bolivian studies journal/revistae. volumen 5, issue 1
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Bolivian Studies Journal/RevistaE. Volumen 5, Issue 1 (March), 2005 Indice de Contenido ✍ Raúl Prada Alcoreza (UMSA, COMUNA) [18 páginas] ✍ Víctor Montoya [6 páginas) ✍ Javier Claure Covarrubias [6 páginas] ✍ Trifonio Delgado Gonzales (1910-1977) [ 4 páginas] ✎ En Breve: Josefa Salmón, Nicholas Robins, Olivia Harris, Marilee S. Grindle y Pilar Domingo, T’inkazos, Estudios Bolivianos 12. Editorial La presente edición corresponde al primer semestre del año 2005. En esta ocasión recordamos a Blanca Wietüchter nacida en 1947, poeta, ensayista, lectora, maestra, amiga y humana. Sus restos, como un poema, se hicieron uno en la persistente serenidad altoandina. Queda ella en nuestra memoria, reflejada en el verdadero espejo que constituye el inmenso lago sereno:
“Vuelo sobre la roca solidaria peregrina paloma, ala de nieve
como divina hostia, ala tan leve como un copo de nieve; ala divina
copo de nieve, lirio, hostia, neblina, peregrina paloma imaginaria.”
(BW, El General o Así Será, 1991) Si Jaime Saenz dijo—en su célebre novela “Felipe Delgado”—que “El ángel también sabe mentir”, los acontecimientos bolivianos del primer trimestre del 2005 parecieran traducir las tensiones traslapadas de los clásicos mundos bolivianos que se problematizan en el abigarramiento zavaletiano. Luego, el ángel al que se refiere Saenz podría ser el Angel de la Historia, de Walter Benjamin, ese ángel de una acuarela de Paul Klee, que pareciera volar hacia un futuro, en vez de allegarse al ‘anuncio’ de un álgido y conflictivo presente—de ése Angelus Novus dijo Michael Taussig ser “la imagen de la imagen dialéctica”. Naturalmente, el desafío ahora consiste en re-pensar la nación, una Bolivia que profundiza su capacidad de democratizarse, en vez de colapsar ante la aberrante imposición de las dinámicas atraídas por el fenómeno de la globalización que
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empequeñece al Estado, recomponiendo a sus movimientos sociales que perciben la búsqueda de alternativas (sobretodo a nivel de los acuerdos económicos inernacionales) para supervivir en dignidad. En momentos tensos, ante la inmutable presencia de movimientos sociales militantes—esas tangibles expresiones de la ‘globalización desde abajo’—, se ha invocado incluso la anacronía de retomar la ley del abyecto autoritarismo, y la arbitrariedad con que suele éste acompañarse, como única forma de gobernar. Dijo alguien peligrosamente algo así como que: “Mesa se ha olvidado que tiene todo el derecho de imponerse o usar la fuerza”. Ese relapso deshumanizado, por su inhabilidad de reconocer la protesta social como un índice del descontento, pareciera incubado aún en 1971. La inédita actitud del Presidente Mesa, aquella de optar “por no sumar otro legado de muertes bajo su administración” caracteriza una nueva opción de la política nacional que impugna a los movimientos sociales y la sociedad civil, convocando al diálogo que es una refrescante señal por demás madura de parte del gobierno que Mesa representa. Se diría que, para gobernar Bolivia, no siempre es necesario el autoritarismo dictatorial sino la calidad transparente del debate y la reafirmación del contrato social. Esa transparencia y esa reafirmación del contrato social no sólo es prerogativa del Presidente Mesa sino también de los movimientos sociales y la sociedad civil que se inspiran en el concepto de la democracia. Sin ser alarmistas, vistas las movilizaciones nacionales desde un ángulo internacional, es importante recordar que, de acuerdo a recientes informes de la ONU, la población latinoamericana económicamente pobre subió de 200 millones que fueron en 1990, a 221 millones para el 2002. Naturalmente, Bolivia, debe verse en esas cifras también. En tiempos de globalización, cuando el Estado se ha reducido en su rol regulatorio, y en el que los ‘business’ y los ‘managers’ son los que tienen la sartén por el mango—respaldados ampliamente por las recomendaciones neoliberales del momento—los movimientos sociales descentralizados parecieran enfatizar la ausencia de necesarias respuestas a la dinámica exclusionaria que genera el modelo económico en boga. Y todo ¿por qué? Porque Bolivia es señalada como la poseedora que tiene vasta importancia en el mercado mundial del gas junto a emergentes proveedores como Trinidad y Tobago, Brazil, Venezuela, México y hasta Cuba. Si se da cuenta lector o lectora, todos estos lugares se hallan en la América Latina y el Caribe. La región se clasifica como ‘segunda’ en reservas petroleras después del Medio Oriente; ó la ‘tercera’ región más importante en producción de hidrocarburos después del Medio Oriente y Eurasia. Hé ahí la maldición, el meollo. A un nivel más pedestre, el modelo neoliberal facilita, y endosa, la construcción de espacios ‘maquilizantes’ —que en Bolivia se podría decir la ‘Iberkleidización’ textilera, o la ‘bracamontización’ de la orfebrería—con la agravante de que no se puede maquilizar toda Bolivia sin que la memoria popular de sus habitantes retrotraíga los grandes momentos acumulativos de su propia historia de lucha por la dignidad y la soberanía. En otras palabras, los movimientos sociales saben que pueden hacer valer derechos devengados, quizá privilegiando la gobernabilidad en el parlamento nacional que—a la
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distancia—parece indolente, catatónico e inerte representante de los deseos frustrados, y no propiamente traducidos, de esa sociedad civil. Con los artículos escogidos esta edición desea ilustrar la forma en que los colaboradores de este volumen piensan el caso boliviano. Raúl Prada Alcoreza (UMSA, COMUNA) contextualiza en su ensayo “La Batalla del Agua en El Alto y el conflicto de los carburantes en Santa Cruz” desde un ángulo de la economía politica y las teorías de los movimientos sociales. Los enmarca en el contexto de los acontecimientos nacionales debatiendo una hipótesis del secesionismo o autonomismo departamental. Luego, ofrecemos dos textos de dos bolivianos diaspóricos que habitan el espacio nacional desde la distancia. Uno, es un homenaje al folklorólogo popular recientemente fallecido don Antonio Paredes Candia escrito por Victor Montoya—dilecto suyo—y, una entrevista con el mismo Montoya realizado por Javier Claure Covarrubias. Finalmente una nota autobiográfica que puede leerse —en el contexto de la Guerra del Gas—como una póstuma contribución de Trifonio Delgado Gonzáles, para la Historia de la Guerra del Chaco, esa guerra en la que murieron alrededor de cincuenta mil soldados bolivianos. ¿No fue aquélla una guerra acaso incitada por el petróleo? ❋ Guillermo Delgado P. ([email protected]) Departmento de Estudios Latinoamericanos Universidad de California, Santa Cruz.
ENSAYO: Horizontes del Conflicto Social La “Batalla del Agua” en El Alto y el conflicto de los carburantes en
Santa Cruz
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✍ Raúl Prada Alcoreza
Integrante de COMUNA; Profesor de la UMSA (La Paz) Director del Doctorado en Epistemología, PIEB. Autor de varios artículos y textos, entre ellos Territorialidad. (Mythos, Punto Cero 1996).
Indice de contenido
Introducción: conflictos sociales bolivianos pag 1
1. Configuración del conflicto social: otra evaluación pag 4
2. Un caso de neoregionalismo: la lucha por las autonomías pag 8
3. La historia como futuro pag 10
4. Régimen autonómico y régimen federal pag 13
A modo de conclusión pag 16
Introducción: conflictos sociales bolivianos: evaluación
El tránsito del año 2004 al 2005 fue inaugurado con el llamado gazolinazo, que también
puede ser nombrado dieselazo, pues los precios de la gasolina y del diesel subieron
aproximadamente entre un 23% y 25%, de acuerdo a la decisión gubernamental. Según el
gobierno se trata de cubrir el déficit fiscal. En la gestión del 2005 esperan recaudar unos
100 millones de dólares como consecuencia de la subida de precios de los carburantes.
También argumentan los funcionarios que el Estado no podía seguir subvencionando el
precio de la gasolina y del diesel, que esta subvención deriva necesariamente en
contrabando. Los primeros sectores en reaccionar ante la medida fueron los transportistas
y la COB. Los chóferes optaron por dos medidas diferentes y hasta contradictorias. Unos
participando en un paro de 24 horas, que, en principio, se anunció como el comienzo de
un paro escalonado, que podía evolucionar hasta el paro indefinido. Otros prefirieron
precipitarse al alza de las tarifas del transporte. Esta división de los transportistas, además
de su aislamiento del resto de los sectores sociales afectados, las juntas vecinales y el
proletariado, limitó el paro abruptamente a las 24 horas. Después entraron en pugnas
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internas, así como también en contienda con las juntas de vecinos. La COB declaró estar
en profundo desacuerdo con la subida de las tarifas del transporte, que no podía aceptarse
ni la medida de la subida de los precios de los carburantes, como tampoco la subida de las
tarifas del transporte. En contraposición de las disposiciones gubernamentales, de lo que
se trata es de apostar por medidas radicales para revertir el decreto del gobierno.
En este contexto, de anuncios de estallidos sociales, el Comité Cívico de Santa Cruz
emitió también medidas de rechazo. Como requisito indispensable se exige revertir las
disposiciones del gobierno en relación al alza de los carburantes. En esta coyuntura,
matizada por la trabazón política en curso, al calor del desarrollo de los eventos, la
beligerancia de dicotómicos sectores sociales se apresuró en pedir la renuncia del
Presidente de la República Carlos Mesa Gisbert. Lo paradójico de esta coincidencia viene
dibujado por simultaneidad y la analogía de las respuestas de distintos bandos y estratos,
que en la ubicación del campo social son hasta antagónicos. No identifiquemos a estos
actores con la acostumbrada referencia de la distribución política y clasista ente
izquierdas y derechas, desplegadas en el mapa político boliviano, pues en muchos casos,
ambos comportamientos se aproximan más a ser interpretados como conservadores,
dependiendo del contexto específico donde se desenvuelven. Tenemos por un lado—por
el lado de las organizaciones sociales—a la COB y a la CSUTCB, y, por otro lado—por
el lado de las oligarquías regionales, particularmente la de Santa Cruz de la Sierra—al
Comité Cívico, que cuenta, en el presente conflicto, con el apoyo o la connivencia de
sectores populares, como los de la COD y la Junta de Vecinos de la Ciudad de Santa
Cruz, Las dirigencias de Solares, Quispe y Antelo coinciden en exigir la renuncia del
presidente como solución a la crisis.
La descripción de la coyuntura quedaría suelta y hasta quizás débil sino se incorpora al
análisis, en este mapa de fuerzas sociales, a la huelga indefinida de la Junta de Vecinos de
la Ciudad de El Alto. La FEJUVE decidió en un ampliado la extrema medida; como
demanda prioritaria se exige al gobierno la anulación del contrato con la trasnacional
Aguas del Illimani. Aunque los alteños se oponen a la subida de los precios de la gasolina
y el diesel, así también a la subida de las tarifas del transporte, el conflicto más sentido en
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El Alto es el relativo a su contraposición a la gestión de la trasnacional Aguas del
Illimani. La geografía del conflicto esta vez abraza a todo el eje central, La Paz, El Alto,
Cochabamba y Santa Cruz, sumándose a este eje del conflicto las ciudades del sur, Sucre,
Tarija, Potosí y Oruro. En la mayoría de los casos el tema es el gasolinazo, a excepción
de El Alto, donde cambia el tópico de la lucha; la preocupación principal es aquí la
expulsión de la trasnacional del agua. Teniendo en cuenta este panorama, haciendo una
primera comparación, podemos ver, que mientras el conflicto con el gobierno por el
gasolinazo adquiere cierto carácter expansivo, el conflicto respecto a Aguas del Illimani
adquiere un mayor nivel de intensidad, de fuerza, y de compacidad en la lucha.
