la sabiduría recobrada filosofía como terapia - mónica cavallé - 4852
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Filosofía de la ReligiónTRANSCRIPT
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2002, Mnica Cavall
de la edicin en castellano: 2011 by Editorial Kairs, S.A.
Editorial Kairs S.A.
Numancia 117-121, 08029 Barcelona, Espaa
www.editorialkairos.com
Composicin: Replika Press Pvt. Ltd. India
Primera edicin: Noviembre 2011
Primera edicin digital: Abril 2012
ISBN-13: 978-84-9988-027-3
ISBN-digital: 978-84-9988-164-5
Depsito legal: B 12.508-2012
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Referencia: 4852
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A la memoria de dos entraables ejemplos
de sabidura de vida: Blanca, mi abuela, y
Alfonso, mi padre.
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Sumario
Introduccin
PARTE I
LA SABIDURA SILENCIADA
1. Acerca de la utilidad de la filosofa
Es til la filosofa?
Qu significa utilidad?
Lo utilitario (cuando algo es medio para obtener un fin)
La utilidad superior (cuando el medio es ya el fin)
Lo que promete la filosofa
Necesidades del ser y del estar
Filosofas del ser y del estar
Cmo reconocer ambas filosofas?
La filosofa como sabidura
2. La filosofa como terapia
Explicacin: la filosofa explica
Descripcin: la ciencia describe
La descripcin no es la explicacin
pero toda descripcin supone una explicacin
Conocimiento y transformacin: la sabidura nos transforma
Qu significa, en profundidad, comprender?
Toda explicacin es tan solo una seal indicadora
3. El eclipse de la sabidura en Occidente
Dnde estn los sabios en nuestra cultura?
Por qu se produjo el divorcio entre filosofa y religin?
La sabidura es la filosofa imperecedera
La historia de la sabidura no coincide con la historia de la filosofa
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PARTE II
LA FILOSOFA PERENNE: CLAVES PARA LA
TRANSFORMACIN
4. El Tao: la fuente y el curso de la vida
El Tao visible o el rostro del Tao
Cuando el mundo ya no es el rostro del Tao sino su velo
El Tao oculto
La Vida
La corriente nica de la Vida
Un ocano nico de Inteligencia
Todo est vivo; todo es Mente
Qu significa vivir conforme a la Naturaleza
5. Concete a ti mismo
Quines somos? Quin soy yo?
El yo superficial
Retorno a la Fuente
La elocuencia del Tao
La Fuente de la confianza
Confa en ti mismo
Hacer aquello en lo que creamos ntimamente
Ser autoidnticos
La trampa de la comparacin
Vivir en lo desconocido
Ser activos, no reactivos
Lo ms ntimo es lo ms universal
Silencio
Obstculos para la autoconfianza
6. Filosofa para durmientes. Filosofa para el despertar
Habitamos un mismo mundo, o hay un mundo para cada cual?
Qu quiere decir la sabidura cuando afirma que habitualmente
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soamos
Cmo nuestras creencias crean nuestra realidad
Ms all del pensamiento condicionado: la visin
Despertar o la decisin de ver
El Testigo
El Yo como Conciencia
Naturaleza de la atencin
Los frutos de la atencin
Veracidad
Vivir conscientemente
La dictadura de la inteligencia
7. Recobrar la inocencia
El gozo de ser
Ahora
La trampa del maana
La trampa del ayer
Libertad
Aceptacin
El camello, el len, el nio: las tres transformaciones del espritu
El camello
El len
El nio
8. La armona invisible
El juego de los opuestos
Un universo sin reposo
Los opuestos son idnticos en naturaleza pero distintos en grado
La dinmica de la alternancia
La mano que sostiene el pndulo
La no-dualidad
La felicidad no-dual
El bien no-dual
Ser perfecto es ser completo
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Eplogo
Notas
Bibliografa
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Introduccin
En la vida humana, el tiempo no es ms que un instante.
La sustancia del ser humano cambia sin cesar, sus sentidos se
degradan, su carne est sujeta a la descomposicin, su alma es
turbulenta, la suerte difcil de prever y la fama, un signo de
interrogacin. En breve, su cuerpo es un arroyo fugitivo, su alma,
un sueo insustancial. La vida es una guerra y el individuo un
forastero en tierra extraa. Adems, a la fama sigue el olvido.
Cmo puede hallar el ser humano una manera sensata de vivir?
Hay una sola respuesta: en la filosofa. Mi filosofa consiste en
preservar libre de dao y de degradacin la chispa vital que hay
en nuestro interior, utilizndola para trascender el placer y el dolor,
actuando siempre con un propsito, evitando las mentiras y la
hipocresa, sin depender de las acciones o los desaciertos ajenos.
Consiste en aceptar todo lo que venga, lo que nos den, como
si proviniera de una misma fuente espiritual.
MARCO AURELIO1
Parecen quedar lejos de nosotros aquellos tiempos en que la
filosofa tena un profundo impacto en la vida de quienes la cultivaban,
cuando era una prctica que conllevaba toda una ejercitacin cotidiana
y un estilo de vida. La palabra filosofa ha llegado a ser sinnimo de
especulacin divorciada de nuestra realidad concreta, de pura teora, de
reflexin estril, y casi hemos olvidado que durante mucho tiempo fue
considerada el camino por excelencia hacia la plenitud y una fuente
inagotable de inspiracin en el complejo camino del vivir.
Pero el rumbo discutible que con frecuencia ha seguido la
filosofa en nuestra cultura no puede hacernos olvidar que esta naci,
en torno al 600-400 a.C., en la antigua Grecia y paralelamente en otros
lugares, como la India o China, no solo como un saber acerca de los
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fundamentos de la realidad, sino tambin como un arte de vida, como un
camino para vivir en armona y para lograr el pleno autodesarrollo. La
filosofa no era nicamente una actividad terica que poda tener
ciertas aplicaciones prcticas; ms an, en ella, esta divisin entre teora
y prctica, entre conocimiento y transformacin propia, careca de sentido.
Los filsofos de la antigedad saban que una mente clara y lcida era
en s misma fuente de liberacin interior y de transformaciones
profundas; y saban, a su vez, que esta mente lcida se alimentaba del
compromiso cotidiano con el propio perfeccionamiento, es decir, de la
integridad del filsofo.
Esta conviccin de que sabidura y vida son indisociables haca
de la filosofa el saber teraputico por excelencia. El trmino terapia
alude aqu a su funcin liberadora y sanadora: era remedio para las
dolencias del alma. Los primeros filsofos sostenan que el
conocimiento profundo de la realidad y de nosotros mismos era el
cauce por el que el ser humano poda llegar a ser plenamente humano;
que el sufrimiento, en todas sus formas, era, en ltimo trmino, el fruto
de la ignorancia. Consideraban que la persona dotada de un
conocimiento profundo de la realidad era, al mismo tiempo, la persona
liberada, feliz, y el modelo de la plenitud del potencial humano: el sabio.
Pero, como decamos, la filosofa fue progresivamente
abandonando su funcin teraputica. Poco a poco fue dejando de ser
arte de vida para convertirse en una actividad estrictamente terica o
especulativa. Hoy en da se entiende por filosofa, bsicamente, una
disciplina acadmica y un tema de anlisis y reflexin; rara vez una
prctica, un sistema global de vida. Parece que ya no es preciso ningn
compromiso activo con la propia integridad para ser filsofo y que el
conocimiento filosfico ya poco tiene que ver con una vida plena.
Recuerdo, a este respecto, que el primer da de clase de mis
estudios de Filosofa un profesor nos dijo esbozando una media
sonrisa: El que haya venido aqu esperando que estos estudios le
ayuden a superar sus problemas o a mejorar su vida, ya puede ir
abandonando esa pretensin. Lo peor de todo es que tena razn: el
panorama de los estudios filosficos, bsicamente abstracto,
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desconectado de nuestras cuestiones ms inmediatas y anhelos ms
vitales, y en el que las opiniones de los pensadores se sucedan como un
inmenso y caprichoso collage en el que la disensin pareca ser la ley,
poco contribua a darnos algo de la luz y orientacin que nuestra
supuesta candidez de nefitos reclamaba.
Qu ha pasado para que la filosofa, que fue maestra de vida por
antonomasia, a la que acudan aquellos que aspiraban a una vida plena
y feliz, haya llegado en buena medida a ser un conocimiento
inoperante, vitalmente estril, y, en ocasiones, mayor fuente de
confusin interior que de claridad, serenidad lcida, alegra y
equilibrio?
* * *
La filosofa originaria, la que era sabidura de vida, ha sido en
gran medida desplazada en nuestra cultura por una filosofa bien
distinta: la filosofa especulativa que todos conocemos. Pero, aunque
relegada y silenciada en nuestra cultura, dicha filosofa originaria no ha
muerto; ha seguido activa en Occidente, generalmente al margen de los
mbitos oficiales y acadmicos, y ha estado profundamente viva, y lo
sigue estando, en gran parte de las culturas orientales.
Una de las ideas que propone este libro es precisamente la de
que hay, en realidad, dos formas de entender la filosofa cualitativamente
diferenciadas, aunque este hecho haya pasado desapercibido por haber
estado ambas unificadas, de manera equivocada, bajo una misma
categora: la de la filosofa. No hablamos tan solo de sistemas
diversos de pensamiento, sino de dos actividades distintas, con
intenciones, metas y presupuestos diferentes, a saber:
Una de ellas se corresponde con lo que habitualmente
entendemos por filosofa en nuestra cultura actual: la filosofa
especulativa que se ensea en las aulas, la que predomina en los
mbitos acadmicos y especializados.
La otra filosofa tiene una naturaleza bien distinta y, por eso,
aunque algunas de sus expresiones han formado parte de lo que en
dichos mbitos especializados se conoce como historia de la filosofa,
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no encuentra ah su verdadero elemento. Queda desvirtuada si se la
conoce exclusivamente en el marco de una disciplina acadmica, o en el
de un manual en el que, a modo de inventario, se alinean los sistemas
de pensamiento de los distintos filsofos.
