el principio de la unidad individual

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«Ver las cosas por primera vez, es decir, san reminis- cencias librescas, s postizas y frases y tópicos comunes, tiene en la investigac cientica muy señalada apcación». El principio de la Unidad Individual Pro f . J Conde Andreu * THE PRINCIPLE OF INDIVIDUAL UNI. CONDEJ Keywords: Philosophy, Physiolo Engsh Abstract: As Dr. Letamendi said,Body is a unique organ with a uniquefunction: life•. Al! living being can be divided in mas s , ene an d movement; but in h uman being we must add the soul, the spirit. e o1 1hodoxMedicine has a tendence toward tbe division to a redu ctionist model ofthe human body, but we must integra te, integrate body and spirit, integrate the disperse knowledge s ofthe reductionist Medicine in aperson, ourpatient. "El ctte¡po es un solo órgano y tiene una sola función: la vida· Dr. Letamendi . EL PRINCIPIO DE UNIDAD INDIVIDUAL COMO RESULTADO DE INTUICION Debemos confesar que terminaban ya nuestros estudios universitarios, cuando aún luchábamos por obtener la noción clara de la unidad orgánica; y, posteriormente, hemos comprobado que ni los alumnos más distinguidos de Anatomía, ni muchos que ya han dejado de ser alumnos, tienen la convic- ción plena de tal unidad. Además, entre los autores que han tratado con acierto esta cuestión, apenas se encuentra algún anatómico; casi todos son clínicos que, a la cabecera del enfermo, observando manifestaciones funciona- les y fenómenos dinámicos comprenden la interdependencia funcional, pero tampoco parecen convencidos de la unidad orgánica. ¿Existe, acaso, una unidad fisiológica sin unidad anatómica? No parece lógico. Más bien cabe sospe- char que la Anatomía, con su método analítico y la disección, con sus constantes divisiones en el cadá- ver, a la vez que enseñan los múltiples órganos que componen nuestro organismo, hacen concebir este organismo como un acúmulo de partes, como un conglomerado de piezas; y, sin duda, esta idea se g1·aba con tal fuerza en la mente del anatómico, que le imposibilita para ver con claridad la unidad órga- nica. Decididos a resolver definitivamente esta cues- tión, emprendimos el difícil experimento de prescin- dir de todo conocimiento anatómico para razonar libres de cualquier entorpecimiento que pudiera ser achacable a la Anatomía. Como dice nuestro incom- parable Caja! (1): "Ver las cosasporprime vez, es decir, readmirarlas descm1ando reminiscencias li- brescas, descripciones postizas y frases y tópicos co- munes, tiene en la investigación cientifica muy seña- lada aplicación·. Difícil fue nuestra tarea; pero, después de varias tentativas frustadas que sirvieron para ir adiestrándo- nos en tan desusado esfuerzo mental como es el ele renunciar a un caudal de conocimientos adquiridos a costa de prolongado estudio, conseguimos al fin nuestro propósito: desentendernos de la Anatomía para comenzar a estudiar Anatomía. Desechada toda idea de víscera, huesos, múscu- los o nervios; alejada la imagen del laboratorio y de la sala ele disección; borrado todo recuerdo ele museos, libros y láminas; despojada, en fin, la mente del menor residuo anatómico, tratamos de enfocar nuevamente nuestro problema. Pero, ¿Cómo empezar? Porque pronto hubimos de comprender que el libro, el museo, el cadáver..., son las fuentes del conocimiento anátomico; y suprimidas esas fuentes, ¿Dónde apagar nuestra sed de ciencia?. Súbitamente, y como por una especie de revela- ción, surgió la solución del confliCto. Vimos, con toda claridad, la imagen del verdadero sujeto ele estudio de la Anatomía; y era esta imagen la de un hombre vivo, íntegro, sano, desnudo como un discóbolo griego, y sin mutilación ni artificio de ninguna clase. He aquí una fuente el e conocimiento anatómico. Es la única que había resistido a nuestra rigurosa supresión; pero es la primera: acaso la única de indiscutible legitimidad; y la de . absoluta y garantida pureza. Desde ese momento emprendos la observa- ción racional, atenta y fiel ele nuestro exclusivo sujeto de estudio; el hombre vivo, íntegro y sano. Y enton- ces, al ver la continuidad apreciable en toda la super- ficie del cuerpo, al recordar la imposibilidad de rom- per esa continuidad sin destruir al individuo, al con- siderar que en el hombre no hay brazo que se pueda soltar del tronco, ni pierna que quepa destornillar, ni 6 Natu Medicatrix. Primave 1991 (n º25)

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Page 1: El principio de la Unidad Individual

«Ver las cosas por

primera vez, es

decir, readmirarlas descartando

reminis­cencias

librescas, descripciones

postizas y frases y

tópicos comunes,

tiene en la investigación

cientifica muy

señalada aplicación».

El principio de la Unidad Individual Pro f. Dr. J. Conde Andreu *

THE PRINCIPLE OF INDIVIDUAL UNITY. CONDEJ Keywords: Philosophy, Physiology English Abstract: As Dr. Letamendi said,Body is a unique organ with a uniquefunction: life•. Al! living

being can be divided in mass, energy and movement; but in human being we must add the soul, the spirit. Tbe o11hodoxMedicine has a tendence toward tbe division to a reductionist m o del of the human body, but we must integrate, integrate body and spirit, integrate the disperse knowledges of the reductionist Medicine in a person, ourpatient.

"El ctte¡po es un solo órgano y tiene una sola función: la vida ·

Dr. Letamendi

. EL PRINCIPIO DE LA UNIDAD INDIVIDUAL COMO RESULTADO DE INTUICION

Debemos confesar que terminaban ya nuestros estudios universitarios, cuando aún luchábamos por obtener la noción clara de la unidad orgánica; y, posteriormente, hemos comprobado que ni los alumnos más distinguidos de Anatomía, ni muchos que ya han dejado de ser alumnos, tienen la convic­ción plena de tal unidad.

Además, entre los autores que han tratado con acierto esta cuestión, apenas se encuentra algún anatómico; casi todos son clínicos que, a la cabecera del enfermo, observando manifestaciones funciona­les y fenómenos dinámicos comprenden la interdependencia funcional, pero tampoco parecen convencidos de la unidad orgánica.

¿Existe, acaso, una unidad fisiológica sin unidad anatómica? No parece lógico. Más bien cabe sospe­char que la Anatomía, con su método analítico y la disección, con sus constantes divisiones en el cadá­ver, a la vez que enseñan los múltiples órganos que componen nuestro organismo, hacen concebir este organismo como un acúmulo de partes, como un conglomerado de piezas; y, sin duda, esta idea se g1·aba con tal fuerza en la mente del anatómico, que le imposibilita para ver con claridad la unidad órga­nica.

Decididos a resolver definitivamente esta cues­tión, emprendimos el difícil experimento de prescin­dir de todo conocimiento anatómico para razonar libres de cualquier entorpecimiento que pudiera ser achacable a la Anatomía. Como dice nuestro incom­parable Caja! (1): "Ver las cosas por primera vez, es

decir, readmirarlas descm1ando reminiscencias li­brescas, descripciones postizas y frases y tópicos co­munes, tiene en la investigación cientifica muy seña­lada aplicación·.

Difícil fue nuestra tarea; pero, después de varias tentativas frustadas que sirvieron para ir adiestrándo­nos en tan desusado esfuerzo mental como es el ele renunciar a un caudal de conocimientos adquiridos a costa de prolongado estudio, conseguimos al fin nuestro propósito: desentendernos de la Anatomía para comenzar a estudiar Anatomía.

Desechada toda idea de víscera, huesos, múscu­los o nervios; alejada la imagen del laboratorio y de la sala ele disección; borrado todo recuerdo ele museos, libros y láminas; despojada, en fin, la mente del menor residuo anatómico, tratamos de enfocar nuevamente nuestro problema.

