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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID
FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIOLOGÍA
Departamento de Ciencia Política y de la Administración II,
HECHO EN SOCIALISMO: EL SISTEMA SOCIALISTA DE SOBERANÍA ALIMENTARIA EN VENEZUELA COMO
EJEMPLO DE NUEVOS TIPOS DE POLÍTICAS PÚBLICAS PARTICIPATIVAS (FEBRERO 1999-FEBRERO 2012)
MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR PRESENTADA POR
Daniel Castro Aniyar
Bajo la dirección del doctor
Juan Carlos Monedero
Madrid, 2013
©Daniel Castro Aniyar, 2012
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Tesis doctoral Programa Doctoral Conflicto Político y Procesos de Pacificación Departamento de Ciencias Políticas y de la Administración II.
Facultad de Sociología y Ciencias Políticas Universidad Complutense de Madrid
“Hecho en socialismo”
El Sistema Socialista de Soberanía Alimentaria en Venezuela como ejemplo de nuevos tipos de políticas públicas participativas (febrero 1999-‐ febrero 2012).
Doctorando: Daniel Castro Aniyar
Tutor: Juan Carlos Monedero.
Abril, 2012
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Índice
1. Planteamiento, hipótesis y justificación 1
1.1 Planteamiento. 1
1.2 Hipótesis 2
1.3 Justificación 4
1.3.1 La importancia de comprender la naturaleza del Estado periférico. 4
1.3.2 El proceso bolivariano como laboratorio de cambio social. 7
1.3.3 El papel de las políticas públicas participativas. 8
2. La alimentación como parte de la agenda soberanista en América Latina. 10
2.1. La idea de soberanía en la reforma y la revolución agraria latinoamericana. 11 2.2. La contribución de la teoría de la dependencia a la idea de la alimentación como fuente de soberanía. 17 2.3. El desdibujamiento de la alimentación como instrumento de soberanía en el neoliberalismo. 28
3. La perspectiva geopolítica de la alimentación. 32
3.1. La seguridad alimentaria. 34
3.2. La seguridad alimentaria y la dependencia global. 37 3.3 La seguridad alimentaria y el SSSA. 42
3.4 La soberanía alimentaria y el socialismo. 43
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4. La debilidad estructural del Estado venezolano antes de Chávez (1920-1998). 51 4.1. Entender el Estado como relación
en Venezuela. 51 4.2. La vinculación entre Estado y petróleo en Venezuela. 52 4.3. Desde la colonia hasta la República. Un breve acercamiento a la génesis del Estado 54 4.4. El Estado Gomecista: el petróleo no trae enfermedades económicas 58 4.5. Del trienio a Pérez Jiménez: se consolidan las prácticas discursivas del sistema político venezolano. 62 4.6. Pérez Jiménez. El populismo desarrollista 63
4.7. Los primeros ajustes contra los efectos perversos de la renta 65 4.8. Rómulo Betancourt: el sistema de pactos depreda las posibilidades de interdependencia 68 4.9. La Gran Venezuela y Pérez Alfonzo 74
4.10. El pacto social. La prolongación del modelo depredador sobre la crisis 80 4.11. La Concertación 85
4.12. La Convergencia. El último pacto 86
4.13. El Estado mágico 89
4.14. ¿Se puede sembrar el petróleo? La siembra petrolera, el excremento del diablo y las oligarquías. 93
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4.15. Análisis de algunas políticas agroalimentarias implementadas y su relación con la seguridad alimentaria (1959-1999) 101 4.16. El extremo debilitamiento del Estado antes de Chávez. 110
5. La Asamblea Constituyente y la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela: El papel de la participación 113 6. El Sistema Socialista de Soberanía Alimentaria (SSSA) 127
6.1. Hitos del proceso bolivariano y su relación con “La siembra del petróleo” 128
6.1.1. Del “endogenismo” al socialismo: una transición en proceso 140
6.1.2. Las olas de participación 144 6.2. Componentes del Sistema Socialista de Soberanía Alimentaria 148 6.2.1. El Plan Bolívar 2000 149
6.2.2. La Ley de Tierras y Desarrollo Agrario (LTDA) 151 6.2.3. El Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación 2001-2007 153 6.2.4. Los Consejos Locales de Planificación Pública (CLPP) 155 6.2.5. Otros esfuerzos antes del 2003 156
6.2.6. Mercal 157
6.2.7. Comisión de Administración de Divisas (CADIVI) 160 6.2.8. Superintendencia Nacional de Silos,
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Almacenes y Depósitos Agrícolas (SADA) 162 6.2.9. La regulación de precios 163
6.2.10. La etapa socialista de las políticas del Sistema Socialista de Soberanía Alimentaria 165 6.2.11. Corporación Venezolana Agraria (CVA), Corporación de Abastecimientos y Servicios Agrícolas (CASA), Empresa de Producción Socialista Florentino, Fundación Programa de Alimentos Estratégicos (FUNDAPROAL) y Productora y Distribuidora Venezolana de Alimentos (PDVAL) 173 6.2.11.1. Corporación Venezolana Agraria (CVA) 174
6.2.11.2. Corporación de Abastecimientos y Servicios Agrícolas (CASA) 175 6.2.11.3. Fundación Programa de Alimentos Estratégicos (FUNDAPROAL) 176 6.2.11.4. Productora y Distribuidora Venezolana de Alimentos (PDVAL) 178 6.2.12. “La Banca Social”: El Fondo Único Social (FUS), El Banco del Pueblo, El Banco de la Mujer, el Banco Agrario de Venezuela (BAV), el Banco de Desarrollo Económico y Social de Venezuela (BANDES), el Fondo Agrario Socialista (FONDAS), el Banco de Industrial de Venezuela (BIV), el Banco del Tesoro, Banco Bicentenario, el Fondo de Eficiencia Socialista, el Banco de Venezuela, el Fondo de Desarrollo Nacional (FONDEN), el Fondo Conjunto Chino y el Fondo Zamorano 180 6.2.13. El Sistema Integral de Control Agroalimentario (SICA), Fundación de
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Capacitación e Innovación para Apoyar la Revolución Agraria (CIARA), Instituto Nacional de Salud Agrícola Integral (INSAI), Comercios Socialistas (Comersso), Corporación Venezolana de Alimentos (Cval), Abastos Bicentenario y la marca “Venezuela” 186 6.2.14. Ley Orgánica de Soberanía y Seguridad Alimentaria (LOSSA) 192 6.2.15. Agrotiendas Socialistas y Agropatria 194
6.2.16. Empresas de Producción Socialista (EPS), recuperadas y cooperativistas 198 6.2.17. Proyecto de Ley de Endeudamiento “Abono Siembra Petrolera” y la Gran Misión Agro Venezuela 202 6.3. El rol de la participación en el Sistema Socialista de Soberanía Alimentaria. Descripción de procesos y situaciones observadas 211
6.3.1. La 1a. ola de participación: los círculos bolivarianos y el ejemplo de la Ley Habilitante (1999-febrero 2003) 214 6.3.2. La 2a. ola: las misiones y los comités. El endogenismo (marzo 2003-2005) 225 6.3.3. La 3a. ola: los consejos comunales, los consejos agrarios y el fin de los CLPP. Las EPS y los NUDES (2006- noviembre 2007) 238 6.3.4. La 4a. ola: La nueva geometría del poder y la comuna (diciembre 2007-2009) 253 6.3.5. La 5a. ola (2010-febrero 2012): El reimpulso Bicentenario. La Gran Misión Agro-Venezuela 264
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6.3.6. Conclusiones preliminares sobre las observaciones y las entrevistas 278 6.4. Los problemas de desdibujamiento del mercado dentro del mercado en el discurso explícito y tras bastidores 291 6.4.1. El discurso del desdibujamiento del mercado dentro del mercado 292 6.5. Los problemas de gasto público y absorción económica 304 6.5.1 Problemas atribuidos a la estructura económica en las observaciones del SSSA 306 6.5.2. Gasto público y absorción económica 315
6.5.2.1. Auge y declive de los emprendimientos sociales y económicos 2003-2009 317 6.5.2.2. Las evidencias de la crisis del 2009 326 6.5.2.3. La economía en Venezuela del 2003 hasta el 2011. Tejidos y dependencia 332
7. Los alcances del Sistema Socialista de Soberanía Alimentaria en términos de seguridad alimentaria y participación 352 7.1. Financiación, cobertura del sistema
