boyaca por cayo leonidas peñuela

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Campaña libertadora

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  • Biblioteca Nacional de Colombia

  • -REPUBLlCA DE COLor lB A BIBLIOTECA NACio nAL

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    Biblioteca Nacional de Colombia

  • Biblioteca Nacional de Colombia

  • BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA

    BOYACA POR

    CAYO LEONIDAS PE~UELA

    Biblioteca Nacional de Colombia

  • SELECCION SAMPER ORTEGA DE

    LITERATURA COLOMBIANA

    PUBLICACIONES DEL MINISTERIO DE EDUCAClON NACIONAL.

    Editorial Minerva, S. A. BOGOTA-COLOMBIA.

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  • DOCTOR CAYO LEONIDAS PE~UELA El cannigo de la Catedral de Tunja don Cayo

    Leonidas Peuela, naci en abril de 1864, en Soa.-t, cuyo curato desempea actualmente, debido a que su mala salud le impide vivir en la ciudad del Zaque. Es hermano del pintoresco y muy conocido personaje de la poltica conservadora don Sotero Peuela.

    Hizo sus primeros estudios bajo la direccin del seor Rafael Mara Velandia, y lugo pas al Semi-nario Conciliar de Bogot, donde curs filosofa y ciencias eclesisticas.

    De regreso a su departamento nativo, se entreg a sus tareas sacerdotales y a escribir articulos de eontroversia poltica y religiosa; y slo ya entrado en aos acometi la exploracin de nuestros anales patrios.

    El doctor Peuela es hombre de vasta erudicin. En Tunja posee una magnfica biblioteca, la mejor acaso de las que existen en dicha ciudad.

    En el ao de 1913 el gobierno departamental de Boyac abri un concurso para premiar el mejor

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    trabajo sobre la independencia de aquel departa-mento. Por ese entonces era presidente del Centro de Historia en Tunja el mismo doctor Peuela, y A l se deben la vitalidad y la actual organizacin de este meritorio Centro.

    El doctor Peuela fund en Tunja la revista "Re-pertorio Boyacense", publicacin de carcter hist-rico, que cuenta ya varios volmenes y presta un gran servicio a la historia colombiana. Esta revista no debe confundirse con "El Repertorio Boyacense", fundado en 1898, del cual conocemos unos once n-meros, y que ms bien era de carcter literario; la que fund el doctor Peuela en 1917 se ha ocupado tan slo en reproducir documentos interesantes para la historia, y contiene, adems, algunos artculos de distinguidos colaboradores; escritos que, desafortu-nadamente, suelen no estar firmados, y esto les resta mucha autoridad.

    En "Repertorio Boyacense" aparecieron los pri-meros trabajos de historia que del doctor Peuela conocemos, uno, relacionado con "El Palacio del Za-que", cuyo emplazamiento fija el autor en el rea ocupada por el convento de San Agustn; para lo cual se apoya principalmente en fray Pedro Simn y hace referencias a Castellanos y a Aguado; y otro, que intitul "Pgina ignota de la Historia de nues-tra conquista", publicado en el nmero IV del Re-pertorio, donde determina la extensin de la tribu de

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  • CAYO LEONIDAS PE~UELA: BOYACA ,

    los Laches, a propsito de la expedicin que hizo Hernn Prez de Quesada en busca de la casa del Sol; Peuela encuentra dicha expedicin como la causa fundamental para que, ilusionado Prez de Quesada con hallar ms adelante la casa del Sol, hubiera solicitado y obtenido la encomienda de Chita.

    El doctor Peuela es autor de un eptome de la historia de Colombia, editado en Friburgo, y desti-nado a servir de libro de texto de algunos colegios de Boyac, y que constituye el nico resumen de los hcehos cumplidos en nuestra ltima guerra ci-vil; es un texto de fcil y agradable consulta.

    Public tambin un curso superior de apologtica o religin, que no conocemos y que vio la luz en Tunja; y coleccion bajo el mote "Libertad y Libe-ralismo", algunos de sus artculos de controversia.

    Pero la obra fundamental del doctor Peuela y la que le ha dado gran renombre como historiador, es su famoso "Album de Boyac" (Editorial Arboleda y Valencia, 1919), del cual est publicado el primer volumen, que fue escrito en conmemoracin de la famosa batalla que nos dio libertad. El "Album de Boyac" es una magnica relacin de la gran cam-paa libertadora de 1819, cuyos antecedentes y con-secuencias estudia el doctor Peuela. En el prlogo del tomo 1 nos ofrece publicar, como complemento del "Album", un segundo volumen que contendr los datos biogrficos de los prceres que intervinieron

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    en dicha campaa, desde el Libertador hasta el ms humilde soldado raso. A este segundo volumen per-tenece el boceto de Bolvar, que corre impreso en el nmero 49 del "Repertorio Boyacense". Adems. habr un tercer volumen, en que el doctor Peuela ha prometido incluir las semblanzas de los prceres boyacenses que no concurrieron a la campaa, por-que o haban muerto antes o andaban lejos de su departamento en aquella magna fecha. El doctor Pe-uela prepara tambin una biografa del general Prspero Pinzn.

    El estilo del doctor Peuela es sobrio, claro y ame-no; su "Album de Boyac" se deja leer con agrado, como si se tratase de una simple obra de entre-tencin.

    Quienquiera que se haya imaginado fsicamente al doctor Peuela, leyndolo en su "Album de Bo-yac" y en sus trabajos histricos, se llevar una sorpresa al encontrarse con un sacerdote de aspecto humilde y recatado, parco en palabras, un si es no es hosco al tratar con los extraos y no muy cuida-doso en su indumentaria. Pero con l sucede lo que con las nueces, que tienen la cscara dura y la al-mendra muy blanda. El doctor Peuela no se fran-quea fcilmente con el primero que llega, y carece de la efusiva espontaneidad que suele distinguir a los hombres eruditos. ~s un tanto reconcentrado y muy boyacense en esto como en su figura. Sin em-

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    , si a la primera impresin no nos cautiva, a dida que vamos entrando en su amistad, s nos

    es dado descubrir en l horizontes de cultura cada vez ms amplios, a la manera del que, ascendiendo por una senda enmaraada, comienza a ver por en-tre los claros de la vegetacin llanuras inmensas cuya existencia no sospechaba.

    El "Album de Boyac", aparte de su mrito litera-rio, tiene el de localizar con toda precisin el sitio en que se libr la bata Ha, punto en que disiente de la opinin de la mayora de nuestros historiadores; es obra excelente en la bibliografa histrica colom.-biana, y merece muy sealado sitio como trabajo li-terario.

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    CAYO LEONIDAS PEUELA

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  • DE PISBA A BELEN

    El paso del Metarredonda o pramo de Pisba era un dificultoso problema militar, por cuanto si bien la infantera de la vanguardia no corra mayor peli-gro, por estar medianamente vestida y formada de gente casi toda del interior, no as la caballera y la mayor parte de la gente de retaguardia, muchos de los cuales jams haban pisado tierra fra, y por su permanente residencia en climas ardientes descui-daban el vestido ms de lo que fuera regular. El Libertador, conociendo estos inconvenientes, tom6 8US medidas a fin de que ningn cuerpo de tropas se viera en el trance de pernoctar en aquellas sole-dades, sino que todos alcanzaran a atravesarlo en un da, del sitio de Puebloviejo al de Quebradas, yeso al paso ms breve que fuera posible.

    Despus que el segundo medio batalln Cazadores pas6la. temible eminencia (2 de julio), se adelant el cuerpo completo al p~eblo de Socha, que era el ms cercano, y por fortuna, ntegramente patriota, pues el cura, el alcalde, los vecinos principales y hasta los ms humildes campesinos, esperaban con ansia la

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    negada de sus libertadores. El 3 le toc el turno al propio general Santander con el resto de su divi-sin, menos el regimiento r de Lanceros, que se haba quedado con los ingleses en la retaguardia. El 5 fue Bolvar quien con Anzotegui y la mayor parte de la segunda divisin llegaron a las Quebra-das, pero dejando muertos, por causa del fro, ms de cuarenta hombres en el camino. El 6 por la tar-de llegaron a Socha. Santander haba adelantado la marcha hasta el pueblo de Tasco.

    Oigamos sobre esto a testigos presenciales. El oficial de la Legin Britnica, cuya obra tradujo Luis de Tern, dice:

    " ... cuando llegmos a los pramos, que carecen de vegetacin, hallmos que el viento era tan pe-netrante que helaba aun a los que estaban mejor vestidos, y stos eran pocos desgraciadamente por aquella poca, en el ejrcito de Bolvar.

    "El aspecto de los Andes entre estas cadenas de montaas es magnfficamente salvaje. Aunque pa-recen enteramente nevados, vistos desde las mon-taas inferiores, hay, sin embargo, poca nieve en los pramos a causa de las violentas rfagas de viento que los barren constantemente.

    "Hay tambin en los flancos de algunos picos ele-vados, precipicios de rocas slidas, donde la nieve no puede permanecer; pero cuando estas montafias son vistu de cerca, se observa que el hielo est

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    incrustado en ellas, y que en varios lugares tienen hondonadas donde las cascadas brotan continua..-mente.

    itA contar desde esta altura de los Andes, no hay ya senderos, porque el terreno es rocoso y quebrado, sin otro signo de vegetacin que lquenes de color oscuro. No es difcil, sin embargo, encon-trar rumbo, porque se halla indicado por osamen-tas de hombres y animales que han perecido al tra-tar de atravesar los pramos con mal tiempo. Se ve en las rocas una multitud de crucecitas, planta-das sin duda por manos piadosas, en memoria de los Viajeros que all perdieron la vida, y en el suelo se encuentran maletas, corre~s y otros artculos de la industria humana, pertenecientes a las vctimas de la montaa.

    "A semejante altura, la situacin del ejrcito es realmente espantosa: sobre su cabeza se alzan enormes bloques de granito, y a sus pies se abren insondables abismos que le atraen. El silencio de estas agrestes soledades no se ve turbado por rumor alguno, a excepcin del grito del cndor y el mo-ntono murmurio de los lejanos manantiales. Ocu-rre a menudo que es preciso tumbarse para evitar la impetuosa violencia del viento. El cielo, constan-temente de un azul oscuro, parece ms cerca de nosotros que cuando lo veamos desde los valles; pero aunque el sol no est velado por ninguna nube,.

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    no parece poseer calor alguno, y no da sino una luz plida y enfermiza, como de luna llena.

    "El cansancio y el frio, aadidos al estado de de-bilidad en que se encontraban los soldados, faltos de suficiente alimento, empezaron a dar resultados. Era casi imposible impedir que se tumbasen, a cau-sa del excesivo sopor que experimentaban. Este so-por es casi siempre corno un sntoma precursor de la muerte. Los que cedan a esta fatal somnolencia no tardaban en ponerse lvidos, y moran sin dolot aparente, como vctimas de un ataque de apopleja. El extremo enrarecimiento del aire puede producir este resultado" (1).

