la historia detrás de estos ojos

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3Narrativas Visibles 2010.La historia detrás de estos ojos. Narrativas sobre el conflicto armado en Colombia.Volumen Uno

Colección Narrativas Visibles

Volmar Pérez OrtizDefensor del PuebloRepública de Colombia

Darío Vásquez SánchezGobernador Departamento del Meta

Eduardo Gonzalez PardoDefensor del Pueblo Regional Meta

Patricia Luna ParedesUnidad de Atención Integral a VíctimasDefensoría del Pueblo

ISBN: 978-958-44-7521-3

Portada: Matilde RiveraParticipante “Concurso Expresiones Artisticas de la Memoria 2010”, Puerto Gaitan

Diagramación: Juan Esteban Sierra Revisión de Estilo: Carlos PachónImpresión: Ingenio + Creatividad

Primera Edición: 1000 ejemplares.

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Fernando Iván MéndezMartha Diani VargasJulia Consuelo Yanquen SalgadoAna Elvira PeralesGuillermo BonillaGloristelly Marín GarcíaManuel de Jesús Ariza AnguloMarleny Quintero CanoAna Yolanda AragónLina María OsorioShirley WilchesAna Elvia HurtadoEdilia Ríos SanabriaIngrid Viviana VargasRosa Ismenia CárdenasCennedy González de ValcarcelInés GutierrezAna Elvia HurtadoMaría Dolly ZabalaMarisol ValenciaFabio MorenoMaría Eloina MorenoMaría Elena Roa TolosaLuz Nelsy TibabijaEleaudice Gacharná GutierrezMaría Nelsy Buitrago RoaMaría Flora TovarFlor García CalderónElsa Castaño GarcíaSenaida HumusCarlos Julio SosaMaría Floralba GuitierrezMaría Gloria Rentería MarínElda ReyesMaría Eugenia LópezOrlando Rojas MarizancenScarleth Giovanna Cubillos DelgadoMaría Nelly Moreno LavadoMaría del Carmen Quevedo ToroLuis Jaime VogoyaMaría Inés Rodríguez AyaMaría Luz Dary Vanegas de QuirogaMaría Delia MontealegreMaría Leonor García GarzónFlor Edith Vente Osorio

Milton Jara SanchezAngel Franco CastroMaría Elba DalemanBlanca Miriam LinaresEvidalia Lesmes CelixAmparo Buzato GonzálezLuz Estela EsguerraCiro GalindoLuz Marina BeltránRaquel Cecilia HoyosBlanca Doris VelásquezDain Antonio HeraqueLeticia SogamosoEulalia Reyes ReyesFlor JiménezNul Marina Gualdrón y Eduardo Gualdrón SilvaMaría Edilma Oviedo de OviedoMariz Elena BermudezAna Cecilia Viuche YateMaría inés Bonilla de RojasMaría Gladys GaravitoSandra Irene Villamizar VanegasLuz Dary Ospina CiroMartha Gaitán BarreraJosé Antonio Cortés RestrepoMaría Consuelo CeballosAna Silvia LoaizaEulalia Rodríguez ParraIsabel GiraldoAzucena Godoy DiazRosalba BetancourtBlanca Esneda MurilloLicenia Arango de ArangoFanny Londoño LondoñoFrancy Enith MartínezVásquezGloria Amparo LlanosMarina GonzálezEdilma Alape TorresGladys Consuelo Zapata VargasBetulia CulmaElvira Bohorquez de MartinezFlor Enriqueta Godoy DiazLuz Edith García HernándezMariela Arango Betancort

Villavicencio, Meta, 2010

AutoresWilson Herney Chavarro JiménezResponsable Proyecto Narrativas Visibles

Equipo del Proyecto Narrativas Visibles:

Gloria Inés Beltrán SerranoMaría del Pilar MuñozJenny Galvis Eduardo González PardoSantiago Salazar FonnegraJosé Joaquín Quevedo Jara

Colaboradores:Sandra Liliana Barrera MuñozKatherine López RojasGiovanni Iván VélezHebert Romero Bobadilla

Esta edición se imprimió gracias al apoyo de:

Gobernación del Meta.ART REDES - Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo - Oficina Territorial Meta.

e-mail: [email protected] www.narrativasvisibles.org

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5se posan sobre las fachadas de las casas, se ven algunos luce-ros, son los ojos temerosos de los habitantes que vigilan sus puertas y sus almas.

Se acerca el carruaje, la camioneta roja que todos saben quien la ocupa, así nunca lo hayan visto. La camioneta se des-plaza como una canoa sobre las calles obscuras e inertes, sin hacer ruido, con calma.

Se interna en uno de los barrios de invasión, donde la gen-te es más pobre y más vulnerable a la injusticia, al dolor y al hambre. La canoa escoltada por las motocicletas de fuego se posan frente a una casa sin forma, mitad de lona, mitad de lata. Tumban la puerta con un golpe, con un azote. Se oye el látigo, dos, tres disparos, los niños lloran, la gente desaparece por completo ante las tinieblas de la noche. Se oye ladrar a los perros.

La lancha se va con su corte demencial: la luz llega, las lá-grimas se hacen visibles, los cerrojos suenan, las puertas de los negocios se abren, mientras tanto la familia del muerto queda peor que nunca, sola, estigmatizada y aislada. A los pocos días vuelve y sucede e indefinidamente, la historia se repite, y al pasar los meses y los años, parece que nunca hu-biera pasado nada.

Este ha sido el diario vivir de muchas comunidades meten-ses a lo largo de las últimas décadas. Familias, indefensas ante la violencia, han hecho de ésta, parte de su cotidianidad, se han acostumbrado a ella, mientras que en las grandes ciuda-des se desconoce la tragedia y desde diversos discursos se continúa legitimando la guerra.

La historia detrás de estos ojos reúne 96 testimonios de sobrevivientes y familiares de víctimas del conflicto armado, que en su mayoría son oriundos del departamento del Meta. Sin embargo, también hay relatos de personas que han en-contrado refugio en esta región del país, después de desarrai-garse de su lugar de origen a causa de la violencia.

En este libro se presenta la historia contada por las mismas voces de quienes la vivieron, sin ninguna intervención técni-ca ni intelectual y sin manipulaciones políticas ni ideológicas. No se planearon entrevistas dirigidas a obtener respuestas es-pecíficas, tampoco hubo intelectuales ayudando a redactar y construir las narrativas. Las historias que aqui se presentan, son las voces reales de las víctimas, con su lenguaje, su sentir y su manera de ver las cosas.

Prólogo

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Reina una aparente calma: el ambiente es tranquilo y som-brío. Todo transcurre con la quietud propia de la llanura co-lombiana, sin prisa y sin brisa. Los zancudos bajo los mangos permanecen casi inmóviles, como si estuvieran colgados con hilos invisibles, como si fueran los adornos de un árbol de fes-tividades decembrinas. Mientras tanto y desde hace varias dé-cadas, esa quietud propia del ambiente no guarda semejanza con la paz de los corazones de quienes habitan estas tierras.

Siendo las ocho de la noche, se apagan inesperadamente las luces del pueblo y todos comienzan a sospechar lo que va a pasar. La matrona, como una gallina con sus pollos, recoge de la calle a sus hijos y a sus nietos y los lleva a la casa. Está prohibido jugar más. Se escuchan los cerrojos, los negocios cierran sus puertas a la clientela.

Pasa una motocicleta por la calle principal, detrás de ella pasan otras dos. El ruido de los motores altera el ambiente, le dan otro color, un color a miedo, a dolor. Todas las mujeres piensan: esta noche alguna de nosotras llorará a su hijo o a su esposo, ojalá esa no sea yo.

Vuelven a sonar las motocicletas, pasan de nuevo por las calles. Algunos de quienes las han visto dicen que botan fue-go por los tubos de escape, pero otros dicen que los que botan fuego son los ojos de sus ocupantes. Se escuchan dis-paros al aire, el látigo del diablo busca su presa. En la noche nadie ve nada, sólo la luna desde arriba es testigo del juego de la muerte que ya ha lanzado los dados. La ley también se esconde entre las tinieblas, todo puede pasar y todo pasa.

Desde las ventanas sin fondo, como agujeros negros que

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7A partir de la lectura de estos 96 testimonios, el lector lo-

grará comprender la complejidad del conflicto armado que atraviesan las familias víctimas del fuego cruzado en el depar-tamento del Meta. La selección de los relatos no obedece al accionar de un grupo armado determinado, sea este legal o ilegal, sino que convencidos de que las víctimas no pueden dividirse por categorías cuando es bien sabido por todos que el dolor es igual. Queremos presentar al lector en una misma publicación, casos de delitos cometidos por los grupos sub-versivos, los grupos de autodefensas, las fuerzas armadas del Estado y la delincuencia generada por el narcotráfico.

La Historia detrás de estos ojos es un producto pensado y desarrollado en el marco del proyecto de Memoria Histórica, Narrativas Visibles, el cual busca construir, a partir de la co-tidianidad de las comunidades, un archivo oral, para de esta forma facilitar un proceso mediante el cual las víctimas pue-dan contribuir a la construcción de la verdad histórica. Este proyecto, creado por la Defensoría del Pueblo, se viene imple-mentando en el departamento del Meta desde el año 2008 y es una iniciativa que ha contado con el acompañamiento de la agencia alemana Inwent - Internationale Weiterbildung und Entwicklung gGmbH, con el apoyo de la agencia USAID - Uni-ted Agency for International Development, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD y con la asesoría del Archivo Oral Villa Grimaldi de Santiago de Chile. Localmente este proyecto ha articulado su trabajo con la Gobernación del Meta, el proyecto ART Redes del PNUD, el sector de víctimas de la Mesa Humanitaria, el Movimiento de Víctimas de Críme-nes de Estado MOVICE, el Proyecto Banco de Datos del CINEP, el Movimiento de Hijos e Hijas por la Memoria, la Comisión Na-cional de Reparación y Reconciliación, el Comité Cívico por los Derechos Humanos, entre otras organizaciones que trabajan localmente facilitando el acceso de las víctimas a su derecho a hacer memoria, a no ser olvidadas y a contribuir a la cons-trucción colectiva de la verdad.

El proceso de construcción de esta publicación ha implica-do un esfuerzo valiente de más de cien familias durante dos años. La tarea de hacer memoria puede agudizar el dolor y re-vivir muchas emociones, sin embargo, esta misma tarea le ha permitido a las víctimas salir del cajón del olvido al que habían estado condenados durante los últimos años, les ha dado la posibilidad de contar la historia que hay detrás de las cifras e

00 00identificarse como sujetos de derechos. Algunos participan-tes a lo largo del proceso sintieron tristeza y otros, miedo. Muchos decidieron no seguir y se fueron. Ninguna etapa del proceso fue fácil.

Estimado lector, si en sus manos está evitar que se repi-ta alguno de los hechos que aquí se describen, estos testi-monios no habrán sido escritos en vano. También es decisión suya pensar en un mejor futuro para nuestros hijos, sin más héroes ni más mártires, un país donde el horror cese y donde el dolor no se repita.

Wilson Herney Chavarro JiménezResponsable Proyecto Narrativas Visibles

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San Martín........................................................................................... 10

Puerto Gaitán ..................................................................................... 112

Villavicencio ........................................................................................ 168

Puerto López ...................................................................................... 268

Granada .............................................................................................. 318

Glosario ............................................................................................... 390

ContenidoGeneral

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El municipio de San Martín se encuentra situado a 64 km de la ciudad de Villavicencio a una altura de 420 me-tros sobre el nivel del mar, tiene una población cercana a los 21.350 habitantes, el área rural se encuentra integrada por 27 veredas.

Históricamente, la economía del municipio de San Martín se ha concentrado en el sector agropecuario, encontrándose entre sus principales actividades la ganadería bovina extensiva y de doble propósito, predominando la cría, el levante y la ceba. La producción de palma de aceite se destaca en el sec-tor agrícola, siguiendo en importancia los cultivos de arroz, patilla, cítricos, yuca y plátano. Adicionalmente, se destaca en el área de la agroindustria el procesamiento de aceite y la industria molinera.

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San Martín -Meta

S su dominio en la región del Ariari, hasta el sur del Meta y el norte del Guaviare. Luego de la desmoviliza-ción de las AUC, iniciada en el año 2005, la presencia de estos grupos al margen de la ley es ejercida por una nueva generación de autode-fensa denominada ERPAC, liderada por alias “Cuchillo”, quien despliega su influencia y accionar en la región. Sin embargo y teniendo en cuenta la fuerte presencia de autodefen-sas en el municipio, la presencia de las FARC se ha hecho sentir y el frente 26 de esta organización ha tenido incursiones en el municipio afectando la cabecera municipal mediante la utilización de artefac-tos explosivos que provocaron bas-tante daño a la población civil en los años 2001 y 2002.

on tradicionales en el aspecto cultural Las Cuadrillas de San Mar-tín, consideradas como patrimonio Histórico y Cultural de la Nación, las cuales intentan representar de una forma auténtica la fusión de razas ocurrida en suelo americano.

Los factores de orden público, la pobreza rural, la falta de inversión e iniciativas para las fuentes pri-marias de producción inciden en la economía sanmartinera, la cual se concentra en el sector agropecua-rio, afectándola profundamente.

La presencia de grupos arma-dos al margen de la ley que operan desde el municipio de San Martín, es conocida ampliamente. Se reco-nocen el dominio y despliegue de acciones de las autodefensas uni-das de Colombia AUC, ejerciendo

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Mi Historia Por: Fernando Iván Méndez.............................................................................14

Mi hijo Leonardo Por: Diani Hernández....................................................................................18

Mi historia personal a causa de la violencia Por: Arturo ................................................................................................22

Escucho la lluvia... Por: Consuelo Yanquen ..................................................................................24

Sneider Trujillo Perales (1985-2008) ......................................................28

Luis Fernando Bonilla Castellanos Por: Guillermo Bonilla Vergara y Luisa Fernanda Bonilla ...........................................30

Historia de Hernán Marín Marín Por: Gloria Marín García y Stevan Hernán Marín Martínez .......................................34

Algo que nunca se podrá borrar de mi mente, de mi vida Por: Manuel de Jesús Ariza .............................................................................40

Mauricio y Juan Carlos ..........................................................................46

Historia de Wilson Ramiro Quintero Aragón ..........................................56

Luchando para vivir por Lina María Osorio .............................................64

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Jorge Enrique Rodríguez Barbosa .........................................................70

Rubiela Wilches .....................................................................................74

Historia de Jaime Enrique Rivera Ríos Por: Edilia Ríos ...........................................................................................76

Historia de Jhon Freddy Vargas Por: Ingrid Viviana Vargas ..............................................................................78

Historia de Ismael Por: Rosa Ismenia Cárdenas ............................................................................82

Los inocentes pagan en la guerra y mi familia lo vivió Por: Cennedy González de Valcarcel ...................................................................84

Historia de José Albertino Gutierrez Por: Inés Gutierrez ................................................................................98

Historia de Cristian, Rodrigo y Rubiela Wilches Por: Ana Elvia Hurtado .................................................................................102

Historia de Victor Manuel Cano Zabala .................................................106

Historia de Jhon Fernando Valencia Por: Marisol Valencia ...................................................................................108

Contenido San Martín

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Mi Historia

por Fernando Iván Méndez

Nací el tres de abril de 1953. Laboré como detective rural del Departamento Administrativo de Seguridad DAS.

Los hechos que voy a narrar sucedieron el día dos de no-viembre de 1987 en la región del Doradal (Antioquia), don-de fue dado de baja el detective Oswaldo Buitrago Huertas y donde yo, el detective Fernando Iván Méndez, fui herido.

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Ese día, el señor Jefe del Grupo Móvil de Seguridad Rural del DAS de Puerto Boyacá, Eliecer Villanue-va Aguilar, nos autorizó un permiso para que nos trasladáramos junto con nuestras familias a la ciudad de Doradal y conociéramos el zoológi-co Nápoles; también nos autorizó el vehículo perteneciente a la insti-tución para que nos trasladáramos hasta allí. Este permiso de descanso nos lo dieron por haber efectuado el día 31 de octubre la celebración de la fiesta del DAS.

Una vez concedido el permiso nos trasladamos al zoológico Nápo-les que se encuentra ubicado a las afueras de la ciudad de Doradal, Antioquia; éste traslado se efec-tuó en compañía de los detectives Oswaldo Buitrago Huertas, Orlando Melo Mora, Benítez de quien no recuerdo su nombre, el conductor del servicio, las esposas o compa-ñeras de cada uno de nosotros y nuestros hijos.

En el zoológico tomamos fotos de los animales, posteriormente y al cabo de un buen rato nos trasla-damos al perímetro urbano de Do-radal con el ánimo de tomar alguna bebida, ya que todos teníamos sed.

Por el camino nos estacionamos a nuestra derecha frente a un corre-dor amplio y allí tomamos asiento cerca del vehículo. Acto seguido, una persona que estaba condu-ciendo una moto pasó por el es-pacio que había entre nosotros y el vehículo en forma despaciosa, lo que me pareció un poco ofensivo. Hicimos caso omiso de este hecho.

Recolectamos el dinero para efectuar el pago de lo que allí se había consumido. Como yo era la persona que estaba recogiendo el dinero me entretuve en esa labor. Alcancé a darme cuenta que tam-bién llegó una camioneta Willis de color azul, se estacionó frente al vehículo de nosotros, pero no me di cuenta qué mas pasó porque me encontraba pagando la cuen-ta. Inmediatamente me fui hacia mis compañeros y les dije Vamos. Noté que ya se había ido la camio-neta azul y la moto. Mi compañero Oswaldo se encontraba un poco molesto pero no me dijo nada.

Una vez iniciada la marcha, aproximadamente a una o dos cua-dras, mi compañero dijo, Pare el carro, y se bajó. Le pregunté ¿Qué pasó?, y él respondió con firmeza,

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17Tras de ladrón bufón, rayó el carro y se bajó berraco. Inmediatamen-te se dirigió hacia el otro carro que se encontraba atrás de nosotros. Ahí también estaba el señor que se movilizaba en la moto, quien inme-diatamente se fue.

Yo me bajé también para ir con mi compañero que se ubicó fren-te a la ventanilla del conductor y yo me ubiqué en la ventanilla del acompañante. Acto seguido, uno de los señores que se encontraba cerca al vehículo en mención se me acercó y me preguntó, ¿Qué pasa?, y yo le contesté, Estamos dialogan-do con el señor, refiriéndome al señor que se encontraba en el ve-hículo. Seguidamente se alejó y se ubicó atrás del carro Willis. Mientras tanto mi compañero hablaba con el conductor del carro pero descono-cía lo que dialogaban.

Inmediatamente observé que llegó el conductor de nosotros y se puso a hablar con el mismo señor. Yo nuevamente desconocía lo que hablaban allí, pero vi que la perso-na que se encontraba adentro del Willis muy sigilosamente estaba sacando un arma de su cintura. Procedí a decirle, Amigo no vaya a sacar el arma que somos del DAS, se lo dije con el fin de no hacer nin-guna provocación.

Me contestó, De parte del DAS, e inmediatamente sacó su arma y me disparó. Yo logré esquivar ese primer disparo y me trasladé hacia el frente del vehículo desde donde inmediatamente contesté la agre-sión rompiendo su parabrisas de un disparo. Él se acostó en el cojín y

historia y al terminar de escucharla, él inmediatamente dijo en voz alta, Se cometió un error. Esos hombres enseguida improvisaron una col-choneta y me subieron a una de las camionetas de ellos y me llevaron hasta la Dorada. Y una vez en el hospital de La Dorada los médicos ordenaron mi traslado a Bogotá a la Clínica Santa Rosa de la Caja Na-cional de Previsión Social donde es-tuve internado aproximadamente seis meses.

Quedé discapacitado para toda la vida, expuesto a humillaciones, a la lástima de los demás, ya nadie me da un trabajo. Abandonado por mi esposa que se cansó de mi. Yo no era paciente sino que era un hom-bre muy amargado y muy chocho. Mi tristeza era tanta que si yo no podía hacer algo lloraba y me cas-tigaba a mi mismo con los basto-nes. Hoy en día trato de darme una alegría que no existe. Experimento que si una mujer quiere acercárse-me es por si tengo dinero, porque como dice el refrán “interés cuanto vales”.

Cuando mi hijo estaba peque-ño era mi bastón, era mis pies: mi apoyo. Hoy en día mis hijos se cre-cieron y formaron ya sus hogares. Me siento solo. Hasta el día de hoy las fuerzas no me han abandonado gracias a Dios, mas yo me pregunto ¿El día de mañana cuando ya mis fuerzas comiencen a dar muestras de cansancio, a quién me le voy a poder recostar?, ¿será que mi hijo y mi nuera lidiarán conmigo? ¿Será que mi hija y mi yerno tendrán un poco de paciencia conmigo o se les

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pudo esquivar la bala, seguidamen-te me ubiqué frente a la ventani-lla. Al momento me llegó por de-trás un hombre, me encañonó en la cabeza y luego disparó. En ese momento caí pesadamente dentro de una cuneta y perdí toda clase de movimientos, pero no perdí el conocimiento. Inmediatamente mi compañero Oswaldo vino corrien-do y me dio la mano para que me levantara pero yo no respondía, no tenía fuerza ni podía realizar movi-mientos. Él me soltó nuevamente y se fue hacia el vehículo de noso-tros, sacó su arma y se fue en bus-ca de los agresores.

Dicen mis compañeros que Oswaldo los persiguió por un calle-jón y allí lo emboscaron y lo acri-billaron. En ese mismo momento me recogieron mis otros compa-ñeros y me trasladaron a un centro hospitalario del zoológico Nápoles. Al cabo de unos minutos llevaron también a Oswaldo agonizando y a los pocos minutos falleció. Acto se-guido, ordenaron mi traslado para el hospital de La Dorada, Caldas, en la ambulancia que allí se encontra-ba.

En el recorrido hacia La Dorada el vehículo en el que nos trasladá-bamos se estrelló contra una vaca y casi nos volcamos. Momentos después de estar allí, llegaron dos o tres camionetas con gente arma-da procedentes de Puerto Boyacá, quienes decían ser de las Autode-fensas Unidas de Colombia. El jefe de ellos, de nombre Henry Pérez, me buscó y me pidió que le conta-ra lo sucedido. Así, le narré toda la

agotará como me sucedió a mi?, ¿me enviarán a un ancianato?

Todos estos interrogantes los lle-vo en mi mente y me torturan cada vez más y más, me llevan a pensar en cosas descabelladas que me mortifican. Por esto que les narro pensarán ustedes que necesito psi-cólogo, pero no, estoy bien mental-mente, solo trato de dejarles esta inquietud por si alguna vez tienen un familiar en una situación similar a la mía: por favor no lo marginen, no lo humillen, no lo desprecien, no le echen en cara lo que le dan.

Uno es bien recibido en la casa de algún pariente máximo ocho días, después ya se pone aburridor, lo hacen a uno a un lado como un vejestorio, no le dan a uno ni si-quiera el derecho a opinar. Le dan la habitación más fea para que viva, si llega alguna visita no tiene derecho a presentarse. Estos son algunas de las cosas que le pueden suceder a un discapacitado o a una persona de la tercera edad.

La pregunta del millón es: ¿Us-tedes son capaces de ponerse en el pellejo mío o de alguna persona que esté en esas condiciones?, ¿se han puesto alguna vez mis zapa-tos?, ¿saben cómo se ve el mundo detrás de estos ojos?

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era su padre, sin embargo este pro-blema era cada día peor, Leonardo decía que no podía soportar que ese hombre me maltratara.

Cumpliendo quince años empe-zó a trabajar en construcción y en oficios varios y desde ahí me co-menzó a ayudar. Desde entonces se convirtió en mi apoyo, él fue una bendición. A los diecisiete años las malas amistades (los paras) em-pezaron a enredarlo, se lo llevaron una y otra vez y yo con la ayuda de Dios lo traía de nuevo a casa. Cuan-do eso, los paras eran los dueños y señores de este pueblo y hacían lo que bien les parecía. A los mucha-chos les ofrecían esta vida y la otra y los engañaban tan sagazmente, que una noche Leonardo se com-prometió con ellos y se fue.

Duré diez meses sin saber nada de él, para mí fue duro. Cumpli-dos los diez meses me mandó una cartita más doscientos mil pesos y seguimos comunicándonos. Yo le suplicaba, le decía que se saliera de eso. Él me decía, Ya no puedo porque nos dicen que el que se salga o se vue-le es hombre muerto. A pesar de que él me ayudaba económicamente yo sufrí mucho porque allí ellos es-tán expuestos a todo.

Mi hijo Leonardo

por: Martha Diani Vargas

Nací en un hogar muy humilde. Hasta los nueve años de edad estuve al cuidado de mi madre. Ella desde peque-ñita me mandó a trabajar a una casa de familia de un pue-blo cercano a donde habitábamos. De allí me llevaron para Tunja, Boyacá, donde sufrí mucho pero aprendí a trabajar.

Por la misericordia de Dios me di estudio yo misma hasta octavo, es decir, hasta tercero de bachi-llerato. Después volví a mi pueblo natal: Miraflores, Boyacá, donde trabajé en haciendas. Luego me casé con un joven que parecía ser un buen hombre pero me equi-voqué. Con él tuve cuatro hijos: Helbert, Leonardo, María y Jenny.

Siendo ellos aún muy pequeños mi esposo se fue y nos dejó por otras mujeres. Con la ayuda de Dios y mi trabajo les di la primaria a mis hijos y parte del bachillerato. Yo no tengo familia en el llano aparte de mis hijos. Hay un dicho que dice que en cada hogar hay una oveja negra, y en mi familia esa soy yo. Ahora dependo de Dios primera-mente y de mi buena fe en él.

Hablemos de Leonardo

Cuando niño fue tierno y cari-ñoso como todos los niños, ino-cente y hermoso. Fue a la escuela como muchos niños lo suelen ha-cer. Como su padre me pegaba, él empezó a aborrecerlo, yo nunca le infundí odio contra ese señor, al contrario, le exigía respeto porque

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210 0Oportunidad

FrustradaCuando tuvo la oportunidad de

desmovilizarse, él lo hizo, me llamó y me dijo que se había desmoviliza-do porque estaba cansado de esa vida, que por favor le dijera a los tíos, o sea a mis hermanos, que le buscaran trabajo o que ellos por allá donde estaban le dieran em-pleo, él quería irse del llano porque los paras le insistían todo el tiempo que volviera a trabajar con ellos. Mi familia nos dio la espalda, no nos extendieron la mano, según ellos porque él era un para y les podía traer problemas.

Trampa MortalCuando él se desmovilizó los pa-

ras le salieron a deber una plata y como Leonardo no quería trabajar más con ellos le insistieron que fue-ra por esa plata a Puerto Gaitán. Mi hijo me decía Me han llamado va-rias veces para que vaya por la pla-ta, y yo muchas veces le dije, No vaya deje que esa plata se pierda, que más se perdió en el diluvio. Es-tas palabras se las dije el quince de septiembre, los malvados asesinos

lo convencieron después de que fuera solo a que le entregaran la plata. El dieciséis de septiembre se fue por esa maldita plata sin yo sa-ber nada. Lo citaban no para darle la plata sino para darle muerte. El diecinueve me llamaron para avi-sarme del occiso y para reconocer el cadáver.

Destruyeron mi bastón

Era él quien estaba pendiente de mi, era él quien a la hora que fuera me llamaba para saber cómo estaba, era con él con quien conta-ba cuando necesitaba algo, puesto que desde hace diez años me en-fermé de la columna y no puedo trabajar. Leonardo me sostenía y aunque no era excelente era único, ninguno de mis otros hijos se ase-meja a él, así como los dedos de la mano nunca son iguales.

Esto me ha afectado mucho y más me afectará si queda impune, si la ley, si el gobierno o a los que les corresponde no hacen nada. Queda uno tan confundido que no sabe ni quien es quien, o si todos están de un solo lado. Yo si perdí más de lo que se perdió en el dilu-vio, soy madre y perdí a mi hijo.

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a causa de la violencia

Por: Arturo

Mi historia personal

Mi nombre es Arturo, tengo vein-te años y nací acá en San Martín, Meta el día 29 de junio de 1989. Aprovecho y le doy gracias a Dios y a mi mamá por darme la vida. Desde entonces me crié con mi mamá, mi abuelita y demás familia-res. Cuando yo tenía cinco años de edad mi mamá fue asesinada de-lante de una multitud de gente en unas festividades que se realizaban en este municipio, por cierto grupo ilegal. Desde entonces quedé en manos de mi abuelita a quien siem-pre le daré las gracias por haberme dado su cariño, apoyo, sustento y muchas cosas buenas para mi edu-cación, estudio y bienestar.

Mi abuelita siempre se esforzó por mi cuidado hasta el día en que desafortunadamente falleció. Yo sé que mi Dios la cuida, ella debe es-tar muy bien al lado de él y de mis otros familiares que ya no están en este mundo. También le doy gra-cias a la mayoría de mis tías, mejor dicho, a todas mis tías por parte de mi mamá, por el apoyo, consejos y

por permitirme convivir juntos con ellas por temporadas, de verdad le doy muchas gracias a todos.

En cuanto a mi supuesto papá, no respondió por mí y ni siquiera el apellido me dio. Tiempo atrás en mi niñez y desde que tengo uso de razón, abuelos, tíos y tías por parte de papá me buscaban y me hacían invitaciones a sus casas para tener un mejor vínculo y una buena co-municación conmigo, pero al paso del tiempo crecí y ni siquiera volví por allá. Si al caso hablo de vez en cuando con supuestas tías por par-te de papá.

En este momento estoy mejor y siempre estaré mejor con mi fa-milia materna, le doy gracias a Dios por ellos y ellas. Resumiendo lo de mi familia paterna, según dicen mi papá biológico fue asesinado hace más o menos siete u ocho años. Los rumores de la gente es que fue-ron los grupos ilegales los autores de ese crimen contra mi supuesto papá.

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Escucho la lluvia...

Por: Consuelo Yanquen Escucho la lluvia y me encuentro con mi pensamien-to, con su voz, su risa, su figura. Todo está aquí graba-do en mi cabeza.

Tengo una inmensa tristeza sumida por el dolor, por la ausencia de mi motor, de mi aire, de mi todo.

Se apagó. Siento que la vida se detuvo bruscamen-te, nunca lo esperé.

Aún no logro entender como sucedió, por qué pasó. Mi muñeco ya no está, ya no sonará nunca más el teléfono para escuchar esa maravillosa voz cargada de alegría, de entusiasmo, siempre con una excelente broma.

Él quería que todo el tiempo fuera bueno, que todo fuera perfecto, nunca existía dialogo maluco así él es-tuviera en aprietos.

Él, mi hijito querido, se me fue. Tan corta su vida, llena de miles de ilusiones, siempre con el ánimo de ser cada vez mejor, en la lucha de superación.

Quería darnos una mejor calidad de vida, quería hacernos sentir muy bien, protegidos, quería suplir la falta de un padre o un esposo responsable. Él, siem-pre pendiente de todos nuestros momentos, el mejor hijo.

El excelente hermanito y un padre ejemplar, tenía muchos planes para su pequeño hijito, era su vida, su todo.

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270 0Mi hijo era un amigo de verdad,

era descomplicado y con su cora-zón noble siempre listo a servir al joven, al anciano, a todos. Dejó mu-chos recuerdos lindos en la gente.

Encuentro personas que me co-mentan de sus vivencias comparti-das con mi hijito y me alegra saber que dejó una huella buena, imbo-rrable, todo es un bonito recuerdo.

En este momento pienso y repa-so su niñez, su colegio, su servicio militar, su lucha de superación, el afán de surgir, pero lamentable-mente unas balas asesinas termina-ron con su vida y con todas nues-tras ilusiones.

¿Qué pasó?, no lo entiendo. Cenamos juntos, nos reímos, hi-

cimos bromas y salí en busca de mi otro hijo. Quedamos de hablar den-tro de un momento, momento que ya nunca será.

Es muy duro recordar ese mo-mento. Una llamada, te necesitan urgente en el hospital, pensé en todo menos en una tragedia para mí, para mi familia.

¡Ay!, cómo me duele escribir este momento difícil, encontrarse fren-te a esta escena es cruel, cuando tus manos ayudan a salvar vidas pero no funcionaron para nada cuando más las necesitabas.

Mi hijo se había ido y ya nunca jamás escucharé su linda voz. Sus manos frías, su rostro pálido y en su cabeza hilos de sangre que sa-lían por los orificios de los proyec-tiles que le arrancaron su vida, sus ilusiones y lo separaron de las per-sonas que lo amábamos.

Él, mi muñeco, nunca nos co-mentó que tuviera líos ni conflictos ni nada. No sabemos nada, revisa-mos sus escritos ya que él escribía, llevaba una agenda. Todo lo escrito eran planes y más planes, siempre con la ilusión de surgir, de darnos una vida armoniosa, alegre.

En el momento previo a lo acon-tecido estaba de visita en nuestra casa planificando y dejando todo en orden, organizando porque en escasos ocho días su mamá cum-pliría años y él le preparaba una serenata, la que ella siempre soñó. La contrató. Músicos. Pensaba que todo sería hermoso. Me comentó esto su hermano, el delegado para que todo saliera bien, puesto que él tenía que regresar a Bogotá para continuar trabajando y estudiando, eso era lo que hacía en esta época de su corta vida.

Dejar listo y llegar de sorpresa el día de mi cumpleaños.

En unos segundos todo esto se terminó trágicamente, su vida aca-bó y nosotros quedamos sumidos en la tristeza y en el dolor. Estoy frente a su tumba y me duele mi alma, mi todo. No entiendo, cada día duele más, cada vez siento más su vacío, su espacio. Ya no pode-mos compartir ni acordar nada.

Me siento muy sola y vacía. ¿Hi-jito mío dónde estás? Te amo mi vida.

Quisiera que todo esto fuera una pesadilla y despertar ya.

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Sneider Trujillo Perales (1985-2008) El 03 de octubre de 1985 nuestra madre dio a luz a su

noveno hijo, Sneider, en el Hato Punto Cemento que se encuentra ubicado a ocho horas de San Martín. El niño pesó siete libras y medía, era un bebé hermoso.

Pasados cinco años nuestros padres decidieron trasla-darse a San Martín, lugar en el que Sneider empezó sus estudios en la escuela Antonio Nariño donde cursó toda su primaria. Luego hizo su sexto grado en el Colegio Nacio-nal Integrado, es allí donde decide dejar sus estudios para dedicarse a manejar una volqueta. A la edad de once años ya era conductor. Duró trabajando ocho años para las Pal-meras Barbascal, después decide conducir un camión que viajaba cada ocho días para el Mielón. Allí duró cuatro años.

A los veintidos años se fue a trabajar al Vichada y es-tando allá tomó en arriendo un billar. Mi hermano estaba contento trabajando en su negocio y faltando como dos días para la navidad de 2008 decidió venir a pasar las festi-vidades con nosotros, pero antes de venirse, un supuesto amigo que era del ejército le pidió prestados quinientos mil pesos y a cambio le dejó un arma empeñada. Y es a raíz de esto como esta persona acaba con la vida de mi herma-no para siempre. Él cuerpo sin vida fue hallado al frente de un internado llamado “Mielón Piramiri”, totalmente irreco-nocible. Se pudo identificar después por su ropa y algunas partecitas de su cara.

Es muy injusto que personas como éstas anden por el mundo sin que nadie los juzgue. Sneider fue un gran her-mano, buen hijo y buen padre, colaboró mucho en su casa y se ha ido dejándonos un vacío en nuestros corazones. ¡Por favor!, queremos que se haga justicia.

Por: Ana Elvira Perales

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Luis Fernando Bonilla

Castellanos por Guillermo Bonilla Vergara y Luisa Fernanda Bonilla Q

uerido hijo Luis Fernando Boni-lla Castellanos, fuiste el primer hijo que gracias a la buena voluntad de Dios y de la Madre Naturaleza tuve el honor de conocer, y al mismo tiempo, el primero al que pude sentir en carne y hueso, y ver con mis propios ojos. Desde pequeñín siempre fuiste demostrando las grandes capacidades intelectuales y físicas que tenías y con el largo transcurrir del tiempo las fuiste moldeando hasta los últimos días de tu vida. Fercho, como todas las cosas de la vida están compenetra-das de una u otra forma en el mis-mo camino largo y dispendioso de la vida, siempre y en cada momen-to te encuentras reinando y gober-nando un espacio en mi corazón, espacio que tú te ganaste y del cual seguramente siempre serás el due-ño, pase lo que pase.

Tantos recuerdos transitan por mi mente, como cuando vivíamos en Medellín, Antioquia, como el viaje que hicimos a Carmen del Vi-boral, en compañía de tu herma-no y de tu mamá, disfrutamos de un delicioso almuerzo al aire libre acompañados por una tibia brisa. Los ratos agradables que pasamos en las diferentes piscinas de los si-tios recreativos de la hermosa ciu-dad de Medellín, donde diste los primeros pinitos del conocimiento de la natación y que con el trans-currir de los años se plasmaron y maduraron, y que sirvieron para trasladar sobre el agua a tus dos hermosas hijas, las cuales en este momento te recuerdan como lo más importante para el desarrollo de su vida infantil.

Recuerdo los ratos tan intere-santes que viví contigo y que dis-

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330 0fruté en el caño de Pozo Azul y el Charquito, donde tuve la fortuna de lanzarte lejos y hacia arriba para que luego cayeras en el pozo salpi-cando grandes cantidades de agua hacia los lados. También cuando fuiste a Puerto Berrío con tu mami y tu hermano Fredy, o cuando via-jaste con ellos mismos a la ciudad de Cali en donde pasamos ratos muy chéveres y ensoñadores. El rato que paseamos por el centro de la ciudad de Cali, la grata esta-día en la plaza de Caicedo. Siempre tu compañía fue muy especial. Re-cuerdo que siempre durante el via-je estabas preguntando que como se llamaba tal cosa o tal otra. En fin, siempre estabas interrogando. Re-cuerdo mucho cuando te visité en Cáqueza, donde hacías tus prime-ros pinitos en la Fuerza Policiaca. Luego te trasladaron para Bogotá, y luego para Pacho, Cundinamarca, donde pasé un rato increíble con tu pequeño grupo familiar.

Los días pasan y pasan y las hojas del calendario van cayendo, pero los recuerdos quedan y son difíciles de olvidar, pues los seres queridos siempre están en la memoria. No sé, pero tengo el presentimiento de que quizás en el más allá algún día nos encontraremos y que pase lo que tenga que pasar. Una nueva etapa de la vida siempre será inte-resante.

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Carta de Luisa Fernanda a su padre 12 de julio de 2009

Esta carta va dedicada al mejor papá de este mundo; al es-poso más comprensivo, amoroso y responsable, al buen her-mano que siempre estaba ahí para cuando lo necesitáramos; al hijo respetuoso, educado y sincero, al mejor amigo. En po-cas palabras a la persona más interesante que uno pudiera conocer: Mi papito.

No me alcanzan las palabras para decir todo lo que siento y sentiré por mi papá. En fin, no hay palabras que definan a esa persona que siempre estaba ahí conmigo, apoyándome, educándome, amándome, haciéndome respetar, tolerándo-me, dándome todo lo que pidiera, aunque esto último es lo de menos. Enseñándome y aconsejándome acerca de lo dura que es la vida y diciéndome lo bueno que es vivir los momen-tos agradables y desagradables con las personas que más nos quieren.

Mi héroe, la persona más perfecta que he podido conocer, ese es mi papá, era tan interesante. De primera impresión era bravo, déspota y sobre todo guapo, pero en su interior, sus sentimientos eran tan nobles y tan puros que se hacía coger aprecio y cariño de las personas.

Las ironías de la vida: ver a una persona tan sana y tan bue-na como era mi papá, y que acabara de la forma más ruin y maligna que puede existir en este planeta. Mi papá era muy joven pero con alma de viejo, tenía una perspectiva del mun-do tan madura. Era además excelente consejero. Uno de sus consejos que recuerdo con mayor precisión y que jamás se me va a olvidar, y que a pesar del tiempo que ha pasado toda-vía retumba en mis oídos, era una frasecita muy corta que él repetía: Hay que ser mierda en esta vida, para que lo respeten a uno, jajajajaja, yo sé que no fui a la única que le dio ese con-sejo, y nos ha servido a muchos para salir adelante.

De la hija que te recordará toda la vida,

Luisa Fernanda.

El finalDiez y quince de la mañana del

día 19 de noviembre de 2005. Yo me encontraba en la cafetería so-cial compartiendo con mis amigos de siempre sobre los temas de jue-go, ciencia, cuando de pronto se dejó escuchar el timbre del viejo celular. Lo accioné y escuché la voz ronca de mi segundo hijo Fredy, quien me dijo Le tengo una mala noticia, mataron a Fernando. En ese momento la moral se me fue para el piso y de allí para adelante los momentos fueron terribles.

Hoy me encuentro participando en este proceso con todos ustedes y le pido a Dios que nos fortalezca a todos y que nos dé energía para continuar con esto. Gracias a todos mis compañeros, que el todo po-deroso los proteja de las garras de la maldad.

Bonny

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Historia de Hernán Marín Marín,

Por Gloristelly Marín García y Stevan Hernán Marín Martínez

oy a relatar la historia de mi hijo Hernán Marín Marín, de cuando era bebé y de su juventud. Nació el 30 de diciembre de 1979 a la una y veinte de la mañana en San Martín, Meta. Blanco, cabello castaño, ojos cafecitos, pesó 7 libras y media, y midió 46 centímetros, era un niño alegre. Sus primeros dos años los vivimos los dos solos. Luego co-nocí una persona muy buena que se convirtió en su papá, quien de verdad se preocupó por él y fue el mejor papá para mi hijo. Mi hijo decía, Papá no es el que engendra sino el que cría, lo quería mucho, para Hernán fue su padre modelo, su apoyo, su mano derecha, nunca me le negó nada.

Nos fuimos para una finca lla-mada Laureles, era un niño alegre,

juguetón, hablaba mucho, canta-ba, se divertía mucho en la finca. Cuando ya tenía 6 años, me vine para el pueblo a ponerlo a estu-diar y viajábamos para la finca cada vez que tenía vacaciones a visitar al papá que se había quedado tra-bajando allá. Mi hijo era muy buen estudiante, sacaba buenas califi-caciones, ganaba diplomas cada año, estuvo en la banda del colegio donde tocaba la trompeta y la caja. Le gustaba también hacer presen-taciones cuando celebraban el día de las madres.

Recuerdo cuando pasó a hacer primero de bachillerato. Ese año salió a cantar la canción “Lamento Guaquirí” con la banda del colegio. También me regaló un ramo de flo-res, eso para mí fue motivo de mu-

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37cho orgullo y alegría. Pasó a cursar segundo de bachillerato, pero para ese tiempo nació mi hija y me tocó irme para la finca. Mi hijo quedó solo acá en el pueblo y no termi-nó el curso porque se había vuelto muy recochero.

Como no siguió estudiando, el papá vino por él y se lo llevó para la finca a enseñarle a trabajar, para que fuera alguien en la vida. Él era el único hijo varón que yo tenía. No había cumplido los quince años cuando consiguió mujer. Como a los dos o tres años tuvieron un niño que se llamó Stevan Hernán Marín Martínez. Mi hijo se organi-zó con la mujer y siguió trabajando allá mismo donde nos encontrába-mos. Tiempo después se vino para el pueblo con la mujer. Mi esposo y yo nos vinimos también para el pueblo y pusimos una panadería y allí mi hijo comenzó a trabajar con nosotros como panadero.

A mi hijo me le dañaron el cere-bro para que cogiera para el mon-te a trabajar, lo cual fue muy duro para mí. Cuando él se fue lloré mu-cho, pensaba que a cualquier mo-mento tendría una mala noticia, yo sufría mucho. De vez en cuando él me mandaba platica y me ayuda-ba, y en la medida de lo posible se mantenía pendiente de nosotros. Luego la panadería se puso mal y nos tocó acabar con ella e irnos.

Él vivía pendiente en diciem-bre, en los cumpleaños del papá,

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del hijo y de los míos. Tuvo otro niño llamado Adrian Camilo Marín Guerrero que no fue con la misma mujer. Él a los hijos les compraba siempre lo mejor.

En abril del 2006 se incorporó a la vida civil en el Guaviare, lo que fue un motivo de mucha alegría, de ver que ya no estaba arriesgan-do la vida. Antes de desmovilizar-se había tenido un accidente en la casa, cuando se le disparó una pis-tola y a raíz de eso le quedo torci-da la cara. Estuvo muy grave y los médicos decían que no se salvaría. Yo le pedía mucho al señor de los milagros que me lo salvara. Eso fue el primero de diciembre de 2005 que llamaron a mi esposo como a las cinco de la tarde a decirle que él estaba grave en el hospital de Vi-llavicencio.

Ya en el programa de reincorpo-ración hizo un curso en el Sena y estaba pensando seguir el bachille-rato apenas volviera de una opera-ción de oído que le iban a hacer en mayo en Bogotá. En la operación le iban a sacar la bala, aunque el mé-dico decía que era muy arriesgado y que se podía morir. A raíz del ries-go de la operación él no quiso ir a Bogotá y vino y me dijo Mamita, yo no me voy a mandar a operar porque el médico dijo que la bala estaba al pie de la vena aorta. Ma-mita aquí esta su hijo, con la cara torcida, pero lo tiene vivo, yo voy a durar otros 20 años más.

Entonces yo me pregunto, ¿por qué me lo quitaron tan joven?, ¿por qué no me lo dejaron vivir más?, ¿acaso no tienen hijos, no tienen mamá?, ¿es que acaso no piensan que quitarle la vida a un hijo es matarlo a uno por dentro, sabiendo que le quitan un pedacito del alma, sabiendo que le quitan a uno media vida o más? Le pido a toda la gente que mata, que des-aparecen, que por favor no haya más guerra, que piensen en la paz, que no acaben con más mamás, no más hijos huérfanos. Les pregunto, ¿acaso no les da pesar?, ¿acaso us-tedes no tienen hijos? Yo lo único que pido es que no haya más vio-lencia, no queremos más odios, queremos que Dios haga justicia.

Para mí fue muy duro la muerte de mi hijo. Ese día 30 de septiem-bre fue la última vez que hablé con él como a las seis y media de la noche. Él estaba repartiendo unos tamales en la moto, estaba conten-to por ahí haciendo recocha, él era muy recochero. A la hora que dijo vino y me trajo a la casa. Como a las siete volvió a pasar y me pitó. Después de eso nunca más lo volví a ver, ni lo volveré a ver. Dicen que lo mataron a las diez y cuarenta y cinco de la noche. Yo me enteré a las dos de la mañana. El domingo me lo entregaron a las cinco de la tarde, para velarlo. El lunes del en-tierro, los familiares y amigos le lle-varon El Mariachi Páramo, en un si-tio llamado Arena. Él cuando estaba

vivo pidió que le pusieran un disco cuando se muriera y así lo hicieron sus amigos.

No sé si él presentía la muerte. Tres días antes había traído una foto que mando a hacer con una leyenda, me dijo: Mami, no le pare-ce que este pecho de hijo es muy lindo, y yo le dije, La foto está muy linda, pero no me gusta la leyen-da, porque parece que fuera como cuando una persona está muerta. A él le dio risa. También por esos días le dijo a la muchacha con quien es-taba viviendo últimamente, Usted va a sufrir mucho porque está mal acostumbrada, pero mi mamá no, porque ahí le dejo a mi hijo, ella va a hacer de cuenta que me está criando porque él es mi retrato.

Uno sabe que la persona que más sufre es la mamá porque a un hijo no lo repone nadie, nunca lo olvida, a cada momento lo está re-cordando. Cada vez que uno va a comer se acuerda de lo que le gus-taba de joven, de bebé, a los veinti-séis años, le quedan a uno muchos recuerdos que nunca se pueden olvidar. Cuando voy a llevarle flo-res, porque a él le gustaban las flores, me acuerdo que él siempre me decía, Mami, las flores no son en la casa sino en el cementerio, él era el que me tenía que llevar flo-res a mi tumba, no yo a él. Mi hijo, una persona tan joven que perdió la vida así, mi Diosito se la quitó a través de otra persona. No es jus-to que hagan eso, todo el mundo

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390 0tiene derecho a vivir. Espero que no sigan haciendo más daño, na-die siente el dolor de una madre, sólo uno lo vive en carne propia. Lo único que digo es que amigos hay muy pocos, en las borracheras si les llueven, después son muy pocos los que se vuelven a acordar de ellos, en cambió la mamá siempre va a estar en las buenas y en las malas.

Se despide una madre destroza-da que aparenta vivir con alegría, pero a quien por dentro le hicieron un daño muy grande. Vivo por el esposo, porque en él tuve todo el apoyo que necesité, fue mi bordón y seguirá siéndolo, y me siento muy alegre de tenerlo a mi lado. Lo mis-mo, mis dos nietos y mi hija, por ellos sigo adelante trabajando para mi hogar, le doy gracias a Dios por haberme salvado mi esposo, dáme-lo Señor otros años más por favor.

Vivo agradecida con mi familia y amigos, en especial los que me apoyaron cuando más lo necesité, como por ejemplo Sugel, su prima, que lo quería tanto, con quien es-tuvieron siempre juntos. En toda su infancia no se separaban.

A él le gustaban mucho las can-ciones, cuando pequeño le gustaba entrar a bañarse y mientras tanto cantar “Predestinación” y otras más. Le gustaban los vallenatos, las llaneras, últimamente también le gustaban “Más Trabajo por mi Cuenta”, “Egoísmo”, “Eres mi dro-ga”, “La creída”, “Mi gran Colombia”

y me “Salió maestra”. Le gustaba mucho la música y bailar. Sus comi-das especiales eran los frijoles, los tamales, los huevos revueltos con arroz, siempre yo le guardaba un bocadito.

En esos días me había dicho, Mamá, no le compre el anillo de grado a la niña de los 15 años que yo se lo doy y le voy a hacer una fiesta de cumpleaños, yo le dije: Ella no quiere fiesta, entonces me contestó, Mamita, 15 años no se cumplen si no una sola vez, yo se la voy a hacer. Desafortunadamente no alcanzó a hacerla.

Un corazón marchito, triste y adolorido soy hoy en día. Se acabó la alegría de las navidades, las fies-tas. Mi hijo era muy alegre, le gus-taban muchos las fiestas y bailar. Todavía conservo los tenis que le regaló su tía Marina. Conservo tam-bién la última blusa que me dio de cumpleaños el 10 de septiembre de ese año. Hay mucho por con-tar, pero en este momento no me acuerdo de más.

Carta de Stevan Hernán Marín Martínez, hijo de Hernan Marín Marín

En el momento tengo 10 años, el 4 de septiembre cumplo 11. Cuando mi papá murió, yo tenía 8 años, andaba con mi mamá y mi tía Milena. Cuando yo llegué a mi casa, estaba mi abuela, mi abuelo y los amigos de mi papá llorando. Mi abuela me dijo que mi papá había muerto la noche anterior a las 10:45.

Mi papá me hacía muy feliz, íbamos al caño, al parque y a Granada, a Villavicencio o a donde él fuera. Mi hermanito Camilo Marín Guerrero, tenía 3 años cuando mi papá murió. Mi papá le daba lo mejor y quería lo mejor para los dos. Él era muy sonriente. Nos llevaba en la moto.

El día que falleció, a mi me dio muy duro porque él me que-ría mucho. Mis amigos me acompañaron al entierro. Ahorita último he tenido sueños con mi papá. Lo veo en mi pieza y le pido que le dé lo mejor a toda mi familia y nos cuide, nos proteja y nos desee lo mejor, y que lo queremos mucho. Nun-ca lo olvidaremos, siempre está en mi corazón y en el de los familiares. Te queremos mucho.

De tu hijo Stevan Hernán Marín Martínez

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de mi vida

Algo que nunca sepodrá borrar demi mente,

Por: Manuel de Jesús Ariza E la conversación y me dijo mirando hacia la puerta asustado, Manuel en la puerta hay dos manes y están armados. Me levanté de la cama, fui hacia la puerta, la abrí y la sostu-ve con las manos. Vi que había dos personas encapuchadas, la primera de baja estatura y moreno portaba una escopeta tipo changón, se le veía el color en los brazos donde portaba el arma. El otro era alto, fornido y portaba en su mano de-recha un revolver, con el cual me apuntaba. Me preguntaron ¿Quién es Tarzán? hable y se salva, y yo les contesté ¿Es que ese señor tiene problemas o qué?, a lo que ellos contestaron, Camine y nos dice dónde vive. Yo les contesté, Él vive en una casa con puertas verdes y voltee esa vaina para allá que me asusta a los niños, y con mi mano izquierda le moví la escopeta hacia un lado. Se miraron entre sí, el de la escopeta la levantó y disparó, al

sta es mi historia, algo que nun-ca se podrá borrar de mi mente, de mi vida. Sucedió el 29 de junio de 1998. Eran aproximadamente las siete y cuarenta de la noche del veintinueve de junio del año 1998, aquel fatídico día que me dejaría marcado con huellas imborrables en mi cuerpo para siempre, como una pesadilla que nunca nada ni nadie podrá borrar de mi memoria ni de mi vida, algo real que nunca imaginé que me podría suceder. Algo que también tuvo que sufrir mi familia, más o igual que yo.

Me encontraba hablando con mi amigo Pablo del Basto acerca de cosas de trabajo. Pablo, quien se encontraba trabajando en el campo, hacía como ocho días que había cumplido años. Ese día junto con mi esposa y mis hijos le íbamos a celebrar el cumpleaños, pero por causas desconocidas no pudimos terminar la charla, él interrumpió

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43mismo tiempo yo le lancé la puerta y me tiré al piso, recostado contra la puerta. Les grite, ¿Es que nos piensan matar o qué?, al momento escuché un disparo que le pegó a la puerta, y la pintura de ésta me cayó en la cara, me levanté del piso, la habitación se encontraba llena de humo a causa del escopetazo, sos-tuve la puerta con la mano derecha recostado contra la pared.

En ese momento hizo su apa-rición el tipo alto que portaba el revolver, quien hizo dos disparos tras la puerta pero se desconcer-tó por que no me vio. Me llené de valor porque mi vida dependía de mi mismo y me lancé encima de él, forcejeamos por un rato, pero la suerte estuvo de mi lado, uno de mis dedos quedo tras el gatillo del arma, él lo volteaba hacia mí y gati-llaba apuntándome a la cabeza, yo lo golpeé varias veces en la cara y en la cabeza con mi puño izquier-do, pero él no caía. Me encontraba asustado y también pendiente del otro atacante que estaba afuera, escuché un ruido que venía de afuera, lo golpeé duro y se me sol-tó cayéndose en la cama, me dis-paró a la altura del abdomen, sentí el dolor y me toqué con la mano. Él se levantó disparando de nue-vo, me lancé al suelo dando botes y siguió disparando hasta agotar la carga y salió. Yo corrí hacia dentro de la casa adonde estaba mi espo-sa y le dije, Denme algo con qué defenderme porque nos van a ma-tar, y ella me dijo, Por aquí no hay nada. Salí nuevamente, apagué la luz y me agaché con miedo de reci-

decía, Rubén ándele rápido porque este muchacho se nos va a morir. Nunca nada ni nadie me hará olvi-dar lo que sentí cuando me trasla-daron a Villavicencio, todo mi cuer-po se enfrió, la pérdida de sangre, los líquidos del intestino perforado por el proyectil se regaron en mi estómago, fue un dolor indes-criptible, como si me clavaran mil agujas en el cuerpo. Un dolor tan desesperante que me sentía morir a cada frenazo que hacía el vehícu-lo en el viaje, viaje que me pareció una eternidad.

No sé cómo se mide el sufrimien-to, ni qué tanto esperé. A medida que pasaba el tiempo ese dolor se hacía más intenso. La enfermera Berenice no sé cuánto sufrió con mi dolor, pero de que sufrió, su-frió. Cuando llegamos al hospital bajaron la camilla rápido. El piso era lleno de baches y fue ese el último grito de dolor que sentí. Ya dentro del hospital sólo oraba, pidiéndole a Dios que no me dejara morir por-que yo quería vivir para ver crecer a mis hijos al lado mío. En ese mo-mento llegó una tía llamada Cruz María que practicaba el evangelio y me dijo, Mijito debe entregarle su alma a nuestro señor Jesucristo, vamos a decir esta oración, como pude, entre gemidos de dolor dije la oración, luego perdí el conoci-miento.

Les pregunto, ¿alguno de uste-des ha escuchado hablar del túnel? No sé cómo sucedió pero viví esa experiencia, es como un sueño. Me encontré como volando en la oscu-ridad, la meta de uno es un pun-

0 0bir otro ataque. Miré hacia abajo y hacia arriba, cuando los vi estaban como a cincuenta o sesenta metros prendiendo una moto DT y luego se fueron. Después entré a la casa más calmado, encontré a Pablo en el piso junto a una puerta y le dije, Pablo camine me lleva al hospital porque me hirieron, él abrazaba a su hermano y a mis hijos de siete y cinco años. Pablo me contestó, A mi también me hirieron, y le dije, Entonces vamos porque aquí na-die nos va a llevar. Como pudimos lo levantamos del piso junto con mi esposa que sólo gritaba y pedía auxilio a los vecinos. No podíamos esperar a nadie, lo subimos a mi motocicleta y nos fuimos. El hospi-tal estaba ubicado en la calle cuarta con carrera séptima, yo iba lo más rápido que andaba la motocicleta. En la avenida por poco nos arrolla un bus que pasaba.

Llegamos al hospital, los celado-res nos vieron heridos y nos ayuda-ron. Adentro me pude dar cuenta de las heridas que tenía: un tiro de revolver en el costado y en el cue-llo, y tenía el roce no profundo de un tiro de escopeta. Los médicos nos atendieron colocándonos sue-ro y unos vendajes en las heridas y nos remitieron para Granada.

En Granada nos demoraron un poco. Se fue la luz. Al cabo de un tiempo, se nos acercó un médico y dijo, Usted se va para Villavicencio y el otro se queda. Me llevaron en la misma ambulancia de San Martín. La enfermera Berenice y el conduc-tor que eran mis amigos se nota-ban preocupados por mi salud, ella

to blanco, que a medida que uno avanza se hace más y más gran-de, tan grande que cuando me di cuenta, vi un resplandor grandísi-mo a mi alrededor. Entre sombras vi una imagen del señor Jesucristo con el manto sagrado, me dijo unas palabras que no logro recordar bien. Hablé con él por espacio no sé si minutos o segundos. Él hizo un movimiento con su mano, no sé si era de despedida dándome a entender que no era el momento, ni la hora, ni el día de reunirme de-finitivamente con él. No sé cuánto tiempo transcurrió pero cuando desperté, los médicos me estaban reanimando, dándome choques eléctricos. Luego me subieron a ci-rugía donde estuve no sé cuánto tiempo. Cuando volví en sí, sentí hinchada la cara, los brazos, real-mente había engordado en cirugía.

Mi madre que sufrió en carne propia todo lo sucedido conmigo se alegró mucho, cuando volví. Ella lloraba, no sé si de la emoción de verme vivo o del dolor que sentía de verme como estaba. Me pre-guntó, ¿Qué paso mijo?, ¿quién me le hizo todo esto que tiene?, ¿por qué le hicieron daño? No po-día hablar, sólo la miraba llorando y yo también lloraba con ella de ver-la sufrir por mí. Estuvo pendiente todos los días conmigo junto a mi esposa y mi hermana, a quienes les debo tanto. No sé cómo pagarles todo este sufrimiento vivido por mí y por mi familia, no sé cuándo se va a olvidar o si nunca se borrará.

Estuve por espacio de siete días en el hospital, y por temor a

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45un nuevo ataque me fui a vivir al barrio San Benito en Villavicencio donde estuve por el tiempo de la convalecencia. En ese entonces te-nía un dinero ahorrado para com-prar una casa para mi familia pero todo se fue gastando en medica-mentos y tratamientos. Duré cien-to veintitrés días con una caraya, haciendo popó en una bolsa, luego fui sometido a una nueva cirugía donde iban a cerrar la colostomía pero resulté con un problema en un uréter. Según el cirujano había que hacer una cirugía en el riñón iz-quierdo con el fin de reemplazar el uréter que había sido averiado por el disparo que había recibido.

Nuevamente estuve hospitali-zado un tiempo quedando con un catéter reemplazando mi uréter. Todavía lo conservo en mi riñón izquierdo. He estado varias veces donde el especialista quien dice que hay que operar de nuevo, pero por falta de recursos no he podi-do hacerme esta nueva cirugía. He tenido varias recaídas. Hace unos días estuve en Granada hospitaliza-do por un problema de riñón y no sé hasta cuando pueda estar bien de salud. De sólo pensar en tener que estar uno o dos meses hospi-talizado sin poder trabajar para po-der sacar a mis hijos adelante con el estudio, me comienza la preocu-pación. No cuento con la ayuda de nadie porque lamentablemente, un colombiano está jodido y a los otros colombianos no les importa. No sé cuánto durará esta larga es-pera, ni a quién acudir para pedir ayuda porque el orgullo me lo impi-

de, pero ya son once años que han pasado con esta difícil situación. Este veintinueve de junio pasado los cumplí. Cada vez que llega esa fecha vuelvo a vivir esa dura expe-riencia, que no ha sido nada fácil para mí, no me ha sido posible olvi-dar esa pesadilla.

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Mauricio y Juan Carlos El día 19 de diciembre de 2007

me llamó mi hijo y mi sobrino para avisarme que llegaban al otro día a pasar la navidad con toda la fa-milia, yo me puse muy feliz. Le pre-paré la comida que más le gustaba, pero esta felicidad que sentí en un principio después se convirtió en angustia. Solo Dios sabe mi tristeza y mi dolor, es un vacío inmenso, no pierdo la esperanza de que algún día pueda tener noticias de ellos o que ellos aparezcan, ya que para Dios no hay nada imposible. Hijo te sigo esperando con los brazos abiertos, yo solo le pido a Dios que donde estén me los protejan.Todos los días hablaba con mi hijo a las cinco de la tarde y algunas veces también hablaba con mi sobrino, yo había preparado un buen sancocho porque era lo que a él más le gus-

taba. La espera se hizo más larga y él no llegaba. Era tanta mi ansiedad de verlo que comencé a llamarlo, pero su celular lo tenía apagado. Mi angustia se incrementó al ver que él no aparecía, me desplacé por los Llanos Orientales para tener alguna noticia pero desde entonces han pasado los días y no tengo una sola noticia de él. Todavía no pierdo mis esperanzas de volverlos a ver, por-que yo siento que están vivos. En mis oraciones le pido a Dios, que donde se encuentren me los cuide, porque es tanta la tristeza que no paro de llorar.

Los extraño mucho.

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Por: Marleny Quintero Cano

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49Habla Germania

Mi mamá fue más que una abuela para ellos. Desde que ellos llegaron a este mundo, se convir-tió en un bastón y el ser más ma-ravilloso que los acompañó desde y hasta siempre. En realidad, mi vieja con el alma llena de cicatrices so-brevive con esa fe inmensa de ver-los llegar de nuevo. Mis hijos tratan de disimular sólo para no alimentar mi dolor de la tragedia que llegó a nuestras vidas, arrasando consi-go toda nuestra felicidad. Lo único que no nos pueden quitar es la fe de verlos llegar otra vez.

Habla AndreaDesde el 20 de diciembre de

2007, que desaparecieron, hemos pasado dos navidades vacías, con incertidumbre, en espera de aque-llas dos personas tan alegres, dos personas que permanecían juntas, que prendían la fiesta con la chis-pa que siempre los caracterizaba. Son personas que dejan huella. La navidad siempre me había pareci-do la fecha más anhelada y espe-rada, desde ese año ya no sé si es la fecha que más espero. Estos dos años ya no ha sido una fiesta, si no una fecha memorable, otro año que pasa, pero otro año sin ellos. La esperanza es la que no perdemos. Siempre tratamos de estar unidos y pasar esa fecha en fiesta porque sabemos que donde ellos se en-cuentren, desearían vernos así. Sin embargo no dejan de ser navidades vacías.

Eran dos personas fundamentales para mi vida y todos los días de mi vida los recuerdo, es muy difícil no hacerlo. Éramos fanáticos de la música clásica. La situación econó-mica nos hizo separarnos, se fue-ron por allá y yo me quedé acá en la ladrillera. Me acuerdo tanto que Mauricio me decía: Jairito, yo quie-ro que usted sea el padrino de mi hijo, cosa que no se pudo por las circunstancias y es aún más triste cuando la hija de mi tío pregunta inocentemente por su papá y le te-nemos que decir mentiras, porque sencillamente son palabras muy duras para ella. Estoy seguro de que a ninguna persona le gustaría escribir la historia que nos trae un pasado irreversible. La gente dice que la esperanza es lo último que se pierde, ¿dígame si yo puedo de-cir eso, después de casi dos años?

Habla Luisa Fernanda

Esta historia se debe comenzar diciendo “antes y después de”. Antes de respirar y vivir en carne propia la cruel violencia de nuestro país, la desaparición de mi tío Juan Carlos y mi primo Mauricio, luego la muerte violenta de mi primo Moro-cho. Cualquier gripa o no tener un almuerzo era una calamidad, tal vez ver el sufrimiento de alguien atro-pellado por la violencia no pasaba de causarnos lástima por dos minu-

0 0Habla Laura

Todo comenzó cuando reci-bimos una llamada el día 19 de diciembre del 2007, llamaron diciendo que venían el 20 de di-ciembre para estar con la familia. Todos los esperábamos con alegría para pasar unidos la navidad, con la compañía de mi primo Mauricio y mi tío Juan Carlos. Llegó el 24 de diciembre y no llegó ninguno de los dos. Empezaron las preocupa-ciones pensando que algo malo les había pasado porque no llamaban y nosotros los llamábamos pero tenían el teléfono apagado. Desde esa llamada no volvimos a saber nada de ellos, desde ese momento comenzó la tristeza, las angustias de dónde estaban, de si tenían o no comida. Yo me sentía muy triste sin saber qué había pasado. Nadie nos daba razón de ellos. Nosotros teníamos la esperanza de verlos el 31 de diciembre, y acabar con la angustia que nos estaba matando. No perdemos la esperanza de que algún día aparezcan o tan siquiera nos den razones de ellos. Los extra-ño mucho y Dios nos dará el mila-gro de quitarnos esta angustia que mantenemos todos.

Habla JairoEn realidad hablar de eso me

perturba puesto que el tema es muy triste, él no era un tío cual-quiera, ni era un primo cualquiera, éramos amigos y compañeros de trabajo, nos contábamos las cosas.

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tos, luego seguíamos sonriéndole a la vida como si nada, era más im-portante la novela que el resumen de la liberación de un secuestrado, todas esas cosas horribles sólo pa-saban para nosotros en las noticias. Nos sentíamos como si tuviéramos una barrera en contra de la cruel-dad del destino, hasta que llegó “el después de”.

Después de ese día en que el vacío se apoderó de nuestra fami-lia pasamos los días a la espera de una noticia, como mínimo, pero en realidad queremos verlos entrar a la casa y tomar esto como una ense-ñanza a todo ese egoísmo y a ese corazón de piedra que teníamos. Pero pasa y pasa el tiempo deján-donos solo la magia de los recuer-dos, el desconsuelo de ver cómo la llama de la esperanza desfallece y la impotencia de seguir adelan-te con nuestras vidas. Nos atrapó esta espera de la verdad, aunque no lo crean la incertidumbre asfixia la mente y congela el alma, son tantos sentimientos revueltos que nos llevan a un sólo fin, sufrir por su ausencia, extrañar su compañía y soñar con que regresen sanos y salvos.

Más que un tío y unos primos eran mis amigos y los quiero de vuelta. Te quiero tío, además los necesitamos aquí. Vuelvan pronto, que el señor los acompañe y los proteja siempre.

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Habla Jhon Jairo Cortés

Soy una persona de muy po-cas palabras, pero con muy bue-nos sentimientos. No comparto la maldad, ni la crueldad de las per-sonas sin sentimientos. Me pre-gunto, ¿con tanta perversidad qué les nace en el corazón?

La verdad el no saber nada de Juan Carlos que es mi padrino y mi compadre me da mucha tristeza. Además con Mauricio hacíamos un buen equipo de trabajo, éramos serios y responsables cuando de obligaciones se trataba.

Los tres como familia nos enten-díamos muy bien. Esperamos su pronto regreso, sanos y salvos. En realidad el ver a sus familias y en especial al observar la mirada triste de sus madres sufriendo en su lar-ga espera es algo difícil. Esperamos poder abrazarlos y poder desaho-gar todo ese sufrimiento en ale-gría, besos, abrazos, risas y llanto, pero llanto de emoción y gratitud con Dios por su pronta llegada.

Habla LidaEl 19 de diciembre del 2007 re-

cibí una llamada de mi hermano diciéndome que quería que fuera a San Juan de Arama a pasar navi-dad con él y toda la familia. Yo es-taba planeando cómo lo iba a hacer con mi trabajo. El veinte me llamó mi mamá a eso del mediodía pre-guntándome si mi hermano y mi

primo habían llegado a mi casa. Yo sentí una angustia tremenda pero fingí que estaba tranquila. Mi cora-zón comenzó a palpitar fuerte y no me pude concentrar en mi trabajo. Yo llamaba cada diez minutos a mis hijas para saber si de pronto ellos habían llamado o de pronto habían llegado. Yo sabía en el fondo que ellos primero llegaban a San Juan. Después llamé a mi mamá cerca de las seis de la tarde, a esa hora era más fuerte la angustia cuando me informaban que no lo habían he-cho y cuando me enteré de que mi madre estaba llorando. Nuestra an-gustia por ellos era muy fuerte ya que ellos nunca se quedaban fuera de casa. Después de eso cada día era más largo y angustioso. El vein-ticuatro de diciembre nos reunimos todos en una oración para ver si el niño Dios nos devolvía nuestros hermanos pero eso era una forma de ignorar realmente lo que nos es-taba sucediendo.

El 31 de diciembre actué como un payaso que ríe por no llorar. Yo trataba de hacerles creer que ellos en cualquier momento llegaban, fue una noche llena de tristeza y así han pasado casi dos años. Es muy triste ver o hablar con Valentina, la hija de Juan Carlos. Cuando nos pregunta dónde está el papá, no-sotros con un nudo en la garganta la engañamos diciendo que él está trabajando lejos. Personalmente yo en silencio sufro y lloro y le pregun-to a Dios qué pasó, dónde están

mis hermanos. No solo la falta de ellos sino la amargura de mi mamá y lo sola y triste que está la niña. En realidad en lo que nos ha afectado es en la estabilidad emocional. Ten-go muchas cosas qué escribir pero no es fácil. Es muy triste escribir y sentir que no están presentes para poder expresarles todo lo que ellos significan para mí y para nosotros. Mauricio y Juan Carlos, mis herma-nos. Juanka Te amo, Mauricio Te quiero. Espero tenerlos pronto con nosotros. Donde estén Dios los está cuidando y protegiendo. Qué Dios los bendiga. Un beso.

Habla Jamile AleyEl día que se desaparecieron

mis tíos, sentí una gran nostalgia porqué pensé que sería la prime-ra navidad que iba a pasar con toda mi familia y era la oportuni-dad para que mis tíos conocieran a mis hijas, pero ese día nunca llegó. Ver cómo todos los sueños de mis tíos, de mi abuela, se derrumbaron. También ver la tristeza de mi her-mano mayor que lloraba como un niño pequeño.

Como quisiera devolver el tiem-po y compartir de nuevo momen-tos que se olvidan. Es triste ver cómo pasan los meses y no sabe-mos nada de ellos. Como quisiera que ellos llegaran para terminar con la nostalgia e incertidumbre de toda mi familia; volver a compartir aquellos momentos en que mi tío recién llegó de Manizales cuando

yo tan solo era una niña, o cuando llegó a mi casa con el pelo largo y crespo, me encantaba peinárselo. El día en que se lo hizo cortar yo guardé todo el pelo que le habían quitado. También recuerdo a mi tío con una canción que se llama “Tren al Sur”.

Los extraño mucho.

Habla María Doris Quintero

Pues yo me enteré de la des-aparición de mi hermanito y de mi primo el veintidós de diciembre, porque yo vivo en una finca muy lejos de San Martín y ahí no hay comunicación sino cuando uno va a un cerro para poder tener señal telefónica. Yo llamé a mi madre, le pregunté si mi hermano ya había llegado y ella estaba llorando des-consolada, le pregunté qué había pasado y ella me dijo que mi her-manito no aparecía ni contestaba el teléfono y le dije que no se preocu-para que de pronto ellos se habían quedado por ahí tomando y ella me contestó que él no tenía esa cos-tumbre, que cuando decía llegaba tal día, él llegaba. Además la hijita lo esperaba con la ilusión de hablar con mi papito, como ella decía.

A pesar de todo lo que estaba sucediendo yo le dije a mi mamá que esperáramos un poquito; es-pera que se convirtió en casi dos años de incertidumbre y de mu-cha tristeza porque yo me acues-to todos los días con ellos en mi

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mente y me levanto igual. Eso sí, nunca pierdo la fe y todos los días les llevo en mis oraciones. Tengo la ilusión de que algún día mi herma-nito y mi primo aparezcan. Mi hijo mayor quiere a ese tío con toda el alma y mis otros tres hijos también lo extrañan mucho, en especial lo extraña mi hijo mayor que en estos momentos tiene leucemia y lucha para vivir y cada día estar mejor. Él tiene muchos deseos de vivir y no pierde la fe en que volverá a abra-zar a su tío para ir a pescar con él. Hace tres meses mi hijo estuvo en estado de coma por la gravedad de su enfermedad y cuando Dios me lo resucitó y mi hijo pudo abrir sus ojos y pudo hablar, él me dijo, Ma-mita, yo vi a mi tío Juan Carlos, vino a visitarme pero no me hablaba, y agregó, Yo tengo fe en el señor porque si él me devolvió la vida a mí, también nos va a devolver a mi tío Juan Carlos y a mi primo Mau-ricio. Mi hijo tiene 26 años y todos los días me dice que no pierde la fe, que ya nosotros conocemos la misericordia de Dios y sabemos que él nos ama.

Tozo, Alejandra, Yamile y Jhon, sus sobrinos, los extrañan mucho y yo también extraño a mi herma-no porque es el niño de la casa y la adoración de todos nosotros. A mí me duele mucho la desaparición de mi hermanito y tengo que seguir luchando por mis dos hijos meno-res, por sacarlos adelante y por la recuperación de mi hijo.

Habla Diana María Vanegas

Para mí es muy duro hablar de ésto, pero las circunstancias nos obligan a hablar de lo que senti-mos. No lo podemos ocultar por-que perder a un ser querido y sobre todo a unas personas tan especia-les y tan llenas de vida como lo eran ellos dos es muy duro, porque cada que uno hablaba con ellos irradia-ban ganas de vivir y luchar por lo que uno quería. Yo me acuerdo cuando mi hermanito Juan Carlos me decía, Langaruta, no llore ni se preocupe por eso que mientras haya vida hay esperanza, y eso es lo que nos sobra a nosotras. Es ver-dad lo que decía mi hermanito por-que nosotras tenemos mucha fe en que Dios nos los va a devolver.

