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ristianismo
y
aculturación
en tiempos del Imperio Romano Antig. crist. Murcia) VII, 1990
LA VETUS LATINA Y L A C O N F R O N T A C I Ó N C U L T U R A L
E N T R E P A G A N I S M O Y C R I S T I A N I S M O
ANTONIO MORENO HERNÁNDEZ
Univers idad Complu tense , Madr id
S U M M A R Y
Th e Old Latin V ersions of the Bible , cal led
Vetus Latino
were one of the main points in
the Pagan crit ique of the Christ ian doctrines . This Article analyses the arguments of the
Pagan authors agains t Vetus Latina and the answ ers of the Christ ians from the secon d to
the f i th century A.D. I t i s poss ible to discern three arguments , al l of them concerning
l inguist ic problems: the short l i terary qual i ty of Vetus Latina because of the l i teral ism in
the translation technique; the social and cultural background of the Christ ians , which are
considered i l l i terate persons with a vulgar language; and the textual plural ism, owing to
the existence of different versions.
0. La penetración del cr is t ian ismo en el imperio romano es un fenómeno complejo que
adquiere una nueva d imensión con su progres ivo asentamiento en el occidente medi terráneo.
Dentro de la mul t ip l ic idad de factores que ja lonan es te proceso , vamos a ocupamos de anal izar
el significado, l ímites y repercusiones que en él tuvo la Vetus Latina o Veteres Latinae VL ), las
primeras versiones latinas de la Biblia, a través de los argumentos que en tomo a ellas fueron
barajados en la polémica pagano-cristiana durante los cinco primeros siglos de nuestra era, con
el fin de precisar qué supuso en este proceso de aculturación la adopción del latín como lengua
de expres ión cr is t iana y su choque con la t radición propiamente romana, t radición que también
se nutre de elementos griegos.
1. Son pocos los datos con que contam os para la recon stracció n de los orígenes y expan
s ión de la VL, hechos és tos que só lo con mucha cautela pueden reducirse a un fenómeno
uniforme y l ineal, dada la variedad de su desarrollo según los lugares y las épocas. Su aparición,
práct icamente contemporánea en Roma y en las urbes del norte de África , se produce, como es
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bien sabido ' , a lo largo de la segunda mi tad del s iglo I I y , por encima del hecho est r ic tamente
lingüíst ico, nos si túa en uno de los primeros estadios de la configuración de un acerbo cultural
específicamente crist iano en el área occiden tal , anterior o en todo cas o sim ultáneo a la elaboració n
de una conceptualización teórica y al acceso al poder de la iglesia. A la vez es una de las
pr imeras tenta t ivas de una formulación menos condic ionada por e l t rasfondo judeo-heleníst ico
en que se f ragua e l c r i s t ianismo pr imi t ivo. El desarrol lo que exper imenta en Roma se cent ra en
los medios grecopar lantes y , de hecho, e l gr iego configura mayori tar iamente los medios cr is t ia
nos de la urbe hasta la mitad del siglo III y aún en buena medida a comienzos del IV. En este
contexto la VL nace confinada en comunidades inic ia lmente bi l ingües que terminar ían por ser
exclusivamente de habla la t ina . La preeminencia , en cambio, de los ambientes grecopar lantes
fue menos acusada en el norte de África. Y si bien se ha planteado la hipótesis de vincular su
or igen a inf luencias jud ías, com o ha sostenido B londh eim para e l caso de Ro ma y Braun para e l
norte de África^, no se conoce con certeza la existencia en esta época de una biblia lat ina obra
de las comunidades judías a l l í establec idas.
2.
Por ot ra par te , convien e hace r la sa lvedad de que la apl icación del té rmino 'Bi bl ia ' para
aludir a las antiguas versiones no implica la existencia de un corpus perfectamente definido,
sino enormemente var iable , dado su desarrol lo más bien incontrolado y sólo parc ia lmente
somet ido, a l menos durante los pr imeros dos s iglos de su existencia , a las sucesivas canoniza
ciones' . Así por ejemplo, es muy significativa la ausencia en Cipriano de toda ci ta de la Epístola
a los Heb reos y de las Epísto las Ca tólicas (sa lvo la 1.- de Juan y la 1.- de Ped ro), o, inve rsam ente,
la inc lusión en dist intas versiones de apócr i fos del Ant iguo y del Nuevo Testamento.
3.
