democracia el caso chileno

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  El Colegio De Mexico is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Foro Internacional. http://www.jstor.org La cooperación internacional en apoyo de la democracia política en América Latina: el caso de Chile Author(s): Alan Angell and Isabel Turrent Source: Foro Internacional, Vol. 30, No. 2 (118) (Oct. - Dec., 1989), pp. 215-245 Published by: El Colegio De Mexico Stable URL: http://www.jstor.org/stable/27755705 Accessed: 20-07-2015 19:51 UTC Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at http://www.jstor.org/page/  info/about/policies/terms.jsp JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. This content downloaded from 158.170.10.44 on Mon, 20 Jul 2015 19:51:19 UTC All use subject to JSTOR Terms and Conditions

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  • El Colegio De Mexico is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Foro Internacional.

    http://www.jstor.org

    La cooperacin internacional en apoyo de la democracia poltica en Amrica Latina: el caso de Chile Author(s): Alan Angell and Isabel Turrent Source: Foro Internacional, Vol. 30, No. 2 (118) (Oct. - Dec., 1989), pp. 215-245Published by: El Colegio De MexicoStable URL: http://www.jstor.org/stable/27755705Accessed: 20-07-2015 19:51 UTC

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  • LA COOPERACI?N INTERNACIONAL EN APOYO DE LA DEMOCRACIA POL?TICA EN AM?RICA LATINA: EL CASO DE CHILE

    Alan Angell

    Mi hip?tesis general es que desde el golpe de estado en Chile en sep tiembre de 1973 hasta que se iniciaron los movimientos de protesta en

    mayo de 1983, la pol?tica en Chile se limit? esencialmente a la pol?tica gubernamental y a las restringidas actividades de los abogados del r?gi men que deseaban modificar las l?neas pol?ticas provenientes de una administraci?n altamente centralizada. El juego pol?tico de la oposi ci?n no se llev? a cabo en Chile sino en el extranjero. Los partidos de centro y de izquierda moderada concentraron sus actividades en diver sos pa?ses latinoamericanos, as? como en Estados Unidos y en Europa. Los partidos de izquierda marxistas, en los pa?ses del bloque comu nista.

    En consecuencia, es razonable argumentar que la dimensi?n inter nacional de la pol?tica chilena es de gran importancia y que la influen cia del exilio es mucho mayor que en el caso de otras dictaduras

    militares en Am?rica Latina. Despu?s de 1983 regresaron muchos exi

    liados, pero las ligas que hab?an forjado con una gran variedad de go biernos, partidos y organizaciones privadas jugaron un papel funda mental en la lucha de la oposici?n para derrocar a Pinochet o para derrotar al r?gimen militar. Adem?s, sus ideas fueron profundamente modificadas p?r el contacte prolongado con las pol?ticas y los partidos de los pa?ses que los recibieron. La ayuda financiera a la oposici?n, proveniente de distintas fuentes y canalizada a trav?s de diversos me

    dios, fue absolutamente esencial para mantenerla viva y organizada, sobre todo durante el enorme esfuerzo que implic? derrotar a Pinochet en el plebiscito del 5 de octubre de 1988.

    Sin embargo, antes de discutir estos puntos con detalle, es necesa rio empezar examinando qu? tan democr?tico ha sido Chile despu?s del plebiscito.

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  • 216 Alan Angell FI xxx-2

    ?Fin de la dictadura, renacimiento de la democracia?

    Laurence Whitehead ha decidido no calificar a la democracia chilena como una democracia fr?gil, sino colocarla en la categor?a de "inci

    piente o con tendencia a la crisis", junto con las de Guatemala y Per?: Chile a principios de 1989 es una rara entidad pol?tica: mantiene mu chas caracter?sticas de la dictadura (un poder ejecutivo altamente cen

    tralizado, un aparato de seguridad represivo, control sobre los medios de comunicaci?n, un proceso de toma de decisiones envuelto en el se

    creto); pero posee tambi?n caracter?sticas de un sistema pol?tico com

    petitivo (una actividad partidista relativamente abierta, regateos parti distas sobre la elecci?n de candidatos para las pr?ximas elecciones, presentaci?n de demandas de diversos grupos sociales y ?de gran im

    portancia? un calendario de elecciones para la presidencia y para el

    congreso.

    Ser?a notable que, como parece posible, un dictador que ha deten tado un enorme poder por 15 a?os, que cuenta a?n con la confianza del ej?rcito y que no ha perdido el apoyo de los sectores empresariales, delegara el poder en marzo de 1990 a un sucesor civil despu?s de las elecciones de diciembre de 1989. Es probable que suceda, porque Pi

    nochet, como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas y senador

    vitalicio, y las fuerzas armadas como instituci?n, esperan ser capaces ?a trav?s de su dominio del Consejo Nacional de Seguridad? de ase

    gurar la continuidad de una econom?a de mercado libre (lo cual es pro bable) y del sistema pol?tico autoritario incorporado en la constituci?n de 1980 (lo cual es menos probable).

    De cualquier forma, Pinochet y sus asesores m?s cercanos no espe raban, y ciertamente no quer?an, perder el plebiscito. Por qu? perdie ron, ser?a objeto de otra discusi?n. Habiendo perdido ?en qu? puede fundamentarse un optimismo cauteloso acerca del futuro de la demo cracia en Chile?

    En primer t?rmino debe considerarse simplemente el grado de par ticipaci?n y la magnitud del voto a favor del no. Cerca de 93 % del elec torado potencial se registr? para votar y el proceso no era de ninguna

    manera f?cil ni poco costoso. De los 7.4 millones de votantes, votaron cerca de 97 %. El no recibi? 55 % de los votos depositados y el s?, 43 %. Las mujeres votaron m?s por el no que por el s?; las ?reas favorecidas por la reciente prosperidad econ?mica proveniente del boom de las ex

    portaciones agr?colas, votaron tambi?n por el no. El s? gan? solamente en dos regiones: en las zonas rurales y en los pueblos peque?os, pero s?lo por un peque?o margen. Los suburbios ricos de Santiago votaron

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  • Oct-Dic 89 Apoyo de la democracia pol?tica 217

    56% por el s? y 4.2 % a favor del no, mientras que las ?reas pobres vota ron 63% por el no y 34% por el s?.

    Esencialmente, el plebiscito fue sobre democracia pol?tica m?s que sobre asuntos econ?micos. El registro y el voto, ambos masivos, mues tran un enorme deseo de regresar a la democracia pol?tica del pasado. Esto es sin duda de gran importancia, y distingue a Chile de Per? o Guatemala por ejemplo. La cultura pol?tica de la gran mayor?a de los

    chilenos, sus preferencias pol?ticas y su compromiso c?vico se inclinan fuertemente a favor de la democracia pol?tica.

    No obstante, ?qu? puede decirse de los diversos grupos que pueden mantener fr?gil una democracia? La derecha empez? a distanciarse de Pinochet conforme avanz? la campa?a, en parte como respuesta ante el fracaso del gobierno para involucrarla en la misma. El partido m?s

    poderoso de derecha, Renovaci?n Nacional, es el menos identificado con el r?gimen, el m?s abierto a dialogar con la oposici?n ?a?n con rela ci?n al asunto crucial de la reforma constitucional? y tambi?n el m?s

    capaz de ofrecer candidatos que puedan triunfar en las pr?ximas elec ciones. Su posici?n b?sica es que el golpe de 1973 fue necesario y que por lo tanto, no hay nada de qu? avergonzarse (aunque algunos de sus miembros han mostrado su preocupaci?n por las violaciones de los de rechos humanos) y s? mucho de qu? enorgullecerse, especialmente en el ?mbito de la econom?a, que de acuerdo con la mayor?a de los indica dores macroecon?micos parece mucho m?s sana que la de los pa?ses vecinos.

    Sin embargo, tambi?n argumentan que el proceso de "institucio nalizaci?n" ha terminado y que es el momento para consolidarlo y abrir el sistema pol?tico (pero no para los partidos ''no democr?ticos''). Estos argumentos han encontrado eco en la comunidad empresarial. Los empresarios sienten igualmente que la econom?a de libre mercado se fortalecer?a si dejara de estar identificada con el gobierno de Pino chet. Se han preparado y se han iniciado, de hecho, pl?ticas con los sindicatos para reformar las leyes laborales; asimismo, se ha considera do otorgar aumentos salariales modestos. Los empresarios abrieron tambi?n el di?logo con los portavoces de la posici?n econ?mica de la

    oposici?n y han encontrado que tienen mucho en com?n con ellos. El ej?rcito en Chile ha sido siempre, como lo es hoy, una institu

    ci?n inescrutable. Pero no puede afirmarse que el ej?rcito, ni tampoco la fuerza a?rea, la polic?a o la marina, est?n preocupados por los suce sos recientes. Est?n orgullosos de su constituci?n, que contempla la po sibilidad de la derrota en un plebiscito. Las fuerzas armadas no sienten

    que l?an sido rechazadas como instituci?n, ni que la constituci?n ser? alterada dr?sticamente. Tampoco creen que se escenificar?n juicios so

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    bre los abusos de los derechos humanos seg?n el modelo argentino, ni

    que el sistema econ?mico est? en peligro. Conservan un enorme poder a trav?s del Consejo de Seguridad Nacional y de varios apartados cons titucionales que hacen, por ejemplo, imposible que un presidente man de a retiro simult?neamente a los comandantes en jefe de las cuatro ra mas de las fuerzas armadas.

    ?Cu?l es la actitud de la oposici?n? ?Amenaza la izquierda radical en alguna forma el proceso de transici?n? Los principales partidos pol?ticos de oposici?n ?el Partido Dem?crata Cristiano (pdc), el Par tido Radical (pr), los socialistas moderaclos y los partidos social-de

    m?cratas? tienen un compromiso fuerte y real con la democracia. To dos apoyan la puesta en marcha de pol?ticas moderadas y responsables, que consideran indispensables para el restablecimiento de la democra cia. El partido que m?s probabilidades tiene de llegar a la presidencia y dominar el gobierno cuando Pinochet deje el poder, es el Partido De m?crata Cristiano. Es un partido menos sectario, err?tico o incoheren te que, por ejemplo, el apra de Alan Garc?a, y sus pol?ticas son m?s

    congruentes con los intereses de los grupos empresariales. Si se extien de la analog?a a Brasil, el pdc chileno tiene una base mucho m?s s?li da que la de la alianza entre Sarney y el Partido del Movimiento Democr?tico Brasile?o (pmdb). Es menos probable que se le identifi

    que plenamente con una figura pol?tica dominante, como es el caso de Alfons?n en Argentina, y a diferencia de lo que ha sucedido en este

    pa?s, no hay en Chile un partido que pueda oponerse al pdc con una base obrera tan poderosa como la del peronismo en Argentina.

