la casa de la troya

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    http://www.archive.org/details/lacasadelatroyaeOOpr

  • OBRAS DE ALE-JANDRO PREZ LUGN

    El Torer Artista. (El libro de Gallito.)

    De TiTTA Rufo a la Fons pasando por AUchaquito.(2.* edicin.) Agotada.

    Ki-Ki-Rl-Kl!!! (Los Gallos, sus rivales y su Prensa.)

    Agotada.

    La Casa de la Troya. Novela (30.* edicin).La amiga del rey. Las tiples. Romanones. La Vicar!;*.(Notas de un reprter). Agotada.

    CuRRiTO de la Cr^ z. Novela ^7." edicin, dos tomos).

    La corredoira y la ra.

    EN PREPARACIN

    Arminda Moscos:j. (Novela.)El Esiorbo. (Novela.)

    La Med;a Naranja. (Novela.)C'JRiiLiTA. (Novela.)

  • LA CASA DE LA TROYA

  • ALEJANDRO PREZ LUGN

    LA CASADE LA TROYA

    ESTUDIANTINA

    OBRA PREMIADA POR LA REAL ACADEMIA ESPAOLA

    30.* EDICIN

    0(;oy.J

    MADRIDSUCESORES DE HERNANDO

    Calle del Arenal, 11

    1922

  • ES PROPIEDADQueda hecho el depsito que marca

    la ley.

    Copyright by Alejandre Prez Lu-gn, 1922.

    Impreata de Juan Pusyo. Luna, 29.Madrid.

  • A MIA NAl

  • i

  • 1,T'y-^" ' '"

    D mayeral, tta kambre pequeo y obes^ de profu-sas y multicolores patelas, sa de la Admiaistracin dediligencias con aaa. gran cartera de via^e, qat colg deltorno del enorme cochern, y luego volviend a cruzarentre la gente que rodeaba a !a Carrana^ (K6 el sacra, al breve saludo del acon-gojado estudiante. Gerardo se alegr de este silenciosacompaa que le libraba del enojo de la conversacindarantc el viaje. Desde que parti de Madrid, la antevs-pera, no haban salido de sus labios ms palabras q lasabsolutamente precisas. Hallbase posedo su espritupor la ira, y rehua todo trato con la gente, que te eraodiosa, aun despus que el sedante de las horas, esasmagas benficas, fu convirtiendo poco a poco su furoren una grande y resignada tristeza.

    Al dar las doce el reloj de la Administracin de dili-gencias, trep al elevado pescante el mayoral, a tiempoque d postilln, un descarado rulote, cabalgaba airosode un salto sobre uno de los caballos delanteros, y laCarrlana arranc violentamente con fitrpito de herra-jes viejos, rotundidez de tacos y sonora y alegre cas-cabelera. A Gerardo le pareci que se le escapaba algode su ser para quedarse en aquel pueblo desconocido,

    lAqitellos rieles del ferrocarril, que desde el alto de Mo-nelos se vean, terminaban en La Bombilla!...

    La soleada calle de San Andrs; la baha, amplia yazul; las leiras feraces de la otra orilla; la Hnda ra delBurgo; la imponente majestad del Ocano; las galerasde te Marina refolgiendo a! scJ; la torre de Hrcules,que ser alza casi en el mar como una esperanza o un

    w%d aslit) >lftario en la ra... todas es^ cosas be-

  • %JL ASA DB IiA TROTA

    G CHas, qae cruzaron en rpida visin ante la ventanHIa dela berlina, fueron despedidas por Gerardo con un sen-tido suspiro, que no fu dueo de reprinir e hizo a lasmonjitas levantar la vista de los libros de oraciones queiban leyendo.

    Va usted enfermo?le pregunt la de ms edad.Gerardo agradeci su inters con un cumptdo cual-

    quiera y se dej caer desesperado contra el respaldo de!asiento, viendo desarrollarse el divino paisaje con ojoshoscos, que no tuvieron siquiera una mirada de gratitudpara el regalo del valle de Barcia, dominado en toda suhermosura por la carretera que se devana montaa arri-ba en caprichosos zig zags retardando la separacin deaquel encanto.

    En el Mesn del Viento baj Gerardo del coche paradesentumecer las piernas mientras mudaban el tiro a ladiligencia. Los alegres viajeros del cinterior descendie-ron tambin y con mucha bulla se metieron en una ta-berna, toda mugre y moscas, que ofreca al apetito delos viandantes salchichn antediluviano, mohosas latasde sardinas, pan que fu blanco aos atrs, y un delicio-so vinillo del Rivero, cuyo aroma, sabor y frescura di-simulaba la roa secular de los vasos y tazas en que eraservido.

    Gerardo no entr. Estuvo paseando por la carretera.Le inspiraban invencible repugnancia las casucas negrasde la aldea y la gente suci y triste, segn l, que en ellasentraba y salfa. Cmo era posible vivir tras esas pie-dras habiendo en l mundo adobes y ladrillos, sogas yyeso con^ que levantar gentiles edificio^ Pensando enHerodes, miraba con odio a los chiquillos que pululabanpor la carretera descalzos, despeinados y pucrcosi, como

  • 4 ^ A.. PftRSZ lAJQta

    S no hubiese visto el mismo descuido y sticiedad eala chiquillera de los barrios bajos madreftos, en la dlos medios y h :;3ta en la de los otros ms elevados.

    Entretanto, los estudiantes pedan cosas en la taber-na con mucha seriedad y gran algazara, en unas Icngtasininteligibles.

    Espiniquilinguilis, madara?Alterum nom Icedere salchichonorum?On trompiliman de la consecans madapoln?Son ingleses, mia na? (1)

    pregunt a la taber-nera una rapaza de doce aos.Sonche pillos. Abre o olio. Llama a tu pare, que

    esta es mala gente, as Dios me salve.Es, seora, es. Tenga cuenta con ellosasinti us

    joven seminarista, tambin viajero, que, bondadosamea-te, prestse a servir de intrprete aitre la vendedora ylos compradores.Cuando el mayoral grit de nuevo ^Al coch! aban-

    donaron todos la taberna precipita-damente, con una al-garaba de doscientos mil demonios, y 9 metieren en

    la diligencia con gran prisa.

    No haban concluido de acomodarse en sus asientoscuando la tarbernera sali a la puerta dando voces.Mi pan!... Mis chourisos!... Ladrones! ^oubron-

    me o pan e os chourisos!^. Ay Manoel!... Manr)cl!.

    Ay ManoeH... Corre, que nos roubaron os chotirisoslw.

    lAaaay Manoel!.^|Ay Manle!

    lAy Manle 1..,

    pusironse a cantar los de la Carrilum.

    ^ Mi madre

  • La mujer Ueg faosa, imponente, hasta la portezueladel interior que, en vano, pugn por abrir.Tenga cuenta no se haga mal, que va a arrancar d

    coche le advirti cariosa y suavemente el setmnaristaintrprete, que sentbase junto a la ventanilla.Pillos! Ladrones! Y usted es d peor de todos! Ri-

    Uote!le escupi la tabernera.Quin, yo? Ay, seora; mire lo que habla!Rulote! Rillotd

    Pero y luego? No le dije a usted que tuviese cuen-ta? Yo la avis.Ay Manoellclam la mujer a un hombre gordo

    que, en^mangas de camisa, apareci por la carretera co-rriendo.^o figurndose que cona . Anda ligero, queestos pillos roubronnos o pan e os chourisos!Manuel entrse en la taberna y volvi a salir en se-

    guida empuando un pavoroso fungueiro. Intil el he-roico esfuerzo. En aquel mismo punto arranc la Carri*lana, y aunque Manuel y su cnyuge intentaron seguir-la, no les fu posible y tuvieron que conformarse coninsultar a los del coche, acompaados del coro generalde vecinos que haban acudido a la algazara.Estudiantes da famelRulotes!

    Estudiantes del hambrdFamentos!ruga Manuel agitando la estaca. lYa

    os dara yo!...

    jQue lie derliQue lie denvertrellal v>

    alejronle cantando los diablos de la Carrana,

  • -^ v?chifl la tabernera al marido, volviendocotttra l toda su wa . Si estuvieses en casa como estu obligacin... Maldito sea el tute y quien lo trujo, c odeato dos estuciiaiites fametitos, amn Jess, Dios raeperdone!

    Calla, mujer. Qu te llevaron?Levronme dos molletes grandes, as se afoguen

    con etes, y nas catorce chourisos que tena aqu col-gados.

    Oe los buenos?jAy hom! y luego iba yo a poner ah los buenos?

    Moa, home, non. Fueron de los arresidos, los del puercoque iBuri. As reviciiteo ellos!Ay, eso, bienl Y qu te pagaron?Dironme cuarenta y siete reales de doce chiquitas

    dd Rivero, tres jaseoss, dos cervezas, nueve perrosgordos de salchichn y una peseta, un real y tres cade-las de pan.Boh! Pues sntonces djalos ir, que inda ganamos

    nueve reales.

    Y ms, tambiu once; pero si t no estuvieras ju-gando al maldito tute en vez de atender a tus obligacio-nes, no se Uevaban los chourisos y el pan, y ganba-ttttt Nwis.

    Entretanto, ajena al conflicto matrimonial que dejabaen b taberna, k Carniana corra carretera adelante, se-guida de una x\ii^ e chiquillos harapientos y sucios,que trotaban i

  • KA flOLSA BB LA mtPA

    mdt repetido hasta la saciedad, sin cansarse nunea nidisnnuir el andar. cbela!... chela!... chela!...

    Y, como no les hicieran caso, tiraron de argumentaAqufles.

    chela, y le canto una coplalchela!^chelachela!As un kilmetro, y otro, y otro, y otro...Buenos estaban para coplas los viajeros del interior!Planteado por el seminarista, haba surgido un grave

    caso de conciencia al precederse al reparto de los cho-rizos adquiridos en la^aberna.

    Estos manjares proceden de un robo AltierU suntlhaba deho el cannigo en cierne . Si los comis,os condenis.Si tosis, tomis.Hablo en serio. Estis obligados a restituir. Es un

    caso de conciencia.Eh, mayoral!... Pare usted, que me quiero bajar

    para un caso de conciencia... Ves? No hace caso, tisimposiWe. Ad imposibiliam nemo tenetar. Tambin enla Universidad tenemos nuestros latines. Nadie estobligado a lo imposible; es asi que no hay {posibilidadde restituir, ergo...jNiegoi Niego! No podis restituir a la tabernera;

    pero debis absteneros de comer los chorizos. Entre-gadk>s a una persona de respetabilidad para que losreparta eotre 1^ pobres.y esa peilofia respetable eres talPuedo stflo. Por mi carcter-.

  • \^CAB99

    %'-'4^4tt cftfdta- te vas a quedar Sia ^ittt steti-

    qufinie abutido, porque como tienes (itos escr'puios^.

    Atto ah! que yo me puse a salvo advirtiendo a latabernera que tuviese cuenta con vosotros.Facs a tu advertencia nos acogemos y ella nos

    salva.

    Sobr-e que nos puedes absolver de aatemano.-Yo?O ne hay chorizo.^Entonces... (cantando).

    Pues perdonadodesde luego, queda usted*

    Con general.iGr&cias, seorl-Pues a comerl

    Demontre, qu brutos somosl Por vida de...!alt aqu uno.

    -Qu pasa?~preguntaron todos.Que nos hemos olvidado del vino.

    - ues es verdad.

    Maldita sea!

    Sela d labio. Nada de maldiciones. No os apurispor taa poca cosa, que aqu estoy yo, y conmigo estasti^s seoritasdijo el seminarista sacando de debajo delasiento tres botetias de tostado del Rivero.-Viva!

    iBravfil

    Viva el crcguo!... Pero a9e...--ejdenditticl namano alarmada hacia las bateHas . Estas, ^mi taobiude aii'

  • LA OSA DB X.A TROTA

    Entonces no puedes beber. Trae ac. Es olf etsode conciencia.Cmo que no? Yo adveit a la tabernera que tu-

    viera cuenta, y de ah no me saca ningn Padre de laIglesia. Debi de tenerla; la tuvo... Ergo, como si me lashubiera regalado, que yo no me escond para cogerlas.