y el manejo del territorio 354 7.1.1. El tamaño de la financiación 354 7.1.2. Cobertura por superficies cosechadas 358 7.1.3. Cobertura por componentes de producción, comercialización y provisión directa 360
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7.1.4. Manejo del territorio productivo 375
7.2. Evolución y análisis de los indicadores nutricionales y de pobreza 380
8. Conclusiones 400
8.1. La participación como modelo de gestión en la situaciones observadas: alcances y camino por recorrer 400 8.2. Impacto del Sistema Socialista de Soberanía Alimentaria en la generación de seguridad alimentaria 404
9. Fuentes 409
9.1. Libros y artículos científicos 409
9.2. Prensa, informes y otras fuentes indirectas 431
9.2. Fuentes directas y observaciones de campo 449
Índice de gráficos
Gráfico 1. Población subnutrida en el mundo. 1969-2010 38
Gráfico 1a. Índice mundial de precios de alimentos, 1990-2011 39
Gráfico 2. Agricultura, manufactura y petróleo según PIB de 1950 a 1968 66 Gráfico 2a. Exportación de hidrocarburos en millones de Bs. a precios corrientes. 1950-1967 67 Gráfico 3. Pactos de gobernabilidad. 1958-1999 72
Gráfico 4. Relación entre exportaciones petroleras, no petroleras e importaciones a precios corrientes en miles de millones de bolívares. 1950-1978 77
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Gráfico 5. Reservas internacionales del sector financiero nacional y del Banco Central de Venezuela. 1979-1988 84 Gráfico 6. PIB Venezuela 1950-2000 106 Gráfico 6a. Variación interanual del PIB, 1990-1999 106 Gráfico 7. Evolución de la subnutrición 1990-1999. Color naranja: “aumento en un millón o más” 109 Gráfico 8. PIB petrolero durante el paro petrolero. MMM Dólares 135 Gráfico 9. Ingresos, costos e inversiones de PDVSA. 1976-1994 137 Gráfico 10. Los 5 motores 140 Gráfico 10 a. Cronología e hitos de las misiones sociales en Venezuela 141 Gráfico 10 b. Las olas de participación social en Venezuela 147 Gráfico 11. Exportación de banano en Miles de Kgs. 1999-2008 164 Gráfico 12. Componentes del SSSA. Cronología y coyuntura, 1998-2006 167 Gráfico 12a. Componentes del SSSA. Cronología y coyuntura, 2006-2012 168 Gráfico 13. “Nueva redistribución del sistema de ingresos” 184 Gráfico 14. La arepa socialista contra la arepa capitalista 189 Gráfico 15. ¿Cómo se calcula el precio socialista de una taza de café? 190 Gráfico 16. Consumo de café por densidad, tamaño
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del hogar, región, edad, sexo y cuartil de ingresos 191 Gráfico 17. Consumo de arepa en el desayuno 192 Gráfico 18. El SSSA. La cadena económica socialista 209 Gráfico 19. El sistema alimentario venezolano según sus objetivos de seguridad y participación 210 Gráfico 20. Problemas atribuidos al funcionamiento del Estado como administrador 307 Gráfico 21. Problemas auto-atribuidos al funcionamiento de la empresa como tal 308 Gráfico 22. Problemas atribuidos a la estructura económica 309
Gráfico 23. Problemas actuales atribuidos al sabotaje político y/o la delincuencia 310 Gráfico 24. Problemas atribuidos al funcionamiento del Estado como administrador (Sistema Socialista de Soberanía no Alimentaria) 313
Gráfico 25. Problemas atribuidos al funcionamiento de la empresa no alimentaria como tal (Sistema Socialista de Soberanía no Alimentaria) 313 Gráfico 26. Problemas atribuidos a la estructura económica (Sistema Socialista de Soberanía no Alimentaria) 314 Gráfico 27. Problemas atribuidos al sabotaje político y/o la delincuencia (Sistema Socialista de Soberanía no Alimentaria) 314 Gráfico 28. Porcentaje de emprendimientos nacientes en 5 países latinoamericanos. 2003-2011 319 Gráfico 28 a. Tasa de propiedad de nuevos proyectos en 5 países latinoamericanos. 2005-2011 321 Gráfico 28 b. Tasa de propiedad de proyectos establecidos en 5 países latinoamericanos. 2005-2011 321
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Gráfico 29. Evolución de las compras del SSSA para su comercialización en toneladas métricas. 2003-2011 325 Gráfico 30. Importaciones y exportaciones 2005-2009 327 Gráfico 31. Índice de precios al consumidor (IPC) en porcentaje del 2008 al 2010 328 Gráfico 32. Índice de precios al productor manufacturero privado en porcentaje de 1997 al 2008 328 Gráfico 32a. Índice de volumen de producción de manufactura privada del 2006 al 2009 329 Gráfico 33. Deuda pública externa venezolana 2005-2009. Millones de US$ 330 Grafico 34. Porcentaje servicio de la deuda y evolución de las reservas internacionales, 2004-2010 331 Gráfico 35. Ingreso petrolero venezolano por año en miles de millones de dólares desde el 2004 a una proyección en el 2012 333 Gráfico 36. Precio de referencia de la cesta OPEP US$/barril 1999-2009 334 Gráfico 37. Precio cestas OPEP y Venezuela 2009-2011 US$/b 335 Gráfico 38. Deuda externa total y deuda pública venezolana. MM US$. 2000-2010 336 Gráfico 39. Reservas internacionales venezolanas MM US$. 2006-2010 337 Gráfico 40. Liquidez, en miles de Bsf. 2003-2010 339 Gráfico 41. Índice nacional de precios al consumidor, 2007-2011 340 Gráfico 42. Exportaciones no petroleras privadas
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e importaciones de bienes totales 342 Gráfico 43. Ingresos por importación total CIF, importación privada y exportaciones FOB totales. 2000-2010 343 Gráfico 44. Ingresos de exportación petrolera en relación al valor de la manufactura, la agricultura y la misma producción petrolera, en el PIB, per capita desde el 2001 hasta el 2010 344 Gráfico 45. Producción manufacturera del sector alimentos y agricultura en el PIB 2007-2011. Precios de 1997 349 Gráfico 46. Asociación entre gasto social e ingresos familiares 1986-1998 y 1999-2011 355 Gráfico 47. Consumo de alimentos por rubros x gramos x día x persona en los 2os. semestres del 2003, 2004, 2006, 2008, 2010 y primer semestre del 2011 357 Gráfico 48. Tasas medias de producción agrícola y pecuaria por rubros. Varios períodos 362 Gráfico 49. Empresas estatizadas entre el 2007 y el 2008 por sector productivo 364 Gráfico 50. Empresas recuperadas por decreto de expropiación 2005-2010 364 Gráfico 51. Distribución de puntos de acopio y comercialización de Mercal sobre el territorio nacional 368 Gráfico 52. Distribución de puntos de acopio y comercialización de Pdval sobre el territorio nacional 371 Gráfico 53. Beneficiarios de Pdval y Mercal por año y estrato social, 2008-2010 373 Gráfico 54. Déficit nutricional global en menores de 5 años. 1990-2011 383
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Gráfico 55. Índice de prevalencia de la subnutrición. 1990-2008 384 Gráfico 56. Tasa de mortalidad infantil para niños menores de 1 año. 1990-2010 385 Gráfico 57. Tasa de mortalidad infantil de niños menores de 5 años. 1990-2010 386 Gráfico 58. Pobreza y pobreza extrema por línea de ingreso 388 Gráfico 59. Pobreza crónica, 2002-2011 390 Gráfico 60. Índice Nacional de Precios al consumidor (INPC) intermensual, 2011 391 Gráfico 61. Canasta alimentaria y salario mínimo, octubre 2011 392 Gráfico 62. Canasta alimentaria normativa y salario mínimo, 1999-2011 393 Gráfico 63. Ahorro familiar en Mercal, 2008-2010 393 Gráfico 64. Porcentaje de trabajadores con salario mínimo en el sector formal de la economía, 1999-2010 394 Gráfico 65. Tasa de desocupación, 1998-2011 395 Gráfico 66. Índice de Desarrollo Humano del PNUD. Comparación entre Venezuela, el mundo, los países de alto desarrollo humano y Latinoamérica y el Caribe, 1980-2010 396 Gráfico 67. Coeficiente Gini América Latina por países, 1998 vs. 2010 397 Gráfico 68. Renta del trabajo en la renta nacional, 1936-1974 399
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1. Planteamiento, hipótesis y justificación.
