la gran tribulacion

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1 La Gran Tribulacion Título de la obra en inglés: The Great Tribulation Traducción de Román Quirós M. By David Chilton Author of: The Days of Vengeance: An Exposition of the Book of Revelation

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La Gran Tribulacion

Título de la obra en inglés:

The Great Tribulation Traducción de Román Quirós M.

By David Chilton

Author of: The Days of Vengeance: An Exposition of the Book of Revelation

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Prefacio del editor 1. La generación terminal 2. La venida en las nubes 3. La llegada del anticristo 4. Los últimos días 5. La llegada del nuevo pacto 6. Los cuatro jinetes 7. Venganza para los mártires 8. Se abre el libro 9. Jerusalén es sitiada 10. Toda la creación toma venganza 11. ¡Consumado es! Epílogo del editor Prefacio del editor|Epílogo del editor|1|2|3|4|5|6|7|8|9|10|11 Índice

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PREFACIO DEL EDITOR

Gary North

Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por

estrado de tus pies. Jehová enviará desde Sión la vara de tu poder; domina en

medio de tus enemigos. (Sal.110:1-2).

Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo

dominio, toda autoridad y potencia. Porque preciso es que él reine hasta que haya

puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será

destruido es la muerte (1 Corintios 15:24-26).

La Biblia enseña que Jesús reinará sobre la tierra. Una vez que comience, no habrá

ninguna interrupción de su reinado sobre esta tierra en la historia hasta que la

muerte sea finalmente derrotada. Pero sabemos que la muerte termina sólo en el

día final, cuando Cristo ponga fin a la rebelión final de Satanás, cuando el diablo

sea lanzado al lago de fuego (Apocalipsis 20:7-10).

La pregunta clave del reino es: ¿Cuándo comenzará su reinado en la tierra? Jesús

habló muy claramente sobre esto. Les dijo a sus discípulos acerca de su

resurrección:

Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos

a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del

Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y

he aquí yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo. Amén. (Mat. 28:18-20).

Así, pues, toda potestad en el cielo y en la tierra ya ha sido dada a Cristo. ¡Ya!

Sabemos también que Él está reinando con Dios en el cielo.

Y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos,

según la operación de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los

muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y

autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este

siglo, sin o también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies , y lo dio

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por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de

Aquél que todo lo llena en todo (Efesios 1:19-23).

¿Es Cristo la cabeza de la iglesia hoy día? Pablo dice que sí. Pero, ¿qué más es

verdad hoy día, según Pablo? El pasaje es claro: Jesucristo gobierna la tierra ahora

desde el cielo. En este momento, Él está por encima de todo principado, poder,

autoridad, y dominio. ¿Qué son estas cosas? Son espíritus demoníacos. Pablo

escribió en esta misma epístola: "Porque no tenemos lucha contra sangre y carne,

sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas

de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes"

(Efesios 6:12).

Dios está en control. Jesús está en control. En principio, todas las cosas están bajo

los pies de Jesús. Es verdad que, en la historia, los seres malos todavía tienen

poder. Como pueblo de Dios, nosotros luchamos espiritualmente contra ellos. La

guerra entre el bien y el mal, entre la verdad y el error, continúa diariamente en la

vida de todo cristiano y en la vida de cada sociedad. Pero, en principio, la vida es

más fuerte que la muerte, porque la resurrección de Jesús lo ha demostrado. La

resurrección es más fuerte que la cruz. La luz es más fuerte que la oscuridad (Juan

1:9). El bien es más poderoso que el mal, porque Cristo reina ahora desde lo alto.

El legado del "segundo Adán", Jesucristo, es más poderoso en la historia que el

legado del primer Adán. La gracia es más poderosa que el pecado.

Usted cree en esto, ¿verdad?

¿Por qué temer a "la gran tribulación"?

¿Por qué, entonces, deben los cristianos creer que alguna gran tribulación se les

viene encima en el futuro - una tribulación tan grande que nada como ella ha

ocurrido jamás? No todos los cristianos creen que pasarán por la tribulación,

aunque sí lo creen los premilenialistas de la post-tribulación. Pero, si Dios reina

desde lo alto, ¿por qué deben los cristianos esperar nada peor que los holocaustos

"normales" del siglo veinte - las persecuciones y los genocidios de armenios, judíos,

kulaks rusos, ucranianos, y camboyanos? Ciertamente, estos fueron eventos

terribles, y podría suceder que haya más de ellos, pero, ¿por qué deben los

cristianos esperar que ocurra otro evento que es fundamentalmente peor?

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La respuesta es: No deberían. ¿Por qué no? Porque la gran tribulación ha quedado

atrás. Esto es lo que David Chilton argumenta en La Gran Tribulación. Jesús

advirtió a su pueblo que vendría una gran tribulación en el futuro muy cercano. En el

capítulo de Mateo sobre la gran tribulación están registradas las palabras de Jesús:

"De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca"

(Mateo 24:34). Por el pasaje paralelo en Lucas, sabemos que la gran tribulación

sería la destrucción de Jerusalén por un ejército, que resultó ser el ejército romano:

Pero cuando viéreis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su

destrucción ha llegado. Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y

los que en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella.

Porque estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que

están escritas (Lucas 21:20-22).

El magnífico comentario de David Chilton sobre el libro de Apocalipsis se llama

apropiadamente The Days of Vengeance [Días de Retribución] (Dominion Press,

1987). Este pequeño libro es un resumen breve de las secciones de Apocalipsis

que tratan de la caída de Jerusalén en 70 d. C.

¿Está usted esperando un desastre?

Puede resultar extraño a muchos lectores que la gran tribulación haya quedado

atrás. Esta posición ha sido bastante común en la historia de la iglesia, pero, más o

menos en los últimos cien años, muchos grupos creyentes en la Biblia han

adoptado una posición diferente: que la gran tribulación ocurrirá a Israel (o a todo el

mundo, incluyendo a los cristianos) en el futuro y probablemente en el futuro

cercano. La mayoría de los dispensacionalistas cree que la iglesia será "raptada" y

llevada fuera de este mundo antes de que tenga lugar la gran tribulación; los

dispensacionalistas post-tribulación y los premilenialistas no dispensacionalistas

tradicionales creen que la iglesia pasará por la gran tribulación.

Lo que la Biblia enseña es que esto tuvo lugar en 70 d. C., y los cristianos no

pasaron por ella. Este libro introduce a los lectores a la teología del juicio:

específicamente, las sanciones del juicio de Dios contra Israel. Las sanciones eran

maldiciones. Dios dio bendiciones a la iglesia y maldiciones al Israel rebelde, que

había crucificado al Señor y e invocado públicamente el juicio de Dios contra ellos

mismos: "Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y

sobre nuestros hijos" (Mateo 27:25). Las maldiciones de Dios contra el antiguo

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Israel en 70 d. C. estaban de acuerdo con su crimen, la crucifixión de Cristo. Este

crimen era el mayor (el peor) en la historia; su castigo fue también el mayor (el

peor) en la historia. Llamar "la gran tribulación" a cualquier otra cosa es disminuir la

inmensidad del crimen de aquella generación.

Nuestra abarcante responsabilidad

Me doy cuenta de que esto hará que muchos cristianos se sientan frustrados. Si la

gran tribulación ya pasó, entonces el rapto no ha de tener lugar antes de esta

tribulación. El rapto de los santos - la resurrección de los santos muertos y la

transformación instantánea de los que todavía estén vivos en la tierra (I Corintios

15:52) - se demora hasta el acto final de la historia, cuando Satanás se rebele y

Cristo regrese para juzgar al mundo (Apocalipsis 20:7-10). Esto significa que, hasta

entonces, los cristianos permanecerán en la tierra como agentes delegados de Dios

en el juicio de la historia, predicando el evangelio, aplicando la ley de Dios a cada

ára de la vida, y progresivamente sometiendo la tierra a la gloria de Dios (Génesis

1:26-28). Esto significa que, para los miembros de la iglesia, no habrá ningún

escape terrenal de las responsabilidades más y más pesadas del ejercicio del

dominio.

Tristemente, hay millones de cristianos hoy en día que han adoptado una filosofía

del futuro que enseña que la mayor parte de la gente morirá e irá al infierno - y

después será lanzada al lago de fuego por toda la eternidad (Apocalipsis 20:14) - y

nada que la iglesia haga podrá vencer la resistencia de estas personas al evangelio.

Simplemente, el Espíritu Santo nunca cambiará el corazón de la mayoría de la

humanidad. Inevitablemente, perecerán. Con más de 5 mil millones de personas

vivas hoy día, y con miles de millones más que han de nacer en los próximos 40

años, esta es una doctrina pesimista del futuro. Y sin embargo, los cristianos de hoy

prefieren creer en este horrible escenario que creer en el crecimiento de la iglesia y

el triunfo del evangelio, porque tal triunfo pondría una tremenda responsabilidad

sobre los hombros de los que se llaman a sí mismos cristianos. En realidad,

preferirían ver a miles de millones de personas perecer eternamente que reconocer

que a ellos, como cristianos, Dios les pedirá que asuman la responsabilidad en este

mundo - en las áreas que muchos cristianos llaman "seculares" - a causa de un

reavivamiento mundial.

Nosotros, los que nos llamamos cristianos reconstruccionistas, proclamamos un

futuro reavivamiento mundial y el constante y voluntario sometimiento de la gente a

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la ley de Dios. Creemos que a los cristianos se les asignarán responsabilidades

constantemente en cada una de las áreas de la vida en un mundo al cual se le han

acabado las respuestas factibles. Dios nos dará estas responsabilidades, pero no

por medio de la revolución o la tiranía. En su lugar, nos dará estas

responsabilidades en la historia por medio del sometimiento voluntario de los que

no tienen ninguna otra esperanza, de los que (hasta esa rebelión final de

Apocalipsis 20) estén dispuestos a permitir que los cristianos asuman estas

responsabilidades sociales, políticas, militares, y económicas.

Nosotros creemos en el reavivamiento. Creemos en el evangelismo y las misiones

extranjeras. También lo hacen todos los cristianos. Pero nosotros los

reconstruccionistas tenemos esta singular posición: creemos que estos esfuerzos

evangélicos tendrán éxito en la historia. Cuando llamamos a los otros cristianos a

intensificar sus esfuerzos para difundir el evangelio, les ofrecemos esta singular

motivación: a su debido tiempo, sus esfuerzos tendrán éxito en la historia. El

evangelio de Jesucristo no demostrará ser un fiasco en la historia. El poder de la

resurrección es mayor que el poder del diablo y sus seguidores humanos para

resistir el mensaje más poderoso en la historia de la humanidad: que Jesucristo ha

llevado sobre sí los pecados del hombre, y que el mal ha sido derrotado en

principio. Con el paso del tiempo, el evangelio triunfará en la historia.

EL NUEVO PRINCIPIO DE LA HUMANIDAD

Una de esas rarezas de la reciente historia intelectual es que quizás el comentario

más suscito y perceptivo sobre la perspectiva cristiana de la historia lo ha

proporcionado un judío secular que enseña leyes en la Universidad de Harvard. En

la introducción a su libro Law and Resolution: The Formation of the Western Legal

Tradition, publicado por Harvard University Press en 1983, Harold J. Berman hace

una observación crucial sobre la centralidad de la resurrección en el pensamiento

histórico cristiano. Comienza con una importante penetración en la actitud hebrea

hacia el tiempo histórico:

En contraste con los otros pueblos indo-europeos, incluyendo los griegos, que

creían que el tiempo se movía en ciclos siempre recurrentes, el pueblo hebreo

concebía el tiempo como continuo, irreversible e histórico, y que conducía

finalmente a la redención en última instancia. Sin embargo, también creían que el

tiempo tiene períodos dentro de él. No es cíclico, pero posiblemente puede ser

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interrumpido o acelerado. Se desarrolla. El Antiguo Testamento es una historia, no

sólo de cambio, sino de desarrollo, de crecimiento, de movimiento hacia la era

mesiánica - ciertamente un movimiento desigual, con muchos retrasos, pero sin

embargo un movimiento hacia.

Luego, Berman pasa a explicar cómo adoptó el cristianismo esta interpretación del

tiempo lineal, pero añadió un nuevo elemento clave:

Sin embargo, el cristianismo añadió un elemento importante al concepto judaico del

tiempo: el de transformación de lo viejo en lo nuevo. La Biblia hebrea se convirtió en

el Antiguo Testamento, su significado transformado por su cumplimiento en el

Nuevo Testamento. En el relato de la resurrección, la muerte se transformó en un

nuevo comienzo. Los tiempos no sólo se aceleraron sino que se regeneraron. Esto

introdujo una nueva estructura en la historia, en la cual había una transformación

fundamental de una era a otra. Se creía que esta transformación sólo podía ocurrir

una vez; se pensaba que la vida, la muerte, y la resurrección de Cristo era la única

interrupción importante en el curso del tiempo lineal desde la creación del mundo

hasta que termine por completo (pp. 26-27).

La Gran Tribulación muestra que esta transformación del antiguo orden al nuevo

orden de Cristo se manifestó decisivamente en la terminación pública del antiguo

orden: la caída de Jerusalén y la destrucción del templo y su sistema de sacrificios.

Este fue el zarandeo de los fundamentos en la historia.

Los acontecimientos del año 70 d. C. son casi completamente desconocidos para

los cristianos modernos. Las interpretaciones escatológicas que predicen la gran

tribulación en el futuro llevaron al descuido en relación con la literatura cristiana

popular sobre el relato de la caída de Jerusalén. David Chilton ha prestado un gran

servicio educativo a la iglesia de Jesucristo al recordarnos cuán importante suceso

fue la caída de Jerusalén. Desde la caída de Jerusalén hasta la futura conversión

de los judíos (Romanos 11), que dará comienzo a un período de bendiciones

terrenales sin precedentes (v. 12-15, ninguna otra cosa se aproxima más a ser una

manifestación del nuevo orden de Cristo.

Lo que tenemos que entender es que Satanás es un gran imitador. Dios le derrotó

en el Calvario, pero el diablo todavía trata de derrotar a los cristianos en sus vidas.

Dios impuso una gran tribulación al antiguo orden de los hebreos apóstatas, pero

Satanás imita a Dios al imponer holocaustos sobre la humanidad por medio de sus

seguidores. Cristo inauguró un nuevo orden mundial, así que los seguidores de

Satanás ahora prometen traernos un nuevo orden mundial. Los marxistas lo hacen,

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los nazis lo hicieron, y el movimiento de la Nueva Era lo hace. Todo es una

falsificación. ¡No acepte sustitutos! Recuerde las palabras de Cristo: "Pero si yo por

el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el

reino de Dios" (Mateo 12:28). Jesús echaba fuera demonios por el Espíritu de Dios,

así que el reino de Dios había llegado a ellos. Ahora es nuestra herencia como

miembros de la nueva nación de Cristo, la iglesia, porque Él les dijo a los judíos de

sus días: "El reino de Dios será dado a gente que produzca los frutos de él" (Mateo

21:43). El nuevo orden mundial de Cristo ha llegado, y la caída de Jerusalén es

prueba de ello. Como dice Berman de la resurrección: "Esto introdujo una nueva

estructura de la historia, en la cual había una transformación fundamental de una

era a otra. Se creía que esta transformación podía ocurrir una vez: se pensaba que

la vida, la muerte, y la resurrección de Cristo era la única interrupción importante en

el curso del tiempo lineal desde la creación del mundo hasta que termine por

completo". ¡Lo peor ha pasado".

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CAPÍTULO I LA GENERACIÓN TERMINAL

Uno de los principios más elementales para entender con exactitud el mensaje de la

Biblia es que la Escritura interpreta la Escritura. La Biblia es la Palabra de Dios

santa, infalible, sin error. Es nuestra más alta autoridad. Esto significa que no

podemos buscar una interpretación autorizada del significado de la Escritura fuera

de la misma Biblia. También significa que no debemos interpretar la Biblia como si

hubiese caído del cielo en el siglo veinte. El Nuevo Testamento se escribió en el

siglo primero, así que debemos tratar de entenderla en términos de sus lectores del

siglo primero. Por ejemplo, cuando Juan llamó a Jesús "el cordero de Dios", ni él ni

sus oyentes tenían en mente nada ni remotamente similar a lo que podría pensar el

hombre promedio, el hombre de la calle si oyera que alguien era llamado "cordero".

Juan no quiso decir que Jesús era dulce, agradable, atractivo, como para abrazarlo.

La verdad es que Juan no se estaba refiriendo en absoluto a la "personalidad" de

Jesús. Quería decir que Jesús era el Sacrificio sin pecado a favor del mundo.

¿Cómo sabemos esto? Porque la Biblia nos lo dice así.

Este es el método que debemos usar para resolver cada uno de los problemas de

interpretación en la Biblia, incluyendo los pasajes proféticos. Es decir, cuando

leemos un pasaje de Ezequiel, nuestra primera reacción no debe ser echar un

vistazo a las páginas del Times de New York en una búsqueda frenética de indicios

sobre su significado. El periódico no interpreta la Escritura, en ningún sentido

principal. El periódico no debe decidir por nosotros cuándo deben cumplirse ciertos

sucesos proféticos. La Escritura interpreta la Escritura.

ESTA GENERACIÓN

En Mateo 24 (y en Marcos 13 y Lucas 21), Jesús habló a sus discípulos sobre una

"gran tribulación" que vendría sobre Jerusalén. Durante los pasados 100 años, se

ha puesto de moda enseñar que Jesús hablaba del "fin del mundo" y el tiempo de

su segunda venida. Pero, ¿es esto lo que quería decir? Tenemos que tomar nota

cuidadosa de que Jesús mismo dio la fecha (aproximada) de la tribulación venidera,

sin dejar lugar para las dudas después de cualquier examen cuidadoso del texto

bíblico. Dijo así:

De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca

(Mateo 23.34).

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Esto significa que la totalidad de lo que habló Jesús en este pasaje, por lo menos

hasta el versículo 34, se cumplió antes de que hubiera pasado la generación

que estaba viva en ese momento. "Un momento", dice usted. "¿Todo? ¿El

testimonio a todas las naciones, la tribulación, la venida de Cristo en las nubes, la

caída de las estrellas ... todo?" Sí - y dicho sea de paso, este punto es una prueba

muy buena de su compromiso con el principio con el que comenzamos este

capítulo.

La Escritura interpreta la Escritura, dije yo; y usted asintió con la cabeza y

bostezó, pensando: "Claro. Yo sé todo eso, Vaya al punto. ¿Dónde entran las

explosiones atómicas y las abejas asesinas?" El Señor Jesús declaró que "esta

generación" - la gente que estaba viva en ese entonces - no pasaría antes de

que ocurrieran las cosas que él profetizaba. La pregunta es: ¿Cree usted en él?

Algunos han tratado de soslayar la fuerza de este texto diciendo que aquí la palabra

generación significa realmente raza, y que Jesús estaba diciendo simplemente que

la raza judía no moriría sino hasta que todas estas cosas se cumplieran. ¿Es cierto

eso? Yo lo desafío a usted: Saque su concordancia y mire cada una de las

ocasiones en que la palabra generación (en griego: genea) ocurre en el Nuevo

Testamento, y vea si en alguna de ellas la palabra significa "raza" en cualquier otro

contexto. He aquí todas las referencias en los evangelios: Mateo 1:17; 11:16; 12:39,

41, 42, 45; 16:4; 17:17; 23:36; 24:34; Marcos 8:12, 38; 9:19; 13:30; Lucas 1:48, 50;

7:31; 9:41; 11.29, 30, 31, 32, 50, 51; 16:8;17:25; 21:32. Ni una sola de estas

referencias habla de la totalidad de la raza judía durante miles de años; todas usan

la palabra en su sentido normal de la suma total de los que estaban vivos al mismo

tiempo. La palabra siempre se refiere a los contemporáneos. (En realidad, los que

dicen que significa "raza" tienden a reconocer este hecho, ¡pero explican que la

palabra cambia súbitamente de significado cuando Jesús la usa en Mateo 24!

Podemos sonreír ante un error tan transparente, pero también debemos recordar

que esto es muy serio. Estamos tratando con la palabra del Dios viviente).

Por consiguiente, la conclusión - antes de que comencemos siquiera a investigar el

pasaje en su totalidad - es que los sucesos profetizados en Mateo 24 ocurrieron

dentro de la vida de la generación que estaba viva en ese entonces. Fue a esta

generación a la que Jesús llamó "mala y perversa" (Mateo 12:39, 45; 16:4; 17:17);

fue esta "generación terminal" la que crucificó al Señor; y fue esta generación, dijo

Jesús, sobre la cual vendría el castigo por "toda la sangre justa derramada sobre la

tierra" (Mateo 23:35).

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TODAS ESTAS COSAS De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación. ¡Jerusalén,

Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados!

¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta a sus polluelos debajo

de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta (Mateo 23:36-

38).

La declaración de Jesús en Mateo 23 prepara el escenario para su enseñanza de

Mateo 24. Jesús habló claramente de un inminente juicio contra Israel por rechazar

la palabra de Dios, y por la apostasía final de rechazar al Hijo de Dios. Los

discípulos quedaron tan alterados por la profecía de condenación sobre la

generación actual y la "desolación" de la "casa" (el templo) que, cuando estuvieron

solos con él, no pudieron sino pedirle una explicación.

Cuando Jesús salió del templo y se iba, se acercaron los discípulos para mostrarle

los edificios del templo. Respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os

digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada. Y estando él

sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo:

Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida y del fin del

siglo? (Mateo 24:1-3).

Nuevamente, debemos tomar nota cuidadosa de que Jesús no estaba hablando de

algo que ocurriría miles de años más tarde, a algún templo futuro. Estaba

profetizando de "todas estas cosas", diciendo que "no quedará piedra sobre piedra".

Esto se ve aun más claro si consultamos los pasajes paralelos:

Saliendo Jesús del templo, le dijo uno de sus discípulos: Maestro, mira qué piedras,

y qué edificios. Jesús, respondiendo, le dijo: No quedará piedra sobre piedra, que

no sea derribada (Marcos 13:1-2).

Y a unos que hablaban de que el templo estaba adornado de hermosas piedras y

ofrendas votivas, dijo: En cuanto a estas cosas que veis, días vendrán en que no

quedará piedra sobre piedra, que no sea destruida (Lucas 21:5-6).

La única interpretación de las palabras de Jesús, que él mismo permite, es que

estaba hablando de la destrucción del templo que entonces existía en Jerusalén, los

mismos edificios que los discípulos contemplaban en ese momento de la historia. El

templo del que Jesús hablaba fue destruido en la toma de Jerusalén por los

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ejércitos romanos en el año 70 d. C. Esta es la única interpretación posible de la

profecía de Jesús en este capítulo. La gran tribulación terminó con la destrucción

del templo en el año 70 d. C. Aun en el caso (improbable) de que se hubiese

construido otro templo en algún momento futuro, las palabras de Jesús en Mateo

24, Marcos 13 y Lucas 21 no tienen nada que decir acerca de él. Jesús estaba

hablando solamente del templo de aquella generación. No hay ninguna base bíblica

para afirmar que el pasaje signifique ningún otro templo. Jesús confirmó los temores

de los discípulos: el hermoso templo de Jerusalén sería destruido dentro de aquella

generación; su casa quedaría desierta.

Los discípulos entendieron la importancia y el significado de esto. Sabían que la

venida de Cristo en juicio para destruir el templo significaría la completa disolución

de Israel como la nación del pacto. Sería la señal de que Dios se había divorciado

de Israel, apartándose de en medio de él, quitándole el reino y dándoselo a otra

nación (Mateo 21:43). Señalaría el fin de aquella era y la llegada de una era

enteramente nueva en la historia del mundo - el nuevo orden mundial. Desde el

principio de la creación hasta 70 d. C., el mundo estuvo organizado alrededor de un

santuario central, una única casa de Dios. Ahora, en el orden del nuevo pacto, los

santuarios se establecen dondequiera que exista el culto verdadero, donde se

observen los sacramentos y se manifieste la presencia especial de Dios. Más

anteriormente en su ministerio, Jesús había dicho: "La hora viene cuando ni en este

monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre ... Mas la hora viene, y ahora es, cuando

los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad" (Juan 4:21-

23). Ahora Jesús estaba dejando bien claro que la nueva era estaba a punto de ser

establecida permanentemente sobre las cenizas de la antigua. Los discípulos

preguntaron con urgencia: "¿Cuándo ocurrirán estas cosas y cuál señal habrá de tu

venida y del fin del siglo?"

Algunos han intentado leer esto como dos o tres preguntas enteramente separadas,

como si los discípulos hubiesen preguntado primero sobre la destrucción del

templo, y luego sobre las señales del fin del mundo. Esto difícilmente parece

creíble. El contexto inmediato (el reciente sermón de Jesús) tiene que ver con la

suerte de esta generación. Consternados, los discípulos habían señalado las

bellezas del templo, como para argumentar que un espectáculo tan magnífico no

debería ser arruinado; luego habían sido silenciados por la categórica declaración

de Jesús de que no quedaría piedra sobre piedra. No hay nada en absoluto que

indique que los discípulos cambiaron súbitamente de tema y preguntaron por el fin

del universo material. (La traducción "fin del mundo" en la versión King James)

conduce a error, porque el significado de la palabra inglesa world (mundo) ha

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cambiado en los últimos siglos. La palabra griega aquí no es cosmos [mundo], sino

aion, que significa eón o era). Los discípulos tenían una preocupación, y sus

preguntas giraban en torno a un solo punto difícil: el hecho de que su propia

generación sería testigo del fin de la era pre-cristiana y la llegada de la nueva era

prometida por los profetas. Todo lo que los discípulos querían saber era cuándo

ocurriría, y qué señales debían esperar, para estar plenamente preparados.

LAS SEÑALES DEL FIN

Jesús respondió dando a los discípulos, no una, sino siete señales del fin.

(Debemos recordar que "el fin" en este pasaje no es el fin del mundo, sino el fin de

aquella era, el fin del templo, el sistema de sacrificios, Israel como nación del pacto,

y los últimos restos de la era pre-cristiana). Es notable que hay una progresión en

esta lista: las señales parecen volverse más específicas y pronunciadas hasta que

llegamos al final, el inmediato precursor del fin. La lista comienza con ciertos

sucesos que ocurrirían meramente como "principio de dolores" (Mateo 24:8). Jesús

advirtió que, por sí mismos, estos sucesos no debían ser considerados señales de

un fin inminente; por esta razón, los discípulos debían estar en guardia para no ser

engañados sobre este punto (v. 4). Estos sucesos "iniciales", que marcaban el

período entre la resurrección de Cristo y la destrucción del templo en 70 d. C., eran

como sigue:

1. Falsos mesías. "Porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: Yo soy el

Cristo, y a muchos engañarán" (v. 5).

2. Guerras. "Y oiréis guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis,

porque es necesario que todo esto acontezca, peor aún no es el fin. Porque

se levantará nación contra nación, y reino contra reino" (vv. 6-7a).

3. Desastres naturales. "Y habrá pestes, hambres, y terremotos en diferentes

lugares. Y todo esto será principio de dolores" (vv. 7b-8).

Cualquiera de estos sucesos podría haber hecho pensar a los cristianos que el fin

ya estaba encima, de no ser porque Jesús les había advertido que tales sucesos

eran solamente tendencias generales que caracterizarían a la generación final, y no

precisamente señales del fin. Aunque todavía caracterizan al período como un todo,

las dos señales siguientes sí nos llevan a un punto cerca del fin de la época:

4. Persecución. "Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis

aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre" (v. 9).

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5. Apostasía. "Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y

unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y

engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de

muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo" (vv.

10-13).

Los dos últimos ítems de la lista son mucho más específicos que los anteriores.

Éstas serían las señales finales y definitivas del fin - una, el cumplimiento de un

proceso, y la otra un acontecimiento decisivo:

6. Evangelización mundial. "Y será predicado este evangelio del reino en todo

el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin" (v.

14).

A primera vista, esto parece increíble. ¿Podría el evangelio haber sido predicado al

mundo entero dentro de la generación en que se pronunciaron estas palabras? El

testimonio de la Escritura es claro. No sólo podía haber ocurrido, sino que en

realidad ocurrió. ¿Prueba? Algunos años antes de la destrucción de Jerusalén,

Pablo escribió a los cristianos de Colosas acerca de "... la palabra verdadera del

evangelio, que ha llegado hasta vosotros, así como a todo el mundo, y lleva fruto

y crece también en vosotros" (Colosenses 1:5-6), y les exhortó a no apartarse "de la

esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación

que está debajo del cielo" (Colosenses 1:23). A la iglesia de Roma, Pablo le

anunció que "vuestra fe se divulga por todo el mundo" (Rom. 1:8), porque la voz de

los predicadores del evangelio "ha salido por toda la tierra, y hasta los fines de la

tierra sus palabras" (Romanos 10:18). De acuerdo con la infalible palabra de Dios,

el evangelio fue realmente predicado al mundo entero, mucho antes de que

Jerusalén fuese destruida en 70 d. C. Esta señal crucial del fin se cumplió, como

Jesús había dicho. Todo lo que faltaba era la séptima y última señal; y cuando este

suceso ocurriera, cualesquiera cristianos que quedasen en o cerca de Jerusalén

tenían instrucciones de escapar en seguida:

7. La abominación desoladora. "Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la

abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda),

entonces los que estén en Judea, huyan a los montes. El que esté en la

azotea, no descienda para tomar algo de su casa; y el que esté en el campo,

no vuelva atrás para tomar su capa" (vv. 15-18).

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16

El texto del Antiguo Testamento al cual se refería Jesús está en Daniel 9:26-27, que

profetiza la llegada de ejércitos para destruir a Jerusalén y el templo: "El pueblo de

un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con

inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones, ... Con la

muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la

consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador". La palabra

hebrea correspondiente a abominación se usa en todo el Antiguo Testamento para

indicar ídolos y prácticas degradantes e idólatras, especialmente por parte de los

enemigos de Israel (por ejemplo, Deuteronomio 29:17; 1 Reyes 11:5, 7; 2 Reyes

23:13; 2 Crónicas 15:8; Isaías 66:3; Jeremías 4:1; 7:30; 13:27; 32:34; Ezequiel 5:11;

7:20; 11:18, 21; 20:7-8, 30). El significado tanto de Daniel como de Mateo queda

claro por la referencia paralela en Lucas. En vez de "abominación desoladora",

Lucas dice:

"Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su

destrucción ha llegado. Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; y los

que en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella.

Porque estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que

están escritas" (Lucas 21:20-22).

Por consiguiente, la "abominación desoladora" habría de ser la invasión armada

de Jerusalén. Durante el período de las guerras judías, Jerusalén fue rodeada por

ejércitos paganos varias veces. Pero el evento específico descrito por Jesús como

la "abominación desoladora" parece ser la ocasión en que los edomitas (idumeos),

los enemigos de Israel de toda la vida, atacaron a Jerusalén. Varias veces en la

historia de Israel, mientras éste era atacado por enemigos paganos, los edomitas

habían irrumpido en la ciudad para saquearla y asolarla, aumentando así

grandemente las miserias de Israel (2 Crónicas 20:2; 28:17; Salmos 137:7; Ezequiel

35:5-15; Amós 1:9, 11; Abdías 10-16).

Los edomitas permanecieron fieles a su costumbre, y su patrón característico se

repitió durante la gran tribulación. Una noche en 68 d. C., los edomitas rodearon la

santa ciudad con 20,000 soldados. Según Josefo, mientras permanecían fuera del

muro, "estalló durante la noche una terrible tormenta, con la mayor violencia y

vientos muy fuertes, grandes aguaceros, continuos relámpagos y truenos, y

tremendas concusiones y rugidos de la tierra, que experimentaba un terremoto.

Estas cosas eran una indicación manifiesta de que algún tipo de destrucción estaba

ocurriendo a los hombres, para que el sistema del mundo estuviese sufriendo un tal

desorden; y cualquiera adivinaría que estas maravillas presagiaban algunas

17

grandes calamidades venideras". Esta era la última oportunidad para escapar de la

ciudad de Jerusalén, condenada a muerte.

Cualquiera que deseara huir tenía que hacerlo inmediatamente, sin demora. Los

edomitas irrumpieron en la ciudad y fueron directamente al templo, donde

masacraron a 8,500 personas degollándolas. Mientras el templo rebosaba de

sangre, los edomitas corrían como locos por toda la ciudad, saqueando casas y

asesinado a cualquier persona que encontraban, incluyendo al sumo sacerdote.

Según el historiador Josefo, este suceso marcó "el principio de la destrucción de la

ciudad... en este mismo día puede fecharse el derribamiento del muro y la ruina de

sus asuntos".

LA GRAN TRIBULACIÓN Más ¡ay de las que estén encinta y de las que críen en aquellos días! Orad, pues,

que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo, porque habrá entonces

gran tribulación, cual no la habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la

habrá (Mateo 24:19-21).

El relato de Lucas da detalles adicionales:

Mas ¡ay de las que estén encinta, y de las que críen en aquellos días!, porque

habrá gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo. Y caerán a filo de

espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada

por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan (Lucas 21:23-24).

Como señaló Jesús en Mateo, la gran tribulación debía tener lugar, no al final de la

historia, sino a la mitad, pues nada similar había ocurrido "desde el principio del

mundo hasta ahora, ni lo habrá". Así, pues, la profecía de la tribulación se refiere a

la destrucción del templo en aquella generación (70 d. C.) solamente. No puede

hacérsela encajar en ningún esquema de interpretación de "doble cumplimiento"; la

gran tribulación de 70 d. C. fue un suceso absolutamente singular, que jamás habría

de repetirse.

