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a O ra c ió n M e n ta l
S E G Ú N
S A N J U A N
D E LA
C R U Z
S A N T A T E R E S A
D E
J E S U S
m
POR EL
R.
P.
b. c n s i n N O ROJO
MONJE
BENEDICTINO DE SILOS
« B i e n a v e n t u r a d o
el hombre que en
cuentra sus delicias en la ley del
Señor ,
y día y noche la
medi ta .— f5 a / « í o
/, v. 2>
C O N L S D E B I D S L I C E N C I S
Pesetas 1 , 7 5
R e a l
Monasterio de Santo Domingo de Silos
B U R G O S
1923
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Lñ ORACIÓN A E N T A L
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L a Oración
Mental
SEGUN
SAN JUAN DE LA CRUZ
S A N T A T E R E S A DE JESÚS
FOR EL
R . P. D. Casiano Rojo, O. S. B.
Bienaventurado el hom
bre que encuentra sus deli
cias en la Ley del Señor y la
medita dia y
noche.
(SALMO I) ,
REAL MONASTERIO
DE SANTO
DOMINGO
DE SILOS
(BURGOS)
1921
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CON
LAS
DEBIDAS LICENCIAS.
(De La Vida Sobrenatural,,),
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PRÓLOGO
i
L a
esplrEtaBllriad antigua y la moderna
La
espiritualidad de los tiempos en que
vivimos difiere
sobremanera de la de los siglos pasados. Hoy nuestra devo
ción, así como nuestra
vida,
tiene algo de
art i f icial
y siste
mát ico .
Fijamos de antemano las
horas
de
cada
uno de
nues
tros
actos
piadosos, nos imponemos un
formulario
parala
meditación y para el examen de conciencia, determinamos
no
sólo
la materia, sino
hasta
los numerosos
actos
de
cada
uno de nuestros ejercicios,
Semejante proceder no
carece
de ventajas; pues hay al
mas tan
incapaces
de iniciativa personal, que, si no se les
puntualiza
todo, se entregan a una inacción absoluta; y otras
tan absortas por los negocios exteriores, que, sin un sistema
de encasillado, no logran
recogerse
y
hacer cosa
de prove
cho en el corto tiempo de que disponen para el ejercicio de
la
orac ión .
Pero
también
choca contra graves inconvenien
tes; pues ni la hora, ni la materia, ni la manerajK>r nosotros
determinadas convienen siempre al Espíritu Santo, sin el
cual
la meditación podrá ser acto ingenioso y entretenido de
razón y de voluntad, mas no verdadera o rac ión , capaz de
transformar la
vida
del cristiano, como la que se tiene cuan
do la gracia
ilumina
y mueve las facultades del alma en el
ejercicio de sus respectivas operaciones.
Los
antiguos monjes tenían
horas
fijas para los
rezos ofi
ciales, o sea para el
Oficio
divino,
la obra de
Dios,
como la
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V I
P R O L O G O
llama
San Benito; las t e n í a n igualmente para la lectura es
p i r i t u a l o lección divina, s e g ú n la expres ión del mismo
Santo; pero q u e r í a n todos ellos que la oración pi-ivada
fuese
e s p o n t á n e a y dependiese del impulso de la gracia. Por eso
San Benito no s e ñ a l a hora para é s ta en la
Santa
Regla, sino
que
invi ta
a sus monjes a entregarse a ella, en cuanto sea
posible,
cuando sientan particular atractivo. Y así,
despu és
de
encargar
que se observe silencio al salir de las Horas,
para no estorbar al que
desee
continuar la oración en priva
do, añade
a
r e n g l ó n
seguido: Si acaso
a l g ú n
otro quisiere
t a m b i é n
recogerse
a orar, entre sin ruido en el oratorio,
y
p ó n g a s e
en
o r a c i ó n
(1).
Tampoco prescribe el
Santo
Patriarca fó rmula alguna de
meditación
al estilo moderno: Entre, dice, sencillamente y
ore, no en alia vos, sino con
fervor
y l á g r i m a s (2), ni
fija
e l
tiempo que ha de durar la
o r a c ión , "a v i s a nd o ú n ica m e n te
que debe ser corta, si se excep túa el caso en que el alma se
sienta movida por una gracia especial: La
o r a c i ó n , a ñ a d e
en otro lugar, na de ser breve y pura , fuera del caso en
que se prolongue por
i n s p i r a c i ó n
e impulso de la divina
gracia (3).
I I
L a o r a c i ó n
y la
L i t u r g i a
E n tiempo de San Benito como en los tiempos que le pre
cedieron, e igualmente d e sp u é s
desu
glorioso t r á ns i t o , por lo
menos
durante largos siglos, no se conoc ían los libros expre
samente
escritos para la med i tac ión como en
nuestros
d ías .
Ec les iá s t icos y Monjes, y los mismos fieles alimentaban sus
almas en la lectura espiritual, para la cual San
Benito
s e ñ a l a
en su Regla como m í n i m u m dos horas, aún en los tiempos
m ás
ocupados; y principalmente en la Sagrada
L i t u r g i a ,
que
se consideraba como manantial
abundoso
para la contempla
ción,
y a la vez como la
e x p re s ión
más alta y acabada de las
alabanzas divinas. P o d í a ocurrir que se leyese una o va r ía s
(1) Sí alter vult sibi forte secrctius orare, simpliciter intret, et
oret (cap. L I I ) .
(2) Simpliciter intret et oret, non in clamosa voce, sed in
lacry-
mis et intentione cordis (Ibid.)
(3) Brevis
debet esse
et
pura
oratio,
nisi
forte e i affectu inspi-
rationis divinae gratiae protendatur
(cap.
X X ) .
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L A O R A C I O N M E N T A L
Vtl
páginas^ y que transcurriese gran parte del Oficio divino
sin
que el alma hubiese encontrado cosa alguna que de un
modo
especial cautivase su a t enc ión ; pero a los que con sin
ceridad buscaban a Dios, infaliblemente les llegaba el mo
mento
en que los
esperaba
el Es p í r i t u Santo. Esta o aquella
ceremonia, tal o cual palabra, acaso toda una frase, en que
otras muchas
veces
no se
habían fi jado,
repentinamente
i l u
minaba sus mentes, y llenaba sus almas. A no dudarlo al l í
les
t en ía
reservado un tesoro la
divina
gracia, para que ellos
lo explotasen con avidez durante las dilatadas horas del día,
saboreando a solas el iugo substancial y deleitoso de la ver
dad.
A s í meditaban y as í contemplaban nuestros
antepasados,
sin
otro
a rtificio
ni
m ás
aparato, aprovechando la chispa pro
ducida
por el simple contacto del alma con la verdad sobre
natural.
S e g ú n eso, para nuestros mayores la oración mental era
una especie de corolario y apénd ice del Oficio divino y de la
lectura
de los Sagrados
L ibros ; pues
empleaban el ocio san
to que les dejaban sus trabajos intelectuales o manuales, en
repasar
en sus mentes las dulces impresiones que en ellas
h a b í a n dejado el canto de los salmos o las p á g i n a s de las d i
vinas Escrituras y de los Padres. Por eso ban Benito consi-
dera como el tiempo más a
propósi to
para la
oración
el que
sigue inmediatamente a losOficiosdivinos, y manda (1), como
ya
se
notó
antes, que se observe sumo silencio al salir de
ellos,
para que nadie sea importunado por los de m ás con cual
quier
ruido
de pueda estorbar su recogimiento.
Santa Gertrudis y las d e m á s grandes mís t i cas benedicti
nas, como Santa Hildegardis, y Santa Mat i lde , no conocie
ron
otro
m é t o d o
de
orac ión .
Una palabra de la Misa o del
Oficio divino bastaba para que, prendiendo en sus almas el
fuego
del amor
divino,
se expansionasen luego en encendi
dos y t ie rn í s imo s coloquios que, para edificación y e n s e ñ a n
za nuestra, ha querido el
S e ñ o r
que se conservasen en
los
L i
bros de sus Revelaciones.
Mas
luego, con el tiempo, las circunstancias cambiaron,
no sólo para los fieles, que ya no e n t e n d í a n el l a t ín , sino
t a m b i é n
para los
Ec les iás t i cos
y aún para muchos Religiosos
que no mamaron las
buenas tradiciones,
o no supieron com
prender el tesoro que la
Iglesia
les pon ía en las manos al en
tregarles el
Breviario
y el Mis a l . Poco a poco la oración
(1 ) Santa Regla, cap. L I I .
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V I H P R O L O G O
privada se
s e cu l a r i z ó ,
por decirlo así, y hubo de
dirigirse
por
otros derroteros que los tradicionales.
E l
resurgimiento
de la
l i t u rg i a ,
tan anhelado en nuestros
d ías
por los Sumos
Pontíf ices,
y con tanto ardor promovido
por
algunas Ordenes Religiosas y muchos celosos
E c l e s i á s
ticos,
no puede concretarse al culto
púb l ico
de la
Iglesia,
sino
que necesariamente ha de extender su
influencia
bien
hechora hasta la vida privada; pues natural es, y Dios
a s í
lo
ha dispuesto, que el cristiano encuentre la luz y el alimento
para su alma en aquellas alabanzas y en aquellos ritos en
que
t r i b u í a
a su Dios y al Supremo
S e ñ o r
de todas las cosas
el
culto que le debe; y eso significan aquellas palabras que
e l S e ñ or
puso en boca del Salmista:
* E l
sacrificio de ala
banza es el que me honra, y ese es el camino por el
cual
mostrare a l hombre su
s a l v a c i ó n * .