Pero, ¿Cómo empezar? Porque pronto hubimos de comprender que el libro, el museo, el cadáver . . . , son las fuentes del conocimiento anátomico; y suprimidas esas fuentes, ¿Dónde apagar nuestra sed de ciencia?.

Súbitamente, y como por una especie de revela­ción, surgió la solución del confliCto. Vimos, con toda claridad, la imagen del verdadero sujeto ele estudio de la Anatomía; y era esta imagen la de un hombre vivo, íntegro, sano, desnudo como un discóbolo griego, y sin mutilación ni artificio de ninguna clase.

He aquí una fuente ele conocimiento anatómico. Es la única que había resistido a nuestra rigurosa supresión; pero es la primera: acaso la única de indiscutible legitimidad; y la de. absoluta y garantida pureza.

Desde ese momento emprendimos la observa­ción racional, atenta y fiel ele nuestro exclusivo sujeto de estudio; el hombre vivo, íntegro y sano. Y enton­ces, al ver la continuidad apreciable en toda la super­ficie del cuerpo, al recordar la imposibilidad de rom­per esa continuidad sin destruir al individuo, al con­siderar que en el hombre no hay brazo que se pueda soltar del tronco, ni pierna que quepa destornillar, ni

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apéndice suceptible de ser desenganchado, ni por­ción alguna, en fin, que puede separarse del resto, entonces, y sólo entonces, caímos en la cuenta de que el cuerpo es una sola pieza indivisa.

¿No era increíble que tal vulgaridad se hubiese resistido tanto a ser comprendida?.

Apenas tuvimos tiempo de sonrojarnos avergon­zados ante esta consideración; porque pronto com­prendimos que la apariencia de vulgari.dad de nuestra proposición dependía precisamente de su evidencia incontrovertible, de su condición axiomática; y esto constituía otro valioso hallazgo para nosotros. en efecto, no sólo habíamos adquirido la éonvicción pfena de que la unidad orgánica es una verdad, sino de que es una verdad evidente, es decir, un principio. En una palabra: habíamos encontrado el principio de la unidad orgánica.

Estos son los primeros resultados obtenidos con ese ensayo reducido a prescindir de los conocimien­tos de Anatomía como operación previa para inquirir las primeras nociones de esa ciencia: 1) Un clarísimo concepto del verdadero sujeto de estudio de la Ana­tomía, de la Fisiología y de la Antropología. 2) El principio de la unidad órganica; y 3) La prueba palpable de que, conforme a nuestra sospecha inicial, la dificultad para comprender la unidad orgánica es incriminable al vicioso método de estudio de la Anatomía.

Debemos, pues, confesar que la empresa, aunque laboriosa, había sido fructífera.

Hasta aquí lo meramente anatómico; pero si queremos referirnos al individuo íntegro -y no a su cuerpo solamente- debemos reconocer que, además de esa noción objetiva de la unidad orgánica, existe otra noción subjetiva de la unidad de nuestro yo que por introspección o experiencia interna es percibido, en el hecho de conciencia, como uno indiviso y absolutamente indivisible.

·

De estas dos nociones, la objetiva y la subjetiva (aunque de la segunda más que de la primera), como si se tratara de dos raíces que convergen y se fusionan en un tronco, proviene, sin duda, la íntima convicción que tenemos de nuestra unidad individual.

Y aún cuando muchos aparentan no comprender esta unidad, cabe afirmar rotundamente que todos, absolutamente todos, aceptamos consciente o in­conscientemente, esa verdad como. uno de esos principios universalísimos o primeros principios en los que descansan las ideas más fundamentales y los más sólidos razonamientos.

Así por ejemplo, cuando un delincuente recibe una sanción, se sobreentiende que aquel individuo es uno; porque sí dudásemos de esta unidad, también dudaríamos acerca de cual de sus partes merecía la sanción: ¿Acaso es la mano que empuñó el arma homicida? ¿O es el músculo que le dio impulso? ¿Será tal vez su cerebro' . . . No; tales dudas no se han susci­tado jamás, porque jamás ha faltado a nadie el senti­miento profundo de la propia indivisión.

Cuando uno dice .. estoy triste•, ¿Se le ocurre a alguien preguntar cuál es la parte entristecida de su personalidad? Y del mismo modo, las frases .. pienso .. , .. siento", .. quiero", .. recuerdo", etc. ¿No presuponen

también la unidad del individuo?. Efectivamente. Al reconocer cualquier hecho de

conciencia, reconocemos también, implícitamente, nuestra unidad. Cada uno de nosotros se siente uno, indiviso e idéntico, en el espacio y en el tiempo, a pesar de nuestra constante evolución, a pesar de la aparente multiplicidad de nuestras actividades. Y este arraigado sentimiento de nuestra indivisibilidad, se superpone a todo y da a la noción de unidad individual el carácter de un postulado, de una intui­ción fundamental, de una verdad necesaria que, en vano, trataríamos de eludir.

EL CONCEPTO DE UNIDAD INDIVIDUAL COMO RESULTADO DE EXPERIENCIA CIENTIFICA

Análisis.

Recordemos que la unidad orgánica se nos ha manifestado clara, evidente, cuando, eliminando de nuestra mente todo prejuicio anatómico, hemos pro­cedido a una investigación natural del hombre vivo y sano. Investigación natural llamamos a la que hemos llevado a cabo, sin el menor artificio experimental, empleando tan sólo nuestros medios naturales de observación: los sentidos.

Estamos, pues, en posesión de un concepto científico que, siendo difícilmente accesible para los técnicos, nos ha resultado de clara y fácil compren­sión al colocarnos al margen de la ciencia, aproxima­damente en las condiciones de un profano. Extraña paradoja que, a toda costa, debemos evitar.

Para esto, después de haber expuesto el principio de la unidad orgánica como una intuición obtenida en las condiciones expuestas, queremos ahora llegar a esa misma idea por el camino de la experiencia racional y científica; tomando el concepto de la unidad como tesis que habremos de explicar apo­yándonos en nuestros conocimientos anatómicos. De este modo, pretendemos conducir a nuestro espí­ritu hasta el mismo punto donde antes ha llegado por intuición, pero por un terreno puramente científico. Y la conformidad entre los resultados de la intuición y de la experiencia científica no hará más que con­solidar y aclarar estos resultados.

Y si este proceder nos satisface en lo anatómico, ¿No podremos aplicarlo a lo funcional, a lo psicológi­co y a lo íntegramente individual? Eso es lo que trataremos de llevar a cabo.

Para conseguir lo que nos proponemos comen­zaremos poniendo de manifiesto y examinado mi­nuciosamente aquellas causas que, sin duda, dificul­tan la inteligencia de la unidad orgánica. Dichas causas deben de ser, principalmente, las numerosas divisiones de que se vale la investigación biológica.

De estas divisiones, unas son racionales y recaen sobre los conceptos; otras son materiales (disecciones y vivisecciones) y recaen sobre el sujeto de estudio. Pero todas, por inadecuadas a la indivisibilidad del individuo, deberían ir seguidas inmediatamente de

No se puede estar enfermo

parcialmente, como no puede hallarse entristecida solamente una parte de nuestro yo.

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Page 3: El principio de la Unidad Individual

La suplantación

del organismo

por su cadáver

supone una

fals!ficacron del único y

legítimo sujeto de

estudio en Anatomía.

Y esta suplantación

de sujeto habremos de tenerla

siempre en

cuenta al interpretar los hechos

anatómicos, si no

queremos que sea

motivo constante de error.

otras tantas operaciones inversas (reintegraciones) encargadas de compensar o reparar en nuestra men­te, el efecto de las anteriores. Por el contrario, tales divisiones, realizadas sin advertir su ilegitimidad, son las que fragmentan nuestro concepto de individuali­dad y de organización, borrando en ellos la nota de unidad.

