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Esas agujas que una vez cortaron el aire
Esas agujas que una vez cortaron el aire,
riegan sus hermosas fuentes,
adelante, canta, llora,
no eres de nadie;
siembra tus propios caminos
y crea nuevos puentes.
Juré que te conduciría a la tierra del mañana
mientras que sigues viviendo en el pasado.
Piensas que sigo siendo tu enemiga,
y dime,
¿acaso tus sueños has olvidado?
Esas caricias que ahogaban
son ahora carcajadas efímeras.
Adelante, canta, llora,
libera tu verdad,
no será vez primera,
tan solo rasgarás mi alma.
Alba Rubio Morales, 2ºD ESO
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Bluff, mi Dinosaurio
Me desperté y Bluff, el dinosaurio, seguía allí en un rincón de mi habitación sobre un cajón.
Efectivamente, no era otro que un peluche de lana y tela del que yo me empezaba a
avergonzar pensando en lo infantil e inusual que sería tener ese anticuado muñeco frente a mí
cada vez que me levantaba. Era la única pieza que yo poseía, que me hacía aparentar menos
edad de la que tengo, pero me daba pena tirarlo: era mi primer juguete.
Me llamo Pedro Sánchez Abucano y tengo diez años, por si no lo he dicho, y Bluff es un
estegosaurio mohoso y deshilachado, por si tampoco os lo había comentado. Esa mañana de
sábado de junio prometía que el tiempo de aquel día sería fantástico, por lo que decidí ir a ver
a Mario, mi amigo, que vivía varias calles más a lo lejos. Desayuné, me vestí y me despedí
de mis padres y mi hermana; pero, cuando ya me había dispuesto a salir, me acordé del
hermano menor de Mario, Javier, de seis años al que le maravillaban los dinosaurios. Sabía
perfectamente que Bluff estaría en buenas manos con él, especialmente porque mi amistad
con Mario se remontaba a hace años, y, sabía perfectamente que podía confiar en él para que
supervisase el trato que recibiría Bluff por parte de Javier. No tardé ni dos minutos en llamar
a la puerta del chalet de Mario, sin avisar, como siempre quedábamos él y yo. La primera
persona que apareció fue su madre, con esa sonrisa que tan mal le quedaba y sus profundos
hoyuelos, y su áspero y peludo chucho, Bdgjuôggwi, creo que se llamaba. Después apareció
Mario quien con tremenda alegría me condujo hasta el salón de su casa y su madre nos
ofreció agradablemente fresas con nata, me encantaron, las fresas son mi fruta favorita
debido a esa combinación de sabores, te las puedes encontrar agrias, dulces, amargas... Y
además se pueden diferenciar según el tono de color que estas posean. Me lo estaba pasando
tan bien cuando tuvo que aparecer Bdgjuôggwi y yo no pensaba quitarle el ojo de encima.
—¡Eh, Javier! —gritó Mario—, Pedro te va a regalar este dinosaurio.
—Trátalo bien, que le quiero mucho. A ti te gustan mucho los dinosaurios, ¿no? —pregunté
yo.
—¡¡¡Me chiflan!!! —gritó él sin control—. ¡¡Gracias!! —volvió a pegar otro berrido. Pero el
perro me arrebató a Bluff sin que me diera cuenta y lo llevó a rastras con la boca hasta el
jardín, donde lo dejó caer hasta que llegara rodando a un lodazal, un charco que se había
formado en el jardín de mi amigo por la lluvia del día anterior. Pluff estaba cubierto de lodo
hasta los topes, se había hecho un agujero por el que se divisaba lana; por eso yo odio tanto a
los chuchos. Estaba tan despedazado que decidimos enterrarlo y qué mejor sitio que aquel
mundo de barro; en un rincón del charco empezamos a cavar con las manos hasta que toda su
agua se secó y allí lo dejamos, cuando íbamos a tapar el hoyo, yo observé un pequeño objeto,
artilugio sería la palabra que mejor se podía emplear, metálico, con dos bombillitas que
vibraban y un botón. De repente, un extraño holograma se encendió delante de nosotros, en
el que una extraña silueta borrosa, indescriptible se mostraba y decía a su vez: ―Este es un
archivo en el que se almacenan millones de datos de la estación Ra, caerá en un planeta al
azar y cuando se desentierre, inmediatamente las sondas de datos se distribuirán por todas
las galaxias cercanas. La raza que tenga en sus manos esta pieza, se convertirá en
omnipotente‖.
Acto seguido apareció una nube de colores delante de nosotros, que había bajado a toda
velocidad desde la estratósfera, de ella surgió una mariposa viscosa y peluda, con dos
tenazas y dos antenas en su grotesco rostro, que nos pidió ese artilugio. Cuando se lo íbamos
a dar, apareció una luz roja del mismo tamaño que la nube, de la que descendió una figura
idéntica a un humano al cien por cien, sólo que con la piel como la de una pelota de tenis, que
nos rogó que se la diésemos a él. Cada uno de los extraterrestres nos intimidaban para que se
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lo diésemos, ya que decían que nos recompensarían, pero Mario decidió ser justo, y tiró el
artilugio hacia el horizonte y dijo: ―El que lo coja, lo cogió‖; parecía despreocupado.
No he vuelto a pensar en esa hazaña en mi vida, ya que no volví a verlos nunca más porque
en cuanto parpadeamos Mario y yo, habían desaparecido junto con sus incómodas naves en
busca de ese aparato, supongo.
FIN
Diego Cortés Moreno, 2ºD ESO
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Caligrama
La angustia se acumula en mi pecho, la impotencia
Me abrasa por dentro y el miedo… ¿cómo
Expresarlo? Me paraliza sin remedio
Ahoga mi respiración y provoca que
Me pierda y no sea yo.
Si tan solo tuviera la
Fuerza, si tan solo
Me detuviera a
Pensarlo por
Un segundo; ¿por qué
Todo me afecta? ¿Por qué
Sufro tanto? Dicen que el tiempo
Todo lo cura, que las heridas al final
Cicatrizan, pero los años pasan y los recuerdos
Queman. La intensidad de las pesadillas
Hay veces que aumenta y solo
Cuando me relajo el torbellino
De emociones cesa. ¿Qué
Es el miedo? El miedo
Es sombra, pero
También es
Fuerza.
El miedo te
Mata, pero también te
Enseña. El miedo es lo que
Hace que me caiga día tras día y
Me obliga a levantarme por dura que
Sea la caída. Puede que también sea angustia
E impotencia, pero sin él no podría escribir cosas como estas.
