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El capital en su laberintoDe la renta de la tierra a la renta de la vida
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ARMANDO BARTRA
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Armando BartraELCAPITALENSULABERINTO
De la renta de la tierra a la renta de la vida
Primera edicin, 2006
Universidad Autnoma de la Ciudad de Mxico
Fray Servando Teresa de Mier nm. 99, Col. Centro, Delegacin
Cuauhtmoc, C. P. 06080 Mxico, D.F.
Difusin Cultural y Extensin UniversitariaFray Servando Teresa de Mier nm. 92, 2do. piso, Col. Centro, Delegacin
Cuauhtmoc, C. P. 06080 Mxico, D.F.
Tel. 51 34 98 04, ext. 1502.
Centro de Estudios para el Desarrollo Rural
Sustentable y la Soberana Alimentaria de la Cmara
de Diputados
Palacio Legislativo, Ave. Congreso de la Unin, nm. 66, Col. El Parque,
15964, Mxico, D.F.
Editorial Itaca
Piraa 16, Colonia del Mar, Delegacin Tlhuac,
C. P. 13270, Mxico, D. F.
Tel. 58 40 54 52
itacaitaca@prodigy.net.mx
www.itaca.com.mx
Portada: diseo de Efran Herrera
D.R. 2006 Armando Bartra
D.R. 2006 David Moreno Soto/Editorial Itaca
D.R. 2006 Universidad Autnoma de la Ciudad de Mxico
ISBN968-7943-69-6
Impreso y hecho en Mxico
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CMARA DE DIPUTADOSLIX LEGISLATURA
MESA DIRECTIVADip. Ma. Marcela Gonzlez Salas y Petricioli
PRESIDENTA
VICEPRESIDENTESDip. Heliodoro Daz Escrraga
Dip. lvaro Elas LoredoDip. Francisco A. Arroyo Vieyra
SECRETARIOSDip. Ma. Sara Rocha MedinaDip. Patricia Garduo MoralesDip. Marcos Morales Torres
COMITDELCEDRSSADip. Vctor Surez Carrera
Presidente
Dip. Alfredo Rodrguez y PachecoSecretario
Dip. Luis Antonio Ramrez PinedaDip. Armando Rangel HernndezDip. Gonzalo Ruz CernDip. Pascual Sigala PezDip. Edmundo Gregorio Valencia MonterrubioDip. Esteban Valenzuela GarcaDip.Juan Manuel Vega RayetDip.Adrin Villagmez Garca
Dip.Joel Padilla PeaLic. Pascual Jurez Cervantes, Secretario Tcnico
Dip. Jos Guzmn SantosSecretario
Dip. Jacqueline Gpe. Argelles GuzmnDip. Juan Bustillos MontalvoDip. Isidro Camarillo ZavalaDip. Adrin Chvez RuzDip. Hidalgo Contreras CovarrubiasDip. Ramn Gonzlez GonzlezDip.Jess Porfirio Gonzlez SchmalDip. Valentn Gonzlez Bautista
Dip. Jos Eduviges Nava Altamirano
Dr. Guillermo Haro BlchezSecretario General
Lic. Alfredo Del Valle EspinosaSecretario de Servicios Parlamentarios
Lic. Rodolfo Noble San Romn
Secretario de Servicios Administrativos y FinancierosDIRECTORGENERALI. DELCEDRSSA: Dr. Csar Turrent Fernndez
CONSEJOCONSULTIVOEDITORIAL: Ricardo Prez Avils, Erick Leonard, Gustavo Gordillo de Anda,Margarita Flores de la Vega, Maria Cristina Renard, Flix Vlez Fernndez Varela,
Luciano Concheiro Brquez, Hctor Fanghanel Hernndez, Alberto Montoya del Campo,Armando Bartra, Francisco Martnez Gmez, Julio Moguel Viveros, Abelardo vila Curiel,
Juan A. Rivera Lorca, Gonzalo Chapela y Mendoza, Juan Luis Sariego Rodrguez,Sonia A. Soto Rodrguez, Francois Lartigue, Rosa Luz Gonzlez Aguirre,
Yolanda Massieu Trigo, Manuel A. Gmez Cruz, Leobardo Jimnez Snchez,Heliodoro Daz Cisneros, Hermilo Navarro Garza, Sergio Madrid, Sergio Barrales Domnguez.
COMITEDITORIAL: Patricia Aguilar Mndez, Daniel Meja Gmez,Samuel Pea Garza, Liza Covantes Torres, Hctor Robles Berlanga
COORDINADORADEDIFUSINYEDITORIAL: Gabriela Rangel Faz
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Su Majestad
el Capital,
el rey no coronado,
declara
ya vencida
la fuerza del vil campo.
Vladimir Maiakovsky
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NDICE
PRLOGO ....................................................................................................... 15
PRESENTACIN ........................................................................................... 19DERSTICOSDEBATES ............................................................................... 19
Primera parteLUCHAR POR LA TIERRA:
REVUELTAS RURALES EN EL CAPITALISMO TARDO, 29
EL MOVIMIENTO CAMPESINO DE LOS SETENTA ............................... 31I. GENERALIZACINYAGUDIZACINDELALUCHA ................................... 32II. ELMOVIMIENTOHATENIDOLAINICIATIVA .......................................... 34
III. LALUCHAPORLATIERRACOMOTENDENCIAPRINCIPAL ................... 35IV. LALUCHAPORLATIERRANOESNICANIEXCLUYENTE .................... 39V. ELMOVIMIENTORURALYSUSINTRPRETES ......................................... 40
LAS CLASES SOCIALES COMO CONSTITUIDASY COMO CONSTITUYENTES ...................................................................... 45
CLASES AGRARIAS Y ESTATUTODE LA PRODUCCIN CAMPESINA ........................................................... 51
Segunda parteCAPITALISMO DISFORME: MODALIDADES PERVERSAS
EN LA DISTRIBUCIN DEL EXCEDENTE ECONMICO, 59
LA RENTA DE LA TIERRA: REMANENTE HISTRICOO EFECTO ESTRUCTURAL? ....................................................................... 61
INTRODUCCIN ........................................................................................... 61
1. La teora de la renta de la tierra y el caso de Mxico .....................622. La renta capitalista del suelo segn Pierre Philippe Rey ..........67
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3. El marco terico estructuralistay la renta capitalista del suelo ......................................................69
4. La instancia terica de la renta capitalista de la tierra ................715. La renta de la tierra y el desarrollo desigualdel modo de produccin capitalista ..............................................72
I. LARENTADIFERENCIAL .......................................................................... 751. Base natural de la renta .................................................................75
2. La renta diferencial en Marx ..........................................................77a) La fijeza de la renta diferencial ................................................. 78b) El precio de produccin en las peores tierras
como precio regulador del mercado ......................................... 79
c) El precio total de la masa de productos agrcolascomo falso valor social .......................................................... 81
3. La distribucin de la renta como transferenciaa la agricultura y la distribucin de las rentas individuales ......83
4. El impacto de la renta diferencialsobre la reproduccin del capital total ..........................................87
II. LARENTADELATIERRAYLASTRANSFERENCIASDEVALOR ................ 901. El capital global como punto de partida ........................................90
2. Nivelacin de la cuota de ganancia y transferencias de valor ......923. La renta diferencial como transferencia de valor ..........................95III. ELMODODEPRODUCCINCAPITALISTAYELCAMPESINADO ........... 100
1. La produccin campesina como alternativaa la renta de la tierra ...................................................................100
2. La insercin de la produccin campesinaen el ciclo del capital ...................................................................101
3. Proletariado y campesinado: mecanismos de explotacin ...........1044. Configuracin de un sector agrario constituido
por empresarios agrcolas y campesinos .....................................107IV. LASTRANSFERENCIASENELINTERIORDELAAGRICULTURA ............ 113
1. La formacin de los precios de produccin ..................................1142. La formacin del valor comercial .................................................1163. El campesinado y la formacin
de superganancias en la agricultura ..........................................120V. RECONSIDERACINDELARENTAABSOLUTAENMARX ....................... 123
1. La renta de la tierra en El capital
y en la Historia crtica de la teora de la plusvala ..................... 1242. Contradicciones entre el tratamiento
de la renta absoluta y el de la renta diferencial .........................126
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3. Dos teoras de la renta absoluta ...................................................128a) Elevacin del precio de mercado
sobre el precio de produccin ................................................. 128b) Mantenimiento del valor como precio de mercado ................ 1294. Omisin de los efectos de la renta diferencial
sobre la distribucin de la plusvala ...........................................1325. La identidad entre el precio
y el valor en los productos agrcolas ...........................................1346. La renta absoluta y la composicin orgnica relativa
del capital en la agricultura ........................................................142VI. PROPOSICIONESSOBRELARENTAABSOLUTA .................................... 145
1. La competencia entre terratenientesy el lmite de la renta absoluta ....................................................147
2. La posibilidad de una renta absolutasin terratenientes como clase distinta .........................................149
3. El monto y la distribucin de la renta absoluta ...........................1524. La renta total................................................................................. 153
BIBLIOGRAFA ........................................................................................... 154
LOS COSTOS DIFERENCIALES DE MERCADEO:SU IMPACTO SOBRE EL COSTO DE REPRODUCCINY SOBRE LA TASA DE EXPLOTACIN ................................................... 157
I. ELABASTOENELMEDIORURALESELDEMAYORESCOSTOSRELATIVOS .............................................. 158
II. LASUBSUNCINDELABASTORURALALMERCADEOCAPITALISTASEDAATRAVSDEFORMASECONMICASPRECAPITALISTAS ............ 160
III. ENLASREDESDECOMERCIOARTESANALNOSEPRORRATEANPLENAMENTELOSCOSTOSDIFERENCIALESDEMERCADEOEIMPERANPRECIOSDEVENTAINDIVIDUALES ................................... 161
IV. ELELEVADOCOSTODELAVIDAENELMEDIORURALDERIVAMSDELASRENTASCOMERCIALESDIFERENCIALESQUEDELASABSOLUTASODEMONOPOLIO ......................................... 163
V. LOSCOSTOSDIFERENCIALESDELOSPRODUCTOSAGRCOLASQUEDERIVANDELDESFASEENTREPRODUCCINYCONSUMO,TIENDENAEXPRESARSEENPRECIOSDIFERENCIALESPORTEMPORADA.................................................................................. 167
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LA RENTA DE LA VIDA: PRIVATIZACINDE LOS CDIGOS GENTICOS ............................................................... 171