(1)
No
obstante, y aún suponiendo que llegue el día
ventu
roso en que los cristianos todos
participen
más intensamen
te de la vida
l i t ú r g i c a
de la
Iglesia,
es
cierto
que los tiempos
han
cambiado, no
sólo
para ellos sino
t a m b i é n
para los Ecle
siást icos
y para los Religiosos. Para los fieles, porque ya no
entienden el
l a t í n ,
y
t od a v ía
se cuentan casi por los dedos
los
que poseen Eucologios en lengua
vulgar,
y siguen con
i n t e r é s
las oraciones y las ceremonias de la
Misa
y de los
Oficios divinos: para los
Ec l e s i á s t i cos
y Religiosos, porque
carecen ya, generalmente hablando, de aquel ocio santo de
que gozaban los antiguos monjes para ocuparse casi
exclusi
vamente del negocio de su
santif icación.
D e
ahí la necesidad, para unos y otros, de reservar
t iem
po fijo
para la
oración:
aunque se les
debe
exhortar a que,
no
contentos con eso, abran el
co ra z ón
a la gracia, cada vez
que llame a las puertas de sus almas, especialmente en
días
y
horas de menor
ocupac ión .
De ahí
t a m b i é n
para muchos
la ut i l idad
de tener
a l g ú n
manual, donde se halle condensa-
da y preparada la materia que en un
l ibro
destinado a la lec
tura
espiritual
sólo
se
h a l l a r í a
dispersa.
A d e m á s
hay que reconocer que la mayor parte de las almas necesitan ser
d i r i
gidas en el aprovechamiento de las
buenas
inspiraciones
que pudieran proceder impensadamente de la gracia, o asal
ta r
sus corazones durante los
Oficios divinos
y la lectura es
p i r i tua l .
(1) Salmo X L I X . v.
23.
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L A O R A C I Ó N M B N T A L IX
I I I
L o s m é t o d o s de o r a c i ó n mental
Muchos libritos
se han escrito sobre la manera de hacer
l a med i tac ión ,
y en todos sin duda hay algo aprovechable,
a ú n
en los que hacen de la
orac ión
un ejercicio tan
seco
y
complicado
que, a primera vista, más parecen compuestos
para desanimar que para alentar a las almas. Creemos sin
ceramente que los mejores
m é tod os
son los de los Santos, y
que se
h a r á
gran bien a las almas restaurando alguno de
és
tos,
en que tan buen camino para sí y para otros muchos
que, como ellos, y guiados por ellos, se han encumbrado a
las alturas de la
perfección,
han abierto los mismos que pa
ra
nuestro
e n s e ñ a m i e n to
y, ta l vez, por
impulso
y particular
ord e na c ión
del
E s p í r i tu
Santo, los han legado generosamen
te a la posteridad.
Varios
p o d r í a m o s
recomendar a las almas
á v id a s
de ora
ción; pero sólo haremos aqu í menc ión de dos, a d e m á s del
que ha de dar materia para este volumen.
E l
l ibro
de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio
de Lovola ha sido encomiado por los Sumos
Pont í f ices ,
y
goza de gran autoridad y boga en la Iglesia, siendo muchas
las almas que con él se han santificado y las que de él se
sirven
con provecho; pero no hablaremos de él, porque nos
hemos propuesto dar nuestras preferencias en este momen
to a otro que se acomoda mejor al genio y aptitudes de aque
llos a quienes, a
pesar
de sus reconocidos
m é r i to s ,
no
logra
dar
sat isfacción
el
m é tod o
de los Ejercicios.
A d e m á s , la manei'a de hacer orac ión , según la e n s e ñ a
ba el fundador de la
C o m p a ñ í a , e s t á
bien clara, ordenada y
puesta al alcance de todos en el
l ib ro
de los Ejercicios, mien
tras que de esta otra que luego propondremos a nuestros
lectores, t od a v ía
no existen más que los fundamentos y las
doctrinas desperdigadas en diversas obras, sin que nadie
hasta la fecha las haya reunido ni comentado ni puesto a dis
posición del públ ico.
E l V . Ludovico Blosio, Abad Benedictino, (1506-1566),
nos ha dejado brevemente delineada en el cap. I V del Es
pejo
de Monjes (1) la manera de utilizar, para la oración
(1 ) Publicado en castellano por el R, P. D. Hermenegildo Ne-
orecla, monje de Silos, con el t í t u l o de
Espejo
del
alma
Religio-
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X
P R O L O G O
mental,
ya los misterios de
N .
S. J. C , ya los pensamientos
que pueden sugerir las diversas fiestas que la
Iglesia
cele
bra durante el a ñ o . Su mé todo cons is t í a en representarse
brevemente los misterios, ponerse al lado de Nuestro S e ñ or ,
y entablar p lá t ica con él; exhortando a su alma a que admi
rase, diese gracias, se doliese, se enmendase de sus
vicios,
e imitase las virtudes de tan buen Maestro: « Im p r im ía en
su alma, dice hablando de sí mismo, aunque en tercera per
sona, las
cosas
que el S e ñ o r hizo y padec ió en el huerto por
ella; d e s p e r t á n d o l a entonces a considerar unas veces la
pro
funda humildad,
la mansedumbre, la paciencia, la
incom
prensible y muy fervorosa caridad de su Salvador; otras ve
ces a tener com p a s ión del S e ñ o r de suma majestad, tan hu
millado
y afligido; otras veces a darle gracias portantes be
neficios y por tanta
piedad;
otras veces a recompensarle
fiel
mente el amor; otras veces a
pedirle
p e r d ó n
de los pecados;
otras veces a pedirle esta o aquella gracia. Despertaba su
alma con diversas sentencias o aspiraciones; de las cuales
tomaba unas veces m á s y otras menos, a veces una, a veces
dos y a veces tres, conforme a su devoc ión y a lo que el Es
p í r i tu
Santo le inspiraba; y aún muchas veces
r e p e t í a
las
mismas...
Fuera de eso, enderezaba su p lá t ica a la gloriosa
Virgen M a r í a , Madre de Dios, como a S e ñ o r a misericordio
s í s ima y Madre du lc í s im a , y reparadora l i b e r a l í s im a ; delan
te de
ella multiplicaba
sus devotas quejas, y con una
impor
tunidad
santa, le ped ía su bendic ión».
«Yo sé muy bien, a ñ a d e casi a r e n g l ó n seguido, que el
sobredicho hermano, con la ordinaria con t inuac ión de este
santo
ejercicio,
a l ca nz ó gran consuelo y notable finUo de su
trabajo. Yo te he puesto el ejemplo; im í t a lo , si te da gusto;
que por
este
camino te
a c o s t u m b r a r á s
a atender siempre a
la presencia de Dios; por este orden c o m e n z a r á s a tener los
sentidos templados, alerta, ejercitados y serenos; con esta
traza e n t a b l a r á s el camino para llegar a la alteza de la su
m a con te m p la c ión
y
pe r fecc ión ;
con
este
orden, a donde
quiera
que te hallares
e m p l e a r á s bien el
tiempo;
como
quien,
habiendo desterrado y arrancado los pensamientos inconstan
tes y vanos de lo secreto de su corazón , los pone y planta
sanos y b u e nos» . (1)
M as
nuestra
in tenc ión a l
empezar
este
trabajo no fué tam
poco exponer por menudo la manera de Blosio, que, sencilla
y
todo,
supone ya bastante p r á c t i ca en la o r a c ión , sino p r in -
(1 )
Espejo
de los monjes, cap. IV.
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L A
O R A C I O N M E N T A L XI
cipalraente condensar las doctrinas de los dos míst icos Doc
tores del Carmelo, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de
j e s ú s .
Santa Teresa habla de oración en todas sus obras. Escri
biendo su
vida,
platicando sobre enmienda de vicios y ejer
cicio de virtudes, describiendo las moradas del alma, y aun
contando sus fundaciones, en
todas partes
y a
propósi to
de
todo habla de o rac ión , como si en ella viese cifrada toda la
vida
espiritual. No ha dado en ninguna parte un método ni
m uy fijo, ni completo para
hacer
la medi tac ión; pero repeti
das veces en sus obras declara cómo la t en ía ella, y cómo de
seaba que la tuviesen sus hijas,
San Juan de la Cruz ha escrito sobre todo de Contempla
ción y de los medios principales con que p r ó x i m a m e n t e se
dispone el alma para la unión divina . Mas, aunque en las
obras
del Doctor
M íst ico
no se habla expresamente de la ma
nera de hacer la med i t ac i ón , conocemos muy bien el mé to
do que e n s e ñ a b a de viva voz a sus discípulos , desde los p r i
meros actos de este santo ejercicio
hasta
el acto de la con
t emp lac i ón . Hallamos este m é t o d o , de cuva autenticidad no
puede dudarse, en el tratado in t i tu lado : Í Jon que tuvo San
Juan de la Cruspara guiar las almas a Dios, compuesto
por Fr. J o s é de J e s ú s M a r í a , Carmelita Descalzo
( 1 ) .