Yo todos los días en las mañanas cuando abro los ojos, lo primero que pienso es en ellos y le doy gra-cias a Dios por tener un nuevo día para esperar noticias, pero cuando llega la noche me entra la angustia de pensar si tienen en donde dor-mir, si comieron bien o simplemen-te si tienen frío y si nos recuerdan tanto como nosotros a ellos. La ver-dad uno es muy egoísta cuando ve a otra persona sufriendo por un ser querido que se le perdió, pero sólo cuando uno lo vive en carne propia sabe realmente lo que se siente. No sé qué va a ser de nosotros cuando tengamos que decirles a los hijos de ellos que personas sin corazón, sin que estuvieran haciendo daño,

tomaron justicia por sus propias manos y se los llevaron. Para dón-de y porqué no sabemos, solo Dios y ellos lo saben y quizás algún día nosotras también. Sólo pido a Dios nos dé la suficiente fuerza para poder seguir en este sufrimiento que sentimos al no tener noticias de ellos. Más tristeza me da al ver a mi mamá, a mi tía, a mi abuelita y sobre todo, ver a la niña de mi hermano cuando nos pregunta, Cuándo es que llega mi papito, que no le importa que traiga plata pero que quiere volver a verlo. Hoy es treinta de junio del 2009 y aún no tenemos noticia alguna de ellos. Ya llevamos quinientos cuarenta y seis días de angustia y zozobra.

Dios mío, cuánto daño nos ha-cen sin razón alguna, hoy que nos toca revivir todo lo que hemos pa-sado y se nos llenan de lagrimas los ojos y la cabeza de recuerdos inolvidables que nunca volverán, por eso cada vez que estoy con mi familia trato de disfrutar al máximo porque uno no tiene la vida com-prada y no sabe cuándo se nos va. Cada día cuando miro a mi familia y veo que no falta ningún otro ser amado, le doy gracias a Dios por es-tar juntos y por la fe que tenemos en que ellos van a llegar a la casa. Hermanitos, nuestros brazos están vacíos y esperan la llegada de us-tedes para poder llenar ese vacío. Los amamos y extrañamos mucho, regresen pronto, Dios los bendiga donde quiera que estén.

Habla Gloria Luce-ro Vanegas

Antes nos reuníamos en familia constantemente, hacíamos paseos, jugábamos en el sitio de trabajo que era en la ladrillera mía, dialo-gábamos y compartíamos los pro-blemas y los resolvíamos en familia. Pero un día, una incertidumbre se apoderó de mí cuando eran las sie-te de la mañana del día veinte de diciembre y decidí hacer una llama-da pero los teléfonos ya no sona-ban. Ahí sentí una tristeza inmensa que trataba de evitar. Todos empe-zaron a estar intranquilos entonces yo los invité a piscina para que se tranquilizaran. Ya siendo las siete de la noche empecé a hacer llama-das y fue cuando me di cuenta que mi mamá tenía razón y que algo malo había pasado con ellos. Desde ahí ha sido una pesadilla de la cual no puedo despertar. Me ha afecta-do mucho como ser humano, me ha quitado el deseo de seguir cons-truyendo un futuro. No he podido tener estabilidad, me falta todo. La felicidad llegaría si estuviéramos reunidos. Siempre veo ese vacío. Si estoy en la ladrillera me parece ver-los que regresan, si escucho música es un recuerdo que me causa daño.

Lo único que me llena de alegría es saber que Dios está con nosotros y que pronto regresarán. Los amo mucho, espero su regreso, Dios los ama, que Dios los bendiga.

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Habla Aleyda Cuadros

Yo soy una amiga de Diana, la hermana de Juan Carlos, y he llegado a ser muy cercana a la familia. La verdad a mí siempre me gustó Juanca. Me parecía una persona muy noble y hermosa por dentro y por fuera. Nunca tuvimos nada porque no se nos presentó la oportunidad, ya que él tenía su mujer y su hija y él respetaba mu-cho el compromiso.

A Mauricio también tuve la opor-tunidad de distinguirlo, un mucha-cho sencillo, recochero, alegre y sobre todo echado pa`lante. Yo lle-vaba unos meses sin verlos porque ellos vivían en San Juan y trabaja-ban lejos. Un día en diciembre del año 2007 mi amiga Diana me dijo que su hermano y su primo no lle-gaban y que hacía más de tres días que los estaban esperando y que doña Marleny estaba muy preocu-pada, al igual que todos sus herma-nos. Los días fueron pasando y ellos nada que aparecían. Yo me sentía tan impotente al ver el dolor de esa madre y de las hermanas, al ver que ellos no aparecían me daba tristeza, al ver cómo su hija deseaba que su padre regresara.

Yo sé que todos los que los que-ríamos sentimos soledad al sólo pensar que no los volveremos a ver. Sólo lo sabe Dios. Ojalá aparez-can sanos y salvos para disfrutar de su presencia.

Habla Yised Jimeno

Dios los ama.Cuando yo me di cuenta de lo

que le pasó a mis tíos, sentí mu-cha tristeza y perdí mi esperanza de tener una navidad con ellos. Sentí un vacío en mi corazón, pero yo tengo la esperanza de tenerlos de vuelta en casa. También me di cuenta que la familia estaba de-rrumbada y destrozada por una desgracia, unidos por una desgra-cia, y eso me hizo feliz al verlos juntos, pero no dejaba de pensar cómo estaban mis tíos, con frío quizás, sólo quería saber de ellos.

Cuando recibimos llamadas del celular de ellos se enciende una esperanza en mi corazón. A veces pensaba que quizás todo fuera un sueño y que al despertar ellos esta-rían como siempre. Le pido a Dios que me los cuide y me los proteja de todo mal y peligro, que me los devuelva como sea menos muer-tos, sólo quiero que me los devuel-va sanos y salvos.

Mauricio y Juan CarlosLa historia de ellos empieza desde el vientre de sus madres porque fueron procreados casi al mismo tiempo, sólo se llevaban siete días de diferencia, pues Juanki nació el cuatro de enero de 1975 y Mauricio el once de enero del mismo año, y desde entonces siempre estu-vieron juntos, estudiaron, jugaron, pertenecieron a una pandilla, com-partieron farras, aventuras, ami-gos. Siempre decían que el que se metiera con el uno tenía que ver con el otro, y no sabemos por qué, pero una vez Juan Carlos nos dijo que ellos habían hecho un pacto de hermanos, éste se trataba de que el día que a alguno le pasara algo o incluso se muriera, iban a estar siempre juntos, y ese sí que fue un juramento porque hasta el día de hoy lo han cumplido. Ellos todo lo han hecho casi al mismo tiempo, por ejemplo fueron padres casi al mismo tiempo. En la vida ellos siempre han estado juntos, trabajando juntos y están perdidos juntos. Por tal razón, siempre que pensamos en ellos, pensamos en una sola persona, porque ellos son almas gemelas y si Dios nos los de-vuelve, que es lo más seguro, nos los va a devolver juntos. Hijos, padre, hermanos, tíos pri-mos, tu familia, espera con los bra-zos abiertos.

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Historia de Wilson RamiroQuintero Aragón Relato de Ginna

Recordar hoy lo que sucedió hace nueve años y cuatro meses con algunos días, me produce tan-to dolor y tristeza como aquel des-afortunado día en el que me enteré que mi hermano había desapare-cido. De esto me enteré pasados ocho días cuando en ese momento me llamó quien era mi novio, y gra-cias a Dios hoy es mi esposo, para decirme, Amor, Ramiro desapare-ció. No sabía de qué me hablaba, yo ya había viajado a Mitú a trabajar y él, mi hermano, había quedado en Villavicencio. El día de mi viaje me fui triste porque por cosas de la vida él no alcanzó a llegar al aero-puerto y no nos despedimos.

Volviendo al día de la noticia, no

sabía de qué me hablaban, yo no lo podía creer, pues generalmente “esas cosas” pensamos que no nos tocan.

Hacía cuatro días habíamos fir-mado mi posicionamiento como enfermera del municipio de Tarai-ra, Vaupés y no sabía qué hacer. Mi mamá me necesitaba y yo estaba demasiado lejos. Los días y las no-ches eran un infierno porque no podía saber qué mas estaba suce-diendo en mi casa. Soñaba mucho viéndolo llegar, diciéndome, Boba porque llora si yo ya estoy aquí. Siempre me aferré a la idea de que él estaba vivo porque en mis sue-ños era así como lo veía. Pasó así como un año. Lo esperé el primero de julio del 2000 para mi matrimo-

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Por: Ana Yolanda Aragón

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59nio, pero no llegó. Mi abuelita en el lecho de muerte me dijo que estaba tranquila porque en el cielo se iba a encontrar con Ramiro, sólo ahí en ese momento y con gran do-lor lo dejé de esperar.

Ahora cuando pienso en él, sólo sueño con no defraudarlo y sacar adelante a mis sobrinos Jonathan y Jaime. Aunque hoy tengo dos hi-jas, sé que mis hijos son cuatro y que ellos nunca van a estar solos porque sé que él hubiera hecho lo mismo si la situación hubiese sido al contrario. Doy gracias a Dios por-que me permitió tener un herma-no maravilloso con el que conté en los momentos difíciles de mi vida. Siempre me hizo saber lo mucho que me quería.

Te extraño mucho y me gus-taría que estuvieras.

Relato de YolandaMi hija Ginna Lorena encabezó

está historia el día 30 de mayo de 2009. Para mi hija fue muy duro re-vivir estos recuerdos pues ella ha-bía viajado a Mitú, Vaupés a trabajar con la Secretaría de Salud. Por eso quise que ella empezara la historia, la cual no pudo terminar. Me tocó quitarle el cuaderno porque tuvo una crisis de llanto al revivir estos hechos. Ustedes entenderán cómo

en esa época estaba en la esquina del semáforo Punto Rojo. Mi hijo entró a comprar el agua, pero ¿Qué sucedió?, nadie da razón. Mi mamá me mandó razón preguntándome que por qué no había vuelto Wil-son, que le avisaran para que no se le olvidara que el niño salía del co-legio a las once de la mañana. Eso sucedió el mismo viernes diecisiete de febrero de dos mil.

Wilson dormía en la casa de la hermana Marisol, en el barrio La Campiña. En ese tiempo mi hija y el esposo trabajaban en San Juan de Arama como docentes. Ellos viaja-ban de lunes a viernes, y ese vier-nes diecisiete de febrero de dos mil, ellos llegaron a las tres de la tarde. Apenas los vi les dije que fueran a buscarlo por allá en los tomaderos y residencias, pensando que se hu-biera encontrado con alguna novia, pero nada, por ninguna parte esta-ba, nadie daba razón de él.

Ese día él andaba en la bicicleta del cuñado, que se encontró esta-cionada en la Panadería La Reina. Eso fue a las diez de la noche que la vimos ahí, el mismo diecisiete de febrero. Ahí empieza el calvario: busque, vaya, reconocer cadáve-res aquí y allá; así pasaron más de cinco años hasta que yo misma dije NO MÁS, de qué sirvió esa angustia, esa zozobra que viví en ese tiempo. Hoy en día cuento con 63 años, soy diabética, hipertensa y tengo pro-blemas cardiacos y como si fuera

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se veía ella escribiendo y atacada llorando.

Mi hijo Wilson nació el día pri-mero de julio de 1969, su cédula de ciudadanía era la 17345400. Cuando sucedieron estos hechos él contaba con treinta y un años de edad. Estudió en la escuela Atana-sio Girardot. Esta fatal historia su-cedió el día 17 de febrero del año 2000. Eran las seis y cuarenta y cin-co minutos de la mañana cuando llegó mi hijo Wilson a mi casa, en la carrera quinta número veinte, cuarenta y cinco del barrio Once de Noviembre. Llegaba a recoger a su hijo Jhonatan Alirio para llevarlo al colegio a estudiar. El niño cursaba primero y estudiaba en el colegio El Libertador.

Mi hijo dejó al niño en el colegio y se fue para la casa de la abuela materna, mi mamá. Ella vivía en la carrera sexta número ocho, ochen-ta y dos; con mi mamá vivía mi hermano Luis Henry quien estaba muy enfermo. Mi hermano, due-ño de una carpintería, tenía unos trabajos que debía entregar ligero y como mi hijo era carpintero esta-ba ayudando al tío a terminar esos trabajos urgentes. Mi hijo entró a la casa y mi mamá le dijo, Mijo vaya me trae una bolsa de agua para prepararle un remedio a su tío. Mi mamá le dio unas monedas y él salió a comprar la bolsa de agua pero todo estaba cerrado y le tocó ir hasta la panadería La Reina, que

poco, tengo una úlcera varicosa en el pie derecho.

Soy pensionada por el Instituto de Seguro Social, pero si no fuera así no sé qué sería de mi vida, pues yo tengo muchos gastos persona-les, en gasas, pastas, microporo, en medicinas como Lanitop, Jozartán y otras como lo demuestra mi his-toria clínica. Tengo que comprar las agujas, láminas para el glucómetro, etc.

Ustedes dirán, y a qué viene esa historia. Hago énfasis en esto por-que ustedes dirán: ella no necesita, ¿verdad?. Les sigo contando: Des-pués de buscar, preguntar, recono-cer cadáveres, ¿qué me pasó?

Muchas noches me levanté a abrir la puerta de la calle porque yo dormida escuchaba a mi hijo que me llamaba. Cuando me desperta-ba iba hasta la calle sola y mi hijo no estaba. También muchas veces abrí la puerta del solar y nada, mi hijo no estaba. Pero como si fuera poco, muchas veces me llamaron por teléfono para decirme “Cállese la jeta, no lo busque más o atén-gase a las consecuencias”. Esa fue una de las causas por las que yo estuve mucho tiempo en silencio sobre este caso.

Mi hijo terminó la primaria y tra-bajó como ayudante de mecánica con el señor Pedro Castro, quien actualmente es el que maneja el ancianato de aquí de San Martín.

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61De allí salió a pagar el servicio mi-litar, él fue soldado profesional. Cuando salió del ejército vino muy cambiado y se había vuelto muy responsable en la casa. Cuando yo me enfermaba, él conseguía lo que necesitaba, fuera droga o plata, y si él tenía que hacer la comida, la preparaba y me servía.

En conclusión, mi hijo me hace falta y lo que más me pesa es no haber tenido la dicha de tenerlo en un cementerio a donde visitar-lo, hablar con él o llevarle una flor. Esto es parte de lo vivido desde ese diecisiete de febrero del año dos mil.

El 31 de diciembre de 1999 fui-mos al Río Ariari con unos familiares que vinieron de Bogotá. Ellos traían una buseta en la que pudimos ir todos los de la familia. En esa épo-ca mi mamá vivía y la llevamos, y mi hijo se portó como nunca con la abuelita, demasiado especial y atento con mi mamá. Él era el se-gundo dentro de cinco hermanos, era muy especial y detallista en fe-chas como cumpleaños, fiesta de la madre, etc.

Cuando estudió y estaba en la casa no fue peliador, ni en la casa, ni en la escuela, posteriormente tampoco. Nunca estuvo detenido para que ahora digan los señores equis de los grupos armados, “Fue una equivocación, o nosotros no fuimos”. Con esa respuesta ellos

pasado y le mostré una copia de la denuncia y él la leyó. Ahorita ya está enterado de todo lo sucedido y de las vueltas que he hecho. Ac-tualmente él cuenta con dieciséis años y sabe que si algún día nos dan algo de lo de la reparación de las víctimas, eso nos lo repartimos.

Lo único que si es cierto de esta historia es que toda la familia lleva una marca imborrable, pues marcó a los hermanos, tíos y sobrinos. Son tantas cosas que quisiera compar-tir pero creo que con esto basta. Solo me resta seguir recordando aquellos momentos cuando vivi-mos juntos y compartíamos tantas cosas bonitas y tantas necesidades que pudimos haber pasado, pero lo más hermoso fue aquellos lindos días en familia.

Seguimos esperando que los “señores equis” de los grupos ar-mados, algún día nos entreguen los huesos para darles cristiana se-pultura.

Yo quiero decirle a mi hijo don-de esté, que por favor siempre nos acompañe y nos ayude a solucio-nar nuestros problemas, los que siempre se nos presentan. Aunque hasta hoy veintiséis de junio de 2009 no sabemos dónde reposan sus restos, yo creo que no están lejos de San Martín. Toda la familia espera que algún día se nos haga el milagro y los “señores equis” de los grupos armados, los que le qui-

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piensan que está todo saneado, como Pilatos se lavaron las manos.

Les cuento cuáles han sido las consecuencias de todo esto que sucedió. La tensión por las nubes, mi corazón ya se cansó y estuve en la unidad de cuidados intensi-vos del Seguro Social, veintinueve días hospitalizada. Por ese motivo, el niño actualmente vive con la tía Ginna en Bogotá y cursa el año dé-cimo de bachillerato. Yo siempre colaboro en lo que puedo.

Pero les cuento que el niño cuan-do pequeño dormía y comía con el papá, o sea que él no comía sin el papá ni se acostaba sin el papá, no lo hacía. Al principio fue un trauma muy cruel, pues él salía a la puerta y miraba hacia el centro y me pre-guntaba, Abuelita qué pasa que mi papá que no viene, y yo le contes-taba, Después viene.

Así pasaron muchos días, hasta que un día el niño me preguntó y yo no lo pude contestar. Fui hasta donde tengo un altar a la Virgen, recé y luego salí y le contesté, Su papá no viene porque se fue a tra-bajar muy lejos, pero un día va a venir. Él me contestó preguntán-dome, Y nos trae platica, y yo le dije, Sí, él nos va a traer platica para comprar lo que nos hace falta.

Esa mentira duró mucho tiempo. Hasta que un día, cuando él tenía doce años resolvimos contarle la historia o la verdad de lo que había

taron la vida a mi hijo Wilson, nos entreguen aunque sea los huesos para así acabar de cerrar ese ciclo de zozobra, este capítulo de la vida de mi hijo Wilson.

Algún día un señor equis dijo, “Mátenlo”. Esta realidad de la vida no se la deseo a nadie, pero des-graciadamente es una verdad que todos los días vivimos muchas fa-milias en todas partes de Colombia. Desgraciadamente no soy sola-mente yo o los míos los que tene-mos este problema o esta marca de la violencia.

A esos señores que se llevaron a mi hijo Wilson yo les digo, Uste-des también son seres humanos, tienen una familia, una mamá, una esposa, unos hijos a los cuales uste-des no quieren que les pase nada, a pesar de que ellos tienen dos o tres escoltas las veinticuatro horas del día, todos los días. Por favor ya no maten más, no más violencia, basta ya por favor, entréguenos nuestros hijos, nuestros huesos que fueron sangre de nuestra sangre. Yo no soy nadie para juzgarlos y mucho menos para condenarlos por esto, pero sí quisiera preguntarle al señor equis, qué fue eso tan grave que cometió mi hijo para que le hicie-ran lo que le hicieron.

De todas maneras les cuento, yo le pido a Dios, el único dueño de nuestra vida, de lo que somos, por-que por voluntad de Dios todo se

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630 0mueve y todo tiene vida, que por favor perdone a todos aquellos que de una u otra forma tienen la cul-pa de la muerte de mi hijo y que no se han parado a pensar en que dejan viudas y niños huérfanos. Quizás algunos de estos niños no van a tener la dicha de tener un fa-miliar o una abuela que les dé un pan, un techo. Quién sabe cuántos no han tenido esta dicha, muchos quizás murieron de hambre o frío, o quizás hoy están en la cárcel, en la calle, o son delincuentes por la maldita guerra, guerra maldita que nos ha marcado a muchos colom-bianos, porque como seres que so-mos tenemos derecho a tener un familiar, un papá, una mamá, por-que si nos falta uno ya hay un vacío en el hogar, más cuando es por la guerra.

Lo que dicen los “señores equis” de los grupos armados es que fue una equivocación, pero tremenda equivocación. En conclusión se nos llevaron a un ser querido del hogar que nunca más va a volver a estar con nosotros, ni volverá a compar-tir aquellos años en familia, un ser que no va a tener la dicha de ver crecer a sus hijos para poder guiar-los en la vida, para que sean perso-nas de bien y no cometan errores.

He terminado esta historia el día 15 de julio de 2009.

Habla Jhonatan Alirio Quintero

BernalEn el año dos mil, el señor Wil-

son Ramiro Quintero Aragón des-apareció en el departamento del Meta, en el municipio de San Mar-tín, padre de dos hijos que son Jain Hans Guirleidy Quintero Bernal, hija menor, y yo, Jhonnatan Alirio Quin-tero Bernal, el hijo mayor. En este momento me gustaría tenerlo a mi lado, enseñándome qué cosas están bien o mal, apoyándome en mis metas, en mis estudios, ayu-dándome con las tareas, compar-tiendo con la familia, pasando una navidad feliz junto a mí, festejar el año nuevo, ir a las fiestas, viajar, que me comprara lo que yo nece-sitara, ir a comprar el mercado para la casa y muchas otras cosas más quisiera compartir.

Todas estas cosas no tuvimos la oportunidad de hacerlas realidad, ya que él está desaparecido. No pudimos compartir mucho tiem-po como padre e hijo. Lo que si les digo es que yo nunca pierdo las esperanzas de que él vuelva y de poder volverlo a ver, así me digan que él está muerto, pero yo como hijo mayor, siempre lo voy a querer, aunque no tuve la oportunidad de compartir con él.

Tengo dieciséis años de edad, en los cuales los últimos nueve años

no he tenido noticias de él. Toda mi infancia la tuve con la mujer que más me apreció, que me en-señó muchas cosas, esa mujer se llama Ana Yolanda Aragón, que es mi abuelita. Gracias a ella aprendí muchas cosas que mi padre no me pudo enseñar.

Gracias por escucharme y por entender lo que necesita uno de un padre como Wilson Ramiro Quintero Aragón.

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Luchando para Vivir

Por: Lina María Osorio L quería con nosotros, nos maltrata-ba, nos amenazaba todos los días diciendo que nos iba a matar a mis hermanos y a mí, y por supuesto a mi mamá también le decía lo mis-mo. Nunca voy a olvidar un día que iba a matar a mi mamá ahogándola en un río, la misericordia de Dios es tan grande que no lo pudo hacer de esa manera porque todos noso-tros le gritábamos que no lo hiciera.

Bueno, así pasó el tiempo aguantando maltratos, amenazas y abusos sexuales porque él abusaba de mis hermanas y de mí. Para él no había ley porque allá tan aleja-dos del municipio no existía ningún tipo de autoridad. Pasaron diez años, no recuerdo la fecha exacta, lo único que nunca voy a olvidar es que por culpa de ese monstruo, de tanto barrer la casa con el cabello de mi mamá y maltratarla tanto y

a verdad es que desde que yo nací mi vida fue muy triste porque mi mamá era muy pobre y mi papá la abandonó con cuatro hijos pe-queños, estando embarazada de mí. Mamá me tuvo en una situación muy precaria, ya que nací en un rancho donde comían los caballos en la finca de mi abuela.

Cuando nací, al poco tiempo mamá conoció a un hombre y se fue a vivir con él y ese fue el peor error que ella pudo haber cometi-do. Ese hombre le pegaba a ella y a mis hermanos y por supuesto a mí. Pasaron los años y él nos llevó para la Uribe, Meta, a una finca que había comprado y que quedaba a dos días del municipio. Ahí comen-zó el peor de los calvarios, porque estábamos solos con mi mamá en esas tierras lejanas, distanciados del resto de la familia. Él hacía lo que

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67por no tener ni para un médico que la ayudara, a mi mamá se le formó un cáncer a causa de tantos golpes recibidos. Esa enfermedad la mató y nosotros quedamos solos con él.

Quedaron tres hijos que mi mamá le tuvo a él y los otros her-manos se fueron con mi abuela. A mí me mandaron con una amiga de mi mamá que vivía en Santa Marta y ahí comenzó otra historia de mi vida. Yo pensé que irme con esa mujer era lo mejor pero la verdad no fue así. Era muy niña, solo tenía diez años y no sabía bien lo que iba a pasar conmigo, sólo quería saber si mi vida iba a ser tan triste como lo había sido hasta ese entonces.

Así llegué a otra ciudad, a co-menzar de nuevo, pero la vida no fue tan fácil porque la señora que me llevó se cansó conmigo y a los seis meses me echó de la casa, no porque yo no le ayudara, porque mi mamá me había enseñado a trabajar y yo le colaboraba y le ha-cía caso en todo, sino porque ella empezó a tener problemas con el esposo por mí.

La verdad me fui de esa casa y otra vecina que era la esposa de un militar me recibió y me puso como su empleada. De pago me daba la comida y el techo. Mi vida no era fácil. Pasaron unos meses y un día le dejé caer a la señora un frasco de Nescafé vacío y me pegó una cachetada y yo me fui para la calle. Otra señora esposa de un sargento me recogió, ellos tenían cuatro hi-jos, me adoptaron y me dieron es-tudio, comida, ropa y todo lo que ellos me podían dar porque tenían

navidad. Llegó a la casa como a las ocho y media de la noche y com-partimos como todos los días.

Ese día fue el último día de felici-dad que yo tuve en mi vida. Nunca se me pasaba por la cabeza que ese día me iba a quedar sola otra vez enfrentándome al mundo con una hija. Esa noche eran como las nue-ve y a él se le dio por salirse a arre-glar una moto que había comprado hacia como dos meses. Estábamos ahí afuera con unos vecinos pero la única mujer que había era yo. Al lado de arriba se miraba como un cerro y a mí se me hacía raro que había cinco hombres fumando. Bueno, mi hija se puso a llorar y yo me entré a ver qué pasaba con ella. Era eso lo que ellos estaban esperando, que yo me entrara para ellos bajarse y empezar a disparar. Cuando yo estaba con mi hija es-cuché los disparos y pensé en él, aunque él no tenía enemigos, era un muchacho de escasos recursos pero muy trabajador. Él estaba tra-bajando en un almacén y no tenía enemigo como para que me le fue-ran disparando. En ese momento lo dejaron herido y los vecinos lo metieron en la casa de ellos. Cuan-do yo salí a ver qué había pasado fui a abrir la puerta de la calle que el viento me la había cerrado. Algo no me dejaba abrirla, entonces yo me asomé por una ventana y miré a los cinco hombres que tenían pa-samontañas y no se les miraba la cara, yo llamé rápido a la policía y alcanzaron a coger a uno de ellos.

Bueno, pasó esa noche y a mi marido lo llevamos al hospital más

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más hijos. Pasaron los años y andu-ve con ellos de traslado en traslado hasta que cumplí como dieciséis años y me fui a buscar a una tía que vivía en Bogotá. Allí llegué y busqué trabajo en un lavadero de carros donde trabajé como un año y me perdí de mi familia adoptiva. Allí conocí al papá de mi hija.

Duramos muy poco de novios y nos fuimos a vivir juntos. Con él me sentía la mujer más feliz del mundo porque ambos éramos jóvenes, yo sentía que la felicidad había llegado a mi vida. La verdad no había cono-cido a otra persona que me quisie-ra tanto, aparte de mi mamá.

A los tres años de vivir juntos quedé embarazada de mi hija. Todo era hermoso. Esperábamos a nuestra hija, era la primera vez que íbamos a ser padres. Todo paso así y nació ella y todos éramos felices con la niña. Él le daba lo que ella necesitaba y a mí me regalaba de-talles en todas las ocasiones que tuviera o lo que yo necesitaba. La verdad después de haber sufrido tanto, después de no tener mamá y mi papá haberme abandonado cuando mamá tenía seis meses de embarazo de mí, era lo mejor que yo había tenido en mi vida. Yo me sentía la mujer más feliz del mundo porque yo sentía que con él tenía todo lo que nunca había tenido. Él llenaba todos los vacíos que yo te-nía porque era muy buen esposo.

Nunca voy a olvidar el veintitrés de diciembre de mil novecientos noventa y seis. Ya mi hija tenía quin-ce meses. Él nos estaba haciendo las compras para el otro día que era

cercano, allí lo dejaron una hora an-tes de trasladarlo a otra clínica para que lo operaran. Él resistió la ope-ración y cuando fue llevado a cui-dados intensivos le dio un infarto y murió. Había perdido mucha san-gre porque lo tuvieron demasiado tiempo en el primer hospital bo-tado en una camilla y sin prestarle ninguna ayuda; el cuento era que no había una ambulancia, y eso que vivíamos en Bogotá.

Él murió a eso de las tres de la madrugada y hasta ahí llegó mi fe-licidad. Ese día era veinticuatro de diciembre, me dirigí a la estación a realizar el denuncio de la persona que había sido arrestada y también me dirigí a Paloquemao para aseso-rarme y que no fueran a dejar salir a uno de los asesinos de mi com-pañero.

Pasó el entierro, yo estaba des-trozada por lo que me había pasa-do y se me había olvidado que ese hombre estaba preso. Me dirigí a la estación donde lo tenían y la sor-presa que me llevé fue que lo ha-bían soltado porque era menor de edad. Yo no podía creer que la ley fuera tan injusta, dejar ir a un asesi-no después de tenerlo detenido sa-biendo que también hay sitios para los menores. Ese joven debe estar libre con los demás que cometie-ron ese asesinato.

La verdad es que después de su muerte nada volvió a ser igual, porque nosotras dependíamos de él. Me tocó buscar trabajo y meter mi hija a un hogar de Bienestar Fa-miliar. La verdad yo era muy joven sin experiencia para trabajar y sufrí

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690 0mucho. A veces no tenía para la le-che de mi hija y me tocaba darle gelatina como tetero. Así pasamos muchas necesidades. A veces no teníamos ni para la comida. Mi hija me sufría de bronquitits y fuera de eso estaba desnutrida y casi se me muere. Pero mi Dios es grande y no me desamparó y después de un tiempo nos vinimos para acá, para los Llanos, ya que por acá no-sotras teníamos familia. Gracias al apoyo que nos brindaron, por lo menos hoy en día tenemos aunque sea una estabilidad, pero nunca vamos a olvidar lo que nos pasó y nunca voy a olvidar a ese hombre que me hizo tan feliz y me dejó el regalo más grande de mi vida, que es mi hija. Ya ella tiene trece años y a pesar de que él no está, ella me habla de él y de cómo era él con nosotras, ella era sólo una bebecita a quien los violentos le robaron la dicha de disfrutar a un papá.

Hoy en día yo le pido a Dios que me dé las fuerzas para seguir y para poder perdonar a las personas que tanto daño nos hicieron. Lo mismo a mi padrastro que hoy en día vive como un rey de un lado para otro, porque no hubo las pruebas sufi-cientes para que él pagara lo que nos hizo. Yo le dejo todo a mi Dios, que si la ley de la tierra no hizo nada por castigar esas personas, el Dios del cielo tarde o temprano les cobrará lo que nos hicieron. Yo me pregunto, ¿por qué vivimos en un mundo donde la ley es para el más pendejo, por qué hay tanta gente inocente en las cárceles pagan-do lo que otro hace, mientras los

que cometen delitos están sueltos y disfrutando de todo lo que han hecho?

Yo quiero mandarle un mensaje a todas las personas que han sido víctimas de la violencia, que aun-que nuestros seres queridos ya no estén con nosotros sigamos siem-pre adelante, que tenemos el me-jor abogado de todos y él es el que pelea la batalla por nosotros y se llama Jesucristo, y pido disculpas o mejor perdón, si en este cuaderno ofendo a alguien.

Gracias por leer mi historia.

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Jorge Enrique Rodríguez Barbosa Mi esposo era comerciante de

ropa. Era un buen esposo, me que-ría, me apoyaba tanto sentimen-talmente como económicamente. Era un hombre que cualquier mu-jer desearía tener. Tenía cinco me-ses de embarazo de mi segunda hija, cuando todo se vino abajo. Mi esposo viajó a Bogotá el veintidós de diciembre a cuadrar unos com-promisos que tenía pendientes. El veintitrés de diciembre fue tem-prano donde un compadre, quien también era comerciante de ropa. Estaban mi esposo con él, cuando por robar al compadre, los mataron a los dos. Desde ese 23 de diciem-bre de 1996 me cambió completa-mente mi vida. Mi esposo estaba muerto y yo ni siquiera sabía por qué. Yo vivía acá en San Martín, Meta y él fue asesinado en Bogotá.

Nadie se atrevía a darme esa no-ticia, sobre todo por mi estado de embarazo, pero el 24 de diciembre

de 1996 me llamó la esposa de un sobrino de mi esposo para darme la noticia. Lo más triste del caso es saber que no pude ir al entierro porque había estado muy enfer-ma del “abrazo del pato” y estuve a punto de perder el bebé. Esa fue la principal causa de no haber ido al entierro. El segundo motivo era que él había tenido otro hogar ha-cía unos años atrás y había dejado hijos grandes y ellos no habrían aceptado que yo hubiera ido.

Desde ese día que recibí la no-ticia sentí que la vida se me había acabado, sentía que la tierra se me hundía, que estaba sin piernas, sin brazos, que el aire que respiraba no me alcanzaba. Sólo sé que si la gen-te que le quita la vida a una per-sona, supiera el daño que le hace a la familia, nunca lo haría, porque el que se muere se va a descansar, pero el que se queda es el que que-da sufriendo.

Por: Shirley Wilches

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73Para mí ha sido muy triste criar

a mis hijas sin papá, especialmente la pequeña que no tuvo la dicha de haber tenido a su papito ni un sólo día, ni para haberle comprado un paquete de pañales, ni para darle el apellido. Desde entonces nunca me ha gustado que lleguen los di-ciembres ni mucho menos las na-vidades. Llevo doce años de viuda, nunca volví a rehacer mi vida, la verdad me da miedo por mis hijos, porque uno mira caras pero no co-razones. Por eso me ha tocado muy duro, la niña de 18 años ni siquiera la he podido poner a estudiar en la universidad porque no tengo re-cursos económicos. La pequeña, la que tiene doce añitos está estu-diando en séptimo de bachillerato en un colegio público.

El trauma psicológico, emocional y económico ha sido muy duro. Ha-ciendo el papel de papá y de mamá tanto sentimental como económi-camente. Esto de volver a recordar lo que uno ha vivido es muy duro. Para mí una de las cosas mas duras es cuando la niña pequeña me pre-gunta por su papá y me dice que por qué a ella, que ella quisiera ser como los otros niños, tener a su papá vivo. En todo momento hay mucha tristeza, especialmente en los cumpleaños. En los diciembres nos hace mucha falta su presencia, especialmente a mí, que día tras día el trabajo se ha puesto muy malo y a veces ya no hace uno ni para la comida. Si él estuviera vivo todo sería diferente, a mí no me tocaría tan duro.

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y me decía que yo me parecía mu-cho a mi papá. Ella me abrazaba y me consentía, me hacía mi comida favorita: changua con chocolate, pero desgraciadamente se murió mi abuelita. Les voy a contar la his-toria.

Una vez llegó mi tía con un mercado a la casa de mi abuelita. Cuando ella llegó preciso se le ha-bía olvidado una cosa, entonces se devolvió y dejó el mercadito que le llevaba a mi abuelita. Mi abuela destapó y sacó un tarro y como a ella le fallaba la vista se lo tomó y era un ácido para limpiar la estufa. Cuando llegó mi tía la encontró en el piso tirada, ella comenzó a gritar desesperada sin saber qué hacer, luego se la llevaron para el hospi-tal, la hospitalizaron y después lla-maron a mi mamita y le contaron que mi abuela estaba grave. Nos tocó irnos como a las diez de la no-che para Bogotá, llegamos como a la madrugada y fuimos a visitarla y estaba muy grave, pero se me-joró. Cuando yo fui la última vez a visitarla estaba muy mal, estaba recaída, casi no podía hablar. Allá llamó a mi mamá, yo me salí para afuera llorando y yo me decía para mí misma que mi abuelita se me iba a morir. Mi abuela le dijo a mi mamá que me cuidara mucho, que nunca me fuera a dejar sola. Luego nosotros nos vinimos para San Mar-tín, llegamos como a las once de la noche y mi primo Danilo Rodríguez nos llamó y nos dijo que mi abuela había fallecido. Nos tocó otra vez devolvernos para Bogotá para el entierro. Eso fue muy duro, fuimos

Habla Julieth Andrea Rodríguez

Yo he sentido un vacío sin mi pa-pito. Yo quisiera ser como son los otros niños que tienen a su papá vivo, al menos para que me dijera cosas positivas o negativas. Uste-des no saben lo mal que yo, Julie-th, me siento sin mi papito. Cuando mis compañeros hablan de los pa-pás yo me siento muy mal porque yo no tengo el mío. Al menos sentir el amor que le da un papa a su hija, ser celoso cuando algún muchacho o joven se acerca a su hija, ahí es donde nosotras las niñas miramos cuánto los papás nos quieren. Yo quisiera que mi papá estuviera por-que yo me siento muy sola, miran-do a mi mamita luchando por sa-carme adelante, por mantener en alto el apellido de mi papá. Me hace tanta falta en los cumpleaños, en la navidad.

A mi mamita le toca muy duro para traer la comida a la casa, para darme el estudio. Si mi papá estu-viera, mi mamá no tendría que pa-sar tantas necesidades. Pobrecita, ella prefiere trabajar para comprar-nos a nosotras, o sea a mi hermana y a mí, todo lo que necesitemos. Nunca pensé que hubiera tanta gente mala. Acabar con la vida de un hombre que no le debía a nadie ni se metía con nadie. No sé cómo pudieron acabar con su vida.

Para mi abuelita Margarita Bar-bosa fue muy duro, porque era el hijo menor. Siempre que yo iba a Bogotá a visitar a mi abuela, cuan-do ella me miraba se ponía a llorar

todos los nietos, nos abrazamos y comenzamos a llorar y a gritar. Para mi fue muy duro porque yo quería demasiado a mi abuelita. Ella era muy alegre y chistosa.

Cuando yo iba a la casa de mi abuelita, en una pieza mantenían a mi tío Lizardo encerrado porque él no era normal. Si él se salía de la pieza comenzaba a hacer daños. Mi tío Lizardo me quiere mucho porque cuando yo me le acercaba me decía por gestos que él me quería mucho y que mi papito es-taba en el cielo. Dios quiera que mi familia esté muy bien, en especial mi tío Lizardo, ojalá que esté bien en el ancianato. Gracias a Dios ya hemos superado lo de mi papá, pero para mi mami y para mí fue muy duro.

Habla de nuevo la esposa

Ahí mi hijita Yulieth les cuenta un poco de lo que nos ha pasado y de lo que se acuerda, porque para mí desde tenerla en mi vientre ha sido muy duro todo. Yo lo único que le pido a la persona que algún día lea estas palabras, es que nun-ca se olviden de nosotros.

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Rubiela Wilches

Teníamos una finca en la vereda San Miguel desde hacía 40 años, donde íbamos a pasar nuestras ale-grías, nuestras tristezas, pero un día todo cambió. Mi hermana se fue a prestar el servicio militar, fue lo mejor que pudo haber pasado; pero un día llegó a la finca y la gue-rrilla la mató. Mi mamá como las ocho de la noche corrió para don-de un vecino, y el vecino la encerró hasta el otro día. Como a eso de las cinco de la mañana ella se fue a ver qué había pasado con el cuerpo de mi hermana y lo encontró botado en el camellón. Como ella tenía que ordeñar, soltó los becerros y vino corriendo a salir a la carretera de Cubarral. A la mitad del trayecto había una finca y le dijo a los veci-nos que vinieran y acompañaran el cuerpo de mi hermana hasta que ella iba a Cubarral a avisarle a la po-licía.

Cuando llegó a Cubarral como a las seis de la mañana a pasar el in-forme de lo sucedido, la policía de Cubarral llamó a la policía de San Martín e informaron sobre la muer-te de mi hermana. Yo busqué a un amigo que tenía moto y vine hasta Cubarral a averiguar por lo sucedi-do. Cuando llegué, mi madre había pedido colaboración para que le prestaran la ambulancia para ir a

recoger el cuerpo de mi hermana; ella ya venía de regreso con los res-tos. Llegamos a Cubarral y no ha-bía inspector y nos tocó irnos para Acacías a que le hicieran el levan-tamiento. Hasta las seis de la tarde la funeraria tomó el cuerpo de mi hermana para embalsamarla. Nos la entregaron a la una de la tarde, nos fuimos para Guamal a velarla. Después me tocó venirme para San Martín a recoger a mis hijas, que eso fue lo más triste, decirle a mis hijas que a la tía la habían matado. Des-pués nos devolvimos para Guamal al velorio y al otro día la enterramos a las cuatro de la tarde, el día dieci-séis de enero de 2002. Después nos vinimos con mi mamá para la casa porque yo vivía acá en el pueblo. Como a los cinco días conseguimos un camión para ir a traer el trasteo de la finca. Fue muy duro salir de la finca como si fuéramos ladrones.

Me traje a mi mamá para acá, para San Martín. El trauma psico-lógico ha sido terrible. Siento que mi madre no lo ha superado por-que para ella es sagrado todos los lunes ir a visitar la tumba de mi her-mana. Desde entonces nunca ha sido igual. Se llevaron la alegría de la casa y lo peor del caso, la única hermana que tenía.

Por: Ana Elvia Hurtado

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Historia de Jaime Enrique Rivera Ríos

Por: Edilia Ríos

Nos dejó unos pesos y se fue de nuevo. Al tiempo nos dijeron que lo tenían en Granada, Meta. Con el transcurrir del tiempo, el gobierno ofreció la amnistía para la mayoría de los miembros de las Autodefen-sas Unidas de Colombia. En Abril 16 de 2005 se desmovilizó del bloque Héroes del Llano, saliendo con su identificación personal al día, con cédula de ciudadanía y pasado ju-dicial. Nosotros como familia estu-vimos contentos. Así estuvo en la casa unos días juicioso.

El día dos de agosto de 2006 salió de la casa de nosotros, sus padres, a las nueve y treinta de la maña-na hacia el municipio de Granada, Meta a una cita de ortodoncia. Al lugar llegó un hombre y entró al consultorio y sin medir palabras le disparó en repetidas ocasiones, quitándole la vida. Desde ese mo-mento para nosotros, los padres, ha sido una lucha para que el go-bierno nos responda por la pérdida de nuestro hijo, aunque sabemos que con la ayuda o beneficios que recibamos nunca lo vamos a tener nuevamente con vida.

El día 24 de abril de 1982 a las seis y treinta de la tarde nació un niño hermoso que se llamaría Jaime Enrique Rivera Ríos. Fue criado en una fami-lia humilde pero de muy bue-nas costumbres, con muchísi-mo amor por ser el único hijo varón en una familia de tres hermanos. A los cinco añitos ingresó a la escuela a realizar su primaria sin ninguna difi-cultad, siguiendo la secunda-ria hasta noveno. Por falta de recursos económicos le tocó abandonar sus estudios.

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Un día, unos supuestos amigos le ofrecieron trabajar en una finca, según ellos, era muy buen empleo, sin imaginar qué clase de trabajo era. Nosotros como padres le pre-guntamos acerca del trabajo, pero él decía que no, que era bueno y que era en el campo. Un día sacó la ropa y se fue, pasados los días nos enteramos que el famoso trabajo era con las Autodefensas Unidas de Colombia. Para nosotros como pa-dres fue muy duro porque ya nos habían comentado el peligro que corrían. Además no entendíamos en qué momento como padres habíamos fallado, nosotros sufría-mos mucho, sin saber de la vida de nuestro hijo.

Pero en esta situación qué podía-mos hacer, solo clamar a Dios, des-afortunadamente muchas veces la vida de los hijos se nos sale de las manos. Bueno, así en ires y venires fue pasando el tiempo, cuando el día menos pensado llegó nueva-mente a nuestro hogar. Sentimos mucha alegría de volverlo a ver, le preguntamos que si se iba a que-dar, pero él nos dijo que no podía.

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MHistoria de Jhon Freddy Vargas Por: Ingrid Viviana Vargas

i nombre es Ingrid y esto es lo que he vivido desde que era muy pequeña. En este pueblo siempre se ha vivido la violencia, los grupos armados eran los que mandaban. En más de una ocasión miré cómo dejaban a las personas muertas en las mismas casas, fueran hijos o esposos. Pasaban en moto y le dis-paraban a las personas. Mi abuelo trabajaba en el municipio manejan-do volqueta y en muchas ocasiones llegaba con más de dos muertos, que encontraban en el camino cuando iban al río a recoger arena.

En una ocasión nos fuimos con él para el río y de camino nos en-contramos dos hombres jóvenes muertos, uno de los cuales ya se estaba descomponiendo. Eran de-masiados los muertos que se veían en esos tiempos, cuando empezó a comandar el grupo de paramilita-res que se hacían llamar los Gachas.

En ese tiempo casi matan a tres tíos, uno porque decían que era in-formante de los guerrilleros; igual-mente lo golpearon, lo amarraron, pero de ver que no les dijo nada de lo que ellos querían escuchar, lo golpearon con la cacha de una pistola. Él casi se vuelve loco por el golpe. Al otro casi lo matan por es-tar trabajando con personas que a ellos no les caían bien, y el tercero por líos de faldas. Llegó el hombre, acompañado de otros, al taller don-de mi tío trabajaba y lo preguntó, él se dio cuenta que eran paracos y le dijo que a quien necesitaban y le dijeron que a un tal Pedro, que lo necesitaban para arreglar un pro-blema, entonces él dijo qué Pedro no se encontraba y se fueron. Un tío habló con el hombre después y le dijo que si a él le pasaba algo ya sabíamos quien había sido.

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Mi mamá abuela siempre ora por nosotros y le rogaba a Dios que es-tas amenazas nunca se volvieran a presentar en mi familia, pero des-afortunadamente si sucedió con un hijo que yo tenía llamado Jhon. A él desde pequeño le gustaban las motos y esa gente le enseñó a manejar desde los nueve años. Él se me fue enviciando a las motos y comenzó a coger lo que no era de él. Esa gente no le decía nada por-que era pequeño, por el contrario le preguntaban que si a él le gusta-ría manejar un arma alguna vez. Él me contó que le habían dicho que ellos lo recibían si él mataba a un primo que iba con él ese día. El otro niño al ver a mi hijo con el arma apuntándole en la cabeza salió co-rriendo. El arma no tenía balas.

En muchas ocasiones tuve pro-blemas porque mi hijo se la pasa-ba con ellos. Más grande, a mi hijo se le ocurrió llevarse un celular y unos papeles de un tal Ronald, este hombre llegó a la casa de mi abuelo y los amenazó. Dijo que lo iba a ma-tar si no le aparecían los papeles. Él estuvo en la discoteca Pepe bailan-do y de ahí lo sacaron y lo dejaron botado por el lado del basurero. Yo lo entregue al Instituto Colombia-no de Bienestar Familiar de ver que me lo tenían amenazado, donde lo protegieron. Él cambió su forma de pensar y se puso a trabajar, lo hizo en muchas partes hasta que en septiembre de 2007 una moto lo atropelló, él estaba conmigo en la casa.

En las festividades él salió a bailar el domingo y el lunes no volvió. Lo esperé martes, miércoles y no apa-recía, me puse a preguntarlo has-ta que di con él, lo habían matado vilmente. No les importó que estu-viera bajo protección de Bienestar Familiar, lo sacaron del pueblo y lo botaron como a un animalito en la carretera vía a Granada, lo apuña-learon, lo golpearon y lo degolla-ron.

Mi familia y yo hemos sufri-do mucho por esto, porque él

estaba juicioso trabajando.

Habla la hermana Yurani

Mi nombre es Yurani y extraño mucho a mi hermanito y sé que él no se merecía que lo mataran tan vilmente. Le pido a Dios que los que lo mataron paguen por lo que hicieron. Cuánto quisiera que él es-tuviera vivo para que a mi mamá no le hiciera falta y que estuviera cerca de nosotros.

Habla KatherineMi nombre es Katherine y extra-

ño mucho a mi hermanito. Sólo tengo siete años pero siento rabia con los que lo mataron.

Habla MichellMi nombre es Michell y extraño a

mi hermano.

Habla JohanaMi nombre es Johana y yo extra-

ño mucho a mi hermano porque él era muy lindo conmigo. Lo extraño demasiado y ojalá esos señores pa-guen por lo que hicieron.

Habla JhonExtraño mucho a mi sobrino por-

que él era muy divertido. De los grupos armados pienso que ellos no piensan para hacer las cosas a las personas inocentes. Ojalá cam-bien de proceder y no les hagan daño a las personas.

Habla NeyderMi nombre es Neyder y soy el

padrastro de Jhon. No tuve una relación muy cercana con él, pero me dolió mucho su muerte porque era un joven con muchas metas. A ninguna persona nadie tiene el de-recho de quitarle la vida, y menos de esa manera tan cobarde.

Habla de nuevo la mamá

Esto es lo que piensan mi fa-milia e hijas, que es diferente a lo que piensan los demás, que dicen que yo me hago la mártir porque yo deseaba que mataran a mi hijo, que yo lo despreciaba. Pero nadie sabe el dolor que yo estoy sintien-do porque ninguna madre le desea mal a un hijo; siempre deseamos lo mejor no importa lo que piensen los demás o digan. Solo Dios sabe la verdad y ojalá que Dios les dé su recompensa y no tengan que sentir el dolor que estoy sintiendo yo, de ver que no pude ni siquiera ver a mi hijo por última vez porque me lo entregaron en un ataúd sellado.

Dios perdone alguna vez a los que me lo mataron porque yo no creo poder hacerlo. Pa-ren con tanto dolor que nos ha-cen padecer. No queremos más muertes.

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MPor: Rosa Ismenia Cárdenas

Historia de Ismael

tarde, y lo más triste y doloroso fue que como a las once de la noche me llamaron a decir que mi hijo Is-mael había sido tiroteado. Nos fui-mos para allá, cuando llegamos al hospital nos pidieron sangre. Fue demasiado tarde y murió a las tres y treinta de la mañana. Me dijeron que había sido por robarle la patilla, cosa que no creo. El dictamen mé-dico dice lo contrario, lo que para mí ha sido duro porque yo no he podido superar esa tragedia. Me ha quedado su hijo, mi nieto, al que he tenido que darle todo. Lo más triste es que a la edad que tiene el muchacho aún no tiene el apellido de mi hijo.

Recientemente fui a todas par-tes y le negaron el apellido. De to-das maneras esa es parte de la his-toria de mi vida, la pérdida de mi hijo. Me perdonan lo mal escrito y la mala ortografía.

e llamo Rosa Ismenia Cárdenas. Soy nacida el 28 de noviembre de 1948 en Santander. Me ha tocado trabajar desde niña. Murieron mis padres, quedé sola porque mis her-manos temían allí. Aburrida me vine con una amiga a trabajar a Acacías, Meta. Ahí trabajé hasta que me fui a vivir con el que fue el papá de mis tres hijos, Héctor, Ismael y Gonza-lo. Me daba una vida pésima, me maltrataba, hasta que decidí irme de su lado con mis tres hijos. Lu-ché por ellos, a veces me tocaba trabajar para la comida. Así los sa-que adelante y luego crecieron y se abrieron a trabajar. Mi hijo Ismael se fue a sembrar patilla a Puerto Ló-pez. Se fue con una muchacha que llevaba de compañera, estaba em-barazada y él la dejó acá, Ismael no alcanzó a conocer a su hijo.

El 18 de febrero de 1992, ella se enfermó y la llevé al hospital. Ella se mejoró a las seis y veinte de la

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ALos inocentes pagan en la guerra y mi familia lo vivió

Por: Cennedy González de Valcarcel

sí está conformada mi familia. El 18 de junio del 78, fue mi ma-trimonio en la parroquia de San Juan de Arama, al tiempo nacie-ron mis dos hijos, Oscar Giovan-ny y Harod Edisson. Mi esposo Óscar Valcárcel era un luchador, le gustaba mucho la política, ve-lar por los ancianos, niños y gen-te humilde, no solamente en el momento de hacer política, sino porque le nacía ser humanita-rio con todo mundo, de una y otra forma se las ingeniaba para ayudarle a la gente humilde con remesa, medicina, cuadernos, uniformes, etc. Contaba con amigos que le ayudaban para entregar las donaciones y de esta forma, él soñaba aspirar a la Alcaldía de San Juan de Arama. Así luchaba, ayudando a la gen-te humilde, trabajando en tro-chas, carreteras y donaciones.

Transcurrió el tiempo, y para unas elecciones él dijo, Es el tiempo mío, ahora o nunca. El 11 de junio de 1998, mi esposo aspiraba a la alcaldía del pueblo y pese a las circunstancias, le qui-taron la vida. Nos encontramos con muchas dificultades, en es-tos momentos nadie nos valora porque no estamos relaciona-dos con ellos, sin embargo, nos

señalaron culpables sin antes haber sido escuchados. Hoy el destino se llevó a mi esposo que quiso luchar por los suyos, que quiso vencer el obstáculo más grande de su vida: el miedo. Pero sin ninguna esperanza le troncaron su ilusión, que hoy ce-rró su vida para siempre.

El 10 de junio de 1998 a media noche, me hicieron una llamada, me levante, contesté, era la voz de una persona joven y me dijo, Duerma tranquila que lo que va a suceder es una pesadilla, ja, ja, ja, inmediatamente colgué y le conté a mi esposo, él me dijo Eso es envi-dia porque estoy haciendo política.

El día 11 por la mañana, mi es-poso se bañó, se vistió, se acercó al espejo a pulirse el bigote, en ese momento llegó la mascota de la casa que era un perro, su nom-bre era Motas. El perro le cogía las botas del pantalón y aulló por tres veces, lo jalaba, él dijo, A quien irán a matar. Entonces salimos para la registraduría a verificar cuántos as-pirantes se habían escrito a la Alcal-día, estábamos ahí cuando llegó un joven aproximadamente entre 18 y 19 años: bajito, tez blanca, con un tatuaje en el brazo, mechudo, con corte debajo, y los ojos colo-rados y sonreía como malicioso, burletero. Mi esposo me dijo, Vá-

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87monos, estuvimos hablando con el hijo del señor Julio para ver si él se escribía a la lista del Concejo y en ese momento llegó nuevamente el joven. Nos fuimos para la calle, para constatar si una amiga, Milena, nos acompañaba en la lista para el Concejo, y luego nuevamente lle-gó el joven. Nos despedimos y se nos adelantó paso a paso y entró a un salón de belleza. Llegamos a la casa, era aproximadamente la 1:20 p.m y mi esposo me dijo, Sírvame el almuerzo que me voy para Villa-vo. Le serví y lo acompañe mien-tras almorzaba, en ese momento golpearon la puerta y salí, era una señora llamada Mila, y le dije, ¿A la orden?, y me dijo, ¿Don Oscar?, le dije, Si está, pero está almorzando o si gusta siga, ella miraba a lado y lado, pálida y sacándose la yuca de los dedos y me dijo: Yo espero, sin embargo mi esposo se levantó y ella le dijo, Lo necesitan en mi casa, él le dijo, ¿Quién?, ella le dijo, Un señor. Salieron y yo entré a sacar unos platos para tapar el almuerzo. Salí nuevamente, cuando volteé a mirar hacia la carretera ya lo lleva-ban en una moto, me miró y con sus manitas me decía Adiós, y corrí a la esquina y él volteaba a mirar hacia atrás, me decía adiós con sus manitas. Crucé la carretera y le pre-gunté a la señora Mila, ¿Quién se lo llevó?, y me dijo, Gomelo, el pis-tolero de Costa Rica, le dije, ¿Pero qué dijo?, ella me contestó, Él dijo que no se demoraban, en ese mo-mento llegó mi hijo mayor, ¿Qué paso mamá?, le contesté: A su papá, se lo llevo “gomelo” en una moto, él me dijo, Mami yo presien-to que a mi papá lo van a matar, mírame mamá como me brinca la

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cara y comenzó a darle puños a las paredes, y pata y gritaba, y corrió a la carretera a ver si estaba su papá y gritaba, Yo me voy a buscarlo, me colgué del brazo y le dije, Hijo no vaya que él no se demora, y me de-cía, Mamá que no le vaya a pasar nada a mi papá por esa política. Mi hermanito se fue para el paseo de despedida, nos encontramos afue-ra de la casa, cuando llegó un señor grande, mono, ojos claros, cano-so y me dijo Le voy a contar algo, pero no vaya a decir quien le dijo, le conteste ¿Pero qué?, era aproxi-madamente la 1:30 p.m, Su esposo está muerto al pie de los corrales de Alipio, vía los micos. Arranque a correr como una loca sin zapatos, no sentía nada en mis pies, hasta llegar al puesto de policía, gritaba ¡Mi esposo lo mataron!, me devolví a la Alcaldía, y pregunté ¿Quién le va a hacer el levantamiento? Nadie contestaba, se miraban los unos con los otros, y me decían, Que tal que sea una trampa para matar a más de uno, me devolví a buscar quien me llevaba hasta el sitio, en ese momento llegó un señor y dijo, Hay mucha gente donde está él y su sobrino se quitó la camisa y le tapó la cara. El taxista al escuchar está versión dijo, Yo la llevo. Llegué al sitio, me arrojé hacia él, le gol-peaba el pecho, gritando Al fin lo mataron por la política, me parecía mentiras que estuviera muerto. Al momento llegaron a hacer el levan-tamiento, me ayudaron a alzarlo, a subirlo al baúl. Llegamos a la casa y lo coloqué en el centro del sa-lón, cogí una toalla y lo limpiaba y limpiaba por todos los lados y más sangre le vertía, me parecía que es-taba vivo, en ese momento levanté

la mirada hacia las puertas de mi casa que estaban cerradas, y había mucha gente afuera: Policía, D.A.S, Ejército, la juez, reaccioné y acepté la realidad de lo que estaba suce-diendo allí.

Llegó el carro fúnebre, donde lo trasladaron para hacerle la ne-cropsia. A las 6 de la tarde me lo entregaron, esa noche fue para nosotros una mentira, más tarde se reunieron las amigas de la aca-demia folclórica, donde él maneja-ba sus maracas, lo despidieron con las melodías que a él le gustaban: Egoísmo por Reinaldo Armas, La ley de la vida por Los Tigres, aquí quedaron todas las ilusiones ente-rradas, lo que él soñaba para sacar adelante su familia, dejando la-mentos de sus hijos, donde uno no sabe qué hacer.

Después de dos meses murió mi hermano Hernán González, el 8 de agosto del 98, coleando en la pista de Acacias, el caballo lo arrastro y lo desnucó. Era la persona que le podía colaborar financieramente a toda mi familia, esta muerte no fue tan dolorosa, no le quitaron la vida, fue un accidente, fue llamado por Dios.

El 1 de septiembre de 1998 me ofrecieron trabajo como auxiliar de odontología, ya tenía mi tarjeta de profesional, y podía desempeñar el cargo, gracias a mi esposo que siempre me decía, Prepárese por-que yo no voy a ser eterno. Mi suel-do era de cuatrocientos cincuenta mil pesos moneda corriente, con eso me sentí capacitada para dar-les estudio a mis hijos en el año de 1999. Empecé a llamar a mis amigas en Villavo, a mis hermanas

en San Martín para ver si ellas me podían tener a mis hijos, ellas me ofrecieron la estadía, ésto lo hice con el fin de que ellos olvidaran lo sucedido, pero no fue posible. A Oscar Giovanny me le dio parálisis facial, con terapias logró recupe-rarse. Mis amigas Lola y Sandra me decían, que Giovanny se encerraba a llorar y no salía de la pieza, ellas le daban mucha fuerza y moral pero él no escuchaba nada. También le consiguió un trabajo de ayudante de construcción, donde se mez-claba arena y cemento a punta de pala, eso era en el día y en la noche estudiaba, pero él no soporto esto. Un día llego a mi casa y me dijo Me voy a prestar servicio militar para salir adelante y poderla ayudar, siempre lo que tenía en la mente, desde pequeño, era ayudarme a mí y a su padre. En las horas libres es-cuchaba melodías, mucha música vallenata, especialmente Los Cami-nos de la Vida y Mi Ahijado. Es un joven divertido, después él cambio de casa, fue un cambio extremo, dejó su pueblo donde se mante-nía con sus deportes, danzas y su academia folclórica, la academia de Karatecas donde ya estaba partici-pando. Es un joven activo, le gus-tan mucho las danzas folclóricas y su arte de las maracas, yo lo apoyé para que se fuera a prestar su ser-vicio militar. Desde el momento en que se fue se lo entregué a la Vir-gen del Carmen, con lagrimas pero lo apoyé.

A los tres meses juró bandera y regresó a mi casa, de vacaciones. Estuvimos reunidos, le contaba a su hermanito que era muy duro pero que había que salir adelante, salió Lo

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a saludar a sus abuelos, lo miraron en el centro y en ese momento me hicieron una llamada donde me decían, Yo la estimo mucho pero saque a su hijo de acá porque Pi-tufo dio la orden de matarlo por ir a prestar servicio voluntario, y colgaron, quedé suspendida, con rabia y salí a buscar a mi hijo y le conté. Se estuvo en la casa ence-rrado mientras yo averiguaba esta situación, busqué a una amiga para que preguntara si él tenía proble-mas y ella me dijo vamos a donde Costa Rica y pregúntele personal-mente. Lo hice, allí comandaba alias Pitufo con el frente 27 de las FARC. Él fue muy descortés rehusándo-se a escucharme y en forma en-fática me dijo, Viene a poner cara de madre, no paga sino matarla, mandó a su hijo a prestar servicio militar y al otro para donde los pa-racos, le conteste, No tengo plata para comprarle la libreta y el otro está estudiando, me contestó, No paga sino amarrarla, me llevó por delante de dos guerrilleros, Eche para allí, párese al pie de ese árbol, me corrí y dijo Amarren a esa hijue-puta, se quitó un fusil del hombro y lo hizo sonar, sentí un nudo en mi garganta, mis rodillas las sentí dobladas, desgonzadas comple-tamente, no contesté nada, mi mente estaba en blanco, me dijo: Le doy 3 horas para que desocupe el pueblo, porque sino le pasa igual que a su esposo. Llegué a mi casa y mi hijo se había tomado una botella de aguardiente, le conté la mitad, lo otro me lo reservé, enseguida conseguí un carro y le pagué el ex-preso para sacarlo del pueblo y al otro día seguí en mis labores como si nada me hubiera pasado. A los

pocos días le hicieron una llamada a mi querida madre donde le decían: Dígale a su hija que renuncie si no la pistoliamos; mi madre se asustó y se fue a la oficina a buscarme y fuimos a denunciar y colocamos la demanda, eso quedó así; al otro día conseguí un amigo promotor y le conté lo sucedido, y él me dijo: Yo la llevo, pero hable con Jaime el Calvo, me llevo a Peñasblancas y él me dijo, Si usted no debe nada, no desocupe el pueblo, sin embar-go seguí cumpliendo mis labores, como si nada hubiera pasado. A los días llamaron al director del hospi-tal y le dijeron que no me diera más trabajo, él me llamó la atención y yo le contesté, No debo nada por lo tanto no renuncio y seguí labo-rando hasta que el alcalde me pidió la renuncia y me comentó que si no renunciaba me iban a pistoliar. A los ocho días llegó un muchacho mo-reno y me dijo, Desaloje el pueblo y venda esa mecha de casa sino se la tumbamos, la verdad sentí miedo y renuncié.

A los ocho días me tocaba una operación que ya estaba programa-da, fui a la operación y luche sola en mi casa, me costó lágrimas por-que me tocaba sola. Como a los 3 días mataron al inspector de policía, su nombre era Willinton Mendieta, la oficina era a una cuadra de mi casa. Ese día me encontraba recos-tada en mi cama cuando escuché lamentos y me asomé a la ventana, al frente estaban los dos guerrille-ros cargando otra vez las pistolas. No me vieron, me agaché y me co-rrí hacia un closet, me estuve quie-tica, pensaba que me iban a matar, sentí temor. A los cuatro días ofrecí

a la venta nuestra casa, la vendí por cuatro millones, pero el negocio se cerraba hasta que le hiciera la su-cesión. No sabía qué hacer, porque en la alcaldía me debían tres meses de sueldo y no había forma de pa-garme la liquidación, entonces me conseguí lo del transporte y lloran-do saqué mis cositas de la casa con mi querido padre que me ayudaba.

Cuando llegué a San Martin a donde me ubique y donde iba a estar con mi hijo Harold, empecé a pensar en lo del arriendo que eran 150 mil, fuera de agua y luz, para mí era muy duro. Siempre le pedía a Dios que me diera mucha fuerza de salir adelante, me gasté cuatro días arreglando la casa. Yo estaba recién operada y me encontraba delicada de salud, con fiebre, con el estomago hinchado. Mi hijo me decía, Mami vaya al médico o le compro algo, le contesté, No ten-go plata, él me dijo, Mami yo tengo ahorrado de lo que usted me man-daba semanal, en la cuenta tengo cien mil pesos, fue y retiró y me compró unas pastas, yo a nadie le contaba de mi situación y a veces aguantaba necesidades.

Un día me encontré a una ami-ga y le conté la situación por la que estaba pasando, ella me dijo: La voy a llevar a donde un señor Jorge Pi-rata, ese señor le puede colaborar, ella madrugó a recogerme en una moto grande, y me llevó lejos de San Martín. Llegamos al punto en donde se encontraba el señor, lo saludé y él me dijo: Patroncita en qué le puedo servir, le comenté la situación económica y él me dijo, Yo le puedo ayudar dándole 500 mil para que pague dos meses de

arriendo y el resto en remesa, me dijo, Acá se le colabora a la gente en una forma y otra, a mi me gusta colaborar pero que no se malgas-te la plata, que trabajen, estudien, entonces cogí puerta a puerta a ofrecer tamales y productos de re-vistas. Gracias a Dios me iba bien, a los ocho días, repartí hojas de vida en el centro de salud y me llamaron para que me presentara en Servi-médicos. Al siguiente día entré a laborar como auxiliar de odontolo-gía, allí tenía un sueldo de 350 mil, menos que en San Juan de Arama, pero mi vida cambió. Así termina-mos de darle el estudio a mi Harold Edisson, mi hijo terminó su bachi-llerato en el colegio Colintegrado en el año 2001 de 16 años, era un niño. Salí yo a trabajar, él se que-daba en la casa y la arreglaba, y a veces lavaba su ropa, a él no le gus-taba la cocina. Pasó el tiempo. En el año 2002 él me dijo, Mami quie-ro meterme a la policía pero tengo unos tatuajes, ya pregunté cuánto vale la ingresada, en gastos se va como dos millones, le dije, Pero no tenemos quien nos ayude, le pedí ayuda a los políticos haber si me podían colaborar pero no conse-guí nada con ellos, no hicieron sino prometer y no cumplieron nada.

Pasó el tiempo y Harold consi-guió amigos que llegaban a la casa fumando cigarrillos, él me pedía permiso para escuchar vallenatos. Yo tenía que regresar a mi labor a las 2 p.m y él se quedaba allí en la casa solo y yo no sabía qué hacía después del mediodía. Mis amigas me contaban que lo miraban en el caño bañándose con amigos y me decían que uno de ellos se llamaba Lo

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Juan, después llegaba nuevamen-te a la casa a poner música a todo volumen. El 1 de mayo del 2002 al mirar la situación económica de nosotros y al no poder ingresar a la policía me dijo, Me voy para las au-todefensas, y le contesté, Usted no piensa sino en manejar armas, para eso estudió, por qué no esperamos unos días para ver qué hago, me contestó, No hablemos más, has-ta luego mami. No sacó sino una bolsita en la mano donde llevaba unos interiores, para mí todo se me fue al piso, no hacía sino llorar día y noche, no sabía cómo contarle al hermano que se encontraba como soldado profesional. Siempre le pe-día a Dios que me lo protegiera y que me lo regresara a la casa con vida. Al mes completico recibí una notica donde me decía, Mami no me llores, me encuentro con moral y me he comido la mierdita. Feliz día de la madre, tardecito pero con amor, chao. Pasaron los meses y re-cibí una llamada, me decía, Mamita no llore, salga, tengo mucha moral pero usted me la baja cuando la es-cucho llorar y cuando me cuentan, “su mama esta flaca”, usted de esa forma me baja la moral, por favor salga, distráigase con sus amigos, yo te voy ayudar mucho y lucha-ré hasta la muerte. Chao mamita suerte.

A mitad de julio me le dieron vacaciones a mi otro hijo que se encontraba como soldado profe-sional. Llegó a la casa y no hacía sino tomar porque no encontró a su querido hermano. Fueron muy unidos hasta la muerte, compartie-ron lo malo y lo bueno, así fueron ellos desde niños, mis dos hijos que

compartieron obras de teatro, los amo mucho Oscar Giovanny y Ha-rold Edison.

Pasaron los quince días de va-caciones y me decía, Yo me voy a buscar a mi hermano, cuésteme lo que me cueste. Los últimos de julio tenía que presentarse en el bata-llón para regresar a su profesión, se llevó todo el equipo y pidió la baja. Fue y se presentó a las filas de las autodefensas sin yo saberlo. A los ocho días empezó el batallón a hacer llamadas a mi casa, que qué pasaba con Oscar Giovanny que no se presentaba en el batallón, yo le pregunté al comandante que si él había entregado el equipaje y él me contestó que sí, que él había en-tregado el equipo pero que como le faltaban dos días para terminar sus vacaciones, él no había vuelto a presentarse. En ese momento de angustia comencé a llamar a los amigos del batallón, uno que era lanza de él me dijo, Señora bús-quelo en la escuela de la autode-fensas porque él estaba muy pre-ocupado por su hermano, me dijo que allí él iba a vengar la muerte de su padre, porque allá sí se peleaba con la guerrilla, mientras que en el ejército había que esperar que los provocaran para poder reaccionar, sin hacerle mal al enemigo sino sólo capturarlos, mientras la guerrilla no pensaba en eso, sino acabarlos uno por uno.

Pasaron quince días y él me re-galó una llamada donde me dijo, Mamita perdóname por todo el su-frimiento que le estoy causando a mi familia especialmente a usted, yo no pensé que esto fuera tan duro, mi hermanito casi que me

pega, duró enojado conmigo como cuatro días y me dijo, “por qué fue tan güevón de haber pedido la baja o de haberse venido para acá, por-que acá es donde se valora a los pa-dres de uno”, yo le decía a él todo “bien” ya cometí esa locura salga-mos adelante para sacar a mi ma-dre de la mala economía. A él me lo mandaron para San José del Gua-viare y Harold tenía que ir a abrir zona a un sitio llamado el Trinche, a la siguiente semana me encontré en el consultorio una joven llamada Rubiela, me contó que había visto a mi hijo Harold el 9 de septiembre me dijo, Hablé con él y me dijo que estaba muy enfermo, que tenia he-patitis, una vista colorada, flaco y pálido. Era la última paciente que teníamos para atender en el con-sultorio, el odontólogo salió y yo seguí hablando con ella y le pre-gunté que en dónde se encontraba mi hijo y ella me contestó que en Pueblo Seco, ella decía que ese día él había recordado mucho su casa, Porque mi mamá me hacía reunio-nes pobremente con mis amigos, y le pregunté qué cuántos años es-taba cumpliendo y él me dijo que 17 años, También me encuentro aburrido porque mi hermano cogió este destino, mi Dios si llegamos a fracasar los dos, mi mamá queda sin ningún respaldo. Chinita le pido un favor, que no le vaya a contar nada a mi madre, ella que termina de contar y se despidió, yo seguí este-rilizando las pinzas, no terminé de realizar mis labores cuando entró el odontólogo y me pregunta, ¿Qué pasó?, ¿por que llora?, le contesté que tenía muchos problemas con mis dos hijos, Necesito tres días de permiso. El odontólogo me dijo,

Pase por escrito, los solicité y me los concedieron y conseguí un ex-preso para que me llevara hasta un sitio llamado Copelom, allí me bajé y tomé gaseosa junto con el con-ductor y le pregunte a él, ¿Quién es el señor Jorge y Chente?, me con-testó, El que está debajo del man-go, hable con él, y en esas llegó un señor que le decían el Paisa Andrés y me dijo, Señora si usted viene a que le den la baja a sus dos hijos, no se la damos, solté el llanto y le contesté, Es que a mí me contaron que mi hijo Harold Edisson estaba sufriendo de hepatitis, de lógico lo creo porque desde pequeño sufría de esa enfermedad, él me contes-tó, Si quiere lo traslado para este lado, le conteste, ¿Pero cuándo?, él me contestó, Venga el domingo que él ya está acá, y así quedamos.

El domingo tenía que trabajar y ordené que mi hermana fuera has-ta el sitio a verificar si estaba mi hijo y cómo se encontraba, ella fue y habló con él, si estaba un poco enfermo, estaba delgado, de una le dieron permiso para que visitara a su madre y que regresara al otro día, y así ocurrió. Lo dejaron traba-jando con el señor apodado el Po-licía, siguió en las filas de las au-todefensas a pesar de que era un menor de edad, fue muy responsa-ble en su labor.

Pasaron los años, se enamoró de una joven con la cual tuvo un hijo llamado Estiven Felipe. A los pocos meses supe que mi otro hijo, el ma-yor, se encontraba en San José del Guaviare cumpliendo con su labor en las mismas autodefensas, se co-municó con su hermano. Harold le comentó que estaba cerca de San Lo

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Martin y el otro le contestó: Dile a mi mami que espere llamada a las 2:00 p.m. Así fue, me saludo y me dijo que en las vacaciones de él ha-bía tenido un goce con una joven y que ella lo había llamado y le ha-bía dicho que estaba embarazada, así pasó el mes completico, llamó a la joven y ella le dijo, Ya tengo dos meses de embarazo de su hijo, pa-saron los meses cuando llegó una joven con una niña de quince días, Mire la hija de su hijo. Mi padre y hermanos cuando miraron la bebé de inmediato dijeron que era la misma fotografía del papá cuando era pequeño.

En ese momento y para comple-tar ya se me había vencido el con-trato en Servimédicos desde el 1 de marzo del 2003. La joven se tomó la molestia, y me preguntó que si podía tenerle la niña en el día, que le diera tetero en el día y que ella le daba seno en la noche. Yo le acep-té la propuesta para darle un bien-estar a mi nieta, pasaron los días y me dijo, Yo le dejo la niña y vuelvo dentro de un mes, como era mi pri-mera nieta ya me encontraba en-cariñada con ella, a los pocos días hablé para que me le dieran permi-so a mi hijo mayor para registrarla, y si se lo dieron y enseguida pidió su traslado más cerca para estar pendiente de la bebé. La niña te-nía tres meses, su madre ni siquiera había vuelto a saber de la niña y mi hijo me colaboraba mucho con los pañales y la leche, entre los tres sa-camos adelante la niña, mostramos lo unidos que somos para la bebé, también me colaboraba mucho mi hermana Danira y yo me ayudaba con las ventas por revista.

Como a los 15 días, llegó la mamá de la niña y me dijo que no se hacía cargo de la bebé porque no tenía la forma de sostenerla, en ese momento llegó mi hijo y le dijo que él tampoco se la iba a entregar porque ella la había dejado aban-donada, ella le contestó: Róbense esa hijueputa china, dio la espalda y se fue y nunca más volvió. En estos momentos la niña tiene seis años y se llama Maria Paula, una niña muy inteligente pero se desconcentra muy fácilmente, es muy hiperacti-va y participa en obras de teatro, danzas y modelaje.