El conflicto con Aguas del Illimani terminó en la recesión del contrato. La victoria de la
Junta de Vecinos de la Ciudad del Alto culminó con una marcha a la sede de gobierno.
En la Plaza San Francisco, desde el balcón de la sede de la Federación de Fabriles, el
máximo dirigente vecinal Abel Madani ponderó la unidad y la cohesión de la Junta de
Vecinos, valorizó la victoria contra la trasnacional del agua, y al mismo tiempo anunció
otras reivindicaciones alteñas, como la salida de empresa privada de distribución de
electricidad ELECTROPAZ, además de manifestar su contrariedad a la medida del alza
de los carburantes. Otra marcha posterior, días después, el 17 de enero, pidió también la
nacionalización de los hidrocarburos. Justo el día que la CSUTCB había anunciado el
inicio de bloqueo de caminos en contra del gasolinaza, además de recordar que son varios
los acuerdos incumplidos por este gobierno y el anterior para con el sector campesino. El
bloque de caminos no se cumplió, tal como era esperado por la dirigencia campesina. Se
puede decir, que después de la solución del problema de Aguas del Illimani, los intentos
de movilización campesina quedan debilitados, sin convocatoria y un tanto anacrónicos
en relación a la marcha de los hechos.
Algo parecido podemos decir con lo que sucede en el conflicto del oriente. Después del
desenlace de la querella alteña, la movilización cruceña queda aislada y, en principio,
como dividida en sus distintos sectores, en su diversa composición, que incluso anida
contradictorios intereses. Sin embargo, hay que anotar que, en la medida que no logra
solucionarse el conflicto de los carburantes, a pesar de los esfuerzos del gobierno, la
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cohesión y la intensidad de la contienda en Santa Cruz crece rápidamente. Se toman
edificios públicos, como las subprefecturas y las oficinas de recaudación de impuestos.
Se bloquea la carretera que conecta la ciudad con el aeropuerto de Viru Viru, se realizan
marchas, que cada vez son más numerosas. Las últimas marchas vienen encabezadas por
la COD. Hecho que muestra la ampliación del conflicto y la extensión de niveles de
participación. Todo esto viene acompañado por una huelga de hambre del Comité Cívico.
El conflicto en Santa cruz ya es popular. Teniendo en cuenta los primeros desenlaces de
la coyuntura, podemos animarnos a lanzar una primera conclusión. Una primera
evaluación puede expresarse del modo siguiente: Los conflictos sociales no prosperan del
todo si no logran su conexión, su articulación y su simultaneidad, compatibilizando sus
demandas. El desarrollo de la expansión del conflicto no termina de desplegarse
completamente si es que no logra niveles de intensidad lograda por la experiencia, la
convocatoria y la cohesión de las organizaciones participantes.
1. Configuración del conflicto social: otra evaluación
Ahora bien, la configuración del conflicto social, que da comienzo al nuevo año, 2005,
conlleva tanto una dispersión de las organizaciones, los actores y los sectores
movilizados. Aunque está claro que lo que acontece en occidente es diferente de lo que
acontece en oriente; esto no quiere decir para nada que no tengan ambos epicentros
analogías y concomitancias respecto a algunos aspectos cruciales del conflicto. Es
evidente también que los distintos sectores sociales comparten su oposición a la medida
del gasolinazo, exigen, incluso, casi todos, a diferencia de la FEJUVE de El Alto, la
reversión de la medida. No quepa duda que se trata de una medida antipopular, medida
que afecta el poder adquisitivo de los trabajadores, de los usuarios y de los transportistas.
Medida que conlleva el peligro de desatar efectos multiplicadores en el incremento de los
precios de la canasta familiar. Esta quizás es la razón por la que las clases dominantes del
oriente, organizadas en la CAO, la CAINCO, aglutinadas en el Comité Cívico pro Santa
Cruz, vanguardicen la movilización que tiende a generalizarse, por lo menos en la ciudad
de Santa Cruz, movilización que incluye a sectores populares, como el relativo a los
trabajadores, a las juntas de vecinos, a los gremialistas, a los universitarios, incluso
incorporándose en esta movilización a los mismos transportistas.
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Se puede suponer que este populismo de las organizaciones empresariales sea coyuntural
y de ningún modo estratégico, que su desacuerdo con el alza de los carburantes se
combine y se deba a su interés mayúsculo por la autonomía departamental. Puede haber
otros móviles no necesariamente explícitos, en el contexto del rechazo al alza de los
carburantes y en el horizonte del pedido de autonomía, como los relativos a una
conspiración oligárquica contra la presidencia de la república y el gobierno de transición,
sin embargo, jugar a estas hipótesis es caer en la especulación. Desde la perspectiva de la
política, lo que se hace visible existe como hecho o acontecimiento, en tanto lo que no se
visibiliza permanece oculto. Situación que no nos asegura la viabilidad de esta
posibilidad. Lo que interesa analizar es la inclinación de las tendencias de los procesos en
ciernes, en el espesor histórico de la coyuntura.
De manera sintomática el pedido de autonomía, acompasado por el discurso de la Nación
Camba, aparece correlativamente al preludio del desenlace de la guerra del gas, en los
umbrales de septiembre-octubre del 2003. La oligarquía cruceña no había sido tan
acuciosa en el tema como en el proceso de transición, después de la sustitución
constitucional. Ni siquiera hizo sentir su viejo proyecto federal, ni tampoco su proyecto
regional, cuando se aplico la Ley de Participación Popular, cuando se produjo una
restringida descentralización por la vía municipal. ¿Por qué lo hace ahora? ¿Por qué era
tan complaciente con los gobiernos del periodo neoliberal? En estas preguntas se
encuentra el secreto del comportamiento de las oligarquías regionales, particularmente la
cruceña, en la álgida coyuntura del proceso de transición, cuando las fuerzas concurrentes
se enfrentan para desencadenar el desenlace que persiguen, según la exigencia de sus
intereses.
En este marco, algunos comentarios, ligados a personeros del gobierno, han ventilado la
hipótesis de la conspiración contra la democracia. Es difícil caer en este eufemismo, que
circunscribe la democracia a la gestión de gobierno de Carlos Mesa. ¿Más allá y más acá
de esta gestión no hay democracia? Sin embargo, esta hipótesis matizada puede ser una
de las alternativas del análisis; no es del todo descartable, si consideramos que lo que
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aflige a la oligarquía oriental, en realidad burguesía nacional, es la tendencia de la
democracia plebeya. En todo caso lo que interesa en la descripción, interpretación y
análisis de los hechos no es tanto jugar con la hipótesis de la conspiración, sino más bien
trabajar con las tendencias inherentes al desarrollo de los eventos.
Las otras composiciones sociales del conflicto muestran también sus diferencias. El perfil
de la convocatoria de la COB es distinto al perfil de convocatoria de la FEJUVE de El
Alto. Lo mismo ocurre con el perfil de convocatoria de la CSUTCB de Felipe Quispe, en
comparación con la FEJUVE. Si comparamos el perfil de convocatoria de la CSUTCB y
la COB, vamos ver que son más bien parecidos. Estas organizaciones se encuentran en
los niveles más bajos de su convocatoria. Se puede decir que el paro de la COB fue un
fracaso, salvo por la marcha por las calles céntricas de La Paz. El llamado al bloqueo de
caminos no ha sido acatado por las bases indígena-campesinas, salvo lo que acontece en
los Yungas, a la altura de la población de Unduavi. Esta baja convocatoria se sucede
después de octubre como un síntoma condenatorio. Incluso antes de los desenlaces de
octubre del 2003, desde los márgenes de febrero del 2003, hasta se puede decir, desde
después de la elecciones nacionales del 2002, la CSUTCB entró en crisis, no sólo por la
división del MIP, sino también por la propia división de la CSUTCB. A los anteriores
factores de merma y debilitamiento se suma el paulatino descrédito de su dirigencia en
las comunidades.
En lo que respecta a la entidad matriz de los trabajadores, la COB venía arrastrando su
propia crisis desde la derrota de la Marcha por la Vida. Esto se hace crónico a lo largo de
los años del periodo neoliberal, incluso es notoria su debilidad a lo largo de las luchas
sociales de los últimos años, desde la Guerra del Agua a la Guerra del Gas (2000-2003).
Cuando se desata el conflicto social de septiembre del 2003 y se extiende a octubre, la
COB se monta al caballo desbocado de la rebelión social. Estas circunstancias hacen
aparecer que la COB habría vuelto a los mejores momentos de su convocatoria en la
historia de las luchas sociales. Esto no fue más que una ilusión. Sin embargo, se puede
aceptar que en parte esta convocatoria aparente, inflada por el conflicto de octubre, tuvo
sus condiciones materiales entre los mineros, pues los cooperativistas mineros,
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comenzaron a participar activamente después de febrero del 2003, con sus propios
planteamientos, relativos a la reactivación de COMIBOL. Los mineros volvieron a
reaparecer en octubre del 2003. Esta presencia enriqueció a la insurrección pacífica de la
urbe alteña, convergente con las marchas y bloqueos campesinos y de cocaleros
yungueños. Estos perfiles de baja convocatoria son parecidos, aunque no habría que
confundir la coincidencia con la equivalencia. La crisis de la COB es distinta a la crisis
de la CSUTCB.
Casi todas las juntas de vecinos de las ciudades capitales departamentales salieron a la
palestra a protestar contra la medida del gasolinazo, pero lo hicieron de distintas maneras
y con diferente capacidad de cohesión y de organización. Sobresale la diferencia si
comparamos la convocatoria y el nivel de lucha de estas juntas de vecinos con la
FEJUVE alteña. Las otras juntas de vecinos todavía tienen que ganarse la confianza, el
crédito y la participación de sus vecinos y sus barrios. En lo que respecta al sector de los
transportistas, como habíamos dicho anteriormente, la división llegó al río de los
chóferes. Su crisis se manifestó patentemente en la disputa entre la Confederación
Nacional y la Federación Departamental de La Paz. El punto del conflicto es que la
Confederación cedió el pedido de clausura de los mayoristas, aparentemente caro para los
transportistas, a cambio de un traspaso de fondos para el seguro de sus afiliados. Esta
actitud es vista como deserción por los otros sectores sociales involucrados en el
conflicto de los carburantes. Los transportistas resolvieron sectorialmente su problema,
haciendo un arreglo aparte, sin la alianza necesaria con los otros sectores.
Una segunda evaluación del conflicto desatado nos enseña que en una contienda social
coyuntural, que aunque reúna a distintos sectores sociales afectados, la perdurabilidad de
las movilizaciones depende del valor que le asignan los sectores al objeto de sus
demandas, las expectativas que tienen en el horizonte de la crisis y la ponderación que
hagan de las posibilidades de arreglo sectorial. En el conflicto de los carburantes y
también del agua, dos sectores terminaron arreglando su pleito con el gobierno, los
transportistas y la FEJUVE de El Alto. Sin embargo, ambos acuerdos no son
comparables, pues uno tiene que ver con el tema de los carburantes y el otro con el tema
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del agua, tampoco son comparables debido a la diferencia del carácter de su estructura
organizativa, al significado de su organización para sus bases, así como por los marcos
normativos en los que se desenvuelven. La junta de vecinos corresponde a una
organización territorial, en cambio la Confederación de Transportistas aglutina tanto a un
sector empresarial, así como a otro de carácter sindical en lo que respecta a la
dependencia salarial de sus afiliados. También son diferentes por su manera de
involucrarse en las luchas sociales, sobre todo las contemporáneas. El perfil más
elaborado de las juntas de vecinos se logró en la guerra del agua y en la guerra del gas,
cuando los vecinos y los barrios se vieron inmediatamente involucrados en las luchas
sociales. Los procesos privatizadores de la globalización empujaron a contingentes
urbanos a la pauperización, envolviéndolos en procesos de proletarización generalizados,
afectando directamente sus intereses al afligir sus condiciones de reproducción social. La
privatización de los servicios derivó en el alza de las tarifas sin compensaciones en la
mejora de la calidad, extensión y beneficio mayor de los servicios. Las privatizaciones
empujan al ciudadano común, a las familias de los barrios humildes, a la experiencia
dramática de la contradicción con las lógicas monopólicas del capital.