    O'Leary, el ayudante del Libertador en toda aqu-lla poca, refiere en sus N ar'raciones :

    "El paso de Casan are por entre sabanas cubiertas de agua, y el de aquella parte de los Andes que quedaba atrs, aunque escabroso- y pendiente, era en todos sentidos preferible al camino que iba a atravesar el ejrcito. En muchos puntos estaba el trnsito obstrudo completamente por inmensas ro-cas y rboles cados, y por desmedros causados por las constantes lluvias que hacan peligroso y delez-nable el piso. Los soldados que haban recibido ra-ciones de carne y arracacha para cuatro das, las arrojaban y slo se curaban de su fusil, como Q.ue

    (1) Campaas y Cruceros, pginas 169 y siguientes.

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    eran ms que suficientes las dificultades que se les presentaban para el ascenso, aun yendo libres de embarazo alguno. Los pocos caballos que haban sobrevivido perecieron en esta jornada. Tarde de la noche lleg el ejrcito (la 29 divisin) al pie del pramo de Pisba y acamp all; noche horrible aqulla, pues fue imposible mantener lumbre, por no haber en el contorno habitaciones de ninguna especie, y porque la llovizna constante, acompaada de granizo y de un viento helado y perenne, apa-gaba las fogatas que se intentaba hacer al raso, tan pronto como se encendan.

    "Como las tropas estaban casi desnudas y la ma-yor parte de ellas eran naturales de los ardientes llanos de Venezuela, es ms fcil concebir que des-cribir sus crueles padecimientos. Al siguiente da franquearon el pramo mismo, lgubre e inhospi-talario desierto, desprovisto de toda vegetacin a causa de su altura. El efecto del aire fro y pene-trante fue fatal en aquel da para muchos soldados; en la marcha caan repentinamente enfermos mu-chos de ellos y a los pocos minutos expiraban. La flagelacin se emple con buen xito en algunos casos para reanimar a los emparamados, y as logr-se salvar a un coronel de caballera.

    "Cien hombres habran bastado para destruir al ejrcito patriota en la travesa del pramo. En la

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    marcha era imposible mantener juntos a los solda-dos, pues aun los oficiales mismos apenas podan sufrir las fatigas del camino, ni menos atender a.. la tropa. Aquella noche fue ms horrible que las anteriores, y aunque el campamento estaba ms abrigado y era menos frecuente la lluvia, perecie-ron muchos soldados a causa de los sufrimientos y privaciones. A medida que las partidas de diez o veinte hombres descendan juntos del pramo, el presidente los felicitaba por el prximo trmino de la campaa, dicindoles que ya haban vencido los mayores obstculos de la marcha. El 6 lleg la divi-sin de Anzotegui a Socha, primer pueblo de la provincia de Tunja: la vanguardia le haba prece-dido desde el da anterior. Los soldados, al mirar hacia atrs las elevadas crestas de las montaas cubiertas de nubes y brumas, hicieron voto espon-tneo de vencer o morir antes que emprender por ellas retirada, pues ms teman sta que al enemigo, por formidable que fuese. En Socha recibi el ejr-cito solcita hospitalidad de los habitantes del lu-gar y de los campos circunvecinos. Pan, tabaco y chicha, bebida hecha con maz y melado, recom-pensaron las penalidades sufridas por las tropas, y las alentaron a concebir mIJ halageas espe-ranzas en lo por venir. Mas al paso que disminuan los trabajos del soldado, se multiplicaban las aten-ciones del general; la cabanera habia llegado sin

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    un solo caballo y las provisiones de guerra yacan en el trnsito por falta de acmilas en qu trans-portarlas; a duras penas conserv la infantera se-cos sus cartuchos en medio de las lluvias, y las ar-Illas en su mayor parte estaban descompuestas y Be haca necesario limpiarlas pronto. Las tropas es-taban sin vestido, los hospitales llenos y el enemigo se encontraba a pocas jornadas. Pero no era la gran-de alma de Bolvar para apocarse ante estos em-barazos. que por lo contrario slo servan para ha-cerla cada vez ms grande y poner a prueba lo inagotable de sus recursos. Su primer cuidado fue asegurar la subsistencia de las tropas y ponerlas en estado de resistir a los realistas. Con este fin despach al coronel Lara, cuya actividad en ejer,"Il-tar las rdenes del presidente era asombrosa, para que con cuantas mulas pudiera reunir saliese a re-coger las armas y municiones dejadas detrs. y a reunir los dispersos y enfermos, y mand tambin comisionados a recolectar caballos en diferentes pun-tos y a traer ganados de los campos circunvecinos. Se organiz un hospital, se enviaron espas en todas direcciones a indagar noticias acerca del enemigo y difundir otras exagerando el nmero, calidad y disciplina del ejrcito patriota. Nada qued por ha-cerse de cuanto poda aconsejar la prudencia" (1).

    (1) Obra citada, tomo r, pginas 564 y siguientes.

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    Otra relacin reciente describe as las industrias de las autoridades de Socha para favorecer al ejr-cito:

    "El 2 de julio de 1819 los patriotas cura y alcal-de de Socha, doctor Toms Jos Romero y don Jos Ignacio Sarmiento, supieron el arribo de la van-guardia del ejrcito libertador a la Laja de Pisba y el estado de absoluta desnudez de los soldados, quienes apenas tenan andrajos para favorecerse de las terribles heladas de aquellas serranas. Tam-bin tuvieron noticias al da siguiente. de que al-gunos patriotas haban quedado emparamados en Metarredonda, a causa de la fuerte nevada que cay la noche anterior. Por mucho tiempo blanquearon en aquellos desiertos los huesos de los infelices que sucumbieron en el pramo, sin que nadie se preocu-para por darles siquiera sepultura a esos hroes annimos de la libertad.

    "El patriota cura Romero y el alcalde (goberna-dor de indgenas) Sarmiento, recurrieron al expe-diente de convocar a todo el pueblo para una gran fiesta que se celebrara el domingo 4 de julio. Cuan-do todos los vecinos del pueblo estaban en el tem-plo, con soldados de la divisin Santander pusie-ron guardias en todas las puertas, y obligaron a los concurrentes a que dejara cada uno lo que no le sirviera para no salir totalmente en cueros. A los hombres se les quit el sombrero, la ruana, la ca-

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    misa, y a los que tenan buenos calzoncillos, los pan-talones. A las mujeres, los sombreros, las ruanas o las camisas (perdonmosles a esos benditos patrio-tas semejante pecado contra el decoro) y las alpar-gatas; es de saber que las campesinas usaban ruana en lugar de mantilla. Es fama que en Pantano de Vargas y Boyac pelearon todava algunos soldados republicanos con camisa de mujer.

    "Con tan peregrina ocurrencia pudieron el cura Romero y el alcalde Sarmiento mandar a la divi-si6n de retaguardia 18 cargas de ropa, con la cual pudieron presentarse siquiera medio vestidos en los pueblos cisandinos y pelear por la independencia. La tradici6n constante de los sochanos es de que el Libertador descans en Socha 5 das (pero no com-pletos) para premiarles con su grata compaa a mis paisanos el acto heroico y oportuno que haban ejecutado, no s610 en regalar su camisa, sino en ir a llevarla personalmente donde ms se necesitaba.

    "En la revolucin de los Comuneros anduvo en las filas de Berbeo el capitn Jos Antonio Sar-miento, de Socha, y padre del alcalde aqu cita-do" (1).

    No se mostraron menos generosos y activos el patriota Joaqun Leal, 1 alcalde de Socot y el de Tasco, cuyos nombres sentimos no conocer. A los

    (1) Escrita por el presbitero doctor Olegario Albarracn.

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    tres principalmente les confi Bolvar la penosa ta.-rea de hacer repetidos viajes por el temible pra-mo, recogiendo soldados desfallecidos, bestias can-sadas, armas, municiones y cuanto incomodaba a los prceres para la marcha; la gente toda se prestaba gustossima para hacer estos servicios con ejemplar diligencia y honradez y sin exigir siquiera racin de boca. Otras muchas personas se atrajeron las simpatas y el afecto del ejrcito, como el acauda-lado don Jos Sinforiano Goyeneche, quien con ge-nerosidad decidida y ferviente le present al Liber-tador cuanto posea, y en particular los ganados para alimento del soldado, y unas pocas caballeras que haba ocultado de los realistas, y sirvieron para algunos oficiales del estado mayor.

    No resultaba exageracin lo que del interior le haban comunicado a Casanare al general Santan-der, y ste a Bolvar, de que hasta las indias decan que reservaban sus chircates aun cuando fuera para abrigar a los soldados patriotas.

    De ms lejanas poblaciones llegaban a toda pri-sa, como hormigas en alegre actividad, patriotas benemritos a traer recursos o a pedir servicio en el ejrcito. El corregidor de Chita, don Francisco Angarita, el corregidor de Soat, don Manuel Are-nas, y el proveedor, don Juan Miguel Peuela, se presentaron en el campamento de Socha con recur-sos de caballeras, vestuarios y vveres que les ha-

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    bian tomado a las varias guarniciones espaolas que, sorprendidas por la repentina aparicin de los patriotas, huan con apresuramiento a buscar el grueso de las tropas reales; cuando llegaron a So-cha, ms que campamento semejaba la poblacin un sitio de fiesta popular: las campesinas, prepa-rando alimentos en abundancia; los campesinos de los pueblos cercanos, acudiendo a todas horas con obsequios oportunsimos, pues el uno llevaba una novilla, el otro un carnero, cul un pavo y el que menos una camisa o un par de alpargatas. Los lla-neros, ya vestidos y refocilados, deleitaban a la multitud con sus sabrosos bambucos. Cada parti-da de rezagados que iba llegando disipaba la murria y olvidaba sus penalidades al acercarse a aquellas verdaderas bodas de Camacho.

    Pero si el soldado se desquitaba de sus hambres y fatigas, para los jefes se multiplicaban los cui-dados e inquietudes. A una jornada no ms estaba el ejrcito realista, listo y pertrechado de todo gne-ro de recursos, y sin embargo de esta cercana no tena la menor noticia de la proximidad de los in-dependientes, porque las gentes todas eran espas diligentes para informarle a Bolvar de cuanto ad-vertan en los campos espaoles, y ninguno se acer-caba, ni aun con buena paga, a las tropas de Ba-rreiro; los limosneros fueron en toda esta campaa.

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    un poderossimo auxiliar, porque no llegaron a ins-pirar el menor recelo.

    Desde Socha le deca el Libertador al general Soublette, que se haba retrasado en Pisba con los ingleses y alguna caballera:

    "Desde el pie del pramo el da 5, anunci a us-ted las dificultades que tiene la marcha, por la as-pereza del camino y escasez de pastos. Aquel mismo da entrmos al pramo, y sin embargo de que nos hizo un buen tiempo, sufri mucho la tropa por el fro y perdimos todas las bestias de silla y carga: rara ha sido la que ha podido pasar. Temo mucho que la divisin de usted (la segunda brigada) sufra la misma prdida, y para prevenirla he destinado al seor coronel Lara para que, con los vecinos de este pueblo y el de Socot, vaya a auxiliar a usted trayendo a hombros los pertrechos y armamento que no vendran a caballo. Tambin lleva el coronel Lara la comisin de recoger todas las bestias can-sadas que han quedado en el pramo, y los fusiles, municiones y cualquiera otro objeto que haya que-dado. Una comisin semejante debe usted librar cuando haya pasado la divisin, con el mismo fin.

