antiguedadycristianismo_7_8

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    Cristianismo y aculturacin en tiempos del Imperio Ro mano

    Antig. crist. (Murcia) VII, 1990

    L A E S P I R I T U A L I Z A C I N D E L R E I N O E N L A L N E A

    D E A C U L T U R A C I N D E L C R I S T I A N I S M O D E N T R O

    D E L I M P E R I O R O M A N O

    J. ALONSO DAZ

    Profesor de Bibl ia en la Univers idad Comil las-Madrid)

    S U M M A R Y

    The eterna k ingdom prom ised by Go d to Dav id according to the orac le of Natan (2

    Sm 7), occupies practical ly al l of the Old and New Testaments of the Bible . The characte-

    ris t ics of this kingdom were primari ly pol i t ical al though the f nal aim was the establ ish-

    ment of a s tate of perfect r ighteousness on Earth. This promised eternal kingdom of David

    disappeared with no hope of i ts returning due to the Babi lonian exi le al though the oracles

    of the prophets predicted their return in an apoteosical intervention by God. In his

    sermons Jesus of Nazareth preached the coming of the Kingdom. For the popular

    mental i ty, this Kingdom had a great pol i t ical promise which was the l iberation from the

    tyranic Romans then occupying Pales t ine . Jesus was sentenced to death by the Romans

    accused of being a subers ive pol i t ic ian and although the awaited kingdom, as they imagi-

    ned i t , never arrived they continued wait ing. In the year 70 A.D. , when the romans

    des troyed Jerusalem , the predicators preached the Chris t ian messa ge in Ro m e but now al l

    the pol i t ical aspects of the coming Kingdom had to be set as ide i f a frontal col is in with

    the Rom an Em pire was to be avoided . I t wa s then when thespiritual essage of the k ingdom

    was emphazised and the pol i t ical aspects s i lenced. The spiri tual ization of the kingdom is

    a clear case of the phenomenon of aculturation when elements of the Jewish culture passed

    into the Roman cul ture where the kingdom of David d id not have any meaning but a

    spiri tual kingdom did.

    La neces idad de la acul turacin o adaptacin del mensaje cr is t iano a las nuevas cul turas o

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    ambientes fue una de las preocupaciones en que insist i el Vaticano II. De hecho, en la historia

    del cr is t ianismo, esa preocupacin se advier te en los evangel izadores enviados a pases de

    misin con culturas muy diferentes de las de los pases de origen de los misioneros. Pinsese,

    por e jemplo, e l em pe o que tuvieron los jesu tas m is ioneros d e Asia en los s iglos 17 y 18 por

    acomodar el crist ianismo a los ri tos ancestrales malabares y chinos, aunque entonces fueran

    desautorizados porque se pens que haban ido demasiado le jos en la acomodacin

    Esa preocupacin que es y debe ser de siempre no slo en pases de misin sino en todos los

    ambientes y todos los t iempo s dado lo camb iante de las cul turas , se advier te muy claram ente en

    los mismos pr incipios del cr is t ianismo, cuando s te por determinadas c i rcunstancias his tr icas

    se desvincula de Pales t ina y del jud aism o d ond e surgi y se va al imp erio rom ano de cul tura

    muy diferente . Podemos as is t i r a ese fenmeno descr ibiendo pr imero cules eran los rasgos

    caracterst icos del pueblo judo dentro del cual surge el crist ianismo, especialmente frente al

    pueblo romano, y considerando despus lo que hizo e l cr is t ianismo cuando comenz a extender

    se por el imperio y l lega a la misma Roma, sobre todo a partir de la destruccin de Jerusaln en

    el ao 70.

    P R I M E R A P A R T E : E L J U D A I S M O Y E L C R I S T I A N I S M O A N T E S D E L A O 7 0

    La cul tura judaica en la que surge y se desarrol la e l pr imit ivo cr is t ianismo, la mental idad,

    ps icologa y acti tud del pueb lo jud o es t marc ada por la his tor ia , doctr inal y afect ivam ente , por

    el antirromanismo, por una oposicin frontal al imperio romano. Eso es el dist intivo antes de la

    destruccin de Jerusaln por Tito y Vespasiano el ao 70 de nuestra era.

    1

    El modo de ser del judaismo en general

    Pales t ina era pol t icamente en t iempo de Jess un pas de ocupacin con toda la conste la

    cin ps icolgica de pas ocupado que conocemos bien hoy da por la his tor ia reciente y actual .

    En el pueblo judo haba causas adems, que intens i f icaban el sent imiento

    ^

    El pueblo judo era un pueblo ferozmente nacionalista. Pose y s iemp re un a fuerte concien

    cia de raza refractaria a toda des integracin, com o lo ha mostrad o la his tor ia subs igu iente . Ten a

    adem s la conciencia re l igiosa de pue blo escog ido de Dios , de pue blo pr ivi legiado y nico entre

    todos los pueblos de la t ierra y de pueblo l lamado a una supremaca, del orden que fuera,

    espir i tual por lo menos , pero para muchos , tambin pol t ica .

    Por otra parte las circunstancias histricas parece que se com placan , desd e s iglos , en m an

    tener humil lado y pisoteado el orgul lo nacional judo. Empezando un poco de le jos , con el

    imp erio asirio, hab a desa pare cido el reino del No rte Israel 72 1), y Jud fue tributaria del asirlo

    para poder subsist ir . Con el Imperio Caldeo, fue la destruccin de Jerusaln y del templo y el

    cautiverio babilnico 587 ). Co n los Persa s a partir del 538 ) fue la pr did a de toda es per anz a.

    1 Sobre la aculturacin o inculturacin) en general referida al cristianismo, pueden verse los dos editoriales de

    la

    Civilt Cattolica:

    Il problema de la inculturazione oggi 1978) 313-322 y Condizioni e limiti de la inculturazione

    1978) 417-427. Tambin AGIRREBALTZA TEGUI, P.:

    Configuracin eclesial de las culturas. Hacia una teologa de

    la cultura en la perspectiva del Concilio Vaticano II

    Bilbao 1976).

    2 Para este punto, consltese cualquier

    Historia de Israel

    por ejemplo John Bright.

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    en lo humano, de independencia pol t ica , y la reclus in tota l dentro del terreno re l igioso. Con

    los griegos (a partir del 167) fue la persecucin religiosa que forz a los judos a levantarse en

    armas consiguiendo por a lgn t iempo la independencia pol t ica . Pero por luchas intes t inas entre

    miembros de la famil ia re inante intervinieron los Romanos en los asuntos de Pales t ina y de

    nuevo perdieron la independencia . Bajo la ocupacin romana es taban en t iempo de Jess .

    2.

    onsiderac in especia l de la espera nza del Re ino

    Conjuntamente con el sent imiento de la opres in se mantenan vivas las esperanzas en un

    Mesas l iber tador que en un g ran sector de la opinin p opu lar era de carcter pol t ico. Es lo que

    se ha l lamado el mesianismo poltico. Las ra ces es taban en lo que era un dog m a fundam ental

    del judaismo que pasar a a l cr is t ianismo:

    el reino mesinico.

    El re ino me sinico es un const i tu

    t ivo esencial del judaismo y del cr is t ianismo y en tomo a l gi ra toda la teologa del cr is t ianis

    m o .

    Es un e lemento centra l com o aparece de una conside racin an superf ic ia l de la predicac in

    de Jess y del Ant iguo Testamento. El re ino es la s ntes is de la predicacin de Jess que es t

    condensada en es ta f rase de los comienzos: El t iempo se ha cumplido. El Reino de Dios ha

    l legado. Creed a la buena not ic ia y con vert ios (Me 1, 14 -1 5) .

    Con la f rase el t iempo se ha cumplido se coloca a l reino como al f inal de una

    promesa

    hecha ya muy de ant iguo por cuyo cumplimiento se vena ya desde largo t iempo suspirando. La

    buena noticia,

    l a gran not ic ia

    {evangelio

    es que

    por fin

    l a promesa se cumple. Para los que

    reciben la predicacin de Jess la expres in reino de Dios t iene resonancia s determ inad as que

    son las que vienen del Ant iguo T estam ento . Se ref iere tam bin Jes s a la venida del Rein o en la

    predicacin de las Bienav enturanz as (B ienaven turados los pobres porqu e de e llos es e l Rein o) ,

    en las pet ic iones del Padre N uest ro ( Ven ga tu Rein o) , en la pred icacin d e las parb olas (Lo

    que sucede con el reino de los cielos es semejante a lo que sucede con. . .), y en otros pasajes.

