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* Doctor en Historia del Arte de la Universitat de València y Académico del Departamento de Arte de la
Universitat de València. Contacto: albert.ferrer-orts@uv.es
** Licenciada en Filología Clásica, Magíster en Educación y Doctoranda en Geografía e Historia del
Mediterráneo desde la Prehistoria a la Edad Moderna de la Universitat de València. Contacto:
ferrer.delrio@gmail.com
Francisco de Aranda (1346-1438): noble y cartujo al servicio de la corona
de Aragón
Albert Ferrer Orts* - Estefania Ferrer del Río**
Universitat de València
Resumen: El noble y cartujo Francisco de Aranda desempeñó un destacado papel en los asuntos de la
Corona de Aragón entre los reinados de Pedro IV el Ceremonioso y Alfonso V el Magnánimo. Este
trabajo se basa en la biografía que le dedicó Dom Juan Bautista Civera, cronista de la cartuja de
Portaceli entre los siglos XVI y XVII, y la historiografía que le ha seguido, con lo que se actualiza y
redimensiona su personalidad en un periodo clave para la historia peninsular en relación al Cisma de
Occidente y al Compromiso de Caspe.
Palabras clave: Francisco de Aranda, Corona de Aragón, cartuja de Portaceli, Dom Juan Bautista
Civera
Abstract: The noble and carthusian Francisco de Aranda played a prominent role in the affairs of the
Crown of Aragon between the reigns of Pedro IV of Aragon and Alfonso V the Magnanimous. This
work is based on the biography that he dedicated to Dom Juan Bautista Civera, a chronicler of the
charterhouse of Portaceli between the XVIth and XVIIth centuries, and the historiography that has
followed him, with which is updated and resized his personality in a key period for peninsular history
in relation to Western Schism and the Compromise of Caspe.
Keywords: Francisco de Aranda, Crown of Aragon, charterhouse of Portaceli, Dom Juan Bautista
Civera
2015
REVISTA HISTORIAS DEL ORBIS
TERRARUM
ISSN 0718-7246, AÑO 2015, NÚM. 15 http://www.orbisterrarum.cl
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FRANCISCO DE ARANDA (1346-1438): NOBLE Y CARTUJO AL SERVICIO DE LA CORONA DE
ARAGÓN
Albert Ferrer Orts / Estefania Ferrer del Río
Universitat de València
No resulta sencillo llegar a comprender en toda su amplitud la importancia que
desempeñaron algunas cartujas valencianas en los acontecimientos que marcaron el tránsito
de los siglos XIV al XV en Europa, especialmente el Cisma de Occidente (1378-1429),1 la
consiguiente división de la Orden Cartujana2 y el Compromiso de Caspe (1412).
3 Es decir,
su destacado papel en algunos de los principales asuntos que afectaron a la Cristiandad, a su
Regla y a la Corona de Aragón.
El protagonismo que, en este contexto, detentaron las fundaciones de Portaceli
(1272) y Valldecrist (1385) confirma sin lugar a dudas su pujanza en el monacato catalano-
aragonés a través de conventuales que, como Dom Bonifacio Ferrer (1355-1417), Dom
1 Una buena visión de conjunto se halla en Álvarez Palenzuela, Vicente Ángel, El Cisma de Occidente,
Editorial Rialp, Madrid, 1982, obra en la que se analizan convenientemente las fuentes documentales y la
bibliografía precedente (pp. 9-24). Si bien la unidad de la Iglesia se produjo en 1419, con la elección de
Martín V, ésta acabó de certificarse en la Corona de Aragón en 1429, seis años después de la muerte de
Benedicto XIII (p. 315). 2 Una sucinta aproximación por lo que se refiere a las cartujas valencianas, particularmente Valldecrist, puede
verse en Ferrer Orts, Albert y Ferrer del Río, Estefania, “Valldecrist, de panteón principesco a sede de la
Orden cartuja escindida (1385-1419)”, Cuadernos de Valldecrist. Boletín de la Asociación Cultural Cartuja
de Valldecrist, núm. 4, Asociación Cultural Cartuja de Valldecrist, Altura, 2011, pp. 39-44. 3 Las más recientes aportaciones sobre el particular pueden consultarse en Gimeno Blay, Francisco M., “Un
diario original desconocido del Compromiso de Caspe en la Universidad de Valencia”, Saitabi, núm. 59,
Universitat de València, Valencia, 2009, pp. 319-325; Gimeno Blay, Francisco M., “Valldonzella, Alcañiz,
Caspe (31 de mayo 1410-28 de junio 1412)”, Cuadernos de Valldecrist. Boletín de la Asociación Cultural
Cartuja de Valldecrist, núm. 4, Asociación Cultural Cartuja de Valldecrist, Altura, 2011, pp. 69-88, trabajos
que preceden a las obras del mismo autor: Gimeno Blay, Francisco M., El Compromiso de Caspe (1412).
Diario del proceso, Fuentes Históricas Aragonesas, vol. 63, Institución Fernando el Católico-CSIC, Zaragoza,
2012, y Una corona set aspirants. Casp 1412, Institució Alfons el Magnànim, Diputació Provincial, Valencia,
2014. Asimismo, también resulta de útil consulta la obra de Bellveser, Ricard (coord.), Els valencians en el
Compromís de Casp i en el Cisma d’Occident, Institució Alfons el Magnànim, Diputació Provincial,
Valencia, 2013.
