burke edmund - el descontento politico

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aplique su influencia al Parlamento, mientras tenga en supoder abundantes medios de influencia. Y acaso si se lecierran los medios públicos recurra a otros peores. Seestudiarían medios tortuosos de hacerlo bajo mano, y laciencia de la evasión, ya bastante bien conocida, alcanzaría su

máxima perfección. Es una parte no despreciable de laprudencia el saber qué cantidad de mal debe tolerarse para nocorrer el riesgo, al intentar conseguir un grado de purezaimpracticable en épocas de costumbres degeneradas, de que envez de cortar las malas prácticas existentes, se puedanproducir nuevas corrupciones para ocultar y asegurar lasantiguas. Sería mejor, indudablemente, que ninguna influenciapudiera afectar la mente de un miembro del Parlamento. Perode todos los modos de influencia un empleo del gobierno es,en mi opinión, el menos deshonroso de todos para el hombreque lo disfruta y, con mucho, el más seguro para el país. No

estando en mi mano impedir la influencia de los contratos, delas suscripciones, del soborno directo y de todos losinnumerables medios de corrupción clandestina de quedispone en abundancia la corte y que se utilizarán mientrastengan existencia entre nosotros tales medios y la disposiciónadecuada para dejarse corromper, no cerraría la puerta a esaclase de influencia que es abierta y visible y que está enrelación con el servicio y la dignidad del Estado. NuestraConstitución se mantiene en equilibrio delicado rodeada portodas partes de precipicios y de aguas profundas. Al eliminaruna inclinación peligrosa hacia un lado, pudiera correrse elriesgo de sobrecargar el opuesto. Todo proyecto de cambiomaterial en un gobierno tan complicado como el nuestro,combinado a la vez con circunstancias externas aún máscomplicadas, es asunto lleno de dificultades que un hombreconsiderado no se encontrará muy dispuesto a decidir, ni unhombre prudente demasiado dispuesto a prometer. Quienes secomprometen a más de lo que están seguros de poder intentar,de lo que son capaces de realizar, no respetan al pueblo ni serespetan a sí mismos. Éstos son mis sentimientos —débilesacaso, pero honrados y no tendenciosos—, que sometoenteramente a la opinión de hombres graves, amantes de laConstitución de su país y con experiencia de los mejoresmodos de fomentarla o de herirla.

En la situación en que nos encontramos, con una rentainmensa, una enorme deuda, instituciones poderosas y elgobierno mismo convertido en gran banquero y grancomerciante no veo otro medio de mantener en losrepresentantes la conveniente atención a los intereses públicos

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que la interposición del cuerpo mismo del pueblo dondequierase ponga de manifiesto, por algún acto flagrante y notorio, opor alguna innovación capital que esos representahtes van asacar por encima de las vallas de la ley y a introducir un poderarbitrario. Esta interposición es un remedio muy desagradable.

Pero si es un remedio legal, existe para ser utilizado en algunaocasión; para ser utilizado únicamente cuando sea evidenteque no hay ningún otro medio capaz de mantener laConstitución de acuerdo con sus verdaderos principios.

Las enfermedades de la monarquía eran en el siglo pasado losgrandes temas de aprensión y remedio; en éste lo son las delParlamento. Pero si el remedio para los desórdenesparlamentarios pretende ser completo, no puede encontrarseexclusivamente en el Parlamento, apenas puede comenzar enél. Hasta que se restablezca la confianza en el gobierno se

debe excitar al pueblo a tener una atención más estricta ydetallada en la conducta de sus representantes. En lasreuniones de los condados y de las corporaciones se deberíanfijar tipos para juzgar más sistemáticamente su conducta.Deberían procurarse con frecuencia listas de las votaciones entodos los problemas importantes.

