causas naturales - o connor

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 ames o connor causas naturales ensayos de marxismo ecológico E

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 ames o connor

causas

natura les

ensayos

d e ma rxi smo

ecológico

E

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ambiente

Y

democracia

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traducción de

A U S A S N A T U R A L E S

VICTORIA SCHUSSHEIM

nsayos de marxismo ecológico

par

J A M E S O ' C O N N O R

2

1

siglo

veintiuno

editores

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siglo veintiuno editores, s.a. de c.v.

CERRO DEL AGUA 248, DELEGACIÓN COYOACAN, 04310, MÉXICO, D.F.

A Barbara que, para mi fortuna,

sabe compartir su caudal natural

de amor, vida y trabajo.

portada de patricia reyes baca

nrimera edición en español, 2001

siglo xxi editores, s. a. de c. v.

'1bn 968-23-2301-0

l imera edicion en inglés, 1998

© james o'connor

ublicado por guilford press, nueva york

título original: natural

causes. essays in

. . .19 log ical monina

uerechos reservados conforme a la ley

opreso y hecho en m éxico/printed and made in m exico

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PREFACIO

C ausas na tura le s

se divide en tres partes. La primera, "Historia y naturaleza", tiene

el propósito de contribuir a un método marxista materialista y dialéctico para

pensar acerca de las interacciones de la especie humana con la naturaleza. Trato

de mantenerme a buena distancia de las falsas pretensiones científicas del "mate-

rialismo dialéctico" stalinista, por un lado, y del caos del relativismo posm oderno,

por el otro. También procuré que el método desarrollado en estos ensayos fuese

más comprensivo y al mismo tiempo más práctico que el pensamiento que suele

gobernar las divisiones académicas del trabajo entre las ciencias naturales y socia-

les y las humanidades y (dentro de las ciencias sociales) entre economía, sociolo-

gía y política.

El objetivo de la segunda parte, "Capitalismo y n aturaleza", es estudiar las con-

tradicciones entre el capitalismo mundial de ho y y la "integridad" del mundo na tu-

ral y del social a través de la lente de la teoría del capital de M arx

y la teoría de la

sociedad de Polanyi. Utilizo la teoría de Marx para analizar las relaciones entre

producción, distribución, intercambio y consumo capitalistas; la acumulación capi-

talista por medio de la crisis; la tecnología, el desarrollo espacial y d emás, por un

lado, y por otro la explotación de la naturaleza por parte del capital como un gri-

fo y un sumidero. (La naturaleza es un grifo en el sentido de que los medios y los

objetos de producción y reproducción [es decir todos los productos materiales

humanos] son apropiados de diversas formas de la tierra. Y es un sum idero porque,

en última instancia, todos los productos humanos, incluidos los subproductos no

deseados del proceso inmediato de producción, se devuelven a la tierra en dife-

rentes formas, entre ellas la energía, sujetas a la ley de la entropía.) Empleo la teo-

ría de Polanyi de las mercancías "ficticias" tierra y trabajo para investigar las con-

tradicciones entre las relaciones y fuerzas de producción capitalistas y lo que M arx

llamó "condiciones de producción". En toda la segunda parte trato de concentrar-

me en la faceta dellor. de uso de las cosas, así como en la del valor de cambio;

por• ejemplo, en la explotación tanto biológica como económica del trabajador y

en las barreras externas físicas y sociales a la acumulación capitalista, al igual que en

las barreras económicas internas descubiertas tiempo atrás por Marx y ampliadas

después por generaciones de m arxistas.

El propósito de la tercera parte, "Socialismo y naturaleza", consiste en teorizar

sobre los nuevos m ovimientos sociales", en general, y los ambientalistas/ecologis-

tas, en particular, en términos de las contradicciones del capital identificadas en

la segunda parte. Me concentro especialmente en aquellas contradicciones que

han contribuido de modos significativos a la crisis ecológica mundial y en los m o-

[9

]

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10

A M E S O ' C O N N O R

REFACIO

1

vimientos sociales que pueden tener posibilidades políticas radicales o "verdes

rojas".

Podría resultarle útil al lector un breve comentario sobre la premisa central de

esta obra. Soy de la opinión de que los movimientos verdes radicales (y radicales

verdes) de hoy nacen de lo que podría considerarse la contradicción básica del

capitalismo mundial a finales del siglo xx. "Los seres humanos y el mundo natural

siguen cursos que terminarán por chocar", advertían 1 700 científicos de 69 países

en 1992, entre ellos 99 de los 196 premios Nobel que aún

vivían.

Por una parte,

durante los últimos veinte o treinta años los problemas ambientales y sociales se

han multiplicado hasta rebasar todo cálculo razonable; por otra, durante el mismo

periodo las formas previas de regulación política, económica y social del capital y

del capitalismo han sido desmanteladas total o parcialmente por gobiernos (y

comunidades) neoliberales, con ansias de compartir los despojos

de

la nueva eco-

nomía global (y de evitar la desinversión, la fuga de capitales y otros golpes a las

economías locales). Justo en el momento histórico en que el estado (y la sociedad)

tiene que regular el capital con más firmeza e inteligencia —muy especialmente

con respecto a la viabilidad de los sistemas ecológicos y las aptitudes y normas

colectivas de las comunidades que representan la base de la solidaridad social—, la

capacidad rectora del estado (y la capacidad regulatoria de la sociedad) es cada vez

más cuestionada e ineficaz. Las formas establecidas de regulación y control han

cedido el paso al "mercado libre" ("libertad de capital") y a la "democracia" ("ideo-

logía y política neoliberales") en un momento en el cual se presentan, con gran

urgencia, más asuntos ecológicos y sociales de mayor importancia. En síntesis, la

producción y la reproducción social se han vuelto económica y geográficamente

más complejas —a medida que acontecimientos de diferentes tipos en distintos

lugares afectan de manera cada vez más rápida y decisiva otros tipos de aconteci-

mientos en otros lugares—, m ientras la regulación política y social se ha vuelto m ás

simple (y simplista).

- Se ha creado así (me parece) un vacío político al cual se han precipitado toda

clase de políticas populistas (de izquierda, derecha; centro, étnicas, etc.) y localis-

tas. Han surgido todos los tipos imaginables de organización y acción local que se

ocupan de toda clase de asuntos socioecológicos y ecosociales, cuyos orígenes son

de carácter regional, nacional e internacional, así como sistémico. Pero en ese

vacío han aparecido también nuevas políticas verdes radicales y radicales verdes

que, según veremos, funcionan como críticas

tanto

del capital global/neoliberalis-

mo c o m o

de muchas formas y estilos de localismo. Son buenas noticias.

La contradicción fundamental (si en efecto de eso se trata) señalada arriba se

ha producido debido a tres grandes cambios económicos, sociales y políticos ocu-

rridos en los últimos veinte o treinta años del siglo

xx.

El primer cambio es el fracaso de los modelos de regulación político-económi-

ca más importantes aparecidos en las primeras tres cuartas partes del siglo: prime-

ro, el debilitamiento del compromiso de clase, la democracia social y los estados

benefactores keynesianos de Occidente; segundo, la autodestrucción (con una

buena ayuda del imperialismo occidental) del socialismo real del Este y, tercero,

la declinación o desaparición de los modelos semiautárquicos de regulación y desa-

rrollo socioeconómico nacionalista que surgieron a partir de la gran depresión y

de la segunda guerra mundial en el Sur (lo que fuera el "tercer mundo" subdesa-

rrollado).

El segundo cambio importante, inextricablemente vinculado con el primero, es

la regionalización y globalización del capital y la difusión de su hermano gemelo

político-ideológico, el neoliberalismo. Ya se conocen bien los principales rasgos

tanto de la globalización como del neoliberalismo (y decenas de millones de per-

sonas van sintiendo cada vez más sus efectos negativos sobre la sociedad humana

y el bienestar comunitario y natural). Estos rasgos (o aspectos) incluyen (entre

otros) el desplazamiento parcial de las economías nacionales por los mercados

regionales y globales; la creciente dependencia de estas economías de las expor-

taciones (e importaciones); la hegemonía del capital financiero; la privatización y

desregulación de la industria; la apropiación fragmentaria y todavía incompleta

del poder de los estados-nación por parte de entes internacionales controlados o

poderosamente influidos por el capital global; desigualdades crecientes de todos

tipos, y marginación social.

Como se señaló antes, la declinación de los tres modelos "clásicos" de regula-

ción y el surgimiento de la globalización y el neoliberalismo, junto con un aumen-

to exponencial de los problemas ambientales/ecológicos y sociales/políticos de to-

dos tipos, subyace al tercer cambio estructural, el más importante desde el punto

de vista del futuro del planeta. Se trata del bien conocido desarrollo de los nuevos

movimientos sociales —especialmente los ambientales y ecológicos—,junto con la

expansión de los movimientos sindicales hacia esferas de la vida antes menospre-

ciadas o ignoradas (esfuerzos por crear cinturones verdes, diversidad ecológica,

limpieza de tiraderos de desechos tóxicos, etcétera).

En síntesis, la dialéctica del cambio señalado más arriba ha debilitado tanto los

intereses capitalistas nacionales como el trabajo nacional. Ha acelerado el desa-

rrollo de una clase dirigente internacional y de los rudimentos de una élite políti-

ca y un estado capitalista internacionales. Ha multiplicado los problemas sociales y

ambientales/ecológicos globales y estimulado asimismo un nuevo internacionalis-

mo del trabajo, el ambientalismo y la ecología, el feminismo, los movimientos urba-

nos y los movimientos de derechos humanos (entre otros). Ha deslegitimado y des-

pojado parcialmente de su poder a estados nacionales que en otro tiempos fueron

capaces de una regulación social y ambiental/ecológica eficaz, en una época en la

cual los mecanismos de regulación y control más efectivos resultan esenciales para

el bienestar del planeta y de sus habitantes. Finalmente, han llevado a nuevas teo-

rías de la sociedad y el cambio social, una de las cuales es el marxismo ecológico,

así como a nuevas prácticas sociomateriales, una de ellas el socialismo ecológico.

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AGRADECIMIENTOS

3

A G R A D E C I M I E N T O S

Estos ensayos y otros textos fueron redactados entre 1988 -cuando Barbara Lau-

rence y yo, en colaboración con un grupo notable de estudiantes de posgrado de

la Universidad de California en Santa Cruz (ucsc), fundamos

Capi t al i s m , N at ur e,

Socialism (avs)-

y 1996. La mayor parte de los materiales compilados en este volu-

men son versiones revisadas de artículos que aparecieron antes en

C . N S .

De modo

que me ha sido de gran ayuda la crít ica amistosa de los editores, los asesores edi-

toriales y otros compañeros de

az, del mundo de la teoría y la práctica de la eco-

logía de izquierda y la izquierda ecológica. Algunos de estos ensayos empezaron

como clases de dos cursos que di en la ucsc entre principios de los ochenta y co-

mienzos de los noventa: una m ateria de l icenciatura l lamada capital ismo y natura-

leza y un seminario de posgrado denominado sociología del medio ambiente.

Otros trabajos fueron concebidos inicialmente como conferencias y presentados

en encuentros profesionales y en universidades tanto norteamericanas como euro-

peas o impa rtidos por invitación de diversos grupos am bientales y de justicia social.

El eventual interés de estos textos para el lector puede atribuirse en buena medi-

da a la creciente red de investigadores, especialistas, organizadores y activistas ver-

des de izquierda/de izquierda verde cuyo estímulo y crítica constructiva contribu-

yeron a configurar mi trabajo, así como a los muchos alumnos que se negaron a un

mero regurgitar de las ideas que presentaba en las clases y me ayudaron a expre-

sarlas en formas teóricamente interesantes y prácticamente importantes.

Todo lo cual quiere decir que si bien soy el único responsable de los errores de

hecho y de interpretación que puedan aparecer en este libro, estoy en deuda con

mucha gente. La redacción de estos ensayos fue, más que nada, un proceso de

aprendizaje dependiente de la perspicacia crítica, los esfuerzos intelectuales y la

generosidad espiritual de los siguientes colegas y amigos, todos los cuales leyeron

versiones previas de uno o más capítulos de este libro y se hicieron acreedores a mi

más sincera gratitud:

John Ely, Daniel Faber, Michael Goldman, David Peerla, Alan Rudy y, más que

nadie, Barbara Laurence, cofundadores de

CNS.. .

Juan Martínez-Alier y Giovanna Ricoveri, fundadores de

Ecol ogía Po l í t ica (Barce-

lona) y de C apita l ism, Na tura , So cia l ismo (Roma), revistas hermanas de

as_

Los editores de

C N S John Bellamy Foster, Yaakov Garb, Jomo K S., Roger Keil,

Saul Landau, Margit Mayer, Martin O'Connor, Leo Panitch, Devon Peña, María

Pilar-García y Andrew Szasz...

Los estudiantes (y ex

estudiantes) de

osgrado Patricia Allen, ohn Guilla, Will

Hull, Valerie Kuletz, David Sonnenfeld y Willie Yaryan...

Los historiadores Paul Buhle, J. Donald Hughes, Joseph Price Moore III, Dale

Tomich y Donald W orster... los sociólogos Wally Goldfrank y G eorge Katsiaficas...

el economista Eugene C oyle, el psicólogo Bill Livant, el filósofo Andrew Feenberg,

el planificador comunitario Tim Stroshane, la gerente Melessa Hemler, el editor

Peter Wissoker (al que se le ocurrió el maravilloso título de este libro), los escrito-

res Mike Davis y G eoffrey Dunn y la doctora en medicina M. Edith Rassell...

Adem ás, claro, de los miembros del grupo editorial del

avs

de Boston.

Gracias a todos.

Los siguientes capítulos se reprodujeron, con correcciones mínimas, de

Capitalism, Nature, Socialism,

ID 1988, 1989, 1990, 1991, 1994 1995, 1997, Guilford Publications: capítulo 2, del vol. 8, núm. 2, junio

de 1997; capítulo 3, del vol. 6, núm. 2, junio de 1995; capítulo 8 del número 1, octubre de 1988; el ane-

xo del capítulo 8 del vol. 2, núm. 3 , octubre de 1991; el capítulo 11 del número 5, octubre de 19 90; el

capítulo 12 del vol. 2, núm. 2, junio de 1991; la introducción de la tercera parte del núm. 3, noviembre

de 1989; el capítulo 15 del vol. 2, núm. 3, octubre de 1991; el capítulo 16 del vol. 5, núm. 1, marzo de

1994; el capítulo 18 del vol., 3, núm. 4, diciembre de 1992.

Además, fragmentos de los siguientes capítulos aparecieron también en

Capital is ta , Nature Social ism

la introducción de la primera parte en el núm. 4, junio de 1990, y el núm. 3, noviembre de 1989 ;

de la

Introducción, en el núm. 1, otoño de 198 8; del capítulo 5, en el vol. 5, núm. 3, septiembre de 199 4, y

vol. 2, núm. 3, octubre de 1991.

La tercera sección del capítulo 9 apareció originalmente com o "Econom ic and ecological crisis"

( C o n f e r e n c e

P a p e n ,

cPE/cNs Pamphlet 2, 1991).

Se agradece la autorización para reproducir el capítulo 10, de R ace an d C l as s

vol. 30, núm. 3, 1989.

El capítulo 13 apareció originalmente en

M o n t h l y R e t t ie w ,

vol. 30, núm. 11, abril de 1979.

El capítulo 14 apareció en M artin O'Connor (ed.),

Is capi tal i s ta sustainab le?• Poli t i cal dono," and the

p o l i t i c s o f e c o l o g y ,

Nueva Yo rk, Guilford, 1994, y es una versión revisada de "Is sustainable capitalism pos-

sible", en Patricia Allen (ed.),

Food for the futura: Conditions and contradidions of sustainability,

Nueva York,

Wiley, 1993.

El capítulo 17 es el discurso de aceptación del premio Flatland M ulticultural Leadership, pronun-

ciado ante Urban Habitat, un grupo ambiental multicultural urbano, en el Presidio, San Francisco, 27

de septiembre de 19 96.

El capítulo 19 es una ponencia presentada originalmente en la Conference on Contemporary Social

Movements and C ultural Politics, Center for Cultural Studies, University of California at Santa Cruz, 22-

24 de marzo de 1991.

[12]

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I NT RO DUCCI ÓN

¿Qué es marxismo ecológico? ¿Por qué marxismo ecológico? ¿Para qué sirve cual-

quier clase de marxismo en estos días, sea ecológico o no? Mi respuesta es un tro-

po de una de las líneas más famosas de Hegel. "El búho de Minerva —digo— plie-

ga sus alas al amanecer. Esto quiere decir que precisamente en el momento en

que la economía m undial simula el modelo (pero no s ó l o

este modelo) que Marx

desarrolló en

El capi ta4

el marxismo se descarta como algo fatalmente errado,

como una empresa fallida, como el socialismo real que existió en la ex Unión

Soviética. Es la vieja historia de tirar al niño junto con e l agua sucia, como recha-

zar el cristianismo porque algunos papas ordenaron una Inquisición cruel y malig-

na contra los que consideraban enemigos de la Iglesia católica (hay otras razones

para rechazar la religión organizada) . Antes de que los escépticos que todavía se

mantienen abiertos a otras ideas puedan tomar en consideración la opinión de que

hay (o puede haber) a lgo llamado marxismo ecológico, sería muy útil establecer la

credibilidad del marxismo

per se.

Resulta mucho más fácil llevar a cabo esta tarea preliminar a finales de los

noventa que en cualquier otra época desde la segunda guerra mundial. Si bien la

globalización de los circuitos del capital (sobre todo del circuito productivo y el

financiero) y la revolución de las comunicaciones han creado posibilidades huma-

nas y comerciales que eran inimaginables en e l siglo xrx (y la mayor parte del xx),

la realidad es que los principales trazos de la economía mundial contemporánea

pueden leerse prácticamente de acuerdo con las líneas teóricas que se encuentran

en el texto clásico de Marx (no se puede decir lo mismo de

La r iq uez a de las nac io-

nes ,

de Adam Smith, que tiene gran valor simbólico pero poco valor práctico para

el neoliberalismo).

En el m arxismo ocupa un lugar de excepción la noción (y el hecho) de la lucha

de clase, que significa, antes que nada, la lucha del capital por imponerle trabajo,

en sus propios términos, a la clase obrera. Todas las identidades políticas y las polí-

ticas locales del mundo son incapaces de ocultar el hecho de que el trabajo global

está sufriendo los embates de un ataque sin precedentes contra los niveles de vida

duramente ganados a lo largo de uno o dos siglos de luchas sindicales y naciona-

les. Tampoco es un gran secreto e l ataque contra los diversos estados benefactores.

La economía mundial hipercapitalista de la actualidad —y el proceso de lo que

Marx llamó la acumulación global a través de la crisis— ha con vertido esta guerra

del capital contra el trabajo en una ne cesidad de vida o muerte para las clases diri-

gentes del planeta. El hecho de que el trabajo no haya encontrado aún una mane-

ra exitosa de librar la batalla sólo demuestra que no se han descubierto y puesto en

[15]

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16 AMES O'CONNOR

N T R O D U C C I Ó N 7

p r á ct ica t o d a v ía l o s m o d o s y l a s f o rm a s d e o r g a n i z a c i ón , e s t r a t e g i a y t á c t i ca r e qu e -

ridos para resi stirse a l poder del capi ta l g lobal (y la forma en la que éste está orga-

nizado: bancos y corporaciones transnaciona les) . Si v iv iese, Marx predeciría que el

trabajo mundial y la composición de las clases sociales se constituirían, algún día,

para remediar esta situación. Entre los primeros ejemplos se cuentan las crecien-

tes luchas internacionales contra el Banco Mundial, el Fondo Monetario Interna-

cional (Fmt), el Acuerdo General sobre Aranceles y Tarifas

(Gxrr),

el Tratado de

Libre Comercio de América del Norte (n.c.AN) y otras manifestaciones del estado

capitalista global emergente dominado por Estados Unidos (estado mundial que,

por supuesto , no ha creado ministerios del ambiente, la mujer, la educación, el bie-

nestar, la vivienda y el urbanismo).

C o n e s t o n o se p r e t e n d e m in i m i za r l a s b a r r e ra s a l a s q u e se e n f r e n t a n e l t r a b a -

j o y, e n g e n e r a l , la s c l a se s p o p u l a r e s , b a r re r a s m u y g r a n d e s y a l g u n a s v e ce s o b v i a s ,

o t r a s su t i l e s y a p e n a s i n s i n u a d a s . Lo q u e v a l e l a p e n a d e s t a ca r e s q u e l a m a y o ría d e

aquéllas, si no todas, podrían haberse previsto estudiando la teoría del capital de

Marx (y los marxistas) . Los polos extremos de riqueza y pobreza son una barrera;

la especialización y las especializaciones internacionales del trabajo, más comple-

jas, son otra . La proletarización de los campesinados y la explosión del ejérci to g lo-

bal de reserva son obstáculos adicionales a la unidad organizacional e ideológica,

al igual que la aceleración de la concentración y la centralización del capital, la

r e su r r ecc i ó n d e l a s r i v a l i da d e s i n t e r im p e r ia l i s t a s ( n e o m er ca n t i l is t a s ) y l a cr e c i en t e

hegemonía del capital financiero, así como la generalización de la especulación

financiera. Tal como

lo

predijeron los marxistas, hay múltiples tendencias super-

puestas hacia crisis fiscales y financieras, políticas y culturales, entre otras expre-

siones de las profundas contradicciones del capital y la política, la cultura y la

sociedad capitalistas. También funciona hoy un poderoso mecanismo económico

que reduce sistemáticamente el costo de reproducción de la fuerza de trabajo en

escala global, como Marx dijo que ocurriría.

Los que se ocupan de estos asuntos se muestran aún más escépticos acerca de

cualquier matrimonio (o hasta noviazgo) entre la ecología y el marxismo. Hasta

hace poco marxismo y ecología no habían sido asociados entre sí excepto como

términos opuestos y que se cancelaban recíprocamente. "Los ecologistas no son

an tropocéntricos; Marx lo es E...] a Marx

n o l e g u s t a l a natural eza" , decl ara un crí-

tico del marxismo.' Otros han denostado las visiones antropocéntricas de Marx (y

de Engels), así como su falta de toda visión específicamente ecológica. Esta impu-

tación es justa sólo a medias. Marx sí tenía una visión de la sociedad en la cual la

humanidad deja de estar enajenada de la naturaleza, en la cual la apropiación de

l a n a t u r a l e z a n o se b a sa e n l a l ó g i ca d e l a a cu m u l a c i ó n ca p i t a l i s t a s i n o m á s b i e n e n

l a n e ce s i da d i n d i v i d u a l y so c i a l d i r ec t a , p o r u n l a d o , y l o q u e h o y l l a m a r ía m o s p r o -

du.cción "ecológicamente racional", por otro. No obstante, esta visión

no inc l uía

1 Anna Bramwell, Ecology in the 20th century: A hi story, New Hav en, Yale Un iversity Press, 1989, p. SS.

una sociedad ecologis ta en l a cua l l a natu ral eza n o es una mera fuerza productiva

sino algo valorado como un fin en y por sí mismo. También la imputación de que

Marx carecía de sensibilidad frente a la vinculación, la diversidad y la interdepen-

dencia mutu a en l a n atural eza es correcta só l o a medias . Por una parte, era muy

consc iente de los procesos que hoy denominamos "regula torios ecológicos" ("eco-

rregulatorios"), que se combinan con los procesos del trabajo humano en la pro-

ducción en g eneral y en la de mercancías en particular; por otra, se interesaba tam-

bién por el que podría considerarse el principal problema ecológico de su época,

el de la calidad y la cantidad del suelo en la agricultura (tal como lo demostraba la

famosa invest igación de J ustu s von L iebig). Pero también en es te caso a Marx l e

interesaban sobre todo l as condiciones de una agricul tura ecol ógicamente racio-

nal, por ejemplo los intentos por acumular nutrientes en el terreno, tanto para res-

tablecer como para aumenta r la productividad agrícola, en vista de la rápida urba-

nización y, como con secuenc ia, de los drásticos incrementos de la demanda de

alimentos y de mat erias primas industriales.

Algun os crít icos verdes del marxismo sostienen que e l an tropocentrismo de

Marx era tan extremo que negaba el hecho obvio de que l a na tural eza ( combina-

da con el trabaj o humano) es l a fuente de l a riqueza materia l , a l o que aquél res-

pondería que la natu raleza (con el trabajo) es la fuente de la riqueza definida como

valor de uso. En las sociedades

capi talis tas, sin embargo, no es fuente de la riqueza

definida en términos de valor de cambio. El simple hecho de que los capitalistas

no le pongan precio al tesoro de la naturaleza (sino de que lo consideren un "bien

gratuito") demuestra que en la práctica capitalista la naturaleza no se ve como pro-

ductora de riqueza (valor de cambio).

Nuestro crítico podría añadir: ¿acaso Marx no atacó a Malthus y la doctrina de

la escasez natural e ignoró a Podolinski, quien instaba a Engels a reconstruir la teo-

ría del valor en términos de flujos y tran sformaciones de energía?

2 ¿Y no es verdad

que la mayoría de los marxistas han concedido la mayor importancia en su teoría

Juan Martínez-Alier,

Ecologkal econont ics : Enero, environmen t , and soc iet y ,

Oxford, Ba si l Blac kwell,

1987, p. 62 . "Marx no formuló esta cu estión [estudiar el flujo de energía y materiales] en términos de

ecología huma na, y en todo caso su interés específ ico consist ía en mostrar de qué manera

var iaban las

condiciones de existencia, es decir, cómo adoptaban diferentes formas sociales en el curso de la histo-

ria. Por ejemplo, la apropiac ión direc ta de la natu raleza en la soc iedad primitiva [. . .] o el con sumo de

mercancías adquiridas con sa larios obtenidos mediante la venta del trabajo

en e l capi tal i smo.

La vis ión

ecológica de las condiciones de la existencia humana

podria

haberse conectado fác i lmente con el mar-

xismo por medio de una definic ión adecuada de las fuerzas productivas o los poderes productivos. Eso

no

fue hecho por Marx. Pese a la s imi li tud superfic ial entre un enfoque ecológico y un enfoque en tér-

minos de `reproducción ' de los sistemas soc iales, desde hace mucho t iempo ha habido un divorcio

entre

el

marxismo y la ecología. De todos los conceptos marxistas , el que mejor se adapta al tema cen-

tral de

es te libro es el fetichismo de las mercancías o [...] la ficción de la conmensurabilidad; según el

ejemplo de Nuerath, es el hecho de que 'no podamos' comparar kilogramos de carbón y horas de tra-

bajo humano

en

las mismas unidades" (p. 5) . Véanse las cartas 182 y 188 de Engels a Marx, sobre e l

"asunto Podolinski", en Ka rl Marx y Frederick Eng els ,

S elec ted connspond ence, 1846-1895 ,

Nueva Y ork,

International Pu bli shers, 1942, vol. 29, pp. 409-411. Véase también B ramwell,

o p . c i t . , p. 86.

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A M E S O ' C O N N O R

N T R O D U C C I Ó N

9

del cambio histórico al desarrollo de las "fuerzas productivas", las mismas fuerzas

que amenazan con destruir el-planeta? Se argumenta que la concentración extre-

ma de Marx en el poder vitalizador de la ciencia y la tecnología reflejaba la obse-

sión del capital por la expansión constante de la productividad y la producción. Sin

embargo es incuestionable que no problematizó sistemáticamente (es decir, no

evaluó en términos de su utilidad real para los individuos y la sociedad) las fuerzas

productivas capitalistas (y los valores de uso en general) en

El cap i ta l

ni en ningún

otro trabajo. Veía las fuerzas capitalistas de producción como capaces, potencial-

mente, de liberar a la humanidad de la servidumbre de la naturaleza que, según

creía, permite y al mismo tiempo restringe la producción material humana. Y, ade-

más, ¿no gira acaso la teoría marxista de la crisis en torno a la contradicción inter-

na del capitalismo (que algunos marxistas ecologistas denominan la "primera con-

tradicción ), más que a barreras externas a la acumulación capitalista, como salud

y bienestar de trabajadores y comunidades, recursos limitados y restricciones espa-

ciales, sean las mismas autoimpuestas o n o por el desprecio capitalista de sus "con-

diciones de producción"? Según Michael Redclift, para Marx las "barreras a la ple-

na realización del potencial de los recursos eran impuestas por relaciones de

propiedad y obligaciones legales, más que [por] el caudal de los recursos (aseve-

ración que tendremos oportunidad de desmenuzar en el capítulo 8 de este libro). 3

Y el ataque continúa: si bien podemos conceder que Marx entendía la natura-

leza como algo enteramente transformado por la acción humana, ¿previó que esta

"segunda naturaleza" llegaría a dominar tanto las inquietudes de la humanidad a

finales del siglo xx? No. El marxismo-leninismo en la URSS, ¿no puso en primer

lugar la industrialización y en un segundo plano, muy remoto, la protección

ambiental? Aunque la ideología dirigente de la URSS, durante dos decenios, afir-

mó que la ecología era la "base de la planificación económica",

4

esto era más de

la boca para afuera que una realidad. El arraigo en la tierra, la ética centrada en la

misma y la subsistencia de pueblos indígenas y del campesinado en los países del

Sur, preocupaciones centrales de la ecología política, ¿no están ausentes en la teo-

ría y la práctica marxistas? Las respuestas son sí, sí y sí. Pero, co mo verem os, pese

a esos y otros silencios, Marx y E ngels, y una cantidad de teóricos marxistas, vieron

(y ven hoy) dialécticamente interconectadas la historia humana y la historia natu-

ral; entendieron (y entienden) la naturaleza antiecológica del capitalismo y la

necesidad de una teoría que exprese la relación contradictoria entre valor de cam-

bio y valor de uso, y tuvieron (y tienen) una visión ecológica socialista, aunque sea

latente.

3 Michael Redclift,

Developm en t and the env i r onmen ta l cr i s i s : Red and gr een a l ter na t i vas ,

Londres y Nueva

York, Methuen, 1984, pp. 7.8. La excepción son las disquisiciones teóricas de Marx acerca del efecto de

la escasez de m aterias primas sobre la tasa de ut ilidad y la estabilidad económica, respecto a lo cual

hablaremos más adelante.

4 Por ejemplo Grigorii Rhozon, The biasphere and politi ts, Moscú, Progresa, 1979, cap. 2.

"Historia y naturaleza", la primera parte de este libro, se ocupa de esta relación dia-

léctica entre la historia humana y la historia natural, o entre la economía humana

y la economía de la naturaleza. Presento una interpretación del método marxista

llamada concepción materialista de la historia, y sugiero algunas formas en las cua-

les puede reforzarse esta visión tradicional al incorporar factores "ambientales"

tanto naturales como culturales. El resto de la primera parte se concentra en la his-

toria ambiental. Trato de aplicar un acercamiento materialista histórico a la disci-

plina misma de la historia ambiental, y también a la historia ecológico-ambiental

de la región en la que vivo y trabajo, así como (en forma breve y derivada) de las

ciudades de Chicago y Los Ángeles. La fuerza que subyace a estos capítulos es mi

propio deseo o necesidad de un método de estudio que sea al mismo- tiempo teó-

ricamente sólido (más o m enos) así como prácticamente útil para la política

ambiental radical.

Como veremos en el capítulo 1, la falta de una sensibilidad ecológica plena en

el pensamiento marxista se ve bien ejemplificada en la descripción usual del mate-

rialismo histórico. Aunque la concepción materialista de la historia es una enorme

mejora con respecto a las visiones idealistas premarxistas, debido a sus dos facetas,

o a su insistencia en que la "realidad empírica" siempre es ambigua, pues expresa

la tensión entre las relaciones sociales y las relaciones materiales-técnicas, el "mat-

hist" (materialismo histórico) deja muy poco lugar para la economía de la natura-

leza y demasiado para la economía humana. En las versiones clásicas la relación

entre la producción material y la naturaleza depende demasiado del modo de pro-

ducción —o modo de explotación del trabajo— y demasiado poco de las condi-

ciones ambientales y de los procesos ecológicos. Si bien el marxismo ha logrado

demostrar de qué manera se "construye socialmente" el concepto de naturaleza en

diferentes modos de producción, la irreductible autonomía de aquélla, que hace

posibles y restringe los proyectos humanos, suele ser desdeñada o marginada (aun-

que no por el mismo Marx, quien afirmó claramente que la producción está

mediada por "procesos naturales independientes del hombre").

La mayoría de los marxistas piensan que en el modo de explotación capitalista

la vida material socialmente organizada tiene dos efectos. El primero consiste en

cambiar las formas de la naturaleza de modos que la "humanicen" o creen una

"segunda naturaleza". "El hombre [...] sólo puede proceder como la naturaleza

misma, vale decir, cambiando, simplemente, la

f o r m a d e l o s m a t e r i a l e s .

5

La urbani-

zación, la agricultura comercial, la explotación forestal y el efecto invernadero son

El capi ta l,

vol. 1, México, Siglo XXI, 1975, p. 53 . Véanse también Neil Smith, "The production of

nature",

en Uneven developm en t: Na tur a cap i ta l , and the p r oduct i on of s pace,

Oxford y Cambridge, Blackwell,

1984; M ichael Dunford y Diane P errons, "The concept of nature",

en The

arena

o f c a p i t a l ,

Nueva York,

St. Martin's, 1983; Margaret FitzSimmons, "The matter of nature",

A nt i po d e

21, 2, 1989. En

The Gennan

ideology, Collected

work, Londres, Internat ional Publishers, 1976, vol. 5 , pp. 39 -40

[La ideología alemana,

varias ediciones], Marx y Engels afirman claramente que el mundo natural es un producto histórico

cuyas formas son creadas por el trabajo humano.

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20

AMES O CONNOR

1

AMES O CONNOR

ejemplos evidentes. El imperialismo ecológico y la distribución mundial de espe-

cies vegetales europeas son casos menos obvios.

6 El segundo efecto de la vida mate-

rial es cambiar las formas de la conciencia humana de maneras que "naturalizan a

los seres humanos", es decir, dominan las "leyes" de la naturaleza de modos que

permiten el descubrimiento y desarrollo de nuevas formas de riqueza material. El

"desencantamiento de la naturaleza" —el desarrollo casi universal de una con-

ciencia científica— es su efecto principal

En otros términos,

el trabajo social media

entre la historia humana y la natural;

el trabajo es la interfaz material entre la sociedad y la naturaleza. El trabajo está

organizado como una división de funciones o tareas especializadas, incluyendo una

división entre la actividad mental y la manual, así como entre los trabajadores men-

tales y los manuales. El trabajo social tiene momentos objetivos y subjetivos: el tra-

bajo socialmente organizado (y simbólicamente mediado) crea el mundo objetivo en

el cual vivimos y trabajamos; también contribuye a producir el mundo subjetivo de

la conciencia, que limita y al mismo tiempo brinda oportunidades de nuevas y dife-

rentes clases de actividad material. Visto así, el "impacto humano" sobre la natura-

leza gira en torno a las formas en que se organiza el trabajo social, sus fines o sus

metas, la distribución y uso del producto social y el conocimiento de la naturaleza,

así como las actitudes hacia la misma.

Este punto de partida teórico y práctico del "marxismo convencional" ha sido

más o menos ignorado por los ecologistas. Los marxistas, por su parte, no le han

prestado mucha atención a la ciencia de la ecología ni a lo que parece ser una nue-

va sensibilidad ecológica global. El materialismo histórico habitual ha hecho énfa-

sis en la transformación humana de la naturaleza, más que en las autotransforma-

ciones de ésta, y también más que en las formas en que la m isma transforma la

historia humana. El ciclo capitalista y la explotación del trabajo se consideran más

importantes que el ciclo de vida de los organismos o los ciclos de uso de la energía

y la "explotación" de la naturaleza. ¿Sería posible, entonces, salvar el materialismo

histórico con la simple sustitución de "ciencia ecológica" por "ciencia" en la for-

mulación clásica de que los seres humanos se naturalizan a través del trabajo

social? Esto es indispensable para la reformación y extensión de la "mathist" a la

luz de los hallazgos de la ciencia de la ecología, así como de las luchas ecológicas

de todos tipos. No obstante, perdura el problema clave: ¿hasta qué punto se le hace

justicia a la naturaleza? ¿Cuán cerca del centro —tanto de la historia natural como

del materialismo histórico— ponemos lo que Richard Lewontin y Richard Levins

llaman las "fuerzas determinantes débiles" de la economía de

l a n a t u r a l e z a ? ¿ B a s t a

con afirmar que "mientras exista el hombre la historia de la naturaleza y la histo-

6

Alfred Cmsby,

Ecalogical imperialissa: The ~ni mcpansion of R u r n p 

9 1909,

Cambridge y Nue.

va York, Carnbridge University Press, 1986.

7 John Desmond Bernal, S c i e n ce i n h i s t o r y ,

Cambridge,

m r r

Press, 1977.

r ia de los se r e s humanos se de t e r minan mut uame nt e ?"

8

¿ O deberíamo s agregar

que un v íncu lo entre la hi s to ri a de la ex plo taci ón de la natura leza y las luchas de

clase

es

la historia natural, y viceversa? La respuesta parecería ser afirmativa, en vis-

t a de la bibliogr af í a sobr e la impor t ancia de los fac t or e s e cológicos e n e l cambio

social e histórico, algo que es "muy diferente del determinismo tecnológico de

Engels , pero no i nco mpati ble co n un punto de v i s ta marx i stas

9

Ann a B ra mwel l , en tre o tros , ha desca rtado lo s i n tento s de i denti f icar la di a léc-

t ic a d el h omb re y l a na tu ra l eza d e Ma rx c on e l sent id o de l a re l a c ión h um a no-na tu -

r ale z a de los e cologi st as , aducie ndo que M ar x y Enge ls conce die r on a los se r e s

h u m a n o s u n p a p e l d em a s i a d o a c t i v o ( y a l a n a t u r a l e za u n o e x c e s iv a m e n t e p a s i -

vo).

1 0

Las leyes de la natura leza no so n de n i nguna manera tan "regulares" co mo

parecían pensar los fundadores del marxismo (y en general todos los demás duran-

t e e l s iglo xix). N o só lo e n la na t ur ale z a

p a r e c e

reinar el azar"; en to da un a vas ta

gama de problemas

en realidad

"rei na" el aza r» La hi s to ri a de la c i enci a del s i g lo

x x y sus pri nci pi o s de i ndetermi naci ón y de i ncerti dumbre co nf irman esta v i s i ón .

La n atura leza se transf o rma de maneras i mpredeci bles a l mi smo ti empo que está

si endo transf o rmada po r la a c t i v i dad materi a l humana.

1 2

La n atura leza es un so ci o ac t i vo de la v i da mat eria l de la especi e human a y, po r

co nsi gui ente, de su hi s to ri a y de la evo luci ón de la co nci enci a humana. La apari -

c i ón y el desarro l lo de la c i enc i a de la eco lo gía y sus sensi bi l i dades so n , en s í mi s-

mo s, una f i rme evi denci a a l respecto . Lo s ca mbi o s natu ra les i n tro duci do s po r los

seres humanos, a su vez, contribuyen a determinar las posibilidades y los límites de

la hi s to ria hu mana . Las sucesi o nes f o resta les , los c i c lo s de f o rmaci ón de suelo s , lo s

pat r one s de cr e cimie nt o de la población de de t e r minadas e spe cies y los c ambios

del c l i ma so n ej emplo s o bvi os de la au to no mía de la nat ura leza , a v eces de acuer-

do co n una "ley débi l", a veces s i n ley a lguna , rela t i va n i abso lu ta .

Por lo t an t o, e l mat e r ial ismo hist ór ico t ie ne que e xt e nde r se hacia a fue r a, a la

8 Marcel Prenant,

B iol ogy a nd M a r xis m,

Londres , Lawrence & Wishart, 1938, p . 44, citando La

i d e o l o -

gía a l ema na .

9

K. P. Mosley, correspondencia personal, 22 de junio de 1989. Mosley menciona también el mate-

rialismo cultural de Marvin Harris y la escuela an tropológica marxista, que procura adoptar un enfo-

que ecológico del

c a m b i o

socia l . En

es te

sentido hay que mencionar especialmente la obra de Leslie

White. Una verdadera descripción de

la

ecología y

e l mate r ial ismo

histórico tendría que escudriñar con

cuidado y respeto

e s a

bibliografía y otras obras relacionadas, labor que está fuera del alcance de esta

Introducción. Entre las más importantes se cuentan obras como la de Vernon Gil l Carter y Tom Dale,

Topsoil and civilization,

Norman, University of Oklahoma Press, 1974, que se ocupa de los problemas eco-

lógicos de las c ivi lizac iones en decadencia, y

la

de Richard Wilkinson,

P o v e r t y a n d p r o g r e : 5 s :

An

e c o l o g i c a l

m o d e l o f e c o n o m i c d e v e l o p m e n t ,

Londres, Methuen, 1973, que lleva

al

siglo xx un an áli sis ecológico de la

historia.

1

° Bramwell, op.

cit.,

cri ti cando a Howard L. Parsons (ed.), Marx and

Engels on ecology,

Westport,

Greenwood, 1977.

11

'bid ,

p. 33, citando a Engels (cursivas

mías) .

12

Martin O'Connor, "Codependency and indeterminacy: A critique of the theory of production",

Capitatism, Nature,

S o c i a l i s m ,

3, 1989.

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22 AMES O'CONNOR

naturaleza física, en el sentido de que la historia natural tanto de la "primera"

como de la "segunda" naturaleza puede influir en la historia humana y viceversa,

de acuerdo con el marco temporal y las circunstancias. Esto puede hacerse sin caer

en la trampa del determinismo climático o geográfico y de las interpretaciones

racistas del cambio social y político que se han asociado con esta clase de pensa-

miento. Como insisten muchos ecólogos e historiadores, hay que ver los procesos

abiertos como si "dirigiesen", de maneras problemáticas, la historia natural, así

como la humana.

El materialismo histórico también tiene que extenderse hacia adentro, en el

sentido de que los cambios biológicos humanos y los procesos socialmente organi-

zados de reproducción de la especie, por muy socialmente mediados o construidos

que estén,

1 3

pueden influir en la historia humana y la historia natural tanto como

éstas en aquéllos, también en este caso de acuerdo con el marco temporal y las cir-

cunstancias. Esto es posible sin caer en la trampa del determinismo biológico y de

las interpretaciones sexistas del cambio social que se han asociado con esta clase de

determinismo. Por un lado, los cambios climáticos (causados o no por influencias

humanas), por ejemplo, configuran la historia humana y la natural, como lo

demuestra sobradamente la historia de la cuenca del Mediterráneo. Por otro, la

gramática del lenguaje (y por ende del pensamiento) es innata;

14

el largo periodo

de maduración de los seres humanos influye en el alcance y el límite de la organi-

zación de la sociedad, y así sucesivamente. Las poblaciones que van envejeciendo

no conforman la historia natural y humana igual que las más jóvenes.

Par te de la

diferencia entre el paisaje cultural y natural de Dade County, en Florida, y la ciu-

dad de México, puede explicarse por la distinta composición por edades de la

población de ambas metrópolis.

No basta con que el marxismo y la ecología se limiten a saludarse cortésmente

con la cabeza.

15

Los ecosistemas emergentes de los huertos de manzanas en la

cuenca del río Pájaro (en el condado de Santa Cruz, California) son buenos ejem-

plos de la naturaleza que vuelve por sus fueros; las especies nativas expulsan a casi

todas las introducidas, recreando así una "naturaleza original" que los agentes de

bienes raíces de hoy tienen que usar o dominar.I 6

Este hecho debería ser de inte-

rés para los marxistas. En Fall Creek (Felton, California) secuoias, abetos Douglas,

13

Por ejemplo Phfilipe Aries,

Centurias of childhood,

Nueva York, Knopf, 1962. V éase una historia eco-

lógica que procura conjugar teorías de producción y de reproducción en C arolyn Merchant ,

Ecologi ca l

r evolu t i ons : Na tur a , gender , and s c i e n c e in

New Eng land,

Chapel Hill, University of North C arolina Press,

1989. Una descripción del carácter social, autoconst ituido, de la naturaleza humana, se puede encon-

trar en Richard Lichtman, "The production of human nature by means of human natura",

c r o s ,

4, 1990.

14

Noam Chomsy, L a n g u a g e a n d m i n d ,

Nueva Y ork, Harcourt, Braca, Jovanovich, 1972.

13

Bramwell acusa a algunos de los ensayistas incluidos en Joe W eston (ed.),

Red and gr een : A new

po l i-

t i cs of the mv i r onmen t ,

Londres , Pluto, 1986, de tratar de apropiarse de la ecología para el marxismo.

Creo que es una imputación injusta.

1 6

Burton Gordon, M o n t e r e y B a y a n e a : N a t u r a l h i s t o t y a n d c u l t u r a l i m p h n t s ,

Pacific Grove, Boxwood,

1979, pp. 100-114.

I N T R O D U C C I Ó N

3

laureles, acebos y otros árboles y especies vegetales viven juntos de modos que

resultan indescifrables sin una descripción de las formas de trabajo asalariado y de

tecnología introducidas en el área en el siglo xfx para explotar la madera y los

depósitos de cal de la cuenca de Fall Creek.

1 7

Este hecho debería ser de interés

para los ecologistas. La importancia que tienen los datos de este tipo, y el grado en

que el materialismo histórico debe extenderse al dominio de la naturaleza bioló-

gica y física, parecerían cuestiones empíricas. Se requieren análisis históricos y

naturales concretos de situaciones concretas para superar y trascender (negar) el

dualismo entre las teorías e hipótesis históricas y geográficas/biológicas. El hecho

de que este proyecto siga estando en su infancia sugiere que la mayoría de los mar-

xistas le han prestado poca atención

a

la naturaleza, y que la generalidad de los

ecólogos y geógrafos le han prestado menos atención aún al marxismo."

Hasta las mejores descripciones de la dialéctica entre historia y naturaleza (que

en su mayoría aún no han sido escritas) son incapaces de responder una pregunta

normativa: ¿qué creen los marxistas —si acaso— que

deber ía s e r la

naturaleza?

1 9

Esto

se relaciona muy de cerca con la pregunta: ¿qué debería ser el

t rabajo soc ias?

Dicho

de otra forma, ¿qué le es posible ser a la naturaleza? ¿Qué es? ¿En qué se está con-

virtiendo? ¿Qué parece probable que puedan hacer de ella los seres humanos? En

los ecosistemas en los cuales en el pasado se asentaron seres humanos, que luego

los abandonaron, ¿habría que arrancar de raíz la hiedra y la vinca introducidas por

algún alma solitaria para civilizar un rincón desolado de la tierra, y que suelen cre-

cer locamente, a expensas de l as especies indígenas? ¿Cortarlas y controlarlas? ¿O

dejarlas en paz? Es un caso trivial, pero su misma simplicidad ejemplifica la cues-

tión normativa mejor que muchos ejemplos complejos. En los procesos de trabajo

que han establecido los seres humanos en el pasado para ampliar la productividad

social, ciertas técnicas de producción y formas de especialización del trabajo que

han dañado tanto al ambiente natural como a los trabajadores y sus comunidades,

¿deberían ser "arrancadas de raíz", reducidas y controladas, o dejadas intactas?

Esta, sin duda, no es cosa trivial, y su complejidad destaca la importancia de la cues-

tión normativa como nunca podría hacerlo un mero ejemplo.

Por último, la diferencia más profunda entre el marxismo y la ecología no es

que el primero adora la ciencia y la segunda no, como afirman algunos. Ni tam-

poco que la ecología le da a la naturaleza más de lo debido, ni que proporciona

visiones de lo que debería ser la misma diferentes de las de aquél. La diferencia

básica parecería relacionarse con la pregunta: ¿qué debería ser

l a s o c i e d a d h u m a n a ?

Muchos ecologistas creen que el uso y la conservación de los recursos es una acti-

1 7

Barbara Laurence, The construction of nature and nature of construction: A study of

the

histo-

r ical ecology of Fal l Creek, Fel ton, California, 1960-1988", ponencia presentada a la A nnual Conferen-

ce of the Environmental History Association, Olympia, abril de 1989.

18

Una importante excepción es el innovador grupo de geógrafos radicales asociado con la revista

Antipode.

19

John Ely, "Lukács' construction of natura", cros, 1, otoño de 1988, p. 116.

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24

A M E S O ' C O N N O R

N T R O D U C C I Ó N

5

viciad moral, íntimamente relacionada con la supervivencia del grupo. Algunos

ecologistas políticos basan un modelo de la sociedad humana en las que conside-

ran formas igualitarias de cooperación que "se encuentran" en la economía de la

naturaleza, lo que en parte puede ser una especie de expresión de d eseos o una

proyección, sobre la naturaleza, de categorías históricas deseables, en un esfuerzo

por controlar las proyecciones del darwinismo social sobre la naturaleza de cate-

gorías indeseables, como la "competencia". Por su parte, la mayoría de los marxis-

tas parecen contentarse con el proyecto científico de descubrir las "leyes" de la

naturaleza a fin de usarlas para propiciar aún más el desarrollo de los seres huma-

nos en cuanto especie. No obstante, puesto que la evolución de la especie humana

incluye no sólo la dependencia de la diversidad y fecundidad de la vida, sino tam-

bién el aprecio por aquéllas, es probable que, para ser coherente consigo mismo,

el marxismo deba volverse "ecológico".

La segunda parte de este libro ("Capitalismo y naturaleza") se ocupa de algunos

asuntos clave relativos a la economía política de la ecología (con algunas referen-

cias a la sociología política y la sociología económica) en el modo de producción

capitalista. Me concentro en las maneras en que las relaciones de producción del ca-

pitalismo (relaciones de producción, competencia, mercado mundial, etc.) degra-

dan o destruyen las

condiciones

de producción, incluido —y especialmente— el

ambiente. Entre las relaciones de producción capitalistas y la naturaleza hay una

cantidad de mediaciones: la tecnología, desde luego, y la energía de combustibles

fósiles, las relaciones de trabajo, los mecanismos del capital en expansión y el esta-

do. Estas mediaciones se analizan con cierto detalle, sobre todo desde el punto de

vista de la teoría de la crisis. Analizo también algunas manifestaciones espaciales

del capital, usando el tema del desarrollo desigual y combinado, con especial aten-

ción a las políticas (incluyendo las políticas guerreras) del petróleo, la mercancía

que ha nutrido al capitalismo durante bastante más de un siglo. Finalmente, en el

último capítulo de la segunda parte, "¿Es posible un capitalismo sustentable?", se

reúnen algunos hilos del argumento general.

No muchos cuestionarán la afirmación de que el Norte (el antiguo "primer

mundo") ha gozado de un crecimiento del bienestar material sin precedentes en

los últimos doscientos años. Por otro lado, la mayoría coincidirá en que este creci-

miento ha dado por resultado una degradación indiscriminada de los recursos

naturales durante esos mismos dos siglos,

2

° y también en que el Sur (el antiguo

"tercer mundo") es la peor víctima de lo que Mustafá Tolba, director ejecutivo del

Programa de Medio Ambiente de las Naciones Unidas, ha llamado "genocidio glo-

2

° Muchas enfermedades humanas no transmisibles se asocian también con el paso a condiciones

de vida a las cuales los genes humanos no están adaptados, y que a su vez son resultado del desarrollo

económico industrial (véase Thomas McKeown,

The origins of

h u m a n

d is tase,

Oxford y Nueva York, Basi l

Blackwell, 1988).

bar : e l r e sul t ado de ce n t e nar e s de a ños de de spojo e cológico por par t e de l N or t e

impe rial i st a y de sus asociados m ás r e cient e s e n e l Sur .

2 1 Por eso el c rec imien to

eco nómi co y la abundanci a materi a l en el No rte so n co ntradi cto ri o s , en el senti do

de que e l capi t al ha su pe r ado la e scase z de gr adando e l ambie nt e e n e l N or t e y en

e l S u r . E l N o rt e l e d eb e u n a p a r t e f u n d a m e n t a l — a u n q u e d e s c o n o c id a — d e s u s

nive le s de vida al agot amie nt o de r e cur sos no r e novable s, la de gr adación de los

reno vables y el despo jo de lo s bi enes co mu nes g lo bales .

La riqueza del Norte en materia de mercancías ha dado como resultado la

pobreza de la naturaleza y la pobreza del Sur (y de las "colonias internas" del Nor-

t e ) de sde el comie nz o de la R e volución indu st r ial , e n e l s iglo xvm. En In glat e r r a,

patri a del capi ta l i smo industri a l , l a s man uf actu ras más i mpo rtantes eran lo s tex ti -

le s de algodón. Su ce nt r o de pr oducc ión e r a e l condado de L anc ashir e , asimismo

dist r it o de mina s de car bón. L a pr oducción de é st e e n L an cas hire aume nt ó de 35

mil t one ladas e n 17 50 a 400 mi l e n 1830 (de más o me nos e l 7 a l 13% de la pr o-

ducci ón to ta l de carbón en I ngla terra) , ex pandi éndo se para sa t i sf acer la creci ente

de manda de e ne r gí a de los nue vos t a l le r e s t e xt i le s me cánicos, la const r ucción de

can ale s y e l fun cionamie nt os de bar cas y , e n la misma indus t r ia de l car bón, par a

hacer f unci o nar la s bo mbas de desagüe.

H a sta 1796, c u a nd o Ja m es Wa tt pa tentó su fa m osa m áquina d e v a por, l a m ás usa -

da e r a la de N e wcome n. Est e mot or só lo que maba ant r aci t a y t e ní a una combus-

t ión cas i comple t a, por lo cua l e r a bast an t e l impio, per o r esul t a ba t é cn icame nt e

ine f icie nt e por que la combust ión t apaba e l me cani smo de l mot or . Wat t e xpe r i-

mentó co n la máqui na de Newco men y se le o currió co ndensar vapo r en una cáma-

r a se par ada, y añadir una bomba de aire par a l le var e l vapor hacia la misma . Su

máquina podí a funcionar con car bón bi t uminoso, más bar at o y con más az ufr e ,

que no se qu e maba por comple t o. El r e sul t ado fue un mot or que no se t apaba y ,

po r esta razón, una máqui na ex tremadamente co ntami nante.

Wa tt y su so ci o Mathew B o u l to n estableci ero n un a de las empresas más i mpo r-

tantes de la historia inicial del capitalismo. El motor de Watt y sus imitaciones se ven-

dían p o r to do el mundo . Lancashi re, do nde se usaban po r centenares para mo ver

un a va ri edad de máqui nas en la s despepitado ras de a lgo dón y tambi én las bo mbas

de las mi nas , no tardó en esta r cubi erto por un repuls i vo sudari o de humo . El di ó-

x i do de azuf re que se pro duce a l quemar ca rbón se tran sf o rma en áci do su l f úri co

cua ndo se o x i da, pro ceso que se f ac i l i taba en el húmedo c l i ma bri táni co . Luego el

humo de carbón reduj o la pro ducti v i dad agríco la y el i minó mu chas v ari edades de

vida vegetal. Lo que Robert Smith habría de llamar lluvia ácida (en su Air

and raro,

publicado e n 18 7 2) r e dujo la pr oduct ividad de l sue lo e n ge ne r al . Tambié n di smi-

nu ía el paso de la luz, lo que creó una epi demi a de raqui ti smo —creci miento an o r-

mal de lo s hueso s—, enf ermedad i nf anti l cau sada po r f a l ta de v i tami na D.

2 1

Citado en Jon Stewart,

“UN'S

dire environmental diagnosis",

San F ranc i sco Chron i c le ,

6 de junio de

1990.

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26

A M E S O ' C O N N O R

N T R O D U C C I Ó N

7

Aparte de la mezcla letal de gases y partículas producida por la máquina de

vapor de W att, el drenaje de las minas creaba una terrible contaminación del agua.

El famoso sistema Lancashire para la extracción de carbón se diseñó para sacar

de la tierra la mayor cantidad de carbón lo más rápidamente (es decir, rentable-

mente) que se pudiese. Las vetas se trabajaban cerca de la superficie; centenares

de excavaciones poco profundas se hundieron; luego se rellenaron y se las aban-

donó. Los desagües de las minas contaminaron ríos y arroyos con ácidos, partícu-

las, hierro y compuestos ferrosos, y concentraciones de metales pesados, com bina-

ción sumamente tóxica para plantas y animales. La población de peces fue

diezmada, lo cual incrementó la biomasa vegetal, reduciendo el oxígeno para otras

formas de vida. La máquina de Watt fue un desastre ecológico tanto como un triun-

fo económico.

22

Mientras el carbón y el vapor impulsaban el desarrollo económ ico en Inglaterra

(y más tarde en Europa Occidental y Estados Unidos), la industria del Norte tenía

resultados desastrosos para las condiciones de v ida ambientales, materiales y socia-

les. El comercio exterior, especialmente a partir de 1760, se convirtió en el motor

del crecimiento industrial británico. Hasta que se abolió el comercio de esclavos

los textiles de algodón se trocaban por esclavos africanos que, "exportados" al N ue-

vo Mundo, producían azúcar, café, tabaco y otros productos (o drogas) de consu-

mo para Inglaterra y Europa, así como algodón en bruto para las despepitadoras

de Lancashire. El resultado fue una tragedia ecológica y humana sin precedentes,

tanto en África como en las regiones proveedoras de materias primas del Nuevo

Mundo.

En E stados U nidos, en la última parte de ese mismo periodo histórico, los culti-

vadores de cereales de Nueva Inglaterra y la costa este, que alimentaban a los habi-

tantes urbanos, erosionaban el suelo en busca de mayores ingresos. Hacia 1850 la

calidad del suelo era tan mala que los granjeros no podían alimentar ni siquiera a

sus propios vecinos, los nuevos residentes de las "tierras limítrofes", lo que hoy lla-

maríamos suburbios . De modo que los primeros habitantes suburbanos compra-

ban la comida en las ciudades en las que trabajaban. El efecto fue la expansión del

papel

de las mismas com o centros mercantiles agrícolas. Mientras tanto, las ciuda-

des se construían de piedra y ladrillo; Nueva Y ork, por ejemplo, se abastecía de can-

teras y ladrilleras del condado de Westchester. Con el tiempo los elementos tóxi-

cos contenidos en el rocío, la lluvia y la niebla, sobre todo el valle del río Hudson ,

hicieron que las hojas se marchitasen, la fruta se cayese aún verde y los árboles se

secaran. Ta mbién sufrieron los cereales, las verduras y los árboles.

2 3

La población

urbana, en parte creada por la degradacion de la naturaleza, vivía así a expensas

" Mathew Osborn, "Origina of an industrial wasteland: Coal mining and use in late 18th century and

early 19th century Lancaster", manuscrito inédito, 11 de junio de 1990.

" John R . Sti lgoe,

Borderland: Origins of the American suburb, 1820-1939,

New Haven, Yale University

Press, 1988, pp. 73-74.

de ésta. Y lo mismo hacían, irónicamente, los residentes suburbanos que querían

escapar de la ciudad y volver a un entorno más natural.

Estas historias se podrían multiplicar por cien. Son ejemplos de la contradicción

general entre el capitalismo y la naturaleza, o la contradicción entre el capital que

se expande y la naturaleza que se autolimita.

Por una parte el capitalismo es un sistema autoexpansivo de crecimiento eco-

nómico. Su meta es el crecimiento sin límites, el dinero en busca de más dinero.

El medio de la expansión, y al mismo t iempo su meta, es la utilidad. Toda institu-

ción y práctica cultural capitalista se organiza para obtener utilidad y acumular

capital. El crecimiento económico se ve también como el gran solvente social,

como la "solución" a la pobreza, el desempleo, la distribución desigual de la rique-

za y del ingreso. Los nuevos impuestos recaudados vienen de la acumulación de

capital, así que pocos políticos se atreven a oponerse a la autoexpansión del mis-

mo. Las compañías que no se orientan al crecimiento son severamente castigadas

por los banqueros, el mercado accionario y los competidores. Los trabajadores que

no quieren o no pueden cambiar de habilidades y lugar de residencia de acuerdo

con la lógica de la acumulación se quedan atrás, desempleados en el mejor de los

casos, sin hogar o encarcelados, en el peor.

Por otra parte, la naturaleza no es autoexpansiva: los bosques llegan a etapas

máximas; el agua fresca está limitada por la geografía y el clima; los combustibles

fósiles y los minerales están fijos en términos fisicos. La naturaleza no es n ada "me z-

quina" y permite la producción humana, al mismo tiempo que la restringe, pero

sus ciclos y ritmos no están regidos por la misma lógica que los ritmos y ciclos del

capital.

La moraleja de estas historias y la línea teórica general que ilustran es que no

habría capitalismo tal como lo conocemos hoy si durante los dos últimos siglos se

hubiese dado una planeación ecológica y económica racional y democrática. Esa

planeación, políticamente imposible de imaginar en 1750, 1850 y 1950, y política-

mente implausible incluso a fines de los años 1990, hubiera reencauzado el desa-

rrollo económico en direcciones ecológicamente racionales.

Otra moraleja es que nuestros antepasados nos dejaron un legado dudoso. Por

un lado algunos vivimos en países que han desarrollado una enorme capacidad

industrial y una abundancia de bienes materiales. Por el otro, nos enfrentamos a

una naturaleza degradada, a ciudades congestionadas y a una población que se

siente aislada, enajenada y explotada. Hemos sufrido los resultados de un pacto que

nuestros antecesores hicieron con el demonio, y si las cosas no cambian nuestros

hijos correrán una suerte aún peor. Si observamos el problema en estos términos la

pregunta clave es: ¿qué clase de relación queremos tener con miles de millones de

personas, que todavía no han nacido, que no pueden opinar en el 'mercado' y en

los consejos gubernamentales de hoy?" Una respuesta neomalthusiana es: "evita

que nazcan". Un elemento clave de una respuesta socialista ecológica es garanti-

zar que los que nazcan no estén material y ambientalmente empobrecidos.

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28

AME S O' CONNOR

I N T R O D U C C I Ó N

9

Hay otra manera de ver el problema y otra pregunta que podemos formular. No

sólo sufrimos las consecuencias de las acciones de los muertos, sino también de los

vivos... al menos de algunos. Se trata de los que deciden las prioridades de inver-

sión y tecnología, los flujos de capital, los préstamos internacionales y la política

presupuestal de los gobiernos. La pregunta, entonces, es qué clase de relación que-

remos tener con los industriales, los comerciantes, los directores de las corpora-

ciones y los bancos transnacionales, el Banco Mundial y el

FMI,

así como con los

altos funcionarios del estado.

Si la primera parte de este libro es una especie de "búsqueda de un método", y la

segunda una ampliación y aplicación de este método al problema del capitalismo

y la naturaleza, la tercera es otra clase de búsqueda y aplicación: la búsqueda (y eva-

luación) de tendencias radicales dentro de la ecología y los movimientos relacio-

nados con ella, y una aplicación de algunos principios de sociología política y teo-

ría política a problemas estratégicos a los que se enfrentan estos movimientos.

Empiezo por examinar las formas en que los verdes y otros han discutido el socia-

lismo y la ecología. Me concentro después en las que considero tendencias o temas

radicales dentro del movimiento ambientalista (definido en términos muy

amplios) en Estados Unidos. Luego demuestro una manera práctica de combinar

identidad y política local, o multiculturalismo y biorregionalismo, en el área de la

bahía de San Francisco, y después un modo de analizar críticamente el famoso

lema verde: "Pensar globalmente, actuar localmente". Tras una breve incursión a

los vínculos entre los nuevos movimientos sociales y el estado, completan este tra-

bajo dos capítulos acerca de las diferencias y semejanzas entre el socialismo tradi-

cional y lo que podría denominarse el socialismo ecológico. Me concentro siempre

en las tendencias verdes radicales (y otras relacionadas) en Estados Unidos, con

ocasionales miradas a otros países del mundo sobredesarrollado y también del Sur.

En estos capítulos empiezo con la observación de que hay hoy centenares de

millones de personas, en todo el mundo, que carecen de empleo o que trabajan,

por una pobre paga, en lugares insalubres e inseguros; que viven en ciudades con-

taminadas y congestionadas o en aldeas empobrecidas, con poca tierra, agua pota-

ble, combustible o forraje, y que son oprimidas y explotadas de acuerdo con cual-

quier definición de estos términos. Las mujeres y los niños, en particular, soportan

los peores efectos de las catástrofes económicas y ecológicas que caracterizan a una

parte tan grande del Sur, donde los "recursos" son cada vez más escasos, antes que

nada debido a las estructuras de propiedad y poder, la mala distribución de la tie-

rra y de otras necesidades productivas y, en general, a la pobreza. El resultado es

que en las dos o tres últimas décadas decenas de millones de personas han empe-

zado a escudriñar críticamente el papel de los caciques y las burocracias locales, de

los terratenientes y ganaderos, banqueros, corporaciones transnacionales y otros

focos de poder, y que muchos cuestionan las políticas monetarias, impositivas, de

gasto, inversión, tecnología y exportación de los gobiernos. Hay decenas de miles

de

orga n iza c ion es n o gu bern a men ta les (oNG) e in c on ta bles a gru pa c ion es in for-

male s abocadas a la just i cia ambie nt al y social .

En el Su r ha a pa rec ido lo qu e el ec on omis ta ec ológic o Ju a n Ma rt ín ez-Alier ha

l lamado "e l a mbient a l i smo de los pobr e s" (o "social i smo narodnik"), mient r as que

en Norte, ha s ta la a pa ric ión rela t iv a men te rec ien te de la ju s t ic ia a mbien ta l y los

mov imien tos c on tra la s su s ta n c ia s tóxic a s , la s c u es t ion es prin c ipa les ha n ten ido

que ve r me nos con la supe r vive ncia e conómica que con los e ncant os ambie nt ale s.

Algu n os a u tores ha n desa rrolla do u n modelo de los mov imien tos a mbien ta les en

el Su r y en el Norte, en c orrespon den c ia c on el u so qu e el c a pita l ha c e de la n a tu -

ra leza c omo grifo y ta mbién c omo su midero; en el primero predomin a n los pro-

blema s de a gota mien to y c a ren c ia de rec u rsos (a u n qu e la c on ta min a c ión u rba n a

en la s c iu da des del Su r, por ejemplo, reba sa c on mu c ho la de la ma yoría de la s

u rbes del Norte); en e l segu n do son más importa n tes los problema s de c on ta m i-

nac ión (aunqu e las pr áct i cas a gr í colas, for est ale s, pe sque r as y ot r as af ine s de l N or -

te deja n mu c ho qu e desea r desde el pu n to de v is ta ec ológic o).

U na cue st ión c la ve de hoy e s cómo logr ar que las bat a l las e cológicas pr oduz can

u n c a mbio soc ioec on ómic o ra dic a l , sobre todo en u n momen to en el qu e los tres

mode los básicos de de sar r ol lo (el social i smo e st at a l e n e l Est e , la de mocr acia social

en el Oeste y el desarrollo nacionalista en el Sur) han sido destruidos o están

sufr ie ndo un fe r oz at aque de l capi t al global y de sus age nt e s. Tal ve z alguna r e fe -

r e ncia a l pe nsa mie nt o posmar xist a y a su s obje t os de e st udio, la "socie dad post in-

dust r ial" , los "movimie nt os a l t e r nat ivos" o los "nue vos movimient os sociale s" y la

"democ ra c ia ra dic a l" sea u n bu en pu n to de pa rt ida pa ra empeza r a oc u pa rse de

es ta c u es t ión ." Los posma rxis ta s ya n o v en a la c la se obrera tra dic ion a l c omo el

age nt e pr ivi le giado de la t r ansfor mación hi st ór ica. Y a no e xi st e una bat al la

por el

soc ia li smo (se p ien sa ) s in o más bien contra

t odos los "ismos". Hoy hay un a luc ha

(en el Norte) en pro de la "democ ra c ia ra dic a l" por p a rte de los "n u ev os m ov i-

mientos sociales" en la "sociedad postindustrial".

Est os post ula dos posmar xist as me r ece n u n a náli sis minu cioso, sobre t odo e n vi s-

t a de las le ct ur as posmode r nas

de

Marx y del marxismo y de la implicaciones polí-

t ic a s qu e t ien en ." Aqu í sólo qu iero seña la r qu e en la teoría ec ológic a ma rxis ta la

24

El texto posmarxista más elaborado es de Ernesto Lac lau y Chantal Mouffe,

He ge rn on y an d social is t

strategy: Towards a radical democratic isolitics,

Londres, Verso, 1985

[He ge mon í a y e s tra te g ia social i s ta . Hacia

u n a

rad ical i zación de

la

democracia,

Madrid, Siglo XXI de España, 1987 ] . Un ejemplo estadunidense es

Michael Albert

et al. , Liberating theory,

Boston, South End, 1986. Probablemente el más conocido "mar-

xista convertido en posmarxista" sea Rudolf Bahro, quien escribió: "Del socialismo científico he regre-

sado al socialismo utópico, y polí t icamente he pasa do de una orientación de c lase dimensional a u na

populista [ . . . ] La lu cha de c las e t iene poco o nada qu e ver con huir del desastre ecológico porque se

trata esenc ialmente de un a bat alla dentro del proyecto soc ial industrial", Michael Clow, "Bahro on

e c o -

logy",

Stu die s in

Poli t ical Econ omy,

20, verano de 1986, p. 172. Clow comenta: "Bahro no E...] es el único

con estas ideas. De hecho reflejan al grueso del movimiento ambientalista" (p. 179).

25

Por ejemplo, el análi si s de Lac lau y Mouffe de lo que llaman "esenciali smo"

mar xis ta

viola tanto

el espíritu como la sustancia de la teoría del capital y el cambio histórico de Marx.

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30 JA M ES O ' C O N N O R

I N T R O D U C C I Ó N

31

batalla por lo que Marx llamó "condiciones de producción" (en términos genera-

les fuerza de trabajo, infraestructura y naturaleza, es decir todo aquello que se tra-

ta como si fuese una mercancía, aunque no se lo produce como tal) ha redefinido

y ampliado la lucha de clase hasta el punto en que ya no se reconoce a sí misma

como tal... al menos por ahora. Esto significa que las amenazas capitalistas a la

reproducción de las condiciones de producción no sólo son amenazas a la utilidad

y la acumulación, sino también a la viabilidad del medio social y natural como

m e d io s d e v id a y v id a m i s m a .

La guerra entre el capital y los nuevos movimientos

sociales, en la cual se disputan los conceptos básicos de "costo" y "eficiencia", tiene

dos "mom entos" básicos. El primero es la lucha popular y casi universal por prote-

gerlas condiciones de producción (o, mejor aún, los medios de vida) de nuevas des-

trucciones debidas a la indiferencia y los excesos inherentes al capital mismo. Esto

incluye la necesidad y la demanda de reducir el riesgo en todas sus formas. Esta

lucha tiene que ver con la manera en que se lleva a cabo la apropiación de la "natu-

raleza", como medio de reproducción del capital en oposición a medio de repro-

ducción de la sociedad civil y de la vida de las especies, humanas o no. E l segundo

es el combate acerca de los programas y políticas del capital y del estado para res-

t r uc tu r ar

as condiciones de producción, es decir, una batalla respecto a la forma y

los contenidos de los cambios de esas con diciones. Las "nuevas luchas sociales" se

enfrentan, al mismo tiempo, al deterioro de las condiciones de producción y a las

restricciones de las mismas inducidas por la crisis. Ambos "m omentos" de la lucha

tienen lugar fuera del estado, pero también dentro de él y en su contra. Vista así,

la demanda de democracia radical es la de democrat izar la provisión y reconstruc-

ción de las condiciones de producción, que es, en ultima instancia, la demanda de

democratizar el estado o la administración de la división del trabajo social.

2 6

En el pensamiento posmarxista se hace gran énfasis en la "especificidad local" y

la integridad del cuerpo de un individuo, de un prado determinado, de una espe-

cie en particular o de un sitio urbano específico. Según Carlo Carboni,

el desafio de la especificidad es impulsado por todos los nuevos actores sociales en las socie-

dades capitalistas avanzadas. E s resultado de una com pleja red de m edidas políticas, planea-

ción y demás, que ponen en práctica tanto el capital como el estado a fin de integrar a la gen-

te mientras cambian las condiciones de producción. Por una parte esta especificidad

(diferencia) representa la ruptura de la solidaridad colectiva y d e clase. P or la otra, revela

nuevas microrredes de solidaridad social, así como la red de solidaridad universalista basada

en la ciudadanía social."

" James O'C onnor, "The democratic movement in the United States",

Kapita l is ta to, 7, 1978. Cabe

advertir que en toda la bibliografia posmarxista me resulta imposible encontrar una sola referencia a la

división del trabajo social, tan obsesionados están los "teóricos" con la división del trabajo industrial y la

división del trabajo dentro de la familia. Esta ausencia o silencio sugiere que el posmarxismo es, por lo

menos en parte, anarquismo, anarquismo populista, comunitarismo o libertarianismo reciclados.

27

Comunicacion con el autor,

octubre de 1987.

La palabra "diferencia" se ha vuelto el mantra posmarxista que (se cree) expul-

sa el término "unidad", que para el pensamiento posmarxista muchas veces no es

más que otra manera de escribir "totalitario". En versiones bien meditadas de ese

pensamiento se considera que la "especificidad local" sobre la que se basan los

nuevos movimientos sociales vuelve imposible toda demanda u n iv e r s a 42 8 al menos

toda demanda política universal que vaya más allá de la demanda de reconoci-

miento universal de la especificidad local. Esto se contrasta con la revolución bur-

guesa que universalizó la demanda de derechos ante los privilegios, y con la vieja

lucha de la clase trabajadora que universalizó la demanda de la propiedad públi-

ca de los medios de producción frente a la propiedad capitalista. No obstante, a lo

largo de este libro nuestro análisis de las condiciones de produccion y las contra-

dicciones de las mismas demostrará que hay una demanda política universal implí-

cita o latente en las nuevas luchas sociales, y que se trata de la demanda de demo-

cratizar el estado, así como la familia y la comunidad. De hecho no existe forma

de que se universalicen las diversas luchas sociales que defienden la integridad de

sitios específicos, como no sea a través de las luchas por un estado democrático, o

"burocracia popular", en términos de algunos, uniéndose entre tanto con el

movimiento obrero sobre la base del reconocimiento de lo que tenemos en

común —el trabajo cooperativo—, lo que nos permite teorizar acerca de la unidad

del trabajo social."

Además, el posmarxismo, influido por el "problema del gorrón" y por los pro-

blemas de la "elección racional" y la "elección social" (todos los cuales presuponen

un individualismo metodológico), afirma o implica que las luchas por las condi-

ciones de producción son diferentes de las luchas tradicionales por salarios, hora-

28 Este punto y el siguiente los precisó C laus Offe en una conversación con el autor.

28 "El punto en disputa es la aseveración posmarxista de que tenem os múlt iples identidades socia-

les, en oposición a la afirmación actual de que existe una unidad teórica en estas identidades, en la uni-

dad de las condiciones de producción y de producción y realización del capital. En el nivel de las apa-

riencias es verdad que tenemos múlt iples identidades, pero en esencia la unidad de nuestra identidad

emana del capitalismo como modo de producción. De lo que se trata es de convert ir en realidad la uni-

dad teórica. Una lucha ambiental puede ser una barrera no intencional al capital en el dominio de la

acumulación, sin ser ideológicamente anticapitalista. La cuestión es cómo hacer conscientes a los

ambientalistas del hecho de que están haciendo más social la reproducción de las condiciones de pro-

ducción. Los posma rxistas no quieren encontrar una unidad en las identidades sociales fragmentadas

que tenemos. Pero hasta para construir alianzas entre movimientos sociales es necesario construir algu-

na unidad. Si fal ta un idos

de lucha sobre el que haya acuerdo, o toda definición común, no puede

tener lugar un diálogo. Si no somos capaces de c oincidir sobre ningún término u objeto de lucha, ¿en

qué sentido podemos decir que los nuevos movimientos sociales están por encim a de lo que significa

el socialismo? Pero en algún sentido se requiere que nos debatamos por un lenguaje común que oscu-

recerá, necesariamente, diferencias específicas. A medida que el capitalismo abstrae la naturaleza social

del t rabajo en el intercambio de mercancías, oscurece lo que tenemos en com ún: el t rabajo cooperati-

vo, y por consiguiente

fragmenta

nuestra identidad. Lo inquietante es la ausencia de todo intento, por

parte de los posmarxistas, de teorizar la unidad del t rabajo social", David P eerla, comunicación con el

autor, noviembre de 19 89.

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32 AM E S O ' C ONNOR

NT R OD UC C I Ó N

3

nos y cond iciones de trabajo, porque las condiciones de producción son en gran

medida "bienes comunes", de lo cual un ejemplo obvio es el aire limpio, mientras

que el espacio urbano o las instalaciones educativas lo son en m enor medida. E l

argumento afirma que las batallas contra la contaminación del aire (o la renova-

ción urbana capitalista o la segregación racista en distintas aulas, según "niveles de

aprovechamiento , en las escuelas) no tienen una rentabilidad inmediata para

los individuos involucrados, y que a eso se debe (en la interpretación de Claus

Offe) el fenómeno de los ciclos de pasividad social y de violencia, debido a la im po-

sibilidad de combinar la acción individual y la colectiva en torno a objetivos que

beneficien tanto al individuo como al grupo. Una vez más se puede iniciar una crí-

tica de esta visión describiendo de qué manera el proceso m ismo de lucha social

cambia las autodefiniciones de "individualidad". Pero hay que decir que los sindi-

catos, si acaso son algo, son m ecanismos disciplinarios contra los "gorrones" (es

decir, los individuos que tratan de ofrecer su fuerza de trabajo por debajo del sala-

rio sindical son disciplinados y castigados por el sindicato); además, el problema

del "gorrón" existe en las luchas por proteger los "bienes comunes" sólo en la

medida en que éstas son fines y medios en sí mismas, y no medios, asimismo, para

el fin específicamente político (y universal) de establecer un estado democrático.

También en relación con el problema de los "bienes comunes", y m ás allá del

tema de la relación

entre

el individuo y el grupo, está el problema de la relación

entre grupos y clases. Específicamente, las luchas de los nuevos m ovimientos socia-

les por las condiciones de producción se v en en gen eral, en el universo autodefi-

nido como posm arxista, como asuntos que no son de clase o que son multiclases.

Los procesos transformativos que sin duda tienen lugar en nuestras sociedades

muy probablemente no son conflictos de clase [...] sino asuntos que no son de cla-

se."

3 0

Sobre todo en los con flictos sobre las condiciones de producción (en com-

paración con la producción misma), resulta comprensible que aparezcan como

asuntos que no son de clase, y que los agentes se definan como actores no de cla-

se. Esto no sólo se debe a que los problemas (por ejemplo aire limpio, congestio-

namiento) atraviesan las líneas de clase, sino también a la especificidad local y la •

especificidad "de las personas" de esas luchas, es decir, a que el combate se libra

para determinar

qué c lase de va lor de uso serán de hecho las condic iones de producc ión .

Pero en todas esas formas de luchas hay una dimensión de clase; por ejemplo la

división por niveles en las escuelas, la renovación urbana como "eliminación de los

pobres", los tiraderos de desechos tóxicos en distritos y comunidades pobres y de

minorías oprimidas, la incapacidad de los desempleados y los pobres de llegar fácil-

mente a las "áreas silvestres", y demás. La mayoría de los problemas del entorno

natural y del social son más grandes desde el punto de vista del pobre, sobre todo

si pertenece a minorías oprimidas, que desde la perspectiva de los que reciben un

salario y los acaudalados.

3 °

aaus Offe, "Panel discussion",

Scandinavian Political

Studies,

10, 3, 1987, p. 234.

En síntesis, los asuntos relativos a las condiciones de producción son asuntos de

clase (y también algo

m á s

que asuntos de clase). Esto resulta obvio de inmediato

cuando preguntamos quién se opone a las luchas populares acerca

 

del contenido

de esas condiciones. Ca si siempre la respuesta es el capital, que combate contra los

programas generalizados de salud pública, la educación emancipatoria, el control

sobre las inversiones a fin de proteger la naturaleza, los gastos sociales adec uados

en atención a la niñez y las demandas de autonomía o de una participación sus-

tantiva en la planeación y organización de la vida socioeconómica. ¿Cuántos nue-

vos movimientos sociales y sus demandas financia el capital? Muy pocos, si acaso

alguno. ¿A qué nuevo s movimientos sociales se opone el trabajo? Sin duda, en

muchos casos, a los que ponen en peligro las ideologías de la superioridad mascu-

lina o de la supremacía de la raza blanca, así como a los que representan una ame-

naza para los salarios y los empleos. Po r eso la lucha por las condiciones no es sólo

una lucha de clase sino tam bién una batalla contra esas ideologías y sus prácticas.

Podría decirse, asimismo, que las luchas por las condiciones de producción (con-

diciones de vida y la vida misma) no son menos que asuntos de clase sino más. Y

en la medida en que esto es así, la lucha por la "democracia radical" es mucho más

una lucha por democratizar el estado, por imponer democracia dentro de los orga-

nismos oficiales responsables de regular la provisión de las condiciones de pro-

ducción. Si no existe esta clase de perspectiva es probable que los nuevos movi-

mientos sociales se queden en e l nivel de batallas locales o problemas aislados, que

tenderán a destruirse a sí mismos en el curso de sus intentos de "desconstruir" el

marxismo.

En conclusión, este libro de ensayos pretende contribuir teóricamente con quienes

no sólo piensan que una asociación entre el trabajo y los nuevos m ovimientos socia-

les puede funcionar sino que hay que hacerla funcionar, o aquellos que creen que

ni el economismo del movimiento sindicalista tradicional ni las luchas "de suma

cero" de los nuevos m ovimientos sociales,

po r s í m i s m o s ,

pueden producir un cam-

bio radical. A falta de esa asociación, los "FMI de la ecología" impondrán soluciones

autoritarias a los múltiples problemas del ambiente global, lo "urbano" global y la

fuerza de trabajo global.

No creo que un proyecto "verde rojo" sea totalmente idealista, aunque me doy

cuenta de que se requiere mucho idealismo para hacerlo funcionar. Cientos de

miles de personas, millones quizá, se han embarcado en ese recorrido en muchos

lugares del mundo. En los ochenta. Alemania tenía (y seguram ente tendrá otra vez)

una emocionante mezcla de posibilidades verdes y rojas. En Gran Bretaña el labo-

rismo defiende, hasta el día de hoy, fórmulas gastadas por el paso del tiempo que

tienen poco o nada que ver con la ecología (sea ésta natural, urbana o de otro

tipo), y los verdes ingleses hacen bien en sospechar del Partido Laborista. Sin

embargo la teoría y la práctica verde roja está evolucionando en la pa tria del capi-

talismo industrial. En Italia los votantes verdes han estado abandonando tanto la

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34

A ME S O ' C O N N O R

centro-derecha política como el comunismo tradicional, dividiéndose en una nue-

va configuración izquierda-derecha. Verdes y rojos en Francia, los Países Bajos,

España, Portugal y Escandinavia se ven atrapados en un despliegue desconcertan-

te (para los de afuera) de grupos políticos verdes rojos y rojos verdes. En algunos

países del Sur , donde los asuntos ecológicos se relacionan más que en el N orte con

la supervivencia económica, las perspectivas de la ecología de izquierda, o

"ambientalismo de los pobres", parecen ser más favorables. Miles de grupos (for-

males e informales) y docenas de partidos políticos en África, Asia y América Lati-

na están desarrollando programas que incluyen elementos tomados de la vieja

izquierda política y de la ecología. Es evidente que la ecología radical se está con-

virtiendo en una fuerza que hay que tomar en cuenta, con la que hay que trabajar,

a la que hay que defender y hacer progresar.

PRIMERA PARTE

H I S T OR I A Y N A T U R A L E Z A

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A decir verdad, la cuestión ambiental define y dramatiza de

manera total la necesidad de una conciencia social radical.

WILLIAM APPLEMAN WILLIAMS

Los que insisten en que [la destrucción ambiental] no tiene

nada que ver con el marxismo no hacen más que asegurarse de

que lo que decidieron llamar marxismo no tenga nada que ver

con lo que ocurra en el mundo.

AIDEN FOSTER-CARTER

Los libros para el público general en cuyo título aparece la palabra "naturaleza"

suelen estar repletos de fotos de objetos naturales determinados, lagos, especies de

peces y hábitat. Las fotos o dibujos suelen ir acompañados por imágenes verbales

o descripciones destinadas a evocar la imagen de objetos específicos. Como las

fotos, por sí mismas, carecen de toda sintaxis, no hacen afirmaciones ni construyen

argumentos acerca de los objetos que representan. La imagen de un ave acuática

cubierta de alquitrán puede ser o no un argumento en contra de la explotación

petrolera en las costas. De acuerdo con la comprensión moral y estética del lector,

esa foto puede representar lo trágico o lo simplemente lamentable, evocar ira o

desdén, constituir un "argumento" contra toda perforación costera o en pro de

mayores medidas de seguridad al perforar, o ser vista con total indiferencia. Por

usar otro ejemplo, si veo una foto de un pez moribundo, no sé si sentirme bien o

mal hasta que leo algo como: "Este pez se está muriendo por el derrame de dese-

chos tóxicos de la compañía química XYZ." Si en lugar de eso leo: "Este pez se está

muriendo porque es viejo", voy a sentir otra cosa. Por ellas mismas, entonces, las

fotos no discuten con el mundo ni con ninguno de nosotros.

Ya sea que las fotos "verdaderas" ilustren un texto o que éste no haga más que

aclarar las fotos, tanto las imágenes reales como las verbales hacen, silenciosa e

intensamente, una misma demanda: exigen reconocimiento. La foto dice: "He

aquí un árbol determinado; tienes que reconocerlo. O, si no lo haces, la foto te ayu-

dará a reconocer un árbol como ése si alguna vez te encuentras con uno. La ima-

gen puede valer por mil palabras cuando se describe un árbol o una especie de

árboles específica, pero vale poco en términos de comprender que en la naturale-

za hay una categoría de cosas llamadas "árboles", categoría que existe en nuestra

[37]

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38

A M E S O ' C O N N O R

ISTORIA Y NATURALEZA

9

mente independientemente de cualquier verdadero árbol o especie

de te rm inada

de

árboles.

La premisa de esta comprensión en términos de categoría se basa en nuestra

capacidad de abstracción, y ésta presupone un lenguaje, que no es un mero susti-

tuto bueno o malo de una fotografía, sino que más bien exige ser entendido, dis-

cutir con él; es decir, que no representa al mundo como un objeto sino como una

idea. El lenguaje depende de la sintaxis, por eso se lo necesita para razonar y dis-

cutir, las imágenes, en cambio, suelen contribuir mucho mejor al reconocimiento.

La segunda parte de este libro es acerca de una

idea

de la naturaleza; no se con-

centra en cómo "es realmente". Trata de los "árboles" como categoría de cosas, no

de representaciones de un árbol en particular ni de una especie de árboles que

existen en algún lugar del mundo. Tiene que ver con el "capital" y el "trabajo". En

ella los seres humanos se ven sobre todo como personificaciones del capital indus-

trial, el capital terrateniente, el trabajo y demás. Tiene que ver con los símbolos que

usamos para hablar con nosotros mismos sobre la naturaleza (y el capital, el traba-

jo, las relaciones sociales de producción). Nos hem os "envuelto tanto en formas lin-

güísticas, en imágenes artísticas, en símbolos míticos o ritos religiosos, que [no]

podemos ver o saber nada si no es por la interposición de [un] medio artificial".

1

la teoría marxistas. Las palabras y me táforas que componen la teoría marxista como

categoría del pensamiento son "portadoras de significado", afirmaciones, argu-

mentos y autorrefutaciones.

La forma en que nosotros (ala mayoría de los estadunidenses?) pensamos o ima-

ginamos la naturaleza tiene sus raíces en el origen mismo del capitalismo. Para

comprender nuestras concepciones de la naturaleza tenemos que entender cómo

llegó a surgir aquél.

El

Webster ' s New Wo rld Di et i o naly da

varias definiciones de "naturaleza", organiza-

das según el momento en que han ido apareciendo a lo largo de la historia. Natu-

raleza" viene del latín

n a s c i , n a c e r .

La primera definición es "la cualidad esencial

de una cosa o su esencia . Los ejemplos incluyen la esencia de un argumento

o la "esencia de una persona". Esta definición prearistotélica de naturaleza tiene,

sin embargo, una falla lógica. Si preguntamos cuál es la esencia de la naturaleza

misma, la respuesta es "la naturaleza", lo cual es tautológico. A ristóteles se percató

de esta tautología y redefinió naturaleza como "las tendencias inherentes de una .

persona o un proceso". La definición aristotélica concibe la naturaleza como "algo

que está dentro de una cosa y que es el origen de su comportamiento". La "natu-

raleza" de una cosa es su

l e l o s ,

su destino o inminencia. La naturaleza no se trata de

lo que una cosa es sino de lo que está siendo, de sus posibilidades.

La tercera y la cuarta definiciones son la "clase" o "tipo" y "todo el universo fisi-

Emst Cassirer,

A n e s s ay o n m an:

A n

int roduct ion t o the ph i losophy of human cul ture ,

Carden City, Dou-

bleday, 1953, p. 43.

co (o el poder o fuerza que parece regular el universo). Éstos son los sentidos bur-

gueses modernos, científicos o iluministas de naturaleza. Tienen muchas expresio-

nes, como "lo que existe", "todas las cosas que existen", "la suma total de todas las co-

sas materiales" y "el mundo material en sí mismo". En este concepto general la

naturaleza es una colección de hechos, o algo que puede descomponerse y recom-

ponerse en formas nuevas, por ejemplo en forma de una mercancía. En Europa,

durante la larga transición al c apitalismo industrial que fue del siglo xv al xviti, esta

definición de la naturaleza se fue volviendo cada vez más dominante. Se la veía más

y m á s

como pasiva, inerte, "el agregado de cosas", es de cir tal como se la definía em-

píricamente. En su definición extrema la naturaleza se consideraba una "cosa" o una

"máquina". Leonardo da Vinci pensaba que podía crear una máquina voladora con

sólo hacer una versión mecánica del ala de un ave. El universo copernicano solía

compararse con un reloj; Harvey, el médico que de scubrió las leyes de la circulación

de la sangre, asemejaba el corazón humano con una bomba mecánica; Galileo escri-

bió que el libro del universo está escrito en el lenguaje de las matemáticas .

Esta revolución del concepto del "libro del universo" era congruente con un

sentido instrumental de la naturaleza en el cual ésta se veía como algo que existe

para beneficio de los seres humanos. Era valiosa en la medida en que podía hacér-

sela

útil

Philip Gagliardi, ex miembro del gabinete del gobierno canadiense, dijo

en 1987: Dios no puso ahí esos árboles para que los ensalzasen; los puso para que

los cortasen."

2

Las últimas definiciones de naturaleza que figuran en el

Webster ' s New Wo rld Di c-

t i onary

son "el estado primitivo del hombre" y "escenario natural", nociones que

aparecieron en el siglo xvm y florecieron en el xrx. Surgieron como conceptos clave

del movimiento romántico, que se definió parcialmente en oposición a las concep-

ciones instrumentales de los seres humanos y de la naturaleza propias de la Ilustra-

ción. Se hacía énfasis en la experiencia de la naturaleza, no en el conocimiento de

la misma; en los sentimientos, no los pensamientos; en el cuerpo, no la mente. El

iluminismo privilegió la mente por encima d el cuerpo ("pienso, luego existo"); el ro-

manticismo las emociones por sobre el pensamiento ("siento, luego existo"). El

romanticismo era un movimiento literario y artístico; durante el siglo xix fue con-

figurando cada vez más la sensibilidad social y permea la conciencia popular en la

actualidad... por lo menos los fines de semana y en las vacaciones.

Lo "natural" llegó a ser definido como "silvestre", "salvaje", "campesino" y "ni-

ño . El elemento común de estas asociaciones es que la naturaleza se ve como algo

incólume, intocado por las manos humanas, distante de lo urbano. Este sentido de

la naturaleza se asocia con el crecimiento de las ciudades, con una denuncia de la

vida urbana y con el anhelo de volver a la vida presuntamente prístina del campo.

Las obras de Henry David Thoreau, de John Muir y Wendell Berry, y la idea de lo

silvestre expresan, todas, sensibilidades románticas.

2

Citado

e n G l o b e a n d Ma i l ,

Toronto, 21 de julio de 1987.

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40

AMES O'CONN OR

I S T O R I A Y N A T U R A L E Z A

1

Algunos autores trataron de combinar conceptos de la naturaleza ilustrados y

románticos. Ralph Waldo Emerson escribió que "nuestro globo copernicano es

u n a g r a n f á br i c a o g e n e r a d o r d e en e r g í a , c o n s u s c o n s t e l a c i o n e s , t i e m pos y m a r e a s

en rotación". El e lemento central aquí es "generador de energía". Existió lo que en

e l l en g u a j e d e l ro m a n t i c i s m o s e l l a m a b a e l " r om a n c e d e l a e n e r g í a " , y é s t a e r a v i s -

ta tanto en el sentido mecánico/científico como en el aristotélico. Por último, en

la concepción romántica hay un profundo sentido de la unidad entre la gente y la

naturaleza; por ejemplo, los f i lósofos de la ecología profunda ven a los seres huma-

n o s c o r n o pa r t e d e u n c a m p o t o t a l , n o s e pa r a d o s d e l r es t o d e l a n a t u r a l e z a . N o o b s -

t a n t e , e s i m po r t a n t e s e ñ a l a r qu e e s t e s e n t i d o d e l o u n i v e r s a l o d e l a u n i d a d e s i de a -

lista (originalmente concepción de poetas, artistas y filósofos), no práctico ni

materialista.3

Estos dos conceptos de la naturaleza tienen que analizarse, en términos no sólo

del

Webster ' s New W orld Dic t ionary,

sino también del diccionario de la historia del

capitalismo en Europa Occidental.

Primero, con el desarrollo temprano del capitalismo (hacia 1500-1800), la idea

dominante de naturaleza cambió de manera drástica. Los conceptos de la misma

como un todo orgánico fueron remplazados por el concepto de la naturaleza como

el "agregado de cosas". Era vista, cada vez más, como una estructura mecanicista

que (igual que cualquier mecanismo) podía disgregarse o separarse, y después

reconstruirse de diversas maneras. Se la definía en términos de los distintos ele-

mentos de los que estaba hecha. Este nuevo concepto científico marcó lo que

podemos llamar la separación teórica de los elementos de la naturaleza no huma-

na (o externa).

S e g u n d o , l a n a t u r a l e za y l a n a t u r a l e z a h u m a n a f u e r o n s e pa r a d a s r ig u r o s a m e n t e

en el pensamiento dominante de la época. Hoy vemos esta separación como natu-

r a l e za c o n t r a c u l t u r a , n a t u r a l e za c o n t r a h i s t or i a , ru r a l c o n t r a u r b a n o y m a t e r ia n o

humana contra mente humana, pares de opuestos que reflejan, en general, una

brecha entre la existencia material y la cultura. El crecimiento de las ciudades y la

cultura burguesa urbana desempeñaron el papel decisivo en la evolución de este

dualismo.

En el pensamiento occidental había un tercer dualismo. La naturaleza humana

del individuo mismo se separaba en mente y cuerpo, mente y sentimientos, pensa-

miento y emoción. Hoy este dualismo se expresa de muchas maneras: biología y

psicología, arte y ciencia, filosofia y psicoanálisis son tres de las más importantes.

U n úl t i m o d u a l i s m o t i en e qu e v e r c o n l a n a t u r a l e z a s o c i a l d e lo s s e r es h u m a n o s ,

que también fue dividida o separada. La sociedad llegó a ser definida como los

individuos que la componen, lo que en ciencias sociales se denomina "individua-

3 Este sentido

es m a ter i a l i s ta en

el sentido obvio de que los seres humanos respiran oxígeno produ-

cido por los árboles, beben agua que es reciclada por

ti

naturaleza y así sucesivamente, incluyendo la

vida bajo la ley de la gravedad.

l i smo metodol ógico" . En contraste, en l a Europa feudal " individual " s ignificaba

"indivisible", es decir, se definía en términos de relaciones grupales o sociales. Con

el capital ismo el s ignif icado dominante de "individual" se volvió "entidad inde-

pendiente" ; la persona individual fue abstraída de su s er socia l ( haciendo surgir l a

cuest ión sociol ógica de l a " const i tu ción del suj eto" ).

Estas separaciones teóricas ( o dua l ismos ideol ógicos) se produj eron en c iencia ,

teoría pol ít ica, psicología y otros campos del pensamiento. Siguen siendo domi-

n a n t e s h a s t a h o y y c o n f ig u r a n l a f o r m a e n qu e pe n s a m o s y e x pe r im e n t a m o s l a

n a tu ra leza : n a tu ra leza n o hu ma n a en términ os de la s pa rtes qu e la in tegra n y c omo

al go separado de los seres humanos; natu ral eza humana en términos de la esc is ión

entre mente y cu erpo y as imismo entre l os individuos que " componen" l a sociedad

( pero también, desde l uego, que es tán con st i tuidos por ésta), separada tan to de l a

natural eza no humana como del resto de l a sociedad.

Ideológicamente estas conceptual izaciones fueron asociadas con e l desarrol lo

de

l os mercados de mercancías , l a mercanti l ización de l a t ierra y el trabaj o, el a is-

l amiento de l os obj etos fís icos/biológicos de su entorno y del individuo en el mer-

cado de traba j o, y con l a idea de l os trabaj adores individual es como " fac tores de

producción" . En contraste, l a noción romántica de natural eza —l a principal idea

que se l es opuso— siguió es tan do viva s obre todo en el nivel teórico, el de l os con-

ceptos, no el de la práctica material, excepción hecha de ciertos aspectos de la

recreación o del t iempo l ibre.

Ahora es posibl e conectar l a revol ución de l a idea de natural eza con l a revol u-

c ión de la s prác t ic a s soc ioma teria les de la v ida c ot idia n a c a pita li s ta . Es ta s n oc ion es ,

fragmentaciones o separaciones dual is tas fueron causadas por cambios materia l es

y s o c i a l e s r ea l e s ( y c o n t r i bu y e r on a c a u s a r l o s ). J u n t o c o n l o s c a m b i o s d e l a c o n -

c e pc i ó n d e l a n a t u r a l e z a s e d i er o n c a m b i o s pr á c t ic o s , qu e M a r x d en o m i n ó a c u -

mul ación " primitiva" u originaria . L a a cumu l ación primitiva era l a separación de

l a n a t u r a l e za h u m a n a y n o h u m a n a y l a s e p a r a c i ón d e l os e l e m en t o s d e a m b a s ,

d e

h e c h o :

l a fragmenta ción o cercado de t ierras comun es y propiedad común, l a a pro-

piación de los bienes comunes por parte de los acaudalados, y la esclavitud en e l

Nuevo Mu ndo; de ahí l a separación real

de la naturaleza o la tierra y los seres huma-

nos. Este cambio impuesto dividió violentamente la naturaleza humana de la no

hu ma n a , c on tribu yen do a tra n sforma r la t ierra en u n a merc a n c ía . Al deja r s in pro-

piedad a muchos de los productores directos, la acumulación originaria ayudó a

desintegrar sus comun idades y l os obl igó (j unto con sus descendientes , a l go his tó-

ricamente más importante) a vender su fuerza de trabaj o a fin de sobrevivir. L a

creación de un mercado de trabaj o separó a l os seres human os entre s í , a tomizan -

do l a sociedad. L uego, en l as fábricas ca pita l is tas , se produj o l a separación del tra-

bajo mental y el trabajo manual, así como de los trabajadores mentales y los manua-

les, y de ambos con respecto a la emoción o el afecto, que ahora se esperaba

estuviese a ca rgo de l as muj eres en l a esfera doméstica . Además, en l as fábricas se

separaron entre s í l os el ementos de l a natural eza no humana ( as í como l as capaci-

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H I S T O RI A Y N A T U R A L E Z A

3

42

A ME S O ' C O N N O R

dades de los trabajadores individuales), desagregándolos y recombinándolos de

formas nuevas y cambiantes a fin de producir mercancías para un mercado imper-

sonal.

La mercantilización y capitalización de la naturaleza debida a la "acumulación

primitiva" y, más tarde, a la acumulación competitiva, eliminó las restricciones

socioeconómicas y culturales tradicionales al uso de la tierra, con lo que creó el

potencial para métodos de producción ecológicamente destructivos. Esto se debió

a que el mismo proceso de acumulación originaria liberó a los seres humanos, no

sólo de su tierra y de otros medios de producción, sino también de las limitaciones

sociales desarrolladas en la época medieval. Así como la eliminación de las restric-

ciones sociales al uso de la naturaleza llevó al potencial de destrucción ambiental,

la supresión de las limitaciones al uso de la fuerza de trabajo humano condujo al

potencial de destrucción de la salud y el bienestar humanos. Y, por último, la acu-

mulación originaria creó también las condiciones objetivas para la aparición de

movimientos sindicales y ambientales que luchaban por impedir la explotación y la

degradación de la fuerza de trabajo y de la naturaleza.

En síntesis, el cambio revolucionario de la

idea

de naturaleza producido por

Descartes, Bacon y, en general, la ciencia, así como por Hobbes, Locke y, en gene-

ral, la filosofía política, y por Adam Smith y los economistas (las "grandes mentes"

de 1500 a 1800), fue de la mano con los cambios revolucionarios de las prácticas

materiales y sociales del capitalismo, es decir la mercan tilización y capitalización de

la naturaleza, incluida la naturaleza humana. La tierra y el trabajo se volvieron,

cada vez m ás, "mercancías ficticias" con "precios ficticios" —renta y salario— y, por

último, se convirtieron en formas particulares de capital. Mientras tanto, el expre-

sivo sentido romántico de la naturaleza se desarrolló en oposición al concepto ins-

trumental o ilustrado de la misma. La rápida industrialización, urbanización y mer-

cantilización de la tierra y el trabajo dieron por resultado una separación humana

de la naturaleza así como (en una aparente paradoja) un interés mayor o más uni-

versal por preservarla; es decir, la sentimentalización romántica de la naturaleza

presuponía la enajenación real o material del mundo natural.

El concepto de "ambiente" tiene un significado más específico que el de "natura-

leza". El

Oxford Engl i sh Dic t ionary

define "ambiente" como "el conjunto de circuns-

tancias o condiciones, especialmente condiciones físicas, en que vive, trabaja, se

desarrolla, etc., una persona o una comunidad; las condiciones externas que afec-

tan la vida de una planta o un animal. Asimismo las condiciones físicas vistas en

relación con la posibilidad de vida." La palabra clave de esta definición es. "condi-

ciones", que significa "una cosa necesaria o requerida como prerrequisito para la

concesión o el desempeño de alguna otra . Si definimos el desempeño de alguna

otra" cosa como la producción, el ambiente es obviamente "requerido como pre-

rrequisito". La vida humana depende de las "condiciones externas que afectan la

vida", es decir, del ambiente o la "naturaleza". Se deduce que algunas condiciones

son más adecuadas para ciertos tipos de trabajo (y de vida) que otras. Un prerre-

quisito para la agricultura y la industria turística de la bahía de Monterey es el cli-

ma de la región. No hay un verdadero puerto porque no hay una ensenada de

aguas profundas, que es un prerrequisito para los puertos.

Esta definición de ambiente es muy estática; de hecho, el ambiente cambia sin

cesar. Las fuerzas naturales como el viento y la lluvia, la erosión, la acción de los

microorganismos en el suelo y los cambios de distribución de las especies vegeta-

les son ejemplos de cambios en las condiciones de la vida humana. Un resultado

de la gran inundación del río San Lorenzo (en Santa Cruz, California) en 1955 fue

el actual terraplén, que protege la llanura fluvial del río y que también amplió la

cantidad de terrenos para desarrollos residenciales.

Éste no es más que un lado de la historia: cuando los seres humanos nos apro-

piamos de "recursos" del ambiente para la producción material cambiamos ese

ambiente; ninguna especie, incluida la nuestra, puede usar su ambiente sin modi-

ficarlo.

Una inm ensa y soleada extensión de pastos y flores existió alguna vez entre el bosque orien-

tal y la llanura occidental de Estados Unidos... la planicie de pastos altos del Medio Oeste.

Ya casi ha desapa recido. Con su profunda tierra negra de una riqueza increíble era dema-

siado buena para durar. En apenas unos dece nios los colonos ávidos de tierra transforma-

ron la planicie nativa en el cinturón cerealero, y hoy [aquélla] es el más raro de los grandes

ecosistemas de Estados Unidos. De los más de cinco y medio millones de hectáreas que

cubrieran en otros tiempos el corazón de nuestro país, casi todo está arado. Illinois, el "esta-

do de la planicie", sólo tiene una centésima parte del 1% de su pradera original; lo mismo

puede ocurrir con todo el Medio Oeste.

4

El

Oxford Engl i sh Dic t ionary

define "ecología" como "la rama de la biología que

se ocupa de las relaciones de los organismos entre sí y con el ambiente físico en el

cual viven [y] el estudio de esas relaciones en lo que se refiere a un hábitat o una

especie en particular". La "ecología humana" es la "rama del conocimiento que se

ocupa de la interacción de los seres humanos con su ambiente". La distinción que

hace el diccionario entre ecología y ecología humana parece arbitraria. Por un

lado, puesto que modificamos el ambiente cuando lo usamos, cambiamos la "rela-

ción de los organismos entre sí y con el ambiente físico en el cual viven". Vista así,

la ecología puede considerarse como una parte de la ecología humana. Por el otro

lado, cuando hay un cambio de "la relación de los organismos entre sí" puede

haber un cambio en "la interacción de los seres humanos con su ambiente". Des-

de este punto de vista la ecología humana es parte, de la ecología. Desde una pers-

pectiva la ecología está subordinada a la ecología humana; desde otra la ecología

4

John Madison, "In praise of the prairie", San

Francisco Examinar and Chronick,

26 de julio de 1992.

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44 A M E S O ' C ON N O R

H I S T O RI A Y N A T U R A L E Z A

45

humana está subordinada a la ecología. Esto sugiere que entre la producción

humana y la producción natural, o entre economía humana y "economía de la

naturaleza , actúa algún tipo de relación dialéctica.

Los historiadores del ambiente tratan de comprender cómo y por qué el

ambiente de un lugar o una región determinada llegó a ser como es hoy (o como

lo fue ayer). Estudian los cambios de la actividad humana y la economía de la natu-

raleza, pero no aislados, sino en términos de sus interacciones. La historia natural

y la historia humana se ven como dos caras del mismo proceso general; se modifi-

can mutuamente y, en caso extremo, se determinan entre sí. Por eso es imposible

(en la mayoría de los casos, si no en todos) dibujar simples flechas causales entre

la historia natural y la humana, que se constituyen mutuamente. Hay una "inter-

conexión" entre ambas; cada una es el contexto y el contenido de la otra.

La obra de Burton Gordon,

M o n t e r e y B a y a n e a : N a t u r a l h i s t m y a n d c u l t u r a l

i n s pr i n t s [ E l á r e a de l a bah ía de Mo n te r e y : H i s to r i a na tu r a l y h ue l l a s c u l tu r a l e s ]

brinda

un buen ejemplo de la dificultad (y en casos extremos la imposibilidad) de dis-

tinguir los fectos de la economía de la naturaleza y de la actividad humana sobre

el medio. En la costa, al norte de Santa Cruz, hay una península e isla llamada Año

Nuevo, que en alguna época fue asiento de una aldea de los indios ohlone. En los

basureros indios los arqueólogos han encontrado pocas conchas de abulón, aun-

que se trata de un marisco que abunda actualmente allí. Gordon propone tres

posibilidades ante esta aparente anomalía. Una es puramente histórica; la segun-

da es puramente natural, y la tercera es una combinación de lo histórico y lo natu-

ral. La razón histórica puede ser que las conchas de abulón se usaban mucho en

el comercio indio a larga distancia, por lo cual no se las descartaba junto con las

de almeja, mejillón y otras. La razón natural es queda erosión, a lo largo de los

siglos, ha creado una isla a partir de

lo

que antes fuera una península contigua.

Se formaron más salientes rocosas, creando más lugares en los cuales los abulones

pueden reproducirse y multiplicarse. La tercera razón podría ser que la compe-

tencia por los abulones entre las nutrias marinas (abundantes en el periodo

prehispánico) y los indios ohlone hubiese sido ganada por aquéllas (pese al hecho

de que los indios las cazaban). Cualquiera que fuese la verdadera combinación de

factores que actuaban en Año Nuevo, es posible (¿probable?) que los procesos his-

tóricos, naturales e histórico-naturales, juntos, expliquen la relativa abundancia

actual del marisco.

He venido usando las expresiones actividad humana producción humana y

economía humana para describir la dependencia de nuestra especie del resto de

la naturaleza, y su impacto en la misma. M ás precisamente, la interfaz entre la his-

toria y la naturaleza (o la sociedad y el ambiente), es la actividad material (defini-

da en su sentido más amplio) de los seres humanos. Un prado, un campo, un bos-

que, una costa, un centro comercial, una quebrada, la atmósfera y los océanos son,

en pequeña o gran medida,

rrearioneq

del trabajo hwano armado de tecnología,

máquinas o herramientas, materias primas, organización social, ambición y deci-

sión. (La otra parte, desde luego, es "trabajo" de la naturaleza que se ha transfor-

mado a sí misma de diversas maneras.) En este sentido materialista el trabajo

humano m edia o reúne, y también modifica, la cultura humana y la naturaleza. En

la medida en que los procesos culturales y naturales se entretejen e interactúan, el

trabajo es el que los anima. Por eso Marx colocó el trabajo o el material humano

en el centro de la conce pción materialista de la historia.

La h istoria de la naturaleza, entonces, es en m ayor o m enor parte la historia del

trabajo. En la mayoría de los modos de producción y las formaciones sociales el tra-

bajo es explotado: es organizado por clases propietarias o gobernantes, no sólo

para producir riqueza material sino también para generar riqueza excedente. Por

eso la historia de la naturaleza es, de ciertas maneras que pueden descubrirse, la

historia de la explotación de un grupo de seres hum anos por otro. Puesto que la his-

toria de la explotación es también la historia de la lucha del trabajo (y otras luchas

sociales), de esto se deriva que la historia de la naturaleza sea, en parte, la historia

de la lucha del trabajo (y de otras).

En todas las sociedades o formaciones sociales el trabajo se organiza con base en

ciertos principios definidos, de acuerdo con formas definidas de propiedad y

poder. En el mundo grecorromano antiguo el trabajo era trabajo esclavo, por lo

menos en la m edida en que se producía un excedente económico para sostener

una cultura compleja, la política y la guerra. En el feudalismo europeo el trabajo

era servil. En el capitalismo la forma do minante es el trabajo asalariado. El trabajo

organizado de estas tres ma neras generales tenía (tiene) diferentes efectos ecoló-

gicos.

La antigua Roma se expandió territorialmente en los siglos 1 y n a.C., y durante

esta expansión obtuvo esclavos excedentes proce dentes de ejércitos derrotados y

poblaciones conquistadas. Esos esclavos se usaban principalmente como pastores

en enormes latifundios ganaderos. Mientras tanto, gran parte de los campesinos

libres fueron desposeídos de la tierra y se convirtieron en proletarios en la ciudad

de Rom a. Este cambio de las propiedades de producción, que fue asimismo un

cambio en la forma del trabajo, tuvo enormes consecuencias para el entorno (tal

como ocurrió con el paso del campesinado a la condición servil después del saqueo

de Roma [410 d.C.] debido a la escasez de mano de obra). La agricultura pasó de

un sistema campesino sustentable, mixto y diversificado, a una ag ricultura de plan-

tación, que usó la tierra para la m inería, más que para el cultivo, desforestó las coli-

nas y creó la espiral descendente de inundaciones y sequías que ha representado

la muerte de más de una cultura.

En la época feudal europea la forma servil de trabajo produjo patrones únicos

de uso de la tierra y cambio ecológico. En sus propias tierras los siervos eran culti-

vadores relativamente buenos; en el feudo, o tierra señorial, donde estaban forza-

dos a trabajar para producir excedentes con los cuales mantener una aristocracia

terrateniente y una superestructura feudal, parecen haber tendido a trabajar mal,

y el feudo sufría ecológicamente. A lo largo del tiempo muchos miembros de la cla-

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46

A ME S O ' C O N N O R

ISTORIA Y NATURALEZA

7

se de los siervos desarrollaron su propia tierra en sistemas integrados de cultivo,

que adquirieron fama por la agricultura intensiva practicada por el campesinado

francés. También había tierras comunes, sobre todo para el pastoreo. En el feuda-

lismo temprano, cuando la carne y el grano se producían para mercados locales o

consumo directo, la mayoría de las tierras comunes se mantenía en un estado eco-

lógico relativamente sano. Con la reaparición de los mercados de larga distancia,

en el siglo x11, y sobre todo con el

b o o m económico impulsado por el flujo de oro y

plata del Nuevo Mundo, en el xvi, se las fue dedicando cada vez más a la produc-

ción de mercancías, lo que destruyó la integridad de la tierra y aceleró el movi-

miento de cercado de la misma. El malo del cuento no fue la sobrepoblación: fue-

ron la ruptura de sistemas centenarios de regulación de la tierra y del uso común,

la resultante competencia por los mercados y la proletarización y el trabajo asala-

riado.

El trabajo esclavo hace una clase de naturaleza, el servil otra. Esta fórmula, des-

de luego, es excesivamente esquemática. Son más típicas las clases combinadas de

relaciones de propiedad y formas de trabajo. Indonesia fue por largo tiempo una

colonia holandesa. A diferencia de su rival, Gran Bretaña, Holanda siguió siendo

una potencia mercantil (más que industrial), lo cual se reflejaba en sus políticas

coloniales, una de las cuales era impedir la entrada de artículos manufacturados

británicos. Esto presuponía la resistencia holandesa a la monetización de la eco-

nomía local de Indonesia (en contraste con las prácticas de los ingleses en sus colo-

nias). Los holandeses explotaban un sistema único de trabajo que dio por resulta-

do una ecología única, la cual permitía que los colonos exportaran materias primas

y alimentos, que se vendían en la economía mundial del siglo xix, sin importar

demasiados bienes del exterior. Los dirigentes coloniales se preocupaban en par-

ticular de que los indonesios pudiesen alimentarse a sí mismos con el sistema de

cultivo más intensivo en mano de obra y productivo que ha existido jamás (Indo-

nesia sigue teniendo uno de los rendimientos de arroz por hectárea más altos del

mundo).

Estas líneas de análisis parecerían abrir posibilidades de revisiones fructíferas

tanto de la concepción (marxista) materialista de la historia como del estudio

(marxista y no marxista) de la historia ambiental o ecológica (incluida la historia

de los paisajes culturales). No obstante, en relación con la primera, en los 15 últi-

mos años del siglo xx, aproximadamente, sólo aparecieron uno o dos estudios

serios de mathist en inglés. Tras un torbellino de trabajos nuevos publicados en

los setenta y principios de los ochenta (hay consenso en que el más importante de

ellos es Karl Marx's theoly of histoiy: A defensl

de G. A . Cohen) , sobre el tema ha caído

el silencio (roto sólo por el excelente The vio lence o f abstract ion: The a nalyt ical f oun-

dat ions of hi s tor ica l mater ia l i sm,

de Derek S ayer , publicado en 19 87) .

En la actualidad la mayoría de los especialistas consideran que la visión mate-

rialista ha agotado sus posibilidades, y que se desvaneció junto con su presunta c on-

traparte en la vida real, "el socialismo realmente existente". Muchos veían la "mat-

hist" como algo raro o teóricamente decrépito incluso antes de su auge en los tur-

bulentos sesenta y setenta. Una opinión común en el mundo académico es que la

historia y la ciencia social prevalecientes incorporaron hace ya mucho todo lo que

el marxismo tiene de esclarecedor y útil. Sin embargo, en años recientes algunos

destacados pensadores de izquierda han empezado a revisar la concepción mate-

rialista de acuerdo con contribuciones de la antropología y la ecología modernas.

También las feministas lo hicieron; según Ariel Salleh,

5

por ejemplo, lo que media

entre la cultura y la naturalezi no es el trabajo

per se ,

sino el trabajo femenino. El

marxismo ecológico, en particular, lejos de decaer, está floreciente. Los escritos

ecomarxistas de especialistas tales como Elmar Altvatar, Enrique Leff, Juan Martí-

nez-Alier, Alain Lipiertz, Martin O'Connor, Ted Benton y Alan Rudy, entre otros,

han ido adquiriendo mayor influencia.

El capítulo 1 de este libro, "Cultura, naturaleza y la concepción materialista de la

historia", fue escrito como contribución a una reforma ecológica del pensamiento

marxista. Al igual que el marxismo ecológico, la historia ambiental ha avanzado

mucho desde los setenta. El capítulo 2, "¿Qué es la historia ambiental? ¿Por qué

historia ambiental?", defiende la idea de que la historia ambiental se puede inter-

pretar como la culminación de todos los textos históricos escritos en la época capi-

talista. Los capítulos 3 y 4, el ensayo "Tres maneras de observar la historia ecológi-

ca y los paisajes culturales de la bahía de Monterey", y el guión para el video de

diapositivas La naturaleza de la construcción y la construcción de la naturaleza en

Fall Creek, Felton, California, 1860-1990: Un guión" (en coautoría con Barbara

Laurence), surgió del proyecto de historia ecológica local del Center for Political

Ecology (en Santa Cruz), que produce también la revista

Capita l ism, Nature , Soc ia-

l i s m .

El capítulo 5, La venta de dos ciudades: Chicago y Los Angeles , consiste en

dos reseñas, la primera de un simposio organizado por

Antipadt ,

la revista radical

de geografía, en torno

a N a t u r e ' s m e t r o p o l i s : C h ic a g o a n d t h e g r e a t W e s t ,

de William

Cronon, la segunda de

Cuy of quar tz : Excavat ing the fu ture in Los Ange les ,

de Mike

Davis. Creo que vale la pena reproducir estos dos textos porque la historia ambien-

tal abarca la historia comparativa de los paisajes culturales, incluyendo la forma y

los contornos de las ciudades, y pocas ciudades son tan desiguales e intrínseca-

mente fascinantes como Chicago a finales del siglo xix y Los Angeles en la segun-

da mitad del xx.

5

Ariel Salleh, "'Essentialism' and eco

 

eminism", Arena, 94, 1991.

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CULTURA, NATURALEZA Y MATERIALISMO HISTÓRICO

9

1

CULTURA, NATURALEZA

Y L A C O N C E P C I Ó N M A T E R I A L I S T A D E L A H I S T O R I A

INTRODUCCIÓN

El marxismo fue declarado muerto y enterrado en 1989, en el 200 aniversario de

la Revolución francesa. Las corrientes ideológicas van y vienen, pero verdadera-

mente asombra que una doctrina histórica mundial sea sepultada por quienes

durante tanto tiempo clamaron sostenerla y la defendieron tan violentamente: los

burócratas del partido en los ex países socialistas que se autodenominaban mar-

xistas. Sin embargo, eso es lo que ocurrió a partir de 1989. Sería como si el papa le

administrase la extremaunción al catolicismo o si Alan Greenspan le explicase al

Congreso estadunidense que el "sistema de mercado" da muchos poblemas y pidie-

se la nacionalización de la industria.

En el marxismo de esos burócratas y políticos autoexcomulgados había alguna

resquebrajadura profunda. De hecho no eran en absoluto marxistas, así que los

occidentales que identifican su caída con la muerte del marxismo están perfecta-

mente equivocados. La horrible realidad es que de todos los países ex comunistas y

todavía comunistas sólo Cuba puso en evidencia la condición necesaria (pero no

suficiente) para lo que Marx y Engels llamaron "revolución proletaria", a saber, la

existencia de una mayoría de proletariado en la fuerza de trabajo. En 1959, cuando

Castro tomó el poder, la enorme mayoría (por lo menos dos tercios, tal vez más) de

la fuerza laboral cubana eran trabajadores asalariados. En Rusia en 1917 y en Chi-

na en 1949 la vasta mayoría de la población económicamente activa eran campesi-

nos y pequeños productores (en Rusia sumaban unos 25 millones de familias, en

comparación con tres o cuatro millones de obreros). Checoslovaquia, que después

de Cuba es el país más capitalista que siguió el sendero comunista, era una excep-

ción. Pero se trataba más de una cuestión de geopolítica que de lógica histórica. El

Ejército Rojo impuso el comunismo en la mayoría de los países del Este de Europa,

pero en Checoslovaquia los comunistas tomaron el poder con un golpe de estado.

En otros países comunistas la "revolución proletaria" significó el largo y sangriento

proceso de transformar sociedades en gran medida campesinas en economías

industriales. La revolución proletaria implicó

crear

una clase trabajadora asalariada.

Aunque en su vejez Marx pensaba que Rusia tenía un potencial socialista basado en

sus tradiciones de cooperación rural y en la institución del unir (lo que Juan Martí-

nez-Alier llama "socialismo

narodnik ) ,

las revoluciones leninista, estalinista y maoís-

ta no tuvieron nada que ver ni con la concepción materialista de la historia ni con

los elementos normativos profundos del pensamiento de M arx y E ngels.

Se convirtió al marxismo en una ideología de dominio, que tenía importantes

características en común con otras religiones mundiales... aunque la longevidad no

fuese una de ellas. El "estado de los trabajadores" soviético era una forma extrema

y autoritaria de un estado benefactor que se ocupa del individuo desde que nace

hasta que muere. En última instancia, a la clase trabajadora no se le concedió

poder, sino que más bien se la cuidó, en más de un sentido. Era inevitable que un

estado de ese tipo se destruyese a sí mismo en un mundo hostil, pues carecía de

legitimidad y de racionalidad administrativa, además de que no podía cumplir sus

promesas.

Entre tanto, del otro lado de la cortina de hierro, durante tres cuartos de siglo

los intelectuales marxistas occidentales eludieron los problemas de clase y de

poder político, ocupándose de temas suprimidos en la U RSS , como la enajenación,

la cosificación y el fetichismo del capital. Lukács hizo el notable descubrimiento de

que se estaba materializando una

sociedad

específicamente capitalista (que presu-

pone el desarrollo de una

economía

capitalista en el siglo mx), percepción que teó-

ricos críticos como Adorno, Horkeimer, Marcuse y otros adoptaron como propia.

Su crítica de la sociedad y el estado cosificados era una derivación lógica de la crí-

tica de Marx del fetichismo de las mercancías y del capital. Un interregno de

estructuralismo marxista (Althusser) en los sesenta y el "marxismo analítico" en los

ochenta probaron, más o menos, uno de los puntos centrales de los teóricos críti-

cos: que el capitalismo ha obligado a la gente a adoptar una actitud contemplativa,

pasiva, frente al mundo. Hoy florecen diversos estilos de pensamiento posmoder-

no, postestructuralistas, que ven al "marxismo" como algo rebasado. El hecho de

que en los noventa Derrida escribiera un libro ensalzando el marxismo, y la per-

cepción de que es imposible identificar totalidades si uno

no quiere in t entar lo,

fue-

ron un golpe para muchos posmodernos.

Un problema es que Marx y Engels no ofrecen, en ningún lado, una descripción

sistemática de su método para estudiar la historia. No hay unos diez mandamien-

tos" de la concepción materialista de la historia... pese a las once tesis sobre Feuer-

bach de Marx. La concepción materialista siempre ha parecido ser un método en

busca de una definición de sí mismo. Por eso ha habido centenares de estudios

sobre el tema y tan poco acuerdo entre los especialistas.

Es un verdadero misterio por qué los fundadores de esta concepción, del pasa-

do y del presente, no desarrollaron su método desde sus burdos inicios, en

La

s ag r ad a f am i l i a y L a i d e o l o g í a a l e m ana .

Se puede pensar una cantidad de explicacio-

nes posibles: tenían cosas más urgentes que hacer; creían que no había necesidad

de hacer una descripción completa en ese momento; ninguno de los dos era muy

versado en historia asiática, antigua y demás. Mi explicación favorita es que duran-

te la vida de ambos no se disponía de los materiales históricos necesarios para pro-

bar o refutar sus ideas centrales. Una evidencia en favor de esta opinión es la des-

[ 4 8 1

50

AMES O CO NNO R

ULTURA, NATURALEZA

Y MATERIALISMO H ISTÓRICO

1

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cripción que hace el historiador marxista inglés Ronald Meek del método que usó

Marx para escribir

El cap i ta l .

Meek sostiene que, sin tener acceso a la plétora de

materiales históricos disponibles hoy para cualquiera que estudie la transición del

feudalismo al capitalismo, Marx se vio obligado a usar el recurso de imaginar una

sociedad compuesta por productores independientes de mercancías (propiedad

ganada por ellos mismos), y luego preguntarse qué pasaría, lógicamente, si el capi-

tal y el trabajo asalariado incidiesen en tal sociedad o fuesen im puestos sobre ella.

No es el método de alguien que tiene la certeza de que hay suficientes estudios his-

tóricos como para hacer una descripción real de esta transición, que casi siglo y

medio más tarde podemos identificar históricamente como el modo independien-

te de producción de mercancías (y el capitalismo mercantilista), que Marx sólo

podía suponer.

¿Qué es la concepción materialista de la historia? Su objeto de estudio es la con-

tinuidad histórica, así como el cambio y la transformación: una exploración de los

detalles mundanos de la vida material/social y los periodos seductores y tremendos

de convulsión social y política, de revolución y contrarrevoluciónkLa concepción

materialista es un método para estudiar la continuidad histórica en el cambio... y

el cambio y la transformación en la continuidad. ¿Cómo y por qué los periodos de

normalidad contienen en sí mismos e l potencial de crisis o rupturas sociales y polí-

ticas, de la transformación social, de la dolorosa reconstrucción de estructuras de

poder y privilegio existentes? ¿Cómo y por qué los periodos de crisis contienen

en

s í mismos

el potencial de normalidad o continuidad? Esta dualidad le da al método

su carácter dialéctico. La continuidad histórica se explica en términos de rupturas

históricas; las fracturas se explican en términos de normalidad. Es algo parecido a

las teorías de desarrollo de la personalidad que explican el proceso de crecimien-

to en términos de la crisis de adolescencia y la crisis de adolescencia en términos

del proceso de crecimiento. ¿Cuáles son los conflictos que definen la adolescencia?

¿Y los de una sociedad determinada en un momento específico? ¿Cómo se resuel-

ven estos conflictos, en el sentido de que un lado ceda ante el otro? ¿Cómo apare-

cen, de las ruinas de las antiguas, nuevas formas sociales que contienen elementos

de las anteriores pero que, por acuerdo general, se consideran definitivamente

nuevas?

Es útil empezar a responder estas preguntas con una descripción de lo que

no

es la concepción ma terialista de la historia. Para Marx ni la continuidad ni el cam-

bio históricos son acarreados por el desa rrollo de alguna idea o ideal universal. La

especie hum ana no tiende hacia alguna m eta ética universal, como la "verdad" o la

"justicia". Las ideas sí motivan a los seres vivos. La existencia social tiene que ser

s i g -

nificativa.

La gente cree que ciertas prácticas sociales no lo son. En un contexto his-

tórico dado algunas prácticas se consideran humanitarias, otras inhumanas. Los

actores históricos afirman que están tratando de realizar tal o cual ideal, y es tonto

cuestionar su sinceridad. Los líderes suelen creer lo que dicen, que sus acciones

están gobernadas por algún gran

t e l a s

u objetivo histórico.

Esas aseveraciones

f u n c i o n a n

para que un líder se gane el apoyo de las m asas

sobre la base de que no es más que la mera personificación de algún ideal univer-

sal. Pero nadie ha seguido jam ás a un líder que actuase

s ó l o

en nombre de intereses

materiales particulares. Hasta los unionistas más encallecidos pronuncian discursos

del día del trabajo sobre los "derechos de los trabajadores", en los que indudable-

mente creen con toda sinceridad. Por eso suele decirse acerca de los dirigentes polí-

ticos y religiosos que son "elegidos": "encarnan" alguna idea o aspiración universal,

secular o espiritual. Por lo tanto, los que triunfan parecen sobrehumanos mientras

que a los que fracasan los descartan como chiflados o concluyen la labor que se les

asignó (o se pasan la vida en la cárcel) antes de verse obligados a enfrentar las nue-

vas contradicciones creadas por sus propios movimientos. Esto incluye las contra-

dicciones que aparecen cuando sus movimientos son institucionalizados y burocra-

tizados. Jesús, Lincoln, Gandhi y M artin Luther King son reverenciados como

mártires y vistos como gigantes. Esto se debe, en parte, a que se escaparon de las

consecuencias de sus propios éxitos. Julio César y Napoleón no tuvieron esa suerte;

Hitler menos todavía. Estos y otros notables, buenos y malos, se enfrentaron al mis-

mo problema. La personificación de una categoría histórica abstracta, ya sea una

nación dedicada a la propuesta de que todos los hombres son creados iguales u otra

dedicada a la idea de que una nacionalidad es la raza superior, no puede tener ver-

dadera subjetividad ni libre albedrío. Más bien la arrastra la marea de una idea uni-

versal "cuyo momento ha llegado". Lo irónico es que la subjetividad de los líderes

que se presentan como portadores de esos ideales se vuelve loca durante los perio-

dos de trastornos sociales. Jesús no sólo creía que vendría un mesías a salvar el mun-

do, sino también que él era ese mesías. Lenin creía que era inevitable un estado de

los trabajadores, y que él era el instrumento de esa inevitabilidad. Lincoln podría

haber perdido la guerra de secesión de no haber pensado que personificaba los

ideales plasmados en la declaración de independencia. Nadie es mártir si muere

exclusivamente en nombre de intereses materiales. En este sentido todos los gran-

des líderes son contradicciones vivientes, y si los asesinan o mueren jóvenes eso ayu-

da a su reputación posterior, comoquiera que se los juzgue.

La concepción de la historia de Marx es, antes que nada, una crítica de la

retfi-

cación,

la creencia de que las abstracciones tienen una vida independiente de la de

quienes las adoptan y actúan en su nombre.

1

Las ideas sí "siguen vivas"... cuando

los líderes se apropian de ellas desde el pasado y las usan en el presente, al servicio

de un grandioso futuro. La expresión "las idas siguen

vivas ,

punto, es un acto rei-

ficado de habla. La gente sigue viva, llevando consigo ideas del pasado ("equipaje",

"fantasmas que rondan por el cerebro de los hombres". Pero el "significado" de

cualquier aspiración o idea depende de quién la sostiene y en qué contexto social.

Cuando India se convirtió en una potencia subimperialista, con el tercer ejército

del mundo, el pacifismo de Gandhi hubiese resultado raro. Cuando el sur de Esta-

1

Derek Sayer,

The vio lence o f abshuaion,

Oxford, Basil Blackwell, 1987,

pas s i m .

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52

A M E S O ' C O N N O R

ULTURA. NATURALEZA Y MATERIALISMO H ISTÓRICO

3

dos Unidos inició las convulsiones de la reconstrucción, una presidencia de Lin-

coln hubiera parecido tan difícil como la de Ulysses S. Grant.

Ideas o categorías diferentes tienen significados diferentes en diferentes con-

textos históricos. En Europa, en la transición del feudalismo al capitalismo, la "pro-

piedad privada de los medios de producción" tenía un sentido lockeano; en la

sociedad capitalista desarrollada tiene un significado marxiano. En las sociedades

liberales democráticas de hoy "democracia" quiere decir procedimientos demo-

cráticos para que la ciudadanía elija a sus representantes; en la Atenas de la Anti-

güedad era el gobierno directo del pueblo, o la revolución. En la época de la Revo-

lución francesa un "demócrata" era un "republicano". Hoy, en Estados Unidos,

"demócrata" quiere decir "liberal", y "republicano" es "conservador". Un "liberal"

del siglo xix es lo que hoy llamamos "conservador". Un "liberal" de finales del siglo

xx era realmente un "sociodemócrata". El Partido Comunista de Lenin se llamaba

originalmente "democrático social". La necesidad de separar forma y contexto,

apariencia y sustancia, ideología y teoría, es evidente. Las ideas (o "la mente") pue-

den parecer primarias, pero lo que determina el

s i g n i f i c ad o

de esas ideas, es decir

el s i g n i f i c a d o d e l s i g n i f i c a d o , es la estructura de la sociedad.

Estas reflexiones sugieren que no fue tanto que Marx desechara el idealismo co-

mo de que desarrollara una teoría crítica de las concepciones idealistas de la histo-

ria. ¿Quién no es consciente de que a veces las ideas persisten durante siglos, y de

que ideas éticas como "justicia", "verdad", "belleza", duran milenios? Lo que señala-

ba Marx podía haber sido que los actores históricos que han movilizado a pueblos o

naciones en nombre de algún ideal universal —la gloria romana, la piedad cristiana,

la libertad, igualdad y fraternidad francesa, o la búsqueda de la felicidad estaduni-

dense— están condenados al fracaso. El resultado de las concepciones idealistas en

la práctica siempre desilusiona (los derechos civiles en Estados Unidos) y muchas ve-

ces es horrible (el nazismo), cuando no cómico ("la primera vez una tragedia, la se-

gunda una farsa"). El presidente Bill Clinton intervino en Haití supuestamente para

"restablecer la democracia", cuando su verdadera meta era mantener en el poder a

la clase gobernante y no entregar los poderes policiacos en manos del general Cen-

dras y sus amigos homicidas sino en las de Estados Unidos y sus "aliados", para des-

pués "fondomonetarizar" el país... exactamente el objetivo opuesto del que Clinton

presentó al mundo para legitimar sus acciones. ¿Qué puede ser más tragicómico que

el espectáculo de una gran potencia que resbala en la proverbial cáscara de plátano?

La historia es, en primer lugar, el relato de grandes —y no tan grandes— hom-

bres que se esfuerzan por lograr metas universales, que están por siempre fuera de

su alcance, y a los que se exilia a su isla de Elba particular cuando fracasan... siem-

pre que logren sobrevivir a las balas de los asesinos. Ésta es una de las razones por

las que la historia da la impresión de ser tan irracional, sujeta a tumbos y giros en

los cuales lo anormal parece normal. Es también por eso que los llamados marxis-

tas que creen que el "factor económico" de la historia es el determinante han

demostrado estar tan equivocados. Si la historia no sigue la senda que esperaban o

predecían, la culpa no es de Marx o Engels, sino de esos cínicos que piensan que

los actores históricos son insinceros y que

s ó l o

despliegan ideas universales para

encubrir intereses materiales ( económicos ).

La historia de Marx (entre otras cosas) es una explicación de

p o r quése lucha por

los intereses materiales o mundanos en nombre de elevados ideales que, a su vez,

se creen o sienten sinceramente. Los patriotas de Boston movilizaron a centenares

de personas en torno al tema de un impuesto al té, y Gandhi a millones por un

impuesto a la sal, pero tanto los Hijos de la Libertad como Gandhi tenían en men-

te

c o s a s

más gr ande s. D e no habe r sido así , pocos los hubie se n se guido. Sólo las

a lmas más co si f i cadas pueden a pasi o narse po r el di nero. Lo s s erbio s de B o sni a s i n-

t i eron u n legít i mo agravi o cu ando lo s go bi erno s o cci denta les reco no ci ero n a Cro a-

ci a y B o sni a co mo n aci o nes i ndependi entes . P ero lo s ho rro res de B o sn i a no hu bi e-

ran ocurrido si los líderes serbios, que a su vez se resistieron al racismo de los nazis

y los cr oat as , se hubie se n most r ado incapa ce s de movi l izar su pr opia va r iedad de

nac i o nal i smo raci s ta . La co n cepci ón materi a l i s ta de la hi s to ri a ex pl ica po r qué las

t e orí as de la hi st or ia de los "gr an de s hombre s" no son t an t o e r róne as c uan t o ine -

vi tables , cuan do se so st i ene que f i lo sof ías i deal is tas go bi ernan mo vi mi ento s y trans-

for macione s r e voluciona r ios. Fide l C ast r o e s e l e je mplo supr e mo de un hombr e

q u e c on du jo u n a gu erra fría de in depen den c ia n a c ion a l qu e fu e a s imismo u n a

r e volución pr olet ar ia, la pr ime ra e n nombr e de la au t ode t er minac ión na cional , la

se gun da e n n ombr e de la cr e ación de l "hombre social i st a" . En t é r minos de aqué -

l la C ast r ó cr e ó e n C u ba, por prime ra v e z , un a v e r dade ra n ación; e n t é r minos de

ésta creó un desastre, porque nun ca qu i so o pudo ( el pano rama no está c laro ) co n-

f i ar en que la c lase trabaj ado ra cuban a se go bernase po r s í mi sma.

Para Marx la historia no es la historia de la realización progresiva de ideales uni-

versales. Es más bien la historia de luchas por el poder libradas por intereses anta-

gónicos en nombre de esos ideales (sentidos), que es tal vez la principal razón por

la cu a l la ma yo ría de las veces la hi s to ri a sa le ma l y po r la que tan to s l i bertado res

se vuelven o preso res . Cuando lo s di ri gentes negro s de la Revo luci ón hai t i ana co n-

tra el régi men f rancés lo graro n el tri unf o , tra taro n de vo lver a i n t ro duci r la esc la-

vi t ud. En Est ados U nidos, dur ant e 150 añ os, se le ne gó al t r abajador la búsque da

de la fe l icidad. N o obst an t e , las f i losofí as ide al i st as son cr e ídas a pasionadame nt e ,

no só lo por los l íde re s sino t ambié n por sus se guidor es, que muc has v e ce s las c on-

vi erten en pro pósi tos o metas que sus di rigentes n o l legaro n a prever. Sean éstas o

no las p ri nci pales razones po r las que lo s g randes ho mbres terminan po r tener los

pi es de barro o po r las c ua les la hi s to ria parece dar ta nto s tu mbo s y gi ro s aparen-

temente irracionales, la persistencia del idealismo significa que la historia está mar-

c a da por c ierta c on t in u ida d o lógic a , qu e de v ez en c u a n do es ta l la in espera da -

mente en c ambi o y transf o rmaci ón so ci a l rápi dos.

 

2

Mar x atacó otr a te or ía de la continuidad y e l cambio his tór icos : la af ir mación de que los avatar e s

de nuestra especie es tán determinados en grado s ignificativo por las oportunidades materia les y los

54

A M E S O ' C O N N O R

ULTURA, NATURALEZA Y MATERIALISMO H ISTÓRICO

5

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¿Acaso los seres humanos no buscan inherentemente la "libertad" y la "justicia"?

¿No son recurrentes a lo largo de la historia estos y otros temas históricos? Marx

diría que sí, pero explicaría esta recurrencia en términos de la persistencia de la

sociedad de clases y de la lucha de clase, junto con la inclinación de la clase diri-

gente a universalizar sus propios ideales interesados y su comprensión histórica.

También podría señalar que éstos son temas específicamente occidentales y que en

Asia, por ejemplo, los grandes temas han solido ser "orden", "deber" y "respeto".

Además, si bien Marx nunca llegó a decirlo explícitamente, podría recordarnos

que por lo general las clases explotadas y oprimidas se apropian de la

f o r m a i d e a -

l i s ta

del pensamiento de la clase gobernante, con un contenido diferente, desde

luego. Esto resulta obvio en Occidente, donde las minorías oprimidas, los trabaja-

dores y otros han combatido desde el comienzo de los tiempos modernos en nom-

bre de la "libertad" y la "igualdad", que eran en su origen ideales de finales del feu-

dalismo e inicios de la burguesía. También es evidente en el Sur, donde los

movimientos de independencia nacional suelen adoptar la retórica y los ideales de

las potencias coloniales. Es menos evidente, por ejemplo, en los años previos al

establecimiento de la república de Roma, cuando la clase artesanal declaró una

huelga general cuya causa inmediata era la explotación material, aunque el

t e l o s

subyacente era la representación política.

Los que han dominado en general la práctica política explícita en Occidente

desde la época de Atenas hasta el presente fueron las formas o los ideales, no el

contenido (es decir la actividad material, social). Nadie, aparte de Samuel Gom-

pers, dijo nunca que lo

úni co

que quería era "más". "Más" está legitimado invaria-

blemente por ideales de igualdad o de justicia social (¿cuándo, acaso, un grupo

explotado ha demandado más que lo que posee un grupo explotador?). El punto

clave es éste: la justicia y la verdad y la libertad y la democracia tienen diferentes

significados prácticos en distintas estructuras sociales, y también son interpretadas

de maneras diversas por diferentes grupos sociales en estructuras o formaciones

sociales determinadas. Para los nobles ingleses libertad fue, en una época, libertad

de los dictados arbitrarios del rey, mientras que para los siervos ingleses significa-

ba libertad para adquirir y acumular tierra. Ninguno de estos sentidos de la pala-

límites de la naturaleza, de la cual todos dependemos para nuestra supervivencia e incremento. La con-

cepción mandarla de la historia es asimism o una crítica a esta visión "materialista pasiva" de la historia.

Esta creencia, denominada también "determinismo ambiental", que en el siglo xix coexistía incómoda

con las teorías de la historia centradas en el "gran hombre", se asoció estrechamente con el imperialis-

mo, el colonialismo y el racismo (la gente de color que vive en el Sur es perezosa porque hace mucho

calor o porque la naturaleza es tan generosa). Esta visión se asocia también con el movimiento verde

actual; por ejemplo, la idea de que la gente debería organizar su vida material de acuerdo con los impe-

rativos ecológicos de las diversas biorregiones. Es un punto de vista bien intencionado y práctico aun-

que, tal como se lo plantea a veces, un poco absurdo, puesto que ya la gente de algunas (muchas) for-

mas organiza su vida de esa manera, y si no lo hiciese no tardaría en quedarse sin vidas que organizar.

Marx y Engels desarrollaron su "materialismo activo" para combatir las visiones idealistas de la historia,

así como las materialistas pasivas.

bra tiene exactamente esos significados precisos hoy en día en Occidente, porque

el contexto socioeconómico es muy distinto.

F UE R Z AS P R OD UC T I V AS, R E L AC I ONE S D E P R OD UC C I Ó N

Un acercamiento marxista ecológico al cambio histórico busca una fórmula meto-

dológica que combine o reúna los temas de la cultura y la naturaleza con la cate-

goría marxista tradicional del trabajo o de la producción material. En el pensa-

miento marxista la "vida material" es un proceso de dos caras. Una de ellas consiste

en las relaciones técnicas entre los seres humanos y los materiales que brinda la

naturaleza, o la apropiación y manipulación de la naturaleza por parte de los seres

humanos para su propio uso. Ejemplos de ello son los procesos técnicos de fabri-

car acero, cultivar la tierra y llenar el ciberespacio. La otra cara consiste en las rela-

ciones sociales con las cuales se organizan las relaciones técnicas, o la organización

social de la apropiación y manipulación de la naturaleza. De esto son ejemplos las

plantaciones trabajadas por esclavos antes de la guerra de secesión, las comunas

aldeanas rusas y el trabajo asalariado, es decir las relaciones sociales de explotación

del trabajo en las sociedades capitalistas. En síntesis, "según Marx [...J el hombre

entra en una relación con la naturaleza a fin de obtener los medios para sostener

la vida, y entra en relaciones con otros hombres en el proceso de derivar su sus-

tento de la naturaleza .

3

Los autores marxistas definen generalmente las relaciones técnicas, que inclu-

yen tecnología, maquinaria y herramientas, así como habilidades de los trabajado-

res, como "fuerzas productivas". En sentido amplio, las fuerzas productivas deno-

tan los poderes materiales o el potencial productivo de la sociedad. Las relaciones

sociales de explotación suelen denominarse "relaciones de producción". También

en sentido amplio, se entiende que las relaciones de producción significan las for-

mas de propiedad y l as relaciones de poder de la sociedad, incluidas las relaciones

de apropiación del producto social.

El materialismo de Marx privilegia las fuerzas productivas (relaciones personas-

naturaleza) en la teoría del cambio histórico y el desarrollo. Estas fuerzas, espe-

cialmente el nivel y los tipos de tecnología, no se plantean de manera específica

como un problema. (En los sesenta los sociólogos neomarxistas y otros, trabajando

con indicios dispersos por toda la obra de Marx y Engels, trataron de corregir esta

falla en descripciones estándar del materalismo histórico.) Si bien el desarrollo de

las fuerzas productivas tiene causas distintas en diferentes modos de producción (o

modos de imposición de trabajo, extracción de excedentes y distribución y utiliza-

3 Ellen W. Wood y Neil Wood, Clan

i d e o l o g y and

ancient polit ical theory,

Oxford, Basil Blackwell, 1978,

p. 59.

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56

A M E S O ' C O N N O R

ULTURA. NATURALEZA Y MATERIALISMO H ISTÓRICO

7

L

ción de los mismos por las clases propietarias o dirigentes), este desarrollo se ve

como un proceso acumulativo histórico. Se ve también como un proceso que llega

a estar basado, finalmente, en el desarrollo de la ciencia. La sociedad hereda .y

emplea la ciencia y las fuerzas productivas legadas por generaciones previas, inclu-

yendo la acumulación de conocimiento acerca de los poderes productivos de la

naturaleza misma. En el curso de la historia las fuerzas productivas se ven como

determinantes ("en última instancia") de las relaciones de producción. Cuando el

contenido material de la vida social (fuerzas) se enfrenta a los límites de la forma

social en la cual se organiza ese contenido (relaciones), se produce una crisis. Las

relaciones de producción viejas son descartadas o reformadas, o se reconstruyen en

niveles de organización social más altos (por ejemplo, en la actualidad, la ciencia

universitaria o los conglomerados corporativos). En contraste, las relaciones de

producción no se ven como históricamente acumulativas sino más bien como suje-

tas a cambio evolutivo y a transformaciones revolucionarias periódicas (aunque a

través de un desarrollo histórico desigual y combinado es posible redescubrir las

formas viejas y atribuirles nuevos contenidos, como ocurre hoy, por ejemplo, con

el predominio de tecnología del siglo >cm combinada con relaciones laborales del

siglo xix en algunas industrias de ciertos "países en desarrollo").

La visión más o menos estándar del cambio histórico y el desarrollo arriba esbo-

zada ha sido cuestionada de diversas formas por teóricos marxistas y no marxistas.

4

mente, como sigue: tanto la "cultura" como la "naturaleza" están ausentes (o no

reciben la atención que merecen) en esas conceptualizaciones de las fuerzas y las

relaciones de producción. De hecho (podría afirmarse), las fuerzas y relaciones de

producción son, al mismo tiempo, culturales y naturales. Por eso la concepción

materialista del cambio histórico y del desarrollo tiene que basarse en el estudio no

sólo de la tecnología, la división del trabajo y las relaciones de propiedad y poder,

sino también en el de formas históricamente específicas de cultura y naturaleza que

(igual que las fuerzas productivas en su definición restringida) también son acu-

mulativas. Las modificaciones humanas a las formas de vida, los paisajes y demás

también tienen su propia existencia histórica independiente. La "segunda natura-

leza" no es menos "natural" por el hecho de ser "segunda". Las formas culturales,

asimismo, son acumulativas o muestran continuidad en el cambio. (Ésta es la pre-

misa de la idea de Habermas de la acumulación de la "aptitud comunicativa", la

individuación, la universalización de normas y valores y el "descongelamiento" de

tradiciones culturales localistas, todo ello asociado con la modernidad.) El mate-

rialismo histórico, entonces, tiene que hacerle frente al problema de la relación

entre las formas históricas, acumulativas, de naturaleza y cultura, y la manera en

4

Por ejemplo, con base en el estructuralismo de Althusser, S. Resnik y R. Wolff

(Knowled ge ami c lan:

A ll4a,

m i as s w i t i q u e o f p o l i t i ca l e co n o m y

r Chicago,

Ir nioersisy of Chicago Press, P187) uy:tienen

que

la utili-

dad y las "leyes de movimiento" del capital son sobredeterminadas por las condiciones naturales, polí-

ticas y culturales.

que ambas pueden inscribirse en el trabajo social o la división del trabajo, de lo cual

se desprende el mo do en que el trabaj o so ci a l media a la na tura leza y la cu l tura .

r

Por otro lado, se aduce que la concepción materialista de la historia no tiene

más teoría de la cultura, del lenguaje, la subjetividad y la ética que la teoría del feti-

chi smo de las mercan cías y del capi ta l en las so ci edades capi ta l i s tas .

5

Si n embargo

e n t odos los modos de pr oducción, incluido e l capi t al i smo, t an t o las fue r zas como

la s relaci o nes de pro ducci ón están i mpregnadas de no rmas cu l tura les . Ej emplo s de

e l lo son los obr er os de l siglo xix y pr incipios de l xx qu e combinaba n habi l idade s

artesanales y culturales de modos prácticamente inseparables, y los sistemas de pro-

p i edad de ca pi ta l y admi ni straci ón de p lantas f abri les en J apón, mu y di f erentes de

los de Est ados U n idos (pue s hace n é nfasi s e n e l de ber , e l or de n y e l honor , con-

ceptos relativamente extraños para la mayoría de los norteamericanos). El trabajo

es una p rácti ca tanto cu l tura l co mo materi a l . Y lo mi smo ocurre co n las f o rmas de

imposición y c ont r ol de l t r abajo por par t e de las c lase s pr opie t ar ias o dirige nt e s.

Ho y en día está en v i go r en Euro pa una mezcla de a l to desempleo y sa lari o s rela t i -

vamente elevados para imponer el "trabajo" sindicalizado en la Europa corporati-

v i s ta; el desempleo escaso co n sa lari o s rela t i vamente baj o s parece f un ci o nar mej o r

e n E s t a d o s U n i d os y o t r o s p a í s es e n l o s q u e s e a s e n t a r o n c o l o n o s b l a n c o s , e n l o s

que s i guen v i gentes la s i deo logías del i ndi vi dual i smo y, po r ende, lo s mercado s de

trabajo son relativamen te "libres".

De esta forma, las fuerzas productivas tienen dos caras. Son objetivas en la medi-

da e n que consi st e n e n los mat e r iale s pr ovi st os por la nat ur ale z a (o fabr icados a

parti r de el la) y en lo s medi os y o bjeto s de pro ducci ón . So n subj eti vo s puesto qu e

i nc luyen en ergía de trabaj o v i v i ente en g eneral y di f erentes capac i dades para co o -

perar o trabajar juntos de maneras particulares, mediadas no sólo por habilidades

técni cas s i no tambi én po r prácti cas cu l tura les .

Tambié n las r e lacione s de pr oducción t ie ne n dos face t as. Son obje t ivas e n la

me dida e n que se de sar r ol lan de acu e r do con la le y del valor , la compe t e ncia, la

co ncentraci ón y la centra l i zaci ón del capi ta l , a s í co mo o tras leyes tendenci a les del

capi t al i smo. En t odos los paí se s o cul t u r as de la mode r na e conomí a mu ndial , por

ejemplo, exis te la ten den c ia a qu e se redu zc a n los c os tos de reprodu c c ión de la

f uerza de trabaj o ( a través de una decl i naci ón del co nteni do de va lo r de la canas-

ta de co nsumo ) , a que el gran capi ta l se o rgani ce en f o rma de co nglo merado s co r-

por at ivos int e r nacionale s, y a que la t asa de ut i l idad baje . L as r e lacione s de pr o-

ducci ón tambi én so n subj eti vas en el senti do de que i nc luyen co ncepto s cu l tura les

de pro pi edad y la capaci dad de o rgani zar f o rmas parti cu lares de ex plotaci ón ( por

5

Es ta a f ir mación s e r e laciona con la te or ía de l cambio his tór ico y e l de s ar r ol lo. Abundan la s te or ías

mar xis tas de l ar te , la l i te r atur a, e tc . Tambié n hay nume r os as te or ías mar xis tas de la polí t ica y la cul tu-

r a polí t ica bas adas e n e l dis cur s o anticolonial is ta, la te or ía de la r e if icación de Lukács , la noción de la

hegemonía ideológica

de

Gr ar na ci , e tc . Sólo Alth"“er tr ata de e xplicar la cul tur a (de finida como par -

te de la superestructura de una sociedad) en términos de la concepción tradicional de fuerzas y rela-

ciones de producción (véase más adelante).

58

A M E S O ' C O N N O R

C U L T U R A ,

NATURALEZA Y MATERIALISMO HISTÓRICO

9

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ejemplo imposición del trabajo, extracción del trabajo excedente) de maneras

mediadas por prácticas culturales específicas; apelar al deber al estilo japonés, por

ejemplo, caería en oídos sordos en las compañías estadunidenses, y lo mismo ocu-

rriría en las empresas japonesas si se incitara a los trabajadores a ejercer la iniciati-

va individual al estilo norteamericano. Algunos antropólogos sostienen que los

recursos mismos son creaciones culturales, ya que tienen que ser culturalmente

definidos antes de poder ser vistos com o valiosos o útiles.

Por otro lado, la concepción materialista de la historia no tiene una teoría de la

naturaleza (o si la tiene es muy débil) en el sentido de la autonomía de los proce-

sos ecológicos y ffsicos (o "economía de la na turaleza") dentro del proceso de traba-

jo. El mismo Marx nos dejó poco análisis abstracto de la naturaleza "en sí"; aunque

estaba muy consciente de los procesos ecorreguladores de la naturaleza como algo

esencial para el proceso de producción organizado por los seres humanos, se con-

centró en general en la naturaleza como el objeto del trabajo humano, por ejemplo

cuando habla de que la naturaleza Ud colabora como una máquina . La superfi-

cie de la tierra, el clima, la vegetación, la fauna y los mismos seres h umanos han cam-

biado infinitamente, y todo por obra de la actividad humana, mientras que los

cambios de la naturaleza que han tenido lugar en Alemania durante este periodo

de tiempo sin interferencia humana son incalculablemente pequeños", escribió

Engels.

6

Puesto así es cierto, pero Engels minimizó el hecho de que mientras los se-

res humanos transforman la naturaleza por medio del trabajo, la naturaleza a su vez

cambia y se transforma a sí misma; es decir, que en la producción hay un desarro-

llo combinado de fuerzas de origen humano y natural. De hecho, tanto las fuerzas

productivas como las relaciones de producción están sujetas a la termodinámica de la

materia y la energía, el funcionamiento de los ciclos químicos y la biología de plan-

tas y animales; por ejemplo, los sistemas de propiedad en las regiones montañosas

comparados con los de las llanuras aluviales, los sistemas de control del trabajo

metalúrgico comparados con los de las industrias petroquímicas, y así sucesivamente.