Frente a ese complejísimo integral que llamamos hombre, la inteligencia humana, sintiéndose débil para abordar un estudio de conjunto, recurre a la división ( .. divide y vencerás", dice la antigua senten­cia) y emprende una serie de operaciones analíti­cas ideales que, al descomponer en varias partes nuestra individualidad, fraccionan el estudio y per­miten distribuirlo entre varias ciencias, quedando así el trabajo repartido y, por ende, facilitado.

División primordial del individuo. La división primordial de todo ser vivo considera­

do como objeto de ciencia se obtiene fácilmente, tal como conviene al biólogo, partiendo de la distinción entre las intuiciones de materia, energía y movimien­to. Esta distinción, muy general, que incluye también , el mundo inorgánico, nos permite pasar de lo simple (seres minerales) a lo complicado (organismos), y nos hace ver que, hasta en la inmensa complejidad de la más compleja individualidad, el hombre, todo se reduce a materia (organización, substratum material o cuerpo), enetgía(principio vital, naturaleza, espiritú, alma) y movimiento (funciones, acciones vitales y vida), siendo el movimiento la resultante de la unión de la energía a la materia.

Seguramente, precede a estas distinciones y les sirve de antecedente lógico otra, más general si cabe, cual es la que establecemos al diferenciar en todo acto, el instrumento, el agente y la acción.

Convencidos de la "iluminación menta), que se obtiene al incluir un hecho particular en otros análogos ya conocidos, indicamos aquí la correlación entre estos resultados obtenidos mediante el análisis racio­nal, ya sea del ser vivo, del ser inorgánico, o del acto en general, cualquiera que sea su naturaleza. Las consideraciones hechas respecto al hombre son apli­cables a cualquier ser vivo (animal o vegetal), sim­plemente sustituyendo "alma racional" por "alma" en su acepción de "Principio de toda vida" con lo que no se prejuzga la naturaleza de este principio (véase gráfico).

La cuestión que habíamos planteado queda así

aquellas dos sustancias. No hemos encontrado nin­guna otra explicación que nos dé una idea tan exacta de esta cuestión; ninguna otra, adecuada a la biología, nos ha proporcionado, normas tan claras para una división racional del ser vivo, y, especialmente, del hombre.

De todo lo expuesto se infiere la división a que ·debemos someter el estudio de todo organismo. La ciencia encargada de la parte material o corpórea se llamará Anatomía; la que estudia la patte anímica, Psicología; y la que se ocupa de las acciones o funciones vitales será denominada Fisiología.

Pero, realmente, no se pueden separar del hom­bre ni el alma ni el cuerpo, ni sus funciones. La unidad humana no admite descomposición en esas partes. El análisis que hemos hecho del individuo es, pues, merarhente "ideal", y sólo a título de método de estudio podemos admitirlo.

A) Anatomia. Aún ciñéndonos al cuerpo del individuo, las difi­

cultades para su estudio son todavía inmensas. Por lo pronto, en la imposibilidad de obtener un cuerpo aislado de sus funciones y del espíritu, hay que seguir investigando en el organismo íntegro o individuo vivo.

Ahora bien: el examen exterior del cuerpo queda pronto terminado; conocido completamente por fuera, surge el deseo de conocerlo por dentro; pero aquí· tropezamos con un escollo: no podemos romper la continuidad de la superficie, que nos veda todo examen interno. Ante la imposibilidad de abrir el cuerpo humano, nos vemos privados de inquirir su constitución interior.

¿Y cuando se trate del cuerpo de un animal?. Tampoco podemos evitar ese conflicto. Los seres vivos, corho tales seres vivos, son suceptibles de observación natural y nada más; podemos someter­los a la inspección de nuestros sentidos (vista, tacto, olfato etc.) , pero no pueden sufrir ninguna clase de análisis que comience por privarlos de la vida. En la realidad de nuestro sujeto de estudio (individuo vivo), toda partición material es incompatible con la norma­lidad de la vida. Cada individuo es una sola pieza o cosa indivisa; y cualquier división -y aún incisión- que en él se intente, o lo trastorna, modificando profunda­mente su funcionamiento, o lo destruye, convirtién­dolo en un cadáver.

Ante tales restricciones y dificultades inherentes al estudio de la organiza­

ACTO SER INORGANICO SER VIVO ción, la ciencia, impulsada por su afán irrefrenable de investigar, optó por pres­cindir del "ser vivo" y lo sus­tituyó por lo que parecía

- Instrumento - Materia -Organización (cuerpo) - Acción - Movimiento - Actividad vital (funciones) - Agente - Energía - Alma

resuelta sin salir de un sano dualismo. En el ser vivo, en el mineral, y en todo acto encontramos dos sustan­cias: corpórea y anímica, materia y energía, instru­mento y agente. La función vital -el movimiento, la acción- sólo es el resultado del nexo o unión entre

serle más afín: "el cadáver". Solución satisfactoria, al

parecer; en realidad, verdadero pecado original, del que siempre se resentirá la Anatomía. Por mucho que los caracteres anatómicos del cadáver se aproximen a los del ser vivo, un abismo separa a ambos; por muchas que sean sus semejanzas, existe una diferen-

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cia esencial entre "ser" y "no ser• vivo, La suplantación del organismo por su cadáver

supone, pues, una falsificación del único y legítimo sujeto de estudio en Anatomía. Y esta suplantación de sujeto habremos de tenerla siempre en cuenta al interpretar los hechos anatómicos, si no queremos que sea motivo constante de error.

División de la organización en sistemas.

Sin advertir la transgresión mencionada, el ana­tómico se lanza al análisis del cadáver confiado en la exactitud de todo lo que observa, y distingue unas partes duras y amarillentas (óseas), otras blandas y rojas (musculares), otras acordonadas (nerviosas), otras tubulosas, etc. En otras palabras establece la división de la organización en sistemas tales como el esquelético, muscular, circulatorio o esplácnico, y para su estudio se asignan los respectivos capítulos de la Anatomía, que recibirán los nombres de esque­letología, miología, angiología, esplagnología, y otros.

División de los sistemas de órganos.

Todavía resulta muy extenso y complejo el estu­dio de cada uno de los sistemas dichos; subsiste, pues, la necesidad de intentar en ellos nuevas divi­siones que, descomponiéndolos en partes más pe­queñas, hagan más asequible la investigación. El mismo procedimiento de análisis (disección) que nos ha permitido distinguir en el cadáver los sistemas que lo constituyen, nos permitirá ahora diferenciar y ais­lar, en cada sistema, las partes que lo integran: los "órganos", y con eso hemos llegado al límite de la divisibilidad anatómica alcanzada con el escalpelo.

Las analogías y diferencias existentes entre los órganos de un mismo sistema permiten estudiar en ellos los caracteres generales com�mes a todos los que componen ese sistema, y los caracteres particu­lares por los que cada órgano se distingue de los demás. Fundándose en esto, se le da también a los órganos nombres genéricos como "huesos", "múscu­los", y particulares, como «tibia", ·bíceps" o "neumo­gástrico".

El anatómico obtiene de sus trabajos de disección esta conclusión fundamental, que ha dado estructura a la anatomía clásica: ,)a organización se compone de varios sistemas, y estos, a su vez, se componen de órganos". Es decir ·<el cuerpo es un compuesto de multiples órganos".

Estos órganos, descubiertos, y "aislados" median­te el escalpelo, adquieren, a los ojos del disector, la significación de las piezas de una complicada maqui­naria; y desde el momento en que consideramos al cuerpo como una máquina quedamos casi incapaci­tados para comprender la unidad orgánica. Porque en la máquina se ve claramente la correlación funcio­nal y estructural que existe entre sus piezas, pero no hay continuidad ninguna entre ellas. Una máquina se puede descomponer y recomponer inpunemente, porque recomponer no es más que restablecer las conexiones de contigüidad que había entre sus pie­zas, "contigüidad" que podrá llegar a ser muy íntima, pero que no llega a ser «Continuidad". Esas piezas pueden ser aisladas, separadas por tiempo indefini-

do, sin que sufran menoscabo; luego es posible reincorporadas al conjunto; hasta cabe sustituirlas por otras iguales. Y el funcionamiento de la máquina seguirá sin perturbarse.

