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· n.° 21 · 2007 · issn 0120-3045 · páginas 217-239 Universidad Nacional de Colombia · Bogotá [ 217 ] Tres usos de la “miTología” andina: Wiracocha-Tunupa, la no exploTación del cerro rico en poTosí y TaTa sanTiago ree uses of andean “mithology”: Wiracocha-Tunupa, the non exploitation of Cerro Rico (Potosí) and Tata Santiago huascar rodríguez garcía Universidad Mayor de San Simón · Cochabamba, Bolivia * * [email protected] Artículo de reflexión recibido: 12 de abril del 2007 · aprobado: 18 de septiembre del 2007

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mitología andina peru

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  • n. 21 2007 issn 0120-3045 pginas 217-239

    Universidad Nacional de Colombia Bogot [ 217 ]

    Tres usos de la miTologa andina: Wiracocha-Tunupa, la no exploTacin

    del cerro rico en poTos y TaTa sanTiago Three uses of andean mithology: Wiracocha-Tunupa,

    the non exploitation of Cerro Rico (Potos) and Tata Santiago

    huascar rodrguez garca Universidad Mayor de San Simn Cochabamba, Bolivia

    *

    * [email protected]

    Artculo de reflexin recibido: 12 de abril del 2007 aprobado: 18 de septiembre del 2007

  • Departamento de Antropologa Facultad de Ciencias Humanas[ 218 ]

    huascar rodrguez garca Tres usos de la mitologa andina: Wiracocha-Tunupa

    resumen

    A partir de las propuestas elaboradas por Manuel Gutirrez Estvez se presentan

    tres motivos mticos andinos: el mito de Wiracocha-Tunupa, el mito de la no

    explotacin minera en Potos y el mito de Tata Santiago, para explorar sus usos

    y actualizaciones, partiendo de la consideracin de que las nociones mito y

    mitologa son el resultado de una invencin occidental que buscaba, a travs de las

    crnicas y su difusin evangelizadora, legitimar las acciones coloniales en el Nuevo

    Mundo. Con esta perspectiva se enfocan los tres mitemas sealados, haciendo

    nfasis en que, en cuanto construcciones sociales, estos han nacido en el seno

    de relaciones interlocutorias y de poder entre mundos culturalmente distintos,

    y se han venido transformando segn los usos sociales que se les ha dado.

    Palabras clave: crnicas, Wiracocha, Tunupa, Potos, Santiago, mitografa.

    abstract

    This paper introduces three andean mythic motives the myth of Wiracoha-Tunupa, the

    myth of non mineral exploitation in Potos and Tata Santiagos mythbased on

    the proposals elaborated by Manuel Gutirrez Estvez, in order to explore their

    uses and actualizations, and starting from the consideration that the notions

    of myth and mythology are the result of an occidental invention intended

    to legitimize colonial actions in the new world through chronicles and their

    evangelic diffusion. From that perspective, the three mythic themes mentioned

    will be analized, emphasizing that, as social constructions, they have been born

    inside power relationships between different cultural worlds, and they have been

    continuously transformed, according to the social uses which they have been given.

    Keywords: chronicles, Wiracocha, Tunupa, Potos, Santiago, mythography.

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    introduccinPero el conquistador espaol cuenta con un

    arma poderosa para consumar la conquista; ms poderosa que los caballos, el hierro y la plvora: el

    espritu cristiano. La cruz que ha desbaratado imperios ms poderosos y ha echado por tierra las ms slidas

    fortalezas. La fe terminar lo que comenz la plvora1

    Felipe Cossio del Pomar, El mundo de los incas

    El siguiente artculo tiene por objetivo hacer jugar libremente ciertos planteamientos lanzados por Manuel Gutirrez Estvez a propsito de la mitologa amerindia. El punto de partida es que la nocin de mito, en sus distintas

    acepciones, es una invencin occidental, y por tanto, la mitologa amerindia sera el resultado de un artificio colonial creado inicialmen-te por los primeros recolectores de relatos indgenas, es decir, por los primeros cronistas espaoles, quienes dicho sea de paso y segn nos lo recuerda Manuel Marzal (citado en Pease, 1982: 11-12) fueron los encargados de hacer nacer la antropologa moderna. Tal afirmacin quiere decir que, con el paso del tiempo, ciertos relatos antiguos re-ferentes a los orgenes del mundo o a grandes sucesos generalmente extraordinarios que los indios ponan en juego en el interior de sus relaciones interlocutorias antes de la conquista pasaron a constituir un corpus separado de las fuentes orales primigenias caracterizadas por la contradiccin y la multiplicidad; diversidad contradictoria que los advenedizos europeos reordenaron e interpretaron desde su pro-pio bagaje dando lugar a lo que mucho despus se considerara como mitologa amerindia: una variante moderna de anlisis y estudio aca-dmico dedicada especficamente a los mitos indgenas americanos. Evidentemente no se trata de decir que en Amrica no existen mitos, tenemos que aceptar que en todas partes hay mitos, aunque estos sean algo que solo pueda ser definido como aquello que, en cada oca-sin y poca, estudian los mitlogos.

    1 Cossio del Pomar (2000).

  • Departamento de Antropologa Facultad de Ciencias Humanas[ 220 ]

    huascar rodrguez garca Tres usos de la mitologa andina: Wiracocha-Tunupa

    A modo de corolario dirase que los primeros relatos indgenas recogidos por los cronistas europeos no solo fueron comparados con viejas narrativas mticas occidentales algunas de ellas contenidas en la Biblia, sino que tambin fueron deformados e incluso inventados con diferentes objetivos, de los cuales el ms evidente parece haber sido la legitimacin del nuevo orden hispnico. De esta manera, segn afirma Gutirrez Estvez (2001: 338), se intervino sobre el caudal di-fuso e ilimitado de la tradicin oral de modo ms o menos consciente para ignorar algunos relatos, sobrevalorar otros, amputar incoheren-cias de los de ms all y narrativizar todos lo suficientemente como para poder resistir la prueba de ser escritos o ledos.

    Frente a este paisaje problemtico nuestro autor ha propuesto que cuando se trata de recolectar y presentar materiales mticos, se de-bera atender al uso social de estos, pues, desde esta ptica, resultara ms propio hablar de instalacin de material mtico en la accin social que de narracin de textos mticos. Dicho enfoque nos conducira a pasar de la mitologa a la mitografa, o de modo ms preciso, a una et-nografa del habla mtica, de modo que cuando se piense en trminos de utilizacin o uso, se tendra que enfocar con ms inters la compe-tencia situacional del enunciador, esto es, su capacidad para poner en relacin un relato, o un fragmento, con una situacin social determi-nada (Gutirrez Estvez, 2001: 360-361)2.