En síntesis, el trabajo social definido como una fuerza y una relación de pro-

ducción media la naturaleza y la cultura, el lenguaje/la intersubjetividad y la eco-

logía —y a su vez es mediado por ellos—, incluyendo el lenguaje de la ecología y

la ecología del lenguaje. (Por una parte el discurso mismo sobre la ciencia ecoló-

gica cambia; por ejemplo, la declinación de las teorías sucesionales en favor de

las teorías de tipo "caos" de la economía de la naturaleza, que cambian los prin-

cipios ecológicos sobre los que se basan o pueden estar basadas la producción

material, las políticas gubernamentales, etc.; por otra, a sus diferentes maneras,

Chomsky, de Saussure, Wittgenstein y otros han revolucionado lo que podría lla-

marse la "ecología del lenguaje".) 7

De este modo, las fuerzas y las relaciones de

producción son al mismo tiempo culturales y naturales.

6

Frederick Engels, Diakcties o f nature,

Moscú, Foreign Language Publishing House, 1954, p. 306

7 Chomsky escribe (carta al autor, c. 1995): "La visión prevaleciente (incluyendo a buena parte de

CO O PERA CIÓ N

La razón principal de que la visión marxista tradicional del cambio histórico y el

desarrollo descuide o minimice los conceptos de cultura y naturaleza puede ser

que el

t e m a d e l a c o o p e r a c i ó n

se trata de maneras unilaterales... cuando se lo trata.

Puede haber, si acaso, unas pocas teorías de las fuerzas productivas y las relaciones

de producción culturales y naturales, porque ni las formas de cooperación cultu-

ralmente derivadas ni la "cooperación" dentro de la economía de la naturaleza

ocupan un lugar importante en el método marxista. Por ejemplo, no hay análisis

marxistas del papel de los cambios culturales y ecológicos en la transición de un

modo de producción a otro u otros. Los cambios culturales acarreados por la

Reforma y la Contrarreforma, y el cambio ecológico

y

la destrucción provocados

por

los métodos medievales de agricultura, producción de energía y construcción,

son minimizados o ignorados en las descripciones marxistas de la transición del

feudalismo al capitalismo en Europa.

Una tendencia del marxismo, denominada muchas veces "determinismo tecno-

lógico", hace derivar el modo de cooperación de la "necesidad técnica". Los

medios y objetos de producción existentes, las aptitudes técnicas y las condiciones

naturales se ven como determinantes de un modo de cooperación dado. En cam-

bio los autores influidos por Lukács y el marxismo o ccidental (que rechazan el feti-

chismo tecnológico de Engels y Lenin), suelen derivar el modo de cooperación de

las exigencias de las "relaciones de poder" existentes. Engels diría que la división

del

traba jo

y las relaciones laborales en una acería están tecnológicamente deter-

minadas; Lukács podría decir que la división de los trabajadores y las relaciones de

trabajo están determinadas por la necesidad de "manufacturar consenso" o legiti-

mación en la planta. Adviértase que ambas posiciones son unilaterales; la primera

se interesa por la división y la especialización del

trabajo;

la segunda por la división

y la especialización de los

trabajadores.

Un lado está viendo la cooperación como una fuerza productiva, el otro la ve

como una relación de producción. La ley del valor y la necesidad tecnológica está

a un lado del golfo que separa el marxismo engelsiano del occidental; del otro lado

está el poder. Podría afirmarse que ésta es la diferencia básica entre el marxismo y

el neomarxismo (de inspiración weberiana).

la izquierda, especialmente a los marxistas) es que no existe la naturaleza humana sino sólo la cultura,

la historia, el ambiente y así sucesivamente. Ésta es una visión más o menos tan sensata como la de que

el embrión se convierte en ser humano o en ave de acuerdo con el insumo nutricional; en síntesis, es

una idea totalmente delirante. En cualquier área de la vida en la que entendemos algo (percepción

visual, lenguaje, unas cuantas más), sabemos que es falso de toda falsedad. La lógica misma nos dice que

el grado y la complej idad de la programación interna determinarán la r iqueza del es tado alcanzado: un

'organismo vacío' terminaría por ser una especie de amiba informe, incapaz de todo. Pasando al estu-

dio del lenguaje, a m edida que avanza revela vez m ás y más sobre las es tructuras y pr incipios determi-

nados de m anera innata que se despliegan, con variaciones menores, para dar los posibles lenguajes

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60

A M E S O ' C O N N O R

ULTURA, NATURALEZA Y MATERIALISMO HISTÓRICO

1

De hecho, cualquier modo de cooperación puede verse

a l m i s m o t i e m p o como

una fuerza y como una relación de producción y, por lo tanto, como indetermina-

do. Es imposible especificar una relación técnica determinada sin conocer las exi-

gencias del poder; es igualmente imposible especificar las relaciones de poder sin

conocer las exigencias de la

tecnología (incluyendo las capacidades tecnológicas).

Diferentes tipos de dominio (personal, legitimado, forzoso, etc.) son consistentes

con ciertos tipos de tecnología y divisiones del trabajo; distintos tipos de tecnolo-

gía y división de los trabajadores lo son con ciertos tipos de dominación.

Además, cosa más directamente pertinente a este análisis, la cooperación se basa

en mayor o menor medida en normas culturales y formas ecológicas (naturales).

Richard Biernacki (en

T h e f a b r i c a t i o n o f l a b o r : G e r m a n y a n d B r i ta i n , 1 6 4 4 1 9 1 4 ) ha

afirmado que la naturaleza del trabajo como mercancía difiere en los distintos con-

textos culturales. En la región intensamente religiosa de Estados Unidos conocida

como "el cinturón bíblico" las relaciones de trabajo están determinadas, en parte,

por la ética laboral protestante; en materia de agricultura, por los ciclos hidráuli-

cos. En ambos casos las necesidades técnicas y el poder codeterminan también las

relaciones de trabajo (división del trabajo y división de los trabajadores). Así, el

modo de cooperación no está determinado de manera doble, sino cuádruple. La

tecnología, la propiedad, el poder, las normas culturales, así como los procesos físi-

cos, biológicos y químicos, se imbrican en modos particulares de producción... en

formas históricamente específicas y contingentes.

El concepto de cooperación es un punto de ingreso obvio al proyecto de revisar

la concepción materialista de la historia de formas que contribuyan a desentrañar la

dialéctica de la cultura, el trabajo social y la naturaleza, donde al traba jo se lo ve

mediando entre la cultura y la naturaleza. (Los desconstruccionistas o los idealis-

tas ven a la cultura mediando la naturaleza y el trabajo; los verdes o los ecologistas

profundos ven a la naturaleza mediando entre la cultura y el trabajo.) En esa revi-

sión el trabajo social retiene su estatus de categoría central del materialismo histó-

rico, pero es problematizado y enriquecido por los conceptos antropológicos

modernos de la cultura como n ormas y valores de la vida cotidiana, y los concep-

tos ecológicos modernos de la naturaleza como una fuerza productiva autónoma

(y con frecuencia impredecible).

COOPERACIÓN, CAMBIO HISTÓRICO Y DESARROLLO

La

formulación tradicional de la doble naturaleza de la existencia material descui-

da el problema de la cooperación. Marx veía a ésta como la fuerza productiva bási-

ca (una "fuerza natural del trabajo social"), aunque en sus formulaciones de la con-

cepción materialista de la historia escribió poco o nada sobre eI tema. Sin embargo

en E l c a p i t a l

sostuvo que los cambios revolucionarios en las relaciones de produc-

ción introducidos por la burguesía europea protoindustrial acarrearon cambios en

el modo de cooperación de las manufacturas. La producción doméstica (por

ejemplo el trabajo a domicilio) se convirtió en producción de taller, o lo que Ch ar-

les Tilly ha denominado "protoindustria". Esta transformación no alteró las rela-

ciones técnicas (herramientas, habilidades, materias primas), pero creó una nueva

fuerza productiva: la cooperación entre los productores directos bajo un mismo

techo y supervisados por el propietario o su agente. Éste es un ejemplo clave que

se encuentra en los escritos de Marx de las maneras en que los cambios de las rela-

ciones de producción dan vida a nuevas fuerzas productivas, específicamente en

forma de cooperación en el lugar de trabajo. De hecho, los capítulos de

El capi ta l

que van de "Cooperación" a "Maquinaria y gran industria" son la descripción de la

creciente productividad de la fuerza de trabajo a través de la cooperación. Más de

un siglo después (como se preveía en los

Grundrisee

de Marx) el valor de cambio

había llegado a depender de la ciencia y la tecnología, lo que presupone niveles y

formas complejos de cooperación entre científicos, entre corporaciones, entre

éstas y los estados, en el interior de los mism os, y así sucesivamente.

De manera similar, el desarrollo de nuevas relaciones de producción con los sis-

temas del esclavismo antiguo y el feudalismo medieval acarreó cambios del modo

de cooperación y, por lo tanto, en las fuerzas productivas; en el primer caso, por

ejemplo, la cooperación de grandes cuadrillas de esclavos en las minas de plata de

España; en el segun do, por ejemplo, la cooperación de los siervos en los feudos, en

la construcción de caminos señoriales y demás. Las nuevas relaciones de produc-

ción preludiaron cambios marcados en el modo de cooperación en la vida mate-

rial, que indudablemente aumentaron la productividad o el trabajo excedente. En

este sentido, es plausible la hipótesis de que en épocas d e revolución social los cam-

bios de las relaciones de producción conducen a transformaciones del modo de

cooperación (entre otras cosas) y, por ende, en las fuerzas productivas en general.

Pero la mayoría de las descripciones histórico-teóricas de las transformaciones de

las fuerzas y relaciones de producción durante periodos marcados por una revolu-

ción de las relaciones de producción mantienen silencio sobre este tema.

La coo peración tiene aspectos tanto cuantitativos como cualitativos. Los prime-

ros corresponden a la escala de cooperación, por ejemplo el tamaño de las cua-

drillas de trabajo y el alcance de la cooperación internacional actual entre los cien-

tíficos. Los segundos se refieren a la forma de poder que organiza el trabajo y a los

trabajadores en la producción, de maneras históricamente específicas, y la forma

de resistencia al poder. La hipótesis de que las relaciones de producción (en todo

o en parte) determinan las fuerzas productivas (modo de cooperación) se refiere

a aspectos cualitativos, no cuantitativos, de las relaciones de trabajo. La escala de

cooperación en una mina romana de plata era casi siempre más grande que en un

feudo, y la escala en éste solía ser mayor que en la protoindustria capitalista. Pero

el poder que organizaba el trabajo combinado, y las relaciones resultantes

entre los

productores directos que intervenían en la producción, eran cualitativamente dife-

62

A M E S O ' C O N N O R

U L T U R A , N A T U R A L E Z A Y M A T E R I A L I S M O H I S T Ó R I C O

3

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rentes. El poder de la cooperación como fuerza productiva parecería ir reforzán-

dose progresivamente (igual que el de la ciencia y la tecnología) a lo largo del

tiempo.

F UE R ZAS P R OD UC T I V AS C UL T UR AL E S Y R E L AC I ONE S D E P R OD UC C I ÓN

Un paso de cualquier reconstrucción de la concepción materialista de la historia

es problematizar, es decir, ver como problema, la relación entre los modos de coo-

peración y las relaciones de trabajo, por un lado, y el cambio histórico y el desa-

rrollo, por otro. Un segundo paso es desarrollar un método para indicar de qué

maneras la cultura y la naturaleza afectan o influyen sobre el poder de la clase pro-

pietaria o dirigente para imponer y combinar el trabajo en la producción.

Marx mismo era preantropológico en el sentido de que veía la "cultura" como

una parte de la superestructura de la sociedad, no como algo entretejido en su

base. Este "error" dio por resultado teorizaciones incompletas sobre el modo de

cooperación y, por ende, sobre las relaciones y fuerzas de producción mismas.

Las relaciones de producción en cualquier formación social tienen tres facetas:

primero, las relaciones entre las clases explotadoras y las explotadas; segundo, las re-

laciones dentro de las clases explotadoras y, tercero, las relaciones dentro de las

clases explotadas. Dicho de otro modo, la primera faceta tiene que ver con el modo

de imposición del trabajo y de extracción del trabajo excedente; la segunda con el

modo de distribución y utilización del producto excedente dentro de las clases

explotadoras, y la tercera con el modo de cooperación para la producción dentro

de la clase explotada.

La tradición marxista destaca la relación entre clases explotadoras y explotadas,

o lucha de clase, en la teoría del cambio histórico y el desarrollo. Las relaciones

dentro de las clases explotadoras y explotadas fueron poco teorizadas por Marx

mismo y por la mayoría de los autores de la tradición marxista. Con respecto a la

primera, Marx se preguntó por qué la política, la religión y la economía eran la pa-

sión de las clases dirigentes en los sistemas de esclavismo antiguo, feudalismo y

capitalismo, respectivamente, sin dar una respuesta coherente. Louis Althusser tra-

de

resolver este problema con su teoría (esencialista) de la actividad social deter-

minante en oposición a la dominante (la primera era el modo de explotación y la

segunda la forma superestructural de expresión de la actividad determinante).

Con respecto a las relaciones dentro de las clases explotadas en el esclavismo anti-

guo y el feudalismo, en las obras de Marx y E ngels se encuentra poco o nada que se

aproxime a una teoría descriptiva. En cuanto al capitalismo, Marx afirmaba que el

mecanismo de socialización de la produccion en gran escala disciplinaría a la cla-

se trabajadora, que atacaría políticamente a la burguesía y al estado capitalista

durante los periodos de crisis económica o de escasez. Pero al lector moderno le

resulta dificil desenmarañar la disciplina producida por lo que Marx veía como

organización de tipo militar de las relaciones de trabajo capitalistas de la que impo-

nía la necesidad técnica de la coordinación disciplinada en la fábrica capitalista. En

síntesis, Marx conjugó los problemas de la cooperación en la producción vista

como una técnica, en oposición al dominio o el control social.

Al mismo tiempo que el estructuralista Althusser (representante de la "vieja iz-

quierda") teorizaba relaciones dentro de las clases explotadoras, la "nueva izquier-

da" voluntarista empezaba a teorizar relaciones dentro de las clases explotadas. El

justamente célebre artículo de Steven Marglin sobre lo que "hacen los patrones",

trataba de superar el descuido de las relaciones dentro de las clases explotadas con

una teoría weberiana izquierdista del poder. Demostró que en el capitalismo tem-

prano las relaciones de trabajo o el modo de cooperación se organizaban de mane-

ras que producían, antes que nada, control del trabajo, y sólo de forma secundaria

eficiencia técnica. David Noble mostró que la imposición de trabajo y dominio

sobre los obreros en el capitalismo podía no coincidir con la máxima eficiencia téc-

nica. Michael Burowoy hizo ver que el consenso manufacturero en el sitio de tra-

bajo capitalista presupone que los trabajadores se relacionen entre sí de maneras

ideológicas (engañándose a sí mismos, por ejemplo).

En síntesis, mientras Althussher, de la vieja izquierda, trataba de desproblema-

tizar las relaciones sociales dentro de las clases explotadoras, la nueva izquierda

consideraba como problemas las relaciones sociales (de trabajo) en una clase

explotada: el trabajador asalariado. Los logros de la nueva izquierda y de los pen-

sadores neomarxistas fueron considerables; ya no resulta plausible concebir que las

relaciones de trabajo o los modos de cooperación están determinados de manera

exclusiva por la necesidad tecnológica. Pero tampoco lo es concebir que lo están

sólo por el poder, precisamente debido a la existencia de dimensiones científicas y

técnicas cada vez más

so c i a les

de la apropiación y manipulación de la naturaleza en

el lugar de trabajo. En este sentido la izquierda fue más lejos de lo que debía.

Podría decirse que mientras que la vieja izquierda modelaba la sociedad sobre la

fábrica (capitalista), la nueva modelaba la fábrica sobre la sociedad (de clase).

Desde otro punto de vista, la crítica de la nueva izquierda al determinismo tec-

nológico no fue demasiado audaz sino demasiado cauta. Las formas

weberianas/foucaultianas de dominio/poder no sólo fueron importadas desde

"afuera", por decirlo así, a las relaciones de trabajo, sino que prácticas culturales

de todas clases recorren las relaciones de trabajo y otras relaciones sociales, inclu-

yendo las políticas. Más aún, las prácticas políticas y culturales se importan al lugar

de trabajo no sólo de arriba, sino tam bién de abajo. E n este sentido, las relaciones de

trabajo son tanto el contenido como el contexto de la lucha política, ideológica y

cultural. Puede afirmarse que existen ciertas posibilidades tecnológicas (y no

otras) debido a las interacciones mutuas entre el impulso a valorar el trabajo y a

dominarlo política e ideológicamente, así como a importar prácticas culturales de

la sociedad en su conjunto. La determinación de las relaciones de trabajo (modos

64 AM ES O 'CO N N O R

ULTURA, NATURALEZA Y MATERIALISMO HISTÓRICO

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de cooperación, como las fuerzas y relaciones de producción) resulta, así, muy

imprecisa. Nadie puede saber qué formas de cooperación vigentes (por ejemplo,

en el capitalismo, el tipo y alcance de los "mercados internos de trabajo"), las buro-

cracias gerenciales, los sistemas de codeterminacion, las funciones de la disciplina

en el mercado laboral, etc.) van a "pegar", si no conoce las formas dominantes y

liberadoras de la cultura, el papel de los sistemas legales, las ideologías gerenciales

de control y demás, y cómo se determinan mutuamente todos ellos, por ejemplo,

en cualquier comparación entre el corporativismo europeo, el colectivismo japo-

nés y el individualismo estadunidense. Parece plausible que la capacidad de com-

petir de las grandes economías en una era en la cual las fudzas productivas son de

naturaleza cada vez más social no sólo depende de los niveles de ciencia y tecno-

logía sino también de la capacidad de cualquier cultura en particular de movilizar

y usar esas fuerzas. El capitalismo colectivista japonés puede ser un tipo ideal para

la difusión o la diseminación de nuevos procesos de producción; el capitalismo

individualista de Estados Unidos tal vez sea el tipo ideal para la invención y el desa-

rrollo de nuevas tecnologías, y el capitalismo corporativista europeo lo sea para la

explotación eficiente de nuevas tecnologías.

Estas consideraciones arrojan una luz totalmente nueva sobre la cuestión de la

cooperación o las relaciones de trabajo como una fuerza y una relación producti-

va. Asimismo es necesario enmendar las tesis del desarrollo tecnológico acumula-

tivo y del determinismo de la fuerza productiva. No es raro que Marx no pudiera

teorizar sobre las relaciones de trabajo, aparte de usar esa metáfora militar super-

ficialmente convincente. No es raro que Lenin, siguiendo el supuesto fatalmente

erróneo de Engels de que las relaciones de trabajo están determinadas técnica-

mente, pensara que el socialismo podía utilizar el taylorismo. No es raro que el

estudio sobre el trabajo más conocido de los tres últimos decenios — L a b o r a n d

monopoly capi ta l , de Harvey Braverman— no hubiese ido mucho más allá que la

sociología del trabajo del mismo Marx.

La formulación expuesta arriba también arroja una nueva luz sobre la solución

"althusseriana" del problema de las relaciones dentro de las clases explotadoras. La

cultura no es algo que sólo ocurra con el producto excedente; es también la esen-

cia misma de la vida cotidiana, que se importa al sitio de trabajo desde arriba (por

ejemplo la "cultura de la juventud" usada para organizar ciertos sectores de la eco-

nomía estadunidense; la "cultura de las corporaciones"), y también desde abajo

(como modos de protesta y resistencia, creación de redes, cultura sindicalista). Las

prácticas culturales históricamente específicas y contingentes se empalman, por

decirlo así, con el sistema de valorización del trabajo.

Como la cultura es el hilo de la historia, es decir, como entendemos la historia

a través de la cultura, y puesto que la historia social es (entre otras cosas) la histo-

ria de la cultura, parece justo llegar a la conclusión de que Marx, sin las ventajas de

la historia social ni de la antropología moderna, fue incapaz de hacer suficiente-

mente histórico el materialismo histórico.

En conclusión, las fuerzas productivas siempre son, en parte, fuerzas culturales.

Las relaciones de trabajo están sobredeterminadas desde arriba y desde abajo por

las prácticas culturales, las tecnologías y habilidades, el nivel de desarrollo de los

medios y objetos de producción, la valorización del trabajo y el poder de clase. Las

fuerzas sociales en conjunto se compactan o se miniaturizan en las relaciones de

trabajo, que son las relaciones sociales más ricas y socialmente más "densas" de la

sociedad capitalis ta. Es posible que donde esto se vea m ás claramente sea en el

mundo del entretenimiento y del deporte, donde la gente paga por ver las rela-

ciones de trabajo mism as (o una parte de ellas). A llí los vínculos entre la cultura y

el trabajo son más transparentes (por ejemplo compárense la historia y la natura-

leza del beisbol con las del futbol am ericano).

RELACIONES NATURALES DE PRODUCCIÓN Y FUERZAS PRODUCTIVAS

Marx escribió en una era "preantropológica", en la cual estaba subdesarrollada una

sociedad específicamente capitalista y, por ende, lo estaba también la historia so-

cial. Esto significa que su concepción m aterialista de la historia no era ni podía ser

lo bastante histórica (ni cultural), y también que sus teorizaciones sobre las fuerzas

y relaciones productivas en general, y los modos de cooperación en particular,

eran incompletas y fallidas.

El materialismo histórico tampoco es lo bastante materialista. Marx escribió

antes de la época de la ecología. Le interesaba más la química que la biología, e

ignoró a Sergei P odolinsky, el primer ecosocialista que pensó que en la teoría del

valor figuraba una naturaleza específicamente física. Las relaciones ecológicas y

fisicas dentro de la naturaleza (la economía de la naturaleza) y sus efectos sobre la

cooperación en el proceso

de

trabajo no fueron ignoradas, pero sí relativamente

descuidadas, en la teoría marxiana de la acumulación capitalista, la competencia,

la crisis económica, la concentración y centralización del capital y demás. N o obs-

tante, el hecho es que los modos de cooperación en y entre los lugares de trabajo

en las divisiones del trabajo social e industrial (así como las diversas divisiones del

trabajo), desbordan de vida biológica, física y química. Ni los hom bres de más de

una edad determinada ni las m ujeres, cualquiera que sea su edad, juegan en las

ligas mayores de beisbol ni en las de futbol americano. La primera exclusión es un

hecho natural; la segunda es en gran medida un hecho natural, pero también uno

cultural.

La econom ía de la naturaleza (fuerzas climáticas y geológicas, reacciones quí-

micas, cadenas alimen tarias, etc.) es el tema de la ciencia d e la ecología, así como

una base de la sensibilidad ecológica con temporánea, definida en términos de acti-

tudes culturales y de prácticas en la naturaleza. La idea de los espacios silvestres ya

no resulta amenazante, y en muchas regiones y a no es aceptable arrasar los bosques

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A M E S O ' C O N N O R

U L T U R A , N A T U R A L E Z A Y M A T E R I A L I SM O H I S T Ó R I C O

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nativos. En Marx no hay nada que nos prepare para prever este hecho social (e

innumerables otros relacionados). Si bien las formas particulares de la economía

de la naturaleza (incluyendo la misma composición de la atmósfera) suelen ser

resultado de impactos humanos sobre aquélla, el hecho es que los procesos quí-

micos, biológicos y fisicos que constituyen la economía de la naturaleza funcionan

independientemente de la economía humana. Son fuerzas productivas (así como

condiciones de producción) autónomas. Los seres humanos pueden mejorar los

ciclos de crecimiento con productos petroquímicos y controlar los procesos quí-

micos variando la composición del aire en una planta de productos químicos, pero

esos ciclos de crecimiento y esas reacciones quím icas siguen estando basados en las

leyes tendenciales o "débiles" de la naturaleza.

Todavía los marxistas y quienes usan métodos de tipo marxista no reconocen

suficientemente que la economía de la naturaleza está inscrita no sólo en las fuer-

zas productivas sino también en las relaciones de producción. Las relaciones de

producción "naturales" quieren decir que ciertos tipos de condiciones o procesos

naturales (influidos o no por el hombre) ofrecen más posibilidades que otros para

el desarrollo de una formación social y una estructura de clase. La propiedad de

caballos o de ganado presupone cierta cantidad de tierra (cada vez menos) para

alimentar a los animales. Las relaciones de producción feudales florecieron donde

no había buen transporte fluvial o costanero, por ejemplo en el interior de Fran-

cia, donde "dinero" significó durante largo tiempo "impuestos", no "precios".

Inglaterra se salvó de la fuerza plena del feudalismo no sólo debido a la prevale-

ciente cultura del individualismo (que se remonta al siglo uf y aun antes), sino

también, en parte, por la extensión de transporte interior y costero por agua (y,

por lo tanto, las oportunidades de comercio). En el litoral atlántico y mediterráneo

se desarrollaron tempranamente estructuras mercantilistas capitalistas de clase. En

Róndonia, Brasil, han fracasado tanto la agricultura en pequeña escala como la

ganadería en gran escala, debido a las alteradas condiciones del suelo del bosque

tropical lluvioso. En Inglaterra y Francia antiguas las fundiciones de hierro eran

chicas porque tenían que ubicarse cerca de bosques, y porque era usual la propie-

dad en pequeña escala. La industria acerera norteamericana estaba fuertemente

capitalizada, en parte porque se localizaba entre depósitos lejanos de mineral de

hierro y de carbón, debido a lo cual recaían sobre ella elevados costos de trans-

porte. Cuando los recursos naturales se agotan, o son destruidos, muchas veces

cambian las relaciones de propiedad, así como la naturaleza de las fuerzas pro-

ductivas. El corte de bosques nativos de secuoias en Aptos Creek, en la costa cen-

tral de California, puso fin a la industria maderera relativamente bien capitalizada

que había allí. En las regiones cercanas de los montes Santa Cruz la tala le abrió

paso, literalmente, a los huertos de frutas y los viñedos organizados por propieta-

rios de tierra en pequeña escala.

Abundan los ejemplos de relaciones de producción "naturales". En alta mar el

capitán de un barco (mucho tiempo atrás quizá dueño parcial de su nave, ahora

empleado o tal vez accionista minoritario) tiene (y necesita) un poder más o

menos absoluto. Lo mismo ocurre con el comandante de un avión de pasajeros. La

propiedad en pequeña escala es más importante (hoy ya no tanto) en Costa Rica

que

en otros países centroamericanos, debido en parte a la naturaleza del terreno.

En la Cuba prerrevolucionaria el cultivo de tabaco y de café era característico de la

pequeña propiedad, en el primer caso debido en parte a la necesidad de mano de

obra calificada, en el segundo en parte a la escasez de buenos suelos de montaña.

En contraste, el cultivo de caña de azúcar se caracterizaba por la propiedad capi-

talista en mediana y gran escala, debido por un lado a que se realiza en tierras pla-

nas o con lomas, y por otro a que —dada la naturaleza de la caña— se requiere

poca mano de obra calificada. La mayoría de las ciudades crecieron junto a vados

de los ríos y bahías naturales, donde era posible el comercio de media y larga dis-

tancia; con el tiempo esas ciudades se convirtieron en hogar de artesanos, merca-

deres, banqueros y demás.

No sólo las relaciones de producción son, en mayor o menor grado, naturales

(la revolución electrónica ha facilitado muchísimo la centralización del capital

financiero); también lo son las fuerzas productivas. Es evidente que la economía de

la naturaleza (o procesos naturales) se inscribe en el modo de cooperar en la mine-

ría, la agricultura y la pesca, de formas que exigieron que Marx modificase su con-

cepto del proceso de producción. La naturaleza no sólo es un "socio" en la pro-

ducción (como observó muchas veces Marx), sino que es un socio autónomo (a

partir del cual Marx abstrajo en el primer tomo de

El capita l) .

La economía de la

naturaleza se inscribe también en modos de cooperación de la industria de la cons-

trucción y la del transporte. Los edificios requieren espacio, lo que limita los tipos

de cooperación (vista como fuerza productiva) posibles en la construcción (la divi-

sión del trabajo dentro y entre las compañías que construyen rascacielos es una

maravilla de complejidad y calendarización debido precisamente a las limitaciones

de espacio... y de la gravedad). El transporte presupone algún tipo de uso racional

del espacio, incluyendo el espacio aéreo. Las relaciones de trabajo en las manu-

facturas de todas clases están sujetas a

muchos procesos naturales diferentes y com-

plejos, desde la química de la metalurgia hasta la fisica de la fabricación de

chips.

Además, la naturaleza del cuerpo humano, y tal vez del alma, crea ciertas posibili-

dades para la cooperación, pone un límite a otras y rige sobre las demás.

NAT UR AL E ZA, T R AB AJO S OC I AL , C UL T UR A

El trabajo social se inscribe en la cultura, y viceversa. El trabajo humano se organi-

za no sólo por el poder de clase y la ley del valor sino también por normas y prác-

ticas culturales, configuradas a su vez por formas de trabajo social. Los aparatos

electrodomésticos se venden como "eficientes" y las corporaciones anuncian que

C U L T U R A . N A T U R A L E Z A Y M A T E R I A L I S M O H I S T Ó R I C O

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A ME S O ' C O N N O R

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sus sitios de trabajo son empáticos . Sólo un enfoque dialéctico del problema de

las conexiones internas entre cultura y trabajo puede arrojar resultados teóricos y

prácticos interesantes en el análisis de casos específicos.

El trabajo social está inscrito también por la naturaleza... y viceversa. El trabajo

humano es organizado por el poder de clase, la valorización y la cultura, pero tam-

bién por la economía de la naturaleza que, a su vez, es constantemente modifica-

da por el trabajo social. El capital se empalma en los procesos naturales, altera las

leyes y las tendencias probabilísticas naturales o las cambia en el sentido de crear

nuevas formas y relaciones de la naturaleza, que no existían antes. Un ejemplo es

la computadora casada con la bioingeniería para descubrir un organismo que

"coma" desechos tóxicos.

De ello parecería derivarse que la cultura y la naturaleza se encuentran y com-

binan en el trabajo socialmente organizado. La ecología cultural y la naturaleza

ecológica se expresan en las relaciones sociales de la producción material, la dis-

tribución, el intercambio y el consumo. Surge una pregunta: ¿cuál es la dialéctica

de la naturaleza y la cultura en la vida material en general, y en las relaciones de

trabajo en particular? Ciertas prácticas culturales combinadas con ciertos procesos

naturales (ffsicos) en la producción se conjugaron, a su vez, para producir un

Chernobil y un Bopal. En ambos casos las prácticas culturales eran tales que las

leyes físicas y químicas se desband aron, por así decirlo. Por otro lado, las leyes ffsi-

cas y químicas eran tales que la cultura de relaciones de trabajo

t a m b i é n

se desban-

dó. Se trató de desastres tanto naturales como sociales, en gran medida de la mis-

ma manera en que la devastación que causa un terremoto es un desastre natural y

social en barrios que, para empezar, no tendrían que haberse construido allí.

Las indeterminaciones de las relaciones de trabajo o modos de cooperación

están doblemente determinadas por indeterminaciones culturales y naturales. Por

ejemplo, la reducción deliberada del ritmo de trabajo y el "trabajo a reglamento"

cambian muchísimo en diferentes culturas étnicas y nacionales, y las "sorpresas" o

"misterios" de la naturaleza cambian también con diferentes procesos ecológicos y

ffsicos de trabajo. A medida que en el fin del milenio el capitalismo global se difun-

de y profundiza su control sobre la humanidad y la naturaleza, por igual, el traba-

jo social (la división del trabajo social y las divisiones sociales del trabajo) se vuelve

cada vez más complicado. La complejidad de la economía mundial de hoy es tal

que nadie ha descubierto todavía un modelo de capitalismo global con un poder

explicativo similar al del antiguo modelo desarrollo/subdesarrollo o a los diversos

modelos de imperialismo. Lo que está claro es que las relaciones culturales inscri-

tas en el trabajo, las relaciones de trabajo y demás, por una parte, y las relaciones

físicas, químicas y biológicas inscritas en los procesos de trabajo, por la otra, se

están volviendo más complejas como resultado de la globalización del capital. Las

"funciones de producción" se hacen más inciertas y los "desastres" se producen con

mayor frecuencia, con más

c a u s a s .

El alcoholismo en la época de

tu ió 'Los

Anónimos, las estructuras de mando en los barcos petroleros, las fallas de diseño

de los supertanques, la competencia entre las empresas de producción y distribu-

ción de petróleo, y la com plejidad de los sistemas naturales y físicos, parecieron

combinarse para producir el desastre del

Exxon Valdez.

Los teóricos de la "sociedad

peligrosa" dan un paso al frente. El mundo parece estar —y está— más enajenado,

no sólo d el trabajo y la sociedad, sino también, en general, del capital, y asimismo

más cosificado. Por eso no es difícil encontrar explicaciones del nihilismo con-

temporáneo, del populismo de derecha y de otras formas de pensar irracionales o

subracionales.

Las alternativas teóricas y prácticas requieren una cuidadosa atención a las cone-

xiones internas entre las formas de cooperación culturales y naturales en las rela-

ciones de trabajo. La sola cultura ecológica lleva a una política verde pura; una eco-

logía cultural exclusiva a la política roja pura, es decir, de regreso a la tesis de la

humanización ("dominación") de la naturaleza. La tarea básica sería, al parecer,

negar lo verde y lo rojo, material y políticamente.

¿

QU É ES LA HI STO RI A A MBI EN TA L?

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2

¿QUÉ ES LA HISTORIA AMBIENTAL?

¿POR QUÉ HISTORIA AMBIENTAL?

IN TROD UCCIÓN

Los pensadores posm odernos piensan que esas narraciones de apariencia caótica,

que tienen que ver con grandes personajes, fechas importantes y la acumulación

de hechos, a los que llamamos historia, tienen una lógica. Todos tienen sus propias

experiencias y anécdotas sobre el presente y el pasado. L os historiadores son narra-

dores profesionales que buscan en el inventario disponible de form as narrativas

(una constante de la historia) y disponen a las personas y los acontecimientos de

acuerdo con la lógica de la forma específica de narración que escogieron. Para

Marx, Luis N apoleón era una farsa; para la clase alta francesa era un triunfo y una

tragedia. Para los historiadores anticomunistas la guerra fría era un com bate entre

el bien y el mal; para los historiadores de la geopolítica era el enfrentamiento de

dos imperios; para los sandinistas, una excusa ya nqui para intervenir en la revolu-

ción centroamericana. Y así sucesivamente.

El libro de ensayos de Hayden White, The content of the form ,

es un importante tex-

to posmoderno. Si simplificamos enormemente su argumentación elegante y com-

pleja, lo que sugiere White es que una vez que e l historiador escoge una form a

narrativa, todo está más o men os determinado: el contenido o la sustancia de lo que

escribe, la forma en que el mismo se dispone secuencialmente (cuándo empieza el

acto 1, digamos, cuándo termina el 3), y cuánto énfasis se hace en ciertas personas

y hechos. La forma narrativa ayuda a decidir cuál de los que White llama "aconteci-

mientos verdaderos" llega a ser una gran obra, y cuál no.

Su concepto del "acontecimiento verdadero" sugiere que el posmodernismo

padece un exceso de idealismo. Esta expresión aparece una c antidad de veces en

su libro, pero no se define ni se le concede la categoría de problema. Los "aconte-

cimientos verdaderos" están repartidos por la narrativa de W hite como las pasas de

uva en un pastel, aunque tanto él mismo como otros posmodernos coincidirían en

que ningún "acontecimiento verdadero" (por ejemplo un hecho m aterial o socioe-

conómico) se produce jamás sin que haya un "a contecimiento ideal" (esta expre-

sión es mía) correspondiente... un acto de habla, un nuevo giro de un significado

compartido, una perspectiva novedosa sobre una forma de intersubjetividad o de la

construcción social de lo "individual". Si bien es cierto que el acceso lingüístico al

mundo material es el único disponible para el discurso humano, y que las peleas

acerca del significado del mundo son siempre lingüísticas, también lo es que el

mundo material existe. En términos algo diferentes, los posmodernos tienden a

ignorar o minimizar la forma en que los "acontecimientos verdaderos" se articulan

con los "acontecimientos ideales" —las

maneras en que se organiza socialmente la

actividad material y en que el significado y la intersubjetividad se entretejen con la

misma—, y por lo tanto a ser ciegos a uno de los principales problemas de la histo-

riogralia. Más bien lo que resulta importante para ellos son los tipos y las estructu-

r a s d e n a r r a t i v a s p a r t i c u l a r e s e n c a r g a d a s d e " c o n t a r l a h i s t o ri a " , a u n q u e n o s e p r o -

porciona ningún método para explicar los cambios de las convenciones narrativas.

A pesar de esta laguna, el posmodemismo "explica" por qué cada generación o

periodo histórico reescribe la historia, y también por qué en todo periodo los his-

toriadores discuten sobre lo que ocurrió en el pasado (en la medida en que alguien

puede saber qué fue lo que "realmente" ocurrió, y por qué). La lógica del posmo-

demismo es que resulta natural e inevitable que las narraciones de la historia cam-

bien con el tiempo, y también que difieran en cualquier momento dado, según

quién las esté contando. Todos tienen sus propios agravios e intereses, porque todos

tienen su experiencia vital única, sus intereses y perspectivas políticos y culturales,

s u n a r r a t i v a p e r s o n a l . A d e m ás , t o d os t i e n e n s u p r op i a s e n s a c i ó n d e c u á l e s s o n " r e a l -

mente" los agravios y los intereses, qué pueden significar para el usuario (como

palabras, como objetos fisicos), para un observador externo, para alguien que esté

en el Tíbet, para la posteridad y demás. No obstante, el posmodernismo falla en tres

aspectos que conducen, finalmente, a un individualismo y subjetivismo metodoló-

gico, así como a una arbitrariedad y un relativismo tan extremos que lindan con el

nihilismo. Primero, son ciegos a las formas en que las estructuras reales se erigen

detrás de los acontecimientos reales así como de las formas narrativas, es decir, des-

cuidan la interconexión estructuralmente determinada o influida de las cosas (que

genera la necesidad de abstracción y los niveles de análisis). Segundo, no destacan

los relatos típicos (en oposición a los atípicos), en los cuales los datos históricos se

pueden interpretar en contextos relevantes (lo que elimina o reduce la multiplici-

dad de posibles significados de las cosas dentro del contexto o marco de referencia

elegido). Tercero, descuidan cualquier psicología social de base estructural o des-

cri pci ón de la subj eti v i dad y las cu l turas de resi s tenci a que pudi esen sa lvar la brecha

entre es truc tura y proc eso o es truc tura y s ig nific a d o.

Por fortuna parece que hay un escape, parcial, al menos, de la trampa posmo-

dema. La escritura y reescritura de la historia —la iluminación de rincones del

pasado antes oscuros, el descubrimiento del sonido de voces largo tiempo olvida-

das o suprimidas, la explicación de "furores" y modas, la revaloración de "grandes

hombres", las formas en que la subjetividad (o la identidad) se constituye históri-

camente, y demás— siguen una cierta lógica tosca, por lo menos en lo que a la his-

toria del capitalismo de los últimos dos o tres siglos se refiere.'

1

Paul Buhle me recuerda que la "emergencia de la historia de un examen del mito colectivo

comienza con Vico, y sin sus esfuerzos por recopi lar folklore, y la recuperación paralela de la dialéc tica

[70]

'72

AMES O'CONNOR

QUÉ ES LA HISTORIA AMBIENTAL?

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Es posible descodificar la lógica de la escritura histórica si se la vincula con la

lógica del desarrollo del capitalismo, más que con la de una forma narrativa deter-

minada. En térm inos generales, la redacción de la historia occidental moderna

comienza con la historia política, jurídica y constitucional; pasa a la historia eco-

nómica entre mediados y fines del siglo xtx; se vuelca a la historia social y cultural

a mediados del siglo xx, y culmina en la historia ambiental a finales del mismo.

Este árbol genealógico de la historiografía es una consecuencia lógica del desa-

rrollo del capitalismo mismo: primero, las reformas y revoluciones políticas, jurí-

dicas y constitucionales que crearon el marco de referencia para la propiedad pri-

vada, los derechos de propiedad, las libertades civiles y la igualdad formal ante la

ley; segundo, la Revolución industrial y tecnológica de finales del siglo xvin y prin-

cipios del

XIX, puestas en marcha, en parte, por la reforma política y la revolución,

que crearon la posibilidad de la h istoria económica capitalista (conflicto econó-

mico, crecimiento de mercados, finanzas, competencia, etc.); tercero, el creci-

miento de una sociedad y una cultura específicamente capitalistas, que surgieron

de la conversión de la tierra y el trabajo en mercancías ficticias, de la vida social y

la cultura, la sociedad de masas, el consumismo y las luchas sociales, así como el

desarrollo de sociedades multiétnicas, que inspiraron una historia social y cultural;

cuarto, la capitalización de la naturaleza, o la creación de una naturaleza específi-

camente capitalista, y las luchas por la misma, que se desarrollaron dentro del

marco de la evolución de sistemas legales capitalistas y de imperativos tanto econó-

micos como sociales-culturales, y que ha "producido" la historia ambiental... el más

reciente y, tal vez, el último tipo de historia.

De hecho, las transformaciones estructurales del capitalismo en desarrollo han

escrito, al menos con una lógica burda, su propia narrativa histórica, correspon-

diente a cambios de la política, de las fuerzas y relaciones de producción, de la

sociedad y la cultura como un todo y del ambiente o "naturaleza", incluyendo

temas universales de luchas entre circunstancias o necesidades objetivas y deseos o

voluntades subjetivas.

Los cambios estructurales no dan origen directamente a nuevos tipos de escri-

tura de la historia; entre ambos m edian el conflicto social y las luchas sociales (de

los cuales las nuevas historias son parte definida). Determinados cambios estructu-

rales producen determinados tipos de lucha social: política, económica, social y

cultural, y ambiental, en ese orden. Pero mientras que la causa próxima de temas

históricos sucesivamente nuevos y de nuevas lecturas críticas de la historia capita-

lista son nuevos tipos de conflicto y de lucha, la causa profunda es la evolución

estructural del capitalismo en sí, el despliegue del capitalismo como forma de tra-

por parte de Boehme, la historia

sería un U.] tema muy árido. La narrativa general que expones (de

la historia política a la económica a la social a la cultural y después a la ecológica) es buena. Pero la

idea de que procede científicamente, sin grandes inyecciones de mito, romanticismo, etc., y mucho

más allá de los primeros prejuicios de clase, está ausente potencialmente en la observación dialéctica*

(correspondencia personal, noviembre de 1996).

baj o , co mo fo rma de v i da , co mo f orma de relaci o narse co n la n atura leza . Cual-

quier d esc ripc ión c om pl eta d e tod o es te tem a tend ría que expl ora r en d eta l l e ta n -

to lo s cambi o s estructura les co mo la medi aci ón entre lo s mi smo s —o sea el co n-

flicto social— y la evolución de nuevos tipos de historiografía.

N o se tra ta d e un a prog res ión un iform e y l inea l . L a n oc ión d e d esa rroll o d es i-

g ua l y c om b ina d o se a pl ic a a l a h is toriog ra fía ta nto c om o a l m und o que es tud ia n

los historiadores (el desarrollo del capitalismo indus trial). Por eso cada t ipo de his-

toria ( en su m ej or expres ión) retra b a j a y refuta — o sea que ra d ic a l iz a — l os t ipos

previos. Si bien cada etapa de la historia capitalista está marcada por formas parti-

cu lares de co nf l i c to —co nf l i c to po l ít i co , co nf l i c to s dentro del capi ta l y entre el

c a pita l y e l tra b a j o, c onfl ic to soc ia l y c u l tura l y c onfl ic tos por l a na tura l ez a —, l a

a pa ric ión d e es tos c on fl ic tos es d es ig ua l a l o l a rg o d el t iem po y d el espa c io. Ca d a

pa ís , c om o form a c ión s oc ia l c a pita l i s ta , t iene , ev id entem ente , su propia h is toria .

Por ej em plo, e l sent im iento d e l a b u rg ues ía d e qu e su c ontrol sob re e l pod er y l a

razón era débil o traicionero, como resultado de movimientos de oposición de

todos tipos, varió de un país a otro. La dialéctica del desarrollo y el subdesarrollo

ha producido también diferentes historias nacionales; por ejemplo, el imperialis-

mo y el imperio son parte de la narrativa de la mayoría de los grandes países indus-

triales, pero no de la mayoría de los países en desarrollo. Algunas tradiciones socia-

l i s ta s surg en d e m a nera c ontra h is tóric a o c ontra na rra t iv a . En Esta d os Unid os l a

historia "sa lta" de la historia política a la historia "ambientalista" de Frederick Ja ck-

so n Tu rnen qui en f ue segu i do por Charles B eard, luego po r Wi l l i am Appleman

Wil l iams , e l cual " r e l anz ó l a his t o r ia o cc ident al [e s t adunidens e ] e n l a cua l ha t e nido

lugar la mayor parte de la historia ambiental, y estableció la visión académica de la

co lo ni zaci ón co mo enf rentami ento y co nqui sta que se encuentra en el núcleo del

proyecto de historia ambiental" de este país.

2

La historiografía de la "teoría de la

escena" esbozada más arriba abstrae a partir de las formas desiguales y combinadas

de la política, la economía y la sociedad de regiones o países dados, así como de las

d iferentes re l a c iones qu e t ienen entre s í pa íses d eterm ina d os en period os h is tóri-

cos determinados.

Las l uchas s o cia l e s t ambié n s e co mbinan de mane r as dive r s as a l o l ar go de l t ie m-

po y del espacio. Las más nuevas tienden a negar progresivamente a las más viejas.

N o se h a b l a d el "a m b iente" d ura nte l a era d e l a s rev oluc iones pol í t ic a s b urg uesa s ,

pero s í se ha b l a m uc h o d e pol í t ic a en l a s l uc h a s a m b ienta l es c ontem poránea s . L os

co mbates s i ndi ca les del s i g lo x i x raras veces i nc lu ían i nqui etudes ambi enta les ,

m ientra s que h oy l a s m a n ifies ta n c a d a v ez m ás . Ta m b ién l a s prim era s c ont iend a s

cu l tura les so bre la etn i c i dad o el género se mantenían casi en s i lenci o so bre ese

tema. Hoy se lucha contra el racismo ambiental (y en pro de la justicia ambiental),

y h a y c om b a tes ec ofem inis ta s que tra ta n d e c ontra d ec ir l os a sun tos d e d es truc c ión

ec ol óg ic a , c l a se , ra z a y g én ero. Enc on tra m os a s í un d iál og o entre l a s inquietud es y

2

d .

74

A M E S O ' C O N N O R

QU É ES LA HI STO RI A A MBI EN TA L?

5

las experiencias del pasado y del presente; los entornos del pasado se sedimentan

Según Worster, los historiadores del ambiente se enfrentan

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en la clase de historia que se escribe y so bre la cual se construye la historia pre-

sente. Y el presente, debido a sus preocupaciones y a su visión retrospectiva, pue-

de ver cosas ante las cuales el pasado estaba ciego, y reelaborar así su propia escri-

tura histórica. El diálogo incluye tam bién el futuro, ya que la escritura histórica

actual cambia en menor o mayor medida el mundo en términos más amplios. La

historia ambiental, por ejemplo, contribuirá a configurar la clase de naturaleza en

la que vivirán los historiadores del futuro.

Desde esta perspectiva, la historia ambiental puede verse como la culminación

de todas las historias previas, asumiendo que incluyamos las dimensiones ambien-

tales de la historia política, económica y cultural contemporánea, así como la his-

toria ambiental en sentido estricto. Lejos de ser un tema m arginal, como la ven

todavía tantos historiadores, la historia ambiental está (o debe ría estar) en el cen-

tro mismo de la h istoriografía actual. Como lo expresa el historiador ambiental J.

Donald Hugues, "U n historiador que ha decidido poner la historia en su contexto,

y 'encontrarle sentido', se convierte en historiador ambiental." 3

¿QUÉ ES HISTORIA AMBIENTAL?

La afirmación d e que la historia ambiental es la culminación de toda la historia

previa puede no ser tan extravagante como parece a primera vista. Much os histo-

riadores ambientales definen su campo e n los términos más incluyentes que pue-

da imaginarse. La "principal meta [de la historia ambiental] llegó a ser —escribe

Donald Worster— la de profundizar nuestra comprensión de la forma en que los

seres humanos h an sido afectados por su am biente natural a lo largo del tiempo y,

a la inversa, de la manera en que h an afectado al ambiente, y con qué resultados". 4

3

J. Donald Hugues, "Ecology and development as narrativa themes of world history",

E n v i r o n m e n t a l

History Review,

19, 1, primavera de 1995, p. 9. E n su definición de la historia ambiental la ecología no se

ve como un elemento de apoyo de la h istoria mundial sino más bien como su "tema principal" ("La nue-

va narrativa de la historia mundial debe tener como tema central de procesos ecológicos" [ibid.]).

En

otro lado: "Lo que se requiere es una historia mundial que adopte como principio organizador el pro-

ceso ecológico."

4

Donald Worster (ed.),

Th e ends o f th e E arth : P erspec t ive s o n mo dere environmental h is to ry , Cambridge,

Cambridge Un iversity Press, 1988, pp. 290-291. Ésta es la definición de un

historiador.

Otra es: "la impor-

tancia del mundo natural, sus efectos objetivos sobre la gente, y las formas concretas en que ésta afecta

a su vez [al mundo natural] son el núcleo mismo de nuestro proyecto intelectual" (William Cronon, "A

place for stories: N ature, history, and narrative",

Joun i a l of Amer i can Hi s tor y ,

78, 4 de marzo de 1992, p.

1349 ). Dos científicos sociales han definido así la "ecología política": "L a ecología política [...] es una

derivación histórica de las preguntas centrales planteadas por las ciencias sociales acerca de las relacio-

nes entre la sociedad humana, vista en su complejidad bio-cultural-política, y una naturaleza humani-

zada

en

grado significativo. Desarrolla el terreno común en el cual se intersecan diversas disciplinas"

(lames Greenberg y Thomas P ark, "Political

ecology , Jour na l of Po:W (411E01o v , 1 , 1994, p. 1).

a tres conjuntos de

cuestiones. Uno es "entender a la naturaleza misma,

organizada y funcionando en

tiempos pasados", incluyendo al organismo humano. El segundo nivel "tiene que

ver con el dominio socioeconómico en tanto interactúa con el ambiente. Aquí nos

ocupamos de herramientas y trabajo, de las

relaciones sociales que emanan de ese

trabajo, de los diversos modos que ha encontrado la gente para producir bienes a

partir de recursos naturales." El tercer nivel es "el puramente mental o intelectual,

en el cual percepciones, éticas, leyes, mitos y otras estructuras de significado se con-

vierten en parte del diálogo de un individuo o un grupo con la naturaleza".

5 Estos

"niveles" son categorías analíticas: "aunque con fines de claridad tratamos de dis-

tinguir entre estos tres niveles de estudio ambiental, de hecho constituyen una úni-

ca investigación dinámica en la cual la naturaleza, la organización social y econó-

mica, el pensamiento y el deseo, son tratados como un todo... Este todo cambia a

medida que lo hacen la naturaleza, la gente, formando una dialéctica que recorre

todo el pasado y l lega hasta el presente."

6

Otra manera de decir esto es preguntar

cómo se afectan a sí mismos los seres humanos al modificar, destruir, etc., su

ambi ente, y cómo se af ecta és te a s í mi smo a l restri ngi r y permi ti r de di versas mane-

ras la actividad humana. Surge la interrogante de cuál es el término que habría que

privilegiar —si acaso fuese necesario destacar alguno— en la triada naturaleza, tra-

bajo (herramientas, mano de obra), cultura.

En términos algo diferentes, la historia ambiental es el estudio de cómo la inter-

vención humana configura y modifica a la "naturaleza" y crea ambientes construi-

dos y configuraciones espaciales, y de la forma en que los ambientes naturales y cul-

turales permiten —y al mismo tiempo restringen— la actividad material, y, a la

inversa, cómo la actividad humana hace posible e impide, simultáneamente, el

desarrollo cultural y la "economía de la naturaleza". Visto desde esta perspectiva,

el método de los historiadores ambientales se inclina hacia la única ciencia social

5

Wor s te r , "D oing e nvir onme ntal

history".

0 P .

c i t . , p .

293.

6

Ibid.

Worster hace un valioso esbozo de los diferentes enfoques adoptados por antropólogos

y

o t r os e s pe c i a l is t a s f r en t e a e s t e " t o do " , au n qu e m e i n s pi r a d u d as s u l l am am i e n t o a " f u s i o n ar la s d o s

teorías" de Marvin Harris y Karl Marx. El concepto de Harris de un "si stema tecnoambiental" no pue-

de abstraerse (en mi opinión), como una especie de variable independiente, de la organización del

trabajo y la organizac ión soc ial, es decir, las formas de propiedad o de organizac ión cu ltural. Creo que

es posible "ecologizar" a Marx pero no "mandficar" a Harris. Un comentario f inal: en su descripción

de la cultura

( ib id, p. 302,

passim),

las habituales y agudas formulaciones de problemas de Worster

ceden su lugar a un vagabundeo discursivo. Creo que esto se debe a que no advierte que la cultura

proporciona modos de cooperación, reglas normativas, e tc . , que se importan a la producción o al tra-

bajo, convirtiéndose así en fuerzas productivas por derecho propio

(ibid.).

La descripción de Worster

no llega a hacer la transición de un modo "interaccional" a uno dialéct ico; a lo largo de gran parte de

su trabajo seminal se encuentra dualismo. Véase por ejemplo su teoría de las ideas por "reflejo" (p.

3 0 3 ) y s u a n á l is i s d e R a p p a p o rt ( p p . 3 0 4 -3 0 5 ) . L a n a t u r a l e z a y l a c u l t u r a e s t á n s e p a r a d a s , y l a s e g u n d a

permite que la gente viva con las restricc iones de la primera; el trabajo se elimina por sí mismo de esta

visión; es decir, la actividad material parece funcionar como una mera forma de que los humanos

"vivan en equilibrio".

76

AMES O'CON N OR

¿

Q U É

ES LA HISTORIA AMBIENTAL?

7

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totalizadora: el marxismo. El método, para unos y otros, es un materialismo activo;

los historiadores ambientales sostienen un espejo frente al mundo y lo muestran

tal corno lo ha producido y conformado su propia naturaleza, incluido su propio

cuerpo. El mundo lo logra mediante el trabajo (la tecnología y las divisiones del

trabajo social; el poder y las divisiones sociales del trabajo), definido como la pro-

ducción material, el intercambio y el consumo socialmente organizados y simbóli-

camente mediados. En el acercamiento de la historia ambiental hacia los métodos

de tipo marxista el "impacto humano" o la "intervención humana" se convierten

en el "impacto material humano" o la "actividad material", y el trabajo se ve como

la mediación entre la cultura y la naturaleza. La historia de la naturaleza es enton-

ces en parte la historia del trabajo.

Estas formas de ver el mundo –y los textos de historia— puede resultar tan fruc-

tífera que no es sorprendente que la historia ambiental sea uno de los de esa disci-

plina que más rápido crecen. Aparecen cada vez con más frecuencia más y mejores

estudios de la dialéctica de la intervención material humana, la cultura y la natura-

leza. Cada año se llevan a cabo más reuniones acerca del ambiente y se imparten

más cursos sobre historia ambiental. La historia ambiental local está poniendo en

cuestión la visión de anticuario que durante largo tiempo caracterizó a la historia

local. Las interacciones entre la economía humana y la "economía de la naturaleza"

—así como sus mutuas interdependencias, asimetrías y contradicciones— son estu-

diadas por los economistas ecológicos y analizadas en términos teóricos por los mar-

xistas ecológicos y los científicos sociales críticos. Los teóricos políticos se han abo-

cado al concepto de "naturaleza" en el pensamiento de Hob bes, Rousseau,

Jefferson, Paine y otros filósofos políticos. Hay estudios sobre Thoreau, Muir, Pin-

cho t y otros preservacionistas y conservacionistas. En los últimos años del siglo xx el

tema de "las mujeres y la naturaleza" ha recibido innumerables tratamientos distin-

tos por parte de historiadores, ecofeministas, antropólogos y militantes ambientales

del Sur y del Norte. Hay nuevas "historias ambientales del mundo" y nuevos estudios

generales y detallados del ambiente en Estados Unidos, Australia, India, México,

Brasil, África y muchos países y regiones más. Hay nuevos estudios históricos del

cuerpo humano, el nacimiento, la enfermedad, el dolor y la muerte; de los signifi-

cados de "limpieza" y "dieta", y de los pueblos y las ciudades definidos como ambien-

tes. El campo de la "ecología humana", esotérico en otros tiempos, es ahora la

corriente principal, y proliferan los informes de impacto ambiental, que son un tipo

práctico de historia ambiental. Hace mucho se traspasaron los limites entre la antro-

pología fisica y la cultural. Los científicos sociales están tomando más en serio y de

modos más sistemáticos la "naturaleza" definida como sumidero (y el "capital" defi-

nido como grifo). Las humanidades se están abocando al problema de cómo y por

qué se establecen, entran en conflicto y cambian las diversas representaciones y sig-

nificados de la "naturaleza". La preservación ambiental está floreciente, así como la

protecc

ión y restaurac

ión

d

e

p

aisa

jes cu

lturales_

históricos

La gengraffa económ ic

a

ha dado un giro de 180 grados a partir del tipo de determinismo ambiental que

solía dominar el tema, y está adoptando crecientemente el método que Marx llamó

"materialismo activo". Los estudios culturales han desconstruido las formas en que

la n a tu ra leza ha s ido c ompren dida por la c ien c ia . Hoy la ec ología es u n o de los

terrenos más dinámicos dentro de las ciencias naturales. Los textos sobre la misma

go zan ca da vez más del f avo r po pular, mi entras que au menta a ñ o co n añ o el i n te-

rés general en el efecto de invernadero, la capa de ozono y el impacto del ambien-

te sobre la salud y el bienestar mental de los seres humanos.

La v ariedad de métodos y temas de la historia ambiental es enorme, más que los

de la historia política, económica y social. Los historiadores ambientales estudian

la historia del uso y agotamiento de la energía; de los cambios atmosféricos, cli-

máticos y hasta geológicos a los que contribuyeron los humanos; las poblaciones de

determinadas especies de vida y sus "cuerpos" inorgánicos; las biorregiones, cuen-

cas, ecosistemas y nichos, límites, márgenes, corredores y mosaicos ecológicos.

Investigan el ambiente definido como recurso, como entretenimiento, como espa-

cio socialmente construido, como mapa mental. Escriben historias de ciudades a la

luz de su relación con el entorno, y viceversa; historias de bosques, lagos, ríos, cos-

tas (preservados o no), y de todo tipo de paisajes construidos. Parques urbanos,

esti los arquitectónicos, zonas suburbanas y centros comerciales, patrones de calles,

antiguas bases militares, parques industriales. . . todos han sido analizados por los

historiadores a mbientales.?

El ru ido de los n iños qu e ju ega n en u n pa rqu e, e l efec to biológic o de u sa r

nichos ecológicos como parques, el tranquilizador ronroneo del tráfico que pasa

calle arriba, el estrépito de los grandes aviones de pasajeros que despegan en las

inmediaciones, el significado del parque en términos del sentido de vecindad, son

todos elementos que caen bajo la rúbrica de "historia ambiental". Se han escrito

libros sobre espacios tan pequeños e insignificantes como el jardín de una casa o

t an impone nt e s c omo un bosque nat ivo de se cu oias. En pr incipio, se gún par e ce ,

todo es historia ambiental; los lugares más remotos han sido afectados, en mayor o

menor medida, por la actividad material humana (y a su vez la afectan).

7

Worster excluye "el ambiente construido" de la historia ambiental. Si bien esta exclusión "puede

parecer especialmente arbitraria, y hasta cierto punto lo es, [...] la distinción [entre 'naturaleza y arte-

facto'] es digna de conservarse, porque nos recuerda que en el mundo actúan fuerzas diferentes, y que

no todas el las emanan de los seres humanos; a lgun as s iguen s iendo espontáneas y au togeneradas . El

ambiente construido expresa p lenamente la cultu ra. . . pero con fenómenos ta les como el ciclo del bos-

que y del agua encon tramos energías autónomas que no se derivan de nosotros . Esas fuerzas influyen

e n la vida humana, e s t imulando alguna r e acción, alguna de fe ns a, alguna ambición" (ibút,

pp. 29 2 293) .

Los geógrafos podrían cuestionar esta distinción. El espacio urbano, por ejemplo, tiene consecuen-

cias no inte nciona le s par a la vida de los s e r e s humanos , e s de cir , no s ólo es un cons tr ucto huma no, s ino

que tambié n ayuda a cons tr uir lo que e s humano. En u n e nfoque mate r ial is ta r e alme nte act ivo hay, s in

duda, "energías autónomas que no se derivan de nosotros", pero la mayoría de esas energías han sido

modificadas en peq ueña o gran esca la por la a cción human a. El océano, la a tmósfera, e l suelo, no só lo

se han " hecho a s í mismos" a lo la rgo del t iempo, s ino que también han s ido hechos por la

a c t iv ida d

h u m a n a ,

en

alguna parte (muy) grande o pequeña, de acuerdo con las circunstan cias .

78

AMES O'CONNOR

¿ Q U É E S L A H I S T O R I A A M B I E N T A L ?

9

la especificidad local definida de diversas maneras, por ejemplo como una cuen-

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La historia ambiental es, en pocas palabras, la historia del planeta y de su gen-

te, de la vida de otras especies y de la ma teria inorgánica, en la medida en que éstas

han sido modificadas por las producciones materiales y mentales de los seres

humanos y, a su vez, las han hecho posibles o imposibles. Es ni más ni menos que

el estudio de las relaciones entre la especie humana y sus "alrededores" (según la

definición de ambiente que da un diccionario). Como estas relaciones resultan

indescifrables sin una investigación de las relaciones sociales entre los seres huma-

nos ( sociedad , economía ), por un lado, y las relaciones propias de la naturale-

za, biológicas, químicas y fisicas (modificadas, reprimidas, estimuladas), por el

otro, el alcance de la historia ambiental es, para todo fin práctico, ilimitado. El

ambiente actual ha sido modificado de muchas formas por innumerables genera-

ciones de seres humanos. Y como las estructuras y procesos políticos, económicos

y culturales "deciden" cómo se utilizan los ambientes, y con qué efectos, ideal-

mente la historia ambiental incorpora (y niega) la historia política, económica,

social y cultural. La historia de la naturaleza presupone no sólo la biología, la eda-

fología y demás, sino también la política y el derecho (por ejemplo la historia de

las relaciones de propiedad y los límites de la propiedad, importantes para deter-

minar qué clase de naturaleza prospera y cuál no); la historia económica (por

ejemplo, la historia del uso que el capital hace de la naturaleza como grifo y sumi-

dero), y también social y cultural (por e jemplo la historia de la estética, los gustos

sociales en determinados periodos, la flora que se considera ornamental, qué se ve

como "bello" y "feo", etc.). Aquí uno podría añadir "historia moral". Hace un siglo

o menos los vendedores de semillas y bulbos para jardín les decían a sus clientes

que un hermoso jardín bien cuidado era señal de moralidad en el hogar, de lim-

pieza y vida respetable. En principio la historia ambiental es totalizadora, la única

historia verdaderamente "gene ral" o universal . 8

No obstante, también está restringida espacialmente. Funciona en el nivel de

«[...]

nuestro proyecto de explorar el pasado humano como parte de una relación sistemática con

el mundo natural ofrece emocionantes oportunidades para ver cosas com pletas, en un momento en el

que la profesión histórica parece necesitar desesperadamente una síntesis de ese tipo" (William Cro-

non, "The uses of environmental history", Environmental

History Revino, 17, 3, otoño de 1993, p. 4). Sin

embargo Cronon señala que s i bien hay muchos estudios de la idea de naturaleza y también del nexo

economía-naturaleza, hay pocos o ninguno que vincule las ideas y la cultura, la economía y la natura-

leza tomadas como un todo (véase "Modes of prophecy and production: Placing natura in history",

Jo ur -

nal of Amer i can Hi s tor y ,

4, marzo de 1990, p. 1124). De modo que se muestra escéptico acerca de la his-

toria ambiental como un método y un campo totalizadores, y destaca el "particularismo de su

narración". Una manera de introducir el nexo faltante cultura-economía es investigar normas y prácti-

cas culturales que se importan al lugar de trabajo y al sistema económico general, y que se valoran como

capital. A éstas se las ha denominado "capital social", "capital comunitario" y "capital cultural".

Greenberg y Park escriben que hay "dos impulsos teóricos principales que han sido los más influi-

dos por la formación de la ecología política. Se trata de la economía política, con su insistencia en la

necesidad de vincular la distribución de poder con la actividad productiva, y el análisis ecológico, con

su versión más amplia de relaciones bioambientales"

o p .

cit.,

p. 1).

ca, como la actividad sucesiva de la dialéctica del cambio entre especies nativas y

exóticas, como las transformaciones del suelo agrícola, y así sucesivamente. Los

historiadores ambientales estudian lugares específicos durante periodos específi-

cos: los efectos de la construcción de presas en el Oeste de Estados Unidos duran-

te los treinta, las fuentes de contaminación de las playas del mar del Norte en los

sesenta, las antinomias del monocultivo en las llanuras costeras de Centroamérica

en los setenta.

En la medida en que la historia ambiental es el estudio de las interrelaciones

entre la cultura y la vida material humanas y la economía de la naturaleza, está

limitada por las peculiaridades del lugar o lugares precisos que estudia. Sin embar-

go, como en último análisis la historia de un lugar es inseparable de la de otros,

en principio toda historia ambiental puede vincularse con todas las demás. La

"geografia de la nada" cultural (fraccionamientos remotos, centros comerciales

aislados) está conectada con la historia agrícola (monocultivo químico para

ampliar la producción de alimentos básicos para los residentes de la "nada"); con

la configuración de las rutas de transporte (autopistas para que puedan ir y venir

al trabajo); con la biología de la conservación (los efectos de esos fraccionamien-

tos y autopistas en los hábitat y poblaciones silvestres); con la estética (la forma de

los desarrollos suburbanos, los "tréboles" de las autopistas, las calles principales);

con el agotamiento de recursos (bosques para obtener la madera para las casas de

tipo campestre de la nada), y la contaminación del aire y del agua (los autos de la

nada, el drenaje de la nada).

La peculiaridad de la historia ambiental consiste en que es una historia general

y universal y, al mismo tiempo, local, específica y concreta. Por eso se enfrenta a

dos peligros. El primero es el riesgo de la sobregeneralización vacía (la "muerte de

la naturaleza", el "fin del mundo", "el planeta es una nave espacial"). La segunda

es la amenaza de la trivialidad, de ser una mera compilación de ese o aquel tipo de

cambio ambiental en este o el otro lugar. Es el riesgo de que la historia ambiental

se convierta en la historia de todo y, por lo tanto, de nada. Sin embargo, tanto la

sobregeneralización como la atención indebida a los detalles superfluos son ries-

gos que para la mayoría de los historiadores ambientales (si no todos), los antro-

pólogos culturales, los geógrafos, los economistas ecológicos y otros, bien vale la

pena correr. De lo contrario, ¿cómo podríamos desarrollar conceptos totalizado-

res, por un lado, y por el otro conocimiento de los márgenes, los rincones y los

callejones sin salida de nuestro entorno? ¿Cómo seríamos capaces de pensar sobre

esa aglomeración de ecotópolis llamada "naturaleza global"? Por eso el problema

de la relación entre lo particular y el todo, lo específico y lo concreto, y lo concre-

to y el todo, es de especial importancia para los historiadores ambientales.

9

Dicho

9

Lo "particular" es el individuo (persona, especie, etc.), mientras que lo "individual" es aquello que

no puede reducirse a una unidad de análisis menor. Lo "concreto" es lo que los individuos tienen en

¿QUÉ ES LA HISTORIA AM BIENTAL? 1

80

AMES O'CONNOR

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de otra forma, las que Worster vio como ambiciones grandiosas y posibilidades

totalizadoras de la historia ambiental no encuentran un método totalizador equi-

valente, definido no como "toda la verdad y nada más que la verdad" sino en tér-

minos de la interconexión entre proyectos y procesos históricos específicos, sobre

la base de lo concreto, o de lo que tienen en común las cosas, y por consiguiente

de cómo se relacionan éstas entre sí y cómo una cosa se relaciona con todas las de-

más. La historia ambiental sigue siendo un terreno mal definido, que toma presta-

do —muchas veces acríticamente— de una variedad de ciencias naturales y socia-

les, y también de teorías de tipo marxista sobre la actividad material humana que

resultan esenciales para arrojar una verdadera luz sobre la "historia de la naturale-

za". El argumento, aquí, es que todas las relaciones históricas son simultánea e irre-

ductiblemente sociales, sociomateriales, material-sociales y materiales (naturales).

Los historiadores deben actuar en todos los niveles de abstracción (y sus muchas

mediaciones) para delinear exactamente cómo y por qué las fuerzas económicas o

de otro tipo han dependido del ambiente; cómo al mismo tiempo la naturaleza

permite y restringe la actividad material humana, y cómo los cambios del ambien-

te influyen en los cambios políticos, económicos y culturales/sociales (y son influi-

dos por éstos).

UNA HISTORIA DE HISTORIAS

Para apreciar toda su importancia, tenemos que ubicar la historia ambiental en el

linaje de la historiografía capitalista de los últimos dos o tres siglos. Si seguimos la

historia de "Occidente", hay tres tipos principales de textos históricos anteriores a

la aparición de la historia ambiental: la historia política, la económica y la social/

cultural, en ese orden.

Las primeras historias del capitalismo fueron historias políticas, y los primeros

historiadores modernos fueron historiadores de la política que estudiaban el ori-

gen y la consolidación del estado-nación y las luchas políticas relacionadas, así

corno las reformas y revoluciones constitucionales, legales y políticas de distintos

tipos en los Países Bajos, Gran Bretaña, Francia, Alemania y otras naciones euro-

peas (así como sus imágenes en espejo, "invertidas", anticoloniales, en los países

capitalistas colonizados por los blancos) .

En los viejos tiempos —escribe Donald Worster— todos sabían que el único tema importan-

te era la política, y que el único territorio importante era el estado-nación. Se suponía que lo

común con otros individuos (nacer vivir, morir; clase, género, comunidad, etc.). Lo "especifico" es lo

qu e di s t i n g u e a u n i n di v i du o de ot ro u ot ros . E l " t odo" o " t ot a l i da d" es t á con s t i t u i do por l o " pa rt i cu l a r"

y constituye lo "concreto".

que había que inv estigar eran las argucias de presidentes y primeros ministros, la aprobación

de leyes, los combates entre tribunales y legislatura, y las n egociaciones de los diplomáticos.

Esa v ieja historia, segura de sí misma, no era en realidad tan vieja, después de todo... apenas

uno o dos siglos a lo sumo.

10

Muchos de los primeros historiadores políticos fueron también filósofos o teó-

ricos políticos y teóricos legales; no separaban la teoría y el objeto histórico de estu-

dio. Así , n o sólo desc ribía n s in o qu e ta mbién tra ta ba n de explic a r y ju s t i f ic a r (y

muchas veces ensa lzar) el es tado - naci ón ( que según W o rster a lcanzó "la cúspi de de

la a c epta c ión en el s ig lo xix y prin c ipios del xx"), a s í c omo la s ba ta l la s polí t ic a s y

lega les , la s in s t i tu c ion es y c l ima s qu e c on tribu ía n a c rea r el es ta do-n a c ión . . . en e l

c u a l se in serta ba n y f lorec ía n espec ífic a men te la s rela c ion es de produ c c ión y la s

f uerzas producti vas capi ta l i s tas .

Esta s n u ev a s rela c ion es de poder, defin ida s en e l sen t ido polí t ic o y lega l más

amplio, pr opor ciona r on e l mar co de r e fe re ncia polí t i co par a la R e volución in dus-

trial y el crecimiento de la economía capitalista del siglo xix. Los historiadores-filó-

sofos que docume nt ar on las nue vas r e lacione s de pode r hicie r on conscie nt e s a las

emergen tes c la ses dirigen tes ec on ómic a s de los n u ev os — y a l p a rec er perma n en -

tes— c a mbios a c a rrea dos por la s reforma s y rev olu c ion es du ra n te la époc a del

a bsolu t i smo, los c omien zos de la mon a rq u ía c on s t i tu c ion a l y, f in a lmen te, e l desa -

rrollo de la democracia liberal.

La s segu n da s his toria s del c a pita li smo fu eron his toria s ec on ómic a s , es tu dios

sobre la rev olu c ión de la produ c c ión ma teria l y la tec n ología , la dis tribu c ión y e l

int e r cambio. Y , e n t é r minos g e ne r ales, de la e xpansión de las fue r zas pr oduct ivas y

de las r e lacione s de pr oducción c api t al i st as . El t e ma de las pr ime r as hi st or ias e co-

n ómic a s era la "ec on omía polít ic a ", qu e c on s is t ía orig in a lmen te en esfu erzos por

de sar r ol lar un a c once pción e conómica de l e st ado e n la e r a de l me r cant i l i smo. M ás

ta rde los ec on omis ta s polí t ic os c lás ic os , ref leja n do la s lu c ha s en tre la jov en bu r-

gue sí a y la s añ osas fu e r zas de l me r can t i l ismo, e nt r e t e jie ron la hi st or ia e con ómica

con la t e or í a e conómica de modo qu e , a su pr opio e st i lo , fue r on hist or iadore s e co-

n ómic os a l m ismo t iempo qu e teóric os . Ta n to

La r iqu e za d e la s n a c io n e s

de A dam

Smit h como

El capi ta l

de Karl Marx son historias teóricas del capitalismo. A medi-

da que a van z aba e l siglo xix los t e mas más import ant e s an al iz ados por los hi st or ia-

dores ec on ómic os in c lu ía n e l desa rrollo de la s div is ion es del tra ba jo in du s tria l y

soc ia l , e l c omerc io n a c ion a l y mu n dia l , e l c a mbio tec n ológic o y la s n u ev a s c a tego-

1 °

Worster, op. c i t. , p. 289. Dentro de las c ienc ias soc iales , la c ienc ia polí ti ca, la economía, la soc io-

logía y los estudios cu ltu rales y ambientales tenían también su propia lógica de desarrollo, que iba más

o menos paralela al desarrollo de los cuatro tipos de historia. Por ejemplo, la ciencia social comenzó

como "cienc ia moral" (el término del s iglo »in para las c ienc ias humana s), pero a finales del s iglo

XIX

la economía fue separada de las demás c ienc ias

s o c i a l e s

indicando que de hecho se había establecido

una economía capi tali s ta. "La soc iología de la cu ltura" se desarrolló a mediados y finales del s iglo xx,

y los estudios ambientales a fines de ese mismo siglo.

82

A M E S O ' C O N N O R

QUÉ ES LA H ISTORIA AMB IENTAL?

3

rías del capitalismo industrial: salarios, costos, precios y utilidades. Había también

historias de las luchas del trabajo, pero se restringían sobre todo a los mercados de

había estado perfectamente controlado o sintetizado por unos cuantos grandes hombres

que actuaban en posiciones de poder nacional. Los

especialistas empezaron a descubrir

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trabajo y al lugar de trabajo (la historia de las luchas en la esfera de la reproduc-

ción, es decir la familia, la comunidad, los grupos étnicos, etc., tardó más en con-

vertirse en objeto de investigación de los historiadores sociales). La historia eco-

nómica estaba estrechamente relacionada con la historia política: los

estados-nación tuvieron que aparecer y evolucionar, y las relaciones de propie-

dad/legales debieron ser reformadas o derrocadas (todo ello en el contexto de los

nuevos enclaves de finales del siglo xviii y principios del )(a, de la producción arte-

sanal, el desarrollo de las manufacturas, etc.), antes de que pudiesen desarrollarse

fuerzas materiales capitalistas más plenas o más sólidas y que pudiese evolucionar

el comercio internacional de medios y objetos de producción. Las nuevas clases

industriales y financieras, sobre todo con la aparición de

El capi ta l

de Marx, se vol-

vieron más conscientes de la tendencia hacia la revolución constante en las fuerzas

productivas, el crecimiento de la competencia, la importancia central del comer-

cio internacional, las fusiones de las crisis económicas y la tendencia permanente

hacia la concentración y centralización del capital, todo lo cual causó y fue causa-

do por esta revolución. Por último, la economía capitalista se "naturalizó" o con-

virtió en "segunda naturaleza", en el sentido de aparecer como un poder externo

al autocontrol humano o social (irónicamente, una de las justificaciones tanto de

la economía del libre mercado de la teoría liberal como del proyecto socialista ori-

ginal).

Luego aparecieron la historia social y cultural, los estudios de la revolución de

las estructuras y procesos sociales y culturales: en términos generales, la aparición

del consumismo (es decir la generalización de la satisfacción de necesidades en

forma de mercancías) y la sociedad de masa (la universalización de la forma de tra-

bajo asalariado y la aparición del trabajador de masa ).

1 1 La mercantilización de

la vida social y cultural (la familia, la comunidad, la etnicidad, etc.) o el desarrollo

de un modo específicamente capitalista de reproducción social, completaron el

proceso iniciado con la conversión de bienes manufacturados en mercancías.

Si bien la historia política y económica fue en gran medida una loa del capita-

lismo, la historia social y cultural (y más tarde la am biental) lo criticó. Esto se debe

a que las luchas sociales y culturales (de las mujeres, de minorías oprimidas, etc.)

eran "de abajo para arriba" (mientras que las luchas políticas económicas solían

estar organizadas por los intereses de quienes poseían propiedades, "de arriba para

abajo , contra las estructuras del antiguo régimen, el mercantilismo, el monopolio

sancionado por el estado y la reglamentación económica absolutista).

Hac e

cierto tiempo E...] la historia como "política del pasado" empezó a perder terreno —es-

cribe Donald Worster—: los historiadores perdieron parte de su confianza en que el pasado

11

james O'Connor, Accumulation crisis,

Oxford y Nueva York, Basil Blackwell, 1983.

capas largo tiempo sumergidas, las vidas y los pensamientos de la gente común, y trataron

de reconcebir la historia "de abajo para arriba".

1 2

En esta transición Worster se brinca la etapa

de la historia económica; implica

también que el paso de la historia política a la social fue una especie "de correc-

ci ón

del rumbo"

por parte de historiadores posteriores, más esclarecidos, y que

reflejó el crecimiento de luchas específicamente sociales (feminismo, antirracis-

mo, etc.). Esta línea de pensamiento no está del todo mal. Sin embargo, por deba-

j o d e l os c o n f l i c t o s s o c i a l e s y c u l t u r a l e s d e l a s e g u n d a m i t a d d e l s ig l o x x e s t a b a n l a s

nue vas e st r uct ur as de una socie dad e spe cí f i came nt e capi t al i st a . "L a hi st or ia de aba-

jo para arriba" refleja, en efecto, el crecimiento de las luchas sociales y culturales,

p e ro e s t a s h i s t o r ia s , a l i g u a l q u e l a s l u c h a s s o c i a l e s m i s m a s , d e l a s c u a l e s l a s p r i m e-

r as for man par t e , t e ní an r aí ce s más pr ofundas. L a r e volución de las r e lacione s polí -

tico/legales, y la consecuente explosión de las formas productivas, la competencia

por los mercados, el comercio internacional y las nuevas relaciones de producción

c a p i t a l is t a s c a u s a r o n — y a s u v e z f u e ro n c a u s a d a s p o r— l a c o n v e r s ió n d e l t r a b a j o y

l a t i e r ra e n m e r c a n c í a s . P o l a n y i l a s d e n o m i n a d a " m e r c a n c í a s f i c t ic i a s " , M a r x " c o n -

dicione s de pr oducc ión", e n e l se nt ido de que mient r as la t ie r r a y e l t r abajo son t r a-

tadas como si fuesen mercancías, de acuerdo con la ley del valor no son produci-

das como tales. Polanyi demostró que la conversión generalizada del trabajo y de

la tierra en mercancías creó una sociedad específicamente capitalista, es decir una

socie dad de clase , e n la cua l e l nue vo pr ole t ar iado e r a la c las e mayor it ar ia. L os va lo-

res y normas sociales tendieron a insertarse en las fuerzas del mercado y a estar

sujetos a ellas. Esta línea de análisis fue desarrollada posteriormente por la escue-

la de Fr an cfor t y por la e scu e la t e ór ica cr í t i ca. A sí , M ar x, Polanyi y la t e or ía cr í t i ca

sentaron las bases para el análisis de la sociedad y la cultura capitalistas, pero no

desarrollaron a fondo las implicaciones que, para la vida social y cultural, tenía la

conversión de la tierra y el trabajo en mercancías, es decir, un modo de reproduc-

ción social basado en la forma asalariada del trabajo y la forma mercancía de la

sa t i sf acci ón de n ecesi dades

Marx y Engels habían demostrado cómo y por qué el conflicto social en el capi-

talismo adoptaba la forma de la lucha entre el capital y el trabajo (no sólo en el

mercado sino también en la producción misma), entre fracciones del capital, y

entre todos los capitales contra todos los demás capitales en el proceso denomina-

do "acumulación competitiva". Menos de cien años más tarde los historiadores

1 2

/bid No obstante, en un

fragmento posterior Worster habla de "historia social, económica y cul-

tural" (d'id. , p. 290) , que invierte e l orden del cambio y la transformación económicos y sociales en e l

desarrol lo del capital ismo mismo. Wil l iam Cronon también parece explicar el origen de la historia

ambiental, sobre todo en términos del movimiento ambiental, sin basa r este movimiento en la capitali-

zac ión de la nat uraleza en sí misma ("The uses of environmental history",

op. ci t . ,

p. 2).

84

AMES O'CONNOR

QUÉ ES LA HISTORIA AMBIENTAL?

5

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marxistas y otros historiadores de la sociedad y la cultura (por ejemplo historiado-

res feministas, historiadores de homosexuales y lesbianas, historiadores locales)

ampliaron la concepción original de Marx y Engels para que incluyese el conflicto

de clase dentro y entre las esferas de la reproducción social, la comunidad y la vida

cultural (incluyendo la historia de formas de vida "tradicionales" en proceso de

desaparecer frente a las formas salario y mercancía). Los historiadores y los cientí-

ficos sociales dedicados a la historia desarrollaron la lógica de la mercantilización

de

las necesidades, o las consecuencias de la misma para las relaciones e institu-

ciones sociales y culturales. Finalmente, se produjo la concentración en el consu-

mismo:

la universalización del automóvil, el desarrollo de los suburbios, la separa-

ción extrema de los lugares de residencia, trabajo y recreación, y así sucesivamente.

La tienda departamental, el centro comercial, los medios de comunicación de

masa y la televisión, y otras características esenciales de la vida social y cultural del

capitalismo tardío, fueron sometidos a un cercano escrutinio por parte de los histo-

riadores, tal como lo fueron temas tomados de las culturas étnicas y otras culturas

de transición, cuando "todo lo que era sólido se desvaneció en el aire". Por último,

una premisa básica (aunque tácita) de los estudios culturales actuales es que el

desarrollo del crecimiento del trabajo asalariado y el consumismo, así como las

alteraciones de éstos, no son más que un aspecto de los procesos más generales de

migración y urbanización. La proletarización se veía cada vez más como el mismo

proceso que la migración desde el campo y las regiones y países pobres hacia afue-

ra y la inmigración a centros capitalistas más desarrollados, especialmente ciuda-

des. Junto con la derrota del socialismo realmente existente y la declinación de la

democracia social en los ochenta y los noventa, esta proletarización-migración

(que ha dado como consecuencia un incremento constante de la mezcla de "razas"

y grupos étnicos y nacionales) ha multiplicado los problemas de control social y

cultural y de identidad política, que contribuyen a definir "políticas de identidad",

combinadas frecuentemente con las "políticas de lugar".

La aparición de la "idea de la historia ambiental [...] en 1970" (Worster), ubi-

cada dentro de esta "historia de historias", no resulta dificil de entender. La causa

próxima es el movimiento ambiental, del cual la historia ambiental es una parte, y

la crisis ambiental global, de múltiples facetas, que engendra las luchas por la natu-

raleza. A la causa próxima subyace una estructural: los sistemas políticos y legales

del capitalismo, la acumulación de capital y la conversión de la vida social y cultu-

ral en mercancías han producido (o se han combinado de maneras que nadie ha

estudiado sistemáticamente) una nueva naturaleza, una "segunda naturaleza" espe-

cíficamente capitalista. Esto incluye la "división de la naturaleza" entre medios y

objetos de producción y de consumo. Al igual que antes el mercado de la tierra, la

naturaleza ha sido capitalizada y sometida a la disciplina del mercado financiero.

Lagos, costas marinas, bosques, sistemas biológicos y demás son "activos"; a falta de

"precios reales"; un creciente ejército de economistas, ecólogos, ingenieros, calcu-

lan los "precios atribuidos" del aire limpio, el agua fresca, hasta ecosistemas com-

pleto s , q ue se co nvi erten en parte del "po rtaf ol i o de inversi o nes" de u na regi ón o

de un pa ís . Aún más, la na tura leza rea l se hace a i magen del capi ta l , po r ej emplo

a tra v és d e l a b ioing eniería , l os b osques pa ra fáb ric a s y d em ás. Es ta rec ons truc c ión

de la na tura leza y de sus representaci o nes hubi ese pareci do i n i magi nable antes de

que la vida social y cul t ur al fue se conve r t ida e n me r cancí a (que e s asimismo un

pr oce so e n mar cha, que se inició ve r dade r ame nt e de spué s de la se gu nda g ue r r a

mundi a l) .

Do nald W o rster ex pli ca el paso de la hi s to ri a po lít i ca a la so ci a l y a la ambi enta l

en términos del descubrimiento, por parte del historiador, de "fuerzas fundamen-

t a le s que fun cionan a lo lar go de l t iempo".

1 5

En su e sque ma se ve pr ime r o a los

hombres poderosos como si controlaran la historia; después se revelan "capas ocul-

tas de c las e, género , raza y c asta" ; po r úl t i mo , es la "ti erra mi sma [ la que ac túa ]

co mo agente y presenci a en la hi s to ria". Esta descri pci ón pa rece i gno rar el hecho

de que hay un nuevo objeto de estudio histórico: una naturaleza y una crisis

ambi enta l específi camente ca pi ta l i s tas . El esquema de Wo rster parece asumi r que

el cap i ta l i smo co mo ta l permanece s i n cambi o s mi entras la escri tura de la hi s to ri a

si gue u na ley del progreso , po r la cua l lo s hi s to ri adores , co n el t i empo , descubren

f uerzas c ada vez más prof undas que c ausa n el ca mbi o hi s tórico . Estas f uerzas —la

polít i ca y e l l ider az go polít i co, las lu chas de c lase y sociale s, y " la e con omí a de la

nat ur ale z a"— sigue n sin ve r se como pr oble mas e n t é r minos de los cambios de l

capitalismo mismo.

Wo rster señ ala i nc i s i vamente que lo s hi s to riado res so l ían estar co nf i nado s den-

tro de las perspectivas nacionales, creando obstáculos a la historia ambiental, que se

desborda p o r enci ma de las f ronteras regi o nales , naci o nales y co nti nenta les .

1 4 Esto

sug ie re que la globaliz ación de l ca pi t al e s un de t e r mina nt e pr imor dial t a nt o de l

cambio y los movimie nt os ambie nt ale s como de las n ue va s pr e ocupacione s de los

hist or iador e s de l ambie nt e . S in e mba r go, aun que W or st e r escr ibe e n ot r o t e xt o

sobre los efectos ambientales de la agricultura capitalista (por ejemplo el monocul-

t i vo , la dependenci a de lo s co mbusti bles fósi les y las susta nci as quími cas) , en este

fra g m ento pa rec e ig nora r e l d esa rrol lo d e l a n a tura l ez a c a pita l is ta . D e es ta m a n era ,

explica la aparición de la historia ambiental en términos de los movimientos

a m b ienta l es d e l os sesenta , c on su a peg o a " l a ev a l ua c ión y l a reform a c u l tura l " y a l

"propósito moral".

15

N o se e ncue nt r a ningu na aut or re f le xión ni de scr ipción de la

13 ibid .

14

Ibid.

Ste phen D ov e r s e xplica la apa r ición de la his tor ia ambie ntal e n té r minos de la "cr e ciente pr e -

ocupación por la s us te ntabil idad e cológica de las s ocie dade s humanas mode r nas " ("Sus tainabil i ty as id

`pr agmatic ' e nv ir onme ntal his tor y: A note fr om Aus tr al ia",

En v i ron me n tal Hi s tory Re v in o ,

3, otoño de

1994, p. 22) . Es ta e xplicación, qu e omite e l des ar r ol lo de una n atur ale za e s pe cíficame nte

capi ta l i s ta ,

lle-

va a D ove r s a una vis ión "pr agmática" de la his tor ia ambie ntal .

"És ta

e s una his tor ia que

[ . . .1 h a c e

u n a

contr ibución pos it iva y pr áctica al ma ne jo ambie ntal y a la bús que da de s us te ntabil idad e cológica"

(ibid.,

p . 21). Ese tipo de enfoque elimina el contenido profundamen te crítico de la buena his toria ambien-

tal , y hace de la dis cipl ina una s ir vie nta de la r acional ización

c a pi t a l i s t a .

15 Ibid,

p. 290.

8 6 A M E S O ' C O N N O R

historia ambiental como parte del movimiento ambientalista (a lo cual se debe el

¿QUÉ ES LA HISTORIA AMBIENTAL?

7

En síntesis, de acuerdo con la descripción convencional, cuando nuevas luchas

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razonamiento circular de cualquiera que trate de explicar el primero en términos

del último). Tampoco hay ninguna descripción dialéctica del desarrollo de la natu-

raleza capitalista y el origen de los movimientos ambientales y sociales, ubicados en

el contexto de los problemas de la nueva eco nomía global desde los sesenta y hasta

los noventa. Por qué ciertas tierras, recursos minerales, corrientes de agua y demás

se dedican a la fabricación de productos petroquímicos, de papel y de pulpa, equi-

po de alta tecnología y otras manufacturas que producen m ercancías utilizadas para

producir otras mercancías; por qué otras tierras y recursos se emplean para produ-

cir bienes de consumo, y por qué las reglamentaciones ambientales son más libera-

les o más diffciles de poner en práctica en las industrias de bienes de capital; por

qué los movimientos am bientales se concentran en determinadas industrias y patro-

nes de consumo y desperdicio; cómo y por qué el capital financiero ha tenido efec-

tos devastadores en la naturaleza; por qué está creciendo el tamaño de la granja pro-

medio... las respuestas a estas preguntas y a una multitud de otras relacionadas

presupone una teoría de la acumulación capitalista de tipo marxista.

Cuando adoptan métodos político-económicos, político-sociológicos y socioló-

gico-económicos, los historiadores del ambiente están descubriendo no sólo cuál

es la segunda naturaleza del capitalismo, sino también cómo y cuándo se constitu-

yó. Están haciendo conscientes a las clases económicas y políticas (y en general a

las clases letradas) de los cómos y porqués de los impactos materiales de sus pro-

pias revoluciones económ icas, políticas y sociales sobre el ambiente, con lo cual se

crea una base esencial para los movimientos de resistencia verde, los movimientos

por la justicia ambiental y otros movimientos sociales preocupados por la "natura-

leza como el conjunto de los seres humanos .

1 6

16

Ignoro aquí el importante tema de la ciencia ecológica, de la cual depende la historia ecológica y

que, a su vez, es influida y modificada por ésta. Soy de la opinión de que la ciencia ecológica es la cul-

minación de la ciencia previa, tal como la historia ambiental es la culminación de la escritura histórica

previa, en el sentido de que la ecología es la ciencia que tiene que combinar el individualismo o el ato-

mismo metodológico con el holismo o el organicismo en todos los niveles de análisis científico, y que

también debe abarcar más niveles de análisis que otras ciencias, que están restringidas por un nivel ana-

lítico particular y especificado. Otras ciencias también pueden ser dialécticas, pero lo son dentro de pará-

metros más restringidos que la ciencia ecológica, que puede ser la única verdadera ciencia dialéctica.

Atan Rudy escribe acerca de la descripción previa: lo que se pierde es la historia de la 'historia natu-

ral ' , cómo la 'ciencia' era el es tudio de la 'economía de la naturaleza' y la 'his tor ia de la naturaleza' .

Ésta se remonta a Gilbert White y Lineo en el siglo )(vi% y se vuelve parte integral del colonialismo a

medida que los 'naturalistas' (Humboldt, Darwin, etc.) exploraban la historia natural, la diversidad de

las especies, la evolución y las relaciones ideológicas importantes para la misión y las visiones imperia-

les de Europa. Como lo ponen en claro Nature's economy de Worster,

Ftrst the seed,

de Rloppenberg, T he

fase of the forra,

de Hecht y Cockburn, y

Eco log ical imper ia li sm

de Crosby, el colonialismo y la exploración

tenían tanto que ver con la apropiación ecoagrícola como con la explotación e industrialización mer-

cantil e industrial del globo. Los procesos de historia política, económ ica y social están escritos, o ins-

critos, en el lenguaje de la historia natural... incluyendo la historia natural de la clase, el géne ro, la supe-

rioridad/inferioridad racial y social" (comunicación personal, octubre de 1995).

sociales refuerzan asuntos hasta entonces reprimidos o invisibles para que se aso-

men a la superficie de la conciencia social o pública, aparecen nuevos tipos de

escritura histórica. De esta manera, la historia de abajo para arriba es vista como

reflejo de la creciente democratización de la sociedad democrática liberal. Y es ver-

dad que hay una estrecha correlación entre las revoluciones burguesas y la historia

política, los conflictos económicos y la historia económica, las luchas sociales y cul-

turales y la historia social y cultural, así como entre las luchas ambientales y la his-

toria ambiental.

1 7

Por repetirlo, el problema con esta descripción de historias suce-

sivamente nuevas, incluyendo la tendencia general de la escritura histórica de

abajo hacia arriba, es que aquéllas (así como la misma perspectiva de abajo hacia

arriba) son parte de esos respectivos conflictos sociales. Así, la narración estándar,

si bien tiene la enorme virtud de vincular nuevas historiografías con luchas histó-

ricas, y por consiguiente de desbancar los mitos simples de progreso, el consenso

social y demás, de hecho explica poco. La explicación profunda tanto de las

luchas sociales como de la parte que las constituye y que se denomina historio-

grafía radica en la lógica de desarrollo del capitalismo, es decir en los cambios en

la estructura de la sociedad, a medida que se van revolucionando o volviéndose

más específicamente capitalistas la política, la economía, la vida social y cultural y

el ambiente.

DESARROLLO DESIGUAL Y COMBINADO

El crecimiento del capitalismo es un proceso de desarrollo desigual y combinado

de estructuras y procesos políticos, económicos, sociales y ambientales. La Revolu-

ción haitiana fue construida políticamente, en parte, como culminación lógica de

la Revolución francesa, al menos tal como se la representa en

B l a c k J a c o b i n s .

L a

Constitución de Estados Unidos fue copiada, durante el siglo xtx, por muchos paí-

ses latinoamericanos. La primera Revolución industrial en Gran Bretaña no se

difundió de manera uniforme por todo el globo; fue obstaculizada por el colonia-

lismo y el neocolonialismo (y por el "subdesarrollo") en el Sur. En la actualidad los

centros más intensos de yrogramación de

so f tware

pueden estar en la India, no en

Silicon Valley, y en Los Angeles, la metrópolis capitalista más avanzada, se pueden

encontrar formas primitivas de trabajo asalariado. También la sociedad y la cultu-

ra capitalistas se desarrollaron de manera desigual. En gran parte del Sur las estruc-

17 Jay Moore escribe: El populismo y el progresivismo 'producen' una historia económica al estilo

de Charles Beard; las luchas sindicales de la época de la depresión y el s ocialismo 'producen' la histo-

r ia del trabajo; el movimiento por los derechos civi les en E stados Unidos,

y

los sesenta, 'produce' E...]

intereses políticos y profesionales en los nuevos movimientos sociales, que se manifiestan como histo-

rias primero sociales, luego culturales y ahora ambientales (comunicación personal, junio de 1995).

88

A MES O'C ONNOR

¿

QUÉ ES LA HISTORIA AMBIENTAL?

9

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turas de clase capitalistas están llegando tarde. La cultura

po p

norteamericana es

una mercancía universal, tal vez la única. Viejas creencias y prácticas espirituales

que se esperaba se borraran con el modernismo reaparecen bajo formas nuevas en

Tokio, Miami, El Cairo y otras ciudades y regiones.

Por las mismas razones que el desarrollo de la escritura histórica no es simple y

lineal sino complejo y dialéctico, los h istoriadores no abandonaron la historia polí-

tica con la aparición de la economía industrial capitalista. La historia política dio

nuevos giros con el desarrollo del capital y el trabajo asalariado, la política plura-

lista de la democracia liberal, las rivalidades imperialistas entre potencias indus-

triales, la reglamentación estatal, los sistemas de bienestar, las burocracias públicas,

la ley administrativa y demás. Tampoco la historia económica desapareció con la

aparición de la sociedad y la cultura capitalistas. Su alcance se amplió para incluir

la segunda y la tercera revolución industriales (la era de electricidad, la era de la

electrónica), las ventas masivas y el consumo masivo, la revolución keynesiana en

política económica, y así sucesivamente. Y los historiadores sociales y culturales han

ensanchado su método y su visión con la creación de una naturaleza específica-

mente capitalista, que da cuenta (entre otras cosas) de nuevas interpretaciones y

significados de lo silvestre, del conservacionismo y el preservacionismo, los paisajes

culturales urbanos y demás.

Hay (y siempre habrá) continuidad en el cambio tanto de la "historia real"

("hechos reales") como de la escritura histórica. El desarrollo desigual y combina-

do significa que cada tipo de escritura histórica tiene que volver a trabajarse a la

luz del alcance y el método de los nuevos tipos que aparecen más tarde: la h istoria

política a la luz de la historia económica, social y ambiental; la historia económica

a la luz de la historia social y ambiental (así como de la historia política revisada);

1 8

y económica revisada).

S e l f - ru l e : A c u l t u r a l h i s t o ry o f A r n e r i c a n d e r n o c r a c y ,

de Robert

Wiebe, que interpreta la democracia de Estados Unidos (entre otras cosas) como

la forma en que los blancos forjaron la solidaridad, depende de las percepciones

de la historia cultural. Lo mismo ocurre con la obra del historiador de la economía

Eric Hobsbawm, quien aporta a su disciplina una comprensión profunda de la

sociedad y la cultura capitalistas que no se encuentra en la mayoría de las historias

económicas previas. (Y a la inversa, la mayoría de los historiadores le han dado más

peso al "factor económico" en la historia desde la aparición de

El capital

de Marx.)

18

En una ocasión Geoffrey Elton dijo: "Cuando me encuentro con un historiador que no puede

pensar que ha habido grandes hombres, sobre todo grandes hombres en política, siento que estoy en

presencia de un mal historiador." El hecho de que los historiadores de la actualidad suelan ignorar a

los "grandes hombres" indica lo lejos que ha llegado la escritura histórica, y cuánto depende de la cien-

cia social. Los historiadores no han encontrado todavía una manera de incorporar a los "grandes hom-

bres" en sus historias económicas, sociales, culturales y ambientales. ¿Cuánta importancia tuvo real.

mente John Muir en

la

evo turón dfaMbientalvsmoo O dé manera alternativa, ¿cómo interfiere el

reciente destronamiento de la vida personal de Mao con una evaluación clara

de

la Revolución china?

L a impor t ancia de l consumismo inglé s dur ant e la R e volución indust r ial acaba de

salir a la luz debido al desarrollo de métodos históricos sociales y culturales. La his-

toria económica, definida en otro tiempo de manera estrecha (por ejemplo en The

industrial revolution, de T. S. Ashton), es enriquecida hoy no sólo por la historia cul-

t u r al sino t a mbié n por la hi st or ia a mbie nt al . Sólo desde hace mu y poco e xist e , una

hist oria de la máquin a de va por de Wat t , e conómicame nt e e f i cient e pe r o e cológi-

camente destructi va . ( ¡Tuvi mo s que esperar dos s i g lo s para descubri r lo que ya era

obvio en e sa é poca par a la ge nt e de L an cas hire ) A simismo, los hi st or iador e s con-

t e mporáne os de l ambie nt e han come nz ado a r e escr ibir la hi st or ia de la t r an sición

del feudalismo al capitalismo en Europa. Han destacado el papel de la degradación

e cológica, de scuidado hast a e nt once s, han r e visado la ve r sión e st ándar de la indus-

t r ial ización y e l r ápido cr e cimie nt o e conómico e n Oc cide nt e (hacie ndo é nfasi s e n

e l t ot al de sint e r és de l ca pi t al por las e xt e malidade s n e gat ivas o los cost os sociale s) ,

y

se ñalado las a nt inomias de l desar r ol lo de la sociedad y la cu l t ur a ca pi t al ist as (con

la int r oducc ión de t e mas a l e st i lo de los de Polanyi e n las hi st oriogr af ías mar xist as

conve ncionale s) .

De es ta forma , la esc ri tu ra de la his toria t ien de a c a mbia r de direc c ión c on el

despliegue dialéctico de nuevas "etapas" del desarrollo capitalista. Pero es también

un pr oce so acu mulat ivo, que e n e l me jor de los casos incor por a y de scar t a hi st orias

ant e r ior es. L a hi st oria polí t ica act u al inc or por a n o só lo la hi st oria de la r e for ma y

la r e volución polí t i ca de la bur gue sí a, hac e dos o t r es siglos, s ino t ambié n los ca m-

bios políticos resultantes de la creciente hegemonía del mercado capitalista, la nue-

va polí t i ca simbólica asociada con e l sur gimie nt o de la cu l t ur a ca pi t al i st a y la polí-

t i ca de l ambie nt al i smo. L a hi st or ia e conómica, social /cul t ur al y ambie nt al t ie nde

a s e guir una se nda simi lar . D e he cho, "complet a" la hi st oria polí t ica , e conómica, y

soc ia l/ c u ltu ra l , por ejemplo, c u a n do ext ien de la his toria ec on ómic a pa ra in c lu ir

la s luchas po r los recurso s ambi enta les , y cuan do radica l i za la hi s to ria cu l tura l para

toma r en c u en ta la s lu c ha s por la s represen ta c ion es de la t ierra y e l espa c io, los

mapas me nt ale s y cosa s af ine s C ada t ipo de hi st oria se a l ime nt a t a nt o de su pr opio

desarrollo previo como de esos campos "rivales", y la historia ambiental está en la

cúspide de la cade na al ime nt ar ia. C ada t ipo se r ee scr ibe , ade más, e n concor danc ia

con los pr oble mas pr áct i cos polít i cos, e conómicos y sociale s (así como con las ide as

y fu erza s soc ia les domin a n t es) de su momen to. Un ejemplo: la importa n c ia qu e

t uv ie ron par a e l de sar rol lo capi t al i st a los ca mbios legale s de l siglo xvm, que e st a-

blecieron derechos de propiedad definidos sobre la t ierra y las invenciones, fueron

ign ora dos o su bes t ima dos du ra n te la rgo t iempo. Si bien poc os de su s c on tempo-

r áne os podían pr e ve r la sign i f icac ión e conómica de e st as le yes e n e l mome nt o e n

que fue r on pr omulgadas , hoy se e st á r evi san do y act ua l izando su impor t ancia a la

lu z del p roblema del c a pita li smo g loba l pa ra es ta blec er leyes qu e rigen los dere-

chos de propiedad, el comercio y demás en los países ex socialistas, así como en las

"economías de mercado emergentes" del Sur.

Idea lmen te exis te u n a a c u mu la c ión de esc ri tu ra de la his toria , ba sa da en u n

90

A M E S O ' C O N N O R

proceso de agregación y negación, paralelo a la acumulación de capital y a su des-

¿QUÉ ES LA H ISTORIA AMB IENTAL?

1

El desarrollo desigual tanto

de

la historia como de su escritura sugiere que los

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pliegue como un orden político-econórhico-sociológico-físico/biológico global.

Cada campo de la historia, también idealmente, se vuelve más rico y más comple-

jo, más trans e interdisciplinario.

A medida que escribir historia se va volviendo cada vez más exigente, los histo-

riadores tienden a especializarse más en términos de periodos o temas particula-

res. Esto corre paralelo con la creciente especialización de la política, la economía,

la cultura y los usos de la naturaleza dentro del capitalismo. Cualquiera que haya

estado en una de las reuniones anuales de la American Historical Association (u

otras organizaciones regionales y temáticas de historiadores) sabe que en la actua-

lidad la mayor parte de la redacción histórica llega sólo hasta ahí. La acumulación

de conocimiento especializado en manos de expertos en este o aquel periodo o

tema es verdaderamente impresionante. Por un lado, el historiador con más oficio

dentro de su especialidad muestra más enfoques metodológicos de niveles múlti-

ples y una comprensión más profunda de los "hechos reales", que el historiador

cartografía e interpreta. Dos generaciones atrás

B lack faco bi ns ,

de C. L. R. James, y

Capi ta l i sm and s lavery ,

de Eric Williams, aunque abrieron nuevas sendas, no inter-

pretaron —ni podían hacerlo— ciertos temas culturales y ecológicos que ahora

son de curso corriente en historia cultural y ecológica. Una comparación útil y

reveladora es la obra maestra de Dale Thomas,

Slavery i n th e c i rcu i t o f sug ar,

cons-

truida sobre el modelo de una de esas muñecas rusas que tienen dentro otras

muñecas concéntricas, para ocuparse de temas políticos, económicos y

sociales/culturales (lo cual también integra, implícitamente, la geografía y la natu-

raleza). Las obras maestras de la Revolución francesa escritas en el siglo xix no se

ocupaban —ni podían hacerlo— de ciertos temas culturales y ambientales (y has-

ta económicos) que multitud de estudios menores han incorporado a su narrativa

en las últimas dos o tres décadas. Los historiadores del ambiente se están abocan-

do a descodificar las dimensiones ecológicas del pensamiento político y cultural de

Washington, Jefferson y Tom Paine, entre otras figuras, y su importancia para la

Revolución nor teamericana.

En síntesis, hay continuidad en el cambio puesto que cada tipo de historia incor-

pora (y muchas veces niega) escrituras históricas previas, pero también hay cambio

en la continuidad porque los "hechos reales" se alteran de manera tan drástica con

el despliegue de las estructuras de la economía, la sociedad y la cultura, y la natu-

raleza del capitalismo. La econ omía capitalista amplió el alcance de la historia polí-

tica; la sociedad capitalista extendió los límites de la historia económica (y políti-

ca); la naturaleza capitalista está revolucionando la historia social (y también

política y económica) •19

19

La m ayor parte de los escritos importantes de Marx se centraron en polít ica y economía. En la

primera mitad del siglo xx hicieron su aparición dentro del marxismo (L it tacq, teoría crít ica) temas

específ icamente culturales. Hoy los temas am bientales son una parte clave de lo que sigue vivo en el

pensamiento marxista (la escuela ecomancista). En el siglo xix la historia política no había desarrolla-

temas políticos, económicos, culturales y ambientales pueden aparecer "antes de

su tiempo", por decirlo así. En la época capitalista la historia política y legal prece-

dió al periodo de revoluciones políticas burguesas, y la historia económica fue

inventada antes de la Revolución industrial. Las historias culturales aparecieron

durante el Renacimiento, y en muchas obras históricas figuraban temas ambienta-

les antes de la era del ambiente .

Sin embargo, estas historias son anomalías, en el sentido de que habitualmente

no fueron parte ni resultaron integrales para la secuencia de los cuatro tipos de

escritura histórica señalados más arriba. La principal inspiración para los grandes

tratados político/legales de hace dos o tres siglos fue la transición de finales del feu-

dalismo al capitalismo industrial temprano, por ejemplo el problema del gobierno

en la era del absolutismo. La historia económica de los dos últimos siglos le debe

poco a las descripciones contemporáneas de la economía agrícola y el mercantilis-

mo, y mucho a la Revolución industrial y sus secuelas. Las historias de la alta cultu-

ra durante el periodo moderno temprano

(c.

1500-1800) casi no dejaron huella en

la moderna historia social y cultural, que representa al mundo "de abajo para arri-

ba". Por último, los temas ambientales, desde el siglo xvm y hasta las primeras déca-

das del xx, tenían más que ver con preocupaciones políticas y económicas que con

la naturaleza en sí misma.

The coal quest ion,

de Stanley Jevon, publicado en 1865, ana-

lizaba la minería del carbón por su importancia para la industria y el imperio britá-

nicos, no por su impacto ecológico.

Cuando los historiadores introducían temas políticos, económicos, sociales/

culturales y ambientales "antes de su tiempo", funcionaban más como telón de

fondo o escenografía que como procesos o agentes históricos autónomos o

semiautónomos. Estos temas solían aparecer en forma pasiva, no activa. En cierto

momento la política se veía como el escenario en el cual Grandes Hombres actua-

ban su destino, y en consecuencia no tanto como un proceso de conflicto y com-

promiso, revolución y reforma. Las primeras historias económicas no representa-

ban —ni podían hacerlo— el dinamismo inherente al capitalismo industrial

maduro, que no adoptó su cualidad autónoma, casi natural, hasta el siglo xix, des-

pués de la Revolución industrial en Gran Bretaña. Las primeras historias de la alta

do aún teorías contrapuestas del estado capitalista que ahora son de uso común en los textos marxis-

tas, sobre todo debido al bajo coeficiente de desarrollo de las clases y la sociedad capitalistas hace más

o menos un siglo. La historia económica descuidó, por la misma razón, el tema del consumo y el con-

sumismo, y casi no puede decirse que existiese la historia ambiental. Hoy, a medida que los temas cul-

turales y ambientales están adquiriendo rápidamente más importancia dentro del marxismo, los temas

económicos ("la lógica del capital") son vistos por muchos como simples subtextos (un error en una

época en la que la economía mundial está simulando el modelo de economía expuesto en

El capital).

H as t a

hace poco, en las lecturas más importantes de

El

capital fue descuidado el capítulo titulado "Coo-

peración"; hoy el estudio de formas culturales de cooperación y su importancia para el lugar de traba-

jo, así como de los sistemas ecológicos ( la cooperación de la naturaleza ) y su papel esencial en la pro-

ducción, es emprendido por más especialistas de la tradición marxista y otras escuelas c ríticas.

92

AMES O'CONNOR

cultura reducían la autonomía de la cultura, que ahora es uno de los "diez man-

¿QUÉ ES LA H ISTORIA AMB IENTAL?

3

rrollo capitalista, y en muchos casos personifica uno u otro tipo especial de capital.

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damientos" de los estudios culturales, debido a que la producción de cultura

dependía en gran medida de la Iglesia y de la Corona. Las primeras historias

ambientales daban por supuesta la naturaleza como un telón de fondo determi-

nante, no como algo dialécticamente interrelacionado con la producción, la dis-

tribución, el intercambio y el consumo humanos.

The signficance of the frontier in

merican history

(1893), de Frederick Jackson Turner, y

A m e r i c a n h i s t a r y a n d i ts g e o -

graphk traditions,

de Ellen Churchill Semple (1903), se concentraban más en la

influencia del clima y el terreno sobre la vivienda humana que viceversa.

H i s t o r y i n

g e o g r a p h i c p e r s p e c t i v e : T h e o t h e r F r a n c e ,

de Edward Fox, es una historia política pro-

fundamente influida por la geografía, pero que guarda absoluto silencio sobre los

temas ambientales en sí mismos. Marc Bloch (en

French rural histary)

hace énfasis

en el papel de la geografía como determinante de formas de producción desde

finales de la Edad Media hasta la Revolución francesa, sin perder de vista la impor-

tancia de las relaciones de producción y poder ("la geografía limita el tipo de

ambiente que [la gente] crea"), y Fernand Braudel defendió el "posibilismo", paso

importante para llegar a darle a la naturaleza su verdadero papel como sujeto acti-

vo. "La naturaleza como sujeto" ha fructificado en una cantidad de obras recien-

tes, por ejemplo

A p l a g u e o f s h e e p : E n v i r o n m e n t a l c o n s e q u e n c e s o f t h e c o n q u e s t o f M e x i -

co ,

de Elinor G. K. Melville, que incorpora biología e historia, economía y política,

así como elementos de historia cultural.

20

CONCLUSIÓN

El posmodernismo tiene una importante lección que transmitirnos. Escribir histo-

ria es una narración. El "contenido de la forma" es, en parte, la forma del relato

mismo. Dados los materiales necesarios, los historiadores pueden tejer muchas cla-

ses de narraciones acerca de cualquier "hecho real" histórico. Pero así como hay

una cierta lógica inherente en toda forma de relato, hay también una lógica inhe-

rente en la historia del desarrollo capitalista. Se trata desde luego d e un cuento

inconcluso, y que es muy distinto según lo narre un financiero, un agitador sindi-

cal, un enfermo de sida o un inmigrante recién llegado de Camboya. Sobre todo

en Estados Unidos, el país más multicultural del mundo, puede haber tantas his-

torias como personas. No obstante, cada narración norteamericana, si es más o

menos

plausible, refleja o encarna la "lógica profunda" de la acumulación y el desa-

2 1 3

El 'determinismo ambientar de la geografía del siglo xix y principios del xx dejó en gran medi-

da de lado a la naturaleza como 'actor" autónomo. Las nuevas historias ambientales han reintroduci-

do la naturaleza como una fuerza autonoma, sin volver a caer en la vieja visión del

dese ' sismo

ambiental.

B asta pensar en las o bras de Wi l l i am Appleman Wi l l i ams, Gabri el Ko lko y J o yce

Kolko, e nt r e muchos ot r os. S in e mbar go, no hay ninguna hi st or ia t ot al iz ador a,

ex cepto en f o rma de to das las hi s to ri as perti nentes v i s tas co mo una to ta l i dad.

Natu -

re 's metropol is ,

de Wi l l i am Cro no n, cuenta el rela to de Chi cago y su zo na de i nf luen-

ci a hasta la Gra n Ex po si c i ón; una hi s to ri a to ta l i zadora i nc lu i ría o tras o bras so bre

Nueva York, Saint Louis y el Oeste durante el mismo periodo; la historia de Chica-

go no es más qu e un "mo mento " de la hi s to ria del capi ta l i smo no rteamericano en

general y de las c i udades esta duni denses en parti cu lar. "To do depende de to do lo

demás" tendría que ser un lu gar tan co mún en hi s to ri a co mo lo es en eco lo gía .

L a hist oria ambie nt al pue de e nt e nde r se plausible ment e e n t é r minos de l de sa-

r r ol lo de l capi t al i smo y de sus r e volucione s polít i cas, e conómicas , sociale s/cul t u-

rales y ambientales... y también de la escritura histórica política, económica,

so ci a l /cu l tura l y ambi enta l . En este senti do , la hi s to ri a ambi enta l es la cu lmi naci ón

( o más mo destamente el es labón perdi do) de to da la escri tura hi s tóri ca de la épo -

c a c a pita l is ta . 2 1

Pe r o t ambié n e s ve r dad que así c omo los hi st or iador es polí t i cos,

eco nómi co s y so ci a les/cu l tura les i gno ran la c i enci a po l ít ica , la eco no mía y la so ci o -

logia, así como los estudios culturales, respectivamente, bajo su propio riesgo, tam-

bién los hi st or iadore s ambie nt ale s de scu idan no só lo las c ie ncias e cológicas sino

asimismo las cie ncias s ociale s bajo su pr opio r ie sgo. L a le ct ur a de alg un os de los

principales historiadores ambientales de la actualidad —Donald Worster, Richard

Whi te, Caro lyn Merchant , W i l l iam Cro no n, Stephen P yne— i ndi ca qu e la hi s to ria

ambi enta l se es tá i mpregnan do más de his to ri a po l ít i ca , eco nómi ca y s o ci a l /cu l tu-

ra l , de estudi o s po l ít i co s , eco nómi co s , so ci o lógi co s y cu l tura les , y de c i enci a eco ló-

g ic a . L a h is toria a m b ienta l se es tá a senta nd o sob re b a ses m ás c ient íf ic a s , y por c on-

s i gui ente se está vo lv i endo más radi ca l i zada.

A sí como M a r x de sdeñó la hi st oria polí t ica y e conómica, la t e orí a polí t ica y la

e conómica, y como ge ne r acione s de mar xist as han t r at ado de ne gar la e con omí a

p o lít i ca y la hi s to ri a so ci a l /cu l tu ra l , lo s hi s to riado res del ambi ente están i nco rpo -

r ando y ne ga ndo los t r e s t ipos pr incipale s de hi st or ia y de cie ncias human as pr e-

vi as . N o se trata tan t o de que estén parado s en ho mbros de lo s hi s to ri adores po l í-

ticos, económicos y sociales del pasado (aunque de hecho lo están). Más

radi ca lmente, la hi s to ria ambi enta l es tá resu l tan do

ser

hi sto ri a po l ít i ca , eco nómi ca

y social . . . más amplia, más pr ofunda , más incluye nt e . En e st e se nt ido la hi st or ia

ambi enta l es la c u lmi nac i ón lógi ca de to da la hi s to ri ograf ía que ha ex i s t i do hasta

la fecha.

Para cerrar el círculo, se puede tener la certeza de que la historia ambiental será

reinterpretada, y hasta revolucionada, por futuras generaciones de historiadores, a

la luz de nuevo s pro blemas, técni cas , f uentes y demás, pero tambi én de las revo lu-

2 1

Robert Youn g ("Biography: The basic discip line for human sciences",

F r e e A s s m i a l i o m , s,

11, 19/38)

afirma algo similar con respecto a la geografía (y gran parte

de

la historia ambiental es biografía de un

lugar, una región, un recurso).

94

J A M E S O ' C O N N O R

ciones en la historia política, económica y so cial misma, a todas las cuales está con-

tribuyendo la historia ambiental. Ésta se está negando y reconstituyendo constan-

3

T R E S M A N E R A S D E O B S E R V A R L A H I S T O R I A E C O L Ó G IC A

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temente a sí misma, a medida que nieg a los otros tres tipos de historia, que a su vez

cambian con los avances de la historia ambiental y la historia ecológica. En la medi-

da en que puede entenderse este proceso de negación y omisión, es muy impor-

tante que los historiadores ambientales traten de comprenderlo. Si finalmente

triunfa el capital global, y si las futuras generaciones ven la naturaleza mera o

exclusivamente como "capital natural" (y a los seres humanos como "capital huma-

no", a la comunidad como "capital comunitario"), la historia ambiental resultará

ser la historia pura y simple de la naturaleza capitalista. Los movimientos de resis-

tencia se desvanecerán y serán minimizados u olvidados por los historiadores. El

mundo será una historia de la creciente dependencia de la tecnología y de su cosi-

ficación, y la tecnología sustituirá a otras relaciones sociales human as mediadas por

las relaciones con la naturaleza... y viceversa. Si realmente salen victoriosos (¿algo

muy improbable?, ¿una evidente posibilidad?) los verdes, los verdes rojos, los rojos

verdes, las feministas, los pueblos indígenas, las minorías oprimidas, los trabajado-

res y el "ambientalismo de los pobres", que luchan contra el capital global, la his-

toria ambiental del futuro será muy diferente. El remate, desde luego, es que el

futuro será el futuro del capital puro y simple, o no, en parte de acuerdo con la

forma en que los historiadores ambientales (de hecho todos los historiadores)

comprendan y practiquen su arte. Cuanto más sea vista la naturaleza (modificada

por los humanos) como la historia del trabajo, la propiedad, la explotación y la

lucha social, mayores serán las probabilidades de un futuro sustentable, equitativo

y socialmente justo.

Y L O S P A I S A J E S C U L T U R A L E S D E L A B A H Í A D E M O N T E R E Y

I NT R OD UC C I Ó N

A primera vista, los cañones al norte de la bahía de Monterey se ven tan fractura-

dos, tan aislados del litoral oriental y meridional de la bahía, que sugieren que la

geología de la región

t iene

que haber configurado su rica historia cultural. Una

ojeada al sureste desde la altura de la montaña Ben Lomond, hacia la vastedad de

las llanuras fluviales de los ríos Pájaro y Salinas, completamente planas, y a la coli-

na de granito que se conoce como península de Monterey, parece confirmar esta

opinión. "La naturaleza hace a la cultura" sería una síntesis de esta sensación.'

Sin embargo hay otra evaluación, basada en el hecho histórico de que muchas

culturas diferentes han sido transplantadas a la región de la bahía de Monterey:

que la historia, incluyendo la historia ecológica, es de alguna manera importante

un producto cultural. "La cultura hace a la naturaleza", en la medida en que la tie-

rra ha sido configurada por manos humanas, sería la síntesis de

e s t a

opinión.2

ma de manera acrítica. La razón es que ambas dejan de lado el concepto clave para

la interpretación de los paisajes (sistemas ecológicos, espacios ambientales, signifi-

cados espaciales y mapas mentales, ambientes construidos), a saber, la actividad

material de los seres humanos. Era común cierta unidad entre la cultura, el traba-

' Marvin Harris, Cultural

mater ia li sm: The s trugg le fo r a science o f cu ltura,

Nueva York, Random House,

1979. "La naturaleza hace a la cultura" es una sobresimplificación deliberada de la teoría de la historia

de Harris, pero capta algo de la esencia de su método aplicado a momentos

y

lugares específicos. Por

ejemplo, Harris explica el desarrollo de la agricultura en términos de cambios climatológicos locales y

el resultante "agotamiento o extinción de la megafauna del Pleistoceno, que fue la especie de caza pre-

ferida durante decenas de miles de años" (p. 87).Y en otro lado, "el desarrollo del capitalismo en Euro-

pa puede verse, en gran medida, como una respuesta al agotamiento de recursos sobre el cual se había

basado el modo de producción feudal europeo" (p. 111).

2 Harris (ibid.,

cap. 9) hace una revisión crítica de las que denomina estrategias "idealistas cultura-

les" para explicar la causalidad histórica. Por ejemplo, "Un popular conjunto de teorías psicologistas de

la causación sociocultural arranca del supuesto de que cada sociedad tiene un carácter nacional, una

personalidad modal o alguna otra gama de tipos de personalidad [...] El conflicto estratégico entre los

antropólogos psicologistas y los materialistas culturales [Harris mismo] surge cuando [los primeros]

omiten incluir la infraestructura ética en la cadena causal responsable de los complejos de personali-

dad, o cuando van aún más a llá y proponen que los cambios estructurales e infraestructurales están pre-

determinados por la existencia de determinado tipo de personalidad modal o básica o de un carácter

nacional" (pp. 259-260).

[95]

96

AMES O'CONNOR

jo y la naturaleza de las sociedades pre y semicapitalistas de la bahía de Monterey

TRES MANERAS D E OB SERV AR LA B AH ÍA D E MONTEREY

7

bastante alejada de lo que los primeros europeos de la Nueva E spaña veían como

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(incluyendo asentamientos de indios costeños, españoles y mexicanos; antiguos

migrantes del norte de Europa; yugoslavos, italianos, chinos y japoneses. Sin

embargo, en las sociedades capitalistas, entre ellas la sociedad actual de la bahía de

Monterey, el capital y el trabajo asalariado, la tecnología, las finanzas, la compe-

tencia y el mercado mundial, median y transforman al mismo tiempo la naturale-

za y la cultura, lo cual, a su vez, en ocasiones permite y otras re stringe la actividad

humana. Puesto que ciertas visiones políticas, incluyendo las visiones del futuro, se

asocian a veces con un determinismo tanto ambiental como cultural —biorregio-

nalismo verde y todo el arcoiris político del multiculturalismo, respectivamente— ,

también quiero mencionar esas visiones y políticas con el propósito de ofrecer una

manera alternativa de pensar en torno a la región de la bahía de Monterey y sus

futuros posibles.

¿LA NATURALEZA HACE A LA CULTURA?

La topografia y la ecología de la bahía de Monterey son únicas. La región de la

bahía es una tierra fronteriza entre el norte y el sur de California, lugar en el cual

las secuoias y las palmeras se rozan en una misma calle. El condado de North Santa

Cruz incluye la planicie fluvial del río San Lorenzo ("el centro" en términos cultu-

rales); seis o siete terrazas marinas, cada una de ellas menos precisa que la más joven

que está debajo; algunas corrientes de agua que llegan directamente al océano en

la costa norte, otras que desaguan en los cañones atravesados por el río San Loren-

zo y las cañadas Soquel y Aptos, y docenas de barrancos que contienen arroyos y cur-

sos de agua más pequeños. Hacia el sureste hay llanuras fluviales creadas por los ríos

Pájaro y Salinas; hace un siglo y medio estaban cubiertas de pantanos y lagos, con

acuíferos al parecer ilimitados, que ahora se dedican a la agricultura. Castroville se

llama a sí misma la "capital mundial de la alcachofa"; Gilroy es famoso por su festi-

val del ajo; la cosecha más valiosa de Watsonville son las fresas; Salinas es el centro

de la "ensaladera" de California. Hacia el sur están las grandes dunas de arena de

Se aside y la costa m eridional de la península de Monterey, donde estructuras de

adobe restauradas, el muelle de pescadores, y las antiguas enlatadoras de pescado

atraen a los turistas que buscan aspirar el aroma de los viejos tiempos idos.

3

No hace falta ser cartógrafo profesional para observar que Santa Cruz, la ciudad

dominada por los yanquis* ubicada en el extremo de la bahía de Monterey, está

3

Martha K. Norkunas, The

f r o l i t ic s o fp u b l i c o i e r n o r y : T o u r i s m , h i s t o r y , a n d e t h n i c i t y i n Mo n t e r e y , C a l i f o r n i a ,

Albany, State University of New York Press, 1993.

*El autor usa "yanquis" en su sentido angloamericano para designar a las personas de origen sajón

residentes en el noreste de Estados Unidos.

la ruta natural norte-sur que conectaba las misiones de C alifornia, los templos del

imperialismo español. Los españoles pasaban de largo por Santa Cruz en sus viajes

hacia el norte y el sur de C alifornia en busca de conversos a Dios y al dinero, y más

bien seguían una ruta río abajo el Salinas o el P ájaro, y doblaban después hacia el

este, a San José, o rumbo al norte, a San F rancisco y Sonoma.

4

La peculiar geografía de la bahía de M onterey, sus importantes llanuras aluvia-

les y sus variaciones climáticas suelen mencionarse como las razones por las cuales

Monterey, el presidio español en la base de la bahía, llegó a ser el puesto español

remoto más importante del imperialismo español en el norte de California, y por

qué Santa C ruz, en el extremo de la bahía, quedó relativamente aislado, y durante

dos siglos atrajo más que nada a esas almas que deseaban escapar del bullicio de la

ciudad o de la pobreza del viejo mundo o de A sia, y emprender una nueva vida. El

escapismo ha sido valorado desde hace bastante más de un siglo por la industria

turística, de gran nivel en M onterey, de poco nivel en Santa Cruz (el turismo es el

negocio más rentable de la región en la actualidad, sólo superado por la agricul-

tura). También puede ocurrir que el aislamiento de S anta Cruz hiciese m ás fácil

que

los primeros capitalistas yanquis y alemanes de m ediados y fines del siglo xix

explotasen los abundantes recursos de las montañas Santa Cruz y de la orilla nor-

te de la bahía, más o m enos a resguardo d el escrutinio público y las reglamenta-

ciones estatales. Se ha dicho que el aislamiento de la misión de Santa C ruz, com-

parada por ejemplo con la de C armel (cerca del presidio de Mo nterey), explica la

relativa autonomía que obtuvo la primera durante el periodo del asentamiento

español.

Es indiscutible que el desarrollo general de Santa Cruz se vio retrasado porque

el primer ferrocarril que atravesó C alifornia de norte a sur esquivó esta ciudad.

Sólo el genio comercial y la voracidad de un inmigrante alemán, Frederick Hihn

(que a finales del siglo xlx controlaba más negocios que cualquier otra persona de

la región), quien construyó el primer ferrocarril Santa Cruz-W atsonville, integró

mejor a S anta Cruz con la m áquina de fabricar dinero del capitalismo inicial de

4

Aquí y en a lgu nos otros puntos de es te capítulo me baso en notas tomadas en el cu rso de his toria

local impartido por Sandy L yons en el Cabri llo College, y también en su conferencia pública sobre la

imposibilidad de separar la "his toria na tural y la cultural" (Louden Nelson Community Center, Santa

Cruz, 20 de septiembre de 1994). La tesis del "aislamiento" es una de las favoritas de Sandy Lydon pero

.es refutada por otros, como el autor local Geoffrey Dunn: "Creo que Lydon le da excesiva importancia

a l 'a is lamiento' de Santa Cruz durante el s ig lo xlx. Aunque s in duda n o era el centro del universo, San-

ta Cruz estaba intrínsecamente vincu lado con la economía polí tica de España y México y, más tarde,

con la expansión de Estados Unidos hac ia el oeste. Vi lla de Branciforte (ubicada al otro lado del río,

frente a la misión de Santa Cruz) fue selecc ionada para ser un o de los tres primeros pueblos de Cali -

fornia; los registros eclesiásticos indican que había una interacción regular entre Santa Cruz y las misio-

nes de Carmel y Santa Clara, as í como con las comu nidades seculares de Monterey y de San J osé ( . .. ]

Los cerros son a ltos , la bahía profunda, pero no somos u na is la , ni lo hemos s ido jamás', "Preliminary

thoughts on the San ta Cruz G enovese fishing c olony", artículo inédito, 1994.

98

A M E S O ' C O N N O R

RES MANERAS D E OB SERV AR LA B AH ÍA D E MONTEREY

9

Ca liforn ia . Y n o fu e desprec ia ble lo qu e hizo, p orq u e Sa n ta Cru z n o t ien e u n a

bahí a na t ur al , y sin e mbar go r e cibió e l don de un a mu lt i t ud de r ecur sos e xplot a-

En su forma más pura esta manera de pensar puede denominarse "determinis-

m

o a mbien ta l". Es ta expres ión tra n smite la idea de qu e la geología y e l c l ima a yu -

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bles . Entre el lo s había energía hi drául i ca , bo sques , p i edra ca l i za , y a gregado ( gra-

va y a rena) , de los que dependían las i ndus tri as de la madera, la ca l , l a curti embre,

los e xplosivos, e l concr e t o y ot r as que f lor ecie r on e n la r e gión de sde los añ os 187 0

y hasta el f i na l de la pri mera guerra mun di a l .

Con su ún ic o y dific i l pa so por t ierra qu e a tra v iesa la s mon ta ña s Sa n ta Cru z

haci a Sa n J o sé ( co no ci do ho y co mo el v i ejo cami no de Sa n J o sé) , y dependi ente de

na ví os mar í t imos par a l le var y sacar pr oduct os de la r e gión, r esul t a c lar a la ge o-

gra fia ec on ómic a de Sa n ta Cru z en la époc a prev ia a l ferroc a rri l . La prin c ipa l

e ncr uci jada e st aba e n la int e r se cción de l camino de Soque l , la vie ja r ut a de San

José y e l camino de l mue l le , e n e l poblado de Soque l . M e rcan cí as y pe r sonas iban

del es te y del o este haci a esa encruc i j ada, para co nectar c o n la di l i genci a que sa l ía

hacia San José, o para ir por mar a los mercados y los deleite de San Francisco. Hoy

r e sul t a di f í cil imaginar qu e e se r incón fue se u n ce nt r o impor t ant e de int e r cambio

come r cial; est á l le no de vivie ndas obr e r as y pe que ños come r cios que se inun dan

cua ndo el arro yo So quel ( uno de lo s que s erpentean po r la zo na) se desbo rda de su

cau ce . Est a r e al idad su gie r e que e l de t e r minismo ge ogr áfico pie r de mucho de su

poder e xplicat ivo cua ndo e l c api t al i smo se a poder a de l c ont r ol de la t ie rr a.

No o bstante, es f áci l ver lo tentado r que resu l ta "ex p li car" la hi s to ri a regi onal a

través de la geo graf f a f fs i ca y el c l i ma. Muc ho s lugares , po r ej emp lo Chalk Creek,

Camp Chaparral y Cypress P o i nt [ Cañ ón Ti za , Campo Chaparral y P un ta Ci prés ,

r e spe ct ivame nt e ] , t oman sus nombr e s de la ge ologí a, la fábula y la f lor a locale s.

(Pero aún más lugares, por ejemplo Camp Evers, Chinatown, Cowell Ranch, Castao-

vi ne, Clarks Ca mp y Cri chto n Gulc h l levan la hu el la del no mbre de c i ertos grup o s

o propietarios.)

5

Es f áci l creer q ue las terrazas mari nas o f recían bueno s pan o ramas

y, po r lo tanto , v i v i endas elegan tes; que lo s río s co stan ero s y los cañ o nes p ro ducen

secuoias y, por lo tanto, madera y aglomerado; que los vastos macizos de una varie-

dad de r oble implican cu r t ie mbre s; que e l madr oño y ot r os ár bole s de made r as

duras dan o ri gen a ta l leres de pólvo ra negra; que el río San Lo renzo estaba desti -

na do a se r fue nt e de e ne r gí a hidráuli ca; qu e ce nt e na r e s de ar r oyos y cor r ie nt e s

parecían mandados hacer para proveer agua potable, y que el aislamiento geográfi-

co e xigí a pr ime r o uno, de spué s u n se gun do, despué s c asi u n t e r ce r fe r rocar r i l, así

co mo un muel le del tamañ o suf i c i ente para dar cabi da a navío s o ceáni co s . ¿ Qui én

puede dudar que la n i ebla f ría a traída po r el ca lo r del va l le de Sal i nas , y el so l cál i -

do de la bahía , representan a lca cho f as , lechugas y co les de B ruselas; q ue las dunas

de arena equivalen vidrio y cemento; las cascadas espectaculares, las playas, el clima,

el mar y las montañas, a viajeros y turistas? ¿Dónde más iban a construir su presidio

lo s españ o les más que en ese pro monto ri o de grani to a l que l lama ro n Mo nterey?

5

Donald Thomas Clark, S anta

C r u z

pl a c e na mes : A geogr a phic a l dia iona r j ,

Santa Cruz, Santa Cruz His-

torical Society, 1986.

da n o es torba n y, por lo ta n to, f ija n de div ersa s ma n era s c ierta s p os ibilida des ec o-

n

ómic a s y soc ia les , y q u e ten emos qu e observ a r primordia lmen te la geogra fía f i s ic a

de la región para comprender el curso fundamental de la historia local, incluyen-

do la his toria de los s i s tema s ec ológic os y de los pa isa jes modific a dos o c on s tru idos .

El fa moso his toria dor n ortea meric a n o Frederic k Ja c kson Tu rn er explic ó lo qu e

en su opinión era una renovación de la cultura democrática en el Oeste, debido a

su a pertu ra y a su dis ta n c ia de los ma les de la s c iu da des del Es te , div idida s en c la -

ses , y p orqu e el Oes te es ta ba soc ia lmen te en la ma rgen del pa ís . La tes i s de Tu rn er

ha s ido desa c redita da desde ha c e mu c ho t iempo, pero el terren o, e l c l ima y la sen -

sación de vivir en las orillas sociales de Estados Unidos siguen estando profunda-

mente grabados en la mente de los habitantes del Oeste. En Santa Cruz los habi-

tantes del lugar dicen que "van costa arriba" cuando quieren decir que manejan

ru mbo a l n orte p or la ru ta 1 ; "a ba jo y rodea n do la ba hía " c u a n do v a n a l su res te , a

Mo nterey; "so bre lo s cerros" cu ando po r la ruta 17 va n a trabaj ar a San J o sé, y "va l le

a r r ib a " c u a n d o m a n e j a n s u s a u t o s p o r la s c u r v a s q u e c o r r en j u n t o a l r ío S a n L o r e n -

zo, en la ru ta 9 . En Wa tson v i l le , c erc a del c en tro de la región , los ha bita n tes dic en

que van "por el paso" cuando manejan hacia el noreste por la ruta 152. En Mon-

terey "un v i aj e a l su r" qui ere deci r i r co sta abaj o hasta B i g Sur.

La ma yoría de los q u e v iv imos y tra ba ja mos en la región de la ba hía de Mon te-

rey c on serv a mos c ierta c on c ien c ia geográfic a (ma pa s men ta les de c olin a s , c a ñon es ,

curvas del camino, la orilla del agua), aunque la calefacción, el aire acondiciona-

do y otra s modern a s c omodida des su elen a leja mos ba s ta n te del c l ima y de los c a m-

bios de estación. Sin embargo, cuando en invierno llueve demasiado, los arroyos

desborda n , y a lgu n os de los qu e v iv en en c a ba ña s v era n iega s a da pta da s , en los pro-

fundos cañones, quedan sepultados por deslizamientos de lodo. Cuando llueve

muy poco los jardines se resecan y los barrios empiezan a parecer un desierto.

Cuando de pronto la placa del Pacífico se mueve unos cuantos centímetros, o has-

ta 2 5 o 3 0 , se p rodu c en mu ertes , herida s y da ños ma teria les en los c en tros u rba n os

construidos en antiguos lechos de ríos. En el West Cliff Drive de Santa Cruz o en

la Poin t Piñon Light Sta t ion de Mon terey, du ra n te u n a tormen ta in v ern a l , e l v ien -

to y la lluvia feroces nos obligan a recordar que hay ocasiones en las que no con-

t r olamos a la na t ur ale z a; más bie n lo cont r ar io. "N os obligan " por que , como lo re i -

tera el historiador Sandy Lydon, después del choque inicial de un terremoto, un

incendio, una inundación, los habitantes del lugar sienten una poderosa tenden-

cia a volver a engañarse y pensar que los seres humanos ejercen una verdadera

so beranía so bre la natu ra leza .

Algunos verdes están tan enamorados del determinismo ambiental que su

impulso intelectual pasa de explorar el pasado y el presente a planear y modelar

nue st r o fut ur o. Hablan de la "bior r e gión" de las mont añas Sant a C r uz o de la bahí a

de Mon terey. En la s reu n ion es públic a s ha bla n de c rea r u n a forma de v ida ba sa da

100

A MES O'C ONNOR

en los ciclos hidráulicos y la topografía, en gran medida, según dicen, como lo

TRES MANERAS DE OBSERVAR LA BAHÍA DE MONTEREY

01

durante el periodo español. Al respecto, el principal ejemplo son los efectos de

m

illares de cabezas de ganado traídas por los españoles que pisotearon los pastos

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hicieran los pueblos nativos hace tal vez diez mil años. Un hombre, que puede

estar tan familiarizado con las montañas Santa Cruz como sus habitantes origina-

les de la edad de piedra, está cartografiando toda la serranía, preparándose para

un futuro biorregional. Pero en cierto momento no podía decidir si la vertiente

occidental y suroccidental de las montañas, que estaban en el océano al norte de

la bahía de Monterey, pertenecían o no a la biorregión. Otros se preguntan si los

ríos Pájaro y Salinas, desviados o alterados de una u otra forma más de una dece-

na de veces en el último siglo y medio, y sus llanuras aluviales, cubiertas ahora de

frutas y verduras, puede llamarse, apropiadamente, una biorregión, o si son meras

cuencas fluviales de una biorregión del norte de California, más grande y no tan

bien definida. Siguen estando en pie cuestiones como de qué manera se podría

desarrollar realmente una economía y una sociedad biorregional (división del tra-

bajo, ciencia y tecnología, formas culturales existentes en la media luna de la bahía

de Monterey), y podrían interpretarse y utilizarse los vastos "bordes" y "traslapes"

entre las diversas zonas ecológicas.

¿LA CULTURA HACE A LA NATURALEZA?

Hay una segunda manera de pensar por parte de quienes desean interpretar la his-

toria humana y ecológica de la región de la bahía de Monterey (y presumiblemente

basar en esas interpretaciones su política), la opuesta a la versión naturalista esbo-

zada más arriba. Es la idea de

que el factor determinante es (y tal vez debería ser)

la cultura de la región, o mejor dicho las culturas, y que la cuestión clave es cómo

dejan su marca en el paisaje culturas diferentes.

Nadie duda de que la bahía de Monterey tiene una rica historia cultural, tan úni-

ca, a su manera, como las configuraciones de la topografia y el clima de la región.

Los pueblos nativos que vivían en las terrazas, colinas

y

llanuras aluviales de la

bahía construyeron complejas rutas comerciales allende la serranía de Santa Cruz,

hacían sus herramientas con piedra de canteras de la zona, sacaban agua de los

arroyos, recolectaban, cazaban y pescaban. Ésta fue la primera cultura —o cultu-

ras, porque tal vez había tantas culturas ohlone como cuencas fluviales—; todas

ellas tuvieron efectos profundos en el paisaje ecológico, por ejemplo por la quema

de pastizales. ? La segunda fue la cultura española de las misiones. La historia ofi-

cial o eclesiástica de las misiones pretende que el impulso cultural de convertir a

los indios paganos a la adoración de Nuestro Salvador, de salvar sus almas, fue la

fuerza decisiva que configuró no sólo la historia social sino también el paisaje,

6

Malcolm Margolin,

7 7 w O h l o n e w ay : I n d i an

in

t h e S a n F r a n c i s c o M o n t e r e y B a y A r t a ,

Berkeley, Hey-

day, 1878; Gordon, o p . ciL,

pp. 21-48.

nativos, y la consecuente introducción e invasión de pastos anuales europeos en las

vasta s y ondulan tes praderas de los condados de Santa Cruz y Monterey.

7

Luego vino la cultura mexicana o californiana. Los artistas yanquis representa-

ban a los hombres como una especie de nobleza vulga rizada, que se pasa ban la vida

mon ta n do a c a ba llo o de f ies ta , 8

imitando a los caballeros de México o de la anti-

gua España. A veces, en cu adros antiguos, se representa a las mujeres de California

con hermosos rebozos y largos vestidos, sentadas, conversando a la sombra. Estas

imágenes estereotipadas, como los colores de un viejo daguerrotipo, no están del

todo equivocadas. Tampoco lo está la opinión de que una cultura ranchera degra-

dada, en otros t iempos reservada a l a c l ase dirigente español a , importada a l a

región de la bahía a través de Nueva España, conformó de maneras importantes el

paisaje social y ecológico. Una interpretación cu ltural de los efectos perdurables de

los paisajes y ambientes constru idos de la sociedad española y la mexicana es espe-

cialmente popular en Monterey, que era un centro más político que económico, y

donde los edificios de adobe restaurados s on hoy un imán para el tu rismo.

Luego llega ron los yan quis —madereros, curtidores, comerciantes, jornaleros y

otros—, cuya c ultu ra era prometeica, que creían en el mito del dominio de la natu -

ra leza , a s í c omo en la rea lida d del tra ba jo du ro y la ga n a n c ia fác il .

9

Esta c u ltu ra

dominó Santa Cruz y, en menor medida, Watsonville, en el corazón del valle del

río Pájaro, a partir del decenio de 1850. Todavía se puede ver la mano yanqui en

el centro de Santa Cruz (biorregión de la "lla nura aluv ial" para los verdes) donde

casas Reina Ana, iglesias falso gótico y escuelas y estructuras comerciales t ipo rena-

cimiento griego compiten con edificios de oficinas

a r t d e c o

y renac imiento misione-

ro. En el lado sur de la calle Union, entre lo que es hoy un centro de caridad y el

desnivel que marca la primera terraza marina, la s cas as yan quis de finales del siglo

xlx y principios del xx miran hacia el

norte

poc a lu z del sol en tra ba en la sa la o en

7

/b id, pp. 48-55.

8

Richard Henry Dana describió a

los "cal ifor nio?' como

un "pueblo orgulloso e indolente dado a

los bai les lasc ivos". Un yan qui que había l legado an tes veía en "los cali fornios rostros torpes y suspica-

ces entregados al brutal goce a nimal. .. bai lando y vomitando".

9

En la mitología griega Prometeo era el titán que robó el fuego del cielo para beneficio de la huma-

nidad. Tanto el la do prometeico de la cu ltura yanqui

c o m o el

"mítico" se captan marav i llosamente en

el siguiente texto: "El 7 de junio de 1905 un equipo de construcción del ferrocarril Ocean Shore encen-

dió una mecha en Wa ddell Bluffs , dando

inicio

así a la tarea monu mental de domesticar este trozo

sal -

vaje

de costa. Al hacerlo, toneladas de rocas sepultaron durant e c ierto tiempo el camino rural que

al l í

había. A Vid Trombo y a su s hombres

les tocó

la responsabilidad de mantener abierto el

camino mien-

tras avan zaba

la

c o n s t r u c c i ó n .

El ferrocarril Ocean Shore fue el plan gran dioso de

v a r i os a c a u d a l a d o s

e m p re s a r io s p a r a v i n c u l a r S a n F r a n c i s c o c o n l a s z o n a s

de esparcimiento y de

negocios de Santa

Cruz.

El proyecto terminó por

ser

abandonado, en parte debido a la dificu ltad para s uperar obstáculos

como

Waddell Bluffs", Frank

(Lud) McCr ar y, "The r affroad ata t

clidn't",

en Big Creek La mber

asid Bui lding

Supplie s ,

Waddell Bluffs: 77,0 magnsficent madi with a dramatic past,

s. p. i.

102

A M E S O ' C O N N O R

los cuartos del frente. Ventanas relativamente pequeñas e interiores sombríos, ele-

mentos de una mente invernal de Nueva Inglaterra, diseñados al parecer sin pen-

TRES MANERAS DE OBSERVAR LA BAHÍA DE MONTEREY

03

ferozmente individualistas, que cultivaron algunos de esos huertos de manzanos y

los c on v irt ieron en gra n ja s de su bsis ten c ia , forma de v ida ma teria l bien a da pta da a

sus deseos de aislamiento y sentido de estar separados." Estaban los irlandeses

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sar por un instante en el sol y la suave temperatura de la ciudad, sugieren una

especie de teoría determinista cultural del paisaje construido.

En ese periodo también los chinos entraron a la bahía de Monterey; eran en su

mayoría varones, contratados para los trabajos más peligrosos, y que perdían los

brazos y la vida mientras cavaban túneles ferroviarios y laboraban en los empleos

más arriesgados de los talleres de pólvora.

1 0

Los chinos manejaban también las

industrias del pecado: el juego, el opio, los burdeles. La religiosidad protestante

les impedía a los yanquis obtener ganancias de sus paisanos, meros consumidores

—no productores— de pecado . Las mujeres chinas, algunas verdaderas esclavas, tra-

bajaban en los prostíbulos ubicados en las numerosas (y ge ográficamente móviles)

Chinatowns del área. Esto también puede explicarse en términos culturales por el

racismo blanco y el bajo estatus de los trabajadores chinos, así como el estatus más

bajo aún de las mu jeres. Para la idea del determinismo cultural resulta más signifi-

cativo cómo desarrollaron los chinos los márgenes y los sobrantes de la base local

de recursos, "trabajaron los bordes", en palabras de Sandy Lydons. 1 1

La cultura chi-

na hacía énfasis en "adaptarse y usar todas las form as posibles de ganarse la vida", y

otorgaba un alto valor al compromiso, el deber y el razonamiento (equivalente a

la inventiva). Sus valores culturales mantenían unidas sus formas de producción, lo

que les ayudó a especializarse rentablemente en la pesca, los productos marinos

secos, los cultivos periféricos y la reclamación.

1 2 Esta configuración de capacidades

culturales y técnicas "en los bordes" también estaba determinada, desde luego, por

el racismo, que marginaba y postergaba social y políticamente a los chinos.

Hombres, mujeres y niños llegaron en barco, en carretas y a caballo de muchas

otras culturas europeas y asiáticas. En el valle del río Pájaro y en las colinas del dis-

trito de Prunedale había croatas, con redes de familia extensa, que cooperaba

entre sí cuando plantaban y cosec haban sus árboles frutales y otros cultivos. Había

inmigrantes del Dust Bowl (probablemente en su mayoría escoceses e irlandeses),

I° Sandy L ydon,

Chi f lase go ld: The Chi f lase in the Monterey Bay im t, Capitola, Capitola Book Company,

1985,

pas s i m.

Esta es la mejor historia social y económica de la región que se ha publicado hasta la fecha.

II Ibid., pp. 501, 504.

12

Gordon también escribe: "Las costumbres chinas se introdujeron con mínimas m odif icaciones",

op. cit.,

p. 59. Lo que ocurrió fue que las capacidades culturales y técnicas de los chinos funcionaban

bien en las "márgenes", en sentido figurativo pero también literal, es decir, en la orilla del mar, donde

tenían mucha experiencia en la recolección y procesamiento de productos marinos,

ibid.;

Lydon, op.

cit., p. 488. "Poca gente sobre la faz de la tierra usa más que los chinos todo lo que atrapa, cultiva o pro-

cesa; prácticamente no se desperdicia nada. Así que cuando los primeros se instalaron en el área de la

bahía de Monterey —en la caleta de Point Lobos, hacia 1851— deben de haberse regocijado con la

variedad y riqueza que se brindaba a su talento de pescadores expertos [ . . . ] A diferencia de los dem ás

grupos de antiguos inmigrantes a la bahía de Monterey, los chinos [de Point Lobos] llegaban en fami-

lias completas", Michael Kenneth Hemp,

Cannery Ro to : The hi s to ry o f o ld Ocean V iso Avenue,

Kane'ohe,

History Company, 1986, p. 22.

q

ue, entre otros, querían hacer dinero rápido aprovisionando a los primeros mine-

ros en busca de oro, y que sembraron papas; los franceses, empapados en la tradi-

ción vinícola, que fueron los primeros en comercializar la industria; los sicilianos,

hábi les e n e l uso de la r e d l ampar a

y con "un

nivel de trabajo en equipo dificil de

imaginar para los no iniciados", que fueron maestros de la industria sardinera de

Monterey'," los japoneses, hábiles para las huertas, el cultivo de bayas, el buceo, el

pr oce samie nt o y la ve nt a de pe scado; los jor nale r os f i l ipinos y me xicanos, cuyas cul-

turas de resistencia fueron la base de las principales huelgas agrícolas; gente de

Nueva Inglaterra, portugueses (de las Azores) y balleneros noruegos, todos ellos

con sus modos únicos de vida y de trabajo, y muchos más. Cada uno tenía sus pro-

pia s ma n era s más o men os dis t in t iv a s de ha c er la s c osa s , qu e su perpon ía a l a mbien -

te local, que se parecía muy de cerca, o a grandes rasgos, a la naturaleza tal como

la conocí an e n sus r e spe ct ivos t e mulos. 1 5

Así que las diferentes nacionalidades buscaron formas de la naturaleza que les

13

E l d i s t ri t o d e Pr une d a l e (c o n C o r a l i t os e n una p unt a ) c o n t e ní a c e nt e na r e s d e g r a nj a s d e su b si s-

tencia, con frutales, vacas, un par de caballos y huertos de verduras. Los migrantes de Oklahoma explo-

taban las granjas como arrendatarios, "forma de vida

similar a la que conocieran en su tima ,

Gordon, o p .

cit.,

cursivas mías.

14

"Tirar la red desde un barco en movimiento en mar abierto, en una oscuridad casi absoluta ( las

luces atraían compañía y competencia) requería valor, habil idad y un nivel de trabajo en equipo difi-

ci l de imaginar para los no iniciados. Aunque con frecuencia se los conocía como 'ita l ianos' , los hom-

bres cuyo trabajo y capacidad dominaban la industria pesquera de Monterey provenían de los pueblos

c o s t e ro s c e r c an o s a P a le r m o [ . .. ] C u an d o h ab í a c apt u r as e x c epc i on a lm e n t e g r an d e s e r a c o m ún qu e lo s

botes [ sici lianos] compartieran en forma amistosa e l pescado sobrante que rulo solo no podía cargar",

Hemp,

o p cit.,

p. 79.

U na v a r i a c i ón s o b re e s t e t e m a : e n Sa nt a C r uz se e s t a b l e c ió , a f i na l e s d e l o s a ñ o s 187 0 , una c o l o ni a

d e p e sc a d o re s g e no v e se s c o n sus f a m i li a s , c a s i t o d o s e l l o s p r oc e d e nt e s d e l a p e q ue ñ a c o m un i d a d p e s-

quera de Riva Trigoso. Los "genoveses trajeron de su pa tria el uso de redes

ampara [...]

que se tendían

desde botes, y de redes playeras, qu e se llevan mar a dentro con botes de remos y se recogen desde t ie-

rra. Los genoveses no tardaron en adaptar sus métodos nativos a l ambiente laico del lugar. A medida

que iban decl inando las pesquerías de agua poco profunda (por exceso de captura) fueron adoptando

otros métodos, especialmente la l ínea larga portuguesa, para aprovechar las pesquerías de agua pro-

funda. Si bien entre los genoveses había un sent imiento intenso de comunidad, desde un principio pes-

c ab an c o m e rc i a lm e n t e par a m e r c ad os qu e qu e d ab an f u e r a d e S an t a C r u z , c o m o S an F r an c i s c o , ad o n -

de mandaban la pesca por tren. Tengo la sensación de que había mucha competencia entre el los, y de

q ue f ue a um e n t a nd o c o n e l t i em p o . C a d a f a m i l ia p o se í a un b a r c o , y c ua n d o l o s h ij o s t e ní a n l a e d a d

adecuada se añadían más navíos. Aunque había

cierta

c o o p e r a c i ó n

ent re

familias, la más importante se

daba dentro de e llas. La cohesión de la colonia pesquera se basaba más en e l lenguaje y e l aislamiento

cultural, así como en la cooperación femenina (parteras, crianza de los niños, curaciones, e tc .) , que en

la empresa de la pesca", Dunn, comunicac ión personal, agosto de 1995.

15

Los historiadores locales no han revelado aún las maneras en que la s mujeres de las esferas repro-

duct ivas de la vida ( trabajo domést ico, enseñanza, e tc .) modificaron los ambientes de la bahía de Mon-

terey.

104

AMES O'CON N OR

resultaran familiares, transplantaron su cultura a la región de la bahía, y dejaron

TRES MANERAS DE OBSERVAR LA BAHÍA DE MONTEREY

05

la política de clase sea oída con seriedad. La

idea

de los "viejos modos", tan to eco-

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su sello distintivo en el paisaje. Desde el punto de vista de la historia cultural, estas

constelaciones nacionales y étnicas hicieron, literalmente, la historia ambiental y

social de la bahía de Monterey. Y así como algunos deterministas ambientales, que

leen la historia local a partir de la topografía y el clima de la región, abogan por el

biorregionalismo o la política del lugar, algunos deterministas culturales leen la

misma historia como resultado de valores étnicos, normas, estilos y esfuerzos... y

subrayan la relatividad

e

las verdades culturales, la necesidad de desconstruir el

"poder monológico" de la cultura dominante de los varones del norte de Europa,

así como la política de la identidad y las virtudes del multiculturalismo.