An tes de la aparición de la V L, los tres test im onio s más significativos de au tores
roma nos de f ina les des s iglo I y com ienzo s del II (Táci to , P l inio e l jov en y Suetonio) coinciden
en hablar de l cr i s tianismo c om o una
superstitio,
al igual qu e otros cultos orientale s, per o en este
caso caracterizado por su carácter reciente {nova, Suetonio) , ext ranjero peregrina, Pl inio; ex
terna.
Tácito), y, sobre todo, los tres coinciden en atribuirle una condición perniciosa y funesta
{exitiabilis, Táci to; malefica, Suetonio, y prava et inmodica, Pl inio) . Es precisamente este
punto, la atribución al crist ianismo de un conjunto de prácticas que rebasaban la esfera de lo
privado y entraban en serio confl icto con la rel igión tradicional , lo que plantea la antinomia con
la religio que, en medio de la prol i ferac ión de creencias mistér icas de diversa índole , seguía
respaldando a l orden establec ido, ant inomia que desde los pr incipios de la apologét ica la t ina se
trata de invert ir: Tertuliano se esfuerza en mostrar que el crist ianismo es la vera religio^ frente
a las
superstitiones
de la t radic ión paga na.
Religio
se ve así cargad a de una nue va signi f icación,
y, aunque se mant iene la ambigüedad de ésta como sis tema de creencias o como sis tema de
1 Para una perspectiva general de los oríge nes y desarrollo de la VL , cf. GR IB OM ON T, J.: «Le s plus anc iennes
traductions latines», en FO NT AIN E, J. y PIETRI, Ch. ed.): Le monde latin antique et la Bible, París 1985, pp. 43 -65,
y GARCIA DE LA FUENTE, O.: «El latín bíblico y el latín cristiano en el marco del latín tardío», Analecta Malacitana
10 ,
1, 1987, pp. 3-64 26- 34) .
2 BLON DHEIM , D. S .: Les parlers judéo-rom ans et la Vetus Latina, Paris 1925, y BR AU N, R.: Deus Chris-
tianorum . Rech erches sur le vocabulaire doctrinal de Tertullien, Paris 1962 .
3 Sobre las imp licacion es filológicas de esta situación, cf. FO RN BE RG , T.: «Textual Criticism and Canon. So me
Problems», Scandinavian Journal of Theology 40, 1986, pp. 45 -53 .
4 H E R R MA N N , L . : Chrestos. Témoign ages païens et juifs sur le christianisme du premier siècle, Latomu s 109,
1970; BENKO, S.: «Pagan Criticism of Christianity during the First Two Centuries A. D.», ANRW II 23, 2, Beriin-N.
York 1980, pp. 1 .055-1 .118.
5 SAC HO T, M.: «Comm ent le christ ianisme est- i l devenu religio», RSR 5 9, 1985, pp. 95-1 18.
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prácticas, lo cierto es que t iene su punto de referencia en la Biblia, sobre la que se construye
todo su horizonte hermenéut ico.
4 .
Es en el s iglo III c u ^ d o el cr is t ianismo y la t radición la t ina l legaron a coincidi r , tanto
por la relativa apertura que supuso el acceso de los Severos al imperio como por el propio
proceso de la t inización de la igles ia occidental . La VL se encuentra en plena expansión. A la
vez va surgiendo toda la l i tera tura generada por la polémica pagano-cr is t iana. Aunque son
escasos los mater ia les que conservamos en tomo a la recepción de la VL en los ambientes
cul turales de occiden te , bás icamen te reconst ruidos a par t i r de las apolog ías cr is t ianas , el ras t reo
de los tes t imonios c onserva dos nos perm ite dis t inguir t res aspectos en la crí t ica paga na a la V L:
el rechazo de su escasa calidad formal, la precariedad sociocultural de sus seguidores y el
plural ismo textual .
4 .1 . En prime r lugar se cri t ica la falta de calida d formal de las antigu as versio nes , en
consonancia con la importancia concedida a la re tór ica en la educación t radicional y con el
desarrol lo de un forma l ismo que configura , a grand es rasgo s , la l itera tura pagana desd e e l s iglo
I . En el ámbi to gr iego, e l a t ic ismo ya había expresado su rechazo por la
koiné
popular de la
Septuaginta, que en alguna de sus versiones sufrió una revisión esti l ís t ica para adecuarse a estas
exigencias . La cr í t ica de las vers iones la t inas , heredera de las gr iegas , adquiere un tono más
virulento, porque el choque con los modelos clásicos es frontal: de una parte, la mayoría de las
vers iones la t inas t ienen como base un texto gr iego extraño al gus to c lás ico desde e l punto de
vista l i terario; de otra parte, la VL practica una técnica de traducción inusitada en la l i teratura
anter ior , consis tente en una l i tera l idad pretendidamente extrema de forma y contenido, que
ahorma una lengua repleta de hebraísmos y grecismos ajena a la normat iva re tór ica de la época;
y, por úl t imo, la presencia de vulgarismos hace que se vuelva un
sermo trivialis et sórdidas,
sobre el que recae la sospecha de falsedad y al que los escri tores paganos no estiman un
enemigo intelectual digno de ser considerado. Pero la respuesta por parte crist iana ante el
problema del sermo humilis no es monol í t ica . Vamos a centramos en t res pos turas bien di fe
renciadas .
