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HOMILÍA IIº DOMINGO DE ADVIENTO – 2016
CICLO “A”
I.- LAS LECTURAS
* Profeta Isaías 11,1-10. Isaías anuncia la venida de Jesucristo, el
Mesías prometido. Aquel día brotará un renuevo de Jesé, y de su raíz
brotará un vástago. Sobre él se posará el espíritu del Señor. Juzgará los
pobres con justicia, con rectitud a los desamparados.
* Salmo Responsorial 71. Que en sus días florezca la justicia, y la
paz abunde eternamente.
* Carta de San Pablo a los Romanos 15,4-9. Que Dios os
conceda estar de acuerdo entre vosotros para que, unánimes, a una voz,
alabéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, nuestro Salvador.
* Evangelio según San Mateo 3,1-12. Convertíos porque está
cerca el Reino de los cielos. Preparad el camino del Señor, allanad sus
senderos. Acojamos esta llamada a la conversión que se nos hace hoy.
II.- CONTENIDO DOCTRINAL DE LOS
PREFACIOS DE ADVIENTO
A.- LA VENIDA DEL SEÑOR
1.- MEMORIA DE LA PRIMERA VENIDA DEL SEÑOR:
“Quien al venir por vez primera
en la humildad de nuestra carne,
realizó el plan de redención trazado desde antiguo
y nos abrió el camino de la salvación”.
“A quien todos los profetas anunciaron,
la Virgen esperó con inefable amor de Madre”
2.- EL SEÑOR SIGUE VINIENDO A NOSOTROS:
“El mismo Señor que se nos mostrará entonces lleno de gloria
viene ahora a nuestro encuentro
en cada hombre y en cada acontecimiento,
para que lo recibamos en la fe
y por el amor demos testimonio
de la espera dichosa de su reino”
3.- ESPERA Y PREPACIÓN DE SU VENIDA DEFINITIVA Y GLORIOSA
“Para que cuando venga de nuevo
en la majestad de su gloria,
podamos recibir los bienes prometidos
que, ahora, en vigilante espera, esperamos alcanzar”
“Tú nos has ocultado el día y la hora
en que Cristo, tu Hijo,
Señor y Juez de la historia,
aparecerá revestido de poder y de gloria,
sobre las nubes del cielo.
En aquel día terrible y glorioso
pasará la figura de este mundo
y nacerán los cielos nuevos y la tierra nueva”
B.- ACTITUDES DE ADVIENTO
“Vigilante espera”
“Prepararnos con alegría”
“Velando en oración y cantando su alabanza”
“Recibir al Señor en la fe, testimoniarlo en el amor
y esperar confiados en su reino”.
C.- SANTA MARÍA VIRGEN, EL MODELO DE ADVIENTO
“A quien todos los profetas anunciaron,
la Virgen esperó con inefable amor de Madre,
Juan lo proclamó ya próximo
y señaló después entre los hombres”
“Porque, si del antiguo adversario nos vino la ruina,
en el seno virginal de la hija de Sión ha germinado
aquel que nos nutre con el pan de los ángeles,
y ha brotado para todo el género humano
la salvación y la paz.
La gracia que Eva nos arrebató
nos ha sido devuelta en María.
En ella, madre de todos hombres,
la maternidad, redimida del pecado y de la muerte,
se abre al don de una vida nueva.