    2 Esta concepcin de la mitografa entendida como una escritura de los relatos mticos a partir de realidades y usos sociales concretos analizados etnogrficamente segn los casos difiere totalmente de la definicin propuesta por Lvi-Strauss. Para l, los mitlogos efectan su anlisis en la cadena significante dejndose llevar por los rumbos que imponen los mitos, mientras que los mitgrafos comandaran ellos mismos la relacin de significados, imponindoles la direccin elegida (Lvi-Strauss, 1986: 48). Personalmente, me parece ms interesante cuestionar la mitologa en cuanto ciencia que estudia los mitos, pues la mitologa, en una de sus acepciones ms difundidas dentro la antropologa y otras disciplinas afines, sera precisamente eso: algo que es a la vez relato e interpretacin, la mayora de las veces con aspiraciones cientficas. Sin embargo, como afirma Gutirrez Estvez (2001: 362), las interpretaciones mitolgicas son la aplicacin de lenguajes tcnicos diversos el de cada escuela interpretativa, a otro lenguaje tcnico muy diferente el del mito. No tienen siquiera un aire de familia, como el que tiene entre s el material mtico de muchos pueblos. Es como si se pretendiera explicar en qu consiste un juego utilizando el manual de reglas de otro distinto. La heterogeneidad entre ambos juegos del lenguaje el mitolgico y el mtico no est exagerada por la comparacin anterior si recordamos que uno est formado por textos narrativos y conceptos interpretativos, mientras que el otro lo est por citas mticas y acciones sociales, sean estas ordinarias, rituales o de

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    A partir de esta perspectiva intentar, de forma muy sucinta, pre-sentar tres motivos mticos andinos: el mito de Wiracocha-Tunupa, el mito de la no explotacin minera en Potos y el mito de Tata Santiago, no para analizar o interpretar sus posibles significados, sino ms bien para poner de relieve sus usos, cambios y actualizaciones, resultantes de las relaciones sociales interlocutorias y de poder establecidas entre mundos culturalmente distintos. Respecto al primer caso, pre-tendo mostrar cmo la compleja figura de Wiracocha-Tunupa fue utilizada por el cristianismo en funcin de una mejor evangelizacin dirigida a las poblaciones nativas. Sobre el mito de la no explotacin minera del Cerro Rico en Potos, se trata de evidenciar que este ha sido un invento creado por algunos cronistas espaoles para legitimar las actividades mineras coloniales, y, finalmente, respecto a Santiago, quiero mostrar cmo este personaje, que en un principio jug un rol anti-indio, termin siendo apropiado y transformado por los indge-nas dentro de una tensa trama que vincul las narrativas andinas con las europeas y viceversa, facilitando en alguna medida la labor evan-gelizadora, pero tambin produciendo efectos inesperados. Debido a la vasta y compleja amplitud de los motivos mticos sealados, el pre-sente ensayo se concentra slo en determinados aspectos puntuales de estos, pues describir y analizar exhaustivamente cada uno de ellos re-basara con mucho los marcos estrechos que aqu me he propuesto.

    wiracocha-tunupaDesde la noche de los tiempos los diversos pueblos andinos de-

    sarrollaron un complejo y heterogneo panorama religioso politesta y animista producto de un largusimo proceso cultural, en el que, se-gn tradiciones orales, la creacin se dio por ordenacin, es decir, dada la presencia previa del mundo, la actividad de las divinidades se plasm inicialmente en el ordenamiento de algn tipo de caos y oscuridad. Es as que en ese mundo previamente existente aparecie-ron diferentes dioses y/o hroes civilizadores cuyos nombres varan segn las regiones, pocas y grupos tnicos, dos de los cuales, tal

    cualquier otro tipo. En definitiva, de un juego de lenguaje, como de cualquier otro juego, a decir de Gutirrez Estvez, solo puede hablarse describindolo desde el interior de su prctica.

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    huascar rodrguez garca Tres usos de la mitologa andina: Wiracocha-Tunupa

    vez los ms difundidos, fueron Tunupa y Wiracocha3. Sin embargo, es-tos no fueron los nicos hroes populares antiguos, pues se sabe que existieron muchos otros anteriores y contemporneos a Tunupa y Wiracocha hoy escasamente conocidos o an ya desaparecidos de toda memoria, tales como Pachacamac, Kon (o Con), Usapu, Cachi, Harnava (o Arnauan) y Cuniraya, casi todos absorbidos luego por Wi-racocha debido a la cronstica colonial.

    Probablemente Tunupa tambin llamado Tuupa, Taguapaca, Taguapica, Tonopa, Tunapa, Tarapac, Ekako, Keko, Kiko o Ekeko4, fue un hroe migrante civilizador aymara, una especie de profeta y an-cestro fundador, e incluso una suerte de divinidad generadora acutica anterior al ciclo de Wiracocha, que quiz se remonta a la civilizacin de Tiwanaku (o Tiahuanaco)5. Pese a lo difuso de los datos que circu-lan acerca de Tunupa aparecen pronto algunos rasgos caractersticos: divinidad polimorfa, seor de las aguas terrestres abre el eje acu-tico del altiplano boliviano conformado por el lago Titicaca, el ro Desaguadero y el lago Poop, as como del fuego y de las aguas ce-lestiales, es igualmente capaz de enviar y detener el rayo, la lluvia, la nieve o el granizo6. Nos encontramos entonces frente a un hroe cul-tural, curandero milagroso y predicador de alguna ley moral7.

    3 Para rigurosos anlisis y delicadas interpretaciones y especulaciones sobre Wiracocha y Tunupa, que no se encontrarn aqu, vase Armas (2002), Szemiski (1987), Wachtel (2001), Lafone Quevedo (1892), Pease (1973, 1986), Valcrcel (1912), Montes (1999) y Molini-Fioravanti (1986).

    4 Rigoberto Paredes (1995) seala que Ekeko y Tunupa son divinidades distintas, y que por una confusin a veces se las identifica como una sola.