Está clara la política implícita en estas dos formas (sin duda exageradas aquí) de

observar la historia local. Una destaca el poder de la naturaleza, la otra la natura-

leza del poder. Algunos seguidores de la primera hacen propaganda en favor de

una política del lugar; algunos de los que apoyan la segunda propugnan una polí-

tica adscriptiva basada en la cultura y la etnicidad. El biorregionalismo es la prefe-

rencia de muchos varones blancos que son verdes; el nacionalismo cultural o el

multiculturalismo es la política preferida por muchos mexicanos de la zona y por

otros cuyas voces han sido acalladas, históricamente, por los europeos del norte.

1 6

EL CAPITAL Y LA CLASE COMO MEDIACIONES

Los que defienden la política del lugar y la política de la identidad buscan, cada

cual a su manera, un cambio económico y social fundamental. Lo irónico es que

ambos suprimen o censuran una política basada en la clase socioeconómica, pre-

cisamente en una época en que los paisajes locales, los sistemas ecológicos y las

prácticas culturales se están sujetando cada vez más al dominio del capital global y

de los mercados financieros. Parece estar funcionando una especie de ley social

compensatoria.. A medida que el capital desvincula las capacidades técnicas y la

división del trabajo de formas culturales más viejas, la política étnica o identitaria

se afirma con más vigor. De manera similar, a medida que la naturaleza se huma-

niza y la producción depende menos de los incorruptos dones de Dios y más de la

tecnología, los fertilizantes químicos, el agua importada y demás, la política del

lugar se afirma a

misma con más vigor.

Precisamente cuando la cultura, el trabajo y la naturaleza son moldeados y retor-

cidos por las leyes de movimiento del capital —y cuando las estructuras capitalistas

de clase se reproducen en escala expandida en el nivel local—, es más difícil que

16

Ejemplos de la

coexistencia incómoda y a veces antagónica de ambas tendencias (quiero destacar

el término "tendencias") aparecen en las páginas de la obra de Frank Bardacke,

G o o d l i b ar a i s an d g m at

b l ue h e r o ns : L a nd , l a b o r , a nd p o l i t i c s i n t h e P a j e r o v a l l e y ,

Santa Cruz, Center for Political Ecology, 1994.

lógicos como culturales, parece más popular a medida que la

realidad

se va de sva-

neciendo o, mejor dicho, reapareciendo en la forma idealizada del "preservacio-

nismo" de la na tural eza y l a cu l tura.

1 7

Al el udir l os temas del capita l y l a c l ase

económica, a l restringir sus respect ivos discursos a l o " natural " y l o " cul tural " ,

ambas políticas impiden lo que buscan con tal ardor: el "cambio real", como lo

expresan los políticos locales progresistas.

Hoy la Grand Metropolitan, una corporación de Londres, decide el destino de

las enla tadoras del va lle del Pájaro;

1 8

la t ierra se arrienda a agroindustrias interna-

cionales para el cultivo de fresas; instituciones financieras regionales y nacionales

toman l os bancos l ocal es; l a Un iversidad de Cal ifornia ( en S a nta Cruz) se rees-

tructura para proveer mejor "capital humano" a la economía estatal; los restauran-

tes del lugar dependen cada vez más de una creciente población que vive allí pero

tra ba ja "pa sa n do los c erros", en Si lic on Va lley; c a den a s de t ien da s de desc u en to

remplazan las t iendas de la gente de la zona , y la riqueza y el poder se polarizan de

modo más vis ibl e. Todo eso ocurre en un a época en l a que l os progresis tas del

l ugar qu e busca n el a poyo el ectoral de l os verdes y l os mul t icul tura l is tas t ienen

miedo de pronunc iar l a pal abra " explotación" . A medida que el capita l g l obal

redefine la economía, la sociedad y la ecología locales, los dirigentes políticos evi-

ta n la polít ic a de c la se c on el mismo c u ida do c on q u e los c a min a n tes se a leja n de

la hiedra venenosa y las quemantes ortigas de las montañas de Santa Cruz.

A medida que el capital llega a ver a la región y su gente como capital cultural,

c omo otra s ta n ta s merc a n c ía s o c en tros ren ta bles , e l sen t ido a c tu a l de la n a tu ra le-

za y la cultura se va volviendo cada vez más nostalgico.

1 9

Nosta l gia por una época

que nunca existió (y que jamás podía haber existido) es un tema que entrelaza a

l os grupos l ocal es dedicados a es te o aqu el aspecto de l a his toria y l a identidad

nat ural y cul tu ral . Tal como ocurre hoy en mu chas regiones del mundo, l ocal -

17

La crí ti ca de Perry Anderson al determinismo cultural al esti lo de Carlo Ginzburg resulta rele-

vante aquí: "Lo que está a usente en la descripción de Ginzburg es esa erosión del s ignificado que cons-

ti tuye una parte tan grande de toda historia cu ltural [. . . ] el proceso familiar por el cual las costumbres

o creencias que en alguna época estuvieran ac tivas de modo central se vuelven, al alterarse las condi-

ciones, esporádicas o marginales, y luego pierden por entero su sentido a medida que se las recarga de

nuevos desarrollos que las incorpora o las borra [. . .] En la vida soc ial lo más antiguo y, en ese sentido,

más

profundo, es muchas veces más trivial, y ha sobrevivido

s ólo porque ha sido reducido a

la

ins igni-

f icancia [ . . .]

Jack Goody señaló una vez que la persistenc ia de c iertos platos podía explicarse no por

su

significado simbólico sino por su indiferencia, porque no eran más qu e

indicios de

continuidad

exis-

te ncial [ . . . ] Las

palabras y los mitos, a diferencia de

los objetos de u s o materia l , son s ignif icador es Me s -

c apables.

Pero también

e s tán s ie mpr e s uje tos

a la designficación [ . . . ] La única

dife r e ncia

es que en

su

caso suelen involucrar la cancelación de un s ignificado por la sobreposición de

otro, que

puede, fácil-

mente, con tradecir al

primero", Perry Anderson,

A cone of engagement,

Londres, Verso, 1992, pp. 224

225.

18

Bardacke,

o p . cit.,

c a p . 5

19

Por ejemplo véase Norkunas,

o p . c i t .

TRES

MAN E RAS

D E OB SERV AR LA B AH ÍA D E MONTEREY

07

06

A M E S O ' C O N N O R

mente, en la agricultura, el turismo y otras industrias, se está abriendo más y más

la brecha entre el capital y el trabajo, los propietarios y los trabajadores. Esta divi-

sión, aunque se vuelva invisible en la política local, está grabada en los paisajes resi-

Las anomalías son signos de que algo —desde un manzano hasta una estructu-

ra de personalidad— anda mal en la vida. Un horticultor sabe que algo no funcio-

na cuando un injerto no pega o una buena vid produce fruta ácida. Un buen psi-

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denciales, rurales y come rciales. En el nivel local la "política progresista" tiene que

ver con el uso de la tierra y los esparcimientos ambientales; con la caridad pública

dirigida a los pobres, los enfermos y los incapacitados; con la etnicidad, el género

y la sexualidad... mucho menos frecuentemente con el trabajo.

¿Quién sale ganando con la supresión de la política de clase en una época que

en realidad simula el modelo de capitalismo desarrollado por Karl Marx? El Viejo

Topo respondería: "la pequeña burguesía". Hoy tenemos que agregar "la nueva cla-

se media", los empleados y profesionales que, junto con la vieja clase media, repre-

sentan los principales estratos que organizan los grupos de la naturaleza y la cultu-

ra, los picnics étnicos, la preservación histórica y las exposiciones de los m useos.

De manera que cuando tomamos en consideración algo en apariencia tan ino-

cuo como la manera de interpretar los paisajes de la región de la bahía de Monte-

rey, podemos topamos con el explosivo problema de la identidad política. Lo que

se ignora en la política local y regional es el tema de la historia cultural y natural

mediada por la historia de la actividad material humana (producción, distribución,

intercambio, consumo) en la región. No obstante, la importancia del capital y el

trabajo para configurar la naturaleza y la cultura resulta un tema político impor-

tante, tal vez e l má s importante.

ANOM AL ÍAS E N E L P E NSAM I E NT O H I ST Ó R I C O Y P OL ÍT IC O L OC AL

El principal problema con el pensamiento dualista que constituye tantas veces la

marca del diálogo histórico (y político) en la región no es tanto que no arroje luz

sobre el pasado (sí lo hace), como que distorsiona y confunde la relación cultura-

naturaleza en el presente. Hoy el capital se apodera cada vez más de la naturaleza y

la cultura, y las configura a su propia imagen: el consumismo y el discurso de utili-

dades y pérdidas sobre los "recursos" tierra, espacio y "capital cultural", y el discur-

so paralelo sobre el preservacionismo de naturaleza/cultura. Políticamente, el pro-

blema del capital y el trabajo, y la forma en que se articulan con la topografía, las

cuencas fluviales, los vecindarios, la etnicidad, el género y así sucesivamente, pocas

veces es tratado con seriedad por los historiadores, los activistas comunitarios,

ambientales o laborales, los planificadores regionales o los estrategas políticos."

2 0 Las conferencias y escritos del historiador Sandy L ydon bordean el determinismo am biental, aun-

que en ocasiones la cultura (especialmente de las minorías), la economía mundial y la política desem-

peñan un papel (a veces débil, otras importante) (por ejemplo Sandy Lydon, "Toward rediscovering the

Monterey Bay region and its history",

S an t a Cruz County His to ry Joum al, I , 1994).

coterapeuta sabe que el paciente tiene un problema cuando oye alguna

discrepancia entre lo que dice y la forma en que lo dice. Son señales de crisis, que

hacen que tanto los árboles como las familias den manzanas podridas, que la fruta

sea agria y la gente se sienta ansiosa y haga cosas estúpidas o crueles, pero que tam-

bién crean una oportunidad de

trans form ac ión , ya s ea

en una vid nueva, una fami-

lia o una comunidad sustentable y equitativa.

La brecha que existe hoy entre los que destacan los factores culturales por enci-

ma de los ambientales, o viceversa, es muy amplia, y no sólo en la bahía de Mon-

terey. La clase de historia que capta la dialéctica de ambos, así como sus conexio-

nes internas, está en pañales, y los políticos no. se interesan demasiado por ese

bebé. Hay una excepción que confirma la regla. La razón más importante por la

cual los que defienden los derechos de los pueblos indígenas tienen un poderoso

sentimiento de estar del "lado correcto" de la historia es que se piensa que en las

sociedades indígenas la cultura, la naturaleza y la actividad material están en estre-

cha relación, "orgánicamente conectadas". Por mucho que idealicemos a los pue-

blos indígenas o los veamos con ojos románticos, defender sus derechos resuelve,

al parecer, el conflicto entre nuestro sentido de lo que son y lo que deberían ser la

cultura y la naturaleza. Hay una especie de coherencia, una sensación de que las

cosas encáj

an, 21

que nos hace sentir cómodos con lo que estamos haciendo, más

confiados que si nos dedicamos, por ejemplo, a la pura política de la tierra en el

valle del río Pájaro o a la política de la identidad en Santa Cruz.

Las antinomias entre la naturaleza y la cultura pueden verse por doquier en la

región, que se divide con gran precisión en "residencial", "comercial", "industria

ligera", "recreativa", "preservación histórica", "restauración natural" y otros espa-

cios. Por ejemplo, hay decenas de carteles anunciando a los caminantes que los

parques naturales están abiertos desde las 6 de la mañana hasta la puesta del sol,

mitad tiempo histórico, mitad tiempo de Dios. Se puede ver esta anomalía en el

parque estatal Wilder Ranch, una vieja granja lechera conservada como reliquia

histórica, en la cual una parte se llama zona de preservación histórica y otra área

de restauración natural, como si la parte histórica —los edificios y paisajes de la

granja— no fuese también natural, y la parte natural —las mesetas y la llanura alu-

vial del arroyo Wilder, con su playa—, no hubiese sido modificada decenas de veces

por la mano del hombre. Miren el campus de la universidad local: por ahí hay un

cartel que indica una zona de conservación natural, por allá paisajes de aulas... la

"cultura" escoltada por macizos de secuoias.

21

"Tradicionalmente la tierra y el trabajo no están separados; el trabajo forma parte de la vida, la

tierra sigue siendo parte de la naturaleza, la vida y la naturaleza forman un todo articulado. Así, la tie-

rra se enlaza con la organización del parentesco, el vecindario, el oficio y la fe... con la tribu y el tem-

plo, la aldea, el gremio y la iglesia", Karl P olanyi,

T h e g r e a t t r a n s f o r m a t i o n ,

Boston, Beacon, 1957, p. 178.

108

A M E S O ' C O N N O R

Este dualismo es tan generalizado que lo damos por sentado, por ejemplo, en el

parque estatal Forest of Nisene Marks, en Aptos (entre Santa Cruz y el valle del río

TRES MANERAS DE OBSERVAR LA BAHÍA D E MONTEREY

09

estaba en el segun do piso , y daba di rectamente a la s empi nadas márgenes so bre la

co nvergenci a de do s barranco s que le dan su no mbre a "Ata laya". Debaj o nuestro

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Pájaro). La familia Marks le donó la tierra al sistema estatal de parques a condición

de que se dejase que el bosque, totalmente talado, "volviese a su estado natural",

como si se pudiesen borrar por decreto todas las huellas ecológicas y culturales de

la intervención humana, la tala, los trenes de brecha angosta y los aserraderos. Si

uno inspecciona la parte más baja del arroyo Aptos, dentro de los límites del bos-

que, encuentra en sus márgenes una comunidad de árboles y plantas que se deben

a los efectos ecológicos de la tala en gran escala por parte de Frederick Hihn, el

ferrocarril Southern Pacific y otros.

2 2

Hubo un caso en el cual un guardabosques

del parque reclutó a unos

bo y sco u t s

para destapar los restos de un viejo aserradero,

enterrado ya bajo deslizamientos de tierra y arbustos, con el resultado de que reci-

bió una reprimenda de sus superiores por violar la voluntad de la familia Marks,

que en vano deseaba enterrar la historia, tanto literal como figurativamente.

2 3

En el viejo pueblo de Rincón, en otros tiempos centro de una línea de produc-

ción de cal, que se levanta junto al cañón del río San Lorenzo, y que hoy es un com-

plejo de "ecotonos" superpuestos, en los que se han borrado muchas huellas obvias

del uso humano (incluyendo un manzano solitario que hasta hace algunos años

crecía entre las secuoias) , se produjo un incidente similar. A los guardabosques se

les ordenó retirar siete viejos hornos para cal que se consideraban un peligro. Pero

en realidad los taparon; hoy están enterrados debajo del estacionamiento que usan

los visitantes cuando quieren "volver" a la naturaleza.

El dualismo historia-naturaleza, que algunos ven como el núcleo mismo de la

tradición judeocristiana y muchos otros como producto de la revolución científica

y la capitalista, es evidente por doquier, a veces en formas invertidas. La Universi-

dad de California en Santa Cruz (ucsc) solía llamarse la "universidad entre las

secuoias", pero como desde hace mucho el control de incendios ha desplazado al

manejo de los incendios, las secuoias están bajo control; los muchos macizos y bos-

quecillos de árboles de segundo crecimiento pueden interpretarse como una espe-

cie de jardín, y la ucsc tendría que llamarse ahora "secuoias en la universidad".

Santa Cruz tiene planes para convertir la v ieja concesión mexicana de tierras, el

Rancho Refugio, colindante con Western Drive, el barrio residencial más occiden-

tal de la ciudad, en un "cinturón verde", lo que aquí significa una especie de área

silvestre urbana. Cerca del pie de Western Drive, en la primera terraza marina, hay

una unidad habitacional llamada "Atalaya", en la que vivimos unos cuantos meses.

Nuestro departamento de esa especie de archivero para trabajadores y estudiantes

22

"La tala al ras de los madereros desvaneció las zonas de vegetación. Hasta que las secuoias de

segundo crecimiento recuperen la supremacía en las zonas más bajas del cañón, habrá una mezcla de

bosque ripariano y siempre verde", Sandy Lydon, 77ze

foral of

N i s e n e

Marks Mote Podes,

Santa

Cruz,

S a n -

ta Cruz Mountains Natural History Associa.tion, s. f.

" MichaerMéuser, /Works tn

W e .f& e s i :

yu-

rvd-uction

of tnearang ~-rneannag ofyronaurn

tk 

on

N i s e n e M ar ks S t a t e P ar k ,

tesis, Universidad de California en Santa Cruz, 2 de junio de 1992, pp. 15-16.

estaba el c i n turón verde previ s to , co n apari enci a de natura leza s i lvestre, s i n es truc-

turas v i s i bles , co n do s anti guas sendas que subían a lo s lado s de ambo s barranco s ,

accesibles para cualquiera que estuviese dispuesto a pasar sobre el alambre de púas

y desafiar el más sagrado de todos los derechos: el de propiedad; más allá se podía

ve r lo que par e cía u n de sl iz amient o de t ie r ra, e n e l cua l z igz agu e aban vie jos se n-

de r os de ganado que l le vaban a las fr e scas aguas de la conf lue ncia de los bar r an-

co s; más a l lá o ndulan tes praderas que se a lqui laban para el pasto reo de reses .

El cint u r ón ve r de pr e vi st o e s e l hogar de m u c h a s e s p ec i e s d e fa u n a : v i m o s u

oímos lechuzas, diversas aves marinas, ciervos, coyotes, felinos, zorrillos y loros que

vivían juntos, algunos como predadores de otras especies, otros a salvo en nichos es-

pecializados. Si uno trata de identificar la cadena alimentaria, descubre que una de

s u s f u e n t e s e s l a b a s u r a d e l o s i n q u i li n o s d e A t a l a y a . D e h e c h o el p a i s a j e es u n a

e spe cie de zoológico sin r e jas. Por lo t a nt o c ua lquie r int e r pr e t ación plau sible de

las especies de vida en este "ecosistema" presupone una historia del desarrollo resi-

dencial, los cambios de población, los valores de la tierra y la especulación, el capi-

ta l , l a u t i l idad de lo s banco s y demás, as í co mo la descri pci ón de la man era en que

lo s i nq ui l ino s de la un i dad y o tro s que v i ven en W estern Dri ve o cerca , po r enci ma

del cañ ón, usa n la n atura leza co mo sumi dero para sus pro pi os desecho s. Aquí hay

un a lecci ón de eco no mía po l ít i ca , so ci o logía po l ít ica y psi co lo gía so ci a l de la na tu-

r ale z a, aun que no se sa be cuál pue da se r y cómo se ar t i cula c on e se z oológico de

e st a se cción de l vie jo R ancho R e fugio. D ur ant e un de bat e r e cie nt e e n e l ce nt r o

c ív i co de Santa Cruz ac erca de la co nveni enci a de au mentar un o s po co s dólares lo s

impue st os a la pr opie dad, par a que la ciudad pu diese compr ar e l t e r re no par a e l

ci n turón verde, a na di e pareció i mpo rtarle esta f a l ta de i nf o rmaci ón .

Hay mucho s que se preo cupan po r la bahía

de

Mo nterey mi sma, especi a lmente

por sus "recursos marinos". Fort Ord, entre las últimas márgenes del valle del Sali-

na s y la pe ní nsu la de M ont e r e y, se conv e r t irá e n un a f i l ia l del si st e ma de la U ni-

versidad Estatal de California y un centro de investigación marina (entre otros usos

n u ev os) , del q u e se espera qu e rin da n o sólo c on oc imien to s in o ta mbién din ero

de l gobier no fe de ral , nu e vas indust r ias y ut i l idade s. L a bahí a misma e jempli fi ca

tambi én una eco no mía po l ít i ca de la natura leza . Aunque en la zo na se la ve co mo

un fenómeno más o menos estrictamente "natural", al observarla de cerca se

advi erte que la bahía es u na especi e de acuari o . No qui ero deci r que haya un acua -

ri o en la c o sta de la bahía , aun que lo hay: una célebre a tracci ón turís t i ca de Mo n-

terey, f i nanci ada po r el mul ti mi l lo nari o co nservaci o ni s ta Davi d P ackard, mi embro

del complejo militar-industrial. A lo que voy es que prácticamente todo lo que hay

en la bahía ha s i do mo di f icado o es co ntro lado po r la i n tervenci ón human a, i nc lu -

ye ndo r e glame nt acione s qu e pr ohí ben c ie rt as act ividade s, como la c az a de bal le -

nas, por ejemplo.

L o mismo ocur r e incluso e n su famoso cañón submar ino. L os ant iguos naví os

110

A M E S O ' C O N N O R

españoles, para evitar los peligrosos deslizamientos de tierra, se abastecían de agua

dulce en los "borbollones" de la bahía misma. Descubrimientos recientes de los

científicos marinos revelan que esa agu a venía sin duda alguna de los acuíferos del

TRES MANERAS D E OB SERV AR LA B AH ÍA D E MONTEREY

11

baña constantemente, así que son sabrosos y fáciles de preparar. A las nutrias no

les gustan los mejillones o, mejor dicho, prefieren al parecer las almejas y los abu-

lones.

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Pájaro y el Sa linas. Hace dos siglos el agua dulce se ve ía forzada a subir por fallas

sísmicas verticales hasta la superficie de la bahía. L os "borbollones fríos" la expul-

saban después de deslizamientos o compresiones sísmicos. Contienen hierro y

manganeso, junto con montones de bacterias. La fotografía submarina ha estable-

cido la existencia de comunidades de borbollones fríos (gusanos y almejas de for-

mas extrañas). Pero la intensa actividad, tanto agrícola como de otros tipos, ha

reducido la cantidad de agua dulce que entra a la bahía, lo que probablemente

explica por qué ya no están presentes los borbollones fríos y, por inferencia, seña-

la que la biomasa y las especies producidas en las comunidades que los habitaban

son menos abundantes (y posiblemente de otro tipo) que hace doscientos años.

2 4

En una época el trabajo humano, al principio con formas de organización y tec-

nologías que se habían perfeccionado en los países de origen de los pescadores,

agotó ciertas especies de la bahía, la más famosa de las cuales era la sardina. La tala,

las granjas, la construcción urbana y otras formas de intervención humana, integra-

da por el mercado local, el regional y el mundial, y mediada por los presupuestos

y las políticas estatales, han llenado los ríos y a rroyos de sedimentos finos, tapando

los fondos de grava que nec esitan los salmones y las truchas arcoiris para desovar,

y destruyendo los árboles que daban sombra y los remansos de desove, lo que ha

reducido la población de salmones locales en la b ahía. Las restricciones a la activi-

dad humana, por ejemplo la protección de las nutrias marinas, que solían pasar

gran parte de su vida en tierra hasta que descubrieron que los humanos estaban

dispuestos a todo con tal de obtener su piel, también tienen sus efectos. Hoy la

nutria es la reina de la bahía, junto con el león marino, otra especie protegida. Las

nutrias, en alguna época casi extintas por la cacería, agotan hoy las almejas y los

abulones, dejando muy pocos para el consumo humano. Los leones marinos se bir-

lan los salmones de los aparejos de los botes pesqueros (atiene algo de raro que se

los encuentre a veces en las playas, muertos a balazos por los pescadores?). El

humilde mejillón queda para nosotros, los olvidados seres humanos. Hay un lugar

en el que se pueden recoger mejillones durante la marea baja, donde el mar los

24

Gary Green, director de los Moss Landing Marine Laboratories, en una conferencia pronuncia-

da en el Lauden N elson Community Center , Santa Cruz, 7 de septiembre de 1993. Las imágenes de

video submarino de gran profundidad muestran por lo menos seis clases de almejas. El naturalista local

Fred M cPherson, que impart ió una clase sobre los "Ecotonos de R incón" junto con este autor, no está

de acuerdo: "Los ecosistemas pelágicos (de aguas profundas) y costeros no son un acuario. Siguen sien-

do los mismos ecosis temas marinos, pero en un estado sucesivamente algo afectado (es decir , con

menos sardinas y m ás peces que se atrapan, etc. )", carta, 13 de julio de 19 93. E l problema está en qué

es un ecosistema y qué es "sucesión". (Véase por ejemplo Ludwig T repl, "Holism and reduct ionism y

ecology Technical, political, and ideological implications",

Capital ista, Maar, Soc ial ism, 5, 5 de diciem-

bre de 1994.)

Podría escribirse una historia económica sobre la vida marina de la bahía de

Monterey, acerca de la manera en que fases sucesivas de desarrollo capitalista trans-

formaron las comunidades marinas y cómo diversas especies, macizos de algas y

otras formas de la naturaleza han cambiado de acuerdo con sus propias "leyes del

movimiento" y también con las leyes tendenciales de la acumulación capitalista. No

obstante, los voceros del nuevo Santuario de la Bahía de Monterey no parecen

t

ener planes de escribir esa historia natural. Lo mismo ocurre con la historia de los

grandes cambios de las costas y los rellenos de tierra de la bahía: extraer la arena,

reciclarla a través del turismo, los rellenos y desviaciones del río y la caña da, y dece-

nas de otras alteraciones producidas por el trabajo humano, organizadas con fines

de utilidad por el capital, o por gobiernos y organizaciones privadas para la recrea-

ción o la preservación. Sin embargo los que están a cargo del santuario ni conocen

ni se preocupan por la economía de la región, excepto en la medida en que inci-

de en sus presupuestos y afecta la forma en que la bahía puede convertirse en un

nuevo "centro de ganancias".

Lo mismo puede decirse de los encargados de Elkhorn Slough, veinte minutos

en auto al sureste de Santa Cruz, el corredor migratorio de aves más importante de

la costa del Pacífico, donde durante la temporada de migración se pueden observar

decenas de especies diferentes. Elkhom Slough es una especie de museo de mareas,

parque marino o jardín acuático, tantas veces han alterado los seres humanos sus

dimensiones, el ingreso de agua salada, la calidad y cantidad de agua dulce, las sali-

nas y la caleta, así como recogido mariscos y cazado tiburones como deporte, todo

ello de acuerdo con las necesidades comerciales y recreativas del momento. Gary

Grigss, un especialista en ciencias de la tierra, y sus colaboradores, han cartografia-

do con amoroso detalle los principales cambios de la costa misma. 2 5 La ensenada

para pequeñas embarcaciones de Santa Cruz, construida en 1960 para botes de pla-

cer y para la flotilla pesquera del lugar, atrapó arena que tendría que haber ido a

dar a la playa del pueblo de Capitola, más al sur, mientras agrandaba una playa de

Santa Cruz 'y aumentaba, al mismo tiempo, los riesgos por agua e inundaba las pro-

piedades cercanas a las playas de Capitola. Esta población, despojada de su forma

de vida, instaló un rompeolas e importó arena. También la vida de las dunas cam-

bió como consecuencia de la extracción de arena para hacer cemento y construir

edificios de departamentos en una larga franja costera al sureste de Moss Landing.

La variedad y fecundidad de la flora de las dunas se ha reducido. 2 6

Las conchas

marinas que llegan a la costa de las playas de la bahía cuentan la historia de una

" Gary Griggs y Lauret Savoy (eds.),

Living wi th the Cali fo rnia coas t ,

Durham, Duke University Press,

1985.

26 Gordon, o p . cit., cap. 5, pass im .

112

AME S O' CONNOR

declinación generalizada de la diversidad de especies indígenas y la importación de

muchas otras "exóticas" de diversos lugares del mundo."

TRES MANERAS DE OBSERVAR LA BAHÍA DE MONTEREY

13

ques de maderas duras, piedra caliza y otros materiales locales. El hecho de que el

trabajo de los primeros estuviese impregnado de c ultura tribal y el de los segundos

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El río Salinas fue desviado hace mucho tiempo de su curso actual, al Pájaro se

lo domesticó elevando las orillas, al San Lorenzo se lo aplacó de manera semejan-

te. Hoy la fauna de las márgenes coexiste con los trabajadores indocumentados

desplazados por los vaivenes económicos y la confusión política de México y Cen-

troamérica, y que acampan junto a los ríos. He visto fotos de Santa Cruz tomadas

hace un siglo o más. En ellas no hay árboles; mucho antes se habían cortado las

secuoias que crecían a la orilla del río y en los barrancos; el roble costero se había

apropiado de las praderas que los pueblos ohlone quemaron durante decenas de

siglos y que los españoles, los mexicanos y los yanquis usaban para apacentar el

ganado, alterando —quizá para siempre— la ecología local. Los bosques de

secuoias se talaron al ras; se producía y exportaba madera, que también se meta-

morfoseaba en casas y negocios en la llanura aluvial. Los bosques se transplantaron

al centro, por decirlo así: se plantaron árboles nuevos, tanto exóticos como nativos;

de hecho volvieron a arraigarse las secuoias. Dentro de unos pocos años, cuando

se observe la ciudad de Santa Cruz desde la más alta de las terrazas marinas, el pai-

saje "cultural" parecerá eminentemente "natural".

L A N ATURAL EZA Y L A L Ó G I CA D EL CAPI TAL

La cultura no le da medios de vida a nadie mientras no se "importen" al lugar de

trabajo normas culturales específicas de cooperación humana, con lo que se con-

vierte en una especie de fuerza productiva. La naturaleza no les cede nada a los

seres humanos mientras no se aplique o se combine trabajo humano con la gene-

rosidad de los bosques, praderas, arroyos, depósitos minerales, campos o mares, que

también se vuelven, entonces, fuerzas productivas. El trabajo, por decirlo así, media

entre la cultura y la naturaleza: las reúne de maneras productivas y arroja como

resultado los medios materiales de vida. Si lo vemos de esta forma, se desvanece el

dualismo entre las interpretaciones culturales y ambientales de la historia y el pai-

saje. Cuando estudiamos un paisaje cultural o un sistema ecológico, un ligero cam-

bio de perspectiva nos permite apreciar, no dos hechos separados, sino uno solo

con tres facetas: cultura, trabajo, naturaleza. Los ohlone de la edad de piedra con-

vivieron millares de años con una naturaleza abundante, pero tenían que trabajar

de cuatro a seis meses anuales para mantener cierto nivel de existencia material. Los

noreuropeos capitalistas fabricaban pólvora negra en un gran complejo fabril cons-

truido cerca de los terrenos pesqueros de los ohlone, pero para eso requerían bos-

27

H ui da H oov e r Mc Le a n,

T i d e d r i f t s l ae l l s o f th e M o n U r e y " M y r e g m ,

Sama Cruz, Santa Cruz

A ssoc i a t i on, 19 9 2.

del pensamiento esencialista y las normas culturales de un capitalismo del Lejano

Oeste, y de que unos y otros modificasen la naturaleza de maneras muy diferentes,

no tiene que impedirnos ver am bos casos com o fuerzas productivas culturales.

En una época los inmigrantes de la región transplantaron diferentes culturas y

modos de trabajo que se adecuaron a diferentes topografías, recursos y climas loca-

les que, a su vez, se asemejaban a los de la región o país de origen de los migran-

tes y, por lo tanto, les resultaban familiares. El deseo de lucro y de controlar el

entorno (tal vez también el miedo a la desolación) de los primeros colonos protes-

tantes del norte de Europa, se com binó con su trabajo frenético para arrasar los vie-

jos bosques de secuoias (símbolos gigantescos de lo rem oto y lo ajeno). Pero los ca-

ñones y las colinas no se hubiesen talado de no haber existido un mercado

creciente de madera para construir ciudades y pueblos (incluidos los de la región)

que se llenaban de inmigrantes. ¿Qué podría mostrar un contraste más marcado

con lo que los visitantes describían como el am or por el placer de los californianos,

combinado con praderas aparentemente ilimitadas, en las que millares de cabezas

de ganado pací an l ibr e s? ¿O con los int r ove r t idos

granjeros de subsistencia des-

plazados desde el Dust Bowl hasta las alturas del distrito de Prunedale? Cada una

de esas economías era "racional" desde el punto de vista de los valores culturales de

quienes

parti c i paban en el las . Ho y, co n muy po cas ex cepci o nes , la s an ti guas cone-

xiones

entre cu l tura , trabaj o y natura leza han pasado a la hi s to ri a: la s secuo i as ya

no simbolizan la "otredad"; el uso de la tierra para pastoreo prácticamente ha desa-

pareci do o ha s i do reo rgan i zado de acuerdo co n l i neami ento s ca pi ta l i s tas; el f eroz

individua li smo de los gr anje r os de subsi st e ncia ha ce dido e l paso a u na cul t u r a de

agri cu l tura co mercia l .

En los v ie jos t ie mpos la t ie rr a se con figur aba de mane r as e spe cí f icas , a image n

de las diversas culturas y formas de trabajar. Simultáneamente,

esas c u l t u r a s t e n í a n

que ce de r an t e las var iacione s de la nat u r ale z a local: e r an r ar as las c oincidencias

pe r fe ct as e n t r e la nat u r ale z a y la cul t u r a. L os yanqu is y ot ros e ur ope os de l nor t e

n u n c a h a b ía n t a l a d o s e c u o ia s ; l o s e s p a ñ o le s n u n c a h a b ía n d is f ru t a d o d e t a l a b u n -

d a n c i a d e b u e n o s p a s t i z a l es , n i l o s c h i n o s d e t a n t o s m e s e s d e v e r a n o s e c o s y c o n -

f iable s, ni los si ci l ianos y ge nove se s de condicione s de pe sca t an e st upe ndas. L os

inmigr ant e s de l D u st B owl t uv ier on que apr e nde r los se cr e t os de los micr ocl imas

de las col inas y los v al le s e n que se ase n t ar on. L os r e cié n l legados de bí an ada pt ar

sus formas de vida y de trabajo a las características propicias y restrictivas de las con-

f i guraci o nes de la natura leza lo ca lCLa cu l tura y la natura leza no desarro l laban sus

resp ecti vas lógi cas separadas la una de la o tra . Más bi en natura leza y cu l tura cam-

bi aban y eran cambi adas , j un tas , de di verso s mo dos, medi a

s

por el traba jo esfor-

zado y las tecno lo gías nati vas de las o leadas de i nmi grantes .

Sin eutiku

u, más punto o más

t ar de —y é st e es e l punt o impor t ant e — t a nt o

k

la s f o rmas de v i da tra di ci onales c o mo lo s pai saj es f ami l iares cedi eron a nte la lógi -

114

A M E S O ' C O N N O R

ca del capital. La globalización de los mercados, de las finanzas y de la producción

erosionó las viejas culturas y los ambientes vernáculos. Finalmente se produjeron y

explotaron con fines de rentabilidad una naturaleza y una cultura específicamen-

TRES MANERAS DE OBSERVAR LA BAHÍA DE MONTEREY

15

"naturaleza primigenia"— comenzó a desmoronarse cuando se construyeron los

p

rimeros ferrocarriles, cuando la tala

y la producción de cal se ubicaron en una

base capitalista en gran escala, cuando una industria de la remolacha azucarera

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8/20/2019 Causas Naturales - O Connor

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te capitalistas, incluyendo conceptos de espacio y tiempo, así com o el sentido de la

buena vida.(Hoy la tierra y el trabajo se han vuelto mercancías ficticias, tratadas

como si fueran mercancías pero no producidas como tales, con precios ficticios)

( renta y salarios ). La forma asalariada del trabajo y la forma de mercancía de

la satisfacción de necesidades son prácticamente universales. El ambiente cons-

truido de autopistas, fraccionamientos residenciales, centros comerciales y otros

rasgos de la "geografía de la tierra de nadie" es más o menos el mismo en toda la

media luna de la bahía de Monterey... y en la mayor parte del resto del país. La

reacción cultural y política a la capitalización tanto de la naturaleza como d e la cul-

tura es también casi universal: el preservacionismo. Hoy los grupos organizados

luchan por preservar este o aquel artefacto histórico, práctica cultural y lugar de

esparcimiento, ambiente, especie o ecosistema, de acuerdo con los deseos y el

poder de los residentes que quieren conservar cierto sentido de la "cultura origi-

nal" y la "naturaleza primigenia" (y también de la opinión de expertos acerca de

cómo se veía la región durante uno u otro periodo de su historia, con algunas eras,

y por lo tanto algunas especies de vida, edificios y estética del paisaje favorecidos

por los preservacionistas, otros despreciados por ellos).

Es posible docum entar una especie de "actividad sucesiva" capitalista a partir de

las etapas de relaciones de propiedad en la región y la conversión de la naturaleza

en mercancía. A principios del periodo yanqui la caza comercial de osos propor-

cionaba alimento y pieles para los dispersos habitantes de las montañas. La regla

era el trabajo autoorganizado, el trueque local y la producción de subsistencia. Hoy

ya no hay osos, y a los turistas de la clase trabajadora les venden, como recuerdos,

estatuitas de yeso que representan nutrias marinas de o jos tristes. Ayer las casas se

construían de acuerdo con el diseño de los compradores. Hoy se especula con gru-

pos de edificios departamen tales. Dos siglos atrás había diversidad cultural y natu-

ral en las formas de producción de subsistencia, comercio local y comercio a larga

distancia con unos cuantos artículos valorados (conchas de abulón para los ohlo-

ne, pieles de nutria marina para los rusos, aceite de ballena para quienes vivían

confinados en climas fríos y oscuros). Hoy hay consumidores, producción de mer-

cancías y un mercado mundial de millares de productos (las conchas son artículos

para turistas, las nutrias y las ballenas son especies protegidas, elementos de espar-

cimiento ambiental y objetos de investigación científica). Lo que contaba en los

viejos tiempos era ganarse la vida, eran las mercancías básicas; en los noventa lo

importante son nuevos y más abundantes bienes de consumo, producidos cada vez

más a menor precio en escala mundial, con el propósito de reducir los costos de

reproducción de la fuerza de trabajo y la sociedad en su conjunto.

La vieja unidad de cultura y naturaleza —una coincidencia más o menos cerca-

na entre los valores culturales, las habilidades técnicas, las formas de trabajar y la

sumam ente capitalizada se trasladó al valle del río Pájaro, cuando los "capitanes del

turismo" (Frederick Hihn, Fred Swanton, el ferrocarril Southern Pacific) raciona-

lizaron la venta de los atractivos de la naturaleza, cuando la famosa industria sar-

dinera de Monterey se mecanizó, cuando la región se integró más esti echamente

con la economía nacional y mundial... en síntesis, cuando la propiedad capitalista

desplazó a la propiedad comunal y ganada por el propio esfuerzo. Ero comenzó

en serio con el

b o o m

de los años 1870 y se aceleró en el decenio siguiente. La depre-

sión de finales de la década de 1890 y las primeras grandes empresas norteameri-

canas allende el océano (en el Caribe, Hawai y las Filipinas), que ampliaron la

demanda de pólvora negra, producida en esta zona, contribuyeron a consolidar el

control del capital en la región. Lo mismo ocurrió con la competencia de la made-

ra del norte de California, el cemento de Portland y otros productos, al tiempo que

el racismo blanco seguía dividiendo a la fuerza de trabajo e impidiendo toda ver-

dadera unidad de la clase trabajadora.

En el siglo xx la unión de las habilidades culturales y técnicas, las normas de co o-

peración con las herramientas y las técnicas, así como de las formas de la naturale-

za y la configuración del paisaje, fueron desapareciendo 'a un ritmo cada vez mayor.

Sin embargo, no fue éste un proceso lineal. Se dio una especie de descomposición

desigual y combinada de habilidades culturales, avance tecnológico e impactos

humanos sobre la naturaleza. La tecnología pesquera siciliana diezmó la población

de sardinas de la bahía de Monterey; la tecnología ballenera de los noruegos, que

industrializaron la captura de ballenas, arrasó con los grupos de ballenas en sus

migraciones; la tecnología maderera del norte de Europa asoló los bosques de

secuoias más lejanos y difíciles de aprovechar. Pese a todo se dio una marcha ine-

xorable hacia procesos de trabajo y tecnologías, así como hacia un financiamiento

de la industria, desprovistos de cualquier huella étnica. Si bien al principio la indus-

tria y la construcción ferroviaria solían tener financiamiento local, la banca se vol-

vió de alcance nacional primero, y luego internacional, y ahora los mercados finan-

cieros globales tienen tanta o más influencia en la configuración de la industria

local y la asignación de recursos como los sueños y los planes de los comerciantes y

residentes del lugar. La tecnología se ha desvinculado, en gran medida, de las for-

mas y aptitudes culturales étnicas o nacionales. Una corporación de Londres toma

decisiones de vida y muerte acerca del uso de la tierra en el valle del río Pájaro.

2 8

local de las fresas," la "fruta del diablo" se cultiva ahora con técnicas estandariza-

" Bardacke,

o p

c i t . , cap. 5.

N i h o n b unk : Japan e s e c u l t u r e : O ne h und r e d y e ar s i n t h e

Pajaro Valley, Watsonville, Pajaro Valley Aria

Council, 1992.

116

A M ES O ' C O N N O R

das y sustancias químicas, y con gente cuyos antepasados vinieron de tres conti-

nentes. Las primeras obras importantes para producción de cal fueron construidas

TRES MANERAS DE OBSERVAR LA BAHÍA DE MONTEREY

17

tas durante cerca de un siglo. Pero las clases de entretenimientos que se ofrecen y

los visitantes que los disfrutan han cambiado. La primera vez que fui a la Costera,

en los sesenta, había una Casa de la Diversión, donde por unos centavos los chicos

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y manejadas por el hijo de una familia europea versada desde hacía mucho tiempo

en las artes de la cal;" en la ac tualidad la extracción se hace con maquinaria y la

combustión con hornos de alta tecnología; en los años 1880, en los lugares más

remotos de la cañada Aptos, el capital se organizaba en mayor escala (aunque

seguía dependiendo de la capacidad individual de los artesanos) y los trabajadores

talaban, arrastraban y aserraban, a un ritmo nunca antes visto, antiguos bosques de

secuoias. Hoy los árboles se talan, trasladan y cortan más o menos de la misma for-

ma en toda la región. La mecanización del procesamiento de sardinas en Monterey

condujo a un mayor nivel de capitalización de la industria y también al final del

dominio de los cortadores de pescado chinos y japoneses, que tradicionalmente

habían realizado esa labor a mano en las enlatadoras de pescado.

3 1

El individualis-

mo de los arrendatarios escoceses e irlandeses en las colinas del distrito de Prune-

dale, que en un tiempo fuera la forma cultural en la que se desarrolló la agricultu-

ra de subsistencia diversificada, sólo existe hoy en sus vestigios ecológicos: en los

noventa una mezcla de granja y huerto de frutales es trabajada por personas que se

autodenominan "norteamericanas" y cuyos antepasados llegaron de todos los rin-

cones del planeta. A diferencia de lo que pasaba "en los viejos tiempos", ningún

grupo étnico tiene ahora el monopolio de la producción de verduras orgánicas con

bajos insumos; en el mercado de granjeros de Santa Cruz hombres y mujeres de

ascendencia europea, japonesa, china y mexicana venden sus productos lado a

lado. En casi todos los sectores el mercado y los requisitos técnicos, los métodos de

financiamiento y la organización del trabajo estandarizados han remplazado las for-

mas previas, más unificadas, de cultura y d e trabajo.

Y también la economía de la naturaleza se ha volcado a usos que eran inimagi-

nables antes del advenimiento del capitalismo industrial y financiero, así como de

la tecnología y la ciencia modernas (esta última como forma específica de trabajo

cooperativo que presupone cierto nivel de evolución cultural, productiva y ecoló-

gica). Tomates resistentes a las heladas, brócoli congelado, cosechas mecanizadas,

agricultura química, granjas de árboles, estructuras posmodernas que no tienen

relación alguna ni con los materiales locales ni con las tradiciones arquitectónicas

del lugar... la lista de mercancías que ya no "encarnan" las formas de la naturaleza

primigenia (ni los frutos de culturas étnicas determinadas) es p rácticamente inter-

minable.

Un continuo espacio/tiempo específicamente capitalista ha desvinculado la

producción de formas de naturaleza y cultura más antiguas. La Costera de Santa

Cruz, el último parque de diversiones abierto de la costa pacífica, atrajo a los turis-

Bob Piwarzyk, "The lime kilns of Pogonip", manuscrito inédito, s. f.

" "El corte, hecho tradicionalmente

a mano por trabajadores chinos y japoneses, se fue volviendo

menos especializado por nacionalidad a partir de la introducción de cortadoras mecánicas", Hemp,

o f t .

cit.,

p. 89

podían jugar todo el tiempo que se les daba la gana, y hasta 1963 hubo una gran

piscina de agua salada, en la cual los nadadores podían salpicar a gusto. Hoy el

espacio se usa más "eficientemente" (es decir más rentablemente): la alberca y la

C a s a

de la Diversión han desaparecido. Se paga por usar cierto número de minu-

tos y segundos los carritos y los juegos electrónicos. El uso del tiempo libre está

estandarizado. Y también lo está el paisaje cultural: el muelle remodelado de San-

ta Cruz es una especie de modernista bastardo; la parte alta de la avenida Pacific,

en el centro, tiene rasgos que la asemejan a Carmel V illage; hasta Watsonville, últi-

mo bastión de la cultura mexicana, planea modernizar el centro. Monterey, Aptos

Village, Capitola, Watsonville y Santa C ruz siguen teniendo algo de diferente, pero

sus diferencias tienen tanto o más que ver con la riqueza y los niveles de ingreso

que con las cultura étnicas y los ambientes o paisajes únicos.

En la economía capitalista actual los vínculos entre culturas particulares y con-

figuraciones de la naturaleza, por un lado, y divisiones específicas del trabajo y tec-

nologías, por el otro, están oxidados, rotos u olvidados desde hace mucho. En

lugar de ellos hay una naturaleza convertida en mercancía y una cultura de la

modernidad, un e t h o s de autodesarrollo y realización (más que el de una comuni-

dad "arcaica"), y la universalización de la forma asalariada del trabajo. La reacción

es una plétora de grupos preservacionistas de la cultura y la naturaleza que t ratan

de proteger o restaurar o recordar esa o aquella práctica cultural o paisaje tradi-

cionales... en general abstraídos de los métodos d e producción, las divisiones del tra-

bajo y los tipos de mercancías predominantes que se producen hoy.

CO N CLU S IÓ N

Esta manera de pensar nos libera de tener que defender ya sea una tesis ambiental

determinista y la pura política del lugar o un determinismo cultural y una estricta

política de identidad. El viejo dualismo persiste sobre todo bajo la forma de cintu-

rones verdes, parques estatales y festividades étnicas. Ha sido erradicado, en gran

medida, de los intersticios de la producción, distribución, intercambio y consumo

materiales, mayorm ente capitalistas, al igual que lo son sus paisajes y sus diversas

"culturas corporativas". Esto sugiere que existe la posibilidad, al menos, de una po-

lítica de clase que se ocupe de los asuntos ambientales locales y de la identidad

política en su interconexión ron los problemas de desempleo, bajos salarios, falta

de vivienda, pobreza, desigualdad y d ecadencia social.

Resulta posible, al menos en principio, una imagen de la historia ecológica y

social de la bahía de Monterey y de los temas y configuraciones políticos actuales

118

A M E S O ' C O N N O R

de la región, que combine economía, sociología, ecología, ciencias del mar y de la

tierra, arte, literatura y demás. Esa clase de imagen es necesaria también para

lograr una recomposición sana y sostenida de la vida cultural, la actividad produc-

tiva y la regeneración ecológica. La materia prima proviene de las docenas de anti-

TRES MANERAS D E OB SERV AR LA B AH ÍA D E MONTEREY

19

muchas y diversas interfaces entre la existencia socioeconómica y la naturaleza.

Ésta es un paseo por el parque estatal Henry Cowell; la cultura es una visita al

McPherson Center for Art and History de Santa Cruz; el trabajo está detrás de

muros en los que se lee: "Propiedad privada, prohibida la entrada."

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cuarios locales, algunos de ellos excelentes historiadores aficionados, que gustan

de los hechos por los hechos mismos. La famosa media luna que traza una curva

tierra adentro desde Monterey hasta Santa Cruz es hogar de muchos hombres y

mujeres lo bastante curiosos sobre una u otra faceta del paisaje y los restos de cul-

turas étnicas más antiguas, así como acerca de la forma de la economía actual de

la región, como para abocarse a la tarea de descubrir los secretos de la misma,

develando los mitos y reconstruyendo el pasado de manera que resulte fructífera

para un futuro más justo y equitativo. Tenemos especialistas en leones marinos,

costas, secuoias, manejo de incendios, ciclos acuáticos, agricultura, planeación

urbana, res auración ambiental, diversas tradiciones étnicas y multitud de otros

objetos de estudio, aunque escasean los generalistas armados de métodos podero-

sos para pensar el presente como historia.

Sin embargo no sólo se trata de comprender el pasado, sino también de cam-

biar el futuro. Pero de los que se preocupan por el pasado pocos, si acaso, han

planteado las grandes preguntas: en nuestra sociedad, ¿qué debería

ser la naturale-

za? Esta es una cuestión normativa que presupone, en parte, responder la pregun-

ta: ¿qué deDería ser la naturaleza? ¿Sobre qué tendrían que trabajar quienes lo

hacen? ¿C uáles deberían ser las relaciones sociales de propiedad y poder? Son é stas

preguntas difíciles, primero porque el trabajo se invierte en propiedades privadas

o estatales, y éstas aún no han sido democratizadas, en muchos casos ni siquiera

para tener que rendir cuentas mínimas a la voluntad pública. Segundo, nadie tie-

ne un método para percibir el ambiente, y por ende las posibilidades sociales y

políticas latentes, como un artefacto al mismo tiempo cultural, material o econó-

mico y natural. Tal método presupone una visión holística de quiénes somos y

cómo concebimos —y utilizamos— nuestro ambiente y nuestros recuerdos cultu-

rales, al igual que cómo nos usan éstos a nosotros. Nadie conoce la verdadera his-

toria ecológica de la región (en el sentido pleno de estos términos), tan ocupados

han estado los especialistas metiéndose con la historia social por aquí, la historia

natural por allá, la historia económ ica en algún otro lado, evitando los difíciles pro-

blemas de cóm o se articulan las mismas entre sí para producir ciertas interfaces físi-

cas, estéticas y cognoscitivas.

En última instancia es un problema del capitalismo, que separa cada vez más a

la gente do los medios y objetos de producción y de su entorno, y que ha natura-

lizado el mundo social y económico bajo e l emblema del libre mercado y la com-

petencia. A la mano de obra asalariada se la mantiene ignorante de los matices del

suelo y el agua en los cam pos y de las reacciones físicas y quím icas en las fábricas;

los residentes ya no pueden percibir el clima olfateando el aire, calculando la

dirección del viento. Hay una especie de ignorancia sistémica, estudiada, de las

Junto a ello hay un problema de nuestro sistema educativo, incluyendo las ins-

tituciones de educación superior, en las cuales están notoriamente ausentes la

ciencia y el arte

t ransd i sc i p l i nari o s .

La especialización del conocimiento (el "mono-

cultivo de la mente"), pese a los esfuerzos por amontonar distintas disciplinas con

el rótulo de "estudios interdisciplinarios", es tan nociva para nuestra mente como

lo es para nuestro cuerpo la especialización del trabajo en los campos, en las fábri-

cas de alta tecnología y en los expendios de comida rápida. En un m undo que

simula cada vez más el modelo del capital global, donde la cultura humana es "ca-

pital humano" y "capital comunitario", y la ecología, el ambiente y el paisaje son

"capital natural", en un mundo totalizador de una magnitud y un poder inimagi-

nables, muchas veces las instituciones destinadas a esclarecer producen una igno-

rancia deliberada. Sin profundas reformas al modo en que producimos conoci-

miento, que presuponen reformas más profundas aún a las relaciones de poder

que rigen la educación y otras instituciones, la respuesta a la pregunta ¿qué debe-

ría ser el trabajo? será alegremente provista por el capital. El trabajo será para la

producción y la ganancia y la acumulación (y los fines de semana y en las vacacio-

nes para el preservacionismo de la naturaleza y la cultura). Esto responde también

la segunda pregunta: ¿qué deberían ser la naturaleza y la cultura?, ya que ambas,

de maneras diversas e importantes, son lo que el capital y el trabajo asalariado han

hecho de ellas.

Era y sigue siendo cierto que en la región los ciclos hidráulicos, la actividad

sucesiva, las variaciones del clima y demás, así como las identidades étnicas per-

durables, aunque más que nada simbólicas, de la bahía de Monterey, resultan cru-

ciales para comprender las fuerzas que han configurado el destino del paisaje y la

historia de los pueblos de la región. Pero es más cierto aún que los biorregiona-

listas que privilegian la naturaleza y la política del lugar, y los multiculturalistas

que hacen énfasis en la etnicidad y la política de la identidad, corren el peligro de

ignorar las interacciones dialécticas entre el lugar y la identidad, por un lado, y la

división del trabajo, la competencia y el mercado mundial, por el otro, pasando

por alto así el papel central de la clase económica y social. De hecho éste puede

ser un buen momento para redescubrir la política de clase y las formas en que se

articula con la de lugar y la de identidad, no sólo en nuestras interpretaciones del

pasado sino también —cosa más importante— en nuestras visiones y nuestra polí-

tica del futuro.

L A C O N S T R U C C I Ó N D E L A N A T U R A L E Z A

21

4

LA NATURALEZA DE LA CONSTRUCCIÓN

Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA NATURALEZA

Tocón de secuo ia . Hac ia

los años veinte los bosques primigenios de secuoias prác-

ticamente habían desaparecido.

Horno para ca l en F al l C reek .

L a indu stria de la ca l , que dependía a s u vez de l as

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8/20/2019 Causas Naturales - O Connor

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E N F A LL C R E E K , F E LT O N , C A LI F O R N I A , 1 8 6 0 A 1 9 9 0 :

UN GUIÓN*

INTRODUCCIÓN

L a b e l l e z a d e F a l l Cr e e k ( t r a n s p a r e n c i a ) .

Ést a e s l a n a r r a c i ó n d e l a h i s t o r i a n a t u r a l y l a

naturaleza histórica de una pequeña cuenca hidrológica y una cañada en las mon-

tañas de Santa Cruz, en la región de la bahía de Monterey, en California.

P u e n t e v i e j o : F a l l C r e e k . L a

forma de la narración es la "historia ecológica", el estu-

dio de los modos en que el trabajo humano, o la producción material, depende de

formas y fuerzas naturales, geológicas, climáticas y de otros tipos; de las transfor-

maciones ecológicas que acarrea la apropiación de la naturaleza por parte de los

seres humanos, y los cambios asociados en la experiencia humana y la conciencia

de la "naturaleza".

P u e n t e n u e v o : F a l l C r e e k .

La historia ecológica expresa la naturaleza

his tó r ica

del

trabajo humano, y también de la ciencia ecológica, de la sensibilidad misma.

C a ñ a d a : c l a s e u p .

La primera premisa de la historia ecológica es que la historia

de la naturaleza es la historia del trabajo humano combinada con la de la propia

economía de la naturaleza. Pero nos estamos adelantando...

ANTECEDENTES HISTÓRICOS

Ca r r e t a .

En la segunda mitad del siglo xix y el primer cuarto del xx la economía

industrial del oeste del condado de Santa Cruz se basaba principalmente en la

exportación de materiales de construcción a San Francisco, San José y otras ciuda-

des en rápido crecimiento del norte y el sur de California.

S e c u o i a s .

Las tablas y muchos otros productos de madera empleados en la cons-

trucción, y fabricados a partir de los bosques nativos de secuoias, eran la exporta-

ción más rentable.

P u e r t a d e h o r n o d e c a l .

Le seguían en importancia la fabricación y exportación de

cal para producir argamasa y yeso, utilizados también en la construcción; la pólvo-

ra negra para dinamitar túneles del ferrocarril, minas y canteras; los cueros.

*En coautoría con Barbara Laurence.

secuoias como combustible para sus hornos, había declinado drásticamente.

C a n t e r a C o w e l l .

La ma yoría del puñado de can teras grandes de piedra caliza y de

l as decenas de otras pequeñas quedaron abandonadas .

Avellanos.

Empezaron a escasear los arbus tos de avellano que los productores de

cal y de pólvora ta laban para hacer barriles.

Encinos.

Lo mismo ocurrió con los encinos que producían ácido tánico para las

curtiembres del lu gar.

P u e n t e c u b i e r t o F e l t o n .

El ferrocarril de montaña y los puentes cayeron en desuso.

Puent e n at ur al .

Mientras tanto, la parte occidental del condado exportaba tam-

bién su otro recurso fundamental: su clima fresco en verano, sus plantas, el sol y el

mar, el paisaje de montaña : la base de la industria tu rística local.

Río. Y t am b ié n

los ríos y arroyos de Santa Cruz. A partir de los añ os 1860 los v isi-

tantes de San Francisco, San José y otros lugares empezaron a tener importancia

en l a economía del l ugar.

C o s t e r a .

Después del despoj o de sus materias primas, el occidente del condado

se fue especializando cada vez más en el turismo proveniente de las ciudades cer-

can as , también construidas , a l menos en parte, con l a madera y l a ca l proceden-

tes de l as montañas de S anta Cruz. El turismo se convirt ió en l a principal indus-

tria de exportación probablemente hacia el segundo decenio del siglo xx, y sigue

siéndolo hasta hoy.

Hornos de cal de Fall Creek.

Una parte de la economía del siglo xix eran los obra-

jes de cal y el t al ler de barriles de Fall Creek, Felton, diez kilómetros curso a rriba

del río San L orenzo a partir de la llan ura alu vial del Santa Cruz. Fall Creek se ini-

c ia en la c ima de la mon ta ña Ben Lomon d y desa gu a en el Sa n Loren zo, en Felton .

Blue Cliff .

El obraje de cal se construyó tres kilómetros corriente arriba, en la

ladera de una colina empinada formada de carbonato de calcio —piedra caliza—

de alta ca lidad. Se lo construyó en el decenio de 1860, cerró temporalmente duran-

te la depresión de los años 1890, reabrió y luego cerró definitivam ente en 1 919.

Helecho con hojas de arce.

Hoy se considera que Fall Creek es uno de los lugares

más hermosos que se pueden visitar en el condado de Santa Cruz. Se ha vuelto par-

te de la economía turística, sobre todo para visitantes de fin de semana. También

es un lugar excelente para descodificar las formas en que se combinan o entre-

mezclan l a economía de l a natu ral eza y l a economía human a.

Paisaje de Fall Creek.

L a cuenca es escarpada aunque en pequeña esca l a . S u his-

toria econ ómica y socia l es rel at ivamente s impl e. L o mismo puede decirse de su

his toria na tural y de sus ecocomun idades costeras . Fal l Creek es una especie de

universo autocontenido, un l aboratorio en el c ual s e pueden estudiar l as man eras

en que la actividad humana y la economía de la naturaleza se influyen y modifican

mu tu a men te.

[ 1 2 0 ]

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Horno para cal vi s to desde arr iba

(es ta fo to y la de la pág ina s iguiente son de Cathar ina Ma r lowe) .

Tanque de

a g ua .

124

A M E S O ' C O N N O R

Hongos.

Fall Creek atrae a muchas clases de visitantes. Para algunos la cuenca es

parte de la naturaleza en las montañas de Santa Cruz.

Taller de barriles.

A otros les llama la atención como parte de la historia econó-

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La eros ión

llena la cañada.

mica y social de Santa Cruz... como arqueología industrial, incluyendo este sitio del

viejo taller de barriles.

Refrigerador para carne. Pero la cuenca no es más historia que naturaleza. Es el

resultado de la economía de la naturaleza y de la actividad material humana, com-

binadas o entrelazadas.

EL ACCESO A FALL CREEK

Entrada al parque. Fall Creek es "segunda naturaleza" o "naturaleza humanizada".

La

entrada al parque ilustra esta realidad. Sugiere una naturaleza rural, ordenada,

segura y gratamente invitadora. El camino, con su doble línea central, nos prome-

te la seguridad de lo que llamamos civilización, indicando autoridad oficial y

orden.

Estacionamiento.

El estacionamiento sin pavimentar y la falta de instalaciones

para visitantes son señales de que Fall Creek está poco desarrollado.., lo que indi-

ca que Los que lleguen podrán encontrar una naturaleza romántica, "no tocada por

la mano del hombre", una huida accesible de la vida urbana.

Señales y portal.

Instructores preparados guían las caminatas por Fall Creek. Dos

de las más populares son las que ofrecen la Santa Cruz Mountains Natural History

Association y el Santa Cruz Museum. Los instructores de la History Association se

concentran en los restos físicos del periodo industrial; los del Santa Cruz Museum

en la variedad de especies vegetales de la cu enca.

C a r t e l d e l F a l l C r e e k P a r l e . Este cartel que anuncia el parque resulta involuntaria-

mente emblemático de la h istoria y la naturaleza. "6 a. m." denota el horario ofi-

cial en una época en que el reloj mide la actividad humana. "Puesta del sol" corres-

ponde al tiempo natural, remanente del pasado precapitalista, cuando la actividad

era la que medía el tiempo.

EL PROCESO DE TRABAJO

Secuoias y acedera.

Las operaciones madereras y caleras del siglo xix transformaron la

ecología de Fall Creek... así como la economía y la sociedad del norte y la costa cen-

tral de C21ifornia. Esta narración comienza con la ecología original de la cuenca. La

gran imagen

ecológica de Fall Creek es -una larga historia de fuertes terremotos y

movimientos de tierra, magma borboteante e importantes cambios de clima.

L A C O N S T R U C C I Ó N D E L A N A T U R A L E Z A

27

Gran i to y secuo ia . Aquí hay un detalle ecológico económicamente relevante. Los

bloques y rocas de granito en las márgenes de la cañada conservan el suelo. Esto

permite que crezcan secuoias, de raíces poco profundas. Los obrajes de cal explo-

taron una naturaleza integrada: el granito ayudaba a crecer a las secuoias.

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E s t a n q u e s d e d e s o v e .

Tocón de secuo ia .

Las secuoias y otras especies de árboles se cortaban, se trans-

portaban en carreta hasta donde estaba el horno y se usaban como combustible del

mismo. La naturaleza proporcionaba un acceso barato y fácil al combustible.

Can tera : B lue Chf f . Las formaciones calizas de mármol de Fall Creek se crearon

por la compresión de capas de carbonato de calcio formadas por antiguos fósiles

marinos. El magma calentó esos materiales compactados a temperaturas increíbles,

creando una roca cristalina con la cual podía producirse cal de alta calidad. Blue

Cliff se explotó dinamitando la ladera de la montaña. Tiene cien metros de altura

y es una de las tres canteras de caliza más grandes de la región.

C a s e t a p a r a a l m a c e n a r p ó l v o r a .

Los trabajadores italianos y portugueses, algunos

de ellos poco más que esclavos, llevaban la pólvora barranca arriba desde esta

caseta.

Vie ja vagone ta de l t ren , enc ima de l horno .

Luego los trabajadores cargaban la piedra

caliza, en trozos como del tamaño de una cabeza humana, en un tren de vagone-

tas que operaba por gravedad y que seguía esta ruta por encima de los hornos.

Rieles. El tren de vagonetas bajaba por rieles de trocha angosta desde la parte

alta de la cantera hasta los hornos.

Horno para cal visto de frente

128

AMES O CONNOR

L A C O N S T R U C C I Ó N D E L A N A T U R A L E Z A

29

debido a la competencia del cemento Portland, a la escasez de mano de obra indu-

cida por l a primera guerra mun dial , y a l agotamiento de las secu oias . L as condi-

ciones de trabajo explican en parte por qué se usaba este diseño de horno (técni-

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Cam in o de c ar r e t a s .

P a r t e s u p e r i o r d e u n h o r n o . Los primeros fabricantes de cal de la zona, que traba-

j aban por cuenta propia, construían y manejaban hornos de un solo crisol. Pero

con la introducción del trabajo asalariado se requerían tres hornos para mantener

ocupada y plenamente explotada la fuerza de trabajo. Uno de los hornos se encen-

día mientras el segundo se enfriaba y el tercero volvía a llenarse.

F r e n t e d e u n h o r n o . A finales del siglo )(Ex estos hornos producían entre el 20 y el

40% de la cal de California; la mayor parte se exportaba a San Francisco o se utili-

zaba en el lugar.

C i u d a d d e S a n t a

C r uz :

Lo n g sh o t . A s í F a l l C r ee k a y u d a b a a co n s t r u i r l a s c i u d a d e s

cercanas, incluyendo Santa Cruz, que desarrolló estructuras sociales, valores y

ambientes típicamente urbanos. La urbanización creó una necesidad social o

d e m a n d a d e e sca p a r , d e " v o l v e r a l a n a t u r a l e z a " . Y l a " v u e l t a a l a n a t u r a l e z a " i n c l u -

yó la vuelta a Fall Creek.

Edi f i c io Fla t i ron. La e co n o m ía d e S a n t a C r u z , e xp o r t a d o ra d e m a t e r ia l e s d e co n s-

trucción (incluyendo los obrajes de Fall Creek), contribuyó a crear la base material

de una población urbana. Así el oeste del condado ayudó a aumentar la demanda

social de sus propios esparcimientos ambientales. Por decirlo así, Santa Cruz y Fall

Creek satisficieron su propia demanda.

F r e n t e d e u n h o r n o .

Lo s o b r a j e s d e ca l d e F a l l C r e e k f u e ro n a b a n d o n a d o s e n 1 9 1 9 ,

camente muy viejo), así como la época en que se abandonaron los trabajos.

Puer ta de un horno .

A partir de 1930, gracias al movimiento sindical y a la mejo-

ría general de las condiciones de trabajo, ningún obraje de cal c omo ésos podía

atraer obreros en Estados Unidos. Los bajos sala rios y las malas c ondiciones de tra-

bajo —incluyendo un calor intenso, quemaduras y caídas frecuentes, olor a azufre,

aire contaminado y ruidos atrona dores de la ca ntera— eran demasiado miserables.

Dent r o del h or no. M el ancol ía nos t á l gica.

Hoy los hornos evocan una especie de

melancolía, como los castillos en ruinas para los románticos ingleses del siglo xviii.

Parte superior del horno.

Éste es un horno visto desde arriba; parece la tumba de

un gigante recuperada por la naturaleza, que, literal y figurativamente, suaviza la

historia.

P i l a d e e s c o m b r o s .

Después de l a quema se separaban l as impurezas de l a ca l y se

las echaba a paladas en barriles, que después se cargaban en carretas.

Sitio del almacén.

Aquí había un gran almacén que iba de un lado a otro de la

caña da —rel l ena por entonces—, donde se manten ían baj o techo l os barril es de

cal vac íos y l lenos antes de que l as ca rretas l os saca sen del cañón rumbo a Fel ton,

luego al muelle de Santa Cruz y, con la inauguración del ferrocarril, a un vagón de

carga.

Pala.

Después de la quema los trabajadores limpiaban a pala la roca impura que

quedaba —incl uyendo l a que se u só para l os arcos— de l as puertas delanteras de

los hornos.

Tanq ue de agua .

Debajo de los hornos se construyó un tanque. El barrilero usa-

ba madera de secuoia para los tablones y avel lano para los aros. La madera se

remojaba en el tanque para poder curvar los tablones.

Mont ón de l eña.

La f ibra de la secu oia en trozos de este montón de leña ardía

m u c h o t i e m po e i n t e n s a m e n t e , y s e l a u s a b a c o m o c o m b u s t i bl e . Q u e d a n u n a s

ochenta cuerdas de leña (madera en pedazos de dos metros y medio, el ancho del

horno); se necesitaban u nas s etenta cuerdas para un a quema, que duraba más o

menos tres días.

P i l a d e e s c o m b r o s .

Junto al arroyo, corriente abajo del obraje de cal, crecen sico-

moros y hiedras sobre un a enorme pila de escombros, compuesta de lo que se des-

cartaba al cargar el horno y después de encenderlo. Los escombros se usaron para

rellenar el arroyo cerca de los hornos y para hacer el camino de carretas.

Muros de contención.

Tres muros de contención soportaban el camino de carretas

que salía de los obrajes. Eran tres muros porque ése era el diseño que estabilizaba

más la ladera.

R e l l e n o d e l a r r o y o .

Donde se encuentran las dos ramas del arroyo se rellenó la sur

para hacer el camino de carretas. La erosión subterránea ha carcomido el camino

por debajo.

130

A M E S O ' C O N N O R

Desechos en la cañada . Abajo de los obrajes de cal la cañada es una especie de tira-

dero de basura lleno de los desechos de la naturaleza y de la h istoria.

Cam i no de carre tas . Se usaron piedras del lecho del arroyo para pavimentar el

camino de carretas, que ahora es la principal senda para visitantes. Aquí una gene-

LA CONSTRUCCIÓN D E LA NATURALEZA 31

Cañada res taur ada, es tanques de deso ve .

A mediados de los setenta David Hope,

residente de Santa Cruz y funcionario del condado, organizó la restauración de un

tra

mo de la cañada, donde acostumbraran desovar salmones y truchas arcoiris. Los

madereros habían eliminado el dosel de árboles y, con él, la sombra que los peces

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ración de caminantes ha alisado los filos de la historia, creando un lugar seguro y

atractivo para pasear.

Contro l de erasión en la cañada.

L A R E ST A U R A C I Ó N D E L A C A Ñ A D A

S e c u o i a s .

Después que cerraron los obrajes de cal mucha gente pasó por Fall Creek.

Me t al e n l o s b o s que s .

Residentes cercanos buscaban el metal de desecho en la

cuenca, así como m adera, leña, nudos de secuoias, bayas, hongos, helechos y co sas

por el estilo. En los sesenta los hippies hacían campamentos con la madera y los

ladrillos que habían quedado.

Foto e scé n ica de la cañada .

La gente del lugar pescaba en el arroyo y usaba el área

de los hornos para tirar al blanco. Los chicos jugaban en el agua y trepaban por la

cantera (algunos se cayeron y resultaron heridos; dos murieron). En 1972 el Servi-

cio de Parques añadió Fall Creek a su colección.

requerían para dejar progenie. La construcción del camino y los deslizamientos de

tierra habían creado sedimentos que cubrieron el lecho de grava del arroyo, tam-

bién necesario para que los peces desovaran.

Caña da res taurada, es tanques de deso ve . Se inició el trabajo de restauración del

arroyo. Técnicamente estos escalones en el mismo sirven para dos cosas. Canalizan

el agua para mantener un flujo profundo; también crearon estanques de desove en

s

ecciones de agua mansa, constantemente renovada para que no se estanque. Cul-

turalmente, si bien la cañada parece "natural", en realidad está construida de

acuerdo con cierta estética de la naturaleza.

Bloques de piedra en el arroyo. El arroyo "construido" es el modelo "clásico", ya que

ofrece un equilibrio de lógica y expresión o sentimiento. La lógica está en el dise-

ño de los escalones por los que suben los peces, y se basa en la capacidad de los

bloques de piedra y las rocas para soportar fuertes tormentas. La expresividad está

en el uso de materiales naturales del lugar: roca, piedra y madera. El restaurador

tenía una concepción de la naturaleza como algo pacífico e invitador, no como

un

lugar desolado, extraño y amenazante.

A r r o y o : C l o s e up .

A la naturaleza se le da exactamente el aspecto que esperan

encontrar los residentes urbanos que buscan un escape... tal como se imagina que

fue en otra época.

Arroyo restaurado.

Se impuso un modelo especial de la naturaleza, familiar desde

la época de los románticos ingleses: silvestre pero atractiva y segura. Mas el mode-

lo de la biosfera que se expresa en la restauración está sumamente simplificado:

fue diseñado como lugar para desove de los peces. Otras especies de vida —algas,

insectos, pájaros— no merecen la misma atención.

Arroyo restaurado/troncos caídos.

Mientras tanto los troncos caídos son arrastrados

por el arroyo, poniendo en peligro los escalones. La historia actual y la naturaleza

pasada, la naturaleza actual y la historia pasada, están inextricablemente unidas

entre sí.

Cañada res taurada.

Estos troncos, bloques de piedra y rocas están puestos en una

curva del arroyo para controlar la erosión. Alejan la corriente de la orilla de una ma-

nera que pretende parecer natural.

Bloques de piedra/cable.

Un cable mantiene en su lugar los bloques de piedra.

Rocas /ma l la de a lambre .

Se alcanza a ver la malla de alambre que contribuye a sos-

tener las piedras. La naturaleza descubre los intentos del hombre por hacer que

parezca natural.

132

AMES O'CONNOR

EL IMPACTO ECOLÓGICO DE LA CAL Y LA MADERA

La

b e l l e za d e F a l l C r e e k .

Mientras tanto, independiente de todo esfuerzo por restau-

LA CONSTRUCCIÓN DE LA NATURALEZA

33

Secuoias.

L o mismo ocur r e con las s e cuoias, t an nu me r osas hoy que pr obable -

me nt e nu nca l le gue n a t e ne r e l t amaño de los ár bole s pr imige nios. U n r e sul t ado

de la protección a las secuoias es que algunas otras plantas y helechos no lograrán

sobrevivir cuan do el dosel de árboles sea más a lto y denso. Los helechos arbóreos

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rar la cañada y manejar el parque, la ecología de Fall

  Creek cambió drásticamente

durante los últimos cien años.

La

be l lez a de Fa l l C reek .

Las condiciones de producción en Fall Creek contribuyen

a explicar el diseño de los hornos, el modo de operación de la explotación made-

rera y de los obrajes de cal, y el momento en que se cerraron estos últimos.

La b el l eza de Fal l Cr eek.

Los mismos, a su vez, ayudan a explicar el tipo y el momen-

to del impacto ecológico del uso industrial de la cuenca. La historia de la natura-

leza en Fall Creek es, de algún modo desconocido e incognoscible, parte de la his-

toria del trabajo entre 70 y 130 años atrás, así como de la economía de la naturaleza

en ese mismo periodo.

La

b e l l e za d e F a l l C r e e k .

En un principio el periodo industrial tuvo el efecto de

devastar la ecología de Fall Creek. De acuerdo con los autores del único estudio

ecológico conocido sobre la cuenca, "Durante el periodo de tala y minería [...] se

extrajo mucha biomasa."

La be l lez a de Fa l l C reek . Y

los autores continúan diciendo: "La vasta destrucción de

la cubierta vegetal [...] aumentó la erosión de los suelos, cambió los microclimas y

creó un hábitat nuevo, casi uniforme [y] una actividad de sucesión caracterizada

por el decremento de la diversidad de la flora y de su complejidad distributiva."

La

b el l eza de Fal l Cr eek.

Pero a medida que fue pasando el tiempo "la biología se

volvió más complicada. Dentro

de la [...]

cuenca la energía ha existido como un

sistema de biomasa y acumulación, y al sistema se incorporaba mucha más energía

que La que se liberaba. La radiación solar es absorbida por una cantidad —que cre-

ce año con año— de vegetación leñosa

y

cubierta del suelo del bosque.

Fl or es .

Luego la cuenca se volvió ecológicamente más variada. Con la desapari-

ción del dosel original de secuoias podía crecer más flora.

La b el l eza de Fal l Cr eek.

Con el tiempo apareció una mayor variedad de helechos,

plantas de flor y arbustos. Las lluvias estacionales y la erosión cambiaron también la

cañada misma. El hecho ecológico de que el trabajo humano recreó, intencional y

no intencionalmente, una ecología diversa, es una de las razones por las que Fall

Creek es un lugar dilecto al que se escapa la gente de las ciudades cercanas.

Flo res azu le s . La ecología actual de Fall Creek es resultado también de las reglas

y reglamentos del Departamento de Parques, de la reparación de sendas, cons-

trucción de puentes y otras obras de mantenimiento y mejoramiento por parte del

personal y de voluntarios. La cuenca se realmente una especie de jardín. Y los jar-

dineros toman decisiones acerca de qué cultivar y qué no, ya sea por intención o

por efecto.

H e l e c h o .

Helechos y matorrales de chamizo, culantrillo, campanillas, madreselva,

lotos, rosas silvestres, zarzamoras, frambuesas y otras plantas prosperan en áreas

perturbadas de la cuenca.

y los helechos dorados, que necesitan sol, pueden desaparecer.

Avellanos.

Pero los a vellanos han reaparecido, y el acebo y la retama florecen cer-

ca del agua y a las orillas del camino. El resistente helecho espada, que abunda en

las áreas muy sombreadas, va a sobrevivir.

Encinos.

Los encinos se reproducen prolíficamente.

Ho ja s d e a rc e . Y ta m bién

los ar ce s de hoja gr ande , que cr e ce n e n de nsos gr upos

e n los e scombr os de piedr a ca l iza, a l pie de Blue C li ff y e n los c lar os ce r can os a l

a g ua .

H ongos .

En un tiempo Fall Creek era un buen lugar para los recolectores de hon-

gos. Ahora el estado prohíbe a los visita ntes recoger hongos, a sí como llevarse hele-

chos u otras plantas, con lo que de hecho se toma otra decisión en materia de jar-

dinería. Igual que en una reserva natural, sólo podemos apropiarnos de la imagen

del objeto real en una foto, no de la cosa misma.

Catalinas.

Sigu e s ien do mis terioso de dón de v ien e es ta c olon ia de c a ta rin a s ,

cómo e scoge n Fal l C r e e k e n la r ut a de su migr ación y por qué se van r e pent ina -

mente a mediados de febrero, volando con una corriente de aire caliente.

Hiedra.

A la hiedra se le han dado muchos nombres, entre ellos "la huella del

hombre". La plantaron los trabajadores para humanizar su entorno, y tal vez para

controlar la erosión y el polvo.

V i n c a .

Esta vinca y la hiedra cubren el pasado de quienes las plantaron, como si

hubiesen qu erido sua vizar los a filados bordes de su propia historia. Aquí el hom-

bre sigue dominando a la naturaleza en el sentido de que estas especies introduci-

das do minan a la f lo ra nati va .

M anantia l .

Debajo del obraje de cal el agua sale borboteando de un pequeño

man an tial su bterráneo. Cua ndo se rellenó el arroyo, corriente arriba, siguió vivo

debajo de los escombros y cambió de cu rso.

Cañada.

Pie dr as, he lechos, luz y agua se combinan e n e st e t r amo de la cañ ada

p ara crear un pai saj e de natura leza ro mánti ca di gno de la i magi naci ón u rbana no s-

tálgica más exigente.

INTERPRETACIÓN

F o t o e s c é n i c a d e F a l l C r e e k .

Una vez Karl Ma rx escribió que la producción no sólo crea

los objetos que satisfacen las necesidades, sino también las necesidades satisfechas

con esos objetos. Este

estudio

e s u n a

variación

sobre ese tema. Fa ll Creek produjo

la cal que ayudó a construir la California urbana, incluyendo las ciudades de San-

134

JAMES O'CONNOR

ta Cruz y Felton. La vida urbana constituyó una cierta estructura social y la necesi-

dad social de escaparse y volver a la naturaleza.

Foto e scé n ica de Fa l l Creek .

La naturaleza que buscan los citadinos de la zona y

otros visitantes incluye a Fall Creek, que ya no es un lugar salvaje pero que no está

desarrollado y parece natural.

5

L A V E N T A D E D O S C I U D A D E S :

C H I C A G O Y L O S Á N G E L E S

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Foto e scé n ica de Fa l l Creek .

O, en otros términos, Fall Creek es un ejemplo de la

naturaleza tal como quiere verla la imaginación urbana. A sí se cierra el círculo: Fall

Creek satisface su propia demanda, en el doble sentido de ayudar a construir cen-

tros urbanos y de verse y sentirse como la clase de naturaleza que esperan los visi-

tantes urbanos que buscan escapar de la ciudad y ver la naturaleza .

Viga de l a lmacé n en e l a rroyo .

Fall Creek sólo parece naturaleza pura . De hecho

en la cuenca la historia se mezcla con la naturaleza de maneras obvias, como esta

caprichosa viga en el lecho del arroyo.

Lo in só l i t o de Fa l l C reek .

Y de maneras insólitas, como este marco de la puerta de

un horno incrustado entre los desechos del suelo del bosque.

T anque de ag ua.

Lo que vemos en la cuenca, lo que olemos y oímos, y el sentido

de seguridad que experimentamos en sus senderos, tiene tanto que ver, a su mane-

ra, con el desarrollo del capitalismo en Occidente, como con los propios ritmos de

la naturaleza.

Carre ta .

Las herramientas y condiciones de trabajo, el agotamiento del bosque,

los cambios tecnológicos de la producción de materias primas y el papel de Cali-

fornia en la economía mundial a finales del siglo xix y principios del xx son ele-

mentos que contribuyeron a construir la naturaleza actual de Fall Creek.

Tocón de secuoia. Pero —por decirlo en una sola palabra— el dualismo occiden-

tal nos ha im pedido ver la d ialéctica de esta historia natural y naturaleza histórica.

Por ello tiene tanta importancia la historia ecológica, que desconstruye los muros

ideológicos que se yerguen entre la historia y la naturaleza, y crea una nueva com-

prensión del presente c o m o historia y como naturaleza.

CHICAGO

Haberle dedicado un número de

Antipode,

la revista de geografía radical, a un sim-

posio sobre

N a t u r e ' s m e t r o p o l i s : C h i c a g o a n d t h e G r e a t W e s t [ L a m e t r ó p o l i s d e l a n a t u r a -

l e za : Chicago y e l Gran O es te] ,

libro que consolidará la posición de William Cronon

como uno de los principales historiadores ambientales de Estados Unidos, es —co-

mo dicen en Hollywood— un buen concepto. Pero el tratamiento es, en gran

medida, un fracaso. Once especialistas radicales, en su mayoría geógrafos marxis-

tas, ensalzan el estilo literario de Cronon y sus proezas narrativas, su minuciosa

investigación y su pasión por el tema, y su disposición a ocuparse del complejo pro-

blema de las formas en que Chicago y sus

hin te r land

se modelaron y configuraron

mutuamente durante la segunda mitad del siglo

xix.

Sin embargo, con excepción

de dos o tres de los colaboradores, todos acusan a Cronon de ingenuidad teórica

y, por lo tanto, de no haber hecho lo que creen que el autor se propuso (o debe-

ría haberse propuesto) hacer. La crítica, muchas veces mezquina, otras venenosa,

supera el aprecio por un factor de dos o tres. Pero no es ésta la razón por

la que

fracasa el simposio, ya que la equidad y la eficiencia, según nos enseñan los eco-

nomistas, son dos cosas distintas. La razón es que en su "Respuesta" Cronon no

reconoce ni uno solo de los puntos señalados por sus críticos. Buen podría haber

dicho: "Si me hubiese sido posible leer todas las contribuciones a este simposio

antes de escribir mi libro, hubiese escrito exactamente el mismo libro." Cuando los

buenos especialistas no aprenden nada unos de otros, algo anda mal.

Y aquí interviene algo más que los intereses personales y los egos. Hay por lo

menos otras tres razones de que los críticos de Cronon hablen sin ser oídos por él.

La primera es que el mismo Cronon no es todo lo claro que debería ser sobre cuá-

les son realmente su método y su objeto de estudio, lo cual, naturalmente, inco-

moda a los ponentes de inclinación teórica. La segunda es que los geógrafos mar-

xistas no explican

su

método todo lo bien que deberían hacerlo, ni demuestran de

qué manera su enfoque arrojaría mejores resultados que el de Cronon.

1

La

forma

de su crítica es grosera con tanta frecuencia que se necesitaría un erudito muy

Las

excepciones se señalan en el texto. No obstante, ni siquiera Allan Pred, que aporta las críticas

metodológicas más elaboradas (a saber, que C ronon fusiona la configuración de los paisajes tanto como

medio cuanto como resultado de la intervención humana contingente a las historias previas de perso-

nas y naturaleza, es decir a las condiciones habilitadoras y limitantes insertas en los productos de

la

[1351

136

137

paciente y sabio para que pudiese abrirse paso entre sus argumentos y separar el

grano de la paja.) Por ú ltimo, incluso si los participantes lograron exponer de

manera útil el método marxista, tengo la sensación de que Cronon igual hubiese

ignorado a sus críticos, ya que no es marxista (aunque afirma comprender el mar-

pr oduct o de l mismo, y de las de más pe r sonas (no só lo de la na t ur ale z a) , t odo lo

cua l es tá aus ente de la na rraci ón de Cro no n. Esto sugi ere tambi én que el o bjeti vo

de éste es ex pl icar lo s ef ecto s de la di námi ca del desarro l lo de Chi cago y su s

hin -

terland

sob re la n a tura l ez a ( y sob re los seres h um a nos , en l a m ed ida en que l os m is-

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xismo) ni quiere serlo.

Cronon "se pregunta" si sus críticos consideran que

N a t u r e ' s m e t r o p o l i s t ie ne

grandes fallas debido a sus propias "expectativas" irreales, más que al "desempeño"

del autor. Pero

parece

estar algo confundido acerca de cuál es realmente su

desempeño y, por lo tanto, de lo que sus lectores tienen o no derecho a esperar.

Sus narrativas ("relatos") tienen la clara intención de contar con una base teórica,

pero no queda claro de qué profundidad ni de qué clase de teoría. Tres o cuatro

críticos condenan el libro porque no explica la dinámica del desarrollo regional

de Chicago. ¿Qué impulsaba a la ciudad que devastó así la naturaleza? Pero puede

ser que la intención de Cronon nó fuese explicar el desarrollo regional

pe r s e

s i n o

más bien los

efectos

del mismo sobre la naturaleza. En el libro dice que su intención

es escribir "una historia de la relación entre Chicago y el Gran Oeste", y en parti-

cular analizar las transformaciones económicas y ecológicas que experimentaron

la gran ciudad y sus

h i n t e r l a n d . Pero también convierte en agentes del cambio a los

comerciantes, intermediarios, especuladores y promotores de Chicago, lo cual

puede verse o no como una afirmación teórica. Asimismo, en su respuesta a la

imputación de Carolyn Merchant de que su misma descripción de la transforma-

ción del Gran Oeste es incompleta, Cronon replica que su omisión fue deliberada;

que ya había tratado el tema en su libro previo sobre la historia ambiental de Nue-

va Inglaterra. El autor tampoco se ocupa de la transformación ecológica de Chi-

cago mismo, ya sea en el nivel de la destrucción del ecosistema o en el de la apa-

riencia de los paisajes culturales. "Cronon no cierra el círculo que une el campo y

la ciudad —escribe Merchant— detallando el regreso de aguas, hum o o desechos

al campo y los ríos."

Tal vez Cronon precisa su verdadero objetivo en su "Respuesta". Afirma en ella

que escribió el libro "para investigar [...] las muchas formas en que la gente se ena-

jena del mundo natural del cual depende su vida [...] explorando el crecimiento

de una gran ciudad en relación con los sistemas naturales que hacen posible ese

crecimiento". Ralph Saunder y Sallie Marston añaden: "Cronon demuestra cómo

Chicago se desarrolló simultáneamente con la ruina del mundo natural que lo

rodeaba y, lo que es más importante, por medio de ella." Es justo. Sólo nos resta

añadir "ignorando mientras tanto la dependencia de la ciudad de la fecundidad

natural y la forma en que asoló [la naturaleza primigenia] ". El problema es que

este propósito no puede realizarse sin otra investigación paralela sobre las formas

en las que la gente fue enajenada de los medios de producción, de su trabajo y del

iriteIXendóH

humanacon intervenrilm

de esos_ mismos pmdurtoa), dice iué-fiifrrimria huhie.a.

habido en caso de que Cronon hubiera usado su método.

mo s se a lej aban de la natu ra leza) , no la di námi ca mi sma. Cro no n di ce que no tra-

t ó de br inda r "a los le ct or e s [de l l ibr o] una t e or ía global de la u r baniz ación, e l

cambi o regio nal , la i ndustri a l i zaci ón y la di námi ca i n terna del creci miento capi ta-

l i s ta". Si bi en se co nc entra en co merciantes , f erro carri les y mercado s, a severa que

"en ningún momento afirmo que el transporte, el comercio, los mercados o el

movimie nt o de me r cancí as fue se n los únicos de t e r minant e s de l cr e cimie nt o de

Chi cago [ . . . ] Me l i mi to a deci r que f uero n muy i mpo rtantes y que a l pensa r so bre

ellos podemos aprender muchísimo respecto a la relación de la ciudad con sus

hi n-

ter land"

B asta nte j usto , tambi én . P ero esta c lase de enf o que no ex pl ica rea lmente

nada, s i no que se l i mi ta a a i s lar un f ac to r o co nj unto de f ac to res entre o tro s , s i n

deci r cuáles so n eso s o tro s f ac to res n i c ómo se arti cu lan co n lo s pri meros.

Cronon a firm a que "su b rúj ul a se orienta en l a s v ía s que l l ev a n d e y h a c ia l a c iu-

dad, s i gui endo las rutas que v i ncu laro n a la co muni dad humana l lamada Chi cago

co n el mundo natura l del cua l la c i udad l legó a ser una parte tan i mpo rtante": el

transporte y los ferrocarriles. Los ferrocarriles son temas engañosamente simples,

y la brúj ula de Cro no n puede l levar a sus lec to res en una di recci ón teóri ca equi -

vocada. El t r anspor t e e s capi t al pr oduct ivo, cosa que no me nciona ningún int e -

grante del simposio. (Hasta el "puro" intercambio de trabajo en la caja del super-

mercado t i ene un mo mento pro ducti vo , cuando las co mpras se meten en bo lsas .)

Los ferrocarriles se construyeron por más de una razón, lo que complica todas las

historias que tienen que ver con ellos. Consolidaron el poder de Chicago, así como

de sus c o merci antes y empaca do res de carne, so bre el campo ; fuero n tambi én un a

sa l i da para el ca pi ta l ex cedente y parte de la creaci ón del i mperio transc o nti nen-

ta l l lamado Estado s Un i dos. Tal co mo o curre en la creaci ón de aut o pistas i n teres-

tatales y shut t les

espaci a les , en la co n strucci ón de f erro carriles se co mbi naro n co n-

si deraci o nes po l ít i cas y mi l i tares co n mo ti vo s eco nómi co s . N i s i qui era está c laro s i

Chi cago y sus hin t er l an d

hubi esen s i do s i gni f i ca ti vamente di f erentes s i lo s trenes

nun ca hubi esen remplazado los can a les . De no ser as í , Cro no n les presta ex cesi va

atenc i ón a lo s f errocarri les en s í mi smo s y muy po ca a su pa pel co mo medi o para

reducir el tiempo de revolvencia del capital y de acelerar la historia (aunque, en sí

mi sma, su descri pci ón de la reglamentaci ón y di sc i p l ina del uso del t i empo reque-

rido para la eficiencia ferroviaria es excelente).

Escri be esta sabi a f rase: "Ahora [ . . . ] sabemo s que la na rrati va f unci o na apo de-

rándo se de una po rci ón de rea l i dad, di spo ni éndo la en una secuenci a a tracti va y

haci endo que esa secuenci a parezca co mpleta , pese a to das las evi denci as en co n-

trari o." Si n embargo elude la cuest i ón de cómo deci de uno lo s cri terio s que u sará

para determinar qué extraerá, para su investigación detallada, de la masa de la his-

toria, y qué dejará en los archivos. Con bastante frecuencia parece que los criterios

138

A M E S O ' C O N N O R

de Cronon tienen que ver con las características físicas de las cosas; los trenes y sus

cargamentos, por ejemplo, se definen como valores de uso, no valores de cambio;

como formas de entrar y salir de la ciudades, no como maneras de acumular capi-

tal. Probablemente ésta sea otra fuente de la confusión de sus críticos acerca del

propósito y método del autor.

Nature ' s metro po l i s ,

¿es una narración descriptiva o también se plantea "por

LA UNTA DE DOS CIUDADES

3 9

desarrollo económico orientadas al mercado. Aducen correctamente que quienes

las ofrecen casi nunca dan el siguiente paso y se preguntan qué determina la ex-

pa

nsión del mercado. Atinadamente, los críticos señalan que "la acumulación de ca-

pita' fue el primer motor", pero podrían haber aumentado la probabilidad de con-

vencer a Cronon si hubiesen explicado qué quiere decir esto. No dicen que los

mercados se crean cuando se adelanta capital en efectivo a los trabajadores a cam-

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qués"? Creo que hace las dos cosas, pero en ambos casos de m anera ambigua, por lo

que ninguna de ellas resulta totalmente satisfactoria. El autor no aclara cuáles son

sus hipótesis, cómo se las puede so meter a prueba, qué datos en contrario habría

que buscar y qué opacidad desea penetrar: si la ideología desconstruida o una

narrativa previa revisada. Esta laguna resulta especialmente incómoda para los

marxistas, que aprenden a desarrollar sus propias perspectivas teóricas en forma de

una crítica a la "teoría burguesa" —expresión que los críticos de C ronon evitan—

y a su m étodo.

Cronon ignora a sus críticos no sólo porque sus metas y métodos no están cla-

ros (por lo cual aquéllos no saben ni pueden saber qué tienen derecho a criticar),

sino también porque los geógrafos marxistas no explican demasiado bien sus pro-

pios métodos (lo que a su vez irrita al autor de

Nature 's m e t ropo l i s ) . Cronon afirma

que sus críticos se molestaron porque no escribió el libro que ellos querían que

escribiese, un libro que explicara la dinámica de desarrollo de Chicago y del Gran

Oeste en términos de una teoría de tipo marxista de la producción, circulación y

acumulación de capital. Mary Beth Pudup se queja de que "la preocupación exclu-

siva de C ronon [es] la circulación [.. .] Las ruedas del comercio son las que ponen

en movimiento a Chicago. Phillip Scranton escribe: La exclusión [del creci-

miento industrial] nos permite observar más profundamente las mutaciones del

intercambio mercantil, pero a falta de un análisis igualmente penetrante de la pro-

ducción empobrece el argumento en su conjunto."

¿Qué diferencia hace que Cronon ignore lo que dos críticos llaman la "prima-

cía de la producción" y un tercero denomina las "relaciones de producción"? Asu-

mamos que trató de que su libro no sólo describiese los efectos del desarrollo

regional sino también que lo explicase. Los críticos ofrecen muchísimos consejos

gratuitos acerca de lo que tendría que haber hecho C ronon, y de lo que hubieran

querido que hiciese, pero mucho m enos respecto a

c ó m o

debería haber hecho lo

que ellos querían que hiciese. Tampoco explican qué diferencia haría su propio

método en términos de las clases de resultados que podría haber obtenido C ro-

non en caso de haber decidido escribir un libro marxista. 2

Brian Page y Richard W alker identifican el problema de las explicaciones del

2

Parece haber dos excepciones. Merchant dice que al "hacer caso omiso de las relaciones de pro-

ducción, la crít ica del mercado que hace C ronon se limita a sus costos ecológicos". Page y Walker

demuestran que la concentración en la acum ulación

d e c ap i t a l y e n e l

concomitante cambio tecnoló-

gico en la industria y la agricultura explicaría mejor la velocidad de la transformación ecológica y del

desarrollo económico.

bio de su fuerza de trabajo, y que los mercados se forman dentro de la clase capi-

t

alista cuando se intercambia capital en dinero por energía, equipo, materias pri-

mas y demás. Cronon realmente no distingue estos dos tipos de mercado, y

tampoco lo hacen sus críticos. De esta manera, las implicaciones económicas del

hecho de que los granos, la carne y la madera fueron elementos clave del capital

variable (y en menor grado del constante) se les escapan tanto al autor como a sus

c ríticos. Y ninguno de los participantes vincula la tasa de acumulación con las t a s a s

de plusvalor y de utilidad y la composición del capital.

3

Page y Walker (y otros colaboradores) podrían haber explicado mejor el dina-

mismo" del desarrollo de Chicago. Algunos críticos emplean los términos "creci-

miento económico" y "desarrollo económico" de manera intercambiable. Pero

Marx utilizó el concepto de "reproducción expandida" (crecimiento económico)

como un recurso heurístico, y nada más. La acumulación de capital (desarrollo) es

un proceso tanto cualitativo como cuantitativo; todas las categorías de Marx son

sociológicas así como económicas. Por ejem plo, la tasa de explotación es

un indi-

cador del poder del capital sobre el trabajo y también una medida estadística de la

tendencia del sistema a dirigirse hacia crisis de realización. La lucha de clase (véa-

se más adelante) en Chicago tiene que haber tenido consecuencias económicas y

ecológicas. La participación de la utilidad total absorbida por la renta también tuvo

implicaciones económicas y ec ológicas, tema sobre el cual ni el autor ni los críticos

dicen nada. Page y Walker hacen énfasis en la idea de que la acumulación de capi-

tal presupone la innovación tanto del proceso como del producto (aunque igno-

ran el aspecto sociológico de ese elemento). Esto ocurre especialmente durante las

épocas malas, cuando los capitales individuales se esfuerzan por reducir

los costos

unitarios de trabajo (y otros), y luchan por conservar su participación del mercado

o por robarles mercados a sus rivales, así como por adquirir otros capitales o fusio-

3

Desde luego esto sólo l leva el tema de la acumulación un pasi to más al lá de la vers ión que ofrecen

Pake y W alker. Incluso en las épocas dif iciles puede haber demanda de bienes de sust itución, y siempre

existe demanda de alimentos básicos y de un lugar en el que estar. Pero si todas las demás condiciones

permanecen constantes, cuanto más altas sean las tasas de utilidad y de acumulación (tema que nadie

analiza con respecto a Chicago en la segunda mitad del siglo xix), más rápido se expandirán tanto el

mercado de bienes de salario como el de bienes de capital. Si hay economías de escala (incluyendo las

economías externas), como las había en Chicago durante su auge, las tasas de utilidad y de acumula-

ción se acelerarán. Esto asume no sólo qi ie los mercados están creciendo, s ino que crecen m ás o menos

al mismo ritmo que la capacidad productiva ffsica y las utilidades; que no hay una tendencia hacia una

crisis de sobreproducción, y que las crisis del lado de los costos (es decir las deseconomías externas)

están ausentes.

140

JAME S O' CONNOR

LA VENTA DE DOS CIUDADES

41

te y a n ón ima Chic a go.") Nin gu n o de

los críticos plantea la importante pregunta:

¿cómo cambió la (supuesta) subordinación del capital mercantil al industrial la his-

t or ia de la t r ansfor mación e cológica de l Gr an Oe st e ? ¿Hay un a hoja de past o qu e

desapareció (o no) debido a esta subordinación (o a su inexistencia)?

narse con ellos para redistribuir las utilidades escasas a los más fuertes o más per-

sisten tes. El tema de la crisis económica, que debería ser central en cualquier des-

cripción marxista de la "dinámica del desarrollo", está ausente en este simposio.

"La acumulación por medio de la crisis" explica la expansión de los mercados de

bienes de capital en términos de una demanda

menguante

del consu midor, es decir ,

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Hacia 19 00 C hicago habí a de sar r ollado una var ie dad de indust r ias de "sust i t u-

ción de importac iones" y bienes de capital, y tenía más fábricas qu e cua lquier otra

c

iudad del mun do. Dos críticos creen que n i el comercio de granos ni el de made-

r

a tu vieron mu cho que ver con la "creciente vitalidad indus trial de la ciudad". Pero

és ta n o es ba se su fic ien te pa ra rec ha za r la es tra tegia de Cron on de tra ta r a los

comerciantes y a fines como agent es dominantes del crecimiento. A principios del

siglo xvin Gran Bretaña t enía miles de fábricas , pero el capital indust rial no subor-

dinó al capital comercial hasta más entrado el siglo, e incluso entonces sólo lo hizo

de ma n era pa rc ia l . La s a c tu a les ec on omía s de los tres gra n des , Es ta dos Un idos ,

Japón y Alemania, tienen importantes características neomercanti listas. La industria

moderna reduce a los comerciantes a personificaciones ciegas del capital comercial

en su conjunto sólo en los libros de texto. Para saber si los comerciantes de Chica-

go estaban económica y políticamente subordinados a los industriales, yen este caso

cuándo y con respecto a qué, habría que estudiar el alcance y el t ipo de competen-

cia entre comerciantes; los movimientos de los precios de las materias primas a

medida qu e la competencia iba imperan do entre ellos, y los ca mbios de la relación

capital-trabajo, entre fracciones del capital y en las configuraciones del poder del

estado (entre otros factores). Tal vez el asunto no pueda discutirse sensatamente

fue r a de l cont e xt o de la e conomía mun dial e n su c onjunt o, y de l lugar de un Est a -

dos Unidos imperialista en ella. Tendría que prestarse atención a la tesis de William

A. Williams (ignorada por el au tor y por los críticos) de que los granjeros del Gran

Oeste eran una importante fuerza expansionista debido a los grandes excedentes

pr oducidos por la fe cundidad de la n at ur ale z a combinada con la t e cnologí a huma-

na. En Estados Unidos los industriales y los obreros eran proteccionistas; los gran-

jeros y los banqueros lo eran, si acaso, mucho menos. Estados Unidos fue protec-

cionis ta hasta 1913; después , tras l a primera gu erra mundial , l os aranc el es se

elevaron al nivel más alto de la historia del país. ¿Es señal esto de que el capital

industrial era dominante? Ta l vez sí, tal vez no. El ca pital industrial realmente pode-

roso busca l ibre comercio e inversión donde sea , y no l e teme a l a competencia

extranjera. El proteccionismo resgu ardaba a la indus tria mientras los gran jeros se

beneficiaban de los mercados europeos en expansión. La industria norteamericana

obtenía materias primas baratas y alimento para sus trabajadores, especialmente del

Sur después del Gran Compromiso de 1876, y los granjeros disfrutaban de merca-

dos en crecimiento, salpicados por crisis de sobreproducc ión. Estas consideraciones

son la punt a de l i c e b e r g

histórico que, como su masa , es invisible en este simposio.

Los críticos de Cronon también le reclaman no haberse ocupado del trabajo y

la lucha de clase. Pero no explican cómo incorporar estos temas de manerainte-

resante en la na rrativa de Cronon. Page y Wa lker escriben que el autor "desprecia

de la necesidad de reducir costos para defender o rescatar utilidades cuando los

mercados finales se debilitan o decaen. La mayoría de las grandes innovaciones

tecnológicas para reducir costos aparecieron o se difundieron durante periodos de

depresión o estancamiento. En la historia del capitalismo las crisis son momentos

definitorios de cambio económico, tecnológico y social, incluyendo los cambios en

la composición de las clases sociales en general y de la clase trabajadora en parti-

cular. Puesto que durante la segunda mitad del siglo xix el capital fue un sistema

expuesto a crisis (así como dependiente de las crisis), la omisión de la teoría de la

crisis limita la utilidad tanto de

Nature s metropolis como de las reflexiones de los

geógrafos sobre el libro de Cronon.

La queja más frecuente de los críticos es que Cronon deja de lado lo que dos

geógrafos llaman la "primacía causal" de la industria (o capital productivo). En su

introducción Walker afirma que "la discusión sobre la primacía causal es funda-

mental para llegar a una comprensión del crecimiento explosivo de Chicago".

Pudup apoya su aseveración: "El comercio se subordinó de manera más generali-

zada a la producción industrial" hacia finales del siglo. ¿Será verdad que el capital

industrial subordinó al capital mercantil durante la segunda mitad del siglo xix?; y

si así fue, ¿qué más da? Un problema es que ninguno de los críticos explica qué

quiere decir "subordinación", de manera que resulta comprensible la irritación de

Cronon frente a esta línea de ataque. Quiere decir que los comerciantes pierden

el monopolio de que puedan gozar en el comercio y, en consecuencia, su capaci-

dad de comprar barato y vender caro, en lo que equivale a un juego de suma cero.

En cambio se ven obligados a competir entre sí, y también con el capital industrial,

para obtener capital en dinero y crédito, trabajo y demás. La subordinación de los

comerciantes a los industriales (en un modelo simple, en el cual el capital mer-

cantil está en manos de una clase identificable de comerciantes y el capital pro-

ductivo en manos de los industriales) quiere decir que los primeros se apropian de

una parte de las utilidades totales que va de acuerdo con la cantidad de capital que

han invertido, con la composición orgánica de sus capitales y con la tasa de utili-

dad promedio. La mayoría de los críticos de Cronon dan vueltas alrededor de estos

problemas sin hacerles frente. Sólo Holdsworth discute los precios de las materias

primas y el alcance de la competencia que prevalecía en esa época, pero tan sólo

con respecto al poder de los comerciantes sobre los productores directos ("los

comerciantes de Chicago que estaban detrás de [...] los cambios del transporte [...]

capturaban implacablemente una parte suficiente de la oferta como para contro-

lar el precio que recibían los productores. Éstos, casi siempre a merced de com-

pradores de la metrópolis [... ] tenían muy poco poder para responder a la distan-

142

A M E S O ' C O N N O R

el poder generador de valor del trabajo humano", pero no explican cómo se articu-

laban entre sí la abundancia de la naturaleza, el trabajo humano y la tecnología en

el Gran Oeste. Merchant se queja de que Cronon no "muestra la resistencia a las

estructuras de mercado por parte de agentes humanos o de actores no humanos",

pero omite explicar de qué manera una descripción de esta "resistencia" podría

LA VENTA DE DOS CIUDADES

43

Creo que muchos de los lectores de este simposio, de mentalidad justa, que

quieren aprender tanto de los geógrafos económicos marxistas como de los histo-

riadores ambientales no marxistas, llegarán a la conclusión de que muchos de los

críticos (no todos) con frecuencia se interesan más por mostrarse capaces de seña-

lar puntos débiles que por arrojar luz sobre la dialéctica del cambio entre Chicago

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modificar los resultados de aquél. Holdsworth sugiere que la narración no hubie-

se cambiado demasiado cuando afirma que la "transformación de la pradera de

pastos altos, el territorio de los búfalos y el bosque se ptentrional de pinos [no fue]

cuestionada ni casi refutada". Scranton añade que Cronon retrata los conflictos

entre los granjeros, los ferrocarriles, los emp acadores y los co merciantes, pero que

la lucha capital-trabajo es "prácticamente ignorada". Una vez más, ¿y qué? ¿En qué

cambiaría eso los resultados de Cronon? Ninguno de los críticos analiza la forma

en que las luchas defensivas de los artesanos y obreros con aptitudes capitalistas

obligaron a la industria a pasar a la producción de masas, y a subsumir real, y no

sólo formalme nte, el trabajo, fenómenos sin los cuales el capital industrial no pue-

de establecerse con firmeza. Este proceso se relaciona con el tema de la subordi-

nación del capital mercantil de modos sobre los cuales nadie ha planteado nunca

una teoría. Los críticos de Cronon ni siquiera lo mencionan.

Ninguno de los autores del simposio cuestiona el argumento de Cronon en el

sentido de que los cambios en el Gran Oeste, sobre todo los cambios ambientales,

eran una cara de un doble proceso histórico, y que la otra fue el desarrollo de Chi-

cago. Algunos cue stionan la estrategia de C ronon de limitar la relación ciudad-hin-

terland a Chicago y el G ran Oeste. C omo señalé antes, un libro sobre la metrópolis

de la naturaleza ubicaría a la región dentro del marco de referencia de la econo-

mía mundial en su conjunto. Pero los que quieren que Cronon amplíe sus miras

no explican cómo podría hacerlo. Hay poco o nada sobre el desarrollo capitalista

desigual y combinado o sobre el "desarrollo del subdesarrollo". Habría que ras-

trear los efectos de la inversión en transporte, en mejora de la tierra y demás, sobre

el costo de producción de alimentos y materias primas. (También los cambios eco-

lógicos concomitantes a la ocupación norteamericana pueden haber elevado indi-

rectamente el costo de producción de las materias primas, según la tesis de la

"segunda con tradicción del capital".) Por lo general, durante el siglo xix las inver-

siones en zonas productoras de materias primas elevaron la tasa de utilidad del

capital industrial y estimularon nuevas oleadas de inversión en tierra, infraestruc-

tura y demás en esas zon as, lo cual reducía los costos y aumentaba aún m ás las uti-

lidades. Las economías industriales del Norte, mundiales, integradas, equilibradas,

se desarrollaron a expensas de las economías exportadoras

d e m a t e r i a s

primas del

Sur, especializadas y fragmentadas. E l desarrollo causa subdesarrollo, y viceversa.

La bibliografía norteamericana sobre este tema se concentra en el sur de Estados

Unidos, pero resulta sorprendente que ningún miembro de este simposio se pre-

gunte si el mismo tipo de modelo (con modificaciones) podría resultar útil en caso

de aplicarlo al Gran Oeste.

y su

hin te r land

en la segunda mitad del siglo xix. Los críticos parecen ser mejores

predicadores que educadores. Atinadamente, Cronon les reclama que no estén

"demasiado interesados en la naturaleza"... tema central para los marxistas ecoló-

gicos. Señalan muchas cosas pero casi nunca dan en el centro del blanco y lo que

deshacen son los bordes del mismo. Ésta es una de las razones por las cuales Cro-

non presta oídos sordos a sus críticos en su "respuesta". Por otro lado, es evidente

que se resiste a toda descripción de tipo marxista sobre el tema. Presumiblemen-

te la razón principal es, como señala una cantidad de colaboradores, que ignora

el alma y el corazón de la teoría marxista, la imposición del trabajo, la producción

de plusvalor, es decir la explotación del trabajo (y todos los asuntos ideológicos y

políticos asociados con la explotación). El error

de

Cronon tiene dos lados. Igno-

ra el trabajo como un insumo o factor de la producción y también ignora el tra-

bajo definido como el movimiento laboral. Cronon no niega esta realidad, pero

no pienso que en verdad crea que en el capitalismo lo normal es explotar el tra-

bajo, mientras que correctamente sus críticos así lo piensan.

En lugar de hacer frente a los dificiles problemas planteados por sus críticos,

Cronon trata de escabullirse de su (gastada) trampa. Primero, escribe que si usa

frases tales como "la lógica del capital", es sólo como recurso retórico. Segundo,

insiste en que comprende el marxismo y que simplemente prefiere no usarlo,

cuando es obvio que no lo entiende y que, por lo tanto, no está en condiciones de

decir si el marxismo podría o no resultar útil (aunque "a veces [es] convencido por

Karl Marx") . Me recuerda a esos posmodernos que no q u i e r e n

comprender las tota-

lidades, y que por consiguiente nunca descubren si es o no posible que lo hagan.

Por ejemplo, los críticos piden una descripción de las fuerzas y las relaciones de

producción en la industria, la agricultura y demás (aunque no les dicen a sus lec-

tores qué quieren decir con "fuerzas " o "relaciones"), lo que Cronon parece inter-

pretar como un llamamiento a estudiar con m ayor detalle la "producción fabril".

"Trato de hacer que un puñado de bienes manufacturados [...] sirvan de sustituto

para el resto", escribe, malinterpretando por entero el señalamiento de los críticos.

Otro ejemplo: Cronon les reclama a los geógrafos que le critiquen su énfasis en la

"distribución". En la teoría marxista distribución quiere decir la distribución de la

riqueza y el ingreso entre clases sociales; realización quiere decir la venta de cosas;

transporte es una forma de capital productivo (que genera plusvalor). Tercero,

Cronon afirma que sus críticos creen que la única teoría que apoyan es

s u p r o p i a

teoría cuando, de hecho,

su p rop ia

teoría" incluye (subsume, si se prefiere) la teo-

ría de C r o n o n

del desarrollo y la transformación ecológica impulsados por el mer-

cado. No es una proposición del tipo "o/o" sino del tipo "y/y", o lo que en la jer-

144

AM ES O 'CO N N O R

ga marxista se llama "la unidad contradictoria de la producción y la realización".

Pero los críticos tampoco explican demasiado bien esto, lo cual no representa una

razón suficiente para que Cronon pretenda conocer el método marxista cuando

no es así.

LA VENTA DE DOS CIUDADES

45

ton, Denver, Detroit y otras ciudades n orteamericanas en las cu ales podría "excava r

el futuro" con su cercano estu dio de los puebl os y l os paisaj es cu l tural es de esas

a glomeraciones, viejos pueblos mineros del Salva je Oeste.

En este libro las fotos de Robert Morrow, en blanco y negro, sin gente, de arte-

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Aunque este simposio es un fracaso (muy especialmente un fracaso editorial

que no elimina las repeticiones y el tono a veces maligno de algunos de los cola-

boradores, incluido el mismo coordinador) en términos de la presunta meta de

los colaboradores marxistas, a saber, educar a Cronon y a otros historiadores

ambientales, puede considerarse un éxito en el sentido de que

t a l v e z estimule a

algunos lectores a ser más conscientes de sus propias categorías teóricas y de su

estatus en la redacción histórica, así como de la necesidad de escribir historia de

un lugar en términos de la historia de otros lugares. Todos felicitan a Cronon por

abocarse a este tema con respecto a Chicago y el Gran Oeste. La historia urbana

nunca será (o debería ser) la misma, especialmente si los historiadores, incluyen-

do a los historiadores teóricos, se toman en serio la confesión de Cronon: "sentía

una profunda renuencia a rendir culto ante el altar de la teoría y del discurso aca-

démico si hacerlo implicaba abandonar a los lectores comunes" (lo que sugiere

que Cronon es consciente de que se requieren bases teóricas más firmes, pero de

que no ha adquirido en esta etapa de su carrera la destreza para proporcionarlas).

No le haría nada mal estudiar E l c a p i ta l

el clásico de la historia teórica.

LOS .ÁNco

Cada capítulo de City

o f quar tz ,

de Mike Davis, enmarca un conflicto social o políti-

co. El primero es de interpretación literaria y filmica: ¿es Los Ángeles sol u oscuri-

dad? ¿Hoy en Los Ángeles es mediodía o medianoche? Luego vienen las luchas

entre centros rivales de poder económico y político; conflictos entre propietarios

blancos acomodados y gente de color menos acomodada; violencia policial contra

trabajadores y minorías oprimidas; violencia arquitectónica contra los que carecen

de estatua y de poder de compra y, por último, la lucha entre los católicos popu-

listas y radicales, sobre todo de origen hispano, y los jerarcas de la Iglesia. El libro

mismo está enmarcado por dos grandes capítulos: la delirante historia de la comu-

nidad utópica Llano del Río, al principio, y una brillante narrativa negra de ese

"basurero de sueños", Fontana, al final.

El Los Ángeles racista y lleno de conflictos de Mike Davis es maravillosamente

atractivo de una manera horrible. No se me ocurre otro libro que pueda compa-

rarse con este aclamado

t o u r d e f o r c e . C i t y o f

quartz es un género en sí mismo, y a

menos que la izquierda de Estados Unidos esté realmente muerta, sin duda —por

suerte— inspirará imitadores. Mejor aún, la izquierda deberá darle a Mike Davis

un honorario de por vida como cronista citadino, y pedirle que escriba sobre Hous-

factos culturales de Los Ángeles, valen casi el precio de la obra. El texto de Davis

a c la ra es ta s fotos ta n to c omo la s misma s i lu s tra n el texto. Mis teriosa men te, a qu é-

llas obligan a quien las ve a pensar en términos abstractos, teóricos.

No obstante, la ana tomía que ofrece Dav is de Los Án geles rehúye teorizar de ma-

nera explícita sobre su tema. Los n ombres de los gran des teóricos urban os de ayer

y de hoy —Geddes, Mumford, Jacobs, Bookchin— no aparecen en el índice analí-

tico. Y ta mpoco los de los teóricos más influyentes del a gua y del espacio, por ejem-

plo Wittfogel y Worster y Lefebvre y Harvey, respectivamente, pese a que el a gua y

el espacio son real idades central es en l a na rración de Davis . El l ibro tampoco l e

p res ta dema sia da a ten c ión a la teoría del "n u ev o mov imien to soc ia l", a u n qu e su s

páginas vibran con luchas por la vivienda, peleas por los derechos de los trabaja-

dores indocumentados y los refugiados políticos, y cosas similares. En pocas pala-

bras, Davis se orienta según sus propios criterios, lo cual, gracias al conocimiento

que el autor tiene de su tema y a sus dotes literarias, a su sentido del ultraje, de la

ironía y del absurdo, y a su compasión por la gente común, lo lleva más o menos a

salvo a su destino.

Es labor del lector extraer sus propias lecc iones teóricas. Para ese lector el rela-

to de Davis es sobre l a fa l samente heroica trans formación de l a na tural eza en l a

c u en c a de Los Á n geles y su s a lrededores , y la c rea c ión de u n a mbien te — o segu n -

da na tural eza— parcia l mente nuevo. L os personaj es que organizaron esta trans-

formación, los barones de la tierra y del agua y de los bienes raíces y de las com-

pañías de ahorro, cambiaron a su vez en el proceso. Se convirt ieron en u na c l ase

dirigente monstruosamente rica, lo bastante desesperada por tener una identidad

cultural salvadora como para finan ciar las artes, museos, universidades y otros sím-

bolos de a lta c u ltu ra , qu e (c osa n a da in c iden ta l) v a lora n la s a c tu a les fu erza s v iv a s

de Los Ángeles. Sin embargo, bajo las condiciones capitalistas del Salvaje Oeste,

esta transformación fue tan corrupta, estúpida y maligna, tan (en último análisis)

ecol ógica y econ ómicamente imbécil , que l as contradicciones comenzaron a acu -

mularse tan rápido como los bienes raíces y el dinero de las compañías de ahorro

y la riqueza.

Tal como Mike Da vis na rra bel l amente es ta his toria ecomarxista , L os Án gel es

fue conjurada del desierto. La veta de plata Comstock creó el capital para las pri-

meras inversiones en el área. La c onquista del espacio por el ferrocarril hizo enton-

ces de Los Ángeles un importante centro agrícola primero y, después, manufactu-

rero. Hasta los treinta los a uges se bas aban en el petróleo y la tierra (a todo lo largo

de la historia de Los Ángeles el capital se forma y se consolida una y otra vez por

la especulación con tierras y por el desarrollo y crecimiento de inversión financie-

ra en bien es ra íc es). La segu n da gu erra mu n dia l tra jo u n a gra n prosperida d a los

146

A M E S O ' C O N N O R

astilleros y las nuevas fábricas bélicas, y el auge del desarrollo de la posguerra, así

como las ciencias y la industria de la guerra fría, dotaron de más vida al desarrollo

local de tierras y a la clase rentista (hasta el día de hoy los intereses dominantes

siguen siendo los de los rentistas, y las utilidades derivadas de las compañías de

ahorro y préstamo son esenciales en la política californiana). Sorprendentemente,

LA VENTA DE DOS CIUDADES

47

co; la privacía se transformó en vecinos indeseados; las ilimitadas oportunidades

para los recién llegados se volvieron un gigantesco taller de explotación tercer-

mundista, y los naranjales que prometía una independencia jeffersoniana (o por lo

menos levittoniana) se convirtieron en estériles suburbios industriales.

En términos teóricos, Mike Davis está documentando la segunda contradicción

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Hollywood no tiene más que un papelito en el drama de Davis.

La principal actividad rentable fue la subdivisión de la frontera suburbana; la

naturaleza de Los Ángeles es fundamentalmente una naturaleza consumista. Había

tanto lugar que los blancos podían seguir mudándose a suburbios nuevos para

escapar del problema racial (la vieja tesis de la frontera pero con un giro racial),

y posponer el momento de hacer frente a sus responsabilidades como ciudadanos y

como seres h umanos, de modo que f inalmente se produjo una "extensión del racis-

mo por una vasta área metropolitana". Los inmigrantes blancos de la clase obrera

y de la media compraron con placer la ilusión de escape fabricada por los hacedo-

res de sueños del sur de California, lo mismo de Hollywood que los fraccionadores

de terrenos.

Plata y petróleo, tierra y agua, sol y mar, playa y olas son las claves de toda inter-

pretación plausible de la historia de la tierra de los comedores de lotos. La sequía

fue un factor central en la especulación con tierras en valles que alguna vez estu-

vieron llenos de cítricos. Palabras como inundación, alud, terremoto, hasta hura-

cán, son palabras de Los Ángeles, y la mayoría de ellas aparecen más de una vez en

el libro de Davis. En otros términos, la ecología figura como un actor principal,

muchas veces sólo implícita, otras en sentido pasivo (la naturaleza como oportuni-

dad y límite para la historia), otras más en sentido activo (la economía de la natu-

raleza como fuerza independiente de las determinaciones históricas). En algunos

pasajes espacio es algo que h ay que some ter, y la luz del sol es un atractivo; en otros

el espacio y el sol atraen de manera activa gente de la costa este, y el esmog la hace

regresar. Sin embargo, en los dos tipos de pasajes es indisoluble el vínculo entre la

ecología y la historia. La historia ecológica y la ecología histórica de Los Ángeles

son dos caras del mismo proceso general, natural-histórico.

Finalmente Los Ángeles llegó a estar tan consumida por la contradicción como

por la voracidad y la estupidez. La desaparición de tierras fraccionables cambió la

estructura de poder, creando demanda de capital en gran escala para realizar vas-

tas conversiones de tierra; es decir el capital de Los Ángeles fue siendo cada vez m ás

monopolizado. A medida que los desiertos florecían con casitas baratas que utiliza-

ban agua importada, empezaron a darse crisis ecológicas: escasez de agua, falta de

instalaciones hasta para deshacerse de las aguas negras, embotellamientos y conta-

minación. Junto con la crisis social —relaciones raciales y laborales no resueltas—,

estas crisis empezaron a afectar el crecimiento y la prosperidad de la ciudad. El

espacio público fue destruido; el aire limpio se volvió aire c ontaminado; las playas

se vieron amenazadas por aguas negras y derrames de petróleo. El espacio abierto se

volvió apiñamiento; las autopistas se convirtieron en congestionamientos de tráfi-

del capitalismo en Los Ángeles. La ciega explotación del aire, la tierra y el agua

amenaza finalmente con elevar a niveles insostenibles los costos de transporte y los

traslados para trabajar, cuidar la salud, la educación y otras actividades económicas

privadas y estatales. El mismo desarrollo futuro del capitalismo de Los Ángeles es

incierto... si han de creerse las historias de terror de los medios de comunicación

de esa ciudad. No obstante, el autor no se ocupa directamente de esta contradic-

ción. Tampoco interpreta los movimientos sociales de Los Á ngeles —que procuran

redefinir las condiciones capitalistas de producción como condiciones de supervi-

vencia y de vida— de una manera terriblemente interesante. De haberlo hecho

hubiese "excavado" sobre el futuro de Los Ángeles aún más de lo mucho que

extrae en este excelente libro.

S EGU N DA P A R TE

C A P ITA LISMO Y N A TU R A LEZA

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Lo que deben preguntarse los budistas, los cristianos, los musul-

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manes y otros es qué significa la "maxirnización de utilidades"

cuando nuestra visión del mundo nos dice que lo que debemos

hacer no es maximizar las utilidades sino moderarlas.

C H A N D R A M U Z A F F A R

La sustentabilidad suele presentarse como un problema técnico,

pero es mucho más que eso. En última instancia es preguntarse

qué valora una sociedad, no en el sentido técnico-económico de

valor, sino en el sentido de las preocupaciones humanas.

S T E P H E N V I E D E R M A N

La economía política marxista (igual que el marxismo en general) no se ha carac-

terizado por el pensamiento ecológico. Marx construyó su propio trabajo, inclu-

yendo su sátira salvaje de las explicaciones burguesas de la "acumulación primiti-

va", como una crítica de la ideología capitalista, especialmente de la economía

política clásica. Como la esencia de la ideología es el "naturalismo" de una u otra

forma, es fácil entender por qué Marx se tomó tanto tiempo para criticar a Malt-

hus, a Ricardo y a pensadores menores que ponían en juego la "escasez natural"

como categoría económico-política. Cualquier línea de pensamiento que naturali-

zara el capitalismo y el proceso de ac umulación y crisis capitalista era (y sigue sien-

do) presa lícita.

— Desde luego, el ataque de Marx contra los economistas que naturalizaban un

modo explotador de producción no lo cegó a la importancia de la economía de la

naturaleza en la producción y circulación del capital. Tenía claro que "el trabajo

no es la única fuente de riqueza material". 1

Señaló la importancia de diversos pro-

cesos naturales en la producción de cereales, vino, madera y cerámica, entre otras

industrias. Observó que los procesos de trabajo y los procesos naturales difieren de

una industria a otra, y que a eso se debe que el efecto de los segundos sobre la

circulación de capital varíe en las diversas industrias. Por último, indicó que la

El capitaZ

vol . 1, México, Siglo XXI, 1975, p. 53. En parte de lo que sigue estoy en deuda con Paul

Burkett por haberme mostrado su art ículo "A crit ique of neo-Malthusian Marxism", man uscrito inédi-

to, junio de 1997.

1 5 1 1

152 AMES O'CONNOR

A P 1 T A L I S M O Y N A T U R A L E Z A

53

r e p ro d u cc i ó n d e ca p i t a l e n su co n j u n t o se v i n cu l a co n l a p r op o rci ó n r e l a t i v a d e l o s

componentes de valor ( capital constante y variable) definidos en términos de sus

p r op ie d a d e s n a t u r a l e s o co m o v a l o re s d e u so . E n su m a , l a n a t u r a l e z a e s f e cu n d a e n

valores de uso, pero sólo el trabajo crea valor de cambio y plusvalor.

2

No obstante ,

la naturaleza desempeña un papel en la circulación y reproducción de capital, de

para mil es de mill ones de personas que aún no han nac ido (y que por l o tanto no

tienen voz en el actual mercado de combustibles fósiles y de otros recursos no re-

novables).

Históricamente, los combustibles fósiles han sido la fuente más importante de

expansión de la productividad del trabajo, las utilidades y los salarios. Tal como

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acuerdo con sus cualidades físicas o biológicas específicas (como veremos en el

capítulo 8, por ejemplo, la naturaleza puede intervenir en la crisis económica,

según Marx).

3

Ma r x

no prestó suficiente atención a la economía de la energía_ Ahora resulta

evidente para todos, excepto los más recalcitrantes de los economistas (lo mismo

m a r x i s t a s q u e n o m a r x i s t a s ) q u e l a p r o d u cc i ó n ca p i t a l is t a ( co m o t o da p r o d u cc i ó n )

se b a sa e n f l u j o s y t r a n sf o r m a ci o n e s d e e n e r g ía . E l n o m b re q u e su e l e a so c i a r se co n

la economía de la energía es el de Nicholas Georgescu-Roegen, pero una cantidad

d e p e n sa d o r e s e co n ó m ico s m a r x is t a s , so c i a l i s t a s n o m a r x i s t a s y d e o t r a s co r r ie n t e s

contribuyeron a descubrir y desarrollar esta línea teórica de pensamiento en el

siglo xtx y a principios del xx.

4

E n l a s s o c i ed a d e s ca p i t a l is t a s l a p r i n c i p a l f or m a d e

energía es el combust ible fósi l , recurso no renovable.. . hecho de gran importancia

2

bid. ,

p. 226.

3

" ¿ N o s e pu ede t ra z a r u n pa ra l e l i s m o en t re es t a pri m era m i s t i fi ca c i ó n de l a econ om í a —el m eca -

nismo ontko-

por

el c ua l se f o r m a e l p r ásv a f o r — y o t r a , no so sp e c b a d a p o r M a r x : e I c o s t o o c u l t o d e l a s

cos a s s u s t ra í da s de l os s i s t em a s ecol ó g icos ? ¿ N o t en drí a qu e pon ers e e l es t a t u a t eó rico de es t e con cep-

t o de cos t o ecol ó g i co a l a pa r del de p l u s v a l or? " , J ea n P a u l D el ea g e , " A n eco- M a rxi s t cr i t i qu e of p ol i t i-

cal economy", Capital ism, Nature,

Social i sm,

3, noviembre de 1989. Deleage es uno de los muchos eco-

no m i st a s e c o l ó g i c o s a c t ua l e s — y o t r o s— q ue q ui e r en r e v i sa r l a t e o r ía d e l v a l o r

de

m o d o t a l q ue i nc l uy a

a l g ún con cep t o de l os cos t os ecol ó g icos en e l v a l or de ca m bi o de l a m erca n cí a . M a rx c oi n ci dirí a en qu e,

en un modo de producción socialista, los costos ecológicos deben desempeñar algún papel en los pre-

cios, pero refutaría que, en el capitalismo, deban incluirse en el precio. La razón es que precisamente

la separación del trabajo de los medios y objetos de producción (es decir el monopolio de la propiedad

privada sobre los medios de producción que ejerce la clase capitalista) permite que las condiciones

naturales de producción sean valoradas exclusivamente de acuerdo con el tiempo social de trab

aj o.

4

Nicholas Georgescu-Roegen, The en tropy law and the economic process , Cambridge, Harvard Univer-

s i t y P res s , 1 9 71 . La hi s t ori a c l á s i ca de l a econ om í a de l a en erg í a es J u a n M a rt í n ez -A l i er , Ecologica l econo.

m i e s , O x f or d , Ba s i l B l a c k w e l l , 19 87 . V é a s e t a m b i é n, d e l m i sm o a u t o r , e l a r t í c u l o " E c o l o g i c a l e c o no m i c s

a nd e c o -so c i a l is t a " , C a p i t a l ina , R a l la n S o c i a l i s ta ,

2, verano de 1989; Elmar Altvater, "Ecological and eco-

nomic modalities of time and space", Capital ism, Nature , Social is ta ,

3, noviembre de 1989. Martin O'Con-

nor precisa la que puede ser la limitación básica de la economía de la energía

  " L a t e r m o d i ná m i c a no

proporci on a n i pu ede p rop orci on a r l a s di s t in c i on es n eces a ri a s pa ra u n a n á l i s i s de l o qu e t i en e de es pe-

cífico la acción social/humana [...] La termodinámica como discurso/ciencia ya refleja y encama pre-

ocupaciones sociales/ideológicas muy específicas [...] No existe al ma rgen de su 'interpretación social'

1...]

E s ev i den t e qu e p a ra v a ri os de l os p ri m eros q u e con t ri bu y eron a l a t erm odi n á m ica era de i n t erés

central la cuestión de cu á n t o t r ab a j o s e podía ̀ extraer' de una determinada cantidad de combustible

(por ejemplo, los límites de eficiencia de la máquina de vapor). Sin esta clase de preocupación por la

eficiencia, el control, la productividad, etc., es muy probable que la termodinámica tal como la cono-

censos no hubiese llegado a existir" (comunicación personal, 1989). Véase también Martin O'Connor,

"codependence arrd

-indete~ A cr~re of

iMsheory of i

i~r

ffc o-A"; QrjilTe~rature, Watt-

atm, 3, noviembre de 1989.

hoy las computadoras están remplazando mucho trabajo mental, los combustibles

fósiles remplazaron trabajo físico humano desde la Revolución industrial del siglo

XVIII y hasta la ac tualidad.

Hacia f ina les del s iglo xtx, cua ndo había señales de que a Gran Bretaña s e le

estaba acabando el carbón barato, sus dirigentes y los de otros países industriales

f u e r on co b r a n d o ca d a v e z m á s co n c i en c i a d e l p ot e n c i a l e co n ó m i co d e l " o r o

negro": el petróleo. Las principales potencias imperialistas invirtieron su energía

en encontrar, explotar y monopolizar reservas de petróleo a fin de garantizar su

futuro económico. En l a primera y l a segunda guerra mun dial es Al emania inten -

tó conseguir, en diversos momentos, control del petróleo del golfo Pérsico, Ruma-

nia y Crimea, mientras que la estrategia bélica de Japón en la segunda guerra con-

sistió en incapacitar a la flota norteamericana, para asegurarse las vías marítimas a

l as reservas petrol eras del sudeste de Asia . A partir de l a segunda guerra nu evos

descubrimientos y tecnol ogías han abierto grandes reservas n uevas y ampl iado l a

produc ción petrolera, lo que ha reducido de manera más o men os cons tan te e l

precio del crudo (excepción hecha de los episodios de la

O P E P

durante l os seten-

ta). Hoy las economías y las maquinarias de guerra de todos los países del mundo

func ionan con petróleo. Si bien probablemente sea imposible calcu lar la c ontri-

bución exacta del petróleo a la productividad del trabajo y las utilidades, es difícil

pensar en u n solo producto que haya reducido los costos del trabajo más que e l

petróleo (por ejemplo en la producción de electricidad, en el transporte), o que

haya sido base de tan tos nu evos productos (como los plásticos y los fertil izantes

químicos.)

La producción capitalista (y, de hecho, todas las formas de producción) se basa

no só l o en l a energía s ino también en s is temas na tural es o biol ógicos de una com-

pl ejidad asombrosa. Au nque l os economistas convenc ional es han demostrado que

el agotamiento de los combus tibles fósiles y de otros recursos n o renovables puede

l levar a u sos n o sostenibles de los recursos renova bles (como el suelo) , transfor-

mándol os de hecho en no renovabl es , pocos economistas han tratado de desarro-

llar una teoría económica basada en la "raíz biológica" de la ecología. Este hecho

t iene que verse como algo muy signif icativo, porque la producción ca pital ista no

sólo depende de la explotación de los recursos no renovables, sino que tiene tam-

bién efectos devast adores sobre la cantidad y ca lidad de la tierra, el agua , el aire, la

vida silvestre y demás, y en general de los ecosistemas, lo cua l a su vez limita la g ama

de posibilidades abiertas a la futura acumulación capitalista. Por eso resulta obvio

qu e

 

las tradicionales

explicaciones económicas

puramente históricas del desata o-

llo capitalista , que dejan de la do los problemas de la energía y de la "raíz biológi-

154

A M E S O ' C O N N O R

ca" de la ecología —igual que las explicaciones puramente naturalistas— tienen

poco interés teórico y valor práctico. 5

Aunque M arx y Engels no eran "economistas ecológicos", estaban muy cons-

cientes del daño que causa el capitalismo sobre la n aturaleza, tanto material y bio-

lógica como humana. P artieron de la premisa de que la naturaleza (o "condiciones

externas de producción") es un punto de partida para el capital, pero no un pun-

CAPITALISMO Y NATURALEZA

55

v

ado y por ende capitalista [...] El desarrollo de la civilización y de la industria en general se

ha mostrado tan activo desde tiempos inmemoriales en la d estrucción de los bosques que,

frente a ello, todo lo que ha hecho en sentido inverso para la conservación y producción de

los bosques es en rigor una m agnitud evanescente. 8

(Marx destacó también la idea de que cabe esperar que la agricultura capitalista

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to de regreso.

Cuando capitalistas individuales se involucran en la producción y el intercambio en pro de

la utilidad inmediata —escribió Engels— sólo deben tomarse en cuenta los resultados más

próximos e inmediatos. Mientras el fabricante o el comerciante venda una mercancía manu-

facturada o adquirida con la deseada utilidad habitual, estará satisfecho y no se preocupará

por lo que ocurra después con la m ercancía y su comprador.

Lo mi smo se ap l i ca a l os e f ec tos

na tura l es d e e sas mi smas acc i ones . 6

Los fundadores del marxismo identificaron muchos de los problemas ambien-

tales específicos que planteaba el capitalismo en la vida material y en la sociedad

civil. Señalaron que la producción, la distribución, el intercambio y el consumo

capitalistas daban por resultado agotamiento de los recursos, desechos y con tami-

nación. Engels observó la degradación d e los recursos naturales en forma de defo-

restación y sus efectos sobre las inundaciones y la calidad de l suelo, y los sintetizó

en términos generales.

No

nos 1...] enorgullezcamos demasiado por nuestras victorias humanas sobre la naturale-

za. Porque cada una de ellas cobra venganza sobre nosotros. Cada victoria, es cierto, acarrea

en principio los resultados que esperábamos, pero en segund o y tercer lugar tiene efectos

diferentes e imprevistos que con lamentable frecuencia cancelan el primero.

7

Como se sugirió antes, Marx identificó más precisamente la contradicción de la

silvicultura organizada de man era capitalista.

El prolongado tiempo de producción [...] y en consecuencia, la gran extensión de sus perio-

dos de rotación, hacen que la forestación no resulte propicia como ramo de explotación pri-

Enrique Leff ha tratado de combinar el enfoque económico e histórico con estudios de etnobotá-

nica, pero no toma en cuenta la teoría de la energía (véase

G r e e n produdion:

T o wa r d a n e n v i n i n m e n t a l

rat ional i t y ,

Nueva Y ork, Guilford, 1995). Véanse también las reseñas del l ibro de L eff por María-Pilar

García G. y por Juan Martínez-Alier y Lori Ann Thrupp, Capitalism,

Nature Socia l ism,

3, noviembre de

1989.

6

Véase "The parí played by labor in the transition from ape to man", en Marx y Engels,

Selected work ,

Nueva York, International Publishers, 1979, p. 368. Cursivas mías. [Engels, El pape l de l t rabajo en la t rans-

formación de l mono en hombre ,

varias ediciones.]

Ibid, pp. 365-366.

(igual que la silvicultura) sea nociva para la naturaleza y para el bienestar de los

seres humanos. "La producción capitalista [...] no desarrolla la técnica y la combi-

nación del proceso social de producción sino socavando, al mismo tiempo, los dos

manantiales de toda riqueza:

la tierra y el trabajador.1 scribió (citando a von Lie-

big) que la urbanización y la com ercialización de los cultivos se combinan pa ra per-

turbar "la circulación de materia entre el hombre y el suelo, es decir, evitar que al

suelo regresen sus elementos consumidos por el hombre en forma de alimentos

y

ropas; por ello viola las condiciones para la fertilidad perdurable de la tierra".

Engels y Marx clasificaron también algunos de los problemas derivados de la

producción de desechos y la contaminación en el capitalismo de su época. Engels

observó la diversidad de problemas de contaminación en Inglaterra, entre ellos los

gases de metano provocados por la putrefacción de desechos orgánicos, la conta-

minación del agua debida a los desechos industriales, y las enfermedades difundi-

das por las condiciones de vida insalubres." Marx desarrolló el germen de una teo-

ría del reciclado capitalista cuando sostuvo que "con el modo capitalista de

producción se amplía el aprovechamiento de las deyecciones de la producción y el

consumo [...] El encarecimiento de las materias primas constituye, naturalmente,

el impulso para la utilización de los desperdicios."

1 1

En los pasajes citados encontramos los inicios de una teoría de los costos socia-

les, que habría de ser desarrollada en los treinta por K. William Kapp,

1 2

así como

una teoría' de los costos ecológicos. 13

No obstante, es lícito concluir que si bien

Marx y Engels fueron eminencias teóricas del caos

s o c i a l

provocado por el desa-

rrollo capitalista, ninguno de ellos ubicó la destrucción

eco lóg ica en el c e n t r o

de su

teoría de la acumulación capitalista y el cambio socioeconómico. Subestimaron el

grado en que el desarrollo histórico del capitalismo como modo de producción se

había basado en el agotamiento de los recursos y la degradación de la naturaleza.

Tampoco previeron acertadamente la capacidad del capital para restructurarse

E l c a p i t a l

vol., 4, México, Siglo XXI, 1976, p. 296.

9 El capita l ,

vol. 2,

o p . cit.,

pp. 612-613.

The condit ions of the working c lass

in

Engdand, Co llected wo rks ,

vol. 4,

1 8 4 4 - 1 8 4 5 , Nueva Y ork, Interna-

tional Publishers, 1975.

11

El capi tal , vol. 6, o p . c i t . , pp. 123-124.

1 2 J .

William Kapp, 77te soc ial cost s o f privare entoprise ,

Cambridge, Harvard University Press, 1950,

y

Social cost s , economic deve lopment , and env ironm ental

dirruption, Lanham, University Press of America, 1983.

Véase también Frank Beckenbach, "Social coas in modem capitalism", Capitalina,

Nature, Socia l ism, 3,

noviembre de 198 9

13

Deleage,

op. cit;

Beckenbach,

o p . c i t .

156

AMES O'CONNOR

frente a la s "escaseces na tura les" y también para conservar recursos y para impedir

o l i mpia r l a c o n t a mi n a c i ó n ( po r poc o ef ic a c es qu e s u e l a n s er es t a s med i da s ) . U n a

ra z ó n d e es t a o mi s ió n pu ed e s er qu e n o l o g ra ron en t en d er qu e l a c o n c en t ra c i ó n y

l a c e nt r a l i z a c i ó n d e l c a p i t a l d a p or re s u l t a d o m uc h a s v e c e s l a i n t e r na l i za c i ó n d e

algu nas "externa lidades nega t ivas" con el propósito de proteger la rentabilidad glo-

cApITALISMO Y NATURALEZA

57

unidad con la naturaleza, y más imposible l legará a ser la idea insensata y antinatural de un

contras te entre la mente y la materia, el hombre y la na turaleza, el cuerpo y el alma.I 7

En úl tima instanc ia, tal vez las opiniones más an tropocéntricas sean las más con-

servacionistas ."

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bal. Otra razón puede ser que no previeron (ni podían hacerlo) la importancia de

los movimientos sociales dentro de los sistemas políticos democráticos liberales y de

otros t ipos , ni el papel de los mismos para impedir los daños a la na turaleza y pa ra

r e s t a ur a r la un a v e z d a ña d a ( t a l c om o lo t e ori za n m a r xi s t a s e c oló gic os a c t u a le s ,

c o mo M y a mo t o en J a pó n y L ef f en M éx ic o ) . M y a mo t o d es t a c a l a i mpo rt a n c i a d e

las ins t i tu ciones democráticas para la ident ificación de costos sociales y ecológicos ,

y para las luchas políticas necesarias a fin de impedirlas o internalizarlas. Leff

subraya en part icular el papel c lave de los movimientos sociales para hacer que el

capita l l impie y pague los destrozos naturales que realiza.

1 4

Si Marx y Engels hubiesen s ido pensadores convencionales , no revolucionarios ,

hubiera s ido necesario describirlos como conservacionis tas , más que como preser-

vacionis tas o ecologis tas . Sus contrapartes en Estados Unidos serían Teddy Roose-

velt , Gifford Pinchot y los gerenciali s tas ambientales del Banco Mundial , no Henry

D a v i d Th or e a u y J oh n M ui r . P r á c t i c a m e nt e no h a y c one xi ó n i n t e le c t ua l a lguna

entre el traba jo de Marx y Eng els y el holismo biológico de Haeckel y Steiner o la

economía de la energía de Podolinski. La ecología de derecha, así como la de

izquierda, se desarrollaron como tradiciones separarlas del marxismo. Es verdad que

Marx escribió que las sociedades his tóricas son " sólo las poseedoras de la n atu rale-

za, sus usufructuarias [ . . .] deben entregarla en condiciones mejoradas a las genera-

ciones suc esivas". Y se ha leído a Engels como si predijera la "a parición de la c iencia

e c ológi c a c on c onc i e nc i a a m b i e nt a l i s t a " .

1 5 Pero la suya es una ética c onservacionis-

ta , que hace énfasis en la capacidad del hombre para controlar la naturaleza, no en

la au tonomía e inapredict ibi lidad de la propia economía de la na turaleza (y, por lo

t a n t o , d e la p r od uc c i ó n m i s m a ) . 1 6

En particular , no consideran a la n aturaleza como

un medio de cons um o, cosa que los hubiese llevado al ámbito de la ética y los valores

a m b i e nt a le s , a s í c om o d e l v a lor e m oc iona l ( e n c ont r a s t e c on e l d e c a m b i o) d e la

natu raleza.. . a l ámbito de John Muir. Y creían c on todo su corazón en la c iencia .

D e spué s de los pode r osos avance s que han he cho e n e st e siglo las cie ncias nat ur ale s, e st a-

mos más que nunca e n condicione s de compr e nde r y , por lo t ant o, de cont r olar , hast a las

co nsecuenci as natu ra les más remo tas de, p or lo meno s, nuestras ac t i v i dades co ti diana s . P ero

[ cuanto ] más grande sea este pro greso más senti rán y co no cerán, además, lo s ho mbres, su

14 Lea; op.

cit .

15

T om M on g a r, " M a ri da n a n d en v i ron m en t a l is m " , pon en ci a pres en t a da a l a V I I A n n u a l S oci a l i s t

Schotars ConTerence, nueva  

York, 2 de abffl Ut1989, p.

16 Martin O'Connor,

o p . c i t .

Marx y En gels no dejaron más que u n modesto legado de economía ecológica

o ecología política, y ni el análisis de los sistemas ecológicos ni el de los sistemas de

termodinámica y de producción y consumo de energía se han integrado a las teo-

rías del materialismo histórico y de la acumulación capitalista y la crisis económica

(con un a excepción que se señala en e l capítulo 8) . Sin embargo, marxistas y socia-

l i sta s, junto con no marxistas, han contribuido a la identi f icac ión y análi si s de la

destrucción g lobal de la n a tu ra leza por parte del capi ta l i smo. De hecho, se han

identificado tantos problemas y se han escrito tantas descripciones de los mismos,

que una persona n o a lcan zaría a leerlas y a bsorberlas en toda su v ida . Por "des-

cripciones" se entiende lo que está ocu rriendo, dónde y cuándo y c ómo está ocu-

rriendo, y a quién le está ocurriendo qué. En cambio, hay pocas descripciones sis-

temáticas de los

porqués de la degradación ambiental global. En general los "cómos"

se tratan como si fuesen fórmulas, ta nto en e l caso de los social istas como en e l de

los no social istas: voracidad corporativa, búsqueda de beneficios, competencia sin

control por recursos y mercados, modelos de desarrollo económico que desplazan

los costos a las econ omías natu rales y los sectores de subsis tencia , préstamos e

inversiones a ntiecológicos del Fondo Monetario Internac ional y e l Ban co Mu ndial

(incluyendo, en los ex países socialistas, una mentalidad de "industrialización cues-

te lo que cueste").

1 6

Pero no hay un a teoría general, sistemática, de los "cómos" de

la destrucción ecológica en general y de las complejas conexiones internas entre la

acumulación de capi ta l y la s tendencias a cri si s económicas y ecológicas, por un

lado, y los movimientos soc iales y las políticas, por el otro.

Creo que hay por lo menos tres razones para esto. Primero, no hay un plantea-

miento sistemático de las interpretaciones ideológicas frente a las interpretaciones

de las ciencias sociales de lo que es una "crisis ecológica". Segundo, cualquier teo-

ría del "cómo" tiene que basarse en la teoría del capital, una teoría de tipo mar-

xista sobre la a cumu lación y la crisis económica, o más precisamente en una teoría

de l a acumu l ación capita l is ta

por medio

de la crisis económica. Tercero, una teoría de

ese t ipo t iene que basarse en un a descripción de lo que Ma rx l lamó las "condicio-

nes de producción", definidas en términos tipo Polanyi para incluir todo lo que no

es producido como una mercanc ía pero tratado como si lo fuera, es decir las "mer-

can cías f icti cias". Ma rx identi f icó tres c ondiciones de producción: la " condición

17

"The part played by labour",

o p . c i t . , p. 75.

19 A u n q u e

Tim Luke ("The dreams of deep ecology", T e l a s , 76,

verano de 1986) sost iene que la ver-

sión ecológica profunda del romanticismo es, en real idad, un superantropocentrismo disfrazado.

19

Kazu hiro Ueta, "Dilemmas of pollut ion control policy in contemporary China",

Capitalista,

Sa t u-

re Socialism,

3, noviembre de 1989.

158 A ME S O ' C O N N O R

personal" o fuerza de trabajo humana ("capital humano"), las "condiciones exter-

nas , o medio ambiente, definido de manera amplia ( capital natural ), y las con-

diciones comunales generales" o infraestructura urbana y espacio urbano; y, podría-

mos añadir, la comunidad, en la medida en que puede ser potencialmente capita-

lizada ("capital comunitario"). Como las condiciones de producción no se produ-

cen como mercancías de acuerdo con la ley del valor , normalmente el estado influ-

CAPITALISMO Y NATURALEZA

59

Aparte de esta lista nada exhaustiva de contribuciones, hay importantes estudios

sobre el desarrollo del capitalismo desigual y combinado y la degradación ambien-

taL 2 2

entre ellos un esclarecedor análisis de las formas en que la sequía junto con

las estructuras económicas y políticas neocoloniales (entre otros factores) se arti-

cularon entre sí para producir hambruna y desastre ecológico en el Sahel, en el

oeste de África.

2 3

Han aparecido obras similares sobre América Latina, Asia y el

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ye o regula el acceso, el uso y la salida de los mercados de trabajo, tierra, materias

primas y otros. Una visión sociocientífica de la destrucción ecológica teoriza sobre

las formas en que la producción y circulación capitalista, así como la acumulación

capitalista y la crisis económica, se articulan con las condiciones de producción y

la política oficial, es decir, las maneras en que puede crearse una "segunda con-

tradicción del capitalismo".

Muchas piezas del rompecabezas de la economía política de la ecología están ya

en su lugar. La segunda parte de este libro tiene una gran deuda con los econo-

mistas y otros especialistas que han trabajado uno u otro aspecto del problema.

Aparte del trabajo pionero y en ocasiones visionario de pensadores de izquierda

como R udolph Baro, Murray Bookchin, Vandana S hiva, Manuel Sacr istán y otros,

así como de Herman Daly, Hazel Henderson y algunos más cuya posición política

es más convencional (y también de las contribuciones económico-políticas ya men-

cionadas de Alier, Kapp, Leff y otros), hay muchos y muy diversos estudios especí-

ficos de importancia. En Estados Unidos incluyen la obra influyente e innovadora

de Barry Commoner y libros de Matt Edel y Barry Weisberg, aparecidos en los

setenta." Otras obras pertinentes e importantes incluyen estudios de la conexión

entre el trabajo enajenado y el consumismo y la destrucción ambiental; los riesgos

de la banda continua de producción ; las causas y consecuencias de la tecnología

ecológicamente nociva; las formas venenosas de los procesos de trabajo capitalista

y los temas de salud y seguridad de los trabajadores, así como una variedad de des-

cripciones geográficas radicales

de la estructura y la ubicación industriales, el ago-

tamiento de recursos y la contaminación.

21

20

Barry Commoner, 77te c losing c irc le : Nature , man,

and t echnology ,

Nueva York, Knopf, 1971; Matt

Edel,

Econom ies and the env irontnent ,

Englewood C liffs, Prentice-Hall, 1973; Barry Weisberg,

Beyond repair:

The eco logy of cap i tal ina Boston, Beacon, 1971.

21

Respectivamente, Ben Agger, Western Marxism:

An

in t roduct ion: Class ica l and contemporary sources ,

S an t a

Mónica, Goodyear, 1987; Alan Schnaiberg,

77:e environment: From surpl tu to scarcity,

Nueva York,

Oxford University Press, 1980; Commoner,

op. cit .;

Wendy C havkin (ed.),

Double esposare: Women's heal th

hazards on the job and at homo,

Nueva York, Monthly Review Press, 1984, e

Internat ional Jour nal of Heal th

S e r v i c e s , varios números;

Antipode,

varios números. En relación con esto también son importantes los

muchos estudios de problemas am bientales específicos asociados con el funcionamiento de determi-

nadas industrias; véanse, por ejemplo, Chibuzo Nwoke,

Third wor ld

minerals

and g lobal pric ing: A ne to theo-

/y, Londres, Zed, 1989; Michael Tanzer,

The rase for resources: Cont inuing st ruggies o v e r

minerals and fuels ,

Nueva York, M onthly Review Press, 1980; Petter Nore y Terisa Turnes,

Oil and class

struggle, Londres,

Zed, 1980; John Keyes, The so lar conspiracy ,

Dobbs Ferry, Morgan and Morgan, 1975; Robert van den-

Medio Oriente; por ejemplo, la aplicación de la teoría de la acumulación desarti-

culada de De Janvry a las interconexiones entre las crisis ecológicas y económicas

y

las luchas nacionales en  

Centroamérica.

2 4

En relación con esto también debe

mencionarse la creciente bibliografía en el campo de la ecología política radical;

por ejemplo, la economía de las grandes presas, la política de la energía nuclear,

la teoría de la regulación estatal, los efectos distributivos de la política ambiental y

los gérmenes de una teoría de la dialéctica entre socialismo y ecología (véase la ter-

cera parte de esta obra)

25

Bosch, The pesticide conspiracy,

Garden Cito,, Doubleday, 1980; Pat Roy Mooney,

Seeds of the earth• A pub l ic

or p ivote resource?,

San Franciso, Institute for Food and D evelopment Policy, 1980; Michael Perelman,

Farming for profit in a hungry wor ld: Capita l and the cr is is in agr icu l turaMontclair, Allanheld, Osmun, 1977;

David Weir y Mark Schapiro,

Circle of poison: Pes t icides and peopk in a huno world, San F rancisco, Insti-

tute for Food and Development Policy, 1981. Hay muchas otras contribuciones, una de las más famosas

de las cuales es Frances Moore Lappé y Joseph C ollins,

Food fir s t : Beyond the myth of scarr ity,

Boston,

Houghton Mifflin, 1977.

" Michael Redclift,

Development and the environntenta l cr is is : Red oreen a l ternat ivos ,

Londres, Methuen,

1984, y Sustainab le deue lopment : Exploring the cont radic t ions,

Nueva York, Methuen, 1987; William W. Mur-

doch,

The pover ty of nat ions : The pol i t ica l econom y of hunger and populat ion,

Baltimore, Johns Hopkins Uni-

versity Press, 1980. Acerca de la degradación de recursos en regiones semiáridas

v é a n s e Michael Watts,

Silent violence,

Berkeley y Los Ángeles, University of California Press, 1983, y Ben Wisner, P o we r a n d n e e d

in Africa, Londres, Earthscan, 1988. Sobre la deforestación tropical véanse John O. Browder (ed.),

F r a g i -

le lands of

Latin

Amenca,

Boulder, Westview, 1989, y Susanna Hecht y A lexander Cockburn,

The fat e o f the

forest, Nueva York, Verso, 1989. Véase también

The vannishing for in t : The human consequences rg

  deforestation,

A repor t for the Independent Commiss ion of In ternat ional Hwaanitar ian Ames Londres, Zed, 1986. Acerca de

los efectos ambientales de las grandes presas véase Claude Aleares y Ramesh Billorey, Damming

the Nar-

tnada: India ' s greates t p lanned environm ental disas ter ,

Penang, Third World Network,

A P P EN , 1988.

23

Richard Franke y Barbara Chasin,

Sexis of famine: Ecolog ical des truct ion

and the development dilemma

in the West Africa Sahe l ,

Montclair, Allanheld, Osmun, 1981.

" Alain de Janvry,

T h e a g r a d a n g a n a o s : a n d r e fo r m i s m n

Lat in Amer ica,

l3altimore, Johns Hopkins Uni-

versity Press, 1981; Daniel Faber, "Imperialism and the crisis of nature in Central America",

C a p i t a l i n o ,

N at ur e , S o c ia l i s t a l ,

otoño de 1988.

