almanaque literario (madrid. 1935). 1-1-1935

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3 1 I 5 5 [ ) ; Í

G U I L L E R M O DE TORRE

M I G U E L PÉREZ PERRERO

E. S A L A Z A R Y C H A P E L A

/¿^^f^t^e^O' e-esu^o¿o^

E D I T O R I A L P L U T A R C O

M A D R I D

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T O D O S L O S T R A B A J O S Q U E C O N T I E N E E S T E A L M A N A Q U E L I T E R A R I O S O N O R I G I N A L E S , Y H A N S I D O E X P R E ­S A M E N T E E S C R I T O S P A R A S U S P A G I N A S

P O R T A D A Y C M A U R I C

O N F E C C 1 O I O A M S T E R

N D E

D E R E C H O S S E

H

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UN LIBRO DE AFIRMACIÓN LITERARIA

S IEMPRE hahiamos pensado que nuestra vida intelectual no esta­ría completa—es una manera de decir, puesto que le faltan tan­tas otras cosas...—hasta que no contásemos con un lihro que fuese el registro del año y, al mismo tiempo, la revista extraor­

dinaria, el vario magazine, la gran explanada por donde desfilasen todas las figuras, se barajasen todos los nombres y se puntualizaran todas las realizaciones acontecidas en doce meses. En una palabra, postulábamos —y hoy abordamos—la publicación de un ALMANAQUE LITERARIO, conce­bido con toda amplitud y la máxima generosidad, inspirado en el único deseo de servir a las Letras y a cuantos viven en su culto, ya que no—ha­bidas las circunstancias españolas—enteramente de su culto...

Para acometer tal empresa no contábamos, cierto es, con otro mérito o representación que la que pueda darnos nuestra condición de escrito­res militantes, de críticos o comentaristas aplicados desde hace años —por devoción gustosa y obligación profesional—a seguir la vida litera-ña desde periódicos y revistas. Mas suponíamos que en el momento oportuno no habría de faltarnos la asistencia leal, la colaboración des­interesada de todos los maestros, compañeros y amigos acordes con nuestro proyecto aalmanaquistai). Y, en efecto, asi ha sido, en un grado t<il que sobrepasa nuestras esperanzas y nos obliga a la más rendida gratitud.

<^

y a propósito de estas últimas. Se nos argüirá, probablemente, por

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los mal encarados, los derrotistas literarios, los confusionistas politique­ros de siempre—aumentados estos últimos años en proporciones larnen-tables—que el momento no es propicio para convocar la asamblea de espíritus a que equivale este libro. Pero, francamente, ya estamos has­tiados de tales cantilenas amargas y creemos que ha llegado el momento de superarlas y darlas por vencidas, concluyendo, a la vez, con la belige­rancia mansamente otorgada a quienes propalan aquéllas, con la deS' atención por los libros, con el hibridismo politicoliterario y con el estado de desánimo intelectual que tales confusiones y excesos han llegado a engendrar.

Sin jactanciosidades, sin incurrir en el exceso opuesto de anteponer la preocupación literaria a cualquier otra, queremos, si, en la medida de nuestras fuerzas, contribuir a su enaltecimiento y a su renovado auge.

ESTE LIBRO ES, ANTE TODO, UN ACTO DE AFIRMACIÓN LITERARIA. Queremos resucitar la vida literaria—en su mejor acepción—, esti­

mular y satisfacer la apetencia curiosa de los lectores, restaurar la pri­macía de las inquietudes intelectuales. De ahi el carácter eminentemen­te critico e informativo que hemos dado a nuestro ALMANAQUE LITERARIO.

De ahi también la amplitud de sus páginas, estiradas en todas sics di­mensiones. Hemos querido hacer un libro de la totalidad de las letras españolas.

Por una vez—nos dijimos—vamos a reunimos todos, a contar con todos, sin exclusiones ni sectarismos, sin distinciones de edades ni de tendencias. Es, pues, el nuestro—reconózcasenos la nobleza y prioridad del propósito—el primer intento de agrupar en un bloque a toda la gente de letras, borrando diferencias y aniquilando distancias en esta especie de fiesta final del año. Es la tentativa inaugural—que repetiremos y per­feccionaremos en años sucesivos—de ofrecer a los lectores un conjunto panorámico, un balance del año literario—en España y en el extranjero— en todas stis fases y manifestaciones, hecho con independencia y objeti­vidad. Mantenemos, pues, la esperanza de que este libro habrá de ser leído y consultado con algún provecho por toda clase de lectores.

Está compuesto—permítasenos repetirlo—con la mayor independen­cia, sin conexión con los intereses determinados de ninguna empresa edi­torial o publicitaria, según podrá observar por si mismo el lector a poco que se interne en ,9Í¿S páginas. No hemos sacrificado nada a nada. Ni si­quiera a la falsa amenidad o pintoresquismo de que se resienten otros libros de esta clase. La amenidad de nuestro ALMANAQUE LITERARIO re-

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side en su movilidad, en su multiplicidad de secciones, en la variedad de sUrS colaboraciones.

<>

Y ahora, antes de que se encuentren antecedentes o parecidos a nues­tro ALMANAQUE, queremos—por un prurito de honradez autocrítica— apresurarnos a declararlos: los almanaques italianos, los franceses, más que los alemanes o ingleses, hechos de trozos escogidos, como anuncios de editoriales. De ellos hemos tomado algunas sugerencias, pero en rea­lidad ninguna pauta determinada. El nuestro está concebido original­mente, de acuerdo con la^ necesidades y circunstancias de las letras es­pañolas. Antecedentes nacionales, ninguno en rigor—aunque más bien lo lamentemos—podemos invocar: los antiguos, finiseculares almana­ques de «La Ilustraciónii, los más recientes de «La Revistan barcelone­sa, un esporádico «Almanaque de las Artes y de las Letrasn, que el pin­tor Maroto editó en 1927, sin olvidar «El Acabóser>, editado hace un año por «Cruz y Rayan, eran más bien florilegios, álbums, compuestos en su mayor parte de trozos narrativos, sin base criticista, y no siempre inéditos.

Y ahí estriba la absoluta diferencia y personalidad del nuestro: todos los originales que incluimos en él lo son rigurosamente, son trabajos inéditos que cada uno de los colaboradores ha escrito expresamente para estas páginas. En ello ciframos el mayor mérito y esfuerzo de nuestra obra. Es decir, gustosamente lo trasladamos integro a todos los compa­ñeros y amigos, a los artistas y dibujantes que con tanta solicitud han acudido a nuestro llamamiento, brindándonos sus cuartillas y sus gra­bados.

Sin duda la realización de este ALMANAQUE no es perfecta. Mas i cómo podria serlo una tentativa tan vasta y en un medio como el nues­tro, donde faltan siempre el terreno preparado y hay que empezar a la­borar desde los cimientos? Excúsesennos, por consiguiente, las deficien­cias o lagunas que puedan hallarse en las siguientes páginas, en la inte­ligencia de que a corregirlas aplicaremos nuestros mejores esfuerzos, para el ALMANAQUE LITERARIO del año próximo y los subsiguientes. Por-iue si las prestaciones amistosas, el favor de los lectores y el apoyo de ws editores—simplemente en cuanto anunciantes—no nos faltan, como

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esferamos, haremos del ALMANAQUE LITERARIO una publicación perma­nente.

Otra vez y finalmente: situados ahora ante la modesta eminencia que forman todos los originales y grabados de este libro, antes de dar la orden de partida a las máquinas, contemplamos, no sin cierta satisfacción, el resultado de nuestro esfuerzo compilador y reiteramos muy efusivamen­te las gracias a todos aquellos—escritores, dibujantes, editores—que han animado, dado vida a este ALMANAQUE LITERAEIO 1935.

¡Feliz Año y hasta el ALMANAQUE de 1936!

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SIGNOS" DEL ZODl:ACO

C A L E N D A R I O Y

E F E M É R I D E S

L I T E R A T I A S

TEXTO DE J. GAR- GRABADOS DE NORAH C Í A M E R C A D AL BORGES DE TORRE

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E N E R O

8 - 1601 . - Nace en BeUonfe ( C a -

latayud), el escritor aragonés Bal­

tasar Oracián.

8 - 1896.-

Verlaine.

1 4 - 1 9 2 6 . -

lesve.

1 2 - 1 8 7 6 . -

novelista

don.

Muere en París Pablo

Muerte de Rene Boy-

Nace en Oalcland el

americano, Jack Lon-

1 7 - 1860.- Nace

(Mar Negro), el

Antón Chejov.

2 2 - 1866.-

(Niév ie) ,

Nace

Romain

en Taganrog

novelista ruso,

en Clamecy

Rolland.

2 4 - 1806.- Estreno en Madr id de

la comedia de Moratín, ' E l si

de las niñas .

26 - 1 8 8 1 . - Muere en San Peters-

Durgo, después de un ataque

epiléptico, Dostoievski.

28 - 1896.- Estreno en Madr id , en

la Comedia, de "Doña Per-

lecta," de Pérez Caldos.

2 9 - 1837.- Muere a consecuencia

de herida recibida en un duelo,

el gran poeta ruso Pudikin.

31 - 1 8 8 4 . - I nauguración del actual

edificio del Ateneo de Madr id ,

siendo presidente Cánovas.

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F E B R E R O

¿feméfUdoó

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- 1914. - Estreno en Price del

drama lírico Las Oolondrinas ,

de Martínez Sierra y el músico

Usandizaga.

- 1870- Nace en Lodi la poe-

tisa lialiana Ada Negr i .

- 1626 - Nace, en Pans, la mar-

quesa de Sevigné.

- 1828- Nace, en Nantes, Ju-

lio Verne.

- 1 8 9 6 -Pereda,

16 - 1624 Juan de

Aparece la novela de

Pacnín Oonzález .

- M uere el historiador 1

Mariana.

20-1924- Clausura del Ateneo,

destitución y des)

muño.

21 - 1817- Nace,

José Zorr i l la.

2 4 - 1905 • Muere

Julio Verne.

25 - 1607 -

erro de U n a -

en Val ladol id,

en /nmiens,

Nace, en Huesca, V i n -

cencío Juan de Lastanosa, gran

amigo de

2 6 - 1802-el ilustre

Hugo.

Cracián

Nace,

poeta

en 6esan9on,

francés Víctor

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M A R Z O

¿fem&Udeó

1 - 1836 - Estreno, en el Prínci­

pe, de El Trovador de G a i ^

cía Gutiérrez.

9 - 1914 - Atentado de la sufragis­

ta María Ricnerdson contra La

Venus del Espejo" de Veláz-

quez en el Museo de Londres.

12 - 1863 - Nace, en Francavilla,

Gabr ie l d Annunzio.

1 3 - 1888 - Nace, en París, Paul

Morand.

1 4 - 1 8 6 8 - Nace, en Ni jn ie N o v -

gorod, Máximo Gorlci.

1 6 - 1 8 9 5 - Estrena el maestro

Bretón, en la Zarzuela, la ópera

" L a Dolores".

1 7 - 1 8 5 5 - Destierro a Baeza de

la monja Sor Patrocinio.

18 - 1515 - Nace, en Av i la , San­

ta Teresa de Jesús.

18 - 1905 - Homenaje nacional a

D. José Ecnegaray.

23 - 1881 - Estreno, en Madr id ,

del drama de Echegaray "E l

G ran Galeoto .

24 - 1827-M uere Beetnoven en

Viena.

2 4 - 1 9 0 2 - Muere Carmen Sylva,

reina de Rumania.

24 - 1844 - Estreno, en el teatro

madrileño de la Cruz, de Don

Juan Tenorio .

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- 1906 - Termina de imp rimirse

la biogratía de Espronceda ,

por Antonio Cortón.

- 1877 - Muere Fernán

llero.

Caba-

- 1605 - Nace en Valladolid el rey poeta Felipe tV.

- 1791 - Se embarca para

rica el gran poeta (ranees

teaubriand.

14 - 1802 - Aparece en P

Genio del Cristianismo

Lamartine.

1 6 - 1 8 4 4 - Nace, en París,

tole Trance.

Amé-

Cha-

arís el

, de

Ana-

1 8 - 1726

Voltaire,

tilla.

2 0 - 1 8 9 5

- Es detenido

y conducido

- Muerte del

actor Ricardo Calvo.

2 3 - 1616

peare.

2 3 - 1616

2 4 - 1896

- Muerte de

en París,

a la Bas-

eminente

Shakes-

- Muerte de Cervantes.

- Nace, en París, Henry

de Montherlant.

26 - 1564

miento c

Tord sur

- Inscripción

e Shakespeare

del naci-

, en Strat-

Avon, que se supone

nacido tres días antes.

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- 1857 - Muere, en París, el

poeia Al í redo de Mussei.

- 1469 - Nace, en Florencia,

Nicolás Maq uiavelo. 1

- 1 9 1 6 - Muere, en Verdún, el

escritor peruano José García

Calderón, a los veiniiocno años.

- 1862 - Muerte de Thoreau.

- 1868 - Nace Ladislao Rey-

mont.

- 1605 - Aparición del Q u i ­

jote .

- 1914 - Primera presentación

al público madrileño de la actriz

O

c a t a l a n a

1 2 - 1 9 1 2 -

el insigne

no Menén

14 - 1619

ciado en

M a f g a r i t a X i r g u .

Muere, en Santander,

polígrato D. Marce l i -

dez Pelayo.

- Comienza su nov i -

Tarragona el jesuíta

Baltasar Oracián.

23 1842 - Muerte de Espronceda.

24 - 1627 -

Góngora

26 - 1822

Goncourt

29 - 1880 -

go (Han)

Muere D. LUIS de

- Nace Edmundo de

Nace, en Blakembur-

, Oswaido Spengler.

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J U N I O

4 - 1908 - Traslado de los

de Emilio Zola al Panfeón

restos

6 - 1533 - Muere, en Ferrara, el

poeta Ludovico Ariosfo.

' ~ 1891 - Colocación de

mera piedra del edificio

de la Academia Española.

10 - 1902 - Muere, en

a pri-

actual

Val-

vidriera, el poeta catalán Mosén

Jacinto Verdaguer.

12 - 1878 - Nace en O

(Michigan), el novelista

V-urwood.

wosso

J-O.

20 - 1924 - Muere Guimerá er»

9arcelona.

20 - 1870 - Muere Julio de G o n -

court.

21 - 1889 - Coronación de Zorr i ­

lla en Granada.

22 - 1 527 - Muerte de Maquiavelo.

28 - 1870 - Nace, en Guijo de

Granadilla, el poeta José Marí&

Gabriel y Galán.

30 - 1884 - Nace, en París, G e o r -

ges Dunamei, el novelista de

Vida de los mártires" y de

Confesión de medianoaie".

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J U L I O

2 - 1 7 7 8 - Muerte de Juan Jaco-

DO Rousseau en Ermenonville.

8 - 1913-el novel

Muere en

sta Luis r

de María Cnapael

8 - 1822 Legnorn

lley.

10- 1877

el Canadá,

emon, autor *

ame .

- Muere ahogado en

, el poeta

- Nace, en

cel Prousi.

12 - 1817 (Estados

reau.

16 - 1886

inglés She-

París, Mar-

- Nace en Concord

Unidos), E

- Nace en

David Tho-

Altti (Tara),

el nove l

16- 1896-Ooncourt

18- 1891 -

ista Pierre Beno l t .

Muere

Muere,

Edmundo de

en Madrid, el

escritor Pedro Antonio de Alar-

cón.

24- 1835- Nace en Val di Cas-

telló (Versilia), el

Carduci.

30 - 1848 -de batalla

Muere

poeta italiano

en el campo

en Segesvar, el poeta

húngaro Petoeti.

31 - 1926 will, nove

- Muere

ista ingl

Israel Zang­

os judío.

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A G O S T O

4 - 1 8 6 0 - Nace, en Loin ( N o ­

ruega), el novelista Knuf Ham-

sun,

19 - 1850 - Muere, en París, el

gran novelista Honorato de Bal-

zac.

1 ' - 1913 - Se inaugura en Navia

\As tu r ias ) , e l m o n u m e n t o a

v-ampoamor,

2 0 - 1 8 2 7 - N a c e el novelista f la­

menco Carlos de Coster.

* 1 - 1622 - A$9sinato *n U calU

Mayor

Conde c

2 3 - 1591

el gran

Luis de 1

2 6 - 1884

de Madr id , del poeta

e V i l lamediana.

- Muere, en Madr igal ,

poeta castellano Fray

_eón.

- Muere , en Mad r i d , el

diamaturgo Antonio García G u ­

tiérrez.

2 7 - 1 6 3 5

Vega.

3 0 - 1840

novelista

- Muer te de Lope de

- Nace, en Catania, el

italiano Juari Verga.

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S E P T I E M B R E

c£effi¿uc{ed

1-\Z11 - Muere

presidente de la

Adolío Thi ers, R.F . y autor de

la "Historia del Consulado y del

Imperio

7 - 1832

eminente

- Nace

orador

Emilio Castelai.

7 - 1866

Tristán E

1 8 - 1827

- Nace

ernard.

en

repu

en

- Muerte de

ta Italiano, Ugo

2 0 - 1 8 7 8

el noveli

2 0 - 1575

- Nace,

Cádiz, el

[>licano D.

Besan9on,

gran poe-

roscólo.

en Baltimore,

sta Upton Sinclair.

- Zarpa de Ñapóles,

en la galera "Sol", Miguel d«

Cervantes, de vuelta de Italia.

26 - 1580 - Nace, en Madrid,

D. Francisco de Quevedo.

26 - 1627 - Nace en Dijon, Bo$-

suet.

27 - 1852 - Nace, en Amiens,

Paul Bourget,

27 - 1915 - Muere , en París,

Remy de Courmont.

30 - 1902 - Muere, en París,

Emilio Zola.

30 - 1540 - Toma de hábito de

Teresa de Cepeda.

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O C T U B R E

7 - 1849 - Después de ser reco­

gido enlermo en la calle, muere

en el hospital de Baltimore Ed-

gar Poe.

9 - 1 5 4 7 - Nace, en Alcalá de

Henares, Miguel de Cervan­

tes Saavedra.

1 1 - 1 8 8 5 - Nace, en Burdeos,

Francois Mauriac.

1 2 - 1 6 0 3 - Se concede al poeta

D, Juan de Tassis

Conde de Villamed

1 3 - 1 8 7 3 - Muere,

D. Manuel Bretón

rreros.

1 8 - 1 6 1 0

Henares,

tonio de

3 0 - 1 8 2 1

un asilo

- Nace, er

el título de

ana.

en Madrid,

de los H e -

Alcalá de

el historiador D. A n -

Solis.

- Nace, en Moscú, en

de pobres, donde su

padre era médico,

,,^^_^^^

Dosloiewski.

1

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LUNES

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Tír

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1 8

15 22 29

SÁBADO

2 9

16 23

30

DOMINGO

3

10

17

24 ^

NOVIEMBRE ^ ^ ^

2-1910 -

estación

9 - 1922-

Nobel a

13-1865

Muere Tolstoi, en la

de Astapovo.

Concesión del premio

D. Jacinto Benavente.

- Nace, en Granada,

el escritor Ángel Ganivet.

15-1913

cesa del

- Estreno en la Prin-

drama religioso tan-

fastico del poeta Eduardo Mar-

quina, z\ retablo de Agrellano

17-1898

Riga, a 1

critor An

18- 1922

novelista

20-1872

amigos

vuelta al

25 - 1562

Lope Fi

- M uere ahogado,

os treinta años, el

gel Ganivet.

- Muere, en París,

Marcel Proust.

- Julio Verne lee a

el manuscrito de

en

es-

el

sus

"La

mundo en 8 0 días*.

- Nace, en Madrid,

¡X de Vega Carpió.

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LUNES

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^

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DOMINGO

1

8

15

22 29

D I C I E M B R E

ífemé\¿cUó

2 - 1868 - Nace, en Toumay ( A l ­

ies Pirineos), el poefa Francis

Jammes.

4 - 1835 - Nace, en Langar ( I n ­

glaterra), Samuel 9utler, autor

de 'Erewhon .

6 - 1658 - Muere, en Tarazona,

el P. Baltasar Crac ián.

7 - 1857 - Nace, en un pueblecito

del sur de Polonia, el novelista

polaco, naturalizado ingles, Jo-

sepn Conrad.

11 - 1810 - Nace, en París, el

poeta Alfredo de Musset.

13 - 1799 - Nace, en Dusseldorj,

a orillas del Rhin, el poeta Enri­

que Heine.

1 4 - 1 5 9 1 - Muere, en Ubeda, el

poeta místico San Juan de la

Cruz.

17 - 1897 - Muere Alfonso Dau-

det.

25 - 1865 - Nace, en Calcuta,

Rudyard Kip l ing.

25 - 1925 -E lecc ión de D. Ra­

món Menéndez Pidal como pre­

sidente de la Academia Espa­

ñola.

