edward said y la otredad cultural

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    RESUMEN

    Edward Said (1935-2003) es autor de una vasta obra que trata sobre cultura, literatura,msica y poltica. Este trabajo aborda especficamente el concepto de cultura que orientsus estudios y la posicin crtica frente a planteamientos enaltecedores de la diferencia yla otredad concebidas como distancia radical entre Oriente y Occidente. El anlisis estcentrado en sus libros ms identificados con el pensamiento postcolonial, donde vinculaabiertamente la cultura con las relaciones desiguales de poder, entramado conflictivoen el que tambin involucra a las disciplinas del conocimiento occidental, de ah laimportancia que se asigna a su debate con la antropologa.

    Palabras clave: Cultura, otredad, diferencia, diversidad, humanismo.

    ABSTRACT

    Edward Said (1935-2003) has produced a vast work devoted to culture, literature, musicand politics. This article approaches specifically the concept of culture that has guidedSaid in his studies as well as his critical opinion of views that extol difference and other-ness, conceived as radical distance between West and East. This analysis is centered onhis books most closely associated with postcolonial thought, where Said explicitly relatesculture with unequal power relationships, a conflictive tangled web in which he exposesthe involvement of the western disciplines, and therefore the importance assigned to hisdebate with anthropology.

    Keywords: Culture, otherness, difference, diversity, humanism.

    Recibido: 14.01.2008. Aprobado: 29.07.2008.

    * Dra. (c) en Historia, mencin Etnohistoria. Acadmica del Centro de Estudios CulturalesLatinoamericanos Universidad de Chile. E-mail: [email protected]

    pp.

    ISSN 0716-1840

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    la historia de la cultura no es otra que la historiade prstamos culturales. Las culturas no son im-permeables; as como la ciencia occidental tomcosas de los rabes, ellos las tomaron de los indios

    y los griegos. La cultura no es nunca cuestin depropiedad, de tomar y prestar con garantas y ava-les, sino ms bien de apropiaciones, experiencias

    comunes, e interdependencias de toda clase entrediferentes culturas.E. SAID, 1996 (1993):337.

    1. ENTRE DOS MUNDOS

    EN 1998, Edward W. Said public un hermoso artculo titulado Entredos mundos, donde adelantaba parte de las memorias que saldran ala luz pblica al ao siguiente con el ttulo de Fuera de lugar. Estasreflexiones biogrficas se insertan plenamente en la temtica de su obra,donde el lugar de enunciacin de su autor ocup un sitial preponderante

    pues se entenda a s mismo resultado de los procesos culturales que ana-liz desde una perspectiva crtica, acercamiento que tena como punto departida la experiencia de un sujeto oriental en la nueva metrpoli mundial:los Estados Unidos. Qu se siente venir de un pas que ya no existe? Cmose enfrenta ser sealado como Otro, a veces de manera paternalista y enotras de manera violenta? Son temas que Said aborda en estas memorias,pero cuyos detalles ms sorprendentes y anecdticos son revelados en esteartculo. Cito parte de estas confesiones: A veces me daba cuenta de queme haba convertido en una criatura peculiar para muchos, incluso algunosamigos, que suponan que ser palestino equivala a ser algo mtico como elunicornio o una variante desahuciada del ser humano (Said, 1998:109). Es

    decir, que incluso en el mbito acadmico un colega palestino poda llegar aser concebido como un sujeto extico y observable, cosa que a nuestro autorle ocurri en innumerables ocasiones: cuando una sicloga quiso visitarlo ensu casa slo para saber cmo viva (saliendo decepcionada porque encontrun piano), o cuando un publicista pidi con extraa insistencia comer con lantes de cerrar un acuerdo porque quera segn confes su ayudante vercmo se comportaba en la mesa Ms all de lo anecdtico (y cruel) deestos episodios, en aos anteriores estas marcaciones de otredad haban sidoms violentas en el contexto de un conflicto rabe-israel en el cual Said yahaba tomado partido (en 1985 su oficina de la universidad fue quemada

    por un grupo sionista).Si bien estas situaciones estuvieron rodeadas de intenciones muy distintas,en todas ellas existe un ncleo comn: el Otro oriental como dato anterior ydeterminante del sujeto en cuestin, una condicin que se ubica por sobrela posicin cultural compleja de nuestro autor (que l mismo utiliza con elobjetivo de no homologar su experiencia de exilio y discriminacin con la

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    que deberan encarnar con fidelidad. La fascinacin actual con la otredadcultural nos sita en un presente marcado en el mbito acadmico y socialpor la crtica a la modernidad clsica y a las caractersticas particulares quehoy presenta esa crtica (considerando que esta actitud no es nueva en lahistoria del proyecto moderno). Me refiero a la correspondencia que se ha

    establecido entre modernidad, ilustracin y Occidente, incluyendo al Estadonacional como su producto derivado. Frente a este conjunto pretendidamentehomogneo suele oponerse esta otredad que representa la existencia de unafuera para quienes no advierten futuro en el proyecto moderno, un afueraen el que se depositan esperanzas polticas y la posibilidad de una crticaradical a todo aquello que se busca reemplazar.