Por qu? Porque, como hemos sealado, esta segunda
filosofa la que ha permanecido fiel a su sentido originario es, ante
todo, una sabidura de vida: un conocimiento indisociable de la
experiencia cotidiana y que la transforma de raz, un camino de
liberacin interior. Ms que como una doctrina o una serie de doctrinas
tericas autosuficientes, se constituye como un conjunto de
indicaciones operativas, de instrucciones prcticas para adentrarnos en
dicho camino. La filosofa as entendida se propone inspirar ms que
explicar; no nos invita a poseer conocimientos sino a acceder a la
experiencia de un nuevo estado de saber y de ser cuyos frutos son la paz y
la libertad interior. El modelo de esta filosofa no es un sistema terico,
ni un libro, sino la persona capaz de encarnarla: el sabio, el maestro
de vida. Se trata de una sabidura que no es fruto del ingenio ni de las
disquisiciones de nadie en particular, que no es propiedad de ningn
pensador; de hecho, all donde ha estado presente nadie se ha sentido
su propietario.
Esta ltima filosofa ha sido armnica y coherente en su esencia
y en su espritu (no necesariamente en su forma) en los distintos
lugares y tiempos. En contraste con el carcter cambiante de la historia
de la filosofa especulativa, se trata de una filosofa imperecedera, que
no decae con las modas intelectuales, que no es desbancada por otras.
Por ello, numerosos pensadores del siglo XX la han denominado
filosofa perenne.
Para evitar confusiones, en un momento dado de nuestra
exposicin optaremos por denominar a esta filosofa perenne
sabidura o filosofa sapiencial, y a la filosofa especulativa, sencillamente
filosofa.2 La filosofa en su acepcin restringida no ha de ser
confundida con la sabidura, ni el mero filsofo con el sabio. No
llamaremos sabio solo a aquel que ha alcanzado las cumbres del
conocimiento y de la virtud (rara avis), sino, ms genricamente, a quien
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est comprometido con lo que hemos denominado la experiencia de
un nuevo estado de saber y de ser y lo saborea en su vida cotidiana, a
quien no confunde sus especulaciones subjetivas con la sabidura y la
visin directa que solo esa experiencia proporciona. Los lmites entre
la filosofa y la sabidura, as entendidas, no son rgidos. Estas
categoras son solo orientadoras. As, ciertas doctrinas filosficas
presentes en los manuales de la historia de la filosofa son sabidura en
el sentido sealado. El calificativo sabidura busca hacer ver que, si
bien estas doctrinas pueden ser objeto de la filosofa especulativa, no es
esta la que puede revelarlas en su verdadera dimensin.
La filosofa especulativa ha sido la exclusiva de un reducto de
especialistas; los legos difcilmente han tenido acceso a ella. La
sabidura, en cambio, ha sido accesible a todos. La medida del propio
amor a la verdad, y no las dificultades formales, ha sido su nica criba.
La filosofa especulativa parece haber monopolizado las cuestiones
fundamentales adems de, con frecuencia, haberlas desvitalizado y
fragmentado. Las tradiciones de sabidura, por el contrario, sostienen
que el conocimiento de lo ms importante, de las verdades ms
significativas, no es privilegio de ningn experto o entendido, sino
que est al alcance de quienes lo anhelan con pureza, persistencia y
radicalidad. A estos ltimos les es ajeno el espritu de propietario,
caracterstico de aquellos que dificultan las incursiones ajenas en su
parcela de saber.3 Si son pocos los que se adentran en la sabidura, no
es por su inaccesibilidad, sino porque es limitado el nmero de quienes
la desean realmente, porque son pocos los veraces y puros de
corazn.
* * *
En las ltimas dcadas, la Psicologa ha sido la disciplina que ha
decidido tomar el relevo de las cuestiones y tareas, originariamente
propias de la filosofa sapiencial pero relegadas posteriormente por la
filosofa especulativa, relativas a la consecucin de una vida plena y
liberada. Nos referimos, en concreto, a ciertos desarrollos de esta
disciplina que se han erigido en claras alternativas frente a la psicologa
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positivista clsica y al freudismo ortodoxo, y que se enclavan dentro de
la denominada psicologa humanista tambin llamada tercera fuerza.
Estas nuevas vertientes de la psicologa tienen mucho de filosofa de
vida pues saben que las recetas y las tcnicas no funcionan a largo
plazo y que solo el conocimiento profundo de uno mismo, arraigado en
el conocimiento de nuestro lugar en el cosmos, puede ser fuente de
plenitud y de verdadera y permanente transformacin. No piensan en
trminos de salud y enfermedad psquica, sino de crisis, conflictos y
reajustes dentro del movimiento global de la persona hacia su completa
realizacin. Consideran que esta realizacin no es algo que competa al
individuo aislado, ni siquiera al individuo considerado en el marco de
sus interacciones sociales, sino que requiere que este se abra a la
dimensin trascendente de s mismo que le pone en conexin con la
totalidad de la vida. Saben que nada es realmente conocido si no se
conoce en su contexto, y el del ser humano (el de su comportamiento,
deseos, temores, bsquedas) es la realidad en su integridad. Creen
que una prctica psicoteraputica que no conlleve un incremento de
nuestro nivel de comprensin, de conciencia, tiene un alcance muy
limitado y es a la larga ineficaz; en otras palabras, saben que hay una
relacin ntima entre el conocimiento profundo de la realidad y el
despliegue de nuestras potencialidades. Pues bien, estas nuevas
psicologas han hallado una importante fuente de inspiracin en la
sabidura de todos los tiempos, en la filosofa perenne, como ellas
mismas reconocen. Han sabido detectar y aprovechar su inmenso
potencial para la transformacin.
Resulta significativo que, mientras desde distintas disciplinas se
est favoreciendo el renacer de la sabidura en Occidente, la filosofa
acadmica parezca ser uno de los mbitos ms ajenos a este resurgir.
Ahora bien, tambin en ella hay quienes comienzan a afirmar que ya es
hora de que la filosofa retome su funcin como maestra de vida. Que ya
es hora de que admita que nuestra cultura est sedienta de dicha
sabidura de vida, de un conocimiento que se mida por sus frutos; que
est cansada de la esterilidad, arbitrariedad y narcisismo de las teoras
abstractas. Est tan cansada de estas ltimas como de la futilidad de las
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tcnicas que prometen un bienestar inmediato, pasando por alto el
camino lento pero seguro del conocimiento. Como est cansada de la
pretensin de ciertos grupos religiosos o ideolgicos de monopolizar
todo lo relativo al conocimiento de los medios que posibilitan el logro
de nuestra libertad interior, de su pretensin de erigirse en los
intermediarios de nuestra realizacin.
* * *
Este libro es una invitacin a conocer esa sabidura que en
nuestra cultura ha sido en gran medida relegada de los mbitos
oficiales. Se dirige a quienes siempre han sospechado que la filosofa les
sera til, si bien, cuando han acudido a lo que habitualmente se
imparte como tal, se han sentido decepcionados o defraudados. A
aquellos que creen que la filosofa debera ser algo mucho ms
relevante y directamente concerniente a la propia vida que lo que se
ensea corrientemente como tal. A los que tienen demasiada sed de
verdad, de realidad, de claridad en su mundo interno y en su vida,
como para disfrutar de las acrobacias mentales de cierto filosofar de
saln; en otras palabras, a quienes buscan verdades que sacien su sed,
y no, simplemente, que satisfagan su curiosidad. Tambin a quienes no
creen que el acceso a los conocimientos ms relevantes los
concernientes a los secretos ltimos del ser humano y de la vida deba
ser el privilegio de ciertos especialistas ni el reducto de los conocedores
de cierta jerga. A los que, por ello, desconfan de quienes ofrecen una
filosofa que exige mentalidad y hbitos de tcnicos, as como
conocimientos alambicados o innecesariamente oscurecidos. A los que
saben que la verdad se protege a s misma y que no necesita, por ello,
de prembulos u oscurecimientos aadidos. Se dirige asimismo a
quienes se han formado como especialistas en un mbito particular y
echan en falta un conocimiento ms global y esencial que les aporte el
horizonte que su formacin no les ha aportado, pero temen el aura de
complejidad y hermetismo que rodea a la filosofa. Tambin a los que,
interesados en su propio autoconocimiento y automejoramiento,
quieren conocer cmo la sabidura de todos los tiempos ha abordado y
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cimentado estas tareas.
* * *
Hemos estructurado esta obra en dos partes:
En la primera ahondaremos en algunas de las ideas
apuntadas: Es til la filosofa? Debe serlo? En qu sentido lo es y en
qu sentido no? Qu queremos decir cuando afirmamos que hay un
conocimiento que transforma? Qu es la filosofa perenne? Por qu
la filosofa dej de ser sabidura? Ha asumido histricamente la
religin la funcin liberadora y sanadora (la del cuidado de la salud
del alma) que dej de tener la filosofa? Dnde estn los sabios en
nuestra cultura? Etctera.
En la segunda parte nos adentraremos en lo que hemos
denominado filosofa perenne. Intentaremos hacer ver cmo ciertas
ideas bsicas sostenidas por la sabidura de todos los tiempos pueden
iluminar nuestra vida cotidiana y desvelar su hondura y sus
posibilidades. Estas reflexiones, a la vez que servirn de introduccin a
la sabidura imperecedera, irn dando respuesta a preguntas del tipo:
Cmo desenvolvernos en medio de la complejidad creciente del
mundo actual, sin desvincularnos de nuestro espacio interior y de sus
exigencias? Cmo entrar en contacto de modo habitual con ese
espacio, el nico que nos permite obrar con autenticidad, simplicidad y
lucidez? Es posible hallar la propia voz cuando la saturacin de
informacin y de voces ajenas ha falseado nuestras necesidades reales?
