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05/2005

05/2005

Dr. Néstor Carlos Kirchner Presidente de la Nación

Dr. Daniel Osvaldo Scioli Vicepresidente de la Nación

Dr. D.Alberto Fernández Jefe de Gabinete de Ministros

Cr. Dr.Aníbal D. Fernández Ministro del Interior

Dr. D. Rafael Bielsa Ministro de Relaciones Exteriores,Comercio Internacional y Culto

Dr. D. José Pampuro Ministro de Defensa

Dr. D. Roberto Lavagna Ministro de Economía y Producción

Dr. D.Alberto Iribarne Ministro de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos

Dr. D. Carlos Tomada Ministro de Trabajo, Empleo y Seguridad Social

Dra. Da.Alicia Kirchner Ministro de Desarrollo Social

Dr. D. Ginés González García Ministro de Salud y Ambiente

Lic. D. Daniel Filmus Ministro de Educación, Ciencia y Tecnología

Sra. María Teresa García Secretaria de Interior

Lic. Carlos H. Caramello DirectorInstituto Nacional de Capacitación Política

Poder Ejecutivo de la Nación

a actual conducción del InstitutoNacional de Capacitación Política

asumió una mañana de invierno. Enuna oficina todavía ganada por los resa-bios de una crisis que desnudó la des-composición del Estado, estábamosCarlos Caramello, nuestro añoradísimoIgnacio Lewkowicz y quien esto escribe.Caramello dijo, palabras más palabrasmenos: “De poco va a servir dar cursosde capacitación aislados, si no trazamosuna estrategia que consolide una ima-gen; la imagen de que, para quienes esta-mos aquí, la comunicación es trascen-dente a la hora de hacer política”.

Esa misma mañana comenzó a pen-sarse en una publicación del INCaP quecontuviera las ideas que presentamos eneste primer número.

Ignacio Lewkowicz decía que en lostiempos actuales el Estado debía actuarmás en estimular el pensamiento de ter-ceros que en la vieja tara de delimitar eltablero ideológico en el que debía mo-verse la sociedad. Una publicación delINCaP estaba obligada a intentar reco-rrer ese sendero.

Allí mismo empezamos esa recorrida.Costó, pero aquí está.

Y lo que aquí está es una publicaciónperfectible, pero ceñida a la idea de de-satar ideas.

Aquí no hay bajadas de línea. Y, den-tro de lo posible, tampoco obviedades.

El INCaP tiene como misión y fun-ción brindar capacitación en la política.

No enseña política; subraya, en cam-bio, a través de la capacitación, el sitialinnegable que ocupa la política en laconstrucción (o en la reconstrucción, ennuestro caso) de una sociedad, un Esta-do y un país democráticos.

Esta revista se llama Capacitación Po-lítica. Pero, como se ve en la tapa, la Polí-tica es el elemento trascendente de esebinomio.

Por razones obvias -si se recuerda dedónde venía este país hace apenas dosaños-, el primer número de la revistadel INCaP trata sobre la ConstrucciónPolítica.

Entre los convocados está el ministroAníbal Fernández, quien encabeza la ha-bitualmente denominada “cartera polí-tica” del gobierno desde hace dos años.La nueva construcción política, dice, ha-ce aún más valiosa a la política como he-rramienta única de cambio. El ex presi-dente Raúl Alfonsín rescata la necesidadde crear una cultura política refractariaa planteos antidemocráticos. El jovenpolitólogo Juan Manuel Abal Medinaagrega que la reconstrucción requiere dela relegitimación del régimen político.

Hay más autores y más voces.Y milesde voces integradas en las páginas quereseñan lo realizado por el INCaP en estetiempo.

Esta publicación es un peldaño másen ese sendero.

Sergio Federovisky

L

Senderos

La construcción política

008 SenderosSergio Federovisky

Tema central.La construcción política

010 Construcción política y realidadAnibal Domingo Fernández

018 Acerca de la construcción políticaRaúl Alfonsín

046 La política argentina después del diluvioJuan Abal Medina (h.)

062 Los artífices de la construcción políticaDr.Gerardo Strada Saenz

068 La guerra de las ideasGonzalo García Garro

075Actividades institucionales,ensayos e investigaciones

76 Capacitación,participación y políticaCarlos Caramello

106 Datos variables de la políticaLa evolución del voto durante los últimos 20 añosDesafío a la política l Carlos Fara

El interés por la política l Alejandro Tullio

116 Datos estructurales de la políticaLey de Lemas

124 Observatorio PolíticoA manera de homenaje:Aportes a la construcción política

130 OpinionesLa reforma política como demanda socialManuel Mora y Araujo

La inclusión de las organizaciones de la sociedad civil en la políticaRoberto H. Ahuad

141 Libros y Publicaciones

La construcción política

11

por Aníbal Domingo FernándezMinistro del Interior

Construcción política yrealidad

entralidad. Si de algo podía jac-tarse la política argentina hasta

bien entrada la década de los 70 era deposeer centralidad.

El eje mismo de la vida pública pa-saba por el Estado y, en derredor de és-te giraban, a la manera de satélites vi-carios, instituciones, sectores y hastaempresas que se desarrollaban en laperiferia política.

Todo era Política y la sociedad ejer-cía sus derechos y deberes ciudadanosen esa lógica.

Por supuesto que existían críticas, y

dirigentes objetados, y posiciones, y dis-censos, y “fragotes”1 (desde 1930 hastala recuperación democrática de 1983, laArgentina vivió una suerte de cadenasin fin de golpes militares y salidaselectorales) pero hasta éstos últimos sehacían “en nombre de la política”.

Participación era el “síntoma” de esosdías. En la calle, en las escuelas y uni-versidades, en las oficinas, en las Cáma-ras empresarias y profesionales, en lossindicatos y en los cuarteles, la población“participaba” de la vida política del país.

Una participación que poco a pocose fue profundizando hasta alcanzar, afines de los 60, las características deuna verdadera “militancia”.

Silenciar conciencias

El golpe militar del 24 de marzo de1976 operó como una especie de ador-midera sobre aquellas conciencias polí-ticas que no sólo habían despertado si-no que se hallaban en plena actividad.

La increíble violencia desatada –quederivó en la muerte y desaparición demiles de argentinos– produjo un efectoparalizador. El Pueblo aterrado decidiódar un violento giro de “despolitiza-ción”en aras de su propia supervivencia.La frase –tremenda– que signó la épocafue “algo habrá hecho”.

A la luz de la historia –aunque laherida aún está demasiado fresca–,podría establecerse que el verdaderoéxito del Proceso fue, precisamente,silenciar la conciencia participativaque había germinado en la ciudada-nía. Lograr que esa ebullición militan-te se cortara de cuajo. Sumir al Puebloen una especie de letargo, de desidia,cuando no, de escepticismo nihilista.

Algo se rompió en aquel momento.Se truncó un romance floreciente entrela política y la ciudadanía, se vació unespacio de participación, se cercenó –agolpes de muerte– a una generación quecreía y se condenó al resto a un silencioíntimo y culpable del que todavía lescuesta volver a los argentinos. En sínte-sis, el miedo hizo largamente su tarea.

La recuperación democrática

Derrotado tanto en Malvinas como enlos alrededores de la Plaza de Mayo, elProceso se vio obligado a llamar a elec-ciones democráticas.

El 30 de octubre de 1983, la fórmulaAlfonsín-Martínez se consagró alcanzan-

do el 52% de los sufragios. Votó casi el86% de un padrón que tenía, entonces,17.929.951 electores hábiles y de éstos,el 97,25% lo hizo en forma positiva.

¿Significaba esto que la Argentinapolítica había despertado de su sopor?No. Si bien se vivía la fiesta de la recu-peración democrática no había ya enla población ese ímpetu participativode los tempranos 70. La política co-menzaba a perder centralidad.

Policentrismo y crisis de representación

“Que se vayan todos”. La frase, el recla-mo, la pretensión maximalista que sem-bró el diciembre de 2001, tuvo su ante-cedente inmediato en las eleccionesparlamentarias de octubre de ese año.

Sólo el 57,21% de los votantes hábi-les (es decir del padrón habilitado)ejerció, en esos comicios, un voto po-sitivo, contrastando con el 97,25% quelo había hecho allá por 1983.

Fueron las elecciones del voto bron-ca, de la figura de Clemente y la feta demortadela metidos dentro del sobre

que se utiliza para sufragar.Pero también fue el punto de infle-

xión, de quiebre profundo de la insti-tucionalidad en la Argentina.

No sólo tambaleaban las institucio-nes de Estado –el Congreso jaqueado,14 cuasi monedas circulando en elpaís, 5 presidentes en menos de unmes–. No había bancos, los ciudada-nos tenían sus ahorros congelados, laactividad comercial estaba práctica-mente paralizada… en síntesis, no ha-bía Nación.

En esos días, la Argentina estuvo apunto de perder 150 años de construc-ción política en un golpe de historia.

Y entonces se volvió patente el gra-do de pérdida de centralidad de la po-lítica como mecanismo rector de lasrelaciones sociales y económicas, ytambién la crisis de representación delos gobernantes elegidos en procesoselectorales transparentes y legales.

Allí quedó palmariamente demos-trada la incapacidad de la política paraintervenir y regular a las diversas esfe-ras sociales, debido a que éstas obede-cían más a una lógica de subsistemas

1312

La construcción política Aníbal Fernández | Construcción política y realidad

...el verdadero éxito del Proceso

fue, precisamente, silenciar

la conciencia participativa que

había germinadoen la ciudadanía.s

1983 | Asume Alfonsín. La democracia retorna después de 7 años.

C

funcionales que operan como camposautorreferenciales que al viejo modelojerárquico centralista.

Se consolida, entonces, el proceso deautonomización que despliegan lasfuerzas económicas con respecto a lasestructuras formales de regulación queoperan desde la órbita política. La eco-nomía, la ciencia, el deporte, constitu-yen espacios de participación que tien-den a abandonar el tradicional sistemaunicéntrico para dar respuesta a una so-ciedad policéntrica regida por los inte-reses sectoriales y hasta individuales.

Pero, además, aparece en la superfi-

cie el proceso de “dissencanto”, comodefine el politólogo Giovanni Sartori ala crisis de representación de dirigen-tes y partidos políticos.

Rotos los lazos con la sociedad, sor-dos a las demandas de los ciudadanosque los han votado, sumergidos enuna lógica internista que no sólo loslleva a vivir en una suerte de microcli-ma sino que además les confiere len-guajes y gestos distintos a los del restode los mortales (si algo demuestra contodo rigor la existencia de una “clasepolítica” es precisamente que constru-

yen un lenguaje propio, muchas vecesininteligible para aquellos que no per-tenecen a su sector o articulan con el-los), muchos dirigentes no pudieronentender el mensaje de las urnas deoctubre de 2001 y la crisis estalló sinque previeran una respuesta, profun-dizando aún más la brecha entre la po-lítica y la ciudadanía.

La reconstrucción política

Norbert Lechner, politólogo chilenodedicado al estudio de estas cuestiones,dice que “esta sociedad policéntrica ya

no está a disposición de lavoluntad política y, no obs-tante, exige política. Aquíparece radicar el mayorproblema de la gobernabili-dad democrática”.El deber de los dirigentes,entonces, es dar respuestaa esta exigencia y, para ha-cerlo en términos de efica-cia y eficiencia, debemosrecuperar no tanto la cen-tralidad sino más bien lacredibilidad y el liderazgo.

Pero no refiero a una credibilidadpersonal, esa que por estos días sostie-ne en parte la acción política –está di-cho que en los últimos años se ha vo-tado más por los “hombres” que porsus “ideas”– sino a la confianza depo-sitada por el Pueblo en sus dirigentesen el sentido de que éstos son capacesde tratar adecuadamente el conflicto,que son actores fundamentales a lahora de actuar como catalizadores delproceso de cambio social.

Esto, naturalmente, tiene un corre-lato de legitimidad, imprescindible en

1514

La construcción política Aníbal Fernández | Abstencionismo y voto en blanco...

todo sentido a la hora de hablar de re-construir la política.

Porque, finalmente, de eso se trata.Todo proceso de cambio acaba siendomoldeado por el número y la calidadde las personas que lo conducen, esdecir, sus líderes.

Y para que este proceso tenga unanclaje en el imaginario colectivo, pa-ra que este proceso madure y se pro-yecte en el tiempo, la política es unaherramienta imprescindible.

Sobre todo en términos de catego-rías políticas, de formas doctrinarias.Cualquier acción proyectada en eltiempo que no haga referencia explíci-ta a una idea, a una doctrina, difícil-mente pueda ser identificada a travésde las generaciones.

La arquitectura de las escuelas, hos-pitales, hoteles de turismo y hasta vi-viendas sociales de la primera etapa delperonismo son una buena muestra paraentender este concepto. Primero, por-que son fácilmente identificables desdeel punto de vista estético y luego porqueen sus formas de construcción, en sus

comodidades, solidez y hasta en sus di-mensiones, hablan a las claras de con-ceptos como “dignidad del trabajador”,“justicia social” y “felicidad del pueblo”.

Esto puede explicar –de alguna ma-nera– por qué, 60 años después del 17de octubre del 1945, muerto Perón ha-ce más de tres décadas, el Justicialismosigue siendo capaz de atraer a jóvenesque van a votar por primera vez en laspróximas elecciones de octubre. Hayuna doctrina y, además, hay una “cor-porización” de esa doctrina en obrasque trascienden a sus propios autores.

Lenguaje y territorialidad

Recuperar la Política –insisto, no en sucentralidad pero sí en su condición deinstrumento para producir el cambio–requerirá, de parte de la dirigencia, deun triple esfuerzo

Primero de un esfuerzo en el lengua-je. De una suerte de “contrato verbal”que reproduzca el “contrato social”.

Explica la lingüista Cristina Corea:“el lenguaje propio de la política es ellenguaje en el que transcurren las rela-ciones de poder, en el límite, sin encu-brimiento”. La política argentina, en-tonces, le debe al Pueblo la utilizaciónde un lenguaje simple y claro que in-cluya a todos los actores sociales.

Hay que volver a construir una “ver-dad política” en términos que sean “en-tendibles” para el ciudadano. Porqueserá a partir del lenguaje desde dondese construirá esa “comunicación efecti-va” que requiere el liderazgo moderno.

Luego, la política deberá dirigir suesfuerzo a la reconstrucción de laterritorialidad.

La lógica “internista” que durante

Rotos los lazos con la sociedad, sordos

a las demanda de los ciudadanos

que los han votado (...) muchos dirigentes

no pudieron entender el mensaje

de las urnas de octubre de 2001s

Barrio Presidente Perón. Actual Barrio Parque Saavedra.

mucho tiempo ha predominado engran parte de nuestra dirigencia –alpunto de constituir una nueva “cuasi-categoría política”– operó en el senti-do contrario a la construcción.

El alejamiento cada vez mayor entredirigentes y ciudadanos se constata enel abandono del verdadero territoriopolítico: el territorio del pueblo. Lapolítica se retira de la calle, de los ba-rrios, del contacto directo con la po-blación y se atrinchera en oficinas ydespachos para, desde allí, a través demétodos clientelares y de operadorescon poder vicario, tratar de conservarsu dominio territorial.

El resultado de esto es el nacimientode un nuevo modelo de dirigencia que,no obstante hacer política, no reconocepertenencia ninguna. Es más, prefierendenominarse dirigentes sociales y darpermanente testimonio de su absolutaprescindencia respecto de las formastradicionales de la política partidaria.

Se trata de facciones inorgánicas,nacidas a la luz del dislate político delos 90 y consolidadas por la inaccióndel gobierno de la Alianza. Son gruposde argentinos expulsados del sistema–la mayoría desocupados–, respondena una estrategia de subsistencia –porlo que son implícitamente clientela-res– y, acaso con razón, desconocen alos partidos tradicionales.

Sin embargo, estas estructuras –o porlo menos sus líderes emergentes– emi-ten un claro discurso ideológico, lasmás de las veces ligado al de algunas delas aventuras izquierdistas que circula-ron en nuestro país durante la ebulli-ción política de los 70. Un discurso evi-dentemente de superestructura, que notermina de ser aceptado o comprendido

por sus seguidores, más atados por laspromesas de inclusión –a través de pla-nes y programas sociales que distribuyeel propio Gobierno– que por cuestionesideosincráticas o doctrinarias.

Estos sectores deben ser, básicamen-te, objeto de reconstrucción de la políti-ca o, mejor dicho, de una nueva cons-trucción que les ofrezca continente ypertenencia verdadera.

El territorio político que ocupan esel espacio a recuperar.

Los métodos no pueden ser los quese han usado hasta ahora.

Real politiqueo realidad simbólica

Finalmente, hay un supraterritorio porel que la política argentina no deam-bula aún: es el de la realidad simbólica.

