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Traducir a Beckett

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Los jugadores de cartas

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* Desde tiempos de Octavio Paz existe ladiscusión de si el título del poema debe tra-ducirse como “golpe” o como “tiro” o inclu-so como “lance”. Yo prefiero la palabra golpe,no porque se trate de un golpe dado contra elobjeto del poema, sino porque se trataría entodo caso del golpe de la muñeca en el mo-mento de echar los dados sobre la territoria-lidad abstracta del poema.

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Sentido del demonio

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Edison

Nuestras vidas son lúgubres como el llantouna tarde se marchó de un garito un joven jugadorafuera nevaba sobre los custodios de los baresel aire estaba húmedo pues se aproximaba la primaverasin embargo la noche temblaba como una planiciebajo el fuego de la artillería astralque escuchaban en torno a mesas pringosasborrachos frente a sus copas de alcoholmujeres semidesnudas con vestidos de plumas de pavo realy hombres melancólicos como el atardecer

Sin embargo había algo grave que aplastabala tristeza la añoranza y la angustia de la vida y de la muerte

Yo regresaba a casa cruzando el Puente de las Legionescantando mentalmente una pequeña ariabebedor de luces de barcas nocturnas sobre el Vltavaen ese momento cuando daban las doce en la catedral de Hradcanymedianoche de muerte astro de mi horizonteen esta suave noche de finales de febrero

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Sin embargo había algo grave que aplastabala tristeza la añoranza y la angustia de la vida y de la muerte

Al inclinarme vi una sombra sobre el puentela sombra de un suicida cayendo en la profundidadSin embargo había algo grave que llorabaera la sombra y la tristeza de un jugador de azardije por Dios señor quién es ustedme respondió con voz triste nadie sólo un jugadorSin embargo había algo triste que callabaera una sombra que se alzaba como una horcauna sombra que caía del puente grité ¡ay!¡no usted no es un jugador! usted es un suicida

Ambos caminábamos salvadosambos caminábamos en un sueño abiertodetrás de la ciudad donde empezaba Kosirea lo lejos nos saludaban abanicos nocturnosencima de quioscos de la tristeza la danza de alcoholescaminábamos sin hablar entre sí

Sin embargo había algo grave que aplastabala tristeza la añoranza y la angustia de la vida y de la muerte

Abrí la puerta encendí el gas del alumbradollevando a albergar a mi sombra callejeradije señor es suficiente para los dospero ya no quedaba ni sombra del jugador¿había sido sólo un fantasma o una alucinación?yo estaba solo encima de mi cama cotidiana

Sin embargo había algo grave que aplasta

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la tristeza la añoranza y la angustia de la vida y de la muerte

Me senté a la mesa junto al montón de mis librosobservando por la ventana como caía la nieveobservando copos que tejían sus coronascon una nostalgia siempre quiméricabebedor de tonalidades inexpresablesbebedor de luces sumergidas en las sombrasbebedor de mujeres a las que obedecen sueños y serpientesbebedor de mujeres que sepultaron su juventudbebedor de mujeres crueles peligrosas y bellasbebedor de placer y de espumas sangrientasbebedor de todo lo cruel que enoja y aplastabebedor de terrores y de la tristeza de la vida y de la muerte

Entonces me dije olvídate ya de las sombrasmientras abría un periódico de la semana pasadadonde sumergido en el olor de la tinta de imprentavi un retrato grande de Edisonestaba allí con su invento más recienteestaba sentado con su toga como un sacerdote medievalsin embargo había algo hermoso que aplastabael valor y la alegría de la vida y de la muerte

Nuestras vidas son verticales como un barco que se va a piqueUna vez por la tarde regresaba un tren expresoentre Canadá y Michiganpor desfiladeros de los que desconozco sus nombrespor la plataforma iba un joven inspector

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con un kepí metido hasta los ojossin embargo había algo hermoso que aplastabael valor y la alegría de la vida y de la muerte

Su padre sastre zapatero y leñadorcomerciante de trigo tenía una barraca un desván un sótanoy la inconstancia que nos seduce a vagarmurió de nostalgia por su patria y de tristeza por su juventud

Padre tú sabías qué es una añoranza eternahoy eres ceniza o una estrella o un rayopadre tú sabías que en todas partes hay gente ordinariaentre sastres y entre leñadorestú supiste lo que son la vagancia y el hambreme gustaría morir como tú sano y jovensin embargo hay algo grave que aplastala tristeza la añoranza y la angustia de la vida y de la muerte

No sé dónde está tu sepulcro si es que lo tienesde tu sangre quedó aquí un pequeño hijo póstumomira ya deletrea en Canadá tus librosmira ya se alegra de que irá a ver carreras hípicasmira ya lee biografías célebresenciclopedias epopeyas antiguasmira ya creció mira el tiempo vuelamira ya no juega lee libros de química

También yo solía ser valiente en mi juventudtambién yo solía leer a Darwintambién yo solía jugar más seriamente que los otros

con el ácido clorhídrico del armario escolarcon pirolusita y amoníaco con la bobina de Rumkorf

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sin embargo yo quería aprender a tocar el arpasin embargo amaba también los organillossin embargo también jugaba a contar cuentos de hadasde lo que me quedó algo grave que aplastala tristeza la añoranza y la angustia de la vida y de la muerte

Tomás tú no eras un hombre de oficioleías el “Análisis de melancolía”y también conociste la aflicción la tristeza la añoranza y el amoren libros en Detroit entre miles de volúmenesy también soñabas sobre viajes por el maren tu laboratorio primitivoque enganchaste a un vagón de un tren de cargaen el que encrespabas alas de pájaros de papel¡Grand Trunk Herald! ¡Grande Boletín de los vagones!¡Compones! ¡Imprimes! ¡Guerra! ¡Precipitaciones! ¡Erosión!Grita ¡acaba de salir! ¡Compren! ¡Las últimas noticias!Un incendio en Canadá y El pequeño correo de Javasin embargo había algo hermoso que aplastabael valor y la alegría de la vida y de la muerte

Una vez súbitamente te arrojaste debajo de las ruedasno había allí ni almay sacaste a un muchacho debajo del parachoquessalvaste su vida te lo agradezco

Ya trabajas en un taller de zapaterolas máquinas vomitan fuego como vesubioscuánto sudaste con cada zapatoheredaste la inquietud de tu padre

Vagas como un mozo de cuerda de un patio a otro

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desengañado te fuiste a Nueva Yorkvagando por esa metrópoli americanate fuiste decidido a hacer cualquier cosaquizá jugaste cartas entonces quizá también bebistequizá dejaste allí mucho de tus mejores fuerzas

Sin embargo había algo hermoso que aplastabael valor y la alegría de la vida y de la muerte

Nuestras vidas son como un círculo viciosoUna vez caminaba por Nueva York un aventurerouna tarde con un sol tibio de mayoun caminante silencioso se detuvo en Broadwayante el palacio de la West Union Telegraphdonde todo zumbaba como en un tableroera un voceador de periódicos y un gran inventor

Miles de inventores fracasaronPero no por ello los astros alteraron sus órbitas eternasmire cómo miles de personas viven tranquilamenteno eso no es trabajo eso es energíaeso es la aventura como en el marencerrarse en el laboratoriomire cómo miles de personas viven tranquilamenteno eso no es trabajo eso es alquimia

Ay pequeño domingo de cuántas campanas lúcidasuna pequeña central oye repiquetear teléfonossus orejas escuchan a amantes

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a defraudadores hablando sobre una libranzaa bandidos de California y a asesinos nocturnosconversaciones telefónicas de la Grande Praga

El mundo juega con el tímpano del oídousted se ha convertido en una fuente de energía eléctricafonomotores y aves mecánicasvuelan hacia las estrellas de donde vuelven a ustedcomo a un pajarero de un rincón de los suburbiosanunciando su fama con cartelessuele dormir cinco horas eso le bastaen eso se parecen a un jugador de azar

Siempre volver a vivir y tener esa maníauna vez usted vio en Pensilvaniade noche una lámpara de arco de Bakery se sintió triste así como yo ayersobre la última página de mi novelacomo un acróbata que pasó por la cuerdacomo una madre que dio a luz a un niñocomo un pescador que pescó con redes llenascomo un amante después de un dulce placercomo escuderos que regresan de una batallacomo la tierra el último día de la vendimiacomo una estrella que se apaga al amanecercomo un hombre que de repente pierde su sombracomo Dios que creó la rosa la noche y el beleñocomo Dios que ansia crear nuevas palabrascomo Dios que siempre tiene que estar creandoamasando con su aliento nuevos cálices

bajando con el agua desde las nubes

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Sin embargo había algo hermoso que aplastabael valor y la alegría de la vida y de la muerte

Una noche a principios de octubre del mismo añoafligido mediste tus pasos silenciosospor el laboratorio del famoso Menlo Parkrodeado de correspondencia y de regalosentre sueños enrollando con los dedos el molino como solía hacery por azar separó el filamento de carbonoun pájaro nocturno con quien velamos toda la nochelátigo con el que ahuyentamos los monstruos del sueñoardillas voladoras de paseos soñadoresun ángel encima de frontones esquinas y puertasrosas de restaurantes cafés y baressurtidores de la noche en el bulevarrosarios encima de puentes de ríos metropolitanosaureola de meretrices callejerascoronas encima de chimeneas de grandes vaporeslágrimas que caen desde lo alto hacia el andarsobre un féretro de una ciudad que las apagasobre antiguos templos de las momiassobre cafés con almas inanes sumergidas en el humosobre espejos de vinos sobre su eterno inviernosobre el féretro de la ciudad con exhalaciones que provocan desmayosobre mi alma guitarra desafinadacon la que como un mendigo de luces sueños y amortoco y lloro cambiando de máscarascon la pasión de un trovador yo príncipe y rey errantede la ciudad de las orgías que se llama Balmoralpor cuya famosa puerta entro siempre en el sueño

por un cordón negro de mis súbditos y prisionerospríncipes de asesinatos y carmañolas histéricas

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coches de punto de la locura y ruedas enguirnaldadasde pasiones sádicas durante las que tocan campanasde quimeras que salen volando de dormitorios sobre los balconesbebedor de azarosas y bellas mujeresbebedor de placer y espumas sangrientasbebedor de todo lo cruel que provoca y aplastabebedor de horrores y de la tristeza de la vida y de la muerte

Nuestras vidas nunca retornanmorimos en las ruinas de las iluminacionescomo efímeras palomillas y como rayos de truenosya revolotean las luces entre las hojas de los árbolesya tiembla en la nieve un hilo conductorya se acerca el tiempo de los paseos alumbradosya se buscarán las almas con radiografíascomo bajo el neógeno a los dinosauriosya se acerca a la mañana la rafia doradaya somos testigos de la cinematografíaya podemos con interruptores ahuyentarlas sombras del jugador de azarya resuenan gritos y aplausosya Edison hace reverencias a sus invitados

De nuevo el alma está triste después de la fiestaya está usted en su laboratorio y ya no hay invitadostantos inventores fracasaronpero no por ello los astros alteraron sus órbitas eternasmire cómo miles de personas viven tranquilamenteno eso no es trabajo ni es energía

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encerrarse en el laboratorioeso es una aventura como en el marmire cómo miles de personas viven tranquilamenteno eso no es trabajo eso es poesía

Basta con proponérselo y un poco de suertepara convertirse en presidente de su propia naciónpara convertirse en el poeta que superó a todos con sus versospara convertirse en la alondra que robó la semilla del huesopara ser siempre feliz jugador de ruletapara ser descubridor del séptimo planeta

Miles de manzanas cayeron sobre la nariz del globo terrestrey sólo Newton le sacó partidomiles de personas sufrieron de epilepsiapero sólo san Pablo vio la hostiamiles de personas sordas han vagado sin nombrey sólo en una de ellas hemos encontrado a Beethovenmiles de locos ya viajaron por ultramary sólo Nerón fue capaz de incendiar Romamiles de inventos aparecen cada temporadasin embargo sólo uno de ellos fue el de Edison

De nuevo no dormir y no tener garantíasde nuevo quemar todo lo que llega a la manocarbonizar el yute pelambre del mono cañaslas hojas secas de las palmeras las cuerdas de los laúdesde nuevo errar con su antigua incredulidadsobre el bambú de un abanico japonésay señor aymé es el abanico de los enamorados

que recibiste un día de una máscara desconocidacuando la encontraste en un baile en tu juventud

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quién fue ay señor recuérdelodespídase del aroma de su abanicode nuevo quemar todo aymé ay se está achicharrandotal vez fuera una de sus parcasde nuevo poner el reloj despertador en la nochede nuevo volver a la retorta de nuevo ser Colónde nuevo perseguir al bambúviajar por todo el vasto mundotras tu abanico de madera mágicacomo el hombre que buscaba los cuatro cabellos doradoscomo el pescador de perla en la sombra de las algascomo Cristo a la sombra en Via Appiacomo el buscador de la felicidad en las nieblas de opiocomo el judío errante de regreso a su patriacomo la madre vaga detrás del cementerioesperando la voz de su hijo desde el más allácomo el impotente ante su enfermedadcomo un ermitaño que busca a Dios en la sedcomo los dioses que por la edad ansían su muertecomo un poeta ciego que busca su verdadero rostrocomo el peregrino con la vista puesta en la aurora borealcomo el loco el Día del juiciocomo el niño que mira la alondra amasando gleba

Se fueron a Brasila Japón tierra de hermosas magnoliasa La Habana a morir de malariacomo mueren los misionerosseñor seguramente usted sonreíabajo el bambú de la muerte a caballo montado

ya se han presentado doce sustitutos para su puestoya están preparando sus mochilas

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Mac Gowan pasó allí casi dos añosfue hacia el grande río Amazonascuyo curso no tiene comienzo ni finalmuchas veces peleó con la aventura por su vidaen el salto de sus aguas mortíferaspeleó a cuchillo con ávidos buscadores de oroal llegar a Nueva York desapareció sin dejar rastro

Cómo amaros caminos sin destinoa noches tropicales ebrias de sola las mejores de las luces nocturnas de pesadumbrea luces sumergidas en el fondo del mara los que moristeis tan alegrementeseréis ahora ángeles de bambúyo os recuerdo pero quién más os lloraotra vez fabricar nuevos interruptoresotra vez inclinarse al fondo de retortasotra vez hacer girar de nuevo una hélicemire envejecimos y el tiempo vuelade nuevo buscar elementos para nueva alquimiamire envejecimos y ya tiene ochenta añosmire banderas como el día de las tablas gimnástica de Sokolsus manos pálidas como tiza blancano el tiempo de los réquiem no ha llegado todavíatodavía ver su sombra ante sí mismotodavía examinar los componentes alcalinostodavía la piel de las manos se descamatodavía buscar un aparato para viajar al más allátodavía cantar y nunca tener paztodavía un pequeño imán sobre el perisprito humano

todavía olvidarse de todo lo que aplastade la tristeza y la angustia de la vida y de la muerte

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Nuestras vidas consuelan como la risauna noche sentado junto al montón de mis librossumergido en el olor del periódico vi de prontola nieve y un retrato grande de Edisonfue después de medianoche del febrero tardíome encontré conversando conmigo mismocomo si me hubiera emborrachado con un vino fuertehablé con mi sombra ausente

Como un estribillo sonaba un tono sin cesarfui de puntillas hasta el balcónante mí brillaba un mar de luces a lo lejosbajo ellas dormía la gente en sus lechossin embargo la noche brillaba como una planiciebajo el fuego de la artillería estelaryo oía callado cómo sonaba la hora en las torresobservando a las sombras lejanas en el muellelas sombras de suicidas para los que no hay remediolas sombras de viejas meretrices callejeraslas sombras de carros que atropellaban las de los peatoneslas sombras de pobres que vagan sin alberguelas sombras de jorobados en las esquinas del mundolas sombras llenas de úlceras encarnadas de sífilislas sombras de los asesinados que vagarán para siemprealrededor de sombras de sus asesinatoslas sombras embozadas en ropa de soldadoslas sombras de borrachos vencidos por amorlas sombras de santos que se hicieron poetas

las sombras de los que siempre amaban en vanolas sombras lastimeras de meteóricas mujeres caídas

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las sombras frágiles de princesas adúlteras

Sin embargo había algo hermoso que aplastabael olvido de la angustia de la vida y de la muerte

Sea hermosa sea triste buenas nochesmás deslumbrante que los meteoros cuyo poderantaño conocimos en noches cálidas de lucesfaros de sombras despojados como de azotesque nos golpearon hasta un vértigo ardientehasta luego señales que sobre la víame seducís como rosas sofocantes para ir lejoshasta luego estrellas besos de mi almaque abren piscinas en jardines para míbálsamos oscuros y un olor de clavoviajes en alas iluminadas de avioneshasta luego placeres crueles de Edisonesmanantiales de pozos de petróleo cohetes célebresaristocráticas tierras sin etiquetahasta luego estrellas que caen de torreshasta luego sombras lejanas en el muellesombras del tiempo para las que no hay remediosombras dulces sombras de sueños y de recuerdossombras de azul cielo en los ojos de una mujer hermosasombras de sombras de estrellas en un espejo de espuma de aguasombras de sentimientos sin nombre todavíasombras efímeras como un eco nocturnosombras de pálidos rostros bronceadossombras de aliento de niños nonatossombras de madres que rezan por sus hijos

sombras de alucinaciones por ciudades forasterassombras de placeres que interrumpen el sueño de una viuda

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sombras de fantasmas y de nostalgias de la patria

Sea hermosa sea cruel buenos díasmás hermosa que meteoros de lágrimas y juramentos de mujeresamor con el que nos detuvimos en el pico de la montañapara recoger nidos de estrellas y meteoroshasta luego más hermosa que un sueño y un fuego fatuode nuevo poner el reloj despertador por la nochemire amigo cuánta gente vive tranquilamenteno eso no es trabajo eso es poesía

De nuevo recoger en sueños las azucenas pálidasde nuevo ir al café Slaviade nuevo sorber el café negro cotidianode nuevo tener nostalgia y la cabeza de ladode nuevo no dormir de nuevo no sentirse aseguradode nuevo quemarse con lo que está a la manode nuevo oír los tonos de un llanto ahogadode nuevo tener su sombra la sombra de un jugador de azar

Nuestras vidas son como la noche y el díahasta luego estrellas pájaros labios de mujerhasta luego muerte bajo espino floridohasta luego adiós hasta luego adióshasta luego buenas noches y buenos díasbuenas nochesun dulce sueño

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Víteszlav Nezval: antilírico

. Exterior, día. Es un mediodía de primavera. El sol brilla ra-diante. Acodados en el barandal del Puente de las Legiones, vemos a gruposde jóvenes que alegremente conversan. Tienen una actitud despreocupada.Poco después se dirigirán a una (como se llama en checo la taber-na) y beberán litros de cerveza y comerán salchichas y la plática estará sal-picada de proyectos, de bromas, manifiestos, de poemas dichos al azar. Losbaña la luz de un nuevo siglo y viven en Praga, cruce de camino de todaslas vanguardias. La toma se cerrará hasta el punto en que la cámara enfo-que en el rostro de uno de ellos. Mofletudo, robusto y volátil: unamasa de energía creativa a punto de explotar. Es un mago de la palabra, ensus manos las naranjas se pueden convertir en estrellas, y en las noches susdedos sacan notas al acordeón y puede hacer que una persona entre poruna puerta en un cuarto y desparezca por un armario, o que del sombrerode copa en lugar de conejos salten versos encendidos. Le gusta frecuentarclubes nocturnos y componer himnos a las hermosas mujeres. Se llamaVítezslav Nezval. Destaca entre todos ellos por su vitalidad. En la composi-ción de esa escena lo acompañan Teige, Styrsky, Biebl; unos poetas, otrosteóricos de la palabras y las imágenes. Son los años veinte, la primera repú-blica checa, fundada por Masaryk, vive un ambiente de prosperidad, cosmo-politismo, tolerancia y madurez intelectual. Pronto esos jóvenes estableceránuna hermandad con sus compañeros de aventuras estéticas que habitan otraslatitudes. Acompañarán a Breton, a Eluard, a Soupault, en la aventura su-rrealista.

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De pronto, Nezval da un pasoal frente, parece que caerá, redondocomo es, en el vacío para sumergir-se en las aguas del Vlatva, pero flo-ta en el aire como los personajes deChagall. Así imagina sus poemas ycanta al nuevo mundo, como lohizo su compatriota Dvorak en lamúsica. Él realiza la misma hazañaen su poema “Edison”, sin olvidarsu antigua tradición eslava. La poe-sía checa, la poesía en general, ya nosería la misma después de que susdedos compusieron versos que ins-tauraban otro orden mental que seatrevía a establecer alianzas de pa-labras y conceptos más insólitos. Li-bertad del pensamiento, libertad deldeseo, automatismo y encarnaciónonírica de la poesía, todo eso y máslogró Nezval. La época de su juven-tud hervía de ideas nuevas, de em-peños de renovación y búsquedas y de hallazgos. En su madurez diría: “Fui-mos los testigos de una época en la que difícilmente se creerá dentro de cienaños.”

Vítezslav Nezval nació el 26 mayo de 1900, en Biskoupky, pequeñopueblo de la Moravia occidental, rincón del país por el que él sintió un grancariño toda su vida. Pasó allí todas sus vacaciones hasta el fallecimiento desu madre, en 1951. La madre de Nezval era de origen campesino; su padre,hombre muy cultivado, tenía gran afición por la música, al extremo de quetomó clases con el famoso compositor Leos Janacek. Un tío abuelo de Nezvalhabía sido un excéntrico fabricante de herramientas y se ganaba la vida co-mo empleado en la compañía de telégrafos. Había viajado y hablaba variaslenguas. Era “mitad científico, mitad poeta”, así lo calificó más tarde Nezval.

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Padre y tío ejercieron gran influencia en el joven Nezval, pero ese apego asu lugar natal también dejaría una huella muy profunda en su futura crea-ción artística, pues tuvo un oído atento a un habla campesina que le aportóun vocabulario y un ritmo especial, elementos muy importantes en su poe-sía. Los padres lograron inculcar en su hijo un gran interés por la literatura,la música y las canciones populares. A la edad de once años, Nezval aprobóel examen para ingresar al Liceo de Trebic, ciudad situada a unos sesentakilómetros de Brno. En Trebic, el futuro poeta escribió sus primeros borra-dores de obras de teatro. Su estudio, donde vivía, le sirvió como lugar parallevar a cabo las representaciones, en las que hizo participar a sus compa-ñeros de clase, inventó cuentos de hadas y les hizo recitar monólogos. Tam-bién aprendió a tocar piano e intentó componer música. A la edad de 15

años, el joven artista comenzó a interesarse intensamente en la poesía. A par-tir de los 16 años empezó a escribir sistemáticamente poesía, y se entregó ala lectura de los poetas calificados como decadentes; conoció así la obra deKarel Hlavacek, Otakar Brezina, Jiri Mahen. Su curiosidad enciclopédica lollevó al descubrimiento de los autores franceses. Nezval se sintió particular-mente atraído por las novelas de Balzac, de Zola, estupefacto por Ch. Bau-delaire, A. Rimbaud, G. Apollinaire. Al finalizar los años veinte, publicó susprimeros poemas en la revista estudiantil (Svitani). Al concluir subachillerato se inscribió en la Facultad de Derecho, de Brno. El medio aca-démico no convenció al poeta. Una sensación de soledad lo invadió. El sueñolo abandonó y Nezval pasó sus noches en blanco tocando el piano y la lira.

En marzo de 1918, cuando la Primera Guerra mundial se hallaba en suetapa final, la Gran Guerra, como se le conoció entonces, el joven poeta fuellamado para que se enrolara en el ejército. Fue rechazado por sufrir unaenfermedad en parte real y en parte simulada. Después Masaryk, un eminen-te filósofo checo, fundó la república, la primera real democracia en la Eu-ropa central. Esa democracia permitió el debate de todas las fuerzas políticasy se discutió la futura orientación del Estado recientemente creado. A partirde lo que el joven poeta había observado en los barrios proletarios de ciudad,como la mayor parte de los artistas e intelectuales de la época, su posiciónpolítica giró hacia la izquierda e ingresó en el Partido Comunista, en 1924,en el que permanecería hasta sus últimos días. Al año siguiente, rindió home-

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naje a la obra de su camarada y amigo, el poeta Jiri Wolker, que había fa-llecido algunos meses antes, con su libro (Wolker,poesía y verdad).

Insatisfecho de Brno, se mudó a Praga donde ingresó en la Facultadde Letras de la Universidad Carolina. El primer contacto con la capital delpaís lo desilusionó. El ambiente era sórdido. El malestar del poeta tenía suorigen en el hecho de que se había instalado en la ciudad en uno de los ba-rrios populares más sucio, sombrío, desangelado. No había lugar para laalegría en ese lugar de vida tan precaria. Lo impresionó ese cuadro de aban-dono en el que vivían los obreros. La nueva Checoslovaquia era un país muyindustrializado que no escapaba a las injusticias sociales. Sólo hasta que em-pezó a recorrer la ciudad y a maravillarse con su iluminación nocturna, acontemplarla desde los muelles, a vivirla en camaradería con un grupo dejóvenes que compartían sus mismas inquietudes artísticas y políticas, fue en-tonces que se prendó de la ciudad. Praga se convertiría así en la inspiracióneterna de su poesía.

La revolución política tuvo su contraparte artística. Los clarines de lavanguardia tuvieron la misma sintonía en toda Europa, y Praga no podía serla excepción. Nezval publicó su primer libro (Most) a los 22 añosde edad. El mismo año, el poeta debutante se adhirió al grupo Devetsil y sehizo así amigo de los artistas de vanguardia. En torno a Devetsil se agrupa-ban jóvenes como Jindrich Styrsky, Jaroslav Seifer, Karen Teige, FrantisekHalas y Toyen (Marie Cerminova). Conjuntamente con Karel Teige, lanzaríael , en 1924. Nació así el “poetismo”, al mismo tiempoque para promover este movimiento se fundaba una editorial con el nombre“La colección revolucionaria”, que hacía circular libros de poemas, ensayosy manifiestos. El Manifiesto de los jóvenes checos coincidió con el lanzamien-to del , de André Breton. Fue entonces normal que, añosmás tarde, Devetsil sirviera de plataforma para la conformación del primergrupo surrealista de Praga.

El Poetismo era la negación radical de un pasado. Esta propuesta estéti-ca se contraponía a la “poesía literaria” y proponía “un nuevo arte quedejaría de ser arte” (según Nezval), y se convertiría en “el arte de la vida”,“el arte del ser vivo y la vida viva” (Teige). En su , Teige procla-

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maba sus intenciones: “Hay que exigir ante todo la pureza absoluta de lapoesía. No permitir que sea aplicada a ningún fin extraestético. Elaborar laforma en el espíritu de la función y del objetivo del poema, no para hacer-lo comprensible por la razón sino para darle un máximo de poder emocionalal medio de una eficaz psicológica máxima. La poesía de la Edad Mediasirve para poner en versos y en rimas los conocimientos de diversas disci-plinas científicas. Es solamente en el marco de nuestra civilización que ellapuede hacerse mayor, pura, absoluta, sin otro objetivo que el de satisfacerpor el lirismo la inmensa sed humana.” Y no dejaba dudas sobre las inten-ciones de los escritores y artistas de Devetsil: “Intentaremos no renovar, sinoinventar formas nuevas. Los mundos nuevos, las reacciones nuevas, los ecosdel subconsciente, la imaginación del subconsciente, los parajes inexplora-dos, infrarrojos y ultravioletas, los espacios blancos sobre el mapa de la es-tética, atraen nuestra atención y excitan el ingenio creador para nuevasexperiencias.”

Los años treinta, los de la década bárbara, fueron de gran agitación po-lítica. El ascenso del fascismo estuvo acompañado de violencia. La repúblicachecoslovaca no podía quedar a salvo de esas conmociones ni por su ubica-ción geográfica ni por su desarrollo industrial. La Gran Depresión del año 29

desencadenó en el país de Nezval luchas obreras, particularmente en el sec-tor de la explotación de carbón.