    5 Segn Arthur Demarest (citado en Wachtel, 2001: 513), Tunupa podra corresponder al horizonte de Tiwanaku en su etapa de expansin y apogeo, por lo cual es concebible identificar a esta divinidad con la clebre figura que se encuentra esculpida en el centro de la Puerta del Sol en Tiwanaku. No obstante, por mucho tiempo, y hasta hoy mismo, se ha dicho que esta figura representa ms bien a Wiracocha.

    6 Algunos aymaras actuales an veneran a Tunupa como dios del rayo. En cambio, para la tradicin quechua incaica, el dios del rayo era Illapa o Yllapa, quien, segn veremos luego, fue asimilado al apstol cristiano Santiago.

    7 Desde luego, al igual que en todo relato ancestral transmitido oralmente, circulan varias tradiciones donde Tunupa aparece bajo distintas formas; incluso existen versiones que sealan que Tunupa era mujer: una pastora cuyo amor fue disputado por montaas y volcanes (Wachtel, 2001: 523-524). Igualmente se debe mencionar que al sur del lago Poop se alza un volcn de nombre Tunupa, fuente tambin de diferentes versiones mticas. Por su parte, Waisbard cree que Tunupa era un personaje jorobado, pues existiran representaciones de este hroe que lo presentan

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    Ahora bien, tras el misterioso declive de Tiwanaku y los sucesivos periodos de desarrollo cultural sobrevino el imperio incaico, el cual, en sus versiones mticas de la creacin, integr ciertos elementos de una versin aymara, pero sometindolos a una serie de transforma-ciones. As tenemos que Tunupa fue reinterpretado por los incas y se convirti en un personaje oscuro, casi marginal, pues, aparentemen-te, los nuevos relatos redujeron a este hroe a un papel negativo. Al constituirse en los vencedores de varias campaas guerreras, los in-cas obligaron a los seoros aymaras a integrarse al Imperio, siendo algunas de sus tradiciones sujetas a ciertos cambios. De este modo el ancestro fundador aymara fue parcialmente asimilado a Wiracocha, una nueva deidad que, al igual que Tunupa, habra ordenado un mun-do preexistente sumido en la oscuridad y habra estado vinculado al origen mismo de los incas. Adems, Wiracocha tambin es una dei-dad mltiple, como Tunupa, pues tiene rasgos acuticos dicen que sali del lago Titicaca y que desapareci en el mar y al mismo tiem-po est asociado al rayo y a los fenmenos meteorolgicos. Tambin Wiracocha, segn el anlisis de Armas Asn (2002: 206-207), estara plenamente identificado con un hroe cultural que haca y cuidaba terrenos cultivados mediante acciones rituales relacionadas con los ciclos agrarios de produccin.

    El Wiracocha de los incas fue objeto de culto por mucho tiempo; le levantaron altares y templos, pero poco a poco, a pesar de que tam-bin tena caractersticas solares, fue cediendo su rango de creador para darle paso al sol como la divinidad ms importante. Con todo, Wiracocha segua presente en la sociedad incaica, y el probable sig-nificado de su nombre nos da una idea de su relevancia; por un lado, el quechua wira se puede traducir como sebo o grasa de llama, in-grediente sagrado utilizado en prcticas mgico-religiosas, y por otro, cocha significa lago, as el conjunto sera lago de grasa o mar de sebo, de donde se colige que el concepto puede connotar reserva de sus-tancia vital o principio generador, segn Jan Szemiski (citado en Wachtel, 2001: 505). Cossio del Pomar (2000: 63-68) seala que la pa-labra Wiracocha representa a los seres que pueblan el pasado religioso

    desnudo, con una joroba y con el pene erecto. Los aymaras, segn Waisbard, sienten gran respeto hacia los jorobados, a quienes creen dotados de un poder especial sobre el fuego y la lluvia (1975: 90-92).

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    huascar rodrguez garca Tres usos de la mitologa andina: Wiracocha-Tunupa

    y mtico de la cultura inca; una especie de palabra-unidad, palabra-rito, palabra-tradicin. Pero Wiracocha tambin es un personaje capaz de materializarse ante los elegidos: segn una tradicin sobrenatural mencionada por Cossio del Pomar, Wiracocha se apareci en perso-na al prncipe Hatun Tupac durante un retiro de meditacin en un momento de peligros guerreros para el Imperio Inca. Ms tarde, Ha-tun Tupac se convirti en el octavo inca cambiando su nombre por el de Wiracocha, con el que pas a la memoria del Imperio. En fin, otros nombres atribuidos a Wiracocha forman una suerte de amalgama de seres mticos y le confieren mltiples funciones ligadas a la idea de creacin, conocimiento, orden y sabidura.

    Como fuere, el punto es que la imagen de Tunupa fue desdibujada por las interpretaciones sucesivas a que fue sometida, interpretacio-nes incas y despus espaolas, y en el caso de Wiracocha sucedi un proceso interpretativo similar, aunque con menos filtros. Aqu es don-de entran en escena los cronistas coloniales, pues fueron ellos quienes ordenaron los fragmentos dispersos referentes a dioses y hroes para luego difundirlos a los propios indios con fines claramente evangeli-zadores, dado que era inconcebible que los nativos no tuviesen una nocin de un dios creador nico. Obviamente, el nuevo continente no poda estar al margen del mundo que en la Biblia era considerado como una misma totalidad, por ello los cronistas esbozaron versiones que hablan de apstoles cristianos en Amrica antes de la presencia espaola; de ah que muchos dioses o hroes fueron revestidos con ca-ractersticas apostlicas para probar que los indios haban alcanzado el conocimiento del Dios Verdadero y que no haban sido excluidos del plan salvfico universal. Como no era posible que el sol o las wakas8 fueran divinidades mximas, entonces tena que haber una ms fuerte y poderosa que ellas, tesis que pronto goz de popularidad porque la creencia en un dios creador nico se convirti en el argumento clave para extirpar el politesmo y ordenar el caos de los innumerables dio-ses y hroes.

    Es Fernando Armas Asn quien mejor ha planteado esta tem-tica cuando seala que la mitologa andina es una invencin de la

    8 El vocablo waka, o huaca, designa en los Andes a toda entidad o lugar sagrados y puede incluir determinados objetos o seres.