2. Un caso de neoregionalismo: La lucha por las autonomías
No es desconocido por muchos que desde hace más de tres décadas las demandas
regionales configuraron, elucidaron, visibilizaron un problema por lo demás complejo, la
existencia y exigencia de la región. En la década de los setenta se efectuaron
investigaciones con el propósito de conocer, interpretar y explicarse la emergencia
regional. Algunas ONGs trabajaron el tema y se involucraron con proyectos regionales.
Tampoco es desconocido que las demandas del oriente boliviano se remontan a los
primeros años de la república, haciéndose patentes en distintos momentos de crisis y de
intensidad política. La participación del movimiento liderizado por Ibáñez cuando
concurrían los desenlaces de la Guerra Federal manifestó una demanda sentida por los
habitantes de las entonces lejanas tierras de los llanos. En la segunda década del siglo
XX, la figura regional volvió a ser politizada por un movimiento con características
federativas. Después de la Revolución Nacional (1952), a partir del quinto año de su
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proceso, un movimiento regional, liderizado por el Comité Cívico pro Santa Cruz, luchó
por el 11% de regalías petroleras para la región. Enfrentándose al entonces presidente de
la República Hernan Siles Suazo.
Cabe hacer notar que los contextos estructurales del Estado son diferentes cuando ocurre
el levantamiento de Ibáñez, que cuando se sucede la lucha por las regalías. Las
oligarquías occidentales de la minería de la plata y del estaño habían relegado
patéticamente a las regiones de los llanos, de la Amazonia y del Chaco. En tanto que los
gobiernos derivados de la Revolución Nacional se preocuparon por viabilizar el proyecto
de integración del oriente. Una masa de recursos, una significativa parte del excedente
minero y petrolero, fue desviado para atender la marcha al oriente, al desarrollo oriental,
a la interpretación de la reforma agraria en el oriente, que concebía esta reforma en
términos de la conversión de los terratenientes en empresarios. Todo esto tenía que ver
con el proyecto de consolidación de una burguesía nacional por parte de estos gobiernos
movimientistas. Si bien fracaso el proyecto de formar una burguesía nacional desde el
Estado, se conformo un sector agro industrial en el departamento de Santa Cruz, que con
los años fue fortaleciéndose y creciendo.
Las dictaduras militares también favorecieron a este sector, empero con el añadido de que
refeudalizaron el campo de los llanos y la Amazonia al entregar tierras a parientes y
amigos de los golpistas de turno. Rápidamente estos propietarios se convirtieron en
verdaderos latifundistas. A este fenómeno se añade la presencia de los madereros,
quienes comenzaron una explotación indiscriminada de los bosques, poniendo peligro la
biodiversidad y la sobrevivencia de las poblaciones nativas. La economía incipiente y
casi esclavista de las barracas ingresa patéticamente en este panorama. Así mismo la
intermitente próspera economía de la castaña forma parte del perfil de una economía que
se mueve con particularidades regionales. No vamos hablar aquí de las deformaciones
que provocó en la economía regional el blanqueo de dólares devenidos del narcotráfico,
pues de lo que interesa es obtener una fotografía de la estructura económica sin
interferencias.
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Durante el período neoliberal la fortaleza económica de los sectores empresariales se
tradujo en una abierta participación en la sucesión de los gobiernos de coalición. Como se
podrá ver estos sectores económicos se convirtieron en una burguesía nacional. Sin
embargo, se trata de una burguesía que no tiene conciencia nacional, que todavía se
mantiene en una especie de conciencia regional. Este desnivel entre participación en la
economía nacional y una conciencia regional provoca una crisis peculiar en la
subjetividad de esta oligarquía. A pesar de ser burguesía nacional no logran construir una
hegemonía nacional, por lo tanto no logran desarrollar un proyecto de Estado. Por eso
forman parte de la múltiple crisis de la república. La actual reivindicación de autonomía
regional emerge en otro contexto histórico, el creado por los movimientos sociales
durante el quinquenio de luchas sociales, desde la guerra del agua a la guerra del gas.
Hablamos de la transición política. ¿Cuál es valor de la reivindicación regional en este
contexto?
Es en este horizonte histórico y en este campo de fuerzas que debe ser interpretado el
reclamo de autonomía. Supongamos que se trata efectivamente de una transición hacia la
Asamblea Constituyente. Entonces las autonomías aparecen como una forma de Estado
posible, en el proceso constituyente de transformaciones histórico políticas. Una
propuesta digna de discutirse y consensuarse entre otras propuestas emergentes. Pero, qué
pasa cuando se decide, debido al desarrollo vertiginoso del conflicto, proclamar una
autonomía de facto. El sentido de autonomía adquiere otra tonalidad. ¿Es un gobierno
autónomo el que busca la oligarquía cruceña, un gobierno autónomo en un Estado
descentralizado por autonomías, donde las autonomías tienen sus competencias
delimitadas y el Estado tiene sus competencias estratégicas, por ejemplo el control sobre
los recursos naturales?
3. La historia como futuro
Tal parece que el sentido escondido, rumiado en la interioridad del alma, experimentado
en toda su ambigüedad figurativa, nos lleva al significado político del separatismo. Ya se
vivió esta triste experiencia con la guerra del Acre, cuando se perdió una rica región
amazónica en el ingente recurso de la goma. En esta guerra, los pocos defensores de la
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Amazonía del norte, fue un destacamento armado por un empresario de la goma, Nicolás
Suárez, y una columna del ejercito que llego diezmada, malograda, a pelear en un
territorio que ya estaba perdido. Quizás el separatismo no forme parte de un calculo
perverso, pero puede ser una consecuencia no deseada, que se desprenda del azar de los
hechos tumultuosos, generados por la aleatoriedad del conflicto. Con esto, se dice que,
estamos a un paso de una posibilidad dolorosa, una guerra de secesión.
¿Qué es un régimen autonómico? Es una forma descentralizada y desconcentrada del
Estado; esta forma descentralizada supone un nivel básico de organización y de
jurisdicción, la misma que se define como delimitación territorial autonómica. Las
autonomías pueden estar definidas por territorialidades culturales, vale decir por el
espacio de ocupación de las nacionalidades; este es el caso del modelo español, en su
contemporánea forma de Estado. Sin embargo, el régimen autonómico, no es un tema de
reciente data, pues forma parte del acervo histórico.
Durante las administraciones extraterritoriales de la corona española, en lo que respecta a
las jurisprudencias del Virreinato del Perú y del Virreinato de la Plata, fueron reconocidas
las autonomías indígenas como parte de la composición del régimen colonial. Estas
autonomías indígenas prácticamente desaparecen con la llegada de la República, después
de la guerra de la independencia. Ciertamente hay diferencias estructurales entre las
formas de autonomía en un contexto colonial y en un contexto liberal moderno. En un
caso se trata del reconocimiento de las autoridades originarias, los caciques, como
mediadores entre la administración colonial y los pueblos indígenas. Esto sobre todo en
lo que respecta al flujo del tributo indigenal y a la mita minera. En el otro caso se trata de
la distribución administrativa y política del ejercicio democrático, del ejercicio de la
soberanía, en el mapa de las gestiones territoriales. Hasta aquí esta claro que se trata de
territorialidades culturales, que comparten lengua, memoria, valores y símbolos en los
que los sujetos se reconocen como identidades colectivas. ¿La pregunta es: Pueden darse
autonomías que no se desprendan de la autodeterminación de las nacionalidades?
Debemos aclarar que para nada nos referimos al ejemplo de autonomías institucionales,
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como las relativas a la autonomía universitaria. No sirven estos ejemplos a nuestra
discusión. Estamos hablando de autonomías políticas, relativas a las formas de Estado.
Aceptemos como hipótesis teórica que pueden concebirse otras formas de autonomía,
cuya delimitación territorial venga definida por otros códigos y otras formas de
ocupación, que no sean las culturales. Tomemos como referencia a una supuesta
autonomía regional. En este caso, el plantear la posibilidad de una autonomía regional,
nos lleva directamente a problemas de concepción, aunque también de ejecución. Un
primer problema tiene que ver con la delimitación: ¿Cuándo hablamos de región de que
hablamos? Por ejemplo, no se puede circunscribir las fronteras regionales a los límites
departamentales, pues un departamento contiene mas bien distintas regiones, que,
incluso, pueden atravesar los propios límites departamentales. Un segundo problema
tiene que ver con la condición de posibilidad política. Al respecto, sin entrar todavía a
discutir la confusión difundida entre geografía política y geografía ecológica, entre una
cartografía departamental y una cartografía regional, debemos detenernos en la siguiente
pregunta: ¿Cuál es la estructura de poder que puede sostener una autonomía regional?
¿Cuál es la estructura social y la estructura económica que puede sostener una autonomía
regional, entendida como espacio ecológico o espacio geográfico? ¿No ocurre más bien
que el modo de producción, la expansión del mercado interno y la historia política
definen otros espaciamientos, que no son ni ecológicos ni geográficos? Este problema
parece resolverse cuando se tiene como referencia autonómica a las nacionalidades. Se
trata de sociedades identificadas por su historia cultural.
Se entiende entonces cómo puede surgir un gobierno y un parlamento autonómico,
basados en sus regimenes de signos, acompañados de los sistemas de gestión
administrativa correspondientes a los regímenes de recursos naturales. Hablamos de la
participación en la composición del Estado, con el resto de las autonomías, en el régimen
de los recursos naturales, en el régimen del agua, en el régimen de tierras, y otros
regimenes definidos de acuerdo al objeto de la administración. Estos regímenes tienen
que ver con las relaciones transversales que se tiene con el Estado y las relaciones
horizontales que se tiene con las otras autonomías componentes del Estado. En el caso de
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la región no se ve muy bien donde se encuentra la formación social que hace de substrato
histórico a la arquitectura política.
Más problemático se vuelve todo esto si la región se concibe como departamento, en los
términos de una cartografía política, cosa que no es correcto hacer, pues la región
responde a un corte metodológico y el departamento a un corte político. Sin embargo,
bajo el supuesto caso que se haga valer la geografía departamental, la elección del
gobierno departamental se basa en las condiciones de posibilidad de una
descentralización administrativa y política. La sociedad departamental es más bien un
fragmento de la formación social nacional. En términos de viabilizar un proyecto
operativo y aplicable, cuando partimos del departamento, sus posibilidades políticas se
encuentran en la descentralización administrativa y política.
Siguiendo con la reflexión sobre las formas de Estado posibles, una situación diferente se
plantea cuando se trata de la forma federal. Históricamente la forma federal supone
estados más o menos formados con anterioridad. Un ejemplo clásico a este propósito es
la conformación de Estados Unidos de Norte América. Aunque también, algo parecido,
conservando las diferencias histórica pasa con los Estados Unidos de México y los
estados unidos del Brasil. En cambio el caso argentino es distinto; en este caso, las
provincias funcionan como si fuesen estados. Corresponden a la delimitación geográfica
de los gobiernos federales. Entonces hablamos de Argentina como Estado Federal, no a
partir de sus estados sino mas bien de sus provincias. La razón de esta forma de Estado
hay que buscarla en la Guerra Federal, guerra desencadenada entre las provincias del
interior y la provincia de Buenos Aires. Se trata de la guerra gaucha contra el
centralismo porteño. Teniendo en cuenta estos ejemplos, otra posible salida al problema
de una autonomía departamental puede parecerse al desarrollo del caso argentino.
Tanto los gobiernos autonómicos y los gobiernos federales tienen sus competencias y sus
límites, dejando al Estado nacional la potestad de los tópicos estratégico, entre ellos la
potestad sobre los recursos naturales. El régimen autonómico no quiere decir que la
autonomía se mueve al mismo nivel que el Estado, que tiene las mismas competencias y
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atributos. Tampoco los estados federales se encuentran en el mismo nivel que el Estado
nacional. La autonomía y la federación forman parte del Estado o autonómico o federal,
forman parte de su composición jurídico, política e institucional. El Estado nacional es la
unidad o de las autonomías o de las federaciones. El Estado nacional tiene competencias
y atributos que exceden a las competencias y atributos de las autonomías o de las
federaciones.