1.1. Planteamiento.
Cuando Hugo Chávez Frías ganó las elecciones venezolanas en diciembre del 1998 el país estaba pasando por un aumento sostenido de la pobreza desde 1983, una percepción generalizada de que sus clases políticas eran corruptas y que la economía viajaba sin rumbo. Para algunos autores, la pobreza creciente debía ser enmarcada en una percepción más global de la crisis del capitalismo existente en Venezuela, puesto que ella sobrepasaba los problemas derivados del clásico divorcio entre sociedad política y sociedad civil y había entrado en una crisis de la generalidad ilusoria, tal como la entendía Marx en relación al quiebre de las relaciones de hegemonía de todo el subsistema (Garrido y Montilla, 1999).
En relación a la pobreza, todos los indicadores de esta variable ascendían sistemáticamente y apuntaban a un aumento de la desnutrición, así como de la mortalidad infantil, vinculado a la caída del PIB y la productividad agroalimentaria (Purroy, 1980; Carmona, 2001; España, 1997; FAO y CAF, 2006; Morán Esparza, 2007). Además del drama que suponía en los mundos de vida de los sujetos, esto profundizaba la percepción que tenía la sociedad civil de que los beneficiarios del petróleo, tanto en el Estado como en la empresa privada, habían estafado a la sociedad (Coronil, 1997; 2008).
Hugo Chávez ganó las elecciones con un discurso nacionalista, en contra de la corrupción, a favor de políticas sociales más distributivas y políticas económicas más soberanas. Para ello propuso la refundación de los cimientos sociopolíticos de Venezuela mediante una Asamblea Nacional Constituyente y la redacción de una nueva Constitución.
La Asamblea Nacional Constituyente de 1999 hizo eco de las propuestas de diferentes sectores de la vida nacional y de las propuestas del propio presidente, otorgando a la participación política de la sociedad civil y a la inclusión social un rol protagónico en el diseño de la nueva República, a través de la Constitución.
En este contexto se crearon las primeras políticas alimentarias.
Luego del llamado paro petrolero-‐alimentario impulsado por la oposición entre el 2002 y el 2003, el Estado obtuvo un margen de maniobra y legitimidad para conducir las políticas de seguridad
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alimentaria hacia su profundización en el llamado endogenismo y posteriormente, la soberanía y el socialismo.
Esta tesis trata de la descripción de estas experiencias en relación al papel de la participación ciudadana, los objetivos soberanistas de la nación y, fundamentalmente, la relación entre estas políticas y los objetivos fundamentales de la seguridad alimentaria.
Con el fin de ofrecer al lector una imagen articulada de estas políticas, esta tesis denomina Sistema Socialista de Soberanía Alimentaria (SSSA) el conjunto de políticas públicas realizadas desde 1999 con el objetivo de producir
a) seguridad alimentaria, esto es, permitir a la población venezolana acceder a los alimentos de la dieta diaria y con ello colaborar con la reducción de la pobreza;
b) soberanía alimentaria, esto es, producir, transportar y vender los alimentos a partir de recursos nacionales con el fin de reducir la dependencia extranjera y privada de la economía, y
c) socialismo, esto es, promover un sistema político-‐productivo autosostenido a través de la socialización de la propiedad sobre los medios de producción y servicios alimentarios para así impulsar la “solidaridad” (entendida como responsabilidad social) de los trabajadores/propietarios con el entorno social (Asamblea Nacional Constituyente, 2000; Chávez, 2007 a; Chávez y Asamblea Nacional, 2007; Chávez, 2010 c).
Esta tesis comienza con la primera de las políticas del SSSA, la creación de la Asamblea Constituyente y la Constitución bolivariana, y cierra con el propuesta del Fondo Zamorano en febrero del 2012.
1.2. Hipótesis
“EL SSSA venezolano, evaluado desde febrero 1999 a febrero del 2012, es un ejemplo de nuevas políticas públicas participadas popularmente con alcances en la generación de seguridad alimentaria”.
El Sistema Socialista de Soberanía Alimentaria venezolano es un ejemplo de políticas públicas con objetivos en la creación de independencia económica, suficiencia alimentaria y superación de la pobreza. Esto significa que los esfuerzos realizados en ese sentido
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desde el 2000 hasta el 2011 han tenido como Norte reconducir las fuerzas sociales e institucionales hacia la superación de la dependencia al petróleo y las formas políticas y económicas derivadas del capitalismo periférico. Para ello se ha estimulado la generación de todo un nuevo entramado productivo y comercializador de alimentos con el fin de producir seguridad y, a partir de ésta, soberanía económica y política sobre nuevas bases de participación de la sociedad civil, así como de participación de la sociedad civil a través del Estado. Esta tesis pretende mostrar que el objetivo del SSSA en producir mayor seguridad alimentaria ha tenido éxito. En otras palabras, independientemente de que otros objetivos del sistema aún no han mostrado los resultados previstos, la seguridad alimentaria en Venezuela ha tenido suficientes éxitos como para que, a la altura de 2012, Venezuela pueda considerar alcanzar los objetivos del milenio en este ámbito (Naciones Unidas, 2011). Para entender esto se van a indicar varios caminos. En primer lugar, se identificará la importancia de la generación de seguridad alimentaria en una región cuya persistente desigualdad social ha acompañado las luchas sociales republicanas, de modo que puedan observarse antecedentes de los intentos por generar seguridad y soberanía alimentaria, u objetivos similares en su historia política. En segundo lugar, se identificarán aspectos del contexto geopolítico neoliberal y sus impactos en el empobrecimiento de los tejidos soberanistas antes del SSSA. En tercer lugar, se describirán algunas líneas generales acerca de la historia de la condicion periférica del Estado venezolano, fundamentalmente desde 1810 hasta 1998, con el fin de explicar cómo se debilitaron los tejidos económicos y socio-‐políticos en virtud del papel estructural jugado por la renta petrolera en los problemas de absorción económica y los pactos de gobernabilidad. Se destacará la idea de Jessop de Estado relacional a través del papel de los emprendimientos sociales y económicos como unidades de generación del tejido social e institucional.
