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DISCÍPULOS DE LA MADRE TERESA DE JESÚS I San Juan de la Cruz: Santa Teresa llamaba a San Juan de la cruz “hombre celestial y divino” . La Iglesia lo proclama santo y doctor de la Iglesia, es reconocido como “Príncipe de los poetas del Siglo de Oro español”, patrono de los poetas de habla hispana, sutil analista del alma humana con su destino y tendencias que, al volcar al papel sus observaciones, ha suscitado el interés de la mística , de la literatura, de la psicología . Es leído en todas las confesiones cristianas y en las religiones orientales. Muchas más podríamos decir de Juan de la cruz. Pero necesitamos saber quién ha sido, liberarlo de los dorados con que ha pintado el barroco su biografía. Así podremos aproximarnos a su persona, descubrir cómo se ha reconstruido a sí mismo, o mejor dicho cómo ha dejado que la Gracia Salvadora de Jesucristo actuara eficazmente en la humilde y confiada apertura de Juan al amor incondicional de Dios. HERENCIA NO ES DESTINO: I- “Pobre de solemnidad” El término era aplicado en su España del XVI para indicar la grave situación de miseria en que alguien vivía. Dejados los esquemas propios del barroco que imponían un nacimiento noble en los candidatos a santos, encontramos la cruda realidad de la familia de Juan de Yepes, su nombre de pila. Era una familia de pobres tejedores de buratos, en una pequeña población de Ávila, Fontiveros. Pero cabía más miseria aún; una epidemia se llevó a su padre y a uno de sus hermanos. Eran tiempos duros para el agro castellano. Las malas cosechas, los consecuentes aumentos de precios y con ello la aparición del hambre, sumieron en mayor necesidad a la familia. Y por los caminos de Castilla se lanza Catalina Álvarez, madre de nuestro protagonista, junto a los dos hijos que le quedaban, el mayor Francisco y Juan, en busca de

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DISCÍPULOS DE LA MADRE TERESA DE JESÚS I

San Juan de la Cruz:

Santa Teresa llamaba a San Juan de la cruz “hombre celestial y divino”. La Iglesia lo proclama santo y doctor de la Iglesia, es reconocido como “Príncipe de los poetas del Siglo de Oro español”, patrono de los poetas de habla hispana, sutil analista del alma humana con su destino y tendencias que, al volcar al papel sus observaciones, ha suscitado el interés de la mística, de la literatura, de la psicología. Es leído en todas las confesiones cristianas y en las religiones orientales. Muchas más podríamos decir de Juan de la cruz. Pero necesitamos saber quién ha sido, liberarlo de los dorados con que ha pintado el barroco su biografía. Así podremos aproximarnos a su persona, descubrir cómo se ha reconstruido a sí mismo, o mejor dicho cómo ha dejado que la Gracia Salvadora de Jesucristo actuara eficazmente en la humilde y confiada apertura de Juan al amor incondicional de Dios.

HERENCIA NO ES DESTINO:

I- “Pobre de solemnidad”

El término era aplicado en su España del XVI para indicar la grave situación de miseria en que alguien vivía. Dejados los esquemas propios del barroco que imponían un nacimiento noble en los candidatos a santos, encontramos la cruda realidad de la familia de Juan de Yepes, su nombre de pila. Era una familia de pobres tejedores de buratos, en una pequeña población de Ávila, Fontiveros. Pero cabía más miseria aún; una epidemia se llevó a su padre y a uno de sus hermanos. Eran tiempos duros para el agro castellano. Las malas cosechas, los consecuentes aumentos de precios y con ello la aparición del hambre, sumieron en mayor necesidad a la familia. Y por los caminos de Castilla se lanza Catalina Álvarez, madre de nuestro protagonista, junto a los dos hijos que le quedaban, el mayor Francisco y Juan, en busca de ayuda. Finalmente recala en la populosa y rica Medina del Campo. Allí podrán tener mejor existencia pero siempre la de los pobres.

Niño de la “Doctrina”:

En los censos de la ciudad Catalina aparece calificada como “viuda pobre”, a la que se le exige un pago de impuestos bastante exiguo. Catalina intentaba por todos los medios aportar lo necesario para el sustentamiento de su familia. ¿Pero sus hijos? El mayor, Francisco no duraba en ningún trabajo, bajo capa de piedad visitaba cuánta iglesia o ermita estuviera de fiesta, pues era seguro recaudar allí limosnas. Juan de alguna manera seguía los pasos de su hermano, vagaba por las calles de Medina, como tantos niños pobres. Francisco declara en el proceso de canonización de su hermano: “Su madre estaba empeñada que aprendiera algún oficio pero él se aplicó poco a ellos y no salió con ninguno. Y así le acomodaron en el colegio de la doctrina, y allí deprendió las primeras letras”. Queda claro que Catalina necesitaba que su hijo pequeño pudiera aportar algo a la familia. Su intento fue que aprendiera alguna labor. Así podría vivir con algún maestro artesano para el que trabajaría a la par que aprendía el oficio. Sabemos que, adulto realizó diversos trabajos en la construcción y mantenimiento de los edificios conventuales. Es evidente que, ahora, el

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niño Juan no quería trabajar. Las autoridades de Medina colocaron al niño/adolescente en el Colegio de la Doctrina. Esta era una fundación muy apreciada por las Cortes, dado que recogía a los niños que vagaban por las calles, los instruían: leer, escribir, sumar, restar y por supuesto la “Doctrina”, es decir el catecismo; además aprendían algún oficio evitando de esta manera que los niños se convirtieran en futuros delincuentes. Allí fue a parar Juan. Tiene entre trece y quince años y es analfabeto.¿Quién se ocupó de él en ese colegio? No lo sabemos, pero su acción fue determinante en el sentido que descubrió las capacidades intelectuales del joven y la desarrolló de tal manera que cuando deje esta escuela se busque por su cuenta continuar su propia formación humana. Esta vez en el colegio de los jesuitas que contaba al extraordinario pedagogo Juan Bonifacio. Podemos resumir la acción del Colegio jesuítico: pedagogía dinámica y personalizada. Todo giraba en torno al alumno, se respetaba su peculiar y personal ritmo de aprendizaje, su pedagogía se concentraba en el desarrollo de valores y cualidades del alumno fomentando su capacidad creativa.No era gratis. Pero Juan se consiguió trabajo en un hospital de enfermedades infecciosas. El que antes vagaba pidiendo limosna por las calles de Medina, que se aproximaba demasiado al mundo de la delincuencia juvenil ahora consagra sus energías a lo que ha descubierto como su posibilidad y que lo llevará hasta las más altas cimas de la literatura.