Nada de esto puede ocurrir en los organismos donde cualquier parte se halla ligada al resto por innumerables vínculos (arterias, venas, linfáticos, trabéculas conjuntivas), y donde no es posible sepa­rar o aislar ningún órgano de los demás sin romper esos lazos de unión que establecen su continuidad con el todo individual.

B) Fisiología

División de la actividad vital (vida) en funciones. Hemos dicho que la Fisiología se ocupa de la

actividad peculiar del ser vivo. Así como el anatómico hubo de apelar a la división de la organización para llevar a cabo su estudio, también el fisiólogo, ante la asombrosa variedad de manifestaciones de esa activi­dad vital, tendrá que recurrir para estudiarla al mismo procedimiento de división.

Como primitivamente los conocimientos fisioló­gicos no eran más que una consecuencia de los anatómicos, la Fisiología no tenía necesidad de dividir su material de estudio, puesto que la Anatomía se lo ofrecía ya dividido. Aquella era un apéndice de ésta, en que se consignaba el uso de cada órgano a medida que se estudiaban.

Es decir que la Fisiología no planteó el objeto de su estudio como un todo cuya singularidad pudiera expresarse así: actividad del ser vivo, actividad vital, función vital, vida, sino como una multiplicidad que se nombra en plural: acciones vitales, fenómenos vi­tales, funciones.

Casi es innecesario advertir que , estas últimas denominaciones, empleadas habitualmente, nos proporcionan, al comenzar los estudios fisiológicos, una orientación inicial defectuosa, difícil de corregir, que nos aleja del concepto de unidad; por el contrario aquellas otras denominaciones que hemos propuesto como más precisas afirman, desde el primer momen­to, este concepto funcional y serían, por lo tanto, preferibles.

Sin que lleguen a corresponderse exactamente las divisiones anatómicas de la organización y las fisioló­gicas de la vida, puede decirse que son muy semejan­tes.

La función viva total se divide en funciones gene­rales (digestión, respiración, c irculación, sensorialidad, etc.), de un modo parecido a como la organización total se divide en sistemas. ·

Y es'tas funciones generales se subdividen, a su vez, en funciones particulares, análogamente a como los sistemas�se dividen en órganos.

Así, la digestión se descompone en masticación, deglución, fisiología del estómago, del duodeno, etc. ; la circulación comprende la fisiología cardíaca, arte­rial, capilar, etc. ; la sensorialidad se divide en visión, olfación, audición, etc.

En resumen, la actividad del ser vivo, la vivacidad, la vida es considerada como un conjunto de múltiples y variadísimas funciones.

En el organismo cada

función influye en todas las demds y depende de todas las demds. La actividad vital es un proceso contínuo. He aquí el Principio de la Unidad FuncionaL

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La idea de multipli­cidad de órganos

proviene de las

divisiones recaídas

sobre el cadáver y referidas

a la organi­zación;

estas divisiones

son improce­

dentes, puesto que

en un cuerpo vivo no

son factibles;

luego, a dichas

divisiones

debemos oponer

otras tantas

reintegra­ciones

. mentales compensa­

doras.

C) Psicología Análisis del espíritu. La psicología también recurre a la división de su

objeto de estudio, el alma, que siendo inmaterial e inextensa se sustrae a todo intento de división real y que se nos ofrece como verdadera unidad absoluta, resulta sin embargo dividida idealmente cuando el psicólogo trata de conocerla.

Pero mientras la organización se ha desmembra­do fácilmente y es dificultosa su reintegración, el espíritu, al contrario, se resiste al análisis y se presta a la síntesis o unificación.

Reconocemos en el espíritu las distintas faculta­des de pensar, sentir y querer. Prescindiendo de esto, la complicada unidad de la conciencia puede dividir­se en complejos psíquicos representativos y afectivos; y éstos pueden, a su vez, descomponerse en elementos psíquicos representativos_(sensaciones), y afectivos (sentimientos elementales).

Síntesis

A) Anatomía La disección con sus incisiones, secciones y de­

más recursos para aislar los órganos del cadáver, nos hace concebir nuestro organismo como un conjunto de partes, como.un conglomerado de piezas, o un acúmulo de órganos; y esta idea de ... multiplicidad, es contraria a la idea de unidad que �osotros perseguí-mos. '

Aunque suele admitirse que esa conclusión obte­nida del análisis del cadáver es absolutamente cierta y que el cuerpo, es, efectivamente, .. un conjunto de partes o piezas llamadas órganos", nosotros negamos rotundamente la legitimidad de dicha conclusión, de la que tanto blasona la ciencia actual. Y vamos a demostrar que esa idea de multiplicidad es una de tantas apariencias engañosas contrarias a la realidad. Pero antes haremos tres advertencias previas.

a) Por lo pronto debemos reconocer que, investi­gando en el cadáver, tomamos por sistemas y por órganos lo que no son más que cadáveres de sistemas y cadáveres de órganos.

b) Además, los result�dos de la investigación en el cadáver (falso sujeto) los aplicamos a nuestro con­cepto abstracto de organización (verdadero objeto de la Anatomía); y lo peor no es que hagamos extensivo al individuo lo que sólo hemos visto en el cadáver, sino que esto se haga inadvertidamente.

e) Sobre todo debemos recordar que las divisio­nes necesarias para nuestro estudio las hemos reali� zado en el cadáver porque no eran factibles en el cuerpo vivo; lo cual ya permite sospechar que la multiplicidad orgánica resultante de aquellas divisio­nes es sólo aparente y no real. Así, cuando decimos que cüalquier escisión de cierta amplitud en el ser vivo es incompatible con la normalidad de la vida y, aún, con la vida misma, y cuando reconocemos como un hecho de experiencia común la imposibilidad de aislar o separar los órganos de un ser vivo", damos como muy verosímil la unidad orgánica.

Pero nosotros perseguimos la certeza (no la vero-

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similitud) de la continuidad de cada órgano con los demás, esto es, la evidencia plena de que el cuerpo es un sólo órgano.

A nuestro juicio la cuestión podría plantearse así: la idea de multiplicidad de órganos (que reemplaza en nuestra mente a la noción intuitiva de unidad) proviene de las divisiones recaídas sobre el cadáver y referidas (indebidamente) a la organización; estas divisiones son improcedentes, puesto que en cuerpo vivo no son factibles; luego, a dichas divisiones debemos oponer otras tantas reintegraciones mentales compensadoras. Dirigiéndonos así a las causas influiremos en los efectos; y cuando cada análisis ilegítimo vaya seguido de su correspondiente síntesis, y cada separación experimental sea reparada con una unión ideal inme­diata, la noción de unidad orgánica resurgirá con más fuerza y se hará inderrocable en nuestro entendimiento.

Vamos pues, a intentar las operaciones contrarias a las ya citadas divisiones del cadáver.

Reintegración de los sistemas

SISTEMA ESQUELETICO. En contraposición al ais­lamiento artificioso de los huesos obtenidos anterior­mente, se trata ahora de poner en evidencia la conti­nuidad real de cada hueso con el todo esquelético y, lo que es más importante, con el todo orgánico.

Para esto, será oportuno recordar lo siguiente: lo que habitualmente llamamos .. huesos, no son, en realidad, más que cadáveres de huesos. Los huesos en terminos de rigor científico, no son esas piezas calcáreas inertes que forman los esqueletos de nuestros museos, sino verdaderos órganos vivos con riego sanguíneo, inervación, nutrición, capacidad de adaptaciones morfólogicas y estructurales, es decir, con las pro­piedades de tales órganos vivos.