Sandra García Cruz, 2ºE Bachillerato
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La Maldición
El viento soplaba intenso en las copas de los árboles; una nieve constante empezó a cubrir
las laderas que rodeaban al lago; entre las nubes que se deslizaban veloces la Luna se
asomaba de vez en cuando, se oyó un aullido, en una roca, un lobo gris aullaba a la Luna con
el hocico apuntando hacia ella, después de hacer lo mismo varias veces fue a los pies de un
árbol, se hizo un ovillo y se echó a dormir. A la mañana siguiente, cubierta por la nieve a los
pies del mismo árbol se encontraba una chica de cabello rizado pelirrojo recogido en una alta
y larga cola de caballo manchado de nieve, ojos verdes con trazas amarillas y piel morena
yacía en el frío suelo del bosque cubierto por una manta de blanca nieve. Cogió su teléfono
del bolsillo y llamó a su madre, pues ella no recordaba nada de aquella noche.
Su madre fue a recogerla con un abrigo y se lo echó por encima antes de meterse en el coche.
—¿A dónde fuiste después de ir a ver a la bruja? ¿Cómo has acabado aquí? —preguntó
desconcertada su madre.
—No lo sé —respondió ella tiritando—, no
recuerdo nada de esa noche.
—¿No recuerdas que fuimos a la feria y que tu
hermano quiso ver a esa adivina?
—No, bueno, llego hasta que entramos en la
carpa de esa mujer y…
—¿Y qué?
—Nada, nada más.
Cuando llegaron a su casa la abuela de la chica
al oír la puerta gritó:
—Calíope, ¿has estado en una de esas
discotecas del demonio?
—Abuela, solo tengo quince años. He estado en
el bosque— se fue ella a su habitación.
De noche se escapó por la ventana, tenía que
ver a la adivina y saber qué le había pasado la noche anterior.
—Calíope, bienvenida —dijo una mujer.
—¿Me conoce? Preguntó intrigada Calíope.
—Lo que vi en tu futuro no se lo veo a todo el mundo— explicó—, aunque no recuerdas
nada de la noche de ayer, te lo puedo contar todo.
A Calíope no le dio tiempo a contestar y la mujer ya le estaba contando que predijo que era
un licántropo y que cada Luna Llena se convertiría dolorosamente. Calíope no entendía por
qué era un lobo y la adivina le dijo que alguien la hechizó y que debía unirse a una manada
que compartía su maldición.
Así fue como Calíope se despidió de su familia, volvió al bosque donde todo comenzó para
unirse a la manada de los malditos.
Ana Latorre San Frutos, 1º A ESO
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That Wednesday
It all started that day, that Wednesday. I was
going to the bridge in front of that street, the street
where everything occured, the street where the
crime took place, the crime that took me here, to
this prison, to this hell.
You might be wondering why I was going to that
bridge. I was going there to commit suicide. Why?
Because nothing lasts forever. Because I had lost
everything I had in my life: my wife, my daughter,
my son and my house. I was lonely in this jail that
some people call world.
Then, a man appeared.
He saw me when I was
about to kill myself and he
tried to stop me. Oh! If he
had arrived just one
minute later…
He immediately started
to talk to me about the
problems that we all have,
and their solutions. Well,
he talked about the beauty
of life. When he stopped I
laughed at him. How
could he say such stupid
things? I asked him to
leave me alone, but he
didn´t want to. I can´t
remember what happened
next, but the last thing I remember is me throwing him to the highway, which was under the
bridge. I didn´t want to do that, but he didn´t shut up. I ran away very quickly, but I fell
down and I got my leg broken. Damn it!
The police took me to prison for killing that man and now here I am, dying slowly in my
cell, because I suppose I will be here for the rest of my unlucky life. Oh God! It all started
that day, that Wednesday.
Rosabel Mozo Solís, 3ºA ESO
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Solo sin Papá
Estaba lloviendo, tenía miedo. Los truenos de la tormenta retumbaban por las frías
paredes de la cocina.
Miré mi plato, vacío. Papá llevaba días sin darme de comer. Levanté la cabeza y vi la caja
donde estaba mi alimento, pero estaba en la encimera.
Conseguí subirme a la silla y después a la mesa. Cogí impulso y salté sobre el mueble
pero me resbalé y caí al suelo. Solté un pequeño grito, no por el dolor, sino por el susto.
Caminé hasta el salón. La tele está encendida, pensé. Miré el sillón esperando que papá
estuviese sentado en él, pero no estaba. Llevaba días sin estar ahí.
Me giré hacia la puerta principal. Siempre que papá salía me quedaba esperándolo en
frente de la entrada hasta que volviese.
Tenía frío. Papá siempre me daba calor. Me acurrucaba en él para que me abrazase, pero ya
no lo hacía. Hacía días que no me acariciaba, que no me cuidaba y jugaba conmigo. No sabía
dónde estaba.
Me dirigí hacia su estudio, pero estaba cerrado. Abrí los cajones del mueble que había al
lado de la puerta y agarré el picaporte accediendo a la sala.
Un trueno hizo que me asustara y
saltara a la reconfortada silla del
escritorio. Temblé durante unos segundos
extrañando las suaves manos de papá.
Cogí impulso y me agarré a la tabla de
madera de la mesa. La pantalla del
ordenador estaba encendida.
Pulsé, por accidente, una de las
numerosas teclas del teclado abriendo el
Word. En él había escrito un documento.
Gracias a papá sabía leer, pero me
costaba un poco.
—Os suplico que cuides de mi gato –entendí—, él es la cosa más preciada que tengo en
mi vida y no quiero que le pase nada. Yo ya me he rendido, lo siento, pequeño.
No lograba comprender su significado. Salté de la silla y me dejé caer al suelo. Observé el
conducto de ventilación. Me acerqué y tiré de la rejilla abriendo el pasadizo.
Corrí por el conducto hasta que vi por una de las rendijas el brazo de papá. Empujé con
todas mis fuerzas para poder entrar. Otro trueno fue lo que consiguió que pudiese
adentrarme en el dormitorio.
Papá estaba tumbado en la cama con la misma ropa que había llevado hacía una semana.
En el suelo había frascos con muchas bolitas y cilindros esparcidos por la alfombra.
—¡Papá! –grité—. ¡Papá! ¡Papá!
Había empezado a llorar y temblaba por la fuerte tormenta. Me agarré a las sábanas y
subí a su cama. Me acerqué a su brazo donde sostenía una foto de él conmigo.
Me acurruqué a su lado. Estaba frío y no me abrazaba. No me decía nada.
Vi entrar a la hermana de papá que empezó a llorar. Me miró y me cogió en brazos
acariciándome. Tenía miedo de que papá no me volviera a mirar con cariño.
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Me acurruqué en ella asustado y desde esa noche papá nunca más me dio de comer ni me
dio calor ni me abrazó. Su hermana hace todo eso por él, y la quiero tanto. Pero nunca podré
olvidar a papá.
Noelía García Marquina, 3ºC ESO
La Princesa
Un día, llegó al Reino del Sur el rey del Reino del Norte, suplicando ayuda a dicho rey, así
cumpliendo el tratado que aliaban a ambos reinos generaciones atrás.
