juan pablo ii - dominum et vivificantem

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  • 8/11/2019 Juan Pablo II - Dominum Et Vivificantem

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    2. Esta fe, profesada ininterrumpidamente por la Iglesia, debe ser siempre fortalecida y

    profundizada en la conciencia del Pueblo de Dios. Durante el ltimo siglo esto ha sucedido

    varias veces; desdeLen XIII, que public la EncclicaDivinum illud munus (a. 1897) dedicada

    enteramente al Espritu Santo, pasando por Po XII, que en la EncclicaMystici Corporis (a.1943) se refiri al Espritu Santo como principio vital de la Iglesia, en la cual acta

    conjuntamente con Cristo, Cabeza del Cuerpo Mstico,

    5

    hasta el Concilio Ecumnico VaticanoII, que ha hecho sentir la necesidad de una nueva profundizacin de la doctrina sobre elEspritu Santo, como subrayaba Pablo VI: Ala cristologa y especialmente a la eclesiologa

    del Concilio debe suceder un estudio nuevo y un culto nuevo del Espritu Santo, justamente

    como necesario complemento de la doctrina conciliar .6

    En nuestra poca, pues, estamos de nuevo llamados, por la fe siempre antigua y siempre nuevade la Iglesia, a acercarnos al Espritu Santo que es dador de vida.Nos ayuda a ello y nosestimula tambin la herencia comn con lasIglesias orientales, las cuales han custodiado

    celosamente las riquezas extraordinarias de las enseanzas de los Padres sobre el Espritu

    Santo. Tambin por esto podemos decir que uno de los acontecimientos eclesiales msimportantes de los ltimos aos ha sido el XVI centenario del I Concilio de

    Constantinopla, celebrado contemporneamente en Constantinopla y en Roma en la

    solemnidad de Pentecosts del 1981.El Espritu Santo ha sido comprendido mejor en aquellaocasin, mientras se meditaba sobre el misterio de la Iglesia, como aqul que indica los

    caminos que llevan a la unin de los cristianos, ms an, como lafuente suprema de esta

    unidad, que proviene de Dios mismo y a la que San Pablo dio una expresin particular con las

    palabras con que frecuentemente se inicia la liturgia eucarstica: La gracia de nuestro SeorJesucristo, el amor del Padre y la comunin del Espritu Santo est con todos vosotros .7

    De esta exhortacin han partido, en cierto modo, y en ella se han inspirado las precedentes

    EncclicasRedemptor hominis yDives in misericordia, las cuales celebran el hecho de nuestra

    salvacin realizada en el Hijo, enviado por el Padre al mundo, para que el mundo se salvepor l 8y toda lengua proclame: Jesucristo es Seor, para gloria de Dios Padre .9De estamisma exhortacin arranca ahora la presente Encclica sobre el Espritu Santo, que procede

    del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoracin y gloria: l es una

    Persona divina que est en el centro de la fe cristiana y es la fuente y fuerza dinmica de larenovacin de la Iglesia.10Esta Encclica arranca de la herencia profunda del Concilio. En

    efecto, los textos conciliares, gracias a su enseanza sobre la Iglesia en s misma y sobre la

    Iglesia en el mundo, nos animan a penetrar cada vez ms en el misterio trinitario de Dios,siguiendo el itinerario evanglico, patrstico v litrgico: al Padre, por Cristo, en el Espritu

    Santo.

    De este modo la Iglesia responde tambin a ciertos deseos profundos, que trata de vislumbrar

    en el corazn de los hombres de hoy: un nuevo descubrimiento de Dios en su realidad

    trascendente de Espritu infinito, como lo presenta Jess a la Samaritana; la necesidad deadorarlo en espritu y verdad ;11la esperanza de encontrar en l el secreto del amor y la

    fuerza de una creacin nueva :12s, precisamente aqul que es dador de vida.

    La Iglesia se siente llamada a esta misin de anunciar el Espritu mientras, junto con la familia

    humana, se acerca al final del segundo milenio despus de Cristo. En la perspectiva de un

    cielo y una tierra que pasarn , la Iglesia sabe bien que adquieren especial elocuencia las

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    4. Poco despus del citado anuncio, aade Jess: Pero el Parclito, el Espritu Santo, que el

    Padre enviar en mi nombre, os lo ensear todo yos recordar todo lo que yo he dicho

    .19El Espritu Santo ser el Consolador de los apstoles y de la Iglesia, siempre presente en

    medio de ellosaunque invisiblecomo maestro de la misma Buena Nueva que Cristoanunci. Las palabras ensear y recordar significan no slo que el Espritu, a su

    manera, seguir inspirando la predicacin del Evangelio de salvacin, sino que tambinayudar a comprender el justo significado del contenido del mensaje de Cristo, asegurando sucontinuidad e identidad de comprensin en medio de las condiciones y circunstancias

    mudables. El Espritu Santo, pues, har que en la Iglesia perdure siempre la misma verdad que

    los apstoles oyeron de su Maestro.

    5. Los apstoles, al transmitir la Buena Nueva, se unirn particularmente al Espritu Santo. As

    sigue hablando Jess: Cuando venga el Parclito, que yo os enviar de junto al Padre, elEspritu de la verdad, que procede del Padre, l dar testimonio de m. Pero tambin vosotros

    daris testimonio, porque estis conmigo desde el principio .20

    Los apstoles fueron testigos directos y oculares. Oyeron y vieron con sus propios ojos

    , miraron e incluso tocaron con sus propias manos a Cristo, como se expresa en otro

    pasaje el mismo evangelista Juan.21Este testimonio suyo humano, ocular e histrico sobre

    Cristo se une al testimonio del Espritu Santo: El dar testimonio de m .En el testimonio

    del Espritu de la verdad encontrar el supremo apoyo el testimonio humano de los apstoles.

    Y luego encontrar tambin en ellos elfundamento interior de su continuidad entre las

    generaciones de los discpulos y de los confesores de Cristo, que se sucedern en los siglosposteriores.