I. TABLARASA ........................................................................................... 171II. PERVERSIONESCAMPESTRES ............................................................... 172III. LAINDUSTRIADELAVIDA .................................................................. 172IV. DELARENTADELATIERRAALARENTADELAVIDA ......................... 173V. BANQUEROSDEDATOS.......................................................................... 174VI. ELMAPAYELTERRITORIO ................................................................. 175VII.INSITU,EXSITU................................................................................ 176
Tercera parte
LOS CAMPESINOS DEL CAPITAL: SU PAPELEN LA ACUMULACIN Y SU RACIONALIDAD INMANENTE, 177
MARX, NECESARIO PERO INSUFICIENTE .......................................... 179I. ELMARCOCONCEPTUALDELACUESTINAGRARIA ............................ 179
1. Dos enfoques divergentes .............................................................. 1792. Una perspectiva sugerente ............................................................ 181
II. LAESPECIFICIDADDELCAPITALISMOAGRARIOI:
PRODUCCINYCIRCULACINDEMERCANCAS .................................. 183III. LAESPECIFICIDADDELCAPITALISMOAGRARIOII:LAREPRODUCCINDELAFUERZADETRABAJO ................................. 1861. El carcter de clase del campesinado ...........................................188
LA EXPLOTACIN DEL TRABAJO CAMPESINOPOR EL CAPITAL ........................................................................................ 193
I. MODODEPRODUCCIN, FORMACINSOCIALYCAMPESINADO ............ 1931. La interpretacin estructuralista ..................................................194
2. Los conceptos de modo de producciny formacin social, una proposicin ...........................................195
3. Modo de produccin, formacin social y problema agrario ........199II. LAREPRODUCCINDELOSMODOS
DEPRODUCCINYLALUCHADECLASES ............................................ 2021. Relacin entre lgica e historia ....................................................203
2. Lucha de clases y reproduccin de la economa campesina ........209III. LAECONOMACAMPESINAYELCAPITALISMO:
LASUBSUNCINDELTRABAJOCAMPESINOENELCAPITALYELCARCTERDELAPEQUEAPRODUCCINMERCANTIL ............... 2151. Subsuncin formal y subsuncin real ..........................................216
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2. Forma general y forma particular ................................................2213. Subsuncin de la agricultura al capital ......................................225
4. La produccin mercantil simple ...................................................231IV. LAEXPLOTACINDELTRABAJOCAMPESINOPORELCAPITAL ........... 2401. El proceso inmediato de la produccin campesina ......................241
2. Las mutaciones de la mercancaentre el campesino y el capital .....................................................243
3. La clave de la explotacin del campesinado ................................2474. Las diferentes vas de la explotacin ............................................250
Intercambio desigual en el mercado de productos ..................... 250El intercambio desigual en el mercado de dinero ...................... 263
Intercambio desigual y mercado de trabajo ................................ 265La explotacin del campesinado: visin de conjunto ................. 271
BIBLIOGRAFA ........................................................................................... 280
LA RACIONALIDAD INTRNSECADE LA ECONOMA DOMSTICA .............................................................. 281
I. LACLULASOCIOECONMICACAMPESINACOMOUNIDADDEPRODUCCINYCONSUMO ...................................... 281
1. La unidad de produccin como punto de partida .......................2812. La USCcomo unidad familiar ......................................................2853. La USCcomo unidad de produccin diversificada ......................286
4. La especificidad de la USCfrente a la empresa capitalista ..........2875. Los elementos constitutivos de la USC ..........................................294
II. LOSRECURSOSDELAUNIDADSOCIOECONMICACAMPESINA ........... 295III. LOSINGRESOSDELAUSCYSUORIGEN ............................................ 302IV. ELDESTINODELOSINGRESOSDELAUSC .......................................... 304V. LARACIONALIDADINMANENTEDELAUSC .......................................... 315
BIBLIOGRAFA ........................................................................................... 323
LOS CAMPESINOS QUE TRAJO EL CAPITAL: EL MXICORURAL DURANTE EL GOBIERNO DE PORFIRIO DAZ ..................... 325
I. LAEXPLOTACINYSUSVARIANTES ...................................................... 329II. PRODUCCINPORCUENTAPROPIAYLABORESAJORNAL ................. 333III. LASDOSCARASDELTRABAJOAGRCOLA ........................................... 339IV. TRABAJANDOAFUERZAS ..................................................................... 345
V. EXPROPIACINYREINVENCINDELASCOMUNIDADES ...................... 348VI. LOSCAMPESINOSQUETRAJOELCAPITAL ......................................... 353BIBLIOGRAFA ........................................................................................... 360
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ORILLEROS: ENTRE LA EXPLOTACIN Y LA EXCLUSIN ............. 363I. FUEREOS ............................................................................................. 363
II. MSYMEJORREPARTIDO .................................................................... 364III. PORLAABSOLUTAYPORLARELATIVA .............................................. 366IV. ESPECIALIZARODIVERSIFICAR ........................................................... 367V. LAECONOMADELSUJETO ................................................................... 369
MARGINALES, POLIFNICOS, TRASHUMANTES:LOS CAMPESINOS DEL MILENIO .......................................................... 371
I. PERVERSOSPOLIMORFOS ...................................................................... 372II. CAMPESINOSENTRNSITO .................................................................. 378
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PRLOGO
1. En este libro Armando Bartra rene sus principales ensayos tericossobre el movimiento campesino y la cuestin agraria en Mxico. El orde-namiento de los textos, escritos a lo largo de tres dcadas, nos plantea undesafo porque no es cronolgico. No se trata de un muestrario de los ava-tares de una idea o de los cambios que sufre un pensamiento que avanza atravs de tanteos ni de la miope arrogancia de quien pretende no haberseequivocado o desconocer sus errores. Tampoco es el testimonio de un pro-ceso de maduracin y bsqueda que slo progresivamente, y de manerasiempre preliminar y fragmentaria, va definiendo su objeto y su enfoque,sus conceptos y su metodologa.
El autor nos ofrece sus ensayos como si fueran contemporneos, captulosde una misma obra que se engranan como fases de un proceso de argumenta-
cin que procede de acuerdo a un programa que se va cumpliendo a medidaque transcurre la vida del autor.La apariencia de construccin a priori que nos sorprende de entrada provie-
ne de su objeto de reflexin, de sus labernticos vericuetos, de su continuidad enmedio de su discontinuidad. Hace 30 aos Armando Bartra descubri una vetay desde entonces se ha dedicado a explorarla. Hoy nos entrega, reunidos, sushallazgos.
La idea que organiza al conjunto se refiere al modo en que los campesinosson necesarios en el capitalismo. ste los usa para contrarrestar el problemaque le generan las peculiaridades de la tierra como elemento de inversin decapital, es decir, para evitar el tributo que se ve obligado a pagar como sobre-precio por el producto agrcola si quiere producirlo en trminos capitalistas.Es decir que los necesita para explotarlos y por ende en lucha contra l. Setrata de una anomala al parecer inevitable, una perversidad consustancialdel sistema. Pero ahora parece que le sobran porque ya encontr una solucintecnolgica al problema de la tierra. Y si el capital ya no requiere explotarlosla lucha de los campesinos es a muerte y por su vida. Pero al mismo tiempo
que declara prescindibles a los campesinos, el capital tambin decreta al pla-neta y su poblacin como superfluos; entonces la lucha es de la humanidad
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toda y ya es posible plantear el problema en sus justos trminos: el capitalis-mo declara su propia caducidad.
La primera parte del libro trata de la lucha por la tierra como condicin deexistencia del campesinado; la segunda de cmo el funcionamiento del capitalis-mo incluye la presencia anmala pero interna, perversa, de los campesinos, y latercera de cmo stos al reproducirse recrean su pertinencia, su necesidad y, en elcontexto catastrfico provocado por el capitalismo globalizado, el carcter im-prescindible de su forma de trato con la tierra y con la vida social.
2. El tema relativo al alcance histrico y las posibilidades polticas de la luchacampesina es clsico en la crtica de la economa poltica. Dos son los problemas
principales en esta investigacin en los que se ocupan los dos principales ensa-yos del libro: la especificidad de los productos agropecuarios en tanto quemercancas y las peculiaridades rurales del consumo y reproduccin de la fuerzade trabajo. La primera se asocia con la renta de la tierra entendida como la leyque rige las relaciones econmicas entre la industria y la agricultura y, en gene-ral, el desarrollo desigual del modo de produccin capitalista. La segunda se re-fiere al concepto del campesinado como clase explotada entendido como sntesisde las mediaciones que ponen el proceso de trabajo campesino al servicio de la
valorizacin del capital y del modo en que estas relaciones de explotacin se re-producen a travs del proceso global de produccin-circulacin del capital.En ambos casos se trata de explicar las distorsiones del comportamiento
normal del capitalismo originadas en la naturaleza del proceso de trabajoagropecuario y las contradicciones que provienen del desarrollo desigual delas fuerzas productivas y la uniformidad tendencial de las relaciones de pro-duccin en el capitalismo.
Armando Bartra uno de los autores marxistas mejor formados y de losms lcidos analistas polticos en Amrica Latina echa mano de aportes
fundamentales del mejor marxismo del siglo XXcomo la preeminencia de losconceptos de valor de uso y proceso de trabajo y los de subsuncin formal yreal del proceso de trabajo al capital, as como los finos matices de la teoradel valor y de la estructura metodolgica deEl capital.