Así donde creció el pecado,
se ha desbordado tu misericordia
en Cristo, nuestro Señor”
D.- LOS DONES QUE EL SEÑOR QUE VIENE NOS TRAERÁ
“El pan de los ángeles”
“La salvación y la paz”
“La gracia recuperada”
“El don de la vida nueva”
“El desbordamiento de la misericordia”
E.- ABRAMOS NUESTRO CORAZÓN AL SEÑOR
F.- SEAMOS SACRAMENTOS DE JESUCRISTO PARA TODOS
G.- EL SEÑOR SE ACERCA A NOSOTROS EN LOS ENFERMOS, EN LOS
POBRES… ACOJAMOS AL SEÑOR EN ESTOS HERMANOS
H.- ¡SANTA MARÍA, MADRE NUESTRA! AYÚDANOS A ESPERAR Y A
ACOGER A TU HIJO JESÚS CON FE Y AMOR
II.- SUGERENCIAS PARA LA HOMILÍA
1.- El Mesías está próximo: viene a nosotros
En el relato evangélico hemos encontrado una vez más a San Juan
Bautista que nos habla. Ponemos de relieve ante todo el contenido de su
mensaje, que es la Buena Nueva que ha de llenar el corazón humano,
también nuestro corazón, de gozo y de alegría, de paz y de felicidad: el
Mesías prometido en el Antiguo Testamento está llegando ya. “Sobre él se
posará el espíritu del Señor: espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de
consejo y valentía, espíritu de ciencia y temor del Señor. Le inspirará el
temor del Señor” (Isaías 11,1-4).
Meditemos una vez más estas palabras de San Juan que tanta paz
y esperanza nos dan:
*“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para
que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque
Dios no ha enviado a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el
mundo se salve por Él” (Jn.3,16-17).
*“En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios
envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de Él. En esto
consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que
Él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados”
(IJn.4,10).
El Mesías viene a nosotros para redimirnos del pecado, liberarnos
de la muerte y salvarnos. Abramos nuestro corazón al Mesías para que
entre dentro de nosotros nos renueve, nos transforme y nos salve. El
Mesías, dice Juan “os bautizará con Espíritu Santo y fuego”. Demos gracias
a Dios que nos ha regalado el Espíritu Santo: “y la esperanza no falla,
porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el
Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm. 5,5).
2.- La llamada a la conversión
¿Qué debemos hacer ante la llegada inminente del Mesías?
Las palabras del Bautista son claras: “convertíos; preparad el camino
del Señor; allanad sus senderos; confesemos nuestros pecados; demos
frutos de conversión”.
¿En qué consiste la conversión?
Si de verdad creemos la Buena Noticia del amor infinito de
Dios, estaremos preparados y dispuestos para adentrarnos por la senda de
la conversión que es ese cambio radical de la mente, del corazón y de la
vida.
Esta conversión es tomar conciencia de nuestros pecados,
arrepentirnos de ellos, confesarlos en el sacramento de la penitencia,
proponer una vida nueva en conformidad con el evangelio de Jesucristo,
observar y guardar los mandamientos de la Ley de Dios, seguir al Señor
por los caminos del Reino de Dios que son las bienaventuranzas….
Ayudados y sostenidos por la gracia sobrenatural de Dios,
iniciemos este camino de gracia y de conversión. Pongámonos en el
seguimiento de Jesús, sin volver la vista atrás. Recordemos las palabras de
Jesús y, con su ayuda, procuremos hacerlas realidad viva en nosotros: “Si
alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y
sígame” (Mc.8,34).
Si queremos ser discípulos de Jesús hemos de estar dispuestos a
renunciar al pecado y a “descalzarnos” del poder, del dinero, de la
soberbia, de la autosuficiencia, de la frivolidad…para poner nuestros pies
desnudos y sin protección en las huellas que Jesús dejó a su paso por este
mundo y que son las bienaventuranzas.
“Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones.
Cesad de obrar el mal, aprended a obrar bien; buscad lo justo, dad sus
derechos al oprimido, haced justicia al huérfano, proteged a la viuda”
(Isaías, 1,16-17).
La fraternidad
Esta conversión a la que el Señor nos llama nos ha de conducir
también a una vida fraterna. San Pablo nos dice hoy: “Que Dios os conceda
estar de acuerdo entre vosotros, según Jesucristo, para que unánimes, a una
voz, alabéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. En una palabra
acogeos mutuamente, como Cristo os acogió para gloria de Dios” (Rm.15,
4-7).