4.1 .1 .
De una par te , hay una corr iente de defensa práct icamen te a ul t ranza de la VL,
manifestada en algunos padres del siglo III, que intentan constrair toda su cosmovisión a partir
del texto bíblico sin cuestionarlo y tratan de eludir cualquier recurso a la cultura pagana. Se
busca, as í , un mecanismo de di ferenciación a t ravés de un código cuya inte l igibi l idad es muy
reducida para los cult ivados en la tradición clásica^. Es el caso del método de Cipriano con sus
excerpta
de
testimonia {Ad Quirinum y Ad Fortunatum .
Co m o señala Saxer*, Cipriano intentó ,
una vez convertido al crist ianismo, hacer tabla rasa de su formación l i teraria profana para
inspirarse , a l menos conscientemente , tan solo en la Bibl ia y en Tertul iano. La dependencia de
la Escri tura es e l fondo de su argumentación. En el s iglo IV, Amobio, cuyo conocimiento de la
Biblia era, al parecer, bastante precario, considera pueriles las crí t icas contra los barbarismos de
és ta , y arremete contra la supues ta perfección de la lengu a clás ica , que con sidera m ás aparente
que real . La VL, como buen exponente de la marginación de la normat iva escolar , propició s in
6 C ER ESA - G A STA LD O , A .: / /
latino delle antiche versioni tiibliche,
Rom a 1975, pp. 32-36 .
7 La comprensión sólo es posible tras la conversión previa, reconoc e Tertuliano, De Test. anim. 1 ,4: Tanto abest,
ut nostris litteris annuant homines, ad quas nemo venit nisi iam Christianus.
8 S AX ER , v. : «Reflets de la culture des evêq ue s africains dans l oeu vre de saint Cyp rien» , RB 94 , 1984 ,
pp .
2 5 9 - 2 6 1 .
9 Adversus Naílones I 59 , 1-2.
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duda es ta escasa permeabi l idad,
que
también
fue
aprovechada
por el
pa ga n i s mo .
De
hecho,
Jul iano' sos t iene com o argum ento ant icr is t iano
que los
seguidores
de la
nue va
fe
debían ,
de
acuerdo con sus prop ias creen cias, l imitar sus es tudios a las escrituras y abs tenerse d e con taminar
su religión con los frutos de la fi losofía p aga na , con lo cual no hac ía mas que llevar hasta sus
úl t imas consecuencias
una
cier ta act i tud ant i inte lectualis ta m antenid a
por
determ inado s sectores
crist ianos.
4.1.2. Hay una segunda pos tura en la que, frente a las res t r icciones de los tes t imonios
anter iores , se intenta crear un espac io de deba te con el pagani smo cul to a t ravés de la renuncia
al empleo expreso de los textos en la a rgumentac ión . Así en el Octavias de Minucio Fél ix no
hay referencias expresas a la B i b l i a . En es te sent ido también es muy reve ladora la acti tud de
Lactancio
al
censurar
Div. Inst. 5, 4 el
c ompor t a mi e n to
de
Cipr iano
por
haber c i tado
en su
refutación
Ad Demetrianum la
Escri tura ,
que
este úl t imo tenía
por vanamfictam commenticiam.
Esta maniobra táct ica de abs tenerse de citar el texto bíbl ico para no provocar el desprecio del
pagano t ambién se ha e mpl e a do por MacCracken '^ pa ra expl i ca r la ausenc ia de citas en la obra
de Amobio .
4.1 .3 .
La tercera po s tura que sobre la pobreza formal de la VL pod emo s de tec ta r recoge un
nuevo factor:
se
trata
de una
acti tud crí t ica
que, si
bien asume
el
arraigo
de las
primeras
vers iones , argumentando
a su
favor
la
necesar ia s impl ic idad
de la
verdad
y la
intención uni-
versalista de Dios , reconoce expl íc i tamente sus carencias y justifica la res is tencia de los pa ga -
nos a adm it i rla . El mismo Lac tanc io
{Div. Inst.