Se procurará una descripción de los agregados del SSSA en tanto componentes del sector público alimentario de la economía venezolana.
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Metodológicamente, se hará uso de la teoría de las políticas públicas (Aguilar Villanueva, 2007 y 2007 a; Rein y Goodin, 2008; Howlett, Ramaesh y Perl, 2009), el análisis macroeconómico para Estados periféricos (Sosa Barajas, 2002), el método etnográfico -‐observación participante (Mauss, 1967; Martínez, 1992; Ruiz Olabuénaga, 2009) y descripción densa (Geertz, 1995)-‐ , así como las estrategias técnicas convenidas por la FAO (Schejtman, 1999; FAO, 2010 a; 2010 b; 2010 c; Espíndola, León, Martínez y Schejtman, 2004) para medir la seguridad alimentaria.
Teóricamente, se utilizarán recursos de la teoría del Estado tales como marxismo (Thwaites, 2007), Estado periférico (Prebisch, 1981; Rubinstein, 1988; Portantiero, 1988; Palacios Romeo, 1999), Estado relacional (Jessop, 2009), Estado experimental (Santos, 2011), participación (Asamblea Nacional Constituyente, 2000; Ibarra, 2005; Fung, 2008; Santos, 2008; Monedero, 2009; Putnam, 2011), participación aplicada a seguridad alimentaria y territorios sociales (FAO, 1996; 1996a; Schejtman, 1999; Berdegué y Schejtman, 2008) y Estado mágico (Coronil, 1997). Igualmente se hará referencia a convenciones derivadas de la geopolítica de la alimentación (FAO 2010 a; 2012; Declaración de Nyéléni, 2007; Vía Campesina, 2009), así como algunos supuestos sobre la alimentación en la llamada Siembra Petrolera como postulado fundamental en la política económica venezolana (Pérez Alfonzo, 1976; Baptista y Mommer, 1992; Baptista, 1997; Crazut, 2006; Rodríguez Araque y Muller Rojas, 2009).
1.3. Justificación.
La importancia de estudiar los logros del Sistema Socialista de Soberanía Alimentaria en el área de seguridad alimentaria se puede resumir en 3 aspectos: a) su incidencia en la comprensión del Estado periférico, b) en la comprensión de los contextos en los que se produce el cambio social y c) en la comprensión del papel de las políticas públicas participativas.
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1.3.1. La importancia de comprender la naturaleza del Estado periférico. Venezuela es un caso tipo de Estado periférico. Contiene la reserva petrolera más grande del mundo en un solo país, pero, a pesar de manejar con relativa eficiencia sus procesos exploratorios y productivos en esa área, el resto de su aparato productivo aún no es suficiente para satisfacer medianamente su demanda interna, sus instituciones no han logrado comprometer a la totalidad de la sociedad con el proyecto nacional de modernidad (déficits educativos fluctuantes, tiene un Estado de Derecho débil, debilidad institucional, sistemas recaudatorios ineficientes, altos niveles de delincuencia, etc.), ni puede emprender sin cambios estructurales reformas en el mercado y la sociedad civil (Amín, 1974; Crazut, 2006; Monedero, 2009 a; López Maya, 2009). Es un caso emblemático de sociedad petrolera y periférica (Coronil, 1997; Mendoza Potellá, 1995; Karl, 1997) y, al mismo tiempo, es un caso emblemático de ejemplos de políticas públicas y planes nacionales alternativos (Wilpert, 2007; Kozloff, 2008; Monedero, 2009 a; Harnecker, 2010). La naturaleza del Estado periférico es uno de los temas recurrentes de la sociología política contemporánea. Su importancia radica en comprender que la existencia del Estado no puede ni debe entenderse desde su simple relación a lo interno de la nación sino en un intercambio de relaciones de poder, normas y valores diferenciales y desiguales entre diferentes sociedades que han venido configurando a la sociedad global, y que inciden en las relaciones a lo interior de los mismos Estados (Portantiero e Ipola, 1988; Rubinstein, 1988; Palacios Romeo, 1999). Las contribuciones a este debate provienen, por ejemplo, de la obra de Lenin sobre el entonces nuevo papel del imperialismo en la consolidación de las fuerzas del modelo de acumulación capitalista (Ouviña, 2007), la obra de Gramsci en la que identifica el auge de los nacionalismos del Mezzogiorno con el papel entonces incomprendido por sus trabajadores en la división mundial del trabajo dentro del proyecto estatal italiano (Lacaste, 1981; Thwaites Rey, 2007a ), las teorías evolucionistas de origen tayloriano que propusieron la difusión de las experiencias de modernización del Estado de los países culturalmente complejos a los Estados premodernos (Morgan, 2005
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[1877]), el auge del movimiento llamado cepalino por identificar los escollos de la industrialización periférica (Prebisch, 1981; Treviño, 2006), las críticas realizadas por la teoría de la dependencia acerca del carácter estructural del rol de la periferia en relación a los centros de dominación postcolonial (Frank, 1967; Amin, 1974), los problemas de educación y cultura política que surgen en autores como Dahl, O’Donnell y García Canclini para la modernización y optimización de las libertades liberales en los Estados modernos, las recientes discusiones sobre el fin de la historia de Fukuyama, el choque de civilizaciones en Huntington, la obra pionera de Franz Fanon sobre las amenazas estructurales de la desigualdad global y las cruciales obras de Arrighi y Wallerstein sobre los sistemas-‐mundo y los ciclos de creación y recreación de los sistemas socio-‐económicos a escala planetaria (Arrighi, 2002; Wallerstein, 2006). Por encima de esas contribuciones han surgido, además, nuevas e importantes capas de discusiones entre las que se encuentran aquellas sobre la acción política. Tal es el caso de las reflexiones de Boaventura de Sousa Santos sobre la descolonización del conocimiento científico o las de Mignolo sobre la descolonización del saber epistémico, las de Monedero, siguiendo a Santos, sobre el papel central de la participación como vía a la creación de nuevos tipos de Estado, y como avanzadilla de los análisis críticos, algunos caminos similares en Dussel, Hinkelammert o Quijano. Asimismo se han desarrollado discusiones sobre el papel articulador y cimentador del tiempo en una memoria de las prácticas económicas y políticas que definen estructuras, sistemas, relaciones globales de dependencia e interdependencia. Sobre esta memoria se sostendrían las posibilidades epistémicas y de acción de la política. Por tanto, conceptos que estudian lo temporal como los de Path Dependence, y otros temas sobre cambio político y cambio social pueden ayudar con esta visión (Van Den Bosch y Cantillon, 2008). Por tanto, esta tesis parte de la idea de que los problemas relativos a los Estados periféricos consisten en los problemas estructurales de la sociedad global toda, entendida como proyecto civilizatorio. El Estado moderno, aún herramienta fundamental de los dispositivos glocales de transformación (Monedero, 2008 b; Jessop, 2008), requiere de un alcance académico cada vez más integrador y complejo. El caso
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venezolano es una de las referencias de la discusión sobre este tema en el mundo contemporáneo (Amin, Bachi, Bello y Sader, 2009). 1.3.2. El Proceso bolivariano como laboratorio del cambio social. Varios autores coinciden en la importancia seminal del proceso bolivariano venezolano en el quehacer político de la región latinoamericana actual. Nicolás Kosloff, escritor de “Revolución!”, una edición norteamericana considerada por el Financial Times como el mejor libro del 2009 (es decir, un circuito editorial conocido como poco favorable a Chávez), escribe que Venezuela, al enfrentar exitosamente las presiones del poder establecido, incluyendo un golpe de Estado y la animadversión de la administración de W. Bush, indicó que era posible otro camino:
“Por años, América Latina había visto revueltas sociales en contra de las reformas neoliberales. Ahora, inspirado por el ejemplo de Chávez, la gente votó a todo lo largo del territorio por gobiernos que implementaron la salida de esas reformas del poder” (Kosloff, 2009: 16)
