enfrentarse al dragón extr

29

Upload: john-suarez

Post on 22-Dec-2015

11 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Enfrentarse_al_Dragón

TRANSCRIPT

Page 1: Enfrentarse Al Dragón Extr
Page 2: Enfrentarse Al Dragón Extr

Meeting the Dragon

Ending our suffering by entering our pain

Copyright © Robert Augustus Masters

Copyright © 2011 Ediciones Vesica PiscisTomas Edison, 2129170 Colmenar, Málaga, Españatfno y fax: 0034 952 730 [email protected]

Ilustración portada: Dama Masters

Traducción: Anna Renau

Revisión: Sylvie Duran

Primera edición digital, noviembre 2011

Todos los derechos reservados.

ISBN: 978-84-939508-6-6

DL: GR 4232-2011

Toda impresión, reproducción y difusión de esta obra o de sus ilustraciones,

sea total o parcial, realizada a través de fotocopias o medios magnéticos,

así como su almacenamiento o disposición en una base de datos o en Internet,

requiere de la ratificación firmada y por escrito de Ediciones Vesica Piscis.

Page 3: Enfrentarse Al Dragón Extr

Enfrentarse

al dragón

Acabar con nuestro sufrimiento

adentrándonos en el dolor

Page 4: Enfrentarse Al Dragón Extr

Dolor y sufrimiento no son sinónimos: el dolor es inevitable; el sufrimiento, opcional.

Mientras que el dolor es un daño sentido conscientemente, el sufrimiento es la dramatización de ese daño que nos hace adoptar el papel de herido y nos desvía de la cruda realidad de nuestro dolor.

Enfrentarnos a nuestro dolor y entrar en él —en nuestras con-tracturas, nuestro miedo, nuestra angustia, nuestro atontamien-to, nuestra infelicidad— nos ayuda a situarnos en el camino que conduce a la felicidad auténtica.

Enfrentarnos al dolor reduce nuestro sufrimiento; adentrarnos en él reduce aún más el sufrimiento; pasar por él acaba con el sufrimiento o, al menos, lo reduce radicalmente, aun cuando el dolor persista.

Cuanto más estrecha es la relación con nuestro dolor menos sufrimos.

Para salir de nuestro dolor tenemos que entrar en él.

Page 5: Enfrentarse Al Dragón Extr

Para Diane,

mi esposa, mi amiga más verdadera, mi amada —con una profundidad siempre creciente— y compañera en todas las cosas, a través de la cual me he dado cuenta de todo cuanto soy.

Justo cuando pensaba que nuestro vínculo ya no podía ser más profundo se hace más aún, me vacía de todo lo que yo consideraba que era y deja únicamente esta familiaridad compartida y siempre nueva, esta intimidad en constante desarrollo, esta mutualidad exquisita y tan amorosamente arraigada en la pura realidad del Misterio Absoluto.

Page 6: Enfrentarse Al Dragón Extr

Indice

1ª parte: Trabajar con el dolor

1 Distinguir entre dolor y sufrimiento 122 Poner nombre a nuestro dolor 153 Enfrentarnos a nuestro dolor 184 Entrar en nuestro dolor 225 Sacar el dolor del dolor 256 Salir de nuestro dolor 27

2ª parte: Las cualidades del dolor

7 La direccionalidad del dolor 308 La textura del dolor 359 La temperatura del dolor 3710 El color del dolor 4211 La densidad e intensidad del dolor 4412 La forma del dolor 46

3ª parte: Más cosas sobre el dolor

13 Un ejemplo de cómo ponerlo en práctica: cuando la depresión deja de ser deprimente 4914 No os distraigáis de las distracciones 5615: Desnudar a nuestro/a crítico/a interior 58