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C A S I D A

DE LA MUERTE C L A R A

A mi amigo Miguel Pérez Perrero.

Me he perdido muchas veces por el mar con el oído lleno de flores recién cortadas, con la lengua llena de amor y de agonía me he perdido muchas veces por el mar como me pierdo en el corazón de algunos niños.

No hay nadie que al dar un beso no sienta la sonrisa de la gente sin rostro, ni nadie que al tocar un recién nacido olvide las inmóviles calaveras de caballo.

Porque las rosas buscan en la frente un duro paisaje de hueso y las manos del hombre no tienen más sentido que imitar a las raíces bajo tierra.

Como me pierdo en el corazón de algunos niños me he perdido muchas veces por el mar. Ignorante del agua voy buscando una muerte de luz que me consuma.

FEDERICO GARCÍA LORCA

Page 23: Almanaque Literario (Madrid. 1935). 1-1-1935

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CONMEMORACIONES C E N T E N A R I O DE L O P E DE V E G A ^ 1 7 3 5 - 1 9 3 5 <i

P O R J O S É F . M O N T E S I N O S

El I I I Centenario de la muerte de Lope de Vega debería dar oca­sión a los españoles que tengan conciencia de su hispanidad para oír de nuevo la alta lección de poesía que es la obra de nuestro gran dra­maturgo. Debería ser posible en España, durante unos meses, volver a asistir al milagro de Lope, volver a presenciar cómo se trasmutan en arte eterno las más exquisitas esencias nacionales. Parecería natural que España, a la deriva durante decenios, durante siglos, tendiera los ojos hacia uno de los más cumplidos logros de que su civilización pueda envanecerse ; lógicamente, los días aciagos deberían traer en su resaca la hora de las reliquias. Pero, a medida que se aproxima la del Cente­nario, nos sobrecogen con multiplicada violencia los temores que en solemnidades análogas hemos visto cumplirse puntualmente. La pom­pa va a ser cobertura de la oquedad. Las latas conferencias y los vanos

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Concursos van a encubrir de mala manera que en España nadie sabe nada de Lope y que a nadie le interesa Lope. Buenos respetos impe­dirán a las Corporaciones y Autoridades solventes y responsables con­fesar paladinamente lo que puede ver cualquiera.

Desde aquellos famosos Centenarios de Calderón (1881) y de Cer­vantes (1905), en que la percalina, las cabalgatas y las iluminaciones substituían ventajosamente a la literatura—y ojalá la hubieran reem­plazado del todo—, España, por la fuerza de las cosas más que por propósito consciente de nadie, ha cambiado mucho. Externamente, casi da la impresión de haber ido demasiado lejos en honrar y glorificar a sus clásicos. Las ediciones se multiplican ; los hogares españoles, los únicos quizá que en toda Europa se han negado tercamente al libro, parecían acogerlo por fin, dar entrada a lo más selecto de una maravi-

Dibüjo, según un grabado antiguo, del anfiguo Teatro de "El Príncipe*

llosa tradición literaria. Pero todo eran apariencias ; a veces, todo era deliberada simulación. I'odríamos referir a este propósito experiencias universitarias, a cuyo recuerdo no sabemos si reír o llorar.

En materia de cultura clásica estábamos, como en todo, abando­nados a iniciativas privadas ocasionales ; se leía lo que por casualidad

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Page 26: Almanaque Literario (Madrid. 1935). 1-1-1935

Caía en las manos, y las mayores dificultades en la tarea de mantener un culto discreto a nuestros dioses familiares las deparaban, como siem­pre, la Escuela, el Instituto, la Universidad. No por omisión, que seria menos grave, sino por comisión voluntaria de toda suerte de desatinos. ¿Quién iba a leer lo que casi ningún maestro era capaz de actualizar, lo que casi nadie sabía exponer en su perenne vigencia artística, lo que con propiedad absoluta podía llamarse letra muerta?

A todo libro levemente amarillecido por el tiempo, el español, aun el español culto, lo mira con un respeto receloso. Sus sentidos no saben aprehender los finos matices de aquel estilo, ignora en general la lengua en que el autor se expresa, y todos los componentes de una cultura que, claro, no es la nuestra. Quizá sólo en España existan tantas frases retóricas sobre el pasado español, frases formularias, que malencubren la ignorancia y el recelo de los huidizos seudolectores que las emplean ; la rutina escolar las ha hecho de dominio común.

Cuando del Centenario de Cervantes se trataba, España pudo simu­lar mucho. En los días diputados para ello, las altas esferas políticas, administrativas, científicas, literarias y artísticas se produjeron como si jamás se les cayera de la mano la historia de Don Quijote. Ahora va a ser distinto. Vamos a festejar el Centenario de un gran drama­turgo, vamos a hablar y a oír hablar diariamente de la inmortalidad de su espíritu y de su obra, y, mientras tanto, iremos comprobando, diariamente, que Lope está muerto. Mejor aún : que Lope, que fué toda España, agoniza en la lenta agonía de España.

¿Qué vive de un poeta dramático del que se leen contadas obras y del que no se representa ninguna? A Lope no era posible leerlo ; exis­tían contadas ediciones de obras descubiertas y destacadas por los crí­ticos románticos, al azar de lecturas ocasionales, hechas con un criterio que no sería ya el nuestro. La casualidad había sacado a luz unas come­dias, había dejado en el olvido otras. ¿Podría aconsejarse a nadie que se adentrara por los compactos tomos publicados por la Academia Es­pañola, inconmovible losa sobre la tumba de Lope?

Apenas recordamos más excepción de cierto volumen que la serie publicada por don Eduardo Julia {Biblioteca Clásica de Hernando), donde hoy pueden leerse bastantes comedias antes inaccesibles, y esta misma empresa ha sido motivada por la proximidad del centenario.

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¿ror qué no se representa a Lope en España?

Pero, por triste que todo esto fuera, más lamentable aún, y de todo punto incomprensible era y es la temosa exclusión de Lope—de todo autor clásico—de los repertorios teatrales. ¿Cuáles son las causas de ese insuperable miedo a los clásicos que trae sobrecogidos a cómicos y directores, miedo que nada asegura y nada desvanece? Podría hacer­se un largo ensayo sobre este tema, y los resultados previsibles serían divertidos. Podríamos llegar a la conclusión de que lo que imposibilita la resurrección del viejo teatro es exactamente lo mismo que impide que surja otro nuevo.

La experiencia escénica que toda Europa ha hecho en lo que va de siglo viene a ser que la puesta en escena de una obra de arte—clásica o nnoderna—es un problema de interpretación, pero de interpretación total; no se trata del lucimiento de uno o dos eminentes actores. Nada comparable a la representación escénica si no es la interpretación de una complicada sinfonía. La interpretación triunfa o fracasa, pero no se facilita el éxito con mutilaciones arbitrarias. A ningún director de escena del mundo se le ocurriría privar a El caballero de Olmedo de su escena de mayor poesía por culpa de no sé qué decoraciones—Tjope creyó siempre que la poesía estaba por encima de los lienzos pinta-dos — ; tampoco un director de orqnecta se avendría a orillar las difi­cultades de la Novena Sinfonía dejándola sin coros, como no refundiría una compleja obra moderna sin otro propósito que ponerla al alcance de una capilla de pueblo. Viven esos cómicos y directores de escena, aunque no lo saben, de los arrastres de una rutina teatral, que nada tiene de española y que se nos ha impuesto por no sé qué misteriosa fatalidad.

Nadie parece notar que una concepción francesa de la escena fija, íiacida en tiempos de pobre maijuinismo, no tiene hoy razón de ser. Aquel sentido del escenario, y no otra cosa—dígase lo que se quiera—. ocasionó las horrendas refundiciones operadas por todos los audaces v todos los fracasados, en estrecha alianza con el más embrutecedor des­conocimiento. Por telón de más o de menos se echaba a perder una obra exquisita. No le pidamos cuenta de ello a las honradas gentes del

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siglo XIX, que, alabando sin cesar la libertad de la escena española, que supo ahorrarse de las tiránicas reglas de la francesa, demostraba luego en todo momento que la preceptiva francesa tenía razón. Era la misma cosa que vamos a volver a contemplar, estupefactos, durante el próximo Centenario. Personajes cultos, de talento, algunos eminen­tes—eruditos, escritores, artistas—, se debatirán como energúmenos proclamando la gloria inmortal de lo mismo que ellos, quizá en ese momento, están contribuyendo a destruir.

La cul fura f e a f r a l d e l púb l i co

El mantenimiento de una cultura teatral requiere estudio, inteli­gencia creadora, sensibilidad. Y dinero. «Es que no quiere el público», suele decirse. Como no quiere el público, ¿para qué tomarse la molestia de estudiar efectos genialmente concebidos, intenciones artísticas ma­ravillosas, papeles de matizado difícil? No vale la pena. Pero e1 público iría si la obra se le interpretara artísticamente, si una técnica sabia le fingiera en el escenario milagrosos ambientes de poesía, si se le supie­ran decir los versos. «El público», que en Buenos Aires acudió doscien­tas noches, movido por el contagioso fervor de García Lorca, a admirar La dama boha, bien resistiría en Madrid cincuenta representaciones de La buena guarda. La breve historia artística de La Barraca ha en­señado a todos lo que una amorosa inteligencia puede y debe hacer con una obra clásica. No ; no es el público. Es la ignorancia del que no sabe qué hacerse de esas cosas vetustas y sospechosas de aburri­miento, y la rutina del que sólo quiere rehuir la dificultad. En Berlín se han rapresentado recientemente obras de Calderón no Vistas en España desde el siglo XVII, y hasta en teatros de provincias no es raro ver representaciones de obras como La devoción de la Cruz—re­cuerdo una de Altona—imposibles en España. Y para conseguir que el público acuda no se valen de otros medios de captación que una acen­drada probidad artística.

No habrá ahora tantas percalinas como en las fiestas del Centena­rio de Calderón, ni lucirán las candorosas iluminaciones de antaño. Hoy pensamos que nuestro gusto artístico es mejor y más seguro que el de los hombres del siglo XIX. Creo, sin embargo, que aquellos

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homenajes eran más adecuados que los portentos de autodecepción de hoy, ese espectáculo macabro de las gentes que desentierran un cadáver para proclamar a voz en cuello que está vivo.

•k i^ ^

CENTENARIO DEL ROMANTICISMO EN ESPAÑA

POR ENRIQUE DIEZ-CANEDO

¿Cuál ha de ser la fecha en que el romanticismo hispano reciba el tributo de la posteridad, o si vemos las cosas más en frío, entre en nor­mas de clasificación definitiva? Parece, al pronto, que hay una fecha preferible a cualquier otra : 1837. El día del entierro de Fígaro. Larra se ha suicidado, y sobre su sepulcro Zorrilla lee unos versos que son su revelación de poeta. Versos medianos, o considerados en su valor abso­luto, más versos centelleantes en el momento, arrebatadores, a juzgar por los testimonios contemporáneos. Si inquirimos la causa, nos aten­dremos a la emoción de los ánimos, más a propósito para ceder a una dulce música que para concretar ideas, así fuesen de poesía. Dulce mú­sica, luego superada por el poeta, hoy demasiado añeja para el lector, -cjntonces la forma no gustada, la lenta modulación del endecasílabo :

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Era una flor que marchitó el estío, era una fuente que agotó el verano...

los cambios de metro, que sugerían tal vez virtuosismo de cantante a la italiana, habían de tener en sí una fuerza que hoy sólo entrevemos a fuerza de abstracción.

Pero no parece atinado el conmemorar con fiestas la muerte volun­taria de un hombre y la anunciación indecisa de un gran poeta. Sin em­bargo, esa coincidencia... El romanticismo no es sólo literatura. Las cuartillas blancas en que Zorrilla iba leyendo su composición no eran más románticas que la pistola, aun humeante, de Larra. Larra es todavía muy siglo XVIII en sus artículos y aun no es muy siglo XIX en sus obras de poesía, drama o novela. En su vida, sí, trasunto hispano de Werther. Esta evocación, en un mismo día, de la tempestad vital y del canto nuevo, parece ya todo, el romanticismo. El año 1937 había de ser, pues, elegido como fecha conmemorativa, si quisiéramos conmemorar el romanticismo español en su etapa más representativa. Pero como se trata de conmemorar un nacimiento, y no una muerte—¡ quién sabe si el romanticismo ha muerto aún 1—, aquí tenemos, en cuatro años consecu­tivos, efemérides para elegir.

Cuatro grandes obras teatrales—que hoy juzgamos muy diversamente entre sí—estrenadas en años sucesivos, llegan también a esa fecha de 1837. El Macias, de Larra, en 1834; el Don Alvaro, del duque de Rivas (la obra maestra romántica), en 1835 ; El Trovador, de García Gutiérrez, en 1836 ; Los amantes de Teruel, de Hartzenbusch, en 1837.

Aun hay que esperar a 1844 para que se estrene el Tenorio. Con el drama de Zorrilla, empapado de sentido tradicional, libre de influjo di­recto extranjero, se llega a la obra romántica que ha sobrevivido en el gusto popular a todas. Por entonces ha desaparecido ya uno de los gran­des románticos : Espronceda, en 1842. Para entonces, la fórmula román­tica ha triunfado por entero. Y dos años después del Tenorio, en 1846, nos encontramos con un retrato del romanticismo en sus figuras repre­sentativas, así principales como accesorias...

Reirato del Rotnanticismoi

Lo pintó el sevillano Antonio María Esquível, en cuya vida hay un eclipse de luz. Esquivel estuvo ciego unos años ; recuperó la vista, volvió

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a su arte. Un arte distinguido, con reminiscencias y buena mano de pin­tor. Hoy ese cuadro está en el Museo de Arte Moderno, en Madrid.

Esquivel, en el centro, no ha dejado sus trabajos de pintor, ante un lienzo religioso puesto en el caballete ; pero se vuelve a oír lo que va leyendo Zorrilla, en medio de un ancho e ilustre corro, junto a un bra-serillo de copa, con la badila hincada en la ceniza, que denuncia la esta­ción invernal.

Zorrilla, menudo y atildado, sobre cuyas sienes de cabello brillante parecen flotar idealmente los lauros de Don Juan, el pulgar de la diestra en el alto bolsillo del pantalón, y en la izquierda sus papeles, da lectura a unos versos líricos o a una escena dramática.

¿ Quién le oye ? Todos los que valen y son; algunos cuyo nombre se

nos ha borrado en la memoria y nos parece desconocido al leerlo ; no sólo de románticos. Existe hasta una especie de descripción en verso, hecha por el atrabiliario Villergas, titulada Cuadro de pandilla :

Vete a la exposición, y ¡oh maravilla! Verás allí un montón de literatos Oyendo leer al inmortal Zorrilla.

No está Villergas en el cuadro ; pensando mal, se calcula que escribió sus versos para arrancarse la espina. El no esquiva el tema : después de elogiar a los que admira y de satirizar a los restantes (y hay más gusto en la sátira que en el encomio) profiere :

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Mejor fuera que al lado de Zorrilla Otros talentos Esquivel pusiera Cuyos nombres resuenan a Castilla.

Comprendo lindamente la manera De contestar : dirán que yo me quejo Porque también me cuento en los de fuera.

Nada me importa, platicar les dejo; Só que fuera mi rostro entre esa gente Lo que gato y ratón, galgo y conejo.

Para alternar allí con algún ente, Tengo el grave delito de ser franco, Patriota, liberal e independiente.

Mas, con todo, aun se considera con títulos para figurar con ventaja al lado de muchos de los admitidos por la amistad del pintor :

Que allí entre tanto artista y artesano Fuera para los unos un gigante Siendo para los otros un enano.

Y bien pasar pudiera, Dios mediante. Donde Quintana está, por un Cañete Y donde está Cañete, por un Dante.

Porque Cañete, más que no le pete, Comparado con Flores es un genio. Comparado conmigo es un zoquete.

¡Cañete, Flores, Tejado, Pacheco, Ferrer del Eío! ¿Quién recuerda ya sus versos? Mas con todas las faltas que un descontento haga notar, el cuadro de Esquivel nos da el mejor retrato, el más completo de nues­tro romanticismo, que se anuncia en Martínez de la Eosa (sentado en el fondo, a la izquierda) y termina en Bécquer (ausente, no como Villergas, sino porque a la razón sólo cuenta diez años).

La lectura de Zorrilla ha convocado a la plana mayor, a un senado en que contaríamos, con Martínez de la Rosa, a Gallego, a Bretón, a Quintana, que es quien mejor representa el día antes del romanticismo, con sus inflamadas odas neo-clásicas, se halla, por cierto, muy cerca de otro personaje de barba corrida, corto de estatura, un tanto distraído y como haciendo un comentario en voz baja, que es, en cambio, el día siguiente del romanticismo : Campoamor, nacido exactamente el mismo año que Zorrilla.

Delante del cuadro de Esquivel, un apuesto galán, de ceñido frac azul, apoyado en un bastón y con la reluciente chistera en la otra mano, que

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le posa en la cintura, clava los ojos en el lector : es Julián Komea, el gran comediante, poeta a sus horas, que ni entre gente tan encopetada parece renunciar al primer papel. Aunque a Villergas tampoco le hace gracia:

Donde luce Ferrer su chimenea No extraña la manera petulante Con que se ostenta don Julián Romea.

¿Y qué hace este hombre allí tan arrogante? Tratando de poetas, no lo entiendo; Pues Julián no es poeta, es comediante.

Sin embargo, en los versos de Romea hay algo más que la simple habilidad mecánica con que suelen presentarse los versos del actor ; aun­que no fuera más que su traducción del Tanto gentile... dantesco.

Ni faltan hispanoamericanos en la reunión ; hispanoamericanos de nacimiento, incorporados a las letras españolas : Pezuela, más adelante conde de Cheste, nacido en el Perú y traductor de los grandes épicos: Dante, Tasso, Ariosto, Camoens (los cuales Dios sabrá si tienen que agradecerle mucho) ; un general, con vistoso uniforme rojo y también papeles en la mano, amenazadora ; otro general. Ros de Olano, sentado de medio lado junto a Bretón, muy visible el blanco chaleco del uniforme azul, poeta excelente entre los menores de su tiempo, autor de una curio­sísima novela, y venezolano por su cuna; y un argentino, el porteño Ventura de la "Vega, con levita clara, que se apoya en el respaldo de Una silla, contemplando al poeta con ojos de admiración. (Con una inten­sidad en que los que fuimos amigos de su nieto malogrado, Enrique de la Vega, poeta humorístico y hombre cordial, pequeñuelo y barbudo, reconocemos el afán con que seguía los comienzos, las luchas, los triun­fos de sus compañeros, sin sombra de recelo, todo entusiasmo.)

Es inútil nombrarlos a todos. En el museo, un dibujo a pluma da la filiación exacta de los reunidos. Unos, tipos vulgares ; interesantes, otros, y no siempre los mejores. Por ejemplo, un mozo muy moreno, con me­lena y perilla, hacia el rincón derecho, de facha ultrarromántica, es Gre­gorio Romero Larrañaga. ¿Qué dice este nombre, un día halagado en ia escena y en el libro por las auras de la popularidad, a los lectores de hoy?

No faltan ni los ausentes. Espronceda asoma en un retrato sobre la

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cabeza de Díaz, entre Quintana y Campoamor, El duque de Bivas está retratado también, al fondo, encima de Pezuela. Y una dama que a la derecha se ve en otro lado, ¿no pudiera ser la cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda, o la extremeña Carolina Coronado, musas del día?

Pocas veces se ha visto más completamente retratado un momento literario que en ese cuadro de Esquivel, en el cual sigue nuestro pintor ejemplos de Francia con arte propio, como los seguían, por su parte, los románticos primeros, con un oído abierto a Hugo, a Dumas, y el otro atento a las gallardías del romancero y a los lances de capa y espada del teatro de Lope y Calderón, Tirso y Moreto, Alarcón y Rojas.

UN SIGLO DE ATENEO MADRILEÑO POR BERNARDO G. DE CÁNDANO

Cúmplese en los postreros días del año 1935 el Centenario del Ateneo de Madrid. Cien años, casi todos ellos de un siglo tan vital y complejo como el siglo XIX, significan un enorme caudal de acontecimientos, de avatares, de ideales, de triunfos y derrotas. Caben muchas cosas en un siglo, y hay siglos de mayor capacidad que otros, siglos más elásticos, en los que los sucesos se acumulan en proporciones extra­ordinarias. El siglo XIX español es uno de ellos, y no hay por qué enumerar efemérides probatorias.

Heredero de una época en que la cultura europea alcanza su cul­minación crítica, con todo el esplendor de luces intelectuales que irra­diaban sobre tinieblas de terca superstición y de tozudo apego a lo consuetudinario, el siglo XIX español, que se inaugura con un bravo gesto de viril arrogancia, es fecundo en obras y en hombres, en crea­dores de obras y en producciones espirituales de alto valor, en las que lo autóctono se beneficia con la influencia de lo exógeno y el brío de la raza se deja impregnar de esencias extranjeras.