5, 1, 15 expone como causa de la falta de fe en
las Escrituras entre los sabios y cul t ivados el he c ho de que los profetas han hablado en un
lenguaje común y e lementa l al pueblo l l ano . N o hac e falta insist ir en la decepc ión de Agu s t ín al
leer la Biblia antes de su convers ión , por lo que l lega a proponer cambios en el léx ico , en el
orden
de
palabras
y en el
es t i lo para adecuarse
al
gusto c las ic is ta , l legando
a
af i rmar
«mi or-
gul lo rechazaba
su
esti lo
y mi
me n t e
no
pene t raba
en su
interior»
{Tumor enim meus refugiebat
modum eius et acies mea non penetrabat interiora eius Conf.
3, 5,9 . Este úl t im o es, a nues t ro
ju ic io , el punto de inflexión definit ivo: se po día jus t i ficar la imperfección formal , pero si ésta
impedía adentrarse en los contenidos , se hacía precisa una profunda revis ión ( invir t iendo la
postura aquí expues ta en 4.1.1. ) , como el prop io Ag ust ín sol ici ta a J e rón i mo , que a su vez
caracteriza al idioma scripturarum por su rusticitas simplicitas vilitas verborum y por la in-
cultura sermonis {Ep. 22, 30, 2 y
5 3 , 1 0 , 1 ) . I g ua l
que
Agu st ín, Jerónim o, t ras leer
a los
clás ico s ,
reconoce
que sermo h orrebat incultus {Ep. 23, 30 .
Precisam ente es ta act i tud cr í t ica coincide
con el per íodo comprendido ent re el 360 y el 430, en que la polémica ant icr is t iana adopta un
planteamiento más intelectualista, y el cr is t ianismo occidental crea cas i todas las estructuras
consti tutivas de la Christianitas Latina. Esta metamorfos is de l planteamiento cr is t iano, que ha
objet ivado su propia doctr ina y que ha as imilado algunos de los presupues tos de la retórica
clás ica , supone, a principios del siglo V, la coexis tencia de expres iones cr is t ianas de muy
variado s igno
en
amplios sectores cul turales
del
imperio.
10 C A N D A U M O R Ó N , J. M.: «Retórica y filosofía en Luciano» ,
Emerita
55 1987 p. 320.
11 Salvo una referencia en 33 4 a los veteres anónimos , así c o m o 22 a lusiones o e c o s del Ant iguo y del N u e v o
Testamento, reconocibles para
los
iniciados,
cf.
Octav ias ,
ed. de J.
Beaujeau, Paris
1964
1974), Introd.
p.
X X X V I I .
1 2 M A C C R A C K E N , G. E.:
Arnobius. The Case against the Pagans
Londres 1949, p. 26; cf. la ed ic ión de H. Le
Bonniec , I Paris 1982, p . 70.
13 En De Docl. Christ. IV 20 21; cf. también Conf. 3 5 9 Sermones 51 56 y De Catechizand is rudibus 9 13.
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4.1.4. Sobre la ca l idad formal de la VL los estudios de la l ingüíst ica mo dern a — au nq ue n o
nos corresponde ent rar en e l problema del la t ín cr is t iano— permiten apuntar dos notas s igni f i
ca t ivas: de un lado , los rasgos vulgares ent roncan con e l la t ín vivo de las c lases pop ulares, cuyas
pautas estaban a l margen de los pat rones cul tos, que en buena medida eran una rememoración
más que un producto vigente ' ; de otro, la apreciación de la calidad l i teraria de estas traduccio
nes es hoy menos negativa que en la crí t ica antigua. Para el Génesis, Boscherini '^ detecta en la
técnica de traducción un nivel cultural bastante elevado en sus autores, pero esto varia de un
libro a otro.
