guardagujas102

4
alejandra eme vázquez josé luis justes amador rebecca lindenberg foto miguel

Upload: la-jornada-aguascalientes

Post on 28-Mar-2016

212 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Suplemento literario de La Jornada Aguascalientes

TRANSCRIPT

alejandra eme vázquez

josé luis justes amador

rebecca lindenberg

f o t o m i g u e l

dos

SAT VOCABULARY QUESTIONS

“Americans need to be lingual before they go bilingual”(Blue van Meer)

¿Cuántas has usado en una conversaciónla palabra preposterous? ¿Sabesqué significa el prefijo cis- cuando va delante de gender?

¿Cuántas palabras conoces que terminen en phobia y cuáles el significado exactode la eternatriskaidekaphobia?

¿Eliges entre palabras de raíz doble,como por ejemplofreedom y liberty,la que viene del latín o la sajona?

¿Cuántas veces has inventadopor conveniencia una palabracomo cuando inventaste bodysicky cuántas te han preguntadoqué significa, que si estabas enfermao anhelante de un cuerpo?

¿Cuántas veces has pensado que con mil palabras,el número exacto que pide el SAT,podrías ya tener una conversación?

¿Y cuántas has decidido quedarte callada,mantener en secreto el experimento,como si las palabras, aún sabidas,no sirvieran de nada, para nada?

josé luis justes amador

tres poemaspara gaytán

YO YA SERÉ UN FANTASMA Y TÚ AÚN APENAS SERÁS JOVEN PERO YO NUNCA FUI CAPITÁN DE BARCO NI TÚ ESCRIBIRÁS MIS MEMORIAS NI TE LLAMAS MUIR

“Navegar es preciso; vivir no es preciso.”(Fernando Pessoa)

Lo que te has perdidopor haber nacido demasiado tarde para cruzar conmigo los siete mares.

Y cuánto lo echo de menos.

Cómo te habría gustado el Cabo Norte, y los fiordos bajo el sol de media noche, y navegar junto al arrecife en Barbados donde el agua azul se torna verde, y hacia las Falkland donde la galerna del sur desgarra el mar entero y lo vuelve blanco.

Lo que perdimos, lo que nos hemos perdido.

I

nadano quiero meternada en una caja

y luegoenterrarlay luegodejar instrucciones

para que se abraen cincuentapara que se abraen setenta y cincoen cien años

II

para que quede algomás alláde la ceniza y el polvo

para que quede algo

III

papelessólo papelespapelesnada más

nada que expliquecómo leerlosnada que expliqueen qué idioma

y el sonidolejano de una cajay el sonidode cuatro notas

repitiéndosecomo los papelesrepitiéndosecomo el sonido de cuatro notas

IV

algo que hagajuventud aunque no seaalgo que hagalos años que faltan o separan

un remediolo más natural posibleun remedioaunque no sirva para nada en la caja

y V

algo azullo más breve posiblealgo azulpara guardar memoria

escalerassi cupieran aquíescaleraspara bajarlas de nuevo

y dos versos de Shakespeare(then come kiss me, sweet-and-twenty!)dos versos de noche de epifanía(youth's a stuff will not endure)

LA CÁPSULA DEL TIEMPO DE GLENN

tres

DESPACHOS DE UN MUNDO SIN TERMINAR

Una hoja del verde que elegiría un niñoal pedirleque dibujara una hoja.*Esta rosa de pesados pétaloses húmeda como el acentode mi corresponsal actual.*Árboles desfrutados por el pájaro.Árboles deshojados por el escarabajo.*Mi corresponsal es una tentación y yono estoy acostumbrada a las tentaciones.*La rosa blanca florecemarrón por los filos.Un libro de bolsillo.*Adentro, mi madre tarareauna canción que nunca escuché.*Tipos de santidad.*Árboles descortezados por el ciervo de invierno.*Mi corresponsalno me dejará amarlo.*Los objetos verdes hacenun sonido tan suave.*Descruzo mis piernaspara descubrir, con el pie descalzo,que el sol ha calentado la piedra.Participo del sol.*Y de la piedra.

CARNAVAL

La máscara que arde como un violín, la máscaraque sólo canta en lenguas muertas, que amaque ama la destrucción al ser portada. La máscaraque suspira como mujer aunque seauna mujer quien la lleva. La máscara cubiertade perlas de aguas salada y de semillas. La emplumada,la máscara con la boca suturada, un rostro lunar,como una cicatriz ya sanada que significa “cosecha”. Una mirada airada que significa “deseo”. Un mohín grotesco. Aquíuna máscara con pico, una máscara trenzada, aquí hayuna máscara sin ojos, una máscara que parece una máscaramas no lo es – por favor no intentes desenredarla.La máscara que nieva monedas, la máscara llena de avispas.La máscara de encaje para atrapar los pensamientos que escapan. Pásame la máscara sonrojada, la hecha de partituras.O la máscara chacal, la máscara que escondey hace que los amantes sean idénticos a la noche.