4. Régimen autonómico y régimen federal
La diferencia entre el régimen autonómico y el régimen federal radica en que el primero
responde a una distribución interna y a una unidad dada, en tanto que el segundo
responde a una distribución dada y a una unidad externa. Los niveles de independencia
del régimen autonómico y del régimen federal varían de acuerdo a su conformación
histórica concreta. Ambos son formas liberales del Estado. En contraste se han dado
otras formas de Estado, que si bien no son liberales, pero si son democráticas; es mas, se
configuran extendiendo, intensificando y radicalizando la democracia. Este es el caso de
la República Social. También entra dentro esta caracterización los estados que se
conciben como transición al socialismo. De alguna manera se puede decir que el Estado
de Bienestar era una combinación entre la forma liberal y la forma democrática. Cuando
esporádicamente se logro convocar a una República Indígena, en momentos de guerra,
beligerancia y crisis, aunque el imaginario nativo la conciba como un retorno a la matriz
originaria, en realidad se conforma en combinación con formas y estructuras
democráticas. Como se podrá ver son distintas las formas de Estado que deben
proponerse en la Asamblea Constituyente.
A estas alturas una pregunta es pertinente: ¿Cuál es la forma de Estado que se adecua a la
situación de crisis de la formación social boliviana? Pregunta difícil de responder, que no
puede ser resuelta en el marco de las reformas o las reestructuraciones institucionales,
sino en el terreno de la historia efectiva. En todo caso, se puede decir que, de alguna
manera, se da lugar a una correspondencia entre las condiciones de posibilidad históricas
y la forma de Estado. ¿Cuáles entonces son las posibilidades históricas de la formación
social boliviana en cuanto a la forma Estado? Hay que meditar e investigar mucho sobre
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esto. Empero podemos partir de un esquematismo leninista: La política es economía
concentrada. También podemos comenzar por una metáfora: La superestructura
política se encuentra condicionada por la estructura productiva, configurada
históricamente. ¿Cuáles son las estructuras sociales, económicas y culturales de la
formación social boliviana? ¿Hay una diferencia abismal entre oriente y occidente, fuera
de las ecológicas, geográficas y las relativas a las costumbres? ¿La mayor densidad de la
población nativa en occidente, lo convierte en radicalmente diferente al oriente?
Si observamos el mapa demográfico y etnodemográfico del país, vemos que la
composición tiende a repetirse, mediante sus mezclas características, aunque lo hace
combinando diferentes tonalidades cualitativas. Esto ocurre sobre todo en el eje troncal,
La Paz, Cochabamba y Santa Cruz. Particularmente en sus ciudades capitales. Las
diferencias se hacen sentir en el área rural. Aquí encontramos diferencias notorias en la
composición social. Sin embargo, no hay que olvidar que desde la marcha al oriente hasta
la fecha, las migraciones planificadas y espontáneas han distribuido asentamientos collas
en zonas de colonización, sobre todo en el noroeste del departamento de Santa Cruz. Las
carreteras y el flujo demográfico han contribuido al establecimiento de nuevos
asentamientos, dando lugar a mezclas, entrelazamientos sociales e interculturales. La
ciudad de Santa Cruz de la Sierra se ha convertido en una metrópoli popular; esto sobre
todo debido al aporte migratorio. Más del sesenta por ciento de la estructura demográfica
de la ciudad oriental tiene que ver con el crecimiento social, es decir con el aporte
migratorio. En estas condiciones, ¿de qué composición social hablamos y, por lo tanto, de
qué correspondencias posibles con la superestructura de la forma Estado discutimos?
Para responder esta pregunta debemos resolver antes un problema mayúsculo, de
raigambre genealógica: ¿Se constituye el Estado moderno en la periferia del capitalismo
o se trata mas bien de dispositivos de dominación anclados en tierras ‘bárbaras’? En otras
palabras, lo que se pone en cuestión es la historia del Estado en la periferia, cuando de lo
que se trata es sacar a luz la historia de la colonización y la genealogía de la dependencia
en el entorno del sistema-mundo capitalista.
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¿Qué es lo que está en el fondo de la lucha por las autonomías? No hay que dar vueltas
mucho sobre este asunto, se trata del control de los recursos naturales, particularmente
de los recursos hidrocarburíferos. Esta lucha por las autonomías no es regional sino
mundial. Cae en el espacio de gravitación de las redes de relaciones clientelares y
circuitos de influencias, que tejen las trasnacionales en los países nativos donde afincan
sus inversiones y su maquinaria de explotación. Todo esto ocurre en el ambiente de
confrontaciones en el que se ven involucradas las trasnacionales, enfrentadas por los
movimientos sociales, que se oponen a la ocupación neocolonial de los recursos
naturales. Esta atmósfera candente es atemperada por el gobierno, que se inclina a
favorecer los intereses del capital global, siguiendo el croquis de sumisión, en marco
dependiente del Estado subalterno.
Sorprende que, en la marcha dramática que se lleva a cabo hacia la Asamblea
Constituyente, sólo se tome en cuenta la propuesta de las autonomías, dejando en la sobra
las otras formas de Estado posibles, bosquejadas en el campo de posibilidades de las
luchas sociales. La República Social y la República Indígena son concepciones políticas
que deben recogerse como alternativas estratégicas a discutirse en el proceso
constituyente. Estas repúblicas pueden contener también sus formas propias de
autonomías, complementariedades, reciprocidades, dispositivos, agenciamientos de
poder, basados en la praxis de la democracia radical o de la democracia comunitaria.
Un tema como el de decidir la forma de Estado, como el de zanjar la discusión sobre el
modelo autonómico, no puede resolverse en un referéndum. Pues para cumplir con las
mínimas condiciones democráticas, de información, de posibilidad de elucidación, de
deliberación y formación de consensos, para cumplir con las exigencias éticas y de
respeto a los consultados, a los ciudadanos, a las mayorías, se debe tratar el problema de
la forma de Estado y la posibilidad del régimen autonómico en el espacio y tiempo
adecuados. Este espacio adecuado es la Asamblea Constituyente, este tiempo adecuado es
el proceso constituyente. Lo otro, apresurar el referéndum departamental sobre las
autonomías, como quiere el comité cívico, es un atentado a los derechos elementales de
los ciudadanos, es un acto que anula la democracia en el mismo momento que se convoca
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a la consulta, por medio de un instrumento que no es el adecuado para tratar
responsablemente el tema, El comité cívico cuenta con la complicidad del parlamento,
que, al momento, después de octubre y después de las elecciones municipales, es
anacrónico respecto al actual mapa de legitimidad y representación.
A modo de conclusión
El gobierno se halla atrapado en medio la turbulencia del conflicto social, atrapado en
medio de una conspiración en curso, que cuenta con apoyo de las trasnacionales,
servicios de inteligencia, medios de comunicación sensacionalistas, políticos corruptos,
además de las logias y las organizaciones empresariales de Santa Cruz, una burguesía
nacional que tiene la mentalidad de una oligarquía regional decimonónica. A estas alturas
el gobierno ya se encuentra sobrepasado por las efectivas fuerzas que se enfrentan en el
conflicto. Por un lado el bloque oligárquico trasnacional y, por otro, los movimientos
sociales. A estas alturas, después que el Comité Cívico declaró autonomía de facto,
cuando se propone nombrar un gobierno provisional autonómico, en un cabildo o por
medio de una asamblea, el sentido concreto del discurso autonomista ya no es el de
autonomía, que tiene significado en un contexto democrático y en el espacio de la
Asamblea Constituyente. El discurso ya es separatista. Situación que nos lleva al borde
de una guerra de secesión.
Los movimientos sociales se encuentran en un momento de dispersión, fragmentación,
división. A estos síntomas de debilidad se suma la falta de claridad de los dirigentes,
quienes creen que siguen peleando demandas sectoriales, que se esmeran delirantemente
en sus propias competencias de caudillos y caciques pequeños, cuando la emergencia de
la crisis ha trastrocado todos los códigos localistas. Las bases de los movimientos sociales
se encuentran solas, sufriendo el embate de la tormenta política. Para poder resistir, este
embate, para lograr un punto de inflexión en la ofensiva oligárquica y trasnacional, para
pasar inmediatamente a la ofensiva, defendiendo sus conquistas, lo logrado en octubre del
2003 y después de octubre, con la salida de Aguas del Illimani, los movimientos sociales
deben unirse, deben recoger su rica experiencia de lucha, activar nuevamente su intelecto
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general, su saber colectivo, su voluntad múltiple. Sólo así podrán enfrentar una pugna que
se ha convertido en una lucha a muerte por la existencia. Sin la nacionalización de los
recursos hidrocarburíferos no se podrá vivir dignamente, sin la oportunidad de una
Asamblea Constituyente como poder constituyente de las multitudes no se podrá resolver
los grandes problemas heredados, no se podrá construir una nación que sea el producto de
la cooperación de todos, no se construirá una democracia efectiva, enriquecida con la
potencia social. No seremos libres. Libres de las formas polimorfas de dominación, libres
de las herencias coloniales, libres de los racismos encarnados en las minorías
privilegiadas, libres de las formas serviles del Estado subalterno y de los gobiernos
sumisos, libres del diagrama de poder clientelar que atraviesa a todas las instituciones.