Ése, seguramente, es el ámbito de lapolítica del futuro…

¿Mañana, el mes que viene, dentrode un año…quién le pone el cascabelal tiempo?.

Como fuere, la idea de la política queaún habita en una significativa mayoriade dirigentes es, precisamente, una idea“burguesa” de la política. Una idea quetiene que ver con toda la ideosincraciade la burguesía: poder territorial, dinerocomo fin, cultura como mal necesario.

Pero, ocurre que ya no hay burgue-sía. O, por lo menos, no hay burgos.

El poder se ha constituido como algosupraterritorial, multinacional, global,transnacional… o cualquier adjetivo quepueda surgir en los próximos 20 añospara exhibir este giro brutal de la historia.

Porque la “post-burguesía” (¿estare-mos aún en la posmodernidad?) o la“hiperburguesía” (por si en realidad

vivimos un hipercapitalismo) no sólono tiene burgo sino que ya no tiene di-nero; no en su forma tradicional: mo-nedas o billetes. No los tiene ni es suobjetivo tenerlos porque en realidad,esta nueva clase, utiliza el dinero enfunción de la obtención de poder. Undinero virtual que circula por las com-putadoras del planeta confirmandoque el burgo del poder, hoy, es la web.En definitiva, una “weburguesía”.

Y, como si fueran pocas diferencias,lejos de despreciar a la cultura en cual-quiera de sus formas, esta nueva clase“consume” permanentemente cultura.Cualquier vanguardia, cualquier nuevaexpresión del arte, cualquier manifesta-ción de buen gusto o forma de hedo-nismo es consumida de inmediato;transformada en moda en segundos yen negocio en minutos.

La dirigencia que se precie deberáasumir también este cambio. Porqueun verdadero líder de este siglo no só-lo no rehuirá al conflicto sino que loutilizara como estímulo del proceso dedesarrollo y cambio social.

Una sociedad cambia a través de unacompleja construcción de su propiahistoria que la enfrenta a opciones di-fíciles y casi siempre inciertas. Esto, en unesquema democrático, implica conflic-to y debate para arribar a consensos.

Muchos de los actores sociales quehoy disputan el espacio de la política–esos que han incidido en la pérdidade la centralidad–, intentan conducirestos procesos.

Los medios de comunicación masi-va pueden ser un buen ejemplo (casiparadigmático) de esta actitud.

Pero, como dice Thomas Patterson,“los medios de comunicación masiva noestán diseñados para organizar la opi-nión y el debate públicos. Esta funciónrequiere de una institución que puedaver el cuadro general –la realidad com-pleta y no fragmentos– y con incentivosque la muevan a articular las necesidadesy valores de la sociedad en un propor-ción cercana a su verdadera magnitud”.2

Entonces, se hace evidente la necesi-dad de una nueva construcción políti-ca. Un renacer –que empieza a vislum-brarse– de la actividad política bajootros códigos, con nuevas herramien-tas y, sobre todo, con una perspectivamás moderna y abarcativa.

Pero cuidado…, sin abandonar lacondición de ser el mejor instrumentohumano –y acaso el único– que puedeproducir y conducir el cambio.

por Aníbal Domingo Fernández

Ministro del Interior de la Nación.

1716

La construcción política Aníbal Fernández | Construcción política y realidad

1 Del Lunfardo, voz que tiene raíces en un argot

francés, equivalente a “movimiento violento”.

“Fragote” se incorporó al diccionario de los argen-

tinos como el equivalente a “rebelión militar”.

2 Patterson, Thomas. “El tiempo y la prensa” en De-

mocracia y tiempo. Una invitación. BS. AS., 1999.

Por Raúl Alfonsín

Acerca de la construcciónpolítica

a política volvió a la Argentina acomienzos de los años 80 en me-

dio de la crisis de la deuda externa ydel crecimiento sostenido del neocon-servadorismo, cuyos planteos tras-cienden el campo meramente econó-mico y se traducen en concepcionesfilosóficas vinculadas, principalmentepero no exclusivamente, a la ética.

Los argentinos sufrimos una triple

transformación: primero, de la dicta-dura a la libertad, más adelante de lasatisfacción relativa a la pauperizacióny pasamos de una aceptable interde-pendencia a la dependencia.

Todo esto, en un clima internacio-nal configurado por lo que se llamó lacreación de un nuevo orden interna-cional, por la globalización insolida-ria, por el recrudecimiento de extre-mismos de toda especie y una ferozactitud hegemónica de EE.UU.

De este modo, el respeto a los dere-chos humanos aparecía en el marcode un simétrico relegamiento de los

principios de justicia social que le sonanexos.

Pero con el transcurso del tiempo lapolítica se ha ido vaciando de conteni-do y los partidos ya no alcanzan a defi-nir una concepción doctrinaria sufi-cientemente abarcadora como paracontener la problemática total y se dis-persan en definiciones concretas y ais-ladas, muchas veces alejadas de líneas

directrices que les da-rían consistencia y es-tructura.

Asimismo, los pro-blemas de la sociedadmediática sumergenal individuo en uncharco (no en un mar)de perplejidades, in-certidumbres y esca-pismos.

El sistema de la repre-sentación, sobre el quese levanta el pesado edi-ficio de la democracia,pierde así sentido, por-que en definitiva ni elrepresentado ni el re-

presentante saben qué es lo que quie-ren y en ocasiones ignoran qué es loque se discute.

La técnica suplanta a la política y latecnocracia a la democracia. Desapare-ce así el contenido moral y avanza lainconducta. La relegitimación comien-za a buscarse en el camino del elitismo.

Cada vez más importa menos lagente. Esto, ¿le importará a la gente cadavez menos? Estaríamos perdidos. Lasociedad tiene que salvarse a sí misma.

En este artículo no tengo la preten-sión de dar respuestas a todos estosproblemas. Pero sí intentaremos em-

pezar por temas prioritarios, relegandopara el final los que a veces ingenua-mente aparecen como fundamentales.

La sociedad no existe sin diálogo,que origina consensos y disensos. Elprimer consenso es el de la admisión

de normas que regulen y garanticen laconvivencia. que reclama la preponde-rancia de actitudes cooperativas sobrelas conflictivas. En otras palabras, hayun consenso básico acerca de la nece-sidad del Estado. Pero la afirmacióndebe completarse. ¿Consenso sobrequé tipo de Estado? De la respuesta aesta pregunta, surgirá el tipo de parti-dos políticos que deseamos propiciar.Y, de acuerdo a la concepción que seacepte, dependerá la reforma políticaque se proponga.

Es importante a estos efectos, consi-derar el rol del Estado Legítimo: la demo-cracia está aún en camino de superar

relaciones jerárquicas de subordina-ción política que se encuentran ahoravinculadas no tanto a las institucionesdel Estado como a estructuras econó-micas y sociales que originan nuevasformas de predominio.

Es que la democracia genera unatensión característica: por una parte esun avance permanente hacia la igual-dad y la libertad, ya que logrado unobjetivo promueve su redefinición, demodo de no perder su necesario dina-mismo. Pero, por otra parte, provocaresistencias que limitan su marcha, o aveces producen retrocesos no siemprevinculados a una concepción política-mente autoritaria.

Por eso es necesario entender quedefender la democracia no sólo signifi-ca luchar contra fuerzas antidemocrá-ticas objetivas, sino también contra de-formaciones culturales generadoras de

2120

La construcción política Raúl Alfonsín | Acerca de la construcción política

Los argentinos sufrimos

una triple transformación: primero,

de la dictadura a la libertad, más adelante

de la satisfacción relativa

a la pauperización y pasamos

de una aceptable interdependencia

a la dependencia.s

L

1981 / 1989 | Administración del Presidente Reagan.

una difundida indisponibilidad sub-jetiva para la integración, que siempreha servido de base de sustentación alas concepciones limitacionistas de lademocracia.

El disenso es necesario, y su reivin-dicación es indispensable para la de-mocracia, pero esto no nos debe llevara una suerte de neoanarquismo inge-nuo que rehabilite el conflicto perma-nente y descontrolado como una pre-sunta virtud democrática.

El Estado debe garantizar el ejercicioresponsable de las divergencias y lasoposiciones, pero su propia existenciasupone un consenso básico entre los ac-tores sociales, esto es, la aceptación deun sistema de reglas de juego comparti-das. El disenso democrático implica,pues, como condición de su ejercicio,un previo consenso sobre un orden

democrático, del que sería su expresión.La construcción de una sociedad re-

quiere escapar de las pujas salvajes yde la lucha de todos contra todos, através de un pacto constitucional. Pero

ese pacto sólo puede lograrse de ver-dad cuando un gran objetivo lo exige ylegitima.2

La libertad en la democracia impli-ca de por sí una sociedad integrada ycon una interdependencia y una co-municación más estrechas entre loshombres que garanticen un comúnuniverso de valores compartidos y unorden respetado por todos.

Frente a este enorme desafío, la cons-trucción del Estado Legítimo y labúsqueda del consenso para defenderlopasan al primer plano de la actividadpolítica.

La construcción de un Estado Legí-

timo reclama para su existencia unaaceptación racional, cuya legitimacióndebe provenir del más amplio conjun-to posible, reclama la deliberación per-manente para establecer consensos sig-nificativos a los que debe supeditar latécnica. Es evidente que en este aspectohan fallado los partidos políticos, queparecen haber relegado la discusión.

El diálogo generador del consenso esel método para construir el Estado Le-gítimo, basado en la soberanía popular,en el sistema de representación, en elrespeto a las minorías y los derechoshumanos y políticos y en el repudio decualquier apelación a la violencia.

Se caracterizó al consenso como lacomunión de ideas, exis-tente entre los miembrosde una organización olos participantes de unasociedad, que permitemantenerla en un ordenequilibrado concebidocomo el estado ideal ca-paz de impulsarla armó-nicamente hacia el logrode objetivos predetermi-nados.3 Por eso, más alláde las sociedades idealesde la filosofía y de las tra-dicionales de la experiencia histórica,en la democracia la política se converti-ría, cada vez más, en deliberación.

El Estado Legítimo debe garantizarlas libertades, procurando la integra-ción de la mayor cantidad posible defuerzas y tendencias vitales que actúanen la sociedad, objetivo que, desde lue-go, no significa desmedro para el desa-rrollo de las capacidades individuales.

Tiende a amalgamar en un conjuntode consensos equilibradores los inte-

reses de los distintos sectores, a travésdel acuerdo constructivo.4

Exige fe en la razón, respeto a lapersona, reconocimiento de la auto-nomía en el ciudadano y rechazo de latesis de que el fin justifica los medios.

Lo dicho no significa negar el dere-cho a la resistencia frente a la actividadilegal del Estado.

Aunque, en tanto método, el con-senso resulte neutro para los que nocreen en la finalidad de lo procedi-mental, su propia naturaleza lo con-duce hacia el progresismo.

Por eso, se ha considerado a este mé-todo como un camino hacia el socialis-mo democrático al definir su rumbo

por el consenso acerca de reglas queaseguren la convivencia, disciplinandolas necesarias luchas políticas a travésde un “pacto de civilización” que per-mita salvar a la humanidad de cadahombre.5

Lo que la derecha busca ahora no esprecisamente un consenso, sino lapeor de las conformidades, la que sur-ge de la resignación, de la impotenciay de la desesperanza.

Así como cualquier orden político

2322

La construcción política Raúl Alfonsín | Acerca de la construcción política

Cada vez más importa menos la gente.

Esto, ¿le importará a la gente

cada vez menos?

Estaríamos perdidos.

La sociedad tiene que salvarse a sí misma.s

Diciembre de 2001 | Represión en Plaza de Mayo.

requiere un cierto consenso, la demo-cracia exige un consenso pluralistaque es consustancial a su naturaleza.Esta incorpora y legitima a su contra-rio, es decir, al disenso, por lo que re-chaza a priori la posibilidad de unconsenso unánime, salvo, quizá, sobrela idea de que “todo” puede ser discu-tido. Debe existir, en un nivel meta-normativo, un conjunto de reglas dejuego no sujetas a discusión.6

El consenso no puede excluir la par-ticipación. En gran medida la requie-re. En cierta forma, proviene de algúntipo de participación previa. Pero ade-más la genera, dentro de los límitesque ha determinado para la acción es-

tatal y como regla mínima de convi-vencia en la sociedad.

Se ha sostenido que para la demo-cracia basta un esbozo de consenso:derivar el conflicto hacia una compe-tencia que permite canalizar la violen-cia en un sistema de convenciones, de-finidas como “reglas de juego”.7 Pero eltema es mucho más complejo.

El problema reside en el hecho deque la estructura social no es –al me-nos no lo es hasta hoy– un sistema ar-mónico. Por ello, al ser la acción sociala la vez conflictiva y consensual, abre

la posibilidad a una búsqueda de equi-librios entre tensiones y antagonis-mos, “entre las fuerzas centrípetas delrequisito del orden universal y la cen-trífuga de los intereses particularistas”,necesario para la vida en democracia.8

Establecer compromisos es una delas funciones de la política. En defini-tiva la política impide que el conflictose transforme en violencia, en un jue-go de vida o muerte, en antagonismosdefinitivos, puesto que el consensoprevio ha eliminado las contradiccio-nes fundamentales, como las de liber-tad y esclavitud. En última instancia,la clasificación de Carl Schmitt: amigoo enemigo.

Pero ésta no es la ló-gica de la política, queno pretende la elimina-ción del adversario, sinoel reconocimiento del“otro”. Y este reconoci-miento admite el disensopropio del pluralismocaracterístico de toda vidademocrática, que, por elcontrario, es negado porlos extremismos de iz-

quierda o derecha.En América Latina el inicio de mu-

chos procesos democráticos ha tenidolugar a través de acuerdos entre los de-tentadores del poder autoritario y sec-tores democráticos.9

Estos pactos suelen iniciar lentosprocesos de democratización y a vecesterminar en una nueva Constitución.10

Se ha considerado a la democraciacomo un sistema que impide que seimponga un consenso artificial, por-que gobierno y oposición no gobiernanjuntos, pero se influyen recíprocamente,

y, por otra parte, porque siempre exis-te la posibilidad de la alternancia en elgobierno.11

El consenso debe ser visto de estemodo, como una tensión. Cuando cre-ce se produce un cambio en los equili-brios, y si aumenta, en las estructuraso subsistemas.

Podemos coincidir en que son cua-tro las estructuras que componen unsistema social: las económicas, relacio-nadas con la producción y distribuciónde bienes; las políticas, que definen yprocuran los objetivos colectivos; lasnormativas, que buscan la integracióny la cohesión a través de instituciones,

normas, clases sociales, que viabilicenel consenso, y las de socialización: fa-milia, escuela, sindicatos, partidos po-líticos, etc.12

El subsistema político en un EstadoLegítimo procura influir a los subsis-temas económico, normativo y de so-cialización. Por eso, es incompatiblecon un liberalismo económico absolu-to, con una concepción absolutamenteretributiva de la pena y con una socia-lización que no tenga en cuenta la ne-

cesidad de apoyarse en normas moralesfundamentales, por lo general expre-sadas originariamente en la familia.

El sistema puede ser aceptado portemor al castigo o porque se conside-ran correctas sus normas. Este últimotipo de reconocimiento del sistema,cuando reviste las características de unconsenso mayoritario, se adecua anuestra concepción del Estado Legíti-mo.13 La mayoría de las decisiones sonobedecidas porque se las estima razo-nables, “sobre la base de la autoridad,no del poder”.14

La clara consecuencia de todo esto esla necesidad de comprender que, am-

pliado de esta manera el campo políti-co, el problema de la democratizaciónde la economía adquiere una relevanciafundamental y que la participación queprocura el Estado Legítimo no puedequedar limitada exclusivamente a laesfera de lo “público”.

Desde un punto de vista teórico, perode inocultable trascendencia al campopráctico, se establecería una tensa in-teracción entre el subsistema políticoy el subsistema económico traducida

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La construcción política Raúl Alfonsín | Acerca de la construcción política

El disenso democrático implica, pues,

como condición de su ejercicio,

un previo consenso sobre un orden

democrático, del que sería su expresión.s

Sesión en el recinto de la Cámara de Diputados de la Nación.

en una puja debido al intento de sub-sumirse recíprocamente.

Para seguir realmente el camino delprogreso con justicia y libertad hacefalta el consenso que lo viabilice pri-mero y lo impulse después, si no que-remos caer prisioneros de la técnica,cada vez más misteriosa en sus insóli-tos avances sobre la determinación delas reacciones de la sociedad.15

El juicio político no es un juicio téc-nico, así como el Estado democrático nopuede desconocer la necesidad de una

permanente y sucesiva legitimación quedebe provenir del pueblo. Si no fuera así,estaríamos en el reino de la técnica y delEstado absolutista, con similares carac-terísticas a las del llamado Estado Justo.