    Es de resal tar que camino del monte de la Ascensin preguntan a Jess los discpulos s i es

    entonces cuan do se va a res tablecer e l reino de Is rael (Hech 1, 6) . Para e l los el re ino de

    Dios es t re lacionado con el re ino de Is rael y es a lgo de res t i tucin o res tauracin.

    As pues , com o punto de par t ida se tra ta de una in tervencin respec to de Is rael que pued e ser

    expresada con la expres in reino y que es taba promet ida, naturalmente , en e l Ant iguo Testa

    mento. Es tos aspectos nos l levan ya s in ms a comenzar por e l reino de David, e l re ino

    conferido por Dios a David (en atencin a su pueblo), que es el germen de lo que sera, en su

    desarrol lo y consumacin, e l

    reino de Dios

    de los pasajes neo tes tam entar ios .

    Damos muy en resumen los resul tados de un es tudio del re ino a t ravs del AT.

    Los datos

    son

    los s iguientes . A David le promete Dios , a t ravs del profeta Natn, un re ino e terno: Siempre

    se sentar en tu trono uno salido de tus entraas (2 Sm 7, 12 ss.) . La promesa es absoluta y no

    condicionada. El problema agudo es tuvo cuando la dinas t a davidica desapareci para s iempre

    en el exi l io babi lnico y nunca ms volvi, no obs tante la promesa formal de Dios . Del agudo

    problema de fe es tes t imonio e l Salmo 89 que ref lexiona amargamente sobre e l orculo de

    Natn (promesa divina) ponindolo en contras te con la s i tuacin de la dinas t a davidica desapa

    recida, en las perspect ivas humanas s in esperanza de vuel ta . Sin embargo la fe heroica de Is rael

    3 Para lo relativo al Reino (davidico y mesinico) nos remitimos a dos Fascculos Bblicos (de PPC ):

    La es-

    peranza yl promesa del Reino a travs del AT y El fracaso del Reino y su repercusin en el cristianismo (1980).

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    espera que, a pesar de todo . Dios termina r interviniendo y devolv er de una m aner a apote s ica

    el reino de David.

    Ese reino futuro que se perfi la en los orculos bblicos de los siglos anteriores al Nuevo

    Testamento t iene es tas

    caractersticas:

    1) El re ino que se espera t iene caracter s t icas netam ente po l t icas co m o el re ino his tr ico d e

    David. Tend r contenido s de jus t ic ia y f idelidad a Yahv pe ro s in que eso obs te a su carcter

    pol t ico, terreno e histrico. El usufructuario de ese reino es el pueblo histrico de Israel .

    2) Por las circunstancias histricas en que se vio el reino de Israel a partir del destierro, s in

    independencia , somet ido a poderes extraos fuera de un breve parntes is en que recupera esa

    independencia en la insurreccin macabaica , e l Reino esperado tena pr incipalmente dos conte

    nidos : la l iberacin del poder ocupante de tumo y la grandeza de Is rael sobre las dems

    naciones . Lo mismo la grandeza que la l iberacin son de orden pol t ico y terreno, aunque vayan

    impl icados en la nocin del re ino los valores re l igiosos de f idel idad a Yahv. La pintura del

    re ino esperado es t bien c lara en e l l ibro apocal pt ico de

    Daniel

    del s iglo II antes de Cristo .

    3) Ese re ino iba c laramente contra e l imperio romano, e l imperio dominante de tumo a

    cont inuacin del dominio de los t res imperios , e l babi lnico, e l persa , e l gr iego. El imperio

    romano es e l ocupante de Pales t ina , cuando surge Jess de Nazaret y e l cr is t ianismo.

    La venida del re ino, pues , en la mental idad por lo menos prevalente de los l t imos t iempos

    del Ant iguo Testamento, supona la des t raccin del imperio romano y la implantacin del

    imperio de Is rael . El texto de Daniel del cap tulo 7 es bien expl c i to respecto a es ta esperanza.

    Se refiere al cuarto imperio, (el lt imo) (Daniel 7, 26-27):

    El dominio le ser qui tado para ser des t ra ido y aniqui lado defini t ivamente . Y el re ino y e l

    imperio y la grandeza de los reinos bajo los cielos todos sern dados al pueblo de los santos del

    Al t s imo (Is rael ) . Reino etemo es su re ino - y todos los imperios le servi rn y le obedecern.

    El autor del l ibro de Daniel lo referente a l cuarto imperio lo ent iende del imperio opresor

    contemporneo, e l de Ant ioco Epfanes . Pero ms adelante (en e l Apocal ips is de Juan) es te

    cuarto imperio ser interpretado del imperio romano. Los cuatro imperios del cap tulo 7 de

    Daniel s imbol izados en las cuatro Best ias , es tn s inte t izados en la Best ia (una) del Apocal ips is

    (s mbolo del Imperio Romano) como concrecin de todos los imperios paganos contrar ios a

    Dios . El Apocal ips is de Juan se dis t ingue por su feroz ant i r romanismo y culmina la act i tud de

    todos los apocal ips is judos respecto de los imperios opresores de Is rael .

    Es tas mismas caracter s t icas del re ino aparecen netas en las ideas prevalentes del judaismo

    del s iglo I , no excluidos los discpulos de Jess , antes de que e l movimiento cr is t iano se

    desvincule de Pales t ina y vaya a l mundo romano. Como puede observarse en muchos textos , la

    esperanza de la l iberacin nacional , en concreto de los romanos , es t muy viva en t iempo de

    Jess y d e zelotismo *.

    3. La ocup acin rom ana hasta la destrucc in de erusa ln

    El ant ir rom anismo en los judo s por los mot ivo s prece dente s se acrecen t por lo que de

    hecho fue his tr icamente la terr ible ocupacin romana

    4 Vase el Fascculo 2 (PPC): De la liberacin nacionalista juda a la red encin espiritual cristiana (1978).

    5 Para todo lo referente a la ocupacin romana de Palestina, vase la historiografa d e Flavio Josefo, sobre todo

    Bellum Judaicum

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    a) Los romanos en Palestina

    Lla m ado s los rom ano s el ao 64 a. de C.) a interv enir en los asuntos de Pale stina en favo r

    de una faccin, a l l se quedaron es tablemente convir t iendo a Pales t ina en un pas ms de

    conquis ta y de explotacin de la ya larga l i s ta romana. Fue Pompeyo quien l lev a cabo la

    anexin de Pales t ina a Ro m a. La act itud de los jud os de Pales t ina respec to de los rom ano s

    desde que s tos se es tablecieron en e l la como potencia ocupante , fue en general de oposicin,

    como era obvio. No fa l taron como s iempre, e l grupo de los colaboracionistas con el rgim en

    ocupante esperando con esa act i tud de colaboracin poder conservar su pos ic in de pr ivi legio y

    bienes tar . Colaboracionis tas son los sumos sacerdotes , los saduceos , personas generalemente

    r icas y los herodianos , s iendo Herodes como era hechura de Roma.

    Pero los dems estaban en la resistencia. En la resistencia pasiva estaban los fariseos y el

    pueblo en general . Miraban mal la ocupacin romana, pero no crean prudente ni oportuno

    oponerse por la fuerza. Era demasiado el coloso romano para oponerle res is tencia con alguna

    probabi l idad de xi to. Los far iseos generalmente eran pobres , no obs tante a lguna frase evang

    l ica en sent ido contrar io, pero que neces i ta expl icacin his tr ica .

    Tngase en cuenta que los fundadores del zelot ismo fueron far iseos y que la insurreccin

    contra los rom anos en t iemp o de Adriano es taba capi tanead a por un far iseo Bar Ko sheb a) y

    respaldada con toda la autor idad del famoso Rab Aquiba, far iseo tambin, que, una vez

    aplas tada por los romanos la rebel in, muri con una muerte horrorosa, desol lado vivo con

    garfios de hierro.