Josefo nos ha dejado un registro presencial de mucho del horror de aquellos años,

especialmente de los días finales de Jerusalén. Fue un tiempo en que "el día se

pasaba en medio del derramamiento de sangre, y la noche en medio del temor";

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18

cuando era "común ver ciudades llenas de cadáveres"; cuando los judíos se

llenaron de pánico y comenzaron a matarse entre sí indiscriminadamente; cuando

los padres, con lágrimas en los ojos, masacraban a toda su familia, para evitar que

sufrieran un tratamiento peor a manos de los romanos; cuando, en medio de la

terrible hambruna, las madres mataban, asaban y comían sus propios hijos (ver

Deuteronomio 28:53); cuando la tierra entera "rebosaba de fuego y sangre"; cuando

los lagos y los mares se tornaban rojos, con cadáveres flotando por todas partes,

amontonándose en las orillas, hinchándose al sol, pudriéndose y reventándose;

cuando los soldados romanos capturaban a personas intentando escapar, y las

crucificaban - a razón de 500 personas en un solo día.

"¡Sea crucificado! ¡Sea crucificado! ¡Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros

hijos!", habían exclamado los apóstatas cuarenta años antes (Mateo 27:22-25); y

cuando todo hubo terminado, más de un millón de judíos habían sido muertos en el

sitio de Jerusalén; cerca de un millón más habían sido vendidos como esclavos en

todo el imperio, y la totalidad de Judea yacía en ruinas humeantes, virtualmente

despoblada. Los días de retribución habían llegado con intensidad horrenda y

despiadada. Al romper el pacto, la santa ciudad se había convertido en la ramera

babilónica; y ahora era un desierto, "habitación de demonios, guarida de todo

espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible" (Apocalipsis 18:2).

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19

CAPÍTULO 2 LA VENIDA EN LAS NUBES

Hemos visto que el discurso de Cristo en el Monte de los Olivos, registrado en

Mateo 24, Marcos 13, y Lucas 21, trata del "fin" - no del fin del mundo, sino del fin

de Jerusalén y el templo; se refiere exclusivamente a los "últimos días" de la era del

pacto antiguo. Jesús hablaba claramente de sus propios contemporáneos cuando

dijo que "esta generación" vería "todas estas cosas". La "gran tribulación" tuvo lugar

durante el terrible período de sufrimiento, guerras, hambruna, y asesinatos en

masa, que llevaron a la destrucción del templo en 70 d. C. Sin embargo, lo que

parece presentar un problema para esta interpretación es lo que Jesús dijo a

continuación:

E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá,

y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de

los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el

cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre

viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles

con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde

un extremo del cielo hasta el otro (Mateo 24:29-31).

Jesús parece estar diciendo que la Segunda Venida ocurrirá inmediatamente

después de la tribulación. ¿Ocurrirá la Segunda Venida en 70 d. C.? ¿Nos la hemos

perdido? Primero, dejemos clara una cosa desde el comienzo: no hay manera

alguna de soslayar esa palabra inmediatamente. Significa inmediatamente.

Reconociendo que la tribulación tuvo lugar durante la generación que entonces

vivía, también tenemos que enfrentar la clara enseñanza de la Escritura de que

cualquiera sea lo que Jesús está hablando en estos versículos, ocurrió

inmediatamente después. En otras palabras, estos versículos describen lo que ha

de tener lugar al final de la tribulación - lo que forma su clímax.

Para entender el significado de las expresiones de Jesús en este pasaje,

necesitamos entender el Antiguo Testamento mucho más de lo que la mayoría de la

gente lo entiende en la actualidad. Jesús estaba hablando a un auditorio

íntimamente familiarizado con los más oscuros detalles de la literatura del Antiguo

Testamento. Habían oído leer y exponer el Antiguo Testamento incontables veces

durante sus vidas, y habían memorizado largos pasajes. Las imágenes y las formas

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de expresión bíblicas habían formado su cultura, ambiente, y vocabulario desde su

más tierna infancia, y esto había sido así durante generaciones.

El hecho es que, cuando Jesús habló a sus discípulos sobre la caída de Jerusalén,

usó vocabulario profético. Había un 'lenguaje' de la profecía, reconocible

instantáneamente para los que estaban familiarizados con el Antiguo Testamento.

Al predecir Jesús el fin completo del sistema del pacto antiguo - que era, en cierto

sentido, el fin del mundo entero - habló de él como lo habría hecho cualquiera de

los profetas, en el conmovedor lenguaje del juicio del pacto. Consideraremos cada

elemento de la profecía, y veremos cómo su uso anterior por los profetas del

Antiguo Testamento determinaba su significado en el contexto del discurso de

Jesús sobre la caída de Jerusalén. Recordemos que nuestro modelo final de verdad

es la Biblia, y la Biblia solamente.

EL SOL, LA LUNA, Y LAS ESTRELLAS

Al final de la tribulación, dice Jesús, el universo se desplomaría: la luz del sol y de la

luna se extinguiría, las estrellas caerían, las potencias de los cielos serían

conmovidas. La base de este simbolismo se halla en Génesis 1:14-16, donde se

dice que el sol, la luna y las estrellas ("las potencias de los cielos") son "señales"

que "gobiernan" el mundo. Más adelante en la Escritura, estas luces celestiales se

usan para hablar de las autoridades y gobernadores terrenales; y cuando Dios

amenaza con venir contra ellos en juicio, se usa para describirlo la misma

terminología del universo que se desploma. Profetizando la caída de Babilonia a

manos de los medos en 539 a. C., Isaías escribió:

He aquí el día de Jehová viene, terrible, y de indignación y ardor de ira, para

convertir la tierra en soledad, y raer de ella a sus pecadores. Por lo cual las estrellas

de los cielos y sus luceros no darán su luz; y el sol se oscurecerá al nacer, y la luna

no dará su resplandor (Isaías 13:9-10).

Es muy significativo que Isaías profetizó más tarde la caída de Edom en términos

de una des-creación:

Y todo el ejército de los cielos se disolverá, y se enrollarán los cielos como un libro;

y caerá todo su ejército, como se cae la hoja de la parra, y como se cae la de la

higuera (Isaías 34:4).

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Nota adhesiva
14 Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años, 15 y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así. 16 E hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche; hizo también las estrellas.

21

El profeta Amós, contemporáneo de Isaías, predijo la destrucción de Samaria (722

a. C.) de una manera muy parecida:

"Acontecerá en aquel día, dice Jehová el Señor, que haré que se ponga el sol a

mediodía, y cubriré de tinieblas la tierra en el día claro" (Amós 8:9).

Otro ejemplo ocurre con el profeta Ezequiel, que predijo la destrucción de Egipto.

Dijo Dios por medio de Ezequiel:

"Y cuando te haya extinguido, cubriré los cielos, y haré entenebrecer las estrellas; el

sol cubriré con nublado, y la luna no hará resplandecer su luz. Haré entenebrecer

todos los astros brillantes del cielo por ti, y pondré tinieblas sobre tu tierra, dice

Jehová el Señor" (Ezequiel 32:7-8).

Hay que subrayar que ninguno de estos sucesos tuvo lugar literalmente. No era el

propósito de Dios que nadie interpretara literalmente estas afirmaciones. Sin

embargo, poéticamente, todas estas cosas sí ocurrieron; por lo que concernía a

estas naciones impías, "las luces se apagaron". Esto es simplemente lenguaje

figurado, que no nos sorprendería en absoluto si estuviéramos más familiarizados

con la Biblia y apreciáramos su carácter literario.

Por consiguiente, lo que Jesús estaba diciendo, en terminología profética

inmediatamente reconocible por sus discípulos, es que la luz de Israel se

extinguiría; la nación del pacto dejaría de existir. Cuando la tribulación terminara, el

antiguo Israel desaparecería.

LA SEÑAL DEL HIJO DEL HOMBRE La mayoría de las traducciones modernas de Mateo 24:30 dice algo así: "Y

entonces aparecerá en el firmamento la señal del Hijo del Hombre ...". Esa es una

traducción errónea, basada, no en el texto griego, sino en las erradas suposiciones

del propio traductor sobre este pasaje (creyendo que habla de la Segunda Venida).

Una traducción del griego palabra por palabra dice en realidad:

Y entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo. ...

Como se puede ver, hay dos importantes diferencias en la traducción correcta.

Primera, la ubicación de la cual se habla es el cielo, no sólo el firmamento;

segunda, no es la señal lo que está en el cielo, sino el Hijo del Hombre el que está

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22

en el cielo. El punto es simplemente que este gran juicio sobre Israel, la destrucción

de Jerusalén y el templo, sería la señal de que Cristo Jesús está entronizado en el

cielo a la derecha del Padre, señoreando sobre las naciones y trayendo retribución

sobre sus enemigos. El cataclismo divinamente ordenado de 70 d. C. reveló que

Cristo había quitado el reino a Israel y lo había dado a la iglesia; la desolación del

antiguo templo era la señal final de que Dios lo había abandonado y ahora moraba

en un nuevo templo, la iglesia. Todos estos eran aspectos de la primera venida de

Cristo, partes cruciales de la obra que vino a llevar a cabo por medio de su muerte,

resurrección, y ascensión al trono. Es por esto por lo que la Biblia habla del

derramamiento del Espíritu Santo sobre la iglesia y la destrucción de Israel como de

un mismo suceso, porque estaban íntimamente conectados teológicamente. El

profeta Joel predijo al mismo tiempo tanto el día de Pentecostés como la

destrucción de Jerusalén:

Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros

hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán

visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en

aquellos días. Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas

de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el

día grande y espantoso de Jehová. Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová

será salvo; porque en el monte de Sión y en Jerusalén habrá salvación, como ha

dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá llamado (Joel 2:28-32).

Como veremos en un capítulo posterior, la inspirada interpretación de este texto por

Pedro en Hechos 2 determina el hecho de que Joel está hablando del período

desde el derramamiento inicial del Espíritu Santo hasta la destrucción de Jerusalén,

desde Pentecostés hasta el Holocausto. Para nosotros, es suficiente observar aquí

que en este pasaje se usa el mismo lenguaje de juicio. La interpretación barata

común de que las "columnas de humo" son hongos de explosiones nucleares es

una radical distorsión del texto, y una interpretación completamente errónea del

lenguaje profético de la Biblia. Tendría el mismo sentido decir que las columnas de

fuego y humo durante el éxodo eran el resultado de una explosión atómica.

LAS NUBES DEL CIELO

Apropiadamente, esto nos lleva al siguiente elemento de la profecía de Jesús sobre

la destrucción de Jerusalén: "y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y

verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran

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gloria". Aquí la palabra tribus hace referencia principalmente a las tribus de la tierra

de Israel; y el "lamento" probablemente ocurre en dos sentidos. Primero, se

lamentarían de tristeza a causa de su sufrimiento y la pérdida de su tierra; segundo,

lamentarían finalmente en arrepentimiento por sus pecados, cuando se convirtiesen

de su apostasía (véase Romanos 11).

Pero, ¿cómo es que verían al Hijo del Hombre viniendo en las nubes? Este es un

símbolo importante del poder y la gloria de Dios, que se usa en toda la Biblia. Por

ejemplo, pensemos en la "columna de fuego y nube" por medio de la cual Dios

salvó a los Israelitas y destruyó a sus enemigos en la liberación de Egipto (véase

Éxodo 13:21-22; 14:19:31; 19:16-19). En realidad, durante todo el Antiguo

Testamento, Dios estaba viniendo "en las nubes", para salvar a su pueblo y destruir

a sus enemigos: "El que pone las nubes por su carroza, el que anda sobre las alas

del viento" (Salmos 104:3). Cuando Isaías profetizó el juicio de Dios sobre Egipto,

escribió: "He aquí que Jehová monta sobre una ligera nube, y entrará en Egipto; y

los ídolos de Egipto temblarán delante de él" (Isaías 19:1). El profeta Nahúm habló

de manera similar de la destrucción de Nínive por Dios: "Jehová marcha en la

tempestad y el torbellino, y las nubes son el polvo de sus pies" (Nahúm 1:3). La

expresión de que Dios "viene en las nubes del cielo" es un símbolo bíblico casi

común de su presencia, juicio, y salvación.

Sin embargo, mayor que esto es el hecho de que Jesús se está refiriendo a un

suceso específico conectado con la destrucción de Jerusalén y el fin del pacto

antiguo. Habló de ello nuevamente durante su juicio, cuando el sumo sacerdote le

preguntó si era el Cristo, y Jesús respondió:

Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y

viniendo en las nubes del cielo (Marcos 16:62; ver Mateo 26:64).

Obviamente, Jesús no se refería a un suceso miles de años en el futuro. Hablaba

de algo que sus contemporáneos - "esta generación" - verían durante sus vidas. La

Biblia nos dice exactamente cuándo vino Jesús en las nubes del cielo:

Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que

le ocultó de sus ojos (Hechos 1:9).

Y el Señor, después de que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la

diestra de Dios (Marcos 16:19).

24

Fue este suceso, la ascensión a la diestra de Dios, lo que Daniel predijo:

Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía como un

hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante

de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y

lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino

uno que no será destruido (Daniel 7:13-14).

La destrucción de Jerusalén era la señal de que el Hijo del Hombre, el segundo

Adán, estaba en el cielo, señoreando sobre el mundo y disponiendo de él para sus

propios fines. A su ascensión, había venido en las nubes del cielo para recibir el

reino de manos de su Padre; la destrucción de Jerusalén era la revelación de este

hecho. Por consiguiente, en Mateo 24, Jesús no estaba profetizando que vendría

literalmente en las nubes en 70 d. C. (aunque era cierto figurativamente). Su

"venida en las nubes", en cumplimiento de Daniel 7, tuvo lugar en 30 d. C., al

principio de la "generación terminal". Pero en 70 d. C., las tribus de Israel verían la

destrucción de la nación como resultado de su ascensión al trono del cielo para

recibir el reino.

JUNTAR A LOS ESCOGIDOS

Finalmente, anunció Jesús, el resultado de la destrucción de Jerusalén sería que

Jesús enviaría a sus "ángeles" a juntar a los escogidos. ¿No es esto el rapto? No.

La palabra ángeles significa simplemente mensajeros (ver Santiago 2:25), sin

importar si su origen es celestial o terrena; es el contexto lo que determina si las

criaturas de las cuales se habla son celestiales. A menudo, la palabra significa

predicadores del evangelio (ver Mateo 11:10; Lucas 7:24; 9:52; Apocalipsis 1-3). En

contexto, hay todas las razones para suponer que Jesús está hablando del

evangelismo mundial y la conversión de las naciones que seguiría a la destrucción

de Israel.

<> El uso que Cristo hace de la palabra juntar es significativo en este respecto.

Literalmente, la palabra es un verbo que significa reunirse en sinagoga; el

significado es que, con la destrucción del templo y del sistema de pacto antiguo, el

Señor envía sus mensajeros para reunir en su sinagoga a su pueblo escogido. En

realidad, Jesús está citando a Moisés, que había prometido: "Aun cuando tus

desterrados estuvieren en las partes más lejanas que hay debajo del cielo, de allí te

25

recogerá Jehová tu Dios, y de allá te tomará" (Deuteronomio 30:4). Ninguno de los

dos textos tiene nada que ver con el rapto; ambos tienen que ver con la

restauración y el establecimiento de la casa de Dios, la congregación organizada de

su pueblo del pacto. Esto queda señalado aún más cuando recordamos lo que

Jesús había dicho justo antes de este discurso:

<>

¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son

enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta a sus

polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada

desierta (Mateo 23:37-38).

Porque Jerusalén apostató y rehusó reunirse en sinagoga bajo la soberanía de

Cristo, su templo sería destruido, y se formaría una nueva sinagoga y un nuevo

templo: la iglesia. Por supuesto, el nuevo templo fue creado el día de Pentecostés,

cuando el Espíritu vino a morar en la iglesia. Pero el hecho de la existencia del

nuevo templo sólo sería obvio cuando el andamiaje del antiguo templo y el sistema

del pacto antiguo fuesen quitados. Las congregaciones cristianas comenzaron

inmediatamente a llamarse "sinagogas" (esa es la palabra usada en Santiago 2:2),

mientras que las reuniones judías eran llamadas "sinagogas de Satanás"

(Apocalipsis 2:9; 3:9). Pero vivían esperando el día del juicio sobre Jerusalén y el

templo antiguo, cuando la iglesia fuera revelada como el templo verdadero y la

verdadera sinagoga de Dios. Puesto que el sistema del pacto antiguo era "viejo" y

estaba "próximo a desaparecer" (Hebreos 8:13), el escritor de Hebreos les instaba

tener esperanza, "no dejando de congregarnos, como algunos tienen por

costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca"

(Hebreos 10:25; ver 2 Tesalonicenses 2:1-2).

La promesa del Antiguo Testamento de que Dios "reuniría en sinagoga" a su pueblo

experimenta un cambio muy importante en el Nuevo Testamento. En vez de la

forma simple de la palabra, el término usado por Jesús tiene como prefijo la

preposición epi. Esta es una expresión favorita en el nuevo pacto, que intensifica

la palabra original. Por consiguiente, lo que Jesús está diciendo es que la

destrucción del templo en 70 d. C. le revelaría a Él como viniendo en las nubes para

recibir su reino; y mostraría a su iglesia ante el mundo como la plena, la verdadera,

la super-sinagoga.

26

CAPÍTULO 3 LA VENIDA DEL ANTICRISTO

Según las palabras de Jesús en Mateo 24, una de las crecientes características de

la era que precedería al derrumbe de Israel sería la apostasía dentro de la iglesia

cristiana. Esto se mencionó antes, pero un estudio más concentrado en este punto

arrojará mucha luz sobre cierto número de temas relacionados en el Nuevo

Testamento - temas que a menudo han sido malentendidos.

Por regla general, pensamos en el período apostólico como un tiempo de

evangelismo y crecimiento de la iglesia tremendamente explosivos, una "edad de

oro", en que ocurrían milagros asombrosos todos los días. Esta imagen común es

esencialmente correcta, pero es defectuoso a causa de una flagrante omisión.

Tendemos a descuidar el hecho de que la iglesia primitiva fue escenario del más

dramático brote de herejías en la historia mundial.

LA GRAN APOSTASÍA

La iglesia comenzó a ser infiltrada por herejías bien temprano en su desarrollo.

Hechos 15 registra la reunión del primer concilio de iglesia, que fue convocado para

producir una decisión autorizada sobre el tema de la justificación por la fe (algunos

maestros habían estado abogando por la falsa doctrina de que se debían guardar

las leyes ceremoniales del Antiguo Testamento para ser justificado). Sin embargo,

el problema no desapareció; años más tarde, e apóstol Pablo tuvo que lidiar con él

otra vez, en su carta a las iglesias de Galacia. Como les dijo Pablo, esta aberración

doctrinal no era poca cosa, sino que afectaba su misma salvación: era un

"evangelio diferente", una completa distorsión de la verdad, y equivalía a repudiar a

Jesucristo mismo. Usando algunos de los términos más severos de su carrera,

Pablo pronunció condena contra los "falsos hermanos" que enseñaban la herejía

(véase Gálatas 1:6-9; 2:5, 11-21; 3:1-3; 5:1-12).

Pablo también previó que la herejía infectaría a las iglesias de Asia Menor.

Convocando a los ancianos de Éfeso, les exhortó a "estar en guardia por ustedes

mismos y por toda la grey" porque "yo sé que, después de mi partida, vendrán lobos

rapaces que no perdonarán al rebaño; y se levantarán de entre ustedes mismos,

hablando perversidades, para atraer tras de sí a los discípulos" (Hechos 20:28-30).

Tal como Pablo lo predijo, la falsa doctrina se convirtió en un punto de disputa de

27

enormes proporciones en estas iglesias. Para cuando se escribió el libro de

Apocalipsis, algunas de ellas habían sido casi completamente arruinadas por el

avance de enseñanzas heréticas y la apostasía resultante (Apocalipsis 2:2, 6, 14-

16, 20-24; 3:1-4, 15-18).

Pero el problema de la herejía no se limitaba a ninguna área geográfica ni cultural.

Estaba extendida, y se convirtió más y más en tema de consejos apostólicos y

descuidos pastorales a medida que pasaba el tiempo. Algunos herejes enseñaban

que la resurrección final ya había tenido lugar (2 Timoteo 2:18), mientras que otros

afirmaban que la resurrección era imposible (1 Corintios 15:12); algunos enseñaban

extrañas doctrinas de ascetismo y culto a los ángeles (Colosenses 2:8, 18-23; 1

Timoteo 4:1-3); otros abogaban por toda clase de inmoralidades y rebeliones en

nombre de la "libertad" (2 Pedro 2:1-3, 10-22; Judas 4, 8, 10-13, 16). Una y otra

vez, los apóstoles se encontraron haciendo severas advertencias para que no se

tolerasen falsos maestros y "falsos apóstoles" (Romanos 16:17-18; 2 Corintios 11:3-

4, 12-15; Filipenses 3:18-19; 1 Timoteo 1:3-7; 2 Timoteo 4:2-5), pues éstos habían

sido la causa de separaciones en masa de la fe, y la extensión de la apostasía

aumentaba a medida que el tiempo pasaba (1 Timoteo 1:19-20; 6:20-21; 2 Timoteo

2:16-18; 3:1-9, 13; 4:10, 14-16). Una de las últimas cartas del Nuevo Testamento, el

libro de Hebreos, se escribió a una comunidad cristiana entera cuando sus

miembros estaban a punto de abandonar el cristianismo en masa. La iglesia

cristiana de la primera generación no sólo se caracterizaba por la fe y los milagros;

también se caracterizaba por la creciente ilegalidad, rebelión, y herejía desde dentro

de la propia comunidad cristiana - tal como Jesús lo había predicho en Mateo 24.

EL ANTICRISTO

Los cristianos tenían un nombre específico para esta apostasía. La llamaban

Arttic/must. Muchos escritores populares han especulado sobre este término, y por

lo general, han desestimado su uso en la Escritura. En primer lugar, considérese un

hecho que sin duda sorprenderá a algunas personas: la palabra "anticristo" jamás

ocurre en el libro de Apocalipsis. Ni una sola vez. Pero el término es usado de modo

rutinario por los maestros cristianos como sinónimo de "la bestia" de Apocalipsis 13.

Obviamente, no hay duda de que la bestia es enemiga de Cristo, y por esto, es

"anti" Cristo en ese sentido; sin embargo, lo que quiero subrayar es que el término

anticristo se usa en un sentido muy específico, y esencialmente no está relacionado

con la figura conocida como "la bestia" y el número "666".

28

Un error adicional enseña que "el anticristo" es un individuo específico; relacionada

con esto está la idea de que "él" es alguien que aparecerá hacia el fin del mundo.

Como la primera, ambas ideas son contradichas por el Nuevo Testamento.

En realidad, las únicas ocasiones en que ocurre el término anticristo son los

siguientes versículos de las cartas del apóstol Juan.

Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así

ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo.

Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de

nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase

que no todos son de nosotros. ... ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que

Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo aquel

que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al

Padre. ... Os he escrito esto sobre los que os engañan (1 Juan 2:18-19, 22-23, 26).

Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque

muchos falsos profetas han salido por el mundo. En esto conoced el Espíritu de

Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y

todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y

este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora

ya está en el mundo. Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque

mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo. Ellos son del

mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los oye. Nosotros somos de Dios; el

que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos

el espíritu de verdad y el espíritu de error (1 Juan 4:1-6).

Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que

Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo.

Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que

recibáis galardón completo. Cualquiera que se extravía, y no persevera en la

doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí

tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros, y no tiene esta doctrina, no lo

recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le dice: ¡Bienvenido!

participa de sus malas obras (2 Juan 7-11).

Los textos citados arriba comprenden todos los pasajes bíblicos que mencionan la

palabra anticristo, y de ellos podemos extraer varias conclusiones importantes:

29

Primera, los cristianos ya habían sido advertidos de la venida del anticristo (1

Juan 2:18; 4:3).

Segunda, no había sólo uno, sino "muchos anticristos" (1 Juan 2:18). Por

consiguiente, el término anticristo no puede ser simplemente la designación de un

solo individuo.

Tercera, el anticristo ya estaba en operación, como escribió Juan: "Así ahora han

surgido muchos anticristos" (1 Juan 2:18); "Os he escrito esto sobre los que os

engañan" (1 Juan 2:26); "vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el

mundo (1 Juan 4:3); muchos engañadores han salido por el mundo. ... Éste es el

engañador y el anticristo" (2 Juan 7). Obviamente, si el anticristo ya estaba

presente en el siglo primero, no era ninguna figura que surgiría al fin del mundo.

Cuarta, el anticristo era un sistema de incredulidad, particularmente la herejía de

negar la persona y la obra de Jesucristo. Aunque, aparentemente, los anticristos

afirmaban pertenecer al Padre, enseñaban que Jesús no era el Cristo (1 Juan 2:22);

junto con los falsos profetas (1 Juan 4:1), negaban la encarnación (1 Juan 4:3; 2

Juan 7, 9), y rechazaban la doctrina apostólica (1 Juan 4:6).

Quinta, los anticristos habían sido miembros de la iglesia cristiana, pero habían

abandonado la fe (1 Juan 2:19). Ahora estos apóstatas estaban tratando de

engañar a otros cristianos para inclinar a la iglesia en general en dirección contraria

a Jesucristo (1 Juan 2:26; 4:1; 2 Juan 7, 10).

Juntando todo esto, podemos ver que el anticristo es una descripción tanto de un

sistema de apostasía como de apóstatas individuales. En otras palabras, el

anticristo era el cumplimiento de la profecía de Jesús de que vendría un tiempo de

gran apostasía, cuando "muchos tropezarían entonces, y se entregarían unos a

otros, y unos a otros se aborrecerían. Y muchos falsos profetas se levantarían, y

engañarían a muchos" (Mateo 24:10-12). Como dijo Juan, los cristianos habían sido

advertidos de la venida del anticristo; y efectivamente, habían surgido "muchos

anticristos". Durante un tiempo, habían creído al evangelio; más tarde, habían

abandonado la fe, e iban por allí tratando de engañar a otros, bien iniciando nuevas

sectas o, más probablemente, tratando de atraer a los cristianos hacia el judaísmo -

la falsa religión que aseguraba adorar al Padre mientras negaba al Hijo. Cuando la

doctrina del anticristo se entiende, encaja perfectamente en lo que nos dice el resto

del Nuevo Testamento sobre la época de la "generación terminal".

30

Uno de los anticristos que afligía a la iglesia primitiva era Cerinto, jefe de una secta

judaica del siglo primero. Considerado por los Padres de la Iglesia como "el

archihereje", e identificado como uno de los "falsos apóstoles" que se oponían a

Pablo, Cerinto era un judío que ingresó a la iglesia y comenzó a alejar a los

cristianos de la fe ortodoxa. Enseñaba que una deidad menor, no el Dios verdadero,

había creado el mundo (sosteniendo, como los gnósticos, que Dios era demasiado

"espiritual" para ocuparse de la realidad material). Lógicamente, esto significaba

una negación de la encarnación, pues Dios no asumiría un cuerpo físico y una

personalidad realmente humana. Y Cerinto era consistente: declaraba que Jesús

había sido simplemente un hombre ordinario, no nacido de una virgen; que "el

Cristo" (un espíritu celestial) había descendido sobre el hombre Jesús en el

bautismo (permitiéndole hacer milagros), pero luego le había abandonado

nuevamente en la crucifixión. También, Cerinto defendía una doctrina de

justificación por las obras - en particular, la absoluta necesidad de observar las

ordenanzas ceremoniales del pacto antiguo para ser salvo.

Además, Cerinto fue aparentemente el primero en enseñar que la segunda venida

introduciría un reinado literal de Cristo en Jerusalén durante mil años. Aunque esto

contrario a la enseñanza apostólica del reino, Cerinto afirmaba que un ángel le

había revelado esta doctrina (de una manera muy parecida a lo que ocurrió con

Joseph Smith, un anticristo del siglo diecinueve, que más tarde afirmaría que había

recibido una revelación angélica).

Los verdaderos apóstoles se opusieron severamente a la herejía de Cerinto. Pablo

amonestó a las iglesias: "Pero si aún nosotros, o un ángel del cielo, os enseñare un

evangelio contrario al que os he predicado, sea anatema" (Gálatas 1:8), y continuó

refutando en la misma carta las herejías legalistas que sostenía Cerinto. Según la

tradición, Juan escribió su evangelio y sus cartas teniendo en mente especialmente

a Cerinto. (También se nos dice que, al entrar Juan en el baño público, alcanzó a

ver al anticristo delante de él. El apóstol inmediatamente dio la vuelta y salió

corriendo, mientras exclamaba: "¡Huyamos, no sea que el edificio nos caiga encima,

pues Cerinto, el enemigo de la verdad, está dentro!").

Regresando a las afirmaciones de Juan sobre el espíritu del anticristo, debemos

notar que Juan subraya un punto adicional, muy significativo: como predijo Jesús en

Mateo 24, la venida del anticristo es una señal del "fin". "Hijitos, ya es el último

tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido

muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo" (1 Juan 2:18).

La conexión que la gente hace a menudo entre el anticristo y "los últimos días" es

31

bastante correcta; pero lo que a menudo se pasa por alto es el hecho de que la

expresión los últimos días, y términos similares, se usan en la Biblia para referirse,

no al fin del mundo físico, sino a los últimos días de la nación de Israel, los "últimos

días" que terminaron con la destrucción del templo en 70 d. C. Esto también será

una sorpresa para muchos; pero debemos aceptar la enseñanza de la Escritura.

Los autores del Nuevo Testamento incuestionablemente usaron lenguaje del "fin del

tiempo" cuando hablaban del período en que estaban viviendo, antes de la caída de

Jerusalén. Como hemos visto, el apóstol Juan dijo dos cosas sobre este punto:

primera, que el anticristo ya había venido; y segunda, que la presencia del

anticristo era prueba de que él y sus lectores estaban viviendo en "el último

tiempo". En una de sus primeras cartas, Pablo había tenido que corregir una

impresión errónea relativa al juicio venidero sobre Israel. Falsos maestros habían

estado asustando a los creyentes diciéndoles que el día del juicio ya estaba sobre

ellos. Pablo les recordó a los cristianos lo que antes les había explicado:

Que nadie os engañe, porque no vendrá sin que antes venga la apostasía. ... (2

Tesalonicenses 2:3).

Sin embargo, para el fin de la era, mientras Juan escribía sus cartas, la gran

apostasía - el espíritu del anticristo, que el Señor había predicho - era una realidad.

Judas, que escribió uno de los últimos libros del Nuevo Testamento, no nos deja

dudas sobre este punto. Condenando enérgicamente a los herejes que habían

invadido la iglesia y estaban tratando de alejar a los cristianos de la fe ortodoxa

(Judas 1-16), Judas recuerda a sus lectores que ellos habían sido advertidos de

esto mismo:

Pero vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por

los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo; los que os decían: En el postrer tiempo

habrá burladores, que andarán según sus malvados deseos. Estos son los que

causan divisiones; los sensuales, que no tienen el Espíritu (Judas 17-19).

Judas claramente considera las advertencias sobre los "burladores" como que se

refieren a los herejes de sus propios días - en el sentido de que sus propios días

eran el período del "último tiempo". Como Juan, sabía que la rápida multiplicación

de estos falsos hermanos era una señal del fin. El anticristo había llegado, y ahora

era el último tiempo.

32

CAPÍTULO 4 LOS ÚLTIMOS DÍAS

Como comenzamos a ver en el capítulo anterior, el período que en la Biblia se llama

"los últimos días" ("los últimos tiempos" o "el último tiempo") es el período entre el

nacimiento de Cristo y la destrucción de Jerusalén. La iglesia primitiva estaba

viviendo en el fin de la era antigua y el comienzo de la nueva. Este período entero

debe ser considerado como el tiempo del primer advenimiento de Cristo. Tanto en

el Antiguo Testamento como en el Nuevo, la prometida destrucción de Jerusalén se

considera un aspecto de la obra de Cristo, conectado íntimamente con su obra de

redención. Su vida, muerte, resurrección, y ascensión, el derramamiento del

Espíritu, y el juicio de Jerusalén son todos parte de su obra de introducir su reino y

crear su nuevo templo (véase, por ejemplo, cómo conecta Daniel 9:24-27 la

expiación con la destrucción del templo).

Consideremos cómo usa la misma Biblia estas expresiones acerca del fin de la era.

En 1 Timoteo 4:1-3, Pablo advertía:

Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán

de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la

hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia, prohibirán

casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que, con acción

de gracias, participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad.

¿Estaba Pablo hablando de unos "últimos tiempos" que ocurrirían miles de años

más tarde? ¿Por qué advertiría a Timoteo de sucesos que Timoteo, y sus

tataranietos, y cincuenta o más generaciones de descendientes, nunca vivirían para

ver? En realidad, Pablo le dice a Timoteo: "Si enseñas esto a los hermanos, serás

buen ministro de Jesucristo" (1 Timoteo 4:6).

Los miembros de la generación de Timoteo necesitaban saber qué ocurriría en "los

últimos días", pues ellos serían afectados personalmente por esos sucesos. En

particular, necesitaban tener la certeza de que la apostasía venidera era parte del

patrón general de eventos que conducirían al fin del antiguo orden y el pleno

establecimiento del reino de Cristo. Como podemos ver en pasajes como

Colosenses 2:18-23, las "doctrinas de demonios" sobre las cuales Pablo advertía

eran comunes durante el siglo primero. Los "últimos tiempos" ya estaban

ocurriendo. Esto es bastante claro en la afirmación posterior de Pablo a Timoteo:

33

También debes saber esto: que en los postreros tiempos vendrán tiempos

peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos,

soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto

natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo

bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de

Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos

evita. Porque de éstos son los que se meten en las casas y llevan cautivas a las

mujercillas cargadas de pecados, arrastradas por diversas concupiscencias. Éstas

siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad. Y

de la manera que Janes y Jambres resistieron a Moisés, así también éstos resisten

a la verdad; hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe (2

Timoteo 3:1-8).