Si el Estado Justo, al identificar polí-tica con moral, se convierte en despó-tico, puesto que nadie debería osarcontradecir una norma a la que se legarantiza un contenido ético sustan-cial y trascendental, del mismo modo

el supuesto Estado Técnico debe asu-mir igual naturaleza, porque no se po-dría admitir que alguien rechazara lasmejores soluciones a los problemas niaconsejara las equivocadas.

Esto es advertible en la actividadpolítica cotidiana. Es común encon-trarse con interlocutores que sólo ad-vierten la dimensión técnica de la pro-blemática nacional y obviamente conese criterio orientan sus decisioneselectorales. Por eso se ha dicho con ra-zón que el poder tecnocrático ha jugadoel papel de desencadenante de la crisisen el sistema social.16

La política se convierte así en unatarea técnica, que excluye de la discu-sión pública los problemas moralesque afectan al sistema político-econó-mico.

La participación, que hemos conside-rado insustituible para la democracia,se dificulta si se reemplaza la políticapor la técnica, librada a los especialis-tas, así como se debilita peligrosamentela búsqueda del consenso puesto quelas conclusiones científicas no admitenacuerdos de voluntades, O son admiti-das o se las destruye. Y además, y estoes lo más grave, porque para discutir hayque tener un grado de especializacióndel que carece la mayoría.

Otra dificultad proviene de una for-ma de relativismo moral que terminapor impedir cualquier compromiso,puesto que parte de la idea de que nose debe juzgar la escala de valores deotra persona, ya que es de su sola elec-ción y debe ser respetada. Tambiénaquí la deliberación se hace imposible,o hipócrita.17

De este modo, el camino hacia unEstado Legítimo resulta erosionado

26

La construcción política

Establecer compromisos

es una de las funciones

de la política.

En definitiva la política impide

que el conflicto se transforme

en violencia, en un juego

de vida o muerte,

en antagonismos definitivos.s

por una doble acechanza: la tecnocra-cia y el relativismo.

El partido político democrático inclu-ye, no excluye, una actitud principista.Hoy día, en el marco del neoconserva-dorismo, al menos en su versión más

fuerte, desaparece la política, porqueno hay objetivos a discutir ni alterna-tivas entre las cuales elegir. Todo esresuelto por las leyes absolutas delmercado.

De esta forma no sólo la política de-saparece. También tiende a desapare-cer el sentido de la sociedad.18

Desaparece el sentimiento de comuni-dad: construir un espacio para la tareacomún. Desaparecen la solidaridad, lareal convivencia y la comunicación.

Si esta situación perdura y se pro-fundiza desaparece la tolerancia y sur-ge la violencia. Siempre que los ele-mentos subjetivos no coinciden con la

objetividad establecida como norma,surge la violencia.19

Para que el diálogo tenga sentido,para que el consenso pueda construirse,para que la participación sea racional,es imprescindible un mínimo de co-

nocimiento acerca del tema en discu-sión. Y así llegamos al argumento másesgrimido por los reaccionarios, o porlos partidarios de la democracia elitis-ta, contra la democracia participativa.

Si todo fuera técnica, la discusiónversaría sobre la eficiencia y quedaríalimitada a los especialistas. Los demásni siquiera podrían ejercitar la funciónde control. Además, inmerso cada unoen sus propios asuntos, no habría unavisión global del futuro porque la discu-sión pasaría de la política a la técnica yvaya uno a saber en qué podrá llegar aterminar una lucha por la hegemoníaen el campo (amplio) de la técnica y

qué tipo de “porvenires” encontrados sepretenderían diseñar, una vez agotadala discusión moral.20

Un pueblo que termina por no de-sear nada y por no saber nada es unpueblo muerto.Y si el pueblo está muer-to no puede vivir la democracia.

Contra una mínima cohesión de lasociedad, imprescindible para la conso-lidación del Estado Legítimo, conspiratambién la desintegración de la propiapersonalidad, fenómeno habitual enun medio cada vez más complejo e in-comprensible que superficializa lasrelaciones humanas. “En la mayoríade las vidas hay más gente y menospersonas”.21

Así se dan las condiciones para laaparición de tendencias anómicas quehacen difícil y terminan por imposibi-litar cualquier preocupación altruistapor los problemas comunes, por la cosapública.

Encapsulado cada uno en su propiapr ivacidad, porque loexterior resulta peligrosoo indiferente, se generancomportamientos que cons-piran contra la natural ap-titud para el consenso; noporque haya una predispo-sición para el conflicto, sinoporque ni siquiera se plan-tea el problema cuya solu-ción podría ser motivo delconsenso.

En otras palabras, se esfuma la vo-luntad de un compromiso que vayamás allá de pertenencias grupales quesirven al individuo sólo en cuantoafirman, si bien precariamente, laidentidad de cada uno u otorgan ciertogrado de reconocimiento o seguridad.

Se la aprovechará y aun se la impul-sará, porque las diversas formas de do-minación modernas ya no se basan,como el fascismo, en las grandes mo-vilizaciones de masas, sino, por el con-trario, en la apatía generalizada, en laprofundización de una anomia suave ydulce, tonta y retraída; en la despreo-cupación del “qué me importa “, en elegoísmo del “no te metas”, en la ausen-cia de compromiso y hasta en la expre-sa decisión de no informarse.

Y decimos que no es uniforme por-que así no es el hombre. Este, más quenada, es el hombre deformado pormiedos que ni siquiera conoce, o nointenta investigar; el hombre manipu-lado, frágil y apático, al que apenas lequedan fuerzas para gastarlas en di-versiones vanas, si es posible sin suparticipación, o en los excesos que loembrutecen.

No. Así no es el hombre. Y por eso,al mismo tiempo que sufre la manipu-

lación, tiende a superarla de dos ma-neras. Una, igualmente peligrosa parala sociedad, transformando la anomiaapática en violenta y ahí, entre otrasmonstruosidades, el terrorismo. Laotra es la participación, que amplía elmarco de la democracia formal, enri-

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La construcción política Raúl Alfonsín | Acerca de la construcción política

Diciembre de 2001 | Represión en Plaza de Mayo.

La participación, que hemos considerado

insustituible para la democracia,

se dificulta si se reemplaza la política

por la técnica.s

queciéndola con los aportes espontá-neos o sistemáticos de la vida cotidiana,del altruismo, el compromiso o la ge-nerosidad, todos vinculados a la con-cepción ética de la solidaridad y enconsecuencia impulsores del consenso.

La definición de sociedad civil delneoconservadorismo es sinónimo deuna esfera no estatal garantizada legal-mente, para evitar su intromisión,pero, eso sí, dominada por el podereconómico.

Es innegable que existe un amplioconsenso acerca de la defensa de laprivacidad frente al Estado. No ha dehaber constitución o ley fundamentalen el mundo democrático que no esta-blezca un principio similar al consa-grado en la nuestra, cuando se refiere alas acciones privadas delos hombres.

Sin embargo, es bue-no huir de “todo” extre-mismo. Pero el tema noes tan sencillo comoaparece a primera vista,porque está de por me-dio la pretensión deconsiderar cualquier re-gulación del Estado,vinculada, por ejemplo,a la búsqueda de soluciones para losmás desposeídos, como lesiva para lalibertad individual. Es la vieja idea, so-bre la que algo ya hemos dicho, queconsidera a la lucha por la igualdad co-mo atentatoria contra la libertad.

Democracia es diálogo y comunica-ción. Es también reconocimiento delotro como diferente u opositor. Estacomprensión es fundamental para lapolítica. La democracia institucionali-za este tipo de relación. Lo que expresa

su intensidad, más que la participa-ción, es la profundización del diálogoentre diferentes. 22

En realidad no hay una sola sociedadcivil, en el sentido que se le pretendedar, sino diversas sociedades con dis-tintos intereses difícilmente compatibles.

Proteger a la sociedad civil en susderechos inalienables está muy bien ysuena muy lindo. ¿Pero contra quién?Contra el Estado totalitario, claro está,me contestará el lector. Eso también escorrecto. ¿Pero qué pasa si el Estado esdemocrático y con su inacción “protege”tanto a la sociedad civil, que la deja ex-puesta, indefensa y vulnerable ante unpoder económico que la esclavice o lamanipule?

Hasta la elemental noción de orden

público podría desaparecer. Si la educa-ción, o la salud, o la comunicación, co-mo algunos pretenden, se marginan dela política, alguien interesado llenará elvacío. Tal como sucede con la planifica-ción, que tanto revuelo provoca entrequienes lo que en realidad quieren esseparar al Estado de Bienestar absolu-tamente de la economía, con el propó-sito de planificar a su exclusivo servicio.

De esta manera nos vamos de cabezahacia una formidable regresión política.

El dilema que habría que resolveres si es preciso proteger al individuodel Estado o de la sociedad. ¿Es nece-sario resguardarlo del poder del prín-cipe o del poder económico? La res-puesta es una sola: de ambos, sobre labase de defender la legalidad y atacarla arbitrariedad.

El Estado Legítimo debe proteger alindividuo contra la coacción del podereconómico y a la sociedad contra lacoacción de las masas si su accionar

superara flagrantemente la legalidad.Es la protección contra los fundamen-talismos. Contra los extremismos.

Simétricamente, al mismo tiempoque se produce un desprestigio gene-ralizado de los políticos, aparecen enla llamada “sociedad civil” distintasversiones de personas a las que se lesotorga esa autorictas, y uno de los ele-mentos que se tiene en cuenta para asíconsiderarlas, como si fuera un valorsuperior, es precisamente su falta demilitancia política. Esta pretendidaautorictas recae en los más diversos

personajes, desde un científico renom-brado a un deportista exitoso. Por logeneral tienen el buen tino de ejercerlaen los campos de su propia actividad,pero en ocasiones, y no son pocas, selanzan a predicar, sin los conocimien-tos mínimos necesarios, sobre aspec-tos que se vinculan al desarrollo de losmás complejos problemas de una na-ción. Cuando esto pasa, suele caerse ensimplismos que, al ser tomados por lasociedad, conspiran contra la cons-

trucción política del Estado Legítimo.El juego de la democracia se pertur-

ba si uno de los actores importantesutiliza procedimientos ilegales, oatenta contra las bases mismas de laorganización social, ya sea desde laizquierda o desde la derecha.

Creo que estos son los temas que de-ben definirse antes de proponer cual-quier reforma política. De lo contrario,empezaríamos al revez y nos engaña-ríamos. En buena hora el trabajo delas ONG. en esta tarea, que conjunta-mente con la economía social, pueden

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La construcción política Raúl Alfonsín | Acerca de la construcción política

Democracia es diálogo y comunicación.

Es también reconocimiento del otro como

diferente u opositor. Esta comprensión

es fundamental para la política.s

Organizaciones de la sociedas civil | Comerdor comunitario.

constituir apoyos importantes paranuestra cultura, es decir, nuestra ética.La sociedad organizada puede ser uninstrumento fundamental para abrircanales de participación.

Pero veamos otros aspectos muyvinculados al tema. Insisto: es un errorconsiderar, como dato de fondo, unaconfrontación entre partidos políticosy actores sociales. En las actuales cir-cunstancias, mediando la mínima vi-gencia de formas democráticas, es ab-surdo hablar de la omnipotencia de lapolítica y mucho más en América La-tina, supeditada a presiones internas yexternas que constituyen el real peli-gro de la democracia.

Según Yehezkel Dror, en su informe

al Club de Roma, muchos de los pro-blemas de gobernabilidad surgen delas siguientes tendencias:a. pérdida de legitimidad del Estado yde la autoridad política y sindical, conla consiguiente percepción de lejaníade los respectivos liderazgos;b.control sobre los gobiernos de po-derosos grupos de presión que cerce-nan su libertad de acción;c. simultáneamente movimientos de

distinto carácter y diferente signo (posi-tivo o negativo) adquieren legitimidad;d.procesos supra estatales que entranen competencia con los Estados;e.Creciente impacto de los mediosmasivos “que convierten cada vez mása la política en un circo “ que satisfacelas exigencias públicas de excitación ydivertimento”, lo que provoca lamen-tables comportamientos políticos, quea su vez generan en el público escepti-cismo y a veces cinismo;f. difundida y grosera corrupción ehipocresía de los políticos;g.mandatos demasiado breves pararesolver temas de envergadura;h.falta de diferencias propositivas delos partidos, suplantadas por ardientes

duelos televisivos, lo que aumenta elrechazo de la ciudadanía a las estruc-turas políticas.

Pero ¿cuál es la arquitectura institu-cional, la argamasa doctrinaria, el sus-tento filosófico para que esta “capaci-dad de gobierno” se convierta,plausiblemente, en la forma de funcio-namiento normal y no en el mandatode hombres o grupos providenciales?

No es, como sostengo en esta tesis cen-tral, un problema de mayor o menor“pragmatismo”, de mayor o menor “ca-lidad” de los gobernantes, de mayor omenor acierto en las ofertas electoralespropias de la competencia política. Hayque trabajar desde los ci-mientos y en prácticasmuy arraigadas paraasentar una cultura re-publicana democrática.

En nuestro país, la de-sorientación y la necesi-dad llevó en el pasado alos distintos sectores de lasociedad a adentrarse porcaminos muy lejanos deaquellos que habían tra-zado los forjadores denuestra nación moderna.

La recuperación delsistema democrático permitió que lasFuerzas Armadas retomaran la honro-sa función para la que fueron creadaspor la Constitución y las leyes. Fueron,nuevamente, el brazo armado de lanación para defender su soberanía.Una institución normal de un paísnormal, que aspiraba al crecimientoen democracia y pluralismo.

La gran hipótesis de conflicto denuestro país era y sigue siendo la de unaguerra sin cuartel contra el atraso, queimplica consecuente e insalvablementela más cruel de las dependencias. Paraacometer con energía y racionalidad esacontienda que salvaguardará nuestrasupervivencia como nación, debemoslograr que nuestras instituciones seconsoliden, perfeccionen y actualicen. Ytodo esto que se discuta, tanto por lospartidos políticos como por las organi-zaciones intermedias de la sociedad.

Para pesar en el difícil y competitivomundo actual, debemos ser serios, efi-cientes y previsibles. Debemos definirqué es lo que queremos y arbitrar losinstrumentos adecuados para alcan-zarlo. No debemos mostrar flaquezas

ni incertidumbres, ni mucho menospersistir en las viejas confusiones ori-ginadas en los decenios de decadencia.

Por ello, así como fue fundamentalpara terminar con el golpismo, que laArgentina dejara de ser una sociedadque se sentía acosada por los fantas-mas de su pasado, es también igual-mente importante que esté dispuesta ydecidida a no crear nuevos espectrosencaramados sobre dificultades y obs-táculos del presente, y que tenga, porello, como tarea permanente la defen-sa del interés nacional y el fortaleci-miento de sus instituciones…23

La ajuridicidad montada sobre laviolencia destruye las instituciones.Todas las instituciones: en primer lu-gar las políticas, pero también las eco-nómicas, las sociales, las culturales. Altransformarse en una estructura per-manente, en el aparente horizonte al

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La construcción política Raúl Alfonsín | Acerca de la construcción política

La gran hipótesis de conflicto de

nuestro país era y sigue siendo la de una

guerra sin cuartel contra el atraso, que

implica consecuente e insalvablemente

la más cruel de las dependencias.s

Profesor Yehezkel Dror | Universidad Hebrea de Jerusalém

que todos deben mirar, penetra hon-damente en la vida cotidiana, empapalos comportamientos, transforma a lainseguridad en costumbre y al egoís-mo en rutina.

Cuando se incita a una comunidada vivir en los marcos del “sálvese quienpueda”, se está destruyendo la dimen-sión ética de la vida.

El autoritarismo, la intolerancia, laviolencia, el maniqueísmo, la compar-timentación de la sociedad, la concep-ción del orden como imposición y delconflicto como perturbación antina-tural del orden, la indisponibilidadpara el diálogo, la negociación, elacuerdo o el compromiso, fueron ma-neras de ser y de pensar que echaron

raíces a lo largo de las generaciones ennuestra historia.

Toda nación es el resultado de unproceso histórico integrador de gru-pos inicialmente desarticulados. De-trás de cada unidad nacional hay ungran proyecto capaz de asociar en laconstrucción de un futuro común afuerzas étnica, religiosa, cultural, lin-

güística o socialmente diferenciadasentre sí. Uno de los rasgos distintivosde la Argentina ha sido nuestro fraca-so en delinear con éxito una empresanacional de esta naturaleza.

