la crítica de la memoria nelly richards

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  • 8/12/2019 La Crtica de La Memoria Nelly Richards

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    N elly R ichard R evista de C rtica C ultu ra lL a c r t ic a d e la m em o r ia

    ResumenEl arresto de Augusto Pinochet, ex comandante en Jefe de la Junta Militar chilena, en 1998,coloc sobre las escena social la memoria sobre los hechos y conflictos de la dictadura comozona de enunciacin poltica, de performatividad meditica y de intervencin callejera. Todo locual reta y fractura, segn Nelly Richard, el consenso democrtico organizado por la Transi-cin sobre la base de la disolucin de lo poltico-ideolgico desde la gratificacin consumistadel mercado. Richard reflexiona sobre los lenguajes que el arte, la literatura y la crtica culturaldebe poner en prctica para tomar partido entre la tensin entre memoria y desmemoria y, deeste modo, seguir desatando guerras de interpretacin en tomo a los significados y usos delrecuerdo dentro de los procesos de redemocratizacin poltica y cultural.Palabras clave: memoria, postdictadura chilena, crtica cultural, mercado, ciencias sociales.

    The Criticism o/ Memory bs t rac t s

    Pinochet s arrest in 1998 placed within the social scenario the memory of the conflicts,which occurred during the dictatorship. In this lght, the memory became the zone for polticalspeech, mediating activity, and street demonstrations. This fact challenged and splt up thedemocratic consensus organized by the Transition on the basis of dissolution of the polticoand ideological and the within the consumer market. Nelly Richard reflects on the languagesthat Art, Literature and Cultural Criticism should be using in order to take sides betweenmemory and oblivion and, therefore, to continue to untie interpretative wars around meaningsand uses of memory within the processes of political and cultural democratization.Key Words: Memory, Chilean Post-dictatorship, Cultural Criticism, Marketing, SocialSciences.

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    Quisiera evocar el contexto de los aos de la Transicin en Chile para localizaresta reflexin sobre los desafios de una-prctica crtico-intelectual vinculada a la pro-blemtica de la memoria. Est, por un lado, el problema de saber cmo tramar unamemoria crtica; una memoria que sea capaz de oponerse al desgaste, a la borraduradel recuerdo que sumerge el pasado en la indiferencia o bien que neutraliza sus con-flictos de voces tras el formalismo (y formulismo) poltico de una cita meramenteinstitucional. Pero, tambin, est la necesidad de una crtica de la memoria que,vigilante, sospeche de la abusiva comercializacin del drama a cargo de relatos sensa-cionalistas o, simplemente, negligentes. Memoria crtica y crtica de la memoria sonlos recursos que la prctica intelectual debe movilizar para seguir desatando guerrasde interpretacin en tomo a los significados y los usos del recuerdo. De no hacerlo,o bien se anestesia la sensibilidad del presente o bien se ritual iza el pasado en simplesconmemoraciones oficiales. l es cen ar io d e la Tran s ic i n

    De acuerdo con sus analistas oficiales, la palabra Transicin nombra el procesoque, en Chile, se inicia histricamente con el gobierno de Patricio Aylwin, despus delpleisbicito de 1988 que puso fin a la dictadura militar. Esta es la fecha que prevalece,oficialmente, como seal de un corte ntido que cierra un perodo y reabre otro. Pero cierto es que, en una de sus dimensiones, que es ms de continuidad que de corteo ruptura, que hace la Transicin en Chile es re-agenciar transformaciones yarealizadas por la dictadura y su implementacin neo liberal de una economa de merca-do. Jos Joaqun Brunner ha comentado, en su libro sobre la cultura autoritaria, que ladictadura militar en Chile, para dinamizar su gestin modernizadora, ocup tres me-dios de control: la represin, el mercado y la televisin. De ser as, lo que hizo laTransicin chilena es reconjugar dos de ellos: el mercado y la televisin, comoinstrumentos que haba usado el totalitarismo para disolver poltico-ideolgico(como volumen y conflicto) en la serie -plana- de lo tcnico y lo meditico, Qui-zs sea el hecho de recurrir a estos dos mismos instrumentos de disciplinamiento delas subjetividades sociales que haba ya ocupado la dictadura (el mercado y la televi-sin) lo que explique el carcter ms gradual que brusco, el gradualismo relativamen-te moderado (Brunner) de la Transicin chilena. El engranaje neoliberal del mercadoy sus proyecciones mediticas fueron los encargados, durante la Transicin, de des-plegar la serie mercanca como horizonte de gratificacin consumista para hacerolvidar la humillacin de los cuerpos daados por la violencia de la tortura y la desapa-ricin.