    "Como la jornada del pramo es extremadamente mala y bastante larga, ser muy conveniente que las tropas la hagan sin detenerse a aguardar el parque, que debe venir ms lentamente, hasta Las Quebradas, donde el fro no es tan considerable. En

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    Las Quebradas ya encontrar usted vveres, y so-bre todo aqu.

    "Los tres pueblos que hemos ocupado hasta aho-ra, nos han recibido con muchas demostraciones de gozo y mucho entusiasmo por la libertad. Nadie ha emigrado, y todos prestan gustosamente los auxi-lios que se les piden. El mismo espritu reina en todos los dems pueblos, porque iguales han sido las vejaciones de los espaoles en todos ellos.

    "Los enemigos han sido tan sorprendidos con nuestro movimiento, que ignoran an lo que estamos haciendo. Los 300 hombres que haba en La Salina permanecen all adelantando sus fortificaciones por la parte del Llano. Las tropas que estaban en Soa-t marcharon, doce das h, para Santaf, antes de que supieran nada de nuestra empresa. En Sogamo-so no hay sino 100 hombres de caballera, y segn la medida que han tomado de extraer los heridos que tenan all, parece que no tratan de defenderlo. Un posta que me ha venido anoche de Tasco asegura adems que las tropas de Labranzagrande se reti-raban ya para Sogamoso. Espero tener hoy noticias muy detalladas por los prisioneros que debe haber tomado una partida de nuestros Guas a caballo, que fue a sorprender otra enemiga en Los Corrales, a las inmediaciones de Sogamoso".

    En la misma fecha -7 de julio- le haca al coronel Lara las prevenciones que siguen:

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    "Sin embargo de que no han podido salir todava de este pueblo los hombres que deben ir con usted, se estn activando todas las medidas para que sal-gan hoy mismo. Supongo que habr sacado ya us-ted de Socot la gente que se le mand entregar. Si cuando llegue usted con ella a Las Quebradas no hubiere llegado la que va de aqu, seguir usted a cumplir la comisin, dejando all las rdenes de lo que debe hacer sta.

    "Para que no sufra usted alguna equivocacin, le repito ahora que su comisin es: 1 Q ir a auxiliar al seor general Soublette dondequiera que est, y principalmente en el pramo, sacando a hombros los fusiles y municiones que no puedan venir de otro modo; 2 recoger los fusiles, municiones, caballos, mulas y cualquiera otro objeto que haya dejado el ejrcito en el pramo; 3" ver si se pueden socorrer los soldados que hayan quedado emparamados, se-pultando los que indudablemente estn muertos y sacando los que den alguna esperanza de vida. De-be usted saber en cuanto a esta ltima parte de su comisin, que muchos das despus de emparamado un hombre ha vuelto a la vida, por medio del calor y de los alimentos."

    Por el oficio que va en seguida se conoce la con-fianza que a Bolvar le inspiraban nuestros alcal-des; habla al de Socot:

    "La tercera divisin del ejrcito, que ha quedado

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    en Paya, debe pasar el pramo y llegar a Las Que-bradas maana o pasado lo ms tarde. En Las Que-bradas deben encontrar los vveres necesarios para el da que salgan, porque probablemente no trae-rn ningunos. Tome usted las medidas que crea con-venientes para tener all prontas 800 o 1,000 racio-nes, que es lo menos que se necesita."

    El general Soublette andaba como metido en un atolladero, conteniendo desertores todava del lado oriental de la cordillera; atendiendo a los ingleses, naturalmente ms flojos para los trabajos que los soldados criollos; levantando los hospitales que ha-ban quedado en Paya y Pisba; cuidando del ganado trado para la subsistencia de la tropa desde Ca-sanare, de las cabalgaduras inutilizadas, a fin de que volvieran a servir, y del transporte del parque, que venia en ms de 60 cargas; en estas oscuras y penosas faenas le ayudaban los coroneles Salom y fray Ignacio Mario._

    Como la gente espaola que haba salido derro-tada de Paya el 27 de junio se haba rehecho en Labranzagrande y era una amenaza, envi el jefe de estado mayor al comandante Vicente Cegarra, mayor del batalln Bravos de Pez, con indios que tomaron servicio y soldados veteranos a atacar di-cha fuerza, la que rehuy el encuentro y tom el camino de Sogamoso. Por este motivo no se hall

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    aquel jefe en la mayor parte de los hechos de armas de esta cam pafia.

    Volvamos ahora al general Santander, a quien habamos dejado en Tasco.

    Con actividad incansable restableci su divisin, proveyndola de los elementos que le faltaban, co-mo algunos vestuarios, y, sobre todo, caballos para sus jinetes; en tres das estuvo lista para iniciar operaciones.

    Con acuerdo del LibE!rtador, cuyas rdenes e ins-trucciones reciba momento por momento, tom la ofensiva contra Barrciro. La divisin de ste no po-da estar reunida, puesto que deba guarnecer mu-chos puntos a la vez: el batalln 39 de Numancia estaba en Tunja, el Del Rey entre Duitama, Soat y la Salina, y el Tambo tena dos compaas en el Socorro; la caballera en su mayor parte estaba en Sogamoso, pero tambin se hallaban gruesas par-tidas en Ubat y Chocont. As, pues, en los pri-meros das de julio el jefe espaol tena a la mano el batalln 19 de Numancia con toda su fuerza, la mayor parte del Tambo y los cuerpos de caballera del comandante Gonzlez y del capitn Gngora; tales tropas estaban acantonadas en Sogamoso, Mon-gua, Tpaga y Labranzagrande, fuera de muchos puntos cercanos donde haba pequeas partidas de observacin.

    Una de stas estaba situada en Corrales, mas no

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    en la poblacin, que queda continua al ro Chica-mocha, sino en la ribera derecha de ste, en un si-tio que ya el ro ha destrudo casi del todo, llamado La Chivatera, hermosa finca rural que por mu-chos aos perteneci al general Reyes Patria; este sitio tiene la ventaja de unir el camino que con-duce directamente de Gmeza a Corrales con otro que viene del puente de Gmeza y conduce de Mon-gua, Mongu y Tpaga al mismo Corrales. La avan-zada constaba de unos 25 hombres, todos de caba-llera.

    El general Santander despach 20 jinetes de los Guas del general, compuestos de los mejores lan-ceros de Casanare, para ir a sorprender aquellos enemigos; en Gmeza tomaron un prctico, y tra-yendo adems al entonces capitn Reyes Patria, dis-pusieron la sorpresa con tal arte, que no se les es-cap ningn realista. Apareci primero Reyes Patria con otros 6 por el camino de Gmeza, retando a los jinetes realistas para que salieran a luchar en cam-po abierto; stos no se dejaron rogar y determi-naron ir a tomar preS03 aquellos insurgentes para que dieran alguna noticia de Bolvar; al trabarse la lucha en la explanada que entonces formaba la vega del ro en aquella parte, se present Durn con los otros 13 en columna cerrada y atac por la espal-da; los realistas, desconcertados y sospechando que iran acudiendo nuevos grupos, se entregaron des-

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    pus de cruzar buenos botes de lanza con los repu-blicanos; slo dos, que estaban algo alejados de la casa en aquellos momentos, se escaparon a pie y le llevaron a Barreiro la nueva de lo ocurrido (7 de julio) .

    Con el disgusto consiguiente a tener ya el ene-migo a las manos sin saber cmo ni por dnde, sali de Sogamoso con la caballera, y reuniendo en T-paga las fuerzas que hemos dicho se hallaban ms cercanas, abri operaciones con nimo y prontitud. Bolvar, por su parte, se apresta reuniendo las com-paas que estaban restablecidas y reorganizadas; en este trabajo de concentracin pasan los das 8 y 9 de julio.

    El teatro de esta segunda parte de la campaa es sumamente quebrado, y por lo mismo no era propicio a la accin de la caballera, arma predi-lecta de los patriotas, as como la infantera lo era de los realistas. Est formado por las laderas y cu-chillas alternadas que bajan de la cima de la cor-dillera hasta las vegas del Chicamocha. De Tasco al ~ur se alza el alto de Canelas, y entre ste y G-meza se encuentran las alturas de Potos; desde aqu el terreno es un declive bastante prolongado en el que est asentado el pueblo de Gmeza; el ca-mino que viene de Tasco sigue todo este declive y se alarga como una legua hasta bajar al ro de G-meza, correntoso y abundante, que corre de oriente

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    a occidente hasta descargar en el Chicamocha; como tres kilmetros al sur, y casi paralelo al anterior, baja el ro de Mongu, que al desembocar tambin en el Chicamocha forma la formidable posici-6n de los molinos de Tpaga. La poblacin de este nombre demora en una meseta bastante inclinada, demar-cada por el norte, el occidente y el sqr por los tres ros citados.

    Para ellO de julio uno y otro contendor se pu-sieron en movimiento.

    Barreiro envi al teniente coronel Sierra con la caballera para que explorase el camino que desde el puente de Gmeza va a Corrales, primero por cerca del ro de este nombre, y lugo del Chicamo-cha; el propio Barreiro sali con el Numancia has-ta Gmeza, pero este da las armas de la Repblica no fueron felices. El coronel Justo Briceo fue con un escuadrn a reconocer tambin el can!ino ele Corrales, y al aproximarse a La Chivatera se en-contr con el primer escuadrn realista, al que ac~ metieron al momento. La lucha se inici c('n un com-bate singular entre el capitn espar.ol Redoya y el sargento casanareo Inocencio Chinc:i. en que ste, a pesar de toda su destreza, sali herido en un bra-zo; lugo acudieron los dems de uno y otro bando, y Ja sangre comenz a correr en abundancia, por-fue as los unos como los otros queran escarmen-tar a los contrarios; ya haban muerto el sargento-

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    Antonio Aranguren y otros cuatro republicanos y cerca de veinte realistas, cuando aparecieron a tiro de fusil los otros escuadrones de Sierra; el coronel Briceo tuvo que ordenar la retirada, en la cual le tomaron unos bien pocos prisioneros, que al da si-guiente murieron lanceados en La Ramada.

