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1 Grupo Maran Atha. Misiones 2010. (Del 1 al 4 de Abril) Día: jueves Santo Adoración a la Eucaristía. Cronograma de Actividades. 1. Celebración del Lavatorio de los pies. 2. Avisos ( a qué hora se adorar el santísimo, entre otras cosas) 3. Traslado del Santísimo al Monumento. (Preparado Previamente de la Celebración del lavatorio de los pies y al gusto del grupo misionero de acuerdo a sus posibilidades o a lo que organizaron) 4. Exposición del Santísimo. 5. Adoración. ( A través de horas santas o los santos rosarios que lleve a cabo la comunidad) 6. Retiro del Santísimo. 7. Agradecimiento y Avisos 1.- Celebración del Lavatorio de los pies. Previamente de esta celebración el equipo ya debe de tener listo el monumento en donde se adorara a la eurasiática en las horas santas y así realizar su celebración de lavatorio de los pies sin preocuparse de este aspecto. 2.- Avisos Antes del traslado del santísimo se deben dar los avisos, como:

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Grupo Maran Atha.Misiones 2010. (Del 1 al 4 de Abril)

Día: jueves Santo

Adoración a la Eucaristía.

Cronograma de Actividades.

1. Celebración del Lavatorio de los pies.2. Avisos ( a qué hora se adorar el santísimo, entre otras cosas)3. Traslado del Santísimo al Monumento. (Preparado Previamente de la Celebración del

lavatorio de los pies y al gusto del grupo misionero de acuerdo a sus posibilidades o a lo que organizaron)

4. Exposición del Santísimo.5. Adoración. ( A través de horas santas o los santos rosarios que lleve a cabo la

comunidad)6. Retiro del Santísimo.7. Agradecimiento y Avisos

1.- Celebración del Lavatorio de los pies.

Previamente de esta celebración el equipo ya debe de tener listo el monumento en donde se adorara a la eurasiática en las horas santas y así realizar su celebración de lavatorio de los pies sin preocuparse de este aspecto.

2.- Avisos

Antes del traslado del santísimo se deben dar los avisos, como:

1. La hora de las horas santas para los niños, adultos, jóvenes.2. Horas del inicio del viacrucis del viernes santo.3. Hora en que se va retirar al santísimo.

NOTA: De preferencia la adoración es hasta las 12:00pm. , pero según la comunidad o como se organice por parte del equipo.

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Explicar el sentido de adorar a la eucaristía.

Sentido: Es la noche más larga, Vamos a contemplar la noche más larga de la vida de Jesucristo: Desde el lugar donde se llevo a cabo la cena, la oración en el huerto de Getsemaní hasta el alba del viernes santo.

Fuente: Catholic.net Autor: P. Antonio Izquierdo

3.- Traslado del Santísimo al Monumento.

Después de dar los avisos se continúa con el traslado.

4.- Exposición del Santísimo.

Se puede seguir este orden: Tomar a la eucaristía y ver con el equipo si el monumento está dispuesto. Trasladarlo (Canto: Gloria al rey, bendito sea dios o altísimo señor.) Depositar a la Eucaristía ( en el relicario, en el purificador o en la custodia) Decir la oración:

Celebrante: Alabemos en cada instante y en cada momento.Celebrante y Pueblo: Al divinisimo sacramento del altar REPETIR DOS VECESCelebrante: Padre nuestro……………………….Celebrante: Dios te salve………………………….Celebrante: Gloria al padre al hijo y al espíritu santo.Celebrante y Pueblo: ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amen

NOTA: la oración se repite tres veces.

Después de haber expuesto al santísimo, se puede canta un canto, (De preferencia: dios esta aquí) y se dispone a realizar la adoración o las horas santas.

5.- Adoración.

Las horas santas por lo general las dividimos en:a) Niños.b) Jóvenes.c) Adultos.

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Tomen en cuenta el tipo de comunidad. (Se darán cuenta el domingo de ramos o por comentarios de compañeros que ya estuvieron de misión en esa comunidad)

NOTA: si quieren dejar un espacio para que la comunidad rece el santo rosario, como vea el equipo y como se organice.

Hora santa para Jóvenes y Adultos.

Canto: Dios está aquí.

Reflexión inicial: El Jueves Santo es una invitación a profundizar concretamente en el misterio de la Pasión de Cristo, ya que quien desee seguirle tiene que sentarse a su mesa y, con máximo recogimiento, ser espectador de todo lo que aconteció en la noche en que iban a entregarlo. Y por otro lado, el mismo Señor Jesús nos da un testimonio idóneo de la vocación al servicio del mundo y de la Iglesia que tenemos todos los fieles cuando decide lavarle los pies a sus discípulos.

Lectura bíblica. (Juan 13, 1-15):

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo:

-«Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?»Jesús le replicó:-«Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.»Pedro le dijo:-«No me lavarás los pies jamás.»Jesús le contestó:-«Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.»Simón Pedro le dijo:-«Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»Jesús le dijo:

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-«Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.»Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo:«No todos estáis limpios.»Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:

-« ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis».

Canto: Renuévame.

Reflexión: En este sentido, el Evangelio de San Juan presenta a Jesús 'sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía' pero que, ante cada hombre, siente tal amor que, igual que hizo con sus discípulos, se arrodilla y le lava los pies, como gesto inquietante de una acogida incansable.

San Pablo completa el retablo recordando a todas las comunidades cristianas lo que él mismo recibió: que aquella memorable noche la entrega de Cristo llegó a hacerse sacramento permanente en un pan y en un vino que convierten en alimento su Cuerpo y Sangre para todos los que quieran recordarle y esperar su venida al final de los tiempos, quedando instituida la Eucaristía.

La Santa Misa es entonces la celebración de la Cena del Señor en la cual Jesús, un día como hoy, la víspera de su pasión, "mientras cenaba con sus discípulos tomó pan..."

Él quiso que, como en su última Cena, sus discípulos nos reuniéramos y nos acordáramos de Él bendiciendo el pan y el vino: "Hagan esto en memoria mía"

Antes de ser entregado, Cristo se entrega como alimento. Sin embargo, en esa Cena, el Señor Jesús celebra su muerte: lo que hizo, lo hizo como anuncio profético y ofrecimiento anticipado y real de su muerte antes de su Pasión. Por eso "cuando comemos de ese pan y bebemos de esa copa, proclamamos la muerte del Señor hasta que vuelva" (1 Cor 11, 26).

De aquí que podamos decir que la Eucaristía es memorial no tanto de la Ultima Cena, sino de la Muerte de Cristo que es Señor, y "Señor de la Muerte", es decir, el Resucitado cuyo regreso esperamos según lo prometió Él mismo en su despedida: " un poco y ya no me veréis y otro poco y me volveréis a ver"

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Como dice el prefacio de este día: "Cristo verdadero y único sacerdote, se ofreció como víctima de salvación y nos mandó perpetuar esta ofrenda en conmemoración suya". Pero esta Eucaristía debe celebrarse con características propias: como Misa "en la Cena del Señor"

Canto: Al estar en la presencia.

Reflexión: EL SACRAMENTO DEL AMOR FRATERNAL HASTA LA MUERTE

Jesús pasó la última tarde de su vida en Jerusalén en el círculo de sus discípulos, probablemente también en compañía de las mujeres que habían ascendido a la ciudad santa con él. Fue esa tarde, la tarde de una fiesta pascual? Parece superflua la pregunta. Sin embargo hay razones para establecerla. Y de la relación que se establezca entre el ambiente pascual y la cena de Jesús depende en gran parte la interpretación que se deba hacer del acontecimiento histórico de la muerte y resurrección del Señor.

Las palabras de Jesús que nos han sido conservadas para comprender el sentido del pan y de la copa compartidos, implican pues una interpretación salvífica de su muerte, tanto en el sentido de la expiación y de la representación ("morir por", "para el perdón de los pecados"), como en el sentido de una nueva alianza.

Jesús, que interpretó así su muerte y la relacionó intrínsecamente con los dones de la cena, le dejó a la comunidad de sus discípulos la posibilidad de vivir siempre la realidad de una nueva alianza con el Dios salvador, en el sentido del Reino definitivo que había anunciado. La relación entre alianza y Reino ya tenía una tradición importante, pero en la acción de Jesús adquirió una importancia trascendental y original para sus seguidores.

Haced esto en memorial mío: Este mandamiento del Señor es verdaderamente sagrado para los seguidores de Jesús. La experiencia comunitaria vivida originalmente por los discípulos se convierte en algo posible en todos los tiempos para los cristianos. Se trata de entrar en el destino histórico de Jesús, que es la historia misma de Dios, su Reino, que acontece definitivamente en la manifestación suprema del amor. Dios, el Padre, ama infinitamente.

Dios es amor. Nada más cierto, en el sentido del amor, como dar la vida. Pero participar así en el destino del Maestro significa hacer, de manera insuperable, la fraternidad humana. La cena del Señor es la asunción, por parte de todos los cristianos, de lo que nos une más profundamente: la vida misma del Maestro, la historia del Hijo del Padre en la que participamos todos como hijos también y como hermanos los unos de los otros.

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Canto: Hay una fuente en mi.

Reflexión: "En la noche en que iban a entregarlo"

Aquel día, la humanidad alcanzó su última victoria frente a la muerte. Con la muerte y resurrección de Jesús, la humanidad ha quedado a salvo de todos sus enemigos: del pecado, del demonio y estructuras del pecado y de la muerte consiguiente al primer pecado. Jesús, la noche antes de padecer, quiso anticipar el sacrificio en la institución de la eucaristía.

"¿Comprendéis lo que he hecho?". El amor de Dios es amor que nos salva y nos libra de toda esclavitud, incluso de la de la muerte y del miedo a morir. Pero es también amor ejemplar, porque es la norma y el modelo para el establecimiento de cualquier forma de convivencia entre los hombres.

No nos salvará la política económica o la política social, no nos salvarán las organizaciones internacionales, ni las alianzas entre poderosos, no nos salvarán la técnica ni la Declaración de los Derechos Humanos. Todo eso fracasa, lo vemos, por falta de amor, de buena voluntad, de rectitud de intención. Todo eso resulta inútil por el egoísmo, el afán de riquezas, la voluntad de dominar, la insolidaridad. Sólo el amor puede salvar, si amamos como Jesús, si amamos al prójimo como a nosotros mismos.

"Os he dado ejemplo". Jesús nos dio ejemplo: siendo Dios, no hizo alarde de su categoría divina, sino que se puso a servir y a lavar los pies de sus discípulos. En la eucaristía hacemos memoria del ejemplo de Jesús.

Por eso, la eucaristía es siempre un nuevo lanzamiento, la renovación del compromiso cristiano con Jesús, con los pobres, y con el evangelio, que es justicia. Según la Biblia, el cumplimiento de la voluntad divina es algo que, como el alimento, aumenta la vitalidad y felicidad de los fieles.

¿Tragamos a Cristo? ¿Es él quien da sentido a nuestra vida? Si no es así, ¿qué es lo que marca las pautas y metas de nuestro actuar? "Haced esto" no es simplemente "oír misa" sino asimilar (hacer nuestros) los valores, los ideales, los sentimientos y pensamientos del Señor.

El cotidiano e imprescindible pan equivale a la vida del hombre que de él se sustenta. Dar pan es dar vida. Dar tu pan es dar tu vida. La palabra de Dios es, sin embargo, tan necesaria como el pan, puesto que el hombre no puede vivir y ser feliz sólo con éste (Dt 8, 3). El vino, por su parte, expresa la alegría (Sal 104, 15) y la felicidad y, por tanto, la

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amistad y el amor de aquellos con quienes se bebe. El color rojo del vino tinto se asemeja a la sangre, símbolo de la vida, que sólo pertenece a Dios. La palabra de Dios, presente en Jesús, se convierte en alimento de vida. No es la antigua ley la que nos mueve, es el Espíritu de Jesús quien nos dinamiza.

¿Cómo damos nuestra vida a los demás? ¿Comunicamos alegría, esperanza, amistad, libertad... o somos vino avinagrado? Ante la presencia en la mesa del cordero pascual, asado a la brasa, alguien preguntaba: "¿Por qué hacemos esto hoy?". El presidente contestaba contando las acciones salvadoras de Dios en el éxodo.

¿Cuáles son las verdaderas razones de nuestra presencia en esta Eucaristía? ¿En qué hemos experimentado la salvación y el amor de Dios? Se partía el pan y se tomaba la comida recostados en señal de "no esclavitud". El pan era sin levadura vieja, era el "pan de la libertad". Los antiguos y esclavizantes motivos de vivir, la vieja levadura que dinamizaba la vida, quedaron en Egipto. El padre de familia, con la ayuda de un farol, buscaba todos los restos de pan fermentado que pudiese haber en casa, ya que debían desaparecer completamente. "Guardaos de la levadura de los fariseos y de Herodes", de sus motivos de funcionar (/Mc/08/15).

Canto: Tu fidelidad.

Echad fuera la vieja levadura para ser masa nueva. En el N. Testamento aparece cuarenta veces el adjetivo "nuevo". Todas con sentido positivo.

¿Vivimos la fe como una normativa social (vieja levadura) o como una libre y agradable relación con Dios? ¿Hemos descubierto la novedad permanente de lo cristiano? ¿Preferimos la instalación al caminar ilusionado? ¿Añoramos un mundo nuevo? Jesús habla de sí mismo como cordero pascual sacrificado, con su carne separada de su sangre, partido como el pan y ensangrentado como el vino tinto. Viene a decir: voy a la muerte como verdadera víctima pascual y mi entrega tiene carácter expiatorio y sustitutivo como describe Isaías en el poema del ciervo.

A las tres de la tarde, el aire de Jerusalén se pobló con los balidos de los corderos pascuales que eran sacrificados en el templo. Pero el auténtico cordero de Dios que rompía las limitaciones humanas moría fuera de la vieja ciudad, en el calvario.

Comulgar con Cristo supone comprometerse como él a aceptar el papel de siervos en favor de todos. El evangelio de Juan, narrándonos el lavatorio de los pies en lugar de la institución de la eucaristía, quiere darnos el sentido profundo de ésta: identificarnos con Jesús, siervo y solidario con los hombres, para ser factores de liberación. Para el cristiano, la construcción de un mundo solidario y justo está esencialmente ligada con la celebración de la eucaristía. Sin justicia no hay eucaristía.

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Audio: reflexión.

Canto: Enciende una Luz6.- Retiro del Santísimo.

Como hermanos en Cristo, Digamos la oración que nos enseño: Padre nuestro……………..

CANTO: Gloria al rey, Bendito sea dios o altísimo señor

Adoración previa:

Oh Dios, que en este sacramento admirablenos dejaste el memorial de Tú pasión;

Te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de Tu Cuerpo y de Tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de Tu redención.

Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.Amen

Adoración: se levanta el relicario o la custodia y se expone en cuatro puntos:

1.- Al frente arriba (en donde tú te encuentras parado o parada)2.- A la derecha arriba. (En donde tú te encuentras parado o parada giras a la derecha)3.- A la izquierda arriba. (En donde tú, te encuentras parado o parada giras a la izquierda)4.- Al frente arriba (en donde tú te encuentras parado o parada)

Después dejas al santísimo en el mismo lugar y te incas y dices la siguiente oración.