    Al llegar a Ordenes, el cielo, encapotado desde pocoantes, comenz a soltar agua; unas leves gotas al princi-pio, que fueron luego, en el resto del camino, fuerteschaparrones a ratos, y pausada llovizna, agia de cala-bobos, otras veces.

    Ya se conoce que nos aproximamos a Santiago deCompostelamurmur Gerardo levantando el cristalde la ventanilla para sustraerse a aquel horror.

    Esto de la lluvia sin tregua cayendo implacable sobreSantiago,' que le haba dicho un amigo, y lo de! aburri-miento y la tristeza, monarcas indestronables de Cora-postela, que le haban contado en La Corua, eran todaslas noticias que Gerardo tena de la ciudad, donde, porimperativo e inexorable mandato paterno, rba a perma-necer recluido ocho eternos meses peleando con unaporcin de antipticos derechos>, que a l tenanlecompletamente sin cuidado. Por qu el empeo de supadre en que concluyese la carrera? Para qti la queral? No era rico? Pues entonces?

    Los ricos, como deca muchas veces el sentenciosoAritoillo el Gitano que, aunque tocaor de guitarra,era un hombre profundo, no deben tener ms ocupacinque la de gastar para que los pobres vivan.La' caria se jase de muchas maneras y una es la de

    gastar k parneses que Dios ha jecho reondos pa quecorran mucho. Como sj los persiguieran los seviles, Er

  • 10 A. PREZ LUQN

    que ti un duro y se lo guarda es un ladrn y un malajeNo poda ser tachado de tal nuestro amigo. Desde

    que dos aos antes, al marchar su padre a Pars llama-

    do por sus negocios de ingeniera, Gerardo se quedsolo en Madrid para seguir estudiando la carrera de le-yes, bajo la descuidada vigilancia de un to suyo, no hizoms que gastar y divertirse. Sin ser precisamente un vi-cioso, era un seorito que se diverta, como llaman a

    estos tales los profesionales de la juerga que de ellosviven.

    Solo, libre, joven y con dinero, Gerardo tendi lasalas y vol. Desde la partida de su padre lo iiizo todomenos estudiar. La verdad es que entretanto baile, jira,encerronas, tientas, tientos, etc

    ,etc., apenas si le queda-

    ba el tiempo necesario para rumplir sus deberes de con-tertulio de las penas taurinas del Suizo y de las alegresde Fornos, y para hacer por las noches sus visitas atiples y coristas de la Zarzuela, Eslava y Apolo.Y como, aun siendo esplndida, la pensin que su pa-

    dre le pasaba no era suficiente para sostener tal vida deconstante juerga, cay nuestro amigo en las redes deunos bondadosos seores que le facilitaban cantidadescon su exorbitante por qu a cuenta de la pinge heren-cia materna, de que haba de entrar en posesin ariosiguiente, al llegar a la mayor edad.

    ltimamente, Gerardo se haba dejado cazar por laManilas, una segunda tiple del teatro de Apolo, queacababa de plantarse de un salto entre las estrellas lrico-coreogrficas de primera magnitud, haciendo con pican-te desenvoltura el papel de Mostaza en cUltratnarinos^nacionales>, uno de esos engendros en que zurcen uo^xito loco cinco o seis decoracin, dos toneladas de

  • II

    bombillas elctricas, diez kitmctros de percalina y mu-

    cha pieriiografia

    FeUena de algodn.

    El muchacho se lamor de la Maitas como anloco o como un tonto. Estaba colato, colato, segn eldictamen de la seorita no s cuntas de la derecha.

    Cmo se ponen los hombres pa perderse.O pa> casarsele argy la seorita tantas de la

    izquierda.

    Es lo mismo -contest la otra.Y he aqu que una maana se presenta en Madrid,

    sin anunciarse, el padre de Gerardo y le avisa, de modoque no admite rplica, que ha resuelto que en la tardede este mismo da, 29 de Septiembre, salga para Santia-go de Compostela a concluir su carrera en aquella Uni-versidad, elegida al efecto por ser la ms apartada de lacorte y porque la quietud y la paz de la ciudad de pie-draaseguraba don Juan, entre severo y carioso, se-ra la mejor medicina para curar a su hijo de todos susmales y convertirle en hombre de bien.Con tus calaveradasagreghas puesto en peli-

    gro la fortuna que te dej tu madre, que Dios haya,o por lo menos una buena parte de ella. Yo acabo deremediar este dao con mis medios, porque deseo en-tregrtela ntegra el da de tu mayor edad; pero quierotambin que, cuando la recibas, seas un hombre formaly no la dilapides neciamente con toreros, mujerzuelas yperdidos.

    Ante las palabras de su padre, baj Gerardo la cabe-ra, pero wrometindose regresar a Madrid en seguida.Don Joan, faoibre ejecutivo, prepar incontiieiti el

  • M A. VtaUBS LVOtM

    viaje y apenas si permiti a su hijo despedirse d^in parde amigos que toparca al paso. A uno de stos' encargel atribulado joven que avisara a la Maitas de lo quele ocurra y la rogase que bajara a la estacin para de-cirle adis.

    Poco antes de partir el correo de Galicia presentseel amigo recadero en el andn con la noticia de que laMaitas se excusaba de acudir, pretextando que tenaensayo.

    Pero eso es verdad?

    Mira, chico, para qu andar con pamplinas? Yo nos si tiene ensayo o no; pero acabo de ver en la Cuestade San Vicente a esa gach en un milord, camino de laBombi, muy acaramelada con el Marqus de los Morro-nes, el tendero ese tan rico que es socio de la platea delos Gazapos, como la llaman las coristas. Mira que estbien puesto, verdad?

    La infame!rugi Gerardo. Y luego, con la expe-riencia de sus veinte aos, agreg, convencido y despec-tivo: Todas son lo mismo!

    Ah Pero aquello no quedara as. No poda quedar.El tena su plan. Su padre le acompaaba hasta Ven-

    ta de Baos, en donde tomara el expreso para tornar asus trabajos de Pars. El quedarase en Palencia, y en elprimer tren que por all pasase regresara a Madrid paratomar fiera venganza de aquella mala hembra.Don Juan debi de adivinarle sus imaginaciones por-

    que, apenas se instalaron en el departamento donde ibansolos, ataj. los malos pensamientos del muchacho ad-virndle las precauciones que haba tomado para que,en cuanto regresara a Madrid sin su peruiso, le detu-kicu y condujerau a Santa Rita, el terrible correccional

    . 1

  • LA CASA DM LA TROTA 1^

    d jvwies incorregibles. Despus, cambiando de tono,sustituye la severidad pm ei cario, y habl al mucha-cho dulcemente, como a nio enferiHO unas veces, yotras como a hombre serio de cuya hombra de bien seespera ms que de todas las amenazas y conminaciones.Gerardo se dej vencer, y cuando su padre le pidi,

    emocionado, palabra de honor de que le obedecera, laotorg sincero.Don Juan le estrech la mano.Bien, hijo mo, eso me basta, porque eres un hom-

    bre digno, que si has pecado no ha sido por maldad.Ahora te confieso que no hay Polica avisada ni correc-cional de Santa Rita, ni nada de cuanto te dije para asus-tarte. A ninguno de estos medios denigrantes he queridoapelar, porque tena la certeza de que habas de obede-cerme por buen hijo antes que por otra cosa y darmeesa palabra, que estimo yo por todas las escrituras conque los hombres aseguran sus iiegocios. Tu honor megarantiza el cumplimiento de mis deseos, que son tubien... Y ms que nada me lo afirma tu corazn bueno yleal, que no es culpable... El culpable soy yo, que te dejs(^, rfyandonado a la inexperiencia y fogosidad de tuspocos aos. Me perdonas, hijo mo?Cmo desobedecer?Y aH estaba, en aquella diligencia, camino de una ciu-

    dad que, aun antes de conocerla, odiaba profundamente.Ahogbase. Pidi permiso a las silenciosas monjitas

    para abrir la ventanilla que antes cerrara. Haca all tan-to calor...

    H paisafe se le mostr ek na tristeza infinita enaqtiel anochecer lluviosa Los campos verdes, de un

    ciMaAB lolarios. Las casas del cunino,

  • 14 . Tti9MZ Vjta

    cerradas, hermticas. La carretera, desierta. Pareda unpas abandonado. La niebla iba envolvindolo todo,borrando los contornos de las casas, tragndoselas. Detarde en t^rde cruzbase la diligencia con algn cpaisa-no que, mbutido en su carrik de paja y cubrindosecon un enorme paraguas rojo, cabalgaba en uno de esospequeos y fuertes caballejos del pas que andan en unda todas las leguas del mundo.Cerr la noche y desapareci todo. Slo qued el

    sarcasmo de los cascabeles y el rechinar de las ruedas ylos ejes de la diligencia. Uno de estos carros chillonesdel pas pas envuelto en la obscuridad, llenando el airecon su chirriar agudo y desagradable. Era como un ge-mido desesperado que saliese de las entraas de la tierra.De pronto pasaron ante la ventanilla del carruaje los

    faroles encendidos de una calle, luego una ermita, en se-guida dos conventos de monjas, uno enfrente de otro, ypocos pasos ms all una pequea iglesia. Torci la Ca-rrilana en una virada rpida y baj por una calle encuesta, a cuya conclusin irguise, cerrando otra rabreve, el histrico convento de Santo Domingo; pocodespus cruz ante el de la Enseanza; ante el de lasMadres Mercedarias en seguida, y un minuto ms tardese detuvo.

    Un tropel de gentes con paraguas o embutidas enimpermeables se acerc a las portezuelas de la diligen-cia. Gritaban unos un nombre llamando a los viajeros,invisibles en la obscuridad del carruaje, y voceabanotros ofreciendo a los cuerpos traqueteados el proble-mtico descanso de unos hoteles primitivot.fonda Suizal

  • LA OASA ]> IJk TKOTA

    I

    -^Cafrilana!

    fLa Estrella!

    Uaa porcin de mujeres, descalzas de pie y piernshi falda recogida hasta media pantorrilla, agitando fu-riosas en las manos el molido > que haban de colocarseen la cabeza para que no les lastimasen los bultos quecondujeran, abalanzse a los viajeros chillando comodesesperadas, ofrecindoles sus servicios faquinescos ypugnando por arrancarles el equipaje que llevaban ala mano, sin que pudiera impedir el algarer!? acosoun municipal viejo, que bregaba rud^'i^^ttffnentepor reducirlas al orden, cuidando de qS fo h estro-peasen el paraguas que llevaba abierto.

    jSeorito! Quere que lio levePinterrogaban a losviajeros, insistentes y pegajosas como moscas.

    Gerardo dejse conducir por un mozo a la fonda quele haban recomendado como la mejor, bajo una lluviamenuda y persistente, sumindose en unos soportalesobscuros y cruzando unas calles angostas que sloalumbraban las dbiles luces de los escasos comerciosque en ellas haba.

    Cmo no encienden los faroles del alumbrado?pregunt a su acompaante.Es que le hay luna.Nuestro malhumorado amigo estuvo a punto de es-

    tallar creyendo que se burlaban de l; pero el otfo seapresur a explicarle que, segn el contrato previsor ce-lebrado con el Ayuntamiento, la Compaa del gas esta-ba exenta de la obligacin de encender los arotes lasnoches que marcaba luna el candelario.Aunque llueva como ahora?Esto no le es nada. As caigan chuzos.

  • ID A. PdaUUS ItVSBt

    Valiente poblacho! Y all hablan ido a poner la uni-versidad? Era una desconsideraGn, una mala sangre,segn el vocabulario florido de h Mnitas. Quin eracapaz de estudiar en aquella cueva?... Y habra que verlos habitantes!

    En la fonda, un casern de huspedes con pretensio-nes de gran hotel, ana criada, descalza, -resuelta y pica-da de viruelas, le gui hasta un cuarto srdido.Quiero otro mejor dijo el estudiante salindose

    irritado a! pasillo -. El mejor que haya.|Ay, seor! contest toda admirada la fmula.

    Y luego, ste qu tiene? Pues le advierto que aqu leparan viajantes de las mejores Casas y nunca nada le di-jeron de los cuartos.Pero lo hay mejor o no?... Pues si lo hay lo quie-

    ro, y si no...