A partir de las conclusiones de diversos autores que demostraron que laeconoma campesina subordinada al modo de produccin capitalista cumplefunciones estructurales decisivas y es reproducida por el propio sistema, aportaargumentos en el sentido de que la economa campesina es al mismo tiempo
desmantelada y reproducida por el propio capital. Pero sobre todo l insisteen el lado opuesto de la cuestin: el campesino slo subsiste en el capitalismogracias a su lucha por mantenerse en posesin de por lo menos una parte de
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17PRLOGO
las tierras. Si los campesinos no fueran capaces de sostener una lucha perma-nente por su existencia nada podra preservar de la rapacidad del capital que
busca territorializarse.En el capitalismo, la existencia de los campesinos y su lucha es, pues, taninevitable como la renta de la tierra. Sin embargo la lucha campesina por latierra adquiere su mayor profundidad histrica cuando se vincula al movi-miento general de todos los explotados contra el capital y por una distintaforma de sociedad; ya no se trata de competir con el capital por un pedazo detierra sino de impugnar el derecho de propiedad capitalista en lo que respectaa la agricultura. La lucha es entonces por la tierra toda y su triunfo es incon-cebible sin la destruccin de la sociedad burguesa.
Esta profundidad histrica del movimiento campesino se revela en su per-sistencia: las masas campesinas han hecho las revoluciones en el siglo XX.
3. Armando Bartra dice que hoy es actual aquella discusin sobre la necesi-dad de los campesinos y su lucha para resolver el problema agrario en elcapitalismo; ms an, que es urgente porque ste ya dio con la solucin finalal problema agrario pero sta es peor que el problema mismo porque nosamenaza a todos. Estamos obligados a restablecer la cuestin en sus justos
trminos: nuestro problema no es el problema del capital, la diversidad natu-ral y societaria, sino la forma capitalista de organizar la vida social y su rela-cin metablica con la naturaleza.
Y esta vigencia es como se formul hace 30 aos: un problema de alianzasen la poltica revolucionaria, que requiere deslindar y definir identidades.
Si el problema se formula en los trminos de la crtica de la economapoltica se trata de cmo se ve hoy en la perspectiva del proletariado: la cues-tin agraria se desarroll y se ha identificado con la cuestin social al mismotiempo que el capital ya dice finalmente, sin tapujos, que su problema es la
vida social y la naturaleza. Ahora, dice Bartra, nos toca a todos responder, noslo tal o cual gremio sino a la humanidad en cuanto tal, y es en este planodonde adquiere todo su significado la presencia del campesinado y su formade reproduccin arraigada en el valor de uso y la estructura comunitaria de lavida social.
La crisis actual es para el planeta y los que lo habitamos pero, ojo, no parael capital: se trata de la figura extrema de la contradiccin elemental consti-tutiva del capitalismo entre el valor y el valor de uso. Es en este contexto
donde, como dice Bartra, la sobrevivencia del campesinado depende de lasobrevivencia de la humanidad.
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Pero cuando es toda la humanidad la que est puesta en cuestin lo queest del otro lado se llama capital y lo de ac proletariado. En este saber se
cifra la conquista alcanzada por el pensamiento hace poco ms de siglo ymedio y con l se anuncia la verdadera historia de la humanidad. A todos nosinvolucra la definicin inaugural de la crtica de la economa poltica: No setrata de lo que este o aquel proletario, o incluso el proletariado en su conjun-to, pueda representarsede vez en cuando como meta. Se trata de lo que elproletariado es y de lo que est obligado histricamente a hacer, con arreglo aese ser suyo (Marx, La Sagrada Familia).
Para construir el concepto de campesinado Armando Bartra comenz porpensar con fineza lo que es el capitalismo. El campesinado, dice, debe ser
concebido como la sntesis de sus condiciones de existencia, el modo en que elsistema lo incluye y lo excluye, lo necesita y lo explota, lo reproduce y loexpolia, y sobre todo en que le obliga a contestar (organizarse, reconstituirse,movilizarse...). Captar al capital no como cosa sino como relacin social enproceso. Y el concepto de capital es vaco si se lo piensa al margen del proleta-riado, como ste lo es sin aqul. Al concepto de capital mundial globalizado,confrontado con la naturaleza y con la humanidad, le corresponde la concep-cin de sta como proletariado.
Si, con Marx, se piensa al capital a partir de este supuesto es porque setiene presente al proletariado como sujeto histrico total y ste es el sujetoque se requiere para resolver el problema que el capitalismo es para la hu-manidad.
En estos trminos se vislumbra la cuestin agraria en el siglo que despun-ta. Para afrontarla, contamos con la invaluable indicacin metodolgica queha guiado el trabajo de Armando Bartra desde hace ms de 30 aos: la pro-duccin cientfica social est retotalizada por el proyecto poltico dentro delcual se sita; sus resultados son cientficos porque son proyectos de lucha
orgnicamente vinculados a los sujetos de la transformacin poltica [...] paraconfrontar a otras concepciones y otros programas.
David Moreno Soto
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PRESENTACIN
DERSTICOSDEBATES*
Escritos a lo largo de treinta aos, los textos que conforman este libro aparecie-ron originariamente en publicaciones hoy extraviadas. Pero adems de hacerlosdisponibles, reeditarlos juntos permite mostrar el abordaje multilateral y cam-biante de una realidad en curso. Porque en las ltimas dcadas del siglo XXloscampesinos de la periferia transitaron de la explotacin a la marginacin, desoportar la expansin industrial produciendo alimentos baratos para el mercadointerno a cosechar precariamente materias primas destinadas a mercados globalescada vez ms saturados, fluctuantes y monoplicos. Si los zapatistas de los seten-ta luchaban para escapar de la proletarizacin, los zapatistas del nuevo mileniose rebelan contra la exclusin.
Lejos quedaron los das en que ser campesino significaba trabajar la tie-rra, recibir apoyo estatal, vender la cosecha, ser explotado [...] Los campesi-nos latinoamericanos enfrentan el nuevo milenio excluidos del sistema [...]En la era del desperdicio, los productores nacionales aparecen como desecha-bles, escribe Blanca Rubio enExplotados y excluidos. Los campesinos lati-noamericanos en la fase agroexportadora neoliberal. Y efectivamente, desdela posguerra y hasta los setenta del siglo pasado los trabajadores del campodel subcontinente fueron orgullosos productores de alimentos vitales para laurbanizacin, mientras que hoy reciben el estigma de redundantes, prescin-dibles, marginales.
De 1940 a 1975 un cometido mayor de la agricultura campesina latinoa-mericana era la produccin de comida barata para el mercado interno comosustento de una acumulacin industrial que necesitaba bajos salarios. Desdemediados de los setenta la produccin para los mercados nacionales decae,pues la industria se desvincula de la agricultura en lo tocante al inters porobtener alimentos subvaluados y la atencin del gran capital se traslada a laagroindustria de exportacin, sector dominado por trasnacionales y abasteci-
* Partes de este texto fueron publicadas bajo el ttulo: Explotados y excluidos, los campesinos deltercer milenio segn Blanca Rubio, en Textual, nueva poca, nm. 38, Universidad Autnomade Chapingo, Mxico, julio-diciembre de 2001.
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do por un grupo selecto de productores. stos, aunque privilegiados frente alresto, se encuentran en permanente inestabilidad y al borde de la exclusin
debido a las fluctuaciones del mercado y a la volubilidad de la demanda.Los pequeos y medianos productores domsticos, que durante el segundotercio del siglo constituyeron un sector irrenunciable para la acumulacin decapital en un modelo integrado, en el ltimo tercio de la centuria devienencada vez ms irrelevantes en un sistema desarticulado y extrovertido. As, loscampesinos pasan de la honrosa posicin de explotados al ignominioso esta-tuto de excluidos.
Pero en esta bifurcacin histrica no slo los campesinos salieron perdien-do; tambin recularon nuestras naciones, cuyos gobiernos renunciaron a la
autosuficiencia en bienes de consumo bsico y con ello a la seguridad y sobe-rana alimentarias. Situacin particularmente peligrosa cuando los alimen-tos son un arma en manos del imperio y la disponibilidad global de bienes deconsumo masivo depende, en parte, de condiciones climticas cada vez msvolubles y, en parte, de tecnologas tan sofisticadas e intensivas como frgiles.Pero la ruina y xodo de los campesinos y otros sectores asalariados nos haconducido tambin a la prdida de la soberana laboral, y hoy carecemos deautosuficiencia y seguridad en el empleo. Circunstancia excepcionalmente
grave cuando la economa del pas al que transferimos nuestra mano de obrasobrante a razn de un migrante por minuto entra en recesin y suprimemasivamente puestos de trabajo.
Pero, qu es lo que est detrs de este escenario catastrfico? BlancaRubio lo dice escuetamente en las ltimas pginas del libro mencionado: Elneoliberalismo mundial ha logrado erradicar la renta de la tierra. Nada msy nada menos.
Para quienes pensamos que en los procesos analizados bajo el concepto derenta de la tierra est no slo la clave de la especificidad del sector agropecuario
dentro del capitalismo, sino tambin el origen de una de las contradiccionesbsicas y terminales del modo de produccin absolutamente mercantil, elanuncio de la muerte de la renta es un acontecimiento trascendente.
Veamos por qu. La renta primaria es la diferencial; ms an, la propiarenta absoluta es en verdad diferencial, pues se paga en proporcin a losrendimientos. Y la renta diferencial es insoslayable cuando de manera regu-lar se venden a un mismo precio bienes iguales pero de costos diferenciados,disparidades que se originan en la diversa respuesta productiva de los recur-
sos naturales. Claro est que esto sucede siempre y cuando la magnitud de lademanda sea tal que haga escasas las calidades ms favorables de dichosrecursos y obligue a trabajar tambin en condiciones menos productivas, pues
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entonces los costos mayores de estas cosechas se impondrn como preciosreguladores del mercado y asignarn un sobrepago o renta diferencial a los
productores que operan en mejores condiciones. As entendida, la renta dife-rencial es consustancial al capitalismo y genera una distorsin estructural enel reparto del excedente que en principio privilegia a quienes controlen laproduccin agropecuaria a costa del resto de los capitales.