    Barreiro encontr abajo de Gmeza un desta-camento de la gente de Anzotegui, a rdenes del teniente Ascanio, y salvndose ste, perecieron to-dos los soldados; a poco rato sorprendi en la en-trada de Gmeza media compaa del batalln Ca-zadores, que como cuerpo de observacin iba lle-gando a la poblacin; inmediatamente se comenz una escaramuza que la pequea fuerza colombiana, a las rdenes del teniente Mateo Franco, a pesar de la monstruosa desproporcin numrica (de 1 con-tra 12) sostuvo con serenidad y firmeza, hasta que, vindose perdidos, rompieron el cerco que les tena puesto y se comenzaron a replegar haciendo fuego; en esta retirada murieron el sargento Santos AI-quiza y los cabos Ramn Mesa y Antonio Ulma, fue-ron presos como 26 soldados, a los que all mismo comenzaron a alancear, y aun dieron muerte a Jua-na Escobar, que les reproch tan sanguinario pro-ceder. Con stos se completaron los 34 patriotas que Batreiro mand sacrificar en La Ramada, cerca de Sogamoso, atados espalda con espalda y a lanza-EOS. Sin la oportuna llegada de Santander con Arre-

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    dondo y el resto del batalln, habran perecido irre-mediablemente todos.

    En la tarde, Santander fue a pernoctar en Apo-sentos de Tasco, y Barreiro, muy desconfiado, hizo noche en Tpaga.

    Para mejor entender los movimientos del 'da siguiente conviene conocer el terreno. Hemos dicho que de Gmeza baja el camino por una pendiente no menor del 25 %, y como una legua al sur llega al puente sobre el ro del mismo nombre; pasado ste, contima en direccin sudoeste, subiendo pri-mero una cuesta bien empinada, de cuatro o cinco cuadras de ascenso, cruza la meseta pedregosa don-de est edificado T6paga, y baja a la hondonada por donde corre el Mongu; bordea ste por un buen trecho, por una caada muy angosta que forman las escarpas por cuyo fondo va el ro; cerca de la confluencia con el Chicamocha existen desde mucho tiempo h dos o tres molinos, que le dan nombre al sitio.

    Se llama Pea de Tpaga una inmensa roca de dursimas masas granticas, como cortadas a plomo, de unos 70 metros de altura, que se alza muy cerca de la confluencia del Gmeza con el Chicamocha y forma la ribera sur del primero; va extendindose por cerca de un kilmetro hacia oriente, y lugo se abre como en anfiteatro, con un radio como de dos

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    o tres hectmetros, para volver a presentarse abrup-ta a la orilla del ro y continuar as hasta el p-ramo; por aquella como depresin de la pea pasa el camino. Hecha esta explicacin, reanudemos nuestra relacin interrumpida.

    Al siguiente da (11 de julio) uno y otro ejrcito se pusieron desde temprano en marcha a buscar a su contrario. Iba llegando Barreiro otra vez a Gmeza, cuando se encontr con un escuadrn de Guas de vanguardia, y viendo que en vez de huir se le fueron encima, juzg con razn que todas las fuerzas pa-triotas iran por aquel lado, por lo cual emprendi retirada apresuradamente, y repas el puente de G-meza como a las diez de la maana. El jefe espaol situ sus mil infantes en la lnea de aquel semicrcu-lo, desde donde podan cruzar sus fuegos sobre las inmediaciones del puente; una compaa de tirado-res y la caballera se quedaron cerca del mismo, para defender el paso. Los patriotas quedaban entera-mente al descubierto, sin ms recurso que su arrojo, y teniendo por nica defensa algunas cercas de pie-dra, divisorias de predios rurales.

    De uno y otro lado haba gente valerosa que que-ra hacer alarde de su serenidad y arrojo, y mien-tras llegaban los jefes patriotas y se buscaba intil-mente el modo de flanquear la inmejorable posicin realista, estuvieron como desafindose individual o colectivamente. Primero un escuadrn espaol, a

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    Cuya cabeza iba un oficial muy arrogante y bien uniformado, se avanz hasta la mitad del puente, retando con mucho orgullo a los independientes; no poda faltar Reyes Patria entre los Guas de la des-cubierta, y adelantndose solo, porque saba que lo angosto del campo de combate no permita sino una lucha singular, desenvain un sable descomunal que haba tomado cuando al lado de Galea ayud en Chire a destruir la columna de Manuel Jimnez, y arremeti contra el realista, que empuaba una lan-za; ninguno poda recibir auxilio de los compaeros que estaban a poqusimos pasos, porque el que lo intentara haba de caer sin remedio al ro. Se aco-metieron primero con la destreza de maestros con-sumados en la esgrima, mas de momento en momen-to se les fue encendiendo la sangre, y agregndose las voces que de sus lados respectivos les dirigan para alentarlos, al fin se atacaban con furor crecien-te; Reyes tena ya alguna herida cuya sangre lo enardeca ms, hasta que en un instante bien apro-vechado le acert al realista con un mandoble tan bien dirigido, que la cabeza vol hacia el lado orien-tal mientras el cuerpo caa desplomado al puente y en seguida al ro.

    Los jinetes realistas retrocedieron preocupados y amargos. En ese momento llegaba el Libertador, quien orden que los Guas se resguardasen del fue-go que las compaas de tiradores empezaron a 110-

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    ver sobre el escuadrn patriota; cuando ste se acer-c a Bolvar, que de lejos haba visto el episodio del puente, llama al hroe y le pregunta: " Cmo se llama usted?". "Juan Jos Reyes, seor", le contes-ta. "Usted no llevar ms ese apellido, que signifi-ca esclavitud, sino Patria". Desde aquel da se firm Juan Jos Patria, y ms tarde Reyes Patria, con el que se le conoce en la historia.

    Por unos momentos qued el puente vaco, y el Libertador esperaba con impaciencia la llegada de la divisin Anzotegui, para acometer en firme contra las lneas . enemigas, y aun se volvi para hacer alargar el paso. Entre tanto, el fuego de uno y otro lado se mantena bastante vivo pero con poco efec-to, porque unos y otros estaban medianamente res-guardados; durante esta especie de entreacto suce-di que una compaa de tiradores realistas se acer-c al puente con bandera desplegada, en perfecta formacin y con armas a la funerala; el coronel Arredondo juzg que un modo tan extrao de mar-char no significaba sino que venan a pedir servi-cio bajo las banderas republicanas, y dio orden de no disparar; la compaa pas el ro, se acerc algo as como media cuadra a las primeras lneas del batalln Cazadores, hizo un expresivo saludo y se volvi a sus lneas al mismo paso que haba trado a pesar del vivo fuego con que Arredondo despidi tan rara visita. Era indudable que los espaoles que-

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    rfan asombrar a los patriotas con esta ostentacin de serenidad y disciplina. No queriendo quedar nues-tros Cazadores ni un punto abajo de los enemigos, correspondieron lugo la visita con la marcha de la primera compaa y la bandera del batalln, pero j oh dolor! los realistas los dejaron acercar pacfi-camente, pero a la vuelta les abrieron un fuego tan certero, que en el puente cay mortalmente herido Eusebio Carvallo, abanderado, y murieron algunos soldados. Prueba clara de que esa clase de atenciones son inconvenientes.

    Al fin, como a la una de la tarde llegaron los ba-tallones de retaguardia, y al punto dispuso Bolvar el ataque de la formidable posicin por el frente. Para estimular a los combatientes, dispuso que tras del batalln Cazadores, que ira a la cabeza, mar-chara otro cuerpo formado por las primeras com-paas de R1fles, Barcelona y Bravos de Pez; lu-go ira ellQ de Lnea y en seguida los tres batallones venezolanos; la caballera qued de reserva, porque la condicin del terreno le impeda tomar parte en el ataque.

    Cuando el enemigo vio que nuestros valientes lo acometan en firme, prepar sus jinetes sobre la explanada que va desde el borde de la Pea a T-paga, abri fuego vivsimo sobre nuestras fila,s y empez a recoger lentamente la infantera hacia el pequeo boquern o estrechura por donde el camino

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    franquea el borde de la Pea; las cinco cuadras que median entre el puente y el boquern, de pendiente muy fuerte y dominadas por los fuegos enemigos, pareca que en poco rato se haban de convertir en sepultura de los republicanos, y hablando sincera-mente, no comprendemos cmo se determin Bol-var a expugnar tan terrible escarpa, y por qu Barreiro no acert a aprovechar la invencible po-sicin para destruir completamente nuestras fuer-zas sin riesgo ninguno para su gente.

    El capitn Vegal con la primera compaa fue barriendo a los tiradores enemigos que desde el principio del combate se haban acercado al puente por un flanco; el capitn Gmez, sesgando hacia la izquierda, fue despejando el terreno y acercndode a la cumbre, mientras el veterano capitn Lobo-guerrero acometia por el camino; cada una de es-tas compaas, despreciando el fuego incesante que les hacan en toda la cuchilla de la Pea, tuvo varias veces que luchar cuerpo a cuerpo con los realistas que haban combatido al principio como cazadores. En estos rudos y encarnizados combates fue donde mayores prdidas sufri Barreiro, pues dic.has com-paas no alcanzaron a incorporarse ni con la mi-tad de sus efectivos. Al acercarse al boquern cre-ci la furia de los unos y los otros; varias veces retrocedi Loboguerrero ante la granizada de me-tralla que haca trizas la bandera, arrebataba 8om-

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    breros y morriones o escarbaba el pedrisco a los pies de los caballos; Gmez cay moribundo al lado izquierdo del camino, pero al punto Arredondo y Pars reanimaron con su palabra y su ejemplo el ardor de los soldados; Vegal logr acercarse bas-tante al boquern, por lo que Loboguerrero, enarde-cido, hizo un supremo esfuerzo y logr coronar la altura con los suyos, mas en el mismo punto cay derribado por una descarga.

    Al instante los dos jefes del batalln volaron a ordenar una carga a la bayoneta, pero Barreiro dio la orden de batirse en retirada ms que de pri-sa; algo retard la persecucin lo reducido y pen-diente de la cuesta por donde iban saliendo a la explanada todos nuestros otros batallones; a las tres de la tarde, ms o menos, los seores generales iniciaron la persecucin con gran vigor, los jinetes realistas intentaron varias veces contener el em-puje de los patriotas y no sacaron de tales inten-tonas sino mucho destrozo en sus escuadrones; a la infantera les hicieron tambin bastantes bajas, principalmente cuando entraron en la hondonada del ro de Mongu, adonde llegaron despus de las cuatro de la tarde. Cada ejrcito se situ sobre la respectiva escarpa de aquel ro, es decir, los rea-listas en la del lado sur, y los patriotas en la del norte; en esta persecucin murieron Ramn Ba-

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    rrantes y Manuel Alderete, valientes oficiales de la divisin de vanguardia.

    Viendo que el da se acababa y que el ejrcito que se aventurara en el callejn que forma el ca-mino bordeando el ro, sera destrudo por el con-trario, a lo que se agregaba que las municiones se haban quedado en el puente, el Libertador orden la retirada hacia Gmeza. As como en el avance le toc al Cazadores el puesto de honor y de peli-gro en la vanguardia, no quiso ceder ahora en el de la retaguardia, mucho ms arriesgado. Al notar Barreiro que los independientes retrocedan, quiso tomar el desquite, pero ni una vez sola logr des-ordenar a sus contrarios; cuando el admirable Ca-zadores pas el boquern para tomar la bajada al puente de Gmeza, ya cerca de las seis, los rea-listas desataron un fuego tan mortfero que hirie-ron con dos balazos mortales al valientsimo Arre-dondo, al que tomaron sus soldados con exquisit03 cuidados, en la esperanza de que viviera. Ms aba-jo recibi el general Santander el rebote de una bala que por fortuna no alcanz a herirlo, lo que no obs-tante puso en cuidado al Libertador, que iba cerca.