    Haylo, seor, haylo. Jess, no se ponga as, queno es muerte de hombre!replic la moza. Y mirndo-le con cierta desconfianza aadi, previsora: Pero lecuesta...

    No he preguntado el precio cort secamente Ge-rardo.

    Llevronle a otra habitacin, una salita con alcoba,amueblada con pretensiones, a la moda de cincuentaaos atrs, sin gusto ni comodidad. Sin embargo, se laponderaron mucho. El la acept con aquella resignacincon que, desde que se despidi de su padre, acababapor someterse a todo, y se dej caer en el sof, que gi-mi al recibir el liviano peso del desesperada.estudiante.Luegc.^uando se fueron la doncella y los mozos que

    le llevaron el equipaje, cerr la puerta y, al sentir esacU>lorosa impresin de soledad, abandono y aislamiento

  • LA CASA DB LA TROTA 11

    que producen los cuartos fros y hostiles de las fondas,fuese al balcn, lo abri y asomse.Daba a una calle estrecha y corta. Pareca que la

    casa de enfrente poda tocarse con slo alargar el brazo.

    En realidad no le faltaba mucho. Segua lloviendo. Una'grgola vomitaba violentamente sobre la calle un enor-me chorro de agua, que bata con fuerza en las losas,produciendo un ruido montono y triste. El reloj de lacercana catedral dej caer lentas, sonoras y graves ochocampanadas sobre el tedio de la ciudad. Son cerca unacampanilla, tintineando lgubremente, y parse en \desquina un hombretn envuelto en una amplia ho-palanda.

    Hermanos!grit con pavoroso acento . Recenun Padrenuestro por el alma de Don Alonso de Fonse-ca, bienhechor de la ciudad! ''^^^

    Y de ms lejos lleg una dolorida voz femenina quelanzaba, con unas cadencias largas y tristes, un pregnque ms pareca quejido angustioso:Qu-eeen queeere ooostraaaaas?...Gerardo cerr de golpe la vidriera, se arroj de bru-

    ces en Id cama y rompi a llorar como un chiquillo.

    Despus de cenar ligeramente y solo en un extremode la larga mesa redonda>, para evitar la vecindad deunos viajantes que alborotaban en el otro, nuestro mu-chachcV'sinti el horror de la soledad y la inaccin, p-sose el impermeable y sali a dar una vufUa^A los pocospasos encontr una calle con soportales y metise bajoellos. Por all alborotaban algunos estudiantes y pasea-

  • 18 A. pBwi KB
  • LA OASk DB LA TROTA 19

    drileos decidieran exornar peludamente los respectivoslabios superiores.

    Caf, no...? Solo?Con leche.Muy bien. Ron o coac...? Viene en seguida.El pensamidT.to del joven vol hasta Fornos, su Per-

    nos, en donde a aquella hora estaran, como de costum-bre, sus amigos disponindose a la cotidiana correranocturna. De lo hondo de su pecho escapse un suspiroy de nuevo acometironle deseos de llorar. Le contuvola presencia del camarero que trajo el servicio, llen la

    taza del estudiante y se qued en pie junto a la mesa,mirndole.Qu espera usted?le dijo Gerardo.A que usted me preguntecontest desenvuelto

    el otro . Usted es forastero, de M?drd; viene ahora porprimera vez a Santiago; no conoc aqu a nadie; quiereenterarse de muchas cosas, porque est aburrido, e inte-rroga a Rafael qne lo sabe todo.

    Pues Rafael se equivoca contest Gerardo condesabrimiento, que corrgi en seguida, al mozo psic-logo conocedor del corazn forastero. Ni yo deseohablar, ni enterarme de nada, ni me interesa lo que pue-da ocurrir en este pueblo... Pero, por dnde sabe ustedque no conozco aqu a nadie, que soy de Madrid......Estudiante de Derecho y que est muy contrariado

    porque le han hecho venir a Santiago a la fuerza? Puesmire usted, seorito, lo ltimo se lo he conocido en elmal humor con que me ha hablado; lo de ser niadrileo,en que toma el caf con leche; lo de estudianteSde Dere-cho, en que viste usted elegantemente (los de Medicina

    f Paimacia no se le preocupan tanto de estas cosas: le

  • 20 A. PREZ LUatN

    son ms descuidados... por regla general, eh? Tambinle estudian ms). Y lo otro se le conoce a usted, qu syo?, en el aire, en el hablar...

    Digamos en honor del perspicaz camarero, que a lahora de la noche en que asi hablaba an no nacieranuestro preclaro amigo el seor Sherlock Holnies, o porlo menos no haba llegado a Rafael la participacin del

    natalicio.

    Usted ha estado en Madrid?interrog Gerardo

    .

    No, seor; pero un ao de estos, antes de llegar a

    viejo, le he de ir all a correrla unos das... Y eso quepor ac tambin se le corre... Y ms bien...Aqu?

    pregunt el estudiante asombrado.E logo! Se extraa usted, claro est. A todos les

    ocurre lo mismo cuando vienen por primera vez. Pien-san que en Santiago no es posible divertirse.

    Con la lluvia, las calles a obscuras y esta tris-teza...?

    Con todo eso, seorito. Tristeza hayla, no se puedenegar; agua del cielo tambin cae ahondo; mas paraestar alegre basta con que uno tenga alegra. En te-

    niendo el cuerpo contento se re uno, as estn las pie-

    dras de la Catedral negras de un mes de lluvia... En

    cuanto a la obscuridad de las calles, hale de parecer muybien cuando lleve aqu una temporadia y se arme su

    choyo con alguna rapaza. Eso de los faroles apagados,

    e es cosa de un concejal que conoca bien el pueblo ylas conveniencias de los hombres; sobre todo de las

    personas serias.

    Y llueve siempre como hoy?Mucho ms. Lo de hoy no le es nada: un orballo.Es verdad que dura muchos das el agasff

  • tJk GASA OB LA TROTA 21

    jAy, le hay veces que se le pasa un mes lloviendoY algunas, ms. Pero Hon pase pena; !os primeros dasestar usted mal; luego se acostumbrar usted y...Nunca!Boh! Es usted un rapaz y de rapaz se le hace uno

    pronto a todo.

    Comenzaron a llegar estudiantes, que saludaban sRafael con efusivos apretones de manos, gritos y alboro-tados ademanes.

    Salve, divino Rafael, camarero sin par. Providen-cia de estudiantes desvalidos!Boas noites, Rafaelio bueno; srvenos sin miedo

    que hoy pagamos.Algunos gritaron al sentarse a los del ajedrez:Ey, vosotros! Esa partida es la misma que esta-

    bais jugando en Junio, cuando nos fuirnos?Otros rodearon a los del domin, los cuatro jugado-

    res ms fuertes de la localidad, mezclando sus voces alas de ellos.Un hombre viejo, cojo y casi ciego, cubierto con un

    mugriento sombrero de alas anchas y abrigado con laclsica capa de paja de los paisanos gallegos, entr conun fajo de pr()dicos bajo el brazo, golpeando el suelocon un temeroso garrote y pregonando con voz aguar-dentosa:

    El Cicln! El Caf con jotas! !m Jsela de Ja-lisia! con los ltimos partes de Madrs y de Barselo-mi Las Dominicales del Libre Pensamiento semanal deMadrisl...

    iCatropallas!\e gion los estudiantes . Vivael claro!

    iide a estudiar, granujas! Canalla!

  • 22 A. PRSZ LUON

    Catropallas, ayer vironte jugando al tute con trescannigos.Meigas fora! E a ti confundironte c' un heme.

    Mira qu cousas!Dame El Siglo Futuro, Catropallas.Un rayo que te parta darae yo! Famento! Sin

    vergenza! Carcunda! Viva la nia! Las Domni-calesl

    Gerardo compr un peridico local cualquiera; unade esas ingenuas hojitas provincianas, a las que van ma-tando, implacables, los grandes peridicos a la moder-na, impresas en abultados caracteres del 9 y del 10, lle-nas de erratas y mediadas de noticias de la minsculavida local. Ayer han sido pintados de verde los bancosde la Alameda. Desde maana la campana gorda de laCatedral dar el toque de nimas a las ocho de la no-che; gacetillas que tienen para nuestro aburrido madri-

    leismo un sabor arcdico que nos encanta y hastanos conmueve evocando figuras familiares del melanc-lico cuadro pueblerino de nuestra juventud: Los milita-res retirados, que pasean lentamente por uno de losandenes laterales de la Alameda de los bancos recinpintados, hablando de la injusticia de tales recompen-

    sas del ao de la Nana; los cannigos, que flamean,

    orondos, sus sotanas por el andn ms soleado y res-guardado del viento Norte, charlando de intrigas y fa-vores; los catedrticos, enchisterados y solemnes, discu-

    rriendo sobre poltica por el paseo central, por dondetambin ambujan, no menos enchister|idos y todavams solmne5^ los seores de la Audiencia y el juez,guardando el mismo rigor de puestos que si estuviesenen sala y hablando, como i^'^ retirados, de la injusticia

  • .\ CASA DH liA TKOYA

    de los ascenses, de intrigas como los cannigos, y depoltica \o mismo que los catedrticos.Gerardo desde las noticias locales qne no le de-

    can nada y psose a recorrer los tele^ramns, enfrascn-dose en la lectura de unas declaraciones del presidente

    del Consejo, que no entendi, pero que le interesaronslo por estar hechas en Madrid.

    El caf fuese poblando de gritos y carcajadas. Losrecin venidos eran llamados de cincuenta sitios para

    saludarles. De unas a otras mesas cruzbanse pregun-tas, chistes, bienvenidas, advertencias y pronsticos so-

    bre el ao escolar que se haba inaugurado solemne-mente aquella maana.

    Dicen que Ramiro est ms fiero que nunca.Boh! Al lado de Vrela, una malva.El que no vendr hasta ltimos de curso es Maxi-

    mino. Te va a Madrid de juez de oposiciones.Maldita sea! Tambin tenemos buena suerte! Inda

    si se llevasen a Romero... Y quin le sustituye?Cagarolas.

    Estuviste en el Infernio?

    Ay, y t te piensas que me voy a estar leyendo la

    misma novela toda la vida? Hay que variar, santino.este ao voy poner los puntos a la Roxia de los

    Laureles que me haca cara el pasado.

    A Gerardo molestbale tanto ruido, y llam al cama-lero para pagarle.

    Ya sabe usted, seorito, cuando necesite alguna isa, aqu tiene a Rafael que es bueno como el pan, ser- jqcial a>nio l solo y til para todo. *^

    M salir, nuestro amigo c^oc con un estudiante qgt^^

  • 24 A. PRBZ LVQtH

    O oentraba; un sujfito alto, cetrino, de cara redoiMb, perabiosamente rizado y ofillos vivos.Usted perdonedijo el que sala.Es usted estudiante?pregunt el que entraba.S, seor.

    Pues dispensa, chico.

    Sin duda el rapaz era muy popular entre sus compa-eros, porque desde la puerta oy Gerardo cmo los delcaf ic reciban con grandes muestras de cario y alegra.

    Madeira! Madeira!

    gritaron jubilosos en diez si-tios, mientras que en otros diez, y son veinte, pregu

    ron ahuecando cmicamente la voz: Madeirial,cundo subes en el globo?

    Era una broma que tradicionalmente gastaban ai estu-diante, quien, algunas veces, enfurrubase al oira, sinque ni l ni los otros ni el demonio que la invent su-piesen lo que significaba.

    Qu hay, canalla?contestaba Madeira repartien-do abrazos y apretones de manos. Rafael!, Rafael!Ven ac, fnix de ios camareros, que Madeira trae di-nero fresco y va a pagarte. Enfticamente: Qu tedebo?Y qu prisa le corre?Ah!, pues si t no la tienes, yo tampoco. Lo

    dejaremos para el ano que viene y ser ms larga lacuenta.

    No me sea tan pronto, hom! Le era un cumplido.Pues con el dinero no se debe de andar con finu-

    ras. Qu te debo?Diez y nueve pesos y ms dos pesetas.jLadrnl jOuardias! Os paKCC? Diez y nueve du*

    ros de cafs!

  • LA CASA DB LA TtSOVA 29

    Ay, no, seor. De cafs le son siete duros y ochereales. Ciento cuarenta y ocho cafs. Lo otro le son sa-blazos.