Por tales medios puede hacerse algo. Con tales medios puedeponerse de manifiesto quiénes son los que, por un apoyoindiscriminado a todos los ministerios, han desterradototalmente de los procedimientos públicos toda integridad y

toda confianza; quiénes los que han confundido los hombresmejores con los peores; y quiénes los que han debilitado ydisuelto, en vez de reforzarla y hacerla compacta, la armadurageneral del gobierno. Si alguna persona se preocupa más delgobierno y el orden que de las libertades del país, también aella le incumbe poner fin a este estado de apoyoindiscriminado, porque este apoyo ciego y que no hacedistinciones es lo que alimenta la fuente misma de losdesórdenes, por haber debilitado toda la autoridad visible yregular del Estado. La enfermedad se agrava por sus poco juiciosos y absurdos intentos o pretensiones de curarla.

Una administración exterior escogida por su impotencia oconvertida de intento en impotente una vez escogida, conobjeto de hacerla servil, no será obedecida. Las leyes mismasno serán respetadas si se desprecia a quienes han deejecutarlas; y se las despreciará si su poder no derivainmediatamente de la corona o no es natural en el reino.Nunca hubo ministros mejor apoyados por el Parlamento. El

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apoyo parlamentario va y viene con el poder, sin tener encuenta en absoluto consideraciones personales o de mérito.¿Se ha fortalecido el gobierno? Cada día se hace más débil. Eltorrente popular gana terreno sobre él de hora en hora.Aprendamos de nuestra experiencia. No es apoyo lo que le

falta al gobierno, sino reforma. Cuando el gobierno descansaen la opinión pública, no está en verdad edificado sobre unaroca adamantina; pero tiene, por lo menos, alguna estabilidad.Pero cuando se apoya sobre el humor privado, su estructura esde paja y sus cimientos descansan en arena movediza. Lorepito otra vez: quien apoya a todos los ministerios, subviertetodo gobierno. La razón es ésta: todos los asuntos en que unacorte tiene generalmente interés progresan en la actualidadigualmente bien en cualesquiera manos, altas o bajas,prudentes o alocadas, escandalosas o de buena reputación. Nohay, por consiguiente, nada que los mantenga adheridos a un

grupo de hombres o a un plan político congruente. No seinterpone nada que impida la actuación de todos los caprichosy todas las pasiones de una corte sobre todos los servidores delpueblo. El sistema de administración está sometido acontinuos choques y cambios, basados en los principios de lacamarilla más innoble y la intriga más despreciable. No puedehaber nada sólido y permanente. Todo hombre de bien acabarápor huir con horror de tal servicio. Hombres de rango ycapacidad, con el espíritu que debería animar a tales hombresen un Estado libre, a la vez que declinan la jurisdicción de unanegra camarilla sobre sus acciones y sobre sus fortunasantepondrán ambas a su país. Confiarán en un Parlamento queinvestigue y distinga, precisamente porque hace las dos cosas.Saben que si obran bien, en tal Parlamento encontrarán apoyocontra cualquier clase de intriga; y que si obran mal ningunaespecie de intriga puede protegerles. Esta situación, porterrible que sea, es honorable. Pero ser precipitado en una horay en la mismísima asamblea, sin expresión ni posiblesuposición de causa, desde la posición de autoridad máselevada al desprecio más acusado, posiblemente con peligrode la vida y de la reputación, es una situación llena de peligroy desprovista de honor. Es una situación que rehuirán porigual todo hombre prudente y todo hombre de espíritu

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Esta camarilla ha propagado con éxito una doctrina que sirvepara enmascarar todos esos actos de traición; mientras esadoctrina reciba el más mínimo grado de consideración, seráabsolutamente insensato buscar una oposición vigorosa al

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partido de la corte. La doctrina es ésta: que todas lasconexiones políticas7 son, por naturaleza, facciosas y, comotales, deben ser destruidas y disipadas y que la regla paraformar ministerios es la mera capacidad personal, medida porel juicio que sobre ella forme esa camarilla y escogida al azar

de entre todos los grupos y denominaciones de hombrespúblicos. Este decreto fue solemne y personalmentepromulgado por el conde de Bute, jefe del partido de la corte,en un discurso que pronunció el año 1766, contra el ministerioentonces en el poder, único ministerio del que se sepa quehaya sido jamás combatido directa y públicamente por él.