    Si la revelacin suprema y ms completa de Dios a la humanidad es Jesucristo mismo, el

    testimonio del Espritu de la verdad inspira, garantiza y corrobora su fiel transmisin en la

    predicacin y en los escritos apostlicos,22mientras que el testimonio de los apstoles asegura

    su expresin humana en la Iglesia y en la historia de la humanidad.

    6. Esto se deduce tambin de la profunda correlacin de contenido y de intencin con el

    anuncio y la promesa mencionada, que se encuentra en las palabras sucesivas del texto deJuan: Mucho podra deciros an, pero ahora no podis con ello. Cuando venga el Espritu de

    la verdad, os guiar hasta la verdad completa; pues no hablar por su cuenta, sino que hablar

    lo que oiga, y os anunciar lo que ha de venir .23

    Con estas palabras Jess presenta el Parclito. el Espritu de la verdad, como el que ensear

    y recordar , como el que dar testimonio de l; luego dice: Os guiar hasta laverdad completa . Este guiar hasta la verdad completa , con referencia a lo que dice a los

    apstoles pero ahora no podis con ello , est necesariamente relacionado con elanonadamiento de Cristopor medio de la pasin y muerte de Cruz, que entonces, cuandopronunciaba estas palabras, era inminente.

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    Despus, sin embargo, resulta claro que aquel guiar hasta la verdad completa se

    refiere tambin,adems del escndalo de la cruz, a todo lo que Cristo hizo y ense .24En

    efecto, el misterio de Cristo en su globalidad exige la fe ya que sta introduce oportunamente

    al hombre en la realidad del misterio revelado. El guiar hasta la verdad completa se realiza,pues en la fe y mediante la fe, lo cual es obra del Espritu de la verdad y fruto de su accin en

    el hombre. El Espritu Santo debe ser en esto la gua suprema del hombre y la luz del esprituhumano. Esto sirve para los apstoles, testigos oculares, que deben llevar ya a todos loshombres el anuncio de lo que Cristo hizo y ense y, especialmente, el anuncio de su Cruz

    y de su Resurreccin. En una perspectiva ms amplia esto sirve tambin para todas las

    generaciones de discpulos y confesores del Maestro, ya que debern aceptar con fey confesar con lealtad el misterio de Dios operante en la historia del hombre, el misterio

    revelado que explica el sentido definitivo de esa misma historia.

    7. Entre el Espritu Santo y Cristo subsiste, pues, en la economa de la salvacin una relacin

    ntima por la cual el Espritu acta en la historia del hombre como otro Parclito ,

    asegurando de modo permanente la trasmisin y la irradiacin de la Buena Nueva revelada por

    Jess de Nazaret. Por esto, resplandece la gloria de Cristo en el Espritu Santo-Parclito, queen el misterio y en la actividad de la Iglesia contina incesantemente la presencia histrica del

    Redentor sobre la tierra y su obra salvfica, como lo atestiguan las siguientes palabras de Juan:

    El me dar gloria, porque recibir de lo mo y os lo comunicar a vosotros .25Con estaspalabras se confirma una vez ms todo lo que han dicho los enunciados anteriores. Ensear

    ..., recordar ..., dar testimonio . La suprema y completa autorrevelacin de Dios, que se ha

    realizado en Cristo, atestiguada por la predicacin de los Apstoles, sigue manifestndose enla Iglesia mediante la misin del Parclito invisible, el Espritu de la verdad. Cun

    ntimamente esta misin est relacionada con la misin de Cristo y cun plenamente se

    fundamente en ella misma, consolidando y desarrollando en la historia sus frutos salvficos,est expresado con el verbo recibir : recibir de lo mo y os lo comunicar . Jess paraexplicar la palabra recibir , poniendo en clara evidencia la unidad divina y trinitaria de la

    fuente, aade: Todo lo que tiene el Padre es mo. Por eso os he dicho:Recibir de lo moy os lo comunicar a vosotros .26Tomando de lo mo , por eso mismo recibir de lo quees del Padre .

    A la luz pues de aquel recibir se pueden explicar todava las otras palabras significativassobre el Espritu Santo, pronunciadas por Jess en el Cenculo antes de la Pascua: Os

    conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendr a vosotros el Parclito;pero si mevoy, os lo enviar; y cuando l venga, convencer al mundo en lo referente al pecado, en loreferente a la justicia y en lo referente al juicio .27Convendr dedicar todava a estas palabras

    una reflexin aparte.

    2. Padre, Hijo y Espritu Santo

    8. Una caracterstica del texto jonico es que el Padre, el Hijo y el Espritu Santo son llamados

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    claramente Personas; la primera es distinta de la segunda y de la tercera, y stas tambin lo son

    entre s. Jess habla del Espritu Parclito usando varias veces el pronombre personal l ; y

    al mismo tiempo, en todo el discurso de despedida, descubre los lazos que unen

    recprocamente al Padre, al Hijo y al Parclito. Por tanto, el Espritu ... procede del Padre28y el Padre dar el Espritu.29El Padre enviar el Espritu en nombre del Hijo,30el

    Espritu dar testimonio del Hijo.

    31

    El Hijo pide al Padre que enve el EsprituParclito,32pero afirma y promete, adems, en relacin con su partida a travs de la Cruz: Si me voy, os lo enviar .33As pues, el Padre enva el Espritu Santo con el poder de su

    paternidad, igual que ha enviado al Hijo,34y al mismo tiempo lo enva con la fuerza de la

    redencin realizada por Cristo; en este sentido el Espritu Santo es enviado tambin por elHijo: os lo enviar .

    Conviene notar aqu que si todas las dems promesas hechas en el Cenculo anunciaban lavenida del Espritu Santo despus de la partida de Cristo, la contenida en el texto de Juan

    comprende y subraya claramente tambin la relacin de interdependencia, que se podra

    llamar causal, entre la manifestacin de ambos: Pero si me voy, os le enviar . El EsprituSanto vendr cuando Cristo se haya ido por medio de la Cruz; vendr no

    slo despus, sino como causa de la redencin realizada por Cristo, por voluntad y obra del

    Padre.