    El hecho de que las dos facciones principales del Partido Socialista

    acepten el programa inicial de la alianza amplia de la oposici?n, deja al Partido Comunista Criileno (pcch) como la ?nica fuerza pol?tica que puede llevar a la desestabilizaci?n. El pc enfrenta una serie de dilemas. Si acepta silenciosa y r?pidamente todas las t?cticas de la opo sici?n, corre el riesgo de perder su identidad pol?tica. Si apoya vigoro samente la resistencia armada contra el gobierno de Pinochet, como sucedi? cuando cre? el Frente Patri?tico Manuel Rodr?guez (fpmr), en frenta el peligro de caer en una espiral de violencia pol?tica, de la cual los m?s probables beneficiarios ser?an los grupos de extrema derecha, incluyendo al general Pinochet. La capacidad de control del pcch so bre sus militantes es menor ahora: la base del partido no la conforman ya los debilitados sindicatos, sino los j?venes desempleados de las ba rriadas, quienes se unieron al pcch y al fpmr precisamente porque era el ?nico partido importante que estaba preparado para tomar las armas en contra de la dictadura. Pero es tradici?n del Partido Comu nista Chileno actuar dentro del sistema pol?tico y parlamentario. Mu

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  • Oct-Dic 89 Apoyo de la democracia pol?tica 219

    chos de los l?deres que han regresado del exilio han establecido clara mente que desean volver a asumir esta tradici?n. Puede predecirse que el pcch har? un llamado para movilizar pac?ficamente contra el r?gi men a estudiantes, miembros de los sindicatos, grupos profesionales, habitantes de los barrios pobres y activistas pro derechos humanos; pero los comunistas no sabotear?n voluntariamente la alianza amplia de la oposici?n. Puede tambi?n anticiparse que una de las t?cticas del

    gobierno ser? precisamente la de provocar al Partido Comunista para que sabotee esa alianza, ya sea a trav?s de la represi?n, de la infiltraci?n en las filas del partido o por otros medios que no excluyen el asesinato.

    La Iglesia cat?lica en Chile ha desempe?ado el papel que Laurence Whitehead ha denominado de "enlace", aun cuando, durante la ma

    yor parte del gobierno de Pinochet, pocos pol?ticos de la oposici?n ha

    yan estado dispuestos a aprovechar la mediaci?n que se ofrec?a: la ra z?n innegable fue que el gobierno no estaba dispuesto a negociar. Las

    protestas de mayo de 1983 modificaron las prioridades de la Iglesia ca t?lica: pas? de la defensa de las v?ctimas del r?gimen y de tratar de

    mantener vivas las instituciones representativas del pa?s, a una partici paci?n m?s activa al intentar ser mediadora entre el gobierno y la opo sici?n. Un papel que, por lo dem?s, iba mejor con la personalidad de

    Juan Francisco Fresno, el nuevo cardenal y arzobispo de Santiago. Sin

    embargo, mientras enfatizaba su papel de mediadora, la Iglesia vio con claridad que esa mediaci?n era imposible si la oposici?n no se organi zaba bajo una fachada de unidad; por esto, inspir? el Acuerdo Nacional de 1985, que uni? por primera vez a una amplia gama de pol?ticos para planear conjuntamente las actividades de la oposici?n. El Acuerdo tras tabill? con el intento de asesinar a Pinochet en 1986. La violencia que se desat? despu?s del atentado result? en el regreso a la pol?tica de con

    frontaci?n y represi?n. Sin embargo, el Acuerdo hab?a sembrado la se milla de la que saldr?a la oposici?n unida en febrero de 1988: el Coman do por el NO. En suma, la contribuci?n de la Iglesia al proceso de democratizaci?n ha sido inmensa, aunque ahora que los partidos pol? ticos han recuperado sus funciones tradicionales sea menos visible.

    El movimiento obrero en Chile hab?a sido tradicionalmente un ac tor pol?tico muy importante, capaz de ejercer una gran presi?n en mo

    mentos de crisis o de intensa movilizaci?n pol?tica. Todo esto ha cam

    biado. Seguramente habr? presi?n para reformar las leyes del trabajo y para elevar no s?lo el salario m?nimo, sino los salarios reales. Sin em

    bargo, el sindicalismo organizado es mucho m?s d?bil que antes: no

    m?s. de 10% de la fuerza de trabajo est? sindicalizada, cantidad que fue tres veces mayor durante gobiernos anteriores. La mayor?a de los l?deres obreros est?n desempleados; debido a la reducci?n de la indus

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    tria, los sindicatos industriales son m?s peque?os; las tasas de desem

    pleo son m?s altas que el promedio hist?rico; los sindicatos tienen po cos recursos. La situaci?n sindical chilena contrasta con el gran poder que conservan los sindicatos peronistas en Argentina, o incluso los de

    Brasil, donde el acelerado ritmo de crecimiento industrial permiti? una notable expansi?n del sindicalismo y una ola de huelgas a fines de los setenta que acab? de convencer a los militares de que dejaran el poder.

    Existen otras organizaciones populares en Chile relacionadas con los barrios pobres o con grupos que se organizan alrededor de la defen sa de asuntos espec?ficos, como los derech?s humanos. Estas organiza ciones han mostrado gran capacidad para actuar ocasionalmente en defensa de sus intereses, pero no poseen un peso pol?tico permanente como para reemplazar a los partidos pol?ticos o ponerles condiciones. Todo esto podr?a cambiar, por supuesto, con el restablecimiento pleno de la democracia; pero, al menos a corto plazo, no hay evidencia sufi ciente para pensar que una ola de demandas y protestas sociales pudie ra erosionar la pol?tica econ?mica de un gobierno democr?tico en el futuro.

    Pasemos ahora a considerar, junto con los otros actores pol?ticos importantes, el tema central de este art?culo: las influencias externas.

    El contexto internacional

    Durante el gobierno de la Unidad Popular, Chile fue centro de la aten ci?n mundial. Despu?s de 1973 el inter?s por Chile sigui? siendo nota ble. Este grado de atenci?n parece desproporcionado frente a la impor tancia real de Chile: un peque?o pa?s sudamericano sin influencia. Sin

    embargo, la similitud de la pol?tica chilena con la de algunos pa?ses eu

    ropeos proporcion? a Chile una simpat?a y una comprensi?n que no tienen punto de comparaci?n con las que recibi? Argentina, marcada por el excepcional movimiento peronista. Las similitudes proven?an en

    parte de que la estructura partidista chilena estaba basada en modelos europeos: tanto los dem?cratarcristianos como los socialistas, los co

    munistas y los radicales ten?an ligas con partidos extranjeros, segu?an de cerca su desarrollo ideol?gico y frecuentemente se beneficiaron de su apoyo financiero.

    Las dos superpotencias siguieron con atenci?n los eventos chilenos, especialmente cuando el crecimiento de los partidos marxistas casi los llev? al poder en 1958. Estados Unidos, en particular, emple? una

    gran variedad de medios, directos e indirectos, para obstaculizar el progreso de la izquierda. La historia de la intervenci?n norteamerica

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  • Oct-Dic 89 Apoyo de la democracia pol?tica 221

    na en Chile despu?s de la elecci?n de Allende en 1970 es bien conocida. A fin de cuentas, lo importante es que el juego pol?tico en Chile se llev? a cabo bajo la mirada vigilante de la comunidad internacional en los a?os sesenta, y que sigui? estando bajo su escrutinio en los a?os setenta

    y ochenta.

    La diferencia fundamental despu?s del golpe de 1973 es que, en muchos casos, los partidos de oposici?n siguieron a sus l?deres al exilio. El exilio fue fundamental para el sistema de control pol?tico y de repre si?n del gobierno de Pinochet, y fue impuesto en una escala sin prece dentes en la historia chilena. En palabras de Jorge Arrate, un socialista

    que pas? muchos a?os de exilio en Holanda:

    La expulsi?n de Chile, por razones pol?ticas y/o econ?micas, de un consi

    derable n?mero de ciudadanos, constituy? en ciertos casos de manera ex

    pl?cita, un requisito de funcionamiento del nuevo r?gimen. En el terreno

    pol?tico este hecho fue clara y abiertamente expresado por las nuevas au

    toridades. Se trataba de extirpar del pa?s a aquellos que sosten?an doctri

    nas o filosof?as consideradas subversivas y atentatorias del orden social

    capitalista y de los valores de estirpe "occidental" como la "doctrina de

    la seguridad nacional" [. . .] El orden y prosperidad del pa?s no pod?an, en consecuencia, restablecerse sobre las bases deseadas sin la margina ci?n de aquellos que m?s consistentemente se opondr?an.1

    No se sabe a ciencia cierta cu?ntos chilenos fueron exiliados desde

    1973, ni cu?ntos est?n a?n en el exilio. A mediados de 1986, las autori

    dades admitieron que 3 717 exiliados pod?an regresar. Por su parte, la

    Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refu

    giados (acnur) hablaba de 30 000 y el Comit? Pro Retorno en Chile

    estimaba que estaban en el exilio entre 100 000 y 200 000. El gobierno

    neg? que ?stos estuvieran ejerciendo presi?n para regresar.2

    ?Qui?nes eran y d?nde estaban los exiliados?

    El golpe del 11 de septiembre de 1973 fue mucho m?s violento de lo

    que se esperaba. Conforme empezaron a extenderse las noticias de las

    1 Exilio. Textos de Denuncia y Esperanza, Santiago, 1987, pp. 88-89. 2 Todas las cifras citadas en este p?rrafo fueron tomadas de El Mercurio, Santia

    go, 12 de junio de 1986, p. 6 y de Hoy, Santiago, n?m. 467, 30 de junio de 1986, p.

    25. El n?mero de Hoy contiene una entrevista con el sacerdote que estaba a cargo de

    Pastoral del Exilio. La Iglesia ha desempe?ado el papel principal en la defensa de los

    derechos humanos de los chilenos, incluyendo el derecho a vivir en Chile. Esta secci?n

    dedicada al exilio est? basada en un trabajo publicado por el autor y Susan Carstairs.

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  • 222 Alan Angell FI xxx-2

    detenciones y de la brutalidad, la gente empez? a buscar ayuda en las

    embajadas extranjeras y en las iglesias. La primera reacci?n organiza da fue el establecimiento de la Comisi?n Nacional para los Refugiados (conar) pocos meses despu?s del golpe; fue fundada por un grupo que inclu?a al obispo Helmut Frenz, representante de las iglesias lute ranas en Chile. Este peque?o grupo ?que fue en realidad el precursor del Comit? para la Paz en Chile? actu? como v?nculo entre los refu

    giados potenciales y las embajadas, y sus miembros condujeron muchas veces a refugiados hasta las embajadas, bajo un grave riesgo personal. En los primeros meses despu?s del golpe, los esfuerzos organizados se

    dirigieron a ayudar a los extranjeros que estaban en Chile: hab?a mu chos exiliados brasile?os que hab?an huido de la dictadura militar y tambi?n hab?a simpatizantes de la up provenientes de otros pa?ses lati noamericanos. De acuerdo con el mandato del acnur, se abrieron ca nales para ayudar a este grupo y, para marzo de 1974, 3 400 personas hab?an abandonado Chile.