1932 es el año del primer Congreso de Escritores Soviéticos en Moscú.Para Nezval, su fe no se perdió en Moscú, como le sucedió a André Gide,sino al contrario: el poeta se volvió un escritor militante. Ese mismo año, Nez-val viajó a Francia e Italia. Su recorrido por ambos países dejó una profun-da huella en él. De ese viaje resultó su libro . El poemaque le da título al libro pasó a formar parte de la memoria colectiva delpueblo checo y se ha utilizado como oración fúnebre en más de un sepelio:

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Es en los años treinta cuando se despliega la mejor etapa de su poesía.En 1930 aparece (Los poemas de la noche), que incluye poemastan novedosos como “Edison”, publicado por primera vez en 1928, y que esuna visión poética mayor, cuyo centro es la lucha del hombre contra la na-turaleza; en él se reflejan sus preocupaciones. El poema busca ser tambiénun himno a la vida que transforma el trabajo en poesía y que penetra hastael subsuelo del mundo moderno:

Al referirse a la obra de Nezval los críticos checos han destacado su grantalento para la versificación: combinaba metros, su oído le permitía jugar conlas acentuaciones de modo que los poemas adquirían gran musicalidad. Ypodía sostener grandes tiradas de versos, apoyado en la enumeración, siguien-do un ritmo sincopado. El verso libre se desplegaba sobre la página en blancosin apartarse de las necesidades rítmicas de la poesía y jugaba con neologis-mos y metáforas sorprendentes. Fue el gran mago de la poesía y el antilíricoque no se permitía caer en el sentimentalismo. Muchos de sus poemas searmaban como verdaderas cajas de sorpresas en las que el lector iba extra-yendo los significados más insólitos. Su creatividad parecía no tener fin. Suposer sublime y prosaico, arrebatado y melancólico, nuevo y antiguo.

Su experiencia con el surrealismo le permitió traer a la superficie lo que

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la vida consciente y racional man-tenía oculto. Su lógica en el poemaobedecía a los dictados de su imagi-nación y su encanto reside en hacerlegible lo que nos puede parecer ab-surdo. En Praga se cuenta entre losresponsables que en 1924 divulga-ron el Manifiesto surrealista. Y en ladécada de los veinte renueva su inte-rés por el teatro y participa comodramaturgo en el teatro liberadorque había fundado Jindrich Honzl.Esta actividad lo llevó a entrar encontacto con las obras de Jarry y losdemás escritores surrealistas. Sou-pault y Breton viajaron a Praga y es-tablecieron una gran camaraderíacon sus contrapartes checas. Pintorescomo Styrsky y Toyen emigraron aFrancia y se incorporaron activamen-te a la vida artística de París. En1931 se presentaron en Praga exposi-

ciones de pintura de vanguardia en cuya organización tomó parte Nezval,jugando un papel muy importante como promotor de una nueva estética enlas artes plásticas.

En la segunda mitad de los años treinta publica dos de sus libros más des-tacados en los que se manifiesta la creación de una voz propia, una expresiónpoética que sólo puede pertenecer a Nezval, una voz totalmente nezvaliana,como lo expresan versos que nos dan su informe personal de la ciudad ama-da, lugar de su funambulismo poético. En 1936 es el año de la aparición de

(Praha s prsty deste), en él la imaginacióndel poeta se concreta de una manera inédita al expresar los sentimientosque puede inspirar Praga, los aspectos más emocionales de la ciudad:

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A finales de 1938 publica (Prazsky chodec), dia-rio en versos en el que Nezval consigna sus paseos a través de esta “ciudadde las maravillas”. Libro intensamente poético, revelador del mundo interiordel autor que aspira a vibrar al unísono con los miles de habitantes de la ciu-dad; el libro pertenece al periodo en el que su país vive ya amenazado por laAlemania nazi y convoca a sus semejantes a cantar a su ciudad y defenderla.

Nezval se convirtió en un activo militante de la causa antifascista. Hizocuanto pudo para convocar a la resistencia contra el fascismo y el nazismo.Escribió versos, discursos y artículos. Pidió ayuda para los españoles que lu-chaban contra los militares rebeldes que habían decidido acabar con la repú-blica, participó en el Congreso Internacional de Escritores para la Defensa dela Cultura.

El escritor ruso Ilya Ehrenburg atacó a los surrealistas, pero él salió ensu defensa; en compañía de Teige escribió un manifiesto. Los antiguos poetis-tas, ahora devenidos surrealistas, se presentaban a sí mismos como miembrosde un movimiento surrealista internacional. Por eso, decían, habían fundadoel Grupo Surrealista de Checoslovaquia y no dejaban de mencionar que iban“de la mano con el proletariado revolucionario”. Pero el poeta Nezval no seapartaba de su compromiso político y se sintió en la obligación de informarsobre su decisión al Comité Central de Propaganda del Partido Comunista.En el futuro, su fidelidad al Partido lo apartaría de los surrealistas france-ses, sobre todo de Breton, pero antes de que se llegara a ese extremo, che-cos y franceses convivían muy estrechamente en la realización de toda clasede proyectos. Las visitas de Breton y Eluard a Praga habían estimulado la

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publicación de nuevos libros y revistas, el montaje de exposiciones de artey obras teatrales.

La segunda guerra mundial interrumpiría tan fructífero diálogo y la pos-guerra traería la ruptura.

Los comunistas aprovecharon los sueños de utopía y la situación con-fusa que se dio en Checoslovaquia para desalojar del poder a quienes no co-mulgaban con su credo. Para la mayor parte de los intelectuales, los que sehabían incorporado al Partido Comunista, había sonado la hora de la cons-trucción del socialismo. Al inicio de la instauración del nuevo sistema de go-bierno, Nezval se vio expuesto a los ataques, junto con sus compañeros deaventuras estéticas (algunos de ellos no soportaron la presión y prefirieron elsuicidio), de quienes pregonaban una ortodoxia artística dictada desde Moscú:la imaginación poética se había convertido en una amenaza para el proletaria-do, lo mismo que la creación en libertad. Algunos compañeros de Nezvalsufrieron represión o marginación. Él, tristemente, abandonaría su pasadorebelde para amoldarse a la nueva situación. Se convirtió en un privilegia-do del sistema, en “Artista nacional”, recibió honores de la cultura oficial y,como no podía ser de otra forma, escribió sus versos de elogio a Stalin. Aun-que, como recuerda Ivan Klima, en los duros y oscuros años de la represiónestalinista tuvo el gesto de volver a publicar toda su obra de la preguerra; paralos jóvenes de entonces, agobiados por la grisura y mediocridad del realismosocialista, esa poesía de Nezval “tuvo el efecto de una agua viva, de un ines-perado e increíble oasis”. Siguió muy activo en la escena cultural y viajó denuevo a Francia e Italia; su poesía abandonó el riesgo y la aventura a favorde las notas propagandistas. Lejos habían quedado los años de arrebato van-guardista y desafío. No volvió a escribir nada importante después de su ad-hesión a la cultura oficial.

En 1954 se le presentaron los primeros malestares cardiacos que termi-narían con su vida. Nezval murió repentinamente el 6 de abril de 1958. Dejóinconclusas sus memorias. Sus restos reposan en el cementerio de Vysehraden Praga, una especie de rotonda de los hombres ilustres.

Veinte años han trascurrido desde que el país de Nezval vio con pasmocómo se esfumaba la pesadilla del comunismo, muchos de sus compatriotasno le perdonan aún el “pecado original” que compartió con poetas y artistas

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de todo el mundo, sus contemporáneos. Algunos han llegado al absurdo deignorar la importancia de su obra poética, pero afortunadamente escritoresde mente lúcida y gran solvencia moral y estética, como Ivan Klima, antepo-nen a cualquier juicio político la validez de una poesía que se cuenta entrelo más notable del legado literario de la cultura checa del siglo .

Recuerda Klima que, cuando Nezval murió, en la revista juvenil, ,en la que él participaba, en lugar de redactar un obituario en el que hubierantenido que ocuparse críticamente del gran contraste entre su obra escrita an-tes de la Segunda Guerra Mundial y la que publicó durante la posguerra,prefirieron incluir un poema que revelaba con nitidez su verdadera actitudhacia la vida:

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Desenlace sobre Tlalpan en día de clásico

Dicen que hay que estar muy pendejo para meterse con El Mascot. Hay queser el más grande de todos los pendejos para meterse con la mujer de ElMascot. El problema es que, según cuentan, ella le afloja a cualquiera. Y “cual-quiera” somos muchos. ¡Yo paso! Con mi Lupe y sus chichotas nos basta ynos sobra a mi hijo recién nacido y a mí. Pero vámonos entendiendo a vueltade rueda, lento como en hora pico.

¿Dije hora pico?¡No mames! Siempre es hora pico en esta ciudad y más sobre Tlalpan.

Pinches traficales interminables a todas horas. Ya somos un madral de mexi-canos. Lo que pasa es que a todos nos dijeron desde niños que tener cochete convierte en lo más cabrón que hay en el mundo. ¡Pues sí! Pobrecitos de no-sotros los microbuseros, nos toca transportar diario a los jodidos sin automóvil.También es cierto que todos nos despertamos en la mañana con el pájaro du-ro y viendo nomás a qué hora y entre las patas de qué gata meterlo y sacarlo.Así le pasa a mi cacharpo. Es joven el güey. Oséase, en otras palabras, estábien pendejo. Hace una semana venía sentado aquí a mi lado cuando me di-jo que le había echado el ojo a una morra que ya estaba escupida. Yo le dijeque aguado. No sabía que la mujer de quien me estaba hablando era la fun-da del demonio ése al que todos llaman El Mascot.

A mi cacharpo le tengo chorros de cariño porque es uno de los hijosque mi compadre dejó en el mundo. A mi compadre, dios ya lo tiene en susanta gloria. Murió hace dos años manejando su unidad, iba sin pasaje y co-mo alma que lleva el diablo cuando se le cruzó una de esas camionetas blin-

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dadas de La Panamericana. Salió volando por el parabrisas. Fue sobre Tlal-pan a la altura de La Obrera. Le mandamos poner una cruz negra con sunombre y dos fechas. Luego los de la delegación llegaron y quitaron la cruz.Quesque no está permitido poner nada en el acceso a un paso a desnivel. ¡Hi-jos de puta vieja! Como si uno pudiera elegir el lugar donde lo van a matar,como si mi compadre hubiera podido escoger entre qué calles lo iban a man-dar al otro piche mundo. Con dinero de mi bolsillo pagué otra cruz negra consu nombre y la volví a poner ahí. En esa esquina sin prostis. La volvieron aquitar. Puse otra. Ésa ahí sigue. A ver quién se cansa primero. Nunca falta elpasajero estúpido que me interrumpe el padrenuestro cada que paso por lacruz, ya sea de ida o de vuelta. Extraño un montón a mi compadrito. Mi ca-charpo heredó sus cejas de azotador, lo caliente y la facilidad para metersecon quien no debe. Se compró un teléfono con cámara y me pidió que le to-mara unas fotos. El güey se ponía en pose, como si fuera uno de esos cholosmatones que salen en la tele. Luego se puso un brillante en la oreja y se hizouno de esos peinados de rapero pendejo. Dice que está ahorrando para tatuar-se una calaca con el nombre de su jefe. Este idiota se está disfrazando paraandar en quién sabe qué pedos, pensé.

Dicho y hecho.Yo diario le recomiendo que no premie a ninguna de sus novias. Échase-

los en la panza, le digo. Él se ríe. Cree que de esas cosas no sé. ¡Pobre pende-jo! Yo podría ser su papá. Ahorita traigo despanochada a la novia del Mascot,me dice. Hay que ser el más grande de todos los pendejos para meterse conla mujer de El Mascot. Le dejo bien claro que si se arman los putazos nocuenta conmigo. Y es verdad. Juré que ya iba a ser bueno y desde entonceslo he sido. Lupe sabe. Mi cacharpo viene bien contento en el estribo, con unapierna en el escalón y la otra flotando sobre la calle. Siente el aire en la caray se emociona, como perro. Me freno y él canta la ruta con su voz de niñogallo. Se la metí doblada a la vieja de El Mascot, me dice mientras se rascalas bolas, le gratiné el mollete, le medí el aceite, le maté el chango a puñala-das. No le cabe la sonrisa en la cara. Escupe hacia la calle. Yo le respondo quese deje de mamadas. ¡Apenas si te sabes limpiar la cola, pendejo! Lo mandopor el para que se le bajen los humos y se acuerde que arriba de la mi-cro soy su jefe, no su cuate ni su tío.

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Esa noche, mientras estoy entregando la unidad, se me acerca el cacharpodel Mascot. Flaco como el dibujo de un pobre. Tiene un arete de brillantitosen cada oído, los dientes chuecos y el mismo peinado de retrasado mental quemi ayudante. Ya no hacen a los chalanes como antes, pienso. Él me saludarespetuoso ofreciéndome un cigarro y lumbre al mismo tiempo. Me dice quea mi protegido se lo van a soplar si no le baja de huevos. Yo me hago del ojopendejo pero le aseguro tomar cartas en el asunto. Usted es chido, Don; perosu ahijado se está pasando de lanza con la edecarne de mi patrón, me dice elcacharpo de El Mascot al mismo tiempo que se aleja golpeándose el pechoy haciéndome letras con sus dedos. Aviento el cigarro por una coladera. Enotros tiempos lo hubiera apagado en el ojo del tarado ese.

Al Mascot le dicen así porque su papá era nada menos que El Mascota,un microbusero meco que siempre daba el rol acompañado de un perrote ma-cizo, dientudo y chiquitín que traía disecado a un lado del tablero. Ese señorfue de los primeros en hacer el servicio que conectaba a Ciudad Satélite conel D.F., era miembro de “Los Microbuseros Famosos”. Murió hace no mucho.De sus ocho hijos nomás uno le salió chafirete: el Mascot. Dicen que cuandose estaba tatuando en el brazo “Mascota” vio que no le gustaba el rayón, ma-dreó al dibujante y su tatuaje quedó incompleto. Sin la letra “a”. Sabrá diosqué tanto sea cierto eso. Antes operaba en la ruta que va de La Villa hasta Cha-pul. Los meses que a Paseo de la Reforma la invadieron los perredistas,todos los vehículos tuvieron que tomar diferentes atajos pero él era el únicocabrón que se seguía metiendo por la calle principal valiéndole pito los cam-pamentos. Tiene fama de pitudo y traicionero. Yo la verdad sólo lo conozcode oídas. Pero todos esos güeyes son igual de ojetes. Clarito me lo imaginometiéndosele a los taxistas y dándole besitos a los bicicleteros.

¡No es cierto, sí lo conozco en persona! Ya me acordé que una vez loencontré con el cofre alzado. Acerqué mi unidad para ver si necesitaba ayu-da. Me pasó a sus pasajeros y tantán. Jamás me pagó el varo correspondien-te. Eran treinta y cuatro pesitos. Me acuerdo a la perfección de la cantidadpero de él apenas si ubico un rostro narizón y cacarizo. Yo pensé: éste no vaa durar. Pero más bien parece que los buenos microbuseros somos los queestamos en peligro de extinción. Desde que murió mi compa todo va de malen peor. La gasolina cada vez está más cara, los ratas ya no lo respetan ni

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a uno y están reemplazándonos entodas las avenidas grandes. Ya per-dimos Insurgentes, Reforma, EjeCentral, Xola. ¿Cuál sigue? La mier-da del Metrobús casi casi se mane-ja sola sobre su carril exclusivo.Ni siquiera trae cacharpo. Qué bue-no que mi compita no vivió para vercómo a los microbuseros de esta ciu-dad nos carga la gran chingada.

Anoche te vinieron a buscar,porfa bájale a tu desmadrito; le or-deno a mi cacharpo al día siguiente.Pero él me dice que no hay fijón,que él es El Campeonísimo y que ala verga todos. Habla por hablar. Pu-ras tarugadas dice. Aunque tiene ra-zón en algo: nos vamos a la vergatodos vía Calzada de Tlalpan. ¿Quiénsube? Yo lo llevo. Desde Te Em-pino Suarez hasta Xochi, pasandopor Salvador Cano, el Telas Jalamos,Colonia Obrera, General Canalla y Taxqueña, Xo te pingo, Aztecañedo, Iza-zaga, mentadas a lo cabrón, putos de San Antonio Abad, putas de Xola yputos de Ermita. Mi palanca de velocidades se queja dando sus mejores es-fuerzos, como una vieja que chilla porque ya no le cabe tanta verga. Avanzotransportando pendejos hasta sus domicilios, empleos o novias. Soy como elcabrón al que le toca repartir las barajas. Bajan y suben, suben y bajan. Nohay de otra. Mis manos apestan a moneda. A veces dormido sigo escuchan-do el timbre. Me gusta cuando amanece sin tanto smog y se alcanzan a verlos volcanes a lo lejos. Me gusta cuando el calor que sale de los autos mareael paisaje, como si entre todos trajéramos una borrachera chingona.

Pasan los días y mi cacharpo sigue presumiéndome las posiciones enque se está empinando a la fulana esa, juro que la sonrisa se le va a salir de

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la cara. ¡Pinche drogadicto! Le valieron ñonga mis advertencias, en la bolsa delpantalón trae un chon que la vieja del Mascot le regaló. Le digo que me lodeje oler pero dice que no porque se le desgasta.

A la altura de Eje 6 alcanzo a ver a lo lejos la unidad del Mascot. Me leacerco poquito y alcanzo a leer su estampa que dice “Mascota” con la letradel final tachoneada. También tiene pegados varios logos de la pendejada esade Club América. ¡Es águila, el desgraciado! Por suerte viene hecho la ma-dre. No quiero cruzarme con él. Le prometí a mi vieja que ya no más broncas.Pienso en el culito fiestero de mi Lupe. Mi Lupe apenas tiene veinte años,le llevo varias caguamas de ventaja. Yo bajo la velocidad y me hago bien güeyen un puente peatonal, haciendo base como sin querer queriendo. Mi cachar-po aprieta los dientes y me dice que le meta, que no hay pedo. Le subo elvolumen a mis cumbias y lo ignoro. Avanzando lentísimo recojo a un par depasajeros. Freno en cada una de las estaciones haciendo tiempo, recogien-do pasaje, dándole chance a los sidosos de que vendan sus empanadas y alos guitarristas malos de que le hagan al . Después de un rato mevuelvo a meter a la horota pico sin fin.

Al día siguiente mi cacharpo ya no viene tan sonriente. ¡Qué bueno! Alparecer la mona esa no se dejó meter la riata anoche. Quesque porque quéva a decir la gente. Pinche puta, le grito. No hay peor gata que la arrepenti-da, ya mándala a la ñonga. ¡Calientahuevos! Esa palabra no viene en ningúntumbaburros y es peor que ser americanista o ratero o gringo. Mi cacharpome dice que de todas formas hoy se la va a tronchar así llueva o truene. Yomiro al cielo y está azul y clarito. Habiendo tantas viejas, le digo: acuérda-te que chichis sobran porque vienen de dos en dos. Búscate una sin noviomicrobusero, son de las que más hay. Él me sonríe y se columpia de la puer-ta atrayendo pasaje. ¡Es galán mi cacharpo! Me gustan sus cejitas pobladas.Idénticas a las de su jefe, mi compa. Un vendedor de mazapanes me pidepermiso de subir. Le pregunto que quién viene adelante y me dice que acabande pasar El Cheque, El Rul, Toñito Toriz y El Mascot. Tres americanistas yun puma: no está el horno para bollos. Le devuelvo su dinero a mis pasaje-ros y me meto en la fila de micros haciendo base en Salvador Cano. Mi Lupeme prometió dejarme probar la leche de sus tetas.

Ayudado por los vendedores de caramelos asoleados consigo no tener que

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compartir Tlalpan con El Mascot. El sábado trabajo medio turno. El domingodescanso. El lunes a la altura de La Luna pasa a mi lado, veloz como pedo, launidad de El Mascot. Alcanzo a ver que en su defensa trae atornillada la cruznegra que mandé a ponerle a mi compadre ahí donde me lo machucaron.

Me quedo pensando qué hacer. En la base le pido a mi cacharpo quese largue directito a su casa, que me salude a su mamá. Le doy el doble depaga y le suplico que no se lo gaste en chingaderas. Busco entre las microsestacionadas. Me comenta el encargado que El Mascot es de los que se siguenhasta La Noria. Quito mis letreros del parabrisas y con ambas puertas cerra-das voy hasta La Obrera. Todo en mi unidad cruje, parece que en cualquiermomento se va a desarmar mi vehículo. La cruz de mi compadre no está. Com-pleto mis vueltas de ese día. A cada rato observo la estampa del Sagrado Co-razón pegada al lado de mi velocímetro. Chucho me mira señalándose elcorazón, como si quisiera que le soltara un madrazo. Esa noche ya con quiénchingados sabe cuántos rones encima me encabrono en serio. Entiendo quelos de la delegación quiten la cruz, es su chamba. Pero qué clase de hijo deputa arranca la cruz de un muertito. Hay muchas cosas que ya no entiendo.Una cruz es lo más sagrado que existe. Y ese perro la arrancó y la puso ensu defensa para retarme. Tlalpan ya no es de nadie. Hasta Lupe se da cuentade que me está cargando la chingada. ¿Qué traes, Esteban?, me pregunta envoz baja. Ya te dije que nada, chingadamadre; le respondo mientras le suboel camisón hasta el ombligo. Cogemos a un lado de nuestro hijo. Dios me-diante no me salga mongol.

Para no hacer el cuento largo (aunque cuando uno dice eso está hacien-do la historia más larga de lo que ya era), al día siguiente me topo de nuevoal ojete del Mascot avanzando con prisa sobre Tlalpan, trae toda raspada lacruz negra de mi compa al lado de su placa de pendejez. Observo mis guan-tecitos de box colgando del retrovisor. Chocando entre sí. Clavo mi pie enel pedal. Metiéndome entre taxis homosexuales y coches manejados por pen-dejas maquillándose, lo alcanzo a la altura del chipote que hace Viaducto sobreTlalpan. No se puede pasar por ahí sin que la sangre no se te suba hasta lacabeza del pito. Los pasajeros empiezan a mamar la verga. Una ñora hastasale con la burrada esa de que no traigo reses. Me le emparejo a El Mascoty golpeando mi claxon lo mando a chingar a su jefa jirafa. Él se me cierra

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de golpe. Nuestras unidades se ro-zan. Tlalpan se transforma en mu-chas líneas y colores pasando hechasla chingada. Le digo a mi cacharpoque le pinte dedo pero él más biense esconde atrás de mí, sentado. Ledoy duro a mi unidad recordandomejores tiempos. No afloja las nal-gas, el culero de El Mascot. Me leadelanto sin hacer trampa. Lo veoen el retrovisor, justo detrás de mí.En ese instante suena el timbre.Vuelvo el rostro y una gorda horri-ble me está haciendo la parada.

¡Con una chingada, reputísima madre!Disminuyo la velocidad. El Mascot no se frena, se sigue de lleno esqui-

vándome. Escucho su bocina de Tarzán alejándose. Mi cacharpo se lleva am-bas manos a la nuca haciendo una doble mentada. Si no le metes la riata a suvieja yo te cojo a ti, le digo con una mirada. La obesa sigue descendiendo. Poreso me caga subir gordas y ancianos. Decido ya no ir tras del güey ese. No hayprisa. Siento una irremediable necesidad de ponerme hasta mis pinches hue-vos. Lo voy a hacer. Me pondré tan pedo que hasta mi próximo hijo saldráborracho del vientre de la Lupe.

Cuando llego a casa prendo la luz pero luego luego la apago. Mi viejaduerme abrazando a nuestro chamaco. Reconozco las cejitas pobladas de micompadre en el chilpayate que ella envuelve fuertote entre sus brazos. Pelliz-cando el borde de la cama, brindo por eso.

Los próximos cuatro días ni las luces de El Mascot mierdero. Vengo ca-zándolo, no sabe con quién se metió. Le voy a enseñar quién manda. Mi ca-charpo se dedica a lo suyo, cobra el pasaje, grita destinos y me consigue el

sin que se lo pida. Saluda de lejos a los diferentes encargados en cadabase. Me doy cuenta de que ya no anda tan salsita. Quítate esa mamada dearete, le ordeno, pareces la pinche Cenicienta puta. Se lo quita y me lo entre-ga. No sé si aventarlo por la ventana o regalárselo a una de las vestidas tem-

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praneras de San Antonio Abad. Ahora resulta que los malos usan joyería.¡Hazme el puto favor!

Domingo de América-Guadalajara.El único día del año en que no hay hora pico sobre Calzada de Tlalpan

es el día del clásico. Eso se debe a que el tráfico es tan culero que más biennadie avanza. La avenida entera se vuelve un bloque de coches parados ypobre pendejo el que tenga esperanzas de llegar temprano al nido. Los co-ches avanzan como gordas haciendo ejercicio y todas las unidades vienen hastasu madre de aficionados gloriosamente rojiblancos o putos de amarillo. Yo ven-go llenísimo de chivas. Hasta vienen cantando y colgaron sus mantas en lasventanas. Mi cacharpo se puso su camiseta y clavó una bandera bien marranaen el cofre. Avanzamos con una lentitud tan mamona que parece guasa. Nose me ha pasado el coraje contra el tal Mascot. Lo busco en mis tres espejostemblorosos. Si ganan mis chivas voy a ir por él a La Noria.

A la altura de Ciudad Jardín agarro un atajo que me evita mamarmeun tramo de autos atascados. Me evito como tres minutos de puta espera ysalgo a la altura del puente de División. Me cagan los pasajeros que se sacande onda cuando uno se aleja de la ruta. ¡Reses al matadero, jodidos mexica-nos jodidos! Apenas me clavo sobre Tlalpan noto que la unidad de El Mas-cot está a mi lado. Gruñe mi vehículo. Él lo nota y, así de camotes, apaga elmotor y se baja del pesero.

¡A huevo, principiante meado!Jalo a mi cacharpo. Pienso en los tres camisones diferentes que mi

Lupe usa. Los pasajeros del Rebaño Sagrado no dejan de canturrear susmamadas como si fueran argentinos. Lupe me dijo que si regreso al tambose larga con mi hijo a Tlaxcala con su mamá. Me detengo un momento. Cuan-do me excito me dan ganas de cagar. Aprieto las nalgas y mando a chingara su madre a Lupe y a su chamaco. ¡Tlaxcala me la pela! Ni está tan lejos.En el peor de los casos hago otro chilpayate con otra morra igual o más jo-vencita.

El Mascot se me queda viendo. Lo imaginaba más mamado. Más alto.Más ponchado. Es un enclenque, desnutrido y mocoso. También usa peina-do de pendejo. Ni siquiera tiene tatuajes en los brazos. Los otros autos apo-rrean sus bocinas. El sol está mamando la verga. Una mujer más fea que

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escupir en misa aparece de la nada. Detiene con besos a El Mascot. ¡Me ca-gan los pendejos que traen a sus viejas a dar el rol!

Alcanzo a escuchar que él le pregunta que cuál de nosotros dos es elmamila que anda diciendo cosas sobre ella. Ella nos observa sorprendida,noto que jamás ha visto a mi cacharpo en su vida. Él está escondido detrásde mí, la barbilla le tiembla. No hay calzón de vieja en su bolsa del panta-lón, sus dedos nunca olieron a chocho empapado. Apenas es un niño. ¿Cómopude ser tan ingenuo? Los pasajeros americanistas que vienen en la unidadde El Mascot se bajan listos para la hora de los chingadazos. Mis pasajeroschivitas hacen lo mismito. Antes de que pueda hacer algo se arma la campal.De todas formas estoy contento. Sólo el más grande de todos los pendejosse mete con la vieja de El Mascot y queda claro que el hijo de mi compitano es ningún pendejo. Un día mi unidad va a ser suya.

Pienso en mi mujer abierta de patas y en la promesa que le hice. Derepente Lupe cierra los muslos y El Mascot me suelta el primer madrazo. Al-canza a darme en una oreja. Yo respondo con un puñetazo atarugado que ElMascot esquiva fácil. Me mete el pie. Caigo redondito. El Mascot me pone va-rias patadas, ninguna en los huevos. Por lo menos es leal. Alguien lo empuja.Me retuerzo intentando levantarme. Alcanzo a ver a mi cacharpo alejado dela madrina, casi escondido. Ojalá que en medio del desmadre a la vieja de ElMascot alguien le esté poniendo una buena manoseada. Me pisotean un bra-zo. Grito y luego de eso apenas si alcanzo a escuchar las mamadas que estoypensando. Voy a tener que comprar otra cruz negra. A ver si de una vez pa-go varias y me hacen descuento. Si mi compadrito estuviera aquí nadie mepondría una mano encima. El cacharpo de El Mascot me levanta como si yofuera una moneda que se encuentra en el camino. Antes de darme un rodilla-zo en la panza, murmura algo que no entiendo. Se me va todo el aire. Veo rojo.Es mi sangre. Varias manos me sostienen para que El Mascot me rompa la ma-dre a gusto mientras a nuestro alrededor se va haciendo más grande la putizaentre amarillos, rojiblancos y granaderos de azul oscuro salidos de la nada.