Por lo d e m á s , bueno s e r á notar que este mé todo no per
tenece
como invención o r ig ina l a San Juan de la Cruz, sino
que en él como en otros muchos puntos de sus obras, el
Mís
tico Doctor reproduce, r ev i s t i éndo la de unción penetrante y
sublime
poes ía , la doctrina que, de un modo más esco lás t ico
y por lo tanto
m ás
conciso, expusiera ya en sus obras el Doc
t o r Angé l i co .
Muchas veces hemos recurrido al componer esta obrita
a l
Tratado de la verdadera
o r a c i ó n ,
donde el P. A . Mas-
sou l i é , O. P., expone admirablemente la doctrina de Santo
1 omás
sobre la
med i t ac i ón ,
y aún hemos citado por entero
(1)
Este
o p ú s c u l o
ha sido nuevamente publicado en el tercer
tomo de las
Obras
del M í s t i c o Doctor, por el P.
Gerardo
de San
J u a n
de la
C r u z ,
de la misma
O r d e n .
t s l e tratado, valiente defensa de la doctrina del reformador
a e l Carmelo, expone a d e m á s «en t é r m i n o s llanos y doctrina
trata
ble p a r a t o d o s » , el arerumento v lá utilidad de los libros escritos
por
el
M í s t i c o
Doctor
E n breve
p r ó l o g o
explica el P. Gerardo las razones por las cua
jes no se puede dudar que el M é t o d o de o r a c i ó n mental,
expuesto
por el P . > s é M a r í a , es realmente de San J u a n de la
C r u z .
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X I I
P R O L O G O
algunos
p á r r a fos
de este excelente
l ib r o . T a m b i é n
se han
utilizado algunos cap í tu los del Tratado del A m o r de
Dios,
de San Francisco de Sales. Por lo cual nuestra obra,
JSL
que
carezca de otro
m é r i t o ,
tiene por lo menos el de inspirarse
en otras muy recomendables de las cuatro principales l u m
breras de la
Te o log ía Mís t i c a ,
que siempre guardan un ad
mirable
acuerdo en su doctrina sobre los caminos de oración.
Para
poner al lector en
v ía s
de comprender el
Método
que luego se le e x p o n d r á por sus partes, vamos a recordarle
previamente lo que es med i tac ión y en qué
difiere
de la ora
ción
y de la
con te m p la c ión .
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C A P Í T U L O
I
De las diversas maneras de oración
I
L a
m e d i t a c i ó n
Medi tac ión
es aquel ejercicio mental en el cual aplicamos
atentamente el
esp ír i tu
a una verdad, para comprenderla y
descubrir en ella cuanto pueda despertar en nuestra
volun
tad
afectos saludables y santas resoluciones.
Pensar en alguna
cosa
como por
d ive rs ión ,
a la manera
Rué
las moscas pasan de
unas
flores a otras sin coger nada
en ellas, no es meditar.
Pensar
atentamente en alguna
cosa
para descubrir sus causas, sus efectos y sus cualidades, eso
es estudiar. Mas pensar en las cosas divinas, no para apren
der precisamente, sino para aficionarse a ellas y amarlas,
posarse
nuestra mente como abeja afanosa en los misterios
de nuestra
r e l ig ión
para
sacar
de ellos la
m ie l
del amor di
vino,
eso es lo que se llama meditar.
Es, pues, la m e d i t a c ión un
ejeixicio
piadoso en el que se
intenta conocer a Dios o los misterios
divinos;
ejercicio que
empieza en las facultades cognoscitivas, y principalmente en
el entendimiento, pues meditar es reflexionar, tratar de com
prender; pero que termina en la voluntad, pues se pretende
en ella hacerse bueno y no sabio; conocer para amar; no ad
qu i r i r la ciencia que infla, sino la caridad que edifica (1).
(1)
Tratado del Amor de
Dios,
por S. F. de Sales, 1. V I , cap.
I I .
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¿
L A O R A C I O N M E N T A L
I I
Oración
O r a c i ó n
es cualquier
a scens ión
del alma a Dios para co
municar ora directamente con él, ora con los cortesanos de
su
g lor ia .
Por censiguiente, oramos cuando nos
dir igimos
al
S e ñ o r para adorarle, alabarle, darle gracias, pedirle merce
des e implorar el p e rd ón de nuestros pecados. Oramos tam
b ién cuando
fijamos
amorosamente la mirada del alma en
Dios , en sus excelencias, en su hermosura infinita , en las
perfecciones que resplandecen en sus obras, y en los miste
rios
que ha realizado para nuestra r e d e nc ión . Oramos igua l
mente admirando las virtudes de la Sma.
V i r g e n
y de los
Santos, así como los dones y pr iv i leg ios de que Dios los ha
colmado, y recurriendo a ellos para ponerlos por mediane
ros e intercesores ante la Majestad divina.
A q u e l trato con Dios que designamos c o m ú n m e n t e con
el vínico
nombre de
orac ión
comprende cuatro partes
o
actos,
que el após to l S. Pablo (1) llama: o b s e c r a c i ó n , o r a c i ó n , pe
t i c ión y a c c i ó n de gracias. Pues para orar, nos acercamos
primeramente a Dios , lo cual tiene lugar cuando levantamos
a El nuestro entendimiento; y esa orac ión la define S. Juan
Damasceno:
e l e v a c i ó n
del alma a
D i o s .
En segundo lugar
formulamos nuestra demanda, y eso se llama pe t ic ión; y de
esta
manera define la
orac ión
el mismo Santo:
p e t i c i ó n
he
cha a Dios de las
cosas
convenientes. Viene luego la ra
zón que alegamos para obtener el favor solicitado; y así se
distingue en o b s e c r a c ió n y hacimiento de gracias: Obse
c ra c ión , cuando pedimos alegando alguno de los misterios o
atributos divinos,
como cuando cantamos en las
l e t a n í a s :
Por
i n nacimiento, l í b r a n o s , S e ñ o r : A c c ió n de gracias, cuan
do para merecernuevosbeueficios, expresamos nuestro agra-
(1)
I Timot. I I , 1.
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D E LAS D I V E R S A S
M A N E R A S
DE O R A C I O N 3
decimiento por los que ya se nos han otorgado; v. gr. cuan
do oramos de
esta
manera: ¡Oh
Dios
que nos has creado,
que has derramado tu sangre para lava r n ¡ a s i r o s peca
dos,
s á l v a n o s .
Santo T o m á s advierte que la Colecta de la Misa encierra
con frecuencia los cuatro actos juntamente, y pone por ejem
plo la de la Sma. Trinidad:
E l e v a c i ó n del alma: Omnipotente y sempiterno Dios.—
Hacimiento de gracias:
qiie
h a b é i s concedido a vuestros
siervos reconocer, por la
c o n f e s i ó n
de la verdadera
f e ,
la
gloria
de la eterna
Trinidad,
y adorar la Unidad en
vuestra Majestad
S o b e r a n a .— P e t ic i ó n : D i g n á o s
fortale
cer en nosotros esa misma fe, por la cua l seamos prote
gidos contra todas las a d v e r s i d a d e s . — O b s e c r a c i ó n : Por
nuestro S e ñ o r Jesucristo, que contigo vive y reina en u n i
dad del E s p í r i t u Santo por los siglos de los siglos.
' I n í é n .
Pero
estos
actos pueden hallarse
t a m b i é n
separados; pues
a
veces
nos contentamos con levantar el corazón a Dios;
0tras
sólo
nos sentimos movidos a dar gracias; otras a pedir,
y aun a
veces
no
pasamos
de insinuar, como cuando las dos
hermanas M a r ía y Marta enviaron al S e ñ o r este recado: 5^-
ñ o r , mira
que
e s t á
enfermo aquel a quien
amas,
lo cual
fué una manera delicada de pedir. Cada uno de estos actos
constituye por lo tanto de por sí una orac ión buena y com
pleta.
I I I
O r a c i ó n
vocal y mental: sus relaciones
La orac ión puede ser vocal o menta l, s e g ú n se exprese
con palabras, o sólo con deseos o afectos interiores.
Como la
orac ión
es el
t é r m i n o
natural y apetecido de la
medi tac ión , en este Tratado se h a b l a r á con frecuencia de las
dos juntamente.
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4 LA O R A C I Ó N
M E N T A L
E n
realidad las
d os
van casi siempre juntas; pues en p r i
m er lugar la vocal, para tener m é r i t o , necesita ir acompa
ñ a d a de la mental, y sin
ella
no es más que un ejercicio me
cánico ,
metal que suena o campana que
vibra,
y como tal,
de suyo indiferente y sin valor delante de Dios (1).
Por otra parte, la oración vocal es a veces út i l y hasta ne
cesaria para excitar y sostener la devoción interior, y
ayu
dar al alma a elevarse a Dios en la m ed i tac i ón , y aun a ve
ces en la con templac i ón , por lo menos en los principios y en
los
grados
inferiores.