Las mismas cosas que Pablo dijo que ocurrirían en "los últimos días" estaban

ocurriendo en el momento en que él escribía, y él simplemente estaba advirtiendo a

Timoteo lo que podía esperar a medida que la era se aproximara a su clímax. El

anticristo estaba comenzando a levantar su cabeza.

Otros escritores del Nuevo Testamento compartían este punto de vista con Pablo.

La carta a los Hebreos comienza diciendo que Dios "en estos últimos días nos ha

hablado por el Hijo" (Hebreos 1:2); luego, el escritor muestra que "ahora, en la

consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí

mismo para quitar de en medio el pecado" (Hebreos 9:26). Pedro escribió que

Cristo "ya estaba destinado desde antes de la fundación del mundo, pero fue

manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual

creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que

vuestra fe y esperanza sean en Dios" (1 Pedro 1:20-21). El testimonio apostólico es

inconfundiblemente claro: cuando Cristo vino, los "últimos días" llegaron con él.

Cristo vino a introducir la nueva era del reino de Dios. La era antigua estaba

desapareciendo, y sería abolida completamente cuando Dios destruyera el templo.

DESDE PENTECOSTÉS HASTA EL HOLOCAUSTO

El día de Pentecostés, cuando el Espíritu había sido derramado y la comunidad

cristiana había hablado en lenguas extrañas, Pedro declaró la interpretación bíblica

de los sucesos:

Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios,

derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas

34

profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños;

y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi

Espíritu, y profetizarán. Y daré prodigios arriba en el cielo, y señales abajo en la

tierra, sangre y fuego y vapor de humo; el sol se convertirá en tinieblas, y la luna en

sangre, antes que venga el día del Señor, grande y manifiesto; y todo aquél que

invocare el nombre del Señor será salvo (Hechos 2:16-21).

Ya hemos visto cómo la frase "la luna, el fuego y el vapor de humo" y las señales en

el sol y la luna se cumplieron en la destrucción de Jerusalén. Lo que es crucial notar

en este punto es la precisa afirmación de Pedro de que los últimos días habían

llegado. Contrariamente a algunas exposiciones modernas de este texto, Pedro no

dijo que los milagros de Pentecostés eran como los había profetizado Joel, ni que

eran una especie de "proto-cumplimiento" de la profecía de Joel; Pedro dijo que

éste era el cumplimiento: "Esto es lo dicho por el profeta Joel". Los últimos días

estaban aquí: el Espíritu había sido derramado, el pueblo de Dios estaba

profetizando y hablando en lenguas, y Jerusalén sería destruida con fuego. Las

antiguas profecías se estaban desarrollando, y no pasaría esta generación antes de

que todas "estas cosas" se cumplieran. Por consiguiente, Pedro instó a sus

oyentes: "Sed salvos de esta perversa generación" (Hechos 2:40).

En relación con esto, debemos notar la importancia escatológica del don de

lenguas. En 1 Corintios 14:21-22, Pablo mostró que el milagro de las lenguas era el

cumplimiento de la profecía de Isaías contra el Israel rebelde. Puesto que el pueblo

del pacto estaba rechazando su clara revelación, Dios advirtió que sus profetas le

hablarían en lenguas extrañas con el expreso propósito de que esto fuese testigo

definitivo para el Israel incrédulo durante los últimos días que precederían a su

juicio:

Porque en lengua de tartamudos, y en extraña lengua hablará a este pueblo ...

hasta que vayan y caigan de espaldas, y sean quebrantados, enlazados y presos.

Por tanto, varones burladores que gobernáis a este pueblo que está en Jerusalén,

oíd la palabra de Jehová: Por cuanto habéis dicho: Pacto tenemos hecho con la

muerte, e hicimos convenio con el Seol; cuando pase el turbión del azote, no llegará

a nosotros, porque hemos puesto nuestro refugio en la mentira; y en la falsedad nos

esconderemos; por tanto, Jehová el Señor dice así: He aquí que yo he puesto en

Sión por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa, de cimiento

estable; el que creyere, no se apresure. Y ajustaré el juicio a cordel, y a nivel la

justicia; y granizo barrerá el refugio de la mentira, y aguas arrollarán el escondrijo. Y

35

será anulado vuestro pacto con la muerte, y vuestro convenio con el Seol no será

firme; cuando pase el turbión del azote, seréis de él pisoteados. Luego que

comience a pasar, él os arrebatará; porque de mañana en mañana pasará, de día y

de noche; y será ciertamente espanto el entender lo oído (Isaías 28:11-19).

El milagro de Pentecostés fue un mensaje contundente para Israel. Los judíos

sabían lo que significaba. Era la señal de Dios de que la Piedra Angular había

venido, y que Israel le había rechazado para su propia condenación (Mateo 21:42-

44; 1 Pedro 2:6-8). Era la señal de juicio y reprobación, la señal de que los

apóstatas de Jerusalén estaban a punto de "caer de espaldas, ser quebrantados,

enlazados y presos". Los últimos días de Israel habían llegado: la era antigua había

llegado a su fin, y Jerusalén sería barrida en una nueva inundación, para hacer

lugar para la nueva creación de Dios. Como dijo Pablo, el don de lenguas era "una

señal, no para los creyentes, sino para los incrédulos" (1 Corintios 14:22) - una

señal para los judíos incrédulos de la condenación que se acercaba a ellos.

La iglesia primitiva esperaba la venida de la nueva era. Sabía que, con el fin visible

del sistema del pacto antiguo, la iglesia sería revelada como el templo nuevo y

verdadero; y la obra que Cristo había venido a llevar a cabo sería ejecutada. Este

era un aspecto importante de la redención, y la primera generación de cristianos

esperaba este evento durante su vida. Durante este período de espera y severas

pruebas, el apóstol Pedro les aseguró que estaban "protegidos por el poder de Dios

por medio de la fe para una salvación lista para ser revelada en el último tiempo" (1

Pedro 1:5). Estaban en al umbral mismo del nuevo mundo.

ESPERANDO EL FIN Los apóstoles y los cristianos de la primera generación sabían que estaban viviendo

en los últimos días de la era del pacto antiguo. Esperaban ansiosamente su

consumación y la plena introducción de su nueva era. Al progresar la nueva era y

aumentar e intensificarse las "señales del fin", la iglesia podía ver que el día del

juicio se aproximaba velozmente, se veía una crisis en el futuro cercano, cuando

Cristo les libraría "de este presente siglo malo" (Gálatas 1:4). Las declaraciones de

los apóstoles están llenas de esta actitud expectante, la certeza de que este

trascendental acontecimiento estaba a las puertas. La espada de la ira de Dios

estaba suspendida sobre Jerusalén, lista para caer en cualquier momento. Pero los

cristianos no debían temer, porque la ira venidera no estaba dirigida a ellos, sino a

los enemigos del evangelio. Pablo instaba a los tesalonicenses a "esperar de los

36

cielos a su Hijo, el cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira

venidera" (1 Tesalonicenses 1:10). Haciéndose eco de las palabras de Jesús en

Mateo 23-24, Pablo subrayó que el juicio inminente sería derramado sobre "los

judíos, que mataron al Señor Jesús y sus propios profetas, y a nosotros nos

expulsaron; y no agradan a Dios, y se oponen a todos los hombres, impidiéndonos

hablar a los gentiles para que éstos se salven; así colman ellos siempre la medida

de sus pecados, pues vino sobre ellos la ira hasta el extremo" (1 Tesalonicenses

2:14-16). Los cristianos habían sido advertidos y, por lo tanto, estaban preparados,

pero el Israel incrédulo sería sorprendido:

Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de

que yo os escriba. Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor

vendrá como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces

vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no

escaparán. Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os

sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no

somos de la noche ni de las tinieblas. ... Porque no nos ha puesto Dios para ira,

sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo (1

Tesalonicenses 5:1-5, 9).

Pablo amplió esto en su segunda carta a la misma iglesia:

Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a

vosotros que sois atribulados, daros reposo en nosotros, cuando se manifieste el

Señor Jesucristo desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego,

para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de

nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de

la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para

ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto

nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros) (2 Tesalonicenses 1:6-10).

Claramente, Pablo no está hablando de la venida final de Cristo al fin del mundo,

porque las venideras "tribulación" y "retribución" estaban dirigidas específicamente

a los que perseguían a los cristianos tesalonicenses de la primera generación. El

venidero día del juicio no era algo que ocurriría miles de años más tarde. Estaba

cerca - tan cerca, que podían verlo venir. La mayor parte de las "señales del fin" ya

existían, y los inspirados apóstoles instaban a la iglesia a esperar el fin en cualquier

momento. Pablo urgió a los cristianos de Roma a perseverar en el buen vivir,

"conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está

37

más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. La noche está

avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y

vistámonos las armas de la luz" (Romanos 13:11-12). Obviamente, todavía hay

mucha impiedad en el mundo hoy día. Pero el cristianismo ha estado ganando

batallas gradual y persistentemente desde los días de la iglesia cristiana; y mientras

los cristianos continúan combatiendo al enemigo, llegará el momento en que los

santos posean el reino (Daniel 7:22, 27).

Por eso Pablo podía consolar a los creyentes asegurándoles que "el Señor está a

las puertas" (Filipenses 4:5). En realidad, la contraseña de la iglesia primitiva (1

Corintios 15:22) era "¡Maranata! ¡El Señor viene!". Esperando la venidera

destrucción de Jerusalén, el escritor de Hebreos advirtió a los que sentían tentados

a "replegarse" al judaísmo apóstata que la apostasía sólo les traería "una horrenda

expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios"

(Hebreos 10:27).

Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y

otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios

vivo! ... Porque os necesaria la paciencia, para que, habiendo hecho la voluntad de

Dios, obtengáis la promesa: Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y

no tardará. Mas el justo vivirá por la fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma.

Pero nosotros nos somos de los que retroceden para perdición, sino de los que

tienen fe para preservación del alma (Hebreos 10:30-31; 36-39).

Los otros autores del Nuevo Testamento escribieron en términos similares.

Después de que Santiago advirtió a los incrédulos ricos que oprimían a los

cristianos acerca de las miserias que estaban a punto de descender sobre ellos,

acusándoles de haber "acumulado tesoros para los días postreros" (Santiago 5:1-

6), animó a los cristianos sufrientes:

Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el

labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que

reciba la lluvia temprana y la tardía. Tened también vosotros paciencia, y afirmad

vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca. Hermanos, no os quejéis

unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de

la puerta (Santiago 5:7-9).

38

También el apóstol Pedro advirtió a la iglesia que "el fin de todas las cosas se

acerca" (1 Pedro 4:7), y les animó a vivir en la diaria expectación del juicio que

habría de venir en su generación:

Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, si alguna

cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los

padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis

con gran alegría. ... Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios;

y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen

al evangelio de Dios? (1 Pedro 4:12-13; 17).

Los primeros cristianos tuvieron que soportar tanto severas persecuciones a manos

del Israel apóstata como traiciones de los anticristos en su propio medio, que

trataban de llevar a la iglesia hacia la secta judaica. Pero este tiempo de fuerte

tribulación y sufrimiento trabajaba a favor de la bendición y la santificación de los

propios cristianos (Romanos 8:28-39); y mientras tanto, la ira de Dios contra los

perseguidores estaba aumentando. Finalmente, vino el fin, y se desató la ira de

Dios. Los que habían acarreado tribulación sobre la iglesia fueron lanzados a la

mayor tribulación de todos los tiempos. El mayor enemigo de la iglesia fue

destruido, y nunca más representaría una amenaza para su victoria final.

39

CAPÍTULO 5 LA VENIDA DEL NUEVO PACTO

Hemos visto en los capítulos precedentes cómo el mensaje de la cercana

desolación de Jerusalén ocupa un lugar central en los temas del Nuevo

Testamento. El libro de Apocalipsis no es ninguna excepción a esto. En el primer

versículo, dice específicamente que trata, no del futuro distante y el fin del mundo,

sino más bien de "las cosas que deben tener lugar pronto". En el tercer versículo,

se les advierte a sus lectores que "el tiempo está cerca" para que se cumpliesen

sus profecías. Ambas afirmaciones se repiten al final del libro (véase Apocalipsis

22:6, 10). Y, claramente, aunque en forma simbólica, sus profecías están dirigidas

contra "la gran ciudad ... donde el Señor fue crucificado" (Apocalipsis 11:8; véas4e

14:8; 16:19; 17:18). Como el resto del Nuevo Testamento, el libro de Apocalipsis

sigue el ejemplo de Cristo al predecir la destrucción de Jerusalén en 70 d. C.

Como he explicado en detalle en mi comentario, Días de Retribución, Juan

escribió Apocalipsis en la forma bíblica estándar de "demanda de pacto" presentada

por los profetas hebreos ("los abogados de Dios para la acusación") contra la

desobediente nación de Israel. Por medio de una miríada de símbolos adaptados de

las profecías del Antiguo Testamento, Juan estableció dos puntos principales:

primero, Israel había quebrantado irrevocablemente su pacto con el Señor;

segundo, por medio de su encarnación, vida, muerte, resurrección y ascensión,

Jesucristo había introducido un pacto nuevo y final, infaliblemente garantizado por

su victoria sobre el pecado y la muerte.

La imagen que sirve como fundamento para esto en el libro de Apocalipsis aparece

en la primera visión del tribunal en el cielo (capítulos 4 y 5). Juan vio al Señor

sentado en el trono y sosteniendo un libro "sellado con siete sellos" (indicando a su

auditorio que era una especie de testamento) y "escrito por el frente y por detrás".

Cualquier lector cristiano del siglo primero habría entendido inmediatamente el

significado de esto, porque está basado en la descripción de los Diez

Mandamientos. Las dos tablas del testimonio (que eran copias duplicadas de la ley)

estaban inscritas tanto por el frente como por detrás (Éxodo 32:15).

Una analogía de esto se encuentra en los tratados de señorío feudal del antiguo

Cercano Oriente: un rey victorioso (el señor feudal) impondría un tratado/pacto

sobre el rey derrotado (el vasallo) y sobre todos los que estaban bajo la autoridad

40

del vasallo. Se preparaban dos copias del tratado (como en los modernos

contratos), y cada una de las partes ponía su copia del contrato en la casa de su

dios, como documento legal que testificaba de la transacción. Por supuesto, en el

caso de Israel, el Señor era tanto señor feudal como Dios; así que ambas copias del

pacto fueron puestas en el tabernáculo (Éxodo 25:16, 21; 40:20; Deuteronomio

10:2).

Así, pues, la idea del pacto ocupa un lugar central en el mensaje de Apocalipsis.

Desde el comienzo, la profecía de Juan es presentada como parte del canon de la

Sagrada Escritura, escrita principalmente para ser leída en la liturgia (1:3). Se usan

las imágenes del tabernáculo en la doxología de apertura (1:4-5), y se declara que

la iglesia está constituida como el nuevo reino de sacerdotes, como Israel lo había

sido en Sinaí (1:6). El tema del libro, declarado en 1:7, es la venida de Cristo en la

nube de gloria; luego, casi inmediatamente, Juan usa tres palabras que casi

siempre ocurren durante toda la Biblia en relación con la actividad de hacer un

pacto: Espíritu, Día, y Voz (1:10). La siguiente visión de Cristo como el glorioso

Sumo Sacerdote (1:12-20) combina muchas imágenes del Antiguo Testamento - la

nube, el día del Señor, el ángel del Señor, el Creador y Soberano del universo, el

Hijo del hombre/Segundo Adán, el conquistador de las naciones, el poseedor de la

iglesia - todas las cuales tienen que ver con las profecías de la venida del nuevo

pacto. La visión es seguida por el mensaje del propio Cristo a las iglesias, en el

estilo de un recuento de la historia del pacto (capítulos 2-3). Luego, en el capítulo 4,

Juan ve el trono, sostenido por querubines y rodeado por el real sacerdocio, todos

cantando las alabanzas de Dios con el acompañamiento de relámpagos y voces y

truenos como los del Sinaí. No debe sorprendernos encontrarnos con que este

magnífico despliegue de imágenes relativas a hacer un pacto culmina en la visión

de un documento de testamento/tratado, escrito tanto por el frente como por detrás,

en la mano de Aquél que se sienta en el trono. El libro es nada menos que el

testamento del Cristo resucitado y ascendido: el nuevo pacto.

Pero la venida del nuevo pacto implica la obsolescencia del pacto antiguo y el juicio

del Israel apóstata. Como ya hemos observado brevemente, los profetas bíblicos

hablaban en términos de la estructura del tratado de pacto, actuando como

abogados acusadores en nombre del señor feudal divino, incoando una demanda

de pacto contra Israel. Las imágenes del documento inscrito en ambos lados se

usan también en la profecía de Ezequiel, que Juan usó como modelo para su

profecía. Ezequiel habla de recibir un rollo que contenía una lista de juicios contra

Israel:

41

Y me dijo: Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a gentes rebeldes que

se rebelaron contra mí; ellos y sus padres se han rebelado contra mí, hasta este

mismo día. Yo, pues, te envío a hijos de duro rostro y empedernido corazón; y les

dirás: Así ha dicho Jehová el Señor. Acaso ellos escuchen; pero si no escucharen,

porque son una casa rebelde, siempre conocerán que hubo profeta entre ellos. Y tú,

hijo de hombre, no les temas, ni tengas miedo de sus palabras, aunque te hallas

entre zarzas y espinos, y moras con escorpiones; no tengas miedo de sus palabras,

ni temas delante de ellos, porque son casa rebelde. Les hablarás, pues, mis

palabras, escuchen o dejen de escuchar; porque son muy rebeldes. Mas tú, hijo de

hombre, oye lo que yo te hablo: no seas rebelde como la casa rebelde; abre tu

boca, y come lo que yo te doy. Y miré, y he aquí una mano extendida hacia mí, y en

ella había un rollo de libro. Y lo extendió delante de mí, y estaba escrito por delante

y por detrás; y había escritas en él endechas y lamentaciones y ayes (Ezequiel 2:3-

10).

Por consiguiente, así como Juan ve la apertura del nuevo pacto, también verá las

maldiciones del pacto antiguo cumplidas en el pueblo apóstata del pacto. Esta

conclusión se ve más clara cuando miramos el movimiento general de la profecía.

Los siete sellos del libro son rotos para revelar su contenido; pero la ruptura del

séptimo sello inicia el sonido de la séptima trompeta (8:1-2). La visión final de la

sección de las trompetas termina con una escena horrorosa de una gran vendimia,

en la cual las "uvas de la ira" son holladas y la tierra entera es inundada por un

torrente de sangre (14:19-20). Esto conduce directamente a la sección final de

Apocalipsis, en la cual Juan ve la sangre del lagar siendo derramada de las siete

copas de la ira (16:1-21). Por consiguiente, parecería que se quiere que

entendamos que las siete copas contienen la séptima trompeta, "el último ay" que

debía caer sobre la tierra (véase 8:13; 9:12; 11:14-15; 12:12). Todos estos - los

sellos, las trompetas, las copas - son el contenido del libro de los siete sellos, el

nuevo pacto.

Pero hay una crisis: Juan descubre que no hay nadie en toda la creación - "en el

cielo, en la tierra, o debajo de la tierra" - que pueda o sea digno de de abrir el libro,

o siquiera mirarlo. Nadie puede cumplir las condiciones requeridas por el Mediador

del nuevo pacto. Todos los mediadores anteriores - Adán, Moisés, David, y el resto

- en definitiva habían demostrado ser inadecuados para la tarea. Nadie pudo quitar

el pecado y la muerte, porque todos han pecado, y están destituidos de la gloria de

Dios (Romanos 3:23). El sacrificio de animales no podía quitar los pecados, pues tal

cosa es imposible (Hebreos 10:4); y el mismo sumo sacerdote que ofrecía el

42

sacrificio era pecador, "rodeado de debilidad" (Hebreos 5:1-3; 7:27) y tenía que ser

reemplazado después de su muerte (Hebreos 7:23). No se pudo hallar a nadie que

garantizase un mejor pacto. Con el anhelo profético y la tristeza de la iglesia del

pacto antiguo, Juan comenzó a llorar mucho. El nuevo pacto había sido ofrecido por

el que estaba sentado en el trono, pero nadie era digno de actuar en nombre tanto

de Dios como del hombre para ratificar el pacto. El libro de los siete sellos

continuaría cerrado.

Inmediatamente, Juan es consolado por un anciano, que dice (así literalmente):

"¡Deja de llorar; he aquí, Él ha vencido!". La iglesia, pues, predica el evangelio a

Juan; y parece que el anciano está tan conmovido por su mensaje que revela el

clímax antes de explicar quién ha vencido. Luego describe a Cristo el Conquistador

como el León de la tribu de Judá, el fuerte y poderoso cumplimiento de la antigua

profecía de Jacob a su cuarto hijo:

Cachorro de león, Judá; de la presa subiste, hijo mío. Se encorvó, se echó como

león, así como león viejo: ¿quién lo despertará? No será quitado el cetro de Judá, ni

el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se congregarán los

pueblos (Génesis 49:9-10).

Fue a David, el León conquistador de Judá del pacto antiguo, a quien Dios reveló

tanto el plano del templo (1 Crónicas 28:11-19) como el plan del pacto eterno, el

"estatuto para la humanidad", por medio del cual el venidero Rey-Sacerdote traería

la bendición de Abraham a todas las naciones (2 Samuel 7:18-29; 23:2-5; 1

Crónicas 17:16-27; Salmos 16; Hechos 2:25-36). Por fin vino el Hijo mayor de

David, y conquistó, estableciendo el dominio sempiterno e inaugurando el pacto.

Personificando y cumpliendo todas las promesas del pacto, Él es aquél "a quien

pertenece".

Cristo es llamado también la Raíz de David - una expresión extraña, según nuestro

modo de pensar. Podemos entender más fácilmente la expresión de Isaías: "vara

del tronco de Isaí" (Isaías 11:1). Como descendiente de Isaí y de David, Jesús

podía ser llamado una "rama" (Jeremías 23:5; Zacarías 3:8); pero, cómo podría ser

llamado una Rama? Nuestra perplejidad se origina en nuestro concepto no bíblico

de cómo funciona la historia. Estamos acostumbrados a pensar en la historia como

si fuera un máquina cósmica de Rubén Goldberg; mueva una palanca en un

extremo, y una serie de dispositivos y lo que sea caen los unos contra los otros

como fichas de dominó, produciendo finalmente lo que sea en el extremo distante

43

de la máquina. Por pura causa y efecto, cada evento causa otros efectos, en directa

sucesión cronológica.

Ahora bien, esto es verdad - pero no es toda la verdad. En realidad, tomado aislada

y autónomamente, no es verdad en absoluto, porque tal tesis es evolucionista en

sus suposiciones, más bien que bíblica. La historia no es simplemente una cuestión

del pasado causando el futuro; también ocurre que el futuro causa el pasado!

Una simple ilustración podría ayudarnos a entender esto. Digamos que alguien le ve

a usted empacando un almuerzo en una tibia mañana de sábado, y le pregunta la

razón de ello. Usted responde: "Porque voy a tener un picnic en el parque hoy".

¿Qué ha ocurrido? En cierto sentido, el futuro - el planeado picnic - ha

determinado el pasado, Puesto que usted quería tener un picnic en el parque,

entonces planeó un almuerzo. Lógicamente, el picnic precedió, y causó, la

preparación del almuerzo, aunque le siguió cronológicamente. De la misma manera,

Dios deseaba glorificarse en Cristo Jesús; por consiguiente, creó a Isaí y a David, y

a todos los otros antepasados de la naturaleza humana de Cristo, para traer a su

Hijo al mundo. La Raíz de la existencia de David era el Hijo de David, Jesucristo. ¡El

"efecto" determinó la "causa"!

Así, pues, el Señor Jesucristo es presentado en la forma más radical posible como

el Centro de toda la historia, la divina Raíz, así como la Rama, el Principio y el Fin,

Alfa y Omega. Y es como el León conquistador y la Raíz determinante que él ha

prevalecido para abrir el Libro - el Nuevo Pacto - y sus siete sellos. Sin embargo, es

interesante notar que, cuando Juan se vuelve para ver al que es descrito de esta

manera, ve a un Cordero de pie delante del trono. Lo que se quiere subrayar en

este texto no es que Jesús es "como un cordero" en el sentido de que es manso,

dulce, o gentil. Cristo es llamado un cordero, no porque es "agradable", sino en

vista de su obra. Él es el Cordero que fue inmolado, "el que quita el pecado del

mundo" (Juan 1:29). Así, pues, el centro de la historia es la obra de sacrificio,

consumada, de Cristo. El fundamento de su reinado mediadorial (Cristo como el

León) es su expiación mediatorial (Cristo como el Cordero). Es a causa de su

sacrificio que ha sido exaltado al lugar de gobierno y autoridad supremos. Cristo ha

alcanzado la victoria por medio de su sufrimiento y muerte redentora por amor a

nosotros.

Esto significa que la interpretación que Cristo hace de la creación y la historia se

origina, no en la historia misma, sino en el hecho de que él es a un tiempo Creador

y Redentor del mundo. Así, pues, con fundamento en su persona, su obra, y su

44

exaltada posición como Salvador y Gobernador del mundo, Jesucristo ascendió al

cielo, se adelantó hasta el trono de su Padre, y tomó el nuevo pacto de la mano

derecha de Aquél que estaba sentado en el trono (Apocalipsis 5:7). Ya hemos

notado cómo lo describió el profeta Daniel:

Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno

como hijo del hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse

delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos,

naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y

su reino uno que no será destruido (Daniel 7:13-14).

El mensaje principal de la Biblia es la salvación por medio de Jesucristo, el

mediador del nuevo pacto. Fuera de su obra, por medio de la cual él adquirió y

posee eternamente el pacto, no hay esperanza para la humanidad. Ha vencido

abrumadoramente para poder abrir el tratado del gran rey; y por medio de él,

nosotros también somos más que vencedores.

En los versículos finales de Apocalipsis 5, Juan describe la respuesta de la iglesia a

todo esto en adoración, alabando a Dios por el resultado de la obra de Cristo. Su

"nuevo canto" se goza en el hecho de que Cristo ha comprado a su pueblo de entre

las naciones, no sólo para redimirle del pecado, sino para permitirle cumplir el

mandato de dominio original de Dios para el hombre. Como segundo Adán, Cristo

pone ante su nueva creación la tarea que Adán no cumplió - esta vez, sin embargo,

sobre el inamovible fundamento de su muerte, resurrección, y ascensión. La

salvación tiene un propósito, salvar a, y salvar de. Cristo ha hecho que su pueblo

sea uno de reyes y sacerdotes para nuestro Dios, y ha garantizado su destino: "Les

hiciste reyes y sacerdotes para nuestro Dios; y reinarán en la tierra" (Apocalipsis

10). Esto nos muestra la dirección de la historia: los redimidos del Señor, que ya

son una nación de reales sacerdotes, se están moviendo hacia el completo dominio

que Dios había planeado como su programa original para el hombre. En Adán, se

había perdido; Jesucristo, el segundo Adán, nos ha redimido y nos ha restaurado a

nuestro real sacerdocio, para que podamos reinar en la tierra. Por medio de la obra

de Cristo, se ha ganado la victoria definitiva sobre Satanás. Se nos prometen más y

más victorias, y más y más gobierno y dominio, al llevar el evangelio y la ley del

gran Rey por todo el mundo.

La iglesia en los días de Juan estaba a punto de experimentar un tiempo de severas

pruebas y persecuciones. Ya estaban viendo lo que, en una era saludable, apenas

45

podía ser imaginado: una unión entre Israel y la impía bestia del Imperio Romano

pagano. Estos cristianos necesitaban entender la historia como algo no gobernado

por la casualidad ni por los hombres impíos, ni siquiera por el diablo, sino más bien

desde el trono de Dios por Jesucristo. Necesitaban ver que Cristo estaba reinando

ahora, que ya había arrancado el mundo de las garras de Satanás, y que aún ahora

todas las cosas en el cielo y la tierra debían reconocerle como Rey. Necesitaban

verse a sí mismos en la verdadera luz: no como tropas olvidadas en un solitario

puesto avanzado, librando una batalla perdida, sino ya como reyes y sacerdotes,

haciendo la guerra y venciendo, predestinados a la victoria, con la absoluta certeza

de la victoria y el dominio con el Gran Rey sobre la tierra. Necesitaban la filosofía

bíblica de la historia: que la totalidad de la historia, creada y controlada por el

gobierno personal y total de Dios, progresa inexorablemente hacia el dominio

universal del Señor Jesucristo. La era nueva y final de la historia ha llegado; el

nuevo pacto ha llegado. ¡He aquí, Él ha vencido!

46

CAPÍTULO 6

LOS CUATRO JINETES

Ahora vamos a considerar la apertura de los siete Sellos del Libro. (seis de los

sellos se abren en Apocalipsis 6; el séptimo Sello queda abierto en 8:1, y esté

asociado con las siete Trompetas). Hemos visto en el capitulo anterior que el Libro

representa el documento del Nuevo Pacto, que al abrirlo producirá la destrucción

del Israel apostata.

¿Qué representa entonces la apertura de los Sellos? Algunos han creído que esto

significa una lectura cronológica del Libro, y que los eventos descritos ocurren en

orden lineal, histórico. Pero esto es dudoso por dos razones.

Primero,

Los Sellos parecen estar en el borde exterior del Libro (el pergamino este’ en forma

de rollo): uno no puede comenzar a leer el Libro hasta que los Sellos sean rotos. El

séptimo Sello, que consiste en un llamado a la acción al sonar las siete trompetas,

realmente permite abrir el libro para que podamos leer su contenido.

Segundo,

Una lectura detenida de los eventos señalados por cada Sello revela que no están

puestos cronológicamente. Por ejemplo, en el Quinto Sello – después de la

destrucción general hecha por los Cuatro Jinetes – se manda que los mártires que

piden el juicio esperen. Pero inmediatamente se derrama el juicio en el Sexto Sello,

y toda la reacción se estropea de proa a popa. Sin embargo, después de todo esto,

Dios manda que los Ángeles detengan el juicio hasta que los siervos de Dios sean

resguardados (7:3).

Claramente, los sellos no tienen el objeto de representar una cronología progresiva.

Es más probable que revelen las ideas principales del contenido del libro, los temas

principales de los juicios que caían sobre Israel durante los Postreros Tiempos,

entre el 30-70 d. de C.

Varíos comentaristas han visto una estrecha semejanza estructural entre los seis

Sellos de ate capitulo y los eventos del asi-llamado Apocalipsis Pequeño – el

mensaje de Jesús registrado en Mateo 24, Marcos 13, y Lucas 21 – que, sean

hemos visto, predice la caída de Jerusalén en el 70 d. de C. (véase los capítulos 1 y

47

2, escritos anteriormente). Como demuestran los bosquejos de abajo, todos estos

pasajes tratan esencialmente los mismos temas básicos:

Apocalipsis 6

1. Guerra (vs. 1-2)

2. Contiendas internacionales (vs. 3-4)

3. Hambre (vs. 5-6)

4. Pestilencia (vs. 7-8)

5. Persecución (vs. 9-11)

6. Terremotos; Des-creación (vs. 12-17)

Mateo 24

1. Guerras (v. 6)

2. Contiendas Internacionales (v. 7a)

3. Hambres (v. 7b)

4. Terremotos (v. 7c)

5. Persecuciones (vs. 9-13)

6. Des-creación (vs. 15-31)

Marcos 13

1. Guerras (v, 7)

2. Contiendas Internaciones (v. 8a)

3. Terremotos (v. 8b)

4. Hambres (v. 8c)

5. Persecuciones (vs. 9-13)

48

6. Des-creación (vs. i4-27)

Lucas 21

1. Guerras (v. 9)

2. Contiendas Internacionales (v. 10)

3. Terremotos (v. ha)

4. Plagas y hambres (v. 11b)

5. Persecución (vs. 12-19)

6. Des-creación (vs. 20-27)

Esto es astucia de parte de los comentaristas. Sin embargo, lo asombroso es que

muchos de ellos dejan de ver el propósito de San Juan al presentar el mismo

material que Mateo, Marcos, y Lucas: profetizar los eventos que conducían a la

destrucción de Jerusalén. Mientras todos admiten sin problema que el Pequeño

Apocalipsis es una profecía contra Israel (véase Mateo 23:29-39; 24:1-2, 15-16,

34; Marcos 13:2, 14, 30; Lucas 21:5-6, 20-24, 32), pocos parecen ser capaces de

hacer la asociación obvia: ¡el Gran Apocalipsis (el Libro de Apocalipsis) es una

profecía contra Israel también!

El Trasfondo Bíblico de los Carros

El pasaje central del Antiguo Testamento detrás del simbolismo de los “ Cuatro

Carros del Apocalipsis” esta en Zacarías 6:1-7, que representa los cuatro vientos

como los carros de Dios manejados por Sus agentes, quienes recorren patrullando

la tierra.

Obedeciendo e imitando la acción del Espíritu (véase Apocalipsis 5:6), es el medio

utilizado por Dios para controlar la historia. (En Apocalipsis 7:1, se identifica a los

Cuatro Vientos con, y controlados per, los Ángeles; véase también Salmos 18:10,

donde las “alas del viento” son vinculadas a los "Querubines.”) El simbolismo bíblico

considera a la tierra (y especialmente la Tierra de Israel) como el altar de cuatro

ángulos, y de este modo se suele representar juicios nacionales de gran

envergadura en una forma cuadrada.

49

Los Carros, por lo tanto, nos enseñan los medios de Dios para controlar y traer el

juicio sobre la desobediente nación de Israel. En particular, representan

simbólicamente las grandes devastaciones profetizadas por Jesús que vendrían

sobre Israel en los postreros alias de la era del Viejo Pacto, las cuales conducirían a

la destrucción de Jerusalén y del Templo

(Mateo 24).