    El garbo de los realistas, que se daban aire de vencedores, se evapor en el puente; los escuadro-nes patriotas tomaron aqu la retaguardia, y pica-

    . dos sin duda los jinetes de Barreiro del escarmien-to de la maana, atacaron muy en firme a nues-

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  • CA YO .EONIDAS PE:m .. 'ELA: .3G1: ACA

    tras 'lanceros; no se dejaron stos rogar, y ya casi de noche les sacudieron tan fuertemente el polvo a los contrarios, que salieron escarmentados a bus-car el apoyo de la infantera, dejando muertos unos siete compaeros; pero los Guas tuvieron el dolor de ver morir, peleando como saba hacerlo, al te-niente casanareo Francisco Villegas, de los leones que pelearon en las Queseras del Medio ..

    Con este encuentro se termin la gloriosa jorna-da de aquel da, en que el batalln Cazadores perdi su jefe, dos capitanes, dos oficiales, el abanderado, no pocas clases y soldados, pero tambin se cubri oe gloria inmarcesible ..

    Esa noche reposaron los patriotas en Gmeza y los realistas en Sogamoso; al siguiente da los pri-meros llegaron a Tasco, donde murieron y quedaron s'pultados Arredondo y Gmez (1) ..

    (1) Entre los muertos de este dia, el boletin del ejrcito patriota calla el nombre del capelln, segn el siguiente do-cumento, que debemos a la diligencia del erudito historiador seor don Jos Mara Restrepo Senz:

    Fragmento de tma comunicacin dirigida por el padre Jos Chavarra, prior de Agustinos Calzados, al general Santander:

    "Las vicisitudes y crueles circunstancias pusieron a aquel convento en estado de expirar, pero ello es cierto que l merece la beneficencia del gobierno, pues vuestra excelen-cia mismo es testigo de los esfuerzos que aquellos conventua-les hicieron por la Repblica, y que uno de ellos fue VctlIUl en la gloriosa accin de Boyac, despus de haberlo sido otro en la de Gmeza."

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    Comunic el Libertador al vicepresidente todos e.stos sucesos en nota fechada en Tasco el 13 de julio:

    "Por el boletn 2 que tengo la satisfaccin de in-cluir a vuestra excelencia, se impondr vuestra ex-celencia de las operaciones y sucesos del ejrcito. Las dificultades que en mi ltima comunicacin ma-nifest a vuestra excelencia haba experimentado el ejrcito hasta Paya, parece que se multiplica-ban de all en adelante cada da. Me fue forzoso dividir el ejrcito para facilitar sus movimientos. Los seores generales Anzotegui y Santander si-guieron la marcha por Pisba, y el seor general Soublette qued en Paya con la columna inglesa y parte de nuestra caballera escoltando el parque y todos los bagajes. Las dos primeras divisiones llegaron a Socha tan fatigadas de las marchas y tan resentidas de la variedad del clima, que no es posible emprender nada que sea decisivo mientras no se repongan. Por otra parte, la lentitud con que necesariamente debe moverse el seor general Sou-blette, por la calidad del camino, por la especie de tropa que manda, y sobre todo. por los equipajes, han retardado su incorporacin al ejrcito ms de lo que yo esperaba, y su tardanza me obliga a sus-pender las operaciones. Estas han sido las causas por que me he detenido tanto tiempo en ir a buscar al enemigo, y que me han decidido a entretenerlo

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    ANGEL JIMENEZResaltado

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    con combates y amenazas que no sean decisivos y que s610 tienen por objeto contenerlo hasta que est reunido el ejrcito y remontada nuestra caballera. Segn me dice el seor general Soublette, ayer ha-ba pasado el pramo, y en este caso podr reunr-seme dentro de dos das.

    "Los tres combates que hemos sostenido hasta ahora nos han sido favorables. En todos se han ma-nifestado nuestras tropas de ambas armas, infan-tera y caballera, muy superiores en disciplina y valor a las del enemigo, que no atrevindose a pre-sentrsenos sino en posiciones muy fuertes, ha sido batido siempre.

    "Al abrir la campaa hemos tenido la fortuna de interceptar tres correos al enemigo, de los cuales incluyo a vuestra excelencia lo que se ha encon-trado ms importante. Por ellos me he instrudo de sus planes, fuerzas posiciones y aun de sus es-peranzas. Los espaoles temen no solamente al ejr-cito sino al pueblo, que se manifiesta extremada-mente afecto a la causa de la libertad. Muchos pue-blos distantes del centro de mis operaciones, han venido a ofrecer cuanto poseen para el servicio del ejrcito, y aquellos que encontramos en nuestro trnsito, nos reciben con mil demostraciones de jbilo. Todos arden por vernos triunfa.r y prestan generosamente cuanto puede contribuir a darnos la victoria. Las vejaciones que han sufrido de los

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    espaoles han producido su efecto ordinario: el odio es general y todos claman venganza hasta el exterminio. Tan felices disposiciones de parte del pueblo y la superioridad de nuestras tropas, me aseguran casi la victoria ...

    "Reitero a vuestra excelencia con el ltimo enca-recimiento la orden de que me vengan cuanto antes los auxilios de armas y municiones que he pedido desde El Mantecal y Guasdualito. Sobre todo, im-porta que sea el seor general Urdaneta quien los traiga, as porque l lo har con ms inters y actividad, como porque necesitamos de sus servi-cios en el ejrcito.

    "Sin embargo de que ni vuestra excelencia ni el seor general Mario me dicen nada sobre la fuer-za del ejrcito de oriente, he celebrado saber por el seor general Cedeo que su fuerza es ya bien res-petable, sin incluir la divisin de Cuman que deba incorprrsele. Supongo que vuestra excelencia y el seor general Bermdez se habrn esforzado por ejecutar las rdenes que libr para la organizacin de aquel ejrcito. En este caso, nada tengo que te-mer por esa parte, y aun puedo contar con que no podr Morillo sacar de Venezuela un cuerpo de ejrcito capaz de socorrer a la Nueva Granada sin perder todo el pas que posee ah. Vuestra excelen-eia debe recomendar al general en jefe del ejrcito de oriente el ms exacto cumplimiento de las rde-

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    nes que le he comunicado, y velar sobre su eje-cucin".

    El da siguiente, 14, le deca al general Pez: "Desde Paya comuniqu a usted las marchas y

    sucesos del ejrcito hasta el 3. El boletn que ten-go ahora la satisfaccin de incluir, instruir a us-ted y a su ejrcito de nuestras operaciones y ven-tajas que posteriormente hemos alcanzado. El es-tado en que ha llegado la tropa, extremadamente estropeada de tan larga y penosa marcha, y la im-presin que le ha causado la variacin repentina de clima, 1}0 solamente me ha impedido continuar las operaciones, sino que no me ha permitido sacar todo el fruto que debamos de los primeros triun-fos. Los soldados fatigados apenas han podido com-batir haciendo un esfuerzo extraordinario: ha sido necesario dejarlos reposar y proveerlos de algn vestuario, y al mismo tiempo remontar nuestra ca-ballera, que lleg toda a pie. Adems, he tenido que esperar al seor general Soublette, a quien dej en Paya con la columna inglesa y casi toda la cabaIle-ra de Casanare, y aun no ha podido reincorporr-seme. Por todas estas razones, nuestros combates hasta ahora no han tenido otro objeto que entrete-ner y contener al enemigo, mientras reponemos y reunimos todas nuestras fuerzas.

    "En los tres combates que hemos sostenido, nues-tras tropas han manifestado alguna superioridad

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    sobre el enemigo, en disciplina y en valor. Aunque siempre se nos ha presentado en posiciones formi-dables, ha sido batido, y casi puedo decir que no se atreve a disputarnos la victoria. Esta ventaja, y la disposicin del pueblo, que es todo patriota, me prctme'ten que TENDRA ESTA CAMPA~A EL TERMINO MAS FELIZ Y PRONTO, si no tene-mos que combatir sino con el ejrcito que defiende hoya la Nueva Granada.

    "El patriotismo del pueblo es tal, que de muchas leguas de distancia vienen los principales ciudada-nos a ofrecer sus personas y propiedades para el servicio del ejrcito. No es necesario que el ejr-cito se acerque o ntre a las poblaciones, para que reconozcan mi autoridad y ejecuten las rdenes que les libro. Todos se prestan gustosamente a cuanto se les exige, y lo que es ms, todos detestan de muerte a los espaoles. De todos ]os pueblos que hemos ocupado no ha habido un solo emigrado ...

    "Ya que no ha podido usted cooperar a esta cam-paa ocupando a Ccuta, operacin que nos habra hechos dueos de todo el pas intermedio hasta este cuartel general, es dceir, de toda la provincia de Pamplona y parte de la de Tunja, es necesario que por lo menos preste usted la que le he encargado en mi oficio de 30 del pasado. Las fuerzas con que usted obra sobre Pedraza no son necesarias en el Bajo Apure, pues segn me informa el seor general

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    Torres, cuenta ya am con una fuerte divisi6n de infantera y caballera, y aun se lisonjea de que con ella y la escuadrilla basta para rendir a San Fernando. De consiguiente, est usted libre de to-do cuidado por aquella parte, y puede ms libre-mente obrar sobre el occidente de Caracas. Las operaciones de usted, dirigidas hacia esa parte, son tan importantes, que paralizan del todo a Morillo. Si viene en auxilio de la Nueva Granada, usted le toma la espalda; si intenta marchar sobre el orien-te, usted le toma a Caracas y todo el pas que ocupa en el occidente. Usted debe observar al enemigo tan de cerca, que no pueda intentar nada sin que en el acto usted lo sepa, para que obre en conse-cuencia.

    "Aunque en el boletn se supone que el coronel N. Prez manda una columna, no es sino para ha-cer ilusin al enemigo, que tanto teme su nombre. El coronel Prez est condenado por el consejo de guerra a servir sin mando alguno."