II- Carmelita entero:

“Enterar” es una palabra a la que va a recurrir muchas veces en sus escritos, es esa totalidad de entrega a alguien, a aquello que lo conduce a su meta. Con toda probabilidad elige ser carmelita por su amor a la Virgen María, a la que considera como su especial amparo y rescate. Hay testigos en los procesos que hablan de una intervención de la Virgen rescatando al niño Juan de ahogarse en un río o de un lodazal. Aunque aseguran haberlo escuchado de boca del protagonista, los historiadores de actuales tienden a ver en ello un recurso más de la mentalidad barroca. Quizá sea así. Pero podría ser metáfora usada por el mismo Juan para expresar el cambio radical de su vida y que los primeros oyentes le hayan dado cuerpo como si de un hecho portentoso se tratara.Volvamos a esto de “carmelita entero”. Ingresó en los carmelitas de Medina del Campo con veintitrés años. Una vez que profesó como religioso del Monte Carmelo fue enviado a Salamanca para formarse intelectualmente en la Universidad de Salamanca. Otra vez se hace patente sus capacidades que fueron descubiertas en el colegio de la Doctrina. Al concluir la filosofía fue ordenado sacerdote; regresó nuevamente a Medina para celebrar su primera misa. Regresó ungido sacerdote y en la encrucijada interior de abandonar el Carmelo por la Cartuja. Sus ansias son de radicalidad. Otra vez la frustración asoma a su historia personal. No era el Carmelo una institución “relajada”, para usar la terminología de la época. Pero, como dice Federico Ruiz Salvador, era una institución “profesionalizada”, es decir, no habría males morales, pero la vida era gris; falta de una fundamentación en la fe, la dimensión sobrenatural. Basta recorrer sus escritos sobre la vida comunitaria, los consejos a tantos religiosos y religiosas que van en esta dirección. Concentrar, “enterar” la vida en Jesucristo y sus exigencias, ese es su camino y lo que va a proponer. Junto a la vida gris conventual, la crisis sumaría las disputas de los alumnos en la Universidad por los puestos, por escalar privilegios, por “hacer carrera”. También se hará eco de ello en sus escritos. El antaño mendigo que pretendía rebuscarse la vida a través de

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la limosna no tolera estas actitudes institucionalizadas y “normalizadas” en la Iglesia, el Carmelo y la sociedad.Sus biógrafos también señalan las murmuraciones de sus compañeros de no verlo plegarse a sus aspiraciones sino mantenerse aparte como si fuera antisocial.En Medina le esperaba su madre y hermano para la primera misa; pero otra vez, allí en Medina, se abriría la respuesta salvadora de Dios. Se encuentra providencialmente con Teresa de Jesús que ha ido a fundar su segundo monasterio y lleva en mano el permiso del Superior General para iniciar ella entre los frailes el mismo Carmelo que ya hiciera con las monjas , con el mismo “estilo de hermandad” (F 13, 5). “Y hablándole contentóme mucho” (F. 3, 17). Fray Juan regresó a Salamanca para cursar el primer año de teología. Teresa lo llevaría a la fundación del monasterio de Valladolid, donde Juan pudo estar dentro de la clausura, aprendiendo el estilo teresiano de vida carmelitana. Teresa de Jesús lo calibró muy bien y siempre lo haría. Sería Él y otros compañeros que iniciaría el Carmelo Teresiano masculino, el 28 de noviembre de 1568, en una diminuta población de la provincia de Ávila.En los comienzos de Duruelo, Juan y sus compañeros se dejaron llevar algo por el rigorismo de la época. Este rigorismo inicial, como su decisión de ir a la Cartuja, quizá aparecían ante la mirada de Juan como la radicalidad añorada. Teresa les advierte que no vayan por ese camino. Juan irá aprendiendo, como la Madre Fundadora, a distinguir el fondo de la forma, y con maestría sin par lo consignará en sus escritos.No sucede así en la otra casa de frailes que funda la Madre Teresa en Pastrana. Por lo que enviará a fray Juan como rector del colegio de los estudiantes carmelitas teresianos, en Alcalá de Henares.

“Para venir a gustarlo todo, no quieras tener gusto en nada” (1 S 13, 11).