Curiosidad, lectura, aprendizaje insistente de novedades, amplia hospitalidad para cuanto signifique enriquecimiento del saber y del conocer, caracterizan ese iniciarse de una centuria. Como siempre,

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España daba muestras de su afán de vivir, de ser como es ella y de ceder un poco a la moda última ; pero sin renunciar por eso a las con­diciones de una psicología matizada de diferenciaciones.

Llegan a nuestra tierra doctrinas y teorías, idearios éticos y rece­tarios estéticos, y con todo ese tumulto de importaciones felices, la energía nativa del español amaña un producto característico, insobor­nablemente nacional.

La ola romántica trajo a España exaltaciones apasionadas y gestos excesivos; iracundias y tenebroaiidades. El poeta romántico español exageró ademanes y lágrimas, quejumbres y suspiros. La ruina y el ciprés fueron fondos de escenas desgarradoras, en las que los persona­jes dialogaban con palabras sollozantes. Paño ictérico en los rostros, desolación en los corazones. Todo un byronismo de guardarropía in­vadió el territorio español, y eso que, si exceptuamos a Espronceda y alguno más, no ha logrado el desenfrenado lírico británico entre nos­otros la misma fortuna que en las letras francesas, alemanas o italianas. Acaso pudiera llegarse a la conclusión de que hasta en el arrebato es necesaria la disciplina, y el grito trágico, si no lleva contenido de emo­ción auténtica, es un sonido ineficaz, voz intraducibie, eco de nada. Fué nuestro romanticismo un poco adaptación caprichosa de los figu­rines recién llegados. El hidalgo español que era todo poeta español se las arreglaba de modo que su arbitrio era ley, y su fiereza genial se -bría paso entre la maraña de los preceptos, y así fueron nuestros

románticos, románticos máximos, hiperbólicamente románticos. Fruto del romanticismo español fué el Ateneo de Madrid. Su pri­

mer presidente, el duque de Eivas, cifró en la libertad el lema de lo que había de llamarse «docta casa». Romanticismo : igual a libertad, vie­ne a decirse en un prólogo famoso de Víctor Hugo. Romanticismo : Igual a espíritu justiciero, viene a anticiparse en la dramaturgia de la •cjspaña prerromántica. Romanticismo : igual a alumbramiento de las fuer­zas misteriosas del subconsciente, viene a profetizarse en las tragedias de Shakespeare... Y cabe en la definición de romanticismo el alfeñicado •¡ay!», la rebelión de las muchedumbres, la venganza de Ótelo, el to oe or no to be y la lágrima furtiva. El poeta romántico manejaba masas y recogía hálitos de suicida. Era épico o era lírico. Hacía del dolor

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humano, en su adusta belleza o en su resignada aceptación cristiana, único protagonista. Por el dolor, a la libertad.

«Para pensar es necesario ser libres», afirma el autor de El Moro Expósito en el discurso inaugural del Ateneo de Madrid, pronunciado en el palacio del propio duque de Rivas, el 6 de diciembre de 1835. Tal pensaron que fuera la orientación del Ateneo sus fundadores. Quisieron un Ateneo culto y libre. Quisieron que con aquella Asociación pudieran convivir hombres de todas las ideas. Eran precisas ideas y hombres que las profesasen. Y así fué el Ateneo, a lo largo de años y años, hasta que estos años suman un siglo.

Cuando, apenas iniciada la vigésima centuria, ingresamos en el Ateneo, era ese su espíritu. Habían transcurrido los tiempos del duque de Rivas, de Alcalá Galiano, de Moreno Nieto, de Mesonero Romanos, de Zorrilla, de Cánovas, de Castelar. Regía entonces don Segismundo Moret la «docta casa». Hubo un resurgir de entusiasmo en sus tareas. Creóse la Escuela de Estudios Superiores, por cuya cátedra desfilaron don Marcelino Menéndez y Pelayo, doña Emilia Pardo Bazán, don Rafael Salillas, don Manuel Antón y Ferrándiz, don José Echegaray, el maestro Pedrell, don Francisco Silvela...

Paralelo a ese esfuerzo de profesores insignes, actuando ante un auditorio emocionado y atento, iba acreciéndose la biblioteca ateneís-tica, hasta constituir la formidable colección de libros que actualmente la constituyen, riqueza auténtica, tesoro y polvorín, laboratorio y aula de libres aprendizajes.

El Ateneo de Madrid, hogar de recogimiento y de estudio, no por eso se desentiende de las vibraciones del mundo exterior. Abandonaría, el hombre que lee, a sus prestigios humanos si renunciase a la solida­ridad con los hombres que trabajan en la vida de la acción por causas nobles o por móviles desinteresados. «La potencia intelectual—escribe Manuel Azaña en su hermoso discurso presidencial de 20 de noviembre de 1930—se irrita del atropello de la verdad, y no puede, aunque qui­siera, disimular el atropello, porque hay un pudor del entendimiento y no sufre ver profanado lo verdadero. No se pretende—añade—que el jurista, el biólogo, el filósofo, el poeta, prostituyan su trabajo profesio-

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nal llevándolo a fines bastardos, extraños al puro objeto de su ciencia o de su arte. Se pretende que, especialistas a su hora, sean hombres a todas.»

Va el Ateneo, serenamente, hacia el cumplimiento de ese plazo de vetustez que es el siglo. Y afronta la fecha histórica con noble decoro. Aspira el Ateneo a ser igual a sí mismo, a través de zozobras, de cam­bios de costumbres, de transformaciones políticas. Sin entercarse en que se le considere un carácter sostenido a modo de personaje de melo­drama, ambiciona que se le tenga por lo que en realidad es : centro de cultura y de tolerancia, último recinto romántico.

Vaya una ofrenda de respetuosa gratitud a los viejos fundadores del Ateneo de 1835 y trabajemos por que la tradición y el alma de los tiempos futuros no se contradigan. El Ateneo de Madrid es algo esen­cial en la contextura de la mentalidad española.

Dibujo de Maruja Mallo

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P R I M E R A E N C U E S T A 1 . ¿Cree ustea que la literatura y el arte aeoen mantenerse

al margen de las inquietudes sociales de nuestro tiempo?

2 . ¿ O bien estima que el escritor y el artista están obligados

a tomar partido desde su obra?

3. ¿Qué opina usted de los escritores, pensadores y artistas

que están convirtiendo su obra en un instrumento de propaganda po­

lítica y social, ya^sea con intención avanzada o reaccionaria?

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ: 1. La poesía, esencia de todo arte, es ilimitada. Y el ver­dadero poeta, el poeta, puede encontrarla en todos los campos: amor, física, relijión, metafísica, política, etc. Es un problema de jenio, gracia, espíritu. 2.—El poeta no puede estar, ser obligado "en poesía" a nada. Pero puede obligarse él mismo a todo si lo hace con noble entusiasmo y alta fe. (No es necesario añadir que muchos grandes poetas de todos los tiempos y países han dedicado parte de su obra a lo social. Es claro que esa parte dura menos que la parte "desinteresada".) 3.—No entiendo bien a qué, a quienes se refiere la pregunta. Pero siempre me pa­recerá preferible hacer poesía de la política que política de la poesía, como la hace en el pobre instante actual la jeneración llamada del injenio: timo y truco.

Pío BAROJA: 1.—De ningún modo. El que un escritor se limite a cantar únicamente la emoción de una flor o de un pajarillo no me parece digno de un escritor. 2.—El escritor ha de dar a su obra un sentido; si no no valdría la pena que es­cribiera. Ahora bien, esa obra debe formar una totalidad artística y no didáctica, en cuyo caso ya no sería obra literaria. 3.—Opino que tales artistas son meros pedagogos. La obra literaria debe recoger la inquietud social del medio; pero para que sea obra literaria es preciso que lleve una finalidad artística.

JOSÉ SOLANA: 1.—Creo que sí, pues el Arte no tiene actualidad. 2.—Creo que no. 3.—Que en la mayoría falta lo principal, que es el Arte.

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KAMON PÉREZ DE AYALA: En toda obra de arte literario, desde el origen de ta literatura, las ideas, juicios y estímulos sociales están implícitos, lo mismo que monsieur Jourdain, en el "Bourgeois gentilhomme", hablaba en prosa sin saberlo. Por el contrario, en cuanto monsieur Jourdain se pone a hablar en prosa conscien­temente, lo hace mal. Lo mismo ocurre con el arte literario. Cuando quiere ser de propaganda política deja de ser arte.

GUSTAVO PITTALUGA: l.—No cabe, a mi juicio, plantear el problema teórica­mente, como si la solución dependiera del libre albedrío del artista o del literato. En tiempos normales, las fuentes de la inspiración para toda obra de arte, literaria o plástica, ¿no se hallan acaso en la sociedad humana—costumbres, creencias, sen­timientos, pasiones, dramas—o en las relaciones del hombre con la naturaleza en torno? Y esa "visión del mundo", cualquiera que sea su expresión artística, cual­quiera su limitación o su alcance, ¿no es acaso sugerida siempre por el estado de espíritu del artista? En tiempos turbios y violentos, en que el desasosiego econó­mico y la inquietud del propio destino embargan el ánimo de todos, ¿cómo pres­cindir de estos factores psicológicos? ¿Cómo no tomar parte en la contienda de las tendencias, precisamente cuando adquiere su máxima tensión y aboca a situacione) trágicas y heroicas, si también en tiempos normales la obra de arte se nutre de las actitudes y reacciones sentimentales del hombre frente a las cosas y a los aconteci­mientos?

La cuestión es otra; es que la producción del artista o del literato conserve de verdad Su jerarquía; sea, pues, efectivamente, una obra de arte. Y lo condenable—claro está—es que gentes incapaces de crear ("poesía" es creación) se aprovechen del encono de las luchas sociales y políticas para escamotear el matute de sus engendros ante los ojos alucinados—y estrábicos—de las muchedumbres, que ya no saben mirar más que hacia la derecha o hacia la izquierda. Como si estuviera al alcance de todos escribir las páginas de "Los miserables" de Víctor Hugo—para estos úl­timos—o las del "Genio del Cristianismo", de Chateaubriand—para los primeros. 2.—Huelga ,pues, la contestación a la segunda pregunta. No es que el escritor o el artista "estén obligados" a tomar partido desde su obra. No están obligados. Lo que pasa es que "fatalmente" toman partido. Y el destino—esto es: nuestra participación ineludible en los acontecimientos de la hora histórica que atravesa­mos—excluye de suyo todo sentido de "contaminación" de la obra de arte pof motivos ajenos al arte. •'•—En cuanto a los escritores, pensadores y artistas que "intencionalmente" con­vierten su obra, como ustedes dicen, en un instrumento de propaganda política o social—cualquiera que sea la tendencia a que se adscriban—, me parece que renun­cian "a priori" a una "conditio sine qua non" de la producción artística y literch ria: la serenidad. Pero esto es también cuestión de proporciones y medida. En cuan­to al resultado, "ai posteri l'ardua sentenza". Sólo el tiempo—suprema selección— afianza o establece el mérito intrínseco de la obra de arte. Y en la supervivencia se desvanece el recuerdo de la pasión en que nació y de las intenciones con que fué pensada. •en resumen: para el arte auténtico no hay "normas".

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ÁNGEL FERRANT: 1.—Ese "deber", mantenido como principio, me parecería tan absurdo aceptarlo en sentido afirmativo como negativo. Creo que las inquietudes sociales, como todas las inquietudes, pueden convertirse en materia de arte. Y que, en rigor, de ellas, como de las otras, se nutre el arte, plasmándolas—hoy como ayer y mañana como hoy—de un modo más o menos perceptible en su apariencia, pero efectivo en la forma que sea: representativa, na­rrativa, simbólica, abstracta... El arte ni puede flotar en el vacío "ni debe" considerarse vinculado, en principio, a nada determinado. 2.—El escritor y el artista están obligados a tomar partido "desde su obra", sientr-pre que las inquietudes sociales repercutan en su conciencia con mayor intensidad, pero con idéntica significación emotiva que las íntimas. 3.—La mayoría de los que se colocaron en esa actitud me parecen aspirantes a una recompensa por sus servicios y nada más.

JUAN DE LA ENCINA: I.—No deben mantenerse al margen de ninguna inquietud, sea de la clase que fuere. 2.—De ningún modo. 3.—Que en el pecado llevan la penitencia.

RAMÓN GOME7, DE LA SERNA: L—Las inquietudes sociales de nuestro tiempo han sido las de todos los tiempos, y, sin embargo, ¡a literatura y el arte no recogieron de ellas sino la sublimada anécdota dramática—las pocas veces que la recogieron—, y eso que entonces las inquietudes scKtales tenían más atuendo ideal, más lírico sobresalto, más respeto al misterio que en definitiva circunda las inquietudes todas de la vida.

2.—La segunda pregunta se contesta con la primera respuesta; pero, ya que per­mite añadidos a la contestación exigua, he de decir que ¡pobre del escritor y el artista que se crean obligados a algún servilismo político! Colaboran en su anu­lación, en su menoscabo, en su achabacanamiento, en ser masa coral de tópicos i/ apremios municipales. Habrán conspirado contra ellos mismos, y sólo se entera­rán el gran día en que, todo arrasado, se sientan raseros y tristes. 3.—Con la tercera pregunta sucede lo que con la segunda, pero siempre queda algo que apropincuar contra esa monserga tan actual y tan repetida. Si esos escritores y artistas—los pensadores están en su derecho—convierten su obra en instrumento—¡qué feo convertir una obra en instrumento!—de propaganda política y social, siempre será lo peor de su obra lo que dediquen más o menos generosamente a ese fin. La obra literaria o artística debe servir para contener al tiempo en su precipitarse en la nada y en la destrucción, y así realizan su fin social de superación y de reacción frente a las fuerzas brutales, iletradas, cada vez más zafias y criminales, que en uno u otro bando llevan al extremismo.

ENRIQUE DIEZ-CANEDO: I.—¿Creen ustedes que "pueden" mantenerse al margen de esas inquietudes? 2.—Obligados, no; pero ¿quién impide que lo tomen? 3.—Mientras sean escritores, pensadores y artistas, todo va bien. Instrumento dé

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propaganda, en uno u otro sentido, puede ser la obra de quien nunca pensó en que tal fuera.

AJS1 ONIO MACHADO: Yo creo que tanto en circunstancias adversas como en prós­peras, el artista que ha de hacer su obra la hace. El logro de ella está por encirttik de lo material, lo superficial y lo externo. Como hombre, el artista participa en toda época del resultado de las contingencias que en su seno hierven, se encrespan y estallan. En España, por ejemplo, en estos momentos, las cuestiones políticas, tf mas concretamente las sociales, a todos nos atañen tan directamente, que es impo­sible librarse de que nos preocupen. La política todo lo invade; en todos los rincones vibra. Política y cultura poca» Veces han ido unidas en España. Habría que aconsejar a los artistas y a los inte­lectuales que se ocupasen menos de política y más de su arte o de las disciplinas que cultiven. Este consejo es difícil que sea atendido. A partir de la guerra mun­dial, una corriente de angustia conmueve los espíritus y confunde las mentes. Se ha apoderado del mundo entero una enorme desorientación. No es afán de dirigir; es que la clase proletaria reclama sus derechos. Dirigir el mundo, sólo lo dirigen la cultura y la inteligencia, y tanto una como la otra no pueden ser un privilegio de casta. A muchos aterra el movimiento del proletariado i/ hasta lo consideran como una oleada de barbarie que puede anegar la cultura. Creen que ésta, que es injusto patrimonio de pocos, desaparecería al dar pleno acceso a ella a las masas. Lo que hay en el fondo del movimiento de las masas trabajadoras eS la aspiración a la perfección por medio de la cultura. Hay quienes consideran ésta como un caudal que, repartido, desaparecería rápidamente. Gran error. El caudal de la Cultura se multiplicaría por el goce de ella de las grandes masas. ¿Qué se logrará fn cuanto la cultura deje de ser un privilegio de casta y las masas penetren en su zona de influencia? Pues lo que las masas busquen, no ser masas en el sentido que se da o este nombre, y lo conseguirían. Yo no soy marxista ni puedo creer, con el dogma marxista, que el elemento económico sea lo más importante de la vida; es éste un elemento importante, no el más importante; pero oponerse avara y sórdidamente o que las masas entren en el dominio de la cultura y de lo que en justicia les corres­ponde me parece un error que siempre dará funestos resultados. Que las masas entren en la cultura no creo que sea la degradación de la cultura, sino el crecimiento de un núcleo mayor de hombres que aspiran a la aspiritualidad. Pero ¿cómo van o ser cultos esos bárbaros?, se oye decir. Esos bárbaros lo que quieren es no ser bár­baros. Todo lo que se defiende como un privilegio generalmente son valoceí muertos.

'EUGENIO D'ORS: 1.-—No creo que la literatura y el arte deban mantenerse al mar­gen de las inquietudes sociales del tiempo, por la misma razón que no creo deban el escritor o el artista mantenerse al margen de la producción cereal, o de la acti­vidad de los mataderos, oí de los cambios de la moda en el vestir, o en el valor de la moneda. Nuestra vida se nutre—o se desnutre—con todo esto, y nuestra vida es, <' su vez, la nodriza de nuestro arte. ' •—Otra cosa es saber si todos y cada uno de estos elementos, y otros más, de que el vivir necesita, deben entrar "crudos", en su originaria calidad anecdótica, dentro de "la obra" del artista o del escritor, o bien ya "digeridos" estéticamente, transubs-

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ciados en materia de eternidad. Para mí, la solución no ofrece duda. Aquí, como en todo, lo importante es "transformar la Anécdota en Categoría", o, dentro de un lenguaje, cuyo simbolismo fácilmente se comprenderá, el "Fulano' en "Ángel". El lo que yo intento hacer siempre en mi Glosario. Ahora que, asi como en el G/o-sario, género impuro, yo enseño la trampa del juego, en la poesía pura, por ejemplo, la trampa debe disimularse, enseñando sólo el resultado. 3.—Desde luego, una obra de carácter estético puro o filosófico puro no ha de servií para propaganda. Pero nada nos impide proyectarnos en obras impuras, que, aun siéndolo en el género, pueden ser santísimas en la intención. Acabo de aludir a un caso personal de producción en la impureza, del cual, sin embargo, estoy lejos de sentirme contrito. Antecedentes muy brillantes hay, desde, en lo literario, "El Qui­jote", obra de propaganda contra algo, hasta aquel libro de Berkeley, destinada

primordialmente (y lo cito por lo muy radical del caso) a exaltar las virtudes mé­dicas del agua de alquitrán.

CORPUS BARGA: 1.—No creo en la literatura, ni en el arte, ni en ninguna otra "inquietud social". 2.—Obligados, nunca. Libres, siempre. 3.—De los escritores, nada; de sus obras, según.

E. GIMÉNEZ CABALLERO: Toda obra de arte se siempre política. Toda obra li­teraria es siempre partidista. Nadie ha hecho más por una política aristocrática y

heroica que los poemas homéricos. Ni por el genio católico que la Divina Come­día, ni porfía contrarreforma que los versos de Góngora, ni por un liberalismo a la francesa que la poesía pura de Paul Valery, ni por el bolchevismo que las no­velas de Dostoyewski. Cuando Lamartine suspiraba al borde del lago, hacia poli-tica. Y peligrosísima política. Y Marinetti, con sus palabras dinámicas, preparaba el tono del fascismo. El que un artista se de cuenta de la política que hace con su arte es otra cosa. Pero no por eso deja de hacer política, según el genio nacioncü o religioso donde su alma y su musa estén adscritas.

Lo que es intolerable es creer que el artista está por encima o por debajo de la vida. De la vida, que es combate. La vida, que es política. Y guerra perenne. Y tránsito implacable. Y cuya única salvación—su imagen agónica—es esa del arte y de la literatura.

GENARO ESTRADA: 1.—No me parece necesario mantenerlos al margen de las in­quietudes sociales, ni indispensable su cooperación. El arte en general y la literatura en particular son esencias generales que viven independientemente de cualquier pre­ocupación momentánea, por más que de ella puedan extraer ricos jugos para su subsistencia. Sería un error pronunciarse por estos inútiles dogmas. 2.—Ya lo dejo comentado en el número anterior. Nada y nadie los obliga a tomar partido desde su obra; pero no deben vacilar en tomarlo cuando lo quieran. La libertad, en esto, como en muchas cosas fundamentales, es elemento indispensable. Hasta para perderla es necesario el libre albedrío. 3.—Opino que hacen muy bien, si obedecen a un impulso legítimo de su Voluntad. La discusión y el partidismo no pueden ser prohibidos a nadie.