De qu manera conservar la inocencia, la puerta hacia la plenitud
interior y hacia la sabidura, cuando parece que todo nos invita a la
astucia y a la lucha descarnada? Cabe hacer de nuestra actividad
habitual, cuando se imponen la celeridad o la rutina, un camino de
crecimiento? Cmo ser eficientes siendo a la vez creativos, es decir, sin
que la bsqueda de resultados mediatice nuestra propia verdad y
nuestra necesidad de expresin autntica? De qu modo habitar en la
complejidad y en la incertidumbre sin caer en la desorientacin o en la
dispersin?
Nuestras reflexiones no se impondrn como explicaciones
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cerradas ni como recetas para la accin; buscarn solo sugerir, de modo
que el lector pueda ir encontrando y despertando sus propias
respuestas dentro de s.
La segunda parte de este libro orbitar en torno a ciertas
mximas de la sabidura perenne y a las intuiciones centrales de
algunos filsofos (de filsofos sabios que han compartido la sealada
concepcin teraputica de la filosofa). Con ello buscaremos mostrar
cmo obras y autores que quiz creamos distantes o inaccesibles
pueden resultar cercanos y sugerentes; tal vez as, las barreras que
alguien pensaba que existan entre l y buena parte de la sabidura de
todos los tiempos puedan ser felizmente salvadas. Propiamente, no
explicaremos el pensamiento de esos filsofos; sencillamente, sus
palabras nos servirn de inspiracin para pensar por cuenta propia. Al
hacerlo as somos fieles al espritu de la sabidura, que no es nunca
filosofa forense: una invitacin a repetir lo que ya se dijo, un culto a
la letra muerta y al pasado.4
Nos encontraremos con referencias a la filosofa presocrtica, muy
en particular a la figura de Herclito. Al estoicismo romano (Epicteto,
Marco Aurelio, etctera), los mejores herederos de lo que el
pensamiento griego tuvo de filosofa de vida. Haremos alusin a
pensadores que nos son ms cercanos en el tiempo y que, dentro de la
historia de la filosofa, han sido, en mayor o menor grado, emergencias
de la sabidura perenne, como Ralph W. Emerson, Sren Kierkegaard,
Friedrich Nietzsche, Simone Weil, etctera. A sabios contemporneos
que no han sido filsofos, como Jiddu Krishnamurti o Albert Einstein.
A la denominada mstica especulativa occidental, representada en la
figura del Maestro Eckhart. Al pensamiento taosta: Lao Ts y Chuang
Tzu. Al hermetismo, de cuyas supuestas fuentes mistricas egipcias
bebieron muchos filsofos y sabios griegos. Al pensamiento ndico, en
concreto, a las Upanishad y a una de las tradiciones de sabidura en ellas
inspirada: el Vedanta Advaita o Vedanta de la no-dualidad (cuyo iniciador
fue Shamkara y cuyos principales representantes contemporneos han
sido Ramana Maharshi y Nisargadatta Maharaj). Al budismo Zen, y muy
en particular a un breve texto, el Sin-sin-ming, que es una interesante
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confluencia del pensamiento budista con el no-dualismo ndico y con el
taosmo. Etctera.
En todos estos pensadores y enseanzas, ms all de las
disparidades individuales, culturales, geogrficas y temporales, late un
mismo espritu, un mismo tipo de vigor del que carecen las meras
explicaciones tericas, que es propio de todo aquello que es un cauce de
la fuerza transformadora y liberadora de la realidad, de la verdad viva.
Todos ellos son una provocacin, un desafo: ejemplos privilegiados de
la altura real que podemos alcanzar, de la riqueza habitualmente
desconocida de nuestro potencial. Nos ensean que la lucidez, la
plenitud y el gozo sereno, como estados estables, no son una ilusin,
sino nuestra naturaleza profunda: nuestra herencia y nuestro destino.
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Parte I
La sabidura silenciada
Hay cierta sabidura humana, que es comn a los hombres ms
grandes y a los ms pequeos y que nuestra educacin corriente
labora con frecuencia para silenciar y obstaculizar.
R.W. EMERSON1
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1. Acerca de la utilidad de la filosofa
Qu hay, por los dioses inmortales!, ms deseable que la
sabidura, ms trascendente, ms til y ms digno del hombre?
Los que se entregan con ardor a su consecucin se llaman filsofos.
CICERN2
Hace un cierto tiempo se produjo en Espaa una importante
polmica desencadenada por las decisiones gubernamentales que
buscaban reducir al mnimo la asignatura de Filosofa en los planes de
estudio. Estas medidas eran solo unas entre las muchas que, desde hace
dcadas, parecen ver en las asignaturas de humanidades disciplinas
prescindibles en una sociedad en la que crecientemente se requieren, se
valoran y se remuneran, por encima de todo, los conocimientos tcnicos
especializados. Puesto que pertenezco al gremio de los filsofos tuve
ocasin de atestiguar el escndalo que entre mis compaeros produjo,
con toda lgica, esta decisin. Pero hubo algo que me llam la atencin:
el que pocos filsofos, adems de indignarse justamente por el
despotismo creciente de los valores estrictamente pragmticos que est
provocando la anemia espiritual de nuestra sociedad, se preguntaran
en qu medida ha contribuido a este estado de cosas la misma filosofa.
En otras palabras, pocos filsofos se preguntaban:
Por qu la filosofa ha llegado a ser considerada por la mayora
como algo abiertamente intil?
Por qu ya no se acude a los filsofos ante los grandes retos y
problemas de nuestro tiempo?
Por qu el estudiante de secundaria que aprende la asignatura
suele afirmar que de poco le ha servido ese vertiginoso paseo por las
reflexiones de los grandes filsofos (sistemas de pensamiento que se
suceden e invalidan entre s y en los que tan solo con dificultad puede
ver alguna conexin consigo mismo y con sus inquietudes ms
ntimas)?
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Por qu tantas personas piensan que la filosofa es un reino
inaccesible, lingsticamente hermtico e inabordable, del que
sospechan que pocas cosas relevantes pueden obtener?
En esa decisin no solo se poda ver una seal de los tiempos y el
pragmatismo asfixiante que los caracteriza; tambin un sntoma del
estado de salud de la propia filosofa.
La filosofa, entendida en sentido amplio como aquella actividad
por la que el hombre busca de forma lcida y reflexiva comprender la
realidad y orientarse en ella, ha formado parte de la raz de toda
civilizacin. Todas las grandes civilizaciones se han asentado, entre
otros, en unos cimientos de naturaleza filosfica. Estos proporcionaban
una determinada forma de mirar la realidad y de estar en el mundo, y
daban respuesta a las cuestiones ms bsicas y radicales, como las de
quin es el ser humano y cul es su destino. Los dems saberes y las
dems artes orbitaban en torno a esta sabidura, y era esta ltima la que
defina el correcto lugar, el sentido ltimo y la funcin de dichos artes y
saberes.
Pero se considera actualmente a la filosofa como uno de los ejes
de nuestra cultura contempornea? Parece que no, que hace tiempo que
perdi, ante la conciencia de los occidentales, este papel central. La
filosofa ya no impregna la vida ni la sociedad pues se ha relegado a los
mbitos acadmicos y especializados. No estamos en los tiempos en
que los reyes o los emperadores reclamaban a los filsofos y a los
sabios. Hoy los gobernantes demandan tcnicos y gestores, no
pensadores. Pero tan grave como esto es que la misma filosofa cierre
los ojos ante este hecho y no se d cuenta de lo poco que tiene que
decir; que no reflexione sobre por qu se ha llegado a considerar tan
irrelevante su aportacin.
La filosofa aspir a tener, en sus orgenes, un influjo directo en
la vida individual, social y poltica. Con el tiempo, en la misma medida
en que perda su eficiencia para la vida cotidiana, fue aislndose de la
esfera pblica, hasta el punto de que hoy en da su capacidad de
influencia sobre esta ltima es mnima. Ahora bien, precisamente
porque la filosofa constituye siempre uno de los cimientos de toda
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civilizacin, no puede, sin ms, ser eliminada. Por eso, cuando esta
filosofa ya no es ampliamente reconocida y explcita, como sucede en
nuestra sociedad, lejos de desaparecer de esta, sigue impregnndola,
pero de forma larvada. De ser consciente, pasa a ser inconsciente. De
reflexiva y crtica, se convierte en irreflexiva y acrtica. Nos pueden dar
pistas sobre cul es la filosofa oculta de nuestro tiempo las consignas
que nuestra poca da por supuestas, los ideales que la animan y que
son mayoritariamente asumidos, los valores individuales y colectivos
predominantes que tan bien revelan la publicidad o los medios de
comunicacin.
La filosofa no se puede suprimir; constituye el entramado ms
ntimo de la cultura. Pero, cuando esto no se reconoce abiertamente, el
pensamiento pasa a ser ideologa que nos penetra de modo indirecto,
sin darse a conocer como tal, eludiendo la crtica, es decir, de modo
impositivo. Una sociedad en que la filosofa la dilucidacin de las
cuestiones ltimas y la reflexin crtica no tiene un lugar central y
explcito es siempre una sociedad adocenada, un caldo de cultivo de
toda forma de manipulacin.
Es til la filosofa?
Por qu la filosofa ha llegado a parecernos accesoria? Si la
filosofa ya no ocupa un lugar central en nuestra cultura es, en gran
medida, porque ha perdido aquello que le confera un papel vital en el
desarrollo del individuo y la sociedad: su dimensin transformadora,
teraputica; en otras palabras, porque ha dejado de ser maestra de vida y el
conocimiento filosfico ya no es aquel saber que era, al mismo tiempo,
plenitud y libertad; porque la esterilidad de muchas de las
especulaciones denominadas filosficas ha llegado a ser demasiado
manifiesta.
La supuesta esterilidad o inutilidad de la filosofa es el
principal argumento que esgrimen sus detractores y lo que les ha
llevado a considerarla un saber culturalmente prescindible. La mayora
-
[23]
de los filsofos y de quienes piensan que es indispensable
salvaguardar la cultura de las humanidades consideran, por el
contrario, que el valor de la filosofa, lo que le otorga su especial
dignidad, radica precisamente en que no es un saber directamente
til, en que es una actividad libre que no precisa venderse a ningn
resultado. El carcter irreconciliable de estas posturas como
pasaremos a ver es solo aparente; de hecho, cada una de ellas otorga
un sentido distinto al trmino utilidad. Ambas posiciones han
advertido una dimensin real de la filosofa: que ha de ser til, por
un lado, y que ha de ser libre de toda instrumentalizacin, por el
otro. Su error radica en considerar que ambas dimensiones son
excluyentes.