    Pronto se estableci? un programa especial de asistencia a cargo del Comit? Intergubernamental para la Migraci?n Europea (cime) con el fin de acabar con las dificultades burocr?ticas que plagaban las activi dades del acnur en relaci?n con los que intentaban ocultarse en el mismo pa?s. Para finales de 1974, 6 700 personas hab?an sido reubica das. La asistencia se dirigi? en un principio a aquellos que tem?an ser detenidos o nuevamente arrestados; sin embargo, el n?mero de perso nas en prisi?n o en campos de concentraci?n chilenos creci? continua mente. En diciembre de 1974 se firm? un acuerdo entre cime, el Comit? Internacional de la Cruz Roja,- conar y el gobierno chileno, para lograr que los detenidos sin juicio, por las disposiciones del estado de sitio, fueran trasladados al extranjero. En abril de 1975 se firm? un acuerdo similar que permiti? a quienes hab?an sido juzgados y senten ciados pedir, en virtud del decreto 504, que se conmutara su sentencia por el exilio. Una vez obtenidas las visas para los prisioneros, cime hac?a los arreglos para el viaje; ayud? as? a cerca.de 3 000 prisioneros a abandonar Chile bajo este programa.

    En marzo de 1978 el gobierno decret? una amnist?a que cubr?a to dos los delitos cometidos despu?s del golpe. Esta medida recibi? mu chas cr?ticas en el interior de Chile porque fue vista como una soluci?n para librar a los oficiales del ej?rcito de responsabilidad en el asunto de los prisioneros desaparecidos. Inicialmente el Ministerio del Inte rior dijo que 2 071 personas se beneficiar?an de la amnist?a; de ?stas, 1 021 estaban ya en el exilio. De hecho, a los exiliados se les exig?a un

    permiso si quer?an regresar, y el permiso de ninguna manera estaba garantizado.

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  • OCT-DlC 89 Apoyo de la democracia pol?tica 223

    En abril de 1978 se le neg? la entrada a un viejo miembro del pcch, y muchos prefirieron quedarse en el exilio. Para mayo de 1978 hab?an salido de Chile, al abrigo de la amnist?a y a trav?s del cime, 153 prisioneros; el total fue tal vez de 300.

    Al igual que los que buscaban refugio dentro de Chile, muchos mi les huyeron a los pa?ses vecinos. Ya en 1974 se calculaba que hab?a 15 000 chilenos en Argentina y 1 500 en Per?. El n?mero de refugia dos en Argentina es especialmente dif?cil de calcular, pues hay un con tinuo flujo migratorio entre Argentina y Chile. Sin duda, mucha gen te, proveniente en particular de zonas rurales donde la represi?n est?

    mal documentada, huy? cruzando la frontera, y no se ha registrado nunca en una instituci?n oficial. La situaci?n pol?tica argentina sigui? deterior?ndose durante 1975 y, con el golpe militar de 1976, los refu

    giados chilenos se encontraron en grave peligro; acnur ofreci? ayuda, pero como sus oficinas de recepci?n de solicitudes se convirtieron en blanco de ataques por parte de grupos de ultraderecha, muchos exilia dos se resistieron a registrarse formalmente, acnur hizo un llamado a los pa?ses miembros para que recibieran a los refugiados y ?stos obtu vieron gradualmente visas y abandonaron Argentina rumbo a Europa, principalmente, pero tambi?n hacia otros pa?ses latinoamericanos y hacia Australia. Oficialmente la cifra total de los reubicados en el exte rior fue de cerca de 30 000. Los problemas para establecer una cifra exacta derivan de las diferentes actitudes de los gobiernos frente a los

    refugiados e inmigrantes: en el Reino Unido, por ejemplo, donde los controles son estrictos, el n?mero de chilenos que se encuentra en el

    pa?s debe ser muy parecido al de las cifras oficiales; en otros pa?ses, se

    guramente esta discrepancia es enorme. Ha sido dif?cil obtener de acnur cifras detalladas o definitivas. Para dar una idea de la magni tud de la discrepancia hemos usado cifras del icem sobre el total de los reubicados de Am?rica Latina entre octubre de 1973 y mayo de 1979. La mayor?a de los exiliados son chilenos y el movimiento de refugiados casi hab?a terminado a fines de 1979. Las cifras son, en consecuencia, una gu?a razonable para perfilar la situaci?n final: la cifra oficial

    en

    Francia es de 3 030, mientras que la Comisi?n Chilena para los Dere

    chos Humanos estima un n?mero de 15 000 en su reporte anual de

    1982; en Espa?a la cifra oficial es de 204, pero el Ministerio del Inte

    rior calcul? en 1984 que la poblaci?n chilena en este pa?s era de 25 000; las cifras oficiales de Venezuela y Canad? eran de 507 y 405 respectiva

    mente, pero la Comisi?n Chilena para los Derechos Humanos ha cal culado que hay 80 000 chilenos en Venezuela y 12 000 en Canad?.3

    3 Todas las cifras de este p?rrafo fueron tomadas de Provisional Report on Move

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    En su reporte anual de 1982, esta Comisi?n calcul? que hab?a 163 686 exiliados, en tanto que un art?culo que apareci? en el semanario chile no Hoy, en enero de 1984, propon?a una cifra de 179 268. Tambi?n el Centro para la Investigaci?n y Desarrollo de la Educaci?n (cide) llev? a cabo un estudio en 1984, en Chile y en el exterior, y calcul? una cifra de entre 200 y 250 000 exiliados.4

    Es a?n m?s dif?cil precisar qui?nes son los refugiados. Cerca de 3 000 salieron al exilio directamente desde las prisiones chilenas y mu chos otros hab?an sido detenidos y liberados dentro del pa?s. Muchos huyeron cuando se decretaron ?rdenes de aprehensi?n contra ellos, o cuando tuvieron conocimiento de que la polic?a secreta los segu?a.

    Otros m?s dejaron el pa?s por miedo a ser perseguidos o por las dificul tades reales que enfrentaban al ser despedidos de su trabajo por razo nes pol?ticas o por los dr?sticos cambios en la pol?tica econ?mica del nuevo r?gimen. Se ha intentado dividir a los exiliados en dos grupos: los que salieron por razones pol?ticas y aquellos cuya motivaci?n fue puramente econ?mica. Pero es muy dif?cil evaluarlos as? con claridad, porque las circunstancias fueron confusas y las motivaciones tampoco son tan claras.

    A menudo se dice, y tal vez con raz?n, que profesionistas de clase media encontraron refugio en mayor proporci?n que miembros de la clase trabajadora.

    La gran mayor?a de los exiliados ten?a ligas con los partidos que conformaban la Unidad Popular o con el partido revolucionario Movi

    miento de Izquierda Revolucionaria (mir). Entre los exiliados se en contraba tambi?n un n?mero de dem?crata-cristianos prominentes, pero era una peque?a proporci?n del total. Los partidos m?s impor tantes de la up eran el Comunista y el Socialista, parte del Partido

    Radical, el Movimiento de Acci?n Popular Unida (mapu), que era mucho m?s peque?o, y la Izquierda Cristiana.

    Aunque muchos pol?ticos murieron durante el golpe, los secreta rios generales de los partidos sobrevivieron y salieron al exilio. Sin em bargo, Luis Corval?n, del Partido Comunista, no logr? salir hasta des pu?s de un largo encarcelamiento y con gran publicidad alrededor del intercambio Este-Oeste. Se intent? en varias ocasiones establecer orga nizaciones centrales para toda la oposici?n: la Central Unica de Traba

    ments Effected by the Intergovernmental Committee for European Migration under the Special Pro gramme for Resettlement from Latin American Countries, junio, 1979 y de Inserci?n Laboral para el Retorno: el caso de los exilados chilenos, Santiago, cide, 1984. 4 Todas las cifras de este p?rrafo fueron tomadas de cide, op. cit. y de un art?culo de Alfonso Alcalde en Hoy, enero, 1984.

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  • Oct-Dic 89 Apoyo de la democracia pol?tica 225

    jadores de Chile (cut), con sede en Par?s, funcion? as? por un tiempo, al igual que Chile Antifascista, con sede en Berl?n. No obstante, ningu no de estos grupos pudo convertirse en una fuerza permanente y unifi cadora para exiliados tan dispersos y divididos. La mayor?a de los refu

    giados proven?an, tal vez, del Partido Socialista, que ten?a una membres?a masiva en Chile, pero cuya capacidad para organizarse ile

    galmente era nula o casi nula. El pc probablemente ten?a pocos repre sentantes entre los exiliados dada su experiencia previa en operaciones clandestinas subversivas: hab?a sido ilegal entre 1948 y 1958. De los

    partidos menores, el mir y el mapu ten?an una representaci?n mucho

    mayor en el exilio de la que tuvieron en Chile. En el caso del mapu, esto se deb?a a su membres?a de clase media alta e intelectual que ten?a un mayor acceso al extranjero que cualquier obrero promedio. Los miembros del mir, por su parte, fueron objeto de una tremenda

    represi?n como resultado de su pol?tica a favor de la resistencia armada contra los militares. Hasta donde es posible elaborar una cronolog?a de la represi?n entre los diferentes partidos, ei mir parece haber sido el blanco principal en los primeros a?os despu?s del golpe. Esta campa?a culmin? en septiembre de 1975 con la muerte del secretario general del

    mir, Miguel Enr?quez, en un enfrentamiento armado con el ej?rcito. En 1976, la represi?n se centr? en el pc y el ps: los comit?s centrales fueron infiltrados y sus miembros asesinados.

    Tambi?n es dif?cil trazar preferencias geogr?ficas entre los exiliados. Suecia sobresali? por responder con rapidez en casos urgentes y, en

    consecuencia, debe haber recibido una mayor proporci?n de miembros del mir que necesitaban asistencia inmediata. El n?mero de refugia dos en la urss es peque?o y probablemente todos ellos sean comunis tas. Sin embargo, entre los que se encontraban en Alemania Oriental, hab?a un n?mero importante de socialistas: sobresal?a Clodomiro Al

    meyda, el ministro de Relaciones Exteriores de la up. Los intelectua les chilenos consideran que Par?s y Roma son los centros culturales y pol?ticos de Europa y optaron por Francia o Italia siempre que tuvie ron la oportunidad. Cuba atrajo, por supuesto, a miembros del mir.

    El regreso

    Aun antes de que finalizara el exilio pol?tico en el periodo anterior al

    plebiscito, la tendencia a regresar era evidente. Numerosas personas fueron invitadas formalmente a volver al pa?s al final de los a?os seten

    ta, al amparo de dos decretos (el 81 y el 604), que dieron al gobierno completa libertad para prohibir la entrada a los que considerara una

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  • 226 Alan Angell iFI xxx-2

    amenaza para la seguridad del Estado chileno. A fines de los a?os se tenta se observ? un ligero aumento en el n?mero de quienes regresa ban; en esa ?poca la econom?a empez? a experimentar un boom que re sultar?a de corta duraci?n. Pero el gobierno neg? la entrada a muchos, y otros se rehusaron, por principio, a someterse al procedimiento esta blecido por el r?gimen.