Adoración posterior:

Bendito sea Dios.Bendito sea su Santo Nombre.Bendito sea Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre.Bendito sea el Nombre de Jesús.Bendito sea su Sacratísimo Corazón.

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Bendito sea su Preciosísima Sangre.Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.Bendito sea el Espíritu Santo Consolador.Bendita sea la Incomparable Madre de Dios la Santísima Virgen María.Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.Bendita sea su gloriosa Asunción.Bendito sea el Nombre de María Virgen y Madre.Bendito sea San José su casto esposo.Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos

Santa maría……….. En ti confió.

Madre nuestra: salva nuestra patria y conserva nuestra fe……….

Comunión espiritual: (opcional)

Jesús mío creo firmemente que estás en el Ssantísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo tenerte en mi alma.

Ya que ahora no puedo recibirte sacramentalmentete, ven espiritualmente a mi corazón.

Como si ya hubieses venido, te abrazo y me uno a ti: no permitas que me aparte de ti.

7.-Agradecimiento y Avisos

Agradecer a la comunidad por su apoyo en la adoración al santísimo y reiterar que se les espera en los actos litúrgicos del viernes santo.

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Dentro de los oficios del día, adquiere un destacado simbolismo el lavatorio de pies que realiza el sacerdote y en el que recuerda el gesto que realizara Jesús antes de la Última Cena con sus apóstoles. Finalizados los oficios vespertinos, el Santísimo Sacramento se traslada del Sagrario al llamado "monumento", un altar efímero que se coloca ex-profeso para esta celebración, quedando el Sagrario abierto. Igualmente, el altar es despojado de todo tipo de ornato.

El lavatorio queda reflejado también en el Evangelio del día:

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo:

-«Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?»Jesús le replicó:-«Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.»Pedro le dijo:-«No me lavarás los pies jamás.»Jesús le contestó:-«Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.»Simón Pedro le dijo:-«Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»Jesús le dijo:-«Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.»Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo:«No todos estáis limpios.»Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:

-«¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis».

Juan 13, 1-15

Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Jueves_Santo

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Significado de la celebración

El Jueves Santo se celebra: la Última Cena, el Lavatorio de los pies, la institución de la Eucaristía y del Sacerdocio la oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní.

En la mañana de este día, en todas las catedrales de cada diócesis, el obispo reúne a los sacerdotes en torno al altar y, en una Misa solemne, se consagran los Santos Óleos que se usan en los Sacramentos del Bautismo, Confirmación, Orden Sacerdotal y Unción de los Enfermos.

En la Misa vespertina, antes del ofertorio, el sacerdote celebrante toma una toalla y una bandeja con agua y lava los pies de doce varones, recordando el mismo gesto de Jesús con sus apóstoles en la Última Cena.

a)Lecturas bíblicas:

Libro del Éxodo 12, 1-8. 11-14; Primera carta del apóstol San Pablo a los corintios 11, 23-26; Evangelio según San Juan 13, 1-15.

b)La Eucaristía

Este es el día en que se instituyó la Eucaristía, el sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo bajo las especies de pan y vino. Cristo tuvo la Última Cena con sus apóstoles y por el gran amor que nos tiene, se quedó con nosotros en la Eucaristía, para guiarnos en el camino de la salvación. Todos estamos invitados a celebrar la cena instituida por Jesús. Esta noche santa, Cristo nos deja su Cuerpo y su Sangre. Revivamos este gran don y comprometámonos a servir a nuestros hermanos.

c)El lavatorio de los pies

Jesús en este pasaje del Evangelio nos enseña a servir con humildad y de corazón a los demás. Este es el mejor camino para seguir a Jesús y para demostrarle nuestra fe en Él. Recordar que esta no es la única vez que Jesús nos habla acerca del servicio. Debemos procurar esta virtud para nuestra vida de todos los días. Vivir como servidores unos de otros.

d)La noche en el huerto de los Olivos

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Lectura del Evangelio según San Marcos14, 32-42.: Reflexionemos con Jesús en lo que sentía en estos momentos: su miedo, la angustia ante la muerte, la tristeza por ser traicionado, su soledad, su compromiso por cumplir la voluntad de Dios, su obediencia a Dios Padre y su confianza en Él. Las virtudes que nos enseña Jesús este día, entre otras, son la obediencia, la generosidad y la humildad.

Los monumentos y la visita de las siete iglesias

Se acostumbra, después de la Misa vespertina, hacer un monumento para resaltar la Eucaristía y exponerla de una manera solemne para la adoración de los fieles. La Iglesia pide dedicar un momento de adoración y de agradecimiento a Jesús, un acompañar a Jesús en la oración del huerto. Es por esta razón que las Iglesias preparan sus monumentos. Este es un día solemne.

En la visita de las siete iglesias o siete templos, se acostumbra llevar a cabo una breve oración en la que se dan gracias al Señor por todo su amor al quedarse con nosotros. Esto se hace en siete templos diferentes y simboliza el ir y venir de Jesús en la noche de la traición. Es a lo que refieren cuando dicen “traerte de Herodes a Pilatos”.

La cena de pascua en tiempos de JesúsHace miles de años, los judíos vivían en la tierra de Canaán, pero sobrevino una gran carestía y tuvieron que mudarse a vivir a Egipto, donde el faraón les regaló unas tierras fértiles donde pudieran vivir, gracias a la influencia de un judío llamado José, conocido como El soñador.

Después de muchos años, los israelitas se multiplicaron muchísimo en Egipto y el faraón tuvo miedo de que se rebelaran contra su reino. Ordenó matar a todos los niños varones israelitas, ahogándolos en el río Nilo. Moisés logró sobrevivir a esa matanza, pues su madre lo puso en una canasta en el río y fue recogido por la hija del faraón.El faraón convirtió en esclavos a los israelitas, encomendándoles los trabajos más pesados.

Dios eligió a Moisés para que liberara a su pueblo de la esclavitud. Como el faraón no accedía a liberarlos, Dios mandó caer diez plagas sobre Egipto.

La última de esas plagas fue la muerte de todos los primogénitos del reino.Para que la plaga no cayera sobre los israelitas, Dios ordenó a Moisés que cada uno de ellos marcara la puerta de su casa con la sangre de un cordero y le dio instrucciones específicas para ello: En la cena, cada familia debía comerse entero a un cordero asado sin romperle los huesos. No debían dejar nada porque al día siguiente ya no estarían ahí. Para acompañar al cordero debían comerlo con pan ázimo y hierbas amargas. La hierbas

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amargas ayudarían a que tuvieran menos sed, ya que tendrían que caminar mucho en el desierto. El pan al no tener levadura no se haría duro y lo podían llevar para comer en el camino. Les mandó comer de pie y vestidos de viaje, con todas sus cosas listas, ya que tenían que estar preparados para salir cuando les avisaran.

Al día siguiente, el primogénito del faraón y de cada uno de los egipcios amaneció muerto. Esto hizo que el faraón accediera a dejar a los israelitas en libertad y éstos salieron a toda prisa de Egipto. El faraón pronto se arrepintió de haberlos dejado ir y envió a todo su ejército para traerlos de nuevo. Dios ayudó a su pueblo abriendo las aguas del mar Rojo para que pasaran y las cerró en el momento en que el ejército del faraón intentó pasar.

Desde ese día los judíos empezaron a celebrar la pascua en la primera luna llena de primavera, que fue cuando Dios los ayudó a liberarse de la esclavitud en Egipto.Pascua quiere decir “paso”, es decir, el paso de la esclavitud a la libertad. El paso de Dios por sus vidas.

Los judíos celebran la pascua con una cena muy parecida a la que tuvieron sus antepasados en la última noche que pasaron en Egipto.

Las fiesta de la pascua se llamaba “Pesaj” y se celebraba en recuerdo de la liberación del pueblo judío de la esclavitud de Egipto. Esto lo hacían al llegar la primavera, del 15 al 21 del mes hebreo de Nisán, en la luna llena.

Los elementos que se utilizaban en la cena eran los siguientes:

El Cordero: Al salir de Egipto, los judíos sacrificaron un cordero y con su sangre marcaron los dinteles de sus puertas.

Karpas: Es una hierba que se baña en agua salada y que recuerda las miserias de los judíos en Egipto.

Naror: Es una hierba amarga que simboliza los sufrimientos de los hebreos durante la esclavitud en Egipto. Comían naror para recordar que los egipcios amargaron la vida sus antepasados convirtiéndolos en esclavos.

Jarose: Es una mezcla de manzana, nuez, miel, vino y canela que simboliza la mezcla de arcilla que usaron los hebreos en Egipto para las construcciones del faraón.

Matzá: Es un pan sin levadura que simboliza el pan que sacaron los hebreos de Egipto que no alcanzó a fermentar por falta de tiempo.

Agua salada: Simboliza el camino por el Mar Rojo.

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Cuatro copas de vino: Simbolizan cuatro expresiones Bíblicas de la liberación de Israel.

Siete velas: Alumbran dan luz. Esta simbolizan la venida del Mesías, luz del mundo.

La cena constaba de ocho partes:

1. Encendido de las luces de la fiesta: El que presidía la celebración encendía las velas, todos permanecían de pie y hacían una oración.

2. La bendición de la fiesta (Kiddush): Se sentaban todos a la mesa. Delante del que presidía la cena, había una gran copa o vasija de vino. Frente a los demás miembros de la familia había un plato pequeño de agua salada y un plato con matzás, rábano o alguna otra hierba amarga, jaroses y alguna hierba verde.

Se servía la primera copa de vino, la copa de acción de gracias, y les daban a todos los miembros de la familia. Todos bebían la primera copa de vino. Después el sirviente presentaba una vasija, jarra y servilleta al que presidía la celebración, para que se lavara sus manos mientras decía la oración. Se comían la hierba verde, el sirviente llevaba un plato con tres matzás grandes, cada una envuelta en una servilleta. El que presidía la ceremonia desenvolvía la pieza superior y la levantaba en el plato.

3. La historia de la salida de Egipto (Hagadah) Se servían la segunda copa de vino, la copa de Hagadah. Alguien de la familia leía la salida de Egipto del libro del Éxodo, capítulo 12. El sirviente traía el cordero pascual que debía ser macho y sin mancha y se asaba en un asador en forma de cruz y no se le podía romper ningún hueso. Se colocaba delante del que presidía la celebración les preguntaba por el significado de la fiesta de Pesaj. Ellos respondían que era el cordero pascual que nuestros padres sacrificaron al Señor en memoria de la noche en que Yahvé pasó de largo por las casas de nuestros padres en Egipto. Luego tomaba la pieza superior del pan ázimo y lo sostenía en alto. Luego levantaba la hierba amarga.

4.Oración de acción de gracias por la salida de Egipto: El que presidía la ceremonia levantaba su copa y hacía una oración de gracias. Colocaba la copa de vino en su lugar. Todos se ponían de pie y recitaban el salmo 113.

5. La solemne bendición de la comida: Todos se sentaban y se bendecía el pan ázimo y las hierbas amargas. Tomaba primero el pan y lo bendecía. Después rompía la matzá superior en pequeñas porciones y distribuía un trozo a cada uno de los presentes. Ellos lo sostenían en sus manos y decían una oración. Cada persona ponía una porción de hierba amarga y algo de jaroses entre dos trozos de matzá y decían juntos una pequeña oración.

6. La cena pascual: Se llevaba a cabo la cena.

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7. Bebida de la tercera copa de vino: la copa de la bendición.- Cuando se terminaban la cena, el que presidía tomaba la mitad grande de la matzá en medio del plato, la partía y la distribuía a todos los ahí reunidos. Todos sostenían la porción de matzá en sus manos mientras el que presidía decía una oración y luego se lo comían. Se les servía la tercera copa de vino, “la copa de la bendición”. Todos se ponían de pie y tomaban la copa de la bendición.

8. Bendición final: Se llenaban las copas por cuarta vez. Esta cuarta copa era la “Copa de Melquisedec”. Todos levantaban sus copas y decían una oración de alabanza a Dios. Se las tomaban y el que presidía la ceremonia concluía la celebración con la antigua bendición del Libro de los Números (6, 24-26).

Día de la Caridad:

En México, los obispos, han establecido que el Jueves Santo sea el día de la caridad. El objetivo de esto no es llevar a cabo una colecta para los pobres, sino mas bien el impulso de seguir el ejemplo de Jesús que compartió todo su ser.

Sugerencias para vivir esta fiesta: Dedicar un tiempo a la adoración a la Eucaristía Hacer la visita de las siete casas.

Fuente: http://www.es.catholic.net/celebraciones/120/301/articulo.php?id=1255

La liturgia del Jueves Santo es una invitación a profundizar concretamente en el misterio de la Pasión de Cristo, ya que quien desee seguirle tiene que sentarse a su mesa y, con máximo recogimiento, ser espectador de todo lo que aconteció 'en la noche en que iban a entregarlo'. Y por otro lado, el mismo Señor Jesús nos da un testimonio idóneo de la vocación al servicio del mundo y de la Iglesia que tenemos todos los fieles cuando decide lavarle los pies a sus discípulos.

En este sentido, el Evangelio de San Juan presenta a Jesús 'sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía' pero que, ante cada hombre,

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siente tal amor que, igual que hizo con sus discípulos, se arrodilla y le lava los pies, como gesto inquietante de una acogida incansable.

San Pablo completa el retablo recordando a todas las comunidades cristianas lo que él mismo recibió: que aquella memorable noche la entrega de Cristo llegó a hacerse sacramento permanente en un pan y en un vino que convierten en alimento su Cuerpo y Sangre para todos los que quieran recordarle y esperar su venida al final de los tiempos, quedando instituida la Eucaristía.

La Santa Misa es entonces la celebración de la Cena del Señor en la cuál Jesús, un día como hoy, la víspera de su pasión, "mientras cenaba con sus discípulos tomó pan..." (Mt 28, 26).

Él quiso que, como en su última Cena, sus discípulos nos reuniéramos y nos acordáramos de Él bendiciendo el pan y el vino: "Hagan esto en memoria mía" (Lc 22,19).

Antes de ser entregado, Cristo se entrega como alimento. Sin embargo, en esa Cena, el Señor Jesús celebra su muerte: lo que hizo, lo hizo como anuncio profético y ofrecimiento anticipado y real de su muerte antes de su Pasión. Por eso "cuando comemos de ese pan y bebemos de esa copa, proclamamos la muerte del Señor hasta que vuelva" (1 Cor 11, 26).

De aquí que podamos decir que la Eucaristía es memorial no tanto de la Ultima Cena, sino de la Muerte de Cristo que es Señor, y "Señor de la Muerte", es decir, el Resucitado cuyo regreso esperamos según lo prometió Él mismo en su despedida: " un poco y ya no me veréis y otro poco y me volveréis a ver" (Jn 16,16).

Como dice el prefacio de este día: "Cristo verdadero y único sacerdote, se ofreció como víctima de salvación y nos mandó perpetuar esta ofrenda en conmemoración suya". Pero esta Eucaristía debe celebrarse con características propias: como Misa "en la Cena del Señor".

En esta Misa, de manera distinta a todas las demás Eucaristías, no celebramos "directamente" ni la muerte ni la Resurrección de Cristo. No nos adelantamos al Viernes Santo ni a la Noche de Pascua.