    9. As, en el discurso pascual de despedida se llega puede decirse al culmen de la

    revelacin trinitaria. Al mismo tiempo, nos encontramos ante unos acontecimientos

    definitivos y unas palabras supremas, que al final se traducirn en el gran mandato misionaldirigido a los apstoles y, por medio de ellos, a la Iglesia: Id, pues, y haced discpulos a

    todas las gentes , mandato que encierra, en cierto modo, la frmula trinitaria del bautismo:

    bautizndolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espritu Santo .35Esta frmularefleja el misterio ntimo de Dios y de su vida divina, que es el Padre, el Hijo y el Espritu

    Santo, divina unidad de la Trinidad. Se puede leer este discurso como una preparacin especial

    a esta frmula trinitaria, en la que se expresa la fuerza vivificadora del Sacramento que obra la

    articipacin en la vida de Dios uno y trino,porque da al hombre la gracia santificante como

    don sobrenatural. Por medio de ella ste es llamado y hecho capaz de participar en la

    inescrutable vida de Dios.

    10. Dios, en su vida ntima, es amor ,36amor esencial, comn a las tres Personas divinas.

    EL Espritu Santo es amor personal como Espritu del Padre y del Hijo. Por esto sondea

    hasta las profundidades de Dios ,37comoAmor-don increado. Puede decirse que en elEspritu Santo la vida ntima de Dios uno y trino se hace enteramente don, intercambio del

    amor recproco entre las Personas divinas, y que por el Espritu Santo Dios existe como

    don. El Espritu Santo es pues laexpresin personal de esta donacin, de este ser-amor.38EsPersona-amor. Es Persona-don. Tenemos aqu una riqueza insondable de la realidad y una

    profundizacin inefable del concepto de persona en Dios, que solamente conocemos por la

    Revelacin.

    http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$Shttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$Shttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$Shttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$Thttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$Thttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$Thttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$Uhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$Uhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$Uhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$Vhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$Vhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$Vhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$Whttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$Whttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$Whttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$Xhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$Xhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$Xhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$Yhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$Yhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$Yhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$Zhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$Zhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$Zhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$10http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$10http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$10http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$11http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$11http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$11http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$12http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$12http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$12http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$12http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$11http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$10http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$Zhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$Yhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$Xhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificante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    Al mismo tiempo, el Espritu Santo, consustancial al Padre y al Hijo en la divinidad, es amor y

    don (increado) del que deriva como de una fuente (fons vivus) toda ddivaa las criaturas (don

    creado): la donacin de la existencia a todas las cosas mediante la creacin; la donacin de la

    gracia a los hombres mediante toda la economa de la salvacin. Como escribe el apstolPablo: El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espritu Santo que

    nos ha sido dado .

    39

    3. La donacin salvfica de Dios por el Espritu Santo

    11. El discurso de despedida de Cristo durante la Cena pascual se refiere particularmente a este

    dar y darse del Espritu Santo. En elEvangelio de Juan se descubre la lgica ms

    profunda del misterio salvfico contenido en el designio eterno de Dios como expansin de lainefable comunin del Padre, del Hijo y del Espritu Santo. Es la lgica divina, que del

    misterio de la Trinidad lleva al misterio de la Redencin del mundo por medio de

    Jesucristo.La Redencin realizada por el Hijoen el mbito de la historia terrena del hombre realizada por su partida a travs de la Cruz y Resurreccin es al mismo tiempo, en toda

    su fuerza salvfica, transmitida al Espritu Santo: que recibir de lo mo .40Las palabras del

    texto jonico indican que, segn el designio divino, la partida de Cristo es condicin

    indispensable del envo y de la venida del Espritu Santo, indican que entoncescomienza la nueva comunicacin salvfica por el Espritu Santo.

    12. Es un nuevo inicio en relacin con elprimero,inicio originario de la donacin salvfica

    de Dios que se identifica con el misterio de la creacin. As leemos ya en las primeras

    pginas dellibro del Gnesis:En el principio cre Dios los cielos y la tierra ... y el Espritu

    de Dios (ruah Elohim) aleteaba por encima de las aguas .41Este concepto bblico de creacincomporta no slo la llamada del ser mismo del cosmos a la existencia, es decir, el dar laexistencia, sino tambin la presencia del Espritu de Dios en la creacin, o sea, el inicio de la

    comunicacin salvfica de Dios a las cosas que crea. Lo cual es vlido ante todo para elhombre, que ha sido creado a imagen y semejanza de Dios: Hagamos al ser humano anuestra imagen, como semejanza nuestra .42 Hagamos , se puede considerar que el plural,

    que el Creador usa aqu hablando de s mismo, sugiera ya de alguna manera el misterio

    trinitario, la presencia de la Trinidad en la obra de la creacin del hombre? El lector cristiano,que conoce ya la revelacin de este misterio, puede tambin descubrir su reflejo en estas

    palabras. En cualquier caso, el contexto nos permite ver en la creacin del hombre el primer

    inicio de la donacin salvfica de Dios a la medida de su imagen y semejanza , que haconcedido al hombre.

    13. Parece, pues, que las palabras pronunciadas por Jess en el discurso de despedida debenser ledas tambin con referencia a aquel inicio tan lejano, pero fundamental, que

    conocemos por el Gnesis. Si no me voy, no vendr a vosotros el Parclito; pero si me voy,

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    os lo enviar . Cristo, describiendo su partida como condicin de la venida del

    Parclito, une el nuevo inicio de la comunicacin salvfica de Dios por el Espritu Santo con el

    misterio de la Redencin. Este es un nuevo inicio, ante todo porque entre el primer inicio y

    toda la historia del hombre, empezando por la cada original, se ha interpuesto el

    ecado, que es contrario a la presencia del Espritu de Dios en la creacin y es, sobre

    todo, contrario a la comunicacin salvfica de Dios al hombre. Escribe San Pablo que,precisamente a causa del pecado, la creacin ... fue sometida a la vanidad... gimiendo hastael presente y sufre dolores de parto y desea vivamente la revelacin de los hijos de Dios

    .43

    14. Por eso Jesucristo dice en el Cenculo: Os conviene que yo me vaya ; Si me voy, os

    lo enviar .44La partida de Cristo a travs de la Cruz tiene la fuerza de la Redencin; y

    esto significa tambin una nueva presencia del Espritu de Dios en la creacin: el nuevo iniciode la comunicacin de Dios al hombre por el Espritu Santo. La prueba de que sois hijos es

    que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espritu de su Hijo que clama: Abb Padre! ,

    escribe el apstol Pablo en la Carta a los Glatas.45El Espritu Santo es elEspritu delPadre, como atestiguan las palabras del discurso de despedida en el Cenculo. Es, al mismotiempo, el Espritu del Hijo: es elEspritu de Jesucristo, como atestiguarn los apstoles y

    especialmente Pablo de Tarso.46Con el envo de este Espritu a nuestros corazones

    comienza a cumplirse lo que la creacin desea vivamente , como leemos en la Carta a los

    Romanos.