El Mascot gana. Por cada golpe que me da, yo le miento la madre. Nopuedo defenderme, se lo prometí a mi tlaxcalteca hermosa. Cómo me gus-taría que las majaderías sacaran moretones.

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Diáspora(s): memoria de la posguerra

Diáspora(s). La Habana, 1993-2002.Grupo literario. Proyecto de escritu-ras alternativas fundado por RolandoSánchez Mejías (1959) junto a CarlosA. Aguilera (1970), Rogelio Saunders(1963), Pedro Marqués de Armas (1965),Ismael González Castañer (1961), Ri-cardo Alberto Pérez (1963), José Ma-nuel Prieto (1962) y Radamés Molina(1968).

El término diáspora (en griego an-tiguo, διασπορά, “dispersión”) defineel desplazamiento, normalmente for-zado o incentivado, de grandes masaspoblacionales originarias de una zonadeterminada, hacia diversas áreas deacogimiento. Que dicho término apa-rezca como nombre de un grupo lite-rario y posteriormente como título desu revista, con una letra “s” al final,entre paréntesis, denota en primer lu-gar que las zonas de acogimiento a quese somete la literatura son múltiples

y, en segundo, que en dichos trazosse alberga una marca plural de disen-sión escritural heterogénea.

Diáspora(s) no identifica su proyectocon causas nacionales —la consoli-dación de los cánones literarios, porejemplo—. Lo podemos pensar comonúcleo vanguardista, entendiendo lovanguardista, en palabras de PeterBürger, “como el intento de devol-ver a la práctica la experiencia esté-tica (opuesta a la praxis vital) quecreó el esteticismo”. Diáspora(s) in-tegra los dos aspectos fundamentalesde las vanguardias: la continuidad dela ruptura (sin desdeñar la influenciapoética de José Lezama Lima, el gru-po reivindica el contracanon origenis-ta —Virgilio Piñera y Lorenzo GarcíaVega— junto a Severo Sarduy, el másexperimental de los discípulos de Le-zama Lima) y la proyección política

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(contra el nacionalismo de Estado).No cuenta con apoyo institucional, portanto no inscribe su proyecto dentrode las directrices centrales de la po-lítica cultural del Estado, lo cual loidentifica con el ruso y cen-troeuropeo de la segunda mitad delsiglo . Además, al considerar quela poesía es un arma de combate (ellaes capaz de ejercer el terror) contrael totalitarismo, se está proyectandopolíticamente, lo cual es un rasgo in-herente a todas las manifestacionesvanguardistas. Es ya un lugar comúnseñalar que el objetivo de la vanguar-dia fue la integración del arte y la pra-xis vital, un presupuesto tan fuerte que,a casi cien años de su surgimiento enHispanoamérica, todavía encontrabaresonancia en esta zona de la poesía

cubana de la década del noventa. Tam-bién la ruptura con el modo predomi-nante de practicar la literatura volvióa ser otro de los gestos de la vanguar-dia que Diáspora(s) pasó a practicar,y sobre el que ha dejado textos poé-ticos, ficcionales y ensayísticos queconstituyen valiosas contribuciones ala relectura y reescritura de la tradi-ción. Diáspora(s) ha buscado en la di-ferencia sus propios precursores, y sulabor ha modificado tanto nuestra con-cepción del pasado como las posibi-lidades futuras para la escritura.

Según palabras de Carlos A. Aguile-ra, Diáspora(s) tuvo dos etapas: “unaque comienza en el 93 o 94, cuandoquería ser una mezcla de terrorismocon pedagogía”, y otra que se iniciaen 1997 con la publicación de la revis-ta , hasta 2002.En esta primera etapa se hicieron

, videos, cursos, lecturas pa-ra radio, charlas La veta vanguardistaaflora y los escritores de Diáspora(s)se plantean dos maneras formulariasde ubicarse en el campo literario, alafirmar que: Orígenes es diferentede Diáspora(s); Diáspora(s) es desi-gual a . Las estrategias de lu-cha por la expresión y la aceptacióndel proyecto pasan directamente porlas matemáticas, la forma más lógica

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y sumaria de proclamar y demostraruna ruptura. En 1995, Rolando Sán-chez Mejías publica, con el apoyo dela Embajada de Francia en La Ha-bana, la antología

laprimera en definir el territorio Diás-pora(s). En la producción ensayísticay literaria del grupo, el nivel del dis-curso es elevado y constante en su to-no, que no es rítmico, porque se alejabastante de la oralidad del coloquia-lismo, aunque tampoco es arrítmico,sino más bien, por momentos, frío. Lapoesía que escriben sus miembros noes coloquial, es conceptual, aunque amenudo ese conceptualismo y esa ima-gen se disfracen de reflexión civil, dereflexión histórica, de reflexión ,de reflexión estética. Inclusive Diáspo-ra(s) parece ser, más que un grupo,“una avanzadilla (sin)táctica de guerra”(así lo describe Sánchez Mejías en su“Presentación” del primer número dela revista): pura imagen vanguardista.

Diáspora(s) realiza lecturas en tea-tros, programas de radio, en formatode video, y también en el espacio Aglu-tinador, una galería de arte contem-poráneo concebida como autónomaen relación a la institucionalidad. Contodo esto, el grupo estrecha sus víncu-los intersemióticos: los artistas en la

revista, los poetas en el estudio, enla galería, en el escenario.

No es un secreto que el hecho deintegrar un grupo y publicar una re-vista manifiesta el modo de concebirla práctica artística que tenían estosescritores. En la llamada segunda eta-pa (1997-2002) participan todos los miem-bros del grupo, junto a colaboradoresafines estéticamente, o que compartenla misma línea política contra el secues-tro institucional del origenismo insti-tucional que el grupo de Lezama Limaha realizado en el imaginario literariode la isla. La revista asume la fun-ción de vehículo de comunicación deeste núcleo vanguardista, dándole voza través de ensayos y textos programá-ticos, difundiendo la creación indivi-dual de sus miembros (ruptura formaly discursiva), publicando textos de es-critores cubanos excluidos de la lite-ratura nacional por el nacionalismo deEstado (Lorenzo García Vega, Heber-to Padilla).

El grupo tiene un pensamiento di-sidente, y sus discursos poéticos y en-sayísticos poseen un alto poder dedemolición, como lo atestigua el im-portante grupo de ensayos de Rolan-do Sánchez Mejías, Rogelio Saunders,Pedro Marqués de Armas y CarlosA. Aguilera, respectivamente, publica-dos en la revista: “Olvidar Orígenes”

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y “El arte de graznar”, “El lenguaje yel poder”, “Orígenes y los ochenta”,“El arte del desvío”. Con los ensayos,sus autores llaman la atención sobretemas que hasta entonces no habíansido abordados en los medios oficia-les de la cultura nacional: el fascismo,la violencia, la locura, el totalitaris-mo, la relación conflictiva con la tra-dición poética nacional.

El grupo crea su propio modelo dereflexión, volcado a la discusión de larealidad que lo motiva y crea su pro-pio vehículo de divulgación de ideas,en casi su totalidad provenientes deotros contextos: Roland Barthes, PierPaolo Passolini, Maurice Blanchot, Gi-lles Deleuze, Jacques Derrida, JosephBrodsky. Esto muestra que mantienenuna postura creativa ante la tradicióny también una postura crítica, en lacual el sentido mismo de la tradiciónes evidente.

El tema mejor desarrollado es la re-sistencia al nacionalismo, que traspa-sa todos los géneros practicados porestos autores: ,de Carlos A. Aguilera;

, de José ManuelPrieto; , de Rolan-do Sánchez Mejías, entre las narrati-vas de más largo aliento, al tiempoque se apropian del prestigio de la

vanguardia estadunidense y europeade la segunda mitad del : John Ash-bery, Robert Creeley, Haroldo de Cam-pos, John Cage, Ernst Jandl, todosfiguras axiales de estéticas radicales,con lo cual muestran estar conectadosal ámbito internacional y, a menudo,a la actualidad de ese ámbito, contri-buyendo a la revitalización del actode lectura e interpretación.

Vistas desde Cuba, las últimas cin-co décadas han venido siendo cada vezmás de ruptura entre los poetas cuba-nos y Europa. quiso reesta-blecer esa conexión, aunque se tratade una conexión asincrónica en su ca-si totalidad. No obstante, el grupo hatenido un papel importante en el cursode la estética neovanguardista en lapoesía cubana de los últimos veinteaños, al tratar de ser un campo deejercicio de la libertad y abrir un pe-riodo de tensión generadora en la vidaliteraria (la existencia del grupo, la re-vista) y en las formas de escribir poesíaen Cuba; trata de imponerse con unmodo de ruptura que llega al antago-nismo, de ahí que haya sido margina-do institucionalmente. En la tradicióncubana, innova con la visualidad norepresentacional del poema impreso,trabaja con cierto formalismo algunoselementos internos al poema como lasintaxis, la fonética y la métrica.

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En el plano político, se sitúa al mar-gen del ámbito institucional y sostie-ne una relación agónica con el canonorigenista, propuesto como instanciasuprema de profundización en las raí-ces de la nacionalidad. En el grupoOrígenes no sólo encarna el ideal poé-tico de la nación, sino además, paraDiáspora(s), Orígenes es también elhábitat de Lezama Lima, el fantasmaderrideano que hay que exorcizar pa-ra conjurar el peligro de la influencia,aunque lo acepten como matriz formale ideológica de la literatura cubana.

La resistencia a la representaciónautoritaria es central en la escrituramás vanguardista de Diáspora(s), quetambién postula la posibilidad de bus-car la literatura en otras zonas de latradición, mostrando enorme interéspor las llamadas “malas escrituras” dedos autores singulares de la literaturacubana, Virgilio Piñera y Lorenzo Gar-cía Vega, configurando así uncontracanónico que se inscribe en unatradición posvanguardista. La resti-tución de García Vega a la literaturacubana reconocida institucionalmentees también el resultado de la tentativade los escritores jóvenes de los años

ochenta de redefinir una tradición y ha-cerla intervenir en el presente, para de-fender una idea de la literatura, unaposición literaria, y para construiruna nueva figura de escritor. Así, Diás-pora(s) realiza un trabajo de asigna-ción de valor a esas zonas marginales,lo cual acaba por generar divergenciasentre el lenguaje que se distancia del

nacional y el limitado horizon-te de expectativas de la época. Bastaobservar la opción por el “desorden”a través de la fórmula propuesta en laprimera manifestación pública delgrupo.

¿Cómo construye su origi-nalidad? Nos referimos a un grupode grandes talentos literarios con unasólida formación cultural. Si bien lospropios autores insisten en la diver-sidad de sus poéticas, sus textos sontambién variaciones de un mismo te-ma, de obsesiones que conducen a unarelación entrañable, lo cual aporta den-sidad, profundidad y variedad a laposibilidad de entender la producciónindividual como obra de un único au-tor: el grupo. Los textos aquí reunidosfueron producidos en ese ambiente.

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Escrituras

El tren va a partir.

Breve filosofía del tren: .

Mis manuscritos en las piernas.

El recital en Matanzas va a ser insulso.

Mi hijo (como aquella vez) recogerá jazmines para el té, en el patio

donde el viejo poeta parecía un mujik elegante.

¿Cómo puede ser medida la soledad?

En el tren.

Es decir vas el tren golpeará el Tiempo se abrirá paso en

la costra de realidad y en su propia realidad es decir el tren será abolido

y tendrás tu cuota de soledad.

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¿Pero cómo explicar lo que es imposible explicar?

O mejor: “De lo que no puedas hablar mejor cállate.” ( .)

Amo de una manera especial a los gatos.

Eso es, saltar.

¿Pero cómo explicar lo del gato en relación con la idea que tengo del

salto y del tren?

Nada, que mi gato no será nunca tu gato.

Ya tú lo sabes.

No obstante: “Quien me oiga asegurar que el gato gris que ahora juega

en el patio es el mismo que brincaba hace 500 años dirá que estoy loco

pero.” ( .)

Entonces vuelves a saberlo pero de una manera novedosa a través de

otro viejo y voluntarioso filósofo.

Y así .

El viejo poeta también estaba harto.

Harto de las flores harto de su voz harto de su borrachera harto de

sus perversiones harto de parecer un mujik, en fin.

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Él fue en su tren.

Iba en tren con su cuota de soledad y a cada rato sacaba la botellita

y se empapaba la barba fracasada su conversión, etc.

Pero la soledad del gato es superior.

Es como la soledad de un tren solo.

Yo aspiraba desde niño a una conversión de mi soledad, es decir yo

amaba las cosas de otra manera.

Eso quiere decir que ahora las amo de una manera distinta de aquella

vez.

Por ejemplo en estos momentos puedo levitar pero no tiene sentido.

Bueno sí habría una conversión hacia afuera.

No sé cómo explicarles esto que para mí tuvo algún sentido.

¿Qué sentido hay entre el viejo poeta recitando y mi hijo recogiendo

flores?

Las flores estaban destinadas a un té futuro escapado para siempre.

Ya para entonces el viejo poeta estaría muerto.

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Muerto .

¿Y cómo explicar a mi hijo en su soledad actual?

Son tiempos difíciles, empezaría así.

La dificultad esencial de estos tiempos: la capacidad de levitar sin

razón.

En una callecita de Armenia vi levitar a un hombre.

Se levantó a unos 10 cm. del suelo.

Después se sentó y abrió una lata de cerveza que le ofreció un turista.

Parecía (el armenio) un dios maligno de cejas pobladas en una postura

de abandono pero en realidad.

Esa tarde ella me habló de mi incapacidad de amar.

Lo que es igual a mi incapacidad de conversión.

Esa tarde el pene colgaba como un péndulo en el espejo (esa tarde

fuera del Tiempo y no obstante era otra la realidad desde el punto de

vista de ella).

Corno era otra la realidad cuando el viejo poeta regresó en su tren.

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Iba dormitando.

La saliva le goteaba en su barba canosa.

Había leído unos cuantos poemas y había sido elogiado por un tropel

de poetas jóvenes.

Luego regresó en su tren.

Dormitando (¿muriendo?) contra la ventanilla.

Aquella tarde tuve una maravillosa conversación con ella.

. Estás incapacitado para amar porque tu realidad. (El pene

como un péndulo, etc.)

. Tú amas crees en la realidad pero tu soledad es .

(En la sábana su cuerpo vivo o sea en circunstancias en que esas palabras

tienen algún sentido.)

¿De qué sirve la prosa?

Hay un cuento muy didáctico al respecto.

En el convento de una selva un monje duda de la Eternidad.

Le parece muy largo ese tiempo.

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Entonces sale al bosque y ve un pájaro encantado.

Lo persigue hasta la noche sin resultado.

Opta entonces por regresar sin el pájaro.

Pero ocurre que el convento ya no es el mismo.

Todo ha cambiado casi todo ha muerto.

Imagínense que han pasado 20 años que le han parecido al monje un

par de horas.

Y yo me pregunto, ¿si hubiera capturado al pájaro encantado qué

hubiera sucedido?

Mientras escribo esto oigo a Szymanowski.

Es un compositor polaco lo que quizás explique su violín doloroso

Doloroso y como un pájaro encantado.

A veces la música es puro dolor pero al fin y al cabo eso no parece

tener importancia.

¿Es que en tiempos de desamparo también sobran los músicos los

prosistas, etc?

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Al subir el tren vi a la señora con su hijo hidrocéfalo de ojos verdes

como la muerte.

Nos sentamos cerca ella junto a él algo impenetrable divino una realidad

como una cripta entonces él cabeceó en un bostezo de extraña nobleza

(¿como la muerte?).

Pero al fin y al cabo la muerte no es ese problema.

Ella me lo hizo saber aquella tarde.

(¿Cómo decir lo que ella no quiso decir?)

No obstante algo se volvió vital torpe entre los dos y la imagen del

péndulo fue modificada hacia.

Lo supe al subir al tren.

Como lo supo el viejo poeta al subir al suyo, ya de vuelta, sabiendo

que aquello era la muerte contra la ventanilla más allá la realidad, etc.

Dentro del tren su soledad como el vacío perfecto, cuestión que

ignorábamos afuera al agitar las manos el tropel de jóvenes escritores.

La historia de la señora y de su hijo hidrocéfalo quizá sea la misma,

lo único que cambia son las circunstancias.

Como otra es la historia de Nietzsche loco en su tren.

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Otro filósofo viejo y voluntarioso.

Los bigotes enormes y debajo los labios secos.

Labios que murmuraban ininteligibles serenos y absolutos.

Tren de Turín a Basilea.

Una campesina lleva una cesta por donde asoma su cabeza una gallina.

El tren entra en el túnel de San Gotardo.

30 y pico de minutos de absoluta oscuridad en tren.

(¿Absoluta como la muerte?)

La gallina en uno de los instantes de los 30 y pico de minutos le da

por picotear contra la cesta es decir contra el silencio absoluto de la

oscuridad en tren.

Y en ese mismo instante Nietzsche canta su último poema.

El canto era tan intenso como la vida.

Porque Nietzsche ya había resuelto el problema de su vida y de su

muerte.

(Lo que se llama matar 2 pájaros de un tiro.)

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O sea de manera absoluta sin que mediaran los labios la gallina la

campesina el traqueteo del tren los 30 y pico de minutos es decir todo

lo de más acá donde tú y yo estamos mientras.

Una vez un niño le dijo a un amigo mío: Veo los bigotes que no tienes.

Entonces mi amigo miró a su gato tan distante en su interior (el gato).

Aunque éste sería su gato y no el mío ni el tuyo como ya pudimos darnos

cuenta.

De esta misma forma yo no puedo penetrar la historia de la señora y

de su hijo hidrocéfalo.

Será porque nuestros motivos para estar aquí presentes no son los

mismos.

Los ojos de la señora: inmensamente pequeños de esa falsa profundidad

que hay en los ojos de todos los viejos (incluidos los filósofos anteriores

y el viejo poeta ahora muertos de una manera absoluta).

Los ojos del niño hidrocéfalo: como la superficie de 2 verdes lagos

soñolientos casi inverosímiles ninguna prosa podrá narrarlos así que.

Ojos .

Pero es un tren lechero hacia Matanzas entonces sus ojos me observan

de una forma particular que no puede describir, es el precio que hay

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que pagar por la falta de absoluto en las palabras.

. Parece que va a llover.

. Sí, es posible que llueva.

(El hidrocéfalo señalando con la cabeza un par de nubes pendulares

y muy grises.)

. Qué bueno porque hace calor.

(¿Cómo decir lo que a la señora le da lo mismo decir?)

(¿Cómo decir lo que el hidrocéfalo no puede decir?)

(¿Cómo decir lo que el viejo poeta y los viejos filósofos no supieron o

no pudieron o no quisieron decir?)

El hidrocéfalo levanta su índice hacia el cristal bamboleando la cabe-

za con 2 lagos absolutos.

( .) Él toca de lo más bien el piano y usted

escribe ¿verdá?

Por los manuscritos los ojos cansados como la muerte (son tiempos

difíciles más o menos de desamparo) todo lo que por prosa acumulativa

era esa realidad que estaba frente a la señora y su idiota.

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( ). Él toca unas cuantas cositas de Mozart.

Entonces la risa la estupidez la saliva del idiota colgando de un

instante del Tiempo el índice aún enlazado al par de nubes grises y

pendulares.

. A ver mi’jo enséñale tus manos a este muchacho que escribe.

En un túnel de luz donde estamos vivos en la blancura real de una

intensidad tal que.

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Enciclopedia de una vida en Rusia

. En 198... viví una larga temporada en un pequeño pueblo, casi una, junto a un inmenso río. Por las tardes bajaba a su orilla y ganado por

la grandeza de aquel como mar inmenso, permanecía horas admirando labelleza del paisaje. A veces, durante un segundo largo, se me aparecían todoslos libros buenos que alguna vez escribiría: la exacta visión de mi futuro frag-mentado no en días, sino en las obras que habrían de aparecer bajo mi nom-bre. Restaba, entonces, la enojosa tarea de escribirnos. (En invierno una capade hielo de un metro de espesor sostenía el peso de camiones cargados detrigo y allí también estaba yo mirándolos, admirado de que no fuesen al fon-do: chofer, camión, granos.)

Vivir allí era como ocupar una en las afueras de alguna gran ciu-dad: en las afueras del mundo. Sabía que no lejos de Moscú habían cons-truido un poblado de para escritores leales al , donde estospasaban los veranos describiendo el vuelo del mismo urogallo, los mismosrosados amaneceres. Tan fuerte era esa costumbre de escribir en que,aún fugitivos del , declarados fuera de la ley, muchos iban a refugiar-se, desconozco por qué oculta razón, a . Solshenitzin, el terrible, ter-mina su espeluznante bojeo al en la de Rostropovich, elfamoso chelista. A. A. la bella vivió el fin de sus días en una como pequeña

, la “caseta de Komorova” que, según sus biógrafos, le proporcionó lapaz de una casa propia. En fin, toda la pléyade de escritores malos del

(Evtushenko, Mijalkov y uno malísimo: Bondarev) vivían en y co-

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mo gravados por ellas planeaban haciauna prosa cómoda, el vuelo del mismourogallo, los mismos rosados amane-ceres.

Quizás sobrevivan las par-ticulares (parece que el mismo Alexan-der Isaievich habitaba en los bosquesde Vermont), pero sostengo que el pe-riodo “ ” influyó negativamenteen la literatura rusa. (Para justificarse,algunos pushkinistas —con to-dos ellos— pintan el retiro de Pushkinen Mijailovskoe, durante el otoño de1825, como superproductivo, una tem-porada evidentemente “ ”. Y bue-no, si el mismo Pushkin…, es decir

hallamos huellas de “ ” también en el genio, etc.)Yo también atravesé mi periodo , y para ser francos nunca he

escrito más y mejor. Me levantaba de mañana…

. Son muy duchos los moscovos en . Anuncian a cada paso(escupo sobre esto y sobre lo otro) y en el lugar

apropiado de la diatriba emiten un chasquido de profundo desprecio, quees el impecable remedo acústico de una . Al contrario de lo que sepudiera suponer, no es mal visto, porque todos lo practican y es muy teatral.Una real —tan inocente—, un salivazo al césped, los pone al bordede la histeria; primero porque se trata del césped y son muy amantes de loverde y luego porque es muy “feo”. ¿Acaso no lo es también la falsa

sonora? ¿Qué crees tú de eso K...? ¿Y de la manera como cascan enlos cines pepitas de girasol y luego avientan la cascarilla?

. Observada desde el cielo por un espacio de tiempo que abarque si-

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glos, la mudará vertiginosamente de color atravesada por miríadas deseres, desbordada por un temblor de cultivo bajo el microscopio, que es elpaso de las épocas. (Pruebe a descolgar un brazo ocioso y pose el dedo de laProvidencia, la marca que señala, sobre un oscuro jinete mongol que a galo-pe tensa su arco y, a punto de soltar la flecha, descubre horrorizado la Pre-sencia Cierta y rueda muerto, de bruces sobre el pasto.)

La es la zona de bajas presiones donde cobró agua y vientos laHorda de Oro, el violento ciclón que arrancó de cuajo a la Rus de Kiev.Pero cuando la Horda se deshizo en jirones de impotentes tribus nómadas,hacia sus sabanas enrarecidas, fluyó la lava moscova y a paso lento —de untiempo medido por siglos— alcanzó las costas del océano , adjetivo que,del ruso, además de “pacífico”, admite ser traducido como “apacible”.

Colijo, entonces, que fue una sensación de calma, de fin del camino, laque embargó al primer explorador que avistó los límites de aquella otra

, vasta inmensidad azul. Idéntica abulia provoca la real vista desde laventanilla de nuestro tren: es interminable, vacía, desolada, sin alimento.

. En 1949 dos escolares de Hamburgo descubrieron la lenta marchade un glaciar junto al Elba. En algunos prevalece el errado concepto de queEuropa se extiende hasta los Urales, cuando en realidad es Asia la que al-canza las fronteras de Europa Occidental. Rusia, el , es un país asiá-tico, sólo que habitado por naciones de tez pálida.

II. Vale ampliar esta voz con la siguiente noticia sobre los hiperbóreosaportada por Cayo Plinio Segundo en su . En el libro IV,párrafo 89, leemos: “…detrás de estos montes y más allá del aquilón, hay (sies de creer), una gente dichosa llamada hiperbórea, que vive una edad de mu-chos años, celebrada con milagros fabulosos. Allí cree ser los quicios del mun-do y ámbitos extremos de las estrellas, con lumbre continuada seis meses,y un día de ellos perpetuo, no como dijeron algunos ignorantes desde elequinoccio de verano hasta el otoño. Sálesle a éstos una vez al año el sol, yestá, en solsticio, y pónesesle otra por diciembre. Región abrigada y de tem-ple, de grande felicidad y que carece de todo viento dañoso; tienen éstos porcasas las montañas y boscajes, y cultivan los dioses uno a uno y acompaña-dos. No saben de discordia y enfermedad, ni mueren si no cuando ya están

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enfadados de la vida, arrojándose los viejos de una roca al mar después dehaber comido y untándose opulentamente, y tienen este género de sepulturapor muy dichoso.”

. Para Nabokov, Oneguin, el de Pushkin, no es unen la pura acepción del término. En su traducción comentada de

(New York, 1956) cita las siguientes palabras de

…”, y agrega: “ ” Distinción

que nos parece equivocada, como dictada por el ligero matiz peyorativo quetiene la expresión para el oído ruso. No creo que el mismo Pushkin la acep-tara. Su dandismo era tan elemental como su respirar en francés, aunque talvez no imitase a Brummel en raspar la seda de sus trajes nuevos con el finde quitarles el brillo y llevarlos con natural desembarazo. Sus biógrafos tam-poco mencionan la invención de un nuevo tipo de hebilla para sus zapatos. Sinembargo acuñó una frase de singular importancia para un país frío, la exten-sión asiática: , de mayor peso y consecuencia que la inocentehebilla del bello Brummel. Un título de nobleza, la cruz de hierro que adap-taron quienes se preciaban de ser homos occidentales, los .(Técnicamente fue el primer y de

. No le bastó afeitar a los boyardos y vestirlos a la europea, sino que, lleva-do por un dandismo puro, metafísico, construyó una ciudad como quienencarga un traje a la medida.) Este desapareció a finalesde los años veinte en las profundidades del Gulag y reapareció intacto de en-tre las nieves durante el deshielo, bajo el inofensivo aspecto de losde Moscú, una tribu apache que envaselinaba el pelo y usaba zapatos de pun-tera; desertores todos de la Roturación de las Tierras Vírgenes.

Desconozco si Nabokov —otro genuino que por aque-lla época recorría los EU en un bella — se untaba y usabagafas de carey, sin embargo doy por sentado que conocía las memorias dePanaeva. Yo las leí porque dejó curiosos testimonios sobre las figuras que visi-taban su salón (un F.M. joven y perdidamente enamorado de la anfitriona,

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Turgueniev y Chadaev, redo-mados). Panaeva escribe que, de niña,vio a Pushkin en la Ópera. Nada pa-rece indicar que aquel evitara, comoNabokov asegura, “anything marked”.“Cierta vez compartía un palco de laÓpera con mis hermanas y una de mistías. Antes del último acto, en el pal-co vecino, ocupado por dos damas yun anciano, hizo entrada un caballerodelgado, muy pálido y de pelo rizado.Al momento noté en uno de sus de-dos una especie de dedal de oro queme dejó muy intrigada. Su rostro, ade-más, me pareció conocido. El caba-llero de pelo rizado bostezaba y seestiraba atento a los demás palcos,sin prestarle atención a lo que ocurríaen la escena, respondiendo sin ganascuando las damas le dirigían la palabra en francés. De pronto recordé dón-de lo había visto. Halé a mi tía por el brazo y le susurré: ‘Tenemos a Push-kin detrás de nosotros.’ No lo había reconocido porque era la primera vezque lo veía sin sombrero. Al rato Pushkin abandonó el palco y jamás le volvía ver. Ya de adulta supe para qué le servía aquel dedal. Se había dejadocrecer la uña del meñique y usaba el dedal de oro para protegerla.”