Según esto, un hueso ya no se concibe aislada­mente. Si tomamos como ejemplo una vértebra, es fácil comprender que, por lo pronto, se halla en perfecta continuidad con los ligamentos que la unen a las vértebras vecinas.

El periostio cubre la superficie de los huesos, excepto en las partes revestidas de cartílago articular, y en las destinadas a inserciones tendinosas y liga­mentosas. Se halla adherido al cuerpo del hueso mediante numerosos vasos que le envía y, sobre todo, mediantes haces de fibras elásticas y conjuntivas (fi­bras perforantes de Sharpey) que partiendo de la cara profunda del periostio penetran en la sustancia ósea. El periostio, al llegar al contorno de un cartílago articular, o a sus inmediaciones, ,se confunde con la cápsula fibrosa de la articulación, y por el intermedio de esta última, se continúa con el periostio que cubre el hueso o los huesos inmediatos". En el caso de una vértebra, que hemos tomado como ejemplo, a nivel ele las artrodias constituíclas por las apófisis articula­res, se establece esa continuidad con las vértebras supra y subyacentes .

Es necesario entender que un ligamento de unión entre dos huesos no es· un tercer elemento distinto ele los huesos dichos, como lo sería una atadura postiza . . El ligamento no tiene bien marcados el principio o el fin; nada lo separa de los huesos con los que se continúa insensiblemente, y unos milímetros más allá

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penetra en el hueso y forma parte integrante del mismo. ·

De modo análogo se comportan los ligamentos tanto pariarticulares como los llamados ligamentos a distancia; los primeros son meras dependencias de la cápsula, partes engrosadas del manguito capsular, y no hacen más que reforzar la continuidad que aquella establece entre los huesos; los segundos, aunque más independientes, desempeñan igualmente ese mismo papel unitivo. Si tomamos como ejemplo de ligamento a distancia un intertransverso vemos que, efectiva­mente, pone en continuidad las dos apófisis transversas en que se insertan sus extremos.

Lo dicho acerca de una vértebra puede ser aplica­do a propósito de cualquier otro hueso. Además, en el caso de las vértebras, debemos citar también su más importante medio de unión, el disco intervertebral, cuya adherencia a los cuerpos vertebrados es tan fuerte, que en los grandes traumatismos del raquis con producción de fracturas, el tejido óseo cede por lo general antes que el ligamento.

No parece exacto, como afirma Tillaux, que las fibras del ligamento se inserten en las vértebras situadas por encima y por debajo. Las caras de los cuerpos vertebrales están cubiertas de una delgada capa de cartílago hialino a cuyo nivel se detienen las fibras citadas (Schiefferdecker y Kossel, etc.) . No obstante, la adherencia de la vértebra al fibro-cartílago no puede compararse con la que se obtiene a favor de una sustancia adhesiva. En el caso ele dos cuerpos unidos mediante un adhesivo cualquiera no existe cominuidad, ni siquiera hay a veces contigüidad en­tre ellos porque la capa más o menos gruesa de sustancia adhesiva interpuesta impide en cierto modo el contacto. A pesar de la falta de fibras unitivas entre fibro-cartílago y hueso, un corte perpendicular a un disco intervertebral permite ver que el hueso, el cartílago hialino y el fibro-cartílago se suceden sin solución de continuidad; y no cabe separar uno de otro, naturalmente, sin rotura de alguno ele sus ele­mentos.

En resumen: huesos y ligamentos forman un todo continuo; los huesos son partes naturalmente insepa­rables (no piezas) ele ese todo que llamamos esque­leto.

SISTEMA CIRCULA TORIO. Cuanto en el párrafo anterior se pueda considerar como dificultad, en éste lo será como facilidad; porque si el esqueleto se presta mucho al análisis y no es adecuado a la síntesis, al aparato circulatorio le ocurre todo lo contrario.

Basta recordar un esquema cualquiera del mismo para que su continuidad nos aparezca indiscutible. A

· partir del corazón vemos los troncos arteriales tan íntimamente fusionados en su nacimiento con él, como nuestros brazos lo están con el tórax.

Después de ramificarse, las arterias se continúan con los capilares; y éstos, a su vez, con las venas que abocan de nuevo en el corazón, habiendo formadq dos circuitos cerrados e ininterrumpidos. Y el sistema linfático puede redlicirse esquemáticamente a un apéndice ciego del sanguíneo.

Vemos pues que corazón, arterias, capilares, ve-

nas y linfáticos forman un todo indiviso denominado sistema circulatorio; y aquéllas partes en que solemos dividirlo, para ganar comodidad en su estudio, son tan inseparables como los cuatro cuadrantes en que suponemos dividida una circunferencia.

Esta unidad, tan aparente en términos de esque­ma, corresponde también a la realidad del aparato circulatorio. Indiscutiblemente. Del corazón, emergen los troncos arteriales y venosos, como verdaderas prolongaciones suyas. El endocardio no es más que el mismo endotelio venoso que, al llegar al corazón, penetra en él tapizando sus cavidades, para conti­nuarse luego, con el endotelio arterial. Este sólo hecho bastaría para evidenciar, si no fuese ya eviden­te, la continuidad del corazón con los grandes vasos. Cada vaso arterial y venoso que nace o termina en el corazón se halla en tan perfecta continuidad con todas sus ramas, como el tronco de un árbol lo está con las suyas.

Y, por fin, los capilares, que son continuación ele los más finos ramúsculos vasculares, solidarizan las arterias con las venas respectivas, tanto en la circu­lación mayor como en la menor, estableciendo la continuidad de las ramas mientras el corazón establece la de los troncos.

El sistema linfático podemos considerarlo como una invaginación del sistema venoso; invaginación amplificada y ramificada de tal modo que llega a extenderse por toda la economía. Esta forma de considerar el sistema linfático, que no tiene nada que ver con el modo ele formación embrionaria de los linfáticos, sirve para hacernos comprender fácilmen­te la continuidad del sistema en sí y con el resto del aparato circulatorio, porque vista esa continuidad en el caso de una simple invaginación, igualmente la . comprendemos en el caso de que ese divertículo adquiera un grado tan alto de complejidad como el que presenta el sistema linfático.

SISTEMA NERVIOSO. No menos aparente que la unidad del sistema circulatorio es la del nervioso. La médula se continúa con el bulbo, y éste, el cerebro y el cerebelo se unen entre sí, mediante el istmo del encéfalo, para construir el neuroeje o Sistema Nervio­so Central.

En cuanto al periférico no es preciso esforzarse

para ver que los nervios que lo constituyen son meras prolongaciones del neuroeje, ramificaciones. por todo el organismo. Tampoco el simpático es un sistema independiente como suponía Bichat, sino que se halla solidarizado al sistema nervioso cerebro-espinal mediante los rami comunicantes que parten ele los ne¡yios raquídeos. No creemos que haya cosa más clara que la unidad del sistema nervioso, tal como se desprende de su anatomía macroscópica.

SISTEMA MUSCULAR. En este apartado tratare­mos de oponer a la supuesta individualización ele los músculos la verdadera noción de su inseparabilidad y su unidad con el esqueleto. Basta recordar para esto que todo músculo se .. continúa, en sus extremos por los huesos u otras formaciones en que se inserta. En efecto, ¿Dónde hay una demarcación natural entre

Del corazón emergen los troncos arteriales y venosos

como verdaderas

prolonga­ciones suyas. El endocardio no es más que el mismo endotelio venoso que, al llegar al corazón penetra en él tapizando sus cavidades, para . cQntinuarse luego con el endotelio arteriaL Este solo hecho bastaría para evidenciar, si no fuese ya evidente, la continuidad del corazón con los grandes vasos.