    Por estas dos cartas oficiales se colige la preocu-pacin principal de Bolvar en esta campaa: ase-gurarse contra un ataque de Morillo por Ccuta, que lo habra puesto en graves aprietos y aun obli-gado quiz a volverse ms que de prisa para Ca-sanare. Pero si atendemos a las palabras siguien-tes del Pacificador, l no lleg a imaginar que la campaa de la Nueva Granada tuviera tan pronto

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    desenlace que quedaran burlados sus planes. En no-ta del 12 de mayo, fechada en Calabozo, y cuando nadie en el ejrcito patriota hablaba de una marcha fuera del territorio venezolano, le deca al ministro de la guerra, entre otras observaciones que honran la previsin y dems talentos militares de aqul:

    "Bolvar, despus de haber intentado penetrar en la provincia de Barinas, retrocedi sobre el Arau-ca, cuando supo que yo me acercaba y que marcha-ba a ella la quinta divisin, aumentada con el pri-mer batalln de Navarra. Desde entonces se situ en Guasdualito, poblacin que se halla en los confi-nes de Venezuela, a doce jornadas de los llanos de Casanare, en cuyo punto ha reunido toda su infan-tera y se dispone a seguir al Nuevo Reino de Gra-nada a operar en combinacin del cabecilla Santan-der, que manda en Chire y en Pore. Este insurgen-te lleg desde Guayana al Casanare con un consi-derable parque de armas y municiones, y ha orga-nizado en pocos das una fuerza de 1,500 fusileros y ms de 1,200 caballos (1), introduciendo por la cordillera algunas partidas para insurreccionar los pueblos y facilitar fusiles y cartuchos a los descon-tentos. Santander, adems de los artculos de guerra que condujo de la Guayana, trajo tambin lIDlchos

    (1) El dato est bastante exagerado ea comparacin de los datos que ya el lector conoce.

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    oficiales ingleses y franceses y cuadros de sargen-tos y cabos que se le aumentaron con las nuevas ex-pediciones de extranjeros (1), recibiendo ste y otros auxilios por la fcil comunicacin que tienen con Guayana y Angostura, por el Casan are, Meta y Orinoco. La prontitud con que Santander ha or-ganizado este nuevo ejrcito que tanto amenaza el Reino de Santaf, es una prueba convincente de lo que otras veces he dicho a vuestra excelencia que slo un jefe insurgente basta para reunir fuerzas nuy considerables (2), como en estas provincias lo han hecho Mario en Cuman y Costa de Giria. Piar en la provincia de Barcelona y en Guayana, Mac-Gregor en Ocumare y Chaguaramas y otros muchos que, desembarcando solos en las coloniai'J. han levantado las grandes masas de insurgentes que hemos batido y que aun nos hacen la guerra. En esta situacin, excelentsimo seor, la ms cr-tica y apurada en que jams se ha visto el ejrcito expedicionario de Costafirme, no puedo menos de dirigirme a vuestra excelencia para llamar su alta consideracin sobre los inminentes peligros que amenazan la seguridad y conservacin de estas po--

    (1) Todo este refuerzo de hombres es pura fantasmagorla. (2) Prueba irrecusable de que el terror implantado por Mo-rillo no podia pacificar.

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    sesiones en la obediencia del rey nuestro seor, y la marcha rpida que llevan los progresos del ene-migo, por una multitud de circunstancias que no pueden contenerse sin esfuerzos extraordinarios y grandes, los cuales ni estn en mi mano ni huma-namente caben en los dbiles recursos que ofrece esta devastada tierra. La provincia de Guayana y todos los llanos del interior dominados por los re-beldes; en Margarita una fuerte expedicin para desembarcar en estas costas; la plaza de Cuman hostilizada continuamente por el traidor Bermdez; Portobelo en poder de Mac-Gregor; la Nueva Gra-nada invadida por la cordillera de Chita; Bolvar, animado con estos sucesos, dirigindose all con fuerzas respetables; la provincia del Socorro llena de grupos numerosos de enemigos; la escuadrilla de los insurgentes dominando estos mares cmo acudir a tantos pases en distancias tan considera-bles, sin marina, sin caudales y con los pocos restos de soldados expedicionarios que han sobrevivido a los combates y a las fatigas de la guerra en este clima? La suerte del Nuevo Reino de Granada es la que principalmente ocupa mi atencin, y me lle-na de sobresaltos. All no hay ningn cuerpo eu-ropeo respetable en el interior, y todo l se halla guarnecido hasta Quito por tropas americanas, cu-ya confianza en estas ocasiones se sabe hasta qu punto puede llegar. Por pronto que yo pueda mar-

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    char en su socorro, Bolvar y Santander habrn hecho grandes estragos; y una vez ocupada por ellos la capital, sern precisamente reforzados por los mismos batallone03 que ahora sostienen la causa de su majestad; pues como he tenido varias ocasiones la honra de informar a vuestra excelencia, ningn punto puede confiarse exclusivamente a las tropas del pas, si no estn sostenidas a lo menos por una mitad de europeos. El conocimiento y la experien-cia que he adquirido del carcter de estos habitan-tes, de sus opiniones y del estado de Venezuela y Nueva Granada, me han hecho prever anticipada-mente el estado progresivo que ha seguido la guerra de esta parte de la Amrica, y con este motivo me tomo la libertad de recordar a vuestra excelencia cuanto tuve el honor de exponerle desde Momps y Ocaa, especialmente en mi oficio de 7 de marzo de 1816, nmero 18, donde hice una pintura muy exacta del estado de Venezuela y del Virreinato de Santaf, y lo que debamos temer si Margarita y Guayana caan en poder de los enemigos. Todo, se-or, se ha verificado ms o menos tarde, en pro-porcin de los esfuerzos que ha hecho el ejrcito de su majestad y de los combates que ha librado siempre con gloria de sus armas; pero estos triun-fos, que no se han alcanzado ocupando aquellos puntos importantes, no han conseguido ms que prolongar la guerra, sin destruir las esperanzas de

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    los revolucionarios. Cualesquiera que conozca la si-tuacin topogrfica de estas provincias y del Reino; que sepa que los rebeldes tienen la navegacin libre del Orinoco, Meta y Casanare; que dominan a Guayana y los Llanos, que tienen un ejrcito en Chire, partidas en el interior de la montaa, y el Istmo de Panam invadido, podr formar una idea del peligro inminente que amenaza a estas posesio-nes y sus funestas consecuencias a todas las del rey nuestro seor en Amrica."

    El 2 de julio precisaba mejor Morillo los gravsi-mos peligros que corra el poder real con el desarro-llo que Bolvar les haba ido dando a las operacio-nes militares, y la incapacidad en que se hallaba de destacar una divisin en refuerzo de la de Ba-rreiro, que ya estaba en jaque; le deca al ministro:

    "Libre ya del cuidado en que me haba puesto la ocupacin de Portobelo, por la feliz reconquista que hizo de este importante punto el general don Ale-jandro de Hore, se confirmaron los avisos que tuve de la marcha que verificaba para Casanare el trai-dor Simn Bolvar. Varias declaraciones que existen en mi poder y cuantas noticias se han indagado en la provincia de Barinas y costas del Apure convie-nen en el movimiento que ha emprendido aquel ca-becilla desde Guasdualito, llevando consigo 800 hom-bres de infantera, alguna parte de ingleses, y 500 de caballera. Reunindose en Chire con el caudillo

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  • CAYO LEONTn-\s l'Et:tUELA: BOYACA

    Santander y el ejrcito que all ste ha organizado, podr disponer de una fuerza de ms de 3,000 hom-bres, suficiente para penetrar por la cordillera al interior del Reino y llegar tal vez hasta la capital. Inmediatamente dispuse, en vista de tales avisos, que saliese en posta para el Nuevo Reino de Grana-da el mariscal de campo don Miguel de la Torre, a quien he confiado el mando de la tercera divisin y de todas las tropas del Virreinato, dando orden para que le siga inmediatamente el primer batalln de Navarra que se halla en Barinas, el cual deber llevar su marcha por Mrida, Trujillo y Pamplona, a la provincia de Tunja. El general La Torre tiene instrucciones no slo para oponerse a los intentos de Bolvar, sino para marchar sobre el Casanare y penetrar por sus llanos hasta Guasdualito, cuando la estacin de verano, que all empieza por el mes de noviembre, lo permita. Mis mayores inquietudes nacen de la poca confianza que me inspira la opi-nin de las tropas venezolanas, que son las mejores del Virreinato; las cuales, no estando sostenidas por europeos, pueden fcilmente seducirse con cualquier revs que sufran, y en todo el Nuevo Reino de Granada no hay ms batallones de la pennsula que el de Len en Cartagena y los restos del de Aragn, expedicionario en Santaf ...

    "Por esta situacin, y las empresas que con tanta !onstancia y tesn siguen los enemigos, conocer

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    vuestra excelencia cmo no habindose podido em-prender la reconquista de Guayana, ni empearlos a una accin general durante el verano, cuando pudieron reunirse las fuerzas para buscarlos en los llanos de Arauca, estamos reducidos casi a una gue-rra defensiva; porque subdivididos los rebeldes en pequeos cuerpos y atacando al mismo tiempo pun-tos distantes, como por ejemplo, la Salina de Chita en la cordillera de Casanare, y la provincia de Bar-celona, ha Rido preciso acudir a oponerse, desunien-do tambin las divisiones que se reunieron al prin-cipio de la campaa en el Bajo Apure. Vuestra excelencia debe conocer, por todos estos acaeci-mientos y por nuestro estado actual, los poderosos motivos que me obligan a reclamar los auxilios de mar y tierra que tengo pedidos y que cada vez han sido y van siendo ms urgentes y precisos. Esta campaa nos ha atrasado mucho, por 10 que se pierde en reconquistar a Guayana, desde donde, con tanta facilidad extienden los rebeldes su influencia a estas provincias y al centro del Nuevo Reino de Granada. Los esfuerzos y el entusiasmo ms cons-tante han sostenido hasta ahora los progresos que el enemigo ha podido hacer auxiliado por la In-glaterra con numerosas expediciones, buques y ar-mas, y al paso que han aumentado en poder y en opinin, las tropas de su majestad, sin recibir au-xilios ni reemplazos desde la llegada de la divisin

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    del brigadier Canterac, van de da en da quedando reducidas a un verdadero esqueleto, y en el orden natural no podrn resistir ni contener en adelante con tanta dicha como hasta ahora las ventajas de un enemigo audaz, que cuenta con la opinin gene-ral de los habitantes ...