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HOMENAJE JUBILAR A D. MIGUEL DE UNAMUNO

Auforrefrafo de Unamuno en su Juventud

Jubilación paradójica, vital idad juvenil

Nada más contradictorio con la realidad que el motivo de este homenaje a don Miguel. ¿Jubi lación? Ahí está su úl t ima lección, vibrante, enardecida y juvenil, con todos los poros abiertos al futuro, con todas las inquietudes unamunescas más sazonadas y en flor. El mejor comentario a la jubilación del maestro es el decreto ^el Sr. Villalobos creando, precisamente en este momento, una cátedra donde don "'Miguel pueda, l ibremente, sin sujeción a ningún tí tulo, seguir ejerciendo su magis­terio. E n plenitud de salud física y de lucidez intelectual, D . Miguel se encaró con ^u pasado en su úl t ima y memorable lección. Porque en ella ha recogido una de sus preocupaciones, quizá la más obsesionante de su vida de escritor y de catedrático : 'a preocupación filológica, el entronque del espíritu con la palabra, el sencillo divino acto de creación que hacemos al tender un puente de sonidos entre las cosas y íiosotros. Y esta su úl t ima lección, matizada de alusiones sent imentales , de honda ensión religiosa, de apasionado hispanismo. Y precisamente aquí, en el Paraninfo 6 esta Universidad de Salamanca, donde ejerció magisterio durante cuarenta y tres lo s . H e aquí algunos trozos del discurso de D. Miguel de Unamuno :

Palabras de D o n M i g u e l

«Vengo a repetirme, repito, a renovarme. Una vida espiritual entrañada es repe-'oión, es costumbre, santo cumplimiento del oficio cotidiano, del destino y de la

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vocación. Día a día he venido labrando mi alma y labrando las de otros jóvenes, en el oficio profesional de la enseñanza universitaria y del aprendizaje. Que enseñar es, ante todo y sobre todo, aprender.

Comencé mi primer curso—de Lengua y Literatura griegas no más entonces— en 1891, hace cuarenta y tres años, venido de mi nativa Vizcaya a robustecer en la alta meseta, toda ella cima, los huesos y la piel que el aire del mar y de la montaña nativos me habían fraguado. Y durante cuarenta y tres cursos—quiero contar entre ellos los del destierro a que me sometí por defender la libertad de la palabra y en que con mi ausencia creo que enseñé—he venido colaborando aquí, en esta Uni­versidad, a la forja de la España universal y eterna. Leí, aquí mismo, el discurso inaugural—«alocución exhortativa» le llamé—de 1900, y poco después, aquel mismo afio, se me elevó a mi primer rectorado de esta escuela de la tradición española.»

«Al enseñar—y aprendiendo al enseñarlas—la lengua y las letras del pueblo he­leno, eternamente joven y eternamente anciano—la antigüedad es la niñez de los pueblos y la niñez es la antigüedad del alma—fui retemplando mi espíritu rebelde a disciplina. Tenía que disciplinar a discípulos. Y así llegó a asistirme el ánimo simbólico de Sócrates, el hijo de la partera, el gran partero que se llamó a sí mismo, el que asistía a la mocedad ateniense a que se diera a luz, a propia clara conciencia, la visión del mundo, y así la recreara recreándose en ella. Y esto por la palabra. Que Sócrates, como el Cristo, el Verbo, no nos dejó escrito nada; no se enterró en letra.»

«¡La Palabra! Al princopio del cuarto Evangelio, el llamado de San Juan, se nos dejó dicho que «en el principio fué el Verbo», la Palabra, y que «la Palabra estaba cabe Dios, y Dios era la Palabra», y «todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de lo hecho». Dios, la Cosa de las cosas—Causa de las causas—Dios—«cosa la más excelente», así aprendimos de niños en el Catecismo del P. Astete, luego des­acertadamente corregido, me dicen—la palabra, que es el hecho, pese a Fausto. Que no hay trecho de lo dicho a lo hecho. Y en el principio del Génesis, que Dios creó el cielo y la tierra diciendo, y llamó al firmamento cielo, y a la luz, día, y a las tinie­blas, noche, y a la seca, tierra, y a la congregación de las aguas, mar. Y luego, que llevó a Adán, al primer hombre, todos los vivientes de la tierra y las aves del cielo, para que les diese nombres, y aquél con que llamó a cada viviente, ese es su nom­bre. Y a cada nuevo Adán que llega a nuestro mundo, a cada niño, cuando se le ha enseñado el nombre de una cosa la ha conocido, la han hecho suya y una, la ha hecho cosa con el nombre. Preguntar: «¿Qué es eso?» quiere decir: «¿Cómo se le llama?» En el principio fué la palabra. Y en el fin lo será, pues a ella ha de volver todo. Que no es sólo un por qué, una causa—cosa—inicial, sino un para qué, un fin. Y es un por qué por ser un para qué. El hombre deja a la tierra unos huesos y al aire un nombre, un nombre en la memoria de la Palabra creadora, en la His­toria : tejido de nombres; un nombre—si logra buena ventura—más duradero que los huesos, más que el bronce. «Aere perennius», que dijo Horacio, a quien expli­camos en nuestras clases.

¡ La palabra y el nombre! «Santificado sea el tu nombre» se nos ha enseñado a rezar. Y es que el nombre de Dios es Dios, es divino, «i Dirne tu nombre!», supli­caba anheloso Jacob al ángel con quien luchó, pasado el vado de Jacob, hasta el rayar del alba. «¡Dime tu nombre!» Y Jacob le dijo el suyo para que le bendijera. «¡Espí­ritu sin nombre!», suspiraba nuestro pobre poeta Bécquer. Y cuando nuestro antigua

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compañero el Eeverendo Padre Maestro Fray Luis de León, doctor de esta Escuela, y cuyo bronce aun nos amonesta en su nombre, más duradero que él, desde e adjunto Patio de Escuelas, cuando quiso zahondar en los misterios de la te ae su pueblo, dijo con su pluma los «Nombres de Cristo».

¡El nombre es el hombre 1 Se nos cuenta en el mismo cuarto Evangelio cómo el Cristo, al estar en Jerusalén en la fiesta de Pascua, no se confió en los q»« °°^*'^^ t an en su nombre por las señales que hacía, pues no necesitaba que atestiguaran acerca del hombre. Pero el hombre sustancial y esencial es el nombre, es la persona^ ¿Qué es definirse-i lo que se ha pedido ! -s ino darse nombre, "^^^^^^J/^; f/ " ' " así» quiere decir : «quiero ser así». Y lo que se inmortaliza es el ^^f^^'^^¡^^2 piel espiritual y el Jecho por que traspira y aun respira el alma. El ^ombe hecho ^ombre'queda hecho persona. Y ¿qué es la llamada persona ^^^^f'¿¡'^''^^^lZ. bre? El nombre, la palabra, es la verdadera acción; el dicho es ''1,'^<^''^°- " ' '^^^^ rión evangélico, sabiendo que con sola su palabra ordenaba la acción, Ped'^ ^ ^^^"^ que dijese una sola palabra y a distancia, sin entrar en su casa, para sanar a su •criado perlático.>

'•• "¿Q^;;;; ; ; •¿ ;nü; : s^üV 'e¡ p¿n¿a;;V'pensar es h ¡b la r rh ¡b la i^ uno a ^ ~ y hablar a los demás, y con Dios, si lo logra. Convivir es ^«^sen rse, y -ons^^^'^ *s entenderse unos a otros, comprenderse. Y esta convivencia '°'^^l'J'¡'l¡^rTen esta comprensión, que es la patria, l^^na^ionahda no>.^ más P - -^ahora,^en esta crisis de renacimiento—de renación la llamé un día J ^"^ p^^unidad nace comprendamos unos a otros y cada cual a si mismo. La -«'•ladera comunidad a tie comunión espiritual, verbal, y ésta de entendimiento común de - - ¿ ^ d e o sen tido eomún nacional. Común y propio a la vez. La lengua ^7 '^ ' .'^^J^^'^'^/'J^^Ve' de ser individual, nacional y universal. Dialectal, es decir, de J'il°§°; J 7 ; ^ ^ «ación y de concordia. Y de dialéctica. Y hasta de polémica que es a - " J ^ r m a r s e concor/ia entre discordias. Cada uno ha de formarse y - ^ X ^ a /ui e d e c ™ ; " «u propio dialecto, individual y regional, su P^°V^° f^'^'^-'^'ZLlZenrZelén-Vi'^áJLientvo del idioma común, y enriquecerse de él y enriquecerlo enriquecién

dose.

••••^Ymís'úHima;'p¡{ab;as'd^'de;ped;da:;;omp;;ñ;:or£¿^^^^ diantes, estudiosos todos : Tened fe en la palabra que es la ««sa vivida ' ^^d tiom de palalra, hombre de Dios, Suprema Cosa y Palabi^a Suma, y ^^^^^ "°f f' ^^^^^ B todos cor^o suyo sen España, i Y a seguir estudiando trabajando h blando ha«én donos y haciendo a España su historia, su tradición, su porMvir, su ventural ^ ¡a Dios!»

Homenaie a Eugenio de Castro

Y para que en este homenaje todo tuviera dimensión histérica y «sen'Ma de bis Panidad, se le adjudicó al gran poeta portugués Eugenio de Castro el m «doctor honoris causa» por la Universidad de Salamanca. Ya D. Francisco Malclo ^ado de Guevara señaló la coincidencia cronológica de la obra de D *l'g"e J ^ Castro. Cómo la calidad poética, de auténtico lirismo de la obra del portugués

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adecúa y corresponde simbólicamente con la reciedumbre y austeridad de la del español. Y el mismo Castro, en un breve y emocionado discurso, se encontró enlazado con D. Miguel, no sólo por sugestiones literarias y sociales: por analogías del destino, particularmente doloroso y enconado en los últimos tiempos.

Estatua de Unamuno

Culminó este homenaje en el descubrimiento del busto de D. Miguel de Unamu­no obra de Victorio Macho. Colocado en la «imperial» escalera del Palacio de Anaya, se destaca ardoroso y turbador en contraste con la pureza y frialdad clásica del patio de este palacio.

En la iconografía de Unamuno había hasta ahora el peligro de anclar en lo anec­dótico. Es la fácil captación de unas apariencias que D. Miguel entrega al mundo, precisamente para ocultarse y tramar sus aventuras espirituales al socaire de una espectacular apostura. Hasta que la pupila acerada de Victorio Macho lo ha clavado aquí proa a la eternidad. En este busto hay la siguiente inscripción : «Unamuno. Hendaya, 1929.» Quizá gran parte del «pathos» de esta escultura se debe a estar modelada por los dedos crispados de una España que en trance de envilecimiento se agarró a los rasgos de este hombre. El frenesí de lejanías que parece palpitar en esta cabeza lo impone la desolación española. Es tal el ansia inquisitorial de esta mirada, que parece que ella sola, por la sola virtud de su angustia, va a crear algo fuerte y substantivo donde posarse. Junto a la obra del maestro contamos ya con su rostro, que es como la decantación de su pensamiento.

JOSÉ CAMÓN AZNAR

Dibujo de Maruja Mallo

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CAJAL Y LA LITERATURA

El pueblo español no tenia por qué aquilatar, después de todo, los valores exactos de la aportación hecha a la Histología por el maestro de fama universal. Para creerla sabio y rendirle un tributo de admiración fervorosa bastaba con testimonios externos y significativos; no ya la extensión incomparable de su renombre, ni la prueba plena de sus discípulos en renovadas y entusiásticas promociones ; tampoco—con ser dato elocuente—el tono mismo de la existencia llevada por Cajal al hilo de lo cotidiano : existencia tocada por esa intrasferible gracia de la humildad y de la sencillez qu© Dios reserva—merced y paradoja—al espíritu fuerte y complicado. El ajeno a los trabajos científicos del gran explorador de la vida podía juzgar la talla de su espíritu mediante la íimpieza, la plasticidad, la energía, la exactitud de la prosa en qu© Cajal gustaba de expresar aquella parte de sus idees que no habían de confinarse en el laboratorio.

Indudablemente, en D. Santiago Ramón y Cajal alentaba un gran escritor, un hombre de letras, un ensayista magistral. Figura entre sus obras una, brindada a un público amplio de estudios, que abunda en páginas de interés altamente literario. Aludimos a las «Reglas y consejos para la investigación biológica». El subtítulo —«Los tónicos de la voluntad»—ya descubre que se trata de una obra concebida bajo el propósito de formar el carácter, afirmando a la vez el ideal y la realidad, la salud de la inteligencia y el vigor del organismo : el goce total y eficaz de la vida, en cuanto la vida es a un mismo tiempo hecho y deber. Tan rico es el contenido do este libro como comunicativa su lección de fe en el esfuerzo. Las «Reglas y conse­jos» de Cajal buscan, ante todo y desde luego, al investigador científico, al clínico.

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a l especialista. Pero aprovechan, evidentemente, al hombre, a todo hombre. Porque la enseñanza del rigor, la honradez y la lealtad en las pesquisas intelectuales, por trascender a la conducta personal, son útiles para todos. Breviario de novicios en la ciencia y en la vida, las «Eeglas y consejos» de Cajal t ienden a evitar la desorien­tación que no pueden por menos de padecer los que no encuentran a su debido t iempo la voz del maestro, en doble función de cultura y de estímulo. «Por no ha­berlos recibido—escribe, aludiendo a los consejos—de ninguno de mis deudos o pro­fesores cuando concebí el temerario empeño de consagrarme a la religión del labo­ratorio, perdí en tentat ivas inútiles lo mejor de mi tiempo y desesperé más de una vez de mis aptitudes para la investigación científica.» Y termina cantando con su •ejemplo las victorias de la voluntad : «Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro.»

Si las «Eeglas y consejos para la investigación biológica» es la obra que sirve d e introducción desde un punto de vista general, al monumento científico levantado por Cajal, son los «Becuerdos de mi vida»—sobre todo el primero de sus dos volúmenes—el libro del sabio más genuinamente literario, dotado de un interés •singular, muy afín al de cualquiera buena novela. Ya su estilo, firme de trazo, justo de color, rico de movimiento, adusto sin sequedad, sentencioso sin énfasis, denun­cia en Cajal al l i terato en sazón. Forma literaria de evidente atractivo, ciñe pensa­mientos y evocaciones, o anima semblanzas, o aliña anécdotas, o da relieve a paisa­jes y escenas de época. La t ierra aragonesa constituye el telón de fondo donde Cajal proyecta las sombras de su infancia en Larrés , en Luna, en Valpalmas, en Ayerbe, e n Sada.. . E l niño Santiago, solicitado por aficiones artísticas que nunca desoyó, va poco a poco entregando su alma al encanto de la Naturaleza, poblada de seductores misterios. Gusta de los crepúsculos y de los pájaros, de los paseos largos, de la paz, en t re consoladora y angustiosa, de los cementerios. Cursa sus estudios a través de dificultades varias. A pesar de servir alguna vez como ejemplo «de torpeza y de pigricia», el triunfo no tarda en sonreírle. Médico militar. Guerra del Norte. Cam­paña de Cuba. Quebrantos de salud. Catedrático por oposición. La suerte está, al fin, echada.. . Sus ojos se aplicarán ya siempre al microscopio afanosamente, cifrando todas las ambiciones en el mundo quebradizo del ser físico. Parece temblar de emo­ción la pluma de Cajal, como si evocase las ternuras y delicias de un primer amor, al recordar el instante de su iniciación contemplando el sorprendente, maravilloso espectáculo de la circulación de la sangre. «Una vez me pasé—nos cuenta—sobre el microscopio veinte horas seguidas, avizorando los gestos de un leucocito moroso, en «u laborioso forcejeo para evadirse de un capilar sanguíneo»... La poesía evidente de la ciencia encontró en Cajal un gran lírico.

Género literario que también cultivó Cajal es el muy delicado y difícil de la má­xima, aforismo, pensamiento, o como el lector prefiera. Cuando J u a n Jacobo Eous-seau calificó de triste—«ce triste livre»—las «Máximas» de la Eochefoucauld, carac­terizó este linaje literario, tan señoril y encumbrado como lleno de melancolía.

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Triste es el poso que deja en nuestro espíritu ese conocimiento de la sociedad y de la -vida que los moralistas—espectadores desinteresados del mundo—nos trasmi­ten. La tristeza ante el ir y venir de las pasiones campea también en las sentencias de Cajal, recogidas en «Charlas de café» y en un tomito titulado «Pensamientos es­cogidos». Son algo así como el escape de un alma cargada de nobles preocupaciones: «1 gesto de natural e inevitable hastío, la contídencia del sabio que un instante, «ólo un instante, pierde la fe en su sabiduría. ¿Para qué? Todo pasa, se va, nos arrastra... Pero por encima de todas las decepciones se alza la voz de nuestra mi­sión. Esa misión que, por lo que hace a los objetivos tasados de esta vida, ha cum­plido Cajal con firme ejemplaridad.

M. F. A.

Dibujo de Maruja Mallo

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P R I M E R A E N C U E S T A (Continuación)

Veáse su enunciado completo en la página 38

LUIS ARAQUISTAIN: I.—La encuesta me parece mal formulada. No es que la lU tecatura y el arte "deban" o no apartarse de tas inquietudes sociales de nuestra tiempo. Es que no "pueden". El arte, y muy señaladamente la literatura, expre­san siempre una actitud social- aunque el escritor y el artista no lo quieran y aun-que la mayoría de las veces no se den cuenta. El arte puro, fuera o por encima de las luchas sociales o de clases, es sólo el sueño de los tontos o de tos insensibles. El escritor, el pensador y el artista toman siempre partido en su obra por una clase u otra, por el pasado o por el porvenir, por el "statu quo" o por la revolución. Asi ha ocurrido en todos los tiempos y así seguirá ocurriendo. Aristófanes ataca a Eurípides por antirreligioso, es decir, por revolucionario, y defiende a Esquilo por conservador. Toda obra de arte revela una actitud o una tendencia social, in­cluso aquellas que más parecen velarla, como la de Cervantes o la de Shakespeare. Frente a la España católica, representada por la mayoría de los escritores de los siglos XVI y XVII, especialmente los dramaturgos, Cervantes simboliza la Europa liberal de su tiempo, la Europa que había superado el catolicismo en el Renaci­miento y la Reforma. Y Shakespeare representa el hombre libre de la Europa pro-testante, el hombre para quien no hay más autoridad ni más tribunal que su con­ciencia y sus impulsos vitales.

Desgraciadamente—sobre todo para ellos—, la mayor parte de los artistas y los escritores se ponen al servicio de la clase dominante, en nuestro tiempo de la alta burguesía, como en otras épocas servían a la repleza, a la aristocracia y a la Iglesia. Esto no impide que aquellos que se titulan liberales se sientan "misericordiosos" con el proletariado y pidan para él éstas o las otras "reformas", es decir, los re­lieves en el banquete del capitalismo; pero cuando la lucha de clases, que es el fondo permanente de la Historia pasada, entra en una fase aguda de violencia, en que se combate, no por tal o cual "mejora económica", sino por el "poder poíífíco", como ahora acontece en España y en muchos otros países, la mayoría de los "inte­lectuales", incluso los que profesaban un vago liberalismo, se pone de parte de la burguesía y de todos los poderes oligárquicos tradicionales. Véase, por ejemplo, lo sucedido con la autocacareada generación del 98; casi todos esos hombres han acabado desempeñando oficios lacayunos en defensa del capitalismo, a veces en sus formas más toscas o criminales. A mí no me sorprende. De todas las categorías del pequeño burgués, el "intelectual"—con raras excepciones—es el más servil de los poderes constituidos, porque en él al interés particular, vinculado a las clases do­minantes, que son las mejores clientelas del arte, de la literatura, de la ciencia, del periodismo y del teatro, se une la vanidad personal, el ansia del aplauso inmediato. La "trahison des clercs" no es de un país ni de un momento histórico, sino de todos. La psicología dominante del "intelectual" es estar siempre con los vence­dores. Cuando triunfe la revolución, todos serán revolucionarios en sus libros, en sus comedias, en sus artículos, en sus cátedras, en sus laboratorios científicos..

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en sus consultorios de médicos y abogados, porque la clientela habrá cambia­do. Antes, no; antes serán contrarrevolucionarios; lo serán hasta los que, para engañarse o engañar a los demás, pretendan encerrarse en su torre de marfil, fingiendo una falsa neutralidad ante la guerra civil de clases. Pero no impor­ta; no hay que enfadarse demasiado con esta "intelligentsia" acomodaticia y vanidosa. La Historia no depende de ellos. Son los turiferarios de la Historia

hecha; pero no los creadores de Historia nueva. La Historia es obra de las masas profundas de la sociedad, cuando la literatura, la filosofía y el arte revolucionarios despiertan en ellas la conciencia de su destino de clases ascendentes.