Lo que trajo al rey del Reino del
Norte al Reino del Sur era que su
hijo había sido transformarlo en un
horrendo sapo a causa del maleficio
de una malvada bruja, y al no
poseer un mago en su reino decidió
acudir al Reino del Sur.
Todos nosotros sabemos cómo
deshacer el conjuro de la malvada
bruja, ¿verdad?, pero… ¡hasta que
dieron con la forma de deshacerlo!
Fue ahí cuando se dieron cuenta de
que en ninguno de los dos reinos
había una descendiente de familia
real, así que buscaron, buscaron y
buscaron hasta que hallaron a una
joven campesina que daba el perfil
de princesa.
A la joven campesina la vistieron,
peinaron y maquillaron al igual que
a una princesa; ¡he incluso ella
misma se creía una princesa! Llegó la hora del beso, se dispuso a demostrar que era una
princesa con un beso, y nada, ¿qué habría hecho mal?, sea lo que fuese, lo siguió intentando
besando al sapo de diferentes maneras, pero no sirvió de nada… ¿Y ahora qué?
Entonces, se dio cuenta de una cosa que era esencial que ella sabía pero hasta el momento
había preferido ignorar: ella no tenía la sangre azul; quiere decir que los únicos requisitos que
cumplía como princesa eran su belleza y su gran corazón.
Y decidió que la única solución era buscar una princesa digna de poder salvar al príncipe. Lo
que ocurrió después, es historia.
Carla Carrero Ruiz, 1ºG Bachillerato
Carla Carrero Ruiz, 1ºG Bachillerato
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Soy Amante
Soy amante al ver frases en lágrimas de sangre,
Soy amante al hablar conmigo mismo junto a nadie,
Soy amante del literato que mostró el relato con cálculos inexactos creando tacto vasto,
Soy amante del que se basta del silencio, del desorden, de ver claridad entre metáforas y
pleonasmos,
Soy amante del vivo salpullido que en luna llena parte en caza de versos entre aullidos,
Soy amante sin amar a tantos, de locura sin cura con la ayuda de Neruda en noches frías y
turbias,
Soy amante de situaciones espontáneas, recorriendo con Dios Cronos desde la Edad
Antigua hasta la Contemporánea
Soy amante del justo luchador que logra paz sin maltratar, de la libre norma que no ahorca,
sino que busca enseñar,
Soy amante del infante que antes de despedirse frena por un instante, y dice ―espera mamá,
que he vuelto a soñar‖,
Soy amante por poder pisar el primer peldaño paliado por los demás,
Soy amante por concluir un inicio partiendo de un final.
Moustapha Kannoussi, 2ºF Bachillerato
Bye—Bye
The murderer who killed me has gone out of prision today. I just want to make sure that he
finishes as I did.
I’ve been following him to his house, I’m lucky to see him and
not to be seen, I’m just a ghost now.
We have just entered the house, it´s huge. If you don´t know
why do I want to kill him I will tell you.
Tom and I used to steal rich people. We entered to houses
from really important people. We had stolen the houses from
Angelina Jolie, Justin Bieber, Megan Fox, and the most
important one which ended with our relationship, the White
House. All the police stations in the U.S.A were looking for
us.
We had to share all the million dolars we stole, and Tom
said that he had to get most of the money without any reason
to do it. He started to get crazy and entered my house at
night while I was sleeping. He killed me.
That’s the reason for his huge house, nice car, and perfect
life. But now I’m going to do what he did to me, bye—bye
Tom…nice to see you.
Juan Carlos Pareja Pareja, 3ºA ESO
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Textos Varios
Texto VII
Melancolía, te llevo mimando ya varias eternidades. Aún quieres quedarte y mi cuerpo no
te resiste. Parásito agradable. Haces que el dolor y la tristeza sean dulces. Eres una mentira
con los pies firmes en la tierra.
Entonces, típico. Ni contigo ni sin ti. Donde yacen tus excusas elaboradas de permanecer.
Que de no ser por ti yo no estaría aquí. Y de ser por ti, tampoco.
Deberías morir. Deberías morir aun yo sacrificando mi llamado arte, donde en palabras te
marco y te doy forma. Melancolía. Eres tú. Aún quieres un poco más de mí. Aún te siento en
los suspiros frágiles y envolviendo mis entrañas. Mi intimidad. Donde la inocencia y pureza
juegan a esconderse de ti. Donde comienza tu libertad y termina la mía.
Texto XII
A veces pienso que nacemos cansados. Míranos, todos los presentes jóvenes llenos de
energía pero aun así, cansados. El mundo entero es cansado. Y decepcionante. Nos movemos
a la velocidad de una bala, impulsada por un criminal y que herirá nuestro futuro.
Impaciencia. Estamos llenos de impaciencia. Todo está subiendo el volumen, hasta tal punto
que la voz de la razón no se puede oír. Queremos rapidez, queremos más. Exigimos y no
damos. Somos unos egoístas que no progresamos, sino que nos quedamos contemplando el
retroceso. Unos problemas son reemplazados por otros y nosotros solamente cerramos los
ojos ante lo que queremos. Faltamos el respeto y luego nos indignamos porque nos hacen lo
mismo. La belleza de la vida se pudre y solo tratamos de maquillar los errores. No veo
profundidad emocional, no veo guerreros, no veo humanos. No veo nada que no se diferencie
de las ruinas.
Elena Andrianova Angelova , 1ºE Bachillerato
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Como la Recordaba
Parecía irreal, desde hacía tanto tiempo…
Tuve que fijarme bien para comprobar que,
efectivamente, ella estaba allí.
No tardé en reconocer sus rasgos: su cabello
moreno con toques castaños y muy lisos; sus
mejillas; sus labios levemente inclinados hacia
arriba dibujando una sonrisa, sus ojos
esmeralda, tan sinceros como recordaba.
Ambas parpadeamos sin ritmo fijo, debido a
la emoción y sin darnos cuenta, nos infundimos
en un cálido abrazo.
Cuando nuestros ojos se encontraron, no se pudo decir un simple ―Hola‖. Llegó el momento
que esperaba decirle desde hacía años: ―Vamos a recuperar el tiempo perdido‖.
Alba Rubio Morales, 2ºD ESO
No Sé si Prefiero Mirarle a los Ojos…
No sé si prefiero mirarle a los ojos,
o mirar al cielo.
Por esa pesadilla al final realizada,
por esa mirada sincera,
por esas manos antaño entrelazadas,
dime que formas parte de mi alma.
Únicamente lágrimas ajenas,
remordimientos del ayer,
incertidumbre sobre otras tierras,
¿qué nos queda pues?
Ese baúl lleno de recuerdos,
una persona llena de falsa alegría
y el dolor de no sentir su calor,
mirando su silla vacía.
Alba Rubio Morales, 2ºD ESO
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Desastre
Era sábado y este finde me tocaba ir con mi padre. Tengo una relación muy estrecha con él,
es como mi hermano mayor.