Por
lo cual
dice S.
A g u s t ín
en su
E p í s
tola
a Proba: Por las palabras y por otros signos nos ex
citamos con más eficacia a auivcnlar en nosotros los de
seos
santos (2).
A d e m á s , hay ciertos afectos vehementes que el alma no
puede contener en su interior, y que necesita expresar exte-
riormente
para desahogarse; por lo cual canta el Salmista:
A l e g r ó s e m i
c o r a z ó n ,
y se regoci jó m i lengua (3). Más aún,
en nuestra manera natural de entender, no podemos tener
concepto alguno que no se exprese con palabras, por lo me
nos interiores.
H a y t a m b i é n personas que no pueden tener oración men
t a l sin el arrimo de la vocal; como a q u é l l a , de la
cual
refie
re Sta. Teresa
( 4 ) :
«que nunca pudo tener sino oración vocal;
y asida a és ta , lo t en ía todo; y si no rezaba, íba se l e el enten
dimiento tan perdido que no lo podía sufrir. Mas tal tenga
mos todas la mental. En ciertos Pater-nosters que rezaba a
las veces que el
S e ñ o r d e r r a m ó
sangre se
estaba,
y en poco
(1 )
Santa Teresa de
J e s ú s
ha llenado tres
c a p í t u l o s
(24, 25, 26)
e n
el Camino de
P e r f e c c i ó n ,
para
persuadir
a sus hijas de la nece
sidad
de
unir
la o r a c i ó n mental a la vocal .
(2) Verbis et aliis signis ad augendum desiderium sanctum nos
metipsos acrius eicitamus (Citado en 2." 2.«e) q. 83, art. 19).
(3)
Laetatum est cor
mcum,
et exsultavit lingua mea (Salmo
15, v. 9).
(4 )
Camino de
P e r f e c c i ó n ,
cap. 30.
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D 8 LAS D I V E R S A S M A N E R A S OB
O R A C I O N
5
m á s , rezado, algunas horas. V i n o una vez a mí muy congo
jada, que no sabía tener orac ión mental, ni pod í a contem
plar, sino rezar vocalmente. P r e g u n t ó l e qué rezaba; y vi
que, asida al Pater-noster,
t e n í a
pura
con t empl ac ión ,
y la
levantaba
el S e ñ o r a juntarla consigo en un ión ; y bien se pa^
recia en sus obras recibir tan grandes mercedes, porque gas
taba m u y bien la vida, Y ans í a l abé al S e ñ o r y hube envi
dia a s u orac ión vocal. Si esto es verdad, como lo es, no pen
séis los que sois enemigos de contemplativos que es táis
libres
de serlo, si las oraciones vocales
r e z á i s
como se han de re
zar,
tiniendo
l impia conciencia».
¡ C u á n t a s almas que se quejan de no poder tener medita
ción, la h a r í a n muy provechosa sólo con acostumbrarse a re
z a r
despacio y con un poco de reflexión algunas oraciones
vocales
Muchos,
en los principios, y aun
acaso
durante lar
go
tiempo,
no son capaces de otra cosa; ya por no
saber dis
currir, ya porque su
imag inac ión
los
lleva
de unas
cosas
a
otras,
sin poderse
fijar
en ninguna. Digan
és tos
algunas ora
ciones vocales que
m á s
los
llenen,
y sigan el consejo de San
ta Teresa, cuando
e n s e ñ a
que meditar es
«pens a r
y entender
q u é
hablamos, y con
qu i én
hablamos, y
q u i é n
somos los que
osamos hablar con tan gran S e ñ o r . Pensar esto y otras cosas
semejantes, de lo poco que le hemos
servido
y lo mucho que
estamos obligados a servir, es oración mental; no pensé i s
que es otra a l g a r a b í a , ni os espante el nombre» (1).
T a m b i é n p r e s t a r á
grandes servicios a los que no pueden
discurrir,
ordenar sus meditaciones s e g ú n las cuatro partes
de la oración que antes hemos definido, y haciendo de la me
di tac ión un ejercicio de presencia de Dios, d á n d o l e gracias
por los beneficios recibidos, llamando a las puertas de la m i
sericordia, de la bondad y d e m á s atributos divinos, para ob
tener los favores que necesitan, y especialmente el de que
re r y saber meditar y
v i v i r
unidos con
Dios,
(l)
Camino,
cap. 25.
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O
LA O R A C I O N M E N T A L
Santa Teresa nunca pudo tener
m e d i t a c ión
propiamente
dicha,
pues
su im a g ina c ión , tal vez algo parecida a las que
ella califica de desbaratadas, no la dejaba parar a discurrir
largo
rato sobre un asunto; y sin embargo, asida a oraciones
vocales o a ciertas consideraciones breves como las que
lue
go
citaremos de sus
libros,
y que ella
p rop on ía
a sus hijas al
e n s e ñ a r l a s
a meditar,
l l e g ó
a v i v i r de
orac ión ,
y a elevarse
hasta los grados más sublimes de la
con te m p la c ión .
I V
C o n t e m p l a c i ó n
C o n t e m p l a c i ó n
es una
a t e nc ión
amorosa, sencilla y per
manente del alma a Dios, o a las cosas divinas
(1 ) .
L a a t e nc ión
amorosa es acto de la inteligencia y de la
vo
luntad;
pero no un acto cualquiera, sino una vista sencilla,
que no es más que
a t e n c i ó n , a c o m p a ñ a d a
de un amor suave
de las cosas divinas y reveladas. Esa vista o
a tenc ión
se dice
sencilla,
porque como el alma
pose ída
del amor no quiere
otra
cosa que amar, ni necesita ya de razonamientos, ni le
son ú t i l e s recomendaciones de n i n g ú n g é n e r o para conven
cerse de lo que ya e s t á persuadida, le basta la presencia del
Amado; más aún, el nombre solo de
é s te
le representa y
trae a la memoria todo lo que ama.
Cal i f ícase
la
a tenc ión
de
amorosa, porque procede del amor, siendo
é s te
el que im
pele al alma a
fijarse
y mantener
firme
su mirada en el ob
jeto amado.
A ñ á d a s e
que es permanente, porque en la contempla
ción
se queda el alma amando todo el tiempo que
a q u é l l a
dura,
sin cansarse
j a m á s
de pensar en la cosa que ama.
Por fin se dice que la
a t e nc ión
se refiere a Dios o a las
cosas
divinas,
para determinar el objeto de la contempla-
(1 )
San Juan de
la
Cruz,
L l a m a
de amor
viva,
estrofa
3,
ver.
3.
San Francisco de Sales, 1. c, libro V I , cap.
3.
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D E
LAS D I V E R S A S
M A N E R A S
DE O R A C I O N 7
ción, que es Dios, ya en sí mismo y en sus perfecciones, ya
en el misterio de la E n c a r n a c i ó n , ya en la Sma. V i rg e n y en
los Santos
y en todas las
d e m á s
creaturas, porque en todas
ellas resplandece alguna de las perfecciones divinas,
San Francisco de Sales pone
tres
diferencias entre la me
ditación y la con templac i ón , que hacen comprender mejor la
tm a y la otra.
L a primera es que en la m e d i t a c i ó n se tusca lo que se
disfruta en la c o n t e m p l a c i ó n . Pues la o rac ión se llama
medi tac ión
hasta que ha producido la
mi e l
de la
devoción;
y
luego se llama
c o n t e m p l a c i ó n .
Meditamos, dice el Santo
Doctor, para recoger el amor, o sea las razones que nos mue
l e n al amor; mas cuando lo hemos recogido, entonces con
templamos a Dios, atentos a su bondad, por la suavidad que
el amor nos hace encontrar en ella. Y así el
deseo
de obte-
nRr
el amor nos hace meditar; y luego el amor obtenido nos
hace
contemplar, siendo causa de que hallemos una suavi
dad tan agradable en la cosa
amada,
que no podemos saciar
el
alma de
mirarla
y considerarla (1).
L a segunda diferencia es que en la m e d i t a c i ó n se con
sideran por menudo y por partes los objetos o razones
que puedan mover a l amor; mientras que en la contem
p l a c i ó n s ó l o
queda una
a t e n c i ó n
o mirada sencilla y re
concentrada en el objeto amado. Pues en la medi tac ión
consideramos, por ejemplo, los efectos de la misericordia d i
vina, cada uno en particular, para excitarnos al amor de
Dios,
mientras que en la
con templac i ón
ya
sólo
nos fijamos
en la misericordia misma, como suma de dichos efectos, que
Por el conocimiento particular de cada uno de
és tos
nos apa
rece como más grande y más amable.
L a tercera diferencia es que la c o n t e m p l a c ió n se tiene
siempre con gusto; pues suponeque se ha encontrado a Dios,
en cuyo amor se goza ya y se deleita el alma; mientras que
(1)
L .
c,
1.
V I , cap. 3.
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8 LA O R A C I Ó N M E N T A L
l a m e d i t a c i ó n
es siempre
penosa,
exigiendo trabajo para
discurrir
y
pasar
la mente de unas consideraciones a otras,
y
para buscar por diversos lugares al amado de nuestro amor
o el amor de nuestro amado (1).