Cuando Teresa asuma forzada como priora de su antiguo monasterio de la Encarnación llevará a fray Juan como confesor de aquella comunidad. Fray Juan hará un gran trabajo como confesor de la comunidad, ambos santos contribuirán a una gran mejora espiritual e incluso material del monasterio. El 18 de noviembre de 1572 cuando Juan le da la comunión, Teresa recibe la gracia del Matrimonio espiritual. Fray Juan permanecerá en la Encarnación hasta su secuestro la noche del 3 al 4 de diciembre de 1577. Se había desatado un grave conflicto con la familia religiosa a la que Teresa y Juan habían pertenecido. Juan es llevado a la cárcel conventual de Toledo donde permanecerá nueve meses. Sufrirá toda clase de penurias físicas y psicológicas. Pero es aquí, en la oscuridad de la cárcel toledana donde dará a luz muchos de sus poemas. Escapará de la cárcel en agosto siguiente, llevando en su cuerpo las marcas del tiempo de la prisión conventual. Pudo refugiarse en las carmelitas de aquella ciudad. Allí fue atendido con ternura por las monjas y ellas fueron las primeras en escuchar su martirio y tomar nota de sus primeros escritos.Por su seguridad, las monjas carmelitas de Toledo consiguieron que lo llevaran hacia el sur, primero hacia Almodóvar del Campo, luego Andalucía. No le gustaba. El etnocentrismo castellano le hacía sentirse en lugar extraño. Así se describe en la primera carta que conservamos:

“consuélese conmigo, que más desterrado estoy yo y solo por acá; que después que me tragó aquella ballena y me vomitó en este extraño puerto, nunca más merecí verla ni a los santos de por allá. Dios lo hizo

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bien; pues, en fin, es lima el desamparo, y para gran luz el padecer tinieblas”. (Carta a Catalina de Jesús, ocd)

Pero en Andalucía será muy apreciado y será lugar de una increíble fecundidad interior, intelectual, espiritual, pastoral. Allí permanecerá hasta 1588, en que volverá a Castilla, a Segovia más concretamente. Serán los últimos años de su vida que vendrá a terminarla en Andalucía.Impulsado por sus hermanas, las carmelitas, comienza a escribir el comentario a sus poemas; el de la cárcel, Cántico espiritual y uno nuevo Noche Oscura. También escribe una especie de colección de “Dichos”, respuestas a situaciones espirituales concretas. Creará nuevos poemas, comentará la Llama de Amor Viva. Tiene ante sí el panorama de muchas corrientes espirituales erróneas y por tanto peligrosas para el bien de las personas. Juan rebosa un gran humanismo, fruto de concentración cada vez más intensa en Cristo.

Las ínsulas extrañas (Cb 14):

El Carmelo Teresiano había pasado la gran crisis que había llevado a fray Juan a la cárcel conventual de Toledo. Una vez separados los teresianos del antiguo Carmelo, pudo consolidarse bajo la guía del P. Jerónimo Gracián, primer superior provincial. Hombre consubstanciado con el carisma e ideal de Santa Teresa. Pero el período de Gracián no fue tan pacífico como se esperaba. Había un numeroso grupo de frailes que no se identificaban con el proyecto teresiano que tanto Gracián como Juan de la cruz vivían y promovían. Eran personas más proclives al rigorismo, propio de otras corrientes espirituales de la época y que serán muy descalificadas por fray Juan. El santo, en sus escritos, demostrará que no es este estilo de vida el que sirve en la Iglesia, sino la fidelidad absoluta al seguimiento de Jesús en fe, esperanza y caridad. Vida teologal. Es lo que opone fray Juan al rigorismo tentador. Vida teologal que supone la renovación integral del ser humano y su avance hacia la meta para la que el hombre ha sido creado.El sucesor de Gracián, Nicolás Doria, encabeza a los rigoristas y una vez convertido en superior llevará decididamente al Carmelo Teresiano hacia otro camino, distinto del que abrió su fundadora.Nicolás actuará más como un político maquiavélico que como un religioso. Para que permaneciera en el Carmelo Teresiano la bandera rigorista que enarbolaba, supo adoctrinar a frailes y monjas, buscó respaldos en las autoridades civiles y religiosas, procesó a sus opositores: Jerónimo Gracián, María de San José, Ana de Jesús y otros insignes hijos e hijas de Teresa de Jesús.Doria halagó a fray Juan y lo utilizó para sus fines. Lo llevó a Castilla, algo tan deseado por el santo. Le dio cargos en su consejo (la Consulta), pidió su opinión en muchos temas relativos a la espiritualidad. Doria pudo engañarlo temporalmente en el proceso que abrió contra Gracián y que iba a acabar con su expulsión de la Orden. Pero Doria calculó mal con fray Juan. No contaba con su libertad de espíritu, su fortaleza y su valentía para defender la verdad y la justicia. Fray Juan hizo frente a Doria por sus acciones en contra de Gracián y de las monjas carmelitas. La consecuencia no se hizo esperar; fray Juan quedó sin ningún cargo, fue enviado a Andalucía en espera de la oportunidad para embarcar a México, misión fundada por Gracián. Mientras tanto se le iniciaba un proceso calumnioso para expulsarlo de la Orden, como se estaba haciendo con Gracián.

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“Allí decía cómo me había querido quedar en este desierto de La Peñuela, seis leguas más acá de Baeza, donde habrá nueve días que llegué. Y me hallo muy bien, gloria al Señor, y estoy bueno; que la anchura del desierto ayuda mucho al alma y al cuerpo, aunque el alma muy pobre anda. Debe querer el Señor que el alma también tenga su desierto espiritual.” (Cta a Doña Ana de Peñalosa, 19 de agosto1591)

En esta carta demuestra su dolor por los acontecimientos (aunque el alma anda muy pobre), pero también cómo resignifica todo (Debe querer el Señor que el alma también tenga su desierto espiritual) y permite que ello sea lugar de encuentro con Cristo y continuación de su obra de gracia que lo reedifica por dentro. Y sabe decir la verdad de las cosas como son:

“Esta mañana habemos ya venido de coger nuestros garbanzos, y así, las mañanas. Otro día los trillaremos. Es lindo manosear estas criaturas mudas, mejor que no ser manoseadas de las vivas.” (ib.)

“Manoseado por criaturas vivas”, así siente que ha sido tratado por Doria y sus acólitos. No ha rendido su dignidad, ha sido fiel a Jesucristo y está dispuesto a ir hasta el final.