EDUARDO WESTERDAHL: 1.—Creo que no pueden, porque toda expresión es­piritual de una época es un mecanismo exacto cuyas partes ayudan a un fin total, muchas veces en la inconsciencia de la creación. El arte por el arte es un falso invento y no ha existido nunca; cada flor es producto de sus climas y cada pes­cado consecuencia de sus mares. 2.—El artista consciente, que marcha ya hacia el arte con el fin preconcebido de su misión, con una tabla de soluciones en sus manos frías, perecerá, al cambiar arte por política del arte. Su muerte será la muerte magnífica de un hombre de sü tiempo. En cambio, el artista intuitivo, lleno de construcciones, que se comporta en la obra como "médium" de su época, que capta unas lejanas emisiones y re­suelve con ellas unos problemas sociales, de inquietud social, de alta inquietud, de la transaparencia, ése quedará en la obra, aunque como una mariposa sea destro­zado por coleccionistas y mercaderes, por extremistas políticos o intelectuales de la reacción.

3.—Que olvidan que el arte es eso y algo más. Si el arte fuera eso moriría en este mismo siglo al dar un paso en falso en la trampa de un fuelle fotográfico. Los falsos artistas que vayan a la plaza pública a vocear sus elementales mercancías de santos, de generales u obreras de choque. El arte se debe a unas razones mági­cas, a unas profundas cavernas subconscientes, a unas revelaciones de la época. El hombre sigue necesitando una solución económica a su vivir, pero también una so­lución poética a su existencia. Junto a las reformas de destrucción de la pintura social y a los objetos reencontrados de una falsa pintura revolucionaria, el hombrt sigue con el problema de su espíritu en pie, con la lucha de la pasión y de la inteli­gencia, abriendo las nuevas fuentes del instinto, de ideas, en desarrollo, y regando una cosa que se mueve y está cada día dispuesta a resolver un problemo distinto:

la existencia.

RICARDO BAROJA: L—No. Pueden legítimamente inspirarse en esas inquietudes.

Muy difícil será que el artista y el escritor se aislen de manera que no experimenten

los efectos de la inquietud.

2.—Nada obliga al escritor y al artista a torcer la trayectoria de su obra, y puede, por lo tanto, colocarse en posición intelectual o sentimental ajena a los problemas políticos y sociales. 3.—Que serían grandes escritores, supremos pensadores y maravillosos artistas si su obra fuera bella. El reaccionario Aristófanes es un genio y el liberal Sócrates también. La resolución pictórica de un asunto político como la de la "Rendición

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de Bceda" es maravillosamente bella, y en cambio la de la "Consagración de Na­poleón primero" es deplorable. La "Iliada" es oro, y la "Henriada" plomo. Creo que si el escritor, el pensador y el artista venden su literatura, su pensamiento y su arte a cualquier partido político o social con cuyo programa no están con­formes ni mucho menos, si el escritor, el pensador y el artista lo son de verdad, harán obras bellas, defendiendo ideas que les son indiferentes o repugnantes, ata­cando a las idas que les son queridas.

JOSÉ M.*" SALAVERRIA: 1.—Lo mejor sería que la Literatura y el Arte se manta-viesen al margen de las inquietudes sociales y políticas. Ese es el ideal, y eso es lo que más nos gusta. ¿Pero es posible? Con el actual régimen de democracias enar­decidas, yo creo que no. Para encontrar la atmósfera que conviene a la libre expre­sión del Arte y al juego en plenitud de la Literatura pura habría que refrocer a los grandes períodos del despotismo ilustrado, como el de Pericles, Augusto, los Me­dias, Luis XIV. 2.—Desde que la vida entera de la civilización se hace en la calle y por todos, es natural que el escritor se vea rrrastrado por la ola de los afanes cuotidianos e inte­resados. Por tanto, ya no es cuestión de saber si debemos o queremos; yo creo que no podemos retirarnos a cualquiera especie de torre de marfil. Y el que lo pretenda, sufrirá una sanción tácita e ineluctable; la vida pasará a su lado sin reparar en él, y todas sus voces y gesticulaciones se perderán en el vacío. 3.—Sólo queda el recurso de conservar "la manera". Ante la forzosidad de tener que tomar partido desde su obra, cada escritor obedecerá los imperativos de su tem­peramento; el tosco convertirá su pluma en un instrumento de mitin, lo mismo da la izquierda que la derecha, o, lo que es aún peor en tiempos de rio reyueífo, hará

de su pluma una ganzúa con que forzar las situaciones provechosas. Y el refinado siempre encontrará modo de salvar su nobleza y compostura hasta en medio de esta creciente marejada demagógica.

Nos ha tocado uno de los peores lotes de la historia literaria, y por mí parte yo no encuentro remedio al mal que nos aflige. Nos está arrollando la vida; la vida que está enmedio de la calle y que se ha lle­nado de problemas, de angustias, da groserías y de necesidades con las que no con­tábamos. El conflicto es éste: que nos encontramos con un sistema, con una orde­nación y un régimen de Literatura hecho para otro modo de civilazación, y entre tanto la nueva vida se nos echa encima y nos sorprende con herramientas viejas.

MANUEL ABRIL: I.—Las inquietudes sociales ni quitan ni ponen nada al arte de una obra. Puede un artista mantenerse al margen de ellas y ser un gran artista. Pero puede sentirlas, y es mejor; siempre será preferible—para eí hombre y para el arte—senfir las inquietudes de la vida, y más las de nuestro tiempo. 2.—La inquietud excluye el partido. El partido es una parte. Y la inquietud es el todo: la verdad total y plena de la vida formada por dos fuerzas contrapuestas. y un contra metafísicamente irreductibles. El arte vive de encarnar y evidenciar esa gran verdad inquieta: la viva inquietud de la verdad, hecha de sombra y de luz, de un SI y un NO pugnando y sosfe-niéndoae.

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El que tome partido ante eso, o lo hace por convicción o lo hace por recurso. Pot recurso, es algo práctico, y no tiene que ver con el arte. Por convicción, es algo

concluyente y no hay inquietud posible. .

3.—El arte y la propaganda se excluyen. El arte presenta y no recomienda: uvt-hca y no argumenta; eleva y no aconseja. Entendido, por supuesto, si el ai te quie-

rer arte sobre todo u ante todo. Si quiere por el contrario, emplear la obra de arte como instrumento eficaz para disparar impulsos y arrebatos en uno u otro sentido, lo puede hacer con extto xn-dudable porque el arte es una pólvora magnifica. Lleva a la guerra un pasadoble d, charanga mejor qae un silogismo, y un sofisma en verso heroico mejor que un ar­gumento según cánones. Pero el arte en estos casos no es tal arte: es <"''^'"°-Si el arte quiere matar, mata; pero a cambie, de morir como tal arte. Hay pito ero, artistas. Lo que no puede haber nunca es artistas pistoleros. Estos, al tirar, fallecen.

GABRIEL GARCÍA MAROTO: I.—NO be insistido macho en atender ¡a posibilidad

de que deban mantenerse al margen de la inquietud social dichas - ^ " ^ ' f ^ " ' P°^ /^"^

hace tiempo he podido advertir que no pueden dejar de ' ' f ' ' " V " . l , > „ s n oro-

corriente. siempre que arte y literatura no -^"'f'<^-r la Z ^ e Z 'ol\

fundidad y dimensión humana, narcisismo o arqueología; y que la comente social

no sea movida únicamente por la jactancia y el esnobismo. ^_^^^^„^^„ . „ . ,

2.-Desde su obra como desde su vida, siempre que vida y obra representen la pal

pitación integral de un vivir en función de hombre. 3.-S1 su labor responde a llamadas leales de su conciencia social en ^^^-^'J^ '^ sibilidad creativa y su técnica afín sirven limpiamente a a necesidad dyf'rmarcon^ ceptos Vivientes, ardorosos, asociadores de la voluntad de sacrificios y de servidur^ bre. a la exaltación de lo más viril y desinteresado del hombre, me parece cjue cum-píen una tarea perfecta.

ÁNGEL OSSORIO: I.—Las tres preguntas contienen un solo problema; y éste de ca-

ÍTl£atos no pueden poner su obra al margen de las inquietudes características de la poca en que escriben. La ciencia, la politica. la economía, la sociología, las costumbres y en fin. todo el complejo de un momento de la vida deben tener su rTfUjf:la'novela, en el teatro y en el poema. Nada '-^y;f^-:ZivZrque que el empeño de muchos literatos que. desentendiéndose del «^^7°. " " ' ^ ^ f ^ " ^ vivimos, siguen cultivando el noviazgo gazmoño, el manido adulterio o el chorro

de retruécanos. , , , , ,„„, t . ,„ . 2 ._JVo es necesario ni censurable tomar partido. Un artista puede plantear los te

mas desde un punto neutral, mientras otros se dejan llevar de un franco sectarismo.

Ejemplos de esto último fueron Pereda, en la derecha, y Blasco Ibanez (el de la pn-

mera época, no el de las ganancias fabulosas) en la izquierda. Nadie mega el respeto

a ninguno de los dos. ¿Por qué ha de estar mal que el artista defienda sus ideas con

las herramientas del arte, que son las que él sabe manejar? , ^ ,„„ , „ „ Pero ahora viene la cuestión mord. Todo eso es plausible cuando responde a " " " í ° " -vicción. a un sentimiento, a unas dotes de costumbrista o a una inquietud espiritual. Lo feo, lo sucio-y, por desgracia, lo que más abunda-es buscar aquellas orientaciones en

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el arte para embaucar al público y sacar dinero. Es criminal producir bazofia literaria • para el escenario o para la librería, sólo con el propósito servil de adular al que manda o

de cultivar las inclinaciones turbias o de engrosar cifras a cuenta del extravío imperan-' te o de la degradación del vulgo. Buena prueba de lo que digo es que ninguno de esos

literatos ponen su pluma al servicio del vencido sino en homenaje al victorioso. 3.—Tomar el arte como celestineo, intoxicando al público para lograr monedas, es gravemente inmoral. Muchos libros y muchas comedias de estos últimos años no son sino actos de interesada humillación. Cambiando las tornas, los mercaderes de la pluma mudan su rumbo y enaltecen hoy a quien deshonraron ayer, como reveren­ciarán mañana a quien hoy injurian. De ellos podría decir D. Antonia Maura que "ponen la turbina en la cloaca".

La Fortuna, diosa casquivana, les dá pesetas algunas veces. La Justicia, deidad de más reposo, no les consiente tener categoría.

FRANCISCO MATEOS: 1.—Antes del movimiento revolucionario español hubiera contestado: SL 2.—La realidad me dice que todo artista y escritor de este momento será arrastra­do a la lucha sin cuartel que se avecina, y que por tanto, como creadores de mun­dos espirituales, deberán colocarse al frente de las masas para que lo que irremisible­mente ha de venir, no sea solamente una revolución "fisiológica". 3.—En España no veo esos pensadores, escritores y artistas cuyas obras sean un instrumento de propaganda política y social. Aquí todos "van viviendo" lo mis­mo si se mira hacia la izquierda como si se mira hacia la derecha. Sin embargo, creo en el nacimiento de esas obras en las izquierdas, pero por escritores, pensadores y artistas aun vírgenes de la mirada pública o todavía poco conocidos.

VÁZQUEZ DÍAZ: I.—Si por inquietudes sociales se entiende partidos políticos, des­de luego; pero si entendemos la total vida de una época, no. 2.—No. Sólo debemos reflejar la belleza de la época que vivimos. 3.—Mal, porque el arte debe estar por encima de todo, reflejando como es natural, una síntesis de todo ello.

JEAN CASSOU: 1.—Ni la literatura ni el Arte no se han mantenido nunca al mar­gen de las inquietudes sociales—ni de las otras—de ningún tiempo. Y aun el de­clararse al margen de dichas inquietudes no es más que un modo de manifestarse re­lativamente a ellas y hasta de tomar parte en ellas y de expresarlas. 2.—El escritor y el artista no solo están obligados a tomar partido, sino toman par­tido desde su obra contra su misma obligación. Contra lo que los obliga. }.—Puesto que el escribir y el crear son, en sí mismo, la manifestación y el tes­timonio de una actitud que se puede definir aún políticamente, es completamente inútil que la obra de arte, o la acción de arte, se convierta en un instrumento de propaganda política y social. Y el escritor o el artista que se cree obligado a ha-

• cerlo o que tiene interés en hacerlo es indidudablemente un mal escritor y un peot artista.

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EL AÑO LITERARIO Y

ARTÍST ICO EN ESPAÑA L A N O V E L A

POR MIGUEL PÉREZ FERRERO

No se intenta aquí escribir un ensayo sobre la novela, ni abordar y presentar los problemas que el género ofrece a sus cultivadores reales o presuntos. Proporcionar una reseña en la que se destaquen las obras máa importantes de la producción novelesca española durante el año 1934 ha de ser—o deberá ser—nuestro cometido.

¿Qué buenas novelas han sido publicadas este año en nuestro país, ateniéndonos a escritores españoles? ¿Cuáles son los autores de esas buenas novelas?

A estas dos cuestiones primordiales habremos de responder nosotros, Pudiendo, no obstante la concreción en que las preguntas se nos plantean, extendernos en algunas consideraciones generales, siempre que éstas nos ^'juden a ver con claridad el panorama novelesco español del vencido año.

La primera ojeada a este panorama hay que reconocer que nos deja, Como dejará a cuantos con nosotros le contemplen, bastante desilusiona­dos. En el primer golpe de vista apreciamos ya los resultados desolado-í'es de lo que debió ser un año de producción y sólo es, salvo algunas honrosas excepciones, que no modifican la consecuencia, un año de hol­ganza.

Ha sido escasa la producción y, lo que es peor, dentro de la escasez, lo poco que hay no es demasiado interesante.

La obra reveladora de un autor, el descubrimiento de una personali­dad, no se nos ha dado en la busca a través de nuevas páginas.

Algún maestro ha trabajado aumentando con un título nuevo su *arga lista de obras. Algún joven, o de aquellos a quienes todavía se les

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llama así, para establecer distinción o divisoria, ha realizado otro esfuer­zo más en su carrera, que contribuirá a crearle, para el futuro, un sólido nombre, que, en toda justicia, había de merecer. Algún otro, todavía más joven—joven de verdad, en suma—nos ha dado un balbuceo prome­tedor... Pero nada de lo apuntado es bastante para rectificar la aprecia­ción emitida tras la primera rápida ojeada.

Desde hace tiempo—lo hemos señalado en otras ocasiones anteriores a la presente—se viene hablando de crisis de la novela, y lo más triste es que no se habla por hablar, sino que responde, cuanto se habla, a la realidad más absoluta. Sí ; existe la crisis—y se sufre—de la novela en España ; y no sólo en España, sino que se manifiesta en Europa, o, mejor, en el continente europeo, quedando desgajada, del sufrimiento del mal apuntado, la literatura novelesca de Inglaterra. En América se nos ofrece igualmente la crisis con análogos desoladores caracteres, pero se salvan de ella los Estados Unidos, que presentan una producción con­tinuada y brillante. Tanto Inglaterra como Norteamérica, podrán mos­trar, de un año para otro, altibajos y notables irregularidades, pero no se puede acusar en ellas ya como un mal crónico—¿invencible?—el de la crisis de la novela.

Pero busquémosle una explicación al fenómeno y, de seguro, no tar­daremos en hallarla. Ni mucho menos pretendemos ser los primeros en exponer la opinión que vamos a emitir, por lo que nos apresuramos a. señalar la coincidencia y acuerdo de la nuestra con alguna ajena, ya expuesta, acerca de lo que se trata.

Dejemos asentados, de antemano, los que para nosotros son incaes-tionables principios :

La Novela constituye un oficio. La Poesía, el Ensayo—éste las más de las veces y la primera siem­

pre—una diversión, un «divertimiento», si traducimos de un modo, tal vez excesivo, literal el concepto francés, que aquí se ajusta a maravilla.

Ejercer una profesión implica, por lo general, vivir de ella... Sabido es que, contra lo que algunos sin fundamento afirman, el afán de lectura es cada día mayor ; pero, a nuestro entender, ese afán ha crecido con la difusión y diversidad de las especialidades y se atiene a lo que dichas especialidades abarcan. Así, cada día, se lee más Filosofía, más Quími­ca, más Historia (puede explicarse el renacimiento de la Biografía como

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documental de esta materia), más Geografía, etc. Pero no se leen más novelas. Igual que en otros órdenes de la vida, llamémosles más mate­riales, habremos de considerar a la Novela articulo de lujo. A los pro­ductores de tales artículos les sostienen los ricos, los poderosos, aquellos a quienes todavía sobra dinero para proporcionarse la satisfacción de ad­quirirlos. Si no existen esos poderosos, el productor sucumbe y tiene que dedicarse a otra cosa, a otro oficio que le permita vivir. A ratos perdi­dos podrá crear alguno de esos articulas que antes vendía, pero su aten­ción no le será permitido consagrarla enteramente al perfeccionamiento de sus creaciones, y éstas, que por su misma índole reclamaban la acti­vidad total del individuo, pasarán a convertirse en una obra del entre­tenimiento en lugar de ser producto de un profesional.

La crisis económica, que afecta a los países, ha herido de muerte, en éstos, a los productores de los citados artículos de lujo. Sin embargo, hay naciones en las que todavía el problema no presenta los agudizados caracteres que en las demás. Que aún pueden decirse ricas, poderosas. Y son éstas, precisamente, Norteamérica e Inglaterra.

¿Por qué se han planteado y, en cierto modo, resuelto los novelistas norteamericanos e ingleses el problema literario de la novela? Muy sencillo : porque esos países permiten económicamente que existan no­velistas... Es decir, permiten que exista y se desenvuelva, como profe­sión, el hacer novelas.

De este modo, ahora no deberá causarnos sorpresa alguna el auge del

género novelesco en Inglaterra y los Estados Unidos, mientras en el resto del mundo acusa una franca decadencia.

'-'e Galdós a los actuales días en España.

Uno del 98: don Pío Baroja

Partiendo de Galdós hasta llegar a los actuales días, podemos afirmar, con respecto a España, que la crisis de la Novela ha ido produciéndose a pasos agigantados hasta mostrar el desolador espectáculo que hoy nos ofrece.

Como todo problema y todo hecho tiene su anverso y su reverso, a esta teoría, en íntima relación con lo económico de la decadencia del genero novelesco, tal vez nos fuera permitido oponer el que, cuando

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surge un extraordinario novelista, éste, por pobre que sea el país en que se desenvuelve, pueda salir adelante con el solo recurso de su producción. Abona la opinión el caso Galdós en nuestro país, ya que sabemos que toda España—así lo hemos registrado alguna vez—leía novelas del autor de Fortunata v Jacinta, en su tiempo.

Así, paralelamente a la falta de recursos pecuniarios en el comprador de otros días, se acusa la falta de personalidad en los novelistas actuales.

Sin embargo, después de Galdós, vino una generación, la del 98, que escribió novelas y, para imponerlas al público, atacó a la obra del maes­tro. Eran grandes escritores, que, aunque no pudieron superar, a nues­tro juicio, la producción de su antecesor—acaso por conciliar con el ejer­cicio de la Novela otras curiosidades literarias—fabricaron grandes libros novelescos. De este modo, el pensador don Miguel de Unamuno fué '—y es—novelista ; igualmente Baroja, el más novelista de todo el gui­po, el más enemigo de Galdós y el más galdosiano, en suma ; así Valle-Inclán, el extraordinario poeta en prosa, e incomparable creador de un género auténticamente suyo : el «esperpento» ; también Azorin... Y más tarde—¿98 y medio?—Eamón Pérez de Ayala y Gabriel Miró.

Pero estos novelistas señalados, y que figuran entre los más altos valores literarios con que España cuenta, valores de renombre universal todos ellos, se han vuelto infrecuentes en su producción novelesca durante la última época. Sólo don Pío Baroja persiste y este mismo año nos ha regalado con una nueva novela. Las noches del Buen Retiro. A Miró le sorprendió la muerte en plena madurez y los otros escritores citados se emperezan en otras actividades más o menos literarias, pero lejanas a la creación de una novela.

Se apuntaba ya esta voluntaria retirada del grupo que acabamos de señalar cuando, entre 1925 y 1930, algunos escritores, entonces jóvenes de veras, irrumpieron en el campo de la Novela. Los nombres están pre­sentes, aunque varios no hayan insistido en aquella su primera actividad. Cuentan entre los que aludimos Benjamín Jarnés, Claudio de la Torre, Valentín Andrés Alvarez, Antonio Espina, Juan José Domenchina, el fallecido Mauricio Bacarisse, Juan Chabas, Rosa Chacel y algún otro que desearíamos no olvidar.

Pero también en este grupo hubo retirada general—y, lo que es peor, cuando aún no tenía obra—aunque no sin excepción. Esta la

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marcó Benjamín Jarnés, acaso el menos novelista de cuantos hemos citado, pero el de más firme voluntad y, sobre todo, un inmejorable es­critor por su estilo, cuyos libros, aunque no constituyan verdaderas novelas, merecen leerse con atención suma, ya que proporcionan un verdadero deleite al lector.