No es en modo alguno asombroso que tales personas hagansemejantes declaraciones. Que conexión y facción sontérminos equivalentes es una opinión que han inculcado entodos los tiempos todos los estadistas inconstitucionales. La

razón es evidente. Mientras los hombres están ligados entre sí,se comunican fácil y rápidamente la alarma ante cualquier rnaldesignio. Son capaces de descubrirla mediante el consejocomún y de oponérsele con sus fuerzas unidas, en tanto que siestán dispersos, sin orden, concierto ni disciplina, lacomunicación es insegura, el consejo difícil y la resistenciaimpracticable. Si los hombres no conocen los principios de losdemás, ni han experimentado los talentos de los otros ni hanpuesto en práctica sus talentos y disposiciones mutuasmediante esfuerzos comunes en los negocios, no hay entreellos confianza personal ni amistad ni interés común y es

evidente que no pueden desempeñar ningún papel público conuniformidad, perseverancia ni eficacia. En conexión con otros,el hombre más insignificante, añadido al peso de todos, tienesu valor y utilidad; fuera de ella los talentos más grandes sontotalmente inútiles para el servicio del pueblo. Ningún hombreque no esté inflamado por la vanagloria hasta llegar alentusiasmo puede hacerse la ilusión de que sus esfuerzossolitarios, no apoyados, los inconstantes y asistemáticos,tienen poder para derrotar los designios sutiles y las intrigasurdidas por los ciudadanos ambiciosos. Cuando se combinanlos malos, los buenos tienen que asociarse; en otro caso iráncayendo uno a uno, sacrificados implacablemente en unalucha mezquina.

No basta que el hombre colocado en una posición deconfianza desee el bien de su país; no basta que personalmenteno haya realizado nunca un solo acto malo, ni que haya votadosiempre de acuerdo con su conciencia ni aun que haya habladocontra todo plan que le haya parecido perjudicial para los

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intereses del país. Este carácter inofensivo e ineficaz, queparece formado en un plan de excusa y disculpa, quedalamentablemente corto en el camino del deber público. Lo queel deber exige y demanda no es sólo que se ponga demanifiesto lo que está bien, sino que se haga prevalecer; no

sólo que se sepa qué es lo que está mal, sino que se frustre.Cuando el hombre público no llega a colocarse en situación decumplir su deber con eficacia, esa omisión frustra lospropósitos de su mandato casi en la misma forma que si lohubiese traicionado abiertamente. No es en verdad un resumenmuy elogioso de la vida de un hombre decir que obró siemprebien, pero que se las arregló de tal manera que sus actos notuvieran posibilidad de producir consecuencia alguna.

No me maravillo de que la conducta de muchos partidos hayahecho que personas de virtud, delicada y escrupulosa se

inclinen en cierto modo a apartarse de toda especie deconexión política. Admito que las gentes adquieren confrecuencia en tales confederaciones un espíritu estrechointolerante y proscriptivo; que es fácil que se inclinen a hundirla idea de bien general en este interés circunscrito y parcial.Pero cuando el deber hace necesario afrontar una situacióncrítica, lo que procede es guardarse de los peligros que de ellase derivan, pero no desertar de la situación misma. Si unafortaleza está situada en un aire malsano, un oficial de laguarnición está obligado a atender a su salud, pero no puededesertar de su puesto. Toda profesión, sin exceptuar la

gloriosa de soldado, ni la sagrada del sacerdote, es susceptiblede caer en vicios particulares; pero éstos no constituyenargumentos contra esos modos de vida ni los vicios son, en sí mismos, inevitables en cada individuo de los dedicados aellas. De la misma naturaleza son las conexiones políticas;esencialmente, necesarias para la plena realización de nuestrodeber público y susceptibles, accidentalmente, de degenerar enfacciones. Las comunidades políticas se componen defamilias; las comunidades políticas libres se componentambién de partidos y con la misma razón podemos afirmarque nuestros afectos naturales y lazos de sangre tiendeninevitablemente a hacer de nosotros malos ciudadanos, quedecir que los lazos de partido debilitan los que nos unen anuestro país.