En su momento lo caractericé conestas palabras: “Luchar por la demo-cracia era siempre luchar contra otros.El enemigo estaba afuera y nunca den-tro de nosotros. En diciembre de 1983se inicia por primera vez un esfuerzode democratización basado en la con-ciencia de que la clave de los pasadosregímenes autoritarios residía menosen la fuerza intrínseca de los mismosque en las posibilidades que tenían deasentarse sobre una cultura políticadisponible para aceptarlos. Para noso-

tros, defender y consolidar lademocracia significa lucharno sólo contra fuerzas anti-democráticas objetivas, sinotambién contra las deforma-ciones culturales generado-ras de aquella difundida dis-ponibilidad subjetiva que lesha servido siempre de basede sustentación.”Para emprender este cambiodefinitivo, resultaba impres-cindible, mientras el país ad-quiría el aprendizaje del re-cambio periódico y libre desus representantes y gober-

nantes, impulsar una reforma institu-cional, que debía culminar con la re-forma de la Constitución Nacional”.24

Ante esta situación, que carece deantecedentes, deben reexaminarse lasposibilidades de la política. La tradi-ción de la teoría política nos imponeaceptar responsabilidades por toda lasociedad, principalmente en la con-

cepción del Estado de Bienestar, que sepropone compensar a cada ciudadanopor cualquier desventaja que padezcaen virtud de las formas organizativasde la sociedad.

Pero frente a esta suerte de respon-sabilidad global, la realidad se enfrentacon las cada vez más limitadas posibi-lidades de la política. Esta discrepanciaentre pretensión y realidad “comienzaa pulverizar también los últimos restosde confianza política.” Y la teoría polí-tica que esto observa, refuerza y aceleraeste proceso al reiterar hasta el cansan-cio los problemas de ingobernabilidady fracaso del Estado, como lo hace elneoconservadorismo: “el anuncio dela catástrofe se inscribe en el procesode auto-reforzamiento negativo de si-tuaciones problemáticas.”

La discusión política, entre posicio-nes conservadoras o progresistas, noalcanza para resolver el problema. Lavelocidad del cambio social nos obligaa preguntarnos si debemos o no adap-tarnos a sus transformaciones. Cabe

preguntarse: “¿se debe dejar que elcambio siga su curso y adaptarse des-pués a sus consecuencias cuando laviolencia de los hechos así lo constri-ña? ¿O hay posibilidades de interven-ciones correctivas oportunas, que aúnasí no pueden pretender controlar to-do el hecho global conforme a un planni están en condiciones de justificarsecomo progreso?”

“Valores fundamentales como ladignidad humana, libertad, igualdad,solidaridad, justicia, no ofrecen ya, ental situación social, una suficienteorientación a la acción política.” Aun-que siguen ofreciendo un fundamentopara el compromiso, ayudan poco enla valoración de los resultados de lagestión y en el juzgamiento de las difi-cultades a superar.

Entonces, lo que hay que averiguares cómo puede apreciar su entorno elsistema político. ¿Le permite aumen-tar su capacidad de comunicación o seencuentra ante límites infranqueables?

La reflexión política debería permi-

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La construcción política Raúl Alfonsín | Acerca de la construcción política

La clave de los pasados regímenes

autoritarios residía menos en la fuerza

intrínseca de los mismos que en

las posibilidades que tenían

de asentarse sobre una cultura política

disponible para aceptarloss

1976 | Junta Militar Massera,Videla y Agosti

tir que llegaran a la sociedad “las visio-nes interrelacionadas sobre ésta, sobreel mundo moderno y sobre los múlti-ples ámbitos funcionales, también allídonde la acción política no puede inter-venir o es incapaz de conseguir algunatransformación. El lenguaje empleadoen la política cumple una funciónorientativa que va mucho más allá deaquello que es posible conseguir me-diante decisiones vinculantes colecti-vamente” y superarse de esta manera,el estilo ostentoso y la competencia de-sacreditadora, para llegar orientar y es-timular nuevas opciones y dejar abier-tas posibilidades de elección para sí y

para el adversario, abarcando diferen-tes alternativas, si quiere insertarse real-mente en una concepción democrática.

La democracia es una auténticaconquista política cuyo funciona-miento nos debería asombrar y llevara preguntarnos cuanto tiempo máspodrá durar, lo que nos remite a la ne-cesidad de analizar cuales son los peli-gros que debe afrontar.

Es necesario que la política aborderesueltamente los más importantesproblemas de carácter estructural de lademocracia, porque si no “¿cómo esposible imaginar entonces que la de-

mocracia puede producir más igualdady más libertad, más autorrealizaciónsubjetiva y más paz, mejor balance eco-lógico y una más justa distribución?”25

Es que la concepción de una socie-dad justa, pensada como alternativa ala crisis, supone un pacto social que searticula a través de la proyección dedos principios: el de la libertad y el dela igualdad. En este sentido, es necesariotener presente que el valor de la libertaddepende de cómo ella está distribuiday que el valor de la igualdad dependede qué es lo que se distribuye en formaigualitaria. Por un lado, todos tienen elmismo derecho a gozar efectivamente

de la libertad; por otro, ladistribución igualitaria debecomprender todos aquellosrecursos necesarios para elejercicio pleno de la liber-tad. De este modo, la apa-rente tensión entre libertade igualdad se supera a travésde una distribución iguali-taria de la libertad.

Este es el núcleo de unaética de la solidaridad. La li-

bertad equitativamente distribuidaimplica el deber de mejorar la situa-ción de los menos favorecidos. Suponeademás, un enfoque amplio de los de-rechos humanos. Ellos se violan no sólopor agresiones directas sino tambiénpor la omisión de proporcionar los re-cursos para una vida digna y autónoma.

Ese es el sentido que prima en las me-jores expresiones de la cultura políticacontemporánea, que ven a la democra-cia como una combinación superadorade tradiciones ideológicas y que amalga-ma, en una imagen ética de la vida, losaportes del liberalismo y del socialismo.

Temas como la defensa de las liberta-des individuales, la participación ciu-dadana, la justicia social, el desarrollointegrado, la promoción del federalis-mo, la autodeterminación nacional, laapertura hacia América Latina y elmundo, la lucha contra la marginalidady por la igualdad efectiva del derecho detodos los hombres y mujeres a acceder auna vida digna, han atravesado y atra-viesan aún las voluntades renovadorasde los argentinos en lo político, en loeconómico, en lo cultural.26

La democracia argentina no es dé-bil, en la medida en que cuenta conmedios y voluntades para sostenerse.Pero tampoco es una democracia con-solidada, al menos como yo la entiendo .

Las normas constitutivas de la de-mocracia presuponen y promueven elpluralismo y, por lo tanto, la pacíficacontroversia de propuestas y proyectosacerca del país que anhelamos. Los ob-jetivos antes enunciados, cuya síntesiscabe en la fórmula de una sociedad mo-derna, participativa y éticamente soli-daria, constituyen, en ese sentido, unode tales proyectos.

Tengo, sin embargo, la convicción deque no se trata de un proyecto más.Sin perjuicio de ser discutido, corregido,perfeccionado, éste posee una capaci-dad convocante que excede, por susvirtualidades propias, los puntos devista particulares de un sector, de unacorporación e incluso de una agrupa-ción partidaria. Sin duda, esa capaci-dad debe ponerse constantemente aprueba.

Si así se actuara, la estrategia defini-tiva habrá de afirmarse bajo la formade convergencia de fuerzas políticas yde concertación entre las organizaciones

sociales. En sus términos más sustanti-vos, implica una propuesta de reformasespecíficas a nivel económico, político,social, cultural e institucional, que de-berán, como es natural, ser precisadasy desarrolladas oportunamente con elconcurso de cuantos quieran sumarseal proyecto.

Pero debe quedar bien en claro queel rechazo del dogmatismo y de lasconcepciones mecanicistas y determi-nistas decimonónicas no abre paso a lavaguedad sino a la concreción, a la ra-cionalidad y a la experimentaciónconsciente de nuevas fórmulas de con-vivencia entre los hombres.

La tarea de la política es acelerar lainnovación que se necesita.

Quizá tres técnicas necesarias paraesa innovación sean perfeccionar laregla de la mayoría, la protección delas minorías y la institucionalizacióndel disenso.

Por lo menos desde el punto de vistade nuestra propia transición a la demo-cracia, tenemos muy presente anterio-res experiencias autoritarias que nosllevaron al desastre.

Para superarlas, resulta imprescin-dible elaborar una voluntad democrá-tica moderna, que esté a la altura de lanecesidad de transformación, formal ysustantiva, que reclaman los tiempos.

Esta voluntad democrática colectivano implica uniformidad. Significa unpiso común de creencias capaces decontener dentro de sí al pluralismo y ala diversidad. Al transformar diferentesproblemas planteados por variadasideologías en temas comunes, unanueva voluntad democrática se conso-lida porque es capaz de penetrar, comoun lenguaje compartido, en la mayoría

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La construcción política Raúl Alfonsín | Acerca de la construcción política

Una ética de la solidaridad implica que

la sociedad sea mirada desde el punto

de vista de quien está en desventaja

en la distribución de talentos y riquezas.s

de las propuestas políticas y sociales,respetando su particularidad. Pero estambién cierto, sin embargo, que unconsenso democrático moderno nopuede contentarse con rearticular con-tenidos provenientes de concepcionesanteriores. Debe también incorporarotros, surgidos más recientemente,

productos de nuestra contemporanei-dad. Las sociedades modernas asisten aprocesos de creciente diferenciación ycomplejidad sociales. Emergen nuevossujetos, portadores de nuevas deman-das, de nuevos temas de convocatoria.Ellos también deberán tener su lugaren el emprendimiento común.27

Cambiar la mentalidad arraigada enuna sociedad, eliminar sus componentesde autoritarismo, de intolerancia, deegoísmo, de predisposición a la compar-timentación sectorial y de ineptitud parael diálogo y el compromiso, constituyeuna empresa cuyo punto de llegada nopuede ser otro que la construcción deuna nueva voluntad colectiva.

Desde el momento en que esa empre-

sa se plantea como creación y desarrollode una sociedad solidaria, contra todoslos factores de disgregación, la tarea ad-quiere una insoslayable y decidida di-mensión ética, la ética de la solidaridad.

En tal sentido –y esto es fundamen-tal– una ética de la solidaridad implicaque la sociedad sea mirada desde el

punto de vista de quien está en des-ventaja en la distribución de talentos yriquezas. Pero si no queremos incurriren vacuidad, debemos definir los ejesfundamentales de esa ética. Dicho entérminos claros en los marcos de unproyecto de modernización, la formaque ha de asumir una ética de la soli-daridad consistirá en resolver equitati-vamente las formas de relación entrelos distintos sectores en su interacciónsocial.

En una sociedad con creciente com-plejidad, donde chocan múltiples in-tereses y en la que han caducado losmecanismos corporativos de relaciónsocial, es preciso imaginar y construirun sistema de equidad social en la or-

ganización democrática de la sociedady de igualdad en la búsqueda de la rea-lización personal.

Es aquí donde hay que acudir a laidea del pacto democrático, esto es, deun acuerdo que, al tiempo que salva-guarde la autonomía de los sujetos so-ciales, defina un marco compartido enel interior del cual los conflictos pue-dan procesarse y resol-verse y las diferenciascoexistan en un planode tolerancia mutua. Laconcepción del pactodemocrático aparece hoycomo la mejor alternati-va para permitir la coe-xistencia entre una plu-ralidad de actores conintereses diferentes y unorden que regule los en-frentamientos y haga po-sible comportamientoscooperativos.

Pero, ¿cómo presen-tar una versión válidadel pacto democráticoefectivamente conciliable con una éti-ca de la solidaridad? Para ceñir esteproblema basta con evocar la persis-tente tensión planteada, en la tradi-ción del pensamiento y la práctica po-lítica, entre libertad e igualdad.

Como se sabe, esta tensión entre li-bertad e igualdad está en el centro delas discusiones y de las concepcionespolíticas contemporáneas. Al respecto,pensamos que para comenzar a supe-rar esa tensión es necesario enriquecery, por lo tanto, redefinir la noción tra-dicional de ciudadano–o de ciudada-nía–, reconociendo que ella abarca,además de la igualdad jurídico-políti-

ca formal, otros muchos aspectos, co-nectados con el ser y el tener de loshombres, es decir, con la reparticiónnatural de las capacidades y con la re-partición social de los recursos. Esasdesigualdades acarrean consecuenciasque son incoherentes o contradicto-rias con el hecho de reconocer a cadaciudadano como miembro con igual

dignidad en el seno de la cooperaciónsocial.

Este reconocimiento amplía el sig-nificado de los derechos humanos,que no sólo son violados por las inter-ferencias activas contra la vida, la li-bertad y los bienes de las personas sinotambién por la omisión al no ofrecerlas oportunidades y recursos necesa-rios para alcanzar una vida digna. Unpacto democrático basado en esa éticade la solidaridad supone la decididavoluntad de que esté sustentado encondiciones que aseguren la mayorjusticia social posible y, consecuente-mente, reconoce la necesidad de apoyo

3938

La construcción política Raúl Alfonsín | Acerca de la construcción política

La concepción del pacto democrático

aparece hoy como la mejor alternativa

para permitir la coexistencia entre

una pluralidad de actores con intereses

diferentes y un orden que regule

los enfrentamientos y haga posible

comportamientos cooperativos.s

Inauguración de un centro de atención primaria de la salud

a los más desfavorecidos.La modernización que se propugne

ha de estar en concordancia con laspremisas y condiciones del proyectode sociedad aquí propuesto. No se tra-ta de modernizar con arreglo a un cri-terio exclusivo de eficientismo técnico–aun considerando la dimensión tec-nológica de la modernización comofundamental–; se trata de poner enmarcha un proceso modernizador talque tienda progresivamente a incre-mentar el bienestar general, de modoque la sociedad en su conjunto puedabeneficiarse de sus frutos.

Transformar en eficiente una socie-dad quiere decir sobre todo y antesque nada, mejorar la calidad de la vidade la gente. En ese sentido el procesodebe procurar modernizar no sólo laeconomía, sino también las relacionessociales y la gestión del Estado, dotandoa los ciudadanos de cuotas crecientesde responsabilidad, a fin de asociarlosa una empresa común.

Modernizar es, también, encontrarun estilo de gobierno que mejore la

gestión del Estado y que plantee sobreotras bases la relación entre éste y losciudadanos. El debate acerca del papeldel Estado y de las relaciones entre éstey la sociedad –que comienza por dis-tinguir una dimensión de lo públicocomo diferente de lo privado y de loestatal– deberá ser tomado por cadacomunidad como un tema clave.

Como tal, debería ser consideradocon mayor serenidad que la acostum-brada hasta ahora, cuando el campoparece sólo ocupado por los privatistasy por los estatistas a ultranza. Consi-deramos esencial revertir el proceso decentralización que se ha venido pro-duciendo desde hace décadas en la ad-ministración del Estado, no sólo paraalcanzar un objetivo de mayor eficiencia,sino también –y fundamentalmente–para asegurar a la población posibili-dades más amplias de participación.Existe una relación inversamente pro-porcional entre centralización y parti-cipación. Una gestión estatal muyconcentrada implica confiar el manejode la cosa pública a un núcleo buro-

cratizado de la población, que desa-rrolla como tal conductas sujetas enmayor medida a sus propios interesescorporativos que al interés general.

Descentralizar el funcionamientodel Estado significa al mismo tiempoabrirlo a formas de participación queserán tanto más consistentes cuantomayor sea su grado de desconcentra-ción. Descentralizar es un movimientono sólo centrifugo sino también des-cendente, que baja la administraciónestatal a niveles que pueden reservar a lasorganizaciones sociales intermediasun papel impensable en un sistema dealta concentración.

Esto permite que los ciudadanosparticipen de decisiones que los afectanen instituciones inmediatas a su propiaesfera de acción. En la medida en queesas instituciones tengan poder efectivo,esta participación no será un mero ejer-cicio cívico sino que tendrá efectos tras-cendentes para la vida de los individuos,que asumirán con más profundidad supapel de actores y –por lo tanto– de cus-todios del sistema democrático.

Es necesario articular la convocato-ria para alcanzar un consenso entreamplios sectores políticos y sociales denuestro país alrededor de un proyectobasado en el tríptico de democraciaparticipativa, ética solidaria y moder-nización de las estructuras sociales.

La base de ese consenso es, por cier-to, la aceptación de las reglas de juegodel sistema democrático. Partimos delpresupuesto de que todos los partidospolíticos y los grupos sociales aceptendirimir nuestros conflictos y diferen-cias a partir del procedimiento demo-crático de toma de decisiones.

Si siguiéramos la vía de promover la

apatía política y restringir la participa-ción como lo pretende la denominada‘’nueva derecha”, correríamos el riesgode perder lo que hace valioso al siste-ma democrático. Estaríamos dificul-tando el proceso de reflexión y delibe-ración necesario para el logro delconsenso general.

Por eso es que, mal que les pese a lossostenedores de la democracia elitistaes verdad que “la única solución paralos males de la democracia es más de-mocracia”. Buscar nuevas formas departicipación en las decisiones porparte de los destinatarios de esas deci-siones tiene un valor intrínseco, ya queprofundiza el valor de la democraciaen cuanto procedimiento de discusiónorganizada dirigido a converger en laaceptación libre de las mismas normasde conducta, pero tiene también unvalor instrumental, en cuanto haceque cada ciudadano se sienta parte delsistema y se convierta, por lo tanto, ensu decidido defensor al incorporar lasdecisiones y normas que resulten de él.