De antiguo los tericos y operadores del sistema del gran dinero han reco-nocido esta contradiccin. Y para remediarla propusieron diferentes opcio-nes, todas asociadas a limitar la mercantilizacin y valorizacin del suelo y elagua como bienes naturales escasos: nacionalizacin de estos recursos natu-rales, intervencin del Estado en la fijacin de los precios y en el acopio y
comercializacin de los productos agrcolas, subsidios a la produccin ten-dientes a regular la oferta y a compensar a los agricultores de bajos rendi-mientos relativos sin elevar los precios generales, etctera. En casi todos loscasos, esta intervencin en el mercado agropecuario se asocia con la opera-cin de economas domsticas; pequeos y medianos productores que se re-producen con una lgica familiar, es decir, que trabajan con recursosrelativamente vinculados y se mantienen en la produccin por razones decultura y subsistencia y pese a fluctuaciones en el ingreso que desalentaran
a los capitales libres.Y es que es ah, en las perversiones propias de la renta, donde se encuen-tra una de las razones estructurales de la permanencia y reproduccin de laeconoma campesina en el capitalismo avanzado: el que los productores do-msticos puedan ser forzados a trabajar por debajo de la ganancia media y enocasiones en el simple punto de equilibrio. De esta manera el capital se aho-rra el sobreprecio que tendra que pagar por bienes agropecuarios generadosexclusivamente por empresarios capitalistas. Eventualmente incluso puedeapropiarse de una suerte de renta al revs, o renta agrcola negativa, al obte-
ner los bienes del campo pagndolos por debajo de su precio medio de produc-cin: los proverbiales alimentos baratos, que abaten el costo del trabajoobrero y elevan la ganancia industrial, pues a sta se suma la porcin delexcedente agrario transferida por los campesinos va precios. Un derivado deesta interpretacin es que, como los obreros, los campesinos son explotadospor el capital pues rinden plusvala a travs de mecanismos estructurales.
Slo que la refuncionalizacin de los rsticos por el gran dinero tiene susasegunes.
Y es que el mismo mecanismo que propicia la extraccin del excedente vaprecios impide que operen adecuadamente los procesos automticos de acu-mulacin, de modo que la pequea y mediana agricultura que trabaja en las
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peores condiciones no slo deja de aumentar su productividad sino que sedescapitaliza a costa, entre otras cosas, de la fertilidad de la tierra y del ago-
tamiento de los recursos naturales. Por ello, en su forma superior, la articula-cin de los campesinos al sistema es operada por los Estados, pues es necesarioinducir en estos productores domsticos procesos de acumulacin subordina-dos mediante transferencias y subsidios que permitan capitalizar su pequeaagricultura sin elevar significativamente los precios.
Pero si la mercantilizacin a ultranza de la agricultura resulta perversa,la regulacin estatal deviene costosa e ineficiente. A la larga, la acumulacincampesina inducida y subordinada genera un desarrollo extremadamentedesigual de las productividades y conduce a la reproduccin de un amplio
sector de agricultores ineficientes, cuya torpeza productiva no proviene tantode la pobreza de los recursos con que operan como de las distorsiones propiasde una agricultura de Estado. Se trata de un amplio estrato cuya permanen-cia se explica no tanto porque sus cosechas sean necesarias desde el punto devista de la demanda sino porque su mdica economa de subsistencia es nece-saria slo desde el punto de vista de su propia reproduccin, pues el creci-miento extrovertido y desarticulado del resto de la economa no les ofrece unempleo digno en la industria o los servicios. Al adquirir su mayora de edad
y ser despedidos por el Leviatn rural que administraba la gran paraestatalrural, estos entenados de la agricultura burocrtica, estos labradoresdepauperados, ahora redundantes e innecesarios, pasan de potencialmenteexplotados a simple y llanamente excluidos.
No hay que engaarse: en el fondo de la exclusin rural est la real prdidade competitividad de numerosos sectores campesinos. Pequeos agricultoresproductivamente estragados, que si pasaron de la explotacin a la marginacines porque no hay en sus ralas cosechas excedente econmico qu expropiar. Ysu exclusin no ser circunstancial sino, quiz, definitiva si su produccin devino
redundante como resultado de un acelerado crecimiento de la productividadagrcola que, combinado con la relativa lentitud del crecimiento demogrfico,hoy ya permite satisfacer el incremento de la demanda planetaria de bienesagropecuarios con cultivos cada vez menos extensos y sin necesidad de sembraren condiciones agroecolgicas productivamente marginales. Dicho de otra ma-nera: si es cierto que la nueva tecnologa ha logrado erradicar la renta, ocuando menos lo sustantivo de ella, entonces en verdad los campesinos salensobrando. Y entonces la marginacin rural masiva ser un fenmeno inelucta-
ble y racional, pues el sistema del gran dinero excluye todo trabajo que norinda plusvala, que no pueda ser explotado. Ser?
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La revolucin biotecnolgica de las ltimas dcadas ha revolucionado laproduccin agropecuaria de tal modo que hoy, gracias a la intensificacin y
los altos rendimientos, la oferta depende mucho menos que antes de las cose-chas aportadas por las reas marginales. Si la fertilidad natural de la tierra,la abundancia de agua y el clima favorable, sin que hayan devenido irrele-vantes, constrien cada vez ms levemente la productividad agropecuaria, larenta diferencial estar sujeta a una irreversible tendencia decreciente. Y enuna agricultura hipertecnificada, de productividades que propenden a la ho-mogeneidad, salen sobrando los pequeos productores capaces de operar endesventaja sacrificando utilidades. Porque si no hay renta diferencial no haycampesinos, pues en la medida en que se pueda abastecer la demanda sin
apelar a cosechas de rendimientos estructuralmente desiguales ya no sernecesario contrarrestar las onerosas rentas agrcolas a travs de productoresmercantiles no capitalistas que operan en las peores tierras y articuladosmediante la regulacin estatal de la produccin y la acumulacin.
El gran dinero est de plceme. Por fin realiz su utopa: independizar ala produccin agropecuaria de la dictadura del clima y la fertilidad de la tie-rra mediante una revolucin tecnolgica que haga de la agricultura una ramams de la industria! Por fin el capital puede prescindir del terrateniente, del
campesino y del burcrata! Por fin ha sido derrotada la voluble y variopintanaturaleza que por siglos impuso su perversa diversidad a un sistema queslo prospera en la monotona!
Paradjicamente, el presunto fin de la vieja renta de la tierra coincide con elarranque de nuevas modalidades rentistas basadas en la apropiacin de bienesnaturales escasos. A la aeja privatizacin de superficies frtiles est sucedien-do la privatizacin de la diversidad de flora, fauna y microorganismos ya no sloa travs de la extraccin de especmenes, sino descifrando, interviniendo ypatentando sus cdigos genticos. En la carrera de la bioprospeccin, en la sorda
batalla por el usufructo de las regiones biodiversas se oculta el regateo por larenta de la vida. Insondable fuente de ganancias perversas que cobra fuerza entiempos de biologizacin creciente de la actividad productiva, cuando la apro-piacin excluyente de los cdigos genticos permite controlar la industriaalimentaria, la farmacutica, la de cosmticos, as como porciones crecientes dela industria qumica en general. Privatizar radicalmente recursos de histricousufructo comn de los que dependen nada menos que la alimentacin, lasalud y la belleza es monopolizar un bien natural escaso infinitamente ms
rentable que la tierra.Pero el mayor peligro de que se patente la vida no est en las enormesganancias que arrojara ese monopolio. La mayor amenaza radica en la con-
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dicin desechable y hasta indeseable que adquieren los ecosistemas naturalescuando de lo que se trata es de someter la produccin agrcola al empleo de
semillas manipuladas. El riesgo est en que, privatizadasex situlas muestrasde tejidos y los cdigos genticos, sale sobrando la biodiversidad in situlanaturaleza en cuanto tal. En el tercer milenio, el nuevo emparejamientoque nos agrede ya no es slo el de los impersonales hombres de overol, lasaguas embalsadas y las tierras desmontadas y aplanadas; hoy es el uso intere-sado e irresponsable de los transgnicos lo que amenaza a la biodiversidad yatenta contra la sobrevivencia humana.
Slo que el esperado emparejamiento productivo es en verdad un espe-jismo. Cuando gracias a los agroqumicos, las semillas mutadas y los inver-
naderos el capital crea haber hecho tabla rasa de la molesta heterogeneidadproductiva, la intrnseca pluralidad de la naturaleza y de la sociedad regre-san por sus fueros. Hoy es cada vez ms evidente que la produccinagropecuaria saludable y sostenible debe amoldarse a la diversidad de losecosistemas y sociosistemas. En el tercer milenio est quedando dramtica-mente claro que la cruzada uniformizante que emprendi el capital desdehace ms de quinientos aos ha llegado a su lmite; y tambin que el empa-rejamiento est ocasionando una vasta catstrofe ecolgica y social, de modo
que si no lo revertimos enrgicamente la humanidad se queda sin futuro.En los tiempos que corren, restaurar la diversidad virtuosa es cuestin devida o muerte.
Y restablecer la pluralidad deseable es poner lmites a la voracidademparejadora del mercado. Si admitimos que el monocultivo, el abuso de losagroqumicos y el manejo irresponsable de los transgnicos no slo demeritan lacalidad de los productos y ponen en riesgo la salud de los consumidores, sino quetambin depredan los recursos naturales y atentan contra la biodiversidad, en-tonces deberemos optar por tecnologas ecolgicas que se adapten a la heteroge-
neidad de los sistemas: agroforestera, policultivos, manejo orgnico. Y siaceptamos, igualmente, que la reproduccin de la biodiversidad domesticadadepende en gran medida de los saberes y prcticas de las comunidades rura-les frecuentemente indgenas que aaden a la diversidad natural la plurali-dad de usos productivos, sociales y culturales; si reconocemos, en fin, que estasdiversidades son valiosas y condicin de la sobrevivencia humana, entonces de-beremos enmendarle la plana a la racionalidad del capital restituyendo y poten-ciando las viejas pluralidades tecnolgicas y sociales que tanto le ofenden.