Hoy celebramos la alegría de saber que esa muerte del Señor, que no terminó en el fracaso sino en el éxito, tuvo un por qué y para qué: fue una "entrega", un "darse", fue "por algo" o, mejor dicho, "por alguien" y nada menos que por "nosotros y por nuestra

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salvación" (Credo). "Nadie me quita la vida, había dicho Jesús, sino que Yo la entrego libremente. Yo tengo poder para entregarla." (Jn 10,16), y hoy nos dice que fue para "remisión de los pecados" (Mt 26,28).

Por eso esta Eucaristía debe celebrarse lo más solemnemente posible, pero, en los cantos, en el mensaje, en los signos, no debe ser ni tan festiva ni tan jubilosamente explosiva como la Noche de Pascua, noche en que celebramos el desenlace glorioso de esta entrega, sin el cual hubiera sido inútil; hubiera sido la entrega de uno más que muere por los pobre y no los libera. Pero tampoco esta Misa está llena de la solemne y contrita tristeza del Viernes Santo, porque lo que nos interesa "subrayar"; en este momento, es que "el Padre nos entregó a su Hijo para que tengamos vida eterna" (Jn 3, 16) y que el Hijo se entregó voluntariamente a nosotros independientemente de que se haya tenido que ser o no, muriendo en una cruz ignominiosa.

Hoy hay alegría y la iglesia rompe la austeridad cuaresmal cantando él "gloria": es la alegría del que se sabe amado por Dios, pero al mismo tiempo es sobria y dolorida, porque conocemos el precio que le costamos a Cristo.

Podríamos decir que la alegría es por nosotros y el dolor por Él. Sin embargo predomina el gozo porque en el amor nunca podemos hablar estrictamente de tristeza, porque el que da y se da con amor y por amor lo hace con alegría y para dar alegría.

Podemos decir que hoy celebramos con la liturgia (1a Lectura). La Pascua, pero la de la Noche del Éxodo (Ex 12) y no la de la llegada a la Tierra Prometida (Jos. 5, 10-ss).

Hoy inicia la fiesta de la "crisis pascual", es decir de la lucha entre la muerte y la vida, ya que la vida nunca fue absorbida por la muerte pero si combatida por ella. La noche del sábado de Gloria es el canto a la victoria pero teñida de sangre y hoy es el himno a la lucha pero de quien lleva la victoria porque su arma es el amor

Fuente: http://www.aciprensa.com/Semanasanta/jueves.htm

Jueves Santo

Un día para hablar del amor misericordioso del Padre

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El Jueves Santo es un día eclesial:somos la Iglesia, la comunidad de los hermanos constituida por la memoria del Señor.

La fe cristiana es ciertamente algo personal. Cada uno de nosotros tiene que ser un seguidor de Jesucristo, ser el discípulo del Maestro, cuyos ideales iluminan y orientan nuestra vida. Tener el espíritu de Jesús, el de la gran libertad de los pobres que están llamados a construir el Reinos de los cielos, tiene que ver con las actitudes personales del amor sin límites, con todo lo que él implica: servicio, perdón y todo aquello que Jesús comprendía cuando hablaba de la necesidad de ser perfectos como el Padre celestial. Sin embargo, la fe cristiana no es cuestión simplemente personal, individual. Jesús quiso que fuéramos sus seguidores en comunidad. Por eso somos Iglesia.

El Jueves Santo está cargado de significación eclesial:

Es un día en el que se congrega la Iglesia en grande, como comunidad diocesana en torno a su pastor, el Obispo, para la consagración de los santos óleos, con los cuales se realizará durante el año la celebración de los sacramentos. Si por razones pastorales esta celebración ya ha tenido lugar en algún otro día, en éste reconocemos, sin embargo, al recibir en nuestras comunidades los santos óleos, el signo de nuestra eclesialidad. El Obispo, como padre y buen pastor, nos convoca y nos congrega, como sacramento del verdadero Buen Pastor, que es el Señor.

Celebramos, con especial solemnidad, la Cena del Señor, el Sacramento de la fraternidad, congregados por la memoria del Señor que muere y resucita y que ha querido que seamos la Iglesia. La Eucaristía hace la Iglesia, decían los santos Padres.

El Jueves Santo es rico en expresiones sacramentales:

Los santos óleos han servido siempre en la Iglesia para realizar la mediación sacramental de la donación del Espíritu Santo en diversas circunstancias de la vida; simbolizaron fortaleza, agilidad, medicina, buen olor: todas las significaciones que puedan ser relacionadas con los óleos santos, nos remiten al Espíritu de Dios, que en la Iglesia se nos comunica permanentemente por el Señor.

El sacramento de la penitencia y de la reconciliación comunitaria, también encontró siempre en este día su ubicación privilegiada.

El sacramento del servicio (lavatorio de los pies), como mandato del Señor, se realizó siempre en este día como expresión vivida del espíritu que tiene que animar a los seguidores del Maestro: No vine a ser servido sino a servir .

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El Sacramento de la Eucaristía, misterio de fe de una comunidad constituida por la memoria del Señor, se realizó de manera especial el Jueves Santo, como sacramento de la fraternidad.

El sacramento del sacerdocio fue siempre proclamado en este día, como la mediación de la presencia de Jesucristo, el Buen Pastor.

El SACRAMENTO DEL SERVICIO (Jn 13,1-15)

Sólo el evangelio de San Juan nos relata el episodio del lavatorio de los pies. La manera como el cuarto evangelio combina las escenas dramáticas, por sí mismas significativas, con los discursos de Jesús, es bien conocida. Aquí nos hallamos ante una escena dramática que se extiende desde 13,1 hasta 13,30.

LAVATORIO-PIES: El hecho mismo del lavatorio de los pies puede ser explicado, con suficientes fundamentos, como una tarea de esclavos, un gesto de deferencia o de consideración excepcional para con los huéspedes. Dicho gesto se comprende bien dentro de la teología de la encarnación del mismo Juan y también en el sentido de la misma en Pablo (cfr. Flp 2,5-8). Pero elramos gesto no apunta simplemente a presentarnos una teología propia de Juan, puesto que no es difícil encontrar en la otra tradición evangélica, la de los sinópticos, la misma inspiración naturalmente no dramatizada: por ejemplo en Lc 22,27, en el contexto de la cena, nos son transmitidas palabras muy significativas de Jesús en el mismo sentido: ¿Quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? No es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.

Por otra parte, el mismo relato indica que el lavatorio de los pies es un medio por el cual los discípulos "tienen parte con" su Maestro (Tendrás parte conmigo: 13,8), lo que nos hace comprender que dicho gesto pertenece al cuerpo general de los preceptos destinados a los discípulos como comunidad cristiana, aunque no sea difícil referirlo a la actitud de quienes son asociados a la misión del Maestro en cuanto tal.

La comunidad cristiana ha valorado esta tradición del evangelio de San Juan como un verdadero mandamiento de Jesús y la ha celebrado año tras año como una acción sacramental, que debe hacer posible el que se asuma plenamente el espíritu del Señor. Es ésta la razón por la cual el jueves santo adquiere una importancia litúrgica tan grande la ceremonia del lavatorio de los pies, dentro de la misma celebración eucarística, como el verdadero comentario o la verdadera proclamación dramatizada de la palabra evangélica. En cuanto a su significación, cada vez tenemos que repetir con el mismo entusiasmo que este relato del evangelio de San Juan nos transmite un mensaje verdaderamente central de la existencia en Jesucristo: la vida del Maestro ha sido un testimonio constante de la inversión de valores que hay que establecer para

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poder hacer parte del Reino de Dios. No es el poder, ni la dignidad accidental, ni ningún otro motivo de dominación lo que constituye el secreto de la verdadera sabiduría de Dios. El gran valor que ennoblece al hombre es el de tener la disposición permanente para servir. Jesús lo ha proclamado, según el evangelio de Juan, por medio de una parábola que tiene fuerza incomparable: el Maestro se ha convertido en un esclavo. El verdadero sentido profundo de la existencia del Maestro es el de ser servidor. Una lógica así se convierte en el secreto para edificar un mundo, cuya razón de ser no nos puede ser revelada sino por Dios mismo.

No celebramos la ceremonia del lavatorio de los pies simplemente para recordar un episodio interesante y conmovedor de la vida de Jesús, sino para reconocer en una expresión sacramental la única manera posible de ser discípulos del Maestro.

EL SACRAMENTO DEL AMOR FRATERNAL HASTA LA MUERTE

(1 Cor 11,23-26; Mc 14,22-24 y par: Mt 26,26-28; Lc 22,19s)

Jesús pasó la última tarde de su vida en Jerusalén en el círculo de sus discípulos, probablemente también en compañía de las mujeres que habían ascendido a la ciudad santa con él. Fue esa tarde, la tarde de una fiesta pascual? Parece superflua la pregunta. Sin embargo hay razones para establecerla. Y de la relación que se establezca entre el ambiente pascual y la cena de Jesús depende en gran parte la interpretación que se deba hacer del acontecimiento histórico de la muerte y resurrección del Señor.

Si de todos modos aceptamos que Jesús y sus discípulos se reunieron para celebrar una cena pascual, entonces conviene que recordemos los pormenores de esta celebración. En Nm 9,13 se deja entrever la seriedad que reviste para un judío celebrar la fiesta: no celebrarla es como no pertenecer ya al pueblo. Según Ex 12,3, la fiesta debía ser una fiesta familiar. La inmolación del cordero, que debía ser realizada por algunos de los miembros de la familia en representación de la comunidad, debía tener lugar en el atrio de los sacerdotes "entre las tardes", es decir, en el tiempo que precedía al comienzo de la puesta del sol (cfr Ex 12,6). La Haggada pascual orientaba la celebración en el sentido de la memoria de la liberación de la esclavitud de Egipto (Ex 12,26s). Comer las carnes del cordero, beber el vino, compartir el pan sin levadura, que debía recordar con las hierbas amargas la miseria vivida en el Egipto, constituían el ritual que estaba acompañado de bendiciones y de la recitación de los salmos del Hallel. En la cena festiva, el ambiente estaba impregnado por el recuerdo alegre y confiado de la liberación, que tuvo siempre una eficacia esperanzadora en épocas difíciles.

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Jesús realizó una verdadera interpretación teológica de su propia muerte, en un sentido salvífico, indisolublemente ligada con su proyecto del Reino de Dios. Y, de nuevo, en este contexto tiene una importancia muy grande la relación que Jesús establece entre su muerte, así interpretada, y los elementos de la cena: el pan y la copa de vino. Comer el pan y beber la copa constituyen algo completamente comprensible en el contexto de una cena judía, pero ahora esta acción tiene que ver con la interpretación de la muerte de Jesús, que él mismo ofrece. Jesús debió haber dicho otras cosas y debió haber compartido otros sentimientos con sus discípulos. Pero la tradición ha conservado sus sentimientos ligados principalmente con la acción del pan y de la copa. En cuanto a la última, no sabemos con seguridad si en la cena pascual, en tiempos de Jesús, se utilizaba o no una sola copa, en un momento determinado, pues todos tenían sus propias copas. La tradición cristiana recuerda, en todo caso, la utilización de una sola copa como característica de la cena del Señor (cfr 1 Cor 10,16).

Las palabras de Jesús que nos han sido conservadas para comprender el sentido del pan y de la copa compartidos, implican pues una interpretación salvífica de su muerte, tanto en el sentido de la expiación y de la representación ("morir por", "para el perdón de los pecados"), como en el sentido de una nueva alianza.

Jesús, que interpretó así su muerte y la relacionó intrínsecamente con los dones de la cena, le dejó a la comunidad de sus discípulos la posibilidad de vivir siempre la realidad de una nueva alianza con el Dios salvador, en el sentido del Reino definitivo que había anunciado. La relación entre alianza y Reino ya tenía una tradición importante, pero en la acción de Jesús adquirió una importancia trascendental y original para sus seguidores.

Haced esto en memorial mío: Este mandamiento del Señor es verdaderamente sagrado para los seguidores de Jesús. La experiencia comunitaria vivida originalmente por los discípulos se convierte en algo posible en todos los tiempos para los cristianos. Se trata de entrar en el destino histórico de Jesús, que es la historia misma de Dios, su Reino, que acontece definitivamente en la manifestación suprema del amor. Dios, el Padre, ama infinitamente (Jn 3,16)

Dios es amor (1 Jn 4,8) Nada más cierto, en el sentido del amor, como dar la vida (Jn 15,13) Pero participar así en el destino del Maestro significa hacer, de manera insuperable, la fraternidad humana. La cena del Señor es la asunción, por parte de todos los cristianos, de lo que nos une más profundamente: la vida misma del Maestro, la historia del Hijo del Padre en la que participamos todos como hijos también y como hermanos los unos de los otros.

Sugerencias para la homilía

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Éxodo 12,1-8.11-14: Cuando vea la sangre, pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora.

Salmo 115 (116),12-13.15-16cb.17-18: Amo al Señor porque escucha mi voz suplicante 1ª Corintios 11, 23-26: Este es el cáliz de la nueva alianza sellada con mi sangre. Juan 13,1-15: Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.

La Pascua entre los judíos, unida indisolublemente a la liberación de Egipto, la reactualiza la liturgia, es decir la hace presente, con las mismas gracias que recibieron los protagonistas. El pasado se mantiene vivo y nos proyecta hacia el futuro. La mención de la sangre nos introduce en pleno sacramentalismo del Antiguo Testamento y por este medio se opera igualmente la continuidad entre la Pascua judía y la Pascua cristiana. Pascua es la gran fiesta de la liberación de la servidumbre y de la muerte, donde la sangre del cordero juega una función redentora. Pero la Biblia concibe la salvación, a medida que se desarrolla la revelación, como una salvación del pecado; el Señor nos liberó de Egipto y Egipto en el Antiguo Testamento es la tierra del pecado. En la epístola Pablo dirige su atención sobre todo a la asamblea y muestra como una celebración indigna de la Eucaristía desemboca en el menosprecio del Cuerpo místico de Cristo constituido por la asamblea. Ésta es el símbolo de la reunión de todos los hombres en el reino y en el Cuerpo de Cristo Una comunidad dividida por el odio y desprecio no puede dar testimonio de esa unión, es más bien un escándalo.

En la escena del lavatorio de los pies Jesús nos muestra quién es Dios; no el soberano sentado en un trono lejano, sino el Dios que en Jesús se ha puesto al servicio del hombre. Con el gesto de lavar los pies Jesús ha elevado al hombre hasta Dios, en una palabra ha hecho a todos iguales y libres. Sus discípulos tendrán la misma misión: crear una comunidad de hombres iguales y libres. El poder que se pone por encima del hombre, se pone por encima de Dios. Jesús destruye toda pretensión de poder, porque la grandeza humana no es un valor, al que él renuncia por humildad, sino una injusticia que no puede aceptar. El rechazo de Pedro indica que éste no ha entendido la acción de Jesús. Él piensa en un Mesías glorioso, lleno de poder y de riqueza y no admite la igualdad. Aún no sabe lo que significa amor, pues no deja que Jesús se lo manifieste.