. Infusión barata y al alcance de todos, goza de una amplia popularidaden todo el . Está difundida la práctica de tomar con galleticas yconfitura casera. Su clara procedencia extranjera le salvó de convertirse, jun-to a la papa y el tomate, en cultivos siberianos muy nuestros. El buen loimportaban de Ceylán en cajitas rotuladas, paisajes de verdes colinas. El ma-lo lo trasquilaban pérfidamente en las montañas de Georgia. Moscovia no pre-

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sentó nunca grandes dificultades con el TÉ, al menos durante mi estancia enel país. Otras infusiones, menos inocentes, calificadas de manjares (

) eran mal vistas por las sombras de ineficiencia que arrojaban sobreel . Tuvimos un quinquenio de total ausencia de cacao en los dispen-dios. La Intendencia General organizó una amplia campaña de difamación ehizo imprimir un poster con estos versos de K.G. Chesterton:

Seguidos de una breve nota en negritas: Es bien sabido que el niño Ulia-nov amaba el , durante su infancia, etcétera.

. Como si yo me llamase y ella. Yo sabía cómo llevar una existencia falsa bajo esos nombres. Sólo de-

bíamos crecer en nuestra metamorfosis, saltar a la vida perfecta del tapiz ycontemplar desde allí la cifra de un mal año cualquiera: 1990, 1991 como sifuera 1819 o 1099 o alguna otra combinación con sentido histórico, de lejanía.

Desdoblado en —nombre que tenía una resonancia de mamí-fero nórdico, seguido de , que era el sordo golpe de su cola contra elagua— yo adquiría una pasmosa facilidad para generar limpias frases musi-cales, melodías que lograban encajar en el copado mundo de las cancionesvivas con toda naturalidad, como si hubieran sonado desde siempre. Una deellas me había prestado el tono necesario para esta novela. Dos frases inicia-les que se alternaban luego hasta el final de la composición. Una primeraque se desgranaba como un repiquetear de abalorios contra un vaso de cris-tal de roca (perfectamente reproducible con un arpegiar de Celesta), seguidade una preñada de esperanzas que, arrancando del último la del campanilleoargentino, tardaba medio compás para romper en un vertiginoso y torrencialdeshielo, el paso de los témpanos azules, el piar de las gaviotas en el aire delos vientos metales, los angustiosos lamentos del corno inglés (las lejanías fáus-ticas, el paisaje).

Aquel era el tema de los días de sol y descuidados. Cuando les cuento

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la génesis de esta novela, mi visita al , se reduce al dibujo grácilde un pizzicato de las cuerdas, el sol y el rielar del sol en los canales, el verdetierno de los jardines: ligereza que también respalda el paseo esperanzadode por la Perspectiva Nevski en busca de . El momento cru-cial del reconocimiento, cuando el rostro de la asoma por entrelos rasgos de la , está señalado por un levantar el vuelo de la prime-ra frase, un abrirse una ventana...

I. Concibamos entonces un libro muy caro, producto de una avanzada, con hojas de, al ir leyéndolas, determinar sobre qué párrafos des-

cansan los ojos del lector. Entonces podría irse reproduciendo en el Hi-Fide tu cuarto cierta melodía, el tema central y sus variaciones escritas expre-samente para P.B.A. Serían otros libros, queda por ver. Tendríamos muestrasde la voz argentina de , de la risa ronca, melancólica, de , del ro-dar de los autos por las calles de San Petersburgo, del apagado freír de lalluvia contra los adoquines. (De hecho el soporte informático de esta novelaha sido tratado convenientemente y el interesado puede recibir a vuelta decorreo un con el de P.B.A.: el tema principal (bajo con-tinuo, violines cautivos en los momentos de tensión) del cual se ramifican to-dos los demás. Se titula “El monje”. Visualizo al pobre luchando contraun mal, que página tras página lo va sumiendo en el abismo insondable de unademasiada lucidez. Algo terrible. Presten oído: Segunda introducción de “Elmonje”.

sufría de un extraño mal.

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Tres poemas

eran China

las murallas que se abrían

para que tú

pasaras (de largo)

por la red de caligramas

segmentos duros

abiertos (al paso)

en los rollos del Maestro Ka’

cada cual

su pequeña de dedal

donde uno de dolor

parecía (azul franela

el moño largo)

o en cuadrillas de ocho

maquinales

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(es un grabado…)

más la hoja de cuchilla

de Lapicque

tensa y brillante

orladas nubes

por lo bajo acanaladas

gotas de hiel

cayendo

como cajas de bolas

en trenes de lavado

al corredor de pulserías

el arte de tomarlo

en tres puntos del radial

crujiente esqueletamen

por el cuello de alambique

ya colgaban

al paso de las Ursulinas

una exacta picota de coolies

la farmacia o quincalla

de los plúmbeos soldaditos

de una legión de maos

bajo el cielo

igual color plomo

los ejidos (mozárabes)

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de una capilla de Asís

al lado

la lometa que drenaba

al oriente

el dragón de corazón

del cinema de roncha regresando

al poniente (por fin)

por si el eje se partía

el jarrón con las flores

del cornezuelo de centeno

y el bosque

de granadas

así

se derramaban (las murallas)

antes de la Gran Revuelta

como el ratón

hace China de su madriguera

subir la cuesta

¿qué muestran

en este punto los rollos del Maestro Ka’?

“como que no hay firmeza

en lo que pisamos

en inarmónicas partes

rodamos”

ya drenaban

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(las murallas)

partículas ultra

rotas

desde el cielo

se las podían ver:

el terreno

era lleno

pero el plano

llano

cada cual

su pequeña de dedal

donde uno de dolor

perecía (y de pedal

también)

el sol

sobre los ideogramas

mas el ratón ¡cataplún!

a la caja ya encerada

que en cuadrillas de ocho

una a una colocamos.

En el borde interior de la frontera, que otros prefieren

llamar callejón sin salida, B. se mató.

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Claro que todas las fronteras son mentales, y en el

caso de B. mejor sería hablar de dos.

De modo que B. se mató entre el borde interior y la

cresta de un pensamiento que ya no se le desviaba.

Para catapultarse, tomó aquellas raicillas de un alcaloide

que había clasificado, y, echándose sobre el camastro

de trozos fusiformes, al fin encontró la que buscaba:

ésa de una sola dirección en la que todos los números

están borrados, y los blancos pedúnculos mentales se

desvanecen en una materia de sueño.

Ya viste los monos en la barcaza

así el de percepción

animales brotan de las celdillas

del cerebro, en ininterrumpida

y viste alguna roca peduncular

con la vara de cedro ruso que golpea

la puerta: mono, rata, lo mismo hombre

oscuros tejemanejes del anti-Dios.

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Cronología

1926. Wittgenstein publica(Wörter-

buch für volksschulen). Edición empas-tada. Ribetes dorados. Letras góticas.Papel de hilo: 15 x 12 cm. Setecien-tos ejemplares (con sobrantes para elautor). Después: “mi mellevó hacia una visión más pragmáticadel lenguaje” ( ). Y después:“mi Wörterbuch me reveló, de unavez, del lenguaje” (

).

. Wittgenstein elabora unos “fa-los” pequeños, en estado de erección,que obsequia (de una manera lúbri-ca) a sus alumnos. Estos “falos” (de:masa-cruda-de-pan-y-resina-blanca-de-alerce) eran hechos, siempre, por lamañana, y al regreso (horas después):

. Estos “falos”se pulían, se enceraban y se coloca-ban en un hornillo (con huecos redon-

dos e irregulares de tamaño mediano)

. Más tarde eran extraídos (y re-galados) uno-a-uno, con sutileza.

. Secreción humorosa con pes-te. Pequeña inflamación en el bajo vien-tre. Escoriaciones rojizas en la piel.Irritación en los bordecillos del glan-de. Erección dolorosa. Cefalea. Neisse-ria g o n o r r h o e a e (Gonococo)

. El maestro de escuelaLudwig Wittgenstein camina —a dia-rio— 1 km. Hasta la granja Fetus dela familia Traht. Allí, come y bebe asu gusto. Después, sin hablar, se reti-ra hasta el otro día —a la misma ho-ra—. : ¿Aparte de comer, hacíaotra cosa el Wittgenstein?

: Sí, me decía: la verdadera fi-losofía es el acto de saber escupir a losdemás. Y se reía.

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. Un excre-mento largo y seboso (de color amarillo-flema) sale por el ano de Wittgenstein.Wittgenstein hace varias muecas, cie-rra los ojos, aprieta el abdomen. ¡Uff!,exclama. :

-Sopa de albondiguillas-Centeno-Buchtel-Pulpeta de granos

. “Tenía razón nuestro padre( ) Trattenbach, no es másque una aldea sucia de campesinosinútiles ( ). Ellos (

) lo frenan. Si fuera por mí () estuviera todo el día dándo-

les bofetadas” ( ). Frase:esas nobles almas campesinas / Tolstoi.Escribe : Wittgens-tein decía con frecuencia que lo que aél le importaba era sacar “a los campe-sinos de la basura”. ( ,días después): “campesinosy sin lógica. Eso es lo que encuentro”.Y más tarde, a : “Ya Ud. Sa-be, un pensador, como yo, debe asis-tir al encuentro con lo enfermo.”

. Tolstoi:. Dostoievski: Novelas. Carroll:

. Libros de aritmética. Unapequeña biblia ( ) que “usosólo para en el escusado”( ).

. Una tarde (dos-de-noviem-bre-de) golpeó con una vara a unniño/alumno, al que en seguida fuenecesario sacar del aula; al parecer,se había desmayado. (Aquel alumno,un-tiempo-después, falleció.) Los cam-pesinos “por este único y vulgar motivo”( ) procedieron judicial-mente contra él. El proceso se celebróen Gloggnitz. En él, aunque el maes-tro de escuela primaria Ludwig JosefJohann Wittgenstein fue absuelto, seincluyó un resumido examen psiquiá-trico sobre el estado de salud mentaldel profesor. ( .)

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. Los vómitos sucesivos del Sr.Wittgenstein hacen que su casa (cons-truida con madera y piedras de Otther-tal) permanezca en estado constantede pudrición. Una visita de trabajo rea-lizada por los oficiales de la Munici-palidad de B. ofreció los siguientesresultados:

1. Dispensar al ciudadano LudwigWittgenstein de sus labores como pro-fesor de la escuela primaria rural delcondado de Trattenbach.

2. Dispensar de otras labores (uotros ) al ciudadano LudwigWittgenstein hasta que su documen-tación (papeles y objetos personales)no sea debidamente procesada y revi-sada por los agentes de la municipa-lidad de B.

En vista del total cum…(Y Wittgenstein: “este lugar huele

tan mal, que mi cabeza muchas vecesse hincha como un grano purulentoque echa excrementos por la boca”(a y a ): “estos oloressólo son soportables por una cabezatan lúcida, y tan poco judía, como lamía”.)

. Había allí—señala— una línea de cal-blanca.

Una línea recta (que todas las tardeslos campesinos

de hacer). Wittgenstein se en-tretenía dando carreritas hacia delan-te sobre esa línea y dando carreritashacia delante de esa línea. Has-ta que la destruí y borraba (de unamanera clara) todos sus contornos.Cuando no, escupía encima de la lí-nea y pateaba sobre ella (con histeria)hasta que sus bordes de cal-blancacomenzaban a desaparecer. Entoncesera que se calmaba y comenzaba len-t-a-men-t-e a dictar sus clases.

1927 Wittgenstein es sorprendido in-tentando sodomizar a un niño “oligo-frénico y baboso ( ) comotodos los campesinos y obreros de estelugar”. Es expulsado. : Mien-tras las familias de Trattenbach rea-lizaban una procesión religiosa a las20:00 horas (local) por los alrededo-res del Condado fue elciudadano Ludwig Wittgenstein

de la “integridad” de un niñode sólo seis años. Según los vecinos,fue posible intervenir a graciasa los gritos de la víctima y al forcejoruidoso con el citado ciudadano. YWittgenstein, a : “He sido

de Trattenbach por una causamenor e higiénica. A partir de ahorael sentido de mis cartas será preciso:

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regreso a la filosofía (no hay otra so-lución). Mi vida ha estado tan podridaque lo mejor es que acabe de reven-tar.”

1928 Wittgenstein regresa a Viena.

: Como se ha escrito varias veces,Wittgenstein publicó en vida única-mente dos libros: el (1922)y el(1926), así como un artículo en inglés:“Some remarks on logical form” (1929).Además, dejó preparado para la im-prenta otro libro:

(del que se conservasólo la primera parte). Todas las de-más obras publicadas después de sumuerte son en realidad “compilacio-

nes” realizadas por los administrado-res del legado literario ( ) deWittgenstein. Este texto (o biografe-ma) fue construido, precisamente, conesos otros libros que fueron saliendodespués de su muerte y subrayan elcarácter , cuando no , delProf. Wittgenstein. Salvo uno o dossucesos que aún no han sido confir-mados, todo lo que se ha escrito esjurídicamente real y preciso. Para noacceder a errores nos hemos reduci-do sólo a una “etapa” de la vida deWittgenstein, la que avanza de 1926

a 1928. De ahí en adelante puedenser consultados los diferentes tomosde y los diferentes tomos de

. También:de Wilhelm Baum.

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El pájaro de oro

cerdos sacrificados a la lunacopos de nieve lloviznando sobre un péndulo

alas aisladas e irisados maticesgatos jaspeados [semejantes] a un jarrón chino

asaporcelana (que concluye en)pájaro (como lados de)

pincel

volutas de azafrán y trenes elevados en la sombra

desnudo perfil

ocelote dama juglar secretario

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muslo de cerezade ámbarde almendra

de duraznode sílex

pétalo frío de loto

el óvalo de óleosu rostro, su cabello

el ladrido del pájaro de chile

almeja bermellón

pick up pick up pick up pick up pick up pick up

me

from the grassfrom the heavenau fond du ciel

la espada y el relámpago: un muro un hombre con sombreroun dibujo de tiza un automóvilamarillo una zapatilla de terciopelo incienso de jazmín un

corset un cigarrillo una lunetade ópera

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don’t and weather

weather and don’t

versos inundados por la sombra

estasis es éxtasis

salto de las ocas en el blanco y el azulojos abiertos de la inteligencia, nudos

Círculos de ocarinaolas de arena

dispersión del iris:

vuelo de hojas de tilo

suspensión del arco:

hojaldre doloroso

doncellez sencillatintineo del sembrador

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manzana suspendidacuchillo de hojalata

pájaros sacrificados a la lunasálvame del hospitalno de los ojos laqueadosde los ojos laqueados no

cabeza en forma de jarrón chino

disforma no

noviasinfonía

galope en la nieve o cuchillo ocregolpe de gongsueño de leche

dispersión de la noche en la boca del pezmar batiendo contra la ventana de papelurinario en forma de gato jaspeado

el espejo de cera con un doble perfilla boca del escriba es una moneda

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destellos de bronce sonidos de marfil

destellos de marfil sonidos de bronce

quítame este chaleco de fuegosonríe a mis ojos laqueadoshiéreme con ese cuchillo

¡oh tú, Ermitaño!

la huella de los caballospúrpura y gris

la sombra de la oca

el universo transgredidoel tiempo transparente

los globoslos paseantes

los niños mudosla bailarina

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el guía lento y arqueado señala al templo

¿dónde está el sol?

sordo el pianista ríecomo un idiota

collar de la reinaflauta de jade

¡OH TÚ!

tap tap tap que se alejamuslo negro en la escarcha

—dice

Se ha roto el arco iris.Se ha quebrado la lira.Se han descarrilado los trenes.El pincel está seco.

Yo estoy loco muerto esto dormido estoymuertoestoy

risa del pájaro de orofin de la sinfonía

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Prosas

Hume es enviado como diplomáticodesde Inglaterra para que espíe a losfranceses. En breve tiempo es consi-derado un simpatizante de Francia.Con sus informes salva a los suyos delas ofensivas francesas que él mismoalienta y organiza; y entre los france-ses nadie sospecha que un fervientedefensor y cronista de la Revoluciónpueda ser un espía. Los informes sonenviados con puntualidad hasta queHume recibe la orden de regresar aLondres. De vuelta los suyos le pre-guntan cómo hizo para llevar las co-sas a ese extremo. Hume respondeque le resultaba imposible delimitaren qué medida era un espía y en quémedida un agitador revolucionario.

Los franceses envían un grupo dehombres con el propósito de rescatara Hume; irrumpen en su mansión in-

glesa, no hay sobrevivientes entre susguardaespaldas y criados; Hume, elgran defensor de las ideas revolucio-narias, es conducido otra vez a Parísen medio del clamor popular de losfranceses.

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El picapedrero golpea con insisten-cia la piedra, mas el tiempo en queejerce su oficio no puede de ningúnmodo ser eterno, todo se convertiríaen polvo.

Debe golpear con insistencia, conun extraño ritmo que permita ver enél a un picapedrero y no a la muerte.

En mi proyecto de historia Fiodor—así he decidido llamar a su protago-nista— repite una escena de

.—Es muy común —sugiero alguna

idea que desencadene los sucesos—que los hombres sólo aparezcan en lospaisajes para indicar las proporcionesde los objetos.

Fiodor me escucha y afirma:—Tú puedes tener un modelo hu-

mano.Yo por mi parte empiezo a creer

que ha sido un error hacerle eviden-te que escribo una historia en la queél es el único modelo.

Yo deseo una especie de historiasobre la historia, marcada por la sen-sación de que el presente se acepta demanera absoluta.

En realidad no creo que importe laexistencia de Fiodor, me temo queFiodor es una marioneta. Todo es unremedo, sólo incluyo un detalle trági-co. En la escena deun hombre apuesta que puede beberuna botella de Vodka de un trago, sen-tado en la ventana de un edificio muyalto. En mi historia Fiodor repite laescena y se precipita en el vacío.

En el final de “Paisaje después delos sucesos” se nota la muerte de Fio-dor. Estoy sentado en la ventana, miroel paisaje: ver cumplida esta escenaes mi único propósito.

Un anciano tenía una yegua.Un día la yegua huyó y sus vecinos

le dijeron:—Ahora ya no tienes caballo. ¡Qué

mala suerte!El anciano se limitó a preguntarles:—¿Saben si eso es bueno o si es

malo?A la semana siguiente la yegua re-

gresó acompañada de dos sementales.—Ahora con tres caballos eres un

hombre rico —le dijeron los vecinos—.¡Qué suerte tienes!

—¿Saben si eso es bueno o si es ma-lo? —preguntó otra vez el anciano.

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Ese día su hijo único intentó domara uno de los animales, pero éste lerompió una pierna.

—Ahora ya no tienes a nadie que teayude —le dijeron los vecinos—. ¡Quémala suerte!

—¿Saben si eso es bueno o si esmalo? —repitió el anciano.

Al otro día los soldados del empe-rador pasaron por la ciudad alistan-do a todos los varones primogénitosde cada familia, pero dejaron al hijodel anciano por tener la pierna rota.

—Tu hijo es el único primogénitode China que no ha sido separado desu familia —le dijeron los vecinos—.¡Qué suerte tienes...!

—¿Saben si eso es bueno o si es ma-lo? —insistió una vez más el anciano.

Los dos cuartetos son de construcción

paralela; van seguidas cuatro exclama-ciones, cada una ocupa dos versos. Elprimero y el quinto son bipartitos,construidos en quiasmo. El segundoverso presenta una serie, que por loextenso de sus términos resulta unagradación. El tercero está adornadopor una anáfora —aliterada— y unametáfora, mientras que en el cuartoencontramos una antítesis. Incluye elsexto una construcción paralela. Enel octavo destacan dos metonimias an-titéticas algo gastadas. El ornato de losversos noveno y décimo es en expre-siones sinónimas, formando quiasmoslas del verso décimo. En el undéci-mo actúa —además de la metáfora—el ornato de la aliteración, que conti-núa en los versos siguientes. En losúltimos versos del soneto se enume-ran todos los objetos indicados en losversos anteriores, en el mismo ordenen que aparecieron antes.

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Tres poemas

Todo me da una industria mala, delicada siempre;

pésimo campo.

No sé algo; por las fotos conozco

cómo jugué con frascos

en una caja

frente al espejo.

Salen las personas, los adolescentes;

es cuando más salen/ se visten:

—Hay un vaho tremendo en la curva —dicen,

y profundo es el miedo que saliera de ti.

—Suban, vamos/ Arriba, suban:

que para eso he abierto esta puerta/

la he forzado.

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Escribo poesía porque sé que después no haré más nada.

Mirando profundo en la zona que está

entre el Bien y el Mal,

uno sólo puede percatarse

de que el Hombre sigue

—como ha dicho Earth, Wind and Fire/

Tierra, Viento y Fuego.

Lo que “sigue” es el Método de Amor Contemporáneo:

Preocupación obsesiva por el hecho / No dejar

que ese mismo hecho

te deprima —como ha querido Neil.

—Y recuerda que el amor es importante

cada vez —dijo Martisel.

El Régimen de Asturias comenzó en Mil Ochocientos 9-7

con unos partenones

con unas nubes

con una estupidez: ¡primero

apareciendo el 15

y después

miserable el 10 pequeño

—cosa que me tiene dando vueltas

por los partenones

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con mi odio entero dentro

cuando debo tener loor…

Pero mi preocupación

es la vida de la zona aquella toda

sin usar

hasta el año 27

—verde para vírgenes

pastos y animales

en los días tan brillantes

que ahora no te dejan

ya ni ver

—y eso que he sido un gran mirante

¡que hasta estuvo recluido varias veces

—pero si te ven tan solo en los pasillos,

por la noche,

te preguntan y preguntan acosándote

“ “ “ “ “

sin dejarte en paz.

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Diáspora(s). Documentos. Ensayos (fragmentos)

La significación de para mí ha sido la significación que han podidotener algunas de sus escrituras: la posibilidad de contar con un imaginariocomplejo, de una apertura o conexión entre distintos órdenes de la vida, olo que es lo mismo: un concepto de ficción en el orden del Absoluto.

Para alguien cuya experiencia vital completa haya coincidido con la ac-tual experiencia de modernidad perversa que es este país, para alguien cuyaexperiencia vital haya sido decidida a favor del animal político a que han si-do reducidos los hombres de este país, sabrá lo problemático de aceptar quesu tiempo es la encarnación suprema de una imagen. Aquello que para Leza-ma y para Vitier fue un corte o fulminación o consecución de la Historia,fue para otros hombres el dolor de la historia en sus propios cuerpos. Lo quepara ellos fue la cifra alquímica de la Historia, fue para otros la marca secre-ta y a la vez impúdica de la violencia de la historia en sus cuerpos.

Las empresas poéticas rara vez llegan a tiempo.No obstante, supimos, con , que había un Reino de la Poesía.

Un Reino que empezamos a olvidar cuando supimos que ni ellos ni nosotroshabíamos llegado a tiempo: ni para el ceremonial, ni para la crítica del cere-monial.

Recuerdo los años en que los paseos y contemplaciones por las ciuda-des y paisajes de la isla tenían la consistencia del eterno retorno. Era untiempo de los orígenes donde todos nos sabíamos de vuelta por el poder de laspalabras: las imágenes encarnaban donde quiera: en las ruinas civiles, en los

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espacios muertos y sin nombre,en los soles que declinaban con elespanto de la identidad perpetua.Un buen día uno comprende quelas palabras no son tan poderosascomo para emprender el cami-no de vuelta: entonces uno seimagina en un claro del bosquedescifrando no se sabe qué pasa-do donde uno intenta compren-der por qué las palabras no sontan poderosas como para empren-der el camino de vuelta: enton-ces uno comienza a borrar sus

propias huellas. Y cuando termina, hace mutis por el foro.

, núm. 1, 1997

En un Estado Totalitario, todo tiene que ver con el lenguaje. El lenguaje es,por así decirlo, el aire que se respira en un Estado Totalitario. Todo estálleno de cifras, de nombres, de consignas. De exhortaciones a la tarea y/ode cantos de guerra y de victoria. En general, nunca se ha cantado tanto ala victoria (imaginaria o real) como en un Estado Totalitario. Siendo una ver-dad general para el poder (el territorio del poder es el dominio frío de lacifra; y si ésta es secreta, mejor), se convierte en una verdadera fiebre bajoun régimen totalitario. Ya no hay descanso para los ojos ni para los oídos.La estética perversa del totalitarismo reedifica los géneros de la literatura pa-ra mejor adoctrinar, convencer e intimidar a la masa. ¿Cómo, en este ordencaótico de letras, va a haber algún espacio para la Literatura? Y si ésta tienealgún derecho a existir, ha de ser bajo la consigna de reflejar exactamente

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la Verdad totalitaria. Tengo la impresión de que, quienes hablan de ello,suelen suponer que en Cuba, después de la década de los setenta, las cosasmejoraron o incluso “cambiaron”. Cuando la verdad es que lo que vino des-pués de 1971 fue la petrificación de un estilo (el conversacionalismo o colo-quialismo) como estilo oficial de la poesía en (durante el, como expresión del)llamado “proceso revolucionario”. Lo cual no cesó, sino que continuó en losaños ochenta. (Situación que condujo, además, a un matrimonio impropio en-tre trovadores y poetas —parecía que un trovador era [podía ser] un eminen-te poeta, como en una versión perversa del periodo de la poesía provenzal—,y a la consecuente mediocrización de la poesía y de la tarea del poeta, redu-cido a contabilizar zapatos, ventanas y descamisados amores que siempretenían lugar en muros, parques, ómnibus o aulas de escuelas. Cantos y máscantos a la fragilidad del hombre y la importancia de la lucha, haciendo usode las palabras más comunes como materia necesaria de la poesía. De modoque parecía no solamente que un trovador podía ser un gran poeta, sino quecualquiera, casi literalmente, podía ser poeta —en particular, si era joven yestaba lleno de esperanzas y de oscuros anhelos—. Todo lo cual, en verdad, si-gue perfectamente la lógica del totalitarismo, que afirma que todos tienen elderecho a la palabra y, dentro de este derecho, el derecho a ser poetas.

, núm. 6, 2001

En el campus insular uno de los que mejor mostró esta mezcla curiosa denación e infiernito fue Virgilio Piñera. Quizá el escritor más atípicamente na-cional de cuantos ha procreado la isla. Muchos de sus relatos podrían estarfirmados por cualquier narrador centroeuropeo, por una sensibilidad patéti-ca e irónica, por un dispositivo caricaturesco; a la vez, conviven en tensión conel imaginario social cubano, con la ausencia de una tradición “fría” o proce-sual, con la nadahistoria…

Su teatro —su obra en general, verdadero horizonte de diferencia con

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todo lo que existía antes y con mucho de lo acaecido después, puede ser en-tendido como un laboratorio donde los flujos más reaccionarios (Nación,Cultura, Identidad…) son despiezados de una manera radical desde el entre-cruzamiento de géneros: la tragedia que deviene comedia en ,la comedia descoyuntándose en tragedia en , o desde la burla a esasuerte de deporte que es la ontología.

También son una crítica bastante exacta a lo que Valéry llamaba las“fuerzas ficticias” del Estado.

En este sentido también Lorenzo García Vega.Sus libros, pero especialmente y, abrieron una polémica en el maltrecho zoológico cubano que perdura

en casi todo lo que se ha escrito a favor/contra las relaciones entre repúblicade las letras y contexto. Sean éstas sobre las torcidas y complacientes de aden-tro (en la isla muchas de estas relaciones políticas se resuelven con un silen-cio grave o una pirueta de pasillo) o las maniqueas y muchas veces cegatasque se marcan fuera.

Su crítica al nacionalismo, la más cáustica de las que ha hecho hastaahora un escritor cubano, no sólo arremete contra una serie de lugares co-munes o lecturas pastorales de la Grandeza insular: su ensayo sobre Casaly lo venido-a-menos continúa siendo uno de los textos más importantes paraentender tensiones sociopolíticas en el siglo , sino que barre con una se-rie de fetiches de identidad, comenzando por los que consolidó el grupo ogeneración de la revista (al que perteneció de ), y desmitificatodo el aparato folletinesco donde se ha enclaustrado el concepto nacióndesde su “entrada en occidente” hasta la fecha.

, núms. 7/8, 2002

Leer a Lezama siendo adolescentes fue como recuperar de un golpe la me-moria que habíamos perdido. El momento era oportuno. Todavía los agen-

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ciamientos colectivos no le habían ago-tado el “secreto” y persistía comoun riesgo el hecho sencillo de leerle.Pero esto era puro fantasma. Las cir-cunstancias eran pues propicias, y másque mítico-políticas y más que sim-bólico-económicas. Bien es cierto queentonces lo entendíamos al revés; lospoetas al comienzo están demasiadoocupados en su descubrimiento.