4 .2 . El segund o aspecto polém ico que subyace en la VL es e l de la ext racción sociocul tura l
de los cr is t ianos, aspecto evidentemente l igado a l anter ior . La condic ión de 'e jérc i to de deshe-
der ado s ' va asociada habi tualm ente en los test imonios a la cr ít ica del carác ter vulgar tanto de las
versiones gr iegas como de las la t inas. En los ambientes paganos se considera que la progresión
del Cris t ianismo se acaba con las c lases humildes y poco formadas inte lec tualmente . La uni
versa l idad de la doct r ina se respalda con argumentos f i losóf icos, como hace Octavio, que
basa su argumentación, de cuño pla tónico, f rente a Ceci l io en la condic ión innata de la razón y
el sentido (sin dist inción de edad, sexo, o rango, sine dilectu aetatis, sexus, dignitatis), p e r m i
t iendo e l acceso de todos los hombres, o bien, como sucede con la mayoría de los apologistas ,
recurr iendo a la autor idad de los evang el ios {Mat. 11 , 25 y Lue. 10, 21) como hacen Ter tul iano
{Apol. 4 6 , 9 ) , Ju s ti n o 2 , 1 0 , 8 ( 1 , 6 0 , 1 1 ) , A t e n á g o r a s {Legat. 11) y Lactancio {Div. Inst. 5 1 9 , 1 4
y 6 4, 11). Incluso el mundo pagano intenta transformar las diferencias rel igiosas en étnicas,
poniendo a l romano en oposic ión a l c r i s t iano y a l judío, por la teor ía del tertium genus. L a
composic ión socia l de las comunidades cr is t ianas presenta modif icaciones según la región o la
época. Y si bien es cierto que su desarrollo se produce en los estratos urbanos inferiores,
Tertuliano al principio del siglo III reclama la presencia de los crist ianos de África en todas las
act ividades product ivas y socia les {Apologeticum, 42) y en conv ivencia cot idiana con los pa
ganos. S in embargo su progreso ent re las c lases e levadas y las capas di r igentes es más lento y
difíci l de precisar '*, y no hay duda de que la VL seguía siendo difíci lmente asumible si no había
una conversión previa .
4 .3 . El tercer punto polém ico susci tado por las pr im eras versiones la t inas t iene por o bje to
el plura l i smo textual que caracter iza su or igen y desarrol lo . La apar ic ión de dist intas versiones
de un mismo texto casi s imul táneam ente en Ro m a y e l nor te de África respon de a las n ecesidad es
propias de cada comunidad. Su ch-culac ión incontrolada ocasiona dos ser ios problemas:
4 .3 .1 . De una par te , la cul tura cr is t iana no muest ra una comp leta uni formidad de cara a la
polémica con e l paganismo: ya Celso reprocha a los cr is t ianos su incapacidad para dar a sus
ment i ras la apar iencia de verosimi l i tud, puesto que se encuentra con que e l los mismos han
modificado tres o cuatro veces, y aún más, el texto primitivo del evangelio, a fin de refutar lo
que así obje taban (2, 20) . La prol i ferac ión de versiones la t inas es puesta de manif iesto por
Jerónimo y Agust ín , que comprenden la incongruencia que impl ica e l contar con un texto sacro
14 KL OP SC H, P.: «Latein als Literatursprache», en
Propyläen Geschichte der Literatur 11, Die Mittelalter-
liche Welt, Berl in 1982, p. 312. Véanse también las observaciones en este sentido de GARCÍA DE LA FUENTE, O.
op .
cit.,
pp. 19-20.
15 BOSC HER INL S.: «Sulla lingua del le primitive versioni latine del An tico Testam ento»,
Atti e Mem oire
dell Accademia Toscana di Scienze e Lettere La Colombaria 26 , 1961-1962 , pp . 207 -22 9 (229) .
16 JONES, A. H. M.: «The Social Background of the Struggle between Paganism and Christianity*, en A.
MOMIGLIANO (ed . ) , The Conflict between Paganism and Christianity in the fourth Century, Oxford 1963, pp. 13-37.
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que ha adquir ido una divers idad ingente y que e l propio l i tera l ismo l leva a corregir constante
mente. En este punto, Agustín vuelve a insist ir a Jerónimo para que traduzca al lat ín las
escrituras griegas, porque la versión latina es tan dist inta en los diversos códices que resulta
intolerable Ep. 71 . 6) .
4.3.2.
De otra par te , las pos ibi l idades de revis ión del texto propiciab an las diverge ncias de
interpretación del crist ianismo: Tertuliano señala que la l iberalidad en la traducción da pie a la
herejía Adv. Marc. 2, 9) y Jerónimo constata discrepancias de la antiqua translatio con la ve -
ritas Hebraica {In Ezech. Proph. Com ment.
