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AGRESION, TERRITORIO Y DEFENSA:
SU EVIDENCIA EN ARQUEOLOGIA
ngela lonso S cinchez
Isabel O ngil V alentin
Investigaciones en d istintos mo me ntos prehistricos e histricos en las que sur-
gan con frecuencia trminos como defensivo, blico, territorialidad, nos han
Ilevado a intentar un bosque jo de las relaciones en tre tres factores naturales:
agre-
sin territorio
y
defensa
de qu m odo pueden desembocar en otro factor puramen-
te cultural:
la guerra
y cmo estos comportamientos se fosilizan en los restos ar-
queolgicos.
El hom bre, inserto en la naturaleza, com parte con los anim ales una agresividad
biolgica que vendr desencaden ada por estimulos ambientales seg
n los cuales va-
riar el tipo de agresividad: depre dadora , territorial, de dom inancia, ma ternal, dis-
ciplinaria entre machos inducida por el miedo etc. De todos estos tipos de agre-
sin el hombre, en razn de la Cultura, ha desarrollado unos m s que otros y noso-
tros vamo s a centrarnos en la ag resin territorial, que puede de finirse com o un im-
pulso inherente a con quistar y defend er un territorio exclusivo, territorio que com -
prende el rea de espacio, sea agua, tierra o aire, que cada animal o grupo de anima-
les considera como de su exclusiva pertenencia y tiende a defenderlo de los ataques
provinientes del exterior. Nos encontram os, pues, con el tercer concep to que vam os
a m anejar: la defensa, limitada por la influenc ia de las respuestas culturales que el
com portamiento agresivo hum ano tiene en los modelos de asentamiento 2
Estamos de acuerdo con el Prof. Jord
en que la investigacin de la agresivi-
dad en los tiempos prehistricos debe basarse casi exclusivamente en conjeturas, de-
bido a la falta de informacin directa sobre el problema. Los restos arqueolgicos
que poseem os de nuestros ms primitivos antepasados, aunque esca sos, nos permi-
* Este trabajo fue presentado como comunicacin al I Congreso Internacional de Historia Militar,
Zaragoza 1982.
TRIGHAM R. Territorial demarcation of prehistoric settlements en UCKO TRIGHAM y DIM- .
BLEBY eds.)
Man settlement and urbanism.
Londres 1972 p. 463.
ROWLANDS, M.J. Defence: a factor in the organization of settlements en UCKO, TRIGHAM
y DIMBLEBY eds.)
Man settlement and urbanism.
Londres 1972 0. 447.
3
JORDA CERDA F. La agresividad en los tiempos prehistricos
I urso
monogrfico sobre la
agresividad y conJ7icto generacional.
Salamanca 1979.
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. Alonso y M. 1 Ongil
ten observar algunas seriales de agresin en los restos seos y en las pinturas rupes-
tres. Desde los restos fsiles ms antiguos hasta el Cromag non estn patentes snto-
mas de agresin fsica: crneos perforados o golpeados, costillas atravesadas por pun -
tas de silex, miemb ros mu tilados, bien por prcticas rituales can bales, bien oc asio-
nados en batallas.
En el Neoltico cam bia el tipo de agresividad en estrecha re lacin con un mod o
de vida radicalmen te distinto y una soc iedad de con tenidos culturales diferentes. Con
la aparicin de la ag ricultura, la ganadera y el urbanismo se potencia un d esarrollo
de la territorialidad al producirse una redu ccin de la mov ilidad; es a partir de este
mom ento cuando territorio, agresin y defensa van a e star conectados de una m ane-
ra natural.