    Esta situaci?n se mantuvo inalterada hasta octubre de 1982, cuan do Pinochet reuni? a una comisi?n ?de corta vida? para examinar el problema de los exiliados. En diciembre del mismo a?o se public? una lista de 125 personas que pod?an regresar; a esta lista sigui?, du rante 1983 y parte de 1984, la publicaci?n de otras que permit?an el retorno a Chile de cerca de 4 000 exiliados. Pero para septiembre de 1984, esta tendencia se revirti? y se public? una lista, de 4 942 perso nas que no pod?an regresar. En 1985, esta ?ltima lista fue sometida a revisi?n en tres ocasiones y se borr? el nombre de 1 347 exiliados. En tre enero y junio de 1986, se efectuaron tres correcciones m?s a la lista

    que afectaron a 50 personas en cada ocasi?n y el total de los excluidos se redujo a 3 717. Entre las muchas cr?ticas dirigidas a las listas estaba el que incluyera ni?os, gente que ya hab?a regresado al pa?s y muertos.

    Algunas personas, a las que la lista otorgaba en teor?a el derecho a re

    gresar, fueron excluidas. En febrero de 1985, el gobierno dio una ga rant?a formal de que aquellos cuyos nombres no aparecieran en las lis tas pod?an regresar, pero obviamente, muchos exiliados se negaron a confiar en este tipo de promesas.

    El n?mero total de exiliados que volvieron a Chile entre 1976 y mayo de 1985 es, de acuerdo con estimaciones del cide, de entre 2 640 y 3 017 personas. Aunque ha habido un flujo continuo de exilia dos que retornan a Chile, la mayor?a de los que han vuelto lo hicieron

    despu?s de 1983, cuando el relajamiento de ciertas restricciones y el crecimiento de la oposici?n dieron a la gente confianza suficiente para regresar al pa?s.

    La importancia del exilio y los partidos pol?ticos

    Todos los partidos y las agrupaciones pol?ticas han tenido que repensar sus creencias pol?ticas b?sicas en las ?ltimas dos d?cadas. Cerca de 200 000 chilenos (cuando menos) se dispersaron en todo el mundo; te n?an experiencia pol?tica y segu?an de cerca los grandes debates de la

    pol?tica mundial. Su presencia afect? a las sociedades que los recibie ron, especialmente las de Francia e Italia, pa?ses en los que la configu raci?n pol?tica no es tan distinta de la de Chile. En estas naciones, el

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  • Oct-Dic 89 Apoyo de la democracia pol?tica 227

    debate sobre las ' 'lecciones de Chile" llev? a un replanteamiento de

    las estrategias pol?ticas de la izquierda. La discusi?n sobre Chile afect?

    profundamente a los exiliados: del debate alrededor del eurocomunis mo surgi? una izquierda m?s pragm?tica y moderada que dio gran im

    portancia a las metas dt mayor igualdad y mejor control estatal de la econom?a. La izquierda europea desarroll? ideas nuevas sobre la pla neaci?n, las ventajas de una econom?a mixta y la necesidad de la coo

    peraci?n entre el capital, el trabajo y el gobierno, que afectaron pro fundamente a los exiliados chilenos, sobre todo a los socialistas.

    El Partido Socialista

    Los partidos pol?ticos han desempe?ado un papel centrad y dominante en la organizaci?n de la vida pol?tica en Chile. En el pasado, la compe tencia electoral fue feroz y, al parecer, ser? igualmente feroz en el futu ro. La mayor?a de las organizaciones social?s, como los sindicatos, han estado estrechamente unidas a uno o m?s partidos y mantienen todav?a estas ligas, aunque con una mayor autonom?a. Una de las metas prin cipales de la dictadura, si no es que la m?s importante, fue acabar cor el control de los partidos sobre la vida pol?tica chilena. Uno de los prin cipales m?todos que utiliz? para lograr este objetivo fue exiliar a los l?de res partidistas. Aunque la dictadura no logr? sus prop?sitos, la repre si?n y el exilio tuvieron consecuencias importantes para los partidos.

    El partido m?s afectado por la represi?n y el exilio fue el ps, el

    partido m?s grande de la izquierda unida que lleg? al poder con Allen de y que siempre estuvo m?s dividido que su mayor rival, el pcch. El ps est? ahora escindido en dos bloques: el partido de Ricardo N??ez, que formaba la Alianza Democr?tica junto con el pdc, y el partido de

    Almeyda, que era parte del Movimiento Democr?tico Popular, (mdp), junto con el Partido Comunista. Hay diversas facciones y divisiones dentro de estos dos bloques principales.

    Esta fragmentaci?n no es de sorprender dado el brutal ataque pol? tico del r?gimen pinochetista sobre el Partido Socialista. En palabras de uno de los principales l?deres de la facci?n moderada (N??ez) del ps, Ricardo Lagos:

    ?C?mo puede un partido seguir existiendo cuando todo su liderazgo vive en el exilio, est? preso o simplemente ha "desaparecido"? Todo el comit?

    regional de la Serena, de Atacama, de Calama, de Antofagasta, de Iqui que, muri?. S?lo dos partidos en Chile lograron mantener un liderazgo unificado durante la dictadura: el pdc y el comunista. El resto fueron

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  • 228 Alan Angell FI xxx-2

    incapaces de sobreponerse a la crisis org?nica creada por la dictadura, y nosotros no fuimos la excepci?n. Esto explica la di?spora del socialismo de hoy.5

    Despu?s de 1973, el socialismo chileno entr? en un periodo de au toan?lisis profundo. Este proceso produjo dos grandes interpretaciones alternativas de las pol?ticas a seguir en el futuro: una de tendencia "eu

    rosocialista", la otra, a favor de una alianza m?s estrecha con los co munistas. El debate tuvo lugar principalmente en el exilio, despu?s de

    que el partido sufri? una violenta represi?n en Chile. Estas interpreta ciones rivales fueron importadas de regreso a Chile cuando la situaci?n

    pol?tica permiti? otra vez, a principios de los a?os ochenta, una cierta actividad partidista.

    Seg?n Carmelo Furci, en la primera declaraci?n importante, en una reuni?n clandestina en Chile, se se?al? la necesidad de establecer: 4

    4una organizaci?n basada en el centralismo democr?tico leninista, con una ideolog?a y programa homog?neos; un partido que constituya una

    vanguardia revolucionaria de las masas, disciplinada y homog?nea".6 Pero esta l?nea ideol?gica, aparentemente clara, entr? en conflicto con

    la confusa realidad del partido: varios grupos exiliados reclamaron ser

    los aut?nticos l?deres del partido y las ligas con el peque?o movimiento socialista ilegal en Chile resultaron ser tenues y complicadas.7

    El cisma mayor tuvo lugar en 1979, despu?s de una sesi?n del co

    mit? central del partido en Argelia en 1978. Fue un evento sumamente

    complicado que gir? alrededor de diferencias ideol?gicas, ambiciones

    personales, problemas de comunicaci?n y, presumiblemente, influen cias externas sobre los principales grupos dentro del partido, que in clu?an presiones econ?micas ?aunque los detalles de este tipo de acti vidades quedaron envueltos en el misterio.

    Los socialistas de N??ez se vieron influidos, al parecer, m?s por

    5 De la entrevista en ?Qu? pasa?, Santiago, marzo 27, 1986, p. 26. 6 Carmelo Furci, The Crisis of the Chilean Socialist Party in 1979, version preliminar

    num. 11, Institute of Latin American Studies, Universidad de Londres, 1984, es una

    fuente invaluable sobre el cisma de 1979. V?ase tambi?n la publicaci?n chilena Chile

    Am?rica, Roma, dossier 54-55, 1979. Para una interesante reflexi?n del pasado, presente

    y futuro del socialismo chileno, v?ase el libro del socialista exiliado, Jorge Arrate, La

    fuerza democr?tica de la idea socialista, Santiago, Ediciones Ornitorrinco, 1985. 7 Aniceto Rodr?guez, un antiguo secretario general del partido, exiliado en Ve

    nezuela, se quej? amargamente de que en 6 a?os de exilio (1973-1979) hubo tan s?lo

    dos asambleas aparentemente representativas: en Cuba y en Argelia. Pero, en su opi ni?n, ambas fueron manipuladas por minor?as que trataban de prolongar su poder. V?ase Chile-Am?rica, op. cit., p. 112.

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  • Oct-Dic 89 Apoyo de la democracia pol?tica 229

    analog?as y comparaciones intelectuales, que por una l?nea ?nica de li

    derazgo que viniera del exilio. Apoyan una versi?n del socialismo me nos ut?pica y sectaria. Ricardo Lagos, por ejemplo, subraya la necesi dad de un di?logo constructivo con los sectores empresariales: "?sta es la influencia del socialismo europeo sobre el socialismo chileno ahora"

    8

    Se?ala otra influencia importante, la de Gramsci, en el sentido de que ?l ve al socialismo no como una toma del poder estatal, sino como la difusi?n amplia de los valores socialistas.9 La entrada al Partido So cialista de grupos intelectuales importantes, que antes eran parte del mapu, reforz? esta corriente de an?lisis.

    Este grupo moderado ha ganado adeptos entre la intelectualidad, pero la facci?n de Almeyda sigue siendo mayoritaria entre las filas del

    partido. Su visi?n del socialismo es a?n intransigente. Almeyda sus tenta y defiende sus creencias con base en las ideas del Manifiesto Co

    munista, el marxismo-leninismo y la "dictadura del proletariado". La

    ideolog?a de este grupo refleja la creencia de que s?lo pueden asegurar se ganancias permanentes para el proletariado a trav?s del control efec tivo del poder estatal, posici?n comprensible a la luz de la represi?n que han sufrido. La cr?tica principal que hacen a los socialistas mode rados es que corren el riesgo de convertirse en un mero ap?ndice de los dem?crata cristianos, y que sus ideas son, en realidad, las de la so cial democracia apenas disfrazadas. Los socialistas de Almeyda asegu ran que ellos representan la tradici?n hist?rica del socialismo chileno. Este grupo corre el peligro, por supuesto, de convertirse en un ap?ndi ce de los comunistas, pero su pol?tica radical tiene, al parecer, m?s atractivo para las bases populares del partido, aunque esto s?lo podr?a demostrarse en una elecci?n libre.

    El socialismo chileno ha estado abierto siempre a influencias exter nas y se ha dividido a menudo sobre cuestiones ideol?gicas y de alian zas pol?ticas, sobre todo en relaci?n al pc. El exilio multiplic? la varie dad de influencias ideol?gicas en el partido y dio lugar a la aparici?n de dos versiones del socialismo muy diferentes. Sin el proceso unifica dor que se deriva de participar en contiendas electorales y de incorpo rar plenamente a las bases a la vida partidaria, y con las disputas ideo

    l?gicas que afectan a los partidos en el exilio, es casi seguro que las dos variedades de socialismo se mantengan separadas.

    8 Entrevista en ?Qu? pasa?, 27 de marzo, 1986, p. 27. 9 Ra?l Ampuero, uno de los principales te?ricos del socialismo chileno, piensa tambi?n as?. Chile-Am?rica, op. cit., p. 94.