Las formas de participación semi-directas en los ámbitos cercanos a laesfera de acción cotidiana de los indi-viduos, requieren que se produzca unadescentralización del poder político,de modo que en aquellos ámbitos sepuedan tomar decisiones relevantespara los intereses vitales de los indivi-duos. Debemos revertir el procesocentrípeto de acumulación del poderen nuestro país, proceso que ha facili-tado la ruptura institucional y a la vezha sido acentuado por ella.

En el proceso opuesto de distribu-ción centrífuga del poder, debe forta-lecerse y profundizarse el federalismo,debe promoverse una mayor autono-

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La construcción política Raúl Alfonsín | Acerca de la construcción política

Bolivar 1 | Entrada al Palacio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires

mía de las comunas y de los consejosvecinales, debe darse mayor poder dedecisión a los interesados directos enel funcionamiento de escuelas, hospi-tales y otros servicios públicos, deberespetarse escrupulosamente la auto-nomía universitaria, debe estimularsela organización cooperativa en la pro-ducción de bienes y servicios, y debefacilitarse a todos el acceso a los me-dios de comunicación masiva.

Muchos alegarán que esta ampliaciónde la participación y la concomitanteprofundización de la descentralizaciónacentuará la sobrecarga del sistema porel cúmulo de demandas sociales. Pero lasolución no es aquí tampoco la de con-tener ese proceso, sino el de encauzarlo.Nos obliga a ello un presupuesto del sis-tema democrático que es el segundo ele-mento del tríptico que propugnamos:una ética de la solidaridad.

La democracia moderna nace bajo elsigno de la esencial igualdad de loshombres en tanto sujetos jurídicos ypolíticos. Sus primeras conquistas, quepreceden como hemos dicho a las delsufragio y a las de la representación, sonlas de la justicia independiente, las de ladivisión y limitación de los poderes, lasde su sujeción a sistemas normativosque no emanan de ellos mismos. Losgobernantes pasan a ser responsables desus actos ante la ley, una ley cuyos prin-cipios son superiores a cualquier volun-tad personal o grupal. A este esquema seincorporan luego, lentamente, los crite-rios de representación y participación.La adopción de reglas y la toma de deci-siones pasan a ser facultades de todoslos ciudadanos en su conjunto, a travésde sus representantes. El único prece-dente tendría que ser buscado en la so-

ciedad ateniense, pero no olvidemosque en ella esos derechos sólo corres-pondían a los hombres libres, mientrasno regían para los esclavos. La demo-cracia moderna extiende esos derechosa todos los integrantes de una sociedady ello constituye una revolución pro-funda, una revolución que separa endos la historia de la humanidad.

Esta revolución aún no se ha termi-nado de cumplir, si es que la entende-mos como la instauración de una for-ma de vida y no como una mera formade gobierno. Pero la democracia, ensentido estricto, nunca se alcanza, puesno es un sistema cristalizado sino unametodología de convivencia y partici-pación que se tiene que ampliar y ade-cuar constantemente de acuerdo conlos cambios sociales y económicos.

Debe hacerlo así, precisamente, pa-ra lograr la concreción de sus valoresimpulsores básicos, de esa concepcióndel hombre y de la sociedad que tienesus fundamentos en la libertad, en laigualdad, en la solidaridad.

La concepción de la democracia asíconcebida, que no la reduce a un simpleformulismo político ni a reformas insus-tanciales de los partidos, y mucho menoselectoral, le restituye la fuerza transfor-madora que nunca debió perder.

El gran esfuerzo que hoy nos com-promete a todos en la estabilizacióninstitucional del país debe recorrer ca-minos nuevos, crear soluciones inédi-tas, replantear en profundidad loscontenidos de la cultura argentina, siqueremos evitar las frustraciones queacompañaron todas las anteriores ex-periencias democráticas de nuestrasociedad.

La democracia es, en definitiva, la

lucha permanente por la extensión yprofundización de los derechos huma-nos, y en este momento particular dela historia, cuando se inicia una nuevaetapa en la organización del trabajocolectivo, signada por la incorpora-ción de tecnologías que modifican decuajo métodos y estructuras vigentesen los siglos anteriores, deberá ser tam-bién la regla de convivencia entre losdistintos pueblos y regiones del mundo.

En el marco de esta di-cotomía, la justicia es lapretensión de realizar, engeneral por vía jurídica,un sistema axiológico,que contempla lo que esde cada uno y los objeti-vos que debe procurar lacomunidad política.

“La justicia es así elnudo entre la estructuraaxiológica, la estructurajurídica y la estructurapolítica, es decir, la sínte-sis de aquellos valoresque se han de imponerpor vía política y a travésdel orden jurídico, y queconstituyen uno de los contenidos de lacultura política.” 28

De esto se trata, cuando queremosproponer una reforma política.

Pero hay dos aspectos más, unoimportante y otro, si ustedes quieren,secundario.

El primero es el problema constitu-cional y legislativo.

Empecemos por el artículo 38 de laConstitución Nacional: “Los partidospolíticos son instituciones fundamen-tales del sistema democrático. Su crea-ción y el ejercicio de sus actividades

son libres dentro del respeto a estaConstitución, la que garantiza su orga-nización y funcionamiento democráti-cos, la representación de las minorías,la competencia para la postulación decandidatos a cargos públicos electivos,el acceso a la información pública y ladifusión de sus ideas. El Estado contri-buye al sostenimiento económico desus actividades y de la capacitación desus dirigentes. Los partidos políticos

deberán dar publicidad del origen ydestino de sus fondos y patrimonio.”

La ley orgánica de los partidos polí-ticos, 23.298, actualizada, establece ensu artículo primero que “Se garantizaa los ciudadanos el derecho de asocia-ción política para agruparse en parti-dos políticos democráticos. Se garan-tiza a las agrupaciones el derecho a suconstitución, organización, gobiernopropio y libre funcionamiento comopartido político…” En su artículo se-gundo establece: “Los partidos soninstrumentos necesarios para la for-

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La construcción política Raúl Alfonsín | Acerca de la construcción política

La democracia, en sentido estricto,

nunca se alcanza, pues no es un sistema

cristalizado sino una metodología

de convivencia y participación

que se tiene que ampliar y adecuar

constantemente de acuerdo

con los cambios sociales y económicos.s

mulación y realización de la políticanacional. Les incumbe, en forma ex-clusiva, la nominación de candidatospara cargos públicos electivos. Lascandidaturas de ciudadanos no afilia-dos podrán ser presentadas por lospartidos siempre que tal posibilidadesté admitida en sus cartas orgánicas.”

Sin embargo, en el artículo 29 bis,que a mi criterio es inconstitucional yse contradice con el artículo primero,se dice que “ la elección a los cargos depresidente y vicepresidente de la Na-ción, así como la de los candidatos a se-nadores y diputados nacionales se rea-lizarán a través de internas abiertas…”

Como vimos la Constitución es cla-ra. Determina que las actividades delos partidos políticos son libres dentrodel respeto a la misma y “que garantizasu organización y funcionamiento de-mocráticos”

La única exigencia es su funciona-miento democrático, y el Gobierno nopuede establecer la forma en que lolleva a cabo.

Conozco desde hace mucho tiempola democracia interna de mi partido,uno de los pocos que la practica, y séque diversos sistemas se han deforma-do con el tiempo. Lo mismo, más fácil-mente, puede ocurrir con las “internasabiertas”, que pueden favorecer alianzaselectorales silentes y espurias.

De todos modos, puede decidirlas elpartido, pero no la ley. Acotemos depaso que el sistema ya fue aprobado,pero hay “reformadores” que sigueninsistiendo con el tema.

Fundamentalmente, se promueve laeliminación de la “lista sábana”. Elproblema, si es que en realidad existe,sólo se da en las provincias de Buenos

Aires, Córdoba, Santa Fe y en parte enla Ciudad Autonóma de Buenos Aires.En esta última no se plantearía unproblema territorial, pero en las pro-vincias nombradas el problema es casiirresoluble, si pensamos en el votouninominal. En la de Buenos aires, pa-ra equiparar el conurbano, no alcanzatoda la provincia. La Ciudad de Cór-doba, debe aproximarse a la mitad desu territorio y algo parecido ha de pa-sar con Rosario y la Ciudad de Santa Feen su provincia.

Además, el voto uninominal resultainjusto en cuanto a la representación.En la provincia de Santa Cruz, dondese obtuvo cerca de un 30%, tenemosdos legisladores, con mayor porcenta-je, sucedió lo mismo en La Rioja.

Pero aún por encima de estas dificul-tades, se encuentra toda la cuestión po-lítica-filosófica a la que me he venidorefiriendo extensamente. Si queremostrabajar en serio por un Estado Legíti-mo, tenemos que comprender que la“lista sábana”, con todos los defectosque se le quiera atribuir, propicia un vo-to de ideas que acompaña principios yconvicciones fundamentales. Por elcontrario, el voto uninominal pueda re-caer en un personaje de moda, que vayauno a saber qué es lo que piensa sobreaspectos fundamentales de nuestropaís. Por otra parte, resentirá la discipli-na interna de los partidos, puesto que elcandidato electo terminará más preo-cupado por el pensamiento de su elec-torado que por las posiciones doctrina-rias de su partido.

En cambio, sí estoy completamente deacuerdo con la necesidad de eliminar elsistema de lemas, que destruye los parti-dos e impide gobernar, en muchos casos.

Estos temas son los que más apare-cen en la superficie, pero estoy seguroque han de considerarse aspectos másprofundos y variados.

De todos modos, si se actúa con se-riedad y mutuo respeto, la discusiónque al respecto se producirá, dará mo-tivo a un cambio de opiniones alta-mente positivo, que entre otra cosa

motivará a los partidos políticos a dis-cutir y de esta forma cubrir un déficitmuy grave de su actividad. No dudoque ellos deben producir su propia eintensa reforma interna.

por Raúl Alfonsín,

Expresidente de la República Argentina

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La construcción política Raúl Alfonsín | Acerca de la construcción política

1 Raúl Alfonsín, El poder de la democracia, Plural,

1987.2 Ibidem.3 Benno Sander, Educación, administración y cali-

dad de vida, Editorial Aula 21, Santillana, 1990.4 Karl Mannheim, Libertad, poder y planificación

democrática, Fondo de Cultura Económica, Méxi-

co, 1960.5 Carlos Rosselli, Socialismo liberal, Pablo Iglesias,

1991.6 Emilio de Ipola, Investigaciones políticas, Nueva

Visión, Buenos Aires, 1989.7 Murray Edelman, La construcción del espectáculo

político, Manantial, 1991.8 Salvador Giner, Sociología, Nexos, Buenos Aires,

1 991.9 Norbert Lechner, Los patios interiores de la demo-

cracia. Subjetividad y política. Fondo de Cultura

Económica, 1988.10 O’Donnell y Schmiter, ob. cit. Citan a Dankwart

Tustow.11 Niklas Luhmann, ob. cit.12 Talcott Parsons, citado por Lugan, ob. cit.13 Hart. Citado por Ernesto Garzón Valdés en El con-

cepto de estabilidad de los sistemas políticos,

Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, se-

gunda edición mexicana, 1995; Ver también Carlos

Santiago Nino, Fundamentos de Derecho Consti-

tucional, Astrea, 1992.14 Peter Bachrach, ob. cit.15 Oskar Lafontaine, La sociedad del futuro, Sistema,

1989.16 Osvaldo N. Guariglia, Sociología, verdad y legiti-

mación, Sudamericana, 1986.17 Charles Taylor, La ética de la autenticidad, Paidós,

1991.18 Nicolás Tenzer, ob. cit.19 Enrique Tierno Galván, El consenso y el indivi-

duo, Tecnos, 1986.20 Nicolás Tenzer, ob. cit.21 H. M. Ruitembeek, El individuo y la muchedum-

bre, Paidós, 1967. Cita a Ernst Van Den Hagg.22 Ver Alain Touraine, ¿Qué es la democracia?, Temas

de Hoy, 1994.23 Ver Raúl Alfonsín.Discursos presidenciales.7-VII-8624 Plural,1985.25 Niklas Luhmann. “Teoría política en el Estado de

Bienestar”.Alianza Universidad.1993.26 Ver Raúl Alfonsín. “El poder de la democracia”.

Plural. 1985.27 Ver Raúl Alfonsín.”El poder de la democracia”.Plu-

ral.1985.28 Manuel García Pelayo. “Ideas de la política y otros

escritos”.Centro de Estudios Constitucionales,1983

La política argentina después del diluvio

Por Juan Abal Medina (h.)

nlos albores la década del ochen-ta, los países de América Latina

debieron enfrentar el gran desafío dereconstruir sus empolvadas democra-cias, en contextos económicos particu-larmente desfavorables. Por aquellostiempos, “la Democracia” parecía ser lamágica solución a todos los problemasque agobiaban a las sociedades latinoa-mericanas. De esta forma, de la manode los estudios sobre las transiciones,se comenzó a dar un incesante debatecon el fin de desentrañar cuáles seríanlas mejores alternativas para la cons-trucción política de estos nuevos esce-narios. Se construyeron interesantesdiseños que pretendían importar des-de los países centrales elementos quesirvieran a la hora de otorgar goberna-bilidad y perdurabilidad democrática.

Con el correr del tiempo en nuestropaís, los gobiernos vieron progresiva-mente reducida su capacidad de ges-tión frente a una crisis económica, ca-da vez más aguda e ingobernable. Lasvariables político institucionalespronto se convirtieron en los elemen-tos de ajuste, virando el objetivo deprofundización de la calidad demo-crática hacia nuevos horizontes carac-terizados por los discursos que priori-zaban la necesidad de achicar elsobredimensionado estado, en pos delograr el equilibrio en las cuentas fis-cales. Los argumentos sobre el gastopolítico ocuparon el centro del debate,limitando las posibilidades de recom-posición a la idea de reducción delgasto político, y consecuentemente,restando importancia a otros princi-pios básicos como, por ejemplo, la re-presentación.Hoy, veinte años después del retorno

de la democracia, muchos de los pro-blemas sobre la calidad y eficiencia denuestras instituciones que se plantea-ban hacia el año 1983, no sólo conti-núan pendientes sino que se han pro-fundizado. Así, uno de los rasgos mássobresalientes de nuestra época es laexistencia de un sólido consenso acer-ca de la necesidad de comenzar unproceso de reconstrucción política quepueda subsanar la crítica situación queatraviesan las instituciones políticas denuestro país. Este amplio consenso,que comprende tanto a los actores so-ciales, políticos y económicos, como alos analistas académicos, sitúa en lacrisis de fines de 2001 y principios de2002 el punto cúlmine de un largoproceso de deslegitimación popularfrente a las mismas.

Si bien hoy la gran confianza ciuda-dana lograda por el presidente NéstorKirchner reduce con claridad los efec-tos nocivos de la crisis, no llega obvia-mente a solucionarla. Desde su asun-ción en mayo del año pasado, el nuevopresidente viene implementando unaserie de medidas tendientes a resolveruna serie de problemáticas que afecta-ban a la sociedad, y que generaron unproceso de relegitimación del poderejecutivo, pero que sin embargo no al-canzaron para mejorar la imagen delsistema político en su conjunto. Así, laopinión ciudadana sobre los partidospolíticos y las asambleas legislativas si-gue siendo fuertemente negativa, ladesconfianza en torno al funciona-miento de la Justicia y las institucionesde seguridad se mantiene, y persiste unfuerte inconformismo hacia los meca-nismos electorales y sus consecuenciaspolíticas.

¿Qué crisis?

La crisis que se manifestó en toda suprofundidad en diciembre de 2001 in-cluye una amplia variedad de fenóme-nos. Fue sin duda la fase terminal delmodelo económico generalmente aso-ciado a la Ley de Convertibilidad y alas llamadas política neoliberales queprovocaron un empobrecimiento cre-ciente de grandes sectores de la pobla-ción, y un fuerte aumento en la desi-gualdad de la distribución de la riqueza.

Basta con tomar en cuenta algunosindicadores para ilustrar la crítica si-tuación socioeconómicaque estamos describiendo.Así, según el último Infor-me de Desarrollo Humanodel PNUD (2002), el nivelde necesidades básicas in-satisfechas ascendía a un23,8% en el año 2002; lapobreza se duplicó en elperíodo 1995-2002, llegan-do al 53,3% de la pobla-ción y la desigualdad de ladistribución del ingresoexperimentó un constanteaumento. Asimismo, segúndatos del Banco Mundial,si tomamos como base elaño 1995, el PBI en dólaresen el 2002 cayo 11 puntos.Esta medida se refleja en lacaída aún mayor del ingreso per cápitaen el mismo período (PNUD, 2002).