    El Espritu viene a costa de la partida de Cristo. Si esta partida caus la tristeza de los

    apstoles,47y sta deba llegar a su culmen en la pasin y muerte del Viernes Santo, a su vez

    esta tristeza se convertir en gozo .48En efecto, Cristo insertar en su partida redentora

    la gloria de la resurreccin y de la ascensin al Padre. Por tanto la tristeza, a travs de la cualaparece el gozo, es la parte que toca a los apstoles en el marco de la partida de su

    Maestro, una partida conveniente , porque gracias a ella vendra otro Parclito .49A

    costa de la Cruz redentora y por la fuerza de todo el misterio pascual de Jesucristo, el EsprituSanto viene para quedar se desde el da de Pentecosts con los Apstoles, para estar con la

    Iglesia y en la Iglesia y, por medio de ella, en el mundo. De este modo se

    realiza definitivamente aquel nuevo inicio de la comunicacin de Dios uno y trino en el

    Espritu Santo por obra de Jesucristo, Redentor del Hombre y del mundo.

    4. El Mesas ungido con el Espritu Santo

    15. Se realiza as completamente la misin del Mesas, que recibi la plenitud del Espritu

    Santo para el Pueblo elegido de Dios y para toda la humanidad. Mesas literalmentesignifica Cristo , es decir ungido ; y en la historia de la salvacin significa ungido con

    el Espritu Santo . Esta era la tradicin proftica del Antiguo Testamento. Siguindola, Simn

    Pedro dir en casa de Cornelio: Vosotros sabis lo sucedido en toda Judea ... despus queJuan predic el bautismo; como Dios a Jess de Nazaret le ungi con el Espritu Santo y con

    http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$17http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$17http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$17http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$18http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$18http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$18http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$19http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$19http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$19http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Ahttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Ahttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Ahttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Bhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Bhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Bhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Chttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Chttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Chttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Dhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Dhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Dhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Dhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Chttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Bhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Ahttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$19http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$18http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$17
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    poder .50

    Desde estas palabras de Pedro y otras muchas parecidas51conviene remontarse ante todo a laprofeca deIsaas, llamada a veces el quinto evangelio o bien el evangelio del Antiguo

    Testamento . Aludiendo a la venida de un personaje misterioso, que la revelacin

    neotestamentaria identificar con Jess, Isaas relaciona la persona y su misin con una accinespecial del Espritu de Dios, Espritu del Seor. Dice as el Profeta:

    Saldr un vstago del tronco de Jesy un retoo de sus races brotar.

    Reposar sobre l el espritu del Seor:

    espritu de sabidura e inteligencia,espritu de consejo y fortaleza,

    espritu de ciencia y de temor del Seor.

    Y le inspirar en el temor del Seor .52

    Este texto es importante para toda la pneumatologa del Antiguo Testamento, porque

    constituye como un puente entre el antiguo concepto bblico de espritu , entendido antetodo como aliento carismtico , y el Espritu como persona y como don, don para la

    ersona. El Mesas de la estirpe de David ( del tronco de Jes ) es precisamente aquella

    persona sobre la que se posar el Espritu del Seor. Es obvio que en este caso todava no

    se puede hablar de la revelacin del Parclito; sin embargo, con aquella alusin velada a lafigura del futuro Mesas se abre, por decirlo de algn modo, la va sobre la que se prepara la

    plena revelacin del Espritu Santo en la unidad del misterio trinitario, que se manifestar

    finalmente en la Nueva Alianza.

    16. El Mesas es precisamente esta va. En la Antigua Alianza la uncin era un smbolo

    externo del don del Espritu. El Mesas (mucho ms que cualquier otro personaje ungido en laAntigua Alianza) es el nico gran Ungido por Dios mismo. Es el Ungido en el sentido de queposee la plenitud del Espritu de Dios. El mismo ser tambin el mediador al conceder este

    Espritu a todo el Pueblo. En efecto, dice el Profeta con estas palabras:

    El Espritu del Seor est sobre m,

    por cuanto que me ha ungido el Seor.A anunciar la buena nueva a los pobres me ha a enviado,

    a vendar los corazones rotos;

    a pregonar a los cautivos la liberacin,y a los reclusos la libertad;

    a pregonar ao de gracia del Seor .53

    El Ungido es tambin enviado con el Espritu del Seor .

    Ahora el Seor Dios me enva con su espritu.54

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    Segn el libro de Isaas, el Ungido y el Enviado junto con el Espritu del Seor es tambin

    el Siervo elegido del Seor, sobre el que se posa el Espritu de Dios:

    He aqu a mi siervo a quien sostengo,

    mi elegido en quien se complace mi alma.

    He puesto mi espritu sobre l .