La gue rra, como fenm eno cultural, se manifestar cuando e l instinto defensi-
vo de un determinado propietario territorial se vea am enazado por la violenta agre-
sin de otro vecino territorial. Este intento defensivo ser un o de los factores influ-
yentes en la organizacin de los asentam ientos ya desde el Neo ltico
La evidencia
de hostilidad y de guerra se doc ume nta por la presencia de armas y restos de trabajos
defensivos. Las arma s son bastante escasas en este pe rodo y no es posible distinguir-
las claramente de aquellos tiles empleados nica y exclusivamen te para la caza; sin
embargo, a partir del Neoltico Medio se incrementan las hachas de piedra y puntas,
recordemos el ejemplo de la cultura de Lengyel
Tambin aparecen las primeras es-
tructuras defensivas conocidas: fosos, en las ciudades rum anas 6 mpalizadas, mu-
retes, torres, etc., como ejemplos m s caractersticos podem os serialar las ciudades
fortificadas de Dimini Jeric Megido mencin especial merece el caso de atal-
H
y
k, que si bien carece de murallas, la organizacin de sus viviendas, adosadas
unas a otras como celdas de un panal a las que se acceda desde los tejados hace
que sea casi inexpugnable.
Est claro que mientras el alcance d e las armas u tilizadas en los tiempos n eolti-
cos era extrem adam ente limitado, las hostilidades interpoblacionales o interregiona-
les podan al menos haber sido bastante espaciadas 7
n cam bio al increme ntarse
los lugares fortificados y co mplicarse los sistemas defensivos desd e fines del Neolti-
co y en el Calcoltico caso de Los Millares en Esparia se nos sugiere un aumento
de los conflictos blicos y su extensin a diferentes sociedades.
La aparicin del metal y su aplicacin en el armam ento supuso un camb io pro-
fundo en la concep cin de la guerra y, en consecuen cia, las respuestas culturales da-
das al problema de la defensa sern diferentes a las del perodo anterior. Se juega
con una serie de variables que se interrelacionan de manera ms compleja que en
etapas preceden tes: topografa, materiales, tcnica, tcticas m ilitares y armas. E l rasgo
ms caracterstico de este mom ento son los lugares fortificados, lo que es aplicable
tanto a la Edad del Bronce com o a
la del Hierro. Se ubican preferentemente en posi-
ciones estratgicas, pero no puede hac erse una clasificacin dada la amp litud del fe-
ALONS O SA NCHEZ , A. Los campamentos romanos como m odelo de asentamiento militar: C-
ceres el Viejo
11 Jornadas de Metodologa y Didctica de la Historia
Cceres, 1 981 en prensa).
5
MILISAUSKAS, S. European Prehistory Academic Press, 1978, p. 179.
6
MILISAUSKAS S. Op. cit. p. 162.
7
RENFREW C. T he em ergence of civilisation.
Londres 1972, pp. 390-399.
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Agresin territorio y defensa en Arqueologa
I
nmeno, ya que slo en reas regionales encontramos caractersticas comunes. Jun-
to a la eleccin del emplazam iento, un factor muy influyente es el tipo de m aterial
susceptible de ser utilizado en la construccin de las fortificaciones, lo qu e repercuti-
r en el tratamiento que el arquelogo em plear en la excavacin y estudio, puesto
que si las murallas estn levantadas con piedra es mu cho m s fcil que se conserven
en pie o que los, restos que de ellas perman ezcan se gii mu cho m s palpables que si
la piedra altern .con la madera o sta es el nico elemento empleado, y en este caso
es probable quelos
nicos restos visibles sean los hoyos de los postes, o los hueco s
que la madera ha dejado entre la piedra al desaparecer con el paso del tiempo.
De l Calcoltico en la pennsula Ibrica se levantan las murallas de Lugarico V ie-
jo y Fuente Vermeja en el S.E.; Mola de Serelles en el Levante; Vilanova de San
Pedro y la torre de Casal de Zambujal en Portuga1
y Castillejos I en Fuente de
Cantos Badajoz.
Ya en el B ronce pleno entre los ejemplos ms representativos y con ocidos estn
los del Bronce micnico y anatlico: Micenas Tirinto y Jos diversos recintos de
Troya
9.