    Si bien esta fascinacin por lo culturalmente opuesto es un tema antiguoque ha recorrido distintos campos del conocimiento y de la creacin artstica(Hobbes y Gaugin son algunos ejemplos entre muchos), en la actualidad estaposicin ha tomado fuerza a tal punto que se ha constituido en referente parauna parte importante de la crtica contempornea enfrentada a un pblicopredispuesto a aceptar el principio de la dicotoma Oriente-Occidente o laexistencia de un mundo no occidental difuso, pero mejor. Dicotoma en laque Occidente y la modernidad aparecen con una connotacin negativa,haciendo que de manera automtica se revista de caractersticas positivas atodo aquello que se cree se ubica afuera, erigindose como lo otro.

    Este auge se produce en un contexto histrico que facilita una miradacomprensiva: el fin de la guerra fra, la crisis de la izquierda y el protagonismode sujetos que han dado vida a potentes movimientos sociales fundados enidentidades culturales, genrico-sexuales, entre otras. Estos hechos, resu-midos esquemticamente, constituyen el marco en el cual re-emerge esta

    fascinacin que puedo ejemplificar con el tema indgena en Amrica Latinapor ser el que me resulta ms conocido. Tanto la crisis antes mencionadacomo el rol determinante que han tenido los llamados nuevos movimientossociales han erigido a los movimientos indgenas como referente cultural

    y poltico para varios autores y cientistas sociales que han reformulado susideales libertarios, desplazando la crtica desde la burguesa y el capitalismohacia la modernidad y la cultura occidental. De este modo, las sociedadesindgenas son destacadas por su externalidad con respecto a ese Occidentemoderno que se busca combatir en el mbito cultural, terico y epistemo-lgico, posicin que aparece como un atributo deseable per se. Es ms, secuentan autores que no han ocultado su deseo de reemplazar toda su forma-cin acadmica occidental por la llamada epistemologa indgena (lo que sele ha escuchado durante el ltimo tiempo a Walter Mignolo), proyecto queparte de la base de una distancia insalvable entre indgenas y no indgenas.Varios son los autores latinoamericanos que sustentan sus trabajos en estadicotoma, todos los cuales parecen coincidir con matices por cierto enque los indgenas constituyen una alternativa a la poltica tradicional, al

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    conocimiento cientfico, al capitalismo y a la episteme moderna. Se podracitar al Enrique Dussel de El encubrimiento del indio: 1492 ([1992]1994), aJohn Beverley con Subalternidad y representacin ([1999]2004), Silvia RiveraCusicanqui con La raz: colonizadores y colonizados (1993), y ms recien-temente a Javier Sanjins con El espejismo del mestizaje (2005)1.

    Mi inquietud por este tema surge de la revisin crtica de estos trabajosen el marco de una investigacin que trata sobre los intelectuales indgenas,sujetos que escapan a estos compartimentos que separan de manera tajante loindgena de lo occidental, pero que adems pertenecen a sociedades indgenasque en el presente no se subordinan a la dicotoma sealada, y que probable-mente nunca formaron ese polo en el cual se los confina pues los indgenasson sealados como tales con la colonizacin, de manera que el vnculo conOccidente problemtico, conflictivo, pero real es un elemento ineludiblesin el cual resulta imposible entender su trayectoria poltica, su desarrollocultural y las respuestas que han ofrecido a la inferiorizacin cultural de laque han sido objeto desde que fueron nombrados como indios.

    3. CULTURA E HISTORIA

    La posicin frente a la cual me he manifestado de manera crtica no deja deser rescatable en una historia de exclusin legada por los procesos de colo-nizacin, pero al mismo tiempo es vlido preguntarse por la real distanciaentre estas concepciones positivas de una parte y negadoras de la otra. Msall del juicio de valor, se comparte una base terica que consiste en ladicotoma Oriente-Occidente donde las culturas aparecen como entes per-

    fectamente delimitados e incompatibles. Para Said, en cambio, el problemano es el contacto sino la forma en que ste se produce, de hecho, afirm quela comunicacin y los prstamos en uno y otro sentido es inherente a lasculturas, a tal punto que sera un ejercicio estril discutir sobre la propiedadde tal o cual objeto (de ah su discrepancia con la afirmacin de lo propioen un sentido excluyente)2. Por lo tanto, el conflicto no radica en el cambiocultural sino en el tipo de relaciones que lo producen, es aqu cuando reparaen la violencia del imperialismo moderno en todos los mbitos: cultural,ideolgico, econmico, social y poltico.

