amanecer rojo - pierce brown

8/9/2019 Amanecer Rojo - Pierce Brown

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Marte lleva siglos colonizado por la

humanidad, que ha establecido unestricto sistema de castascondicionadas genéticamente paragarantizar la explotación de lasiquezas minerales y la supremacía

de la clase gobernante. Los Rojosson los mineros sometidos al poder

de los Dorados, la clase superior dea sociedad, que dispone de todosos logros y adelantos de la

civilización, mientras que la clasemás baja sólo puede esperar unamuerte lenta en los túneles deexplotación o a manos de la policía.



Pero la rebelión se está incubandoen el seno de esa sociedad. Darrow,

un Rojo desesperado por elasesinato de su esposa, recibe unapropuesta sorprendente: sometersea una serie de modificaciones paraconvertirse en un Dorado yparticipar en el brutal método deormación de la casta dirigente, que

os convierte en máquinas de matar desalmadas, con el fin de dinamitar su poder desde dentro. El muchachoacepta y desde ese momento tendráque luchas por sobrevivir en unasociedad sin moral y sin amigos.



Pierce Brown

Amanecer rojoRed Rising - 1

ePub r1.0Haiass 18.03.15



Título original: Red rising Pierce Brown, 2014Traducción: Silvia Schettin Pérez

Ilustracion (mapa): Joel Daniel PhillipsEditor digital: HaiassePub base r1.2



A mi padre, que me enseñó acaminar



Agradecimientos

Si escribir es una tarea de la menel corazón, quiero dar las graciaAaron Phillips, Hannah Bowman y M

Braff, que pulen mi mente consabiduría y consejos.Gracias a mis padres, a mi herm

a mis amigos y al clan Phillips, quiprotegen mi corazón con su amoealtad.

Y a los lectores, gracias. Esibros os van a apasionar.



Habría vivido en paz, pero enemigos me trajeron la guerra.

Observo a mil doscientos de hijos e hijas más fuertes. Escuchanun cruel dorado hablar entre grancolumnas de mármol. Escuchando

bestia que trajo la llama que carcome el corazón. —Los hombres no fueron crea

guales —declara. Alto y arrogantmponente como un águila—. débiles os han engañado. Decían qumansos heredarían la tierra. Que fuertes deberían alimentar a los débEsta es la Noble Mentira de demokracia . El cáncer que envenen

a humanidad.



Atraviesa con la mirada a estudiantes allí reunidos.

—Vosotros y yo somos doraSomos la consumación de la levolutiva. Nos elevamos por encimamontón de carne de los hombre

encauzamos a los colores menoVosotros habéis heredado este legadoSe detiene, y observa los rostro

a asamblea. —Pero no es gratis.»El poder hay que reclamarlo. Y

riqueza, ganarla. El reinado, el dom el imperio se compran con san

Vosotros, niños que aún no habéis marcados con cicatrices, no os mere

nada. No sabéis lo que es el dolor.



sabéis lo que vuestros antepasasacrificaron para colocaros en cima. Pero pronto lo sabréis. Prontenseñaremos por qué los doragobiernan a la humanidad. Y yoprometo que, de entre todos voso

solo los que sean aptos para el posobrevivirán.Pero yo no soy un dorado. Soy

rojo.Él cree que los hombres comosomos débiles. Cree que soy estúppusilánime e infrahumano. No criaron en palacios. No monté a cabpor las praderas ni me alimentéplatos de lengua de colibrí. Me forj

en las entrañas de este duro mu



Afilado por el odio. Fortalecido poamor.

Se equivoca. Ninguno de ellos sobrevivirá.



1

SONDEAINFIERNOS

Lo primero que deberías saber de mque estoy hecho de la misma maderami padre. Y cuando vinieron a pohice lo que me pidió. No lloré. Tampo hice cuando la Sociedad retransma detención. Ni cuando los dorado

uzgaron. Ni cuando los grises colgaron. Mi madre me golpeó por Se suponía que mi hermano Kieran

el estoico. Él era el mayor, y yo el



oven. Se suponía que yo tenía lorar. Sin embargo, Kieran gimió c

una niña cuando la Pequeña Eo coun hemanto en la bota izquierda depadre y volvió corriendo junto al sMi hermana Leanna se lamentó a mi

en voz baja. Yo me limité a observpensar que era una lástima que hubmuerto bailando pero sin llevar pue

sus zapatos de baile.En Marte hay poca gravedad. que hay que tirar de los pies promper el cuello. Dejan que seanseres queridos quienes lo hagan.

Huelo mi propia peste dentro de



escalfandra. Está fabricada con aipo de nanoplástico y es tan abrasa

como su nombre da a entender. Aíslos pies a la cabeza. No entra nada

sale nada. El calor no, desde luegopeor es que no te puedes limpia

sudor de los ojos. Quema comomaldito infierno mientras se escdesde la cinta de la cabeza hasta

ermina encharcándote los talones. no mencionar el olor cuando meas. Aque hay que hacer a menudo. Hay ngerir mucha agua por el tubo

hidratación. Supongo que podponernos una sonda. Elegimos el hed

Los perforadores de mi c

comentan algún cotilleo por



comunicador mientras estoy montada Garra Perforadora. Estoy solo en

profundo túnel subido a una máqconstruida con la forma de una manmetal gigantesca que agarra y roierra. Desde el asiento situado en

alto de la perforadora, justo a la alde lo que sería la articulación del ccontrolo las garras que derriten la r

Allí mis dedos se enfundan en uguantes de control que manejan múltiples taladros tentaculares que hunos noventa metros por debajo deasiento. Dicen que para ser sondeainfiernos tienes que mover dedos tan rápido como las llamas d

fuego. Los míos son más rápidos.



A pesar de las voces que me haal oído, estoy a solas en la profunddel túnel. Mi vida es la vibración, elde mi propio aliento y un calor tan d nocivo que parece que estoy envu

en un espeso edredón de mea

calientes.Otro río de sudor se abre pasravés de la cinta escarlata que l

atada a la frente. Se desliza hasta ojos y los abrasa hasta que se vuean rojos como mi pelo, que es del c

de la herrumbre. Antes estiraba el be intentaba limpiarme el sudor, psolo conseguía rascar inútilmentevisor frontal de mi escalfandra.

quiero hacerlo. Incluso después de



años, el prurito y la quemazón desudor resultan una auténtica tortura.

Las paredes del túnel que rodeaasiento están bañadas de un amasulfuroso por una corona de lucesalcance de los rayos de luz se deb

cuando alzo la mirada hacia el pvertical que he excavado hoy. Arribpreciado helio-3 irradia un tenue b

como de plata líquida, pero yo meen las sombras, en busca de las víbque se arrastran en la oscuridad atrapor el calor de mi perforadora. Smeten en el traje, rompen el aislanmordiscos y allí intentan arrastrhasta el sitio más cálido que encuen

que suele ser la tripa, para poner ah



huevos. A mí ya me han mordido. sueño con aquella bestia. Negra, cun espeso zarcillo de petróleo. Pulegar a ser tan anchas como un musan largas como tres hombres, pero as crías a quienes tememos. No sa

cómo racionar su veneno. Como yoancestros vinieron de la Tierra, pMarte y los túneles profundos

hicieron mutar.La profundidad de esos túnresulta inquietante. Son solitarios. allá del rugido de la perforadora, as voces de mis amigos, todos e

mayores que yo. Pero es imposverlos medio clic por encima de m

a oscuridad. Perforan mucho



arriba, cerca de la boca del túnel quexcavado. Bajan con garfios y capara colgarse en las paredes del túnlegar así a las vetas de helio-3. M

con taladros de un metro de largdevoran el mineral inservible. El tra

requiere ser increíblemente diestroos pies y con las manos, pero yo soque se gana el sueldo del equipo. Yo

el sondeainfiernos. Hay que estar hde una pasta especial, y yo soy el oven de los que se recuerdan.

Llevo tres años en las minEmpiezas a los trece. Si eres mayor follar, eres mayor para cavar. Al meeso es lo que decía el tío Narol. S

que yo me casé hace apenas seis me



así que no sé por qué lo decía.Eo baila en mis pensamien

mientras me esfuerzo por ver mi pande control e introduzco los dedos dGarra Perforadora alrededor de una reciente. Eo. A veces resulta di

recordarla con otro nombre que noaquel con el que la llamábamos cuaéramos niños.

La Pequeña Eo: una niña dimiescondida debajo de una cabellera Roja como la roca que me rodea. Nun rojo vivo, sino un rojo oxidado. como nuestro hogar, como Marte.iene también dieciséis años. Y pu

que se parezca a mí —pertenece a

clan de excavadores de la tierra roja



clan de canto, de danza y de tierrpero podría estar hecha de aire, delque une las estrellas en un mosaAunque no es que yo haya vistoestrellas alguna vez. Ningún rojo decolonias mineras ve las estrellas.

La Pequeña Eo. Querían casarlacuanto cumpliera catorce años, comodas las chicas de los clanes. Pero

prefirió la escasez, y esperó a quelegara a los dieciséis, la edad casade los hombres, antes de deslizarsecordel alrededor del dedo. Dijo qudesde niña sabía que nos íbamocasar. Yo no.

—¡Para! ¡Para! ¡Para! —excl

bruscamente el tío Narol por



comunicador—. ¡Para, Darrow, chicMis dedos se paran en seco. N

está arriba con todos los demsiguiendo mi progreso en el visor dcasco.

—¿Qué pasa ahora? —pregu

molesto. No me gusta que me interrumpan —¿Que qué pasa ahora, pregunt

pequeño sondeainfiernos? —El vBarrow suelta una risita. —Una bolsa de gas, eso es lo

pasa —espeta Narol. Es el locutor de un equipo de más de dosciepersonas—. Espera. Estoy llamandun equipo de escaneo para que ech

ojo a los detalles antes de que



mandes a todos al infierno con explosión.

—¿Esa bolsa de gas? Es diminutdigo—. Más bien parece una espide gas. Puedo arreglármelas.

—¡Un año en la taladradora y y

cree que sabe dónde tiene el culdónde la boca! Vaya con desagradecido —añade Bar

secamente—. Recuerda las palabranuestro líder dorado. Pacienciaobediencia, jovencito. La paciencia mayor virtud del valor. Y

obediencia es la mayor virtud dehumanidad. Escucha a tus mayores.

Pongo los ojos en blanco cua

escucho el epigrama. Si los may



pudiesen hacer lo que yo hago amejor valdría la pena escucharlos. son tan lentos con las manos comoel cerebro. A veces creo que quique yo también sea así, sobre todoío.

—Estoy en racha —digo—. creéis que hay gas, puedo bajaescanearlo a mano. Fácil. Sin perd

iempo.Me sermonearán con la precaucComo si la precaución les hubservido alguna vez de algo. Hace eque no ganamos un Laurel.

—¿Quieres que Eo se quede viu—ríe Barlow, la voz quebrada por

nterferencias de estática—. Por



bien. Es una cosita preciosa. Perforabolsa que ya me la quedo yo. Puedesea viejo y esté gordo, pero mi talaún funciona.

Los doscientos perforadores están arriba ríen a coro. Aprieto

mandos con fuerza y los nudillos seponen blancos. —Escucha al tío Narol, Darrow

mejor no hacer nada hasta que tengauna lectura —añade mi hermano KieEs tres años mayor que yo. Eso le creer que es sabio, que sabe más. Dúnico que sabe es de precauciónTenemos tiempo.

—¿Tiempo? Joder, llevará horas

espeto. Todos están en mi contra en



comida de la que puedas comSignifica más ciscos para fumEdredones importados de la TieLitros de licor de ámbar con el sellcalidad de la Sociedad. Significa gaEl clan Gamma lleva ganándolo d

que alcanza el recuerdo, así que nosotros, los clanes menores, siempha tratado de cubrir el cupo, lo j

para sobrevivir. Eo dice que el Laes la zanahoria que la Sociedad pone delante, siempre lejos de nuealcance. Lo justo para que sepamoque nos falta y lo poco que podehacer al respecto. Se supone que sopioneros. Eo nos llama esclavos.

pienso que no nos esforzamos



muerto.Mi tío es débil. Es cauteloso

excesivo cuando se trata de bebida,débil sombra de mi padre. Parpaenta y dificultosamente, como si aos ojos y volver a ver el mundo

resultara doloroso cada vez que lo hAquí abajo en las minas no confíoél… ni en ninguna otra parte, la ver

Pero mi madre me diría que escuchara; me recordaría que drespetar a mis mayores. Aunque ecasado, aunque soy el sondeainfiede mi clan, ella me diría que «ampollas aún no se han convertidocallos». Yo obedeceré, a pesar de

eso me pone tan furioso como



rritación que me produce el sudor me baña la cara.

—Está bien —murmuro.Cierro la Garra y espero mientra

ío llama desde la seguridad decámara que hay en la parte superior

únel. Esto llevará horas. Hago cálculos. Ocho horas hasta el toqusirena. Para derrotar a Gamma tengo

mantener un ritmo de 156,5 kilos hora. Los del equipo de escaardarán, en el mejor de los casos,

horas y media en llegar aquí y hacerabajo. Así pues, luego tendré bombear 227,6 kilos por hImposible. Pero si continúo y paso

rollo del escáner, ya es nuestro.



Me pregunto si el tío NaroBarlow saben lo cerca que estamProbablemente. Probablemente siquiera crean que haya algo por lomerezca la pena arriesgaProbablemente crean que la interven

divina dará al traste con nuesposibilidades. Gamma tiene el LaSiempre ha sido así y siempre lo s

osotros los de Lambda nos limitamsobrevivir con nuestros comestiblenuestras escasas comodidades. mejoramos. No empeoramos. No nada por lo que valga la parriesgarse a cambiar la jerarquía.padre lo averiguó colgado al fina

una cuerda.



No hay nada por lo que valgapena arriesgarse a morir. Contrapecho, siento la cinta de matrimhecha de seda y cabellos que pendun cordel en torno a mi cuello y pien las costillas de Eo.

Este mes seguiré viendo la delgaa través de su piel. A mis espaldas, pedirles sobras de comida a las fam

de los Gamma. Actuaré como sisupiera nada. Aun así, seguiresintiendo hambre. Como demasporque tengo dieciséis años y aún ecreciendo; Eo miente y dice que nuha sido de mucho apetito. Algumujeres se venden por comida o

ujos a los quincallas (los grises, si



que ponerse técnico), es decir, a ropas de guarnición de nuestra peq

colonia minera. Ella nunca venderícuerpo para alimentarme. ¿Verdad? uego me paro a pensar en ello. Yo h

cualquier cosa por alimentarla…

Bajo la mirada desde el borde deperforadora. Se abre una larga chasta el fondo del agujero que

cavado. Allí solo hay roca fundidaladros que repiquetean. Pero antesaber lo que estoy haciendo, ya mquitado las correas, tengo el escánea mano y estoy saltando hacia los d

del taladro en una caída de cien meSalto de un lado a otro, entre las par

del pozo de la mina y el largo cu



vibrante de la perforadora, para fra caída. Me aseguro de no estar c

de un nido de víboras cuando estirbrazo para sujetarme en un engraque hay justo encima de los dedosaladro. Los diez taladros respland

por el calor. El aire titila y retuerceformas. Siento el calor en el rossiento cómo me apuñala los ojos, si

sus punzadas en el vientre y las pelEsos taladros te derretirían los huesno tuvieses cuidado. Y yo no lo teLo que tengo es agilidad.

Desciendo buscando dóagarrarme con las manos y poniendopies entre los dedos del taladro. De

modo podré bajar el escáner lo bast



2

EL SECTOR

Mi traje no puede soportar el calorhace aquí abajo. La capa exterior casi derretida. Pronto desaparecersegunda. Entonces el escáner emitparpadeo plateado y yo tengo lo había venido a buscar. Por poco no

doy cuenta. Mareado y asustado, aparto de los taladros. Una mdespués de otra, remolco mi cue

hacia arriba, y me alejo a toda prisa



espantoso calor. Entonces algo se engancha. Mi pie está atorado en unos engranajes que hay cerca de

dedos del taladro. Ahogo un gritosúbito pánico. El terror se apoderando de mí. Veo cómo se fund

alón de la bota. La primera cdesaparece. La segunda burbujea.siguiente será la carne.

Me esfuerzo por respirar hondacallo los gritos que se agolpan engarganta. Me acuerdo del arma. Sacfalce de la funda trasera. Es un erriblemente curvado, tan largo c

mi pierna, diseñado para amputacauterizar los miembros que que

atrapados en la maquinaria, justo c



ahora. A la mayor parte de los homos invade el pánico cuando que

atrapados, y por eso la falce es un adesagradable con forma de media destinada a que la usen manos torAun siendo presa del terror, mis m

se mueven hábilmente. Hago tres cocon la falce, que solo cornanoplástico en vez de carne. Al terc

me agacho y, de un tirón, libero pierna. Al hacerlo, rozo el borde daladro con los nudillos. Un dacerante me atraviesa la mano. Hue

carne chamuscada, pero ya estoy furepando lejos del calor inferrepando de nuevo hasta mi asie

riéndome durante todo el recorrido.



entran ganas de llorar.Mi tío tenía razón. Yo est

equivocado. Pero no pienso permitirél se entere.

—Idiota —es lo más amable quedice.

—¡Demente! ¡Maldito dementeaúlla Loran. —Muy poco gas —le digo—. A

a perforar, tío.Los acarreadores me toman el recuando suena la sirena. Me impfuera de la perforadora, que dejo eprofundo túnel para los del turnonoche, y engancho una mano cansada cuerda que arrojan a este pozo d

kilómetro de largo para ayudarm



subir. A pesar de la quemadsupurante que tengo en el dorso dmano, tiro de mi cuerpo hacia arribaa cuerda hasta que salgo del p

Kieran y Loran caminan a mi lado hque nos unimos al resto en

graviascensor más cercano. Las lamarillas penden del techo como araMi clan y los trescientos hombre

Gamma tienen ya los pies puestos enrieles de metal cuando llegamosgraviascensor rectangular. Evito a m—que lleva encima un cabreo de demonios— y recibo algunas palmaen la espalda por mi proeza. óvenes como yo creen que he

ganado el Laurel. Saben cuánto he



de mi mano. Le guiño un ojo y creose caga en el traje. A todos nos pasvez en cuando. Recuerdo cuando coa mi primer sondeainfiernos. Creí era un dios.

Ahora está muerto.

Una vez llegamos a la terminal, enorme caverna gris de cemento y mnos quitamos la parte superior del

bebemos el aire fresco y frío demundo muy alejado de los talaabrasadores. La peste y el sucolectivos convierten la zona encenagal. Las luces parpadean a lo l nos advierten de que nos apartemoos rieles magnéticos del transbord

horizontal que hay al otro lado d



erminal. No nos mezclamos con los gam

mientras avanzamos, en una tambalefila de trajes del color de la herrumhacia el transbordador horizontal.mitad con eles de Lambda, y la

mitad con bastones de Gamma pinten rojo oscuro en las espaldas derajes. Dos locutores jefes de escar

Dos sondeainfiernos de rojo sangre.Un equipo de quincallas nos obsmientras recorremos el erosionado sde cemento. Sus duroarmaduras gson simples y están gastadas, descuidadas como su pelo. Detenduna hoja sencilla, puede que también

de iones, pero una hoja de pulsos



filo las atravesarían como si fueranpapel. Pero solo hemos visto esas aren la holopantalla. Los grises ni siquse preocupan de hacer demostracide fuerza. Las porras eléctricas cuelgan a los costados. Saben que

endrán que usarlas.La obediencia es la mayor de virtudes.

El capitán de los grises, Dan el Fun cabrón grasiento, me tira un guijAunque se le ha oscurecido la debido a la larga exposición al sol, tel pelo gris como el resto de su coLe cae fino y enmarañado sobre ojos, que se asemejan a dos cubito

hielo envueltos en ceniza. Lleva



emblema de su color, un símbcompacto y gris parecido al númcuatro con varias barras a los lados,argo de sus manos y muñecas. Es c severo, como todos los grises.

Oí que habían retirado a Dan el

de la primera línea allá en Euradondequiera que esté eso, cuando quisiado y no quisieron comprarle

brazo nuevo. Ahora lleva un moantiguo. Se siente inseguro por elloque me cercioro de que vea que le un vistazo al brazo.

—Ya he visto que has tenido unnteresante, cielo. —Su voz suena

rancia y pesada como el aire del int

de mi escalfandra—. Ahora eres



Hace un gesto de burla y mira acompañeros.

Hago caso omiso de su broma,giro y hago una profunda reverenciaío me ve y aparta la vista con un g

de repugnancia.

Dejamos atrás a los grises. No mporta hacer reverencias, pprobablemente le corte el cuello a

el Feo si tengo la oportunidad. Escomo decir que viajaría hasta Venuun cohete si alguna vez me apetecier

—Oye, Dago. ¡Dago! —Lorangrita al sondeainfiernos de Gammaío es una leyenda. Todos los demá

son más que flores de un día. Puede

o sea mejor que él—. ¿Cuánto



kilos —responde un gamma con orguAl oírlo, me reclino y sonrío. O

vítores de los lambdas más jóvenes.manos más viejas no reaccionan. estoy ocupado pensando qué harácon el azúcar este mes. Nunca

habían dado azúcar hasta ahora, siemo habíamos conseguido ganándolo cartas. Y fruta. He oído que el Laur

da fruta. Es probable que Eo se loodo a los niños hambrientos pdemostrarle a la Sociedad que necesita sus premios. ¿Y yo? Yo comería la fruta y haría política coestómago lleno. Pero ella rebosa papor sus ideales, mientras que yo

siento pasión por ella.



—Aun así no ganaréis —dice Dcon voz lenta mientras el vacomienza a moverse—. Darrow ecachorrillo, pero lo bastante listo cpara saberlo. ¿Me equivoco, Darrow

—Joven o no, soy mucho mejor

u arrugado culo. —¿Estás seguro de eso? —A muerte. —Le guiño un ojo

anzo un beso—. El Laurel es nueEsta vez manda a tus hermanas asector a buscar azúcar.

Mis amigos se ríen y se palmadas en las placas de los musloas escalfandras.

Dago me mira. Al cabo de

momento, le da una profunda calada



cisco, que brilla con fuerza y se qurápidamente.

—Este eres tú —me dice.Apenas medio minuto después

cisco no es más que una colilla.

Tras desembarcar del transbordahorizontal, me meto en el ventilador

odos los demás. Es un sitio frímohoso, y huele exactamente comque es: una angosta nave de metal dmiles de hombres se despojan deescalfandras en las que han sudadmeado durante horas, para darse ducha de aire.

Me despego el traje, me pongo



de los gorritos y camino desnudo hcolocarme en el tubo transparente cercano. Los hay por docenas, alineen el ventilador. Aquí no hay ni bailvolteretas de orgullo. La úncamaradería es el agotamiento y

suaves palmadas de las manos enmuslos, que crean un ritmo acompaña a los zumbidos de los cho

de las duchas.La puerta de mi tubo se cierra de mí con un siseo, y amortiguasonido de la música. Un zumbfamiliar sale del motor, seguido de remenda corriente de aire y de

reverberación de la succión. Enton

el chorro lleno de molécu



antibacterianas ulula desde la psuperior de la máquina y me azotpiel para arrancarme la suciedad piel muerta y llevársela por el desque hay al fondo del tubo. Duele.

Después, me separo de Loran

Kieran cuando ellos se dirigen al común para bailar y beber en abernas antes de que el baile de

Laureales comience de manera ofiLos quincallas estarán allí para repas prestaciones de comestibles

anunciarán el Laurel a medianoche. nosotros los del turno de día habrá bantes y después.

Cuentan las leyendas que el d

Marte era el padre de las lágrima



baile y castigan su ejecución con la de muerte.

Aquel fue el último baile de padre. Solo lo he contemplado una de la misma forma he oído la can

solo una vez también. No la ent

cuando era un niño, ya que hablabvalles lejanos, niebla, amantes perd un segador destinado a guiarnos h

nuestro hogar invisible. Yo era pequ curioso cuando la mujer la camientras colgaban a su hijo por rcomida. Habría sido un muchacho pero nunca obtenía la comida suficipara conseguir recubrir sus huesoscarne. Su madre fue la siguiente.

gente de Lico celebró los Lame



Languidecientes para ellos: un rirágico de golpes de puño contra

pecho, que se va debilitando despadespacio, hasta que los puños, comcorazón de la madre, dejan de latodo el mundo se dispersa.

El sonido me atormentó aqunoche. Lloré a solas en nuestra pequcocina. Me preguntaba por qué llo

entonces si no lo había hecho porpadre. Mientras yacía tumbado ensuelo frío oí unos tenues arañazos epuerta de nuestra casa. Cuando la encontré un capullo de hemadepositado en la tierra roja. No habun alma a la vista; tan solo las dimin

pisadas de Eo en el suelo. Aquella f



anto caracterizan los bailes de óvenes. El suyo era un movimi

grácil y altivo. Sin mí, ella no comSin ella, yo no viviría.

Puede que se burle de mí cuanddigo, pero ella es el espíritu de nue

gente. Nos ha tocado vivir una vlena de dificultades. Tenemos sacrificarnos por el bien de u

hombres y unas mujeres a quienesconocemos. Tenemos que excavarMarte para acondicionárselo a otEso nos convierte a algunos en gentpensamientos retorcidos. Pero la bode Eo, su risa y su voluntad fiera somejor que puede nacer de un hogar c

el nuestro.



La voy a buscar al ramal del sede mi familia, a menos de un kilómde túnel del área común. El sectouno más de entre las dos docenas rodean el área común. Es conglomerado caótico de metal y c

de rocas rojizas excavadas en el intede una de las viejas minas. La pieda tierra son nuestros techos, nues

suelos, nuestro hogar. El Clan es gigantesca familia. Eo creció a un de mi casa. Sus hermanos son comohermanos. Su padre es como el pque perdí.

Un embrollo de cables eléctricoenmaraña en el techo de la cav

como una jungla de lianas roja



negras. Las luces penden de esa jungse mecen suavemente con el aire circula en el sistema de oxigenacentral del área común. Sobre el cedel sector cuelga una imponeholopantalla. Es un aparato cuad

que emite imágenes en cada uno deados. Los píxeles están completamoscurecidos y la imagen es impreci

borrosa, pero jamás ha dejado cumplir su cometido, jamás se apagado. Baña nuestro conglomeradcasas con su propia luz pálida. Vídde la Sociedad.

La casa de mi familia está excaven la roca a unos cien metros

distancia del suelo del sector. Está u



a él por medio de un sendero escarpaunque también se puede hacer llegalguien al nivel del sector con polecuerdas. Solo las utilizan los viejoos enfermos, y tenemos pocos de am

cosas.

Nuestra casa tiene pohabitaciones. Hasta hace poco, Eo yno habíamos dispuesto de una p

nosotros. Kieran y su familia cuecon dos, y mi madre y mi hermcomparten la otra.

Todos los lambdas de Lico vivennuestro sector. Omega e Ípsilon nuestros vecinos, cada uno a un laun minuto de distancia por el an

únel. Todos estamos conectad



Excepto los gammas. Ellos viven eárea común, por encima de tabercasetas de reparaciones, costureramercadillos. Los quincallas viencima de ellos en una fortaleza, cde la estéril superficie de nuestro c

mundo. Allí es donde se encuentranpuertos a través de los que llegacomida de la Tierra hasta nosotros

pioneros abandonados.La holopantalla que pende sobrecabeza me muestra imágenes de batallas de la humanidad, seguidasuna música triunfal que acompañvertiginosa sucesión de éxitos deSociedad. El emblema de la Socie

una pirámide de oro con tres ba



paralelas unidas a cada uno de los l un círculo rodeándolo todo, apareca pantalla como una llama. La vo

Octavia au Lune, la anciana soberana Sociedad, narra la lucha que

hombre afronta al colonizar los plan

las lunas del Sistema.«Desde los albores de la humania epopeya de nuestra especie narra

historia de guerras tribales. Una hisde pruebas, de sacrificio, y de atreva desafiar los límites de la naturalAhora, mediante la obediencia ydeber, estamos unidos; pero nueucha no es diferente. Hijos e hijaodos los colores, se nos pide que

volvamos a sacrificar una vez más



nuestro mejor momento, lanzanuestras mejores semillas a las estre¿Dónde prosperaremos prime¿Venus? ¿Mercurio? ¿Marte? ¿Las lude Neptuno o Júpiter?».

Su voz se vuelve solemne cuand

ntemporal rostro de regia apariencinclina para escudriñar desde lo alta HP. En las palmas de sus manos b

el emblema de oro —un punto ecentro de un círculo alado— conalas doradas extendidas a ambos lade su antebrazo. Solo una imperfecestropea su rostro áureo: una lacicatriz curvada que le recorrepómulo derecho. Tiene la belleza d

pájaro de presa despiadado.



«Vosotros, valientes rojos, pionede Marte (los más fuertes de la humana), os sacrificáis por el progros sacrificáis para allanar el caminofuturo. Vuestra vida y vuestra sangreel primer pago por la inmortalidad d

raza humana mientras vamos más ala Tierra y de la Luna. Vosotros vadonde nosotros no podríamos

Vosotros sufrís para que otros no suf»Yo os saludo. Yo os amo. El he3 que extraéis es la savia del proceserraformación. El planeta rojo te

pronto un aire que se podrá respirarsuelo que se podrá poblar. Y procuando Marte sea habitable, cua

vosotros, los valientes pioneros, ha



preparado el planeta rojo para nosoos Colores menos fuertes, nos unire

a vosotros y seréis dignos del mareconocimiento bajo el cielo que vuegran esfuerzo habrá creado. ¡Vuesudor y vuestra sangre son

combustible de la terraformación!»¡Valientes pioneros! Recorsiempre que la obediencia es la vi

más elevada. Por encima de todoobediencia, el respeto, el sacrificioerarquía…».

No hay nadie en la cocina, pero a Eo en el dormitorio.

—¡Quédate quieto dondequiera estés! —exige desde detrás de la pu

—. Ni se te ocurra, bajo ning



circunstancia, mirar en esta habitació —Vale. —Me detengo.Sale al cabo de un rato, turbad

sonrojada. Tiene el pelo cubiertopolvo y telarañas. Paso los dedos entre la maraña. Acaba de llegar d

hilandería, donde cosechan la biosed —No has pasado por el ventila—sonrío.

—No me ha dado tiempo. Tuve escaparme de la hilandería para recalgo.

—¿Qué has recogido?Sonríe con dulzura. —No te casaste conmigo porqu

o contara todo, ¿recuerdas? Y no en

en esa habitación.



Me abalanzo hacia la puerta. Ellabloquea el camino y me baja la cpara el sudor que llevo en la frente haparme los ojos. Me empuja el pe

con la frente. Me río y aparto la cAgarro a Eo por los hombros p

hacerla retroceder y poder mirarla aojos. —¿O qué? —le pregunto con

ceja arqueada.Ella se limita a sonreírme y ladecabeza. Me aparto de la puerta de mSoy capaz de sumergirme en minaroca fundida sin parpadear, pero advertencias que puedes ignorar y oque no.

Ella se pone de puntillas y me d



La beso en la nariz y juego cofina trenza de pelo que lleva en el danular. Mi pelo enrollado con hebraseda forma su cinta de casada.

—Tengo una sorpresa para ti noche —me dice.

—Y yo otra para ti —le respopensando en el Laurel.Le coloco en la cabeza mi cinta

el sudor como si fuera una coronanotar que está mojada, arruga la nari —Bueno, en realidad yo tengo

para ti, Darrow. Lástima que noprevieras. Podrías haberme traídoerrón de azúcar o una sábana de s

o… quizás incluso café para acomp

el primer regalo.



—¡Café! —Me río—. ¿Con clase de color te crees que te casado?

Suspira. —Vaya un partido, un sondea

como tú. Loco, terco, temerario…

—¿Diestro? —digo con una sonmaliciosa mientras deslizo una manodebajo de su falda.

—Supongo que eso tiene ventajas. —Sonríe y me aparta la mcomo si fuera una araña—. Y ahponte estos guantes si no quieres qumujeres te den la murga. Tu madre ydo para allá.



grupo de técnicos naranjas tras hexplotar una bomba. Se culpa a Hijos de Ares. El extraño símboloAres, un casco despiadado con afillamaradas solares que nacen de

coronilla, arde por toda la pantalla

sangre gotea de los extremos de lamaradas. Se ven niños destrozaLlaman asesinos tribales a los Hijo

Ares. Los llaman los causantes del cLos condenan. La policía gris deSociedad y los soldados apaescombros. Dos del color obsidihombres y mujeres colosales prácticamente me doblan en tamaparecen junto a los diestros doct

del amarillo ayudando a las víctim



alejarse de la explosión.En Lico no hay Hijos de Ares

guerra fútil no nos afecta; y sin embase ofrece una recompensa por cualqnformación sobre Ares, el errorista. Hemos oído la transmi

miles de veces, y todavía parece irLos Hijos creen que nos maltratanque hacen volar cosas por los aires.

rabietas sin sentido. Hagan lo que haretrasan el proceso de dejar Marte para que vengan los demás coloPerjudica a la humanidad.

En el túnel, donde los chicompiten por ver quién toca el techgente de los sectores desborda ale

mientras se dirige hacia el baile de



Laureales. Sin dejar de camicantamos la canción de las Laurealemelodía vertiginosa de un hombre encuentra a la que será su mujer ecampo de oro. Hay risas mientrasmuchachos intentan correr por

paredes o prueban a hacer seriespiruetas, solo para terminar cayendsuelo de cara o para que los sup

alguna niña.La hilera de luces ilumina el lapasillo. A lo lejos, el borracho de

arol, que ya es anciano a los treincinco años, toca la cítara para los nque bailan alrededor de nuespiernas; ni siquiera él puede e

siempre con el ceño fruncido. Suje



os hombros por unas correas, llevnstrumento a la altura de la cadera,

que la plana caja de resonancia hechplástico, con el agujero centrado ymuchas cuerdas tensas de metal, quen paralelo al techo. Rasguea

cuerdas con el pulgar derecho, scuando deja caer el dedo índiccuando el pulgar coge una sola cue

odo ello mientras la mano izquipulsa los graves, cuerda a cuerdancreíblemente difícil conseguir qu

cítara suene de otra forma que noúgubre. Las manos del tío Narol esta altura de las circunstancias, pero

mías solo producen música trágica.

Antes tocaba para mí y me enseñ



os pasos de baile que mi padre nuuvo la oportunidad de enseñar

Incluso me hizo aprender el bprohibido, ese por el que te mataPracticábamos en las viejas minas.golpeaba una y otra vez los tobillos

una vara hasta que las piruetas aquellos vertiginosos movimiefluían a la perfección, blandiendo

rozo largo de metal como si fuera espada. Cuando lo hacía bien, besaba en la frente y me decía quegual que mi padre. Fueron aque

clases las que me enseñaron a moveas que hicieron que superara a

demás chicos cada vez que jugábam

perseguirnos o al escondite en



antiguos túneles. —Los dorados bailan en parejas

obsidianos de tres en tres y los grpor docenas —me decía—. Nosobailamos solos, porque solos cavansondeainfiernos. Es solo y no de

forma como un niño se conviertehombre.Echo de menos aquellos días,

en los que era lo bastante joven cpara no juzgarlo por la peste a licosu aliento. Tenía once años por aentonces. Hace solo cinco de aquSin embargo, parece que ha pasadoeternidad.

Los lambdas me dan palmadita

a espalda, e incluso Varlo el panad



nclina la frente cuando paso y le lanEo un pedazo de pan. No cabe dudque han oído lo del Laurel. Eo se guel pan entre las faldas para después yanza una mirada llena de curiosidad

—Sonríes como un idiota

observa, y me pellizca en el costad¿Qué has hecho?Me encojo de hombros y trato

quitarme la sonrisa de la cara. Esodo imposible. —Bueno, estás muy orgulloso

algo —dice con desconfianza.El hijo y la hija de Kieran,

sobrinos, se acercan dando pasrápidos. Los mellizos tienen tres añ

a son lo bastante ágiles como p



sobrepasar en velocidad a la esposKieran y a mi madre.

Mi madre sonríe como una mque ya ha visto de todo. En el mejoos casos, su sonrisa es de perplejid

—Parece que te has quema

cariño —observa al ver que llguantes en las manos. Habla con enta, irónica.

—Una ampolla —dice Eo por mY muy fea.Madre se encoge de hombros. —Su padre llegaba a casa con c

peores.Le paso el brazo sobre los homb

Están más delgados que cuando

enseñaba, como hacen todas las muj



con sus hijos, las canciones de nuegente.

—¿Es preocupación lo que notado en tu voz, mamá? —pregunto

—¿Preocupación? ¿Yo? No sonto.

Mamá suspira y sonríe despaciodoy un beso en la mejilla.La mitad de los clanes ya e

borrachos cuando llegamos al común. Además de gente de bsomos gente borracha. Los quincanos dejan en paz con eso. Cuelga hombre sin motivo aparente conseguirás que alguien se queje ensectores. Pero oblíganos a mantene

sobrios y te pasarás todo un maldito



arreglando los destrozos. Eo es parecer de que el grendel, el hongodestilamos, no es autóctono de Msino que lo plantaron aquí pesclavizarnos con la bebida. Siemprsaca a relucir cada vez que mi m

prepara una nueva remesa, y mi msuele responder dando un largo tradiciendo: «Prefiero tener como amo

bebida que a un hombre. Estas cadson más dulces».Y serán más dulces todavía co

almíbar que nos darán en las cajasLaurel. Tienen distintos sabores paralcohol; por ejemplo, de bayas y de que se llama canela. Quizás incluso

den una cítara de madera en vez de



de metal. A veces te dan cosas de eLa mía está desgastada y vieja. Ldemasiado tiempo tocándola. Perode mi padre.

La música suena delante de nosoen el área común: canciones indecor

de percusiones improvisadas y cítquejumbrosas. Se nos unen los omegos ipsílones, que se zarand

ovialmente entre ellos de camino aabernas. Todas las puertas de abernas están abiertas de par en pa

el humo y el ruido que dejan escnundan la plaza del área común.

mesas están dispuestas en círcalrededor de la plaza y se

acondicionado un espacio l



alrededor de los patíbulos centrpara que haya espacio suficiente bailar.

Las casas de los gammas llenansiguientes niveles, seguidos de almacenes de suministros; después,

delgada pared, y luego, en lo altoecho, una cúpula hundida en la quecompuertas de observación selladas

nanoplástico. A ese lugar lo llamamOlla. Es la fortaleza donde viveduermen nuestros guardianes. Más está la inhabitable atmósfera de nueplaneta, un páramo desolado que solvisto en la HP. Se supone que el helque extraemos cambiará eso.

Los bailarines, malabaristas



cantantes de las Laureales ya comenzado sus espectáculos. Eo aviLoran y a Kieran y los saluda congrito. Están en una mesa larga y llengente cerca de La Gota Empapada,aberna donde el más anciano de nue

clan, el Viejo Segador, se dedica a scentro de atención y a contarles histoa los borrachos. Esta noche ha per

el conocimiento sobre la mesa. Es pena, porque me habría gustado viera como, por fin, he ganado el Lapara el clan.

En nuestros banquetes, donde aphay comida suficiente como para cada una de todas esas almas se llen

poco el buche, la bebida y el baile



os protagonistas. Loran me sirve aza de licor antes incluso de que

siente. Siempre está intentando quedemás beban para así poder poneazos ridículos en el pelo. Se ap

para que Eo se siente al lado de

esposa, Dio, la hermana de Eo, gemen aspecto aunque no en edad.Loran quiere a mi mujer como

haría Liam, el hermano de Eo, perque una vez estuvo prendado de como ahora lo está de Dio. De hecharrodilló delante de mi esposa cuaella cumplió catorce años. Aunambién es cierto que la mitad de

chicos hicieron lo mismo. Yo no t

que esforzarme. Ella dejó muy clar



elección.Los hijos de Kieran se arremolin

su alrededor. Su mujer le besa enabios y la mía en la frente; despué

alborota los cabellos pelirrojos. entiendo cómo las mujeres pueden

an bonitas después de un día enhilandería recogiendo seda aracnogusano. Yo era guapo al nace

rostro angular y delgado, pero la mha hecho mella en mí. Soy alto y creciendo. Aún tengo el pelo del cde la sangre seca, los iris del cmismo de la herrumbre tanto comode Octavia au Lune son del colororo. Mi piel es lisa y pálida, pero

marcada de cicatrices: cortes



quemaduras. No tardaré mucho presentar el aspecto endurecido de Do fatigado del tío Narol.

Pero las mujeres… están por encde mí, por encima de todos. Precioslenas de vida a pesar de la hilander

a pesar de los niños que paren. Llefaldas a capas por debajo de las rod blusas de varios tonos de rojos.

ningún otro color. Siempre rojo. Eson el alma del clan. Y estarán mumás bonitas engalanadas con los lazas cintas y los encajes importados

contienen las cajas del Laurel.Toco los emblemas de mis man

ienen cierta textura ósea. Es un t

círculo rojo con una flecha y unas r



cruzadas. Me quedan bien. No así loEo. Puede que tenga nuestro pelnuestros ojos, pero ella podría ser de los oropelos que vemos enholopantalla. Se lo merece. Y entoa veo darle a Loran un fuerte mano

en la cabeza cuando él arroja hacia auna taza del licor de arroz de mames Dios el que coloca cada cosa e

ugar, eligió el lugar correcto para Sonrío. Pero en cuanto miro detráella, mi sonrisa se desvanece. encima de las cabriolas de bailarines, entre cientos de faldavuelo, de botas danzantes y del batipalmas, se balancea un único esque

sobre los altos y fríos patíbulos.



demás no se dan cuenta. Para mí essombra, un recuerdo del destino depadre.

Aunque somos excavadores, nonos permite enterrar a nuestros mueEs otra de las leyes de la Sociedad

padre estuvo balanceándose allí meses hasta que descolgaron esqueleto y pulverizaron sus huesos

enía seis años, pero intenté bajarloahí el primer día. Mi tío me lo impLo odié por separarme del cuerpo dpadre. Más tarde lo odié de nuporque descubrí que era un homdébil: mi padre había muerto por amientras el tío Narol seguía vivo

emborrachaba y echaba a perder la v



—Está chiflado, algún día te dcuenta. Está chiflado y es brillannoble. Narol es el mejor de hermanos —me dijo mi padre en cocasión.

Ahora solo es el último.

Nunca pensé que mi padre baila Danza del Diablo, la que los ancidel lugar llaman muerte en la horca

era un hombre pacífico y dialogaPero su ideal era la libertad, tenuestras propias leyes. Sus armas sus sueños. Su legado es la RebeliónBailarín. Murió con él en el cada

ueve hombres bailando la DanzaDiablo al mismo tiempo, sacudiendo

brazos y las piernas, hasta que



quedó él. No fue una gran rebelión; pens

que una protesta pacífica poconvencer a la Sociedad de aumentase las raciones de comida. que bailaron el Baile de la Si

enfrente de los graviascensoresquitaron piezas de maquinaria deperforadoras para que no funciona

La jugada falló. Lo único queconsigue más comida es ganar el LauLlegan las once y mi tío se si

con su cítara. Me mira como desagrado, borracho como un bufóas celebraciones de Yule. ntercambiamos palabra, aunque él t

alguna amable para Eo, y ella para



Todo el mundo quiere a Eo.Mi tío solo se revuelve en el asi

cuando llega la madre de Eo, me besa coronilla y me dice en voz alta:

hemos oído la noticia, chico de oroLaurel! Estás hecho de la misma ma

que tu padre». —¿Qué pasa, tío? ¿Tienes gasespregunto.

Resopla indignado. —¡Pedazo de comemierda!Se abalanza hacia mí por encim

a mesa y nos enredamos al momentun revoltijo de puños y codos ermina en el suelo. Narol es grapero consigo darle la vuelta y

machaco la nariz con la mano he



hasta que Kieran y el padre de Eoseparan de él. El tío Narol me escHay más sangre y licor que otra cosarato estamos bebiendo otra vez cadaen un extremo de la mesa. Mi mpone los ojos en blanco.

—Lo que le pasa es que eamargado porque no hizo nada ganar el Laurel. Hacer bulto y ya —

Loran de su padre. —El maldito cobarde no sabcómo ganar el Laurel ni aunquecayera en las manos —gruño.

El padre de Eo me acariciacabeza y ve cómo su hija ecurándome la quemadura de la m

debajo de la mesa. Vuelvo a pone



os guantes. Me guiña un ojo.Cuando llegan los quincallas, Eo

ha entendido a qué venía tanto jaleoel Laurel, pero no está tan entusiasmcomo creí que estaría. Se retuercefaldas entre las manos y me sonríe.

sus sonrisas se parecen más a mueo entiendo su aprensión. Nadie deotros clanes la siente. Mucha gent

acerca a presentarme sus respetos; tos sondeainfiernos lo hacen, meDago. Está sentado en el centro dgrupo de relucientes mesas gammaas únicas que tienen más comida icor— mientras se fuma un cisco.

—No veo la hora de que el

mierda este empiece a comer racio



normales —ríe Loran entre dienteDago nunca ha probado los alimeque toma el pueblo.

—Y sin embargo está más delgque una mujer —añade Kieran.

Loran y yo reímos y yo le paso

exiguo trocito de pan a Eo. —Alégrate —la animo—. Estauna noche de celebración.

—No tengo hambre —responde. —¿Ni siquiera si el pan lleva capor encima?

No va a tardar en hacerlo.Eo me dedica esa media sonr

como si supiera algo que yo no sé.A las doce, un grupito de quinca

desciende con gravibotas desde la O



Llevan sucias las armaduras de mcalidad. Muchos de ellos son chicancianos retirados de las guerras dTierra. Pero no es eso lo que impoLlevan las porras eléctricas y achicharradores en fundas cerradas

hebillas. Nunca he visto usar ningunesas armas. No las necesitan. Tieneaire, la comida y el puerto. Nosotro

enemos ni un solo achicharrador disparar. Y no será porque Eo quisiera robar uno.

Los músculos de la mandíbula dese contraen al ver a los quincallas fen sus gravibotas. Se les une el jueminas, Timony cu Podginus,

nsignificante hombre de pelo cob



perteneciente a los peniques (o cobres, por usar el nombre apropiad

—Mirad, mirad, ¡sucios roñososes dice Dan el Feo.

Cae el silencio sobre las distincelebraciones cuando flotan so

nosotros. Las gravibotas del magistPodginus son de una calidad inferiorque se tambalea en el aire como

estuviera senil. Más quincallas bajaun graviascensor. Podginus extiendededos de sus pequeñas manos cuidde manicura.

—Compañeros colonos, maravilloso es ver vuestros festeDebo confesar —contiene una risit

debo confesar que me emociona



naturaleza rústica de vuestra feliciBebidas sencillas. Alimentos senciBailes sencillos. Oh, qué hermoespíritus los vuestros, y la maneraque os entretenéis. Ay, ojalá puddivertirme igual. ¡Hoy en día ni siqu

ogro encontrar el placer fuera planeta con las rosas de un prostídespués de una comida de exqu

amón y tarta de piña! ¡Qué tristezmía! Cómo se echa a perder el almpudiera ser como vosotros… Peropuedo cambiar mi color y, dadacondición de cobre, estoy condenalevar una vida tediosa de da

burocracia y gestiones.

Chasquea la lengua y brincan



rizos de color cobre al desplazarsebotas.

—Pero vayamos a lo importantehan cubierto todas las cuotas, exceptel caso de Mu y Chi. Por eso recibirán carne, leche, espec

productos higiénicos, comodidadecuidados dentales este mes. Solo av productos básicos. Entenderéis qu

naves de la órbita de la Tierra spueden traer un número determinadsuministros a las colonias. ¡Recuvaliosos! Y tenemos que dárselos aque de verdad rinden. ¡A lo mejor ael siguiente trimestre, Mu y Cperderéis menos el tiempo!

Mu y Chi perdieron una docena



hombres en una explosión de gas ca que temía el tío Narol. No perdi

el tiempo. Murieron.Sigue parloteando un rato más a

de llegar a lo que de verdad impoMuestra el Laurel y lo sostiene e

aire, cogido con los dedos. Erecubierto de una imitación de oro, a ramita resplandece de igual m

Loran me da un codazo. El tío Npone mala cara. Me reclino enasiento, consciente de los ojos que efijos en mí. Los jóvenes me toman cejemplo. Los niños adoran a sondeainfiernos. Pero también los ancianos están pendientes de mí, c

suele decir Eo. Soy su orgullo, su c



de oro. Ahora les enseñaré cómo aun hombre de verdad. No salvictorioso. Me limitaré a inclinacabeza y sonreír.

—Y tengo el honor, de parte archigobernador de Marte, Nerón

Augusto, de otorgar el Laurel poproductividad y la excelencia mantemes tras mes, y por su glori

obediencia, fortaleza y sacrificio…Gamma se lleva el Laurel.Y nosotros no.



4

EL REGALO

Cuando las cajas adornadas del Labajan hasta los gammas, pienso eastuta que ha sido la jugada. No dejarán ganar el Laurel. No les impque las matemáticas no cuadren. Nomporta que los jóvenes proteste

gritos ni que los viejos se lamentena misma trillada sabiduría de siemEsto no es más que una demostració

poder. Ahí reside su poder. Decide



ganador. Un juego de méritos quegana al nacer. Mantiene la jerarqnamovible. Mantiene nuestro esfuer

nos aleja de confabulaciones.Incluso a pesar de nues

decepción, una parte de nosotros

culpa a la Sociedad. Culpamos agammas que reciben los regaSupongo que la gente no puede od

odo el mundo. Y cuando ve las costde sus hijos a través de las cammientras sus vecinos se llenan la tde estofados de carne y de pastelesdifícil odiar a otros que no sean ePodrías pensar que lo van a compapero no lo hacen.

Mi tío se encoge de hombros.



demás están rojos de ira. Loran paque fuera a atacar a los quincallasos gammas. Pero Eo no deja que

crispe. No deja que se me blanqueennudillos cuando cierro los puños, lde furia. Ella sabe mejor que mi pr

madre el genio que tengo, y sabe ccalmar mi ira antes de que estalle.madre sonríe con dulzura cuando v

Eo cogerme del brazo. Cómo quiemi mujer. —Baila conmigo —me susurra.Les grita a los músicos

continúen y a los que tocan los tambpara que sigan tocando. No cabe dde que está llena de rabia. Ella odia

Sociedad más que yo. Y por eso am



mi mujer.Pronto resuena la vertiginosa mú

de las cítaras y los ancianos aporreamesa. Las faldas vuelan. Los repiquetean y se deslizan por el suelo agarro a mi mujer mientras los cl

se dejan arrastrar por el baile alredde la plaza para unirse a nosotSudamos y reímos e intentam

olvidarnos de la rabia. Los crecimos juntos, y ahora somos aduEn sus ojos veo mi corazón. Enaliento escucho mi alma. Ella esierra. Ella es mi familia. Mi amor.

Me aparta de allí entre risas. abrimos camino entre la multitud

estar a solas. Pero no se detiene cua



ogramos dejar al resto atrás. Me por caminos de metal y techos bajoscuros hacia los túneles antiguos, ha la hilandería donde se afanan mujeres. Es la hora del cambio de tu

—¿Adónde se supone que vam

—pregunto. —No sé si recuerdas que teregalos para ti. Y si te disculpas po

u regalo haya quedado un pdeslucido, te doy un guantazo.Al ver un bulbo de hemanto

como la sangre asomar de un muroarranco y se lo doy.

—Mi regalo —digo—. Claro enía intención de sorprenderte.

Suelta una risita.



—Bueno, vale. Esta mitad de dees mía. La mitad de fuera es tuya. No tires! Me quedo también con

parte.Huelo el hemanto en su mano. T

un aroma a herrumbre y a los esc

guisos de mi madre.Dentro de la hilandería, aracnogusanos, que son del grosor d

muslo, están recubiertos de pelo negmarrón y tienen largas paesqueléticas, tejen seda a nuealrededor. Se arrastran por las vigasdelgadas patas desproporcionarespecto al voluminoso abdomen. Eoguía hasta el nivel más alto de

hilandería. Las viejas vigas de m



están cubiertas de seda. Me estremal contemplar esas criaturas en el te en el suelo. De víboras entiendo

aracnogusanos, no. Los tallistas dSociedad los crearon. Riéndose, Eoleva hasta una pared y tira de una d

cortina de tejido membranoso descubre un conducto de metal oxida —Ventilación —dice—.

argamasa de los muros cedió pdejarlo al descubierto hace una semY también un viejo conducto.

—Eo, nos darán latigazos si encuentran. No nos está permitido…

—No voy a dejar que echen a peeste regalo también. —Me da un bes

a nariz—. Vamos, sondeainfiernos



este túnel no hay ni un solo talafundidor.

La sigo durante una larga seriegiros a través del estrecho correhasta que salimos por una rejilla mundo de sonidos inhumanos. Un s

zumbido llena la oscuridad. Ella coge de la mano. Es lo único queresulta familiar.

—¿Qué es eso? —pregunto. —Animales —responde, y adentra en la noche desconocida. Nalgo blando bajo los pies. Intranqdejo que tire de mí hacia delantHierba. Árboles. Árboles, DarrEstamos en un bosque.

El perfume de las flores. Desp



uces en la oscuridad. El centelleoanimales con el abdomen verevoloteando en la negrura. Enornsectos de alas iridiscentes alzánd

desde las sombras. Palpitan de vidcolor. Recobro el aliento y Eo se

cuando una mariposa pasa tan cercmí que puedo tocarla.Todas estas criaturas se mencio

en nuestras canciones, pero solo hemos visto en la HP. Tienen colque jamás habría imaginado. Mis no han visto más que tierra, el fulgoa perforadora, a mis hermanos roj

el gris del cemento y del metal. Laha sido la ventana a través de la qu

visto el color. Pero este es



espectáculo diferente.Los colores de los animales

vuelan me queman los ojos. Me iemblo, alargo el brazo y toco a

criaturas que flotan ante mí enoscuridad. Como si volviera a se

niño, las cojo entre mis maahuecadas y alzo la mirada haciaecho despejado de la habitación. Es

burbuja transparente por la que se asel cielo.El cielo. Hasta ahora no era más

una palabra. No puedo ver la superficie de M

pero sí puedo ver más allá. Las estrbrillan apenas con elegancia en un c

negro como el aceite. Como las l



que cuelgan sobre nuestro sector. Dmpresión de que Eo pudiera unir

ellas. El rostro le brilla contemplarme, y se ríe cuando me pode rodillas y aspiro el aroma dehierba. Es un olor extraño, dulc

evocador, aunque no tengo recuerdoella. Mientras los animales zumban ea maleza, en los árboles, cojo a Eo

arrastro al suelo y la beso con los abiertos por primera vez. Los árbolas hojas se mecen con suavidad po

aire que entra por los conductosventilación. Y bebo los sonidos, olores y las imágenes, mientras mi m yo hacemos el amor en una cam

hierba bajo un techo de estrellas.



—Esa es la galaxia de Andróm—me explica después, cuando estaumbados sobre nuestras espaldas.

Los animales gorjean en oscuridad. El cielo sobre mi cabezalgo aterrador. Si lo miro con demas

fijeza, me olvido de la atracción dgravedad y siento como si fuera a hacia él. Los escalofríos me recorre

espalda. Soy una criatura de recovede túneles, de pozos. La mina eshogar, y parte de mí quiere irrefugiarse, alejarse de esta extrhabitación de seres vivos y espaabiertos.

Eo gira sobre su costado p

mirarme y pasa los dedos por



Ya no estoy enfadado. No timportancia. Después de ver esto, niene importancia.

—¿De qué estás hablando? pregunta bruscamente—. Tiene mportancia que nunca. Has ganad

Laurel, pero no te han dejquedártelo. —Da igual. Este lugar…

—Este lugar existe, pero no permiten venir, Darrow. Los grises sguardan para ellos. No lo comparten

—¿Por qué deberían? —pregconfundido.

—Porque lo hicimos nosotPorque es nuestro!

—¿Lo es?



La idea me resulta ajena. Tcuanto poseo es mi familia y a mismo. Todo lo demás pertenece Sociedad. Nosotros no pusimosdinero para enviar aquí a los pioneSin ellos estaríamos en la Ti

moribunda con el resto de la humani —¡Darrow! ¿Acaso eres tan que no ves lo que nos han hecho?

—Vigila esa lengua —le advicon firmeza.Tuerce la mandíbula. —Lo siento. Es que… estam

encadenados, Darrow. No somcolonos. Bueno, sí, claro que lo somPero sería más apropiado llamar

esclavos. Mendigamos com



Mendigamos los Laureles como perros mendigan las sobras de las mde sus amos.

—Puede que tú seas una esclavaespeto—. Pero yo no. Yo no mendYo me gano las cosas. Soy

sondeainfiernos. Nací para sacrificapara dejar Marte preparado parahombre. Hay nobleza en la obedienc

Eo levanta las manos en un gestmpotencia. —¿Qué eres? ¿Una marion

parlanchina? Escupiendo sus maldmentiras. Tu padre tenía razón. Puque no fuera perfecto, pero tenía ra—Agarra una mata de hierba y

arranca del suelo. Parece una especi



sacrilegio—. Tenemos derecho reclamar esta tierra, Darrow. Nuesudor y nuestra sangre la regaron. así, pertenece a los dorados, aSociedad. ¿Desde hace cuánto tiem¿Cien o ciento cincuenta años

pioneros que cavan y mueren? Nosoponemos la sangre y ellos las órdePreparamos la tierra para los col

que nunca han vertido ni una gotasudor por nosotros, colores quesientan tan cómodos en sus tronos en la Tierra, colores que nunca estado en Marte. ¿Merece la pena vpara eso? Te lo repito: tu padre trazón.

Niego con la cabeza.



—Eo, mi padre murió antes cumplir veinticinco años porque trazón.

—Tu padre era débil —farfulla. —¿Y qué narices quieres decir

eso?

Noto cómo la sangre me enrojecrostro. —Quiero decir que tu padre

demasiado comedido. Quiero deciru padre tenía el sueño correcto, murió por no luchar para convertirlrealidad —replica con brusquedad.

—¡Tenía una familia que protege —Era aún más débil que tú. —Cuidado —siseo.

—¿Cuidado? ¿Y esto me lo d



Darrow, el demente sondeainfiernoLico? —Me lanza una soncondescendiente—. Tu padre ncuidadoso y obediente. Pero ¿y tú?me lo pareció cuando me casé conLos demás dicen que eres como

máquina porque creen que nunca sentido miedo. Están ciegos. No hasta qué punto te ata el miedo.

Me acaricia la clavícula con la de hemanto en una repentina muestrernura. Es una criatura cambiante

flor es del mismo color que la cnupcial de su dedo.

Me giro sobre un codo para mirde frente.

—Suéltalo. ¿Qué es lo que quier



as abstracciones a las que se entreg —Así que me quieres por

piensas que yo creo que hay cosasas que merece la pena arriesgarseogro descifrar—. ¿O porque

ambicioso?

—Porque tienes coco —se burlaMe obliga a que se lo preguntenuevo.

—¿Qué quieres que haga, Eo? —Actuar. Quiero que uses tus dpara hacer realidad el sueño de tu paYa sabes cómo te observa la gecómo sigue tus pasos. Quiero pienses que por tener esta tierra, nuierra, merece la pena arriesgarse.

—¿Arriesgar qué?



—Tu vida. Mi vida.Resoplo. —¿Tantas ganas tienes de librart

mí? —Habla y ellos te escucharán —

apremia—. Es así de simple. Todos

oídos quieren escuchar una voz queguíe en la oscuridad. —Magnífico, así me colgará

batallón. Soy hijo de mi padre. —No te colgarán.Río con brusquedad. —La de certezas que tiene mi m

Me colgarán. —Tú no has nacido para ser

mártir. —Vuelve a tumbarse, con

suspiro de desilusión—. No entend



qué finalidad tiene. —Ah. Entonces dímelo tú, Eo. ¿C

es la finalidad de morir? Yo solo sohijo de un mártir. Dime lo que consiese hombre al robarme un padre. Dqué sentido tiene toda esa mal

risteza. Dime por qué ha sido mejoraprendiera a bailar con mi tío que mi padre. —Sigo—. ¿Acaso esa mu

puso comida en tu mesa? ¿Acaso menuestras vidas en algo? Morir por causa no ayuda en ninguna maldita c

o hizo más que robarnos su risaSiento cómo los ojos me escuecenas lágrimas—. Solo nos robó un p un marido. Así pues ¿y qué si la

no es justa? Si uno tiene familia, es



o único de lo que debería cuidar.Se pasa la lengua por los labios

oma un tiempo antes de responder. —La muerte no está vacía com

dices. El vacío es la vida sin liberDarrow. El vacío es vivir con

cadenas del miedo, el miedo apérdida, a la muerte. Lo que propoes que rompamos esas cadenas. Ro

as cadenas del miedo y romperáscadenas que nos atan a los dorados,Sociedad. ¿Te lo imaginas? Mpodría ser nuestro. Podría pertenecos colonos que sirvieron aquí co

esclavos, que murieron aquí. —Es fácil ver su rostro ahora que la noch

palideciendo más allá del te



ransparente. Está viva, es magníficSi guiaras a los demás hacia ibertad… Las cosas que podrías ha

Darrow. Las cosas que poddesencadenar. —Se calla y veo qubrillan los ojos—. Se me parte el a

cuando pienso en todo lo que podhacer. Tienes tanto, tantísimo potenpero te pones unas metas tan bajas…

—No haces más que repetir mismos argumentos —le rebato amargura—. Crees que merece la pmorir por un sueño. Yo digo que Dices que es mejor morir de pie.digo que es mejor vivir de rodillas.

—¡Ni siquiera estás viviendo!

espeta—. Somos seres mecánicos,



mentes mecánicas, vidas mecánicas… —¿Y corazones mecánicos?

pregunto—. ¿Eso lo que soy? —Darrow… —¿Qué es lo que te da fuerzas p

vivir? —le pregunto de pronto—. ¿

¿La familia y el amor? ¿O acaso asueño? —No es solo un sueño, Darr

Vivo por el sueño de que mis hnazcan libres. Que puedan ser lo deseen. Que posean la tierra quepadre les dio.

—Yo vivo para ti —digo risteza.

Me besa en la mejilla.

—Entonces tienes que vivir por



más.Un largo y terrible silencio

nterpone entre nosotros. No entiendmiserable que me hacen sentir palabras, cómo me retuerce a volunPorque no me quiere como yo la qu

a ella. Su espíritu es tan elevado, mío tan inferior… ¿No soy lo bastbueno para ella?

—¿Dijiste que tenías otro regpara mí? —digo, cambiando de tema Niega con la cabeza. —En otro momento. El sol se

alzando. Contémplalo conmigo una al menos.

Nos tumbamos y vemos cómo la

entra en el cielo como si fuera



marea hecha de fuego. No se parenada que pudiera haber imaginadoogro reprimir las lágrimas que

acumulan en mis ojos mientras el mudel otro lado se llena de luz y árboles del lugar revelan sus col

verdes, marrones y amarillos. Es belleza. Es un sueño.Guardo silencio mient

regresamos hacia los lóbreconductos grises. Las lágrimpermanecen en mis ojos y, despuéque la majestuosidad de lo que he vdesaparezca, me pregunto qué es loEo quiere de mí. ¿Quiere que cojafalce y comience una rebelión?

moriría. Mi familia moriría.



moriría, y no me arriesgaría a perdpor nada. Ella lo sabe.

Mientras intento imaginar cpodría ser su otro regalo, salimos os conductos de la hilandería. Salgoubo yo primero y extiendo una m

hacia ella cuando oigo una voz. Tienacento untuoso, de la Tierra. —Rojos en nuestros jardines

farfulla—. Menuda sorpresa.



5

LA PRIMERA CANCIÓ

Dan el Feo está de pie con quincallas. Las porras eléctrchisporrotean en sus manos. Dos dehombres se inclinan sobre las bametálicas de las vigas de la hilandDetrás de ellos, las mujeres de M

Ípsilon envuelven la seda de los gusen largas varas plateadas. Sacudencabezas con insistencia al verme, c

si me aconsejaran que no fuera id



Hemos entrado en zonas no permitEso significa latigazos; pero, si resisto, significará la muerte. MatarEo y me matarán a mí.

—Darrow… —susurra Eo.Me interpongo entre Eo y

quincallas, pero no me resisto. permitiré que muramos tan solo echar un vistazo a las estrellas. Extie

os brazos para que sepan que rendiré. —Sondeainfiernos —les dice Da

Feo a los demás entre risitas—. hormiga más fuerte no deja de ser hormiga. —Me golpea con la peléctrica en el estómago. Duele c

cuando te muerde una víbora y a la



e patea una bota. Caigo al suelo,aliento, las manos en la rejilla de mLa electricidad serpentea por mis ve

oto que la bilis me sube porgarganta—. Ahora tú, sondeainfier—Deja caer una de las porras eléctr

frente a mí—. Te lo ruego. Intenta dacon eso. No habrá consecuencias. un poco de diversión. Intenta darm

puñetero golpe. —¡Hazlo, Darrow! —grita Eo. No soy estúpido. Levanto las ma

en señal de rendición y Dan susdecepcionado mientras me cierra esposas magnéticas alrededor de muñecas. ¿Qué habría preferido Eo

hiciera? Los insulta cuando ellos



nmovilizan los brazos y nos arrastros dos por la hilandería hasta

celdas. Esto significará el látigo. Psolo el látigo, porque yo no recogporra eléctrica, porque no escuché a

Paso tres días en la celda de la Oantes de ver a Eo de nuevo. Bridge,

de los quincallas más viejos y amabnos saca de allí juntos; deja que oquemos. Me pregunto si ella

escupirá, si me maldecirá por mpotencia. Pero se limita a cogerm

dedos con suavidad y acercar sus laa los míos.

—Darrow.



Me acaricia la oreja con los labSu aliento es cálido, y tiene los laemblorosos y agrietados. La si

frágil cuando me abraza, como una pequeña hecha de alambres y envuen una piel pálida. Le flaquean

rodillas y se estremece apretada comí. La calidez que vi en su romientras contemplábamos el aman

se ha esfumado y la ha abandoncomo un borroso recuerdo. Peroapenas veo nada que no sean sus ojsu pelo. La rodeo con los brazos y os murmullos de la multitud

abarrota el área común. Los rostronuestro clan y de nuestra familia

clavan en nosotros mientras estamo



pie al borde del los patíbulos dondedarán los latigazos. Me siento comniño bajo esas miradas, bajo las luamarillentas.

Me parece soñar cuando Eo me que me quiere. Su mano se demora

mía. Pero hay algo extraño en sus oSolo deberían azotarla, pero palabras son definitivas; sus ojos, tr

pero sin miedo. Está despidiéndose.pesadilla comienza a invadir corazón. Puedo sentirla como siclavo me raspara la columna vertecuando ella susurra un epigrama enoído. «Rompe las cadenas, amor mío

Y entonces me separan de

irándome del pelo. Las lágrimas



bañan el rostro. Esas lágrimas son mí, aunque no entiendo por qué. ogro pensar. El mundo me da vue

Me estoy ahogando. Unas manos áspme obligan a arrodillarme y despiran de mí hacia arriba. Nunca

escuchado este silencio en el ácomún. Los pasos lentos de mis captevantan ecos mientras me obliga

desplazarme.Los quincallas me visten conescalfandra de sondeainfiernos. El acre me hace creer que estoy en cque lo tengo todo bajo control. Nverdad. Me arrastran lejos de Eo, hel mismo centro del área común, y

arrojan al borde de los patíbulos.



escaleras metálicas están oxidadamanchadas. Me agarro a ellas y mhacia la parte superior de los patíbuCada uno de los veinticuatro locutefe sostiene una cuerda de cuero.

esperan en lo alto de la plataforma.

—Ay, qué horribles son situaciones como estas, amigos exclama el magistrado Podginus.

gravibotas de color cobre zumban smi cabeza mientras él flota en el airAy, cómo los vínculos que nos atanestrechan cuando alguien decquebrantar las leyes que nos protegodos.

»Incluso los más jóvenes, incl

os mejores, están sujetos a la Ley.



orden! ¡Sin eso seríamos animales!obediencia, sin disciplina, ¡no hacolonias! ¡Y las pocas colonias quequedarían desgarradas por el desorEl hombre quedaría confinado aTierra. Se revolcaría para siem

amás en ese planeta hasta el fin deiempos. Pero ¡el orden! ¡La discipLa ley! Esas son las cosas que

poder a nuestra raza. Maldita seacriatura que rompa estos acuerdos.El discurso resulta más elocuent

o habitual. Podginus está intentampresionar a alguien con nteligencia. Alzo la mirada hacia

escaleras, y lo que veo es algo que

esperaba que este par de ojos v



amás. Duele mirarlo, embeberse eesplendor de su cabello, de su embleVeo a un dorado. En este lumonótono, él es como imagino serían los ángeles. Cubierto pormanto dorado y negro. Envuelto e

sol. Un león que ruge sobre su pechoTiene un rostro talludo, severpoderoso. Su pelo resplandece, pei

hacia atrás y pegado a la cabeza. Nisonrisa, ni una arruga de desagrmarcan sus labios finos; el único sque veo es el de una cicatriz, qurecorre el pómulo derecho.

He sabido por la HP que una cicasí solo la llevan los más puros de e

os dorados. Los Marcados co



Únicos. Así los llaman. Son hombrmujeres del color dirigente que se graduado en el Instituto, el lugar doaprenden los secretos que algún permitirá a la humanidad colonodos los planetas del Sistema Solar

Podginus no nos habla a nosotrosdirige a otro dorado, uno alto y delgan delgado que al principio creí que

una mujer. Sin cicatriz alguna, el rodel magistrado está cubierto con capa de una pasta extraña que resalcolor de sus mejillas y oculta las arrde su cara. Le brillan los labios. Ycabello le resplandece de una fodiferente a la de su amo. Resulta

espectáculo grotesco de contemplar



piensa lo mismo de nosotros. Olisel aire, desdeñoso. Y el doradomayor edad le habla a él con dulzuno a nosotros.

¿Y por qué iba a hablarnosnosotros? No somos dignos de

palabras de un dorado. Yo apenas qumirarlo. Siento como si ensuciara mpolutas galas con mis ojos de rojo

vergüenza se apodera de mí y luentiendo por qué.Su cara me resulta familiar. To

os hombres y todas las mujeres decolonias la conocen. Aparte de Octau Lune, este es el rostro más célebrMarte: el de Nerón au Augusto.

archigobernador de Marte ha venid



escalfandra que me acababan de poMe veo en la pantalla de la HP queda sobre mi cabeza. Veo la cnupcial colgando del cordel que lalrededor del cuello. Parezco más jode lo que me siento, y más delgado

arrastran por las escaleras y me doencima de una caja metálica junto horca de la que colgó mi padre. Tiem

cuando me tumban encima del frío a me atan las manos con unas ligaduMe llegan el olor del cuero sintéticos látigos y el sonido de la tos de

de los locutores jefe. —Que se haga justicia, para siem

amás —sentencia Podginus.

Los latigazos llegan al mome



Y cuando el último latigazo se hiendmi espalda, él se adelanta como mpedir que llegue otro m

Subconscientemente, creo que él salva. Siento gratitud. Quiero besÉl es la salvación. Pero sé que

recibido los cuarenta y ocho.Entonces me arrastran y me echun lado. Dejan la sangre. Estoy se

de que he gritado, convencido de ququedado en ridículo. Oigo que sacmi mujer.

—Ni siquiera los jóvenes, siquiera los bellos pueden escapar dusticia. El bien de todos los col

exige que preservemos el orden y

usticia. Sin ellos reinaría la anarq



Sin la obediencia, ¡el caos! El homperecería bajo las irradiadas arenaa Tierra. Bebería de los devasta

océanos. La unidad es indispensaQue se haga justicia, para siemamás.

Sus palabras resuenan huecas.A nadie le ofende verensangrentado y maltrecho. Pero cu

arrastran a Eo al patíbulo se oyen grImprecaciones. Incluso ahora preciosa, incluso privada de la luzvi en ella hace tres días. Es un áncluso cuando me ve y las lágrimabañan el rostro.

Todo esto por una pequeña avent

Todo esto por una noche bajo



estrellas con el hombre a quien aAun así está tranquila. De haber mes el que está dentro de mí, porsiento algo extraño en el ambienteescalofrío le recorre la piel cuandumban encima de la caja fría.

estremece. Ojalá mi sangre la hubcalentado para ella.Cuando azotan a Eo, intento

mirar. Pero duele más abandonarla.ojos se cruzan con los míos. Brcomo rubíes. Tiemblan cada vez quátigo cae sobre ella. «Pronto acaodo esto, amor mío. Pronto volvere

a nuestras vidas. Resiste el látigvolvamos a tenerlo todo». Pero ¿

capaz de soportar tantos latigazos?



Suplico porque en los ojos de mi mveo algo que me aterra.

Veo su lucha interior mienmarcan su espalda con línsangrientas. Veo cómo la ira se apoderando de ella. Por algún mo

no está asustada. —No. No. No —le suplico—. por favor, ¡no!

—Amordazad a ese miserable. Ios oídos del archigobernador —ordPodginus.

Bridge me mete una piedra enboca. Siento náuseas y lloro.

Cuando cae el decimotercer latigcuando intento decirle que no lo h

Eo clava en mí la mirada por última



empieza a cantar. Es una meloranquila, una melodía de profuristeza, como la canción que susurprofundidad de las minas al soplaviento en los pozos abandonados. Ecanción de la muerte y del lamento

canción prohibida. La canción que había oído una vez.La matarán por esto.

Su voz es suave y melódica, aunno es en absoluto tan preciosa coella. El eco se escucha por toda el común, y se alza como el casobrenatural de una sirena. Cesanatigazos. Los locutores jefe

estremecen. Incluso los quinca

sacuden las cabezas con tristeza



Podginus, sin molestarse en escondefascinación.

—Pero, señor… —Ningún animal salvo el hombr

arroja voluntariamente a las llamcobre. Disfruta del espectáculo.

volverás a verlo. —Se vuelve al eqde cámaras—. Seguid grabanEliminaremos las partes que

parezcan intolerables.Qué fútil hacen esas palabras parezca el sacrificio de Eo.

Pero nunca he visto a mi esposa bella que en ese momento. Enfrentadrostro frío del poder, ella es el fuEsta es la chica que bailó en la tab

lena de humo, envuelta en una me



roja. Esta es la chica que tejió parauna cinta nupcial con sus propcabellos. Esta es la chica que emorir por una canción de muerte.

Amor mío, amor mío,

recuerda las lágrimascuando la muerte del invierno dio pasoa los cielos de primaverarugían y rugían

pero nosotros recogíamos las semillas, sembrábamos una cancióncontra su avaricia.

Y valle abajoescucha el vaivén del segador, el

vaivén del segador,el vaivén del segador.

Y valle abajo



oye el canto del segador,la canción de un invierno que acaba.

Hijo mío, hijo mío,recuerda las cadenascuando el oro reinaba con riendas de

hierrorugíamos y rugíamos

y nos retorcíamos y gritábamos por un nosotros, por un vallede sueños más prósperos.

Cuando su voz alcanza por fin la máxntensidad y a la canción se le acaas palabras, sé que la he perdido

convierte en algo más importante; y razón: no lo entiendo. —Una melodía pintoresca. Pero

esa toda tu fuerza? —le pregunta



archigobernador cuando termina.La mira a ella, pero habla alto,

a multitud, para los que lo verán endemás colonias. Su séquito suelta risita ante el arma de Eo, una canc¿Qué es una canción sino notas lanz

al aire? Inútil como una cerilla bajormenta contra el poder del doros ridiculiza.

—¿Quiere alguno de vosotros una ella en el canto? Os lo implaudaces rojos de… —mira a ayudante, que le hace saber el nommoviendo los labios— Lico. Uníos deseáis.

Apenas logro respirar con la pie

en la boca. Me arranca astillas de



molares. Las lágrimas me corremares por el rostro. No se oye ningvoz en la multitud. Veo a mi maemblar de ira. Kieran aprieta a su m

contra él. Narol tiene la mirada claven el suelo. Loran gime. Están to

aquí, todos en silencio. —Ay, Su Excelencia, parece quchica está sola en su fanatismo

declara Podginus. Eo no mira a nmás que a mí—. Esto deja claro quopinión es la de un marginado, la dnadaptado. ¿Acaso deberíam

proceder? —Sí —responde el archigoberna

ociosamente—. Tengo una cita

Arcos. Colgad a esta perra roñosa



sea que se ponga a aullar otra vez.



6

LA MÁRTIR

Por Eo, no reacciono. Soy la ira. Soodio. Todo. Pero le sostengo la mincluso cuando se la llevan y le pone

soga alrededor del cuello. MiroBridge y me quita la mordaza de la bsin decir palabra. Mis dientes

volverán a ser los mismos. Las lágrise acumulan en los ojos del quincMe aparto de él y avanzo a trompic

hasta los pies del cadalso para que



quiero. Y ella ha elegido. No entiendo, pero no permitiré que msin recibir de mí nada que no sea am

Dan el Feo tiene que ayudar a Dsubir las escaleras hasta el patíbropieza sin parar y está aturdida cua

se inclina hacia su hermana. Lo queque le dice, yo no lo oigo; pero Dio escapar un gemido que me atormen

para siempre. Me mira mientras ll¿Qué le ha dicho mi esposa? mujeres lloran. Los hombres se sos ojos. Tienen que golpear a Dio

apartarla de su hermana. Aun asíaferra a los pies de Eo, llorandoarchigobernador hace un gesto co

cabeza, aunque ni se molesta en m



cuando, al igual que hicieron conpadre, cuelgan a Eo.

—Vive para algo más —me dmoviendo los labios. Mete la mano ebolsillo y saca el hemanto que leEstá deshecho y aplastado. Después

voz alta, grita—: ¡Rompe las cadenaLa trampilla que hay debajo depies se abre. Cae y, durante un mom

su pelo queda suspendido sobrecabeza como una flor roja. Entoncepies se agitan en el aire y cae.delicada garganta se le llena de arcaLos ojos se le abren de par en parpudiera salvarla de esto… Si pudprotegerla… Pero el mundo se

convertido en un lugar frío y duro



mí. No se doblega como yo querríao hiciera. Veo cómo muere mi muj

cómo cae el hemanto de su manocámara lo graba todo. Corro hacia ee beso los tobillos. Sostengo

piernas contra mi pecho. No perm

que sufra.En Marte hay poca gravedad, asíhay que tirar de los pies para romp

cuello. Dejan que sean los sequeridos quienes lo hagan.Pronto no se oye nada, ni siquier

crujido de la soga.Mi mujer pesa demasiado poco. No era más que una niña.Comienzan los golpes del Lam

Languideciente. Los puños contra



pechos. Miles. Rápidos, como corazón que late a toda prisa. Mdespacio. Un latido cada segundo.atido cada cinco. Un latido cada d

Después, ninguno más, y la masa lúgse aleja como polvo sostenido en

palma de la mano cuando los viúneles ululan con el viento de profundidades.

Y los dorados se marchan voland

El padre de Eo, Loran y Kieran se pa noche sentados junto a mi pu

Dicen que están aquí para hacecompañía, pero están ahí para vigila

para asegurarse de que no me mato



quiero morir. Mi madre me vendaheridas con seda que mi hermLeanna, ha robado de la hilandería.

—El nervonucleico tiene que eseco o te quedará cicatriz.

¿Qué son las cicatrices? Ape

mportan. Eo no las verá. ¿Por qué a importarme? Nunca volverá a pasaa mano por la espalda. Nunca volve

besarme las heridas.Se ha ido.Estoy tumbado de espaldas

nuestra cama para sentir el doloolvidarme así de mi esposa. Peropuedo olvidar. Sigue colgada, incahora. Por la mañana pasaré cerca

ella de camino a las minas. Pro



apestará y pronto se descompondráhermosa mujer brillaba con demasntensidad como para vivir muiempo. Aún siento el crujido de

cuello en mis manos; tiemblan ahora noche.

En nuestra habitación hay un toculto que excavé en la roca hace muiempo, para poder escaparme cua

era niño. Lo utilizo ahora. Me escabsigilosamente de mi casa por el camsecreto para que mi clan no me alejarme en la penumbra.

El sector está tranquilo. Tranqexcepto por la HP, que retransmitmuerte de mi mujer con una ba

sonora de fondo. Pretendían mostra



futilidad de la desobediencia. Y loconseguido, pero hay algo más envídeo. Muestran mi castigo, y el de Eodo el tiempo suena su canción

cuando muere vuelve a oírse, lo parece darle al vídeo el efe

equivocado. Aunque no fuera mi mveo a una mártir, la preciosa cancióuna chica joven silenciada por la s

de unos hombres crueles.Entonces la HP se ennegrece repente. Nunca había pasado antesOctavia au Lune vuelve con el mimensaje de siempre. Casi da mpresión de que alguien hubogrado controlar la señal, porqu

magen de mi mujer parpadea de nu



en la pantalla gigantesca. —Rompe las cadenas —grita.Entonces desaparece y la pant

vuelve a estar negra. Crepita. Regremagen. Eo vuelve a gritar. Vuelv

negro otra vez. Aparece la programa

habitual, entonces la pantalla muesus gritos por última vez y aparezcirando de sus piernas. Y luego,

nterferencia de estática.Las calles están en silencio mienme dirijo hacia el área común. El tde noche no tardará en regresar. Oigruido y un hombre aparece por la case pone delante de mí. La cara de mme observa con malicia, escondida e

as sombras. Una única bombilla cu



sobre su cabeza, e ilumina la petacaleva en la mano y su andrajosa cam

roja. —Eres igual que tu pad

cabroncete. Estúpido y vanidoso.Cierro los puños.

—¿Has venido a detenerme, tío?Gruñe. —No conseguí evitar que tu padr

matara. Y él era mejor que tú, masea. Se controlaba más.Doy un paso adelante. —No necesito tu permiso. —Claro que no, pichoncito, no

necesitas. —Se pasa una mano popelo—. Aun así, no lo hag

Destrozarías a tu madre; quizá pens



soga.Me lanza su petaca. Camino jun

él con el paso vacilante. —Intenté convencer a tu padre

que se olvidara de su pequeña prot¿sabes? Le dije que las palabras

baile significan tanto como el poIntenté plantarle cara. La cagué. Me fuera de combate. —Lanza un derec

ento—. Llega un momento en la videl que te das cuenta de que un homsabe lo que quiere y es una ofecontradecirlo.

Le doy un trago a la petaca y sdevuelvo. El mejunje sabe más denmás raro de lo habitual. Qué extr

Me obliga a terminármelo.



—¿Tú sabes lo que quieres? pregunta, mientras se da golpecitos cabeza—. Claro que sí. Se me olque yo te enseñé a bailar.

—Terco como una víbora. Fue o que dijiste, ¿no? —digo en voz b

me permito una ligera sonrisa.Camino en silencio con mi durante un momento. Me pone una m

encima del hombro. Un sollozo sequiere escapar del pecho. Lo reprim —Me ha dejado —susurro—. M

dejado sin más. —Sus motivos tendría. Esa chic

era ninguna tonta.Las lágrimas llegan cuando entr

el área común. Mi tío me estruja co



él con un solo brazo y me da un besa coronilla. Es todo lo que me pu

ofrecer. No es un hombre que hnacido para dar afecto. Tiene el ropálido y espectral. Treinta y cinco a ya tan viejo, tan cansado. Una cic

e retuerce el labio superior. El encanece sus espesos cabellos. —Saluda de mi parte a los del v

—me susurra, con la áspera barozándome el cuello—. Brinda conhermanos y dale un beso a mi mujsobre todo a Dancer.

—¿Dancer? —Ya lo conocerás. Y si ves

abuelo y a la abuela, diles que segui

bailando para ellos. No estarán s



mucho tiempo. —Se marcha, despuédetiene y añade, sin darse la vueltRompe las cadenas, ¿me oyes?

—Te oigo.Me deja en el área común, donde

mujer se balancea. Sé que las cám

me observan cuando subo hastapatíbulo. Los escalones son de metalque no crujen. Eo cuelga como

muñeca. Tiene el rostro tan blanco ca tiza y el pelo se le mueve ligeramdebido a los ventiladores que rechen lo alto.

Después de cortar la cuerda cofalce que he robado de las minas, suel lado deshilachado y la h

descender con cuidado. Cojo a mi m



en brazos, y juntos nos ponemoscamino hacia la hilandería. Las del tde noche están haciendo sus últihoras. Las mujeres observan en silemientras llevo a Eo hasta el conductventilación. Allí veo a Leanna,

hermana. Alta y callada como mi mame mira con dureza pero no hace ninguna de las mujeres lo hace.

delatarán la tumba de mi esposa. dirán nada, ni siquiera a cambio chocolate que se les da a los espApenas cinco almas han recibsepultura en tres generaciones: algsiempre termina colgado por eso.

Este es el acto de amor supremo

silencioso réquiem de Eo.



Las mujeres empiezan a lloracuando paso alargan las manos pocar el rostro de Eo, para tocar el m

ayudarme a abrir el conducto ventilación. Arrastro a mi esposa pestrecha tubería de metal y la llevo h

donde hicimos el amor bajo estrellas, el lugar donde me contóplanes y yo no la escuché. Sosteng

cuerpo sin vida y deseo que su almavea en el lugar donde fuimos felicesCavo un agujero junto a la base

un árbol. Mis manos, cubiertas coierra de nuestro suelo, están tan r

como su pelo cuando cojo su mano beso la cinta nupcial. Pongo la p

exterior del bulbo del hemanto sobr



corazón, cojo la interior y la pocerca del mío. Después la beso enabios y la entierro. Pero sollozo a

de terminar. Descubro su cara yvuelvo a besar y aprieto mi cuecontra el suyo hasta que veo un sol

alzándose fuera de la bóveda artifiLos colores del lugar me abrasanojos y no puedo contener las lágrim

Cuando me separo, veo mi casomando de su bolsillo. Me la hizopara que me secara el sudor. Ahorempapo con mis lágrimas y me la lconmigo.

Kieran me golpea en la cara cuando



ve de vuelta en el sector. Loran no puhablar y el padre de Eo se desplcontra una pared. Creen que me fallado. Oigo el llanto de la madreEo. Mi madre me prepara la comidsilencio. No me siento bien. Me cu

respirar. Leanna llega más tarde yayuda a cocinar. Me besa la coronmientras como. Se demora el tie

suficiente para olerme el pelo. Teque usar una sola mano para llevarmcomida a la boca. Mi madre me sosta otra entre sus palmas encallecidas

mira a ella en lugar de a mí, comrecordara cuando era pequeña y tierse preguntara cuándo se volvió

áspera.



Termino la comida justo cualega Dan el Feo. Mi madre noevanta de la mesa cuando me lle

Sigue con la mirada fija en el ludonde estaba mi mano. Me parece cree que si no alza la mirada esto

ocurrirá. Ni siquiera ella tiene taguante.Me van a colgar delante de tod

asamblea a las nueve de la mañana.algún motivo, me siento mareadocorazón me late de forma extrañenta. Escucho el eco de las pala

que el archigobernador le dijo a Eo.«¿Es esa toda tu fuerza?».Mi gente canta; bailamos, amam

Esa es nuestra fuerza. Pero tam



cavamos. Y después morimos. Raraogramos escoger el porqué.

elección es poder. Esa elección ha nuestra única arma. Pero no suficiente.

Me preguntan cuáles serán

últimas palabras. Pido que suba Tiene los ojos hinchados e inyectadosangre. Es una chica muy frági

diferencia de su hermana. —¿Cuáles fueron las últimpalabras de Eo? —le pregunto, aumi boca se mueve con lentitud, de foextraña.

Le echa una mirada furtiva a madre, que al final ha venido, pero n

con la cabeza. Hay algo que no me e



contando. Hay algo que no quierensepa. Un secreto que se mantiene incahora que estoy a punto de morir.

—Dijo que te quería. No la creo, pero sonrío y le do

beso en la frente. No puede soportar

preguntas. Y yo estoy mareado. cuesta hablar. —Le diré que le mandas saludos

Yo no canto. Nací para otras cosaMi muerte es absurda. Es el amorPero Eo tenía razón. No entie

esto. Esta no es mi victoria. Estoegoísta. Me dijo que viviera para más. Quería que luchara. Y aquí esmuriendo a pesar de sus des

Rindiéndome a causa del dolor.



Me da un ataque de pánico comosucede a los suicidas cuando se cuenta de su estupidez.

Demasiado tarde.Siento abrirse la trampilla bajo

pies. Mi cuerpo cae. La soga

despelleja el cuello. Me cruje columna. Unas agujas me atraviesanumbares. Kieran avanza hacia m

rompicones. El tío Narol lo apartun empujón. Con un guiño, me agarros pies y tira.

Ojalá no me entierren.



Hay una fiesta en la que llevamos cara

demonios para proteger a nuestros muertos del vde los espíritus malignos.

Las caras destellan gracias al orope



7

LÁZARO

Estoy muerto, pero no veo a Eo. míos creen que vemos a nuestros squeridos cuando fallecemos. esperan en un valle verde donde el hde las hogueras y el aroma de los guse condensan en el aire. Hay un Anc

con la capa húmeda de rocío mantiene a salvo el valle y nos escon nuestra gente en un camino de pi

unto al cual pastan las ovejas. D



que la niebla allí es fresca y las fldesprenden dulces aromas, y aquellos que fueron enterrados recomás rápido el camino de piedra.