    55

    Se sabe que el Siervo del Seor es presentado en elLibro de Isaas como el verdadero varn

    de dolores: elMesas dolientepor los pecados del mundo.56Y a la vez es precisamente aqulcuya misin traer verdaderos frutos de salvacin para toda la humanidad:

    Dictar ley a las naciones ... ;57y ser alianza del pueblo y luz de las gentes ... ;58para que mi salvacin alcance hasta los confines de la tierra .59

    Ya que:

    Mi espritu que ha venido sobre tiy mis palabras que he puesto en tus labios

    no caern de tu boca ni de la boca de tu descendencia

    ni de la boca de la descendencia de tu descendencia,dice el Seor, desde ahora y para siempre .60

    Los textos profticos expuestos aqu deben ser ledos por nosotros a la luz del

    Evangelio, como a su vez el Nuevo Testamento recibe una particular clarificacin por la

    admirable luz contenida en estos textos veterotestamentarios. El profeta presenta al Mesas

    como aqul que viene por el Espritu Santo, como aqul que posee la plenitud de este Espritu

    en s y, al mismo tiempo,para los dems,para Israel, para todas las naciones y para toda la

    humanidad. La plenitud del Espritu de Dios est acompaada de mltiples dones, los de la

    salvacin, destinados de modo particular a los pobres y a los que sufren, a todos los que abrensu corazn a estos dones, a veces mediante las dolorosas experiencias de su propia existencia,

    pero ante todo con aquella disponibilidad interior que viene de la fe. Esto intua el anciano

    Simen, hombre justo y piadoso ya que estaba en l el Espritu Santo , en el momento

    de la presentacin de Jess en el Templo, cuando descubra en l la salvacin preparada a lavista de todos los pueblos a costa del gran sufrimiento la Cruz que haba de abrazar

    acompaado por su Madre.61Esto intua todava mejor la Virgen Mara, que haba concebido

    del Espritu Santo ,62cuando meditaba en su corazn los misterios del Mesas al queestaba asociada.63

    17. Conviene subrayar aqu claramente que el Espritu del Seor , que se posa sobre elfuturo Mesas, es ante todo un don de Dios para la persona de aquel Siervo del Seor. Pero

    ste no es una persona aislada e independiente, porque acta por voluntad del Seor en virtud

    de su decisin u opcin. Aunque a la luz de los textos de Isaas la actuacin salvfica del

    Mesas, Siervo del Seor, encierra en s la accin del Espritu que se manifiesta a travs de lmismo, sin embargo en el contexto veterotestamentario no est sugerida la distincin de los

    sujetos o de las personas divinas, tal como subsisten en el misterio trinitario y son reveladas

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    luego en el Nuevo Testamento. Tanto en Isaas como en el resto del Antiguo Testamento la

    personalidad delEspritu Santo est totalmente escondida : escondida en la revelacin del

    nico Dios, as como tambin en el anuncio del futuro Mesas.

    18.Jesucristo se referir a este anuncio, contenido en las palabras de Isaas, al comienzo de

    su actividad mesinica. Esto acaecer en Nazaret mismo donde haba transcurrido treinta aos

    de su vida en la casa de Jos, el carpintero junto a Mara, su Madre Virgen. Cuando sepresent la ocasin de tomar la palabra en la Sinagoga, abriendo el libro de Isaas encontr el

    pasaje en que estaba escrito: EL Espritu del Seor est sobre m, por cuanto que me ha

    ungido el Seor y despus de haber ledo este fragmento dijo a los presentes: Esta

    Escrituraque acabis de or, se ha cumplido hoy .64De este modo confes y proclam ser el

    que fue ungido por el Padre, ser el Mesas, es decir Cristo, en quien mora el Espritu Santo

    como don de Dios mismo, aqul que posee la plenitud de este Espritu, aqul que marca el nuevo inicio del don que Dios hace a la humanidad con el Espritu.

    5. Jess de Nazaret elevado por el Espritu Santo

    19. Aunque en Nazaret, su patria, Jess no es acogido como Mesas, sin embargo, al comienzode su actividad pblica, su misin mesinica por el Espritu Santo es revelada al pueblopor

    Juan el Bautista. Este, hijo de Zacaras y de Isabel, anuncia en el Jordn la venida del Mesas

    y administra el bautismo de penitencia. Dice al respecto: Yo os bautizo con agua; pero viene

    el que es ms fuerte que yo, y yo no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. Elos bautizar en Espritu Santo y fuego .65

    Juan Bautista anuncia al Mesas-Cristo no slo como el que viene por el Espritu Santo,

    sino tambin como el que lleva el Espritu Santo, como Jess revelar mejor en el

    Cenculo. Juan es aqu el eco fiel de las palabras de Isaas, que en el antiguo Profeta miraban

    al futuro, mientras que en su enseanza a orillas del Jordn constituyen la introduccininmediata en la nueva realidad mesinica. Juan no es solamente un profeta sino tambin un

    mensajero, es el precursor de Cristo. Lo que Juan anuncia se realiza a la vista de todos. Jess

    de Nazaret va al Jordn para recibir tambin el bautismo de penitencia. Al ver que llega, Juanproclama: He ah el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo .66Dice esto por

    inspiracin del Espritu Santo,67atestiguando el cumplimiento de la profeca deIsaas. Almismo tiempo confiesa la fe en la misin redentora de Jess de Nazaret. Corderode Dios en boca de Juan Bautista es una expresin de la verdad sobre el Redentor, no menos

    significativa de la usada por Isaas: Siervo del Seor .

    As, por el testimonio de Juan en el Jordn, Jess de Nazaret, rechazado por sus

    conciudadanos, es elevado ante Israel como Mesas, es decir Ungido con el Espritu Santo.

    Y este testimonio es corroborado por otro testimonio de orden superior mencionado por losSinpticos. En efecto, cuando todo el pueblo fue bautizado y mientras Jess despus de recibir

    el bautismo estaba en oracin, se abri el cielo y baj sobre l el Espritu Santo en forma

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    corporal, como una paloma 68y al mismo tiempo vino una voz del cielo: Este es mi Hijo

    amado, en quien me complazco .69

    Es una teofana trinitaria que atestigua la exaltacin de Cristo con ocasin del bautismo en el

    Jordn, la cual no slo confirma el testimonio de Juan Bautista, sino que descubre una

    dimensin todava ms profunda de la verdad sobre Jess de Nazaret como Mesas.El Mesases el Hijo predilecto del Padre. Su exaltacin solemne no se reduce a la misin mesinica del

    Siervo del Seor . A la luz de la teofana del Jordn, esta exaltacin alcanza el misterio de

    la Persona misma del Mesas. El es exaltado porque es el Hijo de la divina complacencia. Lavoz de lo alto dice: mi Hijo .