    Su concepto de cultura se alej de otros que la ubican por sobre las rela-

    1 Trato este asunto con detalle en un artculo que se titula Cultura, diferencia, otredad ydiversidad. Apuntes para discutir la cuestin indgena contempornea, en prensa.

    2 Lo interesante de este argumento (contenido en la cita que da comienzo a este artculo a modode epgrafe), es que Said advierte estas caractersticas en todas las culturas y en todas las pocas,no como un elemento propio del siglo XX favorecido por los medios de comunicacin masivos,como parece apuntar el antroplogo James Clifford cuando analiza acertadamente la crisis de laautoridad etnogrfica (Clifford, 2001: 29).

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    ciones humanas, no contaminada ni intervenida por stas (la superestructuraen un lenguaje marxista clsico). Ya en Orientalismo, su famoso estudio de1978, vincula el desarrollo de la cultura con los avatares de la historia, sea-lando que todo lo que se ha dicho sobre los orientales no puede pasar poralto el hecho colonial, es ms, que ese acervo de conocimiento forma parte

    del engranaje colonial. Pero es en Cultura e imperialismo, publicado quinceaos ms tarde, donde articula mejor una idea de cultura integrada a lasrelaciones sociales cotidianas, interferida por la historia, por los interesesde distintos actores y sus ideologas:

    la cultura es una especie de teatro en el cual se enfrentan distintascausas polticas e ideolgicas. Lejos de constituir un plcido rincn deconvivencia armnica, la cultura puede ser un autntico campo de batallaen el que las causas se expongan a la luz del da y entren en liza unas conotras (Said, 1996a:14).

    Said critic Occidente, pero sin negar el vnculo con ste y sin aspiraral fin de ese contacto, actitud que lo aparta de la dicotoma sealada en elapartado anterior y lo rene, de cierta manera, con aquellos pensadoresanticolonialistas que supieron distinguir entre Europa y el eurocentrismo,entre Occidente y el colonialismo. Me refiero a intelectuales y activistaspolticos que en su momento fueron los artfices de las primeras respuestasintelectuales al colonialismo en un mbito sensible para su funcionamiento:el de la representacin y la ideologa. Son los casos de Aim Cesaire y FrantzFanon, cuya defensa encendida de las sociedades colonizadas de las cualesformaron parte no pas por alto el beneficio del contacto entre las culturas3.

    No debe extraar entonces que Cultura e imperialismo, libro en el que se hacecargo del otro lado con el tema de la resistencia, se sustente en el dilogocon estos autores, principalmente Fanon, en perjuicio de un Michel Foucaultque lo acompa en Orientalismo, pero que ms tarde se volvi un obstculoal calor de su compromiso con el pueblo palestino. Sobre las posibilidadespolticas que abren uno y otro, hace un contraste lapidario:

    3 Aim Csaire, en su Discurso sobre el colonialismo (1950), uno de las ms potentes acusaciones

    contra el colonialismo europeo, seala: admito entonces que poner en contacto las diferentescivilizaciones es bueno; que es excelente casar mundos distintos; que una civilizacin, cualquieraque sea su ntimo genio, al replegarse en s misma, se marchita (Csaire, 1993:308). Por su parteFrantz Fanon, en Los condenados de la tierra (1961), tambin introduce distinciones entre Europa yel colonialismo, otorgando un sitial a la cultura occidental pero condenando el dominio establecidoen su nombre: Se trata, para el Tercer Mundo, de reiniciar una historia del hombre que tome encuenta al mismo tiempo las tesis, algunas veces prodigiosas, sostenidas por Europa, pero tambinlos crmenes de Europa (Fanon, 1963:291).

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    Los dos autores se nutren de la herencia de Hegel, Marx, Freud, Nietzsche,Canguihelm y Sartre, pero slo Fanon da a este formidable arsenal unsentido antiautoritario. Foucault, debido quiz a su desencanto respectoa las insurrecciones de los aos 60 y con la revolucin iran, se desva porcompleto de la poltica (Said, 1996a: 429-430).

    Siguiendo esta lnea, Said centr su obra en el estudio del imperialismomoderno, pero sin suponer que esa maquinaria que ha dejado tantas vc-timas era inevitable en la historia europea. Tampoco reneg de la culturaoccidental, aspecto que no consideraron algunos de sus detractores que locriticaron por formular su anlisis antiimperialista con los documentos yprocedimientos de Occidente. Pero ms all de los ataques personales (queincluyeron intentos por desconocer su nacimiento en Jerusaln y su con-dicin de oriental), este tipo de crticas colocan en evidencia concepcionesopuestas de la cultura y de la resistencia, lo que se expresa en una tensinbsica: slo quines inventan una idea pueden usarla? Fue la pregunta que