    Estaban adems los esenios los de Qumran, que opues tos a Roma, esperaban de una inter

    vencin divina la l iberacin de las calamidades provenientes de la ocupacin romana. Es taban,

    finalmente, los

    zelotes

    que requieren un poco ms ampl io t ra tamiento. Son los representantes

    de la violencia como respues ta a la ocupacin violenta

    b)

    Los zelotes y Roma

    1.- En cuanto a su origen los zelotes muy parecido s a los ma cabe os) parece que tuv ieron

    como fundador a l clebre revolucionario Judas e l Gaulani ta de Gamala . El t iempo de la organi

    zacin del par t ido coincide con la juv ent ud d e Jess . Se jun t con el fariseo Sad od y pred icaba

    el rehusar la obediencia y e l impuesto a Roma.

    El mot ivo inmediato determinante de decidi rse por la res is tencia armada fue muy s imilar a l

    de los macabeos dos s iglos antes . Cuando la provincia de Judea, has ta entonces bajo Herodes ,

    fue anexionada a Sir ia , los t r ibutos de la t ierra de Yahv comenzaron a i r di rectamente a l

    Emperador a t ravs de su legado. Es to les resul taba una intolerable profanacin a los zelotes y

    por eso se levantaron en armas .

    2.-

    En cuan to a laactuacin de los zelotes , e l pr im er acto de Judas de Ga m ala fue saqu ear e l

    arsenal de Sforis en Gal i lea . Se hizo proclamar rey. Despus de su muerte , que no se sabe

    cmo fue, surgieron ot ros caudi l los del movimiento ant i r romano. En Perea, Simn, ant iguo

    esclavo del rey Herodes , se hizo proclamar rey e inic i su carrera quemando el palacio de

    Jer ic. Luego fue un pas tor , Atronges , quien tom el t tulo de rey y reuni una gran turba en

    6 Para lo referente a los zelotes, vase BRA ND ON, S. G. F.: Jesus and the Zealots Manch ester, 1967).

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    tomo suyo. Sus cuatro hermanos y l se apl icaron a ases inar un gran nmero de romanos y de

    soldados del rey.

    Flavio Josefo descr ibe as a los zelotes , desd e su pu nto de vista, que era de cola bor acio nis

    mo con Roma a par t i r de su rendicin a los romanos:

    Como la gente escuchaba con gusto sus discursos (de los pr imeros jefes del par t ido

    de oposicin violenta) , la audacia de su empresa hizo grandes progresos , y no hubo

    mal que no fuese engendrado por e l los y bajo e l cual no se viera abrumado el pueblo

    ms de lo que se pudiera decir : guerras cuya violencia cont inua nadie poda evi tar ,

    prdida de amigos que hubieran podido al iviar las penas , enormes a t racos , ases inatos

    de los hombres ms importantes , y todo bajo e l pretexto de enderezar los asuntos

    comunes , pero en real idad con miras de intereses personales

    En elmodo de res is tencia arma da de los zelotes contra Ro ma , es curioso enco ntrarse con q ue

    los proc edim iento s de los gue rri l leros actuales se prac ticab an ya por los guerri l lero s de enton

    ces. Algunos gmpos avanzaban has ta Jerasaln, hacan jus t ic ia secreta y secues t raban a a l tas

    personalidades para obtener la l iberacin de prisioneros. Entre otros secuestros que refiere

    Flavio Josefo, uno fue el del secretario del capitn del templo e hijo del sumo sacerdote Eleazar,

    y lo cambiaron por diez s icar ios detenidos por e l procurador Albino (A. 62-64) .

    3 .- Lor romanos emplearon la ms dura repres in contra los conatos de insubordinacin.

    Sobre la violencia de la ocupacin injusta sumaron la violencia de la represin con mtodos

    muy anlogos a los empleados a lo largo de la historia y actualmente para mantener su si tuacin

    de privilegio injusto, recurriendo a todo el poder de que suelen disponer los opresores contra los

    oprimidos .

    Habra que men cionar aq u , com o lo m s s ignif icat ivo, e l caso de las crucif ixiones frecuen

    tes y en masa, sobre todo en el lt imo perodo, que abarca el s iglo I del Crist ianismo.

    4.-

    Podemos describir un solo caso que t ipifica todo el perodo, la intervencin de Varo ^. Fue

    a la mu erte de Herod es e l Gran de. Su sucesor , Arqu elao, antes de obtener la confi rmacin de

    Roma, se vio enfrentado con una rebel in de far iseos o doctores de la Ley. Arquelao hizo

    ejecutar sumariamente a unos 3.000 rebeldes . Luego se puso en camino para Roma. En el

    entre tanto t ropas romanas a l mando de Sabino, que tena como superior a Varo (e l legado

    romano de Sir ia) , ocuparon Jerusaln. Las t ropas saquearon los tesoros del palacio de Herodes

    y del templo ante el pasmo y el horror de la multi tud de judos de la dispora, venidos para la

    celebracin de Pentecosts.

    Ante tamaa profanacin los judos tomaron las armas contra los romanos . Fue entonces

    7

    Anliq. Jud.

    lib. 18, cap. 11.

    Hav io Josefo era un judo que intervino en la insurreccin contra los Rom anos del ao 66 y fue uno de los jefes de

    la resistencia. Se le encarg la defensa de Jotapata (en Galilea) contra Vespasiano. Hab indose rend ido la plaza, Flavio

    Josefo pas a ser protegido del Emperador que lo utiliz en la campaa de Judea como parlamentario con los judos.

    Luego le llev a Roma y le tuvo a su servicio. En roma escribi sus obras sobre la Guerra Juda y muri hacia el 98.

    Tngase en cuenta este aspecto de su vida para valorar su obra y juicios en cuanto a los zelotes. Si es jud o, es tambin

    pro-romano. (Sobre Flavio Josefo y su obra, puede verse el estudio reciente de COHE N, SH . J. D.:

    Josephus in Galilea

    and Rome. His Vita and Development as Historian

    (Leiden, 1979). (EI nombre de

    Flavio Josefo

    no es el suyo original

    judo,

    sino el

    romano

    dado por su protector, el Emperador).

    8 Cf. HENG EL, M.:

    Jess y la violencia revolucionaria

    (trad, espaola. Salamanca, 1973), p. 72.

    9 Cf MACCOBY, Hyam:

    Revolt in Judaea. Jesus and the Jewish Resistence

    (London, 1973), p. 4 1.

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    cuando surgi en Galilea el famoso guerri l lero Judas de Galilea, el hijo del patriota Ezequas,

    cuya ejecucin por Herodes haba levantado la indignacin de los fariseos.

    Sabino, en peligro, pidi ayuda a su superior, Varo, y ste se present con un poderoso

    ejrci to que term in con todos los focos d e rebel in. Ento nces c om enzaro n los jud os a saber lo

    que significaba rebelarse contra Roma. Varo introdujo en Palestina la forma de castigo que

    haba de convertirse en un rasgo familiar del paisaje. Crucific a 2.000 de los rebeldes captura

    dos .

    Jess por aquella fecha deba de tener unos dos aos.

    5.-Es conveniente d escr ibir la crucif ixin, ese m edio no rma l de represin em plead o por los

    romanos en Palestina, concrecin de la violencia de parte de los ocupantes.

    Crucif ixin es la forma ms brbara jams inventada de cas t igo. Acumulacin de agonas

    que se prolongaban. Algunas vc t imas duraban has ta t res das . Segn la ley romana es taba

    reservada para los esclavos o aqul los que haban com et ido cr me nes abom inables . En Pales t ina

    los romanos emplearon la crucif ixin como un deterrente contra la rebelda . Crucif icaron

    judos a mil lares a lgunos calculan centenare s de miles) durante e l per odo de su ocup acin. La

    cruz vino a convert i rse como en un s mbolo de la opres in romana

    La intervencin de Varo y los dos mil judos crucificados mostraron bien a las claras a todo

    el pueblo las brutales represal ias a que es taban expuestos . En poco espacio de t iempo haban

    vis to sus lugares sagrados profanados y saqueados , y a sus mejores hombres que se haban

    alzado en armas para defenderlos, torturados hasta la muerte.