Pero no veo a mi amor. No veovalle. No veo más que luces fantasm

en la oscuridad. Siento una presión como sabría cualquier minero, que esepultado bajo tierra. Dejo escapa

grito silencioso. Me entra tierra eboca. El pánico se apodera de mí.puedo respirar, ni tampoco pumoverme. La tierra me abraza hastaconsigo salir de allí excavando conuñas, siento el aire, aspiro bocanadaoxígeno, jadeo y escupo polvo.

Pasan minutos antes de que mire



encima de mis rodillas. Esacuclillado en una mina desierta,viejo túnel abandonado desde hmucho tiempo pero conectado aúsistema de ventilación. Huele a tiUna única bengala llamea junto a

umba, y proyecta extrañas sombraas paredes. Me deslumbra como hizsol cuando se levantó por encima d

umba de Eo. No estoy muerto.Tardo más tiempo del que po

pensarse en darme cuenta. Pero teuna herida sangrante alrededor cuello, donde la soga se me clavó epiel. Y tengo tierra en los latigazos d

espalda.



Aun así, no estoy muerto.El tío Narol no tiró de mis pies

a fuerza suficiente. Pero seguro quequincallas lo habrían comprobado, ser que estuvieran perezosos. No epensamiento descabellado, pero

algo más. Iba demasiado marecamino del patíbulo. Incluso ahora algo en las venas. Estoy aletarg

como si me hubieran drogado. arol. Él me drogó. Él me enterró. ¿por qué? Y ¿cómo lograría evitar o cogieran cuando descolgó mi cuer

Llega un rumor sordo procedenta oscuridad situada más allá de

bengala. Solo entonces sé que obte

respuestas. Una tanqueta, una especi



escarabajo de metal de seis ruedasarrastra sobre la cresta de un laúnel. La rejilla frontal sisea solta

vapor cuando se detiene frente a Dieciocho focos me deslumbran. Uformas salen de los laterales

vehículo. Se recortan contra resplandor de las luces para agarraEstoy demasiado aturdido como

resistirme. Tienen las manos callosaos mineros y los rostros cubiertosmáscaras de demonios del OctobernY, sin embargo, me mueven suavidad, y me guían en vez de forzaa entrar en la escotilla de la tanqueta

Dentro, la esfera de luz es de un

sangriento. Me acomodo en un r



niega con la cabeza.Después de darse cuenta de su e

el enclenque se revuelve incómodo easiento, pero he dejado de prestatención. Aquí la que manda es la mA diferencia de la del enclenque

máscara es como la de una vieja auna de las brujas de las ciudades cade la Tierra que hacían caldo con

uétano de los huesos de los niños. —Estás hecho un asco.Harmony extiende el brazo p

ocarme el cuello. Le agarro la mase la estrujo. Sus huesos son quebradizos como el plástico hueca mano de un sondeainfiernos.

enclenque hace ademán de coger



porra eléctrica, pero Harmony le incon un gesto que se calme.

—¿Por qué no estoy muerto? pregunto.

A causa del ahorcamiento, mi suena como la gravilla arrastrada s

el metal. —Porque Ares tiene una misión i, pequeño sondeainfiernos.

Tuerce el gesto por el dolor cuae estrujo la mano. —Ares…Mi mente evoca imágenes

explosiones de bombas, miembamputados y caos. Ares. Ya sé qué de misión querrá. Estoy demas

aturdido como para saber siquier



que diré cuando me lo pida. pensamientos no están entre los visino con Eo. Soy una carcasa va¿Qué les habría costado dejaenterrado?

—¿Me podrías devolver la m

a? —pregunta Harmony. —Solo si te quitas la máscara. Sme la quedo.

Se ríe y se retira la máscara.rostro es el día y la noche. El lderecho es una maraña de piel ajadada de sí que se estira y se dobla ediscurrir de ríos de cicatrices. Uquemadura de vapor. Una visfamiliar, aunque no tanto en muje

Resulta infrecuente ver a una muje



mientras rodamos y traqueteamos os túneles abandonados hasta alca

galerías iluminadas y pavimentadas os vehículos. No conozco a estos ro aunque llevan nuestro emblema en

manos no me fío de ellos. No son n

Lambda ni de Lico. Podrían inclusoplatas.Al cabo de un tiempo vislum

otros vehículos de servicio y tanqupor la escotilla. No sé dónde estamaunque eso me preocupa menos quristeza que me crece en el pec

Cuanto más nos alejamos y más tiededico a mis pensamientos, macerante me resulta el dolor. Me toc

cinta nupcial con un dedo. Eo s



muerta. No me está esperando al fineste viaje. ¿Por qué he tenido sobrevivir, si ella no lo ha hecho? ¿qué tiré tan fuerte de sus pies? ¿Hasobrevivido también? Siento entrañas como un agujero negro.

peso espantoso me oprime el pecho hace querer saltar de la tanquetanzarme ante uno de los vehículo

servicio. La muerte es más fácil cuaa la has buscado.Pero no salto. Me quedo ahí sen

con Harmony y con Ralph. Eo qualgo más para mí. Cierro con fuerzpuño en torno a la cinta escarlata dcabeza.

La carretera del túnel se ensan



cuando llegamos a un puesto de convigilado por unos quincallas suciosequipos desgastados. La verja elécni siquiera está electrificada. Dpasar la tanqueta que va delantenosotros después de comprobar un p

que tienen a un lado. Después nos lel turno y yo me remuevo en el asieal igual que Ralph. Harmony suelta

risita desdeñosa cuando el quincescanea el lateral de la tanqueta y hace una señal con la mano para atravesemos la verja.

—Tenemos una clave de acceso.esclavos no tienen cerebro. quincallas son idiotas. Es con las é

con quienes hay que tener cuid



se cierra y Harmony me hace una spara que me baje de la tanqueta.

—Hogar, dulce hogar —diceAhora vamos a ver a Dancer.



me llaman poderosamente la atencson mucho más brillantes que los dmayoría, con volutas de auténtico no de un rojo herrumbroso. Tiene sonrisa paternal.

—Debes de estar preguntánd

quiénes somos —comienza a dDancer con amabilidad.Tiene una voz tranquila, a pesa

su tamaño. Junto a él hay ocho roodos hombres excepto Harmony, qumiran con adoración. Mineros toellos, me parece, con las manos fuerlenas de cicatrices de los de nue

clase. Se mueven con la gracianuestra gente. Algunos fueron sin d

volteadores o arriscados, co



lamamos a los que corren por paredes y ejecutan las cabriolas ysaltos de los bailes. ¿Habrá alsondeainfiernos?

—No se lo está preguntando.Harmony se toma su tiempo p

pronunciar aquellas palabras, las rodar por la lengua. Le aprieta la maDancer cuando lo rodea para mira

—. Aquí el maldito pequeñajoadivinó hace una hora. —Ah. —Dancer le lanza una d

sonrisa—. Claro que sí. De lo contrAres no nos habría pedido que arriesgáramos a traerlo aquí. ¿Sadónde es «aquí», Darrow?

—Eso da igual —murmuro. Mi



mi alrededor, a las paredes, los hom las luces oscilantes. Todo es muy sucio—. Lo que importa es… —

consigo terminar mi propia frasesúbito recuerdo de Eo hace que sequiebre la voz—. Lo que importa es

vosotros queréis algo de mí. —Sí, eso importa —admite DanMe pone una mano en el hombro—.

eso puede esperar. Me sorprende estés en pie. Tienes las heridas despalda llenas de tierra. Vas a neceantibacterianos y restauradodérmicos para evitar que te quecicatrices.

—Las cicatrices no importan

espeto. Me quedo mirando las dos g



de sangre que caen al suelo desdfaldón de mi camisa. Las heridasreabrieron cuando salí de la tumbEo sí está… muerta, ¿verdad?

—Sí que lo está. No podíamsalvarla, Darrow.

—¿Por qué no? —Simplemente no podíamos. —¿Por qué no? —insisto. Lo m

con rabia, y luego miro con rabia aseguidores y siseo las palabras, ununa—. Si me salvasteis a mí, podhaberla salvado a ella. Era a ellquien habríais querido. A la malmártir. A ella le importaba todo estoes que Ares no necesita hijas, sino

hijos?



—Mártires hay hasta debajo depiedras —dice Harmony con un bost

Me adelanto como una serpiente agarro del cuello. Las oleadas de iracrispan la cara hasta que se me quentumecida y siento cómo se

acumulan las lágrimas en los ojos. achicharradores gimen a mi alredmientras se preparan para disparar.

me oprime el cogote. Siento su bfría. —¡Suéltala! —grita alguien

Hazlo, chico!Les escupo, zarandeo a Harmony

vez y la tiro a un lado. Se acurruca esuelo, tosiendo, y después un cuch

brilla en su mano cuando se incorpo



Dancer se interpone entre nosotrenqueante.

—¡Basta ya! ¡Los dos! ¡Darrow,favor!

—Tu chica era una soñadora, ch—me escupe Harmony desde detrá

Dancer—. Tan inútil como una llsobre el agua… —Harmony, maldita sea, cierra

esa bocaza —ladra Dancer—. Apaesas malditas cosas. —Lachicharradores se apagan. Despuéun tenso silencio, se inclina haciapara hablarme. Baja el tono de vozrespiración está agitada—. Darrsomos amigos, somos amigos. No pu

hablar por Ares, ni te puedo decir



qué no pudo ayudarnos a salvar chica: no soy más que una de sus ma

o puedo quitarte el dolor, ni tamppuedo devolverte a tu mujer. PDarrow, mírame. Míramsondeainfiernos. —Lo hago. Clav

mirada en esos ojos rojos comosangre—. Hay muchas cosas quepuedo darte. Pero sí puedo d

usticia.Dancer camina hacia Harmony susurra algo; tal vez que tenemos quamigos. No lo seremos. Pero promque no la estrangularé, y ella promque no me apuñalará.

La chica guarda silencio cuando

aparta de los otros y me guía a travé



Los soñadores como tu chica elenos de limitaciones, pequ

sondeainfiernos. —Se asegura de quhable—. Entiéndelo. El único poderienen está en la muerte. Cuanto peo

su muerte, más fuerte será su voz, y

ntensos los ecos. Pero tu mujer cumsu propósito.Su propósito. Suena muy f

distante y triste, como si mi risuchica llena de sonrisas solo hubestado destinada a la muerte. palabras de Harmony se me queclavadas y miro fijamente la rejillmetal antes de darme la vuelta mirar esos ojos airados.

—Entonces ¿cuál es tu propósito



Harmony levanta las macubiertas de sangre y tierra.

—El mismo que el tuyo, pequsondeainfiernos. Hacer que el sueñconvierta en realidad.

Después de que Harmony me limpierra de la espalda y me ponga

nyección de antibacterianos, me lleuna habitación que está junto a un gde generadores ronroneantes. abarrotado alojamiento médico tfilas de catres y una cisterna de aMe deja solo. La ducha es aerrorífico. Aunque es más delicado

el aire del ventilador, la mitad



iempo siento que me estoy ahoganda otra mitad siento una mezcla

agonía y éxtasis. Abro el grifo de acaliente hasta que se forma un vdenso y el dolor me lacera la espald

Una vez limpio, me visto con

extrañas prendas que me han preparo es ni un mono ni una prenda hecmano como las que estoy acostumb

a llevar. El material es lustrosoelegante, como si estuviera destinavestirlo alguien de otro color.

Cuando Dancer entra en habitación aún estoy a medio veArrastra el pie izquierdo, casi nutilizado como su brazo izquie

Aun así es un hombre impresiona



más ancho que Barlow, y mparecido que yo a pesar de la edad as cicatrices de mordeduras de

cuello. Lleva un bol de hojalata ysienta en uno de los catres, que cbajo su peso.

—Te salvamos la vida, Darrow. que tu vida es nuestra, ¿no estásacuerdo?

—Mi tío me salvó la vida —digo —¿El borracho? —resopla—. mejor que ha hecho ha sido hablarnoi. Y tenía que haberlo hecho cua

eras un chaval, pero te mantuvosecreto. Ha trabajado para nosocomo informante desde antes de

muriera tu padre, ¿lo sabías?



—¿Lo han colgado? —¿Por haberte descolgado? Esp

que no. Le dimos un inhibidor de spara apagar las anticuadas cámaHizo su trabajo con sigilo.

El tío Narol. Locutor jefe, p

borracho como una cuba. Siempre pque era débil. Todavía lo es. Ninhombre fuerte bebería como él ni es

an amargado. Pero nunca se merecmanera en que lo desprecié. Aun ¿por qué no salvó a Eo?

—Te comportas como si mi tídebiera algo.

—Se lo debe a su pueblo. —Pueblo. —Me río de esa pala

—. Está la familia. Está el clan. Pu



que también estén el sector y la mpero el pueblo… Pueblo. Y comportas como si me representacomo si tuvieras algún derecho sobrvida. Pero no eres más que un estúpTodos vosotros, los Hijos de Ares

Mi voz suena con una condescendedevastadora—. Estúpidos que no sahacer otra cosa que poner bom

Como niños enfadados que les patadas a los nidos de las víboras.Eso es lo que quiero hacer. Qu

dar patadas, emprenderla a golpes odo. Por eso le insulto, y por

escupo sobre los Hijos aunque realidad no tengo ningún motivo

odiarlos.



El atractivo rostro de Danceruerce en una sonrisa cansada. S

entonces me percato de lo débil qurealmente su inútil brazo izquierdo. delgado que el musculoso brderecho, doblado como el tallo de

flor. Pero a pesar de la extremimarchita, hay en Dancer una ameretorcida, menos evidente que la

Harmony. Hace su aparición cuandorío de él, cuando me mofo de él y desueños.

—La misión de nuestros informaes pasarnos información y ayudarnencontrar a los renegados para podamos sacar de las minas lo mejo

os rojos.



—Para que podáis usarnos.Dancer sonríe severamente y rec

el bol del camastro. —Vamos a jugar a un juego para

si eres uno de esos renegados, DarSi ganas, te llevaré a ver algo que p

rojos inferiores han visto.Rojos inferiores. Es la primera que oigo esa expresión.

—¿Y si pierdo? —Entonces no serás un renegados dorados volverán a ganar.

La idea me turba.Tiende el bol hacia mí y me exp

as reglas. —Hay dos tarjetas en el bol.

iene impresa la guadaña del segado



hacer. —Jugaré.Alargo la mano hacia el bol y c

una tarjeta, procurando que solopueda ver la figura. Es una guadDancer no me quita la vista de encim

—He ganado —digo.Extiende el brazo para ver la figpero me la meto en la boca antes de

alcance a cogerla. En ningún momconsigue verla. Dancer me mira miemastico el papel. Me la trago, sacobol la tarjeta que queda y se la arrUna guadaña.

—La carta del cordero tedemasiada buena pinta como para

comérmela —digo.



—Perfectamente comprensible.El rojo de sus ojos centellea. Ap

el bol. Recupera el carácter amacomo si este nunca hubiera samenazante.

—¿Sabes por qué nos llamamos

Hijos de Ares, Darrow? Para romanos, Marte era el dios de la guel dios de las glorias militares, d

defensa del corazón y del hogar. honorable y todo eso. Pero Marte efraude. Es una versión idealizada dios griego, Ares.

Dancer enciende un cisco y me potro a mí. Los generadores zumban cnuevos y el cisco me llena de

abotargamiento similar cuando el h



hace volutas en mis pulmones. —Ares era un cabrón. Un cab

malvado patrono del odio, la violena sed de sangre y las matanzas —añ

—Así que al llamaros como éreferís a la verdad de las cosas e

Sociedad. Estupendo. —Algo así. Los dorados preferique olvidáramos la historia. Y la m

parte de nosotros o bien lo hemos heo bien no nos la han enseñado nuPero sé cómo ellos ascendieron al phace cientos de años. Lo llamanConquista. Asesinaron a todo aquelse opuso a ellos. Masacraron ciudadcontinentes. No hace muchos a

redujeron un mundo entero a cen



Rea. El Señor de la Ceniza lo sumiel olvido con armas atómicas. Actucon la ira de Ares. Y ahora nososomos los hijos de esa ira.

—¿Tú eres Ares? —pregunto esusurro.

Planetas. Han destruido planePero Rea está mucho más lejos dTierra que Marte. Es una de las luna

Saturno, creo. ¿Por qué iban a labombas atómicas en un lugar tan leja —No. Yo no soy Ares. —Pero le perteneces. —No le pertenezco a nadie más

a Harmony y a mi gente. Soy comoDarrow. Nací en un clan de cavad

de tierra, de mineros de la colonia



Tiros. Solo que yo sé más del mundoFrunce el ceño ante mi exprempaciente—. Piensas que soy errorista. Y no lo soy.

—¿No? —le pregunto.Dancer se reclina y le da una ca

a su cisco. —Imagínate que hubiera una mcubierta de pulgas —explica—.

pulgas saltarían y saltarían hasta altdesconocidas. Entonces llega un hom encierra las pulgas en un tarro

cristal vuelto del revés. Las pusaltan y se dan con el tope del tarropoder llegar más alto. Y entoncehombre quita el tarro, pero las pulga

saltan más alto de lo que se



acostumbrado porque creen que aúnun techo de cristal. —Exhala humoravés de él veo cómo le brillan los

como el ascua del final de su ciscosotros somos las pulgas que sa

alto. Ahora te enseñaré cómo de alto

Dancer me lleva por un destartapasillo hasta un ascensor cilíndricometal. Es un aparato oxidado y pes

que chirría mientras subimos a un rconstante. —Deberías saber que tu mujer

murió en vano, Darrow. Los verdesnos ayudan piratearon la transmisConseguimos entrar en la señaemitimos la versión auténtica en t

as HP de nuestro planeta. El plan



os clanes de los cientos de milescolonias mineras y los que viven enciudades han oído la canción deesposa.

—Eso no son más que cuentosprotesto—. No hay ni la mitad

colonias. No me hace caso. —Oyeron su canción, y ya la lla

Perséfone.Hago una mueca y alzo la mirhacia él. No. Ella no se llama así. no es su símbolo. No pertenece a ebandidos de nombres falsos.

—Se llama Eo —le recalco—pertenece a Lico.

—Ahora pertenece a su ge



Darrow. Y recuerdan los relatos de diosa que le fue arrebatada a su fampor el dios de la muerte. Incluso a pdel rapto, la muerte no pudo quedárpara siempre. Ella fue la Doncelladiosa de la primavera destinada

regresar después de cada inviernobelleza encarnada puede conmovevida incluso más allá de la tumba.

es como ven a tu esposa. —Ella no va a volver —reppara dar por terminada la conversac

Es inútil discutir con este homo hace más que hablar y hablar.

El ascensor se detiene y salimos pequeño túnel. Lo sigo y llegamos a

ascensor de un metal más relucien



mejor mantenido. Dos Hijos lo protcon achicharradores. Volvemos a senseguida.

—Ella no volverá, pero su bellesu voz resonarán hasta el final deiempos. Ella creía en algo mayor

ella misma; y la muerte le dio a su vpoder que no tuvo en vida. Ella era pcomo tu padre. Nosotros, tú y yo —

oca el pecho con el dorso del dndice—, somos sucios. Estamos hepara la sangre. Manos áspeCorazones sucios. Somos senferiores en el gran esquema de

acontecimientos; pero sin nosothombres de guerra, nadie salvo la g

de Lico habría escuchado la canció



Eo. Sin nuestras manos ásperas, sueños de los corazones más puropodrían llegar a hacerse realidad nu

—Ve al grano —lo interrumpoMe necesitas para algo.

—Quisiste morir antes —d

Dancer—. ¿Sigues queriendo hacerl —Quiero… —¿Qué es lo quiero?—. Quiero matar a Augusto

digo, y recuerdo el frío rostro dorado cuando ordenó la muerte deesposa. Era tan distante e indiferen—. Él no vivirá, puesto que Eo ymuerta.

Pienso en el magistrado Podginen Dan el Feo. A ellos los ma

ambién.



—Venganza, entonces —suspira. —Dijiste que eso pod

ofrecérmelo. —Te dije que te daría justicia

venganza es algo vacío. —Pues me colmará. Ayúdam

matar al archigobernador. —Darrow, te pones unas mdemasiado bajas. —El ascensor c

velocidad. Se me taponan los oíSubimos, y subimos, y subimos. ¿Hdónde llega este ascensor?—. archigobernador es solo uno de los mportantes dorados de Marte.

Dancer me pasa un par de gafas tintaMe las pongo, titubeante, mientra

corazón me late con fuerza. Esta



saliendo a la superficie—. Tienes ser más amplio de miras.

El ascensor se detiene. Las puese abren. Y entonces se me ciegvista.

Las pupilas se me contraen detrá

as gafas para ajustarse a la luz. Cuapor fin soy capaz de abrir los oespero ver un inmenso faro o ben

brillante, alguna fuente de doprovenga la luz, pero no veo nadauz es ambiental. Su origen es distamposible. Algún instinto humano de

de mí conoce este poder, conoce primitivo origen de la vida. El soluz del día. Me tiemblan las mano

salgo del ascensor con Dancer. No



nada. Dudo que yo le escuchara auno hiciese.

Estamos en una habitación extraña factura, diferente de todo cuhaya imaginado. Bajo nuestros piesalgún tipo de sustancia, dura pero qu

es ni metal ni roca. Madera. reconozco por las imágenes que lamuestra de la Tierra. Una alfombr

mil tonalidades distintas se extiesobre ella, y la siento blanda bajopies. Las paredes que nos rodean souna madera rojiza, y en ellas allados ciervos y árboles. A lo l

suena una música tenue. Sigo la melhasta adentrarme en la habitación, h

a luz.



Distingo un panel de cristal, pared enorme que permite pasar arayos del sol hasta el instrumento n achaparrado con teclas blancas

suena sin que nadie lo toque en habitación alta con tres paredes y

argo panel de ventanas con cristaTodo es muy liso. Más allá nstrumento, más allá del vidrio,

algo que no logro comprender. acerco a trompicones hacia la venthacia la luz, y me caigo de rodillas,as manos apoyadas contra el cri

Gimo con una nota larga y monocord —Por fin lo entiendes —d

Dancer—. Nos han engañado.

Al otro lado del cristal se extie



una ciudad.



9

LA MENTIRA

La ciudad tiene techos de agparques, ríos, jardines y fuentes. Esciudad de sueños, una ciudad de aazul y vida verde en un planeta rojose supone que es tan estéril como el cruel de los desiertos. Este no e

Marte que nos enseñan en la HP. Estes un lugar inhabitable para el homEs un lugar de mentiras, de riqueza

nmensa abundancia.



Estoy atónito ante el espectácgrotesco.

Hay hombres y mujeres que vueBrillan en colores platas y dorados.os únicos colores que veo en el c

Las gravibotas los transportan c

dioses. La tecnología es mucho elegante que las torpes gravibotas nuestros guardianes llevan en las m

Un hombre joven pasa elevándose fra mi ventana, la piel bruñida, el cabflotándole suelto mientras transportabotellas de vino hacia el chapitel dardín cercano. Está borracho y bamboleos en el aire me recuerdaaquella ocasión en que vi cómo

averiaba el sistema de ventilación d



escalfandra de uno de los chicos equipo de perforación. Jadeaba. Trade respirar mientras moría, bailandagitándose. Este dorado se ríe comdiota y gira de manera alboroz

Cuatro chicas, que ni por asomo

mayores que yo, vuelan tras él en persecución alegre, atolondradarisueña. Los vestidos ajustados

levan parecen estar hechos de líquigotear alrededor de sus jóvenes curAparentan mi edad, pero se lasmalditamente estúpidas.

No lo entiendo.Más allá, las naves revolotean

os aires siguiendo avenidas ilumin

por balizas. Unas naves pequeñas,



Dancer llama «alas ligeras», escoltos yates aéreos, naves mucho

complejas. En el suelo, veo hombrmujeres que se mueven por ampavenidas. Hay automóviles que enparte baja llevan indicado

codificados por colores: amarilazules, naranjas, verdes y rosas,cientos de tonalidades de decenas

colores con una jerarquía tan complextraña que apenas la consideroconcepto humano. Los edificios a trde los cuales serpentean los caminosnmensos, algunos de cristal y o

metálicos. Pero muchos me recuerdos que he visto en la HP, a los edifi

de los romanos, pero construidos



vez para los dioses en lugar de parahombres.

Más allá de la ciudad, la superfroja y árida de Marte está desfigupor el verde de la hierba y de bosques que se abren camino. El c

es de un azul oscuro manchadoestrellas. La terraformación completada.

Esto es el futuro. Esto debsuceder dentro de unas cuangeneraciones.

Mi vida es una mentira.Cuántas veces nos ha dicho Oct

au Lune que los de Lico somos pioneros de Marte, que somos al

valerosas que nos sacrificamos po



ciudad, pero el sol ya no me ciegaojos. Junto a nosotros, el instrumachaparrado, que se llama piano, susuna lóbrega melodía.

—Nos dijeron que éramos la úesperanza del hombre —susurro—.

a Tierra estaba superpoblada, que el dolor, todo el sacrificio era pobien de la humanidad. Que el sacri

era bueno. Que la obediencia eramejor virtud…El dorado risueño ha llegado

orre más cercana; se rinde a muchachas y a sus besos. Pronto bebel vino y tendrán su diversión.

Dancer me cuenta cómo son

cosas.



—La Tierra no está superpoblDarrow. Hace setecientos años expandieron a su satélite, la Luna. Ces tan difícil impulsar aeronaveravés de la atmósfera y la gravedaa Tierra, la Luna se convirtió en

puerto de la Tierra desde el colonizaron las lunas y los planetasSistema Solar.

—¿Setecientos años? —preguatónito, y de pronto me siento estúpido.

—En la Luna, la eficiencia yorden se convirtieron en preocupación principal. En el espacada pulmón debe tener su propó

Así que se instituyeron los prim



colores y se envió a los rojos a Mpara recoger el combustible necesitaba la humanidad. establecieron las colonias minporque Marte tiene la maconcentración de helio-3, que se

para terraformar los otros mundos yotras lunas.Al menos eso no era mentira.

—¿Están terraformados? ¿Los omundos y las otras lunas? —Las lunas pequeñas, sí. Y

mayoría de los planetas. Los gigagaseosos no, evidentemente. —recuesta en la silla—. En las etaempranas de la colonización los

ricos de la Luna empezaron a d



cuenta de que la Tierra era un sumipor el que se escapaban sus beneficAunque la Luna colonizaba el SistSolar, pagaban los impuestos y propiedad de las corporaciones ypaíses de la Tierra; pero esas mis

entidades no podían imponer itularidad. Así que la Luna se rebos dorados y su Sociedad contra

países de la Tierra. La Tiecontraatacó y perdió. Esa fue Conquista. La economía convirtióLuna en la potencia y el puerto Sistema Solar. Y la Sociedad empemutar en lo que es ahora: un impconstruido sobre las espaldas de

rojos.



Veo a los colores moverse por calles. Se ven pequeños, difícilesdistinguir desde nuestra altura, y ojos no están acostumbrados a ver dan lejos ni con tanta luz.

—A los rojos los enviaron a M

hace quinientos años. Los demás collegaron a Marte hace unos trescieaños, mientras que nuestros ances

aún bregaban bajo la superficie. Vien estas ciudades paraterraformaciudades cubiertas con cúpuatmosféricas, mientras que el restoplaneta se terraformaba poco a pAhora se están derribando las burbporque el planeta ya es habitable

cualquier hombre.



»Muchos rojos superiores vivenas ciudades como conserrabajadores manuales, técnicos

mantenimiento y sirvientes doméstLos rojos inferiores somos los nacemos bajo la superficie,

verdaderos esclavos. En las ciudaos que bailan desaparecen. Los expresan sus pensamientos

desvanecen. Los que se inclinan, aceel imperio de la Sociedad y su ludentro de la misma, como hacen toos colores, siguen viviendo con ibertad relativa.

Exhala una nube de humo.Me siento fuera de mi cuerpo, c

si estuviera contemplando



colonización de los mundos, ransformación de la especie humanravés de unos ojos que no son los m

La gravedad de la historia arrastró gente a la esclavitud. Somos lo más de la Sociedad, la mugre. Eo siem

predicó algo parecido, aunque nusupo la verdad. De haber sabido testo, ¿con cuánto más ardor ha

hablado? Esta existencia es peor dque ella podría haberse imaginamás. No es difícil entender

convicción con la que actúan los Hde Ares.

—Quinientos años. —Agito cabeza—. He aquí nuestro mal

planeta.



—Con sudor y esfuerzo, en esoconvirtió —asiente.

—¿Y qué hará falta precuperarlo?

—Sangre.Dancer me sonríe como un g

callejero. Detrás de las facciopaternales de este hombre se escouna bestia.

Eo tenía razón. La violencia necesaria.Ella era la voz, como mi pa

Entonces ¿qué seré yo? ¿La mvengadora? No logro comprender alguien tan puro y lleno de amor quique yo desempeñara ese papel. Per

quería. Pienso en el último baile de



padre. Pienso en mi madre, en Leaen Kieran, en Loran, en los padreEo, en el tío Narol, y en Barlowodos aquellos a los que amo. Tengo

claro de qué forma vivirán y lo ráque morirán. Y ahora sé por qué.

Me miro las manos. Son lo Dancer decía que eran: cosas llenacortes, de cicatrices y de quemadu

Cuando Eo las besaba, se volvsuaves por el amor. Ahora que se hase vuelven duras por el odio. Cierropuños hasta que los nudillos se ponen blancos como cimas nevadas.

—¿Cuál es mi misión?



10

EL TALLISTA

Crecí al lado de una chica risueñaquince años tan enamorada de su jomarido que cuando él se quemó emina y se le infectaron las herivendió su cuerpo a un gamma a camde antibióticos. Era más fuerte qu

marido. Cuando recuperó la saludescubrió lo que se había hecho ebeneficio, mató al gamma con una f

que consiguió a hurtadillas en las m



Uno puede imaginarse lo que ocudespués de eso. La chica se llamLana y era la hija del tío Narol. Yaestá viva.

Pienso en ella mientras veo la Ho que Harmony llamó «el áti

mientras Dancer hace los preparatiPaso los distintos canales comouviera un tic en el dedo. Incluso a

gamma tenía familia. Cavaba comoació igual que yo, pasó por ventilador como yo, y tampoco nunca el sol. Tan solo le dieronpequeño paquete con medicinas dSociedad, y ese es el resultado. astutos. Cuánto odio siembran e

aquellos que deberían ser semejan



Pero si los clanes supieran el lujo existe en la superficie, si supieranmucho que les han robado, sentiríaodio que siento y se unirían. Mi clauna casta temperamental. ¿Cómo suna rebelión organizada por el

Probablemente como el cisco de Dardería fuerte pero rápido hconvertirse en ceniza.

Le pregunté a Dancer por qué Hijos retransmitieron la muerte deesposa a las minas. ¿Por qué mostrarles a los rojos inferioresriqueza que hay en la superficie? sembraría la rabia.

—Porque si se produjera

rebelión ahora, la aplastarían



cuestión de días —me explicó Da—. Debemos escoger otro caminomperio no puede destruirse desde f

si no se destruye primero desde deRecuerda eso. No somos terrorinosotros derribamos imperios.

Cuando Dancer me contó lo engo que hacer me reí. No sé si puhacerlo. Soy una mota de polvo.

miles de ciudades en la faz de MFlotas de behemotes de metal surcaespacio entre los planetas con armaspueden resquebrajar el manto desatélite. En la distante Luna se aedificios de once kilómetros de altocónsul soberana, Octavia au L

gobierna allí con los emperadores y



pretores. El Señor de la Ceniza, calcinó el mundo de Rea, es su adláElla controla los doce CaballeOlímpicos, legiones de Marcados cÚnicos y obsidianos tan incontacomo las estrellas. Y esos obsidia

son solo la élite. Los soldados grrondan las ciudades para manteneorden, para asegurar la obediencia

erarquía. Los blancos imparten usticia y promueven su filosofía. rosas sirven y proporcionan placeas casas de los colores superiores.

platas se dedican a la contabilidadmanejar las divisas y la logística. amarillos estudian la medicina y

ciencias. Los verdes desarro



ecnología. Los azules surcan estrellas. Los cobres dirigen burocracia. Cada color tiene su funcCada color sostiene a los dorados epoder.

La HP me muestra colores que

sabía que existían. Me muestra la mRidícula y seductora. Exisbiomodificaciones e impla

musculares, mujeres con la piel tan refinada, los pechos tan redondos pelo tan brillante que parecen de especie distinta a Eo y al resto demujeres que he conocido. Los homson increíblemente altos y musculoTienen el pecho y los brazos abultad

rebosantes de fuerza artificial,



alardean de sus músculos como ncon juguetes nuevos.

Soy un sondeainfiernos lambdaLico, pero ¿eso qué es si lo comparacon todo esto?

—Harmony ya está aquí. Tene

que irnos —me avisa Dancer desdpuerta. —Quiero luchar —digo cua

bajamos en el graviascensor Harmony.Han retocado mis emblemas.

han abrillantado para que se paremás al de los rojos superiores. Vistraje holgado de un rojo superior

equipación necesaria para limpiar

calles. Me han teñido el pelo y l



entillas de colores. Así aparentaréde una gama de rojo más brillante.

—No quiero esta misión. Peor eso: no puedo cumplirla. ¿Acaso poalguien?

—Dijiste que harías lo que fu

necesario —dice Dancer. —Pero esto…La misión que me ha encomend

es una locura. Sin embargo, no es esque me asusta. Lo que me da miedconvertirme en algo que Eo reconocería. Me convertiré en demonio de nuestras historias Octobernacht.

—Dadme un achicharrador o

bomba. Que sea otro quien haga esto



—Te liberamos para que hiciesto —suspira Harmony—. Solo esto. Esta es la meta más importantAres desde que se crearon los Hijos

—¿A cuántos más habéis libera¿Cuántos más han intentado la mi

que me estáis encargando?Harmony mira a Dancer. No dnada, así que ella conte

mpacientemente por él. —Noventa y siete han fracasadoel tallado… que nosotros sepamos.

—Maldición. ¿Y qué les ocurrió —Murieron —responde Harm

como con desgana—. O pidieron moIntento reírme.

—A lo mejor Narol debió deja



allí colgado. —Darrow. Ven aquí. Ven. —Da

me agarra por los hombros y me emhacia él—. Puede que los demás nconsiguieran, pero contigo será distTengo esa corazonada.

Me tiemblan las piernas la primera

que miro al cielo nocturno y a edificios que se elevan a mi alredeMe da un ataque de vértigo. Siento csi estuviera cayendo, como si el muse hubiera salido de su eje. Hdemasiado espacio abierto, tanto parece que la ciudad tendría que

hacia el cielo. Me miro los pies, mi



calle y trato de imaginar que estoy ecarreteras de los túneles que van desectores al área común.

Las calles de Yorkton, la ciudad,un lugar extraño de noche. Las esfuminiscentes se extienden en hil

que siguen las calles y las aceras. vídeos de la HP discurren cocorrientes líquidas por la avenida

esta zona de alta tecnología deciudad, por lo que la mayoría campor las aceras móviles o viaja ransporte público con la cab

agachada como el mango de un baLas luces chillonas hacen que la nosea casi tan brillante como el

Incluso veo a personas de más colo



Esta parte de la ciudad está limpia. equipos de limpieza formados por rrestriegan las calles. Los paseos ycaminos se extienden en un orperfecto.

Hay una tenue franja roja por do

debemos andar, una franja estrechauna calle ancha. Nuestro camino nmueve como los de los otros. Una c

camina por el suyo, que es más holgSe muestran sus programas favoritono ser que se acerque a un doradocuyo caso se silencian todas pantallas de la HP. Pero la mayoríos dorados no caminan; a ellos les

permitido el uso de gravibotas

autocares, como a los cob



obsidianos, grises o plateados dispongan del permiso adecuaaunque las botas autorizadas son ucosas horriblemente chapuceras.

Un anuncio de una ampolla de craparece en el suelo frente a mí.

mujer de proporciones extrañamdelgadas se contonea liberándose deoga roja de encaje. Convenientem

desnuda, se aplica entonces la cremuna parte del cuerpo donde ningmujer se ha puesto antes una ampMe sonrojo y aparto la mirasqueado, pues no he visto más quotra mujer desnuda.

—Será mejor que te olvides

pudor —me advierte Harmony—



delatará más fácilmente que tu color —Es asqueroso —protesto. —Es publicidad, cariño —rep

Harmony con un ronrocondescendiente. Ella y Dancomparten una risita.

Una anciana dorada planea sonosotros. Nunca había visto a nadieanciano como ella. Inclinamos la ca

cuando pasa. —Los rojos aquí tienen una pagme explica Dancer cuando estamosolas—. No mucho. Pero les dan di los caprichos suficientes como

que sean dependientes. Se gastandinero en aquello que les han he

creer que necesitan.



—Igual que todos los sometidossisea Harmony.

—Así que no son esclavos concluyo.

—Claro que son esclavos —repHarmony—. Están esclavizados

chupar de las tetas de esos mamonesA Dancer le cuesta seguirnos, que voy más despacio mientras ha

Harmony emite un murmullo rritación. —Los dorados lo han dispuesto

de modo que sus vidas sean más fácProducen programas para entretencalmar a las masas. Dan dineroimosnas el séptimo día de cada nu

mes de la Tierra, de modo que h



generaciones y generaciones personas dependientes de ellos. Cbienes para otorgarnos una apariede libertad. Si la violencia es el depde los dorados, la manipulación eforma de arte.

Entramos en un barrio de colnferiores donde no hay frandelimitadas para caminar. L

escaparates tienen bandas verelectrónicas. Algunos venden porsueldo de una semana un mes realidad alternativa condensado en hora. Dos hombres pequeños de verdes y vivaces, sin un pelo encabeza, tachonados con pinchos de m

tatuados con códigos digit



cambiantes me ofrecen un viaje augar llamado Osgiliath. Otras tien

ofrecen servicios bancarbiomodificaciones o productos higiene personal. Gritan cosas queentiendo, pues hablan con número

acrónimos. Nunca he visto tal caos.Los prostíbulos revestidos cintas rosas me hacen sonrojar, al i

que los hombres y las mujeres queen las ventanas. Cada uno de ellos tuna etiqueta con un precio que cuelgmanera juguetona de un hilo; esnúmero cambiante que se ajusta demanda. Una chica lasciva me inpara que me acerque mientras Da

me explica el concepto del dinero



siento más seguro en los callejoraseros del Bazar de lo que me se

en las avenidas abiertas de los sectde alta tecnología. Aún no terminagustarme los espacios descubiertover las estrellas del cielo me asusta

Bazar es más oscuro, aunque las lbrillan y la gente se afana en ir dsitio a otro. Los edificios parecen e

apretados unos contra otros. Un centde balcones forman salientes en alturas de los callejones. Arriba caminos se entrecruzan, y en topartes parpadean luces que vienendistintos aparatos. Los olores se elcomo un ruido palpable. Aquí hay

humedad y menos limpieza. Y ve



menos quincallas patrullando. Dadice que hay lugares en el Bazar adoni siquiera un obsidiano debería ir.

—En los lugares con madensidad de población es dondehumanidad se descompone m

fácilmente.Resulta extraño estar en una multdonde nadie reconoce tu cara n

mportan tus intenciones. En Licohabrían empujado hombres con loshabría crecido, me habría encontcon chicas con las que había intenigar y con las que me había pelead

pequeño. Aquí, otros colores ropiezan bruscamente conmigo y no

ofrecen ni una vaga disculpa. Esto



una ciudad y no me gusta. Me sisolo.

—Ya hemos llegado —dice Dan me hace señas para que atraviese

puerta oscura donde un dragón volelectrónico titila sobre la superfici

una piedra. Nos detiene un marrón gigantecon la nariz modificada. Esperam

que el nasoimplantado husmee y resoEse hombre es más grande que Danc —Pelo teñido —gruñe, mientras

olfatea el pelo—. Un roñoso, este.Del cinturón le sobresale

achicharrador. Lleva una navaja emuñeca: lo sé por la forma en

mueve la mano. Otro matón se le un



—Sigue jugando, chaval, siugando. Venga, atrévete.

—Mickey nos espera —le dDancer.

Miro al amigo del nasoimplantcuando intenta que baje la mirada c

si yo fuera un niño. El nasoimplanmira con malicia el brazo y la piernDancer y sonríe.

—No conozco a ningún Micullido. —Mira a su amigo—. ¿A suena algún Mickey?

—No. Aquí no hay ningún Micke —Qué alivio. —Dancer se llev

mano al achicharrador que lleva dede la chaqueta—. Entonces no ten

que explicarle a Mickey por qué m



generoso amigo no consiguió hablarél.

Aparta la chaqueta para que puever el glifo grabado en la culata arma. El casco de Ares.

—Joder. —El nasoimplantado t

saliva al ver el glifo. Después chouno con otro cuando intentan abripuerta a la vez—. Te-te-tengo que c

vuestras armas.Otros tres hombres avanzan hnosotros, con los achicharradores mevantados. Harmony se abre el cha les muestra la bomba que lleva su

al estómago. Hace rodar un parpadedetonador entre sus ágiles dedos de

—Qué va. No hace falta.



Más matones nos guían a una mrasera que parece hecha de aridiscente. Un hombre delgado

reclina allí con otras criaturas, cada más extraña. Al principio creí que monstruos, pero cuanto más de cerc

miro, más confuso me siento. humanas. Pero las han hecho parotra cosa. Las han moldeado para

parezcan otra cosa. Una preciosa chno mayor que Eo, me mira allí sencon sus ojos de color esmeralda. alas de un águila blanca le brotan demúsculos de la espalda. Es como hubieran extraído de un sueño febrilque nunca debería haber salido. O

chicas como ella deambulan entr



ver como los blancos. —Ah, Dancer —dice con un susp

sin levantar la mirada del cubo—. Sque eras tú por la manera en quearrastran tus pasos. —Entorna los ante el cubo que tiene en las manos—

Harmony. Te olí desde la puequerida. Una bomba pésima, por ciLa próxima vez que necesites artes

de verdad, busca a Mickey, ¿sí? —Mick —dice Dancer, y se siena mesa de las criaturas oníricas.

Me doy cuenta de que Harmony un poco mareada por el humo. Yo eacostumbrado a respirar cosas peore

—Bueno, Harmony, amorcito

ronronea Mickey—. ¿Ya has dejad



este tullido? ¿Acaso has venido a ua mi familia? ¿Sí? ¿A ponerte unas a¿Y garras en las manos? ¿O una cCuernos. Estarías de lo más fiera cuernos. Sobre todo, envuelta en sábanas de seda.

—Tállate un alma y lo mismo tiuna oportunidad —se mofa Harmony —Ah. Si para tener alma hay que

rojo, casi que paso. —Entonces hablemos de negocio —Qué brusca eres. La conversa

debería considerarse como un arte obuena cena. Cada plato a su tiempo.

Los dedos vuelan sobre el cubo. unta guiándose por la frecuen

eléctrica, pero le falta rapidez p



unirlos antes de que cambien. Aún nevantado la mirada.

—Tenemos una propuesta hacerte, Mickey —arranca Dancer mpaciencia, y baja la mirada haci

cubo.

La sonrisa de Mickey es amplorcida. No levanta los ojos. Danrepite lo que ha dicho.

—Directo a por el plato princi¿eh, tullido? Bueno, venga, suelta yapropuesta.

Dancer le quita el cubo de las made un manotazo. La mesa se quedsilencio. Los matones se ponen tedetrás de nosotros y la música s

sonando con fuerza. El corazón me



con calma y vigilo el achicharradorhay en el muslo del matón más cercLentamente, Mickey levanta la miracorta la tensión con una sonrisa torci

—¿Qué pasa, amigo?Dancer le hace un gesto a Harm

con la cabeza y ella le desliza una ca Mickey. —¿Un regalo? No hacía falta.

Mickey examina la cajita—. Vbaratija. Qué poco gusto tienen rojos. —Entonces desliza la tapa dcaja para abrirla y ahoga un gritoerror. Retrocede y cierra la cajita

un golpe—. Putos cabrones de mie¿Qué es esto?

—Ya sabes lo que son.



Mickey se inclina hacia delante voz se convierte en un siseo hilvanad

—¿Las habéis traído hasta aq¿Cómo las habéis conseguido? ¿Eocos?

Mickey echa una mirada fugaz a

seguidores, que observan con curiosa caja y se preguntan qué ha trastornde esa forma a su maestro.

—¿Locos? Somos unos maldmaniacos —sonríe Dancer—. necesitamos que se las coloquealguien. Pronto.

—¿Colocárselas a alguien? Mickey empieza a reírse.

—A él.

Dancer me señala.



—¡Largo! —Mickey le grita aséquito—. ¡Largo, panda de bellamamelucos y lisonjeros! ¡Os ehablando a vosotros, engendros! ¡Fde aquí!

Cuando se han marchado a t

prisa, abre la caja y deja caercontenido sobre la mesa. En repiquetean dos alas de color oro

emblema de un dorado. Dancersienta. —Queremos que conviertas

Darrow, aquí presente, en un dorado



11

LOCOS

Estáis locos. —Gracias —sonríe Harmony. —Doy por sentado que te

expresado mal; te ruego que merepitas —le ruega Mickey a Dancer.

—Ares te dará más dinero del

hayas visto en tu vida si consigacoplarle eso al joven amigo queacompaña.

—Imposible —sentencia Mic



Me mira. Me examina por primera Se muestra poco impresionado a pde mi altura. No le culpo. Antes cque era un hombre guapo entre clanes. Fuerte. Musculoso. Aquí arsoy pálido y enjuto, joven y cubiert

cicatrices. Escupe sobre la mesImposible.Harmony se encoge de hombros.

—Es algo que ya se ha hecho. —¿Y quién lo ha hecho, si se pusaber? —Gira la cabeza—. No. Noa morder el anzuelo.

—Alguien con talento —le provHarmony.

—Imposible —repite con énfa

Mickey se inclina más hacia delan



cabe; su fino rostro no tiene ni un poro—. Habría que resolver el asde la correspondencia entre su ADNde las alas, así como los de extracción cerebral. ¿Sabías que timarcas subdérmicas en el cráneo? C

que no lo sabías. ¿Y que tienen ccon sus datos injertados en el cófrontal para confirmar su casta? Y lu

están las conexiones sinápticas, enlaces moleculares, los dispositivorastreo y el Consejo de ControlCalidad. Y luego están el trauma razonamiento asociativo. Aunconsigamos hacerle un cuerpo perfaún quedará un problema, y es qu

podemos hacerlo más listo. No se p



convertir a un ratón en un león. —Este chico ya piensa como un

—dice Dancer. —¡Jo, jo! Piensa como un león —

ríe burlonamente Mickey. —Y es como Ares quiere que

haga.La voz de Dancer suena fría. —Ares. Ares. Ares. No import

que Ares quiera, pedazo de simio.gual la ciencia. Su destreza físicmental probablemente sea la deimpiador de retretes. Y sus tangible

coincidirán. ¡No es de la misma espEste es un roñoso!

—Soy un sondeainfiernos de Lic

protesto.



—Estáis fabricando un salvadordice a modo de acusación, mientraanza una ojeada a Dancer—. Danpedazo de cabrón, estás intentafabricar un mesías para tu condencausa.

No se me había ocurrido verloesa forma. Me pica la piel ntranquilidad.

—Sí —responde Dancer. —Si lo convierto en un dorado, haréis con él?

—Pedirá la admisión en el InstiLo aceptarán. Allí se distinguirábastante como para llegar hasta rangos de los Marcados como Único

como un Marcado, puede prepar



para ser pretor, legado, políticocuestor. Cualquier cosa. Ascendhasta una posición privilegiada; cumás importante, mejor. Y una vez estará en disposición de hacer lo Ares le pida para la causa.

—Madre de Dios —murmMickey. Mira fijamente a Harmondespués a Dancer—. Queréis que se

auténtico Marcado como Único. bronce no?Un bronce es un dorado descolor

De la misma clase, pero menosprecpor sus capacidad y apariennferiores.

—Un bronce no —confirma Dan

—¿Y un florecilla?



—No queremos que se vaya a clunocturnos ni a comer caviar. Quereque dirija las flotas.

—Las flotas. Estáis todos loLocos. —Los ojos violetas de Micse posan en los míos después de

momento—. Muchacho, te econdenando a muerte. No eres dorado. No puedes hacer lo que h

os dorados. Son asesinos. Han napara dominarnos. ¿Te has encontalguna vez con un áureo? Claro ahora parecen todos bonitos ranquilos. Pero ¿sabes lo que pasó e

Conquista? Son unos monstruos. Sacude la cabeza y lanza una riso

perversa—. El Instituto no es nin



colegio. Es el lugar donde se dedicsacrificarse unos a otros hasta encuentran al más fuerte de cuerpo mente. Tú morirás.

El cubo de Mickey está en el lopuesto de la mesa. Avanzo hacia é

decir palabra. No sé cómo funcipero sé de los rompecabezas deierra.

—Pero ¿qué haces, muchacho?Mickey lanza un suspiro lastimerEso no es juguete.

—¿Has estado alguna vez en mina? —le pregunto—. ¿Has usalguna vez los dedos para cavar enfalla en un ángulo de doce gra

mientras haces los cálculos para ada



el ochenta por ciento de la fugiroscópica y el cincuenta y cincociento del impulso y así desencadenar una reacción en una bde gas, y todo eso mientras estás senen tu propio pis y tu propio sudor

preocupan las víboras que quimeterse en tu tripa para poner huevos?

—Esto es…La voz se le debilita mientrascómo la garra perforadora ha entrenel movimiento de mis dedos, cómgracilidad con la que mi tío me ensebailar se traslada a mis manCanturreo mientras tanto. Apenas t

un momento: un minuto, o quizá



Pero averiguo cómo funciona rompecabezas y lo resuelvo problemas, de acuerdo con frecuencia. Parece que tiene otro nacertijos matemáticos. No entiendomatemáticas, pero sí los patro

Resuelvo este y cuatro rompecabmás, y después cambia otra vez en manos, se convierte en un círc

Mickey abre mucho los ojos. Termos rompecabezas del círculo y despe lanzo el aparato de vuelta. Mira

hito en hito mis manos mientras mfrenéticamente sus doce dedos.

—Imposible —murmura. —Evolución —replica Harmony

Dancer sonríe.



—Habrá que discutir el precio.



12

LA TALLA

Mi vida se convierte en una agonía.Mis emblemas están unidos

metacarpo de cada mano. Mickeyquita los viejos emblemas de rojcultiva piel y hueso nuevos sobreheridas. Entonces se dispone

nstalarme un chip de datos subdérmrobado en el lóbulo frontal. Me dque morí del trauma y que tuvieron

reanimarme el corazón. Así que ya



Despertar de mis sueños es acruel. En ellos, Eo me consuela; pcuando despierto, ella no es más qufugaz recuerdo. Me siento vamientras estoy tumbado en la cmédica improvisada de Mickey.

antiséptico iónico zumba junto a cama. Aquí todo es blanco, pero oigretumbante música de su club.

chicas me cambian los pañales y vaas bolsas de orina. Una chica quehabla nunca me baña tres veces al Tiene unos brazos delgados y esbeltel rostro tan suave y triste comoprimera vez que la vi sentada Mickey a la mesa líquida. Las alas

se curvan hacia fuera desde su esp



están unidas con un lazo carmesí. Nomira nunca a los ojos.

Mickey sigue tratando de que foconexiones sinápticas mientras repaejido cicatrizado de la cirugía neuro

Todo en él son risas, sonrisas y la

oquecitos en la frente mientras me ll«querido». Me siento como una dechicas, uno de los ángeles que escu

por mero placer. —No tenemos que conformarsolo con el cerebro. Hay mucho traque hacer en este cuerpo de roñoso si queremos convertirte en un doradhierro.

—¿Y eso es…?

—Los antepasados dorados, los



Personalmente, yo no quiero converen un hombre. Los hombres son frágiles. Los hombres se rompen. hombres mueren. No, yo siemprequerido fabricar un dios. —Sonríemalicia mientras dibuja algunos boc

en una terminal digital. Le da la vueme enseña al asesino en el que convertiré—. Así que ¿por qué

allarte para que seas el dios deguerra?Mickey reemplaza la piel de

espalda y la piel de mis manos dondme puso las vendas en las quemaduEsta, me dice, no va a ser mi verdapiel. Es solo una capa base homogén

—Tu esqueleto es débil porqu



gravedad de Marte es tan solo ercera parte de la de la Tierra,

delicado pajarito. Además, llevas dieta deficiente en calcio. La densmedia de los huesos de un doradocinco veces mayor que la

alcanzarían por sí solos en la Tierra.pues, tendremos que hacer queesqueleto sea seis veces más fue

ienes que ser de hierro si quisobrevivir al Instituto. ¡Será divertPara mí, no para ti.

Mickey vuelve a tallarme. Eagonía escapa a la comprensión ypalabras.

—Alguien tiene que ponerle

puntos sobre las íes a Dios.



Al día siguiente me refuerza huesos de los brazos. Después costillas, la columna vertebral, hombros, los pies, la pelvis y la cTambién modifica la capaciextensible de mis tendones y te

muscular. Por suerte, no deja que despierte de esta última operación hpasadas varias semanas. Cuando a

despierto, veo a sus chicas. Están aalrededor, injertándome nuevos cultde carne y amasándome los músccon los pulgares.

Lentamente, mi piel empiezacurarse. Soy una colcha de retazocarne. Empiezan a alimentarme

proteína sintética, creatinina y horm



del crecimiento para estimular aumento del músculo y la regenerade los tendones. Mi cuerpo tiemblaas noches y me pica al sudar por uporos nuevos y más pequeños. medicación para el dolor no basta

mitigar mi agonía porque los nerreformados deben aprender a funcicon el nuevo tejido y con el cere

modificado.Mickey se sienta junto a mí en peores noches y me cuenta histoSolo entonces me cae bien, sentonces creo que no es monsfraguado por esta pervertida Socieda

—Mi profesión consiste en cr

pajarito —dice una noche mien



estamos sentados en la oscuridad. Lazul baila sobre mi cuerpo y le bañrostro en extrañas sombras—. Cuaera joven, crecí en un sitio llamadArboleda. Era lo que se podconsiderar una cultura de ci

Celebrábamos espectáculos todas noches. Fiestas llenas de color, sonido y de baile.

—Suena fatal —murmuro sarcasmo—. Igual que las minas.Sonríe con suavidad y sus o

encuentran ese lugar distante. —Supongo que para ti debe

parecer una vida entre algodones. en la Arboleda reinaba la locura.

hacían tomar pastillas. Pastillas



podían hacernos volar entre los plancon alas de polvo para visitar a reyes feéricos de Júpiter y a las sirde las profundidades de Europa.cabeza siempre separada del cuerpoencontrar la paz. Sin que la loc

uviera fin. —Da una palmada—ahora tallo las cosas que vi en aquesueños febriles, justo lo que e

siempre quisieron. Soñé contigo, cAl final, supongo que desearán que nhubiera hecho en absoluto.

—¿Fue un buen sueño? —pregunto.

—¿Qué? —El que tuviste conmigo.

—No. No, fue una pesadilla. Co



hombre venido del infierno, amantefuego.

Se queda callado durante momento.

—¿Por qué es tan horrible? —pregunto—. La vida. Todo esto.

qué necesitan que hagamos esto? qué nos tratan como si fuéramos esclavos?

—El poder. —El poder no es algo real. Nomás que una palabra.

Mickey reflexiona en silenDespués encoge los delgados hombr

—La humanidad siempre ha esesclavizada, te dirán. La libertad

esclaviza a la lujuria y la avaricia.



quitaron la libertad, pero a cambiodieron una vida de ensueño. A tdieron una vida de sacrificio, de famde comunidad. Y la sociedad permaestable. Sin hambruna. Sin genocidSin grandes guerras. Y cuando

dorados luchan, obedecen las reglascomportan de forma… noble cuandoriñas entre las grandes casas.

—¿Noble? Me mintieron. Dijeque era un pionero. —¿Y habrías sido más feliz de s

que eras un esclavo? —pregunta Mi—. No. Ninguno de los miles millones de rojos inferiores que habbajo la superficie de Marte se

felices si supieran lo que saben los r



superiores: que son esclavos. Así p¿no es mejor mentir?

—Es mejor no esclavizar.Cuando estoy preparado, coloca

generador de fuerza para simular gravedad aumentada sobre mi cue

unca había experimentado tanto dMe duele el cuerpo. Los huesos, la el músculo se revuelven a gritos co

el cambio y la presión hasta quemedicación convierte el grito enquejido sordo y constante.

Me paso varios días durmienSueño con mi hogar y mi familia. Tas noches me despierto después de

a Eo ahorcada una vez más. Pende d

ado a otro en mi imaginación. Ech



menos sentir su calidez junto a mí ecama, aunque me dan una máscaranmersión de la HP para distraerme.

Poco a poco me van retirandomedicación para el dolor. Los múscaún no se han acostumbrado a

densidad de los huesos, así que existencia se convierte en un supmelódico. Empiezan a darme comid

verdad. Por las noches, Mickey se qhasta tarde sentado en el borde del cacariciándome el pelo. No me impque sus dedos parezcan las patas dearaña. No me importa que piense soy una obra de arte, de su arte. Malgo llamado hamburguesa. Me enc

Mi dieta consiste en carnes ro



cremas espesas, panes, frutas verduras. Nunca había comido tan bi

—Necesitas las calorías —susurra Mickey—. Has sido muy fupara mí. Come bien. Te mereces comida.

—¿Qué tal voy? —pregunto. —Oh, lo más duro ya ha terminquerido. Eres un chico excele

¿sabes? Me han enseñado las cintaas operaciones donde otros tallistantentaron. Qué torpes fueron los deallistas, y qué débiles los dem

sujetos. Pero tú eres fuerte y yo brillante. —Me da unos golpecitos epecho—. Tienes el corazón de

purasangre. No había visto nada ig



Te mordió una víbora cuando pequeño, ¿me equivoco?

—Así fue, sí. —Eso me parecía. El corazón

que adaptarse para contrarrestar efectos del veneno.

—Mi tío succionó la mayor parteveneno cuando la víbora me mordie explico.

—¡No! —Mickey ríe—. Eso esmito. No se puede sacar el vensuccionándolo. Aún corre por tus ve obliga a tu corazón a mantenerse fu

si quieres seguir viviendo. Eres algespecial, igual que yo.

—Entonces ¿no voy a morir aquí

consigo preguntar.



Mickey se ríe. —¡No, no! Eso ya lo hemos pas

Todavía te queda mucho dolor. Perohemos dejado atrás la amenaza dmortalidad. Pronto habremos conveal hombre en dios. Al rojo en dorado

u mujer te reconocería.Ese era mi único temor.Cuando me quitan los ojos y

ponen unos de color dorado sientomuero por dentro. Es una simcuestión de reconectar el nervio ópal ojo del «donante», según dMickey. Una operación sencilla quhecho multitud de veces por razoestéticas; la parte difícil fue

operación del lóbulo frontal, d



Discrepo. Hay dolor, sí. Pero connuevos ojos veo cosas que antes no vLos elementos son más nítidos y definidos, y soportarlos me resulta doloroso. Odio este proceso. Todo confirma la supremacía de los dora

ecesitamos hacer todo esto para qume convierta en su igual. No me extque seamos sus siervos.

No es mío. Nada de esto es míopiel es demasiado suave, demasiustrosa, demasiado perfecta.

reconozco mi cuerpo sin cicatricesreconozco el dorso de mis manos. Eme reconocería.

Después Mickey me quita el p

Todo ha cambiado.



Se suceden las semanas de terfísica. Caminando despacio porhabitación con Evey, la chica de alas, estoy a solas con mpensamientos. Ninguno de los dopreocupa mucho por hablar. Ella t

sus demonios particulares y yo los masí que nos quedamos tranquilocallados salvo cuando Mickey vien

nos dice zalameramente lo guapos serían nuestros hijos.Un día, Mickey me trae una cí

antigua cuya caja de resonancia no eplástico sino de madera. Es el gestoamable que ha tenido nunca. No capero toco los himnos solemnes de L

Las canciones tradicionales de mi



que nadie habrá oído nunca fuera dmina. Evey y él se sientan conmigveces y, aunque Mickey me pareceser despreciable, me da la impresióque entiende la música. Su bellezamportancia. Y después de escucharl

dice nada. También me gusta en momentos. En paz.

—Vaya, eres más fuerte de lo que hcalibrado en un principio —dHarmony un día cuando me despierto

—¿Dónde te habías metido? pregunto, abriendo los ojos.

—Buscando donantes. —Hace

mueca al ver mis iris—. No se par



mundo porque tú estés aquí. Teníarabajo que hacer. Mickey dice puedes andar.

—Cada vez estoy más fuerte. —No lo bastante —conjetura, y

examina—. Pareces una cría de ji

Yo arreglaré eso.Harmony me lleva a un mugrigimnasio que está debajo del club

Mickey e iluminado por lámparassulfuro. Me gusta la sensación del sfrío debajo de mis pies desnudos.recuperado el equilibrio, lo que bien, porque Harmony no me ofrecbrazo, sino que hace una señal parame acerque al centro del gimnasio.

—Te hemos comprado esto —



Harmony.Señala dos aparatos en medio d

oscuridad. Los artilugios son de cplata y me recuerdan a los trajes levaban los caballeros hace siglos

armadura cuelga suspendida entre

cables de metal. —Son máquinas de concentracióDeslizo el cuerpo dentro de

máquina. Un gel seco se abraza a pies, a mis piernas, al torso y a brazos y al cuello hasta que soloqueda libre la cabeza. La máquina sfabricado para ofrecer resistencia amovimientos, aunque responde al eve de los estímulos. Para c

músculo hay que ejercitarlo, lo qu



significa otra cosa que usarlo conntensidad suficiente para c

microrroturas en las fibras. Por esquedas dolorido después de una sentensa de entrenamiento, por las rot

fibrilares, no por el ácido láct

Cuando el músculo repara las rotucrece. Este es el proceso que la máqde concentración está diseñada p

facilitar. Es un invento del diablo.Harmony desliza la placa frosobre mis ojos.

Aunque mi cuerpo sigue en gimnasio, me veo saltando porescarpada superficie de Marte. Compulso las piernas contra la resiste

de la máquina de concentración,



esforzando —dice.Los días resultan insoportables.

cuerpo es un calvario de dolores, das plantas de los pies hasta la nuca.

rosas de Mickey me dan masajes toos días. No hay nada más placenter

el mundo, pero al cabo de tres entrenándome con Harmony, despierto vomitando en la ca

Tiemblo, siento escalofríos y opalabrotas. —Hay una ciencia detrás de t

esto, bruja miserable —está gritaMickey—. Será una obra de arte, dejará de serlo si le echas agua encantes de que la pintura esté seca. ¡N

estropees!



—Tiene que ser perfecto —repHarmony—. Dancer, como tenga algdebilidad, los demás chicos despellejarán como si fuera un chavsu primer día en las minas.

—¡Eres tú quien lo e

despellejando! —se lamenta MickeTe lo estás cargando! Su cuerpopuede enfrentarse a la descomposi

muscular. —Él no se ha opuesto al tratami—le recuerda Harmony.

—¡Porque no sabe que puhacerlo! —repone Mickey—. Danella no tiene ni idea de la biomecásubyacente a todo esto. No dejes

estropee a mi chico.



—Es que no es tu chico —le repHarmony, desdeñosa.

Mickey suaviza el tono. —Dancer, Darrow es como

caballo semental, uno de los antigsementales de la Tierra. Bellos anim

salvajes que correrán tanto comohagas correr. Correrán. Y correráncorrerán. Hasta que dejen de hac

Hasta que les estalle el corazón.Durante un momento se hacesilencio, roto solo por la voz de Dan

—Ares me dijo una vez que efuego más ardiente el que forja el amás duro. Sigue forzando al chico.

Me siento resentido con mis

nstructores tras oír sus palabras:



Mickey por pensar que soy débil; yDancer por creer que soy herramienta. Con la única que noenfado es con Harmony. Sus ojos yvoz hierven con la misma rabia qusiento en el alma. Puede que ahora t

a Dancer, pero ha perdido a alguieno dice la parte de su rostro que no tcicatrices. Es tan frío como el espa

o es ninguna estratega como Danccomo Ares, su jefe. Ella es como rebosa una rabia que hace que toddemás resulte irrelevante.

Esa noche lloro.Durante los días siguientes me

medicamentos que aceleran la sín

de proteína y la regeneración



sea una mujer curtida en las minaeso que solo han pasado dos sema

uestras diferentes capacidades distancian cada vez más. Al cabo dmes parece un niño a mi lado. siquiera entonces me estabilizo.

Mi cuerpo empieza a cambiar. ensancho. Los músculos se vuefuertes y fibrosos en la máquina

concentración, que ahora alterno ejercicios de pesas en un entorno mucha gravedad. La fuerza aumpoco a poco. Los hombros se ensan se redondean; veo que se me maos tendones en el brazo, una masa t

de músculos duros se amarra a mi to

como una armadura. Incluso las ma



que siempre fueron más fuertes cualquier otra parte de mi cuerporobustecen en la máquina concentración. Pulverizo la roca cosimple apretón. Mickey dio un respal verlo. Ya nadie me estrecha la man

Duermo en gravedad alta, así cuando me muevo por Marte me sirápido, veloz, y más ágil que nunca

forman las fibras musculares contracción rápida. Las manos mueven como un relámpago y, cuagolpean el saco con forma humanagimnasio, este salta como si lo hubsacudido un achicharrador. Ahora puatravesarlo de un golpe.

Mi cuerpo se está convirtiendo e



de un dorado; no el de un florecillampoco el de un bronce, sino el de

de primera clase. Este es el cuerpo draza que conquistó el Sistema SoTengo unas manos monstruosas. Suabronceadas y hábiles, como las que

ener un dorado. Pero tienen una fudesproporcionada si se comparan coresto de mi cuerpo. Si yo soy la hoj

una espada, ellas son el filo.El cuerpo no es lo único que cambia. Antes de dormir bebo un tócargado de potenciadores ratamiento y escucho a veloci

aumentada Los colores, La Ilíada,Ulises, Las metamorfosis , las tragedi

ebanas, Los sellos dracónicos , l



nábasis y obras prohibidas como Econde de Montecristo, El Señor de las

oscas, La penitencia de ladyCasterly, 1984 y El gran Gatsby . Mdespierto sabiendo tres mil añositeratura, de leyes y de historia.

El último día que paso con Miclega dos meses después de mi últoperación. Harmony sonríe despué

nuestro último entrenamiento cuandodeja en la habitación. La músicafondo retumba. Las bailarinas de Mio están dando todo esta noche.

—Te traeré la ropa, Darrow. Da yo queremos cenar contigo p

celebrarlo. Evey te limpiará.

Harmony me deja a solas con E



Hoy, como siempre, su rostro estáquieto como la nieve que he visto eHP. La observo en el espejo mientrascorta el pelo. La habitación está ossalvo por la luz que hay encima espejo. Brilla desde arriba y le h

parecer un ángel. Inocente y pura. no es inocente, ni tampoco es purauna rosa. Las crían para el placer.

as curvas de sus pechos, de caderas, la tersura de sus vientres yos pliegues carnosos de sus lab

Pero sigue siendo una chica, y su chaún no se ha apagado. Recuerdoúltima vez que no pude protegealguien como ella.

¿Y yo? Me resulta difícil mirarm



espejo. Soy lo que tengo entendidoes el diablo. Soy la arrogancia ycrueldad, el tipo de hombre que mami esposa. Soy un dorado. Poseomisma frialdad.

Los ojos me brillan como lingo

Tengo la piel suave y tersa. Tengohuesos más fuertes. Siento la densde mi pecho sin nada de grasa. Cua

Evey ha terminado de cortarme el dorado, da un paso atrás y me mfijamente. Puedo sentir su miedo, quel mío también. Ya no soy humano. Eplano físico, me he convertido en distinto.

—Eres hermoso —afirma Evey

voz suave, y me acaricia los emble



dorados.Son mucho más pequeños que

alas. El círculo está colocado encentro del dorso de cada mano. Lasse extienden de manera abrupta hatrás, y se curvan como guadañas

os lados de mis muñecas.Miro las alas blancas de Evey yo feas que deben de parecerle,

mucho que debe de odiarlas. Qudecirle algo amable. Quiero hacsonreír, si es que puede. Le diría qupreciosa, pero siempre que los home han dicho eso era a cambio de ao creería a un chico como yo.

ampoco yo me creo sus palabras.

era hermosa. Aún recuerdo cómo s



encendían las mejillas cuando bailTenía todos los colores puros de la va belleza cruda de la naturaleza. Yoa idea humana de la belleza. El

reblandecido y cimbrado para adopte la forma humana.

Evey me besa en la coronilla ade marcharse a toda prisa y dejasolo para ver la HP en el reflejo

espejo. No me di cuenta de que me hdeslizado una pluma de sus alas ebolsillo junto al pecho.

Estoy cansado de ver la HP. conozco su historia y estoy aprendiemás cada día. Pero también ecansado de estar encerrado, cansad

escuchar la música retumbante del



de Mickey y de oler las homentoladas que fuma. Cansado de vas chicas que trae a su familia solo

venderlas luego al mejor posCansado de ver cómo todos esos an colmados se vacían. Esto no es L

Aquí no hay amor, ni familia, confianza. Este es un lugar nauseabu —Muchacho, estás tan en fo

como para comandar una flota antorchas —dice Mickey desdepuerta. Entra despacio. Huele comociscos. Coge con sus dedos cenceñopluma de Evey del bolsillo que teunto al pecho y la hace rodar entre

nudillos. Toca con la pluma cada un

mis emblemas de dorado—. Las



son lo que más me gusta. ¿A ti Representan las mayores aspiraciode la humanidad.

Se pone detrás de mí mientrassigo sentado con la mirada fija eespejo. Me pone las manos sobre

hombros y le habla a mi cabponiendo allí su barbilla como si fde su propiedad. Es fácil ver lo

piensa. Pongo la mano izquierda sel emblema de la derecha y la dejo a —Te dije que eras brillante. Ah

ha llegado tu hora de volar. —Les das alas a tus chicas, pero

as dejas volar. ¿Verdad? —pregunto —A ellas es imposible hace

volar. Son mucho más simples que t



no me alcanza para pagar una licede gravibotas. Así que bailan para

o tienen los huesos huecos de upajaritos, ¿entiendes? —explica Mi—. Pero tú… Tú volarás, ¿verdadchico brillante?

Lo miro fijamente, pero no dnada. Los labios se le dividen en sonrisa porque lo intranquilizo. Siem

o he hecho. —Me tienes miedo —le digo.Se ríe. —¿Ah, sí? ¡Jo, jo! Y, dime, ch

¿te lo tengo ahora? —Sí. Estás acostumbrado a sab

odo. Piensas como todos ellos. —H

un gesto con la cabeza al reflejo d



HP—. Todo está escrito en mármTodo está perfectamente ordenado. rojos, abajo del todo; el resto, sonuestras espaldas. Ahora me miras das cuenta de que no nos gusta estaabajo, maldita sea. Para los ro

empieza el amanecer, Mickey. —Ay, aún queda mucho…Levanto el brazo y le agarro de

muñecas para que no se pueda moMe clava la mirada en el reflejo espejo, forcejeando para zafarse. Nonada más fuerte que el puño desondeainfiernos. Sonrío en el espcapturando con mis ojos dorados ojos violetas. Huele a miedo. Un m

atávico. Como un ratón arrinconado



un león. —Pórtate bien con Evey, Mic

o la pongas a bailar. Dale una vidujo o de lo contrario volveré p

arrancarte las manos.



13

COSAS MALAS

Matteo es un rosa alto y espigadoargas extremidades y un rostro esbe

hermoso. Es un esclavo. O fueesclavo para el placer carnal. Y embargo se mueve con la gracilidadagua. Hay belleza en sus pa

Refinamiento y maneras cuando sacon la mano. Siente predilección levar guantes y olisquear hasta el

pequeño rastro de suciedad.



consagrado la vida al mantenimientocuerpo. Por eso no se extraña cuandoayuda a colocarme un eliminador folículo piloso en los brazos, piernas, el torso y las partes pudenPero a mí sí. Cuando acabamos, los

estamos maldiciendo: yo, por el picél por el puñetazo que le he dado ehombro. Se lo he dislocado sin qu

solo con el golpe. Aún no controlofuerza. Y vaya si hacen delicados arosas. Si él es la rosa, yo soy espinas.

—Calvo como un bebé, chiqufrenético —dice Matteo con un susodo lo correctamente que alguien p

decir algo así—. Justo como mand



moda más actual de Luna. Y, bien, sdamos un poco de forma a las ceporque vaya si tus cejas parecen ormordisqueando un hongo, y quitamovello nasal, arreglamos las cutículblanqueamos esos dientes nuevo

pulidos, que, si me permites decestán tan amarillos como la mosmoteada con dientes de león, por

dime, ¿te has cepillado alguna vez dientes nuevos?, y además eliminaos puntos negros, que será co

sondear en busca de helio-3, retocael tono, e inyectamos melatonendrás el aspecto apropiado.

Resoplo ante lo estúpido que su

odo esto.



—Ya parezco un dorado. —¡Pareces un bronce! ¡Pare

hecho de oropel! Uno de esos mamvulgares que parece más caqui dorado. Tienes que ser perfecto.

—Maldita sea, Matteo, eres

pajarraco muy raro.Me da una bofetada. —¡Compórtate! Un dorado mo

antes que usar ese argot de las mi«Condenado» o «condenación»;«demonios» en vez de «mierda». Y vez que digas «maldito» o «maldita e daré una bofetada, pero no en

«morro» sino en la boca. Y si d«mierda» o «morro», ¡te daré una pa

en el escroto! Y eso sé muy bien dó



está. Y lo mismo haré como nodeshagas de ese espantoso aceHablas como si hubieras nacido econdenada basura.

Frunce el ceño y pone las manoarras en torno a sus estrechas cader

—Y después tendremos enseñarte modales. Y cultura, culbuen hombre. Recalca las últi

palabras. —Ya tengo modales. —Por el hacedor que vamos a t

que hacer que reniegues de ese acende las palabrotas.

Me da golpecitos con el dmientras enumera mis defectos.

—Podrías empezar por te



modales tú, maricón —gruño.Me quita uno de los guantes y

abofetea la cara. Coge una botella yamenaza con ella apuntando a garganta. Me río.

—Vas a tener que recuperar pr

us reflejos de sondeainfiernos.Miro la botella. —¿Es que me vas a dar pinchac

hasta matarme? —me burlo. —Es una espada de polieno, bhombre. En otras palabras, un amortal. En un momento está blanda cel pelo, pero con un impulso orgánicvuelve más dura que el diamante. Eúnico que atravesará la pulsoarmad

En un momento es un látigo, y al



una espada perfecta. Es el arma dcaballero. Un dorado. Para cualqotro color, llevarla supone la muerte

—Es una botella, estúpido…Me aprieta la garganta hasta que

entran arcadas.

—Y fueron tus maneras las queobligaron a desenvainar la espaddesafiarte, acabando así de fo

precipitada con tu insolente vida. Pque en aquella cuadra a la que llahogar lucharas con los puños pohonor. Entonces eras un insecto. hormiga. Un áureo lucha con la espaa menor provocación. Están dotado

un honor del que los de tu calaña

enéis ni idea. Vuestro honor es



personal; el suyo es personal, familplanetario. Nada más. Luchan ntereses más altos; y no perdo

cuando el baño de sangre terminamenos aún los Marcados como ÚnModales, buen hombre. Los modale

protegerán hasta que puedas protegde mi bote de «champú». —Matteo… —digo frotándome

garganta. —¿Sí? —suspira. —¿Qué es «champú»?Pasar otra temporada en

habitación de tallado de Mickey hasido preferible a estar bajo la tutelMatteo. Al menos Mickey me t

miedo.



A la mañana siguiente, Dancer tratdarme un nuevo nombre.

—Serás el hijo de una famrelativamente desconocida del lej

cinturón de asteroides. La familia mpronto de un accidente de vuelo. Sel único superviviente, y el únheredero de sus deudas y de su pestatus. Su nombre… tu nombre Cayo au Andrómeda.

—Y una mierda —respondo—. Darrow o no seré nada.

Se rasca la cabeza. —Darrow es un nombre… raro.

—Me has obligado a renuncia



pelo que me dio mi padre, a los ojosme dejó mi madre y a mi colornacimiento, así que conservaré nombre que me dieron, y tú encargarás de que encaje.

—Me gustabas más cuando no

comportabas como un dorado —proDancer.

—Y bien, la forma de comer comáureo es masticar despacio —Matteo cuando estamos sentados mesa del ático donde Dancer me enel mundo por primera vez—. Tenque ir a muchos banquetes trimalcia

En ocasiones como esas habrá s



platos: entrante, sopa, pescado, caensalada, postre y libaciones.

Señala una pequeña bandeja cargcon cubiertos de plata y explica qué sirve cada uno. Después me dice

—Si tienes que orinar o defe

durante la comida, te lo aguantas. Dáureo se espera que controle funciones corporales.

—¿Así que estos moñas de oropelos tienen prohibido cagar?cuando cagan, me pregunto, ¿cagan o

Matteo me da un guantazo enmejilla.

—Si estás tan ansioso de volvver el rojo, comete un solo desliz e

presencia, buen hombre, y est



encantados de recordarte que la sade todos los hombres es del micolor. ¡Modales y autocontrol! No tinada de eso. —Sacude la cabeza—ahora dime para qué sirve este tened

Quiero decir que sirve p

clavárselo en el trasero, pero suspie doy la respuesta correcta. —Es para el pescado, pero sol

as espinas siguen en el plato. —¿Y cuánto de ese pescadosupone que tienes que comer?

—Todo —conjeturo. —¡No! —grita—. Pero ¿me

escuchado? —Aprieta sus pequemanos en el aire y después ins

profundamente—. ¿Debo recordárt



Están los bronces. Están los doradoestán los florecillas.

Deja lo demás para que yo lo dig —Los florecillas carecen

autocontrol —recuerdo en voz altAceptan todos los obsequios del po

pero no hacen nada para merecerBuscan los placeres desde que na¿Mola?

—«De primera», no «mola». Mbien, y ahora, ¿qué se espera dedorado? ¿Y de un Marcado coÚnico?

—La perfección. —¿Y eso quiere decir?Mi voz suena fría cuando imito

acento de un dorado.



—Quiere decir control, bhombre. Autocontrol. Se me perdarme placeres siempre y cuandopermita que estos me controlen a mhay una clave para entendernos aáureos, esta reside en comprende

control en todas sus formas. Cómepescado, pero deja el veinte por cipara dar a entender que su exquisite

ha subyugado tu determinación esclavizado tus papilas gustativas. —Así que, al fin y al cabo, esta

escuchando.Dancer me encuentra al día sigui

practicando mi acento áureo enholoespejo del ático. Veo u

representación tridimensional de



cabeza delante de mí. Los dientemueven de forma extraña. Me atrapaengua mientras intento pronunciar

corrido las palabras. Aún me eacostumbrando a mi cuerpo, incdespués de que hayan transcur

algunos meses desde la última de operaciones. Tengo los dientes grandes de lo que me pareció en

principio. Tampoco ayuda que oropelos hablen como si tuvieran malditas palas de oro metidas en el cMe resulta más fácil hablar como esi veo que soy uno de ellos. arrogancia me sale más natural.

—Suaviza las erres —me acon

Dancer. Se sienta atento mientras le



una terminal de datos—. Haz comhubiera una hache delante. —Su cme recuerda a mi hogar y al aspectoenía el archigobernador Augusto

Lico. Recuerdo la serenidad de ahombre. Aquella pacie

condescendencia. Aquella sonrisasuficiencia—. Alarga las eles. —¿Es esa toda tu fuerza? —dig

el espejo. —Perfecto. —Dancer me alaba un jocoso escalofrío.

Aprieta la mano buena en torno arodilla.

—Pronto estaré soñando comofuera un maldito oropelo —digo

asco.



—No deberías decir «maldito»mejor «condenado» «condenadamente».

Le lanzo una mirada furiosa. —Si me viera en la calle,

odiaría. Querría sacar una falce

rincharme de la jeta al culo, y despprenderle fuego a los restos. vomitaría si me viera.

—Aún eres joven —se ríe Dan—. Dios, a veces me olvido de lo jque eres.

Se saca una petaca de la bota y drago antes de lanzármela. Me río.

—La última vez que bebí, el arol me drogó. —Le doy un sorb

A lo mejor te has olvidado de cómo



as minas. No soy joven.Dancer frunce el ceño. —No lo decía como algo ofens

Darrow. Es que entiendes lo que tique hacer. Entiendes por qué tieneshacerlo. Aun así, a veces pierde

perspectiva y te juzgas. Ahora mismestarás poniendo enfermo al verte cun dorado. ¿Me equivoco?

—Lo has clavado.Le doy un buen trago a la petaca. —Pero solo estás interpretan

Darrow. —Con un rápido movimidel dedo saca de un anillo un curvado. He recuperado los reflejoal forma que podría habérsela clav

en la garganta de creer que prete



hacerme daño, pero le dejo que me el filo por el dedo índice. Me bsangre. Sangre roja—. Solo pornecesitas acordarte de lo que eresrealidad.

—Huele como mi hogar —d

mientras me chupo el dedo—. Mi msolía cocinar sopa de sangre de víboras. La verdad es que no es

mala. —¿Mojando pan de linaza espolvoreando encima flores quingombó?

—¿Cómo lo sabes? —pregunto. —Mi madre lo hacía igual

contesta Dancer, riéndose—.

omábamos en la Festividad de



Danza, o antes de las Laureales cuaban a anunciar el ganador. Siempre

gammas de las pelotas. —Por Gamma —digo, y apuro

rago.Dancer me observa. Después de

rato, la sonrisa se le esfuma de abios y los ojos se le vuelven fríos. —Matteo va a enseñarte a ba

mañana. —Pensé que serías tú quienhiciera.

Se da un golpe en la pierna mala —Hace tiempo que no lo hago

mejor bailarín de Oikos. Podía movecomo una corriente de aire en

profundidad de un túnel. Todos nue



mejores bailarines eran sondeainfierYo lo fui durante años, ¿sabes?

—Me lo imaginaba. —¿Así que ya lo sabías?Señalo sus cicatrices. —Solo a un sondeainfiernos

morderían tantas veces sin que chicos de perforaciones estuvieran cpara ayudar a quitar las serpientes. A

ambién me han mordido. Ahora tengcorazón más fuerte por eso, al menoAsiente y se le pierde la mirada. —Me caí en un nido cuando es

ntentando reparar un nódulo en la gperforadora. Estaban arriba en unoos conductos y no las vi. Eran de

peligrosas.



Ya sé lo que quiere decir. —Eran crías —aventuro.Asiente. —Tienen menos veneno. Mu

menos veneno que los padres, así questaban empeñadas en hacer la pu

dentro de mí. Pero cuando mordierohicieron con toda su maldad. Por sueníamos antídoto. Comerciamos

algunos gammas para obtenerlo.En Lico no teníamos antídotos.Se inclina hacia mí. —Te estamos arrojando a un nid

crías de víbora, Darrow. Acuérdateo que te digo. Faltan tres meses par

pruebas de acceso. Yo te daré cla

además de las que ya tienes con Ma



Pero si no dejas de juzgarte, si sigodiando tu apariencia, entonsuspenderás en las pruebas, o peor aprobarás pero cometerás un desliz descubrirán en el Instituto. Y todo sa tomar por saco.

Me muevo inquieto en mi asiePor una vez siento un nuevo miedoconvertirme en algo que Eo

reconocería, sino un miedo mprimario, el miedo mortal a enemigos. ¿Cómo serán? Ya puedosus muecas de desdén, su desprecio.

—No importa si me descubren. —doy una palmada en la rodilla—. Yahan quitado lo que han podido. Por

os resulto útil como arma.



—Falso —espeta DancerResultas útil porque eres algo más un arma. Cuando tu mujer murió, noe dio una venganza. También te di

sueño. Tú eres su guardián. Su artíAsí que no vayas escupiendo odi

rabia. No estás luchando contra ediga lo que diga Harmony. Euchando por el sueño de Eo; po

familia, que sigue viva, y por tu gent —¿Eso es lo que opina Ares?decir, ¿es lo que opinas tú?

—Yo no soy Ares —repite Dano le creo. Me he fijado en la form

a que sus hombres lo miran, como hHarmony lo trata con deferencia—. M

en tu interior y te darás cuenta de



eres un buen hombre que ha de hcosas malas.

No tengo cicatrices en las manoas siento extrañas cuando las apriet

un puño hasta que los nudillosvuelven de ese tono de blanco

familiar. —Mira, eso es lo que no entieSi soy un buen hombre, ¿por qué qu

hacer cosas malas?



14

ANDRÓMEDA

Matteo no puede enseñarme a bailarmuestra cómo son los cinco tidistintos de baile de los áureos y lo ahí. Se pone más énfasis en compañero en los bailes de los dorque en los bailes que me enseñó mi

pero los movimientos son pareciEjecuto los cinco con una maestría dque él no es capaz. Por alardear,

cubro los ojos y bailo todos de nu



sin música, de memoria. El tío Naroenseñó a bailar, y con miles de noen las que no había otra forma de llel tiempo que bailar y cantar, soyexperto en registrar los movimientomi cuerpo, incluso de este nuevo cue

Es capaz de hacer cosas que el otropodía. Las fibras musculares se contde forma distinta, los tendones se es

más, los nervios son más rápidos. Sien los músculos una dulce quemamientras ejecuto los movimientos fluidez.

Uno de los bailes, el polémiiene un aire nostálgico. Matteo me

coger un bastón mientras mis paso

mueven en espiral, con el brazo



bastón estirado como si luchara cofilo. Con los movimientos de mi cuoigo los ecos del pasado. Sientovibraciones de la mina, el aroma dclan. He visto este baile antes yejecuto mejor que cualquiera de

otros. Mi cuerpo está hecho para baile, tan parecido al ilegal baile dsiega.

Cuando termino, Matteo enfadado. —¿A qué estás jugando? —r

Matteo. —¿A qué te refieres?Me lanza una mirada furiosa y s

un ligero golpe en el pie.

—¿Nunca has salido de las mina



—Ya sabes la respuesta —contes —¿Nunca has luchado con

espada o un escudo? —Sí. Claro. Y también

capitaneado cruceros estelares y comido con los pretores. Me rí

pregunto a qué viene esto. —Esto no es ningún juego, Darro —¿Acaso he dicho que lo fuera?

Estoy confundido. ¿Qué he hepara provocarlo? Cometo el errorreírme para liberar la tensión.

—¿Te ríes? Es con la Sociedad a que te vas a enredar, chico. ¿Y

ríes? No son una idea abstracta. Sonfría realidad. Si descubren quién e

no te colgarán.



Su rostro parece perdido al decComo si supiera muy bien de lo habla.

—Ya lo sé. No me hace caso. —Te cogerán los obsidianos y

darán a los blancos, te llevarán a uoscuras celdas y te torturarán. arrancarán los ojos y te extirparán

aquello que te convierte en homTienen métodos más sofisticados, apuesto a que la información no serúnico que busquen. Para eso tieproductos químicos. Poco despuésque les hayas contado todo, nos mata mí, a Harmony y a Dancer. Y matar

u familia con desolladores y pisote



as cabezas de tus sobrinos. Esas soncosas que no ponen en la HP. Esas as consecuencias de que los

gobiernan los planetas sean enemigos. Planetas, chico.

Siento un escalofrío helarme

huesos. Ya sé todo eso. ¿Por qué smachacándome con ello? Ya easustado. No quiero estarlo, pero

estoy. Mi empresa me está engullepor completo. —Así que te lo pregunto de nu

¿eres quien Dancer dice que eres?Vacilo. Ah. Daba por hecho qu

confianza estaba arraigada dentro deHijos de Ares, que eran una mente

Aquí hay una grieta, una divis



Matteo es el aliado de Dancer, perosu amigo. Algo de mi forma de bailha hecho dudar. Entonces me doy cu

o vio a Mickey tallarme. Consiuna cuestión de fe el que yo antes fun rojo y debe de ser difícil. Algo e

forma de bailar lo hizo pensar quehabía nacido para eso. Algo en el úlbaile, el que se llama el polémides.

—Soy Darrow, hijo de Dale,sondeainfiernos de Lambda en Lunca he sido otra persona, Matteo.

Se cruza de brazos. —Si me estás mintiendo… —No miento a los colo

nferiores.

Por la tarde indago sobre los ba



que he bailado. El polémides vienegriego y significa «hijo de la guerra»el baile que tanto me recordaba adanzas del tío Narol. Es el baile dguerra de los dorados, el que enseñan a los niños para prepara

para los movimientos marciales y eldel filo. Veo un holo de los doradoa batalla, y el corazón se me cae a

pies. Luchan como una canciónverano. No como los atronadoremonstruosos obsidianos, sino comopájaros que planean con el vieLuchan en parejas, zigzagueandanzando y matando, atravesandocampo de obsidianos y grises com

levaran guadañas y los cuerpos



cayeran a su paso fueran espigas derramaran sangre en lugar de amarillenta. La armadura dorada refuLa espada centellea. No son hombson dioses.

¿Y pretendo destruirlos?