Con Lezama se iba a produciruna avalancha del signo y una nue-va puesta en escena del barroco. Demodo que las tres “D” que lo cons-tituyen en tanto estilo, pronto caye-ron sobre nosotros. Claro que huboen la mayoría de los casos, como erade esperarse, más “delicia” que “de-lirio” y aun más que “derroche”. Lasolución, pues, se abrió en lugar dehacia el verbo hacia el espíritu. Ypuesto que el propio Lezama sostenía la unidad de ambos en vez de susdiferencias, el resultado fue, en la manera en que lo asumimos, puro tras-cendentalismo.

Como en estos versos de Juan C. Flores: “nos decían que no, que nonos acercáramos, nos mandaban a leer a Pita, a Guillén, a cualquiera de losotros. Nos decían que no, y tuvimos que escoger”. Orígenes era ya, de he-cho, una nueva catexis social —y libidinal— de lecturas. Superficie todavíavirgen y fascinante para nuestras extracciones; bajo ese signo escribimos losprimeros poemas. Resumiendo: se trataba en lo creador de una reproduccióntécnica de estilos y, en lo imaginario, de un uso político de sus ideologemas.Por ello no establezco ningún puente de sacralidad entre Orígenes y la pro-moción del ochenta. Ante nosotros teníamos simplemente otro imaginario,más culto y extenso. Así los caminos dictados por la metáfora pronto nos hi-

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cieron participar de un “doble devorador” con que devorar la realidad nues-tra. No es casual que el fenómeno de los ochenta haya surgido a la vez envarios focos de la isla, ya con idéntica fuerza, en época que otros podríanprecisar mejor, y con resultados estéticos casi constantes. Claro que seríareducir las cosas si no abundásemos en citas, derivaciones, comportamientosdistintos y otras complejidades. Pero, en este marco, sólo pretendo graficarese fenómeno extenso y de límites no muy bien precisados, esa nostalgia deretorno que puede llamársela posorigenista.

Orígenes fue nuestra puerta de entrada en la modernidad (el filtro quedepura o bien deja escapar los grumos de una parte de esa modernidad).Así nos abrimos a los simbolistas hasta Valéry, a la generación del 27, a Gón-gora, a los antiguos griegos, por Lezama, hasta Cavafis y Seferis, a un siglo

cubano modelado por y ajeno a los fotograbadosabyectos de la . Pero siempre a partir de Orígenes, con esa som-bra a la vez acariciando y mordiendo la espalda.

Creo entender que estas conductas, hábitos mentales, este “volver a lamemoria” venía a suplantar cierto Orden simbólico que la revolución había“secuestrado”. ¿Quién no ha releído los poemas que escribió antes de leera Orígenes? Cultura de campamentos, de reclusiones becarias, con sus fina-les recalcadamente líricos y potencias sórdidas de lo inmediato amoroso. Cla-ro que tal suplantación no iba a borrar el del que proveníamos, elmismo e indiferenciado, pues lo cierto fue que ya organizada la fuga no hici-mos más que repetir el síntoma.

Otra vez la carencia iba a ser derivada por medio de una economía delenguaje, esto es, atesoramiento, : hipérbole y huella de lo quedécadas atrás había sucedido con los poetas que integran el grupo Orígenes.Ellos contra “la mala política desintegradora”, nosotros contra la afasia sim-bólica y el mentón de piedra de las ideologías. Aquéllos, con la coherenciaque dicta el catolicismo y las imágenes que operan por futuridad en la his-toria. Nosotros, con la turbidez de los negativos y situados ya dentro de esahistoria, ahora real que, según el propio Lezama, había igualado por obrade una Metáfora Suprema, resurrección y revolución. Ellos barrocos, intere-sados en las filiaciones genéticas de los estilos, en las “raíces protozoarias dela creación” —porque ya habían capitalizado la máquina célibe que les permi-

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tiría autoprocrearse y hacer cuantas veces quisieran— y, éstos, declinandoya en su gestación misma el aborto ante una historia que también se ha to-mado resistencia, desintegración, aunque en este caso sin la gracia y auxiliodel Ángel de la Jiribilla. Aborto que, proveniente del barroco, ha recluido laspoéticas de una buena parte de los escritores del ochenta en un arcadismoprovinciano, con sus paisajes inmóviles de una fauna fría donde la demora-da contemplación reduce las posibilidades subvertidoras del lenguaje.

Doble carencia la nuestra, exige otras políticas escriturales. Acaso undesvío ante la mala hermenéutica que hemos practicado. La ficción y la cali-dad de la escritura de Orígenes permanecen inalterables, no así los ideolo-gemas derivados del Sistema Poético. Éste viene a retroinyectar un compo-nente molar-paranoico (no aludo a la clínica) en una escritura que muchasveces opera procesualmente, en las márgenes de un espacio que la repre-sentación jerarquizó. “El sistema poético funciona, luego es.” Pero éste es,al mismo tiempo, lo disfuncional, aquello que en modo alguno funciona paralos demás. Ironías del artefacto: antisistemas del esquizo. Sin embargo Leza-ma —embaucador— deviene Gran Paranoico y lo echa a andar. Lezama poneen boca del Ángel de la Jiribilla esta frase que traduce, por sí sola, la regre-sión del Sistema: “Ángel, repite. Lo imposible al actuar sobre lo posible en-gendra un posible en la infinitud.” Esta frase acontece en una fecha clavepara todos nosotros. Rostridad, año cero. Habana, 1959.

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Los tuberculosos

beril-viril… como si a posteriori ironizante del sodio

rechazado, humillado, trastabilla loca de ansiedad, loca

con lazos de flexiones pélvicas

en los cachetes; y viene usted con ese laúd pobre,

/empobrecido

que carga el peso de esas cuerditas ñoñas,

no entre compotas de mango ni mamey-caney,

entre pequeños sorbos de aguardiente

y putas sin status (la garrapata cabezona que no tiene

/bastoncillo,

ni siquiera crecimiento en las pestañas, anhela).

escombreo onto-feminoide (oídos rotos de las sirenas):

mosquitas, mosquita que perturba el tiempo del tic

donde la memoria se contrae y baja

su energía (mezcla de colores brillantes), quieres anular la otra,

la que ha matado con su cruz de azufre, de humo,

de olfato esclavizado a la membrana invertida,

para que el movimiento del paisaje exterior

siempre sea aparente, montada sobre esta tarima

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con lentejuelas y los maricas los otros que vienen a ser de

padres o comadrones, quiero decir comadrejos; como si

/no existiera

una gravedad, una vasta luz que tintinea

por los extensos pabellones de las cínicas: ¡oiga, de las clínicas!,

o no se da cuenta que empieza a amputar las palabras,

tal si se tratara de la pierna podrida del usurero,

o del que viene por la noche

con su andar desagradable a inyectar su duda,

sus límites en el huevo tranquilo, blanco,

donde la fe crece como una yema

que gira y se interrumpe… hasta yo hablaría mejor de la blancura

del espesor súbito que siempre va a arrancar

/las máscaras

de estos señores menesterosos

que vienen con su física trasnochada

a establecer una suerte de geometría

que sirva para medir la angustia insular y controlarla

pero aquí no hay corintios, ni coronas

para esas palabras que saben a cucarachín, líquido, licor: el insecto

tiene prometido el retorno de su alma, intacta, espejeante, lista para

ser contemplada, autoviolada como si los desmayos quedaran

para contarse como un apéndice del psicoanálisis…

/ellos permanecen

con sus parloteos como exquisitos ejemplares

que la ornitología no va a rechazar

porque esos aloncitos húmedos

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necesitan la payasada rosadita, con todos los flecos

bien dispuestos de tal manera

que cada espíritu de estos pájaros muertos

pueda conservar su risita, su ironía,

la infinita tersura de lo que abandona el cuerpo.

y me sorprendo, creo que con razón, de que este ruido marítimo

saturado del molusco y la simulación

haya desviado mi ojo, mi voz del sitio

donde ella reconoce su origen… pero lo legítimo siempre

/prevalece,

no necesita de la estructura, ni de la pecera

con esos personajes plateados que van a adormecer

a aquellos próceres que aún no han alcanzado

el sosiego detrás de los retratos; y la extrañeza que transmiten

estos huesudos y pálidos, culpables del movimiento armonioso

de mi lengua, quizás se deba a que han logrado existir

en un boceto que no se paraliza… ¿fético, cómo usted puede

/ser fético

nuevo cada cierto tiempo, sin que este sombrero enorme

pierda el sentido de estar rodeado de la maldita circunstancia

del aire por todas partes?

¿qué nos sucede…?

ellos conversan animosamente pero a intervalos callan,

y escuchan a Paul Klee que dice a su padre: la

posteridad, la posteridad,

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la posteridad, y no se preocupe siga con su humo,

con su tabaco,

con su rostro magro,

con su rostro femenino su poetisa, cada vez más delicada,

como el verso, como la luz declinatoria y absoluta.

¿y la potencia médica señor, y la potencia médica?

no se da cuenta que está allí

entre el murmullo de esos alienados,

y no en este hermoso aparato de rayos X… mi vecino posee

otro aparato de fabricar cigarrillos, también hermoso

y torpe… ¿qué me dice de esa economía (como fragmen-

ta al cuerpo),

de esta picadura en residuas, inmanente?

¿qué sucede en la lomita soterrada de la isla, qué sucede allí

donde todos hacen ejercicios

indicados por un tibetano?

ése es su sitio Fidelio, su sitio prevalece,

aunque el congreso de especialistas haya acabado ayer,

en el palacio, en el palacio…

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La renuncia

El doctor Masoliver ha paseado por muchas ciudades de todo el mundo: Lon-dres, París, Buenos Aires, Lisboa, Rapallo, Estocolmo, Villahermosa, San LuisPotosí... Ahora, en esa villa en la que siempre es primavera, le gusta salira pasear justo en el momento en que la luz empieza a amarillear, justo antesdel crepúsculo. Es el momento de su recorrido junto al mar, aunque lo hacea la saludable distancia que siempre le ha gustado mantener entre el mar—como otros muchos fenómenos— y él.

Saluda educadamente a cada una de las personas con las que se en-cuentra porque no recuerda los nombres que corresponden a cada rostro —sontantas las caras con las que ha convivido a lo largo de su vida: los compañe-ros del colegio, los colegas de la universidad, los alumnos, las amantes, losmuchos hermanos…—, y no podría perdonarse ser desconsiderado con susvecinos. Adora este pueblo privilegiado y mimado por el sol. Al principio,le costó adaptarse, sobre todo a la peculiar manera de hablar de la población.Quizás porque había convivido con tantas lenguas diferentes a lo largo de suvida, cuando llegaba a un lugar, antes que nada quería saber qué lengua sehablaba allí. En sus primeros paseos por aquella villa, cuando algún lugareñose acercaba a saludarle, invariablemente, lo que primero inquiría era “Señor,disculpe, ¿qué lengua es la que habla usted?”, una pregunta que siempreviolentaba a sus interlocutores y que, incluso, le reportó alguna impertinen-cia como respuesta.

Después de tantos idiomas con los que aprendió a mirar el mundo ensus diferentes manifestaciones, al final pedía a su interlocutor que especi-

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ficara la lengua de la misma manera que hubiese solicitado que le facilitaranel código para interpretar los signos de la realidad. De la misma manera,después de haber vivido en las consideradas como las ciudades más bellasdel mundo, había ido a instalarse a un lugar tan anodino como aquel puebloen el que ni siquiera el clima deparaba sorpresas, puesto que siempre eraprimavera. Ni siquiera el mar, constantemente gris, ni la arena más gris toda-vía, casi negra, conseguían dotar de atractivo a la villa en la que había nacidoy que abandonó con la firme decisión de no volver, tan firme que había perdu-rado casi una vida entera. Y sin embargo, ahora idealizaba aquel mar comode cemento. A pesar de la renuncia que hizo en su juventud, era el lugar enel que había nacido, y eso, en algún momento u otro, acababa por tener unsignificado muy concreto.

Además, allí la gente sólo sabía que era hijo de aquel pueblo y nadamás. Les bastaba con aquella credencial y con el prestigio que suponía que lohubiese abandonado tan joven para conquistar su magnífica reputación deprofesor aclamado por las universidades más vetustas y las ciudades más idea-lizadas. Pero ninguno de sus vecinos podría saber nunca qué había sucedidoa lo largo de todos aquellos años de ausencia, un día tras otro. Sabían el nom-bre de su madre y el de su padre, y tenían más que suficiente. Por aquelmar que bañaba la villa habían visto marcharse a muchas personas, y llegara otras tantas, y desconfiaban tanto de los que un buen día habían dejado dever como de los que llegaban inesperadamente. Él también desconfiaba de lagente cuyo idioma desconocía, por eso nunca viajó a países en los que se ha-blase una lengua que considerase imposible de aprender. Consideraba im-prescindible conocer el código que regía las relaciones.

Fuera como fuese, el profesor Masoliver vivía ajeno al sentir y al pare-cer de sus vecinos. Formaban parte del paisaje, como el mar gris. Había ve-nido para quedarse, para disfrutar de las temperaturas siempre cálidas quenunca llegaban a ser caniculares y para salir a pasear en el momento del atar-decer sin sorpresas ni contratiempos. Muchas de las ciudades en las que habíavivido, pese a sus maravillas —en todas ellas había encontrado una ampliavariedad de tesoros y riquezas—, terminaron por ser inhabitables por la hu-medad y el frío. Siempre sentía frío. De otras se había visto obligado a marchar-se por el desorden de su urbanismo, porque se había cansado de intentar, sin

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éxito, familiarizarse con el nombre de las calles —que, por otro lado, siempretenía la sensación de que cambiaban de ubicación— y calcular el tiempo exac-to de un itinerario. Detestaba deambular desorientado, como si no supieraadónde estaba yendo. Le parecía absurdo perderse en una ciudad en la quellevaba años viviendo.

Aunque las hubiese abandonado, en todas esas ciudades había sido fe-liz. Ahora lo sabía, aunque los recuerdos confundieran e intercambiaran losescenarios. Había conocido a muchas personas distintas y eso le había permi-tido comprender de cuántas cosas es capaz el ser humano, la insondable di-versidad de posibilidades que da la existencia, las múltiples manifestacionesque puede llegar a alcanzar la energía.

Y todas esas personas hablaban lenguas diferentes que él fue aprendien-do alternativamente, según las necesidades que impusiera la comunicación.Comprobó que dentro de una única lengua existen muchos lenguajes y quea veces comunicarse es imposible porque las mismas palabras en el mismoidioma pueden tener significados muy diferentes para los interlocutores. Tam-bién aprendió que los silencios tienen, asimismo, significados, y que a vecesel silencio se propaga, y que los gritos, con frecuencia, no permiten que se es-cuche lo que se está diciendo.

Todas las ciudades en las que el profesor Masoliver había paseado es-taban habitadas por muchos hombres y muchas mujeres. Ellas casi siempreeran muy bellas, y no sólo porque el doctor las quisiera ver de aquella mane-ra, sino porque cada una de ellas abría una sugerente puerta a un nuevo mun-do lleno de misterios, de revelaciones y de epifanías que le estaban esperando.Y entonces ya no había nada más importante que las promesas que aguar-daban detrás de aquellas puertas. Era necesario cerrar unas para abrir otrasporque justo en el momento de franquear el umbral, el profesor Masoliverya estaba descubriendo que no era sino decepción lo que iba a encontrar.Pero antes de sucumbir a la desolación, ya había entrevisto una nueva puer-ta que quería abrirse a un territorio ignoto aunque ya imprescindible. Y asísiempre, hasta el final del amor, hasta que la encontró a ella, cuando yaestaba muy cansado, tanto que ni siquiera hubiese tenido fuerzas para apo-yarse en el quicio ni para imaginar tan sólo el crujido que hacen algunasbisagras al permitir abrir el ángulo del misterio.

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Por eso tuvo que renunciar a ella,porque sabía que ella estaba al finaldel amor, porque ella era, por fin, lallegada a un punto donde poder des-cansar después de tanto tránsito y detantas decepciones. Fuera de ella ya nohabría nada más, y por fin podríanconstruir una casa, un hogar cálido ydesordenado como el de Génova, conlas ventanas abiertas para no dejar depercibir el estrépito del puerto; o unacasa como la de Lisboa, sombría y hú-meda, pero siempre caldeada por unamelancolía difusa con la que convivi-rían aun sin ser suya, como se acos-tumbró a vivir, incluso sin saber ni unasola nota de música, con el piano queun excéntrico inquilino había abando-nado en su apartamento de Manhattan.

Ella habría tratado de convencer-lo de que tomase algunas leccionesporque de pequeño siempre soñó contocar el piano —¡lecciones a su edad!—,porque ella siempre hacía sentir a las demás personas que todo era posibley que había tiempo para todo, incluso para el amor. El profesor Masoliverhubiese estado a punto de creerla, pero por suerte no lo hizo, sino que acu-dió a rescatarlo su sempiterna sensatez. No en vano era un reputado profesor.

Ella, como todas las demás mujeres, se había quedado en una de aque-llas ciudades por las que él se perdía con frecuencia. A veces no recordabaen cuál, de la misma manera que con frecuencia se había perdido porque creíaestar en Londres cuando en realidad estaba en Roma.

También habían quedado atrás los discípulos, y los hijos, la trascenden-cia. Tuvo relaciones similares con unos y con otros. Agotadoras. Durantemucho tiempo había estado obligado a dar mucho de sí mismo sin tener

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claro cuál era la recompensa, pero lo hacía, porque formaba parte de susrutinas, de sus costumbres, de lo que la vida había reservado para él.

Por tanto, alguna indefinible parte del profesor Masoliver se había que-dado para siempre en sus alumnos y en sus hijos. Cabía esperar que los se-gundos tardarían más en olvidarlo que los primeros. Rogaba a Dios, a laSuerte o al Azar que nada malo les sucediera. Le gustaba pensar en ellos através del filtro de la memoria, de lo ya vivido, a la misma distancia salu-dable que disfrutaba observando los destellos reflejados en el mar.

Alguno de sus hijos había heredado prematuramente su biblioteca, por-que tampoco quiso llegar a la villa de la eterna primavera cargado de libros.Los más necesarios ya los había leído tantas veces que casi los sabía de me-moria, así que podría recordarlos sin problema siempre que lo deseara. Y porlos que había escrito él mismo sentía como si realmente no fuesen conse-cuencia de sus esfuerzos. Sí, los escribió en algún momento de su vida y de-bieron de formar parte de su ser, pero ya no significaban nada. Con cada librosucedía algo parecido a lo que ocurría con cada una de las mujeres que for-maban su colección de esposas. Buscaba lo mismo, la promesa de una respues-ta aparentemente escondida detrás de lo que creía tan claramente sugerido.El profesor Masoliver probablemente desaprobaría la comparación entre unamujer, una puerta y una portada de un libro; pero sí que es válida en esta oca-sión. Hay muchas demostraciones que aun siendo lógicas molestan al profesor.

Una vez terminados los libros, tampoco ninguno de ellos acabó repor-tándole la epifanía que estaba persiguiendo. Sólo escribía para buscar, paraentender, para desentrañar todas las dudas, los pensamientos que consiguenalterar las constancias vitales, la memoria que destruye. Y escribió mucho, deahí su prestigio, aunque ahora ya no le importa. Curiosamente, no encontróninguna respuesta válida, al parecer, para él, pero muchas otras personas agra-decieron sus libros por esclarecedores, por reveladores y por saber mostrarmuchos mundos que se hallan escondidos detrás de los aspectos más cotidia-nos de la existencia. Cuanto más frustradas eran sus preguntas y más inútilesle parecían las pesquisas, más sabios se hacían los demás y cada vez cons-tituían una amenaza mayor.

Ésa fue tal vez la razón por la que también acabó renunciando a todossus libros. No sabía para qué escribía, mientras que en su conciencia crecía

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la sospecha de que estaba contaminando a otras personas con sus veleidadesy sus mentiras. Temió que en algún momento alguien acabara descubriendoque era un impostor —¡he ahí la verdadera epifanía!— y se viese arrojado auna situación sin duda incómoda.

Había llegado, por tanto, también al final de la literatura. Otro final. To-do para acabar descubriendo que tantos esfuerzos no habían servido paranada. La perdurabilidad era una patochada. Ojalá sus discípulos, sus hijosy sus mujeres acabaran olvidándole pronto. Para todas aquellas ciudades enlas que había vivido sería, incluso, más fácil. Los lugares que hemos visitadoindudablemente hacen mella en nosotros, las experiencias allí vividas, lospensamientos que nos abordaron, los fenómenos que hemos presenciado…Sin embargo, los viajeros, aunque sean tan ilustres como el profesor Maso-liver, no pueden dejar huella alguna tras su paso, que se une al de tantas ytantas personas a lo largo de la historia. En una discusión durante una lecciónmagistral, el profesor incluso se aventuraría a afirmar que las ciudades en síno existen o no tienen ningún significado directamente relacionado, sino quesólo existen como tales en el momento en que alguien las menciona o las ima-gina. ¿Podría haber alguna persona de todas cuantas había conocido que enese preciso momento, el del paseo al inicio del atardecer, estuviese pensan-do en él? ¿Le ayudaría eso a existir de alguna forma?

Sabía que la única fórmula válida para sobrellevar la responsabilidad dela existencia era aferrarse al presente, a cada segundo. Lo demás no existía.La memoria puede confundirse muy fácilmente con el sueño o con el pensa-miento, que no es más que mera especulación, o una creación abstracta deun órgano, el cerebro, que no produce nada material, nada tangible. Eso losabía bien, y por eso tenía que tener cuidado para no dejarse embaucar porlas trampas de su mente. Durante mucho tiempo había conseguido mantener-la controlada con trabajo y con esfuerzo. Por eso era el mejor en su disci-plina. No había profesor que preparase sus clases y sus publicaciones comoél. No podía asegurar que había nacido para eso porque no creía en los desti-nos preasignados ni en ningún tipo de predisposición inherente ya desde elmomento de nacer. Entonces, como no sabía para qué había nacido, dedicótodos sus esfuerzos a ser el mejor en aquello a lo que la casualidad o laoportunidad dispusieran.

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Así consiguió no pasar desapercibi-do en ningún sitio, como tampoco lo hacíaen esa tranquila villa donde siempre esprimavera, aunque hubiese sido más apro-piado que siempre fuese otoño. El pro-fesor Masoliver, como la mayoría de susvecinos, ya tiene una edad respetable. Ydisfruta cada día como si se tratase delprimero en el que se descubre la explosiónde las mimosas, tan efímeras. Y busca lasglicinas, que eran las flores que su madrecuidaba en el jardín de la casa de la in-fancia. Pero prefiere no ir más allá en losrecuerdos, sólo hasta el jardín de las gli-cinas. Asimismo, tampoco se permite evo-car el rosal que había en el jardín deLondres, ni la buganvilla del de Génova,o tal vez era al revés, o a lo mejor se equi-voca, o bien todo es mentira. Ya sóloexisten las glicinas, porque las mimosasdesaparecen tan rápido que a veces ni si-

quiera le ha dado tiempo a observarlas. Y eso sirve para que se dé cuentaque a lo largo de sus muchos años, probablemente, hubo muchas tardes pri-maverales y soleadas como ésta, aunque él lo hubiese ignorado. O tal vez no.Quizás sí las aprovechó en alguna de aquellas ciudades. Hubo un mes deabril magnífico en Londres, y un diciembre en Estocolmo. Las dos urbes igual-mente iluminadas, por eso se mezclan los recuerdos cuando no deben. Por su-puesto que debió de haber otras muchas tardes como ésta, pero no va a hacerningún esfuerzo por recuperarlas. Puede ser que solamente las haya imagi-nado. Con frecuencia fantaseó con paseos acompañado de una mujer por callesque no reconocía, como tampoco era capaz de identificar la cara de la mujer quea veces piensa que es solo una y otras cree que son demasiadas como paraatribuirle una personalidad concreta.

Va a tener que hacer un esfuerzo para no imaginarse a sí mismo junto

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a la mujer que le ha llevado al final del amor. Ha renunciado a ella, no haquerido mirarla de frente para que no suceda como con las mimosas. Es unprincipio que a la vez es el final y solamente produce miedo o nostalgia, por-que es el espejismo de la maravilla imposible. Esa mujer es algo parecido,sólo sirve para disparar las especulaciones más inútiles, puro pensamiento,pura invención del profesor Masoliver, que ha renunciado a tantas cosas. Aestas alturas ya ni siquiera puede servir de musa, puesto que ha renunciadoa su escritura; tampoco puede ya imaginarla en mitad de una calle de ado-quines sentada en el suelo reclamando que él la ayude para que puedan sal-varse los dos. Sabe por experiencia que el amor tampoco conduce a nada.

Ha vuelto para quedarse, lejos de ella. Solo. Eso significa que nada de cuan-to vio o hizo tuvo ninguna utilidad. Pero eso tampoco está dispuesto a aceptar-lo. Todas esas experiencias están en algún sitio aunque en este momento novayan a ir a socorrerlo de la angustia que siente después de su paseo, despuésdel deber cumplido. Ha vivido mucho y era el momento de regresar. Esta villano tiene apenas nada en común con la que él abandonó hace tanto tiempo, asíque tampoco puede considerarse que lo suyo haya sido un regreso en el sen-tido estricto de la palabra. Ha llegado a un lugar en el que creyó dejar algo, peroeso tampoco significa que quiera recuperar nada. No ha venido con ese ánimo.

Hace tiempo que acabó la búsqueda que le empujó a marcharse de es-te lugar. Tal vez sucedió en el momento en que renunció a sus libros o a lasluces de Estocolmo o a las calles de Londres, o cuando decidió que ningunode los libros que había ido atesorando tenía utilidad alguna, o cuando tuvola certeza de que había sido incapaz de sentir el amor que en algún momen-to creyó que debía sentir.

Sí es cierto que la curiosidad o la necesidad voraz de respuestas ha-bían empujado sus pasos durante mucho tiempo. Sin embargo, como nuncaconsiguió identificar cuál era la pregunta, jamás recibió la epifanía de la res-puesta. Otro esfuerzo de tantos, inútiles todos.

La mujer que podría haberlo conducido al final del amor se llamabaigual que su madre. Cuando la conoció, le embargó una apacible sensaciónde descanso, como si ya hubiese llegado a la meta impuesta mucho tiempoatrás, donde podría descansar. Por fin. Sintió que ella, tan inoportuna, tan in-conveniente, podría darle significado a todo. Entonces tuvo miedo. Temió ser

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víctima otra vez de sus especulaciones, de sus trampas, de su turbada inteli-gencia. Su experiencia le decía que no podía ser cierto, que muchas puertashabían sido abiertas para mostrar sólo la tristeza del sinsentido.

También tuvo que hacer ímprobos esfuerzos para convencerse que nohay círculos que se cierran, que tal perfección sólo es una abstracción mate-mática y que la geometría nunca tendría nada que ver con la existencia delos seres humanos. El hecho de que ella también se llamara Camila era sólouna irritante coincidencia que no podía empujarlo a cometer una estupidez co-mo la que a veces fantaseaba. El mismo nombre, al inicio y al final del amor.La mujer que en principio debería haberle dado todo: la vida, las palabras, lospechos, el misterio, la infancia...; y la mujer que volvía a prometerlo todo: eldescanso, la protección, la mentira necesaria para calmar los terrores... El pro-fesor Masoliver se negó a aceptar que la respuesta a la pregunta de tantosaños fuese tan sencilla. La joven Camila no podía darle significado a toda unahistoria. No aceptaría jamás que había regresado a aquella villa donde siempreera primavera —la estación en la que todo renace— como si todavía fuese elchiquillo que se marchó jurando que jamás volvería.

Con frecuencia, cuando franqueaba con alguna de sus mujeres una de to-das aquellas puertas que parecían llevar al placer y la placidez, creía percibiral otro lado alguna señal que le resultaba familiar, el olor o la voz de su ma-dre. Y justo ahora, el profesor Masoliver no podría negar que se dejaba llevaren esa aventura como el niño ansioso que se cree a punto de recibir todo lo quese le ha sido negado injustamente. Al otro lado de cada puerta estaba Camila,la abstracta madre, esperando para tranquilizarlo, para darle todas las res-puestas y desvanecer el miedo que tanto le ha dolido. Y puede decirle, desdeel otro lado de la puerta, que la muerte no existe porque ella, que lo engen-dró a él, nunca vivió, por lo que nunca pudo quererle.