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Francisco Maresme (ca. 1377-1463), Mosén Francisco de Aranda4 o Fray Juan de Nea
(†1459), intervinieron directamente en tan delicadas circunstancias para beneficio de sus
cartujas, de la Orden de la que formaban parte, de la monarquía aragonesa y del Papado.5
La figura de Francisco de Aranda (1346-1438), noble y donado de Portaceli desde
1398, se nos manifiesta como decisiva en este período de cambios en la Europa bajo-
medieval, especialmente en el ámbito hispano, al haber estado sucesivamente al servicio de
los monarcas de las Casas de Barcelona (Pedro IV, Juan I y Martín I) y Trastámara
(Fernando I y Alfonso V), así como del Papa Benedicto XIII y participar al más alto nivel
de las decisiones que afectaban al gobierno del Estado y de la Curia.
Sin embargo, tampoco podemos obviar que su ingreso en Portaceli contribuyó
sobremanera a enriquecerla y renovar su lustre arquitectónico, merced a sus cuantiosas
donaciones, hecho por el cual se le considera como segundo fundador de esta insigne casa
valenciana.6
4 Las noticias en las que hemos centrado nuestro discurso se hallan en la Biblioteca de la Hispanic Society of
America, Nueva York (en adelante BHSANY), Ms., núm. B 1.141: Civera, Juan Bautista, Segunda Parte de
los Anales de la presenta casa de Portaceli. En que se escriben las vidas de algunos religiosos d·ella
señalados en santidad, con un catálogo de los que escribieron libros y otro de las fundaciones de la presente
provincia [1645-1653], pp. 74-107, aunque también se deben tener muy en cuenta las aportaciones de Tarín y
Juaneda, Francisco, La cartuja de Porta-Coeli (Valencia). Apuntes históricos, Establecimiento tipográfico de
Manuel Alufre, Valencia, Valencia, 1897, reed. 1986, p. 193 y ss.; Esteban, Manuel, “Biografía del Venerable
D. Francisco Fernández Pérez de Aranda”, en III Congreso de Historia de la Corona de Aragón, Valencia,
1923, pp. 415-438; García Miralles, Manuel (OP), “El donado de la cartuja de Portaceli, Francisco de
Aranda”, Teruel, núm. VII, Teruel, 1952, pp. 141-176; Ferrer Mallol, Maria Teresa, “Un aragonés consejero
de Juan I y Martín el Humano: Francisco de Aranda”, Aragón en la Edad Media, XIV-XV [Homenaje a la
prof. Carmen Orcástegui Gros], Teruel, 1999, pp. 531-562; y Puig-Rigau, J. O., Escritores cartujos de España
(edición corregida y aumentada 1976), Analeta Cartusiana, vol. 1, núm. 161, Salzburg, Universität Salzburg,
2001, pp. 28-29; además de Ribes Traver, María Estrella, Los anales de la cartuja de Porta-Coeli, col.
Documents Històrics, núm. 1, Institució Alfons el Magnànim, Diputació Provincial, Valencia, 1998, o de
Fuster Serra, Francisco, Cartuja de Portaceli. Historia, vida, arquitectura y arte, col. Estudis, núm. 5,
Ajuntament de València, Valencia, 2003, p. 120 y ss.; y Fuster Serra, Francisco, Legado artístico de la
cartuja de Portaceli. Obras, iconografía, benefactores y artífices en su contexto histórico, Analecta
Cartusiana, núm. 296, Universität Salzburg, Salzburg, 2012. 5 Véase al respecto Ferrer Orts, Albert y Ferrer del Río, Estefania, “A la vanguardia de las relaciones
diplomáticas en la primera mitad del siglo XV: cuatro cartujos aragoneses (B. Ferrer, F. Maresme, F. de
Aranda y J. de Nea)”, en Sylvain Excoffon (ed.), Les chartreux et les élites (XIIé et XVIIIé siècles), Université
Jean-Monnet, CERCOR, Saint-Étienne, 2013, pp. 159-198; y Ferrer Orts, Albert, “Entre la fe i el deure: el
paper de les cartoixes valencianes en els assumptes de la Corona d’Aragó entre les acaballes del s. XIV i les
primeries del s. XV”, en Beatriu Navarro Buenaventura (ed.), Entre el Compromís de Casp i la Constitució de
Cadis, ed. Ulleye, Xàtiva, 2013, pp. 25-69. 6 De estos y otros aspectos de la vida de Aranda se han ocupado Ribes Traver, María Estrella, Los anales…,
op. cit., y Fuster Serra, Francisco, Cartuja de Portaceli…, op. cit., y Legado artístico…, op. cit., quienes se
han apoyado en la documentación y bibliografía habida sobre dicha cuestión.
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Lo que sucedió en algunos de los principales reinos de la península Ibérica en las
postrimerías del siglo XIV y los primeros lustros del siglo XV, tanto en clave interna como
en su vertiente internacional, se nos antoja de tal trascendencia que, seguramente, nada hoy
sería igual a como acontece. Es decir, la unión dinástica que se fraguó hace precisamente
ahora seis centurias entre las coronas de Castilla y Aragón merced al gobierno de los
Trastámara en ambos reinos, sancionada definitivamente con los Reyes Católicos años
después, en un contexto europeo proclive a la construcción de otras grandes naciones como
Francia o Inglaterra, fraguadas mediante largos litigios armados y diplomáticos a la sombra
del largo Cisma de la Iglesia, merece ser revisada y puesta en valor a través de la
contribución de la Orden de la Cartuja que, aunque conocida desde antiguo a través de las
fuentes historiográficas, todavía aparece silenciada o minimizada quizás por las
peculiaridades de su regla y costumbres.