Libres de la única forma que se puede asumir la libertad en la efectividad histórica, como
autodeterminación social, como autogestión de las colectividades productivas, como
fuerza de trabajo viva, como poder constituyente, en completo antagonismo de la formas
privada de apropiación, formas parasitaria. En antagonismo con las formas desplegadas
de explotación del capital, con el chantaje mediático de las oligarquías y la teatralización
de la política por parte de los partidos sistémicos y los comités empresariales❋
Homenaje: La Infortunada Patria de Antonio Paredes Candia ✍ Víctor Montoya
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Escritor boliviano que reside en Suecia. Ha hecho de la temática minera de Bolivia su núcleo ficticio y la ha transportado hasta un rincón de la vieja Europa. Entre sus textos están los Cuentos de la Mina (2000). La muerte de Antonio Paredes Candia (La Paz, 1923-2004), como suele ocurrir con los investigadores y escritores de fuste, ha dejado un enorme vacío en la vida cultural de Bolivia, una Patria que él supo amar con todo el furor de su alma, aunque la consideraba infortunada por la desidia de sus gobernantes, pues siendo rica en recursos naturales es víctima de la pobreza y siendo rica en cultura tiene tan pocos cultores; no al menos como lo deseaba este hombre que dedicó su vida a la investigación y la escritura, guiado por el sentido común de que el ser humano debe ser útil y productivo para el bien de su colectividad. No cursó estudios superiores, pero tenía una formación intelectual autodidacta, que le permitió sentir el espíritu de un pueblo desde lo más hondo de su esencia. Así, a modo de rescatar la memoria colectiva, recorrió el país para observar las costumbres de las distintas regiones, en afán de documentarlas, sistematizarlas y transmitirlas a través de sus obras. Él, más que ninguno, fue el yatiri (adivino y sabio) andariego que, en su contacto directo con la gente, recogió en su wallqepu (talega de lana) las leyendas, los mitos, las tradiciones, los sabores y los colores del acervo cultural boliviano. Antonio Paredes Candia, nacido en el seno de una familia que estimuló sus inquietudes por el arte y las letras, fue titiritero en su juventud, fundador de la Editorial Isla y de la Sociedad Boliviana de Bibliografía. Asimismo, aparte de impulsor infatigable de las ferias populares del libro, fue gestor de la Asociación de Libreros que lleva su nombre. Era un verdadero artesano de la palabra escrita, amaba los libros como un niño ama sus juguetes, le atraía la tinta fresca de la imprenta y el fajo de papeles empastado en forma de libro. Su pasión por la literatura era tan genuina y tan grande que, ajeno a los escritores promovidos por el marketing editorial, él mismo vendía sus libros -y la de otros autores- en su quiosco, primero frente al monoblock de la UMSA y después en el Paseo Núñez del Prado. Por otro lado, y para asombro del lector, fue un apasionado coleccionista de obras de arte; reunió pinturas, esculturas y piezas arqueológicas, actualmente expuestas en el Museo de Arte “Antonio Paredes Candia”, instalado en la Ciudad Satélite (El Alto), donde también descansan sus restos desde el 14 de diciembre de 2004, luego de que una multitud asistiera a su sepelio entre llantos y comentarios ponderativos sobre su vida y su obra. Reconocimientos tardíos a una fecunda labor Vergüenza debía darnos por la ignorancia y el escaso interés por la cultura en nuestro país, donde no siempre se valora a tiempo a quien se lo merece ni se reconoce la labor de quienes, avanzando contra las corrientes oficiales, se dedican con tesón al rescate de la cultura nacional. He aquí el ejemplo, sólo cuando Paredes Candia yacía en la cama en el
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ocaso de su vida, el Congreso Nacional le confirió la Orden Marcelo Quiroga Santa Cruz, y el gobierno le otorgó la Medalla al Mérito Cultural. Y, lo que es peor, sólo después de su muerte, el canciller de la república, reiterando su homenaje al “ilustre boliviano”, entregó la medalla Simón Bolívar a los familiares de Paredes Candia, como una forma de descargarse el peso de la mala conciencia y evitar las críticas de los “trabajadores de la cultura”. Los señores del poder, acostumbrados a la demagogia y la palabrería amañada, creían haber cumplido de este modo su deber de reconocer a quien, sólo al final de sus días y después de su muerte, fue considerado “ilustre personaje”, acaso sin darse cuenta de que el reconocimiento del bibliófilo paceño fue tardío en un país que le debe mucho, muchísimo. No en vano su hermana Elsa, criticando la indiferencia de las autoridades por los asuntos de la cultura y sus promotores, dijo acertadamente: "las distinciones hubieran tenido más valor si hubieran sido conferidas en vida". Por suerte, Antonio Paredes Candia, a pesar de las condecoraciones oficiales y los discursos rimbombantes pronunciados en su honor, jamás dejó de enfrentarse a la soberbia de los dueños del poder ni a la incultura de las autoridades ediles. En más de una ocasión, y en su afán de mantener la Feria de Libros en el Prado y defender su derecho a vender sus libros en la calle, mandó a la mierda las ordenanzas municipales y carajeó a más de un concejal o intendente que, amparado en su función de “autoridad”, quería salir con las suyas. Otro mérito de don Antonio Paredes es que se mantuvo con dignidad al lado del pueblo y de los humildes. Era uno de esos autores que no necesitaban del “reconocimiento oficial” para difundir sus obras, pues él mismo era el ‘todero’ de su producción literaria: el escritor, investigador, tipógrafo, compaginador, editor, distribuidor y vendedor ambulante. ¿Ambulante? Sí, cuántas veces no se lo vio cargando sus libros como un eqeqo (dios aymara de la abundancia), con el propósito de llevar el saber popular hasta los sitios más recónditos de su infortunada Patria. No es exagerado aseverar que la conocía palmo a palmo, por dentro y por fuera, y por eso la amó entrañablemente, pues “sólo se ama lo que bien se conoce”, decía él mismo con la sabiduría que le concedieron los años. No le interesaban las cofradías académicas ni los finos salones literarios. Vivía aferrado a la convicción de que el escritor es un obrero más dentro de la sociedad y no un privilegiado que está sentado en un altar de barro. Por eso mismo, consideraba que “el escritor, más que cualquier otro debe ser el que transmita su pensamiento, el que guíe en cierto modo a la sociedad”. Con todo, Antonio Paredes Candia fue toda una institución cultural y un personaje que sobrevivirá al tiempo a través de sus obras y del Museo de Arte de la Ciudad Satélite (El Alto), que afortunadamente lleva su nombre y reúne todo el material historiográfico y artístico que acumuló a lo largo de su vida. Todo un monumento nacional para un pueblo que no siempre sabe reconocer a tiempo a sus hijos de mente lúcida y labor ejemplar.
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¿Culpa de quién? ¿De los politiqueros o de la ignorancia? Quién sabe. Pero de una cosa sí estamos seguros: Antonio Paredes Candia, a diferencia de los cazadores de fama y fortuna, no necesitaba “reconocimientos oficiales” para permanecer en el corazón de la gente humilde, de esos niños y esas gentes que tanto amó en su infortunada Patria. Defensor del folklore y la tradición popular Como todo investigador prolífico, dedicó su tiempo y su existencia al acopio de datos concernientes al costumbrismo. Encontró en el folklore y las tradiciones bolivianas una veta rica que los orfebres de la palabra podrían trocarla en un precioso cofre literario. Pero el desprecio por lo propio es tan grande y tan grande la admiración por lo ajeno, que los investigadores y escritores se alejaron del folklore nacional. De ahí que su preocupación y su crítica se sintetiza en la frase: “Bolivia es el paraíso del folklore con unos pocos fokloristas”. Antonio Paredes Candia fue defensor incansable del folklore y sus asuntos. No admitía la acepción peyorativa del término ni que se lo usara con la ligereza propia de quienes, alienados a la cultura occidental, tratan de “folklorismo” cualquier manifestación profunda y ancestral del pueblo, sobre todo, en algunas capas sociales en las que, con hondo desprecio por lo nacional, miran con desdén la sabiduría popular. Él sabía que, en una sociedad discriminatoria y de profundos prejuicios sociales y raciales, no es fácil establecer una disciplina cultural como el estudio serio del folklore, consistente en la investigación valorativa de la cultura popular. Más todavía, consciente de que el folklore es un elemento vivo y no una arqueología, refutó las opiniones tendenciosas de quienes criticaban la labor de los investigadores dedicados a configurar la imagen cultural del país a partir de sus elementos más peculiares como son el folklore y la tradición. Por eso en su crítica a Miguel de Urioste, sub-jefe del Partido Movimiento Bolivia Libre (MBL), afirmó categórico: “Folklore no es lo feo, ni lo ordinario, ni lo ridículo de un pueblo. Tampoco es ‘pintoresquismo’, ni mercadería para turistas ávidos de encontrar en un país cosas y hechos exóticos que en el propio ya no existen o pertenecen a su pasado. Hay términos, señor Urioste, que no deben usarse alegremente” (Antigüedad y vigencia del vocablo folklore en la cultura boliviana, 1999, p.159). Para la pregunta obligada de : ¿Por qué Bolivia no formó a más investigadores que recogieran el folklore y lo dieran a conocer al mundo? Paredes Candia tenía dos respuestas: “Una, que siempre hemos estado gobernados por individuos estultos, para quienes ha tenido más valoración una carrera de caballos que una actividad cultural. Y otra, que nacía del prejuicio social y racial de nuestras capas sociales, alta y media, que calificaban al indio de un ser inferior y al mestizo de un individuo despreciable; y que solidarizarse con los afanes que apasionaban a ellos, era negar el porvenir de la Patria. Pose absurda, y hasta hilarante, que no era sino un rasgo hipócrita de una sociedad que idénticamente al indio, a quien miraba con desdén, creía en las supersticiones, en los embrujamientos, y prefería curar sus dolencias con yerbas que aconsejaban los curanderos nativos” (Antigüedad y vigencia del vocablo folklore en la cultura boliviana, 1999, p.15).
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Antonio Paredes Candia nos presentó un amplio registro de su labor de investigación y sistematización de la cultura boliviana, compendiada en más de una centena de obras que él supo canalizar, por medio de la Editorial Isla, hacia el público en general. Algunos de sus libros constituyen textos oficiales de estudio en escuelas, colegios y universidades, por cuanto es raro encontrar a un lector boliviano que no haya leído al menos un libro de su cuantiosa producción bibliográfica. Nadie más ni mejor que él se dedicó a investigar el origen de los mitos y las leyendas, el pasado milenario de los quechuas y aymaras, las creencias y las supersticiones populares, el mestizaje y el sincretismo cultural de la colonia, las costumbres de los habitantes del campo y las ciudades, el arte culinario y pictórico en sus diversas manifestaciones, la importancia de la tradición oral en la literatura nacional, la indumentaria y los códigos lingüísticos propios de un país multicultural y plurilingüe. Anécdotas de gobernantes y gobernados Contrariamente a lo que muchos se imaginan, casi siempre mantuvo una actitud crítica ante las autoridades gubernamentales y municipales, a quienes se enfrentó abiertamente en repetidas ocasiones, acusándolos de corruptos y neófitos. Tampoco dejó de ridiculizar a los tránsfugas y oportunistas que, en su afán de buscar el poder y las prebendas económicas, eran capaces de cometer cualquier estupidez para alcanzar sus propósitos. Es más, estaba convencido de que “los políticos bolivianos, además de ser corruptos en porcentaje que asusta, también cometen payasadas de circo, que en cualquier lugar del mundo atrasado, daría lugar a reír a mandíbula batiente”. Aunque los señores del poder le tenían tirria porque les cantaba las verdades en la cara, nunca escondió su admiración y sus simpatías por quienes, sin doblar la cerviz ni venderse al mejor postor, se enfrentaban al poder con una actitud digna de encomio. Así, en su libro “Anécdotas de gobernantes y gobernados”, refiriéndose a la conducta insobornable del líder trotskista boliviano, dice: “Guillermo (Lora), en la actualidad nacional, es el único político que merece respeto; los otros, sin excepción, son politiqueros corruptos sumergidos en el estiércol de su inconducta” y, para darle fuerza a sus palabras, recoge la siguiente anécdota: “Lora es inflexible y sus desplantes son proverbiales. No importa cuánto poder tenga el que se le ponga enfrente. Y, esto lo sabe el ex Ministro de Hidrocarburos -un ex Urista- del gobierno del Acuerdo Patriótico, que se encontró con él en la calle y tuvo el desafortunado gesto de cruzar la calzada para saludarlo. Su seguridad iba por detrás y hacía pocos días que había sido posesionado en el cargo. El Ministro le extendió la mano en gesto amistoso y alcanzó a decirle un agradecido “maestro”. Lora lo paró en seco y le dijo: ‘¡Retírese carajo, yo no le doy la mano a ningún traidor!’ Le recordamos el episodio y él lo confirmó: El Ministro era Hebert Müller. ‘Yo no le di la mano ni nada. A un traidor yo no puedo darle la mano’. Son lecciones que nos dan sólo los políticos de la dimensión de Guillermo Lora” (p. 84). Debo acotar que su libro “Anécdotas de gobernantes y gobernados” (La Paz, 2000), aparte de convocarme a la reflexión y hacerme gozar un buen rato, traía una dedicatoria