Los pob lados de la Edad del Hierro son sobradam ente conocidos por la mayo-
ra de los investigadore s: las impresionantes fortificaciones de Alesia y otros oppi
galos, la gran complejidad que alcanzan los sistemas defensivos en In glaterra y Ga-
les, hasta llegar a los castros de la Meseta y Extremadura y los recintos fortificados
de la B tica en nuestro pas '.
Desafortunadamente se ha hecho m s hincapi en las excavaciones de necrpo-
lis, descuidando los asentamientos. Sin emb argo, los cementerios nos proporcionan
tamb in datos inextimables sobre la violencia: una ms alta m ortalidad entre los j-
venes varones adultos que entre las mujeres de la misma edad sera indicativo de una
situacin blica . Al mismo tiempo, la diversificacin del arma men to que aparece
en estos mo me ntos puede interpretarse en el mismo se ntido, pero sin olvidar que las
armas eran un a marca esen cial de status para un hom bre rico e impo rtante; las ricas
tumbas de guerreros pueden interpretarse en un doble sentido, en primer lugar, co-
mo signo de actividad guerrera frecuente, en segundo, com o smbo lo de jefezuelos
o aristocracias militares que tratan de
mantener su prestigio incluso despus de la
mue rte, reflejo de ello seran, por ejemplo, las estelas decoradas del S.W. pen insu-
lar
En el contexto prehistrico en que nos movem os advertimos como la colectivi-
dad vive en un estado de ho stilidad perpetua con los grupo s limtrofes sin encontrar-
ARRIBAS A. El urbanismo peninsular durante el bronce primitivo
Zephyrus X (1959) pp.
83-112.
9
MILISAUSKAS, S. Op. Cit., p. 233.
fr. para el caso ingls, entre otros: FORDE-JOHNSON, J.
Hillforts o
the Iron Age in England
and Wales
Liverpool 1976; cfr. para Extremadura: ONGIL V ALE NTIN , M.I.
Los asentam ientos de la
Edad de l Hierro al S. de la provincia de C ceres.
Tesis de Licenciatura (indita). Cceres 198 1; cfr. para
Andaluca: FORTEA , J. y BERNIER , J.
Recintos y fortificaciones ibricas en la Btica
Salamanca, 1970.
HIL L, J.M. The methodological debate in contemporary archaeology: a model, en CLAR KE
(ed.)
Models in Archaeology. Londres 1972 , p. 81.
12
ALMA GRO GORBEA, M.
El Bronce final y el perodo orientalizante en Extremadura
Madrid
1977. ALMAGRO BA SCH, M.
Las estelas decoradas del SO . peninsular. Madrid, 1966.
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Alonso y M I Ongil
se sin embargo envuelta en operaciones militares de envergadura. Esta situacin
es la que conocemos como guerra endm ica o guerra primitiva que llega a consti-
tuirse en una parte establecida en la vida de dos com unidades. Se desarrolla en for-
ma de correras o de batallas acordadas y puede ir desde simples encuentros casua-
les en los que se intercambian algunos golpes e injurias hasta operaciones de mayor
importancia en las que gente es asesinada o capturada tierras y animales cambian
de propietario y se rom pe la m onotona de la vida cotidiana. Aparte del sentimiento
l
dico primitivo de este tipo de guerra que en su primer mom ento no podemos des-
ligar de la actividad cazadora seg
n se complica la estructura social con la sedenta-
rizacin se ariaden connotac iones religiosas e incluso econmicas; en la guerra pri-
mitiva se pone ms nfasis en los efectos sobrenaturales en contraste la guerta no
ritual es corta, violenta y sangrienta y causa desastres econmicos mayores .
Poco a poco la guerra primitiva evoluciona rpidamente hacia unos refinamien-
tos que suponen un rgimen social ms estable o ms com plejo. En el mom ento en
que se com prueban las leyes de la guerra y sta mu estra su propio instrumen to: las
tropas adiestradas y disciplinadas, ya no se puede hablar ms de guerra primitiva
sino de guerra de conqu ista. En la primera los grupos que se oponen estn en equ ili-
brio en tanto que la guerra expansiva o de conquista est impulsada por un grupo
poderoso que intenta ganar tierras esclavos botin o poder a costa de otras culturas.