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  • 230 Alan Angell FI xxx-2

    Los otros partidos

    El pc sufri? una gran p?rdida de l?deres de niveles medios despu?s del

    golpe. Sin embargo, algunas figuras importantes se encontraban fuera del pa?s en el momento del golpe (como Volodia Teitelboim), y otr^s consiguieron salir de Chile (como Luis Corval?n). Los l?deres en el exi lio mantuvieron, con la ayuda de Mosc?, un control firm? sobre el par tido. El pc tuvo un buen desempe?o en la clandestinidad y aprovech? s?i experiencia: funcion? ?legalmente durante 10 a?os, despu?s de que fue prohibido en 1948. El exilio no le signific? p?rdida de fondos, de

    apoye internacional, de prestigio, ni presiones contradictorias que lo

    fragmentaran. Sin embargo, hubo tensiones entre la base del partido en Chile ?crecientemente formada por j?venes pobres o desempleados de los barrios populares, que tienden a la violencia como t?ctica pol?ti ca esencial? y el liderazgo en el exilio, acostumbrado a los congresos, los sindicatos y al estilo pol?tico de la Unidad Popular.

    El pc se inclin? a favorecer insurrecciones en 1980, cuando deci di? que la violencia era una t?ctica leg?tima en la lucha para derrocar a Pinochet. Al parecer, este cambio reflej? un giro en la actitud del mo vimiento comunista internacional, que prefer?a la lucha armada, m?s

    que la v?a pac?fica, como medio para llegar al socialismo. El movimien to comunista no quer?a ser el ?ltimo en llegar a las barricadas revolu

    cionarias, como sucedi? en Nicaragua con el levantamiento que derroc? a Somoza. Pero hay tambi?n razones internas que explican el cambio. La base social del partido cambi? con la p?rdida de poder de los sindi catos y con el crecimiento de desempleados radicalizados en los barrios

    pobres. El partido, ansioso de aprovechar esta fuente potencial de opo sici?n a Pinochet, se prepar? para usar t?cticas pol?ticas apropiadas para aquellos que pod?an ejercer influencia no mediante huelgas, sino

    organizando las protestas en las barriadas. Sin embargo, este giro t?ctico no fue definitivo: puede transfor

    marse si las circunstancias cambian en el futuro. Muchos de los cua dros experimentados del partido son l?deres sindicales con una visi?n m?s centrada en el trabajo paciente dentro de las f?bricas, que en la violencia impaciente de las barriadas. Despu?s de todo, hist?ricamente, el partido no ha tenido mucho ?xito cuando ha intentado recurrir a la insurrecci?n y ha tenido un ?xito relativo en la construcci?n de amplias alianzas a imagen del Frente Popular y la up. Chile no es Nicaragua, ni el Salvador, y el Frente Patri?tico no es el movimiento sandinista.

    El exilio no tuvo el mismo efecto fragmentador en el pc que en el ps. Las razones son bastante claras. El pc ha sido, desde hace mucho, un partido ortodoxo, sumamente leal a Mosc? y la mayor?a de sus l?de

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  • Oct-Dic 89 Apoyo de la democracia pol?tica 231

    res se exiliaron en la urss o en Europa Oriental. El pc depende de Mosc? mucho m?s que antes, sobre todo del apoyo financiero sovi?tico.

    El pdc sufri? mucho menos traumas que los partidos de izquierda. Sigue siendo el partido m?s grande de oposici?n, lo que le ha dado

    prestigio y apoyo internacional. Los dem?crata cristianos exiliados fueron menos y estuvieron menos tiempo en el exilio. La presencia de l?deres tan moderados, como Jaime Castillo en Venezuela y Andr?s Zald?var en Madrid (donde fue presidente de la Internacional Dem?crata Cristiana), ayud? a mejorar la imagen del pdc ante go biernos extranjeros y a agudizar el aislamiento internacional de Chile. Sin embargo, hay evidencia de tensiones entre los l?deres exiliados y los que permanecieron en Chile. Aqu?llos viv?an m?s confortablemen te, aunque sufrieron los problemas propios del exilio. Los que perma necieron en Chile resent?an, a veces, el retorno de los exiliados para ocupar posiciones de poder en el partido. El dilema mayor del partido es, no obstante, si debe moverse a la derecha o a la izquierda, y el exilio afect? s?lo tangencialmente la discusi?n de esta disyuntiva.

    El efecto del exilio sobre el pr ha sido similar, en t?rminos genera les, al del ps; sin embargo, los radicales estaban tan divididos antes de

    1973, que el exilio no hizo m?s que exacerbar la fragmentaci?n y la

    p?rdida de apoyo. El Partido Radical en Chile, que dirig?a Enrique Silva Cimma, formaba parte de la Alianza Democr?tica y abogaba por la adopci?n de pol?ticas similares a las de la social democracia europea. Pero el partido en el exilio estuvo dominado por uno de sus vicepresi dentes, Anselmo Sule, cuya posici?n era m?s cercana a la del mdp y a la de los comunistas. Su poder en el partido se basa en el control de los fondos internacionales que ayudan a mantener viva la organiza ci?n. Por ejemplo, fondos provenientes de la Internacional Socialista, de la cual el Partido Radical es miembro. El pr se dividi? en tres dis tintos partidos durante el gobierno de la Unidad Popular y su base electoral disminuy? considerablemente. Sumado a la debilidad del parti do y a su incierta base electoral, el problema del exilio mantiene la incer tidumbre e impide la unidad de la vieja base de apoyo del radicalismo.

    Los partidos de centro pudieron volver a operar en Chile hasta

    despu?s de 1983 y, a?n entonces, sufrieron muchas restricciones a su libertad de acci?n. No debe sorprender, en consecuencia, que todos los

    partidos de oposici?n hayan recurrido al apoyo externo para sobrevi vir. Los partidos de izquierda no ten?an alternativa: estaban fuera. Sus

    percepciones quedaron marcadas por una d?cada de exilio, aunque las influencias no fueron siempre las mismas. Los socialistas moderados

    que regresaban del exilio en Francia, Italia o Espa?a, pueden haber le?do su Gramsci, pero los socialistas que vivieron en Alemania del

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  • 232 Alan Angell FI xxx-2

    Este tend?an a dar prioridad a una alianza con los comunistas. Para

    los comunistas j?venes, o miembros del mir, que se asilaron en Cuba, el exilio signific? entrenamiento en la lucha de guerrillas y no es descabe

    llado suponer que los que intentaron asesinar a Pinochet en septiembre de 1986 fueron producto de ese entrenamiento. Es sin duda debatible si esto puede ser considerado como apoyo externo para el estableci

    miento de la democracia. El regreso de los exiliados a partir de 1983 no signific? la disminu

    ci?n del inter?s internacional en Chile, sino todo lo contrario. Las

    enormes sumas de ayuda que hab?an fluido a Chile por motivos huma

    nitarios se desviaron, a veces sutilmente, hacia objetivos pol?ticos. (En tre esa ayuda se cuenta la que otorgaron las organizaciones cat?licas en Europa y Estados Unidos: m?s de 67 millones de d?lares entre 1974

    y 1979; 20 millones m?s se dirigieron a grupos eclesi?sticos en Chile

    desde el congreso norteamericano y el gobierno alem?n.)10 Los exilia dos desempe?aron un papel fundamental en la obtenci?n y uso de esa

    ayuda. ?De d?nde ven?a y por qu?? ?Qu? efectos tuvo? ?Fue una ben

    dici?n sin costos? ?Qu? papel desempe?? Estados Unidos? Trataremos

    de responder a ?stas y otras preguntas.

    El aislamiento del gobierno

    Antes de analizar el apoyo al gobierno, es interesante estudiar el aisla

    miento diplom?tico del gobierno de Pinochet, porque ambos est?n relacionados. La oposici?n se benefici? del apoyo internacional preci samente porque el gobierno militar fue reprobado ampliamente. El ex

    pediente de Chile en relaci?n con los derechos humanos se ha revisado

    y condenado anualmente en la Asamblea General de las Naciones Uni

    das, desde 1974. En ese a?o, 90 pa?ses condenaron los abusos contra

    los derechos humanos perpetrados por el r?gimen militar, 26 se abstu vieron y 8 apoyaron a Chile. El ''mejor'' a?o para Chile fue 1981, cuando 81 pa?ses criticaron ai r?gimen, 20 lo apoyaron y 40 se abstu vieron. Para 1985, las cifras fueron: 88 a favor de la condena a Chile, 11 en contra y 47 abstenciones.11

    Los ?nicos pa?ses con alguna importancia internacional que apoya ron consistentemente a Chile fueron China, Israel y Sud?frica. El in tento de Pinochet por visitar a Marcos abort?: prueba de que no pod?a

    10 Brian Smith, The Church and Politics in Chile, Princeton, 1982, p. 325. 11 Heraldo Mu?oz, Las relaciones exteriores del gobierno militar chileno, Santiago.

    1986, p. 19.

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  • Oct-Dic 89 Apoyo de la democracia pol?tica 233

    contar ni con los dictadores para apoyar a su r?gimen. A China le inte resaba claramente llenar el vac?o que hab?a dejado Mosc? despu?s de

    1973; deseaba mantener a Taiwan fuera de Chile y asegurarse el apoyo de un aliado en el ?mbito internacional contra la urss. El comercio entre los dos pa?ses se elev? de un mill?n de d?lares en 1970 a 137 mi llones de libras esterlinas en 1984, y result? en un fuerte super?vit para

    Chile. Las relaciones de Chile con Sud?frica e Israel est?n montadas tambi?n en el deseo de pa?ses impopulares de encontrar ?diados. Israel, adem?s, ha provisto de armas a Chile.

    Relaciones con Estados Unidos

    Es indudable que la preocupaci?n central de la pol?tica exterior de Pi nochet ha sido establecer buenas relaciones con Estados Unidos. Esto ha sido dif?cil debido a varias razones: el complejo de culpa norteame ricano por su participaci?n en los eventos que llevaron al golpe y por la liga de ese episodio con Watergate y con la presidencia de Nixon; el repugnante asesinato de Orlando Letelier en el centro de Washing ton en 1976; la incesante campa?a de la oposici?n chilena en los Esta dos Unidos; el lobby en favor de los derechos humanos en Estados Uni

    dos, que le da una importancia simb?lica a Chile; la condena a Chile, en los ?ltimos a?os, como contrapeso ?til a la condena del r?gimen ni

    carag?ense.12 La pol?tica norteamericana hacia Chile no ha sido consistente a

    trav?s de los a?os, y var?a de una agencia del gobierno a otra. Al De

    partamento del Tesoro le gustan el modelo econ?mico chileno y el

    pronto pago que ha hecho de su deuda externa. El Pent?gono admira

    abiertamente a las fuerzas armadas chilenas. Despu?s del golpe y hasta la elecci?n del presidente Carter, las relaciones entre Chile y Washing ton fueron buenas. Chile recibi? entre 1974 y 1976, 628.1 millones de

    d?lares de Estados Unidos bajo los rubros de ayuda econ?mica directa,

    ayuda militar y Ley P?blica- 480, adem?s de cr?ditos del eximbank, del Banco Mundial y del bid. En cambio, la ayuda otorgada a Chile

    durante los a?os del gobierno de Allende fue de s?lo 67.3 millones de

    d?lares. Sin embargo, al llegar Carter al poder hubo un cambio abrup to de pol?tica. Con el objeto de aislar a Chile en el ?mbito internacio

    nal, Washington vot? en contra de otorgar pr?stamos a Chile en los

    bancos multilaterales, conden? el expediente chileno en materia de de

    12 La relaci?n entre los dos pa?ses est? bien estudiada en Heraldo Mu?oz y Car

    los Portales, Una amistad esquivadlas relaciones de Estados Unidos y Chile, Santiago, 1987.