Jesús ha expresado la grandeza de su amor y nos da igualmente la medida de ese amor: igual que yo he hecho con vosotros, haced también vosotros. La medida de nuestro amor a los demás es la medida en que Jesús nos ha amado y esto que parece imposible se puede hacer realidad si nos identificamos con él. Así como se sentía Pablo identificado con Jesús, hasta poder decir: No soy yo quien vive, sino Cristo quien vive en mí (Gal 2,20).

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Dios es amor

Una experiencia de oración: La meditación de la noche

Dios es amor. Esta es la expresión más alta que podemos decir de Dios y es también la que más nos permite penetrar en su intimidad. Porque nos descubre que Dios no es un ser solitario en su inmensidad y eternidad, sino una familia, una comunidad, donde hay comunicación mutua, entrega recíproca, diálogo eterno, vida que se da.

Y no hay tampoco una expresión más grande sobre el hombre que la que nos enseña Gn 1,26, donde se nos dice que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios. La imagen de Dios que es el hombre nos ayuda a comprender mejor lo que somos nosotros. Personas creadas por amor y para el amor, el diálogo sincero, la entrega generosa, la donación sin reservas. Sin amor el hombre no puede realizarse como ser personal y la más grande frustración que éste puede experimentar en su vida es el fracaso en el amor. Pero, sobre todo, el amor distingue al cristiano de los demás hombres:

Amarás a tu prójimo como a ti mismo Se le acercó uno de los escribas ... que le preguntó: ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos? Jesús contestó: el primero es: "Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios es el único Señor, y amarás al Señor con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas". El segundo es éste: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Mayor que éstos no hay mandamiento alguno (/Mc/12/28-31. cfr /Mt/22/34-40. /Lc/10/27). Aparentemente no hay mucha originalidad en esta respuesta. El Antiguo Testamento había enseñado lo mismo en Dt 6,4-6 y en Lev 19,18. Pero lo importante y decisivo de esta enseñanza de Jesús está en que el pone en el mismo nivel dos mandamientos que en el Antiguo Testamento estaban separados, tienen el mismo rango en el Nuevo. Además hay una diferencia fundamental en la formulación de la antigua Ley respecto de la nueva. Para los judíos prójimo era solamente el que pertenecía a la misma familia, o a la misma tribu o al mismo pueblo. Los extranjeros y paganos estaban excluidos. El Nuevo Testamento en cambio no hace distinciones. Prójimo es todo hombre, no importa su raza, su condición social, ni siquiera su religión como lo demuestra la parábola del buen samaritano (Lc 10, 30-37).

Amar a los demás como amamos a Cristo Pero todavía podemos avanzar más. En el segundo grado la medida de nuestra caridad a los demás es el amor con que amamos a Jesús. Nos lo enseña la escena final que nos trae Mateo en el capítulo 25,31-46. Allí nuestro amor a Jesús se mide por el que profesamos al prójimo, porque el Señor se ha identificado con el hombre, especialmente con el más pobre, enfermo, marginado, etc. Es lo que dice Cristo a Pablo en el camino de Damasco: Yo soy Jesús, a quien tu

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persigues (Hech 9,5). Pablo creía perseguir sólo a los cristianos, pero en ellos perseguía a Cristo.

Amar como Cristo nos ha amado Hemos subido un peldaño, porque ya no es una medida humana la que nos sirve para calibrar nuestro amor, sino una realidad que está por encima de nosotros. Si Jesús no nos hubiese revelado eso, no lo creeríamos, hasta lo consideraríamos blasfemo, porque está más allá de nuestra comprensión. Parecería que hubiésemos agotado los grados del amor, pero todavía nos falta ascender más. En el tercer grado la medida de nuestra caridad es el amor que Cristo nos tiene. Parece inaudito pero así lo ha proclamado el mismo Jesús. Un mandamiento nuevo os doy que os améis unos a otros; como yo os he amado así también amaos mutuamente (/Jn/13/34). Esta afirmación, a primera vista, está por encima de nuestras posibilidades. Cristo es Dios, nosotros somos simples mortales. No podemos ponernos en el mismo plano, pero , si Jesús lo afirma es porque esto debe estar a nuestro alcance; y lo está porque por el bautismo comienza en nosotros un proceso de identificación con el Señor que va en aumento. Como Pablo nosotros deberíamos poder afirmar: Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí (Gal 2,20), si sabemos amar, porque no somos nosotros los que amamos sino Cristo que está en nosotros.

Amar como se aman las personas de la Trinidad

¿Hemos llegado al más alto grado el amor? ¿Podemos añadir algo más? Sí. Todavía Jesús nos señala un horizonte infinito, como infinito es Dios en su amor y en su unidad. Nos estamos acercando a un abismo de grandeza y bondad que está muy lejos de nuestras capacidades. No podemos leer sin estremecernos estas palabras de Cristo pronunciadas después de haber hablado de amor a los enemigos: Sed, pues perfectos, como es perfecto vuestro Padre celestial (Mt 5,48). Esto rompe toda medida y todo criterio humano. Y todavía hay más pasajes. En la oración sacerdotal, uno de cuyos temas es el de la unidad de los cristianos, Jesús propone como modelo de esa unidad la que existe entre él y el Padre: Pero no ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.

Aquí tocamos los linderos de la mística y de la más alta perfección cristiana. Se nos propone como modelo de unidad la que existe en la Trinidad. El amor hace la unidad en la Trinidad, cuyo diálogo no se agota, ni su mutua donación se interrumpe. Sólo cuando nos amemos de verdad el mundo podrá reconocer que Cristo es el enviado del Padre y que nosotros somos sus discípulos: si tenéis caridad unos para con otros (Jn 13,35).

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Alguien ha dicho que el cristianismo ha fracasado porque no ha sido capaz de establecer un orden de justicia, de paz y de amor en el mundo. Pero el que esto afirma no conoce la verdadera esencia de nuestra religión. Esta no ha fracasado, ni ha fracasado tampoco el amor. Los que hemos fracasado somos los hombres que no hemos sido capaces de vivir nuestra fe hasta sus últimas consecuencias y con toda su radicalidad. No hemos podido entender que el amor a Dios es inseparable del amor al prójimo, porque quien ama a Dios, ame también su hermano (1 Jn 4,21).

El día en que nos decidamos a ensayar el amor, después de haber experimentado el derrumbe de tantas ideologías que prometían un paraíso en la tierra, entonces podemos esperar un nuevo amanecer para el mundo, una transformación de nuestras costumbres y relaciones, un surgir de la paz, fruto de la justicia. ¿Será esto posible? ¿No es acaso una utopía más que nos puede ilusionar sin llegar a nada concreto? Para los hombres es imposible, no para el amor.

Fuente: http://www.mercaba.org/DIESDOMINI/SS/JUEVES/marcojuevessanto.htm

COMENTARIOS AL EVANGELIO

Jn 13, 1-15

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Con este texto empieza la segunda parte del evangelio de Juan. Es una introducción a los discursos de despedida y al relato de la pasión y muerte de Jesús. Finalmente ha llegado "la hora" de Jesús. Hasta ahora Juan nos había ido diciendo que "todavía no había llegado su hora". Ahora sí. Y ahora sabemos en qué consiste esta "hora": en "pasar de este mundo al Padre", en "amar hasta el extremo". Así se verá en las últimas palabras de Jesús antes de entregar el espíritu: "Esta cumplido". Es en la muerte de Jesús, en la donación total de su vida, en el amor hasta el extremo, donde se realiza "la hora" de Jesús: el paso de este mundo al Padre es su muerte y resurrección.

La solemnidad de esta introducción queda interrumpida un momento para decirnos que nos encontramos "cenando" y que Judas Iscariote será el instrumento del diablo para conducir a Jesús a la muerte. Pero enseguida recupera el tono solemne y aparece el Jesús joánico, revestido de poder, con plena conciencia, unido totalmente al Padre, un Jesús que mantendrá este tono majestuoso durante todo el relato de la pasión y hasta su muerte en la cruz.

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Pues bien, toda esta preparación solemne es para decir que Jesús se pone a lavar los pies a los discípulos. Su máxima libertad le lleva a ejercer el servicio más humilde. Juan no habla de la eucaristía en la última cena, pero habla, con este gesto simbólico, del significado de la muerte y resurrección de Jesús: la donación, por amor, de la vida que el Padre le ha dado.

Es típico de Juan la mala o nula comprensión de lo que Jesús hace y dice. Ahora es Pedro quien expresa esta incomprensión, que sólo podrá superar "después", es decir, cuando Jesús haya "entregado el espíritu".

El gesto de Jesús no es el simple modelo a imitar. Los discípulos "deben lavarse también los pies unos a otros", como les ha hecho "el Maestro y Señor". Para que una comunidad se pueda llamar verdaderamente cristiana, debe hacer lo mismo que Jesús: "lavarse mutuamente los pies", es decir, servir, dar la vida hasta el extremo por amor. Porque eso es lo que ha hecho Jesús. Porque así es como lo ha hecho Jesús.

J. M. GRANÉ MISA DOMINICAL 1992, nº 5

2. LAVATORIO-PIES SERVICIO/SEÑORIO

El lavado de los pies era un servicio que se hacía para mostrar acogida y hospitalidad o deferencia. De ordinario, lo hacía un esclavo no judío o una mujer, la esposa a su marido, los hijos al padre. Al ponerse Jesús, Dios entre los hombres, a los pies de sus discípulos, destruye la idea de Dios creada por la religión.

Dios no actúa como soberano celeste, sino como servidor del hombre. El trabajo de Dios en favor del hombre no se hace desde arriba, como limosna, sino desde abajo, levantando al hombre al propio nivel, al nivel de libre y señor. El servicio de Jesús crea la igualdad, eliminando todo rango. En la sociedad que Jesús funda son todos señores por ser todos servidores. Por la práctica del servicio mutuo los discípulos deben crear condiciones de igualdad y libertad entre los hombres.

Pedro ha comprendido que la acción de Jesús invierte el orden de valores admitido. Reconoce la diferencia entre Jesús y él y la subraya para mostrar su desaprobación. Interpreta el gesto en clave de humildad. Tiene a Jesús por un Mesías que debe ocupar el trono de Israel, por eso no acepta su servicio. Él es súbdito, no admite la igualdad. No acepta en absoluto que Jesús se abaje; cada uno ha de ocupar su puesto. Pedro cree que la desigualdad es legítima y necesaria. Pero si no admite la igualdad no puede estar con Jesús. Hay que aceptar que no haya jefes sino servidores. La reacción de Pedro en el v. 9 muestra su adhesión personal a Jesús, pero por ser voluntad del

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jefe, no por convicción. Al ofrecerse a que le lave las manos y la cabeza, Pedro piensa que el lavado es purificatorio y condición para ser admitido por Jesús. Juzgaba inadmisible la acción como servicio; como rito religioso se presta a ella. Jesús corrige también esta interpretación. El término "limpios" pone esta escena en relación con la de Caná, donde se mencionaban las purificaciones de los judíos. La necesidad de purificación, característica de la religión judía, significaba la precariedad de la relación con Dios, interrumpida por cualquier contaminación legal. Jesús había anunciado allí el fin de las purificaciones y de la Ley misma.

Ahora excluye todo sentido purificatorio de su gesto. Un discípulo sólo necesita que le laven los pies, es decir, que le muestren el amor, dándole dignidad y libertad. Jesús quiere evitar que se interprete erróneamente su gesto, como un simple acto de humildad. Con su acción Jesús ha mostrado su actitud interior, la de un amor que no excluye a nadie. El señorío de Jesús es una fuerza que desde el interior del hombre lo lleva a la expansión. No acapara, sino que se desarrolla. Esta es la norma válida para todo tiempo.

DABAR 1983, 22

3.

El lavatorio de los pies practicado por Jesús después de cenar es uno de los aspectos más intrigantes del relato de la última cena.

Esta acción de Jesús suscita tres problemas: 1) ¿Por qué Jesús lava los pies de sus discípulos y no las manos, y por qué lo hace después y no antes de la cena? 2) ¿Por qué les seca los pies con una toalla? 3) ¿Qué significado entraña el hecho de quitarse el manto, ciñéndose en su lugar una simple toalla?

1) ¿POR QUE JESÚS LAVO SOLAMENTE LOS PIES DE SUS DISCÍPULOS? El versículo de Juan, "se levantó de la mesa", indica que el lavatorio tuvo lugar después de la comida. En el Medio Oriente la costumbre era lavar los pies antes de comer. Este acto (como se especifica en los vs. 12 ss) pretende ser una lección de humildad: ante el altercado de los apóstoles sobre quién era el mayor (Lc. 22, 24), Jesús les enseña la dignidad del servicio y del ministerio. La lección es corroborada con la acción, según se narra en /Lc/22/27: "Porque, ¿quién es mayor, el que está en la mesa o el que sirve? ¿no es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve". Corremos el riesgo de no apreciar la total significación del gesto de Jesús si no hacemos referencia a la práctica farisea.

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Los textos fariseos tratan amplia y minuciosamente la relación maestro-discípulo y detallan las obligaciones y servicios de los discípulos para con sus maestros. Obligaciones que en ocasiones llegaban a servicios íntimos. El maestro tenía derecho a disponer del discípulo para todos los servicios propios de un esclavo, excepto "pedir ser descalzado". De este modo no resultaba extraña la sorpresa de Pedro: "¿Lavarme tú a mí los pies?" (v. 6). Jesús, al lavar los pies de sus discípulos, invierte los moldes clásicos de la relación maestro-discípulo y ejecuta una acción de humildad sin precedentes para la mentalidad de entonces. ¡Tan degradante parecía a los ojos de los fariseos de entonces que excluyen tal acción del "código" de obligaciones del discípulo!

2) ¿POR QUE SE CIÑO UNA TOALLA/J? El gesto de Jesús narrado por Juan no requería "ceñirse" una toalla. Para comprender este gesto simbólico de Jesús debemos remontarnos a la antigua tradición del "cinturón de lucha" que aparece en el arte y la literatura del antiguo Oriente.

Sin entrar en un análisis detallado de las diversas modalidades de tal tradición, hemos de recordar que el Israel bíblico formaba parte de un ámbito internacional en el que el cinturón de lucha era un símbolo honorífico. Simbolizaba el heroísmo, el arrojo, el orgullo, la dignidad, aun cuando, con el correr de los tiempos, la armadura de los guerreros fue modificada y modernizada con nuevos elementos. El arte pagano y los mitos presentan a los dioses victoriosos ciñéndose el cinturón de lucha y sosteniendo en alto el de sus adversarios.

Este simbolismo del cinturón en narraciones diplomáticas, jurídicas o religiosas del Antiguo Testamento permite comprender toda la significación del gesto de Jesús al ceñirse durante el lavatorio de los pies. El mismo Nuevo Testamento abunda en alusiones a ceñirse el cinturón. 1 Pe. 1, 13 dice: "Por tanto, ceñíos los lomos de vuestro espíritu, sed sobrios, poned toda vuestra esperanza en la gracia que se os procurará mediante la revelación de Jesús". El Apocalipsis describe a los agentes de la ira divina y de la retribución ciñéndose el cinturón.