N ó t e s e que la con t empl ac ión , aqu í comparada con la me
di t ac ión , es propiamente la sobrenatural o infusa, que
suele
llamarse pasiva, porque como advierte S. Juan de la Cruz,
«pues ta el alma en ella, no obra
nada
con las potencias:
que
entonces
antes es verdad decir que se obra en ella y
es t á obrada la inteligencia y
sabor,
que no obre ella alguna
cosa,
sino solamente tener advertida el alma con amor a
Dios,
sin querer sentir ni ver
nada
m á s
que
dejarse
llevar de
Dios;
en lo cual pasivamente se le comunica
Dios,
así como
a l
que tiene los ojos abiertos, que pasivamente sin
hacer
él
m á s
que tenerlos abiertos, se le comunica la luz. Y
este
re
c i b i r
la luz, que sobvenaturalmente se le infunde, es en
tender pasivamente; pero dlcese que no obra, no porque
no entienda, sino porque entiende lo que no le
cuesta
su
industria, sino
sólo
recibir lo que le dan, como
acaece
en
las iluminaciones e ilustraciones e inspiraciones de
Dios»
(2).
Pues
hay otra
con t em pl ac ión
a que
puede
el hombre ele
varse
por su propia
industria,
con ayuda de la gracia
común,
y
que por eso se llama activa. Mas
és ta
no
difiere
en
reali
dad de la
m ed i t ac ión ,
y es como el
t é r m i n o
natural de ella;
pues así como el estudio detallado de la naturaleza
puede
producir
en el artista la
admi rac ión
y una
especie
de
é x tas i s ,
durante el cual goza y se deleita en el conjunto, sin fijarse
ya
en las
partes
por
separado;
así
t a m b i é n
la inteligencia
humana meditando a la lumbre de la fe y de sus propias lu
ces las
verdades
sobrenaturales y los misterios
sacrosantos
de la
R e l i g i ó n , puede
descubrir en ellos bastantes
grandezas
y
sobrada belleza para
detenerse
a gozar y deleitarse en la
(1)
San Framcisco de
Sales,
1.
c, cap.
6.
(2)
Subida del
Monte
Carmelo,
l . I I
c. 13.
-
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D E LAS D I V E R S A S M A N E R A S DE O R A C I Ó N 9
verdad en pura quietud y sosiego de potencias, como quien
disfruta de un tesoro descubierto con su propio trabajo.
M á s tarde se d i r á n los bienes que trae al alma esta quie
tud
atenta, y
cómo
ella
la dispone a la
con templac ión mís t i
ca o infusa. Por ahora terminaremos este p á r r a fo notando
que la
con te m p la c ión
es el
t é r m i n o
normal de la vida espiri
tual,
y el medio de llegar a la u n ión perfecta con
Dios:
y
que, por consiguiente, todas las almas á v i d a s de perfección
deben desearla, y poner los medios para procurarla. Tal es
l a
doctrina de los cuatro grandes maestros del
E s p í r it u :
San
t o T o m á s , San Francisco de Sales, San Juan de la Cruz y
Santa Teresa.— La m e d i t a c ión , s e g ú n ellos, es ejercicio de
principiantes que, de por sí, no lleva muy lejos en la
senda
de la perfección. Debe preceder a la con te m p la c ión como el
conocimiento al amor, pues no se puede amar lo que no se
conoce; pero un día, si el alma es fiel al llamamiento de la
gracia, c e d e r á
su lugar a ta
con te m p la c ión .
Ese día
s e r á
aquel en que
Dios,
dando al alma á v id a de amor una prueba
se ñ a l a d í s im a
de su misericordia y bor ad, se digne
introdu
cir la en sus camarines o en la bodega de sus vinos, como a
la
Esposa de los Cantares. Entre tanto, y aún
d e s p u é s ,
en
los momentos en que falte la c o n t e m p l a c i ó n , necesita
medi
tar para mantener y acrecentar el conocimiento de la verdad
y para excitarse al amor que no siente encenderse en su co
r a z ón
sin esfuerzo propio.
¡Cuán fe l iz será si llega el día en que Dios la tome de la
mano y la ponga en
con te m p la c ión ;
pues
m á s
se adelanta en
v i r tud con sentarse un momento a la sombra de su tienda,
que con remar muchos Kfios en el mar agitado de la vida ac
t iva Y así dice
David
hablando con el S e ñ o r : Mejor es un
d ia
en tus atrios, que m i l hu ya de ellos (1).
(1)
Salmo
L X X X I I I , 11,
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C A P Í T U L O
11
Utilidad de la meditación
La med i t ac i ón
es tán indispensable a la vida espiritual
como a la corporal el
alimento.
Es un esfuerzo del alma para
entrar ea comercio con Dios y entregarse a El, -ana,predica
c ión en que é s t a se exhorta a sí misma a servirle y amarle
con generosidad, y una re fecc ión en que se nutre con el pan
de la verdad, que es su manjar propio y adecuado; pues, se
g ú n e n s e ñ a
el
divino
Maestro: E l hombre
vive
de toda pa
labra que procede de la boca de Dios.
Utilidad
para
todos
en general
A d e m á s
de disponer el alma para la
con templac i ón ,
se
g ú n queda
declarado, tiene la
oración
mental otras
muchas
utilidades, entre las cuales
s e ñ a l a r e m o s s ól o
las siguientes.
S e g ú n
Santa Teresa es:
1. Antidoto contra el pecado.—*lie visto esto claro por
m í, y no veo. Criador
m í o ,
por qué todo el mundo no se pro
cure llegar a Vos por
esta
particular
amistad»
(que se logra
en la
oración) . «Los
malos, que no son de vuestra
condición,
se deben llegar, para que nos
h a g á i s
buenos; con que os su
fran es té i s
con ellos, siquiera dos horas
cada
día, aunque
ellos no
e s t én
con
V o » ,
sino con
m i l
revueltas de cuidados
y
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U T I L I D A D DE LA M E D I T A C I O N IT
pensamientos de mundo, como yo hac ía . Por esta tuerza, que
se hacen a querer
estar
en tan buena compañía (mi rá i s que
en
esto a los principios no pueden
m á s ,
ni
de spués
algunas
veces)
forzáis Vos, Señor ,
los demonios para que no los aco
metan,
y que cada día tengan menos fuerza contra ellos, y
dá i sc las a ellos para vencer. Sí, que no m a t á i s a naide, vida
de todas las vidas, de los que se fían de Vos, y de los que os
quieren
por amigo, sino sus t en tá i s la vida del cuerpo con
m ás
salud y
dá i s la
al
a lma»
(1).
2.
Principio
para alcanzar todas ¡as virtudes. —"Wx-
féis ,
mis hijas, que para q u é os hablo en virtudes, que hartos
libros
t ené i s
que os las
e n s e ñ a n ,
que no
q u e r é i s
sino contem
plación. Digo yo que, ans í p id ié rades medi tac ión , pudiera
hablar della, y aconsejar a todas la tuvieran, aunque no ten
gan
virtudes; porque es
principio
para alcanzar todas las vi r
tudes y cosa en que nos va la vida en comenzarla todos los
cristianos, y ninguno, por perdido que sea, si Dios le des
pierta
a tan gran bien, lo hab ía de de jar» (2).
3. Puerta para
los
favores
divinos.
'Fara.
estas
mer
cedes
que me ha hecho a mí (el
S e ñ o r ) ,
es la puerta la ora
ción; cerrada és ta no sé cómo las h a r á ; porque, aunque quie-
ra entrar a regalarse con un alma, no hay por donde» (3).
4. Medio de fiacer llevaderos los trabajos de esta vida.
«Pues si a los que no le
sirven,
sino que le ofenden, les está
tan
bien
la o rac ión , y les es tan necesaria, y no puede naide
hallar con verdad
d a ñ o
que pueda hacer, que no fuera ma
yor
el no tenerla; los que sirven a
Dios,
y le quieren servir,
¿por qué lo han de dejar? Por cierto, si no es por pasar con
m ás trabajo los trabajos do la vida, yo no lo puedo entender,
Y por cerrar a Dios la puerta, para que en ella no les dé con
tento.
¡Cie r to , los he l á s t i ma , que a su costa sirven a Dios
Porque a los que tratan la o rac ión , el mesmo S e ñ o r les
hace
(1 ) Vida, cap.
V I I I .
(2) Camino, cap. X V I .
(3)
Vida,
cap.
VII I .
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12 LA O R A C I Ó N M E N T A L
la costa;
pues
por un poco de trabajo, da gusto para que con
é l se pasen los t rabajos» (1).
5. Fuente de c o n s o l a c i ó n para todos.—*Dsi de muchas
maneras
a
beber
a
los que le quieren seguir, para que
n in
guno vaya desconsolado ni muera de sed. Porque desta fuen
te caudalosa salen arroyos, unos grandes y otros
p e q u e ñ o s ,
y
algunas veces charquitos para
n iños ,
que aquello les bas
ta ,
y
más , s e r í a
espantarlos ver mucha agua;
és tos
son los
que
e s t á n
en los principios.