    No es extrao que en es tos per odos d e desesperacin se diera un mpetu a los m ovim ientos

    apocalpticos. La salvacin tena que estar cerca. En este ambiente surgen Juan Bautista y Jess

    de Nazaret .

    c)

    El desenlace del enfrentamen to de los zelotes a los roman os y la composicin de los

    Evangelios

    Es conveniente t razar a grandes rasgos e l conicto judeo-romano despus de Jess , pues to

    que despus de Jess surgen los Evangel ios , que lo interpretan muy condicionados por las

    circunstancias pol t icas de sus autores.

    1.^ En t iempo de Jess la oposic in a Ro m a es taba ms bien la tente con explos io nes

    espordicas de cuando en cuando. Sigui la tente durante aos . Los gobernadores que vinieron

    despus de Poncio Pilato ejercieron toda suerte de opresiones. El ao 66 estallaba la guerra

    s is temt ica de los zelotes contra Roma, que es taba avocada a un desenlace desas t roso con la

    destruccin de Jerusaln y el aniquilamiento de la nacin juda.

    2.- Pasando por encima diversas incidencias , la c iudad termin s iendo cercada por los

    rom anos . Los zelotes hic ieron vo to de luchar has ta la mu erte , pero mu cho s de e l los en la c iuda d

    llena de peregrinos que haban venido a la fiesta y que quedaron atrapados por el cerco deseaban

    escapar. Si lograban burlar el cerco, eran despus apresados por los romanos y crucificados a la

    vista desde las murallas de la ciudad. Toda la l lanura que circundaba la ciudad estaba l lena de

    cruces con vctimas en agona cruel o inmviles por la extenuacin o la muerte. Fueron tantas

    las cruces que se hacan, que todos los contomos quedaron despojados de rboles .

    Ante este espectculo visto desde las murallas de la ciudad, se reafirm la resolucin de los

    10 Es de notar que los Evangelios no condenan ni denuncian el procedimiento de la

    crucifixin

    Por qu?

    7 9

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    8/17

    zelotes de luchar hasta el f in. Dentro, Jerusaln estaba l lena de cadveres insepultos vct imas del

    hambre .

    Los romanos, por f in , rompiendo las mura l las con sus inst rumentos de a taque , ent ran en la

    ciudad. La tragedia y el desas tre para los jud os fueron e span toso s. Desp us del incend io del

    Templo s igui una matanza indiscr iminada . El nmero to ta l de muer tos en Jerusa ln durante e l

    asedio por el hambre y la matanza final se calcula que super el mil ln. El asedio haba durado

    cinco meses, y la guerra cua t ro aos, aunque quedaron todava en la regin a lgunos focos de

    resistencia.

    A cont inuacin de la matanza v ino la esc lavi tud y , na tura lm ente , las c ruc if ix iones. To dos los

    supervivientes de Jerusa ln fueron reunidos como en rebao en un rec into donde 17.000

    murieron de hambre y de abandono. Los romanos buscaban vidamente ent re los supervivientes

    los zelotes que pudieran quedar para crucificarlos, a excepcin de los que reservaban para el

    tr iunfal desfi le en Roma, en celebracin de la victoria del Emperador sobre los judos.

    Este tr iunfo se celeb r el ao 7 1 . En el cl ima x de la cere mo nia fue estra ngu lado S im n ba r

    Giora, el caudil lo zelote que haba l iberado a los esclavos.

    La muer te de Simn bar Giora en e l corazn de Roma, ent re las ac lamaciones de las

    mult i tudes ebrias de tr iunfo, ha sido considerada como una escena de fuerza simblica. Simn

    bar Giora representa la esencia de l juda ism o y personi f ica una ideologa universa l im placable

    mente opuesta a la t i rana y a su inseparable acompaante, la idolatra . Algn ao ms tarde, en

    Masada , los l t imos de los ze lotes , capi taneados por Eleazar , descendiente de Judas de Gal i lea ,

    murieron por sus propias manos despus de una heroica resis tenc ia .

    Algunos grupos de ze lotes , habiendo logrado escapar de Jerusa ln, v inieron a Egipto y

    t ra ta ron de cont inuar an a l l l a resis tenc ia a Ro ma . Fueron apresados y los roman os emp learon

    contra el los toda suerte de torturas, incluso la aplicacin de fuego, para doblegar su fh-meza y

    obst inacin y hacer les reconoce r a Csar como a su seor , pero ni aun en los ma yores tormen tos

    pronunciaron la frmula que se les exiga.

    3.-

    Slo bajo ese trasfondo de violencia i l imitada son comprensibles e interpretables muchos

    escr itos de l Nu evo Tes tamen to. Los evange l ios por entonces se escr iben, y en ambiente ro ma no ,

    con una tarea nad a fcil por delan te. De ban hablar de un jud o Jes s de Na zare t) , pertene ciente

    a un pueblo a lzado en armas cont ra Ro ma , sobre quien pesaba un odio feroz de l orgul lo ro ma no,

    y con la par t icular idad que ese mis mo Jess, aos antes , haba s ido e jecutado p or las au tor idades

    romanas bajo la acusacin de subversivo pol t ico.

    S E G U N D A P A R T E : E L E V A N G E L I O A D A P T A D O A L M U N D O R O M A N O

    1. La ida a los genti les antes del ao 7

    1.- ircunstancias histricas

    Hagamos brevemente un poco de his tor ia . Jess haba predicado la inminencia de la venida

    del reino, que los discpulos, como los judos en general , lo entendieron en el sentido pol t ico tal

    como la idea proceda de l Ant iguo Testamento. Este re ino ta l como lo entendan no vino. Los

    romanos tomaron a Jess como un subversivo pol t ico y lo e jecutaron. La muer te de Jess en

    cruz tuvo que tener a la vista de los discpulos en un primer momento el aspecto de un fracaso,

    80

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    como lo muestra e l hecho de su huida, despu s del prend imien to de Jess , a su Gal i lea nata l .

    La experiencia de la resureccin les hace superar el fracaso y les devuelve la fe. El anuncio

    de la venida del re ino para el t iempo d e la vida terrena de Jess qu e no se cump li, se cu mp li r

    en breve. La esperanza fall ida es relanzada hacia una segunda vuelta de Jess para muy pronto

    que inaugurar apotes icamente e l re ino promet ido. Despus de la ascens in y Pentecos ts , los

    discpulos creyentes esperaban en Jerusaln que de un momento a ot ro Cris to volvera a

    inaugurar glor iosamente e l re ino que no haba podido inaugurar durante su vida a pesar de la

    Pro me sa Me 1, 14-16 ).

    Los apstoles que es tn en Jerusaln a la espera del gran acontecim iento, no t ra tan de t razar

    una organizacin de conquis ta . Es un piadoso g rupo de piadoso s jud os , ins ta lados en un cuad ro

    judo en tomo auna esperanza especficamente juda y que no t iene sent ido s ino para los jud os :

    e l cumplimiento para Is rael del re ino promet ido a David y que va a ser res taurado muy pronto.

    Cmo fue en concreto la salida de Jerasaln y la ida a los genti les se explica en detalle en el

    l ibro de los Hechos de los Apstoles . Fueron los

    helenistas

    judos de fuera de Pales tina de los

    dispersos por el ancho mundo y en contacto con otra cultura no juda) los que le infundieron a

    la fe cristiana el espritu de especulacin respecto de las exigencias fundam entales) , desp us e l

    de propaganda a su prop io mun do . La dispers in de los helenis tas le ha asegu rado a la fe

    cr is tiana la vida trasplantndola a l terreno greco -rom ano. La des judaizacin y helenizac in

    de la fe crist iana, fue en la historia del crist ianismo primitivo, el hecho ms esencial que obr

    ms di rectamente en e l nacimiento de la nueva re l igin

    Los personajes pr incipales de es ta operacin de t ransplante fueron Fel ipe y Pablo de Tarso.