El profesor Masoliver sabe que la joven Camila, la mujer que puede con-ducirle hasta el final del amor, también puede darle la respuesta que ha veni-do a buscar a la villa de la infancia. Ella, que todavía no ha atravesado ningúnumbral, sabe descifrar las voces del otro lado porque es la mujer que ha bus-cado en tantas otras mujeres. La ha encontrado por fin. Y por eso ha de renun-ciar a ella. No podría aceptar que era solamente eso lo que buscaba. Seríademasiado absurdo.

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13 formas de habitar una esquina

Huyen avestruces — —.

Sombras hilvanan puertos de aire. Entre la estampida reposa

la mano sobre el talud de una rodilla. Habano y humo. Rojizo

ciprés el sueño. El olor sigue más allá del borde. Desde el

buró —poder, sonríe destruida/ tiento ocre, cuerpo estrófico

en el quicio—. .

Donde los náufragos cantan apunta el ojo. Hacia el rabillo

austral de la mirada —dorada agua de la memoria— el tono

plomizo del frío. Uno podría ser entendimiento crepuscular,

avanzada furiosa de jauría humana pero el vórtice detiene

la rebelión. . Y entre el invierno de

milnovecientosetentaydos y el presagio del dosmildocefindel-

mundo un día y el otro. Gramática de Babilonia. .

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Caramelos y una hormiga. Breve ataque de asma. Sedosas

las patas recorren un dedo meñique. Este paisaje no es

política: hueco, centro de bala o poema. Dos muros hacen

un baldío entre sí. Menta, el caramelo es sabor menta. .

A ambos lados de la vía —párpados inestables, lozam de 2

mg—, la superficie de las cosas: tubos de acero, mosaicos

( ), textiles sintéticos de corte abstracto. Dolor

en el lenguaje. Monopolio cromático. Todo cuerpo desnudo

mata a la teoría. Rota el espacio. .

Un punto un punto en particular un punto un punto esquivando

su propio punto un punto que arroja otro punto el punto que

aniquila su sombra un punto el punto en punto:

.

Lluvia sobre penumbra. Pelaje y lamido. Ensoñación y notas

en brote de murmullo. Herida que sostiene. En el trazo de un

sonido veloz —cielo abierto sobre cuerpo, lengua— partículas

de azul Berlín. Desliz en el cerco de la boca. .

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Al ojo el vuelo, petrel negro. Caminar sobre precipicio

claramente delimitado. Colinas, nubes, bosque boreal. Mujer

desvistiéndose sobre cama helada. Bajo los pliegues de su

ropa una constelación de aguanieve. Arden las corvas.

Barbera o Bonarda, fuerte sabor en boca. .

En el cuerpo sésil de una hoja, apenas adherida, resplandece

el estrato del mundo. Flujo audible. Inflexiones sostenidas

por insinuación —dosel amazónico en medio del cuarto—.

Intensidad

de una figura dentro de otra, sonoridad del bulbo de luz,

silbido en tono sordo. La cerveza cae al suelo. .

Baúl en madera de fresno, motivos vegetales y geométricos

en perfecta simetría. Pies móviles para elevarlo del suelo,

cerradura con llave, asas en los costados que facilitan su

transporte. Periodo: siglo .

La economía a gran escala destruye voluntades.

Un hombre anuncia que desaparecerá. .

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Ángulos óseos, formas y cuesta donde radica el ritual.

Fisura donde hay. Puerta pulida. Naturalezas

muertas, humo de tabaco. . Un poema es una lima un

día bisiesto un 31 de marzo un esquema mental un pinar.

Retenes silenciosos demarcan umbral. Aire, pulmones

saturados. Oxígeno para abastecer el cerco. Cercanía de

pieles ante el viento. .

Un punto, paraguas negro, bolígrafo de tinta azul, orden para

no pensar en la muerte, una mancha seca de sangre,

garabateo cadmio en algodón, arca con motivos repetidos

sistemáticamente —clavel del monte o calta palustre—. Toda

la potencialidad del mirar: herida supurante espalda nupcial

de un hombre labio bajo de grosor excitante cuerda que

flota del fresno en vaivén madreperla ópalo de fuego luz

diurna sobre escena movimiento y rastros. .

Júbilo y adoración en paréntesis. Sobre el cabello largo de

esa mujer, vista en Baden Baden, sobresale una galaxia.

No anillos de satélite. No corona de santidad. . Varios

tañidos de campanas (no provincia eclesiástica) susurran

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una verdad a medias. Blancos y agrietados. Los labios. Se

necesita una nueva contraseña para regresar a tiempo al

mundo. Mientras la palabra aparece, ella dibuja sobre el

agua una espiral. .

Circulan autos en pulgada y media. Espacio hendido. Ladra

un perro al fondo. . Pastelillo de arándanos y chispas

de chocolate. Píldora sintética de felicidad.

. Gozne entre realidades,

“mira tu cuerpo iridiscente, azulmoradoverde iridiscente”.

. Territorio para la aparición de parques

paisajísticos zonas urbes rehabilitadas laderas de casas con

techo metálico piedras nucleicas espacios sacrificiales. Cajas

y capas, espacio vital de pulgada y media.

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Ese vicio impune, la lectura

La expresión de un sentimiento muchas veces comprobado, resultado de unaexperiencia tenida a menudo por muchos de nosotros, se halla en el bonitopoema de Logan Pearsall Smith que transcribimos aquí:

El otro día, agobiado en el metro, busqué animarme con el pensamiento de lasalegrías reservadas a la vida humana. Pero no hubo ninguna que me parecieradigna del menor interés; ni el Vino, ni la Gloria; ni la Amistad ni la Comida; niel Amor ni la Conciencia de la Virtud. ¿Valía la pena entonces quedarse hasta elfinal en este ascensor y subir a un mundo que no tenía nada menos usado queofrecerme?

Pero, de pronto, pensé en la Lectura, en la fina y sutil felicidad de la Lec-tura. Era bastante esa alegría que los años no pueden debilitar, ese vicio refinadoe impune, esa egoísta, serena y duradera embriaguez.

Una especie de vicio, en efecto, la lectura. Como todas las costumbresa las que volvemos con un vivo sentimiento de placer, en las cuales nos refu-giamos y nos aislamos y nos consuelan y nos compensan por nuestraspequeñas tareas. Pero es también un vicio que nos da la ilusión de que nosguía a la virtud, que nos hace entrever una elevada sabiduría. Emerson, dequien no esperaría uno algo tan burdo, escribió: “Lee no importa qué duran-te cinco horas todos los días, y en el plazo de unos pocos años serás sabio.”(No podemos dejar de imaginar por un instante al desgraciado que haya po-dido seguir tal consejo.) Sabemos bien que no nos convertiremos en sabiosa fuerza de leer no importa qué; pero tenemos la esperanza, bastante vaga, deconvertirnos, a fuerza de leer, en más sabios y más felices. Puede ser que

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no sea más que una excusa: un número inmenso de hombres que han sidosumamente sabios y felices, y cierto número de santos, no sabía leer.

Es un vicio, además, porque la experiencia y la estadística nos muestranque es una costumbre excepcional, anormal, como todos los vicios. El hom-bre normal lee por necesidad profesional, o para distraerse de sus ocupacio-nes y de su trabajo; las personas que leen por el solo placer de la lectura yque buscan ese placer con ardor son excepciones. El hecho de que casi todoel mundo sepa leer, y lea más o menos, no debe confundirnos: está la inmen-sa mayoría que sabe leer como sabe montar en bicicleta, servirse del telé-fono o conducir un automóvil, y hay una pequeña minoría que son lectores,como otros, en minoría también, son jugadores o avaros. Antes del estableci-miento de la instrucción obligatoria, la distinción era bastante precisa: habíaclases iletradas y clases letradas. Esta distinción puede hacerse todavía, yano entre clases, sino entre individuos tomados de todas las clases; sólo quevacilamos al decir de un hombre que sabe leer que es iletrado. Nos falta lapalabra exacta. Ciertas lenguas tienen la palabra “analfabeta”, que deja el lu-gar libre a “iletrado” en el sentido de no-letrado, pero que no considera que“analfabeta” esté destinado pronto a desaparecer con la especie a la que de-signa. Buscamos sesgos: “Un hombre poco instruido, sin cultura”, o incluso“un semi-letrado”; lo podemos decir de algunos hombres de carrera o de ac-ción; ¿pero de un médico que lee obras de medicina, de un abogado que leetratados de jurisprudencia, o incluso de un obrero electricista que lee los ma-nuales de su especialidad? ¿Podemos tratarlos de iletrados porque no leenobras literarias, libros de poemas o novelas? Evitamos hacerlo, esquivamosla fastidiosa decisión, pero cuando encontramos a un hombre que a fuerzade consagrarse a la lectura posee una amplia cultura literaria, decimos: “Esun letrado.”A qué se opone la palabra letrado, lo callamos cortésmente.

Es un error. Pero no tenemos la disposición para predicarle a nuestromédico o a nuestro abogado las ventajas y los placeres que obtendrían dela posesión de una cultura literaria, artística y filosófica. Tanto peor para ellossi no poseen esta cultura; para nosotros lo importante es que el médico noscure y el abogado gane nuestros procesos. Pero hay gente cuya función con-siste en predicarla y en expandir lo más posible el vicio de la lectura. Hay encada país civilizado una categoría de personas a quienes se les paga para de-

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cirles a los niños y a los jóvenes: “Aparte de los oficios, de las profesionesy de las altas especialidades para las que os preparamos. Existe una aristocra-cia abierta a todos, pero que jamás en ninguna época ha sido numerosa, unaaristocracia invisible, dispersa, desprovista de señas exteriores, sin existenciaoficialmente reconocida, sin diplomas y sin patentes y sin embargo más bri-llante que ninguna otra; sin poder temporal, y que, no obstante, detenta unpoder tal que a menudo ha guiado al mundo y preparado el futuro. Es de ellaque han surgido los príncipes más verdaderamente soberanos que la historiaconoce, los únicos que, después de años y en ciertos casos de siglos despuésde su muerte, dirigen las acciones de muchos hombres. Podéis formar parte deesta aristocracia: ella os invita, ella os espera, y la sola condición que exigepara admitiros es que os libréis moderadamente y durante varios años a unacierta forma de placer que se llama Lectura.” Deberían agregar: “Este placer,como todos los otros, atraerá sobre vosotros la desaprobación de los purita-nos, e incluso persecuciones. Vuestros padres, si os ven leyendo obras queno contribuyen a haceros pasar vuestros exámenes y a entrar en una carreraen la que no les seréis una carga, os reprocharán perder el tiempo y torcervuestro espíritu. Y nosotros mismos, que estamos lejos de pertenecer a estaaristocracia sin diplomas de las que hablamos, si sorprendemos en vuestrasmanos libros de esos pretendidos escritores, recientes o contemporáneos,que no están en nuestros programas, os los confiscaremos, pues la lectura esun vicio y, como los otros vicios, de los niños y los menores, punible.”

Maravillosa contradicción, inolvidable estilo de vida… Pero también essu camino oculto, su curiosa artimaña: eleva nuestro vicio a la dignidad deuna pasión.

Podríamos componer un tratado sobre el nacimiento, las fases sucesivasy los progresos de esta pasión. Desarrollemos esta idea

Se tratará de describir la ruta seguida por un lector imaginario consti-tuido por elementos sacados de nuestra propia experiencia y de lo que obser-vamos en los otros, o bien de considerar el conjunto de lectores de una mismageneración como un ejército en marcha: inmenso al principio —las tres cuar-tas partes de esta generación forman parte de ella—, veremos, de año en año,disminuir sus filas, la cabeza de la columna adelgazarse, y una gran masa derezagados y desertores acumularse en la retaguardia o desparecer. Podíamos

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combinar la historia esquemática dellector que persiste en su pasión, conesta imagen de un ejército o de una mu-chedumbre de peregrinos en marchahacia una Atenas intelectual que pare-ce recular frente a ellos al mismo tiem-po que el horizonte: nuestro lector esuna unidad dentro de esta muchedum-bre: o bien está dentro de las primerasfilas, y nuestro amigo es capaz de leerlibros de diferentes épocas y de muchosdominios lingüísticos, o bien en la reta-guardia, este viejo camarada, X…, quien,desde hace muchos años no lee másque el diario y las revistas ilustradas queruedan sobre las mesas de su círculo.

Podríamos también expresar el de-sarrollo de esta pasión, sus etapas y susresultados, bajo la forma de una alego-ría a la manera de John Bunyan: el Pro-greso del lector. Pero no, no es comoalegoría que el nosgusta, sino por otras cualidades y a pesar de la alegoría. En todo caso, pode-mos estar seguros de una cosa: que este desarrollo tendrá un carácter secre-to, exactamente como el progreso del cristiano hacia la Jerusalén celeste.

Abierta por primera vez, tal vez con fastidio, la puerta de cartón o de papeldeja entrever el mundo maravilloso y los tesoros inagotables que están detrás.Es el día que se despierta, ahí donde sólo el instinto existía, la conciencia,la reflexión y la imaginación. Sin embargo nada señala ese día de la primeracomunión intelectual del infante, sus padres no sabrán nada de ello y él mis-mo olvidará la fecha.

Casi inmediatamente después comienza la época de la colaboración másactiva. Sólo el nombre de Julio Verne figura sobre la cubierta, pero el libro

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que lee el niño es obra de él en colaboración con Julio Verne: él lo enrique-ce con su experiencia, con sus sentimientos, con sus descubrimientos, con sussueños más viejos; él prolonga y complica las aventuras y agrega episodiosy personajes de su invención. Eso también pasa desapercibido.

Los libros de la clase son objetos del todo diferentes de aquéllos. Éstosinterrogan, afirman, dogmatizan, ordenan resolver problemas sin interés. Las

son las mismas dificultades presentadas hipócritamentecomo trampas. No hay por lo tanto en el casillero o en el pupitre más queun verdadero libro, y además hay que adivinarlo bajo su pobre blusón esco-lar: son los fragmentos escogidos de los escritores nacionales. En este puntomuchos peregrinos han renunciado a ir más adelante, y aquellos que conti-núan se van a encontrar atrapados por muchos obstáculos: la anarquía orto-gráfica de los siglos pasados, la inestabilidad de la sintaxis y el significadode las palabras, los mil secretos de la prosodia, y además la sombra de fas-tidio que sobre todas la cosas derrama la palabra detestada, despreciada ytemida: Tarea. Por suerte todo llega al final, el lector infante, viajero en eldesierto, encuentra una pequeña fuente en la que puede beber una agua lím-pida y refrescante: un poema escrito en una lengua que le es familiar, en elque todas las palabras tienen el sentido que él conoce y que expresa pensa-mientos y sentimientos que parecen ser los suyos propios o le describen cosasque creía que sólo él había visto. Está salvado. Una nueva etapa va a comen-zar: toda la literatura moderna de su país aparece como una tierra prome-tida donde el da sus primeros pasos. Ese gran día, lo castigan por no habersabido su lección de geometría. Pronto tendrá problemas porque descubrenuna novela o poemas entre sus libros. Él aprende así que “contemporáneo” essinónimo de toda suerte de expresiones peyorativas, tales como: malo, absur-do, peligroso, sin valor, ridículo. Y le dicen que la literatura nacional dejó deexistir hace un par de décadas. También ahí algunos pierden el valor, sonlos amigos y los partidarios de la Tarea. Mirémoslos y sigamos.

Estamos ahora en el periodo de las lecturas desordenadas en todas las di-recciones, de recorridos por toda la extensión de este bello país moderno:y la curiosidad y la vanidad vienen a agregarse al apetito del lector: no sóloes placer buscado y disfrutado sin segunda intención: es la necesidad de saber

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qué hay detrás de tal nombre nuevo, y de deseo de “haber leído todo” y depresumirlo.

Es también la época de las primeras tentaciones. Para comenzar, aque-llas que le hacen amar los libros que se dirigen a sus apetitos más rudos ysus inclinaciones más vulgares, y toma una indecencia galante o un libro depropaganda política por una obra literaria. Además, aquello que lo atrae a loque brilla lo hace víctima de la publicidad de los editores, lo hace creer queun escritor célebre es necesariamente un buen escritor y que un autor repre-sentado en un teatro importante es necesariamente un gran dramaturgo, mien-tras que aquellos de los que se habla poco no tienen ningún mérito. Algunoslectores no resisten más y se quedan ahí toda la vida. Son ellos a quienes lla-mamos, caritativamente, semi-letrados, y entre su élite se reclutan los escri-tores fáciles, proveedores del público grueso.

Existe una tentación contraria a aquella que lo hará considerar desdeña-bles a los contemporáneos célebres. Ésta es un poco menos peligrosa que laprimera, pues en general las buenas obras requieren mucho tiempo para ha-cerse conocer y porque en todas las épocas los mejores escritores no son los másconocidos. Esta tentación lo deja en el buen camino, pero lo hará adorar a al-gunos dioses desconocidos que permanecerán y lo harán enrojecer más tarde.

Pero la belleza del camino en este país conquistado compensa esos obs-táculos. Entre las cosas espirituales que este joven frecuenta no hay nadaque toque la vida en más puntos que esta literatura llamada moderna. Ellafortifica su conciencia, aclara, explica y comenta su experiencia; enriquecesus sentimientos; le advierte, lo anima, lo guía, lo modera. Lo toma como con-fidente, le propone modelos y líneas de conducta, nutre y hace crecer la fa-cultad que él tiene de observarse y estar atento al prójimo. Lo espabila, lopone en guardia contra muchas mentiras, le provoca repugnancia por satisfa-cerse a bajo precio. Lo hace ver y mirar mejor lo que lo rodea. Incluso lo hacever la belleza y atractivo de las cosas que la Tarea le hacían amargas. Un ver-so de Victor Hugo, por ejemplo, lo hace percibir por fin en la “cima” de losversos de Virgilio el “lugar extraño”, lugar de alba y ocaso sobre promon-torios llenos de templos. Ella hace lo que la presentación del por elprofesor y la amenaza de castigos no había podido hacer: le hace disfrutarla versión latina. Hace incluso algo mejor: lo hace desafiarla, le enseña que

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hay otras cosas: la pintura, la música y un gran número de ciencias que son,también, objetos dignos de pasión. Le proporciona una prueba de los pla-ceres de la crítica, de la belleza de las matemáticas, de la harmonía de losgrandes sistemas filosóficos. En fin, admite que ella no es sólo de este país yde este tiempo, pero que siempre ha sido joven y bella y, como él dice, mo-derna; que ha habido épocas en que ha sido aún más bella que ahora y queen ese mismo momento, en otros países, él la encontrará diferente, más sor-prendente y más audaz, atractiva también, pero con otros ropajes.

Él ha franqueado la única línea de demarcación que separa completa-mente al letrado del no-letrado: la palabra “moderno”, de allí en adelante,carece de prestigio, ha dejado de ser para él una recomendación, y sonríecuando oye decir “Qué bello, se diría que es moderno”. El grueso de la tro-pa permanece de este lado de la línea y no la franqueará jamás; esta pasión,decididamente, exige mucha paciencia, muchas penas; todos esos velos quelevantar, todas esas palabras que buscar en el diccionario, todos esos siste-mas gramaticales que comprender… ellos se contentan, una vez terminadossus estudios obligatorios, de mantenerse al corriente, de leer las crónicasliterarias de los diarios, de comprar los libros premiados y aquellos que lla-mamos de actualidad. Se acabó. Han renunciado. Pero él se aproxima aAtenas, da un paso hacia la Sabiduría. Ha triunfado sobre algunas de esas“locas opiniones en las que todo el mundo abreva” y que Pierre Charronenumera en su libro, como “valorar y recomendar las cosas debido a su no-vedad” y “estimar las cosas no según su verdadero, natural, esencial valor,que a menudo es interno y secreto, sino por su apariencia, afectación o reso-nancia vulgar”. Sin embargo este gran progreso se mantiene “interno y se-creto”. Nada distingue a nuestro joven lector de aquellos que ha dejado atrás,y también existe la posibilidad de que a ojos de los demás sea él quien se hadejado rebasar. Su pasión lo ha llevado con gran ímpetu a la conquista de unnuevo dominio lingüístico (que no está en el programa, el inglés, por ejem-plo, cuando va a ser examinado sobre un texto alemán) o lo hace absorbersetanto en el estudio de un solo autor que ha olvidado preparar su examen, ylo reprueba o la pasa difícilmente, en tanto que los no-letrados aprueban conlas felicitaciones de los examinadores. Él ha descuidado sus intereses mate-riales por su pasión, como un enamorado se endeuda por una mujer.

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Pero él ha pasado la gran prueba eliminatoria. Sabe ahora que un poe-ta como Calímaco, con seiscientos lectores en toda Europa, es más célebre ymás seguro que perdure que ese contemporáneo cuyos libros se publican contirajes de cien mil ejemplares.

Y, sin embargo, no ha terminado todavía, no ha obtenido el elevado man-darinato que ningún botón designa; la selección es rigurosa, y las pruebasque ponen todo en duda tienen lugar varias veces al año en el transcurso deesos años de aprendizaje. Nuevas tentaciones se manifiestan.

Él aprecia mucho los libros como objetos materiales: su formato, su pe-so, el gramaje del papel, la facilidad con la que se abre, el buen olor de algu-nos cuando son nuevos (incluso tienen un olor diferente según el país en elque están hechos). Él los ha llegado a perfumar cuando no tienen olor, y esco-ge con meditación las encuadernaciones que les pone. Los cuida, los acaricia.Esta forma de su vicio puede llegar a dominarlo por completo e incluso alejar-lo de la lectura. El puede convertirse de lector en bibliófilo exclusivamente,resignarse y complacerse en eso. Perder de vista la función espiritual del libro.Y acabar, con los ejemplares raros y las primeras ediciones, en la especula-ción pura y simple. ¡Oh! Es una pasión bella y respetable; y útil: sus cuida-dos construyen ciudades y conservan pequeñas arcas de Noé literarias en lasque muchas obras plenas de sabiduría, de consuelo y alegría, han pasado y pa-sarán por los diluvios de la Historia. Pero algunos de ellos sienten una espe-cie de desprecio por el otro aspecto del libro, por aquello que para nosotrosconstituye todo su valor. Se diría que, para ellos, los autores no han sido másque los productores inconscientes de una materia prima que sirve de soportea cualidades más preciosas que pueden tener: la rareza o la curiosidad o elhecho de ser un pretexto para el despliegue de un gran lujo material. Peroeste desprecio es desprecio de los letrados que no son exclusivamente biblió-filos. Frente a la riqueza de ciertos bibliófilos se descubre uno pensando enbárbaros que habrían recibido instrumentos complicados provenientes de lacivilización, y de los cuales no conocían exactamente su uso y su valor. He oídohablar con frecuencia de un bibliófilo francés que vivía en Ginebra bajo elSegundo Imperio y que coleccionaba únicamente “libros ridículos”: librosde poemas publicados por magistrados de provincia, tratados inverosímiles demetafísica, poemas épicos en veinte mil versos, libros de maniacos y de de-

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mentes, todo ello elegido y clasificadocuidadosamente por ese bibliófilo, quese había creado entre sus conocidosuna fama de hombre inteligente. Y bien,no puedo evitar pensar que observan-do de cerca la colección de ese Mon-sieur uno encontraría

y .

Supongamos que nuestro lector ha su-perado fácilmente la tentación de labibliofilia exclusiva; pero hay una ten-tación aun más fuerte. La erudición.Bajo todas sus formas: investigación dela génesis y fuentes de la obra, histo-ria comparada de las literaturas, fun-damentación de textos, verificación deatribuciones, estudios de la gramáticay vocabulario del autor; y la biografía,en la que la intuición y el detectivismojuegan un papel. ¿No es hacia ello que

lo lleva su pasión: no solamente disfrutar de la lectura de los libros y nutrir-se de ellos, sino penetrar en ellos, ver su estructura íntima, disecarlos, cono-cer su historia, reconstituir su embriogénesis, descubrir sus taras congéni-tas? Y después contar todo eso; y justamente, si tiene una “brizna de plu-ma”, buscará emplearla con mayor utilidad. Al mismo tiempo, eso puedeconvertirse en una carrera, y la pasión se encontrará de esta forma reconci-liada con el orden, la seguridad material y los honores. Sería una pasiónsabiamente conducida y explotada. Y eso no impedirá…

No. Sí impedirá. Porque la pasión, sabiamente conducida y explotada,se extingue pronto. Otra, sin duda, la reemplazará: la curiosidad erudita.Pero no es de la misma categoría. Es un poco a la pasión literaria lo que laavaricia es a la prodigalidad y la embriaguez al amor. Está demasiado al abri-go del riesgo, demasiado fácil de contentar, exige muy poco a aquel que la

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sufre. La deforma y la marchita demasiado pronto. El erudito exclusivo notarda en ver en las obras sólo el aspecto que es objeto de sus estudios. Comoa un medico a quien la enfermedad de un hombre le resulta más interesante,más real, que el hombre mismo. Pronto, el erudito no se detiene a conside-rar la belleza de la obra literaria: piensa en su historia, en su circunstancia.Siente que no coincide con ella, pero su amor propio le dice que se debe aque la domina y la supera, y le cree a su amor propio. No tiene relación sinocon los objetos de estudio y acaba por vivir satisfecho en la ignorancia de to-do el resto. Él se enquista. Podría decir los versos más malos de Tristan Cour-bière: “El arte no me reconoce. Yo no reconozco al arte.”

Ahora bien, una de las características principales de la élite letrada esla atención que presta a la literatura contemporánea: quisiera seguir el desa-rrollo de las tradiciones cuyos orígenes conoce. Se prohíbe ese dominio, aca-ba por desear no conocerlo, desconfía de él. Él, por decirlo así, se deslizafuera de la élite. Y no importa que alguno de sus contemporáneos, lo que nin-gún verdadero letrado ignora, pudiera decirle como Lucifer al Ángel del Señoren Milton: “No conocerme es confesaros desconocidos vosotros mismos.”

Pero nuestro lector, como el peregrino de John Bunyan, ha vencido es-ta última tentación. Eso no le impedirá, por otro lado, considerar con respe-to la obra de los eruditos por la utilidad que de ella obtiene. Conocerá susmétodos de trabajo, tendrá la ocasión, él también, de emplearlos; pero nose dejará absorber completamente por ellos. La pasión es más fuerte que todo.Ha conquistado el más alto grado. (Y alrededor de él se dice: es un fruto seco.)

El más alto grado, es decir la entrada al gran mundo de los libros, a lo quellamamos, en Francia y por el momento, la cultura. Él tiene 20 años y trasél, ya, cinco o seis años de lecturas voluntarias, cinco o seis años de verda-dera vida literaria (se reirían si lo dijera él). Comienza a formar parte de unaélite, de la “élite discreta.” ¡Y tan discreta! Verdaderamente, con respectoa la satisfacción de la vanidad, el clero secular recibe más que ella; pues,en efecto, ella es una especie de clero secular, sin nombre y sin honores enel mundo. Incluso el nombre de élite es demasiado altisonante para ella: ellano la quisiera. ¿Pero cómo designar de otra forma a este pequeño número dehombres y mujeres tan escogidos, elegidos después de tantas pruebas entre

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tantos miles de personas? (Pensemos en el número de aquellos que se que-daron atrás.)

Pero entonces, ¿se trata, después de todo, de una especialidad o unaprofesión como las otras? Podría él adoptar el nombre de “letrado”, comoesos personajes extraños que encontramos por todas partes, que hacen grabaren sus tarjetas de presentación “Hombre de letras”? No, no es una especiali-dad ni una profesión, es una cualidad, algo que posee al hombre mismo, queforma parte de su dicha, que puede indirectamente serle muy útil pero que nole reportará ni un centavo, como su amabilidad, su valor o su bondad.

Es ahora que comienzan las verdaderas aventuras, y sonríe pensandoen las de antaño: el descubrimiento de los clásicos de su país, el de Shakes-peare o de Dante, el de Lucrecio o de Aristófanes. Eso le parecía entoncesel fin del mundo. Y la época en que, pobre iletrado, no podía leer más quelos modernos, no encontraba sabor más que en sus obras. Ahora esa literatu-ra moderna, contemporánea de su infancia, y que le parecía tan vasta y másimportante que el resto, no la ve más que como un episodio de la historia lite-raria de su país; de aquellos episodios, llega a examinar un par al año. Enadelante sus viajes se extienden por un continente completo y reside en luga-res que la mayor parte de los turistas desdeñan o de los cuales los guías nodicen nada. Viajes en el tiempo y en el espacio, pero que se pueden realizarpermaneciendo sentado en una biblioteca, pues esos países se llaman Hero-doto, Tácito, Rabelais, los místicos españoles, Marino y los marinistas, la líri-ca alemana contemporánea, la época de Isabel, Dada, los Parnasianos, lasPreciosas, el Arcipreste de Hita, James Joyce, la reina de Navarra, PhilippeSoupault… Allí todo es descubrimiento y placer de descubrir, incluso si unoregresa, si releemos. Sin embargo, él dirigirá y frenará su pasión, no abu-sará de sus pasaportes y los permisos para circular que ha obtenido: sabeque los libros no son nada sin la vida (los mismos libros se lo dicen) e imponelímites, una disciplina a su apetito. Un día, después de haber vacilado muchotiempo, renunciará a aprender una nueva lengua extranjera y se prohibirá unnuevo dominio literario. Es un sacrificio, una mortificación que Dios le ten-drá en cuenta.