El Señor nos llama a tratarnos unos a otros como verdaderos hermanos.
“No nos dejemos llevar por “la globalización de la indiferencia ante el
dolor y el sufrimiento de los demás” (Papa Francisco). Miremos a los
demás con una mirada respetuosa y misericordiosa. Escuchemos a los
otros con atención y paciencia. Estemos siempre dispuestos a perdonar y a
ser misericordioso. Acompañemos y ayudemos a los solos, abandonados y
excluidos.
¡Qué triste es vivir y actuar enfrentados! ¡Qué desagradable es vivir y
actuar excluyendo a los demás! ¡Qué triste es marginar y desechar a los
demás por envidias, celos…! “¿Qué tienes que no hayas recibido de Dios?
Y si lo has recibido, ¿por qué te glorías…?”.
3.- Anunciemos al Señor
“No hay evangelización verdadera mientras no se anuncie el nombre,
la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret
Hijo de Dios” (EN 22).
3.1.- La Iglesia existe para evangelizar”
El Beato Pablo VI afirmó: «La Iglesia existe para evangelizar,
es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar
a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la Santa Misa,
memorial de su Muerte y Resurrección gloriosa” (EN 14). Es lo que nos
testimonian los Hechos de los Apóstoles de principio a fin.
“Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a
todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde
dentro, renovar a la misma humanidad…No hay humanidad nueva si no
hay, en primer lugar, hombres nuevos, con la novedad del bautismo y de la
vida según el Evangelio” (EN 18; cf. Ibd. nn.19 y 20).
3.2.- La evangelización es tarea de todos en la Iglesia.
Todos los cristianos (sacerdotes, religiosos y laicos)
participamos por igual del ser de Cristo en razón del bautismo y la
confirmación. Por esto mismo participamos por igual de su misión (que Él
recibió del Padre, y que a su vez ha transmitido a la Iglesia). Todos estamos
llamados por tanto a ser evangelizadores y apóstoles del Señor. Cada cual
realizará esta misión divina según su propia vocación, carisma, ministerio,
cualidades, pero nadie está eximido del deber de evangelizar. San Lucas
nos refiere que algunos ciudadanos de Chipre y de Cirene «llegados a
Antioquía, hablaban también a los griegos y les anunciaban la Buena
Nueva del Señor Jesús; la mano del Señor estaba con ellos y un crecido
número recibió la fe y se convirtió al Señor» (11,20-21).
Como Pablo, cada uno de nosotros debe decir «¡Ay de mí, si
no predicara el Evangelio!» (1 Co 9, 16). En efecto, ¿cómo podemos
descansar, si todos aquellos a quienes Cristo desea llamar suyos todavía no
han oído hablar de su amor?.
3.3.- Evangelizadora, la Iglesia comienza por evangelizarse a sí
misma.
Para evangelizar eficazmente, es preciso que cada cristiano
entre en un proceso de auto-evangelización, de conversión, de verdadero
deseo de santidad y formación cristiana. De este modo podremos transmitir
más fielmente a Cristo, al tiempo que evangelizando, uno se auto-
evangeliza. No olvidemos que el evangelizador deberá identificarse, lo más
perfectamente posible, con Jesucristo, que es «el primero y más grande
evangelizador» (EN. 7).
Evangelicemos desde Cristo, pasando antes por nuestro corazón la
Buena Noticia, comprometiéndose con Él en unidad de sentimientos. Solo
de este modo los evangelizadores podrán evangelizar como Cristo,
obediente siempre al Padre y obrando a impulsos del Espíritu Santo, que
inhabita en las almas de los fieles por la vida de la gracia. Recordemos que
todos necesitamos escuchar sin cesar lo que debemos creer, todos debemos
pensar las razones para esperar, todos debemos acoger y realizar el
mandamiento nuevo del amor. “La Iglesia siempre tiene necesidad de ser
evangelizada, si quiere conservar su frescor, su impulso y su fuerza para
anunciar el Evangelio” (EN 15).