Mis padres se separaron cuando yo tenía siete años, la verdad es que no me afectó mucho
porque discutían continuamente y después del divorcio empezaron a llevarse mucho mejor.
Estaba en casa de mi abuela paterna y mi padre vendría a recogerme para ir a cenar, estaba
impaciente por verle, tenía tantas cosas que contarle…
Me asomé a la ventana. Era invierno por lo que anocheció deprisa. De repente vi su coche
acercarse, pude observar que hablaba por teléfono bastante alterado. Al ir tan distraído no
miró la carretera y chocó. Vi como poco a poco los coches iban siendo consumidos por las
llamas. Quedé en shock. Hubo un tipo de explosión que remató cualquier esperanza de que
mi padre quedara vivo.
Reaccioné. Al fin reaccioné. Llamé a todo el mundo. A mi madre, la policía, los bomberos, la
ambulancia...
Mi madre llegó en seguida y nos abrazamos fuerte, más fuerte que nunca. Con mamá nunca
he tenido la relación madre e hija común en una familia, pero en ese momento, la sentí más
que nunca como tal.
Lloramos sin consuelo en la acera frente a lo que quedaba de coche. Comenzó a nevar.
Desde ese momento sentí que mi vida nunca volvería a ser la misma.
Mi madre, al ver lo mal que estaba me llevó al psicólogo; la verdad no entiendo de que me
sirve ir a ese sitio si no voy a decirles cómo me siento ni qué pienso, pero bueno.
Con el tiempo se dio cuenta de que igual nos vendría bien dejarlo todo atrás para empezar
de cero, así que nos mudamos a Sevilla.
Me matriculó a mitad de curso en el instituto ―Los Cabarés‖. El primer día de clase me
hicieron presentarme:
—Hola, me llamo Alire, tengo dieciséis años y vengo de Madrid.
La gente me observaba y cuchicheaba, la verdad no me molestaba, me eran indiferentes. La
profesora me asignó un sitio casi al final de la clase al lado de un chico moreno.
He de decir que antes del accidente era una niña muy risueña, siempre llevaba una sonrisa
en los labios, pero después de perder esa grandísima parte de mí que era mi padre, todo
cambió.
Me senté en mi nuevo sitio y al cabo de unos minutos noté que alguien me miraba, era mi
compañero de asiento. Me giré muy seria y le dije:
—¿Me puedes decir qué es lo que miras con tantísima atención?
—A ti, creo que no deberíamos privarnos de las cosas bonitas que nos regala la vida —dijo
con una sonrisa pícara.
—No digas idioteces —dije seria aunque algo sonrojada, y me giré hacia la mochila para
disimular.
La profesora nos vio hablar y nos regañó. Primera regañina del curso. Me disculpé.
Poco después sonó el timbre, recogí mis cosas y me levanté para irme cuando alguien
pronunció mi nombre; era el chico nuevo.
—¡Alire! Espera. —Me detuve y esperé a que se acercara.
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—¿Dónde vives? —me preguntó. Respondí sin saber bien el motivo de la pregunta:
—Calle los molinos, el chalet 27, ¿por qué?
—He de decirte, preciosa, que vivimos en el mismo barrio.
Le sonreí. Me preguntó que si me apetecía ir con él a casa y no sé por qué, pero acepté. En el
camino me comentó un poco la rutina del instituto, sitios que visitar... Y por fin, se presentó,
se llama Raúl. Me sentí muy a gusto con él, era un chico muy gracioso y extrovertido. Nos
despedimos al llegar a mi casa.
—Hasta mañana, Raúl.
—Hasta mañana, bonita. —Sonriendo le dije:
—Tengo nombre. —Y entré en casa. La verdad, es la primera persona en estos dos años de
mierda que consigue sacarme una sonrisa. Con el tiempo nos hicimos más y más amigos y
me empezó a gustar. Le quería. Sí. La primera persona en tanto tiempo en hacerme sentir
algo bonito. Un sábado, me llevó a un parque y pasamos ahí el día. De vuelta a casa, de
repente, antes de llegar se paró. Me extrañó así que le pregunté:
—¿Por qué te paras aquí si aún queda para llegar?
—Porque necesito decirte algo, creo que es el momento perfecto.
—Adelante —dije intrigada. Algo tímido y sin saber por dónde empezar fue diciendo:
—Bueno, Alire, desde el día que te vi me pareciste una niña muy especial y con el tiempo
has ido haciéndome sentir cosas por ti. No estoy seguro de qué es porque es algo que nunca
antes había sentido por nadie, pero te quiero y me gustaría que salierais conmigo. Sé que tu
vida no es ni ha sido nada fácil y que puede que no te apetezca tener novio, pero...
Necesitaba decírtelo. Todo esto con su adorable acento.
Me quedé sin palabras, literalmente. Parece ser el típico chico al que le gusta ligar con
todas, hacer gamberradas y esas cosas, pero no, una vez más, las apariencias engañan. A lo
que me dijo anteriormente, le respondí:
—Wow, la verdad no me esperaba esto, hace mucho que no me pasaba algo bueno en la
vida. Eres la primera persona en años que me hace sentir bien, la única que me da esa alegría
que el accidente me quitó y te quiero, pero aún no estoy bien como para abrirme a una
relación, me siento muy vulnerable y sé que aunque ahora podamos estar genial, en un tiempo
todo habrá acabado y volveré a sentirme como una mierda, incluso más que ahora. De verdad
siento no poder decirte que sí, pero le tengo un miedo terrible al dolor y todo lo que lo
envuelve, lo siento. —Y con lágrimas en los ojos me alejé sin mirar atrás.
La había cagado. La había cagado pero bien.
No volvimos a hablar en mucho tiempo, muchísimo. Le había hecho daño y aceptaba su
actitud. La entendía.
Con el tiempo empezamos a hablarnos y más o menos fuimos rehaciendo la relación de
amigos que teníamos antes, eso quería yo, recuperarle como amigo. Con el tiempo
empezamos a vernos como amigos nada más, él me olvidó y yo a él también y no sabéis lo a
gusto y lo libre que se siente una de saber que todo vuelve a ser igual, o mejor que al principio.
Ahora somos como hermanos, y me encanta. Con esto he de decir que aunque la vida te
arrebate las cosas que más quieres, te da otras nuevas que llenan parte del vacío que dejó lo
que se fue, así de complicada es la vida, y con el tiempo, empiezas a entenderla.
Vanessa Abade Almeida, 3ºA ESO
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Poemas de Alberto Cubero
El poeta Alberto Cubero, a quién entrevistamos el curso pasado en esta misma revista,
debido a que quedó muy contento con nosotros no ha dudado en querer colaborar este año en
la revista y nos ha mandado estos poemas. Esperamos que los disfrutéis.
Sobre la línea fronteriza entre el instante
y la memoria
se posan pájaros de granito.
―Pájaros de granito‖, Legados ediciones, Madrid, septiembre 2008.