Un mes después de esta carta enferma de erisipela en el pie izquierdo. Tendrá que dirigirse a Úbeda (Jaén) por necesitar asistencia médica. Úbeda es un convento pobre y tiene por prior de la comunidad a un fraile resentido con él, por una corrección fraterna que lo afectó profundamente. Mantendrá su postura desafecta por el enfermo hasta casi el fin. La enfermedad de fray Juan se va extendiendo por la pierna y llega hasta la espalda. Las curaciones aplicadas son duras. Él, pacientemente vive esta etapa alentándose con la Palabra de Dios que lo sostiene y consuela. Y todavía asombra con su capacidad de transformar las cosas adversas. Escribe en los últimos días de su vida:

“…Ame mucho a los que la contradicen y no la aman, porque en eso se engendra amor en el pecho donde no le hay; como hace Dios con nosotros, que nos ama para que le amemos mediante el amor que nos tiene.” (Cta a una religiosa carmelita, Segovia).

Es la cima del amor evangélico, encarnado en Jesucristo. Aquel pequeño mendigo, hambriento, casi delincuente que correteaba las calles de Medina del Campo; aquel niño de la doctrina más tarde fraile carmelita decepcionado hasta su encuentro con la Madre Santa Teresa, se ha dejado trabajar por la Gracia y la conciencia del amor incondicional de Dios de tal manera que, hombre nuevo a imagen de Cristo, es capaz de amar como Él, a todos sin excepción, incluso a sus numerosos enemigos.Y llegó a su hora final mientras escuchaba el Cantar de los Cantares, el idilio de amor entre Dios y su pueblo. Era la noche del 13 al 14 de diciembre de 1591.

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III- “Al fin, para este fin de amor fuimos criados.” (Cb 29, 1)

Juan de la cruz ha descubierto que es el amor de Dios el que ha rescatado su existencia a través de tantas personas que se han cruzado en su vida. Ese amor de Dios que Juan magníficamente admira y adora y canta en el Romance de la Santísima Trinidad, que como dijimos escribió en la cárcel conventual de Toledo.

Ya que el tiempo era llegado en que hacerse convenía el rescate de la esposa, que en duro yugo servía debajo de aquella ley que Moisés dado le había, el Padre con amor tierno de esta manera decía: Ya ves, Hijo, que a tu esposa a tu imagen hecho había, y en lo que a ti se parece contigo bien convenía; pero difiere en la carne que en tu simple ser no había. En los amores perfectos esta ley se requería: que se haga semejante el amante a quien quería; que la mayor semejanza más deleite contenía; el cual, sin duda, en tu esposa grandemente crecería si te viere semejante en la carne que tenía. -Mi voluntad es la tuyael Hijo le respondía-, y la gloria que yo tengo es tu voluntad ser mía, y a mí me conviene, Padre, lo que tu Alteza decía, porque por esta manera tu bondad más se vería; veráse tu gran potencia, justicia y sabiduría; irélo a decir al mundo, y noticia le daría de tu belleza v dulzura y de tu soberanía. Iré a buscar a mi esposa, y sobre mí tomaría

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sus fatigas y trabajos, en que tanto padecía; y porque ella vida tenga, yo por ella moriría, y sacándola del lago a ti te la volvería. (7º Prosigue la Encarnación)

Al hablar del misterio de Dios, tanto Juan como Teresa de Jesús, escapan a la predicación y a las enseñanzas de la época. Ambos expresan a Dios en el misterio de su apasionado amor por la humanidad. Aparece aquí como motivo de la Encarnación el amor que asemeja al Amado con la amante, expresión que será recurrente en sus obras. Maravilla la respuesta del Hijo al Padre que vendrá al mundo a decir “la belleza y dulzura” del Padre; el Hijo tomará las fatigas que hacen padecer a su “esposa” y porque tenga vida “por ella moriría”.De aquí se entienda que Juan quiera poner a todos en camino para esa unión de amor que es la razón y sentido para la vida del hombre. En este amor, en este dejarse amar por Dios encontrará el hombre la posibilidad de dar significado a todas las vicisitudes de su vida:

“a este modo le va Dios descubriendo las ordenaciones y disposiciones de su sabiduría, cómo sabe él tan sabia y hermosamente sacar de los males bienes, y aquello que fue causa del mal, ordenarlo a mayor bien. (Cb 23,5).

Y en ese amor encuentra la salud interior que las heridas de la vida pudieron provocar. Es el amor divino el que transforma todo:

“Y para dar a entender cómo sea esta llaga con que aquí ella habla, es de saber que el cauterio del fuego material en la parte do asienta siempre hace llaga, y tiene esta propiedad: que si sienta sobre llaga que no era de fuego, la hace que sea de fuego. Y eso tiene este cauterio de amor, que en el alma que toca, ahora esté llagada de otras llagas de miserias y pecados, ahora esté sana, luego la deja llagada de amor; y ya las que eran llagas de otra causa, quedan hechas llagas de amor.” (Ll B 2, 7)La certeza de ese amor divino es lo que cura al hombre: Dios lo quiere y lo puede. Por eso Juan no se ha vuelto ni resentido ni cínico ante las diversas carencias, injusticias y fracasos que tejen su vida. Ha ido a beber a la fuente que puede saciar la esperanza del hombre: el misterio de Dios Trinidad. En la cárcel escribió el poema “Fonte”, donde celebra a Jesucristo Eucaristía. En ella Jesucristo comunica al hombre la impetuosa fuerza de lo que Dios es y lo que ofrece continuamente al hombre:

“Qué bien sé yo la fonte que mane y corre, aunque es de noche.Aquesta eterna fonte está escondida en este vivo pan por darnos vida, aunque es de noche. Aquí se está llamando a las criaturas, y de esta agua se hartan, aunque a oscuras porque es de noche.”

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Así insiste en un Dios vivificador, que pone en nuestras manos nuevas posibilidades, porque nos ama primero. Este amor incondicional de Dios es salud del hombre herido por las vicisitudes de la vida, por el pecado en cualquiera de sus formas; este amor es nueva oportunidad.