Su padre Óscar Giovanny siguió trabajando en la Autodefensas has-ta el día de la desmovilización, que fue el día 26 de abril de 2006, jun-to con su hermano Harold Edisson. Óscar llegó al pueblo, empezó a devengar un sueldo de trescientos mil pesos del programa de desmo-vilizados, a terminar sus estudios y consiguió una moto para vender leche puerta a puerta. Después hizo un préstamo en el Banco Agra-rio de seis millones y su hermano también otro de seis millones y trabajaron su plata. Oscar Giovanny buscó trabajo como conductor de un taxi de servicio público y siguió luchando para conseguir el susten-to de la casa. En esas se enamoró de una joven, actualmente vive con juntos. Ella trabaja en la oficina de taxis, y por casualidad de la vida un día lo llamaron a hacer una carrera a la Guardiana para que llevara tres sardinos hasta esa finca, él contes-tó, Es que ustedes pagan muy ba-rato y acabé de sacar el carro del taller, entonces le dijeron, Consíga-me tres comidas para esos mucha-

chos. Eran aproximadamente las cinco de la tarde, le pareció mejor llevarlos a la casa y les vendió la co-mida a los jóvenes, luego se fue a estudiar a las seis de la tarde mien-tras su señora salía de una reunión política. Los jóvenes en la casa colo-caron música a todo volumen y los vecinos llamaron a la policía, enton-ces los jóvenes corrieron y se ence-rraron inmediatamente. La policía le dio pata a la puerta, rompieron el vidrio, los sacaron y se los lleva-ron, los investigaron y los dejaron libres. Estos hechos ocurrieron en septiembre 2007.

El 23 de noviembre estuvieron celebrando unos cumpleaños en la casa, con música vallenata colo-cada en el carro de un amigo rico, junto con mis dos hijos y nietos. El 25 de noviembre capturaron a mi hijo Oscar Giovanny y a su esposa, los trasladaron a la Fiscalía de Vi-llavicencio y después para la cár-cel donde les dictaron medida de aseguramiento. A continuación la compañera de mi hijo Óscar Gio-vanny empieza a narrar los hechos sucedidos dentro de una cárcel:

Hola mi nombre es Martha Gon-zales, esposa de Oscar Giovanny, conozco su vida que ha sido lleno de sufrimientos. Ya hace 4 años que convivimos, en los cuales he-mos tenido que pasar por dificulta-des, por momentos duros, como lo fue caer a una cárcel injustamente. Para el día 25 de noviembre que se realizó nuestra captura, nos cambió la vida totalmente, porque para mí era como si fuera el fin del mun-do; en lo primero que pensé es que allí me moriría, creo que ha sido lo peor que me ha pasado en mi vida,

fue lágrima tras lágrima y desve-lada, porque me encontraba tras unas rejas, porque se me estaban violando los derechos de vivir en libertad, de gozar de lo más lindo que Dios nos puede brindar, aparte de vivir nuestra vida.

Fue duro acostumbrarme a ese cambio duro, alejado de mi espo-so, que me tenía tan mal acostum-brada y consentida. Pasaban los meses y no veía ni la esperanza de salir de allí, pareciera que mi Dios se hubiera olvidado de mí, decía en medio de mi desesperación. A los tres meses me concedieron poder ver a mi esposo y luego cada mes. Hasta que en tres meses resulté embarazada, ahí vi mas mi deses-peración, entré en depresión pro-funda, porque me preguntaba el por qué en esas circunstancias, tras unas rejas, lejos de mi libertad y de mis seres queridos y sobre todo de su padre. Yo oraba demasiado y en mis oraciones pedía una lucecita a mi altísimo, y sé que en medio de mi llanto, Dios me dio la sabiduría de entender que esa era la lucecita para poder salir de allí. Reaccioné y me di cuenta de que tenía que aceptarlo así. A mis siete meses de embarazo, me dieron libertad provisional, hoy por hoy, ya mi her-mosa reina tiene seis mesesitos, y es mi corazón. Sé que eso fue lo más lindo que me pudo pasar en-tre esas cuatro paredes, así como poder ver a mi cuñado junto con su hijo y sus dos sobrinas, que era la persona que nos podía colaborar económicamente. Mi niña nació el 21 de enero de 2009, a los nueve días de nacida, tuvo una fuerte in-fección umbilical que casi la lleva a Lo

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la muerte, duro hospitalizada por siete días, donde mi cuñado pre-ocupado por la situación de la niña, me llamaba constantemente, hasta que el viernes 30 de enero me lla-mó por última vez.

Mi hijo Harold era una perso-na orgullosa, le gustaba mantener bien vestido y así mismo le gusta-ba tener a su hijo. Él era una per-sona muy seria para sus negocios, correcto, desde pequeño siem-pre anhelaba tener plata, moto, carro y ganado, lo logró pero por ser muy divertido con sus amigos, fue acabando poco a poco con su suerte. Mis dos hijos siempre ha-bían respondido por mí y por mi nieta, en lo del arriendo, la comida. Mi hijo Harold llegó a verse en una situación económicamente mal, se encontraba preocupado por su hermano, él me decía: Mami viene otro gasto más de mi otra sobrina y hay que colaborarle a mi herma-no por el motivo que como se en-cuentra detrás de unas rejas, mami me va a tocar recibir un trabajo que me ofrecieron porque la plata que había se perdió toda en DMG, no hay que esperar nada de eso, era la plata que sea movía en una forma y otra forma, ¿qué vamos a hacer?, de todas formas me aprobaron el proyecto de ají y también voy a es-tudiar los sábados Ingeniería de Pe-tróleos, voy a recibir ese cargo pero con ese compromiso. A los 4 días me dijo: Mami me voy a trabajar nuevamente a San Juan de Arama, y me dan permiso de estudiar, ha-ber como resuelvo la situación eco-nómica con ese sueldo de un Millón de pesos, salimos otra vez adelan-te, hablando con él le dije: ¿Papi

por qué le ofrecieron un trabajo para San Juan de Arama?, ¿no será que me lo piensan matar, así como están matando uno por uno?, él me contesto: Yo no debo nada, no estoy robando, no estoy extorsio-nando, no estoy manejando platas, no estoy matando sin orden y en-tonces, ¿por qué pensar eso?, yo recibo ese puesto, no se ponga tan pesada a pensar en cosas malas. Así pasó todo el día 29 de enero, me dijo: Mamá yo recibí la remesa y us-ted no tiene surtido, por qué no me había dicho, le contesté: Hijo para que lo voy a preocupar, si usted se encuentra mal, si hay arroz, arroz se come, me contestó: No mamá, por nosotros podemos aguantar, pero los niños no, vaya y empeñe esta gargantilla por cuatrocientos mil pesos, compra doscientos mil en remesa y el resto me lo da. Así fue lo sucedido, nos sentamos en el comedor y me dijo, Mami, mire que me dijeron que ya no había más trabajo y que los viáticos se habían quedado, Pepito me estaba convidando para Mesetas a dar una vuelta y que fuéramos de paseo y que mañana sábado no fuera a tra-bajar, que madrugaran el domingo, y también me convidó a jugar billar en Granada, le dije que sí. Llegaron al billar y había dos muchachos y él se puso a jugar con ellos, en ese momento él dijo que iba a almorzar y que ya regresaba, pero mentiras, no se sintió bien y se vino, el amigo se quedó allá en el billar.

El sábado 31 de enero, se encon-traba el primo cumpliendo años, ya por la tarde Caliche lo llamó y le dijo que si lo acompañaba un rato, él le contestó que no tenía plata, y Ca-

liche le dijo: primo yo le gasto, no se preocupe; así pasó, estuvo has-ta las dos de la mañana y se vino a dormir. El domingo se levantó y me dijo, Cómo amaneció, yo le dije, Muy enferma, tengo un dolor en el pecho, así llevo ocho días enferma, me cogió las mejillas, y me dijo: Yo la necesito alentada mamá, me voy para San Juan, antes voy a ir a traerle unas hayacas para los ni-ños para que desayunen, las colocó encima de la mesa y me dijo, Chao mami ya me voy con Pepito usted ya sabe.

A las seis de la tarde me encon-traba acostada porque me sentía muy enferma, en ese momento golpearon la ventana y me asomé, cuando la novia me dijo, Mataron a Harold, no creía nada, ¿Pero quién le dijo?, me contestó, Pepito me avisó y fue a la casa a buscarme él personalmente. Esa persona fue in-capaz de avisarme porque se sentía con el pecado encima, todo esto me cayó como un baldado de agua fría. Lo único que puedo decir es que de la muerte de mi esposo, la de mi hermano y la de mi padre, no encuentro palabras para expresarlo, pero me duele mucho más la de mi hijo, no la soporto, me encuentro día por día sola, únicamente con la fuerza que Dios me da. En este mo-mento tengo que responder por mi hijo que se encuentra en la cárcel, por mis nietos, arriendo, comida, agua, luz, aquí quedaron todas las ilusiones de mi hijo.

Murió en lo que a él le gustaba, cuando él estaba pequeño le gus-taba mucho el baile y participar en obras de teatro, todas las reunio-nes las hacía en la casa, contando

con el apoyo de sus padres. En este momento me dejó un niño que me pregunta, ¿Usted extraña a mi papá?, me dice, ¿Cuándo vie-ne mi papá?, a todo momento lo recuerda. Lo que más duele es que el mejor amigo lo mate a uno, lo entregó sin poder decir nada, an-tes verlos calle arriba y calle abajo muertos de la risa, sin pensar qué le espera más adelante. Nunca olvi-do la muerte de mi hijo, porque un hijo nunca lo recuperaré, con toda mi fuerza sacaré adelante este niño que dejó, siendo la misma fotogra-fía de él. A Dios le pido que me dé mucha salud, sé que me encuentro muy enferma, solamente lo sé yo, aquí termino ni narración.

Relato de Oscar Giovanny Valcarcel

Mi nombre es Óscar Giovanny Valcárcel González, nacido en Puer-to Inírida (Guainía) y criado en el Meta en el municipio de San Juan de Arama. Desde que tengo uso de razón, en mi vida éramos una familia unida. Miraba a mi madre y mi padre que luchaban con mucho sacrificio para sacar adelante a sus dos hijos para que no les faltaran nada, mi madre se superó un poco en su estudio, hizo un técnico en auxiliar de odontología, se desem-peñó en el hospital de San Juan de Arama.

Mi papá vivía en el mundo de la política, era un hombre muy inte-ligente, que tenía sus errores, sí, como cualquier ser humano, pero era un buen padre. Me he sentido orgulloso todavía de mi padre por-que él era un hombre muy solidario

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con la población necesitada, y a pe-sar de que los ingresos económicos de nosotros no eran muy buenos, él se las ingeniaba pidiendo cola-boración a los políticos, como sillas de ruedas, mercados y brigadas de salud. Así se fue ganando su gente, colaborándoles de corazón. Hasta que en el año de 1998 para un mes de junio, decidió lanzarse de candi-dato a la alcaldía del pueblo. Tenía el apoyo de un ganadero y de un di-putado llamado Hernán Rojas, para ese tiempo la guerrilla tenía mucho poder sobre la población, todo se hacía a las ordenes de ellos. Los que tenían el poder en ese tiem-po decidieron hacerle la guerra a papá, la parte contraria y enemiga para muchos era mi padre y como en Colombia vivimos, la palabra del pobre no vale nada, después sucedió lo acontecido con papá. El 11 de junio de 1998, cuando él decidió inscribirse para las eleccio-nes de la alcaldía, a pesar de que había muchas amenazas dirigidas a él, no alcanzó a inscribirse cuando a la una y veinticinco de la tarde vino una mujer y le trajo un men-saje, que había una reunión con la guerrilla para organizar las inscrip-ciones. Lo recogió un individuo al que le decían “gomelo”, éste se lo llevó en una moto. Yo corrí hasta la avenida y lo miré pero su mirada no era normal, era como nostálgica, como si estuviera despidiéndose ya de nosotros. Yo en ese tiempo tenía 17 años y mi querido herma-no tenía 13 años, él se encontraba en su despedida de año porque ese día terminaba su primaria. El mismo día a la una y media de la tarde lle-gó un señor de un carro azul, creo que se llamaba Ubaldino, y le dijo a

mi mamá que dónde estaba Oscar y ella le dijo que había salido para una reunión. Él la miró fijamente a los ojos y le dijo que lo habían matado, que estaba a la entrada para el lado los Micos, botado, unos vaqueros que bajaban le taparon la carita con unas matas de guayabo. Un primo mío fue el primero en ir a verlo, fue el solo para asegurarnos que si fuera él, volvió y cuando confirmó yo decidí ir con él hasta donde mi papá estaba. Sentí un dolor muy grande al ver a mi papá ahí botado en la carretera como un perro, con la carita destruida, una parte de la cara reflejaba, en su ojo que le quedó abierto, que él imploró pie-dad. Yo desde ese día me llené de mucha rabia contra todo el mundo, para mi eran todos culpables y dije que algún día me las pagarían. Yo pasé todo entero, tratando de asi-milar qué sería de nuestras vidas sin nuestro papá.

Mi hermano inició su bachillera-to, curso hasta octavo en San Juan, y yo decidí irme para las fuerzas militares a buscar nuevos rumbos, presté mi servicio militar en San José del Guaviare. A mi hermano, mi mamá lo mandó para San Martín a terminar su bachillerato, donde vivía con una tía mientras mamá si-guió trabajando en el hospital para su sustento y estudios. Mientras él terminaba su bachillerato yo termi-naba de prestar mi servicio militar, cuando un día esos perros de la gue-rrilla se llevaron a mi madre, me la amarraron y me la humillaron, que le daban tres días para abandonar el pueblo y que le dijera a sus hijos que ni volvieran al pueblo, sino nos pasaba lo que le pasó mi papá. Ahí

fue otro disgusto para mi familia, tocó dejar el ranchito botado y con el tiempo regalarlo, lo vendimos a un precio regalado. Mamá se vino para San Martin a vivir y a tratar de subsistir como fuera vendiendo ta-males, lociones, y ropa de revistas, para darle el estudio a mi hermano. Yo terminé mi servicio militar y se-guí en la profesional en el Batallón de Contraguerrilla No. 32 Liberta-dores de Uribe, Meta. Mientras, en el año del 2001 al 2002, mi herma-no terminó su bachillerato y en su mente llevaba la muerte de papá, decidió irse para las autodefensas con el fin de trabajar y vengar la muerte de papá. Me acuerdo que salí de permiso, para un mes de mayo cuando mi hermano decidió irse, llegué y sentí una soledad tan inmensa de no ver a mi hermano, estaba aburrido y desilusionado de mi vida, yo que le colaboré con lo que más pude para que se superara y sin embargo él tomó esa decisión, entonces yo tomé la decisión más absurda de mi vida, haberme reti-rado de mi glorioso ejército para irme adonde estaba mi hermano. Para mí esa vida no fue nada dura, lo duro era acoplarme a esa vida donde uno no vale nada y no tiene ningún rumbo, ni futuro para no-sotros, allí se miraron tantas cosas que ahí era donde le daban a uno la fórmula para vengar la muerte de papá, ahí nos dejaban emplu-mar en distintos trabajos pero nun-ca nos cortaban las alas. Se miraba mucho egoísmo, envidia y todo lo que se ve en las diversas socieda-des colombianas.

Pasaron los años y tuve una hija que se llama María Paula, luchaba

por ella, pero soy consciente que no había madurado lo suficiente, no tenía ninguna proyección, en mi vida no pensaba en nada. Pasaron dos años más cuando empezaron a cambiar las vidas de mi herma-no y la mía, él salió a trabajar a los pueblos, estaba bien ubicado, con-siguió mujer, se dio todos los lujos que quería y soñaba tener desde niño, pero faltó lo más importan-te, el amor de padre, para que lo hubiera hecho proyectar un futuro y para que ahorrara, pero él nun-ca vio eso. Mientras yo empezaba a ubicarme, conocí a la mujer más hermosa y bella, noble, generosa, que llenó mi vida de amor y con la cual llevó cuatro años viviendo y le he brindado todo mi apoyo, hasta donde alcanzo. Lo más importante es que me regaló otra hermosa niña llamada Samara, pero lo más triste de esta historia, empieza ahora con la muerte de mi hermano, el único que tenía y con quien contaba para que me apoyara, mientras yo paga-ba estos tres años de cárcel.

Tengo rabia porque el destino de nuestras vidas está marcado de estas formas, de tanto sufrimiento y llanto, conflictos familiares y des-igualdades entre familias. Lo más triste es sentirme solo, estar entre estas cuatro paredes, deben saber que no estoy pagando un delito grave, fue por ganarme el susten-to diario de la casa de mi familia. De esta misma forma hay muchas familias que están viviendo esta si-tuación por el conflicto armado en Colombia. Hasta la fecha desde el 2003 al 2009, somos desplazados y nunca hemos podido tener algún beneficio del estado. Lo

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Historia de José Albertino Gutiérrez

Por: Inés Gutiérrez

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Yo me llamo Inés Gutiérrez, nací el 6 de octubre de 1948 en Melgar, Tolima. Mi madre se llamaba Betsa-be Gutiérrez. Murió el 24 de julio de 1993 de 85 años de edad. Mi vida transcurrió hasta los 11 de edad en la región de Melgar, Tolima. A los seis años mi madre me dejó con mis padrinos y estudié hasta primero de primaria. A la edad de once años me vine con mi madre para los Llanos del Meta, a la región de Medellín del Ariari. A esta edad de once años, como no conocía-mos a nadie en el Ariari nos fuimos a trabajar con mi mamá en fincas cocinándoles a los obreros, pero mi mamá se enfermó y a mí con once años me tocó desempeñar las labo-res que hacía ella. Los mismos tra-bajadores me subían y bajaban las ollas del fogón. Lo que ganaba era para la droga de mi mamá y de una hermanita de brazos.

A los 13 años nos fuimos para una finca llamada la Cima que co-lindaba con el Río Viejo. Ahí estu-ve trabajando hasta que conocí el papá de mi hijo, que fue bautiza-do como José Albertino Gutiérrez. Quedé embarazada cuando tenía quince años. El papá nunca res-

pondió por el hijo que tuvimos y me tocó enfrentar la vida sola con mi hijo, mi mamá y mi hermana. Mi hijo se crió al lado mío, como pobre le pude dar lo necesario. Él nació el 29 de noviembre de 1964, en la finca la Cima de Rio Viejo y fue bau-tizado en Medellín del Ariari. Allí no había iglesia, la misa la hacia el pa-dre de El Castillo, Meta en la caseta de acción comunal. Los padrinos de bautizo fueron Alcides Barragán y Candelaria Tique. La ceremonia se celebró el 21 de marzo de 1965, el nombre del padre que lo bautizó es Waldino Castillo.

Del Ariari partimos para la vere-da La Reforma de San Martín, Meta a trabajar en fincas, en trabajo de material y trabajo pesado, sem-brando yuca, plátano, maíz, arroz, desyerbando cultivos, haciendo cercas y ordeñando. Después de la Reforma me vine para San Martín a trabajar en un hotel llamado San José. Mi hijo tenía siete años y me-dio de edad.

Estando trabajando en ese hotel fue conocí al papá de mis siete hi-jos que tengo vivos. Duramos tres meses de novios y nos fuimos a vi-vir. Él me dijo que me ayudaría con

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mi hijo, mi hermana y mi mamá. Yo tenía diecisiete años y él tenía cuarenta y tres años. La gente creía que él era mi papá y le decían, Sue-gro cuide la muchacha, mi viejo era muy celoso, pero muy decente con los demás y conmigo. Él le dio es-tudio a mi hijo, pero el muchacho se me volaba de la escuela porque había conseguido malas amistades. Yo lo reprendía hablándole y dán-dole consejos, pero él no enten-día. Opté por darle fuete y más se me salió de los manos. Lo mandé a estudiar y me dejó los libros bo-tados en la escuela, los profesores me avisaron y ellos me ayudaron a corregirlo hasta que él dijo que no quería estudiar más y se voló para Mapiripán a trabajar donde unos tíos a los doce años de edad. Yo me sentía mal porque aunque ya tenía más hijos con mi viejo, él era el des-carriadito. Me hacía mucha falta y me hacia sufrir mucho.

Mi viejito esposo lo mandó a traer y lo aconsejó para que estudiara de noche. Se quedó trabajando aquí en el pueblo, estuvo lavando carros en la bomba Triana y estuvo traba-jando de mensual en la finca de los gringos, Loma Linda de Puerto Lle-ras. Él venía cada mes o cada dos meses, era muy colaborador en la casa con los hermanos, con el papá de crianza y conmigo. Era muy de-tallista para las fechas especiales.

Así duró como unos cuatro años, trabajando y viniendo, hasta cuan-do tuvo como diecisiete años. Des-pués duró unos meses sin trabajar aquí en la casa paterna, hasta que cumplió los dieciocho años y lo presentamos al servicio militar en Apiay, Meta. De allí se voló cuando

llevaba dos meses de servicio mili-tar. Volvió a la casa y le dijimos que se presentará al ejército y dijo que no le gustaba. Como todos los mu-chachos cuando no están trabajan-do, él era uno de los que se juntaba con amigos de la niñez del pueblo que tenían problemas sociales. Mi hijo varias veces llegó corriendo a la casa y a mí me tocaba salir a de-fenderlo, por ejemplo cuando lle-garon unos señores del DAS ó de la Policía a sacarlo para llevárselo. Yo no permitía que se lo llevaran y mis hijos pequeños salían y se ponían a llorar. Muchas veces estos señores hacían tiros al aire, afuera en la calle para amedrentarlo, porque supues-tamente él era un delincuente. Nunca comprobaron nada a pesar de que nos hicieron dos allana-mientos en la casa, nos agredieron en forma física. Esto sucedió más o menos entre 1987 y 1989.

A causa de que en San Martín el ambiente de seguridad para los muchachos jóvenes se puso de mal en peor, le aconsejamos a mi hijo que se fuera a trabajar fuera del pueblo y se regresó para la región de Puerto Lleras a la vereda Loma Linda. Al tiempo volvió más o me-nos para la fecha de 1991, entre los días 11 y 14 de noviembre. Re-cuerdo esta fecha porque eran los festivales patronales del pueblo. Él estuvo en la casa hablando con nosotros, yo estaba embarazada de mi hija menor y él me dijo que ojalá fuera un niño, hablamos harto rato y dijo que se tenía que regresar para el trabajo, que estaba en una finca en Puerto Lleras. Se despidió del papá y de todos sus hermani-tos. Dijo que en cualquier momen-

to volvería y hasta el día hoy no ha llegado el momento de saber de él, no sabemos si está todavía vivo o muerto.

Yo, como madre le oro a Dios y a la Virgen para que algún día regrese a casa, o por lo menos para saber la suerte que corre o corrió mi hijo que tanto extraño y adoro en todo momento. Después de la última vi-sita que nos hizo, han transcurrido hasta hoy veinte años sin saber qué pasó con José Albertino Gutierrez, mi hijo. Todos los hermanos lo es-peran.

Habla José Idelio Campos Gutiérrez

Yo soy José Idelio Campos Gu-tiérrez, hermano de José Albertino “Tino” como cariñosamente re-cuerdo que le decíamos. Lo extraño porque él era un buen hermano e hijo con mis dos padres, muy tra-bajador y juicioso. El día que volvió por última vez a casa, yo estaba con mi hermana Martha cuidando la casa y mis padres estaban afue-ra, llevando a mis otros hermanos a ver el festival. Lo recuerdo y lo ex-trañamos, ojalá nos pudieran ayu-dar a tener noticias de él.

Habla Francy Yomara Campos

GutiérrezYo, Francy Yomara Campos Gu-

tiérrez, identificada con número de cédula 40.422.426 de San Mar-

tín, soy hermana de José Albertino “Tino” como cariñosamente le de-cíamos. Él era muy buen hermano, yo estaba muy pequeña porque soy una de las menores, lo que re-cuerdo de él es muy poco. De todo corazón le pido a Dios y a la Virgen que a donde esté, esté bien y que lo proteja de todo mal y peligro, y que mi mayor anhelo es que pron-to vuelva a nuestro lado.

Habla Martha Janeth Campos

GutiérrezYo, Martha Janeth Campos Gu-

tiérrez, identificada con la C.C. No. 40.420.856 de San Martín de los Llanos, recuerdo mucho a mi her-mano Tino, en nuestros juegos de la infancia y también porque él era un buen hermano e hijo. Aunque en algunas ocasiones hacia te-ner preocupaciones a mis padres, porque en un tiempo anduvo con malas compañías, razón por la cual era corregido por mis papás. En un tiempo se retiró de la casa, pero nos visitaba esporádicamente y después de un tiempo dejó de hacerlo, es por esta razón nuestra preocupación. La última vez que nos visitó fue para unos festivales de noviembre, después de esa vi-sita no hemos vuelto a saber de él, por lo tanto le pedimos su ayuda y colaboración en que nos puedan dar alguna información de él o mu-cho mejor un pronto reencuentro con nuestro hermano. De antema-no, le agradecemos todo lo que puedan hacer por nosotros.

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Historia de Cristian, Rodrigo y Rubiela Wilches

Por: Ana Elvia Hurtado

Segunda víctima Rodrigo Wilches

A los cuatro años de la muerte de mi esposo, uno de mis hijos se fue a trabajar a caño Jabón para ayudarme, pero allí no duró mu-cho porque a los siete meses fue asesinado. El día 6 de noviembre de 1993 recibí una llamada donde me dijeron que mi hijo había sido asesinado, me preguntaron qué iba a hacer, que si lo traía o lo dejaba por allá. Yo como pude contraté una avioneta para traer el cadáver a Villavicencio y luego trasladarlo a Guamal, donde está sepultado. De la muerte de él no se sabe nada.

Primera víctima Cristian Wilches

La primera víctima fue mi esposo llamado Cristian Wilches. Él trabaja-ba para mantener cinco hijos que tuvimos en nuestro matrimonio, Arcesio, Shirley, Rodrigo, Henry y Rubiela. Él era comerciante, viaja-ba para San José del Guaviare y el Vichada. Él se encontraba en Villa-vicencio cargando el camión para irse, lo acompañaba el hijo mayor Arcesio. Él mandó a Arcesio el día 27 para la casa donde yo vivía, que estaba situada en la vereda San Mi-guel del municipio de Cubarral. El día 28 de julio de 1989 me llegó la razón que había sido asesinado mi esposo y desde ahí comenzó mi calvario, me tocaba trabajar en la finca para mantener mis 5 hijos.

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Tercera víctima Rubiela Wilches

Mi hija Rubiela decidió ir a pres-tar el servicio militar para conse-guir buenos papeles para trabajar y ayudarme. Ella bregó a hacer un curso en el ejército pero no pudo porque estaban congelados para las mujeres. Ella buscó en todas las instituciones del gobierno a ver si la recibían y así fue como viajó a Bo-gotá y habló con el Jefe del Estado Mayor pero le fue imposible prestar el servicio militar. Lo único que le ofrecieron fue un curso de enfer-mería para enviarla a curar enfer-mos a Estados Unidos cuando lo de las Torres Gemelas en el año 2001, pero no le gustó mucho porque no quería retirarse mucho de mi lado. Después de eso pasó papeles al DAS en Villavicencio pero allí no fue se-leccionada, entonces decidió viajar a Bogotá para hablar con el director del DAS pero no fue posible encon-trarlo. Ese día cuando se encontró con uno de los escoltas de él, el tipo le dijo que él la podía ayudar, pero empezó a chantajearla, cuan-do ella vio que era un chantaje se sentó a llorar, y llegó otro señor de los mismos del DAS de nombre Sil-vio y le dijo a mi hija Rubiela, que no se afanara que él si la iba a ayudar y así fue. Él si la presentó con el di-rector y él si le dio posibilidades de trabajo en la Institución. Fue citada para que empezara hacer el curso el 5 de febrero de 2002. Cuando regresó a la finca estaba muy feliz, porque trabajando allí me compra-

ría una casita en el pueblo y me sacaría de la finca para que no me tocara trabajar, pero qué manera de sacarme del pueblo, ese sueño no se le cumplió.

El día 14 de enero del 2002 viajé a Villavicencio a hacer una gestión sobre la luz de la vereda y cuando regresé había tres hombres arma-dos en la casa. Cuando llegué me preguntaron que si había ejérci-to cerquita, yo les dije que cerca a Villavo. En un descuido de esos hombres ella me dijo que la iban a matar pero yo no lo creí, ella ha-bía logrado lo que tanto anhelaba y no entendía el porqué, nosotros lo único que hemos hecho en la vida es trabajar y sufrir. Cuando lo hom-bres terminaron de ver las noticias, uno de ellos se fue y quedaron dos en la casa. Uno de esos tipos le dijo a mi hija, Mona vaya que la necesita el comandante, yo le pregunté por qué el comandante no venía, sin embargo, ella se fue con el hom-bre que le trajo la razón y yo me fui detrás. El otro hombre me tenía para que no caminara rápido, yo me di cuenta que ya no la miraba a pesar de que ella tenía una cami-seta blanca. Cuando ya no la vi, la llamé y le grité dos veces para que me contestara, de pronto escuché dos tiros.

Yo me devolví corriendo para la casa, apagué el televisor, y me fui para donde un vecino a ver si me acompañaba a ver qué había ocu-rrido, pero no me quisieron acom-pañar. Al otro día a lo que aclaró, fui

a mirar y sí, donde habían hecho los tiros estaba muerta mi hija, enton-ces me fui para Cubarral a buscar ayuda pero fue poca la que encon-tré. Me acompañaron los obreros del municipio a sacar el cadáver de mi hija porque en esos días estaba muy pesada la situación y no se po-día ir al campo.

Desde ese día soy desplazada por la violencia, pues me salí para el pueblo y a pesar de que dicen que hay muchas ayudas para los desplazados hasta el día de hoy no he recibido ninguna. Ya conocie-ron la historia de una mujer que quería salir adelante para ayudar a su familia.

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Historia de Víctor Manuel Cano Zabala

Mi hermano Víctor Manuel era el mensual de la finca la Guarumera, vereda La Amistad. A las nueve de la mañana del 23 de marzo de 1991 lo sacaron unos hombres con engaños y mentiras, diciéndole camine con nosotros que su mamá está muerta, y él llorando salió con ellos y como a los doscientos metros de haberse retirado de la casa se escucharon siete disparos. El encargado y el tractorista fueron a mirar qué había pasado y encontraron que Víctor estaba muerto sin saber por qué. Ellos fueron a poner el denuncio a las autoridades.

Cuando mataron a Víctor, mi mamá estaba hospitalizada y ahí fue cuando más se agravó del cora-zón. Unos días después yo me puse a averiguar por qué y quién lo había matado, pero casi me matan a mí y a mis cuatro hijos. Supuestamente dicen que era la guerrilla, pero no estoy segura. Lo que sí sé es que me vinieron a buscar a la casa de una manera muy cruel, que me sa-bían hasta el nombre, pero yo no pude saber quién me vino a bus-car pues me fui para Bogotá por tres años y medio. Después volví, me persiguieron, me fui y puse el denuncio pero la embarré pues yo pensé que con decirle a los paracos también era lo mejor pero no, me persiguieron más.

Mi hermano era alegre y cuando no silbaba, cantaba. El sobrenom-bre de él era Víctor Bullar. Era muy amigable y humanitario, servicial y noble, buen hermano y buen ami-go, tenía un hermano que lo ama-ba mucho, parecían gemelos, era sencillo y no se metía con nadie.

Habla José Asun-ción Cano Morales

El día 22 de marzo de 1991 sa-qué a mi esposa del hospital, ella es la mamá de Víctor Manuel Cano Zabala, y el día 23 nos llegó la no-ticia de que nos habían matado a nuestro hijo, era un joven de 23 años. Apenas supimos la noticia nos fuimos para Puerto Lleras, allá le dimos sepultura y hasta el día de hoy no sabemos quién y ni por qué lo mataron.

Habla Yine Cano Zabala

Víctor Manuel Cano Zabala, mi hermano, era amable, buen traba-jador, juicioso, descomplicado, ca-riñoso, muy amable con mi mamá y con mi papá, y con todos nosotros, no se metía con nadie. Nosotros todavía nos preguntamos por qué lo mataron si él no se metía con na-die, no le conocíamos enemigos. Yo supe la noticia el día 24 de marzo de 1991, que lo habían matado. Yo estaba en Bogotá trabajando. La úl-tima vez que nos vimos con él, fue en diciembre de 1990, en la casa con mis padres y mis otros herma-nos, pero nosotros nos estábamos comunicando por medio de cartas, o una que otra llamada telefónica.

El día domingo 24 de marzo de 1991 a las once de la mañana me llamó un hijo del señor Teófilo Ba-rreto a decirme que a Víctor Manuel Cano lo habían asesinado en la Güa-rumera, donde él trabajaba. Yo me vine enseguida, llegué a San Martin a las cuatro de la tarde y me encon-tré con dos hermanos que estaban esperando el bus para Puerto Lle-ras, ellos trabajaban en las Palme-ras. Al llegar allá estaba mi mamá, mi papá, mi hermano menor y un sobrino. Nosotros llegamos a la una de la mañana. A mi hermano Víctor Manuel ya lo habían sepultado el domingo 24 de marzo a las cuatro de la tarde y no lo pudimos ver por última vez. Esta es la fecha en que no sabemos quiénes lo asesinaron.

Por: María Dolly Zabala

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Historia de Jhon Fernando Valencia

Por: Marisol Valencia PCon el corazón en la mano escribo estas letras, para mí es demasiado duro recordar esos momentos tan difíciles en que a mis hijos me los arrebataron de mi seno. Son cosas que uno como madre nunca olvidará.

Yo vivía muy feliz a pesar de las necesidades que tiene uno como pobre, pero nosotros éra-mos una familia muy unida, en las buenas y en las malas. Mi hijo Jhon Fernando se desapareció el 8 de marzo del 2007. Fue la última vez que me llamó para felicitarme por ser el día de la mujer. Él era muy detallista con-migo y a mí me da una tristeza muy grande en las fechas espe-ciales porque él era el primero que me felicitaba, pero cuando las AUC se me lo llevaron tam-bién se llevaron la mitad de mi

corazón, para mí él era un bebé, sólo tenía 20 añitos, él era un niño muy juicioso.

Al poco tiempo el ejército me mató al otro hijo y así acabaron con la mitad de corazón que me que-daba, eso sucedió el día 31 de julio del 2007. Fueron dos golpes que mi Dios me dio y él mismo me dio el valor de seguir adelante con mis otros dos hijos, pero no es igual porque ese vacío no lo llena nadie.

Mi hijo José Luis sólo tenía 18 añitos. Para mí mis hijos eran unos niños. Sólo le pido a la justicia divi-na y a la justicia suprema que esos crímenes no queden impunes, por eso me acogí a los Derechos Huma-nos, porque sé que por medio de ellos aliviaré un poco mi dolor y mi tristeza. Cuántas madres como yo están en esta misma agonía, por-que lo único que uno desea es mo-

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rir, ver su ropa, sus fotos, eso es un dolor que no se supera ni estando en medio de miles de personas, el vacío es igual.

Yo nunca pensé que mi Dios me fuera a dar esa tristeza de ver a uno de mis hijos en un ataúd, ya que yo tenía la esperanza de morirme pri-mero y se lo pedí a mi Dios, que pri-mero me muriera yo, pero no fue así. Llevo dos años con este dolor y día por día siento más el vacío, yo vivo con la esperanza de que ellos, algún día me llamen o lleguen a la casa. Cuando yo sueño con ellos y cuando voy al cementerio me re-conforto, pero al mismo tiempo la tristeza es grande porque del otro no supe ni siquiera dónde queda-ron sus restos, esos malditos de las AUC se lo comieron. Ellos no tenían vínculos con esas gentes porque el papá y yo los enseñamos fue a trabajar honradamente como ha-cemos nosotros, trabajando en el campo de sol a sol para criarlos dignamente. Gracias a Dios no te-nemos nada, pero no le debemos nada a nadie. Mi apoyo son los dos hijos que nos quedaron, que son la fuerza para seguir luchando, es lo único que nos queda, la mitad de la vida la perdimos con la muerte de mis dos hijos.

Para mí como para todas las ma-dres, mis hijos son lo más sagrado y mi esposo se ha sumergido en una tristeza muy grande, eso es otro tormento que le suma uno a tan-to dolor que lleva por dentro. Ese vacío en el comedor, en la casa, cuando llega navidad, la fecha de los cumpleaños, que pobremen-

te acostumbrábamos a hacer un almuerzo que nos comíamos con tanta armonía porque estábamos los seis, nos sentíamos felices, es-tábamos completos. Ahora somos una familia incompleta y triste porque faltan mis dos hijos. No sé cómo vaya a superar este dolor tan grande, sólo me queda vivir con mis dos hijitos y mi esposo, ellos me necesitan como yo los necesi-to a ellos, y que Dios haga su santa voluntad.

Pediré a la justicia que hagan todo lo que puedan por nosotras, somos unas madres que queremos justicia por crímenes cometidos por grupos insurgentes y del go-bierno, ellos creen que tienen el poder de hacer con la vida de la gente lo que ellos quieran porque tienen un arma. Confiando en Dios, yo sé que los gestores de Justicia y de la Paz, nos darán un poco de alivio a este dolor que nos quiere terminar la ilusión de vivir.

Ahora, en lo económico y espiri-tual ellos eran mi apoyo y en todo me colaboraban. Los dos hijos que me quedan, el mayor tiene 24 años y lleva 5 años en el ejército y el me-nor tiene 15 años y lleva 9 años es-tudiando en un internado de Pue-blo Nuevo, al pie de Puerto Gaitán, por lo tanto en estos momentos vivo sola en San Martín y mis hijos están lejos, el mayor en Quibdó, Chocó, y el menor pues cerca de Puerto Gaitán y mi esposo está tra-bajando en El Castillo, Meta.

Ahí les dejo esta inquietud. Gra-cias.

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El municipio de Puerto Gaitán se encuentra localizado al oriente del departamento del Meta, a una distancia de 194 km de la capital Villavicencio y a una altitud de 149 metros sobre el nivel del mar. La población es aproximada-mente de 17.306 habitantes siendo este el municipio con mayor población aborigen en el departamento con habi-tantes pertenecientes a los grupos Sikuani, Sáliva, Achagua y Pioapoco, comunidades que a lo largo de la historia han sido desplazados de las sabanas que tradicionalmente ha-bitaban. Se estima que la población indígena es superior a los diez mil habitantes y están agrupados en 9 resguardos, a saber: Wacoyo, Vencedor Piriri, El Tigre, Awaliwá, Unuma Meta, Iwiwi, Walianai Y Corosal Tapaojo.El municipio cuenta con una riqueza paisajística y aborigen muy importante, que se constituyen en pilares para el desarrollo del etnoturismo y el ecoturismo.En el municipio de Puerto Gaitán se han mantenido siste-mas tradicionales agrícolas mediante la roza y quema de sabanas, las cuales son utilizadas extensivamente para la explotación del ganado bovino. Se encuentran estableci-das pequeñas parcelas de yuca brava la cual es utilizada para la alimentación de la población aborigen, quienes además practican la caza, la pesca y la recolección de ali-

mentos. Algunos indígenas obtienen ingresos económi-cos desempeñando labores en empresas de explotación petrolera, otros trabajando como jornaleros en fincas de colonos y ocasionalmente mediante la venta de artesanías como bolsos y chinchorros fabricados de fibras obtenidas de la palma de cumare.La economía en el municipio de Puerto Gaitán actualmente gira en torno a la explotación petrolera de pozos como el de Rubiales, lo que ha contribuido a la llegada de muchos ciudadanos de otras partes del país, en busca de oportu-nidades, pero de manera simultánea, ocasionando proble-mas sociales en el casco urbano debido a la falta de infra-estructura y a la falta de oportunidades para satisfacer las expectativas laborales de quienes llegan al municipio. Hoy en día la explotación ganadera denota un crecimiento al igual que el establecimiento de megaproyectos de pal-ma africana; muchos moradores de la región sustentan su diario vivir desempeñándose en las actividades de pesca artesanal y comercial. El sector cultural gira alrededor de bailes ancestrales prac-ticados por las comunidades indígenas. En el municipio de Puerto Gaitán, antes del proceso de desmovilizacion, desarrollaban su accionar las autodefen-sas campesinas del Meta y Vichada, el frente Vichada y el grupo Centauros. Actualmente se reconoce la incursión de la nueva generación de autodefensas denominadas ERPAC en cabeza de alias “Cuchillo”; en la parte sur del municipio de Puerto Gaitán hace presencia la guerrilla de las FARC con el frente 37.Actualmente se conoce de disputas de tierras entre co-lonos y entre éstos e indígenas, dado el incremento del valor de la tierra y la urgencia de su posesión para la im-plementación de megaproyectos agroindustriales y por la explotación petrolera y sus potencialidades.

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Muertes en silencio .............................................................................116

Edilson, Cesar Augusto y José Milciades Por: Fabio Moreno .....................................................................................120

Historia de José Vicente Rojas Guayara Por: María Eloina Moreno ............................................................................124

Mi primer y mi segundo esposo Por: María Elena Roa Toloza ..........................................................................126

Historia del señor Elmer Ibarra Por: Luz Nelcy Tivavija Afanador .....................................................................132

Historia del Finaito Alvaro Pérez Por: Elaudice Gacharná ................................................................................134

Historia de Guadalupe Caballero Bautista Por: María Nelsy Buitrago Roa ........................................................................................................136

Valeriano Daza Tovar Por: Flora Tovar .........................................................................................140

Historia de José Hostibo Castaño Carvajal Por: Flor García Calderón ..............................................................................144

Otra historia de José Hostibo Castaño Carvajal Por: Elsa Castaño García ..............................................................................148

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Contenido Puerto Gaitán

Relato de Senaida Humus ....................................................................152

Familia triste pero con una esperanza Por: Carlos Julio Sossa .................................................................................154

Historia de José Hugo García Por: María Floralba Gutierrez Rojas ..................................................................158

La Historia de Arley de Jesús Rentería Por: Gloria Rentería .....................................................................................162

Historia de Edwin Roberto Martínez Reyes (Q.E.P.D) 1980 - 1999 Por Elda Reyes ...........................................................................................166

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Muertes en silencio

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DDesde hace aproximadamente 40 años hemos vivido en el municipio de Puerto Gaitán, Meta, éste se caracteriza por ser el municipio más grande del departamento. En toda su ex-tensión no ha llegado la cobertura básica en salud, educación y vivienda. Siempre hemos sido pobres, pero de esto fue de lo que se enamoraron los paramilitares y la guerrilla, del terreno y de las necesidades de la población.

La población en general es de estrato 0, 1 y 2, todos con necesi-dades y con pocas oportunidades de surgir. No se vivía sino que se sobrevivía. Nuestra familia existía gracias a la pesca y yo sustentaba a mi familia como cabeza de ho-gar, lavando, planchando ropas en diferentes casas, mientras mi ma-dre cuidaba de mis hijos menores. Quién iba a pensar que ella alcanzó a sobrevivir por 119 años, siempre entre la pobreza y la humildad y también en el analfabetismo, como yo que no sabía ni leer ni escribir. Sólo hasta el año de 1984 yo inicié mi primaria en la noche, aprendí a leer y firmar, para ese entonces mis hijos se encontraban estudiando y los dos mayores trabajando por los lados de Puerto López, munici-pio también del departamento del Meta.

Nunca pensábamos en el do-lor o el sufrimiento que causa-ría la tristeza más adelante en mi vida.

Para ese entonces Puerto Gaitán y sus alrededores eran sanos, con inconvenientes por el transporte puesto que el ca-

mino era de trochas de difícil acceso, uno gastaba de siete a ocho horas para llegar a la ca-pital del Meta.

En esta zona del departa-mento existen resguardos in-dígenas que poco a poco han tenido que civilizarse, morir o abandonar sus tierras para so-brevivir.

Para los años 90, mi hijo Jorge trabajaba en una empresa de na-vegación que transportaba des-de el rio Meta hasta el Orinoco. Él fue hasta Venezuela varias veces. Mi hija Martha estaba terminando su primaria y Puerto Gaitán no era nada de lo que fue después, cuan-do de un momento a otro apare-ció inundado de paramilitares y guerrilla. Constantemente había enfrentamientos entre ellos por el territorio, empezaron las muer-tes violentas, desapariciones, re-clutamiento de menores, hacían retenes, sacaban de los vehículos a las personas y más adelante las asesinaban, cambiaron las costum-bres del pueblo, por ejemplo, no se podía salir después de las siete de la noche y yo con mis tres hijos

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119menores temíamos todo el tiempo, uno de ellos ya culminaba su bachi-llerato y se destacaba como buen estudiante en el colegio. Los otros dos, entre ellos Martha, aún esta-ban en la escuela.

Había mucha gente extraña en el pueblo y los que éramos de ori-gen estábamos temerosos, un día cualquiera, que no recuerdo, se nos desaparecieron varios mucha-chos del pueblo, no se sabía nada de ellos, sólo que los habían visto hablando con un hombre de una camioneta, eso nos generó mucho temor y preocupación. Gracias a Dios no paso nada con ellos.

Recuerdo el rostro de una de esas madres, pues se habían llevado dos de sus hijos.

Así siguieron transcurriendo más muertes y desapariciones hasta el año 1997 aproximadamente. Cuando un día, de repente, mi hija menor no volvió a la casa, la bus-qué por todo el pueblo hasta que alguien me dijo que se la había lle-vado esa gente. Yo no podía del dolor, pero me sucedió a mí como a muchas madres de este pueblo. Pasaron unos meses y supe de ella por una nota en la que decía que estaba bien, que pronto vendría.

Pasaron varios meses y no sabía nada, hasta que un día, estando en mi casa como de costumbre, me avisaron que había habido un en-frentamiento entre paramilitares y guerrilleros y que eran muchos los muertos y heridos y que mi hija

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pasaba, pero nadie decía nada por miedo de ser asesinados, como su-cedió con un primo, por decir que él si sabía a quién mataron, a los dos meses le llegaron a su fundo y lo asesinaron y no se supo nada de lo sucedido, sólo se encontraron sus prendas ensangrentadas.

De mi hijo Jorge no se supo nada hasta el cuarto día, mis hijos lo en-contraron. Nos encontramos con la sorpresa de que lo habían asesi-nado y lo habían botado al río, así sucedía siempre con el que caía en manos de esos grupos. El río Meta, Yucao y Manacacías son testigos de todos los cadáveres que fueron arrojados a sus turbulentas aguas sin dejar rastro alguno y así era muy difícil encontrarlos. Por esa época no había ley, solamente ellos. Exis-tía sólo la ley del silencio, algunas familias eran asesinadas, dejando viudas y niños huérfanos.

Mi hijo Jorge murió sin saber el por qué o a manos de qué grupo, con él todas mis ilusiones se des-aparecieron, ya que él era mi mano derecha. Sólo quedó el recuerdo de su sonrisa, de sus frases amo-rosas. Por ejemplo, cuando llegaba de viaje me decía: Madre estás muy bonita, pues eres la más linda.

Sólo vivo del recuerdo, en la ley del silencio.

estaba herida. La verdad, yo pre-sentía que algo malo pasaba, hasta que no los entregaron en la caseta comunal, me encontré nuevamen-te con mi hija, pero ahora muerta. Después de dos años la vi, con sus ojos cerrados para siempre.

Así siguió mi vida, llena de dolor. Para ese entonces mi hijo Jorge se cansó de esa rutina de navegación y se instaló cerca a un caserío que se llama San Pedro de Arimena, sembrando cultivos de plátano, arroz y yuca, con gallinas, cerdos y unas vaquitas, en sus ratos libres pescaba, vivía con un tío, humilde pero feliz.

Había más fundos cerca y fami-lias que vivían de la pesca, pero para su desgracia existían grupos al margen de la ley, como parami-litares y guerrilla, que por esa épo-ca sostenían grandes combates y como siempre, los paganos eran los civiles.

Y como para continuar con mi vida de dolor, llegó el día fatal. Se celebraban las festividades de año nuevo en el caserío de San Pedro de Arimena, varios amigos viajaron para allá. Mi hijo Jorge estaba muy contento y lleno de ilusiones por-que le estaba funcionando bien su finquita. Con gran sorpresa a los dos días me llamó un amigo de él y me preguntó por él, me dijo que había regresado de la finca y que nadie daba razón alguna de Jorge, que no lo habían visto.

Emprendimos la búsqueda, va-rios amigos y sus otros hermanos, por agua y por tierra. Lo más tris-te era que todos sabíamos lo que

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EEdilson, Cesar Augusto y José Milciades

Por: Fabio Moreno

n la década de los setenta fue cuando nos conocimos y salimos a convivir nuestras vidas con Ana De-lia, quien actualmente es mi espo-sa. Así comenzó nuestro feliz hogar, del cual nacieron seis hijos quienes tuvieron por nombre: Cesar Augus-to, Edilson, José Milciades, Carmín Sildana, Lola, Esperanza y Fabio. To-dos ellos nacieron en una humilde vivienda en la inspección de San Pedro de Arimena.

A finales de los ochenta nos tras-ladamos a una finca a la salida de San Pedro de Arimena, la cual se llamaba “La Pradera Santa Lucia”, donde vivimos varios años. Cuando los niños comenzaron a estudiar se trasladaban desde allí en bicicleta hasta San Pedro, para ir a la escuela.

En el año de 1991 comenzó a aparecer un grupo armado no iden-tificado que acabó con la tranquili-dad de la vereda y sus alrededores. En el año de 1994, exactamente el 28 de noviembre, me trasladé con

mi familia al municipio de Puerto Gaitán, donde continué viviendo con mi familia en el Barrio Popular. Logré conseguir un lote de terre-no baldío por medio de la alcaldía, siendo entonces alcalde de este municipio el señor Mauro Cristóbal Niño, allí construí mi casa.

Siempre viví de mi trabajo en fincas y en ganadería, al igual que mis hijos. En el año de 1996 co-menzó mi pesadilla, cuando des-apareció mi primer hijo llamado Edilson Moreno Romero, quien en esos días tenía aproximadamente 18 años. Salió de mi casa en un bus de servicio público perteneciente a la empresa Flota la Macarena, la cual llevaba como destino el depar-tamento de Vichada, él trabajaba como ayudante del conductor. Es de aclarar que no recuerdo el nom-bre del patrón de mi hijo. Ese día fue la última vez que vi a mi hijo, pues nunca regreso a mi casa y cuatro días después me enteré por

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123parte de la gente del pueblo que comentaban que al “Mono”, como le decían a mi hijo, lo habían baja-do del bus las Autodefensas Unidas Campesinas del Meta y Vichada (AUCMV). Según lo que me conta-ron esto sucedió cerca de la finca “Cuatro Ases” y hasta la fecha de hoy no ha regresado y nunca han dado noticias de él.

Yo continué viviendo en este municipio. Un año después des-apareció mi segundo hijo llamado Cesar Augusto Moreno Romero. El día 9 de marzo de 1997 llegó mi hijo con otro amigo, venían de tra-bajar, pues se desempeñaba como jornalero de construcción en la fin-ca “El Cacho”, esa tarde salió a la calle como siempre acostumbraba a hacer los fines de semana, la gen-te que lo conocía dijo que lo habían sacado en horas de la madrugada de la discoteca “Candela”, que en ese entonces estaba ubicada don-de actualmente es Agro Campo. Di-cen que lo sacó un sujeto apodado con el alias de “El Lobo” y otro su-jeto con el alias de “El Águila” quie-nes trabajaban para las Autodefen-sas Unidas Campesinas del Meta y Vichada, encabezadas por el señor Guillermo Torres, comandante de este grupo armado ilegal.

De ahí en adelante y hasta la fe-cha no supe mas de mi hijo, ni las razones de por qué se lo llevaron. Mi hijo contaba con 25 años de edad en el momento de la desapa-rición.

Nueve años después desapare-ció mi tercer hijo, José Milciades Moreno Romero, él salió el día vier-

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nes 14 de octubre de 2005, de la escuela Luis Carlos Galán, donde en ese entonces se encontraba el albergue de los invasores. Allá vivía con la mujer, que se llamaba Yudi Higuera Cavarte, ese día salió a las siete de la mañana a ver un traba-jo donde los desplazados de San-ta Bárbara, tenían que trabajar en una cerca, se fue en compañía de un señor que se llama Octavio, que vivía también en el albergue y que vendía leche, le decían “el lechero”.

Habían quedado de regresar en la tarde y hasta el día de hoy no han llegado, ni tenemos razón, salieron en una moto Yamaha 125 de color blanco, propiedad de Octavio. Des-pués de la desaparición se escucha-ron muchos rumores de muertos de aquí para abajo y por eso sos-pecho que los hayan matado cerca de la finca “Santa Isabel” o en “La Santafé”, también se ha escucha-do que los mataron en La Cristalina, una inspección del municipio, otros dicen que vieron que los llevaban por los lados de la finca “Poco a poco”, que iban como discutiendo.

El día que mi hijo desapareció vestía un pantalón corto en dril de color verde, un viejo buso ne-gro, una cachucha con cremalleras azul con gris, unas sandalias de esas que les llaman “Carlos Vives” y un cuchillo pequeño cinteado en la cintura. Él es de contextura grue-sa, moreno, de cabello liso, corte bajito, de estatura alta, frente cua-drada, ojos negros, cejas pobladas, orejas medianas, boca grande, de labios gruesos, barbilla cuadrada, nariz recta. Como señales particula-

res tenía un corazón al vacío, en el dedo índice de la mano izquierda. Él trabajaba en oficios varios, en lo que le saliera. Ahora últimamente estaba trabajando en una zorra de tracción animal y hasta la fecha no he sabido noticias de mi hijo.

Un año después murió mi otro hijo, por muerte natural, actual-mente vivo aquí en Puerto Gaitán porque no tengo para donde ir, vivo en compañía de mis dos hi-jos que me cuidan y aunque cada uno ya conformó su familia, están acompañándome.

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JHistoria de José Vicente Rojas Guayara

Por: María Eloina Moreno osé Vicente Rojas Guayara nació

el 31 de diciembre de 1931 y des-apareció el 10 de Septiembre de 1998.

El señor José Vicente Rojas era un padre ejemplar, muy cariñoso con todos los hijos, muy respetuo-so, aunque han pasado más de 10 años desde su desaparición, aún lo extrañamos mucho.

Él con su familia era muy alegre y con todas las personas que lo ro-deaban, tenía muchos amigos que lo querían por su forma de ser, el tiempo que le quedaba libre se lo dedicaba a su familia, esposa e hi-jos.

Cuando desapareció sufrimos mucho por la pérdida de un padre y un esposo ejemplar, esperamos

que se haga justicia por este hecho. El 10 de septiembre de 1998 a las

3:00 pm en la finca “Los Venados” luego de regresar de sembrar yuca, llegaron unos individuos a invitarlo a una reunión y le dijeron que se alistara rápido y que se fuera con ellos. Esa fue la última vez que lo vimos, desde ese día no volvimos a tener razón de él.

El día que se lo llevaron iba ves-tido con una camisa a cuadros, el pantalón de tela color gris, bo-tas Brahma negras y un sombrero blanco. Tenía los dientes de oro, de estatura más o menos 1,80 cm, de piel blanca, cabello medio rubio, crespo, delgado, orejas grandes, ojos pequeños, bigote y labios del-gados.

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IMi primer y mi segundo esposo

Por: María Elena Roa Toloza parte - Mi primer esposo

Ésto sucedió el 1 de diciembre de 1991. Nosotros vivíamos en una finca ubicada en la vereda Santa Catalina, al otro lado del río Pla-nas, jurisdicción de Puerto Gaitán. En esa finca convivía con mis cua-tro hijos, mi esposo, mi mamá, dos hermanos y un compadre con su esposa y cuatro hijos.

En la noche del primero de di-ciembre llegaron seis tipos arma-dos, algunos de ellos disparando al aire y gritando que todos se tiraran al piso, con el susto que teníamos hicimos lo que ellos dijeron, mien-tras que mi esposo salió corriendo y uno de mis hijos que tenía seis años de edad salió corriendo detrás de él. A mi esposo le tocó devol-verse porque el niño se había per-dido en el monte, mi esposo al no ver al niño se devolvió hasta la casa

para mirar si el niño estaba ahí, los hombres armados todavía estaban y nos tenían a todos en el piso. Cuando mi esposo llegó a la casa lo acostaron en el suelo y lo amarra-ron con las manos hacia atrás, de-lante de todos mis hijos, hermanos y compadres. Mis hijos tenían: 9, 7, 6 y 4 años la niña menor.

Luego levantaron a mi esposo, a mi compadre y a otro muchacho, primo de mi esposo, que se encon-traba esa noche en la casa, dijeron que eran policías de Puerto Gaitán y se los llevaron a los tres. Los su-puestos policías dijeron que ellos ya regresarían, entonces yo me fui hasta cierta parte con ellos y con los niños agarrados de los bolsillos del pantalón del papá, los tipos tiraban a los niños a un lado, para que no siguieran más a su papá. También nos dijeron que si los seguíamos nos mataban a todos. Ellos esta-ban todos enfusilados, a mi esposo se lo llevaron descalzo, le robaron

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129lo que tenía de valor y le quitaron los papeles. Luego, como a las dos de la mañana, soltaron al primo de mi esposo, él llegó a la casa y nos dijo que ellos habían manda-do a decir que nos fuéramos, que desocupáramos la casa, él estaba muy asustado y casi no podía ha-blar, entonces yo le pasé un vaso de agua para que pudiera hablar. A las 3:30 de la mañana escuchamos cinco disparos. Pensamos que de pronto habían matado a mi esposo y al compadre. Desde esa noche mi esposo y mi compadre nunca más aparecieron, hasta el sol de hoy.

Cuando amaneció yo ensillé un caballo para venirme hasta Puerto Gaitán, cuyo trayecto duraba diez horas. En ese momento se levantó el primo de mi esposo y me llamó a solas y me dijo que no me viniera porque de camino me podían ma-tar, porque los tipos le habían dicho a él que no fueran a decir quiénes eran ellos. Al primo le dijeron que ellos eran de la guerrilla, después de que el primo de mi esposo me dijo eso, a mi me dio mucho miedo y me quedé.

Al segundo día le pagué a un ve-cino para que me trajera a Puerto Gaitán, cuando llegué, lo primero que hice fue ir a la Policía, porque ellos habían dicho que eran poli-cías. Pero al llegar a la estación de policía a preguntar por lo sucedi-do, los policías quedaron aterrados pues ellos no habían ido a ningún lado y en la estación de policía había varios amigos de mi esposo que se habían criado en la misma vereda. Coloqué el denuncio en la

II parte - Mi segundo

marido el señor Alfonso González

Después de haber enviudado conocí al señor Alfonso González, habían pasado 3 años de no saber nada de mi anterior esposo. Este señor me ayudó a levantar a mis cuatro hijos. A los tres meses de co-nocerlo me fui a vivir con él, era un señor muy bueno y muy trabajador, en ese entonces nos fuimos a vivir a una finca que yo estaba cuidan-do. Al poco tiempo pensamos en colocar algo para vender, entonces fue cuando decidimos poner una caseta a la orilla de la carretera, ahí vendíamos gaseosas, tinto y otras galgerías, era una caseta de Coca-cola, que un señor nos había traído para que trabajáramos ahí.

En ese sitio, que hoy en día se llama el Alto de Neblinas, ubicado a 5 kilómetros de Puerto Gaitán, nos instalamos en 1996, nos había dado permiso un administrador que ha-bía en la hacienda “Neblinas”. Allí mi marido sembró yuca, plátano y otros árboles. En ese sitio nacie-ron mis dos hijos del señor Alfonso González, una niña llamada Luz Bri-llit González y Alfonso González.

Por esa época empezaron a lle-gar las Autodefensas, ellos transi-taban mucho en esa zona y llega-ban al negocio a tomar gaseosa. Al pasar un tiempo de estar viviendo ahí, ya teníamos un rancho y una caseta. Llevábamos ocho años en ese sitio cuando se empezaron a

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estación de policía, pero ellos de-cían que por allá no iban, que era muy peligroso porque era zona roja y los podían emboscar. Lo único que hizo la policía en esos días fue que nos colaboraron con comida, porque eran 8 niños pequeños y 6 personas adultas. Después, el al-calde que había en ese entonces, me regaló gasolina para ir a reco-ger las cosas: la ropa de los niños, una estufa y dos camas, que era lo único que le cabía al carro porque era muy pequeño, el resto de cosas nos tocó dejarlas botadas.

Llegamos a Puerto Gaitán sin un peso, no teníamos para pagar ni una habitación. Nos tocó pasar varios días debajo de un árbol en el parque mientras conseguíamos algo, pero hubo un señor de buena fe que nos dejó una casita para que se la cuidáramos. Ahí estuvimos un tiempo mientras conseguíamos trabajo, hasta que un día me ofre-cieron trabajar en una finca, mi ma-dre me cuidaba los niños mientras yo trabajaba y por otro lado nada que aparecía mi esposo.

Desde ahí me ha tocado muy duro para poder sacar a mis hijos adelante con lo poco que les he podido dar. Hasta el sol de hoy nunca he sabido en dónde quedó mi esposo, la persona con la que me casé en 1979. Mis hijos, que ya están grandes, todavía lo siguen esperando. Al menos quisiéramos saber en dónde se encuentran los restos de mi esposo, el señor Se-gundo Adolfo Villalobos Barrera.

escuchar comentarios de los mis-mos muchachos de las AUC, que el patrón de ellos nos iba a sacar de ahí. Así duraron los comentarios por mucho tiempo, pero nosotros no lo podíamos creer, hasta que un día del año 2004, ya cerca de di-ciembre, llegó el juez del Juzgado de Puerto Gaitán, con su secretario, un perito y supuestamente el señor que nos iba a pagar las mejoras, nosotros nunca pensamos que eso llegaría a suceder. Mi marido llegó a un acuerdo con ellos y los del Juz-gado, negociaron las mejoras y nos dieron un tiempo para desalojar, ellos negociaron todo lo que había por 30 millones de pesos.

El día que hicieron el arreglo le dieron 10 millones y dijeron que al mes le entregaban los otros 20 mi-llones. Llegado el día, vino un mu-chacho en una moto y le dijo a don Alfonso que fuera a Puerto Gaitán, que le iban a dar los 20 millones que le habían quedado debiendo. Él se alistó y se trajo a un hermano, que vivía con nosotros, ellos dos se fueron para Puerto Gaitán, llega-ron al Juzgado a firmar los papeles con el señor que había comprado las mejoras, que se llamaba Álvaro Cruz Arenas. También se encontra-ba el perito, firmaron los papeles y luego le dieron la plata, eso fue lo que me dijo mi cuñado, porque yo no estaba con ellos.

Se vinieron para Puerto Gaitán a las 6:30 de la mañana, ese día don Alfonso estaba esperando a otro hermano, con el que hacía años no

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131se veía. Cuando ya hicieron todas las vueltas pagaron un expreso que los llevara al Alto de Neblinas. Alfonso iba con dos hermanos y cuando pa-saron el puente del río Manacacías, no más de un kilómetro, salieron dos tipos encapuchados. Cuando ellos pasaron el puente la Policía se encontraba allí haciendo un retén. Cuando salieron los encapuchados pararon el carro y mi marido les dijo a los hermanos y al chofer del ca-rro, Ésto es cuestión del jefe de los paracos que manda en la región, porque mi marido conocía a los dos encapuchados, los tipos los bajaron del carro y le dijeron: Don Alfonso necesitamos hablar con usted. Ahí mismo Alfonso les dijo: Pero her-mano yo sé quienes son ustedes y ellos le contestaron que no se pre-ocupara, entonces ellos se lo lleva-ron por una trocha donde se veía el puente donde estaban los poli-cías. Un tipo de éstos se fue con mi marido y el otro se quedó con los hermanos de Alfonso y al chofer le dijeron que se fuera, pero que no cogiera para Puerto Gaitán sino para el Alto de Neblinas. El señor llegó todo asustado, no me quiso decir nada, únicamente llamó a un soldado y le dijo que por el camino le habían salido unos encapucha-dos y los habían parado.

Cuando bajaron del carro a Al-fonso, uno de los encapuchados sacó la pistola y se la puso en la sien izquierda y lo mató, los hermanos de Alfonso vieron el momento en que lo mataban. Los encapuchados les dijeron a los dos hermanos que no se fueran a mover de ahí, ellos

del susto salieron corriendo para el puente donde estaban los policías a pedir ayuda. Lo bueno del caso es que lo matan en medio de la Policía y del Ejército, porque hacia como diez minutos había llegado una ca-mioneta del Ejército.

Cuando los hermanos llegaron a donde la Policía ellos los subieron al carro a recorrer el pueblo para ver si reconocían a los tipos que habían matado a Alfonso. En ese momen-to yo me encontraba en el Alto de Neblinas con mis dos niños, cuando un hermano del difunto llamó a la esposa y le confirmó la noticia, en ese momento llegó un amigo y me trajo hasta el sitio de los hechos, donde ya se encontraba un policía, pero él no me dejó pasar hasta que llegaron a levantar el cadáver; al rato vinieron a buscarme para que fuera a dar unos datos. Yo al ver el cuerpo sin vida y un pozo de san-gre, no pude decir nada de lo que me preguntaban y me desmayé, el fiscal me llevó hasta el hospital. Cuando desperté, el fiscal me dijo que estuviera tranquila que ya lo traían. Esto ocurrió el 28 de enero de 2005.

No he tenido nunca una ayuda, me ha tocado duro con estos dos fracasos y sobre todo que mis dos últimos hijos todavía están muy pe-queños.

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MHistoria del señor Elmer Ibarra

Por: Luz Nelcy Tivavija AfanadorNosotros nos enamoramos y

luego formamos un hogar donde nació una niña que se llama Joha-na Andrea Ibarra Tibavija. Nosotros nos compartíamos muchas cosas y siempre nos apoyábamos el uno al otro en las buenas y en las ma-las. Era un hombre trabajador y muy hogareño, se preocupaba por nosotras para que no nos faltara nada, pues éramos un hogar uni-do y siempre ha continuado así. La desaparición de Elmer fue un vacío muy grande para toda la familia. Le gustaba la pesca y trabajaba trans-portando turistas a pescar.

El 13 de julio del 2007 él se pre-paraba para ir a una pesca con un primo que se llamaba José Darío. Cuando estaba echando gasolina al bote me llamó y me dijo: Por la tar-de vengo, pero tampoco me dijo para dónde iba, entonces desde ese día no tengo ninguna razón de él hasta el momento.

Mi esposo mide 1,70, es de piel trigueña y su tipo sangre es O po-sitivo. Nació el 27 de junio de 1968 en Puerto Gaitán.

La historia del señor Elmer co-mienza el 27 de junio de 1968, fecha en que nació. A los nueve meses le salieron los dos prime-ros dientes, al año ya tenía una dentadura completa y comenzó a caminar sin gatear. A los 6 años el señor Elmer le colaboraba a su pa-dre, a los 7 años empezó a estudiar primero de primaria y durante su tiempo de estudio él era el consen-tido de la mamá. Después de los es-tudios comerció con su padre por el río Meta, el Pauto y el Casanare. Cuando tuvo su edad para pagar el servicio militar se presentó y lo pagó en el batallón Serviez. Una vez salió, comenzó a trabajar con su padre, don Juan, ayudándole en la pesca. A los 22 años consiguió su compañera que fue la que dejó en la casa hasta el día que se fue y no ha regresado.

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FHistoria del finaito Álvaro Pérez Por: Elaudice Gacharná

ue víctima mi esposo Álvaro Pé-rez, a las 2 de la tarde, el 2 de mayo de 1992. Mi esposo era pescador. Llegaron dos tipos uniformados, lo llamaron al pie de la ranchería y ahí lo mataron. Me dijeron que no me diera miedo, que no me iban a hacer nada a mí ni a mis hijos, que en vez de darme miedo le avisara mejor a la familia, para que le dié-ramos la sepultura.

En ese momento yo no sabía qué hacer con mis 10 hijitos, pues acababan de matar la cabeza ma-yor de la casa, el que respondía por todos nosotros. Los que lo mataron me dijeron que eran parte de las FARC, que no les preguntara más y mejor llamara rápido a la familia del finadito Álvaro Pérez, esa es mi triste historia.

24 de febrero de 2008

Hoy en día volvemos a padecer los rigores de la violencia en mi fa-milia. El 24 de febrero del 2008 me mataron a uno de mis hijos en ex-trañas circunstancias y motivos que desconocemos. Tampoco sabemos quién fue, ni por qué fue, sólo sa-bemos que la violencia es el pan de cada día y que ya me han quitado a dos seres que amo y siempre ama-ré.

MENSAJEHoy juntos, como miembros de

una familia que fue desintegrada a causa de la violencia, queremos invitarlos a que nos hagamos soli-darios frente a todo tipo de violen-cia que tenemos que padecer los colombianos. Por eso, queremos decirles a todos los generadores de violencia, que tengan en cuenta que no sólo están destruyendo una vida sino a una familia entera.

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SHistoria de Guadalupe Caballero Bautista

Por: María Nelsy Buitrago Roa malmente y quedé en embarazo. El 12 de julio de 2001 nació el niño Yohan Stiven Caballero Buitrago, de tal manera que continuamos viviendo y laborando en la misma vereda, sin ningún inconveniente con el frente de la guerrilla que ha-bitaba en ese lugar.

Por el mes de abril de 2003 llega-ron personas que conformaban el grupo de paramilitares, eran man-dados por un tal “Cuchillo” y otro llamado “Richard”, entraron en las veredas matando a personas que tuvieran que ver con la guerrilla, milicianos y entre ellos población civil inocente, diciendo que esta-ban haciendo limpieza. Los vecinos cercanos y lejanos tuvieron que ir abandonando sus fincas y sus cul-tivos para no ser afectados por los grupos armados. La mayor canti-dad de familias se fueron al munici-pio de Puerto Concordia (Meta), ya que era el más cercano

iendo el mes de diciembre del año 1998 comencé a convivir con el señor Guadalupe Caballero Bau-tista, quien laboraba como comer-ciante de víveres en la vereda El Paraíso. Dos años después nos tras-ladamos de vivienda dentro de la misma vereda, vivienda que ya era propiedad de nosotros y en donde montamos de nuevo la tienda en la que trabajamos para el sosteni-miento de nuestro propio hogar.

En el mes de mayo del año 2000 decidimos vender la tienda y con ese dinero darle un mejoramiento a la vivienda y trabajar en agricultura. Después de haber sembrado y ha-ber arreglado la casa, decidió el se-ñor Guadalupe, que en ese tiempo era mi esposo, ponerse a trabajar como obrero en la misma vereda, para el sostenimiento de nuestra hija Yarli Yulieth Caballero Buitrago, nacida en el año 1999.

Así transcurrieron los meses nor-

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139Nosotros nunca nos fuimos por-

que nada debíamos y pues nada temíamos y porque también nos daba pesar dejar la finca y todo lo que habíamos trabajado. Des-pués de unos días se retiraron las autodefensas, de tal manera que se volvieron a acercar los señores guerrilleros, los cuales llegaron a la finca de nosotros una tarde del mes de mayo, siendo las 6, nos di-jeron que nos daban una hora para desocupar la finca y que si no nos íbamos nos mataban. Ellos decían que al parecer mi esposo tenía que ver con las autodefensas, porque no nos había dado miedo como a las demás personas que habían hui-do de por ahí, entonces nos tocó desocupar esa tarde dejando todo, ropa, gallinas, las camas, entre otras cosas. Salimos sólo con lo puesto y con los dos hijos, nos embarcamos por agua en una canoa de motor para salvar nuestras vidas, llega-mos al otro día a Puerto Concordia como desplazados y nos radicamos de nuevo donde mi mamá Flor Ma-ría, junto con los niños y mi esposo, quien se puso a trabajar en oficios varios dentro del mismo pueblo.

Me puse también a trabajar en un restaurante para ver si salíamos adelante otra vez. Mi trabajo era cercano a la casa de mi mamá, lo que me permitía de vez en cuando estar pendiente de mis hijos. Así se-guimos laborando humildemente, transcurrieron 5 meses de estar en el pueblo donde permanecían los que se decían llamar urbanos del pueblo, en ese mismo tiempo la gente de las veredas salía al pueblo

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de Puerto Concordia a hacer sus compras y tenían que pasar el río en canoas con motor para poder llegar al pueblo.

Las autodefensas que frecuente-mente llegaban al pueblo mataron a todos los motoristas que hacían la línea con la gente de las vere-das, diciendo que venían al pueblo a hacerle favores a la guerrilla. Mi esposo solía conversar en el pueblo con los amigos que venían de las veredas, él era muy conocido por la gente de las veredas desde que vi-víamos por allá, entonces los urba-nos del pueblo le llamaron la aten-ción a mi esposo porque lo vieron conversando con las personas que venían del campo, decían que tal vez era informante de la guerrilla y lo empezaron a perseguir disimula-damente.

Llegada la fecha del 11 de no-viembre de 2003 mi esposo se en-contraba en la casa de mi mamá descansando, eran las cinco de la tarde y yo me encontraba traba-jando en el restaurante. Cuando regresé a las seis de la tarde a la casa, mi mamá me da la dolorosa noticia, que llegaron unas personas en un carro negro, con vidrios os-curos tipo camioneta, lo convida-ron a que los acompañara y como él se negó lo cogieron a las malas y lo montaron en el carro, mi mamá preguntó que para dónde lo lleva-ban y le contestaron: Por allí, más tarde lo traemos.

Nunca más regresó, tampoco supimos ninguna noticia de él. Des-pués de unos días les pregunté a los urbanos que permanecían ahí

que para dónde lo habían llevado o dónde lo tenían, y me respondieron que no preguntara nada o que me pasaba lo mismo que a él. Después de lo sucedido seguí trabajando y viviendo en el mismo pueblo de Puerto Concordia durante 3 años más y luego decidí viajar a Puerto Gaitán en busca de un mejor bien-estar para mí y mis dos hijos. Has-ta la fecha me encuentro radicada en Puerto Gaitán luchando por mis hijos. Nunca más he tenido razón alguna de mi esposo.

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HValeriano Daza Tovar

Por. Flora Tovar

familia. Le damos gracias a Dios por nuestra fortaleza, a nuestras fami-lias y demás personas, ya que tu-vimos la oportunidad de tener una vivienda donde refugiarnos con mi familia. Tuve el apoyo de mis ami-gos que me han dado fortaleza para vivir muchos años, pero desde ese momento he tenido que dejar de ser la persona que era, porque me faltan unos miembros de la fa-milia.