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  • 234 Alan Angell FI xxx-2

    rechos humanos en los debates de Naciones Unidas, prohibi? nuevos

    pr?stamos del eximbank a Chile, dej? de invitar a Chile a participar en maniobras navales, etc?tera. Sin embargo, de acuerdo con Susan Kaufman Purcel, estas acciones "tuvieron un efecto mayor en los Esta dos Unidos que en Chile. Permitieron que el gobierno y el pueblo norte americanos recuperaran su buena conciencia en relaci?n con su pol?ti ca exterior despu?s de la guerra de Vietnam. . . En Chile, el impacto fue m?nimo. S?lo logr? fortalecer los sentimientos pro americanos en tre los partidos de centro y de centro izquierda".13 Esto se debi?, en

    gran parte, a que Chile estaba a punto de'entrar en un periodo de ex

    pansi?n econ?mica de corta duraci?n ?1977 a 1981? que facilitaba la obtenci?n de cr?ditos externos.

    A partir de entonces, las relaciones se volvieron m?s cordiales has ta que en 1985, la creciente represi?n en Chile y el restablecimiento del estado de sitio llevaron a Estados Unidos a abstenerse de votar en favor de un cr?dito que Chile hab?a pedido al bid. Pinochet levant? el estado de sitio en julio, cuando Estados Unidos amenaz? con tomar una posici?n similar en relaci?n con un cr?dito del Banco Mundial. Lo anterior fue visto como prueba de que este tipo de presiones pod?an ejercerse exitosamente sobre Chile. Sin embargo, estas t?cticas empe zaron a ser realmente efectivas hasta que la oposici?n unida resurgi? en Chile como una alternativa a Pinochet, despu?s de la firma del Acuerdo Nacional en agosto de 1985 . Otro indicio de que la pol?tica esta dunidense empezaba a alentar el fortalecimiento de la oposici?n fue el

    remplazo del embajador James Theberge, un ultraconservador, por el

    diplom?tico de carrera Harry Barnes. En la primavera de 1986 Esta dos Unidos dio un paso sin precedentes al patrocinar en la Comisi?n sobre Derechos Humanos* de Naciones Unidas una resoluci?n que con denaba a Chile. En noviembre de 1986 y en 1987, Washington se abstu vo nuevamente de votar a favor de cr?ditos que el Banco Mundial deb?a otorgar a Chile, y aplic? tambi?n sanciones econ?micas limitadas.

    Pero Estados Unidos no quiere acorralar al gobierno de Pinochet. Est?n de acuerdo con su modelo econ?mico y no desean minar la capa cidad de Chile para pagar su deuda externa. Mas a?n, hay ahora gran des inversiones norteamericanas, especialmente en el sector minero, que Washington no quiere afectar. Las relaciones con los militares como instituci?n han sido cordiales y Estados Unidos no desea perder l? estaci?n para detectar misiles que acaba de instalar en la isla de Pas cua. Los norteamericanos quieren que Pinochet deje el poder porque

    13 Susan Kaufman Purcell, Arturo Valenzuela y Mark Falcoff, Chile: Prospects for Democracy, Nueva York, 1988, p. 59.

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  • OCT-DlC 89 Apoyo de la democracia pol?tica 235

    sienten que ?sta es la mejor manera de asegurar la estabilidad econ?mica y pol?tica a largo plazo y les preocupa que una prolongaci?n de este gobierno personalista fortalezca a la izquierda marxista. Wash

    ington tiene ahora, adem?s, confianza en que existen fuerzas pol?ticas en Chile que ofrecen una alternativa de gobierno aceptable: una con fianza que se ha sustentado parcialmente en la asidua labor de cabildeo

    que ha llevado a cabo la oposici?n en Washington. Este apoyo a la

    oposici?n pol?tica chilena asegura, de paso, a los grupos empresariales que la oposici?n no llevar? a cabo reformas econ?micas dr?sticas.

    Las formas espec?ficas del apoyo que ha recibido la oposici?n ser?n analizadas despu?s. Pero vale la pena recordar un incidente ocurrido dos noches antes del plebiscito del 5 de octubre. El Departamento de Estado norteamericano declar? que hab?a recibido informaci?n de que se planeaba alterar el resultado del plebiscito si era contrario al gobier no. Se?al? que ve?a esta posibilidad con alarma y que tomar?a medidas si se comet?a tal fraude. Es dif?cil pensar que esta declaraci?n se hubie ra hecho p?blica sin la presi?n de la oposici?n chilena. El gobierno se

    puso furioso. Sin embargo, muchos cre?an realmente que por lo menos

    algunos sectores del ej?rcito se hab?an preparado para intervenir en la noche del plebiscito y anular el resultado. La medida norteamericana

    fue, sin duda, un apoyo importante para la oposici?n, pero ?tuvo tam bi?n efecto disuasivo sobre el ej?rcito? Si hubiera habido un consenso

    pleno dentro de las fuerzas armadas para anular el resultado del plebis cito, la medida de Estados Unidos, por s? misma, hubiera sido insufi ciente para evitarlo. En ausencia de ese consenso, la declaraci?n norte americana debe haber fortalecido a aquellos dentro del gobierno opuestos a cualquier acci?n ilegal. (?C?mo ha cambiado el mundo desde 1973!)

    El apoyo internacional a la oposici?n: 1973-1987

    ?na de las primeras manisfestaciones de apoyo a la oposici?n chilena, adem?s de recibir a los exiliados, fue la ayuda otorgada a las diversas

    organizaciones de exiliados.14 Se establecieron organizaciones en diversos pa?ses, desde M?xico

    hasta Suecia. La confederaci?n sindical, cut, ahora ilegal, estableci? oficinas en un buen n?mero de pa?ses. Estas organizaciones encauza ron el apoyo a los sindicatos en Chile y fortalecieron la denuncia de la pol?tica obrera del r?gimen en varias reuniones internacionales. Ins

    14 Esta secci?n se basa en entrevistas con exiliados que ahora viven en Chile. To

    dav?a no es prudente citar sus nombres.

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  • 236 Alan Angell FI xxx-2

    tituciones acad?micas como el Instituto para un Chile Nuevo, en Ams

    terdam, tuvieron un papel importante como centros de reuni?n de la

    oposici?n para analizar lo que suced?a en Chile, emitir cr?ticas al r?gi men y cabildear en busca de la ayuda de agencias y gobiernos extranje ros para apoyar a los grupos exiliados y a las organizaciones, dentro de Chile, que brindaban protecci?n contra las duras pol?ticas del go bierno. Una de las actividades de la oposici?n fue publicar Chile Am?rica en Roma. Esta revista, que sali? durante 10 a?os a partir de

    1974, fue fundada por dos miembros de la up y dos del pdc en el exi lio. Su sola existencia era prueba de que la hostilidad entre estas fuer zas pol?ticas pod?a ser vencida. Sus an?lisis inteligentes y sistem?ticos sobre Chile fueron un poderoso est?mulo para los chilenos en el exilio

    y para los opositores internacionales del r?gimen. En su mejor momen to lleg? a tener cerca de mil suscriptores en todo el mundo, pero la le?an y comentaban muchos.

    Otra manifestaci?n temprana de apoyo de la comunidad interna cional se dirigi? a la Iglesia cat?lica y a otras organizaciones religiosas en Chile. Estas establecieron comedores colectivos, ayudaban a las v?c timas de la represi?n y, m?s adelante, llevaron a cabo una valiente

    campa?a de apoyo a organismos representativos, como sindicatos y or

    ganizaciones de las barriadas. No es exagerado afirmar que en los a?os posteriores al golpe, el

    movimiento sindical chileno se mantuvo con vida gracias a los esfuer zos ci? la Iglesia y su Vicar?a del Pastoral Obrero. Brian Smith estim? que entre 1975 ?cuando se estableci? la Vicar?a de la Solidaridad? y 1979, cerca de 700 000 chilenos recibieron asistencia legal, oeupacional y para la salud. En sus palabras:

    Las transacciones con la iglesia internacional fueron el recurso m?s im

    portante de la Iglesia chilena para sostener su apoyo verbal y pol?tico a favor de los derechos humanos. Las declaraciones del Papa, del Vaticano y del episcopado internacional dieron una fuerte legitimaci?n a las igle sias nacionales para comprometerse en la defensa de los derechos huma nos. . . Dentro de Am?rica Latina, la Conferencia Episcopal Latinoame ricana centr? su atenci?n en los peligros del 'estado de seguridad nacional' y enfatiz? que la Iglesia ten?a la responsabilidad de oponerse a ?l. Lo m?s importante ha sido el aumento significativo de la asistencia financiera proveniente de fuentes seculares y de las iglesias del mundo, desde el golpe, para apoyar sus programas en defensa de los derechos hu manos. Sin esta ayuda masiva del exterior, ninguno de estos nuevos com

    promisos hubiera sido posible.15

    15 Smith, op. cit., p. 323.

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  • Oct-Dic 89 Apoyo de la democracia pol?tica 237

    No s?lo la Iglesia cat?lica fue importante como fuente de financia miento; el Consejo Mundial de Iglesias dio un gran apoyo, en parte, como resultado de los esfuerzos de las organizaciones eclesi?sticas del Tercer Mundo para influir en el Consejo Mundial para que otorgara apoyo a Chile.

    Una tercera fuente de apoyo internacional se dirigi? a diversos ins titutos de investigaci?n y difusi?n que tendr?an una importancia cru

    cial, no s?lo para apoyar la cr?tica acad?mica al r?gimen, sino en la or

    ganizaci?n pol?tica de la oposici?n misma, especialmente durante la

    campa?a del plebiscito. La Iglesia fue una de las primeras en respon der a los ataques del gobierno en el campo de la educaci?n superior: fund? la Academia de Humanismo Cristiano en 1975 para ayudar a los mil acad?micos despedidos de las universidades y para expresar su descon tento con la continua intervenci?n de los militares en las universidades.

