplo, al fotografiar un
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 87
cuerpo desnudo y de cabeza en el medio de la vía pública. El cuerpo, que aquí es en sí
mismo imagen, funciona como tal en tanto puesta en escena. Se rompe así la idea de
autoridad visual o de visualidad en los términos de Mirzoeff, como aquello percibido
dentro de “lo normal”, y por eso mismo la intervención artística descoloca la relación
sujeto-espacio, es decir, “estalla” esa relación. Esa explosión o ruptura conlleva la
formación o síntesis de otra imagen; ésta última ya no reproduce el cliché visual que
menciona Didi-Huberman: todas estas fotografías entran en conflicto con aquello que se
espera y generan un cierto vértigo que “da vueltas los cuerpos”, como dijo el autor
francés en su última conferencia en Buenos Aires. La imagen primero es negada (se refiere
aquí a la imagen que forma parte de un régimen escópico no cuestionado) para luego
formarse. El mapa se niega para formar un nuevo mapa, en el caso de la intervención
chilena. Estas prácticas que Didi-Huberman propone pensar en términos de “éxtasis”
también se encuentran en juego en la producción del Transformador de Haedo. Se piensa
aquí en particular el espacio de Género que forma parte de este colectivo, cuando sale a
marchar o a participar de los Encuentros de Mujeres, ya sea regionales así como el
encuentro nacional. La intervención del espacio público y de los cuerpos en el espacio
público, particularmente, se vuelve parte de la lucha misma de los colectivos de género
que ocupan de manera contra-hegemónica los espacios cotidianos (la calle principal, la
plaza, las escuelas donde se llevan a cabo los encuentros). Estos gestos también forman
parte de la traza visual que se intentó reconstruir en este capítulo y que conecta un
inconsciente óptico propio de las organizaciones políticas con la visualidad dominante que
ellas mismas buscan deconstruir. El cuerpo, así como la imagen del/en el cuerpo, son
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 88
territorios de disputas y de construcción tanto social como visual. En este capítulo se
vincularon organizaciones que no siguen líneas ni temporales ni espaciales pero que sin
embargo apelan a la idea de montaje de Didi-Huberman para comprender esa pregunta
disparadora que guía en parte este trabajo: de dónde salen nuestras imágenes. Pero ya no
sólo se intente pensar un origen sino también contra qué o quién son esas imágenes y
cómo hay un doble montaje: el normalizador y el desnaturalizador, que se entremezclan
en la producción visual de los colectivos políticos, porque no pueden evitar tomar
elementos de composiciones visuales tradicionales pero resignificándolas, negándolas
para obtener una nueva forma. Los cuerpos en las imágenes de todos ellos (y el cuerpo
como imagen) es una manera de tocar lo real para trastocarlo. En esas imágenes,
volviendo a Didi-Huberman, podemos encontrar aquello que todavía arde.
Encuentro Regional de Mujeres –San Miguel (2013), foto propia.
Grupo CADA, NO+, Santiago de Chile, 1988.
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 89
VV AA mmooddoo ddee cciieerrrree
En el último trecho ya del presente trabajo, se puede reponer la línea que se ha
seguido a lo largo del mismo. Primeramente, se debe explicitar el doble objetivo que tuvo
este escrito. Por un lado, realizar un aporte a la Antropología Visual desde una
investigación actual que involucró tanto trabajo de campo como de archivo; y por el otro,
repensar las configuraciones escópicas de colectivos políticos que ponen en el centro de
su producción visual al cuerpo, los sentidos y los lazos sociales que buscan
transformar/denunciar/deconstruir. Es decir, realizar un aporte desde la Antropología
Visual. El trazado que se siguió partió de una organización en la que se realizó el trabajo
de campo (El Transformador de Haedo) y a partir de allí se catapultó a otros colectivos
para entender cómo esa configuración visual se enmarca en una producción artístico-
política más vasta, que permite reconstruir una huella de imágenes.
Se ha trabajado desde marcos teóricos de diversas disciplinas, haciendo hincapié
en sus aportes conceptuales precisamente por la premisa de la que parte este trabajo:
existe una marginalización del estudio teórico de la imagen en las diversas tradiciones de
las ciencias sociales. Hay un interés por lo tanto consciente y explícito de reponer, aunque
más no sea de forma breve, ciertas constelaciones conceptuales que van más allá de la
disciplina en que me inscribo aunque la enriquecen profundamente. Parte de esta
investigación es una manera de explorar, por lo tanto, cómo se puede trabajar y abordar
efectivamente la imagen sin reducirla a una lectura textualista o a una mera ilustración del
elemento textual.