A n s í
que, hermanas, no
h a y á i s
miedo
m u r á i s
de sed en
este
camino; nunca
falta
agua de
consolación tan
falto
que no se pueda
sufrir;
y
pues esto
es
ans í ,
toma mi consejo y no os
q u e d é i s
en el camino, sino pe-
l e á como fuertes hasta
morir
en la demanda,
pues
no es táis
a q u í a otra cosa sino a pelear. Y con
i r
siempre con esta de
t e r m i n a c i ó n de antes morir que dejar de llegar a el fin de el
camino, si os llevase el S e ñ o r con alguna sed en esta vida,
en la que es para siempre os d a r á con toda abundancia de
beber, y sin temor que os ha de faltar. Plega el S e ñ o r no le
faltemos
nosotros.
A m é n »
(2).
«No hayá i s miedo os deje morir de sed el S e ñ o r , que nos
llama
a que bebamos de esta fuente. Esto queda ya
dicho,
y
q u e r r í a l o decir muchas veces, porque acobarda mucho a per
sonas que aun no conocen del todo la bondad de el S e ñ o r por
experiencia,
aunque la conocen por fe; mas es gran
cosa
ha
ber experimentado con el amistad, y regalo que trata a los
que van por este camino, y
cómo
casi les hace toda la costa.
T o d a v í a
digo,
que a quien tuviere alguna duda, que poco se
pierde probarlo; que eso tiene de bueno
este viaje,
que se da
m á s
de lo que se pide ni
a c e r t á r e m o s
a desear; esto es sin
falta;
yo lo sé; y a las de vosotras que lo
sabé i s
por expe
riencia,
por la bondad de Dios, puedo presentar por testi
gos»
(3 ) .
( 1 ) I b i d .
(2) Camino, cap. X X .
(3) Camino,
cap. X X I I I .
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U T I L I D A D
DB LA M E D I T A C I Ó N
13
6. Vida del alma.—'Son las almas que no tienen ora
ción, como un cuerpo con p e r l e s í a u to l l ido, que aunque tie
ne pies y manos, no los puede mandar; que
an sí son,
que hay
almas tan enfermas y mostradas a
estarse
en
cosas
exterio
res, que no hay remedio, ni 'parece que pueden entrar den
tro de s í . . . ; y con ser de natural tan
rica,
y poder tener su
c on ve r s ac ió n ,
no menos que con
Dios,
no hay remedio. Y si
estas
almas no procuran entender y remediar su gran mise
ria, quedarse han hechas estatuas de sal, por no
volver
la
cabeza hacia sí, an s í como lo q u e d ó la mujer de Lot por vol
verla.
Porque a cuanto yo puedo entender, la puerta para
entrar
en
este
castillo, es la
orac ión
y
cons iderac ión ;
no digo
m ás mental, que vocal, que como sea o rac ión , ha de ser con
cons iderac ión . Porque la que no advierte con
quien
habla,
y lo que pide, y
qu i én
es quien pide, y a
q u i é n ,
no la llamo
yo orac ión , aunque mucho menee los labios» (1).
7- Camino real para el
cielo—'No
os e s pan t é i s , hijas,
de las muchas
cosas
que es menester mirar para comenzar
este
viaje
divino,
que es camino real para el
cielo.
G á n a s e
yendo
por él gran tesoro; no es mucho que cueste mucho a
nuestro parecer; tiempo v e r n á que se entienda c u á n nona
da es todo para tan gran precio» (2).
A s í ,
pues, Santa Teresa considera la
orac ión
como el re
medio contra todos los vicios y la mejor receta para adqui
rir las
virtudes;
lo
cual
no p o d r á e x t r a ñ a r a
quien
advierta
que por ella se pone el alma en contacto con
Dios,
fuente de
todo
bien,
origen y causa permanente de la vida
espiritual;
pues debe tenerse presente que é s t a es producida en nues
tras almas por obra del E s p í r i tu Santo, que reside en noso
tros para mantener y acrecentar esa misma vida, que, vi
niendo
de
E l ,
como de su
ún ico manantial,
no
pod r í a
persis
t i r desapareciendo la causa que la sostiene; y a d e m á s para
movernos
a los actos sobrenaturales y conducirnos a la
bien-
( )
Moradas
I ,
c.
I .
(2) Camino, c. 21.
-
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14 LA O R A C I Ó N M E N T A L
aventuranza, s e g ú n las palabras del salmo (1): Tu E s p í r i t u
bueno me g u i a r á por tierra llana; por tu nombre, oh
S e ñ o r ,
me
d a r á s vida;
y aquellas otras del
A p ó s to l
(2):
L o s que son conducidos por el E s p í r i t u de Dios, esos son
los
hijos
de
Dios.
Siendo
esto
verdad, y
t a m b i é n
que el Es
p í r i tu Santo obra constantemente en las almas
atentas
a su
presencia, que las i lumina con la lumbre de su gracia, para
que conozcan la fealdad del pecado, y
conoc ié nd o le ,
le de
testen y huyan de él; y que les descubre la belleza de la
v i r tu d , depositando a la vez en ellos el
deseo
de conseguir
la , y que enciende en los corazones el amor de Dios, y que
suaviza
los caminos que a él conducen; y que para todas es
tas santificadoras operaciones del mismo
D iv ino Esp í r i t u ,
nada dispone mejor al alma que la orac ión , bien claramen
te queda ya demostrada la
u t i l idad
y aun la necesidad de es
te saludable
ejercicio.
A
mayor abundamiento citaremos t o d a v í a algunas pala
bras de San Bernardo. No teme el Santo Doctor
afirmar
que toda la piedad cristiana depende de la cons ide rac ión , es
decir,
de la
m e d i t a c ión ;
pues
«ella
es la que ordena lo
veni
dero y reflexiona sobre lo pasado, para que nada se encuen
tre en el corazón desarreglado o que necesite de co r recc ión .
Rige las pasiones naturales, dirige las obras, corrige las fal
tas, compone las costumbres, hermosea y ordena la vida, y
por ú l t imo,
da al hombre la ciencia de las
cosas
divinas y
h u m a n a s » (3). Y en otro lugar a ñ a d e : «En cierta manera
ella produce
t a m b i é n
todas las
virtudes;
puesto que
é s ta s
c e s a r í a n
de ser tales, sí la
cons ide rac ión
no prescribiese
el medio que deben guardar, y en el cual e s t á la fuerza y
l a medida, por
decirlo
así, de a q u é l l a s ;
pues
no h e puede
(1 ) C X L I I , 10-11.
(2) Rom. V I I I , 14.
(3) De Consideralione, lib. I , cap. V I I , v e r s ió n castel lana de
A . de Huerta,
C í s t e r c i e n s e .
-
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U T I L I D A D
DB LA
M E D I T A C I Ó N
15
asegurar
que un acto inconsiderado sea obra v i r tuosa» (1).
A todas esas razones hay que a ñ a d i r el ejemplo de los
Santos, que se han santificado todos, sin exceptuar uno
solo (2), en el ejercicio de la o rac ión mental; y sobre todo la
voz del E s p í r i tu Santo, que en las Sagradas Escrituras nos
exhorta continuamente a meditar en la ley divina y a tener
siempre y en todas
nuestras obras
presentes
nuestras
postri
m e r í a s (3), que declara ya bienaventurados desde este mun
do a los que se dedican al estudio de la s ab i du r í a (4) y a los
que día y noche meditan la ley del Señor (5), y que atribuye
los males que el mundo
padece
a que no hay quien se reco
ja
para considerar las
causas
que los traen (6).
I I
Utilidades particulares de la
m ed i ta c ión p ara e l
Religioso
E l Religioso, aun el que
vive
habitnalmente en el claus-
^ o ,
no tiene menos necesidad de la
o rac ión
que el cristiano
que permanece en el mundo; porque, si la clausura le pro-
tege contra ciertos peligros, no le pone al abrigo de todos;
y a d e m á s la
vida
que ha profesado le impone obligaciones
mtty graves, que no p od r á d e s e m p e ñ a r si no busca la luz y
la fuerza en la o rac ión mental.
U na de las obligaciones más serias que la vida religiosa
( ) I b i d . , cap. V I H .
(2) Acaso h a b r í a que excluir a aquellos m á r t i r e s a quienes im
pensadamente se ha ofrecido la o c a s i ó n de dar su sangre por Je
sucristo,
sin que antes hubieran trabajado seriamente en su san
t i f i c a c i ó n , como a c o n t e c i ó a l carcelero de Sebaste, a quien Dios
i l u m i n ó de repente p a r a que se juntase a los 39 del estanque y com
Pletase con ellos el
n ú m e r o
40.
(3) E c l e s i á s t i c o , V I I , 4.
{*) I b i d . X I V , 22.
(5) Salmo I , v. 2.
(6)
J e r e m Í R » ,
XII, 11.