Otro aspecto muy importante en el trasfondo de este pasaje así como el de

Zacarías es la Oración del profeta Habacuc (Habacuc 3 tiene una utilización

litúrgica), la lectura sinagogal tradicional para el segundo día de Pentecostés, en la

cual el profeta cuenta de una visión que muestra a Dios viniendo en juicio, brillando

como el sol, centelleando con los relámpagos (Habacuc 3:3-4; Apocalipsis 1:16;

4:5), trayendo pestilencia y plagas (Habacuc 3:5; Apocalipsis 6:8), estrellando las

montanas y tumbando los cerros (Habacuc 3:6, 10; Apocalipsis 6:14), cabalgando

sobre caballos contra Sus enemigos (Habacuc 3:8, 15; Apocalipsis 6:2, 4-5, 8),

armado con flecha (Habacuc 3:9, 11; Apocalipsis 6:2), apagando el sol y luna

(Habacuc 3:11; Apocalipsis 6:12-13) y pisoteando a las naciones en Su furia

(Habacuc 3:12; Apocalipsis 6:15). Es claro que Habacuc interpreta su simbología

como profecía de la invasión militar de Judá por los caldeos, los instrumentos

paganos de la ira de Dios (Habacuc 3:16; 1:5-17). Con una simbología muy

semejante, San Juan representa la destrucción de Israel en manes de los ejércitos

invasores de Idumea y Roma.

El Caballo Blanco

Las visiones del Libro comienzan, igual que los Mensajes (1:16), con Cristo

teniendo un grupo de siete sellos en Su mane. Mientras el Cordero abre cada uno

de los primeros cuatro Sellos, San Juan oye a una de las cuatro criaturas vivientes

diciendo como si fuera la voz de un trueno, “!Ven!” No se le está dando un mandato

a San Juan a “ven y mirar,”! mas bien, cada una de las criaturas vivientes llama a

uno de los Cuatro Jinetes de los Carros. Como si los cuatro rincones de la tierra

estuviesen parados alrededor del altar, clamando para que los juicios justos de Dios

vengan y destruyan a los males – tal como el clamor característico de la Iglesia

apostólica para el juicio y salvación era ¡Maranata! ¡O Señor, Ven! — ¡y trae

Anatema! (Los documentos cristianos más antiguos indican que esta frase de 1

Corintios 16:22 era repetida en la oración de despedida de cada servicio de

adoración de la Iglesia durante las décadas anteriores a la caída de Jerusalén.)

50

Mientras la primera criatura viviente llama, San Juan ve un caballo blanco, su Jinete

armado para la batalla, llevando un arco. El Jinete es victorioso, Descubriendo de

esa manera en quien realmente tiene su fe, ¡un escritor hasta declara que el

Anticristo es “la única persona que podría realizar todas estas proezas”1

1. Contrario a la traducción de Reina Valera, que no es apoyada por la mayoría de los manuscritos, Las

versiones Nueva

Versión internacional, Biblia de Jerusalén y Cantera, Iglesias la traducen correctamente, “ven.”

Pero hay varios puntos acerca de este Jinete que comprueban decisivamente que

no puede ser ningún otro que el Señor Jesucristo.

Primero, esta cabalgando sobre un caballo blanco, igual que Jesús en Apocalipsis

19:11-16.

Segundo, lleva un arco. Según hemos visto, el pasaje de Habacuc que forma la

base de Apocalipsis 6 muestra al Señor como el Rey-Gurrero que lleva el arco

(Habacuc 3:9, 11). San Juan también este apelando aquí al Salmo 45, ” una de las

grandes profecías de la victoria de Cristo sobre Sus enemigos, en la cual el salmista

le saluda gozosamente mientras que sale conquistando, y para conquistar:

Ciñe tu espada sobre el muslo, oh valiente, Con tu gloria y con tu majestad.

En tu gloria se prosperado; Cabalga sobre palabra de verdad, de humildad y de

justicia,

Y tu Diestra te enseriará cosas terribles. Tus saetas agudas, Con que caerán

pueblos debajo de ti, Penetraran en el corazón de los enemigos del rey

(Salmos 45:3-5).

En este memento debemos hacer una pregunta obvia — tan obvia que estamos

propensos a pasarla por alto completamente:

¿Donde consiguió Cristo el arco? La respuesta (como suele suceder) comienza en

Génesis. Cuando Dios hizo el pacto con Noe, declaro que ya no hayan más guerra

contra la tierra, a causa del “olor grato” del sacrificio (Génesis 8:20- 21); y como

evidencia de esto desato Su arco y la colgó “en las nubes” para que todos la viesen

51

(Génesis 9:13-17). Luego, cuando Ezequiel fue arrebatado a la cámara del Trono

encima de la Nube de Gloria, vio el arco i n s colgado sobre el Trono (Ezequiel

1:26-28); y estaba allí todavía cuando San Juan ascendió al cielo (Apocalipsis

4:3).

Pero cuando el Cordero se acerco a recibir el Libro de la mano de Su Padre, saco el

arco de su lugar, para usarlo en el juicio contra los apostatas de Israel. Para los

que siguen pecando “voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de

la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda

expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El

que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere

irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo penséis que merecerá el que pisoteare al

Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e

hiciere afrenta al Espíritu de gracia? Pues conocemos al que dijo: Mía es la

venganza, yo daré el pague, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgara a su

pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en manes de Dios vivo!” (Hebreos 10:26-31).

Así que, fue necesario que el primer Jinete saliera teniendo el arco de la venganza

de Dios, para significar el desencadenamiento de la maldición sobre el pueblo de

Israel; para estos apostatas, el pacto de Noé’ queda deshecho.

Los primeros lectores de San Juan debieron haber comprendido inmediatamente

esta referencia al Jinete como Jesucristo Mismo, en base de lo que ya hemos visto.

Pero, otro aspecto de esto es que el Jinete recibe una corona, lo que también

coincide con lo que sabemos acerca de Cristo en Apocalipsis (14:14; 19:1 1- 13).

Esta palabra griega para corona (stefanos) se usa siete veces en Apocalipsis con

referencia a Cristo y Su pueblo (2:10; 3:11; 4:4, 10; 6:2; 12:1; 14:14). Sin embargo,

el cuarto y último punto, debiera dejar esta interpretación completamente

confirmada: el Jinete sale conquistando, Esta palabra es la misma usada en el

Griego en las cartas a las siete iglesias para superar o vencer (véase Apocalipsis

2:7, 11, 17, 26: 3:5, 12, 21). Considere como el Apocalipsis ha utilizado esta

palabra hasta ahora:

Al que, venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y

me he sentado con mi Padre en su trono (3:21).

El León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus

siete sellos (5:5).

52

Y mire y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una

corona, y salió venciendo, y para vencer (6:2).

Cristo es el Conquistador Por excelencia

.

Todos los eventos de la historia están a Su disposición, siendo totalmente

apropiado que El sea la persona representada aquí como líder de los juicios de

Dios. El es el centro de la historia, y es Él quien trae los juicios sobre la Tierra. La

iniciación del Nuevo Pacto asegure la caída de Israel; así como venció para abrir el

Libro, salió victorioso para realizar en la historia el significado del Libro. Salió

cabalgando en Su Resurrección y Ascensión como el Rey ya victorioso, venciendo

y para vencer, extendiendo las aplicaciones de Su Victoria de una vez y para

siempre a través de la tierra. Y debiéramos percatarnos de los horribles juicios que

dejaba atrás. Los Jinetes representaban las fuerzas que Dios siempre utiliza para

quebrantar a las naciones desobedientes, es que aquí se vuelven contra el pueblo

de Su pacto. Desde luego, esto es verdad para todos los hombres y todas las

naciones. Todo intento de encontrar paz y seguridad aparte de Jesucristo este

destinado al fracaso. La nación que no se postra seré aplastada por Sus ejércitos,

por las fuerzas históricas que están a Su absoluta disposición. Hay diferencias entre

esta visión de Cristo y la de Apocalipsis 19. La razón principal de esto es que en el

capítulo 19, se ve a Cristo con una espada que sale de Su boca, y la visión

simboliza la conquista de las naciones con el evangelio después del 70 d, de C..

Pero este no es el propósito en la apertura de los Sellos. Aquí, Cristo ataca a Sus

enemigos en juicio. El viene, no para salvar, no para sanar, sino para destruir. Los

horribles y espantosos jinetes que le siguen no son mensajeros de esperanza, sino

de ira. Israel este destinado a la destrucción.

El Caballo Rojo

Mientras el Cordero abre el segundo Sello (Apocalipsis 6:3-4), San Juan oye que

el segundo ser viviente dice, “Ven.”

2 Como respuesta, un jinete sobre un caballo, “rojo” sale, “se le concedió quitar de la

tierra la paz para que se degollaran unos a otros; y se le dio una espada grande.” 2 . Las versiones La Nueva Versión Internacional y Biblia de Jerusalén.

53

El segundo jinete, que representa la guerra, revela cuan depravado es el hombre.

Dios no necesita incitaras a los hombres a pelear unos contra otros; solamente

manda a que Sus Ángeles quiten las condiciones de paz.

En un mundo pecaminoso, ¿por qué no hay más guerras? ¿Por qué no hay más

derramamiento de sangre? Es que existen limitaciones sobre la maldad del hombre,

sobre la libertad del hombre para consistentemente realizar los actos de su odio y

rebelión.

Pero si Dios quitase estas limitaciones, la condición ética degenerada del hombre

se revelaría en toda su fealdad. Juan Calvino escribió: “Por tanto, quede

firmemente asentada esta verdad: que el entendimiento del hombre de tal manera

esta apartado de la justicia de Dios, que no puede imaginar, concebir, ni

‘comprender mas que impiedad, impureza y abominación. E igualmente que su

corazón de tal manera se halla emponzoñado por el veneno del pecado, que no

puede producir más que hediondez. Y si por casualidad brota de El alguna

apariencia de bondad, sin embargo el entendimiento permanece siempre envuelto

en hipocresía y falsedad, y el corazón enmarañado en una malicia interna. ”3

3. Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana, (Buenos Aires – Gran Rapids: Nueva Creación, 1967

[1597]), Libro II. Cap. V. 19, (P5g. 239),

Todo esto se cumplía abundantemente en Israel y en las naciones circunvecinas

durante los Postreros Días, cuándo la Tierra se llenaba de asesinos,

revolucionarios, y terroristas de toda índole; cuando, según escribió el historiador

Josefo, “cada ciudad [era] dividida en parcialidades; la salvaci6n de ambas

dependía de trabajar en adelantarse y anticiparse en dar muerte a la parte contraria:

los alias se gastaban en derramar la sangre de hombres, y el temor hacia las

noches muy molestas. , . . Era una tragedia ver todas las ciudades llenas de

cuerpos muertos, sin que fuesen sepultados; ver derribados los cuerpos de los

hombres, tanto viejos como jóvenes, niños y mujeres también, con los cuerpos y

vergüenzas descubiertas. Cada provincia estaba llena de mucha adversidad y

destrucción, y tenían males y daños mayores de los que hasta ahora habían

pasado”.4

4. Flavio Josefo, Las guerras de los judíos, ii. XIX. 2.

54

El Caballo Negro

Inmediatamente después de la guerra, llega el tercer jinete angelical (Apocalipsis

6:5-6), sobre un caballo negro, teniendo una balanza en la mane, un símbolo del

hambre de la profecía de Ezequiel, en la cual los habitantes hambrientos de

Jerusalén tenían que pesar la comida con mucho cuidado (Ezequiel 4:10). Este

Jinete trae Privaciones económicas, una situación descrita como completamente

caótica. “

Una voz de en medio de los cuatro seres vivientes” — es decir, del Trono de Dios –

dice: “Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario;

pero no dañes el aceite ni el vine.” Esta maldición significa una escasez de los

productos principales – una medida de cebada subiendo a más del 1000 veces de

su precio anterior, que consume el sueldo de un día entero, por lo que, todo el fruto

del trabajo de un hombre es gastado para obtener alimentos. Esta es la maldición

de Dios que viene sobre los hombres que se rebelan: la tierra misma vomita a sus

moradores (Levítico 18:24-28; Isaías 24). La maldición devora la productividad en

todas las áreas, y la cultura injusta perece por medio del hambre, la enfermedad, y

la opresión (Deuteronomio 28:15- 34). De esta manera Dios controla a los males:

tienen que dedicar tanto tiempo solo para sobrevivir que no pueden ejercer injusto

dominio sobre la tierra. A largo plazo, esta es la historia de toda cultura que se aleja

de la Palabra de Dios.

Josefo describe la búsqueda frenética de la comida durante la última parte del sitio

de Jerusalén:

“Crecía con el hambre la desesperación de los revoltosos y sediciosos, y cada día se

acrecentaban mucho estos dos males: para el pueblo no había trigo alguno, por eso

entraban por la fuerza en las casas con la intención de encontrar algo; si hallaban,

azotaban a los que lo negaban, y si no hallaban cosa alguna, también los

atormentaban, pensando que tal vez lo tuviesen oculto en un lugar más secrete. El

argumento y señal de que tenían algo escondido, era el ver los cuerpos de los

miserable, pensando que no faltaba que comer a los que no les faltaban las fuerzas; a

los enfermos se les mataba, y parecía cosa racionadle matar a los que luego habían de

morir de hambre; muchos de los mas rices daban secretamente todos sus bienes por

una medida de trigo, y los que no lo eran tanto, los trocaban por una medida de

cebada; y así, encerrados dentro de la parte más secreta de sus casas, comían a

escondidas el trigo podrido; otros amasaban el pan, según la necesidad y de acuerdo a

lo que el miedo les permitía; en ninguna parte se ponía la mesa, antes sacaban del

fuego las viandas, y mal cocidas las tomaban y se las comían. ”5 5. Obra citada, Josefo, vi. XI. pag. 178.

55

Sin embargo, por otro lado, durante esta maldición específica sobre Jerusalén,

lujos tales como el aceite y el vino no estaban afectados por la escasez; al Jinete

negro se le prohíbe tocarlos. En otras palabras, en el preciso memento en que el

pueblo de Israel estaba comenzando a sufrir por la escasez de cereales, era el

tiempo de cosechar las uvas y los olivares. La situación era irónica, porque uno

puede sobrevivir con los cereales sin el aceite ni el vino — pero no vice versa. Es

probable que otra dimensión del sentido de esta expresión sea la prohibición hecha

a los mensajeros de Dios de que hagan daño a los justos: la escritura suele hablar

de las bendiciones de Dios sobre los justos en términos de aceite y vino (véase

Salmo 104:15); y, desde luego, se usa el aceite y el vino en los ritos de la Iglesia

(Santiago 5:14-15; 1 Corintios 11:25). Por lo tanto, esto es análogo a los otros

pasajes donde los piadosos son protegidos de la destrucción (Apocalipsis 7:3).

El Caballo Amarrillo

Finalmente, se abre el cuarto Sello

(Apocalipsis 6:7-8), y el cuarto ser viviente llama al último Jinete de juicio, que

cabalga sobre un caballo amurillo – el color amarrillo tiene una connotación de

palidez enfermiza, presagia la muerte. Así que, el cuarto jinete, con una comisión

mucho más amplia e integral, se llama Muerte; y él es seguido por el Hades (la

tumba) –los dos habiendo sido librados por el hijo del hombre, quien les abrió con

Su nave (véase Apocalipsis 1:18), les da autoridad para traer cuatro plagas sobre

los cuatro ángulos de la tierra: “para matar con espada, con hambre, con

mortandad, y con las fieras de la tierra.” Esto es sencillamente un resumen de todas

las maldiciones del pacto encontradas en Levítico 26 y Deuteronomio 28 para la

apostasía. Además, corresponde a la lista de las cuatro categorías básicas de

maldiciones con las cuales Dios castigaba a las naciones injustas y desobedientes

– “cuando yo enviare contra Jerusalén mis cuatro juicios terribles, espada, hambre,

fieras y pestilencia, para cortar de ella hombres y bestias” (Ezequiel 14:21;

Ezequiel 5:17). Pero, a esta altura pre-liminaria, y manteniendo la “idea de cuatro”

de todo el pasaje – a la Muerte y a la tumba les es dada autoridad para tragar solo

una cuarta parte de la Tierra. El juicio de las Trompetas tomaron otro tercio de la

Tierra ( Apocalipsis 8:7-12), y e] juicio de las Copas la devastaron totalmente.

56

Conclusión

Tal vez el obstáculo más significativo para una interpretación correcta de este

pasaje ha sido que los comentaristas y predicadores no han tenido la valentía ni la

capacidad para ver que Dios es el que ejecuta estos juicios sobre la Tierra –

realizados desde el Trono, y que los mensajeros del juicio son los Ángeles de Dios.

Especialmente viciosa y última es toda interpretación que intenta poner en

oposición al Hijo de Dios contra la corte del cielo, como si las maldiciones

registradas aquí fueran indignas de Su carácter. Pero es Jesús, el Cordero, quien

abre los sellos del juicio, y es Jesús el Rey de reyes, quien cabalga conquistando,

dirigiendo los ejércitos angelicales contra las naciones, para destruir a los que se

rebelan contra Su reino universal.

Era crucial que los cristianos primitivos compren Dios en esto, porque estos juicios

se estaban desatando sobre su mundo. En cada época, los cristianos tienen que

enfrentar al mundo con confianza, con la convicción firme de que todos los eventos

en la historia son predestinados, originados en el Trono de Dios. Cuando vemos al

mundo convulsionado en guerras, hambre, plagas, y catástrofes naturales, tenemos

que decir, con el salmista, “Venial, ved las obras de Jehová, Que ha puesto

asolamientos en la tierra”

(Salmos 46:8). Finalmente, la actitud del cristiano hacia los juicios de Dios sobre el

mundo malo es igual a la actitud de los cuatro seres vivientes alrededor del Trono,

que gozosamente claman a los mensajeros de juicio de Dios: “¡Ven!’’ Nosotros

también, en nuestras oraciones, debemos rogar a Dios que haga caer Su ira sobre

los injustos, para manifestar Su justicia en la tierra. Enfrentados con estas

revelaciones terribles de juicio, ¿Cual debe ser nuestra respuesta correcta? Nos

dice Apocalipsis 22:17, 20: el Espíritu y la Esposa dicen: “¡Ven!”

57

CAPÍTULO 7 VENGANZA PARA LOS MÁRTIRES

Para los primeros lectores de Apocalipsis, las tribulaciones descritas en él se

estaban volviendo demasiado reales: cada iglesia conocería pronto la angustia de

ver a algunos de sus líderes más directos y capaces encarcelados y ejecutas "a

causa de la Palabra de Dios, y por el testimonio que tenían" (Apocalipsis 6:9). Para

muchos cristianos, por todo el imperio, los siguientes meses y años traerían gran

aflicción, al separarse las familias y ser muertos los seres queridos. Cuando la

tragedia ataca, todos nos sentimos tentados a preguntar: ¿Le importa a Dios? Esta

pregunta es especialmente intensa cuando el dolor es causado por corruptos

enemigos de la fe decididos a destruir al pueblo de Dios, y la injusticia del

sufrimiento es evidente. Si los cristianos fueran realmente siervos del Rey, ¿cuándo

actuaría Él? ¿Cuándo vendría a castigar a los apóstatas que primero habían usado

el poder del estado romano para crucificar al Señor, y ahora estaban usando ese

mismo poder para matar y crucificar a los "profetas, sabios y escribas" (Mateo

23:34) a quienes Cristo había enviado?

Así, pues, la apertura del quinto sello revela una escena en el cielo, donde las

almas de los que habían sido muertos están debajo, o alrededor de la base de, el

altar (Apocalipsis 6:9-10). La imagen es tomada de los sacrificios del Antiguo

Testamento, en los cuales la sangre de la víctima inmolada corría por los costados

del altar y formaba una laguna alrededor de la base ("el alma [hebreo nephesh] de

la carne está en la sangre", Levítico 17:11). La sangre de los mártires ha sido

derramada (véase 2 Timoteo 4:6), y al llenar la zanja debajo del altar, clama desde

la tierra en alta voz: "¿Hasta cuándo, Señor santo y verdadero, no juzgas y vengas

nuestra sangre en aquellos que miran en la tierra?"

La iglesia en el cielo concuerda con los querubines en invocar los juicios de Dios:

¿Por cuánto tiempo? es una frase estándar en toda la Escritura para invocar la

justicia divina para los oprimidos (véase Salmos 6:3; 13:1-2; 35:17; 74:10; 79:5;

80:4; 89:46; 90:13; 94:3-4; Habacuc 1:2; 2.6). Sin embargo, el fondo particular para

su uso aquí nuevamente está en la profecía de Zacarías (1:12): Después de que los

cuatro jinetes han patrullado la tierra, el ángel pregunta: "Oh Señor de los ejércitos,

¿hasta cuándo no tendrás ninguna compasión por Jerusalén?" Juan invierte esto.

Después de que sus cuatro jinetes han sido enviados a su misión, muestra a los

mártires preguntando por cuánto tiempo continuará Dios soportando a Jerusalén -

cuánto antes de que la destruya por sus violentas opresiones.

58

Los lectores de Juan no habrían dejado de notar otro punto sutil: si la sangre de los

mártires está fluyendo alrededor de la base del altar, deben ser los sacerdotes de

Jerusalén los que la han derramado. Los oficiales del pacto han asesinado a los

justos. Como testificaron Jesús y los apóstoles, Jerusalén era la asesina de los

profetas (Mateo 23:34-37; Lucas 13:33; Hechos 7:51-52). La conexión con "la

sangre de Abel" que clama desde la tierra cerca del altar (Génesis 4:10) es otra

indicación de que, en general, este pasaje se refiere al juicio contra Jerusalén

(véase Mateo 23:35-37). Como Caín, los "hermanos mayores" del pacto antiguo

envidiaban y asesinaron a su justos "hermanos menores" del nuevo pacto (véase 1

Juan 3:11-12). Y así, la sangre de los justos clama: los santos ruegan que la

profecía de Cristo de los "días de retribución" (Lucas 21:22) se cumpla.

Que este clamor categórico por venganza nos suena extraño sólo nos muestra

hasta qué punto nuestra era pietista se ha degenerado, alejándonos del punto de

vista bíblico. Si nuestras iglesias estuviesen más familiarizados con el himnario

fundacional de la iglesia - el libro de Salmos - en vez de los coros azucarados, de

jarabe, de dulzura y luz, que caracterizan los modernos himnarios evangélicos,

comprenderíamos esto mucho mejor. Pero hemos caído bajo el engaño pagano de

que es "anticristiano" orar para que la ira de Dios se derrame sobre los enemigos y

perseguidores de la iglesia. Sin embargo, eso es lo que vemos hacer al pueblo de

Dios, con la aprobación de Dios, en ambos testamentos de las Sagradas Escrituras

(véase, por ejemplo, Salmos 5, 7, 35, 58, 59, 68, 69, 73, 79, 83, 109, 137, y 140).

En realidad, es una característica del hombre piadoso despreciar al réprobo

(Salmos 15:4). El espíritu expresado en las oraciones imprecatorias de la Escritura

es un aspecto necesario - aunque no la totalidad - de la actitud del cristiano (véase

2 Timoteo 4:14). Gran parte de la impotencia de nuestras iglesias hoy día es

directamente atribuible al hecho de que están castradas y se han vuelto

afeminadas. Estas iglesias, incapaces hasta de enfrentar el mal - mucho menos de

"vencerlo" - a su debido tiempo serán capturadas y dominadas por sus enemigos.

Los santos justos y fieles en el cielo son reconocidos como reyes y sacerdotes de

Dios, y por ello, se le da a cada uno de ellos una vestidura blanca (Apocalipsis

6:11), que simboliza el reconocimiento que Dios hace de la pureza de ellos delante

de Él, un símbolo de la victoria de los vencedores (véase Apocalipsis 3:4-5). La

blancura de la vestidura es parte de un patrón característico en Apocalipsis, en el

cual los últimos tres ítems de una estructura de siete corresponden a los primeros

cuatro ítems. Así:

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Primer sello: Caballo blanco

Segundo sello: Caballo rojo

Tercer sello: Caballo negro

Cuarto sello: Caballo verde

Quinto sello: Vestiduras blancas

Sexto sello: La luna como sangre; el sol negro

Séptimo sello: La hierba verde quemada

En respuesta al ruego de los santos por la venganza, Dios responde que deben

"descansar por un poco más de tiempo, hasta que se complete el número de sus

consiervos y de sus hermanos que también habían de ser muertos como ellos". El

número total de los mártires no se ha completado todavía; todavía no se ha

alcanzado la plenitud de la iniquidad de su perseguidor (véase Génesis 15:16),

aunque se va acercando rápidamente a la condenación de la "ira de Dios, que se ha

derramar sobre ellos al máximo" (1 Tesalonicenses 2:14-16). Debemos recordar

que la aplicación principal de esto tiene que ver con el Israel apóstata - los que

moran en la tierra - los cuales (en colaboración con las autoridades romanas)

estaban asesinando a los santos. Se les dice a los mártires que esperen un poco, y

el juicio de Dios caerá con toda seguridad, trayendo la prometida "gran tribulación"

sobre el Israel quebrantador del pacto.

Al abrirse el sexto sello (Apocalipsis 6:12-14), somos llevados más claramente a los

sucesos de los "últimos días" de Israel. El Cordero revela el siguiente gran aspecto

de sus juicios del pacto, en un símbolo usado a menudo en la profecía bíblica: la

des-creación. Así como se habla de la salvación del pueblo de Dios en términos de

creación (véase 2 Corintios 4:6; 5:17; Efesios 2:10; 4:24; Colosenses 3:10), también

se habla de los juicios de Dios (y la revelación de su presencia como Juez sobre un

mundo pecaminoso) en términos de des-creación, el desplome del universo - Dios

rasga y disuelve la tela de la creación. Por esto, Juan usa las estructuras

fundamentales de la creación para describir la caída de Israel:

1. Planeta tierra

2. Sol

3. Luna

4. Estrellas

5. Firmamento

6. Tierra

7. Hombre

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Estos siete juicios se detallan en términos de las familiares imágenes proféticas del

Antiguo Testamento. Primero, desestabilización: un gigantesco terremoto (véase

Éxodo 19:18; Salmos 18:7, 15; 60:2; Isaías 13:13-14; 24:19-20; Nahúm 1:5).

Segundo, el eclipse y el luto de Israel: "El sol se puso negro como tela de silicio"

(Éxodo 10:21-23; Job 9:7; Isaías 5:30; 24:23; Ezequiel 32:7; Joel 2:10, 31; 3:15;

Amós 8:9; Miqueas 3:6).

Tercero, continúa la imagen de un eclipse, con la adición de la idea de

contaminación: "La luna se volvió como de sangre" (Job 25:5; Isaías 13:10; 24:23;

Ezequiel 32:7; Joel 2:10,31).

El cuarto juicio afecta a las estrellas, que son imágenes de gobierno (Génesis 1:16);

también son relojes (Génesis 1:14), y su caída muestra que el tiempo de Israel se

ha agotado: "Las estrellas cayeron a la tierra, como la higuera suelta sus higos no

maduros cuando es sacudida de un gran viento" (Job 9:7; Eclesiastés 12:2; Isaías

13:10; 34:4; Ezequiel 32:8; Daniel 8:10; Joel 2:10; 3:15); por supuesto, el gran

viento fue traído por los cuatro jinetes, los que, en las imágenes originales de

Zacarías, eran los cuatro vientos (Zacarías 6:5) y los que serán reintroducidos a

Juan en esa forma en Apocalipsis 7:1; y la higuera es Israel mismo (Mateo 21:19;

24:32-34; Lucas 21:29-32).

Quinto, Israel mismo ahora simplemente desaparece: "El cielo se desvaneció"

como un pergamino que se enrolla (Isaías 34:4; 51:6; Salmos 102; 25-26; acerca

del simbolismo de Israel como "cielo", véase Isaías 51:15-16; Jeremías 4:23-31;

véase Hebreos 12:26-27).

Sexto, las potencias gentiles son sacudidas también: "Todo monte y toda isla se

movió de su lugar" (Job 9:5-6; 14:18-19; 28:9-11; Isaías 41:5, 15-16; Ezequiel

38:20; Nahúm 1:4-8; Sofonías 2:11). La "antigua creación" de Dios, Israel, ha de

ser, pues, des-creada, al ser transferido el reino a la iglesia, la nueva creación

(véase 2 Pedro 3:7-14). Debido a que los labradores en la viña de Dios han matado

a su Hijo, ellos también serán muertos (Mateo 21:33-45). La viña misma será

quebrantada, destruida, y hollada (Isaías 5:1-7). En la justa destrucción de Israel

por Dios, él sacudirá aun el cielo y la tierra (Mateo 24:29-30; Hebreos 12:26-28)

para entregar su reino a su nueva nación, la iglesia.

En los versículos finales de Apocalipsis 6, las imágenes proféticas del Antiguo

Testamento todavía están a la vista cuando Juan describe a los apóstatas que

61

están siendo juzgados. Esta es la séptima fase de la des-creación: la destrucción de

los hombres. Pero este séptimo ítem de la lista se abre para revelar otro "siete"

dentro de él (del mismo modo que el séptimo sello y la séptima trompeta contienen

el siguiente juego de siete juicios), porque aquí se nombran siete clases de

hombres, mostrando que la destrucción es total, y afecta a grandes y pequeños por

igual: los reyes de la tierra, los grandes, los jefes, los ricos, los fuertes y todo

esclavo y todo libre".

Ninguno podrá escapar, sin importar su posición de privilegio o insignificancia. La

tierra entera ha rechazado a Cristo, y la tierra entera está siendo excomulgada.

Nuevamente, los paralelos muestran que esta profecía está dirigida al juicio contra

Israel (véase Isaías 2 y 24-27), aunque otras naciones ("los reyes de la tierra")

serán afectadas también.

Al ser la tierra des-creada y quitada la natural revelación de mediación - poniendo a

los pecadores cara a cara con la expuesta revelación del Dios santo y justo - los

hombres de Israel intentan huir y buscar protección en cualquier cosa que podría

ofrecer refugio. La huída bajo tierra y hacia las cuevas es una señal de estar bajo

maldición (véase Génesis 19:30-38). Así que se escondieron (véase Génesis 3:8)

"en las cuevas y entre las peñas de las montañas" (el juicio de Dios "ojo por ojo"

contra ellos por haber maltratado a los justos: Hebreos 11:38; véase Jueces 7:25).

Juan registra su desesperado ruego a las montañas y a las peñas: "Caed sobre

nosotros y ocultadnos de la presencia de Aquél que está sentado en el trono, y de

la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; y [véase Nahum 1:6;

Malaquías 3:2] ¿quién podrá estar firme?" La interpretación que se da aquí se

confirma nuevamente: este pasaje no está hablando del fin del mundo, sino del

fin de Israel en 70 d. C. El origen del simbolismo que se usa aquí está en la

profecía de Oseas contra Israel:

Efraín será avergonzado, e Israel se avergonzará de su consejo. De Samaria fue

cortado su rey como espuma sobre la superficie de las aguas. Y los lugares altos de

Asvén serán destruidos; crecerá sobre sus altares espino y cardo. Y dirán a los

montes: Cubridnos; y a los collados: Caed sobre nosotros (Oseas 10:6-8).

Jesús citó este texto en camino a la crucifixión, diciendo que se cumplirían sobre el

Israel idólatra durante las vidas de los que estaban presentes entonces:

Y le seguía gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían

lamentación por él. Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no

62

lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos. Porque he aquí

vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y vientres que no

concibieron, y los pechos que no criaron. Entonces comenzarán a decir a los

montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos (Lucas 23:27-30).

Mientras las iglesias de Asia Menor leían esta visión por primera vez, los juicios

profetizados ya estaban teniendo lugar: el fin definitivo se acercaba rápidamente. La

generación que había rechazado al Hijo del señor de la viña (véase Mateo 21:33-

45) pronto estaría gritando estas mismas palabras. El Señor crucificado y resucitado

venía a destruir a los apóstatas. Éste habría de ser el gran día de la ira derramada

por el Cordero, al cual habían matado.

63

CAPÍTULO 8 SE ABRE EL LIBRO

Finalmente, el Señor Jesucristo abre el séptimo sello del nuevo pacto (Apocalipsis

8:1-2), revelando las siete trompetas que anuncian la suerte de Jerusalén, la una

vez santa ciudad que se ha paganizado y que, como su precursora Jericó, caerá

como resultado del sonido de siete trompetas (véase Josué 6:4-5). Pero primero, en

esta grandiosa liturgia espiritual que es el libro de Apocalipsis, hay "silencio en el

cielo como por media hora". Con toda probabilidad, la base de esto es la liturgia del

Antiguo Testamento, cuando los cantores y las trompetas cesaban y todos se

inclinaban en adoración reverente (véase 2 Crónicas 29:28-29); y el período

específico de media hora probablemente se relaciona con la duración del tiempo

que el sacerdote requería para entrar en el templo, ofrecer el incienso, y regresar

(véase Apocalipsis 8:3-4; Levítico 16:13-14; Lucas 1:10, 21). (Los detalles técnicos

mencionados aquí son sólo algunas de las muchas indicaciones de que Juan había

sido sacerdote de Israel, y hasta puede que haya provenido de la familia del sumo

sacerdote; su capacidad para manejar detalles minuciosos del culto es asombrosa).

La descripción que Alfred Edersheim hace de esta ceremonia en el templo nos

ayuda a entender el escenario reflejado allí: "Lentamente, el sacerdote que ofrecía

el incienso y sus ayudantes ascendían los escalones del Lugar Santo, precedidos

por los dos sacerdotes que previamente habían cubierto el altar y el candelabro, y

que ahora quitaban los vasos que habían dejado atrás, y adorando, se retiraban.