El aprovechamiento diversificado de la diversidad natural resuelve tam-bin la contradiccin entre la discontinuidad consustancial a los procesos detrabajo agropecuarios y la reproduccin salarial de la mano de obra, proble-
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ma que el sistema del mercado absoluto es incapaz de superar, cuando menosde manera ortodoxa. Y es que el capitalismo, que funciona bien con procesos
especializados y continuos que hacen rentable el empleo de los medios deproduccin y de la fuerza de trabajo, pasa aceite cuando su consumo es porfuerza sincopado como sucede en la agricultura, sujeta a ciclos naturales ydonde los requerimientos de mano de obra se concentran en siembras y cose-chas. La estrategia empresarial consiste en externar la contradiccinreclutando jornaleros temporales. Pero el sistema no admite exterioridades, ysi el empleador directo no retribuye ms que el tiempo trabajado, la sociedadcomo un todo tendra que asumir la gravosa reproduccin integral de losasalariados estacionales. Por fortuna para el capital global, ah est la econo-
ma domstica para sustentar mediante la produccin de autoconsumo a losjornaleros de tiempo parcial.
Al abaratar los costos de las cosechas comerciales, la economa deautoabasto que soporta a los jornaleros estacionales no slo beneficia a losempresarios del campo; tambin le resuelve un grave problema al sistemacapitalista global. Pero el providencial arreglo no puede llevarnos a ignorarla severa ineficiencia estructural de la especializacin capitalista aplicadaen procesos productivos condicionados por la naturaleza y sus ciclos. Por-
que, en el fondo, lo que permite al agroempresario especializado pagar ni-camente las jornadas laborales que requiere es una diversificacin de cultivosque corre por cuenta del empleado y su familia. Ilustran esto las plantacio-nes empresariales de los valles costeros, que slo son econmicamente via-bles gracias a las milpas campesinas de la sierra. Es decir, que, finalmente,se cuela a trasmano la diversificacin productiva, asociada en este caso a lacombinacin de dos distintas racionalidades econmicas inmanentes.
Pero estos malabarismos, inevitables cuando se trata de imponer el mode-lo especializado a la agricultura, de todos modos resultan perversos; no slo
porque expolian a la economa domstica, forzada a autoexplotarse, sino tam-bin porque conllevan una esquizofrenia econmica y tecnolgica por la quetanto la plantacin como la milpa terminan por ser insostenibles.
Tan importante es la discontinuidad laboral propia de los cultivos que eleconomista Julio Boltvinik ubica ah parte de las asimetras existentes en-tre campesinos y agroempresarios, pues mientras los primeros dice tie-nen que asumir los costos de los das no trabajados los segundos no (JulioBoltvinik, Economa Moral, La jornada, 14 de junio de 2002). Como re-
medio el autor propone que se subsidie con gasto pblico esta desventaja dela economa domstica. La idea no est mal, pero el verdadero remedio noconsiste en transferir a la sociedad el costo de una especializacin
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agropecuaria que tiene a los trabajadores en la banca durante largos meses.La solucin de fondo est en los aprovechamientos diversificados que per-
miten a los campesinos racionalizar el uso tanto de los recursos naturalescomo de su capacidad laboral.De esta manera llegamos otra vez a la misma conclusin pero por otro
camino: la multiplicidad de tecnologas y la diversidad articulada de aprove-chamientos se imponen tanto por la pluralidad de los ecosistemas como porlas limitaciones espacio-temporales de la capacidad laboral. Y si la estrategiapolifnica es virtuosa para la produccin tambin lo es para el consumo, puesreporta bienes y servicios diversos todo el ao, sin olvidar lo plausible queresulta para el trabajador un modelo productivo que le permite desempear
tareas mltiples, siempre menos gravosas que las montonas rutinas de laespecializacin extrema.
Por definicin, la nueva agricultura basada en paradigmas campesinosdeber desobedecer los dictados del mercado, pues maximizar ganancias nopuede ser la prioridad nica de una produccin comprometida con la equidadsocial y el medio ambiente. De hecho desde hace rato le estamos torciendo lamano a la libre concurrencia. Sin embargo el anlisis costo/beneficio est taninteriorizado que para justificar que se violenten los fallos del mercado debe-
mos adjudicarle valor comercial a bienes que en sentido estricto no lo tienen,pues son valores sociales o propiedades naturales. As, es cada vez ms fre-cuente que en las decisiones sobre la viabilidad econmica de un proyectoproductivo se incorporen externalidades ambientales y, ocasionalmente, so-ciales. Hoy se admite que adems de sus cosechas especficas ciertas acti-vidades agropecuarias producen agua, capturan carbono, retienen el suelo.Y se admite, tambin, que estos servicios ambientales debieran ser pagados,sea por el consumidor al repercutirlos en el precio, sea por otros productorescuyas externalidades son ambientalmente negativas (lase industrias conta-
minantes) o si no por la sociedad como un todo a travs de compensacionesotorgadas por el Estado.
Y en esta disyuntiva civilizatoria los campesinos recobran su razn de ser.Porque resulta que cuando se trata de impulsar una agricultura sustentableque combine salud ambiental, equidad societaria y viabilidad econmica laempresa convencional tuerce el rabo; en cambio los pequeos productoresdomsticos, individualmente o asociados, exhiben innumerables ventajas com-parativas y hasta competitivas.
Esta reaparicin de los campesinos, que reingresan en la escena comoportadores de una racionalidad societaria y productiva virtuosa tiene menosque ver con su potencial condicin de productores explotados que cosechan
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alimentos baratos y ms con su capacidad para asumir las premisas del lla-mado desarrollo sustentable. En los aos setenta, algunos campesinlogos
y campesinfilos cremos que para legitimar la existencia y el futuro de loscampesinos como clase era necesario demostrar que eran explotados y supo-namos que frente a los prestigios del proletariado, proverbialmente bolseadopor el capital, los productores domsticos padecan una suerte de envidiapor la plusvala.
Hoy, reivindicar a los rsticos y tratar de contrarrestar su creciente exclu-sin ya no pasa por demostrar que producen excedentes y por tanto que suscosechas son necesarias para la acumulacin de capital. En adelante la crti-ca debe ser ms profunda: si los emparejamientos tecnolgicos y societarios a
ultranza ya no son posibles ni deseables, entonces el costo social de los pro-ductos, medido por el tiempo de trabajo medio que se emplea en generarlos,deja de ser la condicin productiva tendencialmente dominante. Y deja deserlo pues a estas alturas es necesario reconocer la racionalidad y pertinenciade tecnologas diversas, adecuadas a condiciones agroecolgicas dismbolasaunque stas tengan rendimientos fsicos y econmicos heterogneos. Pero,de ser as, se tendr que admitir tambin que a travs de sobreprecios,transferencias o subsidios la sociedad pague precios diferentes por produc-
tos intrnsecamente iguales; cotizaciones diferenciales que retribuyan la pre-sencia virtual en algunos de ellos de externalidades valiosas. Lo cual esterriblemente trascendente, pues significa que la sociedad debe reconocer yretribuir el tiempo de trabajo individualmente invertido siempre y cuandosea socioambientalmente necesario no obstante que sea mayor al tiempo detrabajo medio.
Con tal de mantener los valores-precios como instrumentos de contabilidadsocial, se puede justificar esta retribucin como pago de servicios ambienta-les y/o sociales, y se puede cuantificar tratando de medir externalidades posi-
tivas. Sin embargo, tal traduccin de valores de uso a precios, siendo til parafines contables, no es ms que una convencin. Y precisamente en este carcterconvencional radica la enorme trascendencia de tales cotizaciones: precios atri-buidos que no se imponen de manera automtica, como los verdaderos preciosde mercado, sino que surgen de negociaciones y acuerdos sociales en los que semanejan argumentos tcnicos, pero tambin consideraciones polticas y corre-laciones de fuerzas. Compromisos que resultan indispensables cuando se tratano de obtener utilidades sino de evitar impactos indeseables a la ecologa y a la
sociedad, o de revertir los daos ya ocasionados. Y esto significa, ni ms nimenos, que estamos pasando de la desalmada frmula DMD, que opera de
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manera ciega y automtica, a la frmula MDM, que supone valoraciones yacuerdos sociales.
Esto sucede ya en los atpicos mercados alternativos que aprecian laecologa, la diversidad sociocultural y la equidad, se incorpora paulatinamen-te a las polticas pblicas y se negocia en foros internacionales como el Comi-t de Poltica Ambiental de la Organizacin para la Cooperacin y el DesarrolloEconmico. Por desgracia las opciones comerciales ambientalistas y solida-rias son una gota en el desierto, los cuestionamientos al mercado resultanapabullados por los imperativos de las grandes corporaciones, y gobiernoscomo el de Estados Unidos se resisten sistemticamente a cumplir los acuer-dos internacionales de carcter ambiental.
Sin embargo, as sea a contrapelo, reconocer que hay valores sociales yambientales superiores a los dictados de la economa del lucro, defender losbienes y saberes colectivos, reivindicar la preeminencia de los valores deuso sobre los de cambio y de los acuerdos sociales sobre los automatismosmercantiles son conceptos y prcticas extremadamente promisorias, puesen ellas se ubican las premisas de una modernidad otra. Y es que la diversi-dad tanto natural como societaria result ser el taln de Aquiles delsistema del mercado irrestricto y debe ser punto de partida de las renovadas
utopas que demandan los tiempos.En el arranque del milenio, el capital manotea peligrosamente, extravia-do en sus ntimos laberintos. Al tiempo que el gran dinero llega a la cspidede su poder y el mer cantilismo desmecatado celebra sus ltimas victorias, elsistema de la codicia absoluta ensea el cobre. Contra lo que algunos pensa-ban, el valor de cambio se las arregla bastante bien para reproducirse; lo queest tronando del modelo es su disformidad. Titnico pero renco y excluyente,el supremo orden mercantil enfrenta padecimientos que se antojan termina-les. El mayor: un irremediable desencuentro entre su compulsin emparejadora
y su insoslayable necesidad de exterioridades socioambientales: reservas derecursos humanos y naturales que a la vez son patios traseros donde tirarbasura y enchiquerar personas sobrantes.