-
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30/119
16 LA ORACIÓN M E N T A L
impone a los que la han abrazado, es la de trabajar en con
seguir la
per fecc ión;
deber que, si bien incumbe a todos los
cristianos, al Religioso le urge de una manera especial; pues
mientras que
aquéllos
lo cumplen imitando la
perfección
del
Padre
celestial, sin abandonar por eso las
múltiples
y ab
sorbentes ocupaciones de la vida humana,
éste
renuncia al
mundo, a todas las cosas que
allí t e n í a ,
y a los actos propios
del siglo, para dedicarse de lleno y sin estorbo a lo que le in
teresa más que todo y merece se le consagre la vida, por ser
lo único
necesario, es decir, a procurar con todas sus fuer
zas cumplir el precepto del
D i v i n o
Maestro: Sed perfectos
como lo es vuestro
Padre
celestial. Ahora bien, la perfec
ción
consiste en la
unión
con Dios por medio de la caridad,
v i r tud
que no se consigue sino presupuesto un gran
desa
simiento de sí mismo y de todas las cosas, y de continua y
exquisita vigilancia, seguida de delicada escrupulosidad y
de
espíritu
sobrenatural en el cumplimiento del deber; por
lo
cual no se ve
cómo podrá
adquirirla el Religioso que no
acuda a la
meditación
para huir del
olvido
de sus deberes,
acordarse
continuamente de todo lo que Dios ha mandado,
tener
presente
sus Reglas, que son para él la forma de la
perfección
que Dios le exige, y
solícitamente
cumplirlas.
David,
amante
de la ley divina y celoso de
ajustarse
a
ella hasta
en sus más ínfimos detalles, meditábala y ponía
la sin cesar a su vista, por miedo de olvidarla, como repeti
das
veces
lo canta en los Salmos y principalmente en el
118 (1), donde ha reunido las
numerosas sentencias
que
acer
ca de ella
solía
repasar
en su memoria. Pues si el Real Pro
feta con ser santo,
necesitaba
meditar continuamente en los
mandamientos divinos para no perecer, como él mismo
dice (2),
¿qué
seguridad
podrá
tener el Religioso que no me
dita
en sus obligaciones ni siquiera una vez al
día?
No
sólo
no
adelantará
en la
per fecc ión ,
mas ni siquiera
(1) Bea t i immacula ti in vi a,
(2)
Salmo citado, verso 92.
-
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U T I L I D A D DE LA M E D I T A C I O N
17
conservará
lo indispensable del
espíritu
de su
estado
el Re
ligioso que no medite; pues los deberes de la
vida
religiosa
son de suyo tan difíciles, que a lo largo se hacen insoporta
bles, si no hay algo que venga a suavizar su aspereza. Por
que
¿quién habrá
tan animoso y esforzado, que sin apoyo ni
consuelo de
ningún género
sea
capaz,
no digo de sacrificar
se una ni muchas veces, sino de inmolarse continuamente y
toda lá vida en aras de la Regla y de la obediencia, como
imperiosamente lo exige la
vida
religiosa? Evidentemente
que nadie, sino el que descubra en el sacrificio algo más
que la cruz, como lo
veía
aquel que exclamaba: Nada son
los
trabajos de
este
mundo comparados con la gloria que
se nos
man i fes t a rá
más ta rde (1): o el que en los
trances
duros y penosos de la
vida
sienta su alma fortalecida por la
gracia y bañada en sobrenatural
a l e g r í a ,
como el mismo
Apóstol cuando decía en otra ocas ión : Estoy repleto de
consuelo y m i a lma rebosa de alegría en medio de las
tribulaciones (2). Y como el Religioso que no medita no
Ve el provecho de tan múltiples observancias que le tienen
todo el día bajo el yugo de la obediencia, ni goza de consue
los que se las hagan llevaderas y agradables, porque vive
olvidado del Dios de toda consolac ión , de ahí que se en
cuentra en inminente peligro de considerarlas como una
carga insoportable, y de volver la vista hacia el mundo,
que le brinda con la libertad en que él
s u e ñ a ,
y con aparen
tes satisfacciones que echa de menos en el claustro, h a l l á n
dose, si el Señor no lo remedia, a dos pasos de la seculari
zación
formal.
Finalmente,
el Religioso que no medita es piedra de es
cándalo
para sus hermanos, a quienes no
sólo
no se oculta
su falta, porque en las casas religiosas, donde se
vive
en co
munidad, todo se ve y se
sabe;
sino porque al abandono de la
meditación
sigue irremediablemente la tibieza, el menospre-
(1) Rom. V I H , 18.
(2) 11 Cor.
V I I ,
4.
-
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18 LA
ORACIÓN
M E N T A L
ció y la omisión de los ejercicios espirituales,
y
por fin la
d i
sipación y la inobservancia. La experiencia enseña que el
Religioso
dado a la o rac ión , tiene vida interior, es modesto,
recogido, afable, fervoroso,
mortificado,
exacto en el cum
plimiento de sus deberes; mientras que en abandonando la
orac ión , se olvida pronto de sus buenas resoluciones, cae en
la tibieza, pierde la devoc ión , se disipa,
lleva
una
vida in
quieta, inmortificada y sensual, se dedica a murmurar de
todo y de todos, traspasa las reglas habitualmente y sin es
c r ú p u l o ,
y así se dispone, sin que sea fácil evitar tan
desas
trosas
consecuencias, a violar los votos, a
caer
en pecados
graves, y por fin a perder la
vocación.
m
P a r a
el Sacerdote
Por varias
rabones además
de las que se han expuesto,
es
útil
la
meditación
al Sacerdote.
La
primera, porque su
estado
le obliga a mayor perfec
ción,
y a ser en su
vida
una imagen de Jesucristo: lo cual no
logrará
sino considerando la
vida
y virtudes de
este Señor,
para procurar
imitarlas.
La segunda,
porque la
vida
activa que de él exige el
desempeño de su ministerio pastoral, inevitablemente tiene
que disipar su e s p í r i t u , entibiar su fervor, llevar a su men
te muchas preocupaciones terrenas,
empañar
su alma con
algo de polvo mundano, y, en una palabra, hacerle
decaer
de la santidad propia de su
estado.
Ahora bien, para preve
nir
o remediar
estos
males, es muy a propósito y muy eficaz
la
oración mental, según la palabra del Salmista: Conside
ré mis caminos, y volví mis pies a tus testimonios (1),
L a
ley del Señor es inmaculada y convierte las almas;
el
testimonio del Señor es fiel, y da sab idur ía a los pe-
(1)
Salmo
118
v. 59.
-
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U T I L I D A D
DE LA
M E D I T A C I Ó N 19
q u e ñ u e l o s . Las justicias del S e ñ o r son rectas, y alegran
lo s corazones; el precepto del S e ñ o r es luminoso, y alum
bra los ojos (1). La m e d i t a c ión , por tanto, r e s t a u r a r á en él
lo
que hubiere destruido la
falta
de
v ig i lancia ;
las
l á g r i m a s
de com p u nc ión l a v a rá n las manchas c o n t r a í d a s por el con
tacto con el mundo: la cons ide rac ión de lo mezquino y efí
mero de las
cosas
humanas le h a r á poner su corazón en las
p i n g ü e s y perdurables de la patria celestial: la fuerza, la
a l e g r í a , la luz y toda
suerte
de gracias con que el Esp í r i t u
Santo u n g i r á su alma en la o r a c i ó n , r e i n t e g r a r á n su e sp í r i
tu ,
le h a r á n m á s prudente y robusto contra los peligros, más
ardoroso y expedito en el
cumplimiento
del
deber,
más
ilus
trado y p rác t ico en los caminos del S e ñ o r , más dispuesto,
en una palabra, para santificarse a sí mismo salvando a los
fieles que Dios le ha encomendado.
L a tercera, porque la Iglesia al entregarle el
Breviario,
confíale
con él el ministerio sublime de la
oración oficial,
que ni
puede
ser
d e s e m p e ñ a d a
dignamente, ni
s e r á
otra
cosa
Mué
puro ejercicio de labios, si no se reza con aquel
e sp í r i
tu
de recogimiento y de piedad que
sólo
se adquiere en la
medi tac ión y sólo se conserva en la suave a tm ós fe r a que
és ta crea en el alma.
L a cuarta, porque tiene que predicar. Ahora bien, l:i
medi tac ión no sólo com p le t a r á los conocimientos adquiridos
por el estudio en orden al d e s e m p e ñ o de ese
sagrado
minis
terio,
sino que d a r á a su pensamiento y a su palabra la un
ción y la forma más propia para insinuarse más eficazmente
eu las inteligencias y en los corazones.
Es cierto que el conocimiento que el
sacerdote
ha de co
municar a los fieles, se halla en los libros
sagrados,
por lo
cual
el Verbo exhortaba a los judíos a e s c u d r i ñ a r con
d i l i
gencia las Escrituras (2); y sin embargo, afirma en otro lu
gar el mismo Verbo que nadie
puede
i r a El , o sea cono-
(1)
Salmo
18 v. 8-9.
(2) S.
Juan,
V, 39.