Esa noche duermo fatal en mi cde seda. Mucho después de besar lade hemanto de Eo, me duermo y su

con mi padre y cómo habría sconocerlo en la edad adulta, haaprendido a bailar con él y no conhermano borracho. Al despertaaprieto con fuerza la cinta escarlatasujeto con el mismo cariño con el aprieto mi cinta conyugal. Todo aqu

que me recuerda a casa.



Pero no es suficiente.Tengo miedo.Dancer me encuentra con

desayuno. —Te alegrará saber que nues

piratas informáticos han estado

semanas entrando en la nube Consejo de Control de Calidad cambiar el nombre de Cayo

Andrómeda por el de Darrow Andrómeda. —Bien. —¿Eso es todo lo que se te oc

decir? ¿Sabes lo mucho que…? gual. —Sacude la cabeza y suelta

risita—. Darrow. Es un nombre

«incoloro»… Levantará suspicacias



Hago un gesto de indiferencia pcamuflar mi miedo.

—Pues entonces la cagaré encondenada prueba y no les importarpijo.

—Así habla un dorado.

Al día siguiente, Matteo me lleva nave hasta los establos de Ishtarejos de Yorkton. Es un sitio junto

mar, donde los prados verdes extienden sobre ondulantes coliunca he estado en un lugar tan amunca he visto la tierra combarse l

de mí. Nunca he visto un horizontverdad, ni animales tan terrorífcomo las bestias que ha prepar

Matteo para nuestra lección. Pat



relinchan y pisotean, agitando las c enseñando sus monstruosos die

amarillos. Caballos. Siempre me dado miedo los caballos, a pesar dhistoria de Andrómeda de Eo.

—Son monstruos —le susurro

Matteo. —Sea como sea —replica Ma—, es lo que hacen los caballe

Tienes que aprender a montar, no que te veas abochornado en algsituación formal.

Miro al resto de los dorados pasan cabalgando. Hoy solo hay treos establos, cada uno acompañado

sirvientes como Matteo, rosas

marrones.



—¿Una situación como esta? siseo—. Vale. Vale. —Señalo condedo a un semental negro y gigantque da coces en el suelo—. Montarébestia.

Matteo sonríe.

—Ese encaja más con tu capacidMatteo me da un poni. Un pgrande, pero un poni. Aquí no

nteracciones sociales. Los deinetes pasan trotando e inclinancabeza para desearte un buen día, nada más. Pero me bastan sus sonpara saber lo ridículo que parezcose me da bien montar. Y se me da aún cuando mi poni se desboca mien

Matteo y yo nos abrimos camino po



bosquecillo. Al otro lado bosquecillo, me bajo de la bestia dsalto y aterrizo con habilidad sobrhierba. Alguien se ríe a lo lejos. chica joven de pelo largo. Cabsobre el semental que yo había pedid

—A lo mejor no deberías salir dciudad, florecilla —me grita, y desespolea el caballo y se marcha.

Me pongo sobre una rodilla pevantarme y la veo alejarse cabalgaEl pelo se le derrama como una caspor la espalda, más dorado que la pudel sol.



15

LA PRUEBA

Mi prueba llega cuando llevo dos mentrenando la mente con Dancer. memorizo. Ni siquiera aprendo ncuando estoy con él. En lugar de esentrenamiento está diseñado para aya mi mente a adaptarse a los cambio

paradigma. Por ejemplo, si un pez tres mil cuatrocientas cincuenta y escamas en el lado izquierdo y tres

cuatrocientas cincuenta y tres en el



derecho, ¿qué lado tiene más escamEl exterior. Lo llaman pensamiateral. Así fue como supe que tenía

comerme la carta de la guadaña cuaconocí a Dancer. Se me da muy bien

Me resulta irónico que Dancer y

amigos puedan inventarse una hisfalsa sobre mí, una familia falsa y vida falsa, pero no puedan falsea

prueba de admisión. Así que, tres mdespués de que haya comenzado entrenamiento, me someto a la pruebuna luminosa habitación junto a oropelo pequeña como un ratón qupara de golpear su brazalete de jadeun lápiz. Hasta donde yo sé, ella pu

ser parte de la prueba. Cuando no



mirando, le quito el lápiz de entrededos y me lo escondo en la manga.un sondeainfiernos de Lico. Y sí, purobarle a una estúpida chica el lápizque se entere de nada. Mira aalrededor boquiabierta como si hub

sido cosa de magia. Después empieloriquear. No le dan otro lápiz, asíse deshace en lágrimas. Después

supervisor penique mira su terminadatos y rebobina un vídeo de nanocámara. Me mira y sonríe. Seque ese tipo de cualidades son dignaadmiración.

Una chica dorada, inquietante couna cuchilla, discrepa y con desdén

susurra al oído «canalla» cuando



adelanta para salir al vestíbulo. Mame dijo que no hablara con nadie poaún no estoy preparado para socialasí que reprimo a duras penas respuesta muy propia de un rojo.palabra se repite en mi cabeza. Can

Despiadado. Maquiavélico. ImplacaTodas describen lo que ella piensamí. Lo curioso es que la mayor part

os dorados se tomarían esa palcomo un elogio.Una voz musical se dirige a mí. —La verdad, pienso que te es

haciendo un cumplido, así que ni cEs un quesito, pero está podrida dentro. Una vez le di un mordisco, s

sigues la onda. El sabor es delicios



principio, pero luego se vuelve pútFantástica apropiación la de ahí depor cierto. Yo mismo estaba a puntarrancarle los ojos a esa lCondenados golpecitos!

La voz radiante proviene de un jo

sacado de un poema griego. Rezarrogancia y belleza. Una educampecable. Jamás he visto una son

an blanca ni tan amplia, una pielersa y lustrosa. Él es todo cuadetesto.

Me da un golpecito en el hombme aprieta la mano con una de varias formas de presentación formal. Se la estrujo un poco. Él tam

iene un apretón firme, pero cua



ntenta dejar claro quién mandaaprieto la mano hasta que la retiraun destello de preocupación enmirada.

—¡Hay que ver! ¡Tienes tenazasmanos! —exclama, con una risita.

Se presenta rápidamente como C tengo suerte de que me deje piempo para hablar, porque cuand

hago arruga el entrecejo. Aún no teun acento perfecto. —Darrow —repite—. Qué nom

an incoloro. Vaya. —Mira su termde datos y accede a mi historia pers—. Es que no vienes de ningún sitiabsoluto. Un palurdo de un pla

ejano. No me extraña que Antoni



burlara de ti. Pero mira, te perdonme dices cómo te fue en la prueba.

—Ah, ¿me estás diciendo que perdonas?

Las cejas se le convierten en sola.

—Estoy intentando ser amable.es que nosotros, los de Belona, seareformistas, pero sabemos que

hombres buenos con orígenes humiÉchame un cable, hombre.Por el aspecto que tiene, sie

necesidad de provocarlo. —Bueno, esperaba que fuera

difícil. A lo mejor me he equivoccon lo de la vela, pero por lo demás

Casio me mira con una son



ndulgente. Sus ojos vivaces revoloobservando mi cara mientras pregunto si su madre le riza el peloas mañanas con planchas doradas.

—Con unas manos así, debes deerrorífico con el filo —dice,

autoridad. —Soy decente —miento.Matteo no me permite tocar un ar

—¡Modesto! ¿Es que te criaste os Capuchas Blancas, hombre? gual. Después de las pruebas física

voy a Agea. ¿Quieres venir? He que los tallistas han hecho un traestupendo con las nuevas chicas Tentación. Y en Tyrst han instal

gravisuelos; podemos flotar



gravibotas. ¿Qué dices, hombre? nteresa? —Se toca una de las alas y

guiña un ojo—. Ahí hay un montóquesitos, y ninguno de ellos podrido

—Por desgracia, no puedo unirm —Vaya. —Da un salto como

recordara que soy un palurdo deplaneta lejano—. No te preocupesnada, buen hombre, que yo pagaré

eso.Declino la oferta con educacpero él ya se está marchando. Antehacerlo toca mi terminal de datosproyección de la holopantalla sobrparte interior de mi brazo izquieparpadea. Las medidas de su cara y

datos sobre nuestra conversación



quedan grabados: la dirección del del que habló, citas enciclopédsobre Agea e información sobrefamilia. Casio au Belona, dice. Hijopretor Tiberio au Belona, emperadoa Sexta Flota de la Sociedad y quiz

único hombre de Marte que rivalizpoder con el archigobernador AugPor lo visto, las familias se odian la

a la otra. Parece que tienen la costumbre de matarse entre ellas. Cde víboras, sin duda.

Pensé que tendría miedo de gente. Pensé que serían como pequdioses, pero aparte de Casio y Antomuchos de ellos no impresionan n

En la habitación donde hago las pru



apenas solo setenta. Algunos se para Casio. Pero no todos son hermo

o todos son altos y arrogantes. Y pocos me parecen hombres y mujadultos. A pesar de su estatura, niños con una autoestima exagerada

conocen la penuria. Bebés. Florecilbronces, en su mayoría.A continuación debo probar

capacidad física. Me sientan desnuduna aerosilla, en una habitación blamientras unos evaluadores del ccobre del Consejo de Control Calidad me observan por nanocámaras.

—Espero que os guste lo que

—digo.



Un asistente marrón viene y me puna pinza en la nariz. Tiene la mivacía. No detecto espíritu de lucha eni desprecio alguno hacia mí. Su pipálida, y los movimientos, torpedesmañados.

Me indican que contenga respiración tanto como mis pulmoneo permitan. Diez minutos. Despué

marrón me quita la pinza y se va. Aseguido tengo que inspirar y espirarhago y me doy cuenta de que de repno hay oxígeno en la habitación. Cuempiezo a ladearme en la silla,oxígeno vuelve. Congelan la habita miden cuánto tardo en comenza

emblar sin control. Después la calie



para comprobar cuándo empiezafallarme el corazón. Amplificangravedad de la sala hasta que corazón no consigue bombear suficisangre y oxígeno al cerebro. Despmiden cuánto movimiento pu

soportar hasta que vomite. Eacostumbrado a manejar una perforade noventa metros, así que term

dándose por vencidos.Miden el flujo de oxígeno que la mis músculos, el ritmo cardiacodensidad y la longitud de mis fimusculares, así como la resistencia racción y a la compresión de

huesos. Parece un paseo por el parqu

o comparamos con el infierno que



con Harmony.Me hacen lanzar pelotas y desp

me ponen contra una pared y me pque pare las pelotas que me tiran una máquina circular. Mis manossondeainfiernos son más rápidas qu

máquina, así que llevan a un técverde para que ajuste ese trasto hque está lanzando verdaderos coh

Al final me dan con una pelota efrente. Me quedo inconsciente duranmomento. Eso también lo miden.

Después me evalúan los ojos, oídos, la nariz y la boca, y yaerminado. Me siento algo ajeno a

mismo después de la prueba. Com

hubieran medido mi cuerpo y



cerebro, pero no a mí. No he tenninguna interacción personal, salvoCasio.

Trastabillo hasta las taquildolorido y confuso. Hay un parpersonas cambiándose, así que cojo

ropa y me muevo hacia una zona discreta de las largas filas de taqude plástico. Entonces oigo un ext

silbido. Una melodía que conozcoeco resuena en mis sueños. Es aqupor la que Eo murió. Sigo el sonidlego hasta una chica que se

cambiando en la esquina del vestuEstá de espaldas a mí. Sus músculoestilizan al ponerse la camisa. Hag

ruido. Se vuelve súbitamente y, dur



un incómodo momento, me quedo alpie, ruborizado. Se supone que adorados no les importa la desnuPero yo no puedo controlar mi reaccEs preciosa: el rostro en formacorazón, los labios carnosos, esos

que se ríen de ti. Que se ríen cocuando se alejó a caballo. Es la michica que me llamó florecilla cuando

montado en el poni.Arquea una ceja. No sé qué deasí que, presa del pánico, doy la vuesalgo a toda prisa de los vestuarios.

Un dorado no habría hecho eso. Pcuando estoy sentado con Matteo eransbordador que nos lleva de vue

casa, recuerdo el rostro de la chica.



ambién se sonrojó.Es un viaje corto. No dura

suficiente. Miro Marte a través del sde durocristal. A pesar de que el plaestá terraformado, la vegetación esca lo largo de nuestro recorrido.

superficie del planeta está veteadaribetes verdes, sobre los valles y argo del ecuador, de rastros

vegetación que parecen cicatrverdes que recorren el terreno salpide hoyos.

El agua cubre los cráteres formapor impactos, y crea grandes lagos. cuenca boreal, que se extiende a lo ldel hemisferio septentrional, reb

agua dulce y da cobijo a extrañas for



de vida marina. Grandes llanuras doos remolinos arrancan capas

mantillo y rasgan los campos de ceLas tormentas y el hielo gobiernanpolos, donde viven y se entrenanobsidianos. Allí el tiempo tiene fam

frío y hostil, aunque los climemplados prevalecen ahora en la mparte de la superficie de Marte.

Hay mil ciudades en Marte, cadade ellas controlada por un gobernaEl archigobernador los preside a toCada ciudad está ubicada en el centrun centenar de colonias mineras. gobernadores administran las colonson los magistrados de mina co

Podginus quienes controlan el día a



Con tantas minas y tantas ciudafue la casualidad, supongo, la que trami hogar al archigobernador conequipo de cámaras. La casualidad yposición como sondeainfiernos. Queque sirviera de ejemplo; Eo fue

ocurrencia tardía. Y ella no hacantado si el archigobernador no hubestado allí. Las ironías de la vida ti

poco encanto. —¿Cómo será el Instituto si en—le pregunto a Matteo mientras mpor la ventana.

—Con un montón de clasupongo. ¿Cómo voy a saberlo?

—¿No hay estrategia militar?

—No.



—¿No? —pregunto. —Bueno, algo habrá, supongo

admite Matteo—. Hay tres tiposgraduados: los Marcados como Únos Licenciados y los Deshonrados.

Marcados pueden ascender en

Sociedad; los Licenciados tambaunque sus posibilidades son imitadas y aún deben ganarse

cicatrices; y a los Deshonrados envían a colonias lejanas y duras cPlutón para supervisar los primaños de terraformación.

—¿Cómo se convierte uno enMarcado?

—Imagino que tendrán algún tip

clasificación; quizás una competic



o lo sé. Pero los dorados son especie edificada sobre la conquTendría sentido si eso formase partu competición.

—Cuántas vaguedades —suspirA veces eres tan útil como un perro

patas. —El juego de la Sociedad dormi buen amigo, es el mecenazgo.

acciones en el Instituto servirán cuna prueba prolongada para conseese mecenazgo. Necesitas aprendizaje. Necesitas un benefapoderoso. —Sonríe—. Así que,quieres contribuir a nuestra causaharás todo lo malditamente bien

puedas. Imagínate que te conviertes



aprendiz de un pretor. Dentro de años, tú mismo podrías convertirtepretor. ¡Podrías tener una flImagínate lo que podrías hacer conflota, amigo mío. Imagínatelo.

Matteo nunca se deja llevar po

fantasía, así que la excitación de ojos resulta contagiosa. Me hmaginarlo.



16

EL INSTITUTO

Los resultados de mi prueba llecuando estoy en el ático con Mapracticando el reconocimiento cultua modulación del acento. Tenem

vistas a la ciudad, con la puesta dedetrás. Estoy en mitad de una ingen

réplica sobre el club deportivo guerra simulada Yorkton Superncuando mi terminal de datos pita co

mensaje urgente enviado a mi flujo



datos. Casi escupo el café. —Mi terminal de datos e

controlada por otra —me quejo—. EConsejo de Control de Calidad.

Matteo se levanta de su silla comuviese un resorte.

—Tal vez dispongamos de ucuatro minutos.Corre hacia la biblioteca de la suite

donde Harmony está leyendo energosillón. Da un salto, cae y sale dhabitación en un suspiro. Me asegurque las holoimágenes en las que scon mi familia falsa están colocadael dormitorio y por todo el ático. Cusirvientes contratados —marrone

rosas— se ponen a hacer tar



domésticas en el ático. Llevan puesibrea de Pegaso de mi familia fingid

Uno de los marrones va a la cocLa otra, una rosa, me masajea hombros. Matteo me lustra los zapen la habitación. Claro que

máquinas para estas cosas, pero áureos nunca usan una máquina algo que pueda hacer una persona.

no presupone ningún tipo de poder.La nave urbana aparece como ibélula distante. Se hace más gra

cuanto más cercano suena su zumbidsobrevuela la ventana del dormitorioático. La puerta de embarque se abun hombre con un traje de color c

me hace una solemne reverencia. A



a ventana de durocristal con la termde datos y el hombre entra flotando.res blancos con él. Todos llevan

emblema blanco en las manos. miembros de los académicos y un cburócrata.

—¿Tengo el placer de dirigirmDarrow au Andrómeda, hijo de recientemente fallecidos Linus

Andrómeda y Lexus au Andrómeda? —Tiene el honor.El burócrata me mira de arriba a

de forma respetuosa, pero impacient —Soy Bondilo cu Tancro,

Consejo de Control de Calidad Instituto. Hay algunas preguntas

queremos hacerle.



Nos sentamos frente a frente amesa de roble de la cocina. Allí conectan un dedo a una máquina y de los blancos se pone unas gafas qupermitirán analizar mis pupilas y oreacciones fisiológicas. Serán cap

de saber si estoy mintiendo. —Empezaremos con una preguntcontrol para evaluar las reaccio

normales cuando dice la verdad. ¿Ea familia de Andrómeda? —Sí. —¿Del género áureo? —Sí —miento descaradamente,

o que echo a perder sus preguntacontrol.

—¿Hizo trampas en las pruebas



admisión de hace dos meses? —No. —¿Usó nervonucleico p

estimular las funciones comprensivanalíticas durante la prueba?

—No.

—¿Usó alguna miniaplicación cade conectarse a la red con el finacumular o combinar medios externo

aquel momento? —No. —Suspiro con impacie—. Había un inhibidor de señal ehabitación, ergo habría sido imposMe alegra que haya hecho averiguaciones y que no me haciendo perder el tiempo, cobre.

Me dirige una sonrisa burocrátic



—¿Tuvo algún conocimiento prde las preguntas?

—No. —Pienso en alguna respuairada propia de este momento—. ¿qué viene todo esto? No esacostumbrado a que alguien de tu ca

me llame mentiroso. —Es el procedimiento para toaquellos que tienen una puntuación

élite, señor áureo. Le ruego quecomprenda —dice el burócrata con monocorde—. Cualquier caso destaque esté muy alejado de la desviaípica es susceptible de investiga

¿Conectó la miniaplicación a la de sujeto durante la prueba?

—No. Como ya he dicho, había



nhibidor de señal. Gracias por estaanto, cara penique.

Cogen una muestra de sangre yhacen un escáner cerebral. resultados están al instante, peroburócrata no los comparte.

—Protocolo —me recuerdaTendrá los resultados dentro de semanas.

Los recibimos al cabo de cuaPaso el examen del Control de Calio hice trampas. Después llega

puntuación en la prueba, dos mdespués de que hiciera aquella macosa, y reparo en por qué pensaronhice trampas. Solo fallé una respu

Solo una. De cientos. Cuando comp



os resultados con Dancer, HarmonMatteo, se limitan a mirarme fijamDancer se dejar caer en una silla y a reír. La suya es una risa histérica.

—Por todos los malditos demodel infierno —blasfema—. Lo he

conseguido. —Lo ha conseguido él —le corMatteo.

Dancer tarda un rato en volveponer los pies en la tierra lo suficicomo para llevarnos una botellachampán, pero noto que aún me mcomo si fuera algo distinto, algo extrComo si de repente no entendiera lohan creado. Toco la flor de hemanto

bolsillo y siento la cinta cony



alrededor del cuello. No me creellos. Lo hizo ella.

Luego aparece un chófer plevarme hasta el Instituto y me des

de Dancer en el ático. Al darnomano, me la agarra con fuerza y me

de la misma forma en que lo hizopadre antes de que lo colgaran. mirada de consuelo. Aunque detrá

ella hay duda y preocupación. ¿Mpreparado para enfrentarme al mun¿Ha cumplido con su deber? Mi penía veinticinco años cuando me m

de ese modo. Dancer tiene cuarenuno. Da lo mismo. Suelto una risitaío Narol nunca me miró de esa form

siquiera cuando me dejó cortar la



de Eo. Probablemente porque ya hsufrido bastantes de mis derechacomo para saber mi respuesta. Aunsi pienso en mis profesores y padres, fue el tío Narol quien más fmi carácter. Me enseñó a bailar,

enseñó a ser un hombre, quizá posabía que este iba a ser mi futuroaunque trató de evitar que

convirtiera en un sondeainfiernos, fusus lecciones las que me mantuvivivo. Ahora he aprendido leccionuevas. Esperemos que sirvan.

Dancer me da el cuchillo dacque usó para cortarme el dedo hace meses. Pero le ha dado una forma n

para que parezca una ele.



—Pensarán que es el cheurón os espartanos llevaban en los escu

—me explica—. La ele Lacedemonia.

Pero es por Lico. Por Lambda.Harmony me sorprende cogiénd

a mano derecha y besándome doestuvo grabado el emblema de los rHay lágrimas en uno de sus ojos, en

ojo frío libre de cicatrices. Con el no puede llorar. —Evey se va a venir a vivir

nosotros —me dice. Sonríe antes dee pregunte por qué. La sonrisa pa

extraña en su rostro—. ¿Crees que el único que se da cuenta de co

osotros le daremos mejor vida



Mickey.Matteo y yo compartimos

sonrisa y una reverencIntercambiamos los tratamienhonoríficos adecuados y tiende la mPero en vez de coger la mía me arre

a flor que llevo en el bolsillo. Tratquitársela, sigue siendo el único hommás rápido que yo que conozco.

—No puedes llevártela, bhombre. Ya es bastante arriesgado leves la cinta nupcial de la mano

flor ya es demasiado. —Entonces dame un pétalo —

apremio. —Imaginé que me pedirías eso

Saca un collar. Es el emblema



Andrómeda. Mi emblema, recuerdode hierro. Lo deja caer en mi manSusurra su nombre. —Lo hago ypegaso se despliega como un capullhemanto. Pone un pétalo en el centrovuelve a cerrar—. Este es tu cora

Protégelo con metal. —Gracias, Matteo —digo ágrimas en los ojos. Lo levanto y le

un abrazo a pesar de sus protestas—vivo más de una semana será gracii, buen hombre.

Se ruboriza cuando vuelvo a dejen el suelo.

—Cuida ese temperamento —aconseja, con un aire más sombrío e

hilo de voz—. Modales y moda



Después, reduce a cenizas su cmaldita sea.

Aprieto con fuerza el pegaso en mi mcuando la lanzadera cruza el paisaj

Marte. Los ribetes verdes se extienpor la tierra que me he pasado la cavando. Me pregunto quién será a

el sondeainfiernos de Lambda. Lorademasiado joven. Baron, demasviejo. ¿Y Kieran? Demasiresponsable. Tiene hijos que necesitan y ya ha visto demasiamuertos en su familia. Tampoco tiensuficientes arrestos como para se

Leanna sí, pero a las mujeres no se



permite cavar. Tal vez sea Dainhermano de Eo. Tempestuoso, aunqumuchas luces. El típico sondeainfierMorirá pronto. Eso me pone enfermo

No es solo ese pensamiento. Enervioso. Lo voy notando poco a p

mientras observo el interior deanzadera. Hay otros seis jóvesentados en silencio. Uno de ellos

chico delgado con una mirada abieuna sonrisa bonita, me llama la atencDel tipo al que aún le dan igualapariencias.

—Julian —se presenta formalidad, y me coge del antebrazoenemos nada que ofrecernos a travé

nuestras terminales de datos porqu



as llevaron cuando montamos enanzadera. Así pues, en lugar de es

ofrezco sentarse en el sitio que frente a mí—. Darrow, qué nombrenteresante.

—¿Has estado alguna vez en Ag

—le pregunto a Julian. —Claro —sonríe. Siempre so—. ¿Cómo? ¿Quieres decir que tú

Qué raro. Pensé que conocía a mudorados, pero muy pocos han pasadpruebas de admisión. Ahora está leno de caras nuevas. De todos mo

envidio que no hayas estado en Ageaun lugar extraño. Hermoso, sin dpero la vida allí vale poco y no

mucho, o eso dicen.



—Pero no la nuestra.Deja escapar una risita. —No, supongo que no. A no ser

uegues a ser político. —No me gusta mucho jugar. —

darme cuenta de su reacción, le guiñ

ojo dándole a entender que taseriedad había sido una broma—menos, no sin una apuesta,

¿Entiendes? —¡Entiendo! ¿A qué jueg¿Ajedrez de sangre? ¿Gravicross?

—Ah, el ajedrez de sangre está bPero la guerra simulada es lo queleva la palma —digo con una son

de dorado.

—¡Sobre todo si eres fan



ortown! —exclama en conformidad —Así que Nortown… No sé si

o nos llevaremos bien. —Le hago mueca y me doy un golpecito copulgar—. Yorkton.

—Pero ¡Yorkton! No sé si tú y

conseguiremos llevarnos bien.Y aunque sonrío, no sabe lo heque me siento por dentro;

conversación, las pullas y las sonrodo forma parte de un patrón sociabilidad. Matteo me ha venido bpero en favor de Julian he de decirno parece un monstruo.

Debería ser un monstruo. —Mi hermano tiene que ha

legado ya al Instituto. Ya estaba



Agea, en la finca de nuestra famarmando jaleo, seguro! —Menea

cabeza con orgullo—. Es el mejorque conozco. Será el primus, ya vEs el ojito derecho de mi padre, ¡loes mucho decir teniendo en cuenta l

miembros que tiene mi familia! No hay ni un ápice de celos envoz. Nada más que amor.

—¿Primus? —pregunto. —Ah, es jerga del Instituto. refiero al líder de su Casa.

Las casas. De estas sí he ohablar. Hay doce. Cada una de ellabasa, de manera vaga, en algún rasgpersonalidad inherente. Cada una

ellas lleva el nombre de un dios



panteón romano. Las casas del Instson clubes sociales y herramientas establecer contactos fuera de las claHazlo bien y te encontrarán una fampoderosa a la que servir. Las famson el verdadero poder de la Socie

Tienen sus propios ejércitos y propias tropas, y contribuyen a fuerzas de la Soberanía. La lea

empieza con ellas. Dejan poco apara los habitantes de tu propio plaSi acaso, son la competencia.

—¿Habéis dejado ya de machacel uno al otro, hijos de perra? —tecon tono despectivo un chico aspecto de diablillo desde una esq

de la lanzadera.



Tiene un tono tan mortecino parece caqui en lugar de dorado. abios finos y el rostro parecido a

halcón salvaje cuando acecha a un raUno de los bronces.

—¿Te estamos molestando? —E

sarcasmo hay un toque de cortesía. —¿Me molestan dos perfollando? Sí, probablemente. Cua

hacen ruido.Julian se levanta. —Discúlpate, perro. —Vete a la mierda —responde

canijo. En medio segundo, Juliansacado un guante blanco de la nad¿Eso es para limpiarme el culo, do

chupapollas?



—¿Qué? ¡Serás bárbaro! —gJulian conmocionado—. ¿Quién teeducado?

—Los lobos, después de que el cde tu madre me escupiera.

—¡Eres un animal!

Julian le arroja el guante al chLo contemplo todo como si fuercolmo de la comedia. El chico pa

sacado directamente de la gente de Lde Beta, a lo mejor. Es como un diminuto e irritable Loran. Juliansabe qué hacer, así que le lanzadesafío.

—Un desafío, buen hombre. —¿Un duelo? ¿Tan ofendido es

—le suelta el mico al principito co



bufido—. Muy bien. Ya remendarque quede del orgullo de tu famdespués del Paso, chupapollas.

Y se limpia la nariz con el guante —¿Y por qué no ahora, cobarde

grita Julian.

Hincha su delgado pecho coseguramente le habrá enseñado su paadie insulta a su familia.

—¿Es que eres estúpido? ¿Acves espadas por aquí? Idiota. LárgYa haremos el duelo después del Pas

—¿Paso…? —Julian pregunta ao que yo estaba pensando.

El raquítico muchacho esboza sonrisa perversa. Hasta los dientes

iene caquis.



—Es la última prueba, idiota. Ysecreto mejor guardado a este ladoos anillos que tiene Octavia au L

alrededor del coño. —Entonces ¿cómo es que lo

oído? —pregunto.

—Contactos —explica el chico—no es que lo haya oído: es que lomamón.

Se llama Sevro, y me gusta su fode ver las cosas.Pero lo del Paso me preocu

Apenas sé nada. Me doy cuenta de cuando Julian entabla conversaciónel último pasajero de la lanzadHablan de las puntuaciones que

sacado en las pruebas. Entre las suy



as mías hay una extrema dispariReparo en que Sevro resopla cuanddicen en voz alta. ¿Cómo es que conseguido entrar candidatos con puntuaciones tan bajas? Albergo unpresentimiento. ¿Qué puntuación h

sacado Sevro?Llegamos al Valles Marinecuando está oscuro. Es una larga fr

de luz que atraviesa la negra superde Marte y se extiende tan lejos calcanza la vista. En el centro, la cade mi planeta se alza en la noche cun jardín de espadas enjoyadas. clubes nocturnos titilan en las azodonde las pistas de baile están hecha

aire condensado. Chicas ligeras de



chicos que se comportan como tosuben y bajan mientras gravimezcladores juegan con las lde la física. Burbujas de aislamiacústico separan las manzanas. atravesamos y oímos mundos

distintos sonidos.El Instituto está más allá de barrios nocturnos de Agea, y

construida junto a las paredes de okilómetros de altura del VaMarineris. Las paredes se alzan cmaremotos de piedra verde, y nutreflora la civilización. El propio Instestá construido de piedra blancaugar de columnas y de estatuas, rom

hasta la médula.



No he estado aquí antes, perovisto las columnas. He visto el desde nuestro viaje. Cuando pienso ecara, la amargura crece en mí combilis que sube desde el estómago garganta. Pienso en sus palabras. En

ojos mientras contemplaban a multitud. Vi en la HP al archigoberndarles el discurso una y otra vez a

clases que vinieron antes de la mPronto lo escucharé de sus proabios. Pronto soportaré la ira. Senas llamas que me azotan el cora

cuando lo vea en persona de nuevo.Tomamos tierra en una plataform

aterrizaje, y nos conducen hasta

plaza de mármol al aire libre que da



nmensidad del valle. La brisa noctes fresca. Agea se extiende a nueespalda y las puertas del Institutoalzan delante de nosotros. Permande pie junto con más de doscieoropelos. Todos ellos miran a

alrededor con la engreída confianzsu raza. Muchos forman grupitos, a eran amigos antes de atravesar

muros blancos del Instituto. No pque hubiera tanta gente en sus clasesUn dorado alto, flanqueado

obsidianos y una camarilla consejeros dorados, se alza con gravibotas delante de la puerta. Sehiela el corazón al reconocer su ro

al oír su voz y ver el destello de



ingotes que tiene por ojos. —Bienvenidos, hijos de los áu

—nos saluda el archigobernador Nau Augusto con una voz tan suave ca piel de Eo. Suena preternaturalm

alta—. Doy por sentado

comprendéis la solemnidad de vuepresencia aquí. De las miles de ciudde Marte. De todas las Gran

Familias, sois los escasos elegidos. a cúspide de la pirámide humana. empezaréis vuestra campaña para una la mejor casta de vuestra rVuestros compañeros ocupan, covosotros, sus puestos en los InstitutoVenus, en los hemisferios orientale

occidentales de la Tierra, de Luna



os satélites de los planetas gaseosoEuropa, en la agrupación astrodgriega y la agrupación astrodiroyana, de Mercurio, de Calisto, d

agrupación de las empresas EncélaCeres, y de los lejanos colonos de

asteroides de Hilda.Parece que apenas hace un día dque creía que era un pionero en M

Apenas un día desde que sufría paraa humanidad, desesperada por dejarierra moribunda, pudiera despleg

por el planeta rojo. Ay, ¡qué bmintieron mis gobernantes!

Detrás de Augusto, en las estrese ve algún movimiento que

pertenece a las estrellas. Ni tampo



os asteroides ni a los cometas. SoQuinta y la Sexta Flotas. La armadMarte. Me quedo sin aliento. La SFlota está gobernada por el padreCasio, mientras que la Quinta, pequeña, está bajo el control directo

archigobernador. La mayor parte denaves son propiedad de las familiases deben lealtad a Augusto o a Belo

Augusto nos enseña por nosotros, por qué ellos, son los gobiernan. Se me eriza la piel. pequeño soy. Mil millones de tonelde duroacero y nanometal atraviesancielos y yo nunca he estado más alla atmósfera de Marte. Son como m

de plata en un océano de tinta. Y yo



mucho menos. Pero esas motas puasolar Marte. Pueden destruir una lEsas motas controlan la tinta. emperador dirige cada flota; un prdirige los escuadrones dentro de cflota. Lo que podría hacer con

poder…Augusto se muestra altivo al dadiscurso. Me trago la bilis de

garganta. Debido a la imposdistancia a la que se encontraban enemigos, mi rabia fue una vez del frío y calmado. Ahora arde en nterior.

—Una sociedad tiene tres etapasbarbarie, el dominio y la decaden

Los grandes se imponen gracias



barbarie. Gobiernan durante el domCaen por culpa de su propia decaden

Nos cuenta cómo fueron derribaos persas, y cómo los romanos

hundieron porque sus gobernantesolvidaron de que sus padres les ha

ganado un imperio. Parlotea sobredinastías musulmanas, el afeminamieuropeo, el provincialismo chino

autodesprecio y la autocastración deestadounidenses. Todos los nomantiguos.

—Nuestra barbarie comenzó cuanuestra capital, Luna, se rebeló contiranía de la Tierra y se liberó de

grilletes de lademokracia , de la nob

mentira: la idea de que todos



hombres somos hermanos y naceguales.

Augusto teje mentiras de su prcosecha con esa lengua de dorado s

os habla del sufrimiento de dorados. Nos recuerda que las masa

sentaban en el carro y esperaban a os grandes tiraran de ellas. Se sent daban latigazos a los grandes hasta

a no pudieron soportarlo más.Yo recuerdo unos latigazos distin —Los hombres no nacemos igua

odos lo sabemos. Los hay corrienLos hay atípicos. Los hay feos. Loshermosos. Esto no sería así hubiéramos nacido iguales. ¡Los r

ienen la misma idea de dirigir una



estelar que los verdes de hacermédicos!

Se oyen más risas por toda la pcuando nos dice que nos fijemos epatética Atenas, el lugar de nacimidel cáncer al que llamandemokracia

Fijémonos en cómo cayó ante EspLa noble mentira debilitó Atenas. Hque los ciudadanos le dieran la esp

a su mejor general, Alcibíades, razones de celos. —Incluso las naciones de la Ti

se volvieron celosas unas de otras. Estados Unidos de América impusiesa idea de igualdad por la fuerzacuando las naciones se unieron,

estadounidenses descubrie



sorprendidos que les tenían aversLas masas son celosas! ¡Q

maravilloso sueño sería si todos hombres hubiesen nacido iguales! no es así.

»Es contra la noble mentira contr

que luchamos. Pero como dije ancomo os digo ahora, hay otro mal que combatir. Un mal más pernici

Un mal lento y subversivo. No esfuego incontrolado. Es un cáncer. Ycáncer es la decadencia. NueSociedad ha pasado de la barbaridominio. Pero como nuesantepasados espirituales, los romaambién nosotros podemos caer e

decadencia.



Se refiere a los florecillas. —Sois lo mejor de la Socied

Pero estáis mimados. Os han tracomo niños. Si hubierais nacido de color, tendríais callos, tendrcicatrices. Sabríais lo que es el dolo

Sonríe como si supiera lo que edolor. Odio a este hombre. —Creéis que sabéis lo que es do

Creéis que la Sociedad es una funevitable de la historia. Creéis que es el fin de la historia. Pero mucotros han pensado eso antes. Muclases dirigentes han creído que la era la última, la cumbre. Se volviblandas. Engordaron. Olvidaron que

callos, las heridas, las cicatrices y



penurias son lo que mantiene eelegantes clubes del placer a los qvosotros, los jóvenes, os gusta iodas esas sedas, diamantes y unicor

que vosotras, las chicas, pedís pvuestro cumpleaños.

»Muchos áureos no se sacrificado. Por eso no llevan esto.Enseña una larga cicatriz en

mejilla derecha. Octavia au Lune tuna igual. —La cicatriz de un igual. No so

os amos del Sistema Solar porquseamos de nacimiento. Somos los aporque nosotros, los Marcados cÚnicos, los dorados de hierro, hici

que fuese así.



Se toca la cicatriz de la mejilla.e dejaría otra si lo tuviera más ce

Los niños que tengo a mi alrededoragan estas patrañas como si fu

oxígeno. —Ahora mismo, los colores

rabajan en las minas de este planetamás fuertes que vosotros. Han nacon callos, han nacido con odi

cicatrices. Fuertes como el nanoacPor suerte, también son muy estúpiPor ejemplo, esa «Perséfone» de laseguro que habéis oído hablar nomás que una niña boba que creía cantar una canción era algo por lo merecía la pena morir.

Me muerdo el carrillo y me h



no hacer nada mientras su asesinoregodea me sabe a traición.

—Recibiréis a tiempo las cicatra manos de mi espada —termAugusto—. Pero primero tendréis ganároslas.



17

LA SELECCIÓN

—Hijo de Linus y Lexus au Andrómos dos de la Casa de Apo

¿Preferirías señalar que solicpreferentemente la Casa de Apolo?me pregunta un tedioso administráureo.

La lealtad de los oropelos se diprimero hacia el color; después, familia; luego, al el planeta y,

último, a la Casa. La mayoría de



Casas están dominadas por una o familias poderosas. En Marte, la famAugusto, la familia Belona y la famArcos influyen en todas las demás.

—No —contesto.Pasa los dedos por su terminal

datos. —Muy bien. ¿Cómo crees rendiste en la prueba de jerga

ngenio? Esa es la prueba extrapolación —aclara. —Creo que los resultados hab

por sí mismos. —No has prestado atenci

Darrow. Anotaré eso en tu contra.estoy pidiendo que hables por

resultados.



—Creo que me eché una condenmeada en sus resultados, señor respondo.

—Ah. —Sonríe—. Desde luegosí. La Casa de Minerva, por nteligencia, quizá te iría bien. Q

Plutón, por la artería. Apolo, poorgullo. Sí. Veamos. Tengo una prupara ti. Por favor, complétala lo m

que puedas. Las entrevistas empezcuando hayas terminado.La prueba dura poco y e

planteada como un juego de inmerEn una colina hay un cáliz y tengoconseguirlo. En mi camino se presemuchos obstáculos. Los sorteo

racionalmente como puedo, intenta



ocultar la ira cuando un pequeño dume roba la llave que obtengo. Pecada paso del camino hay un malcontratiempo, algún inconvenientesiempre es imprevisible. Siempre fuera de toda extrapolación. Al f

lego hasta el cáliz, pero solo despde haber matado a un mago molesto haber esclavizado cruelmente a la

de los duendes con la varita del mPodría haber dejado a los duendepaz, pero me molestaban.

Los entrevistadores llegan al ratontervalos. Descubro que se lla

próctores. Cada uno de ellos esMarcado como Único.

archigobernador los elige para enseñ



representar a los estudiantes de la Cdentro del Instituto.

Para ser sincero, los próctompresionan. Hay un tipo gigant

entre los Marcados con la cabellerun león y un relámpago en el cuello

ropa que representa a Júpiter, una mmadura de afables ojos dorados yhombre avispado con unos pies al

en el cuello de la camisa. No puestarse quieto y su cara de niño paremendamente fascinada por mis ma

Me hace jugar a un juego en el extiende las manos con las palmas harriba y yo pongo las mías encima yas palmas hacia abajo. Intenta da

una palmada, pero nunca lo consigue



marcha después de batir las palleno de júbilo.

Se produce otro extraño encuecuando me entrevisto con un homapuesto que lleva el pelo ensortijadodistingo la marca de un arco en

cuello. Apolo. Me pregunta cómoatractivo creo que soy y se muedescontento cuando me quedo cort

su estimación. Aun así, creo quegusto, porque me pregunta qué gustaría llegar a ser.

—Emperador de una flota —digo —Podrías hacer grandes cosas

una flota. Pero es un concepto elevado. —Suspira, y marca c

palabra con un ronroneo felino—. Q



sea demasiado elevado para alguieu familia. Quizá si tuvieras benefactor o un origen familiar propicio… Sí, entonces quizás. —echa un vistazo a su terminal de datoPero dada tu procedencia

mprobable. Bueno, mucha suerte.Me quedo sentado durante una ho más hasta que un hombre hurañ

reúne conmigo. Su rostro pagraciado es enjuto como un haaunque es un Marcado y la empuñade un filo cuelga de su cadera. Se llFitchner. Una bola de chicle le llenboca. Lleva un uniforme de color n oro que casi le oculta la promin

barriga que sobresale a pesar del li



olor a metabolizantes. Como muchoos otros, lleva insignias referidas

personaje. Un lobo dorado de cabezas le adorna el cuello. Y extraña mano destaca en los puños dvestimenta.

—A mí me dan los perros rabio—comienza—. Me dan los asesinonuestra raza, los que están llenos

meados, napalm y vinagre. —Olisqel aire—. Hueles a mierda. No digo nada. Se inclina sobr

puerta y le frunce el ceño como shubiera ofendido de algún moDespués se vuelve a mí, olfateandomanera indebida.

—El problema es que nosotros,



de la Casa de Marte, siempre quemamos. Los chicos al princmandan en el Instituto. Despdescubren que el napalm dura estoChasquea los dedos. No responSuspira y se deja caer en una s

Después de un rato de observarmepone en pie y me da un puñetazo ecara—. Si me devuelves el puñetaz

echarán, florecilla.Le doy una patada en la espinillaSe marcha cojeando, y riénd

como un borracho tío Narol. No me echan. En vez de eso

descubro acompañado de un centmás en una habitación enorme con s

flotantes y una gigantesca pa



dominada por patrones de marfil. casillas forman un damero en la padiez cuadrados de alto y diez cuadrde ancho. Me levantan hasta la fila dmedio, a unos cinco metros por encdel suelo. Transportan a otros noven

nueve hasta que todas las casillas eocupadas. Esta es la mejor cosechamejores estudiantes. Miro hacia fu

desde mi casilla, observando conojos entrecerrados lo que hay encimmí. Los pies de una chica cuelgan dcasilla que tengo sobre mi cabeza. Eparte frontal de mi casilla aparecen números y unas letras. Mis estadístSe supone que soy muy temerari

poseo unas características atípicas



marcadas en intuición y lealtad ymanera más ostensible, en ira.

Hay doce grupos en el auditoCada uno de ellos está sentado juntas sillas flotantes alrededor

estandartes dorados verticales. Veo

arquero, un relámpago, una lechuzaobo de dos cabezas, una corona babajo y un tridente, entre otros. Un

os próctores acompaña a cada grSon los únicos que no llevan los roscubiertos. Los demás llevan máscceremoniales, sin rasgos distintidoradas y vagamente parecidas aanimales de sus casas. Ojalá hubsabido que esto iba a ocurrir. Ha

raído un arma nuclear. Estos son



seleccionadores, los hombres y mujde mayor prestigio. Los pretores yemperadores, los tribunos, los juecos gobernadores están allí senta

mirándome, tratando de escoger aestudiantes para sus casas, tratando

encontrar a hombres y mujeres jóvenos que puedan poner a prueba y aque ofrecer aprendizajes. Con una

bomba podría haber destruido amejor y más brillante de su dorgobierno. A lo mejor es mi ira la está hablando.

La selección comienza cuandochico modificado genéticamente aspecto de titán resulta elegido prim

por la casa del relámpago. La Cas



Júpiter. Después les toca a más chicchicas de belleza y destreza fíantinaturales. No puedo sino supque también son genios. Llega la quselección. El entrevistador de caraniño y pies alados flota hacia mí con

botas doradas. Varios de seleccionadores de la Casa de Mercflotan con él. Cuchichean entre e

antes de hacerme preguntas. —¿Quiénes son tus padres? ¿Cuson sus logros de tu familia?

Les hablo de mi modesta y ffamilia. Uno de ellos parece tener muy buena opinión de un familiar que falleció hace mucho. Pero a p

de las objeciones del próctor, pasan



argo y escogen a un estudiante cfamilia posee una propiedad de novminas y participaciones en uno decontinentes meridionales de Marte.

El próctor de Mercurio maldicme lanza una rápida sonrisa.

—Espero que para la siguieronda sigas disponible —dice.Después le toca a una chica

aspecto frágil con una sonrisa burlApenas logro prestar atención, y a ves difícil saber a quién esescogiendo. Estamos dispuestos forma extraña. En la décima elecciópróctor que me golpeó durante entrevistas flota hacia mí. H

desacuerdo entre los seleccionado



Dos me defienden a ultranza. Una ealta como Augusto, pero la cabellebaja por la columna en tres tredoradas. Y el otro es más ancho ymuy alto. Viejo. Lo sé por las cicatr las arrugas de sus gruesas ma

Manos que portan el sello de caballero olímpico. Lo reconoenseguida, incluso antes de verle

cara. Lorn au Arcos. El Caballero dFuria, el tercer hombre más importde Marte, que eligió servir al Pacta Sociedad en vez de buscar meda

en la política. Cuando me señFitchner sonríe.

Me han elegido en décimo lugar

décimo de mil.



18

CONDISCÍPULOS

Siento cómo se me encoge el estómmientras camino entre los cuchicheoa multitud hacia el comedor.

majestuoso: suelos de mármol, colum un holocielo que muestra pájaro

vuelo en el atardecer. El Instituto n

o que me esperaba. Según Augustoclases tienen que ser duras para edoraditos. Contengo una ri

despectiva. Que pasen todos un añ



Antonia au Severo. Está dotada de belleza cruel: pómulos marcasonrisa altanera y mirada desdeñosacabello largo, espeso, y de oro coocado por Midas. Nació para odi

ser odiada. Un -5 flota junto a

nombre. Es la segunda puntuación alta de la mesa. Casio, el chico a qconocí en la prueba, está sentado

diagonal a mí. Un -6 reluce junto amplia sonrisa. Se pasa una manoos rizos.

Otro chico está sentado juenfrente de mí. Un -1 y una barra doflotan junto a su nombre. A diferencCasio, que está recostado, este

chico, Príamo, se sienta tan recto c



una espada. Tiene un rostro celestialmirada alerta. El pelo perfectamarreglado. Es igual de alto que yo, iene los hombros más anchos. No

que haya visto nunca un ser humanoperfecto. Es como una maldita est

o estaba en la selección, seaveriguo. Es lo que llaman un supreo pueden ser elegidos. Sus pa

escogen la casa. Luego me entero dequé. Su escandalosa madre, mandataria de la Casa de Belona, edueña de las dos lunas de nueplaneta.

—El destino nos une de nuevodice Casio con una risita—. Y Anto

amor mío! Parece que nuestros pa



han conspirado para que estemos junAntonia le responde con desprec —Recuerda que les dé las gracia —¡Antonina! Esa malicia no

necesaria. —Menea un dedo con gdesaprobador—. Sonríeme como

buena chica.Antonia hace una cruz con los de —Prefiero tirarte por la vent

Casitito. —Grrrrr. —Casio le lanza un bAntonia le hace caso omiso—. Y bPríamo, parece que tú y yo tendreque ser delicados con estos estúpi¿eh?

—A mí me parecen unos ti

fenomenales —contesta Príamo



gazmoñería—. Me da a mí que nos r muy bien como grupo.

Hablan en alta jerga. —¡Si la morralla del reclutami

no nos arrastra hacia abajo, buen se—señala al final de la mesa y empie

ponerles nombres—. Muecas, razones obvias. Payaso, por ese ridípelo encrespado. Hierbajo… por fl

Ay! Y tú, tú eres Cardo porque tiennariz tan ganchuda como uno. Ah, ycosita chiquita de ahí que está juntque parece un bronce es Guijarro.

—Creo que te sorprenderán —Príamo en defensa del otro lado dmesa—. Puede que no sean ni tan a

ni tan atléticos o ni siquiera



nteligentes como tú o como yo, sque la inteligencia puede medirse esa prueba, pero no me parece caritadecir que serán la columna vertebranuestro grupo. La sal de la tierra, podecirlo. Buena gente.

El chico pequeño de la lanzadSevro, está justo al final de la mParece que la sal de la tierra no

haciendo amigos. Tampoco yo. Cmira de reojo mi -1. Le veo admitiral vez Príamo haya obtenido mpuntuación que él, pero se empeñdejar claro que nunca ha oído hablamis padres.

—Así pues, querido Darrow, ¿c

hiciste trampas? —pregunta.



Antonia aparta la mirada de Auna chica bajita de pelo rizadohoyuelos con la que estaba hablando

—Venga, vamos, hombre —me—. Enviaron a la del Consejo Control de Calidad a verme. ¿Cómo

a hacer trampas? Imposible. ¿Tú hirampas? Sacaste una puntuación altaHablo en jerga común. Me res

más cómodo que ese polvo fecal dalta jerga que balbucea Príamo. —¿Yo? ¡Hacer trampas! No. S

que no lo intenté con demasiadas gasupongo —contesta Casio—. Si hubsido listo, habría pasado menos tiecon las chicas y más estudiando, c

ú.



Está tratando de decirme que shubiera esforzado lo habría hecho ide bien. Pero que está demasiocupado para dedicarle tanto esfueSi lo quisiera como amigo, dejaría se saliera con la suya.

—¿Estudiaste? —pregunto. Siun deseo imperioso de avergonzarlYo no estudié nada.

Un escalofrío recorre el aire. No tendría que haberlo dicho. Seencoge el estómago. Mis modales…

El rostro de Casio se agria y Antuerce los labios en una son

desdeñosa. Le he insultado. Prífrunce el ceño. Si quiero una carrer

a flota, probablemente necesite



mecenazgo del padre de Casio Belona. Hijo de un emperador. Mame lo machacó hasta la saciedad. qué facilidad se olvida. La flotadonde está el poder. La flota, ogobierno, o el ejército. El gobierno

me gusta, no hace ni falta que lo dpero estos insultos son los que comienzo a los duelos. Siento

cosquilleo del miedo en la espcuando me doy cuenta de lo delgadaes la línea que no se debe traspaCasio sabe cómo batirse en duelo. Ecaso, esa no se cuenta entre mis readquiridas habilidades. Me destroz, a juzgar por su expresión, eso e

que quiere hacer.



—Estoy de broma. —Ladeo cabeza hacia Casio—. Venga, hom¿Cómo iba a sacar una puntuaciónalta sin estudiar hasta que me sangros ojos? Ojalá hubiera podido p

más tiempo de juerga como tú. Al f

al cabo, ahora estamos los dos enmismo sitio. Pues sí que me ha serde mucho tanto estudiar…

Príamo asiente con aprobación esta ofrenda de paz. —¡Seguro que te dejaste

cuernos! —exclama Casio con actancioso, tocándose la cabeza

aceptar mi peculiar disculpa. No pensé que fuera a pasarlo

alto. Creía que el orgullo le ceg



demasiado para aceptar mi rependisculpa. El dorado puede ser orgullpero no es estúpido. Ninguno loDebo tenerlo en cuenta.

Después de eso, hago que Mattesienta orgulloso. Coqueteo con una c

lamada Quinn, me gano la amistadCasio y Príamo —quien lo más probes que no haya dicho una palabrota e

vida— y le doy la mano a una beenorme llamada Tito que tiene un cuan ancho como mi muslo. La estruja

fuerza, de manera intencionada. sorprende que casi le rompa la mpero vaya si aprieta. El chico es alto que Casio y que yo, y tiene la

de un titán, pero sonríe cuando ve



mi apretón es, como poco, más fuque el suyo. Sin embargo, hay extraño en su voz. Algo indudablemdespectivo. También hay un chdelicado llamado Roque que parecpoeta y habla como tal. Sus sonrisas

entas y escasas, pero auténtiPeculiar. —¡Casio! —grita Julian.

Casio se levanta y le pasa un brpor el hombro a su hermano mellizoes más pequeño que él, y más guapome había dado cuenta antes, pero hermanos. Mellizos. Pero no idéntJulian dijo que su hermano ya estabAgea.

—Este Darrow no es lo que pa



—dice Julian, que está sentado amesa con una expresión muy seria. Tun don para lo teatral.

—No querrás decir que… —Cse lleva la mano a la boca.

Rozo con el dedo el cuchillo

cortar la carne. —Sí —asiente Julian solemnidad.

—No. —Casio sacude la cabez¿No será un hincha de los YorktJulian, ¡dime que no! ¡Darrow! Dar¿cómo es posible? ¡Si nunca ganaguerra simulada! Príamo, ¿lo eoyendo?

Levanto las manos a modo

disculpa.



—Una maldición de nacimiesupongo. Soy un producto de educación. Un brindis por los que llas de perder. —Consigo que la mof

asome a esas palabras. —Me lo confesó en la lanzadera

Julian se siente orgulloso conocerme. Orgulloso de que hermano sepa que me conoce. Busc

aprobación de Casio. Y Casio consciente de ello. Le regala cumplido y Julian deja a los de la csuperior y se va a su asiento de cntermedia, en mitad de la mesa, con

sonrisa satisfecha y con los hombien altos. No pensé que Ca

perteneciese al grupo de los amables



De los que conozco, solo Antomuestra su desprecio hacia mí apujos. No me mira como los depresentes en la mesa. De ella obtengo una repulsa distante. Tan prse está riendo, coqueteando con Ro

como, cuando nota que la miro,vuelve fría como el hielo. El sentimies mutuo.

Mi dormitorio parece sacado desueño. Hay una ventana revestidaribetes dorados que da al valle. cama repleta de sedas, edredonesatén. Me tumbo y viene una masarosa que se queda una hora amasándos músculos. Después, vienen otras

flexibles rosas para atender



necesidades. Las envío a la habitade Casio. Para calmar la tentación,doy una ducha fría y me sumerjo eholoexperiencia de un minero encolonia minera de Corinto. sondeainfiernos protagonista de

holoexperiencia es menos habilidque yo, pero el repiqueteo metálicocalor simulado, la oscuridad y

víboras me resultan tan reconfortaque acabo anudándome mi antigua púrpura sobre la frente.

Llega más comida. Lo de Augsolo era palabrería. La boca llenaexageraciones. Esta es su versión dpenuria. Me siento culpable cuando

quedo dormido con el estómago ll



agarrando el medallón con la flor den su interior. Mi familia se irá cama hambrienta esta noche. Susurrnombre de Eo. Saco la cinta conyugmi bolsillo y la beso. Siento el doMe la robaron. Pero ella se lo perm

Ella me dejó. Me dejó para traeágrimas, dolor y anhelo. Me abandoa rabia y no puedo evitar odi

durante un momento, aunque despuéese momento solo queda amor. —Eo —susurro, y el medallón

cierra.



19

EL PASO

Me despierto vomitando. Un segupuño me golpea en el estómDespués, un tercero. Estoy vacírespiro con dificultad. Ahogándomnáuseas. Tosiendo. Sufrienconvulsiones por la tos. Trato

revolverme y escapar. La mano dehombre me agarra del pelo y me lcontra la pared. Dios, qué fuerte e

iene dedos de más. Busco mi cuch



dactilar, pero ya me han arrastrado hel pasillo. Nunca me habían peganto; ni siquiera mi nuevo cuerpo

capaz de recuperarse de los golpes.cuatro vestidos de negro: cuervos,asesinos. Me han descubierto. Sa

quién soy. Se ha acabado. Todo seacabado. Sus rostros son calavnexpresivas. Máscaras. Saco de

cintura el cuchillo que cogí en la ceestoy a punto de apuñalar a uno engle. Entonces veo el destello de or

sus muñecas y me golpean hasta dejo caer el cuchillo. Es una prueba.golpes contra un color más elevadoha autorizado el que ha repartido

brazaletes. No me han descubierto



absoluto. Una prueba. Eso es lo quEs una prueba.

Podrían haber usado aturdidoEsta paliza esconde un propósito.algo que muchos dorados no experimentado nunca. Así que esp

Me enrosco y dejo que me pegComo no me resisto, piensan que hecho su trabajo. Y más o menos lo

hecho, porque para cuando se dansatisfechos estoy hecho una mierda.Unos hombres que miden por

menos tres metros me arrastran popasillo. Me ponen por la fuerza bolsa en la cabeza. No se valen decnología para meterme miedo.

pregunto cuántos de estos críos



habrán visto sometidos por una fufísica como esta. A cuántos habdeshumanizado de esta forma. La bhuele a meados y a muerte mientrasarrastran. Rompo a reír. Es comomaldita escalfandra. Entonces un p

me golpea el pecho y me desploahogado.La capucha tiene también al

dispositivo sonoro instalado. Aunqurespiración no es muy agitada, la más alta de lo que debería. Hay mámil estudiantes. Muchos de ellos destar sufriendo el mismo trato. Aunno oigo nada. No quieren que oiga otros. Se supone que tengo que pe

que estoy solo, que mi color no sign



nada. Para mi sorpresa, me sieofendido por el hecho de que se atra pegarme. ¿Es que no saben que somaldito dorado? Entonces reprimduras penas una carcajada. Qué truan efectivos.

Me levantan y me arrojan al sucon dureza. Siento una vibración, ela humo de un motor. Apenas en

suspiro, estamos en el aire. La bolsalevo en la cabeza tiene algo quedesorienta. No sé en qué direcestamos volando, ni cuánto nos heelevado. El sonido de mi rorespiración se ha vuelto terrible. Cque la bolsa también deja escapa

oxígeno porque estoy hiperventila



cojera en la pierna derecha. Sé lo questo.

—Darrow, ¿eres tú? —preguJulian—. ¿Estás bien?

—Estoy de primera. Pero me destrozado la pierna derecha —mien

Él también se levanta, ayudándosubir con la mano izquierda. Esa edominante. Parece alto y debilitado

esta luz. Como heno aplastado. Perme he llevado unos cuantos puñetazpatadas más, bastantes más. Puedeenga algunas costillas rotas.

—¿Qué crees que es todo esto?pregunta.

—El Paso, obviamente.

—Pero han mentido. Dijeron



sería mañana.La gruesa puerta de madera ch

sobre sus goznes oxidados y el próFitchner entra como si nada, hinchaun globo de chicle.

—¡Próctor! Señor, nos ha men

—protesta Julian.Se aparta el precioso pelo de ojos.

El movimiento de Fitchner ndolente, pero tiene los ojos de un g —Mentir supone mucho esfuerzo

gruñe, despreocupado. —Pero… ¿cómo se atreve

ratarnos así? —protesta secamJulian—. Seguro que sabe quién es

padre. ¡Y mi madre es un legado



puedo acusarle de cargos por asaltun abrir y cerrar de ojos. ¡Y ha heriDarrow en la pierna!

—Es la una de la madrugambécil. Ya es mañana. —Fitchner h

estallar otro globo de chicle—.

ambién sois dos. Ay, que solo haysitio disponible en la clase… —Aral sucio suelo de piedra un anillo de

con el lobo de Marte grabado yescudo de estrellas del InstitutoPodría veniros con ambigüedades, parece que tenéis las cabezas llenahollín. Solo uno saldrá vivo.

Se marcha por donde vino. La puchirría y después se cierra de go

Julian se estremece con el sonido.



no. Los dos nos quedamos con la mifija en el anillo y tengo la horrsensación de que soy el único que o que acaba de pasar.

—¿Qué se creen que están hacien—pregunta Julian—. ¿Acaso esp

que…? —¿Que nos matemos? —terminSí. Eso es lo que esperan. —Cierro

puños a pesar del nudo que tengo egarganta, con la cinta conyugal de Eel dedo—. Pretendo llevar ese anJulian. ¿Dejarás que lo tenga?

Soy más grande que él. No tan Pero eso no importa. No tiene nadahacer.

—Tengo que tenerlo, Darrow



murmura. Levanta la mirada—. Soa familia Belona. No puedo volv

casa sin él. ¿Sabes quiénes somos?puedes volver a casa sin vergüenzano. ¡Lo necesito más que tú!

—No vamos a volver a casa, Ju

Solo uno de nosotros saldrá vivo. Yhas oído. —Ellos no harían eso… —prote

—¿No? —Por favor. Por favor, Darrow. a casa. No lo necesitas tanto comoTú no. Casio… se sentiría mavergonzado si no lo consiguiera.podría mirarlo a los ojos. Todos miembros de mi familia son Marca

Mi padre es emperador. ¡Emperado



su hijo ni siquiera lograra terminaPaso… ¿qué pensarían sus soldados

—Te seguiría queriendo. El míoquerría.

Julian sacude la cabeza. Reshondo y se levanta con entereza.

—Soy Julian au Belona, de familia de Belona, mi buen amigo. No quiero hacer esto. No pu

explicar lo mucho que quiero evhacerle daño a Julian. Pero ¿cuándmportado lo que yo quería? Mi g

necesita esto. Eo sacrificó su felicidsu vida. Yo puedo sacrificar mis desPuedo sacrificar a este esbprincipito. Puedo sacrificar hasta

alma.



Hago el primer movimiento hJulian.

—Darrow… —murmura.Darrow era amable en Lico. No lo soy. Me odio por ello. C

que estoy llorando porque tengo la v

nublada.Las reglas, los modales y las normorales de la sociedad desapare

Para ello solo hace falta una estancipiedra y dos personas que necesitamismo bien escaso. Pero el cambioes instantáneo. No parece una pelesiquiera cuando golpeo a Julian ecara y me mancho los nudillos cosangre. La habitación está en silen

Extraña. Me siento incómodo



golpearlo. Como si estuviera actuaSiento el frío de la piedra bajo mis pMe pica la piel. Oigo el eco derespiración.

Quieren que lo mate porque nohizo bien en las pruebas. Es un com

desigual. Soy la guadaña de Darwinnaturaleza rastrillando la paja. Nocómo se mata. Nunca he matado a n

o tengo espada, ni porra eléctricaachicharrador. Parece imposible pueda quitarle hasta la última gotasangre a este chico hecho de múscucarne valiéndome tan solo de manos. Quiero reír y Julian lo hace.un niño desnudo que le da tortazos a

niño desnudo en una fría habitación



vacilación resulta evidente. Muevepies como si estuviera tratando recordar unos pasos de baile. Pcuando pone los codos a la altura deojos me da un ataque de pánico. Nqué tipo de lucha emplea. Me golpe

mucha convicción de un modo queresulta extraño, de una forma artísSe muestra lento y vacilante, pero

ndeciso puño me alcanza la nariz.La ira se apodera de mí.Se me adormece el rostro.

retumba el corazón. Lo tengo engarganta. Me arden las venas.

Le rompo la nariz con un godirecto. Dios, qué fuertes son

manos.



Gime y se abalanza agachado hmí, y me retuerce el brazo en un ánextraño. Lo hace crujir. Me valgo dfrente. Le da de lleno en el puente dnariz. Le cojo por la nuca y vuelvgolpearlo con la frente. No pu

escaparse. Vuelvo a hacer lo mismooye algo romperse. La sangre y escupitajos me riegan el pelo como

espuma. Sus dientes me hacen un cen el cráneo. Me dejo caer hacia acomo si estuviera bailando, giro sel pie izquierdo, culebreo hacia del le hundo el puño derecho en el pe

con el resto del peso. Mis nudillosondeainfiernos le destrozan el este

reforzado.



Se oye un terrible resuello ahogY un crujido como de rampartiéndose.

Se tambalea hacia atrás de punt cae al suelo. Estoy aturdido

golpearlo con la frente. Lo veo t

rojo. Todo doble. Trastabillo haciaLas lágrimas me corren por las mejiTiene convulsiones. Cuando le agarr

su dorado pelo, encuentro su cuerpblando. Como una pluma de oro mojLa sangre le borbotea de la nariz. nmóvil. Ya no se mueve. Ya no sonr

Murmuro el nombre de mi espcuando me dejo caer para acunarlcabeza. El rostro se le ha convertid

un brote sanguinolento.



«Esta es tu falce, hijo. Arañará las vena

la tierra para ti.Matará las víboras. Mantenla afilada y, quedas atrapado

en la perforadora, salvará tu vida a cam

de un miembro».Así dijo mi tío.



20

LA CASA DE MARTE

Reina el silencio en mi alma mienobservo al chico destrozado. Ni siquCasio reconocería a Julian ahora. cavidad se me abre en el corazón.iemblan las manos mientras la sang

escurre por mis dedos y cae sobre la

piedra. Ríos que recorren los embledorados de mis manos. Soy sondeainfiernos, pero los sollo

afloran incluso después de que



ágrimas se hayan secado. Un hilo dsangre me recorre la espinilla pel

o es dorada, sino roja. Siento la pien mis rodillas, y la toco con la frmientras sollozo hasta que a mi pechvence el agotamiento.

Cuando levanto la mirada, simuerto.Esto no ha estado bien.

Pensaba que la Sociedad solo huegos con los esclavos. equivocaba. Julian no obtuvo la mipuntuación que yo en las pruebas.enía la misma capacidad física que

Por eso fue un cordero sacrificial. estudiantes por cada casa, y

cincuenta peores solo han venido



morir a manos de los cincuenta mejEsto no es más que una malprueba… para mí. Ni siquiera la famBelona, con todo su poder, ha poproteger a su hijo menos apto.precisamente eso es lo que qui

demostrar.Me odio a mí mismo.Sé que ellos me han obligad

hacerlo. Aun así, lo percibo como elección. Como cuando tiré de piernas de Eo y escuché cómo se romsu pequeña espina dorsal. Yo lo elPero ¿qué otra elección podría homado con ella? ¿Y con Julian?

hacen para que tengamos que cargar

a culpa.



No hay nada con lo que limpiarssangre, solo la piedra y dos cuerdesnudos. Yo no soy así, yo no quser así. Quiero ser padre, marbailarín. Que me dejen cavar la tiQue me dejen cantar las canciones d

pueblo y brincar, rodar y correr poparedes. Nunca cantaría la canprohibida. Trabajaría. Me dobleg

Que me dejen limpiarme la tierra dmanos en vez de esta sangre. Squiero vivir con mi familia. Éramosuficientemente felices.

La libertad es demasiado cara.Pero Eo no estaba de acuerdo.Eo, maldita sea.

Espero, pero nadie viene a ve



desastre. La puerta no está cerradalave. Me deslizo el anillo en el d

después de cerrarle los ojos a Julisalgo desnudo al vestíbulo de pieEstá vacío. Una luz tenue me guísubir unas interminables escaleras

agua gotea del techo subterráneo. Lapara intentar limpiarme el cuerpo, solo consigo frotar la sangre y hac

menos espesa. No puedo escaparello, de lo que he hecho, da iguaejos que me adentre en el túnel. Est

solas con mi pecado. Por eso son equienes gobiernan. Los Marcados cÚnicos saben que todos cometeactos oscuros. No se puede huir

ellos. Quien quiera gobernar tiene



Sin embargo, ahora tengo miedo.¿Soportaré la siguiente lección?¿Puedo fingir que soy tan frío c

Augusto? Ahora sé por qué no se inmal colgar a mi esposa. Y empiezentender por qué gobiernan los dora

Ellos hacen lo que yo no puedo hace

Aunque estoy solo, sé que prontoencontraré con otros. Por ahora quique me empape de la culpa. Quierenme sienta solo y desdichado, para cuando me encuentre con el resto, os ganadores, me sienta aliviado.

asesinatos nos unirán, y sentiré qu

compañía de los ganadores es



bálsamo para la culpa. No siento apor mis compañeros, pero creeré qusiento. Buscaré su consuelo, que aseguren que no soy malvado. Y equerrán lo mismo. Hacen todo esto que nos sintamos una familia; eso

lena de oscuros secretos.Tengo razón.El túnel me lleva hasta los demás

primero a quien veo es Roque, el pLa sangre le brota de la nuca y sdesliza por el codo derecho. No lo capaz de matar. ¿De quién serásangre? Tiene los ojos rojos porlanto. Después nos encontramo

Antonia. Está desnuda, como noso

Se mueve como un barco dorado,



deriva, silenciosa y distante. Dhuellas sanguinolentas a su paso.

Temo encontrarme a Casio. Espque esté muerto, porque le tengo miMe recuerda a Dancer: es atractivrisueño, pero por debajo de

superficie es un dragón. Pero no eso que me asusta, sino el hecho de iene una razón para odiarme, p

querer matarme. Hasta ahora nadieenido motivo alguno para haceadie me ha odiado. Lo hará si

descubre. Entonces me doy cue¿Cómo va una casa a estar cohesioncon secretos así? Es imposible. Csabrá que alguien mató a su herm

Otros habrán perdido amigos, y la



se devorará a sí misma. La Sociedadiseñado esto a propósito; quisembrar el caos. Será nuestra seguprueba. Los conflictos tribales.

Los tres encontramos al resto encavernoso comedor de piedra en el

domina una larga mesa de maderaestancia está iluminada por antorcLa bruma nocturna entra reptando

as ventanas abiertas. Es como sacado de los relatos antiguos. Eiempos que llaman la Edad Me

Hacia el otro extremo de la laestancia hay un pedestal. Allí se euna piedra gigantesca; incrustada ecentro hay una mano de primus. U

apices negros y dorados flanquea



piedra. Un lobo aúlla sobre ellos, csi gritara una advertencia. Es la mdel primus la que destrozará esta cCada uno y cada una de estos prínc princesas creerán merecer el honoiderar la casa. Pero solo uno pu

hacerlo.Me muevo como un fantasma eos demás estudiantes, deambulando

as estancias de piedra de lo que paser un gigantesco castillo. Hay habitación en la que tenemos avarnos.

Un abrevadero deja correr ahelada hasta el gélido suelo. Ahorsangre fluye junto al agua y desapa

hacia la derecha, en la piedra. Me si



como algún tipo de espectro en ierra de niebla y piedra.

En el suelo de una armerelativamente desierta nos esperan urajes militares en dorado y negro

cada fardo hay una etiqueta con nue

nombres. El símbolo dorado de un aullando distingue los cuellos y mangas de nuestras ropas. Cojo la

me visto a solas en un almacén. Ame dejo caer en un rincón, en silenEste es un lugar frío y solitario. muy lejos de casa.

Roque da conmigo. Edeslumbrante con el uniforme, esbcomo una espiga de trigo en verano

os pómulos marcados y los o



cálidos, pero con la cara pálida.acuclilla frente a mí durante vaminutos antes de extender el brazo cogerme las manos. Se las retiro, peespera hasta que por fin lo miro.

—Si te lanzan a las profundidad

no nadas, te ahogarás —dice, y levsus delgadas cejas—. Así que sinadando, ¿de acuerdo?

Fuerzo una risita. —La lógica de un poeta.Se encoge de hombros. —No cuenta para mucho. Así qu

daré hechos, hermano. Este essistema. Los colores más bajos dan a sus hijos con catalizadores.

alumbramiento rápido, a veces



cinco meses de gestación antes de ques induzca el parto. Salvo

obsidianos, solo nosotros esperanueve meses para nacer. Nuesmadres no reciben catalizadores,sedantes, ni nucleicos. ¿Alguna ve

has preguntado por qué? —Para que el producto sea puro. —Y de este modo, la natura

enga la oportunidad de matarnosConsejo de Control de Calidad firmemente convencido de que 13,6213 por ciento de los nideberían morir durante el primer añvida. A veces hacen que la realiencaje con ese número. —Extiende

manos con los dedos separados—.



qué? Porque creen que la civilizadebilita la selección natural. Ellos hel trabajo de la naturaleza para qunos convirtamos en una raza débil.o visto, el Paso es la continuación

esa política. Solo que nosotros he

sido unas herramientas en sus maMi… víctima era, bendita sea su aun estúpido. Venía de una familia

ninguna importancia y no teníangenio, ni inteligencia, ni ambiciónLas palabras le hacen fruncir el cantes de suspirar—. No tenía nada el Consejo valore. Existe una razóna que tenía que morir.

¿Había alguna razón por la

Julian tuviera que morir?



Roque sabe lo que hace porquemadre está en el Consejo. La detessolo entonces me doy cuenta de debería caerme bien. Es más: bucobijo en sus palabras. No estáacuerdo con las reglas, pero las si

Es posible hacerlo. Y yo también puhasta que tenga el poder suficiente cambiarlas.

—Será mejor que vayamos coresto —digo, y me pongo en pie.En el comedor, nuestros nomb

flotan en letras doradas encima desillas. La puntuación de las pruebadesaparecido. Los nombres aparecido también debajo de la m

del primus, en la piedra negra. Flo



dorados, ascendiendo hacia la mdorada. Soy el que más cerca eaunque todavía queda mucha distapor recorrer.

Algunos de los alumnos lloranpequeños grupos junto a la larga m

de madera. Otros están sentados coa pared, con la cabeza entre las maUna chica renqueante busca a su am

Antonia mira con rabia hacia la mdonde el pequeño Sevro está comiei que decir tiene que es el único

apetito. A decir verdad, me sorpreque haya sobrevivido. Es diminuto eligieron en el nonagésimo noveno luCon arreglo a las reglas de Ro

debería estar muerto.



Tito, el gigante, está vivo pmagullado. Esos nudillos suyos para sucia mesa de un carnicero. Est

pie, con actitud arrogante, apartadoresto; sonríe como si esto fuera magnífica diversión. Roque habla en

baja con la chica de la cojera, Lea. se derrumba entre sollozos y arrojanillo. Parece un ciervo, con los

abiertos y brillantes. Roque se sicon ella y la coge de la mano. Irrmás serenidad que ningún otro depresentes en la estancia. Me pregunestaría igual de sereno mienestrangulaba a otro chaval hasta matLe doy vueltas al anillo en el dedo

o quito y vuelvo a ponérmelo.



Alguien me da una ligera coldesde atrás.

—Eh, compañero. —Casio —saludo con la cabeza. —Felicidades por la victo

Estaba preocupado de que lo tuyo

fuera más que sesos —se ríe Casio.Sus rizos de oro no están despeinados. Me echa un brazo por

hombros e inspecciona la estancia conariz arrugada. Su despreocupaciófingida; me doy cuenta de que preocupado.

—Ah. ¿Hay algo más espantosoa autocompasión? ¿Qué es todo lanto? —Sonríe con suficiencia

señala a una chica que tiene la nariz



—. Ahora verla es un dolor. Y no eshubiera mucho que ver, ¿eh? ¿Eh?

Me olvido de hablar. —¿Neurosis de guerra, hombre?

e han llevado la tráquea? —Ahora mismo no tengo muc

ganas de bromear —contesto—. recibido algunos golpes en la cabezambién tengo el hombro hecho po

o es mi estado natural. —Lo del hombro se puede arrea mismo. Vamos a ponerlo de nuev

su sitio. —Me coge el hombro dislocomo si nada y, de un tirón, lo recoen su cavidad antes de que puprotestar. Doy un grito ahogado

dolor. Suelta una risita—. De prim



Julian es un prodigio. Cree que yomejor. —Frunce el ceño—. Él creesoy mejor en todo, lo que rescomprensible. Y yo le sigo el juHablando de lo cual, ¿a quién te cargado?

Se me encoge el estómago.Me invento una mentira, y se mbien. Es imprecisa y aburrida. De t

modos, ahora solo quiere hablar dmismo. Al fin y al cabo, a Casiocriaron justo para esto. Hay unos quchicos más o menos que tienen mismo brillo en la mirada. Nomaldad. Solo excitación. Y es de de quienes hay que cuidarse, porque

os que han nacido para matar.



Miro alrededor. Es fácil ver Roque tenía razón. No ha habido mupeleas difíciles. Esto ha sido selección natural forzada. Los mejhan masacrado a los peores del monCasi no hay heridos graves, salvo un

de pequeños de clase inferior. selección natural a veces da sorpresLa pelea de Casio fue fácil, se

dice. Lo hizo bien, rápido y fácildestrozó la tráquea con un golpe dediez segundos después de cuadraAunque la manera en que le crujios dedos fue un poco rara. De prim

He convertido en cadáver al hermdel mejor asesino. El pavor se

apoderando de mí.



Casio refrena la lengua cuaFitchner entra con parsimonia y orque nos sentemos a la mesa. Uno a se llenan los cincuenta sitios. Y popoco, su rostro se va ensombrecienmedida que la esperanza de que Ju

ome uno de ellos desaparece. Cuase ocupa el último sitio, se qunmóvil. Irradia una ira fría. No

caliente, como pensé que sería. Antse sienta en el extremo opuesto, frenmí, y lo observa. Mueve los labios, no dice nada. No consuelas a los dclase. Ni tampoco pensé que ella fde las que lo intentan.

Julian no es el único que falta. A

odo rizos y hoyuelos, está tendid



alguna parte sobre un suelo fríoPríamo ha desaparecido. El perfecexcelente Príamo, heredero de las lde Marte. Oí que fue primera espadel Sistema Solar el año de nacimiento. Un duelista sin par. Supo

que no era igual de letal con los puBusco entre las caras exhaustas. ¿Qcojones lo ha matado? El Consejo l

cagado con él, y me apuesto a qumadre va a montarla porque él, duego, no estaba destinado a morir.

—Estamos perdiendo a los mej—murmura Casio con moderación.

—Hola, pequeños comemierdasFitchner bosteza y pone los pies enc

de la mesa—. Bueno, puede que



hayáis caído en la cuenta de que el Ppodría haberse llamado la Criba. —rasca la ingle con la empuñadura dfilo. Sus modales son peores quemíos—. Y podéis pensar que es pérdida de dorados valiosos, pero

diotas si pensáis que cincuenta chpueden hacer mella en nuestros númHay más de un millón de dorado

Marte. Más de cien millones enSistema Solar. Pero no todos llegaser Marcados como Únicos, ¿verdad

»Si seguís pensando que ha scruel, plantearos que los espartamataban a más del diez por ciento dniños que nacían; la naturaleza

cargaba a otro treinta por ciento. So



unos condenados filántropos comparación. De los seiscienalumnos que quedan, la mayor parteentre el uno por ciento mejor decandidatos. De los seiscientos alumque han muerto, la mayoría estaban

uno por ciento peor de los candidao ha habido ninguna pérdida. —Suuna risita y recorre la mesa con

mirada en una actitud sorprendentemorgullosa—. Salvo por ese idiPríamo. Ese sí que os debe servirección. Era un chico brillante: herm

fuerte y rápido, un genio que estuddía y noche con una docena de tutoPero lo criaron entre algodones

alguien, no diré quién, porque es



quitaría diversión a nuestro planestudios, alguien lo pisoteó y le roma tráquea hasta que murió.

Se pone las manos detrás decabeza.

—¡Bueno! Esta es vuestra nu

familia. La Casa de Marte, una dedoce casas. No, no sois especialesel hecho de vivir en Marte y perten

a la Casa de Marte. Los de la CasVenus que viven en Venus no especiales. Lo que pasa es que encen esa casa. Ya me seguís. DespuésInstituto esperáis recibir un aprendicon suerte, con las familias de BelAugusto o Arcos. Los anterio

graduados de la Casa de Marte pu



ayudaros a encontrar esos aprendizpueden ofreceros los suyos propioquizá tengáis tanto éxito que no os falta la ayuda de nadie.

»Pero dejémoslo claro. Ahora unos críos. Unos estúpidos ni

pequeños. Vuestros padres os lo dado todo. Otros os han limpiadoculito. Os han preparado la comida.

uchado vuestras guerras. Os arropado vuestras brillantes naricpor las noches. Los roñosos ya cavantes de que tuvieran la oportunidameterla; edifican vuestras ciudaencuentran vuestro combustiblerecogen vuestra mierda. Los ro

aprenden a ponerse cachondos ante



que necesiten siquiera afeitarse. obsidianos tienen la peor condenvida que podáis imaginar: nada máshielo, acero y dolor. Los criaron parrabajo, los entrenaron desde pequ

para ello. Lo único que vosot

principitos y princesitas, habéis teque hacer es parecer pequeñas copiapapá y mamá, aprender modales, t

el piano, montar a caballo y pracdeportes. Pero ahora pertenecéisInstituto, a la Casa de Marte, aprefectura de Marte, a vuestro colorSociedad. Bla, bla, bla.

Fitchner esboza su despecsonrisa con parsimonia. Se apoya

mano venosa en la barriga.



—Esta noche por fin habéis healgo por vosotros mismos. Le hadado una paliza a otro crío igual vosotros. Pero eso vale lo mismo qupedo de una furcia rosa. Nuepequeña Sociedad se mantiene

equilibrio sobre la punta de una agLos demás colores os arrancaríancondenado corazón si tuvieran

oportunidad. Y luego están plateados. Los cobrizos. Los azu¿Creéis que les iban a ser fieles a panda de mocosos? ¿Creéis que obsidianos iban a seguir a unos miecomo vosotros? Esos estranguladoreniños os destruirían si vieran alg

debilidad. Así que no tenéis que mo



ninguna. —¿Y qué? ¿Se supone que

Instituto nos va a hacer fuertes? —gel gigantesco Tito.

—No, zoquete colosal. Se supque tiene que haceros lis

despiadados, sabios y duros. Se supque tiene que hacerte envejecincuenta años en diez meses

enseñarte lo que tus antepasahicieron para legarte este impe¿Puedo continuar?

Hace explotar un globo de chicle —Pues bien, Casa de Marte. —

rasca la tripa con su mano delgadSí. Tenemos una casa orgullosa

ncluso podría igualarse con alguna



as Antiguas Familias. Tenempolíticos, pretores y juristas. actuales archigobernadores de Merc Europa, un tribuno, docenas

pretores, dos togados y el emperadouna flota. Incluso Lorn au Arcos d

familia Arcos, la tercera familia poderosa de Marte, mantiene vínccon nosotros.

»Todos esos mandamases esbuscando un nuevo talento. escogieron entre otros candidatos completar la lista. Impresionad a hombres y mujeres importantesrecibiréis un aprendizaje despuésesto. Ganad y podréis escoger entre

aprendizajes dentro de la casa o de



de las Antiguas Familias; puede ncluso el propio Arcos os quiera

eso sucede, estaréis en el buen campara obtener la posición social, la f el poder por la vía rápida.

Me inclino hacia delante.

—Pero ¿ganar? —pregunto¿Ganar qué?Sonríe.

—En este momento, estáis enremoto valle terraformado en el extrmeridional del Valles Marineris. En valle, hay doce casas en doce castiDespués de la orientación de mañréis a la guerra con vuest

compañeros para dominar el valle

odos los medios que tengáis a vue



disposición. Consideradlo como un práctico de cómo conquistar y gobeun imperio.

Murmullos de excitación. Es uego. Y yo que pensaba que se tra

de estudiar cosas en una clase.

—¿Y si eres el primus de la cganadora? —pregunta Antonia. Un uguetea con sus rizos dorados.

—Entonces le das la bienvenida gloria, cariño. La bienvenida a la famel poder.

Así que tengo que ser primus.Tomamos una cena sencilla. Cua

Fitchner se marcha, Casio se revuea voz fría y llena de un humor somb

—Juguemos a un juego, ami



míos. Cada uno de nosotros dirá a qha matado. Empezaré yo. NexusCilentus. Lo conocí cuando éraniños, igual que a algunos de vosoLe rompí la tráquea con los dedos

adie habla—. Venga, vamos.

familias no deberían tener secretos.Todos siguen sin hablar.Sevro es el primero en marcha

Se mofa a las claras del juego de CEl primero en comer y el primero ena dormir. Yo quiero ser el siguienteugar de eso, tengo una breve y apac

charla con Roque y el enorme después de que Casio se dé por vencon su juego y se retire también.

mposible que Tito caiga bien. No



gracioso, pero para él todo es broma. Parece que se burla de míodos, aunque esté sonriendo. Qupropinarle una paliza, pero no meninguna razón. Todo cuanto diceperfectamente inocuo. Y sin embarg

odio. Es como si no me viese como humano. En vez de eso soy una piezajedrez y él está esperando p

ponerme en algún sitio. No. Empujaa algún sitio. De alguna forma olvidado que tiene diecisiete dieciocho años, como el resto. Eshombre. Puede que mida más de metros. Quizás esté cerca de los metros y medio. El ágil y flex

Roque, en cambio, me recuerda muc



mi hermano Kieran, si este fuera cde matar. Sus sonrisas son cálidas. palabras están llenas de pacienreflexiva nostalgia y sabiduría, igualo estuvieron antes. Lea, la chica parece una renqueante cría de cierv

sigue a todas partes. Él se muepaciente con ella.Avanzada ya la noche, busco

sitios en los que murieron estudiantes. No logro encontrarlos. escaleras ya no están. El castillo seha tragado. Encuentro reposo en un ldormitorio lleno de colchones delgaLos lobos aúllan desde las cambianieblas que ocultan las regio

montañosas más allá de nuestro cas



Me quedo dormido enseguida.



21

NUESTRO DOMINIO

Fitchner nos despierta en los alargdormitorios cuando la mañana aún oscura. Refunfuñando, nos levantade nuestras literas dobles y salimosorreón a la plaza del castillo donde

estiramos y partimos a la carrera. En

gravedad de 0,37, trotamos facilidad.Las nubes dejan caer una fina llu

El cañón se levanta cincuenta kilóm



al oeste y cuarenta kilómetros al estnuestra pequeña torre del valle de kilómetros de alto. Entre sus parhay un ecosistema de montabosques, ríos y llanuras. Nuestro cade batalla.

El nuestro es un territomontañoso. Allí se levantan colmusgosas y picos escarpados que

en cañadas herbosas en forma de Umanto de niebla lo cubre todo, incos frondosos bosques que se extien

como colchas tejidas a mano por encde las faldas de las montañas. Nuecastillo está situado en una colina jal norte de un río que discurre en m

de un valle con forma de cáliz: m



hierba, mitad bosques. Las colinas altas ahuecan el valle en un semicírde norte a sur. Debería gustarme estEo le gustaría. Pero sin ella me sian solo como parece nuestro castill

esa alta y elevada colina. Busco

medallón, busco nuestro hemainguno de ellos está conmigo. siento vacío en este paraíso.

Tres muros de nuestro castillo ecolina se alzan sobre precipiciosocho metros de caída. El castillonmenso. Sus murallas miden tre

metros de altura. La garita se extiedesde los muros como una fortalezaorres. Intramuros, el torreón cuad

se integra en el muro del noroeste



eleva cincuenta metros. Una supendiente baja hasta el fondo del vaa entrada occidental del castillo, fr

al torreón. Bajamos corriendo pendiente por un camino largo de tiLa niebla nos envuelve. Disfruto del

frío. Me purifica después de ucuantas horas de sueño irregular.La niebla se disipa a medida

alborea la mañana de verano. Ucérvidos, más esbeltos y rápidos qucriaturas de la Tierra, pastan en bosques de abetos. Los pájaros vuen círculos. Un cuervo solitario grnquietantes augurios. Los cord

cubren los campos y las cab

deambulan por las escarpadas roca



as colinas, que trepamos a la carreruna fila de cincuenta y una persoPuede que los demás miembros decasa vean animales de la Tierracuriosas criaturas que los tallidecidieron fabricar por diversión.

o solo veo ropa y comida.Los animales sagrados de Mhacen de nuestro hogar su territorio.

pájaros carpinteros martillean los ro los abedules. De noche, los loaúllan en las montañas y por el acechan en los bosques de nueerritorio. Cerca del río hay serpien

Y buitres en los silenciosos barranLos asesinos corren junto a mí. V

amigos tengo. Ojalá Loran, Kiera



Matteo estuviesen aquí para guardaas espaldas. Ojalá tuviera a alguie

quien pudiera confiar. Soy una ovejaviste una piel de lobo en medio demanada de lobos.

Mientras Fitchner corre por

rocosas colinas, Lea, la chica decojera, se cae. Fitchner la empperezosamente con el pie hasta qu

cargamos sobre los hombros. Roquo portamos la carga. Tito sonríe suficiencia y Casio es el único ayuda cuando Roque se cansa. DespPólux, un chico esbelto con la bronca y el pelo rapado me relSuena como si hubiera estado fuma

ciscos desde que tenía dos años.



Recorremos un valle estival bosques y campos. Allí nos picannsectos. Los oropelos chorrean su

pero yo no. Esto es un baño helcomparado con los antiguos rigoremi antigua escalfandra. Todos los

me rodean están en perfecta forma, Casio, Sevro, Antonia, Quinn —maldita chica es la cosa más rápida

haya visto nunca sobre dos piernaTito, tres de sus nuevos amigos ypodríamos dejar atrás al resto. Tan Fitchner, con sus gravibotas, pocorrer más que nosotros. Va brincacomo un cérvido; después da caza a saca rápidamente el cuchillo. Le ro

a garganta al animal y acerca



cuchillo para matarlo. —La cena —sonríe—. Cogedlo. —Podría haberlo matado más c

del castillo —murmura Sevro.Fitchner se rasca la cabeza y mi

su alrededor.

—¿Alguien ha oído a un trasgo frechoncho hacer un… bueno, lo queque hacen los trasgos? Cogedlo.