———
Tanteas la densidad
de los espacios.
Pesa el aire.
Insisten los óxidos
en su dialecto.
La soledad pesa.
Tanteas la consistencia
del miedo.
―La textura metálica del dolor‖, El sastre de Apollinaire ediciones, Madrid, septiembre 2011.
———
La herida está en el costado de la rosa. Por ahí se desangra el mundo, poco a poco. Los que
aún no lo saben se acercan tímidamente a ella. La observan, le preguntan. Se muestran
temerosos, pero ella les sonríe. Les enseña la herida y luego cierra los párpados.
La herida está en el costado del mundo. Los que aún no lo saben se acercan al precipicio. Lo
observan, miran hacia el fondo. Allá abajo ven a hombres fuertes portando antorchas
apagadas.
―Hendidura‖, editorial Devenir, Madrid, mayo 2014.
Alberto Cubero Mellado
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La Puerta del Fauno
Hubo una vez, un reino mágico, subterráneo que estaba escondido de los humanos sin fe.
Estaba gobernado por un rey sabio con un corazón de oro. Todos sus habitantes le adoraban,
incluso su hija, una bella niña, curiosa como nadie y con una voluntad de hierro.
De las pocas leyes que limitaban a los habitantes del reino, destacaba una en concreto:
estaba prohibido salir a la superficie, donde se hallaba el mundo de los humanos, entre ellos
destacaban aquellos que no poseían fe alguna. Esa ley era la que más molestaba a la curiosa
princesa. Sentía una gran curiosidad acerca de dicho mundo. «¿Cómo es que existen
criaturas sin magia?, ¿cómo será sentir el viento?, ¿y el sol?, ¿cómo será una criatura que no
pueda hablar?, ¿cómo será ser un humano?». Según crecía, estas preguntas abrumaban más a
la princesa.
Un día, en que el fauno que
custodiaba la puerta que daba a la
superficie se descuidó, fue cuando la
princesa se armó de valor y salió del
reino. Sabiendo cómo es nuestro
mundo, parte de la historia se escribe
sola, ¿no? A la princesa la
encontraron sola y desamparada en
medio de la nada y la llevaron a un
hospital. Allí intentó contar su
historia, y nadie la creyó pensando
que era causa de algún delirio. Al
poco la internaron en en un orfanato y
con el paso de los años fue creyendo
que lo poco que recordaba de su
pasado había sido imaginación suya,
con ayuda de los humanos sin fe de su entorno.
Aunque no solo tuvo la desgracia de olvidar su pasado. Contrajo diferentes enfermedades
que hicieron que nunca conociese los placeres de la vida, que perdiese las ganas de vivir con
apenas diecisiete años. Cuenta la leyenda, que cuando el rey por fin pudo dar con la princesa
perdida, la encontró reposando en una silla de ruedas con una mirada sin vida. Pero aun así,
su hija le seguía pareciendo igual de bella y le susurró aquello en el oído, teniendo este la
forma del viento. Cuando la princesa escuchó la voz de su padre, de golpe lo recordó todo.
Empezó a llorar a lágrima viva mientras imploraba, tirada en el suelo, volver a su casa, donde
la realidad era maravillosa y no existía ni el odio ni la tristeza, ni el mal, ni el dolor. Suplicó
poder ser perdonada y que le quitasen el dolor que tanto sufrimiento le causaba. El rey, aún
presente, cumplió sus deseos. Se dice que en sus últimos segundos de vida, pudo ver la puerta
que separaba su mundo del nuestro, abriéndose y en ella todos sus seres queridos, con el
fauno en cabeza, llamándola.
El médico que encontró el cadáver de la princesa, la encontró sonriendo por primera vez en
años, extendiendo el brazo, y juró haberla oído murmurar: ―Por fin‖.
Carla Carrero Ruiz, 1ºG Bachillerato
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Las Aguas Bravas
Elena Fernández Rodríguez, una de las encargadas de las Gymkanas de Harry Potter, ha
querido colaborar este año con nosotros y nos ha enviado este relato. Esperamos que lo
disfrutéis.
«El capitán caminaba por el acantilado observando el mar con cautela. El mar se movía de
un lado a otro, lanzando olas enfurecidas contra las rocas y haciendo que miles de gotas
saltasen para después volver rápidamente a su cauce. Unas nubes negras, grandes y densas
se acercaban con ganas de pelea. El aire, fuerte y frío, mecía sin cuidado al furioso y
embrutecido océano. Las aguas, a cada segundo más negras, escupían la espuma que
soltaban las enrabiadas olas. La oscuridad se iba abriendo paso en el ambiente.
El hombre cogió aire y lo expulsó con suavidad. Cerró los ojos intentando impregnar su
cuerpo del olor salado del mar. Su viaje fue cancelado por el temporal. Su barco hoy no saldría
a navegar. Sonrió agradecido y aliviado. Cuando a casa, se encontraría sus cosas en la
puerta. Consecuencias de tener una jovenzuela en cada puerto. Siempre queda algo del
nerviosismo y de la adrenalina que provocan las aventuras en las ropas y en la esencia de
cada uno. Su mujer se olió y la última vez que lo llamó se lo dejó bien claro.
La marea estaba alta y el último rayo de luz, poco a poco derrocado por las nubes, se reflejó
en las aguas. El sonido de las olas furiosas y deseosas de derribar a sus contrincantes
conmovían y dejaban
atónito al capitán. Un
estruendo retumbó entre las
piedras y lo empapó,
haciéndole tambalear. Pero
continuó allí, contemplando
impasible el espectáculo del
mar.
A cada minuto el ritmo del
agua crecía, las olas
aumentaban de tamaño y
golpeaban con más fuerza
todo aquello con lo que se
topaban. De los choques
salían disparadas en todas
direcciones miles de gotas como si acabaran de explotar. La velocidad del viento se
incrementaba poco a poco hasta el punto de cortar hasta los tímpanos. Aquello se asemejaba
a una lucha: el mar y el viento lanzando patadas y cuchillos, colisionando contra las rocas y
sacando a relucir la furia que el temporal les provocaba.
El capitán veía el forcejeo de las olas, que discutían hasta pegarse unas con las otras. El mar
se hundía en unos sitios para crecer en otros, creaba ondas peligrosas y se llevaba al fondo la
poca arena que quedaba en la playa. Lanzaba puñetazos al acantilado, que como un saco a
veces retumbaba y se balanceaba. El viento gritaba cada vez más alto, animando a las olas a
golpear más fuerte. El capitán, empapada y tiritando por el frío, continuaba allí, inmóvil,
atónito y sorprendido por aquello.
La luz del Sol ya había desaparecido por completo. El cielo había quedado cubierto
totalmente por las nubes y la oscuridad reinaba en el lugar. Las gotas de la lluvia se
entremezclaban con las de las olas a la vez que éstas se tragaban de un sorbo la arena que
quedaba, como si de un jarabe amargo se tratara. Aun así el mar no se sació y golpeó con más
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fuerza las rocas. Aquello era un ring y el precipicio el último rival que se interponía entre el
agua y el premio de los pesos pesados.