Y ah, en las peores pesadillas del gran dinero, estn los campesinos: des-ahuciados por la economa, la historia y la tecnologa, los rsticos regresan dela tumba encabezando ejrcitos de marginales: desempleados crnicos, migrantesde a pie, jvenes sin futuro, vctimas de las nuevas pandemias de transmisinsexual, locos, tontos, insolventes, desconectados; excluidos de toda laya que
demandan la igualdad pero reivindican la diferencia.
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Primera parte
LUCHAR POR LA TIERRA:REVUELTAS RURALES
EN EL CAPITALISMO TARDO
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EL MOVIMIENTO CAMPESINODE LOS SETENTA*
El ascenso del movimiento campesino mexicano durante los aos setenta delsiglo XXfue paralelo al impulso de la investigacin marxista sobre la proble-mtica agraria. Pero, contra lo que podra esperarse, no se trata de procesoscomplementarios, sino divergentes.
El enfoque y la metodologa predominantes en gran parte de las investiga-ciones de este signo han sido tales que hoy no comprendemos mejor que antesla problemtica agraria y corremos el serio peligro de comprenderla cada vezmenos.
Las manifestaciones concretas de agudizacin de la lucha de clases rural,en su forma ms evidente e inmediata, divergen de las conclusiones a las quellegan la mayora de las investigaciones tericas. Y esta discrepancia implica
una crisis, ciertamente no para el movimiento campesino sino para la re-flexin, y muy particularmente para la marxista.
Sin duda, la investigacin sobre el carcter de clase de los trabajadoresdel campo se ha abordado en los ltimos aos con un instrumental tericosi no ms riguroso s ms sofisticado que el usual en el pasado. Sin embar-go, si nos tomamos la molestia de comparar el carcter y las reivindicacio-nes de las luchas rurales ms amplias y generalizadas con los anlisis declases que se desprenden de estas investigaciones, tendremos que llegar a la
conclusin de que la teora no se corresponde con el movimiento real. Yfrente a esto hay dos posiciones: la de quienes piensan que el movimientoreal est equivocado aunque prefieran decir que las condiciones subjeti-vas estn desfasadas respecto de las objetivas y la de quienes pensamosque la falla est en las conclusiones de los investigadores.
Estas desviaciones tericas han conducido a una situacin absurda en laque emprender el anlisis de las clases del campo mexicano se ha convertido en
* Ponencia representada en el encuentro Polmica sobre las Clases Sociales en el Campo Mexicanorealizado en la Facultad de Economa de UNAMen agosto de 1977 y publicada enPolmica sobrelas clases sociales en el campo mexicano, Macehual, IIS-UNAMy FCPyS-UNAM, Mxico, 1979, pp.97-111.
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una coartada para darle la espalda al movimiento campesino real. Paradjica-mente, cuanto ms insistan ciertos marxistas en definir a la mayora de los
trabajadores del campo como proletarios y semiproletarios, ms se extenda yconsolidaba la lucha rural por reivindicaciones campesinas. Cuanto mayor erala presencia poltica del campesinado, ms se hablaba de su extincin.
El problema entonces es cmo realizar un proceso de investigacin quetenga al movimiento campesino como punto de partida, condicin necesariapara evitar que el curso de la teora derive hacia especulaciones metafsicasmientras el movimiento real se sigue desarrollando al margen de sus intr-pretes. Y en esta labor uno de los primeros obstculos es la ausencia de mate-rial analtico, e incluso simplemente descriptivo, en torno al movimiento
campesino reciente. Tenemos estudios sobre la tenencia de la tierra, sobre laproduccin agropecuaria, sobre las presuntas clases rurales e incluso sobrelas tendencias a la campesinizacin o descampesinizacin, pero prcticamen-te no tenemos un solo estudio sobre movimientos agrarios de la dcada.
Dada esta carencia de informacin, me parece claro que el punto de parti-da para abordar el problema de las clases en el campo no est en buscarnuevas combinaciones de categoras, sino en estudiar las manifestacionesconcretas de la lucha de clases rural. Naturalmente, no es posible quedarse
en la pura descripcin. Es necesario elevarse de la evidencia emprica al con-cepto. Pero si lo que pretendemos es que la teora pueda incidir en el movi-miento real, ste debe ser tambin su punto de partida.
Y es precisamente en esta direccin que en el presente trabajo se aborda elproblema de las clases en el campo; no partiendo de una hiptesis apriorsticaacerca de ellas, sino buscando aproximarse a la comprensin de las mismascon base en el anlisis del movimiento campesino reciente.
I. GENERALIZACINYAGUDIZACINDELALUCHA
Fueron necesarios decenas de miles de estallidos aislados, tuvieron que des-atarse y confluir durante aos infinidad de conflictos y luchas locales, perofinalmente, a partir de 1972, la marea ascendente del movimiento de los ex-plotados del campo se pone en primer plano y se transforma en un hechopoltico a escala nacional.
Hoy es necesario reconocer que existe un ascenso general y espontneo de la
lucha campesina. Es necesario admitir que el movimiento de los explotados delcampo ha cobrado en los aos recientes el carcter de un movimiento nacional.
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33ELMOVIMIENTOCAMPESINODELOSSETENTA
Durante las ltimas dcadas no han cesado en Mxico las luchas campesi-nas; con frecuencia se han agudizado local o regionalmente, e incluso en al-
gn momento han llegado a coincidir en el tiempo diversos conflictosregionales. Sin embargo, el accionar rural de las clases en los primeros seten-ta tiene caractersticas cualitativamente distintas: el movimiento se genera-liza espontneamente a todo el pas y en todas partes tiende a agudizarseaceleradamente.
Las causas inmediatas de la lucha, los enemigos concretos y las reivindi-caciones especficas cambian de una regin a otra y el movimiento es hetero-gneo y disperso en sus manifestaciones. Pero sus races estructurales son lasmismas y la crisis coyuntural que lo pone en accin se extiende, bajo diversas
formas, a todo el medio rural. Por otra parte, las luchas locales repercuten demil maneras en otras regiones y se estimulan mutuamente tendiendo a gene-ralizar la agitacin y la movilizacin.
Para el movimiento obrero cuyo ascenso se inicia en 1971 fue msrpido y relativamente ms fcil cobrar presencia nacional como un procesonico y convergente. Concentrado en unas cuantas ciudades y zonas indus-triales y sometido a un mismo rgimen de opresin y explotacin, el movi-miento proletario tuvo la ventaja adicional de haber sido conmocionado por
la insurgencia de algunos gremios estructurados a escala nacional como loselectricistas y los ferrocarrileros. Por el contrario, los trabajadores rurales,mil veces ms dispersos y sometidos a variopintas condiciones socioeconmicas,no contaron con sectores nacionales cuyas acciones promovieran y generali-zaran la lucha. Para ellos imponer su presencia combativa ha sido resultadode un proceso sordo y difcil.
Dispersos, comparativamente aislados, carentes casi por completo de losmedios de informacin que se concentran en las ciudades, infinidad de gruposcampesinos de todo el pas fueron empujados a la lucha casi exclusivamente
por la agudizacin de sus propios problemas y por s mismos descubrieron oinventaron nuevas formas de accin y organizacin.
Frente a la concentracin y vinculacin nacional del proletariado, la disper-sin y el aislamiento de los trabajadores rurales es una desventaja, y sin duda fueun serio obstculo para la generalizacin del movimiento campesino pero, preci-samente por ello, el hecho de que a pesar de todo se haya desatado a escala nacio-nal pone en evidencia lo profundo de las races de su lucha.
Cuando a contrapelo de la dispersin y el aislamiento cientos de miles de
campesinos se ponen en accin casi al mismo tiempo, es que las contradiccionesrurales se agudizan en todas partes, es que en todas partes las exigencias rsti-cas son impostergables y la lucha es absolutamente necesaria e inevitable.
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II. ELMOVIMIENTOHATENIDOLAINICIATIVA
Las instituciones gubernamentales y las organizaciones campesinas oficialistashan influido sin duda en el movimiento, e incluso en algunos casos puedenhaber acelerado los estallidos en un intento de controlarlos y encauzarlos.
Aun cuando por lo general se han combinado los intentos de mediatizacincon la franca represin es necesario reconocer, sin embargo, que en trminosgenerales el movimiento campesino ha tenido y tiene la iniciativa.
Ni la represin ni la demagogia desataron la lucha aun cuando hayancolaborado a generalizarla. Las acciones del Estado fueron respuesta a he-chos consumados, a una movilizacin previa o inminente pero ya inevitable.
En algunos casos estas acciones pueden haber desviado la lucha o haberlaforzado a replegarse, pero hasta ahora no ha sido encauzada a un terreno con-trolable ni contenida por la violencia. Por el contrario, el Estado ha tenido queceder tcticamente en algunos aspectos, buscando no perder por completo sucontrol poltico a la vez que realiza maniobras para restaurarlo.
El repliegue tctico ms significativo del Estado frente al movimiento cam-pesino radica en el reconocimiento, aunque sea demaggico, de que la agitacincampesina por la tierra est justificada; de que existen numerosos latifundios y
acaparamientos ilegales; de que, efectivamente, el trmite agrario ha sido his-tricamente corrupto, burocrtico y anticampesino. Todo ello combinado conla aceptacin tcita de ciertas formas de presin como las tomas de las oficinasde la Secretara de la Reforma Agraria (SRA) e incluso las invasiones de tierras.Ocupaciones que en ocasiones han tenido que ser legalizadas mediante la com-pra de terrenos a los latifundistas, tal como ha sucedido en Puebla, Tlaxcala,Oaxaca, Chihuahua, San Luis Potos, Zacatecas, etctera.