    20. La teofana del Jordn ilumina slo fugazmente el misterio de Jess de Nazaret cuya

    actividad entera se desarrollar bajo la presencia viva del Espritu Santo.70Este misterio habrasido manifestado por Jess mismo y confirmado gradualmente a travs de todo lo que hizo y

    ense .71En la lnea de esta enseanza y de los signos mesinicos que Jess hizo antes de

    llegar al discurso de despedida en el Cenculo, encontramos unos acontecimientos y palabrasque constituyen momentos particularmente importantes de esta progresiva revelacin. As el

    evangelista Lucas, que ya ha presentado a Jess lleno de Espritu Santo y conducido por

    el Espritu en el desierto ,72nos hace saber que, despus del regreso de los setenta y dos

    discpulos de la misin confiada por el Maestro,73mientras llenos de gozo narraban los frutosde su trabajo, en aquel momento, se llen de gozo Jess en el Espritu Santo, y dijo: "Yo te

    bendigo, Padre, Seor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e

    inteligentes, y se las has revelado a pequeos. S, Padre, pues tal ha sido tu beneplcito".74Jess se alegra por la paternidad divina, se alegra porque le ha sido posible revelar esta

    paternidad; se alegra, finalmente, por la especial irradiacin de esta paternidad divina sobre los

    pequeos . Y el evangelista califica todo esto como gozo en el Espritu Santo .

    Este gozo , en cierto modo, impulsa a Jess a decir todava: Todo me ha sido entregado

    por miPadre, y nadie conoce quien es el Hijo sino el Padre; y quien es el Padre sino el Hijo, yaqul a quien se lo quiera revelar .75

    21. Lo que durante la teofana del Jordn vino en cierto modo desde fuera , desde lo altoaqu proviene desde dentro , es decir, desde la profundidad de lo que es Jess. Es otra

    revelacin del Padre y del Hijo, unidos en el Espritu Santo. Jess habla solamente de la

    paternidad de Dios y de su propia filiacin; no habla directamente del Espritu que es amor y,por tanto, unin del Padre y del Hijo. Sin embargo, lo que dice del Padre y de s como Hijo

    brota de la plenitud del Esprituque est en l y que se derrama en su corazn, penetra su

    mismo yo , inspira y vivifica profundamente su accin. De ah aquel gozarse en el

    Espritu Santo . La unin de Cristo con el Espritu Santo, de la que tiene perfecta conciencia,se expresa en aquel gozo , que en cierto modo hace perceptible su fuente arcana. Se da

    as una particular manifestacin y exaltacin, que es propia del Hijo del Hombre, de Cristo-

    Mesas, cuya humanidad pertenece a la persona del Hijo de Dios, substancialmente uno con el

    http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Whttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Whttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Xhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Xhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Xhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Yhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Yhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Yhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Zhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Zhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Zhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$20http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$20http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$20http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$21http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$21http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$21http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$22http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$22http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$22http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$23http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$23http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$23http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$23http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$22http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$21http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$20http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Zhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Yhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1Xhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$1W
  • 8/11/2019 Juan Pablo II - Dominum Et Vivificantem

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    Espritu Santo en la divinidad.

    En la magnfica confesin de la paternidad de Dios, Jess de Nazaret manifiesta tambin a smismo su yo divino; efectivamente, l es el Hijo de la misma naturaleza, y por tanto

    nadie conoce quien es el Hijo sino el Padre; y quien es el Padre sino el Hijo , aquel Hijo que

    por nosotros los hombres y por nuestra salvacin se hizo hombre por obra del EsprituSanto y naci de una virgen, cuyo nombre era Mara

    6. Cristo resucitado dice: Recibid el Espritu Santo

    22. Gracias a su narracin Lucas nos acerca a la verdad contenida en el discurso del Cenculo.Jess de Nazaret, elevado por el Espritu Santo, durante este discurso-coloquio, se

    manifiesta como el que trae el Espritu, como el que debe llevarlo y darlo a los

    apstoles y a la Iglesia a costa de su partida a travs de la cruz.

    El verbo traer aqu quiere decir, ante todo, revelar . En el Antiguo Testamento, desde

    elLibro del Gnesis, el espritu de Dios fue de alguna manera dado a conocer primero comosoplo de Dios que da vida, como soplo vital sobrenatural. En el libro de Isaas es

    presentado como un don para la persona del Mesas, como el que se posa sobre l, para

    guiar interiormente toda su actividad salvfica. Junto al Jordn, el anuncio de Isaas ha tomadouna forma concreta: Jess de Nazaret es el que viene por el Espritu Santoy lo trae como don

    propio de su mismapersona,para comunicarlo a travs de su humanidad: El os bautizar en

    Espritu Santo .76En el Evangelio de Lucas se encuentra confirmada y enriquecida esta

    revelacin del Espritu Santo, como fuente ntima de la vida y accin mesinica de Jesucristo.

    A la luz de lo que Jess dice en el discurso del Cenculo, el Espritu Santo es revelado de unamanera nueva y ms plena. Es no slo el don a la persona (a la persona del Mesas), sino

    que es una Persona-don. Jess anuncia su venida como la de otro Parclito , el cual, siendo

    el Espritu de la verdad, guiar a los apstoles y a la Iglesia hacia la verdad completa

    .77Esto se realizar en virtud de la especial comunin entre el Espritu Santo y Cristo: Recibir de lo mo y os lo anunciar a vosotros .78Esta comunin tiene sufuente primaria en

    el Padre: Todo lo que tiene el Padre es mo. Por eso os he dicho: que recibir de lo mo y os

    lo anunciar a vosotros .79Procediendo del Padre, el Espritu Santo es enviado por elPadre.80El Espritu Santo ha sido enviado antes como don para el Hijo que se ha hecho

    hombre, para cumplir las profecas mesinicas. Segn el texto jonico, despus de la partida

    de Cristo-Hijo, el Espritu Santo vendr directamentees su nueva misin acompletar la obra del Hijo. As llevar a trmino la nueva era de la historia de la salvacin.