Otro de los datos que permite com-pletar este trágico cuadro de situaciónes que el porcentaje de la poblaciónque se encuentra desempleada se haincrementado del 6,1% en 1985, al17,4% en 2001 (CEPAL, 2003). La si-

tuación empeora aún más si tenemosen cuenta las disparidades territorialesimperantes en el país entre las diferen-tes provincias argentinas.

La crisis, a su vez, fue la eclosión deun largo proceso de creciente desen-canto y hastío de la población con res-pecto al funcionamiento de la política.Después del encantamiento con la polí-tica que trajo consigo el final de la dic-tadura militar en 1983, los argentinosexperimentamos un sostenido procesode deslegitimación permanente de todanuestra institucionalidad política de-mocrática. Este proceso vivió distintas

etapas; primero desconfianza y aleja-miento de los ciudadanos con la políti-ca, después desafección y enojo, y, fi-nalmente, bronca e indignación.

Las manifestaciones empíricas deeste proceso fueron desde la reducciónen la participación electoral eleccióntras elección (del 86,04% en 1983 al

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La construcción política Juan Abal Medina | La política argentina después del diluvio

Después del encantamiento

con la política que trajo consigo el final

de la dictadura militar en 1983,

los argentinos experimentamos

un sostenido proceso

de deslegitimación permanente

de toda nuestra institucionalidad

política democrática.s

E

78,22% en 2003) hasta la constantecaída en la confianza ciudadana en lospartidos políticos (del 20% en 1996 al14% en 2002) y en los organismos delpoder legislativo del (27% en 1996 al23% en 2002) y judicial (del 33% en1996 al 25% en 2002), pasando obvia-mente por los episodios traumáticosde la elección de renovación parla-mentaria de 2001 (un incremento delvoto blanco y nulo alcanzando el21,1% y 27,1% de abstencionismo,por arriba de la media). Esta situación,como dijimos, tuvo su punto máximoen la manifestación popular espontá-nea del 19 y 20 de diciembre de 2001que desencadenó la caída del Presi-dente Fernando De la Rúa.

La crisis de la política

Sin pretender abarcar todos los conte-nidos de un proceso de la complejidadde la crisis política que atraviesa nues-tro país, podemos decir que las opi-niones negativas de los ciudadanosfrente al funcionamiento global delsistema político democrático, se ins-criben en tres grandes núcleos de sen-tido interconectados que podemos lla-mar sintéticamente: improductividad,autoreferencialidad y corrupción.

Por improductividad de la políticaentendemos la percepción ciudadanade que la política es incapaz de mejo-rar las condiciones de vida de la po-blación. Hacemos referencia aquí a lapoco explorada dimensión gubernati-va de los partidos políticos, es decir asu accionar cuando ocupan los cargosformales en el aparato del estado. Lapercepción de la ciudadanía es que losdistintos partidos políticos que han

ocupado los espacios formales nacio-nales del poder han fracasado al nopoder satisfacer mínimamente las de-mandas por las que fueron electos.Queda al descubierto de esta manera,el fracaso de las organizaciones políti-cas de traducir en políticas públicaslos programas electorales y las deman-das de la sociedad (Abal Medina ySuárez Cao, 2002:433).

La autoreferencialidad de la políticarefiere a la creencia ciudadana de quelos políticos se ocupan sólo de “sus co-sas”, entendiendo por éstas a las activi-dades que les representan a ellos mis-mos mayor poder, desentendiéndosede los temas que preocupan al ciuda-dano común. Si bien esta sensaciónciudadana puede ser discutible, ya quenada indica en este punto que los polí-ticos argentinos sean muy distintos alos de otras latitudes, lo cierto es queella alcanza grados que dañan fuerte-mente la legitimidad democrática y lapone en cuestión. Asimismo, la imagenfuertemente negativa que la ciudada-nía construyó sobre los resultados delos pactos o acuerdos interpartidariosde la década de los noventa, generóuna profunda desconfianza en todoslos acuerdos políticos.

Finalmente, la cuestión de la corrup-ción es sin duda la que más profunda-mente ha deslegitimado a la política ar-gentina. La certeza social (y judicial, engran medida) sobre los grandes nego-ciados de la década pasada, sumada a lapermanente aparición mediática depolíticos, jueces y policías enriqueci-dos, terminó por convencer a los argen-tinos de que la dirigencia se ha dedica-do a mejorar su vida personal, en lugarde construir el futuro de todos.

Ahora bien, ¿a qué obedecen estaspercepciones? Tradicionalmente, laciencia política definió los procesos dedeslegitimación, desafección o distan-ciamiento con la política como crisisde la representación, haciendo espe-cial hincapié en un fenómeno que enel conjunto del mundo democráticoparece alejar a los representantes desus representados. Esta noción quepodemos llamar “clásica” sobre la crisisde la representación, es sólo de unautilidad parcial para explicar los pro-blemas que la política experimenta enAmérica Latina en general, y en la Ar-gentina específicamente.

El proceso de crisis política queatraviesa nuestro país es en realidad elresultado del impacto simultáneo detres factores que podemos descompo-

ner analíticamente. Primero, los efec-tos de la crisis de representación queexiste a nivel mundial; segundo, la cri-sis de los estados nación que afectamás intensamente a América Latina y,tercero, la crisis de la voluntad políticaque es más evidente en nuestro país.

En primer lugar, sufrimos –como to-dos las democracias existentes– los efec-tos de las transformaciones en las mo-dalidades de la representación política.Ya sea por los cambios tecnológicos queimpactaron fuertemente sobre las for-mas de la comunicación política, porlos cambios sociales que erosionaronlos colectivos sociales propios del mun-do postindustrial diversificando las de-mandas, o por las restricciones que losprocesos de globalización financieraponen a la capacidad regulatoria de los

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La construcción política Juan Abal Medina | La política argentina después del diluvio

Diciembre de 2001 | Represión en Plaza de Mayo.

estados-nación en la economía, locierto es que en la totalidad de los paí-ses democráticos, los partidos tienden adebilitarse organizativamente, a estan-darizar sus propuestas ideológicas y aparecer ante los ojos de sus electoradosmás alejados de los reclamos sociales.

Mucho se ha escrito sobre este fenó-meno, y más allá de los presagios pesi-mistas sobre el futuro de las organiza-ciones partidarias de los años setenta yochenta ellos continúan ocupando

hoy un lugar central en el sistema de-mocrático. Sin embargo, también escierto que sus márgenes de accióncuando llegan a ocupar los espacios degobierno se han reducido y con ellosus posibilidades de ofertar de maneraverosímil incentivos colectivos atracti-vos para sus electorados.

En segundo lugar, la crisis que atra-viesan los aparatos estatales a nivelmundial como consecuencia del ago-tamiento de la matriz social centradaen el estado keynesiano de bienestar,ha tenido en los países de América La-tina un efecto mucho más profundo

que en las naciones desarrolladas delcuadrante noratlántico. El final del lla-mado consenso de posguerra que en-tendía al estado como la “solución” a lamayoría de los problemas sociales(Evans, 1996), produce en las socieda-des latinoamericanas un vacío muchomás marcado que el ocurrido en lasnaciones más desarrolladas, por la cen-tralidad que el rol del estado siempreocupó en ellas (Cavarozzi, 1996).

En tercer lugar, lo que llamamos

abdicación de la voluntad política ha-ce referencia al accionar de las elitespolíticas argentinas en relación a loslímites fijados por los otros dos facto-res anteriores. Podemos sostener quefrente a la reducción de los márgenesde la acción política, la mayoría de lospolíticos argentinos renunció a pelearpor ampliarlos, aceptándolos, cosifi-cándolos y volviéndolos indiscutibles.Pocos años después de la restauracióndemocrática fue construyéndose des-de la política misma, un discurso lla-mado “posibilista” que terminaba legi-timando su propia imposibilidad de

realizar acciones capaces de transfor-mar la realidad regulando política-mente los mercados. En el mejor delos casos, esta renuncia obedeció aerróneas pero sinceras creencias en eldiscurso único del neoliberalismo. Pe-ro, a su vez, también fun-cionó maravillosamentepara aquellos que utiliza-ron esa creencia para evi-tar enfrentar siquiera mí-nimamente a los factoresde poder. Se completó asíel discurso posibilista de lagobernabilidad que com-prendió tanto a la acciónde gobierno, como a laconvivencia armónica conlos grupos de poder esta-blecidos, respetando susintereses y obteniendo conello suculentas ventajaspersonales.

Esta búsqueda perma-nente de acuerdo con lossectores de poder no sereducía a los grandes poderes mundia-les, sino que se ampliaba a toda la esfe-ra social, desde la Policía de la Provin-cia de Buenos Aires hasta las empresasproveedoras del estado, pasando portodo un universo de micromafias quese enquistaban en la sociedad argentina.Así, la renuncia a la voluntad de la po-lítica terminó convirtiendo a la tareade los gobernantes en su misma nega-ción. El traumático final del modelo dela convertibilidad a principios del 2002 ysu lenta agonía durante la última etapade la administración de Carlos Menemy toda la gestión de De La Rúa, explici-tan con claridad los límites que la polí-tica se había impuesto a sí misma.

La opción elegida cada vez que laconvertibilidad estuvo en discusiónfue la misma: aumentar los costos desalida. Así, la salida de este modelonunca fue planteada de modo ordena-do, sino que se construyó un escenario

de fuga permanente hacia delante queintentó escapar de los problemas delpresente, maximizando los problemasque traería esta decisión para el futuro.

Después del derrumbe,el regreso de la voluntad política

Finalmente, una política dejó que la sali-da de la convertibilidad la hiciera elmercado mismo y se conformó con serla que ordenara el país después del de-rrumbe. Si bien las medidas de EduardoDuhalde no alcanzaron a remediar ladramática situación heredada bastaronpara generar una sensación de tranquili-dad y de restauración del orden social.

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La construcción política Juan Abal Medina | La política argentina después del diluvio

Pocos años después de la restauración

democrática fue construyéndose desde

la política misma un discurso llamado

“posibilista”, que terminaba legitimando

su propia imposibilidad de realizar

acciones capaces de transformar

la realidad regulando políticamente

los mercados.s

Piqueteros | Corte de rutas.

El nuevo gobierno asumió en mediode una situación política que parecíapresagiarle una enorme debilidad. Así,fue electo Néstor Kirchner después deun complicado proceso de marchas ycontramarchas al interior del Partido

Justicialista, logrando consagrarse trasobtener un módico 22% de los votosen la primera vuelta, ante la renunciade Menem –candidato que concentróel mayor caudal de votos en la primeraronda– a presentarse al ballotage.

Néstor Kirchner logró en pocos me-ses reconstruir parte de la legitimidadde la política y obtener un importeapoyo popular. Lo más interesante deeste logro consiste en que se hizo sinque variaran las condiciones negativasque habían llevado a la política argen-tina a su crisis, sino mediante la re-construcción de la voluntad política, eltercer factor que identificamos en laexplicación del derrumbe del sistemapolítico nacional.

Los problemas que vienen dados

por la crisis global de la representaciónpolítica así como los que derivan de lacrisis del estado continúan, obviamen-te, en vigencia. Es decir, los límites“objetivos” a la acción de la políticacontinúan siendo los mismos, lo que

cambió fue la voluntad pre-sidencial de superarlos.Lo que definimos anterior-mente como abdicación dela voluntad política puedeentenderse como la sobrees-timación de los principalesactores respecto a las restric-ciones que el contexto na-cional e internacional ponea la capacidad de acción delos gobiernos. La políticadel presidente Kirchner,erróneamente caracterizadacomo hegemónica, pareceser el inicio de un intento deruptura con el consenso deimpotencia de la política

que se construyó durante los últimosveinte años en nuestro país. Desde latrístemente recordada frase de “FelicesPascuas” con la que el presidente RaúlAlfonsín aceptó públicamente la inca-pacidad gubernamental para juzgar alos responsables del terrorismo de es-tado, hasta la Ley de Déficit Cero con laque el ministro Domingo Cavallo y elpresidente De La Rúa quisieron mos-trar seguridades a los inversores inter-nacionales de que no pensaban emitirmoneda, pasando obviamente por laLey de Convertibilidad, los indultos ylas privatizaciones, las principales po-líticas implementadas por el EstadoArgentino fueron implícita o explíci-tamente recortes a su propia capaci-dad de la acción.

Ahora bien, esta recuperación de laacción política es la condición necesa-ria, pero no suficiente para reconstruirla legitimidad de la política misma. Sucondición intrínseca de posibilidad laobliga a dar comienzo a un diálogoque posibilite el acuerdo entre lasfuerzas para llevar adelante un proce-so de reconstrucción política en nues-tro país. Asimismo, para poder seguiradelante esta reconstrucción políticadeben efectuarse reformas institucio-nales que le den continuidad en el lar-go plazo. Algunas de ellas ya se vienenimplementando, como la reforma dela Corte Suprema de Justicia o la de-puración de las fuerzas armadas y deseguridad, pero la oportunidad que seabre no debe dejar de lado los otrosfactores que siguen impactando nega-tivamente sobre el desempeño de lademocracia argentina, como son lasinstituciones de la representación ydel aparato estatal. Por eso es necesa-

rio remarcar que para traducir estasmedidas positivas en logros a más lar-go plazo, hay que comprender la nece-sidad de implementación de reformasinstitucionales que faciliten, vehiculi-cen y reproduzcan dichos cambios entodo el andamiaje político-institucional.

Las vías de la reconstrucción política

Supongamos que el gobierno continúaexitosamente el rumbo trazado, que laeconomía mantenga el lento pero per-sistente proceso de recuperación, y queello conduzca a una recuperación delnivel de empleo y una reducción de lapobreza y la desigualdad. ¿Cuáles se-rían las áreas de trabajo pendientes pa-ra acompañar y potenciar este rumboen vistas de la reconstrucción del esce-nario político?Para el caso argentino actual podemosdecir que la agenda que debería acom-

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La construcción política Juan Abal Medina | La política argentina después del diluvio

La política del presidente Kirchner,

erróneamente caracterizada como

hegemónica, parece ser el inicio

de un intento de ruptura con el

consenso de impotencia de la política

que se construyó durante los últimos

veinte años en nuestro país.s

Noviembre de 2003 | Neuquén | Enfrentamiento entre piqueteros y policia.

pañar la reconstrucción del país ten-dría que orientarse en dos direcciones:por un lado hacia la reforma y recons-trucción del estado y por el otro haciala relegitimación del régimen político.

En primer lugar, el proceso de ajus-te estructural iniciado en los noventano sólo redujo sensiblemente las fun-ciones estatales, sino que al mismotiempo afectó seriamente las capaci-dades del estado en su aspecto estric-tamente administrativo. Esta disminu-ción no sólo refiere al estado federalsino también a los estados provincia-les. Por este motivo, su reconstruccióndebe actuar en dos planos simultá-neos, tanto en sus aparatos burocráti-cos estatales como en las relacionesentre los mismos.

En lo que refiere a los aparatos bu-rocráticos la agenda de tareas a realizares amplia, debiendo revertirse las polí-ticas que atentaron contra sus capaci-dades administrativas por un lado (de-gradación salarial y profesional, retirosvoluntarios, desorganización funcio-nal, ausencia de capacitación, deterio-ro de la infraestructura física, etcétera),y por el otro contra sus capacidades deregulación social mediante procesos deprivatización, flexibilización y descen-tralización, que no fueron acompaña-dos por los correspondientes marcosregulatorios.

En cuanto a sus capacidades admi-nistrativas, debe realizarse una refor-ma que parta del nivel más alto de laadministración y que delimite con cla-ridad las competencias de cada área,diferenciando los niveles de diseño,aplicación y control de las políticas. Asu vez, debe poner especial énfasis enel mejoramiento de los instrumentos

de control, evitando las duplicacionesfuncionales y ciudadanizando algunosorganismos.

También deben mejorarse los siste-mas horizontales, especialmente en loque respecta a la carrera administrativa,procurando priorizar la capacitación yla profesionalización de los cuadros al-tos y medios. Como he señalado enotro lugar (Abal Medina y Nejamkis,2002), una de las principales variablesde ajuste de las políticas neoliberalespareció centrarse en la carrera admi-nistrativa, dejando sin efecto gran partede los cursos que apuntaban a aumen-tar la calificación de los niveles escala-fonarios de la estructura burocráticadel estado, por lo cual reorientar y pla-nificar la formación de la burocraciaes una de las principales tareas pen-dientes al respecto. Asimismo, la diver-sidad de regímenes de empleo existentes,conjuntamente con la conformación deburocracias paralelas constituidas adhoc por cada administración políticacon personal contratado, atentan con-tra la posibilidad de contar con un ser-vicio civil de calidad y altamente profe-sionalizado.