    De la Academia nacieron investigaciones valiosas y ayuda a las organi zaciones sociales. Pero la instituci?n brind? tambi?n apoyo vital a otras

    agencias independientes de investigaci?n y a grupos espec?ficos como el Grupo de los 24, que sostuvo una cr?tica continua a las propuestas constitucionales del gobierno y ofreci? un foro donde pod?an reunirse los miembros de la oposici?n y elaborar propuestas alternativas.16

    Institutos de investigaci?n como la Academia y muchos otros tu vieron una importancia may?scula para los partidos de oposici?n. En

    ocasiones, funcionaron de hecho como el cuartel general de alg?n par tido bajo la fachada acad?mica. La actividad partidista hab?a sido de clarada ilegal, ?en d?nde pod?a reunirse el liderazgo, formular planes alternativos, conseguir empleo a diversas personalidades, debatir cr?ti camente la pol?tica gubernamental y mostrar al mundo que a?n hab?a

    oposici?n en Chile, aunque tuviera que encubrirse en un cuidadoso

    lenguaje acad?mico? De hecho, precisamente porque esas instituciones eran objeto de un minucioso escrutinio por parte del gobierno, su tra

    bajo ten?a que ser de un alto nivel acad?mico. Algunas de las mejores investigaciones en el ?rea de ciencias sociales en Am?rica Latina estu vieron asociadas con el sector acad?mico "informal" de Chile. Nadie

    pon?a en duda la cercan?a de estas instituciones con la oposici?n y, en

    algunos casos, con partidos pol?ticos espec?ficos: pero no hab?a ningu na duda tampoco, de que eran empresas acad?micas serias ?mucho m?s que muchas de las facultades de las universidades chilenas.

    Estos institutos no hubieran sobrevivido sin financiamiento exter no y fueron, de hecho, el conducto principal para que esos recursos lie

    16 Esto est? basado en un trabajo no publicado de un miembro de la Academia, Mar?a Teresa Lladser. Agradezco a la autora su ayuda.

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  • 238 Alan Angell FI xxx-2

    garan a la oposici?n. Los intelectuales han desempe?ado siempre un

    papel importante dentro de la vida de los partidos chilenos (lo que ex

    plica, en parte, el peso excesivo que tiene la ideolog?a en los partidos pol?ticos). En el nuevo contexto, posterior a 1973, los intelectuales co braron a?n m?s importancia frente a los pol?ticos que dirig?an la vieja maquinaria partidista. Aunque las cifras no son exactas, se calcula que hay 70 institutos de investigaci?n; 10 de ellos, muy grandes. En t?rmi nos muy generales, 95% de su presupuesto es financiado desde el exte

    rior, y en t?rminos a?n mas generales, puede pensarse en una cifra de medio mill?n a un mill?n de d?lares anuales. Los institutos fueron el ?nico canal a trav?s del cual la oposici?n pudo establecer un debate

    ?aunque muy limitado? con el gobierno: el r?gimen respondi? a cr? ticas "t?cnicas" con una actitud que no hubiera adoptado frente a de saf?os pol?ticos abiertos.17

    Los institutos de investigaci?n tuvieron un lugar central en la cam

    pa?a de la oposici?n previa al plebiscito. Tres grandes institutos, ced, ilet y sur,.formaron un grupo para participar en la campa?a: el cis. Este grupo organiz? una serie de reuniones para asesorar ?por no de cir instruir? a los pol?ticos sobre la mejor estrategia a seguir en la campa?a, jug? un importante papel en el acuerdo de los partidos para formar la coalici?n del NO y dise?? la brillante campa?a televisiva de la oposici?n. En la campa?a propiamente dicha, los comit?s t?cnicos, formados por investigadores de ?ste y otros institutos, ocuparon una

    posici?n de gran importancia. Probablemente su participaci?n no ser? tan decisiva en las elecciones de 1989, pero fue fundamental durante el plebiscito.

    La ayuda internacional se canaliz? tambi?n en apoyo de la prensa y la radio. El gobierno toler? por a?os tan s?lo dos medios de comuni caci?n de oposici?n, la estaci?n de radio Cooperativa, y aquella que de pend?a de la Iglesia: Chilena.

    Aunque la Cooperativa ha tenido un ?xito tal que podr?a probable mente autofinanciarse a partir de sus anuncios, la situaci?n era dife rente en los d?as posteriores al golpe. La liberalizaci?n incipiente de

    mediados de los a?os ochenta, permiti? que floreciera cierta prensa de oposici?n, en especial los peri?dicos La Epoca y Fort?n Diario. Esto hu biera sido imposible por ejemplo, en el caso de Fort?n, sin el apoyo ex terno proveniente de los sindicatos y de las organizaciones no guberna

    mentales italianas.

    Otro caso de una organizaci?n financiada desde el exterior es el de

    17 El mejor ejemplo fue la continua cr?tica de los economistas del cieplan al mo delo econ?mico del gobierno.

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  • OCT-DlC 89 Apoyo de la democracia pol?tica 239

    los sindicatos. Los sueldos sindicales son pagados con fondos interna

    cionales; lo mismo sucede con los programas de adiestramiento y con los viajes de l?deres sindicales al exterior para presentar sus posiciones en asambleas internacionales. El movimiento sindical en Chile es aho ra d?bil y est? dividido, pero las dos facciones ideol?gicas del sindicalis

    mo reciben financiamiento externo. Por ?ltimo, los partidos pol?ticos dependen tambi?n, por supuesto,

    del financiamiento exterior, aunque por ser indirecto y estar rodeado de una atm?sfera de secreto, cualquier estimaci?n de su monto sea en

    ga?osa. No obstante, es un secreto a voces que los socialistas de N??ez reciben un apoyo considerable de partidos europeos de la misma ten

    dencia, que el peque?o Partido Radical tiene gran influencia en la In ternacional Socialista, que el pdc depende mucho del apoyo de fuen tes alemanas. Esto es inevitable cuando la recolecci?n de las cuotas

    partidistas es imposible, cuando los partidos no tienen ninguna de las

    prerrogativas que acompa?an al poder, ni siquiera en los municipios, y cuando los sectores empresariales no est?n dispuestos a enemistarse con el general financiando a la oposici?n (aunque hay evidencia de que algunos empresarios financiaron, por si acaso, a ambos contendientes en el plebiscito).

    ?Qui?n dio dinero y por qu??, ?cu?nto dinero entr? a Chile? Para dar una respuesta acertada ser?a necesario examinar los estados de cuenta de varios cientos de organizaciones no gubernamentales en el exterior que dan apoyo a aproximadamente 300 de sus equivalentes chilenas. La estimaci?n mejor fundamentada es, tal vez, la del Taller de cooperaci?n al desarrollo, que calcula que en los ?ltimos a?os han entra do a Chile cerca de 55 millones de d?lares al a?o.18 Por supuesto, no todo este dinero ha ido espec?ficamente a la oposici?n y, menos a?n

    para lograr objetivos claramente pol?ticos. Sin embargo, trazar una l? nea entre los programas de ayuda en t?rminos pol?ticos y no pol?ticos, no siempre tiene mucho sentido en la practica. El gobierno brit?nico

    gast? 11 millones de libras durante 10 a?os para becar a cerca de 900 estudiantes y acad?micos chilenos exiliados.19 ?Podr?a afirmarse que fue s?lo asistencia t?cnica?

    El apoyo a Chile ven?a de una amplia variedad de pa?ses, a trav?s de las organizaciones no gubernamentales; pero muchas veces prove n?a directamente de los gobiernos, como es el caso de las cuatro m?s

    grandes agencias holandesas que desarrollaron una gran actividad en

    18 V?ase su publicaci?n La cooperaci?n internacional frente a los cambios pol?ticos en Chi

    le, Santiago, julio 1988, p. 11. 19 V?ase el reporte del World University Service. A Study in Exile, Londres, 1986.

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  • 240 Alan Angell FI xxx-2

    Chile. Alemania contribuy? considerablemente a trav?s de sus funda ciones para fortalecer a los partidos. El papel de Cuba fue importante desde el momento del golpe: recibi? a miembros de varios partidos y los instruy? para operar en la clandestinidad. Italia fue un donador

    muy importante en los ?ltimos a?os, y Holanda fue de los m?s genero sos en t?rminos per c?pita.

    Dos organizaciones que fueron profundamente afectadas por el

    golpe, la Internacional Socialista (is) y la Internacional Dem?crata

    Cristiana, establecieron programas especiales para otorgar ayuda a

    simpatizantes. En una de las reuniones especiales de la Internacional Socialista en 1977, representantes del pcch fueron los primeros comu nistas en asistir a una reuni?n de la organizaci?n desde 1922. El pr ha sido miembro de la is desde hace mucho tiempo y adopt? una orienta ci?n m?s izquierdista, que le permiti? adquirir gran influencia en el

    manejo de las actividades de la is en Latinoam?rica. Parte de la preo

    cupaci?n de la is por Chile se explica, igualmente, por la creciente im

    portancia de los partidos socialistas en Espa?a y Portugal.20 Adem?s de ayudar como naciones individuales, los pa?ses europeos trabajaron en el marco de la Comunidad Econ?mica Europea para condenar las

    medidas represivas del gobierno y enviar ayuda a la oposici?n. ?Por qu? tantos pa?ses y organismos internacionales han dado ayuda a Chi le? Y no s?lo europeos: M?xico fue una importante base pol?tica para la oposici?n y el pri apoy?, en especial, al Partido Radical.

    Es m?s f?cil entender el caudal de ayuda durante la campa?a pre via al plebiscito, cuando se presentaba una opci?n pol?tica de gran im

    portancia. La ayuda oficial norteamericana se centr? en este evento. La Agencia Internacional para el Desarrollo (aid) concedi? un finan ciamiento de 1.2 millones de d?lares al Centro para las Elecciones Li bres de Costa Rica (capel), en diciembre de 1987. A su vez, capel fi nanci? a Civitas, un grupo chileno ligado a la Iglesia, que hac?a

    campa?a para elevar el registro de votantes. Paralelamente, el congre so norteamericano otorg? un mill?n de d?lares a la Fundaci?n Nacio nal por la Democracia para apoyar las actividades de la oposici?n. Pero todo esto lleg? tarde y deja abierta la pregunta: ?qu? inspir? durante 15 a?os a la comunidad internacional para ayudar a Chile? ?Hab?a

    motivos no confesados? Sin duda muchos motivos eran confusos. Los grupos claramente

    pol?ticos en el exterior deseaban, por supuesto, ayudar a sus contrapar tes en Chile. En estas circunstancias, dar ayuda es un medio para obte ner informaci?n e influir en el curso de los acontecimientos. Pero, ?qu?

    20 Felicity Williams. La Internacional Socialista y Am?rica Latina, M?xico, 1984.

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  • OCT-DlC 89 Apoyo de la democracia pol?tica 241

    puede explicar el apoyo holand?s a Chile? El comercio no puede ser una consideraci?n importante y los acontecimientos pol?ticos chilenos dif?cilmente pueden afectar a Holanda. Podemos suponer que Chile se sum? al debate pol?tico interno: dar ayuda a Chile podr?a haber sido

    prueba del compromiso de un pa?s con la causa de la democracia en el Tercer Mundo; negar ayuda a Chile era, tal vez, mostrar un franco conservadurismo. Para un pa?s como Holanda, en consecuencia, apo yar a Chile fue una manera de proyectar una. imagen tolerante y pro* gresista y ?habr? revivido los recuerdos de la resistencia holandesa frente al nazismo?

    Sin negar ni por un momento los genuinos sentimientos de solida? ridad con Chile y el rechazo aut?ntico a una dictadura brutal, debe to

    marse en consideraci?n que la ayuda a la oposici?n no implicaba nin

    g?n costo. La econom?a chilena no es tan vital para el mundo como,

    digamos, las econom?as petroleras o las de pa?ses mayores como Brasil o M?xico, y el valor estrat?gico del pa?s tampoco es considerable. Chile se convirti? en un s?mbolo y los pol?ticos chilenos en el exilio utilizaron h?bilmente la ola de simpat?a internacional para organizar la oposici?n a Pinochet.21

    ?Para qu? sirvi? la ayuda internacional?