25

Respectivamente, Dave Elliott, 71e pol it ics of nuclear power ,

London, Pluto, 1978; Charles Noble,

Liberal ism at wor t 77:e r ise and fa l l of

O S H A ,

Filadelfia, Temple University Press, 1986, y Andrew Szasz,

Eco-

popul ism: Toxic coar te

and

t h e m o v e m e n t f o r e n v i n m m e n t a l j u s ti t o , Minneapolis, University of Minnesota

Press, 1994; Hugh Stretton, Capitalino,

s o c ia l i s ta and t h e m v ir o nm e n t ,

Cambridge, Cambridge U niversity

Press, 1976, y Martin Ryle, Ecology and soc ial ism,

Londres, Radius, 1988; L uciana Castellina, "Why 'red'

must be 'green' too",

Social ista in the World , 56, 1986, y André Gorz,

Ecology os po l i t ics, Boston, South End,

1980. T ambién deben mencionarse los crít icos de las teorías económicas burguesas del ambiente, el

más conocido de los cuales es Narindar Singh,

Economics

and t h e c r i s i s o f e c o l o g y ,

Delhi, Oxford U niversity

Press, 1976, así como de las ideologías de la política ambiental (Francis Sandbach,

Environment , ideology,

160

AMES O CONNOR

La segunda razón de la ausencia de una teoría plenamente desarrollada sobre

el capitalismo y la naturaleza se relaciona con la debilidad o la quiebra tanto de la

economía burguesa como de la teoría del desarrollo. Esto ha creado un vacío teó-

rico, coyuntura en la cual la aparición del ecomarxismo debería ser aplaudida por

la gente de mentalidad abierta. Martínez-Alier escribe, acerca de la economía bur-

cANTALISMO Y NATURALEZA

61

capitalismo, crisis que se denomina a veces "sobreproducción de capital". Este enfo-

que marxista tradicional de la crisis económica se concentra en las co ntradicciones

inherentes a la valorización del capital o, por decirlo en términos simples, el valor

de cambio. El valor de uso es im portante; por ejemplo modifica la forma y la razón

en que funciona el capitalismo cuando funciona (y la razón de que no funcione

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guesa y, en general, de la visión del es tabl i shment ,

que

existe agotamiento de recursos y ex iste producción de desechos, y la crítica ecológica de la

economía cuestiona la capacidad del mercado para valorar precisamente esos efectos. La

crítica ecológica señala que, debido a la dimensión temporal, la economía involucra asig-

naciones (de desechos, de recursos menguados) a generaciones futuras, sin que esas asig-

naciones se deriven de alguna transacción entre [las generaciones] El individualismo meto-

dológico se encuentra con la dificultad ontológica insuperable de ocuparse de las

generaciones futuras.

A veces las opiniones del

estab l ishment

trasponen los límites hacia una especie de

ecofascismo

 

, y los Garret Hardin no son los únicos villanos. Una conferencia en el

East-West Center de Honolulú se titulaba "Cómo salvar el ambiente amenazado

por los pobres". En

N e w s w e e 1 1 2 6

Henry Breck, uno de los patronos del National

Resources Defense Council , plantea la posibilidad que de que fuese necesaria una

fuerza ecopolicial para proteger los bosques lluviosos de todo el mundo y la pro-

ducción global de oxígeno entre los pobres del tercer mundo que (según dice

Breck), están talando los bosques sin pensar en el futuro.

La cuestión es cóm o puede construirse una teoría del capitalismo que nos ayu-

de a pensar claramente acerca de la destrucción ambiental global. Necesitamos una

teoría que considere debidamente tanto las fuerzas económ icas sistemáticas como

los movimientos sociales y políticos, y que ponga en juego la ciencia ecológica, la

economía política y las teorías sociológicas de los movimientos y cambios sociales,

así como las experiencias cotidianas de la gente. Por encima de todo, necesitamos

una teoría que identifique las contradicciones ecológicas y de otro tipo del desa-

rrollo capitalista de maneras que esclarezcan y hagan progresar los movimientos

ecológicos y otros movimientos sociales relacionados. No es poco pedir.

Una idea clave puede ser la teoría de la "segunda contradicción del capitalismo".

La bien conocida "primera contradicción" se deriva del hecho de que la producción

capitalista no es sólo producción de m ercancías sino también producción de plus-

valor, es decir, explotación capitalista del trabajo. La explotación del trabajo signi-

fica, simplemente, que la lucha de clase y las crisis económicas son inherentes al

a n d p o l i c y ,

Montclair, Allanheld, Osmun, 1980). Véase también Elm ar Altvatar, "Towards an ecological

critique of

politicaLmonomy"

The fu tura of

markt: An

e s t a y

o r a t h e

regulado,:

qf monand

unge <te r

the col lapse of actual ly exis t ing socia l ion »,

Londres, Verso, 1993.

" Véase

N e w s w e e k , 5 de diciembre de 1988.

cuando no funcion a), define si se asigna tiempo de trabajo a los bienes de capital o

a las industrias de bienes de consumo. P ero en el capitalismo el valor de uso se sub-

sume en el valor de cam bio ("producción por la utilidad, no por el uso"), y por lo

tanto desempeña un papel secundario en la economía política marxista tradicional.

En cualquier versión de la segunda contradicción del capitalismo el valor de uso

debe tener más o menos la misma im portancia que el valor de cambio. La fuerza de

trabajo se presenta al capital de formas naturales y culturales específicas. Lo que

Marx llamó "elementos naturales del capital constante y variable" tiene una mate-

rialidad particular, así como valor d e cambio ficticio. Resulta clara la necesidad de

hacer análisis del espacio urbano específicos del sitio. Se ha demostrado que las

estadísticas generales relativas a la "crisis forestal" en C anadá son de poca utilidad,

y

que se requiere un co nocimiento específico del sitio para poder saber, antes que

nada, si existe o no una crisis foresta1. 2 7

En general, a medida que nos alejamos de

los mercados de divisas y de dinero, así como de los mercados accionarios, pasan-

do por el mercado de bienes de capital y de consumo, para acercamos al de tra-

bajo, el de materias primas, el de manejo d e residuos, y así sucesivamente, nuestro

énfasis tiene que pasar del lado del valor de cambio d e las cosas al del valor de uso.

Cuanto más nos acerquemos t eór icamente a l va lor de uso, más cerca es taremos práct icamente

de los lugares reales y de la gente viva y verdadera. Por eso parece haber una conexión

tan estrecha entre la tendencia del capital a d ebilitar y destruir sus propias condi-

ciones de producción (es decir la crisis de las condiciones de producción) y el sur-

gimiento de nuevos m ovimientos sociales (por ejemplo las luchas por la restructu-

ración de las condiciones de producción). El feminismo, los movimientos por la

salud y la seguridad laborales y por el am biente, y los movimientos urbanos de to-

das clases, tienen que ver con m ucho más que la mera defensa de la fuerza de tra-

bajo, la naturaleza externa y las condiciones de vida en la ciudad, respectivamente,

pero también tratan de ello. Esto significa que hay una posibilidad real de integrar

una teoría del capital y sus condiciones con un a teoría de los movim ientos sociales

y la lucha social y política.

/ A principios de los setenta el capitalismo mundial entra en una etapa de creci-

iMento lento y crisis sectorial. Desde entonces los tres circuitos del capital han sido

reducidos, se les ha aplicado reingeniería, han comenzado a trabajar con fuentes

externas y han sido restructurados, modernizados y adelgazados de otras maneras.

La reducción de costos y la eficiencia han estado a la orden del día. Esto se ha aso-

ciado con cambios radicales en la división internacional del trabajo. Los costos de

27

Peerla, op. cit .

f

)

CAPITALISMO Y NATURALEZA

63

62

AMES O C ON N OR

la crisis se han exportado al Sur, así como a las minorías oprimidas y a los pobres

del Norte. El capital ha logrado abrirse paso a través de esta crisis, en parte, des-

cuidando, lesionando o destruyendo sus propias condiciones de producción y

reproducción, es decir, adquiriendo una "deuda ecológica" con el Sur y, en gene-

ral, con los pobres del mundo. Lo ha hecho externalizando más costos, por ejem-

plo robando o devastando recursos tales como bosques, agua y tierra de los cuales

Es imposible exagerar la importancia de los factores tanto "objetivos" como

subjetivos . En Taiwán la escasez de tierras ha creado más presiones comunitarias

y ambientales por detener nuevos proyectos industriales y de infraestructura,

sobre todo el sector petroquímico, que exacerba la escasez de tierra y produce

una mayor especulación con los valores de la misma (ahora hay terrenos indus-

triales subutilizados mientras sus dueños esperan que los precios aumenten aún

más). Los escasos recursos de gas y carbón se están agotando. La mermada tierra

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dependen las economías de supervivencia de las áreas rurales del Sur la muy com-

petitiva industria automotriz, que siempre se enfrenta al exceso de capacidad,

lucha para evitar reglamentaciones más estrictas sobre el control de emisiones. En

ciertas industrias, en ciertos lugares, en ciertos momentos, el capital no sólo hace

que todos los demás padezca mos los costos de su crisis, sino que también empieza

a "sufrir" él mismo. La industria algodonera de Centroamérica es un buen ejemplo

de cómo la banda de producción de los pesticidas pone en peligro las utilidades y

el capital, así como a la naturaleza y la gente.

2 8

En términos más generales, la destrucción de la naturaleza puede dar origen a

lo que Marx llamó los costos de los elementos del capital . Esto puede ocurrir de

muchas formas: una mayor renta por la tierra, desembolsos mayores para llegar a

zonas madereras lejanas, toda clase de "e fectos en cascada" por los cuales algunos

capitales hacen que otros capitales sufran pérdidas, y así sucesivamente. Además,

bajo condiciones específicas, la destrucción de la naturaleza reduce el tiempo de

revolvencia del capital. Por otro lado, la tasa de explotación del trabajo puede des-

cender cuando las enfermed ades y los accidentes laborales requieren que se invier-

ta una parte mayor del producto social en atención a la salud.

Asimismo, cuando el capital socava sus propias condiciones de producción y

acumulación, socavando así, potencialmente, sus propias utilidades, crea también

una oposición social y política. Por eso, como se señaló antes, no se trata sólo de a-

nalizar las relaciones sistémicas entre el ca pital y sus condiciones, sino también de

analizar el capital como una relación social antagón ica, así como abrir los ojos ante

la posibilidad de que nuevos movimientos sociales, específicamente los movimien-

tos ambientales globales, puedan elevar los costos del capital y volver a éste menos

flexible, y también poner en peligro, de otras maneras, la rentabilidad. La degra-

dación ambiental requiere inmensos desembolsos no productivos de capital para

la protección y limpieza del ambiente. Los costos de limpiar la lluvia ácida, por

tomar un ejemplo, son escalofriantes. Si añadimos los costos de reparar o restau-

rar las otras condiciones de producción descuidadas —los costos del congestiona-

miento urbano, las rentas altas, el crimen urbano y las enfermedades por estrés, el

creciente gasto en salud, los costos de restructurar un sistema educativo y una infra-

estructura física desastrosos— la cifra total sin duda sería astronómica. De hecho,

Hazel Henderson comentó en una ocasión que cree que en Estados Unidos estos

costos consumirían la mayor parte del PIB.

2 8 Swezey y Fab er ,

op. cit.

de cultivo está sobreexplotada, y pone en peligro la eficiencia agrícola, a pesar de

un mayor uso de insumos químicos (o debido a ello). En síntesis, el "éxito" econó-

mico de Taiwán se ha debido de manera significativa al descuido y la degradación

de sus condiciones de producción. El resultado es una mayor descentralización geo-

gráfica de la industria, más producción en China continental, y el relajamiento de

los reglamentos acerca de la tierra, con el propósito de ceder tierras de cultivo a

la industria.

En pocas palabras, es posible que al capitalismo mundial de hoy sea inherente

no sólo una crisis de sobreproducción del capital, sino también una crisis de sub-

producción del capital. La crisis puede ir no sólo del lado de la demanda, como en

el marxismo tradicional, sino también del lado del costo, como en el ecomarxismo.

En sus escritos sobre la "crisis del algodón" en Gran Bretaña en los años 1860 el

mismo Marx adoptó esta posición, pero nunca trató de desarrollar las conexiones

económicas y sociales sistemáticas entre los movimientos dentro y entre los circui-

tos del capital y todo el asunto de la producción y reproducción de las condiciones

de producción capitalista (aunque, como hemos visto, advirtió aspectos de estos

problemas). Por lo tanto es evidente que hay que plantear preguntas claras acerca

de la conexión interna entre las crisis tradicionales de sobreproducción del capital

y la crisis de la subproducción del capital, y que también es necesario plantear otras

preguntas respecto a las conexiones entre la destrucción de la naturaleza y la gen-

te, por un lado, y la destrucción del capital, por el otro. Asimismo, es claro que

tenemos que enfrentar el problema de las condiciones de producción teórica-

mente, tal como el capital y los nuevos movimientos sociales, incluyendo las luchas

de los trabajadores en torno a la salud y los problemas relacionados con ella, lo

están enfrentando prácticamente. Si lo hacemos, puede resultar que lo que se

necesita hoy no es una "construcción socialista" sino más bien una "reconstrucción

socialista" de la naturaleza... incluyendo nuestra propia "naturaleza".

El capítulo 6 d e este libro, "Algunas observaciones sobre la 'crisis ecológica'", intro-

duce el tema de la economía política de la naturaleza al analizar algunos de los sig-

nificados de la tan usada expresión "crisis ecológica (o ambiental)". El capítulo 7,

"Las condiciones de producción y la producción de las condiciones", es una intro-

ducción teórica a la tesis de la "segunda contradicción del capitalismo", escrita con

el propósito de aclarar el concepto de "condición de producción", visto como fuer-

zas productivas y también como relaciones de producción. El argumento básico de

164

JAMF.S O 'CONNOR

"La segunda contradicción del capitalismo" se amplía después en el capítulo 8

(con una adenda).

El capítulo 9, "Sobre la acumulación capita li s ta y la cris is económica y ecológi-

c a " , a na l i za e l p r oc e s o s oc i oe c onó m i c o d e " a c um u la c i ó n d e c a p i t a l p or m ed i o de

la s c ri sis económica s" y la s implica ciones de este proceso para el a mbiente, y a l mis-

6

ALGUNAS OBSERVACIONES

SOBRE LA "CRISIS ECOLÓGICA"

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http://slidepdf.com/reader/full/causas-naturales-o-connor 83/204

mo tiempo refuta la tesis convencional que achaca la degradación ambiental a

c a mb i o s a u t ó n o mo s d el g a s t o c o n s u mi s t a . E l c a pí tu l o 1 0 , " E l d es a rrol l o d es i g u a l y

c o mb in a d o y l a c r i s is ec o l ó g ic a " , s e o c u pa d e a l g u n a s d e l a s ma n i fes t a c i o n es es pa -

ciales tanto de la acumulación capitalista como de la degradación y destrucción

a mb i en t a l . E n e l c a pí t u l o 1 1 , " T ec n o l o g í a y ec o l o g ía " , ex a mi n o es t o s d o s c o n c ep-

tos desde el punto de vis ta de la teoría sociológica y econ ómico-polí t ica c rí t ica . L os

capítulos 12 y 13, "Asesinato en el Orient Express: La economía polí t ica de la gue-

rra del Golfo" y "El dominio bri tánico en la s Shetland", se concentran en la impor-

tancia del petróleo, el "oro negro" que hace rodar la economía mundial , desde el

pun to de vis ta de la econ omía polí t ica y ta mbién desde la perspect iva de los gobier-

n o s qu e pro c u ra n l eg it i ma r po l ít i c a men t e " l a g u erra pet ro l era " y l a d eg ra d a c i ón

ambiental de las i s las Shet land, respect ivamente. El últ imo capítulo de la segunda

parte, el 14 , "¿Es posible mi capi ta l i smo sustentable?", ana l iza la "sustentabi l idad"

d es d e la a mp l i a pa n o rá mi c a d el s is t ema c a pi t a l is t a en s u c o n j u n t o .

Hace treinta a ños Gerhard Masu r escribió que "la idea de crisis está permeando los

campos más diversos de la s activ idades humana s".

1

Aunque inexplicablemente

Masur no incluyó la ecología como uno de esos campos, su observación es ade-

cua da. La idea de una "crisis ambiental global" está grabada ya en la mente de la

mayoría de las personas letradas, y ocupa ahora el centro de las discusiones serias

sobre el impacto del crecimiento económico global y el desarrollo en el ambiente

natu ral . A f inales de los sesenta

el bi ólogo lo rd Ashby, ento nces presi dente de la Co mi si ón Real so bre Co ntami nac i ón •

Ambiental —la respuesta del gobierno británico a la creciente preocupación por el medio

ambiente—, sugirió que no nos enfrentábamos a una crisis única sino a un periodo crítico

o climatérico, mientras una serie de sistemas de la naturaleza amenazaban con derrumbar-

se bajo la marea de contaminantes industriales y ante el agotamiento de recursos clave.

2

E n 1 9 9 0

Mustafá Tolba, director ejecutivo del Programa Ambiental de Naciones

Unidas (uNEP), señaló que el calentamiento global, la reducción de ozono y la pér-

dida de biodiversidad eran las "a menazas" más importantes para e l mundo n atu-

ral? Mientras Tolba advertía de un "genocidio global", Michael Soulé, uno de los

fundadores de la biología de la conservac ión, afirmaba que si n o se emprendían

acc iones para salva r los bosques l luv iosos del planeta se produciría un "desastre

ecológico".

4

El discurso ambienta l i sta c ontiene habitua lmente expresiones como "especies

en peligro", "hábitat amenazado" y "bosques en desaparición". "Riesgo", "peligro",

"amenaza" y "emergencia" aparecen una y otra vez en el vocabulario de ecologistas

y ambiental istas . Los periodistas l laman "crisis a mbientales" a un a diversidad de

I "Crisis in history", Dictionary of the History of Ideas,

Nueva York, Scribner's, 1968, p. 595.

2

Philip D. Lowe y Michael W. Worboys, "Ecology and ideology", en F. H. Buttel y H. Newby (eds.),

77e rural socioloc of the advanced societies,

Montclair , Allanheld, Osmun, 1980, pp. 433-434. Los au tores,

presagiando mi análisis que aparece más abajo, continúan: "Pero otros, como John Maddox, por enton-

ces editor de

Nature,

cuestionaban la existencia misma de una c risis fuera de la mente de los 'profetas

del desastre ' . Es interesante que e l mismo Ashby [ . . . ] declarara más tarde que 'El peligro es un colapso

político, no ecológico.'"

3

Citado porjon Stewa rd en

San Francisco Chronicle,

6 de junio de 1990.

4

Citado en Bob Hohnes, "How fast are they going ext inct?",

S c i e n c e N o t e s ,

University of California in

Santa Cruz, invierno de 1992, p. 3.

[165]

OBSERVACIONES SOBRE LA "CRISIS ECOLÓGICA"

67

66

A M E S O ' C O N N O R

acontecimientos, desde derrames de petróleo hasta accidentes nucleares, y en

general los definen en términos objetivos, derivados de uno de los significados de

crisis que usaban los griegos dos milenios y medio atrás y que sigue siendo fre-

cuente hasta hoy en la práctica médica: el punto crucial de una enfermedad, en el

que se decide si el paciente vive o muere, o si la enfermedad se convierte en otra

(más grave).

u

n "equilibrio" con su hábitat sino estar, más bien, en una especie de "crisis" per-

manente. Segundo, no hay un modelo único de especies o de poblaciones de espe-

cies, porque los hábitat son diferentes (en mayor o menor grado) debido, por

ejemplo, a la calidad de la nutrición existente. Tercero, si bien se dice que la terri-

torialidad es un mecanismo para prevenir las crisis, el carácter estrechamente vin-

culado con el sitio del conocimiento ecológico sugiere la probabilidad de que los

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La definición griega de crisis también es un "discurso", en el sentido de que con-

tiene fuertes elementos subjetivos o evaluaciones cuestionables del curso de una

enfermedad. Consideremos el significado de contaminación ambiental . Osvaldo

Sunkel y José Leal brindan una definición objetivista:

abuso de la capacidad asimilativa del ambiente com o basurero de desperdicios y materiales

de desecho. E sta capacidad puede verse como un recurso que es renovable y, por lo tanto,

recuperable, excepto en casos de abuso extremo, cuando puede desvanecerse por el

derrumbe del ecosistema.

5

En cambio Mary Douglas —en

Risk and cu l ture—

sostiene que las ideas sobre

contaminación no quedan explicadas a cabalidad por los peligros fisicos; que las co-

munidades censuran sus propias creencias en materia de contaminación, y que

desarrollan una sensibilidad que muchas veces está a años luz de los riesgos cientí-

ficamente mensurables.

Podemos adoptar una definición de "crisis" como evaluaciones que pueden dis-

cutirse sobre, digamos, la salud de un bosque, sin adoptar el extremado subjetivis-

mo y relativismo de Douglas. Se puede decir que existe una crisis forestal cuando

nadie sabe si el bosque se está cosechando sobre la base de un rendimiento sus-

tentable, definiendo sustentabilidad como la capacidad de los ecosistemas de bos-

que de retener su productividad biológica pese a perturbaciones del exterior, por

parte de operaciones madereras en gran escala, por ejemplo. Esa manera de com-

prender una crisis hace mucho énfasis en los juicios de los agentes humanos, sean

o no científicos. Por lo general dos ecólogos que estudien una población de la mis-

ma especie en dos hábitat diferentes discreparán tanto respecto al punto crucial en

el que se decide si una especie vive o muere como al resultado de ese punto. Hay

por lo menos tres razones para eso. Primero, las poblaciones de las especies suelen

tener una dispersión acorde con la disponibilidad de recursos. No es raro que

determinadas poblaciones de un área se extingan y que después ese hábitat sea

repoblado, simplemente porque es un buen lugar para ciertas especies. Por lo

general la mayoría de las poblaciones no se "autodestruyen" sino que responden de

maneras (muy poco) predecibles a cambios externos de clima, población de depre-

dadores y demás. En este sentido, la especie en cuestión puede no alcanzar nunca

Osvaldo Sunkel y José Leal, "Economics and environment in a developmental perspective",

Int er-

nat ional Soc ial Sc ience Journal ,

109, 1986, p. 419.

"territorios" (así como los efectos de las perturbaciones externas) estén mal defi-

nidos o que incluso resulte imposible conocerlos. En general los ecólogos enseñan

que los mecanismos de crecimiento de las plantas son mucho más dificiles de estu-

diar que los de las poblaciones animales, porque en el caso de los segundos es rela-

tivamente fácil calcular el perfil de edad (y por lo tanto un elemento para prede-

cir la supervivencia o el crecimiento). Por eso los ecólogos vegetales se dedican a

estudiar patrones de dispersión, mientras que los especialistas en animales estu-

dian los mecanismos de crecimiento de la población.

Los historiadores del siglo xix acostumbraban usar el término crisis para indi-

car el punto crucial en el destino de una nación o un pueblo, un momento de deci-

sión o el instante en el que realmente se ve puesta a prueba la voluntad de un pue-

blo. En estos sentidos la guerra de George Bush contra Irak fue una crisis, un

momento de decisión en el que Estados Unidos proyectó su poder hacia el extran-

jero y restableció la credibilidad que había perdido en Vietnam . Uno podría ima-

ginarse a un futuro presidente que para demostrar de manera similar que "tiene lo

que hace falta" encabece un gigantesco esfuerzo por reducir el calentamiento glo-

bal o poner fin a la dependencia de los combustibles fósiles por medio de subsidios

inmensos a las vías alternas de energía . Un concepto subjetivo de crisis incluiría

conjeturas históricas (por ejemplo grandes guerras) en las cuales las poblaciones

no pueden aceptar fácilmente la normalidad que suelen dar por sentada. Este sen-

tido de "crisis" es lo bastante amplio como para incluir periodos de intensa incer-

tidumbre económica y política, es decir también ecológica;

6

mucha ansiedad y sus-

penso en el nivel personal (por ejemplo un sistema familiar en decadencia) y, por

consiguiente, recursos psicológico-sociales para cualquier política verde seria, y las

posibilidades de ruina ecológica global, es decir, las perspectivas tanto de un deba-

te político generalizado como de la exigencia de una reglamentación política a la

economía capitalista global desbocada.

El significado más importante de la palabra crisis, incluida la crisis ecológica,

6

Un ejemplo

(New York Times,

29 de octubre

de

1987): "El estudio [del Departamento de Energía]

dice que hay grandes lagunas en la comprensión de cómo se desempeñarían los reactores en ciertos

tipos de accidentes que las plantas civiles están destinadas a experimentar. El estudio llega también a la

conclusión de que 'hay incertidumbres significativas' acerca de la capacidad de los reactores para limi-

tar la liberación de materiales radiactivos en un accidente. las plantas tienen filtros para atrapar

partículas radiactivas, mientras que las plantas comerciales se albergan en estructuras comerciales que,

supuestamente, condenen todas las sustancias radiactivas." Tenem os aquí un ejemplo de "crisis" defi-

nida como incertidumbre, basada en la falta de infdrmación técnica suficiente.

168

AMES O'CONNOR

BSERVACIONES SOBRE [A "CRISIS ECOLÓGICA'

69

parecería ser el de "punto crucial" y, por lo tanto, "momento de decisión". Un

ejemplo sería la relación antagónica entre grupos socioeconómicos de la sociedad

de clase, o las luchas entre clases (y dentro de las

m i s m a s ) e n

el momento en que

nadie sabe ni puede saber qué clase o grupo logrará imponerles su voluntad a los

demás. Este sentido de la palabra "crisis" puede hacerse extensivo, por ejemplo, a

vestre a la carta servida como comida rápida",

9

el concepto de lo "silvestre" se con-

vierte en una categoría pol ít ica. De modo que la nota del T i m e s

revel a una condi-

ción pol ít ica y cu l tural ta nto, por lo menos, como u n hecho ecológico.

He aqu í otro ejemplo que drama tiza las dimensiones pol ít icas e ideológicas de

la idea de "crisis ecológica". "Las marismas, el hábitat esencial de las aves acuáticas

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conflictos entre países ricos y países pobres ("atractivos ambientales" frente al

"ambiental ismo de los pobres") , así como a otras r ival idades económicas y pol ít icas

nacionales, y también a luchas entre los movimientos sociales verdes y otros que

pr o c u r a n c o n s e r v a r l a n a t u r a l e za , l a c o m u n i d a d y l a v i d a i n d iv i d u a l , p o r u n l a d o , y

las estructuras de propiedad y poder que dependen del crecimiento económico,

por el otro.

Se requieren dimensiones subjetivas de cualquier concepto útil de cri s i s ambien-

t a l porque las def iniciones objetivistas casi s iempre (¿siempre?) contienen una can-

tidad de supuestos no ana l izados. Considérese, por ejemplo, el anuncio de que "el

gobierno añadió sesenta tipos de plantas y animales a su lista de especies en peli-

gro y amenazadas [ . . . ] lo que l levó e l total a la cifra récord de 883. De e l las 746 fue-

ron clasificadas como 'en peligro' o en riesgo de extinción. Las 119 restantes fue-

ron ubicadas en la categoría

de

` a m e n a z a d a s ' , r e s e rv a d a pa r a l a s e s p e c ie s qu e

probablemente se vean en peligro."

7

¿Cuál es el punto de crisis, "en peligro" o

"amenazada"? ¿O ambos, e indican grados de crisis? ¿Cuál es e l lapso que se asume

y cuánto es "cuenta burocrática", comparada con los resultados del trabajo con-

creto de los científ icos ecologistas que se ref leja en esas ci fras?

Se podría aducir una cantidad de ejemplos para demostrar que la "crisis ecoló-

g i ca " e s u n a ca t e g o r ía p o lí t ica e i de o ló g i ca t a n t o ( o m ás) q u e u n co n s t r u c t o c i en t í -

fico. Por ejemplo, en 1987 un titular del

New York Times a n u n c i a b a q u e " D e l e g a d os

mundiales alertan frente al peligro para las áreas silvestres".

8 De acuerdo con la

noticia , "Por lo menos la mitad de las áreas si lvestres que aún existen no se prote-

gen por sí mismas debido a su áspera n atu raleza. Pueden deteriorarse sin a viso pre-

vio Ud Las soledades árticas de Canadá y Alaska fueron seriamente amenazadas por

el desarrol lo petrolero, gasero y mineral y U d las presiones demográficas están ero-

sionando rápidamente áreas silvestres de África)

, de S udamérica ." Menos del 20%

de l as áreas s i l vestres identificadas en un informe del IV Congreso Mundial de Áreas

Silvestres están "protegidas formalmente", continúa la nota. El bien conocido pro-

bl ema de cu al quier afirmación de que l o " si l vestre" está en " pel igro" o " amenaza do"

es que e l concepto t iene poco o ningún sostén científ ico. Lo si lvestre no es una espe-

cie o un ecosi stema, sino más bien un constructo socia l derivado de sensibi l idades

r o m án t i ca s d e " a m o r p o r la n a t u r a l e z a " b i e n e s t a b l e c i da s d e sd e ha ce m á s d e 2 0 0

años. Cuando los gobiernos intervienen para designar "áreas silvestres", y sobre

todo cuando las administran y destacan lo que Michael Frome ha l lamado "vida si l -

7 San Franci sco Chwnsítk, rae febrero de 198b.

8 N e w Y o r h T i me s ,

12 de septiembre de 1987.

y otras , es tán desapareciendo a u na vel ocidad asombrosa. En todo el país se pier-

den más de 180 mil hectáreas de marismas por año; eso equiva le a un as 50 0 hec-

táreas diarias que desaparecen bajo las topadoras. En California, hogar invernal de

un os 14 mil l ones de patos y gan sos , exis ten hoy menos del 4% de l as marismas que

había hace un s ig l o [ .. . ] Consciente de l a necesidad de conserva r l o que queda, un a

organización nacional n o l ucrat iva que hace énfasis en l a restau ración, más que en

l a retórica , se es tá ocupa ndo en gran esca l a de Cal ifornia ."

1 0

Esta descripción brin-

da u n c oncepto pol í t ico de cris is ecol ógica que se disfraza de c ient ífico ( por ejem-

plo "hábitat esencial") . Está ausente un e lemento clave de la ecuación ecológica:

¿cuántos patos y gansos invernaban un s ig l o a trás en l as marismas de Cal ifornia?

¿ A l ca n z a r ía e l 4 % r e s t a n t e p a r a so s t e n e r a 1 4 m i l l o n e s d e a v e s? D e n o se r a s í ,

¿podrían modificar su ruta migratoria y pasar más hac ia e l interior? A un o se le

ocurren más pregunt as de es te t ipo. L o importante es que l a organ ización ambien-

ta l de que se trata ( l a " organización na cional no l ucrat iva" men cionada en l a n ota)

compra zonas pantanosas , de modo que l e interesa que el asunto parezca es tric ta-

mente ecológico o técnico, más que cu l tural y pol ít ico.

El hecho de que un a especie muera, un ecosistema sea destruido o un área si l -

vestre o pantanosa esté en pel igro, son cuestiones pol ít icas , ideológicas y cul tura-

l es , además de ecol ógicas . Esto t iene dos ramificaciones . Primero, l a c ris is ecol ógi-

ca puede definirse como el punt o de infl exión en l a bata l l a pol ít ica entre, digamos,

ambienta l is tas que es tán tratando de proteger un ecosis tema o " zona s i l vestre" , y

promotores capita l is tas movidos por el afán de inv ersiones y búsqu eda de l ucro, es

decir, el momento en el que na die sabe qué l ado va a sa l ir ganan do. Segundo, es un

pun to de inf lexión pol ít ico, antes qu e nada , precisamente porque no está c laro si

l a destrucción de una marisma o de una especie ha rebasado el punto de no retor-

no. De manera que puede o no representar una diferencia e l hecho de que indi-

v i d u o s y g r u p o s i n t e r es a d o s i n t e r v e n g a n e n l a l u c h a ( en u n a s i t u a c i ó n d e " c r i s is "

l a s a c c i o n e s i n d iv i d u a l e s pu e d en i n c l i n a r l a b a l a n z a e n f a v o r d e m a n t e n e r v i v a l a

marisma o una especie determinada).

Una vez que aceptamos el carácter político e ideológico de esas "crisis", estamos

en con diciones de empezar a identif icar los

i n t e r e s e s m a t e r i a l e s

específicos qu e pue-

den estar en j uego. En semej ante contexto es evidente que l as aseveraciones c ien-

t íficas deben eval u arse a l a l uz de l as rel aciones de l os c ient íficos con l os intereses

i n v o l u c r a d os e n l a l u c h a e n c u e s t i ón .

9 Michael Frome,

Regreening the National Parles,

Tucson, Universi ty

of Arizona Press, 1991.

1

°

San Francisco Chronick, 11 de septiembre de 1987.

170

A ME S O ' C O N N O R

BSERVACIONES SOBRE LA "CRISIS ECOLÓGICA"

71

Otros dos ejemplos sirven para ilustrarlo. En el

New York T im es han aparecido

anuncios advirtiendo sobre el calentamiento global y los profundos ajustes que ten-

drá que hacer el mundo si el planeta se calienta. Sin embargo, cuando descubri-

mos que quien paga por los anuncios es la industria de la energía nuclear, debería-

mos empezar a sospechar, porque esta industria tiene interés en reducir nuestra

actual dependencia de los combustibles fósiles a fin de incrementar nuestra de-

manda de energía nuclear.

un estado calamitoso [...] pese a q ue según los ex pertos es extraordinariamente dificil reu-

nir datos [...] En una conferencia de Naciones Unidas [...] científicos, especialistas en la

industria y funcionarios gubernamentales coincidieron en que las evidencias demuestran de

manera innegable que el exceso de pesca y la destrucción de los hábitat han causado reduc-

ciones alarmantes en las poblaciones marinas.

1 1

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El segundo ejemplo está tomado de la historia del agotamiento del ozono por

los clorofluorocarbonos (cFC).

El doctor Robert Watson, el principal científico del

proyecto sobre el ozono de la

NASA,

afirmó en octubre de 1987 que los

C F C "inter-

vienen en la destrucción del ozono en todas las latitudes". El doctor Sherwood

Row land, de la Universidad de C alifornia en Irvine, quien a principios de los seten-

ta advirtió sobre el peligro que corría la capa de ozono, dijo el mismo mes que

"sería muy arriesgado, y hasta imprudente", asumir que los procesos que actuaban

en la Antártida no podían extenderse a las zonas templadas. También ese mismo

mes el doctor Mack McFarland, investigador de E. I. Du Pont de Nemours and

Company, uno de los principales productores de

C:FC,

afirmó que era improbable

que el proceso que tenía lugar en la Antártida pudiese ocurrir en otra parte. ¿Se

trata de una diferencia de opinión científica? ¿De una diferencia de intereses? ¿O

de ambas cosas?

En cuanto empezamos a pensar en las crisis ecológicas en términos de intereses

materiales, podemos vincular el concepto con tendencias hacia crisis políticas y

económicas. Dos ejemplos son los bosques canadienses y las pesquerías de todo el

mundo. M uchos canadienses hablan de una "crisis forestal". Para algunos ecólogos

esto quiere decir que las industrias canadienses de la madera, el papel y la pulpa

ya no cosechan los bosques sobre la base de rendimientos sustentables. Para quie-

nes ven el bosque como un ingrediente de la identidad nacional de Canadá, la "cri-

sis" puede consistir en la presencia de feas tierras taladas al

r as

y todo lo que eso

significa. Para la industria del papel y la pulpa una crisis forestal representa un peli-

gro para su propia viabilidad económica.

De manera alternativa, si la industria se enfrenta a la incertidumbre o a proble-

mas económicos, puede buscar troncos más baratos. Para obtenerlos, los adminis-

tradores tal vez deban emplear métodos de tala ambientalmente menos sanos,

creando una "crisis" en el sentido en que podrían utilizar el término los ecologis-

tas. La madera con que cuentan los molinos de pulpa depende no sólo de los ciclos

de regeneración de los árboles sino también de los costos: a qué distancia están los

árboles del obraje, la presencia o ausencia de caminos de acceso y el precio de la

pulpa en el mercado estadunidense, entre otros factores. Puede haber escasez (o

excedente) de madera en términos económicos sin que exista necesariamente

conexión con las condiciones naturales de abasto y regeneración.

Hay un consenso generalizado respecto a que las pesquerías de todo el mundo

están en

Esta "amenaza" al ambiente es de alcance global, "con implicaciones para la

producción futura de alimentos y la estabilidad económica de los países que

dependen de la pesca". Indiscutiblemente la captura de algunos de los principa-

les peces que se utilizan con fines alimenticios ha declinado muchísimo en los

años recientes. En 1993 la

FAO

informó que 9 de las 17 pesquerías más importan-

tes del mundo estaban pasando por serios problemas (cuatro de ellas se han clasi-

ficado corno comercialmente "agotadas" y las otras se definieron como "plena-

mente agotadas" o "sobreexplotadas"). Las especies más pescadas "se están

acercando a la extinción no sólo comercial sino biológica". Los cambios en los

patrones climáticos, la temperatura y la salinidad del agua; el crecimiento de las

flotas pesqueras; una tecnología más eficiente; las prácticas de pesca que matan

peces inmaduros; la destrucción de las zonas costeras de desove y las operaciones

pesqueras que ignoran los acuerdos regionales de pesca, se citan entre las princi-

pales causas. Aquí hay una "crisis" de grandes proporciones: para la industria pes-

quera, para los países exportadores de pescado y para aquellos cuya población

depende de la vida marina para obtener proteínas. Pero que esto sea una "crisis

ecológica" definida en términos de que las diversas especies piscícolas puedan

recuperarse de los golpes propinados por diversos factores de origen natural y

humano, es otra cuestión. "Hemos descubierto que se requiere más y más infor-

mación para poder tomar una decisión inteligente acerca de cuál es la resistencia

natural de los cardúmenes —dijo la bióloga australiana Mary Harwood—, y cuál

podría ser un nivel seguro de pesca." "En su elemento natural los peces no se que-

dan quietos para que uno pueda contarlos —escribe David Pit—. Y muchos seña-

lan también que todavía hay cantidades enormes de peces dispersos en el 70% de

la superficie del planeta." Sin duda se está gestando una crisis

e c o n ó m i c a

de pro-

porciones globales para las pesquerías de todo el mundo, pero está por verse si

hay una crisis ecológica, en un sentido definido científicamente. En cualquier

caso, en las sociedades capitalistas, donde la naturaleza "cuenta" antes que nada

como valor potencial de cambio, las definiciones naturalistas de crisis se confun-

den invariablemente con las definiciones económicas, y muchas veces son insepa-

rables de las mismas.

"Crisis ecológica" se puede referir también a los problemas económicos de

regiones enteras, así como a las luchas entre grupos regionales de capital.

1 1

David E. Pitt, N e w

Y O ? *

Times,

3 de agosto de 1993. Salvo indicación en contrario, todas las citas

son de Pin.

OBSERVACIONES SOBRE LA "CRISIS ECOLÓGICA"

73

72

AMES O'CONNOR

La sa lud de la bahía de San Franci sco pende de un hi lo y, co mo médi co s q ue di scuten un

caso difici l, los expertos ni siquiera logran ponerse de acuerdo en que el paciente está enfer-

mo [L a ba hí a] e st á gr ave o sa luda ble , se gún a qu é e xper t o se le pre gun t e [ . .. ] N o e s sor -

prendente que la brecha entre los científicos siga líneas geográficas. Desde el norte la bahía

parece enf erma; desde el sedi ento sur, da la i mp resi ón de estar mu y bi en .I

2

cau tos , s in es tar seguros de que exis ta o no un a cris is . Un ejemplo es el debate

sobre la pérdida de ozono atmosférico que men cionamos m ás arriba. Los qu e

advertían que la capa de ozono estaba s iendo "erosionada" por los

C : F C

finalmen-

te, tras ha ber sido ridiculizados duran te años por diversos gobiernos, fueron oídos

en 1987, cuando cuarenta países acordaron un plan para congelar el n ivel actua l

de uso de CFC

y después para reducir el consumo a la mitad para 1999. En las pri-

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Éste es un buen ejemplo del e lemento subjetivo en la definición de una crisis

ecológica: evalua ciones discut ibles del curso de la enfermedad, as í como un ejem-

plo de la forma en qu e el dinero y el poder t iñen el debate pa ra decidir s i exis te o

no una c r i s i s .

Parecería no exis t ir un a definición verdaderamente objet iva de "cris is ecológi-

ca". Hay quienes n iegan que haya una cri si s y afirman que el fu turo evolucionará a

part ir del presente de formas más o menos predecibles . "Los informes de amena-

zas al ambiente global suelen desencadenar oleadas de escepticismo —escribe

David Pit t—, en buena medida de parte de c ient íficos que afirman que el conoci-

miento de un fenómen o complejo es demasiado limitado como para jus t ificar con-

clusiones apoca l ípticas apresuradas."I

3

Muchos economistas que se preocupan por

el costo que la protección ambiental t iene para las empresas c omo resultado de las

acciones de los "chiflados del ambiente" se burlan de la idea de una "cris is". "Al

desarrol lar [ . . . ] cuentos de c a tástrofes inminentes, los extremistas ambienta les pue-

d en o b t en er a t en c i ó n , f i n a n c i a mi en t o po r pa rt e d el púb li c o y , mu c h a s v ec es , s u s

objet ivos en ma teria de polí t ica", afirma el economista Thomas Gale M oore. "Los

med io s d e c omu n i c a c i ó n s a b en qu e l a s n o t a s d e u n c a t a c l i s mo i n mi n en t e v en d en

p e ri ó di c os y a t r a e n t e le v i d ent e s . Los c i e nt í fi c os c om p r e nd e n q u e e l t e m or a l a s

calamidades puede generar apoyo a los proyectos de invest igación [ . . .] Un cient í-

fico que diga que un presunto desas tre es una fa lsedad o una exageración recibirá

poco apoyo para su invest igación y a l mismo t iempo será objeto

de

la enemistad de

s u s c o l eg a s ." 1 4

Tras recordarles a sus lectores que "los principales conflictos comer-

c i a l es en t re l os pa í s es a v a n z a d o s s e c en t ra n en en o rmes ex c eden t es ( n o f a l t a n t es )

de alimentos", Moore, miembro de alto ran go de la H oover Inst i tut ion, ridiculiza

la a la rma por la daminozida, la l luv ia ácida y el ca lentamiento global. Irónicamen -

te, la base para que los haga de lado son es tudios es tadís t icos del mismo t ipo que

Moore condena cuando los realizan c ient íficos proambientalis tas . A fin de demos-

trar que hay u na incert idumbre generalizada ac erca de los peligros de destrucc ión

ambiental, Moore emplea estudios "científicos" como si sus resultados fuesen

i nc ue s t i ona b le s .

Algunos ins is ten en que la cris is ambiental requiere una acción pronta y decis i-

va para impedir a lguna forma de catástrofe, mientras otros se muestran t ímidos o

12 San Francisco aronicle, 4 de enero de 1988.

la

N e w Y o r k T i m e s ,

3 deágostclde

1993.

14

Thomas Gale Moore, "Environmental kooks dream up crisis",

San Francisco Chronicle , 14 de sep-

tiembre de 1992.

meras discusiones c ientíf icas s e hizo una distinción entre el grado de pérdida de

ozono y sus c ausa s. Algunos sostenían que si no se comprendían las c ausa s no había

(o había menos) razón para alarmarse. Esto sugiere que la magnitud estadística de

un problema ecológico es menos importante qu e la c omprensión del problema

por parte de los científicos. En 1987 ya no se debatía si el cloro era un factor de la

erosión de la capa de ozono, sino cuál era su peso en la misma. La posición verde

era que la producc ión de cloro tenía qu e prohibirse inmediatamente, inc luso si

resultaba que la pérdida de ozono se debía sobre todo a fa ctores de origen n o

humano, sobre la base de que "todo ayuda", y también porque era el único factor

bajo control humano. En contraste, a lgu nos científ icos (f inanciados en parte por

la asociación de fabricantes de productos químicos de Estados Unidos) plantearon

que s i la c ontribución de la huma nidad a la pérdida de ozono es , digamos, del

10%, no era necesario interrumpir por entero la producción de derivados del clo-

ro, s ino reducir la a cierta c antidad. Algunos especial istas l legaron a la conclusión,

a partir de los hechos, de que podía haber o no una crisis de origen humano de la

capa de ozono, y que se requerían más hechos; esos mismos hechos llevaron a los

ambienta l i stas a la conclusión de que los

CFC

debían prohibirse de inmediato; en

otras palabras, de que hay una crisis y se requiere una acción pronta. El protocolo

de Montreal de 1987 fue un compromiso, una forma de hacer coincidir el equili-

brio de la natu raleza c on las c uentas bancarias de las empresas.

Los l íderes de opinión c omprenden qu e el so lo hecho de hablar de un a c ri sis

crea incertidumbre por sí mismo.

Así aparece otro grupo, el de los mentirosos cautos,

que niegan la existencia de una crisis cu ando en real idad creen que existe . Y están

también los que creen que hay una cri si s pero que mantienen ocul tas opiniones

más firmes de las que están dispuestos a admitir; están también los que se ocultan

tras falsas apariencias, que en privado se burlan de la idea de crisis pero que actúan

de modo a larmista , para fabricar un a sens ación

de

peligro que, esperan, contri-

buirá a movilizar la opinión y la acción públicas en favor de sus propios intereses.

En con traste , los capital istas suelen contrata r especial istas en relaciones públicas

para minimizar los comentarios sobre las c ri sis y destaca r el compromiso de la s

empresas con la tecnología y los productos verdes, porque temen el costo econó-

mico de hacerle frente a un a "v erdadera" crisis.

Pero el verdadero discurso orwelliano s obre la c risis puede emana r del

establish-

ment

político. Cuanto menos hable la clase política de crisis, más probable es que

realmente exista. ¿Acasólos que están en el poder subestiman los problemas, mien-

tras que los que están fuera de él los sobrestiman? La ironía es que "los de aden-

174

JAMES O'CONNOR

tro" suelen tener más información, aunque diferente, que "los de afuera", y que

pueden estar en mejor posición de saber la verdad. Si bien los que tienen más

conocimiento tienen también enormes poderes para negar las cosas, a veces los

que están en el poder (el estado de la seguridad nacional se basa en esta realidad)

fabrican "crisis" a fin de movilizar apoyo hacia políticas militares, económicas o de

otro tipo que, en caso contrario, resultarían muy impopulares.

En síntesis: los rasgos clave de los comentarios sobre las crisis son resultados

7

L A S C O N D I C I O N E S D E P R O D U C C I Ó N

y L A P R O D U C C I Ó N D E L A S C O N D I C I O N E S

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8/20/2019 Causas Naturales - O Connor

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sumamente inciertos basados en intereses materiales; luchas y conflictos socioeco-

nómicos y políticos; evaluaciones cuestionables sobre la existencia de una crisis; la

gran probabilidad de que haya construcciones ideológicas de las crisis, y el hecho

de que durante ciertos momentos de crisis el individuo puede hacer una diferen-

cia en lo relativo a la solución de la crisis, ya que, por definición, nadie conoce ni

puede conocer su verdadero resultado. Esta última característica es razón suficien-

te para volverse militante ambienmlista (y social y político) y unirse a la lucha por

un mundo ecológicamente racional y sensible.

INTRODUCCIÓN

La naturaleza capitalista puede definirse provisionalmente como todo aquello que

no es producido como mercancía pero sí tratado

como s i

fuese una mercancía. Esta

formulación le debe tanto a Karl Polanyi como a Karl Marx. Polanyi definió el "tra-

bajo" y la "tierra" com o mercanc ías falsas o ficticias.

El hombre, bajo el nombre de trabajo, la naturaleza, bajo el nombre de tierra, se volvieron

disponibles para su renta [...] Había un mercado

de trabajo así como uno de tierra, y la ofer-

ta y la demanda en cualquiera de ellos estaba regulada por la altura de los salarios y las ren-

tas, respectivamente; se sostuvo en forma consistente

l a f i c c i ó n d e qu e e l t ra b a j o y la t i e r ra s e p ro -

ducían

para

su renta

r

La tierra y el trabajo no se producen como mercancías de acuerdo con las fuer-

zas del mercado o la ley del valor. Por eso sólo en un sentido ficticio se los puede

ver como valores de cambio. En términos marxistas, la afirmación de que la tierra

y el trabajo se convierten en mercancías significa que se los trata como si fuesen un

producto del trabajo al cual se le puede adscribir un valor abstracto.

2

Es .

posible interpretar el concepto de Marx de las "condiciones de producción"

como más o menos equivalente a lo que Polanyi llama "trabajo y tierra". "Más o

menos equivalente" porque Marx utilizó a veces la expresión "condiciones mate-

riales de producción" en un sentido más amplio, para incluir la "propiedad de

capital" así como la propiedad de "tierra",

3

y también porque identificó no dos sino

tres "condiciones de producción". A la fuerza de trabajo de los obreros la denomi

nó la "condición personal de la producción". La tierra se denomina la "condición

1

,

natural" o "condición ffsica externa". A la infraestructura física, es decir, "a los

1

Karl Polanyi,

The great t rans format ion, Boston, Beacon, 1944, p. 131. "La producción es la interac-

ción del hombre y la naturaleza; si este proceso ha de ser organizado por medio de un mecanismo auto-

rregulado de cambio e intercambio, el hombre y la naturaleza deben ser llevados a su órbita; tienen que

estar sujetos a la oferta y la demanda, es decir,

h ay q ue t r a ta r l o s c o m o m e r c anc í a s , c o m o b i e ne s p r o d uc i do s par a

la venta

(p. 130, cursivas mías).

2

Michael Lebowitz, "The one-sidedness of

capita l , Reviese of Radical Pol it ica l Economia,

14, 4, invier-

no de 1982.

3 Rad Marx,

Crí t ica a l Programa de Got ita ,

en Marx y E ngels,

Obras escogidas,

vol. tu, Moscú, Progreso,

1980.

[175]

176

A M E S O ' C O N N O R

L A S

C O N D IC IO N E S D E P R O D U C C IÓ N

77

medios de co municación y de transporte", se le aplica la denominación de "condi-

ciones comunales y generales".

4

La naturaleza ficticia de la fuerza de trabajo, la "condición personal", resulta

clara. La fuerza de trabajo es una mercancía falsa en el sentido de que no es pro-

ducida ni reproducida para su venta en el mercado. Tampoco es posible separar-

la de sus propietarios, y por ello no puede circular libremente en el mercado. La

se una m ercancía, puede tratársela como si tuviese un valor. S i los trabajadores no

permiten que se trate así su fuerza de trabajo, se derrumba la ficción de que tiene

un valor; en este caso los trabajadores valoran su propia fuerza de trabajo. Esta

"autovaloración" no depende sólo, en última instancia, de los ritmos de la econo-

mía, la productividad, las tasas de utilidad y demás, sino también de la lucha de cla-

se, las luchas feministas, las luchas n acionalistas y, en general, las com plejas articu-

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8/20/2019 Causas Naturales - O Connor

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fuerza de trabajo de los trabajadores, su bienestar físico y mental, la clase y el

alcance de su socialización y su calificación técnica, su capacidad de manejar las

presiones de las relaciones de trabajo, y así sucesivamente, son todo lo mismo.

Diga lo que diga la ideología burguesa, ningún yo esencial o nuclear es inmune

a la conversión de la fuerza de trabajo en mercancía.

5

Los seres humanos, como

fuerzas productivas sociales, son organismos biológicos y sociales, no importa

cuánto pretenda lo contrario el mercado de trabajo.

Com o la fuerza de trabajo no se produce y reproduce de m aneras regidas por la

ley del valor, el precio de la misma no puede explicarse en términos de su valor de

cambio. Estrictamente definida, la fuerza de trabajo no tiene valor de cambio (lo

único determinado por el mercado es el contenido en valor de la canasta de con-

sumo, no el tamaño de ésta). No hay ninguna garantía de que la fuerza de trabajo

pueda llegar a existir alguna vez en forma de una mercancía ficticia, y mucho

menos de que pueda reproducirse en condiciones que permitan o favorezcan la

producción y la acumulación capitalistas. Esto se debe a que los trabajadores son

no sólo los objetos sino también los sujetos del intercambio de fuerza de trabajo

por salarios, y también los sujetos, así como los objetos, del trabajo (la producción

material) mismo. Si la fuerza de trabajo es tratada por los trabajadores como si fue-

4

Carlos Carboni (comunicación personal,

c.

1988) empleó la expresión "condiciones socia les repro-

ductivas" pa ra incluir las "con diciones de producción" de Marx. Yo uso "condiciones de producción" por-

que quiero reconstruir el problema util izando la propia terminología de Marx y su enfoque básico, y tam-

bién porque mi an álisis se limita a las tenden cias de crisis en el proceso de producc ión y circulación

de

capital,

más que incluir el proceso de reproducción social de la formación social en su conjunto.

'[S]i ha de mantenerse la consistencia interna del s is tema de ideología burguesa, la energía de tra-

bajo tiene que ser definida de manera tal que no constituya una característica esencial del yo. De no ser

a s í , [ .4 s i u n a de l a s ca ra c t erís t i ca s es en ci a l es f u es en m erca n cí a s qu e s e com pra n y v en den , e l i n di v i du o

perdería todo asomo de libertad y qu edaría reducido a un mero resulta do de la conju nción de fu erzas

del mercado. Se estaría enajenando a sí mismo —a su propio yo— en la venta de lo que es esencial de

su nat uraleza. Por lo tan to, todo lo que puede cambiarse en el mercado tiene que s er definido de modo

de poder separarse de la pura elección del individuo, del núcleo del yo que el liberalismo no permitiría

entregar. De esto se sigue que toda energía mental y Eska, toda capacidad y sensibilidad del individuo

que se pueda comprar o vender en el mercado [. . . ] tiene que definirse como ajena al 'yo', que ahora

puede definirse exclusivamente como el propietario de sus atributos enajenables , como prerrogativa de

inmun idad de la conversión en merca ncía [. . . ] Por medio de este recurso el individuo podría manten er

l a f i cc i ó n de qu e n o es t a ba s i en do v en di do cu a n do v en dí a s u s a t r i bu t os pers on a l es , y l a es t ru ct u ra de l a

ideología burguesa podría mantener su fachada de dignidad humana. Lo que se divide y se entrega al

dominio de otros no -es- el 'yo- sino, simplemente, lo-mío"Uliehard Liditulaii , 'The p,cxlucti

uu uf

hu m a n n a t u re by m ea n s of hu m a n n a t u re" , C a pi t a l i n a ,

Nature, Socialism,

4, 1990, pp. 36.37.

laciones de la vida econó mica, política y social.

Marx definió una segunda condición de la producción como

las condiciones

comun ales, y generales, de la producción social

o como "las condiciones generales del

proceso social de producción, es decir, los medios de comunicación y transporte".

6

 

han teorizado sobre esas "condiciones generales". La

mayoría de los teóricos incluyen entre las principales condiciones generales la

infraestructura física y social (por ejemplo los cam inos y la educación, respectiva-

mente) y también el espacio hecho por los seres humanos. P odemos añadir asi-

mismo el "capital comunitario", es decir los rasgos culturales de la vida comunita-

ria que pueden ser valorados por el capital. La infraestructura es el prerrequisito

para

conjuntar la tierra, los recursos y la fuerza de trabajo con el capital. El espa-

cio hecho por el hombre, urbano o de otro tipo, permite que el capital combine

los "factores de producción" de ciertas maneras y no de otras. La definición que da

Lojkine de las condiciones generales es la más amplia: aquellos "factores tan

importantes como para constituir otras 'condiciones necesarias' para la reproduc-

ción general de la formación capitalista desarrollada. Son [...] los

medios de consu-

mo colectivo [.. .]

los

medios de circulación material

(es decir los medios de comunica-

ción y de transporte) y [...] la

concentración espacial

de los medios de producción." 8

mater ia l es genera l es '

de

producción en el sentido más restringido, por ejemplo caminos y canales, y las con-

diciones ' genera l es '

de producción que p ara el capital están incorporadas en la fuer-

za de trabajo (por ejem plo los servicios de salud), en la educación y tam bién en la

investigación en su sentido más amplio". 9

La definición de Mandel es semejante a

la de Hirsch. Distingue entre

l a s precondiciones

g e ne r a l e s-écnicas

del proceso real de producción (medios de transporte y

de comunicación, servicio de correos y así sucesivamente); la provisión de las precondicio-

6

Marx y Engels ,

S e l e c t e d w o r k s ,

M os cú, Foreig n La n g u a g es P u bl i s hi n g H ou s e , 1 9 6 2 , v ol . 2 , p . 2 5 .

[ O b r a s e s c o g i d a s ,

Moscú, Progreso, 1980.]

7

Véase Mario Pianta , "The conditions of production: A n ote",

Capitalimn, Nature, Socialinn,

3, 1989.

El tratamiento más c ompleto es el de

Marino Folin, "Pu blic enterprise, public works, an d social f ixed

capital: Capital ist production of the 'commun al , general con ditions' of social production",

Internat ional

Primal of Urban and Regional research,

3, 3, septiembre de 1979.

Citado en Planta ,

o p . cit.,

p. 131.

9

J. Hirsch, "The state apparatu s an d social reproduction", en J ohn Holloway y Sol Picciotto (eds.) ,

State and ca pi tal ,

Londres, E. Amold, 1978, p. 92.

178

A M E S O ' C O N N O R

nes

generales

 

ociales

de ese mismo proceso de producción [...] y la reproducción continua de

aquellas formas de trabajo intelectual que resultan indispensables para la produc ción eco-

nómica.

1 °

Esto se asemeja al concepto de inversión social y consumo social desarrollado en

77te fiscal crisis of the state,

del autor del presente estudio. La conceptualización de

Lojkine acerca de las condiciones generales o comuna les de producción es tal vez

L o C O N D I C I O N E S D E P R O D U C C I Ó N

79

externas se basaban en la idea de la escasez natural o de los límites naturales. Hoy

no sólo estamos en medio de un renacimiento de la economía de la energía, sino

q

ue las condiciones externas son analizadas por los econom istas ecológicos en tér-

minos de la viabilidad tanto económica com o ecológica de los ecosistemas, las

implicaciones económicas del efecto invernadero, la estabilidad de costas y cuen-

c

as, las consecuencias de la explotación de recursos para la renta de la tierra, la

calidad del agua y de l suelo y la productividad agrícola, los costos de prevención

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la más coh erente, ya que incluye la organización del espacio en general y del espa-

cio urbano en particular.

La infraestructura urbana física y social, el espacio y el capital comunitario (este

último es todavía una categoría no desarrollada) son también mercancías ficticias.

Lo usual es que no sean producidas y reproducidas para su renta en el m ercado

(exceptuando pisos para oficinas, lotes para

casas, etc.

y no pueden circular libre-

mente en el mercado, es d ecir, son, o bien específicas de un sitio o bien atributos

culturales de una comunidad determinada. Además, igual que la fuerza de traba-

jo, en sentido estricto las condiciones generales no tienen valor de cambio. Pro-

porcionar transporte y comunicaciones públicos no es algo que esté directamente

gobernado por las fuerzas del mercado o por la ley del valor. Y también, como ocu-

rre con la fuerza de trabajo, no hay ninguna garantía

de

que la infraestructura y el

espacio estén disponibles en forma de mercancía. Por último, el valor de la infra-

estructura y del espacio urbano no sólo depende de la demanda del mercado sino

también del poder de diversas fracciones o bloques capitalistas, y la lucha de clase

en general y los m ovimientos urbanos en particular.

La tercera condición de la producción la denominó Marx "condiciones físicas

externas"

1 1

o "condiciones naturales".

1 2

"Las condiciones físicas externas corres-

ponden a dos grandes clases económicas, 11 riqueza natural de medios de subsis-

tencia [—]

2]

riqueza natural de instrumentos de trabajo." Los primeros incluyen

"un suelo fértil, aguas repletas de peces, etc."; los segundos "cascadas, ríos navega-

bles, madera, metal, carbón, etc.". En otro lado Marx se refiere a las condiciones

físicas externas como los "elementos naturales que entran en el capital constante y

variable". Estas condiciones o elementos naturales pueden definirse en términos

de la contribución de la naturaleza a la producción física, independiente de (o abs-

traída de) la cantidad de tiempo de trabajo (o la cantidad de capital) que se apli-

que a la producción. Las condiciones naturales favorables aumentan la productivi-

dad del trabajo y por lo tanto

reducen

(no elevan) el valor de cambio de las

mercancías, y a su vez (si las demás condiciones permanecen constantes) incre-

mentan la producción de valor excelente y de utilidad.

En la época de Marx las descripciones teóricas de las condiciones naturales

I° Citado en Manta,

o p

cit.,

p. 131.

11 Marx,

El

capital,

vol. 2, México, Siglo XXI, 1975.

12 Man;

T e o r m s 

s o b r e

la plusval ía ,

México, Fondo de Cultura Económica, 1980.

de la lluvia ácida e innumerables cuestiones por el estilo. Todo el asunto de "las

c

ondiciones naturales" se está convirtiendo en un tema cada vez más importante

para la teoría económica actual, más importante que en tiempos de Marx, debido

a la capitalización de una "segunda naturaleza" de alcance mundial por parte de

corporaciones y bancos nacionales e internacionales.

Igual que a la fuerza de trabajo y a las condiciones comunales de producción, el

mercado trata a las condiciones externas o naturales como mercancías ficticias. Los

economistas neoclásicos de hoy, con un ingenio torturado y delirante, tratan de

ponerle precio al aire libre, a los paisajes atractivos y a otras atracciones ambienta-

les, a las áreas silvestres y hasta a los bosques lluviosos. Sin embargo, por mucho

capital que se aplique al suelo, los man tos acuáticos, las costas y los depósitos de

minerales, éstos son producidos por Dios, que no los hizo para su venta en el mer-

cado mundial. Por consiguiente, al igual que las condiciones personales y genera-

les, las condiciones externas no tienen valor de cambio en sentido estricto. Y tam -

bién igual que en el caso de las condiciones personares y generales, no funciona

una ley del valor que haga que la tierra, el suelo, el agua y otros elementos natu-

rales estén disponibles para el capital en las cantidades y cantidades requeridas, en

el mom ento y lugar precisos. Las rentas de la tierra desempeñan, teóricamente,

este papel de asignación, pero las rentas se explican sobre todo en términos del

poder de la propiedad terrateniente frente al capital industrial y a otras fracciones

capitalistas.

13

De hecho, todo el programa de la asignación de recursos naturales

es un problema político, en gran medida tal como lo son la educación, el bienes-

tar, el espacio urbano y otras condiciones de producción. Por último, el "valor" de

la naturaleza externa no sólo depende de la demanda del mercado y la renta de la

tierra sino también de la lucha de clase en general, y en particular de la lucha

ambiental acerca de las maneras en que la naturaleza puede usarse o no legal o

jegítimamente.

"Condición" es una palabra con raíces en el griego clásico, en el que tenía pode-

rosos significados y connotaciones "objetivas". Tal vez M arx la empleó porque deci-

dió deliberadamente teorizar el problem a de la fuerza d e trabajo, la infraestructu-

ra y el espacio, y la naturaleza, en términos a

priori

De hecho, a veces Marx

13

No ocurre esto con

las "utilidades excedentes" de que se apropia el capital situado favorablemente

con respecto a tierras de gran fertilidad, ricos depósitos minerales, etc., en ausencia de una dase terra-

teniente. Pero esas "utilidades excedentes" presuponen un poder monopólico sobre la t ierra que, en

última instancia, depende del poder político del capital en cuestión.

180

AMES O'CONNOR

suprimía el papel activo, autónomo, de la naturaleza (cualquiera que sea la metá-

fora que se use para describir la naturaleza, por ejemplo "competencia", "coope-

ración", etc.) en su teoría del capital. También objetivizaba la fuerza de trabajo, la

infraestructura y el espacio en esa teoría, que en ocasiones parece funcionar mejor

como una teoría de las condiciones de la acumulación capitalista que como la acu-

mulación capitalista entendida históricamente. Sea así o no, ninguna descripción

L A S

C O N D IC IO N E S D E P R O D U C C IÓ N

81

Una razón básica para esta laguna teórica es, probablemente, histórica. En el

periodo temprano del capitalismo, de desarrollo extensivo, se disponía fácilmen-

te de una abundante oferta de fuerza de trabajo, de tierra y recursos naturales.

Sólo en periodos posteriores de desarrollo capitalista intensivo, es decir, durante

la época de profundización del capital y del mercado y de la verdadera subsun-

ción del trabajo por parte del capital, las condiciones de producción se vuelven

un problema sistemático, no ya esporádico. Cualesquiera que sean las verdaderas

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8/20/2019 Causas Naturales - O Connor

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de las condiciones de producción puede ignorar el hecho de que la naturaleza

externa tiene sus propias "leyes" autónomas o principios de desarrollo; ni el hecho

de que la fuerza de trabajo es el sujeto así como el objeto de cambio y de trabajo;

ni el hecho de que el espacio y la infraestructura, de manera independiente, estruc-

turan geográficamente el capital y a su vez son estructurados de formas indirectas

por la política de los mercados.

1 4

Así, el concepto de "condiciones de producción"

tiene que ser subjetivizado e historizado, es decir, tratado de modos menos deter-

ministas de los que empleó Marx y de los que suelen usar los marxistas.

L AS C OND I C I ONE S D E P R OD UC C I ÓN Y E L E S T AD O

Marx identificó tres condiciones

de

producción pero no teorizó sobre ellas de for-

ma sistemática (tal como teorizó Polanyi sobre "la tierra y el trabajo"). Algunos pasa-

jes en los cuales se mencionan estas condiciones parecen ser poco más que ideas

pasajeras. Escribió más sobre las condiciones de oferta de fuerza de trabajo que

sobre las condiciones generales y externas de acción. Pero incluso la discusión

de

las 'condiciones personales" estaba restringida a descripciones de la "acumulación

primitiva" y las condiciones de vida de la clase trabajadora en la época

de

Marx, as í

como a la teoría de la acumulación capitalista y de los ejércitos de reserva de mano

de obra. En sus obras no es mucho lo que puede encontrarse respecto a las condi-

ciones de oferta de infraestructura, y no hay nada sobre el espacio, sea urbano o no.

Las observaciones dispersas sobre las condiciones ffsicas externas pueden equiva-

ler a una teoría de que la escasez de materias primas tiene el efecto de incrementar

la composición orgánica del capital, reduciendo así la tasa de utilidad,

1 5

pero la ma-

yor parte de la atención de Marx en la "tierra" se concentraba en la teoría de la ren-

ta de la misma. Más aún, poco se puede encontrar en el trabajo de Marx y Engels

respecto a las luchas sociales organizadas en torno a la provisión de las condiciones

de producción, excluyendo, desde luego, la lucha misma de la clase trabajadora.

14 Respectivamente, Donald Worster,

Nature 's economy: The root s o f eco logy ,

Garden City, Doubleday,

1979; Harry Cleaver,

Reading capita l pol i t ica l ly,

Austin, University of T exas Press, 1979, y David Harvey,

Coresciousness

and the urban expet ience,

Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1985. Las obras de Hen-

ri Lefehvre y

Manue l CPqr e l l -

5 linrobiAn

«

subjetivizan'Uo

"urbano"

15

Michael P erelman, "Marx as a natural resource theorist",

Capita l ism, Natura, Socia l ism,

4, 2, junio

de 1993.

razones de esta laguna teóricalloy resulta importante tratar teóricamente las con-

diciones de producción, tal como el capital, el estado y los movimientos sociales

se están ocupando de ellas en términos prácticos]

El punto de partida teórico es la observación de que las condiciones de pro-

ducción no son sólo fuerzas productivas sino también relaciones de producción.

Son producidas y reproducidas (o se las hace accesibles) dentro de relaciones defi-

nidas de propiedad, legales y sociales, que pueden ser compatibles o no con la

reproducción de estas condiciones, definidas como fuerzas productivas. Éste es un

asunto teórico y práctico crucial, porque el descuido de la educación y la salud

(por ejemplo), de la infraestructura y del ambiente natural, puede llevar a menos-

cabar sus poderes productivos y por lo tanto, en forma indirecta, a la disminución

de los poderes productivos del capital, es decir, a la crisis económica (véase el capí-

tulo 8)

La producción y (en muchos aspectos) la distr ibución de las condiciones de pro-

ducción no están reguladas por el mercado (o por la ley del valor). Tiene que

haber una intervención independiente o "relativamente autónoma" que ponga a

disposición del capital, en las cantidades y calidades deseadas, y en los momentos

y lugares adecuados, la fuerza de trabajo humana, la naturaleza, la infraestructura y

el espacio. Esa intervención no puede ser m ás que la del

estado

capitalista que pro-

duce estas condiciones y/o regule el acceso, el uso y la salida de la fuerza de tra-

bajo, la tierra, la materia prima y otros mercados de mercancías ficticias que Marx

llamó "condiciones de producción". Como sostenía Polanyi, la regulación estatal

de los mercados ficticios en las condiciones de producción (y en el mercado más

amplio en general) es necesaria también porque, en principio, no hay límites a la

explotación capitalista de la fuerza de trabajo y de la tierra o de la gente y la natu-

raleza. Se deduce que si la reproducción de las condiciones de producción se des-

cuida y sus poderes productivos se ven menoscabados o destruidos, lesionando a su

vez los poderes productivos del capital, la causa inmediata o próxima puede atri-

k_ buirse a las estructuras y políticas del estado, no al capital en sí mismo.

Los marxistas han teorizado de dos maneras generales diferentes sobre las

estructuras y políticas del estado. Los marxistas ortodoxos han buscado las cone-

xiones internas entre los procesos de acumulación capitalista y el estado. Los neo-

marxistas, influidos por Weber, Lowi, Offe y otros, se han concentrado en la rela-

ción entre la sociedad civil y el estado. Aunque entre ambas ramas del

marxismo

182

A ME S O ' C O N N O R

dencia a que la primera sea la "económica" y la segunda la "sociológica". Los mar-

xistas ortodoxos subrayan la importancia de las políticas estatales que procuran

garantizar la existencia de las condiciones de producción en forma de mercancías,

y garantizar también que estas condiciones se reproduzcan como tales. "La función

del estado —escribe un economista — [es] garantizar el interés colectivo de los

capitalistas, que sería imposible alcanzar (y que tal vez sería puesto en peligro) por

las acciones de capitalistas individuales."

1 6

El interés colectivo del capital es asegu-

L A S C O N D I C I O N E S D E P R O D U C C I Ó N

83

de justicia criminal y demás, regulan las formas de aparición de la fuerza de traba-

jo en el mercado de trabajo. Recursos naturales, granjas, parques, agua, tierra y las

políticas relacionadas regulan el acceso del capital a la naturaleza externa. Y la polí-

tica urbana, la zonificación, la planeación urbana y regional y cosas similares regu-

lan el acceso del capital a la infraestructura y el espacio urbanos. Pero si se toma

en cuenta la gran variedad de organismos y políticas estatales que tienen que ver

directa o indirectamente con las condiciones de producción, no es exagerado afir-

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rar las condiciones de producción que los capitalistas individuales no pueden

lograr ni por sí mismos ni juntos. "Es [...] cuestión de reproducir, no la fuerza de

trabajo, sino las condiciones de existencia de la fuerza de trabajo."

1 7

Lo mismo

podría decirse también de las condiciones naturales y comunales. En síntesis, una

condición general de la producción capitalista es la existencia políticamente garan-

tizada de la fuerza de trabajo, la infraestructura y el espacio urbanos, y las condi-

ciones ambientales.

El estado puede o no producir verdaderamente las condiciones de producción

(compárese, por ejemplo, una autopista construida por el estado con un depósito

mineral de origen natural). Incluso si "la producción de las condiciones generales

[y por extensión de las condiciones personales y externas] es una función especí-

fica y fundamental del estado",

1 8

no todas las condiciones se proveen en forma

pública. Con respecto a las condiciones generales, "el capital mismo produce siem-

pre una parte considerable".

1 9

La familia (con el sistema educativo) lleva a cabo la

mayoría de las actividades necesarias para la reproducción de la fuerza de trabajo.

La economía de la naturaleza reproduce muchas condiciones naturales externas,

tales como la calidad del suelo y la vida vegetal. Un aspecto de la teoría de las con-

diciones de producción tiene que ver, así, con su relación con la producción y la

acumulación capitalista, no con el hecho de que sean o no producidas privada-

mente o por el estado.

No obstante —y éste es el importante segundo punto— "la intervención del esta-

do hace una diferencia en la

f o r m a

en la cual son provistas esas [...] condiciones,

pues en este caso son actividades no rentables desempeñadas fuera de los circuitos

del capital"." Además, ya sea que las condiciones de producción sean producidas

por el estado, la familia o la comunidad, o el capital mismo, invariablemente el es-

tado regula su producción de modos directos o indirectos; regula también el acce-

so, el uso y la salida por parte de los capitales individuales de las condiciones de

producción. Familia, trabajo, educación, salud y política de bienestar, el sistema

16

Hugh M oseley, "Capital and the state: West German neo-orthodox state theory",

Review of Radical

Pol it ica l Economics ,

14, 1, primavera de 1982, p. 25.

17

Aboo T. Aumeerruddy, Bruno Lautier y Roman G. Tortajada, "Labor-power and the state", Capi-

tal and Class ,

6, otoño de 1978, p. 50.

18

Folin,

o p .

c i t . ,

p. 51.

16

Hirsch,

o p . c i t . ,

p. 91.

Pianta,

o p .

c i t . ,

p. 130.

mar que todas las funciones internas del estado, con la (posible) excepción de

mantener la ley y el orden y establecer la política monetaria y fiscal, se relacionan

de maneras complejas con una o más de las tres condiciones de producción.

Con frecuencia el acceso a las condiciones de producción y/o las reglas para el

acceso del capital a las mismas están sumamente burocratizados. Las políticas refe-

rentes al trabajo, el ambiente y la ciudad están sujetas al escrutinio y la rendición

de cuentas públicas; por lo general se las legisla de acuerdo con procedimientos de-

mocráticos formales y son provistas en la práctica por una burocracia estatal (teó-

ricamente) impersonal. En términos ideales estas políticas son vistas por el públi-

co como "legítimas" y por el capital como "productivas". Dada la politización de las

condiciones de producción, si se descuidan estas condiciones y/o se lesionan sus

poderes productivos, surge la posibilidad, no sólo de una crisis económica para el

capital, sino también de una crisis de legitimación para el estado o una crisis polí-

tica para los partidos dirigentes y el gobierno.

Esta posibilidad es destacada por el hecho de que la provisión o regulación de las

condiciones de producción es un proceso sumamente contradictorio. La política

estatal tiene consecuencias complejas e involuntarias. Puede beneficiar a capitales

individuales a expensas del capital como un todo, o a fracciones de capital a expen-

sas de capitales individuales. Algunas industrias pueden recibir ayuda a costa de

otras o a costa del ambiente.

2 1

Ciertas regiones pueden ser favorecidas en detri-

mento de otras. El estado puede deshacer con una mano lo que hace con la otra.

Podemos teorizar sobre estos problemas bajo dos encabezados generales: con-

tradicciones dentro del capital y sus implicaciones para la política del estado, y

contradicciones dentro y entre las mismas condiciones de producción producidas

o reguladas por el estado.n

21

"El Servicio Forestal ha perdido 98 centavos por cada dólar que gasta en el programa de ret iro de

troncos del Tongass National Forest, una red de islas cubiertas de plantas siempre verdes y exuberantes

valles, que abarca la mayor parte del Panhandle de A laska, de 800 k m de longitud. Los crít icos dicen

que el manejo de la ma dera de Tongass demuestra que el S ervicio Forestal gasta la mayor parte de su

dinero prestando servidos a la industria, en perjuicio del ambiente y los contribuyentes. Afirman que

el organismo ha perdido de vista su misión: administrar y proteger los bosques públicos en beneficio de

todos, y que en ningún lado es tan evidente ese fracaso como aquí." (Th imoty Egan, "Logging in lush

Alaskan forest profits companies and costs U. S.",

Neto York Times ,

28 de mayo de 1989 ); véase también

"Subsides hurt environment, critics say before talles",

New York Times ,

23 de junio de 1997.

" Las contradicciones entre el capital y sus condiciones de producción son el tema del capítulo 8.

184

A M ES O ' C O N N O R

A S C O N D I C I O N E S D E P R O D U C C I Ó N

85

Dentro del capital en su conjunto hay muchas contradicciones con importantes

implicaciones para las políticas sociales relativas a la provisión de las con diciones

de producción. Primero, existen contradicciones entre los intereses de los capita-

les individuales y del capital como un todo. Por ejemplo, los recursos naturales

puede ser convertidos en mercancía por los capitales individuales a expensas de su

uso como medios de co nsumo colectivo para la reproducción de la fuerza de tra-

vencionar a granjeros y agroempresas cuyas operaciones daban por resultado utili-

dades a corto plazo pero, a largo plazo, creaban degradación del suelo y saliniza-

ción del agua.

También hay contradicciones sistémicas dentro y entre las mismas condiciones

de producción. La problemática de las "condiciones de producción" tiene que ubi-

carse no sólo en las relaciones dentro del capital como un todo sino también den-

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bajo por parte del capital en su conjunto, como ocurre con la tierra de los parques

nacionales. Segundo, hay toda una gama de contradicciones entre los intereses de

los capitales individuales o las fracciones de capital. En los programas de renova-

ción urbana, ¿quién obtendrá una zonificación favorable: el capital monetario, el

capital industrial o el capital comercial? ¿Quién saldrá favorecido por la política

energética: el capital terrateniente o el capital industrial? (Un ejemplo sorpren-

dente de la victoria del capital terrateniente sobre el capital industrial fue la derro-

ta de quienes intentaban establecer un monopolio estatal sobre el petróleo del

Medio O riente después de la segunda guerra mundial a manos de los productores

norteamericanos de petróleo.) ¿Quién saldrá beneficiado con la política oficial: el

capital grande o el pequeño? L o usual es que los capitales más grandes sean los que

se salen con la suya. Un buen ejemplo es el derrame de petróleo en Alaska en 1989.

Los esfuerzos del Departamento de C onservación A mbiental del estado de Alaska

por ampliar su revisión de los procedimientos de limpieza de la industria petrole-

ra se estancaron debido a la fuerza política de la industria, que había descuidado

el mantenimiento de los equipos necesarios para limpiar derrames y también había

desintegrado su división de emergencia, de veinte miembros. Mientras tanto, en

1986, el servicio de guardacostas de Estados Unidos, inducido por el Congreso

(por influencia de los grandes intereses petroleros) dio marcha atrás a su exigen-

cia de que los buques tanques petroleros tuviesen doble casco (las naves de un solo

casco, del tipo de la que derramó petróleo en la sonda del Príncipe Guillermo, son

mucho más baratas de construir). Las industrias pesquera y turística locales no

tenían el poder político suficiente para evitar lo que se ha descrito muchas v eces

como negligencia criminal.

Y hay otras cuestiones: la política del mercado de trabajo ¿favorecerá los bienes

de consumo o las industrias de bienes de capital?; por ejemplo, ¿la política salarial

se desarrollará de acuerdo con la necesidad de mantener el gasto de los consumi-

dores o con la necesidad de reducir los costos de producción? Entre otras contra-

dicciones figuran los requisitos opuestos de diferentes aglomeraciones regionales

de capital, el capital nacional e internacional, y el capital de baja y de alta tecnolo-

gía. La manera en que estas contradicciones se expresan políticamente determina

o influye sobre las políticas del m ercado de trabajo, los recursos, las políticas urba-

nas y otras relacionadas con la oferta de las condiciones de producción. Por últi-

mo, los intereses a corto y a largo plazo de los capitales individuales y del capital

como un todo suelen estar en conflicto. Por -ejemplo, durante afros el Departa-

mento de Agricultura de Estados Unidos gastaba casi todo su presupuesto en sub-

tro del sistema político y de la burocracia gubernamental. El sistema político tiene

un efecto independiente sobre la capacidad del estado para proteger o restaurar

las condiciones de producción, por ejemplo, en relación co n las condiciones exter-

nas: "Mientras los daños, riesgos y peligros ecológicos tienen una duración tempo-

ral de milenios, los horizontes temporales de los procedimientos democráticos

contemporáneos se limitan a do s o tres periodos legislativos. Este lapso se desfasa

significativamente incluso con respecto a las proyecciones futuras en la indus-

tria."

2 3

La burocracia es también un elemento determinante esencial del desarro-

llo de las condiciones de producción. David Beetham escribe:

Cualquier explicación de la política en términos de intereses buroc ráticos en competencia

está incompleta si no analiza la estructura dentro

de la cual se ubican [y tam bién] si no se

comprenden las convenciones que rigen la expresión de esos intereses, y que regulan el pro-

ceso de competencia burocrática [...] Las burocracias poseen sus propias culturas bien desa-

rrolladas, y cuanto más ocurre esto su élite se encierra más en sí misma. Estas culturas encar-

nan complejos códigos que rigen la forma en que se conduce la administración, así como

supuestos de mayor alcance acerca del m undo, que imponen sus propios límites a la gama

de políticas que se consideran posibles o aceptables.

2 4

Así, la política burocrática es:

el producto de comprom isos entre intereses burocráticos divergentes, de las limitaciones

impuestas por las estructuras adm inistrativas, y de las tendencias de supuestos culturales

compartidos [...] Dentro de una estructura administrativa determinada los intereses llegan

a alinearse, y su expresión se define por culturas y creencias comunes; [por lo tanto] el con-

tenido de la política, y no sólo su ejecución, es afectado sistemáticamente por el carácter de

los sistemas administrativos [y], dentro de las burocracias, la relación entre los medios y los

fines se invierte: la naturaleza de los medios adm inistrativos determina la m eta o fin de la

política.n

De esta manera, una teoría funcionalista del estado capitalista que trate de

esta-

blecer ciertas relaciones definidas entre la política estatal y las condiciones de pro-

23

Alex Demirovic, comunicación personal, mayo de 1994.

24

David Beetham, Bureaucracy, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1987, p. 51.

25

Ibid.,

p. 52.

186

JAMES O'CONNOR

/As

CONDICIONES DE PRODUCCIÓN

187

ducción capitalista tiene que estar sobre aviso frente al hecho de que el estado capi-

talista es un estado burocrático establecido dentro de un sistema político formal-

mente democrático, por lo cual es "relativamente autónomo" o, en otras palabras,

sujeto a sus propias tendencias y contradicciones internas. Más específicamente, las

tres condiciones de producción se producen y reproducen dentro de ciertas rela-

ciones sociales, es decir, son producidas y/o reguladas por el estado.

Las condiciones de producción pueden definirse como fuerzas de producción

o como "relaciones sociales de producción". Definidas como "fuerzas", hay, evi-

tivos de los capitalistas [es decir, de garantizar las condiciones de producción] se

lleva a cabo, [...] no por medio de un proceso ininterrumpido, sino más bien a tra-

vés de una serie de conflictos y confrontaciones, pequeños cambios y acciones

repentinas".

2 8

Ésta es una regla general que no sólo se aplica en relación con los

conflictos entre los capitales y dentro del estado (como se señaló antes), sino tam-

bién a los conflictos dentro de la sociedad civil y entre movimientos de la misma,

por un lado, y el capital y el estado, por el otro. Por consiguiente, y complicando

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dentemente, un límite con respecto a la clase de "relación" dentro de la cual son

producidas, organizadas o reguladas. Definidas como una relación , hay un lími-

te a su desarrollo como fuerza . Ciertos tipos de aprendizaje formal, salud públi-

ca, patrones de tránsito, perforación petrolera submarina, distribución del agua y

demás se producen dentro de ciertas relaciones burocráticas definidas, que a su vez

definen y limitan el aprendizaje, la salud pública, y así sucesivamente. Estas rela-

ciones pueden ser consistentes o no con la producción y la reproducción de las

condiciones de producción en su estado cuantitativo y cualitativo vigente. Dicho de

otra manera, dada la fragmentación de intereses dentro del capital y del estado,

pueden surgir contradicciones entre las fuerzas y las relaciones sociales de las con-

diciones de producción. Por ejemplo, las enfermedades no transmisibles son pro-

ducidas en gran parte social y culturalmente, no determinadas en un nivel genéti-

co;" la educación y las políticas de renovación urbana en los barrios bajos de la

ciudad, las políticas sobre salud y recursos en las ciudades que crecen repentina-

mente en las regiones mineras, y las políticas agrícolas y urbanas en las márgenes

de las áreas metropolitanas (por tomar tres ejemplos) pueden ser congruentes o no.

LAS CONDICIONES DE PRODUCCIÓN Y LA SOCIEDAD CIVIL

El estado capitalista no es sólo un estado burocrático sino también un estado polí-

tico. Proporcionar las condiciones de producción y/o el acceso de capital a las mis-

mas es algo que no sólo está burocratizado sino también politizado. Por eso una

descripción funcionalista de la política del estado también tiene que ser modifica-

da para tomar en cuenta el hecho de que el estado burocrático funciona dentro de

la sociedad civil con sus conflictos y sus compromisos ideológicos, sociales y políti-

cos.

2 7

Esto quiere decir que la función del estado de "garantizar los intereses colec-

" Thomas McKeown,

The or igins of

human d i s e a s e ,

Oxford, Basil Blackwell, 1988.

27

la larga historia de las ideas de "bienestar", "educación adecuada", "salud pública", etc., influye

en la provisión de "condiciones personales". La historia de la planeación y el diseño urbano que enfren-

tó a visionarios como Harold Geddes y Frank L loyd Wright con las visiones totalitarias de un Le Cor-

busier influye, de manera similar, en la provisión de "condiciones generales, comunales", Peter Hall,

Cides of t ontorrour An

in telectual his tory of

urban planning and

des ign in the twent ieth century, Oxford, Basil

aún más la teoría de la producción de las condiciones de producción, están los

variados y complejos conflictos dentro de la sociedad civil: movimientos feminis-

tas, movimientos urbanos, movimientos ecologistas, luchas de pueblos indígenas y

demás.

Un ejemplo revelador acerca de las condiciones externas proviene de un lista-

do de conflictos en los Grandes Lagos canadienses, que revela que

de los 28 con flictos de pesquerías, identificados de acuerdo con los m ismos usuarios, así

como con el organismo regulador gubernam ental, 18 tenían que ver con la pesca comer-

cial en oposición a la comercial, cinco con las pesquerías deportivas contra las nativas, dos

con las com erciales contra las nativas, dos con grupos diferentes dentro de la pesca com er-

cial, y uno con un parque estatal con la pesquería com ercial."

También había dos conflictos tripartitas entre pesquerías deportivas, comercia-

les y nativas.

En sus obras teóricas Marx interpretó la sociedad civil como una sociedad de

clase en la cual los individuos y los grupos sociales son personificaciones de las

categorías del capital; por ejemplo, los banqueros personifican el capital bancario,

los obreros personifican el capital variable, y así sucesivamente. De esta manera,

se piensa que la sociedad civil evoluciona de acuerdo con las leyes de la acumula-

ción capitalista (por ejemplo proletarización, concentración y centralización del

capital y los capitalistas, etc.). En contraste, muchos neomarxistas han afirmado

que la sociedad civil es estructurada por el estado. Weberianos de izquierda como

Michael Mann han adoptado la posición de que "sociedad" es simplemente otro

nombre para el estado-nación. En esta visión la sociedad civil obedece ciertas leyes

relativas al desarrollo del estado (por ejemplo la creación de una clase clientelis-

ta por parte de la burocracia del bienestar), más que al desarrollo del capital (por

lo menos en primera instancia).

Blackwell, 1988. Finalmente, la historia de los conflictos acerca de la idea de naturaleza, por ejemplo la

idea de la Ilustración cristiana frente al concepto romántico pagano, influye marcadamente en la pro-

visión de "condiciones externas" (Worster,

op. cit.).

" Mosley,

op. cit ., p. 26

" Thomas Whillans y Fikret Berks, "Use and abuse, conflict and harmony: The Great Lakes fisheries

in transition",

Alternatives, 13, 3, 1983, pp. 10-19.

188

AM E S O ' C ONNOR

No obstante, la sociedad civil no se puede reducir a la estructura ni del capital

ni del estado. También evoluciona de acuerdo con su propia lógica —muchas veces

impenetrable— de acción social. Por ejemplo, aunque el movimiento de las muje-

res es inexplicable si se lo separa de la proletarización de las mujeres y de la políti-

ca oficial en materia de leyes sobre violación, justicia juvenil, legislación sobre el

aborto y demás, también representa sus propios movimientos autónomos, formas

de organización y juego mutuo de temas culturales. Lo mismo puede decirse de

LAS CONDICIONES DE PRODUCCIÓN

89

dos de productos) sólo se establecen por lo general tras largas y dificiles batallas.

Las partes en conflicto dentro de la sociedad se concentran en los valores familia-

res, la tradición y la religión para legitimar sus esfuerzos por defender el acceso y

el uso de determinadas condiciones de producción generales, externas y persona-

les. En los conflictos entre la sociedad civil y el estado la premisa ideológica básica

es establecida por el hecho de que el estado capitalista, a fin de retener su legiti-

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otros movimientos sociales, incluyendo el tradicional movimiento obrero, al igual

que de los "nuevos movimientos sociales", como el movimiento por la paz, el urba-

no y el ecológico.

En última instancia, la fuerza combinada de todos los procesos y conflictos eco-

nómicos, sociales, políticos y burocráticos es la que determina el desarrollo de cier-

tas condiciones de producción y sus relaciones entre sí, así como la conexión entre

estas condiciones y los procesos de producción y acumulación capitalista. El resul-

tado de las luchas dentro del capital y entre éste, el estado y la sociedad civil, afec-

tará la producción y/o reglamentación oficial de las condiciones de producción de

maneras sumamente complicadas, muchas veces desconocidas y en ocasiones

imposibles de conocer. Por ejemplo, los conflictos entre comunidades, gobiernos

de las ciudades, compañías constructoras, compañías de gas y electricidad y empre-

sas industriales que utilizan esos servicios suelen ser tan complejos que hacen

imposible el análisis... hasta años después del acontecimiento (un ejemplo fue la

lucha por la planta de cogeneración a carbón de Hanford,

2lifornia, para produ-

cir vapor para la planta procesadora de caucho de la Armstrong Rubber Company

y electricidad que se vendería a la empresa monopólica Pacific Gas and Electric).

La evolución y utilización de la tierra, el agua y otros recursos muchas veces no es

otra cosa que el resultado imprevisto del libre juego (débilmente estructurado) de

conflictos a lo largo de muchas dimensiones diferentes. Así, cualquier coherencia

o coincidencia entre el capital y sus condiciones es más probablemente la excep-

ción que la regla. O esa coincidencia podría estar mediada por tantas fuerzas socia-

les e ideológicas que se vuelve totalmente opaca. O (como se afirmará en el capí-

tulo 8) puede tener que ser impuesta en pequeña y gran medida por nuevas crisis

económicas y políticas. Los programas del New Deal para reconstruir los mercados

de trabajo, la infraestructura urbana, la productividad de la tierra y, en general, las

condiciones de producción en el sur de Estados Unidos durante la crisis de los

treinta son ejemplos de ello.

r*

os comentarios previos llevan a la conclusión de que las relaciones entre el

capital y sus condiciones de producción están mediadas por luchas socioeconómi-

cas y políticas, por ideología y por realidades burocráticas. Los conflictos dentro de

la sociedad civil y los movimientos sociales, y entre estos movimientos y el estado,

se libran en terrenos sociales, políticos e ideológicos complejos) Cosa aún más

importante, las restricciones gubernamentales a los-derechos de propiedad-

materia de trabajo y tierra (y todavía más a los derechos de propiedad en merca-

midad, debe actuar o presentarse como si actuara en nombre del pueblo en su con-

junto, es decir, ser también un estado en la sociedad capitalista . Planteado desde

el otro punto de vista, los conflictos acerca de la producción de las condiciones de

producción son vistos universalmente como más legítimos que las luchas en el

lugar de trabajo, y aún más que las confrontaciones en el mercado. Los organismos

estatales no pueden funcionar ilegítimamente en forma abierta de acuerdo con los

intereses del capital o de fracciones capitalistas, y deben hacerlo en nombre del

"interés general" o el bienestar. L os políticos, funcionarios y planificadores no sólo

personifican los intereses del capital sino que son a su vez sujetos políticos cons-

treñidos por la ideología dominante, la ciudadanía y el capital mismo. Un ejemplo

es la lucha (a la que se aludió más arriba) por impedir la destrucción de árboles

nativos en el Tongass N ational Forest de Alaska. "Los cr íticos dicen que el m anejo

de la m adera de Tongass dem uestra que el Servicio Forestal [ . .. ] ha perdido de vis-

ta su misión: administrar y proteger los bosques públicos

en beneficio de todos, y que

en ningún lado es tan evidente ese fracaso como aquí."

3

°

Sin embargo lo usual es que prevalezcan evaluaciones cuestionables acerca del

significado de "beneficio de todos". Para los ambientalistas la expresión quiere

decir salvar los bosques nativos para las generaciones ac tuales y las futuras; para los

intereses madereros quiere decir trabajo, utilidades, impuestos y "crecimiento eco-

nómico". Por eso las luchas por las condiciones de producción casi invariable-

mente giran en torno a la definición del interés general que, finalmente, se cons-

truye dentro de la ideología dominante, a saber, en el caso del capitalismo de

finales del siglo

XX,

"crecimiento económico", "libre empresa" y "libertad indivi-

dual".

— El estado produce o regula el acceso, uso y salida de las condiciones de produc-

ción, incluido el "ambiente". No hay razón para creer, empero, que ni siquiera (o

especialmente) en las mejores épocas económicas las políticas del estado relativas

a las condiciones de oferta de fuerza de trabajo, infraestructura y espacio urbanos,

y ambiente, se construyan de formas que resulten funcionales para la reproducción

del capital como un todo. Los muchos conflictos entre fracciones del capital y den-

tro del estado y la sociedad civil, así como entre el capital, el estado y la sociedad

civil, vuelven poco plausible cualquier teoría funcionalista de la relación entre el

capital y sus condiciones.

3 I De esta forma, la producción y la rentabilidad capita-

Egan,

o p . cik, cursivas mías.

31

"El rechazo de las visiones mecanicistas de las políticas oficiales nos lleva a ver sus resultados

T

190

A M E S O ' C O N N O R

listas siempre serán problemáticas, y no sólo debido a las contradicciones internas

II del capital que descubrió Marx y que los marxistas desarrollaron teóricamente. Los

capitales individuales son incapaces de transformar de manera no problemática las

condiciones de producción, que son antes que nada valores de uso específicos o

particulares, en valores de cambio. En última instancia las condiciones de la pro-

ducción capitalista son condiciones de la vida humana... y de la vida mism a. Es posi-

ble que el capital lesione o destruya de forma sistemática sus propias condiciones,

y también que el estado, tal como se estructura hoy, no sea capaz de defenderlas o

8

L A S E G U N D A C O N T R A D I C C IÓ N D E L C A P I T A L I S M O

INTRODUCCIÓN

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http://slidepdf.com/reader/full/causas-naturales-o-connor 96/204

reconstruirlas racionalmente(En cualquier caso, es evidente que la destrucción

ambiental no puede achacársele sólo al capital; el estado está profundamente

implicado en la crisis de la naturaleza. Ese mismo estado —bajo el control demo-

crático de la sociedad civil— puede ser la base de la reconstrucción de la natura-

leza y de nuestras relaciones con la mis

como un proceso abierto que sólo puede explicarse mediante análisis concretos de casos específicos.

Un ejemplo de este enfoque es el trabajo de Hirsch, quien, después de afirmar que la provisión de las

`condiciones generales de producción' es una función básica del estado, subrayó que a partir de esto

no se puede determinar de la misma forma cuál debe ser, concretamente, el objeto de la 'provisión

infraestructural ' del estado en ningún m omento histórico, ni si el aparato estatal solventará la neseci-

dad" (Hirsch, op.

cil

p. 91). A partie de esto Hirsch llegó a la conclusión de que "tratar de definir enu-

merativa y concluyentemente la infraestructura carece de sentido, ya que las 'condiciones generales'

provistas por el estado dependen de los procesos sociales y del equilibrio de fuerzas de clase" (p. 92).

Así, se abre la posibilidad para el desarrollo de contradicciones entre el estado y el capital, entre la esfe-

ra política y la económica, entre las políticas estatales y requerimientos específicos de desarrollo eco-

nómico." Tal como lo expresa Hirsch, "Ya que estas 'condiciones sociales generales de producción' no

se adaptan automáticamente a la acumulación de capital, cuando el proceso de acumulación llega a sus

límites estalla la crisis" (p. 74). "De esta forma, el desarrollo de la política oficial es el resultado con-

junto del proceso de acumulación de capital y de la coyuntura específica de las fuerzas sociales y polí-

ticas; de esta forma, el desarrollo de las `condiciones generales de producción' resultantes se relaciona

de inmediato con el desarrollo de relaciones sociales", Mario Manta,

State investment s

and sitúan resal t e -

tur ing: The case of Tw is t , 1969-1978,

tesis de doctorado, London School of Economics and Political Scien-

ce, 1983, pp. 82-83.

Este capítulo expone una versión elemental de la tradicional teoría marxista de la

contradicción entre las fuerzas y las relaciones de producción, la sobreproducción

del capital y la crisis económica, y el proceso de la restructuración de las fuerzas

productivas y las relaciones de producción, inducido por la crisis, hacia formas

socialmente más transparentes, y por ende potencialmente socialistas. Este artícu-

lo representa un punto de partida para una teoría "marxista ecológica" de la con-

tradicción entre las relaciones productivas capitalistas, las fuerzas productivas y las

condiciones de producción, la subproducción del capital y la crisis económica, y

el proceso de restructuración, inducido por la crisis, de las condiciones de pro-

ducción y de las consiguientes relaciones sociales, también en formas socialmente

más transparentes y, por ende, potencialmente socialistas.

Aunque los dos procesos de sobreproducción y subproducción capitalista de

ninguna manera son mutuamente excluyentes, pueden cancelarse o compensarse

de maneras que crean la

apariencia

de procesos de desarrollo capitalista relativa-

mente estables (véase la adenda a este capítulo). El estudio del desarrollo combi-

nado de los dos procesos en la nueva economía global puede arrojar luz sobre la

declinación del trabajo tradicional y los movimientos socialistas, y el surgimiento

de "nuevos m ovimientos sociales" como agentes de transformación social (véase la

Introducción de este libro). El marxismo tradicional esclarece las prácticas de los

movimientos laborales tradicionales, y de manera similar el marxismo ecológico

puede esclarecer las prácticas de los nuevos movimientos sociales. Si bien la eco-

logia y la naturaleza, la política del cuerpo, el feminismo y la familia, los movi-

mientos urbanos y temas relacionados suelen discutirse en términos posmarxistas,

la retórica que se despliega en este capítulo es deliberadamente marxista y desti-

nada a atraer a los teóricos marxistas y a los compañeros de viaje cuya obra sigue

estando dentro del marco de un discurso científico social, y que por lo tanto son

los que menos probabilidades tienen de ser convencidos por los análisis posmar-

xistas del problema del uso y abuso de la naturaleza (incluyendo la naturaleza

humana) por parte del capital en el mundo (pos)moderno. Sin embargo, el énfa-

sis que se hace aquí en un discurso económico político o "científico" es táctico, no

estratégico. En realidad, las relaciones sociales más o menos autónomas, muchas

de ellas no capitalistas o anticapitalistas, constituyen la "sociedad civil", a la que

por consiguiente hay que dirigirse en sus propios términos prácticos y teóricos. En

[191]

LA SEGUNDA CONTRADICCIÓN D EL CAPITALISMO

92

otras palabras, la acción social y colectiva no debe construirse como una mera deri-

vación de las fuerzas sistémicas que se analizan en este capítulo (véase la tercera

parte de este libro).

— En 1944 Karl Polanyi publicó su obra maestra,

La gran t ransformación,

que ana-

liza varias formas en que el crecimiento del mercado y de las relaciones económi-

cas capitalistas afectaba o destruía, en general, sus propias condiciones sociales y

ambientales. 1

Los temas de los limites ecológicos al crecimiento económico y las

CAPITALISMO Y NATURALEZA

93

de los conflictos socioeconómicos y políticos organizados en tomo a la provisión de

las condiciones de producción sobre los costos y gastos, así como sobre la varia-

bilidad (flexibilidad) del capital. Tampoco teorizó respecto a las relaciones entre

las dimensiones sociales y materiales de las condiciones de producción, aparte de

sus notas acerca de los efectos de diferentes procesos de ecorregularidad en diver-

sas industrias sobre la circulación y reproducción del capital, y de su largo análi-

sis de la renta de la tierra (es decir, las relaciones sociales entre el capital terrate-

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8/20/2019 Causas Naturales - O Connor

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interrelaciones entre desarrollo

y

ambiente fueron reintroducidos al pensamiento

occidental en los sesenta y principios de los setenta.ILos resultados han sido mix-

tos y muchas veces sumamente dudosos. La obra déPolanyi sigue siendo una luz

brillante en un cielo lleno de estrellas moribundas y agujeros negros de naturalis-

mo burgués, neomalthusianismo, tecnocracia del Club de Roma, ecologismo

romántico profundo y la visión de un mundo único de las Naciones Unidas.

2 En

las visiones de ese tipo están ausentes la explotación de clase, la acumulación capi-

talista por medio de la crisis, el desarrollo capitalista desigual y combinado, las

luchas nacionales y muchos temas relacionadosl Los resultados de estos esfuerzos

(y otros similares) por discutir el problema del capitalismo, la naturaleza y el socia-

lismo, fracasan en parte porque no se concentran en el significado de la escasez

específicamente capitalista, es decir, el proceso por el cual el capital es su propia

barrera (¿o límite?) debido a sus formas autodestructivas de proletarización de la

naturaleza humana, enajenación de la fuerza de trabajo, apropiación del trabajo y

capitalización de la naturaleza externa y de lo "urbano".

3

Los acercamientos usua-

les al problema, la identificación de límites al crecimiento en términos de esca-

sez de recursos", "fragilidad ecológica", "tecnología industrial nociva", "valores cul-

turales destructivos", "tragedia de las áreas comunes", "sobrepoblación",

"consumo dispendioso", "producción imparable" y demás, ignoran o retuercen las

teorías de tipo marxista sobre las formas de naturaleza históricamente producidas

L:

y la acumulación y el desarrollo capitalistas.

Esto no resulta sorprendente ya que el mismo Marx escribió muy poco respec-

to a las formas en que el capital se limita a sí mismo afectando sus propias condi-

ciones sociales y ambientales y, por lo tanto, elevando sus costos y gastos, ponien-

do en peligro así su capacidad de producir utilidades, es decir, creando el riesgo

de acarrear una crisis económica. También escribió poco o nada sobre los efectos

1

K a rl P ol a n y ,

The great transfonnation,

B os t on , B ea con , 1 9 5 7. P ol a n y s e con cen t ró es en ci a l m en t e en

l o s me r c ad o s c ap ita l i s tas , n o e n l a e x p l o tac ión d e l tr ab ajo .

2

Por ejemplo World Comission on Environment and Development,

Our carmen future ,

Nueva Y ork,

Oxford University Press , 1987.

Qu i en m á s cerca ha l l eg a do de u n a v i s i ó n " m a rxis t a " del problem a es A l a n S chn a i berg , en s u

T h e

en v i r a n m en t : Fr o m = p lu s to s c a r c i t y ,

N u ev a Y ork , O xf ord U n i v ers i t y P res s , 1 9 8 0 . E s u n a obra pi on era y

útil . Otra cuestión, estrechamente vinculada, es la relación entre la capitalización de la naturaleza y el

conflicto ponto

wre-

e n a c t o s

--   v é a s t — L t o y d -

runbertake  yjon

Tiuker,

"The emir onmental u l gizi uf

political conflict",

Social i st Reviera

15, 6, noviembre-diciembre de 1985).

niente e industrial, y las relaciones materiales y económicas entre las materias

primas y la producción industrial). No obstante, Marx da la impresión de haber

estado convencido de por lo menos tres cosas. La primera es que las deficiencias

de las condiciones de producción o de las "condiciones naturales" ("malas cose-

chas") pueden adoptar la forma de cris is económicas.

4

Segundo, creía en la pro-

posición más general de que si bien algunas barreras a la producción son real-

mente externas al modo de producción (por ejemplo, "la productividad del

trabajo está determinada por las condiciones lisicas ),

3

en el capitalismo estas

barreras asumen la forma de una crisis económica.

6

Dicho de otra manera, algu-

nas barreras son "generales", no "específicas" del capitalismo; lo que es específico

del capitalismo es que estas barreras asumen la forma de crisis económicas. Ter-

cero, Marx creía que el capital subvalúa la naturaleza, de lo que se deriva que, por

ejemplo, la agricultura capitalista sea nociva para e l suelo, así como que la explo-

tación capitalista es física y biológicamente dañina para los trabajadores y des-

tructiva para la comunidad.

4

En caso de malas cosechas "el

valor de

la

m a t e r i a

prima [...]

asciende; su volumen

se reduce [.. .] Es

necesario gastar más en

materia pr ima,

queda menos para el

t r a b a j o ,

y no es posible absorber la misma

can tidad de mano de. obra que antes . En primer lugar esto es

f i si camente impasib le [ . . . ] En segundo,

es

imposible porque una

p a r t e m a y o r d e l v a l o r d e l p r o d u c t o

t iene que ser conv ertida en materia prima [ . . .] La

reproducción no puede

repe t irse en la

misma escala. Una pa rte del

capital fijo

permanece ociosa y una

parte de los trabajadores es arrojada a la ca l le. La

tasa de u t i l idad

cae, porque el valor del capital cons -

tante se ha elevado en relación con el del variable [ . ..] Los cargos fijos —interés, renta—, qu e se basa-

b a n e n u na p r e v i s ió n d e una t a sa

constante

de uti l idad y explotación del trab

aj

o, s iguen siendo los mis-

mos, y en parte

no es posible pagarlas.

Por ende se da la crisis

[ y ) h ay

un

aumento del precio del producto.

Si

este producto entra en las demás esferas de reproducc ión como un medio de producción, su aumento

de precio dará por resul tado la misma perturbación en

la reproducción

de esas esferas", Karl Marx,

T i r i t o -

nes of suspi ra value ,

2, Moscú, P rogreso, 1968, pp. 515-516.

"Aparte del mayor o menor grado de desarrol lo en forma de producción social , la productividad

del trab

aj

o está restringida por con diciones fís icas",

Capital,

1, Nueva Y ork, Random House Modem

Library Edition, 1936. En

Theories of swplus va luy op. ci t . ,

parte 3, p. 449, Marx afirma que la precondi-

ción para la existencia del plusvalor absoluto es la "ferti lidad natural de la t ierra".

6

Michael Lebowitz, "The general and the specific in Marx's theory of crisis",

Studies in Political Eco-

n o r n y ,

7, invierno de 1982. L ebowitz inclu ye como barreras "gen erales" el abasto de man o de obra y la

disponibilidad de tierra y recursos naturales. No obstante, no distingue entre el abasto de mano de obra

Per se y

el abasto de trabajo asala riado

disciplinado.

En cuanto a los recursos naturales , no diferencia

entre las escaseces "

 

natu rales' ylas que crea por si mismo el capital en el proceso de capital izar la natu -

raleza, o las creadas

políticamente

por movimientos ecologistas.

194

AMES O'CONNOR

En suma, Marx creía que las granjas capitalistas (por ejemplo) arruinan la cali-

dad del suelo. Pensaba también que las malas cosechas adoptan la forma de crisi

s

patible con el capitalismo), 7

nunca tomó en consideración la posibilidad de que

los métodos agrícolas ecológicamente destructivos pudieran elevar los costos de

los elementos del capital, lo cual, a su vez, podría amenazar con c risis económicas

de un tipo particular, a saber, la subproducción de capital .

8

Dicho de otra mane-

ra, Marx no llegó a sumar dos más dos y afirmar que las barreras naturales pue-

CAPITALISMO Y NATURALEZA

95

trabajadora es el agente de la revolución socialista. Las relaciones de producción

capitalistas constituyen el objeto inmediato de la transformación social. La sedes

de la transformación son el sistema político y el estado, así como el proceso de pro-

ducción e intercambio.

En contraste, el punto de partida de una teoría marxista ecológica'

1

de la cri-

sis económica y la transición al socialismo es la contradicción entre las relaciones

de producción capitalistas (y las fuerzas productivas), por un lado, y

las condiciones

de

producción capitalista, o "relaciones y fuerzas de reproducción social capitalis-

tas92 por el otro.

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den ser barreras producidas de modo capitalista, es decir, una "segunda" natura-

leza capitalizada.

9

Insinuó, pero no desarrolló, la idea de que puede existir una

contradicción del capitalismo que conduzca a una teoría ecológica de la crisis y

la transformación social.

DOS CLASES DE TEORÍA DE LA CRISIS

El punto de partida de la teoría marxista tradicional de la crisis económica y la

transición al socialismo es la contradicción entre las fuerzas productivas y las rela-

ciones de producción capitalistas. 1 0

La forma específica de esta contradicción se

da entre la producción y la realización (o apropiación) del valor y e l plusvalor, una

especie de contradicción entre la producción y la circulación del capital. La clase

El capi ta( op . c i t . ,

vols. 6 y 8.

Por lo tanto podemos distinguir dos tipos de escasez: primero, la escasez que surge de la crisis eco-

nómica basada en la sobreproducción tradicional del capital, es decir, una escasez puramente social;

segundo, la escasez debida a la crisis económica basada en una escasez —producida de manera capita-

lista— de condiciones naturales o, en general, de condiciones de producción. Ambos tipos'cle escasez

pueden atribuirse, en última instancia, a las relaciones de producción capitalistas. Sin embargo el

segundo tipo no se debe a "m alas cosechas", por ejemplo, sino a "malas cosechas" producidas en forma

capitalista debido a la tierra dedicada a la minería, no a la agricultura, a la contaminación de los man-

tos freáticos, etcétera.

9

Hay dos razones por las que Marx se alejó de cualquier teoría del capitalismo y el socialismo que

privilegiara algún aspecto de la reproducción social, aparte de la contradicción entre producción y cir-

culación del capital. Una es su oposición a toda teoría que pueda "naturalizar", y por lo tanto reificar,

las contradicciones económicas del capital. Su polémica con Malthus, y especialmente su rechazo de

todas las explicaciones naturalistas de los fenómenos sociales, le impidieron "sumar dos más dos".

Segundo, en el tercer cuarto del siglo

X I X

hubiese sido dificil sostener plausiblemente que el perjuicio

de las condiciones de producción y las consiguientes luchas sociales son barreras autoimpuestas del

capital, porque la naturaleza histórica no estaba capitalizada hasta el punto en el que lo está hoy, es

decir, lo que hacen posible en la actualidad un "marxismo ecológico" son las condiciones históricas de

la producción y reproducción de las condiciones de producción.

to Las mejores visiones d e las categorías problemáticas de las fuerzas productivas y las relaciones de

producción son Derek Sayer,

The v io lente o f abst rac t ion: The analy t ical foundat ions of h istorical material im

Oxford, Basil Blackwell, 1987, y Robert Ma rotto,

F o r a l and r e l a t i o ns o f p r o d uc t i o n ,

tesis doctoral, Univer-

sidad de California en Santa Cruz, 1984.

Marx definió tres clases de condiciones de producción. La primera son las "con-

diciones físicas externas",

1 3

o elementos naturales que intervienen en el capital

constante y el variable. Segundo, la "fuerza de trabajo" de los trabajadores se defi-

nió como las "condiciones personales de producción". Tercero, Marx se refirió a

las condiciones comunales, generales, de la producción social ,

por ejemplo, los "medios

de comunicación . 1 4

En la actualidad las "condiciones físicas externas" se analizan en términos de la

viabilidad de los ecosistemas, los niveles adecuados de ozono atmosférico, la esta-

bilidad de las líneas costeras y las cuencas, la calidad del suelo, el aire y el agua, y

cosas por el estilo. La "fuerza de trabajo" se discute en términos del bienestar físi-

co y mental de los trabajadores, la clase y el grado de socialización de los mismos

y de

los seres humanos, en general, como fuerzas productivas sociales y organis-

mos biológicos. Las "condiciones comunales" se analizan en términos del "capital

social", la "infraestructura", y así sucesivamente (incluyendo, desde hace muy

poco, el "capital comunitario"). En los conceptos de "condiciones físicas exter-

nas", "fuerza de trabajo" y "condiciones comunales" están implícitos los conceptos

de espacio y de "ambiente social". De esta manera incluimos como una condición

11

Hasta donde sé, la frase "marxismo ecológico" fue acuñada por Ben Agger,

W e s t e r n Ma r x i s m , An

int roduct ion: Classical

and

coi: t emporal ), sources, Santa Mónica,

Goodyear, 1987, pp. 316-339. Agger se con-

centra en el "consumo", no en la "producción". Su tesis es que el consumo en constante expansión

requerido para mantener la estabilidad económica

y

social perjudica el ambiente, y que la crisis ecoló-

gica ha remplazado a la económica com o principal problema del capitalismo. Este capítulo puede ver-

se, entre otras cosas, como una crítica de la visión, muchas veces penetrante, de Agger.

12

Carlo C arboni también usa la expresión "condiciones sociales reproductivas". Yo empleo "condi-

ciones de producción porque quiero reconstruir el problema usando la terminología propia de Marx

y

también porque quiero restringir esencialmente mi discurso a las tendencias a la crisis en el proceso

de producción y circulación del ca pital, más que al proceso de reproducción social, es decir, repro-

ducción de la formación social en su conjunto. Esto significa que seguiré la senda de Marx e interpre-

taré "condiciones de producción" en términos "objetivos".

13

Las condiciones fisicas externas incluyen la "riqueza natural en medios de subsistencia" y l a

"riqueza natural en los instrumentos de trabajo" (El capi tal ,

vol. 2,

o p .

cit., pp. 534-535).

14

Karl Marx,

Grundri sse,

ca de la econo mía po lí t i ca (Crundri sse) ,

México, Siglo XXI, 1971-1976].Véase también Marino Folin, "Public

enterprise, public works, social fixed capital: Capitalist production of the 'communal, general conditions

of social production'",

Int ernat ional fonrnal o f Urdan and Regional Research ,

3, 3, septiembre de 1979.

Harmondsworth, Penguin, 1973, p. 53 3

[ E l e n s e n t a s f u n d a m e n t a l e s p a r a l a e n l i -

196

AMES O'CONNOR

de producción el "espacio urbano" ("naturaleza urbana capita lizada") y otras for-

m a s d e e s p a c i o q ue es t r uc t u r a n —y s on e s t r uc t ur a d a s p or— la r e la c i ó n e nt r e la

ge nt e y e l " a m b i ent e " , 1 5

lo cual , a su vez, ayuda a producir ambientes sociales . En

p o c a s pa l a b ra s , l a s c o n d i c io n es d e p ro du c c i ó n i n c l u y en l a ma t eria l i d a d y l a s o c i a -

lidad capita lizadas o convert idas en mercancías , excluyendo la producción, dis tri-

b u c i ó n y c a mb i o de l a s merc a n c í a s mi s ma s , es t r i c t a men t e d ef in i d a s .

La forma

específica de la contradicción entre las relaciones (y fuerzas) de pro-

d u cci ó n y l a s co n d i c io n e s d e p r od u cc i ó n ca p i t a l is t a s se d a t a m b ié n e n t r e l a p r o d u c-

C A P I T A L I SM O Y N A T U R A L E Z A

97

t ivas y relaciones de producción se ve como un a con dición n ecesaria pero no suf i-

ciente para la transición al socialismo (productivista). En el marxismo ecológico el

desarrollo de formas más sociales para la provisión de las condiciones de produc-

ción es también una condición necesaria pero no suficiente para el socia l i smo

(ecológico). El "socialismo ecológico" sería diferente del que imaginaron los mar-

xistas tra diciona les; primero, porque desde la perspectiva de la s condiciones de

producc ión la mayoría de las luchas t ienen fuertes dimensiones particularistas , a

veces "anticapitalistas románticas", y por ende son "defensivas" más que "ofensi-

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ción y la rea l ización del va lor y el plusva lor. Los agentes de la transformación socia l

s o n l o s " n u ev o s mo v i mi en t o s s o c i a l es " o l u c h a s s o c i a l es , in c l u y en d o l o s c o n f l ic t o s

d e nt r o d e la p r od uc c i ó n a c e r c a d e la s a lud y la s e gu r id a d e n e l s i t i o

de

trabajo, la

producción y eliminación de desechos tóxicos , el uso de los recursos naturales y el

espacio urbano, y as í sucesivamente. Las relaciones sociales de reproducción de las

condiciones de producción (por ejemplo el estado y la familia como estructuras

d e re l a c i on es s o c i a l es , y t a mb i én l a s mi s ma s re l a c i on es d e pro d u c c i ó n en l a med i -

d a en qu e d en t ro d e la p ro d u c c i ó n c a p i t a l i s t a s e prod u c en " n u ev a s l u c h a s " ) , c o n s -

tituyen el objeto inmediato de la transformación social. La sede inmediata de la

transformación es el proceso material de la producción y reproducción de las con-

diciones de producc ión (por ejemplo, la división del traba jo dentro de la familia,

los patrones de uso de la tierra, la educación, etc.) y el mismo proceso de pro-

d uc c i ó n , nue v a m e nt e e n la m e d i d a e n q ue d e nt r o d e l luga r d e t ra b a j o c a p i t a l i s t a

se producen nuevas luchas.

E n l a t eo ría ma rx is t a t ra d i c i on a l l a c o n t ra d i c c i ó n en t re l a pro d u c c i ó n y l a rea -

lización del valor y las cris is económicas adopta la forma de una "cris is de realiza-

c i ó n " , o s o b repro d u c c i ó n d e c a pi t a l . E n l a t eo ría ma rx i s t a ec o l ó g ic a l a c r is i s ec o -

nómica asume la forma de una "cris is de l iquidez", o subproducción de capita l . En

la teoría tradiciona l la c ri sis económica es el cri sol en el cua l el capi ta l restructu ra la s

f u e r za s p r od u ct i v a s y l a s r e la c i o n e s d e p r o du cc i ón d e f or m a s q u e h a ce n q u e a m b a s

resulten más transparentemente sociales en su forma y su contenido; por ejemplo,

fusiones y adquisiciones, planeación indicativa, redes corporativas, nacionaliza-

ción, divis ión de beneficios y cosas por el es t i lo. En el marxismo ecológico la c ris is

económica es el crisol en el cual el capital restructura las

condic iones

de produc -

ción, t a m b i é n

d e ma n era s qu e l a s v u e l v en má s t ra n s pa ren t emen t e s oc i a l es en s u

forma y su contenido; por ejemplo, bosques de explotación permanente, recupe-

ración de tierras, uso y/o planeación de recursos de tierras regionales, política

poblacional , polí t ica de sa lud, reglamentación del mercado de trabajo, planeación

para eliminar los desechos tóxicos , y as í sucesivamente.

En la teoría tradicional el desarrollo de formas m ás sociales de fuerzas produc-

15

E n u n a con v ers a c i ó n con D a v i d H a rv ey , p i on ero de la t eorí a de l a s con f i g u ra ci on es y ba rrera s

espaciales al capital (Limi te to capi tal

Oxford, Basil Blackwell , 1982), al autor se le concedió un "permi-

so" tentativo para interpretar el espacio urbano y de otras formas como una "condición de producción".

vas "; y, segundo, porque se ha hecho obvio que gran pa rte de la tecnología capi-

talista y muchas de sus formas de trabajo, así como la ideología misma del progre-

s o ma t eri a l , s e h a n c o n v ert id o en pa rt e d el pro bl ema , n o d e l a s o l u c i ó n . E n

síntesis, puede no haber una sino dos "vías al socialismo" o, para ser más precisos,

dos tendencias que, en conjunto, l levan a una social ización mayor (aunque histó-

ricamente reversible) de las fuerzas productivas, las relaciones de producción, las

condiciones de producc ión, y las re laciones sociales de la producción y reproduc-

ción de estas condiciones.

LA VERSIÓN MARXISTA TRADICIONAL DEL CAPITALISMO

COMO SISTEMA EXPUESTO A LA CRISIS

En el marxismo tradicional la c ontradicción entre la producc ión y la circulac ión

de capital es "interna" a l capital ismo, porque la producción c apital ista no es sólo

producción de mercancías sino también producción de plusva lor (basada en la

explotación del trabajo). Es u n proceso de va lorización en el c ua l los capi ta l i stas

extraen de la clase trabajadora no sólo trabajo socialmente necesario (trabajo re-

querido para reproducir e l ca pital consta nte y e l variable), s ino ta mbién trabajo

excedente. Si todas la s demás condiciones permanecen c onsta ntes,

16

toda canti-

dad dada de plus valor producido (o toda tasa dada de explotación), tendrá el efec-

to de crear una determinada reducción de la demanda de mercancías a precios de

mercado. O, planteado desde el pun to de vista contrario, toda reducc ión dada de

16

La qu e sigue es una deliberada simplif icación "smithiana" de la contra dicción económica tradi-

cionalmente definida del ca pital ismo, que deja de lado la crít ica de Marx a Smith, a saber, que lo que

hace que baje la tasa de ut i lidad es la creciente composición orgánica del capital, no una menor tasa de

explotación, au nque e l ca pitalismo "se presente a s í mismo" de otra forma. Para ser absolutamente c la-

ro, la descripción siguiente no pretende revisar la c rít ica de M arx al fetichismo del capital ni a Adam

Smith et al.

Planteé en s us términos más s imples la contradicción del capitalismo con e l doble propósi-

to de: a] preparar un a discusión de la restructuración inducida por la crisis de las fuerzas product ivas y

las relaciones de producción y b] establecer un criterio para poder comparar la con tradicción "tradi-

cional" del capitalismo con la " qPginf ln" o "na tradicional", c on base en e l proceso de-escaseces crea-

das por e l capitalismo, de natu raleza externa y huma na.

CAPITALISMO Y NATURALEZA

99

98

A M E S O ' C O N N O R

demanda de bienes presupone una cantidad dada de plusvalor producido o una

tasa dada de explotación. Además, cuanto mayor sea la cantidad de plusvalor pro-

ducido o más alta sea la tasa de explotación, mayor será la dificultad para realizar

el valor y el plusvalor en el mercado. El problema básico del capitalismo es dónde

se origina la demanda extra de mercancías que se requiere para comprar el pro-

ducto del trabajo excedente. Las respue stas tradicionales incluyen el consumo de la

clase capitalista; la inversión de capital que se realiza independientemente de cam-

bios en el avance de los salarios y la demanda de los consumidores; los mercados

creados por estas nuevas inversiones; nuevo gasto en inversión, consumo o presu-

LA VISIÓN MARXISTA TRADICIONAL DEL CAPITALISMO

COMO SISTEMA DEPENDIENTE DE L A CRISIS,

y LA TRANSICIÓN AL SOCIALISMO

En el marxismo tradicional el capitalismo no sólo está expuesto a las crisis sino que

también depende de ellas. El capital acumula por medio de las crisis, que funcio-

nan como mecanismo de disciplina económica. La crisis es la ocasión que aprove-

cha el capital para restructurarse y racionalizarse a fin de restaurar su capacidad

de explotar el trabajo y acumular. Hay dos formas generales, interdependientes,

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puesto gubernamental financiado por más crédito comercial, al consumo o guber-

namental, y el robo de mercados de otros capitales y/o de capitales en otros paí-

ses. Sin embargo, estas "soluciones" al problema de la realización de valor

(mantener un nivel suficiente de demanda agregada de mercancías para conser-

var determinada tasa de utilidades sin el riesgo de crisis económicas y de la deva-

luación del capital fijo) se convierten en otras clases de "problemas" potenciales

del capitalismo. El consumo capitalista constituye un uso improductivo del plus-

valor, y lo mismo ocurre con la utilización del capital en la esfera de circulación

con el objetivo de vender más rápido las mercancías. La nueva inversión de capi-

tal puede expandirse más rápido que la nueva demanda de consumo, o indepen-

dientemente de ella, con el resultado de que aumenten las posibilidades de una

crisis de desproporcionalidad o de una crisis de realización más grave en el futu-

ro. Aunque un sistema de crédito bien desarrollado puede ampliar la demanda de

mercancías al margen de aumentos en jornales y salarios, la expansión de la

demanda de consumo basada en elevaciones del crédito al consumo o hipotecario

mayores que los aumentos de jornales y salarios presenta el riesgo de transformar

una crisis potencial de sobreproducción capitalista en una crisis de subproducción

capitalista. Además, toda expansión del crédito crea deuda (así como activos),

especulación financiera e inestabilidades de las estructuras financieras, lo que pue-

de presentar el peligro de una crisis del sistema financiero. El robo de mercados

de otros capitales implica la concentración y/o centralización de capital y, por

ende, el empeoramiento del problema de la realización de valor en el futuro, o de

inquietud social debida a la destrucción de capitales más débiles, o inestabilidad

política, amargas rivalidades internacionales, proteccionismo y guerra. En pocas

palabras, la crisis económica puede asumir diversas formas además de la tradicio-

nal "crisis de realización", incluyendo crisis de liquidez, crisis o colapso financiero,

crisis fiscal del estado y tendencias a crisis sociales y políticas relacionadas. No obs-

tante, cualesquiera que sean las formas específicas de las crisis históricas (la lista

anterior pretende ser sugestiva, no exhaustiva), y cualquiera que sea el curso espe-

cífico de su desarrollo y solución, la mayoría de los marxistas —si no todos— acep-

tan la premisa basada en las condiciones reales de explotación capitalista de que

el capitalismo es un sistema expuesto a las crisis.

en las que el capital se transforma para explotar la crisis y resolverla a su favor. U na

consiste en hacer cambios en las fuerzas productivas; la otra en hacer cambios en

las relaciones de producción. Los cambios en cualquiera de las dos presuponen o

requieren, casi siempre, nuevas formas de cooperación directa e indirecta dentro

y entre los capitales individuales y/o dentro y entre el estado y/o entre capital y

estado. La mayor cooperación o planeación tiene el efecto de hacer más transpa-

rentemente social la producción, al tiempo que subvierte el fetichismo de las mer-

cancías y el capital, o el aparente "carácter natural" del capital y de la economía

capitalista. Así, el t h e l o s

de la crisis consiste en crear la posibilidad de imaginar una

transición al socialismo.

Los cambios inducidos en las fuerzas productivas por la crisis por parte de capi-

tales que procuran defender o restaurar las utilidades (y que ejemplifican los cam-

bios tecnológicos que reducen los costos por unidad, aumentan la flexibilidad de la

producción, etc.), tienen el efecto sistemático de disminuir los costos de reproduc-

ción de la fuerza de trabajo; volver más baratas las materias primas o más eficiente

su utilización; reducir el periodo de producción y/o de circulación, y así sucesiva-

mente. Cualesquiera que sean las fuentes inmediatas de la crisis, la restructuración

de las fuerzas productivas con el objetivo de elevar las utilidades es una conclusión

evidente. Más aún, los cambios de las fuerzas productivas inducidos por la crisis

implican o presuponen formas más sociales de relaciones de producción, por ejem-

plo formas de cooperación más directa dentro de la producción. 1 7 Entre los ejem-

plos de cambios actuales de las fuerzas productivas, y de cambios asociados en las

relaciones de producción, se cuentan los sistemas de fabricación computarizados,

flexibles, y la robotización, los cuales se asocian con el desarrollo de "juego creativo

en equipo" y otras formas de cooperación en el lugar de trabajo y de participación

en las utilidades, entre otras novedades. Y, por supuesto, la principal fuerza pro-

ductiva es la cooperación humana. La ciencia o la producción social de conoci-

miento teórico y práctico se ha vuelto una empresa casi totalmente cooperativa,

1 8

17

La "cooperación" (por ejemplo las "relaciones de trabajo") es tanto una fuerza productiva como

relaciones de producción, es decir, está determinada de m anera ambigua por la "cultura", la "necesi-

dad tecnológica" y el "poder" (véase el capítulo 1).

18 David Knight, 77ie

age of &jeme,

Oxford, Basil Blackwell, 1986.

200

AMES O'CONNOR

A P I T A L IS M O Y N A T U R A L E Z A

01

e n pa r t e c o m o r es u l t a d o d e c r i s i s h i s t ór ic a s e c o n ó m i c a s , s o c i a l e s y po l ít i c a s a c u m u -

l a t i v a s .

La segunda manera en que el capital se restructura a sí mismo es realizando

cambios, inducidos por la crisis, en las relaciones de producción dentro y entre el

capital, dentro del estado y/o entre el estado y el capital, que se introducen con el

propósito de ejercer mayor control de la producción, las inversiones, los mercados

y demás; por ejemplo, la instauración de más planeación. Históricamente la pla-

neación ha adoptado muchas formas (por ejemplo nacionalización, política fiscal,

que estén o no disponibl es para el capita l —en l as cant idades y ca l idades necesa-

r

ias , y en l os momentos y l ugares adecua dos— l as materias primas, l as capa cidades

l a b o r a l es n e c e s a r i a s , l a s c o n f i g u r a c i o n e s e s pa c i a l e s e i n f r a e s t ru c t u r a l e s út i l es ,

depende del poder pol ít ico del ca pita l , del poder de l os movimientos socia l es que

cuestionan determinadas formas capital istas de condiciones de producción (por

ejemplo las lu chas por la t ierra como medio de producc ión y n o como medio de

c o n s u m o ) , d e l a s e s t r u c t u r a s e s t a t a l e s q u e m e d i a n u o c u l t a n l o s c o n f l i c t os a c e r c a

de la def inición y e l uso de las condiciones de producción (por ejemplo consejos

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planeación indicativa), incluyendo, en el nivel político, el fascismo, el "new dea-

lismo" y la democracia social. Cualesquiera que sean las fuentes inmediatas de la

crisis, se puede dar por descontada la restructuración de las relaciones de pro-

ducción con el fin de desarrollar más control del trabajo, del abasto de materias

primas

y

demás. Más aún, los cambios de las relaciones de producción inducidos

por la crisis implican o presuponen formas más sociales de las fuerzas productivas,

por ejemplo, formas más directas de cooperación. Los ejemplos actuales de cam-

bios de las relaciones de producción incluyen "acuerdos estratégicos" entre capi-

tales de alta tecnología, una enorme intervención del estado en los mercados

financieros, y la centralización de capital por medio de compras y fusiones. Estos

cambios implican compartir o socializar los secretos de alta tecnología y personal

técnico, nuevas formas de control financiero, y la restructuración de los sistemas

de administración y producción, respectivamente.

HACIA UNA VISIÓN MARXISTA ECOLÓGICA DEL CAPITALISMO

COMO SISTEMA EXPUESTO A L AS CRISIS

El punto de partida del "marxismo ecológico" es la contradicción entre las rela-

ciones de producción y las fuerzas productivas capitalistas, por un lado, y las con-

diciones de producción, por el otro. Ni la fuerza de trabajo humana ni la natura-

leza externa ni las infraestructuras, incluyendo sus dimensiones espacio-

temporales, se producen de manera capitalista, aunque el capital trata estas con-

diciones de producción

como s i

fuesen mercancías o capital mercantil. Precisa-

mente porque no se producen y reproducen de manera capitalista, aunque son

compradas y vendidas y utilizadas como si lo fuesen, las condiciones de oferta

(cantidad y cualidad, lugar y tiempo) tienen que ser reguladas por el estado o por

capitales que actúan como si fuesen el estado. Si bien la capitalización de la natu-

raleza implica la penetración creciente del capital en las condiciones de produc-

ción (por ejemplo árboles producidos en plantaciones, especies alteradas genéti-

camente, servicios postales privados, educación en cuotas, etc.), el estado se ubica

(o media) entre el capital y la naturaleza--con el- resultado inmediato de que-se

politizan las condiciones

de

producción capitalista. Esto significa que el hecho de

de zonificación) y demás.

1 9

S i exceptuamos l as ramas del es tado que regl amentan

el dinero, l a l ey y el orden, y c iertos as pectos de l a s rel aciones exteriores ( l os que

no tienen ninguna relación obvia con el acceso a fuentes externas de materias

primas, fuerza de trabaj o, etc . ) , todo organ ismo ofic ia l y programa de un partido

pol í t ico puede verse como una especie de interfaz entre el capita l y l a natural eza

( incluyendo los seres humanos y e l espacio) . En síntesis , enfrente o no e l capital

" barreras externas" a l a acumul ación, inc l uyendo barreras externas en forma de

n u e v a s l u c h a s s o c i a l es r e s pe c t o a l a d e f in i c i ó n y e l u s o d e l a s c o n d i c i o n e s d e pro

ducción (es decir , "barreras sociales" que median entre las barreras internas o

específicas y l as externas o g eneral es);

2 9

asuma n o no estas " barreras externas" l a

forma de cris is económica, y se resuel va o n o l a cris is económica a fav or o en con-

tra del ca pita l , son, en primer luga r, cuest iones s ociopol í t icas e ideológicas , y só l o

secundariamente cuestiones socioeconómicas. Esto se debe (como vimos en el

capítulo 7) a que las condiciones de producción, por definición, están pol it izadas

( a diferencia de l a producción misma); el acceso a l a na tural eza es tá mediado por

l uchas , ya que l a na tural eza externa n o t iene identidad pol ít ica y subj etividad pro

pias.

2 1

L a fuerza de trabaj o ( y l a comunidad) son l as únicas que l uchan en torno a

l as condiciones de su propio bienestar y ambiente socia l en su definic ión ampl ia .

Una vis ión marxis ta ecol ógica del capita l ismo como sis tema expuesto a l as cri-

s is se concentra en l a forma en que el poder de l as rel aciones de producción y l as

19

Esta c lase de formulación del problema evita e l funcionalismo de la "escuela de derivación del

estado" del marxismo, así como las teorías weberianas del estado que no se basan en las relac iones y la

existenc ia materiales .

" Las l lamadas barreras externas

pueden ser

in terpretadas como barreras externas s i asu mimos que:

a l l a n a t u r a l e z a e x t e rn a e s t á t o t a l m e n t e c o n v e r t i d a e n m e r c a n c í a o c a p i t a l i z a d a , y b ] l a s n u e v a s l u c h a s

soc iales organizadas bajo el s igno de la "ecología" o el "ambientali smo" tienen sus raíces en la estruc-

tura y la s relac iones de c lase del capi tali smo moderno, por ejemplo la aparic ión de la nueva c lase media

asalariada, columna vertebral del ambientali smo tradic ional en Estados Unidos.

21

"La naturaleza externa y universal puede considerarse como diferencias dentro de una unidad,

desde e l punto de

vis ta

d e l a a c u m u l a c i ó n d e c a p i t a l y d e l a s a c c i o n e s e s t a t a l e s n e c e s a r ia s p a r a g a r a n t i -

z a r q u e e l c a p i t a l p u e d a a c u m u l a r . S i n e m b a r g o l a d i f e re n c i a n o e s m e n o s s i g n i fi c a t i v a q u e l a u n i d a d ,

desde el punto de vi sta de la acc ión soc ial y ecológica y del confli c to polí ti co. La razón es que la fuerza

d e t r ab aj o es u n s u j e t o qu e lu c h a po r la s c o n d i c i o n e s d e s a lu d y la s c o n d i c io n e s ( n a t u r a le s ) d e s a lu d

soc ial en su definic ión más amplia, mientras que los 'elementos naturales que intervienen en el capi tal

variable y constante' son objetos de lucha" (Robert Marotto, correspondencia, oc tubre de 1992).

202

A M E S O ' C O N N O R

APITALISMO Y NATURALEZA

03

fuerzas productivas capitalistas, combinadas, se autodestruye al afectar o destruir

sus propias condiciones, más que reproducirlas (definidas las "condiciones" en

términos de dimensiones tanto sociales como materiales). Esa visión hace hinca-

pié en el proceso de explotación del trabajo y en el capital en expansión, en la

reglamentación oficial de la prohibición o regulación de las condiciones de pro-

ducción, y en las luchas sociales organizadas en tomo al uso y abuso de estas

condiciones por parte del capital. La pregunta más importante —¿crea el capital

sus propias barreras o límites al destruir sus propias condiciones de produc-

ción?— tiene que plantearse en términos de

valo res de uso espec í fi co s ,

así como de

valor de cambio. Esto se debe a que las condiciones de producción no se produ-

"condiciones personales de producción... [la] fuerza de trabajo" en relación con

la destrucción, por parte del capital, de la vida comunitaria y familiar establecida,

así como con la introducción de relaciones de trabajo que reducen las aptitudes y

crean, en general, un ambiente social tóxico. De estas maneras podemos introdu-

cir la "escasez" —sin temor a errar— en la teoría de la crisis económica de mane-

ra marxista, no neomalthusiana. También podemos introducir la posibilidad de

subproducción

del capital una vez que sumamos los crecientes costos de reproduc-

ción de las condiciones de producción. Los ejemplos de esto incluyen el presu-

puesto para salud que se requiere para las relaciones laborales y familiares capita-

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cen como mercancías, y por lo tanto los problemas relativos a ellas son "específi-

cos del sitio", incluyendo el cuerpo individual como un "sitio" único. La segunda

pregunta —¿por qué afecta el capital sus propias condiciones?— tiene que plan-

tearse en términos de la teoría del capital que se expande, de sus tendencias uni-

versalizadoras a negar los principios de especificidad del sitio, su falta de propie-

dad de fuerza de trabajo, naturaleza externa y espacio y, por ende (sin una

planeación estatal o capitalista monopólica), la incapacidad del capital para abs-

tenerse de dañar sus propias condiciones. La tercera pregunta —¿por qué las

luchas sociales contra la destrucción de las condiciones de producción (que se

resisten a la capitalización de la naturaleza, es decir el movimiento ambiental, el

de salud pública, el de salud y seguridad ocupacionales, el urbano y otros) afec-

tan potencialmente la flexibilidad y la variabilidad del capital?— debe plantearse

en términos de conflictos acerca de

las condiciones definidas como valores de uso

y, al mismo tiempo, valores de cambio.

Son muchos y muy variados los ejemplos de acumulación capitalista que perju-

dica o destruye las propias condiciones del capital, poniendo en peligro con ello

sus propias utilidades y su capacidad para producir y acumular más capital. El

calentamiento de la atmósfera destruirá inevitablemente personas, lugares y utili-

dades, por no mencionar otras especies vivas. La lluvia ácida destruye por igual

bosques, lagos, edificios y ganancias. La salinización de los mantos freáticos, los

desechos tóxicos y la erosión del suelo dañan tanto los beneficios como la natura-

leza. El capital urbano que corre sobre una "cinta urbana sinfín" lesiona sus pro-

pias condiciones y, por ende, sus utilidades, en forma de costos por congestiona-

miento y rentas altas, por ejemplo 2

2

También puede mencionarse en relación con

esto la decrepitud de la infraestructura fisica en Estados Unidos. Hay asimismo

una "banda sinfín de la educación", una del bienestar, una de la atención a la

salud, y otras.

2 3

De manera que esta línea de pensamiento se aplica también a las

" "Economistas y dirigentes empresariales dicen que las áreas urbanas de California enfrentan con-

gestionanúentos de tránsito tan intensos que se ve amenazada la vitalidad económica del estado",

N e w

Y o r k

Tima,

5 de abri l de 1988.

" °Si a las escuelas no se les ocurre cómo educar mejor a esas poblaciones en crecimiento y con-

vertirlas en trabajadores y ciudadanos productivos, podría estar en peligro la estabilidad de la econo-

listas; el gasto en drogas y rehabilitación; las enormes sumas que se gastan como

resultado del deterioro del medio social (por ejemplo los costos de policía y de

divorcio); las inmensas cantidades que se invierten para impedir mayor destruc-

ción ambiental y para limpiar o reparar el legado de la destrucción ecológica del

pasado; el dinero que se requiere para inventar, desarrollar y producir sustitutos

sintéticos y "naturales" como medios y objetos de producción y consumo; las

inmensas sumas necesarias para pagarles a los jeques petroleros y las compañías

eléctricas, en calidad de utilidades por la renta de la tierra y el monopolio; el cos-

to de deshacerse de la basura; los costos extras del espacio urbano congestionado,

y los costos que recaen sobre los gobiernos, los campesinos y los obreros del tercer

mundo como resultado de la doble crisis de la ecología y el desarrollo. Y así suce-

sivamente. Nadie ha calculado los ingresos totales requeridos para compensar las

condiciones de producción menoscabadas o perdidas y/o para restaurarlas y desa-

rrollar sustitutos (y mucho menos cuánto de esos "costos" recae realmente en el

capital). Es concebible que el gasto total asignado a proteger o restaurar las con-

diciones de producción pueda ascender a la mitad o más del producto social total:

todos gastos inmediatamente improductivos desde el punto de vista del capital en

expansión. ¿Es posible vincular estos gastos improductivos (y los que se prevén

para el futuro) con el vasto sistema actual de crédito y deuda en todo el mundo?

¿Con el crecimiento del capital ficticio? ¿Con la crisis fiscal del estado? ¿Con la in-

ternacionalización de la producción? La teoría marxista tradicional de la crisis

interpreta las estructuras de crédito/deuda como resultado de la sobreproducción

del capital. Un enfoque marxista ecológico podría interpretar también los mismos

fenómenos como resultado de la subproducción del capital y del uso improducti-

vo del capital producido. Estas tendencias ¿se refuerzan o se cancelan mutuamen-

te? Sin prejuzgar la respuesta, es evidente que esta cuestión requiere una elabora-

ción teórica.

mía", Edward

B .

Fiske, "U. S. business turns auention to workers of the future",

Internat ional Herald Tr i-

buno,

20-21 de febrero de 1988. Fiske se refiere a las minorías que constituyen hoy el 17% de la pobla-

ción de Estados Unidos, cifra que se espera aumentará una tercera parte para el año 2020. En ese país

los costos de atención a la salud, como porcentaje del

PM,

eran de alrededor del 6% en 1965; se espera

que en 2000 sean del 15%, "Healt care has become an economic cancer in chis country",

S an F r anc i s c o

Chnns ide,

14 de marzo de 1988.

204

AMES O•CONNOR

CAPITALISMO Y NATURALEZA

05

HACIA UNA VISIÓN MARXISTA ECOLÓGICA DEL CAPITALISMO

COMO UN SISTEMA EXPUESTO A CRISIS Y DEPENDIENTE DE LA CRISIS,

Y L A T R A N S I C I Ó N A L S O C I A L I S M O

Ni

M a rx y l o s ma rx is t a s h a n d es a rro l l a d o u n a t eo rí a d e l a re l a c i ó n en t re l o s c a m-

bios de las condiciones de producción capita li s ta inducidos por la cris is y el es ta-

blecimiento de las condiciones del sociali smo ecológico. En el marxismo tradicio-

nal los cambios de la s fuerzas productivas y la s relaciones de producción inducidos

sociales de reproducción de las condiciones de producción, por ejemplo, formas

más directas de cooperación dentro de la esfera de las condiciones de producción.

Un ejemplo actua l de un cambio de las con diciones de producción, y del cambio

socia l de la s relaciones socia les de reproducción de la s c ondiciones de produc-

ción, es el control integrado de plagas, que no sólo presupone mayor coordinación

de los esfuerzos de los agricultores, sino también mayor coordinación de los pro-

gramas de capacitación y educación." Otro ej empl o es l a tecnol ogía preventiva de

salud en relación c on e l s ida y los cambios asociados de las re laciones comunita-

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por la cris is es tán determinados por la necesidad de reducir costos , intensificar el

trabajo, restructurar la organización del capita l y as í sucesivamente. Las fuerzas y

las relaciones tienden a convertirse en formas sociales más transparentes. En el

marxismo ecológico (igual que en el marxismo tradicional) , el capita li smo no sólo

está expuesto a las crisis sino que también depende de ellas. Los cambios de las

condiciones de producción inducidos por la crisis (ya se origine ésta en la sobre-

producción del capital, la subproducción o ambas) también están determinados

por la necesidad de abat ir costos , reducir la ren ta de la t ierra, au menta r la f lexibi-

lidad y demás, y de restructurar las condiciones mismas, por ejemplo mediante la

expansión de la salud preventiva, la reforestación, la reorganización del espacio

urbano y otros modos de reducir el t iempo de trabajo socialmente necesario.

Hay dos maneras generales, interdependientes, en las que el capital (con ayu-

da del es tado) cambia sus propias condiciones para hacer frente a las cris is y para

resolverlas a su favor. Una son los cambios de las condiciones definidas como fuer-

zas product ivas . La otra son cambios de las relaciones sociales de reproducción de

las condiciones. Los cambios de cualquiera de las dos casi siempre presuponen o

requ i eren n u ev a s f o rma s d e c o o pera c i ó n en t re y d en t ro d e l o s c a pi t a l es y /o en t re

el capital y el estado y/o dentro del estado, o formas más sociales de "regulación

del metaboli smo entre la humanidad y la na tura leza", a sí como del "metaboli smo"

entre el individuo y el ambiente físico y social. Una mayor cooperación tiene el

efecto de hacer que las condiciones de producción (ya poli t izadas) sean más trans-

p a ren t emen t e po lí t ic a s , s u b v i rt i en d o a s í a ún má s l a a pa ren t e " n a t u ra l i da d " d e l a

exis tencia del capita l . Así ,

el thetas

de la cris is es c rear la posibi lidad de imagina r

con mayor claridad una transición al socialismo.

Los cambios inducidos por la crisis en las condiciones definidas como fuerzas

productivas, con el propósito de defender o restaurar la utilidad (ejemplificadas

por los cambios tecnológicos que reducen los costos de congestión, aumentan la

flexibi lidad en la u t i l ización de materias primas , etc .) , t ienen el efecto s is témico de

bajar los c ostos de reproduc ción de la fu erza de trabajo, permitir obtener materias

primas más baratas, y reducir de otras formas el costo , aumentando la f lexibi l idad.

C u a l e sq u i e ra q u e se a n l a s f u e n t e s i n m e d ia t a s d e l a cr i s is , se d a p o r d esco n t a d o q u e

habrá esfuerzos por restructurar las condiciones de producción con el objet ivo de

el ev a r l a s u t i l id a d es . M á s a ún ,

les cambies

inducidos por - la crisis en las-con dicio-

nes de producción implican o presuponen formas más sociales de las relaciones

rias hacia un a mayor cooperación.

L a segunda forma de restructuración son l os cambios inducidos por l a cris is en

las re laciones sociales de reproducc ión de las con diciones de producción, intro-

ducidos con el objeto de ejercer mayor control de las condiciones de producción,

es decir , mayor planeación. Históricamente la planeación ha adoptado muchas

formas; por ejemplo, el transporte urbano y regional, la planeación en materia de

sal ud, l a pl aneación de recursos na tural es y as í sucesivamente. 2 5 Cualesquiera que

sean la s fuentes inmediatas de la c risis , también podemos dar por desconta da la

restructuración de estas relaciones sociales con el fin de desarrollar mayor control

de las condiciones de producción. Más aún, los c ambios inducidos por la c risis en

las relaciones sociales de reproducción de las condiciones de producción implican

o presuponen formas más sociales de condiciones de producc ión definidas c omo

fuerzas productivas. Un ejemplo actual de uno de esos cambios es la "planeación"

para hacerl e frente a l esmog urban o, que presupone coal ic iones de asociaciones y

grupos (cooperación política) pa ra legi timar medidas de reduc ción del esmog

duras pero cooperativas.

2 6

Otro ejemplo es la propuesta restructuración del U. S.

Bureau of Recl amation, que presupone l os n uevos ca mbios técnicos en pol ít ica del

a g u a .

2 7

24

Según se informa, en Indonesia e l conocido programa int e levó las ut i lidades reduciendo los cos-

tos y au mentan do también los rendimientos. Depende de nuevos programas de adiestramiento y edu-

cación, coordinación de la planeación agrícola, etc. Sandra Postel, "Indonesia steps off the pesticide tre-

admill", World Watd ,

enero-febrero de 1988, p. 4 .

" Por ejemplo, en Alemania la industria organ izada y la coordinación entre la industria y e l estado

logra internalizar muchas externalidades o c ostos sociales. Esto se lleva a c abo sin daños grav es a las u t i-

lidades porque la República Federal Alemana produce bienes de tan a lta ca lidad y tan deseables para

el mercado mundial que los costos de proteger o restau rar las con diciones de producción s e pueden

absorber y la industria sigue siendo competitiva.

2:3. Christopher J. Dagget, "Smog, more smog, and still more smog",

N e w Y o r k T i m e s ,

23 de enero de

1988.

27

La idea de que la crisis indu cida por condiciones

de

producción inadecuadas da por resultado

formas más sociales de producción y relaciones de producción no es n ueva en los círculos no marxis-

tas. Schna iberg vincu ló la rápida expansión económica con la creciente explotación de los recursos y e l

aumento de los problemas a mbientales, lo cual a su v ez planteaba restricciones al crecimiento econó-

mico, volviendo así esencial a lgún t ipo de planeac ión del uso de recursos, niveles de conta minación,

etc . Interpretó la legislación a mbiental y las polí t icas de control de los setenta como eI inició de la pla-

neación ambiental. Schnaiberg, o p c i t .

La idea de que la crisis inducida por condiciones de producción

206

AMES O'CONNOR

APITALISMO Y NATURALEZA

07

En síntesis, la crisis obliga al capital y al estado a ejercer mayor control o pla-

neación sobre las condiciones de producción (así como sobre la producción y cir-

culación del capital mismo). Podemos estar casi seguros de que la primera gran

crisis del nuevo sistema de capitalismo global será ocasión para una multitud de

nuevos instrumentos internacionales de planeación (como los que ya existen, por

ejemplo, en la banca internacional). La crisis da origen a nuevas formas de planea-

ción flexible y de flexibilidad planeada, lo cual aumenta las tensiones entre un

capitalismo más flexible y un capitalismo más planeado, más que en la visión mar-

xista tradicional de la restructuración de la producción y la circulación, debido al

hacer encajar nuevas condiciones de producción, definidas como fuerzas producti-

vas, en nuevas condiciones de producción definidas como relaciones de produc-

ción, y viceversa, en formas más sociales, sin que se cree, sin embargo, una ten-

dencia natural a que el capitalismo se transforme en socialismo. Por ejemplo, los

mecanismos de planeación urbana, bajo ciertas condiciones políticas, pero no

otras, pueden ser un paso hacia el socialismo; pero sin duda son un paso hacia for-

mas más sociales de provisión de las condiciones de producción.

En el moderno capitalismo mundial la lista de nuevas formas sociales y políticas

de reproducción de las condiciones de producción es prácticamente infinita.

Resulta muy significativo —y también teóricamente desdeñado dentro del marxis-

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papel clave de las burocracias del estado (y, cada vez más, internacionales) en la

provisión de las condiciones de producción. Las crisis fuerzan al capital y al esta-

do a enfrentar sus propias contradicciones básicas, que subsecuentemente son des-

plazadas a la esfera política, ideológica y ambiental (má s alejadas de la producción

y la circulación directas), donde se introducen formas m ás sociales de condiciones

de producción, definidas tanto material como socialmente (por ejemplo el bipar-

tidismo político en relación con el desarrollo urbano, la reforma educativa, la pla-

neación ambiental y otras formas de provisión de las condiciones de producción).

Sin embargo, resulta claro que la tecnología y el poder se encarnan mutuamente

en el nivel de las condiciones (así como en el de la producción misma), y por eso

las nuevas formas de cooperación política sólo ofrecen tenues promesas de socia-

lismo. Una vez más, no se puede decir nada a

pr ior i

acerca de la "inminencia

socialista", excepto en un elevado nivel de abstracción. El punto clave es que el

capitalismo tiende a autodestruirse o a autosubvertirse cuando pasa a formas más

sociales de provisión de las condiciones de producción por medio de la política y

de la ideología. La premisa de este argumento (tal como ocurre con el argumen-

to de la actual interpretación del marxismo tradicional) es que

c u a l q u i e r c o n j u n t o

dado de tecno lo g ías y re lac i o nes de t rabaj o de las co n di c io nes de pro ducci ó n es co nsi s tente co n

m ás de un con jun to de re lac iones soc ia le s de reproducc ión de e sas condic iones , y que cua l-

qui er co nj unto dado de es tas re lac i o nes so c i a les es co nsi s tente co n m ás de un co nj unto de tec-

n o l o g í a s y r e l a c i o n e s d e t r a b a j o d e l a s c o n d i c i o n e s d e p r o d u c c i ó n .

Así se asume que el

"ajuste" entre las relaciones sociales y las fuerzas de reprod ucción de las condicio-

nes de producción es bastante laxo y flexible. En la crisis (en la cual, por defini-

ción, es imposible conocer el futuro) hay una especie de lucha de dos lados para

(es decir, costos) desfavorables da por resultado fuerzas productivas más sociales, así como relaciones

de producción, se puede encontrar, en forma embrionaria, en obras como

R .

G. Wilkinson,

P o v e ny and

moren: An ecological frerspec t ive on econ omic deve lopment ,

Nueva York, Praeger, 1973, que sostiene que los

cambios teconológicos que hicieron época fueron consecuencia, muchas veces, de escaseces ecológi-

cas, y como O. Sunkel y J. Leal, "Economice and environment in a developmental perspective", Inter-

nacional

Social Sc ienr,e fournal

109, 1986 , p. 413, donde se sostiene que el agotamiento de recursos y la

escasez elevan los costos del crecimiento económico debido a declinaciones de la productividad natu-

ral de los recursos, y que a ello se debe que se requieran nuevos subsidios a los recursos energéticos y

a la tecnología (lo que implica mayor planeación).

mo— que la crisis mundial actual parezca dar por resultado formas más sociales

—y requerir muchas más—, no sólo de las fuerzas y relaciones productivas sino

también de las condiciones de producción, aunque los aspectos institucionales e

ideológicos de estas formas son confusos y much as veces contradictorios, ya que no

debería vérselas como irreversibles (por ejemplo reprivatización, desregulación,

etc.). Sin embargo, resulta concebible que estemos entrando en un largo proceso

en el cual se presenten vías diferentes pero

p a r a l e l a s

al socialismo, por lo cual no

se trataría tanto de que Marx estaba equivocado como de que tenía razón a

medias. Puede ocurrir que el proceso tradicional de "construcción socialista" le

esté cediendo el paso a un nuevo proceso de "reconstrucción "socialista", la recons-

trucción de la relación entre los seres humanos y las condiciones de producción,

incluyendo el ambiente social... una especie de política de ¡La Preservación es Pri-

mero (véase el capítulo 20). Es por lo menos plausible que en el "primer mundo"

la reconstrucción socialista se vea, primero, como algo deseable y, segundo, como

necesario; en el viejo "segundo mundo" como algo igualmente deseable y necesa-

rio, y en el tercer mundo como algo, primero, necesario y, segundo, deseable. Es

más plausible aún que el calentamiento atmosférico, la pérdida de ozono, las ame-

nazas a la biodiversidad, la lluvia ácida y la contaminación de los mares vuelvan

absolutamente indispensable las formas en extremo sociales de reconstrucción de

la vida material y social.