La codicia el deseo personal de engrandecimiento la necesidad de los estados de
ma ntener ocupados y remunerad os a sus ejrcitos as como el fervor religioso son
otras posibles causas motoras.
Es bien sabido que los imperios se constituyen por conquista, es decir, por la
anexin d e territorios y poblaciones com o resultado de una victoria. La historia de
Rom a la del Islam la de los conquistadores mongoles la de los aztecas o los incas
se presentan paralelas en este sentido.
Tomem os como ejemplo el caso de Roma que es el que aparece ms prximo
a nosotros.
En Rom a vemos evidencias todava de la guerra primitiva de esa guerra ritual
o ceremonial ejemplos como el rapto de las Sabinas que aunque leyenda nos mues-
tra esta pervivencia de una guerra necesa ria para la vida cotidiana de una a ldea. Pe-
ro pronto vamos a e ncontrar los comienzos de e sa guerra de conquista que har de
Rom a un gran imperio las luchas con los pueblos italianos etruscos samnios um-
bros y picenos; ahora bien si esta guerra de conquista se despleg a lo largo de seis
siglos no por ello dej de comp
ortar unas diferencias profundas en lo que se refiere
a los agentes y los mviles seg
n las pocas en consecuencia las evidencias arqueol-
gicas variarn. As en los siglos IV y III a.C. partiendo de unos vanales conflictos
de vecindad una colectividad poltica el Senado edific sobre las tierras peninsula-
res una Italia romana qu e no tard en rom per el marco territorial de la ciudad esta-
do original
1 5
de este modo pasamos a un tipo de guerra ms organizado que po-
dramos denominar guerra imperial estamos ya en el Alto Imperio la guerra deja
1 3
ORME, B.
A nthropology for A rchaeologists
Londres 1 981 p. 1 98.
1 4
ORME, B. Op. cit. p. 201.
1 5 HARMAND, J. La guerra antigua de Sumer a Roma
Madrid 1976 p. 48.
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Agresin territorio y defensa en Arqueologa
de presentarse como una serie de escaramuzas o em boscadas, como sucede entre tri-
bus desp rovistas de instituciones com plejas y estables.
La guerra imperial es pacfica y civilizada. Integra a los pueblos subyugados en
una organizacin m s vasta y evolucionada. El Imperio acrecienta su tesoro, sus re-
cursos,
sus
tropas, es decir, que el desequilibrio aum enta m s todava entre l y las
colectividades sin disciplina que lo rodean. Sin em bargo, la anexin tiene com o con-
secuen cia feliz la prom ocin del venc ido a la vicla poltica, al orden a dm inistrativo.
En
cuanto a la operacin militar que a veces fue necesaria para la absorcin de la
colectividad, representa una clase de gu erra cuya salida no es nunca d udosa, ya que
la potencia imperial supera a sus sucesivos adversarios por el n
mero d e tropas, por
su disciplina, su armam ento, por la ciencia militar, de man era general por el conjun-
to de sus recursos materiales, financieros y morales 16.
La exp ansin del imperio a travs de esta guerra de c onquista slo se ver deteni-
da por factores geogrficos o por la estrategia del enem igo, frente a los cuales los ro-
man os opondrn una firme tradicin m ilitar que dar origen a una ciencia tan pe rfec-
cionada com o es la castramentacin, ya que los campam entos constituyen el elemen-
to ms claro y definitorio de la estrategia militar romana
y
junto con los fortines
y murallas son la clave para entender e l concepto que de la defensa tenan los rom anos.