Conclusión Acerca del autor

Page 7: Enfrentarse Al Dragón Extr

8

Enfrentarse al dragón

Llévame al fondo de tu dolorLlévame hasta el tejido de tu verdadero nombreLlévame, llévame a lo que tú requierasLlévame hasta el corazón del fuegoEstirémonos para dar el saltoVayamos adonde el amor también deba llorarLlévame al fondo de tu dolorLlévame hasta el tejido de tu verdadero nombreLlévame, llévame por encima de la colinaLlévame por todos tus adiosesBrillemos a través de todos nuestros disfracesVayamos adonde el amor tenga los ojos abiertosLlévame al fondo de tu dolorLlévame hasta el tejido de tu verdadero nombreLlévame, llévame directo al núcleo de tu serLlévame a través de tu puerta ocultaTiremos todas nuestras excusasVayamos adonde el amor no pueda mentirLlévame al fondo de tu dolorLlévame hasta el tejido de tu verdadero nombreLlévame, llévame a traspasar tu pasadoLlévame adonde solo lo sagrado duraráVayamos más allá de toda ataduraVivamos donde las revelaciones pierden el juicioVayamos adonde el amor ya no sea ciego

Page 8: Enfrentarse Al Dragón Extr

9

Enfrentarse al dragón

Introducción

Enfrentarnos a nuestro dolor y entrar en él —en nuestras contracturas, nuestro miedo, nuestra angustia, nuestro atontamiento, nuestra infelicidad— nos ayuda a situarnos en el camino que conduce a la felicidad auténtica.

¿Enfrentarnos a nuestro dolor? ¿Acaso de lo que se trata no es de eliminar el dolor o, al menos, de huir de él? ¿Es que el dolor no es ya lo bastante desagradable? ¿Por qué hacerlo aún peor acercán-donos más a él, y no digamos ya entrando en él?

Estas preguntas y otras similares son totalmente comprensibles, sobre todo si tenemos en cuenta la aversión que suele tenerse al dolor, ya sea físico, mental o emocional. La noción misma de enfrentarnos y, especialmente, de entrar en nuestro dolor puede parecer contraria a toda lógica, temeraria, ingenua, equivocada e incluso masoquista.

Sin embargo, realizar semejante movimiento, generalmente no aumenta el dolor, sino que de hecho, lo disminuye, como veremos en el primer capítulo. Cuanto más nos acerquemos a nuestro dolor mayores son las probabilidades de que podamos relacionarnos con él en lugar de hacerlo desde él.

Page 9: Enfrentarse Al Dragón Extr

10

Enfrentarse al dragón

Y cuando nos relacionamos de este modo con nuestro dolor empezamos a liberarnos del que se deriva de evitarlo.

No somos muchos los que tenemos una relación sana con nuestro dolor, pero si no la cultivamos permaneceremos alejados de la auténtica felicidad, a pesar de nuestros momentos «pico» y las diversas gratificaciones.

¿Por qué? Cuando nos apartamos de nuestro dolor, buscando una vía de escape al mismo —y, de este modo, evitando relacionarnos con él— lo único que hacemos es caer en la trampa de las aparentes soluciones al dolor y quedar demasiado enganchados o volvernos adictos a lo que más agradable o fiablemente nos aparte de él, lo que no hace sino generar aún más dolor, a pesar de los momentos que nos hacen sentir bien.

La parte buena de esto es que su inherente insatisfacción, tarde o temprano, acaba llevándonos, aunque sea bruscamente, en direcciones más vivificantes.

La auténtica felicidad surge cuando dejamos de convertir nuestro dolor en sufrimiento.

Y ¿qué es el sufrimiento? Es lo que sucede cuando estamos identificándonos con nuestro dolor (o relacionándonos desde él en lugar de con él), dramatizándolo hasta el punto de sobrepersonalizarlo. El sufrimiento es algo que estamos haciendo con nuestro dolor, algo que hace que éste sea peor, algo que nos mantiene alejados de cualquier exploración e iluminación

Page 10: Enfrentarse Al Dragón Extr

11

Enfrentarse al dragón

significativas de nuestro dolor. Como tal, el sufrimiento es una opción, por automático que pueda parecer su detonante.

La auténtica felicidad no requiere una ausencia de dolor, sino más bien que lo afrontemos y entremos conscientemente en él, y que no lo hagamos «de cabeza», sino con el corazón por delante, empleando la atención como si fuese la luz frontal de un minero. Dicho de otro modo: cuando abordamos y entramos en nuestro dolor de forma compasiva, y comenzamos a permitir que nos despierte de los sueños que nos tienen atrapados, nos descubrimos instalándonos en una felicidad aleccionadora, una felicidad que no desaparece ni se desintegra necesariamente solo porque estemos teniendo un mal día.