    Toma y calla, matemtico, que el de la cuenta dela vela era un coitadio a tu lado. Y ah tienes esosotros pesos de propina.Muchas gracias, seorito Madeira. Y cuando quiera

    volveremos a empezar.

    Mala centella me coma si es despus de pasadoHiaana!

    Dnde para usted este ao?En la posada de la Troya.En casa de doa Generosa? Arrenegote demo!

    Usted era el nico que faltaba all.Un sereno de andar perezoso, envuelto en un carrik

    pardo, con el sombrero de anchas alas hundido hasta elcogote y la alabarda bajo el brazo, pas por la Ra cho-cleando los zuecos y cantando !a hora con voz tarda ytriste:

    Ave Mara Pursima! Las diez y media! Y llo-viendo!

    Aquella noche so Gerardo que se haba muerto detristeza y le llevaban a enterrar procesionalmente porunas calles estrechsimas, pobladas de furiosos jugado-res de domin. Delante del fretro, que era la campanadel reloj de la Catrdral, marchaban bailando alegremen-te Rafael y Madeira cogidos del brazo y cobijados bajoun enorme paraguas rojo. De vez en cuando parbanse

    y daban una gran voz:Hermanos! Aqu llevamos a don Alonso de Fon-

    dea! Muri de uaa indigestin de agual

  • 26 A. FKHZ L(l^

    Y una interminable fila de serenos, que, capitaneadapor Catropallas, segua detrs de la campana, contesta-ba entonando un extrao y tristsimo versralo de unmiserere absurdo: cQueeeecn queeeeere oooostraaaas?...

  • nLos claustros de la Universidad estaban animadsi-

    mos aquella maana, primera del curso acadmico. For-mando corrillos al pie de las columnas, sentados en losbancos de piedra que hay a lo largo de las paredes o

    paseando por el claustro o el patio, charlaban alegre-

    mente los estudiantes. A la puerta del aula destinada alas clases del primer ao agrupbanse, un poco asusta-dos, los novatos, formando peas por provinciaslasviejas amistades del Instituto-observando con cierto en-vidioso respeto a los escolares de los otros cursos, sobretodo a los de segundo ao a quienes tomaban por alum-nos de ltimo, segn el despectivo aire de superioridadcon que los miraban. Los catedrticos eran saludadoscon cumplidos sombrerazos a! pasar camino del cuartode profesores, donde, hasta que sonaba la hora de po-nerse la toga se reunan, segn la filiacin poltico-uni-versitaria de cada cual, en grupos que se miraban sosla-yadamente con recalo.

    Sobre Rivas, el bedel, caan infinidad de preguntas alas cuales contestaba secamente, dndose un tono atroz,con el que sin duda quera sostener una superioridadnecesaria para conservar el orden, que all nunca pensnadie alterar.A Rivas se dirigi Gerardo cuando, no sin hacerse

    gran violencia, estuvo dentro de aquel edificio, que, conla prontitud que tena para definir las coss a la primera

  • A. PRBZ L.OM

    ojeada, calific, desde luego, de feo y antiptico case-rn negro, no obstante la severa y grata sencillez de sutraza al gusto neoclsico, que posteriores, antiestticas ydisparatadas reformas han estropeado. Y todava caus-le peor impresin el claustro, a pesar de la gracia y laelegancia, que no pudo menos de reconocerle. Peroaquellos intercolumnios abiertos a todas las inclemen-cias del tiempo!...

    Claustros de la Universidad madrilea!...Cierto que, por lo obscuros, angostos y mal olientes,

    antes parecan pasillo de casa de huspedes barata quelugar adecuado para recibir el chorrito de ciencia coti-diano que la sabidura oficial regala a la juventud uni-versitaria; pero ai menos all no entraba la lluvia ni el

    fro como en estos otros, a la sazn iluminados por laluz triste del sol de Compostela...

    Vaya, que la alegra, la luz y las modistillas, sobre

    todo las modistillas, de aquella calle Ancha de San Ber-nardo!...

    Y qu decir de la abominacin de este patio embal-dosado, con el horror de su mitad privada siempre desol completamente cubierta de verdn, sobre el cual al-gunos atrevidos diablillos lanzbanse a patinar, hacien-do oposiciones a una fractura de huesos, que la bondadosa Providencia dejaba reducida a fuertes culadas, pro-vocadoras de estruendosas risas, gritos y silbidos?Dnde se dan las clases de quinto ao?-pregunt

    Gerardo al bedel.-Es usted alumno?interrog a su vez Rivas, se-

    gBn la costumbre gallega de contestar a una preguntacon otra.

    S, seor.

  • IA CASA DBl LA TROTA

    Y nuevo aqu, ya !o veoreplic el clarividentefuncionario . Pues para ia priaie! a clase Hega usted tar-

    de. ndese con ojo, porque don Adolfo no perdona lasfaltas. Ahora van ustedes a entrar con don Servandoall en el cinco, despus con el seor Pea y luego enel cuatro con don Angelito Pintos.De modo que no hay clase por la tarde?No, seor. Aqu no le es costumbre; todas se dan

    por la maana. Comienzan a las ocho y a las dos lie-mos concluido. Los textos puede usted verlos en eltabln.

    Clavado en una columna frente a la puerta de entra-da, el tabln de edictos, defendido por una rejilla dealambre de las atrevidas y vengativas manos estudianti-les, tena delante una porcitl ^de inquietas cabezas queimpedan ver lo que all se anunciaba a loe que ao esta-ban en primera ta.Gerardo esper pacientemente a que se aclarase el

    grupo. Junto a l hablaban Madeira y un muchachotealto y grueso, de reir fcil y cara alegre, ornada can unincipiente bigotillo castao.

    Qu cuestan en total esos mamotretos?decaMadeira.Sesenta y siete pesetas y media.Augusto, Augustio! Si t, que eres tan bueno y

    servicial, me dieses palabra de prestarme tus Kbroscuando te los pidiera en Mayo, te lo agradecera la mar,quedbame con esos trece pesos, que me hacen muchsi-ma falta, y ahora nos iramos a casa de las Crechas a co-mernos los otros diez reales de costilletas y ostras.Non, JVlStleiriHa, non; q>ue luego me los pierdes o

    tos empeas, carao rae feictste el o pasado coa el Pe-

  • nal y me ve negro para estudiar a &i e curso, ^mqu no os [unais los de la posada y cotspiiis, e^re to-dos, los libros?

    Vai boa! Para que luego le d por estudiar a esebelitre de Boullosa, se los lleve a su cuarto y no los vol-vamos a ver ms?Pero si t no estudias nunca, para qu quieres los

    libros?

    Ay, no estudiar, pero me aprueban, que es de loque se trata.

    Augusto ya no le prestaba aten;in. Haba odo pre-guntar algo al estudiante nuevo, y apresurbase a daclecuantas explicaciones peda y algunas ms. Augusto eraun buen muchacho con dos manas: la de ser ^ a todoel mundo, y la de hacerse amigo de cuanto forastero lle-gaba a Santiago apenas pisaba la ciudad y antes de queninguna otra persona se le acercase. Particularmentetratndose de gente de Qucreno para all, conforme seva a Madrid, el hacer cenocimieiito con eHa constituapara Augusto una knperiosa necesidad, irresistible si dforastero era cortesano.

    No pasaba por Compostela cmico, artista, militar opersona de viso de quien el oficioso muchacho no se hi-ciese amigo en seguida. As dispsose a amistar inme-diatamente con el estudiante nuevo, en quien su certero

    instinto adivin un madrileo; mas Gerardo, despusdeagradecer las noticias con un cumplido y una cortesa,se fu a pasear solo por el claustro, tratando de distraer-

    se con la lectura^e los vtores que sobr? Jas puertas de

    las aulas proclaman los irritos de algunos hijos tfais&8de 'a Univrsiiiad,

    ^n es ese tipe^, AiieusHfto?

  • LA CASA> &A TSOTA 31

    Pues no lo s todava, Madeira. Debe de ser com-paero airestro. Pero no tiene nada de tipo>contes-

    t el otro, pronto ya a defender al forastero. Vosotros,

    es sabido, en cuanto un estudiante viste bien y va lim-

    pio, le declaris tipo y lo aislis, y despus sufrs chas-cos como el que os dio Manolo Casas que, con toda suelegancia y pulcritud y su famoso chaqu ribeteado, re-sult ms punto que todos vosotros... Pero, ahora queme fijo: isi t vienes tambin hecho un prodigio de ele-gancia! Anda, anda! Ni una arruga; ni una mancha; to-dos los botones... Madeiria! Cundo subes en glo-bo? Qu es^eso?Hombre!, esto es que ya hemos entrado en la for-

    malidad del quinto ao y...Maddra, no mientas. En esa elegancia tuya hay

    otra cosa. "-'

    jCaramba!, wa a ser necesario contrtelo todo...jLuisa!Es verdad; tu novia de Vigo. Sigues?Hasta el final, que va a ser un matrimonio como

    una casa en cuanto acabe, haga oposiciones a cualquiercosa, y Heve plaza... Y si me apuran, que s me apurarn,antes, en cuanto me licencie. Es una cosa absurda Ma-deira enamorado, verdad? Yo, que nunca quise des-cender a esas tonteras de los noviazgos, que me pare-can ridculos!... Bueno, pues Madeira est brutalmente,estpidamente enamorado. No se lo digas a nadie; peroestoy loco. De estas cosas slo se puede habla^aqufcontigo, Augustio, porque eres la nica persona capazde oir sin impacientarse el relato de un enamorado... Yes que a ti, grandsimo ladrn, por tu aficin a leer noJvelas te gusta oir estas historias.

  • 32 A. VKKZ LUOtM

    No. Es que me hago cargo y tengo paciencia... Tam-bin te dir que hay historias de estas que son muy bo-nitas. Novelas vivas... Pero all va do!i Servando caminode clase. Menos ma!, que ste nos echar en seguida.

    iQu aburridos los primeros d.qs de curso!Quieres que te conf^c una cosa, Madeira? Y los

    otros!

    Entraron en el aula. Don Servando examinaba a losestudiantes, curioso y sonriente, con sus ojos burlonesguarecidos tras ios quevedos, mientras sus dedos juga.ban con la mosca, que daba carcter a su rostro. Porexcepcin habase vestido de toga aquei da. Don Ser-vando era un hombre original, un tipo aparte en aquelClaustro de rutinarios y formulisias. Siempre iba a clase

    ai

    embozado gallardamente en'su capa, que llevaba consingular gentileza. Tena dos odios: los convencionalis-mos y las sentencias del Supremo, y una sola ocupa-cin: burlarse donosamente de cuantos escritores deDerecho caan en sus nianos, sin perdonarse a s pro-pio. Fuera de ah, y dentro tambin, era un hombrebonsimo, de mucho saber y autoridad en materia ju-rdica.

    As que todos los estudiantes estuvieron sentados, donServando psose a pasar lista. Gerardo aprovech elmomento para examinar a sus compaeros. El aula,igual a las madrileas, nada le dijo. Y el examen tampo-co. Caras juveniles, con ia salud y alegra de los pocosaos; algunos hombres formales, que estaban all untanto descentrados; vestimentas varias, cuidadas unas yabandonadas. otras, y pare usted de contar.

    Don Servando pona de vez en vez un comentariochistoso a los nombres que iba leyendo.

  • t,A CASA DB LA TROYA 3S^

    Baamonde Lpez, don Maicelino... Su to, el cura deSan Fiz de Abeleiras, me ha rogado que le haga a ustedestudiar... Bah! Ahora es usted joven. Kl estudio le escosa de hombres formales. No se deba ir al Institutohasta haber cumplido cuarenta y cinco aos... Bueno;le diremos a su to que estudia usted... Y usted no medejar quedar muy mal.Cuando lleg a nuestro hroe, Roquer yPaz(don Ge-

    rardo), todas las miradas volvironse hacia ste, que,puesto en pie, contestaba a las preguntas del profesor.

    Usted no es de esta Universidad, no? De dndeviene?... Pero sintese... si no le es comodidad estarde pie.

    He estudiado en Madrid, en Granada y en Valla-dolid.

    Ha estudiado... Por lo menos le aprobaron. Mu-cho salto ha dado usted! Yo me alegrar de que le vayamuy bien en esta pecera. Pero, bah!, usted ya sabr'nadar.