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escrita con su puño y letra: “A través de las anécdotas muestro la degradación en que nos hacen vivir los políticos. ¡Qué feliz es usted que está tan lejos de este basural!...”. Sus palabras, sin lugar a dudas, denotaban su preocupación por el destino del país y el asco que le producían los politiqueros pro-imperialistas que, una vez encaramados en el Palacio Quemado, se aprovechaban de las arcas del Estado en beneficio personal y en desmedro de las mayorías empobrecidas. En su criterio, por demás justificado a la luz de los acontecimientos históricos, los politiqueros eran los destructores de su infortunada Patria. Con ellos afloraba la corrupción institucionalizada y ellos, en uso y abuso de sus atribuciones, cometían desmanes a espaldas del pueblo. Quizás por eso, en el mensaje que me envió el 4 de julio de 2003, exhortando a los paceños a oponerse a las autoridades ediles que pretendían modificar las efemérides del 16 de julio, decía en tono de arenga: “¡Paceños despierten! Sólo los pueblos castrados soportan que los traten como a esclavos y agradecen los latigazos que reciben en sus espaldas. Ha pasado el límite de aceptar que los politiqueros apátridas manoseen a este pueblo. Si La Paz se ha caracterizado por ser cuna de la libertad y tumba de tiranos, cuál es la razón para que ahora como mujerzuelas de burdel aceptemos que hasta el símbolo de nuestro orgullo nacional quieran seguir pisoteándolo (...) Si el apátrida de Tuto Quiroga (ex presidente de Bolivia) cometió el crimen de lesa historia, cambiando las efemérides cívicas de cada departamento; aún es tiempo de que los paceños nos levantemos si el actual gobierno persiste en la estupidez”. Apuntes de una relación epistolar En su actitud de visionario, creía en la universalidad de la literatura folklórica y popular. No es casual que en una de sus cartas, fechada el 30 de octubre de 1998, además de valorar la labor de algunos bolivianos en Europa y el “afán patriótico de hacer conocer lo que produce Bolivia en el campo intelectual y artístico”, me sugirió que, de ser posible, se tradujeran al sueco (“idioma endiablado”, según su opinión) algunas obras de autores nacionales, puesto que “lo que necesitamos es que otros pueblos nos conozcan en sus propios idiomas. Pienso que por los muchos años que radican allí, ustedes ya tienen dominio de la lengua. Así la labor de ustedes sería excelente y de profundo agradecimiento de parte de esta infortunada Patria. Tenemos autores que realmente merecen tomarse en cuenta: los novelistas Wolfango Montes Vanucci y Néstor Taboada Terán, que son excelentes, y así como ellos hay trabajadores de primera en todos los campos intelectuales. Mientras éstos se esfuerzan en forjar un país, los otros, los politiqueros, bellacos y rufianes, están hundiendo en una cloaca de heces y miasmas, a esta infortunada Patria...”. Sé que fue un lector afanado de mi modesta producción literaria, a la cual tuvo acceso por diversos medios. En su carta del 13 de septiembre de 2002, a modo de agradecerme la recepción de mi libro “Cuentos de la mina”, escribió: “Esté seguro que lo comentaré con el afecto que se debe a un boliviano, quien viviendo tan lejos de la madre común, la enaltece con su obra y su conducta (...) En paquete aparte le envío las dos últimas publicaciones mías. La una es un pequeño ensayo histórico sobre el folklore en Bolivia; la otra, la realidad espantosa de la politiquería en que bambolea la Patria. Los únicos que
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se callan o miran indiferentes la realidad nacional son los escritores y artitas. Sorprende esta actitud...”. En otra ocasión, luego de leer mi crónica sobre “Una visión de la tortura Medieval”, me solicitó expresamente que procurara conseguir en Suecia más datos e imágenes sobre el castigo y la tortura—según me reiteró entonces—para documentar e ilustrar su libro en preparación: “El castigo - Trabajo y folklore”, que poco después fue editado, como siempre, con sus propios recursos. El último recuerdo que conservo de él es la tarjeta navideña que me envío hace un año, en cuyo reverso escribió; “He leído sus libros. Lo felicito; me han gustado. Veo que usted ama a la Patria como yo la amo”. Palabras que, además de devolverme mi bolivianidad, fueron suficientes para tenerlo y sentirlo como a un verdadero amigo❋ ________________________________________________________________________
Bolivianos Diaspóricos: “El Tío de la mina se universaliza en Europa”. Una diálogo con Victor Montoya: ✍ Javier Claure Covarrubias. Javier Claure Covarrubias (Oruro, 1961), estudió informática en la Universidad de Estocolmo y Uppsala. Es autor del poemario "Preámbulos y ausencias" (2004). Fue uno de los principales organizadores del Primer Encuentro de Poetas y Narradores Bolivianos en Europa, que se realizó en Estocolmo, en 1991. Es miembro del PEN-Club Internacional y de la Unión Nacional de Poetas y Escritores de Oruro (UNPE). Reside en Suecia desde hace varios años. Tiene una voz firme que va dándole una contundencia especial a sus palabras. Se viste de manera muy pulcra. Es ermitaño por definición, pero al mismo tiempo un buen conversador cuando se encuentra con los amigos. Ejerce el periodismo cultural, con publicaciones en Latinoamérica, Europa y Estados Unidos. Es escritor prolífico y quien escriba su nombre en un motor de búsqueda en Internet, quedará sorprendido al encontrar una cantidad considerable de sus escritos. [NdE] Nuestro entrevistado comenzó su andanza literaria en los ‘70 y logró, mediante su escritura, elaborar una multiplicidad de mundos gracias a su fantasía desbordante. Me refiero al escritor boliviano Víctor Montoya, quien reside en Suecia desde 1977. Su
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producción literaria es extensa, variada e ininterrumpida. Sus dos últimos libros, "Entre tumbas y pesadillas" y "Fugas y socavones", fueron publicados en el 2002. Montoya establece paisajes imaginarios, traza dibujos con el bolígrafo, pinta las frases de acuerdo al texto. Y, lo más interesante, escribe desde el fondo del alma y, al igual que muchos escritores, por una necesidad existencial. Víctor Montoya, a pesar de la distancia que lo separa de su país, escribe con el corazón puesto en Bolivia en general y en el mundo minero en particular. Durante la historia de la humanidad, desde el tiempo de las cavernas, los seres humanos han encontrado varias formas de expresión. Toda corriente migratoria también lleva consigo expresiones culturales al país que recibe al emigrado. Por lo tanto, existe una necesidad de pensar en su identidad. En el caso de los bolivianos residentes en Suecia han logrado, a partir de 1987, hacer una copia en miniatura del Carnaval de Oruro. Evento que les permite lucir diferentes tipos de bailes, trajes y bandas, al mismo tiempo que, con una coreografía bien estudiada, deleitan al público de una manera sorprendente. Además, tienen en su poder una estatua de la Virgen del Socavón, Patrona del Carnaval de Oruro. Esta Virgen, que llegó con los españoles a la ciudad minera, fue pintada en un paraje del cerro Pie de Gallo. Pero a medida que fue pasando el tiempo, se le hizo una capilla para que los mineros y los demás devotos le rindan adoración. Según el historiador Josermo Murillo Vacareza, el culto a la Virgen del Socavón se inició en las últimas décadas del siglo XVI. El Santuario de la Virgen del Socavón, ubicado en la ciudad de Oruro, es el más insólito de toda Bolivia. En febrero del año 2004, cuando me encontraba de vacaciones en esta ciudad, pude observar que en el lado norte de este Santuario está el altar de la Patrona del Carnaval y en el otro extremo se encuentra el Museo Minero. Una bocamina que, con muchas gradas y a 120 metros de profundidad, conduce hacia el Tío de la Mina, entre otras cosas. Los bailarines del Carnaval rinden, entonces, su homenaje a la Virgen del Socavón e implícitamente al Tío. Con estas dos figuras centrales se originó el Carnaval de Oruro. Víctor Montoya ha sido la persona que trajo la estatuilla del Tío, deidad mitológica tan adorada por los trabajadores del subsuelo boliviano. En consecuencia, el Tío de la mina en Suecia pasa a formar parte del Carnaval boliviano fuera de sus fronteras. Este personaje de aspecto diabólico, a fuerza de insistir con su presencia, se va universalizando. El Tío ayuda a quienes le rinden pleitesía, pero castiga a los burlones de su figura. El Tío protege la veta mineral y la vida de los mineros. El Tío, con sus ojos saltones y sus cuernos alambicados, es la luz de los socavones y alumbra teodolitos, guardatojos, carretillas, perforadoras, dinamitas, barrenos y otros. Para conocer mejor su trayectoria y su llegada a la tierra de los vikingos entrevistamos a Víctor Montoya, quien nos cuenta de su Tío cobijado bajo su techo. Javier Claure: ¿Podrías contarme cómo surgió la idea de traerlo a este personaje del subsuelo boliviano hasta Suecia?
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Víctor Montoya: La idea me asaltó hace ya mucho años, pero se concretó cuando empecé a escribir mi libro “Cuentos de la mina” [2000], cuyo personaje central es el Tío, una deidad que, en realidad, me fascinó desde cuando lo vi por primera vez en la mina de Siglo XX, aparte de que mi abuelo, conocedor de las minas y sus tradiciones, alimento mi fantasía con este ser demoníaco desde que tengo uso de razón. Además, como a cualquier otro boliviano que emigra al exterior, cargando en su bagaje su cultura y sus costumbres ancestrales, se me ocurrió traerlo al Tío a Suecia. Por mejor decir, pedí que me lo enviaran bien envalijado desde las entrañas mismas de la Pachamama, para contrastar y completar el mosaico religioso de los bolivianos, quienes trajeron anteriormente a la Virgen de Copacabana y a la Virgen de Urkupiña, a quienes, con todos los ritos de rigor, las sacan en procesión anualmente por las calles de las distintas ciudades de Suecia, donde se dan cita los bolivianos para declararles su fe y rematar en una sonada fiesta, que no deja de impresionar a propios y extraños, en un país nada menos que de religión protestante y poco proclive a las supersticiones. Por otro lado, el Tío no sólo representa al ángel que se rebeló contra la palabra de Dios, sino que, como todos los elementos del sincretismo cultural y religioso, forma parte del mestizaje boliviano. No hay personaje más representativo que él para simbolizar el paganismo ancestral de las culturas ancestrales y el catolicismo occidental llegado a América tras la circunnavegación de Colón y sus sucesores. El Tío, en la mitología andina y la tradición minera, es un ser tan importante como lo es la Virgen del Socavón en el mundo católico. J.C: Quienes te leemos en Liberación, nos damos cuenta que el Tío te acompaña en tu apartamento y, con sus ojos de Lucifer y gracias a sus poderes mágicos, te desafía a buscar la veta que nunca encontró. ¿Cómo empiezas a gestar una conversación con el Tío? V.M: Es cierto que el Tío convive conmigo. Es el testigo de mis quehaceres y el compañero que me acompaña en mis horas de escritura. Me basta mirarlo una sola vez para luego entablar una conversación que surge de manera espontánea, a partir de temas o sucesos que se presentan a diario. El Tío, en realidad, no habla, aunque ésa es la impresión que tiene el lector cuando lee los textos que publico en la prensa. Soy yo quien, a modo de soliloquio o monólogo, invento la conversación. El Tío es sólo un medio eficaz que, con un gran sentido del humor, me permite decir muchas verdades y algunas mentiritas. Me sirvo de él como Cervantes se sirvió de don Quijote o Quino de Mafalda para criticar los prejuicios sociales y raciales o, simple y llanamente, para abordar temas controvertidos en nuestra sociedad, como es la misma religión y sus diversas interpretaciones morales y éticas. El Tío, que según mis descripciones conserva su aspecto de Lucifer y su lucidez mental durante la conversación, me da la opción de decir cosas que no las diría en otro contexto y, lo que es más importante, el Tío observa y analiza los temas desde su propia perspectiva, que es la perspectiva del crítico irreverente y del contestatario que cuestiona los sistemas de poder, ya sea políticos, económicos, culturales o religiosos. J.C: El Tío es un personaje que siempre ha estado rodeado por la oscuridad de la mina. Los escritores suelen escribir de noche. Fernando Pessoa decía que sus escritos eran hijos
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del insomnio. ¿Las conversaciones que entablas con el Tío, son también criaturas del insomnio? V.M: Es natural que el Tío, como todo soberano de las tinieblas, esté acostumbrado a vivir en la oscuridad, y por qué no en el silencio y la soledad; por eso mismo, pienso que no hay mejor personaje para un escritor de vida casi ermitaña y poco dado a las actividades públicas que el Tío de la mina, quien, lejos del mundanal ruido, habita como Minotauro en el laberinto de los socavones. Es cierto que muchos autores prefieren escribir de noche, aunque éste no es exactamente mi caso, debido a que correspondo a la categoría de quienes escriben como oficinistas. No obstante, hay días en que me pilla el insomnio y no tengo otro remedio que levantarme a conversar con el Tío, quien siempre está dispuesto a tomarse un trago y fumarse un cigarrillo, mientras habla con ingenio de sus andanzas y sus disputas con los falsos profetas. J.C: Supongo que a tu personaje, de parajes extraños y de figura diabólica, le alimentas con aguardiente, cigarros, lejía, serpentina, mixtura, con hojas de coca (si por si acaso las tienes) y todo lo que le gusta. Porque de lo contrario, pondrá en tinieblas tu casa y hará volar cuchillos, tijeras, alambres de luz y todo metal cortante. Y, aunque te vayas a quejar a las autoridades vikingas, nada volverá a su origen. V.M: Qué preguntita, eh (risas). Uno de los atributos del Tío, además de su aspecto demoníaco y su enorme falo, es su gusto por la ch’alla (ceremonia religiosa de ofrenda y sacrificio) y los excesos pecaminosos del Carnaval. Los mineros, cada vez que p’ijchan (mascan hojas de coca) en el paraje del Tío, le ofrendan la hoja sagrada, aguardiente y cigarrillos. Y antes del Carnaval le rinden culto adornándolo con mixturas, confites y serpentinas, y le preparan un convite, que es una suerte de banquete, donde abunda la comida, la bebida y el baile. Los mineros y sus familias sacrifican en su honor un gallo blanco, una llama o un cordero, con cuya sangre riegan las rocas mineralizadas en agradecimiento al Tío y a la Pachamama. En fin, el Tío es un ser a quien le gusta la buena vida y la poca vergüenza. Para que el Tío cumpla con su función de benefactor necesita que lo trates con respeto y mucho afecto. Sólo así te concede lo que le pides. En Suecia, debido a muchos factores, no se le puede ofrendar todo lo que necesita, pero sí tiene lo necesario, también su coquita. De lo contrario (risas), hay el riesgo de que me castigue de manera despiadada, haciendo volar por los aires todos los objetos que toque con su mirada chispeante. Debo aclararte que el Tío, así como es rencoroso y vengativo cuando lo tratan mal, es también dadivoso y bondadoso cuando lo tratan bien. Los mineros, por ejemplo, le rinden pleitesía y le entregan ofrendas para que les proteja de los peligros y les conceda los mejores filones de estaño, pues creen que él no sólo es el soberano de las profundidades, sino también el dueño de las riquezas minerales concentradas en el vientre de la Pachamama. En él depositan su fe y su esperanza. J.C: Sería interesante que el Tío y la Virgen del Socavón se encuentren cara a cara y en un terreno neutral. Los bolivianos en Suecia suelen rendirle culto, con una gran fiesta y cada año, a esta Virgen. ¿Por qué no haces lo mismo con el Tío, como contrapunto a ese acontecimiento? ¿Has pensado en esto?