Y no sólo goza las delicias del viaje y el descubrimiento: experimentatambién las delicias de una ascensión, de un progreso en el conocimiento y

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de un incremento de su poder de apreciación. Ese drama, anunciado a bom-bo y platillo, representado con éxito en un teatro famoso y que ha encontra-do admiradores entre el público y críticas favorables en los periódicos, él lalee con interés y curiosidad, como un deber escolar lleno de absurdos diver-tidos, disparates imprevistos y errores chuscos. Pero aquello que lo sorpren-de y lo divierte más son las pruebas de una cultura literaria insuficiente queencuentra en algunos eruditos, críticos, autores de manuales escolares… Así,él acaba de leer, en el reverso de su tarjeta de entrada a la deuna de las más famosas bibliotecas de Europa, que está prohibido, entreotras cosas, “llevar obras de carácter frívolo”. Mira a su alrededor, sobre losanaqueles: Bocaccio, Bandello y Straparole están ahí, en los lugares de honor.¿Al cabo de cuántos años una obra frívola deja de ser considerada como tal?O bien, ¿qué es una obra frívola? Sería interesante hacerle la pregunta a losdirectores de esta biblioteca, eruditos ilustrísimos. ¿Y sus antiguos maestrosde letras? ¿Eran no-letrados o semi-letrados? Todos no, pero sí muchos de en-tre ellos. Simplemente ejercían esta profesión, que habían desposado por ca-sualidad o por interés y a la que se habían habituado —matrimonios de razón—pero en ningún momento se habían sentido atraídos por la pasión imperiosa,y las Letras eran para ellos letras clausuradas. No sabían, y no hubiesen tole-rado que uno les dijese que “la cultura es hija del placer, no del trabajo”.

Nuestro letrado lo sabe, lo sabe por experiencia; es el secreto de la élite de laque forma parte, secreto que no es necesario guardar pues no es, para aque-llos que no son parte de la élite, más que un enigma.

Pobre élite del secreto incomprensible, élite sin autoridad temporal, in-significante por el número, dividida en pequeños grupos repartidos entre losámbitos lingüísticos. Y sin embargo sigue existiendo, siglo tras siglo, y sus jui-cios siempre acaban por imponerse a la masa. Porque en realidad es una eindivisible a pesar de las fronteras, y porque la belleza literaria, pictórica ymusical, y para ella es algo tan verdadero como la geometría euclidiana parael común de los espíritus. Una e indivisible porque, en cada país, tiene al mis-mo tiempo lo más nacional y lo más internacional: lo más nacional puesto queencarna la cultura que ha unido y formado la nación, y lo más internacionalporque no puede encontrar a su pares, su nivel, su medio, más que entre las

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élites de otras naciones: los que se parecen se juntan. Por ello, la opinión deun alemán, suficientemente letrado para conocer el francés literario coincidi-rá probablemente, sobre un libro francés cualquiera, con la opinión de la élitefrancesa y no con los juicios de los franceses no-letrados. Uno de los peque-ños romanceros del siglo , Nervèze, había entrevisto esto cuando decíahacia 1620: “Tengo por ellas [sus obras] un poco de celos por su honor paradesear que su recorrido sea feliz y para que, en efecto, caigan en las manosde sabios y de modestos lectores más que de severos. Han pasado ya frentea los ojos de los dos, esperando la discreción de los primeros y la censura delos otros, en suma, probaron los humores y los juicios de su siglo, posiblemen-te mucho menos felizmente en su patria que en tierras extranjeras…” Vuelvea ello un poco más tarde, habla de las traducciones que han hecho de sus li-bros y exagera a placer la frialdad del recibimiento que han tenido en Francia(sabemos que, por el contrario, sus libros estuvieron en boga entre 1610 y 1630,aproximadamente), como si encontrara más halagador ser admirado en elextranjero que ser célebre en su país. Y es que, en efecto, sentía, sin expli-cárselo claramente, que la aprobación de las élites extranjeras le daba la razóna la minoría francesa que lo prefería sobre los autores favoritos de los no-le-trados nacionales. E incluso ahora, ya no Nervèze, olvidado, sino Racine, perono importa cuál gran clásico francés o inglés o italiano tiene al menos tantoslectores en el extranjero como en su país de origen. Grandes escritores, pe-queñas capillas cosmopolitas.

Hemos seguido a nuestro lector ideal hasta su entrada a la élite donde lo haconducido el gran ardor de su pasión. Podemos ahora imaginarlo por su bie-nestar, más tranquilo, algo cansado. Más cuidadoso de su placer al haber en-contrado un confortable equilibrio entre la vida y los libros. Lo que fue pasiónse hizo vicio, pero vicio practicado con conocimiento y sabiamente cultivado,sin pérdida de tiempo, sin riesgos de escándalo u obligaciones. Saint-Beuve,fuera de su obra, fue así: “es como vivir: uno ve todo y lo contrario de todo”,y en otro lugar: “Hoy, 13 de septiembre de 1846, acabé la lectura de las Car-tas de Rancé y traduje un idilio (el cuarto) de Teócrito. Incrementamos nues-tros placeres.”

El más grande de estos placeres, tal vez, es el de ver claramente y casi

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a primera vista lo que vale un li-bro. Placer de experto. Dos o trespáginas, a menudo, le son suficien-tes, como nos es suficiente escu-char hablar a un hombre o unamujer para saber a qué clase so-cial él o ella pertenecen. Si lo juz-ga malo, lo rechaza sin vacilar. Ysin importar que venda miles deejemplares y le dé al autor todaslos beneficios que produce la ce-lebridad. Pero dentro de diez años,su juicio será confirmado por unasentencia terrible: el olvido perpe-tuo. Placer de no ser engañado, dehaber, hombre honesto, desbara-tado las maniobras de los estafa-dores.

Él ve los plagios, las vulga-rizaciones de las grandes obras deacceso difícil, la falsificación. Él nose deja ni embaucar ni intimidar por las opiniones de los críticos. Él es elcrítico silencioso de los críticos. Los clasifica, y encuentra a más de un semi-letrado entre ellos. Sabe leer entre líneas sus artículos y sus estudios, pro-ductos fáciles de su cultura insuficiente, de su falta de gusto, de la mala fe,la camaradería, la envidia, la intriga. La intriga desplazada de la literaturatanto como la honestidad del amor.

Al mismo tiempo, tiene el placer, incluso más grande que el de no serengañado, de descubrir al genio en el momento en que se manifiesta, de ser delos primeros en adivinar el origen y el destino de ese libro oscuro, de padredesconocido, y que es en realidad el príncipe heredero de una línea eleva-da, de una gran tradición literaria. Desde ese momento deja de ser un gozadorhastiado, la pasión que incuba se reinflama, y tiene muchos buenos días y no-ches de lectura.

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Y aquí una tentación, la última, aparece: escribir; hacerse crítico a suvez. Pero ¿para qué? ¿Denunciar los malos libros de éxito?, ¿para qué? ¿Tur-bar la fiesta local del público grueso y causarle penas a la gente honesta ytrabajadora? No, sería prepararse recuerdos incómodos, casi de remordimien-tos, sin hablar del arrepentimiento de haber perdido el tiempo. Él no qui-siera ser como Jules Lemaître vapuleando a Georges Ohnet, ni Léon Bloyempalando imperialmente, hacia 1885, a una veintena de nulidades cuyoscélebres nombres hoy están absolutamente desacreditados, o tan completa-mente olvidados que sorprenden el oído del lector como los nombres de losrentistas confinados a la vida privada. Para qué decir públicamente que Xy Y son malos escritores, si dentro de veinte años la crítica que los alaba hoydirá lo que él dice ahora, a menos que hayan sido olvidados por completoEl oficio de vapuleador repugna a su naturaleza indolente. No puede ver enese oficio más que a un villano mediano, a un debutante, para llamar la aten-ción sobre él o, para un crítico, hacerse temer. Oficio indecoroso que lo ha-ce pensar en los luchadores de las barracas de feria, en las diversiones delos cargadores de bultos (antes llamados bellacos), en los peones.

¿Escribir para saludar la aparición de grandes obras o para iluminarlos méritos de obras mal conocidas? Eso es más tentador. Pero la cualidaddel letrado va acompañada de una gran dosis de discreción. Haría falta quela vanidad se mezcle con ella, como antes cuando quería haber leído todo,por curiosidad y para asombrar a sus camaradas. Vanidad con frecuencia útil,cuando está bien encauzada, vanidad calumniada. Pero supondremos que haprogresado en la sabiduría y que se ha liberado incluso de la vanidad. Esta-rá satisfecho con ser un lector y de recomendar a sus mejores amigos, dis-cretamente, los libros que ama, que pasan casi desapercibidos, y que seráncélebres dentro de veinte años.

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Los glingrigianos: Génesis,Scott & Robert T. Patterson

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Seremos breves, la relevancia del asunto así lo exige. Ya habrá tiempo paraplantear hipótesis y debatir. Hoy nos limitaremos a presentar las pruebas deun asunto que nos ha ocupado por casi tres lustros: la existencia históricade Brobdingnag y de los glingrigianos. Quienes nos siguen con frecuencia,imaginarán la dimensión de nuestra dicha.

Como muchos lectores recordarán, Lemuel Gulliver, en el relato de su viajea Brobdingnag, el país de los gigantes, afirmaba que el rey de ese país que-ría conseguirle una mujer de sus mismas dimensiones para efectos reproduc-tivos. Algo que Gulliver, por supuesto, no deseaba:

El barco en que navegaba cuando quedé abandonado allí fue el único del quesupe que hubiese avistado aquellas costas; y el rey había dado órdenes estrictaspara que, si algún otro barco apareciese, lo sacasen a tierra y, con toda la tripu-lación y pasajeros, lo transportasen en un carro a Lorbrulgrud.2 Tenía grandesdeseos de procurarme una mujer de mi mismo tamaño con quien pudiese propa-gar nuestra especie; pero creo que habría preferido morir antes que afrontar la

1 Agradecemos a el permiso para traducir y re-producir este artículo en beneficio de toda la comunidad de habla hispana. (N. del T.)

2 Capital de Brobdingnag.

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desgracia de dejar una descenden-cia condenada a ser enjaulada comocanarios domesticados, o quizá ven-didos por todo el reino a personasde calidad, como objetos curiosos.Cierto que se me trataba con extre-ma amabilidad y que era el favoritode unos reyes poderosos, convirtién-dome en el deleite de toda la Cor-te, pero todo ello bajo condicionesque resultaban en el desdoro de midignidad humana.3

A la postre, Gulliver aban-donó Brobdingnag y no tuvo queenfrentarse al dilema de fundaruna especie de humanos minia-tura. Irónicamente, el relato quehizo de sus viajes condujo a queeuropeos de diferentes naciona-lidades zarparan, con amplísimosséquitos, en busca de los terri-torios por él descritos. Y uno deesos grupos, que logró llegar a

Brobdingnag poco después de la partida de Gulliver, fue el que dio origen,para su infortunio, a los glingrigianos.4

Según Gulliver, Brobdingnag era una enorme península que sobresalíaen el extremo noroeste del continente americano, a la altura de Alaska, y es-taba completamente aislada por una cordillera de altas montañas con volca-

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Benj. Motte, Londres, 1726, p. 171. Para res-tarle credibilidad al relato de estos viajes, los arquitectos de la desaparición de Brobdingnagnegaron la existencia de Gulliver y lograron que, a la larga, su obra fuera atribuida a la plu-ma de un autor improbable, acaso un seudónimo colectivo: Jonathan Swift.

4 Glingrig: animal, persona o cosa de diminutas proporciones, según el idioma de Brob-dingnag.

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nes en sus cimas. Como en muchas de sus descripciones, Gulliver exageróen el tamaño de este país y lo situó más al norte de lo que en realidad estaba.Hoy sabemos que Brobdingnag cubría parte de la costa del sur de Canadáy del norte de los Estados Unidos.

Desde hace más de siglo y medio el registro histórico de Brobdingnagha sido borrado de manera sistemática. El país fue literalmente cercenado delcontinente y sumergido en el fondo del mar. Centenares de científicos, uni-versidades y centros de investigación han sido silenciados y sus hallazgos eli-minados. Hasta hoy no se había podido probar la existencia de Brobdingnagni de los glingriginos. Sólo habían sobrevivido leyendas que versaban, prin-cipalmente, sobre humanos miniatura que vivieron sometidos a gigantes, obien sobre cómo estos últimos fueron eliminados en batallas épicas, corta-dos en trozos, enterrados y sumergidos en el Pacífico con todo y su pedazode tierra.

Nosotros, durante más de una década, nos tuvimos que conformar conregistrar esas leyendas. Hasta que, hace dos años, uno de nuestros colabora-dores recibió un aviso anónimo acerca de un extraño cofre, de aproximada-mente cincuenta metros, enterrado al norte de California. Bajo el más estrictosilencio, empezamos las labores de excavación. Después de casi siete meses detrabajo, logramos extraer el cofre y transportarlo camuflado hacia uno de nues-tros centros de investigación. El cofre sólo contenía cuatro hojas de papel,antiguas pero bien conservadas, cada una de tres metros de largo por dos deancho. Las hojas estaban escritas en el idioma de Brobdingnag; una de ellascontenía una relación de su alfabeto traducido al inglés y las otras narrabantres eventos ocurridos en Brobdingnag, todos en relación a los glingrigianos.Desde el principio nos desconcertó que sólo hubiera cuatro hojas en el cofrey que cada uno de los tres relatos estuviera narrado desde un punto de vistadiferente. Lo más intrigante fue advertir que entre el primer y el tercer textohabía más de cien años de diferencia, al menos si confiamos en su contenido.

Por su relevancia, transcribiremos a continuación los relatos comple-tos. Cada uno varía en extensión, pero los tres son breves. Ninguno veníafechado, sin embargo el orden cronológico de los eventos a los que se refie-ren es muy claro. En ese orden los presentaremos. Hemos querido respetar,también, el título y el espíritu fragmentario de cada texto. Evidentemente,

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nuestro conocimiento del idioma de Brobdingnag es aún precario. Es pro-bable entonces que nuestra traducción al inglés produzca un efecto de homo-geneización en los tres relatos, efecto que no parece estar contenido en losoriginales. Confiamos en la comprensión de nuestros lectores. Sin más preám-bulo, los dejamos con “El umbral”, “El método” y “El presente”.

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5 Según lo que hemos aprendido con el alfabeto de Brobdingnag, el gentilicio para la es-pecie de humanos miniatura debería ser glingrigs, y no glingrigianos como los conocíamoshasta ahora. Hemos optado por conservar el gentilicio de glingrigianos para evitar confusio-nes. Sin embargo, en el caso de los tres relatos respetaremos la forma original: glingrigs.

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Son muchas las preguntas que surgen con estos tres relatos, y que, por elmomento, no tienen respuesta. Quizá la más obvia sea la siguiente: si losgigantes de Brobdingnag fueron exterminados, ¿qué pasó con los glingrigia-nos?, ¿se volvieron ciudadanos estadunidenses, canadienses o europeos?,¿fueron sacrificados para que no revelaran nunca su origen?

Pero hay una pregunta que sí podemos responder y que, a todas luces,es la más importante: ¿por qué se ha querido borrar, con tanto empeño, laexistencia histórica de Brobdingnag y de los glingrigianos?

Todo indica que es cierta la versión de que, antes de iniciar las bata-llas, se envenenaron las aguas de Brobdingnag, eliminando así a gran partede la población de gigantes de ese país. Aun así, el triunfo sobre ellos nodeja de ser titánico, espectacular. ¿Por qué entonces no hemos guardado

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memoria de ese triunfo? ¿Por qué no hay museos, películas, libros sobre lasbatallas? ¿Por qué ocultar la victoria más extraordinaria de nuestra especie?

La respuesta está en los glingrigianos. Lo que se ha querido ocultar pormás de siglo y medio no es la historia de Brobdingnag y de sus gigantes,sino de lo que allí pasó con nuestra especie. Los arquitectos de la desapari-ción de Brobdingnag se asumieron a sí mismos como guardianes de la gran-deza humana, y prefirieron eliminar de un tajo cualquier asunto que tuvieraque ver con Brobdingnag, incluyendo el triunfo sobre los gigantes, con talde ocultar la vergüenza de los glingrigianos.

Afortunadamente, hoy dimos el primer paso en el camino de regreso,el camino hacia la verdad histórica sobre Brobdingnag y los glingrigianos.Aún falta mucho, pero estamos seguros de que a raíz de este texto se de-tonarán nuevos hallazgos, cada vez más frecuentes y cada vez más impor-tantes. Debemos estar alerta.6

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6 Recibiremos con agrado cualquier información o consulta que deseen enviarnos a loscorreos electrónicos: [email protected] y [email protected]. Por razones deseguridad, estos correos estarán vigentes sólo durante dos semanas a partir de la publica-ción de este texto. En su momento, avisaremos de las nuevas vías a través de las cuales nosmantendremos en contacto. Esperamos su participación. Hoy más que nunca es necesario re-cordar aquella famosa frase del historiador y arqueólogo subacuático David Wallsbawn: “elpasado somos todos”.

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Sinsaber

No sé qué diablos sea la poesía

pero las larvas del viento se alimentan

de los sueños de los hombres

camisas rojas se rinden ante la certeza del ansia

los escritorios se vacían de notas amorosas

y almuerzos a medio consumir

las callejas se rompen en mil pasos

pedazos de noche se agolpan en el pecho

las putas no entienden de arrecifes

nadie se salva de la inquietud

No sé qué diablos sea la poesía

pero palabras asaltan las pantallas

y se confunden con el cabello de las mujeres

los pájaros se agolpan en la planicie del insomnio

y las nubes emprenden una galería de ausencias

cada gota restaña a otra gota

cada latido consuela a otro latido

en la encendida cadencia del ámbar

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las paredes azules tiemblan

desde la plataforma del olvido

en cada cortina se esconden ojos asesinos

lamentables testigos de la muerte

nada los salva

nada los condena

sino su propia angustia

No sé qué diablos sea la poesía

pero los niños se enfrascan en juegos inocentes

como desaparecer del mañana

cuervos hambrientos los seducen

en la tibia marea del desenfreno

cada quien pierde lo que encuentra

cada quien se atora en clavos ardientes

cada quien se muestra desnudo

ante la mirada absorta del abismo

las luces de la alcoba se endurecen

con cada madrugada de abandono

muslos encendidos por el deseo de otros muslos

las bombillas estallan en inciertos resplandores

y llamadas perdidas en amaneceres de prostíbulo

No sé qué diablos sea la poesía

pero la canción sigue siendo la de siempre

tras los ojos azules se esconden otros ojos

alforjas plenas de alfileres

esponjas marchistas de la propia estupidez

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mujeres con pechos de sal

y miradas entristecidas

por la ciudad abandonada

gatos que buscan los restos del naufragio

porque detrás de ellos no queda nada

sino el hambre perpetua del aroma

cabezas mutiladas

espinas de un mismo artista

nadie es condenado

nadie se hace responsable

sino la aurora que los acecha

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El hoy aún persiste:recordación de Miguel N. Lira

Consta en una carta fechada en Tlaxcala el 22 de noviembre de 1955, dirigi-da a Alberto María Carreño, secretario perpetuo de la Academia Mexicanade la Lengua correspondiente de la española y firmada por Miguel N. Lira,que el escritor, nacido en la ciudad de Tlaxcala en 1905, aceptaba con emo-tivo talante la designación de “Académico correspondiente en Tlaxcala”. “Espara mí un honor —decía Lira— que estimo como uno de los más grandesque he recibido en mi vida y que me estimula a seguir trabajando modesta-mente en la difusión de nuestra cultura literaria a la que he dedicado todosmis anhelos.”1 Lira había sido electo por unanimidad en una sesión presidi-da por el decano Manuel Romero de Terreros, en ausencia del director Ale-jandro Quijano, y con la presencia de los académicos de número —cito eltexto del acta—: “Valle-Arizpe, García Naranjo, Jiménez Rueda, Monterde,Médiz-Bolio, José Vasconcelos, Castro Leal, Garibay K., González Guerrero,Gorostiza, el académico electo Gómez Robledo” y el secretario que suscri-bía, Alberto María Carreño.

Al recibir esta noticia, Lira —“Miguel Ene” como le decían sus amigos,omitiendo el Nicolás— estaba en el cenit de su carrera. Poeta, novelista, dra-maturgo, editor y animador de la cultura, escritor de cuentos, guiones y obrasde teatro para adultos y niños, Miguel tenía tantos buenos amigos sembrados

1 Jeanine Gaucher-Morales y Alfredo O. Morales (comps.),, Universidad Autónoma de Tlaxcala, México, 1991, pp. 215-216.

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por el mundo que daban , para evocar el título del “Sucesoen cuatro actos”, que recogió Antonio Magaña Esquivel en el tomo II de su

.2 De ello dejan constancia las alrededor dediez mil cartas que su archivo ordena por fecha y orden alfabético o, másperdurable y emblemáticamente, el retrato que de él hiciera su amiga de ju-ventud Frida Kahlo, y que fue iniciado en 1927 en el hospital, después de suaccidente. Como él, la hija del fotógrafo alemán, descendiente de húngaros,apellidado Kahlo, pertenecía al grupo de los nueve “Cachuchas”, formadopor Alejandro Gómez Arias, Manuel González Ramírez, José Gómez Roble-da, Agustín Lira, Alfonso Villa, Jesús Ríos y Valles, a los que se añaden Octa-vio N. Bustamante y Ángel Salas. Ella era la única mujer, el “hada madrina”del grupo.

Los Cachuchas —dice Manuel González Ramírez, amigo de Lira de toda la vida—éramos originarios de las provincias. La vorágine revolucionaria había arrojadohasta la ciudad capital a nuestras familias. Y como fue corriente en los estudian-tes de la época fuimos estudiantes pobres (...) nuestra situación lindaba con la mi-seria. Las afinidades fueron las aglutinantes de la amistad y las diferencias en loscaracteres sólo sirvieron para completar a nueve gentes, que acabaron por teneren común la tendencia anarquista de ir contra el poderoso y de sublevarse antela injusticia. Ácratas y despreocupados, hallamos en el mundo de las letras y delespíritu el solo mundo posible. Literatos y oradores por inclinación, y afinadospor el ejercicio, empezamos en aquellos días, para acabar en nuestros tiempos,a formar el único tesoro que hemos logrado, esto es, el tesoro de nuestras bi-bliotecas particulares.3

El retrato de Lira, un óleo al lienzo, es uno de los primeros cuadrosque ella pintó a solicitud de su amigo tlaxcalteca, a quien llamaba afectuosa-mente “Chong-Lee” por su afición a la lectura de traducciones de poesía chi-na. Independientemente de las claves obvias que se desprenden de ese cuadro,uno de los primeros pintados por ella, puede servir de guía para adentrarseen el mundo de Miguel N. Lira a través de su emblemática.

El cuadro muestra al joven poeta de 21 años en el centro de un bosque

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2 Antonio Magaña Esquivel, , Fondo de Cultura Económica,México, 1956, pp. 512-560.

3 Jeanine Gaucher-Morales y Alfredo O. Morales (comps.), , p. 25.

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de símbolos. Una lira de oro en for-ma de herradura está suspendida so-bre la cabeza del poeta, como un signotutelar, y tras ella, en diagonal comotañendo al vuelo, se dibuja una cam-pana, la llamada María Guadalupedel santuario de Ocotlán, que parecedejar caer las letras rojas de la puerilonomatopeya en un guiño estriden-tista. Si la representación de la lirarecuerda que el nombre le valió aljoven poeta Miguel chistes malos y pa-labras ingeniosas, la campana cho-rreando su onomatopeya hace recordarque en aquella época daba clases enla preparatoria Ramón López Velarde,quien fue, junto con Erasmo Castella-nos Quinto, el descubridor de aqueljoven que había hecho una parodiadel “Nocturno a Rosario” y perpetra-do otros graciosos plagios haciendode la imitación destino, como quierenlos clásicos. Años más tarde, en 1949,Lira ganaría los Juegos Florales de Saltillo con un “Corrido de Manuel Acu-ña”, escrito de buen humor para celebrar el centenario del poeta románticomexicano que tanto le había impresionado en su juventud. Miguel N. Lirarecuerda así aquel momento de 1921 en que descubrió su vocación de lamano del poeta:

Era discípulo, en 1921, de Ramón López Velarde, que fue el primero que cantóa la provincia y la pintó con vivas pinceladas.

No conocía en ese año su libro , que encierra la una ymil virtudes de las provincias felices; pero ya habían consultado mis ojos y micorazón , libro que me enseñó inusitados adjetivos y que me hizo huirde la retórica absurda, de la consonante y del lugar común. Por entonces tam-

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bién mis ansias se habían juntado con el libro de Enrique Fernández Ledesma,, que me enseñara la ternura trémula y la delicadeza aris-

tócrata de sus versos recordatorios de infancia. Pero una noche en el corredor deSan Ildefonso, donde se quedaron prendidas mis mejores esperanzas y mis máscaros anhelos, conocí la suavidad que anima a los míos. Juntos los tres hicieronde mí un poeta a su manera. Soy el primero en reconocerlo, porque comprendoque su aliento me dio fuerzas y me hizo pensar en que yo también tenía una pro-vincia olvidada y unos recuerdos inefables. Así nació , mi primer libro y misprimeros trece poemas.4

La campana inclinada tras la lira de oro de siete cuerdas no sólo remitea la amistad y cercanía de Lira con su maestro de juventud, Ramón LópezVelarde, sino a la filiación discipular y afectuosa que tuvo con otros dos poe-tas regionalistas, como fueron Enrique Fernández Ledesma y Francisco Gon-zález León, quien sería su primer lector y padrino poético, pues firmaría el“Introito” a , primer libro de Miguel, compuesto por trece poemas dedi-cados, entre otros, a Francisco Monterde, Francisco Orozco Muñoz, XavierVillaurrutia, Francisco González León y Alejandro Gómez Arias. El libro se-ría acogido con simpatía y benevolente crítica por Francisco Monterde, Héc-tor Pérez Martínez y el polígrafo hondureño Rafael Heliodoro Valle —cuyoarchivo, por cierto, se encuentra en esta misma biblioteca y quien fue tam-bién, por cierto, el primero que escribió algo sobre

de nuestro querido Andrés Henestrosa. En ese libro primerizo,, hay una presencia explícita e implícita, enunciada y entrañada del autor

de :

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En el cuadro, más que surrealista, vanguardista a lo Gómez de la Ser-

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4 , pp. 26-275 Raúl Arreola Cortés, , Jus, México, 1977, p. 24.