Y el capitán miraba pasmado y sin importarle mucho si su vida corría peligro o no. Las olas
lo salpicaban, lo calaban hasta los huesos. El viento le azotaba las mejillas y le removía el
pelo. Sus manos sujetaban su chaqueta en un intento fallido por no perder el calor corporal.
Sus pupilas estaban dilatadas, su cara desencajada y a su cuerpo le costaba no temblar por el
frío. Una ola llegó a lo alto y el agua se esparció por el suelo rocoso y se coló entre sus
calcetines, avisándole de que era la última oportunidad para marcharse y salvarse. Pero el
hombre continuó erguido a la espera de algo más y el mar lanzó su último puñetazo, su
última ola, y lo sumergió entre sus aguas llevándose así la única vida que había intentado
hacerle frente. »
Elena Fernández Rodríguez (Nuca), Colaboradora
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Poemas Varios
Donde…
El tiempo se vuelve tu peor enemigo, donde habita la soledad.
El hombre cultiva la alegría, donde habita la esperanza.
El bien y el mal van juntos de la mano, donde habita el hombre.
Donde habita tu presencia, mi corazón se pone a funcionar.
El amor es el único capaz de llenar la soledad, mantener viva la
esperanza, desterrar el mal del hombre y poner mi corazón en
funcionamiento.
José Luis Alameda, 2ºE Bachillerato
Allí
Donde habitan los recuerdos, la memoria los canaliza en forma de imágenes; pedazos de
papel etéreos, de bordes quemados por lágrimas ávidas, que se suicidaron queriendo borrar en
vano algunos rostros.
Donde habita la memoria, el subconsciente toma
prestadas algunas fotografías; pronto las teñirá el color
sepia para romperlas en mil trocitos afilados, y hacer
que corten a una mente ingenua mientras duerme.
Donde habita el subconsciente, la realidad se deforma
en una grotesca visión; criaturas que arañan la razón y
enhebran hilos de color púrpura, tomando cristales del
suelo en sus manos ásperas para reducirlas a cenizas.
Donde habita la realidad, los hombres luchan por
comprar estúpidas cámaras; quieren inmortalizar
muecas absurdas y falsa ilusión, sin saber que soplando
sobre estas páginas, las letras correrían hasta sus
pensamientos para conformar un mundo inolvidable.
Marina Moro López, 2ºE Bachillerato
Cuando…
Cuando la primavera llama, los sentimientos aparecen a flor de piel.
Allí donde el viento sople, las hojas se dejarán caer, como el amor cuando te hacen caricias
bajo el corazón.
Cuando se iluminen los ojos, se me acelerará el corazón.
Y, tal vez en esa ocasión, empiece a quererte y nuestra primavera tenga más suerte.
Ana Fernández Silva, 2ºE Bachillerato
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Donde habita el miedo…
Donde habita el miedo, el pensamiento se nubla
Donde habitan los deseos la libertad aparece
Donde habitan sus ojos el camino se ilumina
Donde habita la conciencia la culpabilidad se estremece
En ese lugar, todo vale.
Leonor Escobar Castro, 2ºE Bachillerato
No me interesa… / Quiero
No me interesa que me sigas allá donde voy.
No me interesa que me bañes de cristal y me protejas.
No me interesa que te mueras por mí, ni por mi belleza
No me interesa tenerte solo para mí.
No me interesa guardarte como a un tesoro,
pero sin dejarte salir.
No me interesa tenerte en mi cama y atarte
a mis sábanas.
Quiero tu esencia, el olor que dejas cuando
te marchas.
Quiero el recuerdo de tus manos ásperas.
Quiero tu aliento por la mañana, y no tener
que saber dónde andas.
Quiero tu confianza, tus manos
memorizando mi espalda.
Quiero tus palabras, siempre frescas en tu
garganta.
Quiero nuestra libertad cuando juntamos las
alas.
No me interesa que me tengas.
Me interesa que me quieras.
Rocío Durante Lacambra, 1ºE Bachillerato
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No me interesa…
No me interesa lo llenas que estén tus carteras.
No me interesa de dónde vengas.
No me interesa si ustedes por la mañana leen la prensa.
Quiero saber si estarían dispuestos a luchar por lo que aman.
Quiero que me demuestren si se jugarían la vida por defender la libertad.
Quiero aprender que no se han marchitado, que aun caídos, se volverían a levantar.
No me interesa su silencio.
Quiero oírles gritar.
No me interesa su encadenamiento.
Quiero verles volar.
Sofía Crespo Jiménez, 1ºE Bachillerato
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Las Sombras
Aplastaba la nieve mientras corría y
entorpecía mis pasos. Nevaba tanto que
no podía ver lo que tenía a dos metros de
mí. Mis ojos buscaban con desesperación
un escondite para despistar a los seres que
me perseguían. ¿Qué les he hecho para
que quieran llevarme hacia la muerte?
¿Qué les he hecho para que me odien? Yo
solo observaba ese gran árbol con puntos
de colores y luces parpadeantes que
iluminaban el comienzo del bosque, ¿cómo
algo tan hermoso podían haberlo creado
esas bestias? A ellos qué les importaba
que los estuviese observando, mientras
ellos lo ignoraban, pero claro, cuando se
dieron cuenta de
que los estaba
observando
empezaron a
perseguirme como
un conejo, era
injusto. ¿Por qué
ellos tenían que
mandar en todo?
¿¡Por qué!? Y ahí
estaban,
pisándome los
talones para
destruir mi vida.
Tropecé con algo
invisible que
tapaba la nieve,
mis ojos no fueron
capaces de localizar. El viento rugía de
enfado y mis perseguidores se escuchaban
no lejos de mí, se oía cómo andaban rápido
con paso torpes. En eso yo tenía ventaja,
sus sentidos eran inútiles. Pero había
como veinte seres, veía como sus sombras
se movían entre los árboles y me dejaban
sin escapatoria por los lados y atrás.
Estaba temblando de frío, cansancio y
miedo, no podía pararme si no sería mi fin.
Me levanté y seguí con mi huida de la
muerte. Tiraban objetos que rebotaban
contra el suelo o los árboles, yo quería
vivir, cada molécula de mi cuerpo gritaba
que luchara por mi vida. Sólo escuchaba
mis pasos, sus pasos, mi respiración, sus
gritos y… ¿agua? ¿Es un lago? Ellos eran
torpes en el agua, sus armas no
necesitaban tener poca distancia para
matar. ¿Podría ser mi salvación? Pronto lo
sabría. Empujé una piedra que estaba
sumergida en la nieve que chocó con una
más adelante y sonó un chapoteo abajo,
paré en seco y me acerqué. ¡Oh, no era un
precipicio! A mi derecha vi el movimiento
del agua cayendo. Doy la vuelta para
buscar otra salida y una pesada red me cae
encima, qué idiota había sido, me habían
guiado hasta aquí. Oigo risas, gritos de
alegría, suspiros, escucho la muerte
susurrándome al
oído. Noto
golpes con sus
armas
temerarias. Sus
ojos eran de un
color marrón que
me recordó a la
sangre. Cierro
los ojos y dejo de
morder y arañar.