Algunos legisladores van tan lejos que llegan a hacer de laneutralidad en las luchas de partido un delito contra el Estado.No sé si esto es extremar el principio. Lo que sí es cierto esque los mejores patriotas en las comunidades políticas más

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grandes han defendido y fomentado siempre tales conexiones. Idem sentire de republica ha sido para ellos el lazo principalde amistad y afección y no conozco otro susceptible de formarhábitos más firmes, caros, agradables, honrados y virtuosos.Los romanos llevaron muy allá el principio. Incluso el hecho

de tener a la vez cargos cuyo desempeño derivaba de la suerte,no de la selección, daba lugar a una relación que continuabade por vida. Se denominabanecessitudo sortis y eraconsiderada con reverencia sagrada. El quebrantar alguna deestas clases de relación civil era estimado como acto de la másconspicua bajeza. Todo el pueblo estaba distribuido ensociedades políticas y actuaba en ellas en apoyo de losintereses estatales que a cada uno afectaban, porque entoncesno se creía que constituyera un delito el tratar de llevar a lasuperioridad y al poder, por medios honrados, a quienescompartían los propios sentimientos y opiniones. Este pueblo

prudente estaba lejos de imaginar que aquellas conexiones notenían lazo alguno y no obligaban a ningún deber y que loshombres podían abandonarlas, sin avergonzarse por ello, acada llamada de la confianza pública; que la amistad era unpaso no pequeño hacia el patriotismo, que quien en elintercurso ordinario de la vida demostraba que miraba aalguien además de a sí mismo, cuando llegaba a actuar en unasituación pública, consultaría probablemente algún otro interésdistante del propio. No tratemos nunca de llegar a serplussages que les sages , como dice con frase feliz el comediógrafofrancés —más sabios que los hombres sabios y buenos quehan vivido antes que nosotros—. Deseaba que las virtudespúblicas y privadas no disonasen ni discordasen, ni sedestruyesen mutuamente, sino que se combinasenarmoniosamente surgiendo unas de otras en una gradaciónordenada y apoyándose recíprocamente. Nuestro país estuvogobernado por unaconexión en uno de los periodos másfelices de nuestra historia: me refiero a la gran conexión de los whigs en el reinado de la reina Ana. Un gran poeta, tenido engran estima por ellos les felicitó por el principio queinformaba su conexión: Addison, que conocía sussentimientos, no podía elogiarles por lo que ellos considerabanque no era materia digna de elogio. Como poeta que conocíasu oficio, no podía aplaudirles por algo que no tuviera laestima general. Dirigiéndose a la Gran Bretaña, dice:

Thy favourites grow up not by fortune's sport Or from crimes or follies of a court.On the firm basis of desert they rise,

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From long-tried faith, and friendship's holy ties.

[Tus favoritos no son producto de un capricho de la fortuna / ni de los crímenes o locuras de una corte. / Ascienden sobre las firmes bases del desierto, / por

una fe por largo tiempo probada y por los lazossagrados de la amistad.]

Los whigs de aquellos días creían que el único medioadecuado de ascender al poder eran duros ensayos de amistady de fidelidad comprobada. En aquella época no se imaginabaque el patriotismo fuese un ídolo sangriento que exigiese elsacrificio de los hijos y de los padres o de las conexiones máscaras de la vida privada y de todas las virtudes que surgen deesas relaciones. No eran de esa moralidad ingeniosamenteparadójica, que imagina que se demuestra espíritu de

moderación soportando con paciencia los sufrimientos de losamigos o que el desinterés se pone claramente de manifiesto aexpensas de la fortuna de los demás. Creían que ningúnhombre puede obrar con efectividad si no actúa de conciertocon otros; que no es posible obrar de concierto con otros si nose obra con confianza; que no es posible obrar con confianzade no estar ligado por opiniones, afectos e intereses comunes.

Aquellos hombres sensatos, porque de tales tengo que calificara lord Sunderland, lord Godolphin, lord Somers y lordMarlborough, tenían demasiado arraigados esos principios

para que el soplo de un parloteo infantil les hiciera volar desus cimientos. No tenían miedo a que se les llamase "juntaambiciosa ni a que su resolución de mantenerse unidos o decaer a la vez se interpretase por los paniaguados como riñatumultuaria por los cargos públicos.