    Concluy de pasar lista, limpise los lentes con elpauelo, los mir al trasluz, gui los ojos, volvise aenquevedar, carraspe, se ri y dijo:

    Seores... yo debera pronunciarles a ustedes undiscurso florido, como estn haciendo a estas horas entoda Espaa mis insignes compaeros de profesorado...pero hace un sol muy hermoso y ustedes estn desean-do irse a pasear a la Alameda... Y yo tambin: (Unapausa; una risita.) Les he sealado de texto el Rodr-guez y Gmez, porque es el menos peorde cuantos sehan escrito para el caso, y se han escrito muchos... Peroles voy a dar a ustedes un consejo (Oir pausa y otra-risita): que no \o estudien. Ustedes, naturalmente, ya

  • A. PBBZ hQl

    estn en ello, mas al orme se han dicho. Las cosasde don Servando! Pues no, seor; no son cosas mas.Yo, entre un alumno que venga a examinarse y se que-de callado, y otro que me diga muy bien, muy bien ellibro de texto, doy sobresaliente a aqul y suspendo aste... Deca usted algo?- dirigindose a Gerardo. No, seor; nada.

    Pero lo piensa usted. Y se equivoca. Yo suspendoal uno y apruebo al otro, porque el que no ha estudiadoeso est en disposicin de aprender la asignatura cuandoquiera, mientras que el otro se ha metido en la cabezauna de broza jurdica que le imposibilita para saberMercantil en todos los das de su vida. Je, je! Vayanustedes con Dios. Hasta maana.Qu leccin traemos? le pregunt un peloti-

    llero.

    Cualquiera contest riendo el pintoresco pro-fesor.

    Le es un pavero este don Servandodijo Augusto aRoquer, con quien hbilmente emparej al salir. Y lamar de bueno. No pregunta nunca la leccin y apruebaa todos. Usted es madrileo, verdad? Le somos pai-sanos.

    Usted es tambin de Madrid? pregunt Gerardoa quien la razn de paisanaje humaniz un poco . Nose le conoce.

    S; se me ha pegado el acento gallego. Le es tandulce el ladrn! Y, adems, llevo en Santiago siete aos.Vine a los trece, cuando destinaron aqu a mi padre, dejefe de fa zona, al ascender a coronel... Vngase a paseara la Herradura hasta la hora de la otra clase. Ver quIMseo ms hermoso. Y hablaremos de Madrid. Es de-

  • LA OASA DB LA TROTA 35

    cir, me hablar usted, porque yo, como sal de all tanjoven, en realidad slo conozco las calles... Pero leestoy muy enterado de aquella vida, no crea usted...Por los peridicos y las novelas, claro. Yo leo mucho,sabe?

    iban caminando por la angosta calle de la Calderera,a la sazn concurridsima de aldeanas, que llenaban elaire con sus gritos, regateando desde la puerta de loscomercios, en una astuta amenaza de marcha, las mer-cancas que los de dentro les iban rebajando patacn apatacn en una lucha desesperada por la cadelia.

    La impresin angustiosa de estrechez, de ahogo querecibiera Gerardo la vspera en su breve trnsito por laciudad, acentubase al cruzar estas ras, cuyas casas pa-reca que iban a lanzarse unas contra otras para aplas-tar al malaventurado transente.

    Las puertas de los comercios, orladas de chillonastelas y pauelos de colorines, ante las que siempre ha-ba un grupo de paisanas manoseando los gneros, po-nan, segn Roquer, antes que una nota alegre, una pin-celada de dolor en la tristeza ambiente con la ironagaya de aquellos alborotados pauelos amarillos, rojosy verdes.

    Est usted a gusto aqu?~pregunt Gerardo a supaisano.

    Hombre! Yo le estoy deseando volver all. Aqu,la verdad, me ahogo.Lo creo.Pero mis padres se encuentran muy a gusto en San-

    tiago.

    on de aqu?- Mi madre come s lo fuese, porque es de Padrn

  • 36 A. PRRZ LOtN

    un pueblecito precioso que hay a tres leguas de Santia-go; pero mi padre, que es e! ms agarrado a estas pie-dras, le es madrileo, como yo Y no hay quien le sa-que de aqul

    Despus, Augusto psose a contar cosas de la Uni-versidad. Le era una casa especial, patrimonio de unascuantas familias, como la poltica. Un padre catedrtico,tena un hijo catedrtico tambin y, por si era poco, unyerno auxiliar. El decano, cuado del profesor de Ha-cienda, tena un sobrino empleado en la secretara. Yas casi todos. All no poda haber profesores de fuera.Augusto ignoraba cmo suceda, mas era el caso queen seguidita se iban a otra Universidad, y la ctedraacababa por ser para un indgena, las ms de las veceshijo, sobrino o nieto de alguien.

    Haban llegado a la Herradura, que era y es, graciasa Dios, un delicioso paseo, mirador de una pintorescaserie de bellos panoramas que van desarrollndose,conforme por l se avanza, a manera de variada cintacinematogrfica.

    Primero es una calle que se va hundiendo segn seeleva el paseo circundando en toda su vuelta la vigorosarobleda de Santa Susana. Luego surge en el fondo delcuadro la ciudad, que extiende, como una araa, suslargas patas por los arrabales. Por cima de todo, con elAyuntamiento a sus pies, se alzan dominadoras, simb-licas, sobre los dems edificios, como un seor sobre susvasallos, las airosas torres de la catedral. Al lado, el se-minario, con sus cientos de ventanas, ocupando^oron-damente.^nedia ciudad, y junto a l, el convento defranciscanos, escondiendo silenciosa y humildemente enuna hondonada la feracidad de su enorme huerta, por

  • donde pulu'an unos hbitos pardos .^uc hcr l. alsol el acero de sus azadones que b-'n v !. mp ihce-i*antemnc. Ms lejos, all abaj! r>om-posamente nominado ro, el enorme tuariel, ajeiijue decuatro nmeros y un cabo. Aqu y all, agrupadas alre-dedor de la catedral, del seminario y del convento, lascasas de la ciudad, enjalbegadas a!u;unas de un blancosucio, mostrando las ms la obscuridad de sus sillaresY asomando por todas partes sub campanarios o susveietas las torres de cien iglesias que difunden por lapobhcin el repiqueteo de sus campanas mezclado alestallido de unos cohetes con que todos los das feste-jan en alguna de ellas a cualquier santo.

    All estaba la odiosa, envuelta en su manto de triste-za, con sus piedras negruzcas, sus tejados cubiertos deverdn y humeantes de humedad, sus calles angostas ysombras y el aburrimiento de su minscula y montonavida provinciana, sujeta al enojo de mil molestos rr.ira-mientos e insoportables etiqueteras.Ocho meses! Verse obligado a permanecer all ocho

    meses!...

    La humildad de los barrios de San Lorenzo y el Car-men de abajo, que se extienden al trmino de la ciudadentre maizales y robledas, parecile a Gerardo cobar-da. Por qu los miserables que habitaban aquellas ca-suchas srdidas no suban viriles y justicieros a arrasarla poblacin, empezando por la Universidad?

    Al avanzar por el paseo, cerr el paso fl sus miradas,,ansiosas de ms alegres perspectivas, la descarnada^ole del cercano monte Pedroso, que se alza^^agresivacortando el horizonte, como si la hubieran puesto alHpara impedir el vuelo al pensamiento. La irritacin de

  • 38 A. tVRZ Luom

    Gerardo contra la ciudad, contra sus habitantes y con-tra su sombra negra que alH le haba llevado, lleg en-tonces al colmo... Pero cuando, ms adelante, le hizoAugusto sentarse en un banco, y pase el tedio de susmiradas por la belleza de los campos del camino deNoya, posronse despus sus ojos en la asombrosahuerta del Manicomio de Conjo, siguieron luego unaperegrinacin de delicias por la carretera de Ponteve-dra, y ms tarde fueron a detenerse en los tupidos pina-res del Castieirio, que una mano aleve ha talado noha mucho, su espritu serense poco a poco, y la ira,que volviera a poseerle, fuese h^ocando en una mansamelancola, muy a tono con la del paisaje.Qu hermoso es todo esto!exclam Augusto des-

    pus de un largo rato de silencio, deleitndose en lacontemplacin de aquella gloria.Gerardo confes de buen grado que, efectivamente,

    era muy bonito y, por primera vez desde su salida de laCorte, no ech de menos ningn rincn madrileo. Nilas Ventas, ni la Cuesta de las Perdices, ni siquiera elmerendero de Juan en la Bombi con sus organillos, sugente de pro y sus modistillas bailarinas; pero, siemprenostlgico, pregunt a su acompaante:Cul de las carreteras que desde aqu se ven es la

    de Madrid?Ninguna va directamente. Me parece que se llega

    ms pronto por t\ Hrreo, la carretera de Orense. Yopaseo mucho por ella cuando me entra la morria deMadrid. Y me doy cada caminata! A lo mejor ando unalegua. Ya ve usted, con mi humanidad... Pero voy agusto porque me parece que as me acerco a mi pueblo.

    Lo malo es la vuelta. El cansancio, naturalmente. Y

  • LA PASA D IiA TBOYA ^

    ms que el cansancio, la rabia de no poder seguir.Quiere usted que paseemos por all esta tarde?No. Perdneme usted... Yo le agradezco mucho

    sus atenciones; pero mi estado de nimo hace de m unmal compaero. Cuando me haya sosegado, segura-mente seremos muy buenos amigos. Ahora no soy due-o de m. Me siento invadido por una profunda triste-za. Deseo estar solo. Me he dejado en Madrid la vida.Caramba! amigo mo, si lo mejor para combatir la

    tristeza es la gente. Pero bahl eso le es cosa de los pri-meros das. A todos los que vienen a Santiago por pri-mera vez les ocurre lo mismo. Luego ya ver ustedcmo acaba por acostumbrarse. Despus de todo,sabiendo arreglrselas, aqu no se le pasa del todomal.

    Tambin ste? Eso les sucedera a ellos, espritusvulgares que slo haban visto el mundo en los panora-mas, pero l, que haba gozado la vida en las deliciasdel Capua que se extiende entre Carabanchel y Cani-Ilejas?...

    Madeira pas bromeando con unos com paneros.Eh! Augusto, Roquer! grit a ios del banco.

    A clase! Que es la hora de Pea.Encaminronse al casern negro, como le llamaba

    Gerardo. Por el camino, Augusto pregunt a su nuevoamigo por las cosas y personas de mayor circulacinen los peridicos madrileos. Echegaray, eh?, Cnovasdel Castillo eh?, la Montes, Qayarre eh?, MorenoNieto, Zorrilla eh?. Palacio Valds eh?, don PedroAntonio Alarcn eh?. Calvo, Vico, Prez Oaldseh?, el Emperador del Brasil, Eusebio Blasco eh?,Lagartijo, Sagasta eh?, el Congreso... Mas oh! des-

  • encanto! Aparte ia tiple, los actores y el torero, apenas

    si conoca Gerardo de vista a alguno de los otros. A C-novas y Sagasta, ni de eso. Saba vagamente que de vezert cuando era uno de ellos el presidente del Consejo, ynada ms.Pero, y luego, qu haca usted en Madrid? Divertirme.

    Al llegar a la Universidad encontraron a los estudian-tes en la puerta. Sentados unos en la escalinata, encara-mados otros a las pequeas pirmides que ornaban iaescalera, y en pie los dems diriganse todos con granbulla, aplaudiendo y gritando, a un escolar de mnimaestatura que estaba a la cabeza de un grupo de rapacesen uno de los vanos que flanquean la puerta dd despa-cho de sabidura.Otra vez, Nietio! Anda, Nietifiol le gritaban.Algunos muchachos vinieron hacia Augusto.No sabes? Ese pavero de Nietio ha sacado una

    cancin muy graciosa y la han cantado esos. Te es unvolante!

    S, ya s. Me la ha enseado anoche. Voy all.Con su permiso, Roquer.