En este sentido, las preguntas que esta investigación trata de responder procuran evaluar una parte de este esfuerzo utópico y permanente por cambiar las condiciones de dependencia y periferia en Venezuela y en el resto de la América Latina, con el fin de alertar sobre los errores que pueden producir ciertas políticas en el área alimentaria y en otras áreas. El caso venezolano ofrece una apuesta para trascender de la dependencia del Estado periférico hacia un mundo de interdependencias globales, por lo que resulta importante atender a las transformaciones acaecidas, exitosamente o no, en su subsistema. De tal modo que el SSSA venezolano es el resultado de una práctica que busca dilucidar una tensión entre deseo y realidad importante para la imaginación utópica del siglo XXI. También en ese sentido, la comprensión del SSSA en su contexto periférico, permite reconocer algunas formas de la respuesta periférica al postcontractualismo, y las condiciones en que pueden desarrollarse
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los llamados Estados experimentales como novísimos movimientos sociales (Santos, 2011). 1.3.3 El papel de las políticas públicas participativas. La ilusión de bienestar que produce distribuir riquezas directamente, sin un proyecto eficiente de sustentabilidad económica, realmente oculta un empobrecimiento de los tejidos que hacen posible estas riquezas. Sin embargo el estímulo de la organización social y la creación de vasos comunicantes en lo político para este fin también revela formas de enriquecimiento de los tejidos sociales. De tal modo que esta investigación ayuda a responder preguntas sobre democracia, sustentabilidad, desarrollo y tejidos sociales. Cuando se hace referencia a tejidos sociales, se hace referencia a la necesidad de un contexto que produzca emprendimientos independientes de tipo político y económico. Este es un tema fundamental en las discusiones sobre políticas públicas: hasta qué medida puede y debe el Estado impulsar tejidos en la sociedad civil que faciliten las políticas públicas, así como en qué medida puede y debe el Estado actuar en la creación de tejidos económicos. En qué medida se trata de crear nuevos actores en el mercado o en la sociedad civil, o en qué medida se trata de crearles contextos propicios para su aparición y fortalecimiento independiente e interdependiente. Para un país periférico como Venezuela, la cuarta economía latinoamericana medida por el tamaño de su PIB, detrás de Brasil, México y Argentina (Reuters, 2011), superar las condiciones de pobreza supone importantes réditos políticos así como en capital social. Hacerlo por la vía de la intervención directa del Estado, pone a éste a jugar un papel central y centralizador en la sociedad. Los gobiernos fuertes, centralizados y centralizadores, son una tentación bien reconocida en los estudios sobre populismo en la región (De la Torre, 2010). Por tal razón esta investigación también dialoga de manera cómplice con las discusiones sobre desarrollismo y populismo (Panizza, 2009, Laclau, 2009; Follari, 2011; Fernández Farías, 2011; De la Torre, 2010).
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Las prácticas del SSSA pueden implicar lo contrario a lo que sugieren sus objetivos: la sustitución de tejidos impulsados por emprendimientos políticos y económicos en el seno de una sociedad, por políticas planificadas centralmente en la que el Estado recupera e instala para sí nuevas formas de poder y protagonismo. Reconocer cómo se produce este proceso en las prácticas económicas organizacionales y culturales, incluir la comprensión etnográfica de algunas de sus situaciones en la realidad de políticas públicas concretas y su importancia luego en la definición del carácter del Estado, son preguntas cruciales reconocidas por los estudiosos de estos temas. Autores a favor y en contra del populismo como alternativa, coinciden en que hay pocas investigaciones a profundidad que expliquen el fenómeno en las prácticas políticas concretas (De la Torre, 2010:183; Follari, 2011:128) En relación a las políticas alimentarias, el relato ideológico bolivariano luce urgente: hay que convertir la alimentación en un derecho social, pero, como se verá, ello debe pasar por la reconversión de los tejidos políticos y económicos que habían sido debilitados en el Estado y la sociedad civil venezolanos en anteriores momentos políticos. El SSSA se propuso entonces como un nuevo tipo de política pública participada popularmente: su éxito depende de la aparición de un nuevo modelo de Estado y de políticas públicas derivadas, postcontractuales (Santos, 2011) o posiblemente neocontractuales, que descentren el mercado y la verticalidad tradicional del Estado (El-‐Troudi y Monedero, 2006; Monedero, 2008b). En este nuevo tipo de política se entiende que la participación puede cumplir su papel regenerador de tejidos sociales en permanente transformación. A través de la construcción de ese nuevo modelo socio-‐económico, aunque todavía ineficiente y perecedero en muchos aspectos, se produce una nueva articulación entre sociedad civil y Estado, provocando un posible ensanchamiento y transformación del espacio público ciudadano. Los alcances de la participación en el SSSA y su vinculación con el subsistema venezolano, tanto en sus fundamentos teóricos como en la ejecución de las políticas, serán temas de fondo a desarrollar en capítulos posteriores.
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2. La alimentación como parte de la agenda soberanista en América Latina.
El hecho de que América Latina ha sido históricamente una de las regiones más desiguales del mundo es el resultado de su papel de proveedor de insumos en la organización del sistema colonial y luego en el mercado moderno.
En la vida de los sujetos, esta situación se expresa en la percepción de que las condiciones de pobreza aguda, subnutrición y pérdida de soberanía política se producen de manera simultánea a la generación de importantes excedentes, lujos e importación.
De tal modo que es posible indicar que la imagen del pan y la tierra en las movilizaciones agraristas en todos los países latinoamericanos, es una imagen “espinal” de la historia política de sus pueblos (García, 1985: 29), y al mismo tiempo, una imagen fundamental que ha articulado los mundos de vida y la cotidianidad de los sujetos, más allá de los programas políticos. Se desprende fácilmente de los documentos históricos y los especialistas en este tema, que la unidad del movimiento agrarista latinoamericano alrededor de consignas como pan, tierra o libertad representa una necesidad utópica de transformar el entorno no solo hacia el acceso a los alimentos, sino hacia la soberanía y la democracia.
Es posible respaldar estas percepciones, no solo en los estudios políticos y económicos sobre el tema, sino también en la prolífica tradición ensayística y literaria latinoamericana que, desde la República hasta el siglo XX (así como en la pintura y en la música), repiten consistentemente el relato de la desigualdad, el pan y la tierra como componentes fundamentales e inalienables del conocimiento, incluso, de un conocimiento descolonizado (Weinberg, 2004).
Es tal el peso de las descripciones literarias y ensayísticas, que el propio José Carlos Mariátegui sostenía a principios del siglo XX que no era posible entender la historia, la cultura y la sociedad latinoamericanas sin pasar por la literatura latinoamericana (Mariátegui, 2006: 72-‐76, 250-‐253). La imaginación utópica que hace la sociedad de un espacio propio donde ha sido derrotado el latifundio y que ha permitido la distribución de los alimentos, es la imaginación misma de la superación de la pobreza y, por tanto, un componente persistente (por inacabado) de la propia condición nuestramericana (Henríquez Ureña, 1990).
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2.1. La idea de soberanía en la reforma y la revolución agraria latinoamericana.