Sevro coge una pata del ciervo. —Soplapollas.Llegamos a la cima de una cum

rocosa que se encuentra a cikilómetros al suroeste del castillo. orre de piedra domina el pico. D

allí contemplamos el campo de bat

En alguna parte, nuestros enem



hacen lo mismo. El escenario de guse extiende hacia el sur más alládonde alcanza la vista. Una cordinevada recorre el horizonte por el oAl sureste, un bosque primienmaraña el paisaje. Dividiendo los

hay una exuberante llanura cruzadaun inmenso río que discurre hacia elel Argos, y sus afluentes. Más al

más allá de las llanuras y de los ríoerreno se sumerge a lo lejos en pendiente pantanosa. No veo más Una gigantesca montaña flota a kilómetros del suelo en el cielo cuajado de estrellas. Es el Olimexplica Fitchner, una montaña artif

donde los próctores observan las cl



odos los años. La parte más alta recon el trémulo resplandor de un casde cuento de hadas. Lea arrastra los para ponerse junto a mí.

—¿Cómo flota? —pregunta dulzura.

No tengo ni la menor idea.Miro al norte.Dos ríos en un valle arbol

dividen nuestro territorio montañseptentrional, que está en el límite dnmensas y salvajes tierras al

Forman una uve que señala al suroeas tierras bajas, donde al fin forma

afluente del Argos. Las tierras arodean el valle: espectaculares cerr

montañas enanas, cruzadas



barrancos en los que aún se encaramniebla.

—Esta es la torre de Fobos —ndica Fitchner.

Se eleva en el lejano suroestenuestro territorio. Fitchner bebe de

cantimplora aunque nosotros estasedientos, y señala al noroeste, dondencuentran los dos ríos en el valle

formar la uve. Una torre enorme couna lejana cordillera enana justo allá de la intersección.

—Y eso es Deimos.Traza una línea imaginaria p

enseñarnos los límites del territorioa Casa de Marte.

El río oriental se llama Furor.



occidental, que discurre por el surcastillo, es el Metas. Un único pucruza el Metas. Para llegar a nuecastillo, el enemigo tendría que cruz así entrar en la uve del valle y at

por el noreste a través de un f

erreno arbolado. —Esto es una cochina broma, ¿—le pregunta Sevro a Fitchner.

—¿Qué quieres decir, Trasgo?Fitchner hace explotar un globochicle.

—Estamos más expuestos que piernas de una furcia rosa. Todas ecolinas montañosas para que lucualquiera pueda llegar caminando h

a entrada principal. Hay un paso d



as tierras bajas hasta la puerta. Shay que cruzar un apestoso río.

—Señalando lo evidente, ¿¿Sabes? No me gustas nada. Eresasqueroso trasgo. —Fitchner se qumirando a Sevro durante un mom

cargado de intención, y después hacademán de indiferencia—. Sea csea, yo estaré en el Olimpo.

—¿Qué quiere decir, próctor?pregunta Casio con acritud.A él tampoco le gusta el aspecto

están adquiriendo las cosas. Auniene los ojos inyectados en sangre

haber llorado toda la noche a hermano muerto, eso no ha apagad

aspecto imponente.



—Lo que quiero decir es quevuestro problema, principito. No el

adie va a solucionaros nada. vuestro próctor, no vuestra mami. Een el Instituto, ¿os acordáis? Así qucreéis estar tan expuestos, os t

haceros un cinturón de castidad protegeros el punto débil.Se oyen gruñidos de prote

generalizados. —Podría ser peor —digo. Señmás allá de la cabeza de Antonia has llanuras meridionales donde

fortaleza enemiga cruza un enorme—. Podríamos estar expuestos cesos pobres mamones.

—Esos pobres cabrones tie



huertos y cultivos —replica Fitchpensativo—. Vosotros tenéis… —Mpor encima del saliente en busca ciervo que ha matado—. Bueno, rasgo se ha dejado el ciervo atrás

que no tenéis nada. Lo que no os ha

comido vosotros, se lo comerán obos. —A no ser que nos comamos a

obos —masculla Sevro, que consatraer miradas de extrañeza del resta Casa.

Así que tenemos que conseguinuestra propia comida.

Antonia señala las llanuras. —¿Qué están haciendo?

Una nave de carga negra baja



entre las nubes. Se acomoda en el cede una hermosa llanura entre nosotra lejana fortaleza fluvial de nue

enemiga, Ceres. Dos obsidianos y ucuantos quincallas hacen guamientras los marrones se apresura

colocar jamones, filetes, galletas, veche, miel y queso sobre una mdesechable a ocho kilómetros de la t

de Fobos. —Es evidente que se trata de rampa —resopla Sevro.

—Gracias, Trasgo —dice Casioun suspiro—. Pero yo no he desayun—Tiene ojeras alrededor de nquietos ojos. Me mira furtivamen

mí, de entre el grupo de compañero



me lanza una sonrisa—. ¿Una carDarrow?

La sorpresa hace que me dé vuelco el corazón. Después sonrío.

—Preparado.Y sale disparado.

He hecho cosas más estúpidas palimentar a mi familia. Hice cosas estúpidas cuando alguien a quien am

murió. Le debo compañía a Cmientras se lanza por la escarpadera.

Cuarenta y ocho chicos nos mmientras corremos para llenarnosripa; ninguno de ellos nos sigue.

—¡Traedme una loncha de ja

con miel! —grita Fitchner.



Antonia nos llama idiotas. La nde desembarco se aleja flotamientras cambiamos las montañanuestra espalda por un terreno amable. Ocho kilómetros en grave0,376 (según el estándar de la Tierra

pan comido. Bajamos a toda prisaas laderas rocosas y, después atravesar la hierba que nos llega po

obillo, llegamos hasta las llanuraoda velocidad. Casio alcanza las mcon un cuerpo de ventaja. Es ráp

os bebemos cada uno medio litroagua helada de la mesa. Yo antes quSe ríe.

—Parece que lo del asta es

símbolo de la Casa de Ceres. La d



de la cosecha. —Casio señalafortaleza que hay más allá de las velanuras. Unos pocos árboles motean

varios kilómetros que nos separancastillo. Los banderines ondean enmurallas. Casio se mete una uva e

boca—. Deberíamos acercarnos a eun vistazo antes de zampar. Un pocexploración.

—De acuerdo. Aunque hay algono me gusta… —susurro.Casio se ríe en la llanura abierta —Tonterías. Si hubiera peligro

veríamos venir. Y no creo que ningde ellos sea más rápido que nosoPodemos ir hasta allí vacilándole

plantar un pino en su puerta si



apetece. —La verdad es que noto movimi

—digo, y me toco el estómago.Aun así, algo va mal. Y no solo

mi tripa. Nos separan seis kilómetros

campo abierto de la fortaleza fluviarío borbotea a lo lejos, a la derechabosque queda a la izquierda. La llan

enfrente. Las montañas, más allá deEl viento hace susurrar la hierba alun gorrión planea con la brisa. Bajpicado hasta el suelo, después se as vuelve a subir. Me río con ganas ynclino sobre la mesa.

—Están en la hierba —susurro

Una trampa.



—Podemos robarles sacos levarnos más de esto —dice en

alta, y luego, en voz baja—: ¿Correm —Florecilla.Sonríe, aunque ninguno de noso

está seguro de si se nos permite emp

a lucha el día de la orientación.mismo da.A la de tres, rompemos de

puntapié las patas de la mesa desechde forma que ambos tenemos un mde duroplástico como arma. Grito cun maniaco y corro hacia el punto del gorrión huyó. Casio corre a mi lCinco dorados de la Casa de Cereevantan de entre la hierba. E

sorprendidos de nuestra temer



carrera. Casio golpea en la caraprimero de ellos con una estocpropia de un esgrimista. Yo soy mmenos elegante. Tengo el hombro rí dolorido. Grito y rompo mi armas rodillas de otro. Cae al suelo e

aullidos. Esquivo un golpe. Casiodesvía. Bailamos en pareja. Queres. Uno de ellos se encara conm

o tiene ni un cuchillo ni un bate. iene algo que me interesa mucho Una espada como un signo nterrogación. Una falce para cose

el grano. Me encara con la mano libra cadera y la hoja curva hacia f

como un filo. De haber sido un

estaría muerto, pero no lo es. Le h



fallar el golpe, y detengo a uno deatacantes de Casio. Avanzo rompicones hacia el mío. Soy mu

más rápido que él y, comparado coaprieto con la fuerza del duroaceroquito la falce y el cuchillo y despué

iro al suelo de un puñetazo.Cuando ve cómo hago girar la fen mi mano el último chico que qu

leso sabe que es momento de rendCasio da un gran salto en la graveda0,376 y le propina una innecespatada lateral en la cara. Me recueros danzarines y saltarines de Lico.

Kravat. La danza silenciosa. Guun extraño parecido al baile arrog

de los jóvenes rojos.



Las imprecaciones de estos chno tienen nada de silenciosas. No sininguna lástima por estos estudianTodos mataron a alguien la nopasada, igual que yo. En este jueghay inocentes. Lo único que

preocupa es cómo ha despachado Ca sus víctimas. Es la elegancia yfinura personificadas. Yo soy la ira

mpulsividad. Si descubriera mi secpodría matarme en un segundo. —¡Qué bestia! —canturrea—. ¡

estado condenadamente terrorífico!has birlado el arma! ¡Condenadamrápido! Menos mal que no emparejaron ayer. ¡De primera! ¿

enéis que decir vosotros, estúp



ramposos?Los capturados se limitan

nsultarnos.Me yergo sobre ellos y ladeo

cabeza. —¿Es la primera vez que hab

perdido en algo? —No obterespuesta. Frunzo el ceño—. Vaya, dde ser embarazoso.

El rostro de Casio resplandece: un momento se ha olvidado de la mude su hermano. Yo no. Yo me sieúgubre. Vacío. Malvado, cuando

adrenalina desaparece. ¿Esto es lo quería Eo? ¿Que me pusiera a juFitchner aparece por el aire so

nosotros, aplaudiendo. Las gravibot



—Pues Apolo, supongo. Se sisolo allí en sus dominios de la montToma este zinfandel de sus viñeMucho mejor que la variedad del pasado.

—¡Delicioso! —proclama Fitc

—. Pero tus chicos estaban agazapen la hierba. Casi como si supieranel picnic se iba a manifestar de man

espontánea. Sospechoso, ¿no? —¡Detalles! —ríe la próctor Ceres—. ¡Detalles pedantes!

—Bueno, ahí te va un detalle. Paque este año dos de los míos valen ccinco de los tuyos, querida.

—¿Estos guapos muchachos?

pregunta Ceres con una risita



Pensaba que los vanidosos se ibanApolo o con Venus.

—Bueno, por lo visto los tuuchan como granjeros y amas de c

Están en el sitio correcto. —No los juzgues aún, sinvergüe

Estos son clase intermedia. ¡Losclase superior están en otra pganándose sus primeros callos!

—¿Aprendiendo a usar el horHurra! —declara Fitchner con ironíDe los panaderos salen los mejgobernantes, o eso dicen.

Ella le da un codazo. —Ay, pero qué malvado. No

extraña que te presentaras al puest

Caballero de la Furia. ¡Menudo gran



Chocan los vasos mientras observamos desde abajo.

—¡Cómo me gusta el día orientación! —exclama Ceres con risita nerviosa—. Mercurio ha solcien mil ratas en la ciudadela de Júp

Pero Júpiter estaba sobre aviso poDiana se fue de la lengua y organizentrega de mil gatos. Los chicos

Júpiter no pasarán hambre como elpasado. Los gatos estarán tan gocomo Baco.

—Diana es una ramera —senteFitchner.

—¡Sé amable! —Lo he sido. Le envié una eno

arta fálica llena de pájaros carpint



vivos. —Venga ya. —Y tanto. —¡Qué bruto! —Ceres le acarici

brazo y me doy cuenta comportamiento de libertad amorosa

iene esta gente. Me pregunto si demás próctores serán también ama—. Tendrá la fortaleza llena de aguje

Bueno, y el ruido debe de ser espantMuy bien jugado, Marte. Dicen Mercurio es un bromista, pero bromas siempre tienen cierto… estil

—Estilo, ¿eh? Bueno, estoy segde que podría hacerte algunos trucoel Olimpo…

—¡Hurra! —canturrea e



nsinuante.Brindan de nuevo, flotando sobre

sudorosos y ensangrentados alumnospuedo sino reírme. Esta maldita gestá loca. Totalmente chiflados en vacías cabezas doradas. ¿Cómo es

son mis gobernantes? —¡Eh! ¡Fitch! Si no te importa. ¿se supone que debemos hacer con e

granjeros? —grita Casio. Le da un toen la nariz a uno de nuestros cautesionados—. ¿Cuáles son las reglas

—¡Coméoslos! —grita FitchneY, Darrow, deja esa condenada guadPareces un segador.

No la tiro. Tiene casi la mi

forma de la falce que llevaba en c



o es tan afilada, porque no diseñada para matar, pero proporciones son las mismas.

—¿Sabéis? Podríais dejar marchmis niños y devolverles la guadañasugiere Ceres desde allí arriba.

—¡Si me das un beso, trato he—grita Casio. —¿El hijo del emperador? —

pregunta a Fitchner. Él asiente—. Vua pedírmelo cuando seas un Marcprincipito. —Mira hacia atráMientras tanto, os aconsejaría quSegador y tú salierais corriendo.

Oímos los cascos antes de vercaballos pintados que galopan h

nosotros por la llanura. Vienen d



entrada abierta del castillo de la Cde Ceres. Las chicas que los molevan redes.

—¡Os han dado caballos! ¡Cabal—se queja Fitchner—. ¡Eso es njusto!

Corremos y a duras penas llegaal bosque. No me gustó mi priencuentro con caballos. Siguen dánd

un miedo de muerte. Los resoplidas coces. Casio y yo nos quedamoaliento. Me duele el hombro. Capturdos de los refuerzos de Tito porququedan solos en campo abierto.osado Tito tira un caballo y se cuando a está a punto de destrozar a

de las chicas con la bota. Ceres



golpea con un aturdidor y hace las pcon Fitchner. El aturdidor hace que se mee encima. El único a quien lgual reírse es Sevro. Casio com

algo sobre malos modales, pero suuna risita en voz baja. Tito se da cue

—¿Tenemos permiso para matarlo

no? —gruñe esa noche en la cena. comemos los restos del festín de B—. ¿O me van a aturdir cada vez?

—Bueno, no se trata de matarloresponde Fitchner—. Así que no.vayamos por ahí matando a condiscípulos, gorila majadero.

—¡Pero si ya lo hemos hecho an



—rezonga Tito. —¿A ti qué te pasa? —preg

Fitchner—. El Paso era una eliminacon fines selectivos. Ya no se trata dsupervivencia del más apto, sacomúsculos demente, pedazo de imb

¿De qué serviría que ahora los aptos se asesinaran unos a otros hque solo quedasen unos pocos? Aún

más pruebas que pasar. —Crueldad. —Antonia se cruzabrazos—. ¿Así que ahora no aceptable? ¿Es eso lo que ediciendo?

—Pues más vale que sea aceptabTito sonríe de oreja a oreja. Se

pasado toda la noche alardeando



cómo tiró al caballo, como si hiciera que todos se olvidaran demeada que manchó sus pantaloAlgunos lo han hecho. Ya ha reunidomanada de perros de caza. Solo paenernos una pizca de respeto a Cas

a mí, y eso que nos mira con gdespectivo. También a Fitchner.Fitchner deja su trozo de jamón

miel. —Vamos a aclarar las cosas, nipara que este búfalo no vaya porpisoteando calaveras. La crueldadaceptable, querida Antonia. comprensible que alguien muera accidente. Hasta los mejores pue

sufrir algún accidente. Pero no



mataréis los unos a los otros achicharradores. No colgaréis a nde las murallas a no ser que ya emuertos. Los medibots están cerca pa atención médica fu

extremadamente necesaria. Actúan

bastante rápido como para salvar via mayor parte de las veces.»Pero recordad que no se trata

matar. Por nosotros, como si sois ide despiadados que Vlad Dráculaperdió, a pesar de eso. De lo qurata es de ganar. Eso es lo

queremos.Y esa pequeña prueba de cruel

a ha pasado.

—Queremos que nos mostréis



brillantes que sois. Como AlejanComo César, como Napoleón, coMerrywater. Queremos que organiun ejército, que impartáis justicia, consigáis provisiones de alimentoprotección. Cualquier imbécil pu

clavarle una espada a otro en la trippapel de la escuela es encontrar aíderes de los hombres, no a

asesinos. Así pues, estúpidas criatuaquí no se trata de matar, sino conquistar. ¿Y cómo se conquista euego donde hay once tribus enemiga

—Atacándolas una a una —respoTito, a sabiendas.

—No, pedazo de ogro.

—Tonto del culo —musita Se



Fitchner aplaude con sorna. —Excelente, Segador, excele

Parece que alguien está hacieméritos para ser primus. —Todosrevuelven ansiosos ante esas últipalabras. Fitchner saca una c

alargada de debajo de la mesa—ahora, damas y caballeros, esto eque se usa para hacer esclavos. —S

nuestro estandarte—. Proteged eProteged vuestro castillo. Y conquia los demás.



22

LAS TRIBUS

Cuando llega la mañana, Fitchner yha marchado. Sobre su silla estáestandarte. Es una barra de hierrounos treinta centímetros de lacoronada con el aullante lobo de Muna serpiente repta a los pies del lo

debajo de ella está la pirámide estrellas en la punta de la SocieUnido al extremo de hierro va un m

de roble de metro y medio. Si el cas



es nuestro hogar, el estandarte es nuehonor. Con él podemos convertir aenemigos en nuestros esclavapretándolo contra su frente. Allíaparecerá el emblema de un lobo hque les toquen con otro estandarte.

esclavos deben obedecer nuesexpresos deseos o ser deshonrados siempre.

Me siento frente al estandarte eoscuridad del alba, mordisqueandorestos de Apolo. Un lobo aúlla eniebla. Su aullido entra por la venmás alta del torreón. La espigAntonia es la primera en unirse a mmueve tan sigilosa como una t

solitaria o una bella araña dorada.



he decidido hacia cuál de ellasnclina más su personalid

Intercambiamos miradas, pero saludos. Ella quiere ser primus.

Casio y Pólux el de la voz roentran después, con calma. Pó

refunfuña sobre tener que irse a la csin tener a unas rosas que le arropen —Un estandarte realme

espantoso, ¿no creéis? —se lamAntonia—. Al menos podrían habpuesto un toque de color. Creo endría que estar adornado con el

de la furia y la sangre. —No pesa mucho. —Casio

evanta por el poste—. Creí que serí

oro. —Admira la mano dorada



primus que está en el bloque de pinegra. Él también quiere serlo—. Yhan dado un mapa. Genial.

Un nuevo mapa de piedra domuno de los muros. Los detalles alredde nuestro castillo son excelentes

resto algo menos. La niebla de la guCasio me da una palmadita en la esp se une a la comida. No sabe que v

a oírle llorar por la noche. Compartiuna nueva litera en un cuartel de la alta de la fortaleza. Muchos otros sidurmiendo en la torre principal. Tisus amigos han cogido la torre aunque no tienen suficientes hompara llenarla.

La mayor parte de la casa se



evantado cuando Sevro arrastra un muerto por las patas. Ya lo despellejado y destripado.

—¡El Trasgo ha traído viandasaplaude Casio con delicadeza—. Hu

os hará falta leña. ¿Alguien sabe h

fuego? —Sevro sabe. Casio sonríClaro que sabes, Trasgo. —¿Te pareció que los corderos

demasiado fáciles de matar? —preg—. ¿De dónde sacaste el arma? —Nací con ellas.Tiene las uñas ensangrentadas.Antonia arruga la nariz. —¿Dónde demonios te criaste?Sevro le enseña el dedo medio.

—Ah —dice Antonia, olisquea



el aire—. En el infierno. —Y bien, como ya os habréis d

cuenta, pasará algo de tiempo anteque alguien haya reunido suficiebarras para ser primus —dice Ccuando todos nos hemos reun

alrededor de la mesa—. Por supueestaba pensando que nos hace faltíder antes de que se proceda a

elección de primus. —Se pone de pse aparta de Sevro para apoyar dedos en el extremo del estandartPara que podamos funcionar, debeomar decisiones inmediatas y

manera coordinada. —¿Y quién de vosotros d

estúpidos, crees que debería ser?



pregunta Antonia, con tono cortanteenormes ojos lanzan una mirada fprimero a Casio y después a mí.vuelve para observar a los demás,a voz melosa como el sirope espes

En este momento, ¿quién está

capacitado que los demás para lider —Ellos nos trajeron la cena… desayuno —dice Lea con mansedum

al lado de Roque.Señala con un gesto los restos icnic .

—Y nos llevaron directos a rampa… —recuerda Roque.

Antonia asiente con prudencia. —Sí. Sí. Un apunte acertado.

emeridad puede perjudicarnos.



—… pero es cierto que ganaroucha —termina Roque, quien se h

acreedor de una furibunda miradaAntonia.

—Con las patas de una mesa coarmas de verdad —retumba la voz

Tito para dar su aprobación, con reserva—. Pero después huyerondejaron atrás la comida. Así que

Fitchner quien nos la dio. Ellos shabrían dado al enemigo, y la habrepartido como marrones.

—Sí, claro, eso es tergiversar lopasó —se defiende Casio.

Tito se encoge de hombros. —Yo solo os vi corriendo como

florecillas.



Casio se vuelve de hielo. —Vigila esos modales, b

hombre.Tito levanta las manos. —Solo es un comentario. ¿Por qu

enfadas tanto, principito?

—Vigila tus modales, amigoendremos que cambiar las palabrasfilos. —Casio empuña la horquet

apunta con ella a Tito—. ¿Me oyes, au Ladros?Tito le sostiene la mirada, y desp

me la sostiene a mí. Me eequiparando con Casio. De repeCasio y yo formamos una tribu a ojoos demás. El paradigma cambia as

rápido. Política. Me tomo mi tiem



dándole vueltas al cuchillo que saqueado. Toda la mesa mira el cuchEn especial, Sevro. Mi mano derechrojo ha recogido un millón de tonelde helio-3 con su destreza. La izquiemedio millón. La destreza de un

nferior cualquiera sorprendería a edorados. Los deslumbro. El cuchparece un colibrí entre mis ágiles de

Parece que estoy tranquilo, pero cabeza va a cien por hora.Todos nosotros hemos matado.

era el reto. ¿Y ahora? Tito ha dejclaro que quiere matar. Podría detenahora, supongo. Clavarle el cuchillel cuello. Pero ese pensamiento

hace que se me caiga el arma. Sient



as manos la muerte de Eo. Oigogolpe húmedo y sordo de Julianmorir. No puedo soportar la sansobre todo cuando su derramamientme parece necesario. Puedo hacer este gigantesco cachorro se eche atrá

Pongo los ojos a la misma alturos de Tito, a sangre fría. Sonríe entitud, con un desprecio ape

perceptible. Me está desafiando. Cque tendré que pelearme con él o así si no aparta la mirada. Por lo engo entendido, eso es lo que hacenobos.

El cuchillo da vueltas y vueltasde repente, Tito se ríe. Aparta la mir

Mi corazón late más despacio.



ganado. Odio la política. Sobre todouna habitación llena de alfas.

—Claro que te oigo, Casio. Estunos metros de distancia —suelta con una risita.

Tito no cree que sea lo basta

fuerte como para desafiarnos de maabierta a Casio y a mí. Ni siquierasu cuadrilla. Vio lo que hicimos con

chicos de Ceres. Sin embargo, enabrir y cerrar los ojos, las líneas serazado. Me levanto de repente, lo

confirma que estoy al lado de CaEso le resta a Tito el ímpetu inicial.

—¿Hay alguien que no quiera alguno de los dos sea el líder?

pregunto.



—A mí no me gustaría que Antfuera la líder. Es una zorra —protSevro.

Antonia esboza un gesto ndiferencia, pero ladea la cabeza.

—Pero Casitito, ¿a qué viene t

prisa para que tengamos líder? pregunta. —Si no lo tenemos, nos dividire

cada uno hará lo que mejor le par—responde Casio—. Y de esa foperdemos.

—En lugar de lo que a ti te parmejor —dice Antonia con una sonrisa y una inclinación de cabezYa veo.

—No te pongas condescendi



conmigo, Antonia. Incluso Príamo esde acuerdo en que necesitábamosíder.

—¿Quién es Príamo? —se carcTito.

Está intentando ser el centro

atención otra vez.Todos los chicos dorados planeta conocían a Príamo. Ahora

pretende dejar claro quién lo mató, demás toman nota. Ha recuperadoprotagonismo. Excepto que yo sé Tito no mató a Príamo. No pondríalguien como él con Príamo. emparejarían con algún enclenque. que Tito es un mentiroso, además d

matón.



—Ah, entiendo. Como conspircon Príamo, ya sabes lo que hay hacer, ¿verdad, Casio? —Antonia secon la mano a toda la mesa—. ¿estás diciendo que estamdesamparados sin tu ayuda?

Lo ha pillado, y a mí también. —Escuchad, chicos, sé que esansiosos de ser los líderes —pros

—. Lo entiendo. Todos somos lídpor naturaleza. Cada uno de presentes de esta habitación es un gde nacimiento, un capitán de nacimiePero por eso existe el sistema de mdel primus. Cuando alguien se hganado cinco dedos de mérito y

preparado para ser primus, ento



endremos líder.»Hasta entonces, lo que digo es

esperemos. Si Casio o Darrow seganan, pues que así sea. Haré cualqcosa que manden, sumisa como una sin dobleces como un rojo. —Se d

a los demás con un gesto—. Hentonces, creo que vosotros tamdeberíais tener una oportunidad

ganároslo… Al fin y al cabo, ¡pudecidir vuestra carrera!Es lista. Y nos ha hundido. Sin d

cada uno de los mocosos presentes ehabitación estaba deseando haber más asertivo desde el princideseando haber gozado de

oportunidad de que la gente se fijar



ellos. Ahora Antonia se la da. Esta ser un caos. Y ella será primDefinitivamente, más como una arañ

—¡Mirad! —dice Lea junto a RoUn cuerno ruge más allá del castEl estandarte elige ese mome

para relucir. La serpiente y el lmudan el hierro por el oro brillantno solo eso: además, el mapa de pi

de la pared cobra vida. Nuestra bandel lobo ondea sobre una miniaturnuestro castillo. La bandera de Chace lo mismo. El mapa no señala castillos, pero las banderas de las ccuyos paraderos desconocemos se agen la leyenda del mapa. Seguro

encontrarán un hogar tan pronto c



exploremos el territorio que nos rodEl juego ha comenzado. Y ah

odos quieren ser primus. Ahentiendo por qué lademokracia elegal. Primero vienen los gri

Después, la frustración. La indecis

Los desacuerdos. Las ideas. ExploFortificar. Recolectar alimentos. Prampas. Combatir, asaltar, defen

atacar. Pólux escupe. Tito lo deja fde combate. Antonia se marcha. Sevhace algún comentario insidioso a Tse lleva a rastras su lobo hacia Dsabe dónde, sin haber encendidofuego. Es como mi equipo perforación de Lambda cada vez qu

ocutor jefe se ponía enfermo dur



una hora. Así fue como aprendí quecapaz de perforar. Barlow se escabupara fumar y yo saltaba a la torreperforación y hacía lo que me paroportuno. Ahora hago lo mismientras los niños se pelean.

Casio, Roque y Lea —que siguRoque a todas partes— vienen conmaunque el primero seguramente pi

que lo seguimos a él. Estamos acuerdo en que los demás no sabránhacer y, por tanto, es inevitable queno hagan nada. Vigilarán el castillsaldrán en busca de leña para el fuese apiñarán en torno al estandarte miedo a que se escape andando.

No sé lo que hacer. No sé si nues



enemigos están avanzando por montañas hacia nosotros. No sé si eformando alguna alianza contra M

i siquiera sé cómo se juega a maldito juego. Pero por alguna radoy por sentado que no todas las o

casas caerán en la discordia comocaído esta. Nosotros los de Mparecemos más propensos a la dispu

Le pregunto a Casio qué cree deberíamos hacer. —Una vez desafié a un ine

saltimbanqui a un duelo por faltarlrespeto a mi familia, un petimetreAugusto. Él era muy metódico: se ajos guantes, se recogió su bo

cabello, e hizo silbar su navaja igual



hacía en cada condenada prácticaucha que hacíamos en el Club Mi

Agea. —¿Y? —Le enganché y le atravesé la ró

mientras él seguía preparánd

agitando la navaja. —Se da cuentaque Lea lo desaprueba—. ¿Qué?duelo ya había empezado. Soy as

como un zorro, pero no tan aniGano, eso es todo. —Me da la sensación de que to

os sentís igual —expongo—. Que tnosotros nos sentimos igual, qudecir.

No se han dado cuenta de

metedura de pata.



Su razonamiento se mantieuestra casa no puede hacer frente

enemigo en nuestro estado, peroenemigo podría atacarnos mienestamos preparándonos, y echar a peasí mis esperanzas de ascender e

Sociedad. Así pues, necesitamnformación. Necesitamos saber nuestros enemigos están en una cañ

medio kilómetro al norte o si estáquince kilómetros al sur. Y noso¿estamos en una esquina del campuego o en el centro? Los enem

¿están en las montañas? ¿Al norte dmontañas?

Casio y yo estamos de acue

Tenemos que explorar.



Nos separamos. Casio y yo dirigimos a Fobos y después movemos en dirección contraria aagujas del reloj. Lea y Roque marhacia Deimos y exploran en el sende las agujas del reloj. N

encontraremos al anochecer. No vemos ni un alma desde la cde Fobos. En las tierras bajas no se

ni caballos ni guerreros de Ceres, cordillera de las tierras altas del está llena de lagos y cabras. Al surencima de un monte alto, echamovistazo a parte de los Grandes Bosal sur y al sureste. Por lo que sabempodría haber un ejército de gigantes

escondido, y no podemos investi



ardaríamos medio día en cubrirdistancia y apenas habríamos llegaa linde del bosque.

A unos diez kilómetros del casencontramos una fortaleza de pidesmoronada por el tiempo sobre

colina baja que vigila un paso. Dehay una rústica caja de supervivecon yodo, comida, una brújula,

cuerda, seis durobolsas, un cepillodientes, cerillas de sulfuro y vennormales. Guardamos las cosas en durobolsa vacía.

Así que han escondido suminispor todo el valle. Algo me dice quecosas más importantes escondidas e

campo que pequeños equipos



supervivencia. ¿Armas? ¿Métodosransporte? ¿Armaduras? ¿Tecnoloo pretenderán que vayamos a la gu

con palos, piedras y herramientasmetal. Y si no quieren que nos mateunos a otros, los aturdidores pro

endrán que sustituir a las armasmetal que llevamos. Nos ganamos unas feas quemad

de sol ese día. La niebla las enfría. su grupo, que ahora consta de miembros, acaba de regresar de nfructuosa incursión en la llanura.

matado dos cabras, pero no tienen fupara cocinar porque Sevro se marchado a saber dónde. Casio y

estamos de acuerdo en que, si



quiere hacerse el machote, al medebería ser capaz de dominar el fuSeguro que Sevro, dondequiera quencuentre, también está de acuerdo.chicos de Tito golpean piezas de msobre la piedra intentando hacer chis

pero las piedras del castillo no ecchispas. Qué listos son los próctoresLa cuadrilla de Tito manda a

morralla, los de clase inferior, a teña a pesar de que no tienen ninfuego. Todos se marchan hambrieesa noche. Todos, salvo Lea y RoEllos llevaban algunas de nuesbarritas de supervivencia. Amboscaen bien, aunque sean dorados

ustifico esa amistad diciéndome qu



hago para erigir mi propia tribu. Cparece pensar que una chica rápida dclase intermedia, Quinn, puede ser Pero él puede pensar eso de la mparte de las chicas guapas.

Las tribus crecen y la prim

ección ya está en marcha.Antonia se hace amiga de un rechoncho, avinagrado y con r

lamado Cipio; y consigue enviar grarmados con las palas y las hachasencontraron en el castillo para guarnFobos y Deimos. Puede que la chicauna bruja consentida, pero estúpidaes. Después, la cuadrilla de Tito seroba mientras duermen y reconsider

opinión.



Casio y yo exploramos juntos.ercer día, vemos humo levantarse ejos, puede que a unos tre

kilómetros al este. Es como un faranochecer. Los grupos de rastreadenemigos estarán fuera como noso

Si estuviera más cerca o dispusiérade caballos, investigaríamos. Ouviéramos más hombres, podría

partir de noche y planear una batidbusca de esclavos. La distancianuestra falta de cohesión marcandiferencia. Entre nosotros y el fuegodesfiladeros y barrancos que podcobijar grupos enemigos. Después muchos kilómetros de llanura por do

habría que caminar expuesto.



conseguiremos caminar esa distano cuando otras Casas tienen cabao se lo digo a Casio, pero te

miedo. Las montañas parecen segupero justo ahí fuera hay grupos errade doraditos psicóticos. Doraditos

os que aún no tengo muchas ganaencontrarme.La idea de encontrarme con o

casas se vuelve más terrorífica cuapienso que ni mi hogar es seguro. Eque Octavia au Lune dice siemningún hombre puede perseguir empresa en medio de las luchas trib

o podemos permitirnos que Tito vpor su cuenta durante mucho tiempo

ha robado bayas que Lea y Quinn ha



recolectado. Y esta mañana intentó el estandarte con Quinn para vepodía hacer esclavos a los miembrosu propia casa para sus avanzadillaspodía.

—Tenemos que unir a la casa

alguna forma —me dice Casio mienexploramos las montañas septentrion—. El Instituto sigue con noso

durante el resto de nuestras vidasperdemos, puede que no volvamogozar nunca de una buena posición.

—¿Y si nos esclavizan duranteuego? —pregunto.

Me mira preocupado. —¿Qué mayor desgracia po

haber?



Como si necesitara más motivaci —Apuesto a que tu padre ganó e

año. ¿Fue el primus? —pregunto.Para ser emperador, tuvo que ha

ganado en su año. —Sí. Siempre supe que ganó su

aunque no tenía ni cochina idea dque eso significaba hasta que llegaaquí.

Los dos estamos de acuerdo en para que la casa vuelva a estar unTito tiene que irse. Pero es inútil nos enfrentemos a él de manera abiPerdimos la oportunidad el primer Su tribu ya es demasiado numerosa.

—Yo digo que lo matemos en sue

—sugiere Casio—. Tú y yo podría



hacerlo.Me quedo de piedra al oírlo.

omamos ninguna decisión, peropropuesta me ayuda a recordar que o no somos el mismo tipo de gente.

verdad no lo somos? Su ira es salva

fría. Pero no vuelvo a ver la rabianuevo, ni siquiera cerca de Tito. Es sonrisas y carcajadas, y desafía a

miembros de la cuadrilla de Tituchas y carreras cuando no estánbatida: igual que hago yo entre enemigos.

Sin embargo, mientras que los deme guardan un respeto receloso, a Co quieren todos excepto la pandill

Tito. Incluso ha empezado a escabul



con Quinn. Ella me cae bien. Matóciervo con una trampa, y luego contóhistoria acerca de cómo lo mató condientes. Incluso nos enseñó las pruepelo entre los dientes y las encademás de marcas de mordida en

ciervo. Todos pensamos que teníacon nosotros a un Sevro más guapo hque ella rompió a reír tanto que no p

seguir con el embuste. Casio le ayuquitarse el pelo de ciervo de los dieMe gustan las mentirocomprometidas.

Las condiciones empeoran en primeros días. La gente sigue teniehambre porque aún no hemos encen

un fuego en el castillo y, por desgra



a higiene se olvida rápidamente cuaunos jinetes de Ceres raptan a donuestras chicas mientras se bañan erío justo debajo de la entrada. dorados se sienten confusos cuaempiezan a obstruírseles los poros y

salen granos. —¡Parece una picadura de abejaRoque se ríe de Casio y de mí—. ¡O

sol radial y distante!Finjo estar fascinado por elcomo si no los hubiera tenido cuaera rojo.

Casio se inclina panspeccionarlo.

—Compañero, esto es…

Entonces Roque explota el gr



usto en la cara de Casio, lo que hque se tambalee hacia atrás y le enarcadas del asco. Quinn se cae al sde la risa.

—A veces me pregunto —empiedecir Roque cuando Casio se recu

— cuál es el propósito de todo e¿Cómo va a ser este el mejor métodevaluar nuestras cualidades,

convertirnos en seres capaces gobernar la Sociedad? —¿Y llegas a alguna conclusión

pregunta Casio con cautela. Ahmantiene las distancias.

—Los poetas nunca llegan a nin—respondo yo.

Roque suelta una risita.



—A diferencia de la mayoría depoetas, yo a veces sí lo consigo. Y tnuestra respuesta para esto.

—Desembucha —le apremia Cas —Como si no fuera a hacerlo sin

nstrucciones de nuestra diva resid

—dice Roque, con un suspiro—. han traído hasta aquí porque este vera la humanidad antes de

gobernaran los dorados. FragmentaDesunidos incluso en nuestra prribu. Quieren que pasemos por

mismo que sufrieron nuestros abuPaso a paso, este juego evolucionando para enseñarnos nuecciones. Cambiarán las jerarq

sociales. Tendremos rojos, dorado



cobres. —¿Y rosas? —pregunta Ca

esperanzado. —Tiene sentido —digo. —Pero eso sería de lo más extr

—se ríe Casio, y hace girar el anill

obo en el dedo—. Los padres armaun escándalo si eso siguiProbablemente por eso echa Tito

miradas lascivas a las chicas. Querruguetito. Hablando de jugueti¿adónde ha enviado a Vixus?

Me río. Vixus, seguramente el peligroso de los seguidores de Titos demás partieron hace casi dos h

por órdenes de Tito para explora

lanura desde la posición privileg



que ofrece la torre de Fobos, como pde los preparativos para realizar ncursión en la Casa de Ceres.

—Haríamos mejor en tener a Vde nuestra parte si queremos hacer ugada —digo—. Es la mano derech

Tito.Roque sigue una línea pensamiento distinta.

—No… no estoy seguro de lo derosas.La idea de que un dorado sea un

e ofende. Pero… lo demás ressencillo. Esto es un microcosmos Sistema Solar.

—Parece como jugar al pañuelo

os acordáis de eso, pero con espada



contesto. Nunca he jugado a eso, pero Ma

en sus clases me puso rápidamentdía en los juegos con los que estodivertían de pequeños en los jardinesus padres.

—Pues… —dice Casio. Le clavRoque en el pecho un dedo de finseriedad—. Sí. Así que puedes cog

palabrería y metértela por donde elno se atreve a brillar, Roque. Estasmentes maravillosas lo han decididoel juego del pañuelo.

Roque se ríe. —No todos los hombres pue

entender la sutileza y la metáfora c

o. Pero no temáis, amigos musculo



o estaré aquí para guiaros por vericuetos más alucinantes. Por ejempuedo deciros que la primera pruserá volver a unir la casa antes de un enemigo llame a la puerta.

—Mierda —murmuro, mien

observo por el límite del parapeto. —¿Tienes algo en el culo? pregunta Casio.

—Parece que el juego ya empezado.Señalo hacia abajo.Al otro lado del valle, justo dond

bosque se encuentra con la llanverde, Vixus está arrastrando a una cpor el pelo. El primer esclavo d

Casa de Marte. Y lejos de que



repugne, me siento celoso. Celoso dhaberla capturado yo. Fue el esbirrTito, y eso significa que ahora Tito sganado credibilidad.



23

FRACTURA

Aunque dormimos bajo el mismo tea Casa tardó apenas cuatro días

dividirse en cuatro tribus.Antonia, quien por lo visto es

retoño de una familia que poseecinturón de asteroides considerable

leva a la clase intermedia: charlatanes, los quejicas, los cerebros dependientes, los peleles, los esn

los políticos.



Tito se lleva sobre todo la clsuperior o intermedia. Los especímfísicos, los violentos, los rápidos,ntrépidos, los prototípicamenteligentes, los ambiciosos y

oportunistas: el surtido típico de la C

de Marte. La prodigiosa pianistasilenciosa Casandra, es suya. Tambiérascible Pólux y el psicótico Vixus,

iembla de placer ante la idea de clel metal en la carne.Si Casio y yo hubiéramos plane

mejor nuestra estrategia, podríahaberle robado los superiores a TQué demonios, podríamos habeenido a todos dispuestos a segui

solo con decirles que tenían



obedecer. Al fin y al cabo, Casio yfuimos los más fuertes durante un bnstante, pero luego le dimos a Tit

oportunidad de intimidar, y a Antonde manipular.

—Mierda de Antonia —digo.

Casio se ríe y menea la cabmientras nos dirigimos hacia el esteas montañas en busca de más c

ocultas de suministros. Mis lapiernas pueden recorrer un kilómfácilmente en menos de un minuto.

—Bueno, es lo que se esperaella. Si nuestras familias no hubipasado las vacaciones juntas cuaéramos pequeños, la habría acusad

demókrata el primer día. Pero ella no



nada de eso. Más bien es comoCésar, o… ¿cómo los llamabanPresidentes: un tirano disfrazadopersona necesaria.

—Es como un zurullo plantado ecuenco del bebercio.

—Pero ¿qué condenados demosignifica eso? —pregunta Casio erisas.

El tío Narol podría habérselo dic —¿Perdón? Ah, se lo oí a un superior en Yorkton. Significa queuna mosca en la copa.

—¿Un rojo superior? —resoCasio—. Una de mis niñeras lo era.Lo sé. Raro. Pero la mujer me con

historias cuando quería dormir.



—Qué bonito —digo. —A mí me parecía una sabiho

relamida. Intenté decirle a mi madree callara la boca y que me dejara

paz, porque lo único que quería hera hablar de valles y de roman

sombríos que siempre terminaban una u otra tristeza. Qué criatura deprimente.

—¿Qué hacía tu madre cuandoquejabas? —pregunto. —¿Mi madre? ¡Ja! Me daba

colleja y decía que siempre se puaprender algo de los demás. Inclusos rojos superiores. Mi padre y

quieren parecer progresistas. Eso

confunde. —Sacude la cabeza—.



Yorkton! Julian no se podía creer alguien como tú fuera de Yorkton.

Las sombras regresan a mí. siquiera pensar en Eo las disipa.siquiera pensar en la licencia que mmi noble misión destierra la culpa.

el único que no debería sentculpable por el Paso; pero, aparteRoque, creo que soy el único qu

hace. Miro mis manos y recuerdosangre de Julian.De repente, Casio señala al ci

hacia el suroeste. —Por todas las condenadas lla

del infierno, ¿qué es eso?Del Olimpo, el castillo flotante,

multitud de parpadeantes medib



Oímos sus lejanos aullidos. próctores centellean tras ellas cflechas llameantes hacia las lejamontañas meridionales. Sea lo queo que haya ocurrido, una cosa

segura: el caos reina en el sur.

Aunque mi tribu continúa durmieen el castillo, nos hemos cambiado dorre alta a la garita para no tener

untarnos con la hueste de Tito. Cqueremos protegernos, mantenemosecreto que cocinamos.

Nos vemos con nuestra tribu pcenar en un lago de las montaseptentrionales. No todos son de csuperior. Tenemos algunos —Casi

Roque—, pero después no hay ning



elegido hasta la decimoséptima roTenemos algún intermedio —QuinLea—, pero los demás son la morrPayaso, Muecas, Hierbajo, GuijarCardo. Esto le molesta a Casio auna morralla del Instituto sigue sie

fehacientemente sobrehumana comparación con el resto de coloSon atléticos. Son resistentes. Nunc

piden que repitas algo a no ser quepara demostrar algo. Y aceptan órdenes, aunque anticipen lo quepediré después. Para mí sus orígmenos privilegiados tienen valor.

La mayoría son más listos que Pero poseo ese algo especial que lla

«astucia coloquial», como demuestr



alta puntuación en la prueba pensamiento lateral. Tampoco es mporte. Tengo cerillas, y eso

convierte en Prometeo. Ni AntoniTito tienen fuego, hasta donde yo séque soy el único que puede llenarle

buche. Ordeno que cada miembro dribu cace una cabra o un cordero.está permitido gorronear, aun

Muecas lo intenta con denuedo. Ndan cuenta de que me tiemblan manos cuando degüello una cabra cocuchillo por primera vez. Hay muconfianza en los ojos del animseguida de la confusión por creermesu amigo. La sangre es caliente, com

de Julian. Los músculos del cuello



duros. Tengo que serrarla con cuchillo romo, igual que Lea cuamata su primer cordero, chillamientras lo hace. Hago que lo desucon ayuda de Cardo. Y cuando no pucojo sus manos entre las mías y la g

dándole mi fuerza. —¿Es que papá te va a tener cortar también la carne? —se b

Cardo. —Cállate —le ordena Roque. —Ella puede librar sus prop

batallas, Roque. Lea, Cardo te ha huna pregunta. —Lea me mpestañeando, con los ojos confusoabiertos de par en par—. Hazle o

Cardo.



—¿Qué vas a hacer cuando tengaproblemas con Tito? ¿Darás griambién? Niña.

Cardo sabe lo que quiero que hSe lo pedí treinta minutos antes dee trajera la cabra a Lea. Le hago

señal a Lea con la cabeza, en direca Cardo. —¿Es que vas a llorar? ¿Te va

secar las lágrimas con…?Lea grita y salta hacia ella. Las echan a rodar mientras se dan puñetazos. No pasa mucho tiempo hque Cardo tiene a Lea sujeta pocuello con una llave. Roque se remunquieto a mi lado. Quinn tira de él

que se quede quieto. La cara de Le



está poniendo morada. Da golpes as manos en las de Cardo. Luego

desmaya. Le doy las gracias a Cardoa cabeza. La chica de rostro oscuro

responde con un lento bajar y subicabeza.

Pero los hombros de Lea se mucho más fuertes a la mañsiguiente. Incluso hace acopio de

valentía suficiente para coger demano a Roque. También dijo que buena cocinera; no lo es. Roquententa, pero no es mucho me

Comerse la pitanza que han prepaes como tragarse esponjas secas y llde hebras. Ni siquiera Quinn, con t

sus cuentos, es capaz de inventarse



receta.Cocinamos la carne de cabra y

ciervo en nuestra cocina de campama seis kilómetros del castillo, yhacemos de noche en las quebradas que la luz y el fuego no puedan

vistos. No matamos a las ovejas que las agrupamos y las dejamos efuerte al norte para mantenerlas a sa

Podría atraer a más gente a mi tribua comida, pero la comida es al miiempo un peligro y una bendición

que Tito y sus asesinos harían sienteraran de que tenemos fuego, com agua limpia…

Roque y yo estamos de vuelta e

castillo después de una pequ



exploración al sur cuando oímos ruprovenientes de un pequeño grupoárboles. Cuando nos acercamos un pmás, sigilosamente, oímos gruñidocortes. Esperamos ver una manadaobos destrozando una cabra, miram

hurtadillas a través de la malezdescubrimos a cuatro soldados de arrodillados en torno a un cadá

Tienen el rostro sangriento, la mioscura y voraz mientras rasgan tiracarne de ciervo con el cuchillo. Cdías sin fuego, cinco días desagradables bayas y ya se convertido en salvajes.

—Tenemos que darles cerillas —

dice Roque después—. Aquí las pie



no sueltan chispas por más que frotes.

—No. Si les damos cerillas, endrá más poder.

—¿Qué más da eso ahora? Si sigcomiendo carne cruda se van a p

enfermos. ¡Ya están enfermos! —Pues que se caguen en pantalones. Hay cosas peores.

—Dime, Darrow, ¿sería peor Tito tuviera el poder y Marte fufuerte o que Darrow tuviera el podMarte fuera débil?

—¿Mejor para quién? —pregcon petulancia.

Roque se limita a sacudir la cabe

—Que se les pudran las condena



ripas —opina Casio—. Ellos se loguisado. Pues que se lo coman.

Mi ejército está de acuerdo.Me gusta mi ejército, la morra

os inferiores. No están tan cualificani tienen la misma educación que lo

a clase superior. La mayoría de elloacuerdan de darme las gracias cuaes proporciono comida, cosa que

hacían al principio. No salen a chuledetrás de Tito en incursionesmedianoche solo porque eso les pocachondos. No, nos siguen porque Ces tan carismático como el sol y, bajuz, parece que la sombra que proy

sabe lo que está haciendo. No lo s

Ella, igual que yo, nació en una mina



De todos modos, parece que sí engo alguna estrategia. Me los llev

fondo de un barranco a trazar mapaas digipizarras que encontramos enbodega anegada; pero seguimos sinarmas que mi falce, algunos cuchill

palos afilados. Así que cualqestrategia que tengamos se basarecabar información.

Lo gracioso es que solo una tiene idea de lo que está pasando. Yes la nuestra. No es la de Antonidesde luego que no es la de Tito. Ede Sevro y estoy casi seguro de ques el único miembro de esa tribu aser que ahora haya adoptado lobos

resulta fácil saber si lo ha hecho o



uestra casa no celebra cenas familia. Aunque de vez en cuandvemos correr de noche colina arribasu piel de lobo, con el aspecto, cCasio describe a la perfección, «deespecie de peludo niño demonio pu

de alucinógenos». Incluso hubo ocasión en que Roque llegó a escualgo que no era un lobo, y que aul

envuelto en el oscuro manto de montañas. Algunos días Sevro campor ahí de forma más o menos nornsultando a todo lo que se mueve m

a Quinn. Hace una excepción con ele da carne y setas comestibles en vensultos. Creo que está pillado por

aunque ella esté pillada por Casio.



Le pedimos que nos hable depero no quiere. Es una persona leaquizá por eso me recuerda a cSiempre está contando buenas histoa mayoría, sin duda, ment

recubiertas de oro. Hay una chispa

vida en ella, igual que la que habími mujer. Es la única que no llTrasgo a Servo. También es la única

sabe dónde vive. Ni con todas nueexploraciones logramos hallar rastrél. Por lo que a mí respecta, puede epor ahí cortando cabelleras más allas montañas. Sé que Tito ha env

rastreadores para acecharlo, perocreo que tengan éxito. Ni siquiera lo

seguirme a mí. Sé que eso saca a Tit



sus casillas. —Yo creo que se está pajeando

os arbustos —ríe Casio—. Esperanque nos matemos unos a otros.

Cuando Lea llega cojeando castillo, Roque nos busca a Casio y

fuera. —La han pegado —dice Roquo muy fuerte, pero le dieron una pa

en el estómago y se llevaron el trade un día. —¿Quién? —grita Casio—. ¿Q

ha sido la escoria? —Eso no importa. Lo que import

que tienen hambre, así que deja de jal ojo por ojo. Esto no puede segui

—lo apremia Roque—. Los chico



Tito están muriéndose de hambre. ¿esperabas que hicieran? Demoniosenorme bruto está persiguiendo a Trporque necesita fuego y comida. Sdamos eso, podemos unir a la Camantener la urbanidad. Puede

ncluso Antonia haga entrar en razónribu. —¿Antonia? ¿Razón? —preg

Casio, a carcajada limpia. —Aunque eso pase, Tito segsiendo el que más poder tenga —añ—. Y eso no es ningún remedio.

—Ah, claro. Eso es algo quepuedes tolerar. Que otro tenga el poMuy bien. —Roque se estira sus la

cabellos—. Habla con Vixus o Pó



Llévate a sus capitanes si no queda Pero cura esta casa, Darrow. Decontrario, perderemos cuando otra venga a por nosotros.

Al sexto día sigo su consSabedor de que Tito está fuera

rapiña, me arriesgo a buscar a Vixuel torreón. Por desgracia, Tito regantes de lo esperado.

—Qué pinta tan animada y llenavida traes —me dice antes de consiga encontrar a Vixus en estancias de piedra del torreón. mpide el paso con su inmenso cue

Sus hombros son casi igual de anque el muro. Siento que hay otro e

pasillo detrás de mí. Vixus y otros



Se me encoge un poco el estómago. ha sido una estupidez—. ¿Adónde si puedo preguntarlo?

—Quería comparar los mapasnuestras exploraciones con el mprincipal de la sala de mando —mi

sabiendo que llevo una digipizarra ebolsillo. —Vaya, ¿así que querías comp

os mapas de las exploraciones conmapas principales por el bien de Mnoble Darrow?

—¿Y qué otro bien hay? —preg—. Todos estamos en el mismo ba¿no?

—Vaya, estamos en el mismo ba

—Tito estalla en una risa insincer



Vixus, si estamos en el mismo ba¿no crees que sería mejor compartiéramos tus pequeños mapas

—Sería mucho mejor —asiVixus—. Setas. Mapas. Lo mismo da

Así que fue él quien atacó a Lea.

ojos carecen de vida. Como los dcuervo. —Claro. Yo les echaré un vis

por ti, Darrow.Tito me quita los mapas reconocimiento. No puedo hacer npara impedírselo.

—Cógelos si quieres —le ofre—. Siempre y cuando sepas que fuegos enemigos lejos hacia el es

probablemente enemigos en los Gra



Bosques hacia el sur. Saquea todo loquieras, pero que no te pillen conpantalones bajados.

Tito olisquea el aire. No me estescuchando.

—Ya que estamos compartien

Darrow. —Olisquea de nuevo, cercmi cuello—. A lo mejor puedes decpor qué hueles a madera quemada.

Me pongo tenso, sin saber qué ha —Mira cómo se pone nervioMira cómo teje una mentira. —Lade Tito está llena de repugnanciPuedo oler tu engaño. Oler las menque rezumas.

—Como una mujer en celo —añ

Pólux, con tono sardónico. Me hac



gesto de indiferencia, como si estuvdisculpándose.

—Repugnante —dice Vixdespectivo—. Qué cosa tan vil. cosa despreciable y afeminada.

No sé por qué pensaba que po

volverlo contra Tito. —Eres un pequeño parásito continúa Tito—. Carcomiendo la m

porque no quieres ceder; esperandque tus hombres y mujeres se muerahambre. —Se van acercando deatrás, por los lados, cercándome. Titenorme. Pólux y Vixus son crueles, an grandes como yo—. Eres

criatura miserable. Un gusano en nu

columna.



Hago un gesto de indiferencia, csi le restara importancia al asunto. Tque piensen que no estoy preocupado

—Podemos arreglar esto —sugie —¿Ajá? —pregunta Tito. —La solución es simple, grandu

—le aconsejo—. Trae a tus chicochicas a casa. Deja de atacar a Cantes de que venga cualquier otra ca

os masacre a todos. Entonhablaremos del fuego. Y de la comid —¿Crees que puedes decirnos

que debemos hacer, Darrow? ¿Es escuestión? —pregunta Vixus—. ¿Cque eres mejor porque sacaste puntuación en una estúpida pruebec

¿Porque los próctores te escogi



primero? —Claro que lo piensa —dice

con una risita—. Cree que mereceprimus.

El rostro beligerante de Vixusnclina hacia el mío, los lab

dibujando cada palabra con tdespectivo. Bonitos cuando estáncalma, ahora los labios se le retue

cruelmente y el aliento le apestamirarme, examinándome y tratandohacerme creer que no está impresionSuelta una risa desdeñosa por la nVeo que está girando la cabeza pescupirme en la cara. Dejo que lo hUna masa viscosa de flemas me alc

se escurre despacio por mi me



hacia los labios.Tito me observa con una son

upina. Le centellean los ojos; Vixumira en busca de apoyo. Póluxacerca.

—Eres una pollita mimada —

Vixus. Su nariz casi roza la mía—.que eso es lo que me vas a dar, bhombre, tu pollita.

—O podrías dejar que me fuerasugiero—. Parece que estás bloqueaa puerta.

—¡Jo, jo! —Se ríe mirando a su —. Está intentando aparentar queiene miedo, Tito. Intentando evitarpelea. —Me clava la mirada con

ojos dorados y muertos—.



destrozado a estirados como tú enclubes de duelo miles de veces.

—¿De verdad? —preguncrédulo.

—Los rompí como ramitas. Y lume llevé a las chicas por divers

Cómo los he avergonzado delante depadres. En qué ruinas llorosas convertido a chicos como tú.

—Pero Vixus —digo con un suspntentando que no se noten el miedora en mi voz—. Vixus, Vixus, Vixus

hay chicos como yo.Miro hacia atrás, a Tito, p

asegurarme de que nuestros ojosencuentran cuando, con un movimi

despreocupado, como si bailara, h



girar mi mano de sondeainfiernos hundo en la yugular de Vixus confuerza de un mazo. Lo destroza, pmientras cae, lo golpeo con un codo,rodilla y la otra mano. Si sus piehubieran estado mejor colocadas, po

haberle partido el cuello por la mcon el primer golpe. En vez de esodesequilibra hacia un lado en la es

gravedad, con el cuerpo en horizonemblando por mi cadena de golPone la mirada en blanco. El mieddespierta en mi estómago. Qué cuan fuerte tengo.

Tito y los demás están demasisorprendidos por esa súbita viole

como para detenerme mientras esq



sus manos extendidas y corro porpasillos abajo.

No lo he matado. No lo he matado.



24

LA GUERRA DE TITO

o he matado a Vixus. Pero he mao posibilidad de unir a la casa. Baodo correr por las sinuosas escal

de la fortaleza. Oigo gritos detrás dePaso junto a los arrellanados estudiade Tito: comparten pedazos de pesc

crudo que han conseguido arponear río. Me pondrían la zancadillasupiesen lo que he hecho. Dos chica

ven marcharme y, al escuchar los g



de sus líderes, tardan demasiadoreaccionar. Ya estoy lejos de sus maejos de la garita inferior de la forta dentro de la plaza principal

castillo. —¡Casio! —grito desde la garit

dirección al castillo donde duermenhombres—. ¡Casio!Asoma la cabeza por la ventana

mi cara. —Ay, cielos. ¡Roque! —grita—.ha hecho! ¡Despierta a la morralla!

Tres de los chicos de Tito y unaas chicas me persiguen por el p

Son más lentos que yo, pero detrás vuna desde su puesto en el muro

cortarme el paso. Casandra. El p



corto le tintinea por las cosas de mque lleva entrelazadas en él. Sin ninesfuerzo, hacha en mano, salta los ometros que la separan del suelo desdparapeto y corre para interceptaantes de que llegue a las escaleras

dorado anillo de lobo refulge enmenguante luz. La chica es espectáculo digno de ver.

Entonces toda mi tribu sale degarita. Llevan mochilas improvisacuchillos y los palos para golpear allamos a partir de ramas caídas

habíamos recogido de nuestros bosqPero no avanzan hacia mí. Son istos, así que abren las enormes do

puertas que separan el castillo del l



camino inclinado que lleva a la cañLa niebla se filtra por la puertdesaparecen entre las sombras. SQuinn se queda atrás.

Quinn, la más rápida de MaBrinca por el camino empedrado c

una gacela, corriendo en mi ayudapalo de golpear da vueltas en el Casandra no la ve. Una larga colet

oro cae de pronto en la noche hecuando se levanta lentamente, con sonrisa en el rostro, y ataca a Casapor el lado ciego. La golpea con tsus fuerzas en la rodilla con el paloruido de la vara al romperse enresistente hueso de un dorado

estruendoso. También lo es el grito



Casandra. No se le rompe la piepero cae en el empedrado. Quinnenlentece el paso. Se pone a mi laoda prisa y, juntos, dejamos atrá

grupo de Tito.Alcanzamos a los demás en la p

más honda de la cañada. Atravesaas escarpadas colinas, nos dirigimofuerte septentrional en el interior de

ierras altas envueltas de niebla.vapor se aferra a nuestro cabello yen forma de perlas. Llegamos al fupasada la medianoche. Es una tnhóspita y cavernosa que se inc

sobre un barranco como un mborracho. El liquen cubre la gru

piedra gris. La niebla envuelve



parapetos y preparamos nuestra primcomida con los pájaros que hay enaleros de cada torre. Algunos escaOigo cómo aletean en la oscuridad dnoche. Ha empezado nuestra gucivil.

Por desgracia, Tito no es un enem

estúpido. No viene a por nosotros, ccreíamos que haría. Pensé que intensitiar nuestro fuerte del norte, queejército vería el fuego en el interioos muros de piedra y que olería

carne al chisporrotear su grasa. corderos que reunimos antes nos hab

durado semanas, meses de haber te



agua. Podríamos haber celebrbanquetes todas las noches. Entoncehabrían derrumbado. Hababandonado a Tito. Pero Tito conocarma, el fuego, así que nos abandpara que sus chicos y chicas no sepa

os lujos que disponemos. No deja a su tribu sola el tiemsuficiente como para pensar. El fren

a guerra nublan el juicio del homAsí que asaltan la Casa de Ceres a pdel sexto día y él se inventa trofeos os actos de violencia y valentía.

pone a los suyos marcas de sangre emejillas, que llevan con orgullo. escabullimos observando sus grupo

guerra entre los arbustos y las hie



altas de la llanura. A veces aprovechamos del punto de observasituado en los picos montañosos delcerca de Fobos. Desde allí somestigos del asedio de la Casa de Ce

En las cercanías de la Casa

Ceres, el humo se alza en una lúgcorona. Talan los manzanos. Mutilaroban los caballos. Los saqueadore

Tito incluso le echan el lazo a antorcha de una de las murallas de Cen un intento de llevar fuego al casde Marte. Los jinetes de Ceres les caza con cubos de agua antes de leguen a casa. Tito grita entonces l

de rabia, y los caballos de Ceres

alejan a velocidad vertiginosa. Ap



a llama con agua antes de dar la vuhacia casa. Su mejor soldado, rascible Pólux, derriba uno de

caballos con una rama de árbol talen forma de pincho. La amazona casu montura y Pólux se lanza sobre

Ese día se lleva dos esclavos más y se apropia de su caballo.Durante el octavo día en el Insti

observo junto a Casio y Roque el asa Ceres desde las montañas. Hoy monta el caballo capturado bajo el mde la Casa de Ceres con un lazo emano. Desafía a los arqueros a dispcon sus flechas a él o al caballo. pobre chica inclina la cabeza p

obtener un mejor ángulo con su arco



leva la flecha hasta la oreja, apuntusto antes de soltarla, Tito arrojaazo hacia arriba. Se agita en el

Ella se echa hacia atrás de golpe. Nbastante rápido. El lazo se enrosca ecuello, y Tito espolea su caballo

que se aparte de la pared, apretandazo. Los amigos de la chica luchancogerla. La agarran con fuerza per

ven obligados a soltarla antes de que parta el cuello.Se oye el eco de los gritos de

amigos mientras Tito la hace caer dmuralla y se la lleva a sus entusiaseguidores. Allí, Casandra pone chica de rodillas de una patada y

esclaviza con nuestro estandarte.



lamas de las cosechas que ardenagitan hacia el cielo crepuscular dovarios próctores flotan con jarrasvino y una bandeja de algdesacostumbrada exquisitez.

—Y los corazones violentos pren

as llamas más severas —murmRoque, arrodillado. —Es osado —reconozco

deferencia— y le gusta esto. —Sus chispearon cuando golpeé a Vixus egarganta. Casio asiente—. Demasiad

—Es mortífero —asiente Capero se refiere a otra cosa. Levantmirada hacia él. Hay un hilo de cruen su voz—. Y un mentiroso.

—¿Ah, sí? —pregunto.



—Él no mató a Príamo.Roque se queda quieto. M

pequeño que nosotros, parece un mientras sigue sobre su rodilla. Llevpelo recogido en una coleta. Tiene tncrustada en las uñas, que rascan

zapatos al intentar atárselos mienalza la mirada. —No mató a Príamo —repite Ca

El viento gime sobre las colinanuestras espaldas. Hoy la noche despacio. Las mejillas de Casiohunden en las sombras; incluso así ssiendo atractivo—. No habrían puesPríamo con un monstruo como Príamo es un líder, no un señor d

guerra. Lo pondrían con alguien



como algunos de nuestra morralla.Sé adónde quiere ir a parar C

con todo esto. Lo veo en la forma eque mira a Tito; la frialdad de sus me recuerda a la de una víbora cuasigue a su presa. Se me retuercen

entrañas al hacerlo, pero guío a Casia dirección en la que quiere ir, le ina morder. Roque ladea la cabeza h

mí, pues percibe algo extraño ennteracción con Casio. —Y a Tito lo habrían puesto

otra persona —añado. —Otra persona —repite Ca

asintiendo.Con Julian, está pensando. No

dice. Ni yo tampoco. Mejor dejar qu



descomponga en su cabeza. Es mdejar que mi amigo crea que nueenemigo mató a su hermano. Eso essalida.

—La sangre engendra sanengendra sangre engendra…

Roque susurra palabras al vientoviajan hacia el oeste, hacia la lalanura y hacia las llamas que danza

el horizonte bajo. Más allá las montse ocultan, frías y oscuras. La nievse acumula en las cumbres. Es visión que quita el aliento, pero los de Roque no se apartan de mi rostro

Encuentro cierta satisfacción al s



que los esclavos de Tito no son ualiados muy eficaces. Lejos de eadoctrinados de una manera concienzuda como podría estarlorojo, estos esclavos recién convertson seres obstinados. Siguen órden

se arriesgan a que los etiqueten cDeshonrados después de la graduacPero nunca hacen ni más ni menos d

que les manda. Ese es su acto rebelión. Combaten donde les dice combatan, con quien se lo pide y hcuando tienen que retirarse. Recogebayas que les dicen que cojan, inclusaben que son venenosas, y appiedras hasta que la pila se cae. Pe

hay una puerta abierta que lleve



fortaleza de un enemigo y Tito nodice que entren se quedarán allí yrascarán el trasero.

A pesar de la incorporación deesclavos y de arrasar las cosechas yhuertos de Ceres, la tropa de Tito,

avezada en la violencia, es espectáculo deplorable cuando trathacer cualquier otra cosa. Sus hom

vacían los intestinos en letrinas pprofundas, detrás de los árboles o erío, en un intento de envenenar aestudiantes de la Casa de Ceres. Unsus chicas incluso se cae dentro desde vaciar los intestinos en el aguarevuelca en sus propios desechos

una escena cómica, pero la risa se



vuelto algo escasa salvo entre estudiantes de Ceres. Se sientan dede los altos muros y cogen pescadorío y comen pan de sus propios hornmiel de sus colmenas.

En respuesta a las risas, Tito arra

a uno de los esclavos hasta la entrEs un chico alto de larga nariz quededica pícaras sonrisas a las chi

Cree que todo esto es un juego hastaTito le corta una oreja. Después llogritos buscando a su madre comoniño pequeño. Nunca comandará bade guerra.

Ninguno de los próctores, ni siquos de la Casa de Ceres, detiene

violencia. Observan desde el cielo



grupos de dos o de tres. Flotan mienos medibots bajan desde el Olim

aullando para cauterizar una heridratar un traumatismo craneal grave.

A la vigésima mañana en el Instios defensores arrojan una cesta

panecillos mientras los hombres de ratan de echar abajo la puerta conárbol caído. Los asaltantes term

uchando unos con otros por la comsolo para descubrir que el pan eshorneado con cuchillas dentro. gritos duran hasta la tarde.

La respuesta de Tito llega antesque caiga la noche. Con un nuevo gde cinco esclavos, incluido el chic

quien le falta la oreja, se acerca



puerta hasta que está a un kilómetmedio de distancia. Se pasea delantos esclavos, sujetando cuatro la

palos en la mano. Se los da a todosesclavos menos a la chica a la quede las murallas con un lazo.

Con una pronunciada reverenhacia la puerta de Ceres, agita una m les ordena a los esclavos

comiencen a golpear a la chica. Al ique Tito, la chica es alta y fuerte, asíes difícil compadecerla. Al principi

Los esclavos golpean a la chica reserva en los golpes iniciales. EntoTito les recuerda la deshonra marcará para siempre sus nombres s

obedecen; golpean más fuerte; apunt



a dorada cabeza de la chica. La gol la golpean hasta que pasa muiempo sin que se escuchen sus grita sangre le enmaraña los rub

cabellos. Cuando Tito se aburre, arra la chica herida por el pelo de vuel

campamento. Esta se desdeslavazada por el suelo.Observamos desde nues

emplazamiento en las montañas, y LQuinn tienen que impedir que Casio corriendo hacia la llanura. Le aseque la chica sobrevivirá. Los palosun espectáculo. Roque escamargamente en la hierba y buscmano de Lea. Resulta extraño ver c

es ella quien le da fuerzas a él.



A la mañana siguiente descubrique la respuesta de Tito no acaba copaliza. Después de que nos retiráraa nuestro castillo, Tito se escabullcaer la noche para esconder a la cdirectamente frente a la puerta de C

bajo un espeso manto de hierba, ataamordazada. Después hizo que unasus seguidoras gritara durante tod

noche para hacer creer que eraesclava del campamento. Gritaba crelativas a violación y vejaciones.

Quizá la chica de Ceres capturcreyera que estaba a salvo bajohierba. Quizá pensase que los prócta socorrerían y que volvería a casa

mamá y papá, a casa con sus clase



equitación, a casa con sus cachorritsus libros. Pero a primeras horas dmañana la pisotean los jinetes enfurecidos por los gritos, galodesde la fortaleza de Ceres prescatarla del campamento improvi

de Tito. No descubren su locura hque oyen cómo bajan los medibots espalda para llevarse el cue

destrozado al Olimpo. No vuelve. Aun así, los próctorentervienen. Ni siquiera tengo claro

qué están.Echo de menos mi hogar. Lico,

supuesto, pero también el sitio doestaba a salvo con Dancer, Matte

Harmony.



Pronto ya no quedan más esclavos levarse. La Casa de Ceres ya no

después del atardecer, y vigilan los amuros sin fuego. Han cortado

árboles al otro lado del muro, perocultivos y más huertos en el interiopan sigue cociéndose y el río sfluyendo intramuros. Tito no puede hotra cosa que destrozar la tierra y ro que queda de sus manzanas.

mayoría las han sembrado con agujaguijones de avispas. Tito ha fracasAsí que, como hacen los ojos de toos tiranos después de una gu

fallida, su mirada se vuelve haci



nterior.



25

GUERRA TRIBAL

Han pasado treinta días desde entramos en el Instituto y todavía nvisto indicios de otra casa enemexcepto por los rastros de humo ejos. Los soldados de la Casa de C

rondan los márgenes exteriores

nuestra tierra. Cabalgan con impunahora que la tribu Tito se ha retiradnuestro castillo. Castillo. No. Se

convertido en una pocilga.



Llego a él con Casio muy temprLa bruma aún se aferra a las cuorres y la luz lucha por penetrar el c

gris de nuestro clima de montaña. Esilenciosa mañana se escucha el ecos sonidos del interior de las mura

de piedra como de monedas tintineadentro de una lata. Es la voz de TIntenta, entre maldiciones, que su

se levante. Al parecer, apenas lo hunos pocos. Alguien le dice que se val infierno, y no es de extrañar. iteras son la única comodidad

castillo. Sin duda, se han colocadopara alimentar la pereza. Mi tribu cade esas comodidades. Dormimos enc

de la piedra, acurrucados unos con o



en torno a las crepitantes fogatas. Ayque daría por volver a dormir en cama.

Casio y yo nos escabullimos poescarpado camino de tierra que llea garita. La niebla es tan densa

apenas podemos verla. Más sonidosnterior. Parece que los esclavos seevantado. Oigo toses, quejas y algu

gritos. Un largo chirrido y el estréde las cadenas nos indican que la puse está abriendo. Casio me empuja ado del camino para escondernos e

niebla mientras los esclavos arrasos pies. Sus rostros están pálidos a tenue luz. Sus mejillas hundida

han llenado de sombras y tienen el



sucio. Llevan la piel alrededor deemblemas embadurnada de barro. pasa lo bastante cerca de mí para me llegue su olor corporal. Me poenso de repente, preocupado de

vuelva a notar mi olor a humo, per

o nota. Casio está quieto a mi launque puedo sentir su ira.Avanzamos con sigilo por el cam

vemos a los esclavos trabaduramente en la relativa seguridadbosque. No son áureos cuando tique restregar la mierda y buscar comentre los cortantes cardos. A algunfalta una oreja. Vixus, que se recuperado de mi ataque salvo po

enorme moratón en el cuello, se p



entre ellos pegándoles con un lapalo. Si la prueba consiste en unir acasa indisciplinada, yo no la epasando.

Cuando se disipan las primehoras de la mañana y los apet

cambian con la llegada de los templrayos de sol, Casio y yo escuchamoruido que hace que se nos ponga el v

de punta. Gritos. Gritos de la alta tde Marte. Son de una clase especapaz de hacer ensombrecer el alma

Cuando era pequeño, en Lico, vez mi madre me puso sopa en numesa de piedra en la noche de Laureales. Había pasado un año d

a muerte de mi padre. Kieran y Le



se sentaban junto a mí. Ninguno dedos tenía más de diez años. Una úuz parpadeaba encima de la mesa, y

sombras envolvían a mamá salvobrazo desde el codo hasta la mEntonces llegó el grito, amortiguado

a distancia y los recovecos de nuedistrito cavernoso. Sigo viendo cómcaldo tembló en el cucharón, cóm

mano de mi madre tembló al oíGritos. No de dolor, sino de terror.

—¿Qué les está haciendo a chicas…? —sisea Casio mienescapamos a hurtadillas del cas

cuando cae la noche—. Es un anima



—Es la guerra —digo, aunquepalabras suenan vacías incluso a propios oídos.

—¡Es el colegio! —me recuerd¿Y si Tito se lo hiciera a nueschicas? ¿A Lea… o a Quinn?

No digo nada. —Lo mataríamos —responde Cpor mí—. Lo mataríamos, le cortaría

a polla y se la meteríamos en la bocSé que también está pensando eque Tito ha debido de hacerle a Julia

A pesar de lo que masculla Casicojo del brazo y me lo llevo lejoscastillo. Las puertas están cerracontra los peligros de la noche.

podemos hacer nada. Vuelvo a sent



desamparado. Tan desamparado ccuando Dan el Feo se llevó a Eo dado. Pero ahora soy diferente. Cios puños. Ahora soy más de lo que

antes.De camino a nuestra fortaleza e

norte, vemos un brillo en el aire. Ugravibotas doradas refulgen mienFitchner desciende. Está masca

chicle y se sobresalta al ver nuesmiradas furiosas. —¿Qué os he hecho, jóve

amigos, para ganarme esas miradaodio?

—¡Está tratando a las chicas comanimales! —protesta Casio, furioso

e notan las venas del cuello—.



doradas y las está tratando comperros, como a rosas.

—Si las está tratando como a roserá porque no se merecían nada máeste pequeño mundo de lo que las rse merecen en el grande.

—Estás de broma. —Casio noentiende—. Son doradas, no rosas. Emonstruo.

—Entonces demuestra que ereshombre y detenlo —dice Fitchner—no ser que las esté matando una a unes de nuestra incumbencia. Todasheridas se curan. Incluso esas.

—Eso es mentira —espeto. LoEo no se curará nunca. Ese dolor du

siempre—. Hay cosas que no



desvanecen. Hay cosas que nuncapodrán enderezar.

—Y sin embargo no hacemos nporque él tiene más guerreros —esCasio.

Se me ocurre una idea.

—Eso podemos arreglarlo.Casio se vuelve hacia mí. Vefrialdad en mis ojos como yo la ve

os suyos cuando habla de Tito. Esalgo peculiar que compartimos. Estahechos de hielo y fuego, aunque no eseguro de quién es el hielo y quién fuego. Los extremos nos gobiernan de lo que nos gustaría; por pertenecemos a Marte.

—Tienes un plan —afirma Casio



Asiento con frialdad.Fitchner nos mira a ambos y sonr —Ya era hora, condenados.

El plan comienza con una concesión

solo alguien que ha estado caspodría hacer. Casio no puede parareír cuando le cuento los deta

Incluso Quinn suelta una risa desdea la mañana siguiente. Después pbrincando como un ciervo hacia la de Deimos para transmitirle a Antmis disculpas formales. Tiene que vconmigo para trasladarme la respude Antonia en uno de los escondite

suministros cerca del río Furor, al n



del castillo.Casio vigila el nuevo fuerte co

resto de nuestra tribu, en caso de Tito intente atacar mientras Roque yvamos al almacén oculto a lo largodía. Quinn no llega. El anochecer s

pesar de la oscuridad, seguimoscamino que ella habría tomado hacorre de Deimos. Caminamos hasta

legamos a la torre, que se asienta spequeñas lomas rodeadas de frondbosques. Cinco hombres de holgazanean cerca de la base. Roqueagarra y me empuja debajo de la madel bosque. Señala un árbol a cincumetros de allí. Vixus está escond

sentado en una rama alta, a la esp



¿Han cogido a Quinn? No: es demasrápida para que la cojan. ¿Nos raicionado alguien?

Regresamos al fuerte a primhoras de la mañana. Seguro que algvez me sentido más cansado que ah

pero no logro recordar cuándo. ampollas me destrozan los pies a pde que el calzado me queda bien,

me pela el cuello de tenerlo expuessol durante largas jornadas. Algomal.

Lea sale a mi encuentro en la entde la fortaleza. Se abraza a Roque ya mirada hacia mí como si yo fuerpadre o algo parecido. No es la c

ímida de siempre. Su cuerpo de pá



no tiembla de miedo, sino de rabia. —Tienes que matar a ese montó

basura, Darrow. Tienes que cortarlecochinas pelotas.

Tito. —¿Qué ha pasado? —Miro a

alrededor—. Lea. ¿Dónde está CasioMe lo cuenta.Tito capturó a Lea mientras vo

de la torre. Le pegaron. Entonces envió aquí una de sus orejas. dirigida a mí. Creían que Quinn erachica, y Tito supone que conoceemperamento. Arrancaron la reac

que querían, pero no de mí.Casio estaba de guardia mientras

otros dormían y se escabulló haci



castillo para desafiar a Tito. De amodo, el brillante jovencito pensabadoscientos años de honor y tradiáureos sobrevivirían a la enfermeque ha consumido a la tribu de Titapenas unas semanas. El hijo

emperador estaba equivocado. ampoco está acostumbrado a quepatrimonio sea de tan esc

rascendencia. En el mundo real haestado a salvo. En este mundo miniatura, no.

—Pero está vivo —confirmo. —¡Sí, estoy vivo, florecilla!Casio sale del fuerte sin camis

ambaleándose.

—¡Casio! —exclama Roque,



ahoga un grito.El rostro se le empalidece de súbEl ojo izquierdo de Casio e

cerrado por la hinchazón y el dereestá cubierto de sangre. Tiene los lapartidos. Las costillas, púrpuras c

uvas. Tres dedos dislocados le brotaa mano como las raíces de un árbiene el hombro en un ángulo extr

Los demás lo contemplan con tristCasio era el hijo del emperadorcaballero de armadura resplandecieY ahora su cuerpo es un desastre. miradas que le dedican y el páresplandor de sus pieles me dicen no habían visto a alguien herm

mutilado.



Yo sí.Huele a meados.Él hace como si todo hubiera

una broma. —Me zurraron pero bien cuand

desafié. Me dieron con una pala en

ado de la cabeza. Entonces me rode se mearon encima de mí en círcDespués me ataron en ese apes

orreón, pero Pólux me liberó, combuen chico, y ha aceptado a abripuerta si lo necesitamos.

—Creo que has sido muy estúp—le reprocho.

—Claro que lo es, quiere ser unos caballeros de la soberana

murmura Roque—. Y lo único que h



es batirse en duelo. —Agita su lmelena. Tiene tierra incrustada encinta de cuero que ciñe su coletTendrías que habernos esperado.

—Ya no hay marcha atrás —digSeguimos con el plan.

—Vale —accede Casio, despec—, pero para cuando llegue el momTito es mío.



26

MUSTANG

Una parte de Casio ha desaparecidochico invencible a quien conocí es aalgo diferente. La humillación lecambiado. Aunque, mientras le endeos dedos y le recoloco el hombroermino de decidir cómo. Se derru

por el dolor. —Gracias, hermano —me dice, sujeta a mi cuello para ayudars

evantar. Es la primera vez que lo



—. He fallado la prueba. —No le la contraria—. Fui allí como un perfmbécil. Si esto hubiera pasado

cualquier otro lugar, me habrían mat —Al menos no te ha costado la

—lo animo.

Casio suelta una risita. —Solo mi orgullo. —Bien. De eso tienes en abunda

—replica Roque con una sonrisa. —Tenemos que rescatarla. —mueca de Casio se desvanece cuanos mira a Roque y a mí—. A QuTenemos que rescatarla antes de qua lleve a la torre.

—Lo haremos.

Lo haremos, maldita sea.



Casio y yo avanzamos hacia el según mi plan, más lejos de lo hayamos ido hasta ahora. Nos quedaen las tierras altas del norte, pero

aseguramos de caminar sobre cumbres que se ven desde las llanabiertas de abajo. Al este y más al nuestras largas piernas nos llevan mmás lejos.

—Jinete al sureste —digo. Casiomira.

Atravesamos una húmeda cañdonde un oscuro lago nos ofreceposibilidad de beber entre una fam

de ciervos. El barro cubre nues



piernas. Los insectos revolotean ende la fría agua. Me inclino a beber acto de la tierra entre mis dedos

agradable. Me mojo la cabeza y pongo a comer con Casio un poconuestro añejo cordero. Le hace falta

Toda esta proteína me hace seretortijones. —¿Cómo de al este del cast

crees que estamos? —le preguntCasio, y señalo detrás de él. —Puede que a veinte kilómetros

difícil de establecer. Parece más lepero tengo las piernas cansadas. —endereza y mira donde estoy señala—. Ah. Ya lo veo.

Una chica montada en un cab



mustang moteado nos mira desdemargen de la cañada. Lleva una arga cubierta y atada a la silla

montar. No logro distinguir de qué es, pero la he visto antes. La recucomo si fuera ayer. Es la chica que

lamó florecilla cuando me caí de aponi al que me subió Matteo. —Quiero que su caballo vuelva

donde ha venido —me dice Casio.puede ver por el ojo izquierdo, perrecuperado la fanfarronería de siemaunque algo forzada—. ¡Oye, cariñogrita—. Mierda, qué daño en costillas —dice más bajito—. ¡Cabade primera! ¿De qué casa eres?

Esto me preocupa.



La chica se acerca trotando udiez metros, pero lleva los embledel cuello y de la manga cubiertosdos trozos de tela cosida. Tiene la manchada con tres rayas diagonaleugo azul de baya mezclado con g

animal. No sabemos si es de CeEspero que no. Podría ser de bosques del sur, o del este, o inclus

as tierras altas del nordeste. —¡Eh, Marte! —saluda petulancia, fijándose en el emblemnuestras chaquetas.

Casio hace una patética reverenYo no me molesto.

—Vaya, cuánta elegancia. —Le

un golpe a una piedra con el zapat



Eh… Mustang. Bonito emblemabonito caballo.

Le doy a entender que tenercaballo es algo poco frecuente.

La chica es bajita y delicada.sonrisa, no: se burla de nosotros.

—Y vosotros, chicos, ¿qué hacéias tierras del interior? ¿Cosechacereales?

Le doy un golpecito a mi falce. —Ya tenemos bastante en casa.Señalo al sur de nuestro castillo.Reprime una risa ante mi end

mentira. —Seguro que sí. —Voy a ser claro contigo. —C

fuerza una sonrisa con su maltrecha



—. Eres increíblemente preciosa. puedes ser de Venus. Pégame con losea que lleves debajo de esa tellévame a tu fortaleza. Seré tu ros

prometes no compartirme y mantenecaliente por las noches. —Da un p

nestable hacia delante—. Y por mañanas.Su mesteño retrocede hasta qu

deja de intentar robarle el caballo. —Pero qué encantador eres, guY a juzgar por la horqueta que lleambién debes de ser un luchadorprimera.

Aletea las pestañas.Casio hincha el pecho en señal

confirmación.



Ella espera hasta que lo entiendaEntonces Casio frunce el ceño. —Eso. Ajá. Bueno, no teníamos

herramientas en la fortaleza que laspertenecen a nuestra deidad. Así qua os habéis tenido que topar con

Casa de Ceres. —Se inclina sarcasmo sobre su silla de montar—enéis cultivos. Habéis peleado con

que sí los tienen, y está claro quedisponéis de mejores armas, o decontrario las llevaríais encima. AsíCeres anda por aquí. Probablementas llanuras cerca del bosque, por

cosechas. O cerca de ese gran ríoque todo el mundo está hablando.

Ella es toda ojos risueños y



boca que sonríe con suficienenmarcada en una cara con formacorazón. Por la espalda le caen trede largos cabellos tan dorados refulgen con el sol.

—¿Así que estáis en los bosqu

—pregunta—. Al norte de las montaprobablemente. Pero ¡qué divertidesto! ¿De verdad son tan patét

vuestras armas? Está claro que no tecaballos. Qué casa tan pobretona. —Escoria —dice Casio con énfa —Se te ve muy orgullosa de

misma.Me coloco la falce en el hombroLevanta una mano y la balan

hacia delante y hacia atrás.



—Más o menos. Más o menos. orgullosa de lo que el Cara Guapa debería de estar. Menudo fantasmaPongo el peso de mi cuerpo sobrededos de los pies para ver si secuenta. Echa el caballo hacia atrá

Vamos, vamos, Segador, ¿también eratando de subirte a mi silla de mon —Solo quiero tirarte de e

mesteña. —Te apetece que nos revolquepor el barro, ¿eh? Bueno, ¿y si promque os dejaré que subáis aquí a camde más pistas de dónde se oculta vuecastillo? ¿O acaso se levanta? ¿Talse expande? Puedo ser amable c

patrona.



Me mira de arriba abajo, juguetLos ojos le centellean como haríande un zorro. Esto aún es un juego ella, lo que significa que su casa eugar cívico. Siento envidia cuand

examino como ella a mí. Casio no

mentido, ella es algo digno de admPero preferiría tirarla de su cabaTengo los pies cansados y este es

uego peligroso. —¿En qué lugar te escogieron?pregunto, pensando que ojalá hubprestado más atención.

—Antes que a ti, Segador. acuerdo de que Mercurio te queroda costa en su casa, pero

seleccionadores no le dejaron coger



a primera ronda. Algo sobre tus nivde ira.

—¿Así que te escogieron antes qmí? Entonces no estás en Mercuporque se llevaron a otro chico aque a mí y no estás en Júpiter porqu

levaron a un chico monstruoso. —Tde recordar a quién escogieron antesa mí, pero me resulta imposible, así

sonrío—. Quizá no deberías ser vanidosa. Así no podría saber en clasificación entraste.

Me percato de que lleva un cuchdebajo de la túnica negra, pero sigorecordarla de la clasificación. No esatento. Casio debería acordarse de

por la forma en la que mira a las ch



pero quizá solo pueda pensar en Quen la oreja que le falta.

Nuestro trabajo ha terminaPodemos dejar a Mustang. Es lo bastista como para averiguar el resto.

marcharnos sin un caballo puede se

problema, y no creo que Musnecesite el suyo en realidad.Finjo aburrimiento. Casio cont

as colinas que nos rodean. Entoncesobresalto como si hubiera visto aSusurro «serpiente», mientras miropatas delanteras del caballo. Él mambién, y en ese momento

movimiento de la chica es involuntAunque se da cuenta de que es

rampa, se inclina para mirar a



pezuñas de refilón. Me abalanzo cubrir los diez metros de distancia.rápido. Ella también, pero le faltapoco de equilibrio y tiene que echhacia atrás para tirar de las riendalejar al caballo. Retrocede a toda p

en el barro. Me arrojo hacia ella y,mi fuerte mano derecha, le agarroargas trenzas justo cuando el caball

aleja como un relámpago. Intderribarla de su montura pero es rápida.

Me quedo con un bucle de ensortijado. El caballo se ha ido, chica se ríe y maldice por lo de su pEntonces la horqueta de Casio

bambolea en el aire y hace tropeza



caballo. Bestia y chica caen al fangsuelo.

—¡Maldita sea, Casio! —grito. —¡Lo siento! —¡Puedes haberla matado! —¡Lo sé! ¡Lo sé! ¡Lo siento!

Corro para ver si se ha rotocuello. Eso lo estropearía todo. Nmueve. Me inclino para comprobar

pulso y noto que un cuchillo me presa ingle. Mi mano ya está allí pretorcerle la muñeca. Le quitocuchillo y la inmovilizo en el suelo.

—Ya sabía yo que querrevolcarme en el barro.

Sus labios esbozan una son

altiva. Después los frunce como



quisiera un beso. Retrocedo. Entoella silba y el plan se vuelve un pmás complicado.

Oigo cascos de caballo.Todo el mundo tiene mald

caballos menos nosotros.

La chica guiña un ojo y yo le qua fuerza la tela que cubre su embleCasa de Minerva. Los griegos

lamaban Atenea. No podía ser oDiecisiete caballos bajan en estampor la cañada desde la cima decolina. Los jinetes tienen peléctricas. ¿De dónde demonios sacado las picas eléctricas?

—Es hora de correr, Segador —

burla Mustang—. Llega mi ejército.



No hay carrera. Casio se zamben el lago. Me alejo de Mustang dsalto, corro detrás de él por el barme tiro desde la ribera para unirmeen el agua. No sé nadar, pero aprerápido.

Los jinetes de la Casa de Minervmofan de nosotros cuando tratamono hundirnos en el centro del pequ

ago. Pese al verano, el agua es profu está fría. Está cayendo la noche.siento las extremidades. Los guerrde Minerva aún están rodeando el lesperando a que nos cansemos. Nharemos. Llevaba tres durobolsas ebolsillo. Las lleno de aire. Le doy d

Casio, y guardo una para mí. Nos ay



a flotar y, como ninguno de losMinerva parece tener intención de npara venir a nuestro encuentro, ahora estamos a salvo.

—Roque ya tendría que habencendido —le digo a Casio despué

algunas horas en el agua.Él no está en buena forma debidas heridas y el frío.