4 0, 16). Lie tzm an n lanzó la hipótesis del origen
marcionita de la VL, hipótesis que, en todo caso, sólo sería válida para el Nuevo Testamento,
com o indicó Blond heim, ya que los marcionitas rechazab an el An tiguo. Ha m ack señaló las di
ficultades de esta hipótesis incluso para el Nu evo , y Hi gg ins , comp aran do el texto de Lucas en
Marción y Tertuliano, reconoce que no hay ninguna razón para atribuir a Marción la iniciativa de
un Nuevo Testamento latino.
5.
No es de extrañar, por tanto , que el m ism o Dám aso , art ífice de la org aniz ació n un itaria
del papad o (36 6-384 ) , encargara a Jerónim o la revisión d e la vie ja bibl ia la t ina . Cu and o a par t i r
del siglo IV la iglesia empieza a cobrar un papel primordial en la polí t ica y la sociedad, se hace
patente e l problema al que ya desde ant iguo se enfrentaba e l pensamiento cr is t iano: la nueva
función exigía integrar una serie de elementos culturales e incorporar un lenguaje que sólo la
t radición pagana le podía br indar , aunque el mantenimiento del dogma le vedaba aceptar e l
contenido ideológico inscrito en ella. De ahí que la jerarquía eclesiástica se viera abocada a una
postura ambigua, en tanto que la re lación con la cul tura ant igua era a l mismo t iempo de
dependencia , pues precisaba los conceptos acuñados por e l la , y de rechazo, porque no podía
aceptar la visión del mundo propuesta por tales conceptos^ .
6. Es ta evolución dentro de los com pon entes cul turales cr is t ianos trae consigo el cues t io-
namiento y la relativización del valor de las antiguas versiones, convertidas en tradición arraiga
da en las prácticas del culto y de la l i turgia crist ianas. El proceso de cambio y de susti tución
progres iva por es ta nueva expres ión cul tural más uniforme y homogénea fue lento y gradual : la
revis ión de Jerónimo intentó combinar la normat iva c lás ica con la t radición de las ant iguas
vers iones y, de hech o, mantu vo la vers ión ant igua rev isada sob re e l gr iego en e l Sal ter io, y ot ros
l ibros , como Sabiduría , Ecles iás t ico, Baruc y Macabeos , reproducen el texto más o menos
corrompido de VL s in revisar ; pero tenemos constancia de la pervivencia de VL has ta e l s iglo
VII manifes tada en múl t iples anécdotas {Agustín, Ep. 71, 5) y en la multiplicidad de las citas de
los padres , mientras la Vulgata se iba imponiendo gradualmente .
7. Es pos ible que una vers ión cul ta de VL jam ás se hubiera arra igado^ ' . A nues t ro juic io , e l
problema de es tas vers iones populares radica en que son el f ruto de la neces idad inmediata de
comprensión en comunidades la t inoparlantes , pero que a l ser t ransplantadas a una nueva fun
ción, cuand o el texto bíbl ico se convier te en objeto de teoría , resul tan m ostrarse p oco adecu adas
tanto para la polémica pagano-crist iana como para el desarrollo de un pensamiento crist iano
17
Der Römerbrief Handbu ch zum Neuen Testament,
Tubinga 1919.
18 Das Evangelium vom Fremdem Gott, Leipzig 1921.
19 HIG GIN S, A. J. B.: «The Latin Text of Luk e in Ma rcion and Tertullian», Vig. Chris. 5 1951; pp. 1-42.
2 0 C A N D A U M O R Ó N , J. M . :
op. cit.,
pp . 320 -321 .
21 A UER BAC H, E . :
Lingua letteraria e pubblico nella antichità latina e nel Medioevo,
Milán, 1974, p. 49 , y
FRE DOU ILLE, J . C : «Les lettrés chrétiens face a la Bible» , en FON TA INE , J. y PIETRI, Ch. ed.) op. cit., p. 31 .
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necesariamente más intelectualizado donde actuaban ya otros presupuestos en este caso compar-
t idos por pagan os y cristianos cultos así com o resultaban inmanejables p ara los procesos d e
jerarquización creciente y de unificación política.
8. En úl t ima ins tancia la VL ins t rumen to fundam ental para la penetrac ión del cr is t ianis-
mo en Occidente has ta e l s iglo VI o incluso e l VII no sólo fue despreciada por la t radición
pagan a — de cuyos m árgen es los e leme ntos populare s me nos integrados en los mode los
cul turales dom inantes s in em barg o se nu tre— sino que tamb ién term ina resul tand o un cuerp o
fos il izado y en gran med ida extraño para la propia cul tura cr is t iana aunq ue s iguiera e jerciendo
sobre ella un poderoso influjo.
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