“La razón es porque la salud del alma es el amor de Dios, y así, cuando no tiene cumplido amor, no tiene cumplida salud y por eso está enferma, porque la enfermedad no es otra cosa sino falta de salud. De manera que, cuando ningún grado de amor tiene el alma, está muerta; mas, cuando tiene algún grado de amor de Dios, por mínimo que sea, ya está viva, pero está muy debilitada y enferma por el poco amor que tiene; pero, cuanto más amor se le fuere aumentando, más salud tendrá y, cuando tuviere perfecto amor, será su salud cumplida”. (Cántico espiritual 11, 11)

Pero haber gustado el amor salvador de Dios no conforma con haber comenzado un nuevo vivir. Se va por más. Este amor atrae hacia una meta: la unión de amor con Cristo. Habrá que dejarse atraer, movilizar “con ansias en amores inflamada” (Noche oscura) y dejarse adentrar en las noches y las nadas donde Dios transforma completamente al hombre revistiéndolo de la misma hermosura de Jesucristo.

“Donde es de saber que el amor nunca llega a estar perfecto hasta que emparejan tan en uno los amantes, que se transfiguran el uno en el otro, y entonces está el amor todo sano. Y, porque aquí el alma se siente con cierto dibujo de amor, que es la dolencia que aquí dice, deseando que se acabe de figurar con la figura cuyo es el dibujo, que es su Esposo el Verbo, Hijo de Dios, el cual, como dice san Pablo (Heb. 1, 3), es resplandor de su gloria y figura de su sustancia (porque esta figura es la que aquí entiende el alma en que se desea transfigurar por amor), dice: Mira que la dolencia de amor, que no se cura, sino con la presencia y la figura. (Cántico 11, 12)

Es ese amor el que lo pone en movimiento, que lo lleva a responder a ese amor que lo ha sanado y liberado. No se conforma con haber sido agraciado, quiere pertenecer y permanecer en ese amor. Porque al amor de Dios se responde con amor. Y ¿cómo? Dejándose amar, dejándose transformar y dejándose unir al Amado. Aparecen en sus enseñanzas las “noches” y las “nadas”, incomprensibles a quienes no aman sino que se buscan a sí mismos. “En una noche oscura…salí” “Salí tras ti clamando y eras ido” “ardientes llamas”, los grandes poemas sanjuanistas ponen al hombre en movimiento, con sus aspiraciones al máximo: unirse a Dios. Deseo que naciera del amor recibido, movimiento que brota de la experiencia de este amor. Esta unión de amor es el corazón de toda la espiritualidad de Juan de la cruz. Ha contemplado esta magnífica unión en el Misterio Trinitario, Dios no sólo vive la unión de amor entre las divinas personas, ha creado la humanidad para hacerla partícipe de su amor. El hombre se unirá a Dios en Jesucristo. Para ello recorrerá el camino de la “noche”, nueva creación que vacía, reforma, quebranta los

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huesos del hombre viejo para transfigurarlo en hombre nuevo a imagen de Jesucristo. Se hace imperioso el más radical seguimiento de Jesús crucificado. No se puede llegar a la resurrección del hombre si no es viviendo hasta el fondo la cruz. Es en la cruz donde morirá el hombre viejo. En la cruz será reconstruido pedazo a pedazo su corazón. Porque para experimentar esta profunda transformación del amor hace falta pasar por la “noche” que todo lo sana y libera a través del proceso de “reformación” (2 N 3,1) a través todo en el hombre se reintegra y ay no es obstáculo para la unión divina.Y en la noche “las nadas”, negaciones que no son otra cosa que opciones de amor. Valora las cosas, no las desprecia, pero las deja en lugar secundario por el amor único que busca y desea: Dios en la fe-esperanza-caridad. Desde esta perspectiva aprenderá a relacionarse con las criaturas y con las cosas de una manera nueva, profunda, libre y siempre referida a Dios.De modo muy sintético hemos recorrido la propuesta espiritual de Juan de la cruz. En este amor que salva y reconstruye al hombre para llevarlo a la íntima unión en Jesucristo quisiera ver fray Juan a todos. Pero se duele lo pobre aspiración de los hombres, incluso de los muy religiosos, los que cultivan la “vida interior”, ver que no han comprendido a qué han sido llamados desde siempre:

¡Oh almas criadas para estas grandezas y para ellas llamadas!, ¿qué hacéis?, ¿en qué os entretenéis? Vuestras pretensiones son bajezas y vuestras posesiones miserias. ¡Oh miserable ceguera de los ojos de vuestra alma, pues para tanta luz estáis ciegos, y para tan grandes voces sordos, no viendo que, en tanto que buscáis grandezas y gloria, os quedáis miserables y bajos, de tantos bienes, hechos ignorantes e indignos! (Cb 39, 7).

El amor verdadero no es intimista ni olvidado de la realidad. Al contrario actuará más eficazmente en ella. El hombre conducido a la noche donde se dejará hacer por Dios, confiará toda su existencia a Dios. Allí aprenderá a servir desde el amor verdadero. No ejercerá más un hacer por hacer, ni menos por aquellas cosas que tan mal le impresionaron en su etapa universitaria. El amor hará que se simplifique en la humildad. El amor le hará buscar sólo la voluntad de Dios. Aprenderá a actuar teniendo a Dios por motivación. El amor que se va purificando lo aleja cada vez más del deseo egoísta de gratificación, de necesidad de protagonismo, de ansiedad controladora. Quedará sólo el amor:

“De donde, cuando alguna alma tuviese algo de este grado de solitario amor, grande agravio se le hacía a ella y a la Iglesia si, aunque fuese por poco espacio, la quisiesen ocupar en cosas exteriores o activas, aunque fuesen de mucho caudal. Porque, pues Dios conjura que no la recuerden de este amor, ¿quién se atreverá y quedará sin reprensión? Al fin, para este fin de amor fuimos criados.Adviertan, pues, aquí los que son muy activos, que piensan ceñir al mundo con sus predicaciones y obras exteriores, que mucho más provecho harían a la Iglesia y mucho más agradarían a Dios, dejado aparte el buen ejemplo que de sí darían, si gastasen siquiera la mitad de ese tiempo en estarse con Dios en oración, aunque no hubiesen llegado a tan alta como ésta. Cierto, entonces harían más y con menos trabajo

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con una obra que con mil, mereciéndolo su oración, y habiendo cobrado fuerzas espirituales en ella; porque de otra manera todo es martillar y hacer poco más que nada, y a veces nada, y aun a veces daño. Porque Dios os libre que se comience a envanecer la sal (Mt. 5, 13), que, aunque más parezca que hace algo por de fuera, en sustancia no será nada, cuando está cierto que las obras buenas no se pueden hacer sino en virtud de Dios.” (Cb 29, 3).

IV- Juan de la cruz, hermano de todos:

Fraile significa precisamente eso “hermano” de todos. Así comenzó a llamarse en el siglo XIII a esos religiosos que decidieron vivir, no ya en los montes y valles distantes, sino en las ciudades. Hermanos, especialmente de los que menos contaban en las sociedades. Hermano, de quien esperar cada día una palabra que iluminara su existencia según el designio de Dios. Los carmelitas de origen eremítico fueron lentamente, al compás del Espíritu y con el discernimiento de la Iglesia, convirtiéndose en frailes.Teresa de Jesús quería carmelitas descalzos, o teresianos diríamos hoy, que fueran frailes; cercanos a la gente, maestros de la vida en el Espíritu por experiencia contemplativa y por ciencia, pero que no se aislaran sino que recorrieran los caminos del mundo, como hermanos que iluminaran la vida de los hombres, los atrajeran a la fuente que mana el agua de la contemplación, a la interior morada donde habita el Señor.Fray Juan es presentado viviendo este estilo propio de un fraile. Pero no sólo es eso. Su vida manifiesta la reconstrucción que ha obrado en él la Gracia. Y esta Gracia, por desbordamiento, hace que la persona entera sea anuncio del Reino de Dios. Teresa y Juan insistirán en el cuidado de la vida interior justamente para que garantizar este desbordamiento, pero también para evitar el activismo apostólico en que el hombre es protagonista exclusivo sin que sea Dios su motivación. Algunos lectores interesados en confirmar sus ideas intimistas presentaban a un Juan de la Cruz poco o más bien negado al apostolado, cosa que nos es cierta. Veremos cómo todo en él es ocasión de hacer visible a los hombres el amor misericordioso de Jesús que llama a esa amistad que reconstruye a la persona y por su medio al mundo.Los testigos que recuerdan a fray Juan repiten esta expresión tan evangélica: “mansedumbre y paz” son las palabras con las que lo describen y con las que todos definen su actuación. Su mansedumbre y paz están arraigadas en un verdadero amor. Con los enfermos a los que gusta dedicarse personalmente ya sea atendiendo sus necesidades básicas ya se acompañándolos y contándoles cuentos y chistes. “Mansedumbre y paz” con la comunidad a la que instruye, acompaña en su caminar espiritual, a la busca hacer crecer en su fidelidad vocacional. “Servidor” es la palabra evangélica que expresa su forma de conducirse en cada comunidad a cuyo frente ha estado. No sólo lo hace a la comunidad en general, se dedica a cada uno cuando lo necesita, poniéndose en el lugar de cada uno, alentándolo a dar un paso más adelante sin verse aplastado ni por las normas ni por los ideales. En esto imita también el estilo divino:

“está claro que para mover Dios al alma y levantarla del fin y extremo de su bajeza al otro fin y extremo de su alteza en su divina unión, halo

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de hacer ordenadamente y suavemente y al modo de la misma alma”. (2 S 17,3).

Aquellos que en su vida interior fueron acompañados por fray Juan tienen el mismo recuerdo: absoluto respeto por cada uno, suavidad, tacto, estímulo. Porque es el estilo de Dios y fray Juan siempre acentuará que es el Espíritu Santo quien realmente conduce a la persona interiormente. Sabe que Dios se adapta al paso del hombre dando tiempo a que el hombre se adapte a su paso.

“Este desposorio que se hizo en la Cruz no es del que ahora vamos hablando. Porque aquél es desposorio que se hizo de una vez, dando Dios al alma la primera gracia, lo cual se hace en el bautismo con cada alma. Mas éste es por vía de perfección, que no se hace sino muy poco a poco por sus términos, que, aunque es todo uno, la diferencia es que el uno se hace al paso del alma, y así va poco a poco; y el otro, al paso de Dios y así hácese de una vez.” (Cb 23, 6)

Se vuelve a percibir su mansedumbre y paz. Sabía escuchar, valorar a los hermanos, sabía sentir con el otro, sabía corregir fraternal y humanamente. Los testimonios de quienes convivieron con él hablan de “su mucha humildad y afabilidad”; “tenía mucho Dios en su alma porque jamás trataba cosas sino del espíritu con grandísima suavidad, que no sólo no cansaba, sino que jamás nos quisiésemos apartar de Él ni que cesase de hablar”; “Su continuo hablar era de Dios, así en la recreación como en otros lugares; y tenía tanta gracia en tratar de esto, que en recreación, tratando cosas de Dios, nos hacía reír a todos y salíamos con sumo gusto…”; “…yo solía decir que nos valía más la hora de recreación que la de oración, ¡tanto era el fuego y luz espiritual con que el alma salía de ella! por el provecho que sacaba el alma de lo que el santo trataba.”. Atento a las necesidades que muchos no notaban o no sabían expresar, fray Juan lleva a su comunidad o algún religioso que en particular lo necesitase a esparcirse por el campo contemplando la naturaleza.