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 90
Por otro lado, hay también una búsqueda por comprender cómo aquello que
observamos cotidianamente vuelve más o menos cercanas las construcciones sociales de
nuestra realidad diaria. El seguimiento de imágenes de colectivos políticos (ya sea online
como en muestras, catálogos u observación directa) permitió no sólo pensar cómo se
configuran los regímenes visuales, por ejemplo, de comunidades políticas y militantes;
sino cómo su circulación por diversos medios es un intento de incomodar y re-pensar el
mundo social que habitamos. Es decir, se abordan en este trabajo configuraciones visuales
alternativas que están en constante tensión con configuraciones visuales naturalizadas o
normalizadoras. La idea de autoridad entonces de Mirzoeff también se ve problematizada aquí: si
la idea de visualidad tiene que ver con aquello que es legítimo ver, ¿se puede hablar de visualidad
al pensar una configuración visual que busca romper con aquello tomado como “legítimo”? Sin
duda, aquí se debe pensar en los distintos niveles que coexisten dentro de cualquier sociedad y
cómo estas configuraciones se confrontan constantemente, con mayor o menos difusión o
impacto. Un punto final que resulta útil agregar a este respecto tiene que ver con la variedad
misma de las manifestaciones políticas. Aquí se comprende que efectivamente no existe una única
forma de concebir a los colectivos militantes así como tampoco a sus prácticas. Sin embargo, la
relación que se establece entre ciertas ideas/contenidos/objetivos y sus expresiones no siempre
pudo pensarse desde esta apertura. Como parte de este mismo itinerario visual que tienen las
organizaciones (tanto al interior de las mismas, como se pudo entrever en el caso del
Transformador; así como a lo largo de distintos tiempos/territorios), se recupera en este último
capítulo una producción visual realizada en el año 1970 y dirigida por Alberto Fischerman28 que
28
Director de cine argentino (1937-1995)
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 91
generó cierto revuelo al ser proyectada en la Unión Ferroviaria en Rosario (Prov. de Santa Fe)29. El
corto realizado en su momento fue a pedido del Instituto Santa Fe, debido a los actos de censura a
los que estaban siendo sometidos sus proyectos por parte de la Universidad del Litoral. Cuando el
grupo de cineastas del Instituto Di Tella, y Fischerman a la cabeza del mismo, es convocado para
participar en un acto que denunciara la censura y proclamara la libertad de expresión (estética y
artística, pero desde un punto de vista político), éste acepta y realiza una serie de cortos que luego
expondrían en el local sindical. Al llegar al evento desde Buenos Aires, se dan cuenta de que las
producciones visuales presentadas estaban enmarcadas en una lógica más previsible del
denominado “cine político”, más afín a las películas de Fernando Solanas, por ejemplo, y de tipo
documental, amén de que excedían por completo el tópico “censura”. Al proyectarse, entonces,
los cortos del grupo porteño, y en especial el protagonizado por el actor argentino Oscar Ferreyro,
la recepción hostil acaba en gritos, insultos y peleas. Sin embargo, la temática abordada por este
grupo “de vanguardia” y la manera de exponerla daba cuenta de una forma mucho más compleja
de pensar la censura y la expresión artística y, por supuesto, política. No obstante el compromiso
de los realizadores con la realidad social del país, la “legitimidad” de ese film en tanto abordaje
crítico y absolutamente político es puesta en duda; es decir, no se corresponde con los cánones
propios de una visualidad “autorizada” para abordar temáticas sociales. Si se comparan los cortos
con la producción de los grupos que en este escrito se han introducido, se verá una gran similitud30
y por supuesto ese mismo afán (en este caso conseguido, aunque de manera imprevista) de
incomodar/desacomodar. Dentro de los propios grupos militantes, conceptos como
“manifestación política” e incluso “arte” están en constante tensión y debate, dando cuenta de la
heterogeneidad que existe al interior de los movimientos sociales.
29
Puede reconstruirse todo el episodio en el documental de Hernán Andrade y Víctor Cruz La noche de las cámaras despiertas (2003) 30
Por ejemplo, en el lugar que ocupa el cuerpo en la producción visual.
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 92
Fotograma del corto de FIscherman, tomado del documental La noche de las cámaras despiertas (2003)
A nivel metodológico, esta investigación rescató dos elementos que no suelen tenerse
presentes en la tradición académica –o al menos en aquella en la que yo misma me he formado-, a
saber: utilizar la imagen como recurso de investigación y acudir a las producciones virtuales –cada
vez más en boga- de distintos grupos como parte también fundamental de su accionar. Por lo
tanto, acercarse a una aproximación desde las teorías de la imagen permite ampliar el abanico en
cuanto a los métodos que se presentan así como los referentes a los que se acuden.
Finalmente, cabe decir que esta primera aproximación no puede pensarse como un cierre
sino que es un punto de partida que a) invita a reconciliarnos en tanto cientistas sociales con las
producciones visuales que nos rodean y que b) abre también la puerta a la discusión sobre las
fronteras de los campos de pertenencia académicos. Para poder llevar a cabo esta tarea, es
La manifestación política y sus formas. Un aporte desde la Antropología Visual 93
necesario, o al menos esta es la propuesta, abrirse a nuevas disciplinas, más allá de la
Antropología, para enriquecer así los abordajes teóricos disponibles. A partir de recuperar
conceptos no sólo antropológicos sino propios de la Historia del Arte, la Sociología, o incluso
campos no académicos (documentales, muestras, exposiciones), me fue posible acceder a una
visión desde otro ángulo de un fenómeno como es el de las manifestaciones políticas de
movimientos sociales. Aquí entonces surge la pregunta por los límites disciplinares. ¿Por qué
pudo/puede desestimarse la imagen en tanto objeto de estudio en Antropología? Esta
marginación parecería centrar el debate por los límites académicos de la disciplina en ya sea un
tema o una técnica. En este trabajo, las imágenes en sus diversos medios son tanto herramientas
de investigación así como objetos de indagación, sin dejar por ello de pertenecer al campo
disciplinar antropológico e incluso recurrir a metodologías y enfoques más tradicionales o
reconocidos al interior del mismo. Es decir, no se busca cerrar la disciplina a un tópico o un
método sino que se piensa la perspectiva antropológica en tanto una mirada desnaturalizadora
que intenta reflexionar e investigar los fenómenos sociales desde un ángulo teórico y enfoque
específicos (M.I. Jociles Rubio 1999; 5). Esto es, el trabajo actual se inscribe en un deseo específico
que se pregunta, siguiendo a Varas, no tanto por “otras cosas”, sino por buscar otras maneras de
mirarlas.
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