    Subi ligero a mezclarse con los del vano, y alzandocon ellos su hermosa voz de tenor cantaron, dirigidospor Nietio, entre el ruidoso regocijo de la facultad ylas risotadas de las muchachas que se asomaban gozosasa las ventanas de las casas vecinas, una rausiquita arbi-traria al servicio de una letra absurda. Piraero, piano,piano, unos compases lnguidos que prometan unacancin sentimental, y de pronto una explosin:

  • LA 0A8A DB LA TROTA 41

    Tres perros grandescomponen un realy un perro chico...

    Para tres chiquitascapital

    capital

    ,

    capital

    Capital bonito...

    Todos los estudiantes repitieron a coro:

    Tres perros grandes...componen un realy un perro chico...

    a tiempo quc; Rivas, el bedel, apareca en la puerta dela Universidad y se desgaitaba gritando sin que nadiele hiciese caso:

    Seores, a clase! Que estn esperando los profe-sores!... Seores!... Los profesores! A clase!... Seo-

    res!... Ay, vayan o demo!V et3se para dentro tarareando:

    Tres perros grandes...

  • III

    Al tercer da de curso Gerardo dej de asistir a laUniversidad. Sus murrias iban en aumento. Hua de la^ente. Levantbase al medio da, y a veces ms tarde.Coma solo en su cuarto. Se iba en seguida al caf delSiglo, donde apuraba su taza de achicorias leyendo losperidicos de Madrid, y, antes de que comenzasen a lle-

    gar los estudiantes, marchbase de paseo.Hace usted mal en escapar as de la gente, don

    Gerardodecale Rafael, Acabar por caer enfermo.Mas el estudiante no le haca caso y se iba a pasear

    por el Hrreo. Placale la soledad de aquella carretera,en donde no encontraba ms que aldeanos, que le saluda-ban respetuosamente, con la tradicional cortesa gallega.Buenas tardes le dea Dios y la Virgen.Generalmente llegaba hasta Santa Lucia o ms lejos.

    Se haba hecho un formidable andarn. Desde que vol-va la espalda a Santiago, su espritu serenbase y des-cansaba en la muelle blandura de aquellos campos siem-pre verdes. Al regreso acostumbraba a sentarse en unpretil del puente Pedrina, no tanto para dar a sus pier-

    nas descanso como para retrasar su entrada en la ciudad,que cada vez antojbasele ms odiosa.

    Senta un ansia enorme de Madrid; de todo Madrid,sin particularizar preferencias. Anhelaba imperiosamen-te encontrarse en l. Esto era ledo. Lo dems, ciudad,tmlgos. diversiones, basta la misma Manilas, cuyo re-

  • uA. PASA DB LA TROTA 43

    cuerdo era en otros momentos una herida manando san-gre, ofrecansele al deseo juntos en confusa indetermi-nacin.Por las noches encerrbase el estudiante en su cuarto

    y se daba unos tremendos atracones de lectura hasta lamadrugada. El librero Qal haba encontrado en l unexcelente comprador de todas las madrileeras que lle-gaban a su tienda en forma de novelas, peridicos satri-cos y taurinos, romances de chulera y otras manifesta-ciones, ms o menos literarias, de anloga ndole, leaechada al fuego de la desesperacin del malaventuradorapaz.

    Una noche, despus de cenar, ocurrisele a Gerardoescribir a sus amigos cortesanos contndoles sus cuitas;pero, ya ante el papel y con la pluma en el aire, detvo-le una tremenda duda. A quin dirigir la carta? Y des-pus de revistar bien a todos sus compaeros de viviralegre, vino a encontrar que no encontr ninguno concorazn para comprenderle y no rerse con el cuento desus desdichas.

    Por aquellos das experiment otra contrariedad. Unatarde hallse con que otras personas usufructuaban tam-bin su carretera. Primero fu un hombre joven comode treinta y tantos aos, de aspecto seoril, buena esta-tura, barba negra y cierto descuido, aunque no suciedaden el vestir, que caminaba despreocupado de todo, conlos ojos en las nubes, como un soador, y a quien, a lavuelta, sola encontrar borracho perdido, dando traspisy cantando invariablemente, con voz ronca pero conbuen estilo, la frase incitante con que en la pera deMaasenet vence Manon, en San Sulpicio, la resistenciade! caballero Des Grcux:

  • 44 A. pfriflz i,arBi

    La ua non e la mano che mi tocca...?

    Adems del soador, dio en pasear por el Hrreo uncabaero de avanzada edad y militar aspecto, pobladobigote y larga perilla blancos, que se apoyaba en el bra-3:0 de una gentil seorita de porte distinguido, alta, es-belta, de profusa cabellera de color castao, cara redon-da y sonrosada como una Virgen de Rafael, divina bocade finos labios y nacarinos dientes, nariz aguilea, ygrandes, dulces y extraos ojos dorados, a la cual Qe-rardo, con aquel su enjuiciar rpido y seguro, calificdesdeosamente desde el primei* momento de antipti-ca, y, ay!, p^ra no ocultar nada, de cursi! Todo lo peorque se puede decir de una mujer sin faltar a aquellosreS'.etos que un hombre digno debe a las personas delotro sexo.

    El viejo y la joven, padre e hija indudablemente,vestan de luto, que ia muchacha haba comenzado aaliviar con algunos adornos blancos en el traje y som-brero.

    La primera tarde que los vi Gerardo vinieron a sen-tarse frente a l en el Puente Pedria. Al anciano pla-

    cale el paisaje que cierra el viaducto de Cornes y pas-base largo rato sealando a su hija las bellezas del valle-cilio que cant la divina Rosala.

    Antr'as pedras, alelixes;antr'os toxos, campanillas;por antr'os musgos, violas;

    regos por antr'as curtias.

    Ro abaixo est o muio.

    Rio arriba on ro abaixotoo e calma n'a campa.

  • LA CASA DB LA TROYA 45

    A Gerardo le molest extraordinariamente la presen-cia de los nuevos paseantes y, al encontrarlos, apresura-ba el paso para perderlos pronto de vista. Singularmenteel caballero y la seorita le crispaban los nervios.

    Cierta tarde en que el madrileo, ms triste que deordinario, hallbase sin ganas de andar, sentse en elpretil, abismado en sus pensamientos. Tan abstradoque no vio sentados en su sitio de costumbre al anciano

    y a la seorita antiptica, ni se hubiese enterado de supresencia a no despertarle de sus cavilaciones la plai-dera voz de una mendiga vieja, toda pingajos, la falda amedia pierna, un lo de harapos en la cabeza y un paloen la mano, que le peda limosna con una cantura in-sistente.

    Seoritio: Una limosnia... Deame un ochaviopo la yalma d' os seus difuntios.Dios la amparecontestle con acrrtad el estu-

    diante.

    Seoritio!: Hgame un bien de caridad, p'o layalma d' os seus difuntos.

    Perdone! '

    Mire que lie pido con moita necesidad. Nunca sevexa com' eu me vexo.

    Gerardo volvi la cabeza sin responder. Entonces elgitano que hay en esta raza viril y astuta, humilde y alti-va, resignada y acometedora, surgi en la mendiga que,cambiando de tono y mirando alternativamente a la se-orita y al rapaz, pidi socarrona:Pois logo deamo p'o los olios meigos de esa rosi-

    fia.-Volvindose hacia la muchacha: Mrela, seor!

    Mismo ir bonita com' unha salida de sol! Ten carinade recen casadaL.. Socrrame por ela, que hei wdirrie a

  • . PBBZ LUatN

    Nosa Seora d' a Esclavitude que lies dea moita ventu-ra... Mire que parexia fan...! Ande, seor! Deanic uncan, p'o la dicha de esa poinbia (1) branca com' a nevy roxiwa com' aquelas nubes que vanse por al c'o sol,que U' guapa e boa e han de ser vosledes moi felices...E logo! unlia rapacia tan bonita non val unlia limos-nia, anque solo sea un can jordo, pra vellia que nono pode janar?Gerardo era, sobre todas las cosas, un muchacho ga-

    lante y corts a quien la vida de juerga no haba hechoolvidar su condicin seoril. Socorri con largueza a lapedigea, en atencin a la valedora que invocaba y, porun movimiento natural, mir a la joven y vio, o se figu-r ver, que enrojeca, a tiempo que el padre fulminaba ala mendiga una terrible mirada que cort el viaje quehacia aquel puerto emprenda la picara con nimo, sinduda, de repetir la suerte.

    Poco despus, Gerardo levantse, y, sin preocuparsede sus vecinos de pretil, tom cuesta del Castieirioarriba y alejse maldiciendo a la mendiga. Era lo tnicoque le faltaba: que tambin le quisieran casar all. .!Para gallegas estaba su cuerpo!

    Este incidente elev su mal humor al mximo grado,y cuando, por la noche, entr en la fonda era cosa re-suelta en su nimo no volver a pisar la calle hasta quese muriese o le sacasen de la tediosa ciudad donde lavida era tan triste, las muchachas tan antipticas y lasmendigas tan entremetidas e iiupertinentes.

    Mire usted que casarse l! Y con una gallega!! Ycon una gallega de Santiago...!!!

    (1) Palomita.

  • LA OAIA DB LA TBOTA 47

    Dejse caer desesperado en un silln y se puso ahojear unas ilustraciones que acababa de enviarle Gal.De pronto, en una de ellas presntesele la Manilas enun magnfico retrato en color y a plana doble, en el cualla traidora apareca vestida... Bueno, llamar vestido a

    aquello es el colmo del eufemismo; pero como de algnmodo han de designarse las tres cuartas de tela emplea-das en la confeccin del traje que luca la tiple, en vesti-do lo dejaremos. La Maitas mostrbase all en toda suincitante belleza. Toda. No recataba ms que lo absolu-tamente necesario para que el fiscal no impidiese la cir-culacin del peridico.Qu hembra! Aquello, aquello era una mujer y no

    la seoritinga del Hrreo!blasfem el cuitado.De lo ms profundo de su corazn sinti que le suba

    a la gatganta algo que le ahogaba, y rompi en so-llozos.

    Charito!gimi con voz dolorida, clavando en laMaitas sus ojos suplicantes, que luego, de pronto, fulguraron de odio y de ira.Y con el mpetu y la vehemencia que pona en todas

    sus cosas, levantse lvido, cogi el puntiagudo estileteque le serva de cortapapeles, arm con l su mano, laalz iracundo, la hizo caer violenta y vengativa... y latraidora Maitas qued atravesada de parte a parte, cla-vada en la mesa por el opulento pecho.Luego el asesino, con esa calma feroz de los grandes

    criminales, requiri unas tijeras y fu, rencorosa y sa-udo, cortando la linda cara y el cuerpo incitante de laingrata en pedacitos tan diminutos, tan diminutos que sillega a descubrtl* el suceso la justicia se hubiera vistonegra zaina para identifcar el cadver.

  • 48 A. PRRE LOfN

    Consumado el asesinato, acostse Gerardo sin cenar.Pas la noche y el siguiente da en. el lecho, febril. Alotro amaneci limpio de fiebre, mas en tal estado deabatimiento que no quiso salir a la calle. Sentse en unabutaca, de espaldas al balcn, y se dispuso a pasarse allila vida gimiendo y fumando.

    Pero a media tarde sonaron unos nudillos enrgicosen la puerta y, antes de que el desconsolado estudiantetuviese tiempo de contestar, abrise aqulla, dejandopaso a Augusto Armero, quien se detuvo un momentohacindose cargo y en seguida avanz risueo, resueltoe imperativo, tendiendo cordialmente la mano al triste.Qu rayos es esto, vamos a ver? Voy al Siglo esta

    tarde; me dice Rafael que ha sabido por un mozo de lafonda que est usted malo: me dejo el caf a medio to-mar para venir corriendo a cuidarle, porque aqu tene-mos compaerismo; llego echando el bofe, preguntoabajo, y salimos con que el caballero tiene una morriaque se cae y ha resuelto encerrarse para no ver a nadie

    y morirse de pena a los veinte aos, que digo yo que^ndr usted. Pues ea! esto se acab. No faltaba ms!Aqu no se muere nadie! Es una cosa muy molesta esode andar escotando a mediados de mes para orquesta demiserere y corona fnebre con inscripcin sentimentalen las cintas: A Gerardo Roquer, que muri de aburri-miento, sus compaeros desconsolados. Arriba, arriba!Mire usted qu da ms hermoso haceabriendo de paren par las vidrieras para dar entrada a unos amables ra-yos de solr^. lA la calle! ;,No, no. No salgocontest Gerardo; agradecido al

    afecto e inters que le mostraba el oficioso muchacho.No quiero ver a nadie.