    23. Nos encontramos en el umbral de los acontecimientos pascuales. La revelacin nueva y

    definitiva del Espritu Santo como Persona, que es el don, se realiza precisamente en estemomento Losacontecimientos pascualespasin, muerte y resurreccin de Cristo son

    tambin el tiempo de la nueva venida del Espritu Santo, como Parclito y Espritu de la

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    verdad. Son el tiempo del nuevo inicio de la comunicacin de Dios uno y trino a la

    humanidad en el Espritu Santo, por obra de Cristo Redentor. Este nuevo inicio es la redencin

    del mundo: Tanto am Dios al mundo que dio a su Hijo nico .81Ya en el dar el

    Hijo, en este don del Hijo, se expresa la esencia ms profunda de Dios, el cual, como Amor, esla fuente inagotable de esta ddiva. En el don hecho por el Hijo se completan la revelacin y la

    ddiva del amor eterno: el Espritu Santo, que en la inescrutable profundidad de la divinidad esuna Persona-don, por obra del Hijo, es decir, mediante el misterio pascual es dado de un modonuevo a los apstoles y a la Iglesia y, por medio de ellos, a la humanidad y al mundo entero.

    24. La expresin definitiva de este misterio tiene lugar el da de la Resurreccin. Este da,Jess de Nazaret, nacido del linaje de David , como escribe el apstol Pablo, es

    constituido Hijo de Dios con poder, segn el Espritu de santidad, por su resurreccin de entre

    los muertos .82Puede decirse, por consiguiente, que la elevacin mesinica de Cristo porel Espritu Santo alcanza su culmen en la Resurreccin, en la cual se revela tambin comoHijo

    de Dios, lleno de poder . Y este poder, cuyas fuentes brotan de la inescrutable comunin

    trinitaria, se manifiesta ante todo en el hecho de que Cristo resucitado, si por una parte realiza

    la promesa de Dios expresada ya por boca del Profeta: Os dar un corazn nuevo, infundiren vosotros un espritu nuevo, ... mi espritu ,83por otra cumple su misma promesa hecha a los

    apstoles con las palabras: a Si me voy, os lo enviar .84Es l: el Espritu de la verdad, el

    Parclito enviado por Cristo resucitado para transformarnos en su misma imagen deresucitado.85

    Al atardecer de aquel primer da de la semana, estando cerradas, por miedo a los judos, laspuertas del lugar donde se encontraban los discpulos, se present Jess en medio de ellos y les

    dijo: "La paz con vosotros". Dicho esto, les mostr las manos y el costado. Los discpulos se

    alegraron de ver al Seor. Jess repiti: "La paz con vosotros. Como el Padre me envi,tambin yo os envo". Dicho esto, sopl sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espritu Santo" .86

    Todos los detalles de este texto-clave del Evangelio de Juan tienen su elocuencia,especialmente si los releemos con referencia a las palabras pronunciadas en el mismo

    Cenculo al comienzo de los acontecimientos pascuales. Tales acontecimientos el triduosacro de Jess, que el Padre ha consagrado con la uncin y enviado al mundo alcanzan yasu cumplimiento. Cristo, que haba entregado el espritu en la cruz 87como Hijo del

    hombre y Cordero de Dios, una vez resucitado va donde los apstoles para soplar sobre ellos

    con el poder del que habla la Carta a los Romanos.88La venida del Seor llena de gozo a lospresentes: Su tristeza se convierte en gozo ,89como ya haba prometido antes de su pasin.

    Y sobre todo se verifica el principal anuncio del discurso de despedida: Cristo resucitado,

    como si preparara una nueva creacin, trae el Espritu Santo a los apstoles. Lo trae acosta de su partida ; les da este Espritu como a travs de las heridas de su crucifixin: les

    mostr las manos y el costado . En virtud de esta crucifixin les dice: Recibid el Espritu

    Santo .

    Se establece as una relacin profunda entre el envo del Hijo y el del Espritu Santo.No se da

    el envo del Espritu Santo (despus del pecado original) sin la Cruz y la Resurreccin: Si no

    me voy, no vendr a vosotros el Parclito .90Se establece tambin una relacin ntima

    http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$29http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$29http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$29http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Ahttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Ahttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Ahttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Bhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Bhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Chttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Chttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Chttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Dhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Dhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Dhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Ehttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Ehttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Ehttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Fhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Fhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Ghttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Ghttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Ghttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Hhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Hhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Hhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Ihttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Ihttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Ihttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Ihttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Hhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Ghttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Fhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Ehttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Dhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Chttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Bhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$2Ahttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html#$29
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    entre la misin del Espritu Santo y la del Hijo en la Redencin. La misin del Hijo, en cierto

    modo, encuentra su cumplimiento en la Redencin: Recibir de lo mo y os lo anunciar

    a vosotros .91LaRedencines realizada totalmente por el Hijo, el Ungido, que ha venido y

    actuado con el poder del Espritu Santo, ofrecindose finalmente en sacrificio supremo sobreel madero de la Cruz. Y esta Redencin, al mismo tiempo, es realizada constantemente en los

    corazones y en las conciencias humanas en la historia del mundo por el Espritu Santo,que es el otro Parclito .