Nunca he tenido ayuda del Es-tado por ser persona desplazada, porque cuando ésto sucedió no teníamos ayuda, pero espero que por medio de ustedes tengamos algunas ayudas para seguir pasan-do nuestros años y el resto de vida que nos queda. Espero que algún día pueda tener algo por medio de ustedes y recibir mucha felicidad. Gracias por tenerme en este grupo que tiene mucho éxito para nues-tras vidas. Tenemos muchas ganas

ace 18 años tuvimos que dejar nuestras propiedades abandona-das por culpa de grupos armados al margen de la ley. Ellos acabaron con la felicidad que albergaba nues-tra familia, dejamos nuestras cosas abandonadas por el temor de que nos quitaran nuestras vidas, como lo habían hecho con nuestros hijos y demás familiares. Desde ese mo-mento tenemos que vivir con un gran recuerdo de las personas que tuvimos que perder por culpa de un conflicto en que no teníamos nada que ver, pero tuvimos que caer en el conflicto donde noso-tros no teníamos ningún problema y donde perdimos a nuestros seres queridos.

Desde ese momento hemos te-nido que vivir nuestros problemas, en unión con mis hijos, en el mu-nicipio de Puerto Gaitán, donde tuvimos la oportunidad de resguar-darnos para sobrevivir con nuestra

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de que todo este programa salga adelante y tengamos el beneficio del Estado.

Como todo desplazado he teni-do que vivir muchas necesidades, de las cuales nunca he recibido una ayuda, pero con nuestros hijos hemos tenido que salir adelante, teniendo en cuenta que si no ha-cemos nada por sobrevivir nunca tendremos nada. Es algo que es muy fuerte pero lo tenemos que soportar. Un caso de estos nos pasa a muchos y tenemos que se-guir adelante a costa de cualquier cosa. No he tenido que estar muy mal, pero tampoco bien, está uno regular, pero eso sí, muy feliz.

ADIVINANZAS

Tome mi buen rey esta flor, de la mano de este niño, que es mi hijo, es mi nieto, hermano de mi marido.

Cinco baritas en un barital, ni secas, ni verdes, se pueden contar.

Llegué a mi casa, cogí mi moza, la senté en las piernas y le toque la cosa.

Ahí lloró todo el día, perdió lo que más quería.

Tengo corazón sin ser per-sona, tengo bata sin ser mujer

y el hombre elegante lo lleva adelante.

Soy bella, soy muy fuerte, cuando hablo todos me oyen y tengo un sólo diente que mue-vo constantemente.

COPLAS

Una me dijo que síotra me dijo que noyo me quedé sin sabercuál de las dos me engañó

Me subí en una lomitapara ver si la divisabatan sólo topé las quimbasdel indio que la llevaba

Lloraba la Margaritala muerte de su maridoy en el llanto preguntabasi el otro ya había venido

Tus ojos son dos corozostu nariz es una olletatu boca es una hamacatus orejas dos chancletas

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HHistoria de José Hostibo Castaño Carvajal Por: Flor García Calderón

Yo fui la señora de José Hos-tibo Castaño Carvajal. Nosotros estábamos trabajando en la fin-ca “El Vergel” de la señora Ro-sario Ortiz. El sueldito que noso-tros estábamos ganando era un sueldito que no valía gran cosa. El que pagaba era el sobrino de ella. Ella le pidió el favor a mi marido que fuera a hacerle una cerca colindando con la finca “Siveria” de Alberto Botero.

La costumbre de él, de toda la vida, era salir para el traba-jo a las siete de la mañana. Mi marido me dijo que le llevara limonada a las diez de la maña-na, antes de yo salir de la casa oí una conversa en la otra casa, cuando pasé por el frente de la casa y ya estaba retirada volteé a mirar, lo primero que miré fue al viejo Miguel Jiménez, también vi a doña Rosario que estaba sentada en una sillita de palo,

ella tenía un pantaloncito azul, una camisita blanca, unas botas negras y un sombrero blanco.

De la casa a donde él estaba se gastaba media hora. Donde Rosario yo me estuve una hora ayudándole a cargar unos estantillos, para que entienda más clarito. A las dos ho-ras ella me dijo: Flor vaya a dejarle limonada a José, y yo le contesté: Si señora, luego ella me dijo: Eso está bien.

Allá yo le dije a mi viejo que Mi-guel Jiménez se había quedado conversando con Rosario y le dije que yo alcancé a oír al viejo pregun-tándole a Rosario que para dónde se iba y ella le contestó que iba a buscar dos marranos que se le ha-bían ido para el monte a dar cría y él le dijo que iba a ir a acompañarla.

Cuando yo llegué a la casa ya no estaban los dos, estaba el vie-jo y tenía una peinilla en la cintura, Rosario se había perdido. Yo llegué

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147del trabajo a la casa y me puse por derecho a hacer el almuerzo, lo dejé hecho para que cuando él llegara ya estuviera frío, luego yo me fui para el caño a lavar, siem-pre me quedaba retirado. Cuando yo me vine del caño para la casa oí en el patio algo y luego miré cuatro hombres de vestido pintado. Yo lle-gué con un baldado de agua y un baldado de ropa, de una vez me hicieron descargar los baldes y me hicieron arrodillar en el suelo, en las raíces de la cepa de un mango, a mi viejo lo tenían en medio de ellos. Yo les dije que por qué humillaban a mi viejo así, sin ningún motivo, que él no debía nada.

Nos tuvieron hasta que se les dio la gana, culpaban al viejo de la desaparición de doña Rosario, yo les dije que por qué cometían ese error, que investigaran primero y les dije muy clarito llorando que no me fueran a matar. Nos insultaron lo más que pudieron y se fueron.

Al otro día volvieron y me pre-guntaron si no había venido ese viejo hijueputa de Miguel, me pre-guntaron otra vez: ¿Seguro?, y yo les contesté que no, entonces le dijo el uno al otro: Para dónde par-tiría ese viejo desgraciado, hijuepu-ta, malparido, ese viejo no se nos va de las uñas.

A mi viejo se lo llevaron. Esa car-ga le queda a Javier Murcia, que vive en Planas, él mismo los trajo, él se sentía dichoso y feliz de la pelota. También nos robaron trece reces y un caballo castaño. Me ro-baron y me dejaron con los brazos cruzados y me robaron el trasteo.

Uno le dijo al otro: Ahora pues no, ahora qué hacemos, nos de-jamos pichar guevón porque lle-gan los plagos y nos matan, los del “Chanchiras”.

Dos meses después, el viejito que llaman el cura Ignacio fue a re-coger esos cuatro huesos y nos los llevó a la finca “San Manuel” y nos dijo: Aquí les traigo estos huesos en una bolsa negra. Llegó asusta-do y nos dijo a mí y a mi hija que no fuéramos a decir que él era el que los había traído, llegó afanado y dijo que hiciéramos un hoyo en la cepa de un mango y que no lo fuéramos a divulgar y que estuvié-ramos callados.

Ésto da mucha tristeza, yo soy una víctima.

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LOtra Historia de José Hostibo Castaño Carvajal Por: Elsa Castaño García

os hechos sucedieron en mar-zo 17 de 2002 siendo las 6 y 20 de la tarde, yo no me encontra-ba en esa finca sino que cuento por lo que vivió mi mamá, que se encontraba en la finca “El Vergel”.

Ella se encontraba lavando en el caño, cuando iba llegando al patio de la casa vio unos hom-bres vestidos de ropas militares y botas negras de caucho y cuan-do mi mamá vio eso, descargó el balde que traía en la cabeza con ropa y otro balde que traía en la mano con agua. Vio a mi papá que estaba acostado en un chinchorro y al lado de él había dos hombres armados con fusi-les y le dijeron a mi mamá que le alcanzara una camisa y la linter-na porque él estaba sin camisa y sin botas.

A mi mamá le dijeron: Tran-quila señora que ahora él vuel-

ve, pero fue mentira. Cuando se lo llevaron mi papá le dijo a mi mamá: Hasta luego vieja, pero al otro día volvieron a la finca y le preguntaron a ella que si por allá no había ido el hijueputa viejo Miguel Jimenez y mamá les contestó que no. Fueron cuatro hombres armados, uno de ellos dijo: Ese hijueputa no se nos va de las manos y ese mismo día le dijeron a mamá que se tenía que ir de ahí sin derecho a sacar nada. También le dijeron a mamá que si llegaban el sábado o el domingo y la encontraban ahí, se la llevaban también.

El día jueves santo me llegó una razón a la casa del pueblo donde se encontraba mi hermano Jairo Castaño viviendo con sus cuatro hijos y la mujer Dallis Sofia Mariño, en el barrio Galán en la calle 15 No. 7-48. Allí llegó una señora amiga de la familia y tocó la puerta y le pre-guntó a la señora Dallis que si esta-

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151ba Jairo y ella le dijo que sí. Luego dijo que ella nos había mandado a decir que vinieran a la casa de su hija y nos avisaron que a mi papá se lo habían llevado y que a la señora Rosario Ortiz la habían matado y le cargaban el pato de que había sido papá quien la había matado. Tam-bién nos dijo que fuéramos rápido a recoger a mi mamá de allá.

Cuando mi hermano supo eso fue fatal para él, la misma tardecita que recibió la razón, de afán se fue para la finca “San Manuel” donde yo estaba trabajando de encarga-da. En esos días yo me encontra-ba muy enferma, yo oí que alguien lloraba en la entrada del portón en el callejón, pero yo no sabía toda-vía nada de los hechos. Eran las 7 de la noche cuando mi hermano y mi cuñada Dallis Sofía llegaron al patio, dijeron: Buenas noches, en esos momentos yo estaba en el baño cuando mi cuñada le dijo a mi marido Libardo Ruiz: Libardo, ¿dónde está Elsa?, él le dijo: En el baño. Yo alcancé a oír cuando ella le dijo a Libardo: No sé cómo de-cirle ésto Libardo, luego me dijo a mí: A don José se lo llevaron y no se sabe nada de él, doña Flor man-dó razón de que fueran a recogerla rápido porque le habían dicho que si no se iba del sábado al domingo, la mataban a ella también.

Esa noche hablamos y planea-mos que yo me iba por mi mamá a recogerla. Me fui el sábado san-to en la chiva que bajaba ese día a las 5 de la mañana, llegué a las 11 de la mañana a Planas, me bajé de esa chiva y llegué al restaurante “El

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Amigo” donde Javier y Julieta Sán-chez y les pregunté sobre el caso y ellos me dijeron: Eso dicen, pero no me aclararon nada más.

Almorcé ahí y me fui en chiva hasta la finca “Siberia”, allí me bajé y me fui a pie hasta que llegué a la finca “El Vergel”. Desde el bro-che llamaba a mi mamá y nadie me contestaba, sólo había unos gallos que cantaban tristes en el patio. Al no ver a mi mamá me dio un poco de miedo, yo oraba y me tranqui-lizaba, me asomé a una pieza que estaba medio cerrada con una ca-buya y vi el trasteo de mis padres y no vi a mi mamá, pensé que ya se la habían llevado y la habían matado.

Luego comencé a caminar por el potrero cuando vi el caballo colo-rado de propiedad de mi papá y vi unas reses de mis padres. El caballo me vio y lo llamé: Resorte, porque así se llamaba, y él relinchó y llegó a mi lado y le dije: Resorte, ¿dónde está su dueño? Luego busqué por un camino raro que había hacia el monte y mientras caminaba bus-cando el caño pensé que allí estaría mi mamá bañándose o trayendo agua, porque no había agua ni para tomar en esa casa.

Ese día fue tan fatal para mí, yo ya había caminado como 300 me-tros y no encontraba el agua, ni el caño. Paré, de repente escuché una bulla en el monte y era tal el susto que comencé a retroceder y cuan-do me vi alcanzada del ruido me es-condí a la pata de un árbol grande y grueso. Cuando vi lo que era pues un poco el miedo me fue pasando, eran unos marranos a toda carrera

y como ese monte estaba muy tos-tado, el ruido era espantoso.

Yo tenía la esperanza de volver a ver a mi papá con vida, pero cuál sería la sorpresa cuando a los dos meses llegó el señor cura de Gai-tán, Ignacio Flores, llevando en una bolsa negra unos huesos y una silla de caballo a la finca “San Manuel”; en la finca se encontraba mi mamá y mi esposo, eso fue como entre las 10 y 11 de la mañana, yo me encontraba en una diligencia en la inspección de Policía ese día y a esa hora, cuando llegó el padre al patio donde yo trabajaba. Luego llegué yo y cuando mi esposo sa-lió a abrirme el broche del solar lo vi raro, con los ojos llorosos, alcé la mirada buscando a mi mamá y me di cuenta que ella también lloraba, luego vi la silla de mi papá y la re-conocí y una bolsa negra, después mi marido me dijo: Mire mija donde está su papá, lo que queda de don José. Al bajarme de la cicla sentí que el mundo para mí había acaba-do y me dio tristeza, coraje, rabia. Cuando vi los huesos del cuerpo y el cráneo roto en tres pedazos y me di cuenta que faltaban unos huesos más, me dio ira, inclusive con ese padre de Gaitán.

Yo dudo de ese padre porque él nos dijo que nos estuviéramos callados y que no dijéramos nada. También nos dijo que lo enterrá-ramos en la finca y mandáramos a hacer un cajón o una urna. Nos decía de forma entrecortada que a él no lo dejaban sacar de la finca.

El día sábado mi mamá y yo es-tuvimos en la misa del fuego santo

y me sorprendió el cura cuando hablaba de la hermana Rosario Or-tiz y de su muerte y pedía perdón por el sujeto y el reo que había matado a doña Rosario, que era una señora tan buena.

Yo sé que en el fondo de los he-chos hay algo más oculto en este caso, porque en esos momentos se encontraba el sobrino de doña Rosario que se llamaba Rodolfo, quien me miraba y fingía su mira-da, porque ellos saben en Planas que yo conozco más de un caso. Ahí dude, yo oí el domingo santo cuando ellos dos, Rodolfo y Javier, hablaban y decían: No les vamos a decir nada. Yo los estaba mirando por las rendijas de las tablas.

Cuando Rodolfo fue a poner el denuncio en la Fiscalía de la muer-te de su tía, nos pidió que no fué-ramos a hablar más de la cuenta. ¡Cuidado!, yo le dije que así como él había recogido el cuerpo y los huesos de su tía para darle sepul-tura cristiana, así yo también pedía que me entregaran el cuerpo de José Castaño ó si no que se atuvie-ran a las consecuencias, porque la familia de papá también era gran-de y poderosa. Les dije que él sabía a qué atenerse con los Castaño, familiares de nosotros, ¿por qué ahí si a los dos meses pudo el cura traer esos huesos de esa manera tan extraña? Hubo un día en que yo por hacer más fui hasta la casa cural a darle las gracias y él estaba sacando unas maquinas. Me habló de una manera muy extraña y casi puedo decir que me iba sacando con sus manos.

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SRelato de Senaida Humus

Se desapareció el joven Yohman Wilson Barreto Humos, tenía 26 años, fue desaparecido del Chon-cho. Vestía un jean azul oscuro, buso azul y zapatos vinotinto, ese día había llegado del Vichada.

Él era un joven muy cariñoso con los demás y era muy trabajador, el fútbol le gustaba mucho, en una ocasión fue a jugar fútbol al Huila.

Conmigo era muy buen hijo en sano juicio, borracho era un poco pesado.

Al otro día que él había llegado lo mandé a buscar con el sobrino y no lo encontró, entonces me fui yo misma para el alto y le pregun-té a cuatro comandantes llamados “Pajita”, “El Guajibo”, “Guacamayo” y el “Aguila”.

Mi hijo era muy especial con-migo. Él me invitaba a salir en las fiestas y me decía que fuéramos un ratico a mirar y a tomar gaseosa.

Cuando pescaba me llevaba pesca-do a la casa.

Era católico y le gustaba ir a misa. En tiempo de navidad a él le gustaba comprar su muda de ropa y le gustaba bailar y compartir esos días especiales en familia. Cuando él tenía plata compraba para todos.

Mi hijo desapareció a las siete de la noche cuando salió de la casa, desde entonces fue cuando yo co-mencé a llorar por él, porque nadie en esos días me daba razón, sufrí mucho por él y estoy esperando al-guna noticia de su paradero.

También le pido mucho al todo poderoso Dios que se haga justicia divina por este caso y los de las de-más personas que fuimos víctimas.

Gracias a las autoridades por lo que están haciendo, a los señores del CTI y la Defensoría del Pueblo. Dios los guarde a ellos y también a los abogados.

Por: Senaida Humus

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Familia triste pero con una esperanza

Por: Carlos Julio Sossa

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Tengo un hogar que amo. Tenien-do yo 18 años me uní a mi mujer de 23 años, así salimos los dos a traba-jar y a luchar en la vida, camino que nos conduce hasta hoy.

En todo este trayecto tuvimos cinco hijos: tres hijas y dos hijos. De estos cinco hijos quedan cuatro y una desaparecida. Los nombres de ellos son: Mi esposa Flor Ánge-la Molina, mis hijos Luz Nelly Sossa Molina de 25 años, Wilson Albeiro Sossa Molina de 20 años, Mayi Es-peranza de 17 años, Carlos Adrián de 10 años, Flor Lineth Sossa Mo-lina de 8 años. La desaparecida es Mayi Esperanza, la tercera.

En todo lo que hemos pasado lo más duro que hemos enfrentado ha sido la historia de la pérdida.

El día siete de octubre del 2004, dicen los que vieron, que a las dos de la tarde la metieron en un carro unos hombres con otras niñas. No-

sotros no estábamos, trabajábamos en una finca a dos horas de Gaitán, nos llegó la razón al otro día. No-sotros pensamos que tal vez como aquí los paramilitares acostumbran a castigar a las personas cuando hacen algo indebido, pensamos que pudiera haber sido eso, pero no fue así, fue algo grave, algo nos impidió volverla a ver. Los que mira-ron no quisieron hablar.

Siete meses después se oían ru-mores de que la habían matado, pero ni así apareció, mientras tanto nosotros nos hundíamos más en la tristeza y el desespero, pensando qué sería de ella, preguntándonos si estaría viva o muerta. Cuando eso, nos amenazaron, nos dijeron que no se nos ocurriera hablar con la Policía o con la Fiscalía si no que-ríamos que nos pasara como le ha-bía pasado a ella. Sentimos mucho miedo, quisimos irnos pero no tu-vimos cómo hacerlo. Entre la fami-

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157lia algunos no querían, finalmente aquí nos quedamos esperando a ver qué pasaba. Cuando sucedió lo de los desmovilizados fuimos a La María a preguntar allí con una foto y el registro civil de ella, allí nos dijeron que sí, que ella estaba con un grupo que le decían “Cen-tauros” y que se iba a desmovilizar en Yopal (Casanare), en un punto llamado Corinto, también nos dije-ron que a ella le decían en el grupo “La Gaviota” y que nos viniéramos tranquilos a esperarla que ella nos iba a dar una sorpresa cuando lle-gara a la casa, pero a los dos días de haber llegado hicieron una lla-mada a la vecina para decirnos que no la esperáramos porque estaba muerta y que no iba a llegar, que la habían matado en un combate en San Juan del Morro (Vichada), que esa era la vida del combatiente. Se nos desgarró el alma porque para un padre o para una madre no hay hijo malo. Uno ama a sus hijos por encima de todo lo demás. Pensa-mos, un niña con tan temprana edad había podido tener una carre-ra, un esposo, unos hijos y ser muy feliz, pero personas que no aman la vida le quitan la vida a muchas per-sonas. Hay que tenerles más miedo a las personas que a los animales. Los hombres deciden quién debe vivir y quien debe morir, como si fueran dioses. Somos cristianos y sabemos que el único que quita la vida es Dios.

Hay momentos que no sopor-tamos las lagrimas cuando vemos por televisión marchas por la paz, porque nosotros conocemos ese

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dolor que se siente estar con un ser querido así. Esto es para fuer-tes. Pareciera que esta gente que hace ésto no tuviera mamá, hijos, familia, tampoco corazón.

Somos cristianos y hemos apren-dido a amar y a conocer los valores, por eso amo mi hogar, mis hijos, mi esposa y también la creación. Las escrituras dicen que nosotros vivi-mos como ovejas en medio de lo-bos, habla del humilde y del sober-bio. Yo pienso que la desaparición de un hijo nunca se olvida porque es algo que anda con uno.

Hablando con una cuñada, que a ella le mataron el papá también en el 2004, ella me decía muerta de ira y de dolor: Mi padre tenía 50 años pero era sano, casi nunca iba al mé-dico porque no se enfermaba y sí lo mataron. Ella decía que su padre había podido vivir muchos años más y si eso pensaba ella, ¿qué creen que pensamos nosotros de nuestra hija que tan sólo tenía tre-ce años?.

Algo que me impresionaba era pensar en un niño frente a una guerra, frente a la muerte causada por un disparo, por un arma blan-ca o qué sabemos, frente al miedo, un niño en tan temprana edad en-frentado a algo tan determinante. Cuando como padres pensamos ésto nos duele mucho. Gracias a Dios que somos cristianos y Dios nos ayudó con nuestras fuerzas.

Tristes pero con una esperanza y es esa fe en Dios, que él nos seguirá ayudando en todos nuestros pasos en la tierra. Hemos sido consola-dos y así seguimos viviendo. Hace

poco sufrí una hernia en la colum-na y para colmo salí incapacitado, pero aun así, sé que la vida sigue, que mi familia me necesita y que mi presencia en mi familia es muy importante.

No todos los momentos son de tristeza, hay momentos muy felices que podemos compartir. Cuando estamos todos echamos cuentos, chistes, jugamos, vamos a baño o a un paseo de integración, esto es algo sano. Cuando vamos al culto con nuestros hijos a algunos les gusta, a otros no, pero mi esposa y yo si somos miembros de una iglesia.

En todo lo que vivimos y pasa-mos Dios tiene la última palabra. Tenemos un país muy lindo, muy rico, un panorama hermoso que Dios nos regaló, pero miremos que el hombre que no tiene a Dios no hace lo bueno y quiere acabar con todo lo que está a su alrededor. La maldad es algo destructivo. Mire-mos muchas familias que lloran por una misma causa, quien hace esto es el hombre que no tiene a Dios en su Corazón. No puede ver lo lin-do que es mi país, no puede ver lo linda que es la familia y no puede ver lo linda que es la vida.

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FHistoria de José Hugo García

Por: María Floralba Gutierrez amilia felizSiendo las 7:30 p.m. de un día

sábado de 1991 yo me encontra-ba cuidando a mi hermano menor, cuando a mi casa llegó un amigo llamado Esteban, me saludó, es-tuvimos hablando un rato, cuando me dijo: Le voy a presentar a un amigo, yo le conteste burlándo-me: ¿Acaso usted tiene amigos?, él me contesto en broma: Es que le voy a presentar a su novio, ahí fue cuando me presentaron a José, así se llamaba mi esposo. Nos hicimos muy buenos amigos y cuando te-níamos 15 días de amigos me dijo que me invitaba a salir, yo le pedí permiso a mi mamá y ella me dejo ir, cuando estábamos en el parque central de Acacias, siendo las 8:00 p.m. se me declaró, ahí nos hicimos novios.

Fue un noviazgo muy bonito, en ese momento él para mí era el

mejor amigo que yo tenía, porque yo pasaba muy mala vida en mi casa, porque no me entendía muy bien con mi padrastro. A pesar de la corta edad que yo tenía en ese momento yo no dependía de mi mamá, porque yo trabajaba en un restaurante, desde las 5:00 a.m. hasta las 2:00 p.m. Cuando salía del trabajo me tocaba llegar a ver a mi hermano menor y hacer mis tareas, porque yo misma me costeaba mis estudios y ni con todo eso yo tenía a mi familia contenta.

Mi novio miraba todo lo que yo sufría, así estuvimos un mes y nos salimos a vivir juntos, ahí comenzó nuestro romance, con el tiempo quedé embarazada. Él se puso feliz con la noticia, empezamos a hacer planes con nuestra hija, cuando llegó la hora de tener a mi bebé fue el momento más feliz para los

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161dos, siendo las 10:30 a.m. del 24 de septiembre nació mi hija, fue la felicidad para todos en la casa. Pa-sado un tiempo quedé embarazada de mi segundo hijo, él nació el 19 de octubre a las 4:15 de la tarde.

Nosotros éramos una familia muy feliz, pero como todo no pue-de ser felicidad en la vida, tenien-do mi hijo dos años empezamos a tener problemas en nuestro hogar, problemas que gracias a Dios pudi-mos solucionar. Algo que recuer-do con mucha alegría fue nuestro matrimonio, cuando mi hija estaba cumpliendo un mes de nacida nos casamos por la iglesia católica, fue algo tan bonito que si él estuviera vivo el 24 de octubre cumpliríamos 16 años de casados, por esta época mi esposo me celebraba el día del amor y amistad. Cuando son fechas importantes me da mucha tristeza, porque él era muy detallista conmi-go y con mis hijos, nos íbamos de paseo, lo más lindo era el amor que él tenía para nosotros, porque él era un padre cariñoso y un esposo muy lindo, aunque nunca faltan los problemas en un hogar, pero eran cositas que se podían arreglar.

Esta es la historia feliz de nues-tras vidas, mi hija cumple 16 años el 24 de septiembre, ella ha sufri-do mucho por la falta del papá, ella prefiere callar y llorar en silencio, no quiso aportar nada para esta historia y mi hijo cumple 14 años el 29 de octubre, él me dice que no recuerda mucho de su papá, por eso no opina nada. Ahora empiezan las amarguras, esta es la historia de una familia intranquila y triste.

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con el cual vivimos un tiempo bien, pero ahora tenemos muchas difi-cultades que ya no tienen solución. Pero algo que si me llena de orgullo es que mis hijos ya están grandes y gracias a Dios, hasta el momento no me ha tocado aprender de na-die para sacarlos adelante, porque a mí me ha gustado trabajar para no depender de ninguno, porque a mí no me gustaría que de pronto me le echen en cara la comida o lo que le den a mis hijos, mucho me-nos que se crean de pronto con de-recho de irlos a regañar o a pegar.

Han pasado 9 años después de la muerte de mi esposo y aún no nos hemos podido recuperar de este dolor. Aunque yo haya tenido otra persona eso no significa que yo haya olvidado a mi esposo y así diga la gente que el muerto al hoyo y el vivo al baile y que la mujer ol-vida con otra persona, eso es una gran mentira, porque aunque pa-sen los años yo no puedo olvidar y teniendo esos dos hijos que él me dejó, mucho menos. ¿Qué me queda ahora?, seguir adelante, yo sé que él donde quiera que esté se debe sentir orgulloso de sus dos hi-jos. Gracias a Dios y a la Santísima Virgen mi niña todavía vive con-migo en la casa y mi niño hasta el momento no me ha cogido malas mañas.

Día a día le pido a Dios y a la San-tísima Virgen que perdone a esas personas que hicieron eso con nosotros, por causarnos ese dolor tan grande a toda la familia, por-que aparte de que nosotros sufri-mos quedó una mamá muy triste y

Familia intranquila y triste

Así comienza nuestra triste histo-ria. El día sábado 1 de septiembre de 2001, a las 8.45 p.m comenzó nuestra pesadilla, fue cuando co-bardemente mataron al padre de mis hijos. ¿Quién fue?, no sabe-mos, ¿por qué fue?, supuestamen-te confundidos, eso fue lo que nos hicieron saber. Nombres… no los quiero nombrar, porque realmen-te no los se, fue algo tan duro para mí y mis hijos porque yo no sabía cómo decírselos a ellos.

Él les había prometido ir al par-que mecánico que había llegado al barrio el domingo y nos había invi-tado a almorzar porque ya comen-zaba el mes de amor y amistad. Yo lloraba desesperada, porque como le decía a mis hijos: Su papá no va a poder venir por ustedes.

Como Dios no deja solo a sus hi-jos me llené de valentía y les con-té. Mi niña no me creía, ella en el fondo de su corazoncito guardaba la esperanza de que su papá estu-viera vivo. Mi niño como era más pequeño no entendía nada. Mi niña cuando la llevé donde el papá miró ese cajón, salió corriendo llorando y gritando: ¡Mi papito no! Eso fue un golpe tan duro que yo casi no alcanzo a mi niña y por poco me la mata un carro. Mi niña se me enfer-mó, casi la pierdo también. Ha sido duro, me ha tocado luchar en esta vida por ellos, por sacarlos adelan-te.

Ahora tengo dos hijos más, que son de un muchacho que distinguí,

unos hermanos muy acongojados. Él, aparte ser un buen padre tam-bién era un buen hijo, él era el que veía por la mamá en ese momento y por unos hermanos. Ya se imagi-narán que consecuencias trajo esa tragedia.

Dios mío, Santísima Vrgen, ilumi-na esos corazones que aún siguen haciendo daño. Por favor, no más muertes, nosotros no somos na-die para juzgar, ni para desearle la muerte a una persona. Todo el mundo tiene derecho a vivir has-ta cuando mi Dios lo decida. Señor mío, madre mía, ablándales el cora-zón a aquellas personas que toda-vía piensan en hacer daño. A pesar de todo el daño que nos han he-cho yo no le guardo rencor a nadie y siento que ya perdoné a aquellas personas.

Gracias señores de la Defensoría del Pueblo, por acordarse de todas estas familias que estamos pasan-do por un amargo proceso. Gracias a que ustedes nos escuchan hemos podido superar un poquito esta amargura, yo lo siento así. Gracias a ustedes yo he podido desahogar-me un poco y siento una tranquili-dad en mi corazón. Que mi Dios y la Santísima Virgen me los proteja siempre, que los llene de bendicio-nes cada día más.

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ELa Historia de Arley de Jesús Rentería Por: Gloria Rentería

Era un hermoso niño que nació el día 12, en el mes de octubre de 1976.

Al saber que estaba en embara-zo de ese hermoso bebé me sentí muy contenta. No me cambiaba por nada en el mundo. El día de su nacimiento fue muy duro, pero no me importó el dolor, sabiendo que iba a llegar a mi vida algo muy apre-ciado, mi vida cambiaria tanto que uno ni se imagina.

En su crecimiento era muy inte-ligente, quería sobresalir sobre to-das la cosas y aprendía muy rápido, tan así, que caminó a los 8 meses y habló al añito muy bien. Cuando uno lo dejaba solito quería dañar, desarmar y armar cualquier cosa que encontraba en su camino.

Cuando tenía 6 añitos entró a primero de primaria, era un niño muy aplicado, ponía atención en sus cosas, a lo que le decían, le dejaban mucho que hacer y trata-

ba de hacerlo, nunca me pusieron quejas por su comportamiento y de eso me siento muy orgullosa.

Un día un niño le rasgó el cua-derno y a él le dio tanta rabia que llegó y le rompió la cabeza al niño, me citaron, hablamos y arreglamos el problema. Después de todo esto me llamaban era para felicitarme, porque le gustaba mucho las ma-temáticas y lo premiaban.

Cuando estaba en cuarto de primaria, comenzó a cambiar, a portarse muy mal y me decía que no quería estudiar. Cuando pasó a quinto me decía y me repetía que no quería estudiar, se me escapaba del colegio para ir a esos talleres a trabajar. Le gustaba mucho traba-jar y sobre todo si era en un taller, porque cogía plata y hacía lo que le gustaba. Así siguió en eso por mu-cho tiempo hasta que mi hermano se lo llevó para que trabajara con él y no cogiera mañas, yo por no te-

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ner problemas con él lo dejé. Tenía 12 añitos cuando se fue a trabajar, le dije que siguiera y consiguiera sus cositas y se ayudara.

Cada vez que llegaba le gusta-ba comer carne asada, ensalada y patacones. Era muy juicioso en sus cosas, se cuidaba, era muy amoro-so con su abuela y conmigo.

Después de los 19 años comenzó a tomar y a salir. Muy pocas veces llegaba a la casa, por ese motivo manteníamos en discusión, por las llegadas tarde y la forma como se comportaba conmigo. Era grosero, pero mi amor como madre era tan grande que me aguantaba todo. De esa manera siguió hasta que cumplió 23 años.

El 25 de mayo de 1998 mi hijo estaba en un bañadero llamado “El Bailongo”, ubicado en el municipio de La Dorada (Caldas), cuando lle-gó un amigo de mi hijo y lo invitó a que fueran a un punto llamado “La Treinta” del mismo municipio. De ahí en adelante nunca más lo vol-vimos a ver.

Cuando me avisaron de lo suce-dido salí a buscarlo. Al ver que no aparecía me dirigí a un lugar llama-do “El Doradal” y hablé con el señor Ramon Isaza, jefe paramilitar de esa zona y le pregunté por mi hijo y la respuesta que él me dio fue que si quería seguir comiendo arroz, que me quedara callada. Después de esa respuesta me dio tanto susto que me dirigí a Puerto Nare (An-tioquia) a colocar el denuncio por desaparición, pero eso de nada me sirvió porque hasta el día de hoy no sé nada de mi hijo.

Para mí es muy duro renovar y recordar esta historia, saber que el ser que tanto quería no lo volví a ver. Sólo queda el recuerdo de que era un joven rumbero, que cuan-do estaba en la casa permanecía bailando, escuchando música a todo volumen, cantando alegre como todos los días. Era un joven muy enamorador y conquistador, también tenía muchos amigos y le gustaba salir a manejar moto con ellos; en una de esas salidas llegó a la casa todo accidentado y que-mado, sentí tanto susto cuando lo mire así. Todo eso era por andar como loco en esa moto. Una vez me senté con él y le pregunté qué era lo que pensaba o sentía, él me contestó que quería salir a conocer muchas partes de Colombia y que también quería tener mucha plata para sacarnos de pobres y darle a la abuelita todo lo que ella necesita-ra, porque él a quien más adoraba y respetaba era a su abuela, a ella la mantenía abrazando, cargándola y haciéndole cosquillas. En ese momento él estaba muy contento porque la hermana esta-ba esperando bebé y decía que por fin iba a ser tío para jugar y sacar a pasear al sobrino. Pero su sueño nunca se cumplió. Una vez me dijo que quería estar conmigo cuando llegara a viejita para poderme cui-dar y recompensar todas las locu-ras de su juventud. Otra cosa que me llamaba la atención de mi hijo es que era muy detallista. Nunca se le olvidaban las fechas del día de las madres, de mi cumpleaños y el de su abuelita, siempre nos apare-cía con muchos regalos para todas

las madres de la familia. Lo que más me preocupaba de mi hijo era que le gustaba salir mucho a discotecas y tener muchas novias, sin saberse con quien se pudiera enredar por ahí. Toda esta historia me hubiera gustado que él mismo la contara a sus nietos, como si fuera un cuento infantil de pesadillas y locuras.

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Edwin Roberto nació en Puerto Gaitán el 25 de enero de 1980. Sus primeros años de estudio los reali-zó en el colegio Antonio Nariño, de aquí de Puerto Gaitán, luego pasó a la escuela Hogar Juvenil Camilo Torres, donde terminó su primaria, el bachillerato hasta noveno lo hizo en el colegio Jorge E. Gaitán.

Sus padres son Emiliano Martínez y Elda Reyes. Fue el octavo de los hijos del matrimonio y el menor de todos. “Negro”, como le decíamos, era moreno, de ojos claros y medía 1,68 de estatura, le gustaba mucho el inglés, viajar y bailar.

El 25 de noviembre de 1999, aproximadamente a las 8:00 de la noche, después de ver las noticias en la televisión, salió de la casa ha-cia el centro y no regresó más a la casa. Esa noche fue sacado del pueblo hacia el lado del puente so-bre el río Yucao y allí lo mataron y lo botaron al río.

Historia de Edwin Roberto 1980 - 1999Martínez Reyes (Q.E.P.D)

Por: Elda ReyesNosotros desde el 26 de noviem-

bre, que era un viernes, empeza-mos a buscarlo y a preguntarlo por todas partes, pero nadie nos daba razón. El lunes una vecina nos in-formó que había visto un cadáver en el río e inmediatamente busca-mos la Inspección de Policía, con tan mala suerte que no había ser-vicio. Luego hablamos con el señor fiscal y él mandó a la Policía y la Defensa Civil y efectivamente había un cadáver. Lo trajeron en horas de la tarde al anfiteatro municipal, allí fuimos casi toda la familia a reco-nocerlo y allí quedó hasta el otro día. El martes hacia las 4 de la tarde se le dio sepultura.

De este tiempo a la fecha todo ha sido silencio e impunidad, por-que nunca hemos sabido nada.

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169La dinámica de población del municipio ha sido en su

mayoría de personas provenientes de otros municipios del Meta o de otras regiones del país. Si bien la mayor parte del territorio es ocupada todavía por personas provenien-tes de fuera del municipio, la proporción de oriundos del mismo ha aumentado, llegando, según el censo del 2005, a ser del 48% de la totalidad de habitantes.

Villavicencio tiene una población de 410.700, lo que re-presenta el 49,16% del total de los habitantes del departa-mento del Meta.

En cuanto al área económica, el 87% del territorio del municipio se encuentra destinado a actividades agrope-cuarias en su mayoría cultivos, en donde, se utiliza el 50% del total del territorio municipal, el 36% se destina a la ga-nadería y el 13.42% a otras. Los cultivos tradicionales del municipio son: plátano, palma africana, yuca, arroz y soya.

La producción de hidrocarburos en la región representa una importante fuente de ingresos económicos por las re-galías de la extracción y producción de petróleo.

Villavicencio, como capital del Meta, gracias a su desa-rrollo económico y por ser la puerta de entrada a los llanos, se constituye en un centro estratégico en la región por lo que es lugar de confluencia de personas provenientes de los diferentes municipios del departamento y de otros municipios de departamentos de la región de la Orinoquia, razón por la cual la ciudad no es ajena a la presencia de miembros de grupos armados al margen de la ley –Guerri-lla de las FARC y grupos de paramilitares ERPAC-, adicional-mente se presenta un alto índice de delincuencia común.

La expresión del conflicto armado en Villavicencio es no-table toda vez que podemos encontrar un elevado núme-ro de familias desplazadas de otros municipios por el ac-cionar de los grupos armados al margen de la ley. También se presenta un alto número de desapariciones forzadas, homicidios y es común la práctica de reclutamiento ilegal de menores para que hagan parte de alguno de los grupos armados.

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VVillavicencio - Meta

illavicencio es la capital de departamento del Meta, se encuentra situada en el piedemonte de la Cordillera Orien-tal, al norte del departamento y a la margen derecha del río Guatiquía. Tiene un clima cálido y muy húmedo, con temperaturas medias de 27 °C y a una altitud de 467 me-tros sobre el nivel del mar. Se encuentra a 89,9 km al sur de la capital de Colombia, Bogotá.

La división política de Villavicencio comprende, en lo que respecta al área urbana 8 comunas, 235 barrios, 101 asentamientos subnormales y 2 zonas de asentamientos; con relación al área rural comprende 60 veredas.

Villavicencio se conecta con otras regiones del país me-diante excelentes vías como las que conducen a Bogotá, Yopal capital del Casanare y San José capital del Guaviare. En buenas condiciones climáticas también se llega por vía terrestre a Puerto Carreño capital del Vichada y por vía flu-vial tiene corredores hacia Puerto López, Puerto Gaitán y Puerto Carreño.

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Historia de María Eugenia ....................................................................172

El conflicto armado en Colombia, sus actores y las secuelas que nos han sembrado Por: Orlando Rojas Marizancen .......................................................................192

Historia de Gabriel Alberto Cubillos Por: Scarleth Cubillos Delgado .......................................................................196

José Aníbal Herrera Umaña Por: María Nelly Moreno Lavado .....................................................................200

Harold Mauricio López Por: María del Carmen Quevedo Toro ................................................................202

Luis Jaime Vigoya Rodríguez Por: Luis Jaime Vigoya ................................................................................206

Relato de María Inés Rodríguez Aya .....................................................208

Sin título ..............................................................................................212

Narración de María Luz Dari Vanegas de Quiroga .................................214

Historia de Omar Fernando Carrillo Rojas y Juan Fernando Carrillo Meneses .......................................................218

Relato de María Delia Montealegre ......................................................220

Relato de María Leonor García .............................................................224

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Contenido Villavicencio

Historia de William Osorio Por: Flor Edith Vente Osorio ..........................................................................226

Relato de Milton Jara Sanchez .............................................................228

Historia de Wilson Franco Castro Por Relato de Angel Franco Castro ...................................................................230

Relato de María Elba Daleman .............................................................234

Relato de Blanca Miriam Linares ...........................................................236

Relato de Evidalia Lesmes Celix ............................................................240

Relato de Amparo y Tania Buzato Camelo ............................................242

Historia de Sara Estella Hernández Esguerra Por: Luz Estella Esguerra .............................................................................246

Relatos de memoria y dignidad ...........................................................248

Relato de Luz Marina Beltrán ................................................................252

Relato de Raquel Cecilia Hoyos ............................................................254

Relato de Blanca Doris Velázquez .........................................................262

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FHistoria de María Eugenia

ebrero 22 de 2009“Quiero contar mi historia,

algo que a mí me pasó y me sigue pasando. Desde muy pe-queña, he sido y me considero una persona buena.

De pequeñita me crié en los internados de Bienestar Fami-liar, porque me perdí cuando tenía un añito y vagaba por las calles de Villavo, no me acuer-do por cuánto tiempo, hasta que me recogieron; estuve con más niños de mi edad. Después, más grandecita, pasé a otro gru-po. Yo estudiaba pero siempre con tristeza de no tener a mis padres. Me tocó ir entendien-do las cosas de la vida, que no sólo hay cosas buenas. Después pasé a otro grupo ya más gran-de, teníamos de 10 a 12 años. Tuve muchos viajes en los que nos llevaban de Bogotá a Villavo

para poder encontrar a mis padres, pero todo era imposible, no los ha-llamos por ningún lado. Yo sentía una alegría cuando una de las niñas encontraba a su papá o a su mamá, yo lloraba porque era una alegría para todos en el internado, yo la pasaba bien, pero siempre pensaba en la hora de poder encontrar a al-guien de mi familia.

Fui criada con monjas y no es nada agradable, esas monjas eran muy malas conmigo.

Cuando cumplí 14 años quería tener muchas cosas, como a mi familia, pero tuve muchas amigas que me querían y jugábamos con muñecas, hablábamos de cosas del internado y de las diabluras que hacíamos. Me acuerdo que le dije a una amiga que le iba a pegar a una monja porque me la tenía de-dicada, me castigaba casi todos los días, pero siempre me la aguantaba y no le hacía nada.

Por: María Eugenia López

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175Cuando nos trasladaron a Usa-

quén que fue el último interna-do donde estuve, nos castigaban peor, nos ponían en el patio con las manos arriba y no las podíamos bajar y tampoco nos dejaban ir al baño, así lloviera toda la noche nos tenían así, y fue cuando pensé en no dejarme más. Con el tiempo le pegué a una monja con otras compañeras. Nosotras teníamos muchas profesoras, había una de ellas que nos enseñaba inglés y me quería mucho y era mi madrina de confirmación.

Cuando me sacaron del interna-do, me tocó pasar una carta y decir el motivo. Conté con el apoyo de mi madrina, se hizo cargo de mí y me llevó a vivir con ella. Se llama Margarita Perdigón y vivía en Chapi-nero. Ella fue muy buena conmigo y la quiero mucho.

Con el tiempo le comenté que me quería ir para Villavo a buscar a mis padres. Ella no quería perder-me pues ella sabía que yo no tenía a nadie, pero no me amañaba con ella, entonces me fui para Villavo. Siempre ella estuvo pendiente de mí.

Cuando llegué a Villavo, me re-cogió la secretaria que se llama Elsa, era secretaria del colegio de la Sabiduría. Con ella estuve como un año, aprendí muchas cosas, como hacer aseo, cocinar, barrer, porque no sabía hacer nada.

Después empecé a trabajar en casas de familia, trabajaba de día, de noche estudiaba, pues en el in-ternado no terminé mis estudios. Con el tiempo conocí un mucha-

nos fuimos a vivir pero no me de-jaron llevar el niño, pues me decían que él iba a sufrir con Jairo.

Entonces sacamos una pieza en el mismo barrio y al pie de la casa porque yo seguía trabajando con ellos. De esa unión con Jairo tuve a mi segunda hija. Él trabajaba en una droguería todo el día, entonces yo me iba para donde doña Aurora a trabajar y además para estar pre-sente en todo lo de mi hijo, cuando jugábamos, cuando me hacía ma-les, cuando le salieron sus primeros dientes. Estuve con él hasta que cumplió siete años, porque nos fui-mos para otro lado a pagar arrien-do. Yo no vivía muy bueno con él, porque él era una persona muy es-tricta, yo le decía que trajéramos a Javier mi hijo, pero él no lo permi-tía porque la pieza era tan pequeña que hasta yo cocinaba ahí mismo. La niña estaba muy pequeña, no corría ningún peligro porque yo mantenía pendiente de ella. Des-pués quedé embarazada de Angéli-ca María, otra niña hermosa, rubia y de ojitos verdes. Nosotros vivíamos al frente de Bienestar Familiar, un día casi me roban a la mona pues ella permanecía jugando afuera y yo mantenía lavando ropas ajenas, cuando me avisaron, me dio mu-cho miedo. Así pasaron los días, un día me fui para la Cruz Roja y tam-bién me pasó lo mismo, entonces fue cuando nos trasladamos para el barrio el Popular.

Yo seguía visitando a Javier, él ya estaba grandecito pero no me decía mamá, le fueron inculcando que yo no era la mamá de él, que

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cho que me ayudaba mucho, me daba consejos y me hacia las ta-reas. Él trabajaba en construcción con el papá, en la casa donde yo también trabajaba. Con el tiempo fuimos novios, nos íbamos a casar. Yo tenía 18 años y lo quería mucho, pero él se fue para Miraflores a que le dieran una plata para podernos casar, entonces supe la noticia que lo habían matado, para mí fue un dolor grande porque estaba emba-razada y no sabía qué hacer.

Empecé a trabajar juiciosa en una casa grande donde la patrona me pegaba y me trataba mal.

Tuve mi primer hijo, yo era muy joven, no tenía experiencia de ser madre pero fui aprendiendo con el tiempo. Sufrí mucho, yo siempre he pensado que hay que tener mu-cha fe para salir adelante.

Cuando tuve mi hijito trabajé in-terna en una casa, la pareja no te-nía niños y por eso se encariñaron con mi bebé y conmigo. Me daban todo para ambos, yo he sido muy juiciosa. Doña Aurora dijo que bau-tizáramos al niño y que Alfredo le daba el apellido, quedaba con el apellido de él y el mío, como lo querían mucho yo les dije que sí. Lo bautizamos y ellos me le daban todo. Cuando empezó a estudiar, don Alfredo lo llevaba al jardín, para ellos mi hijo era el hijo que nunca tuvieron, el niño era muy hermoso, yo adoro mucho a mi hijo porque es el único varón que tengo.

Después distinguí a un señor que me molestaba y me visitaba, era amigo de ellos. Al mucho tiempo decidí tener una relación con él,

la mamá era doña Aurora. Ella co-metió ese error conmigo, cuando yo iba era grosera, tuvo un cam-bio grande, yo le decía que si era porque estaba con Jairo. Yo tenía las dos niñas y trabajaba en lo que fuera, lavando ropas y lo que salie-ra. Cuando yo tuve la mona ellos no me dieron más trabajo, entonces toqué puertas por otro lado. Pen-sé que ya no me querían ni ellos ni mi hijo, Javier era otro conmigo, no me saludaba, no me recibía nada de lo que yo le llevaba. Yo le decía, Papi: ¿por qué es así conmigo?, yo no tengo la culpa de que no esté al lado mío, porque yo le rogué a doña Aurora que me lo dejara llevar y siempre me salían con disculpas. Había veces que me quedaba allá hasta cuatro días para compartir cosas con él y con las niñas. Un día me separé de Jairo para poder es-tar con mi hijo pero ellos me decían que me fuera para la casa que el niño estaba bien, yo sabía que es-taba bien y que no le faltaba nada, pero me dolía que fueran así con-migo; Jairo también luchó por te-nerlo pero fue imposible, entonces dejé que las cosas pasaran así, pero nunca me olvidé de mi hijo.

Con Jairo tuve una vida muy triste porque él tomaba y cuando llegaba a la casa me pegaba, y eso que era una persona estudiada. Un día me llevó a conocer a su fami-lia, que por cierto son muchos, me invitaron a un almuerzo donde co-nocí a la mamá, al papá y a sus 14 hermanos.

Con la señora Teresa tuve una buena amistad, les caí bien y em-

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177pezaron a quererme. Con el abue-lo, que se llama Eutimio, también la iba bien, a pesar de que era una persona muy rígida, me estimaba mucho. El abuelo decía que me ca-sara con Jairo pero nunca me lla-mó la atención el matrimonio. Mis cuñados eran bacanos, todos me decían “la loca” por cariño y aún to-davía me dicen así. Ellos dicen que me quieren mucho.

Yo viví con Jairo 14 años y de esa unión tuve tres hijas: Diana, Angélica María y Yulieth. Ya me sentía cansada de ver que él era malo conmigo, me pegaba mucho; siempre que lo hacía me iba para donde doña Aurora, pero me daba pena porque ya tenía las niñas. Él iba y me buscaba y siempre regre-saba con él porque no tenía para donde coger, no me gusta tener amigas, me gusta estar sola y no contar con nadie.

Jairo tomaba mucho y me ponía mozas cuando él quería, la mamá nunca se enteraba de lo de noso-tros, mis hijas ya estaban grande-citas y entendían. Con el tiempo, no sé por qué, cuando yo tenía problemas con Jairo, mis cuñados se unían con él y me pegaban, des-pués me pedían perdón, habían co-gido esa maña.

Jairo toda la vida ha trabajado en droguerías. Yo me acuerdo que trabajaba en drogas La Rebaja, en la Mejor Esquina, a veces hacía tur-nos.

Una vez me acuerdo que se que-dó sin trabajo por mucho tiempo, casi por siete años, no sé por qué mi suegra y mi suegro se entera-

Así duré mucho tiempo, casi seis años, no ganaba mucho pero ha-cía alcanzar la plata. Me acuerdo que para un diciembre yo tuve un sueño con una señora que vendía chance y en el sueño ella me dio el número. Un día estaba sentada en el andén de la casa cuando miré la viejita, porque era una señora de edad, me causó asombro cuando la vi pues no la conocía, la llamé y le dije que me había soñado con ella y le dije, Hágame el chance, la seño-ra lo hizo y me lo entregó doblado y me dijo que no lo fuera a abrir. Cuando ella se fue me puse a pen-sar si el número era el mismo que me había dado en el sueño. Como yo trabajaba todo el día sólo supe que me lo había ganado como a los ocho días cuando me encontré a la viejita y me dijo: ¡Mija, se ganó el chance!, me puse muy contenta y le dije: Camine me acompaña a cobrarlo hasta los Centauros. Co-bré mi chance, la invité a almorzar y le regalé plata para que fuera al médico. Yo pensaba en mi situa-ción y le di gracias a Dios. Llegué a la casa y le dije a mis hijas: Vámo-nos a hacer una remesa, también pagué el arriendo y les compré ropita. Menos mal hice la remesa, pues cuando ese señor llegó en un jinchera, me dijo hasta de qué me iba a morir, me trató mal, me pegó y me decía que le diera plata, no le contesté nada y se fue. Yo les decía a mis hijas que estaba cansada de su papá, ellas miraban como era él conmigo, aun así ellas sacaban mu-cho la cara por el papá, todo lo que él hacía era bueno, así tomara y me pegara, ellas no decían nada.

ron, ellos nos ayudaron con la co-mida y con el arriendo pero no por mucho tiempo. Siempre nos cola-boraban, les daban ropa a las niñas y por eso yo siempre callaba lo de mis cuñados.

Cuando miré que él no conse-guía nada, me puse a trabajar en lo que fuera. Fue muy duro pues me tocó asumir la responsabilidad de la casa. Yo trabajaba en casas de fa-milia, duré mucho tiempo trabajan-do porque pagábamos el arriendo y la comida. Mientras yo trabajaba, Jairo se la pasaba tomando, no sé de dónde sacaba plata para beber. Gracias a Dios di con unos patrones que me ayudaban, me regalaban remesa, ropa para los diciembres, me daban buenos regalos para mí y para mis hijas. Un día llegó Jairo todo borracho a donde yo estaba trabajando, me formó un escánda-lo y me pegó, entonces me tocó salirme de ahí porque me dio mu-cha pena. Ellos no querían que me fuera, pero me puse a pensar que él hiciera otra vez lo mismo y em-peoraran las cosas. Fui y hablé con la mamá y le comenté el problema, ella viendo que yo era la que estaba trabajando, lo regañó, mi suegro también se puso bravo.

Volví a conseguir trabajo en un restaurante, me tocaba muy duro porque yo mandaba las niñas al co-legio, dejaba la casa arreglada y me iba, entraba a las 6:30 de la mañana y salía a las 7:00 de la noche, a mi me mandaban con comida para la casa. Tener que llegar cansada de trabajar, ponerme a lavar, planchar y el señor tomando.

Diana estaba en bachillerato y Mona en quinto de primaria, tuve a Yuli cuando Mona tenía 12 años. Seguí llevando del arrume con to-dos y además vivíamos muy mal, yo sola trabajando, no tenía el apo-yo de Jairo, un día me cansé y me puse a pensar que no me querían, los reuní a todos, a Jairo y a mis hijas, hablamos de la situación en que nos encontrábamos y les dije que me iba a ir. Jairo me dijo: Váya-se. Yo tenia una amiga que sabía de mis problemas y me dijo: Si quiere yo le doy trabajo pero no en Villa-vo, yo le dije que sí y decidí irme con Marina para Miraflores. Vi que a Jairo no se le dio nada, yo tenía a Yuli pequeña y me la iba a llevar pero él no quiso, me dijo: Déjeme la niña y me la quitó de los brazos, eso fue en el aeropuerto a donde todos fueron a acompañarme. No se les dio nada, me fui muy aburri-da y triste, pensando mucho en mis hijas. Cuando iba en el avión lloré y pensé en cómo me iba a ir por allá, pues nunca había trabajado en fin-cas, pero siempre he dicho que hay que tener fe para salir adelante.

Cuando llegué a Miraflores le dije a Marina que me ayudara, tenía mucho miedo pues era muy gran-de esa finca y había mucha gente. Ella me presentó a don Jesús, su esposo, y le dijo que yo era como de la familia y que me iba a colabo-rar dándome trabajo. Ella era muy buena gente.

Marina sabía de mis problemas porque éramos amigas desde Villa-vo, yo iba mucho a donde su mamá y tenía una amistad muy bonita con

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179esa familia. A los ocho días de estar con ellos me dio paludismo, casi me muero, me llevaron al médico y me dieron lo que yo necesitaba, ellos se portaron muy bien. Duré veinte días en cama, no podía ni parar-me. En ese momento don Jesús me prestó una plata para mandar a Villavo pues yo sabía que estaban mal en la casa y que Jairo no estaba trabajando. Así duré un mes hasta que me tocó coger la cocina. Me asusté cuando supe que me tocaba cocinar para cien hombres, me pe-gué una chillada que ¡ay! Dios, me tocó resignarme y hacerle. Marina siempre me ayudaba, lo hizo por un largo tiempo hasta que aprendí y lo hacía sola. Fue una experiencia porque me ganaba un buen suel-do, me tocaba duro pero le hacía. Mandé como seis giros para Villa-vo, yo se los enviaba a doña Teresa pues ella tenía cuenta bancaria. Un día Jairo me llamó y me trató mal y me dijo un poco de cosas. No volví a mandarle ni un peso porque doña Teresa me había comentado que él se tomaba la plata. Yo seguí traba-jando juiciosa, tenía buena plata ahorrada pues cuando me queda-ba tiempo yo raspaba y les lavaba la ropa a los químicos.

Conocer a José fue un proceso, pues yo era como de la familia y me cuidaban mucho. Ellos tenían una bodega donde vendían jabón, cre-ma, cigarrillos, galletas y de todo un poquito. Un día llegó un mu-chacho a comprar unos jabones y le preguntó a Marina que quién era yo, ella le contestó que era una so-brina, entonces él empezó a man-

decía cosas bonitas, algo que Jairo nunca hizo. Yo le comenté algo de mis problemas y él me comprendió y me aconsejó que trabajara. Me tocó muy pesado, sufría pensando en mis hijas que habían quedado en Villavo, me acuerdo que hablé con Jairo por teléfono y le pregun-té por las niñas y lo único que hizo fue tratarme mal, decía que yo es-taba trabajando en un putiadero. Me dijo cosas horribles mientras que José me decía que yo era jui-ciosa y trabajadora. Con el tiempo tuvimos una relación muy bonita, José me ayudaba mucho en la co-cina los domingos, hacía que los trabajadores llevaran la leña, los plátanos y la yuca para hacerles de comer en la semana. Fue una per-sona muy especial en todo, en él había encontrado no sólo un amor, si no un amigo ya que nos contába-mos todo.

Quedé embarazada. José me de-cía que cuando yo tuviera mi niña me iba a llevar al Tolima a conocer a sus padres, pero la vida nos te-nía una mala jugada. Él me cuidaba mucho, a veces se venía de donde estuviera trabajando para ayudar-me en la cocina, los domingos no me dejaba trabajar. Él le decía a Ma-rina: Mari no cocina hoy, Marina no decía nada, ella fue para mí como una hermana. Un día Jesús se le-vantó como a las cuatro de la ma-ñana y me dijo: Flaca, hágame un tinto, yo se lo preparé y se lo llevé al comedor, él estaba con Marina y escuché cuando él le dijo que le ha-bían fumigado la otra finca, porque él tenía dos fincas, entonces llame

darme saludos con Yorli, la hija de Marina, que estaba en la finca. A mí me pasaron tantas cosas que doy gracias a Dios por estar viva.

Un día don Jesús iba para Mira-flores y yo le pasé un tinto, eran como las cinco de la mañana. Él te-nía una tula color vinotinto y la dejó encima de una silla. Yo miré la tula y pensé que si la dejaba ahí alguno de los obreros la podría coger, en-tonces la llevé para mi pieza, cerré la puerta y me fui para la cocina. Pasó el día, don Jesús llegó a las 12 de la noche muy aburrido, yo me levanté y le calenté la comida. Él es-taba en el comedor con la mujer y yo escuché cuando él le dijo que lo habían robado, que le habían meti-do la mano por la ventana del carro y le habían sacado la tula, ese señor lloraba porque era la plata ahorra-da como de diez raspas que había hecho. A mí no se me dio por mirar qué era lo que había entre la tula. Después de escuchar los lamentos de don Jesús, llamé a Marina y le dije que yo había guardado la tula y ellos no lo podían creer, entonces les dije: Allá está en la pieza. Marina la vio y dijo: Jesús aquí está la tula. Ese señor me abrazaba, me daba picos y me decía que yo era una mujer muy honrada, me cogieron mucha confianza. Con el tiempo les dije que si me dejaban tener un amigo. Ellos conocían a José hacía mucho tiempo y dijeron que sí, en-tonces le dieron la entrada a él.

José era uno de los empleados de más confianza que ellos tenían en esa finca, nos hicimos buenos amigos, me daba consejos y me

a José y le comenté. Don Jesús nos dijo: Pues si quieren irse a trabajar a otro lado, háganlo, porque ya no les puedo pagar lo mismo, Mari, cuando quieran venir esta es su casa y le dijo a José lo mismo. Yo lloré porque ellos fueron muy es-peciales y los quería mucho, sabía que tenía a alguien con quien con-tar y por ese lado sentí que estaba más tranquila, don Jesús le dijo a José que me cuidara mucho y que cuando se le compusiera la situa-ción nos buscaba.

Nos fuimos para otra finca, allá miré cosas horribles, la guerrilla sacaba a la gente de las fincas y la mataban enfrente de uno, o la mataban y la botaban al río. Eso fue en 1998, nos decían que mi-ráramos pero que no fuéramos a hablar. Eso duró como tres meses, después fue la toma de Miraflores. Nos sacaron a todos y nos trajeron a San José del Guaviare. Yo no co-nocía, entonces le dije José: ¿qué vamos a hacer? y él me respon-dió: Nos vamos para El Retorno. Al otro día nos fuimos, llegamos a ese pueblo, él ya había trabajado allá y me dijo: No se preocupe que aquí conseguimos trabajo. Se encontró con un señor que se llama Miguel Sanabria, quien le dijo que nos fué-ramos para la finca que quedaba en la vereda Palmeras Uno. José me dijo: Allá le toca cocinar para más poquitos, el sueldo era muy poco pero yo acepté y nos fuimos.

Llegamos a la finca, y empeza-mos a trabajar. Yo ya iba para los cinco meses de embarazo, com-pleté en esa finca los nueve meses,

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181pero antes de eso yo me empecé a hinchar toda, entonces José me llevó al hospital de El Retorno y de allí me mandaron para San José porque me tenía que hacer una ecografía. Nos fuimos para la finca y José le comentó a don Miguel, y él le contestó que nos fuéramos, pero que eso era peligroso porque estábamos recién llegados y esta-ban matando mucha gente. Como el cucho tenía los hijos internados en el colegio CODER, él iba los vier-nes y los traía a la finca y los do-mingos los llevaba. Él tenía carro y todos en San José lo conocían, entonces él nos dijo que si quería-mos nos llevaba y nos traía, pero yo tenía la cita entre semana. José le dijo a don Miguel que no, que me iba a llevar porque yo estaba muy hinchada y que no podía dejarme así. José me dijo que me arregla-ra y que nos fuéramos y le dijo a Joaquín y a Teófilo que nos íbamos para San José y ellos le dijeron No-sotros también vamos con ustedes. Don Miguel nos llamó y nos pagó a todos y nos dijo que nos cuidára-mos, que no nos fuéramos, nos lo repitió una y otra vez, nosotros no le hicimos caso.

Salimos de la finca y cogimos un carro hasta El Retorno y allí José compró los tiquetes para San José. Llegamos a San José del Guaviare y nos pusimos a hacer las vueltas, fuimos al hospital y como esta-ba lleno nos mandaron a ir por la tarde. Fuimos a almorzar y lo más chistoso de todo era que andába-mos los cuatro para todos lados, entrábamos a las joyerías porque

El señor nos dijo: Nos vamos ya, yo era la única mujer que iba, estaba sentada adelante. Pasamos Agua Bonita, ahí se subieron dos tipos a cada lado y miraban, después se bajaron. El carro siguió, al rato se subieron otros dos, miraban y se comunicaban por radio, después le dijeron al conductor que se metie-ra por esa vía que conduce a la tro-cha ganadera, abrieron un broche y el carro anduvo siempre harto, en-tonces empezaron a salir por todos lados paramilitares y dijeron: Abajo todo el mundo y empezaron a decir muchas groserías. A mí me dijeron que me hiciera a un lado del carro y no me dejaban acercarme a ellos. Empezaron a bajar las maletas que estaban arriba del carro, veníamos doce personas, fue algo muy horri-ble que nunca se me va a olvidar, siempre los llevo en mi corazón.

A todos les pidieron papeles y los esculcaban, me llamaron y me ha-cían preguntas que yo no entendía, me decían que en Palmeras habían matado a un duro de ellos, y que la gente no quería colaborar. Yo les contestaba: Yo no sé nada, me amenazaban y me decía groserías y volvían y me preguntaban, yo les dije que no sabíamos nada, que no-sotros estábamos trabajando, en-tonces me preguntaron que quié-nes eran nuestros patrones, yo les contesté que eran doña Jerly y don Miguel Sanabria, me preguntaron de qué vereda era, y yo les dije que de Palmeras. Nos amarraron con las manos hacia atrás, caminábamos y esa gente nos amenazaba, a Teófilo le pegaban patadas, lo insultaban y

Joaquín tenía joyas empeñadas y Teófilo también, fuimos al parque y volvimos al hospital. Ese día nos tocó quedarnos pues ya eran las cinco de la tarde y no salían carros para El Retorno, nos dijeron que no podían llevarnos, que nos quedára-mos y que madrugáramos a irnos al otro día. Me acuerdo mucho que José estaba callado y no decía nada. Llamé a Joaquín y le pregunté qué le pasaba a José y no me dijo nada. Así pasamos ese día, ellos no se to-maron ni una cerveza, se me hizo raro. Llegó la noche y nos fuimos a comer, nos quedamos en el hotel El Triunfo. Ya eran como las ocho y media de la noche, José dijo: Vá-monos a dormir por que mañana toca madrugar. Qué nos íbamos a imaginar lo que nos esperaba, yo digo que no le deseo ni a mi peor enemigo algo así, ¿por qué la vida es tan injusta con uno?

Nos levantamos a la cinco de la mañana y llamamos a Joaquín y a Teófilo, José les dijo: Levántense, nos vamos toca ir a trabajar, debe estar bravo el patrón. Nosotros sa-limos del hotel y José me compró un perico y un buñuelo. Yo comí eso mientras llegábamos a la finca a desayunar, los muchachos se fue-ron a comprar carne y frutas para llevar. José les dijo: Nos encontra-mos en el paradero de los carros. Al rato estábamos reunidos los cuatro y José había comprado los tiquetes para El Retorno, entonces el señor conductor dijo: Súbanse y nos fuimos. Llegamos a una bom-ba a tanquear, ahí yo vi pasar una caravana de motos, iban muchos.

le decían que si tenía mucho miedo ellos se lo iban a quitar, yo les decía que para qué le pegaban y ellos me mandaban callar. A lo último nos dijeron que nos iban a matar a to-dos y yo les dije que por qué, que al menos nos dijeran el porqué. Así nos tuvieron como media hora, eso fue temprano como a las 6 y me-dia, era el primer carro de línea que salía rumbo a El Retorno. Después de todo eso se me acercó esa gen-te y me dijeron que a ellos los iban a matar. Yo gritaba y lloraba y decía que no los fueran a matar, tampo-co me dejaban acercarme a José. Yo les preguntaba a ellos: Mucha-chos ¿qué hicieron?, cuéntenme, ¿por qué los van a matar? A José le pregunté muchas veces, pero él se quedaba callado y apenas me de-cía que no llorara porque eso me hacía daño. Yo me lancé encima de él llorando y los tipos me agarraron y me quitaron. No podía abrazarlo porque estaba amarrada. A ellos los amarraron de los pies con una ca-buya, y a lo último me confirmaron que los iban a matar.

Yo sentí un dolor agudo en mi corazón y sentí que las piernas se me doblaban, entonces fue cuan-do me encañonaron y me tocó presenciar la muerte de ellos. Los acostaron boca abajo y les dieron dos tiros a cada uno. Después de que los mataron me agarraron dos tipos y me subieron a una moto. Yo no hacía sino mirar hacia atrás, quería correr hacia ellos. Por un momento también pensé que me iban a matar en otro lado, yo les gritaba que me soltaran. Cuando

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183las motos salieron de ese peda-zo me mandaron de cabeza hacia el carro y el comandante me dijo: De mil una y de cien ninguna, y le dijeron al conductor que se largara y que no lo querían ver haciendo más línea, entonces el carro arran-có y yo le decía al conductor que parara y él me decía que no podía. Todos los que iban en el carro iban muy asustados.

Llegamos a El Retorno, yo me desmayé y me recogieron los due-ños de una panadería. Cuando yo entré en uso de razón me acordé de lo que había pasado y empecé a pedir un carro para poder ir a la finca a avisarle a don Miguel que los habían matado, pero nadie me quería hacer el favor. Entré a un su-permercado y le comenté a Piquiña lo que pasaba, él me dijo que ya sa-bía y le dijo a un empleado que me llevara hasta la finca. El muchacho sacó la moto y me fui con él hasta allá. Yo no me acordaba que estaba embarazada y a punto de dar a luz.

Cuando llegué a la finca don Mi-guel estaba desayunando, él me vio y me preguntó por los muchachos, yo no podía ni hablar, el muchacho le contó que los habían matado, entonces don Miguel se subió al carro y me dijo que me subiera, me subí y arrancamos para el pueblo. Me dijo que se iba para San José y que lo esperara en el Retorno. Él se fue, buscó a los paramilitares y les dijo que iba por los muchachos que habían bajado esta mañana. El comandante le contestó que ya estaban muertos, que si no quería correr con la misma suerte que se

fuertes y no me aguantaba, ellos me contestaron que no podían ha-cer nada por mí y yo les decía que por favor me ayudaran o que lla-maran a alguien, pero ellos estaban llenos de miedo. Decidí salir como fuera, tenía mucho miedo, aun con esos dolores pasé como dos po-treros y un broche, esas balas me pasaban cerquita, hasta que al fin llegué a una finca. Cuál sería la sor-presa cuando miré el carro, parecía un colador, estaba lleno de tiros y la gente estaba en esa finca. Don Jerry cuando me vio se asustó y me dijo: ¿Qué hace aquí?, mire como está esto, yo le pedí que me ayu-dara porque no me aguantaba esos dolores, entonces él busco unos fósforos y alumbró, había una se-ñora que estaba borracha y dijo: Yo soy partera, don Jerry le dijo que yo estaba que me alentaba y que no había nadie quien me asistiera.

Yo le dije que por favor fuéramos a la finca donde yo estaba, ella dijo que sí, pero cuando íbamos pasan-do el potrero se me vino la niña, no alcancé a llegar a la finca, la señora recibió la niña, se fue y me dejo ahí botada. No sé cuánto tiempo estu-ve, al otro día me encontraron, la niña casi se muere, eso fue como a las tres de la mañana. Cuando ama-neció llegaron unos señores y me recogieron y me llevaron a la finca, estaba muy mal, la señora cogió la niña y la vistió pero no se le vio preocupación por mí, ni por la niña. Yo no podía salir de la pieza, pues había quedado muy mal. Eran las ocho de la mañana cuando llegó la guerrilla y preguntó por mí, pues la

fuera y que le dijera a esa vieja, o sea a mí, que me iban a matar. Don Miguel se fue para el pueblo y llegó donde yo estaba y se puso a llorar y me dijo: No Mari, yo le pregunte qué había pasado, y él me contestó que no los habían querido entre-gar. Yo me sentí muy mal, quería que la tierra me tragara y le pre-gunté qué iba a pasar conmigo. Él me contestó que me fuera para la finca y que me quedara allá mien-tras me alentaba, yo le pedí el favor que me ayudara a salir por Calamar para venirme a Villavo, él me dijo que no, que le daba miedo, que me quedará en esa finca, pero yo me sentía mal, no podía dormir, no comía, sentía que me iba a morir. El patrón les dio las nueve noches. Duró como dos meses sin conse-guir obreros, mientras tanto a mi me cambió la vida totalmente por-que me duplicaron el trabajo, me tocaba ordeñar, lavar y llevarles la comida a los obreros sin conocer las chagras, a veces me perdía y cuando llegaba me regañaba la se-ñora, no me respetaban.

Ya tenían catorce días de muer-tos cuando yo me enferme de los dolores. Eso fue el ocho de diciem-bre, había unos bautizos en una ve-reda lejos de donde yo trabajaba. La guerrilla había dado la orden de que carro que vieran por la carretera, lo cogían a plomo y eso pasó. Venía un carro lleno de gente, la mayoría eran niños, cuando se formó la ba-lacera y los helicópteros también, yo me asusté mucho y llamé a doña Jerly y le pregunté qué era lo que pasaba. Me dieron los dolores más

señora que me asistió el parto me echo la culpa de que yo la había lla-mado y que por culpa mía le habían cogido el carro a plomo, entonces don Miguel les dijo que yo no tenía nada que ver, que antes me había arriesgado a que me mataran, en-tonces estuvieron un rato hablan-do y después le sacaron una plata, porque ellos me iban a llevar, fue cuando el cucho se puso bravo, me regañó y me dijo que eso se lo te-nía que pagar.

Yo seguía muy enferma, le dije a doña Jerly que me diera algo para esa fiebre y el dolor. Ellos llevaron la niña a El Retorno donde el doc-tor Güio, allá la tuvieron tres días y después me la llevaron, el doctor les preguntó que dónde estaba la mamá de la niña, porque yo tam-bién necesitaba de cuidados. A mí se me hacia raro que cuando ellos llegaban a la finca, me le llevaban muchas cosas, como leche, ropa, pañales, yo les decía que no tenía como pagarles lo que hacían por mi hija, pero ellos decían que todo era comprado, que no me preocupara.

Pasaron los días y tuvieron que llevarme al médico, eso fue para problemas porque me tocó que-darme y yo no quería por la niña, me colocaron suero y droga, y un poco de inyecciones. Esa señora se puso que se la llevaba el diablo por-que no le gustaba cocinar y hacía las cosas de mala gana. En el hospi-tal me tuvieron como cuatro días y me dieron la salida, el doctor sabía que yo era la señora que había que-dado viuda, yo le comenté todo y me dijo que tranquila, que no me

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185cobraba nada, me regaló la droga y me dijo que me cuidara mucho. En esos momentos llamaron a doña Jerly y le dijeron que me cuidara mucho la dieta, mientras estába-mos allá me decía que si me iba a cuidar, pero eso era pura mentira. Cuando llegué a la finca busque a mi bebita y la apreté entre mis bra-zos y lloré porque me sentía muy sola, le juré que pasara lo que pa-sara siempre estaríamos juntas, porque fue el tesoro más lindo que me dejó el finado. Amo mucho a mi niña después de todo lo que me pasó.

No cumplí la dieta, me toco co-ger la cocina, tenía veinte días de haberme alentado, fueron los peo-res días de mi vida porque me toca-ba lavarle la ropa a todos y cocinar-le como a cuarenta obreros. Un día estábamos en la cocina cuando un chino pequeño me levantó la pija-ma, y yo le dije: ¿Olé que le pasa?, y la hermana Yaneth le pegó una palmada y le dijo que me respeta-ra. Ese señor se vino furioso y me pegó, me puse a llorar y dije: No me quedo más en esta finca. Lla-mé a doña Jerly y le dije que me iba y ella no me contestó nada, a las hijas les daba pesar porque ellas querían mucho a la niña, pero yo no tenía porque aguantarme esas cosas y menos que me pegaran sin hacer nada. Lo pensé porque sabía que no tenía a donde llegar y no conocía a nadie, pero sabía que no estaba sola, que había un Dios con-migo y no lo pensé más, alisté a mi hija y mi ropa que no era mucha, le dije a don Miguel que me iba y ni

Hernán. Él estaba pequeño, me ayudó a llevar la ropa, que de por sí no era mucha, la traía en un cajita.

Siempre me persiguió la mala suerte. Llevaba como veinte días con ella, muy buena persona y quería mucho a la niña. Un día es-taba haciendo el aseo afuera y se me acercó un vecino, me llamó y me preguntó si yo era la viuda, yo le pregunté por qué, él me contes-tó que me fuera porque me iban a matar y le pregunté quién había dicho eso y me dijo que el conduc-tor de un carro que hacía línea de El Retorno a San José había escu-chado eso. Amanda estaba en la heladería y yo fui y le conté que me tocaba irme, ella me dijo: ¿Y la niña?, yo le dije que me la llevaba.

Entre muchas cosas que me pa-saron, me acordé que yo una vez había hablado con Navarro, porque trabajamos juntos en la finca y nos hicimos amigos. Él estaba trabajan-do en otra finca cerca a donde yo estaba y me dijo que cuando ne-cesitara un favor contara con él. Entonces me fui para donde él, llegué a la finca y lo pregunté, sa-lió y le conté las cosas. Navarro me dijo que iba a hablar con el patrón, el viejo le dijo que sí, pero que no me daba la comida. Hubo un tiem-po en que ese viejo también iba a la finca y me molestaba, yo nunca le paré bolas. Cuando vi que era el patrón de Navarro me dio como vaina, entonces me dijo que me quedara en esa pieza, olía horrible, allí guardaban todo lo de los caba-llos y dormían todos los obreros, le dije que si no había otro lugar para

siquiera me pagó, salí a la calle y le dije a un señor que me hiciera el fa-vor de llevarme al pueblo, pero que no tenía con que pagarle. El señor me llevó y le di las gracias, llegué al parque y me senté con mi hija en mis brazos y le pedí mucho a mi Dios que me ayudara y que me die-ra fuerza para salir adelante.