Después, uno de los ayudantes extendía reverentemente los carbones sobre el altar

de oro; el otro disponía el incienso. y luego el principal sacerdote oficiante quedaba

solo dentro del Lugar Santo, para esperar la señal del director antes de quemar el

incienso. Fue probablemente mientras estaban así expectantes cuando el ángel

Gabriel se le apareció a Zacarías [Lucas 1:8-11]. Al dar el director la orden que

indicaba que 'el momento del incienso había llegado', 'la multitud entera de los que

estaban fuera' se retiraba del atrio interior y se postraban delante del Señor,

extendiendo sus manos en silenciosa oración.

"Este era un período solemnísimo, cuando en todos los vastos edificios del templo

la multitud de adoradores estaba en profundo silencio, mientras dentro del santuario

mismo el sacerdote ponía el incienso sobre el altar de oro y la nube de incienso

[Apocalipsis 5:8] subía delante del Señor, lo cual sirve como imagen de las cosas

celestiales en esta descripción" (The Temple, Its Ministry and Services as They

Were at the Time of Christ, p. 167).

64

Después de este silencio lleno de reverencia, se les dan siete trompetas a los siete

ángeles que están delante de Dios (la liturgia del templo usaba siete trompetas

también: 1 Crónicas 15:24; Nehemías 12:41). Juan parece suponer que sus lectores

reconocerán a estos siete ángeles. ¿Por qué? Porque ya había introducido a los

siete "ángeles" o pastores, en Apocalipsis 2-3. Son ellos los representados aquí,

aunque concedamos que los dos grupos de "siete ángeles" no son necesariamente

idénticos. Claramente, se desea relacionarlos entre sí, como podemos ver cuando

nos apartamos del texto (y nuestras ideas preconcebidas) y dejamos que el cuadro

entero se nos presente. Cuando hacemos esto, vemos el Apocalipsis estructurado

en sietes, y en patrones recurrentes de sietes. Uno de esos patrones recurrentes es

el de siete ángeles (capítulos 1-3, 8-11, 14, 15-16). Así como la adoración terrenal

toma como modelo la adoración en el cielo (Hebreos 8:5; 9:23-24, también lo es el

gobierno de la iglesia (Mateo 16:19; 18:18; Juan 20:23); además, de acuerdo con la

Escritura hay numerosas correspondencias entre las actividades humanas y las

angélicas (véase Apocalipsis 21:17). Los ángeles están presentes en los servicios

de adoración de la iglesia (1 Corintios 11:10; Efesios 3:10) - o, más precisamente,

en el día del Señor nos congregamos en adoración alrededor del trono de Dios en

la corte celestial.

Así, pues, en el libro de Apocalipsis se nos muestra que el gobierno de la iglesia

terrenal corresponde al gobierno celestial, angélico, de la misma manera que

nuestro culto oficial corresponde al que es conducido alrededor del trono celestial

por los ángeles. Además, los juicios que caen sobre la tierra ocurren por las

acciones de los siete ángeles (nuevamente, no podemos divorciar a los ángeles

humanos de sus contrapartes celestiales). Los oficiales de la iglesia están

comisionados y tienen autoridad para hacer fructificar las bendiciones y las

maldiciones de Dios en la tierra. Los oficiales de la iglesia son administradores de la

historia mundial, divinamente designados. Como veremos, las implicaciones de este

hecho son bastante literalmente de tremenda importancia.

En Apocalipsis 8:3-5, Juan ve a otro ángel de pie en el altar celestial del incienso,

sosteniendo un incensario de oro. Se le da al ángel una gran cantidad de incienso,

que simboliza las oraciones de todos los santos (véase Apocalipsis 5:8), para que lo

añada a las oraciones del pueblo de Dios, asegurando que las oraciones sean

recibidas como ofrenda de olor agradable a Dios: Luego, el humo del incienso, junto

con las oraciones de los santos, asciende delante de Dios de la mano del ángel,

mientras el ministro ofrece las peticiones de su congregación.

65

Lo que sucede después es asombroso: el ángel llena el incensario con carbones

encendidos del altar de incienso y arroja el fuego a la tierra en juicio; y esto es

seguido por "truenos, voces, relámpagos y un terremoto". Por supuesto, estos

fenómenos deberían ser familiares a todos los lectores de la Biblia como los

acompañamientos normales de la nube de gloria. "Aconteció que al tercer día,

cuando vino la mañana, vinieron truenos y relámpagos, y espesa nube sobre el

monte, y sonido de bocina muy fuerte. ... Todo el monte Sinaí humeaba, porque

Jehová había descendido sobre él en fuego; y el humo subía como el humo de un

horno, y todo el monte sed estremecía en gran manera" (Éxodo 19:16, 18).

La ironía de este pasaje se hace obvio cuando tenemos presente que es una

profecía contra el Israel apóstata. En la adoración del Antiguo Testamento, el fuego

del altar de ofrenda encendida se originaba en el cielo, descendiendo sobre el altar

cuando el tabernáculo y el templo eran preparados (Levítico 9:24; 2 Crónicas 7:1).

Este fuego, iniciado por Dios, era mantenido encendido por los sacerdotes y llevado

de un lugar a otro para que pudiera ser usado para iniciar otros fuegos sagrados

(Levítico 16:12-13; véase Números 16:46-50; Génesis 22:6). Ahora, cuando al

pueblo de Dios se le ordenó destruir una ciudad apóstata, Moisés ordenó además:

"Y juntarás todo su botín en medio de la plaza, y consumirás con fuego la ciudad, y

todo su botín, todo ello, como holocausto a Jehová tu Dios" (Deuteronomio 13:16;

Jueces 20:40; véase Génesis 19:28). La única manera aceptable de quemar una

ciudad como holocausto era con fuego de Dios - fuego del altar. Así, pues, cuando

una ciudad iba a ser destruida, el sacerdote tomaba fuego del altar de Dios y lo

usaba para encender el montón del botín que servía para encender el resto,

ofreciendo así la ciudad entera como holocausto. Es esta práctica de poner a una

ciudad "bajo interdicción", de modo que nada sobreviva a la conflagración

(Deuteronomio 13:12-18), que el libro de Apocalipsis usa para describir el juicio de

Dios contra Jerusalén.

Dios hace llover sus juicios sobre la tierra como respuesta específica a la adoración

litúrgica de su pueblo. Como parte del servicio formal de adoración y oficial en el

cielo, el ángel del altar ofrece las oraciones del pueblo de Dios como grupo; y Dios

responde a sus peticiones, actuando en la historia en nombre de los santos. La

íntima conexión entre la liturgia y la historia es un hecho ineludible, que no podemos

darnos el lujo de ignorar. Esto no es para sugerir que el mundo está en peligro de

caer en el "no ser" cuando la adoración de la iglesia es defectuosa. En realidad,

Dios usará las fuerzas históricas (aun las paganas) para castigar a la iglesia cuando

ella deja de estar a la altura de su sublime llamado como reino de sacerdotes. El

punto aquí es que la adoración oficial de la comunidad del pacto es cósmicamente

66

significativa. La historia de la iglesia es la clave de la historia del mundo: Cuando la

asamblea de adoradores invoca al Señor del pacto, el mundo experimenta sus

juicios. La historia es administrada y dirigida desde el altar del incienso, que ha

recibido las oraciones de la iglesia.

En mi angustia invoqué a Jehová, y clamé a mi Dios. Él oyó mi voz desde su

templo, y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos. La tierra fue conmovida y

tembló; se conmovieron los cimientos de los montes, y se estremecieron, porque se

indignó él. Humo subió de su nariz, y de su boca fuego consumidor; carbones

fueron por él encendidos. Inclinó los cielos, y descendió; y había densas tinieblas

debajo de sus pies. Cabalgó sobre un querubín, y voló; voló sobre las alas del

viento. Puso tinieblas por su escondedero, por cortina suya alrededor de sí;

oscuridad de aguas, nubes de los cielos. Por el resplandor de su presencia, sus

nubes pasaron; granizo y carbones ardientes. Tronó en los cielos Jehová, y el

Altísimo dio su voz; granizo y carbones de fuego. Envió sus saetas, y los dispersó;

lanzó relámpagos, y los destruyó. Entonces aparecieron los abismos de las aguas,

y quedaron al descubierto los cimientos del mundo, a tu reprensión, oh Jehová, por

el soplo del aliento de tu nariz. (Salmos 18:6-15).

EL TRASFONDO DE LOS JUICIOS DE LAS TROMPETAS

Varias áreas del significado simbólico de las trompetas están a la vista en este

pasaje. Primera, se usaban trompetas en la liturgia del Antiguo Testamento para

procesiones ceremoniales, particularmente como escoltas para el arca del pacto

(véase Apocalipsis 11:19); el ejemplo obvio y principal de esto es la marcha

alrededor de Jericó antes de que cayese (Josué 6; véase 1 Crónicas 15:24;

Nehemías 12:41; Apocalipsis 11:13).

Segunda, se hacían sonar las trompetas para proclamar el gobierno de un nuevo

rey (1 Reyes 1:34, 39; véase Salmos 47:5; Apocalipsis 11:15).

Tercera, la trompeta hacía sonar una alarma, advirtiendo a Israel del juicio que se

aproximaba e instando al arrepentimiento nacional (Isaías 58:1; Jeremías 4:5-8; 6:1,

17; Ezequiel 33:1-6; Joel 2:1, 15).

Cuarta, Moisés recibió instrucciones de usar dos trompetas de plata tanto

"para convocar a la congregación" para la adoración como "para mover los

campamentos" para el combate con el enemigo (Números 10:1-9). Es significativo

que estos dos propósitos, la guerra santa y la adoración, se mencionan juntos.

67

Por supuesto, la ironía en Apocalipsis es que Dios ahora ordena que las trompetas

de la guerra santa se hagan sonar contra el mismo Israel.

Quinta, las trompetas también se hacían sonar en las fiestas y en el primer día de

cada mes (Números 10:10), con énfasis especial en Tishri 1, el día de Año Nuevo

civil (en el año eclesiástico, el primer día del séptimo mes); este Día de las

Trompetas era el reconocimiento litúrgico especial del Día del Señor (Levítico

23:24-25; Números 29:1-6). Por supuesto, al trasfondo más básico de todo esto es

la nube de gloria, que está acompañada por trompetazos angélicos anunciando la

soberanía y el juicio del Señor (Éxodo 19:16); la liturgia terrenal del pueblo de Dios

era una recapitulación de la liturgia celestial, otra indicación de que el pueblo

redimido de Dios había sido restaurado a su imagen. (Esta era la razón del método

que el ejército de Gedeón usó para poner en fuga a los madianitas en Jueces 7:15-

22: rodeando al enemigo con luces, griterío, y el sonido de trompetas, los israelitas

eran un reflejo divino del ejército celestial de Dios en la Nube, viniendo en venganza

contra los enemigos de Dios).

No sólo recordándonos la caída de Jericó, los juicios acarreados por el sonido de

las trompetas en Apocalipsis también recuerdan las plagas que cayeron sobre

Egipto antes del éxodo. Juntas, están representadas como destruyendo la tercera

parte de la tierra. Obviamente, puesto que el juicio no es ni total ni final, no puede

ser el fin el mundo físico. Sin embargo, la devastación es tremenda, y trabaja para

producir el fin de la nación judía, el sujeto de estas terribles profecías. Israel se ha

convertido en una nación de egipcios y cananeos, y peor: una tierra de apóstatas

del pacto. Todas las maldiciones de la ley están a punto de ser derramadas sobre

los que una vez fueron el pueblo de Dios (Mateo 23:35-36). Los cuatro primeras

trompetas se refieren aparentemente a la serie de desastres que devastaron a

Israel en los últimos días, y principalmente a los eventos que condujeron al

comienzo de la guerra.

LA PRIMERA TROMPETA

Mientras que los juicios de los sellos eran medidos en cuartos, los juicios de las

trompetas eran medidos en tercios. Suena la primera trompeta (Apocalipsis 8:6-7), y

cae una triple maldición (granizo, fuego, sangre), que afecta un tercio de la tierra;

tres objetos en particular son seleccionados. Juan ve "granizo y fuego, mezclados

con sangre, y fueron lanzados a la tierra". La sangre de los testigos muertos se

mezcla con el fuego del altar, trayendo ira sobre los perseguidores. El resultado de

68

esta maldición, que tiene algunas similitudes con la séptima plaga de Egipto (Éxodo

9:22-26), es el incendio de una tercera parte de la tierra y la tercera parte de los

árboles, y toda la hierba verde (es decir, toda la hierba verde de un tercio de la

tierra; véase Apocalipsis 9:4). Si los árboles y la hierba representan al remanente

elegido (como parecen hacerlo en 7:3 y 9:4), esto indica que no están exentos del

sufrimiento físico y la muerte al caer la ira de Dios sobre los impíos. Sin embargo,

(1) la iglesia no puede ser destruida completamente en ningún juicio (Mateo 16:18),

y (2) a diferencia de los impíos, el destino final de los impíos no es la ira sino la vida

y la salvación (Romanos 2:7-9; 1 Tesalonicenses 5:9).

Por otra parte, los impíos sólo tienen delante de ellos ira y angustia, tribulación y

aflicción (Romanos 2:8-9). Literalmente, la vegetación de Judea, y especialmente

de Jerusalén, fue destruida en los métodos militares romanos de tierra arrasada,

como informa Josefo: "Como la ciudad, el campo era un espectáculo lastimoso,

porque donde una vez había habido una multitud de árboles y parques, ahora había

un completo desierto desnudo de árboles; y ningún extranjero que hubiese visto la

antigua Judea y los gloriosos suburbios de su capital y que ahora contemplase la

total desolación, podría contener las lágrimas ni suprimir un gemido al ver un

cambio tan terrible. La guerra había borrado todo rastro de belleza, y nadie que

hubiese conocido la ciudad en el pasado y hubiese regresado a ella repentinamente

habría reconocido el lugar porque, aunque él ya estaba allí, todavía estaría

buscando la ciudad" (The Jewish War, vi.1.1). Y sin embargo, éste era sólo el

comienzo: muchas más tristezas, y mucho peores, esperaban delante (véase

16:21).

LA SEGUNDA TROMPETA

Con el trompetazo del segundo ángel (Apocalipsis 8:8-9), vemos un paralelo con la

primera plaga de Egipto, en la cual el Nilo se convirtió en sangre y los peces

murieron (Éxodo 7:17-21). La causa de esta calamidad fue que una gran montaña

ardiendo fue lanzada al mar. El significado de esto se hace claro cuando

recordamos que la nación de Israel era el "Santo Monte" de Dios, "el monte de la

herencia de Dios" (Éxodo 15:17). Como el pueblo redimido de Dios, los hebreos

habían sido traídos de vuelta al Edén, y el uso repetido de la imagen de la montaña

a lo largo de su historia incluyendo el hecho de que el monte de Sión era el símbolo

aceptado de la nación) demuestra esto vívidamente. Pero ahora, como apóstata,

Israel se había convertido en un "monte destructor", contra el cual se había vuelto la

ira de Dios. Ahora Dios habla de Jerusalén en el mismo lenguaje que Él una vez

69

usó para hablar de Babilonia, un hecho que será central en las imágenes de este

libro:

He aquí yo estoy contra ti, monte destruidor, dice Jehová, que destruiste toda la

tierra; y extenderé mi mano contra ti, y te haré rodar de las peñas, y reduciré a

monte quemado. ... Subió el mar sobre Babilonia; de la multitud de sus olas fue

cubierta (Jeremías 51:25, 42).

Conéctese esto con el hecho de que Jesús, en la mitad de una larga serie de

discursos y parábolas sobre la destrucción de Jerusalén (Mateo 20-25), maldijo a

una higuera estéril como símbolo de juicio sobre Israel. Luego les dice a sus

discípulos: "De cierto os digo, que si tuvieseis fe, y no dudaseis, no sólo haréis esto

de la higuera, sino que, si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será

hecho. Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis" (Mateo 21:21-22).

¿Estaba Jesús siendo frívolo? ¿En realidad esperaba que los discípulos fueran por

allí orando para que los montes literales se movieran? Por supuesto que no. Lo que

es más importante, Jesús no había cambiado el tema. Todavía les estaba dando

una lección sobre la caída de Israel. ¿Cuál era la lección? Jesús estaba dando

instrucciones a sus discípulos para que elevasen oraciones imprecatorias,

suplicando que Dios destruyese a Israel, secase la higuera, y echase al mar al

monte apóstata.

Y eso fue exactamente lo que sucedió. La perseguida iglesia, bajo la opresión de

los judíos apóstatas, comenzó a orar pidiendo la venganza de Dios sobre Israel

(Apocalipsis 6:9-11), pidiendo que el monte de Israel fuese "tomado y echado en el

mar". Sus ofrendas fueron recibidas en el altar celestial de Dios, y en respuesta,

Dios dio instrucciones a los ángeles para que arrojaran sus juicios sobre la tierra

(Apocalipsis 8:3-5). Israel fue destruido. Debemos notar que Juan está escribiendo

esto antes de la destrucción, para la instrucción y el estímulo de los santos, para

que continuasen orando con fe. Como les había dicho al principio: "Bienaventurado

el que lee y los que oyen las palabras de la profecía, y guardan las cosas en ella

escritas, porque el tiempo está cerca" (Apocalipsis 1:3).

LA TERCERA TROMPETA

Como el símbolo anterior, la visión de la tercera trompeta (Apocalipsis 8:10-11)

combina imágenes bíblicas de las caídas tanto de Egipto como de Babilonia. El

efecto de esta plaga - las aguas volviéndose amargas - es similar a la primera plaga

de Egipto, en la cual el agua se volvió amarga a causa de la multitud de peces

70

muertos y en descomposición (Éxodo 7:21). Lo amargo de las aguas es causado

por una gran estrella que cayó del cielo, ardiendo como una antorcha. Esto es

paralelo con la profecía de Isaías sobre la caída de Babilonia, descrita en términos

de la caída original en el paraíso:

¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú

que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo

alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio

me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré

semejante al Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo

(Isaías 14:12-15).

El nombre de esta estrella caída es Ajenjo, un término usado en la Ley y los

Profetas para advertir a Israel de su destrucción como castigo por su apostasía

(Deuteronomio 29:18; Jeremías 9:15; 23:15; Lamentaciones 3:15, 19; Amós 5:7).

Nuevamente, combinando estas alusiones en el Antiguo Testamento, Juan subraya

lo que quiere decir: Israel es apóstata, y se ha convertido en un Egipto; Jerusalén

se ha convertido en Babilonia; y los quebrantadores del pacto serán destruidos, tan

seguramente como lo fueron Egipto y Babilonia.

LA CUARTA TROMPETA

Como la novena plaga de Egipto de una "espesa oscuridad" (Éxodo 10:21-23), la

maldición causada por la cuarta trompeta (Apocalipsis 8:12-13) cae sobre los

portadores de luz, el sol, la luna, y las estrellas, de modo que la tercera parte de

ellos se oscureciesen. Estas imágenes fueron usadas por los profetas durante

mucho tiempo para representar la caída de las naciones y los gobernantes

nacionales (véase Isaías 13:9-11, 19; 24:19-23; 34:4-5; Ezequiel 32:7-8, 11-12; Joel

2:10, 28-32; Hechos 2:16-21). En cumplimiento de esto, F. W. Farrar observa: "Un

gobernante tras otro, jefe tras jefe del Imperio Romano y la nación judía fue

asesinado y arruinado. Gayo, Claudio, Nerón, Galba, Otón, Vitelio, todos murieron

asesinados o se suicidaron; Herodes el Grande, Herodes Antipas, Herodes Agripa,

y la mayoría de los príncipes herodianos, junto con no pocos de los principales

sumos sacerdotes de Jerusalén, perecieron después de haber caído en desgracia,

o en el exilio, o por manos violentas. Todos ellos fueron soles apagados y estrellas

oscurecidas" (The Early Days of Christianity, p. 519).

Ahora Juan ve un águila (véase Apocalipsis 4:7) volando en medio del cielo, una

advertencia de la ira venidera. Como muchos otros símbolos de pacto, el águila

71

tiene una doble naturaleza. Por un lado, significa la salvación que Dios proporcionó

a Israel:

Porque la porción de Jehová es su pueblo; Jacob la heredad que le tocó. Le halló

en tierra de desierto, y en yermo de horrible soledad; lo trajo alrededor, lo instruyó,

lo guardó como a la niña de su ojo. Como el águila que excita su nidada, revolotea

sobre sus pollos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus plumas

(Deuteronomio 32:9-11; Éxodo 19:4).

Pero el águila es también una terrible ave de presa, asociada con sangre y muerte y

carne putrefacta:

Sus polluelos chupan la sangre; y donde hubiere cadáveres, allí está ella (Job

39:30).

Las advertencias proféticas de la destrucción de Israel están a menudo redactadas

en términos de águilas que descienden sobre la carroña (Deuteronomio 28:49;

Jeremías 4:13; Lamentaciones 4:19; Oseas 8:1; Habacuc 1:8; Mateo 24:28). En

realidad, un aspecto básico de la maldición del pacto es el de ser devorado por las

aves del cielo (Génesis 15:9-12; Deuteronomio 28:26, 49; Proverbios 30:17;

Jeremías 7:33-34; 16:3-4; 19:7; 34:18-20; Ezequiel 39:17-20; Apocalipsis 19:17-18).

El querubín-águila reaparecerá en Apocalipsis como imagen de la salvación (12:14),

para ser reemplazado finalmente por (o visto nuevamente como) un ángel volando

por en medio del cielo proclamando el evangelio a los que moran en la tierra (14:6),

pues su misión es en fin de cuentas redentora en su alcance. Pero la salvación del

mundo vendrá por medio de la caída de Israel (Romanos 11:11-15), 25). Así, pues,

el águila comienza su mensaje con ira, proclamando tres ayes que han de venir

sobre los que moran en la tierra.

Como las plagas originales en Egipto, las maldiciones se están intensificando, y se

están volviendo más precisas en su aplicación. Lo que Juan dice está aumentando

hasta un crescendo, usando los tres ayes del águila (que corresponden al quinto,

sexto, y séptimo trompetazo (véase Apocalipsis 9:12; 11:14-15) para dramatizar los

crecientes desastres que está sufriendo la tierra de Israel. Después de muchas

demoras y mucha resignación por parte del celoso y santo Señor de los ejércitos,

las terribles sanciones de la ley son finalmente desatadas contra los violadores del

pacto, de manera que Jesús pueda heredar los reinos del mundo y traerlos a su

templo (Apocalipsis 11:15-19; 21:22-27).

72

CAPÍTULO 9 JERUSALÉN ES SITIADA

Ataque desde el abismo.

Tal como el águila había advertido (Apocalipsis 8:13), el sonido de la quinta

trompeta (Apocalipsis 9:1-12) señala la intensificación de las plagas en esta serie.

Aunque esta maldición es similar a las grandes nubes de langostas que cayeron

sobre Egipto en la octava plaga (Éxodo 10:12-15), estas "langostas" son diferentes:

son demonios del "abismo", la fosa sin fondo, que se menciona siete veces en

Apocalipsis (9:1, 2, 11; 11:7; 17:8; 20:1, 3). La Septuaginta primero usa el término

en Génesis 1:2, hablando del abismo y la oscuridad originales sobre los cuales se

cernía el Espíritu creativamente (y "prevaleció" metafóricamente; véase Juan 1:5).

En simbolismo bíblico, el abismo es el extremo más alejado del cielo (Génesis

49:25; Deuteronomio 33:13) y de las altas montañas (Salmos 36:6). Se usa en la

Escritura como referencia a las partes más profundas del mar (Job 28:14; 38:16;

Salmos 33:7) y a los ríos y depósitos de agua subterráneos (Deuteronomio 8:7; Job

36:16), de donde procedieron las aguas del diluvio (Génesis 7:11; 8:2; Proverbios

3:20; 8:24), y que regaban el reino de Asiria (Ezequiel 31:4, 15). Repetidamente, el

cruce del Mar Rojo por el pueblo del pacto se compara con un pasaje a través del

abismo (Salmos 77:16; 106:9; Isaías 44:27; 51:10; 63:13). El profeta Ezequiel

amenazó a Tiro con una gran desolación de la tierra, en la cual Dios haría subir el

abismo para cubrir la ciudad con un nuevo diluvio, arrojando a su pueblo al abismo

en las partes más bajas de la tierra (Ezequiel 26:19-21), y Jonás hablaba del

abismo en términos de excomunión de la presencia de Dios, una expulsión del

templo (Jonás 2:5-6). El dominio del dragón (Job 41:31; Salmos 148:7; Apocalipsis

11:7; 17:8), la prisión de los demonios (Lucas 8:31; Apocalipsis 20:1-3), véase 2

Pedro 2:4; Judas 6), y el ámbito de los muertos (Romanos 10:7), todos son

denominados con el mismo nombre: abismo.

Así, pues, Juan está advirtiendo a sus lectores que el infierno está a punto de

desatarse sobre la tierra de Israel; como sucedió al antiguo Tiro, el abismo está

siendo dragado para que cubra la tierra con sus espíritus inmundos. El Israel

apóstata ha de ser expulsado de la presencia de Dios, excomulgado del templo, y

lleno de demonios. Uno de los mensajes centrales de Apocalipsis es que la iglesia

mora en el cielo como en un tabernáculo (véase Apocalipsis 7:15; 12:12; 13:6); el

corolario de esto es que la falsa iglesia mora en el infierno como en un tabernáculo.

73

¿Por qué dura cinco meses la plaga de langostas? Primero que todo, esta figura es

una referencia al período de cinco meses, desde mayo hasta septiembre, en que

las langostas aparecían normalmente. (La característica desusada es que estas

langostas permanecen durante todo el período, atormentando constantemente a la

población).

Segundo, esto parece referirse en parte a las acciones de Gesio Floro, el

procurador de Judea, que por cinco meses (comenzando en mayo del 66 con la

matanza de 3,600 pacíficos ciudadanos) aterrorizó a los judíos, tratando

deliberadamente de incitarlos a rebelarse. Tuvo éxito: Josefo fecha el principio de la

Guerra Judía en esta ocasión).

Tercero, el uso del término cinco se asocia en la Escritura con poder, y

específicamente con organización militar - la disposición del ejército israelita en una

formación de pelotones de cinco escuadrones (Éxodo 13:18; Números 32:17; Josué

1:14; 4:12; Jueces 7:11; véase 2 Reyes 1:9ss). Por instrucciones de Dios,

Israel sería atacado por un ejército demoníaco procedente del abismo.

Durante el ministerio de Cristo, Satanás había caído a la tierra "como una estrella

del cielo" (véase Apocalipsis 12:4, 9, 12); y Juan dice: "se le dio la llave del pozo del

abismo. Y abrió el pozo del abismo". Lo que todo esto significa es exactamente lo

que Jesús profetizó durante su ministerio terrenal: la tierra, que había recibido los

beneficios de su obra y luego le había rechazado, sería inundada por demonios del

abismo. Debemos notar aquí que la llave se le da a Satanás, porque es Dios quien

envía los demonios como castigo contra los judíos.

Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la

condenarán porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás; y he

aquí, más que Jonás en este lugar. La reina del sur se levantará con esta

generación en el juicio y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra

para escuchar la sabiduría de Salomón; y he aquí más que Salomón en este lugar.

Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando

reposo, y no lo halla. Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando

llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va, y toma consigo otros

siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel

hombre viene a ser peor que el primero. Así también acontecerá a esta mala

generación (Mateo 12:41-45).

74

A causa del rechazo del Rey de reyes por parte de Israel, las bendiciones que

habían recibido se convertirían en maldiciones. Jerusalén había sido "barrida" por el

ministerio de Cristo; ahora se convertiría en "habitación de demonios y guarida de

todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible" (Apocalipsis

18:2). La generación entera fue más y más poseída por demonios; su progresiva

locura nacional es evidente cuando uno lee a través del Nuevo Testamento, y sus

horripilantes etapas finales son presentadas en las páginas de la obra de Josefo

The Jewish War (La Guerra Judía): la pérdida de toda capacidad de raciocinio, las

turbas frenéticas que se atacaban las unas a las otras, las engañadas multitudes

que seguían a los más transparentemente falsos profetas, la búsqueda enloquecida

y desesperada por alimento, los asesinatos en masa, las ejecuciones, los suicidios,

los padres que mataban a sus propias familias, las madres que se comían a sus

propios niños. Satanás y sus huestes simplemente pululaban por todo el territorio

de Israel y consumían a los apóstatas.

La vegetación de la tierra queda específicamente exenta de la destrucción causada

por las "langostas". Esta es una maldición contra los hombres desobedientes. Sólo

los cristianos son inmunes a los aguijones como de escorpión de los demonios

(véase Marcos 6:7; Lucas 10:17-19; Hechos 26:18); los israelitas no bautizados,

que no tienen "el sello de Dios en sus frentes" (véase Apocalipsis 7:3-8), son

atacados y atormentados por los poderes demoníacos. Y el propósito inmediato que

Dios tiene al desatar esta maldición no es la muerte, sino meramente el tormento,

al experimentar la nación de Israel una serie de convulsiones. Juan repite lo que

nos ha dicho en Apocalipsis 6:16, que "en aquellos días los hombres buscarán la

muerte y no la hallarán; y anhelarán morir y la muerte huirá de ellos". Jesús había

profetizado específicamente este anhelo de muerte entre los miembros de la

generación final, la generación de los judíos que le crucificaron (Lucas 23:27-30).

Como Dios había dicho mucho antes: "Mas el que peca contra mí, defrauda su

alma; todos los que me aborrecen aman la muerte" (Proverbios 8:36).

La terrorífica descripción de los demonios-langostas de Apocalipsis 9:7-11 guarda

mucha similitud con los ejércitos paganos invasores mencionados en los profetas

(Jeremías 51:27; Joel 1:6; 2:4-10; véase Levítico 17:7 y 2 Crónicas 11:15, donde la

palabra hebrea para demonio significa el peludo). Este pasaje también puede

referirse en parte a las pandillas satánicas de los zelotes asesinos que hacían presa

en los ciudadanos de Jerusalén, saqueando casas y asesinando y violando

indiscriminadamente. Característicamente, estos pervertidos se vestían como

prostitutas para seducir a los hombres incautos y llevarlos a la muerte.

75

Un punto particularmente interesante sobre la descripción del ejército demoníaco es

la afirmación de Juan de que "el sonido de sus alas era como el sonido de

carruajes, de muchos caballos que se apresuran al combate". Ése es el mismo

sonido que hacen las alas de los ángeles en la Nube de Gloria (Ezequiel 1:24; 3:13;

2 Reyes 7:5-7); la diferencia aquí es que el ruido es producido por ángeles caídos.

Juan sigue adelante, e identifica al rey de los demonios, el "ángel del abismo",

dando su nombre tanto en hebreo /Abadón) como en griego (Apolión) - una de

muchas indicaciones del carácter esencialmente hebreo de Apocalipsis. Las

palabras significan Destrucción y Destructor; "Abadón" se usa en el Antiguo

Testamento para nombrar la morada de los muertos, el "lugar de destrucción" (Job

26:6; 28:22; 31:12; Salmos 88:11; Proverbios 15:11; 27:20). Juan, pues, presenta a

Satanás como la personificación misma de la muerte misma (véase 1 Corintios

10:10; Hebreos 2:14).

Claramente, el hecho de que la hueste entera de destructores fuera desatada sobre

la nación judía ciertamente era el infierno en la tierra. Y sin embargo, Juan nos dice

que esta irrupción de los demonios en la tierra es sólo "el primer ay". Horrores

mucho mayores estaban por venir.

ATAQUE DESDE EL ÉUFRATES

Las primeras palabras de Juan acerca de la sexta trompeta (Apocalipsis 9:13)

nuevamente nos recuerdan que las desolaciones que Dios trajo sobre la tierra

ocurren en nombre de su pueblo (Salmos 46), en respuesta a su adoración oficial,

de pacto: la orden al sexto ángel es dada por una voz "desde los cuatro cuernos del

altar de oro [es decir, el altar de incienso] que está delante de Dios". La mención de

este punto tiene el obvio propósito de estimular al pueblo de Dios en adoración y

oración, asegurándole que las acciones de Dios en la historia proceden de su altar,

donde Él ha recibido sus oraciones. La iglesia de Jesucristo es el nuevo Israel, la

nación santa, el verdadero pueblo de Dios, que posee "confianza para entrar en el

Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo" (Hebreos 10:19). Juan asegura a la

iglesia del siglo primero que sus oraciones serán oídas y contestadas por Dios. Él

se vengará de los perseguidores de la iglesia, porque la tierra es al mismo tiempo

bendecida y juzgada por las acciones litúrgicas y los decretos judiciales de la

iglesia.

76

El hecho de que Dios está listo para escuchar y dispuesto a conceder las peticiones

de su pueblo se proclama continuamente en la Escritura (Salmos 9:10; 10:17-18;

18:3; 34:15-17; 37:4-5; 50:14-15; 145:18-19). Dios nos ha dado numerosos

ejemplos de oraciones imprecatorias, mostrándonos repetidamente que un aspecto

de la actitud de un hombre piadoso es el odio hacia los enemigos de Dios y

fervientes oraciones por su caída y su destrucción (Salmos 5:10; 10:15; 35:1-8, 22-

26; 59:12-13; 68:1-4; 69:22-28; 83; 94; 109; 137:8-9; 139:19-2; 140:6-11). ¿Por qué

entonces no vemos la caída de los impíos en nuestro propio tiempo? Parte

importante de la respuesta es que la iglesia no está dispuesta a orar bíblicamente; y

Dios nos ha asegurado: No tenéis porque no pedís (Santiago 4:2). Pero la iglesia

del siglo primero orando fiel y fervientemente por la destrucción del Israel apóstata,

había sido escuchada en el altar celestial de Dios. Sus ángeles fueron

comisionados para asestar el golpe.