Ha de ser til la filosofa? O no radica su dignidad
precisamente en su carcter libre, en que su valor es intrnseco y no se
deriva de los resultados que posibilita? Este dilema es una falacia. Una
falacia que ha favorecido, por una parte, que algunos piensen que una
sociedad puede prescindir, sin ms, de la filosofa, olvidando que una
cultura sin sabidura est abocada al gregarismo, a la destruccin y al
caos. Y que ha favorecido, por otra parte, que otros cultiven una
filosofa estril, autorreferencial y hermtica, confinada a unos pocos
especialistas, que ha ocultado su vacuidad y su infecundidad bajo el
aura de una dignidad y libertad mal entendidas. Los primeros
intuyen, acertadamente, que la filosofa ha muerto, pues ha perdido su
eficiencia; pretenden simplemente quitar del medio un cadver que les
estorba. Los segundos intuyen, tambin acertadamente, que la
verdadera filosofa, como saber libre, no puede ni debe morir.
Qu significa utilidad?
El trmino filosofa no suele sugerir la idea de utilidad.
Ambas nociones, en principio, parecen dispares. Como veremos, esto
no es ms que un sntoma del modo en que la filosofa ha perdido su
norte y su funcin y, a su vez, de lo estrecha y banal que ha llegado a
-
[24]
ser nuestra concepcin de la utilidad.
El Diccionario de la lengua espaola nos dice que til es aquello
que puede servir o aprovechar en alguna lnea, lo que produce un
resultado provechoso. Ahora bien, conviene distinguir entre dos tipos
de utilidad que denominaremos, respectivamente, utilidad instrumental o
extrnseca y utilidad no-instrumental o intrnseca.
Lo utilitario (cuando algo es medio para obtener un fin)
Algo es til de manera instrumental cuando es solo un medio
para lograr un fin, cuando no posee valor en s, sino en razn de los
resultados prcticos que posibilita y a los que se subordina. Un mapa,
por ejemplo, es til pues nos puede ayudar a orientarnos en un
territorio que desconocemos. La utilidad del mapa no es intrnseca el
objeto mapa no es til en s mismo, sino extrnseca: es til
exclusivamente en funcin de algo exterior y de los resultados
utilitarios que proporciona, pues de poco sirve un mapa que no remite
a algn lugar, o que est tan mal elaborado que no nos permite
ubicarnos en l. Una herramienta tambin es algo extrnsecamente til.
Un martillo no es til en tanto tal martillo, sino asociado a un contexto
externo que lo dota de finalidad, por ejemplo, un cuadro que queremos
colgar, unos clavos y una pared. A su vez, actividades como
orientarnos consultando un mapa o martillear son instrumentalmente
tiles, pues su sentido y finalidad no reside en ellas mismas, sino en
que nos permiten, respectivamente, llegar a un determinado lugar o
que un bello cuadro cuelgue en nuestra habitacin.
Lo que es instrumentalmente til es prescindible, canjeable por
algo que cumpla la misma funcin. Puedo prescindir del martillo y
utilizar en su lugar una piedra. Puedo prescindir de un mapa y
orientarme con una brjula o contemplando las estrellas y el curso del
Sol.
Lo instrumentalmente til es lo utilitario.
-
[25]
La utilidad superior (cuando el medio es ya el fin)
S que la poesa es indispensable, pero no sabra decir para qu.
JEAN COCTEAU
Por lo general, calificamos de til, sin ms, a lo
instrumentalmente til. Pero hay otro tipo de utilidad, que
denominaremos no instrumental o intrnseca. Esta ltima es propia
de aquellas cosas, actividades o estados que son en s mismos tiles, es
decir, que no obtienen su sentido, valor y utilidad del hecho de
subordinarse a un fin distinto de dichas cosas, actividades o estados. En
lo intrnsecamente til el medio es ya el fin, y, por eso, lo que es til de
este modo no es prescindible ni canjeable. Por ejemplo: jugar, conocer,
comprender (no hablamos de adquirir conocimientos tcnicos o con
miras exclusivamente utilitarias), amar, crear, contemplar la belleza del
mundo son actividades y estados que poseen esta forma superior de
utilidad.
Dada nuestra tendencia a identificar lo til con lo utilitario
tendemos a pensar que el trmino til no es adecuado para calificar
este tipo de actividades. Pero merecen, acaso, ser calificadas de
intiles?
Pongamos un ejemplo de actividad intil. Nos cuenta la
mitologa griega que Ssifo, fundador de Corinto, recibi un terrible
castigo al descender al Hades tras su muerte. Fue condenado a arrastrar
sin descanso una inmensa roca, empujndola con todo su cuerpo y con
mprobo esfuerzo, hasta la cima de una montaa. Una vez all, la piedra
escapara de sus manos y rodara al valle, y l tendra que descender de
nuevo para recomenzar su terrible tarea; y as por toda la eternidad.
Aunque el mito no comenta nada al respecto, Ssifo podra haber
preguntado, tras escuchar su condena, acerca del propsito de todo
aquello. Y probablemente solo hubiera obtenido una respuesta: deba
hacerlo porque s. Lo terrible del castigo no radicaba en el tremendo
esfuerzo que se exiga a Ssifo, sino en la arbitrariedad e inutilidad de
-
[26]
este; fue esta inutilidad la que le sumi en la ms profunda
desesperacin.
Esta actividad abiertamente intil nada tiene que ver con las
actividades que hemos caracterizado como intrnsecamente tiles. No
cabe decir de todas ellas que son intiles, tan solo porque tienen en
comn el carecer de una finalidad utilitaria. Si preguntamos al nio que
en la playa construye y deshace castillos de arena por qu lo hace,
probablemente conteste: porque s. Este porque s no es anlogo al
del ejemplo anterior. El porqu s del nio es la expresin de que su
actividad no tiene ms meta que s misma; de que, en ella, el medio, el
proceso, es ya el fin. Y all donde el medio y el fin se identifican se produce la
vivencia de una profunda sensacin de plenitud y sentido. La actividad de
Ssifo no tena una utilidad extrnseca, pero tampoco intrnseca, pues no
pudo vivenciar el proceso como algo valioso en s mismo; de aqu su
sensacin de absurdo y futilidad.
Es sabido que los nios que no dedican en su infancia mucho
tiempo al juego no maduran adecuadamente. El juego les es tan til e
imprescindible como el alimento. El nio al que se inculca una
mentalidad instrumental impropia de su edad porque la pobreza del
entorno le ha forzado al trabajo duro, porque unos padres ambiciosos
pretenden hacer de l un superdotado y le someten a un aprendizaje
estresante cuya meta es la obtencin de resultados en el futuro, o por
contagio de un entorno excesivamente serio que no valora ni respeta su
tendencia espontnea al juego no crece adecuadamente. El nio
educado para ser un superdotado, si a lo largo de su desarrollo no tiene
una sana reaccin de rebelda, probablemente llegue a ser un mediocre
instruido, rgido, de personalidad incolora, carente de genuina
creatividad. El pequeo que juega no lo hace para crecer y madurar;
juega porque s. Pero dicho juego, precisamente porque en l el
medio y el fin son indisociables, es el espacio en el que se da su ptimo
crecimiento y desarrollo. Ms an, tambin las actividades orientadas a
su formacin y educacin solo pueden ser plenamente eficaces si son
vivenciadas por l como un juego, como placenteras y llenas de sentido
en s mismas, y no como algo arduo y aburrido que, segn oye, le ser
-
[27]
de provecho en el futuro.3
Lo que promete la filosofa
La filosofa no promete al hombre conseguirle algo de lo exterior.
EPICTETO4
Podemos decir, en una primera aproximacin, que filsofo es
aquel que se consagra desinteresadamente a la verdad; quien investiga,
a travs de una actitud interior de disponibilidad y atencin lcida, las
claves de la existencia. La actividad filosfica es desinteresada, pues
quiere la verdad por ella misma, no por su posible provecho, por sus
resultados o frutos. Quiz por ello la verdad se ha simbolizado
tradicionalmente como una mujer desnuda, pues nada tiene que ofrecer
ms que a s misma.
La indagacin de la verdad es un impulso acorde con nuestra
naturaleza humana e indisociable de esta, un impulso que nos
distingue de otros seres animados y nos eleva sobre ellos. Todo hombre
ansa profundamente ver, comprender, y experimenta como una
degradacin la ignorancia y el engao. En otras palabras, todos
sentimos que el conocimiento de la verdad es tan valioso en s mismo
como indeseables son la ceguera y el error.
La filosofa, entendida como aquella actividad que busca
encauzar este impulso humano hacia la verdad, no tiene, por lo tanto,
una utilidad extrnseca. Ahora bien, est lejos de ser una actividad
intil como tampoco lo son el juego, la contemplacin amorosa o
esttica, la creacin en todas sus formas, etctera. Hemos caracterizado
a estas actividades como intrnsecamente tiles para poner de
manifiesto que poseen una forma superior de utilidad, pues solo ellas
satisfacen lo que ms hondamente necesitamos: la experiencia de ser en
plenitud, y la experiencia profunda del sentido de la vida, del valor
intrnseco de todo lo que es.
El ser humano solo experimenta una felicidad ntegra y realiza
-
[28]
satisfactoriamente sus posibilidades internas de ser en las actividades o estados
que no tienen ms meta que s mismos. Lo intrnsecamente til no equivale
a lo intil ni a lo no prctico. Nuestras necesidades ms profundas no
las puede satisfacer nada que no se baste a s mismo, que no tenga una
razn propia para ser apetecido. Y lo que nutre nuestro ser, puede
considerarse intil?