  • LA 0A8A DB LA TKOTA 49

    Cmo que no? A todo el mundo! Usted sabe loqu' hacen^ en Amrica con los gallegos emigradoscuando se ponen malos y les entra la morria? Pues leshacen oir la gaita y es cantan canciones gallegas paraalegrarlos. Y dicen que hasta acaban por bailar. Yo nopuedo ponerme a tocar ahora la gaita para que ustedbaile, entre otras razones, porque no s; pero, si hacefalta, aprendo.

    Gerardo estrech efusivamente la mano del alegre ycarioso rapaz.

    Gracias, no insista usted. No salgo.S; sale usted porque le hace falta. Usted est enfer-

    mo y no tiene aqu familia que le cuide. Bueno, pues yola represento. Usted necesita medicina de aire, de sol,de conversacin y movimiento, y yo vengo a adminis-trrsela mandndole que salga a pasear ahora mismode parte de su padre o de su madre.No tengo madre.No? Pues de parte de su rnadre. Ande; niegese

    ahora a tomar la medicina.

    Todava resisti, aunque dbilmente el abatido joven;pero, al fin (quin poda con aquel demontre de terco?),sometise contrariado, aunque muy agradecido al inte-rs de Augusto, y as se lo dijo, elogiando su bondadde corazn. Ca!, no lo crea usted. Esto no vale nada. Como no

    tiene usted aqu otro amigo... Pero si tuviese ms,todos^hubjesen venido a verle. En Santiago, los estu-diantt" tenemos mucho compaerismo y, en cuantocualquiera est enfermo o tiene necesidad de nosotros,acudimos a l los amigos.

    Gerardo comenz a vestirse lentamente.

  • rO A. PREZ LOlM

    Deprsa, deprisa, que no le van a hacer a ustednada en la calle! Hombre!; se me ocurre una idea. Levoy a quitar a usted la morria con un piano, que, eneste caso, puede sustituir muy bien a la gaita. Le presen-tar a usted a unas rapazas muy guapas...No, eso no. Bastante es salir de paseo. Iremos

    por donde usted quiera... menos por la carretera delHrreo,Bueno; iremos por el Camino Nuevo, que es ahora,

    en invierno, el paseo de moda. Por el Hrreo slo paseala gente de luto. Si estn en el balcn, va usted a veren las Casas de Tras del Pilar unas muchachas divinas.A usted lo que le hace falta es una novia... Caramba:cunto libro tiene usted!... Me ha de prestar estas nove-las, eh? Las que no he ledo, sabe?Se las regalo a usted todas.

    Pues piense lo que quiera, pero acepto sin hacer-me rogar, porque un libro es para m el mejor regalo.Y estos peridicos ilustrados, tambin me los puedollevar?

    Todo.Chico, eres un gran rapaz. Choca esos cinco!En la puerta de la fonda encontraron a Rafael, que

    vena a visitar al enfermo, aprovechando un momento depoca concurrencia en el caf.

    No sabe cunto me alegro de encontrarle as. Loque usted necesita, seorito Roquer, aunqne diga queno, le es compaa; salir de la fonda e irse a vivir a unaposada.

    Una posada?Llaman aqu posadas a las casas de huspedes le

    explic Augusto. Rafael tiene mucha razn. En la fon-

  • tJk, OAIA DB UL TKOTA

    da, y aislado nunca desechars esa frisfeza que te con-sume y puede costarte la salud, mientras que en una po-sada, ms distrado, concluirs por recobrar el buenhumor.

    Entre lo que le dijeron por la tarde el estudiante y elcamarero, y lo que por la noche le predic Augusto, queno se separ de l hasta dejarle en casita... y llevarse depaso, en un abultado paquete, la mayor parte de su bi-blioteca, Gerardo, que estaba en un afortunado momen-to de debilidad, dejse convencer y qued resuelta sutraslacin a una posada buena, que Rafael encargse debuscar.

    Todava el estudiante, desconfiado por la incomodi-dad y sordidez de la fonda, opuso una ltima objecin.No estara peor en una casa de huspedes?Por lo que paga usted en la fonda, y aun por me-

    nos, le tienen como a un prncipe en la mejor posada.A la otra tarde les, notific el activo camarero que ha-

    ba encontrado un magnfico alojamiento. Una gran salacon una gran alcoba y una gran ventana, solo para elestudiante. Y una peseta ms barato que en la fonda!En dnde? quiso saber Augusto.En la Troya, en casa de doa Generosa Carollo.En la casa de la Troya? Va boa!

    y el obesorapaz psose a reir con todas sus ganas. Kafaelio,mismo eres o demo!Y luego, no le tengo razn?Tienes, hombre, tienes. Es la posada que hace

    falta. Figrate, Gerardo, que viven all los puntes mstraviesos de la Universidad. Verdaderos estudiantes dela tuna,- sabes? Todos rapaces de buenas familias, novayas a creer; pero unos paveros, siempre dispuestos a

  • M|2 A. rRBZ llQt

    divertirse y a jugrsela al Sol. Ya vers. Te hay ca\volante!...

    Y adems, que dona Generosa le trata muy bien asus huspedes. Couio que el que entra en su casa, allacaba la carrera. Le tiene unas manos para las natillas

    y los callos!...

    Y por qu la llaman la Troya?La Troya no es la patrona, como te figuras, sino la

    calle donde est la casa. Aqu tenemos una aficin locaa la elipsis, y cuando se trata de nombrar cualquier vade la ciudad abreviamos usando simplemente su nom-bre: La Troya, la Azabachera, el Preguntoiro, por lacalle de la Troya, la calle de la Azabachera, la calle delPreguntoiro. Como tenemos tan poco que hacer y lasdistancias son tan cortas, pues... para acortar camino yque nos quede tiempo para todo.

    La habitacin gustle a Gerardo, aunque no estaba

    puesta con lujo ni mucho menos (de gusto no hay quehablar), porque tena un algo amable que la haca sim-ptica contrastando con la hosquedad de la fonda. Ytodava, ms que la habitacin, agradle al madrileo lapaUona, una entre seora y mujer, como de sesentaaos, que sin duda haba sido guapa y se conservabafuerte.

    Doa Generosa y perdonen los rutinarios si estapatrona no se acomoda al uso y costumbre de sequedad,desabrimiento, mal corazn y peores modos, establecidode luengos aos como regla absoluta para las posaderasteatrales y romancescas, doa Generosa; digO; erasiraptica,vesta hbito del Carmen, se peinaba enbandos, calzaba unas silenciosas zapatillas de orillo y^ra cariosa sin oficiosidades ni exageraciones. Gerardo

  • tJL,OiiaA DH liA TKOTA S3

    experiment en aquel cuarto una sensacin de intimidadfamiliar que haca tiempo no haba gozado.Luego le agrad?

    preguntle Rafael cuando sa-lieron.

    S. Faltan algimas cosas para que resulte habitable;pero yo las comprar ahora, y maana al medio da to-mar posesin de mi nuevo alojamiento.Es domingo.Y qu ms da?

    Antes de dejarle instalado en su nueva casa, quierasque no, Augusto pasc a Gerardo por la ciudad duran-te toda la maana.

    Se empe en que oyese en la Catedral el antiguo ytpico canto de las chirimas, la msica primitiva e in-genua que acompaa a la procesin mitrada, que losdas de fiesta mayor recorre las naves del templo, presi-dida por el arzobispo, de pontifical, y las seis dignida-des con mitra. Hzole admirar el gigantesco boalumei-ro, y le recit cmo no? los famosos versos < de Vc-tor Hugo, sabes?:

    Tiene un ?anto Ccmpostelay el rey de los incensarios,que de nave a nave vuela.

    Le ense luego los cuatro magnficos edificios de lafamosa plaza del Hospital, que todava no haba proycctado estropear el mal gusto de acuerdo con el poco in-ters y la menor estimacin en que se tienen las joyascompostelanas. Dieron una vuelta por la Herradura y-dos pui la Ra y, al medio d'u, rendidos por el largo

  • 94 A. pSBz LatM

    paseo, pero de buen humor, fueron, acompasados porel servicial Rafael, a la casa de la Troya.

    Tuvieron que llamar varias veces para que les oyesen,porque haba dentro un alboroto de doscientos mil de-monios, o de media docena de estudiantes, que viene aser lo mismo con algunos tantos a favor de la mayorpotencia ruidosa estudiantil.Desde el segundo piso pregunt la criada, que abri

    la puerta tirando de la cuerda del pestillo que suba porel vano de la escalera:Quin es?El seorito nuevorespondi Rafael.Voy allse oy a dona Generosa.Yo me marchodijo el camarero . Muchas felici-

    dades, don Gerardo; don Augusto, hasta luego.Pero, y eso?interrog el ltimo.Que no quiero que me vean, porque me van a pe-

    dir dinero y hoy no lo tengo. Cuando alborotan as, esque no le hay un cuarto en toda la casa.

    jAbajo Samoeiro! Mueran los ostrgodos>!gri-taron en el segundo piso los huspedes de doa Ge-nerosa.

    Demonio!exclam Rafael, apresurando la despe-dida . Andan a vueltas con Samceiro. Esto est peorde lo que yo pensaba. Adis, seores, adis!

    Y el discreto mozo marchse ligero calle adelante,pegadito a la pared para disimularse.

    Dona Generosa acudi solcita a recibir a los recin

    llegados.

    Aqu siempre le h^ buen humordijo a Gerardopara explicarle la bulla. Pero todos son buenos chicos,

    ^M^s Maral Y cuando hay un enfermo en casa, que

  • LA CASA DB LA TROTA

    nunca le hay, gracias a Dios, no se les oye ni respirar.Siempre le estn de broma. Al pobre don Jess Samoei-ro le traen frito; pero l es de muy buena pasta y no sele incomoda. Pues y cuando la tomaron con el seorde ah enfrente, que es algo raro, porque fu a quejarsede que alborotaban al jefe de los municipales? Lleg atomarles miedo, y ellos, los muy bromistas, le reglamen-taron las horas de salir al balcn, y le estaban siempre:Don Egidio, que se ha retrasado usted dos minutos enasomarse!>; o

  • 56 A. PRBZ LOtN

    '

    Y qu tiene que ver con los seores ostrogodos?

    , Es que un da en clase de Historia habl de loscostrgodos, Yo, que estaba a su lado, le correg envoz baja: Ostrogodos, ostrogodos>, y l se volvi a mmuy serio, dicindome en voz alta enfticamente, conaire de suficiencia y como quien est bien enterado:Ostrogodos, ostrogodos. Hso de ostrogodos, lo serusted le dijo el catedrtico, que es un guasn, y des-de entonces en Ostro ^odo se ha quedado Samoeiro

    .

    V adis, que tengo mucho que hacer.jQudate a comer.

    i Y mi novia, desventurado de m!, que hace dosdas que no la veo? Voy a esperarla a la salida de la misade doce y cuarto en la Catedral. Comenzaremos a reira la una, y a la noche haremos las paces. Es la costum-bre. Adis.

    iEn la puerta del comedor, detvose Gerardo entre

    curioso y asombrado. Seis o siete estudiantes tenan aco-rralado a otro rapaz, que era el nico vestido de unalanera admisible. Los dems... Uno llevaba un imper-meable viejo, de esos de esclavina, que le arrastraba;otro meta su cuerpo en un gabn de verano, de aquelloscortitos que ridiculizaron tantas veces los caricaturistas

    de la poca, y luca sus piernas embutidas en unos cal-zoncillos listados de rosa y azul, realmente asesinos. Losrestantes envolvanse en las colchas de las camas, cuala manera de capuchn, como los chiquillos en carnaval,quien airosamente terciada, como toga romanado manteoestudiantil, y tal liada al cuerpo, como se envuelven en

    los mantones de Manila las bellezas ms o menos pro-Wemtica*

  • I/A GkL DB LA ROTA 57

    Samoeiro, Ostrogodo indignol gritaba uno.Cede o te declaramos enemigo de la patria!Enemigo nuestro! La patria somos nosotros!tiiLL'Etac, c'est moiaadi Madeira que ejerca el

    monopolio de las citas en francs popular.Dejarme, que no tengo ganas de bromarogaba

    Samoeiro.No es broma. La patria est en peligro; la patria

    necesita de ti, la patria te reclama, hijo ilustre de la Pue-bla de Brolln.Vengan mis botas!exiga corajudo Samoeiro.Daca el traje y el pesoDoa Generosa!No llames en tu auxilio a una mujer, c ">barde!Doa Generosa!Acudi la patrona. ^

    Qu ocurre? ''

    A la mesa,a la mesa,

    a la mesa!

    cantaron a voz en grito los estudiantes para impedirque se oyeran las quejas del Ostrogodo.Pero que siempre han de estar ustedes a vueltas

    con el pobre seorito Samoeiro! Cundo van a ser buenos con l?