Después de la irrupción apuntada no han faltado cultivadores de la Novela, nuevos cultivadores, pero la decadencia del género ha sido ya franca y con rarísimos esfuerzos por parte de un novelista—y menos de un grupo—para detener el descenso. No obstante, no podemos re­señar esta etapa sin marcar la excepción correspondiente a ella : Eamón Ledesma Miranda afirma su voluntad y capacidad de hacer novelas y se cuaja en él una fuerte personalidad de novelista.

1934: Algunas notas y una visión de conjunto

Hemos de atenernos a lo publicado este año, y, por tanto, debemos insistir en que el panorama que contemplamos no puede aparecer ante nuestros ojos más vacío de obras notables y, en consecuencia, más doloroso. Tal vez por ello mismo nos sea más grato señalar las notas confortadoras.

Don Pío Baroja publicó La^' noches del Buen Retiro. Aliene ilus­trando el autor de El gran torbellino del mundo la vida literaria espa-fiola desde hace años con más consecuencia y regularidad, en el campo de lo novelesco, que escritor alguno. No vamos a definir ahora, m mucho menos a revelar, la obra barojiana, que ofrece originaHdad y peculiaridad indudables. Es este autor de los que en su principio pe­netraron perfectamente en lo que debe ser la Novela.

E n la Novela—coincidimos con quienes así lo han afirmado—la atmósfera novelesca debe eclipsar, en cierto modo, el estilo.

Mientras sea el estilo lo que impere, la Novela no acabará de ser Novela.

En conjunto la obra de Baroja es esencialmente novelesca y de la mejor estirpe. Las noches del Buen Retiro, libro publicado dentro del año 1934, posee el inconfundible carácter—personajes, trama y con­ceptos—propio de su autor, que figura a la cabeza de los noveUstas es­pañoles de su tiempo.

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También publicaron novelas : Concha Espina, La flor de ayer. E n la novelista puede apreciarse un afán de renovación y comprensión de los mismos problemas literarios que va planteando el género que cultiva.

Don Ricardo León nos sirvió Roja y gualda. Nos la sirvió, pero no prestó servicio alguno a la Literatura.

Del grupo de novelistas que hizo su irrupción entre los años 1925 y 1930 hemos dicho antes que había quedado en pie de trabajo Benjamín Jarnés.

Jarnés ha dado este año—¡cómo no !—un libro nuevo, más bien no­vela que biografía, pero no del todo novela, porque ninguna de las (|ue él llama asi lo es. Su título reza San Alejo. De todos modos, la crítica lo ha conceptuado como el libro más conseguido del autor de FA profesor inútil. Antes de ahora hemos tenido ocasión de señalar el excelente escritor, ofebre de la prosa, que hay en Jarnés. Su conocimiento del idioma, su pericia literaria, le han captado numerosos y merecidos lectores. Nosotros nos contamos entre ellos y nos complacemos en señalar que, si San Alejo no es una gran novela, es, desde luego, un gran libro.

Se nos ha de permitir hacer un inciso en la lista de autores españo­les que vamos reseñando para dar cabida a un mejicano, cuyo libro, Estrella del día, más bien relato—en el concepto francés—que novela, ha sido publicado en España. Torres Bodet, uno de los escritores más sensibles del momento, se hace merecedor de la cita en lugar destacado, como se hace merecedor de ella el libro aludido.

Remitiéndonos a anteriores párrafos de esta reseña y a la sucesión de grupos de novelistas o autores literarios, de acuerdo con la cronología, nos referíamos a los cultivadores de la Novela en estas horas últimas y decíamos que entre esos cultivadores habíamos visto aparecer una fuer­te y definida personalidad en Ramón Ledesma Miranda. Sin embargo, habremos de añadir, al tratar de este autor, que no ha sido una revela­ción fulminante la suya. Ledesma Miranda ha ido afinándose en la pro­fesión de novelista y resolviendo los problemas literarios que la Novela, presenta a través de diversos libros suyos que constituyen una progre­sión ascendente indudable. Es acaso, de los novelistas de esta hora—nos referimos a los que se han manifestado en la última época—el (|ue ha mirado con más respeto a sus antecesores en las letras. Así, sin olvidar a Galdós, ni a los clásicos, ni a los del 98 ; sin despreciar a los innova-

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clores de después, Ledesma ha ido componiendo con expresión, concep­

tos y tramas personales sus novelas. Saturno y sus hijos, colección de novelas cortas que ha publicado

este año, responde a la merecida consideración que la crítica tuvo para libros anteriores, como Antes del mediodía y Evocación de Laura Esté-banez, novelas grandes.

Merecen también ser mencionadas otras novelas, y colecciones de novelas cortas ofrecidas en volumen, de diversos autores. Así habremos de señalar :

Tea roonis, de Luisa Carnés; Crimen, de Joaquín Arderíus ; Arco Iris, de Mariano Tomás ; relatos de Julio Ángulo y otros de Burgos Lecea ; Muñecos vados, de José Andrés Moreno ; Las lágrimas de Orn­ee, de Menoyo Portales ; Dios de bohemia, de Gorkin ; Doña Pabla (no­vela humorística) de Alvaro de Albornoz y Salas ; La noche de las cien cabezas, de Eamón J. Sénder ; Vidas de celuloide, de Eosa Arcimega ; Las Galgas, de Pedro Caba ; El último pirata del Mediterráneo, de Be-navides... Unas cartas, que firma Alvarez Petreña, de las que es autor Max Aub y que constituyen una trama novelesca...

Noticias <! nales.

Pero todavía quedan algunas noticias para completar, en lo posible,

el panorama : Mario Verdaguer ha publicado la bella novela Un intelectual y su

carcoma. Sin pena ni gloria, pubHcó don Pedro Mata Una mujer a la medida. José María Salaverría dio forma biográfica—biografía novelesca es

la suya, en cierto modo—al mito de Martín Fierro y logró en ella una hermosa obra.

Tampoco podemos poner el punto antes de reseñar tres nombres üuevos en el campo de la novela. Son éstos : Ricardo GuUón, con su libro Fin de semana ; Antonio de Obregón, en su primer conato de nove­la grande, Hermes en la vía pública, y Carranque de Eíos, con su obra Uno. Constituyen, por el momento, tres promesas de novelistas.

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EL ENSAYO, LA CRITICA Y OTRAS PROSAS

POR GUILLERMO DE TORRE

¿Existe el ensayo en la literatura española de nuestros días como género autónomo, de vida propia y fluencia constante? Esta pregunta no ha de parecer ociosa o impertinente antes de abordar el análisis de los libros que puedan incluirse en esta sección. Pero elucidarlo reba­saría sus límites y tampoco corresponde a este lugar. Eecordemos, sin embargo, que no han faltado animosas afirmaciones sobre la pre­sunta fructuosa vitalidad del ensayo en España. No hace muchos años Gómez de Baquero catalogó bondadosamente en tal sector a más de una docena de escritores. Pero fácil es advertir que, pese a la elastici­dad por él conferida a los límites de un género que tiene como patrones a Montaigne, Addison y Maucalay, entre otros, una buena parte de los supuestos ensayistas no rebasan las proporciones de articulistas periódicos más o menos m extenso.

Ahora bien, esta reducción de su jerarquía no implica ningún me­nosprecio de las virtudes que en ellos se den. Al contrario, al situarlos en sus límites, se les valoriza mejor, se hacen perceptibles las circuns­tancias especialmente adversas con que el ensayo ha de manifestarse aquí, en pugna con el medio periodístico y editorial. Aunque no todo dependa de éste ni sea posible valorar únicamente el ensayo por la escala de su extensión para saber dónde concluye el artículo y dónde empieza el ensayo. Más importante sería determinar cuál es su medio natural y las condiciones en que puede prosperar. Pues a la incerti-dumbre de sus límites se une en el ensayo la imprecisión de su clima. La novela y la poesía, por ejemplo, tienen sus respectivos e inaliena­bles ámbitos donde realizarse. No así el ensayo—crítico, filosófico, ar­tístico—, tan lindante con el artículo periodístico y sometido, como él, a las influencias y angosturas que éste padece en la prensa diaria. Cierto que no es el periódico su sitio natural, sino la revista, donde reinan otras dimensiones y un clima más sereno. Pero ya es sabido la penuria de revistas propiamente literarias, estables y prósperas, pade­cida en España, con margen holgado para estas aventuras y experien-

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cías del pensamiento que es el ensayo. Por estas razones, la mayor parte de nuestros escritores, que hubieran podido vacar plenamente al ensayismo, se han visto obligados a recortar—no sólo en extensión, sino también en intención y profundidad—sus estudios, haciéndolos dige­ribles al público mixto y vasto de los periódicos diarios.

Pero resultaría inútil alzarse contra este condicionamiento fatal. Vale más ser dóciles a la circunstancia. No es otra, precisamente, la expresión que emplea nuestro gran ensayista por excelencia, José Or­tega y Gasset, en el magnífico prólogo que abre la edición de sus Obras. Se me permitirá transcribir sus palabras que son, no sólo la mejor explicación de su obra, sino que valen también para esclarecer las condiciones genésicas del ensayo en España. «Esta propaganda—escri­be—de entusiasmo por la luz—el lumen naturale—había que hacerla en España según su circunstancia impura. En nuestro país, ni la cáte­dra ni el libro tenían eficiencia social. Nuestro pueblo no admite lo distanciado y solemne. Eeina en él puramente lo cotidiano y vulgar. Las formas del aristocratismo «aparte» han sido siempre estériles en esta península. Quien quiera crear algo—y toda creación es aristocra­cia—tiene que acertar a ser aristócrata en la plazuela. He ahí por qué, dócil a la circunstancia, he hecho que mi obra brote en la plazuela inte­lectual que es el periódico. No es necesario decir que se me ha censura­do constantemente por ello. Pero algún acierto debía haber en tal reso­lución cuando de esos artículos de periódico han hecho libros formales las imprentas extranjeras.»

Una gran parte de las hojas que componen los libros de ensayos o críticas del año tuvieron también su primaria manifestación en el pe­riódico. Ello, como se inferirá después de leído lo anterior, no perjudi­ca en nada a su valía, aunque ésta se halle—casi siempre—en relación directa con la distancia que manifiesten de la prisa y la improvisación. Y he aquí ahora, sin más disquisiciones previas, una rápida memoran­da, una visión panorámica de los libros en prosa no novelesca apareci­dos durante 1934. Muchos de ellos encontraron ya una crítica más ex­plícita en nuestros comentarios a lo largo del año. Valga, pues, en esta reyista de conjunto, la simple apuntación de algunos rasgos.

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La aporiación de los mayores

Mayores, calificación de aire extranjerizo, pero un poco más amplia que la de maestros, aunque no vaya estampada con ánimo de rebajar la categoría magistral de algunos que se mencionan. Su contribución a las letras españolas de 1934 en la prosa no de ficción, sin ser extra­ordinaria, ofrece algunos ejemplos considerables. Pocos de ellos ha de­jado de darnos alguna muestra de su vitalidad mental. Se confirma así que 1934 señala—aunque no totalmente—la vuelta de los mayores (y aun de muchos omenores») a sus puras vocaciones, a sus tareas espe­cíficas, ya desencantados, en mayor o menor grado, de sus incursiones politicistas...

José Ortega y Gasset nos dio un nuevo volumen de FA Especta­dor (VIII) {Revista de Occidente), donde reúne algunos ensayos que, sin ser de fecha reciente, habían quedado fuera de sus Obras y de la recopilación publicada el año anterior, Goethe desde dentro. Entre los ensayos del primer libro merece consideración especial uno agudísimo y extraordinario, titulado Tiempo, distancia y forma en el arte de Proust, que permanecía aún solamente en su texto francés, brillando con luz su­perior entre el conjunto de homenajes hechos por la crítica internacional al genio proustiano en un número especial de la N. ií. F . en 1928. Tal libro no inicia, cierto es, la «segunda navegación»—emproada a los temas rigVirosamente filosóficos—que nos anunció Ortega y Gasset en la última línea del prefacio a la recopilación de sus Obras, pero de su altura y am­plitud ya nos ha dado algún anticipo merced a los capítulos sobre Guillermo Dilthey y la idea de la vida, que aparecieron a comienzos del año actual en su revista.

De Unamuno no tuvimos ningún libro de ensayos que entre espe­cíficamente en esta sección, pero podemos inscribirle sin esfuerzo mer­ced a los prólogos que encabezan sus novelas y sus obras teatrales apa­recidas en 1934. ¿Acaso estos prefa-cios no son verdaderos ensayos v, en algunas ocasiones, tan jugosos e importantes como la obra misma? Sus nuevos libros de este año fueron : San Manuel Bueno, mártir, y tres historias más, con un prólogo ; la segunda edición de Amor y pe­dagogía, que data de 1902, aumentada de un «Prólogo-epílogo» y de un

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tnuy curioso apéndice a los apuntes finales para un «tratado de cocoto-iogía» ; el drama El hermano Juan, o El mundo es teatro (Espasa-Calpe, como las anteriores), que abre también un largo y jugoso prólo­go, quizá superior al drama, escrito en la forma «anhelosa y acezante» tan peculiar de Unamuno. Finalmente, reseñemos, como curiosidad bibliográfica, la edición, fuera de comercio, costeada por amigos san-tanderinos y universitarios, de un Cuaderno de la Magdalena, donde se reúnen varios poemas y un comentario que Utoamuno escribió el pasado agosto, durante los días de su estancia en la Universidad Inter­nacional de Verano.

Baroja tiene muy poco que ver con el ensayismo; pero, ¿en qué apartado incluir, si no, sus Siluetas románticas (Espasa-Calpe), un libro que participa de la crónica, de la crítica social y de la evocación histórica?

E n Gregorio Marañón—al lado del científico—se reafirma cada año que pasa un escritor verdadero, más genuino y militante que muchos «on categoría ya establecida y hoy apáticos o inhibidos. Así, si en las postrimerías del año anterior nos dio Raíz y decoro de España (Espasa-Calpe), donde sobresalía un ensayo muy certero y comentado sobre «Los deberes olvidados», este año incorporó dos nuevos libros a su lista : Las ideas biológicas del padre Feijóo (Espasa-Calpe), obra ma­dura, que centra las principales vertientes de su curiosidad clínico-eru­dita, en grado aún mayor que el libro sobre Enrique IV de Castilla y «M tiempo (Espasa-Calpe), con adiciones, del que sahó una nueva tirada.

Y ya que hemos mencionado las aportaciones al ensayo de un hom­bre científico en su desdoblamiento literario, recordemos la obra pos­trera de Cajal : El mundo visto a los ochenta años, aparecida en las librerías el mismo día de su muerte, como un signo conmovedor de su admirable vitalidad mental. Cajal, en esas páginas, juega a sentirse más viejo de lo que era, pues, en realidad, muchas de ellas trascienden lozanía antes que seniUdad. Pasemos por alto otras que han causado oiuy mal efecto en las jóvenes promociones y donde Cajal tiende a con­denar ideas y maneras de arte nuevo con simulacros de razones y po-brísima información.

El Ubro de Salvador de Madariaga Discursos internacionales (Agui-ía»-) no es propiamente una colección de ensayos, pero en él la oratoria, «n vez de degenerar en retórica, sube al plano de las ideas. Del mismo

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autor han aparecido nuevas ediciones de su mejor libro : España, y del ensayo Ingleses, franceses y españoles (Aguilar).

Ensayistas jóvenes

El original talento literario de José Bergamín encontró en La ca­beza a pájaros {Cruz y Raya) su mejor expresión hasta la fecha. Su pensamiento, fragmentado, discontinuo y aun epigramático, no se aco­moda tan bien al ensayo unitario, vertebrado, como al módulo ligero, arbitrario o sentencioso del aforismo. Y aforismos siempre buidos e intencionados, muchas veces certeros, son los que nutren las páginas de dicho libro, que viene a enlazar así con su primigenio El cohete y la estrella, y con algunas posteriores de El arte de birlibirloque. Mencio­nemos, de paso, la ejemplar actividad literaria mantenida durante 1934 por José Bergamín, al frente de su revista y de las pulquérrimas edi­ciones Cruz y Raya, que iremos señalando en sus lugares correspon­dientes.

Con la aparición de El Belén de Salzillo- en Murcia : Origen de los nacimientos en España (Gaceta Literaria) quisimos ver los mejores amigos de su autor, E. Giménez Caballero, la vuelta de este persona-lísimo escritor a lo mejor de su espíritu y de sus capacidades, dándole ya por desentendido de los espejismos políticodictatoriales que amena­zaban desnaturalizarle. Hayamos o no acertado en ese buen deseo rein-tegrador, Giménez Caballero logró con tal libro, aun siendo incidental en el conjunto de su producción, alcanzar un premio del Concurso Na­cional de Literatura de 1933 y apuntarse un buen tanto literario en la ya larga serie de sus realizaciones.

Fué Ángel Sánchez Eivero un espíritu de calidad excepcional, «Uno de nuestros escritores con más profunda intimidad», escribe Jar-nés en el prólogo que ha puesto a la primera recopilación de sus ensa­yos : Meditaciones políticas (Pen Colección). Había en él un ensayista de alcance nada común y un crítico de arte capaz, probablemente, de enfrontar lo moderno con un conocimiento completo de lo verdadera­mente tradicional. Su cultura varia, su acuidad psicológica, su penetra­ción espiritual son perfectamente visibles en cualquiera de los ensayos

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que reúne este primer tomo de sus prometidas Obras Completas. E n Eamón J . Sénder hay algo más que un mero «escritor de izquier­

das», según la apresurada calificación de quienes pretenden considerar la literatura con vocabulario y conceptos ajenos a ella. Hay, fundamen­talmente, un escritor de firme vocación, de ancha curiosidad mental, y muy fecundo. Sus libros de 1934 comprenden viajes, crónicas, novelas. Corresponde solamente a esta sección señalar : Carta de Moscú sobre el amor (a una muchacha española) y Proclamación de la sonrisa, cró­nicas (Yagües).

Otros libros, a distancia incierta entre el ensayo y la crónica, son : •De la zona atlántica: Galicia y Portugal (S. Gral. Esp. de Librería), con un capítulo muy atractivo sobre el mito del sebastianismo portu­gués ; Estatnpas del camino (Espasa-Calpe), por Félix ürabayen, y la inevitable contribución anual sobre Don Juan, esta vez muy floja : Un tríptico sobre Don Juan (Morata), por César Camargo.

La crífica literaria

Encabezar este apartado con otro nombre que no fuese el de Me-néndez Pidal resultaría una injusticia, o, al menos, uan descortesía je­rárquica. 1934 ha visto aparecer—junto con la traducción inglesa de su ^agna obra sobre el Cid, The Cid and his Spain^los dos primeros vo­lúmenes de sus Obras Completas : La leyenda de los Infantes de Lara e Historia y Epopeya (Junta para Ampliación de Estudios). El prime­ro, escrito a los veinticinco años del autor, hace más de treinta que es­peraba la segunda edición. El segundo reúne, por vez primera, varios ensayos, antes sueltos, sobre algunos monumentos venerables y poco estudiados de la epopeya española. Y es admirable siempre comprobar cómo en cualquiera de sus estudios Menéndez Pidal hermana su rigor científico con una lucidez adivinatoria que le permite llegar a tan aca­badas reconstrucciones de lo más lejano.

I>el otro gran Menéndez—Pelayo—tuvimos dos señales bibUográ-ficas, que sintomatizan la actual corriente revisionista, y aun apologé­tica, a su favor. E l primero de ellos fué la publicación de un curioso texto inédito : Introducción y programa de literatura española (Cruz

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y Raya), con un prólogo de Miguel Artigas, quien afirma autorizada­mente que «en amplitud y ordenada sistematización de la materia to­davía no ha sido superado». El otro es una Historia de España ("Fax), no compuesta originalmente por don Marcelino, sino urdida con va­rios trozos sueltos de sus obras, amafiada sin ninguna garantía de serie­dad y con la intención política sospechable dados los nombres de la editorial y del compilador.

E l tercer centenario—agosto 1935—de la muerte de Lope de Vega ha tenido su mejor pórtico inaugural con la traducción española—exce­lentísima, como suscrita por Ramón de la Serna—del Lope de Vega y su tiempo (Revista de Occidente), por el gran hispanista alemán Karl Vossler. Libro admirable, en cuyas páginas se adunan la erudición más cabal y la sagacidad crítica más afilada, que ya ponderamos en su día y sobre cuyos valores no es necesario insistir. Del mismo autor se pu­blicó también en nuestro idioma : Introducción a la literatura española del Siglo de Oro (Cruz y Raya), texto de las conferencias pronuncia­das por Vossler en la Universidad Internacional, con una excelente caracterización crítica del autor, a modo de prólogo, por J . F . Mon­tesinos.