Lo utilitario se relaciona con el tener; lo intrnsecamente til,
con el ser. As, las actividades utilitarias aumentan nuestro haber,
nuestras tenencias: a travs de ellas adquirimos todo tipo de logros, de
posesiones (materiales o sutiles), y desarrollamos las habilidades fsicas
y psquicas que nuestro ego tiende a considerar tambin como
posesiones, como parte de su haber. Pero solo las actividades valiosas
per se, que no se orientan exclusivamente hacia la obtencin futura de
ciertos logros o resultados, permiten el crecimiento de nuestra esencia;
solo estas ltimas satisfacen nuestra necesidad de ser en plenitud.
El que ama no necesita que algo exterior justifique u otorgue
sentido a su amor, pues ese estado interno es valioso en s mismo. El
que se conmueve ante la contemplacin de algo profundamente bello
sabe que su contemplacin es un preciado tesoro; no necesita tasadores
que le confirmen el valor o la utilidad de su experiencia. El saber (no el
erudito ni el tcnico, sino el que se traduce en sabidura, en lucidez, en
una visin penetrante y comprensiva de la realidad) se justifica en s
mismo porque satisface un impulso radical del ser humano. Estas
actividades y estados no son intiles, al contrario, son supremamente
tiles, producen un resultado (y til, recordemos, es aquello que
produce un resultado provechoso). Este resultado es nada menos que la
realizacin humana. No es que dichas actividades o estados sean
medios o peldaos para lograr esta realizacin o plenitud; son,
sencillamente, la forma en que esta ltima se actualiza y se expresa.
Saber para poder, para estar al da, para dotarnos de un aura de
intelectualidad, para tener algo de que hablar, para lograr un puesto de
trabajo, para tener conocimientos que exhibir; amar para comprar el
amor de otros; jugar para ostentar nuestra habilidad y nuestra
superioridad; crear para demostrar algo a los dems o a nosotros
-
[29]
mismos; trabajar exclusivamente para ganar dinero; nada de esto es
saber, amor, juego, creacin o trabajo genuinos. No negamos que
algunas de estas metas sean, en ocasiones, legtimas el comercio es
necesario, pero no pueden proporcionar al ser humano la plenitud que
le es propia, y nadie debe sorprenderse de que conduzcan al hasto y a
la mediocridad cuando se convierten en el tipo de metas
predominantes. Nadie debe sorprenderse tampoco de que la depresin
sea uno de los padecimientos caractersticos de nuestra civilizacin,
bsicamente mercantil, astuta, vida y utilitaria.
El ser humano tiene una profunda exigencia de sentido. El que
afronta su vida y sus actividades como Ssifo afrontaba diariamente su
infructuosa tarea, se sumerge en el ms profundo vaco. Pero las
actividades estrictamente utilitarias terminan asimismo agostando el
espritu humano. De hecho, quiz no sea casual que el mito describa a
Ssifo como el ms astuto de los hombres, dado a toda clase de tretas,
engaos y artificios, y que este hombre astuto fuera condenado al
sinsentido, a la actividad ms absurda, enajenante e intil. Porque la
astucia, la tendencia a convertir todo hasta lo ms digno de ser
considerado como un fin en s mismo en algo de lo que esperamos
obtener un beneficio interesado, es un camino directo al estancamiento
de nuestra esencia, al vaco y a la enajenacin.
La filosofa como actividad libre
La filosofa no es til en el sentido que en general damos a esta
palabra, es decir, no es instrumentalmente til; como tampoco, por
ejemplo, lo es el arte (el que se mantiene fiel a s mismo; no hablamos
del mundo de los marchantes). En otras palabras, ambos son
actividades libres, pues competen a la dimensin ms elevada del ser
humano, aquella que tambin es libre y que le dota de cierto dominio
sobre los aspectos de s mismo y de la vida condicionados por la
necesidad, por las urgencias utilitarias de la vida.
La filosofa vendida a un fin ya no es filosofa. Ni siquiera la
-
[30]
filosofa vendida a unas ideas es ya verdadera filosofa. La filosofa
esclava de la teologa (como se defina a s misma la filosofa
escolstica medieval) no es filosofa, es teologa. Habitualmente,
cuando los artistas se han subordinado a un fin ajeno al arte mismo,
han hecho un mal arte. El arte ideolgico, puesto al servicio de la
defensa de unas ideas, ha sido sistemticamente defraudante. Cuando
omos que algn representante de una determinada iglesia, secta o
ideologa va a dar una charla filosfica sobre alguna cuestin, todos
sabemos que no va a decir nada nuevo; sus argumentos sern los
mismos que los que repiten hasta la saciedad aquellos que pertenecen a
su grupo; como mucho, habr ciertas variaciones formales; puede que
incluso parezca elocuente y sugerente en un principio, pues en el
planteamiento de la cuestin se permite cierta libertad, pero,
finalmente, decepciona. Nos han dado gato por liebre. Todos
sospechamos que ah no hay pensamiento genuino, indagacin libre y
desinteresada, sino solo apologa disfrazada de argumentacin. Porque
el verdadero pensamiento siempre es libre. Y por eso, solo las personas
interiormente libres que no hablan en nombre de nada ni de nadie, ni
siquiera en nombre de su ego, de lo que en dichas personas es
estrictamente particular son genuinos pensadores. Como solo las
personas interiormente libres son creadoras en cualquier mbito
humano.
La filosofa es una actividad libre. El arte tambin lo es. Pero que
no se vendan a un resultado extrnseco no significa que no sean
tiles. Todo lo contrario: poseen una forma superior de utilidad. Aqu
precisamente radica la falacia del dilema utilidad versus libertad que
plantebamos al inicio de este captulo. Las ideologas que han visto en
ciertas expresiones gratuitas de la individualidad creadora, no
subordinadas a fines pragmticos, manifestaciones burguesas de
irresponsabilidad y falta de compromiso social, han tenido una triste y
reducidsima imagen del ser humano.
Necesidades del ser y del estar
-
[31]
La vida verdadera [] no se halla tanto en las necesidades
utilitarias de las que nadie puede escapar, como en el cumplimiento de uno
mismo y en la calidad potica de la existencia.
EDGAR MORIN5
Aclararemos lo dicho hasta ahora introduciendo una nueva
distincin. Diferenciaremos, en concreto, entre lo que denominaremos
utilidad esencial y utilidad existencial.
Es existencialmente til lo que necesitamos para nuestro existir
o nuestro estar en el mundo: desde el alimento y el vestido hasta una
cierta cosmovisin que nos ayude a orientarnos en l. Las cosas que son
tiles para nuestro estar en el mundo son cosas que tenemos. Tenemos
alimento, dinero, ropa, casa, etctera, de un modo anlogo a como
tenemos ciertas habilidades o unas creencias y una ideologa.
Pero hay otro tipo de necesidades que no son existenciales sino
esenciales. Calificaremos de esencialmente til todo aquello que
necesitamos para alcanzar un grado ptimo de ser: lo que nos remite a
nuestra esencia ntima, fortalecindola, y hace que seamos ms y mejor
eso que esencialmente somos.
La satisfaccin de nuestras necesidades existenciales (de
alimento, seguridad, pertenencia, afecto, instruccin, etctera) se
acompaa de lo que podramos denominar un contentamiento o alegra
existencial. Al ser cubierta alguna necesidad fisiolgica, por ejemplo, se
experimenta placer y sosiego. Quien, tras estar hambriento, ingiere los
alimentos adecuados, recibe el visto bueno de su cuerpo a travs de
una sensacin subjetiva de saciedad y bienestar. En general, todas
nuestras funciones y facultades, fsicas y psicolgicas, tienen un
correlato subjetivo de bienestar o malestar que nos indica cul es su
nivel de satisfaccin, actualizacin o desarrollo.
Ahora bien, hay tambin una alegra esencial y un dolor esencial
que nos dan la medida de cul es nuestro grado de cercana o
alejamiento con respecto a nuestro propio centro, a nuestra verdad
-
[32]
ntima; que nos indican cundo estamos siendo, o no, un fiel reflejo de
eso que somos en esencia y que pulsa por expresarse en nosotros. Del
mismo modo que hay un tipo de dolor que acompaa a la frustracin
de nuestras necesidades fisiolgicas y psicolgicas, hay tambin un
dolor que es el eco de la frustracin de nuestra necesidad de ser de
forma autntica y plena.
Los dolores y alegras existenciales y los dolores y alegras
esenciales son cualitativamente diferentes. Hay quienes
existencialmente parecen tenerlo todo y no pueden rehuir una
profunda sensacin de vaco y de futilidad; algo en ellos exclama
silenciosamente: pero es esto todo?. Por el contrario, hay quienes, en
medio de situaciones existencialmente limitadas o incluso dolorosas,
mantienen una conexin con su ser ms ntimo que les proporciona una
sensacin bsica de sentido, de serena plenitud.
Que ambos tipos de dolor (y, paralelamente, de alegra) son
cualitativamente diferentes se evidencia, entre otras cosas, en que las
dinmicas que permiten superar uno u otro son exactamente inversas.
As, el dolor existencial se solventa multiplicando nuestro haber:
aumentando nuestras posesiones materiales, ejercitando nuestras
facultades y habilidades, multiplicando nuestras tenencias
intelectuales, adquiriendo reconocimiento social, etctera.
El dolor esencial, por el contrario, no se solventa con nada que se
pueda tener. En ocasiones, puesto que este dolor se traduce
psicolgicamente en una sensacin de vaco, lo malinterpretamos:
creemos que se trata de un vaco relacionado con la necesidad de cosas,
experiencias, logros, etctera. Pero ninguna cosa, persona, situacin,
experiencia o logro puede llenarlo, porque se trata de un vaco de
nosotros mismos.
El vaco existencial se supera con un movimiento acumulativo o
aditivo, teniendo ms, ya sean estas tenencias groseras o sutiles.