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    cronstica espaola y mestiza de los siglos xvi y xvii, siendo el ms claro ejemplo de esto el uso que se dio a la figura de Wiracocha, divini-dad que no solo aparece en la cronstica como Dios nico, sino como la prueba de que los indios ya estaban al tanto de ciertos fundamen-tos del cristianismo. Un detalle a tener en cuenta respecto a los relatos recogidos por los cronistas es que sus informantes, la mayora de las veces, estaban ya cristianizados, por lo cual no nos debe extraar que los datos otorgados por estos contengan ya caracteres catlicos.

    En efecto, revisar, aunque someramente, lo que sealan los cronis-tas nos da una idea de todo esto. As, por ejemplo, Juan de Betanzos, quien escribi la Suma y narracin de los incas entre 1550 y 1551, siendo el primero en registrar una versin sobre Wiracocha, elabor la base de un esquema que se repetir los aos y dcadas posteriores con ligeras variantes. En su relato Betanzos habla de Con Tici Viracocha, nom-bre que se traduce como Dios hacedor el mundo. Tal personaje era un hombre alto que haba salido de las aguas del lago Titicaca para crear los primeros hombres en un mundo de oscuridad, sola llevar largas vestiduras blancas que le llegaban a los pies y un libro en sus manos. Luego fue a Tiwanaku e hizo el sol, la luna y las estrellas, pero por al-guna desobediencia de los hombres los convirti en piedras. Tras otros varios sucesos, orden a dos de sus ayudantes (tambin entendidos como wiracochas) que se dirigieran al Este y al Oeste respectivamen-te, para que fueran haciendo salir a la gente del subsuelo. Entre tanto el propio Con Tici Viracocha se dirigi al Cuzco, pero en un lugar lla-mado Cacha (actual Raqchi) los habitantes lo hostilizaron, razn por la cual hizo llover fuego del cielo. Ante semejante suceso las personas de Cacha le alzaron un adoratorio. Tras recorrer otros lugares inclu-yendo el Cuzco, donde impuso a un Seor ordenndole que produjese los orejones9, Con Tici Viracocha finalmente lleg a Puerto Viejo (en el actual Ecuador). Una vez all, se reuni con sus dos colaboradores y los tres wiracochas desaparecieron en las aguas del mar (Betanzos citado en Pease, 1982: 37-43). Pero veamos brevemente cmo se repro-duce este esquema con nuevos aadidos.

    Contemporneos a Betanzos, un grupo de cronistas entre 1551 y 1590 Pedro de la Gasca, Cristbal de Molina, Agustn de Zrate,

    9 Orejones fue el adjetivo con el que los espaoles designaron a la nobleza incaica.

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    huascar rodrguez garca Tres usos de la mitologa andina: Wiracocha-Tunupa

    Lpez de Gomara y Cieza de Len coincidieron con la idea de un gran Seor salido del Titicaca que fund el linaje inca10. En el caso de Cieza de Len, este cronista seala que el ser salido del lago era blan-co y que, aunque se llamaba Tiseviracocha, tambin le decan Tuapaca o Harnava; mientras que Joseph de Acosta afirma que a Wiracocha en otras partes le llaman Pachacama o Usapu. Por su parte, el afama-do Bartolom de Las Casas escribi, en su Apologtica historia, que Condici Viracocha siempre han habido diferencias respecto a la escritura correcta del nombre del hacedor, tuvo un hijo malo lla-mado Taguapica, que por contradecirle en todo fue echado al mar.

    De este modo, los sucesivos cronistas, que en la mayor parte de los casos escriban por encargo de la administracin colonial, reprodu-cen lo anotado por Betanzos, pero aadiendo diversos matices como gigantes, diluvios, edades y otros. Por ejemplo, Pedro Sarmiento de Gamboa en su crnica de 1572 afirma que Wiracocha, en el momen-to de su desaparicin martima, anunci a los indios que no creyesen en falsos profetas ya que pronto enviara a sus mensajeros los es-paoles?. Sarmiento tambin dice que Wiracocha era blanco, que traa un libro y que un tal Taguacapac, por desobediente, fue atado y puesto en una balsa en el Titicaca rumbo al ro Desaguadero. De esta manera, con la pertinaz difusin de las dichas versiones del origen del mundo andino, el esquema catequizador en torno a Wiracocha ya es-taba afianzado irremediablemente en la mentalidad popular de finales del siglo xvi.

    En la centuria siguiente aparecieron nuevos escribanos colonia-les ocupados de las fbulas y ritos indgenas. Uno de ellos, el jesuita Rodrigo de Cabredo, sealaba en un documento indito de 1603: [] dicen que Jesucristo fue un dios que sus antepasados llamaban Tuupa y asi los uiejos le llamaban Jesucristo Tuupa (citado en Wachtel, 2001: 518). Otro sacerdote, Ludovico Bertonio, tradujo la palabra Dios en su Diccionario de la lengua aymara (1612) de la siguiente manera:

    Dios fue tenido destos indios vno a quien llamauan Tunuu-pa, de quien cuentan infinitas cosas, dellas muy indignas no solo de Dios, sino de qualquier hombre de razn, otras tiran algo a los

    10 Cabe anotar aqu que estas versiones difieren de otras, tambin muy extendidas entre algunos cronistas, que establecen el origen de los incas en una cueva de Pacaritambo y no en el Titicaca.

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    misterios de nuestra fe [] En otras tierras, o provincias del Per le llaman Ecaco11.

    Ms tarde, dos crnicas indgenas escritas por Joan de Santa Cruz Pachacuti y Guaman Poma, ambos indios ladinos y cristianos, reforza-ron notoriamente los anteriores relatos. Santa Cruz Pachacuti escribi en 1613 acerca de un hombre barbado y milagroso que tena varios nombres, tres de los cuales eran Tonapa, Tarapac y Viracochanpa-chayachicachan. Dicho Seor es para este cronista el mismsimo Santo Toms y habra llegado a Pacaritambo, donde reinaba un cacique lla-mado Apotambo12, justo en el momento en que se celebraban unas bodas. Nadie oy sus prdicas excepto Apotambo, a quien el misterio-so predicador le regal un palo a modo de cetro dejndole tambin una suerte de recomendaciones o mandamientos. Segn Pease (1982: 46), Santa Cruz Pachacuti anotaba:

    Los viejos modernos del tiempo de mi padre [] suelen decir que casi casi era los mandamientos de Dios, principalmente los sie-te preceptos; les faltaua solamente nombre de Dios nuestro seor, y de su hijo Jesucristo nuestro seor les faltaua [].