    "Desde el momento en que el ejrcito expedicio-nario no pueda obrar activamente sobre los ene-migos, y que nos veamos reducidos, como casi lo estamos ya en el da, a una guerra defensiva, el resultado debe ser progresivamente la prdida de estas provincias, cuya defensa, aun a costa de mu-chos sacrificios, podra prolongarse algn tiempo; pero no pudiendo socorrer el Virreinato de Santaf, ste ser infaliblemente presa de los facciosos. Con-sidere vuestra excelencia cules sern mis inquie-tudes actualmente, vindolo amenazado tan de cer-ca con la invasin de Bolvar al Casanare, y qu trastornos pueden originarse a la causa del rey si este malvado logra por all algunos sucesos. Mi esp-ritu estara tranquilo si las respetables fuerzas de que se compone la tercera divisin estuviesen con-trapesadas con algn nmero de europeos, y slo mi esperanza se funda en que pueda llegar a tiempo el general La Torre con el batalln de Navarra. Dgnese vuestra excelencia continuar su especial proteccin a este ejrcito, manifestando a su ma-jestad la necesidad que tiene de ser socorrido con

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  • 56 BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA

    los reemplazos de sus bajas, segn tengo solicitado, para que pueda llenar sus soberanas intenciones, destruyendo las fuerzas enemigas y restableciendo la tranquilidad. Es indispensable pensar seriamente en la recuperacin de Guayana, que no debe por ms tiempo quedar en poder de los rebeldes, si que-remos cerrar la puerta a sus recursos y comunica-ciones; y para verificar tan importante operacin, no se puede prescindir del aumento de estos bata-llones y de buques de guerra que protejan las costas, destruyan a los piratas y bloqueen el Orinoco. El Virreinato de Santaf necesita alguna guarnicin europea, y yo no puedo envirsela en mi situacin actual. Conviene remover el batalln de Len, que hace cuatro aos guarnece la plaza de Cartagena de Indias, por las relaciones que contraen los indivi-duos de un cuerpo permaneciendo tanto tiempo en un mismo punto. Este batalln debera pasar a San-taf, y reemplazarlo con otro europeo de los de este ejrcito. Mas nada es posible realizar de tan inte-resantes providencias, si de la pennsula no se re-ciben los socorros necesarios, y por lo mismo, empe-o la atencin de vuestra excelencia a fin de que ordene su majestad se me remitan a lo menos cuatro mil hombres, una fragata, dos bergantines y dos goletas, en cuyas fuerzas, llegando oportunamente, me prometo asegurar a su majestad cambiar el aspecto de nuestros negocios en Venezuela y poder

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    socorrer el interior de la Nueva Granada hasta Quito, donde no existe actualmente ningn soIaado europeo (1)."

    Bien se ve que los dos contendores, Bolvar y Morillo, se vigilaban, se seguan muy de cerca los pasos, pero el primero aventajaba al otro en acti-vidad y en recursos de ingenio; contaba tambin con tenientes ms atrevidos y diligentes, como se vio en esta ocasin. Bolvar previ el auxilio que Morillo procurara enviarle a Barreiro, y para es-quivar el golpe orden la marcha de Pez sobre C-cuta; no pudo o no quiso el jefe de Apure ejecutar esta operacin, pero s mantuvo al pacificador aler-ta con la movilidad permanente de los escuadrones volantes, con el acometimiento a la casa fuerte de la Cruz y otras operaciones que virtualmente equi-valan a la interposicin que el Libertador deseaba. En cambio, La Torre no se acerc a la lnea fronte-riza sino cuando ya un respetable cuerpo de tropas esperaba en Pamplona la orden de entrar a Vene-zuela, llevando la medalla de Boyac como honra y estmulo para ganar nuevos laureles.

    La sangrienta jornada de Gmeza le hizo ver a Bo-lvar la conveniencia de buscar en la estrategia l11edios ms cientficos que el ataque contra una l11uralla a pecho descubierto, para sacar al enemi-

    (l) Rodrguez Villa, ibdem, IV. ~ Y iguientea.

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    go de las posiciones que haba elegido. El 15 parece que se reuni otro consejo de jefes para deliberar, y de all sali el acertadsimo designio de abandonar las breas donde llevaban ya diez das, para ocupar la regin de Cerinza y Duitama, mucho menos abrup-ta, ms propicia para los ataques de caballera, y contigua con las provincias de Pamplona y el So-corro, a las cuales convena conmover; a esta junta concurri el general Soublette, que el da anterior haba pasado el pramo con los ingleses, los cuales sufrieron bastantes bajas y llegaron por dems mal-tratados y enfermos, de manera que necesitaron una semana para reponerse. Todava quedaban del otro lado del pramo el coronel Salom y el coman-dante Bjar, cada uno con su columna.

    Llam Bolvar a cuantos quisieron tomar las ar-mas, pues no slo venan fusiles sobrantes sino que se haban recogido los de los muertos en el ltimo combate; estos fusiles fueron ponindose en brazos de patriotas que se agregaban indistintamente a los varios batallones, granadinos o venezolanos, segn que hubieran sufrido ms o menos bajas.

    Dejando al general Soublette entre Socha y Soco-t activando el trabajo de las fraguas, que no des-cansaban en la faena de componer y reparar armas daadas en el trnsito por el pramo y en los com-bates recientes, as como tambin mirando por el

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    ANGEL JIMENEZResaltado

  • CAYO LEONIDAS PEUELA: BOYACA

    cuidado de los hospitales, para que los enfermos se atendieran debidamente y los que se fueran resta-bleciendo marcharan a incorporarse en sus filas respectivas, Bolvar movi el campo el 16 de julio, y lleg a Stiva, donde el ejrcito recibi la mejor acogida; pero como con semejante marcha se ale-jaba de la lnea militar, al da siguiente sigui a Beln. De Stiva destac un piquete de jinetes bien montados para que fueran a Soat a destruir un destacamento realista y lugo se adelantaran has-ta cerca de Pamplona, a tomar noticias de Pez o Morillo. El comandante Durn sali a cum-plir esta comisin, y si no pudo destruir a los rea-listas, porque salieron en precipitada fuga hacia el Cocuy, s adelantaron hasta el Cerrito, de donde se volvieron sin noticia alguna, porque ni amigos ni enemigos haban entrado de Venezuela a la provin-cia de Pamplona. Con estas nuevas y la de la ex-celente disposicin de los pueblos, el Libertador des-pach al coronel Fortoul con el nombramiento de gobernador civil y militar de la provincia de Pam-plona y con el auxilio de algunos oficiales escogidos para organizar tropas y poner la regin en estado de defensa; entre estos subalternos iba el capitn Toscano.

    Das antes el mayor Vicente Cegarra, del batalln Bravos de Pez, haba sacado de Paya todos los en-fermos restablecidos de aquel cuerpo, y con ellos

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  • 60 BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA

    embisti a la columna realista derrotada en aquel lugar por Santander y Arredondo, la que se haba situado en Labranzagrande. Como les cay de sor-presa, apenas lograron escapar los que formaban el personal, y dejaron las caballeras, cien lanzas y otras armas, junto con los p~queos almacenes all existentes.

    El da 18 march el ejrcito de Betitiva a Cerin-za (1); el lindsimo valle que forma una buena parte del vecindario no era, como hoy, una faja de dehesas continuadas, sino un variado jardn agr-cola, que por aquellos das estaba en toda la exube-rancia de la produccin, de manera que al bajar la cuesta de Piedrarrajada para descender al puente de la Tenera, los soldados todos no pudieron disimu-lar su grata sorpresa, que lleg a su colmo cuando vieron que a uno y otro lado del camino salan los campesinos a obsequiar gratis y con la ms alegre voluntad con alimentos, bebidas, tabaco y aun aguar-diente a los libertadores, que no llegaron a la po-blacin sino ya al declinar el da y llenos de grati-tud y alegra.

    Tales demostraciones de amor y beneficencia pa-ra con el ejrcito eran sencillamente fruto del tra-

    (l) En aquella poca se daba el nombre de Cerinza a dos poblaciones que hoy se llaman de un modo distinto: la que hoy se apellida Beln, era entonces la parroquia de Cerinza; 7 la que conserva este nombre era simplemente el pueblo.

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  • CAYO LEONIDAS PE:&UELA: BOYACA 61

    bajo propagandista de varios vecinos e hijos de aquella tierra. El padre agustino fray Isidro Lei-va, prior en el convento de Beln de Chmeza, haba destinado al consumo de las tropas todos los recur-80S que no eran absolutamente necesarios al con-vento, y ahora haba venido a inculcar el mismo desprendimiento a sus paisanos; el prroco del lu-gar, doctor Primo Feliciano Mario, haba sido de los ms entusiastas servidores en la Patria Boba, y durante el terror era el agente de las comunica-ciones que las seoras de Bogot enviaban a Casana-re, y el cajero que auxiliaba a cuantos pasaban a la llanura a engrosar las filas patriotas; el capitn de milicias don Jos Mara Val derrama, servidor igualmente en la poca anterior, y ahora diligent-simo agente para reunir recursos de todo gnero; don Juan Jos Leiva, diputado en nuestras asam-bleas o colegios electorales en la poca de los en-sayos, representante de Casanare en el congreso de 1812, tesorero del ejrcito libertador de Venezuela hasta fines de mayo de 1813, prisionero de Morillo y escapado de sus garras en 1816, gracias a su des-treza y atrevimiento, y despojado de todos sus bie-nes en castigo de su constancia. Tales eran los pr-ceres de aquel pueblo, que lo fueron tambin de la Patria y merecieron recibir el ttulo de miembros de la ORDEN DE LOS LIBERTADORES.

    Estos caballeros se disputaban el honor de hos-

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    pe dar y agasajar a los jefes del ejrcito, y Bolvar, en acatamiento a la amistad que lo ligaba con el seor Leiva desde 1813, eligi dicha casa. Entre las personas del servicio domstico le llam la aten-cin un galopn o muchacho de mesa muy vivo y lis-to para todo; notlo el seor Leiva, y con la galan-tera de un caballero culto y patriota le ofreci el sirviente por si 10 estimaba de alguna utilidad, y como el Libertador viese que al chico le bailaban los ojos, se le haca la boca agua ~or irse con el general, lo acept, asignndole como funciones privativas el cuidado de sus cabalgaduras, que cumpli muy lu-cidamente; ste fue el soldado del Rifles Pedro Mar-tinez.

    Procuraba el presidente mantener en sus tropas vivo el entusiasmo y firme la esperanza en el triun-fo, y para que no se desalentaran sabiendo la des-igualdad en nmero y recursos en que tanto les aventajaban los realistas, probablemente l mismo le sugiri, como otras veces se hizo durante la gue-rra magna, al general Soublette que le pusiera en nota oficial la falsa noticia de que los vecinos y al-caldes de Soat esperaban al general Pez. Por aque-llos das envi al capitn Ramn Zapata con una pequea escolta a tomar noticias de la Salina y el Ca-cuy; el primer resultado de esta pequea operacin fue el que la compaa realista que guardaba aquel sitio, creyndose perdida, se retir para tomar el

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  • CAYO LEONIDAS PERUELA: BOYACA

    camino de Venezuela, y en el camino desert casi toda la tropa. Una falsa noticia que lleg al Cocuy sobre la destruccin del ejrcito patriota produjo el levantamiento realista de dicho vecindario, pero el coronel Lara y el comandante Villate marcharon al punto contra aqullos y los sometieron por las armas.

    Soublette dej al coronel Lara la tarea tan ingr~ ta y poco brillante de estar recogiendo enfermos y rezagados, acarreando vveres, reparando y condu-ciendo armamento, y poco a poco se fue acercando al cuartel general.

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  • DE BELEN A TUNJA

    Sali el ejrcito de Beln para ir a hacer noche a la villa de Santa Rosa, donde tampoco faltaron servidores acuciosos de la repblica, como el cura y los seores Jos Gabriel Solano y Manuel Ignacio Reyes Patria, a quienes igualmente condecor Bo-lvar con la Orden de los Libertadores.