En Lc/12/35/37 ("tened los lomos ceñidos y vuestras lámparas encendidas") se exhorta a estar alerta. Cuando vuelva el Señor, se ceñirá, protegerá a sus siervos fieles y los servirá: "Dichosos los siervos que el Señor, al venir, los encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y los servirá" (v. 37).

Pero la acción de "ceñirse" en el lavatorio de los pies tiene ya un sentido espiritual; el ceñirse para la lucha material se ha transformado en ceñirse para la lucha espiritual. En Ef/06/10 aparece claramente este cambio semántico: "Por los demás, fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su poder. Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las asechanzas del diablo. Porque nuestra lucha no es contra la carne y la

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sangre, sino contra los principados, contra las potestades... ¡En pie, pues: ceñida vuestra cintura con la verdad y revestíos de la justicia como coraza!". Ef. 6, 10 evoca la visión de Isaías sobre el reino perfecto: "Justicia será el ceñidor de su cintura, verdad el cinturón de sus flancos" (Is. 11, 5). Ambos textos cambian el cinturón físico por el cinturón espiritual.

El gesto de Jesús de ceñirse la toalla tiene, pues, más sentido del que aparece a primera vista: significa que la fuerza espiritual ha reemplazado a la fuerza bruta. La humillación de Jesús al lavar los pies se une al propósito de combatir, de llevar a cabo victoriosamente su misión divina. Una humilde toalla ha sustituido al violento cinturón de lucha, una toalla que simboliza la disposición de Jesús a combatir.

3) ¿QUE SIGNIFICADO ENTRAÑA EL HECHO DE QUITARSE EL MANTO? La independencia con que Jesús realizó el lavatorio de los pies se refleja en el hecho de que él mismo se ciñó, sin la ayuda de otro. Ceñirse uno mismo significa confianza e independencia; ser ceñido es indicio de dependencia. Jn. 21, 18 lo dice: "En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieres". Los exégetas interpretan equivocadamente el motivo por el que Jesús se despojó de su manto y se ciñó una toalla. Su comentario corriente es parecido a éste: "Habiéndose despojado de su manto, se quedó con sólo la túnica, se ciñó una toalla y, a la manera de un esclavo, les lavó los pies... Esta historia revela cuán grande fue para los discípulos la condescendencia de Jesús al lavarles los pies". Esta interpretación tergiversa el gesto de Jesús.

Jesús quería, con el hecho de lavar los pies, dar una lección de humildad, mientras que, con el cambio de vestimenta y con la actitud de ceñirse la toalla a modo de cinturón quería simbolizar que se preparaba para morir.

Jesús, consciente del ambiente hostil que le rodea (v. 4) se dispone a la lucha cambiando el vestido, ciñéndose. La hostilidad está a su lado: "El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará".

-RESUMEN: En el lavatorio de la última cena sobresalen dos puntos. El primero es la abnegación, la humillación radical de Jesús al lavar los pies a los discípulos: lo contrario de lo que hacían los rabbís. El segundo es la disposición de Jesús a afrontar la lucha que se avecina: en lugar de evadir "su hora", se despoja del manto y se ciñe la toalla, se dispone no al combate físico, sino a la lucha espiritual de su acción, de su sacrificio. El héroe del espíritu se ciñe para la llegada de "su hora".

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Los que crean que esta interpretación es rebuscada deben recordar que Juan acostumbra a usar el lenguaje de los símbolos y que constantemente da a sus palabras un doble sentido.

ETAN LEVINEUN JUDÍO LEE EL N.T.

CRISTIANDAD/MADRID 1980/Pág. 300-310

4.

Texto. Se suceden narración, diálogo y reflexión. Pero lo narrativo adquiere peso específico en este texto. A los graves y opacos participios del comienzo (sabiendo, habiendo amado, estando cenando, sabiendo de nuevo) sigue la descripción minuciosa y viva en presente (se levanta, se quita el manto, se ciñe una toalla, echa agua). Tras la ausencia de espacio y la majestuosidad de los tres primeros versículos, el lector se encuentra de golpe en los versículos 4-5 presenciando una sucesión de acciones. El autor ha conseguido hacer del actor un espectador asombrado de la escena, la narración conjuga solemnidad y viveza, misterio y sencillez, todo ello a base de un ritmo narrativo lento, muy pausado.

El diálogo posterior, por contraste, tiene un ritmo rápido, con frases rotundas y de período corto. Pedro y Jesús en posturas enfrentadas-confrontadas-aceptadas, aunque la comprensión por parte de Pedro quede abierta a un más adelante, que no llegará hasta el capítulo 21, último del evangelio.

Una breve intervención descriptiva del narrador, devolviendo a Jesús su puesto de comensal, sirve de pórtico al comentario final, centrado en la invitación a desvelar el significado de la acción simbólica de lavar los pies. Ruego al lector leer ahora de nuevo el texto de Juan.

Comentario. Lo indecible articulado en acciones. Lo indecible es la experiencia de Dios desde la que Juan describe a Jesús en los vs. 1-3. Esta experiencia impide a Juan presentar a Jesús como alguien que está para morir, a pesar de la inminencia de su muerte, que el autor también señala al mencionar a Judas. Gracias a la experiencia de Dios, puede Juan hablar de Jesús como de viajero retornando al hogar y del viaje como de tarea de amor. No hay tragedia. No hay patetismo. Experiencia es mucho más que estado afectivo o sentimiento. Experimentar es presenciar, conocer, sentir. De ahí la formulación conceptual "sabiendo" empleada por el autor.

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Este mundo indecible, por hondo, de la experiencia de Dios se expresa a través de acciones tales como levantarse de la mesa, quitarse la ropa, ceñirse una toalla, echar agua en una jofaina, lavar los pies de los discípulos, secárselos. ¡Esto es todo cuando la persona más grande de la tierra está para morir! ¡Increíbles realmente los parámetros de magnitud que aquí se manejan! Y, por último, la invitación a descubrir el potencial significativo que estas acciones encierran. ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? La acción culminante de lavar los pies está destinada a suscitar una imagen, una idea, una concepción de la vida dentro de la comunidad cristiana, una actitud. Y como consecuencia, una actuación, un comportamiento. "Os he dado ejemplo para que lo que he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis".

ALBERTO BENITODABAR 1986, 21

5.

En esta escena describe Juan a los discípulos como formando un círculo, en medio del cual se encuentra el Señor preocupándose por los pies de aquéllos. Mientras el lector de esta perícopa contemple desde fuera dicho círculo y lo que en él acontece, mientras no se sienta implicado en el lavatorio de los pies... no acabará de comprender el mensaje y, por tanto, lo que Jesús hace (v. 8). El evangelista-catequista ha preparado este relato para que cada uno tome su sitio en esta reunión (es notorio que Juan, al contar la última cena, no hace alusión a la eucaristía, sino que desarrolla el gesto del lavatorio de los pies de sus discípulos). Es más: quien hace suyas la resistencia de Pedro y las palabras que éste pronuncia, tendrá la posibilidad de escuchar la respuesta de Jesús.

Se puso a lavarles los pies (un quehacer propio de los esclavos en aquel tiempo). En el momento en que Jesús se levanta de su sitio y se quita el manto, en ese momento culmina el abandono del puesto que tiene en la gloria del Padre y toma figura de siervo (Flp. 2,7). Inclinado a los pies de Pedro, ocupado con los cansados y sucios pies de sus discípulos, se encuentra Jesús en el punto álgido de su camino, en el punto cero, es decir, en el justo intermedio entre la subida al Padre y el descenso al mundo de los hombres, de los esclavos.

¿Comprendéis lo que os he hecho...? La pregunta va mucho más allá del lavatorio de los pies; hace relación al todo, o sea, a todo por lo cual Jesús se ha colocado en el último lugar (Lc 14, 8) entre los hombres. Juan hace que Jesús se dirija al oyente del evangelio y no sólo desde la sala de la última cena, sino desde la mesa del reino eterno,, a la que, después de su "vaciamiento" ha de volver resucitado, exaltado, para

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sentarse a la derecha del Padre (v. 12). ¿Comprendéis lo que os he hecho? Esta es la pregunta dirigida a todos "en la víspera de su pasión".

EUCARISTÍA 1988, 17

6.

Los primeros versículos de este Evangelio sirven, sin duda, de introducción al pasaje completo de la Cena y de la Pasión. El lavatorio de pies, dentro de este pasaje, constituye asimismo uno de los momentos principales de la comida y esta entrada en materia introduce admirablemente en el misterio de Pascua.

* * * *

a) Según una interpretación, el Señor, al proceder al lavatorio de pies, se habría limitado simplemente a poner de nuevo en práctica el rito judío de las abluciones antes de la comida. Esta concepción ha originado con relativa frecuencia toda una simbología de la purificación. Ahora bien: no se trata ciertamente de eso. En efecto, Juan señala que el rito se sitúa "durante la comida" (v. 2), y este no era el caso de las abluciones. Por otra parte, la respuesta de Cristo a Pedro, quien concretamente cree estar asistiendo a la institución de un nuevo rito de ablución (v. 9), pone de manifiesto que el sacrificio de la cruz purifica más eficazmente que las antiguas abluciones y que, en adelante, será el único rito de purificación (v. 10; Jn. 15, 1-3).

b) La doble mención de Judas (vv. 2 y 10) parece, por el contrario, bastante importante para la comprensión del texto. Cristo, además, no excluye al traidor del beneficio del rito del lavatorio de pies. Sin embargo, Judas es "impuro" y el rito no le servirá de utilidad alguna. A pesar de lo cual, esta mención hace resaltar el sentido de la perícopa: el Señor se humilla incluso ante aquel que le hará traición. La extensa descripción de los preparativos (vv. 4-5) y la reacción de Pedro, que se niega a someterse al gesto de Cristo (v. 6), confirman esta interpretación. Cuando dice a Pedro que comprenderá el sentido de todo esto "después" o "dentro de poco", Cristo no alude directamente a su pasión: simplemente remite al apóstol a las explicaciones que dará una vez que se haya sentado de nuevo a la mesa (vv. 12-15).

De hecho, Cristo realiza un "mimo", al modo de los profetas Ezequiel y Jeremías. El, el Señor y el Maestro, se adapta a la condición del más vulgar de los siervos. Lo esencial del pasaje reside en la pareja "Señor-Siervo", semejante a la que se encuentra en Fil. 2, 5-11. Según esto, la idea es bien simple: en su pasión, Cristo manifiesta una humillación que los apóstoles habrán de incorporar a sus vidas mediante su propia

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actitud de humildad. Mientras vivan, ellos mismos y sus sucesores deberán ir dando consistencia al tema del "Señor-Siervo".

Resuelta de este modo la interpretación del pasaje, uno debe preguntarse por qué Juan ha querido situar estas ideas precisamente dentro del marco temporal y local del relato de la Cena. De hecho, el tema del "Señor-Siervo estaba ya esbozado por los sinópticos. Si Marcos y Mateo se limitan a narrar la institución en sí (Mc. 14, 22-25; Mt. 20, 25-27), Lucas relata, además, el curioso pasaje de una disputa entre los apóstoles relativa a la primacía dentro de su grupo (Lc. 22, 24-27). Esta adición parece tanto más singular cuanto, en la tradición sinóptica, está localizada en otro pasaje completamente distinto (Lc. 9, 46; Mt. 20, 25-27; Mc. 10, 42-44). El relato de Lucas parece, pues, una relectura del de la Cena, hecha por una comunidad cristiana primitiva, dentro del marco de sus propias necesidades espirituales y, de modo especial, por lo que respecta al sentido que se debe dar a las funciones ministeriales.

Hemos visto en la segunda lectura (1 Cor. 11) un caso semejante de relectura. Dentro de las asambleas eucarísticas se han presentado algunas dificultades. Los fieles, al perder de vista el objeto misterioso de estas comidas, disputan entre sí, olvidando el objeto esencial de las comidas eucarísticas: el sacrificio de Cristo que, con su humillación y sufrimiento, se hizo siervo de todos. Por esta razón se pedía a los participantes y, especialmente, a los ministros que imitaran el ejemplo de Cristo en su actitud.

* * * *

El rito eucarístico contiene la humillación, la obediencia, el sacrificio espiritual y el amor de Cristo; esto nos obliga a hacer nuestras esas actitudes. La fe descubre esta significación interior del sacrificio de Cristo y, sobre esta base, exige nuestra actitud moral. Sean ministros o comensales, los que participan de la Eucaristía deben compartir sus sentimientos de humillación, de obediencia y de servicio mutuo; solo así será plenamente auténtica y el sentido del rito eucarístico perfectamente significativo.

El tema bíblico que podría servir de trasfondo a esta celebración del Jueves Santo bien pudiera se el del pan que, a todo lo largo de su evolución escrituraria, lleva precisamente a significar esta actitud interior.

A partir del Antiguo Testamento se puede percibir una oposición entre la Palabra de Dios, alimento espiritual, y el pan natural. Es preciso abstenerse del segundo para poder nutrirse del primero: Ex. 24, 18; 34, 18; Am. 8, 11. En el Nuevo Testamento, un episodio como el de Marta, preocupada del pan, y de María, preocupada de la Palabra, es portador del mismo mensaje (Lc. 10, 38-42). En una etapa más avanzada,

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podrá distinguirse todavía entre Palabra de Dios y pan, pero la primera estará ya simbolizada por un determinado pan. En esta segunda etapa la oposición continúa, pero sus términos han sufrido un cambio de matiz: ahora es entre este pan especial (como el maná, símbolo de la Palabra) y el pan natural (Dt. 8, 3). Se trata de un pan bajado del cielo y portador de la voluntad de Dios sobre nosotros, el pan que comemos para nuestra salud espiritual (Ex. 16, 4-15; Sal. 77/78, 19-30; Sab. 16, 20; Is. 55, 1-3); difiere del pan natural, que nutre nuestro cuerpo, pero sin comprometernos en el plano interior.

Esta estrecha relación entre pan especial y Palabra de Dios se vuelve a encontrar en la mayor parte de las vocaciones de profetas invitados, alguna que otra vez, a "comer" un libro en señal de su vocación al ministerio de la Palabra (Jer. 15, 16; Ez. 2, 8-3, 3; Ap. 10, 8-11). Los ángeles, a su vez, reconocerán su sabiduría en el "pan de los ángeles" (Prov. 9, 1-5; Eclo. 15, 1-5).

PAN/VD: Cristo se alimenta, asimismo, de un pan que no es otro que la voluntad del Padre sobre El (Mt. 4, 3-4; Jn. 4, 31-34). Elevando aún más la imagen que nos ocupa, Cristo se declara a Sí mismo ese pan bajado del cielo, precisamente porque cumple la voluntad del Padre (Jn. 6, 38-48). De este modo, Cristo se ha identificado tanto al pan de la voluntad de Dios que puede aplicarse con toda propiedad este calificativo. En otro momento, cuando presente el pan como su cuerpo que es entregado a nosotros, en cumplimiento de la Palabra de Dios, realizará en la Eucaristía la significación profunda que el Antiguo Testamento atribuía al pan de Dios: un alimento cargado de la voluntad del Padre y que nos ayuda, también a nosotros, a cumplir esta voluntad.

De este modo, el pan significa la obediencia a la voluntad del Padre. Este pan no es simplemente el objeto de una manducación sin más; obliga a situarse a un nivel sacrificial y espiritual.