El vaco esencial, por el contrario, solo se supera cuando
abandonamos el impulso por tener no forzosamente en lo relativo a la
actividad exterior, pues necesitamos seguir cubriendo nuestras
necesidades existenciales, pero s en nuestra actitud bsica ante la vida
-
[33]
y dejamos a las cosas, a las personas y a las situaciones ser lo que son,
sin esperar que sean de ningn modo particular, sin buscar en ellas
ningn provecho o beneficio personal. Tambin cuando nos
permitimos sencillamente ser y abandonamos nuestra ansiedad por
lograr, por tener que llegar a ser esto o lo otro.
Cuando relegamos el apremio por la supervivencia, por
conseguir, por el logro y la posesin; cuando nuestra mirada interior
abandona toda perspectiva parcial e interesada y contemplamos las
distintas realidades desligadas de su funcin utilitaria; cuando dejamos
activamente a las cosas ser lo que son y ser como son, solo entonces, en
este espacio de libertad, todo nos revela su ser o naturaleza original, su
verdadero rostro.
Cuando todas las cosas se contemplan con ecuanimidad, regresan a su
naturaleza original.
Sin-sin-ming, 25
Es entonces, al recobrar esta mirada atenta y desinteresada,
cuando sentimos que nosotros al unsono con toda la realidad
tambin retornamos a nuestra genuina condicin. Nuestro ser ms
ntimo encuentra por fin su espacio; florece y se expande, a la vez que
se aquieta y ahonda en s mismo. La existencia deja de experimentarse
como una lucha, una carga o una bsqueda enajenada volcada siempre
en el futuro, en el lograr, en el tener, y experimentamos el verdadero
sabor de la realidad, la alegra esencial, el simple gozo de ser. La falsa
creencia de que no seremos plenamente hasta que no seamos, hagamos
o tengamos esto o lo otro, se disipa. Descubrimos el engao.
Advertimos que hemos vivido como el mendigo que a diario peda
limosna sentado a la sombra de un rbol, exactamente sobre el trozo de
tierra en el que estaba enterrado el ms esplndido tesoro.
La verdad, la belleza y el bien
-
[34]
La contemplacin desinteresada nos sita en el nivel esencial de
la realidad y de nosotros mismos. El testimonio de este contacto, del
triunfo del ser sobre el tener, es siempre como pasaremos a ver la
experiencia de la verdad, de la belleza y del bien.
De la verdad, pues todo se nos revela en su ser propio, en su
verdad ntima. Las cosas nos descubren sus secretos porque ya no las
hacemos orbitar en torno a nosotros mismos, porque ya no las miramos
a travs del filtro de nuestro particular inters, como fuentes de ayuda
o solucin de las propias necesidades.
De la belleza, pues descubrimos la gratuidad del mundo, que
todo sencillamente es, es decir, que todo obtiene su sentido y plenitud
precisamente porque no necesita ser para nada ni para nadie.
La belleza es la nica finalidad de este mundo. Como muy bien dijo
Kant, es una finalidad que no contiene ningn fin [extrnseco]. Una cosa bella
no contiene ningn bien salvo ella misma, en su totalidad, tal como se nos
muestra. Vamos a ella sin saber qu pedirle y ella nos ofrece su propia
existencia. [] Solo la belleza no es un medio para otra cosa. Solo la belleza es
buena en s misma.
SIMONE WEIL6
En la experiencia de la verdad y de la belleza, nuestro yo ms
ntimo reconoce su hogar, por fin nuestra voluntad descansa, toda
inquietud cesa; estamos en casa. En este momento, cuando
contemplamos el mundo desde esta perspectiva, algo en nosotros
exclama silenciosamente que todo est bien (como narra el Gnesis que
exclam Yahv al finalizar su creacin: Y vio que todo ello era
bueno). Este asentimiento profundo que procede de saber que todo, en
su ms radical intimidad, es lo que tiene que ser y est ya donde tiene
que estar, es la experiencia gozosa del bien.
La verdad, la belleza y el bien des-velan la realidad. Son la realidad
misma cuando esta revela su verdadero rostro, su rostro sagrado;
cuando ya no est velada por nuestras necesidades existenciales ni
condicionada por ellas (la excesiva preocupacin de vivir, que nos hace
-
[35]
contemplar las cosas tan solo desde el punto de vista de su utilidad, es
el velo que oculta la verdadera naturaleza de las cosas).
Lo nico que puede satisfacer nuestras necesidades esenciales
son la verdad, la belleza y el bien. En otras palabras, nuestro ser real se
expresa colmadamente solo en la contemplacin desinteresada.
nunca he perseguido la comodidad o la felicidad como fines en s
mismos []. Los ideales que han iluminado mi camino y me han
proporcionado una y otra vez un nuevo valor para afrontar la vida
alegremente, han sido la Belleza, la Bondad y la Verdad []. Los objetivos
triviales de los esfuerzos humanos (posesiones, xito pblico, lujo) me han
parecido despreciables.
A. EINSTEIN7
Una vida orientada con preferencia hacia los bienes utilitarios se
asfixia esencialmente aunque existencialmente parezca floreciente y
envidiable. Por eso, all donde los valores pragmticos tienen una clara
hegemona, han de estar presentes en igual medida los medios de
distraccin, de entretenimiento, que se encargarn de ocultar y evadir
el dolor esencial y el vaco interior a los que aboca necesariamente todo
ese vrtigo orientado hacia el tener. Nuestra sociedad actual es un
ejemplo ntido de esta dinmica.
Nuestro yo central solo encuentra su alimento en aquello que es
un fin en s mismo. En este sentido, la filosofa, entendida como
contemplacin desinteresada consagrada a la verdad, es mximamente
til. Es una de las actividades y las actitudes que nos permiten ser en
plenitud aquellas sin las cuales todos nuestros logros son solo los
vestidos con que cubrimos el espectro de nosotros mismos, los
ornamentos con los que adornamos nuestro vaco.
Filosofas del ser y del estar
La verdad, la belleza y el bien con frecuencia se confunden con
-
[36]
sus respectivas caricaturas. Sucede as cuando ya no se perciben en el
horizonte del ser, cuando ya no son el fruto de la contemplacin
desinteresada, y se rebajan al mbito del tener. Cuando esto ocurre, se
suele denominar amor a la verdad a lo que solo es bsqueda de
seguridad mental; amor a la belleza, a lo que solo es deseo o vanidad
(la belleza como algo que se quiere poseer o que se posee); y bien, al
mero decoro moral o a la tenencia de supuesta virtud.
Al igual que la verdad tiene su correspondiente caricatura,
tambin la prctica de la filosofa puede tenerla. La filosofa se degrada
siempre que se relega al plano del tener y se subordina directa o
exclusivamente a la satisfaccin de necesidades existenciales.
As, por ejemplo, cierta filosofa considera que su funcin
prioritaria es la de elaborar y proporcionar mapas tericos (una cierta
cosmovisin) con los que poder desenvolvernos en el mundo. La
filosofa as entendida es algo que tenemos y que satisface dos
necesidades existenciales concretas: nuestra necesidad psicolgica de
orientacin y nuestra necesidad psicolgica de seguridad. Ello se
traduce en cierta tranquilidad emocional se alivia provisionalmente
nuestra angustia vital y en cierto apaciguamiento y satisfaccin
intelectual.
Este tipo de filosofa, insistimos, es algo que se tiene. No afecta
ni modifica nuestro ser (aunque, eso s, puede facilitar temporalmente
nuestro estar en el mundo). Por eso, cuando decimos haber accedido al
conocimiento de este tipo de filosofa seguimos siendo los mismos de
siempre, solo que con un nuevo mapa en nuestras manos y con la
seguridad psicolgica que este provisionalmente nos proporciona.
La filosofa estrictamente terica o especulativa, a pesar de su
desinteresada apariencia, suele pertenecer a este tipo de filosofa, la
que no rebasa el mbito del tener.
Pero la filosofa, all donde es fiel a s misma y la bsqueda de
verdad prima sobre la bsqueda de seguridad, tiene una mira ms
profunda: no la de saciar nuestra mente con ideas, proporcionndonos
as mera seguridad psicolgica, sino la de alimentar nuestro ser con la
realidad, con la verdad viva. Hay mentes muy nutridas, incluso obesas,
-
[37]
que recubren esencias esculidas. La sed de verdad no se solventa al
lograrse la saciedad intelectual; solo al que tiene ms anhelo de
seguridad que de verdad esta ltima saciedad le es suficiente.
La filosofa genuina no se puede tener, sin ms, pues no podemos
acceder a ella sin transformarnos profundamente, sin quedar
modificados. Solo comprende las claves de la existencia quien ha
accedido a cierto estado de ser, quien se desenvuelve en un determinado
nivel de conciencia. Penetrar en los secretos de la realidad es nicamente
posible para el que ha purificado su mirada y su personalidad, para el
que ha abandonado todo inters propio, de tal modo que su visin es
limpia y desinteresada, para quien tiene ms anhelo de verdad que de
seguridad. Solo esta autenticidad y hondura de nuestro ser posibilita la
profundidad de nuestra visin y nos abre a la experiencia de la verdad.
Solo el que est en contacto habitual con su verdad ntima puede
acceder a la verdad ntima de las cosas, es decir, puede ser un filsofo.
El que est situado en la periferia de s mismo no puede traspasar la
periferia de la realidad.
La verdadera filosofa no se puede simplemente tener porque
es una funcin del ser:
El conocimiento [genuino] es una funcin del ser: slo cuando hay un
cambio en el ser del cognoscente, hay un cambio correspondiente en la
naturaleza y cuanta del conocimiento.
ALDOUS HUXLEY8
Denominaremos filosofa esencial a la filosofa que concierne a
nuestro ser, la nica capaz de satisfacer nuestras necesidades esenciales
(y que no ha de ser confundida con la filosofa que se tiene, la
orientada directa y exclusivamente a la satisfaccin de ciertas
necesidades existenciales, aunque estas sean tan sutiles como nuestra
necesidad psicolgica de seguridad).
La filosofa estrictamente especulativa nos proporciona
seguridad psicolgica y cierta orientacin existencial, pero no nos
modifica. En cambio, la filosofa esencial exige, y a la vez posibilita, la
-
[38]
conversin de nuestro ser, la ampliacin de nuestro nivel de conciencia.