En relación al plano “federal” del es-tado argentino se hace necesario llevaradelante medidas tales como la redis-cusión de la estructura fiscal del mis-mo, la construcción de ámbitos inter-jurisdiccionales de coordinación y laaplicación de políticas específicas quepotencien los ámbitos de gestión localy ordenen el caos producido por ladescentralización de la década pasada.Otro de los puntos principales a teneren cuenta es la puesta en práctica deuna efectiva regionalización del paísque –sin caer en los intentos proajuste

que postulan el “cierre de provinciasno eficientes”– permita la construc-ción de economías de escala para laimplementación de determinadas po-líticas públicas. Respecto a la cuestiónfederal conviene señalar por último

que no es posible pensar en las capaci-dades administrativas del estado te-niendo solo como referencia el gobiernofederal: las instancias provinciales ylocales tienen una deuda pendiente alrespecto.

En cuanto a las capacidades del Es-tado en sentido amplio, sin duda un te-ma pendiente es la inmediata reformade los marcos regulatorios existentes,que debe ir acompañada por el diseñode organismos de control genuina-mente independientes y con verdaderopoder para aplicar sanciones.

En el plano del Estado como garan-te del principio de la igualdad ante la

ley deben desarrollarse una serie depolíticas que pongan coto a los parti-cularismos que O´Donnell identifica ennuestro país. Los procesos de reformadel Poder Judicial no deben centrarsesolamente en la justicia federal, sino

que deben alcanzar necesariamente alos poderes judiciales provinciales.

En cuanto a la recomposición del régi-men político debemos superar la discu-sión que nace y muere con los sistemaselectorales. Quizás sea en este punto don-de con más urgencia se debe establecer lafinalidad de las reformas que se ponganen práctica. Creemos que la misma debeconsistir en aumentar el nivel de controlciudadano sobre los gobernantes y suaccionar, entendiendo con claridad la co-nexión de este punto con el desarrolladoen los párrafos anteriores. No hay refor-ma del estado posible sin mayores nive-les de control por parte de la ciudadanía.

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La construcción política Juan Abal Medina | La política argentina después del diluvio

2003 | Asunción de Néstor Kirchner a la presidencia

El control ciudadano sobre los go-bernantes ha adquirido en la evolucióninstitucional contemporánea dos for-mas básicas: en primer lugar, el controlelectoral –es decir la capacidad de con-trol que tienen los ciudadanos sobresus representantes a través del voto,que se vincula con el funcionamientode los sistemas electorales, el financia-miento de la actividad política y el for-mato del sistema partidario. En segun-do lugar, con el control que puedenejercer directamente los ciudadanossobre las acciones de gobierno –los lla-mados mecanismos de control y parti-cipación ciudadana–, que se relacionancon los mecanismos que garantizan latransparencia en la información.

El sistema electoral argentino apa-

rece hoy fuertemente cuestionado enrelación a sus funciones primordiales:la capacidad real de selección de loscandidatos y la efectividad en la asig-nación de las preferencias ciudadanas.Asimismo, se observa en las reglaselectorales un claro sesgo mayoritario–a pesar de la fórmula D´Hondt em-pleada– y un importante sesgo parti-dario. A esto debemos sumarle la ine-xistencia de controles reales sobre elfinanciamiento partidario y los efectosque la sobrerrepresentación territorialtiene sobre el funcionamiento de la di-námica del federalismo argentino.

Este déficit de las instituciones elec-torales es compensado con mecanismosde control y participación ciudadanos,que si bien existen formalmente, en

muy pocos casos se encuentran efecti-vamente reglamentadas o resultansusceptibles de ser aplicados (Smulo-vitz, C. y Peruzzotti, E., 2000). De estaforma, debido a la falta de consensosbásicos que permitan operativizar lalegislación vigente, se veda el derechode la ciudadanía al acceso a estos nuevoscanales de participación implementa-dos en varios distritos luego de losprocesos de reformas constitucionales.

Así, una de las tareas más urgentesconsistiría en realizar una reforma in-tegral del sistema electoral nacionalque manteniendo e incluso incremen-tando la proporcionalidad, permita unmayor conocimiento –y, por lo tanto,mayor control– de los representantes.Asimismo, es necesaria una revisiónde los sistemas electorales provincialesque busque terminar tanto con los sis-temas de doble voto simultáneo (lallamada Ley de Lemas), como con losmecanismos que produ-cen sobrerrepresentaciónde los partidos ganado-res. También debería for-talecerse el rol de la Justi-cia Electoral, quizáscreando un fuero especí-fico, en desmedro de lasfacultades que actual-mente tienen los ejecuti-vos nacional y provinciales.Una propuesta intere-sante sería la creación deuna Agencia NacionalElectoral independientede los poderes existentes,como es posible encontrar en variospaíses. Finalmente, –y tras señalar sólolas reformas que consideramos másurgentes–, debería crearse un eficiente

sistema de control sobre el financia-miento partidario que posibilite laefectivización de las sanciones ante losincumplimientos.

Dada la profunda crisis que atravie-san los partidos políticos es necesariotambién diseñar políticas que conduz-can a su fortalecimiento como instru-mentos genuinos de vinculación entrela sociedad y el Estado. Al respecto de-berían impulsarse la formación y ca-pacitación de los cuadros partidarios,posiblemente generando incentivos yvinculándola al financiamiento públi-co que reciben. Asimismo, buscandolimitar el peso del clientelismo, debe-rían crearse instancias de control espe-cíficas sobre los mecanismos electoralesde selección internos que son, muchasveces, más corruptos y menos transpa-rente que las elecciones oficiales.

En cuanto a los mecanismos de con-trol y participación ciudadana, deberían

generarse iniciativas que fortalezcansu implementación. Las audienciaspúblicas, las iniciativas legislativas, losmecanismos de participación ciuda-

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La construcción política Juan Abal Medina | La política argentina después del diluvio

Dada la profunda crisis que atraviesan

los partidos políticos es necesario

también diseñar políticas que conduzcan

a su fortalecimiento como instrumentos

genuinos de vinculación

entre la sociedad y el Estado.s

Registro Civil | Trámite para la obtención del documento nacional de identidad

dana en el diseño del presupuesto yotros institutos similares, pueden gene-rar no sólo un mayor control ciudadanosino también fortalecer las practicasparticipativas que le dan contenido y ca-lidad a la democracia. La tarea de estasherramientas tendrá sentido si es acom-pañada por fuerte políticas de transpa-rencia de la información por parte de los

tres poderes del Estado, en el plano na-cional, provincial y municipal.

Finalmente, una propuesta quepuede cruzar varios de los puntos an-tes señalados, seria la construcción deuna Auditoria de la Calidad Democrá-tica como un organismo público noestatal capaz de evaluar estandarizada-mente el funcionamiento de las insti-tuciones democráticas generando a suvez propuestas de acción para su me-jora y profundización.

En conclusión

Resumiendo podemos decir que la

etapa que se abrió en Argentina con elnuevo gobierno el 25 de mayo de 2003nos permite ser optimistas. Los gran-des problemas sociales y económicosde nuestro país continúan existiendoasí como las debilidades y falencias denuestro estado y de nuestra democra-cia, pero parece existir una voluntadpolítica del nuevo Presidente por en-

frentarlos. Voluntad que esacompañada decididamen-te por gran parte de la so-ciedad que vuelve a creer enla política como un espaciocapaz de transformar la rea-lidad. Este escenario nospermite comenzar a pensarla forma de llevar adelanteun proceso de reconstruc-ción política que a largoplazo, nos ayude a solucio-nar las falencia que ha de-mostrado tener nuestro sis-tema político.

Esta (re)legitimación queconsigue la política me-diante la decisión de Kirch-

ner de enfrentar los límites existentes yensanchar su marco de acción, debeser acompañada por un proceso inte-gral de construcción que se plasme enreformas institucionales que superenlos déficit previos y le den sustentabili-dad en el largo plazo. Es decir, el cam-bio en el contenido de las políticas de-be ser acompañado por un cambio enel mismo sentido en su forma de ela-boración institucional.

Una reforma institucional que pre-tenda acompañar la reconstruccióndel país debe al menos abarcar la re-construcción del estado y del régimenpolítico mismo, instrumentos de

aplicación, elaboración y legitima-ción de las políticas públicas que elpaís necesita. Los objetivos deberíanser el fortalecimiento tanto del estadoen todos sus aspectos, como de losmecanismos de control y participa-ción popular, directos o indirectos,que en forma conjunta generen una

ciudadanía de mayor intensidad ca-paz de impedir que en el futuro vuel-van a generarse las situaciones que sevivieron la década pasada.

Por Juan Abal Medina (h.)

Politólogo y Profesor Universitario

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La construcción política Juan Abal Medina | La política argentina después del diluvio

La agenda que debería acompañar

la reconstrucción del país tendría

que orientarse en dos direcciones:

por un lado hacia la reforma

y reconstrucción del estado

y por el otro hacia la relegitimación

del régimen políticos

La construcción política Gerardo Strada Saenz | Los artífices de la construcción política

Los artífices de la construcciónpolítica

Dr. Gerardo Strada Saenz

uego de transcurridos casi 22 añosdesde la recuperación de la de-

mocracia en nuestro país, nos enfren-tamos a un proceso preocupante res-pecto del deterioro de la imagen de laacción política, sus instituciones y losactores políticos.

Se desprende, casi como una obvie-dad, que la política y los políticos con-forman un lugar común para la críti-ca, el cuestionamiento, el humorsimple o la exorcización de culpas des-de distintos sectores de la población.

Desde diversos ámbitos se realizanesfuerzos denodados para separar a lapolítica de la gente, expresión ésta úl-tima “más propia de un joven candi-dato a diputado” que de un concepto

de referencia de la sociedad. Esfuerzoque intentan personajes que tratan de-nodadamente de actuar en política perososteniendo que no hacen política, co-mo si ésta actividad pudiera ser escindi-da de la naturaleza social del hombre.

Las sociedades construyen su histo-ria en base a los aciertos y errores desu accionar político, y, en este sentido,debemos reconocer que hemos sidomás proclives a los segundos que a losprimeros. Pero sólo a partir del reco-nocimiento de que es la política la que

construirá nuestro destino, podemospensar en uno para nosotros y las tanremanidas generaciones futuras.

La clase política

La tarea de construir la política requie-re de artífices de la misma, y la de cons-truir la política en una sociedad demo-crática requiere de una clase políticademocrática y de una ciudadanía.

Nuestra historia turbulenta, carac-terizada por rupturas constitucionalesy el desapego a las instituciones de to-da índole nos ha cercenado de raíz laposibilidad de contar con los artíficesnecesarios, lo cual nos coloca en un es-tadío previo, que es el de la recreación

de los mismos.Los actores políticos quedefinieron los rumbos denuestra reciente historiademocrática son hombres ymujeres que pasaron la mayorparte de su vida sin poderejercer sus derechos políti-cos, sin conocer la prácticapolítica democrática, signa-dos, en muchos casos, porhistorias de violencia, re-

presión o clandestinidad.Tomemos como ejemplo una refle-

xión sobre la experiencia democráticade nuestra clase política. En la Argen-tina, sólo quienes tienen hasta 39 añoshan pasado toda su vida cívica bajoun sistema democrático de gobierno,y si tomamos como ejemplo los acto-res de hasta 75 años, muchos de ellosexponentes de la “primera línea polí-tica”, éstos han vivido 3 años más quelos de 39 años en democracia, con unapráctica del sufragio que se reduciría

a tres sellos más en sus documentos,los de las elecciones de 1973, 1974 y1975.

Excluimos las votaciones durante losperíodos de Illia y Frondizi, ya que nin-gún autor podría considerar a éstos pe-ríodos como democráticos, dado el he-cho de la falta de “elegibilidad de loscargos públicos” por la proscripción delperonismo para competir en las urnas.

Ahora bien, el principal problemaque resulta de no contar con una “cla-se política” con tradición y experienciademocrática, estriba en la falta de ho-rizonte temporal en muchos de susmiembros, en la dificultad de pensaren el largo plazo, en identificar lascuestiones de Estado, en dar continui-dad a líneas de acción en políticas pú-blicas, en síntesis en un pensamientoestratégico que nos permita proponer-nos un plan de acción y diferenciar lourgente de lo importante.

Pero es necesario comprender entérminos hermenéuticos, es decir, con-textualizar en un momento histórico,y analizar que hombres y mujeres quese hicieron a la política en un marcode proscripción, violencia, apertura,diálogo y nuevas persecuciones, la po-

sibilidad de pensar en el mediano pla-zo constituía ya de por sí una utopía ouna irresponsabilidad. Imperaba la ló-gica de la supervivencia y ésta moldea-ba la personalidad de muchos de ellos.

También es necesario ver al otro ar-tífice, la ciudadanía. Un actor comple-jo y esquivo de sus responsabilidades,que apoyo, durante un importante pe-ríodo de la historia, cuanta aventuragolpista existió, con las consabidas ex-cepciones que, en la tradición verná-cula siempre alcanza al 90%, identifi-cados con el “yo no”.

Aquel mismo artífice que, para todoPresidente de la Nación elegido demo-crática y masivamente, le guarda lacondena al retiro, la crítica o el ridícu-lo, más allá de los aciertos y erroresque puedan haberse cometido en lagestión de gobierno.

Hobbes decía en El Leviatán que noexistían leyes buenas y malas ya que to-das emanaban del soberano, pero exis-tían leyes útiles e inútiles en virtud deque sirvieran o no a la “salud del pue-blo”. Podríamos parafrasearlo y decirque no hay “buena y mala política” sinoque hay política que contribuye a la “sa-lud del pueblo” y otra que no. Porque si

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La construcción política Gerardo Strada Saenz | Los artífices de la construcción política

Sólo a partir del reconocimiento

de que es la política la que construirá

nuestro destino, podemos pensar

en uno para nosotros...s

L

Retratos de desaparecidos durante la dictadura militar

existiera una acción tendiente a perju-dicar al pueblo esto no sería política, lapolítica no radica en actitudes mezqui-nas y personales para beneficio propio.

El elemento más difícil de procesaren el accionar político es su estrecharelación con el poder y la extraña sen-sación que éste genera en mucha gen-te. Sin el ejercicio del poder no existela política, podrán existir ideales, ex-pectativas, deseos o anhelos, pero nopolítica. La política es una construc-ción transformadora basada en el ejer-cicio del poder, de ahí deriva la éticade la política que Max Weber señalabacomo la ética de la responsabilidad.

Quien tiene poder de decisión esresponsable de las consecuencias de lamisma, tanto las deseadas como las nodeseadas, y esta responsabilidad debeerigirse en guía de su conducta.

La arena de la construcción política

Los sistemas democráticos de gobiernocuentan con una institución encargadade competir por los espacios de poderdesde los cuales se edifica la política. Es-ta institución son los partidos políticos.

Los partidos constituirían para Ro-bert Dahl la pieza clave de la democracia,en torno de la cual se agregan las prefe-rencias y se organizan para competirelectoralmente por los cargos públicos.

La construcción de la política supo-ne instancias de deliberación, con-frontación, negociación y acuerdos,pero a su vez también demanda dise-ño, implementación y gestión de polí-ticas públicas para lo cual es necesariocontar con estructuras capaces de lle-var adelante ésta tarea.

Ahora bien, un partido político nopuede ser la resultante de una decisión deun actor o grupo de actores con fineselectorales. De esta manera no cumpli-ría con la faz de agregación de preferen-cias, la instancia en la cual confluyensimilares esquemas de pensamiento entorno a un conjunto de intereses co-lectivos, como ser los grandes linea-mientos de la economía, las prioridadesen la política exterior, los criterios cen-trales de la política de seguridad, el rolde las fuerzas armadas, etc.

La Argentina ha tenido la experien-cia de coaliciones electorales aunadassólo por el deseo de triunfar y que, lle-gadas al poder, revelaron la falta deconfluencia de ideas en cuestiones vi-tales para Estado.

Los partidos políticos, como señala-ba el noruego Stein Rokan, derivan demomentos históricos de quiebres en lassociedades, no de deseos de alquimistaselectorales proclives a inventar sellosmás que instituciones. Quiebres en mo-mentos de modernización social quedaban lugar a partidos urbanos y rura-les, quiebres religiosos que daban lugara partidos católicos y protestantes, quie-bres históricos de las relaciones labora-les que daban lugar a partidos capitalis-tas y a partidos socialistas, o quiebres entorno a la inclusión social que daba lu-gar a partidos de origen aristocrático, declases medias o sectores populares.

Hay quienes sostienen que los par-tidos en nuestro país han quedado an-tiguos, que responden a la “vieja polí-tica”, que no sirven a los intereses de“la gente”, críticas que van dando ori-gen a lo que llamaré oenegización dela política, un momento en el cual pa-recería que las ONG o representantes

del tercer sector, se convierten en unainstitución para la construcción política.

El tercer sector es una pieza muy re-levante en el escenario de la políticademocrática ya que su actividad estáorientada a generar demandas especí-ficas sobre intereses particulares, loque ayuda a la tarea de los partidospolíticos en el momento de respondera los reclamos de la sociedad.