“Le tienen mucho amor a la tierra. Todavía no lo creen cuando se les dice: ‘Esta tierra es tuya’. Creen que es un sueño. Pero luego que hayan visto que otros están sacando productos de estas tierras dirán
ellos también: ‘Voy a pedir mi tierra y voy a sembrar’. Sobre todo ese es el amor que le tiene el pueblo a la tierra.
Por lo regular toda la gente de eso se mantiene”.
Emiliano Zapata. Conversación con Pancho Villa en el Pacto de Xochimilco, 1914
La utopía latinoamericana agraria no se ha presentado solo como un problema estrictamente reivindicativo de la tierra y la alimentación. Se presenta, consistentemente, como un problema de soberanía y democracia.
De tal modo que las ideas como pan, tierra, democracia o soberanía centran los movimientos agraristas que precedieron las independencias (como los decretos y proclamas sobre tierra y libertad en las campañas de Bolívar o en el paecismo), los que hicieron parte de la formación republicana (como la guerra federal venezolana o la revolución mexicana), los que fundaron los primeros nacionalismos populistas y socialismos (el gaitanismo, el peronismo, el aprismo, el PDN-‐AD venezolano de los años 30…), y las reformas y revoluciones agrarias del siglo XX (como la abortada reforma de Arbenz en Guatemala, la de Lázaro Cárdenas en México, las reformas agrarias desarrollistas impulsadas en los 60, la reforma de Frei en Chile y su continuación en la de Allende, la revolución agraria cubana, la revolución agraria sandinista…). Todos ellos describen las luchas sociales de los últimos 250 años en América Latina, así como los lazos históricos que les son comunes a todos sus países (García, 1985; Kay, 1998; Alegrett, 2003).
De hecho, en todos los países latinoamericanos, desde su formación hasta el siglo XX, no solo ha habido importantes movimientos agraristas sino que ha habido reformas y/o revoluciones agrarias, con la excepción de Argentina (De Souza Leite, 1994 en Kay, 1998).
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Estos lazos históricos comunes entre los diferentes movimientos agraristas, difícilmente son una coincidencia o el efecto de la simple difusión de ideas. Todos ellos suponen que hay bases estructurales comunes (Ramos Mejías, García, Basadre, 2009). Aquí se destacan tres:
1) la desigualdad de ingresos es correspondiente a la posesión desigual de la tierra como medio de producción,
2) la desigualdad de ingresos genera altos niveles de pobreza, vulnerabilidad material, cultural y política de sus poblaciones, incluyendo la desnutrición y otros temas relativos a la seguridad alimentaria, convirtiendo este tema en un problema de opresión social,
3) todas las estructuras agrarias y de producción de alimentos no son el resultado de la demanda nacional, sino de las relaciones de dependencia de las economías latinoamericanas con las metrópolis, generando con ello un quiebre social, político y económico entre la vida urbana y la vida rural a lo interno de las sociedades.
Estos tres aspectos tienen, al menos, dos lecturas. La lectura enfocada en las posibilidades internas, esto es, locales y nacionales, de generar salidas propias, y la lectura enfocada a entender que no hay salidas que no impliquen alguna forma de independencia del mercado internacional como modelo de dominación.
En la primera lectura, se identifica como problema central el latifundio, en tanto es el resultado de la acumulación feudalista y de modelos heredados de la colonia. El latifundio debe ser derrotado en virtud de su incompatibilidad con el mercado moderno capitalista (García, 1985; Kay, 1998; Alegrett, 2003).
Durante su época de oro, desde los primeros años de la conquista hasta entrado el siglo XX, el latifundio estuvo asociado con la riqueza y el poder. Los territorios fueron delimitados y organizados por el poder de los terratenientes, y a su vez éstos conquistaron y ruralizaron el espacio nacional. Por ello, hasta la primera mitad del siglo XX, el latifundio constituía más del 50% del espacio rural latinoamericano (Alegrett, 2003).
La lucha por derrotar el latifundismo encontró, al menos, tres respuestas políticas por parte del movimiento social: la revolución agraria, la reforma agraria y las reformas marginales (García, 1985:20).
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La primera respuesta parte de la premisa de que solo puede haber cambio cuando son desplazados todos los actores predominantes de un sistema, se transforman las reglas del juego, así como los equilibrios de intereses de clase. Son ejemplos de ella la guerra federal venezolana y la revolución mexicana .
Sin embargo la revolución como respuesta será mejor comprendida en el avance de las fuerzas revolucionarias socialistas y nacional-‐populistas, en los que habrán influencias tanto de teorías estructuralistas radicales como de la teoría de la dependencia. Más adelante se entrará en este aspecto.
La reforma agraria, por su lado, parte de la premisa de que es posible refundar el contrato social con objetivos de modernizar la estructura económica y redistribuir los recursos productivos en la forma de un sistema nacional agrario. El Estado tiene un papel fundamental en esta operación, generalmente, en representación de los modos productivos de una formación económico-‐social más compleja y moderna en ciernes. Para Raúl Alegrett (Alegrett, 2003) estas formaciones son el resultado de un crecimiento de la demanda asociada al crecimiento de actividades urbanas que han crecido junto a las exportaciones agrícolas. Son ejemplos de este tipo la reforma de Arbenz en Guatemala (derrocada por un golpe militar apoyado por una intervención estadounidense) y las reformas impulsadas en los años 60 por la Alianza para el Progreso, la FAO y la USAID en todo el continente (García, 1985; Kay, 1998; Alegrett, 2003).
Antonio García es particularmente cuidadoso en incluir un matiz en algunos tipos de reformas que denominará “marginales”, esto es, que por razón de condiciones específicas nacionales, las reformas agrarias no transformaron sustancialmente el contrato social o las condiciones dominantes de la estructura productiva agraria (García, 1985). Este caso podría ser el de Venezuela, por cuanto allí la reforma agraria no tenía la capacidad de transformar la dependencia al modo de producción asociado al latifundio, dado que los ingresos nacionales emanaban fundamentalmente del petróleo. Como en Venezuela las tierras ociosas y no productivas eran pertenecientes al Estado por ley, la reforma agraria se redujo básicamente a la entrega de tierras estatales con el objetivo de la colonización del espacio (Kay, 1998; Alegrett, 2003).
Para los sectores progresistas de América Latina, la reforma agraria era vista con buenos ojos, pues la sola redistribución de la tierra
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permitía un mejoramiento de la distribución de recursos productivos e ingresos en el campo.
La crisis europea de los años 30 brindó a las economías latinoamericanas la posibilidad de una respuesta en el área de la industrialización, que ya había empezado a sembrarse en algunas regiones. Abierto el camino a la industrialización en Occidente, América Latina procuró la creación de reglas y planes específicos para poder integrarse al sistema capitalista mundial jugando un rol más protagonista, y sus élites económicas creyeron contar con los recursos para entrar en la competencia. Por ello, durante la crisis europea de los años 30,
“En América Latina asistimos al aumento en la intervención del Estado en la actividad económica, en una especie de keynesianismo antes de Keynes” (Malamud, 1999:28).
La oportunidad de desarrollar la industrialización latinoamericana, por la vía de impulsar políticas desde el Estado, inspiró las ideas llamadas cepalinas, hoy clásicas, de “centro y periferia”, “sustitución de importaciones”, “sustitución de exportaciones”, “desarrollo endógeno” y “estructuralismo cepalino”. Las fuerzas endógenas, en palabras de Sunkel han tenido y tienen la capacidad de superar el décalage, no solamente en el ejemplo de los ’30 sino a través de toda la historia económica de latinoamericana desde entonces hasta hoy:
“El argumento es que las empresas transnacionales de países desarrollados que localizan subsidiarias en los nuestros generan dependencia, pero también crecimiento. Quizá ese crecimiento sea más rápido allá y más lento acá o que la capacidad de integración nacional sea menor aquí que allá. Pero no descarto la posibilidad de lograr un desarrollo nacional en el contexto de la dependencia, como en el caso de Corea del Sur o Taiwán, siempre que se cumplan condiciones muy precisas, que allá se buscaron y aquí ni se intentan” (Sunkel en Treviño, 2006).