    El cronista indio contina su relato sealando que Tunupa sigui un largo itinerario, marcado por episodios de inundaciones, lluvias de fuego en la localidad de Cacha y petrificaciones contra po-blaciones incrdulas o idoltricas, hasta que lleg a los Andes de Caravaya, regin donde hizo una cruz muy grande para transportar-la hasta Carabuco. Una vez all, el profeta ech agua en la cabeza de la hija de un cacique del lugar, al modo del bautismo cristiano, razn por la que Tunupa fue apresado, siendo milagrosamente rescatado por un desconocido joven.

    Guaman Poma, por su lado, escribe sobre un primer milagro prehispnico hecho por Dios a travs de San Bartolom, apstol de Jesucristo, en el pueblo de Cacha. En esta poblacin, afirma, sucedi la ya conocida lluvia de fuego, tras la cual San Bartolom se dirigi a Carabuco donde se top con un gran hechicero llamado Anti que viva

    11 Cfr. Wachtel (2001: 509). El nfasis es mo.12 En ciertos relatos Apotambo es el padre de Manco Capac, fundador del linaje inca.

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    huascar rodrguez garca Tres usos de la mitologa andina: Wiracocha-Tunupa

    con su endemoniado dolo en una cueva. Como el dolo del hechicero qued sin poderes frente a la fuerza y santidad de San Bartolom, Anti se convirti, bautizndolo el apstol con el nuevo nombre de Anti Ui-racocha, adems de que, en seal de su milagrosa aparicin, el santo dej una cruz en el pueblo. Ms adelante, Guaman Poma seala que en el tiempo de los incas tambin existan otros enviados de Dios ca-paces de ocasionar desgracias y fenmenos meteorolgicos en caso de no ser escuchados (1992: 72-74).

    Posteriormente otro cronista, Ramos Gaviln (citado en Wais-bard, 1975: 88-89), en 1621, hace mencin de un hombre blanco que descendi del cielo y que transportaba una cruz. Adems este hombre, dice Ramos Gaviln (citado en Armas Asn, 2002: 202),

    [] haca muchos milagros [] y le pusieron por nombre (segn afirman algunos indios antiqusimos) Tunupa, que es lo mismo que decir gran Sabio y Seor. Pues aqueste glorioso Santo por su predicacin fue perseguido y finalmente martirizado.

    Ramos Gaviln tambin habla del conocido suceso del fuego a-reo en Cacha, tras lo que, ya en el lago Titicaca y luego de otros sucesos, Tunupa fue empalado y puesto en una balsa siendo llevado por los vientos hacia el ro Desaguadero. Respecto a este martirio Waisbard (1975: 90-91), segn averiguaciones propias, seala que Tunupa, una vez empalado y en la balsa de Totora sobre las aguas del lago sagrado, abri milagrosamente una especie de canal que ms tarde se conoce-ra con el nombre de ro Desaguadero el cual une los dos grandes depsitos acuticos andinos, el Titicaca y el Poop cuya existencia se atribuye an hoy a la accin sobrenatural de Tunupa.

    Esta fugaz y fragmentaria muestra de algunas crnicas basta para evidenciar cmo la obra evangelizadora se sirvi desde un primer momento de los hroes andinos y de sus itinerarios para convertir-los en pruebas de una primitiva presencia cristiana en los Andes. En todos estos escritos aparece un personaje nico que, aunque en al-gn caso tiene dos ayudantes lo cual por otra parte nos recuerda la idea de la trinidad cristiana, es blanco y barbado, a veces tiene un libro claramente una Biblia y aparte de hacer milagros tambin es castigador. Tal personaje aparece como Santo Toms, San Bartolo-m e incluso como el propio Jesucristo. En ciertas ocasiones no solo

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    hace y/o transporta cruces, sino que tambin bautiza con agua y es martirizado debido a la incomprensin de sus enseanzas cual Jesu-cristo que fuese.

    Ciertamente estamos ante la unificacin de motivos mticos di-versos en un esquema en el que Tunupa y Wiracocha junto a otras divinidades y hroes fueron confundidos, mezclados y finalmen-te disueltos en un solo dios creador, nico y universal, asemejado al Dios cristiano o a su apstoles. Tambin se comprende que, segn se tiene dicho, los esfuerzos de identificacin y fusin de dioses ya venan desde los incas, pues estos juntaban o asimilaban las divinidades de los pueblos conquistados con las suyas propias. Pero con el advenimien-to de la invasin europea los espaoles, por sus prejuicios religiosos, mezclaron an ms toda la gama de dioses andinos, convirtiendo el politesmo indio en una imitacin borrosa del catolicismo y confun-diendo en la mentalidad indgena a las divinidades prehispnicas con el Dios cristiano y su squito de santos, vrgenes y arcngeles. Indu-dablemente, Wiracocha y Tunupa son las divinidades que ms han sufrido las consecuencias de este sistema (Paredes, 1995: 87).

    Es igualmente llamativo constatar que las tradiciones de Tunupa todava circulaban independientes, por lo que la unin de relatos m-ticos distintos parece tambin haber buscado, en ciertos casos, anular la popularidad de la que Tunupa an gozaba en el mundo aymara del siglo xvi. Quiz debido a esto, Tunupa a veces aparece como un per-sonaje negativo.

    Pero ante todo, est el hecho de que se pretenda establecer un argumento catequizador convincente frente a la incapacidad espaola de comprender la existencia de un panorama heterogneo de hroes y divinidades. Como seala Armas Asn, ms que ordenar los relatos andinos, en realidad pareciera que los cronistas necesitaban ordenarse ellos mismos para poder realizar su labor catequizadora. Sin embar-go, cmo explicar que los escritos de los cronistas tenan una buena difusin, si tal vez nadie, o casi nadie, los lea en su tiempo? La res-puesta est en la accin catequizadora llevada a cabo febrilmente por los sacerdotes, quienes retransmitieron oralmente a los indgenas los lineamientos anotados en las crnicas, creando de este modo el imagi-nario religioso andino que hoy conocemos. Empero, cabe considerar tambin que tal vez algunos indios aparentaron creer lo que los curas

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    les decan sobre un dios creador y santos milagrosos, completando de esta forma sus propios relatos nativos con aadidos de la recin conocida narrativa bblica, como parte de una tctica indgena de re-sistencia que no hall otra forma de hacer respetar sus historias sino asemejndolas a las cristianas.