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Page 7: El principio de la Unidad Individual

Las supuestas

piezas de la

organización no son

aislables; entre ellas existe una

triple forma de

continuidad: la directa

como la que

encontra-mos a

nivel de las inserciones musculares-

la que se establece

por intermedio

de los sistemas

nervioso y circulatorio�

y la que

proporciona el tejido

conjuntivo.

músculo y hueso?, ¿Dónde un límite real a cuyo nivel puedan separarse sin rotura de ningún elemento?. La unión de los tendones a los huesos se realiza o ·por fusión de las fibras tendinosas con las periósticas, o por penetración de aquellas en plena sustancia ósea en la forma de fibras de Sharpey. Cuando la inserción de los tendones es en partes fibrosas, no óseas, también se realiza por fusión y continuidad de los haces conjuntivos de ambas partes.

Vemos pues que los músculos son, naturalmente, inseparables de los huesos; y que músculos y esque­leto constituyen una cosa única, indivisa: el aparato locomotor.

SISTEMA ESPLACNICO. Nada más fácil de com­prender que la continuidad de cada.uno de los apara­tos digestivo, respiratorio y urogenital.

La unidad del tubo digestivo es clarísima y se trasluce bien en esa denominación de «tubo" y en las representaciones esquemáticas del mismo. Acaso no resulta tan clara esa unidad cuando al tubo agregamos sus formaciones glandulares anexas (glándulas sali­vares, hígado y páncreas) para considerar completo el aparato digestivo. Sin embargo, la pequeña dificultad queda desvanecida en cuanto advertimos que la morfología de cualquier glándula, por voluminosa que sea, puede referirse a la de una invaginación que se amplifica, se repite o se ramifica extraordinaria­mente. Si es evidente la continuidad de un dedo de guante con el resto de la prenda, no lo es menos por el hecho de que esa invaginación se alargue desme­suradamente, ni porque se curve, ni tampoco porque se complique con el nacimiento de nuevas invagina­ciones, y con el de otras en éstas, y así sucesivamente hasta dar una ramificación de ramas stempre huecas, como las que constituyen glándulas arracimadas compuestas, entre las que figuran las salivares y el páncreas. Y si los conductos glandulares ramificados se anastomosan entre sí, formando redes, para cons­truir una glándula reticular como la hepática, la continuidad del órgano aún se ve reforzada por este hecho.

Con la misma facilidad se comprende la unidad de los aparatos respiratorio y urogenital.

Reintegración de la organización

Tampoco los sistem:¡ts son independientes unos de otros. Ya hemos visto anteriormente la continui­dad del esquelético y el muscular formando el aparato locomotor.

Pero fijémonos en el sistema circulatorio. Este; que, como todos es una porción única e ininterrum­pida, por su inmensa arborización llega a los demás sistemas y penetra en cada uno de sus órganos, confundiéndose con ellos. De este modo se convierte en importantísimo factor de continuidad entre los diferentes sistemas. 1

Cada hueso, por ejemplo, posee numerosos va­sos, profundamente ramificados en su interior, que forman parte consustancial con el hueso y establecen su continuidad con el sistema circulatorio. Como ocurre lo mismo con los músculos y con los órganos de los sistemas restantes, resulta que por intermedio

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del sistema circulatorio cada hueso en particular, y el sistema esquelético en general, se continúa sin inte­rrupción con los órganos de todos los sistemas, y a la inversa.

Lo dicho acerca del sistema circulatorio puede repetirse a propósito del nervioso.

Tampoco han de quedar excluídos de nuestra operación sintética los órganos de los sentidos, ni las dispersas glándulas de secreción interna, ni órgano alguno, porque en definitiva, los sistemas y los órganos son partes naturalmente inseparables de la organiza­ción.

Por si lo expuesto no fuera suficiente, tenemos además la continuidad establecida por el tejido conjuntivo, el factor más general de continuidad.

Para comprender el papel unitivo de este tejido conviene penetrar en la intimidad del mecanismo de la disección, mecanismo que consiste en separar unas partes órganicas de otras, despojándolas de las sus­tancias intermedias que las unen, para poner toda su superficie al descubierto. ,La disección respeta, porto común, las partes anatómicas bien definidas, y recae casi exclusivamente en el tejido conjuntivo, que es el que rellena todos los intersticios y establece la conti­nuidad y adherencia de los órganos, (F. Olóriz).

El disector, después de las primeras incisiones que rompen la continuidad de la superficie envolvente del cadáver, la piel, trata de encontrar intersticios naturales (?) por donde puedan penetrar fácilmente los instru­mentos, separando así unos órganos de otros. Junto a la consistencia de ciertas masas orgánicas, pasa in­advertida la tenue adherencia de algunas partes con otras. Cuando, por ejemplo, se separan dos músculos vecinos no debe creerse que se ha "descubierto" un intersticio natural, sino que se ha fraguado artificial­mente; por muy fácil que haya sido la apertura de ese espacio intermuscular, para penetrar en él los instru­mentos han debido romper miríadas de fibrillas conjuntivas que eran otros tantos lazos de unión por los que se establecía la continuidad entre dichos músculos. El tejido conjuntivo une todo con todo.

Conforme habíamos previsto, así como de las divisiones obteníamos la idea de multiplicidad, de las operaciones contrarias, reintegraciones, obtenemos el resultado contrario: la unidad.

La multiplicidad ha quedado bien rebatida; el conglomerado de partes, el acúmulo de órganos, ha desaparecido. Las supuestas piezas de la organización no son aislables; hemos visto que entre ellas existe una triple forma de continuidad: la directa -como la que econtrábamos a nivel de las inserciones muscula­res-, la que se establece por intermedio de los sistemas nervioso y circulatorio, y la que proporciona el tejido conjuntivo.

Después de haber mostrado repetidas veces en este trabajo la continuidad orgánica, podemos dar por comprobada nuestra tesis. El cuerpo no es un conjun­to de órganos, sino un todo no interrumpido. Leta­mendi lo dijo muy expresivamente: .. e] cuerpo es un sólo órgano". Nosotros preferimos formular esta idea así: .. Ja organización es una e indivisa". He aquí el Principio de la Unidad Orgánica.

Page 8: El principio de la Unidad Individual

B) Fisiología

Reintegración de la función vida.

Si pensando de modo análogo a como lo hemos hecho en Anatomía, nos fijamos en la función gástrica, por ejemplo, comprendemos en seguida que no es un fenómeno aislado y dependiente tan sólo del estóma­go, sino una fase inseparable de un largo proceso continuo, la función digestiva, que comienza, al pa­recer, con la masticación e insalivación, porque en realidad este primer acto digestivo se halla perfecta­mente ligado a otro anterior que es el acto de coger los alimentos; y aunque el acto de coger marque el momento en que los alimentos entran en escena, no podemos tampoco considerarlo como fenómeno inicial del proceso. Acaso se ha dado antes la sensa­ción de hambre y ésta ha motivado una serie de actos encaminados a la consecución de algo comestible. De este modo el acto de coger los alimentos es verdadera continuación de esos otros actos que lo han precedido y preparado.

Así nos iríamos remontando de fenómeno en fenómeno sin encontrar uno que pueda llamarse propiamente inicial; y el mismo resultado obtendre­mos si buscamos la terminación de cualquier acto fisiológico. La digestión gástrica, por ejemplo se continúa sin interrupción con la digestión intestinal; ésta da lugar a la absorción; la absorción irá seguida de la circulación en las venas mesentéricas y en los vasos quilíferos, y así. sucesivamente, avanzaremos de fenómeno en fenómeno, siempre vislumbrando un ·más allá", sin llegar a una función que pueda llamarse propiamente terminal.

Cualquiera que sea el acto vital que tomemos en consideración, lo encontraremos ligado, sin discontinuidad, a otros que le anteceden y que le siguen. Por lo tanto, las funciones son fases de un solo proceso continuo que comienza y termina donde comienza y termina el individuo.