De tal modo que las reformas agrarias representaron un componente en una visión de tipo keynesiana en la que el desarrollo podía ser impulsado por el Estado, por su gasto público, por su capacidad de alianzas económicas e, incluso, por su capacidad de actuar como factor productivo en inversiones de alto riesgo.
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Se trata de una visión estructural, en el sentido de que incorporaba a la idea de desarrollo una visión integradora de los componentes del proceso productivo desde lo nacional hasta lo geopolítico.
En efecto, Prebisch y la CEPAL veían la necesidad de aprovechar los excedentes que producían los países latinoamericanos durante la contracción de los centros, para proteger sus sociedades ante venideros momentos de expansión. De esa forma las economías periféricas y centrales funcionaban en una suerte de simbiosis empujada por la naturaleza del mercado.
“Surgió entonces el concepto de centros. De un centro dinámico principal, que trasmite sus impulsos a una periferia. Impulsos de expansión cíclica seguidos periódicamente de movimientos de contracción. A los centros correspondía un papel activo, a la periferia un papel pasivo en estos movimientos ondulatorios de la economía, si bien la reacción periférica en la fase descendente del ciclo, contribuía a la recuperación de la actividad de los centros, dando lugar a nuevos impulsos”. (Prebisch, 1981).
En palabras de Raúl Prebisch, uno de los más importantes fundadores de la CEPAL, no había más alternativa que el optimismo:
“Difícilmente pudo haberse imaginado hace algunos decenios el impulso notable de la industrialización, la capacidad, iniciativa y empuje de muchos empresarios y las crecientes aptitudes de la fuerza de trabajo. Se han alcanzado elevadas tasas de desarrollo y se está aprendiendo a exportar manufacturas contra obstáculos internos y externos que antes parecían muy difíciles de superar. Y está penetrando el progreso técnico donde tardaba en llegar, especialmente en la agricultura tradicional” (Prebisch, 1981).
Sin embargo, una evaluación posterior indicará que tal redistribución no se vio acompañada de un crecimiento endógeno de las fuerzas productivas, como lo esperaba el espíritu keynesiano que residía detrás de la reforma agraria (Kay, 1998).
El nuevo diagnóstico era sociológico: el crecimiento de las fuerzas productivas no provocaba una mejor distribución de las riquezas en la sociedad, y América Latina se hizo aún mucho más desigual.
“(…) pero el desarrollo se ha extraviado desde el punto de
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vista social y gran parte de esas energías vitales del sistema se malogran para el bienestar colectivo (…) Aquella distribución tan inequitativa de los frutos del desarrollo se debe primordialmente a la apropiación por los estratos superiores de la estructura social de una parte considerable del fruto del progreso técnico en forma de excedente económico (…) La acumulación de capital se vuelve insuficiente frente al extraordinario aumento de la fuerza de trabajo. El sistema tiende así a excluir grandes masas que quedan vegetando en el fondo de la estructura social” (Prebisch, 1981).
El optimismo del desarrollismo cepalino inspirado de los años 30 no lograba dar respuesta a los problemas de los años 50-‐60. Los diagnósticos entonces tendieron a encontrar otro tipo de causas estructurales y, con ello, a la redefinición de la idea de estructura económica.
Algunos autores cepalinos radicalizaron sus percepciones. Tal es el caso del propio Prebisch quien aunque, a diferencia de los autores de la teoría de la dependencia jamás se compromete con salidas fuera del modelo, indica problemas en el capitalismo como modelo económico por razón de su naturaleza no democrática.
“El capitalismo periférico se basa fundamentalmente en la desigualdad. Y la desigualdad tiene su origen, como decíamos, en la apropiación del excedente económico que captan principalmente quienes concretan la mayor parte de los medios productivos” (Prebisch, 1981).
Otros como Ocampo defienden que éste no es solo un problema de la estructura social y la democracia, sino de un persistente y estructural décalage relativo a la manera cómo se apropian las sociedades del centro y la periferia de la tecnología:
“La persistencia e incluso acentuación de estas desigualdades se han producido a pesar del impresionante proceso de industrialización registrado en los países en desarrollo durante la última mitad del siglo XX (e incluso más temprano en América Latina) (…) Existe un alto grado de concentración de progreso técnico en los países centrales lo cual determinó sus fuentes de competitividad; ellos han continuado dominando el mundo en la producción de maquinaria y equipos, y también lo predominan en el montaje de grandes
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corporaciones transnacionales (…) Dentro del contexto del ‘target móvil’ representado por la frontera tecnológica mundial, solo pocos países –y pocos sectores y empresas entre ellos-‐ manejan la posibilidad de moverse más rápidamente y así reducir su desfase tecnológico; muchos otros solo manejan más o menos mantenerse con el avance de la frontera y algunos de ellos caen” (Ocampo, 2001).
En el mes de julio de 1979, la FAO impulsó la Conferencia Mundial sobre Reforma Agraria y Desarrollo Rural (CMRADR). Ya entonces la mayor parte de las reformas agrarias de los años sesenta habían perdido su impulso inicial o habían dejado de aplicarse. En algunos casos la situación se había revertido a sus situación original (Alegrett, 2009).
La crisis de la reforma agraria había sido estudiada junto a la crisis general del desarrollismo desde los años 50 por los teóricos de la dependencia.
De ellos se desprende lo que esta tesis denomina la “segunda lectura”, la cual supone que las bases estructurales comunes al movimiento agrarista latinoamericano están realmente supeditadas a la estructura geopolítica en la que se inscriben relaciones mundiales de acumulación.
Pero, a diferencia del desarrollismo que acompañó a las reformas agrarias, esta estructura geopolítica no depende de las condiciones originales en las que se establecieron las estrategias productivas, sino de las estrategias políticas. La estrategia política que organizó la geopolítica y las relaciones centro-‐periferia, indicarían y asignarían roles que son necesarios para la estabilidad de la acumulación capitalista mundial.
2.2. La contribución de la teoría de la dependencia a la idea de la alimentación como fuente de soberanía.
A pesar de que la teoría de la dependencia es una respuesta a la crisis de las teorías del desarrollo, es posible decir que muchos de sus principios ya se encuentran en el pensamiento popular de las
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revoluciones agrarias latinoamericanas, así como en los orígenes del marxismo agrarista latinoamericano1.
La guerra federal venezolana, formalmente iniciada en la Batalla de Santa Inés en 1859 hasta el Tratado de Coche en 1863, casi 50 años anterior a la mexicana, había sido hasta entonces la guerra más sangrienta de la historia latinoamericana luego de la independencia.
En ella se expresaban las necesidades la población en recuperar las banderas sociales traicionadas luego de la guerra de independencia, y por las cuales los campesinos y esclavos habían salido a ofrendar sus vidas.
El entonces joven Ezequiel Zamora se hizo eco de la causa social más vulnerable, en la palestra del partido liberal venezolano. Allí se opuso a la manera como los godos o conservadores se habían hecho de las tierras, a cuya sombra se había levantado una prominente élite comercial. Los godos, representados por el antiguo general bolivarista José Antonio Páez, eran percibidos como una consecuencia de la traición a los principios sociales y agraristas de la independencia en la imagen utopista de Bolívar.