    Sin abandonar Jerasaln, la nueva fe es l levada a Antioqua por obra de los helenistas. Felipe,

    despus de c ier ta act ividad, desaparece de la escena y va a ser Pablo e l campen de la

    evangelizacin de los genti les siguiendo en la l nea iniciada por Esteban y Felipe. Pablo era de

    Tarso, por lo tanto del mundo helnico, y eso contr ibuir a a ser ganado para un modo de

    concepcin de un cris t ianismo des judaizado.

    El envo a mis in de Bemab y Pablo por par te de la comunidad de Ant ioqua se descr ibe en

    Hechos 13. Sin du da Pablo , antes de partir , hab a reflexio nad o sobre la tctica de misin entre

    los gent i les . El mensaje cr is t iano era necesar io, en lo pos ible , con discemimiento, adaptar lo

    al igerndolo de los rasgos netamente judaicos y repuls ivos y conformndolo, tambin en lo

    posible , a las aspiraciones y modo de ser del mundo helnico. En s ntes is y l neas generales

    sabemos por e l mism o Pablo su tes is fundam ental de par t ida no compa rt ida por los de Jerasa ln

    com o se vio muy pron to) . Ha pasado el rgim en de la Ley y aho ra se es t en un rgim en nue vo ,

    que es e l rgimen de la fe en Cris to. El som eterse a la Ley de M oiss q ue, a juic io de m uch os ,

    era nece sario para los que se hacan crist iano s com o hab a sido nec esario par a los pros li tos d el

    judaismo), no era necesario en adelante. Bastaba slo la fe en Cristo. Hay que tener en cuenta

    que exigir en concreto la circuncisin e lemen to c lave en e l juda ismo ) le hub iera creado al

    cr is t ianismo ser ias di f icul tades en e l mundo grecorromano, donde es taba mal vis ta , y donde

    consta que ms tarde fue prohibida por la ley bajo penas gravs imas

    Lo tocante a la ley de Moiss fue s in duda el pr im er esfuerzo de acul turacin des judai-

    11 Esta cuestin la hemos tratado expresamente en el Fascculo Bblico 39 PPC), Conflictos de la Iglesia pri-

    mitiva en marcha con motivo de la ida a los gentiles 1981).

    12 Sobre este punto, vase JUSTE R, J.:Les juifs dans l Empire Romain. Leurs condition juridique, conomique

    et social,2 vol. Paris, 1914). Sobre lacircuncisin,vol. I, pp. 261-271.

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    zacin y adaptacin a los gent i les) . El ot ro estar a s in duda en la concepcin del Mesas, como

    veremos ms deta l ladamente despus. Un Mesas que t raer a e l re ino de David para los judos

    no les deca gran cosa a los no judos. El mesianismo de los helenistas , comprendido Pablo, se

    or ient y evolucion hacia una especie de sa lvacin de tendencias universa les .

    2 a suerte que tuvo este prime r cona to de aculturacin

    La act i tud adoptada por Pablo en la predicacin era revolucionar ia y fue juzgada como

    hertica por la Iglesia Madre de Jerusaln. La guerra que se le hizo a Pablo por esa causa la

    conocemos bien sobre todo por la epstola a los Glatas y las dos a los Corintios. El ministerio

    de Pablo en su esfuerzo de acul turac in presc indiendo de la Ley de Moiss para los gent i les

    termin t rgicamen te . Habien do ido a Jerusaln pa ra dia logar con los jerarcas de aquel la Iglesia ,

    se efec tuaron violentos mot ines populares en contra suya por considerar le un despreciador de la

    ley de Moiss. Estuvo a punto de un l inchamiento, y no fue l inchado porque intervinieron los

    romanos. stos le encarcelaron y por f in , despus de dos aos, le l levaron a Roma para ser

    juzgado por e l emperador como c iudadano romano. El paul inismo o la interpre tac in paul ina

    del evangel io cr is t iano desjudaizado y adaptado a los gent i les dio la impresin de haberse

    venido abajo y haber quedado barr ido por la intervencin de la mxima autor idad cr is t iana .

    Qu pas para que resurgiera de nuevo y fuera e l

    paulinismo

    el prim er gran esfuerzo de

    aculturacin lo que de hech o configur e l evangel io cr is t iano? La dest ruccin de Jerusaln por

    los rom anos a . 70) y la prc t ica desapar ic in del cr i s t ianism o jeroso l imi tan o en la ca tst rofe

    nacional fue de capi ta l t rascenden cia . No m uch o desp us de los inc identes de Pablo en Jerusaln

    y su desapar ic in d e la escena, los ze lotes , desp us d e la lucha d e guerr i l las contra los ro ma no s,

    decidieron el ao 66 pasar a la guerra sistemtica. La venida del reino por fin se crea inminente

    y los apocal pt icos haban avivado y avivaban hasta e l paroxismo las esperanzas. En esas

    esperanzas par t ic ipaban tambin los cr is t ianos. Se confiaba en la intervencin de Dios. Pero

    Dios no intervino y la derrota de los insurrec tos fue espantosa . El judaismo rec iba de los

    romanos e l golpe morta l . Los cr is t ianos quedaron tambin a lcanzados por la t ragedia . La

    comunidad o la iglesia madre de Jerusaln desapareci en la ca tst rofe .

    Por lo que se refiere alpaulinismo esfuerzo de desjudaizacin y acul turac in rom ana ) , la

    comunidad cr is t iana de Jerusaln, que tan tenazmente se opuso a Pablo hasta lograr e l iminar le ,

    ya no pudo controlar las cr is t iandades surgidas por la ac t ividad del dis idente evangel izador y

    marcadas por su teologa sospechosa . Eso por una par te . Por ot ra par te , qu perspect ivas le

    quedaban a l c r i s t ianismo naciente , una vez desaparecido en su preponderancia y vigor e l

    cr is t ianismo judaico? Claramente la perspect iva y la esperanza estaba en e l c r i s t ianismo, no

    judo, s ino en e l c r i s t ianismo gent i l y en su entorno, de donde podan surgi r adeptos para la

    nueva rel igin

    Pero con qu t ipo de cr is t ianismo se haba de i r hacia los posibles nuevos adeptos? Como

    consecuencia de que Jerusaln haba sucumbido luchando contra Roma, la presentac in del

    cr is t ianismo para e l mundo romano, s i no se quer a encontrar un obstculo insuperable de

    13 Para toda la cuestin, vase BRANDO N, S. G. F.:

    The Fall of Jerusalem and the Christian Church. A Study

    ofth Effects ofth Jewish Overtrow of

    A.

    D. 70 on Christianity

    London, 2.- ed. 1957).

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    principio tena que aparecer lo ms desvincu lada del odiad o jud aism o que acabab a de a lzarse

    contra Roma y acababa de ser aplas tado por los romanos .

    Parece que se puede deducir fci lmente que los entonces responsables del movimiento

    cris t iano los que fueran una vez desapare cidos los jerarcas de la pr im era hora debiero n de

    del iberar sobre es tos puntos y sobre la frmula y tct ica de evangel izacin en e l mundo no

    judaico s ino en un mundo de una cul tura muy diversa y en una coyuntura muy part icular por

    todo lo que acababa de acontecer .

    Fue entonces cuando s in duda apareci que la nica evangel izacin viable era la que

    Pablo haba pues to en marcha . Si poco antes haba s ido no bien vista y e l iminad a era preciso

    volver a e l la ya que e l nico cam po abier to que prct icam ente le quedab a al cr is t ianism o era e l

    gent i l e l que Pablo haba cul t ivado con sus mtodo s especiales de acuerdo con las exigen cias d e

    la aculturacin.

    En la coyuntura his tr ica y ps icolgica apuntada se escr iben los Evangel ios empezando por

    el de Marcos segn todas las pro bab ihd ades en Ro m a por e l ao 70-71 en e l entorn o del desf i le

    triunfal despu s del triunfo s obre los jud os o sob re los zelotes.