Esto por lo que se refiere a la sucesión de los hechos en el tiempo; pero, aun limitándonos a consi­derar el funcionalismo vital en un determinado iqstante de su curso, nos será imposible encontrar un solo fenómeno desconectado de los demás. La misma función gástrica (para no variar de ejemplo) no se concibe aislada; comprendemos perfectamente que se halla condicionada por la circulación, inervación, calorificación, trabajo muscular, trabajo intelectual, estado psíquico, etc.

Tomemos, para seguir el hilo de nuestras reflexio­nes, la primera de esas funciones enumeradas: la circulación. Pronto nos percataremos de que el fenó­meno digestivo es inseparable del ácto circulatorio, porque el estómago, como todos los órganos, para cumplir sus funciones necesita nutrirse y para nutrirse requiere el adecuado riego sanguíneo.

Es decir; que la circulación gástrica, la nutrición gástrica y la secreción del jugo gástrico se suceden sin discontinuidad y sin posible ·separación; son partes de un mismo proceso ininterrumpido.

Dos puntos de vista se ofrecen ahora a nuestra consideración. Desde el punto de vista de la hemodi­námica o mecánica circulatoria, vemos que la elabo-

ración de las secreciones digestivas del estómago no es independiente de la circulación gástrica; ésta no es más que una parte de la circulación arterial; y la circulación arterial es inseparable de la total función circulatoria.

·

Pero, como la circulación se extiende a todos los órganos y subviene a todas sus actividades, se com­prende que toda función es continuación y parte inseparable de la circulatoria del mismo modo y por las mismas razones que acabamos de exponer en el caso de la secreción gástrica. En definitiva: esta fun­ción gástrica, por intermedio de la circulatoria, resulta inseparada e inseparable de cualquier otra función.

Desde otro punto de vista surgen consideraciones no menos interesantes. La sangre que circula por el estómago no es distinta de la que circula por cual­quier parte del resto del organismo; la digestión gástrica y el propio metabolismo gástrico aportan al líquido sanguíneo materiales que influyen, como es natural, en su composición; y el funcionamiento de cualquier órgano depende de la composición de la sangre que lo nutre. Llegamos, pues, a la consecuenci:<. de que la función gástrica influye en todas las demás funciones.

Pero la proposición inversa también es cierta: todas las funciones influyen en la función gástrica. Porque todas toman parte en la determinación de la composición química de la sangre, sea de un modo tan manifiesto como la respiración (que transforma la sangre venosa en arterial) o la secreción interna del páncreas; sea de un modo tan imperceptible como la contracción del músculo del martillo, por ejemplo. La actividad contráctil del diminuto musculillo depende de su nutrición y su nutrición requiere ciertos pro­ductos, que se sustraen a la sangre, y produce otros que se vierten en ella. Por lo tanto, la influencia de la actividad de dicho músculo, en la composición de la sangre, no por insignificante es Il!..enos evidente.

Todas las conclusiones obtenidas tomando como ejemplo la digestión gástrica, se obtienen igualmente a partir de cualquier otra actividad fisiológica. Esas conclusiGnes son generales. Podemos, pues afirmar, que cada función influye en todas las demás y depende de todas las demás.

Pero aquí no acaba todo. La multiplicidad de funciones ha quedado bien rebatida. Cada función la hemos encomrado inseparada e inseparable de las demás que, simultánea o sucesivamente, se realizan en el individuo, por el individuo y para el individuo.

En el ocurrir de los actos del ser vivo, hay tal compenetración, engarce tan estrecho y dependen­cia tan absoluta, que ni el más pequeño detalle fisiológico puede concebirse desligado del complejísimo y armonioso conjunto funcional.

La actividad vital de un individuo nos parece comparable a la corriente ininterrumpida de un an­churoso río, en cuya longitud se dibujan mil ondula­ciones y figuras representativas de las funciones que se manifiestan sucesivamente, y, en cuya anchura están representadas las funciones que, en cada mo­mento del proceso vital, acaecen simultáneamente. Las supuestas funciones múltiples del organismo son, en realidad, manifestaciones de una misma y única actividad vital. Como dijo Letamendi: .. La vida es una

El cuerpo no es un conjunto de órganos�

sino un todo no inter­rumpido. He aquí el Principio de la Unidad Orgánica.

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Page 9: El principio de la Unidad Individual

La materia

debe a la forma el

ser y el modo de

ser, tal como la estatua

debe a la forma

impresa por el

escultor el ser lo que ella

es.

sola función". O, en otras palabras: La actividad vital es un solo proceso continuo. He aquí el Principio de la Unidad Funcional.

C) Psicología

Reintegración del espíritu. Ya hemos anotado anteriormente que la Psico­

logía, al contrario que la Anatomía y la Fisiología, halla más facil el camino de la integración que el de la división. Wunt desarrolla el estudio de la Psicolo­gía en la forma siguiente: a partir de los elementos psíquicos representativos y afectivos se pasa a los complejos psíquicos que son compuestos de los an­teriores; se estudián luego las conexiones psíquicas que ligan unos complejos a otros; y se pasa después a los desenvolvimientos psíquicos cuya conexión general en un todo, constituye la conciencia del in­dividuo.

Pero, refiriéndonos al concepto etimológico de Psicología y según el plan que desde un principio nos hemos trazado, lo que verdaderamente corresponde plantear aquí, es la doctrina de la unidad del alma; si bien, para no dar a este trabajo una extensión y un carácter inadecuados, trazaremos apenas un breví­simo apunte de la cuestión.

Esta doctrina admite, en todo ser vivo, un princi­pio de vida y sólo uno.

Los vegetales poseen un alma vegetativa; los animales, un alma a la vez sensitiva y vegetativa que es fuente ele su nutrición, sensibilidad y movimiento; y el hombre está dotado de un alma racional que, conjuntamente, es principio de la vida intelectiva, de la sensitiva y de la vegetativa.

Es decir; que el alma racional comunica a la materia estas tres modalidades de la vida: la nutrición propia ele las plantas, la sensibilidad y movimiento que ostentan los animales, y la razón exclusiva del hombre.

La doctrina ele la unidad del alma se opone igualmente a todos los sistemas materialistas y organicistas que no admiten la existencia del espíritL!, y a todas las hipótesis que suponen más ele un principio vital en el individuo.

El alma es una y sólo una.

REINTEGRACION DEL SER VIVO Obtenidas ya la síntesis orgánica, la funcional y la

anímica, falta todavía la última integración o síntesis definitiva del ser vivo, esto es, la operación corres­pondiente e inversa a la primera de aquellas divisio­nes descritas anteriormente.

Ya hemos advertido entonces que no siendo realmente separables del individuo ni el alma, ni el cuerpo, ni las funciones, aquella división primordial a que aludimos es meramente ideal.

Pero, ahora, corresponde ampliar esta idea hasta llegar a la evidencia de que el individuo es un solo todo indiviso.

Unidad individual Por lo pronto, debemos recordar que la actividad

vital (funciones) no es algo substancial, sino un

14 Natura Medicatrix. Primavera 1991 (nº25)

accidente, una propiedad de los elementos corpóreo y anímico.

Existen órganos que funcionan, individuos que viven, como existe la nieve blanca y la dura roca; pero no concebimos la función sin órgano, ni la vida sin individuo, como tampoco comprendemos la blancura separada de la nieve u otra cosa blanca, ni la dureza aislada de la rOca u otro objeto duro.

Está, pues, bien claro que la vida es una propie­dad inseparable del individuo; y, por lo tanto, sólo falta la reintegración del cuerpo y el espíritu .

A partir de aquí, los escollos han terminado para nuestra invesrigación. Pero al llegar a esta patte ele nuestro problema, que más que dificultosa, es del todo inaccesible a nuestras débiles fuerzas, _viene en nuestra ayuda nada menos que el inmortal sabio de Stagira, Aristóteles, con su luminosa teoría del hile­morfismo, dándonos resuelta la insuperable dificul­tad. Bien decían los antiguos: audaces fortuna iuvat (la fortuna ayuda a los audaces) .