El descenso de los precios del café había empobrecido aún más a la población, en un 80% rural, generando descontento político y social. Los liberales parecían representar este descontento, por lo que muchos campesinos y los esclavos eran regularmente perseguidos y escarmentados públicamente con el objetivo de sofocar sus demandas (Brito Figueroa, 1994: 10-‐20).
1 El anecdotario de la revolución mexicana puede ser ilustrativo en este respecto. Pancho Villa y Emiliano Zapata se encontraron en Xochimilco por primera vez en 1914. Ambos jefes rebeldes acababan de controlar el Norte y el Sur de México respectivamente y estaban dispuestos a entregar el poder a la Revolución naciente. Allí conversan: “Francisco Villa: Nuestro pueblo nunca ha tenido justicia, ni siquiera libertad. Todos los terrenos principales los tienen los ricos, y él, el pobrecito encuerado, trabajando de sol a sol. Yo creo que en lo sucesivo va a ser otra vida, y si no, no dejamos esos máussers que tenemos. Yo aquí juntito a la capital, tengo cuarenta mil mausseritos y unos setenta y siete cañones y unos… Emiliano Zapata: Está bueno. Francisco Villa: …dieciséis millones de cartuchos, aparte del equipo… (…) Mis ilusiones son que se repartan los terrenos de los riquitos… Dios me perdone ¿no habrá por aquí alguno?” (Garciadiego, 2010:399).
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Las proclamas de Zamora indican un diagnóstico que solo puede resolverse sacudiendo la estructura de dominación socio-‐económica:
“Dios hizo iguales a todos los hombres en cuerpo y alma ¿Por qué entonces un puñado de ladrones y facciosos van a vivir del trabajo de los pobres, especialmente de quienes tienen el pellejo negro? (…) Cuando Dios hizo el mundo repartió en común el agua, el sol, la tierra ¿por qué entonces los godos se han apoderado de las mejores tierras, bosques y aguas, que son propiedad del pueblo?” (Zamora en Brito Figueroa, 1994:21)
El programa de la Sociedad Liberal de Villa de Cura, probablemente de 1846, el cual será el programa mismo de la revolución federal, es simple pero teóricamente muy denso: “1) Comunidad de las tierras; 2) Hombres libres; 3) Elección popular y principio alternativo; 4) Horror a la oligarquía” (Brito Figueroa, 1994:22).
La densidad de su pensamiento consiste en que el tema reivindicativo, tal como sucedió en todas las revoluciones agrarias latinoamericanas del siglo XX, se acompañaba de un programa igualitario, democrático y de inspiración pre-‐socialista o comunera. La redistribución de las tierras solo tenía sentido en la transformación del modelo político hacia la democracia y del modo de producción hacia alguna forma de socialismo primitivo o comunero.
Es por este sentido que el pensamiento zamorano y su propia figura hacen parte de la iconografía bolivariana y del SSSA, 160 años después: la Misión Zamora (encargada de coordinar la llamada Ley de Tierras), los fundos zamoranos (cooperativas socialistas de producción agrícola), el complejo azucarero Ezequiel Zamora (Empresa azucarera de producción socialista emblemática del sistema), el Fondo Zamorano (base pública y provada de inversión de la Gran Misión Agro-‐Venezuela en el 2012), etc.
Ezequiel Zamora forma parte del campo ideológico e imaginario simbólico que sostiene el Sistema Socialista de Soberanía Alimentaria venezolano. De hecho, en la fundación del primer partido bolivariano, el MBR-‐200, creado luego del intento del golpe de Estado de 1992, ya se reconoce una raíz zamorana como símbolo de la redemocratización del país (Biardeau, 2009: 68).
Sin embargo, realmente, no será hasta el pensamiento de José Carlos Mariátegui en los años 20 del siglo XX, que la idea de revolución
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agraria se asociará con la generación de una nueva modernidad, el socialismo.
Mariátegui fue un importante estadista y escritor peruano que se deslinda del partido nacionalista APRA, entonces conducido por su fundador Haya de la Torre. Esta división se presenta como un giro a favor la tradición de las revoluciones agrarias, en abierta simpatía con la Revolución china y el maoísmo (Quijano, 2007:XCII-‐CXII).
A partir de ello, denuncia el papel socialdemócrata del APRA al creer que una transformación es posible en alianza, aunque sea circunstancial, con las oligarquías feudales peruanas.
“¿Los intereses del capitalismo imperialista coinciden necesaria y fatalmente en nuestros países con los intereses feudales y semi-‐feudales de la clase terrateniente? ¿La lucha contra la feudalidad se identifica forzada y completamente con la lucha antiimperialista?”(…)“El capital financiero se sentirá más seguro, si el poder está en manos de la clase más numerosa, que satisfaciendo ciertas reivindicaciones apremiosas y estorbando la orientación clasista de las masas, está en mejores condiciones que la vieja y odiada clase feudal de defender los intereses del capitalismo, de ser su custodio y su ujier” (Mariátegui, 2007[1928]: 152-‐153).
Como si respondiese al auge de las reformas agrarias desde los 40 hasta el principio de lo 70 en América Latina y de modo similar a como lo harán los teóricos de la teoría de la dependencia desde los años 60, Mariátegui denuncia que las trasnacionales no solo son una referencia de nueva industrialización. Las transnacionales representan los actores protagónicos de relaciones geopolíticas de dominación sobre las que se sostiene la acumulación mundial y sobre la cual, a su vez, se sostiene el propio capitalismo. Del mismo modo que se ha indicado que la reforma agraria es una suerte de desarrollismo keynesiano antes de Keynes, Mariátegui adelanta aspectos de una teoría de la dependencia antes de la teoría de la dependencia. Mariátegui responde a la reforma agraria antes de que ésta se produzca.
“… ese movimiento de liquidación de la feudalidad, coincide con las exigencias del crecimiento capitalista, promovido por las inversiones y los técnicos del imperialismo: que
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desaparezcan los grandes latifundios, que en su lugar se constituya una economía agraria basada en lo que la demagogia burguesa llama la ‘democratización’ de la propiedad del suelo, que los viejos aristócratas se vean desplazados por una burguesía y una pequeña burguesía más poderosa e influyente –y por lo mismo más apta para garantizar la paz social– nada de esto es contrario a los intereses del imperialismo” (Mariátegui, 2007[1928]: 153).
Al reflexionar sobre el carácter de las revoluciones agrarias en América Latina, Mariátegui quizás contribuye de manera más significativa cuando identifica que en la práctica todas ellas son partes de un mismo proyecto democrático y civilizatorio, el socialismo, tal como se le entendía en los primeros años del siglo XX.
“La misma palabra Revolución, en esta América de las pequeñas revoluciones, se presta bastante al equívoco. Tenemos que reivindicarla rigurosa e intransigentemente. Tenemos que restituirle su sentido estricto y cabal. La revolución latinoamericana, será, nada más y nada menos, que una etapa, una fase de la revolución mundial. Será simple y puramente, la revolución socialista. A esta palabra se puede agregar, según los casos, todos los adjetivos que queráis: ‘anti-‐imperialista’, ‘agrarista’, ‘nacionalista-‐revolucionaria’. El socialismo los supone, los antecede, los abarca a todos” (Mariátegui, 2007[1928]: 157-‐158).
Tal revolución se desarrollaría desde las fuerzas de su cultura nativa, pero no se desentiende de los avances de civilización moderna, o más bien, debe desbordarlos.
“… el estímulo que se preste al libre resurgimiento del pueblo indígena, a la manifestación creadora de sus fuerzas y espíritu
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