Noto como mi
sangre resbala
hacia la nieve
para colorearlo.
El frío hacía que
el dolor fuese
algo más
soportable.
Dejan de agredirme, hablan muy alto y
hablan todo a la vez. ¿Están discutiendo?
Mi desconcierto va a peor cuando oigo que
se dan golpes, intento levantar la cabeza
para intentar ver lo que pasa. No soy
dueño de mi cuerpo, abro los ojos y están
empañados con mi sangre. Había alguien
entre ellos y yo. Y mi lucha por
mantenerme consciente empieza. El dolor
se vuelve más insoportable que cuando me
dieron los golpes. El silencio se hizo y solo
se oía mi respiración irregular. Lo que me
pareció horas seguramente hubieran sido
segundos, se escuchan pasos que vienen
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hacia mí. Tiembla mi cuerpo sin control.
¿Y ahora qué? Se inclina a mí, no se podía
ver su rostro, solo sus ojos de color azul,
como el cielo en verano, y me susurra
lentamente. No sé qué significa pero su
voz es suave y dulce. Se adentró en el
bosque y algo en su mirada me dijo que
volveríamos a encontrarnos, desapareció
en la oscuridad, entre los árboles nevados
y las rocas frías. De los demás seres no
había rastro, ni una huella, ningún objeto.
Habían desaparecido como sombras,
llevándose consigo eso rojos ojos, que
daba pavor al verlos. La luna luchando,
salió de las nubes y resplandeció el lugar
con rayos plateados. Cierro los párpados y
agradezco que haya seres con corazón. Me
duermo debajo de la luna que está
protegiéndome, sabiendo que si tuviera
otra vez problemas aquella persona que
me salvó volvería, con esos ojos azules.
Y ahora comprendo que esto no era mi
final, solo el principio.
Alicia García-Morato Alonso, 3ºB ESO
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Mi Ladrón
Ese ladrón, que me robó el corazón
Ese ladrón, que no devuelve lo que un día se llevó.
Ese ladrón, que me robó el corazón.
Ese ladrón, jamás regresó
pues ya ha conseguido encontrar
otro corazón que robar.
Supongo que mi corazón,
tirado estará,
pues mi ladrón, no me lo devolvió
y abandonado en una esquina, estará.
Irene Fuentes Vallejo, 2ºB ESO
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En el Monte de las Ánimas
Hoy en un hospital de Soria y, en mis últimas horas de mi corta vida de adolescente
obstinada y curiosa, me dispongo a contar la más de mis terroríficas historias, la que me llevó
a estar ahora mismo con una herida mortal.
En clase de lengua habíamos leído una
leyenda acerca de un monte en Soria, nada
más y nada menos que el Monte de las
Ánimas y a todos mis compañeros de clase
les gusto demasiado esa historieta, ¿qué tenía
de fascinante una mujer que por culpa de lo
caprichosa e infantil que fue, su primo murió y
ella tendría que vagar durante toda la
eternidad lamentándose?, no es que fuese una
historia que quisiese volverla a leer todos los
días. Un día, nuestro profesor de lengua —
que también era el Jefe de Estudios de las
ESO—, nos dijo que el 1 de noviembre,
íbamos a ir al Monte de las Ánimas a pasar el día. ¿Cómo pudieron un montón de niñatos
hacer que el mismísimo Jefe de Estudios cambiara la organización de excursiones de este
año?, aún sigo sin explicarme cómo lo hicieron, pero tampoco me explico aún por qué tuve
tanta curiosidad de ir a esa excursión.
El 1 de noviembre de 2016, me vi a mí misma a las nueve de la mañana en un autobús que
tenía tanto polvo como mis compañeros de clase resaca del botellón de la noche anterior de
Halloween, por eso agradezco aún el no formar parte de sus amistades más cercanas y
formar parte de los que ellos llamaban ―los raritos de la clase‖, cuando en realidad éramos
otakus, fanáticos del anime, los mangas y los videojuegos. Aún agradezco el tener a unos
amigos como los que tengo y haberlos tenido ese día a mi lado. Recuerdo que en el autobús,
estaba hablando con Enrique y Diego Horcajo sobre cuál de los tres dibujaba mejor —sin
duda, era yo—, luego vino Víctor con una
manta negra imitando a un fantasma —el muy
tonto no sabía que lo que de verdad estaba
imitando era a un dementor, no un fantasma—,
y diciendo a que me iban a comer a mí el cerebro
—sin duda, el botellón del día anterior le sentó
muy mal— y no dejó de tocar las narices con
otros más de su grupito de amigos toca narices,
hasta que Enrique se levantó amenazándoles
con partirles la cara si no me dejaban en paz.
Eso hizo que se fuesen, pero luego les oí poner
verde a Enrique e inventándose que éramos
novios —eran tan infantiles y tan rencorosos
que para ellos cualquier tontería les servía para
burlarse de la gente—.
Cuando bajamos, nosotros tres junto a Lucía,
Gonzalo, Sara y Diego Martín, nos fuimos a
ver la zona a nuestra bola siguiendo la ruta —
que nos indicaron previamente—, hasta las
cuatro de la tarde. No recuerdo habérmelo
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pasado mejor en ninguna excursión anterior, ¡a nuestra bola durante seis horas y sin tener
que estar con nadie que su presencia me de alergia! Sin duda, fue la mejor excursión de toda
mi vida: estuvimos trepando árboles, haciendo bocetos de ese magnífico lugar digno de
duendes, hadas, gnomos y trasgos, e incluso, haciendo el tonto, fuimos a buscar criaturas
fantásticas, entre ellas gamusinos. Me lo pasé tan bien con mis amigos que me olvidé de
comer y que si no lo hacía me daría un bajón de azúcar.
A las cuatro y media de la tarde, nos
dispusimos a volver al punto de inicio —
sin duda, yo no quería irme pero tampoco
ninguno de mis amigos—, pero durante el
trayecto, vi el árbol más bonito que había
visto en mi vida en la zona frondosa del
bosque, y no pude resistirme a ir a
dibujarlo en mi cuaderno de dibujo, pero
Enrique me detuvo justo cuando iba a irme
hacia la parte más frondosa del bosque y
se unieron mis demás amigos. Durante un
rato, les intenté convencer de que me
dejasen ir con inteligentes argumentos, y
aunque logré convencer a la mayor parte
del grupo por lo persistente que me puse, no logré convencer ni Lucía ni a Diego Horcajo que
no paraba de decirle a Enrique que me detuviese —aún sigo sin saber por qué le insistía tanto
a Enrique en vez de a otro—, pero les logré convencer diciéndoles que si cruzo la parte
frondosa del bosque, llegaré en un periquete y que para saber por dónde tendré que ir, ataré mi
pañuelo azul a un árbol. Y así fue como logré salirme con la mía.