Por tal motivo el pan es ya por sí mismo memorial de un sacrificio interior, al igual que los panes sagrados, en el Templo (Lev. 24, 5-9; cf. Mt. 12, 3-4; Lc. 12, 19). A la luz de una catequesis bíblica, el signo del pan aparece según esto, no solamente como el símbolo de un alimento, sino como el signo de un sacrificio, el memorial de una obediencia.

MAERTENS-FRISQUENUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA III

MAROVA MADRID 1969.Pág. 266 ss.

7.

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Lavar los pies se consideraba un servicio de esclavos. Era un oficio tan bajo que algunos rabinos no permitían que algunos esclavos les lavaran los pies si éstos eran israelitas. Su actitud la fundaban en lo que dice el Levítico (25, 39).

De ahí que no pueda extrañar a nadie la resistencia de Pedro a que Jesús le lave los pies. Lo extraño y lo admirable es que Jesús, siendo el Señor y plenamente consciente de su dignidad, haga este servicio. La respuesta de Jesús indica que su gesto esconde un gran misterio. En él revela todo el sentido de su vida. Jesús vino al mundo a servir y no a ser servido. A la luz de la resurrección comprenderán los discípulos que el servicio de Jesús consiste no sólo en lavarles los pies,sino en lavar con su sangre los pecados del mundo. Es interesante observar que Juan no dice nada sobre la institución de la eucaristía; en cambio, coloca en su lugar el lavatorio de los pies. Quiere decirnos con ello que se trata también aquí de un gesto en el que se anticipa el sacrifico de la cruz, lo mismo que en la eucaristía. Pedro, al no aceptar el servicio del Hijo de Dios, se excluye neciamente del reino de Dios. Es como si no aceptara el sacrificio de la cruz que ofrece Jesús por todos los hombres. Nosotros aceptamos el sacrificio y el servicio de Cristo si recibimos con fe el bautismo. Jesús lavó también los pies de Judas; pero éste no aceptó de corazón su servicio. Por eso dice Jesús: "no todos estáis limpios".

EUCARISTÍA 1975, 22

8.

Contexto. Estamos en el día séptimo. Exactamente el mismo día que en Jn. 2, 1-11 constituye el comienzo de las señales de Jesús (agua en vino) y la manifestación de la gloria de Jesús, es decir, la manifestación de quién es Jesús. Entre el cap 2 y el cap. 13 hay una relación: la existente entre la señal y lo señalado. Allí todavía no había llegado la hora; aquí la hora ya ha llegado.

Sentido del texto. Desde el cap. 6 el lector ya sabe que la Pascua no se celebra en el Templo sino allí donde está Jesús. Por eso la cena pascual en el cuarto evangelio tiene lugar un día antes de lo que según el calendario judío tenía que ser. Es un recurso intencionado del autor para marcar la distinción entre el mundo del Templo y el mundo de Jesús. El mundo del Templo estaba significado en el cap. 2 por el agua; el mundo de Jesús por el vino. El agua significaba las purificaciones. Ahora vamos a saber lo que significaba el vino: el amor, que tiene el color rojo-oscuro de la sangre. Hasta este momento el amor de Jesús ha consistido en liberar a los suyos del mundo del Templo, un mundo hecho de ladrones (cfr. parábola del buen pastor) y de ovejas asustadas y maniatadas (cfr. Jn. 5, 1-3). En esta liberación consiste la limpieza de que

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se habla en v. 10: los que celebran la Pascua de Jesús están limpios, es decir, no pertenecen al mundo del Templo. Pero este mundo todavía no está del todo erradicado: todavía hay un representante: Judas. A través de este personaje aparece claro que el mundo del Templo es asesino. Es cierto que este mundo apela a Dios como Padre (cfr. Jn. 8, 41). Pero desde el cap. 8 el lector sabe que su verdadero padre es el diablo (cfr. Jn 8, 44). Por eso a partir de ahora el amor de Jesús toma el color rojo-oscuro de la sangre. Es el final, la hora: su muerte. En ella va a poner de manifiesto su gloria, su peso específico. Es la gran señal, el último día de la fiesta, el día grande del amor, el día séptimo en que Dios concluyó su obra, el día en que se encuentran Padre e Hijo, cansados de ese gran trabajo que es amar: ellos son el sembrador y segador de que se habla en Jn. 4, 36-38.

LAVATORIO/CZ:En espera de la señal definitiva (la cruz), este trabajo tiene en nuestro relato otra señal: el lavatorio de los pies. Es una señal, como el vino en Caná. Una señal en la cadena de señales que culmina en la cruz. Es, pues, una señal con color de rojo-oscuro. Desde Jn 2, 13-21 esta señal ya no ondea en el Templo. Será, pues, bueno devolver al lavatorio de los pies la enorme carga de tensión que el autor del cuarto evangelio quiso conferirle. Una carga que sorprendentemente Pedro no capta. ¡Qué mal queda siempre Pedro en el cuarto evangelio! El domingo de Pascua tendremos una nueva ocasión de comprobarlo. Siempre hay alguien que le lleva la delantera en lo que a captar la situación se refiere.

DABAR 1981, 23

9.

"Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros" (/Lc/22/15). Palabras pronunciadas en un momento determinado de la historia, dichas en aquel entonces a los que estaban con El: al propietario de la gran sala, a los doce escogidos comensales. Ahora pueden también aplicarse a la Iglesia, la cual se las apropia claramente. La Iglesia es la casa en la que ha entrado el "hombre con el cántaro de agua" (Lc 22 10), Cristo, que le trajo el agua del Bautismo. Es la sagrada mesa, es la heredera de los doce apóstoles; cada uno de sus miembros ha recibido el baño santo, que vemos hoy representado en el evangelio. En efecto, por la Iglesia y por cada uno de sus miembros, el Señor se ha levantado de la mesa del Padre celestial, se ha ceñido en torno a sí la mísera toalla de su cuerpo humano y con su sangre ha lavado a los escogidos (S. Agustín a Jn 13, 4. Tratado 55, 7).

EMILIANA LÖHREL AÑO DEL SEÑOR

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EL MISTERIO DE CRISTO EN EL AÑO LITURGICO II EDIC.GUADARRAMA MADRID 1962.Pág. 38

10. /Jn/13/07-10:

Pedro (y con él los discípulos de los que aparece como portavoz) sigue sin comprender que significa lo acontecido. Pero más tarde lo comprenderá. Ese "más tarde" evoca de un modo claro la próxima muerte y resurrección de Jesús. De este modo, Juan le dice al lector desde qué ángulo visual ha de entender la historia. Frente a la negativa de Pedro Jesús insiste: quien desee tener parte con él, quien quiera estar en comunión con él y pertenecerle, no tiene más remedio que permitir a Jesús prestarle ese servicio de esclavo; o, dicho sin metáforas: hay que aceptar personalmente la muerte de Jesús como una muerte salvífica. La reacción exaltada de Pedro (v. 9), que ahora incurre en el extremo contrario, es a su vez una mala interpretación.

El significado del v. 10 no es perfectamente claro. Algunos expositores refieren "el que ya se ha bañado..." al bautismo, y la continuación "no necesita lavarse (más que los pies)", a la penitencia cotidiana del cristiano; otros piensan en la eucaristía. Esto último es muy improbable. Posiblemente la frase "no necesita lavarse más que los pies" mediante la interpolación posterior de "más que los pies", de modo que el texto original habría dicho: "no necesita lavarse, porque está limpio todo él". En tal caso, tampoco se justifica la referencia al bautismo. Para comprender todo el episodio hay que partir del hecho de que la acción simbólica del lavatorio de pies alude a la importancia soteriológica de la muerte de Jesús. (...) A/QUÉ-ES

Es decisivo el criterio establecido por Jesús y expuesto mediante el gesto simbólico del lavatorio de pies: el amor se demuestra en la propia humillación, en la propia limitación, en el ser y obrar a favor de los demás. Amar significa ayudar al otro para su propia vida, su libertad, autonomía y capacidad vital; proporcionarle el espacio vital humano que necesita. Para nosotros el gesto simbólico del lavatorio de pies ha perdido mucha de su fuerza original. En la vieja sociedad esclavista, en que tiene su genuino Sitz im Leben, su mensaje no podía interpretarse mal. Jesús se identifica con quienes nada contaban. El amor, tal como él lo entendía y practicaba, incluía la renuncia al poder y al dominio así como la disposición a practicar el servicio más humillante. Lavar los pies pertenecía entonces al trabajo sucio. La negativa de Pedro descubre la resistencia interna de una mente privilegiada contra semejantes insinuaciones. Mas si se quiere pertenecer a Jesús hay que estar pronto a un cambio de conciencia tan radical; y eso conlleva que en el fondo sólo el amor opera el auténtico cambio de mente liberador, el fin de toda dominación extraña.

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Dicho de otro modo, según Juan, Jesús ha dado un contenido y sello totalmente nuevos a la idea de Dios, en la que entraban desde antiguo los conceptos de omnipotencia y soberanía, por cuanto muestra que a Dios se le encuentra allí donde se renuncia a todo poder y dominio y se está abierto a los demás. "Donde hay bondad y amor, allí está Dios", como dice un antiguo himno de la Iglesia. Allí se liberan los hombres de sí mismos y respecto de los otros. Sin duda que tampoco este símbolo está a resguardo de malas interpretaciones, como cuando se integra como acción litúrgica en un sistema de dominio y no se advierte que lo que en principio está en tela de juicio es un sistema de dominio. Incluso Pedro tiene que dejarse inquietar. Juan había comprendido que con Jesús había entrado en el mundo una concepción radicalmente nueva de Dios y del hombre; una concepción que sacudía los cimientos de la sociedad esclavista y de las relaciones de poder porque ponía la fuerza omnipotente del amor en el centro de todo lo divino. El lavatorio de los pies era el símbolo más elocuente para expresar esta nueva concepción, símbolo que también a nosotros nos hace pensar.

EL NT Y SU MENSAJEEL EVANG. SEGUN S. JUAN. 4/2

HERDER BARCELONA 1979.Pág. 36ss.

11.

Una solemne obertura marca todo el relato (13,1): Jesús decide implicar a los discípulos en su existencia de comunión con el Padre. Una existencia arraigada en el servicio del amor, fundamento de la existencia de comunión de la Iglesia.

Después de la solemne obertura, el evangelista presenta el marco de la cena del paso, y también sus protagonistas en relación a la comunión: Jesús y el diablo (13,2-3). El diablo implanta división en Judas, Jesús sabe que es portador de la comunión del Padre. Judas no puede participar de la comunión porque está invadido por la división. Entrar en la comunión limpia a los discípulos (13,10), y sólo si permanecen en ella, continúan limpios (15,3). Es fundamental, por tanto, tener que ver con Jesús (13,8), vivir en la comunión desde el servicio.

El relato del lavatorio de los pies incluye: la descripción del gesto; el diálogo de Jesús con Pedro, a partir del malentendido que ha suscitado el gesto; y la explicación de su significado, que se convierte en una llamada a actualizarlo.

Hemos de contemplar el gesto en el contexto de la cena de comunión (la Eucaristía). Jesús no hace el gesto del esclavo antes del banquete, tal como era la costumbre, sino

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durante la cena; en la que el Señor glorificado (ya ha llegado la hora) sirve a los suyos (cf. Lc 12,37), haciéndose de verdad su amigo, eliminando toda voluntad de poder en el seno de la comunión. Pedro (y con él, todos) no acaba de entender que el gesto de Jesús implica amar hasta dejar el pellejo. Y porque es un gesto no sólo de servicio, sino también de hospitalidad, Jesús indica que, con su entrega hasta la muerte, conducirá a los que son de los suyos al lugar misterioso de donde ha venido: la comunión con el Padre (cf. 14,3). Jesús presenta este gesto de servicio y de hospitalidad como un ejemplo y, a la vez, como un don; el don de la comunión con el Padre y entre los amigos (donde no domina el poder, sino el servicio). Un don para amar hasta el extremo, para vivir en relación con el Señor, y para ser feliz (13,16-17).

La tradición juánica no relata la institución de la Eucaristía, sino este gesto de autodonación de Jesús, que implica a sus amigos en su comunión con el Padre. Lo cual no significa que desconozca su celebración (cf. 6,53-58). La tradición juánica contempla la comunión que crea la Eucaristía a partir del gesto del lavatorio de los pies. Gesto que comporta el rechazo de toda relación de poder en las relaciones entre los que Jesús ha hecho sus amigos; gesto que implica amar hasta el extremo y estar al servicio de la comunión establecida; gesto que implica acoger la hospitalidad de Jesús, quien nos sienta a la mesa de la comunión con el Padre; gesto que supone acoger a todos los amigos de Jesús como a amigos propios.

JAUME FONTBONAMISA DOMINICAL 1999, 5, 16

12. lectura: Juan 13,1-15. Los amó hasta el extremo

Los cc. 13-17 del evangelio de Juan constituyen la despedida de Jesús. Son una catequesis sobre la actitud ante la aparente ausencia del Maestro. De aquí la insistencia en el amor, en la fe, en la fidelidad a la enseñanza anterior de Jesús, en la unidad antre los creyentes y la confianza ante la oposición del mundo.

A1 principio de la despedida de Jesús, Juan coloca un gesto simbólico del Señor: el lavatorio de los pies de los discípulos (13,1-35). Esta unidad literaria va encabezada por un versículo introductorio que expresa la actitud fundamental de Cristo: "Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo". Sigue el relato propiamente dicho del lavatorio (vv 2-20), la predicción de la traición de Judas (vv. 21-30) que contrasta con la actitud de Jesús, y un comentario interpretativo dirigido a los discípulos exhortándoles a imitar al Maestro (vv. 31-35).

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En el evangelio de Juan el relato de la última cena es el momento culminante de la vida de Cristo: nos transcribe el gesto, propio de los criados, de lavar los pies; con valor paradigmático para los discípulos de todos los tiempos. Cristo se presenta como siervo, y la actitud del creyente consiste en aceptar a Cristosiervo, sin ser reacio como Pedro o traidor como Judas. Aceptar a Cristo supone asumir sus propias actitudes y reproducirlas en la vida cotidiana (v 15).

"Lo comprenderás más tarde". El sentido del gesto es cristológico y pretende anticipar simbólicamente la humillación de la cruz. El significado salvífico de este acto quedará escondido hasta la muerte-resurrección y el consiguiente don del Espíritu.

"No tienes nada que ver conmigo" (literariamente en el original: no tendrás parte de mí) es una fórmula semítica: "Parte" en el Antiguo Testamento significa heredad que Dios otorga a su Pueblo y al justo, más adelante pasó a tener un significado escatológico. Si no acepta el escándalo de la cruz, Pedro no podrá participar del reino escatológico que Jesús ha venido a inaugurar.