3.4.- La evangelización es tarea de amor.
La evangelización es siempre obra de amor. Sí, de amor hacia
aquellos a quienes se dirige para acercarlos a la fuente del amor y, sobre
todo, de amor a Dios, al que procura glorificar en medio de los hombres.
San Juan Pablo II afirma: “Quien tiene espíritu misionero siente el ardor de
Cristo por las almas (...), se mueve a impulsos del ‘celo por las almas', que
se inspira en la caridad misma de Cristo” (RM.n.28).
3.5.- La búsqueda de la oveja perdida.
El evangelizador ha de imitar a Jesús que buscaba la oveja
perdida, a los pecadores (...) Los evangelizadores de hoy, al igual que
Jesucristo, no podemos “estar a la espera”, sino que debemos salir a los
cruces de los caminos, a los nuevos foros de la vida pública, a las
periferias, para encontrarnos allí con el hombre y las realidades temporales
que necesitan ser vivificadas, renovadas y transformadas con el fermento
evangélico.
3.6.- Anunciar la Palabra de Dios con audacia
San Pablo se pregunta: “Ahora bien, ¿cómo van a invocar a
aquel en quien no creen? ¿Y cómo van a creer en él, si no les ha sido
anunciado? ¿Y cómo va a ser anunciado, si nadie es enviado? Por eso dice
la Escritura: ¡Qué hermosos son los pies de los que anuncian buenas
noticias” (Rm. 10,14-15).
Es necesario anunciar la Palabra de Dios con audacia
apostólica. Pero esto no basta, ya que Jesucristo ha venido a comunicar la
vida divina -la gracia- a las almas.
Anunciemos a Jesucristo con “parresía”, es decir, con ardor y
energía; con santa libertad; con valentía y audacia, apoyándonos en la
fuerza del Señor; en comunión eclesial; con el fervor de los santos;
superando todo respeto humano. No nos avergoncemos nunca de
Jesucristo delante de los hombres.
3.7.- La evangelización y la celebración litúrgica y sacramental
La Palabra lleva al sacramento. El anuncio del Evangelio lleva a
los sacramentos. El Libro de los Hechos de los Apóstoles lo dice
expresamente: los que aceptaban la Palabra y creían eran bautizados
(Hech. 2,38.41; 8,12.38; 10,48; 19,5...). Precisamente porque la
evangelización promueve y provoca la adhesión a Jesucristo, lleva a los
sacramentos, que son la fuente de la gracia y de la comunión plena con Él.
El Concilio Vaticano II enseña:
* “La Eucaristía aparece como fuente y cima de toda evangelización,
al introducirse, poco a poco, los catecúmenos en la participación de la
Eucaristía, y los fieles, marcados ya por el sagrado bautismo y la
confirmación se injertan cumplidamente en el Cuerpo de Cristo por la
recepción de la Eucaristía” (PO 5).
* “No se edifica ninguna comunidad cristiana si no tiene como raíz y
quicio la celebración de la sagrada Eucaristía; por ella, pues, hay que
empezar toda formación para el espíritu de comunidad. Esta celebración
para que sea sincera y cabal, debe conducir lo mismo a las obras de caridad
y de mutua ayuda de unos para con otros que a la acción misional y a las
varias formas del testimonio cristiano” (PO 6).
3.8.- La Evangelización y la promoción humana
La evangelización y la promoción humana van juntas, como de la
mano. Ésta fue norma de conducta de Jesucristo, que anunciaba la verdad
de Dios y del hombre, curándolo de sus enfermedades y dolencias. Los
signos del Reino son los milagros comprendidos en la totalidad de su
realidad. Los milagros son “clamor del Reino”, “signo viviente del Reino
de Dios”. Así como no hay un Jesús sin milagros, tampoco debe haber una
Iglesia sin milagros.