Los fortines no son fcilmente localizables por haber sido construidos en su m a-
yora con m ateriales perecederos. Sus caractersticas m s acusadas son su peq uerio
tam ario y es estar ubicados b ien en lugares elevado s caso de e l Castillo del Puerto
Cceres)
ien en lugares estratgicos en razn de las comunicaciones como el
fortn de la Calzada de la Plata, cerca de Bjar Salam anca ) 18
En las m urallas de las ciudades se distinguen do s perodos. Las de la Rep
blica
y Alto Imperio, que corresponde a la etapa ofensiva de Ro ma, cuentan con num ero-
sos vanos y su espesor es mnimo si lo com paramos con las que ms tarde veremos
del Bajo Imperio. Las murallas de Servio Tulio en Rom a son fiel reflejo de este m o-
mento; en G ran Bretaria contamos con las de
Londinium
que se fechan a finales del
s. II o principios del s. III; en
Hispania
son en su mayora de planta cam pam ental,
las de
Caesaraugusta Carmo Olisipo
y
Bracara Augusta
son de esta poca 19
Los cam pam entos de poca republicana son de planta cuadrada y el
praetorium
se sit
a en uno de los extremos del campamento mientras que en el Imperio son
rectangulares y el
praetorium
est en el centro. Pero en
ispania tanto republicanos
como imperiales son de planta rectangular: los de Num ancia, Cceres el Viejo, Cas-
trocalbn en Len, Sasam n en B urgos, los de Ro sino de Vidriales en Zamora y el
campamento de
la Legio VII Gemina
en Len 20
16 CAILLOIS R.
La cuesta de la guerra.
Mxico 1972 p. 28.
17
HURTAD O, P.
Castil los torres y casas fuertes de la provincia de Caceres.
Cceres
1925 p. 251.
18
ROLDA N HERV AS, J .M.
Iter ab Emerita Asturicam. El camino de la Plata.
Salamanca
1971,
p. 68.
19
Cfr. para Roma entre otros: TODD M.
The walls
of
Roma.
Londres 1978;
cfr. para Gran Bre-
taa entre otros: COLLINWOOD R. y RICHMOND I.
The archaeology
of
Roman Britain. Londres
1980 p. 102;
cfr. para Espaa, entre otros: BELTR AN M ART INEZ, A. Caesaraugusta
Symposion
de ciudades au gusteas.
Zaragoza
1976 pp. 230-245;
TARACENA , B. Las murallas romanas de Carm o-
na A. Esp. A. XV p. 351 ss.;
cfr. para Portugal: ALARCAO J.
Portugal romano.
Lisboa
1974.
2
Consideramos que e stos campam entos son sobradame nte conocidos y el dar a qu la bibliografa
de cada uno de ellos sera demasiado extenso.
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. Alonso y M. I. Ongil
El campam ento romano com o asentamiento militar fue a la vez un enclave ofen-
sivo y defensivo; ofensivo ya que va a atacar un territorio ajeno mediante la con-
quista; defensivo puesto que el campamento es un pedazo de la patria y hay que
defenderlo.
Patria altera militaris est haec sedes, vallumq ue pro moe nibus et tentorium suum
cuique militi domus ac penates sunt 21 .
En todos estos restos arqueolgicos vem os clara la conexin entre los tres facto-
res a los que se refiere n uestro estudio: agresin, territorio y defensa. La idea de te-
rritorio la encontram os ya en la Rep
blica y se man tendr a lo largo de todo el Im-
perio; esta idea est fielmente exp resada en la asevera cin del general Paulo Em ilio
en la guerra de Macedonia que hemos serialado anteriormente y traer consigo el
nacim iento de un fuerte sentimiento de patriotismo, la patria, Rom a, se convierte
para el legionario en un compromiso emocional bastante complejo unido por otra
parte a la lealtad a los jefes con lo que el sistema militar romano se convertir en
un sistema fuerte y disciplinado, fiel reflejo de ello son todas estas ob ras defensivas
que jalonarn el Imperio dando imagen de fuerza y cohesin.