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V.M: La idea es interesante, pero ocurre que el Tío es un ser subterráneo, no acostumbrado a la luz del día, ni a tener prestes y menos a ser llevado a cuestas en una procesión por las calles. No sería de su agrado, por cuanto hay que dejarlo vivir tranquilo en la oscuridad de un cuarto, hasta que él decida retornar algún día al vientre de la Pachamama. Lo que se puede hacer es ch’allarle, de cuando en cuando, en su cuarto, p’ijchando hojas de coca, sorbiendo aguardiente y fumando cigarrillos; elementos éstos que los presentes deben compartir con el Tío a modo de congraciarse con él. Ahora bien, el Tío, en su actitud de ángel rebelado en el reino de los cielos, libró sus batallas contra el Arcángel San Miguel antes de ser vencido y lanzado al infierno; una disputa que la danza de la diablada la representan en eso que se conoce como “el relato”. Lo interesante es que el Tío jamás se enfrentó a la Virgen. Pero una polémica filosófica entre ambos podría ser una discusión tan sonada como la que él sostiene con el arcángel San Miguel en la teatralización que se monta en el Carnaval de Oruro. En todo caso, quién mejor que el Tío para analizar las atrocidades del mundo, la antítesis entre el materialismo y el idealismo, la doble moral religiosa y las miserias humanas. El Tío es el que mejor representa las contradicciones de la condición humana, él es dios y diablo a la vez. Los psicoanalistas dirían que el Tío sintetiza la parte demoníaca y angelical del ser humano, él concentra en su personalidad un puñado de virtudes y otro puñado de defectos, que es lo que caracteriza tanto a los hombres como a las mujeres. Por eso mismo, si bien el Tío, según la concepción cristiana, es el diablo, la encarnación por antonomasia del pecado y la maldad; en el mundo minero, y según la concepción pagana de las culturas ancestrales, es el dios benefactor y protector, siempre y cuando se lo trate con respeto y cariño. J.C: Las mujeres no pueden entrar al interior de la mina, porque se cree que el Tío se enoja como un trueno de fin del mundo. Según el mito, la menstruación de las mujeres ahuyenta la veta de mineral en los socavones. ¿No crees que el Tío tiene una actitud discriminatoria? V.M: Pienso que esta creencia tiene sus orígenes en el hecho de que los mineros, en su afán de conservar sus creencias paganas y proteger a sus dioses de la catequización emprendida por los conquistadores en tierras americanas, inventaron esta teoría para prohibir el ingreso de los curas con sotana al interior de la mina. De ahí que, con el transcurso de los años, se fue generando la creencia de que cualquier mujer vestida con faldas o polleras, y en su periodo de menstruación, hacía desaparecer las vetas, aunque lo cierto es que hubieron —y hay todavía— algunas ‘palliris’ (mujeres que escogen [pallay] el estaño de las rocas mineralizadas), que trabajaron en el interior de la mina sin que las vetas desaparecieran ante su presencia. Más todavía, cada año, durante el convite y en vísperas del Carnaval, los mineros, sus mujeres y sus hijos entran al interior de la mina para ch’allar al Tío y a la Pachamama, con la esperanza de que todo el año les vaya bien en la producción y sean protegidos de los peligros. Por lo tanto, el Tío no tiene una actitud discriminatoria contra las mujeres, sino contra los curas de sotana. Además, es bien sabido que el Tío comparte sus riquezas con la Chinasupay (diableza), quien es su esposa y su amante, pero también con la Pachamama, de quien es uno de sus fecundadores. Otro detalle que desmiente que el Tío discrimine a las mujeres es su relación con la Virgen del Socavón. Es decir, contradictoriamente a lo que muchos se imaginan y según los orígenes del Carnaval de Oruro, fueron los mineros quienes, aun
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teniendo una mentalidad machista, se disfrazaron de diablos en representación del Tío para bailar con fe y devoción en honor a la Virgen del Socavón, considerada la “Mamita milagrosa” y patrona protectora de las familias mineras. J.C: Huari (o Wari), era el dios de los Urus. O sea de la población andina. Hay cuentos que relatan que el Tío es la prolongación de Huari. ¿Que piensas a cerca de esta afirmación? V.M: Efectivamente, el Tío, en parte, es la prolongación de Wari, deidad mitológica de los urus y protector de los auquénidos. En mi cuento, “El último pijcheo”, narro este fenómeno, pero también algunos estudiosos del tema, entre ellos Alberto Guerra, aseveran que el Tío es el mismo Wari. Lo cierto es que hay una simbiosis entre el dios Wari y el Satanás del mundo bíblico. Según cuenta la leyenda, se cree que Wari, que quiso castigar a los urus con las cuatro plagas, porque le dieron las espaldas y empezaron a adorar a otros dioses, se enfrentó en una batalla campal con la ñusta Anti-Wara, que de acuerdo a la imaginación popular es la actual Virgen de la Candelaria, y que al ser vencido y a modo de salvar su vida, el dios Wari se escondió herido en el vientre de la montaña, donde los mineros, en su mayoría de ascendencia indígena, lo reconstruyen mucho tiempo después dándole atributos tanto de Wari como de diablo de la mitología cristiana, pues aunque conservaban sus mitos y creencias no cristianas, tenían también la mente indoctrinada por la religión católica, que propagó la concepción de que los diablos viven en el infierno y que el infierno está en el subsuelo. De modo que el Tío, al representar el sincretismo de ambas creencias, es dios y es diablo al mismo tiempo. J.C: ¿Crees que tus escritos, que se publican en la prensa de varios países, están ayudando a universalizar la imagen del Tío y las tradiciones del Carnaval de Oruro, declarada por la UNESCO Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad? V.M: Sin lugar a dudas, creo que el Tío está destinado a ser un personaje que, poco a poco, irá ganando terrenos cada vez más amplios. Hacerlo traer al Tío a Suecia ha sido una idea acertada, aunque todavía hay quienes, ante su existencia y presencia, mantienen un sospechoso silencio. Al Tío, como sabrás, siendo apenas una estatuilla de barro y cuarzo, le he devuelto su espíritu y le he concedido voz. Ahora es un ‘canchero’ para hablar y un acucioso observador de la realidad de los bolivianos en Suecia. El Tío, gracias al estímulo de algunos amigos periodistas, ha cobrado muy pronto carta de identidad. Por ejemplo, a los lectores latinoamericanos del semanario Liberación no hace falta ya explicarles quién es el Tío y cómo se ve, puesto que lo conocen desde cuando llegó de Bolivia y publiqué mis primeros diálogos con él. Lo mismo está ocurriendo en otros países. Y, lo que es más interesante, las andanzas y ocurrencias del Tío en Europa están también contribuyendo a difundir la Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, ya que el Tío, que representa el sincretismo cultural y religioso de Bolivia, está profundamente ligado a la tradición del Carnaval de Oruro, no sólo porque forma parte de la vida minera, sino también porque es el generador y el personaje central de ese acontecimiento folklórico. En síntesis, tengo la certeza de que el Tío será un
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personaje universal, porque él, mejor que nadie, representa los valores universales de la humanidad❋ _______________________________________________________________________ Documentos para la Historia de la Guerra del Chaco “El Ataque a “Puesto Fernández” ✍ Trifonio Delgado Gonzáles (1910-1977). [Tomado del inédito diario de campaña titulado “Ahora Arde, Collitas—Carne de Cañón”, escrito entre abril de 1933 y mayo de 1934. El texto fue reconstruido en base a las notas del autor y dactilografíado por él mismo en 1942. Esta version circuló el día domingo 18 de junio de 1995 en Presencia Literaria (La Paz), cuando fungía de director de esa publicación el escritor boliviano Jesús Urzagasti. Delgado Gonzáles es autor de Cien Años de Lucha Obrera en Bolivia (La Paz, 1984) una memoria peculiar de las luchas obreras nacionales vistas a través del ojo de un testigo, y cronista]. (NdE.) Breve nota del autor: “En mis horas desocupadas, sustraídas al reposo y bajo la presión moral de mis impresiones recientes de la Campaña del Chaco, comencé a recopilar, modificar y ampliar, las desordenadas y aisladas notas de mi diario de guerra, redactándolas de acuerdo a mis modestos conocimientos en el difícil arte de escribir. Actué como soldado “raso” en la línea de fuego en “Fernández”, “Ingavi, y “Bullo”. (Abril de 1933-mayo de 1934). [Extracto de las páginas 28-29] Cae la noche de una manera vertiginosa, rara coincidencia, arrecia el ‘Surazo’. Es la primera noche en la línea de fuego, con el enemigo al frente. El viento ruge, sólo se oye ahora el sordo crujir del bosque. Al frente nuestro se mueven sombras que se agigantan de acuerdo con nuestra afiebrada imaginación, parecen aumentar el poderío del enemigo. Los disparos aislados, el isócrono ruido lejano de los camiones, los chillidos melancólicos y murientes de los grillos, los chichisbeos y el viento forman una trágica sinfonía terriblemente impresionantes. Amanece. Una llovizna persistente y menuda epiloga el ‘Surazo’ cuyas aguas comienzan a convertir nuestras posiciones y zanjas en insoportables barriales; sin embargo, permanecemos chapaleteando como cerdos, y así … quedamos cambiando disparos, bolivianos y paraguayos, sin saber quién mata a quién. En el ambiente flota el olor a sangre, porque disparar, herir, matar o morir anónimamente va convirtiéndose en función diaria y natural. El tiempo se divide para nosotros entre las horas blancas del día y las negras horas de la noche; no sabemos ni la fecha exacta, ni la hora. Nos hemos convertido en máquinas