El Beato Pablo VI enseña que “La Iglesia tiene el deber de anunciar
la liberación de millones de seres humanos, entre los cuales hay muchos
hijos suyos, el deber de ayudar a que nazca esta liberación, de dar
testimonio de la misma, de hacer que sea total. Todo esto no es extraño a la
evangelización” (EN 30).
El mismo Beato Pablo VI habla de la conexión necesaria de la
evangelización con la promoción humana poniendo de relieve los vínculos
que existen entre ellas: “entre evangelización y promoción humana -
desarrollo, liberación- existen efectivamente lazos muy fuertes:
* vínculos de orden antropológico porque el hombre que hay que
evangelizar no es un ser abstracto, sino un ser sujeto a los problemas
sociales y económicos.
* lazos de orden teológico ya que no se puede disociar el plan de
la creación del plan de la Redención que llega hasta situaciones muy
concretas de injusticia, a la que hay que combatir y de justicia que hay
que restaurar.
* vínculos de orden eminentemente evangélico como es el de la
caridad; en efecto, ¿cómo proclamar el mandamiento nuevo sin promover,
mediante la justicia y la paz, el verdadero, el auténtico crecimiento del
hombre?” (EN 31).
Tengamos presente también que no podemos caer “en la tentación
de reducir la misión de la Iglesia a las dimensiones de un proyecto
puramente temporal; de reducir sus objetivos a una perspectiva
antropocéntrica; la salvación, de la cual ella es mensajera y sacramento, a
un bienestar material; su actividad –olvidando toda preocupación espiritual
y religiosa- a iniciativas de orden político o social. Si esto fuera así, la
Iglesia perdería su significación más profunda. (…) Por eso quisimos
subrayar (…) la necesidad de reafirmar claramente la finalidad
específicamente religiosa de la evangelización. Esta última perdería su
razón de ser si se desviara del eje religioso que la dirige: ante todo el reino
de Dios, en su sentido plenamente teológico” (EN 32).
3.9.- La evangelización y la opción por los pobres
Jesucristo dedicó especial atención a los pobres, a los humildes, a
los pecadores. Por eso, la acción evangelizadora de sus discípulos nos ha de
llevar a procurar el bien de nuestros hermanos, especialmente de los más
necesitados: los pobres, los marginados, los excluidos. Tengamos en cuenta
que el anuncio del Evangelio a los pobres es un signo claro de la presencia
del Reino de Dios entre los hombres, motivo de la bienaventuranza
cristiana y signo que hace creíble el Evangelio.
Nunca olvidemos que en los pobres está presente de un modo
especial el Señor, pues se identificó con ellos. Así debe actuar hoy la
Iglesia para vivir el mandamiento del amor que le entregó Jesucristo, su
Fundador.
La opción preferencial por los pobres.
El Concilio Vaticano II enseña: “La Iglesia abraza a todos los
afligidos por la debilidad humana, más aún, reconoce en los pobres y en los
que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en
aliviar sus necesidades, y pretende servir en ellos a Cristo” (LG 8). La
caridad es el distintivo de los discípulos de Cristo y hace presente el amor
de Dios en el mundo.
El Papa San Juan Pablo II afirmó: «La solicitud pastoral para con
los pobres y los necesitados ocupa un lugar importante en el proceso de
evangelización” (SRS 42), y nos recordó que “la opción preferencial por
los pobres ni es excluyente ni es exclusiva”.
El Papa Francisco nos ha dicho con toda claridad: “sueño con una
Iglesia pobre y para los pobres”.
Recordamos que nuestra Asamblea Diocesana Sinodal (1987)
aprobó esta propuesta: “optar por una Iglesia pobre y cercana a los
pobres”. ¿Qué hemos hecho de esta opción? ¿La hemos olvidado?