    Un comentario final sobre el instante de la desaparicin martima de Wiracocha en Puerto Viejo. Cuando supuestamente anunci la fu-tura llegada de sus mensajeros, tal profeca o promesa de regreso, en caso de haber sido cierta, sera la causante de que los indios, viendo a los espaoles por primera vez surgiendo del mar, hayan considerado a los extranjeros como wiracochas, dndoles el nombre de su dios. No obstante, aqu es realmente difcil calibrar un anlisis a fondo, ra-zn por la que planteo simplemente dos observaciones. Es probable que cuando los indgenas vieron a los espaoles por vez primera, la impresin inicial que tuvieron haya sido de que se trataba de dioses, o ms propiamente de wiracochas en el caso de los incas.

    Tambin es lgico pensar que lo escrito por Sarmiento pona un nfasis intencional en el supuesto regreso anunciado por Wiracocha, para relacionar la presencia espaola en los Andes con algn tipo de redencin o salvacin divina; de hecho, el vocablo Wiracocha se di-fundi rpidamente en la temprana sociedad colonial designando no solamente a la antigua divinidad andina, sino tambin a los propios espaoles quiz tenidos inicialmente por seres sobrenaturales. Casi sobra decir que los invasores quedaron muy cmodos y satisfechos siendo llamados wiracochas, pues comprendieron rpidamente que se trataba de una designacin divina. An hoy da, en ciertas comu-nidades rurales, la palabra Wiracocha se utiliza como sinnimo de Seor, para designar respetuosamente a personas forneas blancas que emanan cierta distincin.

    En sntesis, y a decir de Armas Asn, los indios recibieron a travs de la tergiversacin de sus divinidades y hroes el soporte ideolgi-co para una mejor recepcin de algunos objetos de la fe cristiana. Al entrar en contacto con el catolicismo, el pensamiento mtico prehis-pnico pas a significar lo especfico espaol: vestido de Dios, nico y universal. Wiracocha dej de significar el podero de lo prehispnico, para representar ms bien el avance del cristianismo.

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    la no explotacin del cerro rico en potosPotos. La sola pronunciacin de esta palabra por s misma evo-

    ca riqueza, derroche, esplendor, pero tambin codicia, miseria, sangre, muerte, guerra, diablos Potos, que con su clebre Cerro Rico ali-ment la economa colonial durante siglos desde 1545 gracias a sus desmesuradas reservas de plata, por mucho tiempo fue considerado un punto neurlgico del Imperio Espaol en Sudamrica. A la vez, se con-virti en una fuente inagotable de relatos descabellados y de historias sobrenaturales, una de las cuales, transmitida hasta hoy en calles y au-las, est referida a la no explotacin prehispnica del famoso cerro. Este relato, como seala Pascale Absi (2000: 138), ha sido legado por varios cronistas espaoles de los siglos xvi, xvii y xviii, como Pedro Cieza de Len, Joseph de Acosta, Luis Capoche o Bartolom Arzn; todos ellos en sus respectivas crnicas cuentan, de un modo u otro, el fracaso de los in-dgenas en su intento de explotar los minerales del Cerro Rico durante pocas precolombinas. Cronistas como Cieza de Len y Acosta sealan que el Cerro no fue explotado sino hasta el advenimiento de los euro-peos y que el sitio era un lugar desolado y carente de poblacin. Pero Capoche y Arzn van ms all, pues supuestamente recogieron un rela-to que cuenta cmo, antes de la llegada de los conquistadores, una voz poderosa y aterradora emergi desde las profundidades de la montaa ordenando abandonar toda labor a los trabajadores indios que inten-taban sacar mineral, ya que la voz habra dicho que la plata del Cerro estaba reservada para otros. Segn Arzn, mientras los asustados tra-bajadores le informaban de este increble suceso al Inca exclamaron: potocsi! para describir el terrible estruendo que en teora sacudi la montaa dicindoles que la riqueza no era para ellos, sino para otros.

    Frente a esta increble historia casi siempre surge un espontneo escepticismo, pues hasta el sentido comn induce a dudar de semejan-te relato: cmo puede ser que las riquezas de Potos esperaban a los conquistadores antes de que estos supieran siquiera de la existencia de Amrica? De hecho, desde principios de la dcada de 1970 nuevas in-vestigaciones han dado cuenta de la explotacin minera prehispnica: Waisbard, por ejemplo, seala que los aguerridos lupakas13 trabajaban

    13 Los lupakas literalmente hombres-sol, conformaban un seoro aymara preincaico en los altos parajes del lago Titicaca. Feroces guerreros, estos legendarios personajes sostuvieron grandes luchas con varios grupos vecinos

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    para el Inca el oro de Chuquiago (actualmente La Paz) y la plata de Po-tos, enviando peridicamente los minerales y otros productos al Cuzco y a otras regiones (1975: 62). Ms recientemente, algunas investigaciones arqueolgicas e histricas han evidenciado que el Cerro Rico, conside-rado desde siempre una waka, era efectivamente explotado antes de la llegada de los espaoles. La ocupacin de Potos se habra dado entre los siglos x y xiv de nuestra era, poblamiento que se aceler con la lle-gada del Imperio Inca a la regin convertida rpidamente en un centro importante debido a sus minerales, aunque, desde luego, la explotacin prehispnica de la plata era probablemente a pequea escala y a cielo abierto (Absi, 2005: 139). Como sea, tales evidencias demuestran que los relatos pretendidamente recogidos por los cronistas en relacin con la no explotacin del Cerro Rico y convertidos en mitos no fueron otra cosa que un intento y un invento colonial para legitimar la sangrienta y aberrante explotacin minera de Potos.

    tata santiagoComo es sabido, los primeros espaoles que iban rumbo a los

    Andes ingresaron a Cajamarca a finales de 1532, apresando al inca Ata-hualpa para darle muerte en julio del ao siguiente. Luego de la toma del Cuzco lograda a fuerza de diversos conflictos y escaramuzas, los conquistadores decidieron reconocer y coronar a Manco (tambin llamado Manco ii) como heredero del trono inca, todo con el fin de facilitar el gobierno espaol y tranquilizar a la conmocionada e in-quieta poblacin local. Sin embargo, la paz dur poco, pues Manco, si bien en un principio colabor con los extranjeros, decidi escapar del Cuzco y organizar una rebelin contra los invasores en mayo de 1536. A partir de este momento las fuerzas incas llegadas de distintos con-fines y compuestas por decenas de miles de guerreros ya convencidos de que los espaoles no eran wiracochas comenzaron un esforzado y sangriento cerco al Cuzco que dur ms de cuatro meses: las flechas incas con yesca prendida incendiaron la ciudad, vindose los reduci-dos espaoles en la obligacin de huir de sus casas y formar un crculo

    hasta el advenimiento y consolidacin del Imperio incaico, contra el cual tambin pelearon; no obstante, terminaron cediendo y negociando con los poderosos incas para los cuales trabajaron, recibiendo a cambio productos de intercambio y algunas prerrogativas (Waisbard, 1975: 51-63).