E n la serie de libros—sólo comenzada—que señalarán el centenario de Lope anotemos también : Lope de Vega y los preceptistas aristoté­licos, por J . de Entrambasaguas, y dos vidas anecdóticas : En las lia' mas de El Fénix (Pueyo), por Diego San José, y Vida turbulenta de Lope de, Vega (Juventud), por L . Astrana Marín.

Otro libro, el más considerable, que cabe incluir, junto con los de Vossler y M. Pidal, en el sector de la alta crítica literaria, es la monu­mental Historia de la literatura nacional española en la Edad de Oro (Sucesores de Juan Gili, iíarcelona), por Ludwig Pfandl, traducida del alemán por el Dr. Jorge Rubio Balaguer. Libro capital, grandioso esfuerzo de sistematización, del cual debe empezarse por reconocer hu­mildemente que no tiene equivalencia original en nuestra lengua. Aun­que luego no deje de merecer, por cierta visión unilateral, que empe­queñece algunas de sus páginas, los reproches autorizados que le diri­gieron Américo Castro y J . F . Montesinos.

Las restantes contribuciones a la crítica literaria no alcanza.n este primer plano de importancia, pero deben recordarse : La obra literaria

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de Pereda. Su historia y su critica (Sociedad M. Pelayo y Ateneo de Santander), estudio amenísimo y minucioso sobre la génesis de las nove­las peredianas, que aumenta su valor por la mclusión de varios docu­mentos originales de Galdós y Menéndez Pelayo. Pese a sus tangen­cias jurídicas y sociológicas, consideramos más cerca de la crítica lite­raria el libro de José M. de Semprún y Gurrea Critica varia, merced a su estudio sobre Quevedo y a sus apuntaciones sobre Céline. Otros ensayos, de más relativa importancia, son : Las mujeres de don Juan Valera (Aguilar), por Luis González López, premiado en un concurso ; dos pequeñas monografías divulgadoras de J. L. Sánchez Trincado : La novela picaresca (Cuadernos de Cultura, Valencia) y Galdós (Bi­blioteca Enciclopédica Mundial) : Primavera en Castilla (Bib. Nueva), colección de artículos sobre autores de valor muy diferente, por Pélix García ; La literatura valenciana, por Almela y Vives, y Resumen de literatura rusa, por A. Perucho.

Entre los libros extranjeros traducidos de crítica contemporánea descuella únicamente Conversacio?ies con Osear Wilre (Bil. Nueva), compilación de diálogos y anécdotas, más o menos auténticas, pero sa­turadas de esa mezcla de ingenio y narcisismo tan común a todo lo wildeano.

rilosofía, ideología extranjer

Spengler y Keyserling figuran con sendos libros nuevos en este apartado. ¿Por qué el público—o los editores españoles—han reducido a ellos casi toda la filosofía alemana, salvo las aportaciones de la Revis­ta de Occidente? Elucidarlo nos quedaría lejos de aquí, pero baste un dato explicativo : y es que ambos ideólogos suman fácilmente lectores por ser los más brillantes : cumplen bien su papel profetice o catas­trófico. Años decisivos, de Spengler (Calpe), traducción de López Ba­llesteros, es el más fuerte alegato antidemocrático que se haya escrito. Aristocraticismo jeráquico, imperialismo y racismo son sus miras. Li­bro-cantera inagotable para los articulista reaccionarios.

Keyserling también suele profetizar más, por esta vez, en su últi-Dio libro vertido al español. La vida intima (Calpe) , el autor del Rei-

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setagebuch frena un poco su torrencialidad habitual y retrae su mirada hacia problemas más cercanos, componiendo unos sutiles ensayos de «filosofía proximista».

Se reedita un libro de trágica y renovada actualidad : Reflexiones sobre la violencia (Boltrán), de Sorel; de Crece aparece Lógica como ciencia del concepto puro (Poblet) ; el abate Dimnet no llega a alcanzar en el nuestro la suerte que obtuvo en otros idiomas, singularmente en Norteamérica, como se inferirá simplemente por el título de su libro El arte de pensar (Gili) ; y Apolo nos da una versión del manual de Goblot : Vocabidario filosófico.

En lo referente a la filosofía y al pensamiento clásico no faltan las ediciones : desde la Revista de Occidente, que emprende las obras de Schopenhauer—con Sobre la libertad humana—, hasta Aguilar, que finaliza las de Nietzsche ; desde los vohímenes de la colección llamada específicamente Nueva Biblioteca Filosófica (sus últimos títulos : Pen­samientos, de Leibnitz ; Pensamientos, de Donoso Cortés, y La verdad sobre Freud, por el brasileño A. de Andrade) hasta los popularisimos de una Biblioteca de bolsillo (Bergua), donde reina la mayor democra­cia, y que, sin embargo, entre el Quijote y el Satiricón, incorpora los Pensamientos, de Pascal, e inclusive la Critica de la razón pura kan­tiana.

Algunas biografías

¿En qué sección incluir, con plena justificación, este género de li­bros que las editoriales siguen brindándonos profusamente? Las bio­grafías novelescas se sitúan más cerca de la novela, y allí quedaron rese­ñadas algunas, lo mismo que se incluyen otras entre los libros históri­cos. Mencionemos, pues, aquí, únicamente aquellas otras de mayor alcance o de preferente contenido ideológico.

Y, entre ellas, en primer término, habrá que recordar las obras de Stefan Zweig, a mitad de camino entre la crítica de escapes líricos y la reconstrucción novelesca. En 1934 uniéronse a sus anteriores traduc­ciones—^entre ellas Fouché, que ya ha alcanzado la cuarta edición— ; La curación por el espíritu y Momentos estelares de la humanidad—La lucha

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contra el demonio : Nietzsche, Holderlin, Von Kleist y Tres poetan de su -vida: Casanova, Stendhal, Tolstoi (todas ellas en la Editorial Apolo). Libros brillantes, deslumbradores—quizá demasiado para algunas reti­nas, y éste es el único reproche que cabe hacerles—, pero indudablemente atractivos, de gran dignidad literaria y que nos revelan en Stefan Zweig un noveUsta temperamental, al mismo tiempo que un buzo de intimi­dades abisales.

Emil Ludwig, de calidad incuestionablemente inferior, pero no exento de otras virtudes que le hacen ser también muy leído. Entre sus traducciones de este año: Tres titanes {Miguel Ángel, Remhrandt, Beethoven) y Schliemann, buscador de oro (Juventud). Recordemos también el Voltaire, de Maurois (Juventud), el Dante vivo (Apolo), de Papini; el Mahorna (Eevista de Occidente), de T. Andrae, y el Godoy, de H R Madol. De Eené Benjamín, un libro magistral y apasionante : La vida prodigiosa de Balzac (La Nave). De R. Kayer : Stendhal (La Nave). De Romain Rolland : Goethe y Beethoven (La Nave). Y, final­mente, en las Acidas extraordinarias de Calpe, dos nuevas aportaciones : Nelson, por Wilkinson, y muy superior, el Carlos de Europa, por Wynd-han Lewis, libro importante, de lectura cautivadora, pero cautelosa, al mismo tiempo, pues su interpretación de esa gran figura es harto unila­teral.

L A P O E S Í A POR E. SALAZAR Y CHAPELA

«... en tiempos aue, en general, la poesía anda tan desfavorecida...* „

CERVANTES

«Pero los poetas, o sea aquellos aue imaginan y ex­presan este orden indestructible, son no solamente lo» creadores del idioma, la música, la danza, la arcjuitec-tura, la escultura, la pintura: son también los " s t a u -radores de las leyes, y los fundadores de la sociedad civil, y los inventores de las artes de la vida».

SHELLEY

Uno vuelve a leer poesía como quien da un salto en el espa­cio y se instala de pronto, aupado por el purísimo élan poético, en otro mundo: en el mundo entrañable de la adolescencia litera-

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ria. ¿Quién no comenzó chapurrando poemas propios o ajenos, a ajenos y propios a la vez? El espíritu resbalaba hacia las formas al parecer inconcretas de la poesía; no había más entonces que "un sentimiento vago", la pulpa sin contorno preciso: "un ímpetu orato­rio". El mar, el campo, la mujer, la flor, el cielo, todo cuanto aca­riciaba los ojos daba en el mismo sitio, tenía la virtud de percutir en fíe jo, tal como el objeto (el mar, el campo, etc.), respondía a la el mismo sitio; la verdad de lo sucedido no era otra cosa que un re­exactitud del latido, o tal como el latido daba la dimensión cabal del objeto. Es lógico que los poetas se sientan en posesión de la verdad; también es lógico que no haya técnica más segura, sobre todo para recorrer el mundo (para recorrerlo a lo largo y lo ancho, pero asi­mismo en su dimensión de profundidad) que la poesía; es verdad que los poetas llegan allí a donde no alcanzan no ya las manos, pero ni siquiera los ojos de la lógica. Una ciencia es un conjunto de verdades demostrables; la poesía es un haz de axiomas; la ciencia camina paso a paso; la poesía aparece de pronto, se revela por iluminaciones sú­bitas; una ciencia, aun la astronomía, nace en la corteza terrestre, se arrastra por ella; la poesía baja del cielo. Cualquiera sea el camino que tomemos (vamos a suponer que al hombre le es dable tomar un camino), el espíritu da de bruces en algo tan duro como el pulido de una baldosa; sólo rehaciendo el alma del golpe, sólo amparándose en ese fondo insobornable, infantil se ha dicho, perenne en los mejo­res, con que el mundo se colorea, se hace fiesta o gracia, el hombre sigue', continúa... Vale para el individuo; también vale para los pue­blos. Todo sentimiento poético, como toda pasión poética, es un ím­petu hacia adelante, una ambición de horizonte; asimismo una pa­sión de dominio; de igual suerte, un a modo de recurso por el cual se hienden las gavillas del agua, los músculos del agua, las torpes cosas frías (seres inanimados y animados, hombres muchas veces) para sostener en pie tanto la necesidad como la verdad de la marcha. En un principio debió ser también una sensación muy difusa; acaso el deseo con el cual se sintetizaron las virtudes: "el deseo de vencer resistencias". No sé. ¿Quién testimonia del primer sentimiento poé-tict) en aquel mundo sin cuello ni corbata, tan desnudo por fuera como

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por dentro ? Pero es seguro que alguna larva tuvo la poesía; quizás un jirón luminoso, a la manera del rayo, caído de arriba. Digo que vale para el poeta; también vale para los pueblos. De ese jirón a nuestros días hay una cadena de conciencia, un andar fluido y continuo, manso o bravo, sólo comparable al agua en movimiento, el torrente o el río. De este modo puede afirmarse una inundación futura, a cuyo sabor húmedo, pero también cálido, de plenitud poética, cederá el corazón del individuo, pero asimismo el de los pueblos. ¿Qué queréis? Ningún verdadero poeta retrocede; la verdad poética, siempre una conquista, está más allá de nuestros pies; un poeta no es reaccionario ni siquie­ra cuando canta el pasado; la poesía es futuro. De modo que no hay más que un inmortal seguro, cuya evidencia jamás negará el nativo; a saber: el día que tanto sentimiento poético cobre conciencia total de sí mismo, o que tanta verdad poética, tanta conquista poética, tanto color y forma poéticos, penetre en todos los sitios, ilumine de igual modo la montaña y el valle, veréis. Entonces veréis la historia del globo como un largo poema; será, la visión cabal de la poesía; al­gunos lo llamarán —si para ese entonces hay todavía pedantes— ms-trucción, educación, civilización, cultura; nosotros lo llamaremos poe­ma, obra de poetas; acaso fuese más justo llamarlo el sentido...

Por consiguiente (y dada la lógica aplastante, aunque otra cosa estimen los pazguatos, que he utilizado en esas líneas) resulta ocioso hablar de crisis poética. La palabra crisis, tal como la esgrimen al­gunos, es palabra que debe ser maldita, puesto que significa miedo, reacción. El hecho de que existan pocos poemas específicos, o escasas novelas específicas, o muy pocos lienzos, mármoles o partituras es­pecíficos, no quiere decir otra cosa sino que la poesía, el ímpetu están en otro sitio. He aquí una energía que no se pierde, tan sólo se trans­forma; acaso sea conveniente que su fuerza renovadora no revierta hoy en sus lechos naturales; es muy probable que su sitio deba ser otro, siquiera sea temporalmente, para fecundar otras zonas y volver a su cauce después, pero entonces arratrando islas y continentes. ¿Quien habla, pues, de "géneros"? ¿Quién tan superficial que hable de "ge­neraciones"? ¿Es que se puede aplicar la vieja cronometría cuando todo, la cronometría inclusive, fermenta? Ahora bien: esta visión

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global, inalcanzable para el ebanista y el estilista (acaso la sienta, ya que no la vea, el hombre de negocios), no significa una sequedad absoluta del cauce natural. No se olvide la textura científica de cierto tipo de artista. Tampoco la fuerza adquirida un día y viviente hoy, o sea la inercia. A veces al artista, lo mismo que al clásico de la cien­cia, sordo al estampido y los tambores, le toman por sorpresa la ciu­dad en que trabaja...

Almanaj 1934

El manachus, almanaj o almanaque, círculo de los meses, de la poesía en 1934, se refiere a tres zonas: las selecciones y reedicio­nes, generalmente clásicas, acompañadas de exégesis; la forma ca­racterística de selección denominada antología; las obras nuevas. El primero de estos grupos, siendo el más importante este año, al menos por su extensión, no alcanza la profundidad de otras veces. No hay en él un libro que comparar, si nos atenemos al trabajo de investigación, selección o exégesis, con las ediciones de otro tiempo (las Soledades, de Dámaso Alonso; Los toros en la poesía española, de Cossío; dos obras ejemplares). Han aparecido en 1934 la segunda edición de Milagros de Nuestra Señora, de Berceo, por Solalinde; una primorosa selección del Romancero, por Menéndez Pidal; las Poesías de Gil Vicente, por Dámaso Alonso; una recopilación de Poetas de los siglos XVI y XVII, por Blanco Sárez; Poesías bucólicas, por Astrana Marín; Coplas y romances que cantan los mozos en algunos pueblos de Castilla la Vieja, florilegio por J. María Vergara Martín; Poetas castellanos anteriores al siglo XIV, colección de Tomás Antonio Sán­chez, continuada por Pedro Pidal y aumentada e ilustrada a vista de los Códices y manuscritos antiguos por Floreció Janer; Trovas de otros tiempos, por María Luz Morales; reediciones de Iriarte, Rosaha de Castro, Jacinto Verdaguer y Bécquer; ésta última, prologada por Emilio Gaseó.

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A n i o l o g f a s

Un género muy favorecido de lectores y comentarios, dado a la polémica desde el momento que arroja una opinión, un juicio cri­tico tácito o expreso, es la antología. Con respecto a ésta, nada me­jor que transcribir unas palabras recientes, oportunísimas, de Guillermo de Torre:

"¡Viejo pleito el de las antologías. Ni aunque abriésemos un de­bate "por y contra" de libres confrontaciones polémicas —como el que hace años se produjo en París sobre el novelista suizo Ramuz—, lograríamos probablemente llegar a precisiones acordes. ¿Deben des­aparecer, son superfluas, condenadas como están a la insatisfacción de muchos exigentes? La tradición del género, sobre todo en su rama poética - d e s d e los cancioneros, centones y silvas de vana lección que flustran las letras clásicas-, demuestran la resistencia vital que posee por encima de todas las impugnaciones.

Por nuestra parte, y en lo que se refiere a España, desearíamos que la aparición de tales antologías fuese más frecuente. Perderían asi su carácter de cosa excepcional y gravísima, donde el hecho de estar o "no estar" en sus páginas engendra pleitesías serviles u odios tre­mendos Al reproducirse cobrarían, de una vez, el carácter que les co­rresponde y que les salva, superando el confusionismo y la mezcolanza inherentes a todo catálogo. Esto es, se mostrarían como libros de in­ventario, balances de una época, testimonios de una generación o de un movimiento, cuya compulsa nos permite, en un momento dado, echar el ancla y medir con un golpe de vista las distancias recorridas. Colectores y antologizados Uegarín a penetrarse del verdadero espí­ritu de antología", eliminando estrecheces y parcialismos, aprestán­dose sin aprensiones ni melindres a todos los contactos y proximida­des, ya que sólo así puede darse la impresión totalizadora que al lector interesa; sólo de esta suerte es posible registrar, en poesía y en prosa, tendencias y movimientos sucesivos, personalidades dispares.

Asimismo Enrique Díez-Canedo (por cierto: un poeta este ex­cluido sistemáticamente, sin duda por miopía en los antologistas, üe todas las antologías aparecidas hasta ahora) nos dice: ' Cada genera-

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ción debe formar sus antologías, traducir a sus clásicos, y ¡pobre de la que no lo haya hecho! Una antología es labor de poeta, pero tam­bién de crítico. No la intente quien tenga una faceta solo en su espí­ritu".

Tres antologías aparecieron este año: La de José María Souvirón, Antología de poetas españoles contemporáneos, 1900-1934 (Editorial Nascimiento. Santiago de Chile); la de Gerardo Diego: Poesía espa­ñola. Antología. Contemporáneos (Editorial Signo. Madrid) ; la de Mathilde Pomés: Poetes espagnoles d'aujourd-hui (Editions Labor. París-Bruxelles). No salimos ni entramos en esta ocasión por los de­fectos o excesos que pudieran tener estas antologías; por el contrario, nos complacemos en señalar cuanto poseen de positivo. La primera de estas obras tienen un valor ultramarino, en cuanto su autor, el exce­lente poeta José María Souvirón, se propuso con ella introducir nues­tros poetas contemporános allende el mar. La de Gerardo Diego abre más la mano, aunque no del todo, en esta segunda edición, a la poesía: ofrece un conjunto muy completo de poetas españoles de hoy. Fi­nalmente, la selección de Mathilde Pomés tiene la virtud de llevar nuestra poesía actual, en versiones muy justas, a la lengua francesa..

Otra antología, esta con fines pedagógicos, ha aparecido en 1934: Poesía infantil recitable, por José Luis Sánchez Trincado y D. Oli­vares Figueroa. Versos para niños.

Sal

Con presagios, Seguro azar, Fábula y Signo, Víspera del gozo, y el libro de este año, La voz a ti debida, Pedro Salinas ha señala­do en dos lustros una finísima caligrafía poética, cuyos rasgos se asientan (si nos atenemos a lo cronológica, pero también al tim­bre espiritual) entre Juan Ramón Jiménez y la trinidad constituida, por Alberti, Lorca y Guillen. La voz a ti debida (un largo poema sos­tenido, cuya voz ininterrumpida, fluente y vibrante, la debe el poeta al sentimiento amoroso), constituye la obra más propia del talento alquímico de Salinas. Alquímico no quiere decir falta de espontanei' dad, aunque si quiere decir mixtura. Y la mixtura no significa en Pe-

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tiro Salinas confusión de recetas, sino reunión de elementos felices, todos los cuales se emproan, acomodados dentro del poema, hacia ün mismo horizonte: la poesía. De esta suerte podríamos enumerar como elementos esenciales la técnica, el ingenio, la imaginación, la erudición, la inventiva, etc. Más una reseña de los componentes, todos legítimos y nobles, que llenan el bello poema de Salinas, requiriría mucho espacio, aparte que sobre este libro se han escrito ya cinco ensayos singularísimos. Me refiero al de Dámaso Alonso ("Diablo Mundo"); a dos de Guillermo de Torre ("Luz" y "Sur") ; al de Mi­guel Pérez Ferrero ("Heraldo de Madrid"); al muy unilateral, acaso por personalista, de Bergamín ("Luz"). Del primero de estos en­sayos, tan rico de forma y contenido, nos permitimos entresacar lo más decisivo para con el poema de Salinas:

"Pero en libro de tantas maestrías y tan diversos valores, los más altos caen precisamente, y por fortuna, del lado de lo espiritual. Él poema de Pedro Salinas es la obra de un profundo e íntimo poeta; profundo por el pensamiento que, denso siempre, tiene sú­bitos aletazos iluminadores, relámpagos que penetran un cosmos, encerrados muchas veces en la encarnadura de verso que más ceñida y limpiamente los podría expresar; íntimo, por el sentimiento, de­licioso, variado, de sorprendente sensibilidad para la captación de los matices más recónditos". Y concluye Dámaso Alonso su formda-ble jaculatoria: "... no dejaría de ser un viaje agradable y provecho­so el seguir la filiación de un libro tan nutrido, a través del pen­samiento filosófico y la tradición literaria de todos los tiempos; pues en el parecen venir a mezclarse alientos del pensamiento pla­tónico, gentiles brisas de la poesía árabe, doctrina de renacentista diálogos de amor, la íntima vibración de la voz de Garcilaso, sutile­zas de análisis psicológicos no alejados de las de los libros de místi­ca españoles, refinamientos del mecanismo sensitivo y lógico de la más complicada novelística moderna... Y es seguro que nada de «sto ha pasado o intervenido en la determinación del poema, sino en espíritu de Pedro Salinas, abierto a todos los vientos bien enrai­zado en la tradición universal, pero de finísimo receptor de inquietu­des de hoy, y por encima de todo su gran aliento, su gran alma de

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poeta. Libros así perpetúan la grandeza de la vida espiritual de un pueblo".