Para profundizar en esto, sabemos que el movimiento sindical empujó al capi-

talismo hacia formas más sociales de fuerzas y relaciones productivas, por ejemplo

la negociación colectiva. Tal vez pudiésemos plantear que el feminismo, los movi-

mientos ambientales y otros nuevos movimientos sociales están "empujando" al

capital y al estado hacia formas más sociales de la reproducción de las condiciones

de producción. La explotación del trabajo (la base de la teoría marxista de la cTi-

sis, o la "primera contradicción del capitalismo", definida tradicionalmente),

generó un movimiento sindical que en determinados momentos y lugares se con-

virtió en una "barrera social" al capital. La explotación de la naturaleza (incluyen-

do la explotación de la biología humana) engendra un movimiento ambiental

(ambientalismo, movimiento de salud pública, movimientos por la salud y la segu-

ridad ocupacionales, movimientos femeninos organizados en torno a la política

208

AMES O'CONNOR

d e l c u e r po, e t c . ), qu e t a m b i é n p u e d e n c o n s t i t u i r u n a " b a r r er a s o c i a l " a l c a p i t a l . E n

Nicaragua, en los ochenta, la combinación de crisis económica y ecológica y dic-

tadura política durante el antiguo régimen engendró tanto movimiento de libera-

ción nacional como una extensa planeación en materia de ecodesarrollo.

Antes de poder decir algo políticamente sensato acerca del ambientalismo defi-

nido en su sentido más amplio, así como de las perspectivas a corto y largo plazo

para el capital, se requiere el análisis concreto de situaciones concretas. Por ejem-

plo, la lluvia ácida provoca daños ecológicos y económicos. El movimiento

cApITALISMO Y NATURALEZA

09

timados porque estarían más politizados, y en el cual la reificación capitalista sería

menos opaca. L a combinación de capita l es gol peados por l a cris is que external i-

ja

n

más costos , el uso desat inado de l a tecnol ogía y l a natural eza para l a real iza-

ción del va l or en l a esfera de l a c ircul ación, y cosas semej antes , t iene que l l evar,

más pronto o más tarde, a un a " rebel ión de l a n atu ral eza" , es decir, a poderosos

movimientos socia l es que exij an el fin de l a expl otación ecol ógica . S obre todo en

l a cris is ac tual , s in importar cómo se t eorice su origen, l os intentos del capita l por

reducir e l t iempo de producción y de circulac ión t ienen por lo general e l efecto

de empeorar las prácticas ambientales, sobre salud y seguridad, etc. Por eso la res-

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ambiental exige la limpieza y restauración del ambiente y la protección de la natu-

raleza. Esto, a largo plazo, puede restaurar las util idades o reducir los gastos

gubernamentales en limpieza, lo cual puede ser congruente o no con las necesi-

dades a corto y mediano plazo del capital. En cualquier programa sistemático de

ambiente social políticamente regulado hay tipos de planeación que protegen al

capital de sus peores excesos, pero que pueden o no ser congruentes con las nece-

sidades del mismo en determinadas coyunturas. Una posibilidad es que "la des-

trucción del ambiente puede llevar a grandes nuevas industrias destinadas a res-

taurarlo. Imagínense, equipos para dragar lagos, máquinas para limpiar bosques,

revitalizadores para la tierra, restauradores del aire, combatientes de la lluvia áci-

da." 28

E s t o s t i po s d e s ol u c i o n e s s u pe r t e c n o l ó g ic a s s e r ía n u n a e n o r m e f u g a d e p l u s -

valor, a menos que redujesen el costo de reproducción de la fuerza de trabajo

pero, al

mismo tiempo, contribuyesen a "resolver" todos los problemas de real iza-

ción que surgiesen de la tradicional sobreproducción del capital. Se requerían, sin

embargo, inmensas sumas de dinero a crédito para restaurar o reconstruir el

a m b i e n t e s o c i a l , lo c u a l d e s pl a z a r ía l a c o n t r a d i c c i ó n a l a s e s f e ra s f in a n c i e ra y f is c a l ,

más o

menos de los mismos modos en que la contradicción tradicional entre la pro-

d u c c i ó n y l a c i r c u l a c i ó n d e l c a pi t a l s e d e s p la z a h o y a l a s e s f e ra s f i n a n c i e ra y f is c a l .

Esta clase de restructuración de las condiciones de producción guiada por la

tecnología (incluyendo la restructuración guiada por la tecnología de las condi-

ciones de oferta de fuerza de trabajo) puede o no ser funcional para el capital en

su conjunto o para capitales individuales en el corto o en el largo plazo. Los resul-

tados dependerían de otras medidas de prevención y solución de crisis, de su

coyuntura exacta, y de la manera en que se articulasen con la crisis de la natura-

leza, definida de manera amplia. En última instancia, los resultados dependerían

del grado de unidad y diversidad de los movimientos sindicales, ambientales, soli-

darios y demás. Y éstas son cuestiones políticas, ideológicas y organizacionales.

En todo caso, los cambios de las condiciones de producción inducidos por la

crisis llevan necesariamente a más controles estatales, mayor planeación dentro

del bloque del capital en gran escala, un capitalismo administrado o regulado más

social y políticamente, y por lo tanto un capitalismo menos parecido a la natura-

leza, en el cual los cambios de las condiciones de producción tendrían que ser legi-

28 Saul Landau, correspondencia con el autor, noviembre de 1994.

tructuración del capita l puede profundizar l os probl emas ecol ógicos , y no resol -

v erlos . Así c omo el c a pita l a rru in a su s propios merc a dos (es dec ir u t i l ida des rea li -

zadas) cuanto mayor es l a producción de pl usval or, arruina también sus propios

beneficios producidos (es decir eleva los costos y reduce la flexibilidad del capital)

cuanto mayor es l a producción de pl usval or basada en l a apropiación destruct iva

de la naturaleza, en sentido amplio. Y así como las crisis de sobreproducción impli-

c a n u n a res tru c tu ra c ión ta n to de la s fu erza s c omo de la s rela c ion es produ c t iv a s , la s

cris is de subproducción impl ican una restructuración de l as condiciones de pro-

ducción. Y a s í como l a restructuración de l as fuerzas productivas impl ica formas

más sociales de relaciones de producción, y viceversa, la restructuración de las con-

diciones de producc ión impl ica un efecto doble: más formas socia l es de con dicio-

n es de produ c c ión defin ida s c omo fu erza s produ c t iv a s y más forma s soc ia les de la s

rel aciones de producción en l as cual es se reproducen l as condiciones de produc-

ción. En síntesis , formas más sociales de relaciones de producción, fuerzas pro-

d u c t i v a s y c o n d i c i o n e s d e pro d u c c i ó n , c o n t i e n e n e n c o n j u n t o , d en t r o d e s í m i s -

mas, posibilidades de forma socialistas. Éstas, en efecto, son inducidas por la crisis,

no só l o por l a contradicción tradicional entre fuerzas y rel aciones , s ino también

p or la c on tra dic c ión en tre fu erza s / rela c ion es y su s c on dic ion es . Así , a l c a pita li smo

son inherentes dos —no una— contradicciones y cris is; dos —no uno— conj untos

de reorgan izaciones y restructura ciones induc idas por l a cris is en l a dirección de

más forma s soc ia les (v éa se la f igu ra 8 .1 ) .

ADDENDA SOBRE LAS DOS CONTRADICCIONES DEL CAPITALISMO

En con versaciones con c ol egas de Estados Unidos y del extranj ero ha surgido una

pregu n ta : ¿c u ál es la rela c ión en tre la primera y la segu n da c on tra dic c ión del c a pi-

ta li smo? ¿Combin a n o c a n c ela n su s respec t iv os efec tos sobre los ben efic ios?

La primera contradicción del capital ismo puede plantearse simplemente: la

t a s a d e e x p lo t a c i ón e s u n a c a t e g o r ía t a n t o s o c i ol ó g ic a c o m o e c o n ó m i c a . E x p re s a

el poder social y político del capital sobre el trabajo,

y

también l a tendencia inhe-

rente del capita l ismo hacia un a cris is de real ización, o cris is de sobreproducción

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CAPITALISMO Y NATURALEZA

11

del capital. Si el capital ejerce much o poder sobre el trabajo, la tasa de explotación

será alta y el riesgo de una crisis de realización será grande; por ende será mayor

la necesidad de una gran estructura de crédito, una mercadotecnia agresiva, una

innovación constante del producto y una competencia intensificada. La primera

contradicción del capitalismo es interna del sistema; no tiene nada que ver con las

condiciones

de producción, ya sea que se las interprete económicamente o en tér-

minos sociopolíticos.

La segunda contradicción del capitalismo requiere una terminología más com-

pleja acuñada en términos de valor de uso:" el tamaño y contenido en valor de la

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canasta de consumo y la "canasta" de capital fijo, los "costos de los elementos natu-

rales que intervienen en el ca pital constante y variable", la renta de la tierra com o

una deducción del plusvalor, y externalidades negativas de todas clases (por

ejemplo los costos de congestionamiento en las ciudades, en la medida en que

intervienen en los costos de los capitales individuales).

En la segunda contradicción no hay un término único que tenga la misma

importancia teórica que la tasa de explotación tiene en la primera." (Esta es una

de las razones por las que hoy hay una pluralidad de movimientos sociales.) Sin

embargo, todos los términos anteriores son categorías tanto sociopolíticas como

económicas (por ejemplo, la renta absoluta refleja el poder del capital terratenien-

te sobre el capital industrial; el costo de co ngestionamiento refleja las luchas en tor-

no a los sistemas de tran sporte urbano regional; el costo del agua re fleja el poder

de los m ovimientos ecológicos frente al capital, etc.). Enumerar estos ejemplos sir-

ve para sugerir que una teoría de tipo economicista de la segunda contradicción tie-

ne aún menos justificación que la tradicional teoría marxista de la primera.

La primera contradicción le pega al capital desde el lado de la demanda. Cuan-

do los capitales individuales bajan los costos con el fin d e defender o restaurar los

beneficios, el efecto involuntario es reducir la demanda de mercancías en el mer-

cado y, de esta man era, hacer descender las utilidades realizadas. La segunda con-

tradicción golpea desde el lado del costo. Afirma que cuando los capitales indivi-

duales bajan sus costos —por ejemplo cuando externalizan costos en las

condiciones de producción (la naturaleza, la fuerza de trabajo o lo urbano)— con

el objetivo de defender o restaurar los beneficios, el efecto no previsto es elevar los

costos de otros capitales (y, en el caso extremo, del capital en su con junto), redu-

ciendo así los beneficios producidos. La primera se manifiesta en su forma pura

como crisis de realización, la segunda como crisis de liquidez. En el primer caso

no hay problema para producir plusvalor, y por esa razón hay un problema para

realizar valor y plusvalor. En el segundo no hay problema para realizar valor y plus-

valor, y por esa razón hay problema para producir plusvalor.

James O'Conn or, "Capitalism, nature, socialism: A theoretical introduction", C a p i ta l i sm , M a ta n

Social irm,

1,

otoño de 1988.

3°0, en un modelo más complejo, la composición orgánica del capital y la tasa de util idad.

212

ues o'coNNoR

La ca usa básica de la segunda contradicción es la apropiación y el uso econ ó-

micamente autodestructivos, por parte del capital, de la fuerza de trabajo, la infra-

estructura y el espacio urbano, y la naturaleza externa o ambiente... "autodestruc-

tivos" porque los costos de salud y educación, transporte urbano y rentas

domésticas y comerciales, así como los costos para extraer de la naturaleza los ele-

mentos del capital, se elevarán cuando los costos privados se conviertan en "costos

sociales".

3 1

En esta visión el capital y el estado, hoy, pueden interpretarse como

totalmente confundidos frente a la nueva forma de regulación que pueda pro-

porcionar un marco de referencia coherente para la futura acumulación capitalis-

9

S O B RE L A ACUM UL ACIÓN CAPIT AL IS T A

y

L A CRIS IS E CO NÓM ICA Y E CO L ÓGICA

LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA

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ta. Los capitales individuales siguen reduciendo los costos de todas las maneras

imaginables; al hacerlo tienden, sin darse cuenta, a elevar los costos del capital en

su conjunto, poniendo al mismo tiempo en peligro sus propios mercados, como

nos lleva a creer la primera contradicción. Hoy el capital se enfrenta tanto a cos-

tos en aumento com o a una débil demanda del mercado, es decir, tanto con la pri-

mera como con la segunda contradicción. ¿Tiene algo de raro que el capital esté

obsesionado

t ant o

con la innovación del producto

como

con la innovación del pro-

ducto y la expansión del mercado? ¿Q ue se produzca

t ant o un deterioro de las con-

diciones de producción

como

estructuras de ingresos equitativos por jornales y sala-

rios, así como estructuras crediticias peligrosamente infladas? ¿Que parezcan estar

en bancarrota la regulación

tanto

de tipo keynesiano como

la política neoclásica del

lai ssez lai re .

31

Frank Beckenbach, 'Secal oams in modera capitalism", Capitalino;

Natura Socia li sm, 3,

noviembre

de 1989.

El significado de "crisis económica", si se lo compara con el de "crisis ecológica"

(por lo menos en la teoría m arxista), es inequívoco. Quiere decir un quiebre en el

circuito de circulante, productivo o de me rcancías del capital, o, más en gen eral,

una disrupción o ruptura en la reproducción y acumulación del capital como un

todo. Una crisis económica significa un "punto de inflexión", el momento en el

que un

b o o m

económico puede convertirse en una recesión (o una depresión o un

periodo de estancamiento). Tiene también otros significado: un "momento de

decisión" para los capitales individuales que procuran restructurar la producción,

la tecnología y la mercadotecnia (problemas que han obsesionado a la em presa

comercial hipercapitalista en los ochenta y los noventa), y también para los movi-

mientos laborales y sociales que buscan formas m ás efectivas de lucha organizada

e intervención política (características también de los ochenta y los noventa, aun-

que menos publicitadas que la restructuración del capital). El problema teórico

consiste en encontrar las conexiones internas entre la acumulación capitalista, la

crisis económica y la crisis ecológica. Un ejemplo sencillo: la deuda del "tercer

mundo" en los ochenta empeoró las condiciones ecológicas en el Sur; las condi-

ciones ecológicas deterioradas ensancharon y profundizaron la pobreza (difundi-

da ya, en parte por la deuda externa) y engendraron también resistencia política;

la combinación de am bas cosas tendió a profundizar la crisis de la deuda.

La acum ulación capitalista se basa en la explotación del trabajo y la producción

de plusvalor (ganancia). Hay dos fuentes de plusvalor: el absoluto y el relativo. El

plusvalor se produce de manera absoluta cuando los capitales individuales (en tér-

minos muy generales las empresas o compañías) obligan a sus trabajadores a tra-

bajar más intensamente o más tiempo por la misma paga. Sin embargo la fuente

más im portante de plusvalor es el plusvalor relativo, producido por la clase traba-

jadora en su conjunto a través del mecanismo de cambio tecnológico y la compe-

tencia capitalista. El mecanismo funciona de esta manera: cuando una compañía

introduce un cambio tecnológico que reduce los costos unitarios del trabajo en la

producción, se apropia de un ingreso adicional, llamado "renta tecnológica". Si el

cambio tecnológico es adoptado por otras com pañías, la que había innovado pier-

de su ventaja y la renta tecnológica se "disuelve" por la competencia. El efecto (no

planeado) de la difusión de la mejora tecnológica por toda la economía consiste

[213]

214

A ME S O ' C O N N O R

A ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS

15

en reducir los costos del trabajo por unidad de manera muy generalizada. Las

compañías competidoras (en materia de producto, trabajo o mercados de capital)

que adoptan la nueva tecnología son capaces de producir la misma cantidad pero

explotando menos horas de tiempo de trabajo. Si todo lo demás (por ejemplo los

precios) permanece co nstante, la tasa promedio de utilidad se eleva. Si los precios

bajan o si los trabajadores están organizados y son m ilitantes, y logran obtener

mayores salarios o jornadas reducidas, la fuerza de trabajo obtendrá una mayor o

menor participación de esas utilidades. Esta última posibilidad se asemeja más o me-

nos al capitalismo norteamericano de los 20 o 25 años con ocidos como los años

dorados, después de la segunda guerra mundial, cuando tanto los salarios como

do están en peligro las ganancias

real izadas,

y, segundo, cuando las condiciones del

mercado o de producción son desfavorables y am enazan las ganancias

produc idas ,

o sea cuando los capitales individuales necesitan materiales y energía

más baratos ,

m e j o r m aq u i nar i a

y demás, para reducir costos con el fin de defender o restablecer

las utilidades. La demanda de equipo o tecnología por parte de cualquier capital

puede estancarse o reducirse durante las recesiones o los periodos de lento creci-

miento, pero muchas veces en esas épocas aumenta la demanda de equipo pro-

ductivo y tecnología más baratos o más eficientes.

La economía convencional considera que la demanda de productos del depar-

tamento 1 por parte de los capitales del departamento u es una "demanda deriva-

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las utilidades se elevaron aproximadamente en la misma proporción que las mejo-

ras de la productividad del trabajo o las reducciones de los costos de trabajo por

unidad.

En su m odelo de la reproducción ca pitalista Marx dividió el capital productivo

(el capital que produce plusvalor) en dos sectores o "departamentos". Un sector

(el departamento

u )

produce bienes de consumo para el consumo final. El otro

sector (el departamento 1) produce bienes de capital o mercancías utilizadas para

producir otras mercancías en ambos departamentos, el 1 y el u. Si no intervienen

otros factores, cuanto mejor sea la calidad de los bienes de capital empleados en

ambos departamentos, mayor será la productividad del trabajo (o menor será el

costo del trabajo por unidad ) y más altos serán el plusva lor producido y las utili-

dades en la economía en su conjunto. (En el caso irreal de una economía que pro-

duzca sólo bienes de consumo habrá pocas posibilidades de avances en la produc-

tividad). Dada cierta calidad de los bienes de capital, cuanto mayor sea la razón

bienes de capital/producción de bienes de consumo, mayor será la capacidad pro-

ductiva de la economía en su conjunto (donde "productiva" se define, nuevamen-

te, en términos de plusvalor y utilidades). De manera similar, cuanto más baratos

sean los que Ma rx llamó "elementos de capital constante y variable" (los recursos

naturales como la e nergía, las materias primas, los suelos, el agua, etc., necesarios

para producir capital y bienes d e consumo , respectivamente), mayores serán el

plusvalor y las utilidades (si no se m odifican otros factores).

En el mercado de bienes de consumo los capitales individuales del departa-

mento

II

son los proveedores y trabajadores, y otros consumidores de productos

terminados son los compradores. En los mercados de bienes de capital y materias

primas los vendedores son los capitales individuales del departamento f, y los

compradores son los capitales de ambos departamentos. Los mercados del depar-

tamento u están gobernados por la demand a del consumidor, pero los mercados

de materias primas, combustible, maquinaria, tecnología de producción y demás

están regidos por la

demanda de u t i l idades

de los capitales individuales de ambos de-

partamentos. Los capitales individuales de los dos sectores elevan su demanda de

productos del departamento 1, primero, cuando hay escasa o nula capacidad pro-

ductiva excedente en relación con la demanda del mercado, y por lo tanto cuan-

da", es decir, determinada por el crecimiento de la demanda de productos finales

para los consumidores. (De acuerdo con los modelos del "acelerador", se requie-

ren tantas máquinas para producir tantos colchones más. Si se eleva la dem anda de

colchones, aumenta también la demanda de maquinaria de fabricación por parte

de los fabricantes de colchones.) En realidad ocurre más o menos lo opuesto: la de-

manda de bienes de consumo se "deriva" de la demanda de bienes de capital o, lo

que es lo mismo, la demanda de utilidades. En general la tasa de crecimiento del

ingreso del consumidor (y por ende de la demanda) está determinada por las tasas

de crecimiento de la utilidad y la acumulación, con lo cual la demanda del consu-

midor se convierte en una variable pasiva, no activa, de los modelos de crecim ien-

to económico. En épocas de crecimiento económico lento o de recesión económi-

ca el ingreso del trabajador (el consumidor) se estanca o se reduce por definición;

la única excepción es el ingreso de los trabajadores de aquellas industrias del

departamento 1 activadas por demandas crecientes de energía más barata, mejor

maquinaria y tecnología más avanzada, servicios y adm inistración más eficientes y

así sucesivamente, demandas planteadas por los capitales de ambos departamentos

que procuran reducir costos y restablecer o defender las utilidades. El empleo, los

salarios o ambas cosas se elevan en las industrias en expansión del departamento 1,

aumentando la demanda d e los consumidores por los productos del departamen-

to 11. Así, las malas épocas en algunos sectores significan buenas épocas para otros,

y de allí la expresión de M arx: "acumulación por med io de la crisis".

En síntesis, el "papel" del departamento 1 es producir los medios de expandir

el plusvalor y las utilidades tanto para sí mismo como para el departamento

u . E l

secreto de la productividad y el crecimiento económico es un sector de bienes de

capital económicamente innovador, flexible, consciente de los costos y no regula-

do (especialmente las industrias "intensivas en conocimiento"). Innovador, flexi-

ble y consciente de los costos porque el progreso tecnológico, las utilidades y el

crecimiento económico en su conjunto dependen del departamento 1; no regula-

do porque las rigideces y los altos costos impuestos por las reglamentaciones

ambientales, de apoyo al consumidor y otras tienden a inhibir la innovación tec-

nológica y la difusión de nuevas tecnologías de producción en la economía como

un todo.

216

AM E S O ' C ONNOR A ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS

17

LA A CU MU LA C IÓ N CA PITA LIS TA Y LA CRIS IS ECO LÓ GICA

En la economía capitalista las utilidades son tanto el medio como el fin de la acti-

vidad económica. Son el medio en el sentido de que proporcionan el dinero para

expandirse y para hacer posible emitir más capital accionario en términos favora-

bles, así como para obtener préstamos a fin de crecer. Las utilidades son el fin de

la actividad económica puesto que las metas de la administración y de los accio-

nistas son obtener aún más utilidades. La administración trata de maximizar los

aumentos de producción por unidad de tiempo de trabajo; los accionistas procu-

tar nuevos depósitos de minerales y de combustibles fósiles, de tierra arable y así su-

cesivamente. Las materias primas y de energía relativamente caras también crean

incentivos para que los capitales individuales reciclen, utilicen sustitutos, o pro-

duzcan y usen más eficientemente determinada cantidad de materiales o de com-

bustibles. Podría decirse que ésta es la forma más importante en que el capital ha

impedido una crisis general derivada de una crisis de las utilidades provocada por

los materiales de alto costo (como la crisis del algodón en Inglaterra durante la

guerra de secesión de Estados Unidos). Históricamente el capital industrial ha

encontrado maneras de utilizar más eficientemente el hierro, el aluminio, el esta-

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ran maximizar alguna combinación de ganancias de capital y pago de dividendos.

Los capitales individuales usan las utilidades para hacer más utilidades, lo que en

efecto se convierte en "dinero en busca de más dinero". Éste es un significado de

"capital en expansión".

La autoexpansión capitalista no tiene límites estrictamente económicos. Ade-

más, como el capital subvalúa la naturaleza, sólo se encuentra con límites ecológi-

cos por la vía de las crisis económicas. No obstante, la economía de la naturaleza

está organizada (o se organiza) sobre principios muy diferentes. Como sistemas

biológicos y físicos, ciclos hidráulicos, sistemas de calor/energía, ciclos del suelo,

diversidad del ecosistema y demás, en algún punto de la curva de producción la

productividad de la naturaleza está autolimitada... es una "barrera que debe ser

superada" por el capital. No obstante, gracias a la separación (enajenación) de los

productores humanos de los medios y objetos de producción, la reproducción de

las relaciones socioeconómicas capitalistas está mucho menos restringida que

modos previos de producción por las crisis que surgen, debido a las condiciones

naturales específicas, en lugares o áreas determinados. El capital puede funcionar

independientemente de cualquier condición natural

par t icu lar ,

en términos de

Gary Snyder, el capital "expande lo suficiente su sistema de sostén económico

como para poder permitirse destrozar un ecosistema y seguir avanzando".

Como vimos, la acumulación capitalista se basa en la creciente productividad o

en la reducción del costo de reproducción de la clase trabajadora (en términos

marxistas, "plusvalor relativo"). Un aumento de la productividad significa que deter-

minada fuerza de trabajo empleada es capaz de procesar una mayor cantidad de

materias primas. Si la economía está en expansión, la demanda de materias primas

crecerá (si las demás condiciones permanecen constantes). El resultado es que las

materias primas se vuelven una proporción mayor de los desembolsos de capital

constante, y por lo tanto representan una mayor participación del valor de los bie-

nes (en otras palabras, los capitales individuales deben convertir una parte más

grande de sus utilidades en más materias primas). En este caso los aumentos de la

demanda de recursos y la mayor explotación de los mismos eleva los costos pro-

medio, tendiendo a deprimir las tasas de utilidad y de acumulación. Entonces los ca-

pitales individuales (solos o combinados con otros capitales) inwntan

superarlos

cuellos de botella invirtiendo en equipo, tecnología e infraestructura para explo-

ño y otros materiales; con unas cuantas excepciones, el costo de extracción de

recursos se ha reducido, y la cantidad de energía necesaria para generar determi-

nada cantidad de electricidad ha bajado.

En contraste, si hay beneficios crecientes de acuerdo con la escala (menores cos-

tos promedio a mayores niveles de producción y

de

uso) en los sectores de mate-

rias primas, los costos y los precios caerán, mayor será la tasa promedio de utilidad

y más rápidas la explotación de materias primas y la acumulación de capital.

1

Las

materias primas baratas plantean el peligro de un rápido agotamiento de los recur-

sos, no porque sean baratas per se,

sino porque cuando son relativamente baratas

las tasas de utilidad son relativamente altas, y por lo tanto la demanda de recursos

y

la acumulación serán relativamente rápidas. Se crea un círculo vicioso: las altas

tasas de beneficio llevan a altas tasas de acumulación, las que a su vez llevan a una

mayor demanda de materias primas; los niveles más altos de explotación de las

materias primas crean costos de producción más bajos cuyos resultados son tasas

de utilidad y acumulación más altas todavía. En pocas palabras, si las materias pri-

mas son baratas las tasas de acumulación y agotamiento de recursos serán relativa-

mente altas; si las materias primas son caras, se harán inversiones de capital para

reducir su costo o a fin de desarrollar formas utilizarlas más eficientemente.

Sin importar si los costos de las materias primas, la energía y otros "elementos

de capital constante y variable" son altos y van en ascenso o bajos y están redu-

ciéndose, la acumulación de capital y el crecimiento económico dependen de la

expansión de la inversión (definida tanto cuantitativa como cualitativamente) en

el departamento 1 (industrias de bienes de capital). Cuanto mayor sea el creci-

miento de este departamento más alta será la tasa promedio de crecimiento de la

productividad, las utilidades y la economía en su conjunto. A su vez, y si no se

modifican otros factores, serán más altas las tasas de agotamiento de recursos así

como de producción de subproductos no deseados (contaminación).

1

Harold Barnett y Chandler Morse,

Scarci ty and growth,

Baltimore, Johns Hopkins University Press,

1963, calcularon en una ocasión que entre 1870-1900 y 1957 las industrias extractivas de Estados Uni-

dos —con excepción de la forestal— producían rendimientos crecientes en función de la escala. De

acuerdo con esta obra famosa, cabía esperar que, con el tiempo, volvería a elevarse el costo por unidad

de las mercancías extractivas, en comparación con los bienes no extractivos. También con la salvedad de

la explotación forestal, ha ocurrido lo contrario.

218

A M E S O ' C O N N O R A ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS

19

De hecho, una tasa dada de expansión económica tiene probabilidades de dar

por resultado una tasa m a y o r de agotamiento y contaminación. Esto se debe a que

el departamento I, que es la fuente de crecimiento económico, es también el más

dañino para la naturaleza. En Estados Unidos, en 1987-1988, la refinación de

petróleo y productos de carbón, las sustancias químicas, metales primarios y papel

y pulpa (todos ellos bienes de capital) representaron el 22% de la producción

industrial total, el 13 del empleo, el 78 del uso de energía y el 88 de los subpro-

ductos tóxicos.

2

La industria química, por sí misma, fue responsable del 58% de la

contaminación tóxica. El calentamiento global, la pérdida de biodiversidad y de

ozono, la lluvia ácida, la contaminación de los océanos, la desforestación, el agota-

tasa de explotación), de las que se derivan una mayor violencia económica y más

explotación biológica de los trabajadores, así como una mayor externalización de

los costos y, por consiguiente, más degradación ambiental. La crisis económica y la

reducción de costos estimulan también nuevas tecnologías modernizadoras y, por

lo tanto, nuevas formas de degradación ecológica (por ejemplo la contaminación

de alta tecnología), así como un renacimiento de tecnologías más viejas, ambien-

talmente riesgosas, antes prohibidas (por ejemplo el

D D T en algunos lugares del

suroeste de Estados Unidos). La crisis económica se asocia también con intentos por

reducir el tiempo de circulación del capital, lo cual, a su vez, suele significar que los

negocios tienden a despreocuparse extraordinariamente de la salud de los trabaja-

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miento de las reservas de energía y minerales metálicos, la pérdida de suelos y otros

grandes cambios ecológicos se deben todos a dos o más siglos de rápido creci-

miento de las economías capitalistas industriales (y las ex economías socialistas

estatales) que, a su vez, son en gran parte resultado del desarrollo y la expansión

de las industrias del departamento I.

L A C R I SI S E C O N Ó MI C A Y E C O L Ó G I C A

El capitalismo es un sistema expuesto a crisis. Las crisis económicas adoptan la for-

ma de rupturas en los circuitos del capital y se le presentan a éste como "barreras

que deben superarse". La mejor conocida de las barreras es "el capital mismo"

(Marx). Esto significa (entre otras muchas cosas) que la capacidad productiva (el

capital) tiende a aumentar más rápido que la demanda efectiva de mercancías

(realización de capital), deteniendo la acumulación de capital o sumiendo a la eco-

nomía en una recesión o una depresión.

El capitalismo también es dependiente de la crisis; el sistema necesita crisis

periódicas. Esto se debe a que la crisis económica es un mecanismo disciplinario

necesario y poderoso. En los periodos de

b o o m

un capital individual tiene la opor-

tunidad de rebasar a sus competidores si reduce sus costos, ofrece mejores servi-

cios, produce mejores artículos y demás; en las crisis y las malas épocas reducir los

costos, aumentar la flexibilidad, expulsar mano de obra humana y hacer produc-

tos nuevos y de mayor calidad a los mismos precios o aún más baratos, son asun-

tos de vida o muerte para el capital individual, la industria, o la economía en su

conjunto.

Las crisis económicas causan crisis ecológicas, pero de formas y tipos algo dife-

rentes de la degradación ecológica "normal" que acompaña la acumulación de capi-

tal. La crisis económica se asocia por lo general con la hipercompetencia y con una

obsesión por la eficiencia y la reducción de costos (es decir, un incremento de la

2 Michael Renner, "Saving Earth, creating jobs", Worldwatch,

5, 1, enero-febrero de 1992, p. 3.

dores, los impactos ambientales y sanitarios de los tipos de mercancías vendidas, la

viabilidad de las condiciones y la infraestructura urbana, y así sucesivamente.

En síntesis, la acumulación capitalista provoca ciertos tipos de problemas ecoló-

gicos de cierta seriedad; la crisis económica provoca problemas diferentes de dife-

rente gravedad. En cualquier momento dado ambos tipos se combinan (de mane-

ras desiguales) y coexisten.

Por otro lado, la crisis ecológica puede desencadenar una crisis económica. Los

problemas ecológicos autoinducidos del capital —escasez de materias primas que

se presenta por las fuerzas "normales" del mercado, mayores rentas de la tierra y

costos de congestionamiento, costos más altos de energía y así sucesivamente—

pueden tener el efecto de presionar sobre las utilidades y/o de plantear el riesgo

de inflación. Los efectos económicos negativos de las "crisis del petróleo" de los

setenta son buenos ejemplos de ello.

Además, los movimientos ambientales engendrados por las crisis ecológicas pue-

den exacerbar la crisis económica. Esta aseveración se basa en el hecho de que los

movimientos sociales, las luchas políticas y la política oficial median los cambios y

transformaciones ecológicos y económicos. Los movimientos ambientales (así

como los laborales, urbanos y otros), al luchar por proteger las condiciones de pro-

ducción (o condiciones de vida), por restaurarlas o por ayudar a decidir cómo se

las restructurará durante periodos de crisis, pueden tener el efecto no deseado de

elevar los costos y reducir la flexibilidad o libertad del capital, poniendo en peligro

o lesionando así la acumulación capitalista.

Lo anterior puede sintetizarse como sigue: la acumulación capitalista causa nor-

malmente crisis ecológicas de ciertos tipos; la crisis económica se asocia con pro-

blemas ecológicos en parte diferentes yen parte similares, de distinta gravedad; las

barreras externas al capital, en forma de escasez de recursos, de espacio urbano,

de una fuerza de trabajo asalariado saludable y disciplinada y de otras condiciones de

producción, pueden tener el efecto de elevar los costos y poner en peligro las uti-

lidades; por último, los movimientos ambientales y otros movimientos sociales que

defienden las condiciones de vida, los bosques, la calidad del suelo, la recreación,

las condiciones de salud, el espacio urbano y demás, también pueden elevar los

costos y volver menos flexible el capital (véase la figura 9.1).

It Acumulación de capital mediante crisis

CRISIS

ECONÓMICA

A C U M U L A C I Ó N

DE CAPITAL

A. Barreras internas nicamente para acumulad n de capital :

Sobreproducción de capital

LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS

221

De esta m anera la acumulación capitalista y la crisis causan problemas ecológi-

cos que, a su vez (incluyendo la respuesta de los mo vimientos ambientales y socia-

les a estos problemas), pueden causar problemas económicos. Hay una relación

mutuamente determinante —en los niveles de la producción, las relaciones de

mercado, los movimientos sociales y la política— entre las tendencias económicas y

las crisis ecológicas. El capital tiende negarse a sí m ismo cuando socava o destru-

yen sus propias condiciones de producción. En este sentido, las crisis ecológicas y

económicas son autoinducidas, y las reformas ambientales y socioeconómicas son

dos caras diferentes del mismo proce so general. O, por expresarlo en otros térmi-

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B. Barreras externas nicamente para acumulaci n de capital:

ACUMULACIÓN

DE CAPITAL

CRISIS

ECOLÓGICA

C. Modelo completo

ACUMULACIÓN

DE CAPITAL

CRISIS

ECOLÓGICA

CRISIS

ECONÓMICA

MOVIMIENTOS

LABORISTAS/

AMBIENTALISTAS

Acumulación

de

capital mediante crisis

CRISIS

ECONÓMICA

Sobreproducción de capital

Acumulación de capital mediante crisis

Movimiento ambientalista

mediante crisis ecológica

FIGURA 9.1. Una

tipología de la crisis.

Se

nos, la política ambiental que no se ocupa de la forma en que funciona el capita-

lismo (cuando funciona) y la forma en que no funciona el capitalismo (cuando no

funciona), y la política económica que no se ocupa del problema de las condicio-

nes de producción en general y de la ecología en particular, tienen probabilidades

de fracasar o incluso de contribuir al deterioro de las condiciones am bientales.

C O N C L U S I Ó N

La naturaleza es un punto de partida para el capital, pero no suele ser un punto

de regreso. La naturaleza es un grifo económico y también un sumidero, pero un

grifo que puede secarse y un sumidero que puede taparse. La n aturaleza, como gri-

fo, ha sido más o menos capitalizada; la naturaleza como sumidero está más o

menos no capitalizada. El grifo es casi siempre propiedad privada; el sumidero sue-

le ser propiedad común.

El grifo es, evidentemente, una m etáfora del agotamiento de recursos; el sum i-

dero lo es de la contaminación. Desde luego, hay complejas conexiones internas

entre agotamiento y contaminación (véase el capítulo 10). Dejando esto de lado,

mi último argumento es que la producción capitalista da por resultado dos tipos

(no uno) de agotamiento y dos tipos de contaminación. Hay dos maneras de abrir

el grifo y dos de usar el sumidero (por emplear estos términos), y por lo tanto dos

tipos de crisis ecológica.

Esta afirmación se basa en la prem isa de que el capital acumula a través

de la cri-

sis económica. Por lo general la acumulación capitalista no produce buenas épo-

cas y después malas épocas; más bien produce buenas y malas épocas todo o casi

todo el tiempo. E sto quiere decir que las empresas, industrias y regiones capitalis-

tas en problemas económicos se ven obligadas a defender o a restablecer sus utili-

dades por medio de innovaciones técnicas, reducción de costos, mayor velocidad y

demás, y también invirtiendo en nuevas generaciones de productos de consumo.

No pueden ganar más dinero vendiendo mayor cantidad del mismo tipo de bienes

o vendiendo esos bienes más rápido porque (por definición) se enfrentan a una

demanda de mercado en lento crecimiento, estancada o en disminución. Se eleva

222

A M E S O ' C O N N O R

A ACUMULACIÓN CAP ITALISTA Y LA CRISIS

23

así la demanda de alta tecnología para reducir los costos de muchos otros bienes y

servicios de capital, no porque los mercados de bienes finales sean fuertes o estén

en expansión, sino porque son débiles o están en contracción. El resultado es que

la actividad económica en los sectores de bienes de capital de alta tecnología tien-

de a expandirse; por ejemplo, una gran parte de los negocios no militares de Sili-

con Valley se inició

p o r q u e

otras industrias, en otros lugares del país, estaban en pro-

blemas.

A riesgo de una burda sobresimplificación de un proceso inmensamente com-

plejo, el proceso de acumulación a través de la crisis tiene dos tipos diferentes de

efectos sobre la naturaleza. Las industrias o regiones en problemas tratan de aho-

rrar dinero descuidando la protección y la limpieza del ambiente. También pue-

industrias de bienes de capital. Las industrias en problemas tienden a usar el grifo

y el sumidero de la naturaleza de maneras especiales, provocando el auge indus-

trial de otras formas (que no son, necesariamente, ni más ni menos conocidas des-

de el punto de vista ambiental). Por eso hay dos problemas ecológicos y potencia-

lidades de crisis (no uno), y se requieren dos tipos (no uno) de demandas y

reformas políticas .

Estas observaciones sugieren que las teorías de tipo marxista pueden decir más

sobre la crisis ecológica que el liberalismo y otros tipos de pensamiento económi-

co convencional. Esto se debe a que los marxistas tienen una teoría de la crisis eco-

nómica (o, más precisamente, teoríasde la crisis) que expresan las contradicciones

del capitalismo. La teoría de la crisis nos lleva a hacer frente de maneras teóricas y

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den reintroducir sustancias prohibidas, como el

D D T. Asimismo, si bien en estas

industrias puede reducirse la contaminación porque declina la producción total,

puede elevarse la contaminación total porque aumenta la contaminación por uni-

dad de producto. En el grifo de la naturaleza los capitales en problemas económi-

cos tienden a ser ecológicamente más descuidados en lo que toca a las técnicas de

exploración, extracción y procesamiento, el uso de la tierra y demás. Esto se debe

a que los periodos de crecimiento lento o nulo no están buscando energía, meta-

les y materias primas industriales

per se,

sino energía

barata ,

metales baratos, etc.,

producidos con menos atención que de costumbre a la protección ambiental. Por

otro lado, las industrias o sectores en problem as casi con seg uridad tratarán de usar

más eficientemente la energía y las materias primas que necesitan.

Sólo los estudios empíricos pueden determinar el complejo de nuevos proble-

mas ecológicos en el grifo y el sumidero de compañías, industrias y regiones que

se encuent ran en problemas económicos. Lo que es seguro es que de alguna mane-

ra estos problemas serán diferentes de los de industrias o sectores económicos en

expansión. En estos últimos no hay, por definición, problemas de demanda de

mercado (hasta que aparecen los signos clásicos de la sobreproducción). Pero hay

problemas ecológicos asociados con el rápido crecimiento de nuevas tecnologías,

de la producción y la demanda. Para hacer frente a los mercados en expansión los

recursos se agotarán más rápido, y la eficiencia en lo relativo a uso de energía y

materias primas será una prioridad relativamente baja. Si bien estas industrias pue-

den permitirse destapar el sumidero de la naturaleza o mantenerlo limpio, no tie-

nen incentivos para hacerlo, a menos que se vean obligadas por las luchas sociales

y la legislación. En los ochenta y los noventa sólo el movimiento contra la sustan-

cias tóxicas tuvo un verdadero éxito, gracias a una especie de línea de atrévete a

luchar, atrévete a ganar" en ese movimiento, a los efectos de las luchas locales m ili-

tantes en los costos de eliminación de sustancias tóxicas, y a una nueva legislación

y reglamentación, que provocaron el nuevo interés de algunos sectores del capital

por la reducción de aquéllas en su punto de origen.

En síntesis, un conjunto de industrias o regiones está obsesionado por la reduc-

ción de costos; esta obsesión crea nuevas oportunidades de mercado para algunas

prácticas a estas contradicciones entre capitalismo y la naturaleza. Para concluir,

quisiera instar a los economistas de mentalidad progresista que trabajan en pro-

blemas ecológicos a que presten atención a la teoría marxista y a la comprensión

teórica y práctica que acarrea, e instaría a más economistas y científicos sociales

marxistas a utilizar el poderoso método del marxismo para arrojar luz sobre las ver-

daderas fuentes de la crisis ecológica, para contribuir a transformar nuestra nave

espacial en direcciones ecológicas socialistas.

LA ACUMUIACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS

25

10

EL DESARROLLO DESIGUAL Y COMBINADO

Y L A C R I SI S E C O L Ó G I C A

I N T R O D U C C I ÓN

social y la economía, respectivamente). El objeto de estudio es la distribución espa-

cial desigual, históricamente producida, de industria, agricultura, minería, banca,

comercio, consumo, riqueza, relaciones de trabajo, configuraciones políticas y así

sucesivamente. El desarrollo desigual es un tema muy vasto, así que aquí sólo dare-

mos dos o tres ejemplos pertinentes a la distribución global de la explotación de

recursos y de la cont amina ción. Uno es el proceso histórico de "desarrollo" y "sub-

desarrollo" (o, más precisamente, el " desarrollo del subdesa rrollo") , sobre el que

teorizó primero Paul Baran en los cincuenta y que ampliaron André Gunder Frank

y

otros investigadores marxistas (incluyendo al autor) en los sesenta y los setenta.

Estas categorías se utilizaron para describir los dua lismos o polaridades entre regio-

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Nadie ha teorizado sistemáticamente los efectos del desarrollo desigual y combi-

nado del capitalismo sobre la ecología natural humana. Supongo que esto se debe

sobre todo a que el posmarxismo (o el posmodernismo) más o menos sustituyó al

marxismo en el mundo académico aproximadamente en la misma época en que

los ambientalistas y los ecologistas empezaron a hablar de una "crisis ecológica

mundial". Si es así, tenemos un ejemplo más del viejo búho de Minerva que cierra

las alas al amanecer. O de tirar al niño (el método mar

x

ista) junto con el agua de

la tina (la URSS y todo lo demás). Contamos con una plétora de nuevos estudios

de las condiciones ecológicas en diversos lugares del globo, así como con algunas

ideas más viejas sobre las "formaciones sociales capitalistas", los "modos de pro-

ducción", y el "desarrollo desigual y combinado" (este último concepto tiene casi

un siglo de antigüedad). Guiados por estos conceptos totalizadores ya bien proba-

dos (que, incidentalmente, los posmodernos nunca se molestaron en refutar),

podemos arriesgar algunas conclusiones provisionales.' Antes de aplicar estos con-

ceptos al tema en cuestión (la ecología global) , sin embargo, tenemos que recapi-

tular aunque sea brevemente los rasgos más destacados del "desarrollo desigual" y

del "desarrollo combinado". (Ya se aludió al significado de "modos de producción"

en el capítulo 1 de esta obra.)

D E S A R R OL L O C O M B I N A D O Y D E S I G U A L

El

d e s a r r o l l o d e s i g u a l

suele definirse en términos político-económicos y socioeconó-

micos (las relaciones entre el estado de economía y las relaciones entre la clase

1

Esta visión del problema es unilateral y, por lo tanto, limitada. Este ensayo no se ocupa de las for-

mas en que la destrucción de la ecología natural y la humana a manos del capitalismo y el imperialis-

mo constituye una forma de autodestrucción, es decir, cómo tiene los efectos no previstos de elevar los

costos, limitar la variabilidad del trabajo y el capital, etc. Tampoco trata el crucial problema

de

la resi s-

tencia social y polio-ira

a

a clegraclarión

proleigica,_quecasientoslos

lados se

asocia con lapobreza„ los

movimientos sociales y la acción social, y las luchas de liberación nacional, que a su vez tienen podero-

sos efectos independientes sobre los costos del capital, la flexibilidad del capital, etcétera.

nes qu e, por ejemplo, proporcionaba n ma terias primas (el "tercer mundo") y las

que monopolizaban la producción de bienes manufacturados (el "primer mundo",

o los países "centrales" o "imperialistas"). O eran empleadas para explicar la pro-

ducción y distribución de riqueza y pobreza (incluyendo los países ricos y los paí-

ses pobres) en e l mu n do del n eoc olon ia li smo de los c in c u en ta y los sesen ta . O se

las usaba para teorizar por qué algunos países o regiones no llegarían a desarrollar

formas de capital y trabajo as alariado, así c omo formas de g obierno político demo-

crático liberal, que eran (y son) comun es en el Norte. En otro nivel teórico, el desa-

rrollo desigua l puede ser definido como la relac ión de explotación entre la ciudad

y el cam po (poder imperial/colonia; cen tro/periferia) como base de la reproduc-

ción de l capi t al ismo global e n su conjunt o.

2

Nadie lo expuso más gráficamente qu e

Fidel Castro cuando describió La Habana prerrevolucionaria como la "cabeza hin-

chada del cu erpo reseco" de Cuba.

X

El

desarrollo combinado

puede definirse como una combinación particul a r de

formas económicas, sociales y políticas características de las regiones "desarrolla-

da s" c on a qu ella s qu e se en c u en tra n en la s region es "su bdesa rrolla da s" (o en el

campo y la c iudad); una me z cla de formas n ue vas y vie jas de vida s ocioe conómica

o política (entendiendo "formas viejas" como formas socioeconómicas y políticas

producidas históricamente en algún momento del pasado). Tal vez el ejemplo más

imp orta n te de desa rrollo c ombin a do en la a c tu a lida d se rela c ion e c on la "n u ev a

economía global", en la cual el capital (siempre obsesionado con la maximización

de l os au mentos de l as ut i l idades) combina tecnol ogía ava nzada, organ ización

industrial y división del trabajo con mano de obra mal pagada y/o superexplotada.

Esto representa , de hecho, una combinac ión de las condiciones de trabajo y las for-

mas políticas del siglo xtx con la tecnología del siglo xxl, o los rasgos más rentables

del desarrollo y el subdesarrollo en una nueva unidad, financiada por la banca glo-

bal y or ganiz ada por las cor por acione s t r ansna cionale s globale s.

Más concretamente, desarrollo desigual significa que el capital industrial, finan-

2

Este capítulo se basa en un simple modelo

de

desarrollo/superdesarrollo. Para un modelo más

complejo y concreto de desarrollo dependiente y acumulación desart iculada véase Daniel Faber,

"Dependent development, disarticulated accu mulation an d ecologica l cris is in Central America",

C a p i -

taus»,,

Na t ur e , Soc ia l inn, 1,

otoño de 1988.

[224]

226

A M E S O ' C O N N O R

ciero y comercial es acumulado más rápido, en bloques o conglomerados más

grandes y con mayor poder político, en unas regiones que en otras.IE1 capital esta-

ba compactado (y hasta cierto punto sigue estándolo, aunque ya menos con cada

década que pasa) especialmente en ciertas regiones de Europa, América del Nor-

te y Japón. En 1900, por ejemplo, las doce concentraciones de población más gran-

des del mundo eran también importantes centros industriales (Londres, Nueva

York, P arís , Berl ín , Chicago, Viena, T okio, San P etersburgo, Fi ladelfia, Manches-

ter, Birmingham y Moscú). Los

hinterland

de esas y otras zonas industriales depen-

dían de los centros industriales y eran explotados por ellos. La primera forma de

explotación en la era moderna fue la extracción de plusvalor agrícola para finan-

LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS

27

espera que para el año 2000 los doce centros de población más grandes sean la ciu-

dad de México, Sáo Paulo, Shanghai, Tokio-Yokohama, Nueva Y ork, Pekín, Río de

Janeiro, Bombay, Calcuta, Yakarta, Los Ángeles y Seúl, en ese orden, lo que indica

con cuánta velocidad la urbanización del Sur está alcanzando la del primer mun-

do. No obstante, esta proyección no debe interpretarse como una total inversión de

las relaciones centro-periferia: pese al desarrollo combinado y a la industrialización

global, siete países (Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Francia, Japón, Alema-

nia Occidental, Italia), que tienen menos del 15% de la población mundial actual,

son responsables de bastante más del 40% del consumo global. (Por otro lado, esos

países producen alrededor de un tercio de los cereales de todo el mundo, mientras

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ciar la industrialización, alimentar a las poblaciones urbanas (incluyendo un pro-

letariado en rápido crecimiento), y proporcionar materias primas para la industria.

Los

hinter land

urbanos" globales —las zonas mineras y agrícolas de África, Latino-

américa y Asia— fueron dominados por las potencias industriales (imperiales) e

integrados a sus respectivas economías. Con el tiempo, como ha planteado David

Harvey, los extensos ambientes construidos de las regiones industriales redujeron

la movilidad del capital. Mientras tanto los

h i n t e r l and

o la periferia de la economía

mundial se organizaron políticamente mejor, en diversos proyectos reformistas y

revolucionarios. En cierto momento la periferia empezó a funcionar relativamen-

te menos como proveedor de materias primas y más como abastecedor de fuerza

de trabajo humana para las fábricas en expansión y para otras instalaciones del

núcleo industrial y del desarrollo urbano general. Los complejos patrones de

migración interna e internacional de mano de obra dieron por resultado una rela-

tiva declinación de las poblaciones rurales y una rápida expansión de las poblacio-

nes urbanas e industriales. Muchas periferias siguieron siendo abastecedoras de

materia prima, algunas se convirtieron en rentables mercados para los excedentes

de bienes manufacturados de las áreas centrales, y todas se transformaron en sali-

das más o menos importantes para el exceso de capital del Norte.

Con las grandes rupturas del mercado mundial durante la primera guerra mun-

dial, la gran depresión de los treinta y la segunda guerra mundial, en el Sur se

pusieron en práctica programas de industrialización nacionalistas, descritos casi

siempre como "industrialización por sustitución de importaciones" (ist). Sin

embargo, con la declinación de ésta por una parte, y por otra la globalización del

capital industrial (productivo) a partir de los sesenta, en muchos de los antiguos

países del tercer mundo del Sur floreció una industrialización dependiente, guia-

da por las exportaciones. Lo mismo ocurrió con la industrialización semiautónoma

del noreste de Asia y, hacia los ochenta, también del sureste de Asia. Aquí los esta-

dos pudieron movilizar las identidades nacionales y étnicas y organizar una indus-

trialización guiada por las exportaciones con un creciente mercado nacional, "rela-

tivamente independiente" de lo que en el Occidente se consideran estructuras de

c l a s e

y relaciones de clase capitalistas "normales".

Se está dando un proceso largo y aún incompleto de desarrollo combinado. Se

sólo consumen una cuarta parte de los mismos.) Asimismo, se espera que para el

año 2000 las tres zonas más importantes del capital industrial sean Tokio-Yokoha-

ma, N ueva York y Los Ángeles , todas el las ubicadas en el primer mundo.

El desarrollo desigual se relaciona con la distribución global de los recursos, por

ejemplo suelos, bosques, minerales, climas y demás, aunque no está determinado

por ella. Algunas regiones ricas en recursos (América del Norte) se han converti-

do en potencias industriales; otras (África central) no. Algunas potencias indus-

triales son pobres en recursos (especialmente en energía, como Japón). Por ello la

distribución desigual del capital industrial tiene que explicarse antes que nada en

términos socioeconómicos y político-económicos.

En términos económicos, la tendencia del capital industrial a concentrarse y

centralizarse en términos de propiedad y control se ha asociado históricamente

con la concentración espacial. "La necesidad de reducir los costos de circulación

del capital, el trabajo y las mercancías —escribe D. K. Forbes— contribuyó origi-

nalmente a la centralización geográfica de la producción en pueblos y ciudades."

A su vez, las aglomeraciones de capital y la urbanización aceleraron el crecimiento

de los mercados de dinero, los mercados de masas de bienes de consumo y la dis-

posición de fuerza de trabajo. La existencia de economías de producción en gran

escala y de economías externas de escala, por ejemplo las reducciones de costo

cuando los capitales individuales utilizan la misma infraestructura física, y cuando

los componentes y refacciones se pueden conseguir en el lugar, también fueron de

importancia. Más aún, las tasas de utilidad tienden a ser mayores en las regiones de

capital industrial "aglomerado", lo que significa que el capital monetario que bus-

ca espacios de inversión gravita "naturalmente" hacia los bancos de las grandes ciu-

dades y los mercados de acciones y dinero. El capital monetario generado en los

hinterland

migra normalmente a los grandes centros bancarios o industriales. Por

ejemplo, era más la regla que la excepción que las grandes zonas industriales,

financieras y comerciales ordeñasen la economía agrícola y rural en general para

obtener beneficios ("intercambio desigual"), lo cual en muchos países contribuyó

al subdesarrollo.

3

D. K. Forbes,

The geography of

underdevelopment A critica' survey,

Londres, Croom Helm, 198 4, p. 130.

228

A ME S O ' C O N N O R

A ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS

29

El desarrollo desigual (tal como se lo describió) tiende a negarse a sí mismo de

dos formas generales: primero, más pronto o m ás tarde la concentración geográfi -

ca del capital industrial causa un incremento de los costos de transporte, trabajo y

otros; segundo, en las zonas de materias primas se crean abastecimientos crecien-

tes de tierra y mano de obra convertidas en mercancías, mercados, y gobiernos

"modernizados" y flexibles. Se produce un efecto por el cual los límites de espacio

elevan la renta de la tierra, porque los costos de congestionamiento aumentan, y

porque se desarrollan patrones cada vez más rígidos de utilización de capital y tipos

y pautas de uso de la infraestructura (por ejemplo, hay quienes han llamado a

o muerte—, así como los desempleados y los subempleados de las ciudades, al igual

que las minorías oprimidas y los pobres del Norte. Ejemplos de los efectos del ago-

tamiento de la tierra son la pobreza y el hambre g eneralizadas en el Sahel, en A fri-

ca, y la so breexplotación de los recursos acuáticos por parte de Israel, que provoca

su rápido agotamiento y salinización a expensas de los palestinos (y en última ins-

tancia tal vez del mismo Israel). Ejemplos de los efectos de la contaminación sobre

pueblos oprimidos son el envenenamiento de los mineros de uranio indígenas de

Estados Unidos; los jornaleros agrícolas de México, diezmados por la enfermedad

y la muerte debida al envenenam iento con pesticidas; la muerte de decenas de per-

sonas en la ciudad de México (noviembre de 1984) cuando explotaron 80 mil

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Detroit una mercancía compuesta ). Mientras tanto, la concentración de trabaja-

dores refuerza el poder de los sindicatos y de la mano de obra en el gobierno local.

Se desarrolla también una especie de "inercia geográfica" que inhibe la dispersión

geográfica del capital, sobre todo cuando las alianzas locales entre constructores,

dueños de la tierra, bancos, industria y trabajo colaboran para mantener su región

económicamente viable. Sin embargo, en algún momento habrá un "empujón"

hada la dispersión y descentralización de la producción, acelerado por nuevas tec-

nologías que reducen los costos de comunicación y transporte, miniaturizan el

equipo y demás. El capital asume las formas del desarrollo combinado porque la

nueva tecnología lo vuelve cada vez más flexible y capaz de adaptarse de manera

práctica a m ás contingencias, incluyendo cualquier fuerza de trabajo hum ana (cul-

tural) que se presente en los mercados de trabajo. Al mismo tiempo, el capital

industrial tiende a ser atraído hacia zonas más antiguas, no industrializadas, por-

que la capitalización de la agricultura mundial y el "cercado de las tierras comunes

del mundo" crea excedentes de trabajo y mercados potenciales. Los gobiernos

antidemocráticos que prometen libertad de reglamentaciones laborales, ambien-

tales y de otro tipo también ejercen una atracción sobre el capital industrial.

DESARROLLO DESIGUAL Y CONTAMINACIÓN

Los comentarios que siguen se ocupan, primero, del desarrollo desigual y de dis-

tintas formas de contaminación; segundo, del desarrollo desigual y el agotamiento

de recursos; tercero, del desarrollo combinado, la contaminación y el agotamien-

to de recursos; cuarto, de la forma en que los recursos se agotan indirectamente

como resultado de la contaminación; quinto, y a la inversa, de la manera en que

la contaminación es un resultado indirecto del agotamiento de recursos. El trata-

miento de este tema es tentativo y propositivo, no exhaustivo ni concluyente.

Hay una cosa indudable. Como regla general los peores desastres ecológicos y hu-

manos se producen en el Sur y en las "colonias internas" del Norte. Las víctimas

humanas de la degradación ecológica

suelen ser los pobres

-

rurales —las masas con

poca o ninguna tierra para las cuales las cuestiones ecológicas son asunto de vida

barriles de gas líquido; la muerte de millares y las lesiones a muchos m iles de per-

sonas más en Bopal, India (diciembre de 1984) como consecuencia de infiltracio-

nes de isocianato de metilo empleado para fabricar pesticidas en la fábrica de

Union Carbide en esa ciudad (la sustancia tóxica se escurrió de los tanques de al-

macenamiento subterráneos; la planta, de apenas cinco años de antigüedad, se ubi-

caba en medio de los barrios bajos de la ciudad). E jemplos de "desastres naturales"

que afectaron mucho más a los pobres y desamparados que a los que estaban mejor

desde el punto de vista material son los terremotos de la ciudad de México y de

Colombia en 19 85, que mataron a millares de personas, en su mayoría pobres, a las

cuales sus respectivos gobiernos no protegieron de la posibilidad de erupciones

volcánicas, así como las inundaciones d el Misisipi y de otros ríos, que suelen afec-

tar mucho más a los negros pobres que viven en la costa en sus inmediaciones que

a los blancos acomodados que se asientan en los terrenos más altos.

En la economía capitalista la "naturaleza" es el punto de partida de la produc-

ción pero generalmente no un punto de regreso. Sin embargo, los

d e s e c h o s

indus-

triales, municipales y domésticos, y la c o n t a m i n a c i ó n

industrial, municipal y casera,

son dos conceptos diferentes. Los desechos pueden ser potencialmente nocivos,

pero sus niveles pueden ser tan pequeños que se los vuelva a reciclar de manera

natural sin peligro para los sistemas ecológicos o los seres humanos, como ocurre

por ejemplo con el h umo de los fumadores al aire libre. O puede ser de un tipo tal

que facilite su reciclado a la naturaleza sin efectos nocivos aunque existen grandes

cantidades, como por ejem plo el rastrojo de las cosechas.

En cualquier caso los desechos (o los subproductos de la industria y del consu-

mo) que llegan a tener una gran concentración espacial se convierten, más pron-

to o más tarde, en contaminación; en determinado momento no puede produ-

cine ya el reciclado natural. La separación entre pueblo y campo que se

desarrolló en la Europa feudal a partir del siglo xi fue, probablemente, la prime-

ra gran interferencia con el reciclado natural desde la Antigüedad. Parece dedu-

cine que cuanto mayor sea el desarrollo desigual del capital, mayor será la con-

centración espacial de industrias, viviendas y poblaciones urbanas, y más probable

resultará que determinadas cantidades de desechos de diferentes tipos se trans-

formen en una contaminación peligrosa. En Estados Unidos la fuente más gran-

230

AMES O 'CONNOR

A A CU MU LA CI ÓN CA P I TA LI STA Y LA CRI SI S

31

de de contaminación del aire y por ruido son los automóv iles de las áreas metro-

politanas; la fuente más g rande de contaminación del agua (al margen de la agri-

cultura) son los desagües m unicipales de las grandes zonas industriales, con ele-

vada concentración de manufacturas y actividades relacionadas, así como de

población (en Estados Unidos alrededor del 40% de esos desechos consisten en

descargas industriales). La industria electrónica, de gran concentración espacial

(por ejemplo Silicon Valley), transforma muchos productos de desecho s en con-

taminación tóxica simplemente debido a la concentración geográfica de los mis-

mos. Otro ejemplo de los efectos del desarrollo desigual sobre la contaminación

puede extraerse de las experiencias de las industrias química y petroquímica. De

acuerdo con el Departamento de Protección Ambiental de Estados Unidos, en el

país hay unas seis mil plantas que producen sustancias químicas p eligrosas. La

los hechos relativos al desarrollo económico global del siglo xix y

el desarrollo

dur ant e la pr ime r a mit ad de l xx coincide n con e st a opinión.

Un efecto del desarrollo desigual en términos de agotamiento de recursos (por

ejemplo, un efecto de expansión sin control del monocultivo), ha sido la degrada-

ción de las condiciones del suelo. Un ejemplo famoso es la expansión descontro-

lada de la producción azucarera en el noreste de Brasil, que arruinó la tierra y

sumió a la región en una pobreza profunda, de la cual realmente nunca se ha recu-

perado. Un ejemplo contemporáneo bien conocido es el del Sahel, en África; for-

maba parte de los antiguos territorios del África Occidental Francesa y el África

Ecuatorial Francesa, donde el ambiente ha sido arruinado por una combinación

de e spe cial iz ación de cul t ivos par a e xpor t ación, la mar ginación de la agr icul t ur a de

subsi s tenci a a t i erras eco lógi camente más f rági les , po r parte de la agri cu l tura de ex -

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mayoría de las mismas se concentran en comunidades obreras, sobre todo en dis-

tritos de trabajadores de las minorías o negros. L as pérdidas y desechos de estas

plantas se concentran espacialmente y han demostrado ser peligrosas para los

seres humanos y los ecosistemas naturales. Las implicaciones son claras: si se des-

centralizan la industria y la población, y todos los demás factores permanecen

constantes (cosa que nunca ocurre), parte de la contaminación peligrosa se trans-

formará automáticamente en desechos inocuos.

D E S A R R O L L O D E S I G U A L Y A G O T A M I E N T O D E R E C U R S O S

La teoría del desarrollo desigual y la destrucción de la naturaleza fue esbozada ini-

cialmente, de manera simple, por el mismo Marx. A firmó que con el capitalismo

se da inevitablemente una creciente división entre la ciudad y el campo (una divi-

sión del trabajo entre el pueblo y el campo) que perturba el m etabolismo básico

entre los seres humano s y la tierra, es decir, la vuelta a la tierra de los elementos

consumidos por los seres humanos y por los animales. Aseveró que esta división del

trabajo violaba las condiciones naturales de una fertilidad perdurable del suelo, y

no sería raro que la historia demostrase que tenía razón. E l desarrollo desigual no

es sólo la concentración de la producción industrial, el comercio, la población y

demás en las zonas desarrolladas, sino también la concentración de la agricultura

y la extracción de materias primas de las zonas subdesarrolladas, donde también se

ha perturbado el "metabolismo básico" entre la gente y la n aturaleza.

En la m ayoría de estas zonas existen ahora sistemas sumamente desarrollados de

especialización agrícola, en caso extremo monocultivos, o concentración en un

cultivo o un puñado de ellos para el mercado de exportación. No es exagerado

decir que, históricamente, las estructuras industriales balanceadas e integradas

concentradas en el N orte y en las zon as industriales del Sur requerían o presupo-

nían economías desequilibradas, especializadas y fragmentadas en el Sur, al menos

portación, y la reducción de la tierra disponible para el pastoreo. Esto ha produ-

cido sobrepastoreo y hambre del ganado. En tiempos de sequía el (bien intencio-

nado) gobierno francés excavó pozos para el ganado... con la consecuencia de que

los ambientes naturales en torno a los mismos fueron destruidos por la concentra-

ción de animales. El resultado ha sido la creciente fragilidad del ambiente y de la

economía, y el empobrecimiento generalizado de un pueblo que en alguna época

tuvo una economía de subsistencia bien integrada y regulada, basada en el inter-

cambio entre cultivadores y criadores de ganado. A estos últimos se les permitía

que sus animale s past ar an e n e l r ast r ojo de las gr anjas de los pr ime r os a cambio de

su e st ié r col , la pr incipal fue nt e de fe rt i l izan t e par a t odo t ipo de cose chas. Hay ot r as

economías de exportación de materias primas, especializadas en uno o unos cuan-

tos cultivos, que le han prestado poca atención al manejo del suelo durante los

auges exportadores —tan desesperados están los gobiernos por las divisas extran-

je r as—, par a pagar lo de spué s con me nor pr oduct ividad y mayor pobr e z a, t a l como

ha ocurrido en América Central.

Un segundo efecto del desarrollo desigual es la desforestación, el ejemplo con-

temporáneo mejor conocido de la cual es la rápida destrucción de los bosques tro-

picales lluviosos y de la flora y la fauna que dependen de los mismos. En la era del

imperialismo, bajo la égida del colonialismo y de la expansión económica ciega,

tuvo lugar una vasta desforestación del mundo. En Estados Unidos es bien conoci-

da la destrucción de bosques nativos; simplemente desaparecieron, junto con las

praderas y la vida de éstas (la última pradera verdadera, en Texas, está ahora en

r iesgo de bido al de sa r r ol lo) y la v ida si lve st r e . L a de sfor est a ción se pr odujo por dos

razones generales, ambas relacionadas con el rápido crecimiento de la industria, el

comercio y las exportaciones del capital internacional en el siglo xrx. La menos

importante fue la explotación directa de los recursos madereros, como las made-

ras duras de los bosques tropicales (hubo excepciones, como los bosques birmanos

de madera de teca, tan valiosos que la Corona británica puso un alto a su explota-

ción comercial sin control). La razón más importante fue la tala de tierras foresta-

les para el pastoreo y la agricultura orientadas hacia la exportación a los países

232

A M E S O ' C O N N O R

A ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS

33

industriales o a las zonas industriales urbanas. La tala de bosques (por ejemplo en

Estados Unidos o en Birmania, donde los ingleses talaron las tierras bajas selváticas

para dar cabida a una agricultura de exportación de base campesina) era impor-

tante para garantizar la disponibilidad de materias primas y alimentos baratos para

las zonas capitalinas desarrolladas. La desforestación y las sequías, las inundaciones

y la sedimentación de los ríos que se producían invariablemente como consecuen-

cia de aquélla, fueron elementos esenciales en la edad dorada del capitalismo, era

que presenció la producción en masa de mercancías y también de inundaciones,

sequías y hambrunas. En síntesis, en lugar de sistemas de agricultura-silvicultura

integrados, explotación maderera permanente o de rendimiento sostenible, y res-

pe to por la diversidad de la vida (la biodiversidad definida de diferentes maneras),

bast an t e más de l 50% de l car bón pr oducido a lo lar go de la hi st or ia se s acó de la

tierra entre 1940 y 1980— ha sido cancelado en parte por una combinación de con-

centración espacial capitalista, de límites ffsicos espaciales y de planeación estatal.

L as conse cue nc ias e cológicas de l desar r ol lo de sigua l han s ido grande s, no só lo

como resultado de la degradación y pérdida de suelo, la desforestación, la sequía

y aridización y el agotamiento mineral, sino t ambién debido a los efectos que sobre

las zonas productoras de materias primas ha tenido la migración de la mano de

obra, a medida que la gente busca empleo en zonas en desarrollo o industriales.

En las regiones en las cuales se concentra capital industrial se descuida la t ierra de

gr anjas, c ol inas y mont aña s; la e sca se z de mano de obr a impide e l mane jo t r adi-

cional de la t ierra; hay poco dinero para realizar buenas prácticas agrícolas y hay

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el desarrollo desigual y el subdesarrollo terminaron por despojar al mundo de la

mayor parte de su cubierta forestal. Sólo en los países industriales, especialmente

en Europa, el manejo forestal previno gran parte o casi todo el daño potencial (los

intentos por reforestar los Alpes se iniciaron a principios del siglo xix).

El tercer efecto del desarrollo desigual ha sido la rápida explotación de los com-

bustibles fósiles de los países subdesarrollados y desarrollados. El efecto combina-

do del imperialismo y el dominio colonial, junto con el gran poderío de los mono-

polios energéticos, ha significado que los recursos de energía se han explotado

mucho más rápidamente de lo que hubiese ocurrido en un mundo en el cual la

naturaleza fuese un punto de retorno y no sólo un punto de partida para la pro-

du.cción material; es decir, en un mundo que les prestase atención a los desperdi-

cios municipales como fuente de energía, a la fuerza eólica y a la energía solar. El

imperialismo, los monopolios petroleros y las políticas estatales miopes militan en

contra de las políticas energéticas racionales. En Gran Bretaña, en los ochenta, se

tiraba cada año, como relleno, el equivalente de seis millones de toneladas de car-

bón (que representaban en ese momento alrededor de la mitad de la demanda

industrial de energía de Inglaterra, excluyendo la utilizada para la producción de

electricidad, y hierro y acero). En Estados Unidos sólo había en funcionamiento o

en etapa de planeación 120 plantas de recuperación de energía de materiales de

desecho. El 95% de los desechos municipales se usaba como relleno: unos 150

millones de toneladas de desechos sólidos al año, más o menos dos kilos por per-

sona por día. El equivalente, en materia de energía, eran más o menos 56 millones

de toneladas de carbón o 225 millones de barriles de petróleo.

Japón y, en menor medida, Europa Occidental, han sido más cuidadosos. En

Japón los desechos municipales usados como relleno se redujeron del 42% en los

setenta al 32% en los ochenta. En Japón los costos de la energía y de la tierra, y por

ende los del capital, son tan altos que la conservación resulta esencial; de esta

manera se mitigan algunos de los efectos del desarrollo desigual en el agotamien-

to de las fuentes de energía. Así, el efecto del crecimiento exponencial de la

demanda de energía durante 1

-

ow últimos cien años sobre el agotamiento de los

combustibles fósiles —aunque el carbón se ha extraído desde hace unos 800 años

u n a extrema pobreza . Ejemplos de el lo son el n orte de Portu ga l , don de en los

se se nt a los va r one s e migr ar on a la Eur opa indust r ial o a l ár ea de L isboa e n busc a

de empleo, y las áreas de colinas y montañas de la región de Lombardía, en Italia,

que se están convirtiendo en desiertos.

Se podría aplica r un modelo algo más complejo de desarrollo desigual y degra-

dación de la naturaleza a los países o regiones que se especializan en producción

tanto agrícola como mineral para la exportación, y en la cual la contaminación por

los desechos y desperdicios o por el humo de las instalaciones mineras da como

resultado la degradación agrícola y el agotamiento del suelo. La Falconbridge Cor-

poration de Can adá, por ejemplo, tiene minas de níquel en el distrito de Bonao,

en Repúblic a D omin ic a n a , don de los a gric u ltores a firma n qu e el hu mo de la s

minas tiene efectos adversos en los suelos y el rendimiento de las cosechas. A la

inversa, las inundaciones y sequías debidas a la desforestación (una clase de agota-

mien to de rec u rsos) pu eden ten er el efec to de a u men ta r la c on ta min a c ión del

agu a y de otros tipos.

En la s zon a s p rodu c tora s de ma teria s prima s , e l ec ólogo a fric a n o Ca les tou s

Juma ha resumido así la situación de muchas regiones pobres: 11 el rápido creci-

miento de la agricultura de exportación en el Sur empuja la agricultura de sub-

sistencia hacia tierras marginales, más frágiles. Puede afirmarse que el "peor caso"

es Hait í , donde los campesinos de su bsis tencia se apiñan en l aderas es téri l es ,

mientras las agroempresas poseen las mejores tierras de los valles. La agricultura

de exportación concentra la tierra en manos de las agroempresas. 2] Los térmi-

nos de comercio, cada vez peores, entre el Sur y los países desarrollados (es decir

los precios menguantes de las materias primas en términos de los precios de bie-

ne s man ufact u r ados) signi fi can qu e fre cue nt e me nt e los paí se s del Sur t ie ne n que

exportar cada vez más para mantener determinados niveles de importación. 3]

Esto implica que la tierra destinada a los cultivos de exportación se explota más in-

tensivamente, utilizando más fertilizantes y pesticidas químicos, junto con más

fuerza de trabajo humana. El resultado es un mayor número de problemas ocu-

pacionale s gr ave s de salud (e l e nve ne na mient o quí mico de los t r abajador es a gr í -

colas se r e st ringe casi e xclusivame nt e al se ct or de e xpor t ación, e n e l cu al se u t i l i-

234

AMES O•CONNOR

LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS

35

za la mayor parte de las sustancias químicas). 4] La expansión de las cosechas de

exportación requiere más desforestación, así como la transferencia de tierras fér-

tiles de los pobres a los ricos, lo cual fuerza a los campesinos con poca tierra o sin

ella hacia áreas aún m ás marginales, con ecosistemas frágiles. 5] Dentro de los paí-

ses subdesarrollados, sobre todo de África, se consumen cada vez más recursos en

las áreas urbanas. 6] Los bajos precios de los alimentos, que se mantienen para con-

servar el orden social de las clases trabajadoras urbanas, crean una presión cons-

tante sobre los cultivadores que producen cosechas de alimentos locales para que

amplíen su producción, lo que crea más degradación ambiental. 7] Todo esto ha

producido terribles cambios sociales; por ejemplo, la reaparición de infecciones

parasitarias y enfermedades crónicas de uno u otro tipo. Los sistemas agrícolas

intensivos han acelerado la presencia de malaria y de esquistosomiasis. En con-

modos simultáneos: primero, se da la emigración de personas con poca o ninguna

tierra de los campos del Sur a sus ciudades, y del Sur al Norte, lo que también es un

rasgo del desarrollo desigual. Segundo, se da la emigración de capital y tecnología

industriales, financieros y afines en busca de mano de obra barata, disciplinada, y

de mercados nuevos, en países en los cuales los gobiernos están más que dispuestos

a reprimir a los sindicatos e ignorar las reglamentaciones ambientales a cambio de

atraer capital. En Estados Unidos el gobierno ha estimulado el desarrollo combina-

do por medio de la regionalización y la globalización de capital. En mayo de 1986

un tribunal federal emitió una decisión que da libertad a las corporaciones multinacionales

est a d u n i d en ses p a ra d i sp ersa r su s f ábri ca s en e l ex t ra n j ero , cu a lesq u i era q u e sea n lo s ri es-

go s que pr e s e nt e n p ar a l o s habi t ant e s de l l ugar [ . . . ] E l jue z de jó e n c l ar o , as imis mo , que

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junto, el capitalismo mundial, dado el desarrollo desigual, ha sido un desastre

para cientos de millones de personas.

El desarrollo capitalista desigual, así, tiende a causar contaminación masiva en las

zonas industriales y degradación masiva de tierra, suelos, vida vegetal y demás en

las zonas productoras de materias primas. También provoca sobrepoblación (en el

sentido de sobreproletarización y pobreza generalizada) en las zonas subdesarrolla-

das, lo cual acelera la degradación de la naturaleza (mientras tanto, la agricultura

de los países desarrollados se vuelve cada ve z más intensiva en energía). En el con-

texto de los movimientos de la economía mundial como un todo, durante las épo-

cas económ icamente difíciles los productores de agricultura para exportación y de

agricultura de subsistencia procuran mantener su ingreso expandiendo la produc-

ción y, con ello, empujando aún m ás a la naturaleza contra sus límites ecológicos.

Lo que oc urrió históricamente, y sigue pasando, es que los suelos y los recursos

del Sur y las zonas de materias primas del Norte se exportaban y, en parte, se

siguen exportando por la vía de la producción e intercambio de mercancías y la

acumulación de capital, para hacer su aparición en las zonas industriales en forma

de desechos y contaminación. Resulta interesante especular sobre la posibilidad de

que la contaminación industrial sea, indirecta o directamente, una forma de mate-

ria fisica que en algún momento asumió la forma de suelos ricos, combustibles fósi-

les, minerales, bosques y demás, en las zonas productoras de materias primas. De

esta manera el agotam iento del suelo, la devastación de los bosques y cosas pareci-

das, así como la contaminación y la pobreza generalizada de Sur, constituyen un

único proceso histórico... un gran hecho .

DESARROLLO COMBINADO: CONTAMINACIÓN Y AGOTAMIENTO DE RECURSOS

Desarrollo combinado quiere decir que el capital procura combinar formas socioe-

conómicas de la manera más rentable posible. Esto ocurre por lo menos de dos

otras multinacionales pueden evitar la responsabilidad plena por las prácticas globales noci-

v a s o cu l t án d o se d et rás d e su b si d i a ria s , a so ci a c i o n es y d i v erso s a cu erd os eco n óm ico s y tec-

nológicos.

4

En el primer caso son atraídos a las zonas industriales más antiguas

mano de

obra barata, ilegales y trabajadores sin derechos; tienden a reducirse los salarios

para todos; las condiciones de trabajo suelen deteriorarse; se debilitan los sindica-

tos; aumentan los problemas de salud y seguridad ocupacionales, y suelen empeo-

rar las condiciones ambientales. Mientras tanto, las zonas rurales se ven privadas de

un número mayor de sus mejores trabajadores jóvenes, tanto varones como muje-

res, lo que produce mayor descuido de la tierra y, en general, daño ecológico. Se

señalaron ya la campiña de Lombardía y el norte de Portugal; en relación con este

problema se pueden mencionar también ciertas partes de la Turquía rural y la

zona de los Apalaches, en Estados Unidos.

En el segundo caso la emigración de capital crea nuevas zonas de industria en

regiones de excedente de mano de obra (trabajo barato) y capitaliza la agricultu-

ra. La contaminación del Norte se "exporta" al Sur.Sustancias químicas prohibidas

en el Norte aparecen en la producción industrial y agrícola del Sur. Se utilizan esti-

los de relaciones laborales antiguos y más explotadores; se descuidan la salud y la

seguridad ocupacionales, y las zonas industriales urbanas crecen sin control, crean-

do problemas de vivienda, eliminación de residuos, tráfico y otros.

Los niveles de contaminación del aire en ciudades del Sur (como Ankara, Bang-

kok, Bombay, Buenos Aires, El Cairo, Calcuta, Caracas, Manila, México, Río

de

Janeiro, Sáo Paulo, Seúl y Teherán) son mucho peores que los de las ciudades

grandes del mundo desarrollado. El peor responsable es el escape de los motores.

El uso de madera, estiércol y carbón para cocinar y calentar intensifica el proble-

ma. Algunas ciudades padecen inversiones térmicas y falta de circulación del aire.

En Corea, Seúl, con ocho millones de habitantes, sufre por las emisiones altas en

4

Lay Ev erest, "More Bohpals", Nat ion,

21 de junio de 1986.

7

236

A M E S O ' C O N N O R

azufre producidas por los autos, el gas de uso

doméstico y el empleo de ac ei te de

desecho como combustible para calefacción en muchos edificios y fábricas.

En los casos en que en el sector exportador se combinan una administración

avanzada, con métodos financieros y tecnológicos, y métodos más tradicionales de

producción agrícola, el desarrollo combinado profundiza el desarrollo desigual,

con el consecuente daño ecológico. El ejemplo mejor conocido es la "revolución

verde". La capitalización de la agricultura en el Sur bajo el emblema de la revolu-

ción verde significa que los agricultores

escogen las "mejores" semil las , las plantan

un iform em ente en e l área m ás g ra n d e posib le , y

les aplican fertilizantes químicos. La reducción de la agricultura a esta simple fórmula deja

LA ACUMULACIÓN CAP ITALISTA Y LA CRISIS

37

ecológico en cualquier lugar del mundo se requiere un "análisis concreto de situa-

ciones concretas" ; ning una general ización, por teóricamente compl eja que s ea ,

capta ría la s ing ularidad de regiones y países específ icos. En particula r deben

tomarse en cuen ta , entre otros factores , l os efectos de l a tasa y el patrón de ac u-

mulación capitalista, el tamaño de la organización de las empresas capitalistas y la

clase de tecnologías u tilizadas, as í como la forma particular de desarrollo desigual

y combinado que se manifiesta en un a región dada. Pu erto Rico era un buen ejem-

plo (y en forma limitada aún lo es) de los efectos conjuntos del desarrollo desigual

y combinado. Hay degradación y pérdida del suelo, desforestación, c ontamina ción

del aire y del agua, problemas de salud pública y desagües urbanos, derrames de

petróleo, riesgo por los desechos tóxicos y enven enamiento por pesticidas. El desa-

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las cosechas expuestas a ataques y los suelos sumamente vulnerables al deterioro [...] Esa

agricultura reduccionista hace de los fertilizantes y pesticidas químicos productos necesarios

para protegerse de su propia vulnerabilidad.

5

Las semillas de alto rendimiento necesitan mucha agua y fertilizantes, son me-

nos resistentes a las enfermedades que las simientes "nativas", y resultan más sensi-

bles a las condiciones de sequía o inundación.

En síntesis, desarrollo combinado significa exportación de la contaminación y

exportación de productos peligrosos, tanto medios de producción como medios

de consumo. Lo que se transfiere de Norte al Sur no es sólo capital y tecnología

sino también un conjunto de costos sociales y ambientales. Si vemos el mundo

como un escenario de acumulación de capital en el cual ambas formas de desa-

rrollo combinado se producen dentro del contexto del desarrollo desigual, pode-

mos plantear las siguientes hipótesis tentativas. Primero, el trabajo mal pagado y

desorganizado del Sur y las organizaciones laborales debilitadas del Norte son inca-

paces de evitar la destrucción ambiental y el daño a la salud de trabajadores y

comunidades. Segundo, la combinación de alta tecnología con trabajo barato ele-

va globalmente los "costos sociales", así como las extemalidades y la tasa de explo-

tación, por ende la tasa de utilidad, por ende la velocidad con que se usan y des-

truyen los recursos, y también la tasa de contaminación en todas sus formas. El

resultado es una espiral perpetua de destrucción ecológica y humana.

C O N C L U S I Ó N

En determinados países y regiones del globo hay patrones específicos, únicos, de

destrucción de la naturaleza. Por consiguiente, para entender las causas del daño

'

Frances Moore Lappé y Joseph Contra, F e T o c l

 

~~he rnyt

  t f s c a r c i ty , B u s t u n , H

u u g l i t u n M i f -

flin,

1977, p. 164.

rrollo desigual ha dado por resultado la destrucción de muchos recursos n aturales;

el desarrollo combinado ha añadido contaminación, problemas de desechos tóxi-

c os y demás . Cu a n do se c on ju n ta n el desa rrollo de c a pita l des igu a l y c ombin a do,

parecería qu e l a su percontamina ción de l as zona s industria l es puede explicarse

por la superdestrucción de la t ierra y los recu rsos en las zona s productoras de mate-

rias primas, y viceversa. El agotamiento de recursos y la con taminac ión dependen

uno de la otra; son el resultado necesario del mismo proceso universal de "valori-

zación" del capital.

A s í , e l a g o t a m i e n t o y l a c o n t a m i n a c i ó n n o s o n a s u n t o s i n d e pe n d i en t e s . L a

riqueza natural del mundo se agota y se convierte en basura, muchas veces basura

peligrosa, por medio de la acu mulación g lobal de capital. Y los su bproductos inde-

sea dos — la c on ta min a c ión — t ien en el efec to de a gota r los rec u rsos . En términ os

formales, cuanto mayor es la tasa de utilidad, mayor la tasa de acumulación y mayor

la ta sa de a gota mien to qu e l lev a , in direc ta men te, a u n a ta sa ma yor a ún de c on ta -

minación. Por ejemplo, la extracción y producción de petróleo agota los recursos

de combustibles fósiles; el petróleo se convierte en product os petroquímicos noci-

vos para la gente y la naturaleza. La extracción de uranio agota los recursos y per-

j udica l a sa l ud de l os mineros y otras personas , a l t iempo que da por resul tado,

indirectamente , más contaminación (por ejemplo por escapes de las plantas

nuc leares). Asimismo, y si los demás factores no se modifican , cua nto mayores sean

las tasas de utilidad y de acumulación mayor será la contaminación directa y mayor

también el agotamiento indirecto de la naturaleza.

239

A ACUMULACIÓN CA PITALISTA Y LA CRISIS

11

T E CNO L O GÍA Y E CO L O GÍA

La visión dominante en Occidente desde el iluminismo del siglo xvm es que la

ciencia y la tecnología, combinadas con la propiedad privada y la economía de

mercado, generan dos tipos de libertad: libertad de los destrozos de una naturale-

za desconocida e incon trolable, y libertad para apropiarse de ella y manipularla de

relaciones de clase, el sexismo y el racismo. La jerarquía políticamente determina-

da de la ciencia (se afirma) ha elevado las ramas involucradas con la destrucción de

la naturaleza por encima de las ciencias que proporcionan un conocimiento siste-

mático de esa destrucción. La agroecología, la biología de la conservación, la epi-

demiología, la ecología histórica, la geografia cultural, la economía ecológica, la

economía política y la teoría social y crítica (entre otras) — tareas esenciales para el

proceso de recuperar la naturaleza— siguen teniendo poco financiamiento y poco

personal. Las ciencias agrícolas y el conocimiento popular se devalúan en los círcu-

los oficiales. No obstante, pese al creciente escepticismo acerca de la capacidad de

la ciencia y de la tecnología para resolver "problemas", muchos destacados ambien-

talistas y prácticamente todas las personas responsables de tomar decisiones empre-

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maneras racionales a fin de incrementar la "riqueza de las naciones". Se supone

que la tecnología nos protege de la furia de la naturaleza y, al mismo tiempo, nos

enriquece con sus tesoros. Un corolario es que cuando los misterios de la natura-

leza ceden a la razón científica y la racionalidad capitalista, los seres humanos se

liberan de una vida de trabajo duro y embrutecedor. El mismo Marx cayó en esta

idea del progreso, y por esta razón se lo ha llamado "el verdadero heredero de la

Ilustración".

Esta visión ha sido cuestionada por la escuela de la teoría crítica, que ha soste-

nido que la ciencia y la tecnología se han convertido en medios de represión, no

de emancipación. El optimismo iluminista por la ciencia y la tecnología ha sido

cuestionado también por eco logistas radicales, feministas, economistas políticos y

otros, que coinciden en que el futuro, tanto del trabajo (en ambos sentidos de la

palabra) como de la naturaleza, depende del futuro de la tecnología, pero que

piensan que gran parte de la tecnología capitalista, si acaso no toda, es en realidad

una fuerza de opresión, explotación y destrucción. En esta visión crítica, l a tecno-

logía capitalista no ha liberado a la especie hum ana de las fuerzas ciegas de la natu-

raleza y de la obligación del trabajo pesado, sino que más bien ha degradado la

naturaleza y vuelto gran parte del destino humano más duro, no más seguro ni más

fácil. Las armas atómicas y la energía nuclear, una miríada de sustancias químicas

tóxicas, la bioingeniería, el crecimiento exponencial de la quema de combustibles

fósiles, y otras tecnologías y prácticas técnicas peligrosas, ponen en peligro (se

dice) la vida misma del planeta. La robótica, las computadoras, las máquinas herra-

mienta de control numérico, la comunicación satelital, la tecnología de nuevos

materiales, las revoluciones verdes y otras tecnologías que aumentan el control

social y reducen el trabajo socialmente necesario representan una amenaza para

las condiciones de trabajo y dan por resultado desempleo y subempleo, creciente

desigualdad social y material, pobreza y miseria en muchos lugares del mundo.

La ciencia y la tecnología, vistas universalmente, alguna vez, como buenas, per-

dieron así su escudo de inmunidad y quedaron expuestas a una gran variedad de

críticas. Los críticos tratan a la ciencia y la tecnología capitalistas, en el m ejor de los

casos, como ventajas ambiguas y, en el peor, como fatalmente conectadas con las

sariales y gubernamentales conservan su fe en las soluciones tecnológicas para los

problemas ecológicos y económicos globales. El ejemplo más importante es el

famoso Informe Brundtland, que afirma que hay soluciones tecnológicas para la

recuperación ambiental, el crecimiento económico y el alivio de la pobreza.'

Mientras tanto, los "nuevos movimientos sociales" también están cuestionando

la eficacia ecológica de la tecnología moderna, así como las fundamentaciones y

usos de la ciencia occidental. Movimientos sociales de alcance mundial, unidos

bajo el estandarte de la reducción de fuentes de contaminación o por la produc-

ción limpia, procuran abolir tecnologías nocivas, impedir la introducción de téc-

nicas potencialmente peligrosas, desarrollar tecnologías alternativas y compensar a

las víctimas de daños tecnológicos previos.

2

Estos movimientos suelen actuar den-

tro o fuera de las estructuras existentes de poder, pero en ocasiones trasponen la

línea entre las concepciones convencionales y alternativas de la sociedad. Lo qué

demandan es "el gobierno social de la tecnología" (Barry Commoner) o "la toma de

decisiones democráticas desde las bases" (Mary Clark).

3

Para ocuparnos de la cuestión de los efectos ecológicos y humanos de la tecno-

logía tenemos que hacer una breve revisión de sus funciones en el capitalismo

1

World Comm ission on Environment and Development, Our common future, Oxford, Oxford Uni-

versity Press, 1987.

2

Véanse Anil 1C Gupta, "Survival under stress in South Asia: A socio-ecological perspective on far-

mer risk adjustment and innovations"; Vmod Vyasulu, choosing environmentally sound and self-

reliant technologies: Reflections on Indian experience"; Richard L evins, "The struggle for ecological

agriculture in Cuba", Capitalism,

Nature Soc ial ism,

5, octubre de 1990.

En Estados Unidos la Cam paign for Responsible Technology [Campaña por una Tecnología

Res-

po ns ab l e ] ,

de reciente creación, que incluye a National Toxics Campaign, Greenpeace, Southwest Orga-

nizing Project, Clean Water Action Project, Friends of the Earth, Communications Workers of America

y muchas o tras organizaciones, parece estar trabajando en todos esos frentes. Chellis Glendinning

(When

technology wounds: 77w human cotuequences of /f loras,

Nueva York, M orrow, 1990) encabeza la lucha por

crear una unión de grupos similar a National A ssociation of Radiation Survivors, Asbestos Victims of

America, Dalkon Shield Network y muchas más

(New Opt ions,

67, 28 de mayo de 1990, p. 1).

3

Barry Commoner,

Ma k i n g p e a n wi t h t h e p l a n d ,

Nueva York, Pantheon, 1990; Mary Clark,

Ariadne' s

thread,

Basingstoke, Macmillan, 1989.

[238]

240

AMES O'CONNOR

moderno. Es un problema complejo porque la tecnología tiene significados y fun-

ciones sociales, políticos e ideológicos, así como económicos, específicos.

4

T a m -

bién es una cuestión importante porque gran parte de la bibliografia ecológica y

ambientalista sobre tecnología presenta visiones unilaterales, simplistas, del tema.

La función económica más importante de la tecnología capitalista consiste en

maximizar los aumentos de producción por unidad de tiempo de labor en el sitio

de trabajo. Elevar directa o indirectamente la productividad del trabajo reduce el

costo de producir bienes de consumo, el contenido del valor de la canasta básica o

el tiempo de trabajo socialmente necesario, y (si no se modifican otros factores)

eleva la explotación del trabajo y las tasas de utilidad y acumulación capitalista.

LA ACUMULACIÓN C APITALISTA Y LA CRISIS

41

p oseen u n rec u rso v a lioso qu e, tempora lmen te, n o es tá dispon ible pa ra los c a pita -

les competidores.

S in embargo, as í como al gunos ca pita l es tratarán de aventa j ar a otros introdu-

c ien do n u ev a s tec n ología s de produ c c ión , otros c a pita les tra ta rán de imita r o su pe-

rar a l os inn ovadores , so pena de fracaso económico. Cuan do l os capita l es compe-

tidores introducen las mismas innovaciones u otras mejores las "rentas"

desa p a rec en ; ha y u n a dec lin a c ión gen era l de los c os tos , y los c a pita les qu e en c a be-

zaron la innovación de procesos pierden sus presuntas utilidades. Sin embargo aho-

ra es posible que todos l os capita l es que producen l a misma m ercancía l o haga n a

m e n o r e s c o s t os . L a p r od u c t i v i d a d s e h a i n c r e m e n t a d o e n l a i n d u s t r i a e n s u c o n -

junto (o, en e l caso extremo, en la economía en su conjunto) . Si la innovación se

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El diseño y la forma de la tecnología de producción tienden a ser diferentes

cuando los mercados están en expansión que cuando la demanda del mercado se

estanca o se contrae. Durante las expansiones económicas la nueva tecnología tien-

de a aumentar la producción, y en periodos de estancamiento o contracción a

reducir los costos. Así, es probable que los efectos de la tecnología sobre la natu-

raleza sean diferentes en las buenas y en las malas épocas, porque tiende a ser dife-

rente el tipo de cambio tecnológico (véase el capítulo 9) .

El mecanismo económico por el cual los cambios de la tecnología de produc-

ción (la denominada innovación de procesos) aumenta la productividad y las uti-

lidades está oculto. Cuando los capitales individuales introducen técnicas que

bajan los costos (aumentan la productividad), da la impresión de que obtienen

más "util idades". Como pueden producir más barato que sus competidores, es pro-

bable que sus ingresos en relación con los costos sean más altos. No obstante, estos

ingresos no son "utilidades" sino una forma de renta económica, llamada "renta

tecnológica". Son dinero del cual se apropian los capitales individuales porque

4

Tie n e raz ó n L an gd o n W mn e r c u an d o d ic e q u e "to d a n u e s tr a fo r ma d e v id a e s tá c ad a ve z má s

m edia da t ecn ol ó g ica m en t e . Y a n o es pos i bl e s epa ra r a l a s oc i eda d de l a t ecn ol og í a , n i a l a p ol í t ica de l a

t ecn ol og ía , n i a l a cu l t u ra de l a t ecn ol og ía . La v i da qu e n os rodea es t á i n f lu i da en g ra n m edi da por deci -

s io n e s e n ma te r ia d e l d is e ñ o y l a fo r ma d e l a te c n o l o gía" (c i tad o e n N e w

Options, op. cit .;

véase también

The inhale and the reactor: A search for l imite in the

ag s

of high technoloc,

Chicago, University of Chicago Press,

1986). Pero el diseño y la forma de la tecnología están condicionados, también, por la sociedad, la polí-

t i ca y l a cu l t u ra , a s í c om o por l a econ om í a ; por ej em pl o, l a t ecn ol og í a del t ra n s port e y de la c om u n i ca -

c i ó n , qu e f u n ci on a n en t érm in os de l a org a n i z a ci ó n del ca p i t a l a l i g u a l qu e de l a produ cci ó n y l a rea l i -

zación del valor,

5

La redu cci ó n de cos t os en l a s época s econ ó m i ca m en t e di fi c i l es l l ev a a u n a u m en t o de l a con t a m i -

nación por unidad de producción, lo cual puede elevar la contaminación total. En relación con ello

escribe David Peerla: "El movimiento ambientalis ta procura reducir las descargas de sustancias tóxicas

de l os m ol i n os de p u l pa , di s m i n u y en do, por ejem pl o, la s des ca rg a s por u n i da d de produ cci ó n . D u ra n -

te un boom

la descarga por unidad de producción puede reducirse pero, debido al aumento absoluto en

l a p r o d u c c ió n to ta l , l a c a n t id ad to ta l d e e l e me n to s tó x ic o s p u e d e e l evar s e . L a s u c ie d ad d e u n m o l in o

n o s ó l o es f u n ci ó n de u n cri t eri o es p ecí fi co de des ca rg a s i n o t a m bi én del hecho de qu e ha y a u n a exp a n -

s ió n o u n a c o n tr ac c ió n e c o n ó mic a . Po r e s o n o b as ta c o n q u e e l movimie n to amb ie n ta l i s ta s e l imite a

tratar de reducir los niveles de descarga; tiene que pensar (como lo está haciendo ahora) en cambiar el

proces o de p rodu cci ó n . D e a hí s e deri v a e l m ov i m i en t o p or des ca rg a s n u l a s o produ cci ó n l i m p i a ."

restringe a determinada industria de bienes de consumo, l a reducción de l os cos-

tos de la c a n a s ta de c on su mo (o tra ba jo soc ia lmen te n ec esa rio) será pequ eña . Si la

i n n o v a c i ó n s e i n t r o du c e e n u n a i n d u s t r i a d e b i en e s d e c a p i ta l q u e p r op o rc i o n a n

maquinaria , tecnol ogía y demás a una gran gama de industrias de bienes de con-

su mo, la dec lin a c ión del c os to de produ c ir la c a n a s ta media de c on su mo será gra n -

de. En este úl t imo caso los salarios en efectivo pueden reducirse sin afectar de

ma n era a dv ersa e l n iv el de v ida de los tra ba ja dores . En c ierta s c on dic ion es pu eden

subir tan to l os sa l arios en efect ivo como l as ut i l idades . L a forma en qu e se dis tri-

buyen entre el capita l y el trabaj o l os aumen tos de l o que Marx l l amó " pl usva l or

rel at ivo" depende de muchos factores , el más importante de l os cua l es es l a l ucha

por los salarios, los horarios y las condiciones de trabajo. En los cincuenta y los

sesenta, por ejemplo, los trabajadores de la mayoría de los países capitalistas desa-

rrolla dos c ompa rt ieron c on el c a pita l , de forma más o men os igu a li ta ria , la s ga n a n -

c ia s p or p rodu c t iv ida d. En c a mbio, en los oc hen ta y los n ov en ta , en Es ta dos Un idos

(y c a da v ez más en otra s ec on omía s in du s tria les) e l c a pita l se a propió rela t iv a men -

te de más ganancias por productividad, en forma de intereses, rentas y utilidades.

La segunda función económica del cambio tecnológico es reducir los costos de ex-

tracc ión de materias primas y combustibl es y /o aumenta r l a efic iencia del us o de

a qu é l l o s . E l pri m er c a s o pu e d e il u s t r a r s e c o n l a s n u e v a s t é c n i c a s d e e x t r a c c i ón

minera que permiten que el capita l industria l compre a menores precios un a ca n-

tidad dada de materias primas. Un ejemplo del segundo es la mayor eficiencia para

la u t i l iza c ión de c ombu st ibles fós i les por pa rte del c a pita l in du s tria l n ortea meric a -

n o a f in es de los seten ta y en los oc hen ta c omo resu lta do de la s dos "c ris is p etrole-

ras" de los setenta.

Una tercera función económica de l a tecnol ogía capita l is ta es desarrol l ar nue-

vos bienes de consumo, incluyendo algunos que remplazan otros ya existentes y

que por l o tanto, potencia l mente, expanden l os mercados de consumo. Cu ando l a

tecnol ogía se diseña y

. c on forma p a ra c rea r produ c tos de c on su mo n u ev os o mejo-

rados, de no modificarse otros factores, el tiempo de circulación del capital decli-

n a y la ta sa de u t i l ida d se elev a . En s ín tes i s , la s n u ev a s tec n ología s de produ c c ión y

materias primas aumen tan l a s ut i l idades potencia l es; l a innova ción de l a produc-

242

A M E S O ' C O N N O R

ción para el consumo permite que el capital realice estas utilidades potenciales en

el mercado.

Estas tres funciones económicas están estrechamente relacionadas con las fun-

ciones sociales y políticas de la tecnología. En la moderna " sociedad tecnológica",

basada en sistemas avanzados de comunicaciones, entre otros, la "racionalidad ins-

trumental" se ha vuelto universal, y la misma tecnología es reificada.

6 Las conexio-

nes internas entre los significados económicos, sociales y políticos de la tecnología

son tan complejas que no se ha formulado aún un análisis teórico satisfactorio del

problema en su conjunto.

No obstante, algunos puntos teóricos importantes pueden tener aplicación

general. En la producción capitalista funcionan simultáneamente dos procesos. El

primero involucra la producción de valores de uso, y el segundo la producción de

LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 43

Si bien no hay una historia general que abarque las formas en que los diseñado-

res y propietarios de la tecnología han incorporado innovaciones para dom inar a los

trabajadores o para producir riqueza excedente en mercancías, el capital, durante

largo tiempo, ha procurado depositar cada vez más el control de la producción en

manos de la administración, es decir, separar la planeación y ejecución del trabajo,

dividir el trabajo manual y el mental, y a los trabajadores manuales y mentales.

8

Trabajadores y sindicatos, ciudadanos y comunidades, así como ambientalistas

(entre otros comprometidos con los efectos humanos y ambientales de los proce-

sos y productos de la producción capitalista), han luchado contra el monopolio

capitalista del poder sobre la producción y las clases productoras. El resultado de

estas luchas ha dependido de complejas conjunciones de factores políticos, socia-

les, culturales, ideológicos y económicos. Por citar dos casos extremos, en Suecia

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valor de cambio. E l primero es un "proceso de trabajo": la relación entre los traba-

jadores, los técnicos y otros que participan en la producción directa y las materias

primas proporcionadas por la naturaleza. Ejemplos de ello son cosechar el trigo,

moldear metales y embotellar leche. El segundo es un "proceso de valorización",

una relación social en la cual el capital extrae plusvalor de los trabajadores. En

otros términos, en la producción la gente produce mercancías usando o transfor-

mando los elementos de la naturaleza y, en este proceso, la clase capitalista se apro-

pia de la riqueza excedente de las clases trabajadoras que las producen.

La producción de riqueza excedente y su extracción por parte del capital pre-

supone que la adm inistración capitalista disciplina y controla de manera eficaz a la

fuerza de trabajo. Los métodos de disciplina y control varían mucho, de acuerdo

con el tamaño y las aptitudes de la fuerza de trabajo, el tipo de industria y muchos

otros factores. Sin embargo hay una generalización que se aplica a la mayor parte

de los lugares de trabajo capitalistas, si no a todos. Por un lado, la tecnología se usa

para producir riqueza especializando y dividiendo el trabajo; es decir, produce una

forma determinada de cooperación técnica entre trabajadores y técnicos. Por el

otro, la tecnología capitalista divide a los trabajadores entre sí y de los técnicos, y

por lo tanto también permite que el capital domine a la fuerza de trabajo median-

te la "especialización" como m edio

de

dirigir y controlar a los trabajadores. La pro-

ducción capitalista presupone una división tanto de los trabajadores como del tra-

bajo, una especialización de aquéllos tanto como de éste.? La tecnolog ía capitalista

se diseña, configura y pone en práctica no sólo para coordinar y controlar la pro-

ducción sino también para coordinar y controlar a la clase productora.

6

Véanse Andrew Feenberg, "The critical theory of technology", "Discussion" de Les Levidow, Ynes-

tra Ring y Andree Feenberg, y Robert Marotto, Subtexts of Solar: Community and conservation in the

solar capital", todos en Capitalina,

Natura; Soc ial ista, 5, octubre de 1990.

7

Este doble proceso siempre es contradictorio. Por ejemplo, David Noble, en Forres o f production: A

social history

of ndushia l automat ion,

Nueva York, Knopf, 1984, ha demostrado que la tecnología más efi-

ciente en el campo de la maquinaria de control numérico se descartó en favor de una tecnología que

a los patrones les parecía la m ás "eficiente" desde el punto de vista del control de los trabajadores.

las leyes de codeterminación daban voz a los trabajadores ante la introducción de

nuevas tecnologías, y las autoridades locales conceden licencias para la cría de pe-

ces a fin de reducir las cargas de fósforo y nitrógeno. En Nigeria ni los trabajado-

res ni las comunidades ecológicamente comprometidas tienen mucho que decir

acerca de las tecnologías de producción, los productos, la contaminación o, en

general, las condiciones de producción, ya sea en las fábricas o en la pesca.

Esta breve descripción del modo en que la tecnología encarna las relaciones

sociales (y viceversa) debería hacer pensar a quienes proporcionan explicaciones

estrechas del cambio tecnológico o ven dicho cambio en términos puramente eco-

nómicos, y también a quienes sostienen que la tecnología capitalista es o no es

inherentemente nociva. ¿Son dañinas las tecnologías para las formas de vida y el

sustento humano sólo porque el planeta puede no ser capaz de sostener la explo-

tación de materias primas y absorber los desechos nocivos?

9

¿Son destructivas sólo

en relación con el nivel de producción? ¿O es que las tecnologías alteran el com-

portamiento humano, o la naturaleza humana, de maneras debilitadoras? Tales

preguntas indican las dificultades para conceptualizar el "problema de la tecnolo-

gía". Las incertidumbres técnicas y sociales en el proceso de producción, por sí

solas, inhiben a investigadores y teóricos. 1 0

El estudio clásico es el de Harry Braverman,

L ab o r and m o no po l y c ap i t a l Th e d e g r ad a t i o n o f w o r k i n t h e

twentieth century,

Nueva York, Monthly Review Press, 1974. En años recientes muchos estudios del pro-

ceso y las relaciones de trabajo también han hecho hincapié en la importancia de las ideologías geren-

ciales de control laboral (véanse, por ejemplo, Michael Burawoy, Manufacturing

c o ns e n t . C h ang as i n M e

labor process under m onopo ly capi ta li s ta ,

Chicago, University of Chicago Press, 1979; Richard Edwards,

C o n -

t e s t e d terrain:

The t ransfonnat ion of the workplace in the twent ie th century ,

Nueva York, Basic, 1979; James

O'Connor, Accumulat ion cris is ,

Oxford, Basil Blackwell, 1984, cap. 5).

9

El trabajo mejor conocido sobre este tema sigue siendo el de Commoner,

op. cit . ,

p. 1971. De

hecho los problemas de los "costos sociales" y la tecnología están estrechamente relacionados, pero se

los puede tratar como si estuvieran conceptualmente separados (véase Frank Beckenbach, "Social costa

in modem capitalism",

Cap ital ista, Natura, Soc ial ista,3, 1989)

1 ° M arón O'Connor, "C odependency and indetenninacy: A critique of the theory of production",

Capitalism,

Naftol Socia l ism, 3, 1989.

LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS

45

44

A M E S O ' C O N N O R

Lo que no se cuestiona es que la naturaleza es el punto de partida para el capi-

tal, pero no necesariamente el punto de retorna

n

El capital se apropia de "los ele-

mentos naturales del capital" del ambiente y descarga en la naturaleza lo que los

economistas convencionales llaman "productos vinculados no deseados". No exis-

te una razón

a p r i o r i

para esperar que la tecnología de producción se base en prin-

cipios ecológicos, a menos que los capitales o las industrias individuales lo consi-

deren ventajoso o se vean obligados a ello por los movimientos ecológicos y la

legislación ambiental. Los capitales minimizarán los desechos, reciclarán los sub-

productos, usarán eficientemente la energía, protegerán la calidad del suelo de los

bosques, y así sucesivamente, cuando eso les dé mejores ganancias y no de otra

manera, salvo por la fuerza. Desde el inicio del capitalismo industrial se han esco-

otro ejemplo. El tra ba jo es tresa do se debe mu c ha s v ec es , n o a la l ín ea misma , s in o

a que las funciones de los trabajadores están sumamente especializadas y limitadas,

y también a qu e l a compañía mu eve l a l ínea demasiado rápido o mantiene dema-

siado altos los niveles de ruido como para que los trabajadores puedan hablar entre

s í . .. decis iones enraizadas en l as rel aciones de producción c apita l is ta , no en l a tec-

nol ogía

per s e

En l a producción petroquímica, de l a que podría decirse que es l a

industria más dañina para el ambiente, la tecnología funciona también como

man era de control ar l a fu erza de trabaj o. L a expl icación tra dicional del rápido

desarrollo de las sustancias petroquímicas y de la sustitución de productos de metal

por plástico menciona la disponibilidad de energía barata, los altos niveles de sala-

rio y l a ca pacidad técnica para su st i tuir materia l es natu ral es difíc i l es de obtener

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gido las tecnologías con base en sus efectos sobre los costos y las ventas, no sobre

e l a m b ie n t e . D o s c i en t o s a r i o s a t r á s l a m á q u i n a d e v a p o r in v e n t a d a po r J a m e s W a t t s

fue el motor de la Revolución industrial porque quemaba eficientemente carbón

blando, alto en azufre, razón por la cual creaba una contaminación horrible. Hoy

en día las sustancias químicas que no aparecen en forma espontánea en la natura-

leza y que destruyen valiosas formas de vida seguirán usándose en la producción

mientras no haya reglamentaciones que lo prohíban. Los riesgos ocupacionales

para la salud y la seguridad mutilarán y matarán a los trabajadores a menos que el

trabajo y las comunidades luchen contra las compañías responsables.

A su vez, las luchas ecológicas y la legislación ambiental contribuyen a confor-

mar tecnologías y procesos de producción. Los movimientos sociales para abolir

tecnologías nocivas, para impedir la introducción de técnicas potencialmente per-

judiciales y para desarrollar alternativas ecológicamente sanas se inscriben en la

gama actual de tecnologías y procesos de producción. Regresamos una vez más al

tema de la lucha social y política como clave para comprender los tipos de tecno-

logías usadas por el capital y sus efectos sobre la gente y la naturaleza.

La tecnología en sí misma puede ser menos culpable que la forma en que el

capital la organiza y la usa en los lugares de trabajo dedicados a dominar el traba-

jo y a la producción de plusvalor y utilidades. Un estudio de la industria mexicana

ha demostrado que es la naturaleza capitalista de las relaciones de trabajo, no la

tecnología, la que causa la explotación biológica y fisiológica de los trabajadores.

1 2

res descubrieron que esta tecnología agrícola servía tanto como instrumento de

control del trabajo como de producción en sí misma.

1 3

L a l ínea de montaj e ofrece

11

Michael Lebowitz, "The general and the specific in Manes theory of crisis",

Studies in Political Eco-

n o m y ,

7 , i n v i ern o de 1 9 8 2 ; J ea n - P a u l D el ea g e , " E coM a rxi s t cr i t i qu e of pol it i ca l econ om y " ,

Capital ism,

Nature, Socia li sm,

3, 1989.

" A s a C ri s t i n a La u rel y M a rg a ri t a M á rq u ez , El desgaste obrero en México: Proceso de producción y salud,

México, Era, 1983.

13

Douglas Murray, "The abolition of

el cortito,

the short handled hoe: A case in social conflict and

s t a t e pol i cy i n C a l i forn i a a g ri cu l t u re" ,

Social Prob lems,

30, 1, octubre de 1982.

por petroquímicos y otros productos sintéticos. Los plásticos son ligeros, durables

y

flexibles, y pueden modificarse para crear una gran variedad de propiedades quí-

micas y físicas. Sin embargo hay otro factor significativo: los procesos químicos y los

produ c tos s in tét ic os n o requ ieren tra ba ja dores qu e ma n ejen los ma teria les qu e se

preparan para fabricar los productos finales. La producción, sobre una base de flu-

jo c on t in u o, l ibera el c a pita l de su depen den c ia de la s ma n os y la s a lma s de la fu er-

za de trabaj o de una forma que no es posibl e en l a producción y fabricación de

meta les . En c ierta medida la s su s ta n c ia s qu ímic a s y los p lás t ic os se u sa n porqu e los

trabajadores del metal eran en el pasado, casi en todas partes, el sector mejor orga-

n iza do y más c omba t iv o de la c la se tra ba ja dora . De modo qu e la s tec n ología s qu í-

micas y pl ást icas no só l o func ionan c omo objetos y medios de producción en sen-

tido técnico sino también como medios de control del trabajo.

En niveles más altos de poder económico y político la tecnología nuclear, la más

pel igrosa de todas l as tecn ol ogías , no só l o s irve para " ma ntener l as decis iones en

man os de l os empl eadores y de l os expertos contra tados por el l os" s ino también

"p a ra c en tra liza r a ún más el c on trol sobre la in v ers ión y la produ c c ión [ . . .] y ma n -

ten er el c on su mismo pa s iv o".

1 4

En el capita l ismo moderno se dan por l o general

l a s t e c n o l o g ía s i n t e n s i v a s e n c a p i t a l — c o m o l a e n e r g í a n u c l e a r — , n o r m a lm e n t e

m á s d a ñ i n a s d e s d e e l pu n t o d e v i s t a e c o l ó g ic o q u e l a s t e c n o l o g ía s i n t e n s i v a s e n

tra ba jo, porq u e le da n a l c a pita l en gra n esc a la u n c on trol más direc to sobre el tra -

baj o. De manera indirecta , l a tecnol ogía nu c l ear ha servido como proyecto de se-

guridad n acional ut i l izado para ej ercer control sobre el espacio pol ít ico. L a com-

posición tecnol ógica del capita l t iende as í a incrementarse, por razones no só l o

económicas s ino también socia l es y pol í t icas . De hecho, quienes cuest ionan tecno-

logía s c omo la n u c lea r se en fren ta n a los "derec hos" del es ta do y la s c orpora c ion es

p a ra c on s tru ir y ma n eja r in s ta la c ion es qu e pon en en peligro a la s forma s de v ida .

L os movimientos ant inucl eares rechazan, impl íc i ta o expl íc i tamente, el derecho

del capita l a c entral izar el control sobre l a producc ión y dis tribución de en ergía ,

14 Francis Sandbach,

Environment, ideology, and policy,

Montclaire, Allanheld, Osmun, 1980, c i tando

a B. Martin, "Soft energy, hard politics", U n d e r c u f f e n t s , 27, abril-mayo de 1978.

246

A M E S O ' C O N N O R

A ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS

47

así como su control de la inversión y de las estrategias de exportación destinadas a

expandir la producción de instalaciones nucleares.

Las tecnologías de consumo y sus efectos sobre la vida planetaria plantean cues-

tiones teóricas distintas pero relacionadas. Este discurso, igual que las tecnologías

de producción, las tecnologías de consumo o las innovaciones de productos, tiene

significados tanto socioeconómicos como sociopolíticos. Como base de la sociedad

de consumo, la forma mercancía para la satisfacción de necesidades se ha inserta-

do en las instituciones capitalistas y la conciencia de las masas.

1 8

Tal como ocurre

con las tecnologías de producción, es dificil predecir si las innovaciones en los pro-

ductos de consumo serán más o menos dañinas ecológicamente que los productos

existentes o los más antiguos. Sin embargo hay un principio general que puede

contribuir a aclarar las ideas sobre este problema. Las causas económ icas y las con-

consumo y la contaminación/agotamiento de recursos no está determinada por

"elecciones de consumo" individuales. La variable clave es la tasa de crecimiento de

los jornales y salarios totales y, por lo tanto, la tasa de crecimiento del ingreso del

consumidor, que son determinadas po r las tasas de utilidad y acumulación del capi-

tal. Cuanto mayor sea la tasa de utilidad, mayor será la de acumulación, así como la

de empleo, ingreso del consumidor y gasto del consumidor. Como los administra-

dores capitalistas tratan de maxim izar los incrementos de producción por hora de

trabajo (o por unidad de tiempo d e trabajo), se tiende a expulsar de la producción

a la fuerza de trabajo viviente, reduciendo los jornales y salarios totales que el capi-

tal adelanta a los obreros y empleados. En otros términos (en este modelo econó-

mico simple), maximizar el crecimiento de la productividad del trabajo eleva al mis-

mo tiempo el po tencial del capital para producir plusvalor (utilidades) y reduce el

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secuencias ecológicas de la composición de la demanda de consumo (la canasta de

bienes de consumo adquirida por el hogar promedio), y las causas y consecuencias

del gasto total del consumidor y de la tasa de crecimiento de este gasto son muy

diferentes. Con frecuencia esta distinción se fusiona en los discursos ambientalis-

tas anticonsumistas.

La composición de la demanda de bienes de consumo no duraderos es relativa-

mente flexible. Por ejemplo, la conciencia ambiental de los consum idores estimula

la producción y venta de productos de pa pel reciclado, botellas retornables, verdu-

ras orgánicas y otros productos verdes. En contraste, la composición de la dem an-

da de bienes de consumo duraderos es inflexible. Si bien es fácil vender verduras

libres de sustancias químicas en los mercados de clase alta, no se produce todavía

ningún refrigerador barato sin e:m. 1 8

Los fabricantes de autos no pueden pasar de

los vehículos contaminantes a los no contaminantes sin descartar miles de m illones

de dólares de inversiones fijas. Además, la demanda de autos está determinada por

mercados de trabajo geográficamente complejos, que separan en términos fisicos

los lugares de trabajo, de residencia y de recreo.

17

Más aún, los autos desempeñan

un papel en la reproducción del individualismo como valor social dominante.

18

En oposición a la idea generalizada, la relación entre el crecimiento del gasto en

15

William Leiss,

l l ie l imi t s t o sat isfac t ion,

Toronto, University of Toronto Press, 1976.

16

Está en su apogeo la carrera por comercializar productos ambientalmente sanos , apoyada

(según las encuestas) por hasta las tres cuartas partes del público consumidor norteamericano. La divi-

sión de productos de freón de DuPont, que hace años inició el ataque para destruir la capa de ozono

con los cric, está planeando diseñar plantas para hacer "refrigeradores amistosos hacia el ambiente"

que no contengan cloro. Cuando estén en el mercado —si llegan a estarlo— los refrigeradores sin clic,

los autos eléctricos, las lavadoras y secadoras que usen eficientemente el com bustible, etc., el actual cre-

cimiento lentísimo de la demanda de bienes de consumo duraderos podría ascender bruscamente.. .

revitalizando el modelo de acumulación fordista.

17

Beckenbach

o p . c i t . ,

pp. 78-81) analiza más a fondo las implicaciones ecológicas de los modernos

patrones de reproducción social. Véase también Robert Schaeffer, "Caz sick",

G n o m p e a c e ,

mayo junio de

1990

ls

James O'C onnor,

o p .

cit., cap. 6.

potencial para realizar estas utilidades a través de mercados de consumo en expan-

sión. El problema de los mercados muchas veces es, de hecho, un punto de infle-

xión en el desarrollo de una empresa capitalista y del sistema capitalista en su con-

junto. Los mercados débiles llevan a los capitales individuales a tratar de vender

más y más rápido bienes de consumo, para reducir el tiempo de circulación del

capital a fin de mantener las utilidades. A eso se deben la ubicuidad de la sociedad

consumista y los perjuicios ecológicos y el despilfarro asociados con ella.

Pero el asunto es más complejo, porque las grandes corporaciones transnacio-

nales inician la mayor parte de la producción utilizando cientos de m iles de provee-

dores locales, que producen muchos bienes de consumo y componentes en plantas

especializadas ubicadas en diversos países. Las corporaciones transnacionales, que

son la principal forma organizativa del capital, están en condiciones de planear para

el futuro, de manera que pueden retirar del mercado bienes de consumo antiguos

que no están vendiendo bien y remplazarlos con nuevos artículos de consumo. Los

productos como prendas de vestir, alimentos envasados y artículos electrónicos de

consumo suelen tener una vida fisica o cultural breve. L a obsolescencia fisica incor-

porada al producto expande la demanda de remplazo para los bienes de consumo.

La obsolescencia cultural incorporada se basa no sólo en la necesidad de ampliar

mercados sino también en la competencia de estatus, que abre la posibilidad de

cambios sin limite de los modelos y estilos de los productos. La demanda de rem-

plazo aumenta, no por el desgaste material, sino por el "desgaste cultural". La

moda, así como los cambios de modelo y de estilo, requieren también nuevas tec-

nologías publicitarias, como por ejemplo máquinas para diseño gráfico y edición. Si

resulta imposible incorporar una obsolescencia forzada en las m ercancías, o susti-

tuir diseños simples y baratos por artículos más complejos y caros, el capital trata de

comercializar productos viejos en paquetes nuevos que requieren más recursos

naturales y también generan m ás desechos y contaminación.

1 8

En síntesis, cual-

19

Allan S chnaiberg,

Th e e t w i r o nm e n t : F r o m s o p l a s t o s c ar c i t y ,

Nueva York, Oxford University Press,

1980, p. 189.

248

A M E S O ' C O N N O R

A ACUMULACIÓN CAPITALISTA

Y

IA CRISIS

49

quiera que sea el tono de verde de los productos de consumo, el capitalismo tiene

una tendencia inherente a que crezca la tasa de consumo de las mercancías, con

todos los efectos ecológicos concomitantes, financiada por un sistema de crédito

cada vez más grande, complejo y frágil, o lo que Paul Baran y Paul Sweezy llamaron

hace más de un cuarto de siglo un gigantesco "esfuerzo de ventas".

Las líneas teóricas desarrolladas arriba sugieren que la producción capitalista y

la tecnología de consumo —no sólo las relaciones de trabajo y poder en el lugar

de trabajo, la comunidad y la sociedad en su conjunto— son muchas veces perju-

diciales para las formas de vida. La conocida descripción que hizo Barry Commo-

ner de la introducción y el uso de tecnologías ecológicamente nocivas en la pro-

ducción y el consumo establece por lo menos una fuerte relación empírica entre

res tru c tu ra c ión ta n to de la n a tu ra leza c omo del c a pita l . La s téc n ic a s de redu c c ión

de desec hos tóxic os , la s ba tería s sola res , e l ma n ejo in tegra do de p la ga s en a gric u l-

tu ra , la s "n u ev a s téc n ic a s fores ta les" y los in sec t ic ida s qu e c on v ierten la lu z del sol

en u n ra yo de la mu erte, en tre mu c ha s otra s n u ev a s tec n ología s , a bren pa so a los

n u ev os progra ma s ec on ómic os y polít ic os , ju n to c on la s tra n sforma c ion es a c tu a les

de los circuitos globales del capital.

Es ta la rga c ris is ec ológic a y ec on ómic a n o es s ólo u n periodo de res tru c tu ra c ión

capitalista sino también una época de transformaciones sociales potenciales. Como

se in dic ó a n tes , los mov imien tos soc ia les es tán c u es t ion a n do prác t ic a men te todos

los a sp ec tos de la c ien c ia y la tec n ología s modern a s . La la bor a la qu e se en fren ta n

es g iga n tesc a , en v is ta del pa pel c la v e de la tec n ología en e l domin io del tra ba jo y

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la ciencia y la tecnología modernas y la crisis ecológica." Esto significa que las tec-

nologías que presumiblemente funcionan como medios de producir valores y plus-

valor pueden ser autocontraproducentes en el sentido de que sus efectos destruc-

tivos sobre la naturaleza contribuyen de manera indirecta a elevar los costos de

producción y causan un daño económico, por no hablar de que engendran oposi-

ción social y política a las relaciones dominantes de producción y propiedad.

2 1 Por

cierto, hay muchas evidencias que apoyan la visión de que el capital tiende a soca-

varse a sí mismo destruyendo sus propias condiciones de producción: por ejemplo

el impacto ecológico del auto en las condiciones urbanas de producción y renta-

bilidad; los efectos perjudiciales de la lluvia ácida para las utilidades en las indus-

trias turísticas y otras relacionadas; la banda sinfín de los pesticidas en la agricul-

tura, que reduce tanto las utilidades como la calidad de la tierra;

2 2

el uso de

cosechadoras mecánicas que compactan los suelos y reducen la productividad

forestal... la lista parece interminable.

El hecho de que las relaciones de producción capitalistas tiendan a autodes-

truirse debido a que la clase de tecnologías empleadas y la forma en que se las usa

degrada las condiciones de producción naturales y de otra índole, contribuye a

explicar por qué el sistema capitalista mundial ha entrado en un largo periodo de

" Commoner, 1971, o p .

cit .

21

David Peerla escribe: "La innovación tecnológica puede reducir el tiempo de trabajo socialmen-

te necesario dentro de un marco temporal limitado, por ejemplo el tiempo para depreciar por entero

una inversión capitalista, como un molino de pulpa. Pero las consecuencias ecológicas del proceso de

producción pueden elevar el tiempo de trabajo socialmente necesario si tomamos en cuenta todo el tra-

bajo social necesario para reparar el trabajo humano destruido en el proceso de producción y para

reparar la naturaleza, por ejemplo los ríos contaminados. De allí que el trabajo socialmente necesario

de reparar las condiciones de producción se convierta, a largo plazo, en una barrera para la acumula-

ción." Sin embargo, "lo que nos falta es el sentido de las implicaciones de la 'producción limpia' para

el tiempo de trabajo socialmente necesario y, cosa aún más significativa, para el proceso de trabajo. La

producción limpia ¿es más intensiva en capital? ¿Es más fácil disciplinar la mano de obra en un proce-

so de producción limpia? Éstas son las preguntas que nunca p lantea el movimiento ambiental."

Sean Swezey y Daniel Faber, "Disarticulated accumulation, agroexport, and ecological crisis in

Nicaragua: The case of cotton",

C ap i t a l i s r n , N a t u r e , S o c i a l i s m , 1 ,

1988.

d e l a s o c i e da d , a s í c o m o e n l a a c u m u l a c i ó n d e c a p i t a l . L a a u t o o rg a n i z a c i ó n y e l

manejo de la producción por parte de trabajadores, técnicos, consumidores y

comunidades , con el propósito ( entre otros) de rempl azar una tecnol ogía ecol ó-

gic a y hu ma n a men te des tru c t iv a por n u ev a s tec n ología s y u n a orga n iza c ión soc ia l

que mejore la vida en el mundo es, de hecho, una labor democrática y revoluciona-

r ia. L a r az ón e s que (como vimos) la pr oducción c api t al i st a y las t e cnologí as de con-

sumo funcionan directa o indirectamente para impedir que el trabajador, el consu-

midor y la comunidad tengan acceso al diseño, la construcción y el uso de

tec n ología . La tec n ología qu e fu n c ion a pa ra div idir y c on qu is ta r a tra ba ja dores ,

c omu n ida des , region es y pa íses es u n a espec ie de forta leza del c a pita l . Como gra n

p a rte de la tec n ología a c tu a l , s i n o toda el la , s irv e n o ta n to pa ra derrota r c u a n to

para impedir l as formas popul ares de autoorganización socia l , y puesto que l as

e l ec c i o n e s t é c n i c a s t i e n e n u n a i m p o r t a n c i a t a n g r a n d e e n e l m u n d o s o c ia l c o m o

se n os presen ta n a la ma yoría de n osotros , "la democ ra c ia [ . . . ] sólo es a u tén t ic a en

l a medida en que pone l as cuest iones [ tecn ol ógicas ] baj o el control popul ar bien

preparado". 2 3

Es dec ir, en términ os c la ros , c u a lqu ier a ta qu e prác t ic o c on tra tec -

nol ogía es , necesa riamente, un a taqu e contra l a propiedad, l a riqueza y el poder

capitalistas. "Un cambio en el desarrollo de tecnologías indeseables —afirma Fran-

c is Sa n dba c h— depen de de u n a lu c ha c on tra e l c a pita li smo?"

2 4

Los mov imien tos

de tec n ología s a l tern a t iv a s de todos t ipos pu eden ten er es te poten c ia l , pero ha y u n

v erda dero p eligro de qu e se los desv íe ha c ia forma s de pen sa r tec n oc rát ic a s y rei-

fic a da s a c erc a del mu n do y del pa pel c a pita li s ta .

2 5

No só l o es tá en j uego l a tecno-

2 3

John S. Dryzek, "The environmental politics of the good society", trabajo preparado para el

Workshop on Ecology, Committee on the Poli ti cal Economy of the G ood Society, reuniones

A P S A

30 de

agosto-2 de septiembre de 1990, San F rancisc o.

24

Sandbach,

o p .

cit.,

p. 143; Vyasulu, op. c i t .

" Feenberg,

o p . c i t . ;

las intervenciones de Ynestra King y Les Levidow; Marotto,

o p .

cit.,

todos en Capi-

tal ina,

Na t ur e , Soc ia l i s m,

5, 1990. Andrew F eenberg escribe: "El temor de que el movimiento ecologista

termine s iendo l levado a l pensamiento tecnocrático es una preocupación real . A mí me preocupan tam-

bién las polí ti cas de no crec imiento, las ideologías anti tecnológicas , la regresión a la medic ina mágica

o premoderna y la postura general de elegante ignorancia absoluta sobre las cotnputadorasy elannee

técnico que todos hemos encontrado en c iertos sectores ." El artículo de Feenberg trata de crear un ma r-

250

A M E S O ' C O N N O R

logía en sí misma, sino también la división prevaleciente entre trabajadores men-

tales y manuales de acuerdo con líneas de clase, raza y género, así como la demo-

cratización de los organismos de regulación y de las burocracias nacionales e inter-

nacionales.

2 6

La lucha contra la "tecnología mala" y a favor de la "tecnología buena" (alter-

nativa) tiene que dame, sin duda, simultáneamente. La lucha contra la "tecnolo-

gía mala" es más compleja que la batalla por obligar a los capitales a internalizar

costos externos o por castigarlos (con multas, por ejemplo), por externalizar esos

costos. Esto se debe a que la tecnología no es sólo una cuestión técnica sino tam-

bién un asunto social y político. Las batalla contra la "tecnología mala" ha adop-

tado dos formas principales: primero, dentro del lugar de trabajo y de la comuni-

dad, por ejemplo los movim ientos de "derecho a saber" y "reducción en la fuente";

segundo, movimientos de tecnologías alternativas que se desarrollan fuera de las

12

AS E S I NAT O E N E L O RI E NT E X P RE S S : L A E CO NO M ÍA

POLÍTICA

DE LA GU E R R A DE L GOLFO

El prolongado estancamiento de la economía mundial

y

el paso

h a c ia otra s fu entes d e energ ía h a n reta rd a d o e l c rec im iento d e l a

d em a nd a d e prod uc tos petrol eros [ . . . ] El b l oque c om u nis ta [ . . . ]

se

ha de r rumbado [ . . . ] E s t a ca ída ha ace l e r ado una t e nde nc ia hacia l a

privatización de la industria petrolera, puesto que la propiedad

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instituciones establecidas. Los primeros tratan de

i m p e d i r

que ocurra algo inhe-

rentemente peligroso; los segundos se limitan a desarrollar alternativas fuera de

las estructuras de poder existentes, y por lo tanto (com o se señaló an tes) es fácil

cooptarlos; por ejemplo, la cooptación de la energía solar por parte del gran capi-

tal. Por otro lado, las "tecnologías buenas" pueden representar un peligro para los

mecanismos d e disciplina social dentro de la fábrica o la oficina. Por ello la susti-

tución de tecnología mala por tecnología buena implica la necesidad de rempla-

zar relaciones de trabájo socialmente degradantes, peligrosas o enajenantes por

relaciones socialmente beneficiosas. Pero al mismo tiempo, si no existiese el movi-

miento en pro de tecnologías alternas, ni siquiera sabríamos

cuá le s son

realmente

las tecnologías buenas.

co de referencia para pensar sobre la tecnología, no como un enemigo, sino como un aliado potencial

en la lucha... si es que el movimiento ecologista logra romper con la nacionalidad tecnológica del capi-

talismo, o con la forma en que éste ha institucionalizado la tecnología y la disciplina tecnológica.

26

Gupta,

o p . c i t . ; V y a s u l u , op. cit.

En la actualidad la tecnología con

b as e c i e n t í fi c a

más avanzada es

la bioingeniería.

estatal ha sido declarada un fracaso y se ha promovido la propiedad

pr ivada co mo única fo rma de av anz a r . E l re s ul t ado de t o do s es t o s

fact o r e s ha s ido que l o s pa í s e s de l t e rce r mun do , incl uido s aque l l o s

que pertenecían antes al bloque comunista, se han abierto a las

compañías petroleras internacionales en un nivel que no se veía

d esd e l os c inc u enta , y c on térm inos qu e representa n un retroc eso

a e s a e r a de do minio de l as co mpañ ías pe t r o l er as .

M I C H AE L T ANZ E R

*

Tres o cuatro generaciones de autores marxistas y de otros científicos sociales radi-

cales han teorizado de formas diversas sobre el funcionamiento de los estados

democráticos liberales. Un punto de vista (que yo suscribo) es que en las socieda-

des democráticas liberales de hecho no hay uno sino dos estados. Uno es el "esta-

do capitalista", que corresponde a la relación entre el estado

y la economía capita-

lista (sociología política). El estado real o empírico (y sus gobiernos) tiene, según

se dice, dos funciones concomitantes. La primera es promover de diversas mane-

r a s l a a c u m u l a c i ó n d e c a p i t a l ( p o r ej em p l o p r op o r c io n a n d o i n f ra e s t r u c t u r a , u n s i s -

tema imp osi t iv o fa v ora ble, diferen tes t ipos de su bsidios , etc . ) . La segu n da fu n c ión

es la de legitimar políticamente al estado mismo (por ejemplo elecciones regula-

res con voto secreto, libertad de expresión, votaciones para todos los ciudadanos,

etc.) y, en particular, la política económica del mismo (por ejemplo reducción de

imp u es tos sobre la s ga n a n c ia s de c a pita l pa ra gen era r más "c rec imien to ec on ómi-

co" [par a ha ce r más r icos a los r icos] , subsidios a l c api t al par a cr e ar "más e mple o"

[ para elevar las u t i l i dades] , etcétera) .

Este auto r ha so steni do en

T h ef i sca l cr i s i s o f th e s ta te , as í

como en

A c c u m u l a t i o n c r i -

*

'The intemational oil industry: Recent changes and their implications for Meicico",

M o nt h l y

Revi no,

septiembre de 1994, p. 2.

[251]

252

AMES O CONNOR

sis,

que las llamadas funciones de acumulación y legitimación del estado son, de

hecho, contradictorias, es decir que una tiende a cancelar a la otra, o que la polí-

tica económica y social del estado suele encarnar ambas funciones de formas que

no "satisfacen" a ninguna. Según este punto de vista la mayoría de las políticas eco-

nómicas

y

sociales del estado —si no todas— tienden a ser por lo menos ineficaces,

y muchas veces a crear más problemas de los que resuelven mediante un proceso

de desplazamiento de las contradicciones. La política económica y social nunca o

casi nunca tiene los propósitos y efectos precisos que desearía la clase comercial, y

mucho menos los objetivos y resultados que las clases trabajadoras verían como

rigurosamente beneficiosos. Adviértase que he calificado esta teoría del estado, la

economía y la sociedad (y sus contradicciones) con términos como "en general",

ASESINATO EN EL ORIENT EXPRESS

53

nómi ca ha cía énf asi s en la i mpo rtanci a del co ntro l del petróleo del Go lfo , a s í co mo

de l pe t r óle o y de los ingr e sos de r ivados de é st e e n e l capi t al i smo n or t e ame ricano

y la e con omí a mun dial . "L a g ue r r a con Ir ak se de be al pe t r óleo", dijo e l se nador

B enn ett J o hnso n, presi dente del Co mi té de Energía y Recurso s Na turales de Esta-

dos U nidos, e n fe br e ro de 19 9 1. L a t e orí a polí t ica subr aya ba las e xige ncias de la

polí t ica de l M e dio Or ie nt e , e l pape l de Est a dos U n idos como policí a global y los

i mperati vo s de la seguri dad del es tado naci o nal , que después de la segu nda gu erra

mundi a l se p lantearo n co mo "co ntener el co muni smo " y aplastar las luchas de l i be-

r ación na cional . El pr opósi t o de la gu e r ra con Ir ak e s cont r ibuir a consolidar un

"nu evo o rden mun di a l", di jo el presi dente G eo rge B ush.

Polí t icame nt e , la t e or ía e con ómica sost e ní a que se r e que r ían cambios r adicale s

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"tiende", "suele" y así sucesivamente. Esto se debe a que hay algunas excepciones

fundamentales a la regla de que las funciones de acumulación y legitimación son

contradictorias. Una es el dinero y la política monetaria, que en el mundo con-

temporáneo procura impedir la inflación, más que aumentar la producción y el

empleo, con lo cual refleja sin ambages los intereses del capital financiero. Otra es

la "política de la ley y el orden", que favorece tan claramente a la propiedad capi-

talista por encima de la propiedad ganada por los propios medios y de las perso-

nas sin bienes.

Una tercera excepción parecería ser la "política energética", específicamente la

política petrolera. En este caso los gobiernos suelen estar a las órdenes de los

monopolios petroleros, de forma más o menos disfrazada, lo que señala la impor-

tancia crucial del petróleo en el proceso de producción y acumulación capitalista.

También suelen ser ciegos o indiferentes a los efectos devastadores del "ciclo vital"

del petróleo, indiscutiblemente más extensos y más nocivos que los de cualquier

otra mercancía. No es que los gobiernos no procuren legitimar sus políticas petro-

leras (que casi siempre requieren el robo o la fuerza); más bien esa legitimación

tiende a ser débil y transparente, casi al descuido.

Un ejemplo de la naturaleza transparente de los esfuerzos por legitimar las polí-

ticas petroleras organizadas por y para los intereses de los monopolios y las clases

capitalistas en general se analiza en este capítulo (uno más se discute en el capítu-

lo próximo). En 1991 Estados Unidos trató de legitimar su intervención militar

masiva en

los

asuntos regionales del Cercano Oriente con la doctrina evidente-

mente interesada del "nuevo orden mundial". (En el segundo caso el gobierno bri-

tánico buscó legitimación para su política —impulsada por los monopolios petro-

leros— de explotar a fondo el petróleo del mar del Norte, transformando, al

hacerlo, las islas Shetland.) Ambos estudios sugieren firmemente que el poder del

petróleo es muy grande, y que los monopolios petroleros suelen conseguir lo que

desean, por lo general con el respaldo absoluto de sus respectivos gobiernos.

Cuando Irak se anexó a Kuwait y Estados Unidos inició su guerra contra aquel

país los activistas por la paz se dividir'

on en dos escuelas de pensariutnro. Una

tenía una teoría económica de la guerra, la otra una teoría política. La teoría eco-

e n e l capi t al i smo nor t e ame r icano —e n par t icular de los t ipos y pat r one s de pr o-

du c c ión y c on su mo de en ergía , dema n da de los c on su midores y priorida des de

inve r sión de las gr an de s e mpr e sas— a f in de re st r uct u r ar una e con omí a nacional

y mun dial e n la cua l ya no fue se n de se able s ni posibles la "ca r r er a por los r e cur -

so s" y las guerras de ri va l i dad i mperia l i s ta . La teo ría po l ít i ca so stenía qu e un pre-

side nt e y un C ongr e so r e for mist as, junt o con un pape l r adicalme nt e me nor de l

Pe nt ágono y de l comple jo mi li t ar - indust r ial , cont r ibuir í an e n mucho a impe dir

f u turas aventuras i mperi a l i s tas . P o r co nsi gui ente, s i bi en ambas teo rías co i nci dían

en la necesidad de abolir el complejo militar-industrial y de modificar de manera

dr ást i ca las pr ior idade s pr e supue st a le s de l gobie rno fe de r al , la t e or í a e conómica

destacaba la i mpo rtanci a de demo crati zar las deci s i ones de i nv ersi ón y crear a l ter-

nati vas eco nómi cas verdes, mi entras que la teo ría po l ít i ca hacía énf asi s en la nece-

s i d a d d e p on e r e n l a C a s a B l a n c a a u n d e m ó c r a t a r e f or m is t a q u e c o n t r i bu y e s e a

que el país redefi ni ese la "seguri dad na ci o nal".

Estas do s teo rías , que a pri mera v i s ta parecen mutuamente ex cluyentes , en rea-

l idad son comple me nt ar ias. L as dos t ie ne n de su lado la hi st or ia, la lógica y los

hec hos . Pero la s dos son v erda des pa rc ia les , dos ma n era s de explic a r e l mismo

acon t e cimie nt o e n dife r ent e s nive le s de abst r acción t e órica e hi st órica.

L a r a z ón de que haya dos t e or í as e s que e n la s ocie dad capi t al i st a e l dominio

e conómico no c onfie re , aut omát icam e nt e , e l dominio polí t i co. El e st ado ca pi t al i s-

ta es "rela ti vamente aut óno mo " co mo resu l tado de la larga lucha de las burguesías

e ur ope as y nor t e ame r icana s por impone r una di st inc ión formal pr e ci sa e nt r e e l

pode r económico y e l polí t i co, la socie dad c ivi l y e l e st ado. Económica me nt e e st o

adopt ó la forma de se par ar e l t e sor o r e al y e l pr e supue st o público, las t ie rr as de l

r e y y e l dominio público, las e mpr e sas de l r e y y los n e gocios pr ivados. Polí t i ca-

me nt e adopt ó la for ma de l l ibe r ali smo. A par t ir de e nt onc e s e l capi t al ha t e nido

que organizarse políticamente para adquirir y conservar el poder político. Si

algu ie n r e quier e que se le r e cue r de e st e hecho básico só lo t ie ne que pe nsar e n los

co mi tés de acci ón po l ít i ca de f i na les de lo s setenta y pri nci pi o s de lo s o chenta , que

cont r ibuye ron a pone r e I pode r de nive l fe de r al dire ct ame nt e e n man os de la c la-

se cap i ta l i s ta , di ri gida en materi a po l ít i ca po r Ro nald Reagan .

254

JAMES O'CONNOR

A S E S I N A T O E N E L O R I E N T E X P R E S S

55

Pero el caso del petróleo es algo especial. La refinación de petróleo es la indus-

tria más grande que h ay, y las ventas petroleras, así como la utilidad por empleado ,

son las más altas de todas las compañías que aparecen en

F o r t u n e

entre las 500 prin-

cipales del mundo. Las industrias con menor importancia estratégica se debaten

por obtener poder en el gobierno federal. Tienen que capturar o neutralizar orga-

nismos de reglamentación federal, o encontrar lo que Nicos Poulantzas denominó

"refugios" dentro del estado capitalista. O disfrutan del poder negativo de no cum -

plir la política gubernamental, ejemplo supremo de lo cual es una huelga del capi-

tal. Sin embargo el capital petrolero y energético —aunque también tiene sus pro-

pias asociaciones industriales, comités regulatorios y refugios— goza de un lugar

privilegiado en economía política. En Estados Unidos y Europa la cuestión ener-

gética"no se ve como un asunto del comercio internacional sino más bien como

hay ganancias, no hay petrodólares que contribuyan a alimentar el sistema finan-

ciero mundial, y no hay Pentágono. No hay capitalismo tal como lo conocemos.

Esto no puede decirse de ninguna otra mercancía, ni siquiera de las computado-

ras. Por eso el petróleo y el capitalismo norteamericano, así como el petróleo y el

imperialismo norteamericano, han sido sinónimos durante tanto tiempo, y creo

que la economía y la política petroleras han sido y siguen siendo la parte más sucia

de la historia norteamericana.

En el imperio transcontinental que llamamos Estados Unidos hay una premisa

tácita de la política exterior y nacional: que para la prosperidad económica son

esenciales un abasto abundante, estable y barato de petróleo, y copiosos ingresos

por el mismo. Ninguna otra mercancía tiene la magia económica del petróleo.

Estados Unidos consume más del 25% de la producción petrolera mundial

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una cuestión de "seguridad nacional".

1

Esto se debe a que el petróleo es el secreto d e la producción de capital, de valor

y de plusvalor, así como de la realización del valor y, en general, de la circulación

de capital. La energía de los combustibles fósiles alimentó a la Revolución indus-

trial, y alimenta hoy la agricultura, la industria y el com ercio. Los c ombustibles fósi-

les en general, y el petróleo en particular, liberan el capital de su dependencia de la

energía fisica humana, por lo cual son poderosas armas contra el movimiento de

la clase obrera. Los productos plásticos basados en el petróleo liberaron al capital

de tener que contar con uno de los grupos d e trabajadores más militantes de la his-

toria capitalista: los metalúrgicos. El petróleo mejorará la productividad del traba-

jo, y por ende la producción de plusvalor, más que cualquier otra mercancía. La

electricidad, la primera mercancía de base científica de la historia, se produce

principalmente con petróleo y con carbón. Y el petróleo ha hecho posible realizar

el capital en el mercado al alimentar el enorme mercado automotriz y la cultura

del automóvil, por no hablar de la creación de mercados para innumerables mer-

cancías más.

Apa rte de ser el factor clave de la producción y rea lización de valor para el capi-

tal, la riqueza petrolera es un componente fundamental de la circulación del ca-

pital en todo el mundo. El petróleo es verdaderamente el "oro negro" y, en opi-

nión de algunos, cuando se puso fin al viejo estándar del oro, el mundo asumió el

del petróleo. En síntesis, sin petróleo no hay productividad, no hay mercados, no

1

Daniel Yergin, "Energy security for the 1990s",

Foreign Af fa in,

otoño de 1988 ; "El que controla el

abasto

de

energía de un pueblo también está en condiciones de definir su sistema de riqueza, poder y

valores, y [—] cualquier cambio de importancia en la base energética de la civilización, como el que se

está produciendo en todo el m undo, es tará acompañado s in duda por una intensificación del confl ic-

to social tanto dentro de los estados-nación como entre los mismos", Mark Reader,

A l e h - Z o n ,

febrero de

1991, p. 2. El petróleo es "un forraje esencial de casi todos los aspectos de la actividad económica", "Pii-

ce hikes...", Oil and Gasfournal 13 de agosto de 1990, p. 2. Nicholas Georgescu-Roegen habla de la "vin-

culación indisoluble de la gran política con los recursos minerales", lección que el gran economista

aprendió bien sobre la base de la lucha por el petróleo en su propio país, Rumania (citado por Leo-

nard Silk en "Economic scene",

N e w Y o r k T i m e s ,

14 de diciembre de 1990).

(incluyendo casi 400 mil millones de litros de gasolina por año). Importa casi el

50%, más de la mitad del Cercano Oriente (hasta la guerra casi el 7% era de Irak,

frente al 0% en 1980).

2

Los otros dos motores de la producción mundial, Japón y

Alemania, importan la mayor parte de su crudo de esa región, que contiene más

de las dos terceras partes de las reservas mundiales conocidas (en 1980 era sólo el

59 %) .

3

Entre 1980 y 1990 la participación del Cercano Oriente en el mercado

petrolero aumentó cada año más de un millón de barriles diarios: "El mundo vuel-

ve a depender del Golfo Pérsico como en 1980."

4

Para el año 2000 esta depen-

dencia será aún mayor.

5

De manera que no es exagerado decir que la prosperidad

del Norte depende más del crudo del Golfo Pérsico que de cualquier otro factor

económico aislado. Esto era cierto sobre todo cuando la administración Bush deci-

dió seguir descuidando la conservación de energía y el desarrollo de fuentes de

energía alterna en favor de las "soluciones de libre mercado".

2

Estados Unidos importó menos de dos mil lones de barr i les diar ios en 1960, tres mil lones en 1970,

casi siete en 1980 y cerca de ocho en 199 0. Entre 1983 y 1990 las importaciones de petróleo se dupli-

caron, de apenas poco m ás de cuatro m illones el año anterior. "Como la adm inistración Reagan trató

de eliminar prácticamente todos los programas gubernamentales dirigidos a reducir la dependencia

petrolera", la producción norteamericana fuera de Alaska decayó de manera continua entre 1970

y

1990. Incluyendo el petróleo de Alaska, la producción es tadunidense bajó de 1970 a 1975, subió de

1975 a 1985 , y cayó de 1985 a 19 90. "El panorama de la energía en Estados Unidos se está pareciendo

más al de Europa y Japón, que no tienen sus propias fuentes de energía barata , Christopher Flavin,

"Conquering U. S. oi l dependence",

W o r l d W a t c h ,

enero-febrero de 199 1, pp. 28, 30-31.

3

Los estados de la "coalición", Arabia Saudita, Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos, tienen 225 mil,

94 mil y 98 mil millones de barriles de reservas petroleras, respectivamente; Irán e Irak tienen 92 y 100

mil millones; Venezuela y México, juntos, cuentan con más de 110 mil millones de barriles; la URSS

posee 59 mil millones y Estados Unidos sólo 26 mil millones.

4

Flavin,

o p .

cit., p. 30.

5

Para el año 2000 el número de países con suficiente petróleo como para exportarlo se reducirá a

unos cuantos estados del Golfo. "Casi toda la capacidad disponible del mundo para producir petróleo está

en el Golfo Pérsico", Mathew W ald,

New Yor k T imes ,19

de julio de 1990.Y "seis familias, puestas en el poder

por los británicos y mantenidas en él por Occidente, controlan 34% de las reservas mundiales de petró-

leo", Allan March, "What was Kuwait",

T o w a r d F r e e d o m ,

39, 8, diciembre de 1990-enero de 199 1, p. 4.

256

A M E S O ' C O N N O R

ASESINATO EN EL ORIENT EX PRESS

57

Segundo, la economía de Estados Unidos y del mundo depende de un abasto

estable de petróleo. La producción y las importaciones petroleras confiables man-

tienen dentro de límites manejables las fluctuaciones del precio del petróleo, con-

tribuyendo así a estabilizar la balanza comercial norteamericana. Un flujo cons-

tante de petróleo significa también un flujo constante de petrodólares, lo que

ayudará

a

estabi lizar la balanza de pagos es tadunidense y a financiar los défici t del

gobierno federal. Una producción petrolera estable presupone un Cercano Orien-

te seguro amistoso políticamente estable. •

Tercero, Estados Unidos necesita petróleo barato, y el del Golfo lo ha sido siem-

pre, excepto en los setenta, cuando la

O PE P

logró cuadruplicar los precios en 1973

y volver

a

duplicarlos en 1979. El petróleo del Golfo era barato hasta los setenta

debido

toque del proyecto de proteger los precios bajos duran te los noven ta, periodo que

se esperaba fuese económicamente dificil .

Cua rto, los abundan tes ingresos petroleros —los petrodólares— han sido (y has-

ta c ierto punto s iguen s iendo) integral es para l a s a l ud finan ciera de Estados Uni-

dos. La ma yor parte del petróleo se cotiza en dólares, y la mayor parte de la rique-

za excedente del petról eo se invierte en O ccidente o se recic l a a través de ban cos

norteamerican os, ingleses y de los paraísos banc arios. En principio los ingresos

petroleros contribuyen a qu e el dól ar s iga s iendo l a moneda de reserva mun dial ,

lo que a su vez ayuda a mantener la fachada de la omnipotencia económica de Esta-

dos pnidos. El hecho de que e l petróleo suela denominarse en dólares a yudará

también a que l os bancos norteamericanos y británicos man tengan su fuerza en u n

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a

su alta calidad y bajo costo de extracción, y también debido a que Occi-

dente gozó de hegemonía política sobre la región desde el día que se descubrió

que había petróleo. Mientras Inglaterra mantenía el poder político del Golfo, las

"siete hermanas" ejercían la hegemonía sobre los campos petroleros. Socal, Texa-

co, Exxon y Mobile manejaban Aramco en Arabia Saudita; Socal, Texaco, Gulf,

Exxon, Mobil , Shell y Brit ish Petroleum dominaban el Iranian Consort ium en Irán,

mientras Gulf y British Petroleum monopolizaban la Kuwait Oil Company en

K u w a i t .

Sin embargo estos monopolios no actuaban como se supone que actúan los

monopolios. En lugar de restringir la producción y vender petróleo caro, expan-

dieron la producción y comercializaron petróleo en todo el mundo. De esa forma

los precios del crudo fueron descendiendo de manera más o menos constante

durante los decenios previos a la

OPEP,

lo que su giere la importan cia del petróleo

barato en la economía mundial, hecho subrayado por la correlación inversa casi

perfecta entre el crecimiento del

PI B

en Oc cidente y el precio del petróleo crudo.

Hacia los sesenta el control del imperialismo occidental sobre el petróleo del

Golfo comenzó a debilitarse. El poder y la influencia británicos se desvanecieron.

Estados Unidos, metido en Vietnam, en lugar de correr a llenar ese vacío trató de

gobernar por medio de vicarios políticos, por ejemplo la monarquía iraní. Sólo

después de la guerra de Iom Kipur, cuando la

OPEP,

encabezada por Arabia Sau -

dita, empezó a presionar a los países que apoyaban a Israel (y sólo después del Día

de la Tierra, y de un nuevo discurso público sobre los "recursos finitos"), Estados

Unidos, con el presidente Jimmy Carter, le prestó atención seria a sus intereses

"vitales" en el Golfo. La "seguridad petrolera" se convirtió en un tema dominante

de la política norteamericana; Estados Unidos mejoró sus relaciones con Arabia

Saudita, y

la expansión de la producción mundial, la conservación energética y la

recesión de principios de los ochenta presionaron a la baja los precios del petró-

leo, que se conservaron así durante todo ese decenio. Aunque a los intereses

petroleros norteamericanos les gustaría ver precios a l tos del crudo, los bancos y las

corporaciones industriales estadunidenses apoyaron un "enfoque de oferta abun-

dante", es decir, precios bajos. Y la derrota de Irak puede verse como el último

mun do en el cual l os diez bancos más gran des son j aponeses .

De hecho había muchos más petrodólares en los setenta, cuando los precios del

petróleo eran altos, que en los ochenta, cuando cayeron, y también cuando el dine-

ro j aponés y europeo contribuyó a finan ciar l os défic i t federal es y de l a bal a nza

comercia l norteamerican os . Pero en l os noven ta l os a l eman es es tán vol viendo l a

mirada hacia el es te, a su propio traspatio, en busc a de sa l idas para su inversión,

mientras que l os j aponeses t ienen l a mira en su s crecientes intereses as iát icos . El

resul tado que todos perciben es u na escasez de capita l , tasas de interés más a l tas

en Al emania , y u na reducción de más del 50% de l as importaciones de capita l a

Estados Un idos en 1990. Además, el déficit comercial norteamerican o se ha vu elto

cada vez más dificil de manejar, en parte debido a la multitud de inversiones esta-

dunidenses en instala ciones de producc ión en e l extranjero duran te la primera

mitad de los ochenta, cuando el dólar estaba muy fuerte. Hoy un dólar débil gene-

ra rel at ivamente menos exportaciones norteamerican as qu e antes , porque en l as

plantas del país se produce una cantidad comparativamente menor de mercancías

para el mercado exterior. Esto quiere decir que los petrodólares son todavía más

importantes para las finanzas norteamericanas de lo que parecería a primera vista

( sobre todo porque en 1988 el coman do central ga s tó 50 mil mil l ones de dól ares

para ma ntener e l acc eso de Occidente a l petróleo del Golfo). En esta coyuntu ra

político-económica el con trol de los ingresos petroleros y el papel de los petrodó-

l ares asumen u na nueva importancia para l a es tabil idad financiera g l obal.