    Tam bin a par t i r de aquel la fecha rehabi l i tado el paul in ismo y susci tado un gran inters por

    l

    empieza s in duda el proceso de la formacin del corpus paul inum recogiendo a t ravs de

    las crist iandades las cartas que figuran como escritas por Pablo y que con el eclipse de Pablo

    haban quedado en e l olvido.

    A Jrav s de los evangel ios y de los ot ros escr i tos del Nue vo Te stam ento po dem os ha ce m os

    cargo de la preocupacin de acul turacin del mensaje cr is t iano dentro del imperio romano

    prescindiendo de los aspectos en re lacin con la abrogacin de la ley de Moiss y teniendo en

    cuenta especialmente los aspectos pol t icos . Nos f i jamos en a lgunos puntos .

    3.- La expresa ausenc ia de ant irrom anismo en los vange l ios

    Esta ausencia es vis ible en la no m encin de la intolerable ocup acin rom ana y en la pintura

    que se hace de los poco s personajes rom anos qu e aparecen en los re la tos . No tam os en la pr im era

    parte cul fue e l comportamiento de los romanos en la ocupacin y lo intolerable que resul taba

    para los judo s . Es to supues to no pod em os subst ra em os a una extraeza qu e nos causa la lectura

    de los evangel ios . Encontramos un s i lencio tota l respecto a la violenta ocupacin romana

    mantenida mediante una repres in extrema de todo conato de insurreccin. Claro e jemplo las

    frecuentes crucif ixiones a ludidas antes . Jess s in em barg o es t pintad o en los Eva ngel ios com o

    ignorante de la ocup acin no cues t ionan do el derech o de los rom ano s a tener do min ada

    Pales t ina con sus t ropas a desangrar la regin con sus exhorbi tantes t r ibutos a masacrar y

    crucificar dondequiera que se opusiera resistencia a su poder.

    En el mism o sent ido es l lamat iva la pintura que en la Pas in de Jess se hac e de la person a

    y actuacin del procu rador rom ano Pi la to com o de ot ros dos rom ano s que aparecen en e l

    Evangel io.

    Pi la tos es cono cido por ot ras fuentes diversas del Eva ngel io: Josefo Fi ln y fuentes rom a

    nas . Apa rece cruel respon sable de mu chas e jecucion es corro mp ido depu es to de su cargo por

    haber l levado a cabo una matanza masiva. Es ta pintura es muy dis t inta de la que hacen los

    evangel ios en e l re la to de Barrabs y Jess . Aparece como muy humano y preocupado muy

    seriamente por evitar la injusticia. Se le puede acusar de dbil por ceder ante las presiones de la

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    turba hosti l , pero nada ms. Tal es la pintura de Plalos en los Evangelios que en algunos

    sectores geogrf icos de la Iglesia pr imi t iva l legaron a tener le por santo canonizado. Aqu

    tambin el lector que est al tanto de la otra historia de Pilatos, no puede menos de preguntarse

    extraado si los evangelistas no han transformado la pintura de Pilatos en servicio de una tesis.

    Esta tesis ser a ba jo un aspecto descargar a los romanos de la responsabi l idad de la muerte de

    Jess y echrsela a los judos. El movimiento crist iano para la fecha en que se escriban los

    evangel ios se mo va dent ro del Imp erio. Parece que era conveniente no her i r en ningu na ma nera

    las suscept ibi l idades romanas respecto a l movimiento cr is t iano. Ese movimiento nada tena que

    ver con el odi do pueblo judo y los ze lotes a lzados en armas contra R om a.

    Los romanos que aparecen en e l Evangel io quedan en favorable luz muy por encima de los

    judos.

    De Pi la tos ya se ha visto . El ot ro caso es e l de l Centur in romano junto a la cruz . Mientras

    los judos insul tan a Jess, e l centur in rom ano recon oce a l que m uere co mo ve rdad ero Hi jo de

    Dios segn Me 15, 39) , com o un verd adero justo segn Le 23 , 47 ) . Tam bin e l ot ro

    centur in rom ano Mt 8) aparece pintado com o f igura res petable .

    Claram ente , los evange l ios son pro-ro ma nos y son ant i judos. Tod o e l lo refuerza la sosp echa

    que escriben al servicio de una tesis, la tesis indicada antes, de desconectar lo ms posible al

    cr is t ianismo del judaismo y no her i r las suscept ibi l idades de los romanos, ms bien halagar los

    con la favorable pintura evangl ica . El los, y no los judos, captaron desde sus comienzos la

    t rascendencia del cr i s t ianismo.

    Es e l lo un aspecto que per tenece a la preocupacin por la acul turacin.

    T E R C E R A P A R T E : L A E S P I R I T U A L I Z A C I N D E L R E I N O Y D E L M E S A S E N

    E L C R I S T I A N I S M O R O M A N O

    1.

    E l dato del reino espiritualizado

    Es c laro que en la presentac in del mensaje cr is t iano en ambiente romano se ha efec tuado

    una espi r i tua l izacin del re ino y de los componentes const i tut ivos del re ino y no es di f c i l

    descubri r las causas de esta espi r i tua l izacin. Veamos pr imero unos cuantos textos y evalu

    moslos despus

    Como indicamos antes, la l iberacin del imperio romano y su dest ruccin era un contenido

    del reino. En el mensaje del l ibro de Daniel ese aspecto est bien explci to. La donacin del

    re ino a los Santos del Al t s imo Israe l ) iba acomp aad a de la dest ruccin d el imp erio opresor

    captulo 7).

    En e l mensaje del Nu evo T estam ento, s i se excluye e l Apoca l ipsis de Juan, ese aspecto no se

    menc iona. La l iberacin no es una l iberacin nacion al , es una l iberacin mst ica del pecado y de

    las fuerzas de mo nacas. Por e jemp lo, en e l cap tulo 6 de la epstola a los Rom ano s, la redenc in

    aparece plenamente espi r i tua l izada . Se habla de una muerte a l pecado y de una resurreccin a

    nuev a vida. Igu alm ente , en Efesios, 2, 5 por ci tar slo algu nos textos ) se dice que Dios no s ha

    hecho vivientes en Cristo a nosot ros que estbamos muertos por nuest ras fa l tas , nos ha resuci -

    14 Como complememo de estas ideas vase el Fascculo Bblico PPC) 2: e la liberacin nacional Juda a la

    redencin espiritu l cristi n

    1978).

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    tado y nos ha hecho sentar en los cielos con Cristo Jess. De nuevo se trata de la muerte al

    pecado y de la resurreccin a nueva vida espi r i tua l , s in pecado, es deci r de una redencin

    mstica.

    En los evangelios sinpticos, la expresin el reino de Dios, el reino de los cielos es

    probablemente una expresin despol i t izada que haba de suger i r contenidos espi r i tua les ms

    bien que contenidos pol t icos Y es notable que la nocin R eino que l lena todos los evange

    l ios s inpt icos, apenas aparece en Juan, e l evangel io ms tardo. Juan no habla de re ino sino

    de vida e tema, aqu y ahora . sta es la nocin que en Juan remplaza a l re ino de los

    sinpt icos que , aun espmtual izado, todava poda re tener y susci tar connotaciones pol t icas.

    En dos ocasiones menciona Juan e l re ino pero es para espi r i tua l izar lo y despol i t izar lo .

    Cuando Jess est ante P i la tos y se le pregunta s i es Rey de los judos, responde, segn Juan,

    que su reino no es de este mundo. El alcance es que Jess es Rey, pero no al est i lo de los reyes

    de este mund o, s ino para dar test imonio d e la verdad Jn 18, 33-3 7) , es deci r , para un re ino

    espiri tual donde sea la verdad la que reina. Con esta espiri tualizacin Juan hace as ms

    verosmi l la presentac in de Luc as del proc eso ante P i la tos en la que que da m uy de re lieve una

    dif icul tad: Cmo Pi la tos ante uno que por lo menos no rechaza ser rey de los judos, dice no

    encontrar en l causa Le 23 , 4)? Desde lueg o, no era para e l go bem ado r rom ano ning n del i to

    pretender uno ser rey de una especie de reino espiri tual; s lo era, en cambio, pretender ser rey

    o caudil lo en Israel en contra de la potencia ocupante.