Su finalidad es la de favorecer, en un nico movimiento, la capacidad de
penetracin de nuestra mirada interior, nuestra transformacin profunda y
nuestra realizacin. Pues somos receptivos a la verdad solo en la medida
en que somos verdaderos. Solo en la medida en que somos nosotros
mismos en profundidad podemos conocer las cosas tal y como son.
Obviamente, la filosofa que nutre nuestro ser tambin tiene
consecuencias existenciales, pues lo que transforma nuestra esencia
transforma toda nuestra existencia de raz. Pero aqu precisamente est
la diferencia: no la modifica en su periferia, sino desde su misma raz.
La filosofa esencial tiene siempre un alcance existencial, pero la
filosofa especulativa no tiene siempre un alcance esencial.
Cmo reconocer ambas filosofas?
Que uno de los fines de la filosofa esencial sea nuestra
transformacin profunda no significa que la filosofa sea un medio para
lograrla. Si as fuera, la filosofa ya no sera libre pues se habra
subordinado a un efecto. Lo que queremos decir es que la dedicacin
efectiva a la verdad tiene en dicha transformacin su sntoma
inequvoco. Ambas dimensiones son indisociables: a toda penetracin
en el corazn de las cosas, a toda comprensin profunda, acompaa un
ahondamiento en nosotros mismos que se traduce en una creciente
plenitud, libertad interior y serenidad, y en una ampliacin de nuestra
conciencia. Lo segundo es el signo indiscutible de la presencia de lo
primero, y viceversa.
De todo lo dicho cabe deducir que hay un criterio que nos indica
cundo la filosofa se est orientando de forma efectiva hacia la verdad,
cundo est logrando su objetivo. La seal es la siguiente: la
transformacin ascendente y permanente de nuestro nivel de conciencia; una
transformacin que tiene, ms tarde o ms temprano, claros signos y
frutos: la profundidad de nuestra mirada interior, la paz, la alegra
esencial y la libertad. Si la actividad filosfica no va acompaada de
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estos frutos, es que ah no hubo filosofa esencial sino un ejercicio ms o
menos brillante de ajedrez intelectual.
Es importante comprender esto. Porque la filosofa, con
frecuencia, ha identificado su carcter libre, su no estar subordinada a
nada ni a nadie, con el hecho de carecer de toda medida valorativa o
criterio correctivo. Si no hay ningn criterio de verdad, todo vale. Por
qu lo que una persona piensa y sostiene va a ser menos vlido que lo
que piensa otra? En estos tiempos estamos habituados a or hasta la
saciedad expresiones del tipo: yo lo veo as, para m es as, etctera.
Todos sospechamos que esas voces no irradian la misma autoridad,
pero no nos atrevemos a afirmarlo abiertamente; parece que no
seramos tolerantes si as lo hiciramos. Algo anlogo sucede en el
mundo del arte. Los criterios, cuando los hay, son aleatorios. Se
identifica el carcter libre del arte, equvocamente, con su carencia de
todo criterio valorativo estable. Pero la filosofa tiene un criterio de
autenticidad, y el arte tambin. No se trata de criterios externos puesto
que son actividades libres sino internos.
As, una obra de arte que no logre que el contemplador maduro,
sensible y receptivo abandone, por un momento, sus actitudes
utilitarias y se eleve a una esfera de atencin pura y desinteresada; que
no favorezca la ampliacin de su conciencia; que no le conmueva en lo
ms profundo con un movimiento no estrictamente sentimental, sino
con una emocin que va acompaada de conocimiento (de cierta
iluminacin o revelacin de algn aspecto de la realidad); que no le
haga salir de s mismo, de la angostura de su ego, y le permita superar
la vivencia ordinaria del tiempo, etctera; una obra de arte que no
suscite todo esto en el contemplador sensible decimos no es genuina.
Las supuestas obras de arte que necesitan ir acompaadas de un
discurso intelectual para ser valoradas, que nos sorprenden, pero no
nos conmueven, que son apreciadas solo por una minora ideolgica
no son autnticas obras de arte.
A su vez, una filosofa que no tenga un potencial transformador y
liberador no es una buena filosofa. Es solo apariencia de conocimiento,
pero no conocimiento real. Una filosofa que sea una fbrica de
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mediocres ilustrados, y no de mejores seres humanos; de pedantes, y no
de personas veraces; de intelectuales, y no de sabios; de malabaristas de
las palabras y las ideas, pero no de personas capacitadas para el silencio
interior y para la visin que solo este proporciona, no es filosofa
esencial. Aqu se aplica la expresin evanglica: por sus frutos los
conoceris.9
Como ejemplifica con agudeza Epicteto, si queremos ver los
progresos de un gimnasta, no le preguntamos por sus pesas sino por el
estado de sus msculos. Del mismo modo, si queremos saber si alguien
es un verdadero filsofo, no nos vale que nos muestre lo que ha
aprendido, su arsenal de erudicin, su tener o haber intelectual,
sino lo que ha visto por s mismo y lo que irradia su propio ser:
T, ven aqu! Mustrame tus progresos! Como si hablramos de
un atleta y al decirle: Mustrame tus hombros!, me contestara: Mira mis
pesas!. All os las compongis las piedras y t! Yo quiero ver los resultados
de las pesas. Coge el tratado sobre el impulso y mira cmo me lo he ledo!
Esclavo! No busco eso, sino cules son tus impulsos y tus repulsiones, tus
deseos y tus rechazos, cmo te aplicas a los asuntos y cmo te los propones y
cmo te preparas, si de acuerdo o en desacuerdo con la naturaleza. Y si es de
acuerdo con la naturaleza, mustramelo y te dir que progresas; pero si es en
desacuerdo, vete y no te limites a explicar los libros: escribe t otros similares.
EPICTETO10
La filosofa como sabidura
Lo que solemos denominar filosofa en nuestra cultura se ha
apartado tanto de aquel saber transformador y liberador, mximamente
til, que originariamente llev ese nombre que, de cara a apuntar a este
ltimo, quiz convenga como sealamos en la introduccin acudir a
nuevas expresiones. Una de estas bien puede ser la de sabidura,
pues todo el mundo asocia este trmino tanto al conocimiento profundo
de la realidad como a la evolucin hacia una vida ms autntica. En lo
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que entendemos de modo habitual por sabidura estas dos
dimensiones se encuentran ntimamente unidas.
La disociacin entre filosofa y transformacin ha llegado a ser
tan aguda en nuestra cultura, que en lo que entendemos en general por
filosofa poco queda de sabidura, de filosofa esencial. La crisis actual de
la filosofa est causada en gran medida por la prdida de su
virtualidad transformadora; porque ha pretendido seguir teniendo
validez como camino hacia la verdad tras desligarse de lo que
constituye su sello de autenticidad y la raz de su utilidad superior: su
capacidad para posibilitar nuestro crecimiento esencial y nuestra
liberacin interior.
Lo honesto [lo ntegro o veraz] es til, y no hay nada til que no sea
honesto [] Mas lo que propia y verdaderamente se llama honesto se
encuentra solamente en los sabios.
CICERN11
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2. La filosofa como terapia
La filosofa no promete al hombre conseguirle algo de lo exterior; si no,
estara aceptando algo extrao a su propia materia. Al igual que la materia del
arquitecto es la madera y la del escultor el bronce, as la propia vida de cada
uno es la materia del arte de la vida.
EPICTETO1
La filosofa se concibi a s misma originariamente sealbamos
en la introduccin, no como un mero saber abstracto y especulativo en
torno a la realidad, sino, ante todo, como un saber teraputico. La
filosofa era terapia en la misma medida en que en ella eran
indisociables el conocimiento y la transformacin propia.
Explicaremos con ms detenimiento qu entendemos en este
contexto por conocimiento y por transformacin. Antes introduciremos y
dilucidaremos otras dos nociones: explicacin y descripcin.2
Explicacin: la filosofa explica
Denominaremos explicacin al intento de responder, de forma
argumentada o razonada, a la pregunta por qu?, siempre que esta
pregunta se oriente hacia los ltimos porqus, los que tienen cierta
radicalidad. Tambin al intento de responder a la pregunta qu es
(esto)?, siempre que esta pregunta no se contente con respuestas
funcionales, descriptivas, etctera, sino que busque acceder al
conocimiento de la naturaleza intrnseca de algo.
En otras palabras, la explicacin pretende dar respuesta a las
preguntas ltimas, las concernientes al sentido de la existencia. Nos
desenvolvemos en el dominio de la explicacin cuando planteamos o
intentamos responder preguntas del tipo: Por qu hay seres y no ms
bien nada? Por qu vivimos? Por qu morimos? Cul es el sentido
del sufrimiento? Es esta existencia una historia absurda contada por
un idiota, o hay algn orden implcito en todo acontecer? Cul es la
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naturaleza intrnseca de lo que existe? Qu significa que todo es? Qu
significa ser? Qu es el tiempo? Qu es conocer?
Podemos adivinar que la explicacin tiene una ntima relacin
con la filosofa. La bsqueda de explicaciones es connatural al ser
humano, y la filosofa es la actividad que, sustentada en dicho impulso,
busca acceder a un saber profundo y ltimo acerca de la realidad.
la filosofa es una ciencia de los fundamentos. Donde las otras
ciencias se paran, donde ellas no preguntan y dan mil cosas por supuestas, all
empieza a preguntar el filsofo. Las ciencias conocen; l pregunta qu es
conocer. Los otros sientan leyes; l se pregunta qu es la ley. El hombre
ordinario habla de sentido y finalidad. El filsofo estudia qu hay que entender
por sentido y finalidad.
J.M. BOCHESKI3
Ahora bien, como veremos, mientras que la filosofa especulativa
se contenta con buscar y ofrecer explicaciones, la filosofa esencial
intenta ser mucho ms que una actividad meramente explicativa.
Descripcin: la ciencia describe
De cara a comprender la naturaleza de lo que hemos
denominado explicacin, la distinguiremos de lo que denominaremos
descripcin.