    Mercado y consenso son los dos artificios que disea la Transicin chilena parahomogeneizar lo social. El consenso poltico busc conjurar el fantasma de la polariza-cin ideolgica ligada al recuerdo de los extremos. Su tarea fue la de neutralizar lasfuerzas en disputa, forzando la unanimidad de las voces -va transacciones y nego-188 Cuadernos de Literatura, Bogot Colombia , 8 (15): 8, enero-junio de 2002

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    ciaciones- en t01110al centrismo del trmino medio que deba equilibrar a la de-mocracia de los acuerdos . Las consignas oficiales de la ponderacin, de la modera-cin y de la resignacin ( Justicia en la medida de lo posible , dice Aylwin) fijan loslmites de un realismo democrtico que debe cuidarse de que ningn descalabro desentido, ninguna estridencia de voz altere el trazado regular de sus pactos de entendi-miento. Durante los aos de la Transicin, la mecanizacin del Consenso someti lopoltico (sus conflictos, sus indeterminaciones, sus antagonismos) a una especie derutina de lo programable basados en criterios tcnicos de administracin de lo so-cial. El libreto del Consenso debi rebajar el tono y la intensidad del reclamo tico entomo al escndalo de la violacin de los derechos humanos, para que no entrara endisonancia de registros con el formulismo de su pacto institucional. No podan romperelmolde del acuerdo ni la furia ni la indignacin de las vctimas, por mucho que ellas senegaran a aceptar que el anonimato de la culpa fuese el precio a pagar como indecen-te tributo al milagro neo liberal.Durante los aos de la Transicin, el peso equilibrante del consenso reprimi laheterogeneidad conflictiva y disidente de lo social (sus tumultos de voces) hasta que,bruscamente, ocurri el sorpresivo arresto del ex comandante en Jefe de la JuntaMilitar, en Londres, en 1998. El caso Pinochet -la noticia de su detencin y capturainternacional- hizo estallar la zona de acumulacin de lo no-dicho , en cuyo silenciose haban depositado las frustraciones de las vctimas de la historia. El arresto dePinochet provoc un espectacular retorno de lo reprimido que coloc bruscamentea la memoria en escena: la memoria como zona de enunciacin poltica, deperformatividad meditica y de intervencin callejera. El sorpresivo arresto inter-nacional de Pinochet desestabiliz toda la lgica de clculos con que la Transicinhaba bloqueado el trabajo activo de la memoria en nombre de la prudencia; unaprudencia hecha de minuciosas estrategias de ocultacin del conflicto que haban sidopactadas con los guardianes uniformados del secreto militar. La vehemencia de lasreacciones callejeras causada por la noticia del arresto de Pinochet, denunci laartificialidad de un Consenso que haba expulsado de su base de acuerdos (tramadaen los pasillos de la burocracia poltica) todo lo que exceda y cuestionaba el lenguajeinstitucional de su poltica administrativa. Gracias a la noticia de la captura internacio-nal de Pinochet, pudieron diseminarse, a lo largo y ancho de la calle y de la pantalla,los mltiples flujos de expresividad contestataria que haban querido censurar laspolticas comunicativas y audiovisuales de la Concertacin. En efecto, durante losaos de la Transicin, el libreto televisivo de la poltica chilena se encarg de montarun espectculo de la reconciliacin que dej a las vctimas de la historia (a lasvctimas con historia(s)) sin referencia ni identificacin compartidas. La televisinchilena expuls de sus pantallas el relato sobresaltado de las narraciones biogrficasdislocadas por la violencia militar, para que sus heridas no echaran a perder el brillocosmtico de los cuerpos publicitarios. El ideal de sociedad transparente (Vattimo)que la tecnicidad operacional de los medios proyect sobre el escenario de la