Lloré y lloré mucho, otra vez ha-bía quedado sola y sin contar con nadie, era como si la vida se encar-gara de castigarme, pero siempre he dicho que el que persevera al-canza. De pronto vi una heladería al frente de un colegio, llegue allí y le dije a la señora que me rega-lara un vaso de agua, la señora me lo dio y nos pusimos a hablar. Ella me preguntó qué me pasaba y yo empecé a contarle todo lo que me había sucedido, ella comprendió que yo era la viuda, entonces me dijo: Usted es la señora que vivía en una finca, cuando le dije que sí, empezó a contarme cosas, como la plata que me mandaba la gente del pueblo, inclusive ella me había mandado cuatro mil pesos, toda la ropa que la gente me manda-ba, pañales, leche, compotas, fue mucha la ayuda que tuve por par-te del pueblo, entonces me puse a llorar de ver cómo me engañaron, me mintieron. Me sentí mal porque doña Jerly y don Miguel me decían otras cosas, pero Amanda, así se lla-ma la señora que me dio la mano y me ayudó, me dijo que nunca era tarde para volver a empezar y que me fuera para la casa de ella, que me daba trabajo y que me portara juiciosa, entonces llamó a su hijo

quedarme, pero no hubo. Abigail, la señora de Don Alfonso, me pasa-ba comida a escondidas y la leche para la niña. Yo no sabía qué hacer, yo le decía a la señora que si le ayu-daba con los oficios de la cocina o de la casa, pero ella me decía que no saliera de la pieza pues el viejo era una porquería con ella y con to-dos. Me sentía desesperada, aburri-da, lloraba todos los días de pensar, ¿por qué me pasaba todo esto?, lo único que valía para mí era mi hija. Yo la abrazaba y la apretaba entre mis brazos y me llenaba de valor para poder salir adelante.

Navarro era químico de esa fin-ca, él salía temprano y llegaba muy tarde, yo me la pasaba sola, no podía ni hablar con la seño-ra por que el viejo mantenía en la casa. Un día el viejo me dijo que me subiera a un zarzo a bajar unos bultos de maíz, cuando lo pillé mi-rándome con malicia los calzones, saqué una patada, se la puse y le dije: ¡Respéteme, viejo verde! , de ahí en adelante, me cogió una ra-bia que no me podía ver. Cuando él se iba, la señora me llamaba y me decía coma todo lo que quiera, yo escondía la comida y le ayudaba a hacer aseo. Ella me contaba que ese señor le pegaba mucho y era muy grosero, entonces le pedí el favor de que me ayudara a conse-guir trabajo en algún lado, menos a donde doña Jerly. Yo les mantenía esa pieza donde dormían todos los obreros, bien arreglada y les lavaba la ropa, pues a ellos no les quedaba tiempo.

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187Con Navarro éramos amigos, él

me contaba que varias veces me vio cuando estaba embarazada y la verdad yo nunca lo había visto. En diciembre él hablaba conmigo y me contaba sus cosas, él era amigo de José pero nunca pensé en tener una relación con este señor. Yo creo que ha sido una gran pesadilla por-que no dejó de sufrir. Tengo diez años de estar viviendo con Navarro, no ha sido nada fácil, hoy en día re-conoció lo guache que es conmigo, tener que llegar al extremo de ir a una comisaría de familia para caer en cuenta de tantos errores que ha cometido. Tengo mucho resen-timiento hacia él, no sé si es bue-no o malo, es difícil olvidar lo malo que ha sido, son muchas cosas que tengo guardadas, yo me pongo a pensar en mis hijas y no quiero que ellas vayan a sufrir como me tocó a mí. Navarro es una persona muy materialista, en varias ocasiones, todavía lo hace, me humilla por un plato de comida, no me viste, dice que no compra ropa para él por no darme a mí. No sé, él vive con mu-chos complejos porque cuando era pequeño lo trataban mal, pero muy mal y creo que él hace eso conmi-go. Cuando estábamos en el Gua-viare me dio una vida muy amarga, me trataba mal, se emborrachaba y cuando llegaba a la casa me pega-ba, a las niñas también, me humilla-ba de la peor manera.

Yo creo que a uno se le devuel-ven todas las cosas que uno hace, lo digo porque él hablaba mal de la mamá y juraba que nunca la iba a tener a su lado y mire, ella lleva un

la boca. No es justo que uno sufra de esa manera, pero algún día pa-raré de sufrir.

Allá en El Retorno quedó la casa que compró, me dice que no ten-go derecho a nada, viendo que yo le ayudé cuidando pollos para que fuera comprando las herramientas y trabajé con él. Yo le ayudo mu-cho, pero él es una persona muy desagradecida, no valora a las mu-jeres porque él habla mal de todas. Del único que no habla mal es del papi. Yo he tratado a Chucho un par de veces, pero no me gustó nada porque él le da malos conse-jos a Navarro.

No me gusta meterme en las co-sas de los demás, nunca pregunto por la vida de la familia de Nava-rro. Cuando hablan por celular yo me doy cuenta que se tratan muy feo, lo que sí sé es que no son nada buenos.

Cuando me separé de Jairo y me fui para Miraflores, dure 7 años que nadie sabía nada de mi, todos pensaban que yo estaba muerta, no quería saber nada de nadie y hoy en día me pesa haber vuelto porque no encontré nada. Ahora pienso casi lo mismo, pero me de-tienen mis hijas porque qué futuro pueden tener al lado de su papá, si en una ocasión yo me fui y las dejé, él consiguió una moza y la vieja les pegaba a las niñas. Por eso me le aguanto tanto a este señor, por mis hijas, porque si yo tuviera una casa que fuera mía me había ido hace mucho tiempo.

Navarro nunca ha sido detallista, amoroso ni nada. Es muy triste por-

año con nosotros porque le dije re-cójala, porque ella es una persona muy enferma y los hijos que tiene ninguno la quiere, le han pegado, no le dan de comer y no mantienen pendiente de ella. Yo le digo a Na-varro que por lo que está haciendo con la mamá mi Dios lo va a bende-cir por tenerla a su lado, él debería sentirse orgulloso pero lamentable-mente no es así porque él la maltra-ta verbalmente. Yo soy la que saca la cara por ella, porque una madre se debe respetar sea lo que sea, la estimo y la respeto, pero no hay nada completo en esta vida. A mí me da como esa nostalgia de ver que hay personas que tienen a sus padres y no los valoran, lástima yo no tener los míos. Ella parece una niña, porque me pide permiso para salir, definitivamente a mí me toca hacer el papel de mamá de ella. Ella llora mucho, me busca, me abraza y me cuenta cosas, ella no parece que fuera mi suegra.

Navarro dice que ella lo echó desde muy pequeño de la casa, le echa la culpa de todo a Yolan-da. Le pregunté por su papá y me dijo: Ese señor fue más malo que mi mamá. Me dice que no quiere a la mamá, pero que da la vida por el papá. Yolanda es una persona muy temperamental, es muy amarga-da y no le gusta nada. Me acuerdo mucho la primera vez que Navarro llevó a Yolanda a El Retorno, donde nosotros vivíamos, la llevaba para que se quedara con nosotros. Ese día no sé qué le pasó a ella pero perdió el control por completo, me pegó, me tiraba sillas y me reventó

que en vez de él darme consejos, yo se los doy, le doy a veces cari-ño. Yo quisiera que hubiera respe-to, confianza, principios, pero no los hay, esos talleres que estamos recibiendo a mi me han ayudado mucho en cómo educar las niñas, a mi marido. Si yo hubiera tenido a alguien que me hubiera dado con-sejos, o algún apoyo, yo no viviría así, pero bueno, la vida hay que lle-varla con calma.

Yolanda llamaba mucho a Nava-rro y le contaba que estaba mal y que nadie la quería, empezamos a mandarle cincuenta mil pesos se-manales para que comprara la dro-ga y lo que necesitara, pero nunca cogió un peso porque el que recla-maba la plata era el papá de Nava-rro, hasta que un día le dije que la trajera y que la tuviera en la casa. Con gusto la recibí, pero es difícil convivir con una persona enferma. Yo le pido a Dios que la cuide mu-cho.

Uno todos los días aprende cosas nuevas, la vida hay que llevarla con calma.

En Cumaral llevamos diez meses. Para mí fue algo muy difícil, a uno siempre le hacen el feo y la gente no es humanitaria. Me doy cuenta que todos están por su lado y no les interesan los demás. Me gus-taría tener un negocio por cuenta mía para poder sobrevivir y darle a mis hijas una vida mejor ya que cuando uno depende de otra per-sona, siempre está dispuesto a que lo humillen y lo traten mal.

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189He sufrido mucho, hay muchos

que callan pero a mí me dieron la oportunidad de escribir estas pá-ginas. Me considero noble y buena gente, si miro que alguien necesi-ta de mi ayuda lo hago de corazón porque sé que es pasar necesida-des. Ahora me encuentro aquí en Cumaral, quisiera tener la oportuni-dad de un buen trabajo. Vivo aquí en esta casa pero llueve más aden-tro que afuera, se me moja todo y el arriendo es muy caro. Extraño mu-cho la gente de El Retorno porque son muy amigables y muy unidos, aquí es muy distinto, todavía no me he adaptado. Estoy en Familias en Acción y me eligieron como madre líder. Represento el barrio del cen-tro y el barrio Simón Bolívar que es el barrio donde vivo. Me gusta lo que hago, es un servicio gratuito, no recibo ningún pago pero tengo muchas mamitas que me estiman mucho. He recibido capacitaciones, voy a hacer unos cursos de siste-mas y salón de belleza, y otros por parte de la Alcaldía. Yo llevo como dos meses, tengo amigas, la secre-taria del personero y Carolina la de Familias de Acción, son muy bue-nas conmigo.

He venido sufriendo mucho de un dolor de cabeza por el que me tienen que hospitalizar, creo que es a causa de tantos golpes que reci-bí. Sufro también del corazón, pues ya me han dado dos infartos y he estado muchas veces hospitalizada, los médicos me dicen que me cui-de mucho pero veo que cada vez son más fuertes esas picadas que

soy una mujer para nadie, me dice que ojalá me muriera y me trata de lo peor, se burla de mí. La verdad estoy muy aburrida porque no ten-go una ayuda para poder irme.

Él tenía un trabajador y le dio mucha confianza, fue así que has-ta le pagaba el arriendo. Fue tanto que el trabajador me escupía y se ponían a hablar mal de mí, ambos lo hacían, hasta que me di cuenta de eso y de muchas cosas más. Un día el tonto ese me trató mal de-lante de Navarro y él escuchando llegó y me dijo: Yo de él le doy una golpiza, y se lo saqué del taller, ese día Navarro me pegó. Ya van tres veces que me pega aquí.

Navarro es odioso, grosero, ma-terialista, bocón, vulgar, para mí es tenaz irme con mis hijas, no tengo un trabajo donde gane lo suficien-te. Aquí los arriendos son muy ca-ros.

Otra cosa, yo le colaboro en el taller lijando y pintando, me dice que me paga y después sale con el cuento que para eso me da la tra-gadera y que antes le salgo debien-do. Él ya no cambia, ahora cogió el vicio de irse a tomar todos los sá-bados y llega tarde en la noche y me dice que él hace lo que se le da la gana.

Las niñas se dan cuenta de que todos los días es una pelea con ese señor y me dicen: Mamita por qué no nos vamos. Ellas le han perdido mucho el cariño al papá por ser conmigo mala gente y me da risa que cuando llega alguien al taller, él es un amor. Me he dado cuenta que es una persona de doble cara.

me dan en el pecho y los dolores de cabeza.

Soy una persona que le pide mu-cho a mi Dios, que me dé fuerzas para salir adelante, pienso mucho en mis hijas pues es lo único que tengo y no quiero que me pase algo y queden solitas. Las amo mu-cho.

No aguanto hambre pero si ne-cesito de muchas cosas, pues lo que gano no me alcanza para los gastos. Yo lavo ropas y aplancho, pero tampoco es mucho lo que pagan. Muchas veces me han dado tres mil pesos por hacer un aseo, aquí no valoran el trabajo de la mu-jeres.

Cuando me vine de El Retorno llegué como desplazada pero no he tenido por el momento ninguna ayuda. Mis niñas se me enferman cada nada, mantienen con mucha gripa.

Mi relación con Navarro no es muy buena, él es una persona que quiere que las cosas se hagan como él dice. Me quita los derechos que tengo, me lleva la contraria, me humilla todos los días, me echa en cara la comida. Dice que va a que-dar en la ruina, me dice que me largue porque él es el que paga el arriendo y que no soy sino una arri-mada. A las niñas me las trata muy feo, ellas le piden cosas y les dice: Pues trabajen. A mí cada nadita me echa, pero no me voy porque no tengo para donde irme, me ofende muy horrible, peor que a una mujer de la calle porque me grita que no

Le pido mucho a la virgencita que tenga misericordia de mí, pues soy una de tantas mujeres ultrajadas de todas las formas.

He buscado ayuda de una y otra forma pero él no cambia. Tenía un vicio muy feo, después de que pe-leamos buscaba estar conmigo, pero las cosas cambiaron. Antes yo era muy sumisa, era de las mujeres que si le pegaban ponía el otro ca-chete, pero las cosas han cambia-do, no soy la misma. Me he dado cuenta hasta donde un hombre puede dañar a una mujer, no me lo aguanto más. Yo tenía a mi hija Yuli y me la sacó corriendo por-que él dijo que no tenía obligacio-nes con otras personas y le decía groserías. La trataba de perra, dice que nosotras somos unas putas, que así como soy yo son todas mis hijas. Desgraciadamente esa es la vida que llevo con este señor, hay muchas cosas más que las tengo guardadas en mi corazón y por las cuales no lo perdono.

A mí no me gusta que me to-que, ni que se me arrime y empie-ce a decirme: ¿Para qué la tengo?. Muchas veces me he sentido ul-trajada por él, que la cojan a una a las malas. Él es un tipo posesivo, quiere tener todo a como dé lugar. Muchas veces he pensado en qui-tarme la vida, pero pienso en mis hijas, en que ellas están muy pe-queñas. Mis hijas comparten todo mi sufrimiento, me abrazan y lloran conmigo al ver todo esto que yo estoy viviendo. No quiero que su-fran, yo les hablo mucho. He llora-do diciéndoles las cosas y les digo

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191que estudien, que cuando sean grandes se cuiden, a pesar que son pequeñas piensan como grandes y se le enfrentan al papá.

Él, si compra la comida empieza a maldecir y a decir cualquier can-tidad de groserías, dice que tiene que verme en la calle pidiendo li-mosna así como hizo el papá con Yolanda, que ahora se encuentra en Guacavía pidiendo remesa re-galada. Después de tantos años de vivir juntos, cogió el vicio de que cuando peleamos le dice a Ana y a Yuli que Dayana no es hija de él y que no es hermana de ellas. Nunca lo obligué a que le diera el apelli-do, él lo hizo por voluntad, pero me grita que le ha pesado.

La verdad no entiendo por qué la está cogiendo con las niñas, ellas no tienen que pagar los errores de nosotros, lo cierto es que no me lo aguanto más, a toda hora me grita que no sirvo para nada, me ha pro-hibido meterme al taller, la verdad entro para hacerle aseo pero él des-confía de mi que de pronto le robe alguna herramienta y se la venda. Él se las da de mucho porque tiene una caja fuerte que compró para guardar las cosas de él, hasta guar-da un paquete de galletas para que las niñas no se las coman. A mí me da mal genio porque él trabaja y lo único que les da para recreo son cien pesos y dice que eso es mu-cho. Me puso una cuota de diez mil pesos para la comida y dice que no me da más, con eso me toca com-prar el desayuno, el almuerzo, el ja-bón, el fab y somos ocho personas las que estamos comiendo.

Hoy treinta de julio no quiso dar-me para el almuerzo, tenía unas yucas, un arroz y me tocó sacar prestado dos mil pesos para com-prar unos huevos. Él llegó y dijo: ¡Sírvame el almuerzo!, de mala gana, cuando le serví el arroz y las yucas, me dijo: ¡Yo no quiero esa mierda!, dijo que eso era una lava-za. Muchas veces me deja servido el desayuno y el almuerzo.

Las señoras que trabajan conmi-go vienen a visitarme y él las trata mal. Más de una vez me han dicho que ese señor es muy grosero. Yo he intentado de una u otra manera conseguir una pieza pero son muy caros los arriendos y pagan poquito en una casa de familia. Hace como tres días Navarro metió dos em-pleados más. De Yuli me ha dado muy duro que se me haya ido de la casa.

Navarro siempre habla mal de mis hijas, nunca tuve el apoyo de él, me decía: Menos mal se largó y que así yo debería hacer lo mismo. Él me grita en la cara que soy una puta y que así son todas mis hijas. Nunca le cuento nada porque eso es caso perdido. En vez de darme un consejo me reprocha, me grita, me ignora y lo único que hacemos es pelear, eso es todos los días. Me he puesto a pensar y analizar que nunca he tenido nada agradable con este señor, porque él es gua-che, vulgar, machista, eso es lo que me demuestra a mí, pero con las demás personas es un amor. Siem-pre confió en Dios.

Las niñas van a misa y participan en unos coros, yo las apoyo pero él

las amenaza diciéndoles que no las quiere ver lambiendo paredes, que la iglesia es lo peor y entonces me pregunto: ¿Este señor no siente temor de Dios?, porque habla muy mal de la iglesia. Las niñas no saben qué hacer, porque para él todo es malo. Me ha tocado ir a acompa-ñarlas.

Otra cosa es que aquí donde vi-vimos se va a caer la plancha del salón y le digo: Hable con el señor de la casa para que le haga un pe-queño arreglo, ya que se moja más adentro que afuera; y lo primero que me dice es que si no me gusta que me largue. Las niñas mantie-nen enfermas por ese frío, nunca participa en un dialogo con las ni-ñas ni les pregunta cómo les fue en el colegio.

Mis sufrimientos no paran. Cada día me enfrento a nuevas cosas te-rribles. Me mantengo viva y con la esperanza de algún día poder vivir tranquila, en paz y feliz cuidando de mis hijas y dándoles lo que ellas se merecen.

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Lactores y las secuelas

El conflicto armado en Colombia, sus

que nos han sembradoPor: Orlando Rojas Marizancen

a presente es una narrativa su-perflua sobre como el conflicto ar-mado que vive nuestro país nos ha afectado a todos los colombianos, pero en especial a quienes hemos sido tocados directamente por es-tos aparatos destructores de la feli-cidad humana.

En el caso personal, como vícti-ma directa he vivido en carne pro-pia los horrores de esta descompo-sición social y conflicto armado por distintas generaciones.

El sueño de cada ser humano colombiano es tener una estabili-dad económica, laboral, emocio-nal y tratar de buscar la felicidad en unión con su núcleo familiar, sin importar la posición geográfi-ca donde nos encontremos. Y esta felicidad obtenida, compartirla con otras personas, que sirva de con-tagio para así disfrutar en armonía con nuestros ciudadanos.

Pero cuando estos sueños de

felicidad se ven interrumpidos por aquellos aparatos destructores de felicidad, en especial aquellos grupos armados al margen de la ley que se enamoran del bienes-tar económico ajeno y cuando no se comparte con ellos lo que se ha obtenido, lo que se ha logrado con mucha dignidad, esfuerzo y sacrifi-cio, somos amenazados y obligados a abandonar nuestras tierras de arraigo, dejándolo todo y como si fuera poco, somos declarados ob-jetivo militar.

Pero esto no es todo, cuando quienes deben velar por nuestra se-guridad y garantizarnos protección integral no lo hacen y en vez de eso somos perseguidos y atropellados de forma arbitraria e inhumana. Y de la noche a la mañana resultamos involucrados injustamente en pro-cesos judiciales y conflicto armado interno sin que nadie haga algo para evitarlo.

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Cada día vemos como a las vícti-mas nos miran y tratan con despre-cio, ignorando el dolor ajeno, ac-tuando con dureza, insensibilidad e incomprensión. Ya es hora de hu-manizar y concientizar a quienes les compete administrar justicia social, de ponerse las manos en el corazón y actuar con verdadero sentimien-to humano.

En este río revuelto de descom-posición social y conflicto armado, el estado cumple al igual su fun-ción vinculando a personas inocen-tes en procesos judiciales y conflic-to armado, lacerando la estabilidad familiar, utilizándolas como instru-mentos o ratas de laboratorio para propósitos y justificación de gue-rra en este accionar, quedando un manto de dudas sobre el verdadero respeto a los Derechos Humanos.

Es este el pensamiento y dolor de una persona padre de familia, que está viviendo las secuelas del conflicto armado que nos destruye la tranquilidad, paz y armonía in-terna. Ya nos tocó vivirla en carne propia y ahora quienes reciben esta herencia guerrerista son nuestros hijos, que aún son víctimas de la misma y seguirán siendo víctimas, hasta que en nuestro país ama-do Colombia exista un verdadero modelo de vida acompañado de verdadera sensibilidad, humaniza-ción y un visible y palpable corazón grande. Para frenar un poco este río de dolor, tristeza y odio el cual siembra con su paso esta pesadilla de conflicto.

Los colombianos queremos vol-ver a creer en todo lo que gira a

nuestro alrededor, en las institucio-nes, en los organismos del Estado, pero es muy difícil creer cuando no se atiende, escucha y se dan solu-ciones que mengüen al menos un poco las situaciones difíciles que a diario vivimos, y sólo Dios sabe con la paciencia y nobleza y humildad como las enfrentamos.

Le hago un llamado al gobierno central para no seguir destinando la mayor parte del presupuesto general para la guerra, que se de-dique a generar más eventos cul-turales. Eduquemos a la niñez para no castigar mañana al hombre, que se apliquen proyectos acompaña-dos de una verdadera política social justa y equilibrada, donde todas las víctimas de este conflicto armado que vivimos día a día podamos ir olvidando las secuelas que nos han dejado todos los actores de esta guerra, donde a unos los empo-brece más y a otros los enriquece mucho más.

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CHistoria de Gabriel Alberto Cubillos

Por: Scarleth Cubillos Delgadouando recordamos a una per-

sona que ha sido importante en nuestras vidas, tratamos de hacerlo siempre añorando volver a ver su sonrisa, volver a encontrar en cada una de sus palabras el aliento que nos inspiraba, cada frase que decía con cariño intentando guiarnos por el sendero correcto y en general, todas aquellas cosas buenas mien-tras estuvo con nosotros. Así inten-tamos recordar en mi familia a un ser maravillosos como lo es Gabriel Alberto Cubillos García, mi papá.

Sin embargo, lamentablemen-te ahora no lo tenemos a nuestro lado “gracias” a la violencia que su-fre nuestro país. Aún recordamos con gran dolor aquellos momentos en donde nos enteramos de lo que había sucedido, un 11 de diciembre del año 2002, cuando era transpor-tado en una ambulancia a causa de un pre-infarto, varios hombres lo bajaron del vehículo, pues tenían la

orden de… aún no se sabe, si aca-bar con su vida o desaparecerlo de-finitivamente.

Mi papá y para las personas que aquí nos acompañan, el hermano, el sobrino, el primo, el tío, el ami-go, era quien por su cargo tenía la función de protección de los De-rechos Humanos en la zona don-de sucedieron los hechos. Él era el Personero Municipal de San Carlos de Guaroa. Es paradójico que justa-mente la persona que es la encar-gada de velar por dichos derechos sea una víctima “ejemplar” de la violación de los mismos.

Mañana se cumplen siete largos, tristes y vacíos años desde que no está entre nosotros y quiero apro-vechar esta oportunidad para que su memoria no quede en el olvido, ni este crimen impune.

Aún no entiendo qué pasó, ni cómo fue que me cambió la vida

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199de un momento a otro, aunque, es justo reconocerlo, no solamente a mí sino a los integrantes de mi familia. Ver que ya nada es igual, que a mu-chas cosas no les encuentro sentido y que sigo preguntándome: ¿Por qué?, ¿para qué? y sobre todo, ¿por qué a mí? Esta última pregunta creo que todas las personas que hemos vivido situaciones como éstas nos la repeti-mos día a día, porque uno nunca pien-sa que le va a tocar.

A veces es como si no creyéramos en Dios y pensamos que las cosas van a ser como uno las espera, pero lamentablemente, muchas veces las cosas que Dios quiere para nosotros no son las mismas que esperamos. Nosotros hemos puesto nuestra vida y nuestro futuro en manos de Dios y creo firmemente en que gracias a ello es que hemos salido adelante y no nos hemos dejado derrumbar por la nos-talgia que todos los días nos embarga. Solamente sé y tengo la convicción de que Dios, a todos nosotros y no hablo únicamente de mi familia, nos tiene preparadas cosas muy buenas y lindas que al final sabremos agradecerle aun-que a veces reneguemos de las cosas duras por las que hemos tenido que pasar. Desde que acontecen situacio-nes como las que todos acá hemos afrontado, por ello es que Dios no nos impone cargas más grandes de las que él sabe que somos capaces de con-frontar.

Pese a las múltiples dificultades que hemos tenido que enfrentar desde aquel día funesto y que de una u otra forma nos han vuelto más fuertes, sigo sintiendo cómo se desgarra mi cora-zón, como en ocasiones siento como

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si tuviera espinas dentro y que la herida no cicatriza al pensar en la suerte de mi papá, en si estará vivo o no, en que si llega a estar vivo en dónde estará, si estará soportando sufrimientos, si siente que lo ex-trañamos, que lo queremos, que yo lo amo con todo mi corazón y que anhelo tenerlo de nuevo a mi lado, que me hace falta su cariño, sus abrazos, sus consejos, sus pala-bras, sus regaños, su ternura para hablarme, su entendimiento, su sa-biduría, en fin, me hace falta todo de él. Para mí, el mejor papá del mundo.

Tal vez todas estas vivencias nos ayudan a valorar más a las perso-nas que tenemos a nuestro lado y a no esperar que suceda de nue-vo una desgracia de tal magnitud para decir: ¿Por qué no se lo dije?, o ¿por qué no lo hice? Aproveche-mos cada instante que la vida nos ofrece con las personas que ama-mos y no despreciemos las cosas lindas de la vida que Dios nos rega-la con el acontecer diario. Es ma-ravilloso tener nuestros dos brazos, con sus manos y dedos completos, tener nuestras dos piernas con sus pies, poder caminar, correr, ver y muchas cosas que son tan simples pero fundamentales para nosotros y que no valoramos sino hasta que las perdemos.

Quiero hacer un llamado especial a las entidades estatales encarga-das de los temas relacionados con Derechos Humanos y Derecho In-ternacional Humanitario, ya que sé que el mío no es el único caso y si bien es cierto que por causa

de la situación de orden público que se vive actualmente y en ma-yor proporción algunos años atrás, son muchas las familias en nuestro país que han sufrido el flagelo del secuestro, la desaparición forzada como es mi caso, homicidios, le-siones en sus cuerpos, para cada persona es su mundo el que se ve destruido poco a poco.

No basta con decir simplemen-te: Sí, se les va a ayudar o frases de consolación para tranquilizar o ale-jar a estas familias víctimas, la ayu-da debe ser efectiva y lo primordial es que no se dejen estas historias en el olvido, como algo que pasó y se considera como una tragedia a nivel personal de quien la sufre y nada más. El Estado está en la obli-gación de ver por la seguridad y so-bre todo, dejarles ver a las víctimas la verdad de lo que ha sucedido.

Es preciso que todas las perso-nas y en especial quienes laboran en este campo entiendan que es el mundo de una familia entera el que se ve envuelto y sumido en la tristeza al tener que soportar esta carga absurda de la guerra, esta lu-cha de poderes sin sentido, porque ya ni siquiera unos ideales se están siguiendo, lo único que se está con-siguiendo por parte de los grupos armados es la destrucción de fami-lias y bienes materiales, la pobreza y el surgimiento de secuelas en las personas que sufren todos estos flagelos, de los cuales seguramen-te no se repondrán jamás. Se podrá hacer un duelo, tener la ayuda de psicólogos, pero los vacios quedan, las lágrimas que se han derramado

ya no volverán a su origen, sencilla-mente el dolor ya se causó y ya se ha sentido.

Ojalá esta marcha y estas pala-bras sirvan para que todos reflexio-nemos acerca de la situación que atravesamos y para que cada uno sea un granito de arena y contribu-yamos para el fin más perseguido por todos los colombianos: la paz y esta paz empieza por casa, por una educación adecuada por parte de los padres, por la promoción de la no violencia entre hermanos, espo-sos y entre sí mismos, porque en-tiendan que el dinero no lo es todo, que con amor y en el amor de Dios todo se logra, siendo correctos, honestos, amables, cariñosos.

Gracias a la Defensoría del Pue-blo por brindarnos la oportunidad a las víctimas de expresar nues-tros sentimientos y de que se oiga nuestra voz, esa voz que hoy grita de parte de todos los que estamos en este lugar reunidos: ¡Libertad! y de mi parte: Te amo papá……

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201El 2 de agosto de 2007 mi espo-

so viajó hacía Villavicencio (Meta) con el fin de llevar a cabo el nego-cio de un tractor. El 3 de agosto mi compañero se reunió con amigos y familiares en un evento de una casa comercial donde él sacaba in-sumos para el cultivo de arroz. El sábado 4 de agosto él viajó hacia Granada (Meta) para encontrarse con el vendedor del tractor que lo había citado ese día. Mi esposo me llamó sobre las 7:00 p.m y me dijo que se encontraba en Granada, que estaba esperando al vendedor del tractor que no había llegado toda-vía, me preguntó por sus hijos, que cómo se encontraban y le contesté que ellos estaban bien. Mi compa-ñero me dijo que él me llamaría el día siguiente para comunicarme cómo les había ido, pero pasó el domingo y no se comunicó y me comenzó la preocupación al ver que no llamaba, porque él siempre se comunicaba conmigo mañana y tarde.

Le pregunté a uno de mis cuña-dos que si su hermano se había co-municado con él y él me respondió que no, pero que no me preocupa-ra que ellos estaban bien, pero sin embargo yo seguía insistiendo en comunicarme con él, pero su ce-lular seguía apagado. Pasó el lunes sin saber nada de ellos. Llamé a la hermana de Luis Jaime para saber si ella se había comunicado con su hermano, pero ella no sabía nada de él, le pregunté por el número del dueño del tractor, porque su hermana sabía comunicarse con él, pero no me dio el número y me dijo que no lo sabía. Llamé también a Luis Hermes Herrera, hermano de

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José Aníbal Herrera Umaña

Por: María Nelly Moreno Lavado

José Aníbal Herrera, mi esposo, le pregunté que si se había comuni-cado con él o con sus primos Edgar Vicente Herrera Vigoya o Luis Jaime Vigoya Rodríguez y él me contestó que en cualquier momento se iban a reportar.

El martes 7 de agosto de 2007 llegó la triste e inolvidable noticia: que habían aparecido muertos en Granada (Meta). El batallón 21 Pan-tano de Vargas los había reportado como guerrilleros muertos en com-bate, según el reporte que dieron ellos. Quedamos sorprendidos por semejante noticia, pero lo más gra-ve fue que no se encontraron sus documentos de identidad, sus ce-lulares, ni el dinero que llevaban, la suma de 17 millones.

Les colocaron armas, mi esposo era zurdo y le colocaron el arma en la mano derecha, mis hijas Camila Yulied y Jair Estiven preguntaron por su papá y les comenté lo suce-dido, pero ellas no aceptan lo que pasó, se sienten unos niños menos que los otros porque no tienen a su papá. La tristeza cada vez es más grande. Pasa el tiempo, pero en nuestros corazones hay un va-cío inmenso, nunca se llenará ese vacío infinito.

José Anibal Herrera Umaña, una persona maravillosa, muy respon-sable con su hogar y los deberes que él desempeñaba, que era su cultivo de arroz, compartir con sus amigos, sus hermanos y familiares. La falta que él nos hace es algo que no se puede escribir. Estos años que han pasado han sido muy amargos porque él era una persona que nos daba todo.

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MHarold Mauricio López

Por: María del Carmen Quevedo Toro

i nombre es María del Carmen Quevedo Toro y mi vida no ha sido la mejor. En 1973 salimos del Vau-pés, con toda mi familia que éra-mos 14 en total, mis padres com-praron una finquita en San José del Guaviare. Allí teníamos toda clase de cultivos y animales, era lo único que teníamos. Nosotros estudia-mos la primaria en la concentra-ción de desarrollo rural.

En 1983 apareció la guerrilla re-clutando a todos los niños del cam-po y del pueblo, llegaron a la finca y amenazaron a mi papá y le dijeron que tenía que dejarnos ir a la gue-rra y si no quería, que desocupara. Papá sin pensarlo mucho nos dijo que teníamos que irnos. Así fue que salimos con lo que teníamos puesto y una maleta rumbo a Villa-vicencio, con los pasajes fiados.

Llegar al pueblo sin conocer a nadie no fue fácil; papá consiguió

una casa en arriendo y salió para el campo a trabajar, ellos no denun-ciaron este atropello porque no sabían que podían hacerlo. Aquí se nos complicó el estudio porque no teníamos plata y no teníamos cu-pos, por lo que perdimos ese año. Casi no podemos terminar el bachi-llerato, así que crecimos y ya nos tocaba trabajar para poder estudiar y terminar el bachillerato. Unos lo logramos, otros no.

Por eso no pudimos estudiar en la universidad, yo si hice unos cur-sos en el SENA y estudié enferme-ría y pude trabajar unos años hasta que llegó mi primer hijo. Me salió una oportunidad para viajar como comerciante y montar mi negoci-to en un pueblito llamado Puerto Trujillo, me marché y trabajé unos años. Cuando estaba saliendo ade-lante llegó la guerrilla, me sacó de la zona y se quedó con todo lo que yo había hecho en esos años.

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En 1999 nos vinimos de nuevo para Villavicencio, desplazados con mi hijo, a rebuscar. En el pueblo como es tan difícil el trabajo duré unos años volteando hasta que me cansé, ya tenía 2 hijos y la carga era más pesada, ya estaba separada, luchando sola.

Se me presentó la oportunidad de irme de nuevo para un caserío que se estaba formando que se lla-maba La Jungla o Merecure, salí con cien mil pesos, que me los prestó un amigo. Llegué vendiendo co-midas rápidas, progresé muy rápi-do por mi constancia, dedicación, amabilidad, nobleza, esfuerzo y mucho sacrificio. En tres años que duré allá conseguí mi propio res-taurante, un almacén de víveres y abarrotes y un bus de 30 pasajeros, que hacía la línea semanalmente de Villavicencio, Acacias, Granada, Ca-sibare, La Jungla, Cooperativa, Ma-piripán y viceversa.

En 2005 se formó una guerra entre paramilitares del Bloque del Guaviare contra “Los Buitrago” y siempre llevamos las de perder los civiles. No sé qué se inventaron contra mí y me dijeron que me ma-tarían si no abandonaba la zona, no me dejaron llegar ni siquiera al pue-blo, gracias a los amigos que me avisaron antes de llegar al caserío y si no, estaría muerta.

De nuevo fui desplazada, que-dándose ellos con todo lo mío: el bus, los almacenes, entre otras co-sas, y sin derecho hablar porque quedaron dos hermanos en la zona sin poder salir; al final se pudo venir uno, sin nada también, quedó uno

y yo aquí todo ese año, aguantan-do hambre, sin donde vivir, pagan-do arriendo y llena de deudas.

El 20 de diciembre de 2006 ma-taron a mi hermano Hermes Caice-do Toro, el que había quedado allá. Vilmente lo mataron delante de los niños y la esposa. 38 impactos de bala le metieron, le destruyeron medio cuerpo, de la cintura para arriba. Pude declarar en el 2007 ante la fiscalía lo sucedido y la in-justicia cometida.

También “Los Carranza” se lleva-ron a mi hermano adoptivo Harol Mauricio López, que vivía en Puer-to Gaitán (Meta). Él era un hombre trabajador, buen hermano, buen hijo. El 1 de marzo, me llamó y ha-blé con él, me contó para donde iba, pero no sabía que no volvería. Este muchacho quedó huérfano a la edad de 3 años, mi mamá y no-sotros lo criamos y le dimos estu-dio. Ayúdenme a esclarecer este hecho.

Quiero que se haga justicia con todos estos crímenes:

1. Se investigue qué pasó con mi hermano Harol Mauricio López.

2. Que paguen por los asesi- natos.

3. Que me paguen mis cosas, como el bus y los almace- nes.

4. Que se cumplan las ayudas humanitarias, porque hasta ahora no hemos tenido ninguna ayuda de vivienda, mercado, estudios, los cur- sos para los proyectos pro- ductivos y muchas más co- sas.

5. Como madre cabeza de hogar les pido que nos

tengan en cuenta porque no nos están ayudando.

Gracias

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MLuis Jaime Vigoya Rodríguez

Por: Luis Jaime Vigoya

Mi hijo estaba trabajando, vol-teando arroz donde el señor Luis Hermes Herrera, luego sus primos lo llamaron por celular para que fuera a acompañarlos porque iban a comprar un tractor o a negociar-lo. Aníbal llevaba el dinero para ese negocio y mi hijo se vino a acom-pañarlos.

Salió de la finca a las doce y me-dia en un camión que le estaba montando la carga, luego llegó a Villavo donde lo estaban esperan-do sus dos primos, se fueron a las tres. Ellos se estimaban mucho, por eso se convidaban e iban acompa-ñados.

El esposo de Mariela al irse les dijo que les prepararan comida que ellos iban a ver si podían hacer su negocio y regresaban lo más pron-to posible. Ella quedó esperando a que volvieran, hasta que le dio preocupación porque les hizo lla-madas a todos tres y ningún celu-lar respondía. La señora Mariela se preocupó y nos llamó por celular a la casa a decirnos que su espo-so se había ido con Aníbal y Luis a hacer el negocio y que le habían dicho que no se demoraban, pero que no aparecían y no respondían a los celulares que ellos cargaban. Luego me preocupé y seguimos co-municándonos para investigar qué pasaba.

Mariela se valió de una señora que era amiga y que le dijo que ha-bía escuchado en las noticias que

habían dado de baja a tres guerrille-ros y extorsionistas y ahí mismo se le grabó eso a ella. Se fue a donde había escuchado el caso, en Fuente de Oro (Meta), los encontró en Gra-nada y los conoció, eran ellos y ahí mismo nos llamó a los familiares. Les habían quitado la plata que lle-vaban y los documentos que ellos cargaban, cédulas y demás papeles de importancia.

Nosotros, los familiares, compra-mos el periódico y ahí decía que el ejército les dio de baja como gue-rrilleros y extorsionistas, luego nos toco buscar documentos para que los entregaran.

Le quitaron su vida a los veinti-cinco años. Él era un muchacho de trabajo, tenía compañerismo con sus familiares, quería mucho a sus hermanos y sobrinos. Estimaba y quería y respetaba a sus padres, él habitaba en las fincas donde tra-bajaba, los jornales que ganaba los ocupaba en mercado y nos llevaba al médico. Nosotros en nuestro ho-gar tenemos muy pocos recursos.

Como padre de mi hijo quisiera tenerlo a mi lado porque era el bor-dón de mi vejez y me da pesar que se hayan equivocado, lo sacaron en el periódico diciendo que era guerrillero y extorsionista. Quisiera que el ejército comprobara cuán-tas extorsiones hizo o en qué gru-po guerrillero militaba, no portaba ninguna especie de armas, no ha-bía tenido ni siquiera un problema.

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MRelato de María Inés Rodríguez Aya

Mi hijo Luis Jaime Vigoya Ro-dríguez estaba trabajando en el cultivo, volteando arroz donde Don Luis Hermes Herrera. Luego sus primos lo llamaron al celular para que fuera a acompañarlos porque iban a comprar o nego-ciar un tractor. Luego mi hijo Luis Jaime se vino a acompañarlos, salió de la finca a las 2 en un ca-mión que les estaba cargando, luego mi hijo Luis Jaime llegó a Villavicencio donde los primos lo estaban esperando, ellos se convidaban porque se querían y se estimaban mucho, Edgar el primo de mi hijo Luis Jaime y el otro primo. Antes de irse le dijo a Édgar a su esposa Mariela que les preparara la comida que ellos iban a ver si podían hacer su ne-gocio rápido y se regresaban los más pronto posible.

Mariela se quedó esperando a que volvieran, pero entre más se

hacía tarde ella más se preocupaba, porque ella hizo llamadas a los tres celulares y ninguno respondió. La señora Mariela se preocupó y llamó a mi marido y a mi hija, porque en esos momentos nos encontrába-mos en la finca de Cundinamarca. Claro, en esos momentos no me querían contar nada de lo sucedido porque todavía esa tarde no sabían nada, sólo sabían que la señora Ma-riela había llamado y que ningún celular contestaba. Mi hija Luz Dary y mi esposo Luis Jaime también se preocuparon al ver que ningún ce-lular contestaba y comenzaron a timbrarles, insistiéndoles cada vez más a ver si contestaban.

Esa noche me soñé con mi hijo Luis Jaime, que algo le iría a pasar, entonces encendí una veladora y me puse a rezar con mucha devo-ción para que me lo protegiera.

De pronto, mi hija Luz Dary se dio cuenta de que yo estaba llorando

Por: María Inés Rodríguez Aya

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211y como con un desespero como si algo le fuera a pasar, se levantó y vino y me preguntó: Mamita, ¿por qué lloras?, y yo le dije: Mija es que yo me soñé con mi hijo Luis Jaime como si algo le fuera a pasar, pero mi hija sólo me dijo con esa cara de tristeza: Mamita eso fue de pronto una pesadilla, pero yo la miraba con esa preocupación y yo le pregun-té a mi hija que qué tenía ella. Ella me dijo: Nada mamita, acuéstese a dormir que mañana a primera hora le marco a mi hermano Luis Jaime para que hable con usted. Pero mi hija al ver que no contestaba nin-gún celular estaba muy preocupa-da y tenía los ojos llorosos.

Al día siguiente, mi hija y mi es-poso hacían lo posible por no an-gustiarse delante de mí para que yo no me enterara de lo sucedido, hasta que de pronto le entró una llamada a mi hija Luz Dary de la se-ñora Mariela, ella decía que nos vi-niéramos para Villavicencio, que se había valido de una señora amiga para que le ayudara a investigar el caso. Esa señora había escuchado en las noticias que habían dado de baja a tres guerrilleros y extorsio-nistas y que ahí mismo se le grabó a ella, ella se fue a donde había es-cuchado el caso en Fuente de Oro (Meta) y los encontró en Granada y se dio cuenta que eran ellos y ahí mismo llamó a todos los familiares.

Ahí fue cuando mi esposo Luis Jaime me contó la verdad. Sólo me pregunté, ¿por qué?, pero no hay una respuesta. El caso es que tam-bién les quitaron la plata y los pa-peles de importancia que llevaban.

Mi hija Luz Dary ya se había ido para Villavicencio. En ese momento ella no tenía plata pero dio con la suerte de que había un amigo que le prestó. Ella decía que llegaba a Granada con las esperanzas de que no fueran a ser ellos. Obviamente ella no creía que fueran ellos, por-que como decían que era guerrille-ros.

De inmediato que nos confirma-ron nos fuimos para Villavicencio. Se me destrozó el corazón en mil pedacitos. Después llegamos a Vi-llavicencio, todavía no lo creía, sólo volvía y preguntaba, ¿por qué?, si no hay una respuesta, sólo le pedía a mi Diosito que me diera fuerza.

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213A las 9:30 de la noche Édgar me

llamó para avisarme que en una hora estaban en la casa, que les tuviera comida a los tres, colgué y volvió a timbrar para decirme que me quería mucho, lo cual no era su costumbre. Pasó toda la noche del sábado y no llegaron, yo me empe-cé a preocupar y llamé a un policía amigo y le comenté lo que estaba pasando. Él llamó al puesto de Po-licía de Granada y les comentó de los tres muchachos que llevaban plata y pensábamos que los habían robado y que estuviesen en algún hospital, pero la respuesta fue: No, anoche las únicas novedades ocurridas, fueron 2 accidentes en moto y 3 guerrilleros dados de baja por tropas del Batallón 21 Pantano de Vargas del Ejercito, en hechos ocurridos en la Vereda Puerto Alju-re de Fuente de Oro.

Tres días después de su desapa-rición, el martes a las 7:30 de la mañana, nos enteramos que los supuestos guerrilleros eran ellos y que además a las 9:00 a.m los iban a votar a una fosa común como “NN”.

Viajé para Granada y no me per-mitieron verlos. Realmente no sé si estaban en la morgue del cemen-terio o en el hospital, lo único que vi fueron las fotos que me mostra-ron los del CTI para reconocerlos. Estaban los tres con armas en las manos, las cuales nunca portaban y curiosamente José Aníbal era zurdo y le colocaron el arma en la mano derecha. Parecía como si hubieran ido de la mano los tres. Nos entre-garon los cuerpos a las 5:30 de la

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Sin título Sábado 4 de agosto del año 2007, una fecha inolvidable

por todo el dolor que nos causaron. Mi compañero salió de la casa en Villavicencio junto con dos primos a las 4 de la tar-de para Granada (Meta) a negociar un tractor que pensaban comprar. Salieron a esa hora porque mi compañero estaba haciendo una fumigación para la última aplicación de la espi-ga del arroz en un terreno que tenían en arriendo en Parate-bueno (Cundinamarca).

tarde, frente al CTI en Granada.El 21 de agosto se publicó en el

periódico y los titularon como gue-rrilleros muertos en combate. El General Francisco Ardila Uribe dio su versión, que se trataba de extor-sionistas, que estaban extorsionan-do a finqueros y cuando las unida-des del Ejercito los requirieron se presentó un choque armado en el que murieron y dijo que pese a que nosotros los familiares sostenemos que eran campesinos y mostramos documentos, en muchas ocasiones las familias no están enteradas de las acciones que realizan sus pa-rientes.

Nunca aparecieron los celulares, sus documentos y 17 millones de pesos que llevaban. Después de seis meses de ese triple crimen, estaba entrando yo a la fiscalía de Granada y me timbraron del celular que él llevaba el día que lo asesina-ron y me llamaron a un celular que yo tenía hacía apenas un mes.

Nos destruyeron nuestras vi-das, llenando a mis pequeñas hijas de rencor y de odio. Ellas van a la tumba del papá y le dejan escritos diciéndole que lo extrañan mucho. Laurita de 4 años dice que quie-re morir para ir a encontrarse con su papito porque lo extraña mu-cho. Lo único que yo pido es que se haga justicia y no permitan que sigan haciendo más daño a perso-nas inocentes sin tener nada que ver con la delincuencia, cuando los verdaderos asesinos y delincuentes andan tranquilos destruyendo fa-milias y además enlodando el gran nombre de las instituciones.

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ENarración de María Luz Dari Vanegas de Quiroga Esto sucedió el 20 de marzo del

año 2005, en el municipio de Puer-to Lleras (Meta), vereda El Canadá, finca “El Prado”, lugar de vivienda de Arley Quiroga.

Durante ese día Arley estuvo con su familia compuesta por siete hi-jos, a las tres de la tarde aperó un caballo y salió para la carretera al lugar donde se mercaba, a comprar panela. En la finca hay un lugar que lo llaman “tres esquinas” donde lo esperaban los paramilitares, lo ba-jaron del caballo y se lo llevaron. Apareció el caballo en el potrero.

Emilsen, hermana de Arley, fue a la casa de él para avisarle que el caballo estaba en el potrero con los aperos y Yolanda la esposa de Arley dijo que él había salido en el caballo para la carretera a comprar unas panelas. Se fueron a buscarlo pero no encontraron rastro de él y le dieron aviso a la junta de acción comunal de la vereda.

Los vecinos lo buscaron en la ve-reda, potreros, lagunas, montañas, caminos y en las veredas vecinas,

nadie sabía nada de él. Incluso, fui-mos con los vecinos de la vereda a hablar con el comandante de los paramilitares, pero ellos no daban razón, sólo nos dijeron que deja-ran tanto alboroto, que si insistían con preguntas podríamos correr la misma suerte. Volvimos a la finca a buscarlo pero no encontramos nada.

Los siete hijos, su esposa, yo su madre, sus hermanas y el papá, nos aferramos a Dios orando y pidién-dole que estuviera vivo. Fueron muy tristes esos días en que sólo eran rumores de cómo lo habían matado, porque uno de los para-militares le dijo a Yolanda la esposa que estaba enterrado como a 200 metros de la casa de su suegro, que quedaba dentro de la finca donde Arley vivía.

Fue muy profundo mi dolor al ver que los días pasaban y no sa-bía nada, sólo que los vecinos de-cían que lo habían torturado, que lo descuartizaron para enterrarlo, pero en fin, sólo el Dios poderoso sabe la verdad.

Por: María Luz Dari Vanegas de Quiroga

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217Marcelino, su papá, y yo, su

mamá, nos enfermamos debido a la desesperación por la desapa-rición de mi hijo. El único hombre que tuve, era mi niño, aunque ya tenía 33 años nunca para mí fue adulto, él era el que arreglaba el día, cuando llegaba a la casa sólo eran risas con todo lo que decía, aún me parece escucharlo, me de-cía molestando que me parecía a Sergio Vargas por el cabello crespo.

Bueno, son tantas cosas buenas, bonitas, que quisiera que nunca me las hubieran quitado. Mi hijo se desapareció y mis ilusiones de te-nerlo en mis brazos hasta el día de mi muerte. Quería que fuera él el que me llevara la última flor. Pero es un dolor, me falta el aire cuando lo recuerdo, que son todos los días de dolor y de tristeza al ver los nie-tos solos con la mamá.

No sería lo mismo si él estuvie-ra, a ellos les hace tanta falta, aún son todos menores de edad, viven en la finca de los abuelitos que ya murieron. Bueno, la mamá trabaja haciendo de comer donde le den trabajo y los niños quedan solos, debido a esto la niña que tiene quince años ya tiene una hija. Son tres mujeres y cuatro hombres. Los niños sobreviven con lo que la mamá y nosotros podemos darle, no es mucho lo que yo les colabo-ro.

Soy una mujer de 58 años, su-fro de artrosis y esto me impide trabajar, me preocupa la situación de mis nietos, no tienen lo que un niño debe gozar: ropa, zapa-tos, una buena alimentación. Una

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vecina me dijo que fuera a buscar ayuda a Acción Social, a la Defenso-ría del Pueblo, donde lo único que hicieron fue recibir los registros de los niños. También he ido al Palacio de Justicia, Procuraduría, Goberna-ción, en la Fiscalía puse el denuncio de la desaparición de mi hijo hace cuatro años y nueve meses. No he recibido respuesta de ninguna enti-dad donde he acudido, sólo espero la verdad, cualquiera que sea. Estos cuatro años y nueve meses para mí han sido muy tristes porque espero que él esté vivo. Cuando suena el celular siempre espero que sea mi hijo, cuando llegan encomiendas espero cartas de él, miro las noti-cias en televisión y espero mirarlo, en fin son muchas esperanzas de tenerlo de nuevo en mis brazos, de hacerle su arroz con leche y las tor-tas de harina de trigo que le gusta-ban tanto.

Hay muchos recuerdos cuando era un niño de siete años, era tra-vieso con sus hermanas. Como fue el único hombre de mis hijos, era el consentido, le gustaba montar a caballo en pantaloncillos, era un payasito, son maravillosos esos re-cuerdos. Él fue y seguirá siendo mi gran tesoro.

Lo que hoy en día me preocupa también son mis nietos porque se encuentran desprotegidos, porque la mamá sale a trabajar y ellos que-dan en la casa solos en el día. No tienen un lugar estable para vivir y como son siete, todos de escasa edad, pues Yolanda no los puede llevar a trabajar donde ella traba-ja para poder tenerlos durante el

día. La hermanita mayor que tiene quince años está embarazada y las otras dos que son de trece y doce años son las que ahora me dan do-lor de cabeza, porque son niñas de poca educación y hay hombres aprovechados y mis nietas son las que sufren al caer en manos de personas malas.

Todos estudian en una escue-la de la vereda vecina, tienen que caminar durante dos horas y pasar por una montaña para llegar a la escuela, debido a esto a veces no van a la escuela porque mantienen enfermos de gripa, no tienen uni-formes, ni zapatos adecuados para ir a la escuela, aunque gracias al go-bierno en la escuela les dan almuer-zo y con lo de Familias en Acción la mamá les ha mejorado un poco la alimentación. Es que en el pueblo la comida o mercado es más caro que aquí en Villavo y el transporte para llevarlos hasta la casa también cuesta, pero muy agradecida con Dios y el gobierno del presidente Álvaro Uribe, ya que ahora hay una ayuda. Los siete hijos de mi hijo son los que ahora necesitan de una vi-vienda, educación, vestidos, pero sobre todo que Dios no los aban-done porque los paramilitares hi-cieron que su papá los abandonara, un hogar es de papá, mamá e hijos.

Nosotros, Marcelino el papá de Arley y yo, vivimos hace tres años aquí en Villavicencio debido a que no pudimos seguir viviendo en la finca por temor y por la ausencia de nuestro hijo. Aquí en Villavicen-cio todo ha sido difícil económica-mente ya que ninguno de los dos

trabajamos, ya que no sabemos trabajar en la ciudad pues toda la vida hemos vivido en el campo. A Marcelino le dio trombosis y quedó con discapacidad para caminar y sin habla. El cambio y la preocupación llevó a que le sucediera ésto y a mí me diagnosticaron artrosis y tengo dificultad en los brazos.

Mis hijas son las que nos ayu-dan, pero cada uno tiene su hogar y también es difícil para ellas ayu-darnos, pero le doy gracias a Dios, ya que hoy tenemos una vivienda que mi mamá nos dejó para vivir. Aquí mis nietos e hijas nos visitan con dificultades, pero también con esperanza de que pronto me den noticias de Arley, ojalá sean las me-jores. Que esta navidad sea para mí la mejor, con todos mis hijos y nietos, doy gracias a dios y a la Defensoría del Pueblo que me han prestado atención y me han dado importancia con el taller que tuvi-mos en Cofrem. Que fue muy rico todo, muy agradecida con todos los funcionarios que hicieron ese día muy especial.

Lo que he escrito es un poco de lo que he vivido después de la des-aparición de mi hijo. Lo que pido a la buena voluntad de los funciona-rios de la Defensoría del Pueblo, lo que esté al alcance de sus manos para colaborarles a mis siete nietos en lo posible. Gracias.

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Historia de Ómar Fernando Carrillo Rojas y Juan Fernando Carrillo Meneses

Ómar Fernando Carrillo Rojas

Nacido el 10 de abril de 1967 en la ciudad de Acacías (Meta). Sus padres fueron Carlos En-rique Carrillo Nieto y Emelina Rojas Rojas, oriundos de Cáque-za (Cundinamarca) y Restrepo (Meta). Fueron una familia de doce hermanos, Omar Fernando era el número once.

Los padres de Ómar siem-pre desempeñaron labores en la finca, tales como la siembra de café, cítricos y piscicultura. Omar Fernando a los 18 años prestó servicio militar, al ter-minar salió a trabajar en cons-trucción y después en fincas ganaderas. A los 23 años entró a trabajar en la empresa Manue-lita S.A, a los 25 formó hogar con María Yanet Meneses, con quien tuvo 3 hijos hombres, en 1996 se retiró de Manuelita para trabajar independiente, ese era su sueño y lo logró gracias a que él era un hombre muy trabaja-dor, muy ahorrador, siempre tuvo el buen hábito del ahorro. Él era un hombre muy discipli-nado, organizado, colaborador y caritativo. En 1996 empezó a trabajar por su cuenta, llevando bebidas y víveres para Santo Do-mingo (Meta).

Ómar Fernando, a parte de su trabajo practicaba ciclismo, pertenecía a un club de ciclistas muy bien conformado y compe-titivo.

Ómar era un hombre dedicado a su hogar, amaba a sus hijos, siem-pre les dio buen ejemplo y les re-calcaba la importancia de trabajar y ahorrar para vivir dignamente. Fue un hombre muy correcto, siempre tuvo al día impuestos y requisitos que le exigían para poder trabajar.

El 25 de noviembre de 2008 mu-rió a manos de paramilitares, junto con su pequeño hijito de cuatro años entre San Juan de Arama y Vistahermosa.

Juan Fernando Carrillo Meneses

Nació el 31 de diciembre de 2003, en la ciudad de Villavicencio (Meta). Sus padres fueron María Yanet Meneses y Omar Fernando Carrillo Rojas. Sus dos hermanos: Iván Alexis Carrillo Meneses y Ómar Albeiro Carrillo Meneses eran oriun-dos de Acacías (Meta). Sus padres se desempeñaban en labores inde-pendientes, tales como el comer-cio con bebidas y víveres.

Juan Fernando fue un niño muy alegre, muy pero muy juguetón, le gustaba competir, le gustaba el ciclismo. Su bicicletica la dejó muy desgastada de tanto jugar. A los 3 añitos entró al jardín, cursaba pre jardín, lo único malo que hizo fue acompañar a su papito ese día, para que aquellos asesinos me le destruyeran la vida. Murió el 25 de noviembre del año 2008 a manos de los paramilitares entre Vistaher-mosa y San Juan de Arama.

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ÉRelato de María Delia Montealegre

sta fue mi vida. Nací el día 19 de marzo del año 1978 en San José del Guaviare. Allí crecí y estudié hasta quinto de primaria, trabajé como proveedor de víveres. Fui un joven ordenado, juicioso, honrado y tra-bajador. Estuve en el campo, en la vereda El Capricho, con mi madre, trabajando en una finca, luego sa-limos de nuevo a San José del Gua-viare.

En ese tiempo que estuve en el campo conocí a José Vicente Rive-ra Mendoza, estuvimos trabajando mucho tiempo juntos como amigos y luego nos distanciamos el uno del otro. Cuando salimos con mi ma-dre de San José nos fuimos para la Macarena (Meta), allí trabajé por mi cuenta vendiendo ropa, de allí tuve que salir para Villavicencio en compañía de mi madre, mi señora y mis hijos porque me vi amenazado por los subversivos, aquí estuve un tiempo, no conseguí trabajo.

Tenía una plata y la trabajé en “gota gota”, pero no me alcanzaba para sostener a mi familia, de pron-to un vecino me ofreció trabajo en la vereda Villa la Paz, en una finca. No me gustó mucho la oferta pero tuve que aceptarla, me fui con el señor de apellido Urrea, allí trabajé cuatro meses, cada mes y medio me pagaba y salía a Villavo a visitar a mi familia, era muy dura mi situa-ción, ya que todos dependían de mí. Mi señora estuvo visitándome y ayudándome a desyerbar platane-ras. Ya me estaba acostumbrando a esta situación.

Me gustaba mucho el fútbol y donde estaba se presentaba la oportunidad de jugar, ya que to-dos los de la vereda nos reuníamos por las tardes a jugar y me gustaba pescar en un caño que había cerca. Mis sueños eran pescar para llevarle pescado a mi madre y allí fue que volví a ver al señor José Vicente Ri-

Por: María Delia Montealegre

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223vera, el viejo compañero de traba-jo. Él conocía a mi familia y me pre-guntaba por ellos. Un día me dijo que era para. Seguíamos hablando cuando nos encontrábamos.

Pero el día 28 de marzo del 2005, él mismo, me quitó la vida a mí y a mi patrón. Ese día me desplaza-ba de la finca al caserío Villa la Paz. En el retén nos pidieron papeles, seguimos y cuando regresábamos para la finca a las 5:00 p.m. nos pa-raron en el mismo retén.

María Delia Montealegre, mi madre, no pudo volver a saber nada de mí.

Habla María DeliaYo, María Delia Montealegre, me

desplacé al sitio, les pregunté a las autodefensas por mi hijo y no me dieron ninguna razón, pasaron cua-tro días para que hiciera presencia el Ejército en Villa la Paz, les supli-qué que por favor me ayudaran a buscar a mi hijo. ¿Usted se imagina el desespero de una madre por sa-ber de su hijo?, pero no me ayu-daron.

A los ocho días me dijo el jefe: Vaya búsquelo, me fui, lo busqué y no encontré nada, desde ese día mi vida ha sido muy llena de incerti-dumbre, pues sólo Dios sabe los su-frimientos de la desaparición de mi hijo, pasaron cuatro años esperan-do la respuesta divina, la verdad, la justicia. El día 17 de septiembre en el periódico miré la noticia de mi

hijo. El señor “Pirabán” ordenó y el señor soldado disparó, ésto suce-dió el mismo día 28 de marzo que lo llevaron y no me dieron razón ninguna.

Hoy declaran una parte de la verdad, la otra no la sé, pero pido a Dios que ellos, los culpables, me entreguen el cuerpo de mi hijo para darle cristiana sepultura y le pido a Dios de todo corazón que les dé el perdón y la salvación. De antemano yo les doy el perdón.

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ERelato de María Leonor García l día 29 de septiembre de 2005,

a las nueve y media de la noche lle-garon tres hombres en un taxi pre-guntando por la mamá de Fidel, yo estaba arreglando la cocina cuando el niño menor me llamó: Mamá la necesitan y salí yo y me dijeron: ¿Señora, usted es la mamá de Fi-del?, contesté: Sí señor, ¿qué pasó con él? , me dijeron: Señora, siento tener que darle una mala noticia, señora a su hijo se lo mataron las autodefensas.

Yo sentí un remolino en mi ca-beza y caí, me echaban agua y me movían los brazos y me llamaban los otros hijos y mi mamá, yo volví en mí y pregunté: ¿Qué pasó con mi hijo?, ¿por qué a él?, los que me trajeron la mala noticia ya se habían ido en el mismo taxi y dejaron dicho que no abriéramos la boca o si no, que no respondían y así empezó mi sufrimiento por la falta de mi hijo.

Duré meses callada la boca y pensé que la muerte de mi hijo no

podía quedar impune. Yo pensaba poner la denuncia y fui a la inspec-ción de Policía del Popular y ahí me dijeron que tenía que ir a la vereda donde había ocurrido el hecho y traer el acta de levantamiento del cadáver. Entonces fui allí y me die-ron el acta de los tres que habían asesinado ese día. El uno era José Fidel Daza García, otro era Manuel Carvajal y el otro era Giovanni Sán-chez. Entonces a mí me tocó pe-dir para el pasaje para devolverme hasta Puerto Rico a poner el de-nuncio en la inspección, porque esa vereda pertenece a Puerto Rico y de ahí me mandaron para la fisca-lía 39 de San Martín y me empezó el calvario, porque me mandan de un lado para el otro, hasta que llegué a la fiscalía de Justicia y Paz y ahí comenzó el trámite de reparación de víctimas por muertes violentas. Desde el día 26 de septiembre del 2005 perdí a mi hijo.

Por: María Leonor García Garzón

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MHistoria de William Osorio Por: Flor Edith Vente Osorio

i hermano William Osorio salió el 10 de agosto del año 2002 de la casa para el campo, por los lados de Puerto López, él se comunicaba con mi mamá cada 15 días, la últi-ma llamada fue en mayo de 2003, el día de la madre y desde enton-ces no se volvió a saber nada de él hasta el día 15 de octubre del 2009 cuando me fui para la Fiscalía y allá una doctora me sacó un cuaderno y me dijo que mi hermano estaba muerto y que se encontraba como “NN”. Ella me dio un papel y me dijo que fuera a medicina legal y que hablara con el médico. Cuando llegué, el médico me sacó unos pa-peles donde decía que mi hermano se encontraba muerto y enterrado

en el cementerio central y que para reclamar el cuerpo de mi hermano tenía que contratar un servicio fú-nebre para proceder a hacer la en-trega.

Desde entonces no he podido reclamar el cuerpo de mi hermano, siendo él un muchacho trabajador, que le gustaba el trabajo del cam-po y también trabajaba en la cons-trucción en el pueblo. Él no tenía ninguna clase de vicios; sólo le gus-taba jugar fútbol, billar y tejo, eran sus juegos favoritos.

Él no tenía esposa ni hijos, sólo era un muchacho soltero que veía por mi mamá que tiene 66 años de edad y ahora se encuentra muy en-ferma por la triste noticia.

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MRelato de Milton Jara Sánchez

iguel Ángel Jara Ramírez (Q.E.P.D) nació en Tunja (Boyacá) el 11 de junio de 1982, creció y estudio en el Meta. Su hogar está conformado por sus padres: Milton Jara, María Teresa Ramírez y tres hermanos: Milton Andrés Jara Ramírez, Jenny Patricia Jara Ramírez y Sandra Paola Jara Ramírez.

Su infancia fue la de un niño normal. Al empezar sus estudios fue un niño muy inteligente y muy organizado, su inclinación fue hacia el dibujo, lo hacía excelentemente bien; Avanzó en sus estudios, llegó hasta noveno, luego empezó a tra-bajar en construcción, hasta el mo-mento en que fue reclutado pres-tando su servicio militar obligatorio en el Batallón Joaquín Paris de San José del Guaviare.

Al año de estar en las filas milita-res fue invitado a seguir como sol-dado profesional, a lo que se negó porque no le gustaban las armas.

Reanudó la vida civil y su trabajo de construcción, donde ascendió a maestro de dirección de obra. Te-nía la aspiración de estudiar inge-niería civil, hasta que fue vilmente asesinado por los paramilitares del Bloque Héroes del Llano, el día 1 de septiembre a las 7:00 p.m del año 2004, entre la calle 58 y 59 de Ciudad Porfía del municipio de Vi-llavicencio, con 4 disparos de arma de fuego por la espalda. En el mo-mento de su muerte tenía 22 años. Se caracterizaba por ser buen hijo y buen hermano.

Medía 1,70 cm, color de piel tri-gueña, ojos negros, cabello casta-ño, boca mediana, nariz recta y no tenía ninguna señal en particular.

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LHistoria de Wilson Franco Castro

Por: Relato de Ángel Franco Castro

el motorista dijo: Señores, él no es ningún guerrillero, es un mucha-cho bien conocido mío, pero a ellos no les importó lo que dijo el señor motorista, lo sacaron, le quitaron la ropa que él tenía puesta y lo echa-ron a la voladora en calzoncillos y atado de las manos y los pies, como si él fuera un animal o el peor ene-migo de ellos.

Lo llevaron para arriba de San José del Guaviare, ellos, los que estaban en la voladora, eran tres hombres armados, todos los pasa-jeros sabían que ellos eran parami-litares. En esos años comandaban alias “Cuchillo” y “Richar”. Ese día 14 de agosto a las 6:00 p.m llegó la esposa de Wilson llorando, con una niña bajo el brazo y dijo: A Wilson se lo llevaron los paracos sin ropa y amarrado.

Desde ese día nosotros los fa-miliares no sabemos nada de él, aunque pusimos denuncia ante la

La víctima es mi hermano Wilson Franco Castro. Mi hermano estaba empezando a trabajar como profe-sor en nuestra comunidad, porque había 130 niños para enseñarles. El subía para San José del Guaviare a hacer unos papeles que le pedían de la Secretaría de Educación y no era informante, ni guerrillero.

El día más triste para nosotros fue el 14 de agosto del 2004, en este día mi hermano Wilson Fran-co fue llevado por paramilitares, él estaba regresando para la comu-nidad, ya estaba embarcándose en el bote con más pasajeros y un conocido motorista, ya llevaba una vuelta bajando del pueblo y desde ese momento venía una voladora acercándose hacia el bote de ellos.

Uno de ellos de la voladora dijo que pararan el bote y que lo arri-maran a la orilla para revisarlo, lue-go vieron a mi hermano Wilson y le dijeron: Éste es el guerrillero, y

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233SIJIN. Esta desaparición de mi her-mano quedó así, nada más, sin nin-guna noticia, ni de las autoridades ni los paracos.

Nosotros, su familia, queremos saber cuál fue la razón o motivo para que se lo llevaran y dónde lo tienen, si lo botaron y necesitamos saber de él para calmar un poco nuestra gran tristeza. Las niñas cre-cen sin escuchar la voz de su padre y cada día preguntan cuándo lle-gará el papá, algo que nosotros no podemos responder. La pregunta de las niñas: ¿Cuándo…?.

Antes éramos nosotros los adul-tos, pero ahora las niñas han creci-do y también les causa tristeza. Los padres de Wilson lloran día y noche, incluso más tristeza les da en esta época que estamos en navidad y año nuevo, siempre se acuerdan de él en ocasiones especiales.

También yo salí en el mismo año para acá para Villavicencio, por una sola razón: Fui amenazado de muerte igual que mi hermano. Esta amenaza me la hicieron porque yo puse denuncia sobre mi hermano Wilson ante la SIJIN y la Defensoría del Pueblo allá en San José del Gua-viare. Mientras yo estaba haciendo la vuelta sobre esta desaparición de mi hermano, los paracos me seguían a donde yo iba y algunas veces le habían preguntado a unos de mis paisanos y le decían que yo debía saber con quién me estaba metiendo y que ojalá supiera lo que hacía. Entonces, esta noticia y los seguimientos se los hice saber a los

señores de la Defensoría del Pue-blo y ellos me recomendaron que no debía andar sólo ni en el día y menos en las noches, si yo iba para pesca y casería siempre debía ir en grupo.

Desde 2004 y hasta ahora estoy aquí en Villavo, siempre con ganas de regresar a mi tierra y tener mi propio cultivo, mi casa y vivir con mi gente y mi cultura que hace tanta falta.

También yo hice una declaración ante la Defensoría del Pueblo como desplazado, pero no fui declarado como desplazado o sea, no salí fa-vorecido. Entonces yo me pregun-to: ¿Cómo es posible que a pesar de que perdí a mi hermano y mis padres andan en otro lugar para que no les pase lo mismo que ya pasó con un hijo, también tuve que alejarme de ellos, es más mis pa-dres no quieren perder a otro hijo varón y aún así me dicen que no soy desplazado y que no fue válida mi declaración?.

Mensaje para mi hermano WilsonQuerido hermano: Donde quiera

que esté, nosotros sus familiares siempre lo amamos y tenemos la esperanza que de pronto algún día estemos juntos. Sus hijas Ivonne y Vanessa ya están grandecitas: Ivon-ne tiene 7 años y Vanessa tiene 5 años.

Señores Paramilitares AUC y Gue-rrilleros: Estas niñas necesitan saber la verdad de su padre, solamente ustedes les pueden dar la respuesta que ellas esperan saber.

Señores Jefes de las AUC, alias “Richard” y “Cuchillo”: Esta pareja de indígenas les pide con todo su corazón entristecido, que desean saber de su hijo Wilson Franco Cas-tro, ustedes se lo llevaron y ¿qué hicieron con él?

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ERelato de María Elba Daleman

l anhelo de un hijo es poder compartir con sus padres, en nues-tro caso fue poco el tiempo que compartió con nosotros, porque todo el tiempo estaba trabajando. Han pasado 9 años y no conoció a ninguno de mis hijos, no estuvo conmigo en los momentos más difíciles, como en la muerte de mi abuela, la muerte del papá de mis hijos, tantas cosas que pasan y uno necesita del apoyo y de la compa-ñía de su padre y de sus seres que-ridos.

La ausencia de mi papá econó-micamente nos afectó a todos, porque era el sostén de la familia, nos perjudicó en el estudió a mí y a mis hermanos, porque en este momento yo si quisiera haber estu-diado. De pronto lo que nos duele es no haber podido tener el cuerpo de mi papá y poder haberle hecho

un entierro como se merece cada ser humano, saber que se encuen-tra ahí y poder llevarle flores.

Deseo que ninguna familia pase por una tristeza parecida, porque esos conflictos con guerrilla y pa-ramilitares tocan a familias que no tienen ni quieren tener nada que ver con eso, personas desplazadas, personas mutiladas, viudas, tanta pobreza.

Yo soy una persona que no ex-presa muy bien sus sentimientos, pero espero poder hacerme enten-der con lo poco que escribí, Mu-chas gracias.

El calvario para mi familia empe-zó el día 18 de octubre de 2003, cuando por culpa de una mina quiebra patas mi hermano Julio Ar-mando Linares perdió la vida por el artefacto puesto por el frente 27 de las FARC.

Por: María Elba Daleman

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ERelato de Blanca Miriam Linares

mos, el doctor que lo atendió me dijo que su estado era muy crítico, esa noche lo remitieron a cirugía para lo de su pierna, al otro día, el doctor muy temprano me pidió 12 bolsas de sangre, las conseguimos, ellos le pusieron la sangre pero no se dieron cuenta de que él venía re-ventado por dentro y la sangre que conseguimos no sirvió para nada porque le paso derecho y no le hizo ningún efecto.

Ellos se dieron cuenta a las 12:30 p.m porque llegó el cirujano que le practicó la cirugía en la pierna y lo revisó y al hacerlo se dio cuenta de que lo estaban dejando morir. Me llamó y me mandó corriendo a una clínica llamada Servimédicos para hacerle un examen a la sangre que le extrajeron.

Cuando llegué ya lo tenían listo para cirugía, a él lo rajaron desde la punta de la garganta hasta la punta de la pelvis. Para mí, esa cirugía fue demasiado tarde porque ya habían pasado 24 horas, él salió de cirugía

Esto sucedió un día cuando mi hermano salió a arreglar la tubería del agua de la vereda La Albania. Cuando terminó dicha labor, sien-do la 1:30 p.m, se devolvió para su casa y ya habían minado el camino y desafortunadamente mi herma-no piso ese artefacto. Una vecina me avisó que mi hermano había sido el que pisó la mina, en ese momento yo salí corriendo hacia donde él estaba, cuando llegué lo encontré tirado en la playa desan-grándose, con su pierna izquierda mutilada. En ese momento sentí que me moría al verlo tirado con su cuerpo lleno de esquirlas. En el momento yo reaccioné y con un vecino lo sacamos hasta la carrete-ra en un pedazo de hamaca mien-tras mi hermano Daniel buscaba un carro para llevarlo al hospital de Vis-ta Hermosa.

Cuando llegamos al hospital me sentí segura, porque dije: Mi her-mano ya no se me morirá, a las 4:30 p.m nos remitieron al hospi-tal de Villavicencio. Cuando llega-

Por: Blanca Miriam Linares

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a las 5:00 p.m. El doctor me dio el diagnóstico y me dio una esperan-za de vida muy pequeña, él me dijo que en la cirugía le habían arregla-do los vasitos que estaban reventa-dos en la espalda.

Lo bajaron a cuidados intensivos y yo no me separaba de él. En ese momento llegó mi mamá y me pi-dió que la dejara entrar a verlo pero yo no quería dejarla entrar, porque sabía que iba a ser muy duro para ella ver su hijo así, con esos apara-tos y a punto de morir. El doctor me dijo que la dejara seguir, para mi mamá fue muy duro y la saca-mos al momentico.