    Si en otra ocas in, Juan emp lea reino Jn 3, 5), es par a afirmar q ue slo el qu e ren aciere

    del Espri tu podra entrar en el Reino, lo que hace al reino una realidad espiri tual .

    Otra profund a esp iri tualizacin en relaci n con el texto prec ede nte) que efecta Jua n en la

    nocin del re ino espi r i tua l izndolo) est en lo referente a la seg und a venida . La segun da

    venida que en la creencia pr imi t iva era para inaugurar apotesicamente e l re ino que no haba

    sido inaugurado en la pr imera venida de Jess, t iene lugar en Juan, segn se desprende del

    sermn de despus de la Cen a, en la venida del Esp r i tu Fase . 29) . Seg n esa idea , que se

    encuentra di fusa por ot ros pasajes neotes tamen tar ios, e l re ino est representado por e l esp r i tu

    de Jess actuante en la Iglesia

    Podemos tomar a lgn ot ro texto c laro de espi r i tua l izacin tomado de los sinpticos. En la

    promesa de l

    ciento por uno,

    se dice en Marc os 10, 29-3 1) que se rec ibi r e l c iento por un o

    ahora en este tiempo,

    y la vid a ete m a en el siglo ven ide ro. En Ma teo 19, 27 , 30 se om ite la frase

    ahora en este t iempo. De este modo las rescompensas, que or iginar iamente estaban c i f radas

    en e l re ino de grandeza y prosper idad, quedan t rascendenta l izadas y pospuestas a l ms a l l .

    En el

    Corpus Paulinum,

    me diante la conc epcin del C uerpo Mst ico , la conc epci n del

    Reino queda profundamente espi r i tua l izada . Esa rea l idad que sust i tuye a l re ino se la ca l i f ica a

    veces de Mister io v . g . R m 6 ,25 ) . El R eino prom et ido en e l An t iguo Testam ento ser a , des de

    luego, a lgo maravi l loso, pero no tena nada de mister io. Era un re ino terreno a l est i lo de los

    re inos humanos, pero con un gran contenido de just ic ia .

    A esa realidad misteriosa se refiere Pablo en 1 Cor 2, 2 ss. : Juzgu [al l legar a Corinto] no

    saber nada ent re vosot ros, s ino a Cristo Cruf ic icado [Cristo Salvador mediante la Cruz] .

    Hablamos de sabidur a ent re los perfec tos, pero no de sabidur a de este mundo ni de los

    pr ncipes de este mundo abocados a la ruina , s ino que hablamos de una sabidur a de Dios,

    15 Cf. MASSO N, C :

    LEvangile de Marc et l Eglise de Rome

    Pars, 1968).

    16 Cf. Fascculo 29 PPC): La segunda venida, pp. 15-16 y Fascculo 23.

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    misteriosa [en misterio , el secreto de la salvac in realizad a en Cristo Ro m 16, 25 )], esco nd ida,

    destinada por Dios desde antes de los siglos para gloria nuestra, desconocida de todos los

    prncipes de es te mundo, pues de haberla conocido no hubieran crucif icado al Seor de la

    Gloria.

    La idea del

    cuerpo mstico de Cristo

    es un sus t i tut ivo del Reino. El baut ismo int roduce en

    esa gran realidad crist iana, donde no hay judo o griego, l ibre o esclavo, varn o hembra, sino

    que todos son uno en Cristo Gal 3, 28) .

    El Reino ha l legado aunque no del todo) . Es tam os en escatologia realizada

    4.-

    Otro texto que se puede citar es la Epstola a los Hebreos La epstola a los Hebreos es

    un campo magnf ico de observacin, de sondeo de la opinin del cr is t ianismo en marcha.

    Aqu c laramente e l re ino pol tico esperado po r los judo s esperanza qu e pasa a los cr is tia

    nos) se ha convertido en el cielo.

    La verd adera patria de los crist ianos no est aqu abajo; est en el cielo 1 3 ,1 4 : N o ten em os

    aqu c iudad permanente , s ino que andamos buscando la del futuro) . Esa pat r ia es la Jerusalem

    celes te , donde res ide e l Dios vivo, donde res iden las mul t i tudes angl icas , adonde han l legado

    ya las a lmas de los jus tos que han concluido su peregrinacin, par t icularmente las a lmas de los

    crist ianos de la prim era gen eracin 12, 22 -23 ).

    Ese cielo lo espera n 11 , 1) los crist ianos qu e cami nan s obre la t ierra. Por lo de m s, su

    espera no ser larga, pues se acerca el Da 10, 25) . La inmin ente ven ida del R eino pol t ico

    tendr lugar en el cielo.

    Estamos al final de los t iempos. Cristo se ha manifestado ahora una sola vez, en la

    plenitud de los t iempo s . El t iemp o se ha cump lido) para la des t ruccin del pecado med iante

    su sacrificio 9, 26 )

    Com prense es tas af i rmaciones con la predicacin d e Jess El t iempo se ha cump lido, e l

    Reino de Dios se ha acercado, creed a la buen a not ic ia y convert ios ) . To dos es tos e lem entos se

    encuentran en Hebreos, pero e l Reino es t profundamente espir i tual izado.

    El elemento de la fe es necesario Qu e los crist ianos cons erv en su fe fe en que Cristo ha

    realizado la redencin espiri tual), pues sin la fe no podrn salvar su a lma 10, 35-3 9) . Tam bin

    el con cepto de salva cin est prof und am ente e spiri tua lizado cf. Ro m 10, 9).

    La salvacin pr imera era liberarse de la intervencin jus t ic iera de Dios des t ruyend o a los

    enem igos cf. 2 Ts 1, 7) , destruc cin de que escapara n se salvaran ) los crey ente s.

    El reino terrestre ha sido l iquid ado . El reino terrestre era el con tenid o de las pro m esa s. El

    autor de la Carta expresamente dice en 8, 6 que la

    primera alianza

    que no se cum pli) ha s ido

    susti tuida por una mejor alianza con mejores promesas. El autor no se hace cargo de la

    dificultad que se presentaba obvia para la fe. Si las primeras promesas no se cumplieron, se

    cumpliran las segundas mejoresl Tal vez estab a imp lcita la resp uest a en el sentido que en las

    mejores promesas se cumpli r an de una manera eminente las pr imeras .

    El Reino terres t re que tan profundamente haba arra igado y cont inuara en e l l lamado

    milenarismo de los pr imeros s iglos , desaparecera def ini t ivamente del mbi to del pensamien

    to y sera susti tuido por el fenmeno histrico de la Iglesia, realidad espiri tual . Fue principal

    mente Orgenes quien provoc ef icazmente , mediante la espiritualizacin y alego rizacin de los

    textos incluidos los del Ap ocalip sis de Jua n), la desa parici n de la idea del rein o terrestre .

    17 Cf. DELAF OSSE, H.:

    Epttre aux Hbreux

    Paris, 1928). Tambin laEpstola alos fesios y otras) son un

    campo magnfico de observacin.

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    2.

    La espiritual izacin del Mesas

    Parale lamente a la espir i tual izacin del Reino, corre por los escr i tos del Nuevo Testamento

    la espiri tualizaci n del t tulo de M esas , t tulo qu e orig inar iam ente por su significado d e

    Rey) iba contra los romanos . El t tulo l levaba enorme carga pol t ica , tanta como Reino. El

    Me sas era el rey del reino . D e pro clam arse rey o M esas ) fue acu sad o Jess ante Pilatos Le

    23 , 2-3) y fue ese t tulo, como apareci sobre la cruz, la causa principal de la condena a muerte.