JORDI LATORREMISA DOMINICAL 2000, 5, 38

Fuente: http://www.mercaba.org/DIESDOMINI/SS/JUEVES/marcojuevessanto.htm

SAN AGUSTÍN COMENTA EL EVANGELIO

Jn 13,1-15: La Iglesia tiene necesidad de lavar los pies

Cuando el Señor se puso a lavar los pies a sus discípulos se acercó a Simón Pedro; y Pedro le dijo: ¿Me vas a lavar tú a mí los pies? ¿Quién no se llenaría de estupor si el Hijo de Dios le lavase los pies? Y aunque era señal de una audacia temeraria que el siervo resistiese al Señor, el hombre a Dios, Pedro lo prefirió antes de consentir que le lavase los pies su Dios y Señor... Pero Jesús le contestó diciendo: Lo que yo hago, no lo entiendes ahora; lo entenderás más tarde. Espantado por la grandeza de la acción divina, se resiste aún a permitir aquello cuyo motivo ignora. No quiere ver, no puede soportar que Cristo esté postrado a sus pies. Jamás me lavarás tú los pies, le dijo. ¿Qué quiere decir jamás? Nunca lo toleraré, nunca lo consentiré, nunca lo permitiré. Entonces el Señor, asustando a aquel enfermo recalcitrante con el peligro en que ponía su salvación, le replica: Si no te lavo, no tendrás parte conmigo. Dice: Si no te lavo, aunque se trataba solamente de los pies. De la misma manera se dice: «Me pisas», aunque sólo se pise el pie. Pedro, turbado entre el amor y el temor y sintiendo

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más horror al verse apartado de él que al verlo postrado a sus pies, replica a su vez: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza (Jn 13,6-9). Si profieres tales amenazas para que me deje lavar mis miembros, no sólo no retraigo los inferiores, sino que presento también los superiores. Para que no me niegues el tener parte contigo, no te niego parte alguna de mi cuerpo para que la laves.

Dícele Jesús: Quien se ha lavado, sólo tiene necesidad de lavarse los pies, pues está todo limpio (Jn 13,10). Quizá alguno intrigado diga: «Si está enteramente limpio, ¿qué necesidad tiene de lavarse los pies?». El Señor sabía bien lo que decía, aunque nuestra debilidad no llegue a penetrar sus secretos. No obstante, según lo que él se digna enseñarnos con sus propias palabras y con las de la ley y en la medida de mi capacidad, con su ayuda, también yo diré algo sobre esta profunda cuestión. Ante todo voy a demostrar con toda facilidad que no hay contradicción alguna en la frase. ¿Quién no puede decir con toda corrección: «Está todo limpio menos los pies»? Sería más elegante decir: «Está todo limpio a no ser los pies», que es lo mismo. No otra cosa es lo que dice el Señor: Sólo tiene necesidad de lavarse los pies, pues está todo limpio. Todo menos los pies, o a no ser los pies, que tienen necesidad de ser lavados.

¿Qué quiere decir esto? ¿Qué significa? ¿Qué necesidad tenemos de averiguarlo? Lo afirma el Señor, lo afirma la Verdad: incluso quien se ha lavado tiene necesidad de lavarse los pies. ¿En qué estáis pensando, hermanos míos? ¿No estáis pensando que en el bautismo el hombre es lavado íntegramente, incluidos los pies? Sin embargo, como luego ha de vivir en la condición humana, no puede evitar el pisar la tierra con los pies. Los mismos afectos humanos, sin los que no se puede estar en esta vida mortal, son como los pies con los que nos mezclamos en las cosas humanas y de modo tal que si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros (1 Jn 1,8). Diariamente nos lava los pies aquel que intercede por nosotros (Rom 8,34); tenemos necesidad de lavarlos a diario, es decir, enderezar los caminos por los que se mueve nuestro espíritu, según lo confesamos en la oración dominical: Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores (Mt 6,12). Sí, como está escrito, confesamos nuestros pecados, el que lavó los pies a sus discípulos es fiel y justo de modo que perdonará nuestros pecados y nos lavará de toda iniquidad (1 Jn 1,9), incluidos los pies con que andamos por la tierra.

Así, pues, la Iglesia, lavada por Cristo con el agua y la palabra, aparece sin manchas ni arrugas (Ef 5,26-27) no sólo en aquellos que son arrebatados al contagio de esta vida, inmediatamente después del bautismo, y no pisan la tierra por lo que no tienen necesidad de lavarse los pies, sino también en aquellos a quienes la misericordia del Señor sacó de este mundo con los pies limpios. Mas aunque la Iglesia esté limpia en todos los que moran aquí, porque viven de la justicia, éstos tienen necesidad de lavarse los pies, porque no están exentos de pecado. Por esto dice el Cantar de los

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Cantares: He lavado mis pies ¿cómo he de volver a mancharlos? (Cant 5,3). Dice esto porque, teniendo que ir a Cristo, le es forzoso pisar la tierra para llegar a él. De aquí surge otra dificultad. ¿No está Cristo allá arriba? ¿No subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre? ¿No exclama el Apóstol: Si habéis resucitado con Cristo, gustad las cosas de arriba, donde está sentado Cristo a la derecha de Dios; buscad las cosas de arriba y no las de la tierra? (Col 3,1-2). ¿Por qué hemos de tener que pisar la tierra para llegar a Cristo, si para poder estar con él hemos de tener puesto nuestro corazón allí arriba? Comprenderéis hermanos, que la premura del tiempo de que hoy disponernos nos obliga a cortar esta cuestión que yo veo, quizá vosotros no, que requiere una discusión más amplia. Prefiero que sea suspendida, antes que tratarla con brevedad y negligencia, no defraudando, sino difiriendo vuestra expectación. Que el Señor, que me hace deudor, me conceda el saldar la deuda.

Comentarios sobre el evangelio de San Juan 56

Fuente: http://www.mercaba.org/DIESDOMINI/SS/JUEVES/marcojuevessanto.htm

"Cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva". San Pablo nos lo recordaba en la segunda lectura. Y nosotros, cada domingo, nos reunimos para comer el pan y beber el cáliz que anuncian para siempre, hasta que llegue el Reino, la muerte del Señor, que es vida para todos, la única fuente de vida.

-La cena de Jesús. Hoy nos encon- tramos aquí reunidos para conmemorar todas estas cosas. Fue en aquel anochecer, allá en el cenáculo. Eran unos momentos muy ten- sos, los que vivían tanto Jesús como los discípulos: Jesús, con la conciencia de que su camino llegaba a cumplimiento, que se acercaba la hora de consumar la entrega de su vida; los discípulos, con el sentimiento del des- concierto, del miedo ante lo que suce- derá.

Seguramente que en aquella noche hubo muchos silencios, muchos ratos de sumirse cada cual en sus propios pensamientos, en sus propias inquietudes. Y seguramente que también en medio de los silencios y de los desconciertos circuló imparable una profunda corriente de proximidad, de estimación mutua. Es el amor de Jesús: "Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo". Y es el amor de los discípulos, el amor que pugna por entender al maestro y a menudo no lo consigue, pero que no por eso se ha planteado nunca abandonarle: "¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna". Es, al fin y al cabo, un amor, una proximidad, un cariño que funciona con el corazón, que está más allá de las cosas que se pueden razonar y explicar. Es una proximidad que aquella noche llega a sus extremos más altos.

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-La cena del pueblo liberado. La cena de aquella noche era la gran celebración conmemorativa, la gran fiesta del pueblo. Israel se reunía para repetir y volver a hacer presente aquello que hemos escuchado en la primera lectura: que el Señor, con brazo poderoso, liberó las débiles tribus hebreas del poder del imperio, de la esclavitud del faraón.

El Señor había actuado contra el pueblo poderoso, contra el pueblo rico y fuerte, y había hecho suya la causa de los pobres, para hacerlos salir hacia una nueva tierra, una tierra que había de ser construida en la solidaridad, en la justicia, en la fraternidad.

La carne de aquel cordero, asada y comida a toda prisa, las verduras amargas de la aflicción, son los signos repetidos año tras año, que recuerdan quién es el Dios en quien hay que creer, quién es el Dios verdadero. Jesús y los discípulos, desde pequeños, han ido celebrando este memorial, y han ido repitiendo la memoria del Dios que libera, del Dios que siempre se coloca a favor de los pobres.

-El significado de la muerte de Jesús: la entrega, la vida. Pero esta noche, el memorial de la liberación está tomando un sentido nuevo, se está cargando con un significado distinto, intensísimo. Porque en el horizonte, en un horizonte muy cercano, se vislumbra ya la muerte, el final. Y ¿qué será aquella muerte? ¿qué será la muerte de Jesús, al término de aquella historia suya de entrega total, de anuncio de una nueva manera de vivir, de proclamación del amor infinito de Dios para todos los hombres? ¿Qué será aquella muerte? Jesús, entonces, durante aquella cena, se levanta y realiza el gesto insólito de lavar los pies a sus discípulos. Y después les dice que ellos también tienen que hacerlo. Es la primera respuesta a aquella pregunta. La muerte de Jesús muestra cuál es la manera de vivir que realmente merece la pena. La manera de vivir de aquel que reconocemos como Maestro y Señor, la manera de vivir que él nos muestra y quiere para nosotros es ésta: poner nuestra vida entera a los pies de los demás, al servicio de los demás. Él lo hizo totalmente: su cruz constituye el testimonio definitivo. Él nos dice: sólo así viviréis de verdad; si no, no viviréis, será pura comedia.

Y después, Jesús, realiza otro gesto. Toma pan, toma el vino, y lo parte y lo reparte a aquellos discípulos que le acompañan, y a todos nosotros. Y nos invita a repetir esta comida, y a reconocer su presencia permanente, viva, activa, transformadora para todos.

Es como la segunda respuesta a aquella pregunta sobre qué significa su muerte. Y nosotros, cuando cada domingo nos reunimos y comemos este pan y bebemos este cáliz, proclamamos esto: Jesús, muerto por amor, vivo para siempre, está a nuestro lado, es fuerza para nuestro camino de hombres y mujeres que queremos seguirle.

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Renovemos firmemente el compromiso de seguir su camino, y reafirmemos nuestra fe en la vida y la salvación que él nos da.

J. LLIGADAS MISA DOMINICAL 1990, nº 8

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Jueves Santo

Ha sido el apóstol Pablo, en la primera Carta a los Corintios, quien nos ha recordado lo que hizo Jesús "en la noche en que iba a ser entregado". A la narración del hecho histórico, Pablo añadió su proprio comentario: "cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga" (1 Corintios 11, 26). El mensaje del apóstol es claro: la comunidad que celebra la Cena del Señor actualiza la Pascua. La Eucaristía no es la simple memoria de un rito pasado, sino la viva representación del gesto supremo del Salvador. Esta experiencia tiene que llevar a la comunidad cristiana a convertirse en profecía del mundo nuevo, inaugurado por la Pascua. Al contemplar en la tarde de hoy el misterio de amor que nos vuelve a proponer la Última Cena, también nosotros tenemos que permanecer en conmovida y silenciosa adoración.

El "escándalo" de la Eucaristía¡Es el prodigio que nosotros, los sacerdotes, tocamos todos los días con nuestras manos en la santa Misa! La Iglesia sigue repitiendo las palabras de Jesús y sabe que está comprometida a hacerlo hasta el fin del mundo. En virtud de esas palabras se realiza un admirable cambio: permanecen las especies eucarísticas, pero el pan y el vino se convierten, según la feliz expresión del Concilio de Trento "verdadera, real y substancialmente" en el Cuerpo y la Sangre del Señor.

La mente se siente perdida ante un misterio tan sublime. Tantos interrogantes se asoman al corazón del creyente que, sin embargo, encuentra paz en la palabra de Cristo. "Et si sensus deficit / ad firmandum cor sincerum sola fides sufficit – Si los sentidos desfallecen / la fe es suficiente para un corazón sincero". Apoyados por esta fe, por esta luz que ilumina nuestros pasos también en la noche de la duda y de la dificultad, podemos proclamar: "Tantum ergo Sacramentum / veneremur cernui – A un Sacramento tan grande / venerémoslo postrados".

Nuevo CorderoLa institución de la Eucaristía se remonta así al rito pascual de la primera Alianza, que se nos describe en la página del Éxodo acaba de proclamarse: en ella se habla

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del cordero "sin defecto, macho, de un año" (Éxodo 12, 5) cuyo sacrificio liberaría al pueblo del exterminio: "La sangre será vuestra señal en las casas donde moráis. Cuando yo vea la sangre pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora" (12, 13).

Los textos bíblicos de la Liturgia de esta tarde orientan nuestra mirada hacia el nuevo Cordero, que con la sangre derramada libremente en la cruz ha establecido una nueva y definitiva Alianza. La Eucaristía es presencia sacramental de la carne inmolada y de la sangre derramada del nuevo Cordero. En ella se ofrecen a toda la humanidad la salvación y el amor. ¿Cómo es posible no quedar fascinados por este Misterio? Hagamos nuestras las palabras de santo Tomás de Aquino: "Praestet fides supplementum sensuum defectui – Que supla la fe a los defectos de los sentidos". ¡Sí, la fe nos lleva al estupor y a la adoración!

"Los amó hasta el extremo" (Juan 13, 1). La Eucaristía constituye el signo perenne del amor de Dios, amor que sostiene nuestro camino hacia la plena comunión con el Padre, a través del Hijo, en el Espíritu. Es un amor que supera la capacidad del corazón del hombre. Al detenernos esta noche a adorar el Santísimo Sacramento y al meditar en el misterio de la Última Cena, nos sentimos sumergidos en el océano de amor que mana del corazón de Dios.

Juan Pablo II

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La liturgia del Jueves Santo es una invitación a profundizar concretamente en el misterio de la Pasión de Cristo, ya que quien desee seguirle tiene que sentarse a su mesa y, con máximo recogimiento, ser espectador de todo lo que aconteció 'en la noche en que iban a entregarlo'. Y por otro lado, el mismo Señor Jesús nos da un testimonio idóneo de la vocación al servicio del mundo y de la Iglesia que tenemos todos los fieles cuando decide lavarle los pies a sus discípulos.

En este sentido, el Evangelio de San Juan presenta a Jesús 'sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía' pero que, ante cada hombre, siente tal amor que, igual que hizo con sus discípulos, se arrodilla y le lava los pies, como gesto inquietante de una acogida incansable.

San Pablo completa el retablo recordando a todas las comunidades cristianas lo que él mismo recibió: que aquella memorable noche la entrega de Cristo llegó a hacerse sacramento permanente en un pan y en un vino que convierten en alimento su Cuerpo

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y Sangre para todos los que quieran recordarle y esperar su venida al final de los tiempos, quedando instituida la Eucaristía.

La Santa Misa es entonces la celebración de la Cena del Señor en la cuál Jesús, un día como hoy, la víspera de su pasión, "mientras cenaba con sus discípulos tomó pan..." (Mt 28, 26).

Él quiso que, como en su última Cena, sus discípulos nos reuniéramos y nos acordáramos de Él bendiciendo el pan y el vino: "Hagan esto en memoria mía" (Lc 22,19).

Antes de ser entregado, Cristo se entrega como alimento. Sin embargo, en esa Cena, el Señor Jesús celebra su muerte: lo que hizo, lo hizo como anuncio profético y ofrecimiento anticipado y real de su muerte antes de su Pasión. Por eso "cuando comemos de ese pan y bebemos de esa copa, proclamamos la muerte del Señor hasta que vuelva" (1 Cor 11, 26).