Un partido es un grupo de hombres unidos para fomentar,mediante acciones conjuntas, el interés nacional, sobre la basede algún principio determinado en el que todos están deacuerdo. Por mi parte me parece imposible concebir que creaen su propia política o que crea que aquélla puede tener algún

peso, nadie que se niega a adoptar los medios de ponerla enpráctica. La tarea del filósofo especulativo consiste endescubrir los fines que corresponden al gobierno. La delpolítico, que es el filósofo en acción, encontrar mediosadecuado para lograr esos fines y emplearlos con eficacia. Porconsiguiente, toda conexión honrada confesará que su primerpropósito consiste en tratar de conseguir, por todos los medioshonestos, que los hombres que comparten sus opiniones se

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coloquen en una situación tal que puedan poner en ejecuciónlos planes comunes, con todo el poder y autoridad del Estado.Como ese poder está unido a ciertos puestos, es su deberaspirar a ellos. Sin necesidad de proscribir a los demás, estánobligados a dar preferencia a su partido en todas las cosas y a

no aceptar, por ninguna consideración privada, oferta algunade poder en la que no esté incluido todo el grupo; ni a tolerarque les guíen o controlen o superen en la administración o enel consejo, quienes contradicen los principios fundamentalesmismos en que se basa el partido, o aun aquellos sobre los quedebe descansar una conexión honrada. Esa lucha generosa porel poder, llevada con base en tales máximas honorabIes yviriles, se distingue fácilmente de la lucha mezquina einteresada por los puestos y emolumentos. El estilo mismo detales personas servirá para diferenciarlas de esos innumerablesimpostores que han engañado a los ignorantes con profesiones

de fe incompatibles con la práctica humana y han caído luegoen prácticas que están por debajo del nivel de la rectitudvulgar.

La ventaja de toda visión estrecha y de toda moral limitada esque sus máximas tienen un aire plausible y en un examenapresurado aparecen iguales a los primeros principios. Sonligeros y llevaderos. Son tan corrientes corno las monedas decobre y tienen aproximadamente el mismo valor. Sirvenigualmente las primeras capacidades que las más bajas, y sonpor lo menos tan útiles a los peores hombres como a los

mejores. De este cuño es la cantinela "No hombres, sinomedidas", que tiene una especie de encanto tal, que muchagente se desembaraza con ella de cualquier compromisohonorable. Cuando veo que un hombre desempeña este papelinconstante e inconexo con tanto detrimento de su propiafortuna como perjuicio para la causa de cualquier partido, noestoy convencido de que tiene razón, pero sí dispuesto a creerque actúa de buena fe. Respeto la virtud en todas lassituaciones, aun cuando se encuentra en la compañía pocoadecuada de la debilidad. Lamento ver malgastadas, sinutilidad pública, cualidades raras y valiosas; pero cuando uncaballero con grandes emolumentos visibles, abandona elpartido en el que ha actuado y os dice que lo hace porque seguía por su propio juicio y obra de acuerdo con los méritos delas diferentes medidas, según van surgiendo éstas; y que estáobligado a seguir su propia conciencia y no la de los demás,da razones que es imposible controvertir y descubre uncarácter imposible de confundir. ¿Qué pensaremos de quienno difirió nunca de modo de pensar de un grupo de hombres

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hasta que éstos perdieron el poder y que nunca volvió a estarde acuerdo con ellos en un solo caso después de esemomento? ¿No sería una coincidencia demasiado afortunadade interés y opinión? ¿No sería un golpe de suerteextraordinario que las conexiones de un hombre degenerasen

en facción precisamente en el momento en que pierden supoder y él acepta un puesto? Cuando la gente deserta de susconexiones, la deserción es un hecho manifiesto, que no tienemás que una solución y que los hombres más vulgares pueden juzgar. Si unamedida de gobierno es acertada o no,no es unacuestión de hecho, sino de opinión, sobre la que se puede —yde hecho se hace— discutir y disputar sin fin. Pero si elindividuocree la medida buena o mala, es un punto que estáaún a mayor distancia del alcance de las decisiones humanas.Es, por tanto, muy conveniente para los políticos no poner a juicio su conducta expresada en hechos notorios que caen

dentro de la jurisdicción de cualquier tribunal ordinario, sinoen materias que puedan ser juzgadas en ese tribunal secretodonde están seguros de poder ser oídos con favor o donde enel peor de los casos la sentencia será solamente de azotes enprivado.