Al igual que el hecho de aceptar nuestra inseguridad —que no fusionarnos con ella, sino abrazarla compasivamente— nos da seguridad, aceptar nuestra infelicidad (o cualquier otro estado o condición que resulten dolorosos) nos introduce en el reino de la felicidad auténtica.

El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es básicamente opcional.

El dolor no supone necesariamente un obstáculo a la felicidad, pero el sufrimiento sí.

Enfrentarnos al dolor reduce nuestro sufrimiento; adentrarnos en el dolor reduce aún más el sufrimiento; pasar por el dolor

Page 11: Enfrentarse Al Dragón Extr

12

Enfrentarse al dragón

acaba con el sufrimiento o, al menos, lo reduce radicalmente, aun cuando el dolor persista.

El sufrimiento, si lo dejamos sin tratar, nos impide llegar a conocer bien nuestro dolor.

¿Llegar a conocer bien nuestro dolor? Por extraño o poco atrac-tivo que esto pueda sonar, es, de hecho, algo muy práctico: cuan-to más profunda y exhaustivamente conozcamos nuestro dolor desde dentro, más probable es que podamos utilizarlo para me-jorar nuestra vida. Por desagradable o intenso que pueda ser el dolor, posee la capacidad de despertarnos de los trances y rutinas de cada día y sacarnos, aunque sea con una sacudida, de nuestro atontamiento, autocomplacencia, apatía y mecanicidad.

¡El problema no es el dolor! Lo que realmente importa es lo que hacemos con él: ¿lo convertimos en sufrimiento?, ¿retrocedemos ante él?, ¿lo demonizamos?, ¿lo presentamos como un mero dis-fraz, un mal karma, una suerte «chunga», un obstáculo para tener la vida que realmente queremos? ¿O lo utilizamos más sabiamen-te? ¿Nos adentramos en el corazón de nuestro dolor, y hallamos allí dentro una sanación que nos realinea con Lo Que Realmente Importa?

Lo importante es no sentimentalizar ese poder que tiene el do-lor para despertarnos, o, al menos, no hasta el punto de que nos haga lamentar su presencia. La auténtica libertad no significa au-sencia de dolor, sino más bien adoptar, adoptar totalmente hasta

Page 12: Enfrentarse Al Dragón Extr

13

Enfrentarse al dragón

la punta de los dedos de los pies, una orientación no problemáti-ca con respecto al dolor.

Esto significa, en parte, hacer frente a los dragones que están custodiando el tesoro que buscamos. Y, ¿qué son los dragones sino la presencia arquetípica de aquello que más parece asustarnos o amenazarnos, densamente oscurecido y endurecido, no fuera, sino dentro de nosotros?

Para llegar hasta el tesoro debemos enfrentarnos de lleno a cualesquiera dragones que lo estén vigilando. Esto no es solo un cuento, ni una mera metáfora, sino una realidad viva. Al prin-cipio puede que veamos a los dragones —sea cual sea la forma que adopten— como obstáculos, problemas, inconvenientes, bloqueacaminos de poco cerebro, pero más adelante llegaremos a verlos no como algo que nos obstruye el camino, sino más bien como parte esencial de éste. ¿El camino a qué? A lo que más pro-fundamente anhelamos.

Como veremos, la función principal de los dragones es la de asegurarse de que somos verdaderamente capaces de apreciar y usar con sabiduría lo que ellos custodian.

Y para ser capaces de ello, tenemos que liberarnos de nuestro sufrimiento hasta que entre nosotros y nuestro dolor no haya nada excepto un espacio sensitivo. Este viaje, este cambio radical, este vivificante movimiento, solo podemos hacerlo nosotros, y no

Page 13: Enfrentarse Al Dragón Extr

14

Enfrentarse al dragón

solo por nosotros, sino por todas las demás personas. Se acabó escaquearse.

Este libro trata de poner fin al sufrimiento, y también trata de la libertad y la felicidad. Espero que verdaderamente os sirva, que os enfrentéis a vuestros dragones y, a través de estos enfrentamientos, halléis la sanación, el despertar y la libertad que os pertenecen por derecho natural.