CATÁLOGO DE LO EFÍMERO

Me das flores que recuerdan farolillos chinos.

Me das hale para el amarillo. Me das vex.

Me das limones endulzados en salmuera y me das tinta de sepia.Me das los cuatrocientos setenta y tres escalones de la cúpula de Brunelleschi.

Me das seducción y me dejas que te la devuelva.Te me das.

Me das un departamento lleno de olores matutinos –bagel tostado y café negroy las lilas moteadas en el jarrón del alfeizar.Me das el 24 horizontal.

Me das flores que parecen alas de polilla.

Me das el primer pájaro de la mañana posado en el cable.Me das el café con sillas de plástico en la acera y a los muchachosque suben los pies a las sillas.Me das el apenas ruido de cometas caseras el domingo en el parque.Me das cerveza color de atardecer con limones.

Me das a D. H. Lawrencey él me da granadas y sorbales.

Me das el diente suelto de California, la mandíbula rota de Nueva York.Me das el cielo azul de Wyoming y el viento azul que lo atraviesa.

Me das una ciudad antigua en que el lenguaje es un secretoque todos guardan.

Me das una playera que dice que todo lo que me diste fue esa playera.Me das fotografías contigo recortado.

Me das brotes de lima pero no por lo que significan.

Me das sí. Me das no.

Me das manzanas de medianoche en un carro con las ventanas abajo.Me das los focos de una tormenta eléctrica.Me das el trueno y el repentino verde de las nubes.

Me das el carenado acelerar de los trenes.Me das el aroma de la menta mustia.

Me das el olor de pelo negro, de pelo rubio.

Me das a Apolo y a Dafne, a Pan y a Siringa.Me das a Eco.

Me das jacintos y narcisos. Me das digitalesy dulces puñados de peonía.

Me das la sucia alfombra de un apartamento en el East Village.Me das fingir que no me doy cuenta.

Me das una discusión sin terminar que comenzó en el tren F hacia Manhattan.

Me das cuadros de mujeres con los ojos cerrados.Me das la pena y cómo penarla.

rebecca lindenbergtres poemas

traducción de josé luis justes amador

cuatro

So the mouse took of his old feet and put on new ones…

El 28 de octubre de 2013 escribí sobre él en este mismo espa-cio: en mi sexta entrega de “Verde y humilde” el protagonista fue Luis Miguel Urbina, un ingeniero metalúrgico de 23 años que caminó la ciudad de México siguiendo el trazo de las 12 líneas del metro durante un año en un proyecto voluntario que me causó tal admiración, que tuve que pedirle una entrevista en un café sin saber exactamente qué podría reseñar yo de algo que no había vivido pero me emocionaba. Ahí descubrí que quien sabe caminar sabe contarlo también, y me enteré de que lo que le había motivado a su odisea citadina era que deseaba hacer el Camino de Santiago de Compostela. Después de escucharlo yo estaba segura de que lo conseguiría, pero no me imaginé que sucedería tan pronto: cuando supe que en diciembre había com-prado ya los boletos para viajar a España y hacer la mítica ruta, supe que aquella columna tendría segunda parte. Y hela aquí.“Quería hacer el Camino de Santiago desde hace mucho, leí so-bre él, me puse a buscar en Internet y decidí que quería hacerlo, aunque no conocía ni conozco a nadie que lo hubiera hecho. Cuando caminé el metro fue para ver si me gustaba, no como entrenamiento pero sí para probarme a mí mismo, y conocí mu-chas partes del D.F. que de otro modo no hubiera conocido. Pero el Camino sí era más personal: fui a España porque ahí está el Camino; si hubiera estado en otro lugar, a otro lugar hubiera ido”. Con esta claridad, Luis Miguel llegó a Madrid el 28 de dic-iembre, en fechas atípicas para los peregrinos, que suelen atibor-rar la ruta y los hostales en verano con un clima más agradable; pero él eligió recibir el 2014 recorriendo el llamado “Camino Francés”, de Burgos a Santiago, una de las tres modalidades de esta ruta. Por supuesto, en Madrid recorrió una línea del metro caminando y le tomó una foto a la estación Sevilla, sólo para re-cordar viejos tiempos.No puedo evitar asociar a Luis Miguel con el cuento de Arnold Lobel, en Mouse Tales, en el que un ratoncito debe completar una larga ruta pero se va cansando de sus zapatos y siempre encuentra en la carretera a un vendedor que le provee de un repuesto, hasta que ya no aguanta los pies y se encuentra (obvio) a un vende-dor de pies en el camino, de modo que el protagonista llega a su destino con nuevos pies. Así de fácil. Porque desde la movi-lidad, todo llega. Luis Miguel sabía que el camino le proveería: las señales convenidas para los peregrinos le permitieron saber hacia dónde moverse y los letreros le iban indicando que cada kilómetro conquistado era crucial y cada paso importaba. Por supuesto, acepta que al inicio fue muy difícil porque nunca había caminado tanto, mucho menos con 10 kilos de inseparable equi-paje como única compañía. Y tan lejos de casa. Claro que el reloj geográfico se las arregla, pues aunque no festejó en España el Año Nuevo porque estaba muy cansado como para atender a la invitación de su hospedera, despertó a las siete de la mañana del primero de enero allá, conectando secretamente con su instinto patriótico que sin importar las horas de diferencia, recibió 2014 en horario mexicano.Caminó entre 25 y 35 kilómetros por día, que se traducían en seis u ocho horas; a veces llegó a lugares en los que no había hostales disponibles; se acostumbró a extraños horarios de comida; com-partió camino con otros peregrinos (un marinero italiano que hablaba un español perfecto, un neozelandés, un inglés que se