En los versículos 14-16, el sexto ángel es comisionado para soltar a los cuatro

ángeles que habían sido "atados en el gran río Éufrates"; entonces ellos traen

contra Israel un ejército que consiste de "miríadas de miríadas". El río Éufrates al

norte formaba el límite entre Israel y las terribles fuerzas paganas de Asiria,

Babilonia, y Persia, que Dios usaba como látigo contra su pueblo rebelde (véase

Génesis 15:18; Deuteronomio 11:24; Josué 1:4; Jeremías 6:1, 22; 10:22; 13:20;

25:9, 26; 46:20, 24; 47:2; Ezequiel 26:7; 38:6, 15; 39:2). Debe recordarse también

que el norte era el área del trono de Dios (Isaías 14:13); y tanto la Nube de Gloria

como los agentes de la venganza de Dios se ven procediendo del norte, es decir,

del Éufrates (véase Ezequiel 1;4; Isaías 14:31; Jeremías 1:14-15). Así, pues, este

gran ejército del norte es, en fin de cuentas, el ejército de Dios, y bajo su control y

dirección, aunque es también claramente de carácter demoníaco y pagano (acerca

de "atar" a los ángeles caídos, véase 2 Pedro 2:4; Judas 6). Dios es completamente

soberano, y usa tanto a demonios como a los paganos para llevar a cabo sus

propósitos santos (1 Reyes 22:20-22; Job 1:12-21); por supuesto, después castiga

a los paganos por sus malvados motivos e impías metas que les llevó a cumplir el

decreto de Dios; véase Isaías 10:5-14). Juan dice que los ángeles atados en el

Éufrates "habían sido preparados para la hora, el día, el mes, y el año"; estando su

papel en la historia completamente predestinado y cierto.

Se dice simplemente que el número de los jinetes es de "millares y millares", una

expresión tomada de Salmos 68:17, que dice: "Los carros de Dios se cuentan por

veintenas de millares de millares" - en otras palabras, un número incalculable, que

no se puede contar. Los intentos de convertir esto en una cifra exacta (como en el

caso del supuesto tamaño del ejército chino, o las fuerzas armadas de Europa

77

Occidental, y así sucesivamente) están condenados a la frustración. El término

significa simplemente muchos millares, e indica una vasta hueste que se debe

considerar en relación con el ejército angélico del Señor, compuesto de millares y

millares de carruajes.

Evitando los deslumbrantes cálculos tecnológicos adelantados por algunos

comentaristas sobre Apocalipsis 9:17-19, observamos simplemente que, aunque el

número del ejército tiene el propósito de recordarnos el ejército de Dios, las

características de los caballos - el fuego y el humo y el azufre que salían de sus

bocas - nos recuerdan al dragón, el leviatán que escupía fuego (Job 41:18-21), y al

mismo infierno (Apocalipsis 9:2; 19:20; 21:8).

Así, pues, para resumir la idea: Un ejército innumerable avanza sobre Jerusalén

desde el Éufrates, el origen de los enemigos tradicionales de Israel; es una fuerza

feroz, hostil, demoníaca enviada por Dios en respuesta a las oraciones de su

pueblo pidiendo venganza. En resumen, este ejército es el cumplimiento de todas

las advertencias de la ley y los profetas acerca de una horda vengadora enviada

para castigar a los quebrantadores del pacto. Los horrores descritos en

Deuteronomio 28 habrían de caer sobre esta generación perversa (véanse

especialmente los versículos 49-68). Moisés había declarado: Enloquecerás a

causa de lo que verán tus ojos (Deuteronomio 28:34).

Como en realidad sucedió en la historia, la rebelión judía en reacción a la "plaga de

langostas" de Gesio Floro durante el verano de 66 d. C. provocó la invasión de

Palestina por Cestio en el otoño, con gran número de tropas a caballo, desde las

regiones cerca del Éufrates (aunque el punto principal de la referencia de Juan es el

significado simbólico de río en la historia y la profecía bíblicas). Después de asolar

el campo, las fuerzas de Gesio llegaron a las puertas Jerusalén en el mes de Tisri -

el mes que comienza con el día de las trompetas.

Lo que sucedió después es uno de los más extraños relatos en los anales de la

historia militar. Los romanos rodearon la ciudad y la atacaron continuamente

durante cinco días; al sexto día, Cestio dirigió con éxito una fuerza escogida en un

asalto supremo contra la muralla norte. Después de que capturaron su objetivo,

comenzaron los preparativos para incendiar el templo. Viendo que estaban siendo

completamente abrumados, los rebeldes comenzaron a huir llenos de pánico, y los

"moderados", que se habían opuesto a la rebelión, intentaron abrir las puertas para

rendir Jerusalén a Cestio.

78

Justo entonces, en el momento mismo en que una completa victoria estaba a su

alcance, Cestio retiró sus fuerzas, repentina e inexplicablemente. Sorprendidos y

envalentonados, los rebeldes regresaron de su huida y persiguieron a los soldados

en retirada, infligiéndoles gran número de bajas en su ataque. Este éxito inesperado

de las fuerzas rebeldes tuvo el efecto de crear entre los judíos una confianza

enorme pero completamente injustificada, y hasta los moderados participaron en el

entusiasmo general a favor de la guerra. En vez de acatar el verdadero mensaje de

este trompetazo de advertencia, el Israel apóstata estúpidamente se afirmó en su

rebelión.

En consecuencia, Juan informa en los versículos 20-21 que "el resto de los

hombres, que no murieron por estas plagas, no se arrepintieron ... para no adorar

ni a demonios ni a ídolos". Los judíos se habían entregado tan completamente a la

apostasía que ni la bondad de Dios ni su ira podían hacerles volverse de su error.

Josefo informa que, en lugar de eso, hasta el mismo fin - después del hambre, los

asesinatos en masa, el canibalismo, la crucifixión de sus compatriotas judíos a

razón de 500 por día - los judíos continuaron escuchando los locos desvaríos de los

falsos profetas que les aseguraban la liberación y la victoria. Josefo comenta: "Así

fueron engañadas las gentes miserables por estos charlatanes y falsos mensajeros

de Dios, mientras despreciaban y rechazaban los inconfundibles portentos que

auguraban la desolación venidera; más bien, como si estuviesen aturdidos, ciegos,

y sin sentido, no hicieron caso a las claras advertencias de Dios" (The Jewish War,

vi. v. 3).

ADVERTENCIAS DE LA CAÍDA DE JERUSALÉN ¿Qué "claras advertencias les había dado Dios? Además de la predicación

apostólica, que en realidad era todo lo que necesitaban (véase Lucas 16:27-31),

Dios les había enviado señales milagrosas y maravillas para testificarles del juicio

venidero; antes de la caída de Jerusalén, Jesús les había advertido: "Habrá terror y

grandes señales del cielo" (Lucas 21:11). Esto fue especialmente cierto durante la

temporada de las fiestas del año 66. Josefo continúa diciendo en su informe:

"Mientras la gente se reunía para la fiesta de los panes sin levadura, el día ocho del

mes de Nisán, en la hora nona de la noche [3:00 a.m.] apareció alrededor del altar

una luz tan brillante que parecía la luz del día; esto duró media hora. Los inexpertos

la consideraron como una buena señal, pero los escribas santos la interpretaron

inmediatamente de conformidad con los eventos subsiguientes".

79

Durante la misma fiesta, tuvo lugar otro incidente asombroso: "La puerta del lado

oriental del santuario interior era maciza, de bronce, y tan pesada que apenas podía

ser movida por veinte hombres todas las noches; estaba equipada con barras

guarnecidas de hierro y asegurada con pernos hundidos profundamente en un

umbral que había sido fabricado con un solo bloque de piedra; sin embargo, a esta

puerta se la vio abrirse por sí sola en la hora sexta de la noche [medianoche]. Los

guardias del templo corrieron a informar el incidente al capitán, el cual vino y, con

gran esfuerzo, logró cerrarla. Para los no iniciados, esto también parecía la mejor

de las señales, pues suponían que Dios había abierto para ellos la puerta de la

felicidad. Pero personas más sabias se dieron cuenta de que la seguridad del

templo se estaba desmoronando sola y que la apertura de la puerta era un regalo

para el enemigo, e interpretaron esto en sus propias mentes como una señal de la

desolación venidera".

Dicho sea de paso, un incidente similar ocurrió en 30 d. C., cuando Cristo fue

crucificado y el velo exterior del templo - ¡de 24 pies de ancho y más de 80 pies de

altura! - se rasgó de arriba abajo (Mateo 27:50-54; Marcos 15:37-39; Lucas 23:44-

47). El Talmud (Yoma 39b) informa que, en 30 d. C., las puertas del templo se

abrieron solas, aparentemente debido al colapso del dintel superior, una piedra que

pesaba alrededor de 30 toneladas.

Los que no podían asistir a la fiesta regular de la Pascua debían celebrarla un mes

más tarde (Números 9:9-13). Josefo informa una tercera gran maravilla que ocurrió

al final de la segunda Pascua en 66: "Se vio una aparición sobrenatural, demasiado

asombrosa para ser creída. Supongo que lo que ahora voy a relatar sería

menospreciado como imaginario, si no hubiese sido presenciado por testigos y

luego seguido desastres subsiguientes que merecían ser señalados de esa manera.

Antes de la puesta del sol, se vieron carruajes en el aire sobre todo el país, así

como batallones armados volando a través de las nubes y rodeando las ciudades".

Una cuarta señal ocurrió dentro del templo al siguiente gran día de fiesta, y fue

presenciado por los veinticuatro sacerdotes que estaban de turno: "En la fiesta

llamada del Pentecostés, cuando los sacerdotes habían entrado a los atrios

interiores del templo en la noche para desempeñar sus oficios acostumbrados,

declararon que oyeron, primero, de una violenta conmoción y un violento estruendo,

luego la voz como de una hueste, que exclamaba: ¡Nos vamos de aquí!".

Hubo una quinta señal en los cielos aquel año: "Una estrella que parecía una

espada se puso sobre la ciudad, y un cometa permaneció por un año entero". Como

80

dice Josefo, era obvio que Jerusalén "ya no era más la morada de Dios". Pero Israel

no se arrepintió de su maldad. Ciega a sus propios males y a los crecientes juicios

que se le venían encima, permaneció firme en su apostasía, y siguió rechazando al

Señor y en su lugar aferrándose a sus falsos dioses.

¿Adoraban realmente los judíos a demonios e ídolos? Ciertamente, al rechazar a

Jesucristo, quedaron ineludiblemente envueltos en la idolatría y se apartaron de la

fe de Abraham y sirvieron a dioses de su propia hechura. Además, la idolatría judía

no era ningún "teísmo" vago, indefinido, apóstata. Al abandonar a Cristo, los judíos

de hecho se convirtieron en adoradores de César.

Josefo da testimonio elocuente de esto, pues escribe repetidamente sobre la ira de

Dios contra la apostasía de la nación judía como la causa de sus males: "Estos

hombres, pues, pisotearon todas las leyes de los hombres y se rieron de las leyes

de Dios; y en cuanto a los oráculos de los profetas, los ridiculizaron como si fuesen

trucos de juglares; pero estos profetas predijeron muchas cosas concernientes a las

recompensas de la virtud y los castigos del vicio, las cuales, cuando estos zelotes

las violaron, ocasionaron el cumplimiento de esas mismas profecías pertenecientes

a su propio país".

"Desde el principio del mundo, ninguna otra ciudad sufrió jamás tales miserias, ni

engendró jamás ninguna época una generación más fructífera en maldad que ésta".

"Cuando la ciudad fue rodeada y [sus habitantes] ya no pudieron recoger plantas,

algunos fueron llevados a tan terrible aflicción que iban a las cloacas comunes y los

estercoleros del ganado, y comían los excrementos que encontraban allí; y lo que

antes ni siquiera podían mirar, ahora lo usaban como alimento. Tan pronto los

romanos se enteraron de esto, se despertó su compasión; pero los rebeldes, que lo

vieron también, no se arrepintieron, sino que permitieron que la misma aflicción les

sobreviniera a ellos, pues estaban ciegos al destino que ya había caído sobre la

ciudad y sobre ellos también".

Dice Juan que los ídolos de Israel son "de oro, plata, bronce, piedra y madera", una

descripción bíblica estándar de los materiales usados en la construcción de dioses

falsos (véase Salmos 115:4; 135:15; Isaías 37:19). De manera consistente, la Biblia

ridiculiza los ídolos de los hombres como obra de sus manos, meros palos y piedras

que no ven ni oyen ni andan. Esto es un eco de la mofa que el salmista hace de los

ídolos paganos:

81

Tienen boca, mas no hablan; tienen ojos, mas no ven; orejas tienen, mas no

oyen; tienen narices, mas no huelen; manos tienen, mas no palpan; tienen

pies, mas no andan; no hablan con su garganta.

Luego viene el tiro de gracia:

Semejantes a ellos son los que los hacen, y cualquiera que confía en ellos.

(Salmos 115:5-8; véase 135:16-18).

Herbert Schlossberg ha llamado muy apropiadamente a esto santificación a la

inversa - un proceso por medio del cual "el idólatra es transformado a semejanza

del objeto de su culto. Israel 'fue tras lo sin valor, y se convirtió en sin valor' (Idols

for Destruction, p. 295). Como tronaba el profeta Oseas, los idólatras de Israel

"vinieron a ser tan detestables como aquéllos que amaban" (Ósea 9:10; véase

Jeremías 2:5).

La descripción que hace Juan de la idolatría de Israel concuerda con la posición

profética usual; pero su acusación es una referencia aun más directa a la condena

que Daniel hace de Babilonia, específicamente en relación con su adoración a

dioses falsos con los sagrados utensilios del templo. Daniel le dijo al rey Belsasar:

"Contra el Señor del cielo te has ensoberbecido, e hiciste traer delante de ti los

vasos de su casa, y tú y tus grandes, tus mujeres y tus concubinas bebiste vino en

ellos; además de esto, diste alabanza a Dios de plata y oro, de bronce, de hierro, de

madera y de piedra, que ni ven, ni oyen, ni saben; y al Dios en cuya mano está tu

vida, y cuyos son todos tus caminos, nunca honraste" (Daniel 5:23).

La implicación de Juan es clara: Israel se ha convertido en una Babilonia, y ha

cometido sacrilegio al adorar dioses falsos con los tesoros del templo; como

Babilonia, Israel ha sido "pesado en la balanza y ha sido hallado falto"; como

Babilonia, Israel será conquistado y su reino entrará en posesión de los gentiles

(véase Daniel 5:25-31).

Finalmente, Juan resume los crímenes de Israel, todos los cuales nacen de su

idolatría (véase Romanos (véase Romanos 1:18-32). Esto condujo al asesinato de

Jesús y de los santos por Israel (Hechos 2:23, 36; 3:14-15; 4:26; 7:51-52, 58-60);

sus hechicerías (Hechos 8:9,11; 13:6-11; 19:13-15; véase Apocalipsis 18:23; 21:8;

22:15); sus fornicaciones, una palabra que Juan usa doce veces para referirse a la

apostasía de Israel (Apocalipsis 2:14; 2:20; 2:21; 9:21; 14:8; 17:2 [dos veces]; 17:4;

18:3 [dos veces]; 18:9; 19.2); y sus latrocinios, un crimen a menudo asociado en la

82

Biblia a la apostasía y la resultante opresión y persecución de los justos (véase

Isaías 61:8; Jeremías 7:9-10; Ezequiel 22:29; Oseas 4:1-2; Marcos 11:17; Romanos

2:21; Santiago 5:1-6).

CONCLUSIÓN

Durante los últimos días, hasta la llegada de los romanos, las trompetas habían

sonado, advirtiendo a Israel que se arrepintiese. Pero la alarma fue ignorada, y los

judíos se endurecieron en su impenitencia. La retirada de Cestio fue por supuesto

interpretada en el sentido de que las profecías de Cristo sobre la destrucción de

Jerusalén eran falsas: los ejércitos del Éufrates habían llegado y rodeado Jerusalén

(véase Lucas 21:20), pero la amenaza de "desolación" no se había vuelto realidad.

En lugar de eso, los romanos habían huido, con las colas entre las piernas. Más y

más confiados en la bendición divina, los judíos se lanzaron atolondradamente a

mayores actos de rebeldía, sin darse cuenta de que fuerzas aun mayores más allá

del Éufrates se estaban preparando para el combate. Esta vez no habría retirada.

Judea sería convertida en desierto, los israelitas serían masacrados y esclavizados,

y el templo sería arrasado hasta el suelo, sin que quedase piedra sobre piedra.

83

CAPÍTULO 10 TODA LA CREACIÓN TOMA VENGANZA

La séptima trompeta era la señal de que "no habría más demora" (véase

Apocalipsis 10:6-7). El tiempo se había acabado; la ira en su máxima expresión

había llegado a Israel. Desde este punto en adelante, Juan abandona el lenguaje y

las imágenes de de una mera advertencia. La destrucción de Jerusalén es segura,

así que el profeta se concentra por entero en el mensaje de su inminente

destrucción. Al describir el destino de la ciudad, Juan extiende e intensifica las

imágenes del éxodo que ya han sido tan penetrantes durante toda la profecía. Juan

habla de "la gran ciudad" (16:19), recordándoles a sus lectores una referencia

anterior: "la gran ciudad, que espiritualmente se llama Sodoma y Gomorra, donde

también el Señor fue crucificado" (11:18). A Jerusalén se le llama Sodoma a causa

de su apostasía sensual y lujuriosa (véase Ezequiel 16:49-50), y porque está

destinada a la total destrucción como un holocausto total (Génesis 19:24-28;

Deuteronomio 13:12-18). Pero las metáforas más usuales de Juan en relación a la

gran ciudad son tomadas del patrón de Éxodo: Jerusalén es, no sólo Egipto, sino

también los otros enemigos de Israel. Juan ha mostrado al dragón egipcio

persiguiendo a la mujer en dirección al desierto (Apocalipsis 12); un Balac y un

Balam redivivos tratando de destruir al pueblo de Dios por medio de la guerra y la

seducción que conduce a la idolatría (Apocalipsis 13); los ejércitos sellados del

nuevo Israel reunidos en el Monte Sión para celebrar las fiestas (Apocalipsis 14); y

los santos de pie y triunfantes a orillas del "Mar Muerto", cantando el cántico de

Moisés (Apocalipsis 15). Ahora, en el capítulo 16, los siete juicios correspondientes

a las diez plagas de Egipto han de ser derramados sobre la gran ciudad.

Hay también una marcada correspondencia entre estos juicios de los cálices y los

juicios de las trompetas del capítulo (1). Debido a que las trompetas eran

esencialmente advertencias, sólo afectan una parte de la tierra; dentro de las copas,

la destrucción es total.

Cálices

1. Sobre la tierra, ésta se convierte en pústulas (16:2).

2. Sobre el mar, éste se convierte en sangre (16:3).

3. Sobre los ríos y fuentes, éstos se convierten en sangre (16:4-7).

84

4. Sobre el sol, hacen que éste queme (16:8-9).

5. Sobre el trono de la bestia, causando oscuridad (16:10-11).

6. Sobre el Éufrates, éste se seca para preparar el camino para los reyes del

oriente; la invasión de los demonios en forma de ranas; Armagedón (16:12-

16).

7. Sobre el aire, causando tormentas, terremotos, y granizo (16:17-21).

Trompetas

1. Sobre la tierra: 1/3 de la tierra, los árboles, la hierba quemada (8:7).

2. Sobre el mar: 1/3 del mar se convierte en sangre; 1/3 de las criaturas

del mar mueren, 1/3 de las naves son destruidas (8:8-9).

3. Sobre los ríos y las fuentes: 1/3 de las aguas se convierten en ajenjo

(8:8-11).

4. Se oscurece 1/3 del sol, la luna y las estrellas (8:12).

5. Las langostas demoníacas atormentan a los hombres (9:1-12).

6. El ejército del Éufrates mata 1/3 de la humanidad (9:13-21).

7. Voces, tormenta, terremoto, granizo (11:15-19).

Plagas de Egipto

1. Úlceras (sexta plaga; Éxodo 9:8-12).

2. Las aguas se convierten en sangre (primera plaga: Éxodo 7:17-21).

3. Las aguas se convierten en sangre (primera plaga: Éxodo 7:17-21).

4. Oscuridad (novena plaga: Éxodo 10:21-23).

5. Langostas (octava plaga: Éxodo 10:4-20).

6. Invasión de ranas de los ríos (segunda plaga: Éxodo 8:2-4).

7. Granizo (séptima plaga: Éxodo 9:18-26).

85

Una gran voz que sale desde el templo da la orden que autoriza los juicios de los

cálices (Apocalipsis 16:1). Nuevamente, Juan subraya un punto básico de su

profecía: que estas terribles plagas se originan tanto en Dios como en la iglesia

(véase 15:5-8). Estos son juicios de Dios en respuesta a las oraciones de sus

santos.

He llamado a estos siete recipientes cálices (más bien que copas [KJV] o fuentes

[NASVD] para subrayar su naturaleza como "sacramentos negativos". Desde una

perspectiva, la sustancia de los cálices (la ira de Dios, que es "pura", véase 14:10)

parece ser fuego, y en consecuencia, varios comentaristas han considerado estos

recipients como incensarios (como en 5:8; véase 8:3-5). Pero los impíos son

condenados en 14:10 a "beber del vino de la ira de Dios, que es echado puro en el

cáliz de su ira"; y, cuando las plagas se derraman, el "ángel de las aguas" se alegra

de lo apropiado de la justicia de Dios: "Porque ellos derramaron la sangre de los

santos y los profetas, y tú ls has dado a beber sangre" (16:6). Algunos versículos

más adelante, Juan vuelve a la imagen de "el cáliz del vino del ardor de su ira"

(16:19). Lo que está sirviendo de modelo en el cielo para instrucción de la iglesia en

la tierra es la excomunión final del Israel apóstata, cuando la comunión del cuerpo y

la sangre del Señor le sea por fin negada. Los pastores-ángeles, a los que se les

han confiado las sanciones sacramentales del nuevo pacto, son enviados desde el

mismo templo celestial, y desde el trono de Dios, para que derramen sobre ella la

sangre del pacto. Jesús advirtió a los rebeldes de Israel que Él les enviaría sus

mártires para que fuesen muertos, "para que caiga sobre vosotros toda la sangre

justa derramada en la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de

Zacarías, hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar. De cierto

os digo, que todas estas cosas vendrán sobre esta generación" (Mateo 23:35-36).

Beber sangre es inevitable: o los ministros del nuevo pacto nos la sirven en la

eucaristía, o la derramarán de sus cálices sobre nuestras cabezas.

En consecuencia, siete ángeles salen del templo (véase 15:1) y se les dice que

viertan los cálices de la ira de Dios: la Septuaginta usa este verbo (ekcheo) en las

instrucciones para los sacerdotes para que derramen la sangre del holocausto

alrededor de la base del altar (véase Levítico 4:7, 12, 18, 25, 30, 34; 8:15; 9:9). El

término está usado en Ezequiel para referirse a la fornicación del Israel apóstata

con los paganos (Ezequiel 16:36; 23:8), o su derramamiento de sangre inocente por

medio de la opresión y la idolatría (Ezequiel 22:3-4, 6, 9, 12, 27), y la amenaza de

Dios de derramar su ira sobre Israel (Ezequiel 14:19; 20:8, 13, 21; 21:31; 22:27). En

el Nuevo Testamento, se usa de manera similar en contextos paralelos con temas

principales en Apocalipsis: el derramamiento del vino (Mateo 9:17; Marcos 2:22;

86

Lucas 5:37), el derramamiento de la sangre de los mártires (Mateo 23:35; Lucas

11:50; Hechos 22:20; Romanos 3:15, y el derramamiento del Espíritu Santo

(Hechos 2:17-18, 33; 10:45; Romanos 5:5; Tito 3:6; véase Joel 2:28-29; Zacarías

12:10).

Todas estas diferentes asociaciones están en el trasfondo de este derramamiento

de plagas sobre la tierra que ha derramado la sangre de Cristo y de sus testigos, la

gente que resistió y rechazó el Espíritu. Los antiguos odres de Israel están a punto

de reventar.

EL PRIMER CÁLIZ Al derramar el primer ángel su cáliz sobre la tierra (Apocalipsis 16:2), "vino una

úlcera maligna y pestilente sobre los hombres que tenían la marca de la bestia, y

que adoraban su imagen". Las úlceras son una retribución apropiada para la

apostasía, y el hecho de que Dios ponga el sello de su ira sobre los que llevan la

marca de la bestia. Así como Dios había derramado úlceras sobre los impíos

egipcios que rendían culto al estado, que persiguieron a su pueblo (Éxodo 9:8-11),

así también está enviando plagas sobre estos adoradores de la bestia en la tierra

de Israel - el pueblo del pacto que ahora se han convertido en perseguidores de la

iglesia, semejantes a Egipto. Esta plaga es mencionada específicamente por

Moisés en su lista de las maldiciones del pacto por idolatría y apostasía: "Jehová te

herirá con la úlcera de Egipto, con tumores, con sarna, y con comezón de que no

puedas ser curado. ... Jehová te herirá con maligna pústula en las rodillas y en las

piernas, desde la planta de tu pie hasta tu coronilla, sin que puedas ser curado"

(Deuteronomio 28:27, 35).

EL SEGUNDO CÁLIZ El segundo ángel derrama su cáliz en el mar (apocalipsis 16:3), y se convierte en

sangre, como en la primera plaga de Egipto (Éxodo 7:17-21) y la segunda trompeta

(Apocalipsis 8:8-9). Sin embargo, esta vez la sangre no corre en arroyos, sino que

es como la sangre de un muerto: tiene grumos, está coagulada, y putrefacta. La

sangre se menciona cuatro veces en este capítulo; cubre la faz de Israel,

derramándose sobre los cuatro rincones de la tierra.

Aunque el significado principal de esta plaga es simbólico, pues se refiere a la

impureza del contacto con la sangre y la muerte (véase Levítico 7:26-27; 15:19-33;

87

17:10-16; 21:1; Números 5:2; 14:11-19), existen estrechos paralelos con los

eventos reales de la gran tribulación. En una ocasión, miles de rebeldes judíos

huyeron hacia el mar de Galilea de la matanza de Tariquea por parte de los

romanos. Haciéndose a la mar sobre el lago en pequeños y frágiles botes, pronto

fueron perseguidos y alcanzados por las resistentes balsas de las fuerzas

superiores de Vespasiano. Entonces, como cuenta Josefo, fueron masacrados sin

misericordia: "Los judíos no podían, ni escapar hacia tierra firme, donde todos

estaban en armas contra ellos, ni presentar batalla naval en igualdad de términos.

... Les sobrevino el desastre, y fueron enviados al fondo, con botes y todo. Algunos

trataron de salir a flote, pero los romanos les alcanzaron con sus lanzas, matando a

otros al saltar sobre las barcas y atravesando a los ocupantes con sus espadas;

algunas veces, al acercarse las balsas, los judíos eran atrapados en medio y

capturados junto con sus botes. Si algunos de los que se habían lanzado al agua

salían a la superficie, pronto eran despachados con una flecha, o una balsa les

alcanzaba; si, en su desesperación, intentaban subir a bordo de las balsas del

enemigo, los romanos les cortaban las cabezas o las manos. Así que estos

miserables morían en todas partes en incontables números y de todas las maneras

posibles, hasta que los sobrevivientes eran derrotados y empujados hacia la orilla,

sus barcas rodeadas por el enemigo. Al lanzarse sobre ellos, muchos eran

alanceados mientras todavía estaban en el agua; muchos saltaban a la orilla, donde

eran muertos por los romanos.

"Se podía ver el lago entero manchado de sangre y atestado de cadáveres, porque

ni uno solo escapó. Durante los días que siguieron, un horrible hedor flotaba sobre

la región, la cual presentaba un espectáculo igualmente horrendo. Las playas

estaban llenas de escombros y cuerpos hinchados, los cuales, calientes y

pegajosos por la descomposición, hacían el aire tan fétido que la catástrofe que

sumergió a los judíos en el luto era repugnante aun para los que lo la habían

causado" (The Jewish War, iii, x. 9).

EL TERCER CÁLIZ La plaga del tercer cáliz (Apocalipsis 16:4-7) se parece más directamente a la

primera plaga de Egipto (y a la tercera trompeta: véase 8:10-11), pues afecta "los

ríos y las fuentes de las aguas", convirtiendo en sangre toda el agua de beber. El

agua es símbolo de vida y bendición durante toda la Escritura, comenzando desde

la historia de la creación y el jardín de Edén. En esta plaga, las bendiciones del

88

paraíso son invertidas y convertidas en pesadilla; lo que una vez fue puro y limpio

se convierte en contaminado y corrompido por la apostasía.

El "ángel de las aguas" responde a esta maldición alabando a Dios por su justo

juicio: "Justo eres tú, que eres y que eras, el Santo, porque juzgaste estas cosas".

No debemos avergonzarnos de un pasaje como éste. La Biblia entera está escrita

desde la perspectiva del personalismo cósmico - la doctrina de que Dios, que es

personalidad absoluta, está constantemente activo a través de su creación,

haciendo que todas las cosas ocurran inmediatamente por su poder y

mediatamente por medio de sus siervos angélicos. No existe tal cosa como "ley

natural"; sería mejor que hablásemos de los "hábitos de pacto de Dios", o el orden

habitual que Dios impone a su creación a través de las acciones de sus ángeles.

Nuestras ciencias no son otra cosa que el estudio de los patrones habituales de la

actividad personal de Dios y sus mensajeros celestiales.

De hecho, esto es precisamente lo que garantiza la validez y la confiabilidad tanto

de la investigación científica como de la oración. Por una parte, los ángeles de Dios

tienen hábitos - una danza cósmica, una liturgia que envuelve cada uno de los

aspectos del universo entero, en los cuales puede confiarse en todas las

actividades tecnológicas del hombre, mientras ejerce dominio en el mundo bajo la

autoridad de Dios. Por otra parte, los ángeles de Dios son seres personales,

llevando a cabo sus órdenes constantemente; en respuesta a nuestras peticiones,

Dios puede ordenar a los ángeles que cambien la danza, y lo hace.

Hay, pues, un "ángel de las aguas"; y él, junto con toda la creación personal de

Dios, se regocija en el justo gobierno del mundo. La estricta justicia de Dios,

resumida en el principio de ojo por ojo (Éxodo 21:23-25), queda evidenciada en este

juicio, porque el castigo se ajusta al crimen: "Derramaron la sangre de los santos y

los profetas", exclama el ángel de las aguas, "y les has dado a beber sangre".

Como hemos visto, el crimen característico de Israel fue siempre el asesinato de los

profetas (véase 2 Crónicas 36:15-16; Lucas 13:33-34; Hechos 7:52). Jesús llamó a

este hecho la razón específica de por qué la sangre de los justos sería derramada

en el juicio sobre aquella generación (Mateo 23:31-36).

El ángel de las aguas concluye con una afirmación interesante: por haber los

apóstatas derramado sangre, "ellos son dignos". Este es un paralelo deliberado

con el mensaje del cántico nuevo en Apocalipsis 5:9: "Digno eres de tomar el libro y

abrir su sello; porque fuiste muerto, y nos compraste para Dios con tu sangre". Así

como el Cordero recibe su recompensa sobre la base de la sangre que derramó, así

89

también estos perseguidores han recibido la justa recompensa por su

derramamiento de sangre.

Dios había prometido una vez al Israel oprimido que haría a los enemigos de su

pueblo según sus malas obras:

Y a los que te despojaron haré comer sus propias carnes, y con su sangre serán

embriagados como con vino; y conocerá todo hombre que yo Jehová soy Salvador

tuyo y Redentor tuyo, el Fuerte de Jacob (Isaías 49:26).

La apostasía de Israel ha invertido esto: ahora es él, el perseguidor por excelencia,

el que será obligado a beber su propia sangre y devorar su propia carne. Esto fue

cierto en mucho más que en un sentido figurado: como Dios había predicho por

medio de Moisés (Deuteronomio 28:53-57), durante el sitio de Jerusalén, los

israelitas de hecho se convirtieron en caníbales; las madres se comieron

literalmente a sus propios hijos. Puesto que ellos derramaron la sangre de los

santos, Dios les da a beber su propia sangre (véase Apocalipsis 17:6; 18:24).

Uniéndose al ángel en alabanza viene la voz del altar mismo, donde la sangre de

los santos y los profetas había sido derramada. El altar se regocija: "¡Sí, Señor Dios

Todopoderoso, justos y verdaderos son tus juicios!". Los santos reunidos al pie de

la base del altar habían clamado por justicia, pidiendo venganza de sus opresores

(Apocalipsis 6;9-11). En la destrucción de Israel, esa oración es contestada; los

testigos son vindicados. Es más que una coincidencia que estas oraciones en

Apocalipsis 16:5-7 (junto con el texto del cántico de Moisés en Apocalipsis 15:3-4)

sean notablemente similares al cántico cantado por los sacerdotes justo antes de

ofrecer los sacrificios. Irónicamente - así como Dios mismo se está preparando para

el holocausto total en 70 d. C. - los mismos ángeles del cielo cantaban la liturgia del

propio Israel contra él.

EL CUARTO CÁLIZ Ahora el cuarto ángel Apocalipsis 16:8-9) derrama su cáliz sobre el sol, abrasando a

los hombres con fuego. Mientras que la cuarta trompeta resultó en una plaga de

oscuridad (8:12), ahora el calor del sol aumenta, de modo que los hombres son

"abrasados con gran fuego". Esto también es una inversión de la bendición básica

del pacto que estaba presente en Éxodo, cuando Israel fue protegido del calor del

90

sol por la nube de gloria, la sombra del Todopoderoso (Éxodo 13:21-22; véase 91:1-

6). Esta promesa se repite una y otra vez a través de todos los profetas:

Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha. El sol no te

fatigará de día, ni la luna de noche. Jehová te guardará de todo mal; Él guardará tu

alma" (Salmos 121:5-7).