Teoría hilemorfista o de la unión sustancial

Etimológicamente proviene del griego hybe (materia) y morphé (forma) teoría de la materia y la forma.

Esta doctrina supone a todo ser, orgánico o inor­gánico, formado por dos principios: la materia, principio indeterminado y la forma, principio deter­minante.

Se entiende aquí por materia (materia primera) . aquello con lo que las cosas son hechas; un principio absolutamente indeterminado, incapaz de existir por sí mismo, pero capaz de existir por otra cosa (por la forma) . Y se entiende por forma, un principio ac­tivo que es como la idea viviente de la cosa, o como su alma, y que determinando esa materia primera puramente pasiva un poco a la manera con que la forma impresa por el escultor determina la arcilla, constituye con ella una sola y única cosa, una sola y única sustancia corporal (2).

Es decir, que la materia debe a la forma el ser y el modo de ser; tal como la estatua debe a la forma impresa por el escultor el ser lo que ella es . Por la semejanza con la forma de una figura cualquiera (forma accidental) se ha denominado forma a ese principio determinante de la materia (forma sustan­cial) .

La teoría hilemorfista de Aristóteles, aceptada por el Escolasticismo y mejorada por Santo Tomás, ha sido admitida después por todos los filósofos neo-escolásticos sin que la pesadumbre de los siglos la haya envejecido; antes bien, ha salido fortalecida de la ruda prueba del tiempo. Hoy se muestra acorde tanto con las modernas ciencias narurales como con la Psicología actual. Denominada también con el nombre de teoría de la unión sustancial, esta admi­rable doctrina se nos ofrece como suprema explica­ción de la unidad del hombre.

No tenemos la intención de desarrollar aquí esta concepción metafísica genial. Nos limitaremos a dar una idea muy concisa de la misma, agregando sólo los más imprescindibles conceptos.

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La teoría de la unión sustancial, genéricamente considerada, nos explica de qué modo se han de unir dos partes para formar una unidad sustancial. Dos condiciones se precisan para ello: que las partes que se unen sean sustanciales y que sean incompletas. Sustanciales, no accidentales o accidentes; e incom­pletas, porque, de ser completas, el resultado obtenido sería un mero agregado de seres, cosas o sustancias que, a lo sumo podrían formar una unidad accidental, como un enjambre de abejas, un rebaño de corderos o un montón de naranjas, pero nunca una unidad sustancial o un compuesto sustancialmente uno.

Cuando esta doctrina trata de explicar la unidad del ser vivo vegetal y animal se complica notablemen­te; y mucho más cuando aborda la explicación de la unidad del hombre. En este último caso, la teoría de la unión sustancial requiere por lo pronto la solución previa de toda una serie de gravísimas cuestiones, como son: la realidad, sustancialidad y espiritualidad del alma; la realidad del cuerpo; la existencia de propiedades exclusivas de la materia corpórea, y la de actividades propias del espíritu . También deben in­cluirse, entre otras condiciones previas, el estudio y refutación categórica de las distintas teorías que se oponen a la unión sustancial: monismo materialista, monismo idealista, ,harmonía preestabilita, de Leib­niz, ocasionalismo de Malebranche, espiritualismo cartesiano, etc.

Sólo después de esta larga y meticulosa labor preparatoria, se tiene la base firme necesaria para abordar el problema que especialmente nos incumbe ahora. Tal problema tiene dos partes: a) modo de unión del elemento corpóreo con el anímico en el hombre; b) relación e influencia mutuas de ambos elementos unidos.

El cuerpo es la materia, principio pasivo o princi­pio indeterminado; el alma es el principio activo, principio determinante o forma sustancial del cue¡po. Ambas partes son incompletas; pero, al unirse, se completan mutuamente de modo que el principio activo determina a la materia, indiferente de por sí, resultando de esa unión una sustancia completa, que es el hombre.

En la individualidad humana, además de los atributos propios de la materia, como el peso y la extensión, y de las actividades exclusivas del espíritu, como la razón y las voliciones, encontramos también las funciones vegetativas y sensitivas peculiares del compuesto sustancial, el hombre. Esas funciones, como las de nutrición, multiplicación y relación no podrían manifestarse ni en el cuerpo separado del espíritu, ni en el espíritu separado del cuerpo; apare­cen solamente cuando la parte física se halla comple­ta e informada por la parte psíquica, o sea, cuando una y otra, íntimamente compenetradas, forman la unidad del ser humano.

Vemos, pues, que el principio corpóreo y el principio anímico son elementos inseparados e inse­parables del individuo. De este modo llegamos a la última conclusión de nues'tra investigación: el indi­viduo es uno e indiviso. He aquí el Principio de la Unidad Individual .

EPILOGO Cumplida ya la misión que nos habíamos pro­

puesto, querríamos indicar la importancia, tanto bio­lógica como médica, del concepto de unidad indivi­dual, poniendo de relieve sobre todo su valor como fundamento indispensable de la práctica médica.

No se nos oculta la sorpresa que esto causará a los que hayan calificado ya nuestro trabajo de mera especulación teórica desprovista de aplicaciones positivas. Por lo mismo creemos oportuno recordar aquí las objeciones de Caja! a quienes erróneamente suponen que las especulaciones de ciencia pura son estériles pasatiempos. �¿' Habrá -dice el maestro- al­guno tan menguado de sindéresis que no repare que allí donde los principios o los hechos son descubiertos brotan también, por modo inmediato, las aplica­ciones?" (1).

Es de suponer no obstante que respecto a nuestro caso concreto preguntarán los incrédulos, sin con­vencerse: ¿Pero es posible que exista alguna conexión entre el Principio de la Unidad individual y el trata­miento de un determinado caso de reúma, de pleu­resía o de gripe?. Pues bien; afirmamos que esa conexión existe y que debería tenerse presente en todo tratamiento correcto.

Esta afirmación queda demostrada al recordar que la enfermedad no es más que una variación de la vida, y que el enfermo, por muy enfermo que se halle no deja de ser individuo. Es decir, que todo lo dicho acerca de la unidad orgánica y funcional se cumple en el estado de salud, y en el de enfermedad. En breves palabras: el Principio de la Unidad Individual es tan cierto para el enfermo como para el individuo sano.

Es necesario entender que la pulmonía no se circunscribe precisamente en el pulmón, ni la viruela afecta sólo a la piel; que el cáncer gástrico no se limita a invadir el estómago, ni el réuma articular asienta únicamente en las junturas; que ni la sífilis nerviosa, es tan sólo sífilis nerviosa. No se puede estar enfermo parcialmente, como no puede hallarse entristecida solamente una parte de nuestro yo. El individuo está enfermo o no lo está; en caso afirmativo, la enferme­dad afecta a su entera personalidad· y no puede acantonarse en una porción de esa unidad sin influir en el todo indivisible. Hasta las más reconditas células del varioloso participan de esa enfermedad; todos los órganos y tejidos del canceroso sufren, más o menos, de esa afección.

Pero carecemos aquí del espacio suficiente para desarrollar estas ideas y hacer una correcta argu­mentación demostrativa de las mismas. o

BffiLIOGRAFIA (1) RAMON Y CA]AL S., Reglas y consejos sobre investigación

cient(fica.

(2) IVIARITAIN ]., Elémeltls de philosophie.

• Este texto es un fragmento del discurso leido en diciembre de 1931 por el Dr. J. Conde Anclreu en su recepción académica en la Facultad ele Medicina ele la Univesiclacl ele Zaragoza. El Dr. Conde Anclreu ocupó el cargo de Vice-decano ele esa Facultad.

El cuerpo

es la materia, principio pasivo; el alma es el principio activo. Ambas partes son incompletas; pero, al unirse, se completan

� resultando de esa unión una sustancia completa, que es el hombre. Vemos,

pues, que el principio corpóreo y el principio anímico son elementos inseparados e inseparables del individuo. He aquí el Principio de la Unidad IndividuaL

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