—Roque la encenderá. Fe… bhombre… fe. —También se supone que

endríamos que haber vuelto. —Bueno. Aun así está yendo m

de lo que me fue con mi plan. —¡Mustang, parece que te abur

—grito con un castañetear de diente



Ven aquí y date un chapuzón. —¿Y sufrir hipotermia? No

estúpida. Estoy en Minerva, noMarte, ¿recuerdas? —se ríe desdorilla—. Prefiero calentarme junto chimenea de tu castillo. ¿Lo veis?

Señala detrás de nosotros y hablvoz baja con tres chicos altos, unoos cuales es tan alto como un obsidi

os hombros tan anchos como una nde tormenta gigantesca.Una densa columna de humo se

a lo lejos.Al fin. —¿Cómo puñetas pasaron la pru

esos imbéciles? —pregunto en voz

—. Han regalado nuestro castillo.



—Si regresamos, pienso ahogaen sus propios meados —contesta Cmás alto aún—. Menos a Antonia. es demasiado bonita para eso.

Nos castañetean los dientes.Los dieciocho asaltantes creen

a Casa de Marte es estúpida, queiene caballos y que está despreveni —Segador, Cara Guapa, ¡ah

engo que dejaros! —nos grita Mus—. Intentad no ahogaros hasta regrese con vuestro estandarte. Poser mis atractivos guardaespaldas.podéis llevar sombreros a juego! ¡endremos que enseñaros a que pen

mejor!

Se aleja al galope con quince jin



con el dorado gigantesco junto a eas riendas de su caballo como

sombra colosal. Sus seguidores gritaalegría mientras cabalgan. Tambiéndeja compañía. Dos jinetes con peléctricas. Las herramientas de labr

están sobre el barro de la orilla. —Mustang es una chica-ca se-sexi —consigue decir Casio, tembland

—Da mi-mi-mi-miedo. —Me re-cu-cu-cuerda a mi-mmadre.

—Estás fa-fa-fa-fatal.Asiente para decirme que está

acuerdo. —Así que el plan está más o me

fu-fu-fu-funcionando.



Si logramos salir del lago sin nos capturen.

La noche cae de lleno y conoscuridad llegan los aullidos de obos en las montañas brumo

Empezamos a hundirnos porque

escapa el aire de las durobolsaspequeños agujeros producidos popresión. Podríamos haber tenido al

oportunidad de escabullirnos de nopero los que quedan de Minervaestán holgazaneando alrededor defuego. Acechan en la oscuridad de foque nunca sabemos dónde están. qué no pueden estar sentados coestúpidos en el castillo, disputando e

ellos como nuestros compañeros?



Volveré a ser un esclavo. Puede no un esclavo de verdad, pero mporta. No voy a perder. No puperder. Eo habrá muerto para nada sdejo hundir aquí, si permito que frami plan. Pero aún no sé cómo venc

mis enemigos. Son listos, y probabilidades no están en absolutmi parte. El sueño de Eo se hu

conmigo en la profundidad del lagestoy a punto de nadar hasta la orcon independencia de lo que pdespués, cuando algo asusta a caballos.

Entonces un grito atraviesa el aguEl miedo me recorre la espa

cuando algo aúlla. No es un lobo.



puede ser lo que creo que es. Un fuazul resplandece cuando un baeléctrico se agita en el aire. El cgrita otra maldición. Lo han sorprencon un cuchillo. Alguien corre enayuda y la electricidad brilla de

otra vez. Veo un lobo negro de pie sun cuerpo mientras otro cae. oscuridad de nuevo. Silencio, despu

quejumbroso gemido de las medique bajan del Olimpo.Oigo una voz conocida. —Despejado. Salid del ag

pescaditos.Chapoteamos hasta la orilla

resollamos en el fango. Sufrimos de

considerable hipotermia. No nos ma



pero siento los dedos torpes mientrabarro se escurre entre elchapoteante. Mi cuerpo tiembla comchico de perforaciones cuando traba

—Trasgo, pedazo de psicóp¿Eres tú? —pregunto en voz alta.

La cuarta tribu se levanta enoscuridad. Lleva la piel del lobo mató. Le cubre desde la cabeza a

espinillas. Vaya con el pequeñajodorado de su traje está cubiertobarro. También su rostro.

Casio se arrastra sobre las rodipara abrazar a Sevro.

—Ay, ay, eres pre-precioso, TraUn chi-chico pre-precioso.

maloliente.



—¿Le ha estado dando a las se—pregunta Trasgo desde detrás Casio—. Deja de tocarme, florecilla

Aparta a Casio de un empujón, pinta de avergonzado.

—¿Has ma-ma-matado a esos d

—pregunto, temblando.Me inclino sobre ellos y les quitropa seca para cambiársela por la

Siento palpitaciones. —No. —Sevro ladea la cabhacia mí—. ¿Tendría que haberlo he

—¿Po-po-por qué me pregucomo si fuera tu pre-pretor? —pregunto, riéndome—. Lo sabes sobra.

Sevro se encoge de hombros.



—Eres como yo. —Mira a Ccon gesto desdeñoso—. E inclusopoco como él. Así pues, ¿debmatarlos? —pregunta como si nada.

Casio y yo intercambiamos de runas miradas sorprendidas.

—N-n-no —respondemos los usto cuando los medibots llegan levarse a los de Minerva.

Les ha hecho el daño suficiente que su participación en el juego se herminado.

—Bu-bu-bueno. Y hablando deo-todo un po-po-poco, te ru-ru-ru

que me expliques por qué has estaado va-va-vagabundeando metido

una pi-pi-piel de lobo todo el cam



hasta aquí —inquiere Casio. —Roque dijo que estaríais po

este —responde Sevro secamente—plan sigue en marcha, dice.

—¿Han lle-lle-llegado los Minerva al castillo? —pregunto.

Sevro escupe en el suelo. Las lugemelas cubren su cara en la oscurde sombras inquietantes.

—¿Y cómo mierda voy a sabeMe pasaron de largo. Pero no tieoportunidad, lo sabes. Como plan ecallejón sin salida. —¿Está Seayudándonos de verdad? Por supuesayuda empieza por enumerar nuencompetencias—. Si los de Min

legan a la fortaleza, destruirán a Ti



omarán nuestro territorio. —Sí. De eso se trata —le digo. —También cogerán nue

estandarte… —Ese es un ri-riesgo que debe

correr.

—Así que lo robé de la fortaleo enterré en el bosque.Se me tendría que haber ocur

eso. —Tú lo robaste. Tan simple ceso. —Casio rompe a reír—. Mencanalla chiflado. Eres un loco primera. El centésimo en clasificación. Loco de primera.

Sevro parece molesto. Satisfe

Pero molesto.



—Incluso así no podemos garanque vayan a abandonar nueerritorio.

—¿Y tú su-su-su-sugieres? pregunto, temblando aún, pmpaciente. Podría habernos ayud

antes. —Obtener ventaja para expulsadespués de que cumplan con lo

derribar a Tito, obviamente. —Sí, sí, eso lo en-ti-ti-tiendo. —sacudo de encima el último de escalofríos—. Pero ¿cómo?

Sevro se encoge de hombros. —Nos llevaremos el estandarte

Minerva.

—Espe-pe-pera —dice Casio co



iritera—. ¿Sabes cómo hacerlo?Sevro resopla. —¿Qué crees que he est

haciendo todo este tiempo, tordoseda? ¿Pajearme en los arbustos?

Casio y yo nos miramos.

—Algo así —admito. —La verdad es que sí —asiCasio.

Cabalgamos en los caballos de Minal este de la región montañosa. Noun buen jinete. Casio sí, por supueasí que aprendo muy bien cóagarrarme a sus magulladas costi

Llevamos la cara pintada de ba



Parecerá una sombra en la noche,que verán los caballos, los bastonesemblemas y creerán que somos desuyos.

El castillo de Minerva se encuesobre una tierra ondulada cubierta

un manto de flores silvestres y oliLas lunas emiten un débil brillo sobnclinado paisaje. Los búhos ululan

as retorcidas ramas sobre nuescabezas. Cuando nos acercamos adispersa fortaleza de arenisca, una nos desafía desde la muralla sobrpuerta. Sevro no está muy presentcon su capa de lobo, así que se ocupvigilar nuestra huida.

—Hemos encontrado a Marte —



hacia arriba en voz alta—. ¡Eh! Abrmaldita puerta.

—Contraseña —exige el centicon pereza desde las almenas.

—¡Tonto del culo del alma! —gdesde abajo.

Sevro la escuchó la última vez estuvo aquí. —Excelente. ¿Dónde están Virg

los saqueadores? —pregunta dearriba el centinela.¿Mustang? —¡Cogieron su estandarte, tío!

muy imbéciles no tenían ni cabaPuede que aún podamos tomar

castillo!

El centinela muerde el anzuelo.



—¡Son unas noticias de primVirginia es un lince. June ha hechcena. Coged un poco en la cocindespués reuniros conmigo, si queMe aburro y necesito compañía.

La puerta se abre chirriante m

muy despacio. Me río cuando al fiabre lo suficiente para que podaentrar a caballo uno junto a otro. N

solo guardia sale a recibirnos a Casa mí. Su castillo es distinto, más smás limpio y menos opresivo. Tieardines y olivos alineados entre

columnas de arenisca en el nnferior.

Nos ocultamos entre las somb

cuando dos chicas pasan con taza



eche. No tienen antorchas ni fuegosun enemigo pueda avistar desde lesolo pequeñas velas. Hace que sea escabullirse. Por lo visto, las chicasguapas, porque Casio hace una muefinge que las sigue por las escaleras

Después de mostrarme una sonradiante se escabulle en dirección aruidos de la cocina mientras yo busc

sala de mando. La encuentro en el tenivel. Las ventanas dan a la llanursombras. Frente a las ventanas encuentra el atlas de Minerva. bandera en llamas ondea sobrenombre de mi casa. No sé lo significa, pero no puede ser bueno.

fortaleza, la de la Casa de Diana



encuentra al sur de Minerva, en Grandes Bosques. Esas son todasque han descubierto.

Tienen sus propias hojas puntuaciones para hacer un seguimide sus logros. Alguien que se llama

parece ser una maldita pesadilla.capturado a ocho esclavos él solo yprovocado que nueve medibots tuvi

que bajar a recoger estudiantes, poque imagino que es aquel tan alto cun obsidiano.

No encuentro su estandarte ningún sitio. Como nosotros, no eranestúpidos como para dejarlo por irado. No pasa nada, lo encontrare

a nuestra manera. En ese pre



momento, me llega el olor del humos incendios que ha iniciado Casio

está filtrando por las ventanas. bonita es su sala de guerra. Mucho bonita que la de Marte.

Lo rompo todo.

Y cuando he terminado destrozarles el mapa y de desfigurarestatua de Minerva, uso el hacha qu

encontrado para grabar el nombreMarte sobre su preciosa y alargada mde estrategia. Me siento tentado de tel nombre de otra casa entre los repara confundirlos, pero quiero sepan quién hizo esto. La casa demasiado organizada, es demas

ordenada y racional. Tienen un lí



saqueadores, centinelas (ingenucocineros, olivos, leche caliente, peléctricas, caballos, miel y estrateMinervanos. Cerdos orgullosos. Qusientan un poco como la Casa de MQue sientan la ira. El caos.

Llegan los gritos. El fuego de Cse extiende. Una chica entra corrieen la sala de guerra. Casi consigo qu

desmaye cuando levanto el hacha.iene sentido hacerle daño. No podehacer prisioneros; al menos, no facilidad. Así que saco tanto la fcomo el bastón eléctrico. La manchada de barro. El pelo dorrevuelto. Soy la viva imagen del terr

—¿Eres June? —gruño.



—N-no. ¿Por qué? —¿Sabes cocinar?Se ríe a pesar del miedo. Apare

res chicos que dan la vuelta aesquina. Dos de ellos son más ancque yo, pero más bajos. Grito com

dios de la furia. Oh, cómo corren. —¡Enemigos! —gritanEnemigos!

—¡Están en las torres! —rujo uotra vez para confundirlos mientras as escaleras—. ¡En los niv

superiores! ¡Por todas parDemasiados! ¡Montones! ¡MontoMarte está aquí! ¡Ha llegado Marte

El humo se extiende. También

gritos.



—¡Marte! —repiten—. ¡Ha llegMarte!

Un chico joven pasa a mi lado coun rayo. Le agarro por el cuello dcamisa y lo tiro al patio de abajo poventana, dispersando a los minerv

que se aglomeran allí. Voy a la cocEl fuego de Casio no es muy grGrasa y maleza. Una chica int

apagarlo entre aullidos. —¡June! —grito.Se gira y se topa con mi bas

eléctrico y se estremece cuandoelectricidad le entumece los múscuAsí es como rapto a su cocinera.

Casio me descubre corriendo

June sobre los hombros a través de



ardines. —Pero ¿qué demonios? —¡Es cocinera! —le explico.Se ríe tan fuerte que apenas pu

respirar.El caos envuelve a los minerva

que corren entre los barracones. Cque el enemigo está en las torres. Cque su ciudadela se está consumie

entre las llamas. Creen que la CasMarte ha entrado con todos sus homCasio me lleva hasta los establos. dejado siete caballos. Robamos después de tirar una vela en almacenes de heno y salimos cabalgapor la entrada principal mientras

humo y el pánico consumen la forta



Yo no llevo el estandarte. Tal y complaneamos. Sevro dijo que había puerta trasera escondida para entraa fortaleza. Apostamos a que alg

que estuviera muy desesperado por de una fortaleza que se desmoron

usaría para escapar, alguien que trade proteger el estandarte. Teníamrazón.

Sevro se une a nosotros un parminutos después. Aúlla debajo decapa de lobo mientras se acerca. Mumás atrás el enemigo lo persigue acon picas eléctricas. Ahora son elloque no tienen caballos. Y no tieninguna posibilidad de recuperar

estandarte de lechuza que brilla e



sus fangosas manos. Con la cocinconsciente sobre mi mont

cabalgamos bajo la noche estrelladvuelta a nuestras montañas desgarrpor las batallas, nosotros tres ycocinera inconsciente, riéndo

festejándolo, aullando.



27

LA CASA DE LA IRA

os encontramos con Roque en la tde Fobos, con Lea, Muecas, PayCardo, Hierbajo y Guijarro. Teneocho caballos: dos robados en el lagseis en el castillo. Contamos con epara nuestro plan. Casio, Sevro y

cruzamos el puente que atraviesa eMetas. Un explorador enemigo huyoda velocidad hacia el norte p

avisar a Mustang. Los demás caba



robados, guiados por Antonia, contidespués de que haya desaparecidoexplorador, serpenteando hacia el nRoque, sin montura, se dirige hacisur.

El único caballo que no e

cubierto de fango es el mío. Es egua deslumbrante. Y yo soy una vdeslumbrante. Llevo el dor

estandarte de Minerva en la mzquierda. Podríamos habeescondido. Podríamos haberlo puessalvo. Pero ellos tienen que saber os tenemos y, aunque fue Sevro quie

robó, él no quiere llevarlo. Le gudemasiado sus cuchillos curvados. C

que les habla en susurros. Y a Casi



necesitamos para otras cosas apartpara llevar el estandarte. Además, leva él parecerá que es el líder. Y

no servirá.Reina un silencio de muerte mien

cabalgamos por nuestras tierras b

La niebla se filtra entre los árbolesatravieso. Casio y Sevro cabalgan unado del otro. No puedo verlos, pero

obos aúllan en alguna parte. Sevroresponde con otro aullido. Me cumantenerme en la silla cuando mi yse asusta. Me caigo dos veces. Escua risa de Casio en la oscuridad.

cuesta recordar que hago todo estoEo, que hago todo esto por empezar

rebelión. Esta noche, todo parece



uego. Lo es, en cierto modo: al fin eempezando a divertirme.

Han tomado nuestro castillo. Mdice la luz de las llamas en las muraEl castillo se alza sobre el valle dcolina, y las antorchas proye

extraños halos en la oscuridad cubpor un manto de niebla. Los cascomi caballo emiten un ruido sordo

pisar con suavidad la hierba húmmientras que, a mi derecha, el Mgorgotea en la noche como un nenfermo. Casio cabalga por ese lpero no lo veo.

—¡Segador! —grita Mustangravés de la hierba.

El tono de su voz no es alegre.



a cuarenta metros, cerca de la basecamino escarpado que lleva hastacastillo. Se inclina hacia delante, os brazos cruzados sobre el borréna silla. La flanquean seis jinetes

resto deben de estar guarneciendo

castillo. De otro modo los oiría. Mios chicos que hay detrás de ella. Paan enorme que su bastón parece un c

entre sus gigantes mitones. —¿Qué hay, Mustang? —Así que no te ahogaste. De

modo habría sido más fácil. —Su rovivaz está ensombrecido—. Sois casta vil, lo sabéis. —Ha estado dede la fortaleza y no tiene palabras

expresar su furia—. ¿Violacion



¿Mutilaciones? ¿Asesinatos?Escupe. —Yo no he hecho nada —respo

—. Ni tampoco los próctores. —Exacto. Tú no has he

absolutamente nada. Pero ahora ti

nuestro estandarte, ¿y qué? ¿A CGuapa escondido en alguna parte dniebla? Vamos, venga, finge que no

su líder. Que no eres responsable. —Tito es el responsable. —¿Ese mamón enorme? Sí, Pa

ha doblegado.Señala al chico de monstru

amaño que está junto a ella. Llevpelo esquilado, muy corto. Tiene

ojos pequeños, y la barbilla como



alón con una grieta. Debajo de élcaballo parece un perro. Los bradesnudos son carne estirada sobre rocas.

—No he venido a hablar, Mustan —¿Has venido a cortarme la or

—se mofa, despectiva. —No. Para eso ha venido TrasgoEntonces, uno de sus hombres se

entre gritos de su caballo. —Pero ¿qué…? —murmura inete.

Detrás de ellos, con los cuchillogoteantes, Sevro aúlla como un demMedia docena de aullidos más se ual suyo mientras Antonia y la mitad

guarnición de Fobos cabalga desde



colinas del norte sobre los corcnegros llenos de barro que robamAúllan en la niebla como dementes.soldados de Mustang se dan la vuSevro derriba a otro. No usa peléctricas. Los medibots chillan e

cielo, que de repente está llenopróctores. Todos han venido a mMercurio sigue al resto, cargado co

montón de licores que le va pasandsus compañeros. Cada uno de nosoos busca en lo alto con la mirada

contemplar su extraña apariencia;caballos siguen corriendo. El tiempdetiene.

—¡Por la refriega! —se mofa

oscuro Apolo desde arriba. A juzgar



el aspecto de su toga dorada, acabevantarse de la cama—. Por la refri

Después se desata el caos. Musgrita órdenes e instrucciones. Ocuatro jinetes bajan cabalgando pocamino escarpado desde la puerta

dar apoyo a su tropa. Llega mi tuClavo con fuerza el estandarte ergen la tierra y grito como si me estuvi

matando. Espoleo a mi yegua. Se lhacia delante. Casi me deja atrás. iembla el cuerpo cuando golpeaierra húmeda con los cascos. Ag

fuerte las riendas con la mano izqui desenfundo la falce. Me siento

sondeainfiernos de nuevo cuando aú

Los jinetes se dispersan al ve



embestir como una furia hacia ellosa furia lo que los confunde. Es la lo

de Sevro, la frenética brutalidadMarte. Los jinetes se dispersan, excuno. Pax salta de su montura y chacia mí.

—¡Pax au Telemanus! —grita,itán poseído, con espuma en la bocaHundo los talones en el caball

aúllo. Entonces Pax placa mi cabLo golpea con el hombro en el esterLa bestia chilla. El mundo me vueltas. Vuelo por los aisobrepasando la cabeza de mi cabame estrello contra el suelo.

Aturdido, consigo ponerme

rodillas sobre la tierra horadada



cascos.La locura se apodera del campo.

ropas de Antonia se estrellan contrflanco de las de Mustang. Tienen arprimitivas, pero solo con los cabacausan bastante conmoción. Va

minervanos salen volando de sus sde montar. Otros espolean a monturas hacia el estand

abandonado, pero Casio sale al gade la niebla y se lleva el estandhacia el sur. Dos de los enemigopersiguen, y eso divide sus tropas. otros seis soldados que guarnecenorre de Antonia están esperand

emboscarlos en el bosque donde

caballos no pueden pasar al galope.



Me agacho gracias a mis reflcuando un bastón intenta abrirmecráneo. Me levanto, falce en mano. una muñeca con él. Demasiado leMe muevo como si fuera un brecordando la rítmica secuencia qu

ío me enseñó en las minas abandonaEl baile de la siega guía movimientos uno a uno como el agua

fluye. Doy un corte de arriba abajuna rodilla. El hueso del áureo norompe, pero la fuerza tira al jinete dsilla. Vueltas laterales y golpear vez, y otra vez, y romperle el espolun caballo. El animal cae al suelo.

Otro bastón eléctrico me golp

Esquivo la punta y se la arrebato



mis manos de rojo y hundo la pelectrocutante en la tripa del caballotro de los atacantes. El chico caesu espalda se alza una montaña. Paxsi soy idiota, me ruge su nombre. padres lo habían criado para guiar

comandos de asalto obsidianos enataques a través de las brechas encasco de las naves enemigas.

—¡Pax au Telemanus! —Se goel pecho con el gigantesco bastómpacta con tanta fuerza en Payaso

del pelo encrespado, que mi amigo volando hacia atrás—. Pax Telemanus.

—¡Es un chupapollas! —me burl

Entonces el flanco de un cab



mpacta en mi espalda de forma ropiezo contra el monstruoso ch

Estoy perdido. Podría haberme dadoel bastón, pero en vez de eso me abrEs como si te abrazara un enorme dorado que no para de decir su ma

nombre. Oigo un crujido en mi espaMadre misericordiosa. Me exprimiendo la cabeza. Me duele

hombro. Por todos los demonios. puedo respirar. Nunca me haencontrado con una fuerza como Santo cielo. Es un maldito titán. Phay alguien que aúlla. Montonesaullidos. Mi espalda da un chasquid

Pax ruge su victoria personal.

—¡Tengo a vuestro capitán! ¡Me



sobre vosotros, Marte! ¡Pax Telemanus ha convertido en escorvuestro capitán! ¡Pax au Telemanus!

Empiezo a ver negro y desvanecerme. Pero mi ira no.

Exhalo un último rugido de ira a

de perder el conocimiento. Es un tsucio. Pax es honorable. Aun asíaplasto los huevos con la rodilla.

aseguro de que le acierto en amantas veces como puedo. Una. DTres. Cuatro. Se queda boquiabiertoderrumba. Me desmayo sobre él ebarro con el sonido de fondo deovaciones de los próctores.



Sevro me cuenta lo que pasó miendesvalija los bolsillos de nuesprisioneros tras la batalla. Despuéque Pax y yo nos hubiéramos rema

el uno al otro, Roque partió hacicañada con Lea y mi tribu. Mustanchica habilidosa, se escapó al castil

odavía lo defiende con seis guerreinguno de los prisioneros de Maros que capturó será suyo hasta queoque con la punta del estandarte. N

coña. Tenemos a once de sus hombrRoque está desenterrando nueestandarte para convertirlos en nues

esclavos. Podríamos asediar nue



propio castillo —no es que haya asaltar sus altas murallas—, pero Co el resto de Minerva podrían llegacualquier momento. Si lo hacen,supone que Casio irá a caballo pdarle a Ceres el estandarte de Mine

Esto servirá también para mantenalejado mientras consolido mi posicomo líder.

Roque y Antonia vienen conmpara negociar con Mustang en el podel castillo. Subo renqueante y camcon cuidado de no forzar una cosrota. Roque retrocede un paso paradestaque más cuando llegamos apuerta. Antonia tuerce el gesto, per

final hace lo mismo. Mustang



ensangrentada a causa de la escaram no veo el menor asomo de sonris

su hermoso rostro. —Los próctores lo han est

viendo todo —dice con un tono demordaz—. Han visto lo que ha pa

en ese… sitio. Todo… —Lo ha hecho Tito —termAntonia con voz monótona y cansada

—¿Y nadie más? —Mustang mira—. Las chicas no dejan de llora —No ha muerto nadie —se defie

Antonia—. Por débiles que serminarán superándolo. A pesar d

que ha ocurrido, no ha disminuidreserva de dorados.

—Reserva de dorados… —murm



Mustang—. ¿Cómo se puede ser fría?

—Pero niña —responde Antoniaun suspiro bien audible—. El oro emetal frío.

Mustang observa a Antonia

ncredulidad y después menea la cab —Marte. Una deidad abominaVosotros estáis muy capacitados p

eso, ¿verdad? ¿Barbarie? Hace sigLa Edad Media. No estoy dispuesto a que un dor

me dé lecciones de moralidad. —Nos gustaría que abandonara

castillo —le digo—. Hazlo con hombres y te daremos a los que he

capturado. No los convertiremos



esclavos.Colina abajo, Sevro permanece j

a los cautivos con nuestro estandarta mano. Le hace cosquillas

disgustado Pax con un pelo de cabalMustang me señala la cara con

dedo. —Esto es una escuela. Lo entien¿verdad? No importan las reglas

uego que decidáis seguir. Podéis odo lo condenadamente despiadaque queráis. Pero hay límites. Hay cochinos límites para lo que puehacer en este colegio, en el juCuanto más brutales sois, más estúpes parecéis a los próctores, a

adultos que sabrán lo que hab



hecho… y lo que sois capaces de ha¿Creéis que buscan monstruos gobernar la Sociedad? ¿Quién querrmonstruo como aprendiz?

Me viene a la mente la imagen dmujer ahorcada mientras Augusto

observa con unos ojos sin vparecidos a los de una víbora. monstruo querría un aprendiz a

magen y semejanza. —Quieren a visionarios. Lídereos hombres. No segadores de

hombres. Hay límites —continúa. —No existen los putos límites

salto con brusquedad.Mustang aprieta la mandíb

Entiende qué es lo que viene



continuación. Al final, devolvenuestro horrible castillo no le cosnada, pero tratar de mantenerlo sí. Pque acabe incluso como una de chicas de la torre. Nunca había repaen ello. Sé que quiere marcharse

sentido de la justicia la está mataDe alguna forma, cree que deberíapagar, que los próctores deberían b

e intervenir. La mayoría de los chpiensan eso de este juego. Joder, Co dijo cientos de veces cua

explorábamos juntos. Pero el juegoes así porque la vida tampoco lo esa vida real, los dioses no bajan

repartir justicia. Lo hacen

poderosos. Eso es lo que nos e



enseñando, no solo el dolor que impconseguir el poder sino tambiéndesesperación inherente a no poobtenerlo, la desesperación conlleva no ser un dorado.

—Nos quedaremos con los escla

de Ceres —exige Mustang. —No, son nuestros —replico, parsimonia—. Y haremos con ello

que queramos.Me mira durante un buen rpensativa.

—Entonces nos llevamos a Tito. —No. —O nos llevamos a Tito o no

acuerdo —espeta Mustang.

—No os llevaréis a nadie.



No está acostumbrada a que le dque no.

—Quiero garantías de que estásalvo. Quiero que Tito pague.

—Me importa un astropedo lo quieras. Aquí es tuyo lo que

consigues. Eso forma parte del progrde estudios. —Saco la falce y clavpunta en la tierra—. Tito pertenece

Casa de Marte. Es nuestro. Así venga, intenta llevártelo. —Será juzgado —le dice Roqu

Mustang para tranquilizarla.Me vuelvo hacia él con los ojo

lamas. —Cállate.

Baja la mirada, consciente de qu



endría que haber dicho nada. Da igLos ojos de Mustang no se fijan nRoque ni en Antonia. No bajan pendiente donde Lea y Cipio mantia sus guerreros arrodillados, encañada, y Cardo está sentada sobr

espalda de Pax con Hierbaprovechando su turno de haccosquillas. No miran el arma. Son

para mí. Me inclino. —Si Tito violara a una niña resultara ser una roja, ¿cómo sentirías?

No sabe qué contestar. Ya lo hacey. No pasaría nada. No se consi

violación si no lleva el emblema de

casa de alto rango como la de Augu



Incluso así, el crimen se comete cosu amo.

—Ahora mira a tu alrededor continúo, con calma—. Aquí no dorados. Yo soy rojo. Tú eres rTodos somos rojos hasta que uno

nosotros consiga el poder suficieEntonces adquirimos derechos. Entohacemos nuestra propia ley. —Me e

hacia atrás y alzo la voz—. Ese eobjetivo de todo esto. Hacerte sehorrorizado ante un mundo que gobiernas. La seguridad y la justiciestán garantizadas. Las hacen los fue

—Deberías desear que eso no cierto —me responde Mustang tranq

—¿Por qué?



—Porque aquí hay un chico ique tú. —Su rostro adquiere un sombrío, como si se arrepintiera dque tiene que decir—. Mi próctolama el Chacal. Es más listo, más c más fuerte que tú; y ganará este jue

nos convertirá en sus esclavos si vapor ahí comportándonos como anim—Me implora con los ojos—. Así

por favor, date prisa y evoluciona.



28

MI HERMANO

Finjo que he cogido las cerillasalguno de los minervanos y encienuestro primer fuego dentro del casde Marte. Traen a June de mprovisada cárcel, y al cabo de piempo nos ha preparado un festín

as hierbas y la carne de corderos cabras que trajo mi tribu. Los mfingen que es lo primero que come

una semana. El resto de la casa est



bastante hambrienta para creersementira. Minerva y su grupo guerreros ya hace mucho que se argado a casa.

—Y ahora ¿qué? —le preguntRoque mientras los demás comen e

plaza.El torreón sigue siendo un luleno de miseria, y la luz del fuego

hace nada más que iluminar porquería. Casio se ha ido a veQuinn, así que por el momento mquedado a solas con Roque.

La tribu de Tito está sentadagrupos silenciosos. Las chicas quieren hablar con los chicos por lo

es han visto hacerles a algunas de e



—Los próctores no esnterviniendo porque quieren vermpartimos justicia y cómo lo hacem

Darrow. Es lo que se pretedemostrar, en última instancia, en situación. ¿Cómo administramos la l

—Fantástico —digo—. ¿Y qué?supone que tenemos que azotar a T¿Matarlo, tal vez? Eso sería la ley.

—¿Lo sería? ¿O sería svenganza? —Tú eres el poeta. Dímelo tú.Tiro de una patada una piedra de

murallas. —No puede seguir atado en

bodegas. Y lo sabes. Nunca saldre

de este letargo si sigue ahí; y tienes



ser tú quien decida qué se hace con —¿Y no Casio? Creo que se

ganado el derecho a opinar. Al fin cabo, él lo reclamó.

No quiero compartir el lideracon Casio, pero no quiero que salga

Instituto sin ninguna perspectiva. Sdebo. —¿Que lo reclamó? —Roque

—. ¿Y cómo de bárbaro suena eso? —¿Me estás diciendo que Casiopinta nada aquí?

—Lo quiero como a un hermpero no. —El enjuto rostro de Roqupone tenso cuando apoya una manmi brazo—. Casio no puede liderar

casa. No, después de lo que ha ocur



Puede que los chicos y las chicasTito le obedezcan, pero no lo respeta

o lo creerán más fuerte que elaunque lo sea. Darrow, se meaencima de él. Somos dorados. olvidamos.

Tiene razón.Me tiro del pelo, lleno frustración, y le lanzo una mir

furiosa, como si pensase que lo haciendo todo más difícil. —No te imaginas lo importante

es esto para Casio. Después demuerte de Julian… Tiene que logr

o puede ser recordado solo por loocurrió. No puede.

¿Por qué me importa tanto?



—Importa un astropedo lo muque signifique para él. —Roque se eco de mis palabras con una sonSobre mis bíceps, sus dedos parecenfinos como el heno—. Nunca le teme

El miedo aquí es importante.

Casio lo sabe. ¿Por qué otro mopodría estar ausente en la victoAntonia no se ha apartado de mí

ampoco lo ha hecho Pólux, el custde la puerta. Se quedan a unos cuametros de distancia para que los asocon mi poder. Sevro y Cardo observan con unas sonrisas amplimaliciosas.

—¿Por eso estás tú también a

aimada comadreja? —le pregunt



Roque—. ¿Para compartir la gloria?Hace un gesto de indiferenci

mordisquea la pierna de cordero qurae Lea.

—Al infierno con eso. Yo he veaquí por la comida.

Encuentro a Tito en la bodega.

minervanos lo ataron y lo cubrierosangre después de ver a las esclavaa torre. Esa es su justicia. Tito so

cuando lo miro desde arriba con gde superioridad.

—¿A cuántos de la Casa de Cmataste en tus escaramuzas? —pregu

—Cómeme los huevos.



Escupe flema ensangrentada. esquivo.

Me contengo a duras penas parapegarle justo ahí mismo. Por hoy yhe hecho con Pax. Tito tiene desfachatez de preguntar qué ha pasa

—Ahora soy yo quien gobiernCasa de Marte. —Les pasaste el trabajo sucio a

de Minerva, ¿eh? ¿No queenfrentarte a mí? Típico comportamide un cobarde dorado.

Le tengo miedo. No sé por qué. así, me pongo sobre una rodilla miro directamente a los ojos.

—Eres un completo idiota, Tito

has progresado. No has pasado d



primera prueba. Te pensabas que esto iba de violencia y de asesinaImbécil. Esto va de civilización, nguerra. Para disponer de un ejérprimero debes tener una civilizaciónrecurriste directamente a la violen

como querían que hiciéramos. ¿Porcrees que a nosotros los de Marte nodieron nada y a los de las demás c

es proporcionaron tantos recurEstábamos destinados a luchar cocos, pero también destinados

quemarnos como te pasó a ti. Y yopasado esa prueba. Ahora soy el hé

o el usurpador. Y tú no eres más quogro recluido en el calabozo.

—¡Bravo! ¡Bravo! —Intenta



palmas con sus manos encadenadaMe importa un cojón.

—¿A cuántos has matado? —No a los suficientes. —Inclin

enorme cabeza. Tiene el pelo grasienoscuro por la mugre, casi como

hubiera intentado quitarse el doradbase de oscurecerlo. Parece que le ga mugre. La tiene debajo de las uñ

e recubre la bruñida piel—. Intmachacarles la cabeza. Matarlos ade que llegaran los medibots. Psiempre fueron muy rápidos.

—¿Por qué querías matarlos? entiendo qué sentido tiene. Es tu prgente.

Eso le hace sonreír con desdén.



—Tú podrías haber cambiado cosas, pedazo de cabrón. —Sus enorojos están más tranquilos, más tristeo que recuerdo. No se gusta a sí mi

ahora lo veo. Hay algo en él derrocha tristeza. Está lleno de

sombría amargura. El orgullo que pque albergaba no es orgullo, sino pdesprecio—. Dices que soy cruel,

enías cerillas y yodo. No te creas no lo sabía incluso antes de olerte. moríamos de hambre, y te valiste demedios de que disponías para seíder. Así que no me des lecciones

moralidad, traidor comemierda. —Entonces ¿por qué no hiciste n

al respecto?



—Pólux y Vixus te tenían miedo.demás, también. Y creían que Trasgoa matarlos mientras dormían. ¿podía hacer si era el único que nenía miedo?

—¿Y por qué no me lo tienes?

Se ríe con ganas. —No eres más que un chico confalce. Al principio creí que eras d

Creí que veíamos las cosas de foparecida. —Se pasa la lengua porabios ensangrentados—. Pensé que

como yo, solo que peor, por esa friaque había en tu mirada. Pero no frío. Esos pringados mojapantalonemportan.

Frunzo las cejas.



—¿Por qué dices eso? —Muy fácil. Has hecho ami

Roque. Casio. Lea. Quinn. —Tú también. Pólux, Casan

Vixus.El rostro de Tito se retuerce en

espantosa mueca. —¿Amigos? —Escupe—. ¿Amde esos? ¿De esos? ¿Esos oropelos?

monstruos, cabrones desalmados. son más que una panda de caníbaodos ellos. Han hecho lo mismo quepero… ¡Bah!

—Sigo sin entender por qué hiciste aquello a las esclavas —ins—. Violación, Tito. Violación.

Su rostro permanece inmóvil y



cuerpo.«Malditos». —¿Qué cojones te pasa? —preg

Tito. Si hubiera sido un dorado nohabría dado cuenta, tan solo me hadesconcertado el uso de una palabra

rara. Pero no soy un dorado¿Darrow?Me abro camino hasta el pasillo.

muevo como en una bruma. Todo enEl odio. El asco. La venganza. caníbales se comen a los suyos. lamó caníbales. Pólux, Casan

Vixus… ¿Quiénes son los suyos? suyos. Dorados. «Malditos». «condenados». Tito dijo «maldit

ingún dorado dice eso. Nunca. Y



lamó una falce, no una guadañasegador.

Joder.Tito es un rojo.



29

UNIDAD

Tito es aquello en lo que Dancerquería que me convirtiera. Él es cHarmony. Una criatura que vive parvenganza. Una rebelión encabezadaTito fracasaría en apenas semanas. Paún: si Tito sigue por el mismo cam

si sigue así de inestable, me pondrpeligro. Dancer o bien mintió o biesabía que habían tallado a otros ro

otros rojos que se han puesto la más



de los dorados. ¿Cuántos más habrácuántos más habrá infiltrado Ares aen la Sociedad? ¿En el Instituto?gual que sean mil o solo uno. nestabilidad de Tito pone en pelig

cualquier rojo a quien se haya tal

como un dorado. Pone en peligrosueño de Eo. Y no puedo tolerar así. Eo no murió para que Tito pud

matar a unos cuantos chavales.Sollozo en la armería miendecido lo que hay que hacer.

Estas manos se teñirán con msangre porque Tito es un perro rabiohay que sacrificarlo.



Por la mañana, lo arrastro hasta la pdelante de toda la Casa. Apartanrestos del festín de la noche anteIncluso me aseguro de que los escl

estén allí para mirar. Algunos próctrevolotean en lo alto. No hay ninmedibot flotando junto a ellos.

nterpreto como su consentimiácito.Arrojo a Tito al suelo delante d

antigua tribu. Lo observan en silenLa niebla flota en el aire sobre eLos pies nerviosos rascan los fadoquines del patio. El frío penetr

mi mano desde el duroacero de mi fa



—Por crímenes de violacmutilación e intento de asesinatomiembros de la casa, condeno a TitLadros a muerte. —Enumero las raz—. ¿Alguien impugna mi derechhacerlo?

Primero miro hacia arriba, a próctores. Nadie emite ni un sonido.Después miro fijamente

despiadado Vixus. Aún no desaparecido el hematoma. continuación detengo la mirada Casandra. Miro también el rostroduras facciones de Pólux, el que salCasio y nos abrió las puertas. Estado de Roque. Cómo cambian aqu

ealtades.



Y cómo cambian las mías. Vohacer morir a un rojo porque maunos dorados. Cavó la tierra igual o. Su alma era como la mía. Cua

muera irá al valle; pero el dolor lo estúpido y egoísta mientras vi

Tendría que haber sido mejor que Los rojos son mejores que él, ¿verdaLa tribu de Tito permanece

silencio. Su culpabilidad erelacionada con la del líder. Cuandvaya, se pasará. Eso es lo que me dY todo volverá a ir bien.

—Impugno la sentencia —defiende Tito—. Y te desafío aameculos.

—Acepto, buen hombre.



Hago una cortés reverencia. —Entonces, un duelo según

costumbre de la Orden de la Espadanuncia Roque.

—Entonces, yo escojo —dice Tcon la vista puesta en mi falce—. F

rectos. No… curvados. —Como quieras —acepto, pcuando doy un paso adelante noto

mano en el codo y noto que mi amigacerca por detrás. —Darrow, es mío —susurra C

con frialdad—. Recuerda. —No hninguna muestra de reconocimientPor favor, Darrow. Deja que honre Casa de Belona.

Miro a Roque, que niega con



cabeza. Igual que Quinn, que está dde Casio. Pero yo soy el líder. Y sprometí a mi amigo, quien ahreconoce mi ascenso. Pide en vezexigir, así que hacemos el paripé deme pienso su petición y la ace

después. Me aparto cuando Casio dpaso adelante con su espada recta aen la mano de esgrimista. Es un a

fea, pero la ha afilado sobre piedras —El principito. —Tito suelta risita—. Estupendo. Me encandejarte el cadáver empapado de pis vez cuando hayamos acabado.

Tito está hecho para pelear conmanos. Hecho para los campos

batalla fangosos y las guerras civ



Me pregunto si es consciente de lo que va a ser su muerte hoy.

Roque traza un círculo de cenalrededor de los dos combatienPayaso y Muecas salen con las mlenas de armas. Tito coge el sable

e quitó a un soldado de Ceres cdías antes. El metal araña la piedra.ecos se oyen por todo el patio.

sacude una, dos veces para probametal. Casio no se mueve. —¿Ya te has meado en

pantalones? —pregunta Tito—. Npreocupes, seré rápido.

Roque hace los preparativos ypelea comienza.

Casio no es rápido.



Las horribles espadas suequebradizas cuando se encuentran. choques metálicos resuenan con fuLas hojas se mellan. Rechinan. Perosilenciosas son al encontrarse concarne.

Lo único que se oye es el gahogado de Tito. —Tú mataste a Julian —dice C

con un tono de voz pausado—. JuliaBelona de la Casa de Belona.Saca el filo de la pierna de Tito

ntroduce en otra parte. Lo arranca.Tito se ríe y se tambalea débilme

A estas alturas resulta patético. —Tú mataste a Julian. —Acomp

as palabras con una estocada, pala



que repite hasta que dejo de miraMataste a Julian.

Pero hace tiempo que Tito muerto. Quinn tiene la cara bañadágrimas. Roque saca a Quinn y a Le

allí. Mi ejército está en silencio. C

escupe en los adoquines y pasa un bpor encima de los hombros de GuijPayaso está más abatido de lo habi

i siquiera hablan los próctores. Lade Casio llena el patio, un lamento cpor un hermano bondadoso. Dijo quhacía por justicia, por el honor dfamilia y de su casa. Pero esto es venganza, y parece vacía.

La frialdad me invade.

Esto iba destinado a mí, no a



pobre hermano, Tito, suponiendo ese fuera su nombre de verdad.merecía algo mejor que esto.

Me apetece llorar. La rabia yristeza me inundan el pecho mientra

abro paso entre el ejército. Roque

mira cuando paso junto a él. Su rostrel de un cadáver. —Eso no era justicia —murmura

mirarme a los ojos.He suspendido la prueba. Tirazón. No era justicia. La justiciadesapasionada; es imparcial. Yo soíder. Le pasé a otro la senten

Tendría que haberla hecho cumplirEn vez de eso, autoricé la venganza

represalias. El cáncer no se extirpar



he empeorado. —Al menos, vuelven a teme

Casio —musita Roque—. Pero eso único en lo que has acertado.

Pobre Tito. Lo entierro en bosquecillo cerca del río. Espero

eso agilice su camino hacia el valle.Esa noche no duermo. No sé si fue a su mujer, a su herm

o a su madre a quien hicieron dañosé de qué mina procede. Pero su des mi dolor. Su dolor le rompió come rompió el mío en el cadalso. Pemí me dieron una segunda oportuni¿Dónde está la suya?

Espero que su dolor se disuelva

a muerte. No lo quise hasta que mur



debía morir, pero sigue siendo hermano. Así que rezo para encuentre la paz en el valle y para vde nuevo algún día y que nos abracecomo hermanos y él me perdone poque le hice, porque lo hice por un su

por nuestra gente.Mi nombre, que ahora está barras más cerca, flota cerca de la m

del primus.Casio también ha subido.Pero solo puede haber un primus

Como no puedo dormir, hago el turnguardia de Casandra. La niebla

enrosca en las almenas, así que deja



a los corderos amarrados alrededoos muros. Balarán si se acerca a

enemigo. Huelo algo extraño, intenahumado.

—¿Pato asado?Me vuelvo y me encuentro a Fitc

de pie junto a mí. Lleva el pelo revusobre su estrecha frente. Hoy no spuesto ninguna armadura dorada,

una túnica negra con rayas doradaspasa un trozo de pato. El olor haceme suenen las tripas.

—Todos deberíamos escabreados contigo —le reprocho.

En su rostro se dibuja una exprede sorpresa.

—Por lo general, los nenes



dicen eso quieren contar por quéestán cabreados.

—Los próctores y tú podéis vodo, ¿no?

—Hasta cuando te limpias el cul —Y no detuvisteis a Tito por

odo forma parte del programa estudios. —En realidad, la pregunta es

qué no te detuvimos a ti. —Antes de que lo matara. —Sí, chavalillo. Habría sido

militar valioso, ¿no crees? Quizá npretor, con naves a su cargo. Pero un legado habría sido, guiando a hombres en las corazas espaciale

ravés de las puertas enemigas mien



os disparos les llueven sobre escudos de pulsos. ¿Has visto algvez una Lluvia de Hierro, cuandoanza a los hombres desde la órbita

conquistar ciudades? Él había napara eso.

No respondo.Fitchner se limpia la grasa de abios con la manga negra de

guerrera. —La vida es la escuela más efecque jamás se haya creado. Hace mumucho tiempo a los niños se les hagachar la cabeza y leer libros. costaba eones aprender algo. —Se dgolpecito en la cabeza—. Pero ah

enemos miniaplicaciones y termin



de datos; y los dorados tenemos acolores inferiores, que investigan nosotros. No hace falta que estudiequímica o física. Ya lo hacen ordenadores y los demás. Lo debemos estudiar es la humanidad.

gobernar, el nuestro debe ser el estde las ciencias políticas, de psicología y del comportamiento:

cómo los seres humanos sin esperse lanzan uno contra otro, cómoforman los grupos, cómo funcionanejércitos, cómo se derrumban las c por qué. Eso no lo podrías aprende

ninguna otra parte más que aquí. —No, el propósito lo entiendo

mascullo—. Aprendo más cua



cometo errores, siempre que no maten.

Lo aprendí muy bien cuando jugser un mártir.

—Bien. Son muchos los cometes. Eres un mamón impuls

Pero aquí se viene a cagarla.aprender. Como la vida… pero medibots, segundas oportunidade

escenarios artificiales. A lo mejorhas adivinado que la primera pruebPaso, consistía en medir la necescontra la emoción. La segunda, la lribal. Después venía un poco usticia. Ahora vendrán más prue

Más segundas oportunidades,

ecciones que aprender.



—¿Cuántos de nosotros podemorir? —pregunto.

—No te preocupes por eso. —¿Cuántos? —Cada año el Consejo de Con

de Calidad establece un límite, p

estamos dentro de los márgenes, incdespués de lo que ha pasado conChacal —sonríe Fitchner.

—El Chacal… —digo—. ¿Fue o que pasó la otra noche cuandomedibots se lanzaron hacia el sur?

—¿He dicho su nombre? VayaSonríe—. Lo que quiero decir es qumedibots son muy efectivos. Cprácticamente todas las heridas. P

¿serán tan efectivos cuando Casio



quién mató en realidad a su hermanoSe me encoge el estómago. —Él ya ha matado al asesino

Julian. No estabais mirando, porvisto.

—Claro. Claro. Mercurio cree

eres brillante. Apolo cree que eremás blando de todos. No le gustas n¿sabes?

—Como si me importara una mie —Pues debería importarte mApolo es la bomba.

—Muy bien. ¿Qué piensas tú?próctor eres tú.

—Creo que eres un alma antiguaMe mira y se inclina contra la mur

Es una noche brumosa al otro lado



castillo. Desde las profundidadesobo aúlla—. Creo que eres como

bestia de ahí fuera. Parte de una manpero terriblemente triste, terriblemsolo. Y no logro descifrar por querido muchacho. ¡Pero si esto

divertidísimo! ¡Disfrútalo! La vuego no se pone mejor. —Tú eres igual —le replico

Solitario. Eres todo bromas comentarios insidiosos, igual que Sepero es una máscara. Eso se debe ano tienes el mismo aspecto que demás, ¿verdad? ¿O es que eres poSea como sea, eres un forastero.

—¿Mi apariencia? —Suelta

carcajada estruendosa—. ¿Y eso



mporta? ¿Crees que soy «broncecito» porque no soy un ado—Se inclina hacia mí, porque de vee importa lo que voy a decir.

—Eres feo y comes como un cepero mascas metabolizadores cua

podrías ir a un tallista y que te arregpara que te parezcas a los demPodrían quitarte esa barriga en

segundo.Los músculos de la mandíbulaFitchner se contraen. ¿De enfado?

—¿Por qué tendría que ir a allista? —murmura de repent

Podría matar a un obsidiano con manos desnudas. A un obsidiano.

más ingenioso que un plateado en



discurso y la negociación. Sé matemáticas que las que un verde posoñar. ¿Por qué iba a cambiar aspecto?

—Porque eso es lo que te retrae. —A pesar de lo humilde de

origen, soy una persona reputada. mportante. —Su cara de hacha desafía a que lo contradiga—. Soy

dorado. Soy un grande entre hombres. No cambio porque a los dees venga bien.

—Entonces, si eso es cierto, ¿qué mascas metabolizadores? —responde—. ¿Por qué eres solopróctor?

—Ser un próctor es tener



posición de prestigio, chico —esFitchner—. Los seleccionadores votan para que represente a la casa.

—Pero no eres emperador. comandas flotas. Ni siquiera erespretor que dirija un escuadrón.

ningún tipo de gobernador. ¿Cuáhombres pueden hacer las cosas dices que sabes hacer?

—Pocos —contesta muy despacon la cara hecha una furia—. Mpocos. —Levanta la mirada—. ¿recompensa quieres por capturarestandarte de Minerva?

—¿No le correspondería a Sedecidirlo? —pregunto, entendiendo

a conversación está llegando a su fi



—Te lo ha pasado a ti.Pido caballos, armas y ceril

Accede secamente y se da la vuelta marcharse antes de que pueda hacuna última pregunta. Le agarro del bcuando empieza a ascender. Ocurre a

Se me fríen los nervios. Como agujaácido recorriéndome la mano y el brSe me escapa un grito sofocado.

pulmones dejan de funcionarme durun segundo. —Condenado infierno.Toso y caigo al suelo. Lleva

pulsoarmadura. Ni siquiera puedo vgenerador. Es como un escudo pulsos, pero incrustado en la pr

armadura.



Espera sin sonreír. —El Chacal —digo—. Tú

mencionaste. La chica de Minambién. ¿Quién es?

—Es el hijo del archigobernaDarrow. Y a su lado, Tito parece un

balbuceante.

A la mañana siguiente, unos cabagigantescos pastan en los campos. obos intentan abatir a una pequegua. Un semental blanquecino sub

galope hacia allí y cocea a uno deobos hasta matarlo. Exijo que sea

montura. Los demás lo llaman Qui

Significa «el golpe final».



Me recuerda al pegaso que salvAndrómeda. Las canciones cantábamos en Lico hablan de cabaSé que a Eo le habría gustado cabauno.

Tardo unos días en darme cuenta

que cuando le pusieron Quietus acaballo estaban burlándose de mí ppapel que desempeñé en la muerte

Tito.



30

LA CASA DE DIANA

Pasa un mes. Tras las secuelas quedejado la muerte de Tito, la CasaMarte se fortalece. La fuerza no viena clase superior sino de la morralla

mi tribu y de los intermedios. legalizado los abusos a los escla

Los esclavos de Ceres, aunque aúmuestran intranquilos cerca de Vixde alguno de los demás,

proporcionan la comida y fuego.



sirven para mucho más. Han reunicincuenta cabras y ovejas dentro castillo en caso de que se produzcasedio, y también han apilado leña. carecemos de agua. Las bombas abastecían de agua los baños dejaro

funcionar tras el primer día, y disponemos de cubos para almacagua dentro. Dudo que sea un accide

Martillamos los escudos pconvertirlos en palanganas y usamocascos para traer agua del río del vque se encuentra debajo de nuestro castillo. Cortamos los árboles y dejamos huecos para hacer abrevaden los que almacenar el agua. Subi

as piedras y cavamos un pozo, per



podemos cavar lo bastante hondo que no haya barro. Probamos a forrpozo con piedra y madera y tratamousarlo como un tanque para el aSiempre se escapa. Así que sdisponemos de los abrevaderos.

podemos dejar que nos sitien.El torreón está más limpio.Después de ver lo que ocurrió

Tito, le pido a Casio que me enseñusar la espada. Soy un discípdesmesuradamente rápido. Aprendusar hojas rectas. Nunca uso la falceforma parte de mi cuerpo. Y el objeno es aprender a usar las espadas reque se usa más o menos como los f

sino aprender cómo la usarán contra



i tampoco quiero que Casio aprenuchar contra hojas curvas. Si alguna

descubre lo de Julian, la curvada eúnica esperanza.

Con el kravat no soy tan bueno.sé dar las patadas. Pero aprend

romper tráqueas. Y aprendo a saber as manos de la forma apropiadaacabaron los molinetes. Se acabaron

movimientos de defensa estúpidos. rápido y mortífero, pero no tengodisciplina necesaria que exige el kraQuiero ser un luchador eficiente. Nmás. Por lo visto, el kravat tiene cobjetivo enseñarme la paz interior. es una causa perdida.

Pero ahora sé mantener las mano



el aire como Casio, como Julian, concodos a la altura de los ojos para siempre esté golpeando o bloqueaos golpes bajos. De cuando en cua

Casio menciona a Julian y se despieas sombras. Pienso en los próctore

cómo se reirán mientras ven esto. Dde parecerles un ser perversomanipulador.

Me olvido de que Casio, RoqSevro y yo somos enemigos. Rojodorados. Me olvido de que algúnquizá tenga que matarlos a todos. laman hermano, y no puedo sino pe

en ellos de la misma forma.La batalla con la Casa de Mine

se ha desintegrado en va



escaramuzas de cuadrillas, aunninguno de los bandos está consiguiuna ventaja suficiente sobre el como para alcanzar una victdecisiva. Mustang no se arriesgará batalla campal que yo quiero,

ampoco piensa responder a provocaciones. No sucumben fácilmente a los arrebatos de glor

violencia.Los minervanos están desesperapor capturarme. Pax se convierte edemente cuando me ve. Mustang incntentó ofrecerle a Antonia, o eso

esta, un pacto de mutua defensa, dcaballos, seis picas eléctricas y s

esclavos a cambio de entregarme. N



si está mintiendo cuando me lo cuent —Me traicionarías sin pensarlo

veces si con eso te llevaras el primue digo.

—Sí —responde, irritada, cuanterrumpo su fastidiosa manicur

Pero como lo estás esperando, yaserá una traición, cariño. —Entonces ¿por qué no aceptast

oferta? —Oh, la chusma te admira. En momento resultaría desastroso. Qcuando hayas fallado en algo, sí, qcuando las cosas estén en tu contra.

—O estás esperando a que ofrezcan un precio mejor.

—Exacto, cariño.



Ninguno de los dos mencionSevro. Sé que ella aún tiene miedoque le raje la garganta si me toca. Sme sigue ahora, con la piel de lpuesta. A veces camina. Otras, muna pequeña yegua negra. No le gus

armadura. Los lobos se acercan a éanto en tanto, como si fuera uno dmanada. Vienen a comerse los cie

que él mata porque están hambriedespués de que encerráramos a cabras y las ovejas. Guijarro siemes deja comida en los muros cua

matamos a alguna bestia. Los obscomo una niña cuando llegan en grde tres o de cuatro.

—Maté al líder de la manada



responde Sevro cuando le preguntoqué le siguen los lobos. Me miraarriba abajo y me lanza una sonraviesa debajo de su piel de lobo—e preocupes. Tu piel no me quedbien.

Le he dado a Sevro la morralla que los dirija porque quizá sean únicos con los que se sienta cómodo

principio no les hace caso. Desppoco a poco, empiezo a notar que ahay más aullidos sobrenaturales lenan la noche. Los demás los llaos Aulladores, y al cabo de unos

bajo el tutelaje de Sevro, cada unoellos lleva una capa negra de lobo.

seis: Sevro, Cardo, Muecas, Pay



Guijarro y Hierbajo. Al mirarlos paque cada uno de sus rostros estuvmirando fijamente desde las faulenas de colmillos de un lobo. Los

para tareas silenciosas. Sin ellos,estoy convencido de que pudiera se

siendo el líder. Mis soldados susunsultos cuando paso. Las viejas heraún no se han curado.

Necesito una victoria, pero Musno va a combatir y los treinta metromuro de la Casa de Minerva no sonfáciles de sortear como antes. En lade mapas, Sevro camina adelante y dice que el diseño del juego

estúpido.

—Tenían que saber que ninguno



nosotros podía atravesar los murosotro castillo. Y ninguno es condenadamente estúpido de enviaejército que no pueden permitperder. Sobre todo Mustang. Quizá Ese es un idiota, construido a mod

un dios, pero idiota, y quiere tus pelMe han dicho que le reventaste unas suyas.

—Las dos. —Deberíamos poner a GuijarroTrasgo en una catapulta y arrojárspor encima de los muros —sugCasio—. Claro que primero tendríaque encontrar una catapulta…

Estoy cansado de esta guerra

Mustang. En algún lugar del sur o



oeste, el Chacal está ganando fuerzaalgún lugar, mi enemigo, el hijo archigobernador, se está preparapara destruirme.

—Estamos viendo esto de foncorrecta —les digo a Sevro, Qu

Roque y Casio.Estamos solos en la sala de gueUna brisa otoñal trae el olor a h

caídas. —Oh, adelante, comparte tu vi—me conmina Casio con una risa. umbado sobre varias sillas, con

cabeza en el regazo de Quinn. Ella jcon su pelo—. Nos morimos por oír

—Esta escuela existe desde hac

no sé…, ¿más de trescientos años?



que cada permutación está contempCada problema al que nos enfrentaestá diseñado para resolverse. Se¿dices que las fortalezas nexpugnables? Bueno, los próct

deben de saber eso. Así que tene

que cambiar el paradigma. Necesitauna alianza. —¿Contra quién? —pregunta S

—. Hablando en términos hipotético —Contra Minerva —respoRoque.

—Una idea estúpida —refunfSevro, que limpia un cuchillo ydesliza en su manga—. Su castdesde un punto de vista táctico, ca

de trascendencia. No tiene ningún v



inguno. La tierra que necesitamos cerca del río.

—¿Crees que necesitamos hornos de Ceres? —pregunta QuinUn poco de pan no me vendría mal.

Ni a nadie. Una dieta de bayas

carne nos ha convertido en músculhueso. —Si el juego dura hasta el invie

sí. —Sevro hace crujir los nudilloPero estas fortalezas son impenetrabQué juego más estúpido. Necesitamopan y el acceso al agua.

—Agua tenemos —recuerda CasSevro deja escapar un suspiro

frustración.

—Tenemos que dejar el castillo



raerla, señor Tonto del Culo. asedio de verdad? Duraríamos cdías sin reabastecernos de agua. Sietnos bebemos la sangre de los animcomo Morgdy. Necesitamos la fortade Ceres. Además, esos recolect

capullos no son capaces de luchar salvar su vida, pero tienen algo dentro.

—¿Recolectores capullos? ¡Ja,a! —cacarea Casio. —Callaos, todos —ordeno. No lo hacen. Para ellos esto

divertido. Es un juego, No tieninguna prisa, ninguna necesiacuciante. El Chacal se hace más fu

a cada momento que perdemos. Hay



en la forma en que Mustang y Fitchablaron de él que me da mieDebería querer matarlo. Sin embacuando pienso en su nombre qucorrer y esconderme.

El hecho de que tenga

evantarme no es sino una señalcuánto ha menguado mi liderazgo. —¡Silencio! —ordeno, y por fin

obedecen. —Hemos visto fuegos en horizonte. La guerra consume el donde merodea el Chacal.

Casio suelta una risita ante la idel Chacal. Cree que es un fantasmao mismo he conjurado.

—¿Quieres dejar de reírte por to



—le suelto a Casio—. No es condenada broma, a no ser que cque tu hermano murió por diversión.

Eso le hace callar. —Antes de que hagamos nada

—recalco—, tenemos que eliminar

Casa de Minerva y a Mustang. —Mustang. Mustang. Mustang. parece que lo único que quieres

irártela —dice Sevro con desdén.Quinn emite un sonido de objecióCojo a Sevro por el cuello de

ropa y lo levanto en el aire con mano. Trata de zafarse enseguida, no es tan rápido como yo, así que cude mi mano a medio metro del suelo

—Se acabó —le digo, y lo bajo



cerca de mi cara. —Entendido, Segador. —Sus

pequeños, brillantes y redondos estpocos centímetros de distancia demíos—. Acceso restringido. —Lo poen el suelo y se vuelve a coloca

cuello de la ropa—. Así que para alianza hay que ir a los GranBosques, ¿no?

—Sí. —¡Entonces va a ser una mialegre! —exclama Casio, y se sierguido—. ¡Seremos unatroupe !

—No. Solo Trasgo y yo. Túvienes.

—Me aburro. Creo que iré.

—Te quedas —insisto—.



necesito aquí. —¿Eso es una orden? —Sí —le dice Sevro.Casio me mira fijamente. —¿Tú dándome órdenes? ¿Tú?

dice de una forma extraña—. Quiz

hayas olvidado de que voy adondeparece. —¿Y darle el control a Anto

mientras nos jugamos el cuello los —le pregunto.Quinn aprieta la mano en torno

antebrazo a Casio. Cree que no mecuenta. Casio mira hacia ella y sonrí

—Por supuesto, Segador. supuesto que me quedaré aquí. T

como me has sugerido.



Sevro y yo acampamos en las tiealtas septentrionales, con los GranBosques a la vista. No encendeningún fuego. Tanto nuest

rastreadores como los de otras crecorren estas colinas de noche. Veocaballos en una colina lejana, recortcontra la puesta de sol detrás del tede la cúpula. La forma en la que el tcaptura el sol ofrece una puesta sovioletas, rojos y rosas; me recuerdas calles de Yorkton vistas desde

cielo. Después el momento pasa y S yo nos sentamos en la oscuridad.

Sevro cree que este juego



estúpido. —Entonces ¿por qué juegas? —

pregunto. —¿Cómo iba a saber yo cómo se

¿Crees que me dieron un folleto? ¿Ae lo dieron a ti? —pregunta irritado

está escarbando los dientes con un h—. Estúpido.Sin embargo, en la lanzadera par

saber lo que era el Paso. Se lo recue —No lo sabía. —Y parece que tienes todas

condenadas habilidades que hacen para este colegio.

—¿Y? ¿Si tu madre es buena ecama supones que es de las rosas? T

el mundo se adapta.



—Precioso —murmuro.Me exige que vaya directo al gra —Te metiste a hurtadillas en

orreón, robaste nuestro estandarte enterraste. Lo salvaste. Y despograste robar el de Minerva. Pero n

dan ni una sola barra de mérito paraprimus. ¿No te parece raro? —No.

—En serio. —¿Qué debería decir? Nuncacaído bien. —Se encoge de hombro

o nací guapo como tú ni comouguetito anal, Casio. Tuve que lupor lo que quería. Eso no me hsimpático. Tan solo un asquer

Trasgo.



Le cuento lo que he oído. Fueúltimo a quien escogieron. Fitchneo quería, pero los seleccionadnsistieron. Sevro me contempla e

oscuridad. No dice nada. —Te escogieron porque eras

chico más pequeño. El que parecía débil. Con unas puntuaciones horri tan pequeño… Te escogieron por

mismas razones por las que escogieros demás inferiores: porque serías de matar en el Paso. Un cordsacrificial a manos de alguien pquien sí tenían planes. Grandes plaMataste a Príamo, Sevro. Por eso noa dejarte ser primus. ¿Voy b

encaminado?



—Vas bien encaminado. —Escuphueso al suelo—. Lo maté como maa un lindo perro. Y tú mataste a Ju¿Voy yo bien encaminado?

No volvemos a hablar del Paso.a mañana dejamos atrás las tierras

de camino hacia las faldas de montañas. Los árboles se intercalana hierba. Nos movemos al galope,

si las partidas de guerra de Minestuvieran cerca. Veo una a lo lcuando llegamos a los árboles. Nohan visto. Muy lejos, hacia el surcielo es humo. Los cuervos se juallá donde merodea el Chacal.

Me gustaría hablar más con Se

preguntarle por su vida. Pero su mi



es demasiado penetrante. No quierome pregunte sobre mí, ser ransparente para él como Tito lo para mí. Es extraño. A este chicocaigo bien. Me insulta, pero le cbien. Y lo que es más raro aún: e

desesperado por caerle bien. ¿Por qCreo que se debe a que es el únncluyendo a Casio y a Roque, que

o que es la vida. Es feo en un mundel que debería ser hermoso y, debidsus deficiencias, lo escogieron pmorir. Él, en muchos sentidos, nomejor que un rojo.

Quiero decirle que soy un rojo. parte de mí cree que él también lo e

una parte de mí cree que me respe



más si sabe que soy un rojo. No privilegiado. Soy como él. Pero refa lengua, pues no hay duda de quepróctores nos vigilan.

A Quietus no le gustan los bosqAl principio la maleza es tan espesa

enemos que abrirnos paso cortáncon la espada. Pero pronto se vumás escasa y entramos en el reino d

deidades arbóreas. Aquí no puesobrevivir muchas más cosas. Ecolosos no dejan pasar la luz, las rase extienden como tentáculos debaja tierra para poder extraer su energ

crecer tan altos como edificios. Estonuevo en una ciudad, en la que

animales caminan de acá para allá, y



que me obstruyen la visión no socemento y el metal sino los troncoos árboles. Cuanto más nos adentra

en el bosque, más me recuerda amina: es oscuro y angosto debajo dramas, como si no existieran el sol

cielo.Unas hojas otoñales del tamañomi pecho se fruncen bajo los pies

que estamos siendo observados.Sevro no le gusta esto. Quescabullirse para salir en busca deojos que hay a nuestras espaldas.

—Eso iría en contra de nuesobjetivos.

—«Eso iría en contra de nues

objetivos» —se burla.



Paramos para almorzar uaceitunas y carne de cabra que hebirlado. Los ojos en los árboles cque soy demasiado estúpido pcambiar el paradigma, como si nufuera a suponer que se esconden ar

en vez de en el suelo. Pero no alzmirada. No hace falta asustar a diotas o hacerles saber que conozc

uego; pronto tendré que conquistasi es que aún soy el líder de mi casapregunto si tienen cuerdas atraviesen los árboles. ¿O acaso sonramas lo suficientemente largas?

Sevro sigue con ganas de sacarcuchillos y de subirse a un árbol.

debería haberlo traído. No está he



para la diplomacia.Por fin alguien me dirige la palab —Hola, Marte —dice uno.Se oye el eco de otras voces a

derecha. Estúpidos niños. Tendrían haberse guardado sus trucos para

noche. Por la noche resultarían lúguen estos bosques, con las voces viniede todas partes. Algo asusta a

caballos. Los animales de la dDiana son el oso, el jabalí y el cieTrajimos jabalinas para los primeros. Se dice que en esta partebosque hay espinazos sangrientos: horripilantes hechos por los talliporque, más que probablemente,

cansaron de hacer cérvidos. Oímos



espinazos sangrientos rugir en las pmás profundas del bosque. TranquiliQuietus.

—Me llamo Darrow, líder deCasa de Marte. Estoy aquí para vecon vuestro primus, si es que lo ten

En caso contrario, con vuestro lbastará. Y si no tenéis nada de levadme con quien tenga las pel

más grandes.Silencio. —Gracias por la ayuda —d

Sevro en voz alta.Lo miro con un arqueo de ceja

se limita a encogerse de hombrossilencio es estúpido. Lo mantienen

el fin de hacerme saber que no ace



mis órdenes. Hacen las cosas a su Qué mayores son estos chicos. Despa lo lejos, salen dos chicas altasdetrás de un árbol. Llevan uniformecolor del bosque y un arco colgadoespalda. Cuchillos dentro de las bo

Creo que una lleva un cuchillo entreensortijados cabellos. Han usado bayas que encontraron en los bos

para dibujarse la luna de cacería encaras. De los cinturones les cuepieles de animales.

No parezco venir en son de gueMe he lavado el pelo hasta dejbrillante. Tengo la cara limpia, heridas cubiertas, y las rasgaduras d

uniforme cosidas. Incluso lavé



manchas de sudor con arena y ganimal. Tengo un aspecto, como QuiLea han confirmado, endemoniadamatractivo. No quiero intimidar a loa Casa de Diana. Por eso he dej

venir a Sevro. Parece ridículo e infa

siempre y cuando deje a un ladocuchillos.Las dos chicas hacen una mu

desdeñosa cuando ven a Sevro, perpueden evitar suavizar la miradaverme. Bajan más de los árboles. quitan la mayoría de nuestras armasque pueden encontrar. Y nos cubrecara con pieles de animal para quesepamos cuál es el camino hacia

fortaleza. Cuento los pasos. Se



ambién cuenta. Las pieles hueleputrefacción. Oigo a los pájacarpinteros y me acuerdo de la jugade Fitchner. Tenemos que estar ceasí que hago que tropiezo y me caigsuelo. No hay arbustos. Nos dan

vuelta de nuevo y nos alejamos depájaros carpinteros. Al principio preocupa que estos cazadores sean

istos de lo que pensaba, pero luegodoy cuenta de que no lo son. Pájcarpinteros otra vez.

—¡Eh, Tamara! ¡Lo tenemos abajo!

—¡No los subáis aquí, cabezaschorlito! —grita una chica—. No va

a dejar que exploren esto a cambio



nada. Pero cuántas veces tengo quEsperad ahí. Ahora bajo.

Me hacen caminar hacia alguna p me empujan contra un árbol.

Un chico habla por encima dehombro. Habla con voz pausad

ánguida, como el filo oscilante dcuchillo. —Yo digo que les arranquemo

piel de las pelotas. —Cierra la boca, TacConviértelos en esclavos y ya, TamAquí no hay diplomacia que valga.

—Fijaos en la hoja. La puñeguadaña de un segador.

—Ah, así que es él —dice alguie

—Yo quiero su espada cua



repartamos el botín. También gustaría quedarme con su cabellernadie más tiene intención de quedárs

Tacto parece un chico de lo mantipático.

—Cerrad el pico. Todos

nterrumpe de pronto una chica—. Taaparta ese cuchillo.Me quitan la piel de animal d

cabeza. Sevro y yo estamos en pequeña arboleda. No veo nincastillo, pero oigo los pájacarpinteros. Miro a mi alrededorecibo un fuerte golpe en la cabezaparte de un joven esbelto, nervudomirada aburrida y el pelo de c

bronce peinado en punta con sav



zumo de bayas rojas. Tiene la oscura como la miel de roble, pómulos marcados y los ojos hunde dan un aspecto de continuo desair

—Así que tú eres ese a quien llaSegador —dice Tacto arrastrando

palabras. Hace oscilar mi hoja ndecisión—. Vaya, pues paredemasiado guapo para ser peligroso

—¿Está ligando conmigo? —pregunto a la chica a quien llaTamara.

—Tacto, ¡largo de aquí! Gracpero ahora vete —ordena la cdelgada de aspecto combativo.

Lleva el pelo más corto que yo

flanquean tres chicos enormes.



miradas furiosas que le lanzan a Tconfirman mi juicio sobre su carácte

—Segador, ¿qué haces con pigmeo? —pregunta Tacto, y señaSevro—. ¿Te abrillanta los zapatos?quita cosas del pelo? —Suelta una r

—. ¿Es tu mayordomo? —¡Lárgate, Tacto! —gruñe Tama —Cómo no. —El aludido hace

reverencia—. Me iré a jugar condemás niños, madre.Tira la espada al suelo y me guiñ

ojo como si solo nosotros supiéramos la broma que va a gastar

—Lo siento —se excusa Tamaro es muy educado.

—No pasa nada —respondo.



—Me llamo Tamara de… Casi mi familia de verdad —se ríe—.Diana.

—¿Y ellos? —pregunto por chicos.

—Mis guardaespaldas. Y tú ere

—Levanta un dedo—. A ver siadivino. ¡Segador! Oh, hemos ocosas de ti. Los de la Casa de Min

no te quieren nada de nada.Mi mala reputación hace resoplSevro.

—¿Y él es…? —pregunta concejas alzadas.

—Mi guardaespaldas. —¡Guardaespaldas! ¡Pero si es

pequeño!



—Y tú pareces una… —ruge Sev —También los lobos lo son

nterrumpo la maldición de Sevro ade que termine de formularla.

—Por aquí tememos más a chacales que a los lobos.

A lo mejor Casio tendría que hvenido, para que viera que no menventado a ese cabrón. Le preg

sobre el Chacal, pero ella no hace de mi pregunta. —Échame una mano con esto —

ruega Tamara con tono cordial—alguien me fuera a decir que el Segde la Casa de los Carniceros iba a va mi claro del bosque a pedirme

encuentro diplomático, pensaría qu



una broma de algún próctor. Así p¿qué es lo que quieres en realidad?

—Quitarme de encima a la CasMinerva.

—¿Para que así puedas venicombatir con nosotros en lugar

hacerlo con ellos? —rezonga uno deguardaespaldas.Me dirijo a Tamara con una son

razonable y le digo la verdad. —Quiero quitarme a Minervaencima para poder venir aquí y ganclaro… y, después, ganar este estúpuego y destruir vuestra civilizació

me disculpáis.Se ríen.

—Bueno, eres sincero. Pero no



sentarme y esperar a que ya no hnada más que quemar?

Asiento y suelto el cebo. —El fuego puede ser útil. —Explícate. —Puede que nos muramos

hambre mientras miras, pero ¿lo vsiendo la esclava de otra casa? ¿Overás desde tu resistente fortaleza co

ejército duplicado de tamaño y para barrer las cenizas? —No es suficiente. —Te prometo, a título personal,

a Casa de Marte no tolerará ningagresión contra la Casa de Disiempre y cuando no se vulnere nue

pacto. Si me ayudáis a vencer



Minerva, os ayudaré a vencer a Cere —La Casa de Ceres… —dice

mira a sus guardaespaldas. —No seas avariciosa —le advi

—. Si vas a por Ceres por tu cueanto Marte como Minerva caerán s

i. —Sí. Sí. —Hace un gesto irritcon la mano—. ¿La Casa de Ceres

cerca de aqui? —Muy cerca. Y tienen pan. —fijo en las pieles de animal que llesus hombres—. Me imagino que sería un cambio agradable despuéoda esa carne.

Echa el peso hacia delan

poniéndose de puntillas, y sé que y



engo. Negociar siempre con comTomo nota.

Tamara se aclara la garganta. —Entonces… ¿me estabas dicie

que podía tener un ejército el doblnumeroso?



31

LA CAÍDA DEMUSTANG

Cabalgo vestido para la guerra. Tod

negro. El pelo revuelto y atado conripa de cabra. Los antebrazos cubiecon piezas de protección de duroasaqueadas durante la batalla. La code duroacero es negra y ligera; desvcualquier arma de filo menos potque una espada de iones o un filo. L

as botas llenas de barro. La c



pintada con rayas rojas y negras.falce a la espalda. Cuchillos por topartes. Nueve tibias rojas y diez locubren el costado de Quietus. Laspintado Lea. Cada hueso es un oponncapacitado, a los que suelen cura

medibots para volverlos a arrojacombate. Cada lobo es un esclCasio cabalga a mi lado. Refulge

duroacero que recibió como botínbruñó hasta que brillaba tanto comespada o su pelo, que brinca coenrollados muelles de oro alrededosu regia cabeza. Es como si nunchubieran acorralado y meado encima

—Bueno, bueno, soy la viva ima

del rayo —afirma Casio—. Y tú,



aciturno amigo, eres el trueno. —Y entonces ¿yo qué soy?

pregunta Roque, quien espolea acaballo junto a nosotros. El bsalpica—. ¿El viento?

—De eso estás lleno —le digo

desdén—. De ese caliente.La casa cabalga detrás de mí. Texcepto Quinn y June, que se

quedado de guarnición en el castillouna apuesta. Cabalgamos despacio que Minerva sepa que nos estaacercando. Lo que no saben es questuve allí por la noche, hace solo uhoras, y que Sevro está allí ahora. engo barro debajo de las uñas.

Los rastreadores de Mine



avanzan a toda prisa por las cimaas colinas. Hacen como si se burl

de nosotros, pero en realidad calccuántos somos para calibrar mejor es nuestra estrategia. En cambio, seve confundidos cuando cabalga

hacia su región de olivos y hierbas aTan confundidos que retiran a rastreadores y los ponen detrás de

muros. Nunca antes hemos ido conropas al completo. Los Aulladonuestros exploradores, cabalgan a pvista sobre sus caballos negros, concapas negras aleteando como las alaun cuervo. Nuestros asesinos de la csuperior avanzan a la vanguardia

cuerpo principal: el cruel Vixus, P



el del rostro rudo, la venenCasandra, muchos del grupo de Tito.esclavos trotan cerca de sus dueñosaquellos que los capturaron.

Yo cabalgo al frente, CasioAntonia me flanquean. Hoy es ell

que lleva el estandarte. Solo hay upocos arqueros en los muros, así qudigo a Casio que se asegure de qu

nos embosquen por los flancos en de que algún minervano ande cercaaleja al galope.

La fortaleza de Minerva ecircundada por unos cien metrosierra estéril que está embarrada poluvias torrenciales de la última sem

Ese es el campo de batalla. Entra en



círculo y los arqueros intentarán mau caballo. Si aun así no retrocententarán matarte a ti. Casi ve

caballos de las dos casas yacen tirael campo. Hace apenas dos días, Cideró un sangriento asalto contra

partida de guerreros de Minerva has mismas puertas del castillo.Al otro lado del campo de bat

hay hierba. Oceános de hierba tan en algunos sitios que Sevro podría de pie sin que lo vieran. Permaneceal borde del círculo de barro en mde un prado de otoñales flosilvestres. La tierra chapotea bajopies y Quietus relincha debajo de mí

—¡Pax! —grito entonces—. ¡Pax



Vocifero el nombre contra los muhasta que la puerta principal se rabajosamente, tan trabajosam

como se abrió aquella noche en la Casio y yo nos colamos dentro. Mussale a caballo. Avanza despacio,

rote, a través del fango, y se acernosotros. Lo observa todo. —¿Esto va a ser un duelo?

pregunta con una amplia sonris¿Pax, de la Noble y Sabia Minerva,Segador de la Casa SangrientaAsesina?

—Haces que suene realmeapasionante —dice Antonia con bostezo. No tiene ni una sola manch

ierra.



Mustang no le hace ni caso. —¿Y tú estás seguro de que

ienes a nadie oculto en la hieesperando a emboscarnos cuavayamos a apoyar a nuestro campe—me pregunta Mustang—. ¿Debería

quemarla y así averiguarlo? —Los hemos traído a todos replica Antonia—. Ya sabes cuán

somos. —Sí. Sé contar. Gracias. —Musni siquiera la mira. Solo a mí. Papreocupada; baja la voz—. Pax te daño.

—¡Pax! ¿Qué tal tus pelotas? pregunto a gritos por encima de

cabeza de Mustang.



Ella hace una mueca cuando repente suena un golpe de tambor enterior de la fortaleza. Solo que n

un tambor. Pax sale por la pueGolpea con su hacha de guerra contescudo. Mustang le grita que se qu

atrás y él obedece como un perrito, os golpes de hacha en el escudocesan. Acordamos jugarnos entre los

odos los esclavos restantes. Un bconsiderable. —¿No va a ser Cara Guapa

duelista? —pregunta Mustang, y desse encoge de hombros. No le quitvista de encima a la hierba—. ¿Dóestá tu compañero chalado? Tu som

ese que lidera una manada de lo



¿Está escondido en la hierba? No quque vuelva a aparecer de repente dede mí.

Grito el nombre de Sevro. Una mse alza entre los Aulladores. El bcubre los rostros que escrutan tapa

con las negras capas de lobo. Muscuenta. Los cinco Aulladores epresentes. De hecho, todas nues

ropas lo están, excepto Quinn. PMustang aún no está satisfecha. Teneque mover el ejército a seiscienmetros del límite del círculo de baVa a quemar toda la hierba que haycien metros a la redonda de doestamos. Cuando la hierba termine

arder, el suelo quemado será el cam



del duelo. Diez hombres de su elecse unirán a diez hombres de mi elecpara crear un círculo en el que pelearesto de los suyos se quedará dentra ciudadela y los míos se quedará

seiscientos metros del círculo.

—¿No te fías de mí? —le preg—. No tengo hombres en la hierba. —Bien. Entonces nadie sal

ardiendo. Nadie sale ardiendo. Cuandofuego disminuye y el suelo es tcenizas y fuego y barro en el campbatalla, dejo a mi ejército. acompañan diez de mis hombres. golpea su hacha de guerra contra

escudo adornado con la cabeza de



mujer que tiene el pelo lleno serpientes. Medusa. Nunca antes huchado contra un hombre que p

escudo. Lleva una armadura ceñidcuerpo que le cubre todo menos articulaciones. Sopeso un ba

eléctrico en la mano que me he pinde rojo y la falce en la mano que mpintado de negro.

El corazón me late con fuemientras el círculo se cierra en tornnosotros. Casio me hace un gesto que me mueva. Incluso bajo esa débil se le ve radiante de color. dirige una sonrisa.

—No dejes de moverte. Esto

como el kravat. —Mira a Pax—. Y



eres más rápido que este condencabrón. ¿A que sí? —Me guiña un Me da un golpe en el hombro—. ¿Así, hermano?

—Y tanto que sí. —Le devuelvguiño.

—Trueno y relámpago, hermTrueno y relámpago!Pax tiene el cuerpo de un obsidi

Mide fácilmente más de dos metros mueve como una maldita pantera.esta gravedad de 0,37 me podría laa treinta metros o más. Me pregcuánto puede saltar. Doy un salto estirar las piernas. Casi tres metrossobrepaso la cabeza con facilidad.

se levanta humo del suelo.



—Salta, salta, pequeño saltamo—refunfuña—. Será la última vezuses las piernas.

—¿Cómo? —pregunto. —He dicho que será la última

que uses las piernas.

—Qué raro… —murmuro.Me mira, parpadea y frunce el ce —¿Cómo qué… raro?

—Suenas muy femenino. ¿Lesocurrido algo a tus huevos? —Serás…Mustang se acerca trotando y

algo sobre que las chicas no se desaa duelos estúpidos.

—El duelo será…

—Hasta que uno se rinda —dice



con impaciencia. —A muerte —corrijo.Lo cierto es que da igual. A e

alturas ya solo estoy tocándoles narices. Lo único que tengo que hacdar la señal.

—Hasta que uno se rinda —resuMustang.Termina con los preparativos

comienza el duelo.O casi. Una serie de pequeexplosiones en el cielo indican estampidos sónicos de los próctoresse acercan desde el Olimpo. Bdando vueltas desde su elevada monflotante, procedentes de distintas to

Hoy todos ellos llevan sus símbo



grandes yelmos de brillante oro. armaduras son espectaculares. Nonecesitan, pero les encanta vestirse a ocasión. Hoy se han traído una m

Flota en su propio graviascensor yella se apoyan enormes jarras de vi

bandejas de comida para celebrar cena de gala. —¡Espero que seam

entretenimiento suficiente! —les grit¿Os importaría arrojarnos un pocovino? ¡Hace mucho que no lo pruebo

—¡Mucha suerte con el tipequeño mortal! —responde dearriba Mercurio.

Su cara de niño ríe jovialmente,

leva calmoso una jarra a los lab



escudo para aplastarme en el aire ca una mosca. Así que retrocedo un p después me lanzo hacia delante cua

está terminando el golpe con el brazambién se está moviendo, pero h

arriba, anticipándose a mi movimie

así que paso a toda prisa por su bderecho y le hundo en la axila el baeléctrico con todas mis fuerzas. Est

parte en dos, pero él no se cae ni cua electricidad le recorre el cuerpovez de eso, me devuelve un golpefuerte que salgo volando al otro ladocírculo y caigo en el barro. Me rompmolar. Me deja la boca llena de sangbarro. Me da un latigazo en el cu

Ruedo por el suelo.



Me pongo de pie tambaleante cofalce. Estoy cubierto de barro. Echvistazo a los muros. El ejércitoMinerva rodea el parapeto: no podido resistirse a ver cómo luchancampeones. Este es el momento. Po

dar la señal. Las puertas están abiepor si tienen que enviar ayuda. Nueinete más cercano está a seiscie

metros: demasiado lejos. Lo teprevisto. Pero no doy la señal. quiero tener mi propia victoria, aunsea un egoísta. Mi ejército tiene saber por qué soy el líder.

Vuelvo a meterme dentro del círco tengo nada ingenioso que decir. É

más fuerte. Y yo, más rápido. E



único que hemos averiguado el unootro. Esta no es la forma de luchaCasio. No son movimientos eleganSolo brutalidad. Me golpea fuertemcon el escudo. Me quedo cerca parano pueda alcanzarme con el hacha

escudo me está destrozando el homCada golpe que me asesta es un tormen la muela. Me embiste de nuevo co

escudo, pero yo doy un salto, se locon la mano izquierda y me impulsoencima de él. Cojo rápidamentecuchillo de la muñeca y le apuñaloojos cuando lo tengo cerca. No acel golpe y le araño la visera deelmo.

Abro un poco de distancia entre



dos, busco un cuchillo e intento un tconocido. Se cubre desdeñosamentecuchillo con el escudo, pero cuandbaja para mirarme ya estoy en el aiaterrizo sobre el escudo con todopeso. Lo repentino del movimiento

que baje el escudo un poco. Me valga mano que me queda libre y le mbarro dentro del yelmo.

No puede ver nada. Lleva el haen una mano y el escudo en la otrapuede limpiarse la visera con ningSería todo más fácil si lo hiciera. Pno puede. Le asesto repetidos golpea muñeca hasta que suelta el ha

Recojo esa arma monstruosa y lo go

con ella el yelmo. Aun así, la arma



sigue sin romperse. Casi me dnconsciente con el escudo. Vuelv

darle otro golpe con el hacha y Paderrumba al fin. Me desplomo sobrerodilla, jadeante.

Después aúllo.

Todos aúllan.Los aullidos llenan la tierra Minerva. Aullidos de mi dista

ejército. Aullidos de los diez mortífsuperiores que contribuyeron a trazcírculo de este duelo. Aullidos campo de batalla. Mustang escuchespantoso sonido que hay detrás de hace girar a su caballo. En su rostr

refleja el terror. Aullidos de

próctores que se parten de risa, m



Minerva, Apolo y Júpiter. Aullidoas entrañas de los caballos muerto

medio del campo de batalla. Los están cerca del portón abierto.

—¡Están en el barro! —gMustang.

Casi acierta. Pero piensa comodorado. Alguien grita cuando ve a S a sus Aulladores abrirse camin

ravés de las tripas cosidas de caballos muertos e hinchados que eesparcidos por el barro hasta la entrComo si fuera el parto de udemonios, reptan saliendo de entrañas abultadas y los estómaabiertos. Media veintena de los mej

soldados de la Casa de Diana salen



ellos. Tacto y su pelo de punta brotaa panza de una yegua blanca. Corre

Hierbajo, Cardo y Payaso. Todos a distancia de cincuenta metros de puertas que se abrían pesadamente.

Los guardias minervanos están to

de pie en las murallas contemplandduelo. No logran contener la repenembestida de los soldados demo

cerrando las pesadas puertas. Apconsiguen montar los arcos antes deSevro, los Aulladores y nuestros alise deslicen por la puerta que se ciEn el otro lado de la ciudadela, soldados de la Casa de Diana estescalando los muros lentamente con

cuerdas que usan para subirse a



estúpidos árboles. Sí. Ahora suensilbido del otro lado. Un guardia lovisto allí. Nadie irá a ayudarle. ejército avanza, incluso los faAulladores que tomamos prestadosDiana y que disfrazamos para qu

parecieran a Sevro y su banda.Destruimos a la Casa de Minervcuestión de minutos. Arriba en lo

os próctores siguen riéndose aullando. Creo que están borracTodo ha terminado antes de que Muspueda hacer algo excepto atravesagalope el enlodado campo por la hiaún humeante. Una docena de cabaparte en su persecución. Vixus

Casandra entre ellos. La cogerán a



de que caiga la noche, y como he vo que Vixus le hace a las orejas de

prisioneros, monto en Quietus y sambién tras ella.

Mustang abandona su caballoborde de un pequeño bosque que

hacia el sur. Desmontamos y dejamres hombres de guardia por si se dvuelta. Casandra se adentra en

bosque. Vixus me sigue, acechándde manera deliberada como si supiera dónde se esconde Mustangme gusta esto. No me gusta estar ebosque con Vixus y con CasanBastaría con una espada en la columCualquiera de los dos lo haría

diferencia de Pólux, ellos dos aún



odian; y mis Aulladores y Casio eejos. Pero no aparece ningún cuchil

Doy con Mustang por accidente. ojos dorados escudriñan desde un hleno de barro. Se encuentran con

míos. Vixus está conmigo. Suelta alg

feas palabras sobre las ganas que tde domar a esa condenada yegua, vpinta que tiene con la brida puesta.

de pie, mirando los arbustos de maasciva y maliciosa, parece retorcperverso y malvado, como un ámarchito después de un fuego. Tmenos grasa corporal que nadie a qo haya visto nunca, y las venas yendones se le marcan en la piel te

Se pasa la lengua por los die



perfectos. Sé que me está provocaasí que me lo llevo lejos del hembarrado.