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na con su estética de bazar, y estridentista en su taquigrafía de la sinestesia,aparece en el ángulo inferior izquierdo, en el regazo del andrógino arcán-gel Miguel (¿o será Rebeca, su novia de toda la vida?), abierto de par enpar, un libro entre argentino y gris-plata que ostenta inscritas en color rojolas letras T-U, y abajo, en el extremo, una guayaba boqui-abierta, motivo y tí-tulo de su segundo libro , cuyo colofón reza que la obra se pro-dujo en la imprenta del gobierno del estado de Tlaxcala “en enero de 1927,dos meses después de que la ciudad se llenó del olor de guayabas”. Esta ca-nasta de versos sencillos, titulada con el nombre antillano, arahuaco de unamirtácea oriunda del Caribe y de América Central, trae un coro nutrido deamenas salutaciones —“guayabazos” amistosos— que comprenden desde unosversos de Genaro Estrada hasta un corrido cantarín de Salvador Novo, pasan-do por una “Guayaba” de Alejandro Gómez Arias. Tres caminos se cruzanen el espacio del libro, que son otras tantas características de la obra de nues-tro aquí recordado autor: la inclinación alerta y sensible hacia los ele-mentos —sonidos, colores, sabores y cadencias— de la provincia y del ámbitoregional; la propensión a cierto “criollismo urbano”, civil o ciudadano delcual surgirán más adelante obras como su exitoso ocasiona-do y lanzado por la actriz Berta Singerman en 1933. Sorprendentemente, estaorientación enlaza directamente a Lira con los poetas argentinos un pocoanteriores, como el Jorge Luis Borges de “Fundación mítica de Buenos Ai-res”, y poetas como Ricardo Guiraldes, Oliverio Girondo y Leopoldo Marechal,congregados en torno a las revistas argentinas de vanguardia como

y . La elección del corrido como forma literaria idónea pa-ra expresar la experiencia dolorosa y trágica de la Revolución que Lira vivióentre 1913 y 1916 (“Alaridos sonidos al viento en la noche inmedible y espantoen los ojos por la presencia de los hombres fieros (...), casas muertas, llenasde lágrimas y angustia…”) y su conocimiento y trato personal con algunos delos protagonistas de la Revolución Mexicana son motivos, caracteres y cifrasque palpitan en poemas como “Revolución” tanto como en el ciclo subse-cuente del célebre :

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En el retrato de su amiga, “La Cachucha” Frida, la muchacha traviesaque ponía cera en las lozas del patio de la Escuela Nacional Preparatoriapara ver si algún maestro resbalaba, la Revolución puede estar representadapor varios elementos: en primer lugar por , queva sobrepuesto a la aureola del Arcángel Miguel —que por cierto hace juegocon la lira que lo corona—, , representada por una calavera de esme-raldas órbitas oculares, y la letra R y el número 19, audazmente plasmadosen rojo, que, si bien cifran el nombre de su novia Rebeca y el número que laletra R ocupa en el alfabeto, también podrían aludir en siglas a la Revolucióny los dos primeros números del siglo en que se dieron en el mundo al me-nos tres movimientos revolucionarios, el mexicano, el chino y el ruso. A travésde estos poemas, corridos o romances de armas y bandidos y asunto guerre-ro guerrillero, Lira entronca con el gran tema de la cultura de la RevoluciónMexicana que, en su segunda etapa, entre 1920 y 1940, en las letras y en lapintura, en el cine y en el teatro “mezcla lo rural y lo urbano, lo tradicionaly lo obligatoriamente moderno, lo nostálgico y lo visionario, las tradiciones delos pueblos y las aportaciones de los ejércitos”, según define Carlos Monsiváis—vecino por cierto de la Colonia Portales, como el propio Lira— en el ensa-yo publicado póstumamente: “La revolufia al borde del Centenario”.7 Estamateria legendaria alimentará en adelante y con creciente intensidad las letrasen verso y en prosa de Miguel N. Lira, y lo inscribirá, en el verso, entre auto-res como Manuel Maples Arce, Carlos Gutiérrez Cruz —el poeta proletariosaludado por Pedro Henríquez Ureña—, para no hablar de las ya mencionadasinstancias argentinas, y en prosa, años más tarde, cuando se dé a la fragua no-velística, al lado de Mariano Azuela, Martín Luis Guzmán, Rafael F. Muñoz,

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6 ., p. 30.7 Carlos Monsiváis, “La revolufia al borde del Centenario”, en Olivia C. Díaz Pérez, Florian

Grafe, Friedrich Smith-Welle (eds), , Biblio-teca Iberoamericana, Velvuert-Bonilla Artigas, Daad Catedra Humboldt, Madrid-México,2010, pp. 8-31.

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Mauricio Magdaleno y Agustín Yáñez. En las cinco estrofas del corrido quele dedica a Lira, Salvador Novo sopesa con gracia sus ascendientes y genea-logía literaria:

8

Aloja varios poemas como “La feria”, que están escritos abase de diálogos que apuntan ya hacia el teatro, género que, como sabemos,más tarde practicaría Lira, y que está representado premonitoriamente, en elretrato compuesto por Frida, por los cortinajes que, en el ángulo superior iz-quierdo, se abren como aterciopeladas y suntuosas alas de una mariposa gi-gante que sugieren que el personaje de esta suerte de vanguardista seencuentra, junto con sus juguetes emblemáticos, dentro o cerca de un teatro ode un escenario. Vuelvo a los juguetes: si el caballo blanco puede remitir alcorrido del mismo nombre o al cuento para niños que el propio Lira escribiócon ese título para la Secretaría de Educación Pública, la muñeca de trapo re-mite a la fascinación del poeta por representada por la figura feme-

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8 ., pp. 28-29.

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nina en la persona de su novia Rebeca, pero también a la inclinación haciael mundo femenino y a la infancia. Años más tarde, luego de exitosas expe-riencias teatrales, como la de la obra o el mismo Miguelestrenará la obra de teatro infantil (cuya edición ilustranbellamente los dibujos de Angelina Belloff que representan a los personajesque son juguetes mexicanos) donde, en el tercer acto, se inserta la conociday entrañable “Canción para dormir a Pastillita”:

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La publicación del tercer libro de Miguel N. Lira en 1932, en la editorialAlcancía, inscribirá al poeta ya no sólo en el paisaje de la lírica o en el muralde la cultura de la Revolución Mexicana. Más allá, lo va a inscribir en el pén-dulo que deletrea en verso y en prosa el genio del lugar, el daimón devoradorde la geografía, que pauta la dialéctica entre cultura urbana y cultura regional,escritura y primitivismo, con que las guardias festivas de las artes, el alboro-tado movimiento de las letras y las formas de principios de siglo , declina-ron los verbos de la creación vanguardista, voz por cierto de origen bélico.Siete corridos componen el : campean el del gue-rrillero manco que da nombre al libro, el aplaudido y rápidamente memoriza-do de Máximo Tépal, y los dedicados a Adelita, Cirilo Urbina, Pancho Villa,Emiliano Zapata y al prodigioso Catarino Maravillas. El éxito de este libro fueinmediato, y su publicación disparó una inusitada ráfaga polémica en tornoa la métrica en que estaba acomodada la materia legendaria. Alguien, HéctorPérez Martínez, sugería que en vez de corrido el poema que da nombre allibro debía titularse romance. Ermilo Abreu Gómez y Gabriel Méndez Plan-carte participaron en esta saludable polémica en torno a las pautas rítmicas dela versificación y al verdadero metro y forma del poema en cuestión. La segun-da edición del libro fue llevada a la estampa en 1934, por el propio autor,en una prensa de mano que había sido desechada de los Portales de Santo Do-mingo y que fue a instalar en su casa de la colonia Portales bautizando a lamodesta máquina con el pintoresco nombre de “La Caprichosa”, voz, hay queadmitirlo, más apropiada para una ruleta que para una prensa elegante ynada erratabunda. Nacía así la benemérita editorial Fábula con la cual el poe-ta se labraría un nombre como impresor y tipógrafo, y se haría no sólo dignonieto de su prócer abuelo Lira Ortega, también hombre de imprentas, sino quese daría la mano con el linaje universal de los poetas tipógrafos. A partir de laspreciosas ediciones de Fábula, el de Lira pasaría a ser apellido de una marcaeditorial cuyo sello de agua portaría el nombre clásico de Fábula, emparen-tándolo así con William Blake, Luis G. Inclán, Andrés Quintana Roo, el joven

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9 ., pp. 130-131.

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Germán Arciniegas, Allen Tate, ManuelAltolaguirre, Emilio Prados y Tomás Se-govia.

La figura de la torre inclinada demetal o de la punta de trompo metálicoinvertido que aparece en el costado de-recho del retrato de Frida bien podríaaludir a un resorte o a un tórculo de lasprensas de aquella máquina de la edito-rial Fábula donde se dieron a la estampaediciones realizadas con medieval escrú-pulo, y tacto artesanal, elocuente de unaasiática paciencia, como corresponde aun lector de poesía china el que fue ensu juventud Chon-Lee, el alias de Lira pa-ra Kahlo. Los huéspedes de esa virtuo-sa casa de las letras fueron autores comoXavier Villaurrutia, Alfonso Reyes, RafaelAlberti, Octavio Paz, Efraín Huerta, Re-nato Leduc, cuyo se lanzó ahíen forma anónima para alcanzar éxito

inmediato, Arturo Torres-Rioseco, entre muchos otros de un catálogo tanapetitoso como generoso, que apenas si es como la uña del león que se des-perezaba en las animadas fiestas arbitradas por “La Caprichosa”. Desde esacasa también se expedía el notable correo literario , donde a la ma-nera de el blog de papel creado por Alfonso Reyes —para citarla voz de José Emilio Pacheco—, Miguel N. Lira fue difundiendo, a lo largode los años, las diversas estaciones, torneos y contribuciones que acendrabala festiva cultura literaria mexicana en aquellos años dorados en que ella mis-ma era posible, al margen de mecenazgos forenses y subsidios públicos. Amal-gamando oralidad y escritura, suena así elRecordemos que el padre de Lira conoció en persona a este guerrilleromanco y genial en el campo de batalla, quien, junto con Emiliano Zapata,sería uno de los más populares jefes agraristas:

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Y el funde igual lo oído y lo escrito:

Entrevera y traslapa Lira no solamente el habla vernácula mexicanacon el modelo escrito, sino que —según apunta su biógrafo y crítico RaúlArreola Cortés—,10 amasa la harina del romancero tradicional español parafundirla como levadura en la materia rústica del corrido y lograr así momen-tos diamantinos:

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O bien estos otros, donde resuenan las voces del “Romance del caba-llero que busca esposa”:

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10 ., p. 43.11 ., p. 44.12

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En estos y en otros versos de Lira sienta sus reales, soberano, el diá-logo entre tradición y talento individual, evocado por T. S. Eliot.

Con todo este bagaje lírico, narrativo, dramático y editorial, en 1936

Miguel N. Lira fue designado jefe de la Imprenta Universitaria y director dela . Lanzaría desde ahí la colección de BiografíasPopulares y planearía una serie de pensamiento americano que no llegaría apublicarse. Si del no llegó a desprenderse, comoquería Andrés Henestrosa, un poema nacional al estilo del deJosé Hernández, se desgajaría, en cambio, la materia legendaria, histórica ydramática de la novela . Ya desde la crítica —sobre todo desu amigo Xavier Villaurrutia— a la obra de teatro en1942, Lira había rumiado que el sendero del teatro colindaba con el de lanovela. De ahí la publicación de narración de ín-dole indigenista no exenta del ulular de los nahuales, y el mismo año de 1947

la edición de Premio Lanz Duret, donde novela el renombra-do con invisible mano maestra. El texto seríallevado al cine exitosamente por Roberto Gavaldón, con la actuación estelarde María Félix y Pedro Armendáriz, fotografia de Gabriel Figueroa, músicade Raúl Lavista, concurso de Matías Goeritz y guión de José Revueltas.

A los ojos siete veces calificados de Emilio García Riera, conse inaugura el sub-género del melodrama revolucionario protagonizado

por esa “mujer fuerte” —avatar mexicano de la venezolanaque, por lo demás, la Félix protagonizará— que luego se prolongará conotras cintas como , , . Otras dos cintasinspiradas en la obra de Lira son (1942), adaptación delpoema dramático y la de la novela , titulada

. Estas obras no tuvieron tanto éxito de taquilla como, cuyo rodaje se inició a principios de noviembre de 1955, apenas unos

días antes de que Miguel N. Lira fuese designado miembro correspondienteen Tlaxcala de la Academia Mexicana de la Lengua. Entre esa fecha y la desu fallecimiento, acaecido el 26 de febrero de 1961, cuyo quincuagésimo ani-versario recordamos en este acto, se publicó la novela(1956), en la colección Letras Mexicanas del , con prólogo y epílogo deManuel González Ramírez. Epistolar y policiaca, en ella se novelan dos temas,

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por lo demás lamentablemente actuales: la libertad y soledad de la mujerque se ve marginada de la trama convencional de la sociedad y —qué sorpre-sa— el mundo de las drogas, en particular de la heroína, de los desespera-dos adictos y de sus torvos proveedores en aquel México todavía bailado porlos personajes de de Carlos Fuentes. Tal vez esamaciza estructura metálica que se yergue junto a la calavera de ojos coloresmeralda, en el retrato de Lira por Kahlo, podría aludir a ese ámbito tortuo-so que registra con mano maestra el novelista, dramaturgo, poeta y tipógrafo.

Miguel N. Lira legó un caudaloso archivo compuesto por más de diezmil cartas. Una selección de 282 de ellas, más un apéndice crítico de Agus-tín Yáñez, exdirector de la Academia Mexicana de la Lengua, fue publicadaen 1991.13 En el curso de esas páginas se puede pulsar como el vivo rumorhospitalario de la tradición nacional y reconstruir el curso cordial y amistosode una vida entregada a la letra en todas sus dimensiones: la lírica, como en

, o en el , la dramática como en, o , la na-

rrativa y la prosa legendaria como en ,o , ambientada en la época maderista. Esta

producción culmina con dos textos significativos:, que son como la estrella de cinco puntas

que flota y se despide al fondo del retrato. Las obras mencionadas de MiguelN. Lira, tanto como aquellas cuyo título se ha omitido aquí, son como un es-pejo de la cultura de la Revolución Mexicana que en esta ocasión solemne hequerido saludar para evocar, así, su grata memoria en esta hora en que pa-rece declinar el sentido de la patria grande en la patria chica de la que élfue tan buen y honrado custodio.

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13 Jeanine Gaucher-Morales y Alfredo O. Morales, , pp. 329-331.

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El taller

Asistí a un taller literario durante un año, pero tuve que dejarlo cuando memudé de ciudad. El taller era en París y yo regresaba a vivir a Puebla. Cuan-do me vi en la forzosa necesidad de pedir o rogar a mis amigos un momentode su tiempo para que leyeran mis escritos, extrañé las tardes en las que unpúblico atento me corregía por igual las comas y el registro narrativo. Por nos-talgia, decidí empezar un taller yo mismo. Por motivos altruistas, lo empecéen la cárcel de San Pedro Cholula.

A pesar de que no iba a cobrar un solo peso, me tomó casi medio añoobtener la aceptación de la Oficina Central de del Estado. De he-cho, si no me hago amigo de la secretaria, estaría todavía insistiendo. Por fin,papelito en mano, me presenté en la cárcel de San Pedro Cholula donde merecibió un cónclave formado por la secretaria, la maestra Sarita y el direc-tor del penal. El director, que sonreía todo el tiempo —muy probablementede mí—, preguntó qué era eso de un taller de creación literaria. Antes de queterminara de explicarle, recitó el primer verso de “Hombres necios”, me diola mano y ordenó que tratara todos los detalles técnicos con la maestra Sarita.Sentados en su despacho, un escritorio pelón de metal, sin una pluma, papelo folder que le diera vida, escuché el primer y único consejo de la maestra.

“Tome asistencia.”Me incomodó un poco. Si mis alumnos preferían una celda a hablar de

literatura, allá ellos, no iba yo a perseguirlos. Como no recibía sueldo, tampo-co podían obligarme.

“Lo pensaré”, le dije.

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Transcurrió una semana en la que preparé el plan de estudios. Incluílecturas de los clásicos mexicanos, Rulfo, Revueltas y Arreola; uno que otroextranjero, Tabucchi y Chejov; y un campo vacío a llenar por los estudian-tes. El día de inicio llegué diez minutos antes. Mientras cruzaba las cincopuertas, dos de metal y tres de barrotes, firmaba y me dejaba inspeccionarmeticulosamente, recordé mis días de lectura en el taller de París. Respiréprofundo, jalando por la garganta.

Para esa primera sesión, tenía planeada una lectura introductoria delas , a la cual seguiría una reflexión espontánea del valorescapista de la literatura, luego una opinión personal de lo que cada unobuscaba en el taller, y al final, con broche de oro:

“Me llamo Alejandro, y será un gran placer compartir con ustedes estaexperiencia.”

Rechinó la última reja. Me encontré de cara a cara con un patio atibo-rrado de presos, abrazados a las rejas y echados en el suelo. Un alumno mellevó hasta la biblioteca, donde la maestra Sarita me presentó con mis alum-nos. Eran quince. Les di mi nombre. Olvidé preguntar el suyo. Entré de llenoa repetir las fórmulas que había escuchado en mi taller. Buscar una voz origi-nal. Escribir, reescribir, tirar. Personajes entrañables. Una historia tensa comouna cuerda.

“Sobre todo, no intenten hablar correctamente, hablen como hablaríasu personaje.”

Al ver que uno de mis alumnos miraba mi libro, decidí terminar leyén-doles un párrafo. Cuando acabé, el mismo alumno se acercó a pedirme el li-bro prestado. Se lo di y jamás lo volví a ver. Así perdí cuatro. En menos deun mes me quedaban solamente dos alumnos, Dante y Julio. El resto se habíaesfumado.

“Le dije que tomara lista.”“Qué se le va hacer.”“¿Y ahora?”“Los que siguen le están echando ganas, maestra.”Dado que sólo éramos tres, le pregunté a la maestra si podía mudar mi

clase de la biblioteca a la zona verde, un cuadrado de tres metros de céspedubicado entre la puerta del Interior y la segunda puerta después de la super-

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visión general. Había ahí más silencio, teníamos algo verde donde descan-sar la mirada, y para ellos sería una escapatoria de la rutina.

“¿Les va a tomar lista?”“Claro.”La siguiente semana recibí a mis dos alumnos en la zona verde.Dante y Julio asistían sin falta y leían vorazmente. Semanas después de

una lectura, rememoraban pasajes o conclusiones a las que habíamos lle-gado con la complicidad de quien las entendió y disfrutó. También empe-zaron a repetir lo del cuento como un y la novela como decisiónunánime, o lo del cuento como un limón y la novela como una limonada. AJulio le gustó y . Esteúltimo fue el que le dio más orgullo terminar, pero el de Revueltas fue el quemás le afectó. Dante se interesó en los cuentos, sobre todo en los de Poe.

Julio era abuelo, ayudaba a su familia haciendo lámparas en el taller decarpintería. Había vivido en Cuba, becado por un programa en el que le ha-bían obligado a leer a Marx. El verdadero socialismo nacerá de las cenizasdel capitalismo, decía Julio, que había dicho Marx. Dante debía ser menorque yo, 25 o 27 años. Supe por Julio que Dante pasaba la mayor parte deldía en la capilla, para escapar de los “franceses”, en jerga carcelaria: lo putos.Dante salía de la capilla a las cinco de la tarde, hora de pasar filas y entrara las celdas. Una vez adentro, era la ley del dinero y el más fuerte. Julio dur-mió durante un mes en el suelo bajo un catre, me enteré porque duranteese mes leyó poco y no escribió nada. Dante corría, por lo general, con peorsuerte.

Nunca les pregunté a mis dos alumnos el motivo de su encarcelamien-to. No quería crear complicidades y sentirme después culpable, no queríaconvertir la clase en una charla entre amigos. La verdad es que tampoco po-día ayudarles, no tenía dinero ni conectes ni tiempo. Tenía libros, me gustaleer y me gusta escribir, eso era todo.

Nunca les pregunté, pero uno se va enterando. A los cuatro meses,Julio trajo su tercer cuento y el primero que valió, en realidad, la pena. Elcuento hablaba de un albañil que recibía el pago de su quincena. Tenía pla-neado ir a casa con su familia, pero un amigo insistió en que se tomaran unacerveza juntos. Después de seis horas, bares y un burdel, regresaron a sus

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casas en un taxi. El amigo se bajó primero, no pagó y dejó al albañil dor-mido en la parte trasera del coche. A unos metros de haber emprendido denuevo el trayecto, el taxista se detuvo, le mentó la madre y lo bajó del taxicon un bat. El albañil caminó unos minutos antes de ser arrestado por unapatrulla. Lo torturaron dos días hasta que confesó el intento de robo. En algúnmomento lo carearon con el taxista. El albañil le mostró su familia espanta-da, parados en una esquina del Ministerio, pero el taxista no desistió, segúnél no le habían pagado el viaje. Por eso, cinco años. El juicio duró otro año,así que, en realidad, fueron seis.

Las reglas del taller eran dos: el que leía no podía hablar después determinado el cuento, y los comentarios del grupo debían ser constructivos yrespetuosos.

Dante empezó la sesión. Dijo que le gustaba mucho el cuento, pero quealgunos pasajes, sobre todo cuando hablaba el albañil, le parecían falsos.

“Un albañil habla con más groserías, ¿no?”Estuve de acuerdo y añadí que sería interesante darle nombre a los

bares, al burdel y a la empresa donde trabaja el albañil; de hecho, darle unnombre al albañil mismo. Agregué otra cosa sobre la motivación del narra-dor o el tiempo narrativo, y después cometí un error. Le festejé el cuento aJulio. Alabé su don natural para elaborar una trama, su oralidad reflejada, so-bre todo en la lectura.

A la semana siguiente leyó Dante. Dante se había contagiado del ambien-te de éxito de su compañero, pero cuando llegó la fecha pensé que no iba apoder ni hablar. Era un día soleado, pero él llevaba suéter y pantalones lar-gos, sudaba a mares aunque no se quitaba la ropa. Recordé entonces lo queme había contado Julio sobre los franceses: ¿lo habrían depilado?, ¿lo golpea-ron, lo violaron?, ¿las tres cosas?

Leyó en un susurro. Por lo poco que pudimos sacar en claro, el cuentotrataba de un joven en la prisión de Puebla, acusado de secuestro y asesi-nato. Todo empezó con el cadáver de una bella joven de clase rica, encontra-do a un costado de la carretera a Momoxpan. Había pruebas de violación yuna bala en el cráneo. Se atrapó a un sospechoso, pero éste, de manera queno quedó clara en el cuento, hizo una elaborada artimaña para que un jovenllamado D. fuera apresado en su lugar. D. era inocente, pero aún así apa-

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recieron sus huellas digitales en la pistola del crimen y en el asiento traserodel coche. Irrumpió la policía en su casa, lo llevaron al Ministerio y lo tortu-raron por varios días. D. confesó el crimen inculpando también a su novia,que había sido, al parecer, cómplice. La novia no tenía nombre, ni inicial,era simplemente la novia. Los condenaron a cincuenta años. Ya en la cárcel,sus abogados defensores se dieron cuenta de que no había habido una ordende aprensión en su contra, y quisieron reabrir el litigio con esta argucia. Seenteraron de ello en el penal y, una noche, llamaron a D. y a su novia a la sec-ción de Ingreso, les dieron la ropa con la que habían entrado, les abrieronuna por una las cinco puertas del Interior, les dijeron que eran libres. Des-pués de caminar una calle, al doblar una esquina, la policía les cortó el paso,les mostraron una orden de aprensión y los regresaron a sus celdas. Fin de lahistoria.

Julio opinó el primero. Dijo que le parecía raro lo de las huellas digitales.“¿Cuáles huellas?”“Las del asesino. ¿Cómo aparecieron ahí? ¿Quién las plantó?... Ade-

más, ¿por qué acusó a la novia? Eso no se entiende.”Dante se encogió en su banca.“Si la novia es culpable, tiene que haber algo ahí que lo diga, ¿no? Si

no, ¿por qué la acusó?”“Hay inconsistencias en la narración”, interrumpí. “Lo importante aquí

es ver hasta qué punto son intencionales o errores en la trama.”No ayudó mi comentario. El rostro se le bañó de sudor y después em-

pezó a temblar: Dante pasaba del calor al frío en lo que yo terminaba dedecir una frase. Nuestro cuadrado de césped bajo un ciprés, que yo habíaquerido convertir en la imagen idílica de la literatura, se convirtió en un in-fierno. Me di una pausa, simulando una relectura del cuento, y entonces es-cuché que Dante decía:

“No soy bueno en esto, como Julio.”Recordé mis alabanzas de la semana anterior, y buscando una salida

decorosa, cavé mi tumba:“Hay que escribir los cuentos por docena. Un buen cuento vale lo de

cinco o diez malos.”Dante no volvió. Y, a la semana siguiente, me mandaron a llamar con

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la maestra. Preguntó si había un problema con mi curso. Me pidió que le ex-plicara más a detalle qué era eso de la creación literaria; si se parecía a “Es-pañol”, ya había un maestro que daba esa materia, y asistían a su clase porlo regular de diez a veinte alumnos. Le quise explicar, pero como la primeravez con el director, llevaba dos frases cuando me interrumpió preguntandosi había tomado lista. Cuando le dije que sí, que todo iba bien, que no habíaningún problema, quiso saber si pensaba seguir con el taller aunque hubieraun solo alumno. Evité entrar en detalles y le respondí de nueva cuenta que sí.

“Pero ya no va a poder salir a la zona verde, maestro. Va a tener queregresar a la biblioteca.”

“¿Y eso?”“Los oficiales no quieren hacer tanto barrullo por un solo interno.”Lo único que tenían que hacer los oficiales era abrir la puerta del Inte-

rior y abrir después la reja que rodeaba el cuadrado de césped. Pero digamosque mi capital persuasivo no estaba en su punto más alto. Acepté, y a la si-guiente semana nos asignaron una esquina de la biblioteca. Mi taller coinci-dió con la abarrotada clase de alfabetización. Apenas y logramos escuchar loque leíamos entre las letras pronunciadas a coro de los vecinos. Julio empe-zó a hablar de Marx porque creía que así no iba a aburrirme, y yo le repetí porrepetir lo de la voz sincera en los personajes y las motivaciones del narrador.Cuando me vio más distraído, me dijo que iba a recuperar los libros que yohabía prestado durante las primeras clases.

“Tú no más da la orden y voy por ellos.”“Está bien, Julio, que le saquen provecho. Yo ya los leí.”“Pinches ratas.”A las dos semanas de estar leyendo el mismo cuento, Julio me acom-

pañó a la puerta de salida con la cabeza baja, en silencio.“No tuve abogado, el que me asignaron nunca habló conmigo, no sé ni

quién es…”, me dijo antes de que partiera.“Ánimo, hombre.”“Es una pinche injusticia. Aquí estamos sólo los pobres. Los ricos, los

que pueden pagarse un buen abogado, ésos no están acá.”Julio me preguntó si, de pura casualidad, no sabría yo de un abogado

que pudiera ayudarlo. Le dije que buscaría a alguien.

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Fui al departamento de Derecho de la universidad en la que trabaja-ba. Me respondieron que sólo veían asuntos de lo civil, si quería ayuda en locriminal había que buscar en otros organismos. Apunté los nombres. Los dosjueves siguientes me quedé en casa, no llamé a la cárcel para anunciar mifalta, pero sí hablé a un organismo de abogados en lo penal. Les dije que bus-caba asesoría gratuita y me dijeron que ahí no podían ayudarme, que habla-ra a otro número.

Cuando regresé a la cárcel, después de casi un mes, los policías simu-laron no reconocerme, o de plano no lo hicieron. Tuve que esperar veinte mi-nutos en la calle para que bajara la maestra Sarita y me abriera las puertas.En el mismo escritorio pelón del primer día, me agradeció el trabajo volun-tario, deseándome mejor suerte para el futuro.

“¿Podría ver a Julio?”, le pregunté.“Quizás en los días de visita, maestro.”Para ello debía llenar formularios y esperar la aceptación del director.

Mi solicitud para impartir un taller gratuito de literatura tomó medio año, noalbergaba grandes esperanzas en este caso.

Me despedí de la maestra Sarita sabiendo que ya no volvería a ver a Julio.Lo único que guardo de él es una lámpara. Al término de una clase me pre-guntó mi color y mi caricatura favorita. La siguiente semana me dio una lám-para roja, poliédrica, con la Pantera Rosa en cada una de sus ocho caras. Comoes una lámpara bastante llamativa, mucha gente me pregunta dónde la conse-guí, y yo les cuento la historia. Por lo general causa muchas risas, de sor-presa, de condescendencia, pero sobre todo de ternura.

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La vigilia de la aldea

Diálogo en la fábrica

Pablo Raphael, , Anagrama, Barcelona, 2011, 302 p.

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1 Conozco dos que hubieran podido ser-virle mucho: Fernando Escalante Gonzalbo,

, El Colegio de México, 2007, yLuis Cárcamo Huechante,

, Beatriz Viterbo Editora, 2007.

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Estalactitas hipotérmicas

Daniel Carpinteyro, ,Versodestierro/Profética/Diablaco, México,

2011, 78 p.

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El heroísmo de la sensación

Fernando Carrera, , prólogode Ángel Ortuño, Instituto Cultural de

Aguascalientes, Aguascalientes, 2011, 86 p.

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Los peligros de ofrecerla otra mejilla

Armando González Torres, ,Libros Magenta, 2011, 72 p.

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Un extraño luto vitalista

Antonio Ramos Revillas,, Almadía, México, 184 p.

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