En ese momento el médico me llamó y me abrazó y me dio la noti-cia que mi hermano había fallecido debido a un paro cardiaco, esa no-ticia para mí fue la peor de mi vida, no sabía cómo decirle a mi mamá que su hijo había fallecido.

Mi conclusión y mi pensar es que la cirugía se la hicieron demasiado tarde. Para mí fue negligencia de los médicos, porque el doctor mis-mo me dijo que lo estaban dejando morir, porque ellos no se percata-ron de tomarle placas para revisarlo por dentro, solo se dieron cuenta de lo externo y sólo se ocuparon de su pierna izquierda, por eso creo que ellos lo dejaron morir.

Después del entierro, con mi hermano Julio nos devolvimos para Vista Hermosa con miedo de que la guerrilla nos quitara las tierras. Al llegar a la vereda nos dimos cuenta

que todo el camino a la finca esta-ba minado y por eso no podíamos ya trabajar tranquilos.

Al mes de haber llegado, la gue-rrilla me citó al otro lado del río Guapara y me dio mucho miedo y no fui, después me citaron dos ve-ces más y tampoco fui, entonces me amenazaron diciendo que si no iba, ellos venían por mí.

Entonces tomé la decisión de venir a Villavicencio, por temor a que me mataran o peor aún que se llevaran mis hijos. A esta ciudad lle-gué el 22 de diciembre de 2003, mi mamá y mi hermano se devolvie-ron para la finca el día 3 de enero de 2004. Mi hermano me llamó el 10 de febrero y me dijo que él se venía a vivir aquí conmigo ya que en eso habíamos quedado. Hasta ese día yo llamaba seguido para sa-ber de mi familia.

El 7 de marzo de 2004 me llama-ron para avisarme que el día antes la guerrilla se había llevado a mi hermano Daniel, el menor de no-sotros. Se lo llevaron de la escue-la La Albania, donde se encontra-ba jugando fútbol. El sábado 6 de marzo yo salí hacia Vista Hermosa y al llegar a la finca donde vivía mi mamá la encontré casi loca, lloraba, corría, gritaba de la desesperación.

Al día siguiente las familias de los muchachos que se habían llevado y yo, hablamos con el presidente de la Junta para salir a buscarlos y no obtuvimos ninguna noticia. Tristes nos devolvimos, al otro día segui-

mos en la búsqueda y nos fuimos a La Cooperativa para que nos de-jaran hablar con el señor Bertulfo Caicedo alias “Pitufo”, el cual se encuentra actualmente recluido en la cárcel de Cómbita. Mi mamá se le arrodilló y le decía que por favor le soltara a su hijo, él la cogió de los hombros y la hizo parar y le dijo que Daniel era un buen muchacho y que en esos días se lo devolvían, pero eso era mentira.

Después volvimos y “Pitufo” nos dijo que si seguíamos jodiendo nos amarraba a todos para que dejára-mos de molestar. Desde ese día no sabemos nada de él, no sabemos si lo mataron o lo reclutaron o qué pasó. Eran dos jóvenes nacidos y criados en la vereda y no entende-mos el motivo por el cual les hicie-ron tanto daño.

No entiendo por qué el gobierno nacional y departamental y los me-dios de comunicación sólo se ocu-pan y preocupan por las personas que tienen un cargo importante como policías, militares, políticos y no se dan cuenta que hay fami-lias pobres que sufren el flagelo de tener a sus seres queridos secues-trados. Nosotros también quere-mos que algún día sean liberados y puedan volver a su hogar con sus familiares.

Es muy injusto que las familias desplazadas tengamos que estar rogándole a las entidades que nos ayuden para poder subsistir en la ciudad y darle estudio a nuestros

hijos y unas personas que han he-cho tanto daño como guerrilleros y paramilitares tengan un sueldo estable, estudio, casa, y hasta los mandan a otros países. Mientras ellos gozan de esos beneficios no-sotros los desplazados tenemos que pedir limosna y sufrir por las in-justicias y las muertes de nuestros familiares víctimas de los crímenes que esos grupos subversivos come-tieron y cometen día a día.

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Siendo las cuatro y treinta de la mañana aproximadamen-te del domingo 8 de junio de 1990, un grupo armado que de-cía ser del frente 32 de las FARC, llegó a la casa donde vivíamos, ubicada en la vereda La Libertad Santa María, Alto Cuembi del municipio de Puerto Asis (Putu-mayo), golpeando la puerta di-ciendo: ¡Que salga Silvio!. Como dormíamos, no escuchamos, entonces le dijeron al vecino que era carnicero que fuera a la casa y llamara que a él le ponían atención.

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Relato de Evidalia Lesmes Celix

Él fue a la casa y llamó duro di-ciendo: ¡Que se levante Silvio, que lo necesitan! Silvio era mi esposo.

Como la casa era de dos pisos en madera, yo miraba por medio de las tablas a mucha gente armada vestida de verde, con ropa como de la Policía y que gritaban: ¡Salga rápido Silvio, que lo necesitamos, es la Policía!.

Al fin se bajó del segundo piso y bajando las escaleras le dijeron: Ma-nos a la nuca y no mire a ninguna parte.

Al ver eso grité: ¡Yo ya voy!, al ir bajando las escaleras escuché y vi que le dijeron: Siga callado, con las manos en la nuca y no diga nada. Lo llevaron a la orilla del río Cuem-bi y lo subieron a una canoa, en-tonces él dijo que necesitaba unas botas porque estaba descalzo, ellos mandaron gente a la casa y le dije-ron a mi hijo que le llevara unas bo-tas al papá, él fue y llevó las botas y la chaqueta, como vio la gente armada no habló ni se despidió del papá, al parecer por miedo al grupo armado.

Después se lo llevaron río abajo, yo me fui como a los 20 minutos a buscarlo y encontré la canoa sola, a un señor que estaba por el camino le pregunté sí sabía algo de Silvio y

dijo que lo llevaban montaña aden-tro. Cuando hablábamos se escu-charon unos tiros.

Me quedé un rato esperando a ver si lo veía, estuve como media hora esperando. No se vio nada, luego me fui para la casa.

A los quince días vinieron a la vereda de La Libertad, hicieron una reunión para decirme que a Silvio lo habían acabado y les pedí que me entregaran el cuerpo para darle santa sepultura en un cementerio y ellos me contestaron: Nosotros lo enterramos bien.

Luego me dirigí a la casa y me puse triste y duré dos meses ahí, porque ellos dijeron que si llegaba el ejército era culpa mía, a mi me dio miedo cuando me pregunta-ron qué pensaba el hijo mío y yo les contesté que él no decía nada, ellos vigilaban. Duré dos años en Armenia (Quindio) y luego me vine para Villavicencio, luego a Granada donde viví un año y luego me dirigí a Puerto López donde viví tres años y decidí volver a Villavicencio.

Desde esa época no regresé a la Vereda Santa María Alto Cuembi, municipio de Puerto Asis (Putuma-yo) porque me decían que si con-seguía otro cónyuge, me mataban.

Por: Evidalia Lesmes Celix

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Relato de Amparo y Tania Buzato Camelo

Pues la partida de mi mamá me dolió demasiado y todavía me due-le, porque yo me siento sola en todo sentido de la palabra, me ha-cen falta sus caricias, sus regaños, dormir con ella y hablar, y el amor que ella me daba cuando jugába-mos o cuando ella me hablaba, o cuando me veía llorando y me abrazaba y me daba un beso.

Ella lo es todo para mi, ella es mi vida y después de que no la volví a ver se murió una mitad mía, ya que no es lo mismo. Vivo con ese ren-cor de no tenerla conmigo.

Me gustaría que se hiciera justi-cia, porque ella era buena con las personas y no le hacía mal a nadie, sólo quiero que piensen en los fa-miliares y pues más en mí, porque

desde muy niña he sufrido por no tenerla y no tener quien me de-fienda.

La muerte de mi mamá me dejó sola, me volví amargada, no me gusta que me consientan, ni que me digan palabras bonitas, no se lo permito a nadie, ni mucho menos que se comparen con ella. Me da mucha ira y mal genio.

Y tengo muchas cosas más que decir, pero no quiero escribir más porque me dan ganas de llorar y no quiero. Sólo me hubiera gustado decirle a mi mamá que la amaba y la sigo amando por el resto de mi vida. Eres lo mejor que hay en este mundo para mí. MAMÁ TE AMO POR SIEMPRE.

Tania.

Relato de la madre:Amparo Buzato.

Para mí como madre de Zuly ha sido muy triste su ausencia, porque en mi corazón hay un vacío que na-die llenará jamás, porque la partida de un hijo son huellas imborrables del alma.

Estar uno con el corazón de un hilo pensando si de pronto está viva o muerta y sin respuesta al-guna, eso no se le desea a nadie, porque es muy duro vivir con esos tormentos que nos dejan los con-flictos armados.

De las cosas buenas que compar-timos como familia recuerdo que le gustaba mucho la rumba, viajar y trabajar, era muy regañona, pero hermosa para mí y para los que la rodeaban. Tenía muchas amistades que aún me preguntan: ¿Qué ha sabido de ella? y yo como siempre les respondo: Nada.

Yo deseo recordarla para siempre y pedirle a Dios que me dé fuerzas

para seguir este viacrucis. También ruego a Dios para que se haga jus-ticia para todos los que estamos necesitando mucha fuerza.

En medio de todo le doy gracias a Dios por esta niña que me dejó, es el sol de la casa, en medio de to-dos los problemas ella es una ben-dición de Dios.

Que donde quiera que se en-cuentre se sienta orgullosa de su hija y de su familia, que aunque nos duele su ausencia ella está siempre entre nosotros.

Pido a Dios que me dé fuerzas para seguir guiando a esta niña hasta donde yo pueda, pido a Dios poder seguir con mi vida cotidiana, con Norma, Lida y mis otros hijos y mis nietos.

Dios, gracias por la fortaleza que me das. Hija, te amamos por siem-pre, tu mamá y tu abuela te están acompañando.

Por: Amparo Buzato González

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Bueno, pues yo como hermano, siento la necesidad de volver a ver-la, abrazarla y sentirla.

Aún todavía me parece que a cualquier momento va a llegar, pero sigue pasando el tiempo y el hecho de no ver realizado mi de-seo me duele mucho. Además del hecho de ver a mi sobrina que no tiene la guía y el consejo que sólo una madre puede dar a sus hijos y en especial a la niña que ya es una señorita y aunque aquí en la familia todos hemos estado pendientes de ella, no es lo mismo la guía que sólo una madre puede dar a una niña que se convierte en mujer.

Sí, es bastante dolorosa esta in-certidumbre, no saber lo que pasó en realidad, porque cuando un ser querido muere, uno lo entierra y lo llora y el dolor se va asimilando, porque ya uno sabe con certeza que no lo va a volver a ver, pero en este caso, uno sigue esperando ese día en el que ella aparezca.

Yo creo que todos los seres hu-manos tenemos errores y ninguno es un santo, pero para eso está la

Relato del hermano

justicia divina y la del hombre y nadie se puede atribuir cualidades para juzgar o castigar a una per-sona, ya sea quitándole la vida o privándola de la libertad y mucho menos privarla de la dicha de com-partir la vida con sus seres queridos.

Me gustaría que se hiciera jus-ticia, claro que para mí lo máximo sería verla llegar a la casa. Pero como no sé si eso vaya a suceder por lo menos me gustaría que la justicia colombiana se encargara de asegurarle a mi sobrina el acce-so a la educación superior. Sé que en donde esté mi hermana estaría agradecida y de hecho eso era lo que ella buscaba con irse por allá a trabajar: el deseo de que su hija tuviera un mejor futuro y mejores oportunidades que las que ella y yo hemos tenido en la vida.

La verdad les digo o mejor les pido que hagan lo que esté en sus manos y hasta más por el futuro de mi sobrina. Aunque ella no vuelva a ver a su mamá por lo menos que pueda tener más opciones a través de la educación, para que tenga

mejor calidad de vida que la que tuvo mi hermana. Que la niña lle-gue a ser una profesional y así pue-da, como dije, tener en sus propias manos las herramientas y capacida-des necesarias para darse una me-jor vida.

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MHistoria de Sara Estella Hernández Esguerra

Por: Luz Estella Esguerra

e llamo Luz Estella Esguerra, mi historia es muy triste porque des-de 2005 en La Cooperativa (Meta), mi hija cuyo nombre es Sara Este-lla Hernández Esguerra, madre de cuatro hijos fue desaparecida. Nun-ca he sabido nada de ella.

Como madre, me fui a buscarla a La Cooperativa y me hallé con una historia tan triste, que desde ahí mi vida cambió. Me dijeron que a mi hija la habían amarrado, amordaza-do y que la habían llevado en una camioneta de color rojo.

Como madre, quiero que me ayuden a preguntarle al coman-dante de esos tiempos, ¿qué paso con mi hija?. Quiero saber o tener una respuesta positiva o real. Yo como madre todos los días pienso: ¿Dónde está mi hija?, ¿qué pasó con ella? Y me pregunto: ¿Qué hizo mi hija para no volver, siendo una madre de 4 hijos de catorce, once, cuatro y dos años? Los niños me preguntan todos los días por ella y no he encontrado la respuesta.

Soy madre y abuela cabeza de hogar, todos los días pienso en el sustento de mis nietos, en cómo hago para mandarlos al colegio, para darles de comer porque no tengo recursos ni tampoco empleo, porque soy de la tercera edad. Por tal motivo me veo muy triste por-que no puedo brindarles una mejor vida a mis nietos, pues yo no soy desplazada y por tal motivo el go-bierno no me presta atención, pero mis nietos son víctimas del conflic-to armado y por eso hago parte de esta marcha, porque no descansaré hasta no saber algo de ella. Si eso que me contaron de mi hija fue así, quiero que me devuelvan así sea los puros huesos para yo poder darle una explicación a sus hijos.

No puedo escribir más, estoy sintiendo un gran dolor, es como vivirlo de nuevo, espero que estas palabras o mensaje que escribo me ayude de algo en encontrar res-puesta positiva. De antemano mu-chas gracias, por permitirme expre-sar esto ante ustedes.

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HRelatos de Memoria y Dignidad

abía nacido en La Macarena (Meta) en el año 1986, tenía 17 años de edad, le gustaba leer mu-cho, jugar ping pong, visitaba Internet con frecuencia y le com-partía todas sus experiencias a su familia.

Las FARC lo reclutaron a los 13 años de edad. Después se acogió al programa de reinserción. El 14 de diciembre de 2001 en Bogotá lo re-mitieron al ICBF por ser menor de edad y quedó bajo su custodia, de-bía estar en el albergue hasta que cumpliera los 18 años. Luego me informaron que había sido indem-nizado y salió del albergue siendo aún menor de edad.

En Bogotá una camioneta gris extra larga lo visitaba frecuente-mente y el conductor le decía que lo necesitaba mi coronel. Nos vimos obligados a cambiar de residencia y nos vinimos a Villavicencio en el año 2003.

Acá también lo seguían buscan-do. En una ocasión se lo llevaron en una moto y se lo entregaron a los paras. Ese día llegó a la casa muy aburrido y me dijo que hablara con esa gente, que no quería caer pre-so o muerto. Con la mamá nos fui-mos a hablar con ellos y les dijimos que ella estaba muy enferma por la situación del hijo. La contestación fue: El que entra aquí es berraco y al que se retire le acabamos hasta con los huevos, al final de hablar nos dijeron que se podía ir y que quedaba por cuenta de nosotros, que no le iba a pasar nada.

Nosotros nos vinimos y le comen-tamos a él pero no quedó muy con-tento, entonces viajamos a Bogotá para poner esto en conocimiento del programa de reinserción, pero no fuimos escuchados, nos tocó devolvernos. Cuando llegamos a Villavicencio nos dijeron que lo ha-bían venido a buscar dos hombres

Por: Ciro Galindo

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251en una moto y que lo necesitaban. Me dijo: Papá, camine los llamamos para ver que necesitan.

Hicimos la llamada y le dijeron que se tenía que presentar ese mismo día 21 de abril de 2003, él les dijo: Está lloviendo y no puedo salir, entonces le dijeron: Listo, lo esperamos mañana. Lo recogieron más o menos de 10 a 11 de la ma-ñana en el colegio Carranza del ba-rrio Popular. Eso fue el 22 de abril de 2003. Desde ese momento me quedé muy preocupado porque no sabía exactamente qué iba a pasar con él.

Nunca me imaginé que ese lla-mado que le hicieron era para ma-tarlo a los 2 días.

Hice una llamada al número que él había llamado antes y me con-testaron: Su hijo se lo entregamos nosotros y no sabemos nada de él. Entonces me imaginé lo peor y salí a pedir ayuda a la Defensoría del Pueblo, quienes me dijeron que fuera a la Fiscalía a poner la de-nuncia, cuando llegué a la Fiscalía me dijeron: Nosotros recogimos el cuerpo de una persona como de 35 años, me lo mostraron en una cámara, pero yo no lo reconocí en el momento, me dijeron: Vaya a la morgue y lo mira para ver si de pronto es su hijo.

Yo me fui con la esperanza de que no fuera él, pero la sorpresa más grande que me llevé cuando vi el cuerpo y efectivamente era mi hijo.

Desde ese momento empezó la tortura para nosotros, el 24 de

abril cuando estábamos gestionan-do para enterrarlo, esos señores que lo mataron nos buscaron para matarnos también. Pedimos ayuda a la Defensoría del Pueblo y ellos oficiaron a la Policía, para darnos seguridad mientras podíamos salir de Villavicencio.

El día miércoles la Cruz Roja In-ternacional nos ayudo con los pa-sajes para Bogotá donde estuvimos por espacio de dos años y luego re-gresamos nuevamente a Villavicen-cio, donde seguimos luchando para sobrevivir con la esperanza de que esta guerra tan cruel pare y que en el futuro no hayan más familias con los sufrimientos que hemos tenido nosotros.

Este relato queremos que lo ten-gan en cuenta y que sirva para dar-le un mensaje a quienes creen que matando gente inocente se van a tomar el poder y lo único que ha-cen es destruir a todas las personas que de alguna manera quieren salir adelante. Exigimos que haya una reparación integral y por encima de todo que algún día se sepa la ver-dad de todas las personas del Esta-do que están detrás de todos estos crímenes.

Verdad, Justicia y Reparación In-tegral.

Nota: a él lo mataron en el barrio Covisan, en la ciudad de Villavicen-cio (Meta).

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MRelato de Luz Marina Beltrán

Las uvas nacieron verdesel tiempo las madurómi corazón nació librey el tuyo lo conquistó. Los peces piden agualos peces libertadY yo paz y libertad.

Los pajaritos en la torrese mantienen con mosquitosasí me mantengo yocon abrazos y besitos.

i hijo fue desaparecido el día 10 de febrero de 2004, en Polo Cabil-do (Tolima) por grupos al margen de la ley. Era un hijo muy trabaja-dor, trabajaba para darme de co-mer. Yo, Luz Marina Beltrán, madre del desaparecido pido que se haga justicia por este delito.

COPLASClavelito coloradode la mata lo cogíla mata quedó llorandocomo yo lloró por ti. Las palomas piden pazy yo para tipido que se haga justicia.

Por: Luz Marina Beltrán

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MRelato de Raquel Cecilia Hoyos

Mi nombre era Asdrúbal Triana, nací el 2 de octubre de 1949.Padre: Ricardo Castañeda. Madre: Ester Julia TrianaEsposa: Raquel Cecilia HoyosHijos: José Albeiro Triana Hoyos, Mayerly Triana Hoyos y Asdrúbal Triana Hoyos.Muerte: 27 de agosto 1982

i nombre es Raquel Cecilia Ho-yos Salazar, nacida en el muni-cipio de Yacopí, Cundinamarca.

Vivía en la Vereda de Palmi-chales con mis padres y her-manos, cuando cumplí los 17 años en el año 1974 conocí a un muchacho que se llamaba As-drúbal Triana. Para esa época él tenía 24 años, era un muchacho que se dedicaba a las labores de campo. Era el único hermano de 5 mujeres y por ende él era el que trabajaba para sostener el hogar, ya que sus papás estaban viejitos.

Él era trabajador de mi papá, allá nos conocimos y comenza-mos una relación de noviazgo que duró tres años. Nos fuimos a vivir juntos a una finca que él sacó. Viviendo allí nació mi pri-mer hijo, a quien llamamos José Albeiro, esto ocurrió el 20 de enero de 1977. Para él fue su

mayor alegría tener su primer hijo en sus brazos y también era su mo-tivación para seguir luchando, brin-darle un gran futuro y darle lo que nosotros no habíamos tenido.

Él trabajaba con mucho esme-ro en la finca y con ayuda de Dios pudimos colocar una tiendita en la casa y unas canchas de tejo. Yo trabajaba y él jornaleaba en fincas cercanas porque tenía que seguir ayudando económicamente a sus padres. En la finca se cultivaba café, chocolate, caña de azúcar, yuca, plátano y pasto. Con nuestro trabajo, pudimos ahorrar una pláti-ca y compramos unas vacas, tam-bién criaba gallinas y cerdos.

Al pasar dos años de estar allí en la finca, Dios nos regaló otra bendi-ción que fue mi segundo hijo. Para nuestra alegría el 6 de julio nació la hija que llamamos Mayerly. Con su nacimiento nuestro hogar se forta-lecía y allí crecía el amor, trabajá-

Por: Raquel Cecilia Hoyos

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257bamos con mucho empeño ya que nuestro sueño era irnos a Bogotá y colocar una cigarrería porque que-ríamos que cuando nuestros hijos entraran a estudiar lo hicieran en un buen colegio, por eso día a día nos empeñábamos en hacer crecer nuestro porvenir y gracias a Dios nuestro ganado iba creciendo y la finca producía en abundancia.

A mi esposo le gustaba el bai-le, para la época de navidad en la vereda se celebraban estas fiestas con los vecinos como una sola fa-milia y se hacían fiestas que dura-ban hasta tres días, eran épocas de paz y alegría, todos compartíamos.

También venía gente de otras ve-redas a trabajar, nos ayudaban en la finca y así transcurrían los años. Poco a poco nosotros ya teníamos varías cabezas de ganado. El patio de la casa tenía como unas 200 ga-llinas, también teníamos cerdos y dos caballos. Los vecinos nos bus-caban para sacar café y venderlo en el pueblo.

Así pasaron cinco años de nues-tra unión, éramos muy felices para la época. Nació nuestro tercer hijo el 30 de mayo de 1982, y lo llama-mos Asdrúbal.

Para la época ya pensábamos vender lo que teníamos para com-prar una casa en Bogotá y poner nuestro primer hijo a estudiar. Pero para desgracia de mi hogar, gente envidiosa se llenó de resentimiento al ver que para diciembre nos iría-mos, decidieron inventar chismes sobre mi esposo y decir que era sapo del ejército, porque en esa época todas las personas tenían

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que presentarse al ejército. Habla-ron con gente al margen de la ley y les dijeron que él le llevaba infor-mación al ejército, entonces, asesi-nos sin piedad decidieron ir a tomar represalias sobre gente inocente.

El 27 de agosto de 1982 fue un día fatídico y triste en mi familia, ocurrió lo inesperado. El día había transcurrido en calma, mi esposo había cumplido con sus obligacio-nes de campo y yo con mis oficios del hogar. A las siete de la noche nos encontrábamos descansando cuando tocaron nuestra puerta. Eran unos vecinos que venían a buscarnos para que les prestára-mos un caballo para llevar unas arrobas de café al pueblo. Estaban sentados en la banca hablando cuando llegó un grupo de hombres armados y preguntaron por él con papel en mano.

Él se presentó y preguntó que para qué lo necesitaban. Le dije-ron que tenía que acompañarlos hasta un pueblo que se llamaba Cabo Verde, para presentarse ante el ejército. A los vecinos que se encontraban presentes también les dijeron lo mismo, pero ellos se preguntaban por qué tenían que ir de noche, que por qué no se iban al otro día, pero estos hombres de-cían que era esa noche que los ne-cesitaban.

A uno de los muchachos le di-jeron que él no podía ir con ellos porque tenía que ir al otro día al pueblo a vender un café para com-prarle una droga a la mamá, enton-ces uno de esos hombres le dijo que se fuera, que con uno solo que

cuidara a su mamá era suficiente y al otro lo dejaron ahí con mi espo-so.

A mi esposo lo amarraron mien-tras otros hombres se metían a las piezas y esculcaban todo, debajo de los colchones y por todo lado preguntando que en dónde estaba la plata que teníamos. Yo al ver que amarraban a mi esposo y al veci-no les preguntaba que por qué lo amarraban que él no había matado a nadie, que por qué lo amarraban, pero ellos sólo decían que tenían que acompañarlos, que el ejército los necesitaba. Yo les dije que si se lo iban a llevar yo los acompañaba y me llevaba a mis hijos, pero uno de esos me dijo que no, que me quedara tranquila en la casa, pero yo al mirar ésto le dije al niño ma-yor que tenía cinco años que fuera y le avisara a mi papá que habían llegado unos hombres armados a llevarse a mi esposo, mi papá vivía a cinco minutos de la casa. El niño se fue asustado, mientras tanto yo les suplicaba que lo soltaran, pero uno de esos asesinos se dio cuen-ta que el niño no estaba, entonces comenzaron a sacarlos de la casa. Yo envolví a mi bebe de tres mese-citos y cogí mi hija y se la coloqué en las manitos a mi esposo, que llevaba sus manitos atrás amarra-das con un lazo largo y un maldi-to de esos llevaba la otra punta, lo llevaba como si fuera un animal. Cuando se acercaron dos de esos hombres y se hablaron yo iba pe-gada al lado de él, entonces el que llevaba el lazo me pegó en la cara y al agacharme los desgraciados le

dispararon por la espalda dos tiros a mi esposo, quien cayó encima de mi hija.

A mí se me quemó la cara con la pólvora de los disparos, también mataron al otro muchacho. Yo les gritaba que me mataran a mí tam-bién y a mis hijos que no nos de-jaran sufriendo, pero los cobardes esos se largaron rápido dejándole unos papeles debajo del cuerpo.

En ese momento me quería morir. Para mí no existía nada, mi mundo se acababa de derrumbar, gritaba, pedía auxilio pero nadie me ayudaba. Al rato llegó mi hermana y mi sobrina a mirar qué era lo que había pasado pero ya no se podía hacer nada. Ese día se llevaron a mi esposo, mis ilusiones y el futuro de mis hijos. Ese día dejaron a una mu-jer viuda, a unos niños huérfanos y a unos padres sin un hijo el cual era su único apoyo.

Mi suegro no soportó la pérdida de su único hijo varón. Al pasar los días sumido en su tristeza enfermó y murió. A mí me tocó coger mi do-lor y mirar a mis hijos, coger fuerza y tratar de sobreponerme para po-der seguir adelante con los niños.

Al salir a poner el denuncio de la muerte llegaron las amenazas, que me quedara callada o me mataban o que algo les pasaba a mis hijos o a mi familia. Al ver ésto me tocó salir de la noche a la mañana dejando todo botado y lo que tenia se lo robaron dejándome sin nada. Me tocó salir a la carrera para salvar mi vida. Me llevé a mi hijo pequeño y a los otros dos los dejé con mis pa-dres, me fui para Miraflores (Gua-

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viare) a cocinar, por allá pase miles de necesidades pero luchaba para poder darle lo necesario a mis hijos.

Mis padres me ayudaron a cuidar a mis hijitos hasta que me los pude traer a vivir a Villavicencio. Mi hijo el mayor estudió hasta séptimo de bachillerato, de ahí se fue a trabajar al Guaviare. Mi hija a los once años trabajaba en casas de familia, mi otro hijo estudió hasta sexto y se dedicó al trabajo en el campo por-que yo no contaba con recursos para poder darle estudio.

Hoy en día ellos trabajan y me ayudan en lo que pueden, porque el mayor tiene su hogar y mi hija también. Mi otro hijo es soldado profesional.

Ese día de la muerte de mi esposo destrozaron mi vida y el futuro de mis hijos.

Relato de Albeiro Triana Hoyos

Mi nombre es Albeiro Triana Ho-yos, nací el 20 de enero de 1977 en un humilde hogar donde había mucho amor. Mis padres eran unos campesinos trabajadores y honra-dos.

Mi madre dedicada al hogar y mi padre un humilde trabajador. Era un hombre amoroso y responsa-ble, el cual vivía y trabajaba por la familia. Esto lo digo porque es lo que siempre he escuchado cada vez que pronuncian el nombre de mi padre, porque en mis recuerdos no tengo una imagen de él, por-

que unas manos despiadadas deci-dieron truncarle la vida llevándose un buen hombre y robándose a un buen padre.

A mí me cuentan que mis padres trabajaban con la ilusión de venir-se a vivir a Bogotá, pero una noche llegaron unos hombres armados y mataron a mi padre. Mi madre se fue lejos a un pueblo llamado Mi-raflores a trabajar. Yo me crié con mis abuelos, mis tíos y mi herma-nita. Mis abuelos me brindaban ca-riño pero yo miraba a mis primos y vecinos con un papá y una mamá y yo preguntaba por mis papás y mis abuelitos decían que mi papá se había muerto y mi madre se había ido a trabajar para poder comprar-nos ropa.

Mi infancia fue triste, nunca co-nocí un juguete y menos que me dijeran un feliz cumpleaños. Nun-ca tuve la bendición de mi padre, el consejo de un amigo. Mi pobre madre hacía lo posible por brindar-nos un porvenir pero para ella era difícil, una obligación de tres y ella sola luchando con su dolor, pero cada vez que podía nos brindaba su amor, sus caricias, nos demos-traba su afecto y nos decía que ella lucharía lo que más pudiera para que no nos sintiéramos tristes, que nuestro papito nos estaba acom-pañando desde el cielo. De mi ma-dre no tengo sino agradecimientos y bendiciones, porque ella es una gran amiga y madre. Pero mi co-razón siempre tiene un gran vacío que nadie lo podrá llenar.

A mi padre lo mataron y a noso-tros nos quitaron nuestro porvenir,

porque mi madre con esfuerzos nos trataba de dar estudio pero había épocas que a mí me tocaba llevar mis pantalones remendados, mis zapatos despegados. Yo lloraba de mirar a mis compañeros con sus cuadernos bien bonitos, sus unifor-mes buenos y yo me esforzaba por estudiar porque yo quería ser un gran teniente, pero mi madre no tenía los recursos y yo me sentaba a llorar y a preguntarle a Dios por qué se había llevado a mi papá. Al ver esta situación me salí de estu-diar y me fui para Miraflores a don-de una tía. Allí aprendí a trabajar en el campo, pero también allí los amigos me invitaban a tomar. Allí borracho lloraba por mi situación.

Lo único que yo puedo decir es que el mal que nos hicieron esos asesinos nunca tendrá una expli-cación. Hoy en día tengo un hijo de siete años y día a día le pido a Dios que me permita vivir para po-der brindarle amor, protección y poder darle el afecto de un padre para que no sienta lo que yo siento en mi pecho, un vacío que aunque tenga esposa y un hijo y consiga cosas materiales nunca llenaré: la ausencia de mi padre.

Por eso le digo: PADRE TE AMO Y TE EXTRAÑO.

Relato de Mayerlli Triana Hoyos

Nací el 6 de julio de 1979, mi ma-dre se llama Raquel Cecilia Hoyos y mi padre se llamaba Asdrúbal Triana.

Mi infancia la pasé con mis abue-los. mis tíos y mi hermano mayor, porque mi madre y mi hermano menor se habían ido para Miraflo-res (Guaviare) a trabajar, huyéndo-le a unos asesinos que nos habían quitado a nuestro padre. Una no-che, sólo por envidia habían venido y cobardemente le arrebataron la vida, lo que me cuenta mi madre es que lo amarraron y por la espalda le dispararon.

A mí me cuentan que mi padre era muy trabajador y también le gustaba el baile. Era muy hogareño y cariñoso con los hijos. Mi mente no recuerda sus caricias ni sus pala-bras de amor, sólo he contado con la dicha de tener una madre que ha dado su vida por sus hijos y por eso hoy en día le doy gracias a Dios por permitirme contar con la dicha de tener mi madre viva.

Aunque tengo mi madre viva a mi lado, también tengo un vacío en mi pecho por la falta de mi padre. Porque hoy en día sería completa-mente feliz y no tendría resenti-mientos su hubiera tenido la dicha de tener a mi papito a mi lado. No habría sufrido la soledad y la triste-za de no haber tenido un juguete, poder decirle: Papi, cómpreme un vestido o celébreme un cumplea-ños. Mi infancia la pasé al lado de mi abuelo, a quien tengo que agra-decerle mucho, porque él fue esa figura de padre que toda persona quisiera tener, pero eso no es su-ficiente.

Mi madre trabajaba duro para su-plir nuestras necesidades. Al cum-plir mis diez años mi madre ya vivía

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en Villavicencio y decidió traernos a vivir con ella, pero no contaba con los recursos suficientes, entonces cuando cursaba quinto de prima-ria conseguí trabajo en una casa de familia de niñera y así me ganaba unos pesos. Yo quería ahorrar para poder estudiar, porque yo quería ser secretaria o médica, pero los pobres no podemos contar con esa dicha y así me la fui pasando de casa en casa de familia traba-jando. A veces daba con buenas patronas, pero a veces había unas patronas que me humillaban y yo me encerraba en una pieza a llorar y me preguntaba por qué mi papi-to no estaba conmigo, por qué yo tenía que trabajar. Yo quería que mi padre estuviera a mi lado, yo que-ría que me celebraran mis quince años, pero mi madre no tenía pla-ta para celebrármelos. Cuando co-mencé a trabajar me empezaron a cambiar mis pensamientos sobre el estudio, porque ya me tocaba era estudiar de noche y ya no seguí es-tudiando para poder trabajar.

Sólo puedo decir que si los ase-sinos despiadados que nos robaron a nuestro padre no lo hubieran he-cho, nosotros no hubiéramos su-frido como lo hemos hecho hasta el momento, pero yo creo que mi papá desde el cielo nos está cui-dando. Mi vida ha tenido muchos sufrimientos, pero también la máxi-ma alegría que ha sigo contar con mi madre. Día tras día le doy gracias a Dios por mi hija, mi esposo y mis hermanitos que han sido una ben-dición y un apoyo.

Para mi padre sólo tengo palabras

de agradecimiento y de mucho amor: TE AMO PAPÁ.

Relato de Asdrúbal Triana

Tengo 27 años. Nací el 30 de mayo de 1982, soy el tercer hijo de un hogar donde había mucho amor y respeto.

Mi padre era un hombre trabaja-dor y honrado. Mi madre una mu-jer hogareña y cariñosa. Mi familia vivía como buenos pobres en una finca en una vereda llamada Palmi-chales en el municipio de Yacopí. Una noche sucedió algo que nun-ca hubiera querido que sucediera: unos asesinos le arrebataron la vida a mi padre. Esto lo digo porque es lo que siempre me han contado, porque para esa época yo contaba con escasos tres meses de vida. Esa noche no sólo mataron a nuestro padre, también al esposo y amigo de nosotros, así hubiéramos queri-do que fuera nuestro padre.

Al matar a mi papá, mi madre quedó destrozada por la pérdida y no sabía qué hacer, pero no con-tentos con matar a mi papá, tam-bién desterraron a mi madre, que tuvo que salir conmigo para la selva del Guaviare, dejando a mis herma-nos con mis abuelos. Yo no tuve la dicha de tener a mi padre ni a mis hermanos. En esa selva yo no tenía con que jugar, sino con palos por-que mi madre trabajaba en fincas,

lejos de los pueblos y no le alcan-zaba para comprarme un juguete.

No tuve el cariño ni el consejo de mi padre, siempre me he pregun-tado por qué lo hicieron si era un buen hombre. Estos hombres no se dieron cuenta del mal que causaron a mi hogar, mi vida ha sido dura. Al pasar los años pudimos volver don-de mis abuelos, allí mi abuelito nos acogió y él ha sido el único que nos ha brindado amor de padre, pero me hubiera gustado compartir con mi verdadero padre.

Mi abuelo me decía que estudia-ra, que me formara como un hom-bre de bien, pero en la ciudad todo es caro. Desde muy niño, cuando mi madre viajaba en avión para Mi-raflores me gustaban los aviones y yo quería ser piloto, ese era mi sue-ño, pero sólo eran sueños porque una mujer sola como mi madre no podía ofrecerles a tres niños lo que ellos querían ser.

Mi hermano mayor decía que quería ser teniente, mi hermana secretaria y yo piloto. Cómo es la vida, ésto eran sólo sueños por-que mi hermano solo estudió hasta séptimo, mi hermana hasta octavo y yo hasta sexto, ninguno pudo ha-cer lo que quería.

Hoy en día sufrimos la ausencia de un padre pero contamos con una gran madre y para ella sólo ten-go mis grandes agradecimientos y todo mi amor, por eso te digo: Ma-dre te amo. A mi padre tengo que decirle: padre me hubiera gustado

que estuvieras a mi lado para que fueras mi amigo y mi confidente, que me dieras un consejo, que fue-ras mi ejemplo a seguir.

Hoy en día soy un soldado y tra-bajo para ayudar a mi madre. Me hubiera gustado que alguna autori-dad hubiera hecho algo, pero hasta el momento nadie ha hecho nada y así es la vida, asesinos van por ahí dejando padres sin hijos, esposas viudas e hijos huérfanos y sin futu-ro. Papá te quiero mucho, aunque no compartí nada contigo, sé que desde el cielo me acompañas. Gra-cias por haberme dado la vida.

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Relato de Blanca Doris Velázquez Yo vivía muy feliz junto a mi es-

poso y mis hijitos. Un día un vecino llamó a mi esposo y le dijo: ¡Cuíde-se mucho porque escuché algo, a mi me parece que lo mejor es que se vayan!. Él le contestó: Yo no le debo nada a nadie, ¿por qué me voy a ir?, y yo le dije: Amor, ¿por qué no se va y yo después me voy con los niños?, a lo que contestó: ¡No!, ¿cómo los voy a dejar solos, cuando no debo nada?

Ahí se me acabó toda mi alegría, pasaron cuatro meses, después lo mandaron llamar y él me dijo: Mu-jer, si me pasa algo váyase de por aquí con mis hijos, porque usted sabe que por cuentos los matan a ellos. Él fue y lo tuvieron dos días y lo soltaron. Pasaron dos meses y ellos lo visitaban todos los días. Un día me citaron y yo fui, ellos me dijeron: Ustedes son auxiliares de los Paracos, porque ellos habían encontrado una caleta y me pre-guntaron si nosotros sabíamos de eso. Yo le dije que sí, que nosotros sí sabíamos de eso, pero nosotros

no le contamos nada a nadie. Me tuvieron un día y llegué a la casa muy asustada, no habíamos hecho nada pero sentía miedo. Le dije a mi esposo: ¡Vámonos de por aquí, y él me contestó: Si nos vamos van a decir que eso que dicen si es cierto.

Así pasamos muchos días y un día que nosotros nunca lo esperá-bamos llegó el ejército y duró todo el día en la finca, como a las cuatro de la tarde se fueron y se oscure-ció. A las 11 de la noche llegaron cuatro hombres armados, nos lla-maron y nos dijeron: Nada de luz y los papeles en la mano. Entonces nosotros pensamos que era el ejér-cito, pero cuando abrí la puerta yo alumbré y los conocí, en especial a uno de los cuatro. Me tocó apagar rápido, pero yo sabía quiénes eran. Él salió, yo me quedé parada en la puerta esperándolo, pasaron 10 minutos, prendí una vela y alum-braba con linterna para todo lado y no les veía, empecé a llamarlo y nada que me respondía. Yo me lo imaginé, me puse a llorar, mis hijos

Por: Blanca Doris Velázquez

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estaban mirando por la ventana y me preguntaron: ¿Qué pasa mami-ta?, y yo les contesté: Se llevaron a su papá. Ellos se confundieron mu-cho, lloraban y lloraban, gritaban y gritaban. No sabíamos qué hacer.

Es una situación muy pero muy dura y sentía que no quería seguir viviendo. Tanto sería mi dolor que llegué a pensar en matar a mis hijos y matarme yo. No sé cómo se die-ron cuenta ellos y me preguntaban: ¿Mamá, qué vamos a hacer?. Esta-ban muy asustados al ver lo que yo estaba preparando. Yo les con-testé: ¡Nos vamos para donde está Papá!, me dice mi hijo Juan: mamá, yo creo que papá está muerto, en-tonces nos vamos a morir todos, si mamita, yo me tomo lo que us-ted está preparando, mi otro hijito dijo: ¡No! y se arrodilló diciéndome: ¡Mamita no nos hagamos eso por favor!, ni les demos a mis hermani-tos, mamita usted está loca, no lo haga porque mi papito va a volver y entonces cuando él vuelva noso-tros no lo vamos a ver.

Esas palabras me devolvieron la vida, caí en cuenta que todavía me quedaba mucho por qué luchar y seguir viviendo. Todos los días y no-ches las palabras de mis dos hijitos me hacían caer en cuenta de las cosas y por fin reaccioné y me fui a muchas partes a buscarlo y nunca me lo entregaron. Un día ellos me dijeron la verdad, que no lo buscara más porque ellos lo habían matado y les pedí que me lo dejaran sacar de donde lo habían dejado y ellos me dijeron que no, porque ese era el lugar al que él pertenecía.

Pasaron muchos meses, no pude vivir con mis hijitos en esa finca, me vine para Villavicencio a donde un hermano, pero eso fue peor. Pasa-ron varios meses y decidí devolver-me para la finca porque no pude con mi obligación. Cuando llegué a la vereda me fui, hablé con ellos y me dijeron: Siga trabajando.

Días después salí al pueblo y ha-blando con una señora del pueblo, ella me dijo: Vaya, ponga la deman-da y yo les contesté que me daba miedo. Ella me volvió a decir y pues me fui y puse la demanda. Allá don-de uno pone la demanda, le entre-gan a uno un papel y yo le dije al doctor que me atendió que no fue-ra a contar porque la guerrilla me mataba. Él me dijo que no me pre-ocupara y como a los 20 días por la emisora ese doctor me citó a la fiscalía y con un señor que perte-necía a la junta de la vereda mandó una citación. Me asusté mucho, la guerrilla llegó a la casa y me pre-guntó qué pasaba. Les dije menti-ras, que yo había ido pero para que me ayudaran con remesa para mis hijitos. Ellos me dijeron que fuera a la cita. Asistí y le dije a la Fiscalía que ellos se habían puesto a llamar por la emisora y me mandaron ese papel con los de la junta, que cómo hacía para retirar la demanda. Ellos me contestaron que no se podía. Resulta que yo para donde iba car-gaba ese papel.

Ya salí en canoa de la finca, me provocaba no volver, pero como no me habían dejado llevar los ni-ños, por obligación tenía que vol-ver. Me monté a la canoa, había-

mos navegado como dos horas, cuando apareció un retén. Menos mal que era de noche y dijeron que ellos llamaban solamente a los que se tenían que quedar, empezaron a llamar, llamaron a tres personas y luego me llamaron. Dijeron: Los que nombremos se quedan. Yo me acordé del papel, logré sacarlo y lo eché al agua bien envuelto. Me preguntaron por ese papel, pero les juré que eso era mentira, que yo nunca había ido por allá, que a mí me habían llamado era del Bien-estar Familiar por los niños.

Así pasó, esa noche mataron a una de las que dejaron. A las cin-co de la mañana en una lancha me mandaron para la casa.

Allí pasamos 2 meses y fue cuan-do mandé a mi hijo Fernando para la bodega por una linterna y así fue como la guerrilla de las FARC reclu-tó a mi hijo, se lo llevaron. Anduve tras de ellos mucho tiempo. Ellos me decían que cuánto necesita-ba para que pusiera un negocio y me saliera de por allá. Pero para mí nada ni nadie podía llenar ese vacío tan grande, sólo sí me entregaban a mi hijito. Pero eso no lo querían hacer. Mandé muchas cartas al Se-cretariado y siempre era imposible, donde me decían que fuera, yo iba. Pero la única respuesta que siem-pre me daban era que no me pre-ocupara que él estaba bien.

Así pasé muchos meses. Un día que yo tanto esperaba me manda-ron una nota, me citaban. Yo muy feliz cumplí la cita pero en medio de la buena noticia había una noti-cia mala; mi hijo estaba muy enfer-

mo. No podía caminar y el ejérci-to estaba cerca de ellos, entonces les tocaba dejarlo pero él seguía pidiendo a su madre. Ellos necesi-taban que yo me comprometiera a aplicarle unas medicinas y a no sa-carlo para el pueblo. Si yo me com-prometía a eso ellos me lo dejaban por 8 días mientras se recuperaba un poco. Dijeron: Si quiera hasta que pueda caminar. Yo acepté, me comprometí con ellos a cumplirles con tal de poder ver y tener a mi hijo.

Después del compromiso me di-jeron que estuviera muy pendiente, a cualquier momento me volvían a citar para entregarme al niño. Pa-saron unos días, para mí fueron muchos años y llegó el día. Me vol-vieron a citar pero que fuera sin ni-ños, me necesitaban era a mi sola. Con la esperanza de ver a mi hijo yo no sentí nada de miedo, eso que fue de noche, pero yo más bien iba muy feliz. Llegando a donde tenía que ir, escuché: ¡Mamita!, yo sentí algo que no podía entender si era alegría o tristeza. Cuando lo vi, mi pobre hijito tan bebé, tan bebé y con ese uniforme. Él me decía: ¡Mamita, mamita!, ¿ya no me co-noce? Yo no podía hablar, él vino, me abrazó y me dijo: Mamá,soy Fernando. Ahí pasé como una hora con ese dolor tan grande, tan gran-de. Me dijeron: Venga, sea fuerte para que podamos dejarlo con us-ted. Yo reaccioné y les pedí discul-pas.

Ellos me dijeron: No hay mucho tiempo, de hoy en 8 días lo recoge-mos. Le quitaron el arma y el unifor-

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267me y le dijeron: Bueno zarco, vaya, pero ya sabe, cuando vengamos o mandemos por usted no se maree, porque ya sabe nada de pueblo. Y me dejaron con mi hijo y una bes-tia para que lo llevara, porque él no podía caminar.

Él pensaba que llegando a la casa ya no iba a pasar por más triste-zas, pero resulta que él primero se fue a saludar a su hermanito y el hermanito no lo quiso saludar por-que él creía que Fernando se había ido porque había querido, Juan no quería entender que a él se lo ha-bían llevado engañado. Él seguía culpándolo de la muerte del papá. Juan decía que él era amigo de los que habían matado al papá. Fer-nando muy triste me decía: Apenas me mejore me voy mamita, porque mi hermano no me quiere. Él no sa-bía qué hacer. Le propuse que nos voláramos y él me dijo: ¡No mami-ta!, no podemos porque ellos nos matan a todos.

Así fue la situación hasta que yo tenía 4 días de tener el niño, ya faltaba muy poco para que se lo volvieran a llevar y un día les dije: Pónganse unos zapatos que no les cansen mucho que nos vamos. Fernando me dijo: ¡Yo no me voy!, porque donde vayamos nos buscan y nos van a matar. Pues me tocó echarle mentiras, que íbamos para la bodega. Bueno, así me los llevé a la bodega y había una voladora de salida para el pueblo y yo le dije al señor de la voladora que yo tenía el niño muy enfermo y claro, como en realidad estaba enfermo, dijo que sí. Fui y les dije a mis hijitos: Vamos,

me preguntaron: Para ¿dónde? No les contesté, entonces nos fuimos, pero cuando el niño vio para don-de lo llevaba, él no hacía sino llorar y yo estaba muy asustada pues las otras personas lo regañaban.

Llegamos al pueblo, de ahí cogi-mos un bus directo a Villavicencio y llegamos donde mi hermanito, pero ahí sí que fue peor para Fernando, porque yo le conté a mi hermano lo que había pasado con el niño. Eso fue peor, porque decían que por haberme traído un guerrillero los iban a matar. Todos los días lo repe-tían. Con eso el niño sufría mucho porque el hermanito también lo trataba mal y él me decía: ¡Mamita, por qué no nos devolvemos, les pe-dimos perdón y yo me voy con ellos y verá mamita que no nos matan, estoy muy aburrido! Cuando él me decía esas palabras yo me confun-día tanto que no sabía qué hacer, pero no me animaba a contarle a la policía ni a nadie más porque el miedo no me dejaba.

Un día una señora me brindó tanta confianza que le conté, ella me dijo que fuera a la Defensoría del Pueblo. Desesperada lo hice porque yo pensaba en devolvernos y eso era peor. Fui a la Defensoría del Pueblo, de ahí me llevaron a la UAO y de ahí para el Bienestar Fa-miliar. Me fui para la casa pero no le contaba nada a nadie, así pasaron varios días.

Un día llegó la visita de Katherine y Santiago del Bienestar Familiar. Ellos nos abrieron el camino, ese camino lleno de vida, de esperan-za y de alegría. Gracias a Dios y a

ellos, nosotros somos una familia muy feliz. Mi hijo ya no piensa en volver por allá y gracias al Bienes-tar Familiar, mis hijos ya no pelean. Ellos superaron todos esos proble-mas que tenían los dos, ahora ellos se quieren mucho y especialmente queremos mucho, pero mucho, a Santiago y Katherine del Bienestar Familiar.

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Se encuentra ubicado en el centro del de-partamento, a 78 km de Villavicencio con una altitud de 181 metros sobre el nivel del mar, tiene una población estimada de 28.790 ha-bitantes y su división territorial de este mu-nicipio comprende 24 veredas y 2 resguardos pertenecientes a comunidades indígenas, Humapo y La Victoria, de las etnias Sikuani y Achagua y algunos clanes conformados en-tre éstas.

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Puerto López

- MetaEl principal renglón de su economía gira en torno a las ex-

plotaciones agropecuarias destacándose actividades como la ganadería bovina y cultivos como arroz y soya. Una de las actividades más significativas es la explotación de pesca artesanal y comercial.

El municipio de Puerto López se ubica en el centro geo-gráfico del país y su riqueza paisajística hace adicionalmen-te que el municipio tenga una buena perspectiva en el desarrollo turístico.

La presencia de actores al margen de la ley en el munici-pio de Puerto López antes del proceso de desmovilización, estaba marcado por la influencia de las autodefensas cam-pesinas del Meta y Vichada, el frente Vichada y el bloque Centauros, y al igual que en sus municipios vecinos se pre-senta la incursión de la nueva generación de autodefensas denominadas ERPAC, en cabeza de alias “Cuchillo”.

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Biografía de Naydi Heraque Noguera ...................................................272

Diario de Ernesto Pérez Sogamoso y Roque Pérez Por: Leticia Sogamoso .................................................................................276

Biografía de María Teresa Hernández y Juan de la Cruz Viasus .......................................................................278

Emilio Reyes Reyes Por: Relato de Eulalia Reyes ...........................................................................282

Relato de Flor Jiménez ........................................................................284

Historia de Heyler Gualdrón Gaona ......................................................286

Historia de María Edilma Oviedo Oviedo ..............................................288

Historia de Sabaraín Torres Bermudez Por: Mariz Elena Bermudez ..........................................................................292

Carlos Hernándo Ducuara Viuché Por: Familia Ducuara Viuché .........................................................................296

Relato de Inés .....................................................................................302

Vida y obra de Manuel Ángel Pinzón Garavito .....................................304

Relato de Sandra Camila y su madre ...................................................310

Relato de Luz Day Osorio .....................................................................312

Martha Gaitán Barrera .........................................................................314

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NBiografía de Naydi Heraque Noguera

Nació el 12 de octubre de 1978 a las dos de la tarde, pesó doce libras, se alimentó con leche materna por tres años y algún tiempo con tetero. A los ocho días la registraron mis padres en la registraduría de El Castillo (Meta), con el nombre de Naydi Heraque Noguera.

Era una niña gordita, blanca, cabello largo, ojos negros, muy bonita, alta y seria. Los padrinos de bautismo fueron Eugenio Pe-ralta y María Eduarda Martínez. El cuidado de ella siempre estu-vo a cargo de mi mamá, nunca estuvo a cargo de otra persona.

Estudió hasta quinto de pri-maria en la Institución Educativa Clemente Naranjo del municipio de Puerto López. Su profesor fue el licenciado Raúl Herrera. No siguió sus estudios por nues-tra situación económica.

Naydi hizo la primera co-munión en la iglesia central de Puerto López con el padre Luis Bool, una persona muy conoci-

da en la región por su servicio a la comunidad. Le festejamos los quin-ce años, fue a la única hermana a la que se los festejamos. La pasó muy contenta con sus padres, her-manos y amigos quienes le trajeron muchos regalos.

Ella era una niña a la que poco le gustaba tener amigas o amista-des porque era muy tímida, no le gustaba salir a pasear, ni le gustaba la rumba. Siempre que un hombre le proponía que fuera la novia lo miraba de arriba abajo y le decía: Compre ropa, vístase bien y ahí sí puede hablarle a una mujer.

Le gustaba mucho ayudar en los oficios caseros. Viendo la situación económica por la que atravesába-mos, porque pagábamos arriendo y ninguno estaba trabajando, soli-citó trabajo en el billar de la señora Evangelina Pinto Jiménez. La con-trató como administradora gene-ral, a ella no le gustaba tratar con borrachos, por esa razón vivía muy aburrida en el trabajo, allí duró al-gún tiempo.

Por: Dain Antonio Heraque

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275Algo que recuerdo fue que siem-

pre durmió con mi mamá, hasta que se la llevaron con el cuento de un trabajo donde ganaría mucho más que en ese billar. Un tal José, la convenció para viajar más abajo de Puerto Gaitán, donde supues-tamente tenía que hacer comidas para trabajadores de una finca. Esta persona era conocida en ese lugar y además era padrastro de otros jóvenes como Álvaro Rodríguez y William Rodríguez, quien era amigo de Naydi. Con ellos iba otra mucha-cha que desconozco quien era.

Un mes antes de su desaparición, Naydi llamo a mi mamá para decirle que estaba muy aburrida, se quería venir para Puerto López. La habían engañado porque el trabajo no era el que le habían ofrecido, un grupo armado la tenía retenida, le habían quitado los papeles y no la dejaban salir de aquel sitio. Eso fue lo único que supimos de Naydi.

A ella no le gustaba que noso-tros tomáramos cerveza, se enoja-ba mucho. El anhelo que ella tenía era comprarle una casa a mi mamá donde nadie la incomodara. Mi pa-dre nos dejó en la calle por las bo-rracheras, por eso ella le guardaba rencor.

A ella le gustaba acostarse a chuparse un dedo, por eso los her-manos le decíamos con cariño: “la mama dedo”. La queríamos mucho porque era la única que estaba sola, las otras dos ya tenían espo-so, nosotros no le conocimos sino como dos novios. Criticaba mucho a las otras hermanas porque los es-

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posos tomaban cerveza y las rega-ñaba por algunas cosas.

La adoración para ella era mi mamá, por eso ella decía que tra-bajada de seis de la mañana a ocho de la noche, para cumplirle el sue-ño de comprarle la casa.

Con la desaparición de ella mi mamá sufrió mucho, lloró hasta que se agotaron sus lágrimas. Lo mismo nosotros como hermanos y mi papá, también lloramos mucho, el desconsuelo fue total de sólo pensar que nunca más la volvería-mos a ver sin saber qué le pasó, si está viva o muerta.

El apoyo que ella le brindaba a mi mamá era muy necesario para subsistir, con su desaparición mi mamá se vio obligada a trabajar en una casa de familia para ganarse el dinero para pagar el arriendo y la comida.

A ella le tocó solita, porque los otros hijos ya tenían conformados sus hogares. Se averiguó por todos los medios que estaban a nuestro alcance qué pasó con ella, se le pre-guntó a las personas que supimos que venían de ese pueblo como al señor Álvaro Nelson Sánchez, Ger-mán Guzmán Albadán y a Euclides Soto Botero, pero la respuesta fue la misma que nos dio la fiscalía: La búsqueda ha sido nula.

Hasta el día de hoy lo único que se sabe es que a ella la mató la gue-rrilla, por orden del “Negro Acacio” y que la botaron a un río de Puerto Príncipe (Vichada), supuestamen-te porque era paramilitar, pero a nosotros nos han quedado dudas,

¿por qué a Naydi y no a los otros jó-venes que andaban con ella?, ¿por qué los otros jóvenes aparecieron menos ella? Y los que aparecieron no saben claramente qué pasó, si estaban con ella en el mismo sitio. Son interrogantes que han perma-necido en nuestras mentes y segui-rán allí por mucho tiempo, buscan-do una respuesta, mientras tanto en nuestros corazones quedó un vacío de una hija, de una hermana que jamás volveremos a ver y que no volverá a darnos alegría con sus sonrisas y a reprocharnos cuando tomábamos cerveza, a consolar a una madre que en sus noches de soledad e incertidumbre sobre el futuro incierto se pregunta: ¿Qué pasa con la paz de nuestra Colom-bia?, ¿hasta cuando esta guerra que ha marcado nuestros corazo-nes para toda la vida y a muchas familias?

Naydi Heraque Noguera fue des-aparecida el 22 de noviembre de 1997, en Puerto Príncipe (Vichada).

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277Ernesto Pérez Sogamoso nació

el 10 de octubre de 1980. Creció en un hogar humilde y sencillo. Hijo de Roque Pérez y Leticia Sogamo-so. Terminó todos sus estudios y empezó a trabajar en los diferentes trabajos que le ofrecían en el mu-nicipio, siempre y cuando pudiera hacerlo en compañía de sus her-manas. Mientras tanto sus padres trabajaban en barcos de transporte fluvial del adinerado Ramón Plata. El padre era capitán de navío y su señora madre, en otro barco, era la alimentadora de la tripulación.

En ciertas ocasiones, mi hijo Er-nesto Pérez Sogamoso viajaba tam-bién como tripulante del navío de transportes fluviales. Cuando no viajaba con el papá, viajaba conmi-go, su mamá.

Viajábamos de Puerto López a Puerto Carreño y a Venezuela. No se conocía queja alguna de los pa-trones ni de las amistades que te-nía. En el año 2002, mi hijo Ernesto Pérez Sogamoso se encontraba sin trabajo en Puerto López y precisa-mente el 24 de diciembre de este mismo año mi hijo fue desapare-cido entre las cuatro y media y las cinco de la tarde, por un grupo al margen de la ley (paramilitares). El expediente se encuentra en la SI-JIN, la Fiscalía y el CTI del municipio de Puerto López.

A las 12 de la noche del 24 de diciembre del mismo año, mi hija Marleny fue a darle la feliz navidad a donde la señora Inés Rojas, creía que se encontraba allí su hermano porque Inés era como la segunda madre para él, pero en ese mo-mento llegó la noticia de que Farid Hunda, alias “Gavilán”, que era el comandante urbano de los para-

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Diario de Ernesto Pérez Sogamoso y Roque Pérez

Por: Leticia Sogamoso

militares del municipio de Puerto López se lo había llevado.

Mi hija Marleny, esa misma no-che, en compañía de la señora Inés, fue a casa de “Gavilán,” pero no se encontraba allí. Al segundo día, mi hija Marleny habló con “Gavilán” y le preguntó si él se lo había llevado, después mandó a uno de sus hom-bres llamado “Chepe” a hablar con-migo, para que me dijera que no fuera a la Fiscalía a poner denuncio.

En el 2006 llegó la noticia de que habían matado a “Gavilán” en la ciudad de Villavicencio y yo fui a muchas partes buscando a mi hijo, pero fue inútil.

Era mi único hijo varón, ya uste-des comprenden que es muy duro para una madre no encontrar a su hijo, ni vivo ni muerto. Espero que a ustedes no les pase lo mismo.

Al principio, “Gavilán” perseguía a mi hija Marleny, a donde ella iba se encontraba con él, pero nunca entendimos qué pretendía hacer.

El 11 de noviembre de 2005, Roque Pérez, el padre de mis hi-jos, recibió una llamada a las 7:30 de la noche, él le dijo a la persona con la que hablaba con quiénes vi-vía, y a nosotros nos dijo que salía y ya regresaba, pero nunca regre-só. A los cinco días las autoridades encontraron el cuerpo, había sido asesinado por grupos al margen de la ley. Hasta el día de hoy mis tres hijas y yo no sabemos por qué y quiénes lo hicieron.

Esta es la triste historia del padre y el hermano de mis hijas. Hoy es-tamos a la espera de noticias po-sitivas de parte de las autoridades judiciales a las cuales se les hizo no-tificación de las dos desapariciones.

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YBiografía de María Teresa Hernández y Juan de la Cruz Viasus

o, María Teresa, era una joven alegre y muy feliz en mi hogar. Mi mamá tenía un pequeño restau-rante en la carrera tercera, en Iba-gué, al lado de la Policía, donde mi mamá vendía la comida a los agen-tes que llegaban trasladados de otros pueblos y departamentos. Yo me quedaba ayudando en la casa con los oficios de la cocina y el co-medor y salía a la Policía a cobrar en los días de pagos, al quinto día de cada mes.

Estando en el cuartel se me acer-caron unos policías amigos y un se-ñor que venía trasladado de Bogo-tá. Ellos me saludaron y me dijeron: Oye sardina, que si le puedes rega-lar el almuerzo al amigo que viene trasladado de la capital, me lo pre-sentaron como Juan Carlos. Yo les contesté que no, porque teníamos el cupo completo y a mi mamá le quedaba muy pesado y él me dijo que si no aceptaba iba a hablar con mi mamá y así fue.

Al llegar allá, la saludó y muchos hablaron por él. Mi mamá le dijo

que sí y le pasó el cuaderno y él se inscribió con documento y todo. Cuando llegué mi mamá me dijo que un señor se había inscrito para la alimentación y yo me disgusté porque yo no quería que él fuera comensal.

Comencé a tratarlo y él comen-zó a cortejarme, pero yo tenía un novio, era el sargento García y en ese momento empezaron los pro-blemas entre Juan de la Cruz Viasus y mi novio. Viasus siguió insistiendo hasta que nos hicimos novios y yo terminé con mi novio, que se enfa-dó y me agredió con la moto, me golpeó en la pierna. Yo fui al co-mando y me quejé con el coronel y entonces le dijeron que dejara de molestarme o de agredirme. Yo se-guí con Juan de la Cruz, salíamos a pasear, me llevó a Santa Marta una vez en un viaje de café. Yo era so-brina del chofer. Para poder viajar duramos 15 días en Santa Martha y allí pasó lo que tenía que pasar y de ahí seguí teniendo relaciones con él.

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Mi mamá le daba permiso de descansar en el puesto que pagá-bamos ahí mismo. Duramos 2 años en ese local porque a él lo traslada-ron a Cajamarca (Tolima). Dejamos de vernos por un tiempo, estamos hablando del año 1985. Nos volvi-mos a ver en 1991, ya yo tenía otro novio con quien tuve a mi hijo Car-los Andrés.

Él llegó trasladado desde Ibagué y se disgustó porque yo tenía pro-blemas.

Él siempre estaba al tanto de mis problemas, me ayudaba, econó-micamente estaba muy pendiente de mí. Me decía que me separara del papá de mi hijo y que volviera con él porque él me seguía aman-do, que me perdonaba por todo lo que yo había hecho por despecho y porque él no me había dicho que era casado.

Yo como lo amaba le dije que sí, continuamos nuestra relación otra vez. Él era muy cariñoso, me daba regalos, salíamos a pasear, me lle-vaba a fiestas y transcurrió el tiem-po hasta que lo trasladaron a Cha-parral (Tolima). Él se fue y yo volví a quedar sola. Él venía cada vez que podía, hasta que un día llegó, era 1 de mayo de 1992 y salimos a pa-sear y a bailar. Me quedé por fuera de la casa con él, porque él se iba para puesto de combate y esa no-che quedé embarazada de mi hijo Chayanne Junior Viasus.

Cuando yo me enteré que es-taba embarazada lo fui a buscar al puesto y me dijo que lo habían vuelto a trasladar para Río Blanco,

que si a él no le pasaba nada volvía para responder.

Pasaron los días, los meses y no volví a saber de él, porque donde él estaba era puesto de castigo. No podía comunicarse conmigo. Nació mi hijo el 24 de enero de 1993 a las 12 de la noche, con la doctora Gaviria. Yo pedí hacer una llamada en el hospital Federico Lleras a la Policía y pregunté por él y me dije-ron que él no se encontraba en Río Blanco, sino en La Herrera (Tolima).

El niño nació enfermo y yo esta-ba mal económicamente. Mi mamá tenía un restaurantico en la 21, en la plaza. Cuando yo fui y hablé con la teniente Luz Marina y un coronel, ellos le enviaron un telegrama a Rio Blanco, para que se presentara en el término de la distancia.

Él acudió al llamado y llegó un sábado a la placita, cuando yo lle-gue él ya estaba ahí con mi mamá. Él me vio y me recibió el niño y fuimos a una cafetería donde lo examinó. Dijo que el niño era su hijo, que se parecía más que los de matrimonio y hablamos de que él me iba a colaborar con plata, comi-da y droga, porque el niño estaba enfermo. Me dio plata para llevarlo al médico y lo hospitalizaron unos ocho días.

Él iba para Santander a ver a la mamá que estaba enferma tam-bién. Volvimos a vernos cuando lo trasladaron para Ibagué. Yo me trasladé para poder ayudarle, pero la Señora de dio cuenta de la exis-tencia de mi hijo y se formó el pro-blema.

Ya casi no me podía ayudar y él me dijo que lo demandara para que el niño no se quedara sin nada de apoyo, porque así no lo podía reco-nocer y él quería darle el apellido. Me dejaba plata, leche y mercado con amigos.

Yo no sabía cómo demandarlo y él le dijo a un cabo policía que me ayudara, porque yo no era capaz de demandarlo y que él necesitaba que yo lo demandara por medio del juzgado. Me citó para darme plata y yo llegué, pero él no llegó y el cabo me dijo que fuera al juzgado y me subí a la patrulla y fue cuando lo demandé hasta el día de hoy.

Pasaron los años entre juzgados, ir y venir, yo me trasladé a Puerto López, a él lo trasladaron a Villavi-cencio y de Villavicencio a Barranca de Upía, El Castillo y Mesetas. Yo sa-bía de él por el comisario.

El niño fue creciendo, en el cole-gio de Uribe entró haciendo grado cero y entonces él vino a verlo con un policía de apellido Salamanca, que tenia la niña en grado cero en el mismo curso. Le dijo: Hola nene, yo soy un amigo muy especial de su mamá y algún día usted va a co-nocer a su papá biológico. El niño dijo: Sí, porque mi mamá dice que si tengo papá, pero que está viajan-do muy lejos y por eso no lo co-nozco. Él le preguntó al niño: ¿Con quién vive su mamá? Y el niño con-testó: Mamá Lolita, Carlitos y yo, él trabaja en electricidad. Después, él le dijo que no se preocupara, que él le prometía que algún día iba a ver el papá, muy pronto, porqué él

le iba a dar un regalo: iba a tener el apellido del papá.

Pasaron los años, mi hijo fue re-conocido como él se lo había pro-metido. Él quería que a los 8 años le llevara el niño a Villavicencio y le dijo a un policía de apellido Chivatá y a la esposa, pero cuando él venía para Puerto López fue interceptado en un sitio conocido como “Chori-llano” por un hombre y una mujer que vestía de enfermera. Él había tenido un altercado con la esposa por mi hijo: él dijo que si yo no me iba con él, se llevaba el niño y ella le dijo que no se lo fuera a llevar a la casa de ella. Él le dijo: No se pre-ocupe mi señora que yo ya tengo para donde llevarlo y él salió rum-bo a Puerto López, pero antes de salir recibió una llamada, contestó y dijo que se veían en “Chorillano” porque él venía para Puerto López. Hasta ahí se sabe de él.

INFORMACIONES:Los otros policías dicen que a él

le hicieron varios atentados, siem-pre se salvó y salió ileso y que le habían dejado pasquines, dizque por sapo, que él había sapiado un cargamento grande de un vehículo en El Castillo y que la ley se lo había llevado todo y él no se había queri-do transar con plata. Por hijueputa y sapo soplón se tenía que morir, por orden del Jefe, dijeron.

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EEmilio Reyes Reyes Por: Eulalia Reyes Reyes El 5 de julio de 1970 nació en Puerto Gaitán (Meta) un

niño muy hermoso, quien fue registrado con el nombre de Emilio Reyes Reyes, allí vivió con sus padres hasta la edad de 12 años. Luego se vino a vivir con su mamá y sus cinco hermanos a Puerto López, a causa de la separación de sus padres. Desde esa edad él trabajó para poder salir ade-lante, era un joven muy trabajador, honesto, tratable con todo el mundo. Prestó el servicio militar en Leticia (Amazo-nas), volvió acá a Puerto López cuando terminó de pagar el servicio militar.

El 20 de octubre de 1993 salió a dar una vuelta al centro a eso de las 10 de la noche y no volvió a la casa ese día. Él desapareció y hasta la presente no hemos sabido nada de él, nuestras vidas como hermanos y la de mi mamá ha sido una completa incertidumbre y ha estado llena de pregun-tas: ¿Qué sería la vida de él?, ¿qué pasaría?, ¿por qué le sucedió ésto?

Una serie de preguntas sin respuestas, ésto es algo muy desesperante y terrible que uno no sabe qué hacer. Dios quiera que algún día sepamos que sucedió con él.

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ERelato de Flor

sta historia ocurrió en el año 2001. Me fui de Puerto Carreño (Vi-chada) para Cumaral (Meta), lleván-dome a mi hijo menor. Quedaron cuatro hijos, me dicen que como a los tres meses de haberme ido, José dijo: Me voy a trabajar al Pla-cer (Vichada) y se fue.

El hermano se encontró con un señor que trabajaba por allá y le preguntó si él había visto a José por allá. Él le dijo que el día que él salía se encontró con José, que iba entrando, que se habían despedido y que allá adelantico venía un carro con unos uniformados, se habían bajado y lo habían agarrado por los brazos y lo habían obligado a subir-se.

Juber Antonio, el 12 de septiem-bre de 2006 a las doce y media salió de la casa de donde él vivía y como

de costumbre dijo: Ya vengo y se fue y no volvió más nunca.

Llegó el hermano y le contaron lo ocurrido, él se fue a poner el denuncio y empezó a buscarlo y a preguntarlo por una parte y otra. Ahí fue cuando le tocó venirse por-que empezaron a pasar a la casa donde él estaba, a distintas horas, a preguntarlo con nombre propio. Lo aconsejaron, que se viniera más bien, porque él estaba revolcando todo ese caso y quizás harían algo en contra de él.

Abel Cristóbal, mi hijito menor dijo que él se iba para Puerto Ca-rreño, que él se ponía a trabajar por ahí, callado, y algo tenía que oír acerca del hermano y no alcanzó a llegar a Carreño cuando lo mataron.

Esa es la triste historia de mis hi-jitos.

Jiménez

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Historia de Heyler Gualdrón Gaona Relato de la madre

Hoy no se sabe nada y queremos que cuanto antes nos digan la ver-dad, por duro que sea el relato de la desaparición de mi hijo Heyler Gualdrón Gaona. Heyler era nuestro hijo menor, era buen hijo, muy tra-bajador. Su niñez la pasó con noso-tros por los lados de La Primavera (Vichada).

Se había venido para Puerto Ló-pez cuando tenía 17 años al lado de su hermana. Pagó servicio, fue sol-dado profesional, se retiró y como a los cuatro meses ocurrió su des-aparición. Por eso Señor Presidente le pedimos y a todo el gremio que trabaja con estos casos, nos cola-boren y nos aclaren esta pesadilla que parece no terminar nunca. So-mos personas humildes, como lo fue el Señor Jesucristo cuando vino al mundo, tenemos la esperanza de que si está muerto lo veremos en el día de la resurrección, porque esa es la promesa de Dios para con buenos y malos, dice la Biblia en el libro de Hechos, capítulo 24, versí-culo 15. Esa es la realidad que nos promete nuestro padre Jehová.

EHeyler Gualdrón Gaona tenía 23 años cuando desapareció aquel 14 de enero del 2000. Él era alto, delgado, 1,72 m de estatura, co-lor trigueño, cabello lacio, negro, le gustaban las motos y su música favorita eran los vallenatos.

Era mi hermano menor, com-partí muy poco tiempo con él, por ser el último de los once herma-nos. Era un poco callado, pero era buen hermano, tenía sus buenos sentimientos para con nosotros. A los 18 años fue al ejército a prestar su servicio militar obligatorio, luego decidió seguir como soldado profe-sional. Fue un buen soldado, según comentaban sus compañeros, con-siguió su libreta de conducta y su diploma.

Duró más o menos como cuatro años y optó por retirarse. Fue fa-tal porque sólo duro cuatro meses después de haberse retirado de la institución y fue entonces cuando aquel 14 de enero del año 2000 desapareció como por arte de ma-gia. Nadie nos dio razón de él. Por eso les pedimos la colaboración a todos ustedes y al gobierno nacio-nal, que nos ayuden a investigar: ¿Qué pasó?, ¿con qué personas está?

Por: Nul Marina Gualdrón y Eduardo Gualdrón Silva

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EHistoria de María Edilma Oviedo Oviedo

Era época de verano. El día 29 de diciembre de 1940 nace de un humilde hogar una niña a quien llamaron sus padres: María Edilma Oviedo Oviedo. Creció en un hogar conformado por padre, madre, seis hermanos varones y nueve hermo-sas mujeres, todas parecidas entre ellas. En esa época era poco el es-tudio que recibíamos en planteles educativos, en casa nos enseñaban las primeras letras y números y a los 10 años íbamos a un plantel educa-tivo. De ahí que terminé la primaria cuando tenía 15 años, en la vere-da de San Antonio (Tolima). Luego nos preparaban para el trabajo y los quehaceres de la casa, pero no po-díamos tener novio.

Esperábamos a que llegaran las 4 de la mañana para hacer el trabajo de campo y de la casa. Hasta las 11 de la noche nos acostábamos. Así fue durante 5 años, yo ya tenía 20 años. Pensando en tener una mejor

vida y en un futuro, me volé de la casa con un muchacho de 17 años y nos casamos a las escondidas. De esta unión de 4 años nacieron 3 hijos, 2 varones y una niña, quien a los 11 meses de vida, por enfer-medad desconocida falleció. Más adelante mi esposo se enamoró de una mujer de avanzada de edad y decidió abandonarme y dejarme con los hijos.

Allí empieza mi lucha por sacar mis hijos adelante. Me fui a trabajar de alimentadora de trabajadores en una finca, me fue bien pero mata-ron al patrón. Al ver todo ésto y mi sufrimiento, conocí a un señor de 40 años, quien me prometió ayuda y una mejor vida. Me fui a vivir con él y vivimos 40 años, que fueron de más sufrimientos por los malos tra-tos, ya que era un alcohólico y bajo el efecto del vicio era un atarbán.

Teníamos un hijo a quien llama-mos José Alexander, lo adorába-

Por: María Edilma Oviedo de Oviedo

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mos y queríamos mucho, ya que era fruto de ese amor, cuando el niño tenía 9 años quedé viuda de nuevo, esta vez por enfermedad.