-
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20
LA
O R A C I Ó N
M E N T A L
cerle, st el
Padre
no le lleva; y por el c o n t r a r í o , que a E l
llega
todo el que se deja e n s e ñ a r por el Padre, y
aprende
lo que oye (1), Y es que ni siquiera las Sagradas Escrituras
se entienden si Dios no
i l umi na
las inteligencias para com
prenderlas; por lo cual nota el Sagrado Texto, contando
una de las apariciones que siguieron a la R e s u r r e cc i ó n , que
Nuestro S e ñ o r a b r i ó la
inteligencia
de sus Apóstoles (2) , los
cuales antes
tantas
cosas hab ían o ído de los labios del d iv i
no Maestro sin percatarse del verdadero sentido que en
ellas se encerraba. Pues bien, en el trato ín t i mo que con
Dios se tiene en la
o rac ión
es donde al alma se le comunica
la
luz, y se le
abre
la inteligencia para comprender la di
vina palabra, y adquirir un conocimiento más perfecto de
Jesucristo y de las verdades sobrenaturales; porque en rea
l idad sólo se ve la importancia y la belleza de las virtudes
cristianas cuando Dios abrasa los corazones para hacerlas
gustar y amar. Por lo cual el Salmista dice de sí mismo ha
blando con
Dios:
Entiendo la Ley mejor que todos mis
maestros, porque tus testimonios son m i
m e d i t a c ió n
(3).
N i basta
la lectura de comentarios, ni el estudio de los
Santos Padres;
pues si las luces que se adquieren por medio
del estudio convencen tal vez la
inteligencia,
dejan muy frío
e l corazón del predicador, y en consecuencia el del oyente:
mientras que la verdad de que Dios ilustra nuestras mentes
en la o rac ión , por cuya cons iderac ión nosotros mismos nos
excitamos los primeros a servirle y amarle, tienen mucha
mayor eficacia para inflamar y mover los corazones de los
d e m á s . Por eso observan San Gregorio Magno y Santo To
m á s de A q u i n o , que la p red i cac i ón
debe
proceder, como de
su verdadera fuente, de la plenitud de la con templac i ón (4);
y
que los predicadores deben ser varones perfectos que, sa-
(1)
I b id . V I ,
44-45.
(2) Luc. X X I V , 45.
(3) Salmo
118,
v.
99.
(4 )
Ex plenitudine contemplationis derivatur
(2-2.
q,
188.
a.
6 ) .
-
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U T I L I D A D DE LA
M E D I T A C I Ó N
21
liendo
de la o rac ión llenos de las dulzuras de la bondad in
finita
de
Dios,
reparten a los otros de lo que en ellos abun
da, y publican elocuentemente las maravillas de la divina
Majestad ( l).
Por lo tanto, el predicador apostól ico
debe
unir siempre
la oración
al estudio en la
p r e p a r a c i ó n
de los sermones; y
co n frecuencia, principalmente t r a t á n d o s e de las p l á t i ca s or
dinarias sobre la moral y el Evangelio, más luces s a c a r á d«
recogerse un rato a meditar en presencia de
Dios
lo que se
propone exponer,
que
de a b r i r muchos comentarios de la
Escritura
o libros de p red i cac i ón . Una vez que se haya ca
lentado su
co razón , f ác i lmen te ha l l a r á
luego palabras
infla
madas
en amor de
Dios,
con
que
a b r a s a r á los corazones,
aun los más tibios y más
fríos;
pues,
como dice San Francis
co de
Sales, si la
lengua no habla más que
a
los o ídos , el
corazón habla siempre al co razón del oyente
( 2 ) .
E a quinta, finalmente, porque en la
o rac ión
mental en
c o n t r a r á el
sacerdote
el secreto de hacer fecundo su minis-
^ r i o
de padre y director de las almas.
Pues
claro
e s t á
que
su oficio, como tal, no
puede
concretarse a dar a los peniten-
tes la abso luc ión de los
pecados,
sino que le impone el deber
sagrado
de procurar inspirarles sentimientos de una sincera
devoción, de hacerles conocer y amar la
vida
espiritual, y
de encaminarlos, y
hasta
de empujarlos suavemente en la
prác t i ca
de todas las virtudes cristianas. Pero
¿cómo
se
h a r á
el
sacerdote capaz
de d e s e m p e ñ a r tan noble ministerio? Por
medio de la
o rac ión
mental;
pues
en ella
e n c o n t r a r á
luces y
alicientes para conocer, amar y practicar él mismo las vi r
tudes; v en ella a d q u i r i r á t a m b i é n cierta experiencia de las
cosas sobrenaturales y divinas, sin la cual sus exhortaciones,
(1) De perfectis
viris
post contemplationem suam redeuntibus
Jioitur (Salmo 144): Memoriam abundantiae suavitatis tuae eruc-
tabunt
( H o m i l í a
5. in Evang.)
(2)
C a r t a
del Obispo de Bourges.
V é a s e
el cap.
X X V ,
en E l
Predicador
a p o s t ó l i c o
del V . J .
Eudes.
-
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36/119
22
LA O R A C I Ó N M E N T A L
lejos
de convencer,
s o n a r á n
a pura
t e o r í a ,
que uo
l e nd rá
electo
ninguno duradero en las almas. Y
as í ,
si el sacerdote
es hombre de
orac ión , s u
vida misma
s e r á t a m b ié n
una pre
dicación
continua y elocuente:
y
sus palabras,
m ás
por ir fe
cundizadas por la gracia de la
orac ión ,
que pulidas por el
arte y el estudio,
l l e v a r á n
en sí mismas el sello de
l a
verdad,
de la mansedumbre y de la justicia, y
o b r a r á n
grandes ha
z a ñ a s ,
como otras tantas
saetas agudas
del
Omnipotente
que,
penetrando en los corazones,
r e n d i r á n
las almas al
servicio
del
Rey
(1).
Piense
t a m b i é n
el sacerdote que pueden solicitar su di
recc ión
algunas almas a las cuales
lleva
Dios
por caminos
de
orac ión ;
y tenga entendido que si
é l
no
r e ú n e
en sí la teo
r ía
y la
p r á c t i ca
de esos caminos,
f á c ilm e n te e x t r a v ia r á
a los
d e m á s ,
como un ciego que se
hace
g u í a
de
otro ciego;
o
pol
lo
menos los
e x p o n d r á
a perder mucho tiempo y andar con
grandes aprietos e inquietudes en la carrera de la vida es
p i r i t u a l ,
como aquel mal director de quien refiere Sta. Te
resa
(2) que
t e n í a
a un alma acorralada en el propio
conoci
miento,
sin dejarla
salir
de ahí, cuando
e l
S e ñ o r
l a
t e n í a
y a
en oración
de quietud. •
Con razón ,
pues, los doctores de
l a
vida espiritual levan
tan
la voz contra los que se meten a
d i r ig i r
a los otros sin
saber
por
d ónd e
se andan ellos mismos.
O í g a s e
por todos a
San Juan de la Cruz
(3) : «Muchos
maestros espirituales ha
cen
mucho
d a ñ o
a muchas almas, porque
no
entendiendo
ellos
las
v ía s
y propiedades del
e sp í r i t u ,
de
ordinario
hacen
perder a las almas
l a
unción
destos
delicados
u n g ü e n t o s
con
que el
E s p í r i t u
Santo les va ungiendo y disponiendo para
s í ,
i n s t r u y é n d o l a s
ellos por otros modos rateros que ellos
han
usado o
le ído
por
ah í ,
que
n o sirven
más que para
p r i n
cipiantes, que
n o
sabiendo ellos más que para
é s tos ,
y aun
(1 ) Salmo 44.
( 2 ) V i d a , cap. 13.
( 3 ) L l a m a
de
amor
viva,
c.
3.
v.
3,
par.
4.
-
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U T I L I D A D DK LA
MEDITACIÓN
23
eso plcga a
Dios,
no quieren dejar las almas
pasar
(aunque
Dios
las
qtiiera llevar),
a
más
de aquellos
principios y
modos
discursivos
e
imaginarios,
para que nunca excedan y salgan
de la capacidad natural con que el alma puede hacer muy
poca
h ac i enda» .
-
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C A P I T U L O lil
Algunos avisos de Sta. Teresa para los que
comienzan a tener oración
D a Sta. Teresa repetidas veces en sus obras algunos avi
sos para los que empiezan a tener
o rac i ón ,
tan
p rác t i cos ,
tan
bien pensados y bien dichos, que no parece se puede poner
a q u í
cosa más a
p ropós i to
para alentar a las almas que
quie
ren
ir por
esos
caminos. Transcribiremos a
cont inuac ión
al
gunos de ellos con las palabras mismas de la Santa, aña
diendo
un encabezamiento en que, para mayor claridad, se
han
resumido las
e n s e ñ a n z a s
de cada
pá r r a fo .
1. Conviene empezar con gran d e t e r m i n a c i ó n . — * \ n
tengo por experiencia en muchas (cosas), que si me ayudo al
principio
a determinarme a hacer lo quê siendo
sólo
por
Dios,
hasta en comenzarlo quiere, para que más merezca
mos,
que el alma sienta aquel espanto, y mientras mayor, si
sale con e l lo , mayor premio y más sabroso se hace de spués .
A u n
en
esta v ida pá ga lo
Su Majestad por unas
v í a s ,
que
sólo
quien goza de
ello
lo entiende...
J a m á s a c o n s e j a r í a . ..
que
cuando una buena
insp i rac ión
acomete muchas veces, se deje
por
miedo, de poner por obra; que si va desnudamente por
sól