Creo que el lector no encontrará fundamento en una doctrinaque tiende a destruir todas las pruebas de carácter derivadas dela conducta. Me excusará por ello que añada algo más paraaclarar este punto, que se ha logrado cubrir con un ciertogrado de oscuridad y duda por lo muy convenientes que son

las tinieblas para la falta de honestidad.Con objeto de hacer odiosa la conexión política, esos políticossuponen que, como consecuencia necesaria de ella, habéis deseguir ciegamente las opiniones de vuestro propio partidocuando están en oposición directa a vuestras propias ideas —grado de servidumbre que ningún hombre digno puedesoportar, ni siquiera como hipótesis—; y que ningunaconexión —con excepción de algunas facciones cortesanas—ha sido nunca suficientemente tiránica para imponer. Loshombres que piensan libremente, pensarán en distintas

ocasiones, de modo diferente. A pesar de ello, como la mayorparte de las medidas que surgen en el curso de los asuntospúblicos están en relación o dependen en alto grado dealgunos grandes principios generales directores de gobierno ,tiene que haber sido particularmente desgraciado un hombre alescoger compañía política si no está de acuerdo con ella nueveveces sobre diez. Si no concurre en los principios generales enque se basa el partido y que necesariamente motivan su

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aplicación, debería haber escogido desde el principio algúnotro más conforme a sus opiniones. Cuando la cuestión es, pornaturaleza, dudosa o de poca importancia, la modestia queconviene a todo individuo y (pese a nuestros moralistascortesanos) esa parcialidad que conviene a una amistad bien

escogida, llevará frecuentemente a la aquiescencia con elsentimiento general. Así el desacuerdo será naturalmente raro;será únicamente el suficiente para gratificar la libertad, sinviolentar la concordia ni perturbar el acuerdo. Esto es todo loque se ha necesitado siempre para dar a las conexiones lamayor uniformidad y firmeza. Cómo pueden los hombresproceder sin conexiones de ninguna clase, es para mí un hechoincomprensible. ¿De qué clase de material tiene que estarhecho, cómo se puede templar y armar al hombre que puedesentarse durante años enteros en el Parlamento, con quinientoscincuenta conciudadanos, en medio de la tormenta de sus

pasiones tempestuosas, en el conflicto agudo de tantosingenios y tantos temperamentos y caracteres, sin ver unaclase de hombres cuyo carácter, conducta y disposición lepuedan inducir a asociarse con ellos, a ayudarles y recibir suayuda en cualquier sistema de utilidad pública?

Recuerdo el viejo aforismo escolástico que dice que "elhombre que vive totalmente aparte de los demás tiene que serángel o demonio". Cuando vea en alguno de estos caballerosaislados de nuestros tiempos la pureza, el poder y labeneficencia angélicos, creeré que son ángeles. Entre tanto,

hemos nacido solamente hombres. Haremos bastante si nosformamos para conseguir ser hombres buenos. Porconsiguiente, lo que nos toca hacer es cultivar cuidadosamentenuestras inteligencias para llevar a la madurez perfecta y alvigor pleno cualquier especie de sentimientos generosos yhonestos que corresponden a nuestra naturaleza. Poner lasdisposiciones que son amables en la vida privada al serviciode la comunidad política, no olvidar para ser patriotas quesomos caballeros; cultivar la amistad e incurrir enenemistades. Que ambas sean fuertes y selectas para serapacible en la una e inconmovibles en la otra. Modelarnuestros principios conforme a nuestros deberes y nuestraposición. Estar totalmente persuadido de que toda virtud quees impracticable es espuria y preferir correr el riesgo de caeren falta en un camino que lleva a actuar con eficacia y energíaa arrastrar nuestros días sin censura ni utilidad. La vidapública es una situación de poder y energía; el que se duermeen la centinela infringe sus deberes de la misma manera que el

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que se pasa al enemigo.