Pasados unos quince minutos, hice el mejor dibujo de toda mi vida con tan solo un lápiz
HB, cuando me dispuse a levantarme, estaba un poco mareada, y cuando quise darme
cuenta: ¡El pañuelo azul ya no estaba! Fui en busca del árbol en el que até el pañuelo, a causa
de mi mareo me tropecé y al caerme me quedé inconsciente. Cuando me desperté, ¡eran las
siete de la tarde, y ya había anochecido! El pánico se apoderó de mí durante unos instantes y
luego reflexioné: hace un par de horas que no doy señales de vida, por tanto, habrían llamado
al equipo de rescate y mis amigos habrán dicho por dónde me vieron por última vez. Cuando
me quise dar cuenta, ¡no estaba donde me caí!, ¡alguien me había alejado de donde estaba
anteriormente! —lo deduje al ver que el árbol que dibujé no estaba ahí—.
Recordé que mi padre me dijo una
vez que si me perdía en un bosque, que
trepase a un árbol. Intenté trepar a
uno —pero aún seguía mareada—, era
muy difícil trepar a un árbol con muy
poca luz, pero aun así, llegue hasta la
mitad del árbol y me senté en una
rama gruesa. Retomé las fuerzas con
la manzana que debía de haberme
comido hace cinco horas, hasta que me
pareció oír un grito de mujer, que del
susto hizo que casi me costase la vida
y lo que sí me costó fue perder mi manzana—me faltaba un par de mordiscos para acabar con
ella—. Pensé que era el viento, pero rápidamente cambié de idea cuando comprendí lo que
aquella mujer estaba gritando: «¡¡¡NOOOO, ALONSOOOO, NOOOOOO, FUE
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MI CULPA, LO SIENTO ALONSO, LO SIENTOOOOOOO!!!». Me intenté
convencer a mí misma de que era mi imaginación, que lo que había escuchado no era real y
que no existía Beatriz ni nada de lo que Bécquer escribió era cierto. De repente, escuché lo
que parecían los galopes de un caballo seguidos de unos gritos que a cualquiera aterraría, y
poco a poco fueron acercándose a la vez que mi miedo iba aumentando y… ¡¡¡¡ZAS!!! El
árbol en el que me había subido recibió un gran golpe y salí despedida del árbol, pero durante
la caída fui alcanzada por un esqueleto y me subió a su caballo. ¡Nunca había tenido tanto
miedo en mi vida! Los corceles de aquellos esqueletos corrían tan rápido como el viento y los
esqueletos eran tan terroríficos como largos y de gran volumen sus gritos, y algunos de ellos
se referían a mí:
«¡¡¡CARLA, ESTO ES REAL!!!»
«¡¡¡¿¿¿POR QUÉ NO HICISTE CASO A TUS AMIGOS Y NO TE FUISTE
CON ELLOS!!!???»
«¡¡¡¿¿¿NO VES QUE NADIE TE VA A ENCONTRAR, O MEJOR DICHO, NO
DAS CUENTA QUE NADIE VA A VENIR A POR TI, QUE TE PREFIEREN
MUERTA!!!???».
Pero otros gritos de terror se unieron conmigo los de Beatriz, que corría alrededor de la
tumba de Alonso —al igual que la leyenda de Bécquer contaba—. Entonces, los esqueletos
empezaron a atormentar a Beatriz con gritos como los de antes pero referidos a Beatriz:
«¡¡¡POR TU CULPA ESTÁ MUERTO!!!»
«¡¡¡TE MERECES EL INFIERNO POR INFANTIL Y CAPRICHOSA!!!»
«¡¡¡¿¿¿DÓNDE ESTÁ AHORA EL PAÑUELO BEATRIZ, DÓNDE ESTÁ???!!!»
«¡¡¡ESTÁ MUERTO BEATRIZ, POR TU CULPA ESTÁ MUERTO, ESTÁ
MUERTOOOO.»
Entre esos gritos, hubo un momento —que a mí me pareció una eternidad—, en el que mi
mirada se cruzó con la de Beatriz, se juntaron, y en sus ojos no vi miedo, vi tristeza y dolor y
me miraba con compasión, como si en sus ojos me implorasen que la salvase. De repente, mi
miedo desapareció —junto a una gran cantidad de adrenalina—, me armé de valor y cambié
los gritos de terror por el poder de defender a alguien que sufre. Salté del caballo fantasma y
logré tirar al corcel en el que uno de los esqueletos en ese momento atormentaba a Beatriz y
todos dejaron de gritar y de correr para
mirarme a mí. Me sentí como una
guerrera — como probablemente se
sintió Múlan al demostrar lo fuerte que
era—, en ese momento solo pude
compararme con Múlan. Beatriz me
miró con admiración —al ser la única
persona que la defendió en mucho
tiempo— pero, de repente, puso una
expresión de horror en la cara y de
repente todo se volvió muy distante. Lo
último que vi y oí antes de que todo se
volviese, fue la sangre de la puñalada
trapera que me hizo uno de los esqueletos y a Beatriz sosteniéndome, y lo último que oí, fue a
Beatriz pronunciar mi nombre.
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Y aquí estoy ahora mismo, en un hospital de Soria, en compañía de mi familia y mis
amigos, ellos no lo saben, pero puedo verles y oírles aun estando inconsciente en un estado
muy grave. Resulta que fui encontrada gracias a ―una extraña mujer pálida y descalza‖ que
suplicaba que me ayudasen y que al amanecer desapareció. Otra cosa curiosa que pasó fue
que encontraron la manzana que perdí esa noche y que resulta que tenía un nivel tan alto en
azúcar que daría energía suficiente a 300 obreros juntos —justo lo que necesité aquella
noche— y, ahora entiendo por qué no encontré el pañuelo: resulta que Luismi —mi tutor—,
vino al hospital a visitarme y les dijo a todos los que hoy se preocupan por mí, que Diana
Jarama confesó haber robado el pañuelo mientras estaba dibujando, pero creo que jamás
sabré exactamente cómo es que acabé donde acabé antes de descubrir que Bécquer contó una
historia real en vez de una ficticia.
A pesar de haber vivido la experiencia más terrorífica de mi vida: estoy orgullosa de haber
decidido querer quedarme a hacer ese dibujo, a pesar de que dentro de unos instantes voy a
morir, pero...he hecho por Beatriz lo que únicamente Enrique fue capaz de hacer por mí:
defender a un alma que durante mucho tiempo ha sufrido y de la que nadie ha tenido
compasión.
Carla Carrero Ruiz, 1ºG Bachillerato