No tendrán hambre ni sed, ni el calor ni el sol los afligirá; porque el que tiene de

ellos misericordia los guiará, y los conducirá a manantiales de aguas (Isaías 49:10).

Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será

como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces,

y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de

sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto (Jeremías 17:7-8).

Y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. Ya no

tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el

Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas

de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos (Apocalipsis 7:15-17).

A través de todo el libro de Apocalipsis, Juan a menudo usa la voz pasiva (como en

la expresión le fue dado) para indicar el control soberano de los acontecimientos

por parte de Dios. Nuevamente, subraya la soberanía de Dios al decirnos que le fue

dado al sol que abrasase a los hombres; y en la línea siguiente, es aun más

explícito: "Dios ... tiene poder sobre estas plagas". Juan no sabe nada de un "Dios"

que se sienta indefenso en el banquillo, viendo pasar el mundo; ni reconoce a un

"Dios" que es demasiado amable para enviar juicios sobre los impíos. Juan sabe

que las plagas que caen sobre Israel son "las obras de Jehová, que ha puesto

asolamientos en la tierra" (Salmos 46:8).

En su libro sobre la Trinidad, Agustín subraya el mismo punto: "La creación entera

es gobernada por el Creador, por quien y en quien fue fundada y establecida. Por

eso, la voluntad de Dios es la primera y suprema causa de todas las apariciones y

todos los movimientos corporales. Porque nada sucede en la esfera visible y

sensible que no sea ordenado o permitido desde el tribunal interior, invisible e

inteligible del emperador altísimo, en esta vasta e ilimitada comunidad de toda la

creación, de acuerdo con la inexpresable justicia de sus recompensas y castigos,

gracias y retribuciones".

91

Pero los apóstatas rehusaron someterse al señorío de Dios sobre ellos. Como la

bestia de Roma, cuya cabeza estaba coronada por "nombres de blasfemia" (13:1) y

cuya imagen adoraban, los hombres blasfemaron el nombre de Dios, que tiene

poder sobre estas plagas. Y, como el Faraón impenitente (véase Éxodo 7:13, 23;

8:15, 19, 32; 9:7, 12, 34-35; 10:20, 27; 11:10; 14:8), "no se arrepintieron para darle

gloria". Israel se había convertido en un Egipto, endureciendo su corazón; y, como

Egipto, sería destruido completamente.

Sin embargo, la correspondencia no es exacta; y característicamente, Russell llega

demasiado lejos cuando, después de una comparación superficial, declara

categóricamente: "Esto no puede ser mera coincidencia casual: es identidad, y

sugiere la pregunta: ¿Por qué razón se repite aquí la visión? J. Stuart Russell, The

Parousia: A Critical Inquiry Into the New Testament Doctrine of Our Lord´s Second

Coming (Grand Rapids: baker Book House, [1887] 1983), p. 476.

92

CAPÍTULO 11 ¡CONSUMADO ES!

Los objetivos simbólicos de los primeros cuatro cálices eran los elementos de la

creación física: la tierra, el mar, las aguas, y el sol. Con los tres últimos cálices, las

consecuencias del ataque de los ángeles son de naturaleza más "política": el

trastorno del reino de la bestia; la guerra del gran día de Dios; y la caída de

"Babilonia".

EL QUINTO CÁLIZ Aunque la mayoría de los juicios durante el Apocalipsis apuntan específicamente al

Israel apóstata, los paganos que se unen a Israel contra la iglesia caen bajo

condenación también. En realidad, la misma gran tribulación demostraría ser "la

hora de prueba, esa hora que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los

que moran en la tierra" (3:10). El quinto ángel (Apocalipsis 16:10-11), pues, derrama

su cáliz "sobre el trono de la bestia"; y aun mientras el calor del sol abras a a los

que adoran a la bestia, las luces se apagan para este reino, y se oscurece - lo cual,

como vimos en nuestro estudio de Mateo 24, es un símbolo bíblico estándar para el

tumulto político y la caída de gobernantes (véase Isaías 13:9-10; Amós 8:9:

Ezequiel 32:7-8). El significado principal de esta plaga es todavía el juicio sobre

Israel porque (en términos del mensaje de Apocalipsis) Israel era el "trono" y el

"reino" de la bestia. Además, como veremos, el pueblo que sufre a causa del primer

cáliz sed identifica con el sufrimiento del primer cáliz también, que fue derramado

sobre la tierra, sobre los israelitas adoradores de la bestia (Apocalipsis 16:2).

Sin embargo, también es probable que este juicio corresponda parcialmente a

guerras, revoluciones, disturbios y "convulsiones mundiales" que sacudieron el

imperio después de que Nerón se suicidó en junio de 68. El gran erudito del siglo

diecinueve, F. W. Farrar, escribió en relación con esto acerca de "los horrores

infligidos sobre Roma durante las guerras civiles y los romanos por los

gobernadores de provincia - ya simbolizados por los cuernos de la bestia salvaje, y

caracterizados aquí como reyes todavía sin reinos. Los tales fueron Galba, Otón,

Vitelio y Vespasiano. Vespasiano y Muciano planearon deliberadamente matar de

hambre al populacho romano; y en la feroz lucha de los vitelianos contra Sabino y

Domiciano, y la matanza que siguió, ocurrió un incidente que sonó portentosamente

en los oídos de todo romano - el incendio que arrasó hasta los cimientos el templo

de Júpiter Capitolino el 19 de diciembre de 69 d. C. No fue la menor de las señales

93

de los tiempos que el espacio de un año vio envueltos en llamas los dos santuarios

más venerados del mundo antiguo - el templo de Jerusalén y el templo del gran dios

latino" (The Early ays of Christianity, pp. 555s).

Un pasaje de Tácito, el historiador romano, da alguna idea de las condiciones

caóticas en la ciudad capital: "Cerca de la lucha permanecía el pueblo de Roma

como el auditorio de un espectáculo, animando y aplaudiendo a este lado o a aquél

por turno, como si esto fuese un combate de mentiras en la arena. Cada vez que un

lado cedía, los hombres se escondían en negocios o se refugiaban en alguna casa

grande. Luego eran llevados fuera a rastras y asesinados a instancias de la turba,

que se apoderaba de la mayor parte del botín, porque los soldados estaban

concentrados en el derramamiento de sangre y la matanza, y el botín le tocaba a la

turba.

"La ciudad entera presentaba una terrible caricatura de su naturaleza normal: lucha

y bajas en un punto, baños y restaurantes en otro; aquí el derramamiento de sangre

y los cadáveres dispersos por doquier, cerca las prostitutas y gente como ellas -

todo el vicio asociado con una vida de ocio y placer, todas las terribles obras típicas

de una plebe sin piedad. Todo esto estaba tan íntimamente ligado que un

observador habría pensado que Roma estaba en las garras de una orgía

simultánea de violencia y disipación. Había habido ocasiones en el pasado cuando

ejércitos habían luchado dentro de la ciudad, dos veces cuando Lucio Sulla obtuvo

el control, y una vez bajo Cinna. No menor crueldad había sido exhibida entonces,

pero ahora había una brutal indiferencia, y ni siquiera una momentánea interrupción

en la búsqueda del placer. Como si esto fuese un entretenimiento más en la

temporada festiva, se refocilaban con los horrores y sacaban provecho de ellos, sin

importarles qué lado ganaba y glorificándose en las calamidades del estado" (The

Histories, iii. 83).

Nuevamente Juan llama la atención a la impenitencia de los apóstatas. La reacción

de ellos al juicio de Dios es sólo una mayor rebelión - pero su rebelión se está

volviendo más impotente: "Se mordieron las lenguas a causa del dolor, y

blasfemaron al Dios del cielo a causa de sus dolores y sus úlceras; y no se

arrepintieron para dar gloria a Dios". Una marca distintiva de las plagas de los

cálices es que llegan todas a la vez, sin "respiro" entre ellas. Las plagas son lo

bastante malas cuando llegan una por una, como en los juicios sobre Egipto. Pero

esta gente todavía se está mordiendo la lengua y blasfemando contra Dios a causa

de sus úlceras - las que vinieron sobre ellos cuando el primer cáliz fue derramado.

Los juicios están siendo derramados tan rápidamente que cada plaga sucesiva

94

encuentra a la gente sufriendo todavía por todas las anteriores. Y a causa de que

su carácter no ha sido transformado, no se arrepienten. La idea de que el mucho

sufrimiento produce piedad es un mito. Sólo la gracia de Dios puede hacer volver al

impío de su rebelión; pero Israel ha resistido al Espíritu, para su propia destrucción.

EL SEXTO CÁLIZ Correspondiendo a la sexta trompeta (Apocalipsis 9:13-21), el sexto cáliz es

derramado "sobre el gran río, el Éufrates; y su agua se secó, para preparar el

camino para los reyes del oriente" (Apocalipsis 16:12). Como vimos antes, el río

Éufrates era la frontera del norte de Israel, desde donde vendrían los ejércitos

invasores para asolar y oprimir al pueblo del pacto. La imagen del Éufrates

secándose para un ejército conquistador está tomada, en parte, de una

estratagema de Ciro el persa, que conquistó a Babilonia al desviar temporalmente

el Éufrates de su curso, permitiendo que su ejército marchase lecho arriba del río y

entrase en la ciudad, tomándola por sorpresa. Por supuesto, la idea más básica es

el secamiento del Mar Rojo (Éxodo 14:21-22) y el río Jordán (Josué 3:9-17; 4:22-24)

para el victorioso pueblo de Dios. Nuevamente está allí la nota subyacente de

trágica ironía: Israel se ha convertido en la nueva Babilonia, una enemiga de Dios

que debe ser conquistada por un nuevo Ciro, al ser el verdadero pueblo del pacto

liberado milagrosamente y llevado a su herencia. Por supuesto, la llegada de los

ejércitos del Éufrates representa el sitio final de Jerusalén por los ejércitos de Tito; y

es ciertamente más que coincidencia que miles de estos soldados vinieran en

realidad del Éufrates.

En los versículos 13-14 de Apocalipsis 16, Juan registra la aparición de tres

espíritus inmundos que salen de la boca del dragón, la bestia, y el falso profeta (la

"bestia terrestre" o la dirigencia de Israel, de la cual se habla en Apocalipsis 13:11;

véase 19:20), Aquí se establece un nexo con la segunda plaga de Egipto, porque la

multitud de ranas que infestaron a Egipto venían del río (Éxodo 8:1-7). Juan ha

combinado estas imágenes en estos versículos: primero, una invasión desde un río

(v. 12); segundo, una plaga de ranas (en las leyes dietéticas del pacto antiguo, las

ranas eran inmundas: Levítico 11:9-12, 41-47). Tercero, estas "ranas" son en

realidad espíritus de demonios, que hacen señales para engañar a la humanidad.

Hay un énfasis múltiple en el dragón (imitado por sus cohortes) que arroja cosas por

la boca (véase Apocalipsis 12:15-16; 13:5-6; contrástese con 1:16; 11:5; 19:15, 21);

y la triple repetición de boca sirve aquí como otro punto de contacto con la sexta

trompeta (9:17-19).

95

Estos espíritus inmundos del diablo, el gobierno romano, y los dirigentes de Israel

salen a los reyes del mundo entero (véase Salmos 2) para reunirlos para la batalla

del gran día de Dios. Por medio de falsas profecías y obras milagrosas, incitan a los

ejércitos del mundo a que se unan en la guerra contra Dios. De lo que no se dan

cuenta es que la batalla es del Señor, y que los ejércitos están siendo traídos para

cumplir los propósitos de Dios, no los de ellos. Es Dios quien prepara el camino

para esos ejércitos, hasta secando el Éufrates para que pasen.

El profeta Miqueas presenta un mensaje muy similar al malvado rey Acab de Israel,

explicando por qué Acab sería muerto en combate contra los arameos:

Vi a Jehová sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba junto a él, a

su derecha y a su izquierda. Y Jehová dijo: ¿Quién inducirá a Acab para que suba y

caiga en Ramot de Galaad? Y uno decía de una manera y otro decía de otra. Y

salió un espíritu y se puso delante de Jehová, y dijo: Yo le induciré. Y Jehová le dijo:

¿De qué manera? Y él dijo: Yo saldré, y seré espíritu de mentira en boca de todos

sus profetas. Y él dijo: Le inducirás, y aun lo conseguirás; ve, pues, y hazlo así (1

Reyes 22:19-22).

Esto encuentra eco en la profecía de Pablo a los tesalonicenses:

Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente

lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se

manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y

destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de

Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de

iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad

para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la

mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino

que se complacieron en la injusticia (2 Tesalonicenses 2:7-12).

Y finalmente, la "obra de error" llevada a cabo por estos espíritus mentirosos es

enviada por Dios para causar la destrucción de sus enemigos en la guerra del "gran

día de Dios", un término bíblico para designar el día del juicio, de calamidad para

los impíos (véase Isaías 13:6, 9; Joel 2:1-2, 11, 31; Amós 5:18-20; Sofonías 1:14-

18). Específicamente, éste debe ser el día de la condena y la ejecución de Israel; el

día, como predijo Jesús en su parábola, en que el Rey enviaría sus ejércitos a

destruir a los asesinos e incendiarles la ciudad (Mateo 22:7). Juan subraya este

punto nuevamente al referirse al Señor como Dios Todopoderoso, la traducción

96

griega de la expresión hebrea Dios de los ejércitos, el Señor de los ejércitos del

cielo y la tierra (véase 1:8). Los ejércitos que vienen a causar la destrucción de

Israel - cualquiera que sea su motivo - son los ejércitos de Dios, enviados por Él

(aunque sea por medio de "espíritus mentirosos", si es necesario) para cumplir sus

propósitos, para su gloria. Los perversos demonios a manera de ranas hacen sus

falsas maravillas y obras de error porque el ángel de Dios derramó su cáliz de la ira.

La narración es interrumpida súbitamente por la declaración de Jesús en el

versículo 15: He aquí, vengo como ladrón. Este es el tema central del libro de

Apocalipsis, resumiendo las advertencias de Cristo a las iglesias en las siete cartas

(véase Apocalipsis 2:5, 16, 25; 3:3, 11). La llegada de los ejércitos romanos será,

en realidad, la venida de Cristo en ira terrible contra sus enemigos, los que le han

traicionado y matado a sus testigos. La redacción específica y las imágenes

parecen estar basadas en la carta a la iglesia de Sardis: "Vendré como ladrón, y no

sabrás a qué hora vendré sobre ti" (Apocalipsis 3:3; véase Mateo 24:42-44; Lucas

12:35-40; 1 Tesalonicenses 5:1-11).

La misma carta a Sardis también dice: "Sé vigilante, y afirma las otras cosas que

están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. ... Pero

tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras

blancas, porque son dignas. El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y

no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi

Padre, y delante de sus ángeles" (Apocalipsis 3:2, 4, 5). De manera similar, el texto

del sexto cáliz continúa: "Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que

no ande desnudo, y vean su vergüenza" (véase Apocalipsis 3:18, en la carta a

Laodicea: "Yo te aconsejo que de mí compres ... vestiduras blancas para vestirte y

que no se descubra la vergüenza de tu desnudez".

El simbolismo de esto está basado en el castigo para los guardias del templo que

se quedaban dormidos en su puesto: la ropa se les confiscaba y se les quemaba

Cristo está reprendiendo a los guardianes de Israel por su pereza espiritual,

advirtiéndoles que están a punto de ser expulsados de su oficio cuando Él venga en

juicio. Se quedaron dormidos, y ahora es demasiado tarde - el templo va a ser

atacado y destruido. El juicio y la destrucción se acercan rápidamente; no hay

tiempo que perder, y las iglesias deben estar despiertas y alertas.

Juan reanuda el relato nuevamente en el versículo 16: los demonios reúnen a los

reyes de la tierra "en el lugar que en hebreo se llama Armagedón". Literalmente,

esta palabra se escribe Har-Magedon, que significa Monte de Megido. Aquí surge

97

un problema para los "literalistas", ¡porque Megido es una ciudad en una llanura -

no un monte! Nunca hubo y nunca habrá una "batalla de Armagedón" literal,

porque tal lugar no existe. El monte más cercano es el monte Carmelo. y se supone

que esto es lo que Juan tenía en mente. ¿Por qué no dijo simplemente "Monte

Carmelo"? Probablemente porque quería poner juntas ambas ideas - Carmel a

causa de su asociación con la derrota de los falsos profetas de Jezabel, y Megido

porque fue el escenario de varios enfrentamientos militares importantes en la

historia bíblica. Megido se menciona entre las conquistas de Josué (Josué 12:21), y

es especialmente importante como el lugar en que Débora derrotó a los reyes de

Canaán (Jueces 5:19).

El rey Azías de Judá, el perverso nieto del rey Acab de Israel, murió en Megido (2

Reyes 9:27). Quizás el incidente más significativo que tuvo lugar allí, en términos de

las imágenes de Juan, fue la confrontación entre el rey Josías de Judá y el faraón

egipcio Necao. Desobedeciendo deliberadamente la palabra de Dios, Josías se

enfrentó a Necao en Megido y fue mortalmente herido (2 Crónicas 35:20-25).

Después de la muerte de Josías, la espiral descendente de Judá en la apostasía,

destrucción, y esclavitud fue rápida e irrevocable (2 Crónicas 36). Los judíos

lamentaron la muerte de Josías, aun hasta los tiempos de Esdras (véase 2 Crónicas

35:25), y el profeta Zacarías usa esto como una imagen del lamento de Israel por la

muerte del Mesías. Después de prometer "destruir a todas las naciones que vienen

a Jerusalén" (Zacarías 12:9), Dios dice:

Y derramaré sobre la casa de David y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de

gracia y de oración; y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose `por él

como se aflige por el primogénito. En aquel día habrá gran llanto en Jerusalén,

como el llanto de Hadad-rimón en el valle de Meguido. Y la tierra lamentará cada

linaje aparte. ... (Zacarías 12:10-12).

Luego esto es seguido por la declaración de Dios de que Él quitará de Israel los

ídolos, los falsos profetas, y los espíritus malos (Zacarías 13), y que traerá ejércitos

hostiles para que sitien Jerusalén (Zacarías 14).

"Megido", pues, era para Juan un símbolo de derrota y desolación, un "Waterloo"

que significaba la derrota de los que se oponen a Dios, que obedecen a los falsos

profetas en vez de obedecer a los verdaderos.

98

EL SÉPTIMO CÁLIZ Finalmente, el séptimo ángel derrama su cáliz sobre el aire para producir los

relámpagos y los truenos (v. 18) y el granizo (v. 21). Nuevamente, sale una voz

"desde el templo en el cielo, desde el trono", significando el control y la aprobación

de Dios. Juan ya ha anunciado que estas siete plagas de cálices habrían de ser "las

últimas, porque en ellas se ha consumado la ira de Dios" (Apocalipsis 15:1); en

consecuencia, con el séptimo cáliz la voz proclama: ¡Consumado es! (véase Juan

19:30; Apocalipsis 21:6).

Nuevamente, Juan registra los fenómenos asociados con el día del Señor y la

actividad relacionada con la hechura del pacto de la nube de gloria: destellos de

relámpagos, retumbos de truenos, voces, y "un gran terremoto" (Apocalipsis 16:18).

Siete veces en Apocalipsis menciona Juan un terremoto (6:12; 8:5; 11:13 [dos

veces]), haciendo énfasis en sus dimensiones de pacto. Cristo vino a traer el

terremoto definitivo, el gran terremoto cósmico del nuevo pacto: "como no lo ha

habido desde que los hombres llegaron a la tierra, un terremoto tan poderoso y tan

grande" (véase Mateo 24:21; Éxodo 9:18, 24; Daniel 12:1; Joel 2:1, 2).

Éste era también el mensaje del escritor para los hebreos. Comparando el pacto

hecho en Sinaí con la llegada del nuevo pacto (que sería establecido a la

destrucción del templo y después de que había pasado el pacto antiguo), Juan

anuncia que "los cielos y la tierra" de la economía mosaica estaban pasando,

habiendo sido reemplazados por el reino eterno de Cristo:

Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquéllos que

desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si

desecháremos al que amonesta desde los cielos. La voz del cual conmovió

entonces la tierra, pero ahora ha prometido diciendo: Aún una vez, y conmoveré no

solamente la tierra, sino también el cielo [Hageo 2:6]. Y esta frase: Aún una vez,

indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las

inconmovibles. Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos

gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia;

porque nuestro Dios es fuego consumidor (Hebreos 12:25-29).

Juan ha dejado claro que "la gran ciudad" es la antigua Jerusalén, donde el Señor

fue crucificado (Apocalipsis 11:8; véase 14:8); siendo el propósito original que fuese

"la luz del mundo, una ciudad asentada sobre un monte", ahora es una asesina

apóstata, condenada a perecer. Bajo el juicio del séptimo cáliz, ella debe ser

99

"dividida en tres partes" (Apocalipsis 16:19). Esta imagen ha sido tomada del

capítulo cinco de Ezequiel, donde Dios instruye al profeta para que represente un

drama que simboliza la venidera destrucción de Jerusalén. Ezequiel debía rapar su

cabeza con una espada afilada y luego dividir el cabello cuidadosamente en tres

partes:

Una tercera parte quemarás a fuego en medio de la ciudad. ... una tercera parte

esparcirás al viento; y yo desenvainaré espada en pos de ellos. Tomarás también

de allí unos pocos en número, y los atarás en la falda de tu manto. Y tomarás otra

vez de ellos, y los echarás en medio del fuego, y en el fuego los quemarás; de allí

saldrá el fuego a toda la casa de Israel. Así ha dicho Jehová el Señor: Esta es

Jerusalén; la puse en medio de las naciones y de las tierras alrededor de ella. Y ella

cambió mis decretos y mis ordenanzas en impiedad más que las naciones, y más

que las tierras que están alrededor de ella; porque desecharon mis decretos y mis

mandamientos, y no anduvieron en ellos. Por tanto, así ha dicho Jehová: ¿Por

haberos multiplicado más que las naciones que están alrededor de vosotros, no

habéis andado en mis mandamientos, ni habéis guardado mis leyes? Ni aun según

las leyes de las naciones que están alrededor de vosotros habéis andado. Así,

pues, ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo estoy contra ti; sí, yo, y haré juicios en

medio de ti ante los ojos de las naciones. Y haré en ti lo que nunca hice, ni jamás

haré cosa semejante, a causa de de todas tus abominaciones. Por eso los padres

comerán a los hijos en medio de ti, y los hijos comerán a sus padres; y haré en ti

juicios, y esparciré a todos los vientos todo lo que quedare de ti. Por tanto, vivo yo,

dice Jehová el Señor, ciertamente por haber profanado mi santuario con todas tus

abominaciones, te quebrantaré yo también; mi ojo no perdonará, ni tampoco tendré

yo misericordia. Una tercera parte de ti morirá de pestilencia y será consumida de

hambre en medio de ti; y una tercera parte caerá a espada alrededor de ti; y una

tercera parte esparciré a todos los vientos, y tras ellos desenvainaré espada

(Ezequiel 5:1-12).

Si bien la imagen de Juan de la división de la ciudad en tres partes está tomada

claramente de Ezequiel, el referente específico puede ser la división de la sitiada

Jerusalén en tres facciones, cada una de ellas luchando feroz y violentamente por

el dominio. A menudo, los eruditos han observado que este faccionismo demostró

ser la caída de la ciudad; fue traicionada y destruida por sus divisiones.

Una indicación importante de que la gran ciudad es Jerusalén es el hecho de que,

en este versículo, Juan la distingue de "las ciudades de los gentiles" que cayeron

con ella. Debemos recordar que Jerusalén era la ciudad capital del reino de

100

sacerdotes, el lugar del templo; dentro de sus muros se ofrecían sacrificios y

oraciones para todas las naciones. El sistema del pacto antiguo era un orden

mundial, el fundamento sobre el cual el mundo entero estaba organizado y se

mantenía estable. En cuanto al pacto, Jerusalén representaba a todas las naciones

del mundo, que cayeron cuando ella cayó. (La nueve organización del mundo se

basa en la Nueva Jerusalén, construida sobre la Roca y "multicentralizada" en

todo el mundo).

Por eso, "Babilonia la grande [véase Apocalipsis 14:8] fue recordada delante de

Dios, para darle a beber la copa del vino de su ira ardiente". En este juicio,

desaparece todo falso refugio: los montes y las rocas ya no ocultan a los impíos "de

la faz de Aquél que está sentado en el trono, y de la ira del Cordero" (véase

Apocalipsis 6:16). "Toda isla huyó de su lugar, y los montes no fueron hallados"

(Apocalipsis 16:29).

Ya hemos observado que Apocalipsis y la profecía de Ezequiel comparten algunos

temas comunes. Aquí hay nuevamente un paralelo: Ezequiel declaró que los falsos

profetas de Jerusalén le acarrearían destrucción por medio de una violenta

tormenta de granizo (Ezequiel 13:1-16). Juan predice la misma suerte: "Y cayó del

cielo sobre los hombres un enorme granizo como del peso de un talento [100 lbs.]; y

los hombres blasfemaron contra Dios por la plaga del granizo; porque su plaga fue

sobremanera grande" (Apocalipsis 16:21). Como con las otras plagas que Moisés

trajo sobre Egipto (en este caso, la séptima plaga: Éxodo 9:18:26), la plaga del

granizo también evoca asociaciones con "las grandes piedras desde el cielo" que

Dios arrojó sobre los cananeos cuando la tierra estaba siendo conquistada por

Josué (Josué 10:11); como Débora cantaba, las mismas estrellas del cielo hacen

guerra contra los enemigos de Dios (Jueces 5:20).

Un referente histórico específico de esta "tormenta de granizo" puede que haya sido

registrada por Josefo, en su extraño relato de los enormes proyectiles de piedra

lanzados sobre la ciudad por las catapultas romanas: "Los proyectiles de piedra

pesaban un talento y viajaban dos estadios o más, y su impacto era enorme, no

sólo sobre los que eran golpeados primero, sino también sobre los que estaban

detrás. Al principio, los judíos observaban la piedra - porque era blanca - y su

aproximación era calculada tanto por el ojo a causa de su superficie brillante como

por el oído a causa de su zumbido. Los centinelas apostados en las torres daban la

voz de alerta cada vez que la catapulta disparaba y la piedra venía hacia ellos a

gran velocidad. Gritaban en su lengua nativa: "¡Viene el Hijo!" Los que estaban en

la línea de fuego se abrían paso y caían de bruces, una precaución que hacía que

101

la piedra pasara sin hacer daño y cayera en la retaguardia. Para frustrar esto, a los

romanos se les ocurrió pintar las piedras de negro para que no pudiesen ser vistas

por adelantado tan fácilmente; entonces las piedras daban en el blanco y mataban a

muchos de un solo tiro" (The Jewsih War, v. vi. 3).

Después de considerar varias teorías sobre el significado de esta frase, el

comentarista J, Stuart Russell observó: "Era bien sabido por los judíos que la gran

esperanza y la fe de los cristianos era la pronta venida del Hijo. De acuerdo con

Hegesipo, fue más o menos por esta época que Santiago, el hermano de nuestro

Señor, testificó públicamente en el templo que 'el Hijo del Hombre estaba a punto

de venir en las nubes del cielo', y luego selló su testimonio con su sangre. Parece

altamente probable que los judíos, en su blasfemia desafiante y desesperada,

cuando veían la blanca masa volar por el aire, exclamaban con un grito: "¡Viene el

Hijo!", para mofarse obscenamente de la esperanza cristiana de la parusía, a la cual

comparaban grotescamente con la extraña aparición del proyectil" (The Parousia,

p. 482).

Nuevamente, "los hombres blasfemaron contra Dios" - su reacción consistente

durante todo el derramamiento de los cálices, revelando no sólo su perversidad sino

también su decidida estupidez: cuando piedras que pesaban 100 libras caían del

cielo, ¡ciertamente es mal momento de blasfemar! Pero Dios ha abandonado a

estos hombres a su propia autodestrucción; su rebelión encarnizada y llena de odio

les consume hasta tal punto que pueden partir a la eternidad con maldiciones en los

labios.

Los cálices que contenían "las últimas plagas" han sido derramados; pero esto no

es el fin todavía. El resto de la profecía de Juan termina con la destrucción de la

gran ramera, la ciudad de Jerusalén y sus aliados, y concluye con la revelación de

la gloriosa Esposa de Cristo: la verdadera santa ciudad, la nueva Jerusalén. (Por

consiguiente, Apocalipsis 17-22 puede ser considerada como una continuación de

del séptimo cáliz, o una exposición de su significado; en todo caso, los sucesos son

gobernados claramente por los ángeles de los cálices; véase 17:1; 21:9).

En su fascinante estudio de The Early Days of Christianity [Los primeros días del

cristianismo] (p. 557). F. W. Farrar saca esta conclusión sobre el libro de

Apocalipsis: "De principio a fin, el libro entero enseña las grandes verdades - ¡Cristo

triunfa! ¡Los enemigos de Cristo serán vencidos! Los que le odian serán destruidos;

los que le aman serán bendecidos de manera indescriptible. El destino tanto de

judíos como de gentiles ya es inminente. Sobre Judea y Jerusalén, sobre Roma y

102

su imperio, sobre Nerón y sus adoradores, caerá el juicio. Espada y fuego, hambre

y pestilencia, tormenta y terremoto, agonía social y terror político no son sino los

ayes que introducen el reino mesiánico. Las cosas viejas están pasando

rápidamente. La luz sobre el aspecto de la antigua dispensación se está

desvaneciendo y apagándose hasta convertirse en oscuridad, pero el rostro de

Aquél que es el sol ya está alboreando por el oriente. El pacto nuevo y final ha de

establecerse instantáneamente en medio de terribles juicios; y ha de establecerse

para hacer imposible la continuación del antiguo. ¡Maranatha! ¡El Señor viene! ¡Aun

así, ven, Señor Jesús!”.

103

EPÍLOGO DEL EDITOR Por Gary North Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios

con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno, donde el gusano de ellos

no muere, y el fuego nunca se apaga. Porque todos serán salados con fuego, y

todo sacrificio será salado con sal. Buena es la sal; mas, si la sal se hace insípida,

¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con

los otros (Marcos 9:47-50).

La Gran Tribulación es un libro acerca del juicio de Dios. Posiblemente no es el

juicio que usted tenía en mente cuando lo compró. Cualquiera que sea la clase de

sucesos bíblicos con los cuales usted asocie la palabra "juicio", o las palabras "gran

tribulación", nunca olvide al leer este libro que estos juicios terrenales no son nada

en comparación con el juicio eterno que Jesús dijo que vendría al final del tiempo.

Ellos son "adelantos" de la santa ira de Dios en la eternidad.

En realidad, nuestro uso del lenguaje conduce a confusión cuando hablamos del

juicio de Dios exclusivamente como castigo. En la Biblia, castigo tiene dos

significados: bendición y maldición. Vemos esto en el juicio final, después de la

resurrección de toda la humanidad, Dios juzgará a los hombres. Él juzga entre los

hombres: las "ovejas" a un lado y los "cabritos" al otro (Mateo 25:33). (Espero que

ninguno de los que lean este libro sea tan "literalista" que crea que Jesús está

hablando de ovejas y cabritos literales. El liberalismo tiene sus límites. La Biblia

está llena de símbolos, un hecho que usted debe tener presente al leer este libro.

Jesús hablaba de personas, no animales. Usted y yo estaremos en aquella gran

división). Aquella gran división conduce a dos estados diferentes y eternos:

Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el

reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. ... Entonces dirá

también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado

para el diablo y sus ángeles (Mateo 25:34, 41).

Habrá personas bendecidas eternamente y personas maldecidas eternamente.

Cada grupo irá a su respectivo lugar de "reposo" eterno, aunque no hay reposo

para los impíos. En realidad, los dos lugares pueden definirse en términos de

reposo: reposo ético para los que viven para siempre en el reino de Dios, y cero

reposo ético para los que viven (existen) en la segunda muerte del lago de fuego.

104

La segunda muerte es la maldición última y eterna. Es una muerte en vida, la

muerte espiritual con sensación de dolor. La Biblia habla del peor dolor imaginable:

el fuego. 'Y la muerte y el infierno fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la

muerte segunda' (Apocalipsis 20:14). Esto no es aniquilación, como enseñan

algunas sectas. No es olvido. No es una no existencia. Los condenados al lago de

fuego eterno cambiarían gustosamente sus cuerpos eternos por el mero olvido El

olvido significaría un escape de las eternas agonías de la maldición de Dios, el

anhelado silencio de Dios. Pero Dios no está en silencio. Los pecadores en el

infierno y más tarde en el lago de fuego nunca tienen esta oportunidad de silenciar

a Dios. El pecado tiene consecuencias eternas. Es el juicio final de Dios que

marcará para siempre a los benditos y a los malditos, a los vivos y a los muertos,

los que guardan el pacto y los que lo violan, los cristianos y los no cristianos.

Nótese que la Biblia enseña que tanto reino de Dios después de la resurrección

como el lugar del tormento eterno fueron creados desde la fundación del mundo. El

reino de Dios fue creado para personas redimidas, mientras que el lago de fuego

fue creado para el diablo y sus ángeles, aunque Dios lo abre para los seres

humanos violadores del pacto (Mat. 25:41). El lago de fuego está marcado por algo

llamado "el gusano". No sabemos qué es, pero sabemos lo que no es. No es un

ángel caído, porque los ángeles caídos quedan eternamente impotentes. El gusano

no es la conciencia humana, porque no hay ningún sentido de sometimiento

voluntario ante Dios y su ley. Los violadores del pacto continúan siendo violadores

del pacto para siempre. Puede que el gusano sea remordimiento de que los

hombres no sean Dios. Lo que sí sabemos es que nunca muere. Y si nunca muere,

entonces sus víctimas entran en la esperada paz del olvido eterno de los sectarios.