    rond las luchas de liberacin nacional en el Tercer Mundo y que tambinest presente en los movimientos de grupos subordinados hasta hoy. La ideade incompatibilidad cultural juega para uno y otro lado: para los que creenque las culturas inferiores slo imitan (el eurocentrismo ms conservador) ypara quienes piensan que los miembros de estas culturas slo deben resistirdesde su particularidad cultural4. El anlisis de la resistencia que hace Saidincorpora la premisa del contacto, lo que en un contexto de colonialismo(tambin se podra agregar el neocolonialismo) le otorga una forma espe-cfica pues no se puede olvidar que la imposicin violenta de una culturase hizo en detrimento de otra sealada como inferior, afectando prcticas

    distintivas como la lengua y la memoria.Desde esta perspectiva, la resistencia no consiste en descubrir espont-neamente la cultura propia, sino en abrir espacios cerrados por la ideologacolonial para entender el presente y desnaturalizar esa ideologa, emprenderun viaje hacia el pasado para encontrar fragmentos de lo que fue negado yarrebatado. Es aqu donde se produce un doble movimiento en torno a la

    4 Recuerdo una entrevista al subcomandante Marcos, uno de los lderes del Ejrcito Zapatistade Liberacin Nacional en Chiapas, Mxico, realizada al poco tiempo de la rebelin de 1994, dondese le preguntaba si no era impropio que indgenas mayas recurrieran a la estrategia militar y a la

    poltica occidental, frente a lo cual respondi argumentando sobre la inviabilidad de pelear contraun ejrcito regular con arcos y flechas. Por cierto, el movimiento zapatista se debate tambin entrelas expectativas de otredad cultural de algunos sectores de la nueva izquierda, que advierten enellos la posibilidad de una accin poltica no contaminada por la ideologa, las estrategias y lospartidos. Por otra parte, ha sufrido tambin la descalificacin de quienes piensan que se trata deindgenas manipulados por la ultraizquierda urbana: ambas posiciones se sustentan, como aquhe querido expresar, en la dicotoma Oriente-Occidente que en el caso indgena no reconoce suvnculo con los procesos nacionales y sus trayectorias de militancia poltica.

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    lengua: habitar aquella que se comparte con los colonizadores y recuperarlas que han sido proscritas o confinadas a espacios sociales reducidos (Said,1996a: 352). Al mismo tiempo advirti los peligros de esta bsqueda, comoaquella de entender la diferencia no slo en el origen sino tambin en eldestino de los grupos que la reivindican, un ensimismamiento que vuelve a

    poner obstculos al dilogo libre entre las culturas. Poniendo como ejemplola metfora de Caliban, apropiada en Amrica Latina para representar a lasculturas subordinadas por la colonizacin, seala:

    Los peligros del chauvinismo y la xenofobia (frica para los africanos)son muy reales. Es mejor la opcin en que Caliban ve su propia historiacomo aspecto parcial de la historia de todos los hombres y las mujeressometidos del mundo, y comprende la verdad compleja de su propiasituacin social e histrica (Said, 1996a: 333)5.

    La presencia de Occidente en la constitucin de los sujetos colo-

    niales tanto en aquellos que han internalizado la ideologa colonial comoen aquellos que han podido sacudirse de ella se advierte en estas prcticasde resistencia: En esto consiste la tragedia parcial de la resistencia: en que,hasta cierto punto, debe esforzarse por recobrar formas ya establecidaspor la cultura del imperio o, al menos, infiltradas o influidas por l (Said,1996a:327). Uno de los mbitos donde la resistencia muestra al mismo tiemposu efectividad poltica y esta posicin cultural compleja, es el de la repre-sentacin, donde la instalacin de voces propias constituye una subversinde la ideologa colonial que la haba monopolizado, tal como lo analiz conprofundidad en Orientalismo, donde los discursos polticos, intelectuales y

    artsticos sobre el Oriente no contemplaban la voz de sus habitantes, parasiempre mudos en aquellos textos. Por el contrario, la produccin intelectualy los liderazgos polticos emergidos de las sociedades colonizadas introducanpolifona en el campo de la representacin, abriendo la posibilidad de con-trastar estas voces. El cambio fundamental lo constituye la aparicin de loshasta entonces Otros nativos en la posicin de narradores y actores polticos,abandonando el silencio al que los haba condenado el orientalismo.

    Esta resistencia, en todas las dimensiones sealadas, produjo la crisis dela representacin metropolitana sobre los Otros, demostrando que stosslo adquieren funcionalidad en relacin con quien los nombra. El conceptode otredad se revela aqu en su naturaleza ideolgica, como un ingrediente

    5 Para seguir la disputa en torno a la figura de Caliban y otros personajes que componen lapieza teatral de Shakespeare, ver Caliban del cubano Roberto Fernndez Retamar, publicadoen 1972, donde hace una genealoga de las interpretaciones en torno a la obra y su propia rei-vindicacin de Caliban como el personaje representativo de los sectores excluidos de la sociedadlatinoamericana.