    Que lo sea l con nosotros, doa Generosa.Bien; pues ahora reprtense, que hay aqu un comr.

    paero%uevoy les mostr a Gerardo. '''

    Ah El seor Roquer y Paz, don Gerardo, viene a"vivir a esta santa casa?'-dijo Madeira, que era el del ga-

  • 58 A. PROZ LatM

    bn corto. Pues sea bien venido. Aqu perder escalte de moncho (1) que tanto le afea.

    Sentronse todos a la mesa. Una criada trajo una hu-meante sopera rebosando sabroso caldo gallego. En-tonces (.'.i^imiro Barcala, uno de los rapaces ms inge-niosos y el ms bigotudo de la Universidad, natural deTy y poeta, dirigindose a Gerardo, le habl as en tonocampanudo y declamatorio:Es necesario que sepis, excelentsimo seor Du-

    que, ya que habis tenido la buena suerte de caer en estenido de guilas, la causa del tumulto que os ha asom-brado cuando entrasteis. Hela ah! Samoeiro! El imb-cil Samoeiro! El malsn de Samoeiro!Haz favor de no indisponerme con el seor, ni

    ponerme motes, que luego le quedan a uno!interrum-pi el aludido.

    Calla, Ostrogodo estulto! S(, excelentsimo seor,Eminentissime atque reverendissmedminp,como dicenlos cannigos al comenzar sus sermones en 1?. Catedral,Samoeiro fu. Figuraos, venerable marqus, qoe la des-graciapersigue desde hace das a esta ilustre corporacinen la que vais a tener la honra de contaros.., Eh, t, Ma-nolito!dirigindose a uno de los escolares afanado envaciar en su plato la sopera:No te entusiasmes ponin-dote repollo, que luego a los dems slo nos liega el cal-do. Srvete razonablemente, y despus recunca si lodeseas, y te dejan algo estos tragones. Muy bien. Prosi-go: Deca, excelentsimo seor... Le deca a Manolito,

    Madeiria, que tuviese presente que detrs de l estamos

    nosotros. Aplicach' o cont... |Y a ver si me dejis con->

    (1) Mochuelo.

  • X.A GA^A DB LA TROYA 9

    tinuar y os contenis un poquito! Qu va a decir, si no,de vosotros esta respetable persona que desde hoy noshonra compartiendo nuestro caldo, y con la cual no te-nis todava confianza?...

    Pues es el caso, muy seor mo y respetable amigo,que desde hace unos das la adversidad se ensaa en estadesventurada corporacin. Setenta y dos horas ha quese nos agotaron las ltimas existencias en efectos. Las demetlico ya lo estaban antes. Los libros de estos estu-

    diosos jvenes tiene Vuestra Eminencia que buscarlos encasa de don Nicanor, el judo de la calle de Ante Altares,as como todas las dems prendas pignorables de estossus seguros servidores que le b esan la mano. Anteayercuando la desesperacin se haba aposentado en estacasa, ocurrisele a Manolito una idea feliz: empear eltraje de uno de nosotros y remediarnos con lo que donNicanor quisiera dar. Sorteamos. Fueron mis vestiduraslas agraciadas. Qudeme en calzoncillos... Qu dirs tque dio aquel grandsimo bribn por mi tnica, un pre-cioso terno azul marino que le haba salido la mar debien a Cimadevila, el sastre de la Ra? Treinta reales,Kniinentissime atque revcrendissime dmine! Treintareales! No llegaban a nada. Entonces Manolito tuvo unasegunda idea luminosa, mala centella lo coma!: jugaren el Circo de Artesanos, que tiene mejor timba queel.de caballeros, las siete cincuenta de mi traje. Peroqu capital era este para intentar semejante aventura?Acordamo? empear otro traje ms. Tocle al de JulioQuiroga y encomendamos a Manolito, que tiene una mu-leta excelente para trastear al prestamista, la pignora-cin y el tiento a la fortuna... fLagartijo tena el santocompletamente de espaldas! Don Nicanor no se dej

  • GO A. PRBZ LUatH

    torear; slo dio cinco pesetas por el traje..,, y el ban-quero se llev seguiditas las doce damas de los dos tor-nos. No quiera saber su seora los que echamos nos-otros. Madeira propuso entonces que, en castigo de superversidad, le entregase Manolito su vestuario, que lira a jugar al Casino de la aristocracia, en el que le hadado ahora por meterse, A los veintids minutos se nospresent el seor don Jos JVladeira, vestido como ustedle ve, y, colocando su traje sobre esta mesa, donde losdems est.bamos jugndonos al monte las esperanzasde los capitales que iba a traernos, djonos con voz ca-vernosa y ademn digno; Llevad eso a la hiena de AnteAltares'>... En fin, seor, que nos quedamos todos enpanos menores. Ayer noche, no teniendo ya de quechar mano, nos fumamos una americana vieja de aqul,que no quiso don Nicanor, y por la cual, para regalrse-la a su novio, nos dio la criada dos reales. Y hoy hemosacudido a Samoeiro para que nos salve.Samoeiro, mi querido correligionario, es un fenme-

    no de elegancia. Ms elegante que Pedrito Seoane quepone aqu la moda y se lleva los corazones de indgenasy forasteras, para desesperacin de nuestro iluso com-

    paero. Samoeiro tiene un magnfico guardarropa, contres trajes: ese chaqu gris con pintas de grasa que estusted admirando, un terno de americana que carece demanchas, porque an no lo ha estrenado, y otro de levi-ta, verdaderamente regio, que le han construido nada

    menos que en Lugo. Nosotros le hemos pedido socorro,

    y el muy canalla se niega a prestarnos el traje nuevopara que hagamos con l una pequea operacin decompra-venta mercantil, y un duro para que estos apre-,

    ciables jvenes tomen caf y fumen, mientras yo voy a

  • LA OAS DB LA TROTA 61

    probar fortuna al aristocrtico Casino de la ra del Vi.llar, vestido con la levita de Samoeiro, que me est queni pintada, aunque yo no soy chepudillo como l. Peroeste mal compaero...Yo no me niego por falta de compaerismo, sabe

    usted?, sino porque tengo mis razones, que stos cono,cen y no quieren tomar en cuenta.

    Vaya una raznl Que ayer le ha dado el dulce s>Elvirita Ceratosimple...

    Ya os he dicho que no me gusta que la llamis deese modo...

    Y tiene que ir a verla esta tarde a casa de las deSarampin, unas seoritas a quienes designamos as,porque siempre andan coqueteando con estudiantes deprimer ao, y que reciben todos los domingos a lo msselecto de sus amistades.Pues ya ve usted si es razn. No voy a presentarme

    con este chaqu del que todos hacis burla.Puedes ir de levita.Ya he dicho que no.Pues entonces, filio, como no vayas descalzo, lu-

    ciendo esa preciosidad de juanetes con que te ha favore-cido, prdiga. Naturaleza, no irs de ningn modo, por-que para eso hemos tenido la precaucin de quitartelas botas. Ahora, yo hago juez de tu conducta al seorRoquer y Paz.Y yo tambin.Pues sentencie usted.

    IHombre!, yo...dijo Gerardo entrando compiad

    do en situacin : Vamos a ver, seor Samoeiro, quinconveniente tiene usted en vestirse para hacer esa vi.sita? Yo creo, por el contrario, que est usted obligado

  • A. PRBZ LCaH

    a ello. Fjese bien: va usted de levita, de gala, porqueest muy alegre por el dulce s, y con ello hace a esa se-orita los debidos honores.S, hombre, sterci Madeira. Es hasta un

    smbolo. En Madrid, esa es la costumbre.Bueno; pero aqu, no; sabe usted?

    Mas como alguien ha de implantarla alguna vez,quin ms indicado que t, que eres el Jorge Brummelde la Puebla de Brolln?Pero hoy no es da de que vaya de levita ningn

    estudiante.

    Rutinario! Tendremos que venderte las botas parafunirnoslas y tardars ms tiempo en salir a la calle.Un mes privada de la dicha de tu presencia la seoritaCeraiosimple! Bien nos lo podr agradecer.Seor Samoeiro, voy a juzgarle a usted un mal

    compaero.Lo que eres; un mal companero.No, eso no! Ir de levita.Bravo!Viva Samoeiro.Pero no te la dejo despus. Ni doy el duroY con qu fumamos y tomamos caf?El seor Samoeiro tiene razndijo Gerardo.No

    ha de ponerlo l todo. El caf y los cigarros, si ustedeslo permiten, corren de mi cuenta, y al seor Samoeirole regalaremos, para que se d tono en casa de las deSarampin, un guila as de grande...No, 'por Dios, que le pierde usted! grit Barca-

    la. Nada de guilas! Para Samoeiro es bastante con

    un gorrin; pero en una tarde tan solemne para l no le

  • LA CASA DB LA TROTA 63

    estn permitidos los puros. Usted no sabe que estehombre extraordinario no fuma, sino que muerde loscigarros y luego lanza a su interlocutor los pedazos?Pondra perdida a la seorita Ceratosimple, y yo le ase-guro a usted que, aunque novia de Samoeiro, segn lasegura, que,-vaya usted a saber!, no merece ese trato.

    De manera que arreglados, no es as, ilustre brollons?S... pero hay otro inconveniente: que m chistera

    no est presentable.

    S, hombre, s.No, no.Va usted de hongo y gabn, y, bien abrochado, na-

    die sabe si viste de levita o americana.Si no tengo gabn! Me lo han empeado stos sin

    mi permiso.Nos lo hemos fumado anteayer, eminentissime d-

    mine. Pero hay un medio salvador: Javierito, que es casitan elegante como t, te prestar su chistera.

    No lo vern tus ojos. Para que me ponga perdidade grasa la badana.,.Pues se la mudas luego, y en paz. Es cosa hecha.

    T nos das el traje, Javier Flama te presta su chistera,Roquer nos convida a rafe y cigarros, yo me visto tuchaqu, con manchas y todo, hago mis operaciones,vuelvo a casa, me desinfecto, y a la hora de cenar somosfelices.

    Todo se hizo conforme a este programa. Es decir...,

    Cuando ya estaban vestidos y prximos a echarse ala calle Barcala y Samoeiro, ocurrisele a aqul una te-rrible duda.^Si perda, cmo sacar dinero de nuevo alOstrogodo? Perdonarle el duro haba sido una torpeza.Era, pues, necesario, no dejar salir al brollons hasta qu?

  • 64 A. PKBZ LUOtM

    Barcala regresase. Para ello convinieron prontamenteun plan aquellos demonios. Casimiro despidise y salisin esperar al Ostrogodo. Llevaban caminos distintos...Samoeiro disponase tambin a lanzarse a la calle he-

    cho un brazo de mar, cuando Javierito le detuvo.Qu corbata ms fea llevasle dijo . No sirve

    para vestir. Que te preste Barcala aquella suya coloraday verde que te gusta tanto.

    Es verdad. Dmela.La tiene guardada en el bal. Llmale para que

    suba a drtela.Samoeiro sali, con toda su inocencia al balcn.Ay, t, Casimiro!llam.

    Qu quieres? contestle el otro que iba ya adoblar la esquina inmediata.

    Pero Samoeiro no tuvo tiempo de responder. Unamano aleve cerr de golpe los cristales, inmediatamentelas maderas y, luego la habitacin, cuya llave arroj poruna ventana a Barcala, que as lo haba exigido para suseguridad, y all qued en el balcn el Ostrogodo, ce-ido su cuerpo por la elegante levita y tocada !a grabien-

    ta cabeza con una magnfica chistera de la