El episodio cismático que sacudió a la Iglesia católica y que incluso llegó a
fracturarla en tres obediencias, en el que tuvo un extraordinario protagonismo el papa
aragonés Pedro Martínez de Luna (más conocido como Benedicto XIII),7 así como la
zozobra que ocasionó la cuestión sucesoria en la Corona de Aragón a la muerte sin
descendencia directa de Martín I el Humano,8 involucraron a algunos de los cartujos más
sobresalientes de cuantos hayan dado algunas de las fundaciones más ilustres de la
Provincia de Cataluña,9 como es el caso de las valencianas de Portaceli (Serra) y
Valldecrist (Altura).
En esta aproximación a tan complejo panorama, pretendemos revisar precisamente
la contribución de dichas casas, especialmente de alguno de sus conventuales más
destacados como es el caso de Mosén Francisco de Aranda, a la resolución de tales
conflictos que tanta trascendencia tendrán no solo en su tiempo sino, vistos con perspectiva
histórica, hasta nuestros días. Para ello, hemos recurrido a la principal fuente documental de
7 Sobre la poderosa personalidad de este prelado de Illueca (Zaragoza) pueden consultarse, a título de
ejemplo, las obras de Simó Castillo, Juan Bautista, Pedro de Luna. El Papa de Peñíscola, Eduard Fabregat
ed., Barcelona, 1994, y Suárez Fernández, Luis, Benedicto XIII, ¿antipapa o papa? (1328-1423), col.
Biografías, Editorial Ariel, Barcelona, 2002. 8 Una de las más recientes obras dedicadas a dicho rey se debe a Garrido i Valls, Joan David, Vida i regnat de
Martí I. L’últim rei del Casal de Barcelona, col. Bofarull, núm. 14, Rafael Dalmau, ed., Barcelona, 2010. 9 La creación de la Provincia Cartujana de Castilla sobrevino en 1442 al desgajarse sus monasterios de la de
Cataluña. Sobre esta última, véase Hogg, James y Schlegel, G. (eds.), Monasticon Cartusiense, tomus IV,
España: pars I (Provincia Cathaloniae), Analecta Cartusiana, vol. 4, núm. 185, Universität Salzburg,
Salzburg, 2006.
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cariz biográfico que, tal vez, haya sobre dicho cartujo y que no es otra que la que nos
proporciona Dom Juan Bautista Civera, cronista de Portaceli entre los siglos XVI y XVII,
quien no dudó en recurrir al entonces riquísimo archivo de su casa de profesión para
perpetuar la memoria de su historia y de sus varones más ilustres.10
Las dos casas que, fundadas por el obispo Fray Andrés de Albalat11
y el Infante D.
Martín12
en 1272 y 1385 respectivamente, desempeñaron un papel decisivo en los
acontecimientos antes aludidos presentaban ciertas peculiaridades que las convirtieron en
su tiempo en espejo de virtudes que, a su vez, actuaron de poderoso imán hacia los
miembros de distinguidas familias de la baja nobleza o emergente burguesía aragonesas
que, en el momento abandonaban el mundo (en terminología cartujana, morían en el siglo),
resultaron ser en no pocas ocasiones avanzadillas privilegiadas para actuar sobre los más
delicados asuntos concernientes tanto a la monarquía de la que eran súbditos como a la
cristiandad occidental. Sin embargo, es preciso señalar que, a diferencia de Castilla, los
cartujos en Aragón nunca fueron una orden especialmente vinculada a sus monarcas,
quienes, por ejemplo, eligieron a cistercienses como custodios de sus despojos y en cuyos
monasterios construyeron sus mausoleos regios.13
Es cierto que Escaladei, la primera
cartuja hispana y, por ende, catalana, se fundó bajo el patrocinio real en el siglo XII14
-de
hecho, de sus muros partieron no pocos de sus monjes a fundar otras casas hermanas-, pero
no lo es menos que quizás nunca hubo un monarca aragonés tan predispuesto hacia las
10
Ferre Domínguez, Josep-Vicent, Joan Baptista Civera, el cronista de Portaceli, Analecta Cartusiana, núm.
219, Universität Salzburg, Salzburg, 2004 11
Para su estudio, nos remitimos a las obras de Fuster Serra, Francisco, Cartuja de Portaceli…, op. cit., y
Legado artístico…, op. cit., así como a Ferrer del Río, Estefania, “Porta Coeli y los Anales del Padre Civera”,
en Sylvain Excoffon (ed.), LEM-CERCOR-Colloque International “Histoire et Mémoire chez les chartreux
(XIIe-XXe siècle)”, Belley, 2015, en prensa, por ser las más recientes y donde se recoge la toda bibliografía a
que ha dado lugar la cartuja desde su fundación. 12
Todavía a fecha de hoy necesitada de un estudio global, a pesar del trabajo monográfico de Simón Aznar,
Vicente, Historia de la Cartuja de Val de Cristo, Segorbe, Fundación Bancaja, Valencia, 1998, los afanes
investigadores por desvelar sus pormenores histórico-artísticos hay que buscarlos en los cuatro números de la
revista editada por la Asociación Cultural Cartuja de Valldecrist (2005-2011), en la obra miscelánea Gómez
Lozano, Josep-Marí (coord.), IV centenario de la obra mayor de la cartuja de Valldecrist, Fundación Mutua
Segorbina-ICAP, Segorbe, 2008, y en Mínguez, Víctor Manuel y Zuriaga, Vicent (coms.), Memoria y arte del
espíritu cartujano, catálogo de exposición, Generalitat Valenciana, Valencia, 2010. 13
Así fue en Castilla con Juan II (†1454), su esposa Isabel de Portugal (†1496) y el Infante D. Alfonso, su
desventurado hijo (†1468), enterrados en la cartuja burgalesa de Miraflores, puesto que los restos de Felipe I
el Hermoso (del linaje Habsburgo) también lo estuvieron hasta su definitivo traslado a la catedral de Granada.