Aparentemente, durante la presidencia de Luis Echeverra (1970-1976) sereforzaron los agrupamientos campesinos oficialistas (Confederacin Nacio-
nal Campesina, Central Campesina Independiente, Unin General de Obre-ros Campesinos y Estudiantes de Mxico (Jacinto Lpez) Consejo AgraristaMexicano) y los lderes agrarios pristas cobraron una mayor presencia po-ltica con la formacin en 1973 del Congreso Permanente Agrario y la firmadel Pacto de Ocampo en 1975. Sin embargo, en realidad los esfuerzos porrevitalizar y centralizar los organismos de control sobre el campesinado fue-ron una maniobra defensiva ante el ascenso de la lucha rural y revelan lacrisis de estas centrales y su creciente impotencia, debilidad que a principios
de los setenta se haba agudizado.Por otra parte, la revitalizacin y centralizacin del agrarismo oficialistaresult efmera. Para 1977, el Pacto de Ocampo se desmorona y las centra-
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les entran nuevamente en crisis por ms que todos sus lderes hayan sidorecompensados con puestos en las cmaras del poder legislativo.
Durante el rgimen de Echeverra se plantea, tambin, una rectificacin enla poltica agraria que venan aplicando los gobiernos poscardenistas. En parte,este cambio se explica por la necesidad de enfrentar la crisis agropecuaria deproduccin, pero principalmente pretende abrir vlvulas que reduzcan la yapeligrosa presin del movimiento campesino.
Finalmente, en los ltimos seis aos se agudizaron notablemente lascontradicciones entre la poltica rural del jefe del Ejecutivo Federal y laSRA, por una parte, y, por otra, los planteamientos e intereses de la bur-guesa rural, que cuenta con la solidaridad de la mayor parte de los orga-
nismos de la iniciativa privada. Pero, pese a las apariencias, los actoresprincipales de este conflicto no son el gobierno echeverrista y los empresa-rios agrcolas. La autntica primera figura es la presencia abrumadoradel movimiento campesino, que amenaza poner en crisis el orden rural,mientras que secretarios de agricultura como Gmez Villanueva y FlixBarra, pseudolderes como Salcedo Monlen, abogados de latifundistascomo Ignacio Burgoa, y el propio presidente Echeverra no son ms quecomparsas enfrentados en un debate sobre la forma de contener el movi-
miento, restablecer el orden y superar la crisis.En resumen, el ascenso general del movimiento campesino a escala nacionalque se desarrolla durante los primeros setenta ha tenido hasta ahora la iniciati-va; ha hecho evidente la impotencia de los organismos de control oficialistas; hasido el factor decisivo de la crisis de la poltica agraria poscardenista; ha provoca-do la agudizacin de las contradicciones interburguesas centradas en la defini-cin de una alternativa poltica y econmica capaz de controlarlo; finalmente, halogrado, en general, mantenerse a la ofensiva sin que lo haya detenido la repre-sin ni lo hayan encauzado a terreno controlable las maniobras y la demagogia.
En balance, pese a su dispersin y espontaneidad, el movimiento campesino haobligado al Estado mexicano a ceder.
III. LALUCHAPORLATIERRACOMOTENDENCIAPRINCIPAL
Plantear la existencia de un movimiento campesino ascendente y nacional im-plica reconocer que ste se ha extendido y agudizado de manera general y es-
pontnea. Pero para que este movimiento pueda ser concebido como una sola ygran corriente de masas, es necesario reconocer en l una tendencia principal,es decir, una serie de reivindicaciones y objetivos centrales y generalizados.
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Puede hablarse de un movimiento obrero nacional o de un movimientouniversitario o de colonos tambin nacionales porque, pese a la diversidad de
los sectores por los que estn constituidos y a la multiplicidad de las reivindi-caciones que esgrimen, cada uno de estos movimientos tiende a aglutinarseen torno a ciertos objetivos especficos y ms o menos generalizados.
En el caso del movimiento de los explotados del campo el problema es mscomplejo, pues en el medio rural la diversidad de las condiciones de opresines mucho mayor que la que existe en el proletariado industrial. En la prcti-ca, esto se ha manifestado en la existencia de la ms abigarrada gama demovimientos y reivindicaciones rurales: los caeros de Veracruz han suspen-dido sus entregas a los ingenios exigiendo precios ms elevados por su pro-
duccin y de la misma manera muchos pueblos de la Sierra de Jurez enOaxaca suspendieron el corte de madera reclamando mejor pago a la Papele-ra Tuxtepec. Luchas semejantes han sido dadas por los candelilleros, los pro-ductores de caf, los cosechadores de tabaco y recientemente por los campesinosparcelarios que producen henequn para CORDEMEX.
Por otra parte, en diversas zonas del pas, los jornaleros de las rdeneszafras han suspendido el corte en demanda de mejor pago por su fuerza detrabajo, mientras que hace siete aos en Culiacn miles de jornaleros migrantes
cuya contratacin se atrasaba por el mal tiempo prcticamente se insurrec-cionaron y asaltaron tiendas de vveres.En condiciones muy distintas, los ejidatarios henequeneros de Yucatn
han dado diversas luchas, que van desde quemar los plantos hasta marcharen la ciudad de Mrida en demanda de mayores ingresos, remuneracionesque en su caso adoptaban la forma de adelantos sobre los crditos que lesconcede el Banrural Peninsular.
No han faltado tampoco acciones como las de Larrinzar, en Chiapas, dondelos indgenas, armados con machetes, asaltaron las fincas y mataron a los hacen-
dados, o fenmenos como la guerrilla guerrerense, que por el amplio apoyo popu-lar que tiene en las comunidades de la Costa Grande constituye en gran medidauna expresin del movimiento campesino estatal.
Finalmente, la lucha contra la imposicin de autoridades municipales,con frecuentes tomas de alcaldas y secuestro de muncipes del PRI, se ha suce-dido reiteradamente en muchos estados de la Repblica.
Sin embargo, a pesar de la importancia regional que algunas de ellas han teni-do, y pese al carcter generalizado de otras como por ejemplo las que se refieren
al precio de los productos, ninguna de estas vertientes del movimiento campesi-no puede considerarse la tendencia principal y dominante de la lucha rural.
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Ha sido la vieja bandera zapatista de Tierra para quien la trabaja, here-dada a su vez de la lucha de los pueblos contra la expropiacin de sus terrenos
comunales en la segunda mitad del siglo XIX, la que se ha colocado en el cen-tro de la lucha rural de nuestros das.Campesinos sin tierra pero con derechos eternamente a salvo esperan-
do la Dotacin Ejidal, el Nuevo Centro de Poblacin, la Restitucin de Terre-nos Comunales. Exejidatarios y excomuneros desposedos por los nuevosterratenientes que progresivamente han comprado, rentado, expropiado pordeudas o simplemente robado la parcela ejidal o comunal. Familias deejidatarios o comuneros con parcelas divididas en hectreas, medias hect-reas, surcos..., en espera de una Ampliacin del Ejido para los hijos mayores
de 16, de 20, de 30 aos...Y durante dcadas todo esto reducido a un sordo rumor de papeles. Cien-
tos de miles de expedientes detenidos en primera o segunda instancia, frena-dos por fallos negativos o simplemente extraviados. Resoluciones presidencialesno ejecutadas que amparan sobre el papel millones de hectreas comu-nales o ejidales en manos de terratenientes. Trmites siempre bloqueadospor trabajos tcnico-informativos falseados a cambio de dinero, medicionesmal hechas o inventadas sobre el escritorio, amparos, certificados de
inafectabilidad expedidos al vapor. La enorme y corrupta burocracia agraria,respaldada por un ejrcito de lderes de la Confederacin Nacional Campesi-na (CNC), ha funcionado durante casi 40 aos como un slido dique contra elque se estrella la creciente marea de solicitantes.
A partir de 1970, y sobre todo despus de 1972, el dique empieza a agrie-tarse peligrosamente y amenaza con saltar en mil pedazos. Las eternas comi-siones de uno o dos representantes del Comit Particular Ejecutivo comienzana ser sustituidas por grupos de 10, de 100 o de 500 campesinos que ya noaceptan promesas y toman posesin de las oficinas.
Despus de la gran movilizacin de Puebla y Tlaxcala en abril de 1972, lasmarchas campesinas provenientes de Veracruz, San Luis Potos y de otros esta-dos comienzan a generalizarse. Al mismo tiempo, en sus lugares de origen, lamarea campesina se desparrama sobre las tierras reclamadas. En Tlaxcala,Puebla, Chihuahua, Sonora, Sinaloa, Oaxaca, Zacatecas, Veracruz, San LuisPotos..., en el pas entero resuenan golpes de machete contra los alambres y lascercas comienzan a ceder. En todas partes aparecen nuevos linderos, fogatas,banderas, campamentos improvisados. Los campesinos irrumpen en grandes
latifundios de miles de hectreas pero tambin ocupan medianas y hasta pe-queas propiedades cuando los dueos son caciques explotadores o simplemen-te enemigos del pueblo. En muchas zonas los labriegos se posesionan de
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latifundios ganaderos con tierras declaradas de agostadero pero que en reali-dad son agrcolas. Sin embargo, se toman tambin tierras cultivadas. Se resca-
tan en general terrenos de temporal pero finalmente tampoco se respetan lassagradas tierras de riego explotadas por grandes empresarios con fuertes inver-siones y tecnologa moderna.
Los campesinos reclaman tanto las tierras sin cultivar o subexplotadascomo las de aquellos que no las trabajan con sus propias manos. Reclamanpara s la tierra toda.
En esta lucha y en torno a esta demanda confluyen minifundistas priva-dos o ejidales con tierras insuficientes, que completan su ingreso con el jor-nal; medieros o aparceros, que ceden parte de su raqutica cosecha; peones
acasillados de las fincas del sureste que adems de servir al hacendado traba-jan una parcela prestada. Participan, en fin, todos aquellos que cultivando unpedazo de tierra para s mismos no obtienen lo suficiente para subsistir otienen que ceder parte de su cosecha. Pero se incorporan tambin, y masiva-mente, los jornaleros eventuales o permanentes de las zonas de agriculturamoderna e incluso muchos trabajadores irregulares de las ciudades, enviadosde nuevo al campo por el desempleo urbano; se incorpora, de una u otra for-ma, la enorme mayora de la poblacin rural trabajadora.