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    en las edificaciones vecinas a la plaza de Aucaypata, resistiendo ape-nas las piedras y los ataques de los insurrectos. As, el famoso cerco de Manco al Cuzco dio origen a una curiosa epopeya, y es que, cuando los agotados y desbastecidos espaoles estaban a punto de ser irremedia-blemente vencidos, un milagro realizado por la Virgen Mara habra hecho que los refugios de los sitiados no se quemaran pese a las fle-chas incendiarias. An ms, la propia Virgen apareci echando tierra o alguna sustancia a los ojos de los indgenas cegndolos y atenuando sus ataques. Con todo, en medio de la niebla roja de la guerra los incas tomaron la fortaleza llamada Sacsahuamn, pero los milagros espa-oles no cesaban, pues de pronto apareci el apstol Santiago, llamado entre los espaoles Santiago matamoros14, quien montado en su ca-ballo blanco y blandiendo una gran espada comenz a matar indios rodeado de grandes estruendos que los naturales creyeron truenos. De este modo el desaliento se extendi entre los sitiadores, pese a lo cual el cerco inca continu por un tiempo ms aunque fue perdiendo fuerza y eficacia hasta ser finalmente derrotado (Guaman Poma, 1992: 403-407; Oliva de Coll, 1974: 215; Pease, 2003: 176).

    Veamos la versin recogida y apuntada por Guaman Poma (1992: 407):

    Seor Santiago Mayor de Galicia, apstol de Jesucristo, en esta hora que estaua asercado los cristianos, hizo otro milagro Dios, muy grande, en la ciudad el Cuzco.

    Dizen que lo uieron a uista de ojos, que auaj el Seor Sanc-tiago con un trueno muy grande. Como rrayo cay del cielo a la fortalesa del Inga, llamado Sacsaguaman []. Y como cay en tierra se espantaron los indios y digeron que aba caydo yllapa15,

    14 Segn la tradicin ampliamente difundida en Europa, el apstol Santiago, uno de los discpulos de Jesucristo, habra visitado Hispania luego de la muerte del redentor. A partir de este ncleo narrativo se cre una extensa y variada trama en torno a este personaje, que incluye sus diversas aventuras, milagros y apariciones durante las guerras de los espaoles contra los musulmanes llamados moros en la pennsula ibrica, obviamente siempre a favor de los primeros; de ah el epteto de Santiago matamoros.

    15 Illapa, como ya hemos visto en los materiales mticos de Wiracocha y Tunupa, fue para los incas la divinidad del rayo, del trueno y del relmpago, y por tanto, tambin de la lluvia y del granizo. Pease (2003: 149) seala que Illapa puede ser entendido como un elemento de comunicacin entre los dos planos del mundo que caracterizan la cosmovisin andina: el hanan pacha (mundo de arriba) y el ucu

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    trueno y rrayo del cielo, caccha16, de los cristianos, fabor de cristia-nos. Y anc auaj el seor de Sanctiago a defender a los cristianos.

    Dizen que bino encima de un cauallo blanco, que trayya el di-cho caballo pluma, suri17, y mucho cascabel enxaesado y el sancto todo armado con su rrodela y su uandera y su manta colorado y su espa-da desnuda y que uena con gran destruycin y muerto muy muchos indios y desbarat todo el serco de los indios a los cristianos que aua ordenado Mango Inga y que lleuaua el santo mucho rruydo [].

    Y desde entonses los yndios al rrayo les llama y les dize sanc-tiago, porque el sancto cay en tierra como rrayo, yllapa, [] Y anc los yndios son testigos de uista del seor sanctiago y se deue guardarse esta dicha fiesta del seor santiago en este rreyno como pascua porque del milagro de Dios y del seor santiago se gan.

    Jos Antonio del Busto Duthurburu (2005: 114) sugiere que los espaoles, en su desesperacin, llevaron a cabo una suerte de guerra mstica para romper el cerco. Pero cmo entender la nocin de guerra mstica? Tal vez los espaoles apelaron a su pretendida reputacin de seres sobrenaturales y de algn ingenioso modo hicieron aparecer a la Virgen Mara, quien cegaba a los indios con alguna sustancia, mientras el apstol Santiago, o un impostor disfrazado y rodeado de explosiones, apareca matando fcilmente a los guerreros incas presas del pnico y del desconcierto. Frente a estos extraordinarios sucesos sera realmen-te difcil, o quiz imposible, establecer cualquier nivel de veracidad. Lo interesante aqu es que la identificacin indgena de Illapa con Santia-go pervive hasta hoy en el imaginario andino. Un afamado amauta18 de Tiwanaku llamado Policarpio Flores Apaza (2005: 117) sealaba no hace mucho:

    Por el rayo vivimos en el campo. Si no hubiera rayo, en el campo no podra haber cosecha, no podra haber fruto de la papa, tampoco podra retoar ningn rbol ni cereal. El rayo s que

    pacha (mundo de abajo, o subsuelo). Pero el rayo no solo conecta la dualidad cielo-tierra, sino que tambin otorga poderes fertilizadores vinculados a la agricultura.

    16 Sonido onomatopyico del relmpago. 17 De avestruz.18 Amauta significa sabio y consejero. Viene del vocablo amautaa: saber, sabidura,

    discernir, pensar inteligentemente, adivinar.

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    sacude toda la tierra, as he aprendido de los que conocen a la Pa-cha Mama. Se dice que cuando el Tata19 Santiago nos manda un rayo debemos preparar el incienso y ofrecerle. [] al preparar el incienso debemos pedir con las siguientes palabras: no nos vas a mandar ningn rayo, con tu qurawa20 te los vas a amarrar21. Si se quiere ir a pedir perdn o una bendicin del Tata Santiago, hay que ir con la familia [] porque tiene una honda de fierro, y con ella manda rayos. Por eso es sagrado cumplir en su da, que es el 25 de julio. [] Sabe hondear con truenos decan nuestros abuelos.