En la Corona de Aragón esta función funeraria estuvo unida especialmente a los cenobios de Santes Creus y
Santa María de Poblet (Tarragona). 14
Su impulsor fue Alfonso II el Casto, en el año 1194.
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virtudes cartujanas como Martín I el Humano, impulsor de Valldecrist como lugar de
enterramiento mientras fue Infante y donde, a la postre, reposaron los restos de tres de sus
hijos.15
Fue Portaceli (ilustración 1), la decana de las cartujas valencianas, sin lugar a dudas,
donde se fue constituyendo un sólido núcleo de santidad amparado por la vasta formación,
cultura y dotes diplomáticas de sus moradores, a la par de las cuantiosas donaciones que
recibía, la fundación que mayor prestigio acumulaba. En sus celdas llegaron a convivir
algunas de las personalidades más destacadas del monacato hispano, que intervinieron
decisivamente en las cuestiones más polémicas de su tiempo sin desatender sus
obligaciones como cartujos. Las figuras de Dom Bonifacio Ferrer, Mosén Francisco de
Aranda, Dom Francisco Maresme o Fray Juan de Nea, entre otros, supusieron el cenit de
una conjunción de circunstancias afortunadas que justo entonces, solo en aquel momento y
nunca más, alcanzó su máximo esplendor y catapultó definitivamente su prestigio.16
Tal
vez, el leitmotiv que impulsó al Infante D. Martín, también conocido como el Eclesiástico, a
establecer en sus tierras patrimoniales una fundación regia en un momento clave de la
historia de la Corona de Aragón, del reino de Valencia y de la Cristiandad en Europa
Occidental.17
No en balde, el creciente protagonismo de Benedicto XIII, quien pasará sus
últimos años de pontificado en Peñíscola, resultará el aglutinador necesario para
sobredimensionar los afanes de dichos conventuales y, entre ellos, los de Mosén Francisco
de Aranda de quien más adelante nos ocupamos.
15
Serra Desfilis, Amadeo y Miquel, Matilde, “La capilla de San Martín en la cartuja de Valldecrist:
arquitectura, símbolo y devoción”, en Josep-Marí Gómez Lozano (coord.), IV centenario de la obra mayor…,
op. cit., pp. 319-335 y, de los mismos autores, “La capilla de San Martín en la cartuja de Valldecrist:
construcción, devoción y magnificencia”, Ars Longa, núm. 18, Universitat de València, Valencia, 2009, pp.
65-80 16
Portaceli continuó siendo una fundación de gran prestigio en el monacato valenciano y dentro de la
Provincia Cartujana de Cataluña; sin embargo, más allá de su faceta espiritual, literaria o artística -incluso
teniendo profesos de gran talla intelectual- nunca volverá a desempeñar la influencia que en temas políticos o
religiosos le correspondió en suerte participar en este momento. 17
Véase al respecto la hipótesis de Ferrer Orts, Albert y Ferrer del Río, Estefania, “Valldecrist…”, art. cit.,
pp. 39-44
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1. Mosén Francisco de Aranda
El origen nobiliario de nuestro protagonista es referido por Civera de esta lid:
“Nació este insigne varón en la ciudad de Teruel el año 1346 de padres nobles y
hazendados, los que se dezían Pedro Fernández de Aranda, y Sancha Pérez, que vivían en la
calle de los ricos hombres con mucha satisfacción y exemplo de sus ciudadanos”, para
seguir abundando en detalles sobre su familia “Dióles nuestro Señor tres hijos llamados
Pedro, Joan y Francisco”.18
Llegados a este punto, el cronista de Portaceli se centra en el futuro cartujo:
“Empero el que más se señaló entre sus hermanos fue nuestro Mossén Frances. Al qual
criaron sus padres con toda virtud y recogimiento”,19
especialmente desde que entró al
servicio de la corte de Pedro IV el Ceremonioso, pues: “Y siendo de edad de quinze años,
con el acompañamiento debido a su nobleza, le enviaron a la corte del Rey de Aragón Don
Pedro 4º. Para que sirviendo a su Alteza y a los Príncipes, sus hijos, y ganando su gracia y
voluntad mereciesse por ellas ser honrrado y enriquecido”.20
Particularmente, llama la atención su cercanía al Infante Martín, amistad que -como
veremos- se incrementará con el paso de los años: “Y así fue que a pocos años que estuvo
en palasio, por las grandes muestras de criansa, juicio, y virtud que había dado, el Infante
D. Martín, hijo segundo del Rey, le hizo su caballerizo mayor, o, como entonces dezían,
hazemilero. Y con este cargo le nombra la primera vez en sus Anales Hierónymo Çurita,
entre otras muchas que del habla honoríficamente”.21
Muerto el monarca en 1387, incide el historiador cartujo en los accidentados
pormenores que afectaron a la reina viuda, Sibila de Fortià,22
y en los que se vio envuelto
Aranda hasta su feliz resolución. Para después centrarse en el nuevo rey, Juan I el
18
BHSANY, Ms., núm. B 1.141: Civera, Juan Bautista, Segunda Parte…, op. cit., p. 74. Datos que
complementan los aportados por Esteban, Manuel, “Biografía…”, op. cit., p. 415 y Ferrer Mallol, Maria
Teresa, “Un aragonés consejero…”, op. cit., pp. 531-532 19
BHSANY, Ms., núm. B 1.141: Civera, Juan Bautista, Segunda Parte…, op. cit., p. 74 20
Ídem, Algunas de sus informaciones son debidas a Zurita, Jerónimo, Anales de la Corona de Aragón (ed.