    La base fundamental de cualquier oposici?n a un r?gimen dictatorial debe provenir del interior. Las olas de protesta que se iniciaron en

    mayo de 1983 no estaban dirigidas, ni siquiera influidas, por el exte rior. Los pol?ticos de oposici?n necesitaban ayuda, pero la fuerza que nutri? principalmente a la oposici?n provino del intenso anhelo de la

    mayor?a de los chilenos por restablecer un sistema democr?tico. Y sin

    embargo, la ayuda externa a Chile en este periodo de transici?n ha sido mayor que la otorgada a cualquier otro pa?s latinoamericano. Esto fue consecuencia del exilio, de que la estructura pol?tica de Chile fuera similar en m?s de un sentido a la de las democracias occidentales, de la simpat?a por los objetivos del gobierno de Allende, de la reacci?n na

    tural ante la brutalidad del golpe, y fue tambi?n resultado de que todos estos factores sumados, convirtieron a Chile en el s?mbolo de la lucha entre la democracia y la dictadura.

    21 Al ver a muchos pol?ticos de oposici?n en una recepci?n en la embajada norte

    americana dos noches antes del plebiscito, le pregunt? a uno de ellos qu? diablos

    hac?an ah?. La respuesta fue: "?d?nde crees que se ha reunido la oposici?n durante

    todos estos a?os?".

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  • 242 Alan Angell FI xxx-2

    Como el ejemplo m?s claro de la ayuda internacional fue la campa ?a alrededor del plebiscito, la analizaremos con detenimiento.

    El presidente Pinochet anunci? su candidatura oficialmente cuan do fue nominado por la junta militar el 30 de agosto de 1988. Sin em

    bargo, inici? su campa?a meses antes y la de la oposici?n comenz? en febrero de ese a?o, cuando 16 partidos ?con excepci?n del Comunis ta? formaron el Comando por el NO.

    El apoyo internacional a la oposici?n chilena durante la d?cada an terior hab?a ayudado a mantener la actividad ?aunque reducida? de la oposici?n. Pero conforme apareci? la posibilidad de acciones pol?ticas abiertas, la ayuda externa empez? a llegar a Chile. El apoyo al plebis cito no fue s?lo financiero. Un ejemplo es la declaraci?n norteamerica na previa al plebiscito, que ya mencionamos. Otros grupos emitieron declaraciones similares, aunque tal vez menos dram?ticas. Este fue el caso de los presidentes de varios pa?ses democr?ticos de Am?rica Lati na y de la Comunidad Econ?mica Europea. Hab?a adem?s en Chile unos mil observadores extranjeros, la mitad miembros de distintos par lamentos, el resto representantes de otras asociaciones. El gobierno no vio con buenos ojos la presencia de estos observadores, pero resultaron una bendici?n para la oposici?n: dificultar?an el fraude y estimular?an a los grupos locales.

    La preocupaci?n mayor de la oposici?n era la posibilidad de que el gobierno recurriera al fraude. Para minimizar este peligro, la oposi ci?n instal? por lo menos tres sistemas paralelos de computadoras liga dos a una intrincada red de m?quinas fax. Todo este mecanismo se sus

    tentaba, desde luego, en la premisa de que despu?s de una intensa

    campa?a de meses, el miedo a votar hab?a desaparecido. Otra preocu paci?n de la oposici?n era que los votantes temieran que el voto no fue se en realidad secreto y no acudieran a las urnas. Se sab?a tambi?n que el gobierno pod?a ejercer presi?n, sobre todo en los municipios, para asegurar un voto favorable a Pinochet, y se tem?a que los votantes no

    pudieran resistirla. El apoyo norteamericano incidi? en estas dos preocupaciones.

    Ayud? al registro de los votantes y provey? contabilidad computarizada el d?a de la votaci?n. A?n antes del otorgamiento del pr?stamo especial en 1987, la Fundaci?n Nacional por la Democracia hab?a proporciona do fondos a la oposici?n chilena. Estos se dirigieron a los institutos de

    investigaci?n encargados de estudiar la votaci?n, a empresas editoria les y a la prensa (por ejemplo, dieron 50 000 d?lares a La Epoca en

    1988); tambi?n a organizaciones comunitarias y a sindicatos (se conce dieron 856 000 d?lares a la confederaci?n sindical anticomunista, la cdt, entre 1984 y 1988); y financiaron una gran variedad de semina

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  • Oct-Dic 89 Apoyo de la democracia pol?tica 243

    rios, reuniones, discusiones y programas de adiestramiento. Seg?n un documento interno de la Fundaci?n Nacional, de septiembre de 1988, ?sta hab?a gastado en Chile (sumando una peque?a contribuci?n de la

    aid) un total de 3 824 000 d?lares a partir de 1985.22 La Fundaci?n Nacional por la Democracia es una agencia guber

    namental creada durante el gobierno de Reagan. La dirige Cari Gersh man, un ex asesor de la se?ora Kirkpatrick y est? asociada con el insti tuto de investigaci?n de tendencia conservadora, Freedom House. En una entrevista aparecida en El Mercurio, en enero de 1988, Gershman declar? que el objetivo de la Fundaci?n es "promover los valores de mocr?ticos en todo el mundo y comprometer activamente al pueblo y al sector privado norteamericanos en la tarea, de manera consistente con las proclamas de Naciones Unidas, el derecho internacional y los ideales norteamericanos". Su presupuesto total era de 16 millones de d?lares en 1988, 45% del cual se dirige a Latinoam?rica y 15% de esa

    proporci?n, a Chile.

    Aparte de Chile, la ?nica donaci?n especial que ha hecho la Fun daci?n fue al sindicato Solidaridad en 1987. Al preguntarle el entrevis tador si esta actividad no era equivalente a intervenir en los asuntos internos de Chile, Gershman replic?: "Mire, uno tiene que distinguir entre el apoyo a las fuezas democr?ticas y la intervenci?n en los proce sos electorales. En aquellos casos en donde se efect?a un proceso libre

    y democr?tico con la libre competencia de diversos grupos, la interven ci?n de la Fundaci?n en el resultado ser?a ileg?tima. Pero los esfuerzos

    que lleven a fortalecer procesos libres y democr?ticos son una forma de solidaridad, no de intervenci?n".

    Si se suman el mill?n de d?lares que recibi? Civitas para financiar la "Cruzada por la Participaci?n Ciudadana" y otros fondos prove nientes de agencias como la Fundaci?n Ford, es posible concluir que Chile recibi? cerca de 5 millones de d?lares provenientes de Estados Unidos en los dos ?ltimos a?os para ayudar a la organizaci?n de la

    oposici?n para el plebiscito. Sin duda, algunos recursos fueron a dar a la derecha pol?tica chilena para financiar la campa?a del gobierno, pero no hay detalles de esta ayuda. Por otra parte, tampoco hay evi dencia detallada de la ayuda sueca ?de monto considerable? a la

    oposici?n. La prensa internacional cubri? ampliamente el plebiscito. No hay

    duda de que el gobierno consider? que la prensa y la televisi?n extran

    jeras le eran hostiles, y favorables a la oposici?n. Esto explica el repug

    22 Estoy muy agradecido con Carol Graham por obtener informaci?n de la Fun

    daci?n Nacional por la Democracia.

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  • 244 Alan Angell FI xxx-2

    nante incidente durante el cual la polic?a dio una golpiza a cerca de 20

    reporteros poco despu?s de que se dieron a conocer los resultados del

    plebiscito. Aun cuando cada reportero era estrictamente neutral, la

    oposici?n estaba convencida de que la presencia de tantos periodistas extranjeros crear?a un clima que imposibilitar?a un fraude en gran es cala.

    Un reporte del Di?logo Interamericano de 1984 estableci?:

    Dudamos que alg?n gobierno (y menos a?n el del pa?s m?s poderoso del

    hemisferio) pueda contribuir mucho, en forma directa, a la creaci?n de instituciones democr?ticas en otros pa?ses.

    Hay muy buenas razones para compartir el escepticismo de este re

    porte. Es m?s f?cil dar ayuda humanitaria a las v?ctimas de una pol?ti ca de abusos contra los derechos humanos y denunciar esas pr?cticas en los organismos internacionales, que moldear la evoluci?n pol?tica de un pa?s de manera predecible y satisfactoria. La ayuda a organizacio nes sustentadas en la Iglesia no es tan controvertida; generalmente re cibe elogios porque acarrea beneficios pr?cticos sin el peligro de una interferencia pol?tica directa. Pero la ayuda directa a los partidos pol?ticos es de naturaleza diferente y m?s discutible. Manuel Antonio Garret?n dio la voz de alarma en este ?mbito:

    La influencia internacional debe evitar dos tipos de acciones. Primero, li

    gar la lucha contra el r?gimen militar y por el restablecimiento de la de mocracia con el conflicto Este-Oeste. Esto se refiere, sobre todo, a Esta

    dos Unidos. En segundo t?rmino, y esto complementa lo anterior, dividir a la oposici?n en ''democr?tica" y "no democr?tica", de tal manera, que

    tenga efectos en la esfera pol?tica y tambi?n en las organizaciones sociales, como los sindicatos.23

    Hay evidencia de que la ayuda externa ha beneficiado m?s a algu nas fuerzas de la oposici?n que a otras. El PR estaba dividido en tres

    grupos en el momento del golpe y el voto que recib?a era insignificante. Sin embargo, su posici?n privilegiada dentro de la Internacional Socia lista le ha dado una ventaja que se debe m?s a sus ligas internacionales que a su peso dentro de Chile. Los socialistas de Nu?ez recibieron gran apoyo de fuentes europeas y esto tal vez se refleja en la fuerza que tie nen en comparaci?n con los socialistas de Almeyda (aunque este grupo

    23 Manuel Antonio Garret?n, Transici?n hacia la democracia en Chile e influencia externa, Documento de trabajo, num. 282, Santiago, flacso, 1986, p. 27.

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  • Oct-Dic 89 Apoyo de la democracia pol?tica 245

    ha recibido ayuda de Alemania Oriental). Y sin duda, los dem?crata cristianos deben en buena medida su reputaci?n como el partido mejor organizado de Chile a la ayuda internacional.

    Pero, ?cu?l es la alternativa? ?deben los partidos de oposici?n re chazar la ayuda externa con base en el argumento de que puede distor sionar el balance interno de fuerzas? Alguna ayuda puede estar inacep tablemente condicionada, pero hay pocas pruebas d? que mucha ayuda haya sido de este tipo. La distorsi?n m?s grave podr?a ser, como apun ta Garret?n, introducir la guerra fr?a como criterio para asignar recur sos: es dif?cil explicar de otra forma las grandes cantidades de dinero

    otorgadas al cdt, por ejemplo. Sin embargo, esto no da m?s que una

    ventaja inicial. En el momento en que se normalicen la vida pol?tica y las actividades electoral y sindical, las conside