    7. El Espritu Santo y la era de la Iglesia

    25. Consumada la obra que el Padre encomend realizar al Hijo sobre la tierra (cf.Jn17,

    4)fue enviado el Espritu Santo el da de Pentecosts a fin de santificar indefinidamente a la

    Iglesia ypara que de este modo los fieles tengan acceso al Padre por medio de Cristo en un

    mismo Espritu (cf.Ef 2, 18). El es el Espritu de vida o la fuente de agua que salta hasta la

    vida eterna (cf.Jn 4, 14; 7, 38-39), por quien el Padre vivifica a los hombres, muertos por elpecado, hasta que resucite sus cuerpos mortales en Cristo (cf.Rom 8, 10-11 ) .92

    De este modo el Concilio Vaticano II habla del nacimiento de la Iglesia el da de Pentecosts.Tal acontecimiento constituye la manifestacin definitiva de lo que se haba realizado en el

    mismo Cenculo el domingo de Pascua. Cristo resucitado vino y trajo a los apstoles el

    Espritu Santo. Se lo dio diciendo: Recibid el Espritu Santo . Lo que habasucedido entonces en el interior del Cenculo, estando las puertas cerradas , ms tarde, el

    da de Pentecosts es manifestado tambin al exterior, ante los hombres. Se abren las puertas

    del Cenculo y los apstoles se dirigen a los habitantes y a los peregrinos venidos a Jerusalncon ocasin de la fiesta, para dar testimonio de Cristo por el poder del Espritu Santo. De este

    modo se cumple el anuncio: El dar testimonio de m. Pero tambin vosotros daris

    testimonio, porque estis conmigo desde el principio .93

    Leemos en otro documento del Vaticano II: El Espritu Santo obraba ya, sin duda, en el

    mundo antes de que Cristo fuera glorificado. Sin embargo, el da de Pentecosts descendi

    sobre los discpulos para permanecer con ellos para siempre; la Iglesia se manifestpblicamente ante la multitud; comenz la difusin del Evangelio por la predicacin entre los

    paganos .94

    La era de la Iglesia empez con la venida , es decir, con la bajada del Espritu Santo sobre

    los apstoles reunidos en el Cenculo de Jerusaln junto con Mara, la Madre delSeor.95Dicha era empez en el momento en que las promesas y las profecas, que

    explcitamente se referan al Parclito, el Espritu de la verdad, comenzaron a verificarse con

    toda su fuerza y evidencia sobre los apstoles, determinando as el nacimiento de la Iglesia. De

    esto hablan ampliamente y en muchos pasajes losHechos de los Apstolesde los culesresulta que, segn la conciencia de la primera comunidad , cuyas convicciones expresa

    Lucas, el Espritu Santo asumi la gua invisiblepero en cierto modo perceptible de

    quienes, despus de la partida del Seor Jess, sentan profundamente que haban quedadohurfanos. Estos, con la venida del Espritu Santo, se sintieron idneos para realizar la misin

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  • 8/11/2019 Juan Pablo II - Dominum Et Vivificantem

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    que se les haba confiado. Se sintieron llenos de fortaleza. Precisamente esto obr en ellos el

    Espritu Santo, y lo sigue obrando continuamente en la Iglesia, mediante sus sucesores. Pues la

    gracia del Espritu Santo, que los apstoles dieron a sus colaboradores con la imposicin de las

    manos, sigue siendo transmitida en la ordenacin episcopal. Luego los Obispos, con elsacramento del Orden hacen partcipes de este don espiritual a los ministros sagrados y

    proveen a que, mediante el sacramento de la Confirmacin, sean corroborados por l todos losrenacidos por el agua y por el Espritu; as, en cierto modo, se perpeta en la Iglesia la graciade Pentecosts.

    Como escribe el Concilio, el Espritu habita en la Iglesiay en el corazn de los fieles como

    en un templo (cf. 1 Cor 3, 16; 6,19), y en ellos ora y da testimonio de su adopcin como hijos

    (cf. Gl4, 6;Rom8, 15-16.26). Guaa la Iglesia a toda la verdad(cf.Jn16, 13), la unifica en

    comunin y misterio, la provee y gobierna con diversos dones jerrquicos y carismticos y laembellece con sus frutos (cf.Ef4, 11-12; 1 Cor12, 4; Gl5, 22) con la fuerza del

    Evangelio rejuvenece la Iglesia, la renuevaincesantemente y la conducea la unin

    consumada con su Esposo .96

    26. Los pasajes citados por la Constitucin conciliarLumen gentiumnos indica que, con la

    venida del Espritu Santo, empez la era de la Iglesia. Nos indican tambin que esta era, la erade la Iglesia, perdura. Perdura a travs de los siglos y las generaciones. En nuestro siglo en elque la humanidad se est acercando al final del segundo milenio despus de Cristo, esta era

    de la Iglesia, se ha manifestado de manera especial por medio del Concilio Vaticano II, como

    concilio de nuestro siglo. En efecto, se sabe que ste ha sido especialmente un concilio eclesiolgico , un concilio sobre el tema de la Iglesia. Al mismo tiempo, la enseanza de este

    concilio es esencialmente pneumatolgica , impregnada por la verdad sobre el EsprituSanto, como alma de la Iglesia. Podemos decir que el Concilio Vaticano II en su ricomagisterio contiene propiamente todo lo que el Espritu dice a las Iglesias 97en la fase

    presente de la historia de la salvacin.

    Siguiendo la gua del Espritu de la verdad y dando testimonio junto con l, el Concilio ha

    dado una especial ratificacin de la presencia del Espritu Santo Parclito. En cierto modo, lo

    ha hecho nuevamente presente en nuestra difcil poca. A la luz de esta conviccin secomprende mejor la gran importancia de todas las iniciativas que miran a la realizacin del

    Vaticano II, de su magisterio y de su orientacin pastoral y ecumnica. En este sentido deben

    ser tambin consideradas y valoradas las sucesivasAsambleas del Snodo de los Obispos, quetratan de hacer que los frutos de la verdad y del amor autnticos frutos del Espritu Santo

    sean un bien duradero del Pueblo de Dios en su peregrinacin terrena en el curso de los siglos.

    Es indispensable este trabajo de la Iglesia orientado a la verificacin y consolidacin de losfrutos salvficos del Espritu, otorgados en el Concilio. A este respecto conviene saber

    discernirlos atentamente de todo lo que contrariamente puede provenir sobre todo del

    prncipe de este mundo .98Este discernimiento es tanto ms necesario en la realizacin de la

    obra del Concilio ya que se ha abierto ampliamente al mundo actual, como aparececlaramente en las importantes Constituciones conciliares Gaudium et spes yLumen gentium.

    Leemos en la Constitucin pastoral: La comunidad cristiana (de los discpulos de Cristo) est

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