¡Oh bosques y espesuras,plantadas por la mano del Amado!¡Oh prado de verduras,de flores esmaltado!Decid si por vosotros ha pasado. (Cántico espiritual, 4)

Así la naturaleza y el sano esparcimiento le sirven a la persona como elevación contemplativa hacia la belleza de Dios. Fray Juan explica:

“…ahora en esta canción comienza a caminar por la consideración y conocimiento de las criaturas al conocimiento de su Amado, Criador de ellas.” (Cántico 4,1). Y continúa explicando: “Y así, el alma mucho se mueve al amor de su Amado Dios por la consideración de las criaturas, viendo que son cosas que por su propia mano fueron hechas.” (Cántico 4, 3).

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¡Qué lejos estamos de esas biografías que se empeñan en mostrarnos un Juan de la Cruz riguroso, inaccesible, inmaterial, indiferente a la realidad que lo rodea! Ese es un Juan de la cruz inexistente, sólo lo explican los afanes ideológicos de muchos que han llegado a instrumentalizar sus escritos, siempre descontextualizados para justificar posiciones que, como veremos, el mismo Juan de la cruz criticará.

Ejerce una gran influencia en la universidad de Baeza, cuyo rector aprecia la guía espiritual de fray Juan. La comunidad que preside el santo se dedica de lleno a la predicación y a la confesión. Y hablando de predicación, fray Juan era contario a esa predicación ampulosa y verborrágica de su tiempo. Él prefería comentar la Palabra de Dios “con palabras muy encendidas del amor de Dios”:

“Cuanto a lo primero, el predicador, para aprovechar al pueblo y no embarazarse a sí mismo con vano gozo y presunción, conviénele advertir que aquel ejercicio más es espiritual que vocal; porque, aunque se ejercita con palabras de fuera, su fuerza y eficacia no la tiene sino del espíritu interior. De donde, por más alta que sea la doctrina que predica y por más esmerada la retórica y subido el estilo con que va vestida, no hace de suyo ordinariamente más provecho que tuviere de espíritu. Porque, aunque es verdad que la palabra de Dios de suyo es eficaz, según aquello de David (Sal. 67, 34) que dice, que él dará a su voz, voz de virtud, pero también el fuego tiene virtud de quemar, y no quemará cuando en el sujeto no hay disposición.” (3 S 45, 2).Recorrerá numerosas veces Andalucía, acompañando fundaciones, atendiendo espiritualmente comunidades de religiosas, compartiendo con los frailes sus hermanos, predicando en diversas poblaciones donde era solicitado. En todas partes actuará con el profundo humanismo que lo caracteriza: “tenía costumbre de decir que por dónde fuésemos hiciésemos bien a todos, porque pareciésemos hijos de Dios; y que jamás hiciésemos agravio a nadie, ni con obras ni con palabras agraviásemos a nuestros prójimos, y que tuviésemos por claro y por cierto que cada vez que nos descuidásemos en esto nos hacíamos más mal a nosotros que nuestros prójimos”. Perfecta realización de la afirmación de Hechos de los Apóstoles que sintetiza la vida de Jesús: “pasó haciendo el bien” (Hc 10, 38). No se conformaba con las palabras. Así corría riesgos deteniendo violentas peleas, en una venta (mesón) en Benalúa, cerca de Granada, se enfrentaban dos hombres a cuchillo, Juan arrojó su sombrero entre ellos diciendo “en nombre de Jesucristo os mando no riñáis más”, en diálogo con ambos llegó a sosegarlos de tal manera que se pidieron mutuamente perdón, “hasta besarle los pies uno a otro”.También a los ocasionales caminantes que en encontraba en su marcha les hablaba y “daba buenos consejos de servir a Dios…”; a unos exhortaba a abandonar el juego, el mal hablar, los juramentos e incluso motivaba a que dieran significado al trabajo que realizaban “que no fuera sólo por el interés sino por servir más a Dios”. Los interesados aseguran que su actuación y palabra no resultaba ni pesada ni molesta, al contrario se lo señalaba sumamente afable. La afabilidad, esa virtud que tanto encantaba y recomendaba Santa Teresa.También se cuenta el encuentro con una mujer que se prostituía en la Venta de Alcolea, en el camino de Córdoba a Bujalance. La mujer provocaba abiertamente a todo hombre que

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pasara. Fray Juan tiene con ella primero palabras fuertes que le recuerdan su condición de redimida por la sangre de Cristo y la exhorta a que enmiende su vida. Después habló serenamente con la mujer, la escuchó, consoló y la envió al convento de los frailes de Córdoba para que allí se confesase. Una confesión que significó el inicio de una nueva vida también los testigos recuerdan que de ahí en adelante inició una nueva vida digna y arraigada en la fe.En Granada se recuerda el caso del diálogo con que comprensiva y amablemente disuadió a una mujer de suicidarse. Hay familias que recuerdan sus visitas como “consuelo” en sus grandes necesidades y enfermedades. Y a veces suponía grandes riesgos como cuando visitó una familia cuyos hijos estaban enfermos de viruela y sarampión; se quedó con ellos leyendo los evangelios y rezando.

Su mansedumbre y paz se manifiesta con toda hondura al encontrarse con aquellos que le hicieron daño. Cuando va despejando la tormenta entre la familia teresiana y el antiguo Carmelo, tormenta que a fray Juan llevó a la cárcel conventual de Toledo, el provincial de los carmelitas de Andalucía, Diego Cárdenas, famoso por sus acciones intempestivas contra las hijas de Santa Teresa en Sevilla, intentó realizar una visita canónica al convento donde es superior fray Juan. No tiene jurisdicción para ello. Fray Juan, sin embargo, iba a permitirla. Enteradas las autoridades civiles y eclesiásticas detuvieron en la cárcel a Diego de Cárdenas y su comitiva. Fue Fray Juan quien obtuvo su liberación y los llevó a su propio convento donde recibió toda clase de atenciones hasta que Cárdenas siguió su camino.