La situación para mí fue difícil, pero contaba con la ayuda de mis dos hijos mayores y el menor de 9 años, por quién tenía que conti-nuar mi lucha y batalla para sacarlo adelante. Solo le di la primaria por falta de recursos. A los 14 años salió de la escuela y se fue a trabajar en lo que le saliera. Un señor le enseñó a trabajar en un taller donde apren-dió la mecánica y a hacer reparacio-nes. Allí duró 7 años trabajando y era mi ayuda incondicional, ya que mi trabajo era tenerle la ropa y los alimentos y él me daba lo que ne-cesitaba y pagaba mis deudas.

Vivía muy feliz con él. Mis otros hijos se alejaron porque tenían su hogar e hijos y los ingresos eran mínimos. No alcanzaban con la obligación, por ese motivo no me ayudaron más, pero Alexander era mi mano derecha y mi apoyo in-condicional.

Historia de AlexanderÉl era mi hijo único de la unión

de Edilma Oviedo y su segundo es-poso, Manuel Oviedo. Era muy con-sentido, inició estudios a los 9 años en la escuela Clemente Naranjo del municipio de Puerto López, luego por la dificultad y la institución que quedaba lejos, lo trasladé a la capi-tal, donde terminó la primaria. A los 14 años inició a trabajar en un taller del municipio, donde duró 7 años y se destacó por su responsabilidad y buen trabajo. Allí, con lo poco vivíamos muy felices y nunca nos

acostamos sin comer. Allí conoció a un señor dueño de una finca al que nunca conocí ni lo llegué a ver, pero le ofreció un mejor sueldo y menos trabajo. Él no quería ir a tra-bajar con él porque era en el cam-po y lejos y no quería dejarme sola, pero este señor empezó a buscarlo y cada vez le prometía más cosas. Al fin y al cabo empezó a invitarlo, a tomar con él y un día ya bien toma-do le prometió que iba a ir a traba-jar a su finca. Después de llegar allá, ya no pudo volver como le habían prometido, sino como hasta los 3 años. Eso sí, mensualmente me lle-gaba el sustento para mí, aunque casi no nos veíamos. Una vez que él vino me contó que era un señor paramilitar y que el contrato de tra-bajo era por 5 años y que tan pron-to lo cumpliera, él volvía.

Al cabo de esa época, él se rein-sertó en una oportunidad que les dieron en el municipio de Puerto Gaitán. De aquí en adelante volvi-mos a ser felices, los dos, pero esta dicha sólo nos duró 6 meses.

Días antes de salir de la casa, me contó que él patrón lo llamaba y le decía que tenía trabajo como con-ductor de su carro y que se fuera. Pero él no quería y me decía que él nunca volvía a trabajar con él porque de todo lo que le prome-tieron la primera vez, no le habían cumplido lo que le decían, era una vida muy dura. Se vivía con mucho estrés y vivir en el monte no era bueno y ya que Dios le había dado la oportunidad de estar junto a mí, nunca me dejaría sola otra vez. Cuando él llegó me encontró muy

acabada, yo le decía que vivir sin él era una incertidumbre, que no po-día estar tranquila y que nunca me hiciera sufrir. Él me prometió, estar conmigo. Pero dichas promesas y felicidad se acabaron el día que supe que le arrebataron la vida, de ahí en adelante comienza mi sufri-miento, mi incertidumbre, pienso: ¿Cómo sería el sufrimiento al mo-rir? ¿Qué le harían y por qué?

Pensé en conseguir información con los amigos que él llevó una vez a la casa, que en vez de darme voz de aliento, me alimentaron la angustia y sufrimiento al decirme: Eso deje las cosas así, que no hicie-ra nada, porque yo también podía morir o mis nietos, si tenía.

Cuando a uno le matan un hijo, uno cree que la vida se acaba, pero me preocupé por mis nietos y otros hijos, por eso no quería decir nada más. Pero como madre decidí ha-blar, contarles a las autoridades para saber qué sabían ellos del ase-sinato. Aún continúo con esta in-certidumbre y no sé hasta cuándo.

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LHistoria de Sabaraín Torres Bermúdez a riqueza de las rosas

La riqueza es el sentido de las rosases la riqueza de tu corazóndesátala como ella en su senderoes toda tu afliccióndesátala con tu cantoen un tremendo de amor no desprecies la rosa en un tremendo de amor

De una madre para un hijo

Hoy sólo te siento cerca me abrazasme cuidas me amasya no puedo estar contigo al menospor el momentoMe duele pensarque ya no estása mi ladote extraño me haces mucha faltaSiempre te llevaré en mi corazónsiempre te recordarécon mucho amor y cariño T.Q.M

HistoriaCuando mi hijo tenía 12 años me

empezó a decir que quería traba-jar, que cuando él estuviera gran-de él me quería ayudar. Se llegó el día que a él se le cumplieran los deseos y se fue a trabajar. Me dijo que se iba para una finca a cargar madera para una cerca y de ahí no supe para qué finca se iría. Me dijo: Mamita dentro de 15 días vengo a traerle plata, yo me quedé espe-rando los 15 días que mi hijo me prometió que vendría y yo no volví a saber más de él hasta cuando te-nía 8 meses de haberse ido. Me lla-mó y me dijo que estaba bien, que no me preocupara, que él estaba bien y pronto vendría a visitarme.

Después, a los 8 meses y medio vino a visitarme. Desde el momen-to en que me llamó yo empecé a sufrir, porque yo lo único que pen-saba era que él no iba a volver más a mi lado. Luego vino, me visitó y se volvió a ir, no me dijo nada de su situación, porque se lo habían lle-vado con engaños. Cuando él vino yo supe que se lo habían llevado con engaño.

Por: Mariz Elena Bermúdez

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295Estuvo 8 años ausente de la casa,

fue el tiempo que lo tuvieron por allá, lo cogieron y lo tuvieron 3 años en la cárcel y de allá salió, y se lo llevaron otra vez, se fue llorando, muy triste. A los 17 días de que se lo habían llevado me avisaron que me lo habían matado. Eso fue en el 2005, mes 4, del día 6, él era mi mano derecha, yo dependía de él, porque yo soy muy pobre, no ten-go casa ni en qué vivir. Mi esposo, el papá de mi hijo, Sabaran Torres, vive muy enfermo y casi no puede trabajar.

Yo dependía de él, él era el que me apoyaba en las buenas y en las malas, él era mi mano derecha, él era mi corazón, mi vida, mi adora-ción. Tocó viajar a Puerto Gaitán a reconocer el cuerpo, su hermano William Alexander Torres Bermúdez fue a reconocerlo y por el momen-to no quiero hablar más de eso porque me duele hablar.

Coplas

Señora véndame un panporque aquí llego en ayunasque yo después se lo pagocuando la rana eche plumas

Cuando la vi venircon el sombrero en la manosentí nacer el amortan grande como el sol del llano.

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LCarlos Hernado Ducuara Viuché Por: Familia Ducuara Viuché

Familia Ducuara Viuche

Padres: Jacinto Ducuara Briñez y Ana Cecilia Viuche Yate. De esa unión nacieron 6 hijos, incluyendo a Carlos Hernando Ducuara Viuche Fecha de nacimiento: 8/10/1975

a infancia la vivió en Puerto Ló-pez (Meta), hijo de una familia de pescadores, realizó la primaria en el Colegio Uribe Uribe. El grado sexto en el Colegio Departamental Agropecuario, destacándose como buen alumno y por tener un muy buen compañerismo. Ese mismo año decidió retirarse para ir a vivir con su padre a Puerto Carreño, en la temporada de pesca seca.

En 1995 ingresó al ejército donde prestó su servicio militar, desempe-ñándose como buen soldado. Salió de prestar el servicio en 1996 y ese mismo año ingresó como soldado profesional, porque el sueño de él era colaborarnos a mí y a sus her-manos a tener casa en unas condi-ciones más bonitas, cosa que hizo.

El 22 de noviembre de 1996 sufrió un accidente con una mina quiebra patas en El Castillo (Meta), afectando su mano izquierda, tu-vieron que amputar dos dedos, el dedo corazón y el dedo anular y la pierna izquierda donde le colocaron tutores de platino. La pierna dere-cha no salió tan afectada. De este accidente quedó cojo, después de una intensa rehabilitación comenzó a llevar una vida menos agitada y quedó pensionado debido al acci-dente. Él no dejo de ser buen hijo, siempre estuvo pendiente de noso-tros y luego decidió hacer su propia familia.

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El nacimiento de Yeison fue una maravillosa noticia para mi hijo, que se dedicó a cuidarlo junto a su esposa, mientras que ellos estuvie-ron vivos se dedicaron en cuerpo y alma a darle lo mejor que tenían, amor y protección. Él no trabaja-ba debido a las condiciones de su cuerpo y demás lesiones. La pen-sión le dio para vivir bien hasta el día 5 de febrero de 2000.

La señora madre relata cómo sucedie-

ron los hechos El día 5 de febrero de 2000 a

las 7:00 am ellos salieron como de costumbre en el carro que tenía mi hijo: iba mi nuera Zenaida, mi nieto Yeison, el suegro de mi hijo y el se-ñor que iba manejando. No se des-pidieron de mí, ni de ninguno de la casa, creí que iban al centro y no se demoraban porque siempre se despedía de mí cuando salía de pa-seo. Me quedé ese día esperando el regreso de mi hijo y su familia. Así pasaron días, al tercer día se escu-charon rumores de que los habían cogido los paramilitares, de ahí en adelante me he quedado esperan-do el regreso de mi hijo pero no ha

tre los recuerdos, siempre el tuyo se levanta dulce, triste y cariñoso, prodigándome sonrisas y enjugan-do con sus alas gruesas gotas de mi llanto que me humedecen la almo-hada.

Este poema es sacado del libro “Castellano y perspectiva”, fue una manera de expresar un poco el sentimiento de mi mamá, pero nosotros estamos muy al pendien-te de ella para hacerle la vida más amena, ella ha sabido enfrentar los golpes de la vida.

Son las 6:30 de la mañana, la na-turaleza hoy luce triste y el sol aún no sale, el verde de las plantas es intenso y suave a los ojos del sur, Almirante.

Intento dibujarte en mi pen-samiento, en tu cara, tus ojos, tu cara, tu voz… más gris se pone esta mañana que apenas despierta.

Vuelvo al recuerdo de tus gestos de niño, tus sueños, tus esperan-zas sigo observando, la brisa em-pieza a agitar las plantas, mueve sus esqueléticos cuerpos, empieza a sonar la música, todo entra en un ritmo lúgubre; si, ahora lo veo con más claridad, mi conciencia ha viajado hasta mi inconsciencia para encontrarte, ya puedo oír tu voz y si la sigo hallo tu sonrisa, ha penetrado a mí tu existencia, le puedo ver caminar la calle siguien-te y perderte al doblar la esquina, al perseguir tus sueños porque es-toy llorando y este sentimiento de ausencia llega de repente hasta mí, porque ya no puedo verte y esa lá-grima se desliza otra vez de mi cara y la siento caliente, ¿dónde está?,

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Familia Ducuara Díaz

Padres : Carlos Hernando Ducuara Viuche y Zenaida DíazYeison Alexander Ducuara Díaz, nacido el 30/05/1998.

llegado ese día. Sólo sé que en una audiencia de Justicia y Paz, el señor Guillermo Torres habló y dijo que él había dado la orden de que mata-ran a mi hijo y su familia, el único que se salvó extrañamente fue el conductor del carro, pero él no da la cara para explicarnos lo que pasó, es todo un misterio.

Mi nieto está vivo, es lo que ya sabemos, el caso está con el ICBF para acercamiento a la familia de origen o sea nosotros, que lo es-tamos esperando con los brazos abiertos para darle el amor que te-nemos para él.

Quisiera que ustedes me le transmitieran una pregunta al se-ñor Guillermo Torres: Si es usted quien sabe donde esta mi hijo y su familia ¿Por qué no me hace el fa-vor y habla claro y me entrega los restos óseos? Cosa que le agrade-cería para poderles dar cristiana se-pultura.

Yeison tenía 4 meses de nacido

Insomnio Tengo el mal de los recuerdos

que me aniquilan y me matan, en mis noches de insomnio que agol-pase mi alma, con las penas del presente, las angustias del futuro, van llegando los fantasmas de los recuerdos dolorosos y sombríos, cual banda de gaviotas que al em-puje de los vientos, encontrados moribundos que se dirigen a la playa, esparciendo densas gotas de sus plumas como lágrimas y en-

es mi pregunta constante, alguien dijo el otro día que habías muerto, recuerdo sus palabras como una pesadilla, he esperado tanto tiem-po tu regreso pero esta realidad supera mis sueños, ha empezado a llover, sólo escucho el sonar de las gotas al chocar con las tejas de eternit y a un escandaloso pájaro que no para de cantar. Mamá, no te ha olvidado, todos los días vives en ella, puedo ver sus ojitos llenos de agua, tu recuerdo paseándose por su mente una y otra vez, ha dejado de llover y la calma vuelve a despejarte, sólo puedo decirte algo mamá: papá y mis hermanos nunca te dejaran olvidar, por siempre exis-timos en mí.

Apenas cambié la ortografía de algunas palabras, pero nada más, en vista de que es un texto de crea-ción y desconozco su estructura emocional

Carta de despedida(Atribuida al escritor argen-

tino Jorge Luis Borges)Si por un instante Dios se olvi-

dara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, aprovecharía ese tiempo lo que más pudiera. Posiblemente no diría todo lo que pienso, pero de-finitivamente pensaría todo lo que digo. Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que signi-fican. Dormiría poco, soñaría mas, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos perdemos sesen-ta segundos de luz. Andaría cuando

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301los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen.

Si Dios me obsequiara un trozo de vida vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubier-to no solamente mi cuerpo sino mi alma, a los hombres les podría decir cuan equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que se enveje-cen cuando dejan de enamorarse, a un niño le daría alas, pero dejaría que él solo aprendiese a volar.

A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, si no con el olvido de tantas cosas que he aprendido de ustedes los hom-bres… He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdade-ra felicidad está en subir la verda-dera escarpada, he aprendido que cuando uno es un recién nacido aprieta con su pequeño dedo a su padre, lo tiene atrapado para siem-pre.

He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo cuando ha de ayudarle a levantarse. Son tantas cosas las que he podido aprender de uste-des, pero realmente de mucho no habrán de servir porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo. Siempre di lo que sientes y haz lo que piensas, si supiera que hoy es la última vez que te voy a ver dormir te abrazaría fuertemente y rezaría al señor para poder ser algún día tu alma, si supiera que estos son los últimos minutos que te veo diría te quiero y no asumiría tontamente

que ya lo sabes, siempre hay una mañana y la vida nos da otra opor-tunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda me gustaría decirte cuanto te quiero, que nun-ca te olvidaré.

El mañana no está asegurado a nadie, joven o viejo, hoy puede ser la última vez que veas a los que amas, por eso no esperes más, ha-zlo hoy, ya que si el mañana nunca llega seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo, man-tén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesi-tas, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles: lo siento, per-dóname, por favor, gracias y todas las palabras de amor que conoces, nadie te recordara por tus pensa-mientos secretos, pide al señor la fuerza y la sabiduría para expresar-los, demuestra a tus amigos y a tus seres queridos lo tanto que te im-portan.

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QRelato de Inés

este proyecto, nos ha dado el valor y la confianza de hablar sin temor.

Gracias a ustedes por permitirnos decir lo que sentimos, porque mu-cha gente murió inocente, cuántos hijos huérfanos quedaron, cuántas madres lloran y cuántos hermanos aún recuerdan.

Recuerdo el momento en el que quedaron mis hijos pequeños, sufrí con ellos, él era el mayor, me ayu-daba y me dio valor cuando perdi-mos al papá, así pude darles calor, amor. Cuando me lo mataron tan grande, de 29 años, tanto sufre uno para criarlo, para que venga otro y lo mate y quede la cosa así, porque ellos son ellos.

También recordar que por donde uno ande muchas veces va a ver a alguien parecido a su hijo muerto, va a estar en la comida que le gus-taba y en todo lo que a él le gus-taba, en lo que él hacía, la música, los discos, siempre estaré con él, le pido a Dios que me dé el valor.

uiero decirles que para mí, mi hijo me hace mucha falta, que no he podido calmar ese vacío tan grande que quedo en este hogar. Porque para mí, era un hijo que me colaboraba con el estudio de mi hija y también cuando yo necesi-taba algo, conmigo no fue grosero y ambos nos colaborábamos. Mis otros hijos me dieron mucho valor, pero siempre recuerdo ese mo-mento cuando lo encontré botado en ese negocio como si él fuera un animal y nadie hizo nada por temor a que de pronto pasara lo mismo con sus hijos. Por eso agradezco a la Defensoría del Pueblo de Justi-cia y Paz, que nos dieron una voz de aliento para poder hacer lo que estamos haciendo y también para podernos desahogar y de pronto decir lo que nunca habríamos di-cho desde este hogar: el dolor tan grande que tenemos dentro del corazón porque a pesar de todo nunca recuperamos a ese hijo que se fue y que tanta falta me hace, les agradezco que hayan hecho

Por: María Inés Bonilla de Rojas

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Vida y obra de Manuel Ángel Pinzón Garavito MManuel Ángel Pinzón Garavito

nació un 23 de enero de 1974, en la ciudad de Villavicencio. No fue un parto normal, resulta que en vez de nacer él solo, nació acom-pañado. Nació en compañía con una hermana, dicen se comió todo lo de él, porque ella nació gordita y él no. Otro dato chistoso de ese día es que nació de siete meses y no a los nueve como es normal.

Así transcurrieron los días y a la edad de cuatro años su familia y Manuel Ángel se vinieron a vivir a Puerto López.

Su vida fue como la de un niño común y corriente: juegos, escuela y amigos. Por ser el menor se creía con más derecho y a sus herma-nos los hacía salir corriendo de la casa diciendo que la casa era de él. Ésta era una de sus bromas favori-tas. Cuando cumplió 5 años ingre-só al jardín infantil San José, junto con su hermana. Manuel siempre

se destacó entre los demás niños porque sus ojos azules y su cabello rubio lo hacían ver como si fuera un niño gringo, hasta tal punto que llegaron a decir que era hijo del pa-dre Luis Boll.

En este lugar estudiaron los gra-dos de pre-kínder, kínder y prime-ro. Después pasaron a la escuela Uribe y a la escuela Lara, respecti-vamente. Luego, al pasar los años ingresó al colegio Enrique Olaya He-rrera y sin razón justificada dijo que no quería estudiar más. Su madre, pensando en su futuro y como ella siempre le decía que el estudio era la única herencia que le podía dejar y que no se acabaría, le insistió para que siguiera estudiando. Él ya había tomado la decisión de no estudiar más y como su mamá lo obligaba a ir, él decidió coger de ruana a un profesor, razón por la que lo expul-saron. Hasta aquí llegó el estudio de Manuel. Cabe anotar que tiem-

Por: María Gladys Garavito

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307po después se arrepintió por no ha-ber terminado con los estudios.

Como no quiso estudiar, su mamá lo ponía a cargar desperdicios para los marranitos que ella cuidaba en el patio de su casa. Cuando cum-plió sus 17 años Manuel se fue de la casa, sin rumbo fijo ni dirección, pero no fue iniciativa de él, si no aconsejado por un amigo. Siempre se ha dicho que “la aguapanela de la casa es más dulce” y que “no hay como el hotel Mama”, por esta ra-zón días después (1 mes aproxima-damente) Manuel volvió a casa.

Todo fue normal hasta que un día decidió irse a aventurar, como decía él. Así pasaron muchos años. Se iba y volvía. Duraba unos días en su casa y cuando menos se pensa-ba arrancaba y se iba nuevamente. Eran meses enteros sin saber nada de él, volvía a aparecer y llegaba a su casa como si nada, se levantaba temprano y como era su costum-bre se sentaba bajo los árboles que hay en frente de su casa a tomar tinto. Este era tal vez el único vicio que tenía. Porque el día que él no tomaba tinto se ponía de mal ge-nio, siempre decía que el tinto lo trasnochaba… pero el que se que-daba en la olleta.

En estos años su vida transcurrió normalmente, en el año de 1996, un 6 de enero, se murió el señor Segundo Manuel Pinzón Barbosa, padre de Manuel Ángel. Como era de suponer, su madre, sus herma-nos y él se dirigieron a la ciudad de Villavicencio, al velorio de su padre, allí se encontraron con la sorpresa, de conocer a unos hermanos por

Su amor platónico fue Amparo Grisales.

Cuando aprendió a jugar billar se la pasaba hasta tarde en los bi-llares, después ya se volvió casi un profesional y eran contados lo que jugaban con él, por temor a perder su platica.

Cuando alguien le pedía plata prestada le decía: Si quiere plata trabaje.

Como bailarín era un profesio-nal. Como sería que en el matrimo-nio de su hermano mayor, el cual se realizó en Palmira (Valle), fue el centro de atracción por la forma en que bailaba, sobre todo salsa.

A Manuel no le gustaban los términos medios, en cuestión de comida. Si era de sal tenía que ser salado y si era de dulce tenía que ser dulce.

Algo típico de Manuel era verlo descalzo y con la camisa al hombro. Un día una amiga le preguntó: ¿Ma-nuel por qué anda descalzo?, y él le contestó: Es que se me perdieron los zapatos y los estoy buscando.

Un día que no amaneció en la casa, su mamá le preguntó que dónde había amanecido, que ella estaba preocupada. Él muy tranqui-lo le contestó: Estaba durmiendo en el cementerio, acompañando a Campo Elías, le lleve un par de cer-vezas. Para que entiendan Campo Elías fue el padre que nunca tuvo Manuel. Fue la persona más mara-villosa y comprensiva de todas, fue el padre que todos quisieron haber tenido.

Como tío, Manuel era muy alca-

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parte de padre. Digo sorpresa por-que entre los hermanos había unos más viejos que la madre de Manuel. Esos días se conocieron con unos hermanos que no conocían, en to-tal los “Pinzones” eran doce. Al re-partir la herencia Manuel se volvió millonario. Así se volvió “loco”, en sentido figurado. Compró moto y se la pasaba paseando. Más ade-lante la moto no le gustó, hizo un cambalache y se compró un carro. Se dedicó a la farra, la rumba y la vagancia. Sólo tomaba trago fino y así le resultaron “amigos”. Pero como es sabido, “donde se saca y no se echa, se acaba la cosecha” y la plata se acaba y los amigos tam-bién. Después de esto “andaba del timbo al tambo”, como dicen.

Un día le preguntaron por qué él no ahorraba y contestó: Yo hago lo mismo que Diomedes Díaz, la plata que cae en mis manos la gasto en mujeres, bebida y bailando. Que él no iba a dejar plata para que otro la disfrutara.

Aquí abrimos un espacio para al-gunos datos importantes sobre la vida de Manuel:

Algo que el siempre decía era: Es mejor que digan, aquí corrió, que aquí quedó.

Como hermano fue una persona incomparable. Cuando su hermana quedó embarazada, él se iba a bus-car chatarra para luego ir a venderla y llevarle a su hermana una malta y una tajada de ponqué o el ponqué entero según las ganancias del día. Este es un detalle que su hermana nunca va a olvidar.

hueta. A sus sobrinos, desde que tuviera plata, les gastaba lo que pi-dieran. A su sobrina mayor le decía “Titis”, se llama Tatiana.

Cierto día la hermana de Manuel lo convidó de paseo a Granada, ella iba a pagar una deuda que tenían en una finca de ese municipio y no quería ir sola. Al llegar a la finca el carro no los acercó hasta el sitio exacto, sino que los dejó en un si-tio apartado, así que les tocó cami-nar un buen tramo. Al pasar unos 30 minutos, él se desesperó y dijo que tenía sed. Como es de esperar en este lugar no había ni una tienda y Manuel abrió la boca para decir algo muy cierto: Uno con plata y no tener donde gastarla, con sed y no haber que tomar, eso sí es muy duro.

Su hermana tuvo los hijos sien-do muy joven y un día el salió con la hermana y sus sobrinos, la gente los miraba y decía: Esos muchachos tan jovencitos y con esos niños tan chiquitos, pobrecitos cómo harán.

Manuel Ángel, aunque no hizo cursos de ninguna clase era ex-perto en instalaciones eléctricas, reparaba ventiladores, grabadoras y todo lo que tuviera que ver con electrodomésticos.

Cuando quería escuchar música, lo hacía a todo volumen, era un apasionado por la música de Dio-medes Díaz, los merengues (pero los viejos), la música norteña y las rancheras.

A la edad de 6 años, su madre le compró el primer jean. Como era de suponerse, después de eso no

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309tenía más que ponerse, ya que el gusto por el pantalón era tanto que así estuviera mojado lo cogía de la cuerda y se lo ponía. Su madre lo regañaba y le decía que si era que no tenía más y él simplemente le contestaba que el pantalón ya es-taba seco y que estaba muy bonito.

Una vez, Manuel convidó a un amigo a pasear, le dijo que ya era hora de que conociera el mundo. Se lo llevó hasta Santander, estan-do por allá se les acabó la plata que llevaban y no tenían ni para devol-verse, muchas noches durmieron en una estación de servicio arropa-dos por una hoja de periódico. Para Manuel era algo normal, pero para su amigo no. Al devolverse el amigo le dijo que no lo volviera a convidar a esos paseos.

Manuel era un muchacho muy echado pa`lante. Le gustaba mu-cho arreglar ciclas, pescar, recoger chatarra. Él no le negaba un favor a nadie.

Manuel era un aventurero por naturaleza. Con los años que tenía al momento de su desaparición, se había dado el gusto de cono-cer la Zeca y la Meca. Había estado en Medellín, Santander, Arauca, la Costa, en fin, había recorrido bue-na parte del territorio colombiano y no contento con eso estuvo en la frontera con Venezuela e ingresó a dicho país como un turista más.

Manuel era muy amante de los conciertos y como era de suponer-se no tenía dinero para ingresar, pero él se las ingeniaba y cuando menos se esperaba ya estaba to-mándose fotos con los artistas.

Su habilidad para los asuntos de la electricidad era su boleta de entra-da.

Él se hacía pasar por técnico de sonido y cuando uno menos pen-saba ya estaba en la tarima.

Otra cosa que Manuel odiaba eran los “sapos”, él siempre decía: De mi pueden decir lo que sea, me-nos que soy un sapo, yo chismoso no soy.

Ya retomando la historia, el 12 de marzo, dos días antes de su des-aparición Manuel había ido a pescar y a bañarse al caño La Venturosa. El 14 de marzo del 2000, Manuel se bañó como de costumbre, se vistió a medias y se puso un jean azul y sus botas cafés marca Brahma y su camisa a cuadros (pequeños) color azul claro y se la echó al hombro. Salió a las 3:30 de la tarde y le dijo a su madre Ya vengo, de esa fecha a ésta no se sabe nada de él.

Así pasaban los días y su madre guardaba la esperanza de que al-gún día apareciera. Su hijo mayor la visitó en esos días y le dijo que no se preocupara que apenas le dieran vacaciones, él se venía y se ponía al frente de la investigación.

El 14 de junio de 2002, la guerri-lla, en San Luis de Antioquia, mató a Carlos Alcides Pinzón Garavito, her-mano de Manuel Ángel y allí quedo la esperanza de averiguar por Ma-nuel. Éste fue otro duro golpe para su madre.

Ella no ponía ninguna denuncia porque siempre le decían: A él lo vimos en Pueblo Nuevo, estaba por ahí andando con la camisa al hom-

bro o lo vimos en tal parte y enton-ces ella se confiaba de eso y seguía guardando esperanzas.

Después de la muerte de su hijo mayor, quien era sargento del Ejér-cito, Doña Gladys quedó totalmen-te desamparada, ya que este hijo era el que veía por ella. Ya que de la indemnización que da el gobier-no en estos casos a ella no le tocó ni un peso, todo se lo dieron a la esposa.

Ya con el pasar de los años, Doña Gladys se decidió a poner la denun-cia y hoy en día está en trámites.

María Gladys Garavito.

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Relato de Sandra Camila y su madre

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MEl 14 de mayo del año 2005 sien-do las 6:10 de la mañana mataron a mi esposo estando conmigo; con él y con mi hija pasé los últimos cua-tro días y esos últimos momentos con nosotras fueron tan maravi-llosos. Yo nunca pensé que a él le fuera a pasar nada.

Yo fui una persona muy cons-ciente, cuando empecé a vivir con él sabía del trabajo que él tenía, pero así lo acepté y nunca le repro-ché nada. Siempre fui una persona que lo apoyé hasta el último mo-mento en que me lo quitaron.

Cuando quedé tan sola con mi hija, pensé que nunca podría so-portar y superar todas las cosas, no encontraba solución a nada, todo me parecía tan difícil sin él, sentía que mi vida no tenía sentido, él era ese bastón en el que yo me apo-yaba.

Pero en el cielo hay un Dios tan grande, que es la única persona que nos da esa fuerza y ese valor para aceptar las cosas por más difí-ciles que sean y para seguir adelan-te. Haber perdido a mi esposo fue algo muy duro, al igual para mi niña que tan solo tenía 2 años y medio, y no lo podía asimilar muy bien. Yo

sé que a ella le hace falta su papito, yo he tratado de brindarle todo lo mejor de mí para que ella no sien-ta ese vacío de su papito. Nueva-mente le doy gracias a Dios porque hasta el día de hoy he sabido salir adelante, también a mi esposo por-que me dejó un techo para vivir, por lo menos fue una persona que pensó en nosotras, en no dejar-nos desamparadas. Hoy en día vivo con una persona que me ha sabido comprender y que sobre todo ha tratado de brindarle a mi niña afec-to y cariño, es algo que veo en él y me motiva.

Con él hemos compartido mo-mentos maravillosos, hemos sabido soportar los momentos duros que muy pocas veces hemos pasado. El recuerdo más bonito de mi esposo es mi hija, cada día me siento más orgullosa de ella porque la he visto crecer desde el momento en que su padre partió.

Dedicatoria a la memoria del ser que medio la vida que es mi padre

Papito lindo: ya tú no estás con nosotras, pero quiero que sepas que tú sigues en nuestra mente y en nuestros corazones.

De tu hija, Sandra Camila

Por: Sandra Irene Villamizar Vanegas

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ERelato de Luz Day Osorio n el año de 1994 me fui a tra-

bajar junto con mi esposo Jorge Rojas y mis hijos Mary Sogamo-so, Rogelio Sogamoso, Esmeral-da Sogamoso, Carmen Luz Rojas y Jorge Andrés Rojas, estos dos últimos eran hijos de Jorge Ro-jas y los otros él me los había ayudado a criar.

Nosotros nos fuimos a traba-jar como encargados de la finca “La Carolina” en la vereda Mara-yal del municipio de Puerto Ló-pez (Meta).

Llevábamos cerca de nueve años trabajando en la finca, pero el día 21 de agosto de 2001, a la una de la mañana llegaron va-rios hombres armados, vestidos de camuflado. Dos de ellos en-traron a la casa y nos acostaron boca abajo en el patio, a mí y a tres de mis hijos, Carmen, Jorge y Rogelio. Dos de los tipos co-gieron a mi esposo, lo amarra-ron y lo sacaron. Le decían que

él era el que mantenía a los para-militares y mi esposo les respondió que no, que averiguaran bien, que los únicos que venían eran los que cobraban la vacuna.

No pudimos hablar con Jorge, se lo llevaron amarrado, se fueron por el callejón de la finca hasta llegar a la carretera y hasta la fecha des-conozco su paradero. No sé si está vivo o muerto.

Ese mismo día, como a las seis de la mañana puse el denuncio en la fiscalía. Alcancé a durar tres años y medio más trabajando en la finca, sola con mis tres hijos. Carmen, que en ese entonces tenía nueve años, Jorge diez años y Rogelio que tenía 14 años. Me salí de la finca porque el patrón la vendió en el año 2005.

No supe quienes fueron los que se llevaron a mi esposo, porque cuando ellos llegaron a la finca y tocaron a la puerta se identificaron como guerrilleros, pero no sé nada más.

Por: Luz Dary Ospina Ciro

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EMartha

Gaitán Barrera

tocó ponerme a buscar trabajo pero en el pueblo no me daban trabajo, porque las niñas estaban muy pequeñas y me tocó buscar trabajo en una finca. Por cosas del destino al llegar a esa finca, nos en-contramos nuevamente con Omar, nos sorprendimos. Entonces él me preguntó qué hacía yo por allá, en-tonces yo le conté que Ferley me había abandonado y no me colabo-raba con las niñas. Él me dijo que era bienvenida, eso fue en diciem-bre de 1996, él se vino el 29 de diciembre del mismo año por que le habían pagado el preaviso. Yo me quedé allá cocinando duran-te dos meses, luego me vine para Puerto López y él estaba viviendo donde la ex suegra. Nos volvimos a encontrar al poco tiempo, tuvi-mos una relación de pareja por 5 meses y luego formamos un hogar.

sta es mi historia desde que dis-tinguí al señor Ómar Moreno. Lo distinguí en el año 1991, por medio de la familia de la esposa. Desde entonces nos hicimos amigos, tu-vimos una buena relación de amis-tad.

En ese entonces yo era soltera y él vivía con la señora Alix Ochoa, él era padre de dos niñas.

Al poco tiempo formalicé un hogar con el señor Ferley Payan, con quien viví 5 años, durante ese tiempo nos distanciamos un poco con el señor Ómar, pero continuó nuestra amistad. En el transcurso de esos 5 años falleció la esposa, él se fue a trabajar a una finca llama-da Valdivia.

Entonces mi esposo, el señor Ferley, se fue dejándome por otra mujer, dejándome dos hijas. Me

Por: María Gaitán Barrera

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Nos fuimos a trabajar a una finca llamada Cambras, al poco tiempo quedé embarazada del niño que falleció junto con él. Allá duramos dos años, luego nos vinimos para el pueblo vivimos donde mi mamá cerca de dos meses. Luego nos fuimos a vivir a la casa de las hijas de él, se puso a trabajar en oficios varios: pescaba, hacía contratos de cercas, sembraba pasto; con eso nos sostenía, nos pagaba la comida y los gastos. Posteriormente quedé embarazada del niño Ómar Adolfo, seguimos viviendo en el pueblo. Entonces la hija menor de él, Diana Moreno se casó con el señor Álvaro Plata, era mucho mayor que ella, pero se enamoró de él y se fue a vi-vir al barrio La Laguna. No sabíamos los problemas que el señor Plata te-nía, él había trabajado en la Armada Nacional pero ya se había retirado del cargo. Ellos duraron viviendo un año, cuando nos enteramos que él tenía problemas pero no sabíamos con quiénes.

Un día nos contaron que le ha-bían hecho un atentado al pie de la bomba de gasolina, cuando eso se llamaba el Edén, ahora se llama la Brío. Como él había trabajado en la Armada Nacional, pidió protección para él y dejó la esposa viviendo en la casa sola, pero llegó una hija suya llamada Susana y se quedó viviendo con Diana. Susana tenía una moto 80 Suzuki roja, entonces Diana le regaló unos busos que utilizaba el esposo, Álvaro Plata.

Mi esposo Omar, trabajaba en una finca del señor Pablo Garzón, le ordeñaba las vacas y luego se venía para el pueblo. Con ese problema de Álvaro Plata, a la hija de Ómar le daba miedo quedarse sola y le dijo al papá que fuera a acompañarla de noche. Él se iba a acompañarla y se llevaba el niño David. A la se-gunda noche de haberse quedado madrugó a las 5:30 a.m. para irse a ordeñar entonces la hija de Álvaro, Susana, sacó la moto V80 y le dijo a Ómar que ella lo llevaba hasta la casa para dejar el niño y luego irse a ordeñar. Salieron de la casa de la hija y a las dos cuadras, salieron los sicarios y le dispararon confundién-dolo con señor Álvaro Plata, porque él tenía un buzo rojo y portaba un casco grande negro. Así fue como dieron muerte al señor Ómar More-no y al niño David Moreno, a ellos los llevaron al hospital , pero Ómar ya estaba muerto y el niño está muy grave. Inmediatamente el niño fue trasladado a Villavicencio, a mi me avisaron y corrí al hospital pero cuando llegue mi esposo esta-ba muerto y mi hijo lo llevaban. Mi hermana Carmenza se fue con el bebé porque yo estaba muy mal y no sabía qué hacer. A las 10:30 de la mañana me llamaron para infor-marme que mi hijo había fallecido. A mi esposo lo llevaron para Villavi-cencio a la funeraria y regresaron a Puerto López a las 7p.m. al barrio la Victoria, donde fueron velados los dos cuerpos, el de mi hijo y mi

esposo. Al día siguiente fue un día muy desesperante porque no los iba a volver a ver nunca más, pero siempre los llevo en mi corazón.

El sepelio fue a las 3 p.m. en el cementerio local de Puerto López, ahí fue la última vez que los vi, eso fue el 2 de junio del 2000. Desde ese momento empecé a luchar sola con mis hijos, luego con el tiempo conseguí un compañero, convivi-mos dos años pero por varias cir-cunstancias nos separamos, tengo un bebecito de él.

Ésta es mi historia y mi tragedia, Gracias a Dios he podido salir ade-lante con mis hijos.

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LGranada - Meta

Este municipio se encuentra localizado en la región del Ariari, siendo su puerta de entrada para la misma. Se considera un polo de desarrollo regional. Granada está ubicada a 86 km de la capital del departamento del Meta con una al-titud de 332 metros sobre el nivel del mar. Su población es de 50.172 habitantes y su territorio está cons-tituido por 30 veredas.

a agricultura es la base principal de la economía del mu-nicipio de Granada contándose, entre los más importantes cultivos, los de arroz, plátano, palma de aceite, yuca y cí-tricos. Las explotaciones de ganadería bovina constituyen un renglón importante en la actividad de la municipalidad, y su comercio es fuerte ya que como polo de desarrollo congrega a más de 13 municipios de la zona.

La posición estratégica del municipio de Granada en la región del Ariari ha provocado que sea lugar de congrega-ción de personas provenientes de municipios aledaños, in-cluyendo familias de municipios del vecino departamento del Guaviare.

Se refleja en este municipio la presencia y accionar de grupos armados al margen de la ley, los que han aportado una alta cuota de víctimas en el marco del conflicto arma-do. Históricamente ha hecho presencia y tiene su influen-cia directa la guerrilla de las FARC en las zonas urbanas y rurales, y los grupos de autodefensas con el bloque Cen-tauros. Después de la desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia ha hecho presencia la nueva genera-ción de autodefensas denominadas ERPAC en cabeza de alias “Cuchillo”.

El municipio de Granada ha sido fuertemente azotado por la violencia protagonizada por los grupos armados al margen de la ley, la cual se refleja en prácticas como la desaparición forzada, asesinatos selectivos, reclutamiento forzado de menores, desplazamiento forzado, torturas y tratos degradantes a población civil, extorsiones, pago de vacunas, entre otros delitos.

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Relato de José Antonio Cortés ............................................................322

Historia de Gambeiro De Jesús Calderón Por: María Consuelo Ceballos ........................................................................328

Historia de Manuel Por: Ana Silvia Loaiza ..................................................................................330

Historia de Armando Sanchez Caicedo ................................................332

Historia de José Joaquín Gómez Ardila Por: Eulalia Rodríguez Parra .........................................................................334

Historia de Luz Stella Rojas Giraldo Por: Isabel Giraldo ......................................................................................336

Historia de Jamilson Ramírez Godoy Por: Azucena Godoy Díaz .............................................................................338

Historia de José Orlando Bolansio Por: Rosalba Betancur .................................................................................340

25 – 5 - 2010 .......................................................................................342

Historia de Yesica María Molina Murillo Por: Blanca Esneda Murillo ...........................................................................346

Historia de Luis Ernesto Arango Por: Bisenia Arango de Arango ......................................................................348

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Contenido Granada

Historia de José Jesús López Castrillón Por: Fanny Londoño ...................................................................................350

Tres víctimas Por: Francy Enic Martínez Vásquez ..................................................................352

Gloria Amparo Llanos ...........................................................................356

Historia de mi relación con Guillermo León Zamora Tafur Por: Marina González ..................................................................................360

Miller Torres Alope ................................................................................364

Historia de Isidro Hernández Por: Paula Andrea Hernández .......................................................................366

El Finado Raúl Garzón ..........................................................................372

Historia de Arnulfo Martínez Bohorquez Por: Elvira Bohorquez de Martínez ..................................................................374

La Vida de Mi hijo Por: Flor Enriqueta Godoy ............................................................................376

Historia de mamá Floralba Hernández Ceballos y mi papá Jairo Henao Arias .................................................................382

Historia de José Edilsón Ochoa ............................................................386

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Relato de José Antonio Cortés

Habla don José Antonio

Tuve una vida muy difícil, pues me tocaba a las 3 de la mañana le-vantarme a hacer comida para mis hijitos, para poderme ir a trabajar a las 5 de la mañana. A las 6 de la tarde estaba llegando para hacerles la comidita y me tocaba lavarles la ropita, bañarlos, darles la comidita y acostarlos a dormir. Fue una vida muy dura, pues me tocaba dejarlos solitos donde vivíamos.

Ellos se fueron formando y ya grandecitos fueron solucionando un poquito más las cosas. Sufrí mucho porque me tocó irme de celador de noche y dejarlos solos en la casa. Me llevaba los dos más pequeñitos y los acostaba en una caja de cartón en la parte donde me tocaba celar. Me tocaba estar muy pendiente para no dejarlos pi-car de los zancudos.

Dentro de los hechos que nos

han ocurrido a nosotros, están que a mi tío lo encontraron a las dos de la tarde en el andén de unos billares, golpeado en el cráneo. El levantamiento del cuerpo lo hizo la Policía. Después fue el caso de mi abuela que falleció por un paro cardíaco, fue un momento crítico y con muchos problemas econó-micos. Muy seguida a esta tragedia fue el caso de mi madre que llega-ron y me la asesinaron cuando ella estaba fumigando.

Cuando se me fue mi esposa yo no estaba, cuando regresé me en-contré con la sorpresa de que se había ido esa noche anterior deján-dome los cuatro hijos de los dos. Entre los cuatro se encontraba una niña de brazos, uno de dos años, otro de quince meses y la mayor es-taba como de cinco añitos. Mis nie-tas desde ahí para acá siempre han vivido solas, hasta este momento que me encuentro nuevamente le-vantando mis nietas, ellas son mis compañeras de convivencia.

Por: José Antonio Cortés Restrepo

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325Hablan las nietas

Nosotros llegamos al pueblito de Circasia y ya mi abuelito le daba algo de sustento a mi mamá, cuan-do estaba viva. Nosotras vendía-mos maní en una choza. Después de ésto le dieron una tierrita a mi abuelito para que la disfrutara, y sembrara comida, para que la cui-dara y para que hiciera un ranchito, para que pudiera cuidar la finca “Vi-lla Andrea” en el corregimiento de Salento (Quindío) vía a Juan Bosco. Ahí fue donde mataron a nuestra madrecita llamada Luz Elena Cortés Echeverri, ahí quedamos huerfani-tas siguiendo los sufrimientos de mi abuelito.

Mi mamá se encontraba fumi-gando cuando llegaron a preguntar por ella, para darle una razón que había mandado el papá de noso-tras. Fue cuando ella le dijo al tipo que entrara y tomaran tintico mien-tras ella desocupaba la fumigadora con la que estaba fumigando vene-no para la plaga, ahí fue cuando él le dijo: Tranquila monita que yo no la voy a demorar tanto, mientras mi mamá le echaba aire a la fumi-gadora le dijo, Cuál sería la razón, él estaba ahí cerquita en la puerta de troncos con una mano encima de la talanquera y tenía una mano por detrás de la cintura. Cuando mi mamá le dijo que le diera la razón fue cuando el hombre sacó un re-vólver y le disparó. Mi mamá cayó al suelo pegada a nosotros, al instan-te corrió la gente y mi tío William a ver qué era lo que había pasado, él se encontraba lavando la ropa que se había quitado. El tipo, cuando

do ayuda a Dios, que lo ayudara, que él qué iba a hacer, porque no tenía con que comprar el ataúd. En medio de la desesperación un señor me ayudó y me llevó a la al-caldía de Circasia, habló con la per-sonería y me consiguieron el ataúd, el señor me escuchó esas súplicas de clamor que yo le hacía y todo gracias a Dios, nos cuenta hoy mi abuelito.

Habla don José Antonio

En ese momento la llevamos a un cambuche de la finca donde vivíamos, ahí fue velada mi hija. Al otro día del velorio la llevamos a darle cristiana sepultura, para mí fue muy doloroso pensar que había quedado sólo en el mundo, pero mis nietas me ayudaron mu-cho. Ellas estaban muy pequeñi-tas, vieron el desespero mío de ver que ellas no hacían sino llorar a la mamá y preguntarme por ella, me agarraba la depresión, sentía morir-me, no sabía qué decirles ni cómo consolarlas, pero gracias a Dios, el Señor me ha dado fortaleza para luchar con ellas y salir adelante en ese momento.

Para no vivir ese recuerdo decidi-mos irnos unos días para el pueblo mientras podíamos olvidar un poco lo sucedido. Ahí fue donde hici-mos en la personería un derecho de petición para ver si nos ayuda-ban y nos hacíamos a un lotecito para nosotros hacer un cambuche,

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mi mamá cayó, salió corriendo y se escapó.

Esos hechos ocurrieron a la una pasada, en la tarde, mi tía comenzó a llorar y a gritar cuando mataron a mi mamá. En esas llegó mi abue-lito que estaba llevando una hoja de vida para trabajar, él miro a mi mamá tirada en el piso y a nosotros gritando. Venía con mi hermanita Angie Paola de la manito porque estaba muy pequeñita, él la cargó y corrió a ver qué era lo que había pasado. Cuando él miró a mi mamá así en el suelo, la alzó y la colocó encima de sus piernas, empezó a llorar moviéndola para ver si ella le respondía, lo único que ella hizo fue suspirar tres veces con los oji-tos abiertos mirando hacia el cielo. Mi abuelito desesperado la agarró y gritaba: ¡Ay! Dios mío ayúdame, Señor bendito ayúdame, en ese momento pasaba un carro particu-lar y mi abuelito le pidió ayuda para llevarla al hospital pensando que le podíamos salvar la vida. El señor se negó y ahí fue donde llamamos al cuerpo de bomberos para que me llevara a mí al pueblo a buscar una ambulancia. A la ambulancia que yo conseguí le tocó devolverse a llevar a un niño al que se le reventó la bo-quita y se le zafaron tres dientes, la ambulancia tuvo que ir a atender esa emergencia y por eso se de-moraron para ir auxiliar a mi mamá.

Mi abuelito se vio tan desespera-do porque lo encontró esa trage-dia con veinte mil pesos, que era lo único que lo acompañaba para comprar alguna cosita de comida. Él muy desesperado gritaba pidien-

para evitarlos la pagada de arriendo puesto que no teníamos quien nos ayudará económicamente don-de estábamos. Yo no tenía ningún sueldo.

Hablan las nietasNos tocó regresarnos al pue-

blo porque no teníamos forma de pagar un arriendo. Nos tocó irnos para la finquita y de ahí para acá fue cuando mi abuelito comen-zó a escuchar amenazas, que nos tocaba irnos de ahí de ese lugar donde estábamos nosotros. Senti-mos mucho miedo puesto que ahí fue donde mataron a mi mamita. A pesar de que nosotras estábamos tan pequeñitas sentíamos mucho, comenzamos a decirle a mi abue-lito que nos fuéramos de ahí por-que nosotros lo queríamos mucho, él es la única familia que nosotros tenemos. Él es quien ha luchado y ha sufrido con nosotras, más aun cuando él está haciendo el papel de papá, abuelito y mamá.

Nosotros sufrimos mucho cuan-do estamos mal económicamente, vemos preocupado a mi abuelito cuando se mira mal nuestra co-midita. Yo sé que él tiene muchos gastos con nosotras y por eso no-sotras tenemos que ver con eso, gracias a Dios tenemos a un abue-lito responsable, además, yo tengo un deber con mis hermanas, con ellas soy como su mamá consejera. Yo soy la que les hago de comer, les lavo, pero me duele que no pueda estar con mi mamá, pero por ellas

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327voy para adelante, porque ellas son mi motivo de vida. Por eso le pido a Dios que siempre me ayude, que cuando me muera ellas estén gran-des para que no sufran por mi cul-pa, espero poder cumplir ese de-seo de tener una casita junto a mis hermanas y a mi abuelito le pueda salir lo que le está pidiendo a Dios por la falta de mi mamá.

Nosotros la recordamos mucho, por lo buena mamá y por ense-ñarnos la palabra respeto. Dios perdóname por no hacerle caso a mi abuelo, por eso te ruego que tengas a mi mamá descansando en tu reino y también te pido por mi abuelito que lo ayudes físicamente. Por eso te pido que no te lo lleves sin cumplir el deseo de dejarnos la casita, pero para eso necesitamos tu bendición y te pido que eso sal-ga adelante y te pido que me ayu-des en mi estudio.

A todos, les saludamos en com-pañía de todas mis hermanitas y les deseamos que estén bien y que Dios los bendiga por siempre. Perdonen lo mal que escribimos en este libro, ayúdenos para que llegue lo de mi mamá, tener una forma de vida para nosotros, para no sufrir tanto, no piensen que estamos acosando, solo ayúdenos. Gracias.

Yeimi Viviana Cortez Buita-gro

Carta de amor escrita por nues-tra mamá para el novio. Nunca se entregó al destinatario.

Amor, hoy que no me has llama-do mi corazón se desespera al no saber de ti, mi amor estoy muy tris-te por no saber nada, cuánto diera por escuchar tu voz y poder decirte cuanto te amo y te extraño. Amor donde estés deseo que estés bien y le pido a Dios que te bendiga a todo momento, donde estés quie-ro que sepas que te quiero mucho, aunque no sé si tú piensas en mi como yo pienso en ti, a cada mo-mento de mi vida. Por favor, nunca olvides que extraño tus besos y tus caricias, aunque fueron muy pocas para mí. Deseo que estés aquí mi amor, para abrazarte con todo mi corazón y decirte cuanto te quie-ro, deseo estar contigo, junto a ti y besarte tú boca, dulce tan dulce que parece un bombón. Mi amor no estás a mi lado, siento una tris-teza inmensa por no estar contigo, para poder decirle cuanto te amo y pienso en ti a cada momento de mi vida. Quisiera que me abraces muy fuerte y me digas cuanto me amas, si me amas de verdad, mi co-razón desespera al no saber nada de ti amor, cuánto diera para que estuvieras aquí conmigo y contarte mis problemas y que tú me ayu-daras, no sé si tú también piensas en mi todo el tiempo, pues tú tie-nes cosas más importantes en que pensar, creo que yo si pienso en ti a cada momento, yo quisiera oír tu voz y tu sonrisa, pareces un bebé muy bello. Tú no te me quitas de mi mente, mi amor te quiero, te amo, te extraño mi amor. Mi amor, no estás a mi lado, mi amor esto sólo para ti, mi amor, te extraño, mi amor, me flechaste el corazón.

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AHistoria de Gambeiro de Jesús Calderón

Por: María Consuelo Ceballos

Así fue la historia de Gambeiro y Consuelo. Nos conocimos y nos fui-mos a vivir muy felices, tuvimos un hermoso niño a quien le dimos el nombre de Frederick, por quien lu-chamos para tenerle un hogar lleno de amor y mucha ternura. A los dos años tuvimos una hermosa hija a la que le dimos el nombre de Yured-sy. Ya eran dos niños a los que amá-bamos con todo nuestro corazón.

Gambeiro siempre trabajaba en lo que podía para ofrecerle a los niños un futuro mejor a lo que no-sotros tuvimos en nuestra infancia, siempre luchábamos juntos por lo que queríamos. A los cuatro años tuvimos otro hermoso niño a quien le dimos el nombre de Deivi, ya eran tres hijos por quienes sentirse

muy orgullosos, tenía planes para el futuro de ellos.

Debido a las malas personas que existen, todo lo bonito que tenía-mos nos lo quitaron, de la noche a la mañana quedamos solos con un futuro incierto. Ahí empecé sola a luchar por mis tres hijos y la ver-dad es muy difícil enfrentar la vida así. Éramos muy felices, habíamos convivido catorce años hasta que manos criminales acabaron con su vida.

El día sábado 15 de diciembre del año 2001, salió por la mañana para su trabajo a las 7:00 a.m y nunca llegó. Ese mismo día a las 11:00 me avisaron que lo encontraron muer-to en el barrio Brisas de Irike.

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331gos por su buen humor y respon-sabilidad, sacó su negocio adelan-te gracias a todas sus virtudes, era muy conocido en la región.

Al momento de su homicidio dejó una hija de tres años que no pudo compartir mucho tiempo con su padre, todo por la intoleran-cia de algunas personas. Lo poco que pudo compartir con su hija ella lo recuerda y lo guarda en su memoria como si fuera un tesoro. Manuel era una persona responsa-ble, cariñosa y soñadora. Tenía mu-chos sueños con su familia que en ese momento, eran su esposa y su hija. Soñaba en cómo las iba a sa-car adelante, cómo iba a ser su hija cuando estuviera grande, cómo la iba a educar y a proteger, porque para él era su prioridad.

El día de su muerte se levan-tó como todos los días, se des-pidió de su esposa y su hija sin ni siquiera sospechar que era la última vez que lo verían con vida.

Se dirigió al municipio de San Martín a llevar unas papeletas de un ganado que había vendido, iba con la persona que se las había compra-do y con un muy buen amigo que lo consideraba como un hermano. Iban muy contentos escuchando música y haciendo planes, al pasar por un sitio llamado la “Batea” vie-ron algo muy raro, había piedras en el camino. Se bajaron y al instan-te aparecieron muchos hombres encapuchados, ellos preguntaron, que qué querían, pero los hombres sin contestar nada los amarraron a unos árboles y les preguntaban que dónde estaba la plata, ellos con-testaron que no traían nada y que iban era a firmar unos papeles en San Martín, los golpearon y les qui-

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Historia de Manuel Por: Ana Silvia Loaiza

Manuel murió el 27 de febrero de 1986, era una persona emprendedora, creció al lado de su familia en un hogar ro-deado de mucho amor, acogedor y con mucha paz. Desde su niñez fue una persona sobresaliente, buen estudiante, buen hijo, excelente hermano, buen padre y esposo.

Su vida transcurrió entre su tra-bajo, su familia y sus amigos, salió

adelante gracias a su trabajo y a que era una persona emprende-dora. Al momento de su muerte se desempeñaba como administrador de un negocio familiar. Aparte de esto negociaba con caballos y ga-nado.

En Mesetas, Meta, su diario vivir se dividía entre su trabajo, su fami-lia y amigos. Tenía ocho hermanos, era muy coqueto, era una persona agradable, sobresalía entre sus ami-

taron todas sus pertenencias y de la manera más vil mataron a Manuel y a su mejor amigo, a cada uno con un tiro de gracia. Luego se robaron el carro en que venían y huyeron. La otra persona que iba con ellos fue la que narró estos hechos por-qué a él no le hicieron nada, sólo le dijeron que fuera a avisar lo que había sucedido y que se diera por bien servido porque él no era de la región y que después de esto se perdiera o ellos lo buscaban donde fuera.

Estas personas no saben el do-lor que dejaron en esta familia, dejar una niña huérfana, una es-posa sola y un dolor inmenso que ni con el pasar de los años se ha podido superar. Fue un dolor tan duro que su madre murió al poco tiempo porque no pudo soportar tanta tristeza. Su familia se fue de la región, su hija salió adelante con la ayuda de su mamá pero con un dolor que nunca se supera, de no haber sido por estos hechos había podido compartir más tiempo con su padre.

Es un dolor indescriptible, perder un ser querido de la manera más humillante que se puede acabar con la vida de un ser humano, él no tenía nada que ver con la gen-te absurda, esa gente que no sabe contra quién ni para qué lo hacen. Apagaron la luz de la vida de una persona inocente y opacaron la de toda su familia, porque aunque si-gamos nuestro diario vivir nada vol-verá a ser igual que antes.

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Historia de Armando Sánchez Caicedo

Armando nació el 28 de enero del año 1973 en el municipio de Granada, vereda Puerto Nuevo, inspección de Canaguaro. Inició sus estudios en el colegio Antonio Nariño de la vereda de Puerto Nuevo donde cursó hasta tercer grado.

Vivió toda su adolescencia en la vereda donde se empleaba traba-jando en fincas al jornal. Fue una persona muy responsable, respe-tuosa y alejada de los vicios. Su afición era escuchar música, hacer deporte y además asistía a una igle-sia pentecostal.

Después de un tiempo, él viajo a Puerto Concordia en el Guaviare a trabajar con el papá en el campo. Luego de cinco años volvió y siguió trabajando en Canaguaro. Después se fue a prestar servicio militar en la ciudad de Villavicencio y luego vol-vió a Canaguaro y siguió trabajando en el campo.

El trabajo estaba escaso, él esta-ba planeando volver al Guaviare a trabajar. Cierto día por Canaguaro pasaron un grupo de paramilitares hacia la trocha siete, Armando es-taba saliendo de viaje para San José del Guaviare, estaba esperando el transporte, y al momento en que pasaron estos paramilitares, Ar-mando desapareció. Se indagó so-bre el paradero de Armando y todo indicaba que los paras se lo habían llevado.

No se realizaron las diligencias de denuncia por temor a represalias que pudieran tomar estos señores contra Armando o cualquier inte-grante de la familia. Se escucharon rumores de que se lo habían lleva-do para San José por que él cono-cía por allá.

Pasado un tiempo se escuchó también el rumor de qué había muerto en una emboscada de la guerrilla por los lados del Retorno en el Guaviare. Se trató de averi-guar si eso era cierto pero fue muy difícil llegar a la verdad, nadie daba razón. Al paso de los años apareció la ley de Justicia y Paz con lo cual se apoyaría a las familias víctimas del conflicto armado y que tuvie-ran seres queridos desaparecidos. Viendo nosotros este apoyo decidi-mos poner la denuncia respectiva en Justicia y Paz, con la esperanza de que se nos diera alguna solución o respuesta sobre Armando. Luego de ésto esperamos un tiempo y fue evolucionando el proceso hasta que se llegó a las audiencias con los comandantes de los paramilitares que operaban en la región.

Nos citaron cierto día a una au-diencia con el comandante que se había llevado a Armando, nosotros le dimos los datos de él a los de Justicia y Paz y en la audiencia él corroboró esos datos y confirmo que sí había reclutado a Arman-do en Canaguaro, que lo habían mandado para San José y que a él lo apodaban “Sisi”, que ellos ha-bían sido emboscados en San José del Guaviare y que Armando había muerto, que habían sido llevado para San José y que lo habían ente-rrado como N.N, porque no tenía los documentos de identidad.

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YHistoria de José Joquín Gómez Ardila

Por: Eulalia Rodríguez Parra

o, Eulalia Rodríguez, escribo este relato en memoria de mi esposo José Joaquín Gómez Ardila. Yo viví diez años con él, tengo una hija que se llama Andrea Milena Gómez Rodríguez. Él era celador de Banca-fé y ese era el trabajo con el que nosotros nos sosteníamos y hasta hora no sé por qué lo mataron si él no se metía con nadies. El apodo de él era “chichipato” y su papá y su mamá ya murieron también, y solamente tiene las hermanas.

Él nació en Guamal y después se trasladaron a Granada, Meta, don-de su servicio militar. Después de pagar su servicio militar comenzó a trabajar de celador y lo mata-ron por los lados de El Amparo y la troncal, en la mitad de la carretera. Él era un hombre muy juicioso con los deberes de la casa, de corazón estaré acompañándote hoy maña-na y siempre.

Habla la hijaYo extraño mucho pero mucho

a mi papá, recuerdo los poquitos momentos que estuvimos juntos y compartimos cosas bonitas. Quisie-ra tenerlo todavía, la desgracia que le pasó a mi papá todavía lo creo, a veces pienso que es mentira, pero no. Cada vez que me acuerdo me dan ganas de llorar o cuando se ponen a contar su historia. Me do-lió mucho la muerte de mi papá, al habérmelo matado siento mucho dolor en mi corazón. Tengo 14 años y lo extraño mucho aunque yo sé que él en cualquier lado estará con-migo en las buenas y en las malas.

Quiero que por el crimen de mi papá se haga justicia, pero mucha justicia, a veces lo pienso mucho y sé que él siempre estará a mi lado. En el colegio me preguntan por mi papá yo les digo a mis compañeros que él está muerto, ellos me com-prenden y todos me quieren mu-cho.

Aquí cuento la historia junto a mi mamá, lo queremos demasiado, todavía no aceptamos la muerte de él. Ella dice que todavía lo extraña mucho y yo también. Gracias.

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Historia de Luz Stella Rojas Giraldo

Por: Isabel Giraldo

Yo, Isabel Giraldo, hago este relato en memoria de mi hija Luz Stella Rojas Giraldo. Luz Stella na-ció en Fresno, Tolima el día 2 de agosto de 1956, en el hogar conformado por Eduardo Rojas y Isabel Giraldo. Allí pasó sus primeros dos años de vida, pues por motivos económicos nos trasladamos con nuestra familia en el año de 1958 para Gra-nada, Meta. Allí pasó su juventud en un hogar donde, que aunque pobre, había mucho cariño y amor.

Mi esposo murió a mediados del año 1966 quedando la familia a mi cargo, tuve que trabajar con tesón para darles lo mejor. Los saqué ade-lante con mucho esfuerzo.

Luz Stella estudió su primaria en la escuela Valentín García, cursó hasta quinto de primaria, no estu-dió más por motivos económicos, luego se dedicó a ayudarme a los quehaceres de la casa. Para mí era una gran ayuda, ya era una niña obediente, de buenos principios morales. En medio de nuestra po-breza vivíamos en un mundo feliz. Luego nos trasladamos para una finca en Puerto Caldas, allí estuvi-mos un tiempo. En ese tramo de vida conoció a un joven llamado José Reinel Yuste.

Stella en ese tiempo ya tenía 15 años, al poco tiempo contrajeron matrimonio, unión de la cual na-cieron cuatro hijos. Con su esposo se fueron a hacer sus vidas a otro lado, luego de un tiempo volvieron a Granada. Para ese entonces yo también me había ido de la finca y me vine a vivir a Granada, aquí ha-bía conseguido mi casita. Ella volvió a vivir conmigo, pues ella sabía que en el campo había pocas posibilida-des para educar a sus hijos. Poco después su esposo se fue a buscar suerte en otro lado. Ella quedó ha-ciendo frente con la suerte de sus hijos, trabajo con esmero para ha-cer de sus hijos personas de bien. Yo catalogaba a mi hija como una gran mujer, una gran hija y una buena madre.

Para ver si podía cumplir la meta que se había propuesto, se trasladó de Granada a Puerto Poveda, Meta en agosto de 1994. Sin embargo, su ilusión de encontrar nuevos ho-rizontes fueron en vano porque un domingo 20 de noviembre de 1994 manos criminales acabaron con su vida en medio de sus pequeñas hi-jas, quienes no sabían por qué te-nían que soportar tanto dolor. Fue un día fatídico para nosotros que no entendíamos por qué o quie-nes habían sido los cobardes. Fue una terrible pérdida para sus hijos, hermana y para mí, había perdido a una gran hija.

Pasada toda esta tragedia, mi hija menor y yo quedamos a cargo de mis nietas y con la ayuda de Dios las sacamos adelante. Acabaron sus estudios de bachiller con mucho esfuerzo de parte de todos. Cuan-do todo ésto paso vivíamos en el barrio Belén, en la carrera 16 N. 11 – 66, allí éramos queridos por toda la comunidad, que también lloraba la muerte de mi hija.

Gracias a Dios que nos dio forta-leza para seguir adelante, pues mis nietas, mi hija menor y toda la fa-milia vivimos en armonía haciendo honor a la memoria de mi hija, es-perando la justicia divina. Que Dios bendiga y ayude a todos los que están con nosotros en esta lucha para que algún día reparen tantos crímenes que han dejando desola-ción en tantos hogares.

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Historia de Jamilson Ramírez Godoy

Por: Azucena Godoy Díaz

Este es un relato o biografía de uno de los tantos desaparecidos que hay en este hermoso país que se llama Colombia.

Jamilson Ramírez Godoy nació en el municipio de Vistahermosa el día 6 de marzo de 1982. Fue el segundo de mis hijos. Fue un niño muy saluda-ble gracias a Dios. Cuando llegó la época de estudio fue un poco rebelde porque no le gustó el colegio, le gustaba trabajar con ganado y montar a caballo y así fue creciendo hasta la época de los ocho años. También recuerdo que le gustaba hacer travesuras con los demás hermanos. De tantos ruegos para que estudiara al fin logró ir al colegio en los años 1992, 1993 y 1994. Después no quiso estudiar más, él decía que para trabajar no necesitaba estudio, que el estudio era para los “burros”.

Fue un muchacho poco fies-tero, a la época que él desapare-ció no sabía bailar. Los juegos que a Jamilson le gustaban era jugar bolinche, jugar billar, también era muy aficionado a montar caballo y a hacer vaquerías. También le gus-taba participar en paseos, ir al río a baño o a pesca, o las caminatas de los Viernes Santos, participaba mucho a la hora de organizar la casa en navidad o año nuevo. No le gustaba que se le celebrara los cumpleaños porque decía que era celebrar la vejez.

Habla María EstherYo, María Esther Ramírez, soy

hermana del desaparecido, mi her-mano Jamilson Ramírez, lo recuer-do con mucho cariño en la niñez. A pesar de que éramos pobres fue una niñez muy bonita y vivimos tranquilos. Él era algo de mal genio pero buen hermano, jugábamos mucho en la adolescencia, nos to-caba trabajar un poco y colaborar con los quehaceres de la casa.

Llegó el tiempo en que yo me independicé de la casa, me fui y él quedó al lado de mi mamá. Cuando yo volví a visitarlos él ya estaba for-mándose hombre, tenia diecisiete años de edad, eso fue para una navidad y como recuerdo nos hici-mos tomar esta foto, también fue la última vez que lo vi porque a los pocos meses desapareció.

Habla Nerfy Yamile Tamayo Godoy

Estas pocas palabras que voy a escribir me vienen de las pocas fo-tos que he visto de mi hermano y que mi mamá y mi hermana Esther me han dicho de cómo era él. Yo era una niña de un año, por eso no recuerdo bien. Que dicha fuera yo tener a mi hermano vivo, tendría el apoyo de mi hermano, así como tengo el de mis dos hermanas y mi hermano Azael, pero desgraciada-mente desapareció y esta es la fe-cha que no se sabe nada y quién sabe si se sabrá algo de mi herma-no algún día, espero que sí.

Yo quisiera que en este querido país de Colombia se acabara esa palabra desaparición, para así tener una familia completa y feliz ya que la mía no lo es.

Habla Leidy Viviana Cortés Godoy

Yo, Leidy Viviana Cortes Godoy, hermana del desaparecido, mi her-mano Jamilson Ramírez, lo recuer-do con mucho cariño, en la niñez jugábamos y también peleábamos un poquito, pero así lo recuerdo mucho. Lo último que viví con él fue la navidad de 1998, comparti-mos muchas cosas, de él quedo esa foto.

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YHistoria de José Orlando Valencia

Por: Rosalba Betancour

lando Daza, en un carro con la noti-cia de que mi hijo estaba enfermo. Yo me encontraba muy enferma y entonces todos los otros hijos se reunieron y me dijeron que nos fuéramos para Granada, me saca-ron cargada de la casa hasta donde estaba el carro. Todos nos vinimos para Granada, mis hijos no sabían cómo me iban a contar esta noticia porque yo me encontraba enfer-ma, entonces cuando llegamos a donde mi hija Rubi, ya lo tenían en la sala de la casa. Cuando llegué vi un ataúd y me puse a llorar incon-solablemente. Cuando me acerqué vi a mi hijo en la caja, entonces sen-tí un dolor de madre muy duro, un dolor que nos puede pasar a todos los humanos.

Yo le pregunté a Dios por qué esos criminales hacían esto con la gente que no le hacía daño a na-dies. El daño de mi hijo era traba-jar. Espero que estos criminales sean castigados tarde o temprano por todos los crímenes que han co-metido, nunca tendrán perdón de Dios, este es un dolor muy grande que le puede pasar a cualquier ma-dre, si les arrebatan los seres que-ridos. No tengo más qué narrarles por el momento, ellos nunca ten-drán el perdón de Dios.

o, Rosalba, soy la madre de José Orlando Bolansio. Mi hijo nació el 15 de agosto de 1957, él trabajaba en el campo y después se fue a pagar servicio en Villavo en el batallón de Apiay. Después salió de allá y con-siguió trabajo y me ayudaba para la comida porque yo era una mu-jer sola. Yo trabajaba en el campo arrancando yuca, cogiendo arroz, tirando azadón y tenía una hija pe-queña que era la que me acompa-ñaba en la finca y también mante-nía conmigo Arnobio, otro hijo.

Después mi hijo Orlando se fue para Granada y le salió el trabajo en coca cola, él lo que ganaba lo com-partía conmigo, yo vivía para los la-dos del internado Macanal, mi hijo me visitaba cada vez que tenía des-canso. Él me decía que me fuera para el pueblo a vivir, él estaba con mi hija Rubi que le ayudaba mucho a mi hijo. Él la quería mucho por-que ella lo ayudaba a salir adelante. Yo no me podía ir porque tenía una tierrita que nos había regalado el señor don Antonio Hernández.

Yo había subido a Granada hacía quince días a ver los hijos, Orlando sacaba la remesa donde una señora que le decía la Agüela, era la mamá de doña Adiela, una señora de Gra-nada.

Un día 28 de febrero por la ma-ñana llegó el amigo de mi hijo, Or-

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E25 – 5 - 2010 ste es el relato de lo que fue mi

vida con mi esposo, en los quince años que duró nuestro matrimo-nio. Nos conocimos desde muy jóvenes, pues éramos del mismo pueblo ubicado en el Valle.

Un día cualquiera comenzamos por primera vez, de ahí en adelante surgió la amistad, luego nos hici-mos novios. Luego llegó el día en que nos casamos, vivíamos donde sus padres. Ahí tuvimos a nuestra primera niña, después de un año nos fuimos a vivir solos, mas ade-lante tuvimos la segunda niña. Más adelante tuvimos la tercera niña, quien falleció a los pocos meses de nacida.

Cuando las niñas tenían 4 y 2 años, un día cualquiera se comu-nicó mi esposo con un primo que tenía en Bogotá y él le comentó que si quería que podía irse para Acacias, que él tenía una finca que había comprado hacia poco con un

amigo y que había quedado sola. Entonces él no lo dudo porque en esa época había pasado la cosecha de café, vivíamos en un lugar ca-fetero.

Luego se puso pesada la situa-ción, nos vinimos todos para Aca-cias, vivimos tres años ahí en esa finca. Pero como el primo y el so-cio no tenían un buen capital que les permitiera poner a producir la finca, mi esposo resolvió que nos devolviéramos para el Valle. Ellos lo recomendaron con un amigo en Granada, Meta. En una finca vivi-mos cuatro años, luego pasamos a otra finca donde no compensaba el sueldo con el trabajo. Luego nos salimos a vivir en Granada, al pue-blo.

Después de un tiempo volvimos al campo y lo que pagaban era muy poco, no le daban a uno la opor-tunidad siquiera de tener un patio para hacer cría de gallinas o tener

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cerdos. Yo tenía un lotecito de unas cuadras que mi papá me había dado en ese entonces, el lote es-taba en un proyecto en Canagüaro, un caserío de Granada. Nos pareció fácil, además la cuota que tocaba dar no era alta y él trabajaba ahí mismo en la obra.

También hacíamos comidas con las compañeras de las otras casas, nos ayudábamos unos a otros y así hasta que teníamos las cosas. Así fue como nos salimos de esa finca y nos vinimos a vivir a la casita que no estaba terminada del todo, en-tonces él se iba a jornalear. Luego le resultó un trabajo en Canaguaro, de celador en un colegio de mon-jas, pero por unos días para hacer un reemplazo. Después él hizo amistad con un señor que era fun-dador de esa misma región, se co-gieron mucho cariño tanto el uno como el otro y él señor miró que mi esposo no podía organizarse bien pues le quedaba pesado comple-tar las cuotas de la casita, más los gastos de las dos niñas que tenía-mos estudiando. El amigo viendo la situación de mi esposo le dijo, Mario yo hace muchos años estoy trabajando en esta caseta, me sien-to cansado y quiero descansar, en-tonces quiero ayudarlo a usted, le propongo que la coja por un año y me paga arriendo. Como la caseta era la única que había en ese case-río se vendía mucha fritanga, tinto, era muy buena la venta, no había competencia.

Él trabajó juicioso, hizo un ahorro y compró un pedacito de tierra en Mesetas. Más adelante se cumplió

el tiempo de entregar la caseta, la entregó y volvió a quedar viviendo de lo que ganaba, trabajando en lo que saliera. Él mismo dueño de la caseta, el amigo, tenía una coma-dre fundadora de esta región, ella tenía una casa y la habían desocu-pado o la iban a desocupar, enton-ces el amigo le dijo a Mari, Si us-ted quiere yo lo recomiendo con la comadre para que le arriende la casa. Mario le dijo, Si deseo. Así fue como nos salimos de la casita, la arrendamos y nos pasamos para la otra y como siempre había existido allí una pequeña tienda, entonces Mario también siguió con lo mismo y nos fue bien gracias a Dios.

Como lo dije antes, Orlando ha-bía comprado un pedacito de tierra en Mesetas, él iba cada quince días a darle vuelta, se iba por la mañana y venía por la tarde, le llevaba ga-lletas, pan, al vecino más cercano en agradecimiento por darle vuelta a la finquita. Para ese mismo año, el 25 de diciembre estábamos toda la familia de paseo, pasamos muy bueno, él estaba feliz con la fin-quita pues la gente era muy sana, trabajadores, él tenía muchos pro-yectos, pues le gustaba mucho el campo. Nunca tuvo problemas ni antecedentes, tenía su hoja de vida limpia, era un hombre trabajador y honrado.

Hasta aquí llega mi relato de lo que vivimos, porque desde ese 25 de diciembre ya quedamos solas, hace 20 años.

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Historia de Yesica María Molina Murillo

Por: Blanca Esneda Murillo

Yesica María Molina Murillo era un niña muy linda, tanto por dentro como por fuera, ella era muy noble. El trato de ella era por igual, fueran jóvenes o vie-jos. Ella trabajaba en una caseta de coca cola, llevaba tres días de trabajo, siempre había trabajado con una hermana, cuidándole al niño. Ella le pagaba doscientos mil por lo del niño, y me cola-boraba siempre con la mitad. El trato para mí siendo su mama, era siempre muy hermoso. Ella me decía “mamotas” esa era la palabra de cariño. Yesica llevaba nueve días viviendo con la her-mana, que vivía con el marido y el niño.

Resulta y sucede que yo salí un viernes por la noche y me la en-contré, la saludé y le dije que por-qué no había ido a verme a la casa, entonces ella me dijo, Mamotas es que he estado muy ocupada, ese día llevaba una bolsa de jabón Rey, un cepillo de dientes y una crema, me dijo, Mamotas le saque plata prestada a la patrona para poder comprar estas cosas. Yo me des-pedí y le di un beso y le dije, Chao hija que el señor me la bendiga, jui-ciosa. Esa fue la última vez que yo la miré viva.