    En estas ltimas jornadas se haban ido agregan-do al ejrcito servidores muy tiles y decididos. A la salida del pramo de Pisba se incorpor el modes-to cuanto activo patriota Jos M~ Ruiz, gran conoce-dor de cuantas veredas y sendas haba en muchas le-guas a la redonda; los seores Javier Villate, alcalde de Tibasosa, con su hermano Luis, los cuales llega-ron con una partida de caballos que pertenecan al ejrcito realista. y que ellos sustrajeron muy hbil-ruente para entregarlos a los patriotas; el seor Francisco Mario, hermano del coronel fray Igna-cio, bien relacionado en todos los pueblos que eran teatro de la campaa, y a quien el Libertador no permiti separarse de su lado sino cuando entr

    Boyac-5

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  • 66 BffiLIOTECA ALDEAN~ DE COLOMBIA

    triunfante en Bogot; el seor Flix M. Soler, quien tom servicio activo en filas, habiendo sido antes diputado en los colegios electorales y servidor en otros ramos.

    En la tarde del 20 de julio casi todas las tropas acamparon en Duitama, y una parte de la vanguar-dia se adelant hasta los corrales de Bonza; al da siguiente fueron los batallones y escuadrones a si-tuarse entre el ro Surba y el alto de Cargua, que separa el vallecito de Duitama de los llanos de Bon-za. Eran sas las tierras que formaban el marque-sado de los descendientes de don Luis Diego de) Castillo Toledo Guevara y Caycedo, muy adictos a la bandera real, como que el poseedor del ttulo en 1819, don Domingo, era en Tunja alcalde de primer voto. La eleccin de tal campo consisti en que Ba-rreiro, cuando supo que Bolvar haba tomado la va de Cerinza, recogi todas las fuerzas que tena en el cantn de Sogamoso y se situ en los alrede-dores de Paipa (Boncita, Los Molinos de Bonza y los Sauces), de manera que los ejrcitos contendo-res quedaron frente a frente, con el pequeo ro de Surba como lnea divisoria. Bolvar pas aquellos das en Bonza y por la tarde iba a dormir a Dui-tama: Barreiro puso el cuartel general en Paipa.

    Ninguno de los dos jefes quera perder la co-municacin con su base de operacione.

  • CAYO LEONIDAS PE~UELA; BOYACA 67

    en Tunja y Bogot. Tan pronto como se avistaron en aquellas llanuras empezaron a hostigarse, de suerte que con frecuencia se acercaban jinetes lla.-neros a las lneas realistas a provocar combates parciales, o viceversa, porque la caballera realista se consideraba enteramente superior a la republi-cana. Estas escaramuzas frecuentes no eran, sin embargo, bice para que las gentes de los pueblos circunvecinos acudieran a todas horas con sus ob-sequios al campamento independiente, que por aque-llos das semejaba una gran feria.

    Al da siguiente de hallarse en estas posiciones sucedi que unos guas de Casanare se acercaron mucho a Boncita desafiando a los realistas; un sol-dado de stos, llamado Lucas Brijaldo, determin pasarse a las filas de la repblica, se separ corrien-do de su puesto, gritando a los llaneros: Amparo I Amparo! Los u'nas se arrojaron sobre tres jine-tes espaoles que salieron tras del fugitivo, lancea-ron a dos y cogieron un caballo.

    El 22 se reuni al ejrcito el cuerpo que man-daba el coronel Roock. Este jefe, que en medio de todas las privaciones y sinsabores de la marcha no haba hallado nada que censurar, ni se le haba odo una sola queja, no tuvo ahora, cosa rara, ni una palabra con qu expresar su contento, teniendo a la vista tanto que deba excitar su admiracin. Al presentarse al presidente, lo encontr sentado en

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  • 68 BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA

    un bal, con su almuerzo por delante compuesto de carne asada, pan y chocolate, sobre un rstico ban-co de madera. Apresurse Roock a felicitar a su excelencia por el feliz cambio y notable mejora que presentaba el ejrcito desde que se haban separado. A todas las preguntas que le hizo el general Bolvar dio las respuestas ms satisfactorias, y le asegur que su cuerpo nada haba sufrido en el pramo. En esto estaba y comiendo con gran apetito al lado de su excelencia, que le haba invitado a compartir con l su frugal desayuno, que de contado aseguraba Roock ser el manjar ms apetitoso que hubiese pro-bado en su vida; en esto estaba, digo, cuando se present el general Anzotegui cariacontecido y de mal humor. "Qu novedad hay, Anzotegui ?"-pregunt Bolvar. "Cmo, que si la hay"- contest aqul, y en seguida inquiri si su excelencia tenia noticia del estado en que haba llegado el cuerpo de dragones de Roock. "S que la tengo, pues su co-ronel acaba de darme los ms favorables informes dicindome que no ha tenido prdida ninguna en el pramo". Sigui6se entonces una explicacin, de la cual result que una cuarta parte de los soldados in-gleses y dos oficiales haban perecido durante la marcha. "No lo niego", exclam6 Roock "pero tam-bin es cierto que merecieron su suerte, pues esos hombres eran los de peor conducta en mi cuerpo, y ste ha ganado con su muerte". La conformidad del

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  • CAYO LEONIDAS PE:f'l'UELA: BOYACA

    jefe ingls hizo sonrer al presidente, mas no as al sempiterno regan de Anzotegui." (1).

    Este mismo da por la noche ensay el Libertador sacar a los realistas de las ventajosas posiciones que ocupaban, y con este intento orden que San-tander, con uno de sus batallones y un escuadrn que llevaba a Juan Carvajal por cabeza, se dirigiera durante la noche hacia el camino viejo que va de Duitama a Paipa, y volviendo sobre la izquierda acometiera a los que estaban en Boncita; pero su-cedi que la noche se puso sumamente oscura y co-menz a caer lluvia copiossima que dur hasta el amanecer, por lo que los mismos prcticos que lle-vaban, Ventura Nio y Cruz Ballesteros, mayordo-mos en el marquesado, se perdieron y tuvieron que volverse sin resultado alguno.

    Aconteci el 23 un incidente que desazon mucho a Bolvar; el seor Francisco Angarita le envi como obsequio al Libertador dos hermosos potros, con la advertencia de que estaban sin amansar; pe-ro, a pesar de esto, el coronel Nonato Prez mont en uno de ellos, el que al encabritarse revent las rien-das y dando terribles corcovos se dirigi a la lnea enemiga; un edecn y otros soldados que estaban bien montados corrieron en su alcance y lo devolvie-ron. El fuerte sacudimiento alter de modo alarman-

    (1) O'Leary. "Narraciones", tomo 1, pAgina 569.

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  • TO BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA

    te la salud del jefe llanero, por lo que Bolvar, que es-timaba en lo valan sus extraordinarios servicios anteriores, pensando que con volverlo a clima tem-plado recobrara aliento y robustez, lo envi para Soat con el capitn Jos Bolvar. All acab sus das, a pesar de los cuidados que se le prodigaron, el 19 de septiembre siguiente (1). Lo asisti como mdico el facultativo espaol Mateo Cordero, el que, temiendo algn desmn, puso pies en polvorosa ca-mino de Pamplona; pero el capitn, creyendo en un mal proceder del infeliz esculapio, sali en su per-secucin, y al darle alcance en el Pie de la Cuesta, antes de llegar a Capitanejo, lo ultim a lanzadas.

    Probablemente sera este mismo da o el 24 cuan-do ocurri lo que cuenta Jos Mara Espinosa ya al final de sus M emo1-ias de un abanderado:

    "Estando yo retratando al general Rondn (2), l me diverta refirindome algo de sus campaas. " Qu le parece a usted, -me dijo un da- ha-bindose acampado el general Barreiro, espaol, al frente del Pantano de Vargas, se acercaron a nues-

    (1) H aqu el acta de defuncin: "En Suat a veinte de setiembre de mil ochocientos diez y nueve: sepult al cadver del ciudadano coronel Ramn Nonato Prez, marido de la ciudadana Trinidad Luque. Se le administraron los sacramen-tos. Doy fe. Juan Bautista Blanco" .-Rubricado.-Copia fiel que tommos persona1ment~.

    (2) No alcanz a tal grado.

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  • CAYO LEONIDAS PE~UELA: BOYA CA 71

    tro campo dos hsares de Fernando VII, segura-mente con nimo de desafiar a dos de los nustros. Venan en magnficos caballos y muy bien unifor-mados, con una chaqueta verde guarnecida de pie-les, colgada sobre el hombro izquierdo; tenan espa-da, carabina, un par de pistolas, cantimplora, etc. Nosotros estbamos vindolos hacer morisquetas, cuando se me present un zambito de la caballera de Bajo Apure, y me dijo: "Mi gener, me da per-miso de espant aquellos dos goos?" Y t solo? "S, seo"-me contest el zambito, que estaba medio desnudo, con su lanza, montado en pelo en un caballito que manejaba con una jetera; se pre-cipit sobre los dos espaoles, y cuando se acerc le hicieron tiros de pistola y carabina, pero por for-tuna no fue grave la herida hecha al caballo; en-tonces lance a uno de los dos godos, y el otro sali corriendo, y la cantimplora volaba por la precipita-cin con que iba; pero no obstante esta ligereza fue alcanzado por el nustro, y corri la misma suerte del primero. El zambo fue aplaudido por todo nues-tro campo, adonde volvi con un caballo de cabestro, y yo le dije: "j Te has lucido!" A lo que me contes-t: "Eso no es naa, mi gener."

    Uno de estos das, despus de que el realista ca-pitn Bedoya anduvo inspeccionando la lnea espa-ola y tomando informes, volviendo a Paipa, en-contr un grupo numeroso de oficiales y soldados

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  • BmLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA

    en la plaza, y les dijo con mucho desenfado: "Mis amigos, hay que apretar mucho la mueca contra estos insurgentes, porque ah estn con Bolvar lan-zas tan bravas como las de Rondn, MelIao, Car-vajal, Infante, los Gutirrez y otros cortados por esa medida." El coronel Jimnez llam aparte a Bedoya y, sin duda le insinuara la inconveniencia de tales manifestaciones, porque le contest en voz que oye-ron todos: ' "Pues, coronel, lo que han de saber lu-go en el campo de batalla, que lo sepan de una vez". y se fue a desmontar.

    Algo de lo que pas en esta ocasin encontramos en el siguiente parte de Barreiro a Smano, fechado en Boncita el 21 de julio:

    "La noche de ayer tomaron posicin los enemigos en la casa llamada la Despensa de Bonza, cercada de un muro y zanja y rodeada de pantanos, siendo, de consiguiente, de muy difcil acceso; por esta cau-sa lugo de hacer reconocimientos de dicho punto, dispuse permaneciesen las tropas en sus anteriores posiciones. En ellas hemos estado todo el da, sin lograr que los enemigos se moviesen, aun cuando he intentado comprometerlos por medio de algunas guerrillas que