Unos cuantos datos nos darn idea de por qu la lucha por que la tierrasea para el que la trabaja es la demanda central, unificadora y ms generali-zada del movimiento rural. De los casi cinco millones de trabajadores delcampo, apenas un poco ms de dos millones tienen tierra ejidal o de propie-dad privada, pero de ellos 8 de cada 10 no obtienen de su parcela ingresossuficientes para subsistir. Es decir que casi dos millones de familias con par-celas pequeas, en tierras malas y de temporal, se ven empujadas a lucharpor ms y mejores tierras sin que esto excluya el combate por alza de precios,obras de riego y crdito adecuado. Por otra parte, existen poco ms de 2.5
millones de campesinos sin tierra propia, muchos de los cuales trabajan tem-poralmente la parcela familiar o cultivan tierras en aparcera pero dependenfundamentalmente del jornal. De stos, slo una pequea minora, general-mente especializada, tiene trabajo permanente y con salario de subsistencia;los dems subsisten de trabajos irregulares, inseguros y psimamente paga-dos. De ellos, ms de un milln son jornaleros migratorios que la mayor partedel ao viven hacinados en barracas.
Es decir, cerca de 2.5 millones de trabajadores sin tierra propia, depen-
dientes de un trabajo insuficiente, duro y mal pagado estn empujados a lu-char por una parcela que les permita subsistir, sin que esto excluya que, en su
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condicin de jornaleros, combatan por mejores condiciones de vida y trabajo ypor mayores salarios.
Existen, pues, ms de cuatro millones de trabajadores rurales sin mediosde produccin propios o con medios insuficientes, empujados a luchar poruna parcela como alternativa casi nica de subsistencia. Esto significa que elmovimiento campesino por que la tierra sea del que la trabaja est poniendoen accin, de manera ms o menos decidida, a una tercera parte de los traba-
jadores del pas.
IV. LALUCHAPORLATIERRANOESNICANIEXCLUYENTE
En el medio rural la lucha dominante es por la tierra, pero no es un combatenico ni excluyente. Que no es nico lo constata el hecho de que junto a lexisten por lo menos otros tres grandes frentes:
luchas de los pequeos y medianos agricultores por mayores precios deventa y en general por mejorar sus condiciones de produccin y comer-cializacin;
luchas de los asalariados del campo incluyendo a ciertos ejidatarios comolos henequeneros, que en la prctica son asalariados del banco por jor-nales mayores y mejores condiciones de trabajo, y
luchas de todos los oprimidos del campo contra el despotismo, la imposi-cin y la represin orientadas a imponer una cierta democracia en lascomunidades y municipios.
Sin embargo lo ms importante es que, en general, estas luchas no sonexcluyentes. Los mismos campesinos que, agrupados en torno a un Comit
Particular Ejecutivo, demandan la tierra, pueden reivindicar como jornalerosmejores condiciones de trabajo. Igualmente muchas de las familias que ex-plotan una pequea parcela y se enfrentan al banco y a la aseguradora o a losacaparadores y prestamistas luchan tambin por una dotacin ms amplia opor parcelas para los hijos mayores.
El hecho de que un mismo campesino sea pequeo agricultor y a la veztrabajador asalariado, de modo que una parte del ao trabaja tierras pro-pias o en aparcera y el resto del tiempo se emplea como jornalero en la
misma zona o en lugares distantes, lo empuja a desplegar su lucha en diver-sos frentes.
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As, un mismo campesino puede levantar reivindicaciones propias de lospequeos productores en su lugar de origen y tener demandas de jornalero en
las zonas de contratacin. Pero, a la vez, es perfectamente posible que dondetrabaja como asalariado se organice tambin como solicitante de tierra, mien-tras que en la comunidad de la que proviene ha creado derechos agrarios yespera una Ampliacin de Ejido o participa en la lucha contra el terrateniente
y el acaparador de parcelas.Y no slo se combinan las diversas luchas; con frecuencia stas se presen-
tan de manera sucesiva en un mismo grupo. As, por ejemplo, los que despusde un movimiento han logrado finalmente la posesin de la tierra, sea por lava del trmite o por invasin, se enfrentan inmediatamente a las dificultades
propias de los pequeos productores.Los xitos parciales de uno u otro grupo de campesinos en su lucha por la
tierra no representan el final del combate sino el comienzo de otros combatesigualmente difciles, ahora como pequeos agricultores afectados por otrosproblemas y acosados por diferentes enemigos: cmo iniciar la produccincuando se carece de recursos econmicos? Cmo subsistir hasta que se logrela primera cosecha? Cmo obtener crdito y a la vez no caer en las manos delbanco o de los prestamistas y comerciantes? Definitivamente, mientras el
sistema social siga siendo el mismo, el que unos cuantos campesinos logren latierra no significa su liberacin definitiva. Ciertamente es un triunfo parcial,pero puede anunciar una futura derrota si no se preparan para librar nuevasbatallas en otros frentes.
En resumen, la lucha por la tierra para el que la trabaja se combina conotras reivindicaciones de los explotados del campo ya sea porque un mismocampesino padece diferentes formas de opresin y tiene que enfrentarse dedistinto modo a cada una de ellas, ya porque un triunfo parcial lo coloca antenuevos desafos.
V. ELMOVIMIENTORURALYSUSINTRPRETES
Cabe tambin sealar que, a contra corriente de las opiniones de una buenaparte de la izquierda mexicana, el movimiento campesino se ha puesto en lavanguardia de la lucha de clases.
El ascenso de la lucha rural y el papel central que en sta tiene el combate
por la tierra est poniendo en crisis las ideas que sobre el campo mexicanotienen muchas corrientes polticas que se consideran revolucionarias.
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Estas opiniones de izquierda han sido sostenidas principalmente porgrupos o individuos poco o nada comprometidos con la lucha campesina real
de modo que al movimiento rural le tienen sin cuidado. Sin embargo, puedenser importantes en la medida en que influyen sobre el movimiento popularurbano y crean una imagen falsa de la lucha rural entre los obreros y losestudiantes de las ciudades, con frecuencia ajenos a las realidades agrarias.
Estas opiniones errneas coinciden en subestimar el movimiento campe-sino real, es decir, las luchas rurales tal y como se estn dando. Hay, dentro deeste desprecio, dos posiciones extremas: la de los que piensan que los explota-dos del campo slo sern revolucionarios cuando participen en la lucha arma-da, y la de quienes consideran que los trabajadores rurales slo sern
revolucionarios cuando se proletaricen ntegramente y luchen por reivindica-ciones obreras.
Para algunos, el campo no es ms que el terreno adecuado para la guerri-lla. Posicin falsa y aventurera que no tiene nada que ver con el hecho de queen muchas regiones el movimiento campesino de masas se vea obligado arecurrir a la violencia como parte de una lucha que sin embargo est centra-da en otras formas de accin y organizacin.
Para otros, el campo no es ms que el mbito de una inevitable y por
dems conveniente y necesaria proletarizacin. Basados en el principio doc-trinario de que el proletariado es la clase ms revolucionaria de la modernasociedad capitalista, y constatando en las estadsticas que cada vez hay mscampesinos sin tierra, llegan a la conclusin de que 93.5 por ciento de lostrabajadores rurales son ya proletarios o semiproletarios. De modo que todoconsiste en que se den cuenta y acten en consecuencia adoptando el socialis-mo como meta.
Los que sostienen esta posicin no pueden menos que ver con desconfian-za, si no es que con franco desagrado, acciones tales como marchas, tomas de
oficinas de la SRAy ocupaciones de tierras. Y su espanto e indignacin crecencuando los propios jornaleros estacionales de las zonas de riego, tpicos pro-letarios de empresa capitalista, se lanzan a la lucha por la tierra y la recupe-racin de su condicin campesina.
Para ellos el combate de los trabajadores rurales enfrentados a un sistemaque los arruina como productores y los mantiene en condicin de parias buscadoresde trabajo eventual slo sera revolucionario si los jornaleros renunciaran defini-tivamente a la tierra y los minifundistas aceptaran alborozados su ruina para
reencarnar purificados en el paraso de los proletarios.Desde este punto de vista, el combate por reivindicaciones campesinasque hoy moviliza a un tercio de la poblacin trabajadora del pas es reacciona-
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rio; aunque quienes as piensan empleen habitualmente trminos ms suti-les como romntico, impotente, antihistrico, y los que dan esta lucha
son pequeos burgueses o estn impregnados de la ideologa individualis-ta y atrasada de dicha capa social.Todo hace pensar que, para estos autores, ser campesino es un estigma,
una enfermedad que slo se cura con la proletarizacin.La cosa, sin embargo, no es tan sencilla. Si, pese al gran nmero de traba-
jadores que recurren al jornal o dependen de l por completo, no se da en elcampo una amplia lucha de corte proletario ni se desarrollan con fuerza losintentos de organizacin sindical no es porque los asalariados rurales no ha-
yan tomado conciencia de su condicin; no es un simple problema ideolgico.
Son las condiciones estructurales en las que se da el trabajo asalariado ruralagrcola las que hacen objetivamente dbil la capacidad de negociacin de lamayora de los jornaleros. La desproporcin entre la enorme oferta y la limi-tada demanda, la contratacin temporal, la eventualidad del trabajo, entreotras cosas, colocan al jornalero en condiciones objetivas de inferioridad parareclamar reivindicaciones laborales y obstaculizan su organizacin perma-nente de corte sindical. No es que el pen o el mozo no se den cuenta de sufuerza potencial para negociar la venta de su fuerza de trabajo; es que, por lo
general, carecen de tal fuerza potencial y, por tanto, difcilmente pueden ha-cerla efectiva.Esto no quiere decir que en el campo no existan obreros de tipo industrial
en ingenios, molinos, despepitadotes, aserraderos, etctera; pero son una mino-ra. Y tampoco quiere decir que cuando ciertas situaciones coyunturales lo colo-can en condiciones de fuerza, el jornalero eventual no realice acciones de tipoproletario. Tal es el caso de los paros de cortadores de caa cuando la zafra esinminente y los contratadores no pueden esperar ni recurrir a fuerza de trabajoalternativa. Sin embargo, esta situacin no es permanente ni generalizada.
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