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    postdictadura, debi camuflar mutilaciones y cicatrices tras la mscara de una imagenplana, una imagen sin huellas ni sombras: la perfecta imagen que cultivan el merca-do de los estilos y su barrido consumista.Consenso, memoria y mercado: la frmula instrumentalizadora del consenso redu-jo lo poltico (sus disputas y sus antagonismos de poder) al ejercicio tcnico-adminis-trativo de la poltica. Mientras tanto el frenes neo liberal se dedic a festejar lodiverso y lo cambiante como estrategias de lo fugaz, de lo transitorio, que disuel-ven -electrnicamente- la memorialidad de las huellas. Entre medio de tantasborraduras, de tantas desintensificaciones del recuerdo histrico, a qu lenguajes dela crtica recurrir para tomar partido en la tensin entre memoria y desmemoria?

    Sabe res no rma liz ado r es c r t ic a es t t ic aHay un efecto normalizador que las discursividades transicionales dejaron caer so-bre la postdictadura en Chile, al dejar que los saberes tecnificados de la poltica, de laeconoma y de la sociologa, racionalizaran el vnculo entre redemocratizacin yneoliberalismo. Desde los tiempos de Flacso en que la Renovacin Socialista ayud adisear la Concertacin, la sociologa chilena fue ganando legitimidad disciplinaria hastaconvertirse en una especie de lengua oficial de la Transicin (se habla, incluso, de

    transitologa ). Varios profesionales de la sociologa chilena transitaron desde los cen-tros de estudios alternativos hacia los ministerios y las consultoras internacionales. Esetrnsito hacia el mundo de los saberes con valor de mercado ilustra el tan comentadoproceso de conversin del intelectual en experto, y premia a quienes recurren a laoperatividad del dato o de la cifra para garantizar la tecnocratizacin de lo social y suplanificacin del orden. La sociologa de la Transicin en Chile se encarg de recompo-ner parmetros de legibilidad del cambio poltico que pudiera sobre todo integrar losefectos de la violencia histrica a un marco de comprensin tcnicamente adaptado alos requerimientos del mercado y del consenso. Varios saberes profesionales (los de lasciencias polticas y econmicas, de las ciencias administrativas y comunicativas) sepreocuparon por confeccionar lgicas ejecutivas que respaldaran la pragmtica delacuerdo entre realismo democrtico y hegemona neo liberal. Para algunos de nosotros,la palabra transicin va ligada no slo al artefacto poltico-institucional que regularizel trnsito entre dos perodos histricos; se asocia tambin a la mediacin oficial de uncierto sociologismo integrado que puso sus lenguajes eficientes al servicio de la recom-posicin funcional-y funcionaria- de una sociedad dcil.

    Fue necesario recurrir a la crtica, a la critica de la cultura, para romper la falsaequivalencia entre estos dos trminos: postdictadura y transicin . Hubo que su-brayar la brecha que separa, por un lado, la temporalidad irresuelta (fisurada, abismada)de la memoria en suspenso todava contenida en el trastocador remanente que arras-tra la postdictadura y, por otro lado, el diseo organizacional de una transicin queconjug la mercantilizacin de los signos y la consensualizacin de las voces para