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    indispensable en la relacin jerrquica que han fomentado los centros me-tropolitanos. El llamado de Said es a entender la otredad no en relacin conlas culturas no occidentales sino como un producto de Occidente mismo6:ver a los Otros no como algo dado ontolgicamente, sino como histri-camente constituidos (Said, 1996c:58).

    Tal vez en este punto se ubica la principal contribucin de Orientalismo,donde Said se aproxima a esa relacin desigual desde sus huellas textuales.El libro se introduce en la historia de Occidente y su relacin con el Oriente,referente histrico y geogrfico que no es materia del estudio tal como seaclara en las primeras pginas, donde define el orientalismo como:

    un modo de relacionarse con Oriente basado en el lugar especial queste ocupa en la experiencia de Europa occidental. Oriente no es slo elvecino inmediato de Europa, es tambin la regin en la que Europa hacreado sus colonias ms grandes, ricas y antiguas, es la fuente de sus ci-vilizaciones y sus lenguas, su contrincante cultural y una de sus imgenes

    ms profundas y repetidas de lo Otro (Said, 2003b:19-20).

    Si bien este libro no contiene una posicin sobre cmo seran los orien-tales (categora abarcadora que mira con distancia por no dar cuenta de laheterogeneidad cultural temporal y geogrfica), s deja clara la funcionalidadideolgica de la otredad cultural. Para Said, el Otro no es la otra cara de lamoneda, ni los vencidos a quienes se desea reivindicar, sino la pieza funda-mental de una relacin dialctica en la que ya haban reparado autores anti-colonialistas como Csaire y Fanon ya citados. No puede pasar inadvertidoentonces el hecho de que ese Otro existe en funcin del sujeto metropolitano,que se constituye como superior a partir de ese contraste.

    Por cierto, Said no ha sido el primero ni el ltimo en esta forma deentender las culturas, slo basta recordar a Raymond Williams (de quiennuestro autor se declara tributario) reclamando la materialidad de la cul-tura e incorporando las variables del poder, la posicin social y la historiaen su discusin con el marxismo ortodoxo (Williams, 2000:129), o TerryEagleton, cuya crtica al pensamiento posmoderno ampliamente receptor

    y difusor de la fascinacin por los otros recuerda a los militantes de estacorriente el lugar secundario de los Otros en defensas de este tipo: Si elotro es reducido a ser cualquier cosa que desbarata mi identidad, es estoun movimiento humildemente descentrador o una autocontemplacin?

    (Eagleton, 2004:135). En Amrica Latina he descubierto hace un par deaos el trabajo interesante en esta lnea de la argentina Claudia Briones,

    6 A esto habra que agregar que todas las culturas son etnocntricas y construyen sus otros,por lo tanto, no es una innovacin de Occidente. El factor determinante es, entonces, el prestigio

    y la fuerza poltica de Occidente luego de los procesos coloniales.

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    antroploga de formacin, quien habla del peso del esencialismo en su dis-ciplina, hecho que explica la predileccin por el estudio de los indgenas decomunidades rurales, entendidas como el espacio de la cultura originaria, elpunto de referencia a partir del cual se distingue aquello original (esencial)de sus derivados (Briones, 1998:229). Esto ocurre a pesar del desarrollo

    dinmico de esta disciplina, que tras el fin de la Segunda Guerra Mundialy en medio del proceso de descolonizacin que se libraba en frica y Asia,sinti la presin por actualizar sus marcos de comprensin terica. Brionesno anula la diferencia pero tampoco la entiende como un conjunto de ras-gos consustanciales a ciertos sujetos y grupos, afirmacin que tiene comocorolario la desarticulacin del binarismo que coloca en veredas distintas eirreconciliables a indgenas y no indgenas.

    4. LA ANTROPOLOGA

    Edward Said fue un autor polmico que particip activamente en el debatepblico hasta su muerte en septiembre de 2003, recibiendo crticas desdedistintos frentes: por cierta literatura reacia al excesivo vnculo de esta disci-plina con la historia; por los estudios orientales cuyos exponentes se vieronde pronto formando parte de una maquinaria ideolgica que ha construidoun Oriente irreal; por el sionismo y por el nacionalismo palestino en la arenade la real politik (sus enfrentamientos con Yaser Arafat fueron de pblicoconocimiento) y por acadmicos que han celebrado la supremaca norteame-ricana tras la cada del muro de Berln y la guerra de Estados Unidos contrael Medio Oriente, con quienes se enfrent en los ltimos aos, especialmente

    tras los atentados que derribaron las torres gemelas de Nueva York en sep-tiembre de 2001 (Francis Fukuyama y, sobre todo, Samuel Huntington). Eneste artculo y por la importancia del tema tratado, me referir a su polmicacon la antropologa, disciplina que para este autor ocupa un lugar relevanteen la construccin de los Otros.