    Efectivamente, el santo del catolicismo que ms se ha arraigado en la religiosidad indgena y popular andina es Santiago: se tiene la plena certeza de que forja los rayos y los enva a la tierra, o incluso se consi-dera que es l mismo quien opera convertido en rayo22. Adems, quien es tocado por la descarga elctrica celestial y sobrevive est destinado a convertirse en yatiri23 o amauta, y los lugares donde ha cado son vene-rados y tenidos por sagrados. De este modo Santiago pas a convertirse paradjicamente en una figura central del panten andino, siendo tambin el santo patrono de los yatiris, adems de que su fiesta, reali-zada todos los 25 de julio, es todava ampliamente celebrada en varios lugares de Bolivia, incluso por ciertos segmentos de las clases medias. Sin duda, la apropiacin a mediano plazo de la figura simblica del ma-tamoros convertido en mataindios conlleva esferas ms complejas de anlisis que requieren ser ampliadas en otro lugar. Aqu solamente quie-ro destacar dos aspectos. En primer lugar, la operacin simblica de los colonizadores puesta en juego en medio del cerco al Cuzco parece haber contribuido al triunfo espaol y tambin a la difusin ms amplia del cristianismo a corto plazo en el centro del poder incaico. Sin embargo, el Santiago adversario de los indios es convertido con el tiempo en un aliado de ellos, lo que evidencia que un mito, en cuanto construccin

    19 Padre.20 Honda, arma para lanzar piedras.21 Obviamente Policarpio Flores no est pidiendo a Santiago que deje de enviar

    rayos sobre la tierra, pues sta los necesita para fertilizarse, sino ms bien que esas descargas elctricas no maten a las personas.

    22 Para otros anlisis de la asimilacin de Illapa a Santiago, vase Gisbert (1980).23 Literalmente significa el que sabe. Hombre de conocimiento, iniciado, especialista

    ritual.

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    social, es susceptible de giros y cambios inesperados, pues actualmente la invocacin indgena y popular a Santiago en pos de favores diversos parece tener resultados convincentes y efectivos para sus devotos.

    eplogoComo ha sugerido Gutirrez Estvez de manera escandalosa, y

    contra nuestros pre-supuestos de sentido comn, los mitos no nece-sariamente son narraciones en primera instancia. Los mitos pueden transformarse en narraciones mediante dos operaciones sucesivas: nuestras preguntas y nuestra escritura. Es decir, que cierta clase de relacin con los otros es la que produce historias o relatos que son susceptibles de ser transcritos y estudiados como mitos. Dicho de otro modo, los mitos estn formal y conceptualmente determinados por las relaciones interlocutorias en cuyo seno se manifiestan. O lo que es lo mismo, es el uso diverso de los mitos de cada mito lo que hace variar su forma y su significado, lo cual sugiere que nuestro inters respecto a los mitos habra de desplazarse del significado hipottico del texto, de la indagacin sobre la diversidad de sus interpretaciones posibles al uso del texto a la descripcin de la diversidad de sus actualizaciones efectivas (2003: 357-360). Con esta ptica he querido mostrar el uso social que los investigadores espaoles hicieron de al-gunos motivos mticos andinos, ya sea convirtiendo a Wiracocha en un instrumento catequizador y legitimador del orden colonial, o in-ventando historias acerca de la imposibilidad indgena de explotar los minerales de Potos antes del advenimiento europeo. Respecto a San-tiago, ciertamente es un caso distinto, pero considero que tambin nos sirve para pensar los usos distintos que se le pueden dar a ciertos mi-tos, pues vimos cmo la movilizacin espaola de escenificaciones y artilugios psquicos y msticos con fines militares acab siendo apro-piada por los vencidos a travs de la identificacin del apstol cristia-no con la deidad del rayo llamada Illapa.

    Tambin ha quedado claro que la nocin de un dios creador no pertenece a la tradicin andina y que los procesos de yuxtaposicin y asimilacin llevados a cabo por los investigadores europeos se fa-cilitaron porque los mitos de Tunupa y Wiracocha se prestaban al juego de analogas que los evangelizadores buscaban para corrobo-rar la hiptesis de una predicacin prehispnica. Pero adems, las

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    prcticas evangelizadoras tambin perseguan un objetivo ms os-curo: aplacar y tranquilizar a las inquietas poblaciones indgenas, las que, a travs de una conversin al cristianismo, aceptaran de una vez y para siempre, de forma irremediable, la presencia de unos extran-jeros sanguinarios y vidos de riquezas a fuerza de servidumbres y explotacin.

    Por lo dems, los distorsionados relatos de Wiracocha hereda-dos de la introduccin del cristianismo estn an hoy entre nosotros tambin gracias a las interpretaciones y difusiones hechas desde la historiografa nacional republicana. Si los cronistas sentaron las bases de lo que luego sera la historia nacional y regional andina, construyendo la mtica actual de los orgenes indgenas, tambin los Estados nacionales, a travs de la educacin, se han sumado a esta constante reproduccin utilitaria de motivos mticos ancestra-les. Pero esto se constituye en un tema que tendra que desarrollarse en otro sitio.

    A modo de conclusin, dirase que los mitos andinos, recreados por los espaoles, se plasmaron no solo en relatos escritos, sino ante todo en la accin y en la vida social colonial caracterizada por la ser-vidumbre, la catequizacin, la aculturacin y la guerra. En el terrible escenario social de crisis en que se convirti la regin de los Andes du-rante los primeros tiempos de la Conquista, los cronistas y religiosos lograron establecer los lineamientos generales de la actual mitologa andina, la cual fue producto, en definitiva, de esas tensas relaciones de poder entre colonizadores y colonizados.

    Finalmente, cabe poner de relieve que la efectivizacin de los usos de los mitos andinos por parte de los evangelizadores se ha materia-lizado hasta hoy en los cambios operados dentro la religin indgena, cambios que se observan en las prcticas rituales, en el arte y en la iconografa. Sin embargo, dentro del universo de yuxtaposiciones re-sultante de la Conquista, an es evidente que las fuerzas ancestrales indgenas sobreviven a pesar de todo.

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