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    adaptarse, calculabilistamente, a la medida de posible : un diseo adaptativo queborr las huellas de trgico, utpico, contestatario. Fue tarea de la crtica, de lacrtica cultural, realzar esta brecha de no-coincidencia que, en Chile, separa la tonali-dad sombra de la postdictadura (habitada por agudos conflictos de la memoria) detodo aquello que ~n el lxico de los saberes dominantes (econmicos, sociolgicos,politolgicos, comunicolgicos)- designa la palabra gobernabilidad. Si lagobernabilidad es un problema que, por definicin, slo puede ocupar a los vencedo-res; si la gobernabilidad designa el ajuste de un verosmil de la transicin a losformulismos y tecnicismos polticos de la reconciliacin, slo pueden rastrearselos agudos conflictos de la memoria en los mrgenes de las disciplinas polticamentelegitimadas de la Transicin. Fuera de las racionalidades exitosas de la modernizaciny el consenso; fuera de los saberes directivos y las agendas profesionales de lasciencias poltico--administrativas; en las orillas ms deshilvanadas de la discursividadtransicional, hay trazas del desastre que no pueden ser incorporadas a los recuentosoficiales que numeran y enumeran los xitos del Chile bien administrado. Para reco-ger la voz estremecida de las narrativas del desarme, tuvimos que desconfiar de losreticulados explicativos de las ciencias profesionales que expulsan de sus diagnsticostodo que arrastran los imaginarios heridos: errtico, desintegrado y inconexo.Quizs slo las constelaciones simblicas del arte y la literatura sepan deslizar eltrabajo del recordar por los huecos de la representacin, por las fallas del discursosocial y sus lapsus; por todo que entre corta la sintaxis ordenadora de lasrecapitulaciones oficiales con el juera-de-plano de motivos truncos, de seales difu-sas y visiones trizadas. Les corresponde, creo, al arte y a la literatura, a la crticacultural, recoger los vocabularios de incompleto y de fisurado para darles elespesor valorativo que les niega los saberes lineales -reconciliadores- de la totali-dad y la sntesis.Darle volumen expresivo y realce significante a la simblica fisurada del recuerdohistrico (tarea que le corresponde a la crtica, al arte, a la literatura) es un modo,adems, de no dejar que la reconstruccin del pasado se agote en las lgicas oficialesdel documento o del monumento. El recuerdo como documento cumple con laobjetivacin de la prueba que certifica acontecido, pero no impide que documen-tal se agote en la monoreferencialidad del hecho o de la descripcin. El monumento,a su vez, tiende a congelar el smbolo en un bloque conmemorativo sin fisuras quereifica el pasado. El monumento y el documento tienen el mrito de convertir a lamemoria en una referencia colectiva que hace de cita para el recuerdo pblico, talcomo ocurre en los informes de tribunales o las placas conmemorativas. Pero laobjetivacin del recuerdo, su clasificacin en archivos o su ritualizacin en monumen-to, corren el riesgo de proyectar la imagen esttica de un pasado detenido. Para evitaresta fijeza del recuerdo, la memoria debe seleccionar y montar, recombinar, los mate-riales inconclusos del recuerdo, experimentando sin cesar nuevos enlaces fragmen-tarios entre sucesos y comprensiones. Lo fragmentario y lo inconcluso son modos