En un sistema democrático, la de-manda que no se expresa carece de exis-tencia, motivo por le cual las ONG cum-plen bien ésta función pero no puedenreemplazar a los partidos políticos.

El punto central radica en el hechode que las ONG expresan intereses par-ticulares no agregan preferencias colec-tivas. Yo puedo estar de acuerdo conuna ONG que defiende los derechos delos perros a correr libremente por lasplazas, será porque tengo un perro,porque me gustan los perros o bienporque detesto a los gatos que paseanpor mi plaza. Esta ONG podrá impul-sar una “Ley pro olvido de los caniles” yyo podré acompañar sus actos públi-cos, pero yo no debería impulsar porestos motivos a que los líderes de laONG se conviertan en legisladores yaque sólo conozco este interés particulary desconozco sus posiciones respectode muchas otras cuestiones como res-pecto a la política exterior, la política deminoridad, la de salud, defensa o edu-cación.

Indudablemente que todos tenemosintereses particulares y posiciones to-madas respecto de muchas cuestiones,pero es en los partidos políticos endonde se da la primera instancia dedeliberación y negociación de intere-ses para evitar conflictos sociales. Re-

cordemos como decía Max Weber queno son las convicciones las que debenregir las conductas de un político sinola responsabilidad por las consecuen-cias de las decisiones adoptadas.

La construcción de la política es unatarea compleja y larga, conformadapor errores y aciertos, triunfos y derro-tas y es responsabilidad de ambos artí-fices, clase política y ciudadanía, que lamisma se base en la responsabilidad delas decisiones y de las acciones en posdel bienestar de la sociedad.

Breve reflexión

El sociólogo Ralph Darhendorf seña-laba que hay naciones que preceden alos Estados y Estados que preceden alas naciones; la Argentina es un ejem-plo de esto último. La nación argenti-na es un proyecto aún inconcluso, esun proyecto político sobre el cual de-beremos ponernos de acuerdo y que seplasma en el Estado como instituciónpolítica principal.

La nación como proyecto será Na-ción cuando, como señala Jürgen Ha-bermas, exista un vínculo de compro-miso con lo que le sucede al otro,cuando reconozcamos que tenemosun mismo origen y también cuandosepamos que tenemos un destino co-mún. Es responsabilidad de ambos ar-tífices que la construcción de la políti-ca pueda culminar en éste objetivoaún postergado por nuestras tensionesinternas, orientadas más a excluir de lanación que ha incluir.

por el Dr. Gerardo Strada Saenz

Politólogo y Profesor Universitario

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La construcción política Gerardo Strada Saenz | Los artífices de la construcción política

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Gerardo Strada Saenz | Los artífices de la construcción política

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La construcción política

La guerrade las ideas

Por Gonzalo García Garro

les, que marcan profundamente unaépoca histórica y abren una bisagraentre el pasado y el presente.

De estas etapas, dos son puramenteideológico-doctrinarias. La primeraetapa, la doctrinaria, Perón la ejempli-ficaba con los enciclopedistas en Fran-cia o con Lenin en Rusia, a la terceraetapa la definía como aquella en la que“hay que meter el dogma”. El peronis-mo siempre valorizó, al igual que to-dos los grandes procesos políticos, ladoctrina; se jerarquizó la formaciónpolítica, el rol de lo que denominaban“predicador”, la difusión y propagan-da, los manuales de adoctrinamiento,etc. Por aquellos días, el poder de lasideas era determinante.

Ideología como cultura

Pero para el peronismo la doctrina noera algo frío, marmóreo, académico sise quiere. Para el peronismo la doctrinaera algo vivo, cotidiano, una forma dever el mundo, eran los gremios, el fe-rrocarril, las universidades obreras, losderechos sociales, no como papeles sindimensión sociológica sino como cosascotidianas: eran las 20 verdades peronistas.

El peronismo era una cultura, en laque existían verdades invariables, en laque todos comprendían qué era la pa-tria libre, justa y soberana -sin librosde argumentos remanidos, sin la jergamaximalista de iniciados-, y que esteconcepto tenía que ver con todos y ca-da uno de los argentinos. Se entendíacomo una cultura, como un ser, un es-tar en un lugar, con pertenecer a algo.

Trascendía temporal y personalmen-te a todos y cada uno de los argentinosque, en aquel momento, fervorosamen-

te creían en ese dogma o simplementeeran parte de él, por el obrar de unafuerza histórica imparable o del mismodestino, en palabras deJohn William Cooke… “Nosotros no nosintegramos al peronis-mo,el peronismo no es unclub o un partido bur-gués al que uno puedeafiliarse, el peronismoes fundamentalmenteuna experiencia de nuestro pueblo y loque nosotros hacemos ahora es descubrirque siempre habíamos estado integradosa ella”.

La ideología deviene en cultura cuan-do se funde en el pueblo, cuando las ma-sas la hacen propia como un sentir perocomo un saber político también. Me-diante los diálogos de Perón con el pue-blo desde el balcón, se creó esa necesariaunión entre pasión popular y saber, esoque Antonio Gramsci describía como ladialéctica entre el saber y el sentir: “elelemento popular siente, pero no siem-pre comprende o sabe. El elemento inte-lectual sabe pero no siempre comprende,o particularmente “siente”. Los dos extre-mos son, por tanto, la pedantería y el fi-listerismo por un lado y la pasión ciega yel sectarismo por el otro. El error intelec-tual consiste en creer que se puede saber

sin comprender, yespecialmente, sinsentir y ser apa-sionado”. Agrega,clarificando, quepara un intelec-tual, en términospolíticos, llegue aser realmente tal,y no un puro pe-

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García Garro | La guerra de las ideas

a Argentina de Kirchner es unfreno a la debacle del país. Cons-

tituye un quiebre a la continuidad políti-ca, cultural e ideológica que comenzó el24 de marzo de 1976. Como todo pro-ceso de transformaciones profundas seencuentra amenazado desde distintosfrentes. En ese contexto es que la ideolo-gía política imperante en nuestra socie-dad y el grado de conciencia de nuestropueblo juegan un rol determinante para

la consolidación de esta autentica alter-nativa al neoliberalismo que encabeza elpresidente. Hoy la doctrina y la capaci-dad de adoctrinar juegan un rol funda-mental en la creación de conciencia polí-tica y en la reafirmación de un idearioque pretendió ser borrado por 25 añosde derrota política, cultural y social.

Las etapas de las revoluciones

Juan Perón nos enseñaba que todoproceso revolucionario tiene cuatroetapas. La primera etapa se vinculacon la adscripción de un grupo social

a una determinada concepción filosó-fica, de una visión ideológica concreta.Es la llamada guerra de las ideas a tra-vés de la cual, dentro de la sociedades,distintas visiones de la misma discu-ten, confrontan -desde los libros hastalas armas-, pasando siempre, obvia-mente por la política.

La segunda etapa es el ascenso alpoder: una vez determinada una co-rrelación de fuerzas en el plano ideo-

lógico necesariamente la misma tomacuerpo en una fuerza política, la cualse abre espacio y asciende al poder po-lítico formal.

La tercera etapa es la denominadadogmática, aquella en la cual el poderpolítico adopta como dogma la doc-trina con el fin de propagarla y hacerlapropia de aquellos que en un princi-pio no comulgaban con la fuerza polí-tica actualmente dominante.

La cuarta etapa es la de la institucio-nalización, y es esa etapa en la cual losprocesos revolucionarios generan obras,generalmente jurídicas e instituciona-

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La construcción política

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Antonio Gramsci

John W. Cooke

Presidente Néstor Kirchner | Durante un acto en La Matanza provincia de Buenos Aires

dante, “debe integrarse al pueblo”. Pe-rón entendía bien eso, era pueblo, eracultura.

Ideología y economía

Si entendemos a la ideología en térmi-nos de cultura, como visión de la reali-dad para un conjunto extenso de per-sonas, no podemos negar que en talvisión se incluyen el modo y el sentidoen que se desarrollará la economía,entendida esta como las relacioneseconómicas de los individuos entre si,y de ellos con el Estado.

En cada proceso social e históricode nuestra sociedad se entrelaza unaíntima relación entre la ideología, lacultura y la economía; admitiendo queentre todas se da una mutua influenciacondicionante, donde la economíatiende a primar en la determinaciónde las dos últimas, o al menos las mol-dea notoriamente.

En “Análisis de situaciones y relacio-nes de fuerzas”, Antonio Gramsci sos-tiene que la conformación de unaideología es el derivado necesario de laconstrucción de una hegemonía eco-nómica hacia el interior de una socie-dad. Gramsci describe ese momento:“donde se logra la conciencia de que lospropios intereses corporativos, en su de-sarrollo actual y futuro, superan los lí-mites de la corporación, de un grupopuramente económico y pueden y debenconvertirse en los intereses de otros gru-pos subordinados. Esta es la fase más es-trictamente política, que señala el netopasaje de la estructura a la esfera de lassuperestructuras complejas, [...] deter-minando además los fines económicos ypolíticos, la unidad intelectual y moral,

planteando todas las cuestiones en tor-no a las cuales hierve la lucha, no sobreun plano corporativo sino sobre un pla-no “universal” y creando así la hegemo-nía de un grupo social fundamental so-bre una serie de grupos subordinados”.

Por lo tanto, una vez consolidadauna correlación de fuerzas en la eco-nomía e impuesta la misma en la so-ciedad, se moldearía la ideología y lacultura. La hegemonía para Gramscino es una simple mezcla o alianza deldominio y el consenso sino una hege-monía social, no del gobierno políticoo “dominio directo”, sino relativa al“consenso espontáneo” dado por lasgrandes masas de la población a la di-rección de la vida social impuesta porel grupo gobernante, constituye implí-citamente una adhesión natural de lasociedad a los intereses económicosque se imponen desde el poder.

Acorde a este enfoque, la eficacia po-lítica y la vigencia histórica del peronis-mo como cultura, como ideología, solopuede ser entendida si se la analiza enconjunto con las bases materiales sobrelas cuales Juan Perón baso su doctrinapolítica. Una ideología determinadapuede hacer raíces en el pueblo solo si lamisma es la expresión de fuerzas econó-micas y sociales. La vigencia y consus-tanciación del pueblo con el peronismo-hecho que le permitió trascender a 18años de proscripción, el exilio de Perón,el golpe y la sangrienta dictadura, laofensiva neoliberal del menemismosiendo parte el mismísimo PJ- está ata-da en la memoria a un proyecto econó-mico y a un rol especifico de los sectoresmás humildes en ese proyecto.

Las razones concretas son claras: elperonismo articuló un conjunto de

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La construcción política

políticas sociales y económicas que tu-vieron un impacto directo en la con-ciencia popular, dándoles a los máshumildes un sentido de pertenencia ydignidad hasta entonces desconocidapor ellos. Gran parte de esa Argentinafue, por primera vez, parte de una na-ción. Pueblo era la palabra que los resu-mía, eran argentinos, eran una cultura.

Y ello fue posible porque la velocidady la magnitud del proceso de redistri-bución del ingreso del peronismo notienen comparaciones históricas posi-bles en nuestro país, ni siquiera enAmérica Latina. Se halla, como defini-ría Atilio Boron, “mucho más cerca, pe-se a su transitoriedad, de lo acontecidocon la revolución cubana que de lo ocu-rrido durante el gobierno de SalvadorAllende en Chile”.

El peronismo como ideología tienedos patas, la primera de ellas se vinculacon un proyecto económico de desa-rrollo industrial, a una burguesía in-dustrial comprometida en su suertecon la de los que menos tienen y la na-ciente clase trabajadora. La segunda deellas la compone un dato que graficatoda una realidad social: la proporcióndel ingreso de los trabajadores se incre-mento, de cerca, de un 20 por ciento, aprincipios de la década del 40, a una ci-fra superior al 50 por ciento en 1950.

Eso era entonces, y hoy...?

Perón en su ultimo dialogo abiertocon el pueblo y con la historia, El Mo-delo Argentino para el Proyecto Na-cional, infería claramente que pese algolpe del 55, las derrotas circunstan-ciales, los golpes militares y la pros-cripción, la convicción y la conciencia

del pueblo seguía intacta: “en Argenti-na, peronistas son todos” decía poraquellos días. Para los argentinos, sólocabía una posibilidad, retomar un sen-dero ya delineado y determinado porla conciencia colectiva, la que anhela-ba una nación con justicia social, dis-tribución de la riqueza y posibilidadesreales de acceder a una vida digna porparte de las mayorías populares. Esecamino sólo se podía conseguir a tra-vés de la liberación política y la inde-pendencia económica, truncadas porla derrota. Pero lo que cabía recalcarera que 18 años de proscripción nopudieron desideologizar, entendidocomo “desperonizar” las concienciasde la mayoría de los argentinos.

Eso era entonces, hoy nos encontra-mos con otro contexto. Las condicionessubjetivas han variado, no pasaron envano la dictadura militar, Alfonsín, Me-nem y De la Rúa. Los interrogantes queemergen de esta situación son de dosíndoles, el primero de ellos es si de he-cho aún albergamos, en forma mengua-da, la convicción ideológica acerca de lanecesidad de reconstruir una verdaderapatria para todos y la segunda de no serasí, cómo debería ser el proceso quenos lleve a quienes formamos parte delcampo nacional y popular a una nuevavictoria en la guerra de las ideas queconsolide la posibilidad de cambios re-volucionarios para todos los argentinos.

Dilema de una sola salida

En definitiva, independientemente de enqué estado del proceso nos encontremosla acción a seguir es la misma. Ya sea pa-ra consolidar una conciencia aún latenteen nuestro pueblo o para formar una

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García Garro | La guerra de las ideas

conciencia nacional, lo que debemoshacer es debatir las ideas, confrontar lasvisiones de nuestra patria, adoctrinar yconcientizar, hacer cultura. Explicar ydifundir lo esencial, qué es bueno y quées malo para nuestro pueblo.

Como sostenía Juan Perón “nuestraconducción tal cual la queremos nosotrosno puede realizarse bien hasta que ese gra-do de cultura no haya saturado a toda lapoblación. Cuando ese grado de cultura,que es a la vez de sentido y de sentimiento,se haya desarrollado, nuestra conducciónserá sumamente fácil. Bastará difundir loque sea conveniente para la Nación, y eneso estaremos todos de acuerdo. Nadie dis-cutirá ya sobre los beneficios de la inde-pendencia económica, de la justicia socialo de la soberanía de la Nación”.

La doctrina tenía una misión histó-rica con su predica: “el peronismo tieneuna función esencial que realizar dentrodel Pueblo Argentino: ir elevando la cul-tura política, la cultura cívica del pueblo.Sin eso estaremos siempre expuestos aque nos saquen la masa, engañándola,pero sí le enseñamos a la masa a discer-nir por sí, a apreciar por sí, a comprenderpor sí, entonces estamos seguros de queno la volverán a engañar nunca más. Yno engañada, no podrá irse con los quetienen la mala intención, sino que irácon los que tienen la buena intención”.

Construcción con la doctrina de Perón

En definitiva, el desafió histórico es elmismo. El 2005 nos encuentra con la ne-cesidad de consolidar una oportunidadhistórica que encabeza Néstor Kirchner.Para afianzar este proceso, independien-temente del momento en que estemos,

el deber político, en términos militantes,es volver a Perón: es predicar,es adoctrinary adoctrinarse. Nos encontramos ante lanecesidad de consolidar este ProyectoNacional. Un proyecto no garantiza eltriunfo del pueblo, pero sin él las ener-gías sociales se dispersan y agotan sinuna perspectiva de cambio real que be-neficie a las mayorías.

Sin un discurso unificante, sin unacultura que lo sustente, los reclamos seesterilizan y quedan presos de las ur-gencias cotidianas y luchas internascarentes de un sentido históricamentetrascendente. Como sostenía Cooke,“un conjunto de rebeldías individua-les puede durar indefinidamente sinafectar el régimen que las provoca, so-lo cuando la rebeldía es coordinada yencausada en un movimiento de libe-ración, adquiere la eficacia necesariapara luchar con éxito”.

Y la base que sustenta a un movi-miento político es la doctrina. Porquela construcción política trata de ir reu-niendo la voluntad de quienes, identi-ficados con ideas, tributando a unamisma cultura anclada en una historiacomún, tienen la voluntad de estarjuntos y luchar por una misma causa.

Pero esa lucha debe darse en el en-tendimiento de que el cambio será po-sible en la medida que una doctrina co-mún alimente a una fuerza social,económica y política capaz de produ-cirlo. Motorizada por la conciencia po-lítica de un pueblo que asuma comopropia esa causa. Este es, en esencia, elprimer paso obligado para la construc-ción o la reconstrucción política de estanueva argentina que estamos viviendo.

por Gonzalo García GarroSubsecretarío de la Juventa de la Pcia. de Entre Ríos

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