Page 14: Enfrentarse Al Dragón Extr
Page 15: Enfrentarse Al Dragón Extr

1ª parte

Trabajar con el dolor

Page 16: Enfrentarse Al Dragón Extr
Page 17: Enfrentarse Al Dragón Extr

18

Enfrentarse al dragón

Capítulo 1

Distinguir entre dolor y sufrimiento

En el discurso cotidiano los términos «dolor» y «sufrimiento», generalmente, se utilizan de forma intercambiable: sufrir es sentir dolor, y sentir dolor es sufrir. «Sufrimiento» y «dolor» también se conceptualizan como sinónimos en gran parte de la literatura psicológica y de la práctica espiritual. No obstante, el dolor y el sufrimiento difieren enormemente el uno del otro. Es cierto que sufrir es sentir dolor, pero sentir dolor no tiene por qué significar necesariamente sufrir.

El dolor, fundamentalmente, no es más que una sensación desagradable; en cambio, el sufrimiento es algo que nosotros hacemos con nuestro dolor.

El dolor va ligado, a menudo ineludiblemente, a la Vida. Es también, en muchas ocasiones, necesario, sobre todo por su capacidad de alertarnos (y despertarnos). El sufrimiento, sin embargo, es muchísimo menos necesario de lo que podríamos pensar y constituye, sea cual sea su mecanicidad, una opción: por paralizante y absorbente que pueda resultar el sufrimiento —y a veces puede ser aplastante, abrumador, agobiante e irresistible—,

Page 18: Enfrentarse Al Dragón Extr

19

Enfrentarse al dragón

generalmente, es opcional, en el mismo sentido en que es opcional la reactividad.

Cuando no podemos distraernos o distanciarnos suficientemente del dolor, por lo general, lo convertimos en sufrimiento. ¿Cómo?: dramatizando nuestro dolor, haciendo de él una historia desagradablemente absorbente, un cuento en el que nuestro «yo» herido asume casi automáticamente el trono de nuestra identidad. «Duelo, luego existo»: esta indulgencia constituye el credo esencial del sufrimiento.

Al actuar de este modo estamos, simplemente, identificándonos con nuestro dolor, sobrepersonalizándolo y, en consecuencia, cayendo no solo en su trampa, sino también en la de nuestra conceptualización del mismo.

Mientras que el dolor es un daño sentido conscientemente, el sufrimiento es la manipulación o conversión de ese daño en diversos grados de melodrama, y es probable que estemos tan atareados sobreactuando en nuestro papel de heridos —y literalmente ocupados por él— que nos sintamos poco o nada motivados para separarnos de él o arrojar luz sobre él.

En el miope teatralismo del sufrimiento, hasta el dolor mismo acaba básicamente por estancarse, como un objeto expuesto en una galería de arte que nadie quiere pero que, aun así, sigue acaparando espacio.

Page 19: Enfrentarse Al Dragón Extr

20

Enfrentarse al dragón

En realidad no se ve ni se toca. Cuando estamos ocupados sufriendo puede que nos sintamos cerca de nuestro dolor, pero no es la clase de cercanía que sana o libera: es, de hecho, una proximidad poco grata, a través de la cual lo único que hacemos es, básicamente, reforzar nuestro sufrimiento, aunque solo sea por nuestra desesperación por estar en otra parte.

La medida en la que convertimos nuestro dolor en sufrimiento es la medida en que obstaculizamos nuestra propia sanación.

Cuando estamos ocupados sufriendo carecemos de una objetividad sana: estamos apartados de la desnuda realidad de nuestro dolor —con la atención muchísimo más enfocada en nuestro argumento que en la crudeza no conceptual de nuestro dolor—, pero apartados en sentido negativo, no es ese apartarse para poder tener un enfoque más claro de lo que en realidad está ocurriendo.

Como tal, el sufrimiento es una separación malsana o disfuncional respecto a nuestro dolor; es dolor que ha pasado a la mente, dolor que está haciendo tiempo en las células mentales, convertidas en «férulas» mentales. Uno de los indicadores más claros del sufrimiento es la cantidad de tiempo que se pasa pensando repetitivamente en él.

En cuanto nos distanciamos un poco del dramatismo de nuestro sufrimiento empezamos a «calar» nuestro papel de sufridores, y a ver también el interés que tenemos en representar ese papel.