Eo no se merecía morir siendo esclava de la Sociedad. Y a pesar dcolor, Mustang no se merece ning

brida.



32

ANTONIA

He pasado esta prueba. La interminguerra con la Casa de Minervaacabado. Y he atrapado a la CasaDiana.

La Casa de Diana tenía tres opcioantes de la batalla. Podrían habe

raicionado contándole nuestro plaMinerva y esclavizar a los de mi cpero eso habría hecho que Casio env

piquetes para que interceptaran



cualquier posible jinete. Podrían haceptado mi propuesta. O podrían hdo a nuestro castillo e intentar tom

Esa opción no podría importamenos. Era una trampa. No dejanada de agua dentro y los podría

haber sitiado con facilidad.Ahora tienen la fortaleza de Min nosotros estamos fuera en las llanu

Podrían honrar el acuerdo. Nosoendríamos el estandarte, ellos ciudadela y a todos sus habitantes. sé que se volverán avariciosos. Yhacen. Las puertas se cierran y creenienen un bastión estratégico. Bien.

eso he dejado a Sevro dentro con ell

No tarda en alzarse un penacho



humo. Sevro destruye los almacenecomida mientras ellos esclavizan aminervanos y protegen los muros comi ejército. Después contamina pozos con heces y se esconde conAulladores en el sótano.

La Casa de Diana no eacostumbrada a este tipo de gueunca habían dejado los bosques.

cuesta mucho esperarlos fuera. Tres en el interior y se sorprenden de qunos vayamos. En lugar de acampamos al norte y al sur deciudadela con los caballos encendemos hogueras por todas papara que no puedan escabullirse

noche. Están sedientos. Su líder, Tam



no me recibe. Se siente demasiavergonzada por verse descubierta eraición.

Al final, al cuarto día, Tamara ofrece diez esclavos minervanos y tnuestros soldados esclavizados s

franqueamos el paso a casa. Envío apara decirle que puede irse al infieLea se ríe como una niña cuando vu

Se sacude el pelo, me agarra del brase acerca inclinándose para hacer mitación burlona de la desespera

de Tamara. —¡Ten decencia! —grita—. ¿Es

no eres un hombre de palabra?Cuando, a la quinta noche, tratan

salir, los capturamos a todos. Excep



Tamara. Se cayó del caballo y mpisoteada en el barro.

—Han cortado su silla de montaa parte de abajo. —Sevro me enseñ

cincha de cuero limpiamente cortad¿Tacto?

—Lo más probable. —Su madre es senadora, el padrpretor. —Sevro escupe—. Lo co

cuando éramos niños. Golpeó a chica hasta casi matarla porque quería besarlo en la mejilla. Un cademente.

—Déjalo correr —le recomiendo podemos probar nada.

Tacto es nuestro esclavo, igual

oda la Casa de Diana y de Mine



Incluso Pax. Me quedo con Casio yRoque montados en nuestros cabamientras miramos cómo los nueesclavos apilan madera y heno por a fortaleza de Minerva. Encienden

enorme fuego y nosotros tres brinda

por la victoria. —Esta es la barra de mérito qufalta —me dice Casio—. Eso

convierte en primus, hermano. —Mun golpecito en el hombro y solo una chispa de celos en sus ojos—.podría haber una elección mejor.

—Señor en las alturas, nunca pque podríamos ver esta faceta de nueatractivo amigo —se sorprende Ro

—. ¡Humildad! Casio, ¿eres tú



verdad?Casio se encoge de hombros. —Este juego no es más que un

de nuestras vidas, o quizá meDespués de eso, vendrán nuesperiodos de aprendizaje o los instit

Después de eso, seguiremos con nuvida. Pero me alegro de que nosores estuviéramos en la misma c

habrá recompensas justas para toarde o temprano.Le aprieto los hombros con fuerz —Estoy de acuerdo.Sigue mirando al suelo, incapaz

mirarnos a los ojos hasta que recobvoz.

—Yo… Puede que aquí h



perdido un hermano. Ese dolor nodisipará nunca. Pero siento que ganado dos más. —Levanta la miradY lo digo en serio, chicos. Lo dcondenadamente en serio. Aendremos que portarnos con orgu

Ganar a más casas, ganar el juego; mi padre necesitará oficiales paranaves de su armada… si os inter

claro. La Casa de Belona siemnecesita pretores para hacernos fuertes.

Lo dice con timidez, como uviéramos algo mejor que hacer.

Le aprieto de nuevo el hombrasiento incluso cuando Roque dice

superingenioso sobre ser polí



porque prefiere enviar a la gente muerte en vez de morir él. A los Hde Ares se les caería la baba si convirtiera en pretor de la CasaBelona.

—Y no te preocupes, Roque, qu

hablaré a mi padre de tu poesíabromea Casio—. Siempre ha queener un bardo guerrero.

—Por supuesto. —Roque se hinde orgullo—. Asegúrate de quequerido emperador Belona sepa queun maestro con la metáfora y un belcon la asonancia.

—Roque el bellaco, ay, Dios.Me río mientras Sevro cabalga

Quinn y una chica montada en un tip



caballo que no había visto nunca.chica lleva una bolsa que le cubrcabeza. Quinn la anuncia como emisaria de la Casa de Plutón.

Se llama Lilath y la encontraesperando al borde del bosque. D

hablar con Casio.Lilath fue alguna vez una chica cara de luna llena y mejillas que a

sonreían pero ya no. Ahora macilentas, con quemaduras recienlenas de marcas y crueles. Sabe lo

es el hambre y hay en ella una friaque no reconozco. Estoy asustado.siento como Mickey cuando él me vmí. Yo era algo frío y silencioso qu

no comprendía. Ella es igual. Es c



mirar un pez de un río subterráneo.Las palabras de Lilath llegan le

quedan suspendidas en el aire. —Vengo de parte del Chacal. —Llámalo por su verdad

nombre, si no te importa —le sugier

—No he venido para hablar con—me replica sin un ápice de emocióa voz—. He venido para hablar

Casio.Su caballo es pequeño y flaco. Tos cascos mellados. Los atavíos de

que lleva hacen que la silla de moparezca gruesa. No veo más armasuna ballesta. Son una casa de montmás ropa para un clima frío, caba

más pequeños para caminatas más d



A no ser que se trate de un engañopido que me enseñe su anillo: esárbol fúnebre, el ciprés de Plutón. raíces se hunden en la tierra. Le fados dedos. Lleva los muñocauterizados con abrasiones, lo

significa que tienen armas iónicaspelo le repiquetea cuando se muevesé por qué.

Me echa una ojeada silenciocomo si me estuviera comparando su amo.

Al parecer, salgo perdiendo. —Casio au Belona, mi amo quie

Segador. —Sigue hablando antes deninguno de nosotros pueda decir

sola palabra. Estamos demasi



sorprendidos—. Vivo. Muerto. Nogual. A cambio, recibirás cincuent

estos para tu… ejército.Le lanza dos hojas de iones. —Dile a tu amo que debería ven

mismo a verme —tercio.

—No hablo con chicos muertos dice Lilath al aire—. Mi amo marcado al Segador. Antes de que ll

el invierno, estará muerto. A manouno o de otro. —Puedes irte al infierno —respo

Casio.Ella le lanza un pequeño morral. —Para ayudarte a decidir. No vuelve a decir nada. Qu

evanta las cejas y se sacude



confusión de encima con encogimiento de hombros mientraleva a Lilath.

Miro el pequeño morral que tCasio entre las manos. La paranoiapodera de mí. ¿Qué hay ahí dentro?

—Ábrelo —le pido. —No. Esa está tan loca comovioleta —se ríe Casio—. No hay

dejar que nos infecte.Aun así, se mete el morral enbota. Quiero gritarle que lo abra, sonrío como si no hubiera nada dque preocuparse.

—A esa chica le pasaba algo ro parecía humana —comento con

despreocupado.



—Parecía uno de nuestros lomuertos de hambre. —Casio da vagolpes con la hoja de iones. El chilla—. Al menos tenemos un paestos. Ahora te puedo enseñar a baen duelo como es debido. Esto atrav

a duroarmadura sin problemas. chismes peligrosos, la verdad.El Chacal ha oído hablar de mí.

pensamiento me da escalofríos. palabras de Roque me ponen peocabe:

—¿Os disteis cuenta de cómorepiqueteaba el pelo? —pregunta. pálido—. Llevaba dientes atados enrenzas.

Tenemos que prepararnos para h



frente al ejército del Chacal. Y mplica consolidar mis fuerzas

eliminar las amenazas que queecesito destruir los restos de la C

de Diana en los Grandes Bosquesnecesito la Casa de Ceres. Enví

Casio con los Aulladores y una dode jinetes para acabar con los últicombatientes de la Casa de Diana.

raigo de vuelta al castillo a esclavos y al resto de mi ejército estar preparados para la llegada Chacal. Aún no he planeado nada, estaré listo si asoma la cabeza.

—Después de dormir en cabamuertos, ¡la peste de los Aulladores

echará de los Grandes Bosques!



suelta Casio con una carcajadaespolea al caballo para alejarse dcolumna principal—. Les echaréTrasgo encima y estaré de vuelta ade que os hayáis metido en la cama.

Sevro no quiere marcharse sin

o entiende por qué Casio lo necepara limpiar los restos de Diana.digo la verdad:

—Casio tiene un morral en la bel que le dio Lilath. Quiero que srobes.

Sus ojos no me juzgan. Ni siquahora. Hay momentos en los que pregunto qué he hecho para mereceuna lealtad así, y otros en los que

quiero tentar a la suerte mirándol



diente al caballo regalado.

Esa noche, mientras Casio acorraDiana en los bosques, el resto deejército goza de un festín en las tie

altas, detrás de los altos muros castillo de Marte. El torreón está lim en la plaza se respira alegría. Inc

os esclavos reciben la cabra asadaomillo y el venado rociado con acde oliva que ha cocinado June. Yovigilo todo. La vergüenza hace queesclavos bajen la mirada cuando pncluso Pax. El lobo aullador que l

ahora en su frente le ha vapulead

orgullo. El único que me mira a los



es Tacto. Tiene una piel del color dmiel oscura, parecida a la de Qupero sus ojos me recuerdan a los devíbora.

Me guiña un ojo.Tras mi victoria sobre Pax, la c

superior por fin parece haber acepmi liderazgo, incluso Antonia. recuerda a cómo me trataban por la

después de que Mickey me tallara. Ao soy el dorado. Soy el poder. Eprimera vez que me siento así desdecondené a Tito a muerte. Pronto baFitchner y me dará la mano del pride la piedra y todo irá bien.

Roque, Quinn, Lea y ahora P

comen conmigo. Incluso Vixus



Casandra, que suelen sentarse Antonia, han venido a felicitarme pvictoria. Ríen y me dan palmaditas ehombro. Cipio, el juguete de Antoestá contando el abundante númeroesclavos. Antonia no se atreve

cruzarse en mi camino, pero sí nclina la dorada cabeza con gaprobador. Los milagros existen.

Soy el primus. Tengo cinco badoradas. Pronto vendrá Fitchner hacer los honores. La Casa de Ccaerá por la mañana. Los superamosmás de tres a uno. Con los cerepodré alimentar a mi ejército yfortaleza nos servirá como base

operaciones. De ese modo tendré



poder de cuatro casas. Arrasaremoque quede en el norte, y despbajaremos al sur antes de que caigaprimeras nevadas. Entonces enfrentaré al Chacal.

Roque viene a ponerse de pie a

ado mientras observamos el festín. —He estado pensando en besaLea —me dice de repente.

Vuelvo la mirada hacia ella y la riéndose con varios intermedios cde una de las fogatas. Ahora llevpelo corto, y nos dedica una mirbajando coquetamente la cabeza cuse encuentra con la de Roque. ambién se sonroja y aparta la vista.

—Yo creí que no te gustaba. Te s



a todas partes como un cachorrito —río.

—Bueno, sí. Al principio no fascinaba porque creía que se esaferrando a mí como alguien… a balsa salvavidas para no ahoga

Pero… ha madurado…Le echo una ojeada y rompo a o puedo dejar de hacerlo.

Parecemos lobos de color ruEstamos más delgados que cuaempezó el Instituto. Más sucTenemos el pelo más largo. CicatriYo más que la mayoría. Me he vudemasiado dependiente de la carne Tengo una muela rota. Pero me río.

río hasta que mi muela ya no puede



Me había olvidado de que sompersonas, chicos que pueden colarsealguien.

—Bueno, no desperdicies el pribeso. Es mi único consejo.

Le sugiero que la lleve a algún

especial. Que la lleve a algún sitio signifique algo para él, o para los Yo llevé a Eo a mi perforadora: Lor

Barlow hicieron bromas a costa de La perforadora estaba apagada y eúnel de ventilación, así que no tenía

que llevar los protectores de escalfandra, solo teníamos que vigque no hubiera víboras. Aun así, sudaba de la emoción. Tenía el p

pegado al rostro, a la nuca. Me agar



a muñeca con mucha fuerza y solo msoltó cuando sabía que me tenía. Cua besé.

Sonrío y le deseo buena suertRoque con un palmada en el traseroío Narol dice que es tradición. Conm

usó la parte el dorso de la falce. Cque estaba mintiendo.Esa noche sueño con Eo. No su

dormir sin soñar con ella. Las literaa torre alta están vacías. Roque, Casio, Sevro y los Aulladores se do. Excepto Quinn, todos mis am

están fuera. Soy el primus, pero siento muy solo. El fuego chisporroEntra el viento frío del otoño. G

como el viento de los túne



abandonados en la mina y me hpensar en mi esposa.

Eo. Echo de menos su calidez aado en la cama. Echo de menos

cuello. Echo de menos besar su suave, oler su pelo, saborear su b

mientras me susurraba que me queríaEntonces oigo pasos y edesaparece.

Lea entra de pronto por la puertadormitorio. Habla de manatropellada. Apenas puedo entendMe pongo a su lado con mi imponaltura y le pongo una mano en el hompara calmarla. Es imposible. Me con ojos desorbitados desde detrás

pelo corto.



—¡Roque! —ulula—. Roque secaído en una grieta. Se ha roto piernas. ¡No puedo alcanzarlo!

La sigo de manera tan apresurque ni siquiera me llevo la capa falce. El castillo duerme salvo por

guardias. Volamos a través del poros olvidamos de los caballos. Le ga uno de los guardias que veng

ayudarme. No me paro a mirar shace. Lea corre delante de guiándome hacia el valle y despsubiendo hacia las colinas del nortbarranco de la montaña doencendimos los primeros fuegos cribu. La niebla es densa. La no

oscura. Y me doy cuenta de lo estú



que soy.Es una trampa.Dejo de seguir a Lea. No se lo d

o sé si vendrán por mi espalda, asíme arrojo al suelo sobre la tripa yarrastro hasta una hondonada p

ocultarme entre la niebla. Me pohelechos encima. Ahora los oigo. Rde espadas. De pies y de pi

eléctricas. Imprecaciones. ¿Cuáson? Lea grita mi nombre, presa pánico. Ya no está sola. Me ha llevhasta ellos. Oigo al retorcido ViHuelo las flores de Casandra. Siemestá frotándose con ellas para disimsu olor corporal.

Se llaman unos a otros en medio



a niebla. Saben que he descubiertrampa. ¿Cómo puedo volver hasta

ejército? No me atrevo a mover¿Cuántos son? Me están buscandoecho a correr, ¿conseguiré escapar?erminaría en la punta de una espa

Tengo dos cuchillos en las botas. Esodo. Los saco. —¡Eh, Segador! —grita Anto

desde la niebla. Está en algún lusobre mi cabeza—. ¡Intrépido líder!Segador. No hace falta escondecariño. No nos vuelve locos que vdándonos órdenes como si funuestro rey. Tampoco estamos ndignados como para clavarte puñ

en los ojos. Qué va. ¿Cariño?



Gritan burlas, intentando herir vanidad. Nunca he tenido mucha, no pueden entenderlo. Una botaacerca a mi cabeza. Unos ojos veescudriñan en la oscuridad. Creo quven. No lo hacen. Visores noctur

Alguien les ha dado visores nocturOigo a Vixus y a Casandra. Antempieza a ofuscarse.

—Segador, como no salgas a jhabrá consecuencias. —Suspira—. ¿qué consecuencias, te preguntaBueno, le rajaré la garganta a Lea hque encuentre su columna. —Oigogrito agudo y breve cuando Antagarra a Lea del pelo—. La amant

Roque…



No salgo. Maldita sea. No salgovida no es solo mía. Es la de Eo, lmi familia. No puedo echarla a perni por mi orgullo, ni por Lea, ni evitar el dolor de perder a otro am¿Tienen también a Roque?

Me duele la mandíbula. Aprietodientes. La muela me mata. Antonio hará.

No es capaz. —Última oportunidad, cariño. ¿—Se oye un sonido como de caseguido de un gorgoteo y el ruido sde un cuerpo que se desploma ensuelo—. Qué pena.

Dejo escapar un grito silenci

cuando veo que un medibot aúlla



medio de la niebla nocturna. A pesaodo el poder que tengo en mis ma

en mi cuerpo, no tengo ningún ppara detener esto, para detenerloellos.

No me muevo hasta que llegan

primeras horas del día, cuando eseguro de que se han ido. Los medino se han llevado el cuerpo de Lea.

próctores lo han dejado para que que ha muerto, para que no puaferrarme a la esperanza de que hsobrevivido. Qué malnacidos. Su cuse ve frágil en la muerte. Comopajarillo que ha caído del nConstruyo un túmulo encima de

Aunque las piedras son altas,



mantendrán alejados a los lobos. No encuentro el cuerpo de Ro

así que no sé qué ha sido de mi am¿Está muerto?

Me siento como un fantasma cuame abro paso entre las monta

rodeando el castillo para evitar asecuaces de Antonia. Cojo el campor el que regresará Casio de

Grandes Bosques, ocultándome entrarbustos para no ser visto. Es medicuando regresa al frente de una colude caballos y esclavos. Espolea acaballo hacia delante para recibicuando salgo de los arbustos.

—¡Hermano! —grita—. ¡Te

raído un regalo! —Desmonta de



salto y me da un abrazo antes de suno de los tapices de Diana y pasármencima de los hombros. Se aparta d—. Estás pálido como un fantasma. ¿e pasa?

Me quita una hoja del pelo. Q

sea entonces cuando ve la tristeza deojos.Sevro cabalga detrás de él mien

es cuento lo que ha pasado. —Qué zorra —murmura CaSevro está callado—. Pobre Lea. PLea. Era encantadora. ¿Crees que Roestá muerto?

—No lo sé —confieso—. No lo —Condenados.

Casio menea la cabeza.



—Algún próctor ha tenido que da Antonia visores nocturnos —espeSevro—. O la sobornó el Chacal. encaja.

—¿Eso qué importa? —grita Ca hace un aspaviento con un braz

Roque puede estar herido o muertalguna parte, tío. ¿Es que no te entra cabeza? —Me agarra de la nuc

acerca su frente contra la mía—.encontraremos, Darrow. Encontrarea nuestro hermano.

Asiento, con una sensación entumecimiento en el pecho.

Antonia no regresó al castillo.ampoco lo hicieron sus secuaces, V

Casandra. No lograron matarm



ahora han huido. Pero ¿adónde?Quinn agita las manos en el ai

nos grita en cuanto atravesamosentrada.

—¡Por todas las condenadas llamno sabía dónde estabais! Había cu

veces más esclavos que gente de nucasa hasta que habéis llegado. Peropasa nada. No pasa nada. —Cog

mano de Casio cuando le contamoque ha sucedido. Los ojos se le inunde lágrimas por Lea, pero se niegcreer que Roque esté muerto. No dejsacudir la cabeza—. Podemos envios esclavos para que busquen a Ro

Probablemente esté herido

escondiéndose en alguna parte. Eso



Tiene que ser eso. No lo encontramos. Lo busca tod

ejército. Ni rastro. Nos reunimos esala de guerra alrededor de la lamesa.

—Tal vez esté muerto en el fond

una zanja —dice Sevro esa noche.Estoy a punto de pegarle. Pero trazón.

—Ha sido el Chacal —murmuro —Que se joda. —¿Perdón? —Lo que quiere decir Sevro es

da igual si lo hizo él. Ahora no podehacer nada contra el Chacal. Inclusntentó quitarte la vida, no estamo

condiciones de hacerle daño —añ



Quinn—. Encarguémonos primeronuestros vecinos.

—Ridículo —masculla Sevro. —Qué sorpresa, parece que

Trasgo no está de acuerdo —subruscamente Casio—. Habla más al

ienes algo que escupir, pigmeo. —No me hables con esos humoe responde Sevro con una mueca

desdén.Casio suelta una risita. —Y tú no me mees el pie por

solo me llegas a las rodillas. —Soy igual que tú en todo.Sevro tiene una expresión tal que

echo hacia delante de golpe, con m

de que de pronto Casio tenga un cuc



en el ojo. —¿Igual? ¿En qué? ¿Origen?

Casio sonríe de oreja a oreja—. espera, quería decir altura, apariennteligencia y dinero. ¿Sigo?

Quinn le da una fuerte patada

silla. —¿Qué demonios te pasa? —encara Quinn—. Da igual. Pero cier

bocaza.Sevro baja la mirada al suQuiero ponerle una mano en el homb

—¿Qué estabas diciendo, Sevropregunta Quinn.

—Nada. —Vamos.

—Ha dicho que nada —suelta C



con una risita. —Casio. —Se calla con el m

sonido de mi voz—. Sevro, por favoSevro levanta los ojos del suel

me mira, con las mejillas inflamadara.

—Solo que me parecía que deberíamos estar aquí rascándonoculo mientras el Chacal campa por a

sus anchas. —Se encoge de hombroMándame al sur, deja que me encarg —¿Encargarte? —pregunta Casi

¿Qué vas a hacer? ¿Matar al Chacal? —Sí. —Sevro mira a Casio

silencio—. Le clavaré una daga egarganta y luego le abriré un agu

hasta que le vea el espinazo.



La tensión es tan fuerte que me pnervioso.

—No lo dices en serio —susQuinn.

—Sí que lo dice en serio. —Carruga la frente—. Y está equivoc

o somos monstruos. Al menos, nsomos tú y yo, Darrow. Los pretoreBelona no somos de sacar cuchillo

a oscuridad. Tenemos quinientos ade honor que salvaguardar. —Un montón de mierda y mentirSevro lo desdeña con un gesto d

mano. —Según como te eduquen.Casio levanta un poco la nariz.

Sevro tuerce la boca en un g



cruel. —Eres un florecilla si te crees t

eso. ¿Crees que tu papi se convirtiemperador comportándose con hono

—Llámalo caballerosidad, Trao sería correcto asesinar a alguie

sangre fría, especialmente en la escu —Estoy de acuerdo con Casiodigo, rompiendo mi silencio.

—Menuda sorpresa.Sevro se levanta para marcharserepente. Le pregunto adónde va.

—Está claro que aquí no necesitáis. Ya tenéis todos los consque necesitáis.

—Sevro.

—Voy a buscar en las zanjas. O



vez. Pero los Belona no haríais esosea que os fuerais a ensuciar vuespreciosas rodillas.

Le hace a Casio una reverensarcástica antes de marcharse.

Quinn, Casio y yo nos quedamo

a sala de mapas hasta que Casio, ebostezos, dice algo entrar en fase Rantes de que el sol despunte dentro

unas seis horas. Quinn y yo quedamos solos. Se ha dejado el corto y desfilado, aunque el flequilcae justo por encima de los oentornados. Se sienta encorvada esilla, como un chico, toqueteándoseuñas.

—¿Qué estás pensando? —



pregunta. —En Roque… y en Lea.Oigo el borboteo en la cabeza.

él llegan los ecos de todos los sonde la muerte. El chasquido de Eosilencio de Julian mientras se retorcí

su propia sangre. Soy el Segador muerte es mi sombra. —¿Solo eso? —pregunta.

—Será mejor que todos durmaun poco —es mi respuesta. No dice nada y me observa cua

me alejo.



33

DISCULPAS

Casio me despierta en mitad denoche.

—Han encontrado a Roque —en voz baja—. Está hecho un desaVen.

—¿Dónde?

—Al norte. No pueden moverlo.Cabalgamos, alejándonos castillo bajo la luz de las dos lunas.

emprana nevada invernal llena el



de danzantes neviscas. El chapoteobarro nos acompaña mientras dirigimos hacia el Metas norte. Nadoye salvo el borboteo del agua yviento entre los árboles. Restregándel sueño de los ojos, vuelvo la mira

Casio. Tiene nuestras dos espaónicas y de repente se me abreagujero en el estómago cuando me

cuenta de lo que ocurre. No sabe dóestá Roque. Pero sabe algo más.Sabe lo que he hecho.Esta es una trampa de la que

puedo escapar. Supongo que en la hay momentos así. Es como mfijamente al suelo mientras caes d

o alto. Ver cómo se acerca el fina



significa que puedas esquivaarreglarlo, impedirlo.

Cabalgamos durante veinte minmás.

—No fue ninguna sorpresa —Casio de repente.

—¿El qué? —Sabía desde hace un año Julian iba a morir. —La nieve cae

silencio mientras avanzamos juntosel barro. El impetuoso caballo gabajo mi cuerpo. Paso a paso a travébarro—. Lo hizo fatal en la pru

unca fue el más listo, no como equerían. Sí, era bondadoso y listo as emociones: podía sentir la triste

el enfado enseguida. Pero la empatí



algo de los colores inferiores. No digo nada. —Hay enemistades que no cam

nunca, Darrow. Perros y gatos. Hiefuego. Augusto y Belona. Mi familiadel archigobernador.

Los ojos de Casio están fijos efrente, incluso cuando su cabropieza y el vaho de su aliento

condensa en el aire. —Así que, a pesar de lo presagiaba, Julian estaba entusiasmcuando recibió la carta de admiestampada personalmente con el sdel archigobernador. Ni a mí ni a hermanos nos parecía bien. Nu

pensamos que Julian fuera del tipo



os que lo consiguen. Lo quería, tomis hermanos y mis primos lo quepero ya lo conociste. Ay, ya conociste: no era el más espabilpero tampoco el más bobo; no hasido del uno por ciento de la cola.

hacía falta eliminarlo del repertoPero llevaba el nombre de Belonanombre que desprecia nuestro enem

Así que nuestro enemigo usó burocracia, usó su título, los podque le fueron debidamente conferpara asesinar a un buen chico.

»Rechazar una invitación Instituto es un acto ilegal. Y él esencantado, y nosotros, mi madre,

padre, mis hermanos, primos y s



queridos, todos estábamos llenosesperanza en él. Se había esforzmucho. —Su voz adquiere un tburlón—. Pero al final lo echaron aobos. ¿O debería decir al lobo?

Detiene su caballo de pronto, y

fulmina con la mirada. —¿Cómo lo has descubierto? pregunto, clavando la mirada delant

mí, en el agua oscura.Los copos de nieve desaparecena superficie negra. Las montañas no

más que montículos en sombras. Eborbotea. No desmonto.

—¿Que fuiste tú quien le hizorabajo sucio a Augusto? —Se ríe

ono despectivo—. Confiaba en



Darrow. No tenía necesidad de veque me envió el Chacal. Pero cuaSevro intentó robármelo miendormía en los Grandes Bosques, sque ocurría algo. —Se da cuenta dreacción—. ¿Qué? ¿Pensabas que

untabas con lerdos? —Sí. A veces. —Pues lo vi esta noche.

Era un holo.Con lo de Roque y lo de Lea, había olvidado de lo del paquetemejor que lo hubiera hecho. Habría mejor si hubiera confiado en él yhubiera enviado a Sevro a robársQuizás así no le habría d

mportancia. Quizás así las co



habrían sido distintas. —¿Lo viste? —le pregunto. —Un holo en el que se ve có

matas a Julian, «hermano». —El Chacal tenía un holo —d

asqueado—. Su próctor se lo ent

entonces. Eso significa que el juegoamañado. Supongo que te da igual qChacal sea el hijo del archigobernad

que te esté manipulando para quibres de mí.Tuerce el gesto. —No sabías que el Chacal era

hijo, ¿eh? Imagino que lo reconocesi lo vieras, y por eso envió a Lilath

—No lo reconocería. Nunca he v

a la progenie de ese cabrón.



mantuvo apartados de nosotros anteInstituto. Y mi familia me manalejado de él después de…

La voz se le quiebra cuando spierde la mirada en algún lejrecuerdo.

—Podemos derrotarlo juntos, Cao tenemos que estar divididos… —¿Porque hayas matado a

hermano? —Escupe—. No hay nin«nosotros», puta miserable. Baja condenado caballo.

Desmonto y Casio me lanza unaas espadas de iones. Me quedo qu

encarando a mi amigo en el barro. Npuede vernos salvo los cuervos y

unas. Y los próctores. Tengo la falc



a silla de montar; esa al menos tcurva, pero no sirve de nada contraespada de iones. Casio va a matarme

—No tenía elección —le digoEspero que lo sepas.

—¡Te pudrirás en el infier

manipulador hijo de puta! —gritDejaste que te llamara «hermano»! —¿Y qué hubieras querido

hiciera? ¿Tendría que haber dejado Julian me matara en el Paso? ¿Es lohabrías hecho tú?

Se queda petrificado. —Es la forma en la que lo mata

—Se queda callado durante un mom—. Venimos a esta escuela co

príncipes y se supone que nos enseñ



ser bestias. Tú ya eras una bestia.Me río con amargura. —¿Y tú qué eras cuan

descuartizaste a Tito? —¡No fue como tú! —protesta C

a gritos.

—Dejé que lo mataras, Casio, pque la casa se olvidara de quemontón de chicos te rodearon y

mearon encima. Así que no me trcomo si pensaras que soy un monstru —Lo eres —dice asqueado. —Uf, cierra ya esa asquer

bocaza y acabemos con esto. HipócrEl duelo no dura mucho. Yo ll

meses practicando con él, pero él s

pasado la vida haciendo esto. El ec



os filos atraviesa el cauce del río. a nieve. El barro chapotea y se pegos pies. Jadeamos. Humea el vaho

aliento. Me repiquetean los bramientras los filos entrechocan yarañan. Soy más rápido que él,

movimientos más fluidos. Casi alcanzo en el muslo, pero él se sabuego al milímetro. Con un lig

movimiento de muñeca desvía espada, después da un paso adelanme clava el filo iónico en el vienatravesando la armadura. Debcauterizarse enseguida y destruir nervios, pero tiene la carga iónapagada y solo siento una horr

irantez cuando el metal se introduc



mi cuerpo y una calidez saliendborbotones de mi cuerpo.

Me olvido de respirar. Desprago una bocanada de aire. El cu

me tiembla. Se abraza a la espHuelo el cuello de Casio. Tan c

como cuando cogía con cuidado cabeza y me llamaba hermano. Tienpelo grasiento.

La dignidad me abandona y empa gimotear como un perro.Brota un dolor pulsante: comie

como una presión, como una copiosde metal en el estómago, se conviertuna dolorosa monstruosidad. Tiemblbusca del aliento, abro la boca trata

de engullir el aire. No puedo resp



Es como un agujero negro en la tCaigo hacia atrás, entre gemidos. Esdolor. Eso es una cosa. Pero estodiferente. Esto es el miedo y el teMi cuerpo sabe que es así como aa vida. Entonces la espada se va y l

el sufrimiento. Casio me deja sangra lloriqueando en el barro. Todo cusoy desaparece y quedo esclavo de

cuerpo. Lloro.Me convierto en un niño de nuMe enrosco en torno a la herida. señor, es horrible. No entiendo el doMe consume. No soy un hombre; soniño. Quiero morir más deprisa. hundo en el frío, frío barro. Tiemb

loro. No puedo evitarlo. Mi cue



hace cosas. Me traiciona. El metal matravesado los intestinos.

La sangre se escapa de mi cuerpcon ella las esperanzas de Dancersacrificio de mi padre, el sueño deApenas puedo pensar en ellos. El b

es oscuro y frío. Duele tanto. Eoextraño. Extraño mi hogar. ¿Cuál ersegundo regalo? Nunca lo supe.

hermana nunca me lo dijo. Ahora sque es el dolor. No hay nada por loesto merezca la pena. Nada. Quvolver a ser un esclavo, volver a vEo, morir. Pero esto no.



Las ancianas de Lico dicen que cuando

hombrees mordido por una víbora tiene queextraerse todo el veneno

porque el veneno es perverso. Cuando

mordieron,el tío Narol me dejó un poco dentro propósito.



34

LOS BOSQUES DEL NORTE

La agonía.

Y la claustrofobia.Herido y enfermo.Dolor en sueños.En la oscuridad. En el fondo de

estómago.Despierto y grito en una m

amable.

Entreveo a alguien.



¿Eo? Susurro su nombre y extieel brazo. Mi mano embarrada ensucrostro. Ese rostro de ángel. Ha vepara llevarme al valle. Ahora tienpelo dorado. Siempre pensé que podría ser una dorada. Sus colores

unas alas doradas. No lleva el emblde la pala roja en las manos. Se lo la muerte.

Sudo a pesar de las lluvias y nevadas que caen. Algo me cobTengo escalofríos. Aprieto con fuerzcinta escarlata. Perdí el hema¿Cuándo ocurrió aquello? Barro epelo. Eo lo lava. Me acaricia la frcon ternura. La quiero. Algo san

dentro de mí. Oigo a Eo hablar con



misma, con alguien. No me qumucho. ¿Acaso hay tiempo aquí? ¿Een el valle? Hay niebla. Cielo y un ágrande. Fuego. Humo.

Sudo y tengo escalofríos. Púdretel infierno, Casio. Era tu amigo. Pu

que haya matado a tu hermano, perenía elección. Tú sí. Escoria arrogaLo odio. Odio a Augusto. Los veo ju

colgando a Eo. Se burlan de mí. Sede mí. Odio a Antonia. Odio a FitchOdio a Tito. Odio. Odio. Esardiendo, trastornado y sudoroso. Oal Chacal. A los próctores. Odio. odio a mí mismo por todo lo quehecho. Todo lo que he hecho. ¿Para

Para ganar un juego. Para ganar un j



por alguien que nunca sabrá lo que hEo está muerta. Nunca volverá paraodo lo que he hecho por ella.

Muerta.En ese momento me despie

Siento el dolor en las tripas.

atraviesa. Pero ya no sudo. La fiebrdesaparecido y las marcas rojarritadas de la infección se han atenu

Estoy en la entrada de una cueva. hay un pequeño fuego y una chica duerme a pocos centímetros distancia. Está tapada por unas piExhala el vaho lentamente. Lleva el revuelto y dorado. No es Eo. Mustan

Lloro en silencio. Quiero que

Eo. ¿Por qué no puedo tenerla? ¿Por



no puedo lograr que vuelva a la vQuiero a Eo. No quiero que esta cesté junto a mí. Duele más que la he

unca podré arreglar lo que le paEo. Ni siquiera fui capaz de dirigir ejército. No logré ganar. Ni venc

Casio, ni mucho menos al Chacal. Fmejor sondeainfiernos, pero aquí nonada. El mundo es demasiado gran

demasiado frío. Yo soy demasipequeño. El mundo se ha olvidadoEo. Ya se ha olvidado de su sacrifi

o queda nada.Vuelvo a dormirme.Cuando despierto, Mustang

sentada junto al fuego. Sabe que e

despierto, pero deja que finja



contrario. Me quedo allí tendido conojos cerrados, escuchando cómo taraConozco esa canción. Una canción oigo en sueños. El eco de la muertmi amor. La canción que caPerséfone. Tarareada por un áureo

eco del sueño de Eo.Lloro. Si alguna vez sentí que hun Dios, es ahora mientras escucho

ristes acordes. Mi mujer está mupero parte de ella persiste aún.A la mañana siguiente hablo

Mustang. —¿Dónde has oído esa canción?

e pregunto sin incorporarme. —En la HP —dice, y se sonroj

La cantaba una niñita. Es relajante.



—Es triste. —La mayor parte de las cosas

son.Han pasado cuatro semanas,

cuenta Mustang. Casio es el primuslegado el invierno. Ceres ya no

sitiada. Los soldados de Júpiter entrveces en el bosque. Se oyen ruidobatalla entre las dos superpotencias

norte, Júpiter y Marte. Júpiter al oesMarte al este. Desde que se heló elhan podido cruzarlo para atacarse elal otro. Nuestros buitres han salidosus barrancos invernales. Los lohambrientos aúllan de noche. cuervos llegan volando del sur

bandadas. Pero Mustang sabe muy p



en realidad, y consigue impacientarm —He estado un poco ocup

manteniéndote con vida —me recuerCerca de mis pies, debajo de

manta, está su estandarte. Es la última Casa de Minerva. Nadie le ha pu

una brida aún. Y no me ha esclaviza —Los esclavos son estúpidos dice—. Y tú ya eres un lisiado. ¿

qué voy a convertirte también enestúpido?Tardo unos días en ser capaz

caminar. Me pregunto dónde están aesos rapidísimos medibots. Atendiea alguien que sea del agrado de próctores, sin duda. Yo gané el prim

nadie me lo dio. Ahora sé por



ganará el Chacal. Se están librandosus competidores.

Mustang permanece al acecho conmen el bosque durante las siguie

semanas. Me muevo con rigidez ponieve, pero estoy recobrando fuerElla dice que el mérito es de

medicinas que encontró tiradas bienvista debajo de un arbusto. Un próaliado las dejó allí. Nos detenemover el ciervo. Tenso el arco, peroconsigo que la cuerda me llegue hasoreja. Me duele la herida. Mustangobserva. Vuelvo a intentarlo. Si

dolor en las entrañas. Dejo vola



flecha. Fallo. Esa noche cenamos sode conejo. Sabe raro y me retortijones. Ahora siempre teretortijones. También es el agua. enemos nada con que hervirla. Nadodo. Solo nieve y un arroyuelo del

beber. A veces no podemos encendefuego. —Tendrías que haber matado

Casio o haberlo desterrado —me Mustang. —Te imaginaba más noble —

respondo. —Me gusta ganar. Cosa de fam

Y a veces el reglamento permite hrampas. —Sonríe—. Consigues

barra de mérito cada vez que recup



el estandarte. Así que me las ingpara que alguien lo perdiera vaveces a favor de la Casa de DiDespués salía a recuperarlo. Consser primus en una semana.

—Qué taimada. Pero a tu ejércit

caías bien. —Le caigo bien a todo el mundahora, cómete ese maldito conejo. E

an flaco que pareces un cadáver.El invierno se vuelve más fVivimos en los profundos bosquesnorte, mucho más al norte de Cerenoroeste de las tierras altas donde vcon anterioridad. Aún no he vistningún soldado de Marte. No sé lo

haría si lo viese.



—Me he escondido de todos mede ti —dice Mustang—. Eso mantiene viva.

—¿Cuál es tu plan? —pregunto.Se ríe para sí. —Mantenerme con vida.

—Se te da mejor que a mí. —¿Qué quieres decir? —Nadie de tu casa te hab

raicionado. —Porque no gobierno como túresponde—. Deberías recordar que gente no le gusta que le digan lo iene que hacer. Puedes tratar a

amigos como criados y te seguqueriendo, pero diles que son u

criados y te matarán. De todos modo



apoyas demasiado en la jerarquía miedo.

—¿Yo? —¿Quién si no? Lo veía a la le

Lo único que te importaba era tu misea cual sea. Eres como una flech

movimiento con una sombra mdeprimente. En cuanto te conocí que me rajarías la garganta con ta

conseguir lo que sea que quieresEspera durante un momento—. Y, cierto, ¿qué es lo que quieres?

—Ganar —respondo. —Venga ya. No eres tan simple. —¿Acaso me conoces?La grasa del conejo chisporrote

el fuego.



—Sé que lloras en sueños por chica que se llama Eo. ¿Hermana?una chica a la que amaste? Es un nommuy incoloro. Como el tuyo.

—Soy un palurdo de un plaejano. ¿No te lo dijeron?

—No me decían nada. No samucho. Un padre estricto. —Mushace un gesto con la mano—. Da ig

Lo único que importa es que nconfía en ti porque está claro quobjetivo te importa más que ellos.

—¿Y acaso tú eres distinta? —Huy, muy distinta, señor Sega

La gente me gusta más que a ti. Ereobo que aúlla y muerde. Yo soy

caballo que te acaricia la mano co



hocico. La gente sabe que puede traba mi lado. Pero ¿contigo? Demoniomatar o morir.

Qué gran verdad.Cuando tenía una tribu lo hice b

Hice que cada chico y cada chica

quisieran. Hice que se ganaransustento. Los enseñé a matar una ccomo si yo supiera hacerlo. Les di fu

como si yo hubiera inventado cerillas. Compartí con ellos un secrque teníamos comida y Tito no. veían como a su padre. Lo recuerdsus ojos. Cuando Tito estaba vivoera un símbolo de esperanza y bonCuando murió… me convertí en él.

—A veces me olvido de que



supone que el Instituto tendría enseñarme cosas —le digo a Mustan

La chica dorada ladea la cabeza. —¿Como que debemos vivir p

algo más?Sus palabras impactan contra

corazón. Retumban a través del tiedesde otros labios. Vivir para algo mAlgo más que el poder. Más que

venganza. Más que aquello que nosdado. No tengo que limitarme a vencer

sino, además, aprender mejor que eAsí es como ayudaré a los rojos. Soniño. Un necio. Pero si aprendo a seíder, podré ser algo más que

nstrumento de los Hijos de Ares. P



darle un futuro a mi gente. Eso es loquería Eo.

Pleno invierno. Los lobos ya ehambrientos. Aúllan por la noche

veces, Mustang y yo tenemos ahuyentarlos cuando matamos algo. cuando matamos un caribú al anoch

una manada desciende de las tierrasnorte. Llegan desde los árboles cespectros oscuros. Sombras. El grande tiene mi tamaño. Su pelajblanco. El de los demás ya no es nesino gris. Estos lobos cambian conestaciones. Observo cómo nos rod

Cada uno se mueve con una ast



particular. Pero todos se compocomo parte de una manada.

—Así es como deberíamos lu—le susurro a Mustang cuando veacercarse a los lobos.

—¿Podríamos hablar de eso lueg

Abatimos al líder con tres flecLos demás huyen. Mustang y yo disponemos a desollar a la eno

bestia blanca. Cuando desliza cuchillo por debajo de la piel, alzmirada con la nariz roja por el frío.

—Los esclavos no forman partea manada, así que no podemos lu

como ellos. No es que eso importe.obos tampoco lo hacen bien. Depen

demasiado del líder. Corta la cabez



el cuerpo se repliega. —Entonces la respuesta está e

autonomía —aventuro. —Quizás. —Se muerde el labio.Más avanzada la noche, elabora

eoría.

—Es como una mano.Se sienta cerca de mí, cómodameocándome con una pierna. Lo bast

cerca para que el complejo de culpacorroa. Asamos el caribú, con lo qucueva se llena de un aroma denssabroso. Fuera ruge la tormenta y ladel lobo se seca sobre la hoguera.

—Dame la mano —me dice¿Cuál es tu mejor dedo?

—Cada uno de ellos es el mejo



algo. —No seas obstinado.Le digo que el pulgar. Me pide

sostenga un palo solo con el pulgarresulta fácil quitármelo. Después pide que lo sujete con todos menos

el pulgar. Con un solo golpe, el palsuelta. —Imagina que los miembros d

casa son el pulgar. Los dedos sonesclavos que has conquistado. El prio cualquiera que sea el líder escerebro. Todo funciona de una fomuy fluida, ¿verdad?

No puede quitarme el palo. pongo en el suelo y le pregunto

pretende demostrar.



—Ahora intenta hacer algo más imitarte a coger el estandarte. Muev

pulgar en la dirección contraria aagujas del reloj y los demás dedorevés, menos el dedo corazón.

Lo hago. Mira mis manos y rom

reír con incredulidad. —Idiota.Le he estropeado la demostrac

Los sondeainfiernos somos diestrosfijo en sus manos cuando ella trathacerlo. Por supuesto, le sale mEntiendo.

—Tu mano es como la Sociedad.Es la estructura de los ejércitos e

Instituto. La jerarquía vale para c

sencillas. Algunos dedos son



mportantes que otros. A otros dedoes dan mejor según qué cosas. Toos dedos están controlados por el ra

superior, el cerebro. El control cerebro es efectivo. Hace que el pu los dedos trabajen juntos. Pero

control del cerebro tiene límiImagínate que cada uno de los deuviera su propio cerebro

nteractuara con el cerebro princLos dedos obedecen, pero funcionamanera independiente. ¿Qué pohacer la mano entonces? ¿Qué pohacer el ejército? Hago girar el pentre los dedos con los movimiemás enrevesados. Justo eso.

Su mirada se cruza con la mía y



dibuja en la palma con los demientras me lo explica. Sé que quque reaccione al contacto, pero fuerzo a pensar en otras cosas.

El planteamiento de Mustang forma parte de las lecciones de

próctores.Lo que ellos enseñan es la evolude la anarquía al orden. Todo esto

sobre el control. Sobre la acumulasistemática de poder, la estructuraese poder y su preservación. Esmodelo que pretende demostrar qugobierno basado en jerarquías esmejor. La Sociedad es la etapa finaa evolución, la única respuesta.

acaba de mandar al infierno esa reg



al menos, de demostrar sus limitacioSi pudiera ganarme la lea

voluntaria de los esclavos, el ejérque reuniría no tendría nada que vera Sociedad. Sería mejor. Como si

rojos de Lico pensaran que de ve

pueden ganar el Laurel, porque semucho más productivos. O si un prebordo de un crucero estelar pudiera

no solo su propio ingenio, sino tamel de la tripulación de azules.La estrategia de Mustang es el su

de Eo.Es como si me sacudiese

descarga eléctrica. —¿Por qué no lo intentaste con

esclavos a quienes capturaste?



Aparta su mano de la mía al ver no respondo al contacto.

—Lo intenté.Permanece en silencio durante

resto de la noche. A la mañana siguiempieza a toser.

Mustang cae enferma durante días siguientes. Oigo que tiencharcados los pulmones, y le doy

comer un caldo que he hecho uétano, lobo y hojas, y hervido encasco que he encontrado. Tiene todaspecto de ir a morirse. No sé qué h

os queda poca comida, así que salcazar. Pero no hay apenas piedisponibles y los lobos es

hambrientos. Las presas han huido



estos bosques y sobrevivimos a baspequeñas liebres. Lo único que puhacer es mantenerla caliente y rezar que un medibot baje de las nubes. próctores saben dónde estamos. Siemo saben.

A la semana siguiente encuepisadas humanas en el bosque. Depersonas diferentes. Las sigo hast

campamento abandonado con esperanza de que pueda haber algcomida que robar. Hay huesos animales y brasas aún calientes. Perhay caballos. Así pues, lo más probes que no sean exploradores. Perjuos deshonrados que han roto

promesas después de ser esclaviza



Ahora hay muchos.Sigo las huellas por el bos

durante una hora antes de empezpreocuparme. Dan un rodeo de vuhacia un sitio conocido, hacia nuecueva. Oigo risas que salen del h

que comparto con Mustang. La flparece fina entre mis dedos cuandcargo en la cuerda. Debería agacha

para recobrar el aliento. Me duelherida. Respiro. Pero no puedo damás tiempo. No si tienen a Mustang.

No pueden verme porque estoypie al borde de la piel de carcongelada y de la nieve dura y compque levanta un muro en la cu

resguardándola de los elementos y



as miradas. El fuego crepita ennterior. El humo se escapa hacia fpor el conducto de ventilación Mustang y yo tardamos un día construir. Dos chicos se sientan jupara comer lo que queda de la car

del agua.Están sucios y harapientos. Tienepelo como hierbas grasientas. La

del rostro, llena de manchas. EspiniEstoy seguro de que, en tiempos, fuhermosos. Uno de los chicos se sisobre el pecho de Mustang. La chicame salvó la vida está amordazada ropa interior. Tiembla del frío. Unoellos sangra por una herida de mord

que ha recibido en el cuello. E



planeando cómo hacerla pagar porherida. Calientan los cuchillos enfuego hasta que están al rojo vResulta obvio que uno de ellos disfde la visión de la desnudez de MustExtiende el brazo para tocarle la

como si fuera un juguete creado pardiversión.Mis pensamientos son primar

upinos. Una emoción aterradoraapodera de mí. No sabía que alberalgo así por esta chica. No hasta ahMe lleva un momento calmarme y dejen de temblarme las manos. La mde él está en el interior del muslo.

Disparo la flecha a la rótula

primer chico. Le disparo al segu



cuando busca un cuchillo. Tengo mpuntería. No le doy en el ojo, sino ehombro. Entro a toda prisa en el refcon el cuchillo de desollar, dispueserminar con los dos mientras aúlla

dolor. Algo dentro de mí, la p

humana, se ha apagado. Solo me detcuando miro a Mustang a los ojos. —Darrow —dice con un hilo

voz.Es preciosa incluso cuando tiema muchacha pequeña y de sonrisa

que me devolvió la vida. El espentusiasta que mantiene viva la cande Eo. Tiemblo de rabia. Si hubardado diez minutos más en llegar,

noche me habría destruido para siem



o puedo soportar otra muerte mSobre todo, si es la de Mustang.

—Darrow, déjalos vivir —insisusurrando como lo hacía Eo cuadecía que me amaba.

Me rompe por dentro. No pu

soportar el sonido de su voz, ni laque anida en mi interior.La boca no me responde. Tengo

rostro agarrotado; no consdesprenderme de esta mueca de irao domina. Arrastro hasta fuera a los les doy patadas hasta que Mustan

une a nosotros. Los dejo quejándosa nieve y vuelvo para ayudarl

vestirse. Parece sumamente fr

cuando pongo las pieles de anim



sobre sus hombros huesudos. —¿Cuchillo o nieve? —les preg

a los chicos cuando se ha vestido.Sostiene con manos temblorosas

cuchillos calentados en el fuego. TSé lo que está pensando. Déj

marchar y nos matarán miendormimos. Ninguno de ellos moriráas heridas. Los medibots vendrían

diera el caso. O quizá no, por perjurEligen la nieve.Me alegro. Mustang no quería

el cuchillo.Los atamos a un árbol en la linde

bosque y encendemos un fuego cseñal para que alguna casa

encuentre. Mustang insistió



acompañarme, sin dejar de toser durodo el camino, como si le preocu

que no fuera a hacer lo que me pTenía razón en pensar eso.

Por la noche, después de Mustang se haya ido a dormir,

evanto para volver allí y matar aperjuros. Si Júpiter y Marte encuentran, largarán dónde estamo

nos cogerán. —Darrow, no —me ruega cuaaparto la piel de caribú.

Me doy la vuelta. Observa conojos entornados a través de las mant

—Tendremos que marcharnossobreviven —objeto—. Y tú ya e

enferma. Morirás.



Aquí tenemos calor. Cobijo. —Entonces nos iremos por

mañana —zanja—. Soy más fuerte dque parezco.

A veces eso es verdad. Pero vez, no.

Al despertar por la mañana me cuenta de que se ha movido durantnoche y de que se ha enroscado jun

mí buscando mi calor. Su cuerpo es frágil. Tiembla como una hoja al vieHuelo su cabello. Respira con suaviTiene marcas de sal en la cara. QuieEo. Ojalá fuera su cabello, su caPero no aparto a Mustang. Siento dal abrazarla, pero viene del pasado

de Mustang. Ella es algo nuevo,



prometedor. Como una primavera mi duro invierno.

Cuando llega la mañana, adentramos en el bosque y hacemocobertizo con árboles caídos y ncompacta para resguardarnos contr

pared de una roca. No llegamodescubrir lo que les pasó a los perjo a nuestra cueva.

Mustang tose tanto que apenas ldormir. Cuando al fin lo hace, encoa mi lado, la beso con suavidad enuca. Lo hago con delicadeza parano se despierte; aunque dentro dedeseo que sí se despierte, aunque para que sepa que estoy ahí. Le ard

piel. Tarareo la canción de Perséfon



—Nunca consigo acordarme deetra —me susurra. Esa noche desca cabeza en mi regazo—. Ojalá pud

No había cantado desde Lico. voz suena fuerte y áspera. Poco a pva saliendo la canción:

Escuchad, escuchad. Recordad el declivede la furia del sol y del ondulante

grano.Caíamos y caíamos

y bailamos mientras para canturrear un toque de difuntos,

de aciertos y errores.

E

hijo mío, hijo mío,recuerda la quema



cuando las hojas eran llamas y lasestaciones cambiaban

caíamos y caíamos,

y cantábamos una canción para tejer una celdadurante todo el otoño.

Y valle abajoescucha el siseo del segador, el siseo

del segador,el siseo del segador.


del segador,el siseo del segador,

la historia de lo que dura el invierno.

Hija mía, hija mía,

recuerda el frío



cuando las lluvias se helaban y lasnieves mataban.

Caíamos y caíamos

y bailábamos mientrasa través del infierno heladohacia su canción invernal.

Amor mío, amor mío,recuerda los gritos, recuerda los gritos.Cuando el invierno murió y vinieron

los cielos de primavera. Rugían y rugían. Pero cogimos las semillas y sembramos una cancióncontra su avaricia.

Hijo mío, hijo mío,recuerda las cadenas.

Cuando los dorados gobernaban con



riendas de hierrorugíamos y rugíamos

y nos retorcíamos y gritábamos

por un nosotros, un vallede mejores sueños.


del segador,el siseo del segador.Valle abajo,

escucha el canto del segador,una historia del invierno que acaba.

—Es extraño —dice. —¿El qué? —Mi padre me decía que ha

disturbios por esa canción. Que la g



moriría. Pero tiene una melodía dulce. —Tose sangre en una pielanimal—. Solíamos cantar canciounto a las fogatas, allí en el cam

donde nos mantenía lejos de… —Vua toser—. Lejos de las… mirada

Cuando… mi hermano murió… mi pno volvió a cantar conmigo nunca mSé que no va a tardar en morir

cuestión de tiempo. Tiene la cara pá su sonrisa es enfermiza. Tan soloqueda una cosa que hacer, ya quemedibots no han venido. Tendré dejarla para buscar medicinas. Puque una de las casas haya encontrahayan recibido inyectables. Tendré

rme pronto; pero tengo que tra



comida primero.Ese día me sigue alguien cua

cazo solo en los bosques invernaLlevo mi nuevo manto blanco de lTambién ellos están camuflados. Noquién es, pero está ahí. Finjo que te

que arreglar el arco y echo una miatrás. Nada. Silencio. Nieve. El sodel viento entre las ramas quebrad

Me siguen de nuevo cuando me muotra vez.Siento que están detrás de mí.

como el dolor de mi cuerpo poherida. Hago como si hubiera vistciervo y paso rápidamente a través dmatorral para trepar a un pino en el

ado.



Oigo un ligero estallido.Pasan debajo de mí. Lo siento e

piel, en los huesos. Agito las ramadebajo de mis piernas. La niacumulada cae hacia abajo. Con ellhueco deforme adopta la forma de

hombre. Me está mirando. —¿Fitchner? —pregunto en vozhacia abajo.

El chicle explota de nuevo. —Ya puedes bajar, chaval —suelta con brusquedad.

Desactiva la espectrocapa y gravibotas y se hunde en la nieve. Lpuesta ropa térmica negra. Mis caparopa militar y apestosas pieles

animal no me mantienen ni la mita



caliente.Llevaba unas cuantas semanas

verlo. Parece cansado. —¿Vienes a terminar lo que emp

Casio? —pregunto mientras bajo dsalto.

Me examina y me dedica sonrisita. —Tienes una pinta horrible.

—Tú también. ¿Es que la cblanda, la comida caliente y el vinestán sentando mal?

Señalo hacia arriba. Apenas puede ver el Olimpo a través deesqueléticas ramas de los árbnvernales.

Sonríe.



—Las lecturas dicen que perdido diez kilos.

—Michelines —le digo—. espada iónica de Casio me hizo iposucción. —Alzo mi arco y le ap

con él. Me pregunto si lleva puesto

armadura de pulsos. Eso detencualquier cosa que no fueran armapulsos o filos. Solo una armadura

placas de retroceso puede protcontra esas armas, e, incluso así,demasiado bien—. Debería disparar

—No te atrevas. Soy un prócchaval.

Le disparo en el muslo, peroflecha pierde velocidad antes de

legue al escudo de pulsos,



parpadea iridiscente, y rebota ensuelo. Así que lo llevan a todas honcluso cuando no llevan puesta

armadura de pulsos. —Vaya, qué irascible —dice co

bostezo.

Escudo de pulsos, graviboespectrocapa, y parece que tamiene un puño de pulsos, y un filo

nieve se derrite al tocarle la piel. vio en el árbol, por lo que imaginoen los ojos tiene óptica inyectVisores térmicos y nocturnos, deuego. También tiene una miniaplica un módulo de análisis. Sabía cu

pesaba. Y tal vez también la cantida

glóbulos blancos. ¿Y quizás



analizador de espectros?Vuelve a bostezar. —No se duerme mucho en el Oli

de un tiempo a esta parte. Mucho jal —¿Quién le dio al Chacal el hol

el que yo salía matando a Julian?

pregunto. —Hay que ver, no te andas rodeos.

Ha hecho algo mientras yo hablaba, y el sonido ha quedconfinado a nuestro alrededor. No nada más allá de una burbuja invisde unos cinco metros. No sabía uvieran juguetes como ese.

—Se lo dieron los próctores —

dice.



—¿Quiénes? —Apolo. Todos nosotros. Eso

gual. No lo entiendo. —Supongo que es porque está

favor del Chacal. ¿Estoy en lo cierto

—Como de costumbre. —Hexplotar el chicle—. Por desgraciaque pasa es que a ti no se te perm

ganar, y estabas cogiendo impulsoque…Le pido que se explique. Dice qu

o ha hecho. Tiene ojeras y se lecansado a pesar del colágeno y cosméticos que lleva ahora para oca fatiga. Le ha salido tripa. Los br

aún los tiene flacos. Hay algo qu



preocupa, y no es solo la apariencia —¿Que no se me permite? —re

sus palabras—. Permitir. A nadie spuede «permitir» ganar. Pensaba quobjetivo era que cada uno se trabasu propia carrera hacia la cumbre.

que a mí no se me permite ganar, ppor lo visto, al Chacal sí. —Lo has clavado. —No suena

feliz. —Pues no tiene ni el más mínsentido. Lo corrompe todo —protcon vehemencia—. Habéis incumpas normas.

Se supone que tienen que alzarsemejores dorados y, sin embargo, ya

elegido al ganador. Esto no s



destruye al Instituto, sino que tamdestruye a la Sociedad. Reinan los aptos. Eso dicen. Ahora han traicionsus propios preceptos al tomar partuna pelea de patio de colegio. Estcomo lo del Laurel otra vez. Hipocr

—¿Y quién es ese niñato enton¿Un Alejandro predestinado? César? ¿Un Genghis? ¿Un Wiggin?

pregunto—. Esta mierda no tsentido. —Adrio es el hijo de nue

«querido» archigobernador AuguEso es lo único que cuenta.

—Sí, eso ya me lo has dicho, p¿por qué se supone que tiene que ga

¿Porque su padre es importante?



—Por desgracia, sí. —Sé más concreto.Suspira. —El archigobernador, en secr

nos chantajeó, amenazó y engatusodos, a los doce, hasta que accedim

que su hijo fuera el ganador. Pdebíamos tener mucho cuidado conrampas. Los seleccionadores,

verdaderos jefes, lo observan tdesde sus palacios, sus naveTambién ellos son gente muy importY, además, hay que preocuparse poConsejo de Control de Calidad. Y psoberana y los senadores y los degobernadores. Porque, aunque

muchas escuelas, cualquiera de e



puede verte cuando le plazca. —¿Qué? ¿Cómo?Le da un golpecito a mi anillo

obo. —Nanocámara biométrica. No

preocupes, ahora mismo les

mostrando otra cosa. He proyectadcampo inhibitorio y, de todos mohay medio día de retraso para edit

El resto del tiempo, cualquseleccionador, cualquier Marcado puverte para valorar si te quieren cpupilo cuando esto termine. Y vayes gustas.

Miles de áureos han estaobservándome.

Se me encogen las frías entrañas



casas de la escuela, desde luego. Pemás importante es que podría haberguerra de familias entre los Augusos Belona.

—¿Y tendrías problemas si supiera lo del soborno?

—Estaría muerto. —Fracasa enntento de sonreír. —Por eso tienes esa pinta

asquerosa. Estás en medio de ormenta de mierda. ¿Y qué pdesempeño en todo esto?

Fitchner ríe secamente entre dien —Le gustas a much

seleccionadores. Los de la CasaMarte llegan a ofrecerte tus prim

aprendizajes, pero puedes aspira



ofertas de otra casa. Si mueres,sentirán muy desdichados. Sobre tel espada de la Casa de Marte. Se llLorn au Arcos, de quien seguro queoído hablar. Es de primera con el fil

—¿Y qué papel desempeño en t

esto? —repito. —Ninguno. Sigue con vida. Apádel camino del Chacal. Si no, Júpit

Apolo te matarán y yo no podré hnada por evitarlo. —Así que ellos son sus perr

guardianes, ¿eh? —Entre otros, sí. —Bueno, pues si me matan,

seleccionadores sabrán que algo va

—No sabrán nada. Apolo usar



otras casas para hacerlo, o lo harenosotros mismos y luego editaremomágenes de las nanocámaras. Ni A

ni Júpiter son estúpidos, así queuegues con ellos. Deja hacer al Ch tendrás futuro.

—Y tú también. —Y yo también. —Entiendo.

—Bien. Bien. Sabía que entraríarazón. Ya sabes, a la mayoría de próctores les gustas. Incluso a MineAl principio te odiaba, pero codejaste marchar a Mustang, la dejado quedarse en el Olimpo. Mumenos embarazoso así.

—¿La han dejado quedarse en



Olimpo? —pregunto inocentemente. —Por supuesto. Son las normas

Instituto. Cuando tu casa es derrotadpróctor tiene que regresar a su hpara hacer frente a las consecuenciexplicarles a los seleccionadores lo

salió mal.La sonrisa de Fitchner se tuecuando ve el súbito brillo de mis ojo

—Entonces ¿si derrotan a su cienen que marcharse? ¿Y decías eran Júpiter y Apolo los que me quever muerto?

—No… —implora, al oír de prel tono amenazante de mi voz.

Ladeo la cabeza.

—¿No?



exclama sin dejar de menear la cab—. Estás poniendo en peligro el susde los próctores. Ninguno satisfecho con su situación actual. Eambién quieren ascender. Si amen

sus futuros, ¡Apolo y Júpiter bajarán

arrancarán la cabeza! —No si destruyo antes sus casasFrunzo el ceño—. Porque ¿no ten

que irse si hago eso? Alguien de fiaha contado que esas son las reglasDoy unas palmadas—. Y bien, amiga mía se está muriendo y vendrían bien unos antibióticos. Seríprimera que me los dieras.

Me mira boquiabierto.

—¿Y por qué habría de hac



después de esto? —Porque has sido un próctor

mierda hasta ahora. Me derecompensas. Y tienes que preocupde tu propio futuro.

Suelta una risa derrotada.

—Está bien.Saca un inyectable del estumédico de la pierna y me lo entrega

doy cuenta de que la pulsoarmadurme hace daño cuando toco su manoque pueden apagarlo. Le doy las gradándole unas cariñosas palmaditas ehombro. Pone los ojos en blanco.armadura está apagada en todocuerpo. Después se enciende de nu

Oigo el microzumbido en la cin



donde descansa el artilugio. Ahora engo próctores como enemigos, bien saberlo.

—Entonces ¿qué vas a hacer?pregunta Fitchner.

—¿Cuál es más peligroso? ¿Apo

Júpiter? Sé sincero, Fitchner. —Los dos son unos tipmonstruosos. Apolo es más ambici

Júpiter es simple: disfruta de jugar aun dios aquí. —Entonces, primero a por la C

de Apolo. Después de eso, machacJúpiter. Y cuando se vayan, ¿quprotegerá al Chacal?

—Pues el Chacal —se ríe.

—Entonces veremos si de ver



merece ganar.Antes de que me vaya, Fitchner

un pequeño paquete al suelo. —No es que importe mucho ah

pero me han dado esto para ti y medicho que te diga que sepas que

amigos no te han abandonado. —¿Quién? —No puedo decírtelo.

Quienquiera que me haya dado es un amigo, porque dentro de la está mi pegaso y, en su interiorhemanto de Eo. Me cuelgo del cuelcollar del pegaso.



de ellas importa. Quedan fuera uego. El juego. ¿Hay algo más ap

del juego? Todas las cosas auténticaeste mundo, todas mis relaciones, aspiraciones y necesidades econdicionadas a que yo gane. Para g

necesitaré un ejército; pero este puede estar conformado por esclao de nuevo. Ahora, al igual que cua

encabece la revuelta, no neceesclavos, sino seguidores.El hombre no puede ser liberado

a misma injusticia que lo esclavizó.Una semana después de inyecta

Mustang y de que se le pase la fiepartimos hacia el norte. Recup

fuerzas a medida que nos movemos



os ha desaparecido y la sonrisa fácvuelto. A veces necesita un descapero no tarda en alcanzarme en cuanvelocidad. También me lo hace saHacemos todo el ruido posible cuaavanzamos para atraer a la presa h

nosotros. A la sexta noche de enceunos fuegos insolentemente granconseguimos que piquen los primero

Los perjuros se acercan caminaunto a un arroyo, camuflando su lleen sus sonidos. Me caen bien enseguDe no haber sido porque el fuegouna trampa, nos habrían cogdesprevenidos. Pero es una trampcuando dos se acercan a la luz, esta

a punto de hacerla saltar. Pero si so



bastante listos como para llecaminando junto al arroyo, tamserán lo bastante listos como para da alguien oculto en la oscuridad. Oque alguien carga una flecha en el aDespués, un gritito agudo. Mustan

ocupa del que está en la oscuridad.de los otros dos. Me levanto demontón de nieve, que se derrama d

manto, y los golpeo por detrás coparte plana del arco.Más tarde, el que abatió Mustan

cura el ojo inflamado junto al fumientras hablo con la líder. Se llMilia. Es alta como un sauce y tienrostro alargado y caballuno. Ademá

igeramente encorvada de homb



Harapos y pieles de animal robadacubren el huesudo esqueleto. El otrono está herido es Dax. Es bajitatractivo, y tiene tres dedos congelaLes damos las pieles que nos sobrcreo que eso marca la diferencia e

conversación. —Sabéis que podemos converten esclavos, ¿verdad? —pregu

Mustang, mientras blande el estand—. Entonces seríais el doble perjuros y el doble de rechazacuando termine el juego.

Parece que a Milia eso no mporta. A Dax, sí. El otro se limi

seguir a Milia.

—Me importa un cojón de mico



mismo da una que dos —dice MTodos llevan la marca de esclavosMarte. No los reconozco, pero, a jupor los anillos que llevan, son de —. Mejor soportar la vergüenza magullarme las rodillas. ¿Conoces

padre? —Tu padre me da igual. —Mi padre —insiste— es Gaio

Tragus, el justiciar del hemisferiomarciano. —Me sigue dando igual. —Y su padre era… —No me importa. —Entonces eres un estúpido

espeta arrastrando las palabras—

doble de estúpido si crees que voy a



u esclava. Te rajaré mientras duermLe hago un gesto a Mustang co

cabeza. Esta se levanta de golpe coestandarte y toca con él la cabezaMilia. La marca de Marte se conven la de Minerva. Después borra

señal de Minerva y en la frente de Mno queda más que suciedad y cdorado. Dax abre los ojos de par en

—¿Incluso si te libero? —pregunto a Milia—. ¿Me rajaambién?

No sabe qué decir. —Mili —dice Dax en voz baj

¿Qué estás pensando? —Nada de esclavitud —me extie

—. Nada de golpes. Si vosotros ca



una letrina, yo también cavo una lepara el campamento. Si alguien os daño, yo se lo hago a ellos. Entoncesuniréis a nuestro ejército?

—Su ejército —puntualiza MustaLa miro con el ceño fruncido.

—¿Y él quién es? —pregunta Msin apartar la mirada de mi rostro. —Él es el Segador.

Nos lleva una semana reunir a perjuros. Tal y como lo veo, esoshabían dejado claro que no queríanesclavos. Así que a lo mejor les gusprimera persona que les dé un objecomida, pieles y que no exija quaman el tacón de la bota. La mayorí

ellos han oído hablar de mí, per



odos ellos les desilusiona que no lel famoso falce con el que vencí a Por lo visto, Pax se ha convertido eneyenda. Dicen que cogió un caballo

su jinete y los tiró en el Argos mienos esclavos de Marte luchaban co

os de Júpiter.Mientras vamos aumentando número, nos escondemos de

ejércitos más grandes. Puede que Msea mi casa, pero ahora que Roque muerto y que Casio es mi enemigo, me quedan Quinn y Sevro como amQuizá Pólux, pero él actuará según sel viento. Menudo cabrón.

No puedo estar con mi casa. All

hay sitio para mí. Puede que yo h



sido el líder, pero recuerdo cómomiraban. Y ahora es crucial que seque estoy vivo.

A pesar de la guerra que se lentre Marte y Júpiter, la inexpugnCeres continúa invicta en la ribera

río. Detrás de los altos muros sielevándose el humo del pan. Gruguerreros de ambos bandos recorren

praderas de Ceres, cruzando el heArgos a voluntad. Ahora llevan espde iones con poca carga, así que puelectrocutarse y mutilarse unos a ocon un roce de metal. Los mediululan sobre el campo de batalla cuaas escaramuzas se vuelven bata

campales, curando a los alum



heridos cuando sangran o gimen pohuesos rotos. Los campeones de cejército llevan armaduras de iones protegerse contra las nuevas armas.caballos se estrellan unos contra oLas flechan iónicas vuelan. Los escl

se arremolinan atacándose con armás simples y antiguas por la anlanura que separa las tierras altas

gran río Argos. Es un espectácmpresionante, pero estúpido, mestúpido.

Lo contemplo con Milia y Musmientras dos grupos armapertenecientes a Marte y a Júpmarchan el uno conta el otro a

velocidad a través de las praderas fr



a la torre de Fobos. Los banderondean. Los caballos pisotean profunda nieve. Cuando las dos made metal colapsan en una sola resuenchoque de las gloriosas armaduras.anzas echan chispas con

electricidad paralizante sobre amplios escudos y armaduras. refulgentes espadas chocan contra o

guales. La clase superior se enfrcontra la clase superior. Filas esclavos que se estrellan unas cootros, peones en este gigantesco tabde ajedrez.

Veo a Pax con una voluminosoxidada armadura carmesí tan vieja

parece una escalfandra. Me río cua



derriba un caballo y su jinete. Peralguna vez hubo una imagen del perfcaballero, no la encarnaría Pax. Noencarnaría Casio. Lo veo. Casi bcuando deja sin sentido a un oponras otro, galopando a través

enemigo, la espada resonando a dere izquierda, parpadeando como engua de fuego. Sabe luchar; pero

asombra la insensatez con la que ehacerlo: zambulléndose en las tripasenemigo con la fuerza de unos lanccapturando enemigos. Y después ropas supervivientes se reagrupa

hacen lo mismo con él. Una y otra sin que ninguno de los dos bandos s

ninguna ventaja considerable.



—Menudos idiotas —le digoMustang—. Esas bonitas armaduraespadas los ciegan. Ya sé. A lo mejose estrellan unos contra otros trecuatro veces más, funciona.

—Saben de táctica —dice—. M

allí hacen una formación en cuña. Yuna finta que se va a convertir enataque por el flanco.

—Pero tengo razón. —Pero no te equivocas. —Obsdurante un momento—. Igual que nupequeña guerra repetida, aunque vez tú no vas por ahí aullándole gente como si fueras un lobo lunáticoMustang suspira y me da una palma

en el hombro—. Ay, los viejos tiemp



Milia nos mira a los dos arrugaa nariz.

—Con táctica se ganan las bataCon estrategia se ganan las guerradigo.

—¡Uh! Soy El Segador. El dio

os lobos. El rey de la estrategiaMustang me pellizca en la mejillPero mira que eres adorable.

Le aparto la mano de un golpe. Mpone los ojos en blanco. —Y bien, ¿cuál es nuestra estrate

milord? —me pregunta Mustang.Cuanto más alargue un conflicto

el enemigo, más posibilidades tenos próctores de destrozarme.

ascensión tiene que ser meteórica. A



no se lo digo. —La rapidez es nuestra estrategi

e digo—. Rapidez y daño brutal.

A la mañana siguiente, el grupo d

Casa de Marte ve que el puente cruza el Metas está bloqueado porárboles caídos durante la noche. C

era de esperar, el grupo se da la vuecabalga de nuevo hacia el castillo,miedo a que sea algún tipo de tramLos oteadores de Fobos y Deimospueden vernos; miran hacia abajenvían señales de humo para decir no hay nadie en los inhóspitos bos

caducifolios que hay alrededor



puente. No nos ven porque hemos esen la misma posición, tumbados babajo en el bosque, a cincuenta medel puente, desde mucho antes de hubiera despuntado el alba. Ahora uno de mis perjuros lleva un mant

obo, gris o blanco. Nos llevó semana encontrar a los lobos, pero qfuera para bien. La caza creó un vínc

Mis diez soldados forman un grcombativo. Mentirosos, tramporetorcidos que antes arruinarían futuro que convertirse en esclavos euego. Un grupo orgulloso, prácpero no muy honorable. Justo lo necesito. Se han pintado la cara

blanco con excrementos de pájaro



arcilla gris, por lo que tenemosaspecto de unas bestias espectralenvierno cuando dejamos salir el v

de nuestras fauces sonrientes. —Les gusta sentirse valorados

alguien temible —me dijo Milia

noche antes, con la voz tan frícrispada como los carámbanos cuelgan de los álamos—. A mí tamb

—Marte morderá el anzuelo —susurra Mustang ahora—. No qumucha materia gris en la casa.

No ahora que Roque no eMustang escogió un lugar cerca de ma nieve. Tan cerca que estira piernas junto a las mías y el ros

girado hacia un lado mientras se tu



sobre la tripa, está a apenas ucentímetros del mío debajo de mantos blancos. Cuando inhalo, el sigue caliente por su aliento. Creo es la primera vez que he pensadobesarla. Me quito de encima

pensamiento y proyecto la visión deraviesos labios de Eo.Es mediodía cuando Casio envía

ropas —esclavos, en su mayoría, emor a una emboscada— para limos árboles caídos en el puente.

hecho, Casio está jugando un juego nteligente. Como cree que

enfrentándose a Júpiter, asume quemboscada será una súbita carga

caballería en cuanto el puente esté l



Así que hace que sus caballos rodeerío por el sur a través de las montañden una vuelta en el lado opuestopuente cerca de Fobos para impulsaremboscada en la caballería que creevendrá de los Grandes Bosques o

lanuras. Milia, la chica astuta, nforma de esos movimientos en fode aullido desde donde se encuentr

mirador, a casi kilómetro y meencaramada en lo alto de un pino. Emomento de actuar.

No aullamos ni gritamos cuandoonce corremos a través de los bosqsin hojas hacia los afanados esclaCuatro de la clase superior vigila

rabajo a caballo. Uno de ellos es C



Corremos más rápido. Más rápidravés de los árboles yerm

acercándonos desde su flanco. No ven. Nos dispersamos. Adelantándounos a otros para asestar el prigolpe.

Gano yo.Salto cinco metros hacia delanta escasa gravedad, salgo volando

bosque como un demonio poseídgolpeo a Cipio en el hombro con espada roma. Cae de la silla de moLos caballos relinchan. Mustang abaotro superior con el estandarte. ropas avanzan en manada hacia

frente, en silencio y cubiertas de bl

gris. Dos más de mis perjuros sa



sobre los caballos de los superioraporrean a los jinetes con garrotehachas embotadas. He ordenado quhaya muertes; el combate acabacuestión de segundos. Los caballosiquiera saben adónde se han ido

inetes. Mis tropas dejan rápidamatrás los caballos y llegan hasta esclavos que están quitando los tro

caídos del puente. La mitad de ellosiquiera nos oyen hasta que Mustanconvertido a seis en esclavos Minerva y les ha ordenado que ayude a doblegar al resto. Entonlegan los gritos y es cuando

esclavos de Marte vuelven sus ha

contra mis tropas.



Los de Minerva reconocen Mustang y son liberados cuando borra la marca de Marte. Es comomarea cambiante. Seis esclavos nuestros. Ellos se encargan arrinconar a los otros esclavos

Marte, que después Mustang conven nuestros. Ocho, con el miproceso. Diez. Once hasta que solo

ofrece resistencia. Y él es el premPax. No lleva la armadura, graciaDios. Está aquí como mano de opero aun así tenemos que cogerlo esiete para echarlo al suelo. Ruge y su nombre. Me abalanzo sobre él ylevo un puñetazo en la cara. Escup

me río mientras nos amontona



encima de él hasta que ya somos dos que estamos sujetando al mons

genético. Mustang lo libera de la m sus rugidos se convierten en risas

agudas que parecen las de una chica —¡Libertaaad! —ruge. Se levant

un salto, buscando a alguien al desfigurar—. ¡Darrow au Andróm—me grita, listo para romperme la

hasta que Mustang lo calla de un grit —¡Está de nuestra parte! —le acMustang.

—¿De verdad? —le pregunta Una sonrisa le parte la cara en doQué noticias! —Y me agarra con

abrazo de oso—. Libertaa

hermanos… ¡y hermanas! Du



ibertad.Dejamos a Cipio y a los dem

superiores gimiendo en el suelo. Ucolumnas de señales de humo evantan desde Fobos y Deimos mien

corremos por el valle del bosque h

as montañas enanas del norte anteque los jinetes de Marte puedan roel puente bloqueado para asaltarnos.

oteadores lo han visto todo. Y tienenestar horrorizados. Ha ocurrido menos de un minuto. Pax no dejareírse como una chica.

La Casa de Marte estará confunpor la repentina disminución de filas. Pero necesito más que e

ecesito que cambien la visión



ienen de mí, la de un líder defectupor la de algo sobrenatural, algo allá de su entendimiento. Tengo quecomo el Chacal: sin nombresobrehumano.

Esa noche me deslizo por la n

hacia el norte del castillo de Marte.inetes vigilan la cañada. En la noos cascos suenan suavemente sobr

hierba. Oigo las bridas tintineando eoscuridad. No los veo. Mi capa de de lobo es blanca como la nieve cae. He colocado la cabeza hacia arde forma que parezco una criaguardiana salida de las regiones frías del infierno. La pared de r

parece más empinada de lo



recordaba. Casi me caigo cuando tpor la nevada vertical. Llego hastmuro del castillo. Las antorchas flamen las murallas. El viento azota lamas. Mustang debería estar a punt

encender el fuego.

Me quito la capa y la envuelvo eovillo. Tengo la piel recubierta carbón. Introduzco las agarraderas

metal en los huecos que quedan entrrocas. Es como subirme de nuevo aperforadora, salvo que ahora soy fuerte y no llevo una escalfandra. FEl pegaso rebota contra mi pemientras escalo. Ni siquiera eadeando cuando llego arriba del t

seis minutos más tarde.



Me aferro con los dedos a la pieusto debajo de las murallas. Me cue

oyendo pasar a la centinela. Es esclava, cómo no. Y no es estúpidave cuando me impulso por encima dmuralla e intenta clavarme una lanz

a garganta. Le enseño rápidamentanillo de Marte y me llevo un dedo abios.

—¿Por qué no debería avisar? —pregunta. Antes era de Minerva. —¿Te dijeron que tenías

proteger la muralla de los enemiEstoy convencido de que sí. Pero yode la Casa de Marte, así que no puser un enemigo, ¿a que no?

Frunce el ceño.



—El primus me dijo que tenía proteger los muros contra los intrusmatar o avisar…

—Esta es mi casa. Soy el legítprimus de la Casa de Marte. Soy tu te exijo que sigas vigilando el m

contra los intrusos. Eso es impera—Le guiño un ojo—. Estoy seguroque harías feliz a Virginia si sigui

sus órdenes al pie de la letra.Ladea la cabeza al oír el nombrMustang y me examina.

—¿Mi primus está viva? —La Casa de Minerva aún no

caído —le respondo.La cara de la chica casi

descompone de la alegría con



sonríe. —Bueno… en ese caso… Supo

que esta es tu casa. No te puedo impque entres. Me he comprometido uramento a obedecer. Espera…

quién eres. Decían que estabas muer

—Si respiro es gracias a tu primMe entero por ella de que miembros de la casa duermen mien

os esclavos protegen la fortaleza pnoche. Ese es el problema con esclavos. Están deseosos escaquearse de sus tareas y entusiasma compartir secretos. La allí y me infiltro en el torreón coayuda de una llave que a la esclava

cayó en mi mano sin querer.



dentro de la sala de mapas y tallo falce en la enorme mesa para creamito. Después tallo una calavera esilla de Casio y clavo un cuchillo adentro en la parte trasera del asipara sembrar el rumor.

Cuando me marcho por el misitio por el que he venido, veo la coal norte del castillo estallar en llam

La maleza apilada en forma de la fdel Segador arde con furia en la nocSevro, si sigue con Marte,

encontrará. Y no me vendría maayuda de ese cabroncete.



36

LA SEGUNDA PRUEB

Para disponer de un ejército tengo ser capaz de alimentarlo. Así queapoderaré de los hornos de Ceres anto Júpiter como Marte codician.

A los nuevos miembros de nuegrupo de la Casa de Minerva les pa

perfectamente razonable aceptar autoridad. No me engaño. Sí, mpresionó que escondiera a

Aulladores dentro de unos caba



muertos hace unos meses, y se acuede que derroté a Pax. Pero sobedecen porque Mustang se fía dePor ahora mantenemos como esclavos de la Casa de Diana. Nece

ganarme su confianza. Ta

curiosamente, es el único que paconfiar en mí. Aunque también es veque el joven lacónico fue todo son

hace cosa de un mes cuando le dijeo metería dentro de un caballo muHay dos más de Diana que tambiémetieron. El resto los llama «Caballos Muertos», y cada uno de leva trenzas de crin blanca. Creo

están un poco pirados.

Si abunda algo en los bosques y



Montones de yescas iluminan la basos muros por la noche. Ahora tieperros, aunque no sé cómo los conseguido. Merodean por las almeEl camino hacia el agua está vigidesde que mandé a Sevro a que en

por las letrinas, hace ya mucho, durun ataque furtivo que preparé cuaestábamos en guerra con Minerva.

no me perdonó por aquello. Los alumde Ceres ya no salen. Han aprendidopeligros de luchar contra casas fuertes en campo abierto. Se refugidurante el invierno y, cuando el fríohambre hayan debilitado a las decasas, saldrán de su fortaleza con

primavera: fuertes, preparados



organizados.Pero no conseguirán llegar a

primavera. —Entonces ¿atacaremos durant

día? —aventura Mustang. —Por supuesto —confirmo.

A veces me pregunto por qué molestamos en hablar. Ella conoce pensamientos. Incluso

descabellados.La idea que tengo ahora especialmente descabellada. practicamos en un claro de los bosseptentrionales durante un día endespués de haber talado el bosqueas hachas. Pax consigue que el plan

posible. Hacemos competiciones



ver quién guarda mejor el equilisobre la madera. Gana Mustang. M«Cara de Caballo» es la segundaescupe con amargura por no havencido a Mustang. Yo soy el tercero

Igual que hicimos cuan

preparamos la trampa para la CasMarte, la noche anterior nos acercasigilosamente todo lo que podemo

nos enterramos en la nieve. Una más, Mustang y yo formamos equapretujándonos el uno contra el otra nieve. Tacto trata de formar equ

con Milia, pero ella lo mandanfierno.

—Si lo miras bien, estaba trata

de hacerte un favor —le murmur



Milia mientras él se acurruca debajomaloliente sobaco de Pax—. Eresguapa como la verruga de una gárg¿Cuándo ibas a tener la oportunidadormir con alguien como yo? Cdesagradecida.

Mustang y las otras chicas muessu desprecio por la burla. Despuéssilencio de la noche y el frío de

gélida llanura abierta caen sonosotros, y nos quedamos callados.Al llegar la mañana, Mustang y

emblamos, apretados el uno controtro, y una nueva nevada amenazaestropearnos el plan, pues nos entimás hondo aún en la llanura. Per

viento es razonable y los copos no



hunden demasiado cuando dan vueltael aire. Me despierto el primero, aunno me muevo. Tan pronto comobostezo se lleva el último vestigiosueño que me queda, mi ejércitoevanta como un solo organismo,

alumno que se agita y refunfuña contotro hasta que se forma una serpientolisqueantes y carraspeantes dora

enterrados juntos en un túnel pprofundo bajo la superficie de la nio puedo verlos, pero oigo que

despiertan a pesar del rugido del vien la tormenta de nieve.

Durante la noche se ha formhielo a mi alrededor, encima de

espesas capas. Las manos de Mus



están dentro de mis pieles, apretadami costado para coger calor. Me caliel cuello con el aliento. En cuantomuevo, bosteza y se desperapartándose un poco mientras se escomo un gato recortado contra la ni

La nieve se desmenuza en medio dedos. —Condenado infierno, esto

horrible —musita Dax, el compañerMilia. No logro verlo en nuestro tde nieve.

Mustang me da un codazo. Apepodemos ver a Tacto enroscado ehueco de la axila de Pax. Los dos eacurrucados y se despiertan co

amantes. Parpadean, abren los



lenos de nieve y se despegan de gol —Me pregunto cuál de ellos

Romeo —susurra Mustang con la ronca.

Suelto una risita ahogada y excun agujero en el techo de nuestro t

para comprobar que mi grupo veinticuatro está a solas en las llanua excepción de los prime

rastreadores a caballo de la mañanase ven a lo lejos. Ellos no suponproblema alguno. Llegan ráfagasviento desde el río, procedentes norte, y me golpean la cara con fuerz

—¿Estás preparado para hacer e—me pregunta Mustang con una son

de oreja a oreja cuando vuelvo a m



a cabeza en nuestro refugio—. ¿O aienes demasiado frío?

—Hacía más frío en el lago dondengañé la primera vez —sonrío—. os viejos tiempos.

—Todo formaba parte de mi p

maestro para ganarme tu confiahombrecito. —Me dirige una msonrisa maliciosa. Al ver mi mi

preocupada, me agarra del muslo nclina hacia mí para que no nos nadie más—. ¿Crees que estaría agachada en la nieve contigo si creque este plan pudiera salir m

egativo. Pero se me están congelahasta las ideas y el viento comien

amainar, así que vámonos, Segador.



Doy la cuenta atrás y estamos enLa nieve se desmorona a nuealrededor, el viento nos azota el ro corremos a toda velocidad los

metros que nos separan de los muLos veinticuatro. Silencio de nuevo

viento sopla a rachas. Llevamos el áentre todos. Nos apiñamos contracomo hicimos por la noche cua

compartía el túnel con nosotros. Pmucho, pero somos veinticuatro ypadres de Pax le dieron unos gcapaces de derribar unos maldcaballos. Resuellos. Nos arden piernas. Rechinar de dientes cuandmadera hunde nuestros hombros

movernos en la nieve alta. Hay un b



recho. Llega un grito desde la murUn grito solitario y cavernoso cuecos resuenan en la silenciosa mañnvernal. Llegan más. Aún son po

Ladridos. Confusión. Una flecha silbando. Es silenciosa y espeluzna

Después, otra. Es asombroso ranquilo que está el mundo mientraflechas vuelan, portadoras de muert

viento se ha desvanecido de nuevosol alcanza el cénit desde detrás dcúmulo de nubes y los cálidos rayoa mañana nos iluminan.

Estamos en el muro. Los gritoextienden al otro lado de la fortificade piedra, desde las torres. Un cu

emite señales. Ladridos. La nieve



desde los parapetos mientras arqueros se inclinan sobre las almde piedra. Una flecha tiembla enmadera, junto a mi mano. Alguien ensangrentado: Dax. Después Pax a palabra con un rugido y él, Tac

cinco de nuestros hombres más fuecogen el largo madero que habíacortado del tronco del árbol y emp

con todas sus fuerzas para meter la pen el muro. La mantienen allí en ángRugen por el esfuerzo de la carga. faltan cinco metros para llegar a la cdel muro, pero ya estoy subiendo a velocidad por la fina pendiente. gruñe como un jabalí mientras se l

contra la parte tensa y doblada.



gritando, rugiendo. Mustang viene jdetrás de mí, y después Milia. Casiescurro. Me sostengo gracias a sentido del equilibrio y mis manosondeainfiernos, que escarban la numadera. Con las pieles puestas

parecemos lobos, sino ardillas. Cosilbido, una flecha me atraviesa la cEstoy contra el muro, al final

ambaleante madero. Pax y sus chemiten unos rugidos guturales poesfuerzo. Mustang está llegando. Ahas manos. Pone el pie en ellas

carrera y yo la impulso los cinco meque faltan para salvar las almenas. Aa espada y grita como una energúm

Después Milia se impulsa de la mi



forma y la cuerda que se ha atado cintura cuelga tras ella. Una vez arse sujeta con firmeza y yo uso la cupara escalar los últimos cinco meEl madero se rompe y cae al suelode mí. Ya había sacado la espada. E

caos. Hemos cogido a la Casa de Cdesprevenida. Nunca han tenido enemigo en las almenas. Y somos

chillando y agitando las espadas.furia y la excitación me invadecomienzo mi danza.