preparada por Ángel Canellas López), tercera reimpresión, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2007. 21
BHSANY, Ms., núm. B 1.141: Civera, Juan Bautista, Segunda Parte…, op. cit., p. 74. En 1380 consta al
servicio del Infante D. Martín. 22
Ibídem, pp. 74-75. Pleitos que se mantuvieron hasta 1404, según refiere documentalmente Ferrer Mallol,
Maria Teresa, “Un aragonés consejero…”, op. cit., p. 533
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Cazador,23
quien, a tenor de las informaciones del monje blanco, lo vinculó al servicio de
su cuñada María de Luna desde que Martín marchara a la guerra de Sicilia. Atenciones que
fueron generosamente compensadas con dádivas como las salinas turolenses de Armillas.24
Sin embargo, por la eficiencia de sus quehaceres en la corte, el nuevo monarca:
“[…] haviendo de dar ayo y maestro al príncipe, su hijo Don Hernando, no halló otro de
quien más confiasse que d·él, y así se lo entregó para que lo criasse y instruyesse con la
vigilancia y cuydado posible”.25
Mercedes que pronto se verán truncadas y con ellas su progreso palaciego pues
“[…] durmiendo una noche con el Príncipe, quando despertó a la mañana, le halló muerto a
su lado sin saber de qué causa o accidente”.26
La airada reacción del rey, quien –según Civera- hizo preso a Aranda y lo trasladó al
castillo de Morella, supuso el fin de una etapa en su vida que aun se alargaría hasta la
muerte del soberano (quien, recordemos, también había descargado su ira sobre Bonifacio
Ferrer por estas fechas y en el mismo lugar: Monzón).27
Caído en desgracia: “[…] gustava ya de leer libros devotos y de conversaciones
santas, ocupando algunos ratos en oraciones y exercicios de piedad. Y, levantando el
23
Sobre los pormenores del reinado de este monarca, véase el estudio que le dedica Tasis, Rafael, Joan I, el
rei caçador i músic, Editorial Aedos, Barcelona, 1959, pp. 159-172. Obra en la que también se relatan las
andanzas de la reina viuda de Pedro IV el Ceremonioso, Sibila de Fortià (pp. 137-146). 24
BHSANY, Ms., núm. B 1.141: Civera, Juan Bautista, Segunda Parte…, op. cit., p. 75. Ferrer Mallol, Maria
Teresa, “Un aragonés consejero…”, op. cit., p. 533, refiere que estaba al servicio del nuevo monarca desde
1387 con datos de archivo. 25
BHSANY, Ms., núm. B 1.141: Civera, Juan Bautista, Segunda Parte…, op. cit., p. 75. El Infante Fernando
Mateo había nacido en el castillo de Monzón, el 18 de marzo de 1389, donde a la sazón se encontraba
Violante de Bar, reina consorte. Desconocemos las circunstancias que le produjeron la muerte en octubre de
dicho año mientras se hallaba a su cuidado nuestro protagonista. Lo que sí sabemos es que fue sepultado en el
monasterio de Framenors, en Zaragoza (Tasis, Rafael, Joan I…, op. cit., pp. 170-171), antes de que su cadáver
definitivamente reposara –junto a los de sus desdichados hermanos- en Santa María de Poblet. 26
BHSANY, Ms., núm. B 1.141: Civera, Juan Bautista, Segunda Parte…, op. cit., p. 75 27
Ibídem, pp. 75-76. Después de indagar en el trágico suceso, quizás producto de una muerte súbita, Civera
refiere, haciendo gala de su curiosidad: “El año 1635 escriví a Morella rogando a cierto clérigo hiziesse mirar
en el archivo si se hallaría alguna memoria de la prisión de este siervo de Dios. Y me respondió que en años
atrás se havía quemado el archivo antiguo, y assí de presente no quedaba memoria alguna” (p. 76). La vida de
Aranda es muy coincidente en algunos aspectos con la de Ferrer: ambos cayeron en desgracia con el mismo
monarca después de vidas exitosas, los dos lo hicieron en Monzón y por las mismas fechas, sufriendo largo y
penoso presidio. También es paralela su vinculación a Portaceli (donde Ferrer fue maestro de Aranda) y su
dedicación a los asuntos de la Iglesia como de la Corona. Las informaciones aportadas por Ferrer Mallol,
Maria Teresa, “Un aragonés consejero…”, op. cit., p. 534 y ss., sin embargo, desmienten categóricamente este
presidio puesto que Aranda siguió activo en los asuntos de la corte.