Esta situacin, que po dramos denom inar de euforia ofensiva, cambia ostensi-
blem ente en el Bajo Imperio. Rom a se pone a la defensiva, el ejrcito es reforma do
en su co mposicin, el
l imes
que separab a el Imperio de los brbaros, aunque ya exis-
ta en el Alto Imperio ahora se constituye en una verdadera frontera con fuertes
mu rallas y grandes contingentes de tropas; los campam entos se multiplican, se crean
verdaderas fortalezas, las ciudades se amu rallan aprisa, bien construyen do mu rallas
de nueva planta, o reconstruyendo las de siglos anteriores. De esta situacin de in-
tranquilidad dan p rueba la ingente cantidad de restos arque olgicos, murallas y cam-
pamentos de este momento.
Las murallas de los recintos urbanos de esta poca tienen unas caractersticas
muy claras:
1.
Reduccin de su permetro y aumento del n
mero de torres.
2.
Construccin heterognea a base de am ontonamiento de restos arquitectni-
cos o esculturales procedentes de edificios anteriores.
3.
Incorporacin a la lnea del recinto de monumentos preexistentes.
Poseemos numerosos ejemplos las murallas de Roma construidas por Marco
Aurelio es el m s caracterstico; en Italia se encuentran adem s las Aosta y M iln;
en las Galias Burdeos Senlis Estrasburgo Treveris etc.; en Gran Bretaria Col-
chester y Caerwent; en Portugal,
Conim briga
y Evora; en E sparia hay que distinguir
dos estilos: el legionario con a lgunos rasgos arcaizantes relacionados con la planta
campamental as como las de
Lucus A ugusti, Asturica Augusta, Castra Legionis
V II Gem inae Gerunda y
Caesaraugusta.
El otro grupo es m s tardo con influencia
de la murallas aureliana y lo encontramos representado en las murallas de
Barcino
y
Caurium .
21
T. LIVIO.
Ab urbe condita
XLIV
39, 5 (ed. W. Heinemann). Cam bridge, 1968.
22
Cfr. para Rom a e Italia, entre otros: TODD, M. O p. cit. pp. 69-85; para Gran B retaa: COLLIN-
WOO D, R. y RICHMON D, I. Op. cit. pp. 97-102; cfr. para Hispania: BALIL, A. La defensa de Hispa-
nia en el Bajo Imperio
Zephyrus
Xl
(1960), pp. 179-197.
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A gresin, erritorio y defen sa en A rqueologa
En cuanto a los cam pamentos, entre los ms significativos, en el
limes danubia-
no estn situados los campam entos atrincherados de Lauriacum Vindobona Car-
nuntum , V im inacium , etc.; en el Limes de Britania los campam entos van a ser susti-
tuidos por una serie de fortalezas que reforzarn la gran muralla de Antonino .
Resum iendo, hemos intentado ver como al evolucionar los conceptos de territo-
rio, guerra y defensa, sus man ifestaciones materiales han sufrido al m ismo tiem po
una serie de cam bios. Las evidencias ms claras para la A rqueologa son las siguientes:
a
A rmam ento, tanto provinente de hallazgos aislados o de poblados com o los
de nec rpolis.
b Restos de poblaciones destruidas.
c Todo tipo de trabajos defensivos: zanjas fosos terraplenes murallas etc.
d Una m s alta mortalidad entre jvenes adultos varones que entre las m ujeres
de la misma edad.
Todo considerado en relacin con el tipo y la intensidad de la guerra de cada
pueblo y el momento en que se ha producido.
Este esquem a general no es ni mu cho men os rgido ya que, aunque a travs de
los restos arqueolgicos podemos interpretar unos comportamientos culturales de
la guerra, la defensa de un territorio no siempre significa la construccin de ba rreras
fsicas y, en todo ca so, stas no siempre supone n haber sido construidas para defen-
der un territorio de los ataques humanos y la presencia de armas no tiene porque
llevar implcito un carcter de agresin, sino ritual o de diferenciacin social.
23
HOMO, I. El Imperio Romano Madrid 1980, pp. 214-220.