Solo tienen arcos. Hace meses no usan espadas. Las nuestras no eafiladas ni cargadas de electricipero la frialdad del duroacero no

agradable en ningún caso. Lo más d



es deshacerse de los perros. A undoy una patada en la cabeza. A otrarrojo desde las almenas. Milia abajo. Muerde a un perro en el cuee da puñetazos en las pelotas hasta

este se aleja lloriqueando.

Mustang derriba a alguien de almenas. Yo me lanzo, con las piepor delante, para golpear a un arq

cuando la apunta con el arco. Fuera,me grita que abra las puertas. Esuplicando de verdad por combatir.

Sigo a Mustang hasta el patioabajo, saltando desde los paraphasta donde está luchando contracorpulento alumno de Ceres. Lo der

con el codo y miro por primera ve



fortaleza del pan. El castillo tienediseño extraño, un patio que conduvarios edificios y una inmensa tdonde se cuece el pan que hace quesuenen las tripas; pero lo único quemporta es la puerta. Nos apresura

hacia allí. Hay gritos detrás de nosoSon demasiados para que podaenfrentarnos a ellos. Llegamos a

puerta justo cuando decenas de alumde Ceres atraviesan corriendo el phacia nosotros desde la torre.

—¡Deprisa! —grita Mustang—. Deprisa!

Milia lanza flechas al enemigo dos parapetos.

Entonces abro la puerta.



—¡¡¡Pax au Telemanus!!! ¡¡¡PaxTelemanus!!!

Me aparta a un lado de un empuVa descamisado, imponente musculoso. Está desgañitándose. Lel pelo pintado de blanco y untado

savia para formar dos cuernos. Un tde madera tan largo como mi cuerpsirve de garrote. Los estudiantes d

Casa de Ceres saltan hacia atrás, prdel pánico. Algunos caen. Otrosropiezan. Un chico grita cuando Pa

abalanza rugiendo como un trueno. —¡¡¡Pax au Telemanus!!! ¡¡¡Pax

Telemanus!!! No quiere ningún mote cuando c

hacia delante como un minota



poseído. Cuando choca contra la mde alumnos de Ceres, se desencadendesastre. Los chicos vuelan por el como la paja un día de cosecha.

El resto de mi ejército corre a tvelocidad detrás del cabrón dement

Pax. Empiezan a aullar, no porque yhaya dicho que lo hagan, ni tampporque crean que son los Aulladore

Sevro, sino porque eso fue lo oyeron cuando mis soldados salieroas tripas de los caballos, el sonido

hizo que se les encogiera el coracuando los conquistaron. Ahora les a ellos aullar mientras conviertenbatalla en una melé furibunda. Pax

su nombre, y grita el mío cua



conquista la ciudadela para prácticamente sin ayuda. Coge achico por la pierna y lo usa como pMustang flota por el campo de bacomo una valquiria y esclaviza los están aturdidos en el suelo.

Al cabo de cinco minutos, los ho la ciudadela son nuestros. Cerraas puertas, aullamos y comemos

poco de maldito pan.Libero a los esclavos de CasaDiana que me han ayudado a tomafortaleza y dedico unos minutos a uno para compartir unas risas. Tactsienta sobre la espalda de un pochico recogiéndole el pelo en trenza

niña hasta que le doy un codazo para



se baje. Me da un manotazo en la ma —No me toques —d

bruscamente. —¿Qué has dicho? —pregu

rabioso.Se levanta a toda prisa, con la n

que apenas le llega a mi barbillhabla en voz muy baja para que solpueda oírle.

—Escucha, hombretón. Soy género Valii. La pureza de mi sangrremonta a la Conquista. Pocomprarte y venderte con mi psemanal. Así que tú a mí, en ueguecito, no me vas a menospre

como a los demás, rey de patio

colegio. —Después habla más alto



que los demás puedan oírlo—. Yo ho que me place, porque conquisté

castillo para ti ¡y dormí en un cabmuerto para que venciéramos Minerva! Me merezco un poco diversión.

Me inclino, cada vez más cercaél. —Tres pintas —le digo en voz b

Pone los ojos en blanco. —¿Qué estás ladrando? —Esa es la cantidad de sangre

e voy a hacer tragar. —Bueno, la fuerza otorga la razóSuelta una risita y me da la espalDespués, calmando mi ira, les di

os miembros de mi ejército que



volverán a ser esclavos en el jusiempre y cuando lleven mi piel de lSi la idea no les gusta, pueden larga

adie lo hace, pero eso era de espeQuieren ganar, pero para acatar normas, para entender que no me

ningún emperador supremo y podersus corazones orgullosos tienen sentirse valorados. Así que me ase

de que lo sientan. Le dedico a calumno un cumplido distinto. Tratoque lo recuerden para siempre.

Incluso cuando esté destruyendSociedad al frente de miles de millde vociferantes rojos, ellos les conta sus hijos que, en cierta ocas

Darrow de Marte les dio una palma



en el hombro y les regaló un cumplidLos vencidos de la Casa de C

observan cómo libero a los esclavomi ejército y se quedan boquiabie

o lo comprenden. Me reconocen, no entienden por qué no hay ningún

alumno de Marte, ni por qué estoy yfrente, ni por qué me parece que permitido liberar esclavos. Mien

siguen boquiabiertos, Mustang esclaviza con el símbolo de la CasMinerva y se sienten doblemconfundidos.

—Conquistad una fortaleza para conseguiréis también la libertad —

digo. Tienen un cuerpo distinto

nuestro. Más blando debido al mu



pan y la poca carne que han comidPero tenéis que estar deseando comun venado y carne de caza. Me paque os falta algo de proteína en la dHemos traído en abundancia pcompartir.

Liberamos a varios esclavos quCasa de Ceres había capturado hunos meses. Son pocos, y la mayor p

pertenecen a las casas de Juno oMarte. Les parece que esta alianzextraña, pero no es un trago tan amdespués de meses de bregar en hornos.

La noche acaba con una nnegativa. Me despiertan apenas una

después de haberme dormido. Mus



se sienta al lado de mi cama cuaabro los ojos con un parpadeo. Al vsiento una punzada de terror. Doy hecho que ha venido por otro moque su mano en mi muslo significa distinto, algo humano. En vez de eso

rae unas noticias que no quería volvoír nunca más.Tacto despreció mi autoridad

ntentó violar a una esclava de Cdurante la noche. Milia lo sorprendMustang apenas consiguió impedir rajara a Tacto de todas las formposibles. Todo el mundo se ha levanen armas.

—El asunto pinta mal —se lam

Mustang—. Los alumnos de D



levan la equipación de guerra y estpunto de enfrentarse a Milia y a para recuperar a Tacto.

—¿Están tan desesperados copara pelear contra el mismísimo Pax

—Sí.

—Voy a vestirme. —Por favor.Me reúno con ella en la sala

mapas dos minutos después. La mesiene grabada la falce. No es obra o no habría conseguido un trabajoogrado como este.

—¿Ideas?Me dejo caer en una silla en fr

de Mustang. Es un consejo de

personas. En momentos como este



de menos a Casio, a Roque y a QuPero, sobre todo, a Sevro.

—Cuando Tito hizo esto, dijistepromulgaríamos nuestra propia ley, recuerdo mal. Lo condenaste a muAhora, ¿seguimos haciendo lo mis

¿O hacemos algo más conveniente?me pregunta como si diera por heque voy a dejar que Tacto se vaya

rositas.Asiento, para su sorpresa. —Esto lo pagará —digo. —Esto… Es que me cab

profundamente. —Quita los piesencima de la mesa y se inclina hdelante para sacudir la cabeza—.

supone que estamos por encima de



ipo de cosas. Se supone que Marcados consiste en eso: en trasceos deseos que —dibuja en el aire urónicas comillas— «esclavizan» a

colores más débiles. —No se trata de deseos.

Frustrado, doy un puñetazo en la m—. Se trata de poder. —¡Tacto es de la Casa de Valii, n

menos! —exclama Mustang—. familia es antiquísima. ¿Cuánto pmás quiere ese gilipollas?

—Poder sobre mí, está claro.dije que no podía hacer una cosa y aestá intentando demostrar que puhacer lo que le venga en gana.

—Entonces no es un bárbaro c



Tito. —Ya lo has visto. Claro que e

bárbaro. Pero no. Esto ha sidomovimiento táctico.

—Pues ese listo cabrón te ha puentre la espada y la pared.

Doy un manotazo en la mesa. —No me gusta esto: que otro esas batallas o el campo de batalla.

perderemos. —La verdad es que nadie gana.podemos salir adelante. Alguien vodiarte, hagas lo que hagas. Así enemos que pensar cuál es la op

menos perjudicial. ¿De acuerdo? —¿Y qué hay de la justicia?

pregunto.



Arquea las cejas en un gestosorpresa.

—¿Y qué hay de ganar? ¿No eso que importa?

—¿Estás intentando tenderme rampa?

Sonríe. —Solo te ponía a prueba.Frunzo el ceño.

—Tacto mató a Tamara, su primCortó la silla de montar y despuéaplastó con el caballo. Es malvadomerece cualquier castigo que le dem

Mustang levanta una ceja comodo esto fuera de esperar.

—Coge lo que quiere sin p

permiso.



—Qué admirable.Ladea la cabeza hacia mí, mien

recorre mi cara con sus vivarachos o —Qué raro. —¿El qué? —Me equivoqué contigo. Eso

raro. —¿Me equivoco yo con Tacto? malo de verdad? ¿O es que va

delante de todos? ¿Acaso entiende mel juego? —Nadie entiende el juego.Mustang vuelve a poner

embarradas botas encima de la mese reclina. Los cabellos dorados le por debajo de los hombros en una l

renza. El fuego crepita en la chim



haciendo que las pupilas le bailen eoscuridad. No echo de menos a viejos amigos cuando sonríe de forma. Le pido que se explique.

—Nadie entiende el juego pornadie sabe las reglas. Nadie sigu

mismo conjunto de reglas. Es comvida misma. Algunos creen que el hes universal. Algunos creen que

eyes son obligatorias. Otros son sensatos. Pero, al final, ¿no es veeso de que quien a hierro mata a himuere?

Me encojo de hombros. —En los libros. En la vida no s

quedar nadie que los mate después.

—Los esclavos de la Casa de C



buscan un ojo por ojo. Si castigaTacto, cabreas a los chicos de Dianadan una fortaleza y tú se lo agradescupiéndoles. Recuerda que, por loa ellos respecta, cuando conquistami castillo Tacto permaneció oc

durante medio día en el vientre dcaballo, y lo hizo por ti. resentimiento crecerá como

burocracia de los cobres. Pero si ncastigas, pierdes a todos los de Cere —No puedo hacerlo. —Suspiro

Ya he fracasado antes en esta pruDejé morir a Tito y pensé que esmpartiendo justicia. Me equivocaba

—Tacto es un dorado de hierro

sangre es tan antigua como la Socie



Ven la compasión y el propósitoenmienda como una enfermedad. Ésu familia. No cambiará. No aprendCree en el poder. Para él los decolores no son personas. Para él dorados inferiores no son personas.

igado a su destino.Y, sin embargo, yo soy un rojo actúa como un dorado. Ningún hom

está ligado a su destino. Pucambiarlo. Sé que puedo. Pero ¿cóm —¿Qué crees que debería hacer

pregunto. —¡Ja! ¡El gran Segador! —Se

una palmada en el muslo—. ¿Cuándha importado lo que piensen los dem

—Tú no eres «los demás».



Hace un gesto de aprobación cocabeza y habla después de un momen

—Hace tiempo, me contaron historia. Mi tutor, Plinio… La verdaque era un tipo espantoso. Y ahorpolítico, así que dale a la histori

confianza que creas que merezca. Bupues en la Tierra había un hombreenía un camello. —Me río.

continúa—. Viajaban por un enodesierto lleno de cosas desagradabUn día, mientras el hombre preparabcampamento, el camello le propinópatada sin razón alguna. Así quehombre le dio latigazos al camello.heridas del camello se infectaron. M

el hombre se quedó varado en



desierto. —Manos, camellos… Tú y

metáforas.Se encoge de hombros. —Sin tu ejército eres un hom

varado en el desierto. Así que pisa

cuidado, Segador.

Hablo con Nyla, la chica de Ceresprivado. Es una chica callada. Lcomo un rayo, pero nada física. Cuna temblorosa ave cantora, como Tiene un labio hinchado ensangrentado. Me dan ganas de caa Tacto. Ella no entró aquí siendo m

como el resto. Aunque sobrevivió



Paso. —Me dijo que quería que

masajeara los hombros. Dijo que tque hacer lo que él dijera porque eramo, porque derramó su sanconquistando el castillo. Desp

ntentó… bueno… Ya sabes.Un centenar de generaciones hombres han usado esa lógica inhum

La tristeza que provocan sus palahace que eche de menos mi hogar. eso también ocurrió allí. Recuerdogritos que hicieron temblar el cuchde la sopa en manos de mi madre.acuerdo de cómo consiguió mi prque aquel gamma le diera antibiótico

Nyla parpadea y durante un inst



clava la mirada en el suelo. —Le dije que era la esclava

Mustang. De la Casa de Minerva. Eestandarte. No tenía que obedecerlono hacía otra cosa que tirarme al scon empujones. Yo grité. Me dio

puñetazo y entonces me apretógarganta hasta que todo empezódesvanecerse y ya casi ni olía su c

de lobo. Después la chica alta, Miliiró al suelo, supongo. No se ha referido a que había o

soldados de Diana en la habitacOtros miraban. Mi ejército. Les di p lo emplean para esto. Es culpa m

Son míos, pero son malvados. Esto n

arreglará castigando a uno de e



Tienen que querer ser buenos. —¿Qué querrías que hiciera con

—le pregunto. No extiendo un brazo p

consolarla. No lo necesita, aunque que yo sí. Me recuerda también a Ev

Nyla se toca los rizos de su psucio y hace un ademán de indiferen —Nada.

—Nada no es suficiente. —¿Para arreglar lo que intehacerme? ¿Para enmendarlo? —Saa cabeza y pone las manos en

costados—. Nada es suficiente.A la mañana siguiente, reúno a

ejército en la plaza de Ceres. U

docena de ellos cojean; los hue



áureos son tan fuertes que es difícilse rompan, así que la mayor parte dheridas que sufrieron en el asalto fusuperficiales. Huelo el resentimientos estudiantes de Ceres y de

estudiantes de Diana. Es un cáncer

corroerá el cuerpo de este ejércitogual hacia quién vaya dirigido. saca a Tacto y lo pone de rodillas.

Le pregunto si intentó violar a Ny —Las leyes guardan silencio cuasuenan las armas —responde Taalargando las palabras.

—No me vengas con citas Cicerón —le reprocho—. A ti seaplican criterios más exigentes que

de cualquier centurión saqueador.



—Al menos en eso das en el clSoy un ser superior que desciendeuna estirpe llena de orgullo y gloriafuerza otorga la razón, Darrow. Si puomar algo, lo tomaré. Y si lo to

merezco quedármelo. Esto es lo

creemos los Marcados. —La medida de un hombre residcómo obra con el poder —le digo

voz alta. —Venga ya, Segador —contTacto, seguro de sí mismo como toos que son como él—. Ella es un b

de guerra. Mi poder la conquistó. Ydébiles deben postrarse ante los fuer

—Yo soy más fuerte que tú, Tact

e replico—. Así que puedo ha



contigo lo que quiera, ¿no?Permanece en silencio, y se

cuenta de que ha caído en una tramp —Tú provienes de una fam

superior a la mía, Tacto. Mis paestán muertos. Soy el único miembr

a familia. Pero soy superior a tiEsboza una sonrisa torcida al oír es¿No estás de acuerdo? —Le lanzo

filo a los pies y saco el mío—. Te ruque le des voz a tus preocupacioneso coge el filo—. Entonces, por

derecho que da el poder, puedo hcontigo lo que quiera.

Proclamo que no pienso permninguna violación, y después le preg

a Nyla qué castigo impondría. Ta



como me dijo antes, contesta ninguno. Me aseguro de que sepan para que no sufra ninguna recriminaTacto y sus partidarios armados la msorprendidos. No entienden por quéno quiere venganza, pero eso no im

que se sonrían unos a otros como locreyendo que su jefe ha evitadocastigo. Entonces hablo.

—Sin embargo, yo digo que recveinte latigazos de una vara de cuTacto. Intentaste llevarte algo fueraos límites del juego. Sucumbiste apatéticos instintos animales. Aquí esmenos disculpable que el asesinEspero que te sientas avergonz

cuando recuerdes este momento de



de cincuenta años y te des cuenta ddebilidad. Espero que temas que hijos se enteren de lo que le hicisotro dorado. Hasta entonces, con veatigazos bastará.

Algunos de los soldados de Dian

adelantan enfurecidos, pero Pax se lel hacha al hombro y retrocedenpronto. Me fulminan con la mirada

dieron una fortaleza y yo voy a azosu guerrero favorito. Veo morir aejército mientras Mustang le quitcamisa a Tacto. Me mira de hito en como una serpiente. Sé qué crupensamientos alberga ahora. Los uve yo con los que me azotaron.

Le azoto veinte veces



brutalidad, sin guardarme nada. sangre le corre por la espalda. Pax iene que derribar con el hacha a unos soldados de Diana para impedir

se abalance para detener el castigo.Tacto apenas consigue manteners

pie, con los ojos brillantes de ira. —Qué error —susurra—. Qremendo error.

Entonces le sorprendo. Pongovara en su mano y lo acerco a ahuecando una mano alrededor denuca.

—Te mereces que te arranque pelotas, cabrón egoísta —le susurrEste es mi ejército! —digo ahora

alto—. Este es mi ejército. Sus m



son tan míos como vuestros, igual quson de Tacto. Cada vez que unovosotros cometa un crimen como algo gratuito y perverso, os pertene me pertenecerá; porque cuando ha

algo aborrecible nos dañáis a todos.

Tacto se queda de pie como diota. Está confundido.Lo empujo con fuerza en el pe

Trastabilla hacia atrás. Voy tras empujándolo. —¿Qué ibas a hacer?Le aprieto la mano, sujetando la

de cuero contra su pecho. —No sé de qué me hablas…

murmura.

—¡Venga, hombre! Ibas a mete



polla dentro de alguien de mi ejér¿Por qué no darme latigazos, ya estás? ¿Por qué no hacerme daño aambién? Será más fácil. Milia ntentará darte una puñalada. prometo.

Vuelvo a empujarlo. Mira a alrededor. Nadie dice nada. Me quitcamisa y me pongo de rodillas. El

es frío. Tengo las rodillas sobrepiedra y la nieve. La mirada de Musse cruza con la mía. Me guiña un osé que puedo hacer cualquier cosadigo a Tacto que me azote veinticveces. Me he llevado más. Los brazflaquean tanto como la voluntad

darlos. Aun así, escuecen, pero



evanto después de cinco azotes y leel látigo a Pax.

Empiezan a contar en seis. —¡Empezad de nuevo! —grito

Una rata violadora no es capazgolpear con la fuerza suficiente

hacerme daño.Pero Pax sí puede.Mi ejército protesta a gritos. N

entienden. Los dorados no hacen Los dorados no se sacrifican unosotros. Los líderes se llevan, no danejército grita de nuevo. Les preguntoqué esto es peor que la violación coque todos parecían tan conform¿Acaso Nyla no es una de los nuest

¿Acaso no forma parte del cuerpo?



Como los rojos. Como obsidianos. Como todos los colores.

Pax intenta golpear con suaviPero es Pax, así que, cuando terminaespalda tiene el aspecto de la carncabra masticada. Me levanto. Hag

que puedo para no tambalearme. Veoestrellas. Quiero gemir de dolor. Qulorar. En vez de eso, les digo

cualquiera que haga algo vil, y sabo que me refiero, tendrá que azotaasí delante de todo el ejército. Veforma en la que ahora miran a Tactoa que miran a Pax, en la que me ma espalda.

—No me seguís porque sea el

fuerte. Ese es Pax. No me seguís po



sea el más listo. Esa es Mustang. seguís porque no sabéis adónde ir. Y

Le hago una señal a Tacto para se acerque a mí. Vacila, pálido, concomo un corderito recién nacido. Lel miedo escrito en la cara. El mie

o desconocido. Miedo al dolor soporto por voluntad propia. Mcuando se da cuenta de lo diferentes

somos. —No tengas miedo —le digo. de él hacia mí para abrazarlo—. Sohermanos de sangre, mierdecHermanos de sangre.

Estoy aprendiendo.



37

EL SUR

—¡Me cago en la pica de oro! —cuando Mustang me echa un ungüenta espalda, en la sala de mandos. Lo

con un dedo, con movimientos rápidcortos—. ¿Por qué? —gimoteo.

—La medida de un hombre resid

cómo obra con el poder —se ríe—burlas de él por Cicerón y vas y sua Platón.

—Platón es anterior. Supera



Cicerón. ¡Ay! —¿Y todo eso de los hermanos

sangre? Eso no significa absolutamnada. Podrías haber dicho que eprimos de piña.

—Nada une más que el do

compartido. —Mira, pues aquí va un poco de eso.

Saca un trozo de cuero de herida. Se me escapa un gañido. —El dolor compartido… —Tiem

—. No infligido. Psicótica… ¡ay! —Suenas como una chica. Pens

que los mártires erais duros. Pambién puede que te hayas vuelto

de atar. Alguna fiebre de cuando



apuñalaron, probablemente. raumatizado a Pax, por cierto. lorando. Buen trabajo.

En efecto, oigo a Pax sorbersenariz en la armería.

—Pero funcionó, ¿eh?

—Claro, Mesías. Ya tienes hastculto —se burla secamente—. Efabricándote ídolos en la pl

Arrodillándose suplicantes ante sabiduría. Oh, poderoso señor. Me rcuando descubran que no les caes bipueden azotarte cada vez que se pomal. Y ahora quédate quieto, florecY deja de hablar. Me molestas.

—Oye, cuando nos graduem

deberías pensarte lo de hacerte r



Tienes un tacto muy delicado.Tuerce una sonrisa. —¿Enviarme a uno de esos jard

para rosas? ¡Ja! Eso sí que sería vida de color de rosa. Vamos, dejadar chillidos, que el juego de pala

no era tan malo.

Al día siguiente organizo mi ejércitMustang le asigno la tarea de escseis equipos con tres rastreadores cuno. Tengo cincuenta y ocho soldamás de la mitad son esclavos. Le que ponga a alguien de Ceres en grupo, al más ambicioso. Ellos se ll

seis de las ocho unidades



siguiente en salir, al alba, justo anteque el sol del invierno se levante.malgastaré esta oportunidad. El inviha forzado a las casas a encerrarsas fortalezas. La profundidad de

nieve y los barrancos ocultos hacen

a caballería pesada avance con muentitud y, por tanto, sea menos útiluego es ahora más lento, pero yo n

seré. Marte y Júpiter pueden compodo lo que quieran, me tiene cuidado. Ya volveré a por ellos arde.

Al anochecer del segundo díanuestro avance hacia el sur vemofortaleza de Juno, que Júpiter ya

conquistado. Queda al oeste, en



afluente del Argos. Está rodeadamontañas. Más allá se encuentranparedes invernales de seis kilómetroValles Marineris. Los rastreadores raen noticias de otros tres rastread

enemigos, a caballo, en los márgene

bosque, al este. Creen que son de Plos hombres del Chacal. Los cabason de color negro y los jinetes lleva

pelo teñido del mismo color. Llehuesos en el pelo. Oigo que repiquecomo carillones de bambú miencabalgan.

Sean quienes sean los jinetes, nacercan en ningún momento. No caemis trampas. Dicen que la líder es

chica. Monta un caballo plate



envuelto en un manto de cuero cocon huesos sin blanquear: por lo vos medibots no hacen tan bienrabajo en el sur. Lilath, supongo. E

sus rastreadores desaparecen rumbosur cuando un grupo beligerante apa

por el sureste y bordea los GranBosques.Estos sí son ejércitos de verdad

caballos pesados.Un jinete solitario se adelanta dgrupo más grande. Lleva el pendónel arquero de Apolo. Lleva el pelo l sin trenzar, el rostro endurecido os vientos invernales que llegan

mar del sur. Un corte en la frente es

a punto de reclamar para sí los dos o



ojos que me miran ahora fijamente cdos carbones encendidos dispuestoun rostro de bronce forjado.

Me adelanto para salir a encuentro, después de decirle a ejército que aparenten tanto patetism

desgaste como sea humanamposible. Pax no lo consigue. Mustandice que se ponga de rodillas para

parezca más o menos normal. Ella ssube a los hombros para añcomicidad. Empieza una pelea de bde nieve cuando el emisario se aceEs una estampa alborotada y estúpidhace que mi ejército pareremendamente vulnerable.

Finjo una cojera. Me quito la c



de piel de lobo. Finjo tener escalofMe aseguro de que mi patética espde duroacero parezca más un bastónun arma. Inclino el cuerpo mientraacerca y echo una ojeada a mi juguejército. Casi rompo mi ge

avergonzado con una carcajada. reprimo.La voz del jinete es como el ac

que arrastra la piedra áspera. Carecsentido del humor, de la certeza desomos todos adolescentes que jugamun juego y de que el mundo real flota fuera de este valle. En el surocurrido cosas que les han heolvidar. Tanto es así que cuando

ofrezco una modesta sonrisa, él no m



devuelve. No es un chico, sinohombre. Creo que es la primera vezveo a alguien transformado de maan completa.

—Y no sois más que un retharapiento del norte —se burla

primus de la Casa de Apolo, Novas.Intenta averiguar a qué cpertenecemos. Me he asegurado de

el estandarte visible sea el de la CasCeres. Parpadea. Lo quiere parapropia gloria. También se da cuepara su alegría, de que más de la mde los cincuenta y seis soldados deconsta el ejército son esclavos. —duraréis mucho en el sur. ¿Acaso

gustaría refugiaros del frío? ¿Comi



cama calientes? El sur es duro. —Chico, no será más duro qu

norte —le rebato—. Allí tienen filarmaduras de pulsos. Los próctoreshan retirado el apoyo.

—No están allí para apoya

piltrafa —replica—. Los próctayudan a los que saben ayudarse. —Nos hemos ayudado lo mejor

hemos podido —contesto mansedumbre.Escupe en el suelo. —No vengas aquí a lloriquear, c

El sur no escucha las lágrimas. —Pero… pero el sur no puede

peor que el norte.

Tiemblo y le hablo del Segador



as tierras altas. Un monstruo. salvaje. Un asesino. Cosas terriberribles.

Asiente con un gesto cuando hdel Segador. Así que ha oído hablamí.

—Ese Segador vuestro está mueUna pena. Me habría gustado medcontra él.

—¡Era un demonio! —protesto. —Aquí tenemos nuestros propdemonios. Un monstruo de un soloen los bosques y otro peor en montañas del oeste. El Chacal.

Novas comparte la confidencia nosotros y continúa su discurso. Se

permitiría unirme a Apolo co



mercenario, pero no como esclesclavo, jamás. Me ayudaría a derral Chacal y después reconquistarnorte. Seríamos aliados. Cree que estúpido y débil.

Miro mi anillo. El próctor de Ap

sabrá lo que diga aquí. Quiero que que voy a destrozar su casa. Si quntentar impedírmelo, esta es

nvitación a hacerlo. —No —le digo a NovasAvergonzaría a mi familia. No snada para ellos si me uniera a ti. Nosiento. —Sonrío para mis adentroTenemos comida suficiente para ppor tus tierras. Si nos dejas,

oleraremos…



Me cruza la cara de un bofetón. —Eres un florecilla —dice

Mantén la compostura. Avergüenzascolor. —Se inclina hacia mí sobrborrén de la silla de montar—. Eatrapado entre gigantes que

aplastarán. Pero conviértete en hombre antes de que vayamos a poYo no lucho con niños.

Es entonces cuando Mustang le luna bola de nieve a la cabeza. supuesto, da en el blanco y suelta risa estruendosa.

Novas no reacciona. Lo único qumueve es el caballo entre sus piecuando se da la vuelta para reunirs

nuevo con su avanzadilla erra



Observo cómo se marcha. Cada estoy más inquieto.

—¡Corre a casita, arquero! —gTacto—. ¡Corre a casita con tu mamá

Novas se reúne de nuevo concaballería pesada de treinta homb

uestra única caballería son rastreadores. No pueden enfrentarfilos de iones o lanzas de iones

carrera, ni siquiera con los profunbancos de nieve que entorpecen acaballos más pesados. Nuestras arsiguen siendo de duroacero. armadura no es mejor que una duroco una piel de lobo. Yo ni siquiera larmadura. No entra en mis pla

entablar una batalla en la que tenga



pelear demasiado tiempo. Desde conquistamos la fortaleza de Ceres estandarte, no nos hemos llevado ninbotín. Los próctores pueden habeabandonado, pero el tiempo no. Pogeneral, la infantería cae ante

caballería como el trigo seco, pernieve y sus profundidades traicionnos protegen.

Esa noche acampamos en la ooccidental del río, más cerca de montañas, lejos de las planicies abiefrente a los espesos Grandes BosqLa caballería pesada de Apolo tienecruzar el río helado en la oscuridaquiere asaltar el campamento mien

dormimos. Sabía que lo intenta



cuando nos vieron tan débiles, pensaque caeríamos como un fruto madFracasan estrepitosamente. Qarrogantes. Mientras caía la noenvié a Pax con sus fortachones a ablandaran la espesa capa de hielo

río que bordea el campamento. Eoscuridad oímos gritos de caballocuerpos zambulléndose en el agua.

medibots bajan ululantes para savidas. Esos chicos ya están fuera uego.

Continuamos hacia el sur, dirección al lugar donde rastreadores creen que se encuentrcastillo de Apolo. Cenamos bien po

noche. Sopas hechas con carne y hu



de animales que nos traen rastreadores. El pan se almacenamprovisados paquetes. La comida e

que mantiene el ánimo de mi ejérComo dijo el gran Corso en una ocas«Un ejército marcha al ritmo de

estómago». Aunque lo cierto es qunvierno no se le dio tan bien.Mustang camina a mi lado mien

idero la columna. Aunque está envuen capas tan espesas como las quelevo, apenas me llega al hombro

cuando atravesamos la profunda nicasi da risa ver cómo intenta segumismo paso que yo. Pero si voy ento me gano una expresión ceñuda

renza le brinca al caminar. Cua



legamos a un terreno más fácil, me de reojo. El frío le ha dejado la nrespingona tan roja como una cerpero los ojos tienen el color de la caliente.

—No duermes bien últimamente

observa. —¿Es que alguna vez lo hago? —Cuando duermes junto a

Gritabas la primera semana enbosque. Después de eso, dormías cun bebé.

—¿Me estás invitando a que vua hacerlo?

—Nunca te dije que te fueras.Espera—. Entonces ¿por qué te fuist

—Me distraes —contesto.



Ríe con ligereza y se queda rezagpara caminar junto a Pax. Tantorespuesta como sus palabras me dconfuso. Nunca pensé que le impode una u otra forma que me fuera. sonrisa estúpida se me extiende po

cara. Tacto se da cuenta. —Colado como un pajarito canturrea.

Le tiro una bola de nieve acabeza. —Ni una palabra más. —Pero es que tengo más que d

algo serio. —Da un paso adelantrespiro hondo—. ¿No te pasa qudolor de la espalda hace que

empalmes, como a mí?



Se ríe. —¿Hablas en serio alguna vez?Los ojos penetrantes le centellea —Oh, tú no quieres que me po

serio. —¿Y qué tal obediente?

Se frota las manos. —Bueno, sabes que no soy amigo de las correas.

—¿Ves alguna? —pregunto, yseñalo la frente, donde podría tenemarca de esclavo.

—Puesto que sabes que no nececorrea, bastará con que me digas adónos dirigimos. Así yo resultaría mefectivo.

No me está desafiando, pues h



con calma. Después de los latigazosrecibimos los dos, su relación conmes ahora de una lealtad aterradorapesar de todas las risas, burlas y risengo su obediencia. Y su pregunt

sincera.

—Vamos a machacar a Apolo —revelo. —Pero ¿por qué Apolo? —preg

—. ¿Estamos escogiendo las casaboleo o hay algo que debería saber?Su tono de voz me hace ladea

cabeza. Siempre me ha recordado aespecie de gato gigantesco. Quizápor esa forma suya de trotar con despreocupación tan tremenda. Com

pudiera matar algo sin ni siquiera te



os músculos. O quizá sea porque pumaginármelo hecho un ovillo en el limpiándose con la lengua.

—He visto cosas en la nieSegador —dice con calma—. Huellaa nieve, para ser exactos. Y e

señales no las habían hecho unos pie —¿Patas? ¿Pezuñas? —No, querido líder. —Se acerc

Huellas lineales. —Sé a lo querefiere—. Gravibotas volando muy bY ahora, dime, ¿por qué nos esiguiendo los próctores? ¿Y por levan espectrocapas?

Todos estos susurros dan igual os anillos que llevamos. Pero él n

sabe.



—Porque nos tienen miedo —respondo.

—Que te tienen miedo, quedecir. —Me observa—. ¿Qué sabeso no sepa? ¿Qué le cuentas a Mus

que no nos cuentas al resto?

—¿Quieres saberlo, Tacto? —Nohe olvidado de sus crímenes, peragarro del hombro y lo acerco a

como si fuera mi hermano. Sé el pque puede tener el contacto—. Entobarre la Casa de Apolo del condenmapa y te lo diré.

Frunce los labios en una sonsalvaje.

—Será un placer, buen Segador.



os mantenemos alejados de espacios abiertos de las llanuraavanzamos junto al río más al escuchando las noticias que retransmiten los rastreadores de terr

enemigos por los comunicadores. Aparece controlarlo todo. Del Chacavemos más que sus pequeños gruporastreadores. Hay algo extraño en soldados, algo que hiela el coraPienso en mi enemigo por enésima ¿Qué hace que ese chico sin rostroan aterrador? ¿Es alto? ¿Delga

¿Corpulento? ¿Rápido? ¿Feo? ¿Ydónde viene su reputación? ¿Es po

nombre? Nadie parece saberlo.



Los rastreadores de Plutón noacercan nunca a pesar de la tentaque suponemos para ellos. Le digo aque lleve el estandarte de Ceres alto para que cualquier jinete decaballería de Apolo que haya en

erritorio circundante pueda vresplandecer. Todos ellos vislumbuna oportunidad para la gloria. U

destacamentos de caballería se aceal galope hacia nosotros. rastreadores creen que puearrancarnos el orgullo y elevarestatus dentro de la casa. Como uestúpidos, llegan en grupos de tres cuatro, y los abatimos con los arqu

de Ceres, los lanceros de Minerva o



picas enterradas en la nieve. Pocpoco, los vamos royendo como el roe al alce. Sin embargo, siempredejamos escapar. Quiero que ecabreados como monas cuando llegsu puerta. Unos esclavos como ellos

demorarían.Esa noche, Pax y Mustang se sieconmigo junto al fuego y me habla

sus vidas fuera de la escuela. Pax ecachondo cuando le das cuerda: eparlanchín sorprendentemente fogcon tendencia a elogiar todos elementos de sus historias, incluidovillanos, por lo que la mitad del tieno sabes quién es el bueno y quié

malo. Nos habla de aquella vez e



que rompió por la mitad el cetro dpadre, y de aquella otra en la quconfundieron con un obsidiano y embarca hacia la Agogé, donde entren combate espacial.

—Supongo que podéis decir

siempre soñé con ser obsidiano —con un trueno de voz.Cuando era niño, se escabullía d

residencia de veraneo de su familiueva Zelanda, la Tierra, para uniros obsidianos que practicaban agoge, las exigencias nocturnas d

entrenamiento, durante las cualesdedicaban al robo y al pillaje psuplementar la insignificante dieta

es daban en la Agogé. Se peleab



uchaba con ellos por trozos de comDice que siempre ganaba, hasta conoció a Helga. Mustang y yo miramos y tratamos de no romper aa carcajadas cuando se explaya grandilocuencia sobre las amp

proporciones de Helga, sus grupuños y sus voluminosos muslos. —El suyo fue un gran amor —

digo a Mustang. —Sí, y sacudió la tierra —respoella.

Tacto me despierta a la mañsiguiente. Sus ojos son fríos combrisa del amanecer.

—Los caballos han decid

escapar. Todos ellos. —Nos guía h



os chicos de Ceres que estavigilando los caballos—. Ningunoellos ha visto nada. En un momentocaballos estaban ahí, y al otro hadesaparecido.

—Los pobres caballos deben

estar confundidos —dice Pax, afli—. Anoche el tiempo estaba tormenQuizá se hayan ido a los bosques

protegerse.Mustang levanta las cuerdas a que estaban amarrados los cabadurante la noche. Partidas por la mit

—Más fuertes de lo que parecíaañade Mustang, suspicaz.

—¿Tacto?

Señalo la escena con la cabeza.



Mira a Pax y a Mustang antescontestar.

—Hay pisadas… —¿Pero? —¿Por qué malgastar mi aliento

Se encoge de hombros—. Ya sabe

que voy a decir.Los próctores rompieron cuerdas.

No le cuento a mi ejército lo quocurrido, pero el rumor se extiecomo la pólvora cuando se apiñan entrar en calor. Mustang no me hpreguntas, aunque sabe que hay algono le he contado. Al fin y al cabo, y«encontré» sin más la medicina que

en los bosques del norte.



Intento pensar en este nuobstáculo como una prueba. Cuacomience la rebelión, pasarán ccomo esta. ¿Cómo reaccionar? Resp dejar salir la ira. Soltarla y avan

Es más fácil decirlo que hacerlo.

Nos movemos hacia los bosqueshay al este. Sin caballos no podehacer nada más en las llanuras cerca

río. Mis rastreadores me dicen qucastillo de Apolo está cerca. ¿Cómoa conquistarlo sin caballos? ¿Sin nque nos dé velocidad?

Al caer la noche, sale a relucir obstáculo. Los pucheros de sopa querajimos de Ceres para cocinar en

fuego están resquebrajados. Todos e



Y el pan que habíamos guardadoforma segura en las mochilas está lde gorgojos. Crujen como semugosas cuando tomo mi cena de

Para los seleccionadores parecerádesafortunado giro de

acontecimientos. Pero yo sé que algo más.Los próctores me advierten de

me dé la vuelta. —¿Por qué te traicionó Casio? —pregunta Mustang esa noche mienpernoctamos en una hondonada bajventisca. Los centinelas de Divigilan el perímetro del campamdesde los árboles—. No me mientas

—En realidad le traicioné yo



confieso—. Yo… Fue a su hermanquien tuve que matar en el Paso.

Abre los ojos como platos. Despde un momento, asiente.

—Un hermano mío murió. No eo fue lo mismo. Pero… una muert

cambia las cosas. —¿Te cambió? —No —contesta, como si acab

de darse cuenta—. Pero cambió afamilia. Los convirtió en gente a la qveces no reconozco. Así es la vsupongo. —Retrocede de repent¿Por qué le dijiste a Casio que matasu hermano? ¿Tan loco estás, Segado

—Yo no le dije ni una mierda

hicieron los próctores por medio



Chacal. Le dieron un holocubo. —Entiendo. —La mirada se le t

fría—. Así que están haciendo trampfavor del hijo del archigobernador.

Los dejo a ella y al calor del fuego r a mear al bosque. El viento es frseco. Los búhos ululan en las ram

hacen que me sienta observado enoche. —¿Darrow? —pregunta Mus

desde la oscuridad.Me doy la vuelta. —Mustang, ¿me has seguido?Darrow, no Segador. Algo va m

Algo en la forma en la que pronunci



nombre, y el hecho de que me llamemi nombre. Es como si oyera a un adrar. Pero no logro verla en

oscuridad. —Creo que he visto algo —d

aún entre las sombras, con esa voz

emana de la profundidad del bosquEstá justo aquí, te vas a quepasmado.

Sigo el sonido de su voz. —Mustang, no te alejes campamento. ¡Mustang!

—Ya estamos lejos, cariño.A mi alrededor, los árboles se a

ominosos. Las ramas intenalcanzarme. El bosque está en silen

Oscuro. Es una trampa. No es Musta



¿Los próctores? ¿El Chacal? Algme observa.

Cuando algo te está observando ysabes dónde está, solo cabe hacer cosa sensata. Cambiar todo paradigma, igualar el campo de ju

Obligarlo a que tenga que buscarte.Me pongo en movimiento. Vuecorriendo hacia mi ejército. Despué

escondo veloz detrás de un árbol. Tpor él y espero, al acecho. Sacocuchillos. Listo para arrojarlos. manto enroscado en torno a mi cuerp

Silencio.Después oigo ramitas que

rompen. Algo se mueve en el bos

Algo gigantesco.



—¿Pax? —pregunto. Nadie responde.Entonces siento una mano fuerte

me toca el hombro. La rama sobre laestoy agazapado se hunde con el pcuando un hombre desactiva

espectrocapa y se materializa en el Lo he visto antes. Tiene el pelo de crubio oscuro, corto y pegado a

cabeza, y le enmarca el rostro deoscura parecido a un dios. El meestá tallado en mármol; y los ojocentellean de manera diabólica, brillantes como su armadura. El próApolo. La cosa gigantesca aún se mdebajo de nosotros.

—Darrow, Darrow, Darrow



cacarea encima de mí con la vozMustang—. Fuiste una estupemarioneta, pero ahora no estás bailacomo deberías. ¿Vas a ser un buen c te vas a marchar al norte?

—Yo…

—¿Te niegas? No importa.Me tira de la rama, con fueChoco con alguien al caer. Caigo e

nieve. Olor a caspa. Pelaje. Y despruge la bestia.



38

LA CAÍDA DE APOLO

El oso es enorme: más grande qucaballo, grande como un carro. Blacomo un cadáver sin sangre. Los rojos y amarillos. Dientes negroafilados tan largos como mi antebr

ada comparable a los osos que

visto en la HP. Una franja de color e recorre la columna. Las patas como dedos, ocho en cada una.

antinatural. Fabricado por los tall



por diversión. Lo han traído a ebosques para matar; en concreto, matarme a mí. Sevro y yo lo oímos hace meses cuando fuimos a hacerpaces con Diana. Ahora siento su ba

Me quedo allí como un estúp

durante un momento. Después, el vuelve a rugir y embiste.Ruedo, corro. Nunca he huido

rápido de nada ni de nadie. Vuelo. Pel oso es más rápido, aunque menos El bosque se estremece cuando aplarbustos y árboles.

Corro junto a una robusta deiarbórea y me meto entre las zarzassuelo allí cruje a mi paso y me

cuenta, mientras la nieve y las h



crujen bajo mis pies, de dónde encuentro. Interpongo el lugar entroso y yo, y espero a que la beatraviese los matorrales. Irrumpe fuerza y se me echa encima. Doy un hacia atrás. Entonces desapar

chillando mientras se desploma en rampilla situada en el suelo sobre empalizada. Mi alegría habría du

más si yo no hubiera trastabillado hatrás y hubiera caído en una segurampa.

La tierra se da la vuelta. Lo hagoen realidad. La pierna se me elevagolpe hacia arriba y quedo suspenen el aire en el extremo de una cue

Me quedo allí colgado durante ho



demasiado asustado como para llammi ejército por miedo al próctor ApLa cara me hormiguea y me pica deal torrente de sangre que baja haciacabeza. Entonces una voz conoatraviesa la noche.

—Vaya, vaya, vaya —se burla lacon desdén—. Parece que tenemospieles para desollar.

Sevro tuerce una sonrisa cuando le que me he aliado con Mustang. Ecampamento, donde esta estpreparando equipos de rescate parasalieran en mi busca, la reputación

Sevro le precede más que a ningún



norteño. Los minervanos lo temen.otra parte, Tacto y los demás CabaMuertos están encantados.

—¡Pero si es mi amigo del vien—exclama Tacto con desidia—. ¿Ycojera?

—Tu madre me echó un polvo me dejó deslomado. —Bah, tendrías que ponerte

puntillas para poder besarle siquierbarbilla. —No era la barbilla lo que es

ntentando besarle.Tacto hace batir las palmas e

risas y coge a Sevro para darlerepulsivo abrazo. Son dos ti

peculiares, pero supongo que e



arrimados dentro de un caballo muune mucho; crea mellizos de mórbida clase.

—¿Dónde estabas? —me pregMustang en voz baja, mientras me laparte.

—Espera un momento.Ahora Sevro solo tiene un ojo. que él es el demonio de un solo ojo

que me advirtió el emisario apolíneo —Siempre me he preguntado clase de pequeños energúmenos evosotros los Aulladores —dMustang.

—¿Pequeños? —pregunta Sevro —Eh… No pretendía ofender.

Sevro sonríe con ganas.



—Soy pequeño. —Bueno, nosotros los de Mine

creíamos que erais fantasmas. —Luna palmadita en el hombro—. Nsois. Ni yo soy un caballo must¿Ves? No tengo cola. Y no —interru

a Tacto—, nunca me han puesto una de montar, ya que me lo ibas a preguSe lo iba a preguntar.

—Servirá —me murmura Sevro ado. —Me gustan —dice Mustang de

Aulladores un poco después—. Hque me sienta alta.

—¡Essstupendo! —Tacto cogepiel del oso con un gruñido—. Qué b

Han encontrado algo del tamaño de P



Antes de unirnos al grupo juntnmenso fuego que está avivando

Sevro me aparta y saca una maDentro está mi falce.

—La encontré en el barro yguardé para ti —dice—. Y la he afil

Ya no se deben usar armas sin afilar. —Eres un amigo. Espero quesepas. —Le doy una palmada en

hombro—. No un amigo en el juegoamigo de verdad, cuando salgamos aquí y tal. Lo sabes, ¿verdad?

—No soy idiota.Se ruboriza de todos modos.Por él descubro, junto a la fog

que tanto él como los Aullado

Cardo, Muecas, Payaso, Hierbaj



Guijarro —la morralla de mi antcasa— solo se quedaron un día desde que yo desapareciera.

—Casio dijo que el Chacal te hcogido —dice Sevro con la boca lde pan con gorgojos—. Estos fr

secos están deliciosos.Come como si llevara semanashacerlo.

Nos sentamos en los GranBosques cerca del fuego, bañados puz de los crepitantes leños. Must

Milia, Tacto y Pax se unen a nosoreclinándose en un árbol caído sobnieve. Todos vamos llenos de farcomo animales. Estoy sentado al lad

Mustang. Tiene una pierna enroscad



as mías debajo de las pieles. El pedel oso de los tallistas apestachisporrotea en el fuego. La grasa gen las llamas. Pax la llevará cuandoseca.

Sevro buscó al Chacal después

que Casio le hiciera tragarse aqumentira. Mi pequeño amigo no entrdetalles. Odia los detalles. Se limi

señalar la cuenca vacía del ojo y dic —El Chacal me debe una. —Entonces ¿lo has visto? —

pregunto. —Era de noche. Vi su cuchillo

siquiera oí su voz. Tuve que saltar pmontaña. La caída hacia el resto d

manada fue interminable. —Lo



como si tal cosa. Aunque sí me hfijado en su cojera—. No podíaquedarnos en las montañas. hombres… Están por todas partes.

—Pero nos llevamos parte de montañas con nosotros.

Cardo toca las cabelleras que len la cintura con una sonrisa mateMustang se estremece.

En el sur se ha desatado el caos.únicas casas que quedan son ApVenus, Mercurio y Plutón; pero dque Mercurio ha sido reducida aejército de vagabundos errantes. pena. Me caía bien su próctor. Estupunto de escogerme en la selección

habría hecho si le hubieran dejado.



pregunto qué habría pasado entonces —Sevro, con esa pierna, ¿cómo

rápido dirías que puedes corpongamos, dos kilómetros? —pregu

Los demás se quedan perplejos a pregunta, pero Sevro se limit

encogerse de hombros. —No me hace ir más lento. Congravedad tan baja, minuto y medio.

Me digo que deberé contarle mi después. —Tenemos cosas más importa

que discutir, Segador —sonríe TactBueno, he oído que estabas colgacabeza abajo en el bosque por la traque esta de aquí puso. —Le da

palmadita en el muslo a Cardo;



sonríe cuando él deja ahí su mano. Ecolección de cabelleras lo que despsu afecto—. ¿O es que creías que te a escapar sin contárnoslo?

No es tan gracioso como él magina.

Me toco el anillo. Si lo cueestaría firmando la sentencia de mupara todos ellos. En este mom

Apolo y Júpiter me escuchan. MiMustang y me siento vacío. arriesgaré a perderla para ganar uego amañado. Si fuera una bupersona, dejaría el anillo encendMantendría la boca cerrada. Pero teplanes pendientes, y dioses que dest

Me quito el anillo y lo pongo sobr



nieve. —Finjamos por un momento qu

somos de casas distintas —comienzCharlemos como amigos, sin anillo.

Sin caballos, sin movilidad, no teninguna ventaja sobre mi enemigo eierras circundantes. Otra lección

aprender. Me busco una ventaja, nueva estrategia. Hago que me temanMi táctica consiste en fragmen

Divido mi ejército en seis faccionediez cada una que estarán bajo mando, el de Pax, Mustang, Tacto, M, debido a una sorprende

recomendación de Milia, Nyla.



habría dado a Sevro uno de los grupero ni él ni los Aulladores quivolver a apartarse de mi lado. Se sieresponsables por la cicatriz de mi tr

Mi ejército entra en el territorioApolo como lobos hambrientos.

asaltamos el castillo, pero atacamosfuertes. Prendemos fuego a almacenes de suministros. Dispara

con flechas a los caballos. ensuciamos los suministros de agualevamos noticias falsas a los esclavos dejamos escapar. Matamos

cabras y sus cerdos. Les destrozaos barcos con las hachas. Robamos

armas. No permito que se co

prisioneros salvo si son alumnos



Venus, Juno o Baco esclavizados Apolo. Dejamos escapar a todos demás. Hay que propagar el miedo eyenda. Mi ejército lo entiende más

ninguna otra cosa. Son dogmátiCuentan historias sobre mí junto

fuego. En esto Pax es el cabecilla; que soy un mito encarnado. Muchomis soldados empiezan a tallar falce

os árboles y en los muros. TactCardo los tallan en la carne. Y miembros más habilidosos de mi eqfabrican estandartes con pieles de eñidas que llevamos a la batalla e

punta de las lanzas.Mezclo a los esclavos de la Cas

Ceres y al resto de los escla



capturados de otras casas pntegrarlos en todas las facciones

que sus lealtades están cambiando. Pa poco. Empiezan a llamarse amismos no como Ceres, MinervDiana, sino por el nombre de su facc

Pongo a cuatro de los soldadosCeres, los más pequeños, con Sevos Aulladores. No sé si estos panad

podrán ser combatientes de élite como fue la morralla de Marte; pero sialguien capaz de quitarles la grasabebé es Sevro.

El miedo carcome a Apolo duruna semana. Nuestras filas aumenLas suyas disminuyen. Los escla

iberados nos hablan del terror



dominaba el castillo, de la preocupade que yo fuera a emerger de entresombras con mis ensangrentadas cde lobo para incendiarlo todo y mua diestro y siniestro.

No le tengo miedo a la Casa

Apolo. Son unos estúpidos ineptos no saben adaptarse a mis tácticasquienes tengo miedo es a los prócto

al Chacal. Para mí son lo misDespués del intento fallido de Apolquitarme la vida, tengo miedo de hagan algo más directo. ¿Cuándo despertaré con un filo en la espaEste es su juego. Podría morircualquier momento. Tengo que destr

a Casa de Apolo enseguida, echar



uego al próctor Apolo antes de quedemasiado tarde.

Mis tenientes y yo nos sentamoel bosque alrededor del fuego pdiscutir la estrategia del día siguie

os hallamos a menos de

kilómetros del castillo de Apolo, no se atreven a atacarnos. Estamos emás profundo del bosque. Nos prof

anto miedo que están apretujándentre sí. Tampoco nosotros atacamos. Sé que el próctor Apdinamitaría hasta el más astuto nuestros asaltos nocturnos.

Antes de que podamos empeyla pregunta sobre el Chacal. Se

habla en voz baja mientras cuenta lo



aprendió en las montañas. Sube el tomedida que se da cuenta de queestamos escuchando.

—Su castillo está en alguna pdel monte. No está en las cumbres, que es subterráneo. Cerca de Vulc

Vulcano tuvo un comienzo de primTrepidante. Hostigaron a Plutón al tedía. Unos tíos mierdas eficientes. Pl

no estaba preparado, así que el Chomó el control, e hizo que se retirodos a las profundidades de los tún

Los de Vulcano entraron como huracán con armas sofisticadas heen sus propias fraguas. Todo estabocado al fin. El Chacal habría

esclavo desde la primera semana.



que demolió el túnel (sin plan, salida) para conservar una oportunde ganar el juego. Con eso mató a de su propia casa, montones superiores. Los medibots no posalvar a nadie. Abandonó a cuarenta

resto en aquellas lóbregas cuevas. Aen abundancia, pero nada de comEstuvieron allí durante casi un mes a

de que consiguieran excavar una sa—Sonríe y recuerdo por qué Fitchnlamó Trasgo—. ¿Adivináis

comieron?Si un chacal queda atrapado en

rampa se comerá su propia pie¿Quién me contó eso?

El fuego chisporrotea entre noso



Esperaba que Mustang se revolvnquieta, pero en vez de eso lo que

es rabia cuando se revelan los detaPura rabia. Tuerce la mandíbula y picolor en el rostro. La cojo de la mdebajo de la manta, pero ella no

devuelve el apretón. —¿Cómo has descubierto todo e—pregunta Pax con su voz atronador

Sevro dobla uno de sus cuchicurvos con la uña, produciendo un intineo en el aire nocturno. El

resuena dentro del bosque, rebotandos árboles y regresando a nues

oídos como una frase perdida. Desno logro oír nada en el bosque, nada

que el fuego. El corazón me da



vuelco en la garganta y la miradaSevro se cruza con la mía. Tendrá encontrar a Tacto.

Un campo inhibitorio nos envuelv —Hola, niños —dice una voz e

oscuridad—. Un fuego tan brill

resulta peligroso de noche. Y sois ccachorritos, todos ahí acurrucados;no os levantéis.

La voz es melodiosa. FrívResulta un sonido inquietante despuéestos meses de penurias. Ninguna suena como esa. Entra con el pcalmoso y se deja caer al lado de Apolo. Esta vez no se ha traído un sino una enorme lanza que gotea chi

moradas en la parte cargada.



—Próctor Apolo, bienvenido —saludo.

Los centinelas están encaramadoos árboles, apuntando con las flech

próctor. Me despreocupo de la trame pregunto que para qué ha ven

como si fuera la primera vez que vemos. Su presencia me trae un menmuy simple: mis amigos están

peligro. —Para deciros que volváis a cmis queridos nómadas.

Abre un ánfora de vino y nospasa. Nadie bebe, excepto Sevro. Ése despega del ánfora.

—Se supone que los próctores

ienen que interferir en nada. Lo d



as reglas —protesta Pax confundid¿Con qué derecho viene aquí? Estuego sucio.

Mustang secunda la pregunta.El áureo suspira, pero antes de

pueda decir nada, Sevro se levan

eructa. Se dispone a marcharse. —¿Adónde vas? —pregunta Apcon brusquedad—. No me des

espalda. —Voy a mear. Me he bebido todvino. ¿Prefieres que lo haga aquí?Ladea la cabeza y se toca el pequestómago—. Quizá también aprovpara cagar.

Apolo arruga la nariz y vuelv

mirarnos. Deja marcharse a Sevro.



—Tratar de influir en el resultapenas se considera juego sucio,gigantesco amigo —se explica—. solo me preocupo de vuestro bieneAl fin y al cabo, estoy aquí para guien vuestros estudios. Sería mejor

vosotros si regresarais al norte, esodo. Es una estrategia mejor, digámasí. Terminad la batalla aquí, consol

vuestro poder y, después, desplegSon las reglas de la guerra: exponerse cuando hay debilidad. empujar al enemigo a la batalla cuase está en inferioridad. No tecaballería. Ni cobijo. Apenas llearmas. No estáis aprendiendo co

deberíais.



Su sonrisa es acogedora. Le cruzhermoso rostro como una luna crecimientras le da vueltas a los anillos leva en los dedos, a la espera

nuestra respuesta. —Qué cortesía por su pa

preocuparse de nuestro bienestarresponde Mustang en una parodia deerga—. Qué digo, ¡sumamente co

Es un bálsamo para mi corazPrestándonos esta atencpersonalizada cuando es, ni más meel próctor de otra casa. Pero, díga¿sabe mi próctor que ha venido aquíel de Marte? —Señala a la callMilia con la cabeza—. ¿Lo sabe Ju

¿Está haciendo una travesura, b



señor? Si no es así, ¿por qué haycampo inhibitorio? ¿O es que hay omirando?

La mirada de Apolo se enduraunque la sonrisa persiste.

—Para serte sincero, vues

próctores no saben a qué estáis jugaTuviste tu oportunidad, VirgiPerdiste. No dejes que te amar

Darrow te venció de manera justclara. ¿O es que el invierno que hapasado juntos os ha vuelto ciegos anhecho de que solo puede haber una ganadora, solo un primus vencedor?verdad estabais todos tan ciegEste… chico no puede daros nada.

Recorre todo el grupo con la mir



—Lo repetiré, que ya veo que esun poco oxidados: el que gane Darno significa que ganéis vosotros. Nos ofrecerá aprendizaje alguno poo ven como el causante de vue

éxito. Os limitáis a seguir, como

general Ney o Áyax el Menor, y ¿qse acuerda de ellos? El Segadorsiquiera tiene su propio estandarte

está usando. Eso es todo. Os avergonzando y echando a pevuestras posibilidades de seguir carrera después del primer año.

—Es un poco pesado, con todrespeto, próctor —le contesta Nylasu acostumbrada amabilidad.

—Y tú todavía eres una esclava



Apolo le señala la marca—. Apta odo tipo de abusos.

—Solo hasta que me haya ganadderecho a llevar uno de esos —mientras señala el manto de loboMustang.

—Tu lealtad es conmovedpero…Pax le interrumpe.

—¿Permitirías que te diera latighasta sangrar, Apolo? Darrow permitió. Deja que te fustigueobedeceré como un rosa. Promesobre la tumba de mis antepasadosde Telemanus y de…

—No es más que un buróc

florecilla —dice entre dientes Mili



Háganos un favor y váyase a la mierMis tenientes son leales, pero

estremezco al pensar en lo que habdicho Tacto y Sevro de haber estunto al fuego con nosotros. Me e

hacia delante para intimidar a Apol

pesar de todo, tengo que provocarlo —Haznos un favor, ¿eh? Cógetconsejo, métetelo por el culo y lár

de aquí.Alguien se ríe sobre nuescabezas, una risa de mujer. Opróctores nos observan desde dentrocampo inhibitorio. Veo siluetas enbruma. ¿Cuántos están miran¿Júpiter? ¿Venus, quizá, por la risa?

sería perfecto.



Las llamas se reflejan en el rostrApolo. Está enfadado.

—Hasta donde yo sé, la lógicaesta: el invierno podría ponerse frío, niños. Cuando fuera se pone as cosas mueren. Como los lo

Como los osos. Como los cabamustang.Tengo una respuesta de lo m

prolija. —Me pregunto, Apolo, qué passi los seleccionadores se enteraranque te las estás arreglando para que el hijo del archigobernador. estuvieras, por ejemplo, amañanduego como un maestro del crimen

baratillo.



Apolo se queda petrificado. continúo.

—Fallaste cuando intentamatarme con ese estúpido oso. Avienes aquí como el idiota desespeque eres para amenazar a mis am

cuando a ellos no les emociona la de traicionarme. ¿De verdad vamatarnos a todos? Sé que puedes e

o que quieras de las imágenes queos seleccionadores. Pero ¿cómo vexplicarles que morimos todos?

Los tenientes fingen sorpresa.Continúo. —Digamos que el emperador de

flota, digamos que un legado, diga

que cualquiera de los seleccionad



de cualquiera de las casas descubrque el archigobernador estaba paganos próctores para que hicieran tram

para eliminar a la competencia y quhijo ganara y los suyos perdie¿Crees que habría consecuencias

os próctores sobornados? ¿Y paraarchigobernadores? ¿Crees que pomportarles que sus hijos estén muri

en un juego amañado? ¿O que te epagando para destrozar el sistmeritocrático? Los mejores ascende¿O eso lo hacen los mejor relacionad

A Apolo se le hiela la sonrisa.Levanta la mirada hacia los de

próctores. Tienen el sentido común

permanecer invisibles. Él ha tenido



sacar el palito más corto para bajar ser el rostro de su engaño. enientes se callan cuando habla.

—Si de verdad lo descubrieniños, todo el mundo pagaría consecuencias —amenaza Apolo—.

que os invito a vigilar esas lengmientras aún las tengáis. —¿O de lo contrario…? —preg

Mustang belicosa—. ¿Qué crees quea hacer? —Tú deberías saberlo mejor

nadie —responde. No entiendo el comentario, per

charada de Apolo ha llegado a su fincontado los segundos transcurr

desde que Sevro se fue. Los prócto



no. Me vuelvo hacia Mustang. —¿Cuánto tarda Sevro en correr

kilómetros? —Con esta gravedad, minuto

medio, yo creo. Aunque es mentirosillo, así que a lo mejor es

rápido. —¿Y a qué distancia está el casde Apolo?

—Pues yo diría que a unos kilómetros, quizás algo más.Apolo se incorpora de un sa

buscando a Sevro. —Espléndido —digo—. O

Mustang, ¿sabes lo que más me gustos campos inhibitorios?

—¿Que no puede salir nin



sonido? —No. Que no puede entrar nin

sonido.Apolo desactiva el cam

nhibitorio y oímos los aullidos. Viede lejos, a unos tres kilómetros

distancia. Desde las murallas. Lascastillo de Apolo. Los medibotsdirigen ululantes hacia los gri

dejando una estela a su paso poejano cielo. —¡Venus! ¿Es que no los esta

vigilando? Serás estúpida… —rApolo al aire vacío.

—El bajito se ha quitado el an—grita una mujer invisible—. ¡Todo

han quitado los anillos! No puedo



nada si no llevan los anillos puestomenos en un campo inhibitorio!

—Pero ya se los han vuelto a p—le comunico—. Así que encienderminal de datos y dime lo que ves.

—Serás…

Apolo aprieta los puños. Retrocde golpe. Mustang se interpone eambos, al igual que Pax.

—¡Oh, oh! —estalla Pgolpeándose el pecho con su giganthacha. La armadura que lleva debaja capa de oso suena de manera sor

rítmica—. ¡Oh, oh!La nieve vuela cuando Apolo

del bosque a toda velocidad. Los de

próctores lo siguen muy de ce



Llegarán demasiado tarde. Que editeque quieran, que interfieran lo que lea gana: la batalla para vencer a la C

de Apolo ya ha empezado; y SevTacto han reclamado las almenas.

Mis tenientes y yo llegamos a

batalla a tiempo de ver cómo Tacto ta la torre más alta con un cuchillo eos dientes. Allí de pie al borde d

parapeto de cien metros de altura, cun temerario campeón griego, se os pantalones y mea encima

estandarte de la Casa de Apolo. Sarrastrado por la mierda para ganese estandarte. Los esclavos capturamos a lo largo de esta sem

nos contaron los puntos débiles



castillo —unos enormes agujeros enetrinas— así que Tacto, Sevro y

Aulladores las aprovecharon con rapidez pasmosa y eficiente. soldados de la Casa de Apolodespertaron ante unos demon

cubiertos de estiércol. Ay, qué terrolor desprenden mis soldaconquistadores cuando me abren

puerta. Dentro reina un caos informeEl castillo es alto, blanco y cubide ornamentos. La plaza es redondiene seis grandes entradas que lle

hasta seis grandes torres en espiral.vacas y las ovejas abarrotan umprovisados rediles en un extrem

a plaza. Los guardias de Apolo se



replegado allí. A sus espaldas emergorrente de aliados de las entradas dorre. Superan en número a mis hom

en una proporción de tres a uno. Pos míos no son esclavos sino homibres. Lucharán mejor. Pero no son

números lo que amenaza con ponebalanza en contra de mi ejército invEs el primus de Apolo, Novas. Apo

dio su propia arma de pulsos. Una lque brilla con chispas moradas. Tcon la punta a una de los CabaMuertos de Diana y la chica despedida a tres metros de distancomo un juguete roto que convulsionel suelo mientras se le van cayendo

piezas.



Reúno a mis huestes cerca degarita, en el mismo interior de la pMuchos siguen en las torres, coTacto. Tengo a Pax, Milia, NMustang y otros cuarenta a mi espaEl primus enemigo dirige a su ejér

Podría destrozarnos solo con la lanz —Mustang, ¿estás lista con estandarte? —pregunto.

Siento su mano en la parte baja despalda, debajo de la coraza. Yelmolevo. Me he recogido el pelo en

coleta atada con una cinta de cuerorostro ennegrecido por el hollín.falce en la mano derecha. Enzquierda, un bastón eléctrico acort

yla lleva el estandarte de Ceres.



—Pax, tú y yo somos la guadChicas, vosotras sois las recolectora

Los hombres que tengo en las toaúllan cuando corren a toda velocidsaltan desde arriba para unirse abatalla, entrando en tropel en la p

desde todos los ángulos. Las pieleobo manchadas desprenden un apestoso. Los adoquines que separ

os míos de los de Apolo están cubiede una espesa capa de nieve que lhasta los tobillos. Los próctodestellan en el aire, esperando quanza de pulsos dé cuenta de mi ejér

—Captura al primus —me susMustang al oído. Señala al chico al

fuerte y me da una palmada en el tra



—. Reclámalo. —Veinte metros y te paras, Pax

digo en voz baja.Pax hace un gesto de aprobac

ante mi orden. —¡El primus es mío! —exclamo

un bramido a mi ejército y al de A—. Novas, condenada furcia. ¡Eres Babosa lameorines. Inmundo pedaz

mierda. —Cuando el alto y demnvasor con la falce le grita a su primel ejército de Apolo huye por instintEsclavizad al resto —aúllo.

Entonces Pax y yo cargamos.Los demás nos siguen en ole

ntentando alcanzarme. Dejo que Pax

adelante. Vocifera con el hacha



guerra en la mano y carga contra N su grupo de guardaespaldas, un g

de chicos armados hasta los dientesmanos carmesíes pintadas en los casLideran la carga de los anfitrioenemigos, directos hacia Pax, baja

as lanzas para detener su enloquecarga. Estos son del tipo altanero,elegantes asesinos que ya hace mu

que se volvieron demasiado arrogacomo para entender que corren peligcomo para sentir miedo mienplanean enfrentarse a Pax con las arm

Entonces Pax se detiene.Y, sin romper el paso, salto ha

delante para que me agarre un pie co

mano; cojo impulso y me lanza



metros en el aire. Chillo todo el tiemcomo si me hubieran sacado de maldita pesadilla, y me estrello coos guardaespaldas. Tres de ellos c

al suelo. Una lanza cualquiera encuentra con mi estómago y me a

as costillas, y me giro justo cuandridente agujerea el aire donde ahabía estado mi cabeza. Me pongo

pie, me balanceo en horizontal barripiernas. Esquivo un golpe con un gicuando lo termino, asesto una puñaen diagonal y le destrozo la clavícualgún alto adversario. Otra lanza viepor mí, pero la aparto y me apresurecorrerla hasta la empuñadura

hincarle la rodilla en la cara a un c



superior de Apolo. Cae hacia atrás, yleva con él, la rodilla enganchada e

visera del casco. Asesto golpediestro y siniestro mientras avanzoa atalaya, aturdiendo a otros

superiores con varios golpes en b

hasta que pierdo el equilibrio y caigsuelo.Impactamos contra la nieve. El c

superior se rompe la nariz y qunconsciente, pero yo siento la roentumecida y ensangrentada del gcuando la sacudo para sacarla del cdel superior. Ruedo para alejarpensando encontrarme unas lanzas me corten en filetes. Pero no lo ha

He destruido en mil pedazos la cab



del ejército de Apolo en un únicferoz ataque. Pax y mi ejército haceentrada triunfal como una cortinahierro hasta que me quedo solo

ovas en el epicentro del caos. grande y fuerte. Con un movimi

amplio de la lanza destroza el escudun Aullador. Arroja a Milia hacia atralcanza a Pax en el brazo con la la

irándolo al suelo como a un muñecosoy más alto y más fuerte. —¡Novas, guapita! —le grito

Rosita llorona!Sus ojos centellean cuando me

legar.La batalla se toma un resp

colectivo cuando se da la vuelta



encararme como un alce se encontra el líder de una manada de lo

os acercamos lentamente el unootro. Él ataca primero. Le esquivo ya vuelta a toda la lanza hasta pone

detrás de él. Entonces, con un úni

contundente golpe, como si estuvderribando un árbol con mi falcerompo la pierna y le arrebato la lanz

Gimotea como un niño. Me sisobre su pecho, henchido por satisfacción de saber que yo no gemesta forma cuando me rompieron yquitaron las piernas en el tallerMickey. Bostezo de manera ostentopesar del caos que bulle a mi alrede

Mustang toma las riendas de



batalla.Solo escapa un miembro de la C

de Apolo. Una chica. Es rápida, pampoco es un miembro muy import

De alguna forma consigue saltar dorre más alta y, sin más, flota hast

suelo con el estandarte de Apolo. Pamagia. Pero me doy cuenta dedistorsión que la envuelve. El pró

Apolo preserva su posición en el juLa chica encuentra un caballo y se al galope de mi ejército cabalgaduras. Pax le arroja una ladesde cierta distancia. Va bencaminada y habría clavado el cabal césped de no ser porque un pecu

viento milagroso desvía la lanza



ejos. Al final es Mustang la que cogcaballo de los establos de Apolpersigue a la chica con las AulladCardo y Guijarro hasta darle cazarae tumbada boca abajo sobre

pescuezo de su caballo, azotándol

rasero con el estandarte miencabalga de regreso.Mi ejército ruge cuando Must

entra al trote en la plaza del casomado. Ya hemos liberado a esclavos de la Casa de Ceres; se ganado su lugar en el ejército. SaluMustang desde lo alto de las muradonde estoy con Sevro y Tacto; los nos cuelgan imprudentemente en

borde. La Casa de Apolo ha caído



menos de treinta minutos, a pesar dnterferencia de Apolo con la lanz

pulsos.El próctor Apolo se reúne

Júpiter y Venus en el cielo. Brillan euz del amanecer como si no hub

pasado nada. Pero yo sé que tendrádejar el juego. Hemos conquistadcastillo y el estandarte. Ya no pu

hacerme más daño. —¡Estás acabado! —provocoApolo—. ¡Tu casa ha caído!

Mi ejército vuelve a rugir. deleito con el sonido y con el airenvierno cuando el sol corona la la

occidental del Valles Marineris. Mu

de esas voces deben de pertenece



esclavos. Sin embargo, gritan con gaPronto, incluso los de la Casa de Ame seguirán.

Me río sin control. El fuego dvictoria me arde en las venas. Hevencido a un próctor. Pero Júpiter

puede herirnos. Su casa sigue invndemne en el lejano norte. Una súra me sorprende junto con otra pa

más sombría: la arrogancia, una fur colérica arrogancia. Cojo la lanzpulsos, ladeo el brazo con ímpetanzo el arma tan fuerte como pu

hacia la reunión de próctores. ejército observa este acto mprudencia. Los tres próctores

dispersan cuando la lanza atravies



protección. Se vuelven para miraHay fuego en sus ojos. Pero la cóque hay en mí no se ha apagado conmera lanza. Odio a estos imbécmaquinadores. Los destrozaré.

—¡Júpiter! ¡Serás el siguie

Serás el siguiente, pedazo de mierdEntonces Pax grita mi nombredespués la voz de Tacto lo repite

después Nyla desde una torre. Ycientos de voces lo corean por todcastillo conquistado: desde el patos parapetos y las torres en lo a

Baten las espadas, las lanzas y escudos, y después se los lanzan apróctores. Un centenar de proyec

chocan de manera inofensiva contra



escudos de pulsos, y muchos miemde mi ejército tienen que disperspara que las armas no les empalen ecaída. Pero la visión merece la penadulce sonido de lluvia de metal sobempedrado. Y vuelven a gritar

nombre. Corean y corean el nombreSegador a los próctores, porque asaben contra quién luchamos.



39

EL BOTÍN DE LOSPRÓCTORES

Mi ejército duerme hasta bien entrad

mañana. Yo no necesito descansar, pacompaño a Sevro y a otros seis chen las murallas. Se quedan cerca csi los próctores pudieran aprovecualquier resquicio para matarme.

Sevro ha liberado a cinco alumde Mercurio de los grupos de escla

de Apolo. Se apiñan a su alrededo



as murallas para disputar juegosvelocidad. Se dan en los nudillos ver quién se mueve más rápido. Youego porque me resultaría muy

ganarles. Prefiero que los chavalediviertan. Mis chicos piensan que

conquista del castillo me ha converen una especie de prodigio, aunfueron Sevro y Tacto quienes hiciero

rabajo sucio. Mustang me dijo qualgo extraño. —Es como si creyeran que eres

otro tiempo. —No entiendo. —Como si fueras uno de

antiguos conquistadores. Los antig

dorados que usurparon la Tie



destruyeron las flotas y todo eso.usan como una excusa para no comcontigo. Porque, a ver, ¿cómo pcompetir Hefestión con AlejandroAntonio con César?

Siento un nudo en el estómago.

que ver cuánto me quieren, y eso esto no es más que un juego. Cuaempiece la rebelión, estos chicos s

mis enemigos; y yo los reemplazarérojos. ¿Con cuánto fanatismo comportarán esos rojos? ¿Importará ese fanatismo cuando tengan enfrentarse a gente como Sevro, TaPax o Mustang?

Veo a Mustang acercarse despa

hacia mí. Cojea un poco debido a



esguince. Aun así es todo eleganciapelo es un nido de ramitas; tiene los velados de ojeras. Me sonríe. preciosa. Como Eo.

Desde las murallas, alcanzamover los Grandes Bosques y vislumbr

comienzo de los territorios de Martas tierras altas del norte. A nuezquierda, las montañas nos obse

amenazantes desde el oeste. Musseñala al cielo. —Próctor a la vista.Los guardaespaldas que me rod

se ponen tensos, pero es solo FitchSevro escupe por encima de murallas.

—Albricias, el padre pródigo



regresado.Fitchner baja con una sonrisa

narra una historia de agotamiento, m un poquito de orgullo.

—¿Podemos hablar? —me pregmirando en derredor a mis ceñu

amigos.Fitchner y yo nos sentamos juntoa sala de guerra de Apolo. Mus

aviva el fuego. Fitchner la mira gesto suspicaz. Le incomoda presencia. Tiene una opinión prsobre la mayoría de las cosas, cooda la gente a la que conozco.

—Has liado una buena, chaval. —Quedemos en que no me vuelv

lamar «chaval» —le digo.



Asiente. No lleva chicle en la bo sabe cómo decir lo que tiene

decirme. La preocupación que leo emirada me da la pista definitiva.

—Apolo no se ha marchado Olimpo.

Se pone rígido, sorprendido porsuposición. —Correcto. Sigue allí.

—¿Y eso qué quiere decir, FitchnMustang viene a sentarse a mi lad —Solo eso —responde Fitchner

dejar de mirarme—. No ha dejadOlimpo como debería. Es todo un cApolo iba a obtener un nombramiugoso si el Chacal ganaba. Igual

Júpiter y algunos de los otros.



rumoreaba que iba a salir una plazcaballero pretor en Luna.

—Y ahora esa oportunidad desvanece —observa Mustang. Me luna rápida mirada con una media son—. Por un chico.

—Sí.Me río. El campo inhibitorio hque el sonido se repita en eco.

—Entonces ¿qué hay que hacer? —Tú sigues queriendo ga¿verdad? —pregunta Fitchner.

—Sí. —¿Y por eso estás haciendo t

esto? —me pregunta, aunque está cque tiene otra cosa en mente—. V

conseguir un aprendizaje hagas lo



hagas.Me inclino hacia delante y tab

sobre la mesa. —Todo esto me sirve p

enseñarles que no pueden hacer condenadas trampas en su propio ju

Que el archigobernador no puede dque su hijo es mejor y que debganarme por el mero hecho de h

nacido afortunado. Esto tiene que con el mérito. —No —dice Fitchner, y se e

hacia delante—. Esto va de políticaMira hacia Mustang—. ¿No le dicesse vaya de una vez?

—Mustang se queda.

—Mustang —dice con sorna—



bueno, Mustang, ¿qué te parecen engaños del archigobernador para gane su hijo?

Mustang hace un gesto ndiferencia.

—¿Matar o que te maten, engañ

que te engañen? Esas son las reglashe visto seguir a los áureos, sobre toos Marcados como Únicos.

—Engañar o que te engañen. Fitchner se golpetea el labio supecon un dedo—. Qué interesante.

—Tú lo de engañar deberías sab—le replica Mustang.

—Mustang, deja que Darrow yengamos unas palabras.

—Ella se queda.



—No pasa nada —murmura ellamanera críptica. Me aprieta el homcuando se marcha—. De todos modopróctor ya me aburre.

Cuando ella se marcha, Fitchnerclava la mirada. Se lleva una man

bolsillo, vacila y después saca algo.cajita. Me la pasa por encima de la m me indica con un gesto que la abra

alguna forma, ya sé lo que hay dentro —Bueno, la verdad es que debéis ya unas cuantas recompencabrones —le digo con una risa amcuando me pongo el cuchillo dactilaDancer en el dedo.

Flexiono la falange y salta un

que se extiende unos veinte centíme



sobre el dedo. Vuelvo a flexionafalange y se desliza hacia dentro.

—Los obsidianos te lo quitaantes de que fueras al Paso, ¿no? Medicho que era de tu padre.

—¿Alguien te ha dicho eso? —H

un agujero en la mesa de la salamando con el filo—. Cuánta imprecpor su parte.

—No hace falta que seas sarcástchaval. —Alzo rápidamente los para mirar a los de Fitchner—. Viaquí para ganarte un aprendizaje. Yhas hecho. Si sigues presionando apróctores, te matarán.

—Me parece recordar que ya he

enido esta conversación.



—Darrow, ¡lo que haces no tienmás cochino sentido! ¡Es temerario!

—¿Cómo que no tiene sentido?repito sus palabras.

—Si ganas al hijo archigobernador, ¿entonces qué? ¿

consigues con eso? —¡Todo! —exclamo. Tiemblorabia y le clavo la mirada hasta

controlo de nuevo la voz—. Eso pruque soy el mejor dorado de esta escuDemuestra que puedo hacer todo loellos hacen. ¿Y por qué tendría hablar contigo, Fitchner? Lo he heodo sin tu ayuda. No te necesito. ¡Antentó matarme y tú no hiciste n

Nada! Así pues, ¿qué es lo que te d



exactamente? ¿Esto, quizás? —Hemerger el filo.

—Darrow. —Fitchner. —Pongo los ojos

blanco.Da un manotazo en la mesa.

—No me hables como si fudiota. Mírame. Mírame, pedazoarugo condescendiente.

Lo miro. Le ha crecido la barrTiene el rostro demasiado macilpara ser un dorado. El pelo amarilencerado hacia atrás. No es que afuera atractivo, pero ahora lo es mque nunca.

—Mírame, Darrow. He tenido

uchar por todo lo que tengo. No na



a familia de un archigobernador. es todo lo lejos que puedo llegar, aundebería llegar mucho más lejos. Midebería llegar más lejos, pero ni puni lo hará. Morirá si lo intenta. Todmundo tiene un límite, Darrow. Un lí

que no puede sobrepasar. El tuyo es alto que el mío, pero no tanto comgustaría. Si lo sobrepasas, te aplasta

Aparta la mirada como si estuvavergonzado, y la fija en el fuego coceño fruncido. Su hijo. Se ve en el de la piel, en la cara, en el carácter a forma en la que se dirigen el un

otro. Qué estúpido soy por no habvisto antes.

—Eres el padre de Sevro



aventuro.Permanece callado durante al

iempo. Cuando habla, hay un tsuplicante en su voz.

—Le haces creer que puede samás alto de lo que puede. Vas a mat

muchacho. Y te matarás tú. —¡Entonces ayúdanos! —le sup—. Dame algo que pueda usar co

Apolo. O mejor aún, combátconmigo. Reúne a los demás próctoos combatiremos juntos.

—No puedo, muchacho, no puedSuspiro. —No, imaginaba que no lo haría —Mi carrera se terminaría en

nstante si te ayudara. Todo aquello



o que me he matado a trabajar, toesas cosas estarían en juego. ¿Para Solo para demostrarle algo archigobernador.

—Cuánto miedo le tiene todomundo al cambio —respondo ante

sonreír con sinceridad a ese homderrotado—. Me recuerdas a mi tío. —No habrá ningún cambio

rezonga Fitchner—. Nunca lo hay. Saprendes cuál es tu lugar, no vas a de esta, muchacho. —Parece comquisiera extender el brazo y tocarmhombro. No lo hace—. Demoniosrampa ya te la han tendido. Y e

caminando directamente hacia ella.

—Estoy preparado para las tram



del Chacal, Fitchner. O para lasApolo. Lo mismo da. No serán capde evitar lo que se les viene encima.

—No —dice Fitchner, que vacilado durante un instante—. No rampas. Las de la chica.

Le contesto de modo que entienda. —Fitchner. No me tomes por id

con esas vagas referencias duplicidad. Mi ejército es mío, y mhe ganado con el corazón, con el almcon el cuerpo. En este punto, epueden traicionarme tanto como yellos. Somos algo que no has visto aAsí que déjalo.

Sacude la cabeza.



—Esta guerra es tuya, y solo tmuchacho.

—Sí. Es mi guerra. —Sonrío. es la ocasión que estaba buscandFitchner, espera —digo antes de legue hasta la puerta. Se detiene y

hacia atrás. Retiro la silla de puntapié y avanzo hacia él con deciEl hombre me observa con curiosi

Entonces le tiendo la mano—. A pde todo, gracias.Fitchner me la estrecha. —Buena suerte, Darrow. Pero c

de Sevro. El mierdecilla te seguicualquier parte, le diga lo que le dig

—Cuidaré de él. Lo prometo.

Mi apretón de sondeainfiernos



estrecha en torno a su mano.Por un momento, aunque sea sol

momento, somos amigos. Después una mueca de dolor por la presión dmano. Al principio se ríe, luegoentiende y abre los ojos de par en pa

—Lo siento —me disculpo.Entonces le rompo la nariz ygolpeo con el codo en la sien hasta

deja de moverse.



40

PARADIGMA

—¿Fitchner se ha ido? —pregMustang.

—Por la ventana —le respondo.Observo a Mustang en el o

extremo de la mesa blanca de la salmapas. En el exterior se ha levan

una tormenta de nieve, sin duda copropósito de mantener a mi ejércitel castillo, alrededor de la calidez

fuego y de los pucheros de s



caliente. El pelo le cae en tirabuzohasta los hombros, sujeto con cintacuero. Lleva la capa de lobo comresto, aunque la suya está veteadarayas carmesíes. Sobre la mesa puesto las botas con espuelas manch

de barro. El estandarte, la única aque realmente cuida, está apoyadouna silla junto a ella. El rostro

Mustang es un rostro ágil. Ágil parasonrisas burlonas. Ágil para los ceagradables. Ahora me dedica sonrisa y me pregunta qué epensando.

—Me estaba preguntando cuándoraicionarás —digo.

Convierte las dos cejas en una.



—¿Eso es lo que esperas? —Engañar o que te engañen —

replico—. Pronunciado por tus proabios.

—¿Y tú me vas a engañar? pregunta—. No. Porque ¿qué saca

con eso? Tú y yo hemos vencido enuego. Querían que creyéramos que tque ganar uno a costa del resto. Es

es cierto, y lo estamos demostrando. No digo nada. —Tienes mi confianza, porque

viste escondida en el barro despuéomar mi castillo y me dejaste esc

—explica pensativa—. Y tengoconfianza porque te saqué del b

cuando Casio te dio por muerto.



No respondo. —Así que ahí tienes tu respue

Vas a hacer grandes cosas, Darrowunca me llama Darrow—. Quizá

engas por qué hacerlas solo.Sus palabras me hacen sonr

Entonces me pongo de pie comoresorte, para su sorpresa. —Trae a nuestros hombres —

ordeno.Sé que ella esperaba descansar aYo también. El olor de la sopa me tieTambién el calor y la cama y la idepasar un momento tranquilo con Pero no es así como conquistan hombres.

—Vamos a sorprender a



próctores. Vamos a vencer a Júpiter. —No podemos sorprenderlos.Toca el anillo. El campo inhibit

de Fitchner ya no está. Nos desharíade los anillos, pero son nuestro sede vida. Puede que los próctores

capaces de quitar cosas de aquí yallí, pero el sentido común dicta qupueden manipular demasiado

mágenes, o de lo contrario seleccionadores sospecharán. —E incluso si conseguimos cap

el temporal, ¿de qué nos servirá vea Júpiter? Si Apolo no se marcuando perdió su casa, Júpiter tampo hará. Lo único que vas a provoca

su intervención. ¡Tendríamos que ir



por el Chacal!Sé que los próctores es

observando cómo planeo esto. Quque sepan adónde voy.

—Aún no estoy listo penfrentarme al Chacal —le replic

ecesito más aliados.Me mira, uniendo las cejas. Noentiende, pero eso no importa.

ardará en hacerlo.

A pesar de la ventisca, mi ejércitomueve con rapidez. Nos arrebujaanto con las capas y las pieles

parecemos animales tropezando e

nieve. Por la noche, seguimos



estrellas, avanzando a pesar del vicada vez más fuerte y de la nieve vez más alta. Mi ejército no protSaben que no los guiaré sin propósito. Los nuevos soldadosesfuerzan más de lo que les c

capaces. Han oído hablar de mí. Paaseguró de eso. Y están desesperapor impresionarme. Llega a ser

problemático. Vaya adonde vayaprocesión que me rodea dosúbitamente sus esfuerzos para adelaa los que están delante o dejar atros de la retaguardia.

La ventisca es feroz. Pax siemcamina cerca de mí y de Mustang, c

si quisiera protegernos del viento. S



él siempre están pisándose para quién se pone más cerca, aunque estaría dispuesto a arroparme para no pase frío por la noche mientras Sevro me diría que me las apañesolito. Ahora veo en él a su padre

vez que lo miro. Lo veo más ddespués de saber a qué fampertenece. No hay ninguna razón

que lo sea, supongo que pensaba Sevro descendía de verdad de los lode una mujer lobo.

La nieve cesa al fin y la primavlega con rapidez y en abundancia

que confirma mis sospechas. próctores están con sus jueguecitos.

Aulladores se aseguran de que todo



ojos estén puestos en el cielo por spróctores deciden acosarnos mienavanzamos. No aparece ninguno. Tvigila si ve sus huellas, pero todo ranquilo. No vemos rastread

enemigos, no oímos trompetas de gu

en la distancia, no vemos levantningún fuego salvo al norte, en ierras altas de Marte.

Mientras marchamos hacia Júpasaltamos los almacenes de suminisque encontramos en castillos quem derruidos. Encontramos jarras

castillo de Baco —Sevro se llevó decepción al ver que estaban llenazumo de uva en vez de vino— y carn

res en salazón de las profundas bod



de Juno, quesos moldeados, pescenvuelto en hojas y zurrones deomnipresente carne de caballo ahum

os mantienen colmados mienavanzamos.

Después de cuatro accidenta

días, llegamos y asediamos el casde triple muro de Júpiter, que encuentra en los pasos bajos de

montañas. La nieve se derrite lo bastrápido como para que el terreno empapado para los caballos. Fluchorros de agua por el campamentome molesto en preparar un planacción. Me limito a decirles a divisiones de Pax, Milia y Nyla

aquel que conquiste la fortaleza par



será recompensado. Hay podefensores y mi ejército toma fortificaciones exteriores en un fabricando una serie de rampas madera bajo una lluvia intermitentflechas.

Los soldados de mis otras divisiones exploran el territocircundante por si el Chacal de

meter las narices donde no lo llamPor lo visto, el principal ejércitoJúpiter está varado en el río Argos,a pasó el deshielo, mientras asedia

el castillo de Marte. No esperaban el río se deshelara tan deprisa. Siguhaber señal de los hombres del Chac

de los próctores. Me pregunto si ya



encontrado a Fitchner, encerrado ende las celdas del castillo de Apolodejé agua, comida y la cara llenamoratones.

Al tercer día de sitio izan bandera blanca en las murallas

castillo de Júpiter. Un chico delgadmediana estatura y tímidas sonrisas cautelosamente del castillo de Júp

por la poterna. El castillo emplazado en un terreno altoescabroso. Está metido entre enormes paredes rocosas de modo os muros tripartitos están comba

hacia fuera. Yo no habría tardadoenviar a mis hombres por las par

rocosas. Habría sido un trabajo para



Aulladores, pero ellos ya han disfrubastante de la gloria. Este asepertenece a todos aquellos soldacapturados en la lucha contra Apolo

El chico camina titubeante poentrada principal. Me reúno allí co

en compañía de Sevro, Milia, NyPax. Somos un grupo temible incaunque no estén ni Tacto ni Must

aunque de esta se puede decir de excepto que tiene una aparienemible: quizá sea enérgica, co

mucho. Milia parece sacada de pesadilla: le ha dado por coleccirofeos como a Tacto y a Cardo. Y

ha puesto muescas en su descom

hacha por cada esclavo que



conquistado.El chico deja ver su nerviosis

delante de los tenientes. Las sonrson furtivas, como si le preocuparafuéramos a desaprobarlas. El anilloleva en el dedo es de Júpiter. Se l

hambriento, porque le sobra por tpartes. —Me llamo Lucian —se presen

chico, que intenta sonar viril.Parece creer que Pax está al frePax estalla en carcajadas y nos señamí y a mi falce. Lucian se estremecverme. Creo que él sabía muy bieno era líder.