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coraçón a cosas mayores, comenzó a proponer nuevos y grandes deseos en servicio de
Dios, si tuviesse por bien de darle libertad y sacarle de aquella prisión en que estaba”.28
Lo que finalmente –así lo afirma el historiador de Portaceli- se produjo siete años
después, en 1396, al morir accidentalmente Juan I y sucederle su hermano Martín I el
Humano en el trono mediante la regencia de su esposa María de Luna, por hallarse éste en
Sicilia en aquel momento.29
Renunciando Francisco de Aranda a algunos cargos para los que fue propuesto por
los fundadores de la cartuja de Valldecrist, el noble aragonés decidió por entonces (1396)
ingresar como donado en Portaceli dos años después, casa que –según Civera- conocía del
tiempo en que sirvió al infante y aquel comenzara a edificar la fundación de Altura: “[…]
desde entonces quedó tan edificado y pagado de la conversación y trato de sus moradores y
tan satisfecho del devoto y solitario sitio en que está fundada, que en resolverse de ser
religioso, no tuvo que pensar ni buscar un lugar más a propósito para executar sus
intentos”.30
Parece ser, tal y como era la costumbre entre otros cartujos, que Aranda vinculó
parte de su fortuna a acrecentar el patrimonio de Portaceli, pues, según se desprende de su
testamento datado en 1402 y conservado entonces en la cartuja de Serra: “[…] para
empesar a hacerles bien y limosna antes de venir, mandó labrar un nuevo claustro con seys
celdas (que es el menor de los dos) y para el sustento de los religiosos que en él habían de
vivir dio treynta sinco mil sueldos, para que se cargassen y hiziessen renta. Y también
ofreció dar cada año, mientras viviesse, sincuenta libras de limosna por Navidad”.31
Una vez resueltos sus asuntos terrenales:
28
BHSANY, Ms., núm. B 1.141: Civera, Juan Bautista, Segunda Parte…, op. cit., p. 76 29
Ídem. Sobre la muerte de Juan I en el bosque de Foixà (19 de mayo) –Civera cita erróneamente el año
1395- y los momentos posteriores a su reinado, véase Tasis, Rafael, Joan I…, op. cit., p. 263 y ss.,
particularmente a partir de la p. 283. 30
BHSANY, Ms., núm. B 1.141: Civera, Juan Bautista, Segunda Parte…, op. cit., pp. 76-77. Con antelación,
refiere Civera a este respecto: “Tenía grande devoción y concepto de esta casa desde·l tiempo que servía al
Infante D. Martín (ia agora Rey), que fundó la casa de Valldechristo junto a Segorbe, y por ocasión de esta
fundación hubo de venir a Portaçeli algunas vezes para hablar y llevar allá algunos religiosos…” (p. 77). 31
Ibídem, p. 77. Civera escribe que Aranda decidió en 1396, estando en Barcelona, hacerse donado de
Portaceli; sin embargo tomó el hábito en 31 de enero de 1398, lo que nos hace sospechar que, en dicho lapso,
el noble puso sus bienes en orden, dictó testamento (el cronista solo transcribe algunos de sus fragmentos,
entonces a su alcance) y, finalmente, ingresó en el cenobio. Sobre cómo se hallaba la cartuja de Portaceli en el
tránsito de los siglos XIV y XV, además de la acción benefactora de Aranda, pueden consultarse las obras que
dedica a dicha fundación Francisco Fuster Serra.
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[…] se vino a esta casa y se ofreció todo a nuestro Señor tomando el hábito de donado de mano del
Padre Prior Dom Francisco Anglada, el último día del mes de Enero del año de 1398. Siendo de
edad de sincuenta y dos años. Y para que le guiasse en el camino de la perfeción y le instruyesse en
los exercicios religiosos, el dicho padre Prior le dio por maestro y guía al santo padre Dom
Bonifacio (digno maestro para tal disípulo) […].32
Sin embargo, Juan Bautista Civera, citando el libro antiguo de benefactores escrito
por Dom Pedro Ferrer, nos da noticia que Aranda, a pesar de su condición de donado: “[…]
vivía con los monges, teniendo celda en el claustro, y asistiendo con ellos en el coro,
capítulo y refectorio […] [vistiendo, además] capirón de fraile en los actos conventuales
[…] cosa nueva y no acostumbrada”.33
Después de cuatro años de servicio en Portaceli, fue llamado en 1402 desde Aviñón
por Benedicto XIII, quien “[…] estava a la sazón oprimido, o casi preso en su palacio
[…]”,34
lugar en el que ya se encontraba su maestro Dom Bonifacio Ferrer, pues “[…]
mientras vivió, apenas le dexó apartar de su lado”,35
participando en su huída a través del
Ródano.
Deseoso Mosén Francisco de Aranda de volver a su casa de profesión, petición que
le fue concedida por el pontífice, apenas llegado a Valencia hubo de volver a Marsella por
indicación de aquel con el objeto de resolver la bicefalia de la Iglesia. Aunque la ausencia
de Gregorio XII obligó a su rival a convocar entre sus partidarios el Concilio de Perpiñán
32
BHSANY, Ms., núm. B 1.141: Civera, Juan Bautista, Segunda Parte…, op. cit., p. 78. Ya hemos llamado la
atención sobre los paralelismos entre las trayectorias de los entonces maestro y novicio. 33
Ibídem, p. 79. No cabe duda que Francisco de Aranda no era un profeso cualquiera, menos aún un donado
más, ni por su cuna, ni por su fortuna (gran parte de ella invertida en Portaceli), ni tampoco por su larga y
contrastada experiencia en la Corte. Darle por maestro a Dom Bonifacio Ferrer y hacerle partícipe de la vida
conventual entre los monjes eran signos de distinción que estaban totalmente vetados a los donados y a los
hermanos legos (o conversos), quienes vivían separadamente de ellos, incluso a la hora de la celebración de
los actos litúrgicos. Sobre la organización de la vida cartujana, Fuster Serra, Francisco, Cartuja de
Portaceli…, op. cit., p. 48 y ss. Llama poderosamente la atención, no obstante, el aspecto descuidado
(“horridiore”, según Lorenzo Valla) que llegó a caracterizar a Aranda mientras profesaba entre 1398 y1402,
incluso sus amonestaciones al monarca (Ferrer Mallol, Maria Teresa, “Un aragonés consejero…”, op. cit., pp.