Page 20: Enfrentarse Al Dragón Extr

21

Enfrentarse al dragón

Tal vez aún sigamos enganchados, pero ya no lo estamos tanto, sobre todo a medida que —en forma de atención totalmente alerta— vamos acercándonos cada vez más a la desnuda realidad de nuestro dolor.

Cuanto más estrecha es la relación con nuestro dolor menos sufrimos.

Para trabajar eficazmente con el sufrimiento es tan necesario que mantengamos una cierta distancia respecto a su guión —a fin de poder enfocarlo con mayor claridad— como que dejemos de distanciarnos de nuestro dolor.

Puede parecer que el sufrimiento nos mantiene cerca de nuestro dolor, pero en realidad nos impide llegar todo lo cerca de él que necesitamos estar si queremos vivir una vida más liberada.

El sufrimiento mantiene el dolor en la oscuridad.

Cuando encendemos las luces el dramatismo del sufrimiento se vuelve transparente. Entonces la realidad no censurada de nuestro dolor capta toda nuestra atención, en especial al nivel en que no es más que una sensación desagradable. Entonces podemos entrar en nuestro dolor con cuidado, claridad y precisión y llegar a conocerlo desde dentro: su cambiante tejido e interacción de forma, color, textura, intensidad, presión, ubicación, capas, etc.

A menudo, cuando decimos que algo nos duele, en realidad, no estamos sintiendo el dolor, sino que solo estamos más cerca de él

Page 21: Enfrentarse Al Dragón Extr

22

Enfrentarse al dragón

de lo que nos gustaría; de hecho, pues, aún estamos fuera de él, seguimos apartados de sus profundidades, seguimos apartados de su interioridad más profunda.

Es al entrar consciente y compasivamente en nuestro dolor cuando comenzamos a sentir que, realmente, nos estamos liberando del sufrimiento. Puede que el dolor persista, pero nuestra relación con él habrá cambiado hasta el punto de que ya no represente un problema para nosotros, y, de hecho, hasta puede que se convierta en una puerta de acceso a Lo Que Realmente Importa.

La curación del dolor se halla en el dolor mismo.

A medida que nuestra relación con el dolor va haciéndose más estrecha descubrimos que éste nos perturba cada vez menos. El sufrimiento es, entre otras cosas, un rechazo a desarrollar ninguna intimidad con nuestro dolor; de hecho, el sufrimiento no hace sino enjaularlo.

Pero la puerta de la jaula está abierta, ya está abierta, como veremos solo con que nos demos la vuelta y nos alejemos de las pantallas en las que nuestro sufrimiento proyecta sus historias. Entonces comenzamos a despertar, a salir de los sueños que nos atrapan. La conciencia eclipsa el sufrimiento, disuelve las cadenas que nos atan a él y nos lleva al corazón, al núcleo, al epicentro de nuestro dolor.

Page 22: Enfrentarse Al Dragón Extr

23

Enfrentarse al dragón

Y allí, en ese lugar de dolor, no nos encontramos con más dolor, sino más con nosotros; más sanación, más paz, más bienvenidos.

Así es como nos liberamos de nuestro sufrimiento. Así nos volvemos capaces de tratar con nuestro dolor de un modo más sensato. Así, aumentamos las probabilidades de que el dolor nos sirva en lugar de ser un impedimento, tanto personal como colectivamente.

Page 23: Enfrentarse Al Dragón Extr

24

Enfrentarse al dragón

Capítulo 2

Poner nombre a nuestro dolor

Al poner nombre a nuestro dolor comenzamos, aunque sea ligeramente, a desarrollar una relación con él. No nos limitamos a quedarnos con el nombre —y arriesgarnos así a distanciarnos o separarnos excesivamente de nuestro dolor etiquetándolo—, sino que más bien utilizamos esta acción de ponerle nombre para acercarnos más a él, mirarlo directamente a la cara y, en el momento adecuado, entrar en él. Como veremos, cuando nos implicamos sinceramente en esta acción de nombrar el dolor no hay posibilidad de apartarnos de él, ni hay ninguna distracción de la abstracción, ni ninguna evasión intelectual ni espiritual de nuestro dolor, ni ninguna disociación.

Empezad por decir, simplemente, para vosotros y en voz baja: «Dolor», o «El dolor está aquí», o «Está apareciendo el dolor», o «Me duele». Suena casi demasiado sencillo, pero no es tan fácil hacer solo eso: puede que os sintáis tentados a pasar rápidamente de nombrarlo a inyectar energía y atención en su argumento.