grababa a sí mismo leyendo a Nietzsche o Proust y se escuchaba mientras caminaba, dos catalanes quejumbrosos, un chino a quien le habían robado su dinero y pasaporte, una chilena que no llevaba abrigo ni sabía a dónde tenía que llegar…); sus botas aguantaron estoicamente caminar en todo terreno; comió man-jares que le sabían más deliciosos porque eran la recompensa de todo un día andado; aprendió a medir sus fuerzas; ya cumplido el reto regresó a Madrid y tuvo tiempo para contemplar “Las Meninas” por una hora... Es inevitable, al escucharlo platicar su viaje, que caminar se convierta en la metáfora perfecta para pen-sar, para entender, para aprender.El Camino de Santiago es una ruta exigente para el caminante, y por eso se ha construido alrededor de ella todo un sistema que trata de hacer lo más placentera posible la experiencia. Los per-egrinos se cuidan entre sí y en los pueblos encuentran una hos-pitalidad entrañable que va más allá del turismo tradicional; hay una vibra especial en completar este camino, que tiene su propia memoria y su propio mecanismo. Así lo entendió Luis Miguel, quien pronto se dio cuenta de que si deseaba un viaje memora-ble debía hermanarse, ante todo, consigo mismo: “Aprendí que uno tiene que hacer el camino a su paso. Si uno quiere llegar a donde sea, tiene que ir a su ritmo; si intentas ir al paso de otro, más rápido o más lento, es muy desgastante física y mental-mente. Y la idea del camino es que sea personal, que cada quien vaya arreglando sus asuntos individualmente; por eso la ruta es completamente mental, porque si se ve a lo lejos parece que no se llegará nunca, pero se trata de concentrarse en caminar”.En diciembre, según le dijeron, la experiencia es más cercana a como era antes porque hay menos gente y por lo tanto, mayor posibilidad de activar ese camino interior. Y en efecto, se dio cuenta de que cada día que pasaba lo disfrutaba cada vez más y notó que si al principio tuvo la sensación de imposibilidad de la empresa, cada tramo avanzado lo acercaba a su meta, y sentir eso en la práctica es ya un veinte caído: “Me empecé a sentir mejor conmigo mismo. Tuve que aprender muchas cosas; por ejemplo, todos los primeros días me llovió y me desesperaba mucho, hasta que tuve que aceptar que hay cosas que se salen de mi control y que no hay que pelearse con ellas”. Entonces, si le sorprendía una lluvia fuerte encontraba un lugar para refu-giarse, se sentaba a comer y observaba el paisaje mientras re-solvía algo, porque siempre hay algo que resolver: “Aprendí a disfrutarlo: aprendí a ver”.Es imposible no emocionarse cuando Luis Miguel relata su en-trada a Santiago de Compostela, porque escucharlo narrar su vi-aje es un poco caminar con él. Tiene fotografías que le recuerdan los detalles que le llamaron la atención y los revive al mirarlas, pero también confiesa que hubo un momento en el que dejó de usar su cámara porque se dio cuenta de que lo que adoraba era su punto de vista del paisaje, pero que en la imagen todo se vería igual a otros ojos. En las tres horas que estuvimos platicando respondió cada una de las preguntas, que fueron muchas; bro-meó, mostró feliz su carnet con los sellos de todos los lugares en los que hizo estación y compartió sus aprendizajes porque de verdad ser peregrino le dio una identidad que le enorgullece y una alegría que contagia. Ahora sabe que volverá, dice que hay una magia en el Camino de Santiago que hace que quien lo ha andado lo recorra de nuevo y sin duda sucederá. Así que muy seguramente esta columna continuará pronto. ¿Qué tan pronto?, con Luis Miguel no se sabe.

verde y humildealejandra eme vázquez

vocación de peregrino