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    (benjaminianos) de honrar a las vctimas desde la crisis de la palabra y la imagen,desde los fragmentos sin pertenencia, d~sconciliados, que vagan en las orillas de lasrecomposiciones lineales del pasado. Recoger estos fragmentos evitando la junturaforzada, profundizando ms bien en la desarmona y el conflicto, en la aspereza de susbordes, es una cuestin tanto tica como esttica.Por el lado de la esttica, el arte y la literatura deben explorar las fallas delsentido, las opacidades de la representacin: todo lo que el recuerdo oficial o la memo-ria institucional tienden a suprimir para que estos desechos rebeldes no inquieten sutarea de aquietamiento del pasado. Pero por el lado de la tica, nos espera a losintelectuales una tarea crtica que va ms all del compromiso solidario con las luchasciudadanas en el campo de los derechos humanos; nos espera una responsabilidad queva tambin por el lado del lenguaje y de la representacin, de los dilemas del sentido. Entiempos de cultura neoliberal, a la crtica intelectual, no le basta con luchar contra lastecnologas del olvido con los que la globalizacin meditica fabrica la borradura de lamemoria. Debe, adems, ser vigilante para desmontar los promiscuos artefactos delrecuerdo que hacen circular la violencia por las redes -turbias- del xito de mercado(documental o testimonial).Sabemos que una de las puestas-en-relato de la memoria social que mayor capa-cidad de interpelacin tiene, es la del testimonio. El testimonio busca reinscribir laverdad en primera persona de una experiencia intransferible que, como tal, puedellegar a conmover el orden de razones y hechos a travs del cual el archivo y laestadstica clasifican, neutralmente, los abusos. El testimonio logra forzar la atencinsobre algo que la historia a menudo rechaza como simple indice residual; un ndicecarente de la generalidad suficiente para ser portador de una verdad incontrovertible.El testimonio pone en escena una corporizacin biogrfica que desva el idioma co-mn de referencia colectiva de la historia hacia lo singular-personal; el testimonioconsigna el residuo de ese algo improcesable cuyo accidente subjetivo desva el ordengeneral de las verdades objetivas del recuento histrico. Pero la improcesabilidadcrtica del residuo testimonial puede, en circunstancias de mercado, llegar a comercia-lizarse como el exceso figurativo de un horror domesticado.El boom industrializado de la memoria -tal como lo llama A. Huyssen- marcael xito editorial del gnero confesiones y sus relatos de la tortura. Este xito nosdice que la voracidad del mercado se traga el horror en vivo y en directo con deleiteconsumista. Sabemos, adems, que el acto simplemente descriptivo o presentativo demostrar los hechos no es suficiente para desatar los complejos nudos del recuerdoen su dimensin ms inquisita. Hay sombras de irrepresentabilidad, deimpresentabilidad, del recuerdo que deben seguir molestando la imagen de una me-moria completamente expuesta, divulgable y comunicable, por las redes del consumoinformativo. Slo as el recuerdo del horror no perder su valor de negatividadrefractante, en medio de tanto sensacionalismo periodstico de la verdad en bruto. Ala crtica le corresponde tambin preocuparse de que ciertos recuerdos intratables192 Cuadernos de Literatura, Bogot Colombia , 8 (15): 8, enero-junio de 2002

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    LA carncc DE LA MEMORIAno pierdan su valor de negatividad y refraccin, en medio de un paisaje de la memoriaplegado a las consignas de hipervisibilidad del mercado, al flash meditico y suvoyeurismo de la mirada que promueven el efectista desnudamiento del recuerdo.

    Ya vimos que son complejas las tareas que le incumben a la prctica crtico-intelectual, en tiempos de postdictadura. Por un lado, hay que oponerse a los flujos dela desmemoria que, velozmente, tratan de disolver las adherencias traumticas delpasado violento en la superficie liviana, sin restos, de la actualidad neo liberal. Hayque proteger los restos de la desgracia de su paso a lenguajes que insensibilicen eldrama con sus palabras indemnes, sin marcas ni cicatrices, que slo buscan tramitar-ejecutivamente- la cita del pasado para acelerar el paso entre el ayer y el hoy.Pero, a la vez, hay que salvar a la memoria de su cada melanclica en la contempla-cin solitaria del recuerdo y, para eso, hay que trenzar nuevamente las marcas delpasado con narrativas en curso: hay que llevar la crtica de la memoria a intervenir enel campo de discursos del presente para que elabore nuevas conexiones vitales quela alejen del punto fijo (muerto) de lo ya sido.Si la transicin postdictatorial ha convertido en lugar comn la oposicin -sim-pIe-- entre recordar (mirar hacia el pasado) u olvidar (dar vuelta la pgina), le corres-ponde a la crtica intelectual multiplicar las preguntas en tomo a los problemas delenguaje y representacin, de figuracin y simbolizacin, de voz y narracin queimplica citar el pasado. Qu recordar: totalidad o fragmentos; monumento pico oruinas alegricas; construcciones ideolgicas o quiebres utpicos? Cmo recordar:recurriendo a qu motivos conceptuales, a qu figuras expresivas, para tramar culesrelaciones entre descomposicin y recomposicin del sentido? Para qu recordar:para ingresar la memoria del pasado a las rutinas de comprensin oficiales o bien, alcontrario, para abrir huecos y perforaciones que rompan los calces normalizadoresdel presente?

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