Page 24: Enfrentarse Al Dragón Extr

25

Enfrentarse al dragón

No es que el argumento no importe, pero al principio, cuando acabamos de nombrar nuestro dolor, es importante permanecer durante una cantidad de tiempo significativa con la cruda sensación del mismo; en este momento, ponernos conceptuales con nuestro dolor no ayuda mucho, ya que lo único que básicamente conseguimos es distraernos de lo que está sucediendo realmente. Dejad que la realidad desnuda de vuestro dolor se manifieste, permitíos sentirlo abiertamente, no dejéis que el deseo de huir de él os separe de él.

Así pues, nombrad vuestro dolor y después quedaos presentes con él, permaneced conscientemente en vuestro cuerpo todo lo posible; en lugar de pensar en vuestro dolor, permaneced conscientes de él.

Esto no encierra ninguna inclinación antiintelectual, sino tan solo un poco de sentido práctico.

Si nombramos nuestro dolor y después pasamos de un salto a pensar, pensar y volver a pensar un poco más en él, no tardaremos nada en estar sufriendo, todos envueltos en un melodrama de dolor, en el papel de protagonistas, haciendo una montaña de un grano de arena.

Dejad que el sentido reconocimiento de vuestro dolor, iniciado con el acto de nombrarlo, resuene por todo vuestro ser lo máximo posible; dadle tiempo para que, de este modo, se asiente.

Page 25: Enfrentarse Al Dragón Extr

26

Enfrentarse al dragón

Si empezáis a perder el contacto con este proceso nombrad de nuevo a vuestro dolor; no tratéis de analizarlo, interpretarlo ni explicarlo; más adelante podéis hacerlo, pero por ahora basta con que, simplemente, estéis con él tal como es.

En pocas palabras: ceñíos a la información; decir a otra persona: «No estás nunca para mí» o «Me siento como si no le importase a nadie» se presta a discusión; decir a otra persona: «Estoy triste» o «Me duelen los hombros» no es discutible (suponiendo que quien lo dice no está mintiendo). Si yo estoy enfadado y te digo que estoy enfadado lo único que hago es, simplemente, compartir información; si estoy enfadado y te digo que estás haciendo que me den ganas de dejar del todo nuestra relación no estoy compartiendo información, sino una percepción, una opinión, una visión particular. Así pues, tras haber puesto nombre a vuestro dolor, ceñíos a la información y hablad más de lo que os pasa a vosotros.

Al instalaros en el simple reconocimiento de vuestro dolor —al que habéis dado el nombre de «dolor»—, entonces podéis llevar un poco más lejos esa acción de nombrarlo, siendo lo más concretos posible sobre el tipo de dolor que es: podéis clasificarlo según su intensidad, ubicaciones físicas, etc., y también podéis clasificarlo según la posición que ocupa en el panteón de las categorías del dolor: pena, frustración, dolor emocional, vergüenza, ira, atontamiento, preocupación, ansiedad, terror, depresión, dolor físico, etc.

Page 26: Enfrentarse Al Dragón Extr

27

Enfrentarse al dragón

Una vez más, no os perdáis en informes subjetivos («Me siento invisible» o «Me siento defraudado»): hacedlo simple y objetivo («Me siento herido» o «Me siento la barriga tensa» o «Estoy enfadado»). Una vez que le hayáis puesto nombre, dirigid la atención hacia las sensaciones concretas y reales que os produce.

Percibid vuestro dolor, traedlo al foco de atención y nombradlo (pero si sigue mostrándose amorfo o bien esquivo a las descripciones basta con que digáis «Dolor» o «Me duele»). Después fijaos lo mejor que podáis en cómo se está manifestando a nivel físico, mental, emocional: esto marca el comienzo de una íntima relación con vuestro dolor. Puede que sigáis sintiéndoos fatal, pero, al menos, no estáis tan identificados con él, ni tan perdidos en él; tal vez sigáis envueltos en una densa oscuridad, pero hay algo de luz, algún destello de reconocimiento. Si prestáis más atención, ese destello, tarde o temprano, se convertirá en una luz más brillante.