    El t tulo con el s ignificado de rey pol t ico) se evapo ra. Se le conse rva a Jess el t tulo de

    Cris to, t raduccin gr iega de Mesas proceden te del mbi to jud o) , pero ese t tulo se vaci d e su

    primer sent ido y qued convert ido en un puro nom bre Cris to o Jess-C ris to) . Pero e l t tulo

    Cris to ya no connotaba la des t ruccin del imperio romano y e l res tablecimiento del t rono de

    David. Jess a los ojos de los creyentes no era un Rey. Era el Hijo de Dios redentor universal

    de la humanidad. La muerte que le haban inf l ingido los romanos bajo la acusacin de hacerse

    rey o caudi l lo de Is rael , fue teologizada y con vert ida en m uerte redento ra , l iberadora del p ecad o

    de la humanidad. El proceso de espir i tual izacin y e l iminacin de connotaciones pol t icas es

    manif ies to, como tambin es fci l de descubri r e l t ipo de fuerzas o mot ivaciones que es tn

    actuando aqu y que son las propias de la aculturacin.

    3.

    La motivacin de la espiri tual izacin

    El aspecto de re ivindicaciones judaicas que e l re ino y e l Mesas l levaban consigo, fuera de

    ser pel igroso of ic ia lmente ante e l poder romano, no tena garant as de aceptacin entre los

    gent i les que se convir t ieran a l cr is t ianismo. Si e l movimiento cr is t iano hubiera quedado confi

    nado en e l m und o jud o, el t tulo de Mesas con su contenido or iginal ) , lo mism o que e l

    Reino, hubieran ms fci lmente conservado su vigencia . Pero e l cr is t ianismo, aceptado dentro

    del juda ism o por a lgun os , se desvinc ula del jud aism o y va a los gent i les . Los futuros nue vos

    crist ianos de procedencia genti l ni participaban ni estaban sensibil izados ni a las esperanzas ni

    a los odios de los judos . No execraban al poder romano al que vean como garant a del orden

    y la paz. No podan vibrar como los judos con la esperanza de la res tauracin del re ino de

    Israel . Y era no rm al que el t tulo de Rey en Jes s rey del reino david ico restau rado ) les dijera

    muy poco.

    En cambio, e l re ino unlversal izado y espir i tual izado era como para hacer impacto en e l

    amb iente greco -rom ano, trabajado profundam ente , no obs tante sus lacras mo rales y ta l vez a

    causa de e l las) , por una profunda re l igios idad y un ans ia de redenci n espir i tual . Es norm al qu e

    los evangel izadores , en un esfuerzo de acul turacin, prescindiesen de los aspectos naciona l is tas

    judaicos que nada haban de decir a los romanos antes ms bien los indispondran, y leyesen en

    el fondo del mensaje cr is t iano, para ponerla muy de re l ieve, la l iberacin del a lma humana de

    los poderes del pecado y la entrada en e l mbi to de una nueva vida divina. Ser a en concreto la

    desaparicin de la Injusticia.

    4. Fue transformado el crist ianismo al pasar a l mundo romano

    Ante es ta expl icacin se presenta una di f icul tad q ue es com n a todos los casos de acul tura-

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    cin, concretamente dentro de la historia del crist ianismo. Al pasar de una cultura a otra y hacer

    adaptaciones a la nueva cul tura , no se dan deformaciones o modif icaciones que afectan a la

    substancia del mensaje, cuando de un mensaje se trata como es el caso que tenemos entre

    man os? N o ha habido un ca mb io sus tancial pasa ndo de re ino pol t ico a un re ino espir i tual? N o,

    s i se t iene en cuenta e l sent ido profundo del re ino davidico dado y promet ido e temo a David

    La f inal idad de ese re ino, como consta por muchos textos , era para es tablecer y mantener entre

    los ho mb res la justicia perfecta, v alor profun dam ente esph-itual . En la espe ranz a del rein o se

    pueden pues resal tar dos aspectos de diversa importancia, de la esperanza del reino: 1) Uno era

    el esquema extemo de re ino pol t ico terres t re con un gran contenido de grandeza mater ia l ; ot ro

    era el con tenido d e la justic ia, de las relacio nes con D ios y de los ho m br es entr e s .

    Era natural que ps icolgicamente , y ms en t iempo de opres in y sufr imiento, en Is rael la

    esperanza se concentrase prevalentemente en e l pr imer aspecto. Tambin es muy expl icable que

    en una poca del Nuevo Testamento, y ms en ambiente extra judaico y romano des interesado

    de las esperan zas netam ente juda icas, el acento se desplazase ha cia el con tenido m s espiri tualista

    de la justicia entend ida en el am plio sentido bblico) si lenciand o otros aspe ctos com o el rein o

    pol t ico que no tena s ino la funcin caduc a accidental de ser un esque ma ext em o de la jus t ic ia

    perfecta. Las circunstancias y la aculturacin eran condicionantes y la lectura discemitiva jug

    un decisivo papel.

    III. R E C A P I T U L A C I N . L A S S U C E S I V A S A C T I T U D E S D E L J U D E O C R I S T IA N I S

    M O A N T E R O M A

    Ms o menos se han ido ins inuando en las pginas que preceden. Las recapi tulamos aqu de

    una manera ms s is temt ica y breve.

    En sntesis , se ha pasado por la parte de los judos, del odio exacerbado a los romanos

    opresores e intolerancia del somet imiento, a l mayor conformismo y acatamiento del poder por

    parte de los crist ianos. Esto es lo que se refleja en casi toda la l i teratura del crist ianismo

    naciente . Y el cambio se ha operado por las razones expues tas precedentemente que es tn bajo

    el signo de la aculturacin.

    La actitud de odio a los rom ano s en e l jud aism o es fci lmente detectable a t ravs de todo s

    los escri tos netamente judaicos. Es significativa la acti tud de los escri tos de Qumran. Es

    tambin significativa la acti tud antirroman a del Apo calipsis de Juan apocalipsis jud o l igerame nte

    cr is t ianizado) que muestra un gozo f iero ante la present ida des t ruccin de Roma

    De la act i tud conformis ta son muchos los tes t imonios .

    1.- Lo s evangelios emp ezand o por e l de M arcos) son prorro ma nos y ant i judos . Dejan bien

    a los rom anos y mal a los jud os . Prct icam ente la muerte de Jess , que corresp ond e fundam en

    ta lmente a los romanos , queda aminorada y t ras ladada en su mayor par te a los judos . Los

    probablem ente zelotes que intervienen en e l Evan gel io hroes de la res is tencia naciona l) son

    vis tos bajo la pt ica romana y considerados como bandidos.

    La acti tud de resistencia, caracterst ica de los zelotes, aparece en el evangelio convertida en

    18 Vase el Fascculo 13 PPC) sobre

    La esperanza y la promesa del Reino a lo largo del AT.

    19 Cf. SUT CLIFF E, E. F.:

    Hatred at Qumran:

    Heyth J 1 1960) 179-188.

    20 Cf. ALO NSO , J.:

    Literatura Apocalptica

    2. edic. Madrid, 1977): El Apocalipsis de Juan, pp. 107-117.

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    pacif ismo res ignado. La t ica de lucha se t ransform en una t ica de res ignacin y mansedum

    bre.

    2.-

    En la obra de Pablo, es clebre para este punto el captulo 13 de la Epstola a los

    Ro ma nos , don de el autor , sea quien sea , l leva has ta e l culmen el romanismo en una justificacin

    y aceptacin de la si tuacin vigente. Es preciso someterse a los poderes civiles no slo por el

    temor del cas t igo, s ino por conciencia.

    Se cierra el paso en este pasaje a la acti tud reaccionaria ante las posibles injusticias sociales

    y pol t icas.

    Aqu se ins is te en un segundo mundo de los c ie los compensator io de las f rus t raciones

    presentes , consecuencia de la explotacin.

    Era la jus t if icacin y el ma ntenim iento del orden so cioeco nm ico vigen te .

    3.- Los s iglos inmediatos postapostlicos con sum arn la am igable conv ivencia entre la

    igles ia y e l Es tado, const i tuyndose a gran dis tancia del Evangel io pr imit ivo que se crey

    proclamaba Jess en contra de los romanos (como lo haba proclamado en c ier ta manera

    precedentemente Daniel en contra de los selucidas de Ant ioco Epfanes) .

    El movim iento cr is t iano cr is ta l iza en la Igles ia en re laciones a mig ables con el E s ta do - .

    21 Cf. PUEN TE OJEA, G.: a formacin d el cristianismo como fenmeno ideolgico (2.* ed ic , Madrid, 1976).

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