El gusano atormenta para siempre a los condenados violadores del pacto.

Este libro trata del juicio terrenal. Lo que viene en la eternidad ha sido visto de

antemano en la tierra: las bendiciones y las maldiciones. La gran tribulación fue (no

"será") un acontecimiento en la historia que reflejó en alguna pequeña medida el

horror de la maldición venidera. En comparación con el lago de fuego, la gran

tribulación fue una incomodidad breve y de menor importancia para un puñado de

personas. Sin embargo, en comparación con las bendiciones de pacto

condicionales de Dios para su pueblo escogido, los judíos - bendiciones que fueron

revocadas en 70 dd. C. - la gran tribulación fue una catástrofe que cambió el

mundo. Este libro trata de esa catástrofe.

105

DEFINITIVIDAD IGUAL: BENDICIÓN Y MALDICIÓN Los juicios de Dios ocurren en la historia y también en la resurrección de los

muertos. Esto nos trae a la doctrina fundamental de la Biblia, una doctrina que rara

vez es mencionada en nuestros días, ni siquiera por pastores y teólogos

(especialmente por teólogos): la definitividad igual de las bendiciones y las

maldiciones. En el lenguaje común, esto se expresa algunas veces como la

definitividad igual entre el cielo y el infierno, pero esta frase es incorrecta. El cielo y

el infierno no son el modelo final, porque, históricamente, son lugares incompletos.

Las personas no tienen sus cuerpos en el cielo y en el infierno. Son reunidas con

sus cuerpos en el juicio final. Esto significa que las personas son resucitadas tanto

desde el cielo como desde el infierno. Así que tenemos que llegar a la conclusión

de que el cielo todavía no es perfecto, porque las personas no poseen sus cuerpos

perfectos resucitados. Todavía es incompleto. Además, en los días de Juan,

clamaban para que Dios trajera su juicio, otra marca de incompletividad: "¡Hasta

cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre sobre los que

moran en la tierra" (Apocalipsis 6:10). Las bendiciones de Dios en el cielo son

históricamente incompletas.

De manera similar, el infierno es un lugar de comparativa gracia, si lo comparamos

con el lago de fuego. En el infierno, las personas no poseen cuerpos perfectos que

arden eternamente, sólo almas. En consecuencia, la maldición de Dios para ellos es

limitada. Además, la historia de Jesús sobre el rico que muere y va al infierno indica

que hay una especie de comunicación entre los que están en el infierno y por lo

menos una persona en el cielo, "padre Abraham" (Lucas 16:23-31). Por lo tanto, las

maldiciones de Dios son históricamente incompletas. Después del juicio final, ya no

hay más un fuego infernal limitado, "de baja temperatura", libre del cuerpo. No hay

tampoco ninguna comunicación con nadie en el reino de Dios. Los últimos vestigios

de la gracia en la historia son eliminados de los maldecidos, cuando el infierno, el

diablo, sus ángeles, y los no cristianos resucitados son lanzados ceremoniosamente

al lago de fuego (Apocalipsis 20:14), de la misma manera que la ausencia final de

gracia en la historia es eliminada de los santos cuando parten del cielo y sus

cuerpos entran al nuevo cielo y a la nueva tierra restaurados. En ese punto y para

siempre jamás, los que están en el infierno pueden recordar las comparativas

comodidades del infierno y decir correctamente de Dios: "Ya no es más un Señor

amable".

Ni a los cristianos ni a los no cristianos les gusta pensar en tales cosas. Esto no

hace que estos acontecimientos sean menos reales ni menos inevitables.

106

DEFINITIVIDAD DESIGUAL, RESULTADOS DESIGUALES Una posible fuente de confusión necesita ser aclarada. He dicho que la bendición y

la maldición son igualmente definitivas. Me refiero a la definitividad de pacto en el

juicio, no a la definitividad histórica. El bien y el mal no son poderosos por igual con

el correr del tiempo. Las bendiciones de Dios fortalecen a los guardadores de su

pacto, mientras que sus maldiciones debilitan a los violadores del pacto. La

promesa de Dios a Eva de la simiente venidera (Gén. 3:15) fue más poderosa que

todos los intentos de Satanás por destruir la línea del pacto. El arca de Noé fue más

poderosa que el diluvio. El éxodo fue más poderoso que la esclavitud en Egipto. La

resurrección de Cristo fue más poderosa que la cruz. La iglesia se volvió

visiblemente más poderosa que Israel después del 70 d. C. El cristianismo es más

poderoso en principio que el humanismo, y esto se manifestará eventualmente en la

historia. El poder a largo plazo procede de la conformidad observadora del pacto al

Espíritu Santo. La impotencia a largo plazo procede de la violación del pacto: la

desobediencia a la ley de Dios por medio del poder que da Satanás. (Véase mi libro

Dominion and Common Grace: The Biblical Basis of Progress; Box 8000. Tyler,

Texas: Institute for Christian Economics, 1987: 8.95).

El cielo y el infierno son igualmente definitivos como lugares. Son igualmente

definitivos en relación con el pacto. El infierno como lugar de la ira de Dios es

igualmente definitivo como lugar de la bendición de Dios, y tanto el infierno como el

cielo son limitados por la historia. Dios hace su declaración de "perdidos" a los que

están en el infierno, de la misma manera que declara "salvados" a los que están en

el cielo. El infierno no es menos real que el cielo; es simplemente impotente en

comparación con el cielo. La muerte es igualmente definitiva a la vida según el

pacto. De hecho, la vida y la muerte son principalmente conceptos de pacto, no

físicos, como veremos. Existen en relación con el pacto de Dios. La vida y la muerte

deben definirse siempre en términos de la estructura de pacto de cinco puntos de

Dios, una estructura que se describe mejor en el libro de Ray Sutton That You May

Prosper: Dominion By Covenant (Box 8000, Tyler, Texas: Institute for Christian

Economics, 1987; $14.95):

1. La trascendencia (pero también la presencia) de Dios

2 La jerarquía de la creación de Dios 3. La ley de Dios

107

4. El juicio (las sanciones) de Dios 5. La herencia (o la no herencia) de Dios

El cielo y el infierno están limitados por el tiempo y por sus relaciones con lo que

sucede en la tierra. Los dos mundos post-resurrección no estarán limitados por el

tiempo. La gracia de Dios brillará perfectamente en un lugar, y su ira brillará

perfectamente en otro. No hay escapatoria de Dios en la historia: "¿A dónde me iré

de tu espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás

tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás" (Salmos 139:7-8).

¡Cuánto más está Dios presente en el juicio eterno, tanto en el lugar de las

bendiciones irrestrictas como en el lugar de las maldiciones irrestrictas! La

presencia de Dios es eterna; de aquí que, una vez creados, los seres humanos

sean criaturas de interminable duración futura. Muchas personas desearían no ser

eternas. Para los que están en el lago de fuego, la duración eterna es lo opuesto a

la vida eterna: es la segunda muerte eterna.

La Biblia habla aquí de la presencia de Dios en el sentido de conocer y observar

todas las cosas, determinando todas las cosas. No está hablando de su presencia

en el sentido de presencia ética: mostrando al pueblo gracia (gracia común o gracia

salvadora). Esa clase de presencia no existirá en el lago de fuego. Los residentes

del lago de fuego están separados de Dios eternamente, no en el sentido de que los

hombres pueden escapar de la presencia de Dios, sino en el de que no pueden orar

a Dios, buscar el rostro de Dios, ni esperar la misericordia de Dios. Él está presente

con ellos en algún sentido, tal como estuvo presente en la zarza ardiente: como

fuego consumidor. Está presente en algún sentido como el gusano que nunca

muere. (No es Satanás ni un ángel caído el que sirve como el gusano, porque ellos

son igualmente impotentes, e igualmente están bajo la maldición). Está presente

porque Dios es omnipresente; presente en todas partes. Esta misma presencia

como el juez es la maldición última de Dios: ninguna presencia ética con las

personas como el Salvador y la fuente de gracia. Pasan la eternidad en presencia

de la ira de Dios, no la gracia de Dios.

El punto clave en discusión aquí, como siempre, es la ética. La vida es una función

de la ética de pacto, no de la duración como tal. Así lo es la muerte. La vida es un

don de la gracia de Dios, una bendición no mitigada: "El que cree en el Hijo, tiene

vida eterna: y el que no cree en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios mora

en él" (Juan 3:36). Los violadores del pacto tienen existencia La vida es ética, no

108

simplemente una función de percepción física. Los que están en rebelión ética

contra Dios están éticamente muertos. No poseen vida.

La mentira del propio diablo es que la mera percepción física es vida, y que la

muerte física es el fin de la vida. Es también mentira suya que los hombres muertos

físicamente no tendrán percepción, especialmente la percepción de dolor

incomparable, inconcebible. En el infierno no físico y también en el lago de fuego

eternamente físico, los muertos no tendrán percepción. ¡Qué no darían para no

tenerla! En este caso, la nada sería mejor que algo.

Acepte el sacrificio de Jesucristo en el Calvario como sustituto legal a los ojos de

Dios. No alimente ninguna falsa esperanza de un mundo de la nada más allá de la

tumba. Los pecadores merecen mucho más que la nada, en la tierra, pero no vida:

no verán la vida, es decir, la vida de pacto, dijo Jesús. Tendrán la misma existencia

en el lago de fuego: no verán la vida.

TOMAR EN SERIO EL SUFRIMIENTO DE CRISTO Puesto que la gente rara vez considera la realidad eterna del lago de fuego, no

entiende plenamente ni toma en serio las implicaciones cósmicas y eternas de los

sufrimientos del Hijo de Dios en el Calvario. "Mucho, pero no tanto", piensan para sí

mismos. No toman en serio la ley de Dios. No toman en serio el juicio eterno de

Dios. Por supuesto, el pecado se trata precisamente de eso: no tomar en serio a

Dios.

¿Y qué sucede con los que rehúsan aceptar la obra del sacrificio de Cristo como su

sustituto? Su suerte es la misma que la de los que, en el Antiguo Testamento,

rehusaron durante su vida en la tierra aceptar los animales representativos

quemados en el altar de Dios. Recuérdese que no hay ni toros ni machos cabríos

que tomen su lugar. Ellos mismos reemplazarán a los toros y a los machos cabríos

en el altar eterno de Dios. Todavía no. En comparación con lo que les espera

después del juicio final, están disfrutando de un breve respiro en el infierno.

Después del juicio final, las cosas se pondrán verdaderamente calientes para ellos,

finalmente y para siempre, en cuerpo y alma, "donde su gusano no muere, y el

fuego no se apaga". Mirarán hacia atrás, con interés, hacia el infierno como lugar de

maldición de Dios sin restricciones. El infierno será considerado como un lugar de

comparativo descanso y recreación. El sistema de campos de concentración

109

soviético, Gulag, será recordado por sus víctimas violadoras del pacto como un

positivo paraíso.

No hay purgatorio para los pecadores. Nada purga las consecuencias del pecado

después de que el pecador ha muerto. El infierno es el único "purgatorio" del

pecador, en el sentido de un lugar maldición restringida temporal. La función del

infierno es comparable a la de una prisión en una comunidad bíblica: un lugar de

detención hasta que se dicte la sentencia final. Es mejor estar allí que en el tribunal

del juez, y ciertamente mejor que en el lugar de ejecución - la ejecución eterna.

LA SAL DEL PACTO DE DIOS En la Biblia, la sal simboliza el juicio. Recuerde que el juicio es doble: bendición y

maldición. En consecuencia, la sal es tanto para bendición como para maldición.

Por el lenguaje del Nuevo Testamento, sabemos que la sal es una bendición,

porque los cristianos son descritos como sal. "La sal es buena. Pero, si la sal pierde

su sabor, ¿con qué se salará? Tened sal en vosotros, y paz los unos con los otros"

(Marcos 9:50). Nuevamente, Jesús dice en el Sermón del Monte: "Vosotros sois la

sal de la tierra. Pero, si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada? No es buena

para nada, excepto para echarla fuera, para que sea hollada por los hombres"

(Mateo 5:13). Obviamente, la sal no pierde su sabor, pero puede ser mezclada con

otras sustancias y volverse insípida o amarga. Esto es lo que el pecado le hace a

algo bueno. Cuando los hombres buenos se corrompen, sirven para maldición en la

historia, para ser "hollados". Se vuelven buenos para nada.

¿Y qué acerca de la maldición? El primer ejemplo es la esposa de Lot. Miró hacia

atrás, hacia la llanura donde Sodoma y Gomorra estaban siendo sometidas al

encendido juicio de Dios. Dios la convirtió en estatua de sal (Gén. 19:26). ¿Por qué

de sal? Porque en el sistema de sacrificios de Dios, la sal siempre acompaña al

juicio. "Y sazonarás con sal toda ofrenda que presentes, y no harás que falte jamás

de tu ofrenda la sal del pacto de tu Dios; en toda ofrenda tuya ofrecerás sal" (Lev.

2:13). Aquí encontramos la frase "la sal del pacto de tu Dios". En un sentido, Dios

sazona con sal sus juicios de pacto. La sal es buena. Es una bendición. Los

guardadores del pacto son la sal de la tierra en la historia. Pero, si mezclamos

nuestra sal con corrupción, como hizo la esposa de Lot, según el pacto nos

convertimos en sal muerta, sal corrupta, inútil para Dios.

110

La sal era un aspecto requerido en el sistema de sacrificios de Dios.

Al segundo día ofrecerás un macho cabrío sin defecto, para expiación; y purificarán

el altar como lo purificaron con el becerro. Cuando acabes de expiar, ofrecerás un

becerro de la vacada sin defecto, y un carnero sin tacha de la manada; y los

ofrecerás delante de Jehová, y los sacerdotes echarán sal sobre ellos, y los

ofrecerán en holocausto a Jehová (Eze. 43:22-24).

Debe haber sal sobre el altar siempre. Los cristianos son esa sal. En sus cuerpos

rsucitados y libres de pecado, servirán como sal eterna para el altar eterno de Dios.

Siempre habrá un sacrificio en ese altar, tan seguramente como que siempre habrá

una iglesia, la sal sagrada de Dios. En ese altar encendido, el juicio arderá mientras

exista la iglesia. No puede haber ningún sacrificio aceptable sin sal. Dios no tolerará

sacrificios sin sal. Él conservará su iglesia, pues siempre conservará su altar. Su ley

es perpetua, su justicia es perpetua, y su juicio es perpetuo, tanto las bendiciones

como las maldiciones.

En la historia, la sal también se usa como destructor. No sólo añade sabor, sino que

también mata, y mata "para siempre". Se usaba en el mundo antiguo como medio

para destruir una ciudad enemiga, porque salar el área agrícola de una ciudad

destruía su productividad futura. "Y Abimelec peleó contra la ciudad todo aquel día,

y tomó la ciudad, y mató al pueblo que en ella estaba; y asoló la ciudad, y la sembró

de sal" (Jue, 9:45). Dios saló a Sodoma y a Gomorra, y más tarde a otras ciudades.

¿Por qué? Para preservar el pacto de Dios, Chilton reproduce completo este pasaje

en Days of Vengeance en relación con los sacrificios del templo. Lo hace en sus

observaciones introductorias a la sección del libro que trata de las sanciones del

pacto de Dios (p. 226):

Y lo apartará Jehová de todas las tribus de Israel para mal, conforme a todas las

maldiciones del pacto escrito en este libro de la ley. Y dirán todas las generaciones

venideras, vuestros hijos que se levanten después de vosotros, y el extranjero que

vendrá de lejanas tierras, cuando vieren las plagas de aquella tierra, y sus

enfermedades de que Jehová la habrá hecho enfermar (azufre y sal, abrasada toda

su tierra; no será sembrada, ni producirá, ni crecerá en ella hierba alguna, como

sucedió en la destrucción de Sodoma y Gomorra, de Adma y Zeboim, las cuales

Jehová destruyó en su furor y en su ira); más aún, todas las naciones dirán: ¿Por

qué hizo Jehová esto a esta tierra? ¿Qué significa el ardor de esta gran ira? Y

responderán: Por cuanto dejaron el pacto de Jehová el Dios de sus padres, que él

concertó con ellos cuando los sacó de la tierra de Egipto, y fueron y sirvieron a

111

dioses ajenos, se inclinaron a ellos, dioses que no conocían, y que ninguna cosa

les habían dado. Por tanto, se encendió la ira de Jehová contra esta tierra, para

traer sobre ella todas las maldiciones escritas en este libro (Deut. 29:21-27).

Las frases de maldición están orientadas a la temperatura: "azufre y sal, abrasada

toda su tierra"; "el ardor de esta gran ira"; "las cuales Jehová destruyó en su furor y

en su ira". Es totalmente conducente a confusión hablar de los juicios de Dios en la

historia aparte del lenguaje del fuego. Pero también conduce a confusión hablar del

fuego del juicio de Dios sin sal. La sal es el sabor del juicio. Así, pues, la presencia

de la iglesia en la historia es el sabor del juicio en la historia. Las sanciones del

pacto de Dios son dobles: bendición y maldición.

Lo que es cierto de las maldiciones del pacto de Dios en la historia es igualmente

cierto de sus maldiciones del pacto en la eternidad. El lago de fuego es el lugar

"donde su gusano no muere, y su fuego no se apaga. Porque cada uno será salado

con fuego, y todo sacrificio será salado con sal". El nuevo cielo y la nueva tierra

están tan seguros de su situación eterna como lo es el lago de fuego, y viceversa.

Las sanciones del pacto de Dios nunca terminan.

LA MUERTE DE PACTO Y EL BAUTISMO DE FUEGO La muerte es un fenómeno de pacto. Dios le dijo a Adán que moriría el día en que

comiera del fruto prohibido. Adán comió y murió. Murió según el pacto. Las

sanciones de maldición según el pacto cayeron sobre él. No murió físicamente (una

señal de la gracia de Dios para él en la historia), aunque su cuerpo definitivamente

murió aquel día. Llevaba las marcas de la maldición: sudor en la frente (Gén. 3:19).

Esta misma marca de la maldición no era permitida al sumo sacerdote, y por eso se

requería que llevase puesta una mitra en la cabeza y también se requería que

llevase puesto lino (Éx. 29:38-43). Se nos dice específicamente en la visión de

Ezequiel que el sumo sacerdote debía usar lino para evitar que sudara (Eze. 44:18).

El cuerpo de Adán murió progresivamente por medio del proceso de envejecimiento

durante más de nueve siglos; luego murió finalmente (Gén. 5:5). No pudo escapar a

la maldición de la sanción de pacto de Dios.

La muerte física es sólo la primera muerte. Hay una segunda muerte, la muerte

después de la resurrección después del juicio final (Apoc. 20:14). ¿Por qué se

requiere esta segunda muerte? Porque si se persiste en la violación del pacto

hasta el día de la primera muerte, esto se convierte en una condición permanente.

112

El pacto de Dios es eterno. Por lo tanto, la posición y la condición como violador o

guardador del pacto se convierte en permanente a la muerte del cuerpo antes de la

resurrección. Si la gente pudiera escapar en su posición como violadores de pacto

en la eternidad por cualquier medio, incluyendo la aniquilación, podría en

consecuencia eliminar la permanencia de las sanciones de pacto de Dios. Dios no

permite un ataque tal a su soberanía en el tiempo y la eternidad. Sus sanciones no

terminan nunca, porque su pacto no termina nunca.

LA EXPOSICIÓN DE KLINE SOBRE LAS SANCIONES RITUALES Estas sanciones de pacto son sanciones dobles: maldiciones y bendiciones. Esta

doble naturaleza de las sanciones de pacto es presentada en gran detalle por

Meredith G. Kline en su libro By Oath Consigned (Eerdmans, 1968). Kline se refiere

al resumen de Juan Bautista sobre el ministerio de Cristo. "Yo a la verdad os

bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no

soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y

fuego" (Mat. 3:11). ¿En qué estaba pensando Juan cuando dijo "bautizará en

fuego"? Kline cita a Malaquías 4:1: "Porque he aquí viene el día ardiente como un

horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día

que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni

rama". La estopa no crece. No puede enviar raíces dentro del suelo para

alimentarse, ni le pueden crecer hojas ni ramas para que absorban la luz. Sin raíz ni

ramas, la estopa muere, se seca, y arde fácilmente.

Pero hay otra fuente de luz que no es el que consume a la estopa, como dice

Malaquías 4:2-3. "Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de

justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis y saltaréis como becerros de la

manada. Hollaréis a los malos, los cuales serán ceniza bajo las plantas de vuestros

pies, en el día en que yo actúe, ha dicho Jehová de los ejércitos".

¿Cuáles son las siguientes palabras de Malaquías? Un llamado a recordar la ley de

pacto de Dios. "Acordaos de la ley de Moisés mi siervo, al cual encargué en Horeb

ordenanzas y leyes para todo Israel". (v. 4) "He aquí yo os envío al profeta Elías,

antes que venga el día de Jehová, grande y terrible" (v. 5). Kline comenta: "Para los

que hacen maldad, el fuego de ese día es como el fuego de un horno que los

consume, pero para los que tienen temor del nombre de Dios, son los rayos

sanadores del sol que los refina" (p. 58). El bautismo de Juan "no era una

ordenanza para que la observara Israel en sus generaciones sino una señal

especial para aquella generación terminal, una señal que resume la crisis particular

113

en la historia de pacto representada por la misión de Juan como mensajero del

ultimátum del Señor" (p. 61).

Considerado desde un punto de vista ventajoso más abarcante, el bautismo de

Juan era una señal de la dura por la cual Israel tenía que pasar para recibir un juicio

de maldición o bendición. ... Por medio de su mensaje y su bautismo, Juan pues

proclamó nuevamente a la simiente de Abraham el significado de su circuncisión.

La circuncisión no era una garantía de privilegio inviolable. Era una señal de la

prueba divina en la cual el hacha, puesta a las raíces de los árboles sin fruto

maldecidos por el Mesías, los cortaría de raíz (Mat. 3:10; Luc. 3:9). En realidad, el

bautismo de Juan era una recircuncisión (p. 62).

Kline concluye: "El bautismo, pues, tiene que ver con el hombre en presencia del

trono de juicio de Dios" (p. 67). El bautismo es una señal de pacto, y lleva la marca

de la doble naturaleza de las sanciones de pacto: bendición y maldición. Este

sistema de dobles sanciones de pacto se manifestará en el juicio final:

Nuevamente, cuando el Señor aparezca en la teofanía de la prueba final como juez

de los vivos y los muertos, vengándose en fuego de los que no obedecen al

evangelio, traerá ante su trono del juicio a todos los que han estado en su iglesia

del nuevo pacto. Allí su declaración de la maldición de pacto caerá en los oídos de

algunos que en este mundo han estado dentro de la comunidad que posee

formalmente su señorío de pacto, de modo que todavía en aquel día pensarán en

clamar: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre y en tu nombre echamos

fuera demonios e hicimos muchos milagros?" ... Hay, pues, un cumplimiento del

señorío del pacto de Cristo por encima de su iglesia del Nuevo Testamento para

condenación y muerte, así como para justificación y vida. En la ejecución de ambos

veredictos, sea para vida o para muerte, el nuevo pacto será cumplido y

perfeccionado (pp. 77-78).

LAS SANCIONES PERMANENTES

El nuevo pacto se cumple y es perfeccionado en el juicio final de Dios. Ese juicio

futuro es tan permanente como el pacto mismo. Las sanciones de bendición y

maldición son eternas. La generación terminal de Israel no entendió la amenaza

contra ella. Ignoraron el bautismo de Juan. No tomaron en serio el bautismo como

una señal permanente (eterna) de pacto. No acataron la advertencia de Juan sobre

la suprema capacidad de Aquél que le seguía para imponer el bautismo del fuego

114

consumidor permanente. Por eso, cuando crucificaron a Cristo, sellaron su suerte.

El día del Señor vino en el 70 d. C. y visiblemente destruyó el templo y sus

sacrificios animales. El día final del Señor vendrá y establecerá el único sacrificio

que, en principio, Dios honró jamás: juicio verdadero, completo, y permanente.

¿Es final la bendición de Dios? Sí: la resurrección de los impolutos cuerpos de los

santos que han de fundirse con sus almas recientemente liberadas del cielo, y su

transferencia post-juicio a su nuevo y permanente entorno: el nuevo cielo

perfeccionado y la nueva tierra perfeccionada. ¿Es final la maldición de Dios? Sí: la

resurrección de los cuerpos impolutos de los pecadores muertos que han de

fundirse con sus almas recientemente liberadas del infierno, y su transferencia post-

juicio a su nuevo y permanente entorno: el lago de fuego. Dios les maldice con

cuerpos perfectos resucitados para que sirvan como rastrojo eterno, para que

puedan soportar la agonía eterna en el lago de fuego.

La muerte en el pacto es permanente, de acuerdo con la muerte del cuerpo. La

muerte en el pacto es tan permanente como el pacto mismo. Por consiguiente:

Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios

con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno, donde el gusano de

ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. Porque todos serán salados con fuego,

y todo sacrificio será salado con sal. Buena es la sal; mas, si la sal se hace insípida,

¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con

los otros (Marcos 9:47-50).

Los que arguyen a favor de cualquier cosa diferente del juicio eterno han adoptado

lo que los filósofos llaman nominalismo: "El infierno es sólo un nombre, no un lugar

real", o "el lago de fuego es simplemente lenguaje simbólico, no un lugar real". Esto

es lo que arguye el moderno liberalismo teológico. Así lo hacen las sectas, con su

doctrina de aniquilamiento. Pero el infierno y el lago de fuego son lugares reales,

porque desempeñan papeles eternos en el pacto de Dios. Son realidades del pacto,

no símbolos verbales de la ira de Dios - una "ira sin ira". El infierno es tan real como

el cielo; el lago de fuego es tan real como el nuevo cielo y la nueva tierra después

de la resurrección. Son tan reales porque tienen manifestaciones en la historia.

EL CIELO Y EL INFIERNO EN LA TIERRA

El libro de Chilton Days of Vengeance tiene un capítulo titulado "Se desata el

115

infierno". en la página 257, cita el libro de Herbert Schlossberg Idols for Destruction

(Thomas Nelson, 1983): "Cuando una civilización se vuelve idólatra, su pueblo es

cambiado profundamente por esa experiencia. En una especie de santificación a la

inversa, el idólatra es transformado a la semejanza del objeto de su culto. Israel 'fue

tras la vanidad, y se hizo vano' (Jer. 2:5).

Esta es una observación brillante. Pero Schlossberg se detiene antes de alcanzar la

meta. Esto no es "una especie de santificación a la inversa"; es santificación a la

inversa. Los observadores del pacto desarrollan progresivamente las implicaciones

de su fe en la historia, manifestando el reino celestial de Dios en el tiempo y en la

tierra. Dios responde progresivamente la requerida oración: 'Venga tu reino. Hágase

tu voluntad así en la tierra como en el cielo" (Mat. 6:10). Esto es santificación

progresiva: el desarrollo en la historia de la perfecta justicia moral de la perfecta

humanidad de Cristo (no su divinidad) que Dios atribuye a los cristianos en el

momento de su salvación. Lo que Dios nos imputa a nosotros definitivamente en

principio en el momento de nuestra conversión a Cristo - la mente y la justicia de

Jesucristo - que hemos de manifestar progresivamente con el correr del tiempo.

En lo que Schlossberg hace énfasis es que los seguidores de Satanás manifiestan

un proceso paralelo de santificación. "Santificar" significa poner aparte. Satanás

pone aparte a sus seguidores de la misma manera en que lo hace Dios. Los

seguidores de Satanás han de desarrollar en la historia los malvados principios de

pacto del infernal reino de Satanás de la misma manera en que los cristianos han

de desarrollar en la historia los justos principios de pacto del reino celestial de Dios.

Hay una queja constante, de parte de los que sostienen escatologías de derrota

terrenal, de que es tonto trabajar para establecer la ley de Dios en la tierra. Llaman

a este punto de vista "utopía". Niegan que pueda haber jamás una manifestación

amplia del reino de Dios en la tierra en el curso de la historia. Descartan esta visión

como totalmente falsa, "buscando el cielo en la tierra". Pero rehusan trabajar para

traer el cielo a la tierra enseñando a la gente a obedecer los justos principios del

cielo en la tierra para entregar la historia al diablo. Los discípulos del diablo trabajan

fuerte para traer el infierno a la tierra enseñando a la gente a obedecer los rebeldes

principios del infierno en la tierra.

Hay una guerra entre Dios y Satanás, la justicia y el mal, los guardadores del pacto

y los violadores del pacto, el cielo y el infierno. Esta guerra está teniendo lugar en la

historia. Es principalmente una guerra terrenal. En definitiva, el punto acerca del

cual se está librando esta guerra es la soberanía. ¿Quién es soberano, Dios o

116

Satanás? La disputa histórica también se está librando acerca de la soberanía:

¿Las fuerzas humanas de quién triunfarán en la historia, las de Dios o las de

Satanás? ¿El nuevo orden mundial de quién triunfará en la historia, el de Cristo o el

de Satanás? Resumiendo, la guerra se está librando acerca de esta cuestión: ¿El

cielo en la tierra o el infierno en la tierra?

No hay ninguna posibilidad de ningún otro reino en la tierra. No hay ninguna

posibilidad de ningún reino neutral del hombre, que funcione por medio de una

hipotética ley natural neutral. Los seres humanos nunca son neutrales, y no existe

tal cosa como la ley natural. Existe la ley de Dios, y existen las numerosas

alternativas de Satanás, incluyendo la ley natural "neutral". No existe la

neutralidad. Por consiguiente, nos enfrentamos a la pregunta: ¿Será el cielo en la

tierra o el infierno en la tierra? ¿Será la ley del pacto de Dios como la ley de las

naciones, o uno o más de los falsos sistemas de leyes de Satanás? Cualquier

intento de implantar una tercera opción, como la ley natural, es simplemente otro

intento de reemplazar la ley del pacto de Dios con la ley de Satanás. Es

simplemente otro intento por construir el infierno en la tierra.

Tristemente, los cristianos pesimistas que esperan poco más que la derrota para el

pueblo de Dios se aferran a la fe en la ley natural como terreno neutral entre la

supuestamente creciente influencia de Satanás en la historia y la decreciente

influencia de la iglesia. Ven la ley de Dios revelada en la Biblia como una amenaza

para su retirada de la responsabilidad histórica, así que deciden predicar una "ley

natural neutral" indefinida (y siempre indefinible), que no pone sobre ellos ninguna

responsabilidad cívica cristiana singular.

117

CONCLUSIÓN

El juicio de Dios sobre Israel en el 70 d. C. debería persuadirnos de la futilidad de

tratar de escapar a los progresivos juicios de Dios en la historia. En nuestros días,

nos enfrentamos a las bendiciones potencialmente mayores desde Pentecostés:

reavivamiento mundial, la revolución informática causada por las computadoras, y

un redescubrimiento de la ley de Dios revelada como herramienta del dominio

divino (Gén. 1:26-28). En nuestros días, también nos enfrentamos a las maldiciones

potencialmente peores desde la caída de Jerusalén: la plaga del SIDA, el triunfo de

los dos imperios comunistas, o la destrucción de los Estados Unidos (y la libertad

de occidente) dentro de 30 minutos después de un primer ataque nuclear soviético.

Necesitamos entender el juicio de Dios. Involucra bendición y maldición.

La bendición de Dios es definitiva: la gracia de la salvación en Cristo. Sus

bendiciones son también promesa progresiva de la simiente venidera (Gén. 3:15) y

su provisión de ropa para ellos, el arca de Noé, el éxodo de Egipto, el regreso a la

tierra bajo la dirección de Nehemías y Esdras, la resurrección de Cristo, y la

expansión de la iglesia. La bendición de Dios es también final y eterna: la

culminación, libre de pecado, del nuevo cielo y la nueva tierra después de la

resurrección.

La maldición de Dios es definitiva: la muerte de la humanidad. Sus maldiciones son

también progresivas: la maldición de Adán y Eva y su entorno, su expulsión del

jardín, el diluvio, la esclavitud en Egipto, el cautiverio en Asiria y Babilonia, la

muerte de Cristo en la cruz, y la caída de Jerusalén. La maldición de Dios es

también final y eterna: el lago de fuego.

Como dice la Confesión de Fe de Westminster (1646) en relación con la bendición

eterna y la maldición eterna, comenzando en el día del juicio:

El propósito de que Dios haya señalado este día es para manifestar la gloria de su

misericordia en la salvación eterna de los escogidos; y de su justicia, en la

condenación de los réprobos, que son malvados y desobedientes. Porque entonces

los justos irán a la vida eterna, a recibir la plenitud del gozo y el refrigerio que

vendrán de la presencia del Señor. Pero los impíos, que no conocen a Dios, ni

obedecen al evangelio de Jesucristo, serán lanzados al tormento eterno y

castigados con la destrucción eterna delante de la presencia del Señor y de la gloria

de su poder. (Capítulo XXXIII:II).

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Gozo eterno o tormento eterno: debemos predicar la definitiva igualdad de la

bendición y la maldición en la eternidad. Rehusar hacerlo es abandonar la teología

de pacto bíblica. Es amañar el cristianismo ortodoxo. Que la experiencia de Israel

en 70 d. C. sea nuestra guía sobre la importancia de ser fieles a la palabra de Dios

revelada. Si somos lo bastante descuidados y arrogantes como para negar la

realidad eterna de las maldiciones de Dios, corremos el riesgo de tener que

experimentarlas de primera mano. "Aprender haciendo" no es lo que usted desea

en esta lección de teología.