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El pueblo verá la necesidad de restaurar a los hombres

públicos en la atención de la opinión pública y de restaurar losprincipios originales de la Constitución. Tratará, por encimade todo, de evitar que la Cámara de los Comunes asuma uncarácter que no le corresponde. Tratará de mantener esaCámara —en cuanto a su existencia, sus poderes y susprivilegios— tan independiente de cualquier otra institución ytan dependiente de él como sea posible. Esta servidumbre espara la Cámara de los Comunes —como la obediencia a la leydivina— "perfecta libertad". Pues si alguna vez abandona estaobediencia natural, racional y generosa, al desertar del únicofundamento adecuado de su poder tendrá que buscar apoyo en

una dependencia abyecta y antinatural de alguna otra parte.Cuando se restaure la dignidad genuina de la Cámara de losComunes, por medio de una justa conexión con sus electores,comenzará a pensar en arrojar de su seno, con desprecio, comoemblema de servilismo, todos los ornamentos falsos del poderilegal que le han estado deshonrando durante algún tiempo.Comenzará a pensar en su antigua función deCONTROL . Notolerará que predomine en el país el último de los males: quehombres sin confianza pública, opinión pública, conexiónnatural ni confianza mutua estén investidos de los poderes degobierno.

Cuando haya aprendido esta lección, se inclinará y será capazde enseñar a la corte que el verdadero interés del príncipeconsiste en no tener más que una administración y que esaadminitstración debe estar compuesta por quienes sonrecomendados al soberano por la opinión del país y no por laobsequiosidad de un favorito. Tales hombres servirán a susoberano con afecto y lealtad, porque el hecho de elegirles esun reconocimiento de su virtud. Le servirán con eficaciaporque añadirán el peso del país a la fuerza del poderejecutivo. Podrán servir a su rey con dignidad, porque no

abusarán nunca de su nombre para satisfacer su malhumor osu avaricia personales. Aun dando, naturalmente, el margennecesario a la fragilidad humana, ese será el carácter generalde un ministerio que se sienta responsable ante la Cámara delos Comunes, cuando la Cámara de los Comunes se sientaresponsable ante sus electores. Caso de prevalecer otras ideas,las cosas tienen que mantenerse en el actual estado deconfusión hasta que se vean llevadas rápidamente a la rabia de

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la violencia civil o se hundan en el repaso letal deldespotismo.

NOTAS

1Mêmoires de Sully, tomo 1,p. 133.

2"Uxor Hugonis de Nevil dat domino Regi ducentas gallinas,eo quod possit iacere una nocte cum Domino suo Hugone deNevil" Maddox, Hist. Exch ., cap. XIII, p. 326.

3Véanse los escritos proféticos del difunto doctor Brown y demuchos otros.4Alude Burke a las repetidas elecciones celebradas en esecondado al volver de Francia Jobn Wilkes. [T.]

5Símbolo de su poder que se coloca sobre una mesa mientrasse celebra la sesión. [T.]

6 Además de la distinción entre derecho legislado(Statute Law) y derecho consuetudinario y jurisprudencial(Common Law) , existe en el derecho inglés una importante distinción

entre derecho y equidad(Equity). Forman dos sistemas dereglas distintos y hasta 1875 eran aplicadas por tribunalesdistintos. Las normas de equidad son una especie desuplemento a las reglas delCommon Law . Deriva la equidadde los poderes que tenía el canciller para, sin interferir con lospoderes de los tribunales que administraban elCommon Law ,ni con las reglas de éste, decidir que el titular de unosderechos con arreglo alCommon Law no podía en conciencia,conequidad , ejercitarlos en una determinada situaciónparticular. [T.]

7

Burke emplea frecuentemente la palabra conexión, dándoleel sentido de grupo político más o menos organizado. [T.]