Lo propio de la descripcin es traducir a un lenguaje tcnico especfico
la estructura de un determinado objeto o proceso. Si la explicacin es
especficamente filosfica, la descripcin es la actividad caracterstica de
lo que ordinariamente denominamos ciencias. Todas las ciencias
empricas son descriptivas.
La ciencia fsica, por ejemplo, describe el funcionamiento de los
procesos energtico-materiales del mundo fsico; para ello, traduce la
estructura de dichos procesos a un determinado lenguaje: un cierto
lenguaje matemtico. La ciencia mdica, a su vez, describe el
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funcionamiento de los procesos orgnicos y bioqumicos traduciendo la
estructura de dichos procesos a una jerga tcnica especfica.
Es importante advertir que la descripcin cientfica est siempre
condicionada. En primer lugar, cada ciencia est condicionada por su modo
especfico de aproximacin a la realidad, por su particular perspectiva.
Siguiendo con los ejemplos anteriores, la ciencia fsica solo tiene en
cuenta aquellas dimensiones de la realidad susceptibles de ser medidas
y cuantificadas con sus instrumentos; solo considera los aspectos del
mundo fsico que pueden ser sometidos a cierto tipo de medicin. La
medicina hace otro tanto. All donde el enamorado percibe una
elocuente sonrisa que conmueve todo su ser, la perspectiva mdica, y,
ms concretamente, la anatmica, nos hablara de una contraccin de
los msculos maxilofaciales. Pretender que esta segunda perspectiva es
ms objetiva que la primera es una falacia, pues ello supondra
absolutizar un modo de aproximacin parcial a la realidad que solo
alumbra una dimensin igualmente parcial de la misma y, en este caso
sobre todo desde la perspectiva del enamorado, no particularmente
significativa.
En segundo lugar, cada ciencia est condicionada por los
instrumentos de observacin de los que se disponga en cada caso. La medicina
del mundo antiguo, por ejemplo, no dispona del sofisticado
instrumental de observacin con el que cuenta la medicina de hoy en
da, y ello, de entrada, determina una interpretacin de los procesos
patolgicos totalmente diferente.
En tercer lugar, cada ciencia est condicionada por un determinado
lenguaje, que, a su vez, presupone un modelo descriptivo o paradigma
cientfico particular. Siguiendo con el ejemplo de la ciencia mdica: segn
el tipo de medicina que se practique aloptica u homeoptica,
hipocrtica, taosta, etctera, la aproximacin al objeto de observacin
ser diferente. El lenguaje mdico del que se disponga y, en general, las
creencias y los hbitos mdicos en los que uno haya sido educado
condicionarn el modo de visin. La medicina china, por ejemplo,
dispone de una categora, yin, que alude a un tipo de pauta energtica
(contraccin, fro, introversin, etctera) asociada a determinados
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rasgos psicofsicos, que cuando se desequilibra en el organismo (por
exceso o por defecto) puede dar lugar a ciertas patologas. Para el
mdico occidental que desconoce dicha nocin y todo el sistema de
pensamiento que le otorga sentido, tal pauta energtica no estar
presente en su observacin ni en su diagnstico; si tiene noticia de ella,
probablemente la considere un delirio fruto del acientificismo de la
mente oriental. Pero, en principio, ambos modelos descriptivos son
vlidos y complementarios, y cada uno de sus elementos tiene sentido y
valor dentro de su correspondiente modelo global, y nunca fuera de l.
Los distintos paradigmas cientficos, precisamente porque
describen ciertos aspectos de la realidad desde perspectivas
potencialmente ilimitadas, y no son ni la realidad ni la descripcin nica
de la realidad, son complementarios y no excluyentes. La tendencia de
los cientficos a absolutizar su particular paradigma es tan miope como
la actitud de un jugador de ajedrez que se permitiera decir a los que
juegan a las damas (dado que el tablero es el mismo para ambos) que el
modo en que mueven sus piezas es incorrecto y carece de sentido.
La descripcin no es la explicacin
La ciencia describe, es decir, no explica. Siguiendo con nuestro
ejemplo: la descripcin de una determinada enfermedad, as como del
proceso que nos permite deducir que un cierto remedio teraputico
puede neutralizarla, no son explicaciones del sentido de la enfermedad
y la salud. La descripcin mdica deja siempre intacto el misterio del
cuerpo, del dolor, del ser humano, de la muerte, del proceso curativo
como reflejo de la dinmica intrnseca a la vida que siempre quiere
ms vida, etctera.
Es importante tener presente esta distincin, pues graves
confusiones se han derivado de no tenerla en cuenta. As, las ciencias
experimentales, sobre todo desde el inicio de la Edad Moderna,
fascinadas por los sorprendentes resultados prcticos que sus nuevos
mtodos descriptivos estaban posibilitando, olvidaron que estaban
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describiendo no explicando, y que en su descripcin estaban viendo
solo lo que sus modos respectivos de aproximacin les permitan ver, y
creyeron estar poniendo fin a todos los grandes misterios de la
realidad; creyeron estar resolviendo las cuestiones que haban sido la
razn de ser y el cometido de la filosofa y la religin. Las ciencias
llegaron a considerarse, incluso, garantes de la felicidad de la
humanidad. Pero la felicidad est ntimamente unida a la cuestin del
sentido, y esta no puede ni siquiera ser rozada por la descripcin
cientfica.
Hubo quienes, a lo largo de la modernidad, no vean con buenos
ojos este proceso de entronizacin de las ciencias y se lamentaban ante
lo que calificaban como desencantamiento del mundo: todo estaba
siendo explicado; el misterio que resguardaban las cosas, y que haba
hecho al hombre antiguo contemplar el mundo con reverencial
fascinacin, estaba siendo violado. Pero lo cierto es que lo esencial no
haba sido tocado por la ciencia. El misterio del mundo segua ah;
sencillamente, el hombre se incapacitaba poco a poco para verlo porque
haba confundido y nivelado, de manera equivocada, la descripcin con
la explicacin.
En efecto, ha habido cientficos que han admitido que los
mtodos de la ciencia no pueden revelar el sentido de la realidad; pero
tambin son muchos los que han concluido falazmente de ello que, por
lo tanto, dicho sentido no existe. Un reputado cientfico al que se le
pregunt acerca de Dios supuestamente afirm: No lo he visto nunca a
travs de mi microscopio. Ms all de lo discutible o ingenuo que sea
determinado concepto de Dios, pretender que el mtodo cuantitativo y
experimental de las ciencias fsico-naturales sea el nico vlido en todas
las esferas del saber, que los mtodos e instrumentos de las ciencias
empricas sean criterios ltimos de verdad, es, ciertamente, una
manifestacin de ingenuidad alarmante. La arrogancia cientfica puede
alcanzar cotas muy altas de puerilidad; pues es posible dudar de la
realidad del amor, del bien, de la confianza, de la belleza, en general,
de aquello que proporciona sentido a nuestra vida, una sensacin
ntima de ajuste con la realidad, por ms que todo ello est fuera del
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alcance de la descripcin cientfica y sea inaprensible por sus
instrumentos?
pero toda descripcin supone una explicacin
La explicacin no es la descripcin. Ahora bien, una suele
acompaar a la otra. As, cada modelo descriptivo suele presuponer
consciente o inconscientemente toda una explicacin o sistema
explicativo. En otras palabras, toda descripcin cientfica se sustenta en
una determinada concepcin del hombre y el cosmos, lo sepa o no lo
sepa, lo reconozca o no. Y es la filosofa de cada tiempo, de cada
cultura, la que suele proporcionar los contextos explicativos que
condicionan los diversos modelos descriptivos. Por ejemplo, las
diferencias a las que aludamos anteriormente existentes entre la
medicina occidental y la medicina tradicional china encuentran su
razn ltima de ser en las diferentes cosmologas o visiones del mundo
que presuponen dichas ciencias, y que son las ms definitorias de
ambas culturas (una cosmologa bsicamente mecnico-causalista, en el
caso del Occidente moderno; una cosmologa organicista, en el caso del
Oriente tradicional).
Que la descripcin no es ajena a la explicacin se advierte
tambin en que, cuando las descripciones de una determinada ciencia
alcanzan un cierto grado de complejidad, exigen una modificacin del
sistema explicativo que las sustentaba. Pensemos, por ejemplo, en
cmo, en las primeras dcadas del siglo XX, la ciencia fsica, en virtud
de que su modelo descriptivo haba llegado a ser altamente complejo,
alcanz un umbral que hizo que la visin del mundo que haba
sustentado la fsica clsica quedara obsoleta. Esta cosmovisin que
consideraba la realidad fsica como un sistema bsicamente mecnico
respecto al cual el cientfico era un observador imparcial, capaz de
pronosticar los sucesos fsicos segn leyes deterministas ya no poda
dar cuenta de los descubrimientos de la fsica relativista o de la fsica
cuntica.
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En general, cuando las descripciones acumuladas por una
ciencia alcanzan cierto nivel de sofisticacin, puede ocurrir que la
visin del mundo en la que se enmarcaban esas descripciones precise
ser modificada o ampliada. De hecho, los propios cientficos, llegados a
este punto, suelen ser tanto cientficos como filsofos, pues han de
reconstruir nuevas teoras explicativas que otorguen sentido a sus
descubrimientos. Los grandes fsicos del siglo XX Einstein,
Heisenberg, Schrdinger, Planck, etctera han sido, de hecho,
profundos pensadores.
Conocimiento y transformacin: la sabidura nos
transforma
Qu beneficio sacar se [de la lectura de las obras de los filsofos]?
Ser ms charlatn y ms impertinente de lo que es ahora. [] Mostradme un
estoico, si tenis alguno. Dnde o cmo? Pero que digan frasecitas estoicas,
millares. [] Entonces, quin es estoico? Igual que llamamos estatua fidaca
a la modelada segn el arte de Fidias, as tambin mostradme uno modelado
segn la doctrina de la que habla. Mostradme uno enfermo y contento, en
peligro y contento, exiliado y contento, desprestigiado y contento.
Mostrdmelo.