De aquí que podamos decir que la Eucaristía es memorial no tanto de la Ultima Cena, sino de la Muerte de Cristo que es Señor, y "Señor de la Muerte", es decir, el Resucitado cuyo regreso esperamos según lo prometió Él mismo en su despedida: " un poco y ya no me veréis y otro poco y me volveréis a ver" (Jn 16,16).

Como dice el prefacio de este día: "Cristo verdadero y único sacerdote, se ofreció como víctima de salvación y nos mandó perpetuar esta ofrenda en conmemoración suya". Pero esta Eucaristía debe celebrarse con características propias: como Misa "en la Cena del Señor".

En esta Misa, de manera distinta a todas las demás Eucaristías, no celebramos "directamente" ni la muerte ni la Resurrección de Cristo. No nos adelantamos al Viernes Santo ni a la Noche de Pascua.

Hoy celebramos la alegría de saber que esa muerte del Señor, que no terminó en el fracaso sino en el éxito, tuvo un por qué y para qué: fue una "entrega", un "darse", fue "por algo" o, mejor dicho, "por alguien" y nada menos que por "nosotros y por nuestra salvación" (Credo). "Nadie me quita la vida, había dicho Jesús, sino que Yo la entrego libremente. Yo tengo poder para entregarla." (Jn 10,16), y hoy nos dice que fue para "remisión de los pecados" (Mt 26,28).

Por eso esta Eucaristía debe celebrarse lo más solemnemente posible, pero, en los cantos, en el mensaje, en los signos, no debe ser ni tan festiva ni tan jubilosamente explosiva como la Noche de Pascua, noche en que celebramos el desenlace glorioso de esta entrega, sin el cual hubiera sido inútil; hubiera sido la entrega de uno más que

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muere por los pobre y no los libera. Pero tampoco esta Misa está llena de la solemne y contrita tristeza del Viernes Santo, porque lo que nos interesa "subrayar"; en este momento, es que "el Padre nos entregó a su Hijo para que tengamos vida eterna" (Jn 3, 16) y que el Hijo se entregó voluntariamente a nosotros independientemente de que se haya tenido que ser o no, muriendo en una cruz ignominiosa.

Hoy hay alegría y la iglesia rompe la austeridad cuaresmal cantando el "gloria": es la alegría del que se sabe amado por Dios, pero al mismo tiempo es sobria y dolorida, porque conocemos el precio que le costamos a Cristo.

Podríamos decir que la alegría es por nosotros y el dolor por Él. Sin embargo predomina el gozo porque en el amor nunca podemos hablar estrictamente de tristeza, porque el que da y se da con amor y por amor lo hace con alegría y para dar alegría.

Podemos decir que hoy celebramos con la liturgia (1a Lectura) la Pascua, pero la de la Noche del Éxodo (Ex 12) y no la de la llegada a la Tierra Prometida (Jos. 5, 10-ss).

Hoy inicia la fiesta de la "crisis pascual", es decir de la lucha entre la muerte y la vida, ya que la vida nunca fue absorbida por la muerte pero sí combatida por ella. La noche del sábado de Gloria es el canto a la victoria pero teñida de sangre y hoy es el himno a la lucha pero de quien lleva la victoria porque su arma es el amor.

Fuente: http://www.mercaba.org/DIESDOMINI/SS/JUEVES/marcojuevessanto.htm

"En la noche en que iban a entregarlo"

Como judío que era también Jesús, quiso celebrar la pascua. Pero en Jesús la pascua judía se convertiría en la pascua de todos los hombres de todos los pueblos. Esta vez no sería sacrificado un cordero sin taras, sino el cordero de Dios, inocente y sin pecado, que sería sacrificado en la cruz para la remisión de todos los pecados.

Aquel día, la humanidad alcanzó su última victoria frente a la muerte. Con la muerte y resurrección de Jesús, la humanidad ha quedado a salvo de todos sus enemigos: del pecado, del demonio y estructuras del pecado y de la muerte consiguiente al primer pecado. Jesús, la noche antes de padecer, quiso anticipar el sacrificio en la institución de la eucaristía.

-"Los amó hasta la muerte". Lo que Jesús anticipaba ritualmente en la eucaristía, lo realizaría dolorosamente al día siguiente en la cruz, llevando así hasta las últimas consecuencias el incomprensible amor de Dios a los hombres. El Señor, que tantas veces había actuado, simbólicamente, en favor del pueblo elegido, librándolo de

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Egipto y de la cautividad de Babilonia, actúa ahora y de manera definitiva en su Hijo y por su Hijo. Jesús es la manifestación del amor de Dios a los hombres hasta el colmo de la muerte y más allá de la muerte. En la resurrección puede comprenderse lo que intuimos por la fe: que Dios nos ama incomparablemente, a lo grande, a lo Dios.

-"¿Comprendéis lo que he hecho?". El amor de Dios es amor que nos salva y nos libra de toda esclavitud, incluso de la de la muerte y del miedo a morir. Pero es también amor ejemplar, porque es la norma y el modelo para el establecimiento de cualquier forma de convivencia entre los hombres.

No nos salvará la política económica o la política social, no nos salvarán las organizaciones internacionales, ni las alianzas entre poderosos, no nos salvarán la técnica ni la Declaración de los Derechos Humanos. Todo eso fracasa, lo vemos, por falta de amor, de buena voluntad, de rectitud de intención. Todo eso resulta inútil por el egoísmo, el afán de riquezas, la voluntad de dominar, la insolidaridad. Sólo el amor puede salvar, si amamos como Jesús, si amamos al prójimo como a nosotros mismos.

-"Os he dado ejemplo". Jesús nos dio ejemplo: siendo Dios, no hizo alarde de su categoría divina, sino que se puso a servir y a lavar los pies de sus discípulos. En la eucaristía hacemos memoria del ejemplo de Jesús.

Por eso, la eucaristía es siempre un nuevo lanzamiento, la renovación del compromiso cristiano con Jesús, con los pobres, y con el evangelio, que es justicia. Según la Biblia, el cumplimiento de la voluntad divina es algo que, como el alimento, aumenta la vitalidad y felicidad de los fieles.

¿Tragamos a Cristo? ¿Es él quien da sentido a nuestra vida? Si no es así, ¿qué es lo que marca las pautas y metas de nuestro actuar? "Haced esto" no es simplemente "oir misa" sino asimilar (hacer nuestros) los valores, los ideales, los sentimientos y pensamientos del Señor.

El cotidiano e imprescindible pan equivale a la vida del hombre que de él se sustenta. Dar pan es dar vida. Dar tu pan es dar tu vida. La palabra de Dios es, sin embargo, tan necesaria como el pan, puesto que el hombre no puede vivir y ser feliz sólo con éste (Dt 8, 3). El vino, por su parte, expresa la alegría (Sal 104, 15) y la felicidad y, por tanto, la amistad y el amor de aquellos con quienes se bebe. El color rojo del vino tinto se asemeja a la sangre, símbolo de la vida, que sólo pertenece a Dios. La palabra de Dios, presente en Jesús, se convierte en alimento de vida. No es la antigua ley la que nos mueve, es el Espíritu de Jesús quien nos dinamiza.

¿Cómo damos nuestra vida a los demás? ¿Comunicamos alegría, esperanza, amistad, libertad... o somos vino avinagrado? Ante la presencia en la mesa del cordero pascual,

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asado a la brasa, alguien preguntaba: "¿Por qué hacemos esto hoy?". El presidente contestaba contando las acciones salvadoras de Dios en el éxodo.

¿Cuáles son las verdaderas razones de nuestra presencia en esta Eucaristía? ¿En qué hemos experimentado la salvación y el amor de Dios? Se partía el pan y se tomaba la comida recostados en señal de "no esclavitud". El pan era sin levadura vieja, era el "pan de la libertad". Los antiguos y esclavizantes motivos de vivir, la vieja levadura que dinamizaba la vida, quedaron en Egipto. El padre de familia, con la ayuda de un farol, buscaba todos los restos de pan fermentado que pudiese haber en casa, ya que debían desaparecer completamente. "Guardaos de la levadura de los fariseos y de Herodes", de sus motivos de funcionar (/Mc/08/15).

Echad fuera la vieja levadura para ser masa nueva (/1Co/05/07). En el N. Testamento aparece cuarenta veces el adjetivo "nuevo". Todas con sentido positivo.

¿Vivimos la fe como una normativa social (vieja levadura) o como una libre y agradable relación con Dios? ¿Hemos descubierto la novedad permanente de lo cristiano? ¿Preferimos la instalación al caminar ilusionado? ¿Añoramos un mundo nuevo? Jesús habla de sí mismo como cordero pascual sacrificado, con su carne separada de su sangre, partido como el pan y ensangrentado como el vino tinto. Viene a decir: voy a la muerte como verdadera víctima pascual y mi entrega tiene carácter expiatorio y sustitutivo como describe Isaías en el poema del siervo.

A las tres de la tarde, el aire de Jerusalén se pobló con los balidos de los corderos pascuales que eran sacrificados en el templo. Pero el auténtico cordero de Dios que rompía las limitaciones humanas moría fuera de la vieja ciudad, en el calvario.

Comulgar con Cristo supone comprometerse como él a aceptar el papel de siervos en favor de todos. El evangelio de Juan, narrándonos el lavatorio de los pies en lugar de la institución de la eucaristía, quiere darnos el sentido profundo de ésta: identificarnos con Jesús, siervo y solidario con los hombres, para ser factores de liberación. Para el cristiano, la construcción de un mundo solidario y justo está esencialmente ligada con la celebración de la eucaristía. Sin justicia no hay eucaristía.

EUCARISTÍA 1989, 14

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La noche más larga de la historia

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Fuente: Catholic.net Autor: P. Antonio Izquierdo

Titularía está contemplación "The longest night" (la noche más larga). Vamos a contemplar la noche más larga de la vida de Jesucristo: Desde el prendimiento en el huerto de Getsemaní hasta el alba del viernes santo.

Todo ser humano desea ser respetado, ser tratado como lo que es. Todo ser humano tiene el sentido de la dignidad. Tiene también el sentido del honor. Y está dispuesto a morir antes de ver violado su honor. Un hombre digno pone el honor por encima de todo: Del mundo, de las cosas, del dinero, del bienestar, del placer. Prefiere ser un mendigo, pero que nadie le escupa, que nadie le abofetee. Cuando se viola el honor, el hombre se rebela y está dispuesto a lo que sea con tal de hacer respetar su honor o de verlo resarcido.

Cristo fue herido, acribillado, en su honor de hombre, en la noche más larga de la historia humana. Más todavía, fue destrozado en su honor de Hijo de Dios. Psicológicamente, el tiempo como que se detuvo en aquella noche de la ignominia.

Aplicación de sentidos

Quiero detenerme a ver el honor de Cristo destrozado por sus mismos amigos. Cristo ha dado su corazón y su amistad a unos hombres, y éstos se muestran indignos de esa amistad, la violan, e hieren así a Jesucristo en su dignidad de amigo.

Contemplemos la traición de Judas: Llega con un tropel de soldados y le traiciona de la manera más indigna: Con un beso. Con todo, Cristo le llama amigo. ¡Qué mansedumbre de la mirada de Jesús a éste pobre desgraciado! ¡Con qué amistad, con qué amor miraría a Judas! ¡En vano!

Traicionado por Pedro, que no lo reconoce, que reniega de Jesús. Con su negación pisotea el honor de Jesús que se ha dignado contarle entre sus amigos y discípulos. ¡Qué penetrante debió ser la mirada de Jesús, y a la vez qué dulce, para que Pedro, que le ha negado, salga del palacio de Caifás y comience a llorar amargamente!

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Abandonado por todos los apóstoles: "Todos lo abandonaron", constata el evangelista. ¿Dónde están? Perdidos en medio de la ciudad, en la oscuridad de la noche, descontrolados, temerosos de ser reconocidos como discípulos de Jesús. La dignidad de la amistad, ¡qué bajos fondos toca en el alma de estos apóstoles!

Abandonado también por su pueblo. El pueblo que había recibido tantos beneficios de él, que le había escuchado, que había sido curado por él...en el palacio de Pilatos no sabe sino gritar: "¡Crucifícale! ¡crucifícale!".

Podemos aplicar también los sentidos a contemplar a Cristo deshonrado, tratado inhumanamente, siendo inocente. Tratado no sólo como criminal, sino como deshecho de hombre: Primero, abofeteado por un esclavo; luego escupido por unos cuantos soldados, medio borrachos; además, azotado, coronado de espinas sin piedad...En esas horas nocturnas se acumula toda la brutalidad del mundo contra Jesús, toda la ignominia del hombre.

La visión de fe

La visión de fe, ¿qué descubre en todo esto? En primer lugar, a la fe impresiona el silencio de Dios. Ante la inhumanidad de los hombres Dios calla; acepta, ama, sufre y redime en silencio. Nosotros nos hubiésemos rebelado, no hubiésemos permitido eso. Dios, que tenía poder de cambiar la escena, no lo hizo. Con su silencio descubre al hombre lo salvaje que es cuando se deja llevar del instinto de su naturaleza. Quiere hacer ver al hombre el abismo al que ha descendido como ser humano: No es digno de llamarse hombre. Por todo eso, Dios guarda silencio, un silencio que quiere ser enormemente elocuente.

La visión teologal nos ayuda también a descubrir la fe de Dios en el hombre. En todo hombre se esconde una fiera y un ángel. En esa noche el hombre ha demostrado con Jesús toda su bestialidad. Ha demostrado hasta donde puede llegar su alma de fiera. Jesucristo conoce, sin embargo, el corazón del hombre y tiene fe en el ángel que anida en su corazón. Calla, acepta, sufre como Dios para despertar ese ángel dormido que existe en todo ser humano; para redimir al hombre de esa bestia que lleva en el corazón, para matarla, y así lograr que el ángel, ya despierto, pueda vivir y manifestarse. Cristo tiene fe en el hombre, capaz de ser convertido en un verdadero hombre a la medida del salvador, el hombre nuevo.

¿Por qué sufre Cristo tanta ignominia? "Permanece de rodillas inmóvil y silencioso, mientras el impuro demonio envolvía su espíritu con una túnica empapada de todo lo que el crimen humano tiene de odioso y atroz...¡Cuál fue su horror cuando al mirarse no se reconoció, cuando se sintió semejante a un impuro, a un

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detestable pecador! Sus labios, su corazón eran como los miembros de un pérfido y no como los de Dios. Son esas las manos del Cordero inmaculado de Dios hasta ese instante inocentes, pero rojas ahora por mil actos bárbaros y sanguinarios. Son esos los labios del Cordero, ahora profanados por las visiones malignas y las fascinaciones idólatras en pos de las cuales abandonaron los hombres a su adorable creador. Su corazón está congelado por la avaricia, la crueldad, la incredulidad. Su memoria misma está cargada con todos los pecados cometidos desde la caída en las regiones terrestres. Así se ve a sí mismo Jesús hasta no reconocerse" (Martín Descalzo).

¿Por qué? Por mí, para mí y en lugar mío. Por la humanidad, para la humanidad y en lugar de la humanidad. Esta es la verdadera visión que nos da la fe, ante el misterio de la pasión de Cristo.

Fuente: http://www.mercaba.org/DIESDOMINI/SS/JUEVES/marcojuevessanto.htm