    Desde la mirada postcolonial que propone Said, la antropologa formaparte de un contexto imperial y es funcional a su dominio de ultramar puescumple con la misin de levantar un conocimiento especializado acercade sus habitantes, sobre todo entre los aos treinta y sesenta en que estadisciplina asume un lenguaje cientificista de acuerdo al paradigma de lasciencias sociales. La misma metodologa sigue la geografa imperial cuandoel antroplogo se traslada hacia las colonias africanas y asiticas para observarde cerca a los colectivos no occidentales, cuya diferencia registra y traduce alpblico occidental, de lo cual surge un texto escrito que contiene la represen-tacin hecha por un sujeto metropolitano. Para Said, la prctica antropolgicareproduce la relacin de poder que subordina la colonia a la metrpoli, lo

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    La mayora de estas crticas apuntan a todo lo que se encuentra ausenteen el libro, especialmente una alternativa a esa forma de establecer relacio-nes entre las culturas, cuestin que a la luz del desarrollo posterior de laobra y actividad poltica de su autor se antoja excesiva en la medida que laintroduccin de Orientalismo seala el objetivo de exponer un problema

    histrico-poltico en un escenario temporal y geogrfico determinado, conuna aproximacin interdisciplinaria. La polmica parece tener origen en lanaturaleza ideolgica del tema y de su vigencia, ms que en las inexactitudes

    y cabos sueltos que efectivamente se encuentran en Orientalismo.Pero Clifford aborda otras cuestiones que s me parecen neurlgicas en la

    obra de Said y que l vislumbr con lucidez en aquel libro que se considerafundador de la crtica postcolonial, la mayora de las cuales se desprenden dela tensin entre Said y Foucault. Es interesante este reparo porque Orienta-lismo suele indicarse como un libro de cuo foucaultiano por estructurarseen torno a la nocin de discurso y de formacin discursiva10, pero se suelepasar por alto las tensiones y desplazamientos con respecto a este enfoque,lo cual ratifica que las distancias son anteriores al abandono definitivo deFoucault como soporte principal de sus reflexiones. Una primera tensincorrectamente identificada por Clifford es la que se advierte entre elconcepto de formacin discursiva y la importancia que Said otorga a losautores, pues como sabemos, en Foucault la formacin discursiva operaindependientemente de stos, a quienes determina, condiciona y predispo-ne, sin embargo, Said se apoya en autores para introducir las variantes quepueden existir al interior del orientalismo (Clifford, 1998:311). Ms que unuso totalmente libre de la teora foucaultiana, en Orientalismo se aprecia unvnculo conflictivo que determina algunas ambivalencias claves, como aquella

    que identifica su crtico antroplogo entre la afirmacin, por una parte, deun Oriente real que ha sido deformado, y por la otra, la imposibilidad deste en aquellos pasajes donde Said pretende un alineamiento ms fiel a lospostulados foucaultianos (Clifford, 1998:308).

    Otro nudo conflictivo, tal vez el ms importante pues articula los an-teriores, es la contradiccin bsica entre la reivindicacin que hace Saiddel humanismo y el uso de estas teoras antihumanistas: Las perspectivashumanistas de Said no armonizan con su empleo de un mtodo derivado deFoucault, quien es por supuesto un crtico radical del humanismo (Clifford,1998:313). En su obra posterior, Said afianzar su adhesin al humanismoen detrimento de un postestructuralismo que lo cuestiona como parte de sucrtica a la modernidad, pues vio en ese humanismo necesariamente refor-mulado la posibilidad de establecer un dilogo no jerrquico ni excluyente

    10 Said fue uno de los primeros autores de la academia estadounidense en utilizar el postes-tructuralismo francs. En Orientalismo se remite a dos libros de Foucault: La arqueologa del saber

    yVigilar castigar.

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    entre las culturas. Este proyecto fue lo que determin el distanciamiento conel que haba sido su principal referente en 1978, sin que por ello renuncie ahacer un uso productivo y particular de estas propuestas, como aquella dela relacin entre poder y saber, que l logra expandir para dar cuenta de larelacin entre las metrpolis y sus colonias en uno y en otro sentido (cues-

    tin por completo ausente en Foucault), pero apartndose de ese conceptode poder circulante que se ubica por sobre los sujetos, como ya aparece enOrientalismo, donde el uso de una categora por entonces desprestigiadacomo la de imperialismo ya marca una distancia suficiente en la medida queinvolucra la existencia de centros de poder y sujetos que lo ejercen.

    Ms que el postestructuralismo de Foucault, lo que incomod a Cliffordfue esa defensa del humanismo que desde su perspectiva era contradictoriacon la formulacin de una crtica antiimperialista, de hecho, acusa la ambi-gedad de Said por incurrir en los hbitos totalizantes del humanismooccidental (Clifford, 2001:321), cuestin que el autor palestino refut confirmeza en su ltimo libro Humanismo y crtica democrtica dedicado,precisamente, a defender la vigencia y necesidad actual del humanismo, re-cordando en su primer captulo este reparo de Clifford (Said, 2006:28-29).