6

Estados Unidos se opuso al nacionalismo radical de Irak desde el comienzo de

la revolución iraquí, en 1958. En 1975, cuando el sha se apoderó del acceso de Irak

al Golfo, Estados Unidos lo respaldó. Y cua ndo los acu erdos de Campo David des-

pojaron a Egipto de su papel de líder en el Medio Oriente Saddam Hussein, ante

la inquietud norteamericana, trató de l lenar el vacío de poder resultante. Cuando

Irak atac ó a Irán l a adminis tración Reagan apoyó ca l l adamente a l primero frente

a l o que se veía como un país más na cional is ta y radica l , revol ucionario y fun da-

6

En 1990 los ba ncos mu ndiales debían 24 mil, 7 .5 mil y 9.1 mil millones de dólares a ban cos san -

ditas, kuwaitíes y de los emiratos, respectivamente;

L e f t B u s i n e s s O b s e r v e s ,

43, 28 de enero de 1991.

258

AMES O'CONNOR

SESINATO EN EL ORIENT EXPRESS

59

mentalista, pero este apoyo terminó cuando ambas naciones firmaron la paz. Para

1988 Irak había aumentado mucho sus fuerzas armadas a fin de respaldar sus ambi-

ciones sobre la región, .y Estados Unidos estaba buscando la manera de ponerle un

alto a Saddam.

La anexión de Kuwait por parte de Irak fue vista en general como una amena-

za, lo mismo para el libre flujo del petróleo y los ingresos petroleros que para la

influencia y el poder de Estados Unidos en el Golfo. Irak y Kuwait, juntos, dupli-

caban las reservas petroleras del primero y representaban un riesgo político y mili-

tar para Arabia Saudita y para los Emiratos Arabes Unidos, así como para Israel.

Puesto que la estabilidad política de los jeques y reyes aliados de Estados Unidos

en el Golfo resulta esencial para la estabilidad del abasto del petróleo, y como la

seguridad de Israel es esencial (entre otras razones) para la seguridad del proyec-

to imperialista occidental en el Cercano Oriente, es fácil imaginar las ondas de

leo entre Irak, Estados Unidos y sus socios menores en el Golfo anunciaban el

resultado de la guerra misma: Irak era evidentemente el perdedor. En la cumbre

árabe de mayo de 1989 Saddam Hussein dirigió su beligerancia contra sus vecinos

del sur exclusivamente en términos de sobreproducción de petróleo y precios

bajos del mismo. Para 1990, después que una verdadera inundación de petróleo

cayó sobre el mercado durante la primera mitad del año, Saddam llegó a conseguir

un acuerdo formal de reducir la producción por parte de los sauditas y los kuwai-

tíes. Pero Kuwait, que era el que más trampas hacía con su cuota de la

OPEP,

no

tenía la intención, al parecer, de cumplir el acuerdo. El indicador aprobado, de 21

dólares por barril, era una formalidad hueca; en junio de 1990 el crudo saudita se

estaba vendiendo en 13 dólares. Además, Arabia Saudita, por sí misma, tenía una

capacidad de producción excedente bastante superior a la demanda y, junto con

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choque que habrán recorrido los círculos políticos y económicos de Estados Uni-

dos cuando Irak se apoderó de Kuwait.

Irak trató de justificar su acción aduciendo que K uwait era culpable de una agre-

sión económica en su contra, convicción muy difundida en el mundo árabe. Apar-

te de los problemas del acceso de Irak al Go lfo y de los términos de pago de su d eu-

da con Kuwait, en la que había incurrido durante la guerra contra Irán, un punto

clave de disputa en 1989-1990 era el precio del petróleo.

Los factores que determinaron los precios del petróleo a partir de 1985 y, en

particular, en 1989-1990, eran complejos. Los precios del crudo, tras llegar a su

punto máximo en 1981, descendieron constantemente hasta 1985, cuando una

conferencia de la

OPEP

en el mes de octubre no logró acordar nuevas cuotas de

exportación. Entonces Arabia Saudita se retiró y redujo la producción de 3.2 a 4.8

millones de barriles diarios entre 1985 y 1986.

7

Los precia, del pe.tróleo descendieron de 27 a 15 dólares por barril y en cierto

momento llegaron a un mínimo de 7. Una fuente afirma que los sauditas procu-

raban destrozar la economía de Irán y fortalecer el esfuerzo de guerra de Irak. Otra

asegura que Arabia Saudita quería castigar a otros miembros de la

O PEP

que esta-

ban produciendo cantidades superiores a su cuota oficia1.

8

Otra razón puede haber

sido que los sauditas querían reducir la velocidad del desarrollo de la exploración

y la producción petroleras en otros países, a fin de proteger los mercados del Gol-

fo. Luego Arabia Saudita dio marcha atrás, y redujo la producción a 4 millones de

barriles diarios en 1987, para volver a cambiar de postura y am pliar su oferta a 5.1

millones en 1988.

En 1989-1990 los resultados de una lucha tripartita sobre los precios del petró-

7

De acuerdo con el

Annual S tat is t iad Bul let in

de la

OPEP,

1988.

Marion Farouk-Slugget y Peter S lugget, "Iraq sine 1986 : The strengthening of Saddam",

Middle

East Report,

noviembre-diciembre de 1990. Según la fuente los sauditas ampliaron las exportaciones de

petróleo de 2 a 4.5 millones de barriles entre 1985 y 1986; Louis Uchitelle, “Gulf victoty may raise U. S.

influence in onc",

New York Times , 5 de marzo de 1991.

Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos, rebasaba la capacidad correspondiente a sus

cuotas de exportación de la oPEP.

9

En cambio Irak no tenía capacidad excedente

de producción; Saddam solo no podía elevar los ingresos por petróleo si obligaba

a la O PEP

a reducir la producción y elevar los precios. A instancias de Estados Uni-

dos Kuwait siguió violando las cuotas, y según se dice Irak perdía mil millones de

dólares por año por cada dólar que bajaba el precio del barril de petróleo."

 

El 31 de julio de 1990 Kuwait, aunque parecía dispuesto a apaciguar a Irak,

repentinamente, ante la insistencia de Estados Unidos, que se oponía a cualquier

cosa que reforzase la búsqueda de poder regional del primero de los países, inte-

rrumpió las conversaciones. 1 1

En la lucha por los precios del petróleo Estados Unidos afirmó claramente sus

intereses estratégicos autodefinidos en el Golfo. La agresión económica de Bush

(y de Kuwait) contra Irak debe entenderse en dos niveles. Primero, Estados Uni-

dos y sus asociados sabían que Irak carecía de capacidad productiva excedente, y

que por lo tanto para elevar los ingresos necesitaba precios más altos para el petró-

leo. Con Kuwait, los sauditas y los Emiratos Árabes Unidos ocurría lo contrario. En

un nivel más profundo Irak, con una razón petróleo/habitante relativamente equi-

librada, invertía la mayor parte de sus ingresos por concepto de petróleo en su

mejoría militar, su desarrollo económico y su bienestar social. Por eso se lo puede

describir como un estado rentista-mercantilista, con un poderoso incentivo para

elevar las rentas de la tierra y las utilidades monopólicas mercantiles restringiendo

la producción para elevar los precios del petróleo.

En contraste, los emiratos y reinos del Golfo tienen una alta razón petróleo/

habitante e invierten la mayor parte de sus ganancias por concepto de crudo en

Occidente, en el caso de Kuwait de maneras estratégicas definidas en términos de

9 "Price hikes, fears of oil supply crisis trail Iraq attack on Kuwait", Oil and

Gas fournal , 13 de agosto

de 1990, p. 17; Farouk-Slugget y Slugget, op. cit.

lo

Véanse los artículos de

T i m e , 6, 13 y 20 de agosto de 1990.

11 Intell ig ente Newslet ter , 29 de agosto de 199 0.

ASESINATO EN EL ORIENT EXPRESS

61

260

AMES O'CONNOR

La teoría política de la guerra le da el lugar de honor a las exigencias de la polí-

tica del Medio Oriente, por un lado, y por el otro a los "imperativos" de la s eguri-

dad naciona l de Estados Unidos. Primero, Irak evidentemente pensaba que su

"defensa" del mu ndo árabe frente a los persas por el este y a los israelíes por el oes-

te concitaría el apoyo de todos o de la mayoría de los estados árabes a su embate

contra Kuwait.

1 5

Desde el punto de vista iraquí la falta de disposición de Israel para

permitir un estado palestino en sus fronteras sólo podría modificarse si una poten-

cia ára be gozaba de su perioridad militar sobre este país , específicamente si repre-

sentaba una disuasión militar creíble. De manera que Saddam Hussein vio la "agre-

sión económica" de Kuwait en 1989-1990 no sólo como antiraquí sino también

como antiárabe y proisraelí. Obviamente su error consistió en exagerar el senti-

miento proiraquí, antiraní y antisraelí en el mundo árabe, subestimando al mismo

i nf lue nc i a p ol í t ic a e n W a s h i ngt on y e n W h i te h a l l . En 19 86 y 19 88 los i ngr e s os d e

Kuwait por sus inversiones extranjeras rebasaron, de hecho, sus ingresos por petró-

l e o. Lo s sa u d i t a s , i g u a l q u e K u w a i t , t ie n e n g r a n d e s i n v e r s io n e s e n l a m a q u i n a r i a d e

crecimiento capita li s ta de Occidente, por ejemplo una part ic ipación de 50% en las

refinerías y gasolineras de Texaco en el este de Estados Unidos. Arabia Saudita

t a mb i én p l a n ea c o n s t ru i r ref in erí a s en A s i a , d o n d e e l c rec i mi en t o d e l a d ema n d a

de petróleo es mayor que en Europa y en Estados Unidos. "Desde hace tiempo Ara-

b i a S a u d i t a h a a n s i a d o d ej a r d e s er u n pro d u c t o r d e pet ról eo c ru d o pa ra c o n v er-

t i rs e e n un a p ot e nc i a i n t e r na c i ona l p le na m e nt e i n t e gr a d a e n m a t e ri a d e p rod uc -

ción de crudo, transporte, refinación y comercialización."

1 2

P o r c o n s i g u i en t e l o s i n t eres es d e A ra b ia S a u d i ta y d e K u w a i t s e a s emej a n a l o s

d el es t a d o in d u s t r i a l c a pi t a l i s t a , l o qu e l es d a u n po d ero s o mo t iv o pa ra ma n t en er

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tiempo el compromiso norteamericano de defender tanto a Israel como a sus alia-

dos produc tores de petróleo.

Segundo, y más importante desde el punto de vista del futuro de la política nor-

teamericana, está la dinámica del estado de seguridad nacional de Estados Unidos:

la presidencia imperial, el Pentágono y el aparato de seguridad nacional, así como

el complejo militar-industrial y, en general, la cultura norteamericana de la guerra

fría. El argumento político es que el "nuevo orden mundial" —definido no con un

nuevo orden en el mundo sino con un mundo ordenado por el Nuevo Mundo (es

decir por Estados Unidos)— es en realidad un "viejo orden mundial" establecido

por Estados Unidos después de la segunda guerra mundia l para poner un a l to a l

comunismo y a las revoluciones del tercer mundo, así como para permitirle al capi-

ta l estadu nidense el acceso l ibre a la s ma terias primas, la fuerza de trabajo, la s

opciones de inversión y los mercados en el Sur. Si se lo ve así, el "nuevo orden mun-

dial" es s implemente un a

pax americana .

Mientras la teoría económica define la

geopolítica como la política geológica del petróleo, la teoría política define la geo-

política como la política geográfica de estados clientelares, gobiernos amistosos y

esferas de influencia.

La teoría política se inicia con las ambiciones globales de Estados Unidos desde

la primera guerra mun dial y la coyun tura pol ít ica a f inales de la segun da gu erra

mundia l , cu an do Estados Unidos heredó gran parte de los imperios decadentes

derrotados de las potencias aliadas y del eje. Sin un verdadero debate, el

e s t a b l i s h

ment

polít ico norteamerican o se incl inó con tra las reformas internas y a fav or de

u n a v ía e x p a n s i o n i s t a e n e l co n t e x t o d e u n a p o lí t ica g l o b a l d e a n t i co m u n i sm o.

Mientras Estados Un idos as umía e l papel de pol icía global se descartaron las ver-

daderas reformas en el país. El estado de seguridad na ciona l emergió como el con-

junto dominan te de insti tuciones de la na ción. El Pentágono se ag randó enorme-

mente durante las guerras de Corea y de Vietnam; la presidencia se con virtió en

d el es t a d o in d u s t r i a l c a pi t a l i s t a , l o qu e l es d a u n po d ero s o mo t iv o pa ra ma n t en er

a O c c i d en t e b ien l u b ric a d o c o n pet ról eo y c o n d i n ero, ex pa n d i en d o l a pro d u c c i ó n

y man teniendo bajos los precios: "Siempre existe tens ión entre los in tereses de Ara-

b ia S a u d it a , q u e t i en e i n men s a s res erv a s y qu i ere u n prec io b a j o pa ra qu e e l mu n -

do siga dependiendo del petróleo, y países como Irak e Irán, que quieren altos

ingresos para est imular el desarrollo."

1 3 Al capita l de Estados Unidos también le

convienen los precios bajos —pese a los efectos adversos para los productores

nacionales, con altos costos—, especialmente cuando los ingresos excedentes del

pet ró l eo v u e l v en a rec ic l a rs e en l a ec o n o mía n o rt ea meri c a n a . E n s í n t es is , l o s i n t e-

reses objet ivos de Irak como potencia petrolera son precisamente los opuestos a los

de la "coalición" estadounidense en el Golfo."

La teoría económica de la guerra del Golfo t iene mucho en su favor. Sin embar-

g o l a t eo ría ec o n ó mi c a n o es má s q u e u n a v erd a d a med ia s , y a d emá s u n a v erd a d

de "trasfondo". Una lógica polí t ica corría más o menos paralela a la lógica econó-

mica, y los motivos polí t icos de Bush coexis t ían pacíficamente con los motivos eco-

n ó mi c o s d e E s t a d o s U n i d o s .

12

Carl Goldstein, "Chain reaction",

F a r E a s t e r n E c o no mi c R e v i no ,

14 de febrero de 1991, p. 38.

13 M a t h e w W a l d ,

N e t o h l * T i me s , 1 1

de febrero de 1991.

14

Merece mención el anális is de la economía política del petróleo en vísperas de la guerra del Gol-

f o , t a l com o l o s i n t e t i z ó T ed W heel w rig ht ( " O i l a n d t he w orl d econ om y " ,

Arena, 95, 1991). W heelwright

destaca que los bajos precios del petróleo estaban creando más problemas entre los productores nor-

teamericanos (que abastecen alrededor de la mitad de las necesidades de Estados Unidos), así como

favoreciendo a los dos principales competidores de este país , Alemania y Japón, en la pelea por los mer-

ca dos . E n s u op i n ió n E s t a dos U n i dos i n s t ó a c t i v a m en t e a S a dda m H u s s ei n p a ra qu e pres i on a s e a K u w a i t

a f in d e q u e e s ta n ac ió n r e d u je s e l a p r o du c c ió n p ar a tr ata r d e e l evar e l p r e c io d el c r u d o . En ju n io d e

1 9 9 0 , en v í s p era s del des p l i eg u e de t rop a s i ra q u í es en l a f ron t era de K u w a i t , e l cru do s e v en dí a en 1 4 -

16 dólares por barril . En la reunión de la

O P E P

(el 26 de jul io) Irak obtuvo a poyo para elevar los precios

a 21 dólares por barril (por debajo de los 25 que deseaba). La invasión de Kuwait se produjo el 2 de

agosto. Este análisis, que se basa en un artículo aparecido en

South (febrero de 1991), escrito por Hel-

g a G ra ha m , i n di ca qu e l a pol í t ica pet rol era de E s t a dos U n i dos era m á s con t ra di c t oria de l o qu e des cri -

bí a n t es , e s deci r , qu e l os i n t eres es n ort ea m eri ca n os e i ra q u í es era n s i m i l a res cu a n do e l preci o del cru -

do estaba muy bajo, pero dejaron de serio cuando fue relativamente alto.

15

Wa lid Khalidi, 'The Gulf crisis: Origina and cons equences",

puma( of Palest inian Studies,

20, 2,

invierno de 1991.

262

A M E S O • C O N N O R

SESINATO EN EL ORIENT EXPRESS

63

una presidencia imperial; el complejo m ilitar-industrial se anunció como una fuer-

za impulsora del capitalismo norteamericano, y la gue rra fría, junto con el peligro

nuclear, se volvieron una forma de vida.

A pesar de la "pérdida" de China y de C uba, en 1949 y 19 59, respectivamente, el

poderío norteamericano se proyectó sobre casi todo el resto del mundo. Estados

Unidos apoyó en general los elementos políticos más reaccionarios de los países

liberados tras el dominio colonial, por ejemplo G recia, Filipinas, Guatemala e Irán.

Corea fue el caso m odelo: los norteamericanos se aliaron con los coreanos que

habían colaborado con los invasores japoneses en el sur, en contra de los del nor-

te, que habían encabezado la resistencia contra la ocupación japonesa. Al mismo

tiempo Estados Unidos se presentaba como un amigo de las fuerzas anticoloniales

de Asia y Á frica que pasaban por una descolonización formal. En las naciones que

se atrevían a experimentar con el nacionalismo radical, como por ejemplo Indo-

muchos países socialistas, así como en los estados laboristas y socialdemóc ratas de

Europa. E n 19 89-19 90 demócratas liberales, ambientalistas, feministas, quienes

proponían la conversión militar, y muchos otros movimientos reformistas y socia-

les, empezaron a tratar de llenar el vacío político. Muchos gobiernos locales, mien-

tras estaban en aprietos financieros, se habían convertido a la po lítica reformista.

El sentimiento aislacionista era más fuerte que nunca d esde principios de los seten-

ta, 1 6

y por primera vez desde los sesenta empezó a tomarse en serio una reforma

interna. Se volvió a oír hablar de "dividendos de la paz", y reapareció la retórica de

"cóbrenles los impuestos a los ricos". En los enfrentamientos por el presupuesto

federal de 1989 -1990 los demócratas liberales y otros empezaron a cuest ionar la

necesidad de muchos programas militares y exigieron un reordenamiento de las

prioridades nacionales. Una plataforma no expansionista y de reforma interna

empezaba a presentarse como una verdadera posibilidad, si acaso no una probabi-

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nesia y Ghana, los responsables de la política exterior estadunidense se pronun-

ciaron en contra de los nacionalistas.

Pero la derrota norteamericana en Vietnam y en el sureste de Asia amenazaba

con quebrantar esta configuración de un orden mundial dominado por Estados

Unidos. La ofensiva Tet, en 1968, anunció el comienzo del posible fin de la pro-

yección "creíble" del poderío norteamericano en el mundo. Watergate, las revela-

ciones que hizo el Comité de Iglesias sobre la

CIA,

el creciente "síndrome de Viet-

nam", las luchas de liberación nacional victoriosas en los estados de primera línea

del sur de África, el derrocamiento definitivo del fascismo en España y en Portu-

gal, el dominio del laborismo y de la dem ocracia social en Gran Bretaña yen E uro-

pa, y el ascenso del eurocomunismo, amenazaban con ensanchar irreversiblemen-

te la "brecha de credibilidad" y desintegrar el estado de seguridad n acional. Con

las débiles presidencias de Gerald Ford y Jimm y Carter los setenta fueron una épo-

ca de confusión política y desaliento para los administradores de la seguridad

nacional y, en general, para la élite gobernante. Se abrió un vacío político (que

McGovern trató de llenar en 1972), pero los nuevos movimientos sociales estaban

demasiado orientados a asuntos políticos específicos y carecían de la inspiración

política requerida para llenar ese vacío. R onald Reagan y los republicanos, de línea

intensamente económica (neo) liberal y conservadora en lo social, y respaldados

por los nuevos comités de acción política corporativos, supieron ocuparlo. De

acuerdo con todas las versiones, los responsables de la seguridad nacional habían

jurado solemnemente que de una u otra forma Estados Unidos recuperaría su

"credibilidad" en el mundo. Tras un decenio de fortalecimiento militar se produ-

jeron las agresiones norteamericanas en Centroamérica y una política simbólica

del poder mundial de Estados Unidos.

Luego el fin de la guerra fría y el creciente debilitamiento de las luchas nado-

.

seguridad nacional y el complejo militar-industrial en Estados Unidos. Lo mismo

ocurrió con el triunfo de la ideología del libre mercado en el tercer mundo y en

lidad.

Mientras tanto, la presidencia imperial y el Pentágono veían desaparecer sus

principales razones de existencia. La pérdida de credibilidad había llegado a su

máximo histórico, dado que la brecha entre los símbolos del poder estadunidense

del mundo y su verdadera capacidad de proyectar poder era tan grande. Sin

embargo, una guerra exitosa y po pular podía cerrar esa brecha, cosa que la políti-

ca simbólica de guerra fría y las invasiones de Grenada y Panamá, con Reagan, no

habían logrado. Y una guerra de ese tipo aumentaría también el respeto por los

militares en su propio país, y dejaría de lado la reforma interna, la perspectiva de

la cual aumentaba a medida que E stados Unidos, a f inales de 199 0, iba cayendo en

una recesión. Algo tal vez más importante es que George Bush, ex director de la

C I A

y aviador durante la segunda guerra mundial, al enfrentarse con una economía

nacional débil, quería sin duda un plan de reelección imbatible para 1992, así

como una guerra en gran escala, posible de ganar, para restablecer la grandeza

norteamericana" y labrarse un honroso nicho en la historia del país.

De manera que en la administración Bush había una buena motivación para

una política guerrera, pese a la oposición de algunas figuras destacadas. El arma

—los armamentos de alta tecnología producidos en los ochenta— estaba a la

16

Un sondeo de textos de opinión y editoriales de los principales periódicos norteamericanos en

agosto-noviembre de 1990, llevado a cabo por Thomas Barnett y del que se informó en

T h e F o r & s t e r n

Economic Revino ,

reveló que sólo una cuarta parte apoyaba una política de continuar solos en el Golfo;

alrededor de un tercio eran multilateralistas, y otra tercera parte aislacionistas. Es obvio que una polí-

tica guerrera de liberar a Kuwait por la fuerza, y especialmente de destruir a Irak como potencia desta-

cada en la región, tenía poco apoyo en Estados Unidos, por lo menos hasta el ominoso plazo del 15 de

enero que planteó el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. También es evidente que la estrategia

de Bush era obtener el apoyo de los multilateralistas y aislar a los aislacionistas, a fin de crear las con-

diciones para una política de guerra unilateralista. El lema "Denles tiempo a las sanciones" tuvo poco

o nada que ver con el retraso en armar una política guerrera unilateral; de hecho las sanciones estaban

surtiendo efecto. El retraso era necesario para obtener "cooperación internacional" y, por lo tanto, el

apoyo de los multilateralistas norteamericanos.

264

AM ES O 'CO N N O R

SESINATO EN EL ORIENT EXPRESS

65

ma n o . G ra n a d a y P a n a má h a b í a n s erv i d o d e en s a y o s c o n res pec t o a l c o n t ro l d e lo s

medios y las técnicas de propaganda

de

guerra . La agresión iraquí contra Kuwait

brindó la oportunidad. El Pentágono podía jugar sus aterradores juegos de Nin-

tendo en el Golfo, probando sus nuevos juguetes letales, y al mismo tiempo dete-

ner el ant imili tarismo y las reformas s ignificat ivas en su país , proyectando el poder

y la "credibilidad" de Estados Unidos , y dándole una nueva vida a l es tado guerrero

y

a l ex pa n s i o n i s mo , t o d o s o pret ex t o d e es t a b l ec er u n " n u ev o o rd en mu n d ia l " .

La teoría política de la guerra del Golfo es por lo menos tan convincente como

la económica. Y, en términos de entender los objetivos políticos de la campaña

g u errera d e B u s h , s i n d u d a es c o rrec t a . P ero ha y u n s en t i d o i mpo rt a n t e en e l c u a l

la diferencia entre los motivos económicos y los polí t icos resulta i lusoria. Dejando

de lado tanto el petróleo como a George Bush, el "presidente guerrero", hay un

vínculo directo entre la utilidad y el poder, que mucho tiempo

dial de bienes y servicios, resulta do inevitable del descenso de los sa larios reales, el

desempleo, la quiebra de la pequeña empresa y una inminente cri si s agrícola .

Cuan do Reagan y l os expansionis tas es taban en el poder no consideraron una polí-

tica de reforma y de redistribución de la riqueza y el ingreso, con el consiguiente

aumento del ingreso de la clase trabajadora y de la demanda efectiva de bienes y

servicios. Por el contrario, mientras las empresas man tenían bajos los costos de pro-

ducción, ayudando a controlar la inflación, el sistema financiero y la Reserva Fede-

ral organizaron la expansión más grande de créditos (y, por último, de deuda) en

la historia del capital ismo. El gasto a crédito por parte de los con sumidores, las

empresas y el gobierno federal estimuló la demanda efectiva. Las compras a crédi-

to (y las deudas) de los con sumidores, en relación c on su s ingresos, a lcan zaron su

punto más al to. Las compañías y e l gobierno federal ta mbién obtenían más prés-

tamos en relación con su capital y su s ingresos, respectivamente , lo que los endeu-

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atrás

el presidente

E i s en h o w er d en o min ó " c o mpl ejo mi l i t a r-i n d u s t r i a l " : l a pi ed ra f u n d a men t a l d e l a

política norteamericana económica social y externa en los ochenta. Para com-

pren d er c ó mo ll eg ó a o c u rri r es t o ha y qu e v o l v er a ec h a rl e u n a mi ra d a a l pa s a d o ,

a los setenta y los ochenta.

A finales de los setenta , mientras se iba deteriorando la s i tuación a la que tenían

que hacerle frente los dirigentes polí t icos y los responsables de la seguridad nacio-

nal de Estados Unidos, el panorama para los líderes empresariales norteamerica-

n o s era i g u a l men t e s o mb río . L a ec o n o mí a mu n d i a l es t a b a es t a n c a d a . L a t a s a pro -

medio de utilidad había declinado. Una razón fue el golpe petrolero de 1973

(seguido por otro en 1979), que fue una expresión de la debilidad del control de

Occidente sobre el Cercano Oriente, y de la nueva independencia económica de

muchos de los principales productores petroleros el mundo. Salieron a la superfi-

cie problemas económicos de todas c lases . . Estados Unidos se enfrentaba a una cre-

ciente competencia del extranjero y de los mercados nacionales del noreste de Asia

y de Europa. Una nueva configuración económica, llamada "estanflación", des-

concertaba a los planeadores económicos. A finales del decenio la hiperinflación

a t erro ri z ó a l o s b a n c o s y a l a " c o mu n i d a d fi n a n c i era " en g en era l .

Algo más importante: cayó la tasa de crecimiento de la demanda mundial de

mercancías. En todo el mundo los negocios respondieron a la crisis con una polí-

t ica de implacable reducción de costos , para defender las ut i l idades . El presidente

C a rt er pro mo v ió l a c o n s erv a c i ó n y

la

independencia de la energía para reducir los

costos de la misma (y a l mismo t iempo fortaleció las fu erzas de respuesta rápida de

Estados Unidos para defender el abasto de petróleo del exterior). Las empresas,

o b s es io n a d a s c o n l a ma y o r p ro d u c t i v i da d y l a red u c c i ó n d e l a s pe l i g ro s a s t a s a s d e

inflación, apoyaron la recesión planeada de 1981-1982. Los salarios reales siguie-

ron cayendo, creció el desempleo. Pero los sagrados "costos de producción" esta-

ban empezando a descender.

Las estrategias de reducción de costos puestas en pi

rtica por los

o-

res d u ra n t e l a c r i s is ec o n ó mi c a a men a z a b a n c o n red u c i r a ún má s l a d ema n d a mu n -

daba cada vez más.

Mientras e l consumismo, la especulación y la v oracidad impulsaban e l

b o o m del

consumo a crédito y de los préstamos para las compañías, respectivamente, los res-

ponsables de la segu ridad n acional y los especial istas en a dquisiciones del Pentá-

gono fomentaban el déficit federal. Se siguió una política implacable de keynesia-

nismo militar. A principios y mediados de los ochenta el gasto militar creció dos

veces más rápido que e l gasto c ivil en Estados U nidos y en e l extranjero. En ese

decenio el presupuesto militar se elevó en más del 40%, y todos los demás gastos

presupuestales, a excepción de los pagos por concepto de transferencias, cayeron.

Además, los presupuestos de investigación y desarrollo, tanto privados como públi-

cos, se volvieron más dependientes de la generosidad del Pentágono. Los militares

norteamerican os y las corporaciones tran sna cionales orientaron e l desarrol lo de

al ta tecn ología de Estados Unidos principalmente para in crementar la capac idad

de comunica ción, coordina ción y control del Pentágono y de las gran des empre-

sas. La industria relacionada con los mil itares fue la de máxima expans ión en los

ochenta, así como un exitoso sector de exportación. Por último, el complejo mili-

tar-industrial fue el apoderado de una política social norteamericana con respecto

a v ivienda, salud, subsidios a la educac ión, salarios y pensiones, especialmente en

lo que Ann Markusen denominó el "cinturón del ri f le", una media luna que se

extiende desde Seattle hasta Los Ángeles, atraviesa el Suroeste y Texas y, pasando

por Fl orida, l l ega hasta l a ruta 128 en B oston.

De esta forma, u na administración por e l lado de la oferta adoptó un a pol ít ica

de gasto mil itar del lado de la demanda a f in de man tener una demanda efectiva,

para crear un susti tu to de una verdadera reforma interna y una políti ca socia l

nac ional, para restablecer la "c redibilidad" de Estados Un idos en el mundo, y para

conseguir que sus c iudadanos respetaran a l os mil i tares y aceptaran un a cu l tura de

la ley y e l orden. La nac ión se asemejaba pel igrosamente a u n esta do militar . El

imperial ismo y e l individual ismo norteamerican os, esos hermanos gemelos alar-

mantemente patológicos, florecieron más que nunca. No es raro que George Bush

266

A M E S O ' C O N N O R

SESINATO EN EL ORIENT EX PRESS

67

pensase que podía pasar a la historia como el primer presidente que ganaba una

guerra desde Harry T ruman, y que finalmente el ciudadano medio le diese todo su

apoyo.

Las líneas de análisis que presentamos hasta aquí sugieren enérgicamente que

George Bush tenía muchos motivos para entrar en guerra con Irak. En el lengua-

je del estructuralismo, la guerra del Golfo estaba "sobredeterminada". En el dis-

curso weberiano, los a ctores económicos, políticos, sociales, culturales e ideológi-

cos relativos a la guerra tenían una "afinidad electiva" entre sí. En el lenguaje de la

novela policial la guerra fue el

Asesinato en el Orient Express,

el libro de Agatha Chris-

tie en el cual Hercule Poirot descubre que todos los sospechosos tenían un motivo

para asesinar a un individuo perverso y que, de hecho, participaron en el crimen.

El hecho de que los motivos de Bush para la guerra fuesen numerosos y estu-

viesen estructuralmente vinculados, y de que la guerra fuese legitimada desde el

punto de vista político por la necesidad de crear un "nuevo orden mundial", des-

antimperialista, no es posible plantearle un desafío real al estado de seguridad

nacional y todo lo que representa.

Los verdes rojos razonables discrepan acerca de las formas precisas para impe-

dir futuras guerras de expansión y propiciar una reforma radical en Estados Uni-

dos. Pero hay una tarea que parece esencial: que el movimiento le otorgue la

máxima prioridad al desmantelamiento del estado de seguridad nacional que

ahora es una anomalía incluso en sus propios términos. El éxito de este proyecto

requiere una prolongada confrontación con la empresa expansionista norteame-

ricana, y con su infraestructura económica y política, en un esfuerzo unido y

gigantesco. La lucha contra el imperialismo y el militarismo de Estados Unidos es

también una lucha por lograr una reforma radical interna, y viceversa. Así como

los líderes negros, desde W. E. B. DuBois y el grupo del

Messenger

en los veinte y

los treinta, pasando por Malcolm X y Martin Luther King en los sesenta, hasta Jes-

se Jackson en los ochenta, aprendieron bien este dato básico de la política norte-

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taca de manera im presionante los problemas a los que tuvieron que enfrentarse en

los noventa el movimiento pacifista y otros movimientos sociales, incluyendo el

ambiental y el laboral. Los obstáculos que se levantan ante los movimientos socia-

les que procuran impedir guerras futuras y provocar una reforma radical en su país

son tan grandes en los noventa como en cualquier otro periodo de la historia

reciente de Estados Unidos. El petróleo y el poder norteamericano, la naturaleza

de la economía y la política exterior estadunidense, están en juego, tal como lo está

el papel de liderazgo del complejo militar-industrial. Ahora puede verse el petró-

leo como el m edio para fines económicos e imperialistas. La política, el Pentágo-

no y el complejo militar-industrial, y el sistema bancario, son, cada cual a su mane-

ra, medios para el fin del petróleo. Quien representa un riesgo para el petróleo

pone en peligro el estado de seguridad nacional y la "credibilidad" de Estados U ni-

dos. Quien amenace al Pentágono y al complejo militar-industrial es un riesgo para

el petróleo; de esta manera la economía y la política se sumen en un hoyo negro

casi impenetrable.

Por consiguiente, un movimiento eficaz por la paz tiene que ser también un

movimiento eficaz de reforma interna, y viceversa. El movimiento por la paz no

puede dejar intocado ningún aspecto importante de la política exterior estaduni-

dense en ningún lugar del mundo; el movimiento por la reforma no puede dejar

sin cuestionar o inmune frente al cambio radical ningún aspecto importante de la

vida norteamericana en su país. Ésta es una lección de la guerra del Golfo: los

movimientos que se concen tran en un solo problema y la "pureza" de los mismos

representan hoy barreras al cambio social. Dada la estructura internacional de la

crisis ecológica y de la desigualdad económica y social, resulta especialmente

importante la necesidad de combinar o subordinar la ecología con temas de justi- _

cia económica y social. Por último, un movimiento pacifista y reformista eficaz,

incluyendo la política verde roja, presupone un mo vimiento político de tipo tradi-

cional... en las trincheras de la p olítica presidencial. Sin un presidente reformista,

americana, para la mayoría de los estadunidenses, incluidos muchos de la izquier-

da, los vínculos entre la política exterior y la nacional, incluidos los que hay entre

el imperialismo afuera y el individualismo adentro, siguen pasando inadvertidos.

Esto significa que el apoyo popular a la guerra de Bush puede cancelar las posi-

bilidades de reforma interna durante años. Un estado guerrero expansionista,

que ensalza a los militares, denigra como antipatriotas a los liberales e izquierdis-

tas y ofrece el consumismo como sustituto de la reforma, es una perspectiva real

y aterradora. Pero siempre debemos tener presente que el "nuevo orden mun-

dial" no tiene por qué significar un mundo regido por el Nuevo Mundo, y que la

pax norteamericana puede significar un Estados Unidos comprometido con solu-

ciones pacíficas de los conflictos regionales e internacionales, y con soluciones

racionales a la multitud de problemas económicos y sociales dentro del país.

269

L DOMINIO BRITÁNICO EN LAS SHETLAND

Bressay . Al oeste se el evan su aves col inas marca das por l as c icatrices de l as turbe-

ras, cubiertas de brezo, cercas de piedra desmoronadas, viejas granjas y pequeños

edificios nuevos, alambradas flamantes que encierran pasturas mejoradas y ovejas

recién tras quiladas. Por la zona serpentea e l

v o e

(estuario) de Cun nings burgh,

donde el esqueleto de un ba rco arenqu ero de 15 metros de eslora se deja ver en tre

las ag ua s. Debajo de los acan tilados que dan sobre los mares envu el tos en niebla

multitud de focas se asolean en las rocas resbaladizas. Dentro de la niebla, más allá

de las colinas y de las focas, el petróleo del mar del Norte es un centro de atracción

para el este.

Duran te los largos días de verano la gente de Cunn ingsburh, como la mayoría

de los habitantes de las Shetland, corta y seca heno, apila turba para el invierno,

trasquila ovejas y deshierba su s plantíos de papas y na bos. Algunos de los gran jeros

sol ían pesca r, pero en c omparación con los viejos t iempos los residentes de Cun -

13

E L D O M I N I O B R I T Á N I C O E N L A S S H E T L A N D

Uno de los depósitos de petróleo menos conocidos del mundo está debajo del mar

d el N o rt e, en t re l a s i s l a s S h et l a n d b ri t án i c a s y N o ru eg a , a l a s pu ert a s — o en e l mi s -

mo umbral— de la Europa industrializada. El petróleo del mar del Norte, descu-

bierto en 1971, fue aclamado como la solución a los problemas de balanza de

pagos de Gran Bretaña y, en general, una bendición para la economía del reino.

Se ..:speraba que a mediados de los ochenta pasaran por la gran terminal petrole-

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ningsburgh (también igual que la mayoría de los habitantes de las islas) se quedan

en t ierra. Los holan deses t ienen un monopolio de las pesquerías de arenque; es

dificil encontrar langostas, la pesca de cangrejos no es rentable y el más grande de

los peces —el petróleo submarino—, igual que las grandes pesquerías de bacalao

y arenque de a nta ño, está firmemente con trolado por "extranjeros".

L o s h a b i ta n t e s d e C u n n i n g s b u r g h t a m b ié n c o n s t r u y e n y m e j or a n s u s c a s a s y

cabañas con los salarios obtenidos trabajando en caminos y otras obras inspiradas

por el petróleo; manejan camiones, au tobuses y taxis , y le dan mant enimiento a l

aeropuerto para las docenas de vuelos diarios de aviones y helicópteros rentados

por las compañías petroleras (aunque los mejores empleos y salarios son para los

trabajadores de la construcción "extranjeros" que se alojan en barracas en Sullom

Voe). La mayoría de los demás isleños han logrado ganar "dinero del petróleo",

aunque muchas veces no se vinculan con esta actividad porque t ienen interés en

"la forma de vida de las Shetland". Igual qu e Cun nings burgh, la mayoría de los

asentamientos, especialmente cuatro poblados cerca de Sullom Voe, son "pueblos

del

b o o m ,

lo cual en las Shetland —donde los isleños son famosos por su "mode-

ración" y "sen tido común", así como por su "independencia" e " individualismo"—

significa que el dinero del petróleo se está gastando en cosas útiles.

Según el archivista del consejo de las Shetland, Cunningsburgh es famoso por

las luchas, más o menos un siglo atrás, en las que se enfrentaron los granjeros que

trabajaban tierras alquiladas y los propietarios de las mismas... luchas que se libra-

ron con moderación y sentido común. Lo que signif ica qu e un día los gran jeros

derruyeron un a cerca que u n

laird

(señor) había construido para cerrar un campo

comunal . Quienes visitan las modernas Shetland descubren que debajo de esta

moderación y este sentido común hay u na actitud de "no se puede luchar contra

la municipalidad", profundamente arraigada en la conciencia de gente que ha sido

colonizada desde hace siglos. También hay disposición a seguir a la autoridad,

enca rnada en la persona del represena nte an te e l Parlamento, e l l iberal Jo Gri-

mond, que es el elemento clave de la alianza parlamentaria entre el Partido Labo-

ra del inolvidablemente bello Sullom Voe (el puerto petrolero más grande de Gran

Bretaña y posiblemente de toda Europa, aunque aún inconcluso), construida en

un frenético esfuerzo, una especie de "reclutamiento industrializador forzado",

casi 1.4 millones de barriles diarios, y más tarde hasta 3 millones, más que sufi-

ciente para satisfacer la demanda británica. Los monopolios ingleses y norteame-

ricanos poseen alrededor del 75% de las reservas del mar del Norte, cuyo desarro-

llo requeriría una inversión mínima de 25 mil millones de dólares hacia principios

de los ochenta.

Si el mar del Norte se está volviendo famoso por su riqueza petrolera, las Shet-

land se están volviendo famosas por su reputación de ser un David frente al Goliat

de las compañías petroleras. Están adquiriendo reputación, sobre todo entre pla-

nificadores y ambientalis tas de otros países , por el poder que el Consejo de las Is las

Shetland opone a Westminster (es decir al gobierno británico), y a los monopo-

lios, en lo tocante a las condiciones económicas y sociales del desarrollo petrole-

ro. Los planificadores de muchos países están empezando a visitar la pequeña ofi-

cina de planeación del consejo, cerca de la Dirección Portuaria, en Lerwick, el

principal puerto de las islas, para atestiguar ese milagro de economía local y des-

cubrir cómo una comunidad de escasos veinte mil habitantes ha logrado amansar

a las compañías energéticas más grandes del mundo. El renacimiento actual del

regionalismo y el populismo en el mundo capitalista avanzado fortalece el interés

creciente por esta experiencia.

Experiencias previas de las islas se ejemplifican en general con lo que muchos

de los habitantes llaman "la forma de vida de las Shetland", y en particular con la

historia y la vida cotidiana del condado de Cunningsburgh, que comprende media

docena de poblados discretamente salpicados en las ondulantes colinas de la cos-

ta, que en un mapa parecen una oveja brincando. Al sur se levanta de las aguas la

isla de Mousa, donde las ruinas de un antiguo

b r och

(una torre redonda de piedra ,

especie de foctale7a) esperan,

desola das,

l a v i s i t a d e u n o ca s i o n a l t u r i s t a . Lo s p o co s

días en que brilla el sol alcanza a verse Lerwick, que sobresale en el estrecho de

[2681

270

A M E S O ' C O N N O R

rista y el Liberal. Las uniones de granjeros y ovejeros cuentan con el poder sufi-

ciente para impedir la especulación con tierras y la consolidación de granjas

pequeñas o grandes, y también (desde el año pasado) para impedir que los due-

ños de la tierra se nieguen a venderles las cabañ as a los inquilinos. Pero en rela-

ción con el desarrollo petrolero, pese a la reputación de las islas de "domesticar a

los gigantes del petróleo", el visitante no tarda en descubrir que la participación

política local consiste en gran medida en quejas interminables acerca de los 25

comerciantes, fabricantes en pequeño, operadores pesqueros y sus semejantes

socioeconómicos que constituyen el Consejo de las Islas S hetland. A la pasividad

política de los habitantes contribuyen los asombrosos cambios en los lazos familia-

res y comunitarios debidos a los centenares de nuevos empleos para las mujeres en

los campamentos de construcción de Sullom V oe, las largas horas de trabajo para

mujeres y hom bres en la terminal petrolera, la corriente constante de "extraños" y

el sentimiento generalizado de que, en el mejor de los casos, el petróleo tiene tan-

EL DOMINIO BRITÁNICO EN LAS SHETLAND

71

al alcalde, cuyas maquinaciones en el consejo le garantizan al condado su parte

justa" de los ingresos públicos que fluyen indirectamente del petróleo, y de quien

se sabe que ha asignado a sus favoritos personales las nuevas casas construidas por

el consejo (viviendas públicas) que se encaraman sobre dos colinitas (muy en el

estilo del tribunal del condado de Marín que diseñó Frank Lloyd Wright), y dejó

parejas jóvenes con niños viviendo en casas rodantes (que hay que lastrar con gran-

des piedras para que no se las lleven los vendavales de invierno), dispersas por las

márgenes de los acantilados.

Sobre el camino principal, frente a las viviendas para ancianos, hay una tienda

que parece salida de

Pickwick,en

la cual, debido a las convicciones religiosas del

dueño, no se vende tabaco ni licor. Sus sombrías hijas adolescentes le venden a uno

lo que podría esperarse en una tienda de campo de una zona en picada económi-

ca, no lo que cabría suponer en un pueblo del

boom.

Hay otro negocio cerca del

grupo principal de viviendas públicas, pero es del mismo dueño. La moderación

de Cunningsburgh abruma a sus residentes con ese monopolio del comercio que,

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to de bueno como de malo.

Sin embargo en esas islas remotas, donde los residentes siguen pensando que

son más escandinavos que escoceses, hay mucha "continuidad en el cambio". Hace

casi un siglo el liberalismo británico concedió a los habitantes el Acta de Ovejeros,

que por primera vez proporcionó a los arrendatarios del campo una tenencia segu-

ra, cosa que su moderación, sentido común e individualismo no había podido

obtener. En los sesenta la clase trabajadora inglesa, a través del Partido L aborista,

llevó a las Shetland el estado del bienestar, que en C unningsburgh se ejemplifica

en un puñado de casitas a lo largo del camino principal, en las que viven ancianos

e incapacitados del lugar. Esta misma m oderación, sentido común e individualis-

mo contribuyeron a la ruina económica de la isla hasta que el Consejo de Desa-

rrollo de las Islas y las Tierras Altas de Escocia y el Partido Laborista, también en

los sesenta, dieron un fuerte subsidio y modernizaron la pesca, la cría de ovejas y

el tejido, aportando cierta prosperidad a los isleños, aunque sin conmover la per-

cepción que tienen de sí mismos com o individualistas e independientes. Fl desa-

rrollo promovido por el estado en los sesenta también proletarizó, no tan inciden-

talmente, a muchos habitantes, preparando ideológicamente el camino para la

rápida expansión del trabajo asalariado con el desarrollo petrolero. Y esa m isma

moderación y sentido común, es decir, esa actitud ultraconservadora, impiden que

el cuidado de los niños, el control natal y otros servicios "contaminen" a muchas

madres y jovencitas que trabajan, y crean suspicacia frente a la acción colectiva; por

ejemplo los ovejeros, en gran m edida, siguen vendiendo la lana individualmente a

dos compradores que monopolizan ese negocio, y a ún no se han organizado para

comprar en propiedad c ooperativa una hiladora que, según me d ijo uno de ellas,

"es lo que más necesitamos".

Cunningsburgh también es famoso por poseer las únicas aceras de Shetland

(fuera de Lerwick y de los otros pueblos de verdad), lo cual es testimonio, asimis-

mo, de la moderación local y el sentido común. Esto implicó cederle el poder local

igual que la mayoría de los rasgos del condado, reproduce en pequeña escala el

conjunto de las Shetland.

La razón es que Cunningsburgh, igual que Lerwick y las Shetland, en general,

es un paraíso proudhoniano: pura propiedad privada, sin competencia. La protec-

ción británica a la pequeña burguesía local —sobre todo a los comerciantes, que

son los más moderados y llenos de sentido común, y que prácticamente manejan

el Consejo de las Lslas—; el subsidio británico a las pequeñas industrias

y

la perpe-

tuación, por parte de la "clase dirigente" local, del mito de que las Shetland son

realmente Escandinavia, atadas a la tradición y diferentes, les dan a los pequeños

capitalistas isleños el monopolio del comercio local, del tejido, la agricultura y la

pesca. Ése parece ser el precio que la pequeña burguesía ha obtenido de Inglate-

rra para entregar el desarrollo petrolero a los monopolios internacionales, lo cual

le recuerda al visitante, más que nada, el compromiso de 1873 en Estados Unidos

por el cual a las clases terratenientes del sur se les concedió el control local a cam-

bio de que entregasen los recursos de la región para que fuesen explotados por los

capitales del norte.

Igual que en el sur norteamericano de finales del siglo xix y principios del xx,

la pequeña burguesía y la utopía con tierras de las Shetland muestran un lado som-

brío que va más allá de los altos precios y los artículos de mala calidad. La condi-

ción de la dase trabajadora local es la que cabría esperar en un baluarte liberal:

las vendedoras de las tiendas reciben un sueldo bajísimo; los obreros de Bressay

viven en casas rodantes miserables que el viento agita junto a la maloliente fábrica

de harina de pescado que hay en esa islita; los operadores de las máquinas de tejer

están medio sordos por la contaminación sonora y mal pagados incluso de acuer-

do con los salarios mínimos británicos, con las manos deformadas por tantos años

de trabajo en las máquinas. La condición de la clase trabajadora que no está

empleada en actividades relacionadas con el petróleo (y por lo tanto muy bien

272

AME S O' CONNOR

pagadas) está en proporción inversa a la prosperidad de los pequeños capitalistas

dominantes de las Shetland. Es verdad que el desarrollo petrolero mantiene muy

bajo el desempleo, por lo que pone a prueba la capacidad de los negocios locales

para sobreexplotar a sus empleados, pero el mismo consejo (un patrón importan-

te) resuelve esta manifestación de la ley

de

la oferta y la demanda con el simple

recurso de hacer que sus empleados no puedan ser contratados por las empresas

petroleras.

Como se indicó, el Consejo de las Islas está adquiriendo fama por su presunto

poder sobre los monopolios petroleros. A principios de los setenta Jan Clark, un

joven contador cuya carrera iba en ascenso, y ex jefe ejecutivo del consejo, dejó

tras

de sí la reputación de ser David frente al Goliat petrolero. Las tres grandes victo-

rias de Clark fueron "obligar" a las compañías petroleras a: 1] concentrar las ins-

talaciones de su terminal en Sullom Voe (que de todos modos, desde el punto de

vista de aquéllas, resultaba económico); 2] contratar determinado número de isle-

EL DOMINIO BRITÁNICO EN LAS SHETIAND

73

Nueva s preguntas a l os observadores l ocal es revel an qu e todas l as decis iones

relativas al desarrollo petrolero —sin importar en qué medida afecten a los isle-

ños— las toman en realidad los monopolios petroleros junto con el gobierno bri-

tánico, en la que sin duda constituye la última aventura imperialista de Gran Bre-

taña. Esta práctica de "colonial ismo interno" asume dos formas. Primero, e l

servicio civil británico toma directamente muchas de las decisiones y se las impo-

ne a l a gen te de las S het l and, aduciendo que no son más que cu est iones técnico-

administrativas, que no tienen nada de político. Segundo, para mantener el mito

del control de las islas sobre su destino, el consejo local se ve forzado, de hecho, a

aprobar los planes de la indust ria petrolera; de lo contrario los baron es del crudo

apelarían las decisiones del consejo an te el secretario de estado para Escocia, y está

sobrentendido que éste aprobaría los planes porque los declararía de interés para

Gran Bretaña en su conjunto. Desde luego, esta posibilidad destruiría la valorada

ideología del control local. Al parecer el consejo entiende la realidad de esta situa -

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ños para trabajos de construcción calificados (de hecho la mayoría de los 800 pues-

tos de construcción que ocupan los isleños —en este momento hay 4 mil empleos

en el ramo— son no calificados o de baja calificación, y la mayoría de los 400 a mil

empleos permanentes que se crearán en las Shetland cuando empiece a fluir el

petróleo por los duetos tampoco serán técnicos ni administrativos), y 3] crear un

fondo de reserva (unos 7 millones de dólares), que de cualquier manera hasta la

fecha no se ha usado en beneficio de los isleños comunes y corrientes.

Los visitantes con la suerte de entrar en contacto con los funcionarios adecua-

dos del consejo no tardan en sospechar que el "control del petróleo de las Shet-

land" es simplemente otra ideología perpetuada por intereses del lugar y de afue-

ra. Sin duda los ovejeros marginados, los conductores de camiones, tejedores,

obreros que procesan pescado, empleados de las tiendas y demás no controlan

nada... ni siquiera los sindicatos, porque no existen. Unas cuantas preguntas reve-

lan de inmediato que tampoco los intereses de la pequeña burguesía local ejercen

demasiado control. El consejo es, en realidad, el socio muy minoritario de las

petroleras: obtiene préstamos para ayudar a financiar las terminales; construye

caminos e instalaciones de transporte para el petróleo; viola sus propios regla-

mentos al extraer piedra de uno de los famosos sitios turísticos y usarla en cons-

trucciones necesarias para el petróleo; mantiene en secreto todas sus transacciones

económicas, grandes o pequeñas, relacionadas con su asociación con los petrole-

ros, ignorando hasta las condiciones mínimas para un gobierno democrático; saca

a ovejeros y arrendatarios no sólo de las tierras necesarias para las instalaciones de

las terminales, sino también de las que en el futuro puedan servir para construir

una refinería, si acaso vuelve a resultar escasa la capacidad mundial de refinación;

construye casas para los trabajadores de la terminal y, en general, va un paso ade-

lante de las compañías petroleras, en el mismo sentido en el cual el probador de

la comida del rey, contratado para impedir que se produje.se un

asesinato

real , iba

un paso adelante del monarca a la hora de comer .

ción, incluyendo la dependencia de Gran Bretaña que tienen las islas en todo, des-

de los servicios sociales hasta los subsidios a la pesca y la cría de ovejas, y por con-

siguiente concede las demandas de los petroleros (y hasta se adelanta a ellas), con

lo q u e c on serv a v i ta l y fresc a la ima gen de qu ien es tá a c a rgo. Es v erda d qu e es ta

farsa tiene ciertas condiciones previas. Una de ellas es que el jefe ejecutivo, con la

bendición del consej o, t iene que hac er l os tratos con l a industria petrol era tras

bambalinas, para poder presentarlos luego como

faits accomplis.

Este procedimien-

to engaña a todo el mundo menos a l os is l eños , cuya impotencia se da por senta-

da, y que en general piensa n qu e el principal beneficiario del desarrollo petrolero

es el consejo mismo. Otra con dición previa es que el equipo de planeación del con-

sejo tiene que cu mplir con el ritual de consultar, plan ear y demás como si Shetland

tuviese una voz autónoma en lo relativo al curso de los acontecimientos. La manio-

bra más reciente es la solicitud de las petroleras para introducir en las islas otros

800 trabaj adores de l a construcción ( en un principio decl araron que no iban a

necesitar más de 1 200) y alojarlos en dos barcos que estarían anclados en Sullom

Voe. Los empleados del consejo, responsables de preparar el orden del día para la

reunión, cumplen con el proceso, conscientes de que ya se cerró el trato y que la

sesión oficial del cons ejo servirá simplemente para darle a utenticidad.

Cuando el visitante maneja por los tortuosos caminos de las Shetland, que ser-

pentean alrededor de los

v o e s

y lagos omnipresentes en las islas, le impacta el ais-

la mien to de la s a ldea s y la s gra n ja s . La geogra fia f i s ic a de la s Shet la n d es lo más

l ejano qu e pueda imaginarse a una l l anura c ereal era, pero su geografía socia l es

más a fín a la s c a sa s dispersa s de la s pa mpa s qu e a la s a ldea s a piña da s de Eu ropa .

Esta separación geográfica y social, en sí misma, no permite demasiada coopera-

ción organizada a parte de la explotación c omún de la turba y el trabajo comparti-

do de recoger el heno. En realidad es el escen ario perfecto para la clásica política

col onia l británica: divide y gobierna fingiendo que l os puebl os l ocal es se es tán

gobernando sol os . A esto se une l a fa l ta de un a pol í t ica en ergética c oherente de

274

A M E S O ' C O N N O R

Whitehall referente al petróleo del mar del Norte (cosa que recientemente ha

empezado a cambiar en lo tocante a los permisos de exploración), tal como se

refleja en la indecisión del gobierno británico durante los debates parlamentarios

acerca del alcance del gobierno local de las Shetland y su poder para controlar el

petróleo. La inexistencia de una política, cualesquiera que sean las verdaderas cau-

sas e intenciones de los funcionarios gubernamentales, sirve para que la política de

la industria petrolera sea,

de facto, la del gobierno británico. Esto puede parecer

desconcertante hasta que se entiende que los intereses estatales británicos en el

mar del N orte no son muy diferentes de los intereses de los monopolios. Éstos

quieren, lo antes posible, bombear petróleo por los dos oleoductos que desem bo-

can en Sullom V oe (y en otras tres terminales en Escocia y en O rkney), para recu-

perar lo que invirtieron en exploración, construcción, perforación y demás. El

gobierno británico quiere que el petróleo fluya, lo antes posible, hacia el Reino

Unido y E uropa, para apuntalar su balanza de pagos, y también para controlar las

EL DOMINIO BRITÁNICO EN LAS SHETLAND

75

determinación. Mientras los folletos turísticos hablan de la herencia vikinga y los

minicapitalistas del lugar reinterpretan ario con año el mito vikingo y fingen que

hay una "forma de vida de las Shetland", la gente de Cunningsburgh, como la

mayoría de los habitantes, apila turba, corta heno, habla dialectos escoceses, usa

trajes escoceses y, para todo fin práctico, vive igual que los escoceses. P or último,

los intereses políticos de Jo Grimons (quien igual que muchos liberales escoceses

y galeses depende del apoyo y los votos de los pequeños c apitalistas) reproducen la

estructura de clases de las islas y perpetúan sus ideologías. Así, el sentido común y

la moderación de Cunningsburgh y de las Shetland termina por implicar la per-

petuación del statu quo:

políticamente, los isleños no tienen verdadero control de

su destino; económicamente, siguen dependiendo de los subsidios y del estado de

bienestar británicos; socialmente, el modo de vida propio es en bue na medida ima-

ginario y, personalmente, podrán considerarse independientes e individualistas,

pero estas creencias no hacen otra cosa que negar las realidades existentes y pro-

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demandas salariales reduciendo el precio del com bustible, el gas y los productos

derivados del petróleo, o por lo m enos impidiendo que suban tan rápido como

hasta ahora. N i el Partido L aborista ni la burocracia estatal ni el capital petrolero

permitirán que 20 mil habitantes de las Shetland (que en su mayoría votan por los

liberales y los conservadores) impidan la maximización de la producción y las uti-

lidades. Con un pequeño esfuerzo de imaginación la promesa que hizo el año

pasado el primer ministro Callaghan a la Comunidad Económica Europea, en el

sentido de impedir que los salarios británicos subiesen más del 5% durante la

siguiente cuarta ronda de negociaciones, puede relacionarse con la disponibilidad

de petróleo abundante para alimentar el capitalismo británico y para mantener a

la clase trabajadora del país abrigada y en movimiento con el mínimo costo para el

capital y para el estado.

El m ito del control que ejercen las Shetland sobre el desarrollo petrolero de las

islas es tan importante como la realidad de que el gobierno local no existe; en una

u otra medida lo segundo depende de lo primero. De este modo el gobierno bri-

tánico no tiene que aceptar la responsabilidad de las decisiones políticas, que están

formalmente en manos del consejo. El servicio civil y el laborismo pueden diso-

ciarse de los efectos negativos del desarrollo petrolero, entre ellos la pérdida de

algunas pesquerías cercanas, la disrupción social y la contaminación de Sullom Voe

(que ya son hechos) y, por encima de todo, el peligro de un importante derrame

o de la ruptura de un oleoducto. También se ha señalado que Gran Bretaña pue-

de usar el mito de la "singularidad" de las Shetland para diluir el nacionalismo

escocés, que se está convirtiendo en una piedra en el zapato para Westminster. Así

el gobierno británico se protege de ser Goliat ante el David de las Shetland; los

protagonistas de la obra serán las mismas compañías petroleras y su asociado

local, el consejo. "Los isleños son los responsables", se dirá en Londres cuando ocu-

rra el desastre inevitable. Este

tour de force imperial es reforzado por la pequeña

burguesía de las islas, que tiene su propio interés en el "gobierno local" y la auto-

piciar la apatía política. Parece haber pocas posibilidades de que esto cambie has-

ta que el proceso de proletarización, que se inició en los sesenta y se aceleró en los

setenta, modifique fundamentalmente la composición de la pequeña burguesía y

de la clase de productores en pequeña escala. En las islas las capas de autoengaño

local son tan diversas como los estratos de restos arqueológicos; tal como ocurre en

casi todo el mundo, esto no tendría nada de raro de no ser por el hecho de que

esos engaños y decepciones que acechan entre las sombras son una parte impor-

tante, aunque escasamente comprendida, de la historia del imperialismo petrole-

ro moderno en el mar del Norte.

¿ES POSIBLE UN CAPITALISMO SUSTENTABLE? 7 7

14

¿ES POSIBLE UN CAPITALISMO SUSTENTABLE?

eco lógica y de las i deolo gías i nsertas en el la; lo mi smo o curre co n la ex presi ón "cri -

si s e cológica", muy u t i l iz ada por au t or e s popular e s sin e l be ne ficio de una de fini -

c ión c la ra (v éa se e l c a pí tu lo 6 ) . Los ec ólogos de pobla c ión y los biólogos c on ser-

vacionistas suelen correlacionar los cambios de población de una especie

determi nada, lo s ca mbi o s de la "capaci dad de carga " def in i do s de manera estri c ta

en términos de las necesidades de esa especie, y algún coeficiente que mide la rela-

ci ón entre la especi e y la ca paci dad de carga en cu esti ón , po r un lado , y el resto del

ecosistema, del cual esa especie puede depender de formas indirectas, por el otro.

Todos es tos términ os t ien en a lgún poder explic a t iv o. Pero es ta mu lt ip lic ida d de

determin a n tes s ign ific a qu e n o ha y u n a ma n era ún ic a de sa ber rea lmen te s i la s

ame na z as a u na e spe cie individual son ca usa das por e l la misma, por decir lo así , o

si sur ge n de bido a cambios e n e l e cosi st e ma e n su conju nt o, por e je mplo a conse -

cue n cia de la int r omisión de ot r a e spe cie de vida. D e se r así , hablar de la "sust e n-

ta bi lida d" de espec ies determin a da s pu ede ser men os p rec iso, y e l c on c epto de

INTRODUCCIÓN

Hay pocas expresiones tan ambiguas como "capitalismo sustentable" y otras afines,

como "agricultura sustentable", "uso sustentable de energía y recursos" y "desarro-

llo sustentable". Esta ambigüedad recorre en la actualidad los discursos más impor-

tantes sobre economía y ambiente: informes de las Naciones Unidas y de los

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"crisis ambiental" resultar más problemático de lo que parecería a primera vista.

Esta s a mbigüeda des se v u elv en más ma rc a da s a ún c u a n do ec ólogos o v erdes

combinan dime nsione s sociale s y económicas con las biof isi cas, y ana l izan la "su s-

tentabilidad" de ecosistemas o biorregiones. Por ejemplo, en California, en la

r e gión de la bahí a de M on t e r ey, e l bombeo e xce sivo ha he cho de sce nde r los ma n-

t os fr e át icos, pr ovoca ndo la sa l iniz ación por agua de mar , que pone e n pe ligr o la

vi abi l i dad de la agri cu l tura . ¿ Se trata de una " cri s i s"? En térmi no s eco nómi co s no ,

s i la regi ón i mporta agu a; de hecho , el agua i mpo rtada puede darle nu eva v i da a la

agricultura local, y representar más desarrollo residencial, comercial e industrial.

"Agri cu l tura su stentable" qui ere deci r una co sa s i se ado pta una perspecti va estri c-

t ame nt e biorr e gional y u na di st int a si e sa pe r spe ct iva se amplí a par a incluir ot r as

bior r egione s. En e st e c aso e n par t i cular r e sul t a que e l de bat e ace r ca de la impor -

ta c ión de a gu a t ien e men os qu e v er c on la "su s ten ta bi lida d" del c a pita l a gríc ola

local y de la cal idad de l agua, y más con juicios nor mat ivos r e lat ivos a la c lase de

comunidad y de cul t u r a que qu ie re t e ne r la ge n t e de la r e gión (e n e l Pajar o V al le y

se t r at a de sabe r si mant ie ne su a ct u al sabor cul t u r al me xican o o si se abr e más a

la población que t r abaja e n Si l icon V al le y, a l ot r o lado de la sie rr a cost e r a) .

Una vez definido "sustentar" de estas cuatro maneras, la respuesta breve a la pre-

gunta : "¿ Es po sible el capita l i smo sustentable? " es "No ", y una respuesta más larga

se r ía "P r obableme nt e no. " El c api t al i smo t ie nde a au t ode st r uir se y a las c r i sis; la

e conomí a mu ndial de ja más ge nt e ha mbr ient a , pobr e, infe l iz ; no e s posible e spe -

r ar que las masas de campe sinos y obr e ros sopor t e n inde finidame nt e la cr i si s , y la

nat ur ale z a, comoquie r a que se de fina "sust e nt abi l idad", e st á sie ndo at acada por

doquier.

En e st e capí t ulo pasamos r e vi st a a cie r t as e vide ncias que t ie ne n que ve r con e l

pr oble ma de l "capi t al i smo sust e nt able ", y vamos de st acando algunos de los di fe -

r e nt e s conce pt os de "sus t e nt abi l idad" que man e jan los ve r de s y las e mpr e sas. Se

r e aliza u na br e ve descr ipción de las condicione s de sus t e nt a bi l idad e conómica (o

gobiernos, investigaciones académicas, periodismo popular y pensamiento político

verde. Esta misma oscuridad hace que tanta gente, tanto tiempo, hable y escriba de

"sustentabilidad"; se puede utilizar el término para que signifique casi lo que uno

quiera, y ésa es parte de su atractivo.

"Capitalismo sustentable" tiene, al mismo tiempo, una resonancia práctica y

moral. ¿Qué persona en su sano juicio podría oponerse a la "sustentabilidad"? El

significado más antiguo de "sustentar" es "sostener", "mantener el curso" o "con-

servar en el estado del ser". ¿Qué director de una corporación, ministro de finan-

zas o funcionario público internacional responsable de preservar el capital y

expandir la acumulación del mismo no adoptaría como propio este significado?

Otro sentido es "proporcionar alimentos y bebida o lo necesario para la vida".

¿Qué obrero urbano mal pagado, qué campesino sin tierra podría no aceptar este

significado? Una definición más es "resistir sin ceder". ¿Qué pequeño agricultor o

emprendedor no se resiste a "ceder" a los impulsos expansivos del gran capital y

del estado, y se enorgullece por "resistir"? Hay una lucha mundial por determinar

cómo se definirá y usará, en el d iscurso sobre la riqueza de las naciones, "desarro-

llo sustentable" o "capitalismo sustentable". Esto significa que, para empezar, la

"sustentabilidad" es una cuestión ideológica y política, no ecológica y económica.

En esta edición la palabra "sustentar" se usará en los tres sentidos arriba men-

cionados: "mantener el curso" de la acumulación capitalista global; "proveer lo

necesario para la vida" a los pueblos del mundo, y "resistir sin ceder" por parte de

aquellos cuya forma de vida está siendo subvertida por las formas del salario y de la

mercancía. De esta manera la cuestión del capitalismo sustentable tiene que ver en

parte con la posibilidad de que sea posible alcanzar —y cómo— la sustentabilidad

en esas tres acepciones.

Hay un cuarto significado de "sustentar", el de "sustentabilidad ecológica", aun-

que entre los científicos que se ocupan de ecología hay pocas coincidencias res-

pecto al significado preciso de esta expresión. Por ejemplo, palabras como "biodi-

versidad" o "salud planetaria" pocas veces se cuestionan en términos de la ciencia

[276]

278

A M E S O ' C O N N O R

ES POSIBLE UN CAPITALISMO SUSTENTABLE?

79

de rentabilidad y acumulación), en su definición estricta. Analizamos después la

primera contradicción (o contradicción interna ) del capitalismo, y la naturale-

za expuesta a las crisis y dependiente de ellas de la acumulación capitalista, ane-

xando una breve revisión de la crisis mundial que amenazaba en los ochenta. Se

sostiene que las perspectivas de manejo económico global son tan tenues como las

de una regulación ambiental global. Luego discutimos otro problema aparente-

mente intratable (la "segunda" contradicción) al que se enfrenta hoy el capitalis-

mo, a saber, una merma de las utilidades por el lado de los costos , generada por

la contradicción entre capital y naturaleza (y otras condiciones de producción),

junto con los efectos económicos adversos del movimiento ambiental y otros movi-

mientos sociales sobre el capital. Se pasa revista a las formas en las que el capital

está tratando de hacerles frente a estas crisis. Se da por d escontada la capacidad del

capital para lograr manejar no sólo la "primera" sino también la "segunda" con-

tradicción, debido a la naturaleza del estado democrático liberal y del capital mis-

mo. Se destacan las consecuencias políticas —y por lo tanto económicas y eco lógi-

como las del papel y la pulpa, han empezado a instalar una tecnología más limpia,

y la agricultura orgánica se ha beneficiado por la ola de interés de los consumido-

res hacia los productos libres de pesticidas, la mayoría de los líderes sindicales se

oponen a la mayor parte de las demandas de los ambientalistas o se muestran indi-

ferentes a ellas, y las organizaciones ambientales establecidas (con do s o tres excep-

ciones notables) están más dispuestas a comprometer su posición en nombre del

"crecimiento económico".

En la mayor parte de los países los partidos verdes siguen siendo pequeños o

están comprometiendo su posición en la política nacional y local. En Europa el

ambiente no es una preocupación central de los burócratas que controlan la pode-

rosa Comisión Europea, pese a que los verdes están representados en el Parla-

mento Europeo. Los acuerdos internacionales sobre el agujero de la capa de ozo-

no son débiles, y sobre el calentamiento global son meramente simbólicos. Los

acuerdos respecto a proteger los "bienes comunes" del mundo —cuencas hidráu-

licas, bosques, ríos, lagos, costas, océanos y calidad del aire— se violan más de lo

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cas— muy inciertas de una depresión económica general. Por último, tras una

rápida revisión de las condiciones ambientales en los países pobres (el Sur), se

esbozan algunas conclusiones respecto a las posibilidades de los movimientos

sociales y políticos del ambientalismo radical, o verdes rojos . Mientras las pers-

pectivas para alguna clase de "socialismo ecológico" no son brillantes (según se

afirma), las de una "capitalismo sustentable" son más remotas todavía.

LA POLÍTICA AMBIENTAL Y EL DISCURSO DE LA SUSTENTABILIDAD

Las evidencias favorecen la opinión de que el capitalismo no es ecológicamente

sustentable, pese al reciente diluvio de comentarios sobre "productos verdes",

"consumo verde", "explotación forestal selectiva", "agricultura baja en insumo s", y

así sucesivamente. En la campaña para las elecciones presidenciales de 1992 en

Estados Unidos ninguno de los tres candidatos principales le dio mayor importan-

cia al "ambiente". A partir del triunfo de Bill Clinton la nueva administración

nacional se ha comprometido con temas que van desde el uso de pastizales fede-

rales hasta la tala de bosques viejos para combatir la contaminación (abandonan-

do muchas veces los métodos probados de control de la contaminación en pro de

las "soluciones de mercado"). Los gobiernos estatales y locales descuidan el

ambiente en su com petencia por atraer un capital escaso. En las leyes federales se

está reduciendo la definición de "marism as", y lo mismo ocurre con la de "especies

en peligro . Se está socavando el cumplimiento de las reglas de salud y seguridad

ocupacionales. Los parques nacionales y estatales se convierten en una mercancía

y sus administradores buscan maneras de obtener beneficios. Si bien la energía

nuclear está temporalmente estancada, y algunas industrias de bienes de capital,

que se cumplen. Puede que se reviva la caza de ballenas y los pescadores de todo

el mundo claman por despojar a las aguas de su riqueza. El petróleo, como instru-

mento de riqueza económica y poderío nacional, es más importante que nunca.

Las compañías del área de la energía y la minería (muchas veces la misma) están

preparadas para explotar masivamente más recursos minerales desde Wisconsin

hasta Siberia. En el Sur muchos gobiernos están ansiosos de vender su primogeni-

tura natural a las corporaciones transnacionales, muchas veces por la presión de

grandes deudas externas, en nombre del "desarrollo", y las masas sin tierra del

espacio rural del mundo, así como los pobres urbanos, se ven obligados a despojar

y agotar los recursos, a contaminar el agua y el aire, respectivamente, tan sólo para

sobrevivir. Los antecedentes ambientales de los "tigres" del este de Asia, de los

"tigrecillos" del sureste asiático, de México, Brasil y otros centros de crecim iento de

América Latina, no son muy estimulantes.

Desde el punto de vista práctico, un paso necesario hacia un capitalismo sus-

tentable —definido en algún sentido de "ecológicamente racional o sano"—, se-

rían presupuestos nacionales que aplicaran altos impuestos a los insumos de mate-

ria prima (por ejemplo carbón, petróleo, nitrógeno) y a ciertos productos (por

ejemplo gasolina, sustancias químicas básicas), y que al mismo tiempo cobraran

impuestos al valor agregado a una gran variedad de bienes de consumo poco amis-

tosos con el ambiente (autos, productos de plástico, latas desechables), junto con

una política rigurosa de etiquetado verde que exentara a los productos legítima-

mente verdes, definiendo "verde" en términos de los impactos ecológicos en cada

una de las etapas de producción, distribución y consumo. Otro paso serían políti-

cas de gasto nacional que dieran un importante subsidio a la energía solar y a otras

fuentes de energía alternativa benignas; a la investigación tecnológica que llevase

a eliminar sustancias químicas tóxicas desde su origen; innovaciones del tránsito,

de las condiciones de salud y seguridad en el trabajo y de los procedimientos nacio-

280

AM ES O 'CO N N O R

ES POSIBLE UN CAPITALISMO SUSTENTABLE?

81

nales, regionales y comunitarios para ponerlas en vigor, así como una redefinición

y reorientación, en general, de las prioridades científicas y tecnológicas. En ningún

lado se está desarrollando esta clase de presupuesto verde —con los cambios ade-

cuados en los métodos de contabilizar el ingreso nacional—, excepto en el papel,

por parte de un grupito de economistas y activistas verdes.

En el nivel del discurso sobre la "sustentabilidad" las perspectivas de un capita-

lismo ecológicamente sano, reconocible como tal por los verdes, parecen, en el

mejor de los casos, problemáticas. De hecho, detrás de una aparente convergencia

de vocabulario hay una brecha entre el discurso verde y el capitalista, cada uno de

los cuales va más lejos que el otro. Un problema es el discurso de gran parte del

movimiento ambiental, sostenido por capitales que desean volverse verdes o, al

menos, mostrar una imagen verde al público. Este discurso procura encontrar for-

mas en que las corporaciones puedan reformar sus prácticas económicas para

hacerlas coincidir con la sustentabilidad de bosques biodiversos, la calidad del

Pero en u n n iv el más profu n do la s c orpora c ion es c on s tru yen el problema del

a mbien te de u n a ma n era dia metra lmen te opu es ta a lo qu e su elen pen sa r los v er-

des acerca de la reforma, a saber, el problema de

cómo rehacer la naturaleza de mane-

ras congruentes con la sustentabilidad de las uti lidades y la acumulación de capital.

"Reha-

c er la n a tu ra leza " qu iere dec ir más a c c eso a la n a tu ra leza c omo "grifo" y c omo

"sumidero", lo cual tiene dimensiones políticas e ideológicas, así como económicas

y ec ológic a s , p or ejemplo el a ta qu e a la v ida de los pu eblos in dígen a s . Reha c er la

n a tu ra leza s ign ific a ta mbién retra ba ja r o rein v en ta r la n a tu ra leza ( lo c u a l t ien e

a spec tos polí t ic os e ideológic os importa n tes) . Los ejemplos in c lu yen la s "pla n ta -

ciones indu stria l es de igual edad" de pino y abeto en el su reste y el noroeste de

Esta dos Un idos , mon oc u lt iv o a l qu e se ha den omin a do "el equ iv a len te fores ta les

de la s u n ida des ha bita c ion a les u rba n a s";

2 l a a l teración genética de l os a l imentos

p a ra redu c ir la s pérdida s en la s c osec ha s y e lev a r el ren dimien to de la t ierra ;

3

los

mic roorga n ismos qu e se u t i l iza n en la in du s tria de semic on du c tores pa ra qu e " se

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8/20/2019 Causas Naturales - O Connor

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agua, la preservación de la vida silvestre, las condiciones atmosféricas y demás. Se

concentran en los procesos de producción, en la tecnología, el reciclado y el reu-

sado, así como en la eficiencia energética, tanto como en cuestiones de mayor

alcance relativas a la estructura del consumo, las finanzas, la comercialización y la

organización corporativa, y también en las políticas gubernamentales. Por ejem-

plo, el World Resources Institute, orientado a las reformas, afirmó recientemente

que la sustentabilidad presupone una "transformación sin precedentes" de la tec-

nología. Para los verdes reformistas, entonces, el problema es

cómo rehacer e l capi ta l

d e m a n e r a s c o n g r u e n t e s c o n l a s u s t e n t a b i li d a d d e l a

naturaleza.

Sin embargo, en las juntas de consejo de la mayoría de las corporaciones el pro-

blema se discute en términos diferentes. En un nivel superficial se trata simple-

mente de cómo presentar una imagen verde convincente a los consumidores y el

público (por ejemplo, la industria química norteamericana planeaba gastar 10

millones de dólares en 1992 para mostrarse ambientalmente razonable y amisto-

sa) .

1

Se trata también de cómo reformar la producción de modos que permitan

ahorrar energía y materias primas, cosa en gran medida destinada a reducir costos.

La energía y la eficiencia en el manejo de materiales durante un periodo de lento

crecimiento, lejos de ser un problema para el capital en su conjunto, es económi-

camente y también, quizás, ecológicamente deseable. Por tomar un ejemplo, hasta

el 75% del aluminio que producen hoy las compañías estadunidenses se hace con

latas y otros productos reciclados. Las nuevas prácticas de la industria maderera,

que hace postes y vigas con árboles chicos que no sirven para hacer tablas, utili-

zando así lo que en otro caso desperdiciarían, es otro ejemplo. Además, la retóri-

ca y (algunas) prácticas del "reciclado" pueden usarse para facilitar nuevas oleadas

de obsolescencia planificada esgrimiendo el estandarte del ambientalismo, y legi-

timando así el consumismo al mismo tiempo que se mantiene la rentabilidad.

1

N e w Y o r k T i m e s ,

12 de agosto de 1992.

coman " los de se chos t óxicos, y las plant as de ar t e misa g e né t icame nt e al t e r adas que

l impia n los su elos c on ta min a dos c on p lomo y otros meta les . Sin emba rgo c a da u n o

de estos ejemplos tiene sus peligros potenciales: las plantaciones forestales destru-

yen la div ers ida d biológic a , y los c a mbios gen ét ic os en la s p la n ta s a limen t ic ia s , a s í

c omo el u so de mic roorga n ismos pa ra redu c ir c os tos , c on t ien en peligros biológi-

c o s d e s c o n o c id o s . E n t r a m o s a q u í a u n m u n d o e n e l c u a l e l c a p i t a l n o s e l i m it a a

a propia rse de la n a tu ra leza , y c on v ert irla despu és en merc a n c ía s qu e fu n c ion a n

como elementos de capital constante y variable (por utilizar categorías marxistas),

s in o más bien u n mu n do en el c u a l e l c a pita l reha c e la n a tu ra leza y su s produ c tos

biológic a y f í s ic a men te (a l igu a l qu e polí t ic a e ideológic a men te) a s u propia ima -

g e n . 4

U na nat ur ale z a pr e capi t al i st a o se micapi t al i st a se t r ansfor ma e n una nat ur a-

leza esp ec ífic a men te c a pita li s ta . Y a s í c omo el mov imien to s in dic a li s ta obligó a l

c a pita l a pa sa r de u n modo de produ c c ión de p lu sv a lor a bsolu to a u n o de produ c -

ción de plusvalor relativo, por ejemplo de prolongar los horarios de trabajo a redu-

cir l os costos de l os sa l a rios , el movimiento v erde hoy puede estar obl igando a l

2

Edward G oldsmith

et al., The imperialist planet,

Cambridge, mrr Press, 1991, p. 94. En Estados Uni-

dos la ma yor parte de la madera se produce en planta ciones industriales.

3

La Universidad de Florida y la compañía Monsanto han alterado genéticamente el trigo, de mane-

ra experimental, pa ra aumen tar su rendimiento. Introdujeron un gen ajeno que produce una enzima

gracias a la cual muchos herbicidas son inocuos para e l tr igo. En la actualidad

ya

se han modificado

genét icamente todos los cu lt ivos básicos: maíz , arroz, soya y otros alimentos, inc luyendo una papa qu e

mata a su propia plaga, el escarabajo de Colorado, produciendo una proteína letal para el insecto. Des-

de luego el gen que se introdujo en el trigo es un secreto industrial .

(New York Times,

28 de mayo de

1992.)

4 Así que

ya

no se trata sólo del capital

que se apropia de lo que se enc uentra en

la

naturaleza, lo

descompone y recombina sus e lementos para convert ir los en

m e r can c í a ,

sino más bien de crear algo

que antes no exist ía. Sé que no hay una línea c lara entre las dos cosas; sin embargo, cuando se compa-

ran los extremos se ve que existe una diferencia cualitativa.

282

¿ES POSIBLE UN CAPITALISMO SUSTENTABLE?

83

A M E S O ' C O N N O R

capital a ponerle fin a su explotación primitiva de la naturaleza de capitalista al

rehacer la naturaleza a imagen del capital... y también a reducir los costos de éste,

sobre todo los de reproducir la fuerza de trabajo (o el costo de los salarios).

Desde esta perspectiva, en algún momento futuro la naturaleza llegaría a ser

irreconocible como tal, o como la experimenta la mayoría. Sería, más bien, una

naturaleza física tratada como si estuviese regida por la ley del valor y el proceso de

acumulación capitalista a través de la crisis económica, igual que la producción de lá-

pices o de comida rápida. La teoría del discurso tendrá tanto que decir entonces

sobre el problema de la sustentabilidad como ahora la economía política y la cien-

cia ecológica. La razón e s que el proyecto capitalista de rehacer la naturaleza —to-

davía en su infancia— es también un proyecto por rehacer (presuntamente) la

ciencia y la tecnología a imagen del capital. Lo que esta imagen es y podría ser

depende de complejos problemas de representación, imágenes de la naturaleza

y

problemas de solidaridad social, legitimación y poder dentro de la comunidad

científica y universitaria.

muchos verdes denominan "mantenimiento" es una total imposibilidad, a excep-

ción del trabajo de mantenimiento (no pagado) en el hogar y del trabajo (pagado)

organizado por el estado. En el mantenimiento hay poca o ninguna utilidad; la sus-

tentabilidad capitalista depende de la acumulación y de las utilidades. Una tasa glo-

bal positiva de utilidad significa crecimiento del producto total ("producto interno

bruto", tal como se lo mide en las cuentas capitalistas de ingreso nacional). Las uti-

lidades son un medio de expansión, por ejemplo, en nuevas inversiones y tecnolo-

gías. Funcionan también como incentivo a la expansión. De esta manera, la utili-

dad y el crecimiento son, recíprocamente, medios y fines, contenido y contexto,

por decirlo así, y el administrador financiero normal no ve ni le importa la dife-

rencia entre ambos. Si bien hay muchas variaciones de la teoría del crecimiento

económico, todas presuponen que el capitalismo no puede permanecer inmóvil,

que el sistema tiene que expandirse o contraerse, en otras palabras, que está

expuesto a la crisis y es dependiente de ella y que, en último análisis, tiene que

"acumular o morir", como dijo Marx.

5

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LA CRISIS DE LA DEMANDA.

. EXPANSIÓN Y CONSUMO

Una respuesta sistemática a la pregunta: "¿Es posible un capitalismo ecológica-

mente sustentable? es: No, a menos que el capital cambie de rostro de tal forma

que se volvería irreconocible para los banqueros, los administradores financieros,

los capitalistas especuladores y los directores de las empresas que se observaran hoy

al espejo." Esta afirmación, rechazada en general por los políticos nacionales y los

voceros de las grandes empresas, requiere, para su justificación, una breve des-

cripción de cómo funciona el capitalismo, por qué funciona cuando funciona y

por qué no funciona cuando no funciona.

Hasta la aparición de la economía ecológica que, pese a tener precursores que

se remontan a h ace más de u n siglo, sigue estando en los márgenes de la profesión,

los economistas discutían la sustentabilidad del capitalismo en términos puramen-

te económicos, como por ejemplo capital monetario, inversión y consumo, utili-

dades y salarios, costos y precios. El mundo físico material aparecía en los mode los

de crecimiento económico esencialmente de dos maneras: primero, en forma de

ubicación y de teoría de la renta; segundo, en el concepto del acelerador , o can-

tidad de productos físicos que se puede esperar produzca la nueva capacidad pro-

ductiva (por ejemplo, a determinada tasa de utilización se requieren tantas máqui-

nas para producir tantos refrigeradores).

Desde un punto de vista económico el capitalismo sustentable tiene que ser

necesariamente un capitalismo en expansión (y representado como tal). Una eco-

nomía capitalista basada en lo que Marx llamó "reproducción simple" y que

En el modelo capitalista más simple (y más ingenuo) la tasa de crecimiento o

tasa de acumulación de capital depende de la tasa de utilidad.

6

Cuanto mayor sea

ésta (si no se m odifica ningún otro factor), más sustentable será el capitalismo.

Una tasa de utilidad negativa indica problemas económicos; por lo menos una

Todas las teorías del crecimiento presuponen ciertas relaciones entre la economía "real" y la

monetaria, la producción ara y los ingresos, los aumentos de la inversión y los bienes de consumo,

por un lado, y las uti l idades y salar ios , por el otro. L as desproporciones entre la razón inversión/bienes

de consumo y utilidades/salarios puede provocar problemas económicos ( crisis de desproporción ).

No obstante, la principal crisis inherente al capitalismo es la "crisis de realización".

Los marxistas consideran que el capitalismo está "expuesto a crisis". Pero el sistema también es

"dependiente de las crisis" en el sentido de que las crisis económicas exigen reducción de costos, des-

pidos para "restructurar" y otros cambios que vuelven más "eficiente" al sistema (es decir, más renta-

ble) . Marx escr ibió que "el capital se acumula por m edio de las cr is is", o sea que las cr is is son ocasión

de la l iquidación de algunos capitales , as í como de la aparición de otros nuevos y la reorganización de

los viejos , por no mencionar la difusión de una tecnología nueva y más "eficiente" en todos los s is temas

(por ejemplo la computarización).

Antes del desarrollo de la economía ecológica se le prestaba relativamente poca atención a la pre-

gunta ¿Qué es exactamente lo que está creciendo? Hoy más economistas están dispuestos a admitir

que el crecimiento no incluye sólo algún vector de productos (mercancías, servicios, incremento de

inventarios duraderos de bienes) sino también producción de "desechos" e incrementos de inventarios

de desechos d uraderos. Esto complica un s is tema ya complejo y arbi trar io de contabil idad de ingresos.

6

"Más ingenuo", en parte, debido a que si bien hay una tendencia general a que la tasa de utilidad

de diferentes industrias se vuelva aproximadamente co mparable (a través del alejamiento del capital de

los sectores de bajo rendimiento y su acercamiento a los de alto), las tasas de utilidad varían muchísi-

mo de una industria a otra, e incluso de una unidad de capital a otra. Hay muchas razones para ello,

una de las cuales (posiblemente la m ás importante) es que los grandes capitales no sólo se apropian de

mayores utilidades que los pequeños, definidas en términos absolutos o totales, sino que también

"ganan" una tasa de utilidad más elevada. Esto se debe a que por lo general los pequeños capitales no

pueden competir con los grandes, mientras que los grandes pueden competir con los pequeños (y

entre sí).

284

A M E S O ' C O N N O R

recesión y, en el peor de los casos, una crisis general, deflación de los valores del

capital y depresión. En este modelo cualquier cosa o persona que interfiera con las

utilidades, la nueva inversión y la expansión de los mercados represen ta una ame-

naza para la sustentabifidad del sistema, es decir, una crisis económica de conse-

cuencias económicas, sociales y políticas desconocidas e impredecibles.

En la teoría marxista tradicional el capital es su propio peor enemigo. Amenaza

su propia rentabilidad debido a lo que Marx denominó la "contradicción entre la

producción social y la apropiación privada". Una interpretación de esta contradic-

ción es que cuanto mayor sea el poder político del capital sobre el trabajo, mayor

será la explotación del mismo (o la tasa de plusvalor), y más utilidades potenciales

se producirán. No obstante, precisamente por esta razón, también será mayor la

dificultad de realizar esas utilidades potenciales en el mercado, o de vender bienes

a precios que reflejen los costos de producción más la tasa de utilidad promedio.

Aquí identificamos la contradicción entre el poder político del capital y la capaci-

dad de la economía capitalista para funcionar sin problemas (o, en última instan-

¿

ES POSIBLE UN CAPITALISMO SUSTENTABLE?

85

hasta la débil recuperación

de

la recesión de 1990-1991 la economía norteameri-

cana fue impulsada por el gasto de los consumidores y militares, así como por los

préstamos privados y públicos. Sin embargo, la recuperación estadu nidense poste-

rior a 1991 es la primera desde 1876 que fue encabezada por las exportaciones,

seguidas muy de cerca por el gasto de inversión. Todas las recientes recuperacio-

nes de Al emania han es ta do guiadas por l as exportaciones , y el gobierno a l emán

ha dicho que cual quier recuperación de su s ac tu al es mal estares económicos es tá

impulsada por las mismas. Cuando J apón se recobre de sus a ctuales problemas eco-

nómicos l as exportaciones se expandirán más rápido que el consumo in terno, l a

inversión y e l gasto gu bernamen tal . Por úl timo, todas las economías con ocidas

como de la nueva industrial ización están guiadas por las exportaciones. Estos

hechos sug ieren que en un periodo en el cual unos Esta dos Unidos consu mistas no

pueden seguir absorbiendo ya las mercancías excedentes del mundo, se requerirá

un manej o macroeconómico gl obal de t ipo keynesiano a fin de evitar una defla-

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cia, para funcionar en general). Esta "primera contradicción del capitalismo" (o

"crisis de realización" o "de demanda") afirma que cuanto los capitales individua-

les tratan de defender o de restablecer las utilidades incrementando la productivi-

dad del trabajo, acelerando la labor, cortando salarios y apelando a otros métodos

bien establecidos para obtener más producción de menos trabajadores, a los que

mientras tanto les pagan menos, el efecto no planeado es el de reducir la deman-

da final de bienes de consumo. Menos obreros, técnicos y otros que intervienen en

el proceso de trabajo producen más; por

ende,

por definición, son capaces de con-

sumir menos, de no existir una deflación de los precios. Así, cuanto mayores son

las utilidades producidas por la explotación del trabajo, menores son las utilidades

realizadas, o la demanda del mercado... si no se producen cambios en otros facto-

res. Desde luego, éstos siempre se producen: déficit presupuestal gubernamental,

crédito hipotecario y al consumo, préstamos empresariales y una política agresiva

de comercio exterior y de inversión, entre otras posibilidades, pueden reflotar la de-

manda para que el capital siga siendo "sustentable".

Hoy una economía sustentable presupone un sistema político-económico global

capaz identificar y regular esta "primera" contradicción o contradicción "interna"

del capitalismo. Esto significa, antes que nada, la capacidad de regulación macro-

económica a escala global o, al menos, entre los motores industriales del Grupo de

los Siete (G7), es decir, un keynesianismo internacional del tipo que privó en las

principales economías nacionales desde los cincuenta y hasta finales de

los seten-

ta. El capitalismo mundial, definido de este modo inmediato y práctico, puede ser

mucho menos sustentable de lo que piensan muchos economistas. Primero, los sis-

temas de regulación keynesiana nacional se han debilitado o destruido

a

sí mismos

desde finales de los setenta. Segundo, el papel central de Estados Unidos en la

economía global hasta el periodo posterior al fin de la guerra fría —como una

especie de caja registradora mundial— está llegando a su fin. Esto significa que

ción y depresión generales.

De hecho hay un a especie de macroadminis tración gl obal : l os ban queros cen-

trales y los ministros de f inanzas del G7, e l Fondo Monetario Internacional y e l

Banco de Acuerdos Internacionales. Pero este estado capitalista casi global está en

manos del gran capital en general y del capital financiero en particular. Por lo tan-

to, con excepción de los intentos del G7 por reducir las tasas de interés y estimu-

lar la demanda en países con excedentes exportables (especialmente Japón) , e l

estado gl obal s igue u na pol ít ica an t ikeynesiana, qu e obl iga a capita l es individua-

les y a países enteros a reducir costos, aumenta r la eficiencia y bajar el gas to guber-

namen tal , respect ivamente, s in pensar ni por un ins ta nte en l os efectos que esta

polít ica tendrá en la sobreproducc ión de capital a escala global —del t ipo que

identi f icó Marx hace mucho—, por no hablar de los peligros de la s guerras

comercia l es , l as formas creat ivas de pol ít icas con tra el vecino, l a creciente deca-

dencia s ocial , la inesta bil idad pol ít ica, los bloques comerciales regionales y e l

desastre ecológico. Dicho de otra manera , no hay un parlamento g lobal que

apruebe leyes de sala rios mínimos y legis lación protectiva, n o hay ministerios

mundiales del trabajo, el bienestar social y el ambiente, ni un poder legítimo que

difun da el conocimiento económico keynesiano en esca l a interna cional . En ca m-

bio, en Estados Unidos, por ejemplo, e l ex presidente George Bu sh dijo que e l

país iba a convertirse en una "superpotencia exportadora", y los consejeros eco-

nómicos del presidente Clinton recomiendan un a pol ít ica de exportación "cre-

cientemente agresiva".

Hoy en día las perspectivas de una regulación global, organizada con un espíri-

tu v erda dera men te c oopera t iv o, son ta n esc a sa s c omo la s de u n a regu la c ión n a c io-

nal durante la crisis de sobreproducción de los años 1890, es decir, nulas. En aque-

llos tiempos las políticas nacionalistas del

dumping,

el monopolio y el colonialismo

contribuyeron a crear dos guerras de rivalidad imperialista y la gran depresión.

Superficialmente, hoy podríamos ver dos factores atenuantes: uno es que Europa

286

A M E S O ' C O N N O R

es una entidad económica; Francia, por ejemplo, se une económicamente a Ale-

mania, no combate contra ella. La otra es que el capital ya no es de alcance nacio-

nal sino cada vez m ás global, con lo cual, teóricamente, está más abierto a la regu-

lación global. Pero el G7, hasta la fecha, ha manejado mal (cada año peor) la

regulación macroeconómica, y el capital financiero global, así como la clase ren-

tista que vive de los intereses de las gigantescas deudas acumuladas en los setenta

y en los ochenta, son lo bastante poderosos como para impedir que los gobiernos

refloten sus economías.

LA CRISIS DE COSTOS: CONDICIONES DE PRODUCCIÓN

En la actualidad este tipo de pensamiento económico, aunque sigue siendo válido,

es (y siempre fue) unilateral y limitado. La razón es que presupone una disponibi-

¿Es POSIBLE U N C A P I T A L I S M O S U S T E N T A B L E ?

87

vencionales y a los ideólogos capitalistas; no obstante, los líderes de los movimien-

tos laborales y sociales raras veces discuten este asunto en público.

En el mundo real ambos tipos de crisis por el lado de los costos se combinan y

mezclan de maneras complejas y contradictorias que nadie ha priorizado sistemá-

ticamente jamás (véase el capítulo 8). Por ejemplo, desde un punto de vista cuan-

titativo, nadie sabe exactamente en qué medida los costos de congestionamiento

urbano son resultado del endiosamiento del automóvil y el descuido del transpor-

te urbano, y hasta qué punto son efecto de las luchas comunitarias para impedir

que las autopistas afeen su vecind ario.

Necesitamos un enfoque teórico más refinado del problema que Polanyi llamó

"tierra y trabajo". Marx, sin darse cuenta, proporcionó el punto de partida para ese

acercamiento con su concepto de "condiciones de producción".

7

Como ya vimos,

las condiciones de producción son cosas que no se producen como mercancías de

acuerdo con las leyes del mercado (ley del valor) sino que se tratan como si fueran

mercancías; en otras palabras, son "mercancías ficticias" con "precios ficticios".

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lidad ilimitada de lo que Marx denominó "condiciones de producción". Este

modelo tradicional presupone que el capitalismo puede evitar los cuellos de bote-

lla potenciales del "grado de la oferta", y que el crecimiento está restringido por la

demanda . Sin emba rgo, si aumentan significativamente los costos del trabajo, la na-

turaleza, la infraestructura y el espacio, el capital se enfrentará a una posible

"segunda contradicción", una crisis económica que impacte desde el lado de los

costos. Ejemplos de ello son la crisis del algodón inglesa durante la guerra civil

de Estados Unidos, el aumento de los salarios por encima de la productividad en

los sesenta, y los "golpes petroleros" de los setenta. Pero aquí no s interesamos por

fenómenos mucho más estructurados o genéricos de lo que podrían sugerir estos

ejemplos aislados.

Las crisis por el lado de los costos se originan de dos maneras. La primera es

cuando capitales individuales defienden o restauran sus utilidades por medio de

estrategias que degradan o que a lo largo del tiempo no son capaces de mantener

las condiciones materiales y sociales de su propia producción, descuidando, por

ejemplo, las condiciones de trabajo (con lo cual se elevan los costos por salud),

degradando los suelos (y reduciendo así la productividad de la tierra), o cerrando

los ojos frente a la infraestructura urbana en deterioro (con lo cual se incrementa

la congestión o los costos d e vigilancia), por tomar tres ejemplos.

La segunda es cuando los movimientos sociales exigen que el capital provea

mejor al mantenimiento y la restauración de esas condiciones de vida, cuando

demandan mejor atención a la salud, protestan por los suelos arruinados y defien-

den los barrios urbanos de maneras que aumentan los costos del capital o reducen

su flexibilidad, por mantener los mismos tres ejemplos. Aquí estamos hablando de

los efectos económ icos potencialmente nocivos, para los intereses capitalistas, de los

movimientos sindicales y femeninos, ambientales y urbanos. Este problema de "cos-

tos extra" —y la amenaza para la rentabilidad— obsesiona a los economistas con-

Según Marx hay tres condiciones de producción: primero, la fuerza de trabajo

humana, o lo que denominó las "condiciones personales de producción"; segun-

do, el ambiente, o lo que llamó las "condiciones naturales o externas de produc-

ción"; tercero, la infraestructura urbana (podríamos agregar el "espacio"), o lo que

designó como "condiciones generales, comunales, de producción".

El capitalismo sustentable requeriría que las tres condiciones de producción

estuviesen disponibles en el momento y el lugar adecuados y en las cantidades y

con las calidades correctas, a los precios ficticios necesarios. Como se indicó, los

cuellos de botella serios en la provisión de fuerza de trabajo, recursos naturales,

infraestructura y espacio urbanos representan un riesgo para la viabilidad de las

unidades individuales de capital, e incluso para programas capitalistas sectoriales o

nacionales enteros. Si se generalizaran, estos cuellos de botella pondrían en peli-

gro la sustentabilidad del capitalismo al elevar los costos y reducir la flexibilidad

del capital. Por eso, en primera instancia, los "límites al crecimiento" no se pre-

sentan como escaseces absolutas de fuerza de trabajo, materias primas, agua y aire

limpios, espacio urbano y demás, sino como fuerza de trabajo, recursos, infraes-

tructura y espacio de

alto costo.

Esta amenaza inminente a la rentabilidad hace que

el estado y el capital traten de racionalizar los mercado s de trabajo, los abastos y los

mercados de combustible y materias primas, los patrones de uso de la tierra urba-

na y rural y los mercados de la tierra, a fin de reducir los costos de producción.

8

7

Sin darse cuenta porque Marx utilizó el concepto de condiciones de producción de formas

diferentes y no consistentes; nunca soñó que fuese o pudiese ser usado como lo empleo en este capí-

tulo; y

n a d i e p o d r í a

haberlo uti lizado así hasta la aparición de The

g r e a t t r a m fo n n a t i o n

de Polanyi (Nue-

va York, Farrar and Rinehart, 1944).

8

Esta "racionalización" incluye también la "reprivatización" definida como el paso del trabajo paga-

do al no pagado en la casa y la comunidad, o la resurrección de las ideologías de "autoayuda", que deja-

ban caer una parte más grande de la carga de reproducir la fuerza de trabajo y las condiciones ambien-

288

AMES O'CONNOR

Los cuellos de botel la o l imitaciones por el lado de la oferta plantean problemas

especialmente difíciles para las empresas capitalistas y los funcionarios cuando la

economía es débil o se enfrenta a una crisis por el lado de la demanda o a una nue-

va competencia por parte de otros países. Las utilidades estancadas o en descenso

obligan a los capitales individuales a tratar de reducir el tiempo de revolvencia del

capital, es decir, a acelerar la producción y minimizar el tiempo que se tarda en

vender los productos. Esta obsesión por hacer dinero más y más rápido a fin de

c o mpen s a r l a s u t i l i da d es ma g ra s o men g u a n t es s e en f ren t a , po r ejempl o , a l o s mer-

cados de trabajo sindicalizados, a los mercados petroleros influidos por la

OPEP,

y a

l a d ef en s a qu e h a c e l a a g ri c u l t u ra t ra d i c io n a l d e l o s u s o s " i n ef ic i en t es " d e l a t i erra

y del agua. Por un lado, el capital monetario quiere crecer más y más rápido; por

el otro, lo que Polanyi denominó "sociedad", y lo que nosotros, irónicamente, lla-

mamos patrones de ut i l ización de la t ierra y el trabajo pasados de moda, combina-

dos con la resistencia a la racionalización capitalista por parte de los movimientos

¿

ES POSIBLE UN CAPITALISMO SUSTENTABLE? 89

inexplotada y espac io. Esto era c ierto en l a real idad y también en términos de l as

percepciones de las primeras generaciones de la burguesía. Los precios (ficticios)

de la fuerza de trabajo, los recursos naturales y el espacio se mantenían, entonces,

controlados. Tampoco había movimientos ambientales o movimientos urban os

que levan tasen barreras pol ít icas y sociales del capital y que éste (con ayu da del

imperialismo y de la opresión esta tal) n o pudiese su perar. A lo largo del tiempo el

capital procura capitalizarlo todo y a todos; en otras palabras, potencialmente todo

entra en la contabi l idad de costos capi ta l i sta . Durante miles de años los seres

humanos han es tado " humanizando" l a na tural eza o creando una " segunda" natu-

raleza, y esto, muchas veces, ha resultado destructivo; ejemplos bien conocidos de

el lo son los cic los de sequía/ inu ndación c on e l s is tema de plan tación romano; las

devastadoras consecuencias ecológicas de las guerras púnicas, y el agotamiento de

los suelos y la esca sez de agua en la civilización maya. Pero en las formaciones socia-

l es capita l is tas es ta segunda n atural eza se convierten en mercancía y se l a v a l oriza

al mismo tiempo que se la está degradando. Desde e l punto de vista de los que

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l a b o r a l es y so c i a l e s , se co n s t i t u y e e n u n a se r ie d e o b s t á cu l o s o " b a r r e ra s a s u p e r a r " .

En el mejor de los casos, el capital tiene que enfrentarse a la indiferencia y la iner-

cia sociales.

Una de las soluciones del capital a este dilema, 'al menos a corto plazo, es tan

simple como económicamente autodestructiva. El capital monetario abandona el

"circuito general del capital", es decir, el largo y tedioso proceso de rentar espacio

p a ra u n a f á bri c a , c o mpra r ma qu i n a ri a y ma t eria s pri ma s , ren t a r t i erra , en c o n t ra r

la fuerza de trabajo adecuada, organizar y poner en práctica la producción y

comercializar las mercancías, y se abre camino hacia empresas especulativas de

todas clases. El capital monetario basado en expansión del crédito, o el dinero que

no puede encontrar una salida en bienes y servicios verdaderos, se brinca, por

decirlo así, a la sociedad, y busca expandirse de manera más fácil, por medio de la

compra de tierras, de los mercados bursátiles, los mercados de bonos y otros mer-

cados financieros. De aquí se deriva la actual anomalía económica: el valor de las

acciones sobre el plusvalor o las utilidades crece mucho más rápido que el verda-

dero valor del capital fijo y circulante. Esto tiende a empeorar una situación eco-

n ó mi c a ma l a , pu es c a u s a ma y o r en d eu d a mi en t o y e l r ies g o d e u n a i mplo s i ón f i n a n -

ciera. Tiende también a empeorar las condiciones de producción ecológicas y de

otros tipos; a medida que los intereses financieros asumen hegemonía sobre los

productivos, estos últimos suelen ser descuidados.

Durante periodos anteriores de desarrollo capitalista, y definiéndolo en térmi-

n o s n a c i o n a l i s t a s , h a b í a s u f i c i en t e f u erza d e t ra b a j o prec a pi t a l is t a , r i qu ez a n a t u ra l

tales y urbanas de

 

vida sobre lo que Martin O'Connor llama la "subsistencia autónoma", que siempre

fue un sustento clave de la acumulación capitalista, pero que adquiere mayor importancia durante los

periodos de crisis. Este asunto plantea el problema más importante de si, por ejemplo, el trabajo domés-

tico no pagado constituye la explotación de las mujeres por parte de los hombres, actúa como un sub-

sidio al capital, etc., oiestiones muy debatidas por las feministas, los ~mistas y las feministas marxistas

durante los setenta.

quieren que el capitalismo sea ecológicamente sustentable es ahí donde empiezan

a aparecer los problemas. Los mercados de trabajo se compactan, y el Norte tiene

que depender de la mano de obra importada del Sur, con todos los costos y pro-

blemas económicos y sociales concomitantes. Ejemplos de ello son los costos eco-

nómicos de asentar a recién l l egados que usan un l enguaj e diferente, y los costos

socia l es de una reaparición del racismo. L as materias primas y l os espacios comu-

nes n o contaminados se v uel ven esca sos , el evan do l o que Marx denominó " costos

de los elementos del capita l", por ejemplo, en Esta dos Unidos, el petróleo y el gas

producidos en e l país , los árboles y la ma dera, las fuentes de agu a l impia. Final-

mente, comienzan a esca sear l a infraestructura y el espacio urbanos, creando cre-

cientes costos de congest ión, mayores rentas del suel o y costos de contamina ción.

Los Ángeles es un buen ejemplo; la ciudad de México y Taipei lo son aún más.

En síntesis, la capitalización de las condiciones de producción en general, y del

ambiente y la nat uraleza en pa rticular, tiende a elevar el costo del capital y a redu-

cir su flexibilidad. Como ya se señaló, hay dos razones generales de ello; primero

una razón sistémica: los capitales individuales tienen poco o ningún incentivo para

usar l as condiciones de producción de formas su stentabl es , especia l mente cuan do

se enfrentan a épocas económicas dificiles creadas por el mismo capital . Segundo,

y precisamente por la primera razón, los movimientos laborales, ambienta les y

otros movimientos sociales desafían el control del capital sobre la fuerza de traba-

jo, el ambiente y lo urban o (y cada vez más ta mbién lo rural, sobre todo en el Sur).

Ejemplos de esto, en Estados Unidos, son las coaliciones regionales sobre produc-

tos tóxicos, los conflictos por la salud y la seguridad en el traba jo y por el "derecho

a sa ber" , la a cción directa para sa l var ríos intocados y bosques originarios , y l os

movimientos contra las autopistas y el desarrollo.

En términos s impl es , l a segu nda c ontradicción a firma que cua ndo l os capita l es

individuales procuran defender o restaurar los beneficios reduciendo o externali-

290

A M E S O ' C O N N O R

ES POSIBLE UN CAPITALISMO SUSTENTABLE?

91

zando los costos, tienen el efecto imprevisto de reducir la "productividad" de las

condiciones de producción y, por lo tanto, de elevar los costos promedio. Los cos-

tos pueden subir para los capitales individuales en cuestión, para otros capitales o

para el capital en su conjunto. Por ejemplo, los pesticidas químicos usados en agri-

cultura primero reducen los costos, pero en última instancia los elevan, a medida

que las plagas se vuelven m ás resistentes a esas sustancias, y también que las mismas

van matando el suelo. Se esperaba que los bosques de especies únicas y rendi-

miento permanente de Suecia mantuvieran bajos los costos, pero resultó que la

pérdida de biodiversidad a lo largo de los años ha reducido la productividad de los

ecosistemas forestales y el tamaño de los árboles. En Estados Unidos la energía

nuclear prometía reducir los costos energéticos. Pero el mal diseño, los problemas

de financiamiento, las medidas de seguridad y, más que nada, la oposición popu-

lar a la energía nuclear, tuvieron el efecto de elevarlos. En cuanto a las condicio-

nes "comunales" de producción, las nuevas autopistas destinadas a reducir los cos-

tos de transporte y el tiempo de traslado al trabajo tienden a elevarlos cuando

atraen más tránsito y crean mayores congestionamientos. Yen relación con las con-

incluye también las funciones monetarias y militares, que protegen y facilitan el

acceso "legítimo" a recursos y mercados necesarios por parte de compañías mine-

ras, bancos, comerciantes, y otras empresas capitalistas. La guerra de George Bush

en el Golfo Pérsico no es otra cosa que el último y más dramático ejemplo del

papel de los militares en las sociedades capitalistas; el Banco Mundial y el Fondo

Monetario Internacional (en el nivel supranacional) son los ejemplos más obvios

de las funciones monetarias orientadas a la expansión capitalista.

EL MANEJO DE LAS CRISIS DE COSTOS

¿Cuál es la solución de estas crisis del lado de los costos, desde el punto de vista de

los capitales individuales y también del capital en su conjunto?

El peor caso será cuando los capitales individuales, atrapados entre mayores cos-

tos y menor demanda, recortan aún más los costos, intensificando así tanto la pri-

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diciones de producción personales , es evidente que el sistema educativo nortea-

mericano, que se supone debe elevar la productividad potencial del trabajo, pro-

duce tanta ignorancia como erudición, perjudicando la disciplina y la

productividad de la mano de obra.

Es importante destacar que las condiciones de producción no se producen de

acuerdo con las leyes del mercado. Y la regulación que ejerce el mercado sobre el

acceso del capital a estas condiciones cuando se las produce es selectiva y parcial,

así como muchas veces fallida. Por consiguiente debe haber algún organismo que

tenga la tarea de producir las condiciones de producción y/o de reglamentar el ac-

ceso del capital a las mismas. E n las sociedades capitalistas este organismo es el esta-

do. Todas las actividades del mismo, incluyendo casi la totalidad de los órganos

estatales y las partidas presupuestarias, se ocupan de proporcionarle al capital acce-

so a la fuerza de trabajo, la naturaleza, el espacio urbano y la infraestructura. En

Estados Unidos, por ejemplo, se encuentran burocracias del trabajo y de la educa-

ción; un departamento de agricultura; un servido nacional de parques y organis-

mos similares para cada uno de los estados; un departamento de manejo de la tie-

rra y otro de recuperación de la misma, así como órganos de planificación urbana

y autoridades de tránsito. Ejemplos de las funciones específicas relacionadas con

las tres condiciones de producción son, primero, con respecto a la fuerza de tra-

bajo, las leyes relativas al trabajo infantil y las que determinan los horarios y las

condiciones de trabajo y de seguridad; segundo, en relación con e l ambiente, las le-

yes que precisan el acceso a tierras federales y que reglamentan el desarrollo cos-

tero y la contaminación; tercero, con respec to a la infraestructura y el espacio urba-

nos, leyes de zonificación, planeación del tránsito y uso de la tierra. Es dificil

encontrar una actividad gubernamental o un concepto presupuestal que no tenga

que ver, de diferentes maneras, con una o más condiciones de producción. Esto

mera contradicción como la segunda. Pero este resultado no es la única posibili-

dad. Como ya se señaló, en relación con el ambiente, hay muchos ejemplos de

capitales individuales que responden al consumismo verde, por ejemplo, a la

demanda pública de reducir los desperdicios y reciclar, encontrando nuevos usos

para los productos de desecho, y también ejemplos de compañías que mejoran sus

bienes de capital cuando se ven obligadas a reducir los contaminantes, así como de

otras compañías que se especializan en limpieza ambiental.

La mejor solución para el capital en su conjunto

( n o

para la sociedad, ni siquie-

ra para la "naturaleza", que presupondría una lógica de reciprocidad, y no la lógi-

ca del intercambio de valor del capitalismo) consiste en restructurar las condicio-

nes de producción de maneras tales que aumenten su "productividad". Como el

estado produce o regula el acceso a estas condiciones, los procesos de restructura-

ción suelen estar organizados y/o regulados por el estado, es decir, políticamente.

Algunos ejemplos son prohibir los autos en el centro de las ciudades para reducir

los congestionamientos y los costos de la contaminación; subsidiar el manejo inte-

grado de plagas en la agricultura para reducir los costos de los alimentos y las mate-

rias primas, y desplazar la prioridad de la salud curativa a la preventiva (por ejem-

plo la lucha contra el sida en Estados Unidos) para bajar los costos de atención a

la salud. Sin embargo, para alcanzar una solución verdadera sería necesario gastar

cantidades inmensas de dinero a fin de restructurar las condiciones de producción

de modos que restaurasen o elevasen su "productividad" e hiciesen descender así

los costos del capital. Mejoraría la productividad a largo plazo, pero a costa de las

utilidades a corto plazo. Nuevas industrias producirían productos inocuos para el

ambiente, transporte urbano y sistemas educativos que (como los ejemplos citados

arriba) reducirían efectivamente los costos de los elementos del capital y la canas-

ta de consumo, así como la renta por la tierra; al mismo tiempo, el nivel de deman-

292

AMES

O CONNOR

ES POSIBLE UN CAPITALISMO SUSTENTABLE?

93

da agregada se elevaría, atacando la primera contradicción de formas potencial-

mente no inflacionarias. (En cambio, si los nuevos sistemas de manejo forestal,

control del gasto en materia de contaminación, planeación urbana, etc., no tienen

efecto en los costos, el resultado es una elevación de la demanda efectiva e infla-

ción, o reducción de las utilidades.)

Esto por lo que se refiere a la

i d e a

del capital ismo sustentable; la práctica es otra

cuestión. En los estados democráticos liberales la lógica política normal del plura-

lismo y el compromiso impide el desarrollo de una planeación ambiental, urbana

y so c i a l g l o b a l . La l ó g i ca d e l a a d m i n i s t r a c i ó n o d e l a b u r o cr a c i a e s t a t a l e s n o d e m o -

crática, y por lo mismo insensible a los asuntos ambientales y de otras clases que

surgen desde abajo. Y la lógica del capital en expansión es antiecológica, antiurba-

na y antisocial. Las tres lógicas, combinadas, son contradictorias en términos de

desarrollar soluciones políticas a las crisis de las condiciones de producción; por lo

tanto, las posibilidades de una "solución capitalista" sistemática a la segunda con-

de saber cómo responderán los capitales in dividuales, los gobiernos y los organis-

mos internacionales.

Puede ocurrir que grandes presiones económicas por el lado de la demanda (o

por el del costo, o por los dos a l mismo tiempo), deriva das de la sobreproducción

del capital (o de la subproducción, o de las dos cosas), fuercen a los capitales indi-

viduales a tratar de restablecer las utilidades externalizando más costos, es decir,

pasando más costos al ambiente, la tierra y las comunidades, ante la mirada impo-

tente de los organismos nacionales e internacionales. En realidad hay muchas evi-

dencias de que el lento c recimiento econ ómico a partir de los setenta ha producido

algo semejante , especialmente en e l caso de las corporaciones transn aciona les.

También hay evidencias de que muc hos casos el t iro ha sa l ido por l a cu l ata , en el

sentido de que esa extemali7ación de costos por un capital ha e levado los costos

para otros. Asimismo, se puede demostrar que en mu chos casos las luc has y las

reglamentaciones ambientales han obligado a capitales individuales a internali7ar

costos que de lo contrario recaerían en e l ambiente . Hay u na especie de guerra

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tradicción son remotas.

En otros términos, en ningún país capitalista desarrollado existe un organismo

estatal o un mecanismo de tipo corporativo de planeación que se ocupe de la pla-

neación ecológica, urbana y social global. La idea de un capitalismo ecológico, o

capitalismo sustentable, no ha sido ni siquiera analizada teóricamente de manera

coherente, y mucho menos se está insertando en una infraestructura institucional.

¿Dónde está el estado que tenga un plan ambiental racional; planeación intraur-

bana e interurbana; planificación de salud y educación orgánicamente vinculada

con la planeación ambiental y urbana? No existe. Lo que hay son enfoques atomi-

zados; en el mejor de los casos fragmentos de planeación regional y, en el peor, sis-

temas irracionales de asignación del botín político.

Por consiguiente, todos los días nuevos encabezados anuncian otra crisis de

atención a la salud, otra crisis ambiental, otra crisis urbana. En muchas regiones se

va creando la imagen de una fuerza de trabajo cada vez más inesperada, muchos

de cuyos integrantes no tienen hogar debido a los bajos salarios y las altas rentas,

que viven aterrados en una ciudad contaminada, inmovilizados por los embotella-

mientos e incapaces hasta de obtener agua limpia. Esta imagen puede no coincidir

todavía con Roma o Nueva York, pero está cercana en la ciudad de México y en

Nueva Delhi, que indiscutiblemente forman parte del mundo capitalista.

C O N S E C U E N C I A S E C O L Ó G I C A S D E U N A D E P R E S I Ó N E C O N Ó M I C A G E N E R A L

Comoquiera que se defina la sustentabilidad desde un punto de vista ecológico,

hay algo que parece cierto. Si el capitalismo no es sustentable en términos de una

regulación macroeconómica internacional, habrá una crisis global, una deflación

general de los valores del capital, y una depresión. En este caso nadie sabe ni pue-

vigente entre el capital y los movimientos ambientales, una guerra en la cual éstos

pueden tener e l efecto ( intencional o n o) de salvar a largo plazo al ca pital de sí

mismo, al obligarlo a hacerse cargo de los efectos negativos a corto plazo del tras-

lado de costos.

También existe la posibilidad, por leve que s ea, de que u na verdadera depresión

económica pueda ser ocasión de un programa general de restauración ambiental.

En Es tados Unidos, en l os treinta , el N ew Deal c reó l as condiciones pol í t icas para

dos tipos de cambio ambiental. La primera consistió en los esfuerzos por restau rar

los suelos degradados de las grandes planicies y los pastizales ecológicamente dete-

riorados del sur y del oeste. En este sentido la depresión fue un acontecimiento

"ambientalmente sano". El segundo tipo de cambio ambiental consistió en esfuer-

zos aún mayores por iniciar o acelerar gigantescos proyectos de infraestructura,

como enormes presas y obras hidrául icas , gran des puentes y tún eles, que eran

indispensables para la urbanización en el oeste del país y para la suburbanización

posterior a la segunda guerra mundial en el resto de la nación. Sin estos proyectos

la vida suburbana, el consumismo y la cultura del automóvil no hubiesen florecido

en l os c incu enta y l os sesenta; contribuyeron de maneras importantes a crear l a

actua l es tructura de consumo individual is ta , poco sana en términos ecológicos .

L a próxima depresión puede empeorar mucho l as condiciones ambienta l es , o

puede ser ocasión de gran des cambios en restructurar e l consu mo individual y

social, por ejemplo ciudades verdes, integración entre las ciudades y la s tierras agrí-

col as que l as rodean, u n tra nsporte público que l a gen te que desee ut i l izar, y as í

sucesiva mente. O de ambas cosas, en grados diversos, en diferentes lug ares. Lo que

ocurra real mente es tará determinado por l a l ucha polí t ica , l a adapta ción ins t i tu-

cional y los tipos de innovación tecnológica.

Todo lo cual equiva le a decir que la destrucción a mbienta l , los movimientos

sociales ambientales y otros relacionados, las pol ít icas y presupu estos guberna-

294

A M E S O ' C O N N O R

ES POSIBLE UN CAPITALISMO SUSTENTABLE?

9 5

mentales, las líneas de acción de los organismos internacionales y las condiciones

económicas están tan interrelacionados como cualquier ecosistema complejo

modelado por ecólogos profesionales. El que quiera tratar de pensar sobre estas

interrelaciones se topará con los mismos problemas epistemológicos y metodoló-

gicos que enfrentan los ecólogos cuando tratan de modelar el destino de una espe-

cie determinada, es decir, el problema del atomismo y el reduccionismo frente al

holismo. Pero aún peor, porque las águilas calvas y los microorganismos no se orga-

nizan políticamente como agentes sociales, pero la gente puede hacerlo. Por eso

resulta de cuestionable utilidad un acercamiento teórico de sistemas estrictos a la

cuestión de los efectos ecológicos de una depresión general. En último análisis

todo depende del equilibrio de las fuerzas políticas y de la decisión de los que quie-

ren transformar nuestra relación con la naturaleza, es decir nuestra mutua relación

material; en pocas palabras, de los objetivos políticos del movimiento ambiental, el

laboral, el de las mujeres y otros m ovimientos sociales. "¿Es posible el capitalismo

sustentable?" es finalmente, tanto en primera como en última instancia, una pre-

gunta política.

sumista del Norte, está la posibilidad de que lo haga. El capitalismo industrial en

India, Brasil y México (por tomar tres ejemplos) se desarrolla a expensas de una

pobreza y una miseria inmensas, y también de la erosión de la estabilidad ecológi-

ca, comoquiera que se defina esta expresión. El este de A sia anda económicamen-

te bien, y algunos países del sureste mejor aún (en términos de crecimiento del

pm), pero esas regiones no han demostrado aún que puedan ser motores del cre-

cimiento y también pagar buenos salarios, así como proporcionar condiciones de

trabajo decentes, una política social progresista y una protección ambiental signi-

ficativa. La mayor parte del resto del Sur (incluyendo las colonias internas del Nor-

te y del este de Asia) es un desastre económico, social y ecológico. En la región hay

muchas barreras al desarrollo capitalista, por ejemplo mercados débiles a conse-

cuencia de una distribución terriblemente desigual de la riqueza y el ingreso, de la

falta de una reforma agraria que favorezca a los agricultores pequeños y medianos,

y de las inestabilidades de la demanda y la oferta de materias primas. A simismo, hay

problemas de deuda interna y crisis de la balanza de pagos, por no mencionar la

perpetuación de bloques dirigentes que defienden sus propios intereses, y gobier-

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LAS CONDICIONES EN EL SUR

La crisis de las condiciones de producción es especialmente grave en el Sur, por

eso ha hech o su aparición el discurso sobre el "desarrollo sustentable", que se ha

vuelto un campo de batalla ideológica y política de importancia creciente. Como

señalamos, prácticamente todo el mundo usa la expresión con intenciones y signi-

ficados diferentes. Los ambientalistas y los economistas ecológicos definen "sus-

tentabilidad" como el uso exclusivo de recursos renovables, y también como la acu-

mulación mínima o inexistente de niveles

de contaminación. De hecho el Sur

puede estar más cerca de la "sustentabilidad", vista así, que el Norte; pero el N or-

te tiene más recursos tecnológicos y capital que el Sur como medios para lograr la

sustentabilidad. El capital, desde luego, emplea el término para referirse a utilida-

des sustentables, que presuponen una planeación de largo plazo de la explotación

y el uso de recursos renovables y no renovables, y de los "bienes comunes globales".

Los ecólogos definen "sustentabilidad" en términos del mantenimiento de sistemas

naturales, marismas, protección de áreas silvestres, cualidad del aire y demás. Pero

estas definiciones pueden tener todo o nada que ver con la rentabilidad sustenta-

ble. De hech o hay una correlación inversa entre la sustentabilidad ecológica y la

utilidad a corto plazo. La "sustentabilidad" de la existencia rural y urbana, del mun-

do de los pueblos indígenas, de las condiciones de vida para las mujeres y los luga-

res de trabajos seguros también están inversamente relacionados con la sustenta-

bilidad de las utilidades... si sirve como guía la historia de finales del siglo

XX.

Al m argen de lo deseable que pueda ser que el Sur siga la vía industrial y el con-

nos inestables. Estos problemas existen al margen del estado de las condiciones eco-

lógicas en particular y de las condiciones de producción en general. Huelga decir

que esta situación crea una permanente inestabilidad social y política, nuevos pa-

trones de migración hacia el Norte, más refugiados económicos y ecológicos y así

sucesivamente... todo lo cual, a su vez, origina continuos problemas en el Norte.

POSIBILIDADES POLÍTICAS

La mayoría de los gobiernos de centro-derecha y derecha que gobernaron la mayor

parte del mundo desde finales de los setenta y principios de los ochenta hasta fina-

les de los noventa son incapaces de e ncauzar el desarrollo capitalista de formas que

mejoren las condiciones de vida y de trabajo, las ciudades o el ambiente. Están

demasiado concentrados en expandir el "libre mercado" y la división internacional

del trabajo, desregular y privatizar la industria, obligar a los "ajustes" económicos

en el Sur y a la "terapia de choque" en los antiguos países socialistas, marginali-

zando así hasta la mitad de la población de algunos países del tercer mundo, y que-

riendo hacer creer que el "mercado" y, en general, el neoliberalismo, resolverán la

creciente crisis económica. En general es probable que las cosas se pongan peor

antes de empezar a ponerse mejor , sobre todo en el Sur .

Mientras tanto se ha dado el crecimiento de diferentes movimientos verdes y

"verdes rojos" en distintos países. Unos pocos sindicatos en algunas naciones se

están tomando más en serio las cuestiones ambientales. A la inversa, los movi-

mientos ambientalistas se están ocupando de cuestiones económicas y sociales que

hace cinco o diez años ignoraban o minimizaban. De muchas maneras los movi-

1

296

AM ES O 'CO N N O R

mientos laborales y feministas, urbanos y ambientalistas, así como los movimientos

de las minorías oprimidas, se han organizado en torno a los asuntos generales de

las condiciones de vida. Aunque las perspectivas de un capitalismo sustentable son

escasas, puede haber esperanzas de alguna clase de socialismo ecológico: una

sociedad que preste mucha atención a la ecología y, al mismo tiempo, a las necesi-

dades de los seres humanos en su vida cotidiana, así como a las cuestiones femi-

nistas, antirracistas y de justicia social e igualdad en general. En términos globales

es en torno a estos problemas que hay movimiento y organización, agitación y

acción, lo que puede explicarse en términos de las contradicciones del capitalismo

y la naturaleza del estado capitalista que se analizaron más arriba.

Políticamente esto significa que más pronto o más tarde los movimientos labo-

rales, feministas, urbanos, ambientales y otros tienen que combinarse en una úni-

ca y poderosa fuerza democrática, que sea politicamente viable y también capaz de

reformar de manera radical la economía, la política y la sociedad.

9

Los movimien-

tos sociales individuales son relativamente impotentes frente a la fuerza totalizado-

¿ES POSIBLE UN CAPITALISMO SUSTENTABLE?

97

es el desarrollo deliberado de alternativas económicas y ecológicas dentro de esta es-

fera pública o nuevo "espacio comú n", alternativas como ciudades verdes, produc-

ción sin contaminación, formas biológicamente diversificadas de silvicultura y agri-

cultura

y así suc esivamente; hoy se conocen cada vez mejor los aspectos técn icos de

todo ello. El tercero es organ izar luchas para democratizar el sitio de trabajo y la

administración gubernamental, para poder insertar en el marco de la democracia

l iberal contenidos sustantivos de tipo ecológico y progresista. Esto presupone no

sól o que l os movimientos usen medios pol í t icos c on fines econ ómicos , socia l es y

ecológicos, sino también que coincidan en las metas políticas, especialmente en la

democratización de a l gunos a paratos de es tado nacional es e internacional es y en

la eliminación de otros.

Estas ideas pueden parecer tan irreales como la de un capitalismo ecológico. Tal

vez sea así. Pero tenemos que recordar que mientras las estructuras existentes del

capital y del estado no parezcan capaces de hacer más que reformas ocasionales,

los movimientos sociales de todo el mundo crecen día a día; de allí que en algún

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ra del capital global. Esto sugiere la necesidad de tres estrategias generales y rela-

cionadas.

La primera es el desarrollo deliberado de una esfera común o pública, un espa-

do político, una especie de poder dual, en el cual puedan funcionar económica y

politicamente organizaciones minoritarias, laborales, de mujeres, urbanas y am-

bientales. Alli podrían desarrollarse, no las alianzas tácticas estratégicas entre movi-

mientos y

dirigentes que tenemos hoy, sino alianzas estratégicas, incluidas las elec-

torales. Una sociedad civil fuerte, que se defina en términos de sus "bienes

comunes", su solidaridad y sus luchas contra el capital y el estado, así como de

impulsos democráticos y de formas de organización dentro de las alianzas y las coa-

liciones de los movimientos y las organizaciones —y dentro de cada uno de ellos—

es el primer requisito para una sociedad y una naturaleza sustentables. El segundo

9

Nadie sabe ni puede saber cuándo se desarrollará una "fuerza democrática única y poderosa", ni

siquiera si llegará o no a desarrollarse. Es necesario responder, práctica y teóricamente, preguntas muy

difíciles. Por ejemplo, si el concepto mismo de esa "fuerza" está basado fatalmente en la tradición

modernista/humanista de la filosofía política occidental, tradición liberal" que no ha sido demasiado

tolerante con las "diferencias", pero que sigue estando firmemente arraigada en los derechos indivi-

duales frente al estado. Hay quienes creen, en palabras de Marón O'Connor, que es importante "en

este momento, es decir, a finales del siglo xx, explorar lo que significa tener la coexistencia de muchas

voces algo discordantes, que tienen en común su repudio al dominio del capital, pero que de muchas

otras maneras no están muy de acuerdo. Es un aspecto del

real ismo,

de 'que las cosas se pongan peor

antes de empezar a ponerse mejor'". Este autor coincide, con la salvedad de que tal vez no haya t iem-

po de resolver todas las t ensiones, de escuchar plena y mutuamente la pluralidad de las voces, las dife-

rentes bases del conocimiento, etc., que existen dentro de los movimientos sociales hoy en día. La nece-

sidad de unirse

contra

el capital y

a favor

de una sociedad no explotadora, socialmente justa, ecológica,

puede ser demasiado grande, dadas las configuraciones actuales de las fuerzas políticas, como para

retrasar el desarrollo de una estrategia política unificada verdaderamente capai de hacerle frente al

capital global y al cuasi estado global que se está desarrollando (por ejemplo erFondo Tvioneuno Inter-

nacional, el Banco Mundial).

momento exista la posibilidad de una crisis social y política general, puesto que las

demandas de es tos movimientos entran en confl ic to con l as ac tual es es tructuras

económicas y políticas, orientadas hacia las utilidades. Yen ese momento aparece-

rán "formas sociales enfermas" de todos tipos. Habrá quienes digan que eso es pre-

cisamen te lo que está ocu rriendo ahora, que el tejido social y político se está des-

gastando y que la reaparición del racismo, el nativismo, la discriminación contra

los trabajadores extranjeros, que el rebote machista y antiambientalista, así como

otras inclinaciones y tendencias reaccionarias, se están convirtiendo en un peligro

cada vez mayor. Otros vincula n la reaparición del populismo de derecha y la reac-

ción con un giro derechista de la mayoría política y económica. Hay otros análisis

de la actual situación política del mundo, entre ellos los que proponen que el pla-

neta está presenciando una guerra de los ricos contra los pobres, una rebelión de

los acaudalados contra las demandas de los indigentes, el estado del bienestar, la

política económica redistributiva y demás. O tal v ez esté ocurriendo todo al mismo

tiempo. Comoquiera que sea, desde las perspectivas de los progresistas, los v erdes

rojos o de izquierda y las feministas, lo que menos falta nos hace en el mundo es

el faccionalismo, el sectarismo, "la línea correcta"... más bien tenemos que ana lizar

críticamente todas las fórmulas políticas gastadas, desarrollar un espíritu ecumé-

nico y " ensabar tan to l o que tenemos en común, nu estros 'nuevos bienes comu-

nes' como nuestras diferencias".

TERCERA PARTE

SOCIALISMO Y NATURALEZA

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Toda filosofía se encierra en dos palabras:

sostener y abstener.

EPÍCTETO

No hay nada que el dinero no pueda componer,

pero todo sigue estando roto.

JOHN STRAIEY

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Los materiales de la tercera parte de esta obra indican algunas líneas de pensa-

miento económico-político y sociológico-político acerca del "socialismo ecológi-

co", que pueden resultar útiles para los movimientos ecológicos radicales del Nor-

te y (en ciertos sentidos) del Sur. El ambientalismo del Norte (según se afirma)

ha sido impulsado por los valores del ocio de una sociedad "postescasez", mien-

tras que el "ambientalismo de los pobres" en el Sur se ve como una "rebelión de

los pobres para sobrevivir" (en palabras de Juan Martínez-Alier). Estas dos afir-

maciones contienen mucho de verdad, porque en el Norte el ambiente suele ver-

se como una recreación o un medio de consumo, mientras que en el Sur es con-

siderado, normalmente, como medio y objeto de producción. Esta diferencia

refleja el desarrollo desigual y combinado del capitalismo en el Norte y en el S ur.

En el primero m ás gente vive en las áreas metropolitanas; en el segundo más per-

sonas viven atadas a la tierra. Pero de alguna forma el "ecologismo de la riqueza"

y el "ecologismo de la supervivencia" (Martínez-Alier) se están intersectando tan-

to en el primero como en el segundo. Por un lado el movimiento por una agri-

cultura sustentable, la lucha por reducir la producción de sustancias tóxicas

(reducción en la fuente) y los movimientos por ciudades verdes en el Norte se

ocupan del medio, en todo o en parte, como un medio u objeto de producción y

reproducción. En el N orte el "nivel de vida decente" históricamente determinado

(y tal vez hasta nuestra propia supervivencia) depende de que se pase, en general,

a una "producción verde". Por otro lado el crecimiento de industrias y ciudades

en el Sur, y la proliferación de una pobreza desesperada entre los ejércitos ur-

banos de reserva de Á frica, Asia y A mérica Latina, significan que el ambiente urba-

no se está viendo cada vez m ás como un "m edio de consumo" o de recreación.

Estos cambios de la relación entre la humanidad y la naturaleza en el Norte y en

el Sur, basados en ~Hos de la división mundial del trabajo, y también de los

fines y las estrategias de los movimientos ecológicos en amba s partes del mundo,

[301]

302 30 3

A M E S O ' C O N N O R

LA ACUMULACIÓN CA PITALISTA Y LA CRISIS

difícilmente eliminan las enormes diferencias en el "ecologismo" septentrional y

el meridional, pero indican un área gris cada vez más grande, donde esas metas

y

estrategias pueden estar traslapándose en buena medida.

Las líneas de análisis introducidas o desarrolladas en la t ercera parte no agotan

en absoluto el caudal creciente de ideas y prácticas radicales verdes y verdes radica-

les del Norte, y mucho menos del Sur. Debo agregar que estos textos no se escribie-

ron para construir o amp liar un modelo de lo que los ve rdes rojos llaman "socialis-

mo ecológico". Si bien hay cada vez más bibliografía sobre "desarrollo sustentable",

"presupuestos verdes" y producción verde, en general, las selecciones de esta terce-

ra parte no son una contribución a la búsqueda en papel de un modelo de sociedad

social y ambientalmente justa, equitativa y ecológicamente racional. N i estos capítu-

los caen en el campo futurista, en el cual se pueden hacer o se harán, con diversos

grados de (im)plausibilidad, predicciones de lo que puede ser o será el futuro. Mi

premisa es algo diferente, a saber, que si el socialismo ecológico es, de h echo, una

posibilidad histórica real, el espíritu y el poder que lo anim an, su alcance y sus lími-

tes socioeconómicos, sus form as de práctica política, sus normas y valores, son pro-

Otro axioma que se encuentra en el mundo académico convencional, así como

en los medios de c omunicación, es que el viejo sistema socialista ejemplificado por

la Unión Soviética, y el capitalismo ejemplificado por Estados Unidos, eran mode-

los que existieron (como si hubiesen estado en un laboratorio) independiente-

mente uno del otro. De hecho el socialismo y el capitalismo realmente existentes

se crearon en una interacción —muchas veces violenta— entre y dentro de ambos

a lo largo del siglo xx. La causa primaria de la destrucción ambiental en ese siglo

fue la guerra, y las más destructivas de ella (las dos contiendas mundiales) fueron

iniciadas por naciones capitalistas, o se dieron entre potencias imperiales y movi-

mientos de liberación del tercer mundo, o estados en formación. En 1945 Estados

Unidos detonó dos armas nucleares sobre Japón y durante decenios sus pruebas de

armamento nuclear (así como las de la URSS) siguieron degradando la tierra, el

mar y el aire. Ése fue un parteaguas ecológico.

En la era posterior a la segunda guerra mundial la política bélica de Estados

Unidos en Vietnam causó una destrucción brutal del ambiente. En los ochenta, en

gran parte de Centroamérica, el país del norte, en apoyo de aliados de derecha,

como los contras, inundó las áreas agrícolas con pesticidas tóxicos y fertilizantes

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blemas que se resolverán (aya se están resolviendo?) práctica y colectivamente, en el

curso de luchas sociales y ecológicas reales, por los cientos de miles de organizacio-

nes formales y grupos informales que batallan hoy en una variedad de frentes,

enfrentándose a una vasta gam a de asuntos ecológicos, socioeconóm icos y políticos.

Esta introducción se preparó para poner en contexto las ideas que aparecen en

estos ensayos en términos de la economía política y las políticas de la ecología en los

antiguos países del "socialismo real" encabezados por la Unión Soviética. El objeti-

vo es crear un trasfondo inteligible que arroje más luz sobre los escritos mismos,

especialmente trazar una clara distinción entre la ecología de la vieja URSS y la de

los movimientos ecológicos rad icales democráticos que se van desarrollando, inclu-

yendo el socialismo ecológico.

Cabe preguntarse, dado el alcance de la destrucción de la naturaleza en los ex paí-

ses socialistas, por qué se podría hablar de "socialismo y naturaleza" de no ser en

los términos más neg ativos. Después de todo, los países socialistas usaron sus recur-

sos no renovables tanto o más rápido que el mundo capitalista, y contaminaron el

aire, el agua y la tierra tanto como sus contrapartes capitalistas, o más aún. Por con-

siguiente muchos ambientalistas llegan a la conclusión de que no son el capitalis-

mo ni el socialismo como sistemas económicos los que merecen ser considerados

culpables de causar la degradación ambiental, y les atribuyen la responsabilidad a

la "industrialización", la "urbanización", la "tecnología", la "burocracia" y la men-

talidad de "producción a cualquier costo", todos los cuales parece n ser comunes a l

mundo capitalista y al socialista.I

1

En este análisis "socialismo" y "capitalismo" se construyen a partir de la experiencia de los países

industriales capitalistas y socialistas. Aunque se hacen algunas referencias a otras naciones (por ejem-

químicos que convirtieron a la región en una zona de ecodesastre. En el subconti-

nente africano Sudáfrica no titubeó en destruir áreas agrícolas en los estados colin-

dantes como parte de su estrategia militar de privar de refugio a las fuerzas de libe-

ración y de debilitar a los gobiernos que simpatizaban con los fines democráticos

de la región. La ecodestrucción causada por estados socialistas agresivamente

expansionistas, por ejemplo la Unión Soviética en Afganistán o los chinos en Tíbet,

palidece en comparación con la que produjeron las guerras intercapitalistas y las

guerras imperialistas de contrarrevolución.

Por plantear las cosas lo más llanamente posible, la revolución socialista resultó

ser menos nociva, ecológicamente, que la rivalidad imperial capitalista y la contra-

rrevolución. Y si bien es necesario escribir la historia ecológica de la guerra del siglo

xx en términos de esta rivalidad y de la revolución y contrarrevolución, no conta-

mos todavía con esa historia general ni con alguna versión general complementa-

ria de la integración de la guerra en la economía política y la ecología política.

Si bien el "socialismo" y el "capitalismo" no deben compararse como si se hubie-

sen desarrollado independientemente entre sí,

pue d e n

compararse, de manera legí-

tima, en la medida en que se desarrollaron sobre la base de diferentes relaciones

de propiedad, relaciones legales, ideologías y relaciones de poder político. De

hecho, la visión occidental usual de que la "industrialización", la "tecnología" y

demás son las causas de la destrucción ambiental tanto en el Este como en el Oes-

te, es incapaz de distinguir entre las fuerzas productivas de una sociedad y sus rela-

ciones de producción, es decir su base tecnológica, sus procesos de trabajo y su sis-

plo del Sur), muchas de ellas no pueden ser subsumidas por entero dentro de los imaginarios respec-

tivos del °socialismo" y el "ca pitalismo".

304

AMES O'CONNOR

LA ACUMULACIÓN CA PITALISTA Y LA CRISIS

05

tema de producción, por una parte, y por otra sus relaciones de propiedad, legales

y polí t icas . En cualquier comparación entre sociali smo y capita li smo es út i l hacer

esa dis t inción y extraer las implicaciones teóricas que diferentes s i s temas de pro-

piedad y políticos tienen para las causas y las consecuencias de la degradación

ambiental.

E n l a med id a en qu e l o s pa í s es s o c i a l i s t a s i mport a b a n t ec n o l og í a y s i s t ema s d e

producción de control del trabajo (de hecho

concepc iones

básicas de tecnología y

d e prod u c c i ó n ) d e O c c i d en t e , l a s c a u s a s d e l a d es t ru c c i ó n a mb i en t a l en e l l o s era n

similares a las de las naciones capita li s tas . Asimismo, como el crecimiento econó-

mi c o y e l d es a rro l l o era n prio rid a d es a b s o l u t a s en e l mu n d o s o c i a l is t a , l a s c a u s a s

y c o n s ec u en c i a s d e l a d eg ra d a c i ó n d e l a n a t u ra l ez a era n má s o men o s l a s mi s ma s .

Por últ imo, como los países sociali s tas se integraron en el mercado mundial capi-

t a l i s t a , f u n c i o n a b a n a l l í l a s mi s ma s c l a s es d e f u erz a s s i s t émic a s .

N o ob s t a n t e , en la m e d i d a e n q u e la s r e la c i one s le ga le s y d e p r opi e da d e n los

países sociali s tas eran diferentes de las del mundo capita li s ta , las causas y los efec-

dición sólida de control democrático de los medios de vida, si bien en el pasado

presocialista habían existido grados importantes de control local de los recursos.

La nacionalización o propiedad estatal sin socialización o control social democrá-

tico de los medios de produc ción significaba que los países socialistas se caracteri-

zaban por la planeación central y el dominio político del partido y la burocracia.

Segundo, todos los países socialistas tenían garantías constitucionales —que no

siempre se ponían en práctica, sobre todo en los últimos años de liberalización—

de que los trabajadores tenían derecho al acceso, la utilización y el ejercicio del

control sobre los medios de producción.

Tercero, todos o casi todos los países socialistas tenían una historia de desarro-

llo económico extensivo, más que intensivo basado en mano de obra educada y

producción de alta tecnología, porque el socialismo apareció en regiones relativa-

mente "atrasadas" del mundo. De manera que trataban de "alcanzar a Occidente"

(esfuerzo al que llamaban construcción del socialismo ). Esto estuvo determina-

do por el hecho de que el Partido Comunista veía la necesidad de la seguridad

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tos de la destrucción a mbienta l no eran los mismos. Esto puede decirse también de

los dos s i s temas polí t icos y de las correspondientes diferencias en la relación entre

la soc iedad civi l y e l estado.

De hecho, en los países socialistas las f ue r z as

d e prod u c c i ó n n o era n t a n d if e-

rentes de la s occidenta les, aparte de que casi siempre eran menos "avanzadas". Las

r e l a c i o n e s

d e p rod uc c i ó n e n e l m un d o s oc i a l is t a

eran

muy distintas de las de los paí-

ses capita li s tas , por lo cual las formas específicas de tecnología , y los modos part i-

c u l a res en q u e s e d es a rro l la ro n a l l í l a a g ri c u l t u ra , l a mi n ería y d emás , t a mb i én l o

fueron. Por últ imo, las diferencias de los s is temas polí t icos tuvieron importantes

efectos sobre los procesos de degradación ecológica así como de

lucha y recons-

t ru c c i ó n a mb i en t a l . L a s c a u s a s d e l a d es t ru c c i ó n a mb ien t a l en l a s s o c i eda d es c a pi -

ta li s tas y sociali s tas , entonces , eran a un t iempo las mismas y diferentes .

Como las s imilitudes entre el capitalismo y el socialismo se conocen bien (por

el hecho mismo de ser similitudes), es importante que nos concentremos en las

d i feren c i a s en t re a mb o s s i s t ema s . ¿ C u á l es f u ero n l a s prin c i pa l es ma n era s en qu e

las relaciones socialis tas de propiedad/producción y los s is temas polí t icos condu-

jeron a diferentes o cambiantes decisiones tecnológicas , estructuras industriales ,

asignaciones de trabajo social , patrones de desarrollo y aplicación c ient ífica , for-

mas de consumo y urbanización, y demás? ¿Y de qué formas diferían las

so luc iones

socia l i stas a los problemas ambienta les de la s que se encontraban en los países capi-

t a l i s ta s a v a n z a d os ?

Dentro del mundo sociali s ta hubo muchas variaciones en las formas de las rela-

ciones de producción y fuerzas productivas , y su relación con la s c ondiciones de pro-

ducción. También variaban muchís imo el a lcance y los t ipos de relaciones de mer-

c a d o, t r a d i c i one s c u l t u r a le s y s i s t e m a s p ol í t ic os . S i n e m b a r go h a b í a s e m e ja n z a s

generales . Primero, en todos los países socialis tas los principales medios de pro-

d u cci ó n e s t a b a n n a c i o n a l i za d o s , a u n q u e n o so c i a l i za d o s; e s d e c ir , n o h a b ía u n a t r a -

nacional contra Occidente y por la meta expresa de superar la capacidad occiden-

tal de mejorar las condiciones materiales y sociales de las clases productoras. La

aceptación acrítica de ciertos aspectos del desarrollo al estilo occidental determi-

nó muchas veces su imitación mecánica en los países socialistas... "error" que no

cometen en la actualidad los movimientos verdes y los partidos políticos. En el cur-

so del conflicto Este-Oeste se suprimió sistemáticamente la idea de un tipo de pro-

greso cualitativamente diferente, medido por la calidad de la vida, más que por la

cantidad de tecnología o bienes de consumo, o por su valor de uso más que por su

valor de cambio; éste fue otro "error" que hoy los verdes rojos evitan (o deberían

evitar) como la peste.

Además, casi todos los países socialistas se derrumbaron ante crisis económicas

y políticas asociadas con la desaparición del desarrollo económico extensivo y la

transición a tipos más intensivos en el contexto de una economía restringida por

el lado de la oferta. En la crisis se dio una gran demanda (que crecía rápidamen-

te) de bienes de capital occidentales, incluyendo tecnología para el control y la

reducción de la contaminación, así como bienes de consumo. Mientras tanto en

Occidente las principales economías, hipercapitalistas, obsesionadas por la reduc-

ción de costos, se encontraban con un excedente tanto de bienes de capital como

de consumo. Ello se debía sobre todo a las mayores tasas de explotación del trabajo

y a crecientes desigualdades en el ingreso y la riqueza, junto con una competencia

más intensa por parte de Asia. Estos hechos económicos básicos contribuyeron a

montar el escenario de acciones políticas para ponerle fin a la guerra fría, tanto en

el Este como en el Oeste, que tuvieron efectos importantes en las formas en que

los países ex socialistas explotan su ambiente y, en general, en sus condiciones de

producción.

En principio la propiedad estatal y la planeación centralizada permitieron que

el estado minimizara el agotamiento de recursos, las "externalidades negativas"

306

A M E S O ' C O N N O R

A ACUMULACIÓN CA PITALISTA Y LA CRISIS

07

como la contaminación y la destrucción de las zonas recreativas. El papel clave de

la ciencia y los científicos en la planeación socialista refuerzan este principio. Por

eso puede ocurrir que, por m andato político, se asignen sumas gigantescas a inver-

siones destinadas a reducir la contaminación (por ejemplo la decisión tomada en

la URSS, en la era de Breznev, de abatir la contaminación de las industrias ubica-

das en el lago Baikal). Las industrias también pueden ser eliminadas por decreto

(Gorbachov, por ejemplo, habló de desmantelar las del Baikal) y descentralizadas

de la misma manera, transformando así, en parte, la contaminación inocua en de-

sechos inocuos. Además, durante más de dos decenios los dirigentes de la URSS

afirmaron que la ciencia ecológica es una base clave de la planeación económica

racional y científica.

Daba lo mism o que quienes estaban en la cima de las viejas jerarquías socialistas

fuesen o no personas esclarecidas: los trabajadores, agricultores, científicos y téc-

nicos preparados para reconocer y manejar los problemas ecológicos tenían poco

o nulo poder político. La combinación de propiedad/planeación estatal y gobier-

no partido/burocracia —o la ausencia de poder popular con "conciencia ecológi-

pendientes de protesta y organización que empezaron a hacer más visible lo invi-

sible y más cognoscible lo incierto.

La misma planeación central tuvo implicaciones tanto positivas como negativas

para el ambiente. Por el lado positivo, la ausencia de "crisis económicas" del tipo

inherente al capitalismo —y por lo tanto la ausencia de luchas de tipo capitalista

entre empresas por la participación en el mercado— significó que las empresas

tenían menos incentivos para contaminar que las compañías capitalistas, las cuales

muchas veces se ven forzadas a externalizar costos como precios para sobrevivir en

el mercado. Por el lado negativo, la planeación central estimuló grandes proyectos,

ecológicamente poco sanos, de minería, construcción y demás, así como de pro-

ducción y distribución centralizadas de energía. El peor ejemplo es la producción

de energía nuclear, que en todas partes se asocia con poder político centralizado,

ambición militar, secreto y dominio de los tecnócratas. En último análisis Cherno-

bil (cuyo reactor había sido copiado de un modelo norteamericano) pudo haber

sido resultado tanto de un estado poderoso y una sociedad débil (es decir de la

ausencia de democracia) como de la falta de control de calidad y debil motivación

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ca"— significaba que administradores, técnicos y obreros de las diversas empresas

estaban políticamente divididos de los de otras. Había así una tendencia estructu-

ral a sentir indiferencia por los efectos ambientales de la empresa de uno sobre las

de los demás y sobre las comunidades jerárquicamente inferiores . En la medida

en que los cuadros ecológicamente conscientes no tenían una organización

común, la raíz de este problema era, sin duda, política.

Un punto adicional es que la división política de la clase trabajadora en estados

socialistas gobernados por el partido y las burocracias se asociaba con el débil desa-

rrollo de la democracia interna, la falta de libertad para organizar y agitar de

manera independ iente en torno a cuestiones ambientales específicas, la falta de in-

formación pública sobre los niveles de contaminación, el secreto y la desinforma-

ción burocráticos respecto a los efectos ambientales de nuevas inversiones, y el

cinismo y la indiferencia políticas. Con frecuencia las "externalidades negativas" o

los costos sociales no se identificaban como tales debido a la falta de libre flujo

de información, del temor a ser hechos responsables de ministerios y empresas, de

acceso independiente a los datos técnicos y de canales institucionales que pudie-

sen usarse para cambiar las prácticas vigentes. Por eso en términos comparativos

los problemas ambientales eran invisibles y, por ende, los tipos y alcances de la con-

taminación y el agotamiento de recursos eran relativamente desconocidos. Hubo

ciertas excepciones obvias a esta regla, como Chemobil, el mar de Aral, que se

secó, y la salinización de los suelos en las áreas drenadas.

Sin embargo, la ciencia ecológica desempeñó tradicionalmente un papel en la

planeación económica. Como el movimiento de conservación soviético estaba

dominado por científicos, tuvo en general más legitimidad dentro del estado que

el conservacionismo, hasta esa época, en el mundo capitalista. Además la

glasnos t

ecológica", sobre todo dentro de los movimientos estudiantiles, abrió canales inde-

de los trabajadores, lo cual, a su vez, se relacionaba con formas no democráticas e

ineficientes de política y de economía, respectivamente.

En los países socialistas el pleno empleo y la seguridad en el trabajo eran la nor-

ma, no la excepción (como ocurre en el mundo capitalista). El pleno empleo y la

seguridad en el trabajo tuvieron profundos efectos en la forma en que funciona-

ban las economías socialistas. Entre ellos se contaba una movilidad laboral limita-

da tanto horizontalmente como hacia arriba y hacia abajo, la escasa capacidad de

los gerentes de las empresas para usar la mano de obra de manera flexible (como

"capital variable", en términos marxistas), y la poca posibilidad de que las empre-

sas recurriesen a reservas de mano de obra excedente. Con poco "juego" y mucha

"rigidez" en la economía (que probablemente hubiese sido imposible eliminar sin

subvertir las normas del pleno empleo y la seguridad en el trabajo), el crecimien-

to económioco socialista (como teorizó Kornai) estaba

r e s t r ing i r l o po r l o s r e c ur s o s .

Esto se define aquí en sentido económico, no como una "restricción ecológica".

Esta situación presenta un marcado contraste con las economías capitalistas, histó-

ricamente

res t r ingidas por l a demanda.

Los efectos que tienen sobre el ambiente las

economías restringidas por los recursos parecen depender, en principio, de una

cantidad de factores. Primero, las empresas de esas economías eran famosas por

"acaparar" mano de obra, materias primas, combustibles, refacciones y otros insu-

mos. Los mercados eran tristemente célebres por las "escaseces" y las "colas", lo

cual parece haber tenido efectos positivos y negativos sobre el ambiente. Por el

lado malo, se daba apropiación de recursos incluso cuando no había un uso inme-

diato para ellos. Por el bueno, las economías restringidas por los recursos tendie-

ron a crecer lentamente hasta que se dio el paso al desarrollo intensivo (y también

durante la transición al mismo), por lo cual era probable que no agotaran y con-

taminaran tan rápido los recursos.

308

A M E S

O'

C O N N OR

Segundo, las restricciones del pleno empleo y la seguridad en el trabajo redu-

cían los incentivos para que la administración hiciese cambios tecnológicos que

ahorrasen mano de obra (a lo cual se debe el relativo estancamiento de la econo-

mía soviética). No hay manera de saber, a

pr ior i , s i

las tecnologías más antiguas ago-

taban los recursos y/o contaminaban más que las nuevas. Por una parte, en China

las fundidoras pequeñas y otras instalaciones construidas en el campo con el fin de

integrar la agricultura y la industria, así como de igualar el desarrollo económico,

eran "contaminadoras" célebres. El retraso técnico se asociaba también con la fal-

ta de equipo moderno de control de la contaminación. Por otra parte, el relativo

retraso en los sectores de alta tecnología en Europa Oriental y la URRS minimizó

el tipo de contaminación común en las econom ías industrializadas de Occidente.