Los pobres, los enfermos, los desvalidos, los refugiados… son los
primeros destinatarios de la evangelización. Los evangelizadores debemos
dedicar una atención preferencial a los pobres. A ellos la comunidad
cristiana debe dedicar su más generosa ayuda. Para evangelizar a los
pobres, es necesario que la misma Iglesia en sus estructuras y en sus planes
organizativos, refleje un rostro pobre y sencillo, poniendo su confianza no
tanto en la eficacia de los medios materiales, cuanto en la fuerza del
mensaje que es el de Jesús.
¡Hermanos y hermanas!
Tenemos que pasar de las ideas y palabras a una cercanía real, a una
caridad sincera y a una solidaridad efectiva, que implican dedicar tiempo a
los pobres y llegar a ser sus amigos, para así poder reconocer sus valores y
acompañarlos de verdad, defendiendo sus derechos, limpiando sus
lágrimas, cargando con ellos y encargándonos de ellos, como actuó el
Buen Samaritano ante el hombre herido en el camino de la vida. Todo esto
implica una evangelización integral.
10.- La evangelización de los dirigentes de la sociedad.
Es necesario también anunciar el evangelio a los dirigentes de las
naciones y de los pueblos, hombres y mujeres, con renovado ardor y
nuevos métodos, y ofreciéndoles la doctrina social de la Iglesia. Si se
descuida la evangelización de los dirigentes, es posible que no pocos sigan
criterios ajenos al Evangelio y, a veces, contrarios a él. No queremos
terminar este apartado sin reconocer los intentos de no pocos dirigentes
empeñados en construir una sociedad justa, solidaria, fraterna….
PARA REFLEXIONAR
Teniendo en cuenta los diez puntos sobre la finalidad de la práctica
evangelizadora de Jesús.
¿Cuáles están asumidos por nuestra parroquia y por nuestra diócesis?
¿Por qué no asumimos los restantes?
¿Qué podemos hacer para ponerlos en práctica?
Terminamos. Unidos en el Señor.
Cáceres. 28 de noviembre de 2016
Florentino Muñoz Muñoz
DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS PARTICIPANTES EN EL ENCUENTRO
“NARCÓTICOS: PROBLEMAS Y SOLUCIONES DE ESTA CUESTIÓN MUNDIAL”
ORGANIZADO POR LA PONTIFICIA ACADEMIA DE LAS CIENCIAS
Casina Pío IV Jueves 24 de noviembre de 2016
Ilustres señores y señoras:
Saludo cordialmente a cada uno de los presentes y agradezco las palabras que me ha dirigido el Presidente de la Pontificia Academia de las Ciencias.
La droga es una herida en nuestra sociedad. Una herida que atrapa a mucha gente en las redes. Ellas son víctimas que han perdido su libertad para caer en esta esclavitud; esclavitud de una dependencia que podríamos llamar «química». Es cierto que se trata de una «nueva forma de esclavitud», como otras muchas que flagelan al hombre de hoy y a la sociedad en general.
Es evidente que no hay una única causa que lleva a la dependencia de la droga, sino que son muchos los factores que intervienen, entre otros: la ausencia de familia, la presión social, la propaganda de los traficantes, el deseo de vivir nuevas experiencias, etc. Cada persona dependiente trae consigo una historia personal distinta, que debe ser escuchada, comprendida, amada y, en cuanto posible, sanada y purificada. No podemos caer en la injusticia de clasificar al drogadicto como si fuera objeto o un trasto roto. Cada persona ha de ser valorada y apreciada en su dignidad para poder ser sanada. La dignidad de la persona es lo que hemos venido a encontrar. Siguen teniendo, y más que nunca, una dignidad en cuanto personas que son hijos de Dios.
Y no es de extrañar que haya tanta gente que caiga en la dependencia de la droga, pues la mundanidad nos ofrece un amplio abanico de posibilidades para alcanzar una felicidad efímera, que al final se convierte en veneno, que corroe, corrompe y mata. La persona se va destruyendo y, con ella, a todos los que están a su alrededor. El deseo inicial de huida, buscando una felicidad momentánea, se transforma en la devastación de la persona en su integridad, repercutiendo en todas las capas sociales.