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automáticas de disparar, protestar, mascar coca y esperar. Por el momento esperamos la ración de coquita y alcohol que—Radio ‘Cocina’ transmitió—nos darían después del ‘rancho’. Luego la munición, el ataque, la retirada, la evacuación, la muerte, las cartas o alguna otra cosa. “Quien espera, desespera”—pero nosotros siempre esperamos. Ahora nos permiten mascar coca cuyo efecto influye nuestro sueño y adormece el estómago; entonces, brilla en los ojos de mis camaradas combatientes fieras ráfagas de coraje, y el hambre es relegado a segundo plano. Arrecia la lluvia, y ahora está todo mojado: fusiles, carpas, frazadas y soldados; estamos calados hasta los huesos. Sin embargo, tenemos que estar con el ojo avizor hacia el enemigo y la mano en el cerrojo del fusil. De rato en rato hiere el espacio uno que otro disparo: ¡tac-pum, tac-pum, pum, pum! La artillería ha enmudecido; a mí me parece una tregüa impuesta por los elementos naturales, y sin la intervención de embajadores ni cancilleres. Ahora estamos en el período de las horas negras, sólo se percibe la lluvia que soportamos con franciscana paciencia, ni siquiera intentamos defendernos porque chorreamos agua por todas partes. Recibimos otro jarrito de mote con su rala carne que hasta nos parece un manjar, y con esto engañamos el estómago. Razón tenían en decir que: “el hombre es un animal que se acostumbra a todo”. Han transcurrido muchísimas horas blancas y negras. La lluvia ha cesado. Un pálido sol nos hace el favor de alumbrarnos sin darnos calor; las ropas mojadas se secan al calor del cuerpo. Surge, entonces, otro problema para el soldado del Chaco: el piojo. Estos ataques se sintetizan pues en sangre, barro, mugre, y piojos. A raíz de éstas lluvias cae gravemente enfermo nuestro suboficial Garnica a quien atiende, solícitamente, su estafeta José María Mazai, un ‘cruquito’ que estaba aprendiendo a leer con las lecciones de los kollas, en plena primera línea de fuego. Súbitamente, recibimos órden de prepararnos para el ataque en las próximas horas blancas. “El Florida”—nos decían—“tomará hacia el E., y avanzará hasta la próxima ceja de monte.” A fe de hombre combatiente puedo declarar que desde que se perdieron los cerros en el horizonte, y entramos en ésta maldita maraña; yo no sé la dirección de los cuatro puntos cardinals. Para mí el sol sale por todos lados, sé orientarme sólo en teoría. Aún durante las últimas horas de la noche, bajo el fulgor titilante de las estrellas, recibíamos ‘ración doble’ y hasta un poco de mate. Los estafetas ‘crucos’ nos decían burlonamente: “ahora arde collitas”. Nuestra artillería esta vez madruga e inicia el bombardeo antes del amanecer; se oye el certero quejido de un ‘pututu’, las metralladoras funcionan con velocidad, entran también en acción los morteros enemigos cuyos disparos, sordos y secos, caen muy cerca de nuestra línea causando alboroto. En este solemne momento del avance ví pálidos a muchos de mis camaradas combatientes. Por lo que a mí respecta, tenía una nerviosidad extrema—mi garganta reseca. Ví también labios sangrantes, ojos con el brillo de la locura. Avanzamos … ahora ya nadie presta atención a los gritos u órdenes de los oficiales, seguimos avanzando indeteniblemente bajo una lluvia de fuego. Sufrimos considerables bajas, desaparece la tropa como cebada segada por la hoz, los cañones
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reglaban sus tiros casi con matemática precision, y las granadas, al internarse silenciosamente, abrían enormes boquetes con su estallido. En palabras crudas, ahora se impone lo macho—ha desaparecido nuestro comandante y alguien más toma el mando, ordena cubrirse en el boquete, y nos tendímos allí dejando pasar, minuto por minuto, las ráfagas de la muerte. Volaban por el aire copas de árboles que parecían regados por una lluvia de sangre. Varios de mis compañeros aseguran haber visto miembros humanos colgados en los árboles que han quedado de pié, vísceras sangrantes y cuerpos cercenados por la perforadora metralladora. Transcurrida esta dantesca visión reaccionamos y salimos del boquete para seguir avanzando hacia la ceja del monte hasta que, el estafeta nos transmite la órden de tomar posesión, y por primera vez, emplazamos la metralladora pesada “Vickers” frente al mismo enemigo. Desde éste momento comienza el troqueteo intermitente de la “Ampes”. Nosotros a la orden de “fuego vivoooo”—disparamos. Los fusiles disparan también, sin tregüa, a prisa, sin puntería; todos disparamos como poseídos de un loco y ciego furor, a matar. Avanzamos aún más, Arturo Gonzáles Gómez lleva el canon y avanza tendido. Modesto Torrico arrastra trabajosamente el trípode armado con su cureña y nos ubicamos casi al borde del pajonal. Es decir, cumplíamos la orden, estamos precisamente posesionados en la misma ceja de monte que dictaba el ‘orden del día’. Nuevamente, y con renovado vigor—que sólo presta la inminencia de la muerte—arañamos la tierra chaqueña con la rapidez con que lo hacen las vizcachas perseguidas por el cazador. Hacia la izquierda, lamentablemente con retraso, algunos regimientos entran al asalto, nosotros sólo percibimos entre el traqueteo de la “ Ampes” voces roncas y furiosas de ¡Viva Bolivia, carajooo! Al atardecer enmudece la artillería, el fuego de fusilería ha cesado limitándose a un tiroteo parsimonioso. Creo que el ataque frontal a “Puesto Fernández” prácticamente ha finalizado. Del éxito o del fracaso explicarán—algún día—los jefes y oficiales que “dirigieron” esta maniobra. A nosotros toca lamentar, y alzar una oración a modo de QEPD a nuestros compañeros y amigos que perdieron la vida en este camino cuyo avance ha sido trágico; porque es vivamente impresionante ver soldados heridos y desahuciados que piden: “Un tiro”, “¡¡¡Por favor, hermanito!!!”, “—¡¡Mátenme de una vez!!”. Hay heridos tan graves que es difícil describir con el mismo realismo y objetividad. Fuera de la pérdida humana, había fusiles quebrados, bayonetas rotas, montones de cartuchos de cañón y fusil, todos convertidos en material inservible y carbonizado. Luego, abandonamos el sector. Viene a reemplazarnos una escuadra del Regimiento L-20-I., cuyo comandante es un viejo amigo nuestro, José Antonio Quiroga, con él nos abrazamos efusiva y cordialmente, cambiamos sendos cigarrillos y porciones de coca, y nos despedimos. El impasible sol poblaba de luz estos campos de muerte y desolación. Los alegres fulgores de color oro eran para nosotros un sarcasmo. Un fuerte hedor a cementerio nos acompaña en la retirada que la iniciamos sin nosotros saberlo. Anochece. Recién se presenta con sus abiertas fauces ese otro enemigo del ejército del Chaco: el hambre❋
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________________________________________________________________________ EN BREVE En esta sección tratamos de compilar información de publicaciones recientes. Agradecemos los envios de Josefa Salmón, Ana Rebeca Prada, y el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Londres. También acaban de publicarse dos volúmenes más de la serie dedicada a la problemática boliviana con los trabajos leidos en la Primera Reunión de Estudios Bolivianos organizados en la Universidad de Loyola (Nueva Orleans, EE.UU.). Los siguientes son los índices de contenido de ambas publicaciones. ✔ CAMBIO Y CONTINUIDAD EN BOLIVIA: ETNICIDAD, CULTURA E IDENTIDAD Al cuidado editorial de Nicholas Robbins (La Paz: Plural Editores, 2005). Indice: “Bolivia colonial y pueblo aymara”, Ramón Conde Mamani “Reformismo y Rebelión: la vision de Tomás Katari”, Nicholas Robins “La dimension exterminadora del la Gran Rebelión de 1780-1782 en el Alto
Perú”, Nicholas Robins “La etnicidad andina hoy, a través de cuatro historias” Xavier Albó “Tierras e identidades en la inersección del Altiplano y la Amazonía: la
reivindicación de los Lecos de Apolo”, Meredith Dudley “Llunkerío: hombres populares, clientelismo, y estigma en Bolivia” Robert
Albro “Construyendo identidad cultural y patrimomio en la fistividad de la virgen
de Urkupiña de Quillacollo”, Isabel M. Scarborough “Por qué Warisata no es lo que parece: la escuela-ayllu y el establecimiento
del contro estatal en la educación indígena”, Marten Brienen ✔ CONSTRUCCION Y POETICA DEL IMAGINARIO BOLIVIANO al cuidado editorial de Josefa Salmón (La Paz: Plural Editores, 2005). Indice: Introducción, Josefa Salmón I. La obra de Jesús Urzagasti como narrativa transnacional -Jesús Urzagasti, “Jesús Urzagasti y la literatura” - Norma Klahn, “Volver a región: poéticas y políticas en El país del
silencio”
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- Ana Rebeca Prada “Notas en torno a muerte y política en la narrativa de Jesús Urzagasti
- Guillermo Delgado P., “La corografía en El país del silencio de Jesús Urzagasti: El espacio estriado entre el Chaco y el Altiplano”
II. Formas de ser y estrategias del escribir - Patricia Alegría Uria “Juan Sobrino o la poética de la denuncia” - Estelle Tarica, “Viajes a las rocas y las ruinas: visiones del valle de
Inkallajta a la sima fecunda” - Luis Tapia “Abigarramiento y ambigüedad morfológica” -Mariaca, Guillermo “Los cuerpos del aire. Ensayo bailado en torno a tres
danzas cholas” -Maureen Shea. “Contra el Imperio: Voces de los Andes desafían la
hegemonía Occidental” Freya Schiwy “Entre multiculturalismo e interculturalidad: video indígena y
la descolonización del pensar” -Quintanilla, Victor Hugo “Modernidad e Interculturalidad: diferencias
culturales e identidades que se reconfiguran” III. Algunos escritos y escritores bolivianos contemporáneos Edmundo Paz-Soldán “La visita” (cuento) -Claudio Ferrufino “De abandono” (cuento) -Luis Morató-Lara “Quri jarawi, qulqi jarawi” / “Poesía áurea, poesía
argéntea” -Stephen Paul Jacobs “Una cosita extra” (ficción histórica) Se han publicado también los siguientes libros: ✔ To Make the Earth Bear Fruit, Ethnographic Essays on Fertility, Work and Gender in Highland Bolivia, de Olivia Harris. London: Institute of Latin American Studies. 2000. El volumen es una colección importante de los trabajos de Olivia Harris publicados entre 1978-1995. Nada mejor que tener una colección de artículos que se encuentran dispersos y que ahora se ofrecen como una compilación hecha por la misma autora. ✔ Coordinado por Ana Rebeca Prada M. circula el volumen 12 de Estudios Bolivianos correspondiente a 2004. El número está dedicado a: “La Cultura del Pre-52”. Contribuyen esta edición, Magdalena Cajías, Jhonny Canedo, Ana Rebeca Prada, Pablo Quisbert, Rosario Rodriguez y Beatríz Rossells. ✔ T’inkazos, Revista Boliviana de Ciencias Sociales, volumen 17 (Noviembre de 2004) dedica varios articulos a la Asamblea Constituyente y debates relativos a la organización de un futuro proyecto nacional en el trasfondo de recientes discursos enmarcados en propuestas autonomistas. ✔ T’inkazos Virtual (www.pieb.org) tiene artículos de: Julia Gabriela Toranzo Gutiérrez, Daniel Dory, Rossana Barragán, Rafael Archondo Quiroga, Miguel Alberto Bartolomé, Karin M. Nasse, y Bartolomé Clavero.
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✔ Proclaiming Revolution. Bolivia in Comparative Perspective, de Merilee S. Grindle y Pilar Domingo (eds.). Cambridge, MA: Harvard University Press e Institute of Latin American Studies, University of London. 2003. (Artículos de Merille S. Grindle, Laurence Whitehead, Alan Knight, Ken Lehman, Sinclair Thomson, James Dunkerley, laura Gotkowitz, Brooke Larson, Juan Antonio Morales, Herbert Klein, Manuel E. Contreras, Eduardo Gamarra, Merilee S. Grindle, George Gray Molina y Pilar Domingo. Assies, Willem, Ton Salman. Crisis en Bolivia: The Elections of 2002 and their Aftermath. London: Institute of Latin American Studies, 2003. Muñoz, Willy O. La narrativa de Adela Zamudio. Santa Cruz: Editorial La Hoguera, 2003. Traverso Vizcarra. Jorge. En los meandros de la estupidez. La Paz: OFFAVIM, 2004. ❋ —————————————————————————