En general el pleno empleo y la seguridad laboral, junto con la ausencia relativa

de la disciplina de mercado de tipo capitalista, significaron que las empresas socia-

listas no estuvieran guiadas por la necesidad de adoptar constantemente tecnolo-

gía nueva de todo tipo. Esta es, desde luego, una afirmación relativa. La URSS, por

L A A C U M U L A C I Ó N

cAPrrAusrA

y LA CRISIS

09

empaque, cambios de estilo, cambios de modelo, diferenciación de producto,

obsolescencia de producto y compras a crédito, necesario todo ello para mantener

a flote el sistema. Este esfuerzo de ventas no sólo desperdicia recursos sino que

produce también más contaminación del ambiente. Las economías socialistas no

pecaron tanto en este sentido. Otra diferencia es que las economías restringidas

por la demanda se basan en la forma de trabajo asalariado y en la forma mercan-

cía de satisfacción de las necesidades. Las econom ías socialistas, en cambio, fomen-

taban el consumo colectivo, por ejem plo transporte de masas, instalaciones recrea-

tivas y vacacionales colectivas y viviendas en departamentos. Sobre estas bases, las

economías socialistas usaban y desperdiciaban m enos recursos que las capitalistas,

y el consumo personal socialista creaba menos contaminación. Otra diferencia es

que las econom ías capitalistas están sujetas a la regla de "acumular o m orir". El cre-

cimiento no es un medio para el fin del bienestar económico y social, sino un fin

por y en sí mismo. Aunque el crecimiento económico era también una meta clave

en los países socialistas, no existía el mismo imperativo

económico s i s té mico .

El creci-

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ejemplo, exportaba a empresas occidentales licencias de fabricación para plantas

purificadoras de agua, hornos de volatilización por alta temperatura y otras inno-

vaciones, y en docenas de industrias soviéticas se adoptaron muchas "tecnologías

ecológicamente limpias". Sin embargo, en numerosos aspectos la Unión Soviética

estaba tecnológicamente atrasada en comparación con los principales países capi-

talistas de Occidente.

Tercero, el pleno empleo y la seguridad en el trabajo significaban que adminis-

tradores, técnicos y obreros tenían un poderoso incentivo para mantener funcio-

nando a la empresa a toda costa, al margen de los cambios tecnológicos y las con-

diciones de mercado. Como ya se señaló, los trabajadores y los administradores

eran básicamente "conscientes de la empresa", no "conscientes de la sociedad", y

por lo tanto tenían incentivos para externalizar costos, contaminando, por ejem-

plo. Por otro lado, las restricciones debidas al pleno empleo y a la seguridad en el

trabajo (con planeación central) limitaban también los procesos de desarrollo eco-

nómico desigual y combinado característicos del mundo capitalista (y por lo tanto

limitaban las concomitantes historias de terror ecológicas). Algunos países socia-

listas utilizaron mecanismos de planeación central para tratar de reducir desigual-

dades regionales en materia de riqueza y capacidad productiva, lo cual pareció

tener efectos positivos y también negativos sobre el ambiente. Por el lado positivo

se dio la dispersión de los "desechos", que contribuyeron a impedir que se convir-

tieran en "contaminación". Un efecto negativo fue que resulta dificil realizar eco-

nomías de escala en materia de sistemas de eliminación de desechos cuando la

industria está descentralizada, lo que condujo a graves problemas de contamina-

ción local. Sin embargo, en términos generales de industria socialista estaba cen-

tralizada, y tenía efectos ambientales similares a los de la industria capitalista.

Hay otras diferencias importantes entre las economías restringidas por los recur-

sos o por la demanda. Uno es que las últimas desperdician recursos en publicidad,

miento era más bien una decisión política relacionada con el desarrollo económi-

co y con el deseo de "alcanzar a Occidente". La naturaleza implacable y no planea-

da de la extracción de recursos/contaminación en el capitalismo puede no ser

inherente a las economías socialistas, donde en principio la producción era para el

uso, no para la utilidad, y el crecimiento se veía como un medio, no como un fin

en sí mismo, aunque en

la p rác t i ca

evidentemente no fue así. No obstante, vale la

pena destacar que las empresas que tratan de cumplir sus cuotas cuando hay un

plan central funcionan, en teoría, con principios de desempeño diferentes que las

firmas capitalistas cuyos márgenes de utilidad deben ex pandirse sin cesar.

Por último, en estas sociedades socialistas las normas de igualdad económica y

social dirigían las decisiones políticas y económicas en mayor grado que en las so-

ciedades capitalistas. La tragedia de las masas empobrecidas de las últimas, empu-

jadas hacia tierras marginales por el capital internacional y obligadas a degradar el

ambiente por la mera necesidad de sobrevivir, no tienen paralelo en el mundo

socialista. Al respecto resultaría instructivo comparar a Cuba, por ejemplo, con la

República Dominicana o con gran parte de América Central.

En la mayoría de los países socialistas el partido ascendió al poder en regiones

relativamente atrasadas, periféricas o semiperiféricas del capitalismo mundial. Esas

naciones experimentaron un periodo de desarrollo extensivo: inversiones para

ampliación de capital, industria pesada, enormes proyectos para generar energía,

proletarización del campesinado y así sucesivamente, que los países capitalistas

desarrollados habían vivido en una etapa previa. La "construcción del socialismo",

y el deseo de "alcanzar a Occidente" en el contexto de la guerra fría y de la hosti-

lidad occidental hacia la URSS, reforzaron los efectos ambientales del desarrollo

económico extensivo, sobre todo en la URSS, con su gran abundancia de recursos.

Todos los países grandes que han pasado por un desarrollo extensivo se han "espe-

cializado" en industrias contaminantes, por ejemplo papel y pulpa, producción de

310

A M E S O ' C O N N O R

energía con combustibles fósiles, refinerías de petróleo, productos químicos pesa-

dos, sustancias petroquímicas y otras industrias básicas de bienes de capital. Po r eso

el "milagro" del crecimiento industrial de Europa Oriental desde finales de la

segunda guerra mundial y hasta cerca del final de los sesenta fue ambientalmente

costoso, debido a la rapidez del desarrollo extensivo. Esto resultó más aparente en

Alemania Oriental, por ejemplo, que en la URSS, porque la densidad demográfica

y el ingreso per cápita eran mucho menores en la segunda. Asimismo, países más

pequeños (Dinamarca, por ejemplo), con antecedentes ambientales mucho mejo-

res, al salir beneficiados por ubicarse en una posición ambientalmente más favora-

ble dentro de la división internacional del trabajo, han podido importar petróleo

y gasolina, sustancias químicas y demás, sin tener que padecer los costos de la con-

taminación y la prevención de la misma, así como de los controles característicos

de los grandes países industriales.

El paso del desarrollo intensivo —cuyo inicio en la URSS fue simbolizado por la

g lasno st y la perest ro i k a—

hubiese producido problemas y oportunidades ambienta-

les diferentes. Primero, es probable que muchos países socialistas hubiesen utiliza-

do mucho más los m ecanismos de precios , lo que hubiera l levado a las empresas a

LA ACUMULAC IÓN CAP ITALISTA Y IA CRISIS

11

degradación ambiental en gran escala probablemente no sea

i n h e r e n t e

al socialismo

(aunque ningún país socialista demostró nunca esta proposición) , como parece

serlo en el capitalismo. Sin duda la degradación ambiental fue intrínseca al pro-

gr e so indust r ial de la U R SS por que sus dir ige nt e s cr e í an que e l paí s t e ní a que igua-

lar a Estados Unidos bomba a bomba, y por lo tanto tenían mucho menos presu-

puesto para la protección ambiental, puesto que la economía soviética era mucho

menor que la norteamericana. Las economías con planeación central, con o sin

grandes mecanismos de mercado, pueden, en principio, obligar a las empresas a

internalizar posibles extemalidades negativas y, en general, costos sociales. Pero

esto sólo ocurre en la medida en que los planificadores centrales y las empresas,

los políticos y la gente, deseen que ocurra. Lo que se desprende de los debates

a c tu a les sobre la ec on omía en la URSS es qu e (en pa la bra s de W ill ia m Ma n de ) "la

meta fu eron la s ta sa s de c rec imien to y todo lo demás podía irse a l dia blo". El én fa -

sis en el crecimiento se conectaba sin duda con la necesidad que percibía la URSS

de a lc a n za r a Oc c iden te, en e l c on texto de la gu erra fría , e l a n t ic omu n ismo, la hos-

tilidad de las potencias capitalistas hacia el socialismo, y la carrera armamentista.

En ot r as palabr as, como ya se af ir mó, cualquie r ve r dade r a compr e nsión de la cue s-

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economizar recursos naturales, es decir, a dejar de subvaluarlos, lo que lleva a usar-

los con demasiada rapidez o en forma ineficiente, o a usar los recursos inadecua-

dos. Segundo, la demanda de artículos occidentales incluía bienes de capital de

alta tecnología para modernizar las instalaciones manufactureras, así como equipo

de protección ambiental. Tercero, resulta interesante especular cuáles podrían

haber sido las metas y fortalezas del movimiento ambiental del mundo socialista.

La base del movimiento ambiental inicial en los países capitalistas avanzados son

los empleados urbanos/suburbanos, los profesionales y, en general, los grupos

educados. Estas clases existen debido a que hubo dos generaciones de desarrollo

industrial intensivo y al rápido crecimiento subsecuente de los servicios financie-

ros, las comunicaciones, la administración corporativa, la investigación y el desa-

rrollo y demás... todas ellas consecuencias de la nueva división internacional del

trabajo a partir de principios de los setenta. Los empleados capitalistas no tienen

un interés material intrínseco en la industria pesada. En cambio en la URSS los

ingenieros, administradores y otros que trabajaban en las industrias pesadas tuvie-

ron importancia en el movimiento ambiental. No estaban tan "despegados" del

interés en la industrialización continuada como sus equivalentes occidentales, lo

cual puede haber limitado su capacidad de apoyar un cambio económico de la

"construcción del socialismo" a la "reconstrucción del socialismo".

Es imposible decir, en principio, si las economías restringidas por los recursos

los agotan y contaminan el ambiente más o menos que las economías restringidas

por la demanda en

e tapas s imi la res de desarro l l o .

Puede afirmarse que algunas de las

principales

razones

del agotamiento y la contaminación son diferentes en los dos

tipos de economías, y también que el agotamiento y la contaminación en los paí-

ses socialistas fueron más una cuestión política que económica; es decir, que la

tión ambiental en los países socialistas tiene que enmarcarse en el contexto de la

lucha político-económico-militar-ideológica de las principales potencias occidenta-

les contra el socialismo, desde principios del siglo xx, y también en el contexto de

la guerra fría desde finales de la segunda guerra mundial. Todavía es muy pronto

pa ra dec ir s i la s n u ev a s "reforma s" del mu n do a n tes soc ia li s ta qu e proc u ra n c rea r

u n " j u e g o " e n l a e c o n o m í a a f in d e d a r l e a l n i v e l g e re n c i a l m á s i n c e n t i v o s p a r a e c o -

n omiza r tra ba jo y rec u rsos , más f lexibi lida d en la produ c c ión y demás , produ c irán

aumentos o reducciones de las tasas y tipos de agotamiento/contaminación. Esto

dependerá de la naturaleza precisa de las "reformas", los métodos de ponerlas en

práctica y el desarrollo de formas políticas democráticas. También es demasiado

pronto para evaluar los efectos del movimiento ecológico global, especialmente

del movimiento internacional (hasta ahora débil y dividido) por el socialismo

eco-

lógico, en las actitudes socialistas tradicionales contra la "idealización de la natu-

raleza virgen", es decir, en favor de actitudes de base científica que se consideran

"ra c ion a les" fren te a la n a tu ra leza . Sin emba rgo, es e l momen to c orrec to pa ra tra -

tar de destro nar

a l g u n a s

de las opiniones usuales sobre la economía política de la

ecología del socialismo y el capitalismo.

En síntesis, el partido/estado hizo dificil, y muchas veces imposible, que se desa-

rrollasen y creciesen las organizaciones ambientales, que organizasen protestas y

aplicasen presión sobre el gobierno, y hasta que obtuviesen información básica

necesaria. Segundo, el sistema de partido/estado implicaba que los trabajadores,

los técnicos y los administradores tenían poco o ningún poder dentro de los meca-

nismos centrales de planeación, situación que impedía el desarrollo de una con-

ciencia ecológica y social que fuese más allá de la empresa. Tercero, el

partido/estado se legitimaba garantizando pleno empleo y seguridad en el traba-

312

A M E S O ' C O N N O R

jo, lo cual reducía o eliminaba lo mismo las presiones que las oportunidades de

hacer mejoras tecnológicas del tipo que no causase un impacto desfavorable sobre

el ambiente. En estos sentidos la brecha entre la retórica gubernamental y el po-

tencial de planeación ecológica, por un lado, y la realidad de la estructura del esta-

do , por el otro, sabotearon las buenas intenciones que hubiesen podido tener los

principales planificadores y el aparato del partido. Atención, ecologistas socialistas

de hoy... se vive y se aprende.

El capítulo 15 de este libro, "Socialismo y ecología", procura identificar algunos

puntos de contraste y de comparación entre el movimiento laboral y el ambiental,

así como entre el pensamiento socialista tradicional y el pensamiento ec ológico

moderno. El capítulo 16, "¿Una política verde roja en Estados Unidos?", puede des-

cribirse como una búsqueda de elementos políticamente radicales dentro del

movimiento verde norteamericano, definido de manera amplia. El capítulo 17, "La

política de las planicies", propone una alianza verde/trabajo/comunidad basada

en una síntesis de la política mu lticultural y la biorregional, y organizada de acuer-

do con los lineamientos de la clase obrera. El capítulo 18, "¿Pensar globalmente,

15

S O C I A L I S M O Y E C O L O G Í A

Me parece que hay hoy tres tendencias socioeconómicas generales que dan origen

a la posibilidad de una política verde roja. La primera es una economía global que

está experimentando un proceso de "acumulación a través de la crisis" que está

dejando en la pobreza a decenas de millones de personas, destruyendo comunida-

des, degradando centenares de miles de biorregiones y exacerbando una crisis eco-

lógica global. La acumulación capitalista expuesta a la crisis e impulsada por ella

está destrozando las condiciones de producción y creando más pobreza, desem-

pleo, desigualdad e inseguridad y marginación económica, por un lado, y por el

otro perjudicando (muchas veces fatalmente) la salud humana, las comunidades

urbanas y rurales y los sistemas ecológicos. La segunda tendencia es la aparición de

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actuar localmente? Hacia un movimiento verde rojo internacional", es una crítica

de uno de los principales lemas de los activistas verdes, y un llamado en favor de

una teoría y una práctica basadas tanto en lo "local" corno en lo "global". El capí-

tulo 19, "Los movimientos ecológicos y el estado", analiza lo que en mi opinión

constituye (implícitamente) una meta política de los nuevos movimientos sociales

en general y de los verdes en particular, a saber, la lucha por democratizar el esta-

do. El capítulo 20, "La nueva economía global y una alternativa", pasa revista al

contexto socioeconómico creado por la nueva econom ía global, analiza una falla

fundamental del hipercapitalismo de hoy y discute lo que, a falta de mejor nom-

bre, yo llamo el movimiento ¡Preservación Primero El último capítulo, titulado

"¿Qué es el socialismo ecológico?", compara y opone la crítica universalista y cuan-

titativa propuesta por los socialistas tradicionales con la crítica "específica del

lugar" y cuantitativa (teórica y práctica) desarrollada por los socialistas ecológicos.

Si

bien el presente trabajo se inicia con una nota abstracta y teórica, concluye

(espero) con una nota más concreta y práctica, tanto desde el punto de vista de la

praxis como del

te los .

movimientos sociales ambientales, urbanos, laborales, campesinos y de otros tipos,

para defender las condiciones de producción y las condiciones de vida para obre-

ros y campesinos, mujeres, comunidades y el ambiente. Estos movimientos se divi-

den de mil maneras, e ideológicamente van desde el fundamentalismo religioso y

el nacionalismo reaccionario, pasando por la lucha armada al viejo estilo marxista-

leninista-maoísta, hasta toda una variedad de "nuevos movimientos sociales". La

tercera premisa es que las soluciones a la crisis ecológica presuponen soluciones a

la crisis económica (y, en general, al problema del capital global), y viceversa. La

premisa básica de la política verde roja es la creencia de que ambos conjuntos de

soluciones presuponen algún tipo de socialismo ecológico y de ecología socialista.

1

El socialismo ecológico, a su vez, presupone el desarrollo de una política de cla-

se específicamente global, primero debido a la creciente opresión y explotación

económica y, segundo, porque la degradación ecológica es cada vez más un pro-

blema de clase (pero raras veces

sólo

un problema de clase). Esto lo indica, por

ejemplo, el creciente número de movimientos en pro de la justicia ambiental (y

económica y social) en el Norte y el ambientalismo de los pobres en el Sur, don-

de los grupos dominantes tienen una "deuda ecológica" con las minorías oprimi-

das y con el tercer mundo en su conjunto, respectivamente (porque la prosperidad

1

Socia lismo ecológico s ignifica , en general , una sociedad ecológicamente racional y sensible basa-

da e n e l contr ol de mocr ático de los me dios y obje tos de pr oducción, infor mación y de más , y car acte r i-

zada por un al to gr ado de igualdad s ocioe conómica, paz y jus t ic ia s ocia l , donde la t ie r ra y e l tr abajo han

pe r dido s u car ácte r de me r cancía y e l valor de cambio s e s ubs ume e n e l valor de us o. "Ecología s ocia-

l is ta" s ignif ica ( tambié n de modo amplio) una c ie ncia e cológica y una pr áctica s ociopolít ica dialé ct icas

que logr an fus ionar lo local y lo ce ntr al , o e s pontáne o y lo plane ado, y as í s uce s ivame nte ; e n otr as pala-

br as , las pr e mis as de l anar quis mo y s ocial is mo tr adicionale s .

[313]

314

A M E S O ' C O N N O R

SOCIALISMO Y ECOLOG ÍA

15

de los grupos dominantes del Norte se basa, en cierta medida, en el daño ecológi-

co causado a las minorías del Norte y del Sur). Lo indica también el hecho de que

las actuales luchas laborales, comunitarias y ambientales procuran convertir el

lugar de trabajo en un lugar más sano y más seguro tanto para sus obreros como

para sus comunidades, y por lo tanto se esfuerzan por obtener mayor influencia o

control sobre la tecnología, las relaciones de trabajo y, en general, las condiciones

de labor. Los grupos laborales, comunitarios y ambientales cuestionan de diversas

formas (implícita si no explícitamente) los criterios de producción basados en los

valores de mercado y la utilidad. Además, la fuerza de trabajo humana, la organi-

zación de la comunidad y el ambiente son, todos, "condiciones de producción",

por lo cual están politizados y regulados de diversas maneras por el estado.

Em pero, en el pensamiento de la m ayoría de los dirigentes laborales, comunita-

rios y ambientales el socialismo (de cualquier tipo) y la ecología siguen siendo una

contradicción en los términos. Se sigue viendo. a los socialistas como "productivis-

tas", a los verdes como "antiproductivistas". La mayoría de los socialistas siguen pen-

sando que la ecología no es otra cosa que una ideología de la austeridad o simple-

mente un sistema para garantizarle espacios de recreación a la clase media y media

alta. La mayor parte de los verdes creen que el socialismo es una ideología que pro-

rismo y el socialismo de vieja escuela: una distribución más adecuada de la riqueza

y el ingreso, a fin de que la pobreza ya no lleve a los productores a degradar la natu-

raleza por sus mismas necesidades materiales. Incluso en el Norte los ambientalis-

tas han mostrado una sensibilidad cada vez mayor a los problemas de equidad, por-

que normalmente el impacto de la reforma ambiental ha sido regresivo: la

contaminación del lugar de trabajo y por desechos tóxicos afecta de manera des-

proporcionada a las minorías y a los estratos de bajos ingresos. La segunda solución

es la opuesta de la que plantean laboristas y socialistas: crecimiento lento, creci-

miento cero o crecimiento sustentable (hay diferentes versiones). El crecimiento

lento o nulo de la producción reduce el uso de la naturaleza como grifo y sumi-

dero de la producción humana, con lo cual (se cree) se reducen tanto la mengua

y el agotamiento de recursos como la contaminación de todos tipos.

Como una distribución significativamente más equitativa de la riqueza y el ingre-

so perjudicaría los incentivos económicos, parecería que la mayor igualdad dismi-

nuiría la producción y volvería más lenta la tasa de crecimiento económico. Si se

la ve así, la posición verde es totalmente coherente. El problema es que en una eco-

nomía capitalista una política de crecimiento lento o nulo crearía una crisis econó-

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mueve el crecimiento sin límite ni fin. El efecto: los grupos comerciales y otros uti-

lizan las falsas elecciones entre "empleo o m edio", "la capitalización de la tierra y el

crecimiento económico o los valores de la comunidad", y "el desarrollo económico

o la sociedad sustentable", como un práctico esquem a para dividir y conquistar.

Históricamente, los socialistas occidentales han buscado dos soluciones para la

condición del trabajo. La primera es una distribución más equitativa de la riqueza

y el ingreso. La segunda son niveles más altos de productividad y producción (lo

que a veces ha sido visto como una condición de mayor igualdad) Se requiere

mayor productividad para crear m ás tiempo libre o de ocio; se requiere mayor pro-

ducción para expandir el pastel económico y acallar las luchas por la rebanada de

pastel de la que se apropian las diferentes clases. Esta soluciones se acercan m ás o

menos a los programas de los viejos partidos socialista, socialdemócrata y laborista

tal como funcionaron durante los setenta (y en algunos países a lo largo de los

ochenta).

Esta forma de pensar tiene por lo menos dos problemas. Uno es que en una

sociedad capitalista (por muy "reformada" que sea) es casi seguro que una distri-

bución equitativa de la riqueza y el ingreso menguará los incentivos económicos y

promoverá también inquietud política de la derecha, perjudicando así la produc-

tividad y la producción. El segundo es que la productividad y la producción en

expansión suelen presuponer un nivel más alto (no más bajo) de explotación del

trabajo, que a su vez depende de la premisa de más (no menos) desigualdad eco-

nómica.

Por su parte, los verdes tienen también dos soluciones generales para el estado

degradado de la naturaleza. La primera es la misma que la que promueven el labo-

mica que, a su vez, llevaría a más degradación ecológica cuando las empresas se

desesperan por reducir los costos de diversas maneras. Sería posible una alianza

entre laboristas (y socialistas) y verdes, en torno a la redistribución de la riqueza y

el ingreso. Pero en la economía capitalista tal redistribución perjudicaría la pro-

ductividad y la producción, y generaría una crisis económica, lo cual afectaría de

manera adversa tanto a los laboristas (y socialistas) como a los verdes.

Evidentemente no existen maneras de entablar una alianza entre los laboristas

(y los socialistas) y los ve rdes,

d a d a l a f o r m a e n q u e s u e l e p l a n t e a r s e e l p r o b l e m a .

(Las

principales excepciones son las alianzas entre laboristas y la comunidad contra la

contaminación del lugar de trabajo y de la comunidad.) Para los verdes los socia-

listas son parte del problema, no de la solución; para los laboristas y los socialistas,

los verdes son parte del problema, no de la solución. Los primeros asocian a los

verdes con los recortes y la austeridad; los segundos identifican a los laboristas y

socialistas con tasas más altas de crecimiento económico y, por ende, con la no sus-

tentabilidad ecológica. La única salida de esta trampa consiste en redefinir el pro-

ductivismo: una sociedad puede alcanzar niveles altos de productividad mediante

el reuso eficiente, el reciclado de materiales y demás; reduciendo el uso de ener-

gía y los viajes de ida y de vuelta al trabajo en ciudades verdes reformadas; emplear

la agricultura orgánica para impedir la "banda sinffn de los pesticidas", y así suce-

sivamente, incluyendo sobre todo retirarle el carácter de mercancías al trabajo y a

la tierra. Por lo tanto el productivismo socialista

e c o l ó g i c o y

la racionalidad ecológi-

ca no son incompatibles.

Tanto no socialistas como muchos ex socialistas han declarado que, en la teoría

y en la práctica, el "socialismo real" está "muerto". En materia teórica, los teóricos

posmarxistas de la democracia radical están terminando lo que consideran es la

316

AMES O'CONNOR

autopsia definitiva del socialismo. En la práctica, en el Norte, el socialismo se ha

trivializado y convertido en una especie de capitalismo del bienestar. En Europa

Oriental, da la impresión de que se dejó pasar, hace casi treinta años, la oportuni-

dad del socialismo democrático, y el socialismo ha sido derrocado. En el Sur la

mayoría de los países socialistas están introduciendo incentivos de mercado, refor-

mando la estructura impositiva y adoptando otras medidas que, según esperan, les

permitirán encontrar sus respectivos nichos en el mercado mundial. Por doquier

la economía de mercado y las ideas democráticas liberales, del lado de la derecha,

y las ideas democráticas radicales del de la izquierda, parecen estar derrotando al

socialismo y a las ideas socialistas.

Entre tanto, ha aparecido una fuerza nueva y poderosa en la política mundial,

un movimiento ecológico o verde que pone en primer lugar al planeta y hace de

la preservación de su integridad ecológica la cuestión primordial. La aparición

simultánea del mercado libre y de los verdes, junto con la declinación del socia-

lismo, sugiere que el capitalismo tiene un aliado en su guerra contra el socialis-

mo. Y de hecho resulta ser así. La mayoría de los verdes, si no todos, descartan el

socialismo por irrelevante. Algunos lo atacan por peligroso. Son especialmente

SOCIALISMO Y ECOLOG ÍA

17

con la rentabilidad y la expansión del capitalismo global, por ejemplo la conserva-

ción de recursos para la rentabilidad a largo plazo y la reglamentación de la con-

taminación orientada hacia las utilidades, o su abolición. Suelen estar aliados con

intereses nacionales e internacionales. En Estados Unidos hay reformistas ambien-

tales, cabilderos, abogados y otros, que se asocian con la mayoría de las organiza-

ciones que integran el famoso grupo de los diez .

En cuanto a la ecología, por todas partes está por lo menos teñida de populis-

mo, convertida en una política de resentimiento no sólo contra las grandes empre-

sas, el estado nacional y la planeación central, sino también contra el ambientalis-

mo convencional.

Así, la ecología (en este sentido) se asocia con el "localismo", que por lo gene-

ral se ha opuesto a los poderes centralizadores del capitalismo. Si sumamos dos

más dos podemos llegar a la conclusión de que la ecología y el localismo, en toda

la riqueza de sus variedades, se han combinado para oponerse tanto al capitalismo

como al socialismo. Ambas son su mutuo contenido y contexto. La descentraliza-

ción es una expresión de cierto tipo de relación de producción social, histórica-

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rápidos para denunciar a aquellos a los que acusan de tratar de apropiarse de la

ecología para el marxismo.

2

El famoso lema verde, "Ni a la izquierda ni a la dere-

cha, adelante", habla por sí mismo.

3

Pero la mayoría de los verdes tampoco son amigos del capitalismo, como que-

da claro en su lema. Entonces se plantea la duda: ¿con quién o con qué están alia-

dos? La respuesta franca es "con los agricultores en pequeño y los comerciantes

independientes", es decir, con los que solían llamarse el "campesinado" y la

"pequeña burguesía"; con los visionarios y p lanificadores de las "ciudades vivibles";

con los tecnócratas de "lo pequeño es hermoso", y con artesanos, cooperativas y

otros involucrados en la producción ecológicamente amistosa. En el Sur los verdes

apoyan en general la producción descentralizada organizada dentro de la política

comunal aldeana; en el Norte se identifican con la política municipal y local de

todas clases.

A manera de contraste, a los ambientalistas convencionales se los podría deno-

minar "verdes ficticios".

4

Apoyan las reglamentaciones ambientales congruentes

2

Es una burda simplificación del pensamiento y la política verdes, que varían de un país a otro y

que también están experimentando cambios internos.

En

Estados Unidos, por ejemplo, donde históri-

camente el marxismo ha sido hostil a la ecología, los "verdes de izquierda" se asocian con el anarquis-

mo o el socialismo libertario.

3

Este lema fue acuñado por un cofundador conservador de los verdes alemanes y popularizado en

Estados Unidos por los verdes antisocialistas del

new age

F. Capra y C. Spretnak. Huelga decir que los

verdes de izquierda, de la variedad que fuesen, nunca lo aceptaron.

4

Se usa "ambientalistas convencionales" para identificar a quienes están tratando de salvar al capi-

talismo de sus tendencias ecológicamente autodestructivas. Muchas personas que se denominan a sí

mismas -

ambientalistas" están enajenadas por el capitalismo global y son hostiles a él, y tampoco se iden-

tifican necesariamente con lo "local" (véase más adelante).

mente asociada con la propiedad obtenida por el propio esfuerzo y la empresa en

pequeña escala. La ecología es una expresión de cierto tipo de relación entre los

seres humanos y la naturaleza, relación que hace énfasis en la biodiversidad, la

integridad de los ecosistemas locales y regionales y cosas por e l estilo. Juntos, la e-

cología y el localismo constituyen la crítica política y económica del capitalismo (y

del socialismo de estado tradicional) más visible que existe hoy.

Dejando de lado el hecho de que tanto la ecología como el localismo se oponen

al capital global y al estado nacional, hay dos razones esenciales por las que pare-

cen ser aliados naturales. Primero, la ecología subraya la especificidad de la sede

del intercambio entre la actividad material humana y la naturaleza y, por lo tanto,

se opone lo mismo a la valoración abstracta de la naturaleza que hace el capital y

a la idea de la planeación central de la producción de los enfoques centralistas de

los asuntos globales en general.

5

Los conceptos de especificidad de la sede de la

ecología, la economía local de subsistencia o semiautárquica, los principios de

autoayuda comunitaria y las formas de democracia directa parecen sumamente

.

congruentes.

Segundo, el concepto socialista de las masas ha sido desconstruido y rempla-

zado por una nueva "política de identidad" y "política del lugar" en las cuales se

concede el lugar de honor a los factores culturales y ecológicos, respectivamente.

La idea de la especificidad de las identidades culturales parece fusionarse fácil-

mente con la especificidad de la sede de la ecología en el contexto de un concep-

to de trabajo social definido en términos ecogeográficos. Los ejemplos m ás impac-

5

M a r t i n O ' C o n n o r

escribe: "Una de las ambivalencias notables de muchos autores de cuestiones

'ambientales' es su tendencia a recurrir a soluciones atoritarias, es decir, basadas en el elitismo ético.

Un ejemplo son las incómodas posturas que se encuentran en la compilación de Herman Daly, de 1973,

Stady-state econornics.

318

AMES O'CONNOR

tantes en la actualidad son las luchas de los pueblos indígenas por mantener intac-

tas tanto sus culturas como sus sociedades de subsistencia. En este caso la batalla

por salvar las culturas locales y los ecosistemas locales resulta ser dos caras diferen-

tes del mismo esfuerzo.

Por su parte (como se señaló), la mayor parte de la izquierda tradicional, así

como los sindicatos, siguen estando concentrados en mejorar la productividad, el

crecimiento y la competitividad internacional, es decir en empleos y salarios, o más

trabajo asalariado; no en abolir la explotación sino (si acaso) en ser menos explo-

tados. Esta parte de la izquierda no quiere que la vuelvan a encontrar defendien-

do políticas que puedan identificarse con la austeridad económica , o que en opi-

nión de los dirigentes laborales puedan poner en peligro los logros económicos

previos alcanzados por la clase trabajadora. (Es obvio que las luchas de los sindica-

tos obreros por conseguir condiciones sanas y seguras dentro y fuera del sitio de

trabajo se conectan de formas positivas con luchas ecológicas más amplias.) La

mayoría de quienes se oponen a que continúen el crecimiento y el desarrollo son

ambientalistas convencionales de las clases medias urbanas, que tienen los bienes

de consumo que desean y también el tiempo y el conocimiento para oponerse a

S

O C I A L I SM O Y E C O L O G Í A

19

el Sur hay millares de organizaciones, algunas electorales, que tienen una pers-

pectiva de izquierda verde, y los movimientos tanto rurales como urbanos (por

ejemplo el de los Sin Tierra de Brasil y los zapatistas de México) que plantean cues-

tiones ecológicas junto con problemas socioeconómicos y políticos. En los grandes

países subimperialistas del Sur (como Brasil, México, India), donde son más agu-

das las contradicciones del desarrollo combinado y desigual, hay nuevos movi-

mientos ecológicos que convocan a muchos miembros de la clase trabajadora tra-

dicional y también a los nuevos movimientos "campesinos" preocupados por los

asuntos ecológicos. Y no debemos olvidar los experimentos de Nicaragua y de

Cuba, que combinaron políticas dirigidas a profundas reformas ambientales con el

populismo y el socialismo tradicional de estado, respectivamente.

6

Hay buenas razones para creer que éstas y otras tendencias ecosocialistas, por

tentativas y experimentales que sean, no son promesas vanas, y que nos permiten

hablar de ecología y socialismo como si

no

hubiese contradicción en los términos

(obviamente esto ocurre sobre todo con los movimientos de ecología

u r b a n a

radi-

cal). O, por expresarlo de otra manera, hay buenas razones para pensar que las

contradicciones mismas del capitalismo mundial han creado las condiciones de

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políticas y prácticas ecológicamente peligrosas. Por lo tanto, parecería que cual-

quier esfuerzo por encontrarle a la clase trabajadora un lugar en esta ecuación, es

decir, cualquier intento por reunir el trabajo (y el socialismo) con la ecología está

condenado al fracaso desde su inicio.

Sin embargo, en todos los países destacados del mundo ha hecho su aparición

una política verde de izquierda de diferentes tipos. Una iniciativa audaz en el m un-

do desarrollado es la Alianza de Nueva Zelanda, organizada en 1991, que reúne

a los verdes, el movimiento por la autodeterminación de los maoríes, el Nuevo Par-

tido Laborista y otros partidos pequeños. En los ochenta el Partido Verde alemán

fue posiblemente el grupo verde de izquierda de mayor influencia en el mundo.

En general los países de Europa Occidental tienen una gran variedad de tenden-

cias verdes de izquierda y de izquierda verde. El Partido Verde de Izquierda de

Holanda y el Partido Socialista Verde de Noruega, por ejemplo, son esfuerzos deli-

berados por fusionar tendencias políticas verdes rojas a través de la vía parlamen-

taria. La Alternativa Verde Roja de Francia y la Red Verde-Roja, de Gran Bretaña,

son agrupaciones minúsculas que, sin embargo, han generado influyentes ideas

teóricas y prácticas. También se podrían mencionar los congresos verdes del Nue-

vo Partido Democrático de Canadá, y los movimientos de Estados Unidos que tra-

tan de reducir y eliminar las sustancias tóxicas y luchar por la justicia ambiental;

estos últimos están bajo la marcada influencia de la obra de Barry Commoner,

quien promueve la reducción en el punto de origen, el "gobierno social de la

tecnología" y la planeación económica basada en una "profunda comprensión

científica de la naturaleza". En el Norte hay también muchos grupos de solidaridad

verdes de izquierda/de izquierda verde, así como un reverdecimiento —aunque

renuente y titubeante— de los partidos laboristas, socialistas y (ex) comunistas. En

una tendencia socialista ecológica. Estas razones pueden agruparse bajo dos enca-

bezados generales; el primero tiene que ver con las causas y efectos de la crisis

social y ecológica mundial desde mediados de los setenta hasta la actualidad. El

segundo se relaciona con la naturaleza de las cuestiones ecológicas clave, la mayo-

ría de las cuales son de alcance nacional e internacional, así como local.

Primero, la vitalidad del capitalismo occidental desde la segunda guerra mun-

dial se ha basado en gran medida en la externalización masiva de los costos socia-

les y ecológicos de producción. Desde que se desaceleró el crecimiento económi-

co mundial, a mediados de los setenta, las preocupaciones del socialismo y de la

ecología se han vuelto más apremiantes que nunca antes. La acumulación de capi-

tal por medio de la crisis" durante las dos últimas décadas de lento crecimiento en

Occidente ha producido efectos aún más devastadores, no sólo sobre la distribu-

ción de la riqueza y el ingreso, las normas de justicia social, el trato a las minorías

y demás, sino también sobre la integridad de la comunidad y del ambiente. La fra-

se que mejor resume esto es: "un desequilibrio acelerado de la naturaleza (huma-

6

"Los movimientos sociales inscritos en la la perspectiva ambiental del desarrollo en los países del

tercer mundo incorporan [.. .] un concepto de am biente mucho más rico y complejo que

el

que mani-

fiestan los políticos conservacionistas y los movimientos ecologistas de los países centrales [...] Las afir-

maciones de los movimientos ambientales, incluso cuando incorporan el derecho al acceso democráti-

co a recursos y condiciones para el equilibrio ecológico con un desarrollo sustentable, no se guían por

una racionalidad ecológica. El ambientalismo no pretende restablecer las condiciones 'naturales' de la

inserción de la especie humana en la naturaleza, sino incorporar más bien las condiciones ecológicas y

naturales en la coyuntura de las condiciones sociales que determinan el desarrollo humano y el de cada

comunidad, así como satisfacer necesidades y demandas culturalmente definidas", Enrique Leff, "The

environmental movement in Mexico and Latin America",

Ecología: Pol í t ica/Cul tura,

2, 6, noviembre de

1988, traducción de Margaret Villanueva.

320

A M E S O ' C O N N O R

nizada)". Desde el punto de vista social ha habido más pobreza desgarradora y má

s

minos ambientales se han acelerado el envenenamiento tóxico de regiones ente-

ras, la producción de sequías, el adelgazamiento de la capa de ozono, el efecto

invernadero, el embate contra la biodiversidad, los bosques tropicales y la vida sil-

vestre. Las cuestiones de justicia socioeconómica y ecológica se han hecho presen-

tes como en ningún otro periodo de la historia; de hecho, está cada vez más claro

que son dos caras del mismo proceso histórico.

Debido a la tasa de crecimiento relativamente lenta de la demanda del merca-

do mundial desde m ediados de los setenta, las empresas capitalistas han sido

menos capaces de defender o restaurar las utilidades expandiendo sus mercados y

vendiendo más mercancías en mercados de

boom .

Más bien los capitales, grandes

y pequeños por igual, han intentado salvarse de una crisis cada vez más profunda

sobre todo mediante la expansión de las exportaciones y la reducción de costos, así

como elevando la tasa de explotación del trabajo, agotando recursos y subvirtien-

do la integridad de la comunidad local.

SOCIALISMO Y ECOLOGÍA

21

mo y las cuestiones relativamente nuevas ("nuevas" en términos de la percepción

del público) de la ecología. El capitalismo mismo se convierte en una especie de

casamentero entre el socialismo y la ecología o, con mayor cautela, si todavía no

hay perspectivas de matrimonio hay por lo menos posibilidades de compromiso.

El segundo punto es que la mayoría de los problemas ecológicos del mundo no

pueden verse adecuadamente en el nivel local (ecológico/geográfico). Una razón

de ello tiene que ver con el concepto verde de "especificidad de la sede", que sig-

nifica que en cualquier área o región determinada existe una gran diversidad de

condiciones y que, por lo tanto, una unidad de producción ecológicamente racio-

nal es, por necesidad, de pequeña escala; es decir, la especificidad de la sede se

identifica (erróneamente) con lo "local". Pero en realidad no se refiere exclusiva

ni principalmente a la escala de operaciones involucrada en la actividad producti-

va, sino también (o más bien) a la relación inevitable entre esta actividad y sus

c o n -

diciones

necesarias, que en términos de escala pueden ser de alcance regional,

nacional o hasta global. La reproducción de las pesquerías, por ejemplo, presupo-

ne que la industria pesquera es capaz de manejar las consecuencias de su actividad

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Esta "restructuración socioeconómica" tuvo efectos dobles. La reducción de cos-

tos ha hecho que muchos, quizá la mayoría de los capitales, externalizasen cada vez

más costos sociales y ambientales o prestasen menos atención al ambiente global,

la contaminación, el agotamiento de recursos, la salud y seguridad de los trabaja-

dores así como la seguridad de los productos (elevando al mismo tiempo la efi-

ciencia del uso de energía y materias primas en las fábricas). Así, la moderna crisis

ecológica se ve agravada y profundizada como resultado del modo en que el capi-

talismo se ha reorganizado para superar su última crisis económica.

Además, nuevas y más profundas desigualdades en la distribución de la riqueza

y del ingreso son resultado del incremento mundial de la tasa de explotación del

trabajo. Por ejemplo, en Estados Unidos, durante los ochenta y principios de los

noventa, el ingreso por propiedades aumentó tres veces más rápido que el ingre-

so promedio por salarios, que ha estado estancado durante 20 años. Las tasas más

altas de explotación han dependido también de la capacidad de abusar de los tra-

bajadores indocumentados y hacer retroceder a sindicatos, partidos democráticos

sociales y, en general, a las luchas por la justicia social, sobre todo en el Sur. No es

casual que en aquellos lugares del mundo en los cuales la degradación ecológica

es mayor —Centroamérica, por ejemplo—, haya más pobreza y lucha de clases. La

feminización de la pobreza es también parte central de esta tendencia a la des-

trucción ecológica. La clase obrera, las minorías oprimidas, las mujeres y los

pobres rurales y urbanos de todo el mundo son los grupos que más sufren la explo-

tación tanto económica como ecológica. Las cargas de los "ajustes económicos" y

de la destrucción ecológica, por igual, recaen desproporcionadamente sobre estos

grupos.

El capitalismo expuesto a la crisis y de-pendiente de ella ha obligado a que en la

primera línea del programa político aparezcan los temas tradicionales del socialis-

para sus propias condiciones necesarias (por ejemplo un océano limpio, pesque-

rías sanas en otros lugares, etc.). Estas condiciones no pueden ignorarse, ni se pue-

den externalinr sus costos, sin perjudicar la capacidad reproductiva de la actividad

en cuestión. Incluso (o especialmente) cuando la degradación de sistemas ecoló-

gicos locales tiene soluciones locales, se requiere algún mecanismo de planeación

para integrar lo local en lo "general" o "total". En relación con la agricultura,

Richard Levins escribe que

puede parecer que la producción en gran escala es, en sí misma, enemiga de la sensibilidad

ecológica a las condiciones locales y al imperativo de la diversidad. Pero es un error de con-

cepción. La unidad de planeación (por ejemplo de co ntrol de plagas) tiene que ser lo bas-

tante grande como

par a

permitir precisamente la integración de la diversidad

de condicio-

nes, mientras que la unidad de producción será mucho más pequeña y reflejará las

necesidades de los patrones de cultivo en mosaico, en callejones y de policultivos.

7

La mayoría de los problemas ecológicos, así como los problemas socioeconómi-

cos que son causa y efecto de los primeros, no pueden resolverse

s ó l o

en el nivel

local.

Tam bién

se requiere planeación regional, nacional e internacional. Después

de todo la esencia de la ecología es la interdependencia de sed es específicas y pro-

blemas, y la necesidad de ubicar las respuestas locales en contextos regionales,

nacionales e internacionales, es decir, subordinar lo local y lo central en nuevas

formas socioeconómicas y políticas democráticas.

Se requieren prioridades nacionales e internacionales para manejar el proble-

7

Richard Levins, "The struggle for ecological agriculture in Cuba",

Capital ism, Nature , Soc ial ism,

5,

octubre de 1990.

322

A M E S O ' C O N N O R

ma del abasto de energía y de los recursos no renovables en general, no sólo para

la generación actual sino, sobre todo, para las generaciones futuras. La disponibi-

lidad de otros recursos naturales, el agua, por ejemplo, es sobre todo una cuestión

regional, pero en muchos lugares del globo es un problema nacional o interna-

cional. Lo mismo puede decirse de muchos bosques. O tomemos el problema del

agotamiento de los suelos, que parece ser local o específico de una sede. En la

medida en que haya problemas de cantidad y calidad del suelo o del agua en los

grandes países exportadores de alimentos, como Estados Unidos, por ejemplo,

también se ven afectados los países que importan los mismos. Además, la conta-

minación industrial y agrícola de todos tipos rebasa las fronteras locales, regiona-

les y nacionales. Ejem plos obvios de ello son la contaminación de los mares, la llu-

via ácida, la reducción de la capa de ozono y el calentamiento global.

El localismo presenta el riesgo, además, de que la gente base su resistencia al

neoliberalismo y el globalismo sólo en un sentido de lugar, y no también en la sub-

jetividad del trabajo, las mujeres, las culturas campesinas, las minorías oprimidas y

así sucesivamente.

8

Está también, por último, el problema de la equidad o de la distribución. Los

SOCIALISMO Y ECOLOGÍA

23

dad nacional e internacional de la mano de obra, la mayor emigración e inmigra-

ción y una explosión del comercio y la inversión exteriores, también estamos

hablando de problemas que tienen soluciones exclusiva o principalmente nacio-

nales e internacionales.

Finalmente, si nos ocupamos de la cuestión de la tecnología y su transferencia,

y de la relación entre las nuevas tecno logías y las ecologías locales, regionales y glo-

bales, puesto que la tecnología dominante y su transferencia están más o menos

monopolizadas por las empresas internacionales y los estados-nación, nos encon-

tramos con otra cuestión nacional e internacional.

En síntesis, tenemos buenas razones para creer que tanto las causas como las

consecuencias —y también las soluciones— de la mayoría de los problemas ecoló-

gicos son nacionales e internacionales (es decir, se relacionan con las economías

nacionales y la economía global). Y, por lo tanto, para pensar que, lejos de ser

incompatibles, el socialismo y la ecología pueden hacer una buena combinación.

El socialismo necesitará a la ecología porque ésta hace énfasis en la especificidad

de la sede y la reciprocidad, así como en la importancia fundamental de los inter-

cambios materiales dentro de la naturaleza y entre la sociedad y la naturaleza. La

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recursos varían enormemente de un lugar a otro, con lo que se hace necesaria

alguna autoridad central que redistribuya la riqueza y el ingreso de los distritos

ricos a los pobres. Asimismo, "un argumento válido para canalizar recursos a cier-

tos segmentos de la población y para tener un firme control sobre el flujo de los

mismos es el alto grado de desigualdad que suele existir en los países del tercer

mundo [y entre éstos y el Norte, J. O'Connor] ",

Si ampliamos ei concept» ue ettilu

g rd

para incluir

los ambiente.

urbanos.

los

problemas de transporte urbano y congestionamiento, las rentas y las viviendas

caras, y las drogas (aparentes problemas locales que se prestan a soluciones loca-

les), resulta que se trata de cuestiones globales relativas a la especulación financie-

ra, a la forma en que funcionan los mercados hipotecarios y a cómo se asigna en

todo el mundo el capital monetario; a la pérdida de mercados externos para mate-

rias primas Ilegales" y alimentos en los países productores de drogas, y a la falta de

estructuras de planeación regionales, nacionales e internacionales orientadas a las

necesictaue.

-

aii.atza..1.1

e.

Si ampliamos el concepto de

ecología par.

i

ncl

u

i

r

también la relación entre la

salud y el bienestar humanos y los factores ambientales,

dadas la

creciente movili-

8

Por ejemplo, "La única visión polí t ica que ofrece algu na esperanza

de

salvación está basada en una

comprensión del lugar, un arraigo, un profundo c ompromiso y un a resacral ización del mismo. Al l í t ie-

ne que comenzar cualquier estrategia de resistencia a l monolito industrial y a sus comerciantes de la

muerte; a l l í t iene qu e basarse c ualquier programa de restauración y revita l ización", Kirkpatric Sale,

"What Columbus discovered",

The Nat ion ,

22 de octubre de 1990, p. 446.

9

jan Lundquist, "Right food, right way, and right people", versión revisada de un trabajo presenta-

do a un grupo de estudio, lamine research and food production systems", Universidad de Friburgo,

10-14 de noviembre de 1989.

ecología necesita al socialismo porque éste destaca la planeación democrática y el

papel clave de los intercambios sociales entre los seres humanos. En contraste, las

organizaciones populares o los movimientos restringidos a la comunidad, la muni-

cipalidad o la aldea, no pueden manejar eficazmente por sí mismos la mayoría de

los aspectos tanto económicos como ecológicos del carácter destructivo del capita-

lismo global, y menos aún la dialéctica destructiva entre crisis económica y crisis

ecológica.

Si

asumimos

que la ecología y el socialismo se presuponen mutuamente, la pre-

gunta lógica es por qué no se han reunido antes, por qué se ve el marxismo como

especialmente hostil a la ecología, y viceversa. Por plantear esta pregunta de otra

manera, ¿dónde se equivocó el socialismo, ecológicamente hablando?

La visión habitual y (en mi opinión) correcta es que el socialismo se definió

como un movimiento que completaría las tareas históricas de cumplir las prome-

sas del capitalismo. Esto significaba dos cosas: primero, el socialismo incorporaría

un contenido social y político real a las declaraciones formales del capitalismo'en

lo tocante a la igualdad, la libertad y la fraternidad. Segundo, realizaría la prome-

sa de abundancia material que el capitalismo agobiado por las crisis era incapaz de

cumplir. La primera tiene que ver con los significados éticos y políticos del socia-

lismo; la segunda con su significado económico.

Desde

hace mucho tiempo resulta evidente para

c as i

todos que esta construc-

ción del socialismo fracasó en ambas aspiraciones. Primero, en lugar de una socie-

dad política ética, en la cual el estado esté subordinado a la sociedad civil, tenemos

el estado burocrático del partido, y con ello una justificación del intento posmar-

xista de reconciliar las demandas de justicia social con el liberalismo.

Segundo, y en relación con el primer punto, en lugar de abundancia material

324

325

A M E S O ' C O N N O R

tenemos la crisis económica del socialismo, y por ello el esfuerzo posmarxista por

reconciliar no sólo las demandas de justicia social y el liberalismo, sino también

estas dos cosas con los mercados y los incentivos del mercado.

Sin embargo, al aclarar estos dos fracasos obvios perdemos de vista otros dos

asuntos que en los últimos diez a veinte años se han trasladado al centro de los deba-

tes políticos. El primero es que la construcción ética y política del socialismo que se

tomó prestada de la sociedad burguesa descartó toda práctica ética-política que no

estuviese más o menos absolutamente centrada en la persona, y también minimizó

o descartó la reciprocidad y la "verdad discursiva". El segundo es que el concepto

económico de abundancia que se tomó en préstamo (con ciertas modificaciones,

desde luego) del capitalismo descartó toda práctica material que no hiciese pro-

gresar a las fuerzas productivas, incluso cuando esas prácticas estaban ciegas ante la

economía de la naturaleza. Tal vez el ejemplo más grotesco fuese el plan de S tal in

para reverdecer Siberia, que afortunadamente nunca se puso en práctica.

Estas dos cuestiones o fallas, una relativa a la política y la ética, la otra a la rela-

ción entre economía humana y economía de la naturaleza, se vinculan con el fra-

SOCIALISMO Y ECOLOGÍA

humanos tiene do s caras, es decir, que es tanto una relación social como un a rela-

ción material; en otras palabras, que la producción capitalista producía y reprodu-

cía un m odo específico de explotación y una estructura de clase particular, además

de la base material de la sociedad. Pero por su decisión de demostrar que la vida

material es también vida social Marx solía minimizar el hecho opuesto, e igual-

mente importante, de que la vida social es también vida m aterial. Por plantearlo en

otros términos, en la formulación "la vida material determina la conciencia" Marx

destacó la idea de que, como la vida material está organizada socialmente, las rela-

ciones sociales de producción determinan la conciencia. Silenció el hecho igual-

mente cierto de que, puesto que la vida material es también el intercambio entre

los seres humanos y la naturaleza, estas relaciones materiales o naturales también

determinan la conciencia. Una cantidad de personas han señalado esto enérgica o

débilmente, aunque esas opiniones nunca se han integrado y desarrollado en una

versión revisada de la concepción materialista de la historia.

Se ha sugerido también

po r q ué

Marx destacó la historia (aunque hasta el punto

de excluir la cultura) y minimizó la naturaleza. La razón es que el problema al que

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caso del materialismo histórico mismo. Por lo tanto tienen que tratarse en térmi-

nos metodológicos, así como teóricos y prácticos (véase el capítulo 1).

El materialismo histórico tiene dos grandes fallas. Marx tendía a abstraer sus

discusiones sobre el trabajo social, es decir las divisiones del trabajo, tanto de la cul-

tura como de la naturaleza. Ni en su obra ni en el materialismo histórico tradicio-

nal podemos encontrar un concepto complejo y desarrollado del trabajo social que

incluya al mismo tiempo la cultura de la sociedad y la economía de la naturaleza.

La primera falla es que la concepción tradicional de las fuerzas productivas

ignora o minimiza el hecho de que estas fuerzas son de naturaleza

social,

y que

incluyen el modo de cooperación, que está profundamente marcado por normas

y valores culturales específicos.

La segunda falla es que la concepción tradicional de las fuerzas productivas tam-

bién minimiza o ignora el hecho de que estas fuerzas son de carácter tanto social

como

naturaL

Vale la pena recordar que el mismo Engels llamó al marxismo la "concepción

materialista de la historia", donde "h istoria" es el sustantivo y "m aterialista" el adje-

tivo. Los marxistas se saben de memoria la expresión "en la vida material se pro-

ducen y reproducen las relaciones sociales entre personas", pero no conocen ni

mucho menos tan bien otra expresión importante: "en la vida social se producen

y reproducen las relaciones materiales entre la gente y la naturaleza . Están_ muy

familiarizados con el "proceso de trabajo" en el cual los seres humanos son agen-

tes activos, y mucho menos con el "proceso de espera" o "proceso de atención"

característico de la agricultura, la silvicultura y otras actividades basadas en la natu-

raleza en las cuales los seres humanos son más bien socios pasivos y, más en gene-

ral,

en las cuales ambas pactes son "activas" de maneras complejas e interactivas.

Marx insistía constantemente en el tema de que la actividad material de los seres

Marx se enfrentaba en su época era el de demostrar que las relaciones de propie-

dad capitalistas eran históricas, no naturales. Pero estaba tan co ncentrado en criti-

car a quienes naturalizaban, y por lo tanto reificaban, las relaciones de producción

capitalistas, la competencia, el mercado mundial y demás, que no destacó lo bas-

tante el hecho de que el desarrollo de las formas de "segunda naturaleza" de fac-

tura humana no vuelven menos natural a lo natural. Ése fue el precio que pagó po r

convertir el materialismo pasivo d e Feuerbach y el idealismo activo de Hegel en su

propia versión de materialismo activo. Como escribió Kate Soper, "La realidad es

que en su ansia de rehuir la imputación de reduccionismo biológico, el marxismo

ha sabido ser presa de una forma de reduccionismo antiética, que al sostener el

dominio d e los factores sociales sobre los naturales hace desaparecer por entero la

existencia de lo biológico."

1 °

Luego S oper reclama una "biología social". Nosotros

podríamos reclamar también una "química social", una "hidrología social", y así

sucesivamente, es decir, una "ecología social", que para los socialistas significa "eco-

logia socialista".

Los verdes están obligando a los rojos a prestarle mucha

aaición a los inter-

cambios materiales entre personas y naturaleza y al tema general de la explotación

biológica, incluida la explotación biológica de la mano de obra, así como a adop-

tar una sensibilidad ecológica. Algunos rojos ha n tratado de enseñarles a los ver-

des a prestar más atención a las relaciones de producción capitalistas, la compe-

tencia, el mercado mundial y demás; a sensibilizarlos hacia la explotación del

trabajo y los temas de la crisis económica y el trabajo social. Y las feministas han

estado enseñándoles tanto a los verdes como los rojos a prestarle atención a la esfe-

ra de la reproducción y, en general, del trabajo de la mujer.

lo Citado por Ken P ost , "In defense of matertall. tic history", Socialism in the

World,

74-75, 1989, p. 67.

326

JAMES O'CONNOR

¿Qué significa políticamente un socialismo verde? L a conciencia verde quiere

que pongam os "la tierra primero", lo cual, políticamente, puede significar lo que

uno quiera. Como ya se mencionó, lo que la mayoría de los verdes quieren decir

en la práctica, la m ayor parte del tiempo, es la política del localismo. En contraste,

la teoría y la práctica rojas puras han destacado, históricamente, lo "central".

Subordinar socialismo y ecología no quiere decir, en prim era instancia, definir

una nueva categoría que contenga elementos tanto de uno como de otra pero que

en realidad no es ninguna de ellas. Lo que tiene que subordinarse políticamente

es el localismo (o la descentralización) y el centralismo, es decir, la autodetermi-

nación y la planeación, coordinación y control globalizados de la producción. Para

regresar al tema principal, el localismo,

per se,

no funciona políticamente, y el cen-

tralismo se ha destruido a sí mismo. A bolir el estado no sirve; apoyarse en el esta-

do democrático liberal en el cual la "democracia" tiene un mero significado formal

o en términos de procedimientos no sirve tampoco. En mi opinión la única forma

política que podría funcionar, que podría resultar eminentemente adecuada tan-

to a los problemas ecológicos de la especificidad de la sede como a los asuntos glo-

bales, es un estado democrático: un estado en el cual la administración de la divi-

sión del trabajo social esté organizada democráticamente."

16

¿ UNA P O L ÍT I CA VE RDE RO J A E N E S T A DO S UNI DO S ?

Las perspectivas a corto plazo de que al comenzar el siglo xxi haya un movimiento

político verde rojo en Estados Unidos no son muy buenas. Las crecientes crisis eco-

nómicas y ecológicas de los ochenta y los noventa han llevado a la reconstrucción

de estructuras de dominio y explotación por parte del capital global y de los países

ricos, no a nuevos vehículos de transformación social, a la reforma profunda de las

instituciones sociales y políticas ni a la revolución social. No obstante, hay señales de

que esta situación puede estar cambiando o de que puede ser cambiada por las

minorías oprimidas, los verdes, las feministas y los izquierdistas de distintos tipos.

Un movimiento político verde rojo tiene dos supuestos básicos. Uno es la com-

prensión de las contradicciones actuales de la economía mundial, especialmente

de la cam biante posición de E stados Unidos en el capitalismo global y, por lo tan-

to, del alcance y los límites posibles de la política verde radical. El segundo es una

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Por último, la única forma ecológica que podría funcionar es una fusión de dos

tipos de ecología, la "biología social" de la llanura costera, la meseta, el ciclo hidro-

lógico local y así sucesivamente, y la economía energética, la "climatología social"

regional e internacional y demás del planeta; es decir, en general, la fusión de la

economía de la naturaleza definida en términos locales, regionales e internaciona-

les.

Por

plantear de manera algo diferente la conclusión, néCéXitamos el "socialis-

mo" por lo m enos para volver transparentes las relaciones sociales de producción,

para terminar con el dominio del mercado y el fetichismo de las mercancías, y para

poner f in a la explotación de seres humanos por par te de otros seres humanos;

necesitamos la "ecología" por lo menos para volver transparentes las fuerzas pro-

ductivas sociales, para poner fin a la degradación y la destrucción de la tierra.

II Me doy cuenta de que la idea de un "estado democrático" parece una contradicción en los térmi-

nos, o que por lo menos plantea de inmediato preguntas diffciles acerca de la deseabilidad de la sepa-

ración de poderes, el problema de escala inherente en cualquier descripción coherente de la democra-

cia sustantiva y también la cuestión de cómo organizar —ya ni se diga planear— una división del trabo

social reglamentada nacional e internacionalmente sin un equivalente universal para medir costos y pro-

ductividad (comoquiera que se definan "costos" y "productividad") (cortesía de John Ely). Por otro lado,

vivimos en la actualidad en una democracia burocrática, así que ¿por qué no podríamos tener un esta-

. . . ,

o democrático?

comprensión reflexiva de las partes y potencialidades que constituyen el movi-

miento.

En la actualidad, en Estados Unidos parece haber cinco principales corrientes

verdes radicales.

1

Las dos primeras, la ecología social o anarquismo ecológico y una

variedad del socialismo ecológico, son deliberadamente izquierdistas. Las otras tres

son una mezcla ideológica. Se trata del multiculturalismo y el movimiento por la

justicia ambiental; de la ecología profunda y el biorregionalismo, y del feminismo

ecológico. En la práctica los tres últimos se trasladan en distintos grados con los

dos primeros. Asimismo, las cinco tendencias están marcadas por elementos de

una o más de las otras. Pa ra simplificar el análisis que sigue las cinco se construyen

como tipos ideales más que en términos de la práctica real de los movimientos

verdaderos.

Comenzaré con una breve descripción de una de las principales contradiccio-

nes actuales de la economía mundial y el capitalismo norteamericano. Luego

comentaré la ecología social de M urray Bookchin (o anarcocomunalismo ecológi-

co) y el socialismo ecológico de Barry Commoner. A esto seguirán breves descrip-

ciones de los movimientos por la justicia ambiental, el biorregionalismo y el femi-

nismo ecológico. Mi conclusión es un llamado a quienes representan las cinco

tendencias políticas y teór icas para que desechen las fórmulas políticas gastadas,

que revisen todas las premisas iniciales o supuestos básicos, y que empiecen a des-

'

Si bien el movimiento por la paz se ocupa de problemas ambientales (por ejemplo el armamento

nudear), no es, per

s e ,

un movimiento "verde radical".

[327]

328

J A M E S

o'comNoR

tacar lo que cada una tiene en común con las otras cuatro, actitud esencial desde

el punto de vista de la construcción de alianzas y coaliciones.

De acuerdo con la mayoría de las mediciones las condiciones sociales y ecológi-

cas globales han ido de mal en peor durante los noventa. Si bien nuestros profetas

del desastre no acertaron exactamente sobre la caída de los cielos, sigue siendo

muy real el riesgo de destrucción ambiental global. Y aunque los pesimistas eco-

nómicos tienden a ignorar las diez o doce economías en rápido crecimiento de

Asia y América Latina, el espectro de un derrumbe financiero mundial y una

implosión económica, de una crisis financiera o una depresión, está muy presente

para los principales rectores de la política económica.

La economía: a lo que más se parece el mundo actual es al sombrío modelo

(y

no sólo a ese modelo) que hace bastante más de un siglo retrató Karl Marx en

El

capi taL

2

Los gobiernos y las grandes empresas se están apropiando de más y más

bienes comunes del mundo; más personas se ven reducidas al trabajo asalariado;

más trabajadores asalariados están desempleados, subempleados o infraempleados

(es decir, trabajan de tiempo completo pero tienen un salario insuficiente para

vivir); son más universales la forma mercancía para la satisfacción de necesidades

¿UNA POLÍTICA VERDE ROJA EN ESTADOS UNIDOS?

29

rrido y por qué. Hoy resulta m ejor epígrafe lo opuest o: "El viejo búho cierra sus

alas al amanecer." La razón se rinde precisamente en el momento en que es capaz

de avizorar el futuro.

El riesgo de una estanf lación c omo la de los setenta, qu e culmine en hiperin-

flación, de una deflación de valores del capital y depresión, al estilo de los treinta,

o algún otro mar de problemas econ ómicos derivados del desorden finan ciero glo-

bal, resulta especialmente crítico en el primer decenio del mundo posterior a la

guerra fría.

Esto se debe a que duran te e l periodo posterior a la segun da gu erra mu ndial

Estados Unidos fue una especie de caja registradora para todo el mundo, gracias a

su economía impul sada por el consumo, basa da en que el crédito hipotecario y a l

consu mo, el crédito comercia l y el del gobierno, crecían a un a tas a ma yor que el

au mento de la producción n aciona l real . La producción excedente del exterior,

sobre todo de Japón y del noreste de Asia, que de lo contrario no se podría haber

vendido a precios iguales a los costos de producción más la tasa promedio de uti-

lidad, era absorbida por el mercado norteamericano. El exceso de importaciones

e n r e l a c i ón c o n l a s e x po rt a c i o n e s e n E s t a d o s U n i d o s s e pa g a b a c o n pr é s t a m o s

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y el consumismo; el capital está más concentrado y centralizado; el capital indus-

trial, al igual que el financiero y el de mercancías, está cada vez más internaciona-

lizado; la explotación del trabajo y las desigualdades de riqueza y distribución del

ingreso son mayores; hay una deuda global impagable creciente y posiblemente

riesgo de una crisis o depresión financiera mundial, y la crisis ambiental global

sigue empeorando.

Una de las grandes ironías de nuestros tiempos es que con la destrucción y la

autodestrucción de la URSS la mayoría de la gente piensa que la teoría del capital

de Marx está tan moribunda como los regímenes socialistas de estado que tan mal

la interpretaron y la usaron. La teoría

de

la acumulación y la crisis del capital , plan-

teada inicialmente por Marx y afinada por tres o cuatro generaciones de econo-

mistas marxistas, es el bebé que se tira junto con el agua sucia del socialismo tota-

litario. Justo en el momento en que el capital triunfa globalmente, el máximo

teórico del capital es relegado al nivel de un ideólogo despistado del siglo mx. En

algunos sectores

E l c a p i ta l ,

como texto, se considera algo similar a

M e i n K a m p f

de

Hitler, una declaración de intención del maligno fundador de uno de los dos gran-

des y horribles movimientos totalitarios del siglo xx.

Esta

ironía , o anomalía , está

tan generalizada en la actualidad que nos obliga

a

p o n er a l r e v é s u n a d e l a s l ín e a s

más famosas de Hegel. El gran filósofo dialéctico escribió que "el búho de Miner-

va sólo abre sus alas al anochecer", con el significado de que sólo después de deter-

minado acontecimiento o cambio histórico puede la razón captar lo que ha ocu-

2

"Y no sólo a ese modelo" porque la "segunda contradicción del capitalismo"; el conflicto a muer-

te entre el capital y la naturaleza, corre

p2.-All-la

a la "pera contradicción" entre el capital y el traba-

jo, y se vincula con ella.

externos, lo que permitía que este país viviese muy por encima de sus medios eco-

nómicos.

No obstante, desde la recesión de 1990-1991 Estados Unidos ha estado tratando

de

darle un marcado giro a su política económica. Washington ha procurado redu-

cir el gasto de consumo y fortalecer las exportaciones como principal fuerza para

la recuperación y expansión económicas. La recuperación de la última recesión (si

es que merece llamarse "recuperación" ese débil crecimiento económico de los

últimos años) fue impuls ada primero por el gasto extran jero en bienes y s ervicios

norteamerican os , segundo por el consumo interno y el gas to gubernamen tal . Tal

vez las exportaciones no han tenido que desempeñar un papel tan fun damental

desde l a recuperación económica de l a cris is de l os años 1870, es t imul ada por l as

ventas agrícolas a Europa.

El intento de a l ej ar l a economía es tadu nidense del consumismo y el ga s to mil i-

tar de la guerra fría y dirigirla hacia los mercados extranjeros y las exportaciones

de capital explica por qué George Bush habló de la necesidad de que Estados Uni-

dos se conv irtiera en u na "superpotencia exportadora"; por qué el presidente Clin-

ton c onsidera que el Trata do de L ibre Comercio de América del Norte es c ondi-

ción esencial de una buena recuperación; por qué Clinton

(y

a n t e s B u s h )

presionaron a Japón y al este de Asia para que a bsorbiesen más exportaciones nor-

teamericanas; por qué ambos presidentes han temido (y tratado de impedir) el cre-

cimiento de los bloques comerciales regionales de Europa y de Asia, y por qué la

pol ít ica económica de Cl inton t iende a favorecer l as industrias de a l ta tecn ol ogía

impulsadas por la exportación.

Es probable que esta "globalización" de la política económica de Estados Uni-

dos dé más problemas de los qu e resuelva, porque cas i todos sus principales rivales

330

AMES O 'CONNOR

son ya economías guiadas por las exportaciones. En el decenio de 19 90 A lemania

ha esperado recuperarse, gracias a las exportaciones, de su larga recesión. Aunque

Japón ha estado ampliando su gasto interno en obras públicas, es probable que las

exportaciones sean el factor dinámico de su recuperación económ ica, si ésta llega

a producirse. El resto del noreste de A sia, y también el sureste de Asia y C hina, po

r

 

interno total, y los países subimperialistas como S udáfrica y Brasil dependen tam-

bién de las exportaciones.

La contradicción es que una eco nomía global en la cual los principales países

industriales y en vías de industrialización dependen de las exportaciones repre-

senta una fórmula para la hipercompetencia y, finalmente, para el proteccionismo y

las guerras comerciales, o para una d evaluación general de los valores d e capital

y, por lo tanto, una depresión. Por un lado, cada país y cada compañía transnacio-

nal siguen estando obsesionados por reducir los gastos, recortar los costos (inclu-

yendo los costos de protección y limpieza ambiental), mejorar la calidad y com er-

cializar nuevos productos. Por el otro, no hay ningún sistema de regulación

keynesiana global de la demanda agregada (cosa que ya señalaron Willy Brandt y

otros en los setenta). La única excepción, parcial, es el Grupo de los Siete, enca-

¿UNA P OLÍTICA V ERD E ROJA EN ESTAD OS U NID OS?

31

material. Bookchin es, sobre todo, un teórico político ecológico, Commoner un

ecólogo económico político. El primero suele escribir como si no existiesen una

economía y una división del trabajo social mundiales, el segundo como si no hubie-

se necesidad de una teoría política o una filosofia de la naturaleza idónea para una

política verde.

La meta de Bookchin es subsumir la ecología y el anarquismo; la de Commoner

hacer lo propio con la ecología y el socialismo.s Commoner quiere establecer con-

trol social sobre las fuerzas de producción o el lugar de trabajo capitalista con el

fin de eliminar toda contaminación en la fuente. Su argumento, de una hermosa

simplicidad, es que no se necesitan reglamentos anticontaminantes, licencias ni

nada por el estilo si se empieza por no producir contaminación. Sin el "dominio

social de la producción" y una planeación económica basada en una "profunda

comprensión científica de la naturaleza" no hay grandes esperanzas de llegar a

tener una sociedad ecológicamente sustentable. Para lograr ese "dominio" Com-

moner quiere revolucionar las relaciones de producción capitalistas, una de las

metas tradicionales del socialismo. Bookchin, en cambio, quiere esposar la ecolo-

gía y el anarcocomunismo (o anarcocomunalismo) con el propósito de crear una

sociedad ecológica basada en el municipio como unidad política básica (y organi-

zar al mismo tiempo una federación de municipios), estructurada sobre principios

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bezado por Estados Unidos, que presiona a Japón para que gaste más en obras

públicas y a Alemania para que baje las tasas de interés. Mientras tanto, el Fondo

Monetario Internacional y el Banco Mundial empujan la economía mundial en la

dirección contraria. Las estrategias de préstamo de estos seudom inisterios mun-

diales de finanzas y obras públicas favorecen mayores reducciones del gasto guber-

namental y mayores recortes de los costos de las empresas privadas, así como eli-

minar todas las formas económ icas socialistas del mundo, con lo que agravan una

situación que ya es mala, no sólo en el frente social y económico, sino también en

el ecológico.

En la actualidad hay en Estados Unidos dos teorías ecológicas de izquierda y ten-

dencias políticas (débiles), entendiendo por "de izquierda" que son consciente-

mente anticapitalistas. La primera es la teoría de la ecología social tal como la desa-

rrolló Murray Bookchin, cuya práctica se ejemplifica en la Left Green Network

(Red V erde de Izquierda) (que, sin embargo, se aleja en puntos importantes del

pensamiento de Bookchin), organizada como un sector dentro de los verdes nor-

teamericanos. La segunda se basa en el pensamiento del otro fundador de la eco-

logía de izquierda en Estados U nidos, Barry Comm oner. La influencia de éste se

puede encontrar sobre todo en las coaliciones locales y regionales contra las sus-

tancias tóxicas, que luchan contra la contaminación tóxica en el sitio de trabajo y

en la comunidad, así como por el desarrollo de tecnologías no contaminantes,

pero que también se extiende al movimiento por la justicia ambiental.

Bookchin escribe sobre ecología, anarquismo, comunidad y política; Comm o-

ner teoriza acerca de ecología, socialismo, economía y las condiciones de la vida

de democracia directa así como sobre la ciencia y las sensibilidades ecológicas, tal

como Bookchin entiende estos términos.

Commoner quiere hacer una sociedad que sea sustentable desde un punto de

vista material o económico. Lo que dice es que sólo una forma de democracia eco-

nómica, "el dominio social del sitio de trabajo", es capaz de lograrlo. Bookchin

también quiere una sociedad sustentable desde un punto de vista material, y afir-

ma que sólo la democracia directa —una forma radical de democracia política—

es capaz de lograrlo. Ambos, cada cual a su manera, tienen un pensamiento demó-

crata radical, pero uno habla de las condiciones de la economía y el otro de las con-

diciones de la vida política.

Commoner pone primero la economía y defiende la tradicional meta socialista

de abundancia material para todos, y por ello hace hincapié en la que considera la

fuente potencial prácticamente ilimitada de la energía solar para alimentar a las

modernas economías industriales sin contaminar y sin agotar los combustibles fósi-

3

"Subsumir" es la traducción u sual del concepto de

a u f h e b e n

de Hegel (y de Marx) . El término ale-

mán se refiere a cualquier proceso en e l cual se combinan o subliman lo negat ivo, lo posi t ivo y lo trans-

formativo. Anular o abolir , guardar o conservar y trascender o sublimar son todos diferentes momen-

tos del proceso (o , en algunas versiones, aspectos del mismo proceso. El papel c lave (Marx lo denomina

el "papel peculiar") "es desempeñado por el acto de

s u b s u n c i ó n

en el cual se vinculan negación y pre-

servación, negación y afirmación"

( E c o n o m i c a m i p h i l o s o p h i c m a n u s c r i p t s o f 1 8 4 4 ,

Moscú, Foreign Lan-

guages Pu blishing

HOUSC,

1961, p. 61) . Suelo decir les a mis alumnos que "subsumir" signif ica combinar

d o s pr o c e s o s o a s p e c t o s d e u n pr o c e s o e n u n t e r c er pr o c e s o n u e vo qu e c o n t i e n e e le m e n t o s d e lo s d o s

primeros pero no es ningun o de ellos .

332

A M E S O ' C O N N O R

les. Bookchin pone por delante la política y defiende la tradicional meta anarco-

comunista de comunidades autogobernadas, razón por la cual, tal vez, sus posicio-

nes acerca de los temas clave de la tecnología y de las fuerzas productivas en gene-

ral han sido menos coherentes que las de Commoner.

Es interesante preguntarse por qué los seguidores de uno y de otro nunca se

han unido políticamente. Una respuesta es que socialistas y anarquistas se han abo-

rrecido casi siempre, desde que Marx combatió a los anarquistas en la Primera

Internacional. Otros momentos clave de su lucha fueron cuando Trotski usó el

ejército rojo para derrotar al anarquista Majno en Ucrania, a principios de los vein-

te, y cuando los estalinistas traicionaron a los anarquistas de la comuna de Barce-

lona, en los treinta.

4

Estos episodios ilustran una respuesta política a la pregunta de por qué el socia-

lismo y el anarquismo se han mantenido alejados y, en el peor de los casos, han

librado una guerra sangrienta. Pero detrás de las diferencias políticas hay diferen-

cias teóricas, y en el caso de Bookchin y Commoner es importante descubrirlas y

analizadas.

El socialismo y el anarquismo, en realidad, constituyen una serie de dualismos;

lo mismo puede decirse del socialismo ecológico de ComMoner y el anarquismo

LUNA POLÍTICA VERDE ROJA EN ESTADOS UNIDOS?

33

bajo en su libro

T h e g r e a t t r a n s f o r m a t i o n ,

pero lo hizo de man eras políticamente pro-

blemáticas.) La gran excepción a la regla de que el pensamiento radical sobre la

tierra

y la comunidad ha sido de la competencia del anarquismo son algunos teó-

ricos dentro de comunidades de pueblos indígenas que están siendo sometidos al

imperialismo ecológico de un a especie de "cercado global de las t ierras comun es".

Aquí el trab

a

jo se realiza en la t ierra, y la cultura, el trabajo y la naturaleza consti-

t uye n una cier t a un idad "or gánica". L as pr áct i cas e spiri t uale s se basan e n la nat u-

raleza material; el trabajo es directa y transparentemente social y está regido por

los ritmos de la nat uraleza, y tiene además, invariablemente, un elemento ritual. El

resultante sentimiento de unicidad explica por qué los que trabajan en solidaridad

con pue blos indíge nas c uyas t ie r ras c omune s y formas de vida e st án sie ndo at aca -

da s su elen ser ta n a pa s ion a dos a c erc a de su la bor. Su s lu c ha s t ien en c ierta c ohe-

rencia qu e no existe, por ejemplo, en u na refinería de petróleo de Richmond, Cali-

fornia, donde la comun idad está "afuera", o en u n ba rrio de Los Áng eles, donde el

lugar de trabajo puede quedar a dos horas de autopista. En ambos casos la "natu-

raleza" suele verse como un parque nacional que queda todavía más lejos.

En términos teóricos, ¿cuáles son la s principales diferencias ent re el anarquismo

y el socialismo? El socialismo se vu elve posible históricamen te cua ndo la fu erza de

trabajo humana se convierte en mercancía y los productores directos pierden el

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ecológico de Bookchin. Para quien quiera esforzarse en pro de una sociedad eco-

lógica que también sea económica y socialmente justa y equitativa, así como demo-

crática, resulta importante entender lo que son estos dualismos y cuáles son sus

implicaciones para la política verde roja.

Históricamente, los marxistas y los socialistas se han concentrado en el lugar de

trabajo y en el trabajo mismo, y han dicho mucho menos sobre un segundo tema

que durante el siglo xx resultó ser igualmente importante: la tierra y la comunidad.

Para el pensamiento izquierdista éstas han sido y siguen siendo, más que nada,

dominio del anarquismo.

5

(Karl Polanyi se ocupó tanto de la tierra como del tra-

4

Tanto los anarquistas como los socialistas estuvieron (y están) a favor de la propiedad o control

social de los medios de producción y, en la Primera Internacional, ambos se autodenominaban socia-

listas. Los anarquistas se dividieron entre los que querían que los sindicatos controlaran los medios de

producción y los anarcocomunistas (comunalistas), que se inclinaban por el control municipal. La gran

diferencia entre los socialistas y los anarquistas era política: los segundos no querían que hubiese un

partido político centralizado ni elecciones. En la Primera Internacional estaban también los

n a r m i n i k i

rusos, con los cuales tienen una gran afinidad muchos ambientalistas del Sur. Commoner y Bookchin

son subproductos de una larga tradición, que se ha dividido, entrelazado y que, sobre algunas cuestio-

nes (por ejemplo la crítica del capitalismo), ha sido esencialmente la misma.

5

En los países con un gran campesinado y relativamente poco trabajo asalariado, como gran parte

del Sur, los marxistas se han visto obligados a teorizar la tierra y la comunidad (ejemplos de ello son

José Carlos Mariátegui y Mao). En Cuba, el único país que experimentó una verdadera revolución pro-

letaria, Castro privilegió el sitio de t rabajo a expensas de la comunidad. En el Norte los marxistas y neo-

marxistas, como Manuel Candis y David Harvey, han teorizado sobre los "movimientos urbanos" y la

"conversión del espacio en mercancía". Las dificultades a las que se enfrentan los teóricos que tratan de

interpretar los movimientos comunitarios y urbanos dentro de una problemática marxista tradicional

se destacan en Ira Katznelson,

M a r x i s m a n d t h e c i t y ,

Nueva York, Oxford University Press, 1992.

c on trol del lu ga r de tra ba jo; el a n a rc oc omu n ismo l lega c u a n do la t ierra se c on -

vierte en mercancía y se capitaliza, y la comunidad pierde el control de la misma.

A riesgo de sobresimplificar un tema complejo, el socialismo privilegia la planea-

ción, el anarquismo la espontaneidad; el socialismo celebra la igualdad como valor

elevado, el anarquismo hace hincapié en la libertad; el socialismo se inclina más

por la fraternidad, el anarquismo por la libertad;

6

el socialismo sostiene lo "cen-

tral", el ana rquismo lo "local". El socialismo, en su forma democrática s ocial, cele-

bra el poder de la clas e trabajadora en c uerpos electos en los estados democráticos

liberales; el an arquismo quiere abolir el estado e instituir la democracia directa.

(La su bsu n c ión a qu í pu ede c on s is t ir en

d e m o c r a t i z a r

el es ta do o la bu roc ra c ia . )

Estos ej emplos deberían dar u na buena idea de l o que se j uega en el confl ic to

entre el ecosocialismo y el ecoanarquismo, tan to teórica como políticamente.

El asu nto de la política v erde roja en Esta dos Unidos es más complejo de lo que

revela una mirada a las teorías, valores y experiencias que dividen a socialistas y

anarquistas. En los últimos diez o veinte años se han desarrollado otras tres corrien-

tes radicales, en su mayoría al margen de la teoría de la ecología social de Book-

chin o de la representación de Commoner del socialismo ecológico. Se trata del

multiculturalismo y la lucha contra el racismo ambiental y por la justicia ambiental

(en algunas versiones justicia ambiental y social; en otras justicia ambiental y eco-

6

Estas dualidades son "típicas-ideales" en el sentido de que se las puede encontrar en muchos deba-

tes p revios entre an arquis tas y socia lis tas . No obstante, en Estados Unidos , donde las l íneas ideológicas

suelen ser imprecisas, los "grupos de afinidad" anarquistas son sobre todo "fraternales", y muchos socia-

listas apoyan con energía las libertades civiles.

334

A M E S O ' C O N N O R

nómica); la ecología profunda y el biorregionalismo, que constituyen la visión del

mundo que escogen en su mayoría los verdes radicales, y el feminismo ecológico,

que algunas feministas consideran potencialmente la corriente más revolucionari

a

el feminismo ecológico suelen representarse como formas de políticas de identi-

dad", y el biorregionalismo como un tipo de "política del lugar". Sin embargo las

dos primeras tenden cias se traslapan en parte sobre la tercera, mientras que la eco-

logía profunda/biorregionalismo tiene cierta afinidad con el anarcocomunalismo

y el movimiento de justicia ambiental, tal como ocurre entre el feminismo ecoló-

gico y el socialismo ecológico, en la medida en que la tradición socialista ha sido

antirracista y antisexista.

El movimiento contra el racismo ecológico es parte de la corriente mucho

mayor del m ulticulturalismo. Es también una derivación lógica del mov imiento de

derechos civiles. La lucha por la justicia ambiental es una dimensión del pensa-

miento antirracista y de las batallas que van desde el acceso a la vivienda, la aten-

ción a la salud y demás, hasta el combate contra la opresión policial. Muchos de los

dirigentes y activistas del movimiento se han involucrado durante largo tiempo en

movim ientos y combates antirracistas. (En cambio el biorregionalismo suele verse

como parte de un movimiento de ecología profunda más amplio, y asimismo, en

¿UNA POLÍTICA VERDE ROJA EN ESTA DOS UNIDOS?

35

vez más puestos como trabajadores de nivel medio, ejecutivos y en los niveles de

gobierno medio (y con la administración de Clinton también alto). Está excluida

de la clase alta; pocos ascienden a tal "prominencia" a menos que abandonen sus

propias normas culturales y se subordinen a la cultura noreuropea dominante, que

le dio a Estados Unidos el capitalismo industrial, el liberalismo, el individualismo,

la constitución, y también la esclavitud, el racismo y el imperialismo. En el otro

extremo de la escala social la "diversidad" no funciona para los que no tienen

hogar, para los que necesitan asistencia pública, para los pobres que trabajan, para

los desempleados de los barrios miserables y demás. Siempre ha habido "diversi-

dad" entre los sectores pobres de la sociedad y los asalariados de ingresos bajos y

medios.

En la pugna por la "diversidad" funciona una importante dialéctica. Los que

están excluidos del "movimiento por la diversidad" son sobre todo personas de la

clase trabajadora (en términos de estatus la clase baja y media baja), que quedan

libradas a sus propios recursos, mientras que miembros mejor ubicados de las

minorías, los más ambiciosos y talentosos, trepan por la escalera social. Es posible,

entonces, que en el futuro surja una política de clase entre las personas trabaja-

doras de color. La exigencia de medio millón de empleos que los dirigentes de

pandillas reunidos en la ciudad de Gansas le hicieron

a la

administración Clinton

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sus momentos menos autocríticos, como una forma de determinismo ambiental.)

El multiculturalismo privilegia la cultura, comoquiera que se la defina, y está orga-

nizado para identificar políticamente las diferencias culturales entre los "pueblos

de color", y para explotarlas en relación con la mayoría caucásica de Estados U ni-

dos. La gente de color ha formado toda clase de coaliciones y alianzas contra los

que muchos multiculturalistas llaman "anglos" en el sentido de blancos (aunque

en Estados Unidos hay más gente de ascendencia alemana que inglesa). El multi-

culturalismo, visto a través de una lente "típica-ideal", suprime tanto la política de

clases del socialismo ecológico como la política comunitaria del anarquismo eco-

lógico, en favor de un nacionalismo o separatismo cultural de alguna clase. Al

hacerlo tiende a salir a la superficie el elemento "pequeñoburgués" contenido en

el multiculturalismo ("tiende" dentro d e un discurso típico-ideal). No o bstante, los

dirigentes de algunas organizaciones que forman parte del movimiento de justicia

ambiental efectúan análisis de clase y comprenden claramente los límites de la

reforma del capitalismo en general y el de Estados Unidos en particular. Las opi-

niones políticas y otros integrantes del movimiento se inclinan con más fuerza

hacia un multiculturalismo puro y, en caso extrem o, un nacionalismo. En la m ayor

parte del pensamiento multiculturalista hay también fuertes rasgos de política

comunitaria, aunque con escaso parecido a la política comunitaria de la ecología

social.

La diversidad , la actual palabra clave dentro de la política liberal convencio-

nal, es para quienes m uestran promesa y tienen talento, logros o dinero. En las uni-

versidades, el gobierno y los negocios la gente de color ha ido consiguiendo cada

es una demanda radical, comoquiera que se la defina. Y desde luego, si se desa-

rrolla una política de clase no tiene mucho sentido definir el movimiento por la

justicia ambiental sólo en términos de "gente de color" (asumiendo que se resuel-

van los conflictos

dentro

del movimiento); habrá que redefinirlo de formas tales

que puedan incluir a blancos de la clase trabajadora, no sólo como miembros sino

también como dirigentes y voceros.

Hay señales de que esto es lo que está ocurriendo en el pensamiento de algunas

personas que forman parte del movimiento. El nacionalismo cultural parece estar

debilitándose, y la política de clase de algunos dirigentes y militantes del movi-

miento por la justicia ambiental está encontrando una expresión más pública, aun-

que muchas veces de forma disfrazada. De ser así, sería una muy buena noticia este

intento de "introducir" la clase sin perder la profunda crítica al racismo blanco que

le da vigor al movimiento y, al mismo tiempo, desarrollando una crítica de actitu-

des y prácticas de tipo racista dentro de los mismos movimientos de gente de color,

como por ejemplo el antagonismo que se encuentra en muchas ciudades entre los

mexicano-norteamericanos que han estado largo tiempo en el país y los recién lle-

gados de México y de Centroamérica, que carecen de todo, o el ordenamiento jerár-

quico que existe en Estados Unidos entre la gente procedente del Caribe. Es obvio

que existen estas jerarquías; lo es mucho menos el hecho de que no se habla dema-

siado de ellas. Una política de clase seguiría dirigiéndose, presumiblemente, a las

actitudes y prácticas culturales que siguen existiendo entre las minorías del

p a í s

El segundo tipo difundido de identidad política es lo que podemos llamar la

"política de lugar". Hay muchas clases de "políticas del lugar", por ejemplo movi-

336

AM ES O 'CO N N O R

mientos urbanos, neopopulismo y política de aldea en los países del Sur. Los anar-

quistas ecológicos tienen también una política de lugar, pero ésta se basa más en

un modelo de política y de la buena vida que en cualquier ambiente geofísico

determinado. Aquí "polí t ica del lugar" quiere decir el pensamiento y la práct ica de

aquellos verdes cuya visión del futuro se basa en alguna combinación de ecología

profunda y biorregionalismo, o de los que quieren desarrollar una vida material y

una cultura basadas en las características ecológicas de determinadas regiones.

Peter Berg es uno de los voceros más conocidos del biorregionalismo, pero hay

muchos otros que cartografian cuencas hidráulicas en el oeste, cuentan especies

nativas de las grandes planicies y defienden los bosques originarios en nombre de

l a i n t e g r i da d d e c i er t a s b i o r re g i on e s y d e l a s c u l t u r a s co n f o rm a s d e v i d a ú n i ca s q u e

puedan asociarse con ellas.

¿Existe en el discurso y en la práctica del biorregionalismo un movimiento dia-

léctico (análogo al que hay dentro del multiculturalismo y del movimiento de jus-

ticia ambiental) que pueda conducir a una crítica del capital y el trabajo asalaria-

do, y también a una economía política que no sea exclusivamente socialista o

anarquista sino que, de alguna manera, combine elementos de ambas corrientes

sin ser ninguna de ellas? La respuesta superficial es "no", ya que la teoría biorre-

¿UNA POLÍTICA VERDE ROJA EN ESTADOS UNIDOS?

37

den más cada a ño y e l agua s e sal iniza más— no sólo son mexican os o de origen

mexicano, sino también proletarios: jornaleros agrícolas, obreros de las enlatado-

ras y otros . Por lo tanto, un verdadero impul so hacia una identidad pol ít ica y un

gobierno biorregional , sensibl e a l a es tructura socia l de l a región, pondrían auto-

máticamente entre las cuestiones prioritarias las relacionadas con la clase obrera.

Otras biorregiones tienen, desde luego, diferente composición de clases, estructu-

ras indu striales e historias sociales , qu e determinan si la biorregión t iene a lgún

potencia l para una pol ít ica de c l ases ,

8

que no pierda la dimensión ecológica-bio-

rregional, definida en términos de un materialismo activo, ni el materialismo pasi-

vo del puro determinismo ambiental?

L a cuest ión de un a pol í t ica y u na vis ión ecol ógicas radica l es o de izquierda es

todavía más compl icada. Hasta ahora no se ha dicho nada acerca de l as muj eres y

el feminismo, específicamen te el feminismo ecológico. Si hay algo qu e creen todas

l as ecofeminis tas , es qu e el mismo proceso his tórico por el cual l os varones l l ega-

ron a pensar que podrían dominar a l a na tural eza —el proyecto prometeico— es

también un proceso por el cual l l egaron a pensar que podían dominar a l as muj e-

res. Cuándo y cómo y dónde y por qué ocurrió o se supone que ocurrió tal cosa es

cuestión de debate entre las ecofeministas. Lo es también el grado de éxito real

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gionalista ha sido en general la línea de los blancos de clase media acomodada que

tienen poco que decir sobre la clase y la raza; "en general" porque hay muchos

mexicano-norteamericanos en el suroeste de Estados Unidos e indios casi en todas

partes que, comoquiera que se los vea, son pueblos oprimidos, y que dependen de

la tierra, los mantos freáticos y los ecosistemas para formas de vida únicas amena-

z a d a s p o r l a s c o mp a ñ í a s mi n era s , e l s erv i c io n a c i o n a l d e pa rqu es , l a i n d u s t r i a t u rí s -

tica y (a veces) organizaciones como Nature Conservancy, que quieren restaurar

l o s " h áb i ta t n a t i v o s " s i n n i n g ún b en ef ic i o pa ra l a g en t e qu e v i v e y t ra b a j a en l a t i e-

rra. En este caso la cultura y la naturaleza están íntimamente relacionadas entre sí

y también con el trabajo social de maneras complejas y valiosas, hasta el punto de

que ciertos movimientos de mexicano-norteamericanos del suroeste, por ejemplo,

combinan los temas del biorregionalismo y la justicia ambiental.

En algunas •otras biorregiones, como la costa noroeste, donde los radicales de

Primero la Tierra procuran reunir el trabajo y el ambientalismo en una política

ecológica de izquierda, la mayoría de la fuerza de trabajo activa es de la clase tra-

bajadora. En el traspatio mismo del autor, la región de la bahía de Monterey, en

California, una política de biorregiones se toparía de inmediato con el hecho de

qu e u n a g ra n p a rt e d e l a po b l a c i ón d e l a s c u en c a s y l a s l l a n u ra s a l u v i a l es d e l o s r ío s

Salinas y Pájaro —ricas áreas agrícolas en las cuales los mantos freáticos descien-

7

Los ecologistas profundos no siempre son biorregionalistas, y los biorregionalistas pueden no ser

ecologistas profundos. Algunos biorregionalistas (por ejemplo Kirkpatrick Sale) se basan en la ecología

social de Bookchin. Sin embargo, entre la ecología profunda y el biorregionalismo existe una "afinidad

electiva", que aparece una y otra vez en los textos populares sobre esos temas.

que han tenido los varones dominando tanto a la naturaleza como a las mujeres en

al gún sentido s ignificat ivo de l a pal abra " dominar" . Un a c uest ión especia l mente

delicada es si las mujeres están "na turalmente" más próximas a la natu raleza y, por

lo tanto, son más capaces de desarrollar una sociedad sustentable, o si esta identi-

ficación de l as muj eres y l a natu ral eza no es otra cosa que un a comprensión o un

hábito derivado de la división sexual del trabajo, o si bien es alguna clase de cons-

piración mascu l ina para equiparar l a natu ral eza, a l a que se ve por un l ado como

pasiva y explotable, y por otro como salv aje , que requiere ser domada, con las

mujeres, vistas de la misma forma contradictoria. O las tres cosas. Lo que está cla-

ro es que casi siempre han sido mujeres las principales organizadoras en el movi-

miento por la paz y mil itantes de primera f i la de las ac ciones ecológicas locales ,

desde el combate a l a conta minación por asbesto en Estados Unidos hasta l as a l -

deas de India en l as cu al es l as muj eres encabezan l a l ucha por agua, l eña, comida

y forraje.

Sobre un ejemplo de Italia véase Association for the Renewal of Bormida Valley, "The Bormida

Valley ecological project",

Capitalina, Nature, Socialistn,

2, 3, octubre de 1991.

9

Un "materiali smo ac tivo" comienza con la ac tividad material human a configurada por las soc ieda-

des capitalistas de formas complejas de acuerdo con la ley del valor y de la división del trabajo social,

con formas culturales de cooperación definidas como fuerzas product ivas, y con la "economía de la

naturaleza", vista también como fuerza productiva. "Materialismo pasivo" significa, en los términos más

simples, que las formas culturales hu mana s se ven como determinadas por condiciones ambientales o

naturales .

Según Engels e l ma terialismo pasivo se basa en e l materialismo mecánico de Newton, no en la c ien-

cia evolut iva de Darwin, que se c entra en e l problema del *hombre" ( la vida humana ) . Los biorregio-

nali stas tienden a n o problematizar (es decir, a dar por sentada) la "vida humana " en cuan to tal.

338

A M E S O ' C O N N O R

Tal como ocurre con los movimientos por la justicia ambiental y el biorregio-

nalismo, no hay una posición teórica ni un personaje famoso asociado con el femi-

nismo ecológico. La gama de posiciones políticas es muy amplia. Bookchin y Com -

moner fueron inicialmente producto de la vieja izquierda que buscaba difundir a

todos el proyecto modernista. El movim iento por la justicia ambiental es en parte

importante producto del movimiento por los derechos civiles, y el biorregionalis-

mo es hasta cierto punto un desarrollo lógico de la misma ciencia de la ecología.

Pero el fem inismo ecológico rechaza toda teoría y política totalizante, y está desa-

rrollando una teoría y una política de la "diferencia", que abarca desde el idealis-

mo y el m isticismo hasta el socialismo y el anarquismo. N o obstante, en un mundo

que consiste en capital y trabajo asalariado, es probable o, por lo menos, posible, que

el ala radical, materialista, del feminismo ecológico llegue a ser la de más influen-

cia en el movimiento, aunque sólo sea porque la condición m aterial de las mujeres

de todo el mundo en la actualidad es muy inferior a la de los varones, y porque

sobre ellas recae cada vez más la carga del trabajo asalariado, y no sólo de la "repro-

ducción de la fuerza de trabajo".

1 °

Las cinco tendencias políticas analizadas hasta aquí son críticas reales o poten-

ciales del capitalismo de Estados Unidos, y contienen un análisis de clase real o

potencial de lo que anda mal en el mundo y por qué, así como de lo que se puede

¿ U N A

POLÍTICA VERDE ROJA EN ESTADOS UNIDOS?

39

sino más bien en aquellas naciones que representan los eslabones más débiles de

la cadena de mando capitalista del mundo: la Alianza en Nueva Zelanda» el Par-

tido de los Trabajadores en Brasil, y la nueva iniciativa feminista verde roja en Ita-

lia,

1 2

por ejemplo, donde los principios de la democracia se combinan con el deseo

de revisar las fórmulas antiguas y los lemas agotados que han llevado a callejones

políticos sin salida.

Lo más importante en estos días es que los socialistas (incluidos los marxistas),

los anarquistas, las minorías oprimidas, los biorregionalistas y las feministas ecoló-

gicas se oigan unos a otros y presten atención a la forma en

que

están siendo escu-

chados. No hay una sola tendencia que pueda soportar e l poder totalizador del

capital global y el cuasi estado mundial que forman los bancos centrales, el

FMI,

el

c./tu, el Banco Mundial y otras burocracias internacionales. Todas las tendencias

se necesitan mutuamente; no puede prevalecer ninguna visión parcial (y mucho

menos sectaria). Para los marxistas esto quiere decir prestar tanta atención a las

cuestiones de la tierra y la comunidad, la raza y la etnicidad, el género y la ecolo-

gía, como al lugar de trabajo, la mano de obra y la economía. Implica darle la

extremaunción a lo que solía llamarse "marxismo ortodoxo" y dar el giro hacia un

marxismo cultural y ecológico.

En el nivel de la epistemología es necesaria una revisión de

la

concepción ma-

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y

se debe hacer al respecto.

El problema es que Estados Unidos es muy individualista, tanto debido a la

intensa influencia del individualismo inglés precapitalista en la cultura norteame-

ricana como porque la forma asalariada del trabajo y la forma mercancía de la satis-

facción de necesidades están desarrolladas al máximo en ese país. La tradición viva

de política de izquierda es débil en comparación con la de la m ayoría de los países

desarrollados, la de potencias subimperialistas como M éxico, Brasil e India, y la de

muchas otras naciones del Sur. Los visitantes verdes rojos que llegan a Estados Uni-

dos se sorprenden al encontrar tal abundancia de movimientos sociales; práctica-

mente todas las esferas de la vida están sujetas a profundo análisis y crítica por par-

te de determinados m ovimientos u organizaciones. Sin embargo, las ideologías del

individualismo, el pragmatismo, la falta de respeto generalizada (así como de inte-

rés) por la teoría política, la inexistencia de una izquierda coherente y la presen-

cia de una gran variedad de organizaciones verdes liberales y/o tecnocráticas,

conspiran contra el desarrollo de un movimiento político feminista verde rojo. Lo

hacen también los hechos de que Estados Unidos es un país racista, y grande, con

variaciones regionales culturales, económicas y ecológicas muy arraigadas, de

modo que no es sorprendente descubrir que las primeras señales de una política

verde roja coherente no apareciesen en Estados Unidos, y ni siquiera en Alemania

(que podría decirse es la patria del pensam iento y la práctica verdes de izquierda),

I° Mary Menor, "Eco-feminism and eco-socialism: Dilemmas of essentialism and materialism", Capi-

talism,

Natura, Socia li sm ,

3, 2, junio de 1992.

terialista de la historia porque no ha sido lo bastante histórica ni lo bastante mate-

rialista; no fue lo bastante histórica porque Marx no tenía una teoría de la socie-

dad y la cultura más allá de la teoría del fetichismo de las mercancías y del capital

(desarrollada más tarde en la teoría de la reificación de Lukács), ni lo bastante

materialista porque

El capi tal

no contiene una teoría de la naturaleza y la ecolo-

gía. 13

la teoría de Marx del capital, la lucha de clase y la revolución no contenía

una verdadera descripción de los movimientos culturales ambientales, entre otras

razones posibles debido a que (en términos comparativos) no había en sus tiem-

pos movimientos significativos de estos t ipos. Marx vivió y t rabajó en un periodo

temprano del desarrollo capitalista, cuando las revoluciones políticas contra el

antiguo régimen en Europa más o menos habían terminado y la revolución eco-

nómica estaba muy avanza

n

E l c a p i t a l

fue influido por la revolución política que

la economía industrial capitalista tenía que controlar y desarrollar, primero en

Inglaterra, y difundida después a otros países y partes del inundo. Desde luego, la

11

Wayne Hope y Joce jesson, "Contesting

ne w

terrain: Red-green politics in New Zealand , Capita-

l i s m ,

Natura, Socia li s ta ,

4, 2, junio de 1993.

12

Informe de un congreso, "Culture of the Left and Green culture — The challenge of the envi-

ronmental revolution in Italy", Capitalista,

N at ur a S o c i a l i s ta ,

4, 2, junio de 1993. Véase también Lena

Slachmuijlder, "What it mean to be Greenin South Africa",

Cap i t a l i s t a , N a t ur a S o c ia l i s t a ,

4, 1, marzo de

1993.

13

Stanle

 

y Aronowitz,

The

crisis in

his tor ica l mater ia l is ta: Class , pol i t ice and cul tura in Marxis t Mem> Nue-

va York, Praeger, 198 1. Capitalista,

Nassau, Socia li s ta

ha publicado una serie de artículos sobre "marxis-

mo y ecología" que de diversas maneras procuran llenar estas lagunas.

340

AMES O'CONNOR

obra maestra de Marx estuvo influida también por la revolución económica, es

decir el crecimiento del capita l , el trabajo asalariado, la tecnología , la fus ión accio-

n a ri a d e l a s c o mp a ñ í a s , e l merc a d o mu n d ia l y a s í s u c es i v a men t e . P ero la s

sociedades

europeas y americanas mismas no se revolucionaron hasta después de la muerte de

M a rx , c u a n d o s e f o rma ro n s o c i ed a d es y c u l t u ra s es pec í fi c a men t e c a pi t a l i s t a s . E s t o

en t ra ñ a d o s c a mb i o s b á s ic o s : pri mero , e l t ra b a j o s e a s emej a má s a l t ra b a j o a s a l a -

riado, y la forma mercancía de satisfacción de las necesidades llegó a dominar la

vida cotidiana, culminando a finales del siglo

xx

co n e l co n su m i sm o y l a " so c i e da d

del espectáculo". Segundo, la tierra se fue convirtiendo cada vez más en mercan-

cía , para l legar a ser finalmente una inversión, "bienes raíces", que debían tratarse

como cualquier otra inversión. A medida que la mano de obra iba perdiendo su au-

t o n o mí a en e l l u g a r d e t ra b a j o y q u e l a t i erra era c a d a v ez men o s u n l u g a r , u n h o -

g a r , u n a c o mu n i d a d , y más u n a merc a n c í a , l a s o c i ed a d s e v o l v i ó má s i n d iv i d u a l i s -

ta , privat izada y reificada. La ident idad polí t ica empezó a formarse menos a part ir

de la clase económica y social y más por adscripción, identidad cultural y lugar.

Mientras tanto, el capita l ha es tado convirt iendo cada vez más en mercancía la eco-

nomía misma de la naturaleza (por ejemplo en el discurso sobre el "desarrollo sus-

t en t a b l e" ) , qu e es a l mi s mo t i empo c a u s a y ef ec t o d e l a c r i s i s a mb i en t a l g l o b a l . A s í

¿UNA POLÍTICA VERDE ROJA EN ESTADOS UNIDOS?

41

mente bajas? ¿Por qué puede estar preparándose una crisis financiera y un a depre-

sión mun dial? ¿Cuáles serán los efectos de cualqu ier crisis económica mun dial

sobre la desigualdad, el ambiente, la vida social? Para responder esta clase de pre-

gun tas , l a c l ave para l o que se qu iera con siderar l a verdad es un a teoría ecológica

marxista de la acumulación y la crisis del capital , la competencia, el mercado mun-

dial y así suc esivamente . En este sentido e l anarquismo, e l mul ticul tural ismo, e l

biorregiona li smo y el ecofeminismo dependen, todos, de un a v i sión ecológica

marxista.

El segundo sentido en e l cua l no todas las teorías son creadas iguales t iene que

ver con cuestiones normativas: ¿cómo debería ser la sociedad?; ¿cómo debería ser

la na turaleza?; ¿en qué cla se de ambiente queremos vivir? Para los marxistas las res-

puestas estas preguntas dependen en parte de las respuestas a otra: ¿cómo debería

ser el

I r a k » ?

¿Cómo deberían organizar los seres humanos su actividad material,

incluyendo la división del trabajo, y con qué fin? La razón es que el trabajo social

—producción, distribución, intercambio y consumo— determina lo que será la na-

turaleza, combinado o en c onjunto con la s propias "leyes del movimiento" de la

naturaleza, o lo que algunos l laman la "economía de la naturaleza". Cualquier

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como los economistas laborales hablan hoy de "capital humano" —inimaginable

antes de la creación de una sociedad específicamente capitalista (como si los seres

h u ma n o s n o f u es en o t ra c o s a qu e f o rma s d e c a pi t a l ) — , lo s ec o n o mi s t a s a mb i en t a -

les es tán desarrollando teorías del "capita l natural", inimaginable antes de la crea-

ción de una naturaleza específicamente capitalista. Estos economistas de hoy teo-

rizan el problema de cómo aprovechar, alterar y valorar la fecundidad de la

n a t u ra l eza c o mo s i és ta s i rv i es e pa ra u n a s o l a c o s a : l a a c u mu l a c i ó n i n t ermi n a b l e d e

capital.

Lo que esto significa para el marxismo mismo es simple: el marxismo ortodo-

xo, siempre sólidamente basado en la historia política y económica, no se apoya-

ba —ni podía hacerlo— en la historia social, cultural y ambiental. Una cultura y

una naturaleza capitalista industrial única estaba en

sus

etapas embrionarias; los

elementos culturales y ecológicos están ausentes del marxismo ortodoxo porque

había poca cultura y naturaleza específicamente capitalistas sobre las cuales se

pudiese teorizar.

Sería erróneo concluir de esta revisión de las posibilidades

de

u n a po l í t ic a v er-

de roja en Estados Unidos que todas las ideas políticas son iguales, como si esa

política fuese una especie de tribunal. No existe una democracia de la teoría polí-

t i c a . L a po l í t ic a v erd e ro j a n o es c o mo u n a v i s i t a a u n c en t ro c o merc ia l , pa ra c o m-

prar esta idea o aquella y usarlas según nos venga en gana. Ciertas ideas y combi-

naciones de ideas son más iguales que otras. Y esto en dos sentidos. El primero es

qu e u n a res po n s a b i l id a d d e l a t eo ría s o c i a l e s ex pli c a r po r qu é f u n c i o n a n l a s c o s a s ,

cuando funcionan, y por qué no funcionan cuando no funcionan. ¿Por qué las

t2sa s

n o rt ea meric a n a s d e pro d u c t i v id a d y d e c rec i mien t o ec o n ó mi c o s o n re l a t iv a -

al ternativa real a l a racional idad económica c apita l is ta con respecto a sus efectos

tanto en l a na tural eza como l a sociedad requiere una cercan a revis ión de l as divi-

siones act uales del trabajo indust rial y social." Esto quiere decir que la cu estión de

la c la se económica y s ocial (o las divisiones sociales del trabajo) t iene que ser la

principal preocupación del programa político verde rojo.

15

Para ello el marxismo

brinda un poderoso método de pensamiento: para evitar lo inalcanzable, lo pura-

mente utópico, para eludir la simple expresión de deseos, el marxismo tiene la

capacidad de identificar lo que podría l lamarse "inmanencia", es decir, qué movi-

mientos sociales y ecológicos tienen probabilidades de c recer y desarrollarse, y cuá-

les de morir en capullo. Por ejemplo, el movimiento sindical, tradicionalmente

definido, tiene el poder de reformar el c apital pero no el de t rans formar a la socie-

dad, como pretendieran en a lguna época muc hos demócratas sociales (recuérde-

se que Marx n o tenía un a teoría de l a sociedad capita l is ta

per se) .

En contraste, sus

teorías de la proletarización y el empobrecimiento ("la ley general de la acumu-

l ac ión capita l is ta" ) ayudan a expl icar l a " feminización de l a pobreza" , que es un a

de las bases del movimiento de las mujeres, el cual ha demostrado ya que es capaz

14

Los enormes incrementos de producto por hora de traba jo durante los últ imos doscientos añ os

se pueden atribuir a las divisiones del trabajo industrial y social y a los cambios tecnológicos asociados,

así como a l us o de combust ibles fósi les como forma de energía (según los trabajos recientes de Elmar

Altvater, en el siglo xx la productividad del trabajo ha sido impulsada por el uso de combustibles fósi-

les).

15

Por otro lado, para que los izquierdistas se ocupen de ecología per

se

la n aturaleza ta mbién debe

verse como su propio producto, como la "economía de la na turaleza". ¿Qué hay en la naturaleza, sobre

todo en la "segunda natu raleza" de hoy, que pueda ayu dar a responder a la pregunta: para qué debe

ser el

t r a b a j o ;

por ejemplo "para la integridad de los ecosistemas", la "biodiversidad"?

342

A M E S O ' C O N N O R

de alterar los términos mismo s del discurso que empleamos cuando hablamos de

política, de cambio social y de la buena vida. De manera similar, una teoría ecoló-

gica marxista de la capitalización de la naturaleza revela los sustentos materialistas

del movimiento verde.

Por último, el marxismo puede obtener más poder que cualquier otro método,

teoría o postura normativa cuando se trata de decidir políticamente qué clase de

sociedad y de am biente son deseables y dignos de luchar por ellos. La tierra y la

comunidad pueden ser tan importantes como el lugar de trabajo y la mano de obra

en términos de avanzar hac ia una forma de vida sensata y racional, más allá del

capitalismo.

1 8

El m ulticulturalismo y el feminismo pueden ser tanto o m ás impor-

tantes que el marxismo en términos de definir qué es o qué puede llegar a ser una

sociedad justa. El biorregionalismo es tal vez m ás importante que cualquier otra

tendencia teórica y política actual, cuando nos preguntamos en serio cóm o quere-

mos vivir con la naturaleza y qué clases de naturaleza queremos hacer o transfor-

mar, cuáles queremos restaurar y qué tipos queremos dejar en paz. En este

momento de la historia una pregunta clave, que ni siquiera los mismos m ovimien-

tos sociales han tratado de manera

sistemática,

es cómo se están "subsumiendo", o

pueden hacerlo, todas estas corrientes teóricas (y prácticas).

1 7

"Lo que hay que

hacer" es no combinar las tendencias teóricas y políticas existentes que analizamos

en este capítulo de una manera arbitraria. No es ni deseable ni posible una con-

¿UNA P OLÍTICA V ERD E ROJA EN E STAD OS UNID OS?

43

pueblos maoríes y otros que integraban esa iniciativa política sólo se habían pues-

to de acuerdo en descartar las respuestas prefabricadas. "No tenemos respuestas,

sólo preguntas." Esta cautela y esta disposición a cuestionar los supuestos básicos

sobre el mundo pueden constituir la definición misma de un "progresista" actual.

Si el autor fuese médico, y si nuestros movimientos fuesen pacientes que por razo-

nes desconocidas no logran terminar de curarse, ésta sería sin duda alguna mi

receta.

1 8

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junción fácil entre rojos que son verdes, verdes que son rojos, minorías oprimidas

que son verdes, biorregionalistas que son feministas, feministas que son rojas, y así

sucesivamente. Por mencionar sólo un problema difícil, muchas feministas afirman

que tanto los rojos como los verdes ven la ecología como un objeto, no como un

sujeto, y por lo tanto señalan el peligro de que el movimiento verde rojo sigue

estando inserto en el discurso dominante sobre la ciencia (o el "cientificismo", el

culto de la ciencia). Por ello es necesario reconocer que existen hoy, en E stados

Unidos, m últiples tendencias verdes rojas, y por ende que, en la coyuntura actual,

probablemente sea poco realista esperar que se desarrolle un mov imiento único.

Pero esto no tiene por qué disuadirnos

de instar a

la gente que trabaja por una

sociedad social y ecológicamente justa y sana a interrogarse sobre lo que en reali-

dad estamos haciendo en térm inos políticos, qué clase de efectos esperamos lo-

grar, qué tipos de barreras o límites tenemos frente a nosotros, qué alianzas podre-

mos entablar. Matt McCarten, que ayuda organizar la Alianza de Nueva Z elanda,

dijo durante una visita reciente que el sindicalismo de izquierda, los verdes, los

rs

No quiero implicar que el pensamiento anarquista debería tener el mismo nivel que la teoría eco-

lógica marxista. Como escribió P aul Thomas, "L a contradicción es, para el anarquista, un principio dua-

lista, casi maniqueo [...] Para Marx el capitalismo crea en ciertas formas las precondiciones de su pro-

pia t rascendencia, precondiciones sobre las cuales hay que actuar", Paul Thomas,

Kar l M ar x and t h e

( m a n i d a s ,

Londres y Boston, Routledge and Kegan Paul, 1989, p. 348.

17

Se han realizado unas cuantas alianzas tentativas entre movimientos por la reducción del uso de

sustancias tóxicas y organizaciones por la justicia ambiental, así como entre éstas y los biorregionalistas.

18

En palabras de Martin O'Connor, es esencial "en este momento, finales del siglo xx, que se ana-

lice lo que significa tener una coexistencia de muc has voces algo discordantes, que tienen en común su

repudio por el dominio del capital pero que no coinciden en muchos otros sentidos.

Éste

es un aspec-

to del

r e a l i s m o ,

de las cosas que 'probablemente empeorarán antes de empezar a mejorar'."

Sin embargo la necesidad de solidaridad frente al capital puede ser demasiado grande, dada la

actual configuración del poder, como para posponer una estrategia política unificada que pueda hacer-

le frente al capital global y al creciente cuasi estado global.

poLÍTICA DE LOS BAJOS

345

17

P O L Í T I C A D E L O S B A J O S

En toda justicia, Urban Habitat, además de otorgar este premio [Flatlands Multi-

cultural Leadership], también tendría que recibirlo. En este caso los que produje..

ron el concepto político de "bajos" fueron las personas que trabajan para y con

Urban Habitat, incluyendo muchos organizadores comunitarios, activistas e inves-

tigadores, entre ellos yo. Por eso quiero darle las gracias a Urban Habitat en dos

sentidos: uno por permitirme participar en el proyecto social de desarrollar el con-

cepto de bajos, y el otro por seleccionarme (junto con otros) para expresar una

gratitud especial por "mi" contribución.

Y hablando de eso, ¿qué es política de los bajos?, o mejor dicho, ¿qué quiere

decir política de los bajos?

En mi trabajo utilizo un pensamiento de tipo marxista (aunque no es el único),

así que, naturalmente, empecé con la lucha

de

clase. Como sabe la mayoría de

r e lacionadas (const r uidas) de la ge nt e : r az a, e t nicidad, incapacidad f í si ca, or ie nt a-

ción sexual, edad y así sucesivamente. En Estados Unidos, en el peor de los casos,

l a pol ít ica identitaria conduc e a l nac ional ismo y el separatismo cul tura l ; en l a

actualidad ha llevado a la acción afirmativa, igual paga por igual trabajo, valor com-

parable, etc. En el mejor de los casos esa política implica una sociedad que deja de

hacer comparaciones malignas entre diferentes grupos, que celebra la diferencia,

y en la cual los diversos grupos se respetan y aprenden unos de otros, gracias a lo

cua l goz an de una vida más plena.

El símbolo de la política del lugar es el color verde. Está basada en el control de

la tierra, el espacio, la naturaleza. Uno sabe que está en presencia de una política

del lugar cuando oye decir "salven las secuoias", "salven el vecindario", "salven el

cinturón verde", "salven el parque", "salven la cuenca", "salven la bahía", y así suce-

s iv a men te. En su s peores momen tos la polít ic a del lu ga r son c omu n ida des c erc a -

das, el movimiento " S aber Usar" , y el centro de L os An gel es , convertido en u n

reducto de las grandes empresas. En los mejores, la política del lugar es el exitoso

desa rrollo c omu n ita rio, c iu da des v erdes , s i s tema s a gríc ola s orgán ic os , sen deros

para bicicletas y posiblemente incluso biorregionalismo.

En n ue st r a ár ea de la bahí a de San Fr anci sco hay un lugar , y só lo un lugar —al

cua l bast an t e más de un mi l lón y me dio de pe r sonas de t oda e t nicidad y r az a con-

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ustedes, a partir de los dos últimos años de la administración Carter la "Gran

Empresa" y las "Grandes Finanzas", aliadas con políticos de muchos colores, lanza-

ron una especie de guerra de clases

de

los ricos contra los pobres, del capital con-

t r a

el

trabajo, de los suburbios contra la ciudad. La empresa, las finanzas y los

suburbios ganaron de lejos. Los ricos se volvieron más ricos y los pobres más

pobres; las empresas cosecharon más beneficios, en parte porque los salarios rea-

les de los trabajadores han estado estancados durante dos decenios o más, y en par-

te porque la inseguridad en el empleo no había sido tan grande desde la gran

depresión, y los suburbios han extraído más excedentes económicos de las ciuda-

des... aquí podría resultar más adecuada la palabra "botín".

Por fortuna el movimiento laboral, los grupos comunitarios y los pobres están

empezando a devolver los golpes; lamentablemente lo están haciendo por separa-

do, porque están divididos, tal como lo están los grupos de mujeres, de minorías,

ambientales y otros.

Hay muchísimas razones por las cuales el trabajo y las comunidades, a diferen-

cia de la clase política privilegiada, no han organizado sus protestas siguiendo lí-

neas de clase de abajo hacia arriba.

Una de estas razones tiene que ver con la actual hegemonía de otros dos tipos

de políticas de oposición: lo que a veces se denomina política de identidad, por un

lado, y lo que de manera abreviada llamamos política del lugar, por el otro, que son

las dos formas en las que en estos días se llevan a cabo las políticas progresistas.

El símbolo de la política de identidad son los colores del arcoiris. La política

identitaria se basa en las características culturales adscriptivas, cuasi adscriptivas y

cebibles considera su hogar— donde es posible un verdadero multiculturalismo

popular. Se trata de los bajos de la región, que para sus residentes no es sólo espa-

cio de vida sino también espacio de trabajo y espacio inmediato de recreación.

Además, estos bajos son la cuenca del drenado o llanura aluvial de docenas de ríos

y a rroyos , a s í c omo de c en ten a res de ma n a n t ia les , qu e en u n a époc a f lu ía n ha c ia

u n gra n río qu e n o desa gu a ba en el Golden Ga te s in o en la ba hía de Mon terey,

ce r ca de Wa t sonvi l le; un a l lan ur a a luvial (con e xce siva fr ecue ncia a mbie nt alme nt e

invisible para los verdes) que es el eslabón ecológico esenc ial entre los ecosistemas

de las montañas y los de las marismas y la misma bahía; quiero decir, muy simple-

mente, que una de l as dos principal es razones por l as que es tá contaminada l a

bahí a e s que e st án c ont aminados los bajos ( la ot r a t ie ne que ve r con e l impact o de

la n ave gac ión oce ánica y de ot r os t ipos).

El sistema económico del área de la bahía ha convertido a los bajos en una zona

industrial y comercial, donde se congrega una multiplicidad de problemas socioe-

conómicos y ambientales. Por un lado es lugar de desempleo, pobreza, bajos sala-

rios, crímenes y demás. Por el otro, es el de la congestión, la contaminación del

aire, el ag ua y el ruido, el desag üe de la indu stria petroquímica, de los t iraderos de

basura tóxica y demás. Los riesgos para la salud y la seguridad humanas del área de

la bahía se con centran en los bajos, donde También s e degrada c ada v ez más lo que

queda de los an tiguos ecosistemas riparianos. Un estudio reciente de los jóvenes de

esta zona indica que su preocupación ambiental más importante es la sensación de

que la vida es ins egura.. . gracias al tráfico, las bibliotecas cerradas, los patios de las

escuelas con candado después de la hora de clases y cosas por el estilo. En otras

[344]

3 46

A M E S O ' C O N N O R

palabras, los jóvenes están sufriendo una especie de cercado de las tierras comu-

nes". Desde un punto de vista ambiental puede decirse lo mismo de la integridad

ecológica de los bajos, que fueran una vez tierras comunes de los pueblos ohlo-

ne, y que desde hace mucho han sido alambrados, divididos por las autopistas, las

fábricas, las unidades habitacionales sobrepobladas, etcétera.

Si vive usted en los cerros o en las ciudades que rodean la bahía, lo más proba-

ble es que los bajos sólo se le aparezcan como un corredor de tránsito embotella-

do y un espacio de problemas sociales. La próxima vez que vaya por la autopista

que circunda la bahía tenga presente que está atravesando cuencas y ecosistemas

antiguos, y que la integridad ecológica de la bahía misma depende de la salud

ambiental de esos ecosistemas, así como de la nieve derretida de la Sierra Nevada.

Y piense también que los que ahí viven le hacen su trabajo sucio mientras residen

en

medio de la contaminación, la congestión y el costo socioeconómico del racis-

mo y de una economía miope.

La llanura, como corredor del transporte, es la base de una cultura del auto-

móvil y el camión, antiecológica de muchas maneras obvias y también racista de

maneras que no lo son tanto. Quiero decir que el impacto ambiental del auto

recae de manera desproporcionada sobre la gente de color, los pobres y los tra-

bajadores de bajos salarios, es decir, los residentes de los bajos. La contaminación

347

pOLh1CA DE LOS BAJOS

nitarios, los sindicatos locales, los grupos ambientales y otros de los bajos se reú-

nen, planean, deciden y evalúan estadísticas criminales y flujo de tránsito, logros

educacionales y posibilidades de empleo. Sin embargo la mayoría de los grupos

están separados.

Lo que se requiere, diría yo, es una política regional de los bajos, una política

en la cual la política identitaria y la política del lugar se fusionen, por decirlo así.

No obstante, en este momento, excepción hecha del movimiento por la justicia

ambiental, que combina los ideales del multiculturalismo con los de la ecología y

el poder de la comunidad local, quienes se ocupan de esos dos tipos de política

están trabajando en lados opuestos.

Los intentos previos de una política regional del área de la bahía de San Fran-

cisco fueron más o menos inútiles, simplemente porque ninguno de ellos —lo mis-

mo si venía de arriba hacia abajo, del Consejo del Área de la Bahía, de la clase diri-

gente, o de abajo hacia arriba, de los municipios que se han resistido a ser juguetes

del consejo— reconoció a los bajos como un lugar distinto y especial. Esto se debe

a que un regionalismo basado en una política de los bajos no sólo sería multicul-

tural y ecológico, en el sentido de unir la política de identidad y de lugar en una

sola, sino que también se convertiría en una especie de política de clase, puesto

que casi todos los distritos de aquéllos son de clase trabajadora de ingresos bajos a

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8/20/2019 Causas Naturales - O Connor

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sonora y del aire, los accidentes y los riesgos, la congestión y las sa lidas de las auto-

pistas que escinden los vecindarios, son algunos de los costos sociales del auto.

Además, como el valor de los bienes raíces está en relación inversa con la calidad

del aire y la cercanía al tráfico vehicular intenso, la cultura del auto destruye el

valor de las propiedades residenciales de esas zonas. Por otro lado, gracias a ese

mismo racismo y clasismo, los que resultan más afectados por el auto son los que

tienen menos posibilidades de comprar y mantener un buen coche. Como si los

habitantes pobres de los bajos no sufriesen suficiente, hace poco el estado de Cali-

fornia decidió perseguir a los "contaminadores graves", en su mayoría dueños de

autos pobres y de clase media baja para reducir la contaminación del aire, en lugar

de atacar a los contaminadores industriales.

Si la economía "decide" que los habitantes de los bajos enfrenten una multitud

de problemas similares, el sistema político decide que no puedan hacer demasia-

do al respecto, tan balcanizados están aquéllos en términos de límites políticos. La

economía va de norte a sur y, por así decirlo, es la que cava la fosa, mientras que

la política va de este a oeste y le pone la tapa al ataúd. La balcanización política y la

preocupación por cuestiones especificas han representado barreras a la moviliza-

ción política conjunta de los habitantes de los bajos. Y esto ocurre pese a que en

este mismo instante las coaliciones contra los productos tóxicos están luchando

por liberar a sus comunidades de venenos industriales; los grupos de restauración

ambiental están remendando las cañadas; las comunidades están tratando de

manejar el legado de fábricas abandonadas y experimentar con los cultivos urba-

nos, la rehabilitación de viviendas y escuelas y las calles vivibles, y los grupos comu-

medios.

Dicho de otra manera, tanto los arcoiris como los verdes tienen que empezar a

tomarse en serio los bajos si quieren avanzar hacia una verdadera sociedad multi-

cultural y ecológica. Y tomarse en serio los bajos implica dedicarse a una especie

de política de clases.

Si los verdes quieren proteger los cerros y salvar la bahía, como en efecto quie-

ren, van a tener que hacer algo con los bajos. Si los arcoiris quieren lograr una

sociedad multicultural, que es lo que quieren, van a tener que esforzarse mucho

más por desarrollar coaliciones y alianzas efectivas entre las muchas culturas pre-

sentes en los bajos.

La política ecológica se convierte así en una forma de desarrollar una política

multicultural, y la política multicultural se transforma en una manera de desarro-

llar una política ecológica. El detalle adicional es que ambas presuponen una polí-

tica de clases, una política en la que los habitantes de los bajos, es decir, los traba-

jadores, desarrollen sus propias organizaciones y prácticas democráticas

comunitarias, ambientales y del lugar de trabajo. Después de todo, tanto en su

espacio de trabajo como su comunidad tienen más conocimientos prácticos acerca

de sus condiciones de vida ambientales y sociales que todos los planificadores buro-

cráticos de la región juntos. Y lo que se necesita es aprovechar ese conocimiento y

organizar y movilizar políticamente en pro de una estrategia de "isustentabilidad

primero ".

Lo cual, finalmente, implica cuestionar, más pronto o más tarde, el poder de los

habitantes de los cerros que controlan el área de la bahía, así como la estructura

348

J A M E S O ' C O N N O R

política balcanizada que impide una verdadera política de los bajos. "Finalmente"

puede no ser el mejor término, porque la política de los bajos apenas está comen-

zando. Y por eso no tengo manera de ponerle un verdadero fin a estas palabras de

agradecimiento. Usaría el término "reto"

si

nuestro presidente no lo hubiese vuel-

to banal, o la palabra "lucha" si la mayoría

de

la gente no la considerarse terrible-

mente anticuada. Cuando no hay palabras adecuadas para un proceso social que

se está dando, lo mejor es no decir nada.

18

¿PENSAR GLOBALMENTE, ACTUAR LOCALMENTE?

HACIA UN MOVIMIENTO VERDE ROJO INTERNACIONAL

L a desintegración de l a Unión S oviét ica y l as convu l s iones geopol í t icas e ideol ó-

gicas que ha provocado su extinción han a l terado la na tural eza de l a l ucha de c l a-

se en todo el mundo. S in l a presencia del Partido Comunista S oviét ico, l os parti-

dos comunistas del resto del mundo han perdido la legitimidad y la pretensión de

l iderazgo sobre la c lase trabajadora de que pu dieran haber gozado. La tensión

básica en tre el capital y el trabajo persiste, pero los medios tradicionales de resol-

ver los conflictos de la clase obrera y las minorías necesariamente han cambiado.

Sin un modelo o una ba se de apoyo —las dos posibilidades que los soviéticos ofre-

cían a las clases trabajadoras de otros países— quienes exigen justicia económica

y socia l t ienen que hacerl e frente a l ca pita l con nu evas formas de organización y

de l ucha.

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El cambio radica l de los centros de poder geopolíti co desde f ina les de los

ochenta ha coincidido con el movimiento constante del capita l hacia l a g l obal iza-

ción y con l a decl inac ión a l argo pl azo de l a tasa de crecimiento económico mun -

dial. Estas dos tendencias s e intensificaron justo cu ando el socialismo "real" perdía

su prestigio internacional , y e l dogma del "l ibre mercado" comenzaba a reinar

supremo entre l os tecnócratas económicos de todo el mun do, en el Este, el Norte

y el Sur.

A medida que el capita l se restructu raba gl obal mente, central izando el poder

en empresas y bancos tra nsn acional es , busca ba, de modo lógico, reducir l os cos-

tos de mano de obra, energía y materias primas, así como el tiempo de revolven-

cia del capita l . L a l enta tasa de crecimiento, en especia l , conduj o a l os manipul a-

dores del capita l mu l t inacional a intensificar l a expl otación de l a man o de obra.

Duran te el úl t imo decenio el desempl eo mun dial ha au mentado y l as desigual da-

des en l a divis ión de l a riqueza y el ingreso se han vu el to más dramáticas aún . A

decenas de millones de personas se las ha expulsado de sus lugares de trabajo, sus

a ldea s , su s hoga res y ha s ta su s n a c ion es .

El impacto social de esta tendencia ha resultado devastador. Inevitablemente se

desarrolló resistenc ia a ella, pero sin la tradicional experiencia "roja" o los méto-

dos que obtenían y derivaban su poder de la existencia de una internacional comu-

nista basa ría en la "s uperpotencia" soviética.

Simultáneamente , quienes controlan los g randes cong lomerados y empresas

financieras, quienes deciden qué y dónde invertir y producir, han seguido tratan-

do de detener las

t2C24

decrecientes de crecimiento y utilidad externalizando cada

[349]

350

JAMES O 'CONNOR

vez más sus costos de producción hacia el ambiente. Mientras el aire, la tierra y el

agua, así como las formas de vida complejas que estos elementos sostienen, lleva-

ban la mayo r parte de la carga de las nuevas prácticas globalizadas del capital, se

producía también un cambio en la lucha de clase. Con la destrucción ecológica

y

el advenimiento de una crisis ambiental global, aparecieron la comunidad local y la

organización no gubernamental (or4c), a medida que los movimientos verdes emu-

laban las luchas del trabajo como fuerza de resistencia del capital (y a veces coin-

cidían con ellas).

Los "rojos" han ido adoptando cada vez más uno u otro de los discursos "ver-

des", y los "verdes" han tendido a inclinarse más hacia la izquierda. Cada vez m ás

sindicatos y partidos democráticos y socialistas están ocupándose de cuestiones ver-

des, sobre todo en relación con la salud ambiental del lugar de trabajo y la comu-

nidad. Más y más grupos ambientalistas básicos están planteando cuestiones de jus-

ticia social y económica. Y más partidos verdes de izquierda (el más conocido d e

los cuales es el de los verdes alemanes) se han creado en más países. Ahora resul-

tan visibles, en el N orte y en el Sur, los esbozos de un movimiento verde rojo, que

consiste en una variedad de organizaciones, mo vimientos e ideologías, desde los

más sectarios hasta los más abiertos y fluidos políticamente.

1

Uno se pregunta si es posible organizar un movimiento verde rojo internacio-

nal, una respuesta coordináda al capital global, para iniciar formas de vida nuevas,

democráticas, ecológicamente racionales y económica y socialmente equitativas. Si

¿P ENSAR G LOB ALMENTE, ACTUAR LOCALMENTE?

51

ahorra energía subsidiando los calentadores solares y desalentando el uso de los

automóviles, por tomar sólo tres ejemplos. En todo

el

mundo los biorregionalistas

presionan en pro de mayor autosuficiencia económica y menor disrupción de los

ciclos hidráulicos; los grupos locales antinucleares y las campaña s contra los dese-

chos tóxicos batallan por la reducción en la fuente de origen, y los movimientos

por las ciudades y pueblos verdes buscan sistemas de transporte de masas, vivien-

das de alta densidad, el uso de biomasa local como fuente de alimentos y energía,

y la redistribución del abasto de agua a los pequeños agricultores. Estos ejemplos

demuestran que el pensamiento verde está difundido, y también que cada vez más

movimientos verdes locales han ido adoptando perspectivas regionales, nacionales

e internacionales.

El problema básico de los verdes es que ofrecen pocos o ningún medio para

transformar lo "local" en lo "global". El movimiento verde no tiene un método

para pensar acerca de las maneras en que lo local es constituido por lo global ni

sobre muchas cuestiones relacionadas (por ejemplo el significado de "específico

del sitio , que los verdes definen en términos de sistemas ecológicos y de espacio

fisico, más que de la escala de reproducción de la existencia material y social

"local"). Asimismo tienden a descartar la creciente centralización del poder eco-

nómico y político y, por lo tanto, también la realidad de que los "ambientes loca-

les" se están volviendo cada vez más las víctimas de la restructuración y el cambio

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es posible vincular teórica y prácticamente los problemas económ icos, sociales y

ecológicos de formas que faciliten vías y visiones de desarrollo alternativas del futu-

ro; superar la estrategia de d ividir y conquistar del capital, que enfrenta al trabajo

con los am bientalistas, a los obreros urbanos con los pequeños agricultores, a los

hombres contra las m ujeres, a las mayorías con las m inorías oprimidas y, final-

mente, al Norte contra el Sur.

Una respuesta positiva a estos interrogantes requiere que los verdes (y los rojos)

no sólo piensen globalmente, actúen localmente , sino también que piensen

localmente, actúen globalmente" y que, en última instancia, "piensen y actúen tan-

to global como localmente".

Desde hace algunos años el lema "pensar globalmente, actuar localmente" ha

facilitado, en Estados U nidos y otros lugares, los movimientos por la paz, las cam-

pañas antinucleares y hasta los movimientos de solidaridad. Para los verdes "pen-

sar globalmente, actuar localmente" significa (entre otras cosas) "pensar en los

efectos de lo que estás haciendo sobre el ambiente global". De hecho, cada locali-

dad puede dejar una pequeña huella en el agotamiento global de recursos si orga-

niza programas para reciclar, reduce la contaminación de los océanos y economi-

za agua potable exigiendo el tratamiento terciario de los desech os municipales, y

Véanse las contribuciones "Red G reen politics", en

Cap i ta l i s ta , Na tur a ; Soci a l i s m,

3, 2, junio de 1992,

y 3, 4, diciembre de 1992.

económico y político global.

Por ello tiende a ampliarse la brecha entre las buenas intenciones y los malos

efectos imprevistos de las acciones locales. Las luchas contra los desechos tóxicos

en el Norte son un buen ejemplo. Uno de sus efectos no deseados es aumentar la

exportación de venenos al Sur y a las colonias internas del Norte (pero también

pueden inspirar a otras localidades, vincularse con ellas, y adquirir dimensiones

globales). Los programas locales de reciclado son un ejemplo más enredado. El

reciclado de papel periódico debilita el mercado para la pulpa de madera, lo cual

puede tener el efecto imprevisto de incitar a las compañías de papel y pulpa a

recortar sus costos mediante prácticas forestales ecológicamente dañinas, o pospo-

niendo las mejoras tecnológicas que reducen el volumen de contaminantes que se

liberan en los ríos. Los programas de reciclado caen también en la trampa del dis-

curso capitalista sobre el desperdicio y el reciclado, que privilegian los aspectos

económicos sobre los sociales y ecológicos (por ejemplo, en Estados Unidos lo pri-

mero que se recicló fueron las latas de aluminio, más valiosas). Actuar globalmen-

te implica entender los efectos no deseados de las prácticas verdes, lo que significa

ver por qué surgen, para empezar, los problemas ecológicos y las prácticas verdes,

a saber, como resultado de fuerzas económicas y políticas tanto nacionales como

internacionales.

"Pensar globalmente, actuar localmente" puede contribuir a que los verdes se

sientan mejor consigo mismos y con su vida (es un lema ético, además de prácti-

co), pero puede llevar a engañarse a uno mismo sustituyendo la estrategia global

352

A M E S O ' C O N N O R

por el pensamiento global. ¿Cuáles son las razones básicas? Históricamente los

rojos se ocuparon de las relaciones sociales de producción y poder, e ignoraron las

relaciones entre sociedad y naturaleza; los verdes privilegian estas últimas en detri-

men to de las primeras. Muchas veces se puede leer "verde" como una simple inver-

sión histórica de "rojo".

Si se invierte el lema "pensar globalmente, actuar localmente", será más proba-

ble que los verdes desarrollen un discurso acerca de la destrucción y la recons-

trucción ambiental hacia una política global. La mayoría de las localidades son

fragmentos de la división del trabajo social en escala global, y a eso se debe que sea

tan importante la pregunta "¿Cómo constituye localidades el capitalismo mun-

dial?". En lugar de plantear una dualidad entre lo global y lo local los verdes pue-

den tratar

de

captar la forma en que las localidades existen sólo en relación mutua

y

también con la totalidad de la economía internacional.

2

"Pensar globalmente, actuar localmente" también debe tomar en cuenta la rea-

lidad de que determinadas localidades se definen a sí mismas, o adquieren auto-

definiciones, tanto culturales como ambientales, de maneras que también están

constituidas por el capitalismo mundial. La vida de los bosques tropicales, y el valor

que les asignan los verdes, no sólo dependen de las condiciones de producción

forestal en el Sur y en el Norte, sino también de la totalidad de la oferta y la de-

¿PENSAR GLOBALMENTE, ACTUAR LOCALMENTE?

53

par t e de las gigant e scas compañí as e léct r icas, y ot r as e st r uct ur as y pr oce sos ape nas

e nt e ndidos incluso por los a ct ivi st as solar e s.

4

binado del capital y la destrucción social y ecológica, así como de las enormes desi-

gu a lda des en tre el N orte y e l Su r. El c a pita l en e l Norte s iempre ha a c tu a do g lo-

balmente hac ia el Sur, c on el propósito de extraer materias primas, energía y fuerza

de t r abajo bar at as, c omo lo han e nt e ndido hace mucho los nacionali st as y los r e vo-

lucionarios en el Sur. Hoy los movimientos verdes del Sur comprenden el peligro

de la creciente marginación económica y segregación social, y cada vez más actú-

an gl obal mente en rel ación con el Norte. Esto es c ierto sobre todo cuando oyen

qu e mu c ha s

O N G

bien intencionadas del Norte aconsejan hacer hincapié en mode-

los a gríc ola s c omu n ita rios su s ten ta bles , resu c i ta r tec n ología s in dígen a s y c a n jea r

deuda por natu ral eza, l o cua l t iene el efecto, aun que ta l vez no l a intenc ión, de

legitimar la división del traba jo y la miseria existentes entre el Norte y el Sur en tér-

minos de la "luc ha común" por un ambiente mejor.

cuando algunos países grandes del tercer mundo le hicieron frente a las propues-

a de transferencias equitativas de tecnología que contribuyesen a construir pro-

tas de "lo pequeño es más bello" planteada s por

O N G

se pt ent r ionale s con la de man-

"Actuar globalmente" tiene otro significado, dado el desarrollo desigual y com-

Por ejemplo, en el foro global que se l levó a cabo en Río de Janeiro en 1991,

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manda mundiales de productos derivados de la madera que, a su vez, depende de

un complejo conjunto de conexiones internas entre utilidades, tasas de interés y

deuda, la industria global de la construcción, luchas sindicales, acciones ambien-

tales para salvar los bosques tropicales y los árboles originarios en el Norte

y

los

cambios técnicos de la industria forestal .

3

Regresando al ejemplo del reciclado

local de papel periódico, sus efectos dependen de un discurso generalizado sobre

la reducción de desechos, el reciclado en otras comunidades y estructuras de pre-

cio que

pueden igualar o no el precio de costo del papel reciclado y los productos

de los molinos de papel y pulpa (en la actualidad se destinan más periódicos "reci-

clados" para rellenar terrenos que para producir papel). El potencial de la energía

solar en una localidad determinada no depende sólo del clima local sino también

de la composición de clase y de raza de la comunidad, la tasa de explotación de

combustibles fósiles, el estado de las rivalidades interimperialistas de los países pro-

ductores y consumidores de petróleo, la monopolización de la energía solar por

2

Por ejemplo, la centralización del capital financiero y la administración corporativa en Nueva York,

Londres, París, Francfort y Tokio han ido de la mano con la descentralización del capital productivo o

industrial, así como con la internacionalización de la producción de frutas y verduras frescas para los

mercados de lujo en esas y otras "ciudades mundiales". Otro ejemplo: cuando Fidel Castro, hace años,

describió La Habana como "la cabeza inflada en el cuerpo enclenque de Cuba", podría haber estado des-

cribiendo las relaciones mutuamente constituyentes entre la ciudad y el campo en todo el mundo.

3

Por ejemplo, véanse John Bellamy Foster, "The limits of environmentalism without class: Lessons

from the ancient forest struggle in the Pacitic Northwest", C a _ p i t a i i r a y N a t a " S o e i g l i t n . , 4 ,

1, marzo de

1992, y Herb Thompson, "The forestry-logging-thnber industry in Papua New Guinea",

C a p i t a l i n o , N a t u -

Soe ia l i s ne ,

3,

3, septiembre de 1992.

ye ct os indust r iale s se gur os y s ust e nt a ble s, la br echa e nt r e las

O N G

de las dos partes

del mundo, según todas las versiones, se ensanchó tanto como la que existía entre

los gobiernos del primer mundo y el tercero.

"Ac tu a r g loba lmen te" implic a es ta r c on sc ien te del pen sa mien to y la s a c c ion es

e st r at é gicos no só lo cont r a las pr áct i cas e cológica y socialme nt e desast r osas de u na

in du s tria o u n a empresa en pa rt ic u la r, s in o ta mbién de la s in s t i tu c ion es g loba les

cuyas decisiones afectan la vida de centenares de millones de personas. Los objeti-

vos clave son el Fondo Monetario Internacional (Fui), el Banco Mundial y el Acuer-

do General sobre Aranceles y Tarifas

(can),

a s í c omo la s n u ev a s v in c u la c ion es

regionales (la Un ión Europea, el Tratado de Libre Comercio de América del Nor-

te, y los imperios financ ieros e indus triales informales de Japón en Asia). Sus polí-

t icas en rel ación con l a deuda del tercer mun do y l os " aj ustes económicos" , l a

inversión en infraestructura y las reglas que rigen el comercio mundial y regional,

han creado daños ecológicos y miseria humana inconmensurables.

5

"Actua r globalmente" significa hacer responsa bles al

FMI

y a otras organizaciones

mundiales antidemocráticas de sus políticas y programas, y exigir que en el futuro

éstos se relacionen con las necesidades de la gente de todo el mundo y con las frá-

gi les ec ología s del p la n eta , más qu e c on los in tereses de los ba n c os c en tra les , los

ministerios de finan zas y los monopolios finan cieros de propiedad privada.

4

Véase Robert Marotto, "Subtexts of Solar: Community and conserration in the solar capital",

capi-

t a l i s t a ,

Na t ur e , &des l io"

3, 4, diciembre de 1992.

Véase Gail Omv edt, "Fount of p lenty or bureaucratic boondoggle? The Nammda project',

C4la-

l i s m ,

N ature, S oc i a l i s ta ,

3, 4, diciembre de 1992.

354

A M E S O ' C O N N O R

Los verdes podrían contribuir a revivir las demostraciones de militantes organi.

zadas hace dos años en A lemania contra las políticas del

FMI

y del Banco Mundial.

Podrían exigir que el primero se volviese una organización con cargos de elección,

como un paso hacia la democratización del dinero existente, lo cual limitaría el

daño que los banqueros mundiales y los m inistros de hacienda podrían causarles a

las personas y a la naturaleza. T al idea de la lucha política contra los pilares del

capitalismo mundial requeriría una nueva clase de movimiento ambiental, un

movimiento verde rojo, que estuviese en sintonía con las luchas y necesidades de

las mujeres, las minorías oprimidas y las nacionalidades del N orte, pero sobre todo

con las del Sur. Ésta es una tarea difícil. ¿Pero cuáles son las alternativas? Si la polí-

tica verde carece de una estrategia global seguirán "triunfando" las luchas

y

las

alternativas psicológicas locales, generando m ientras tanto más efectos colaterales

nocivos no previstos, sin lograr llegar, al mismo tiempo, a los centros de poder del

capital global. Una estrategia global no tendría que devaluar los movimientos

y

acciones locales sino más bien valorarlos políticamente, elevar las apuestas políti-

cas en una coyuntura mundial en la cual las apuestas ecológicas y humanas aumen-

tan día tras día, mientras la utilidad y el poder se centralizan más y se vuelven

menos demo cráticos.

De hech o existe un m ovimiento internacional. Millones de personas involucra-

das en luchas sociales y ecológicas en decenas de países entienden las conexiones

¿P ENSAR G LOB ALMENTE, ACTUAR LOCALMENTE?

55

Tal vez las coaliciones regionales de sindicatos, mujeres y arabientalistas que se

crearon en México y Estados Unidos para combatir contra el

T L C

neoliberal repre-

senten un presagio de l futuro.

Grupos como

los Amigos de la Tierra, los Teamsters y Clean Water Action —escribe Micha-

el Dreiling— forma ron parte de las dos coaliciones norteamericanas [contra el "rt.c] y reali-

zaron también esfuerzos por crearon vínculos internacionales junto con sus contrapartes

más radicales, como Greenpeace y

UE.

Esos "puentes" estructurales hicieron posible así la

formación de un prototipo de la alianza amplia y progresista

que

probablemente resulte

necesaria para llevarnos más allá del proyecto neoliberal, y contribuyeron a una visión hacia

ese fin. Las afirmaciones normativas básicas de esas redes requerían democratizar las rela-

ciones comerciales internacionales y someter el mercado y la acumulación de capital a nece-

sidades sociales.

6

Construir un movimiento global requiere algo más que dejar de lado la política

sectaria y la "línea correcta", compartiendo mientras tanto la experiencia y el cono-

cimiento adquiridos durante más de un cuarto de siglo de luchas verdes. Depende

también de reconocer que los mismos dirigentes del capital y de las instituciones

económicas internacionales enfrentan problemas ambientales globales y se dan

cuenta de que su futuro económico depende de renovar o rehacer las bases eco-

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locales entre los problemas de

u s o

de la tierra, transporte, abasto de agua, conta-

minación del aire, degradación del suelo, congestión, salud y pobreza, incluyendo

las dimensiones locales específicas de género y étnicas/raciales de esos problemas.

Decenas de miles de activistas captan el papel central del capital global y de las ins-

tituciones internacionales dominantes en el caos que se crea para los seres hum a-

nos y la naturaleza. Cientos de especialistas han estudiado las formas en que deter-

minadas localidades son constituidas por el capital global y la política internacional.

Sin embargo, la mayoría de los grupos locales sabe poco acerca de grupos simi-

lares en otros lugares del mundo —hecho que se rem edió en parte en el foro glo-

bal de Río— y por lo tanto no pueden ni siquiera especular —y mucho menos

aprovechar— sobre las oportunidades de alianzas estratégicas y tácticas. La m ayor

parte de los activistas para los cuales están claros como el agua los papeles des-

tructivos que desempeñan el F ondo M onetario Internacional y otras instituciones

internacionales no están en contacto entre sí. La mayoría de los especialistas radi-

cales que comprenden que los "locales" son partes constitutivas de lo "global" no

leen los trabajos de sus colegas.

Desarrollar y reforzar los vínculos entre grupos locales, activistas, intelectuales

verdes rojos y especialistas de todo el mundo requiere un movimiento internacio-

nal, una "quinta internacional". Esta nueva internacional contaría con una com-

prensión profunda tanto de la ecología com o de la economía capitalista; su "línea"

"exaltaría las diferencias" así como los puntos en común; su propósito sería desa-

rrollar un enfoque internacional y coordinar una estrategia política global.

lógicas de la tierra; por ello nos espera un largo periodo de retórica de desarrollo

sustentable y restructuración de las condiciones de producción. Un movimiento

verde rojo internacional tiene que hacerse cargo de esta retórica y restructuración

capitalistas, encontrar maneras de democratizar no sólo el comercio exterior sino

también (cosa más importante) los movimientos de dinero y de capital especulati-

vo, y desarrollar estrategias y tácticas lo bastante críticas y militantes como para

reparar las horribles desigualdades del mundo y la terrible destrucción de las psi-

cologías globales. ¿Qué se puede perder? ¿Qué se puede ganar? Estas preguntas se

contestan solas.

6

Michael Drei ling, "Env ironmentali sm,

neoCa r denis mo,

and neoliberal capital: Mobilization and

coun termobilizat ion over the North American Free Trade Agreement in M eneo and the U. S.",

Ca Pi-

falisca, Nature, Socialism,

8, 4, diciembre de 1997, p. 16. El autor relata el confl icto entre Greenpeace,

Amigos de la Tierra y el Sierra Club, por un lado,

y

los demás "miembros" del Grupo de los Diez que

apoyaban el

TLC,

por e l otro. Se comenta también e l papel de las organizaciones de mujeres, los grupos

ambientales y los sindicatos en México, y los grupos laborales en Estados Unidos.

357

OS MOVIMIENTOS ECOLÓGICOS Y EL ESTADO

19

LOS MOVIMIENTOS ECOLÓGICOS Y EL ESTADO

Hay por lo menos tres maneras distintas de teorizar acerca del movimiento ecoló-

gico y otros nuevos movimientos sociales: en términos de "derecho",

de

" deseos" y

de "intereses". En otras palabras, hay por lo menos tres discursos disponibles que

pueden usarse para discutir los movimientos sociales: las formas de discurso

legal/liberal democrática, cultural y político-económica. Por ejemplo, muchos tra-

bajadores afirman que tienen "derecho a saber" acerca de las sustancias peligrosas

del lugar de trabajo. Este "derecho" es evidentemente una cuestión legal/política.

Muchos biocéntricos y ecologistas profundos desean revolucionar el orden social a

fin de reunirse con la naturaleza de maneras revolucionarias. Este deseo es sin

duda (entre otras cosas) un asunto cultural. Y muchos ambientalistas se interesan

por tener más recreaciones ambientales como parte de su canasta de consumo o

paquete de niveles de vida. Éste es un asunto político-económico.

cado, pero que el capita l trata como si fuese una mercan cía . De acu erdo con esta

definición califican, sin duda, la naturaleza, el espacio y la infraestructura urbanos

y la comun idad, así como la fuerza de trabajo. Nada de esto se produce en las fábri-

cas y se lanza después al mercado mundial. La naturaleza es producida por la geo-

logía y la evolución, o por Dios o la intervención humana, o por las tres cosas jun-

tas; la fuerza de trabajo es producida por personas organizadas en familias, tribus

o estados; el espacio urbano es producido intencional y no inten cional mente por

patrones de inversión capitalista y políticas oficiales. Sin embargo las tres cosas se

tratan como si fuesen mercancías , o l o que podríamos l l amar " mercanc ías fic t i-

cias". Y las tres tienen un precio ficticio: renta de la tierra para la naturaleza y el

espacio urbano, salarios para la fuerza de trabajo.

El mercado no decide la ca nt idad y ca l idad de l as condiciones de producción

disponibl es para el capita l , n i el momento y l ug ar en que estas condiciones es tán

a disposición del capital . Pero el capital se emplea para tomar decisiones de mer-

cado. Si una empresa quiere una mercancía en general encarga lo que desea a otra

empresa. Esta mercancía se surtirá en la cantidad y cal idad necesarias , en e l

momento y en el l ugar a decuados ( s i el mercado funciona ), de acuerdo con l os

costos de produc ción y la demanda de mercado. Pero las empresas n o pueden

hacerle un pedido a Dios si quieren más naturaleza o a todas las familias de la ciu-

dad de Nueva York s i necesitan más fuerza de trabaj o o a l as autoridades de L os

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Estos ejemplos podrían multiplicarse y complicarse indefinidamente, pero

deben bastar para indicarnos que, sin importar lo que uno piense acerca de los

derechos y la legalidad y el deseo y la cultura, es tanto válido como necesario pen-

sar en intereses y en economía política. Esto no se dice con el deseo o la intención

de reducir un mundo complejo a términos político-económicos, cosa de la cual se

ha acusado a los marxistas... muchas veces injustamente. Más bien lo que pretendo

es demostrar qué clase de grupos pueden arrojar la economía política y la teoría

marxista sobre los movimientos sociales, entre ellos los ecológicos, con el propósi-

to de contribuir a su avance y desarrollo críticos. Por supuesto, lo dicho hasta aho-

ra es más bien una declaración de principios, necesaria en este campo minado que

conocemos como teoría de los nuevos movimientos sociales. Pero es algo más, es

también una defensa de la economía política.

Quiero teorizar sobre tos nuevos movimientos sociales en general y el movi-

miento ecológico en particular en términos de economía política, específicamen-

te del marxismo. Mi intención, por último, es llegar a una afirmación política, no

acerca de "derechos" o "deseos", sino más bien de "intereses".

La categoría clave es "condiciones de producción". Para Marx hay tres condi-

ciones de producción capitalista: externa o natural; general, comunal, y personal.

Hoy hablaríamos de ambiente, infraestructura y espacios urbanos y comunidad, y

fuerza de trabajo. Polanyi, en

77:e great h

 

a n s f o r m a t i o n , l l a m ó a

las condiciones de

producción simplemente "tierra y trabajo".

La definición

de

la condición de producción es todo aquello que no se produ-

ce como una mercancía de acuerdo con la ley del valor o con las fuerzas del mer-

Ángeles para tener un espacio ecogeográfico de otro tipo.

Si el mercado no regula la producción y distribución de las condiciones de pro-

ducción, ¿quién l o hace? Hay un organismo que regul a el acceso del capita l a l a

natu raleza, el espacio y la tierra urban os y la fuerza de trabajo. Este organismo es

el estado. En términos de política interna, el estado hace poco más que regular el

acceso del capita l a l as condiciones de producción, y con frecuencia partic ipa en

la producción de las tres cosas, por ejemplo bajo la forma de una política para las

ma risma s , u n a polí t ic a de zon ific a c ión u rba n a y u n a de a ten c ión a la n iñez.

A lo largo de los decenios se han creado más organismos esta tales y se ha a mplia-

do la misión de la ma yoría de ellos, porque, por un la do, la oferta de condiciones

de producción se ha ido volviendo más problemática con el tiempo y, por otro,

porque el capital está más organizado y racionalizado. En lo que a la ecología se

refiere, hay por una parte una naturaleza menos abundante, y el capital, por otra,

tiene más necesidad de un acceso organizado y racionalizado a la misma.