    Este debate forma parte de la relacin controvertida que estableci Saidcon la antropologa, alcanzando tambin a las corrientes que la cuestionandesde su seno, pues aunque reconoce desplazamientos importantes respectode la vertiente clsica, no ve en el trabajo de estos antroplogos una rupturacon esa tradicin autoritaria: los recientes trabajos de investigadoresmarxistas, anti-imperialistas y meta-antropolgicos (Geertz, Taussig, Wolf,Marshall Sahlins, Johannes Fabian y otros) nunca revelan un genuino ma-lestar sobre el estatus sociopoltico de la antropologa como un todo (Said,

    1996c:29)11.

    5. UN INTELECTUAL SITUADO

    La teora postcolonial actual, inaugurada por Said en 197812, tiene entre suscomponentes principales un lugar de enunciacin donde el autor especificasu procedencia (alguna de las ex colonias) y la complejidad cultural del sujeto

    11 En el caso especfico de la llamada antropologa posmoderna (trmino que acua Stephen

    Tyler en 1983), aunque se avanza en la autoconciencia de los procesos escriturales y en los proce-dimientos mismos de la investigacin, prcticamente no se tensiona el binomio antroplogo/in-formante, como tampoco la (auto)concepcin del antroplogo como traductor de las diferenciasculturales. Por ende, no se critica ni deconstruye la categora de Otro (Ver la compilacin deReynoso, 2003).

    12 En otros trabajos hemos sostenido la necesidad de distinguir dos momentos en este tipo dereflexin intelectual: el primero que se extiende entre los aos cuarenta y setenta al calor de los mo-vimientos de liberacin nacional en frica, Asia y Amrica Latina, donde destacan autores como

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    que enuncia. Por cierto es una caracterstica que recorre todas las obras deSaid, incluso aqullas donde no se manifiesta de manera explcita, como fueel caso de sus primeros estudios literarios que versaron sobre Joseph Conrad:Durante aos pareca estar yo pasando por el mismo tipo de vivencia en lostrabajos que realic, pero siempre a travs de los escritos de otros, dice en

    relacin a la obra del escritor polaco que escriba en ingls (Said, 1998:95).En Said ese lugar de enunciacin no poda ser otro que el de un orientalque habita la principal metrpoli del mundo contemporneo, cuestin queno dej indiferentes a sus crticos, quienes sospecharon de esta instalacinfrente a la refinada cultura occidental adquirida por Said desde su infanciaen Egipto. James Clifford nos sirve nuevamente como ejemplo, pues susospecha dice relacin con la coherencia de ese lugar de enunciacin conlos argumentos de quien escribe y no al mezquino afn de deslegitimar elcompromiso poltico de Said con los derechos del pueblo palestino. ParaClifford, no existe relacin entre la actitud oposicional postcolonial se-gn sus propias palabras y la experiencia de vida de quien la formula. Esel atrevimiento de instalarse fuera de la problemtica que analiza lo queexaspera al antroplogo estadounidense:

    El propio Said escribe de maneras que simultneamente afirman ysubvierten su propia autoridad. Mi anlisis sugiere que no puede habersuavizacin final de las discrepancias de su discurso, puesto que es cada vezms difcil mantener una posicin cultural y poltica fuera de Occidente,desde la cual se lo pueda atacar sin riesgo (Clifford, 1998:26).

    Por cierto, Clifford est pensando en la maestra con que Said maneja

    la literatura, el arte y la historia de Occidente, cuestin que pone en seriosaprietos la pretensin de ese afuera, salvo por una cuestin que no es menor:que Said no formula su identidad oriental y especficamente palestina a partirdel principio de pureza cultural, requisito que como seal en la mayora desu produccin intelectual posterior a Orientalismo, estaba lejos de integrar suhorizonte de expectativas. Como se trat en el segundo apartado, el problemade Said no fue la existencia de Occidente, ni el dilogo con esta rica cultura,sino el tipo de relacin imperial que en determinado perodo de la historiase estableci con otras tradiciones culturales, entendiendo que el contacto

    Aim Csaire, Frantz Fanon y Albert Memmi; y el segundo que tiene como teln de fondo la crisisde la bipolaridad que caracteriz a la guerra fra (a favor de Estados Unidos) y la globalizacin,una crtica influenciada por las corrientes postestructuralistas y postmodernas que surge de laacademia norteamericana por parte de autores provenientes de las ex colonias, como es el caso desus exponentes ms connotados: Edward Said, Gayatri Spivak y Homi Bhabha. (Ver Rojo, Grnor;Salomone, Alicia y Zapata, Claudia, 2003).