El sábado salió con su hermana a comer hamburguesa. Yesica le dijo a la hermana que fueran a un sitio a tomar gaseosa, ellas fueron y al rato llegaron dos paracos. A uno de ellos le decían alias “El tigre”, él les mandó dos cervezas a la mesa, Yuri, la hermana le dijo a mi niña, Vamos para la casa que llega el mono, entonces ella le contestó, ¿Qué? váyase que ahora voy yo. Camine vamos le dijo la hermana, entonces Yesica dijo que no, porque estaba aburrida con Juan David, el niño que ella estaba cuidando.

Al otro día el comentario fue que había una muchacha joven asesina-da a piedra, que era una muchacha de los bares. Resulta que yo salí a comprar la carne y me dicen, Que pesar, mataron a una muchacha, y yo contesté, Que pesar de esa madre cuando sepa. Al momentito llegó el carro de la funeraria de Ve-

racruz, llegó con un muchacho que esa noche la miró con la ropa que la mataron. Yo no sabía con qué ropa había salido ella. El muchacho en-tró y nos dijo, primero le dijo a una hija mía, a la mayor, Yesica estaba herida en el hospital, entonces su-bió mi hija y me dijo, Mamá tenga paciencia que a Yesica la hirieron y está en el hospital, y yo me puse a gritar y le dije, Que herida ni que hijueputas.

Entonces me fui para el hospital, me la mostraron en una bandeja de una nevera porque a mi hija le hi-cieron el levantamiento a las 6 de la mañana y yo supe a las 7: 22 de la mañana. Gracias le doy a Dios que no la vi botada donde la mataron, yo me hubiera enloquecido viendo a una hija en ese estado. A mí no me la dejaron ver toda, apenas de la cintura para abajo. La doctora de la fiscalía no dejó que la viera toda, dijo que si yo era la mama me podía enloquecer.

Después dejaron entrar a mi hija, la mayor, para que la mirara. Cuando se la mostraron a ella se la dejaron ver toda, a mí me sacaron, entonces yo miré desde afuera y vi que mi hija había quedado con un ojo afuera, le metieron tres puñala-das, primero le dieron las puñaladas y ella no murió, entonces cuenta la gente que ella pedía auxilio y el desgraciado se devolvió y la mató a piedra.

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EHistoria de Luis Ernesto Arango

Por: Lisenia Arango de Arango n 1966 me conocí con el se-

ñor Luis Ernesto Arango en Puerto Gaitán, Meta, nos casamos y de tal unión nacieron nueve hijos.

Fue un hogar muy hermoso y de buen entendimiento, pasaron los años y por motivos de trabajo recorrimos muchos lugares de este mismo departamento, pasando necesidades económicas para la ali-mentación, vestuario, educación. Debido a estas circunstancias y a la falta de atención médica se murió uno de mis hijos. Luego pasaron los meses y por circunstancias de la vida falleció otro de mis hijos, pa-sábamos el tiempo unas veces con tristeza, y otras veces con alegría.

Fue pasando el tiempo hasta que un día que los esperaba como todos los días ya no llegó, me die-ron la desagradable noticia que lo habían matado, quedando con un hijo discapacitado de 33 años de edad. No puedo trabajar largo tiempo porque no lo puedo dejar

solo. Él es como un niño menor de edad, toca bañarlo, vestirlo y darle la comida y la droga a sus debidas horas.

Después de la muerte de mi es-poso, la vida para mí ha sido un dolor ya que tengo que ser padre y madre a la vez. He pasado mu-chas necesidades como la falta de vivienda, no puedo trabajar lejos de mi hijo porque no puedo dejar-lo con otras personas, me falta mi esposo. La vida cambió para mí por ser mujer cabeza de hogar.

El día de la muerte de él fue el nueve de septiembre del 2006, ha-cer memoria es muy triste, recor-dar es volver a vivir el pasado. Estos últimos años han sido difíciles pero he podido salir adelante con la obli-gación que me quedó. Como mujer cabeza de hogar son tristes los días que pasan, con un poco de dificul-tad, pero poco a poco voy sopor-tando la soledad.

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MHistoria de José Jesús López Castrillón

Por: Fanny Londoño Londoño

ayo 2 del 2010

Yo testifico mi relación con José Jesús López Castrillón, nos cono-cimos cuando yo tenía 19 años y duramos diez meses de novios. Me fui a vivir con él y de esa relación tuvimos una hermosa niña que se llama Yery López Londoño, que hoy en día tiene 34 años y está conmi-go. Les cuento que mi hija tiene problemas del corazón y ha sido operada dos veces, además es sor-da muda. Todo ese tropel me tocó sola porque él decía que se le moría si la operábamos, él la quería mu-cho y no estaba de acuerdo con la operación. Yo me fui para Bogotá, para donde la madrina de ella y me puse a hacer vueltas para la cirugía, trabajé hasta que la mandé a ope-rar. De ahí dependió la separación de nosotros, después me regresé para Villavo a estarme donde una hermana de él, tía de la niña. Allí es-tuve seis meses y después me vine para Granada y me puse a trabajar.

Con el tiempo él consiguió mujer y después se consiguió una novia y se casó. Al año de casado se le aho-gó la señora en el río Guayuriba. Él era muy responsable con mi hija a pesar de que ya no viviéramos jun-tos. Yo también formalicé otra vez en un hogar con un muchacho, de esa unión tuve dos hijos que son Mónica y Miguel. Con él viví ocho años y me separe y volví a vivir con

José Jesús López Castrillón, diez años después. Durante ese tiempo celebramos los 15 años de mi hija Yery. Duramos tres años y medio antes de que lo desaparecieran. Eso ocurrió el 2 de enero de 1993, un sábado a las 5 de la tarde salió de la casa para Villavicencio, no re-gresó a Granada, se había ido a lle-var la familia a Villavicencio. Yo lo esperé ese sábado, el domingo me llamó el hermano como a las 10 de la mañana y me dijo que cómo es-taba José, yo le dije que él no había venido, no me creía, entonces yo me asusté y me fui a preguntar por él a la empresa donde trabajaba y me dijeron que él no se reportaba desde el sábado por la mañana. El lunes puse la denuncia de des-aparecido y empecé a buscarlo y empezaron a hacerme llamadas anónimas. Me tocó irme de donde vivía porque me amenazaron con la hija, de ahí empieza la pesadilla y el miedo por las amenazas que nos hacían. Eso fue terrible, de ahí en adelante mantenía llena de miedo, no quisiera recordar todo lo que nos tocó soportar y seguía con la lucha con mi hija por el problema del corazón. Me tocaba mandarla operar del corazón, pero bueno, se logró gracias a Dios. De ahí no quie-ro contar más, hasta que llegué a Justicia y paz y pasé papeles y en eso estoy, ahí vamos. Hasta aquí cuento lo sucedido.

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Un joven que de niño era inquie-to, juguetón, un poquito capricho-so como cualquier niño normal. No fue un niño enfermo, era un niño sano, no era egoísta, era inteligen-te en el estudio, cursó hasta cuarto de primaria. Por motivos econó-micos no pudo seguir estudiando, se relacionaba fácilmente con las personas, era compañerista y ami-go incondicional, un excelente her-mano. Como sobrino no hay ni ha-brá otro igual, como hijo adoraba a

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Tres Víctimas

Por: Francy Enic Martínez Vásquez

Fecha de nacimiento: 30 de marzo de 1979Fecha de fallecido: 30 de enero de 2003

Jorge Iván Mosquera VásquezDe pequeño era un niño noble,

alegre solidario y un poquito llo-rón, delgado, de piel morena, ojos oscuros, con muchos sueños que cumplir. Era muy colaborador con los vecinos, buen hermano, buen tío, buen padre, buen hijo. Prestó su servicio militar a sus 19 años, luego se dedicó a trabajar en ofi-cios varios. Era un joven lleno de vida, de expectativas con su futu-

ro, y sus sueños, sus metas fueron troncadas con su trágico asesinato a manos de personas inescrupulo-sas que no pensaron en el daño que nos hacían cuando decidieron terminar con su vida. Lo dejaron botado a las afueras de Granada, Meta, en el río que queda entre la vía Granada - El Castillo, estaba sin cabeza y torturado.

Isidro Romero Martínezsu madre por encima de todas las cosas del mundo. Detallista, com-pasivo, daba la vida por su familia, era un bailarín incansable, un mu-chacho que apenas con 17 años de vida le apagaron las ganas de supe-rarse que vivían en él en cada se-gundo de su vida. Lo mataron con un disparo en la cabeza. Le sacaron a la fuerza del pueblo en un taxi y vilmente lo asesinaron acabando con la alegría de una familia humil-de pero unida.

Fecha de nacimiento: 14 de septiembre de 1987Fecha de fallecido: 25 de enero 2005

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David Romero MartínezUn niño monito que de niño era alegre, inquieto, tanto

que en la casa lo colocamos de apodo “pelusa”, por cariño. Su sueño era prestar servicio militar. El estudio le gustaba poco, pero aun así era un niño muy inteligente. Se convir-tió en un muchacho bien presentado y con muchas ambi-ciones a muy temprana edad, se enamoró perdidamente de la madre de sus hijas Angie Carolina y Desly Daritza, a las cuales adoraba. Un ser humano excepcional, comprensivo como ninguno, un hermano irremplazable, un hijo como ningún otro, como sobrino uno de los favoritos de los tíos y primos, muy dado a las amistades. Después tuvo muchos problemas con la madre de sus hijas por culpa de una chica que se convirtió en su compañera y que lo acompañó has-ta el día de su desaparición forzosa, realizada por el grupo denominado “Los macacos”. Esta desaparición ocurrió el día 26 de agosto de 2005 y hasta la presente no hemos sabido de él.

Fecha de nacimiento: 20 de diciembre de 1985Fecha de desaparecido: 26 de agosto de 2005

Señores miembros de la organización Justicia y Paz:

Con este pequeño resumen de la vida de mi hermanito y mis dos queridos hijos, pueden ver la triste realidad refleja-da en una madre amorosa. Que ha perdido a su hijo, y con el corazón lleno de tristeza, dolor e impotencia al haber perdido en tan poco tiempo a sus más queridos seres.

Muchas gracias por su atención y me quedo a la espera de una respuesta positiva.

Francy Enic Martínez Vázquez.

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GGloria Amparo Llanos

ranada 22 de abril de 2010.

Les cuento como fue la vida mía con mi esposo, fue estu-penda, vivíamos muy bueno, la pasábamos bien por allá, tra-bajábamos todos juntos. Nos fuimos para el Piñal, dos horas hacia la llanura a la finca de Don Buitrago, que ahora está muer-to. Ahí en esa finca del finado estuvimos trabajando, duramos un año, de ahí salimos bien para donde el hermano de mi espo-so, donde duramos dos años, le decían “pichón de danta”. De ahí salimos para puerto Toledo, duramos dos años, estuvimos en Santa Lucía que era una ve-reda. De allí nos fuimos otra vez para donde mi cuñado, y ahí nos

estuvimos, viviendo y trabajando para ganarnos la comida y la plata para ahorrar para comprar la tierra. Cuando nosotros tuvimos el dinero para comprar la tierra y la compra-mos, trabajé tumbando montañas para hacer la casita para vivir con mi esposo, mis hijos y mi perso-na. Hicimos la casa y nos pusimos a trabajar, le sembramos plátano, yuca, maíz, arroz, frijol, teníamos gallinas, teníamos un caballo.

Estuvimos harto tiempo, los hi-jos: uno trabajaba y la otra estu-diaba. Vivíamos bien, ellos iban poniéndose ya grandecitos, los de los grupos ya miraban que ellos es-taban para llevárselos, iban al corte a donde nosotros estábamos tra-

Por: Gloria Amparo Llanos

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bajando con ellos y se arrimaban y les hablaban, decían que iban a esperar a que estuvieran mas gran-decitos para llevárselos. Ellos me decían y yo le contaba a él de eso y él me decía que tocaba mandarlos para Granada para que acabaran de estudiar. Ellos le ayudaban mucho a él y a mí a traer la madera para acabar de hacer la casa. De un mo-mento a otro llegó un guerrillero a la finca para llevárselos, entonces yo lloré para que no se los llevaran, él nos dijo que venía a los ocho días, nosotros los sacamos un martes a Piñal, los montamos al bus y los mandamos para donde mi mamá. Ella los matriculó y se pusieron a es-tudiar, ella tenía 13 años, la otra 15 años y el varón tenía 18 años.

Luego de sacarlos nos devolvi-mos para la finca, estuvimos los dos trabajando, luchando para te-ner el sustento cuando de un mo-mento a otro pasaron los helicóp-teros por la vereda los Laureles y se formó la balacera entre la guerrilla y el ejército. Eso fue un diciembre y terminó empezando un febrero. Cogían a los campesinos y los me-tían en la escuela de los Laureles. El ejército de la móvil número cinco eran de muy mala clase, duraron dos meses en los laureles y des-pués se fueron. Entonces llegó la guerrilla a los Laureles y a las fincas sacando a la gente de las casas y se los llevaban, la guerrilla decía que nosotros éramos auxiliadores del ejército y eso no era así, ellos

lo decían y nos investigaban. Ha-bía un sapo de la guerrilla que era un campesino, para que a él no se lo llevaran él decía esas cosas. Se formó el revolcón, se llevaban la gente para matarla y otros se salva-ban, los soltaban. La guerrilla llegó a la finca de nosotros y convidaron a mi marido y se lo llevaron, luego lo soltaron y el llegó a la casa por la tarde. Al otro día se madrugó para venirse para adonde la mamá y me dijo que lo esperara en la casa.

Yo me desesperé tres días espe-rándolo y no llegaba a la finca. Es-peré y esperé cuando llegó la gue-rrilla y me dijo que tenía que salir de la finca y que si no salía yo de la finca ese mismo día ellos me ma-taban. ¿Qué me toco que hacer?, venirme con las meras mechitas nada mas, ellos cogían a la gente los amarraban como un perro y les ponía una cosa en la cara para que no vieran cuando los subían en las camionetas. Cuando me sacaron de allá, me vine para donde mi mamá, duré seis meses sin salir a la calle ni a la tienda. Me aconsejaron que fuera a la Alcaldía, yo no fui pero llegó mi cuñada a regañarme y me llevó para Villavicencio y pusimos el denuncio de los tres hermanos, los dos cuñados y mi esposo.

De allá me vine y me puse a trabajar en Consuerte, vendiendo chance, y ahí estoy ganándome el sustento para la comida. Hace como dos años me dijo una seño-ra que mi esposo lo habían matado

y que el que hizo esa fechoría que estaba en la cárcel de Villavicencio. Me dijeron que fuera a denunciarlo en la fiscalía de aquí de Granada y yo no he ido porque me da mucho miedo de que de pronto salga y me haga alguna cosa a mí o a mis hijos.

Ya por el momento se termi-na todo, soy una mujer desplaza-da, tengo personas que se dieron cuenta de todo, de cuando yo vine de por allá, de cuando me quitaron todo y me vine solamente con la ropa, nada más.

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Historia de mi relación con Guillermo León Zamora Tafur

Por: Marina González

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Nos conocimos en el año 79, para ese entonces yo tenía 25 años y él 35 años. Tuvimos un noviazgo de tres meses, luego nos fuimos a vivir en unión libre y tuvimos 4 hijos, dos mujeres y dos hombres y los llamamos Julio Cesar, Marilyn, Guillermo y Marina. Nos radicamos en Grana-da, allí montamos una pequeña granja que yo atendía mientras él trabajaba en construcción, con ésto nos complementába-mos para sostener nuestro ho-gar.

Recuerdo que le gustaba mu-cho llevar los niños el domingo a misa, las fechas especiales como cumpleaños, navidades y otras nos reuníamos y prepará-bamos comidas especiales. En los 26 años que vivimos juntos en ocasiones hubo disgustos pero nunca estuvimos separa-dos, siempre arreglábamos los pequeños problemas. Cuando ya se crecieron los muchachos vinieron los nietos y siempre nos reuníamos todos para las fechas especiales, hablábamos y la pa-sábamos muy bien.

En la foto estamos todos, fue el bautismo de los 4 ni-ños.

Narración de los he-chos de la muerte de

Guillermo Zamora Ta-fur contado por uno de

sus hijosTodo empezó en enero de 2005,

no recuerdo el día exactamente cuando llegaron dos hombres a casa de mi papá, yo me encontra-ba ese día ahí. Hablaron con él y se identificaron como miembros de las autodefensas, dijeron que el jefe le mandaba a decir que si le colaboraba con un cerdo y mi papá se los dio. Los días pasaron y ya era 20 de marzo cuando llegó un papel a la casa de mi papá donde decía que tenía que dar un millón de pe-sos para las autodefensas. Mi papá nos dijo que él no iba a dar nada de lo que él con tanto esfuerzo se ga-naba. El 27 de marzo siendo las 3 p.m., le salió un hombre y le cobró el dinero, mi papá le dijo que no les iba a dar nada, el hombre no le dijo nada y se fue. Ya eran las 5:00 pm. y papá salió de la casa a traer una comida para los cerdos, cuando iba de camino a casa siendo las 6 de la tarde y faltándole dos cuadras para llegar los cerraron unos hombres

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363en un taxi, se bajaron y forcejearon con él y luego lo echaron en carro y se lo llevaron. Nos dimos cuenta al instante pero ya no había nada qué hacer, dimos aviso a la policía y esperamos toda la noche noticias. Ya siendo 28 de marzo a las 10:00 am., trajeron el cuerpo sin vida de mi papá con 39 puñaladas.

Mi papá fue un hombre trabajador toda la vida y fue un excelente padre y esposo, siempre estuvo con nosotros apoyándonos y dándonos lo mejor de él.

Habla Marilyn Zamora González

Para mí como hija, siempre fue un hombre que se preocupaba por sus hijos. Para él no importa-ba que ya estuviéramos grandes pues siempre estuvo pendiente de nosotros, de las necesidades que pudiéramos tener, tanto que yo sé que mi papá hubiera dado la vida por cualquiera de nosotros. Es por eso que a mí como hija que lo veía trabajando a sus 60 años, me duele la forma como se ensañaron con él. Nadie sabe cómo me dolió ver su cuerpo y mirar el tronco en la parte delantera destrozado a puro puñal, ver hilachas de su piel abdominal colgando, eso es algo que nunca se me va a borrar de mi mente. Cuando llega el silencio de la noche y recuerdo estas imágenes siento ganas de salir corriendo, de jalarme el pelo y pienso en lo que haría si los tuviera frente a mí, pero luego le pido a Dios que por favor me de fuerza para perdonar algún día, y

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es que perdonar no es fácil porque aparte de todo lo que he contado, hay más.

No habían entregado su cuerpo cuando mi hermana menor salió hacia la casa a donde ella vivía a traer ropa y un tetero para su hija de un año, cuando al llegar a la casa ella vio el papel que pega la fune-raria donde informan fecha y hora del entierro, no pudo contener su llanto. Ella venía con una sobrina de 7 años y dos tipos en una moto se le acercaron y le dijeron, ¿Por qué llora?, y ella pensó en decirles, Porque mataron a mi papá, cuando empezaron a hacer un campo en la moto y el tipo de adelante le dijo al de atrás échele mano ligero, en-tonces la niña grito, ¡No!, y la jaló de la mano duro y corriendo entra-ron a la casa y cerraron la puerta. Mi hermana cuenta que ella lo único que hizo fue decirle a una señora Claudia que vivía también ahí, Clau-dia por favor no me deje sacar de aquí, por favor me van a matar, lla-me a la policía, y ella dice que se metió debajo de la cama de la se-ñora. La señora entonces escuchó la moto afuera, abrió una ventana y les dijo a los tipos, A la orden qué se les ofrece, fue entonces cuando uno le dijo al otro, Vamos, se daño la vuelta, y arrancaron. Ahí vimos el miedo, nosotros habíamos pedido que el cuerpo de mi papá fuera lle-vado a la casa donde nos criamos todos, donde estaba la marranera, pues allá lo queríamos velar por-que esperábamos la compañía de los vecinos, pero no fue así, em-pezaron a rondar motos con gente extraña ajena al barrio. Entonces todos los vecinos se empezaron a ir, quedamos casi solos, cerramos y atemorizados llamamos a la fune-raria y pedimos adelantar el entie-

rro para el día 29 de marzo a las 3 P.M. La gente nos aconsejó que nos fuéramos de ahí porque nos iban a matar por haber dado aviso a la po-licía y a la fiscalía al momento que se lo llevaron, nosotros nunca sen-tamos demanda por miedo.

Después del entierro nos fui-mos para el Espinal, Tolima, pues allí teníamos unos familiares, nos tocó abandonar todo. A la casa no le pasó nada, pero la marranera si se dejó encargada, nos tocó ven-der esos cerdos como si hubieran sido robados, de afán, no nos die-ron ni la mitad de lo que realmente valían. Los niños míos y la niña de mi hermano fueron retiradas de la escuela, ella, mi hermana se quedó en San Martín, Meta, cerca de Gra-nada de donde se dice que estaba el jefe de ellos, pero allá no le dije-ron nada de las razones para matar a mi papá.

Luego de quince días en el Espi-nal ya decidí regresar con mucho miedo pero de la mano con Dios, entonces dos de mis hermanos se regresaron conmigo. Al principio teníamos mucho miedo, tratába-mos de estar comunicados unos con otros. Pasados tres meses lle-gó mi hermana, quien pese a las amenazas contra su vida, no pudo ni siquiera ir al entierro de mi papá y mucho menos verlo. Yo me pre-gunto aún, ¿por qué nos hicieron ésto?, ¿por qué si mi papá a nadie le quitaba ni le debía, era un hom-bre ya de 60 años?, ¿por qué se le quitó el derecho a mis hijos de te-ner un abuelo?, ¿por qué?, yo es-pero obtener respuestas por medio de la ley de Justicia y Paz.

Habla otro de los hijos

Papá era oficial de construcción, pero ya por sus vejez se dedicó a la cría y engorde de cerdos, lleva-ba aproximadamente unos 4 años dedicado a los cerdos. Cierto día se parecieron en la casa unos tipos y dijeron que venían de parte del comandante y que necesitaban un cerdo, papá le dijo que lo escogie-ran y que se lo llevaran. Después vinieron otra vez a pedirle plata pero papá les dijo que él plata no les daba, que si querían plata que la sudaran como él la sudaba, ellos se fueron. El 27 de marzo de 2005 papá salió a recoger la comida para los cerdos, yo estaba en la casa cuando una amiga me dijo que a mi papá unos tipos lo querían me-ter en un taxi. Me dirigí hasta el lu-gar pero mi papá ya no estaba, vi el triciclo volteado donde mi papá cargaba la comida de los cerdos. El 28 de marzo apareció muerto con 39 puñaladas, asesinado por cobar-des que quieren vivir a costa de la gente que trabaja.

Para mi es duro porque no pude estar ni en el velorio de mi papá ni en el entierro. Por reclamar su muerte nos tocó irnos del pueblo con toda la familia, como si fuéra-mos ladrones.

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365Nació un 26 de

febrero de 1981, siendo un jueves a

las 10:00 am, en Gra-nada, Meta.

Creció al lado de su madre, mu-jer soltera. Su padre lo abandonó teniendo dos meses de nacido, yo sola lo saqué adelante, criándolo y dándole sus respectivos estudios. Fue un hijo responsable y trabaja-dor, con buenos principios: respe-tuoso, honesto, amigable y sobre todo un buen hijo. Le gustaba la ganadería y el fútbol, era hincha de Millonarios.

Cuando tenía 16 años se fue para Bogotá a buscar trabajo y a su papá para que lo ayudara. Días des-pués de encontrarlo se hablaron, Miller le dijo que le ayudara porque él nunca le había colaborado con nada, el papá le dijo que antes Mi-ller tenía que trabajar para que le colaborara a él. La única ayuda que le dio fueron mil pesos, entonces él no volvió a buscarlo porque no encontró ningún apoyo.

Llego a Granada en búsqueda de trabajo, ahí fue donde cumplió los 18 años. La mamá hizo todo el esfuerzo para comprarle la tarjeta militar, porque él era el único hom-bre que le ayudaba. A los 19 años consiguió una compañera y tuvie-ron un hijo, con el tiempo entró a trabajar en bomberos, donde duró de tres a cuatro años. En el 2004 terminaron con su vida en este mundo dejándonos con este sufri-miento tan grande.

Siendo el 24 de octubre del 2004 a las 5:00 am, él estaba trabajando

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Miller Torres Alope

en el cuerpo de bomberos, cuan-do nos comunicaron que él estaba muerto. Lo más triste fue que dije-ron mentiras, porque con el trans-curso del tiempo los comentarios era que a él lo habían matado los paramilitares. Ahí fue donde me puse las pilas y me fui para la fisca-lía de Villavicencio, expuse el caso en el 2007 y me puse a hacer las vueltas. En el 2008 llené formula-rios de Reparación de Víctimas y otro para Justicia y Paz.

En el 2009, la Fiscalía de Bogotá mandó una carta para que fuera a las versiones de Bogotá. Yo llamé a la Fiscalía porque no tenía recursos, ellos me dijeron que tranquila, que fuera a la Casa del Libro porque ahí pasaban la entrevistaba en video. El día 11 de noviembre del 2009 en la Casa del Libro en Granada, Meta, me presentaron las versiones libres y me di cuenta que certificaron los asesinos de mi hijo. En la versión que dio Manuel de Jesús Pirabán, alias, “Jorge Pirata”, dijo que él le dio la orden a Chatarro para que asesinaran a mi hijo. Ahí fue don-de me di cuenta de toda la verdad, porque me ocultaron eso por cinco años. Antes en todos los papeles estaba escrito que era una muerte accidental. Si no hubiera sido por las versiones todo seguiría oculto. Todos los días me pregunto, ¿por qué me ocultaron la verdad?

Ésta fue la historia de mi hijo.

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Por: Edilma Alape Torres

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EHistoria de Isidro Hernández

Por: Gladys Consuelo Zapata Vargas

sta es parte de mi vida con ese maravilloso hombre, hoy desaparecido, Isidro Hernández Rincón.

Lo nuestro empezó muy ca-sual, no nos conocíamos, había coleo y yo iba con una amiga, llegamos muy temprano y él era el único que estaba en ese lugar. Me acerqué y le pregunté qué a qué horas comenzaba el evento y él me respondió, no fue más lo que hablamos. Lo sorprendente fue que no sé cómo se averiguó dónde trabajaba yo, porque a mi trabajo llegó con vaso de fru-tas con crema.

Yo administraba una prende-ría y él se las ingenió y me con-quistó con esas fresas, al poco tiempo ya estábamos viviendo juntos. Por amor a este hombre desprecié ofertas de trabajo en

el Putumayo, de irme a administrar otras prenderías. Pero le doy gracias a Dios porque de ese gran amor me quedó la bendición de mi hija, Pau-la Andrea Hernández Zapata.

Con mi liquidación, mis aho-rros, un préstamo y una casita en la plaza que le compré a mi papá, además con lo que él ganó al ven-der una moto y los ahorros de él, surtimos la casita de mercancía. Ahí fue donde él decidió viajar a los pueblos para aumentar nues-tras ventas, surtía a los negocios y vendía puerta a puerta y daba cré-ditos. Cuando mi hija nació, él me dijo que le estaba yendo muy bien, entonces decidimos vender la casi-ta para aumentar más mercancía. Vendimos la casa y yo me dediqué a estar muy pendiente de la niña.

Isidro era muy echado pa´ lan-te, de muchas aspiraciones, decía,

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369A mi bebe no le va a faltar nada en la vida mientras que yo viva, él anhelaba una niña porque decía que las niñas eran más amorosas y atentas con el papá. La gente nos decía que íbamos a tener un niño y como no me mandé a tomar eco-grafías nos comimos el cuento y compramos todo para niño.

Pero cuando llegó la hora él es-taba pálido, blanco como un papel, más asustado que yo. Pero el susto se pasó cuando nació el bebe y el médico dijo, Se quedó sin piernas la niña, casi me desmayo de la fe-licidad y él la cargo lleno de felici-dad, muy contento. Cuando ya es-tábamos en casa con la bebé, yo me le burlaba y le decía, Se acuer-da cuando se despedía de mí y de mi barriga y le decía al bebé, chao güevoncito, ahora te toca pedirle perdón a la niña, él se reía, Hijita tú sabes que en el fondo de mi cora-zón siempre anhelaba una niña, y la cogía a picos. Sólo alcanzó a disfru-tar de su hija 18 meses, cosa que mi hija no recuerda.

Como él viajaba tanto no se dio cuenta que la niña comenzó a ca-minar y cada que llegaba me pre-guntaba, ¿Ya camina?, y esa vez que mi niña ya caminaba, él no sa-bía y nos invitó a almorzar a Puente Caído, tenía a nuestra hija cargada y cuando él se dio la espalda para mirar el río, la bajé y le dije que se fuera para donde el papá y ella se fue y lo abrazó en las piernas. Fue tremenda sorpresa y alegría para él,

tú eres muy buena y cariñosa pero eres muy brava.

Él era muy juicioso, cuando es-taba en la casa se levantaba y hacía el desayuno, lavaba los baños, el patio, y me decía, No te malacos-tumbres, ésto es de vez en cuando, y yo le decía, Fresco ojalá se repita todos los días, y él decía, Cuando quieras. Isidro sabía que a Paula le gustaba la música de Margarita Rosa de Francisco, o sea de la ca-ponera, cuando eso daban la tele-novela Café, Paula tenía ocho me-ses y él fue y le compró el cassette. Todavía lo tengo, son detalles que una nunca olvida, yo sé que para otros es algo insignificante. Él era de muy mal gusto para darme ropa, para un cumpleaños mío me trajo un conjunto tan feo que yo creo que se lo compró a una ecua-toriana, a mi me importaba era el detalle, entonces se lo recibí y me lo colocaba solo cuando él estaba en casa para que mirara que sí me había gustado. Ocho días antes de la desaparición le trajo a la niña una cadenita de oro y un anillo.

Nosotros hacíamos planes de comprar un lote y construir nues-tra casa. Volver a comprar una casita para mí y él seguiría viajan-do y también decía que él tenía que comprarse un carro, así fue-ra un Renault 4, para poder llevar la mercancía más cómoda. Yo sé que todo se nos hubiera realizado. Su mayor anhelo era ver crecer a su hija y verla convertida en toda

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nunca se me borrará esa imagen tan dulce.

Aunque fue muy poco lo que vi-vimos y compartimos, fueron tres hermosos años de intenso amor y compañía inolvidables que me de-jaron marcada para siempre, tengo la satisfacción de haber amado y vi-vido muy bien durante ese tiempo.

Doy gracias a Dios por mi hija, aunque mi anhelo y el anhelo de él era que tuviéramos tres hijos, este fue otro gran daño que me hi-cieron, me frustraron el sueño de darle hermanitos a Paula, ya que no quise volver a enamorarme, me cerré al amor, no quería ponerle padrastro a Paula y tampoco que-ría hijos de otro hombre. Yo mira-ba a amigas con hasta cinco hijos de diferente papá porque ninguno les respondió, yo decía, Qué tal me quede sola de nuevo, mejor no.

RecuerdosÉl me hacía reír cuando cantaba

la canción, Mándale una carta a tu marido, me decía, Consuelo, mán-dale un sicario a tu marido pero ya.

Me preguntaba, ¿Si tú me pi-llaras con otra tú que me harías?, y yo le respondía, Pues cuando vuelvas encontrarás tus chiros en la puerta y te largas y ya, y él con-testaba, ¡Uy si, ya te creo! Me la imagino cogiendo tremenda piedra y descargándomela en la cabeza y a la mujer mechoniándola, sé que

una profesional, ese 29 de junio del 1995 cuando salió de Granada a Pi-ñalito a vender y a cobrar cartera, él me dijo, Me demoro ocho días y vuelvo, nunca más lo volví a ver .

Ese primer año de separación fue lo más duro que he podido enfren-tar, no podía dormir, me parecía oírle silbar cuando salía y llegaba, lo escuchaba como abría la ventana. Me puse gorda, mi peso normal es de 68 kilos y llegué a pesar 78 ki-los, sentía envidia de ver a las pa-rejas juntas con sus hijos y mi hija me preguntaba por el papá y yo le decía, Él pronto vendrá, aún con la esperanza de que algún día Dios nos lo trajera, cuando el abuelo la regañaba Paula decía, Que venga mi papito, yo lloraba abrazada con ella.

Nosotras volvimos a vivir con mi papá, mi papá lo quería mucho a él, me decía, Espéralo, es el papá de la niña, y él alimentaba cada día más mi espera. Mi papá murió en el 2003 y no volvió a ver a Isidro, para él fue duro morir dejándonos solas, me lo dijo antes de morir.

A los tres años falleció mi madre en el año 2006 y definitivamente me quede sola, yo vi por mis viejos hasta que Dios se los llevó.

Por eso si nos reparan o ayudan en lo económico se les agradece.

La pérdida de cada ser querido es muy difícil y nadie podrá devolver la felicidad, por eso mi gran refugio es Dios y mi hija, le doy gracias a

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Dios por mi hija, por ustedes, mi fa-milia, porque siempre contaremos con gente como ustedes prestos a ayudar y brindar esa mano amiga y que Dios los bendiga porque así como yo, hay muchas mujeres so-las en la vida, buscando esa mano amiga. Uno de los grades anhelos de Isidro era ver crecer a su hija y verla profesional, porque nosotros planeamos muy bien el futuro de Paula.

Anhelábamos comprar un lote y construir nuestra casa, también de-cíamos que volveríamos a comprar otra casita o local y lo surtiríamos igual o mejor que la otra. Teníamos muchos proyectos pero se que-daron en el aire, nunca supe nada de la familia de él, puesto que me contó que desde los nueve años se vino para el Meta y nunca más vol-vió a verla. Prácticamente se crió solo y por eso siempre me daba las gracias, por darle una familia, se sentía feliz de tener un hogar. De-cía, Tan rico saber que alguien me espera. Planeábamos casarnos, en esos días estaba haciendo las vuel-tas de la partida de bautismo. Él fue muy trabajador y muy empren-dedor desde muy niño, me contó que vendía mazamorra por todos los barrios cuando pequeño. Si él me hubiera hecho caso de no vol-ver a esos lugares aquí estaría con nosotras, viendo que había recibido ya amenazas pero todo por querer salir adelante, por querer tener una mejor vida.

Yo creo que nadie ha esperado a que una persona aparezca, tanto como yo lo esperé a él hasta los 15 años de mi hija. Yo hasta el 2009 guardaba la esperanza de que no estuviera muerto y ese día dije, No más, lo voy a enterrar, no me se-guiré martirizando, le daré sepultu-ra hoy, porque si él estuviera vivo hubiera venido a celebrar los 15 años de mi hija, no tuve ni con qué hacerle un almuerzo, nos la pasa-mos solas encerradas llorando todo el día, fue muy triste.Ahora me preocupa el estudio de Paula, ya este año en el 2010 se gradúa de bachiller y como he po-dido le he ido dando el estudio, pero estoy sin trabajo, tengo ya 48 años, ya es muy difícil que me den trabajo. Paula es una niña muy inte-ligente, desde la edad de tres años le gusta la medicina, una de las ca-rreras más costosas, eso es uno de los motivos que me pone triste.Les doy gracias de darnos la opor-tunidad de contar un poco nuestra vida y que ojalá el gobierno busque la forma de ayudar más a los hi-jos de las mujeres madre cabeza de familia. Mi refugio es caminar de la mano de mi hija con Cristo Jesús, él es mi fuerza, mi sustento, mi todo. Escribo esto “el corazón del hom-bre traza su rumbo pero sus pasos los dirige el Señor” proverbios 16,9. Que Dios los bendiga y de parte de mi hija Paula, también un gracias y un abrazo.

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373Habla Alonso Garzón

CulmaMe llamo Alonso Garzón Cul-

ma, un hermano cansado de tanta guerra y maldad. En el año 1998 perdí a un gran hermano. Papá estuvo muy poco tiem-po, no porque se haya muerto si no porque nos abandonó. En el tiempo en que unos cobar-des me quitaron a mi hermano yo tenía quince años. Los dos hermanos éramos ciclistas muy buenos, pero ya se acabaron to-das las ilusiones que teníamos, hasta se acabó mi vida como deportista porque mi gran her-mano Raúl a sus pocos 24 años de edad nos dejó solos, a mi fa-milia, amigos y a mí. Yo soy un hermano que escribe en me-moria unas pocas palabras para Raúl Miguel Garzón Culma.

Habla Betulia CulmaMe llamo Betulia Culma, Raúl

fue lindo, respetuoso, fue un gran ser para mí como hijo, fue muy atento y excelente herma-no, se relacionaba bien con to-dos los que lo rodeaban. Hasta el momento en que falleció era un ciclista profesional, no pensaba si no en salir adelante. Cuan-do falleció estaba preparándo-se para ir a la Vuelta Colombia, pero manos criminales acabaron con la ilusión y no le permitie-ron cumplir uno de sus sueños. Su muerte fue en el años 1998, lo mataron el 15 de julio y en la tarde me trajeron la razón. Él se encontraba trabajando, porque él era uno de mis colaboradores de la casa.

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El Finado Raúl Garzón

Habla Dovelos Nober Pricindo Zuluaga

Mi nombre es Dovelos Nober Pricindo Zuluaga, identificado con CC No 7´252.015 de Puerto Boyacá

Llegué a Granada, Meta, en el año 85, con los años me distinguí con un gran muchacho, joven, con un buen futuro, con muy buena disciplina, muy educado, buen hijo, muy buen hermano y sobre todo, muy buen amigo, respetuoso y muy servicial.

Lástima de esta gran pérdida, de este gran amigo, porque a todos los que lo conocieron les dejó un gran vacío en su corazón. El día 15 de julio del año 1998 llegó la noticia a Granada, Meta, de que al popular amigo y ciclista apodado “Pony Mal-ta”, Raúl Miguel Garzón, lo habían acribillado cobardes asesinos que le hacen daño a el país y a muchas fa-milias como la de Miguel, que que-daron sufriendo por la pérdida de este tan querido amigo. Por mucho que pasen los años siempre lo re-cordaremos, por su forma de ser, por su simpatía, alegría y entusias-mo de salir adelante.

Habla Jair OchoaMi nombre es Jair Ochoa, en

una época distinguí al finado Raúl Garzón, él trabajaba como vende-dor informal en la época. Lo traté, buen muchacho, buen vecino, ale-gre, deportista y buen hijo. Un día se fue a trabajar y no volvió, lo en-contraron después muerto en una zanja y no se supo quién lo mató. Lo siento por su familia porque lo querían mucho, pero bueno, algún día se sabrá quién lo hizo. Gracias .

Por: Betulia Culma

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Historia de Arnulfo Martínez Bohorquez

Por: Elvira Bohorquez de Martínez

Yo, Elvira Bohórquez de Martínez, soy la mamá de Arnulfo Martínez Bohórquez. Soy separada hace 25 años. Mi hijo era un bebé rebelde, él fue creciendo en un ambiente desagrada-ble porque el papá nos humillaba mucho, no nos daba nada. Así fue creciendo mi hijo, de los tres a los cuatro añitos lo tu-vimos en las fincas de aquí para allá, yo trabajaba. De los cinco añitos a los siete vivimos en el pueblo, no quiso estudiar, se iba a acompañar al papá. En el pueblo me tocaba trabajar y me tocaba dejarlo solito con mis otros hijitos.

Después me tocaba abandonar-los todos los días porque me toca-ba trabajar ya que el papá de ellos me obligaba a salir a trabajar. De los 8 a los 9 años él se quedó con el papá porque yo me fui del lado de él porque me daba muy mala vida, me humillaba, me pegaba en la cara, me ponía la cara negra.

Arnulfo no quiso irse conmigo, decidió quedarse con el papá, él no le dio estudio, no le hizo Primera Comunión, lo dejaba acá en el pue-blo y él se fue llenando de malas costumbres y de malos vicios. De diez y once añitos cuando yo vol-ví a verlo no hacía caso porque él decía que el papá no le decía nada. De doce y trece años no se dejaba mandar, el decir de él era que no lo mandaba nadie. De los catorce y quince años ya cogió malos vicios, se volvió vicioso, en esos tiempos volvió al lado mío pero no pudimos vivir porque él me quitaba las cosas para venderlas para conseguir el vi-cio. Yo le dije que así no podíamos vivir porque yo trabajaba para con-seguir las cosas, no para que él me las quitara y me las vendiera para vicio. De los quince a los diecisie-te años se dedicó a andar para una parte y otra, trabajaba unos días en un lado y después se iba para otra parte. De los diecisiete y dieciocho

años se iba, trabajaba unos días aquí y otros días allí. De dieciocho y diecinueve años se iba por allá para Bogotá a donde un hermano a trabajar pero después no se quiso quedar. Salió de Bogotá para Gra-nada, Meta, después se fue más abajo a trabajar.

De los veintiuno a los 24 años es-tuvo un tiempo en Bogotá, luego se fue para el Retorno, Guaviare, no sé qué fue a hacer por allá, yo creo que por el maldito vicio, tal vez, se puso a hacer maldades o de pronto empezó a quitarse las cosas a otras personas, y por eso lo mataron cuando tenía los 24 años.

No volvimos a saber nada más de él, la última llamada se la hizo a un hermano que vive en Bogotá, le dijo que le iba a mandar una pla-ta pero no mando nada, esa fue la última llamada que él hizo. Desde ahí para adelante nunca volvimos a saber nada más de él, de eso hace 12 años. Ésto sucedió en el 1998, no sé exactamente la fecha porque a mí no me llamaba seguido sino a mi otro hijo que fue el que me dijo mucho después y me comentó sobre su desaparición. De eso hace 12 años que no volvió a aparecer, se desapareció, nunca volvimos a saber nada.

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ELa Vida de mi hijo

Por: Flor Enriqueta Godoy

Él es el sexto de mis hijos, cuando nació fue la alegría más grande porque él fue muy deseado. Mi hijo fue una felicidad, fue un niño muy alegre, travieso y querido por toda la familia.

Empezó a estudiar a los 6 años en la Finca, que era una escuela fundada por toda la comunidad de la vereda. Él estudió el primerito y por cosas de la vida no pudo estu-diar más. Después decidí venirme a Vista Hermosa, aquí en este puebli-to estudió toda la primaria. Ahí lue-go estudio dos años en un colegio adventista, después lo pasé al Co-legio los Centauros, donde estudió hasta noveno. Más tarde empezó a trabajar. A los 15 años empezó a hacer cursos por el SENA.

Al correr el tiempo entró a estu-diar en el colegio Antonio Nariño, no alcanzó a terminar el colegio por problemas con el papá y la si-tuación económica. A pesar de todo éramos muy felices con mi niño porque él era todo para mí, era muy buen hijo, muy buen her-mano, compartía todo lo que se podía ganar, salíamos a paseo, a tomar los dos.

Él era muy alegre, muy chistoso, hacía bromas, pero en el fondo, yo su madre, era su único apoyo.

Hay una foto donde estábamos muy contentos porque mi esposo había comprado ese carrito verde, eso era frente a mi casa, éramos

tan felices. Hasta aquí no sabía que iba a sufrir tanto dolor al saber que no lo volvería a ver, pero él vive en mi corazón y en mi hogar.

En otra foto estábamos en un paseo que hicimos a Bogotá donde unos amigos, mi niño es el de buso rojo, en ese entonces yo vivía muy feliz porque mi hijo era mi todo, mi diario vivir. Yo para estar y sentirme bien me hago la idea de que está vivo.

En otra foto está solo, se había ido a trabajar y no pudo pasar el año con nosotros, estaba muy bo-rracho y triste por no haber podido venir a la casa. Esa foto representa la tristeza de mi hijo, pero estaba bien, todo era bonito, yo aquí en mi casa lo estaba esperando, al igual estábamos muy bien, nunca discutíamos, él me reprochaba co-sitas muy simples pero éramos el uno para el otro.

En la foto donde está de corba-ta ya se hizo hombre, tenía 18 añi-tos, cuando me lo desaparecieron, desde ese momento empezó mi calvario. Se acabó la alegría en el hogar, especialmente para mí, soy una persona que ha sufrido mucho y sigue sufriendo

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379Habla Patricia Díaz

Mi hermano era Ferney Henao, fue muy especial conmigo, fue una persona muy alegre y esté en donde esté, siempre vivirá en nues-tra vida. Siempre nos contábamos todo lo que pasaba, jugábamos mucho cuando éramos niños, des-pués en la adolescencia entramos a estudiar. Siempre fue una perso-na muy inteligente, recochero, con una personalidad excelente. Se fue a trabajar el 17 de febrero del 2006 y se desapareció el 28 de abril del 2006 y no supo nada más de él. Allí mi vida cambio totalmente, todo ha sido muy diferente para toda la familia porque nos hace mucha fal-ta, hoy no perdemos la esperanza de que algún día nos volvamos a encontrar, volver a pasar momen-tos juntos y nunca, nunca separar-nos jamás.

Habla Nohora Lucía Díaz Godoy

Soy una de las hermanas ma-yores de Ferney Henao Godoy, yo compartí la niñez y la poca adoles-cencia que vivió. Para mí fue un hermano muy especial, estuve con él hasta que tenía nueve años de edad, en esos momentos éramos niños y compartimos parte del co-legio, juegos, paseos. Era un niño muy activo, alegre, éramos una fa-milia muy unida y alegre.

Cuando ya era todo un hombre

ayudaba, también jugaba mucho con mis hermanos mayores pues yo soy la menor de todos. Cuando él estaba estudiando prácticamen-te él era el mejor de su clase, a él le gustaba mucho jugar fútbol y siempre ganaba medallas.

Era muy noviero, tenia novias por todos lados, la verdad mi her-mano no era feo porque era bien simpático. Cuando se salió de es-tudiar comenzó a trabajar y cuan-do llegaba los fines de semana le ayudaba mucho a mi mama. Mi hermano siempre fue muy respon-sable y colaborador en la casa, ante cualquier cosa que necesitara ella, él lo conseguía de cualquier forma. Mi mamá lo quiso y quiere mucho, yo tengo la esperanza de que este vivo y si no, vivirá dentro de mí siempre, pues va a estar dentro de nuestra mente y nuestro corazón. A veces me pongo a pensar qué sería si él estuviera aquí con noso-tros, yo creo que sería maravilloso, le contaría cada día de mi vida y las horas que no lo pude ver ni sentir aquí con nosotros, me duele que nunca pude compartir secretos con él. Me llenaría de alegría saber que ha vuelto y que toda la pesadi-lla ya pasó, yo le diría que lo quiero y tal vez que lo amo con todo mi corazón y que siempre pero siem-pre estuvo en mi mente y mi co-razón. Que lo he pensado, soñado y querido por todo el tiempo que no ha estado con nosotros, porque no hay persona a quien olvidar, tampoco olvido lo que vivimos con felicidad ni pensamos que se tenga que olvidar.

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i Hijo

era muy trabajador y muy buen estudiante, buen hijo, hermano y tío. Tenía muchos amigos. Cuando él decidió alejarse de la casa para buscar un futuro mejor yo no es-taba de acuerdo, pero fue su de-cisión. Se fue el 17 de febrero del 2006 a trabajar. Él siempre esta-ba pendiente de la casa, llamaba continuamente, la última vez que hablamos fue el 20 de abril y me comentó que regresaba, pero no regresó, nos quedamos con los brazos vacíos porque nunca regre-só, ese día se apagó una luz de mi casa.

Desde ese momento hemos querido alegrar nuestro corazón, pero no es posible porque alguien apagó el sueño y las ilusiones de un ser querido como lo es un herma-no. Te extrañamos mucho, quere-mos algún día reunirnos otra vez y llenar el vacío que nos invade.

Habla Andrea Henao Godoy

Primero que todo para mí fue un hermano maravilloso, aunque fue muy poco lo que convivimos, siempre fue buen hermano con nosotros, conmigo y mis herma-nos. Hubo una que otra travesura porque era muy mamón, él a toda hora estaba molestado y a veces nos ponía sobrenombres. Siempre nos hacía reír mucho, a pesar de eso tuvimos buena relación como hermanos. Cuando a mí me deja-ban tareas difíciles él era el que me

Lo extrañamos demasiado y lo queremos mucho, te quiero mu-cho.

Habla Natalia Díaz Godoy

Tengo 13 años, vivo en Vista Her-mosa. Cuando mi tío desapareció yo tenía nueve años. Con mi tío compartí momentos muy bonitos, lo que más me recuerdo de él es lo recochero y su sonrisa. Cuando iba de paseo con mi familia, él era el que alegraba la reunión, toda-vía no me acostumbro a estar sin mi tío por que día a día, noche a noche, cada segundo, lo recuerdo con mucha tristeza. Él era un mu-chacho muy alegre, tenía muchas amistades. Para una ocasión en mis cumpleaños me regaló un peluche. Fue un ser importante para nues-tras vidas, me acuerdo que había una pareja de loros y él tenía una cauchera y con ella mató a la lo-rita y a mi casi me pega. Cuando íbamos al río me cogía para que me consumiera en el agua. Cuan-do pintamos la casa, es lo que más recuerdo, porque le ayudé a pintar la pieza de él. Él me pintó la cara y luego nos pintamos la ropa, a los dos nos regañaron. Ese día fuimos a desayunar todos y él me quitaba el plato o se comía mi carne o se la daba al perro, todo eso sólo lo ha-cía para molestar y hacerme llorar, todos se burlaban en el comedor. A veces me alzaba en los hombros y me tiraba hacia arriba, en una oca-sión casi me caigo, y cuando se iba a jugar fútbol con los amigos al par-

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que, llegaba a la casa todo sudado, se quitaba el buso todo mojado y me lo ponía en la cara, o cuando uno estaba viendo televisión él le quitaba a uno el control.

Yo reconozco que todo esto ha sido muy duro, sobre todo en Na-vidad para despedir o recibir el año o en algún cumpleaños de algún miembro de la familia o en los cum-pleaños de él. Quisiera que estuvie-ra aquí para ser muy feliz como an-tes, cuánta falta me haces a mí, a mi abuelita, a mis tíos

Mensaje: Yo, Natalia, a ninguna familia le deseo ese mal porque es una situación muy difícil de vivir, uno se siente morir de la tristeza de que hace falta un miembro de la familia y sin mentir sé que en mi familia nadie lo ha olvidado porque es una persona, un ser muy valioso, porque esa persona no se puede olvidar de la noche a la mañana ni de un día para otro.

Habla Tatiana Román Díaz

Tengo once años y vivo en Vista Hermosa, soy sobrina de Ferney y son pocos los recuerdos que guar-do de él, porque estaba muy niña cuando desapareció.

Lo poco que recuerdo de mi tío es que él era muy alegre, chistoso, muy inteligente. Le gustaba llamar-nos por sobrenombres sobre todo a mis otros primos, y le gustaba di-bujarnos en los cuadernos. En los paseos en familia él era el que nos contaba chistes, cuando íbamos al

río nos hacía tomar agua, y cuando uno de los miembros de la familia estaba de cumpleaños le echaba maizena. Cuando compartíamos la mesa, le gustaba robarnos la carne o lo que estuviéramos comiendo. Son los pocos recuerdos que tengo de él porque casi no compartía con él, sólo el tiempo que estaba en la casa de mi abuelita. Pero el día que el quedó de venir a la casa de mi abuelita y no llegó jamás, desde ese entonces no sé nada de él, ningu-na respuesta acerca de su desapa-rición.

Mensaje: Le pido a Dios que don-de él se encuentre, que esté bien, que yo desde aquí lo seguiré es-perando y en un rinconcito de mi corazón guardo la esperanza de volverlo a ver, que aparezca sano y salvo.

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Historia de mi mamá Floralba Hernández Ceballos

y mi papá Jairo Henao Arias EÉramos una familia muy alegre,

gracias a Dios no nos faltaba nada, mi mami ama de casa cumplida con su hogar, honesta, amable, since-ra, sonriente, recochera, amable, trabajadora, vendía flores, hacía al-muerzos, entre otras cosas. Era una señora que no se metía con nadie, se preocupaba por las cosas, por lo que había que hacer, por mi her-manito Alejandro Henao, para que estudiara y fuera alguien en la vida, para sacarnos adelante, pero las cosas no fueron así

Edith García Hernández como hija era excelente. Yo trabajaba en Bogotá y venia a visitarlos para el día de los cumpleaños, el día de la madre o en navidad. Nos reunía-mos hacíamos almuerzos, nos di-vertíamos mucho, por último en el año 2000 la pasamos rico, chéve-re, de maravilla. Al mes de enero, el 26 del año 2001, nos llenamos de tristezas dolor y amargura y no podemos olvidar a mi padrastro, él

era muy trabajador, como agricul-tor. Era un señor que no se metía con nadie, no tomaba, no fumaba, de la casa al trabajo y del trabajo a la casa, responsable en el hogar, él adoraba a su hijo que tenía once años llamado Alejandro Henao Hernández. Alejandro estudiaba y cuando sucedió lo de mis papas él no siguió estudiando, me tocó luchar mucho para que él siguiera adelante. Gracias por escuchar esta historia que es amarga para mí.

En una foto aparezco en un cumpleaños con mi mami, cuando vine un día de Bogotá, se lo cele-bramos con unos amigos y mi pa-drastro. Casi no se tomaban fotos, no les gustaban. Esa era mi madre-cita, linda por siempre, nunca la ol-vidaré, siempre estaba con ella, nos divertíamos mucho jugando como hija y mamá, la pasamos de mara-villas. No cuento más. Gracias por escucharme.

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Por: Luz Edith García Hernández

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385En otra foto aparecemos Alejan-

dro y Edith, él con once años y yo con veinticuatro, eso fue cuando quedamos solos, no sabíamos qué hacer después de lo sucedido con nuestros papas, no entendemos qué pasó, hablamos y nos pregun-tamos, ¿por qué nos hicieron eso?, quedamos desamparados con mi mamá abuelita. Ella también nos acompañó un tiempo pero ella también murió, y que tristeza, Dios mío.

Después del proceso no sabía-mos qué hacer, todo eran recuer-dos y mucho dolor. Nos fuimos para Bogotá para donde unos fami-liares, nos echaban en cara las co-sas, sufríamos, nos hacían mucha falta nuestros papas. Un tiempo estuvimos así hasta que nos vini-mos a Fuente de Oro. A vivir otra vez el pueblito, era amañador. Ahí fue cuando me salió trabajo en el hospital de Fuente de Oro por me-dio de la política. Empecé a trabajar para seguir viviendo con mi herma-nito, hasta que él fuera mayor de edad para que me ayudara, yo creía que no era capaz de salir adelante como mamá, papá y hermana. He sido capaz, y ahí voy para delante, pasamos por muchas dificultades, trabajé por un tiempo, mi herma-nito estudiaba y así sucesivamente.

Después no vinimos para Grana-da, para donde una tía hermana de mi mami, todo era lo mismo que antes, todo no lo echaban en cara, bendito mi Dios, qué tristeza. Has-ta que conseguí un trabajo en un restaurante y ahí comenzamos de nuevo otra vez

Los hechos sucedieron así

El día 26 de enero del 2001 a las seis de la tarde, llegaron dos motos con cuatro tipos y nos dijeron a mí, a mi mami, abuelita y hermanito, que eran de la fiscalía, le pregun-taron a mi mami por mi padrastro, qué dónde estaba Jairo. Mi mami le contestó a uno que él estaba por llegar de trabajar, entraron, re-burujaron todo y empujaron a mi mami, ella contestó, ¿Qué pasa?, nosotros estábamos asustados, lo tipos entraron bien vestidos, con cachucha, poncho y mi mamá les preguntó de nuevo, ¿Qué buscan? y no contestaron.

Esperaron a que llegara mi pa-drastro, él llegó a los quince mi-nutos en la bicicleta, no alcanzó a sentarse cuando uno de adentro le hizo señas para que entrara, él entró y dijo, ¿Qué pasa?, el tipo lo empujó hacia la cocina y le dispa-raron. Él cayó, mi mami se le lan-zó al tipo y también le dispararon, mi hermanito salió corriendo para donde una vecina y yo quedé muy mal. Después llegó la policía, está-bamos aterrados, ¿por qué suce-dió? eso nos preguntamos.

Mi padrastro usaba ese día una camisa roja viejita y un pantalón blanco y cotizas; mi mami tenía un short de jean y blusa blanca en es-queleto.

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Historia de José Edilson

OchoaPor: Mariela Arango Beancourt E

El 26 de marzo de 1974 nació mi hijo José Edilson Ochoa, era un hijo muy especial, muy buena persona. Él no se metía con nadie era muy trabajador y le servía a la gente. A mi hijo le gustaba jugar futbol y el deporte para él era lo primero. Todos los amigos lo querían mucho porque era buen jugador y ganaba trofeos de goleador. Él tenía una hija que se llamaba Jenny Paola y la adoraba, siempre se la llevaba cuando él iba a jugar partidos a San Juan de Arama y Campo Alegre.

La niña tenía dos años cuando lo mataron, fue el 26 de agosto a las nueve de la mañana. Llego un com-pañero con el que jugaba futbol, quien le dijo que fueran a donde un familiar a cambiar la escopeta por la perra. Mi hijo había llegado de Villao de trabajar con el señor Eliseo, estaban trayendo la verdura para el negocio. Mi hijo le contestó a Jhon que él estaba cansado y en-

tonces el otro le contestó, Chiqui yo vengo por usted a la una, mi hijo no le contesto nada y el amigo se fue. Mi hijo me dijo, mamá yo estoy cansado, y yo le contesté, no vaya. Yo en ese entonces trabajaba con los médicos del hospital le dejé el almuerzo, en la casa también que-daba mi hijo Sandro.

Cuando Edilson estaba almor-zando llegó el amigo en la moto y entonces mi hijo se arregló y se fueron para el lado del internado Monacal. Hasta ese momento no nos dimos cuenta más de mi hijo hasta el jueves que yo lo espera-ba, cuando llegó la funeraria pre-guntando por la familia de Chiqui, así le decían todos los amigos. Cuando yo salí vi a mi hijo Robin-son junto al carro de la funeraria, estaba el señor Gilberto Torres y le estaba contando a mi otro hijo que lamentablemente a su herma-no lo habían matado y que esta-

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ba en el cementerio, entonces yo salí corriendo para el cementerio a verlo, allí nos reunimos con toda la familia. Cuando eso el sepulturero era el señor Alonso, el chulo, quien abrió la puerta y estaban ambos en el mesón, el compañero y mi hijo. Yo sentí morirme al ver a mi hijo en esa forma como estaba, le pedí a Dios que me ayudara a tener valor.

Dios nos dió el valor a todos, eso hizo que la mamá de la niña de mi hijo me la entregara, eso hace que yo la tengo bajo el poder mío, voy con ella para adelante. La niña esta en sexto grado de bachiller y ya tiene 12 años. Yo trabajo vendien-do ropa para las fincas para sacar adelante a mi nieta y lavo ropas aje-nas. No más tengo para contarles, pero es un dolor muy grande que le puede suceder a todas las madres. El que hizo este daño no tiene per-dón de Dios ni el de Mariela Arango.

Habla Edilson y Sandra

Cuando mi hermano Edilson es-taba vivo nosotros la íbamos harto, cuando él iba a salir me preguntaba qué ropa se ponía, cuál le queda-ba mejor y me contaba cosas de él con la novia que tenía y también me pedía muchas veces plata pres-tada. Cuando tenía partidos lejos del pueblo, en veredas o en otros pueblos me llevaba a que lo acom-pañara y para que conociera.

Meses antes de que lo mataran, él me había prometido que para mi

cumpleaños me iba a regalar una cadena de oro porque yo le ayudé a comprar una a él para su novia, entonces como ya cumplia mis 15 años en septiembre y mi mamá ya me estaba preparando la fiesta, ese iba a ser mi regalo.

Lo único malo que tenía mi her-manito era jugar futbol y trabajar y querernos a todos porque él era un buen hijo, un buen hermano y un buen amigo y padre porque él amaba a su hija. Pero todo no era tan bonito porque no faltó que unos malditos desgraciados nos lo mataran, fue un golpe tan duro y doloroso para todos, que en estos momentos todavía no lo hemos podido asimilar totalmente y lo ex-trañamos tanto y nos hace mucha falta. Yo creo que eso es un golpe y un dolor tan grande que nadie ab-solutamente nadie lo puede supe-rar y mucho menos mi madre por-que a ella es a la que más duro le dio esa perdida y aun no lo supera, llora y piensa mucho en él, porque de por sí, era el hijo que ella más quería por su forma de ser, decen-te, callado, culto y era el mayor. Él nunca le contestaba a ella, lo único que le contestaba era, si señora, y se iba o se acostaba. Para mí era el mejor hermano mío, yo lo quería mucho y él a mí. Es tan duro ex-presar todo lo que uno vivía con él y lo que siente uno por lo sucedi-do, ese dolor no se lo desea uno a nadie. Hay veces que siento como si él no estuviera muerto y siguie-ra aquí con nosotros, lo quiero y lo seguiremos queriendo mucho mu-chísimo……….

Habla la hijaAfortunadamente cuando mi

papá falleció cuento con mi abue-lita y mi tía de mi papá. Si mi papá estuviera vivo yo y mi tía y mi abue-lita estuvieramos felices. En esos tiempos mi mamá y mi papá esta-ban separados. Como estuviera tan feliz en estos tiempos con mi papá, en este momento estuviéramos jugando o sino paseando, cuantas medallas tendría mi papá jugando futbol y yo lo estaría acompañando en las buenas y en las malas.

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GlosarioAAbrazo del Pato: Virosis de sintomatolo-gía similar al del Dengue con dolor de hue-sos.Aclarar: AmanecerAdventista: Secta cristianaAfoto: Fotografía.Alentarse: Tener la cría, dar a luz.Amañador: lugar en el que le gusta a uno estar.Ancianato: Casa de albergue a las personas de la tercera edadAperó: Poner monturas al caballoApiay: Base militar ubicada en el Departa-mento del Meta.Aplancho: Alizar la ropa, tener relaciones sexuales, hacer el amor.Ataúl: Ataúd

BBalacera: Fuego cruzado.Bañadero: BalnearioBancafé: Banco Cafetero de Colombia.Bebecita: Femenino de bebéBestia: Animal, Termino para referirse a un caballo.Bomba: Artefacto hecho para causar daño a las personas y bienes, sitio de venta de ga-

Chinchorro: Hamaca, cama colgante.Chinita: refiere a una hija/ niñaColostomia: cirugía del intestino grueso.Comandantes: Hace referencia a persona de alto mando en un grupo armado ilegalCompadre: Amigo cercanoCopelom: Caserío cerca a San José del Gua-viareConversa: ConversaciónCorozos: FrutoCriado: crecido juntosCuatro huesos: Restos humanosCubarral: Municipio del Departamento del MetaCucho: Apodo cariñoso o despectivo hacia una persona de mayor edad, cambio de nombre para actuar ilícitamente.Cumaral: Municipio del Meta. Sitio de refe-renciación hechos victimizantes. Cuneta: Zanja a la ladera de una vía o cami-no donde aparecen las personas muertas.Chagras: Terreno cultivado con matas Ilici-tas.Chancletas: Chola o cotiza, son sandalias para descansar los piesChangón: Escopeta de fabricación artesanalChao: despedida, contrario a hola.Chiva: Transporte, noticia

DDañar el Cerebro: incentivar el mal actuar.DAS: Departamento Administrativo de Se-guridad, entidad del estado.Dentrar: Entrar.Descarriadito: persona que actúa fuera de las reglas familiares Descomplicado: Sin complicaciones, que re-suelve algo fácilmenteDespaciosa: que se mueve con lentitud

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solina, estación de gasolina.Broche: Parte de una cercar de alambre que se puede mover para dar paso.Bienestar Familiar: Tener lo suficiente y ne-cesario para subsistir con toda mi familia, Instituto Colombiano de bienestar Familiar.Buñuelo: Persona que está comenzando una actividad u oficio. Alimento de maíz.Burletero: BromistaBus: vehículo de transporte para más de 30 pasajerosBuseta: Vehículo de transporte para más o menos 20 personasBuso: Camiseta sin cuello

CCabuya: Cuerda hecha de fique.Calamar: Municipio del Guaviare.Cambuche: Lugar improvisado para dormirCamellón: camino rural carreteable (Carros) o trocha carreteableCanagüaro: Inspección de Granada Meta.Caño: Río pequeño –riachueloCargar el pato: echar la culpa o tenerlaCaraya: (costra- caracha) capa gruesa de la piel cuando ha sufrido una heridaCarmen de Viboral: Población en el Departa-mento de AntioquiaCaserío: Centro poblado de pocas viviendas.Caseta: TiendaCaseta Comunal: Las que hay en Las veredas para reuniones y eventos de la comunidadCelador: Vigilante, que cuida.Cinteado: Colgado, pegadoCircasia: Municipio del departamento del QuindíoCharquito: caño de escaso recorrido de aguas

Desplazado: Persona que es sacada a la fuer-za del lugar donde vive por el conflicto ar-mado. Víctima del desplazamiento forzado.Distinguir: conocer a alguien, haberlo vistoDMG: Captadora ilegal de dinero, se refieren al nombre del creador de la captadora, Da-vid Murcia GuzmanDoradal: Municipio de Antioquía.Duro: Termino empleado despectivamente con miedo y odio que se da a una persona, mafioso o jefe.

EEnfermarse de Dolores: Dar a Luz. Enfusilados: Armados con fusilEnviudado: Cuando ha muerto el esposo(a).Estantillos: Poste para cercaEstrato social: Hace referencia al nivel eco-nómico de las personasExpreso: Transporte exclusivo contratado (fluvial o terrestre)

FFab: Detergente en polvo para lavar ropa.FARC-EP: Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejercito del Pueblo. Finado: Persona sin vida, muerta o asesina-da.Finaito: Persona sin vida, muerta o asesina-da.Frente: Un grupo de hombres de la guerrilla que opera en una región especificaFresno: Municipio del Departamento de To-

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393limaFuete: correa/ mandador o amansador de caballosFuicioso: Juicioso, Juicio.Fundos: Extensión de tierra pequeña

GGachas: Grupo armado ilegal de las auto-defensas que asumió este nombre.Galguerías: Dulces, galletas Gatillar: acción de disparar arma de fuegoGoce: Una aventura/amor pasajeroGota Gota: Persona que presta plata a inte-rés diarioGuacavía: Vereda jurisdicción del municipio de cumaral. Sitio referenciado de hechos victimizantes.Guache: Tosco, atrevido, persona que actúa sin sentimientos.Guamal: Municipio del Departamento del MetaGüevon: Lento ,estúpido, persona sin carác-ter

HHamaca: Lona o red que se ata a dos puntos firmes , producto artesanal utilizado para dormir den la mayoría de los aborígenes, también utilizado para pescar.Hato: Finca de gran extensión y mucho ga-nado.Hayacas: plato típico llanero (tamalito)Hijita: de hija

terrestre o fluvial de las veredas hacia po-blaciones y ciudadesLlaneras: Refiere a los ritmos de música lla-nera: joropo, pasaje, coplas, San Rafael.Los Micos: Vereda San Juan de AramaLos Tigres: grupo de Música RancheraLote, lotecito: espacio de tierra propio para edificar o construir.

MMaizena: Harina de maíz.Mamón: Persona fastidiosa y persistente. Maracas: Instrumento musicalMariachi: cantante de música mexicana./ refiere a un homosexualMarranera: Establo para cría de cerdos.Mechoniar: Jalar del cabello a otro (a).Medellín: capital del Dpto. de Antioquia o Población del Meta (Medellin del ariari)Mejorarse: dar a luz./ también le dicen alen-tarse del bebe.Mercadito: Mercado de pocos artículosMi mano derecha: Persona imprescindibleMielón: Vereda, sitio de grupos ilegales.Mierdita: refiere a pasar trabajos / vivir si-tuaciones difícilesMija: EsposaMina: Artefacto hecho para causar daño o muerte a una persona. Mina Antipersonal. (MAP).Mina Antipersonal: (MAP): Son artefactos explosivos diseñados para herir, mutilar o matar personas. Se ubican debajo de la tierra, sobre o cerca de ella y se activan o funcionan con la presencia, proximidad o contacto de una persona o animal. Las mi-nas antipersonal pueden ser de diferentes colores y varias formas. También pueden es-tar escondidas en objetos llamativos como:

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IIres y venires: avatares de la vida.

JJabón Rey: Típico jabón en forma de cubo para lavar ropa.Jodido: Con mala suerteJornalear: Trabajar por días en agricultura.Juanca: Juan CarlosJuanki: Juan CarlosJuguetón: le gusta el juego y las bromasJunta de Acción Comunal: Son organizacio-nes civiles que proponen una participación ciudadanaJusticia y Paz: Ley Colombiana que facilita la desmovilización de grupos armados y plan-tea la reparación de las víctimas.

LLa Ley: Expresión para referirse que alguien pertenece a la policía o ejército NacionalLangaruta: calificativo despreciativo./ per-sona de poda edad o bajo de pesoLanza: amigo/ compañero/ acompañan-teLavaza: Comida para los cerdo, marranos.Línea: Transporte público que puede ser

Latas de gaseosas, paquetes de cigarrillos, muñecas, cofres.Miraflores: Municipio del Departamento del Guaviare. Referenciado con hechos victimi-zantes.Mitú: Capital del Departamento de Vaupés.Mono: Persona rubia.Monte: Extensión de tierra que no ha sido trabajada por el hombreMoza: Mujer que se mete con hombre casa-do. La segunda.

NNadies: NadieN.N: sin identificaciónNueve Noches: Novenario, rezo para pedir por el difunto.

OOpacar: que le quita la luz a algo, lo hace mas opaco.

PPa lante: Hacia adelante, hacia el futuro.Paganos: De pagarPagar servicio: Obligación de todo joven hombre a trabajar durante un año con las fuerzas armadas o policía.

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395Paloquemao: Barrio de Bogotá donde están las oficinas de la Fiscalía y el DAS Papi: diminutivo de las madres a los hijos de de la esposa hacia su esposo.Paracos: Hace referencia a los Paramilitares.Paras: Hace referencia a los Paramilitares.Patrón: JefePatroncita: calificativo de respeto al referirse a una mujer.Pauto: Río que nace en Boyaca, atraviesa el departamento de Casanare y desemboca en el río Meta.Peinilla: MachetePeliador: persona agresiva Pentecostal: Secta cristianaPepe: discoteca en el Municipio de San Mar-tin-MetaPinitos: inicio de algoPiñal: Vereda de Vista Hermosa Meta.Plaza Caicedo, : Sitio histórico ubicado en la Capital del departamento de Valle del CaucaPrendería: Casa prestadora de dinero, com-pra venta.Posicionamiento: tomar posesión de un cargoPozo Azul: Nombre de Balneario, sitio para ir de bañoPrestar servicio: Obligación de todo joven hombre a trabajar durante un año con las fuerzas armadas o policía.Pueblo Seco: Caserío del Departamento del GuaviarePuerto Berrio: Población en el departamen-to de AntioquiaPunto Rojo: sitio de comercio o comidas en el Municipio de San Martin.agar el servicio militar: Servicio obligatorio que prestan los jóvenes en el ejército o la PolicíaPalmeras: Cultivos, sitio de estadía de perso-nas fuera de la ley.Para bolas: Sapo, el que todo lo quiere oír. Paratabueno: Municipio de Cundinamarca

gos y chistes, extrovertida.Reinaldo Armas: Cantante Venezolano de Música LlaneraRemesa: MercadoRestos: cuerpo humanos en descomposi-ción.Retorno: Municipio del departamento del Guaviare.

SSacarse la yuca: acción de obtener sonido de las articulaciones de los dedosSan Miguel: Vereda, población del Municipio de Cubarral MetaSan Pedro de Arimena: Es una Inspección del Municipio de puerto Gaitán (Meta)Sardinos: jóvenes adolescentesSapo: Hace referencia a un informante.Secretariado: Hace referencia al secretariado de las FARC-EP. grupo subversivo. Separada: Separación temporal de una pa-reja, por ejemplo, la conocí durante una se-parada.San José: Municipio, Ciudad capital del De-partamento del Guaviare. Se llueve: Penetra el agua por el techo.Sicario: Persona que comete homicidios con armas de fuego.

TToma: Ocupación violenta de personas que pertenecen a grupos Ilegales a un sitio o lu-gar del país.

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Pata de un árbol: Es la raíz Patrón: Persona que da órdenes y tiene a cargo varios hombres, JefePellejo: Dícese del cuidado u perdida de la vida, cuello.Perico: Terminación del procesamiento de la coca, Café con leche pequeño.Pieza: Lugar de habitaciónPlancha: Segundo piso.Planos: Lugar geográfico Plomo: Bala, munición de arma de fuego.Puerto Aljure: Vereda de fuente de oro MetaPutiadero: Casa de prostitución, sitio de atención de mujeres.

QQuehaceres: Tareas propias del hogar.Quimbas: Hace referencia a lo que se use en los pies para caminar (Cotizas- Botas ..otros) pies patas …. Químicos: Los utilizados para procesar la coca.

RRanchería: Caserío de población indígena por familiasRanchito: lugar de habitación rudimentarioRaspar: Recoger hoja de cocaRaspas: Persona que hace la recogida de la hoja de coca.Reburujar: Revolver, alborotar, desordenar.Rebuscarme: De rebusque, conseguir algo. Recochero: Persona que le gusta hacer jue-

Talanquera: Tranca de un establo, tranquera.Tamales: Plato típico envuelto en hoja de la mata del plátano.Tanquear: Equiparse o almacenar combusti-bles y químicos, echar gasolina a un vehícu-lo, ingerir alimentos.Techo: Parte alta de la vivienda.Tipos: Personas ajenas o desconocidas en el lugar.Tiros: DisparosTolima: Departamento de Colombia.Tragadera: Ansia de comer. Comer mucho.Trochas: Rutas para llegas a las diferentes veredas o caseríos en una región.Tula: Billetes con valor, plata.

UUAO: Unidad de Apoyo y Orientación al des-plazado.Urbanos: Combatientes de grupos armados ilegales que permanecen dentro de las ciu-dades o municipios.Uribe: Municipio del Departamento del Meta

VVallenatos: Música de Valledupar, típica de la costa atlántica colombiana.Vamos a baño: Bañarse en un río o piscinaVasitos: Hace referencia a los vasos sanguí-neos.Vergel: Especie de árbol nativoViernes Santo: Viernes del año donde se conmemora la muerte de Jesucristo

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396Villavo: Villavicencio, Ciudad capital del De-partamento del Meta.Voladora: Lancha rápida.Volqueta: Vehículo, carro de transporte.Vuelta Colombia: Certamen ciclístico Colom-bianoVueltas: Orden dada para asesinar a una persona, llevar o transportar la coca, Acción realizada como delito.

ZZarco: Hace referencia a una persona de ojos claros.Zona Roja: Sitio donde se presentan habi-tualmente hostigamientos o enfrentamien-tos de grupos armados.Zorra: Vehículo de tracción animal / mujer de la que se dice es infiel.

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