540-541). 34
BHSANY, Ms., núm. B 1.141: Civera, Juan Bautista, Segunda Parte…, op. cit., pp. 79-80. Haciéndose eco
de las palabras de Jerónimo Zurita. 35
Ibídem, p. 80. Ferrer Mallol, Maria Teresa, “Un aragonés consejero…”, op. cit., p. 539, refiere que los
contactos de Aranda con la corte papal de Aviñón pudieron haberse iniciado entre 1395-1396, los cuales
incrementaron en adelante su relación con Benedicto XIII.
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(1408), cita previa al acontecido en Pisa. Acabado dicho cónclave en tierras aragonesas,
acompañó a Benedicto XIII hasta Barcelona y, desde allí, a Peñíscola en 1409.36
Llegados a este punto, en los capítulos cuarto y quinto de la biografía de Aranda, el
padre Civera se detiene en el espinoso asunto del Compromiso de Caspe,37
en el que
participó activamente representando al reino de Aragón el famoso donado de Portaceli.
Refiere a este propósito el cronista:
Luego que mossén Frances supo su enfermedad [de Martín el Humano], acudió con prestesa para
servirle. Y estando ia muy al cabo, en compañía del Obispo de Mallorca y del Governador de
Cataluña, le preguntó que, pues no dexava sucesor señalado en su Reyno, si quería que se
averiguasse por iusticia quién le devía suceder. Y él respondió que sí y que essa era su voluntad
última…38
Desde la muerte del rey Martín en el monasterio de Valldonzella el 31 de mayo de
1410, el temido interregno producido hasta que los representantes de Aragón, Cataluña y
Valencia hicieron pública cuál era la mejor de las candidaturas a la sucesión el 28 de junio
de 1412,39
Mosén Francisco de Aranda se distinguió –en palabras de Civera- por su “[…]
prudencia y gran uso de negocios juntamente con menosprecio de las cosas del siglo
[…]”.40
Después de dar detallada cuenta de los pormenores del proceso por el que se eligió
la candidatura de Fernando de Antequera, no en balde tenía a mano una copia del proceso
seguido en Caspe gracias a Dom Bonifacio Ferrer (poseedor de uno de los tres originales),41
36
Ferrer Mallol, Maria Teresa, “Un aragonés consejero…”, op. cit., p. 539 37
Cfr. Francisco M. Gimeno Blay, El Compromiso de Caspe…, op. cit. 38
BHSANY, Ms., núm. B 1.141: Civera, Juan Bautista, Segunda Parte…, op. cit., p. 90. A pesar de la
cercanía entre el monarca y el cartujo desde tiempos en que aquel era Infante y Aranda cortesano a su
servicio, no cabe duda de que Juan B. Civera le confiere a este último un protagonismo en el óbito del rey un
tanto forzado y, por ello, discutible a nuestro parecer. Sin embargo, cabe reseñar que entre los albaceas
nombrados por el rey en su testamento se encontraban Aranda y el prior de la cartuja de Valldecrist. 39
Véanse al respecto todos los trabajos antes citados del profesor Gimeno Blay. 40
BHSANY, Ms., núm. B 1.141: Civera, Juan Bautista, Segunda Parte…, op. cit., p. 90. Sin duda, al formar
parte de los compromisarios que representaban al reino de Aragón, se le distinguía a Aranda sobre otras
personalidades aragonesas notables. A nadie se le escapa que la influencia de Benedicto XIII, aragonés a la
sazón, fue notoria en la elección de no pocos de los delegados y así asegurarse la mejor opción para la Corona
como para el propio pontífice en pleno Cisma de Occidente. Sobre su participación en las deliberaciones de
Caspe, véase Gimeno Blay, Francisco M., El Compromiso de Caspe..., op. cit. 41
BHSANY, Ms., núm. B 1.141: Civera, Juan Bautista, Segunda Parte…, op. cit., pp. 90-98, y Gimeno Blay,
Francisco M., El Compromiso de Caspe…, op. cit., pp. 172-173. Sobre Fernando I, véase el reciente trabajo
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continúa la biografía de Aranda desde 1413 hasta 1417, año en el que retornó a su casa de
profesión.