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    entre Oriente y Occidente tampoco era algo novedoso. En su caso, tampocopudo ni quiso ocultar su particular configuracin como sujeto de la litenativa en una colonia, por lo tanto, su identidad oriental no dice relacin connegar su componente occidental, sino con tomar partido y decidir nombraraquello que haba sido borrado por la historia imperial:

    La divisin bsica en el seno de mi vida es la que hay entre el rabe,mi idioma natal, y el ingls, el idioma de mi educacin y mi expresinposterior como acadmico y profesor. Por esa razn, el hecho de inten-tar narrar una parte de mi vida en el idioma de la otra por no hablarde las numerosas maneras en que los idiomas se mezclaban para m ysaltaban de un mbito al otro- ha sido una tarea realmente compleja(Said, 2003a:14).

    Este vnculo problemtico, expresado en su propia existencia, es el queaborda largamente en Cultura e imperialismo, especialmente en el tema de

    la resistencia, estableciendo que sta surge de los espacios de friccin entrecolonizadores y colonizados, un anlisis que completa el proyecto crticoiniciado con Orientalismo a la vez que ofrece la posibilidad de calibrar en su

    justa medida las formas de resistencia practicadas por su propio autor. Lanecesidad consciente de argumentar su condicin de oriental es al mismotiempo coherente con la defensa de un Oriente heterogneo, no reductiblea un puado de rasgos exticos ni posible de ser medido de acuerdo a par-metros de autenticidad que han impuesto las representaciones coloniales, alo cual llam precisamente orientalismo. La defensa de su identidad palestinaforma parte de este empeo, pues Said se entiende a s mismo como unaforma ms de ser palestino, sin estar ligado a lo que se supone deberan sertodos los integrantes de este pueblo (musulmanes principalmente).

    El Clifford de 1980 tambin puso en duda la pertinencia de estos anclajesidentitarios en el trabajo intelectual con el argumento de que ste debe res-ponder a las condiciones de su entorno, en este caso del mundo globalizado,opinin que Said no suscriba en lo absoluto, a pesar de que la cuestinidentitaria no lo convenca del todo (sus expresiones fundamentalistas almenos). Por este motivo dedic tiempo y tinta al tema de los intelectuales enel mundo contemporneo, defendiendo siempre el principio del intelectualsituado que transparenta el lugar desde el cual habla, que reconoce intereses

    y el peso de su biografa, en oposicin al conocimiento objetivo, tcnico,

    experto o asptico que adquiri impulso en los ochenta con el auge delmodelo neoliberal. Esta idea de intelectual situado se opone al estereotipodel intelectual universal que se ubica por sobre las querellas de este mundoen el cual se refugian no pocos intelectuales, universalismo que para Saidha sido y es una falacia, no as la dimensin universal que es imprescindiblepara poner en dilogo las diferencias: En otras palabras, hablar hoy de los

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    intelectuales significa hablar especficamente de las variaciones nacionales,religiosas e incluso continentales del tema, porque cada una de dichas varia-ciones parece requerir una consideracin independiente (Said, 1996b:41).Esta concepcin del trabajo intelectual tambin lo apart de la figura delintelectual orgnico o militante, a la cual opone un intelectual crtico que

    aporta a una causa desde la exposicin permanente de los conflictos quecruzan la lucha por ella. Desde esta vereda apoy el movimiento palestino,al mismo tiempo que adverta sobre el peligro del integrismo y de las iden-tidades excluyentes.

    Su visin de la democracia y la diversidad tena como punto de partidael concepto de cultura abierta ya comentado, de ah su crtica a la categorade otredad porque se opone, precisamente, a la diversidad que es necesarioreconocer para articular espacios pblicos democrticos. Frente a la especta-cularizacin de las diferencias culturales riesgo intrnseco a la otredad- Said

    y otros autores en esta perspectiva plantean un desafo que a m me parecefundamental, aun cuando la bsqueda no est concluida, el cual consisteen cmo pensar las diferencias culturales sin caer en riesgosos estereotiposque limitan la creatividad, el dilogo y el intercambio entre las culturas: preguntarse cmo se pueden estudiar otras culturas y pueblos desde unaperspectiva libertaria, y no represiva o manipulativa (Said, 2003b:49).

    Para Said y en esto sigue al Fanon de Los condenados de la tierra, eldilogo cultural no jerrquico constitua la base necesaria para reconocer lahumanidad de todos los habitantes del planeta. Su ltimo libro,Humanismo

    y crtica democrtica, concluido en mayo de 2003, a meses de su muerte ypublicado al ao siguiente, confirm este compromiso con el humanismo

    y su conviccin de que es posible y necesario habitarlo en una perspectiva

    emancipadora. En sus primeras pginas, que a la vez fueron las ltimas deeste autor palestino, seala:

    Las culturas coexisten e interaccionan de un modo muy fructfero en unaproporcin mucho mayor de lo que combaten entre s. Es a esta idea decultura humanstica como coexistencia y comunidad compartida a loque pretenden contribuir estas pginas; y, con independencia de que loconsigan o no, me queda al menos la satisfaccin de haberlo intentado(Said, 2006:18).

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