—¿Es que estamos aquí p

ntercambiar sonrisas? —le pregunt



¿Qué tienes que decir? —Hambre, eso tengo que decir —

ríe lastimeramente—. No hemos comnada más que ratas y cereales crumojados en agua durante las últimassemanas.

Casi me da pena el chico. Tienpelo sucio, los ojos llorosos. Sabeestá renunciando a la oportunidad

obtener un aprendizaje. Lo deshonrpara el resto de su vida. Pero thambre. Igual que los otros scustodios. Curiosamente, todos sonJúpiter, no hay esclavos. El primus atrás a los débiles en vez de a esclavos.

La única condición que ponen



entregar el castillo es que no debenesclavizados. Solo Pax protesta con honorable como que necesitan ganaribertad como todos los demás, per

accedo a la petición del chico. Le diMilia que los vigile. Si act

sediciosamente ella se llevará cabelleras como trofeo. Atamos caballos en el patio. Los adoquines

suelo están sucios. Un torreón altangular se extiende hacia arriba y ha pared del precipicio.

La oscuridad se filtra entre nubes. Hay una tormenta acercándopaso montañoso, así que llevo aejército al interior del castillo y ci

as puertas. Mustang y su tropa



quedan extramuros, pero regresarán entrada la noche después de explorzona con Tacto. Hablamos por comunicadores y Tacto nos maldiceener un techo seco sobre nues

cabezas. La lluvia nocturna cae

fuerza.Me aseguro de que los veterasean los primeros en llevarse las ca

de los dormitorios de Júpiter anteque comamos. Tal vez mi ejército disciplinado, pero rajarían a su prmadre por una cama caliente. Esúnico a lo que la mayoría de ellos nhan terminado de acostumbrar: a doen el suelo. Echan de menos

colchones y las sábanas de seda.



echo de menos el viejo catre compartía con Eo. Ahora ya lmuerta más tiempo del que estuvicasados. Me sorprende lo mucho duele darse cuenta de eso.

Creo que ya he cumplido diecio

años, según las medidas de la TiePero no estoy del todo seguro.El pan y la carne que traemos

parece el paraíso a los hambriecustodios de Júpiter. Lucian y los suodos ellos unas almas demacradas

aspecto fatigado, comen tan rápidoyla está montando un escándalo s

si se van a destrozar las tripas. No hmás que decirles que la carne de cab

ahumada no va a salir galopando.



vez en cuando Pax y sus EspinaSangrientos les tiran huesos al dgrupo. La risa de Pax es contagiSale de él como una explosión y desde dos segundos se convierte en femenino. Nadie es capaz de manten

seriedad cuando empieza. Está hablade Helga otra vez. Busco a Mustanga mirada para que podamos reírno

ellos, pero ella aún estará fuera alghoras. Incluso para eso la echomenos, y se me inflama un poco el pporque sé que se acurrucará en mi cpor la noche y juntos roncaremos cel tío Narol después de las Yuleales

Llamo a Milia a la cabecera d

mesa. Mi ejército zanganea en la sal



mapas de Júpiter; llevan la conqucon tranquilidad. El mapa de Júpestá destruido. No logro distinguique saben.

—¿Qué piensas de nuestanfitriones? —le pregunto a Milia.

—Yo digo que les pongamos el s—responde.Hago chasquear la lengua.

—A ti lo de mantener promesas ngusta, ¿no?Se parece mucho a un halcón

rostro anguloso y despiadado. El timde su voz es de la misma clase.

—Las promesas no son más cadenas —se defiende con un t

áspero—. Ambas están hechas p



romperlas.Le digo que deje a los jupiteria

en paz, pero después le ordeno que va buscar el vino que recogimosnuestra excursión a Júpiter. Se llevalgunos chicos y vuelven con

barriles de la bodega de Baco.Me subo a la mesa con modatolondrados.

—¡Y ahora os ordeno que emborrachéis! —le grito a mi ejérMe miran como si estuviera loco.

—¿Que nos emborrachemos? pregunta uno.

—¡Sí! —le interrumpo antes de pueda decir nada más—. ¿Creéis

podréis hacerlo? ¿Podréis comport



como estúpidos por una vez? —¡Lo intentaremos! —grita Mili

¿Verdad que sí?Recibe vítores de respuesta. Tiem

más tarde, mientras bebemos barriles de Baco, les ofrezco bien a

os jupiterianos un poco de vino. rastabilla indignado ante la ideaener que compartir un buen vino. E

buen actor. —¿Me estás contradiciendo? pregunto con un tono imperativo.

Pax se muestra indeciso pero loasentir con su gigantesca cabeza.

Desenvaino la falce de la furasera. Rechina en la humedad d

sala de mandos. Cientos de ojos se



en ambos. Afuera resuena un trueno.se tambalea hacia delante con un pebrio y ciclópeo. Tiene una mano eempuñadura del hacha, pero no la sDespués de un momento, meneacabeza y cae sobre una rodilla: aun

es casi de mi altura. Envaino la espairo de él hacia arriba. Le digo que tque organizar patrullas.

—¿Patrullas? Pero ¿bajo la lluva tormenta? —Ya me has oído, Pax.Refunfuñando, los Espina

Sangrientos se tambalean tras él cumplir el castigo. Todos son lo bastistos para haber adivinado cuáles

sus papeles aunque no conozcan la o



—¡Disciplina! —le grito a Lucon petulancia—. ¡La disciplina emejor atributo del hombre! Inclusoestos enormes brutos. Pero Pax esto cierto. Esta noche, nada de vino

vosotros. Eso os lo tenéis que ganar.

En ausencia de Pax, me dedico evidente boato a investir con capaobo simbólicas a los esclavos de Ve

de Baco que se ganaron la libertaconquistar esta fortaleza; simbólporque no tenemos tiempo de encoobos. Se oyen risas y alegría. Jú

por una vez, aunque nadie deja de as armas. Engatusan a Nyla para

cante una canción. Tiene la voz d

ángel. Canta en la ópera de Marte



ncluyeron en el programa para cantViena hasta que se le presentó oportunidad mejor con el Institutooportunidad de una vida. Menaventura.

Lucian está sentado en un rincón

a sala de mandos con otros scustodios mirando cómo nuessoldados se quedan dormidos encim

as mesas, en frente del fuego, junos muros. Algunos se escabullen robar alguna cama. Un son de ronqume cosquillea en los oídos.

Sevro se queda a mi lado, comos próctores fueran a entrar de rep matarme en cualquier momento.

ordeno que se emborrache y que me



Debo moverme deprisa. No sé ocurrirá si toman el castillo yestandarte de mi casa, incluso aunenga un ejército independie

Técnicamente, podría perder.Los amigos de Lucian es

cansados, así que dejo que se marchver si pueden coger una cama. Nocausarán problemas. Lucian se qu

para hablar conmigo. Lo invitosentarse a la mesa de la sala de guCuando sus amigos salen en fila, oiMustang en la estancia principal. Ealegre en la habitación. Afuera se oyfragor de los truenos. Tiene el pmojado y apelmazado, y la capa de

de lobo chorreante. Sus botas d



rastros de barro.Su rostro es todo confusión cua

me ve con Lucian. —¡Mustang, cariño! —grito—.

emo que llegas demasiado tarde. hemos acabado con las existencias

Baco!Le señalo con un gesto a mi roncejército. Deben de quedar u

cincuenta, todos tumbados con piernas extendidas y en diversas fdel sueño diseminados por toda la de mandos. Todos están igual borrachos que Narol durante Yuleales.

—Ponerse como una cuba par

una excelente idea en un momento c



este —dice de forma extraña.Vuelve la mirada hacia Lucian

murmura algo sobre el placer conocerla. Ella resopla una socarrona.

—¿Cómo te ha convencido para

no lo conviertas en esclavo, Darrow No sé si ella entiende a qué eugando.

—¡Me dio su fortaleza! —Levuna torpe mano hacia el mapa de pimedio derruido de la pared. Musdice que se unirá a nosotros. Empielamar a alguno de sus hombres para

entren, pero la interrumpo—. No,Lucian y yo nos estamos hacie

excelentes amigos. Nada de chi



Llévate a tus hombres y vete a buscPax.

—Pero… —Vete a buscar a Pax —le digo.Sé que está confundida, pero co

en mí. Murmura un adiós para mí y

Lucian y cierra la puerta. El repiqude los tacones de sus botas no tarddesvanecerse.

—¡Creí que no se iría nunca! —río.Lucian se reclina en la silla. E

realmente muy delgado, no le soabsolutamente nada. Lleva el precogido con sencillez. Tiene umanos finas y hábiles. Me recuerd

alguien.



—La mayoría de la gente no quque las chicas guapas se marchen —Lucian con una sincera sonrisa.

Incluso se sonroja un poco cuandpregunto si de verdad cree que Muses bonita.

Hablamos durante casi una hPoco a poco, empieza a relajarse. Gconfianza y se pone a hablarme d

niñez, de un padre exigente, de expectativas familiares. Pero no lo con autocompasión. Es realista, cualidad que admiro. Ya no sientnecesidad de evitar mi mirada cuahablamos. Ya no encorva tanto hombros y resulta agradable, inc

divertido. Me río en voz alta u



cuantas veces. Se hace tarde, pseguimos charlando y bromeando. Sde las botas que llevo, que eenvueltas en pieles de animales protegerme del frío. Dan mucho cahora que la nieve se derrite, pero te

que llevarlas. —Pero ¿y qué hay de ti, Darroo hemos dejado de hablar de mí. C

que ahora te toca a ti. Dime, ¿qué traído aquí? ¿Qué te motiva? Creo no he oído hablar de tu familia…

—No es gente de la que te impormucho oír hablar, a decir verdad. Pdiría que es por una chica, eso es tSoy simple. Al igual que

motivaciones.



—¿La chica guapa? —preguLucian sonrojándose—. ¿MustaParece de todo menos simple.

Me encojo de hombros. —¡Pero yo te lo he contado todo

protesta Lucian—. No seas como un

esos evasivos morados conmigo. Suprenda, hombre. —Da golpes en la mcon impaciencia.

—Vale, vale. Toda la historia.Suspiro—. ¿Ves esa mochila detrási? Dentro hay un zurrón. Alcánzampor favor.

Lucian saca el zurrón y me lo laTintinea sobre la mesa.

—Déjame ver tu mano.

—¿Mi mano? —pregunta riéndos



—Sí, sí, tu mano. Sácala, por fa—Doy unas palmaditas en la mesareacciona—. Venga, hombre. He eselaborando una teoría.

Impaciente, doy más palmadsobre la mesa. Lucian saca la mano.

—¿Y esto cómo explica tu historu teoría?Aún tiene la sonrisa en la boca.

—Es complicado. Será mejor quo enseñe. —Me parece bien.Abro el zurrón y vierto

contenidos. Una veintena de andorados con distintos sellos caen encde la mesa. Lucian observa có

ruedan.



—Todos estos son de los chimuertos. Los chicos a quienes medibots no pudieron salvar. Veam—Remuevo el montón de anilloTenemos de Júpiter, Venus, NeptuBaco, Juno, Mercurio, Diana, Ceres…

mira, aquí uno de Minerva. —Frunzceño y rebusco entre todos—. Vaya. raro. No encuentro ninguno de Plutón

Levanto la mirada hacia él. Ahsus ojos son distintos. MuerTranquilos.

—Anda, aquí hay uno.



41

EL CHACAL

Retira la mano de un tirón. Es rápidoPero yo lo soy más.Le hundo el cuchillo en la mano,

a clavo a la mesa.Abre la boca y ahoga un grito

dolor. Una extraña suerte de exhala

salvaje escapa como un siseo de su bcuando sacude la mano acuchillPero yo soy más grande que él y hu

el cuchillo diez centímetros en la m



Lo clavo con una jarra. No puquitárselo. Me reclino y lo obsemientras lo intenta. Hay algo primaresa tentativa inicial. Después, cuandrecupera, hay algo decididamhumano, que parece dotado de

frialdad más cruel que mi acto violencia. Se tranquiliza mucho deprisa que nadie a quien yo haya v

o tarda ni tres inspiraciones, yreclina en el asiento como estuviéramos bebiendo juntos.

—Vaya, qué mierda —dice flema.

—Creo que deberíamos conocemejor —le replico, y me señalo a

mismo—. Chacal, soy el Segador.



—A nombre me ganas —respoRespira una vez. Y otra—. ¿Hace cuque lo sabes?

—¿Que tú eras el Chacal? Era suposición ociosa. ¿Que no tramnada bueno? Desde que entré en

castillo. Nadie se rinde sin luchar. de tus anillos no era de tu talla. Ypróxima vez esconde las manos.

hijos de puta inseguros siempre esconden o juegan con ellas. Peroenías ninguna posibilidad. próctores sabían que venía aPensaron tenderme una trampa avisarte de que venía. De ese modopodrías escabullirte aquí dentro

pillarme con los pantalones baja



Cometieron un error. Cometiste un eMe mira y hace una mueca cuand

da la vuelta para ver que mis soldaan sobrios como el alba, se levantan

suelo. Son casi cincuenta. Quería vieran la treta.

—Ah. —El Chacal suspira al cuán infructuosa ha resultado su tra—. ¿Mis soldados?

—¿Cuáles? ¿Los que estaban contigo o los que escondiste encastillo? ¿En las bodegas quizás?quizá debajo del suelo en un túHombre, no apostaría a que ahmismo estén de risas. Pax es una besMustang le estará echando una mano

si acaso.



—Así que por eso la echasteaquí.

Para eso y para que no pregunpor qué estábamos fingiendo eborrachos con mosto.

Pax habrá encontrado su escon

El trueno sigue resonando. Albergesperanza de que el Chacal haya pergran parte de su ejército en

emboscada. De no ser así, tendreproblemas, porque, si estaba encastillo de Júpiter, lo más probablque tenga el ejército de Júpiter, iene a su vez el de Juno, gran parte

de Vulcano y pronto, también, elMarte. Su ejército será el doble

numeroso que el mío, y seremos



únicos dos que queden. Pero a éengo aquí.

El Chacal está clavado a la msangrando y rodeado de mi ejérHemos reprimido la emboscada. perdido, pero no está indefenso. Y

es Lucian. Casi ni parece que tengmano atravesada. No le flaquea la o está enfadado, solo cagado

miedo. Me recuerda a cómo soy yo ade montar en cólera. SereParsimonioso. Quería que mis homvieran cómo se retorcía, pero nohace, así que les digo que se marcSolo se quedan los diez Aulladoresantiguos y los nuevos.

—Si tenemos que mantener



conversación, por favor quítame daga de la mano —me dice el ChacaLo creas o no, duele.

No está tan jocoso como sugiesus palabras. A pesar de determinación, está pálido y el cu

ha empezado a temblarle por conmoción.Sonrío.

—¿Dónde está el resto de ejército? ¿Dónde está esa chica, LilLe debe un ojo a mi amigo.

—Déjame marchar y te darécabeza en una bandeja, si quieIncluso, si me das una manzana, spondré en la boca para que parezc

cerdo de un banquete. Lo dejo a



elección. —¡Bingo! Por esto te pusieron

nombre, ¿verdad?Aplaudo con socarronería.El Chacal chasquea la lengua co

de arrepentimiento.

—A Lilath le gustaba cómo sonCaló. Por eso me gustaría ponerle manzana en la boca. Habría prefe

algo más… regio que «Chacal», perreputaciones se forjan solas. —SeñaSevro con la cabeza—. Como Pequeño Trasgo y sus Gnomos.

—¿Como qué Gnomos? —pregCardo.

—Es así como os llamamos.

Gnomos en los que el Trasgo y



Segador se sientan. Pero si preferínombre mejor cuando estéis fuerauego, entonces no tenéis más que m

al terrible y feroz Segador. No bastadejarlo inconsciente. Matadlo. Clavuna espada en la espalda y podréis

emperadores o gobernadores, lo sea. Mi padre estará encantado complaceros. Es algo muy simple.Qui

ro quo .Sevro saca los cuchillos y les launa mirada furibunda a sus Aullador

—No es tan sencillo.Cardo no se mueve. —Había que intentarlo —suspir

Chacal—. Lo confieso, soy político

guerrero. Así que, si estamos aquí



conversar, tienes que decir aSegador. Pareces una estatua. No hese idioma.

Tiene un carisma frío. Calculado —¿De verdad te comiste a

miembros de tu propia casa?

—Después de dos meses enoscuridad, te comes lo que encuenAunque aún se mueva. La verdad es

no es muy impresionante. Es mehumano de lo que me habría gustmuy parecido a los animales. Yhabría hecho cualquiera. Pdesenterrar mis nauseabundos recueno es forma de negociar.

—No estamos negociando.

—Los humanos siempre e



negociando. Las conversacioconsisten en eso. Alguien tiene asabe algo. Alguien quiere algo.

Su sonrisa es agradable, pero eojos… Hay algo raro en él. Es comsu cuerpo hubiera sido ocupado po

alma distinta desde que ha dejado dLucian. He visto a actores, pero estdistinto… Es como si fuera raci

hasta el punto de resultar inhumano. —Segador, haré que mi padre tcualquier cosa que pidas. Una flotaejército de rosas con las que acostcuervos con los que conquistar… Losea. Tendrás una excelente posiciógano este añito de estudios. Si tú ga

quedan más estudios. Más pruebas



oído que tu familia está endeudaddeshonrada. Te resultará difícil ascepor tus propios medios.

Casi me había olvidado de que tuna familia falsa.

—Conseguiré mis propios laurel

—Segador. Segador. Sega¿Crees que aquí se acaba todo?Chasquea la lengua emitiendo un so

de disgusto—. Negativo, negativo, bhombre. Pero si me dejas marcharpenurias… —Hace un gesto de sacel polvo con la mano libre—. esfuman. Mi padre se convertirá epatrono. Hola, autoridad. Hola, faHola, poder. Solo tienes que dec

adiós a esto —señala el cuchillo—



permitir que empiece tu futuro. Fuienemigos en la infancia. Seamos alide adultos. Tú eres la espada, y yoa pluma.

Dancer querría que aceptara oferta. Garantizaría mi superviven

Me garantizaría un ascenso meteóEstaría dentro de la mansión archigobernador. Estaría cerca

hombre que mató a Eo. Claro que quaceptar. Pero eso significaría permque me derroten los próctores. Tenque dejar que este cerdo ganara y qupadre sonriera y se sintiera orgullTendría que ver cómo la sonrisa de engreído se le extiende por toda

maldita cara. ¡Y una mierda! Sabrá



que es el dolor.La puerta se abre y Pax entra e

estancia. Sonríe de oreja a oreja. —¡Qué noche tan condenadam

fantástica, Segador! —se ríe—. Coesos mierdecillas en el pozo. Cincue

Por lo visto, habían excavado uúneles ahí abajo. Debió de ser así cconquistaron el castillo. —Cierra

puerta de un portazo y se sienta eborde de la mesa para mordisquearsobras de un trozo de carne—. ¡derramamiento de sangre! ¡Ja, ja! dejamos subir y fue una carniceríaveras estupenda! Estupenda. A Helghabría encantado. Ahora son to

esclavos. Mustang se está encargand



ello mientras hablamos. Pero ¡uy!, de un humor raro. —Escupe un huesJa! Entonces ¿es este? ¿El Chaca

persona? Se le ve tan pálido comculo de un rojo. —Lo examina mácerca—. Joder. ¡Lo has dejado clava

—Creo que has podido con miemás grandes que estas, Pax —añSevro.

—Desde luego. Y más coloriParece tan apagado como un marrón —Vigila esa lengua, insensato —

advierte el Chacal a Pax—. Puede no siempre esté ahí.

—¡Ni tampoco tu verga, consistas en tu impertinencia! ¡Ja! ¿E

pequeña como tú? —dice Pax.



Al Chacal no le gusta que se bude él. Le clava la mirada a Pax antevolver la vista hacia mí tan veloz cuna serpiente que saca la lengua.

—¿Sabías que los próctores te eayudando? —le pregunto—. ¿Que

ntentado matarme? —Claro. —Se encoge de homb—. Mi generosidad es… superior

media. —¿Y te da igual engañar? pregunto.

—Engañar o que te engañen, ¿noEso me suena. —Pues ya no te están ayudando

demasiado tarde para eso. Ya ha lleg

el momento de que te ayudes tú.



Clavo otro cuchillo en la mesa. Spara qué es.

—En cierta ocasión oí que sichacal cae en una trampa, se roerpata hasta arrancársela para liberaEse cuchillo quizá sea más fácil

usar los dientes.Suelta una risa breve y seca, coun ladrido.

—Entonces, si me corto la m¿podré marcharme? ¿Eso es todo? —Ahí tienes la puerta. Pax, suje

cuchillo para que no haga trampas.Por mucho que se haya comid

otros, no lo hará. Es capaz de sacriamigos y aliados, pero no a sí mis

Fallará esta prueba. Es un áureo. N



a quien temer. Pequeño. Débil. Igualsu padre. Le pongo en el dedo el ade Plutón que lleva en la bota parasus padres y sus seleccionadores puver cómo el orgullo y el júbilo Chacal se desvanecen. Sabrán que

mejor. —Puede que los próctores me edando un empujoncito, pero aún te

que ganármelo, Darrow. —Estamos esperando.Suspira. —Te lo he dicho. Tú y yo so

diferentes. Las manos son herramientas de un campesino. herramienta de un dorado es su ment

u educación hubiera sido mejor



habrías dado cuenta de que sacrificio significa muy poco para m

Entonces empieza a cortar. ágrimas le bañan el rostro cuand

sangre empieza a brotar. Está serrána mano y Pax no puede ni mirar

Chacal ya va por la mitad cuaevanta la mirada y me sonríe con cordura que me convence de que

completamente loco. Le castañeteandientes. Se está riendo, de mí, de edel dolor. Nunca he conocido a ncomo él. Ahora sé cómo se siMickey cuando me conoció. Esmonstruo encarnado en el cuerpo dhombre.

El Chacal está a punto de romp



a muñeca para facilitar el trabajo, Pax maldice y le da un filo de ionesatravesará de un solo golpe.

—Gracias, Pax —le dice el Chac No sé qué hacer. Dentro de mí, t

pide cordura a gritos. Debería mat

ahora. Cortarle la garganta con un o es alguien a quien puedas descapar. Es alguien a quien no pue

cabrear y después devolverlo ahábitat natural. Deja a Casio tan aque me entran ganas de reír. Pero leque si se cortaba la mano le dejmarchar, y lo está haciendo. Dios mí

—Estás condenadamente loco susurra Pax.

El Chacal murmura algo so



diotas. Es solo una mano, dice. Paraas manos lo son todo. Para él no

nada.Cuando ha terminado, se sienta

un muñón casi cauterizado. Tiene la como la nieve y el cinturón ajustad

un torniquete. Compartimos un momen el que él sabe que no voy a dejmarchar.

Entonces veo una distorsión entra por la ventana abierta. próctores han venido, como vaticinpero me han cogido desprevenido.estaba atento. Y cuando veo un pequdetonador sónico martillear sobremesa y que el Chacal lo coge con

única mano, sé que he cometido



remendo error. Les he dado tiempos próctores para ayudarlo. Todo

vuelve más lento, y lo único que puhacer es mirar.

Con la misma mano que sostiendiminuto detonador, el Chacal

mpulsa como un látigo con el filoones de Pax. Le hiende el filo agigantesco amigo en la garganta. Gr

me abalanzo hacia delante justo cuael Chacal presiona el botón detonador.

Se produce una desgarradexplosión sónica que me arroja al ado de la habitación. Los Aulladore

estrellan contra los muros. Pax

despedido hacia la puerta. Ta



comida y sillas, todo se esparce carroz en el viento. Estoy en el suSacudo la cabeza para intenorientarme cuando el Chacal se acermí. Pax se pone de pie tambaleante,hilos de sangre chorreándole de

orejas, de la garganta. El Chacal dice algo, y sujeta el cuchillo. EntoPax se lanza no hacia el Chacal,

hacia mí. Me aplasta con su peso ycubre con su cuerpo. Apenas purespirar. No veo lo que ocurre, persiento en el cuerpo de Pax. estremecimiento. Un espasmo. Dmpactos mientras el Chacal apu

furiosamente a Pax intentando ll

hasta mí como un animal rab



escarbando en la tierra, escarbandravés de Pax para matarme mien

sigo tendido.Y después, la nada.La sangre me gotea en el pech

calienta mi cuerpo. Es la de mi amig

Intento mover a Pax. Consigo de debajo de él. El Chacal ha huidPax se está desangrando. Siento un

desgarrador en mi oído. También próctores se han marchado. Aulladores se ponen de pambaleantes. Cuando vuelvo a mir

Pax, está muerto, con una sonranquila en los labios. La san

serpentea por la piedra. Siento qu

pecho se me agarrota y caigo



rodillas, entre sollozos. No tuvo últimas palabras. No t

un adiós.Se sacrificó por mí y lo destrozarMuerto.El leal Pax. Le sujeto con fuerz

gigantesca cabeza. Duele ver queitán ha caído. Estaba destinado a mejor. Un corazón muy tierno dentr

un cuerpo muy duro. No volverá a unca ocupará el puente de mando ddestructor. Nunca llevará la capa dcaballero ni portará el cetro deemperador. Muerto. Esto no debhaber pasado así. Yo tengo la cuDebería haber acabado con t

deprisa.



Qué futuro tenía ante sí.Sevro está de pie a mi lado, co

rostro pálido. Los Aulladores ya seevantado y hierven de furia. Cuatr

ellos lloran en silencio. De los oídobrota un hilo de sangre. El mundo

mudo. No podemos oír, pero una made lobos no necesita palabras para sque ha llegado el momento de cazar.

Él mató a Pax. Ahora lo mataremél.El rastro de sangre del Chacal l

hasta uno de los pequeños chapiteleorreón. Desde allí, desaparece has

patio. La lluvia ha barrido el raSaltamos en un grupo de once desd

chapitel a un muro más bajo. Roda



al caer. Ya en el patio, Sevro, nuerastreador, nos muestra el camino huna poterna que lleva hasta escarpadas montañas bajas.

La noche es inhóspita. La lluvia nieve nos azotan por los flan

Destellan los relámpagos. Rugen ruenos, pero yo lo oigo todo como esueño. Corro con los Aulladores en

ínea escalonada. Avanzamos por sombríos peñascos, a lo largo abruptas caídas en busca de nuepresa. Las botas embarradas hacenvaya despacio, pero tienen que ecubiertas. El plan puede funcioncluso después de esto.

No sé cómo nos guía Sevro. E



perdido en el caos. Solo puedo peen Pax. No tendría que haber muAcorralé al Chacal pero dejé escapara como una rata. Recuerdo co miró Mustang. Sabía quién era

sabía y quiso hablar conmigo

privado. Cualquiera que fuera relación, la lealtad de Mustang esconmigo. Pero ¿de qué lo conoce?

Sevro nos lleva por los altos pade montaña donde la nieve se apilaa la altura de las rodillas. Aquí huellas. Nos rodean ráfagas de niEstoy helado. Tengo la capa empapLa falce rebota a mi espalda. Las bchapotean. La sangre gotea sobre

nieve. Subimos a toda prisa un p



montañoso entre dos picos escarpaVeo al Chacal. Avanza a trompicocien metros más adelante. Cae sobrnieve, y vuelve a levantarse. Tiene ser de hierro para haber llegado ejos. Lo cogeremos y lo mataremos

o que le hizo a Pax. No tenía que hapuñalado a mi titán. La manempieza a aullar de tristeza. El Ch

vuelve la vista atrás y tropieza. No tescapatoria.Recorremos a toda velocidad

pendiente nevada. Noche y oscuridaviento azota de lado. Aúllo, pero semitigado después de la explosónica, como si el sonido estuv

envuelto en algodón. Entonces



distorsiona las ráfagas de nieve quabren a nuestro paso. Una forma. forma invisible e intangible contornpor la nevisca. Un próctor. Sientpeso de una piedra que me cae eestómago. Es aquí donde me matan

esto me advirtió Fitchner.Apolo desactiva la capa. Me soa través del yelmo y dice algo en

alta. No puedo oír lo que dice. Entoagita un puño de pulsos y Sevro yAulladores se dispersan cuando pequeña explosión hace que cinconuestra manada salgan despedcolina abajo. Me ululan los tímpaPuede que no vuelvan a ser los mism

Otra vez el puño de pulsos. Me ec



ierra para esquivarlo. El dolor me ael pie. Ruedo por el suelo. Despuédolor desaparece. Me pongo en pcorro hacia Apolo. El puño lanza distorsión de fuerza hacia mí. Esqres golpes. Dando vueltas, gira

como un trompo. Salto. Mi espadasobre su cabeza y se detiene de goCuando la armadura de pulsos

activada, solo se puede traspasar cofilo. Eso lo sabía. Pero tiene que hespectáculo.

Apolo me mira, inmune en armadura. Mi grupo ha salido volacolina abajo. Veo al Chacal, quedebate en la ladera de la mont

Ahora parece más fuerte. Va seguid



una distorsión. Algún otro próctor quayuda. Venus, me parece.

Saco a gritos la furia que se haacumulando dentro de mí desde que por el bisturí de Mickey.

Apolo dice algo que no logro oír

maldigo y agito mi filo de nuevo. Éntercepta y lo tira a la nieve. La cnvisible del escudo de pulsos qu

rodea el puño me golpea en la manome toca, pero conduce un tormento hos nervios. Grito y caigo al su

Entonces Apolo me coge del pelascendemos en la tormenta. Sdisparado con las gravibotas hasta hemos subido trescientos metros; e

colgado de su mano. La nieve



arremolina a nuestro alrededor. Vuelhablar, ajustando la frecuencia paramis dañados oídos puedan oír lo dice:

—Seré parco en palabras pasegurarme de que lo entien

Tenemos a tu pequeña Mustang. Spierdes en tu siguiente encuentro cohijo del archigobernador para que t

os seleccionadores lo vean, destrozaré.¡Mustang!Primero, Pax. Ahora, la chica

cantó la canción de Eo junto al fuegochica que me sacó del barro. La cque se acurrucó a mi lado mientra

humo formaba volutas en nue



pequeña cueva. La brillante Mustque me seguía por voluntad propiaesto es lo que le he traído. Esto no que esperaba. Esto no es lo que hplaneado. La tienen ella.

Se me encoge el estómago. Otra

no. Como padre. Como Eo. Como Como Roque. Como Pax. A ella nmatarán también. Este hijo de puta n

a matar a nadie. —Voy a arrancarte el malcorazón de cuajo.

Me da un puñetazo en el estómTodavía me estaba agarrando del pTiene una mueca extraña en el romientras intenta identificar la pala

«Maldito». Ahora flotamos en el



alto, muy alto. Cuelgo como un homen la horca y me vuelve a golpSuelto un gemido. Pero al gerecuerdo algo que descubrí con Fitccuando, en el bosque, le di aquepalmadas en el hombro. Si Apolo

está agarrando por el pelo y no sienescudo de pulsos, entonces es que apagado. Y está apagado en todo

cuerpo. Tiene una armadura de retroen todas partes menos en una. —Eres una estúpida marion

ahora me doy cuenta —dice con frívolo—. Una marionetita locaenfadada. No vas a hacer lo que te d¿verdad? —Suspira—. Ya buscaré

forma. Es hora de cortarte los hilos.



Me deja caer.Y floto allí, a escasos centímetro

a mano extendida de Apolo. No voy a ninguna parte por

debajo de las pieles y del manto las gravibotas que le robé a Fitch

cuando lo ataqué en la sala de mandel castillo de Apolo. Y él tienearmadura desconectada. Y me

cabreado. Me mira con la boca abiconfuso. Doblo un dedo para dejar el cuchillo dactilar y le doy un puñeen la cara. Se lo clavo cuatro veceel ojo a través del visor, mientrassacudo hacia arriba para que muera.

—¡Recoges lo que siembras! —

chillo mientras muere.



Toda la ira que he sentido amontona en mi interior, me ciega ylena de un odio palpitante y tang

que solo se desvanece cuando las bde Apolo se desactivan y él se precen la turbulenta tormenta.

Encuentro a mis Aulladores junsu cuerpo. La nieve está roja. Me mfijamente cuando desciendo, con

anillo dactilar manchado de la sangrun Marcado. No tenía intenciónmatarlo. Pero no debería habérlevado. Y no debería haberme llam

marioneta. —Han capturado a Mustang —

digo a mi manada.

Observan en silencio. El Chaca



no importa. —Así que ahora nosotros vamo

capturar el Olimpo.Las sonrisas que se dedican uno

otros son tan frías como la nieve.Sevro se carcajea.



42

GUERRA EN EL CIEL

o podemos perder el tiempo volviea la fortaleza. Tengo a los chicos y achicas que necesito. Al más fuerteodos los ejércitos. Los pequeños,

malvados, los leales y los rápidosrobo a Apolo la armadura de retroc

La placa dorada se ajusta alrededomis extremidades como si fuera líquA Sevro le doy las gravibotas; le qu

ridículas. Me quito las mías, las d



padre, para que se las ponga; apretaban los pies de forma horrorMe pongo las botas de Apolo.

—¿Estas de quién son? —pregSevro.

—De papi.

—Así que lo has adivinado —seSevro. —Está en las mazmorras de Apo

—¡El florecilla, menudo estúpidVuelve a reírse. Tienen una relaextraña.

Me quedo con el filo de Apoloelmo, el puño de pulsos, el escudo

pulsos y la armadura de retrocSevro se lleva la espectrocapa. Le

que sea mi sombra. Y después les di



os Aulladores que aten juntos cinturones.

Las gravibotas pueden levantar hombre con una coraza espamientras lleva un elefante en cada mTienen la fuerza suficiente p

elevarnos fácilmente a mí y a Aulladores, que se cuelgan de piernas y brazos con los cinturon

modo de arneses mientras ransportan a través de los remolinoa tormenta de nieve hacia el Olim

Sevro carga con el resto.Los próctores han urdido

maquinaciones. Han ejercido presiones durante mucho tiempo. Sa

que yo era peligroso, que era a



distinto. Tarde o temprano tendrían saber que reventaría e iría a por elloquizá piensen que aún soy un niño. diotas. Alejandro no era más que

niño cuando destruyó su primera nac Nos elevamos a través de

ormenta y volamos sobre las pendiedel Olimpo. Flota casi un kilómetmedio por encima del Argos. No t

puertas. Ni muelle. La nieve cubrependientes. Las nubes cubren la brilcima. Guío a los Aulladores hastciudadela, pálida como el hueso, corona la escarpada ladera. Se yepor encima de la montaña como espada de mármol. Los Aulladore

desabrochan los cinturones por par



se dejan caer sobre el balcón más Nos agazapamos en la terraza

piedra. Desde aquí podemos ver ierras brumosas de Marte, los campas colinas rocosas de Minerva,

Grandes Bosques de Diana,

montañas donde mi ejército guarnJúpiter. Yo estaría allí abajo. Los idiendrían que haberlo dejado estar.

endrían que haberse llevado a MustaLlevo la armadura de retrocdorada. Es una segunda piel. Lo úque ha quedado expuesto es mi roCojo ceniza de uno de mis Aulladorme la extiendo por las mejillas yboca. Los ojos me arden de furia. L

el cabello rubio suelto y despein



hasta los hombros. Saco la falcagarro el puño de pulsos de onda cen la izquierda. Me cuelga un filo dcintura; no sé cómo usarlo. Tengo tdebajo de las uñas. Los dedos corazmeñique de la mano izquie

congelados. Apesto. La capa que lhiede como la cosa muerta que Cuelga mórbida a mi espalda. Man

blancas con la sangre de un próctorquito la capucha. Todos lo hacemParecemos lobos. Y olemos la sangr

Espero que los seleccionadodisfruten de esto o soy hombre muer

—Queremos a Júpiter —les digos Aulladores—. Encontrádm

eutralizad al resto si nos cruzamos



alguno. Cardo, coge tú las gravibotve a por refuerzos. Vamos.

Descalzo, abro las puertas conpuño de pulsos. Encontramos a Vumbada en una cama con una cam

de seda, con la armadura goteando n

en el perchero junto al fuego; acabvolver de ayudar al Chacal. Uvas, de queso y vino sobre la mesita

noche. Los Aulladores la inmovilizael suelo. Cuatro de ellos, para ddramatismo. Atamos a Venus a postes de la cama. Está conmocionada que tiene los odorados abiertos de par en par. Appuede hablar.

—¡No podéis! ¡Soy una Marc



Soy una Marcada! —es lo único puede decir. Dice que esto es ilegalella es una próctor, dice que no nos permitido atacarlos. ¿Cómo helegado hasta aquí? ¿Cómo? ¿Quién

ha ayudado? ¿De quién es la arma

que llevo? Pero si es de Apolo. Apolo. ¿Dónde está Apolo? Enrincón hay una distinguida ropa

hombre. Son amantes—. ¿Quién oayudado? —No me ha ayudado nadie —

digo, dándole una palmadita enbrillante mano con una daga—. ¿Cuápróctores quedan?

No tiene palabras. Esto no deb

pasar así. No ha pasado nunca.



chicos no toman el Olimpo, ni en todhistoria de los planetas se pensó pudiera hacerse. La amordazamosodos modos y la dejamos atada, m

desnuda y con la ventana abierta que pruebe un poco el frío.

Los Aulladores y yo nescabullimos por el chapitel. OigCardo traer refuerzos. Tacto estará

traerá con él su propia clase de irvendrá Milia. Nyla no tardará hacerlo. Mi ejército se alza Mustang. Por mí. Por los próctoresnos engañaron, nos envenenaroncomida y el agua y nos dejaron caballos. Vamos de habitación

habitación. Buscando en los frigidaria



os caldaria , las termas calientes, salas frías, los baños, los aposentosplacer llenos de rosas, los tanqueholoinmersión para los próctoAbatimos a Juno en los baños. Aulladores se tiran al agua para lu

con ella. No lleva armas, pero Seaún con la capa, tiene que usarachicharrador que ha robado despué

que Juno le rompa un brazo a Payaempiece a ahogarlo en el agua conpiernas. Por lo visto, tampoco se macuando debió hacerlo. Todos rompennormas.

A Vulcano lo encontramos en sala de holoinmersión, con

chisporroteante fuego en una esqu



o nos ve entrar hasta que apagamomáquinas. Vulcano estaba contemplacómo Casio estaba de pie en el bdel campo de batalla mientras uproyectiles en llamas dejan estelashumo en el cielo. Les dieron u

puñeteras catapultas. Otra pantmostraba al Chacal tropezando ennieve hasta la entrada de una cueva e

montaña. Lilath lo recibe con una ermal y un medibot.Le pregunto a los próctores adó

se han llevado a Mustang. Dicen qupregunte a Apolo o a Júpiter. Que nsu problema. Y que no debería semío. Por lo visto, harán rodar mi cab

Les pregunto que con qué lo harán.



—Yo tengo todas las hachas.Mi ejército ata a los próctores y

os llevamos mientras descendemnundando el siguiente nivel, y

siguiente, como un diluvio de furimedio lobos. Nos encontramos con r

superiores y criados marrones y rdomésticos. Yo los ignoro, pero ejército, en su rabiosa excitación, a

a todos los que ve. Derriban a los r arrasan por completo a cualquier que cometa el error de inteenfrentarse a nosotros. Sevro tiene sofocar a un chico de Ceres que sentado en el pecho de un raporreándole la cara con los pu

cubiertos de cicatrices. Dos gr



mueren a manos de Tacto cuantentan dispararle. Esquiva

achicharradores y les rompe el cuUna patrulla de siete grises intabatirme, pero mi armadura de pume protege de sus achicharradores.

me harán daño si concentran el fueel escudo empieza a sobrecalentaEsquivo el fuego y los derribo con

puño de pulsos.Mi ejército entra gota a gdespacio al principio. Pero llegan cada seis minutos. Estoy nervioso. No bastante rápido. Júpiter po

destruirnos; como Plutón o cualquque quede por aquí. Mi ejército se si

exultante porque me tiene a mí, y



cree inmortal, imbatible. Ya saben maté a Apolo. Oigo apodos propagcomo una corriente de agua porejército mientras avanzamos comoenjambre a través de las inmenestancias doradas. Asesino de Dio

Asesino del Sol, me llaman. Pambién los próctores oyen estas coLos que hemos capturado, incluso a

que les divierte un poco la idea dehaya alumnos invadiendo el Olimodos me clavan la mirada con pal

en los rostros. Se dan cuenta de queparte del juego del que habían escaphace muchos años, y de que no medibots que vayan de camino

Olimpo. Resulta divertido ver cómo



dioses se dan cuenta de que siempresido mortales.

Envío decenas de rastreadores el palacio, con instrucciones de lo necesito. Ya puedo oír cómo mi pladespliega en las estancias inferio

Júpiter, Plutón, Mercurio y Minsiguen allí. Vienen a por mí. ¿O avoy yo a por ellos? No lo sé. Int

sentirme como el depredador, peropuedo. Mi furia está calmándose. Seaplacando y dando paso al miconforme los pasillos se alargan. Tia Mustang; busco el recuerdo del olosu pelo. Estos son los Marcados aceptan sobornos del hombre que m

mi mujer. La sangre me bombea



deprisa. La furia regresa.Me encuentro con Mercurio en

estancia. Se está riendo histéricamencantando a voz en grito cancioobscenas de la HP mientras se encamedia docena de mis soldados. Llev

albornoz, pero está bailando comomaniaco entre las estocadas de Caballos Muertos. No he visto t

gracilidad desde las minas. Se mucomo yo minaba. El equilibrio entrfuria y la física. Una patada y se roun codo, golpea con fuerza en rodilla para dislocarla.

Abofetea a uno de mis soldadoa cara. A otro le da una patada e

ngle. Y da una voltereta encima de



chica, le agarra del pelo cuando dado la vuelta, aterriza y la lanza coa pared como una muñeca de tr

Entonces le da un rodillazo en la caun chico, le corta el pulgar a una cpara que no pueda sujetar la espa

rata de golpearme con el dorso dmano antes de marcharse con su daYo soy más rápido que él, y más fu

a pesar de su increíble don conespada; así que, mientras dirige la mhacia mi cara, le golpeo el antebcon todas mis fuerzas, rompiéndolhueso. Da un grito y trata de retrocepero yo le agarro la mano y le golpebrazo con el puño hasta que se lo rom

Entonces dejo que se aleje, herid



Estamos en una habitación varios soldados tirados por el sueloalrededor. Grito a los demás queaparten y levanto mi falce. Mercuriun querubín. Es pequeño y rechoncon la cara de un niño. Las mejillas

ponen rosadas. Ha estado bebiendo.rizos dorados le caen sobre los ojosos aparta con un gesto. Recuerdo

había querido elegirme para su cpero los seleccionadores se opusieAhora blande de manera ostentosafilo como un poeta la pluma, permano libre le ha quedado inutilizdespués que se la golpeara.

—Eres brutal —observa.

—Deberías haberme escogido p



u casa. —Les dije que no te presiona

Pero ¿me hicieron caso? No, no, nono. Estúpido Apolo. El orgullo pucegar.

—Las espadas también.

—¿Las que atraviesan un ojo?Mercurio se fija en mi armadurMuerto, ¿entonces? —Alguien me

que lo mate—. Vaya, vaya. Ehambrientos. Este duelo puede divertido.

Me inclino en una reverencia.Mercurio hace una venia.Me gusta este próctor, pero

quiero que me mate con ese filo.

Así que envaino la espada y



disparo en el pecho con el puñopulsos ajustado para aturdirlo. Deso atamos. Mercurio sigue riénd

Pero más abajo en el pasillo, detráél, veo a Júpiter —un titán vestidouna armadura completa— avanza

como una furia con un bastón de pucurvado y una hoja afilada. Hay próctor armado con él. Creo que

Minerva. Retrocedemos. Incluso diezman mis tropas. Vienen derechacia nosotros por el largo pasillo nos echan encima, derribando a chicos como rocas aplastando espiEs imposible herirlos. Mis soldaescapan corriendo por el mismo

por donde vinimos, de vuelta a



escaleras, hacia los pisos superidonde nos estrellamos contra los nugrupos de refuerzos. Trepamos usobre otros, y caemos sobre el suelmármol. Atravesamos las habitacidoradas para huir de Júpiter y

Minerva mientras suben por escaleras. Júpiter ríe de manestrepitosa cuando nuestras sim

espadas y lanzas le rebotan enarmadura con un sonido metálico.Las únicas armas que pueden hac

daño son las mías. No es suficientefilo de Júpiter me atraviesa la armade pulsos y me quita la armaduraretroceso en la zona del muslo. Sise

dolor y le disparo con el puño



pulsos. El escudo atrapa el pulso retiene, pero a duras penas. Agita hoja hacia mí como un látigo. Me ropárpado y está a punto de quitarmojo. La sangre mana a borbotones dpequeña herida y yo rujo de furia. V

hacia él, dejando atrás a Minerva, golpeo con el puño de pulsos enmandíbula. Me destroza el arma

mano, pero consigo mellarle el yedorado y desequilibrarlo. No le iempo para recuperarse. Doy un gr

ataco con la falce agitándola de un a otro como un torbellino incmientras asesto torpes golpes con el Es una danza frenética. Le doy e

rodilla con el poco acostumbrado



Él me abre el muslo con el suyoarmadura se cierra sobre la heridacomprime y le administra analgésico

Hemos llegado al final de escalera de caracol cuando lo emhacia atrás. El arma se le queda

fuerzas y después se desliza alredde mi pierna como un lazo, prepapara estrecharse y cercenármela

altura de la cadera. Le empujo con tmis fuerzas. Caemos por las escaleEntonces rueda y se pone en pie.agarro por detrás. Armadura coarmadura.

Nos estrellamos contra una salaholoinmersión. Saltan chispas po

aire. No dejo de gritar y de emp



para que no pueda cortarme la picon el filo, débil aún y enrolladoorno a la carne y el hueso. Ped

hacia atrás, sin equilibrio cuandosaco por una ventana y nos volcamoel vacío. Ninguno de los dos t

gravibotas, así que caemos tremetros sobre un banco de nieve eadera de una montaña. Rodamos p

pronunciada pendiente hacia la caídkilómetro y medio que termina encaudaloso Argos.

Me recompongo en la nieConsigo ponerme en pie. No lo veoparece oír su gruñido a lo lejos. Amestamos confusos entre las nubes.

acuclillo y escucho, pero aún no



recuperado el oído desde lo de Apo —Morirás por esto, chico —d

Júpiter. La voz viene de debajo agua. ¿Dónde está?—. Tendrías haberte enterado de cuál era tu sTodo tiene un orden. Tú estás cerc

a cima, pero no en la cima, chico.Respondo algo conciso sobre qumérito no significa mucho.

—El mérito no se gasta. —¿Así que el archigobernadoestá pagando para hacer esto?

Escucho un aullido a lo lejos. sombra.

—¿Qué crees que vas a hachico? ¿Matarnos a todos los prócto

¿Hacer que te dejemos ganar? As



funcionan las cosas, chico. —Júpitebusca—. Pronto los cuervos gobernador llegarán en las naves conespadas y sus armas. Los soldadoverdad, chico. Los que tienen cicatrque ni en sueños te imaginas.

obsidianos, dirigidos por legadocaballeros dorados. Tú no estás másugando. Pero ellos creerán que te

vuelto loco. Y te cogerán, te harán d te matarán. —No, si gano antes de que lleg

—Esa es la clave de todo—. Puedehaya un retraso en los holos antes deos seleccionadores los vean, p

¿cuánto retraso? ¿Quién está edita

os condenados holos mientras luch



os aseguraremos de que salgamensaje correcto.

Me quito la cinta roja de la cabeme seco el sudor de la frente. Despme la vuelvo a colocar.

Júpiter permanece en silencio.

—Así que los seleccionadores vestá conversación. Verán que gobernador te está pagando para h

rampas. Verán que soy el primer aluen la historia que ha asaltado el OlimY verán cómo te doblego, te quitarmadura y te hago desfilar desnudoa nieve, eso si te rindes. Si no, tira

cadáver desde el Olimpo y lo regaréuna lluvia dorada mientras cae.

Las nubes se despejan y Júp



aparece de pie frente a mí en la niRojo goteante en la armadura doradaalto, esbelto, impetuoso. Este sitio ehogar. Su área de juegos. Los chicossus juguetes hasta que consiguen cicatrices. Es como cualquier otro ti

mezquino de la historia. Esclavo depropios caprichos. Un maestro de salvo del egoísmo. Él es la Sociedad

monstruo empapado de decadencia no ve su propia hipocresía. Él ve este poder, toda esta riqueza comoderecho propio. Se engaña. Todosengañan. Pero no puedo acabar cofrontalmente. No, da igual lo buenoo sea peleando. Es demasiado fuert

El filo le cuelga de la mano co



una serpiente. La armadura refulgealba despunta cuando estamos frenfrente. Una sonrisa torcida se dibujsus labios.

—Habrías sido alguien importen mi casa, pero eres un chico estúp

colérico y de la Casa de Marte. Aúpuedes matar como yo soy capazhacerlo, pero aun así me desafías.

ra. Pura estupidez. —No, no puedo desafiarte. —arrojo la falce a los pies y tambiénfilo. Apenas sé usarlo, de todos mo—. Así que haré trampas. —AsientAdelante, Sevro.

El filo culebrea desde el suelo

ensa y le atraviesa los tendones cua



se da la vuelta. Júpiter falla el gmedio metro por lo alto. Eacostumbrado a luchar con hombInvisible, Sevro hiere a Júpiter enbrazos y le quita las armas. La armade retroceso avanza hasta las her

para frenar la hemorragia, pero endones van a necesitar algo más.Cuando Júpiter se queda en silen

Sevro se quita la espectrocapa Apolo. Cogemos las armas de JúpLa armadura no le valdría a namenos a Pax. Pobre Pax. Qué aspan magnífico habría tenido con e

galas. Arrastramos a Júpiter de vumientras subimos la pendiente.

Dentro, el curso de la batalla



cambiado. Mis exploradores, al parehan encontrado lo que les pedí buscaran. Milia corre hacia mí, consonrisa de satisfacción en su alargrostro. Como siempre, arrastra palabras cuando me cuenta las bu

noticias. —Encontramos la armería.Una infinidad de miembros de

Casa de Venus, recién liberados deesclavitud, pasan como un raRelucientes con sus puños de pulso yarmaduras de retroceso. El Olimpnuestro y han encontrado a Mustang.

Ahora sí que tenemos todas hachas.



43

LA ÚLTIMA PRUEBA

La encuentro dormida en una suite junta la de Júpiter. Los cabelalborotados. Tiene la capa más sque yo. Cuelga marrón y gris en veblanca. Huele a humo y hambre.destrozado la habitación, tirado un p

de comida, enterrado la daga enpuerta. Los criados marrones y rosaienen miedo, igual que a mí. Veo c

se escabullen. Mis primos lejanos.



veo moverse, criaturas extrañas. Chormigas. Tan carentes de emocSiento una punzada. La perspectivalgo perverso. Así es como Augustoa Eo cuando la mató. Una hormiga.La llamó «perra roja». A sus ojos

como un perro. —¿Le habían echado algo encomida? —le pregunto a uno de

rosas.El hermoso chico murmura amirando al suelo.

—Habla como un hombre —exhorto con brusquedad.

—Sedantes, señor. No me mira a la cara. No le cu

Soy un dorado. Casi medio metro



alto. Mucho más fuerte. Y pareclaramente loco. Cuán malvado debpensar que soy. Le digo que se marc

—Ocúltate. Mi ejército no siemme escucha cuando le digo queuegue con los colores inferiores.

La cama es enorme. Sábanas seda. Colchón de plumas. Los postesde marfil, ébano y oro. Mustang due

en el suelo en una esquina. Heenido que ocultar durante mucho tieel lugar donde dormíamos. Debióparecerle un error tumbarse encomodidad absoluta, incluso con sedantes. También ha intentado romas ventanas. Me alegro de que n

consiguiera. La caída es considerabl



Me siento a su lado. La respiraque sale por su nariz agita un único Cuántas veces he visto cómo dormientras tenía fiebre. Cuántas vecesha hecho lo mismo. Pero ahora ya nofiebre. No hay frío. No hay dolor en

estómago. La herida de Casio se cEl invierno ha terminado. Fuera he vas primeras flores. Cogí una en

adera de la montaña. Está en compartimento secreto de mi cQuiero dársela a Mustang. Quiero qudespierte con el hemanto en los labPero al sacarlo se me clava una dagel corazón. Es peor que cualquier de metal. Eo. El dolor no desapare

nunca. No sé si tiene que hacerlo. Y



sé si esta culpa que siento debería ea pagada. Beso el hemanto y lo vu

a guardar. Aún no. Aún no.Despierto a Mustang con delicadSonríe antes de que pueda abrir

ojos, como si supiera que estoy a

ado. Digo su nombre y le aparto el de la cara. Parpadea y abre los ojossu iris danzan chispas doradas.

extraño junto a mis dedos callososucios, con las uñas rotas. Me acaas manos con la nariz y consincorporarse. Bosteza. Mira a

alrededor. Casi me da un ataque deal ver cómo intenta digerir lo quepasado.

—Vaya, y yo que iba a contarte



sueño que he tenido con dragones. morados y muy bonitos y les guscantar canciones. —Me toca armadura con el dedo. Repica—. forma de eclipsarme. Capullo. ¿Qupasado?

—Perdí la cabeza.Gime. —Me he convertido en la donc

en apuros, ¿no? ¡Mierda! Con lo quodio.Le comunico las novedades.

Chacal está dividido. Su ejército asMarte mientras él y Lilath se esconen la profundidad de las montañasnos costará mucho encontrarlo.

—Si quieres, puedes coger nue



ejército y aniquilar a ese cabrón. —Hecho. —Esboza una son

orcida y levanta una ceja—. P¿puedes confiar en mí? A lo mquiero ser la gran primus de peculiar ejército.

—Puedo confiar en ti. —¿Cómo lo sabes? —me pregunEntonces la beso. No puedo darl

hemanto. Ese es mi corazón y esMarte: una de las pocas cosas crecen en la tierra roja. Y sigue siede Eo. Pero esta chica, cuando slevaron… Habría hecho cualquier

por volver a ver esa sonrisa socarrQuizás algún día tenga dos corazo

que dar.



Sabe igual que huele. A hambrhumo. No nos separamos. Le pasodedos por el pelo. Ella me acariciaos suyos el mentón, el cuello y me

el cabello en la parte posterior dcabeza. Hay una cama. Hay tiempo.

hambre distinta de la primera vez besé a Eo. Pero recuerdo cuandosondeainfiernos de Gamma, Dago, le

una larga calada al cisco, que en piempo se volvió de un rojo intenso consumió. Me dijo: «Este eres tú».

Sé que soy impetuoso. TemeraEso lo entiendo. Y estoy lleno muchas cosas: pasión, arrepentimieculpa, tristeza, nostalgia, ira. A v

me dominan, pero no ahora. No a



Acabé colgado en un cadalso por cde mis pasiones y de mi tristTerminé tirado en el barro debido aculpa. La ira habría hecho que mataAugusto la primera vez que lo vi. ahora estoy aquí. No sé nada de

historia del Instituto. Pero sé queconseguido lo que nadie más conseguido. Lo he hecho con rab

astucia, con pasión y con ira. conseguiré a Mustang de la miforma. El amor y la guerra son campos de batalla distintos.

Así que, a pesar del deseo, aparto de Mustang. Ella conoce pensamientos sin que diga una palab

es así como sé que van en la direc



correcta. Me besa de nuevo premura. El beso dura más de lo debería, pero luego nos levantamonos marchamos. Vamos hasta la pucogidos de las manos, y después vuelvo hacia ella.

—Tráeme el estandarte del ChaMustang. —Sí, lord Segador.

Me hace una burlona reverencme guiña un ojo. Después se marchaEl lugar se ha convertido en una

de locos del saqueo. En medio de ese caos, Sevro ha encontradoholotransmisor. Tiene nuesexperiencias sensoriales almacenada

el disco duro, esperando p



ransmitírselas a los seleccionadodonde quiera que estén. No es ransmisión en tiempo real, así que

seleccionadores no tienen aún acontecimientos del día de hoy. Haydemora de medio día. Eso es lo ú

que hará falta. Le doy instruccionSevro para que monte la historia quiero contar. No se lo confiaría a n

más.

Hago que traigan a Fitchner de mazmorras del castillo de Apolo.reclina en una silla en el comedorOlimpo. Tiene la cara amoratada

cuando lo golpeé. El suelo está hech



aire condensado, así que quedasuspendidos sobre un kilómetro y mde caída vertical. Tiene los pies sobmesa y retuerce los labios en sonrisa.

—Aquí está el maniaco —me dic

se rasca la barbilla con un dedoSabía que tendrías posibilidades.Le hago un gesto obsceno con

dedo corazón. —Mentiroso.Me lo devuelve. —Imbécil. —Extiende la mano

busca de la mía—. No me digas queestás amargado por lo envenenamiento, las enfermedades

rampas de Casio, los osos en el bos



a tecnología de mierda, el tiemhorrible, los intentos de asesinato espía.

—¿La espía? —La que te ha estado manipula

Ja! Todavía eres un niño. Habland

o cual, ¿dónde están tus soldad¿Correteando por ahí, comiendo cestúpidos, duchándose, durmien

follando y divirtiéndose con las rosEste lugar es una trampa de miel moscas, chico. Una trampa nutilizará tu ejército.

—Estás de mejor humor. —Mi hijo está a salvo —respond

me guiña un ojo—. Y bueno, ¿qué v

hacer?



—Ya he enviado a Mustang parase encargue del Chacal. Y despuéeso iré a Marte. Entonces todo herminado.

—Vaaaya. Salvo que no se acabado.

Fitchner hace estallar ese conocchicle y tuerce el gesto. Le dejémandíbula hecha un desastre. Me d

ataque de risa. Tenía ganas de reídesde que Sevro acabó con Júpiterpierna me palpita del dolor que causó ese dichoso hombre. Inclusoos calmantes, apenas puedo caminar

—Sin acertijos. ¿Por qué no seacabado?

—Tres cosas —responde Fitch



Su rostro deforme me examina durun momento—. Sois unas criatpeculiares. El Chacal y tú. Todomundo quiere ganar. Pero vosotrosos lleváis la palma, monstruos. dorados no moriríamos para ga

Valoramos demasiado nuestras viPero vosotros, no. ¿De dónde os veso?

Le recuerdo que es mi prisioneque debería contestar a mis pregunta —Hay tres cosas que aún no

acabado. Te lo diré. Te diré cuáles si me contestas a esto. Dime, ¿cuálesus motivaciones? —Suspira—. primero, buen hombre, es Ca

Simplemente tendrá que batirse en d



contigo hasta que uno de vosotros cmuerto.

Me lo temía. Contesto la preguntFitchner.

Le digo que el Chacal quería sao mismo. Qué me motiva. Una respu

rápida es la rabia. De principio a fina rabia. Si ocurre algo y no loanticipado, reacciono como un ani

con violencia. Pero la respuesta do más hondo es el amor. El amormotiva, así que tengo que mentirlpoco.

—Mi madre soñó que yo podríamás grande que nadie en mi familia. grande que el nombre de Andrómed

nombre de mi padre. —Padre fa



Familia falsa. Pero la idea es la mi—. No soy un Belona. Ni un Augustouna Octavia au Lune. —Sonrío malicia, eso es algo que puede ente—. Pero quiero ser capaz de eencima de ellos y mearles en

condenadas cabezas.A Fitchner le gusta eso. Siemprquerido lo mismo, pero ha descub

que sin el pedigrí, el mérito no te lmás lejos. Esa frustración es enfermedad.

—Lo segundo que no ha acabadesto. —Fitchner hace un gesto comano a nuestro alrededor. No descubre nada, ya lo tenía claro.

matado a un próctor. Tengo prueba



que el archigobernador sobornó a unamenazó a otros cuantos para que supudiera ganar. Nepotismo. Manipulade la escuela sagrada. Esto no es para tomar a la ligera. Romperá aQuizás incluso retire al archigobern

de su cargo. Acusaciones. ¿CastigLos seleccionadores querrán sangrY el archigobernador querrá la t

Esto lo avergonzará y dejará sitio archigobernador de los Belona. Talel padre de Casio.

Fitchner me pregunta por qué coen los soldados de mi ejército que esclavos.

—Confían en mí porque han v

cómo les habría ido en todo esto s



o hubiera llegado. ¿Crees que quial Chacal como amo?

—Bien —responde FitchneConfías en todos ellos. EspléndEntonces no hay tercera complicacMe he equivocado. —Le presiono

que me diga a qué se refiere, así suspira y transige—. Ah, solo queenviado a Mustang con la mitad

ejército para encargarse del Chacal. —¿Y? —En realidad, nada. Confías en —No, dime. ¿A qué te refieres? —Bueno, de acuerdo. Si tienes

saberlo, si no hay otra forma de sehablando de esto, ella es la herm

gemela del Chacal.



Virginia au Augusto. Hermana Chacal. Gemela. Heredera de una familia, del gens Augusta . La única hidel archigobernador Nerón au Augu

El hombre que hizo que llegáramodo esto. Encerrada y alejada demiradas públicas para protegerla dententos de asesinato, igual que

hermano. Por eso Casio no conocíahija de su archienemiga familia. Pcuando me senté con el Chacal, Mussabía quién era. Su hermano. conocía la identidad del Chacal? Npuede explicar su silencio si sabía q

era y no dijo nada. Nada salvo



hombres están donde los necesito. Ssigue a su tarea. Eso es lo mmportante. Ordeno a Tacto que dé

a lo que quede de Venus y de Mercuos esclavice; y pongo a Milia al c

del resto del ejército con Nyla. Te

que ir a la Casa de Marte ahora. puedo esperar a que mis hombrereúnan. Necesito más gente por

cuando vengan los gemelos Augendrán armas y tecnología equiparaa las mías, y quizá tengan más soldaEl juego ha cambiado. No estpreparado para esto. Me sientoestúpido. ¿Cómo puedo haberla besSiento que las tinieblas engullen

corazón. ¿Y si le hubiera dado



hemanto? Lo rompo en jirones cuasalto con las gravibotas desde el bdel monte Olimpo y dejo caer pétalos.

Me llevo solo a los Aulladoconmigo, dejando atrás los pét

mientras bajamos planeando.Llevamos gravibotas y armadupuños y hojas de pulsos.

desaparecido la nieve en la tierra dCasa de Marte. En su lugar hay tiembarrada. Las tierras altas eenvueltas en niebla. Huele a tierraasedio. Nuestras torres, FobosDeimos, son escombros. Las catapuque los asediadores recibieron co

regalo han hecho su trabajo. Co



ambién lo han hecho en los muros dantiguo castillo. La fachada frontal en ruinas y plagada de flechas, jarracerámica rotas, espadas, armaduraalgunos alumnos.

Una tropa de casi cien homb

asedia a Marte. El campamento cerca del límite del bosque, palrededor del castillo de Marte

construido un cercado para evcualquier salida de la fortaleza.nvierno ha sido largo para am

bandos, aunque me fijo en los cántsolares, los calentadores portátiles,paquetes nutricionales de las fuerzaasedio del Chacal, que abarcan

Júpiter, Apolo y un cuarto de la Cas



Plutón. Al fondo de la pendienteevantan algunas cruces. E

orientadas hacia el castillo. En cruces hay tres cuerpos. Sé en estado están por los cuervos. La úseñal de resistencia que veo en la C

de Marte es nuestra bandera con el de Marte, andrajosa y quemada. Cuflácidamente en el escaso viento.

Los Aulladores y yo llegamos deel cielo como dioses dorados. raídas capas ondean a nuestra espaPero si los sitiadores esperaban fuéramos próctores con más regpara ellos, no podrían estar equivocados. Aterrizamos con fue

Los Aulladores primero. Y yo a



cabeza y, cuando impacto, el enemigescabulle en completo terror.

El Segador ha vuelto a casa.Dejo que los Aulladores destroc

os enemigos en nuestra tierra. Esto más cerca que he estado de mi hoga

Lico, en meses. Me agacho y cojopuñado de tierra de la Casa de Mmientras mis hombres hacen su traba

mi alrededor. Marte. Mi hogar. enarbolado un estandarte distinto, he echado de menos mi casa. El enemcorre hacia mí para atacarme. Venarma que llevo, saben quién soy. Avampenetrable. La armadura de pulso

mi escudo. Sevro y los Aullad

actúan como mi espada.



Camino hacia las tres cruces y a vista para ver a Antonia, a Casand

a Vixus.Los traidores. ¿Qué habrán he

esta vez?Antonia, igual que Vixus, sigue v

a duras penas. Le digo a Cardo quedescuelgue y que los lleve de vueltOlimpo para que los atiendan

medibots. Tendrán que vivir con la de que le cortaron la garganta a Espero que les duela. Me quedomomento de pie en la falda de la coLes grito quién soy. Pero ya lo saporque la bandera de Marte baja y eugar se iza una sábana manchada

ierra con una falce dibujada a t



prisa. —¡El Segador! —gritan como

fuera su salvación—. ¡Primus!Los defensores están harapien

sucios y delgados. Algunos están débiles que tenemos que llevarlos d

os escombros del castillo. Los pueden se acercan para recibirme cosaludo militar, inclinar sus cabeza

besarme en las mejillas. Los quepueden, me tocan la mano al pasar. piernas rotas y brazos aplastados. Ssanados. Los transportamos de vuelOlimpo. La Casa de Marte no seráutilidad en la batalla venidera, así usaré a los sitiadores de Plutón, Júp

Apolo. Hago que Payaso y Guij



os esclavicen a todos con el estandde Marte. Un chico delgado que tedificultad para reconocer me lo entrPero cuando me agarra en un abesquelético, un abrazo tan fuerte duele, sé quién es.

Un sollozo mudo resuena en pecho.Me abraza en silencio. Despué

cuerpo tiembla como lo hizo el de Pencontrar la muerte, salvo que eemblores son de alegría, no de dolo

Roque está vivo. —Hermano mío —dice entre ll

—. Hermano mío. —Creí que estabas muerto —

contesto mientras abrazo con fuerz



delicada complexión—. Roque, pque estabas muerto.

Le estrecho contra mí. Tiene el muy fino. Siento sus huesos a travéa ropa. Es como un trapo mojado

envuelve mi armadura.

—Hermano. Sabía que regresarLo sabía en lo más profundo decorazón. Este lugar estaba vacío si

—Me sonríe lleno de orgullo—. Co llenas ahora.El primus de la Casa de Diana t

razón. Marte es un fuego descontrolY se consume. Roque tiene cicatricea cara. Sacude la cabeza y sé que t

historias que contar: dónde ha est

cómo ha vuelto. Pero más tarde. Se



cojeando. Quinn, cansada y con solooreja, va con él. Me da las graciasos labios y pone una mano en la esp

del delgado poeta de tal forma que saber que ha dejado a Casio.

—Nos dijo que regresarías —

—. Roque nunca miente.Pólux sigue de un humor joccuando lo veo. La voz le suena com

alguien estuviera andando sobre gra me agarra del brazo. Quinn y Romantuvieron unida la casa, dice. Cdesistió hace mucho tiempo. Me esen la sala de mandos.

—No lo mates…, por favor. comió por dentro, tío. Le comió

dentro lo que te hizo; nos entera



odos. Así que deja que pase un tiealejado de aquí. Te trastorna la cabHace que te olvides de que no tieelección. —Pólux le da una patada pedazo de barro—. Me pusieron conchiquilla, ¿sabes?

—¿En el Paso? —Me emparejaron con chiquilla. Intenté matarla

suavidad… pero no se moría. —Pgruñe algo y me da una palmada ehombro. Trata de soltar una riamarga—. Lo tuvimos crudo, permenos no somos rojos, ¿no crees?

Ya ves.Se marcha y me quedo solo en

viejo castillo. Tito murió en el luga



el que me encuentro ahora. Miroorreón. Está peor de lo que estab

sus tiempos. Todo está peor ahoraalguna forma.

Maldita escoria. ¿Por qué tuvo raicionarme Mustang? Todo

oscuridad ahora que lo sé. Una somproyectada sobre la vida. Pohabérmelo contado tantas veces. Per

o hizo. Sé que quería hablar conmcuando estaba con el Chacal, pprobablemente para contarme algo pmportante. Algún chismorreo. raicionaría a su sangre por mí? Noo hubiera hecho me lo habría d

antes de que le diera la mitad de

ejército. También se llevó su estand



vieja bandera está sobre su rodillamano del primus le cuelga alrededocuello. Ha pasado tanto tiempo dque metiera aquella hoja en mi vieEl arma ahora parece ridícula. uguete, una reliquia. He dejado tan

esta habitación, su arma, su alcapero sus ojos me paran el corazónculpa es como una bilis negra en

garganta. Me llena el pecho y me seco. —Lo siento por Julian —le digoSus cabellos de rizos dorados e

apelmazados con grasa y arena. pulgas han hecho de ellos su hoSigue siendo hermoso, mucho

atractivo de lo que yo llegaré a ser.



a chispa de sus ojos ha desaparecUn tiempo y un espacio lejos de ugar es lo que necesita su alma. M

de asedio. Meses de rabia y derrMeses de pérdida y culpa le han vacde todo lo que le convierte en Ca

Qué pobre alma. Siento lástima poCasi me río. Después de que me clauna espada en la tripa soy yo el

siente lástima por él. Nunca ha peruna batalla. Solo él de entre todosprimus puede decir eso. Aun asíquita el distintivo y me lo lanza.

—Has ganado. Pero ¿mereciópena? —pregunta Casio.

—Sí.

—Sin dudarlo… —Hace un g



con la cabeza—. Esa es la difereentre tú y yo.

Deja el estandarte y la espada, yacerca caminando hasta mí, tan cque puedo oler la peste de su alieCreo que va a abrazarme. Yo qu

abrazarlo, disculparme e implorarperdón. Entonces arranca una costrsus nudillos, chupa la sangre y

escupe en la cara, dejándome perple —Esto es una enemistad de sanSi alguna vez volvemos a encontra—murmura en alta jerga—, o soy tueres mío. Si alguna vez respiramos emisma habitación, uno de los aliecesará. Y ahora escúchame, miser

gusano. Somos un demonio el uno



el otro hasta que uno de nuescorazones deje de latir. Ahora púdre

Es una declaración fría y formal solo exige una cosa de mí. Asiento. se marcha. Me quedo de pie tembladurante un momento después de qu

haya marchado. El corazón me paen el pecho. Cuánto dolor. Hapensado que se acabaría, pero no t

as cicatrices se curan. No todos pecados se perdonan.Cojo la bandera de Marte y

abrocho la insignia del primus. Obsel mapa en la pared. La bandera confalce flota sobre todos los castillos;hombres han protegido los de

ncluso mientras Tacto prepara



Olimpo para el asalto de MustAhora esos castillos me pertenecen ano al lobo de la Casa de Marte. Mi fse parece a la L de Lambda. Mi clanugar donde mi hermano, mi hermanaío, mi madre, mis amigos sig

matándose a trabajar. Parece estuvieran en otro mundo, perosímbolo, el símbolo de la rebelión —

utensilio de trabajo convertido enarma de guerra— ondea sobre todacasas de los áureos excepto una. Plu

Abandono el castillo por la toSoy un sondeainfiernos de los rojoLico. Soy el primus dorado de la Cde Marte. Y me encamino a la úl

batalla de este maldito valle. Desp



de eso empieza la guerra de verdad.



44

EL COMIENZO

Tacto ha asumido el mando en ausencia. El hombre es una bestia cpero es mi bestia cruel. Y con él aado, mi ejército está preparado par

derramamiento de sangre. Nuearmadura brilla. Trescientos homb

oventa esclavos nuevos. No tendráoportunidad de ganarse su libertadhabía bastantes gravibotas para to

i armaduras suficientes. Pero tod



mundo tiene algo. Los Caballos Mu los Aulladores se agrupan junto

borde del monte Olimpo. Mfijamente hacia abajo, un fino arcooro, hacia el suelo que está un kilóm medio más abajo. Nuest

adversarios están en las montaCuando Mustang y el Chacal llegueos picos nevados estarán en desven

uestro terreno es el más alto. El rde mi ejército —el que fuera destacamento de Pax y el de Nycustodia la fortaleza dorada y a próctores. Los esclavos también eahí. Ojalá Pax estuviera junto a Siempre me sentía más seguro baj

sombra.



He enviado a Nyla y a Milia a ocuantos cubiertos con espectrocapara que rastreen las montañas en bde los movimientos del Chacal. ¿Qsabe qué información le ha dMustang a su hermano? Sabrá

nuestras debilidades, de nuedistribución, así que cambio todo tcomo puedo. Lo que ella sepa

nútil. Alterar el paradigma. pregunto si podré vencerla despiadadamente como vencí a Fitch¿A la chica que tarareó la canciónEo? Nunca. Sigo siendo un rojo efondo.

—Odio esta condenada parte —

amenta Tacto con un suspiro. Inclin



cuerpo nervudo a mi lado para asomal borde de la montaña flotantEsperando. Bah. Necesitamos ocular

—¿Qué? —¡Oculares! —exclama, más altMi oído va y viene. Tener

ímpanos perforados es una cdesagradable.Dice algo sobre Mustang y so

cortarle los pulgares para empezar.consigo entender la mayor parte. Loprobable es que no quiera; Tacto esipo de personas que se hace una tr

con las entrañas de alguien. —¡Ahí!Entonces vemos algo dorado

vuela y atraviesa una nube. Le sig



res más. Nyla… Milia… Mustangalgo más.

—¡Esperad! —le grito a Sevro sus Aulladores.

Ellos repiten en eco la ormientras Mustang se acerca porta

algo extraño. —Qué hay, Segador —me salMustang en voz alta.

Espero a que aterrice. Las botaponen pronto en el suelo. —Qué hay, Mustang. —Por lo visto, Milia dice que y

has averiguado. —Mira a su alredcon una curiosa sonrisa—. Enton¿todo esto es por mí?

—Por supuesto. —Estoy confus



Pensé que podría haber una refrentre Augusto y Andrómeda.

—Esta vez no habrá refriegas. Traído un regalo. Déjame que te pres

a mi hermano, Adrio au AugustoChacal de las Montañas, y a

estandarte. Y está —me mira con dura sonrisa cuando se da cuenta deo creía que me iba a traiciona

desarmado.Deja caer al Chacal ataamordazado y desnudo.

—¡Por mis condenadas pelotasreniega Tacto.

He ganado.



Mustang está de pie junto a mí mienas naves de desembarco llegan

Olimpo. Me ha rogado que no me siculpable por haber dudado de su lea

Que debería haberme hablado de azos familiares incluso aunque considere al Chacal su hermano. N

espíritu. A su verdadero hermanohermano mayor, lo asesinó uno dehombres de Casio, un bruto de nomKarnus. Augusto y Belona. La enementre las dos familias es profundsiento sus corrientes tirando de piernas.

Pero la pregunta permanece.



Mustang una digna hija de su padreacaso es la chica que tararea la cande Eo? Creo que conozco la respuElla simboliza lo que los dorapueden ser, deberían ser. Pero su p su hermano simbolizan lo que

dorados son en realidad. A Eo no shabría pasado por la cabeza que pudiera ser tan difícil. Hay bonda

os dorados porque, en muchos sentson lo mejor que puede ofrecerhumanidad. Pero también lo p¿Cómo afecta eso a su sueño? Soliempo lo dirá.

Mis lugartenientes me flanquMustang, Nyla, Milia, Tacto, Sevr

ncluso Roque y Quinn. Dejamos



hueco de Pax y de Lea. Mi ejércitoflanquea. No es necesario avergonzos alumnos de Plutón. Quiero hacpero no lo hago. Están dispersos emis seis unidades. Esperamos enamplio patio frente a las rampas

aterrizaje. Es un día primaveral asía nieve se derrite rápido.Sevro está cerca de mí. Veo

igera diferencia cuando me mira.conversación que tuvimos cuandoerminó de editar las grabaciones

corta y aterradora. Todavía resuenmis oídos.

—El audio estaba dañado porormenta —me aclara—. No lo

entender las últimas palabras que



dijiste a Apolo, así que las borré.Una de las últimas palabras qu

dije a Apolo fue «maldito».¿Qué sabe Sevro? ¿Qué cree

sabe? El hecho de que las bormplica que piensa que son lo bast

mportantes para ocultarlas.El archigobernador Augusto, emperadores Belona y Adriato y

multitud de otros dignatarios que lla la cifra de doscientos bajan deransbordadores, cada uno con

conjunto de asistentes. La directoranspecciona y se ríe del estado de

próctores. Los he dejado con ataduras y las mordazas. Aquí no cab

compasión. La mínima duda acerca



me castigarían se desvanece. El úque no está atado es Fitchner. Si alguna recompensa destinada a próctores, él debería recogerla. Yavisto las holoexperiencias. Sevroaseguró de que fueran las correc

Conocía bien la historia que yo qucontar. Yo solo hice algunos retoquesLa directora Clintus es una m

pequeña con un escarpado pmontañoso por cara. Consigue soltacomentario gracioso sobre que esta primera vez que celebran la ceremen un lugar tan encumbrado, aunqueque será la última. No es la forma eque se supone que se debería juga

uego, aunque eso pone de manifiest



creatividad y mi astucia. Parece qugusto mucho y se refiere cariñosama mí como «el Segador». De heparece que les caigo muy bien a toAunque puedo ver que algunosmuestran recelosos. A los goberna

no les suelen gustar aquellos que romas normas. —Los seleccionadores de todas

casas se pelean por reclutamuchacho. Tendrás donde elegir, auna primera oferta es de Marte. En

manos está. ¡Cuántas oportunidades el Segador!

Clintus se ríe de manera nerviosaBelona y Augusto, enemigos

sangre, me miran como si fuera



serpiente. Maté a uno de sus hijoavergoncé al del otro. Esto puresultar verdaderamente incómodo.

La ceremonia es sobria. Lasistentes van de acá para allá. situación es de todo menos formal

auténtica ceremonia se celebraráAgea, donde habrá un gran festival,fiesta para prender fuego a los ciel

a holopresencia de la soberana miLibaciones, bailes, carreescupefuegos, esclavos para el plaestimulantes, polvo inflorescepolíticos o eso me dice MustResulta extraño creer que a otrosmporta lo que nos ocurrió aquí, ext

creer que muchos de los dorados



criaturas insustanciales. No saben nde lo que es ganarse la cicatriz deMarcados como Únicos. Golpear chico hasta matarlo en una fría estade piedra. Pero nos rendirán homenDurante un momento, me olvido

contra quién estábamos luchando. olvido de que esta es una raza que lude manera encarnizada para ganarse

frivolidades porque las desea fervor. No entiendo esa motivacEntiendo el Instituto. Entiendo la guPero no entiendo lo que espera en Ao lo que vendrá después de eso. Qpor eso me parezco más a los Dorde Hierro. Los mejores de

Marcados. Aquellos que son como



antepasados. Los que atacaron armas nucleares un planeta porquevantó contra sus normas. En men

criatura me he convertido.Cuando todo termina, la direc

Clintus me pone algún tipo de insig

Guiña un ojo y me toca en el homDespués nos dispersamos. Así sin mEl juego se ha terminado y nos dicen

hay naves de desembarco de campara devolvernos a nuestros hogadonde los padres esperan para daaprobación o repudiar a aquellos hque los hayan decepcionado. Así,más. Hasta entonces deambulamsintiéndonos idiotas con todas

armaduras, todo el arsenal que he



acumulado y que ahora significa poco. Observo mi falce y me marao inútil que es ahora. Es como s

supusiera que tenemos que felicitaunos a otros, animarnos o algo. Psolo hay silencio. Un silencio hu

para vencedores y vencidos.Yo estoy vacío.¿Qué hago ahora?

Siempre había un miedo, siemuna preocupación, siempre una rapara hacer acopio de armas y comida, siempre una misión o prueba. Ahora, nada. Solo el vientosopla y barre el campo de batallacampo de batalla vacío que se llena

os ecos de aquello que perdimo



misma imagen de un Marcado. Peres hermoso. Su rostro está talladogranito. Las mejillas hundidas. La dura y masculina, no bruñida como lesos idiotas de la HP o los florecque merodean por los clubes noctur

Apesta a poder como los rosas lo ha perfume. Quiero hacer que su carparezca a un rompecabezas roto.

—Sí —es todo cuanto digo. Ni sonríe ni muestra desdén. —Mi mujer es una pedigüeña.

suplicó que ayudara a ganar a su hijo —Un momento. Pero ¿él tuvo ayu

—le pregunto.La boca se le tuerce en una son

blanda. Esa que se reserva para



diversiones sencillas. —Doy por supuesto que no va

nformar a nadie de mi participaciónQuiero destrozarlo. Después de t

o que ha ocurrido, espera que colabcomo si fuera algo que se le deb

Como si tuviera todo el derecho mundo a recibir mi ayuda. Sueltopuños. ¿Qué querría Dancer que dije

—No te preocupes —consigo d—. No te puedo ayudar en matdoméstica, pero no le diré a nadie quChacal tuvo ayuda de papá.

Levanta la barbilla. —No lo llames por ese nombre.

hombres de Augusto somos leones

carroñeros infestados de pulgas.



—Sea como sea, tendrías que hapostado por Mustang —responevitando adrede decir su verdadnombre.

—No me hables de mi famiDarrow. —Acerca la nariz hacia m

Bueno, la pregunta ahora es cuquieres por tu silencio. No aceregalos. No hay que deberle nad

nadie. Así que serás atendido con condición. —¿Que me mantenga alejado d

hija? —No. —Se ríe bruscamente, p

mi sorpresa—. A las familias estúpes preocupa la sangre. A mí me tra

cuidado la pureza de la familia o



abolengo. Eso es algo superficial.único que me importa es la fuerzaque un hombre puede hacerle a ohombres, a otras mujeres. Y eso es que tú tienes. Poder. Fuerza. —nclina más cerca y en sus pupilas

cómo muere Eo—. Tengo enemigos.fuertes. Son muchos. —Los Belona.

—Y otros. Pero sí, el emperaTiberio au Belona tiene más cincuenta sobrinos. Tiene nueve hEse Goliath, Karnus, el mayor. Casisu favorito. Su semilla es fuerte.mía… no lo es tanto. Tenía un hijo valioso que todos los de Tiberio jun

Pero Karnus lo mató. —Se qu



callado durante un momento—. Aengo dos sobrinas. Un sobrino. Un

Una hija. Y eso es todo. Así colecciono aprendices.

»Mi condición es la siguiente.daré lo que quieras a cambio de

silencio. Te compraré rosas, obsidiagrises y verdes. Auspiciaré tu ingresel Instituto, donde aprenderás a pil

as naves que conquistaron los planTe proveeré de fondos y los requisdel mecenazgo. Te presentaré asoberana. Haré todo esto por tu silesi te conviertes en uno de mis lanceun ayudante de campo, un miembrmi casa.

Me pide que traicione mi nom



Que deje de lado a mi familia posuya. La mía es una familia faAndrómeda, una familia creada parengaño, pero una parte de mí sidolor.

Lo veía venir. Pero no sé qué dec

—Uno de los soldados de vuehijo puede decir algo de vuemplicación, mi señor.

Resopla. —Me preocupan más tus tenienteMe río. —Pocos de mis hombres saben

verdad. Y los que la saben no diránpalabra.

—Cuánta confianza.

—Soy su archiprimus —me limi



decir. —¿Lo dices en serio? —me preg

confundido como si yo no entendbien algo tan básico como la grave—. Chico, las lealtades resquebrajarán en cuanto nos subam

esa lanzadera. A algunos de tus amse los llevarán a los señores de satélites. Otros irán a los gobernad

de los gigantes gaseosos. Algunos pa Luna, incluso. Te recordarán comoeyenda de su juventud, pero nada

Y esa leyenda no implica la lealtadestado en tu mismo lugar. Yo ganéaño, pero la lealtad no se encuentrestas estancias. Así son las cosas.

—Así eran las cosas —repito



dureza, para su sorpresa. Pero creo eque digo—. Yo liberé a los esclavdejé que los heridos se curaran. Lealgo que vosotros, las viegeneraciones, no entendéis.

Suelta una risita que me saca de

casillas. —Ese es el problema de la juvenDarrow. Olvidáis que todas

generaciones han pensado lo mismo. —Pero en mi generación es ciertLo mismo da su confianza: te

razón. Se equivoca. Soy la chispa prenderá el fuego a los mundos. Somartillo que rompe las cadenas.

—Esta escuela no es la vida —

recita—. No es la vida. Aquí eres el



En la vida, no hay reyes. Hay muaspirantes a reyes. Pero nosotros,Únicos, los ponemos en su sitio. Muotros antes que tú han ganado este juY esos ahora sobresalen fuera deescuela. Así que no actúes como

después de graduarte fueras a ser ela tener súbditos fieles: no será así.necesitarás. Necesitarás unos cimien

alguien que te ayude a ascender. Y eso, nadie mejor que yo. No es a mi familia a qu

raicionaría, sino a mi gente. La escera una cosa, pero ponerse debajoala del dragón… Dejar que me abde cerca, acomodarme en el

mientras los míos mueren, sudan, p



hambre, se queman… es suficiente destrozarme el corazón.

Sus dos hijos nos observan. TamCasio y su padre después de abrazaDerraman lágrimas por Julian. Oestuviera con mi familia en vez de a

Ojalá pudiera sentir la mano de Kien mi hombro, sentir la mano de Leen la mía mientras vemos a mi m

prepararnos la cena. Eso es una famEl amor. Esta gente solo piensa egloria, la victoria y el orgullo famipero no saben nada del amor. Nada familia. Son familias falsas. Solo equipos. Equipos que compiten enuegos de orgullo. El archigobernado

siquiera ha saludado a sus hijos. A



hombre vil lo único que le importhablar conmigo.

—Qué curioso —digo. —¿Curioso? —pregu

sombríamente.Improviso.

—Qué curioso cómo una spalabra puede cambiar toda tu vida. —No es curioso en absoluto.

acero es poder. El dinero es poder. Pde entre todas las cosas de todosmundos, las palabras son poder.

Lo observo durante un momento.palabras son un arma más poderoso que él cree. Las palabras despiea mente. La melodía despierta

corazón. Vengo de una gente de bail



canciones. No le necesito a él pconocer el poder de las palabras. Psonrío de todos modos.

—¿Cuál es tu respuesta? ¿Sí o o lo volveré a preguntar.

Echo un vistazo a una docena

Marcados como Únicos que quihablar conmigo, sin duda para ofrecemecenazgos o aprendizajes. Ahí es

viejo Lorn au Arcos. Lo recononcluso sin su máscara de seleccionaEl caballero de la Furia. El hombreme envió mi pegaso y el anilloDancer. Un hombre de perfecto honel líder de la tercera casa más podede Marte. Un hombre del que po

aprender.



—¿Ascenderás conmigo?Me fijo en la yugular

archigobernador. Su latido es fuRecuerdo el Lamento Languidecicuando Eo murió. Pero cuandocuelgue a él no recibirá nuestra canc

Su vida no producirá ningún Simplemente se detendrá. —Creo, mi señor, que pod

ofrecerme algunas oportunidanteresantes.Alzo la mirada hasta que sus

están a la altura de los míos. Esperoconfunda la furia que hay en ellosentusiasmo.

—Ya conoces las palabras

nquiere.



Asiento. —Entonces debes pronunciar

Aquí. Ahora. Para que todos puedanestigos de que he reclamado al mejoa escuela.

Su orgullo apesta. Aprieto

dientes y me convenzo de que ecamino correcto. Con él ascendAsistiré al Instituto. Aprenderé a di

as flotas. Ganaré. Me moldearé amismo hasta ser tan afilado como espada. Daré mi alma. Me zambullirel infierno con la esperanza de unalzarme en libertad. Me sacrificaréengrandeceré mi leyenda y la extenentre las gentes de todos los mun

hasta que esté preparado para lidera



ejércitos que romperán las cadenas desclavitud, porque yo no soy un magente de los Hijos de Ares. No soysimple estrategia o instrumento enesquemas de Ares. Soy la esperanzmi gente. De toda la gente sometida.

Así que me arrodillo ante él, codicta la costumbre de los doradoscomo dicta su costumbre, posa

manos sobre mi cabeza. Las palasalen reptando de mi boca y su resuena como cristales rotos en oídos.

—Renunciaré a mi padAbandonaré mi nombre. Seré tu esp

erón au Augusto, haré de tu gloria

propósito.



Los que están observando se queatónitos ante la repentina proclamacOtros maldicen ante la falta de decante la desfachatez de Augusto. ¿Ano tiene sentido de la decencia? maestro me besa en la cabeza y sus

as palabras que le corresponden, yhago todo lo posible por enjaulafuria que me ha convertido en

mucho más afilado que un rojo. Mumás duro que un dorado. —Darrow, lancero de la Casa

Augusto. Levántate, pues hay tareas

amanecer rojo - pierce brown

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