En este sentido, es importante conocer cuál es el alcance del problema de la droga, -que es destructor, es esencialmente destructor- y, sobre todo, la vastedad de sus centros de producción y de su sistema de distribución. Las redes, que posibilitan la muerte de una persona. La muerte no física, la muerte psíquica, la muerte social. El descarte de una persona. Redes inmensas, poderosas, que van atrapando a personas responsables en la sociedad, en los gobiernos, en la familia. Sabemos que el sistema de distribución, más aún que la producción, representa una parte importante del crimen organizado, pero un desafío es identificar el modo de controlar los circuitos de corrupción y las formas de blanqueo de dinero. Están unidos, están unidos. Para ello, no queda otro camino que el de remontar la cadena que va desde el comercio de drogas en pequeña escala hasta las formas más sofisticadas de lavado, que anidan en el capital financiero y en los bancos que se dedican al blanqueo del dinero sucio.
Un juez de mi país empezó a trabajar en serio. Tenía varios miles de kilómetros de frontera en su jurisdicción. Trabajar en serio sobre el problema de la droga. Al poco tiempo recibió una foto de su familia, en el correo: “Tu hijo va a tal escuela, tu esposa hace esto…”, nada más. Un aviso mafioso. O sea, cuando se quiere buscar y ascender por las redes de distribución, uno se encuentra con esa palabra de cinco letras: mafia. Pero en serio. Porque, así como en la distribución se mata al que es esclavo de la droga, en la consumación así también se mata a quien quiera destruir esta esclavitud.
Es cierto que para frenar la demanda del consumo de drogas se necesita realizar grandes esfuerzos e implementar amplios programas sociales orientados a la salud, al apoyo familiar y, sobre todo, a la educación, que considero fundamental. La formación humana integral es la prioridad; ella da a las personas la posibilidad de tener instrumentos de discernimiento, con los cuales puedan desechar las diferentes ofertas y ayudar a otros. Esta formación principalmente está orientada a los vulnerables de la sociedad, como pueden ser los niños y los jóvenes, pero también es valioso extenderla a las familias y a los que sufren algún tipo de marginación. Sin embargo, el problema de la prevención de la droga como programa siempre se ve frenado por mil y un factor de ineptitud de los gobiernos: por un sector del gobierno de acá, de allá o de allá. Y programas de prevención de droga casi no existen exitosos. Y una vez que avanzó, y ya se radicó en la sociedad, es muy difícil. Pienso en mi patria: hace 30 años era un país de tránsito; después, de consumo, y hasta algo de producción. En 30 años. Este es el progreso que se da gracias al compromiso mafioso de los responsables…
Si bien la prevención es camino prioritario, es fundamental también trabajar por la plena y segura rehabilitación de sus víctimas en la sociedad, para devolverles la alegría y para que recobren la dignidad que un día perdieron. Mientras esto no esté asegurado, también desde el Estado y su legislación, la recuperación será difícil y las víctimas podrán ser re-victimizadas.
El más necesitado de nuestros hermanos, que aparentemente no tiene nada para dar, lleva un tesoro para nosotros: el rostro de Dios, que nos habla y nos interpela. Les animo a que sigan adelante con su labor y concreten, dentro de sus propias posibilidades, las felices iniciativas que han emprendido al servicio de los que más sufren en este campo de guerra. La lucha es difícil, y siempre que uno da la cara y empieza a trabajar, en esto corre el riesgo de ese juez de mi patria de recibir una cartita con alguna insinuación. Pero estamos defendiendo a la familia humana, defendiendo a los jóvenes, a los niños. Como se dice en el campo: “Defendiendo la cría, defiendo el futuro”. No es una cosa de disciplina momentánea, es una cosa que se proyecta hacia delante.
Muchas gracias por lo que hacen.
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