En el proceso de nombrar vuestro dolor la principal intención es la de centrar el foco de atención: os dais cuenta del dragón y reconocéis su presencia, pero aún no os habéis aproximado a él; estáis recopilando datos, como en el trabajo de campo preliminar de una encuesta, y solo estáis comenzando a hacer sitio en vosotros para aquello que tenéis que hacer, sin huir hacia la abstracción.

Una vez más, ceñíos a la información.

Page 27: Enfrentarse Al Dragón Extr

28

Enfrentarse al dragón

¿Qué puede ayudarnos a nombrar nuestro dolor?: conocernos a nosotros mismos y nuestro condicionamiento; el «alfabetismo emocional»; estar con otras personas que no nos dejen escapar cuando estemos mostrándonos reactivos o, por el contrario, blandos con nuestro dolor; practicar nombrando cualquier cosa que surja en nosotros, y no solo aquello que sea desagradable o difícil; reconocer, de primera mano, que distrayéndonos de nuestro dolor lo único que hacemos es cerrarnos a la posibilidad de estar completamente vivos; tomar la decisión de dejar de engañarnos y de estar atontados, a pesar de lo mucho que pueda doler. Cuando miremos atrás y veamos el daño que nos ha hecho el no poner nombre a nuestro dolor (por ejemplo, prolongándolo innecesariamente y convirtiéndolo en sufrimiento) estaremos más abiertos a nombrarlo.

¿Qué sentís ahora mismo? Sea lo que sea, nombradlo; simplificadlo, y después dedicadle toda vuestra atención...

Page 28: Enfrentarse Al Dragón Extr

29

Enfrentarse al dragón

Capítulo 3

Enfrentarnos a nuestro dolor

Enfrentarnos a nuestro dolor constituye un acto de afecto radical, y no solo por nosotros mismos, porque entonces dejamos de alimentar o apoyar la tendencia a huir del dolor que ha convertido a tantos de nosotros en adictos a cualquier cosa que nos mantenga o parezca mantenernos alejados no solo de nuestro dolor sino también del de los demás.

Al tomar en cuenta nuestro dolor también estamos, aunque indirecta o ligeramente, tomando en cuenta el de los demás (tanto en un contexto personal como colectivo), y una de las consecuencias de ello es que nuestra compasión por los demás no solo se hace más profunda, sino que también se ensancha, con lo que nuestra interconexión y estrecha relación con todo cuanto existe se convierte en mucho más que una simple creencia o construcción intelectual.

Enfrentarnos a nuestro dolor implica llevar al corazón todo aquello de nosotros mismos que hemos rechazado, todo cuanto de nosotros hemos condenado al ostracismo, repudiado, descuidado,

Page 29: Enfrentarse Al Dragón Extr

30

Enfrentarse al dragón

evitado, rehuido, excomulgado o bien considerado indigno: en nuestro corazón, de algún modo, hay sitio para todo ello.

Sin embargo, abrirnos a dichas cualidades no significa que entonces permitamos que dirijan el espectáculo, sobreactúen y hagan lo que quieran, del mismo modo que no permitiríamos que un niño —incluido nuestro propio y reclamado lado infantil— condujese nuestro coche. Así pues, en esto debemos proceder con mucho cuidado, esquivando los campos de minas mentales de la tolerancia neurótica y de la ingenuidad de «aceptémoslo todo», manteniendo los ojos abiertos y, al mismo tiempo, con una mirada discernidora.

Cuando algo ha estado un tiempo enjaulado, privado durante largos periodos de tiempo de gran parte de lo que necesita, generalmente, no se comportará especialmente bien cuando sea liberado: sabiendo esto, no esperaremos que nuestro dolor se avenga dócilmente con nosotros cuando dejemos de protegernos de él. Al principio basta, simplemente, con nombrar nuestro dolor y seguir mirándolo a la cara, tomándonos nuestro tiempo para conocerlo, sin esperar que se muestre ni se comporte como una mascota. A medida que su visión vaya haciéndose más nítida puede que veáis algo más o menos parecido a un dragón, algo que dista mucho de ser dócil, sociable o predecible, y quizás hasta vislumbremos el tesoro que se esconde tras él.

Al enfrentarnos a nuestro dolor estamos enfrentándonos también a nuestra tendencia a evitarlo y, de este modo, nos permitimos