F R A N C I S C O SUAKEZ, D E F E N S O R DE LA L I B E R T A D Y FILOSOFO DE LA C O N T R A R E F O R M A

Por Enrique L ~ M B E R A PALLARES

Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM.

Al señor licenciado César Sepúlveda con gratitud y respeto.

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La reforma protestante y el hiinianismo renacentista siirgen como una rebelión en contra de los principios sustentados por la EscolAstica. Ambos movimientos cobran impulso, debido al apoyo que les proporcionan los reyeh y la naciente burguesía.

La economía de la Alta Edad Media (artesanal y agrícola), empieza a modificarse desde finales del siglo xii. A principios del siglo x i r se ha formado en las grandes uibes de Italia y de Flandes una clase capitalista, que alcanzará un gran poder doscientos años más tarde. Así, en 1437, Cosme de Médici, un comerciante, es nombrado jefe de la república florentina, y se convierte, en poco tiempo, en el banquero de los reyes de Francia y de Inglaterra, del duque de Borgoña y del romano pontífice.

Dos años antes, Jarques Coeur, obtiene la concesión de acuñar la moneda francesa y ayuda a Carlos VI1 a unificar el reino proporcio- nindole el dinero necesario para arrojar a los ingleses de Francia, así como para enfrentarse con los señores feudales y con los miembros del clero.

A principios del siglo xvi, los Fugger deciden la elección de Carlos V como emperador de Alemania y lo presionan con éxilo un poco más adelante, para que declare legitimo el préstamo con interés.

Las ambiciones de la burgueda negaban los principios económicos defendidos por la escolástica. Los escritores medievales como Guillermo d'Auxerre, Raimundo de Peñafort, San Buenaventura 7 Santo Tomis, habían condenado el prestarno con interks, el cual equiparal~an, sin

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más, con el pecado de la usura. San Buenaventura definía la usura como "el acaparamiento de lo

ajeno bajo el velo del contrato". Y Santo Tomás apegaba:

El dinero, según Aristbteles, se ha inventado principalmente para facilitar los cambios; y así, el uso propio y principal del dinero es su consumo o inversión, puesto que se gasta en las transacciones. Por consiguiente, es en si ilícito percibir un precio por el uso del dinero prestado, que es lo que constituye la usura. Y del mismo modo que el hombre ha de restituir las demás cosas injustamente adquiridas, tambien ha de hacerlo con el dinero que recibió a títu- lo de interes. (Tomás de Aquino, Suma Teolbgica, 2-2 q 78 a 1).

Tomás de Aquino no era un innovador en esta materia,

Desde el siglo VIII ya se multiplican las condenaciones de la Igle- sia contra los laicos usureros, las cuales se continúan a lo largo de toda la Edad Media. Las repetidas condenaciones, prohibiciones, excomuniones de los concilios y decretales pontificias contra la prác- tica de la usura.. . sólo se hacen eco de las quejas universales con- tra esa terrible plaga de la sociedad en toda la Edad Media.. . Al- gunas decisiones conciliares y pontificias sonaban casi, no ya a meros decretos disciplinares, sino a definiciones dogmáticas.. . La prohi- bición de la usura por la autoridad de la Iglesia era, pues, absoluta y universal. (T. Urdanoz. Coment. al Tratado de la Justicia de T. de Aquino. B.A.C. Vol. 152, Madrid MCMLVI, pp. 682 y 683.)

El concepto de propiedad de la Edad Media estaba en contradicción con la ideología de los grupos burgueses. Tomás de Aquino conside- raba lícita la propiedad privada de los bienes exteriores en cuanto a la potestad de gestión y disposición de los mismos; pero indicaba, que en cuanto al uso o disfrute de los mismos "no debe tener el hombre las cosas exteriores como propias, sino como comunes, de modo que fácil- mente de participaci6n en ellas a los otros cuando lo necesiten". (To- más de Aquino, Suma Teológica, 2-2 q 66 a 2.)

L a Escolástica manifiesta una gran desconfianza en relación con los tratos mercantiles. Tomás de Aquino afirma que el comercio, "con- siderado en sí mismo, encierra cierta torpeza, porque no tiende por su naturaleza a un fin honesto y necesario." (Tomás de Aquino, op. cit., 2-2 q 77 a 4.). Piensa en terminos generales, que es ilícito vender una cosa a un precio superior a su valor real; afirma, igualmente, que el vendedor está obligado a manifestar los vicios ocultos de la cosa vendida, y a restituir el dinero al comprador en el caso de que algún defecto, que exista en el momento de la venta, se manifieste con pos- terioridad.

Una teología de esta especie resulta inc6moda para los burgueses de