De l o dicho se deriva que cu al quier teoría de l a acu mul ac ión capita l is ta es tá

absolutamente incompleta sin una teoría del estado, de la provisión de condicio-

nes de producción y de l as contradicciones de l as misma s. En este sent ido s igue

habiendo un a gran l aguna en economía pol ít ica , porque au nque Ma rx identificó

las c ondiciones de producción no teorizó sobre ellas, y si bien los marxistas han tra-

bajado desde el punto de v ista teórico una u otra de las mismas, lo han hecho siem-

pre sin referencia a la s otras dos. Sólo desde la invención del ecomarxismo resulta

posible teorizar sobre las tres al mismo tiempo, en relación con los movimientos de

[356)

358

359

JAMES O'CONNOR

LOS MOVIMIENTOS ECOLÓGICOS Y EL ESTADO

capital y también con los movimientos sociales, así como con las conexiones inter-

nas entre ambos.

También hay una laguna en la teoría de los movimientos sociales. Son pocos los

que han advertido la similitud francamente asombrosa entre los tres tipos de con-

diciones de producción y los tres tipos generales de movim ientos sociales. En otras

palabras, los nuevos movimientos sociales parecen tener un referente objetivo en

las condiciones de producción: la ecología y el ambientalismo en las condiciones

naturales; los movimientos urbanos del tipo que analizaron Manuel Castells y

muchos otros en los setenta y principios de los ochenta en la infraestructura y el

espacio urbanos, y movimientos tales como el feminismo, que se relaciona (entre

otras cosas) con la definición de fuerza de trabajo, la política del cuerpo, la distri-

bución de la atención a los niños en el hogar, y cuestiones similares, en las "con-

diciones personales de producción".

En términos de P olanyi, los nuevos movimientos sociales pueden definirse como

la "sociedad" que lucha para evitar que las condiciones de producción se conv ier-

tan en mercancía; por ejemplo, en Estados Unidos, las costas y los derechos de los

indígenas sobre yacimientos minerales, los centros com erciales de las ciudades, y

los poderes de atención y la sexualidad de las mujeres. O pueden definirse como

la "sociedad" que lucha contra las formas específicas en que el capitalismo res-

tructura las condiciones de producción transformadas en mercancías, por ejem-

lista, es decir, en términos de intereses, y teorizar la lucha por defender esos inte-

reses, es indispensable el tipo de economía política que se señala aquí.

La razón básica es simple. Cuando las mujeres combaten por obtener atención

para los niños o en contra de los abusos po liciales; cuando los ambientalistas pe-

lean por mantener espacios abiertos o por preservar tierras, y cuando los movi-

mientos urbanos luchan contra las autopistas y en favor de m ás espacios de vivien-

da, tienen que tratar, más pronto o más tarde, con determinados organismos del

estado. La lucha típica por defender o redefinir las condiciones de

producción

como

condiciones de vida lleva al movimiento hacia el estado representado por el depar-

tamento de policía, los responsables de la zonificación, el consejo forestal, la ofici-

na del alcalde y demás. En ese punto del ciclo vital de la lucha se oye que quienes

se involucran en movimientos sociales dicen más o menos lo mismo: que el estado

no responde, que es opresivo y demasiado burocrático, que se apoya demasiado en

expertos, que oculta estadísticas fundamentales, que miente y que no puede hacer

nada. Todos hemos oído las mismas críticas y las mismas demandas, y muchos de

nosotros también las hemos planteado.

En esa etapa de las luchas de los nuevo s movimientos sociales se escoge, delibe-

radamente o por omisión, una de tres estrategias. La primera es la estrategia anar-

quista de rechazar al estado y crear contrautoridades locales. Un ejemplo de esto

es la ecología social de Murray Bookchin. La segunda estrategia es tratar de refor-

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plo, las definiciones biotecnológicas de la agricultura sustentable frente a las defi-

niciones sociales y políticas; la construcción de rascacielos para oficinas frente a las

viviendas para gente de bajos ingresos, y la presentación de las mujeres como sim-

ples objetos sexuales, en los anuncios, frente a su presen tación en roles que las

dotan de poder.

Me apresuro a añadir que todos estos movimientos, definidos en términos gene-

rales, tienen también sólidas dimensiones culturales y políticas/legales sobre las

cuales hay que teorizar asimismo de otras maneras. Ejemplos de ello son el femi-

nismo cultural, el biocentrismo/ecología profunda y la celebración posmodema

de la fragmentación cultural de las "ciudades del nuevo mundo". Se puede decir

que el feminismo cultural tiene algo que ver con la proletarización de la mujer,

con la nueva independencia económ ica de ésta, y demás, sin reducir este feminis-

mo a categorías económicas políticas; y que la ecología profunda tiene algo que ver

con evolución de la ciencia ecológica, que a su vez tiene que ver con el nuevo inte-

rés del capital por el ambiente, sin reducirla a categorías económico-políticas; y

que la nueva política de identidad de base urbana tiene que ver con la nueva divi-

sión internacional del trabajo sin reducir la posmodemidad a la economía políti-

ca. Pero sugiero que estos elementos culturales no se pueden explicar plenamen-

te desde el punto de vista de las ciencias sociales a menos que se preste cierta

atención a la econom ía política.

Por último, quiero sugerir mucho más enérgicamente que si alguien quiere teo-

rizar en torno a los nuevos movim ientos sociales desde un punto de vista materia-

mar el estado democrático liberal. Un ejemplo de este enfoque son los esfuerzos

del ambientalismo convencional. La tercera estrategia, radical, es democratizar el

estado, y quiero comentarla brevemente.

Lo que quiero decir es que no hay posibilidades de una unidad perdurable entre

las "fuerzas progresistas" si no existe una meta específicamente po lítica. En un país

en el que la política y el poder pueden definirse como recursos o como med ios para

fines ambientales y otro tipo de m etas no políticas, esta idea puede resultar rara

y

desconcertante. ¿Acaso la democracia liberal misma no representa la satisfacción

de las metas básicas de las revoluciones políticas de los siglos xvm y xix? ¿No es la

democracia liberal, en algún sentido importante, el "fin de la historia"? De hecho,

los liberales que ascienden al estado democrático liberal como la culminación de

dos o más siglos de luchas democráticas son los primeros que se alarman ante el ata-

que a la democracia que se da hoy en Estados Unidos. Muchos liberales coinciden

en que la clase trabajadora, fragmentada y dividida de mil maneras, es más débil

que en cualquier otro momento de la historia reciente; que las clases empresaria-

les son más fuertes que nunca; que el gobierno tecnocrático se ha fortalecido; que

la razón instrumental domina la política pública en pro de crear una economía

competitiva" y una "superpotencia exportadora"; que hasta los funcionarios pro-

gresistas de los gobiernos estatales y locales suelen suspender los reglamentos

ambientales, mirar para otro lado cuando se instalan compañías an tisindicalistas, y

presidir la declinación del pequeño comercio independiente, todo por "crear

empleos y ampliar la base impositiva"; que el Congreso es un centro de mediocri-

360

A M E S

O ' C O N N O R

dad, banalidad, es tupidez y corrupción, y que el es tado de seguridad na cional s igue

exist iendo aunque ha desaparecido ya la ut i lidad que pudiese haber tenido; más

aún, que se fortalece año tras año. ¿Hay una sola ins t i tución de Estados Unidos de

la que pueda decirse "es más democrática que antes"? No será la Suprema Corte,

que t iende a interpretar cada vez más los "derechos individuales" como los dere-

c h os d e la p r opi ed a d , no d e los i nd i v i d uos ; n i l a s i ns t i t uc i one s i n t e r m e d ia s , q u e

ex is t i ero n a l g u n a v ez pa ra e l b en ef i c io d e s u s mi emb ro s y en l a s c u a l es a h o ra l o s

m i e m br os e xis t e n p a r a e l b e ne fic i o d e la s i ns t i t uc i one s ; n i t a m p oc o la s gr a n d e s

or ga ni z a c i one s a m b i e nt a le s .

De

ma n era qu e e l l l a ma mi en t o l i b era l es po r u n a

renovación

democrática . Una

p os ic i ó n r a d i c a l e s q ue t a l v e z no s e a p os i b le la r e nov a c i ó n s i n un a

profundizac ión

democrática: el crecimiento "intensivo" de la democracia en los s indicatos , en el

l u g a r d e t ra b a j o , en l a c o mu n i d a d y, má s qu e n a d a , en e l a pa ra t o a d mi n i s t ra t i v o

mismo del estado.

Esto se debe a que, en el nivel de los intereses , todos los movimientos sociales ,

en l a med i d a en qu e es t á n l u c h a n d o por a l g u n a met a ma t eria l ( i n c l u y en d o l a i n t e-

g ri da d ma t eria l d e l c u erpo) t a mb i én p l a n t ea n i mpl íc i t a men t e l a mi s ma d ema n d a

o t ienen, " en s ecreto", el mismo objet ivo polí t ico:

lograr que el estado responda más y

e s t é m á s d i sp u e s t o a l a r e n d i c ió n d e c u e n t a s .

Esta demanda no su ele discu t irse en tér-

LOS MOVIMIENTOS ECOLÓGICOS Y EL ESTADO

61

conscientes de sus metas políticas implícitas. Me apresuro a señalar que con el tér-

mino "estado" me refiero también a los organismos estatales internacionales, como

el Fondo Monetario Internacional (FMI). Si éste, por ejemplo, fuese un organismo

por elección, esto nos ayudaría a modificar o detener sus políticas monetarias peli-

grosamente reaccionarias.

Llevar adelante esta discusión requeriría analizar el discurso sobre los "dere

chos" ta l c omo usan este término los demócratas radica les posmodernos. Y en la

medida en que los nuevos t ipos cu l tura les se desarrollan de la mano c on los in te-

reses y los derechos, sería necesaria otra revisión del concepto de "deseo". Pero

esto nos llevaría a otros temas, más problemáticos.

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minos de democrat izar el es tado, y quiero subrayar que se trata por lo general de

una meta implícita, no explícita. Para volverla explícita hay que distinguir los

m e d i o s

polít icos para lograr fines económicos y sociales de la s

metas o los f ines

polí-

t i c o s . E s t o es d if íc i l en E s t a d o s U n i d o s , d eb i do a l a n a t u ra l ez a d e n u es t ra c u l t u ra

polít ica. Pero no por eso es menos necesario hacerlo; específicamente, hacer que

los movimientos sociales sean conscientes de que lo que tienen en común es la

demanda de subsumir la democracia directa local , las formas polí t icas democráti-

cas l iberales y la burocracia en u n tercer término nuev o y desconocido; es decir, de

poner con tenido democrático en las formas (o procedimientos) democráticos del

e s t a d o l i b e ra l b ur gué s .

Ésta es la es trategia polí t ica que es toy proponiendo. No se trata de abolir el es ta-

do que adminis tra la divis ión del trabajo social , porque en es te caso también que-

daría abolida la divis ión del trabajo social . Se trata más bien de hacer que el es ta-

do sea democrático, y sobre todo de borrar la dis t inc ión entre el traba jo mental y

e l m a nu a l , e n t r e p e ns a r y h a c e r , q ue s e r e pr od uc e e n e l e s t a d o c a p i t a l is t a , e n e l

cual la rama legis lat iva se ocupa de pensar (hacer leyes), y la burocracia de hacer

(ponerlas en v igor). Tampoco se trata de reformar la democracia l iberal para qu e

"funcione mejor", porque la reforma en este sentido no significa otra cosa que

hacer que los procedimientos

democráticos funcionen mejor

en sus propios términos,

sin atacar el

contenido

an t idemocrático o de

laissez faire

del estado liberal. Lo impor-

t a n t e es s u b s u m i r es t a s d o s es t ra t eg ia s en u n a l u c h a po r u n

estado democrático,

u n a

l u c h a qu e es t á s i empre p res en t e en l o s m o v i mien t o s ec o l o g is t a s y en o t ro s n u ev o s

movimientos sociales , ta l como lo he sugerido, pero s in que los part ic ipantes sean

3 6 3

A NUEVA ECONOMÍA GLOBAL Y UNA A LTERNATIVA

20

L A NUE V A E CO NO M Í A G L O B AL Y UNA AL T E RN AT IV A

Este capítulo se propone teorizar en torno a un significado programático de los

nuevos movimientos sociales en términos de una breve descripción de la economía

global capitalista de hoy, así como de la capacidad inherentemente débil del siste-

ma capitalista para preservar o mantener sus propias condiciones de producción

(en oposición a su demostrada capacidad de autoexpresión o acumulación de capi-

tal). El propósito político es romper con el sistema del capital en expansión (o la

práctica de ampliar la riqueza cap italista más allá de cua lquier fin) e identificar una

alternativa a este sistema, ampliamente discutido y practicado dentro de los movi-

mientos sociales. A falta de mejor nombre denomino a esta alternativa "¡Preserva-

ción Primero ". Hay dos características que tal vez harán que mi enfoque resulte

único e interesante: primero, una teoría de la economía global enmarca la discu-

sión de la alternativa al "capitalismo realmente existente" que analizo; segundo,

esta alternativa no sale totalmente madura de mi cerebro envejecido sino más bien

de una interpretación de lo que creo son algunas de las demandas reales y, en algu-

y la producción) las tasas de crecimiento económico de Asia eran tres o cuatro

veces superiores a las de Occidente, y seis o siete veces mayores que las que preva-

lecían en el Este, y las exportaciones asiáticas de bienes y servicios crecían tres o

cuatro veces más rápido que la producción para sus mercados internos.

El "milagro asiático" se ha explicado de diversas maneras. La primera es una

razón negativa: el modelo asiático se desarrolló en un terreno sociopolítico más o

menos virgen del liberalismo occidental y libre, en gran medida, del nacionalismo

semiautárquico del Sur (India era la principal excepción), así como de las irracio-

nalidades del viejo modelo soviético (exceptuando en parte a China) . Segundo, las

importaciones asiáticas de capital occidental excedente tras la declinación de las u-

tilidades y la pérdida de velocidad del crecimiento económico en Occidente en los

setenta, proporcionaron el capital monetario y gran parte de la infraestructura, las

plantas y los equipos, así como los servicios comerciales y financieros, que susten-

taron el

b o o m

asiático (también Japón fue un gran exportador de capitales a Asia).

Tercero, la mayoría de los países asiáticos no sólo importaron grandes cantidades

de capital extranjero sino también, cada vez más, "capital humano", así como capi-

tal físico de los ahorros internos. Diversos tipos de asociación entre las empresas

del estado identificaron rentables industrias nuevas y mercados de exportación,

permitieron planear las materias primas y otros insumos requeridos para expandir

la producción, desarrollaron avanzados sistemas de parques o zonas industriales,

crearon sistemas financieros para apoyar los proyectos y promovieron de otras

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[362]

nos casos, definitorias, de los mismos m ovimientos sociales.

Quiero empezar recordando que en el Prefacio de esta obra señalo la declina-

ción de los tres modelos económico-políticos que caracterizaron al Oeste, el Sur y

el Este (el antiguo bloque soviético) durante gran parte del siglo xx. La planea ción

socialista estatal en el E ste, el desarrollo nacionalista en el S ur, y los estados de bie-

nestar democrático social/keynesianos en el Oeste, en el contexto de una globali-

zación económica y cultural, demostraron (o están demostrando) ser, cada cual a

su manera, demasiado burocráticos e inflexibles, demasiado nacionalistas, dema-

siado irrespetuosos con el libre mercado (léase compañías transnacionales glo-

bales" y "capital financiero") y, por último, demasiado considerados frente a los

intereses materiales de las poblaciones urbanas y las clases trabajadoras.

El factor más importante que desintegró los viejos modelos (aparte de sus pro-

pias contradicciones internas) fue la aparición de Asia en la economía mundial a

partir de mediados de los setenta, cuando las tasas de crecimiento económico en

el resto del mundo cayeron a la mitad o menos. Hasta mediados de los noventa el

modelo asiático de capitalismo autoritario, guiado por las exportaciones (autorita-

rio en comparación con el Occidente liberal; guiado por las exportaciones en com-

paración con los viejos modelos nacionalistas de desarrollo del Sur y del Este) fue

la locomotora que arrastraba el tren del economía mundial. Hasta 1990, cuando la

economía japonesa cayó en picada (y hasta 199 6, cuando los "tigres" asiáticos expe-

rimentaron una marcada declinación de la tasa de expansión de las exportaciones

maneras la expansión económica. Además, hubo ocasiones en que muchos países

de Asia no tuvieron inconveniente en mantener tasas de cambio artificialmente

bajas para abaratar y ampliar las exportaciones.

Una de las razones importantes del "milagro asiático" fue que el capital asiático

supo valorar a la familia (como fuente de mano de obra, escuela, mecanismo de

disciplina social y sistema de seguridad social). La familia proporcionaba capital

dotado de esos dones sin recibir a cambio nada comparable (que es la situación

contraria a la de la relación familia/estado en Estados Unidos). Asia valoró asimis-

mo una cantidad de "grupismos", el más importante de los cuales es el "confucia-

nismo", pero que también incluye nacionalismos (étnicos) como ideologías de cre-

cimiento económico, en Malasia, por ejemplo. Este y otros tipos de grupismo

(incluyendo la familia misma) contribuyeron a desarrollar formas de lealtad, cola-

boración, y un sentido de interdependencia mutua entre el capital y el trabajo, las

compañías industriales y comerciales, los bancos y otras empresas, y así sucesiva-

mente, sobre todo entre las compañías y el gobierno. El nivel de cooperación cul-

tural y político-económica alcanzado en Asia fue bastante mayor que en la Europa

empresarial e inmensamente más grande que en países individualistas como Gran

Bretaña, Estados Unidos, y otras naciones capitalistas colonizadas por blancos (por

lo menos en tiempos de paz). Los valores culturales y la organización político-eco-

nómica de Asia se combinaron para producir la clase de capitalismo "colectivista"

necesario en una época en la cual las principales fuerzas productivas —ciencia y

364

AM ES O 'CO N N O R

tecnología, información, organización y administración— han ido adquiriendo un

carácter cada vez más social.

El resultado son elevados ahorros y tasas de inversión; tasas de interés relativa..

mente bajas; rápidos índices de crecimiento de la productividad, la producción, el

empleo y las exportaciones de bienes manufactureros (especialmente del consu-

mo) ; un capital que se profundiza y se ensancha y, por un lado, el paso hacia pro-

ductos con más valor agregado así como, por el otro, la capacidad de ofrecer cada

vez más productos de consumo masivo a los trabajadores urbanos y las poblaciones

rurales de Asia. Estas características de (casi todas) las economías asiáticas parece-

rían estar entre los ingredientes técnicos más importantes del éxito económico

durante las dos décadas que concluyeron en 1995.

Gracias al "milagro asiático", junto con el crecimiento de bancos y corporacio-

nes transnacionales occidentales y japoneses, a partir de mediados de los setenta el

modelo de acumulación dominante ha sido cada vez más de alcance global. El

comercio exterior se expandió mucho más rápido que la producción mundial, y la

inversión extranjera directa (combustible del motor económico de Asia) lo hizo

con mayor velocidad todavía. Se exportó capital de Occidente (al igual que de

Japón y, cada vez más, también de los tigres asiáticos) a los "países de mercados

emergentes "(PME) del sureste y el sur de Asia , y también a determinados países la ti -

noamericanos y (a partir de 1990) a Europa central. De modo que el milagro asiá-

IA NUEVA ECONOMÍA GLOBAL Y UNA ALTERNATIVA

65

monetarias especulativas de todas clases, en el nivel nacional y en el global, y por

lo tanto un aumento de los sectores de finanzas, seguros y bienes raíces en relación

con los sectores que producen verdaderos bienes y servicios, lo que plantea nuevos

peligros a la estabil idad finan ciera naciona l e interna cional . Por úl timo, en un

mundo en el cual más países (incluyendo a Estados Unidos) están reorientando sus

economías hacia los mercados de exportación preferentes, se están volviendo más

probables las guerras comerciales, el proteccionismo y las políticas del mal vecino

(adviértase, por ejemplo, la exportación de desempleo de Estados Unidos a Japón

en 1993-1994, cuando la administración Clinton hizo bajar el valor del dólar fren-

te a l yen). El mito difundido es que l a n ueva economía mundial es ( o puede ser)

una máquina de crecimiento perpetuo. La realidad es que las contradicciones de

este modelo han provocado crecimiento lento en Occidente, el cua l (como se

señaló antes) se difundió también a Asia bajo la forma de la prolongada recesión

japonesa de los noventa y de la reducción de las tasas de crecimiento de los tigres

en 1996. El semiestancamiento persis te también en Al emania y , en general , en l a

Unión Europea, y en muc hos

P M E

latinoamericanos y asiáticos el crecimiento eco-

nómico se ha visto interrumpido periódicamente por crisis fina ncieras (por ejem-

plo en México), desórdenes políticos (por ejemplo en Indonesia), costos urbanos

y ambientales cada vez más altos (por ejemplo en Taiwán), y locas subidas y baja-

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tico dependía de manera significativa del semiestancamiento económico en Occi-

dente (en Japón gracias a un yen sobrevaluado y a la frenética fabricación

maquiladora japonesa en el este y sureste de Asia). Las altas tasas de acumulación

de capital en esa región representaban una mayor competencia para Occidente,

donde el capital, en muchos países, se enfrentaba a programas de restructuración

económica, que llevaban a mayor desempleo y marginación socioeconómica en

Europa y a menores salarios y un tipo similar de marginación en Estados Unidos.

El modelo global de acumulación era (y es) contradictorio. En los tigres de Asia

y, en menor medida, en los

PME,

la profundización y el ensanchamiento del mer-

cado aplicaron una presión ascendente sobre las tasas salariales (y, por consi-

guiente, sobre los costos de producción). La rápida expansión de la inversión y la

producción degrada el ambiente, congestiona y contamina las ciudades, pone en

peligro los suelos y el agua, y arrasa con los peces del mar y los árboles de las mon-

tañas. En Occidente, especialmente en Estados Unidos, que a su vez estaba tratan-

do de convertirse en una "superpotencia exportadora" (en términos de George

Bush), los desequilibrios crecientes entre la capacidad productiva interna y la

demanda efectiva, y también entre el capital y la capacidad de bienes

de

consumo

y la razón utilidad:salarios, crea riesgos de crisis de realización y de desproporcio-

nalidad, respectivamente. Ambas tendencias se ven reforzadas por la, creciente

desigualdad en la riqueza y el ingreso, la declinación de la administración econó-

mica de tipo keynesiano y el ascenso del monetarismo como instrumento principal

de la política económica. También hay un crecimiento rápido de las transacciones

das del merca do acc ionario (por ejemplo, entre otros países, en Chile).

Los gobiernos occidentales se han preocupado más por el crecimiento lento (y

por el aumento del desempl eo o el descenso de l os s a l arios) durante l os n oventa .

En Estados Unidos, donde el estancamiento de los salarios, la creciente inseguri-

dad económica, la marginación social y la desigualdad cada vez mayor del ingreso

atentan contra l as tasas de crecimiento, el candidato presidencia l Bob Dol e pro-

metió reducir a l a mitad el t iempo necesario para du pl icar el producto int erno

bruto per cápita en comparación con las proyecciones del presidente Clinton. Es

probabl e que el indicador más c l aro de l a importancia a s ignada a l a acel eración

del crecimiento en Estados Un idos y en el mundo en general se diese a mediados

de 1996, cuando el secretario adjunto de la Defensa de Clinton, Fred Smith, opinó

que " el crecimiento económico gl obal es esencia l para l a seguridad n acional de

Estados Un idos".

El problema es que la política monetaria sigue concen trada en combatir la infla-

ción (no en ampliar las tasas de crecimiento), mientras que la política fiscal se está

acercando a un punto muerto. Los gobiernos de Europa (y el de Estados Unidos)

han tratado —con distintos grados de éxito— de reducir el desempleo (y en Esta-

dos Unidos de elevar los salarios estancados), por un lado, y los déficit presupues-

tales gubernamentales, por otro. Los déficit descartan las soluciones de tipo key-

nesian o al desempleo, mientras que éste

(y

l os sa l arios es tancados, en Estados

Unidos) impide las soluciones claramente neoliberales a los déficit. A los gobier-

nos les resulta políticamente dificil lo mismo aumentar el gasto para estimular la

demanda efectiva y hacer crecer el empleo y los salarios, que recortar el gas to para

3 6 6

3 6 7

JAMES O'CONNOR

LA NUEVA ECONOMÍA GLOBAL Y UNA ALTERNATIVA

obtener control sobre los déficit. De esta man era, desempleo/salarios estancados y

déficit parecerían nutrirse mutuamente.

Se ha propuesto una solución a ese punto muerto político y al lento crecimien-

to económico, y está adquiriendo popularidad entre las clases políticas y económi-

cas. A falta de mejor expresión podríamos denominarla economía social del lado

de la oferta". En Estados Unidos constituye un elemento central del pensamiento

económico de Bill Clinton y del Democratic Leadership Council. Esta propuesta se

concentra en recortes impositivos crecientes y el aumento del gasto en tres líneas

principales: educación y capacitación, ambiente y ciudades, incluyendo su infraes-

tructura fisica ("capital humano" , "capital natural" y "capital comunitario", respec-

tivamente). La idea central es que una fuerza de trabajo más sana, mejor prepara-

da, más flexible y disciplinada; una explotación económ icamente más racional del

ambiente, y ciudades y comunidades restauradas y más "eficientes", contribuirán

directa o indirectamente a elevar la productividad y las utilidades, conducirán a un

crecimiento económico m ás rápido, aumentarán la base impositiva y reducirán los

déficit, al mismo tiempo que elevarán los salarios e incrementarán la seguridad d el

empleo.

Ha habido en general dos respuestas frecuentes al estancamiento de los salarios,

la inseguridad y marginación económicas crecientes, el alto desempleo (en Euro-

pa), la degradación del ambiente y de la vida comunitaria, así como de las condi-

forma socialista (o socialdemócrata), en la cual

todos

trabajan menos tiempo, me-

nos intensamente.

Los sindicatos reformistas y los partidos de izquierda también suelen apoyar la

expansión de la nueva infraestructura para aumentar el empleo y los salarios.

Hacen énfasis en el "capital de la comunidad" (condiciones comunales de pro-

ducción), incluyendo la reconstrucción urbana, el transporte, las comunicaciones

y así sucesivamente; en el "capital humano" (o condiciones personales de produc-

ción), entre ellas escuelas, instalaciones de readiestramiento, espacios para aten-

ción y cuidado de la salud, y demás, y en el "capital natural" ( condiciones natura-

les externas de producción), incluidos proyectos hidráulicos que generen

empleos, recuperación de tierras y demás. Estos tipos de capital social pretenden

ser precisamente eso: "inversiones" en las ciudades, la gente y el ambiente. Existe

la esperanza de que esas inversiones, aunque caras de construir o reconstruir,

redunden en última instancia en mayor productividad, utilidades y competitividad

internacional, por lo cual se cree que coinciden con los requisitos de la nueva eco-

nomía global.

La concentración de la alternativa laboral/social democrática en la reducción

del tiempo de trabajo y la expansión de la infraestructura social y fisica remplaza

en parte la satisfacción de las necesidades en forma de mercancías (individual) con

su satisfacción en forma de no mercancías (social). Su hincapié en mejorar la

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ciones de producción en general y, finalmente, al ascenso del neoliberalismo y al

terreno político radicalmente transformado de los noventa. Los sindicatos de

orientación reformista y los partidos políticos que están a la izquierda del centro

han propuesto la reducción de los horarios de trabajo, por un lado, y por otro el

desarrollo de nuevos empleos, socialmente útiles. La primera propuesta implica

menos ho ras de trabajo por día o por semana, y m enos días de trabajo por año, con

la misma paga; la segunda requiere la expansión de infraestructura fisica y social

(incluidos los servicios sociales pertinentes), con un aumento concomitante del

empleo.

Respecto a la reducción del tiempo de trabajo, el sindicalista y economista cana-

diense Sid Schnaid escribe: "La sociedad occidental está experimentando niveles

altos y crecientes de desempleo [porque] durante los últimos cuarenta años o más

el tiempo de trabajo ha dejado de reducirse paralelamente con los aumentos de la

productividad social. Según él esto se debe a la incapacidad por parte del trabajo

organizado de man ejar el tema de la mayor productividad en términos que no s ean

los salarios por hora. "La consecuencia es el despido masivo de trabajadores en

lugar de una reducción del tiempo de trabajo, [cuando] tanto el pleno empleo

como un nivel de vida alto y las cuestiones relacionadas con la calidad de la vida

(la posibilidad de relajarse, de disfrutar el tiempo libre, etc.) exigen que se reduz-

ca el tiempo de trabajo. En esta visión hay dos maneras de producir un producto

social determinado: primero, la forma capitalista, en la cual

a l g u n o s

trabajan dema-

siado y con excesiva intensidad mientras otros no trabajan en absoluto; segundo, la

"calidad de vida" contiene también potencialidades radicales. No obstante, en la

medida en que se haga énfasis en el valor potencial de intercambio del capital

social, más que en criterios de valor de uso basados en la necesidad individual y

social directa, esta alternativa seguirá siendo afin con la economía del lado social

de la oferta del presidente Bill Clinton y con el "centro vital" del Partido Demó-

crata norteamericano

(c.

finales de 1996), de manera que inhibirá o incluso supri-

mirá las posibilidades de una reforma radical. En vista del punto muerto fiscal

señalado antes, también podría resultar poco práctico.

No ocurre lo mismo con la segunda respuesta popular al desempleo, la margi-

nación social y otras enfermedades socioeconómicas de nuestro tiempo, alternati-

va revolucionaria por sus implicaciones (si no por sus intenciones). Esta alternativa

cuestiona implícitamente algunos aspectos del programa democrático laboral/-

social que acabamos de comentar. Es el "programa" no expresado de los nuevos

movimientos sociales, el feminismo y otras "políticas del cuerpo", movimientos

ambientales, comunales/urbanos de muchas clases (incluyendo los que se ocupan

de la salud y la seguridad ocupacionales y comunitarias, que atraviesan los límites

de los tres tipos de nuevos movim ientos sociales).

Esto se debe a que lo que podemos llamar [Preservación Primero (iPP ) hace

de lado el juego del crecimiento económico y presupone también cambios radica-

les tanto en las relaciones capitalistas de producción como en las relaciones de pro-

ducción de las condiciones de producción. Es un alternativa radical latente en el

sentido (o en la medida) de que los negocios, las cooperativas, las empresas mix-

368

JAMES O'CON N OR

tas comunitarias, y otras formas de producción y reproducción no capitalistas (así

como los gastos públicos, el presupuesto de las no utilidades, etc.), no se ven como

"inversiones" en "capital" humano, natural y comunitario, sino más bien como for-

mas de organización socioeconómica y gasto monetario requeridas para preservar,

defender y mejorar las

c o n d i c i o n e s d e v i d a y l a v i d a m i s m a ; a s a b e r ,

una población

sana, culta, con mentalidad cívica y razonablemente feliz; ciudades y comunidades

(así como centros de trabajo) vivibles, y la integridad de lo que los verdes llaman

el "ambiente".

¿Entonces cuál es, exactamente, la alternativa que he llamado ¡PP ? Antes de

que trate de responder esta pregunta conviene echar una mirada retrospectiva a

los imperativos de la acumulación de capital y el crecimiento económico. Una de

las contradicciones centrales de la acumulación capitalista es que descuida las pro-

pias condiciones de producción del capital, y subvierte las condiciones de vida y la

vida misma.

Este descuido (y subversión) tiene dos consecuencias, una relativa al significado

del crecimiento económico (por lo tanto cuantitativa), y otra referente al signifi-

cado de las relaciones sociales de producción de las condiciones de producción (y

que por consiguiente es de naturaleza cualitativa).

En cuanto a la primera, una vez que tomamos en cuenta el agotamiento de

LA NUEVA ECONOMÍA GLOBAL Y UNA ALTERNATIVA

69

cong e st ionamie nt o y pr e cios y r ent a s de la t ie r r a más e le vados que ca l le s vivible s;

los plani f i cador e s r egionale s de st r uye n los úl t imos r e st os de una r e lación simbiót i -

ca e nt r e la ciudad y e l campo; los mini st e rios de agr icul t ur a más que de fende r , des-

t r uye n la a gr icul t ur a int e gr ada y las cul t ur as r ur ale s, y los mini st e rios del ambie nt e

se conce nt r an e n los "r e cur sos nat ur ale s" e n busca de capi t al y como r e cr e acione s

ambie nt ale s par a los r e lat ivame nt e acaudalados, de scuidando la e cologí a y e l am-

bient e de la s minor í as opr imidas y de los pobr e s. D e scuidar y de gr adar la s c ondi-

c ion es de p rodu c c ión pu ede ser "efec t iv o en términ os de c os to" en el c orto p la zo,

pe r o e n e l lar go las ciudade s e st án más conge st ionadas, cont aminadas, plagadas de

dr ogas y cr í me ne s, mez quinas; e l campo e st á cul t u r alme nt e "ur baniz ado"; la n at u-

r ale z a se r e de fine como "ca pi t al na t ur al" , y la ge nt e e s vi st a , cada ve z más, como

"capi t al huma no". Se mult iplican las "for mas de vida social e nfe r ma" y , como un a

e spe cie de ley de Gr e sham posmoder na, las malas pr áct i cas sociale s e xpulsan a las

bue nas.

Est as conse cue ncias, ya se mir e n cuant i t at ivame nt e o se int e r pr e t e n cual i t at iva-

men te, n o son meros exc esos del s i s tema de a c u mu la c ión y c rec imien to, s in o qu e

más bien son inherentes al sistema capitalista. El hecho básico (y no muy bien

difundido) es que,

por su naturaleza, el capital es malo para preservar las cosas,

y a s e a n

e l biene st ar s ocial de la ge nt e , la t ie rr a, los va lor es de la c omunidad, las r e cr eacio-

nes urban as , la v i da rural , la n atura leza o el capi ta l f i jo privado , i nc lu i das la s es truc-

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recursos no renovables, la destrucción de recursos renovables, los riesgos para la

salud y la seguridad, la subversión de la vida comunitaria y otros daños a las con-

diciones de producción causados por el proceso "realmente existente" de acumu-

lación y crecimiento de capital (y calculamos los costos correspondientes), es

dudoso que haya habido mucho "crecimiento económico" real durante el último

medio siglo. Según un cálculo reciente, mientras el

PIB

per cápita en Estados Uni-

dos se ha más que duplicado desde los cincuenta, el "índice de progreso real" (IPR)

ha descendido, porque la mayor parte del crecimiento del

PIB

ha consistido en

arreglar errores pasados, tomar recursos prestados del futuro y transferir funciones

del hogar al mercado.' De acuerdo con este estudio hay más desigualdad, menos

tiempo libre, más subempleo, peor contaminación, mayores pérdidas de tierras

cultivables, más degradación de bosques y marismas, más uso de combustibles fósi-

les, con la consecuente pérdida de ozono y el calentamiento global, y (podría agre-

garse) una deuda ecológica siempre en aumento del Norte con el Sur.

Las consecuencias cualitativas negativas del modelo

de

acumulación de capital

basado en el descuido o la subversión de las condiciones de producción son

muchas y muy diversas. En algunos países occidentales, por ejemplo, el sistema

educativo produce tanta estupidez social como erudición; el sistema de la ley y el

orden genera más criminales que tranquilidad social; el sistema de atención a la

salud arroja más utilidades que salud; los planificadores urbanos producen más

1

Marc Breslow, "Is the U.S. making progrese,

D o l l ar s an d S e n s e ,

marzo-abril de 1996; Breslow infor-

ma sobre un estudio del grupo Redefining Progress, con sede en San Francisco.

tura s .

2

Esto oc u rre espec ia lmen te en la c oyu n tu ra a c tu a l , defin ida c omo la ma n ía

p or la redu c c ión s i s temátic a de c os tos y por el desa rrollo y c omerc ia liza c ión de

n u ev os a rt i lu gios e lec trón ic os . . . dos de la s es tra tegia s a c tu a les pa ra solu c ion a r la

crisis del capital global.

No ha y u t i l i dades e n e l mante ni mi e nto o la pr e s e r v ac ión, las acc i o-

nes emprendidas y los recursos gastados para impedir que ocurran cosas malas que ocurrirían

de o tra manera . La u t i l idad es tá en la ex pan sión , acumulac ión y comerc ia l i z ac ión de a lgo

viejo o nuevo a costos más bajos.

Esto, desde lu ego, n o se a plic a ta n to a la p la n ta y e l equ ipo propios del c a pita l

como a las condicione s de pr oducc ión. En e l pr ime r caso los capi t ale s individuale s

gast an dine r o par a mant e ne r su pr opia plant a; sin e mbar go e sos gast os no pr odu-

c en p lu sv a lor (u t i l ida des) , por lo c u a l su elen min imiza rse. Y en pa rt ic u la r hoy,

c u a n do la c on s ign a es la redu c c ión de c os tos , c u a n do el c a pita l f in a n c iero pu ede

a b a n d o n a r u n a p l a n t a o u n a m a n z a n a d e l a c i u d a d e n l u g a r d e r es t a u r a r l a o r en o -

var la, y cu ando las le ye s f i scale s favor ece n u na r ápida r e ducc ión de l valor de plan-

t as y ma quina r ias (que por lo t ant o r ecibirán me nos ma nt e n imient o) .

Hay e xce pcione s a la r e gla de que los capi t ale s individuale s no se pr eocupan por

pr e se rvar fu e r zas pr oduct ivas que n o pose e n, como por e jemplo los t r abaja dor es

de esc a sa c a pa c i ta c ión . Sin emba rgo, c omo reg la gen era l , la ten den c ia es qu e el

c a pita l p osea m en os y ren te más; n o s ólo fu erza de tra ba jo de t iempo c ompleto

re, Sodalism,

8, 2 , junio de 1997.

A Marxian

an alysis" ,

CoPital is"

Nahl

2

Stephen Horton, "Valu e, waste, and the buitt

370

AMES O 'CONNOR

(como ha hech o siempre) sino también trabajadores temporales y de tiempo par-

cial, tierra (cuando los gobiernos locales no se limitan a c edérsela a las empresas),

y hasta plantas y equipo. E n la actualidad las compañías norteamericanas están ren-

tando más recursos diferentes ("insumos"): equipos administrativos, programado-

res de

s o f t w a r e ,

investigadores, especialistas en mercadotecnia y hasta directores. Al

parecer el capital ideal no tendría nada propio y lo rentaría todo. Este capital no

es más que un pool de dinero (o capital monetario) dispuesto a moverse donde-

quiera lo llamen las nuevas tecnologías, los recursos científico-tecnológicos, los

recursos naturales, la mano d e obra barata y los mercados en expansión, y donde

sean mayores las utilidades. El capital monetario financiero, sobre todo en el mun-

do hipercapitalista de hoy, se preocupa muy poco por el mantenimiento y todo por

tratar de aumentar lo m ás rápidamente posible.

El estado es el encargado de mantener las condiciones de producción

per se.

Por ejemplo, las escuelas producen futuras generaciones de trabajadores, y los

hospitales y otros servicios de salud procura mantener en buen estado de funcio-

namiento a las g eneraciones presentes, pasadas y futuras de trabajadores. El esta-

do mantiene cam inos y autopistas y, muchas veces, aeropuertos, puertos y otras

instalaciones de transporte. Se supone que debe encabezar los esfuerzos de lim-

pieza y de restauración ambiental y desarrollar capacidades de planeación para

compensar la perspectiva a corto plazo del capital privado. Debería decir que el

estado solía hacer esas cosas, ya que cada vez'más actividades organimelos por el es-

tado están siendo privatizadas o en riesgo de serlo. Y así como los imperativos de

LA NUEV A ECONOMÍA G LOB AL Y UNA ALTERNATIV A

71

movimientos ambientales y, tercero, la comunidad

(infraestructura social y ffsica,

ju s t ic ia e

igualdad, solidaridad y virtud cívica) y los

movimientos que procuran

dotarla de poder.

La pa la bra c la v e a qu í es "lu c ha ". Así c omo "tra ba jo" s ign ific a "fa c tor de produ c -

c i ó n " e n a u s e n c i a d e l u c h a s l a b o ra l e s ( qu e l e d a n a l a p a l a b r a s u s e g u n d o , c on t r a -

dictorio, significado, "movimiento de los trabajadores"), "fuerza de trabajo" y

"comunidad" (incluyendo la comunidad ambiental) significan "condiciones de

producción" en ausencia de l uchas por l a sa l ud públ ica , j us t ic ia e igual dad ant i tó-

x ic a y s o c i a l , y u n a m u l t it u d d e o t r a s r e l a c i on a d a s ( q u e l e d a n a e s t a s p a l a b r a s s u

segun do, contradictorio, s ignificado, " movimientos de sa l ud publ ica" , etc . y " movi-

miento comunitario" ). De manera qu e preservar l a fuerza de trabaj o s ignifica

pre-

servar las luchas por mantener abiertas ciertas posibilidades humanas indispensa-

bles. ¡PP , finalmente, significa preservar (y así sucesivamente)

primero, y después,

con los recursos sobrantes, expandir la

producción per cápita de

maneras que creen

m e n o s d e s i g u a l d a d e c o n ó m ic a , pa r a a s i g n a r l o s r ec u r s o s n o a e n r iqu e c e r a qu i e -

n es ya los t ien en s in o a ma n ten er a qu ien es c a rec en de el los .

Unos cu an tos ejemplos del "movimiento" ¡PP ilustrarán lo que quiero decir .

( U n a a d v e rt e n c i a : m e n c i o n o a c o n t i n u a c i ó n u n a g r a n d iv e r s id a d d e o rg a n i za c i o -

n e s y l u c h a s po l í t ic a m e n t e d i s t i n t a s ; l o qu e m e i n t e r e s a e s u n s o l o s i g n i fi c a d o d e

estas luchas, el tema de ¡PP )

Fuerza de trabaj o: l os movimientos por l a sa l ud públ ica , l a sa l ud ocupacional y

l a segu ridad, l a prevención del s ida, l a reforma edu cat iva y , sobre todo, l as pol í t i-

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la economía global degradan las co ndiciones de producción usadas por el sector

privado, los mismos im perativos refuerzan la tendencia del estado a reducirse, a

aumentar la intensidad del trabajo y, en ge neral, a forzar a los trabajadores del

estado a hacer más con menos (lo cual tiende a degradar aún m ás las condiciones

de producción). Este proceso es reforzado por crecientes demandas de reduccio-

nes impositivas, para compensar por los salarios reales estancados o en declive en

el sector privado.

Nos enfrentamos así con la "condición galbraithiana": el bajo nivel de la salud

pública, la educación, el transporte y, en gene ral, la vida urbana, así como un cam-

po y un ambiente natural degradados, lado a lado con la carrera por capitalizar la

realidad virtual, los sistemas interactivos, el armamento de la era e spacial y las nove-

dades de alta tecnología en un mundo en el cual más personas trabajan más tiem-

po, más duro, por m enos salario, y donde está cada vez más polarizada la distribu-

ción de la riqueza y del ingreso.

¡PP significa usar la fuerza de trabajo y las materias primas, la tecnología

y l a

maquinaria, el conocimiento y la organización social, y otros "factores de produc-

ción" en la lucha por restaurar, por reparar, por renovar, por mantener, por con -

servar, por preservar... primero, la fuerza de trabajo misma (el despliegue de las

posibilidades intelectuales, físicas, estéticas y otras del ser humano; la salud mental

y física); segundo, el ambiente (sistemas ecológicos; espacios recreativos) y los

cas del cuerpo del feminismo, son t odos ejempl os de ¡ PP " S obre todo" porque l as

f e m in i s t a s s e c o n c e n t r a n e n l a g a m a d e a c t i v i da d e s r e l a t iv a s a l a " r e pr o du c c i ó n "

(manutención) , incluyendo e l movimiento por "salarios por las labores domésti-

c a s". El tra ba jo de da r a lu z y c ria r a los n iños , de c u ida r a los en fermos y los a n c ia -

nos, de l as l abores domésticas y de l a producción de afecto, i l us tran diversos t ipos

de

conservacionismo ¡PP

Las feministas (y gran número de mujeres que defienden

l os ' va l ores famil iares" y que no se identifican con el feminismo como ta l ) deman-

dan ( l iteralmente) "primero reproducción, después producción; primero manu-

tención, después, y sólo después, expansión".

L a s p a n t e ra s g r i s e s ha n a d o pt a d o el e m en t o s d e u n a e s t r a t e g i a ¡ P P E n u n a d e

sus publicaciones (1996) Ralph Simon escribe

que

el

conservacionismo significa conservar,

o retener, lo que tenemos

ahora. Esto es esencial-

m en t e lo q u e la s p a n t era s g ri ses est a m o s t ra t a n d o d e h a cer [ . .. ] Pro m ov er el b i en est a r g en e-

ral implica brindarles a todos una atención de la salud de calidad, costeable, y vivienda,

t ra n sp o rt e e i n st a la c i o n es ed u ca t i v a s a d ecu a d o s, en u n en t o rn o d e v i da l i m p i o y seg u ro .

L ograr esto , añade, " va a requerir muchísima pl aneación y esfuerzo cooperativo

durante muchos años por venir" . Otro ej empl o es l a campaña de l a Rainbow Coa-

l i t ion de Jesse Ja c kson p a ra "rec u pera r a la ju v en tu d" (en Wa shin gton , D. C.) . Ha y

372

AMES O'CONNOR

"muchos empleos restaurando escuelas --dijo Jackson en 1996—, físicamente, en

términos de seguridad, de riesgos ambientales y demás".

Ambiente: ¿podría haber alguna duda sobre el significado de "salvemos nuestras

granjas", "salvemos nuestro cinturón verde", "salvemos nuestros parques", "salve-

mos nuestras áreas silvestres" y otras frases por el estilo? En el nivel conceptual, el

científico social polaco Zbigniew Wierzbicki propone una "sozoecología";

sozo

es

una palabra en griego antiguo que significa "proteger, preservar, mantener con

vida" ( que por supuesto también es aplicable a los movimientos por la paz y los

derechos humanos). De hecho el movimiento ambiental en Estados Unidos ha

logrado trasladar los términos del debate sobre el tema de la contaminación del

control a la prevención de la misma, es decir, a tecnologías de producción limpia.

El preservacionismo, fundado por John Muir (y el conservacionismo, que se origi-

nó con Gifford Pinchot), que en sus inicios era apoyado sobre todo por progresis-

tas de clase alta, se ha democratizado. Earth First es una organización ecológica y

políticamente radical, y Greenpeace y el Sien-a Club se están ocupando de cues-

tiones ambientales populares y también de asuntos sociales que no formaban par-

te de sus "propósitos" originales.

La restauración/preservación agrícola es un ejemplo especialmente importante

de ¡PP , puesto que podría decirse que la agricultura ha externalizado sus costos

más que cualquier otro sector, primero debido a los niveles de uso de sustancias

agroqufmicas y de combustible fósil y, segundo, debido a que la agricultura está tan

LA NUEVA ECONOMÍA GLOBAL Y UNA ALTERNATIVA

73

que atesoran y luchar por los derechos de las generaciones futuras y de los opri-

midos de las gen eraciones actu ales al a cceso a diferentes tipos de recursos. Los v er-

des de todos los matices que lucha n por cons ervar y preservar (batalla mu y dife-

rente de l a de los socia l is tas tradicional es por aumen tar l a producción) dan l a

impresión de qu e podrían ser sólidos partidarios de iPP

Comunidad: también los movimientos comunitarios urbanos y rurales ejempli-

fic a n la p rác t ic a de ¡PP En u n a époc a de dec a den c ia u rba n a y su bv ers ión de la

comunidad los temas de seguridad pública, vivienda, congestionamiento, conta-

min a c ión , des igu a lda d y pobreza , espec u la c ión c on la t ierra , gen te s in hoga r y

orga n iza c ión c u ltu ra l de lo "ru ra l" se es tán a firma n do c omo n u n c a a n tes . Ya n o

sólo los barrios bajos de las ciudades sino también más suburbios y pueblos están

tra ta n do de reha c er la s c osa s , de res ta u ra r y preserv a r u n a exis ten c ia hu ma n a

decente, de crear comunidades viables con infraestructu ra social y física útil al ser-

vicio de valores comunitarios elevados. En un momento en el que las comunidades

están siendo reclutadas en la guerra del capital, de todos contra todos (para vol-

verse de hecho capitales comun itarios), hay una gran v ariedad de lucha s para rein-

ventar la comunidad.como tal. El "comunitarianismo" de Amitai Etzioni i lustra una

va riación sobre el tema de ¡PP Señalan do la declinación de la socialidad, Etzioni

hace un llamado a que la gente "comprometida con la creación de un nuevo orden

mor al , social y público r e st aur e las c omunidade s". En cua nt o a la infr ae st r uct ur a

fisica, grupos de planeación como el California Planning Roundtable, que se basan

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difundida geográficamente y es tan importante en términos económicos. Por eso

no resulta sorprendente que probablemente haya más discursos y luchas de tipo

¡PO en este sector que en cualquier otro. Tampoco es raro que la bibliografía agrí-

cola de ¡PP refleje, más que ninguna otra, la perspectiva de la producción de mer-

cancías en pequeña escala. Por ejemplo Wendell Berry, implícitamente, al menos,

se iden tifica con el ¡PP (con su apoyo a la agricultura baja en insumos, el control

integrado de plagas, los cultivos intercalados, etc.) y, al mismo tiempo, defienda la

propiedad de la tierra y de los medios de producción agrícola ganados con el pro-

pio esfuerzo. En

T h e g i f t o f th e g o o d l a n d

(1981) Berry condena la agricultura indus-

trial y propone un modelo socioeconómico-ecológico (sozoagricultura, podríamos

decir) que logra un equilibrio entre la producción agrícola y el mantenimiento

agrícola, modelo basado en la propiedad ganada con el propio esfuerzo. Una rela-

ción apropiada entre los seres humanos y la tierra, sostiene, garantiza que el "man-

tenimiento siempre sea igual a la producción", es decir, que simplemente no per-

mite la expansión de

la producción basada en la degradación de la tierra, el agua

y otros insumos (y por lo tanto a expensas de las generaciones futuras).

En la agricultura, la explotación de madera, la pesca, la minería y todos los

demás "sectores económicos primarios" hay luchas por la naturaleza para mante-

ner la biodiversidad, restaurar el aire fresco, los acuíferos, ríos, lagos y océanos lim-

pios, mantener los espacios recreativos, iropedla que los recursos I

enovables se

vuelvan no renovables, defender los derechos de los pueblos indígenas a recursos

en el su pu es to de la su bu t i l iza c ión de la in fra es tru c tu ra exis ten te, propon en u n

desarrollo de alta densidad para preservar los cintu rones verdes y promover las

viviendas eficientes en términos de energía.

Finalmente, el mismo sitio de trabajo ejemplifica una clase de práctica de ¡PP

La producción está cada vez más regida por los imperativos del capital financiero

(y es cada vez más de alcance global), con los consecuentes efectos negativos sobre

la sa lud y la segu ridad en el lugar de trabajo, las relaciones de trabajo y las relacio-

nes de producción general. Resulta significativo, por lo menos simbólicamente,

q u e u n o de los s in dic a tos qu e c rec e c on ma yor v eloc ida d en Esta dos Un idos , e l

Social Service Employees International, esté impulsado en parte por su campaña

Justice for Janitors [justicia para el personal de mantenimiento], un movimiento

de los trabajadores de manten imiento.

En r e al idad muchas, s i n o t odas las piez as de lo que e l aust r al iano Te d Tr aine r

l lama la "sociedad conservacionista", una forma de vida equitativa, socialmente jus-

ta y sustentable, están ya colocadas. Hay buenos modelos para criar a los hijos, a

condición de que los padres teng an el t iempo y los recursos necesa rios para poner-

los en práctica . Lo mismo puede decirse del amor: qué diferente sería el mu ndo si

el c on oc imien to a c u mu la do sobre c ómo a ma r rec ibiera el mismo tra to qu e los

deportes profesionales. Hay reglas de educación básica conocidas y sumamente

subversivas para los jóvenes; por ejemplo, no hacer que los estudiantes se vuelvan

ha c ia la a u torida d pa ra resolv er problema s qu e pu eden solu c ion a r en tre el los

374

A M E S O ' C O N N O R

mismos; hacer que la televisión y, en general, los medios de comunicación de masas,

dejen de ser m ercancías... No hay m ás límite que la imaginación social crítica de

cada uno. Hay miles de tecnologías verdes, la mayoría de las cuales no tienen un uso

generalizado porque no es rentable emplearlas, por ejemplo un transporte público

que uno tenga ganas de usar (no c omo la mayor parte del transporte público ac-

tual); agricultura baja en insumos, cuyos fundamentos técnicos ya existen, pero cuya

política (por ejemplo el actual poderío de las compañías químicas) está ausen te;

energía solar, capacidad de planeación regional, donde región se define tanto

como una biorregión cuanto como una entidad (entidades) cultural; lo que saben

los obreros sobre las condiciones de trabajo y de producción, los agricultores de sue-

los, y así sucesivamente. También son bien conocidas las posibles

f o r m a s

de vida

socioeconómica (aunque son poco practicadas en la sociedad capitalista): coopera-

tivas de muchas clases, colectivos de trabajadores, empresas m ixtas, empresas esta-

tales, compañías municipales, corporaciones sin fines de lucro y así sucesivamente.

Ya existen incluso muchos de los elemen tos de una teoría del crecimiento eco-

nómico sustentable

( n o

de acumulación capitalista). Por ejemplo Herman Daly

(entre otros) sostiene que el crecimiento económico tendría que basarse en mejo-

ras de la productividad, no en aumentos de todo lo demás, economizando energía,

digamos, eliminando técnicas contaminantes y cosas por el estilo. Así como él y

otros economistas verdes han analizado m uchos de los detalles del crecimiento

definido en términos cuantitativos (económicos), Henri Lefebvre, Fernando H en-

rique Cardoso y otros han teorizado en torno al problema del crecimiento en tér-

LA NUEV A ECONOMÍA G LOB AL Y UNA ALTERNA TIV A

75

En síntesis, ¡PP es intensivo en trabajo, no desprecia el trabajo (como la pro-

ducción capitalista). Está regido por principios igualitarios y por una lógica socio-

política más que por una puramente económica. Trabajo

deja de significar la

va lor iz ación de l ca pi t al (e s de cir , au me nt a r e l valor de l capi t al por me dio de la pr o-

ducción de plusvalor) y quiere decir en cambio, "valoración" de la comunidad, el

ambiente y la vida social en general (como por ejemplo en el caso del trabajo

espontáneo, libremente organizado, durante los primeros días de reconstrucción

tras un terremoto, o en una casa organizada democráticamente). De hecho todo

t r aba jo ¡PP pue de cont e n e r sign i f icados afe ct iv os y e st é t i cos, así como inst r ume n -

t ale s. Por últ imo, e l ¡PP no só lo r e for ma las r e lac ione s de t r abajo sino que t ambié n

reduce el tiempo de trabajo.

Es indiscutible que las clases económicas y políticas y el estado (tal como se

estructuran en este momento) se opondrían a una alternativa ¡PP (de no ser así

no sería una alternativa). Se requeriría una sólida unidad entre trabajadores, ver-

de s, fe minist a s y mu je r es, minor í as opr imidas, pobr e s y ot ros par a los cu ale s fue se

muc ho más impor t ant e r e st au r ar y r e novar (e s de cir, r e de finir ) su mu ndo vi t a l que

t e ne r t e le vi sor e s de al t a de finición (que de cualquie r mane r a van a t e r minar e n los

t ir ade r os de basu r a) . Pe r o t endr í amos v e r dade r o aire que r e spirar , ve r dade r a ag ua

que beber, un renacimiento urbano, vecindarios culturalmente ricos, un campo

con distintas culturas rurales y agricultura integrada, un intercambio nacional

entre ciudades verdes y lo rural, el fin al peligro de la capa de ozono y de calenta-

miento global, y todo lo demás... cosas que podemos suponer que casi todos apre-

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minos cuantitativos (sociales). El primero sostiene que cuando la forma social de sa-

tisfacción de necesidades remplace parcial o totalmente la forma individual (de

mercancía), el efecto será limitar el crecimiento econó mico irrestricto, sin "rom-

per de plano con él ni prolongarlo de manera indefinida". Cardosa (en

T h e surv i -

val of capitalism)

añade otra condición: la absoluta necesidad de subordinar la pro-

ducción al consumo. La bibliografía sobre "presupuestos verdes" y contabilidad

socioecológica-económica está aumentando a gran v elocidad, y lo mismo ocurre

con escritos de sociólogos y otros especialistas sobre el problema de en qué con-

sisten las buenas relaciones sociales, y cómo lograrlas. Por último, hay una explo-

sión de textos sobre la "democracia radical" y la teoría política en general.

Si todo esto sólo parece ser otra clase de "movimiento por la supervivencia", hay

que tener presente la enorme brecha entre esas tendencias en el movimiento nor-

teamericano de las m ilicias (por ejemplo), basado en la propiedad privada y en for-

mas extremas del individualismo (y de ideologías individualistas), y lo que, a falta

de mejor término, podríamos denominar "supervivencia social", en la cual la socie-

dad no se define meramente como la suma total de sus miembros individuales sino

también como algo

su i g eneri s , ta l

como lo ejemplifica (en el Sur) lo que Juan Mar-

tínez-Alier llama el “ambientalismo de los pobres", definido como la "defensa de la

subsistencia y el acceso comunitario a los recursos que el estado y el mercado

ponen en peligro".

ciarían. Como dijo Gore Vidal, tendríamos que "renunciar a los caros goces del

imperio [pero tendríamos oportunidad] de remendar nuestra sociedad podrida".

Si se requiere la retórica del "crecimiento y desarrollo" y de "más empleos" para

le gi t imar polít i came n t e la a l t e r nat iva ¡PP (y así e s) , haga mos que e sos man t r as sig-

nifiquen crecimiento de la capacidad de luchar por la restauración y la preserva-

ción, autogobierno democrático y el "esfuerzo" de mantener y mejorar las condi-

ciones de vida y la vida misma. Termino con una advertencia: el iPPI no puede

llegar a existir dentro del modelo capitalista tal como lo conocemos. Hay que ser

claro: esta alternativa (que presupone también la reducción del tiempo de traba-

jo) es revolucionaria por su intención y por su efecto. El Marx ecologista captó esto

tan bien como el que más: "Al negar el distanciamiento de la naturaleza la meta es

fr ancame nt e r e st aur ar e l e qui l ibr io de l me t aboli smo e cológico, ' su r e st aur ación si s-

temática como ley reguladora de la producción social y en una forma adecuada al

p leno desarro l lo human o ' , co mo di j o Marx en

El cap i ta l . 3

3

Walt Sheasby, Inverted world: Rad Marx on estrangement of nature and society , inédito.

377

QUÉ ES EL SOCIALISMO ECOLÓGICO?

21

¿QUÉ ES EL SOCIALISMO ECOLÓGICO?

INTRODUCCIÓN

Los socialistas, siguiendo a Marx, han venido diciendo durante un largo tiempo

que el capitalismo subordina el valor de uso al valor de cambio y también el traba-

jo concreto al trabajo abstracto, y que por ello la producción capitalista es para

obtener utilidades, no en función de las necesidades. En el capitalismo lo cuanti-

tativo, por decirlo así, triunfa sobre lo cualitativo. Irónicamente, por lo general la

práctica

socialista ha consistido en luchas por mejores salarios, menos horas de tra-

bajo, pleno empleo, control de las rentas, subsidios a los pequeños agricultores y

así sucesivamente, es decir, lo que puede llamarse "justicia distributiva". Los socia-

listas han tenido una crítica teórica cualitativa y (con excesiva frecuencia) una

práctica política cuantitativa. Por lógica la crítica socialista tradicional del capita-

lismo debería conducir a la "justicia productiva". En los hechos, ha llevado a

demandas de justicia distributiva. Los socialistas han criticado las relaciones de pro-

tipos, renacimientos étnicos y religiosos con base regional, anarquismo y otras for-

mas de localismo y la simple criminalidad.

Cabe preguntarse si es posible, o incluso deseable, revivir la idea del socialismo

y rescatarla, primero, de su enfoque práctico en la reforma cuantitativa y la justi-

cia distributiva, remplazándola (o suplem entándola) con reform as cualitativas y

justicia productiva; y, segundo, de la asociación ideológica con el nacionalismo y el

estatismo. Creo que no sólo es posible y deseable sino también esencial para

poder volver a conceptualizar el socialismo sobre tres bases: un enfoque práctico

de la crítica cualitativa del capitalismo, incluyendo la "justicia productiva"; una crí-

tica teórica y práctica del estado capitalista, a saber, la democratización del esta-

do, y un internacionalismo inequívoco . Esa teoría y esa práctica se presentarían

como 'una alternativa tanto al neoliberalismo

c o m o

a las muchas variedades de lo-

calismo vigentes ahora. Es más, afirmaría que m uchas de las luchas sociales de hoy

—si no todas— lo mismo en los países y regiones sobredesarrollados que en los

subdesarrollados, se concentran

de hecho

en la crítica del trabajo concreto/valor

de uso (incluyendo el uso de la tierra y, en general, de la naturaleza), por un lado,

y en la creación de "burocracias po pulares" y una práctica internacionalista, por

el otro.

Las luchas por la tierra (por la naturaleza en todas sus manifestaciones) son

hoy prácticamente universales, desde las simples batallas "salven nuestros cintu-

rón verde/vida silvestre" hasta elaborados intentos de restaurar la diversidad eco-

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ducción capitalista y tratado después de reformar las relaciones de intercambio

capitalistas.

Así, el socialismo ha negado sus propios principios básicos. Ésta puede ser una

de las razones por las que la palabra ha desaparecido del vocabulario de los movi-

mientos radicales (sin aparecer nunca en el de los nuevos movimientos sociales).

La causa próxima de la desaparición del concepto de socialismo son los fracasos

económicos, morales y de otro tipo del ex socialismo real en el Este; la desapari-

ción de modelos de desarrollo nacionalista de tipo socialista en el Sur (por ejem-

plo el modelo de la India de Nehru), y la pérdida de legitimidad/debilidad políti-

ca de los estados keynesianos del bienestar socialdemocráticos en el Oeste (tal vez

el más avanzado en Nueva Zelanda, el menos avanzado en Alemania). Los tres

modelos de desarrollo se autodestruyeron económicamente, en el sentido de que

sus éxitos económicos crearon problemas que no se podían manejar en términos

racionales dentro de los límites de sus respectivos modelos, así como ideológica-

mente, porque los tres equiparaban el socialismo y la democracia social con el esta-

do-nación

y

el nacionalismo, y con las formas estatistas en general. Obsérvese qué

fácil es aplicar la crítica neoliberal del estado

parí passu

al estado como tal. La des-

legitimación del socialismo

es

la deslegitimación del estado, y viceversa.

Como era de esperar, al (gran) vacío político resultante se han precipitado

diversas ideologías y prácticas no estatistas y antiestatistas: el neoliberalismo, desde

luego, pero también el populismo, el comunitarianismo, separatismos de todos

lógica. Las luchas por el trabajo concreto también son universales: se ha cuestio-

nado una gran diversidad de tecnología capitalista, desde la energía nuclear hasta

las computadoras person ales; el trabajo tiene una gran ex periencia con las cues-

tiones de salud y seguridad ocupacionales, y los expertos han producido una gran

bibliografía al respecto; las luchas laborales "contra la productividad" y la tecno-

logía fordista, en los sesenta y los setenta, contribuyeron a obligar al capital a

adoptar "el trabajo en equipos", los "círculos de calidad" y cosas por el estilo en

los ochenta y los no venta. Por último, las luchas acerca de los valores de uso fina-

les (bienes y servicios para el consumidor) se han vuelto casi universales: por

ejemplo, la naturaleza de la atención a la salud y de la educación; el auto y la cul-

tura del auto; la televisión y los me dios, así como la cultura de la televisión; las

viviendas ineficientes en términos de energía; los alimentos repletos de sustancias

químicas; una diversidad de productos criticados por las feministas... entre

muchas otras cosas

De hech o me resulta difícil identificar una lucha centrada en un a sunto único

que no se proponga (al me nos subtextualmente) democratizar el estado y/o que

no tenga un componente internacional (cuestiones que no se comentan en este

capítulo).

[376]

 

378

J A M E S O ' C O N N O R

VALOR DE USO/TRABAJO CONCRETO;

VALOR DE CAMBIO/TRABAJO ABSTRACTO

En la teor ía marxista la mercancía es simultáneamente un valor de cambio y un

valor de uso. El valor de cambio es el valor de una mercancía en términos de todas

las demás m ercancías (por ejemplo del dinero, el equivalente universal), y se mide

en tiempo de trabajo (de modo que es un concepto cuantitativo). El valor de uso

es un concepto cualitativo. En términos de G odelier, "Los valores de uso se rela-

cionan [...] con los deseos naturales o artificiales de los hombres, con una relación

cualitativa." Hay dos tipos generales de valor de uso: primero, las mercancías que

se usan para producir otras mercancías (m edios y objetos de producción); segun-

do, las mercancías que los individuos usan para satisfacer directamente necesida-

des y deseos (medios y objetos de reproducción o medios de consumo). La deman-

da del mercado del primer tipo de valor de uso es la demanda capitalista

(empresarial) de mayor productividad y utilidades. La demanda del mercado del

segundo tipo de valor de uso se base en parte en la función sociomater ial de la

mercancía en términos de la reproducción de la fuerza de trabajo.

1

Ciertos ali-

mentos proporcionan cierta cantidad de nutrientes; cierta cantidad de petróleo o

carbón proporciona cierta cantidad

de

calor o energía; ciertos tipos de autos acele-

ran el viaje al trabajo; ciertos tipos de ropa mantienen a quien la usa abrigado o

fresco; ciertos libros educan al lector en ciertos campos técnicos de estudio.

Así como cada m ercancía es al mismo tiempo un valor de uso y un valor de cam-

¿QUÉ ES EL

socialismo

ECOLÓGICO?

o de energía se produce de ciertas maneras (por ejemplo en minas al aire libre)

que tendrán ciertos efectos sobre la vegetación, los escurrimientos, las inundacio-

nes y demás. Ciertos tipos de vehículos que llevan más rápido a la gente a su tra-

bajo se producen de ciertas formas (por ejemplo en fundidoras) que tiene ciertos

efectos en la calidad del aire. Cierta ropa que mantiene abrigado o fresco a quien

la usa se produce de ciertas maneras (por ejemplo con petroquímicos) que tienen

ciertos efectos en la calidad del agua. Ciertos libros que educan al lector en ciertos

campos técnicos se producen de ciertos modos (por ejemplo en fábricas de papel

y pulpa) que tienen ciertos efectos en la calidad del aire y del agua. Además, la pro-

ducción de todo lo mencionado, en ciertas formas, tendrá efectos definidos sobre

el bienestar fisico y mental de los trabajadores (por ejemplo como enfermedades

por tensión).

Una teoría del valor de uso (productos finales) presupone una teoría de las

necesidades, no en términos de juzgar la valoración subjetiva de una mercancía

por par te de un individuo (que ser ía una especie de elitismo), sino más bien en tér -

minos de las maneras en que los valores de uso reproducen (o no) la fuerza de tra-

bajo (y, de modo más general, toda la sociedad). Esa teoría se concentraría en

necesidades específicamente sociales, es decir necesidades que los individuos tie-

nen en com ún, más que deseos individuales definidos subjetivamente. En este sen-

tido, es legítimo estudiar la comida en términos de nutrición y salud de la fuerza

de trabajo, o investigar los sistemas de transporte en términos del tiempo que se

tarda en ir a trabajar. Hay una necesidad social de nutrición y de transporte, pero

3'79

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bio, cada proceso de producción es tanto un proceso de trabajo (por medio del

cual se producen valores) y un proceso de valorización (a través del cual se produ-

ce valor de cambio). Marx llamó al primero "trabajo concreto" y al segundo "tra-

bajo abstracto". Y así como podemos definir el valor de uso en términos de las fun-

ciones socioeconómicas de una mercancía, podemos definir el trabajo concreto en

términos de sus efectos ecológicos. Ciertos alimentos que proporcionan ciertos

tipos de nutrición se producen de ciertas maneras (por ejem plo por la agricultura

química) que tendrán ciertos efectos en el suelo, los mantos freáticos y demás.

Cierta cantidad de petróleo o de ca rbón que proporciona cierta cantidad de calor

1

Ésta es la definición económica ecológica de valor de uso. Marx podría haber pensado en la mis-

ma cuando escribió

S e l e c t e d

concspondence,

p. 106): "El valor de uso, ya sea que se lo co nsidere subjeti-

vamente como utilidad del trabajo u

objet i vamen te

como utilidad del producto" (cursivas mías). Es simi-

lar al concepto de valor objetivo de Bóhm-Bawerk, la capacidad de una mercancía de acarrear

determinado resultado objetivo. "Podemos hablar del valor nutricional de los alimentos, del valor como

combustible de la madera y el carbón, del valor como fertilizante de diversos fertilizantes", citado en

Nikolai Bujarin,

Econotnic

themy o f the

leisure c l an ,

Nueva York, Monthly Review P ress, 1972, p. 62. Para la

definición burguesa el valor de uso está determinado por la evaluación subjetiva de una mercancía que

hace el individuo en términos de su propio sentimiento de bienestar.

La reproducción no es un problema en la econo mía burguesa porque la fuerza de trabajo no se ve

como una mercancía (ficticia). Se dice que los trabajadores ven den a los capitalistas servidos de traba-

jo, no fuerza de trabajo.

no

de algún tipo especial de alimento que proporcione, digamos, proteínas, ni de

una clase especial de vehículos.

Las necesidades sociales, tal como las acabamos de definir, son específicamente

sociales, pero no porque surjan y sean satisfechas de acuerdo con alguna especie

de plan social. De hecho las necesidades sociales se producen a nuestras espaldas;

es decir, son el resultado de la estructura de consumo existente (por ejemplo la

cultura del auto; la cultura de la comida rápida; los miles de innovaciones en pro-

cesos y productos, incluyendo innovaciones culturales, cada año; las condiciones

del comercio exterior y muchos otros fenómenos socioeconómicos espontáneos

—no planeados—, así como el cambio de los mismos a lo largo del tiempo) .

Son posibles dos tipos de cr ítica de un valor de uso. Pr imero, éste puede ser dis-

funcional. La sustancias químicas empleadas en agricultura pueden arruinar el sue-

lo o los mantos freáticos, reduciendo así la productividad, en lugar de elevarla. El

transporte en auto para ir al trabajo puede producir un embotellamiento. Ese tipo

de crítica tanto de los medios de producción como de los medios de reproducción

se relaciona con la naturaleza de la forma mercancía, que posiblemente se niega a

sí misma (se cancela a sí misma). La segunda crítica es que la satisfacción de necesi-

dades en la forma mercancía (individual) puede suprimir la satisfacción de

n e c e -

sidades

en formas (socialmente) menos costosas, más directamente sociales. La

agricultura química puede no sólo reducir la productividad sino eliminar también

380

A M E S O ' C O N N O R

el manejo operativo de los granjeros al control integrado de plagas. El auto puede

negarse a sí mismo no sólo porque produce embotellamientos sino también en el

sentido de que suprime el desarrollo del transporte de masas.

Marx escribió que el proceso por el cual se producen mercancías para satisfa-

cer necesidades es también el proceso de la producción de las necesidades que

esos objetos satisfacen (por ejemplo los trabajadores de la industria automotriz

necesitan autos para ir y venir de su trabajo de producir autos). No obstante, Marx

no desarrolló una teoría de las necesidades individuales y sociales ni integró una

teoría de ese tipo en su descripción de la producción, la circulación y la acumula-

ción capitalista. Teorizó brillantemente sobre el contenido de valor de la canasta

de consumo (en términos muy amplios, la productividad del trabajo); con gran

penetración analizó la tensión creciente entre el valor de cambio y el de uso en el

desarrollo capitalista; de manera profética vio el día en que la agricultura, la rela-

ción entre ciudad y campo y demás se reconstruirían sobre una base racional, pero

no teorizó sistemáticamente acerca de los valores de uso específicos que integra-

ban, en su época, la canasta de consumo misma.

En la teoría marxista del capitalismo el trabajo concreto y el valor de uso están

subordinados al trabajo abstracto y el valor de cambio. Esto significa que 1] en el

lugar de trabajo, las prácticas de uso del suelo, las divisiones del trabajo y así suce-

sivamente están regidas antes que nada por la necesidad

d e p r o d u c i r v a l o r d e c a m b i o ,

o

utilidad. Las necesidades de preservar la diversidad ecológica, evitar deudas eco-

¿QUÉ ES EL SOCIALISMO ECOLÓGICO?

81

Por últ imo, dada la na t ur ale z a au t oe xpansiva de l valor y del capi t al ( las u t i l ida-

de s son t an t o e l medio como el f in de la ac t ividad e conómica) , junt o con la forma

mercancía de sa t i sf acci ón de las necesi dades, la sust entabi l i dad del capi ta l i smo pre-

su p on e q u e la dema n da de merc a do (n ec es ida d) de v a lores de u so f in a les (bien es

de c on su mo) ta mbién t ien e qu e ser a u toexpa n s iv a . En es te sen t ido, en e l c a pita -

li smo la n ec es ida d básic a es de más y más

dinero

(rec u érdese qu e c u a n do a Sa m

Go mpers le pregun taro n qué qu erían lo s trabaj ado res , su respuesta f ue "M ás.")

LUCHAS CUANTITATIVAS/LUCHAS CUALITATIVAS

La teoría del capital de Marx se concentró en el trabajo abstracto y el valor de cam-

bio.

2

Su obje t o de est udio e r a la "e conomí a" como t a l: aspe ct os cu ant i t at ivos de la

producción, la distribución y el intercambio; por ejemplo, salarios, costos, precios

y u t i l ida des; empleo y desempleo; ta sa de explota c ión ; ta sa de a c u m u la c ión de

capi t al y así suce sivame nt e .

3

M ar x t e or izó ace r ca de las formas e n que las r e lacio-

nes capitalistas de producción (propiedad/relaciones, competencia, mercado

mundial , e t c . ) e st aban inhe re nt e me nt e e xpue st as a la cr i sis (y e r an t a mbién de pe n-

dient e s de e l la) , int e r rumpie ndo así , o r e t rasa ndo de algu na ot r a man e r a, e l desa-

rro llo de las f uerzas pro ducti va s

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lógicas con otros lugares de trabajo y generaciones futuras, promover el desarrollo

intelectual del trabajador y otras similares están subordinadas a la producción en

pro de la utilidad; 2] en la esfera del consumo (reproducción) el aire y el agua lim-

pios, el transporte no congestionado y otros "bienes" sociales y ecológicos se sacri-

fican a la necesidad

de r eal izar val or de cam b io en

el mercado.

La producción y realización de valor de cambio (plusvalor) tiene dos supuestos

generales, y

ambos son tendenc ias h i s tór icas .

Primero, el trabajo concreto se subsume

cada vez más en el trabajo abstracto, es decir, en el discurso universal de hoy sobre

la "flexibilidad", o en la conversión de la fuerza de trabajo en formas más perfectas

de capital variable. Segundo, el valor de uso se subsume cada vez más en el valor de

cambio, es decir, más necesidades se satisfacen (o no) con más frecuencia en la for-

ma mercancía (individual), y menos en formai directamente sociales; por ejemplo,

más autos, menos transporte colectivo; más salud curativa, menos salud preventi-

va; más comida rápida, menos comida casera; más música hecha por mav, menos

música hecha en casa; más sociedad del espectáculo, menos autodesarrollo cultural.

En síntesis, en esta era de neoliberalismo y globalización, la fuerza de trabajo es

más variable (flexible) y se satisfacen más necesidades, más frecuentemente, en la

forma mercancía. Por eso los costos de reproducción de la fuerza de trabajo (el

contenido de valor de la canasta de consumo) se están reduciendo cada vez más,

por ejemplo, gracias a departamentos prefabricados, tiendas tipo bodega, y demás,

todo ello producido o atendido por menos trabajadores.

L a t e orí a de la cr i si s de M ar x, por eje mplo, se ce nt r aba e n las br e chas o r upt u-

ra s c u a n t i ta t iv a s en tre y den tro de los c irc u i tos mon eta rio, produ c t iv o y de mer-

c a n c ía s del c a pita l (y en la s diferen tes forma s de c ris is c on c omita n tes) , n o en los

cam bios del pode r de clase de l capi t al fr e nt e al t r aba jo, ni e n un a e sca se z de valo-

r e s de uso u t i l iz ados como insu mos pr oduct ivos (fue r z a de t r abajo, e ne r gía, mat e -

ria prima, espacio, etcétera) .

2

La descripción que hace Marx de los cambios en el proceso de trabajo, de la "cooperación simple"

a la "industria moderna", i lustra el salto

cuantitativo

de la productividad del trabajo debido a las com-

plejas formas "modernas" de cooperación mediadas por la maquinaria.

3

Si bien todas las "categorías económicas" de la teoría del capital de Marx func ionan como

ca te-

goda a l mismo t iempo

e co n ó m i ca

y sociológica (por ejemplo, S/V es un indicador del poder del capi-

tal sobre el trabajo y también la medida de la crisis potencial de realización), Marx no desarrolló su teo-

ría

en

términos de relaciones de

clase

entre trabajadores y capitalistas, trabajadores y terratenientes,

e tc .

En otras pala bras, inventó un bri llante método para estudiar las an tinomias del

capital ismo,

y realizó

después un an áli sis económico que no tomaba en cuent a ese método. La "lucha de c lase" per sesólo ocu-

pa un lugar esencial en su teoría para la

d e t e r m i n ac i ó n

de las horas de trabajo.

4

Marx se concentró

en

el valor de uso de los insumos productivos en su análisis de la "crisis del algo-

dón" en Gran Bretaña du rante la gu erra c ivi l de Estados Unidos. Pero a finales de los sesenta y en los

setenta, por ejemplo, los economistas marxistas (entre ellos yo mismo) que desarrollaron diferentes

tipos de teorías de "compresión de los salarios" o "presión de las utilidades" para explicar la desacele-

rac ión económica, fueron duramente cri ti cadas por los marxistas ortodoxos que empleaban un análi -

si s más del tipo de la teoría de si s temas de la "tendencia a la disminución de la tasa de uti lidad" en sus

explicaciones de los problemas económicos de

e s a

época. Marx identificó también prácticas capitalis-

382

A M E S O ' C O N N O R

Hay una gran excepción a la afirmación de que Marx se concentró casi exclu-

sivamente en el trabajo abstracto (producción de valor) y el valor de cambio (rea-

lización del valor). Se trata de su tema de que "todo lo que es sólido se vuelve aire",

de que la difusión de las relaciones de producción capitalistas (Polanyi haría énfasis

en la conversión en mercancías de la tierra y el trabajo, así como del patrimonio d e

una comunidad), subvertía la comunidad al atomizar a los individuos y volverlos

glóbulos egoístas de deseo. Marx, como todos los socialistas del siglo xix, apunta-

ba contra el monopolio de la clase capitalista de la propiedad de los medios de

producción, y por ende al requisito de que la mayoría de la gente ven diese su fuer-

za de trabajo para sobrevivir, como la forma y al mismo tiempo la restricción más

visible de la libertad y como la principal barrera para llegar a una sociedad coope-

rativa. Si bien Marx veía la sociedad industrial como la condición previa para la

abolición de la desigualdad y la pobreza (que en último análisis dependía del

derrocamiento del capitalismo y el establecimiento del socialismo), también iden-

tificaba el movimiento de la clase obrera como el principal instrumento para

reconstruir la comunidad y, por lo tanto, para ponerle fin al impacto destructivo

del capitalismo sobre las relaciones humanas. Marx (y otros socialistas) parecían

creer que un desarrollo libre de crisis de las fuerzas productivas, una distribución

más equitativa del ingreso, y el restablecimiento de la comunidad a través del m ovi-

miento de la clase obrera, eran mutuamente interdependientes. (Durkheim soste-

nía que un sistema económico racional, es decir, la integración de un sistema, era

una cosa, y que la integración de los individuos en funciones o roles d el sistema, es

¿QUÉ ES EL SOCIALISMO ECOLÓGICO?

83

Si bien Marx y sus seguidores hacían énfasis en el tema de la calidad de las rela-

ciones sociales (movimiento laboral, comunidad, mutualismo, etc.) , no problema-

tizaron

sistemáticamente

ni las fuerzas productivas (maquinaria, habilidades especia-

les, etc.) ni las "fuerzas reproductivas" (bienes de consumo como valores de uso

para reproducir la fuerza de trabajo). Más aún, aunque Marx y Engels tenían cosas

interesantes (y condenadoras) que decir acerca de los efectos del capitalismo sobre

la productividad de suelos y bosques, las viviendas míseras, la contaminación urba-

na, los destructivos efectos físicos y mentales de ciertos tipos de trabajo concreto,

etc.,

dijeron m uy poco acerca de las l uchas soc ia l es y pol í t icas engendradas por e l proceso de

trabajo,

por ejemplo las protestas contra la contaminación, contra las condiciones

de trabajo peligrosas e insalubres, y así sucesivamente.

M ant uv i e r o n e l m i s m o s i l e nc i o

sobre las protestas que se dirigían a valo res de uso determinados,

por ejemplo contra la car-

ne en mal estado, contra las vecindades y otras por el estilo, y también sobre las

batallas para preservar el patrimonio de la sociedad de formas tradicionales (por

ejemplo las reservas de alimentos).

En realidad esta laguna es muy sorprendente. Si bien Marx y la mayoría de los

socialistas hicieron énfasis en el tema de la "comunidad perdida", pocos plantea-

ron cuestiones directas respecto a las precondiciones de la comunidad. ¿Qué clase

de comunidad eran capaces de formar los obreros abrumados por diversos tipos de

trabajo concreto? ¿Son capaces de autogobernarse los trabajadores-víctimas?, y así

sucesivamente. Un paso lógico para los socialistas sería la batalla por socializar (en

oposición a nacionalizar) la industria, para luego reformar o revolucionar los pro-

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decir, la integración social, era otra muy diferente. Sin embargo incluso él, poco

antes de morir, pensó que estaba viendo cómo evolucionaban los elementos de la

solidaridad social o integración social en el movimiento laboral francés.) No sólo

los marxistas, sino también los socialistas gremialistas, los sindicalistas y otros creían

que

la propiedad y el control de los medios de producción por parte de los traba-

jadores era tanto la senda hacia una economía libre de crisis como el medio para

restablecer la comunidad. El mismo movimiento laboral luchaba por obtener sala-

rios más altos, horarios más cortos y, en general, reformas económ icas, pero al mis-

mo tiempo destacaba la importancia de la solidaridad, de la organización de socie-

dades mutuales y otras actividades que volverían a crear una comunidad en el seno

de la clase trabajadora (o de una parte de ella) .

tas irracionales y destructivas en relación con la tierra y el trabajo (por ejemplo la agricultura que ago-

taba los suelos) , as í como bienes de consumo nocivos (por ejemplo los mater iales de construcción de

gran parte de las viviendas de la clase obrera).

5

Tanto los socialistas como los m ovimientos laborales del siglo

X D C

se veían a sí mismos como críti-

cos prácticos del liberalismo (los primeros, en general, en el nivel de la política, los segundos normal-

mente en el nivel del mercado de trabajo y el lugar de trabajo) . El trabajo veía al social ismo como la

real ización del l iberal ismo en el sentido de que el crecimiento económico s in cr is is , el pleno empleo,

etc., harían que se concretase la promesa formal (legal) de libertad e igualdad. Marx, y tal vez la mayo-

cesos de trabajo de manera tal que en el lugar de trabajo se produjese (reproduje-

se) un ser humano más pleno y más desarrollado.

Incluso quienes trataron de plantear interrogantes acerca de los efectos nega-

tivos de

c ó m o

se producían las mercancías fueron incapaces, en general, de plan-

tear preguntas similares sobre los efectos de las mercancías (valores de uso) que

se producían. Adelantándonos a nuestro análisis, el tipo de crítica teórica

y

prác-

tica del automóvil y la cultura del automóvil, por ejemplo (individualismo extre-

mo), o del bienestar físico y mental de los trabajadores que se pasan todo el día

encadenados a una computadora (síndrome de estrés repetitivo) —tan dominan-

te hoy—, estaba

re la t i v am en te

poco desarrollado en la época de Marx (desde lue-

go, los valores de uso y los procesos concretos de trabajo eran muy diferentes hace

un siglo o más).

En síntesis, si bien Marx demostró brillantemente las causas sistémicas de los

bajos salarios, el desempleo, la mala distribución de la riqueza y el ingreso, y así

ría de los socialistas, creían que el capitalismo estaba impulsado, inherentemente, por motivos egoístas

y que, por definición, destruía la comunidad "tradicional". Pero tanto el campo reformista como el

revolucionario hacían hincapié en la necesidad de restablecer las relaciones sociales humanistas y la

comunidad; un lado veía al estado social demócrata (del bienestar) como encarnación de este nuevo

humanismo y de la comunidad, el otro lo rechazaba como una forma más de enajenación y e xplota-

ción.

384

A M E S O ' C O N N O R

QUÉ ES EL SOCIALISMO ECOLÓGICO?

85

sucesivamente, y con igual brillantez teorizó sobre las luchas de los trabajadores,

las protestas de los pobres engendradas por los bajos salarios y demás, no parece

haberse interesado por las luchas organizadas en torno a la naturaleza del traba-

jo concreto, el uso de la tierra y el valor de uso. Su discusión (y participación) en

la lucha por reducir la jornada de trabajo y en contra de la aceleración del mismo

parecerían ser la excepción. Sin embargo se trataba de luchas cuantitativas (como

la del salario), en el sentido de que tenían que ver con la cantidad de tiempo tra-

bajado y la velocidad a la que se veían obligados a laborar los obreros. En los tex-

tos de Marx los combates al proceso de trabajo, la tecnología, la división entre tra-

bajadores manuales y mentales, el uso de la tierra y así sucesivamente, por un

lado, y por la naturaleza de la vivienda, los alimentos, la contaminación del aire y

el agua en las ciudades y demás, por el otro, llaman la atención por su ausencia.

Esto se puede explicar de una de dos maneras. Primero, es posible que en la

época de Marx estos tipos de luchas cualitativas (en contraste con las cuantitativas)

no estuviesen lo bastante bien desarrollados como para merecer su atención. Sin

embargo los historiadores sociales, económicos y ambientales sugieren que en rea-

lidad no era así. A principios del siglo xix había conflictos por las prácticas fores-

tales en los Alpes (que producían erosión, así como ciclos de inundaciones y se-

quías); luchas contra la tecnología (luditas), por la vivienda, y otras. Además, los

socialistas

n o

marxistas sí plantearon temas tanto del trabajo concreto como del

valor de uso, y señalaron diversos tipos de conflictos en torno a los mismos. El owe-

¿QUÉ ES EL SOCIALISMO ECOLÓGICO?

Resulta irónico que mientras los socialistas han venido diciendo durante largo

tiempo que el capitalismo subordina el valor de uso al valor de cambio, y que la

producción capitalista es en pro de las utilidades, no de las n ecesidades (crítica

cualitativa), la práctica socialista haya consistido en luchar por salarios más altos,

jornadas más cortas, pleno em pleo y cosas similares (todas las cuales son prácticas

cuantitativas). Yo uso el término "socialismo ecológico" para distinguir las teorías y

los movimientos que procuran subordinar el valor de cambio al valor de uso y el

trabajo concreto al abstracto, es decir, organizar la producción en pro de las ne ce-

sidades (incluidas las necesidades de desarrollo personal de los trabajadores), no

de las utilidades. Así definido, el ecosocialismo analiza en tanto problemas tanto el

proceso dé trabajo capitalista como la estructura de valor de uso y de ne cesidades

(consumo). En este sentido, procura hacer que el socialismo tradicional esté a la

altura de sus propios ideales críticos.

La ironía que señalamos en el párrafo anterior puede explicarse, en parte, por

la incapacidad del socialismo tradicional de problemathar las condiciones de pro-

ducción o "la tierra" y "el trabajo", términos que usó Polanyi para designar las mer-

cancías ficticias, es decir las cosas que se tratan como si fuesen mercancías pero que

no se producen com o tales. Con respecto a los "verdaderos" valores de cambio

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nismo, entre otras cosas, fue una crítica del trabajo capitalista concreto y alentaba

la esperanza (así como en contados casos la realidad) de una alternativa más huma-

na. El socialismo gremial sostenía una crítica tanto estética cuanto moral del capi-

talismo (por ejemplo Ruskin y el movimiento de artes y oficios). Los fabianos con-

tribuyeron a reformar la educación y la provisión de la infraestructura pública o

social. (Cabe señalar que la crítica del trabajo y del valor de uso contiene, inhe-

rentemente, a l t e r n a t iv a s a

los procesos de trabajo y estructuras de consumo capita-

listas.) Una segunda explicación es que, mientras que Marx identificó muchos de

los males sociales específicos de su tiempo y también fue consciente de muchas de

las luchas por reformar el uso de la tierra y del trabajo, dejó de lado su importan-

cia política. Sólo las relaciones cuantitativas del capitalismo (podría haber afirma-

do) estaban expuestas a la crisis y, por consiguiente, contenían tanto la esperanza

como la necesidad de un cambio social y político radical. Las luchas por el trabajo

concreto y los valores de uso, como tales, podrían haberse visto como algo local o

específico, es decir, incapaz de unir a la clase obrera como podían hacerlo (y lo

hacían, a veces) los combates por los salarios y jornadas de trabajo. Cualquiera que

sea la verdad, una mera explicación al estilo Polanyi-Marx no alcanza a explicar

estos temas; es cuestión para un marxólogo que sea también historiador social y

económico.

(por ejemplo el acero laminado, los autos), el mercado se ocupa de que las canti-

dades y cualidades deseadas de una mercancía específica se produzcan y asignen a

los compradores correctos en el lugar correcto y en el momento correcto. Aquí el

mercado funciona como un conjunto complejo de coordenadas de producción y

consumo. La demanda de utilidades rige la demanda de determinados bienes de

capital (valores de cambio) y la de manda social (necesidad) de vivienda,

transe

te, alimentos y demás rige la demanda de bienes de consumo (valores de uso).

Sin embargo el m ercado no desempeña ese papel sistemático en la oferta

de

la s

c on dic ion es de produ c c ión , c omo por ejemplo determin a do t ipo de fu erza de tra -

bajo, sue los, agua, e spacio ur ban o e infr ae st r uct u r a. Si bie n la t ie rr a (y la "nat ur a-

leza") y los mercados de trabajo contribuyen a determinar la

asignac ión

de ciertos

i n s u m o s , p o c o t ie n e n q u e v e r c o n l a

producción (y reproducción)

de los mismos . De

hecho l a producción de l as condiciones de producción presupone un vasto s is te-

ma de educación privada y pública, laica y religiosa, inferior y superior, técnica y

n o téc n ic a ; u n s i s tema c omplejo de reg la men ta c ión a mbien ta l del u so del su elo, la

agricultura, la explotación forestal y demás, y otro sistema complejo de planeación

del transporte urbano, zonificación, etcétera.

El carácter específico del sitio de la tierra (naturaleza) y el carácter "específico

de la person a " de la fu erza de tra ba jo in div idu a l , ju n to c on la a u sen c ia de u n v er-

dadero mercado para cualquiera de los dos, significa que la cuestión de los valores

de u so ta n to de la t ierra c omo del tra ba jo a dqu iere u n a n ota ble importa n c ia . El

estado no t iene que pensar demasiado respecto a l a producción y as ignación de

386

A M E S O ' C O N N O R Q U É E S E L S O C I A L I SM O E C O L Ó G IC O ?

87

acero laminado, por ejemplo, pero tiene que preocuparse por la producción/ re-

producción de una fuerza de trabajo calificada, de usos alternativos de la tierra

(naturaleza), la zonificación del espacio y así sucesivamente.

El socialismo tradicional tiene que ver con la producción y reproducción del

capital. El socialismo ecológico se relaciona con la producción/reproducción de

las condiciones de producción. Tiene, entonces, un alcance más amplio, es decir,

más universalista, que el socialismo tradicional. Pero es también más particularista,

en el sentido de que se ocupa, por ejemplo, de los problemas de salud de grupos

específicos de trabajadores, los problemas de contaminación en ciertas comunida-

des, los problemas de zonificación en determinados distritos, etcétera.

Mi idea del ec osocialismo no sólo es que el trabajo concreto (trabajo y tierra) y

que los valores de uso/necesidades

d e b e n

ser criticados, sino que de hecho son cri-

ticados por los movimientos sociales. En este sentido el ecosocialismo no es, estric-

tamente, una posición normativa sino más bien un análisis positivo de las condi-

ciones socioeconómicas y la inminencia. Lo que se afirma es que muchos —si no

todos— trabajadores, minorías oprimidas, comunidades, ambientalistas y otros que

participan hoy en las políticas de identidad y las políticas de lugar (incluyendo las

del sitio de trabajo) están luchando, de hecho, por subo rdinar el valor de cambio

al valor de uso y la producción en pro d e las utilidades por la producción en pro

de las necesidades.

Más específicamente, el ecosocialismo es la crítica teórica de las formas en que

las relaciones de producción capitalistas influyen sobre las fuerzas productivas

como m uebles, tintorerías, prendas de vestir, productos de cuero y juguetes, entre

otras. El trabajo de oficina que utiliza computadoras está siendo atacado por afec-

tar la salud, y lo mismo ocurre con los elevados niveles de estrés en los sectores de

alta tecnología. La salud y la seg uridad en el trabajo son preocupaciones casi uni-

versales. De manera similar, los verdes y otros están cuestionando una gran varie-

dad de valores de uso; por ejemplo la energía o btenida de combustibles fósiles, el

auto y la cultura del mismo; los productos culturales de sexo y v iolencia en los me-

dios de comunicación de m asas, y la desolación televisiva. Podemos agregar los

ataques a las prácticas consumistas de la compra y preparación d e alimentos (die-

tas poco sanas); la recreación (inactividad física); las viviendas suburbanas de baja

densidad (que desperdician materiales de construcción, energía, caminos y auto-

pistas, etc.); las ciudades grises (en lugar de verdes) , y hasta la producción de

basura (la crítica de los usos actuales de los residuos de las aguas negras), y, des-

de luego, la mala calidad del agua y del aire, así como los riesgos para la tierra

agrícola y los cinturones verdes.

Para concluir , en el Apéndice i he organizado una variedad de temas, compa-

rando y contrastando algunas de las dimensiones distributivas/cuantitativas del

socialismo tradicional con los rasgos productivos/cualitativos del socialismo ecoló-

gico. El lector observará que hay una gran gama de diferencias entre ambos mode-

los y alcanzará a percibir en qué medida el socialismo ecológico funciona como crí-

tica del socialismo tradicional, así como del capitalismo.

Por último, el Apéndice u sintetiza (bastante escuetamente) las diferencias entre

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(definidas como tierra, energía, materias primas, tecnología, maquinaria, habili-

dades especiales, organización del trabajo y otros m edios y objetos de producción,

y

t a m b i é n

como vivienda, transporte y otros medios y objetos de reproducción o

consumo). Además, el ecosocialismo es la crítica práctica de esas fuerzas producti-

vas y reproductivas definidas en términos de los movim ientos/luchas sociales por

modificar o abolir estas fuerzas sobre la base de otras opciones de tecnología, rela-

ciones de trabajo, modos de transporte, organización para la crianza de los hijos y

demás.

Q u i e n e s

han observado los "nuevos mo vimientos sociales" no han prestado

suficiente atención a los objetivos específicos de estos movim ientos, en especial a

la forma en que cue stionan toda una variedad de usos de la tierra, procesos de tra-

bajo y valores finales de uso. De hecho los movimientos sociales están cuestio-

nando las prácticas de uso d e la tierra en la ganadería, la producción de alimen-

tos, la de materias primas (el algodón, por ejemplo), la explotación forestal y la

minería (por ejemplo la m inería de superficie). Abundan las críticas a las prácti-

cas de uso del agua, por ejemplo la pesca con buques-fábrica, la contaminación

de los mantos freáticos, los lagos que mueren por la lluvia ácida y así sucesiva-

mente. Existen críticas prácticas de procesos de trabajo tan distintos como los de

las industrias petroquímica, de papel y pulpa, de energía nuclear y otras industrias

de bienes de capital, y también en una diversidad de otras del sector secundario,

lo que denomino "justicia distributiva socialdemócrata" y "justicia productiva eco-

lógica socialista". Así com o hoy se somete a diversos tipos de crítica sociopolitica a

una enorme diversidad de prácticas de uso de la tierra, procesos de trabajo y valo-

res de uso, también el concepto de una sociedad justa ha cambiado de enfoque, de

las preocupaciones cuantitativas a las cualitativas, y de los procesos de la distribu-

ción del producto social a los de la producción de su producto. Ha aparecido el

socialismo ecológico en formas sumamente diferentes y fecundas, y seguiremos

viendo descripciones verdes rojas del mundo capitalista y de la enorm e cantidad de

alternativas a la que ha llegado a ser una econo mía global en ex tremo inequitativa

e irracional.

APÉNDICE I

Valor de uso del capital mon¿tario = tiene la

f unci ón de pro duci r va lo r de cambi o , es

decir, utilidad.

389

Valor de uso del 'capital" monetario = tie-

ne l a fu nc ión d e prod uc ir v a l or d e uso, es

decir, utilidad.

II. TEORÍA DE LA CRISIS

Socialismo tradicional o c i a l i s m o e c o l ó g i c o

S o c ia l i sm o t ra d ic io n a l

Universalista, crítica cuantitativa del capita-

lismo/valor de cambio (demanda efectiva,

liquidez, etcétera).

No se problematizan el trabajo concreto y el

valor de uso.

Relación entre el trabajo abstracto

y

el valor

de cambio: un cambio en uno presupone

Socialismo ecológico

Crít ic a pa rt ic ul a ris ta , c ua l i ta t iv a , d el c a pita -

lismo/valor

de

uso ( la i n tegri dad del s i t i o ,

tareas específi cas del p ro ceso de trabaj o , el

individuo, etc.).

Se problematizan el trabajo concreto y el

valor de uso.

Rel a c ión ent re e l tra b a j o c onc reto y e l v a l or

Se concentra en rupturas cuantitativas de los

circuitos del capital (soluciones: gasto deficita-

rio, reducción de tasas de interés, etc.).

P resup o ne la di spo ni bi l i dad de i nsu mo s,

por ejemplo tierra y tra bajo; presupone el

va lor de uso de los productos.

Se concentra en la disponibilidad de nuevas

salidas a la inversión, es decir, en la deman-

da de capital .

Se concentra en las rupturas cualitativas de

los circuitos del ca pital (soluciones: política

energética, política educ ativa , etc.).

Problematiza disponibilidad/tipos de insu -

mos (por ejemplo energía, suelos, fuerza de

trabajo biológicamente definida, etc.); pro-

blematiza el valor de uso de los productos

(por ejemplo dietas, us o del tiempo libre,

patrones de vivienda, etc.).

Se concen tra en la disponibilidad de tierra,

energía, trabajo y otros insumos, es decir, en

la oferta de capital .

Cuando lo s nuevo s mo vi mi ento s so ci a les

APÉNDICE I

COMPARACIONES Y CONTRASTES

ENTRE EL SOCIALISMO TRADICIONAL

Y EL SOCIALISMO ECOLÓGICO

1 GENERAL

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un cambio en el otro.

Concentración en producción

y

circulación

del capital (lugar de trabajo

y

mercados).

Las relaciones de producción capitalistas

crean polos de riqueza

y

pobreza entre cla-

ses, regiones, países

y

continentes (valor

de

cambio); deuda económica del Norte con el

Sur.

Las relaciones de producción capitalistas

(relaciones de trabajo) dan por resultado la

explotación económica del trabajador (tra-

bajo abstracto).

de uso: un cambio en uno presupone un

cambio en el otro.

Concentración en las condiciones de pro-

ducción (sociedad y estado).

Las relaciones de producción capitalistas

degradan las fuerzas productivas (tierra, tra-

bajo concreto) y reproductivas (valores de

uso ) ; deuda eco lógi ca del No rte co n el Sur.

Las relaciones de producción capitalistas

( relaci o nes de t rabaj o ) dan p o r resu l tado la

ex p lotaci ón bi o lógi ca del t rabaj ado r ( traba-

jo concreto).

Cuando lo s mo vi mi ento s labo rales es tán

contenidos dentro de las relaciones capita-

listas de producción: desplazamiento de la

crisis

(crisis

de deuda, crisis fiscal guberna-

mental , etc.).

El viraje hacia los cultivos de exportación,

a l ej ánd ose d e l os d e sub sis tenc ia , l l ev a a l

empobrecimiento econ ómico del Sur.

Revolución v erde = sobreproducción econó-

mica, que afecta económicamente a los pro-

ductores directos.

es tán c on tenid os d entro d e la s re l a c iones

capitalistas de producción: desplazamiento

de la crisis ("sobrerregulación" guberna-

mental de la tierra, el trabajo, etc., es decir,

crisis de legitimación).

El viraje hacia los c ultivos de exportación, a-

l

ej

ándose de los de subsistenc ia, l leva al em-

pobrecimiento económico del Sur.

Revolución v erde = monocultivo, pérdida de

resistencia de las plantas a las enfermedades,

etc., es decir, subproducción ecológica, que

af ecta eco lógi camente a lo s pro ducto res

directos.

El valor de uso de la maquinaria se define

en términos del aumento de productividad

del trabajador.

Valor de uso

de

la fuerza de trab

aj

o = hecho

de que puede producir más valor (plusvalor)

que eI necesari o para auto rrepro duci rse.

El valor

de

u s o

de

l a m a quina ria se d efine

en términos

de

la seguri dad y la sa lud del

trabaj ado r, la co ntami naci ón , etc . .

Valor de uso de la fuerza de trabajo = he-

cho de que tiene capacidad para trabajo

concreto de ciertos tipos.

NACIONAIIZACIÓN/SOCIALIZACIÓN DE LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN

Socialismo tradicional

o c i a l i s m o e c o l ó g i c o

Nacionalización: el estatismo es la nueva for- Socialización: el socialismo es la nueva for-

ma so ci a ' de las relaci o nes de pro ducci ón ma so ci a l de las relaci o nes de pro ducci ón

[388]

390

(relaciones entre el estado y la ciudadanía)

correspondiente a la naturaleza creciente-

mente social de las fuerzas productivas.

Nacionalización como crítica del valor de

cambio/redistribución de la riqueza y el

ingreso; forma mercancía (individual) de

satisfacción de las necesidades.

La nacionalización no presupone medios y

objetos específicos de producción, ni traba-

jo concreto o valores de uso producidos.

Nacionalización: ¿ apropiada para la era

del capital ismo nacional?

Socialismo tradicional

Minimiza

el problema de la tierra/la comu-

nidad (o lo ve como una cuestión pequeño-

burguesa o anarquista).

Minimiza el problema del trabajo concreto

JA M ES O'C ON N OR

(relación de la clase trabajadora consigo

misma) correspondiente a la naturaleza cre-

cientemente social de las fuerzas producti-

vas.

Socialización como crítica del valor de

uso/redefinición de la riqueza y el ingreso;

forma social de satisfacción de las necesida-

des.

La socialización presupone usos específicos

de la tierra, tecnologías, aptitudes de los

trabajadores y valores de usos producidos.

Socialización: ¿"apropiada" para la era del

capitalismo global?

Socialismo ecológico

Destaca el problema de la tierra/la comuni-

dad (de la mano con el del sitio de traba-

jo/trabajo).

Destaca el problema del trabajo concreto

APÉNDICE I

Pone fin al hambre y las hambrunas debidas

al empobrecimiento económico.

Seguridad alimentaria = distribución más

igualitaria del ingreso, más autosuficiencia

regional o nacional. No problematiza el uso

de la tierra, etc.

Fin a la explotación económica y la repre-

sión política de los pueblos indígenas.

Luchas económicas que se l ibran en el nivel

nacional (keynesianismo, salario mínimo,

etc.) por redistribuir la riqueza y el ingreso.

Programa de transición del em pleo: reducir

horas de trabajo además de crear trabajos

socialmente útiles como una "adición" a la

satisfacción capitalista de necesidades en

forma de mercancía. No problematiza el

lado de la demanda y no se ocupa de causas,

sólo de efectos.

Construcción socialista (desarrollo libre de

crisis de las fuerzas productivas).

391

que elimina desigualdades sociales/indivi-

dualidad social.

Pone fin al hambre y las hambrunas debidas

al empobrecimiento ecológico.

Seguridad alimentaria = más autosuficien-

cia;

mezclas de agricultura tradicional y

científica, etc. Problematiza el uso de la tie-

rra, etc.

Fin a la explotación biológica y la represión

política de los pueblos indígenas.

Luchas económicas que se libran en el nivel

in t e r nac io nal po r r e dis t r ibuir l a r ique z a y e l

ingr e s o , t e r mina r co n e l t r abajo infan t i l , et c .

( por ej em plo l a s fu erz a s c ontra e l TL c ).

Prog ra m a d e tra n s ic ión d el em pl eo: red uc ir

horas de trabajo, además de crear trabajos

socialmente útiles (para evitar costos socia-

les, limpiar costos sociales, etc.), como una

"alternativa" a la satisfacción capitalista de

necesidades. Problematiza el lado de la

d e ma n d a y s e o c u p a d e c a u s a s .

R e co ns t r ucció n s o cia l i s t a (r e definición de us o

de la tierra, trabajo concreto, valor de uso,

IV. MOVIMIENTOS SOCIALES/SOCIALISMO

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/determinismo tecnológico de E ngels).

Minimiza los movimientos de los consumi-

dores (por ser clasemedieros o pequeño-

burgueses, o por responder a intereses par-

ticulares).

Puede discutirse la explotación económica

sin referencia específica a la división de tra-

bajadores industriales/especialización de los

trabajadores (aunque no a la división de tra-

bo/especializa.ción del trabajo).

Equilibrio inestable entre la planeación eco-

nómica de arriba abajo y el control de la

industria por parte de los trabajadores.

Busca una meritocracia: "Ser todo lo que se

pueda ser" /individualismo.

(crítica neomarxista del d eterminismo tec-

nológico).

Destaca los movimientos de los consumido-

res (crítica del valor de uso: se concentra en

valores de uso que van de las hamburguesas

a la cultura del auto y la televisión, etc.).

No puede discutirse comprensiblemente la

explotación biológica sin una discusión de

la división de los trabajadores/especializa-

ción de los trabajadores/formas de integra-

ción de los obreros.

Subsunción de la planeación de arriba aba-

jo y el control de la industria por parte del

trabajador (así como de la comunidad y del

usuario), es decir, estado democrático

(democratización de la burocracia = buro-

cracia popular).

Crítica de la meritocracia: reproduce las

desigualdades naturales al mismo tiempo

etc. que lleva a mantenimiento/restaura-

ción/preservación/conservación.

APÉNDICE II

93

APÉNDICE II

JUSTICIA ECOLÓGICA SOCIALISTA Y PRODUCTIVA

Para el pensamiento burgués la "justicia" se refiere a la distribución equitativa de las cosas,

no a l a p r o d u c c i ó n e q u i t a t i v a

de las mismas; por ejemplo, a la aplicación igualitaria de la ley

a todos, no a la producción igualitaria de la ley por todos (de hecho la ley es producida por

las élites). La justicia burguesa es, eptonces, "justicia distributiva", no "justicia productiva".

Más aún, la justicia distributiva tiene

`-

que ver, antes que nada, con derechos/demandas

in d i-

v id u a le s ,

no con derechos/demandas sociales.

Hay por lo menos tres tipos de Ilisticia social distributiva", o tipos de justicia que tienen

que ver con g r u po s

o

c l a se s de perso, más que como individuos en tanto tales. Se los pue-

is

de

denominar "justicia distributiva emócrata social".

1]

L a

j us t i c i a e conómi ca

consiste

 

est la distribución equitativa de la riqueza y el ingreso (ásí

como de los bienes económicos en glneral), por un lado, y las cargas de producir esta rique-

za y este ingreso, por otro. Por ejemplo, los demócratas sociales suelen opinar que los obre-

ros deberían ser compensados por quienes reciben dividendos, tal vez por medio de un esta-

do progresista en materia impositiva y de bienestar, en compensación por la carga del

trabajo que produce el bienestar material de los ricos ociosos.

Los tres t ipos de justicia distributiva social presuponen que todo, todos los más y los

me no s ( l as e x t er nal idade s po s i t ivas y ne ga t ivas ) pu e de n me dirs e po r e l de no minado r

común mínimo: el dinero. De otra forma el costo de la ju sticia distributiva sería demasiado

elevado, por ejemplo si hubiese que distribuir los minerales c on residuos de uran io que per-

judican a los indios norteamericanos a Bervely Hills, Akron y otras ciudades en función de

su n ivel de empleo de energía nu clear y (tal vez) su capac idad de pago. Más bien el dallo a

los indios (y a otros) debería c ompensarse en términos monetarios. Esto sign ifica ponerle

precio a la salu d, el lapso de vida y el bienestar de los indios. En el capitalismo la ún ica for-

ma de establecer un precio racional es c alcu lar las pérdidas de ingreso que padecieron las

víctimas de la radiación más los da ños por el costo a la salud y el "sufrimiento" general.

La jus ticia distributiva ("¿democracia s ocial ecológica?") presupone así el mercado tal

como se lo define act ua lmente y el cálculo de multa s y bonos, impuestos y su bsidios, en tér-

minos de las evalua ciones de la vida human a y la salu d a precios de mercado (por no hablar

de las especies del peligro de extinción, etc.) . Considérese el ejemplo tradicional de la com-

pensación que le da alguien que contamina el agua corriente arriba al que la usa corriente

abajo, ejemplo plausible si asu mimos que el carácter social de la producción social está poco

desarrollado.

No obstante, cuanto mayor sea la distancia entre la realidad sociofísica y el ejemplo tra-

dicional, más inaplicable o impráctico se vu elve el concepto de justicia distributiva. Piénse-

se en el ca lentamiento global. En principio la justicia distributiva compensa ría a todos los

q ue no t ie ne n au t o y a l o s que no l o us an de mas iado , me diant e fo ndo s o bt e nido s por

impuestos aplicados a dueños de autos/usuarios de vehículos pesados/propietarios de ca-

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2] La u s t i c ia e c o l ó g i c a o a m b i e n t a l e s

la distribución equitativa de ventajas ambientales (por

ejemplo paisajes, tierras ribereñas pára los agricultores), por un lado, y de riesgos, peligros

y costos ambientales (por ejemplo-oximidad a tiraderos de desechos tóxicos, suelos ero-

sionados), por el otro. Por ejemplo,

inorías oprimidas y otros que viven cerca de los

tiraderos de desechos tóxicos deberían recibir una compensación de los productores

de

esos desechos y también de quienes se benefician con los productos manufacturados en

fábricas que producen "subproductos no deseados" (tóxicos).

3] La

justicia comunitaria o comunal

es la distribución equitativa de beneficios y daños a

bienes preciados, valores morales, capacidades directivas y demás, de comunidades especí-

ficas, como consecuencia de la producción y la acumulación capitalistas. Por ejemplo, los

residentes suburbanos que trabajan en las ciudades y

usan

las instalaciones y servicios de

éstas deberían pagar un "impuesto de uso" para compensar a los habitantes urbanos. Las

comunidades cuya trama social es lesionada por nuevas autopistas, nuevos hipermercados y

demás deberían ser compensadas por los conductores, los clientes de esas tiendas, etcétera.

En los tres casos existe también una

deuda social

de algunos grupos con respecto a otros,

deuda que debería ser amortizada. 1] Una deuda

ec o n ó m ic a

del capital con los trabajado-

res, las mujeres, las minorías y otros, de las generaciones actuales con las futuras, etc. 2]

Una deuda ecológica

del Norte con el Sur, etc. 3] Una deuda

c o m u n i t ar ia

d e l os c a pita l es res-

ponsables con las comunidades social y m radas por el impacto de la acumu-

lación capitalista.

miones y demás. Desde luego se trata de una idea irracional y estúpida. Los procesos de pro-

ducción y reproducción

(de

la fuerza de trabajo, la na turaleza, la comun idad, las mercan cí-

a s) se h a n v u el t o d e ca ráct er t a n social

que no hay manera de calcular los beneficios y los

costos para individuos y grupos. ¿Por qué Bill Gates no les paga unos cuantos centenares de

millones de dólares a u na o dos g eneraciones de físicos de partícula s (y otros) cuyos esfuer-

zos fueron condición necesaria de su riqueza? Porque no hay forma

de

asignar de manera

justa esos fondos; la ciencia y la tecnología t ienen un carácter tan social y hay una división

del trabajo y una especialización de la fu nción t an increíblemente complejas qu e no existen

criterios sensa tos para c alcula r los costos y los beneficios.

En síntesis, el desarrollo de un sistema crecientemente

social

de producción, distribu-

ción, intercambio y consu mo significa que se va volviendo imposible determina r y adminis-

trar la justicia distributiva. Esto significa que lo que llamamos

"jus ticia productiva" (y en

el

ca so d e la eco lo g í a s o c i a l i s m o e c o l ó g i c o , más que "democracia social ecológica") se vuelve

cada v ez más posible y también más y más necesaria para la igualdad.

En breve, "la democracia social ecológica" tiene que ver con la distribución

equitativa de

los más y los menos de la producción y la acumulación, es decir, de las relaciones sociales

de intercambio. El "socialismo ecológico" se refiere a la producción

de los más y los menos de

la producción y la acumulación, o sea a las relaciones sociales de

producción,

i nc luy e ndo la s

relaciones de trabajo. La justicia productiva destaca los procesos y productos

del

trabaje

{tra-

bajo

concreto y va lores de uso) que minimizan las extemalidades neg ativas de todo tipo y

[392]

394

A ME S O ' C O N N O R

maximizan las extemalidades positivas, por ejemplo al favorecer a una compañía que se

compromete con la construcción comunitaria, las posibilidades de autodesarrollo en el

empleo, la total intolerancia a los productos tóxicos, etc.

La ju s t ic ia

productiva minimiza la

necesid ad

o d e s c a r t a p o r e n t e r o la

usticia dis tr ibutiva, que de cualquier mane ro es imposible realizar en

un mundo

d e f o r m a s d e s a r r o l l ad a s d e p r o d u c c i ó n s o c i a l .

Por lo tanto la única forma de justicia fac-

tible es la

jus t icia productiva, y

el único vehículo factible de la justicia productiva es el

socia-

l i s m o e c o l ó g i c o .

ÍNDICE ANALÍTICO

abstracción del trabajo y la naturaleza, 38,

117, 378, 379

acumulación capitalista; barreras naturales

externas a la, 193, 201; como destructor

de las condiciones del capital, 201-202;

consecuencias cualitativas, 368-36 9; crisis

ecológica y, 216-218; función del estado,

251; historia de Chicago, 139; orígenes,

213; patrones de desarrollo global, 236-

237; teoría de las crisis, 163-164, 221-222,

287-288n

acumulación competitiva, 83-8 4

acumulación originaria, 42 .

acumulación primitiva, 42

administración Clinton, 329, 334-335, 365-

Bush, George, 167, 253, 264-266, 285, 329

calidad de vida, 368, 369

capital asiático, 362-365

capitalismo global, 1 5-16; capital asiático en,

362-365; crecimiento, 365; cuestiones

ecológicas, 322; desarrollo combinado,

225; desarrollo desigual, 224-22 8; estrate-

gias para el movimiento verde rojo, 353 ,

354; estructura del trabajo en el, 16 1-162;

funcionamiento político en el, 349 ; insti-

tuciones y estructuras, 285, 353; nuevas

formas de reproducción de las condicio-

nes de producción, 206-207; papel de

Estados Unidos, 329; patrones de daño

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367

agotamiento de la capa de ozono, 173

agricultura, 17; capitalista, 155, 193; degra-

dación de recursos del suelo, 231; en el

capitalismo industrial temprano, 26-27,

141; evolución histórica del trabajo en,

45, 46; malas cosechas, 193; principios de

¡Preservación Primero , 372, 3 73

anarquismo, 332, 333, 359

antropocentrismo, 16, 17

Año Nuevo, 44

áreas silvestres, 168-169

Banco Mundial, 16, 157, 330, 353-354

Berry, Wendell, 372

bienes de capital, 214-215

bienes de consumo, 214-215; innovación tec-

nológica en, 241-242, 244-245

biorregionalismo, 333-335, 336n, 337, 342;

bahía de Monterey, 100, 104; concepto

de sustentabilidad, 277

Bookchin, Murray, 330-33 2

ecológico, 236-237, 350; perspectivas

para el movimiento verde rojo, 349-353,

354-355; política ecológico-cultural y,

104105; potencial para crisis, 330; regu-

lar la primera contradicción, 284-285;

relaciones de trabajo en, 68

capitalismo sustentable; condiciones de pro-

ducción para el, 286-291; consecuencias

de la depresión general, 292-294 ; defini-

ción y significado, 276, 277; en el Sur,

294, 295; manejo de crisis de costos para

el, 292; obstáculos al, por el lado de la

demanda, 282-286; pasos necesarios para

el, 279-280, 282; perspectivas para, 280;

posibilidades políticas, 295-297; requisi-

tos de crecimiento, 282-284; requisitos

globales, 284-286

Checoslovaquia, 48

Chicago,

véase Naturr's metropolis : Chicago and

the Grand West

China, 48, 262, 308

ciencia; ecológica, 86n, 305-306; relaciones

[395]

396

de producción y, 56; visiones críticas,

238-239

ciencia ecológica, 86n; en países ex socialis-

tas, 306, 307

ciencia genética, 250n, 281

C i t y o f Q u a r t n

como hist or ia ambie nt al , 145,

146; como historia económica, 144147;

contenido teórico, 144, 145; logros de,

145

combustibles fósiles, 152-153, 164; antece-

dentes de la guerra del Golfo, 257-260;

consu mo global , 255; de sar r ol lo de sigual ,

232; historia de la explotación de recur-

sos petroleros, 256-257; primacía de la

indust r ia pe t r ole r a, 254-257 ; r e se r vas de l

mar del Norte, 286; reservas petroleras

estimadas, 255n;

v é as e tamb i é n

She t land,

i s l a s

C ommone r , Bar r y, 248, 330-333

conciencia; naturaleza y, 20; socialmente

mediada, 20, 324325

condiciones de producción; capitalización

ÍNDICE ANALÍTICO

minan t e de , 186-19 0; t e orí a de la cr i si s ,

195

co nf l i c to so ci a l , 84

conocimient o local , 119

co nservaci o ni smo , 156

c on s tru c c ión soc ia l de s ign ific a do, 2 0 , 2 2 ,

52, 324

co ntami naci ón; co mo naturaleza no cap i ta-

lizada, 221; condiciones económicas

como de t e rminant e s de la , 240n; c ost os,

162; desarrollo combinado y, 235; desa-

rrollo desigual y, 229-230; desperdicio y,

230; i ndustri as del departamento i , 217 ;

modelado político, 29; periodo indu strial

inicial, 25-27; por parte de los ex países

soc ia l is ta s , 302, 3 03, 306-312

conve r sión e n me r cancí a; de la nat u r ale za,

134, 175; de la tierra, 42, 83, 114, 175; del

trabajo, 42, 83, 114, 175, 176n

co o peraci ón; asp ecto s cuan ti ta t i vo s/cua l i ta-

t ivos, 61-62; ca mbio hist órico y , 60, 61;

como fue r z a de pr oducc ión/r elación de

Í N D I C E A N A L Í T I C O

Chicago and the Great West

Cub a , 48, 5 3, 5 7 , 262

cuenc a de Fall Creek, 22-23; dicotomía na tu-

raleza-cultura en la, 124 ; esfuerzo de res-

tauración, 130, 131; historia económica,

120-124; historia laboral , 124-130; impac-

to ec ológic o de la in du s tria , 1 3 2 , 1 3 3 ;

propósito de la narrativa, 120; significa-

ción, 121, 133, 134

cultura; c apitalización de, en la bahía

de

Mon-

terey, 112-117; como determinante de la

natu raleza, 96, 100-104; como fuerza pro-

duct iva , 112-113; como pr oduct o de la

naturaleza, 95-100; historia de Los Ánge-

les, 145; pensamiento marxista tradicio-

nal, 62; trabajo como vínculo con la natu-

raleza, 112-113; relaciones de trabajo y,

56-58, 62-65, 67-69

Davis, Mike, véase City of quartz

departamentos de la reproducción capitalis-

ta , 214, 217

depresión, global, 293

3 9 7

división Norte-Sur, 24, 25; degradación eco-

lógica, 226, 227; desarrollo desigual, 226,

230-231; foco de movimientos radicales,

301-302, 332n; funcionamiento político,

29; perspectivas para el capitalismo sus-

tentable, 294 , 295; perspectivas para un

movimiento v erde rojo internacional , 351 -

355; significado de la ecología política,

301-302

Douglas, Mary, 166

dualismo mente-cuerpo, 40

e cología; de finición y alcan ce , 43, 44, 317 ,

322-323

ec ol og ía h um a na , 43-44, 76-77

ecología política, 74n; rasgos comunes y di-

ferencias Norte-Sur, 301-302, 332n

ecología profunda, 333-334, 336n, 358; filo-

sofía romántica en la, 40

ecología social, 330, 359

eco no mía de la en ergía;

véase también com-

bustibles fósiles; modelo termodinámico,

152n; motivación del capital para la efi-

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de las , 289 ; como fue r z as de pr oducc ión,

186; como objeto de transformación so-

cial , 19 6, 358; cont r adicción de l capi t al i s-

mo, 162, 163-164, 19 6, 209 ; cont r adiccio-

nes internas del capital, 184; contradic-

ciones internas, 185-186; cuestiones de

c la se y, 3 3 ; defin ic ión , 3 56 -3 57; extern a s

nat ur ale s, 17 8-17 9 ; for mas mar xist as c lá-

sicas, 157-158, 175, 193, 194, 287, 356-

3 57; gen era les , 1 77 -1 78 , 1 8 9, 1 90 ; mode-

lo ecológico marxista, 195, 196; modelo

ecológico socialista, 385, 386; necesida-

de s de l capi t al , 182, 183; n e ce sidade s t e ó-

ricas, 180; nuevas formas de las, en el

capi t al i smo global , 206-207 ; par a e l capi-

t al i smo sust e nt able , 286-29 2; pe nsamie n-

to posmarxista, 29-32; personal, 176;

potencial de crisis política en la regula-

ción estatal de las, 183; regulación en el

e st ado capi t al i st a , 180-184, 200-201, 29 0-

35 7; relaciones de producción en las,

181; r e st r uct ur ado par a mayor pr oduct i -

vidad, 291-292; sociedad civil como deter-

p roducci ón , 59, 60 , 199n; eco no mía de la

n a tu ra leza y, 6 7; resp u es ta a c ris i s del

c a pita l , 199-200, 204

co rp oraci o nes tran snaci o nales , 247- 248

co sto s , eco lógi co s , 152n , 162

crecimiento/movimiento de la población,

26-27 , 235

crisis de costos; manejo, 291, 292; orígenes

de, 286-292

cri s i s eco lógica; base subj etiv i s ta de la , 166-

168; como causa de crisis económica,

218- 219; co mo una cri s is de acu mulaci ón

de cap i ta l , 203 , 204 , 216- 218; co nsecuen-

cia de depresión general, 292-294; di-

mensi o nes i deo lógi cas , 168- 170; di scurso

político, 174; división N orte-Sur, 227; glo-

bal ac tu a l , 328 , 350; i denti f icar i n tereses

materiales en, 169-172; incertidumbre en

la , 1 72 -1 74 ; origen ec on ómic o de, 2 1 9;

perspectivas para la política verde roja en

la, 313; pesquerías mundiales, 171

cri s i s f o resta l can adi ense, 161 , 170

Cro no n, W i l l iam;

véase Nature's tnetropolis:

desarrollo combinado; agotamiento

de re-

cursos y, 236; contaminación y, 235, 236;

definición, 22 5; importan cia teórica, 224-

225; presiones por, 228

desarrollo desigual, 91; agotamiento de re-

curso s y, 230- 234; co mbusti bles f ósi les ,

232; cont a minación y , 229 -230; de fini -

ción, 224-225; evolución histórica, 226; for-

mas de, 225; patrón global, 225-228, 230-

231; significación teórica, 224; tendencia

a a u toneg a rse, 228

desforestación, 231 -232

desperdicio, 155; contabilidad de ingresos,

283n; co ntami naci ón y, 229- 230; en paí-

ses socialistas, 308, 309

determinismo ambiental, 53-54n; historia de

la bahí a de M ont e r e y conce bida c omo,

98-99

determinismo tecnológico, 60, 63-64

distribución de la riqueza, 143-144, 314, 31 5,

320

diversidad, 335

ciencia, 216, 217; pensamiento marxista,

152-153; transparencia del estado capita-

l ista, 252

ec onom ía d e l a na tura l ez a , 66-67 , 341n; or-

g a niz a c ión d e l a , 216

economías capitalistas, 24;

véase también

se-

gun da contradicción del capitalismo; capi-

talismo sustenta ble; asiático, 362-365; auto-

expansión, 216; base para política verde

roja en, 320, 321; bienes de capital/bie-

ne s de cons umo, 214-215; como de pen-

die nt e de las cr i si s , 19 9 , 200, 218, 287 -

2 8 8 n ; c o m o f u n c i on a e n l a a c t u a l i d a d ,

15-16; como restringido por la demanda,

308; co mo si s tema ex puesto a la s cri s i s ,

197-198, 200-203, 218; como tema políti-

co, 104-105; c ompatibilidad de ambienta-

l i s t as con , 316; condicione s de pr oduc-

ci ón po sti ndustri a les , 29- 30; co ntradi c-

c iones en l a s c on d ic iones d e prod uc c ión,

183-186, 194-197; c ontrol d e l a m a no d e

obra en, 242; conversión de la naturaleza

3 9 8

e n m e r c a n c í a

en, 42; daños ambientales

en, frente a países socialistas, 305, 306 ,

310-311; desarrollo de la teoría ecológica,

159, 160; efectos ecológicos en el, 118-

119, 115-156; evolución estructural, 72-

73; función de conservación, 369; funcio-

namiento del estado en, 189-190; historia

ambiental, 85-86, 93; historia de la bahía

de Monterey, 112-117; historia de Los

Ángeles, 144-147; historia económica, 80,

81-82; historia política, 80, 82; historia

social y cultural, 80, 82 -84; h istoriografía

desarrollista, 72-74, 88, 91-93; individuo

en, 40-41; mito del crecimiento moder-

no, 368, 369; naturaleza en, 17, 27, 85,

175; orígenes de las crisis de costos, 286 ,

287; primacía de la industria petrolera,

254-258 ; primera contradicción del, 18,

160-161, 211, 284-285; reglamentación

estatal de las condiciones de producción,

181-182, 200-201; tecnología en, 238-242;

trabajo abstracto/concreto en el, 38 0; uso

de recursos biológicos, 153-154, 155-156;

valor de uso/valor de cambio en, 38 0; vi-

Í N D I C E A N A L Í T I C O

definición y significado, 55; en los ex paí-

ses socialistas en oposición a los capitalis-

tas, 304-305

funcionamiento político; actuales movimien-

tos políticos verdes de izquierda, 318, 319;

ausencia de cuestiones de clase, 104-105;

conflictos en la región de la bahía de

Monterey, 107-112; contradicciones den-

tro de las condiciones de producción,

185, 186; degradación ecológica en el sis-

tema capitalista en oposición a los siste-

mas socialistas, 303-304; compatibilidad

política de los am bientalistas, 316, 3 17;

conceptualización posmarxista, 31-32;

demandas individuales y universales, 32;

economía de la energía, 152-153; en el

capitalismo global, 29, 33, 34, 34 9; en el

estado democrático liberal, 251; en la

definición de la crisis ecológica, 167-171,

173-174; en los ex países socialistas, 306,

311; en los orígenes de la g uerra del Gol-

fo, 252, 253, 260-266; forma del socialis-

mo ecológico, 325 ; historia del capitalis-

mo, 80-87; idealismo en el, 54-55; in-

Í N D I C E A N A L Í T I C O

Hirsch, J., 177, 189-190n

historia; antecedentes de la guerra del Golfo,

257-261, 262, 263; daños ecológicos de la

época de la guerra fría, 302-312; desa-

rrollo desigual, 91, 226; especialización en

la redacción de, 90; evo lución del capi-

talismo, 72, 80-87, 88, 89 ; explotación de

recursos petroleros, 255-259; forma na-

rrativa, 70; proceso acumulativo, 89;

visión posmoderna de, 70-71

historia ambiental, 19; ambiente construido

en la, 77n; aplicaciones prematuras, 92;

ciencia ecológica y, 86n; de la cuenca de

Fall Creek, 120; de Los Ángeles, 144-17;

desafíos metodológicos, 79-80; en el desa-

rrollo de las historias, 80, 81; en la histo-

riograffa capitalista, 73, 85-86, 93; especi-

ficidad del sitio, 79; marxismo y, 75-76;

metas, 44, 74-75; naturaleza en, 92n; pers-

pectivas para, 93-94 ; principales historia-

dores, 93; significación de, 75-76, 78;

tema, 77, 89, 120

historia de los Grandes Hombres, 88n, 91-

92

3 9 9

bordinación del capital mercantil en,

140-141

infraestructura, 177, 357, 370-3 71

ingreso/gasto de consumidores, 246-247

innovación tecnológica, 213-214, 215; bie-

nes de consumo, 241-242, 246; cambio

social y, 249-250; condiciones de merca-

do en la, 240; control de la mano de obra

en la, 242, 244-245; en la economía capi-

talista, 240-242; en los países socialistas,

308 ; legislación ambiental, 244; produc-

tos alternativos, 250; productos ambien-

talmente sanos, 246n; relaciones sociales

en el, 243; tendencia autodestructiva,

248; visión de la Ilustración, 238; visiones

críticas, 238-329

justicia, 333-334, 335, 392, 393

justicia ambiental, 333 -334, 33 5

Lebowitz, M., 175n

lenguaje, 22; ecología del, 58 ; fuerzas y rela-

ciones productivas, 58; imágenes y, 37-38;

realidad y, 70-71; y la cosificación de ideas,

Page 200: Causas Naturales - O Connor

8/20/2019 Causas Naturales - O Connor

http://slidepdf.com/reader/full/causas-naturales-o-connor 200/204

siones duales de la naturaleza en el, 40,

41

educación, 119

escasez, 193 n

especies en peligro, 165-166, 168

especificidad del sitio, 30. 32, 33-34, 317-318,

321-322, 345

estados democráticos liberales; modelo de

dos estados, 251; movimientos de reforma,

360-361

estancamiento laboral, 365, 366

familia, 182

feminismo ecológico, 333-334, 337, 3 42-343

fetichismo del capital, 49

feudalismo, 45-46, 66

Fondo Monetario Internacional (m), 16,

157, 285, 330, 353, 354, 361

formación del mercado, 138-139

fuerzas de producción; aspectos culturales,

56-58, 62-65; cooperación como, 59-60;

fluencia de las industrias petroleras, 254;

legitimación del estado y la política, 251;

liderazgo, 50-51; localismo, 317-318; me-

tas, 29; modelos de relaciones laborales,

63, M ; naturalista en oposición a cultural,

104-105, 107; orientación futura, 118;

perspectivas para un capitalismo sustenta-

ble, 294-297; regulación estatal de las con-

diciones de producción, 181-185; retos

para los nuevos movimientos sociales,

266-267; tendencias verdes, 278, 279, 3 51

Gordon, Burton, 44

gorrones, 31-32

Grupo de los Siete (G7), 284-286, 330

guerra del Golfo; antecedentes históricos,

257-261, 262, 263; razones de Irak, 258;

teoría económica de la, 252-261; teoría

política de la, 252, 253, 261-266

Haití, 52, 53

historia natural; en la revisión del materia-

lismo histórico, 20-24; historia del trabajo

y la, 45, 76 ; interfaz con la historia huma-

na, 44-45

historia social y cultural; en el pensamiento

marxista, 90-91n; evolución del capitalis-

mo, 82-85, 88-89

idealismo, 51-54

Ilustración; sentimiento de la naturaleza en

la, 39, 40, 42; visión de la tecnología en

la, 238

imágenes, 37

individualismo, 32, 338-3 39; conceptualiza-

ciones históricas, 40-41

Indonesia, 46

industrialización por sustitución de importa-

ciones (u», 226

industrialización; desarrollo g lobal desigual,

225-228 ; desarrollo histórico, 25-27; his-

toria económica de Chicago, 140-141; su-

52

localismo, 317-318, 321, 345; enfoque "pen-

sar globalmente/actuar localmente",

350-353

Los Ángeles;

vé ase Ci t y o f Q uar t z

manejo de información, 306

mano de obra, 207-208;

véas e t am b ién

trabajo;

condiciones de producción; relaciones

de producción; relaciones productivas;

abstracta/concreta, 378-379, 380; al

resolver la dicotomía naturaleza cultura,

112-117; como mercancía ficticia, 175,

356 -357; como práctica cultural, 57, 67-

69; como tema político, 106; concepción

materialista histórica, 44-45; conversión

en mercancía de la, 83, 114, 175, 176n;

cooperación en la, 59-62; efectos del

desarrollo combinado, 235; en la econo-

mía global estancada, 365-368; en los paí-

ses socialistas, 307; en

Nature 's m e t ro f ro l i s :

4 0 0

Chicago an d the Grea t Wes t de Cronon, 143;

evolución capitalista, 42; formas h istóri-

cas de la, 45-46 ; historia de la cuenca de

Fall Creek, 124-13 0; historia de la natura-

leza y la, 45 , 75; interfaz sociedad-natura-

leza, 20; lugar en el movimiento ambien-

tal, 318, 319 ; metas socialistas tradiciona-

les, 314; métodos para el control por el

capital de la, 242; modelo de ¡Preserva-

ción Primero , 375; modelo socialista

ecológico, 385-387; perspectivas para

nuevos movimientos sociales, 33; preser-

vación, 371; reconstrucción de la comu-

nidad, 382; tecnología y, 242, 244-245

marismas, 169

marxismo ecológico; concepto de subpro-

ducción de capital, 203; condiciones de

producción en el, 29-30, 356-357; condi-

ciones necesarias para, 196-1 97; críticas

del, 18; desarrollo de teorías, 159, 160,

195n; papel del, 23-24; pensamiento pos-

marxista y, 29-33; perspectivas, 33, 34;

racional, 16-17, 23; significación para los

Í N D I C E A N A L Í T I C O

reorganización en la crisis, 199, 200, 204-

209

Monterey, bahía de;

vé ase tambié n

cuenca de

Fall Creek; biorregionalismo, 99-100,

104; capitalización de la naturaleza

y la

cultura, 112-117; cinturón verde, 108,

109; d ivisiones entre naturaleza y cultura,

106-112; divisiones políticas, 106-112;

geografía económica, 98; historia cultu-

ral, 97, 100-104 ; multiculturalismo, 104;

obstáculos al cambio político, 118-119;

paisaje lisia), 95-96 , 98; peligros ambien-

tales, 99; política de clase, 10 4-105; políti-

ca de los bajos, 344-348; recursos mari-

nos, 109-112; trabajo que incide en el

principio histórico, 112-113; visión natu-

ralista de, 95-100

Moore, T.G., 172

movimientos sociales; activistas por la paz,

266-267, 3 27n; actuales movimientos polí-

ticos verdes de izquierda, 318-319; am-

biental, 219; como ejemplo de los prin-

cipios de ¡Preservación Primero , 371-

Í N D I C E A N A L Í T I C O

mía política, 358, 359; verdes radicales

actuales, 327, 333-334; visión de la ciencia

y la tecnología, 238-239, 249-250

multiculturalismo, 334, 3 42

nacionalización, 304-305, 389 -390

naturaleza; ambiente y, 42-43 ; capitalización

de la, 85-86, 112-117, 221, 280, 281; como

condición de producción, 356-3 57; como

fuerza productiva, 112-113; como mercan-

cía ficticia, 157-158, 175, 176, 356-357;

como producto de la cultura, 96, 100-

104; con ceptualizaciones capitalistas, 40-

42; conceptualizaciones históricas, 38-41;

conceptualizaciones m aterialistas históri-

cas, 58; conversión en mercancía de la,

134; cultura como producto

de la, 95-

100; efectos de la vida material, 19-20; en

la economía capitalista, 17, 27; en la his-

toria ambiental, 75-76, 92n; pensamiento

marxista clásico, 16-17, 19-22, 58, 59, 151,

152; relaciones de trabajo y, 58, 6 5-67, 68 ,

69; restauración de Fall Creek, 130, 131;

401

Page,

B .

138, 139, 141

pensamiento feminista, 333-334, 337, 342-

343, 358, 371

pensamiento ma rxista; barreras naturales al

capitalismo, 193 , 194; conflicto social en

el, 83-84; contenido ecológico, 16-18, 151,

155, 156, 158; contexto histórico, 339,

340; dentro de las relaciones de clase, 62-

63; departamentos de la reproducción

capitalista, 214, 215; desarrollo reciente,

48-49; economía de la energía en el, 152;

efectos ecológicos del capitalismo, 155;

estructura de la sociedad civil, 187; ética

conservacionista, 156; formas de condicio-

nes de producción, 157-158, 175-180, 194,

195, 287, 356-357; formulaciones del valor

concreto de trabajo y

de uso, 383; funcio-

nes del estado, 181-182; historia ambiental

y, 75-76; idealismo en el, 50-54; importan-

cia actual, 15-16, 47, 328, 32 9; limitacio-

nes, 65, 192-193, 324, 325, 339-340, 380;

naturaleza en el, 16-17, 19-22, 5 8, 59, 151-

152;

N a t u r e ' s ~ p o l i s : C h i c a g o a n d t h e G r e -

Page 201: Causas Naturales - O Connor

8/20/2019 Causas Naturales - O Connor

http://slidepdf.com/reader/full/causas-naturales-o-connor 201/204

nuevos movimientos sociales, 191-192;

teoría de la crisis, 33, 34, 194-197, 200-

203; transición al socialismo, 196-197,

204209

materialismo histórico; avance de la historia

en, 53, 54; centralidad del trabajo en el,

45; concepto de cooperación en el, 60-

61; concepto de liderazgo en el, 50, 51;

conceptualizaciones recientes, 46-47, 49-

50; contexto socioeconómico, 54-55;

fuerzas y relaciones productivas en, 56;

función de las ideas, 50-53; limitaciones

del modelo de Marx, 65, 66, 323-326,

339-340; objeto de estudio, 50; revisión

para el pensamiento ecológico, 20-24,

340; teoría de la cultura en, 56-58, 65;

teoría de la naturaleza en, 58; versión

clásica, 19-22

materialismo pasivo, 53-54 n, 325

modelo m aterialista histórico, 55; condicio-

nes de producción como, 186; natural,

58, 67; relaciones de producción y, 55-56;

373; como segunda contradicción del

capitalismo, 160- 163; com patibilidad polí-

tica de los ambientalistas, 316; condicio-

nes de producción como o bjetivo de los,

386; contenido socialista, 377; crisis de

costos producida por los, 286-287; econo-

mía política como base para los, 356; elec-

ciones estratégicas, 359 ; en la producción

de las condiciones de producción, 186-

190, 359; en transición al socialismo, 207;

marxismo ecológico frente al tradicional,

389; necesidades de organización, 296,

297; para la dem ocratización del estado,

360, 3 61; perspectivas para el capitalismo

sustentable, 295-297; perspectivas para la

política verde roja en los, 313, 314; pers-

pectivas para los, 33; poder explicativo de

las teorías, 341-342; regulación estatal de

las condiciones de producción y, 183;

retos para los, 266-26 7; significación del

marxismo ecológico para, 191-192; teoría

de la crisis

; 194497; teoría de la econo-

retratos de la, 37-38 ; separación humana

de la, 40-41, 41-42; trabajo como vínculo

con la cultura, 112, 113

Nature 's me t ropo l i s : Chicago and the Grea t Wes t ,

93; bases teóricas, 135, 136; contenido

ambiental, 136, 137; crítica de, 135; cues-

tiones de transporte en, 137; desarrollo

regional en, 136; formación del mercado

en, 138-139; objetivos de, 136-138; pensa-

miento marxista y, 136, 138 , 143; política

de clases en, 14 1-142; subordinación del

capital mercantil por el capital industrial,

140-141

necesidades, 379

nueva izquierda, acerca de las relaciones de

clase, 63

nuevo orden mundial, 252, 253, 261

nuevos movimientos sociales,

véase movi-

mientos sociales

obsolescencia, 247-248

at West ,

135, 136, 13 8, 140; relaciones de

producción en el, 55-58; temas culturales,

62, 90-9 1n; teoría de la crisis, 192-200, 381;

transición al socialismo, 382

pensamiento posmarxista, 29-33

pensamiento posmodernista, 70-71

pesquerías, 171, 187

planeación; base para el socialismo ecológi-

co, 323; ciencia ecológica en los países ex

socialistas, 306, 311-312; cuestiones ecoló-

gicas globales, 322; inducida por la crisis,

205, 206; localismo, 321; para el capitalis-

mo sustentable, 292; socialista, 305-306

plusvalor; contradicción del capitalismo,

197-198; producción de, 213-214; tecno-

logía y, 241

Polanyi, Karl, 157, 175, 180, 192, 356 , 358,

385

política/lucha de clases; ambiente actual,

349; con texto histórico, 54; en la historia

de C hicago, 141-142; importancia actual,

15-16; integración de politica

e c o l ó g i c a y

402

N D I C E A N A L Í T I C O

N D I C E A N A L Í T I C O

03

cultural en la, 105, 116-119; pensamiento

posmarxista, 29-3 0, 32; relaciones dentro

de las clases y, 62-63, 64; temas en condi-

ciones de producción, 33

política de identidad, 344-345

política verde, 28, 236 ;

véase también

política

verde roja

política verde roja, 267; actuales ideas/movi-

mientos en Estados Unidos, 327, 330-3 38;

actuales movimientos globales, 318-319,

326, 350; base para alianzas, 315, 327-328,

338-3 39, 342-343 , 344-348; contradicción

interna, 316; internacionalización, 350-

355; obstáculos a la, en Estados Unidos,

338-3 39, 342-3 43; perspectivas para, 313,

327; supuestos previos, 327

¡Preservación Primero , 36 2, 368; base revo-

lucionaria, 375; línea directriz, 367-371;

metas, 371; modelo de trabajo, 375; movi-

mientos sociales ejemplares, 371-374; ter-

minología, 371

preservacionismo, 114

primera contradicción del capitalismo, 18,

160-161, 211, 284; regulación global, 284-

285

biente en el uso de, 43; motivación del ca-

pital para el uso eficiente de los, 216, 217,

280, 281; tecnologías de extracción, 241;

uso en los países ex socialistas, 302, 308,

309, 310-311; vínculos con el comporta-

miento de los consumidores, 247

reificación, 49, 51-52; de las contradicciones

del capitalismo, 19 4n

relaciones de poder, 60

relaciones de producción, 304; aspectos cul-

turales, 56-58, 62-65; como condiciones

de producción, 181; como objeto de trans-

formación social, 196; cooperación co-

mo, 59, 60; definición y significado, 55;

degradación ecológica en los países so-

cialistas, 304; en los ex países socialistas

en oposición a los capitalistas, 305; fuer-

zas productivas y, 56; natural, 58, 65-67

relaciones legales, 304

restauraciones, 130, 131

revolución proletaria, 48-49

Revolución rusa, 48-49

romanticismo, 40, 42

segunda contradicción del capitalismo; con-

interno, 314, 332, 333; entorno social

para, 302, 313; forma democrática, 326;

indicaciones actuales para, 319-324; ne-

cesidades de organización par, 296-297;

obstáculos históricos, 323, 324; rasgos dis-

tintivos, 386-387, 388-391

sociedad capitalista, 49

sociedad civil; d eterminantes estructurales,

187-188 ; en el estado democrático libe-

ral, 251; en la determinación de las con-

diciones de producción, 186-190

sociedad postindustrial, 29

Soper, K., 325

sozoecología, 372

subproducción, 194; teoría de la crisis, 163,

203

tecnología nuclear, 245-246

teoría crítica, 83

teoría de la crisis, 15, 18, 24;

vé ase tambi é n

cri-

sis ecológica; acumulación de capital en,

164, 221-222; capitalismo global, 330; co-

mo subproducción del capital, 163, 203;

conceptualización de la crisis, 167; crisis

de costos, 286-292; del materialismo his-

trabajo esclavo, 26, 45, 46

trabajo servil, 45-46

transición al socialismo, modelo marxista clá-

sico, 381, 382; modelo marxista ecológi-

co, 204-209; vías diferentes, 207

transporte, 98; distribución e impacto am-

biental del, 346; en la historia de Chica-

go, 137

Tratado de libre Comercio de América del

Norte (TLCAN ), 16, 353, 355

Unión Soviética, 302-312, 328, 349

urbanización, 226; condiciones de produc-

ción en la, 195-196; en el capitalismo

industrial inicial, 26-27

URSS, 302-312, 328

utilidad;

vé ase tambié n

plusvalor, demanda,

214-215; para la expansión capitalista,

216, 282-28 4; producida, 214-215; realiza-

da, 214-215

valor de cambio;

vé ase tambié n p lu sva lor ;

cos-

tos ecológicos en, 152n; de las condicio-

nes naturales, 179; definición, 378; del

trabajo, 175, 176; en la economía

c a p i t a -

Page 202: Causas Naturales - O Connor

8/20/2019 Causas Naturales - O Connor

http://slidepdf.com/reader/full/causas-naturales-o-connor 202/204

productividad, 214; acumulación de capital

y, 216; alianza verde roja basada en la,

315; metas socialistas tradicionales, 314;

restructurar las condiciones de produc-

ción para, 291-292

proletarización, 84

pueblos indígenas, 107, 333

racismo, 334, 335, 338

racismo ambiental, 333-334, 33 5

recursos naturales; como capital, 214; como

condiciones de producción, 178; desarro-

llo combinado, 235 ; desarrollo desigual,

230-234; distribución y explotación glo-

bal, 25, 227; en econom ías restringidas

por la demanda, en oposición a las res-

tringidas por los recursos, 308-309 , 310-

311; en la expansión del capital,. 217; en

la producción capitalista, 153-155; mode-

lado político, 28; modificación del am-

diciones de producción y, 163-164; crisis

de costos que surgen en la, 291-292;

ejemplos de, 286, 287; objetivos de la teo-

ría, 191-192; oposición social que surge

de la, 160-162; primer contradicción del

capitalismo y, 209-212; teoría, 160-161,

286

Shetland, islas; ambiente político, 270; con-

trol de la industria petrolera, 271-275;

economía, 271; paisaje, 268-269; recursos

petroleros, 268 ; relaciones sociales, 269-

272; significación de las, 268

socialismo;

véanse también

socialismo ecológi-

co; política verde roja; base para la recon-

ceptualización, 376, 377; crítica del, 376;

ecológico frente al marxismo tradicional,

389

socialismo ecológico;

vé ase tambi é n

marxismo

ecológico; bases/objetivos teóricos, 339 -

343, 3 85-38 7; definición, 313n; dualismo

tórico, 50; desarrollo económico de Chi-

cago en, 140; económica, 213, 218; mani-

festaciones actuales, 328-329 ; marxismo

ecológico frente al marxismo tradicional,

388, 389; marxismo ecológico, 195-197,

200-203; marxista clásica, 157, 158, 192-

200, 381 ; primera contradicción del capi-

talismo, 18, 160-161, 211; respuesta de

planificación social, 205, 206; significa-

ción de, 222, 223 ; transición al socialis-

mo, 204-209

tierra; conversión en m ercancía, 41, 83, 114 ,

175; pensamiento anarquista, 332-3 33

Tongass National Forest, Alaska, I83n, 189

trabajo asalariado, 46

l ista,

376, 380; en la naturaleza, 152; en la

segunda contradicción del capitalismo,

160-161

valor de uso; crítica del, 379-380; definición,

3 78 ;

en el socialismo ecológico, 385-387;

en la economía capitalista, 161, 377; en la

naturaleza, 151-15 2; necesidades sociales

y, 379; segunda contradicción del capita-

lismo, 160-161, 209, 211; tipos de, 378,

3 79 ;

trabajo concreto y, 383

visión instrumentalista, 39, 42

Walker, R., 138, 139, 140, 141

White, Hayden, 70

Worster, D., 74n, 75n, 80, 81, 84, 85

Í NDICE

PREFA CI O

A GRA DECI M I EN TO S

2

I N T R O D U C C I Ó N

5

PRIM E RA PART E : HIS T O RIA Y NAT URAL E Z A

5

1.

C UL T UR A, NAT UR AL E ZA Y L A C ONC E P C I ÓN MAT E R I AL I S T A D E L A H I S T OR IA

8

Introducción, 48; Fuerzas productivas, relaciones de producción, 55; Co operación, 59;

Cooperación, cambio histórico y desarrollo, 60; Fuerzas productivas culturales y relacio-

nes de producción, 62; R elaciones naturales de producción y fuerzas productivas, 65;

Naturaleza, trabajo social, cultura, 67

2.

¿QUÉ ES HISTORIA AMBIENTAL? ¿POR QUÉ HISTORIA AMBIENTAL?

0

Introducción, 70; ¿Qué es historia ambiental?, 74; Una historia de historias, 80;

Desarrollo desigual y combinado, 87; Conclusión, 92

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3.

T R E S MANE R AS D E OB S E R V AR L A H I S T OR I A E C OL ÓG I C A

Y L OS P AI S AJE S C UL T UR AL E S D E L A B AH Í A D E MONT E R E Y

5

Introducción, 95; ¿La naturaleza hace a la cultura?, 96; ¿La cultura hace a la naturaleza?,

100; El capital y la clase como mediaciones, 104; Anomalías en el pensamiento histórico

y político local, 106; La naturaleza y la lógica del capital, 112; Conclusión, 117

4.

LA N A TU RA LEZ A DE LA CO N STRU CCI Ó N Y LA CO N STRU CCI Ó N DE LA

N A TU RA LEZ A EN FA LL CREEK, FELTO N , CA LI FO RN I A , 1 860 A 1 990 : U N GU I Ó N

20

Introducción, 120; Antecedentes históricos, 120; El acceso a Fall Creek, 124;

El proceso de trabajo, 124; La restauración de la cañada, 130; El impacto ecológico

de la cal y la m adera, 132; Interpretación, 133

5.

L A V E NT A D E D OS C I UD AD E S : C H I C AG O Y L OS Á NG E L E S

35

Chicago, 135; Los Ángeles, 144

S E GUNDA PART E : CAPIT AL IS M O Y NAT URAL E Z A

49

6.

AL G UNAS OB S E R V AC I ONE S S OB R E L A "C R I S I S E C OL OG I C A"

65

7.

LA S CO N DI CI O N ES DE PRO DU CCI Ó N Y LA PRO DU CC I Ó N DE LA S CO N DI CI O N ES

75

Introducción, 175; Las condiciones de producción y el estado, 180 ; Las condiciones de

producción y la sociedad civil, 186

8.

LA SEGU N DA CO N TR A DI CCI Ó N DEL CA PI TA LI SM O

9  

1

Introducción, 191; Dos clases de teoría de la crisis, 194; La versión marxista tradicional

[405]

406

ÍNDICE

del capitalismo com o sistema expuesto a la crisis, 197; L a visión marxista tradicional del

capitalismo como sistema dependiente de la crisis, y la transición al socialismo, 199; Hacia

una visión marxista ecológica del capitalismo como sistema expuesto a las crisis, 200;

Hacia una visión m arxista ecológica del capitalismo como un sistema expuesto a crisis y

dependiente de la crisis, y la transición al socialismo, 204; Addenda sobre las dos contra-

dicciones del capitalismo, 209

9.

S OB R E L A AC UMUL A C I ÓN C AP I T AL I S T A Y L A C R I S I S E C ONÓMI C A Y E C OL ÓG I C A

213

La acumulación capitalista, 213; La acumulación capitalista y la crisis ecológica, 216;

La crisis económica y ecológica, 218; Conclusión, 221

10.

E L D E S AR R OL L O D E S I G UAL Y C OMB I NAD O Y L A C R I S I S E C OL ÓG IC A

24

Introducción, 224; Desarrollo desigual y combinado, 224; Desarrollo desigual y contamina-

ción, 228; Desarrollo desigual y agotamiento de recursos, 230; Desarrollo combinado: con-

taminación y agotamiento de recursos, 234; Conclusión, 236

11.

TECN O LO GÍA Y ECO LO GÍA

38

12.

A SESI N A TO EN EL O RI EN T EXPRESS:

LA ECO N O M ÍA PO LÍTI CA DE LA GU ERRA DEL GO LFO

51

13.EL DO M I N I O BRI TÁN I CO EN LA S SHETLA N D

68

14.

¿E S P OS I B L E UN C AP I T AL I S MO S US T E NT AB L E ?

7 6

Introducción, 276; La política ambiental y el discurso de la sustentabilidad, 278; La crisis

de la demanda: expansión y consumo, 2 82; La crisis de costos: condiciones de produc-

ción, 286; El manejo de las crisis de costos, 291; Consecuencias ecológicas de una depre-

sión económica general, 292; Las condiciones en el Sur, 294; Posibilidades políticas, 295

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TERCERA PARTE: SOCIALISMO Y NATURALEZA

99

15.

S OC I AL I S MO Y E C OL OG Í A

13

16.

¿ U N A PO LÍTI CA VERDE RO JA EN ESTA DO S U N I DO S?

27

17.PO LÍTI CA DE LO S BA JO S

44

18. ¿P E NS AR G L OB AL ME NT E , AC T UAR L OC AL ME NT E ?

HA CI A U N M O VI M I EN TO VERDE RO JO I N TERN A CI O N A L

49

19.

LO S M O VI M I EN TO S ECO LÓ GI CO S Y EL ESTA DO

56

20.

L A NUE V A E C ONOMÍ A G L OB AL Y UNA A L T E R NAT I V A

62

21. ¿ Q U É ES EL SO CI A LI SM O ECO LÓ GI CO ?

7 6

Introducción, 376; Valor de uso/trabajo concreto; valor de cam bio/trabajo abstracto,

_

78; Luchas cuantitativas/luchas cualitativas, 381; ¿Qué es el socialismo ecológico?, 385

AP ÉND I C E S

88

ÍNDICE ANALÍTICO

95

L

impreso en publimex, s.a.

calz. san lorenzo 279-32

col. estrella iztapalapa

dos mil ejemplares y sobrantes

16 de marzo de 2001