A pesar de la general aceptación del acuerdo al que llegaron los representantes de
los tres reinos, los pormenores de su llegada a Valencia han sido recientemente abordados
por el profesor Gimeno Blay,42
el conde de Urgell, quien siempre desconfió de esta fórmula
al considerarse el más idóneo de los candidatos al cetro, continuó sembrando la zozobra
con sus partidarios, hasta que Fernando I decidió enviar en misión diplomática a Mosén
Francisco de Aranda junto al obispo de Barcelona, quienes actuaron sin éxito ocasionando
como inevitable consecuencia el posterior cautiverio del noble después de su derrota militar
producida en el Codolar, entre los términos de Puçol y Sagunt.43
Narra el P. Civera que, una vez resueltas las cuestiones temporales en la Corona de
Aragón con la solemne coronación del rey en Zaragoza por el obispo de Huesca, el nuevo
monarca y Aranda se dirigieron hacia Morella para reunirse con Benedicto XIII con el
objeto de proseguir los asuntos relativos a la unión de la Iglesia, desde donde marcharon a
Valencia.44
Cansado nuestro protagonista de tantos y exigentes servicios a sus señores, el
cartujo recibió como muestra de agradecimiento del pontífice “[…] los diezmos de los
lugares de Bezeyt y Fontespala [en el reino de Aragón], de Onda y Burriana [en el de
Valencia]”,45
vinculados estos postreros a Portaceli por su propia voluntad. Sin embargo,
Francisco de Aranda, lejos de hallar el anhelado reposo espiritual en la cartuja de la que era
profeso, volvió a formar parte de la comitiva que en Perpiñán (1415-1416) reunió en balde
a Dom Bonifacio Ferrer, fray Vicente Ferrer, al Papa, al emperador Segismundo y a
Fernando I de Antequera para intentar el fin del Cisma. Finalizada la cual, acompañó al
prelado aragonés a su residencia en Peñíscola en enero de 1417.46
de Garrido i Valls, Joan David, Ferran I “el d’Antequera”, un rei de conveniència, Sèrie “la unitat”, Núm.
199, Editorial 3 i 4, Valencia, 2011 42
Gimeno Blay, Francisco M., Notícies de Casp (València, 30 de juny de 1412), Ajuntament de València,
Valencia, 2012. Autor a quien agradecemos sobremanera habernos posibilitado leer su texto inédito.
Aprovechamos la ocasión para agradecerle también sus pertinentes observaciones al leer detenidamente el
texto mecanografiado. 43
BHSANY, Ms., núm. B 1.141: Civera, Juan Bautista, Segunda Parte…, op. cit., pp. 98-99 44
Ibídem, p. 99. Reunión de la que también formaron parte los hermanos Ferrer. 45
Ídem. Como es habitual en Civera, quien no sólo usa sino que también transcribe numerosos documentos
del rico archivo de Portaceli, aporta la bula que confirma su relato. 46
Civera, Juan Bautista, Segunda Parte…, op. cit., p. 99. Después de dichos compromisos al más alto nivel
diplomático, Aranda se retiró a Portaceli con ciertas dispensas papales (como poder comer carne y no estar
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En el Concilio de Constanza,47
en noviembre de dicho año, se eligió como Papa a
Martín V, acontecimiento que separó definitivamente a Aranda de Benedicto XIII, quien
obstinadamente mantuvo su posición cismática hasta su muerte en 1423.
Retirado entre los muros de Portaceli, Civera refiere que aun recibió las visitas de
Alfonso V el Magnánimo, en 1426, y de su esposa María, en 1435,48
haciendo agradecido
acopio de cuantas mercedes se benefició a la cartuja, pues “[…] a este insigne varón, que
mejor se podría llamar restaurador, o segundo fundador, que benefactor suyo”.49
De edad muy avanzada, noventa y dos años,
[…] por el mes de noviembre de 1438, sintiéndose sin fuerças y debilitado, y entendiendo con esto
se le acercava la última hora, pidió con toda humildad le diessen los Santos Sacramentos y los
recibió con suma devoción […]. Y llegado el día de S. Martín, cargado de años y merecimientos,
con mucha paz rindió su bendita alma en manos del Criador, haviendo vivido en la religión
quarenta años con general satisfacción.50
Concluye Ferrer Mallol su aproximación documentada a Aranda refiriendo que “fue
un hombre de una trayectoria sinuosa, que parece haber amado mucho el poder, puesto que
siempre procuró estar a la sombra de quien lo ostentaba”,51
análisis que se ajusta
perfectamente a su perfil biográfico y que le convierte sin lugar a dudas en una
personalidad relevante de su tiempo sobre la que habrá que continuar indagando.
sujeto a los estatutos de la Orden) recogidas en una bula plúmbea conservada entonces en el archivo de la casa
de Serra. 47
Álvarez Palenzuela, Vicente Ángel, El Cisma de Occidente…, op. cit., pp. 251-300 48
BHSANY, Ms., núm. B 1.141: Civera, Juan Bautista, Segunda Parte…, op. cit., p. 100. Ferrer Mallol,
Maria Teresa, “Un aragonés consejero…”, op. cit., p. 547, señala que todavía continuó ejerciendo un papel
público en 1414, como miembro de una comisión nombrada por las Cortes de Zaragoza, y 1430, como
representante de Alfonso V el Magnánimo en las Cortes catalanas. 49
BHSANY, Ms., núm. B 1.141: Civera, Juan Bautista, Segunda Parte…, op. cit., pp. 100-101. Según la
exhaustiva información aportada por Civera, Aranda no dejó de mejorar las instalaciones cartujanas desde
1393, invirtiendo cuantiosas cantidades en ampliaciones, mejoras, reformas, adquisición de orfebrería,
ornamentos, libros iluminados (biblias), cirios... 50
Ibídem, p. 108. Su óbito data del 11 de noviembre de 1438. Ferrer Mallol, Maria Teresa, “Un aragonés
consejero…”, op. cit., p. 547, siguiendo noticias de J. Villanueva y M. Esteban, fija su fecha de defunción el 5
de marzo de 1438. 51
Cfr. Ferrer Mallol, Maria Teresa, ídem.
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ANEXO
Ilustración 1: Vista aérea de Portaceli (Serra, Valencia)
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