Está reconciliado con su propia historia personal. Nunca renegó de sus orígenes paupérrimos y eso en una sociedad como la suya tan apegada a los títulos nobiliarios, aristocráticos, “la limpieza de sangre”, la “negra honra” que diría Teresa de Jesús. Cuando en Granada es interrogado en tono irónico por un religioso de otra familia religiosa si era hijo de labradores, por su afición a la huerta conventual, el santo le contestó con toda sencillez “no soy tanto, sino hijo de un pobre tejedor”. A un franciscano presenta, en el mismo convento de Granada, a su hermano Francisco “conozca vuestra merced a mi hermano, que es la prenda del mundo que más estimo. Aquí trabaja en la huerta y en la obra gana su jornal como los demás peones, porque no tiene otra hacienda sino su trabajo”. El que fuera pobre por origen, ahora lo es por opción. Es pobre con los pobres. Pobre porque Cristo fue pobre. En más de una ocasión la comunidad se quedaba sin comida, no había que ofrecer a los frailes. Después de la bendición, fray Juan habló a la comunidad, dándole ánimos para agradecer esa falta de lo necesario, esa pobreza que abrazaron por imitación de Cristo. Y experimentaron, más de una vez, la Providencia que cuida a los suyos con la llegada de donaciones sorpresivas de alimentos que llevaban a fray Juan a las lágrimas de agradecimiento.Cuando era confesor de las monjas de la Encarnación en Ávila, se ocupó de alimentar, vestir y enseñar las primeras letras a unos niños, que al igual que él en su infancia vagaban por las calles de la ciudad.

Fray Juan era un hombre profundamente comunicativo. Le gusta compartir la vida interior, tanto que cuando las conversaciones se pierden en otras temáticas dice: “dejémonos de esas baratijas y hablemos de Dios”, es decir, de la historia de salvación que es cada vida, la experiencia de su amor en la vida concreta de cada uno. Este estilo es recomendado por

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Teresa en su Camino de Perfección (capítulo 20), ya señalamos como a fray Juan le desagradaba el lenguaje ampuloso de la predicación de su tiempo. Su hablar no es cortante, como a veces se lo presenta, sino un hablar con sentido, que mira al bien del otro.En Beas de Segura, una de las fundaciones teresianas, convento al que acude fray Juan a asistir a sus hermanas, una religiosa, Francisca de la Madre de Dios recuerda: “preguntándole a esta testigo en qué traía su oración, le dijo que en mirar la hermosura de Dios y holgarse de que la tuviera”. Y él se alegró tanto que durante muchos días hablaba de la hermosura de Dios. Lo que le llevó a la composición de las últimas cinco estrofas de Cántico espiritual.Gustaba escuchar lo que podían compartir las personas más sencillas, los “pequeños” de aquellas sociedades. Así no dejó de sorprenderse por la respuesta de un fraile donado llamado Francisco. Un día nuestro santo le preguntó “¿qué cosa será Dios?, a lo que el humilde hermanito le respondió: “Dios es lo que él se quiere”. Lo que le dio pie a fray Juan para hablar de la libertad divina.

Sería interesante seguir espigando en los testimonios sobre el humanismo pleno y sano de fray Juan de la cruz. No podemos en este espacio hacernos eco de todo ello. Sin embargo nos conformaremos con un texto suyo que explica cómo este amor de Dios para el que fuimos creados abarca la totalidad del ser humano, cambiando, transformando, abrasando en el amor divino:

“Según esto, en alguna manera se podría considerar cuánta y cuán fuerte podrá ser esta inflamación de amor en el espíritu, donde Dios tiene recogidas todas las fuerzas, potencias y apetitos del alma, así espirituales como sensitivas, para que toda esta armonía emplee sus fuerzas y virtud en este amor, y así venga a cumplir de veras con el primer precepto, que, no desechando nada del hombre ni excluyendo cosa suya de este amor, dice (Dt. 6, 5): Amarás a tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu mente, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas”. (2 N 11, 4).

El hombre entero; nada de espiritualismo dualistas. El hombre entero que es imagen y semejanza de Dios es recreado por la fuerza de este amor que lo conduce por la “noche” del sentido como del espíritu para hacer de él un hombre nuevo a imagen de Jesucristo. Ahora entendemos por qué fray Juan siempre asuma y defiende los valores auténticamente humanos. Siempre trabajará ardorosamente por la más completa promoción del ser humano. Y esta promoción significa abrir al hombre a la perspectiva infinita que Dios nos ha abierto en Cristo, la vida divina que de Él recibimos. Sin este aspirar del hombre a su plena dignidad que es su participación de la vida divina sería un humano mutilado. Teresa de Jesús será quien nos hable, para finalizar, de la santidad de este hombre y de la humanidad de este santo:

“En gracia me ha caído, hija, cuán sin razón se queja, pues tiene allá a mi padre fray Juan de la cruz, que es un hombre celestial y divino. Pues yo le digo a mi hija que, después que se fue allá, no he hallado en toda Castilla otro como él ni que tanto fervore el camino del cielo. No creerá

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la soledad que me causa su falta. Miren que es un gran tesoro el que tienen allá en ese santo, y todas las de esa casa traten y comuniquen con él sus almas y verán que aprovechadas están , y se hallarán muy adelante en todo lo que es espíritu y perfección; porque le ha dado nuestro Señor particular gracia.” (Carta a Ana de Jesús, noviembre-diciembre de 1578).

Fr. Pablo Ferreiro, ocd