Ofros poeias

Otros libros interesantísimos de poesía en verso han aparecido este año: Segador en el viento, de José Francisco Díaz de Vargas; Triángulo isósceles, de Francisco Fientosa; unos deliciosos poe­mas breves de Alfredo Marquerie: Reloj; 33 canciones: finos, sutiles cantares de Alvaro Arauz; Verde Voz, por Félix Ros: conjunto de poemas vivos, manifestación inequívoca de un tem­peramento de escritor y poeta; ímpetu del sueño: patéticas poe­sías de Alejandro Gaos; Donde habite el olvido: fragantes poemas de Luis Cernuda; un conjunto estimabilísimo de poesías sociales: Hogueras en el Sur, por Pía y Beltrán; Flores de cami, de José Pu­jadas; un libro del poeta José María Morón, Minero de estrellas (se­gundo Premio Nacional de Literatura del año 1933): poesía cuyo tema son las minas de Ríotinto y cuyo valor poético, profundo, cá­lido y brillante, mereció el espaldarazo de Antonio Machado; Iden­tidad, por Rafael Laffón: poesía esmerilada, cabrilleante, lineal en ocasiones, siempre viva en imágenes y metáforas, graciosa y jun­cal; Primavera portátil, de Adriano del Valle: conjunto excelente de poemas; Piedras blancas, de Fernández, González: poesía "sen­tida", emotiva, cuya bellísima superficie nos habla de una sensibi-lidad doliente y elegiaca por tanto; Talismán de distancias, por Cé­sar A. Comet: primer libro, que no primera manifestación literaria, de un meritísimo poeta y escritor. Merecen mención igualmente, ya que otra cosa no es posible, en este resumen del año: Sonrisa, por Pedro Gamo Ortega; Rosales de Amor, por Pascual Navarro Pérez; Leyenda de mi Alcarria, por Saturnino Ortega Montealegre; L'este-la d'Or, por María Verger; Guirnalda de flores, por Juan María Go-rricho; Poema del amor misericordioso, una "sinfonía mística", por Luis de Fátima Luque; Horizontes, por Alejandro Mac Kinlay; Los momentos de la raza, romances, por Vicente Sánchez-Arizona.

La poesía femenina, tan asistida en otro tiempo, se ha visto

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desamparada, aunque no del todo, en 1934 (¿Qué hacen las grandea poetisas Ernestina de Champourcín y Josefina de la Torre?) Sólo hemos encontrado un libro de Romances, perfecto de emoción y ritmo, de la Duquesa de Medina Sidonia, y Entre la noche y el mar, por Concha Espina. La célebre escritora montañesa ha llevado esta vez al verso la emoción, el ímpetu y la poesía que otorgó siempre a sus mejores novelas.

En la poesía en prosa registramos De mar a mar, libro grandilo­cuente, excelente de intención y forma, de Feliciano Rolan, y Jú­bilos, por Carmen Conde, deliciosos poemas a manera de apólogos, ilustrados maravillosamente por Norah Borges y prologados por Gabriela Mistral.

A I b e r t i

¿Cabe una biografía más bella que esta de Rafael Albertí, Poesía 1924-1930? Están en ella todas las vicisitudes espirituales de un poeta. Todas las zozobras, las delicias, los gustos, los tor­mentos, las glorias de un artista. Cualquiera sea la mirada con que lo miremos, siempre encontraremos en este libro una poesía cuyo sentido se acomode al haber espiritual del momento. La razón de ello es el carácter biográfico (de vida espiritual dócil o activa, mansa o patética, pero siempre artística), que ha cobrado la gran obra poética de Alberti al enriglarse en un libro todos los libros que la constituyen hasta hoy: Marinero en tierra, La Amante, El alba del alhelí. Cal y canto. Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos, Sobre los ángeles, Sermones y Moradas, Elegía cívica. Esta concatenación permite reconstruir estadios distintos de ani­mo poético y ver siempre, sin perjuicio de la variedad, un tono ori­ginal constante, el temperamento del poeta. ¿Qué va de Marinero en tierra a la Elegía cívica? Va una vida, si por esta entendemos la suma de las distintas maneras con que hemos reaccionado (en este caso poéticamente) ante las cosas. Cada una de estas reacciones, si se trata de un verdadero artista, encarnan en una forma diferente; cada una de estas encarnaciones constituyen un estilo, un género...

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Con Marinero en tierra, La amante y El Alba del alhelí, comienza lo que podríamos llamar la manifestación deliciosa: es el arrobo particular ante el mundo, como el primer deslumbramiento por el firmamento y la tierra; con Cal y canto culmina la pasión por la técnica (que también la sintiera Dante, hasta el punto de crear un idioma); Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos es lo más salado que se le puede ocurrir a un poeta: la caricatura poética; con Sobre los Angeles, Sermones y Moradas y Elegía cí­vica, Alberti da cima a una etapa cuyas características son: pro­fundidad y agrura. ¿Versatilidad? ¿Disposición a tomar el primer tren que pasa? Encarnaciones sucesivas de una misma personalidad poética cuyo signo no parece ser otro que el ímpetu, la amplitud y la ganancia. O manera visible de ir mudando de piel a medida que va creciendo el cuerpo, el alma y el peso. (No todos los poetas tienen la fortuna de poseer una camisa como la de Jesús, que crecía inconsútil, como es notorio, y a dos centímetros por año). Aquellas cuatro etapas, tan ricas de belleza y contenido, tan firmes de sentido y de forma, alcanzan para el poeta que las vivió y escribió el más alto puesto en la poesía joven contemporánea.

A la cabeza de Poesía 1924-1930 van estas palabras de Rafael Alberti: "La revista Cruz y Raya, al iniciar en las ediciones del Árbol una serie de obras completas o escogidas de los poetas de mi generación, ha querido contar conmigo. Público la mayor parte de mi obra poética comprendida entre 1924 y 1930, por considerarla un ciclo cerrado (contribución mía, irremediable, a la poesía burguesa). Aparece incluido en este volumen el libro inédito "Sermones y Mo­radas" (1929-1930) con la "Elegía cívica", crisis anarquista y trán­sito de mi pensamiento poético. A partir de 1931, mi obra y mi vida están al servicio de la revolución española y del proletariado inter­nacional".

L o s m a e s t r o s

El hecho de que los maestros no hayan publicado, que no pro­ducido, ningún libro este año, parece colocar olvido en poeta y poe-

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sías que están en la esencia misma de la vida artística contemporánea española. Acudo a reparar este descuido de la cronología, pero tam­bién de las imprentas, registrando los dos grandes nombres: Juan llamón Jiménez y Antonio Machado.

C o I o < ó

Contra la pereza, que es la creación, está la diligencia, que es la crítica.

EL TEATRO EN ESPAÑA

POR JUAN CHABÁS

Si recordamos todo el paisaje teatral del año 1934 esta fecha nos parece inverosímil. Hojead alguna colecciones de periódicos: leed los rótulos de los acontecimientos del mundo, los epígrafes que seña­lan las inquietudes universales, y pasad luego los ojos por las car­teleras de nuestro teatro. ¡Qué asombroso contraste anacrónico!

Todo el año, más que nunca, se habló de crisis teatral. Reporta­jes, artículos, entrevistas, columnas enteras de los periódicos sos­teniendo sobre su letra compacta el desastroso problema de esa crisis. Hay, en efecto, una grave penuria comercial con los negocioa teatrales. Pero la verdadera palabra no es crisis, sino decadencia. Más aun, fracaso. Por desgracia, nuestro teatro ya no puede ni estar en crisis. No es ni está. Del teatro español queda un fantasmón vacío que gesticula con guiños o contorsiones, sobre los escenarios enve­jecidos.

Para que el teatro renazca hay que matar el fantasmón. Tarea difícil; imposible casi. Porque de ese fantasmón medio muerto hay muchos que aun viven. Realmente, los vividores siempre se valen

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de lo caduco. Si hubiese en España un teatro vivo, no podrían subsis­tir los vividores del teatro. Se habría terminado la crisis.

Un año de teatro. Un índice de fracasos, de inepcias, de chaba­canería. Y muy pocas salvaciones: al margen, claro está, de los es­cenarios usuales, del mundo teatral pantanoso.

Iniciales del Teatro Escuela de Arte. Y una palabra. Que equi­vale a antorcha, encendimiento, a calor vivo y flameante. Y eso ha sido —es— la obra del Teatro Escuela de Arte. Capitán de esta empresa, Cipriano Rivas Cherif, tenaz e inteligente animador de nuestra vida teatral. Enrolados en el equipaje de esta Escuela, unos jóvenes con amoroso brío dedicados a hacer, con sistemática paciencia, con alegre estudio, belleza en el teatro. Si un día existe una gran escuela de Arte dramática en España de la Tea habrá na­cido. De la llama de luz,. Entre las representaciones perfectas de TEA, recordamos: Le pendu dependu, de Gheon; La cacatúa verde, de Schnitzler; El burlador de Sevilla, de Tirso. Teatro de estudian­tes, dirigido por Federico García Lorca y Ugarte. El camión de La Barraca, uno de los mejores teatros universitarios del mundo, ha llevado por los pueblos, las aldeas de España su fervorosa y sen­cilla amistad por nuestros clásicos primitivos y el buen pueblo—pue­blo verdadero, de carne y tierra nuestra— se maravilla con el espec­táculo. Gran obra de cultura.

Otra barraca más resuelta, teatrillo de estudiantes también, con su labor perseverante incorporada a la obra total de las misiones pe­dagógicas, fruto óptimo, casi único, de las empresas de la Instrucción pública republicana. Ahora, naturalmente, como la Barraca, amena­zada de muerte. Al frente del teatro de Misiones Pedagógicas, está. Alejandro Casona, revelado como un grau autor este año de 1934,

Grupo libre y liberal, generoso, de aficionados, ha seguido tra­bajando lentamente. Y dio en la primavera pasada una feliz versión escénica de "Lilión". Sigue con entusiasmo su labor, encauzada y alentada por Federico García Lorca: Clnl» A n f i s t o r a .

Muy pocas obras nuevas en todo el año. Parece que se estrena­ban parodias e imitaciones de un teatro muerto ya antes de 1914. Benavente, los hermanos Quintero, Linares Rivas, Arniches, se imi-

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tan a sí mismos. No añaden nada a su obra. Ni al amor ni almar, Cinco lobitos. Peccata Mundi etc.

En cambio, son evidentemente inferiores al tono general de la producción de estos autores obras como Memorias de un madrileño, La novia de nieve, Colores y Barro, Juanito Anayo se casa (precio­sos títulos de sutil ironía autocrítica), etc.

Serrano Anguita, hábil y discreto, acertó con Río dormido y tuvo una lamentable equivocación en Tu vida no me importa. Sepúlveda y Sevilla consiguieron en Lara gran fortuna con una obra anodina, vulgar: Madre Alegría. Quintero y Guillen han sido los autores de más nutrido billetaje; por ese buen éxito económico hay que feli­citarles, no por sus obras, de fácil colorido y suelta traza, pero sin otra virtud alguna; La marquesona, Mayo y Abril, Papá Charlot. Los brutales disparates de Muñoz Seca y Pérez Fernández, cada vez peores y más groseros, no merecen ni citarse. Sí, en cambio, una comedia sin importancia, pero preciosa, de Suárez de Deza: ¡Oh, oh el amor! Algunas traducciones importantes: Los criminales y, tam­bién de Bucckner, Isabel de Inglaterra; Hielo, de Berstein; Ciclón, de Sanaset Manghani; Muchachas de uniforme...

Pemán, alentado por el éxito falso —y feliz— de El divino im­paciente, estrena Cuando las Cortes de Cádiz..., inferior a su pri­mera obra. Verso fácil, ramplón a veces; escaso brío dramático; pastiche y garrulería retórica de invención pobre.

Alentados por la fortuna económica de las obras de política reacionaria se estrenaron Santa Isabel de España, de Mariano To­más, y La luna en las manos, de González Ruano. Vulgar, la prime­ra. Detestable, la segunda.

Mejor atención merecen. Mora y Sánchez Neyra, autores de El bandido generoso y Menos lobos. Sánchez Neyra demostró su buena traza de autor y su talento literario en La viuda, su obra mejor hasta ahora.

De Rodolfo Viñas cabe recordar una comedia pirandelliana. La gran farsa, estrenada por la compañía Meliá-Cibrián en el Español; a la compañía hay que abonarle el buen intento de estrenar el Caba­llero de Olmedo, de Lope (adaptación de Tuy) ; tres noveles: Fe-

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rrero, M.' Sola y Gutiérrez Navas, estrenaron sendas obras sin im­portancia; solo en el último se adivinan condiciones de autor que pueden ser felices. Repite sus éxitos cómicos Jardiel Poncela con Angelina o el honor de un brigadier... Ángel Lázaro, con Santa Ma­rina, ha intentado escribir, consiguiéndolo en parte, un poema dra­mático de la libertad.

José María Le joña, el gran poeta catalán, fecundo y fácil drama­turgo estrenó con fortuna en Madrid una traducción de su Mesón de la gloria.

Pero el mejor recuerdo de 1934 es el triunfo de dos poetas. Uno, aquí, en España, reveló por vez primera su gran talento de autor dramático. El otro fué a consagrar su fama en Buenos Aires. Alejan­dro Casona, en la Sirena varada, obtuvo el triunfo que merecía obra de tan firme y seguro contorno y estilo, de humor sutil, humano, llena de gracia poética y de vuelo dramático. En mucho tiempo nues­tro teatro no había producido una obra de ese mérito y de tan pulcra y noble hechura. En Buenos Aires Federico García Lorca, triunfó plenamente, con su admirable tragedia Bodas de sangre y su Zapa­tera prodigiosa.

Otro autor joven acaba de revelarse. Su obra no es perfecta, pero demuestra un estilo literario y un concepto del teatro. Autor: J. Calvo Sotelo. Obra: El rebelde. Cualquier otro recuerdo es más triste que halagador: ¿Para qué citar los estrenos de Ardavín, o de Avecilla, o de Torxado y Navarro? ¿Ni otros? ¿Y actores? ¿Y compañías? Si­guen siendo primeras actrices, insignes artistas, Carmen Díaz, Jo­sefina Díaz, Loreto. Chicote es un maestro. La ruina de Thuiller, un valor nacional, Mimí Montián, ineptitud y audacia, recibe homenajes de la Sociedad de Autores. Y para en silencio la gran labor de Mar­garita Xirgu, voluntad tensa e inteligencia viva. Un nombre juvenil de atriz merece destacarse: Pilar Muñoz. Este año de 1934, tan triste para nuestro teatro, ha sido para ella un año de consagración.

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P R I M E R A E N C U ESTA (Final)

Vcáse su enunciado completo en la página 3S

EDUARDO UGARTE: 1.—Creo que no pueden. La inquietud social ha adquirido en nuestro tiewpo caracteres y dimensiones de tal naturaleza que no puede haber actividad humana a la que no afecte. 2.—Yo creo que todos los escritores y todos los artistas de todos los tiempos han tomado partido desde su obra. Lo que ocurre es que hay épocas (las de crisis econó­mica) en que la fuerza de las circunstancias obliga a acusar más abiertamente la posición, dándole incluso una forma violenta. 3.—Cuando la situación social viene a ocupar el primer plano entre las preocu­paciones del individuo, me parece muy natural que el artista, utilice su arte como medio de propaganda con la intención que mejor le parezca. Es claro que, puesto a elegir, prefiero al que se pone al servicio del porvenir, que es donde únicamente puede esperarse encontrar formas todavía apetecibles en cualquier aspecto del arte.

RICARDO BAE7.A: 7.—Siendo el arte y la literatura también una inquietud y un afán de superación, me parece imposible que puedan mantenerse absolutamente al margen de esas inquietudes sociales. Lo que, por otra parte, no será obstáculo para que ciertos sectores artísticos y literarios permanezcan ajenos a los temas de orden político o social, ya que, afortunadamente, el mundo espiritual y de las formas es lo bastante frondoso y diverso para ello. Pero, sobre todo, lo que si estimo deber imperioso del artista y del pensador—en esta época como en todas— será el no buscar en las preocupaciones políticas y sociales de su contorno (esto es: en la opor­tunidad o en la actitud) un elemento de éxito, haciendo de éste su finalidad pri-

. mordial; sino, antes bien, procediendo siempre sub specie acterni y confiando sólo en las virtudes y calidades sustantivas de su arte y en ¡a consecución de la Verdad. Que, para el caso, como dijo el poeta, beauty is truth and truth beauty. 2 y 3.—Siendo el artista, como tal (y claro está que me refiero, no a los que se ¡o llaman, sino a los que lo son), más sensible y más consciente que el resto de los mortales—, pues sólo siéndolo es que será tal artista—, fatalmente aun habrá de sentir con mayor intensidad que el común de los mortales las inquietudes socia­les y políticas de su tiempo. Por otra parte, imponiéndole el sistema de sociedad en que convive ciertos deberes sociales y políticos, y no habiendo hecho voto de renunciamiento a las vanidades del siglo, como por ejemplo las congregaciones reli­giosas (especialmente las enclaustradas), cuyos miembros, por la naturaleza misma de su misión, son sin duda los únicos que tienen el derecho, y aun el deber, de que­dar al margen de las pugnas temporales, es igualmente lógico que al cumplimiento de ese deber va anejo el de cumplirlo lo más íntegra y conscientemente posible, par-

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ticipando con buen ánimo, y según el grado que su destino le imponga, en los traba­jos y responsabilidades de la colmena humana. Así, si el artista, como tal artista, podrá, y acaso hasta deberá, permanecer ajeno en su obra a la política, como hom­bre es indudable que ese alejamiento constituiría casi un delito de lesa sociedad. Y Sí algunos artistas, por razón de su misma individualidad (que es la más poderosa de las razones) no tendrán interferencia con la esfera política o social (el poeta bucólico, V. g.; aunque, en realidad, hasta al poeta bucólico podrían encontrársele conexiones de índole social; especialmente a los malos poetas bucólicos), otros mu­chos, en cambio, y por razón también de su modalidad personal o del carácter de su obra ,si la tendrán, más o menos deliberadamente. Y, al fin y al cabo, ¿no co­rresponde al intelectual, al hombre de pensamiento, al creador espiritual, la misión inalienable de construir el mundo, dirigiendo las órdenes de la práctica e inspirando a los hombres de acción? (¡Lástima grande—pues, sin esa falta de acuerdo, sería fácil el edificio social—que los políticos detesten tanto a los intelectuales! Casi tanto, en realidad, como los intelectuales a los políticos inteligentes.) Ahora bien, esa condición representativa, de pensar y sentir por la masa amorfa, y esa superioridad espiritual que, por naturaleza y por disciplina, le corresponde, obliga al intelectual a una objetividad de pensamiento y una serenidad moral de que pueden, sin tanto daño, prescindir los demás hombres; le obliga a demostrar en todo momento su capacidad y su derecho directivos, permaneciendo por encima de la masa, sin mó­viles de resentimientos ni intereses personales, ni otra pasión que la de servir a la causa de la humanidad. Pero todo esto se ha dicho ya tantas veces, lo mismo desde un extremo que desde el otro... Indudablemente, lo difícil no es decirlo, sino ha­cerlo.

FRANCISCO AYALA: 1.—El arte es un producto de cultura, cuyo sentido consiste en el intento o propósito de realizar un valor: la Belleza. Pero en toda obra de arte concurre un complejo de intenciones, y sobre todo, una diversidad de elementos materiales que es lo que le presta cuerpo y realidad. El contenido concreto de la obra de arte viene determinado por factores sociales, cuya presencia resulta ineludi­ble: El reciente, y ya pasado programa de realizar un arte puro se explica solo en una dirección polémica y con la significación relativa de hacer que prevalezca la orientación estética por encima de cualquier otra en la disposición de los contenidos de la obra de arte. Pero en sí mismo comparta ya una posición política y social, por cuanto que toda neutralización favorece el statut quo. 2.—No falta, pues, un principio de razón a los escritores y artistas proletarios cuando tachan de burgués al arte puro. Ahora bien; subordinar la intención es­tética y ponerla al servicio de ideales ajenos a ella, políticos o sociales, avanzados o reaccionarios, es colocarse en la actitud del político, y no en la del artista, frente a la obra de arte. Pues—dicho queda—que el sentido de ésta reside en el propósito de realizar la Belleza. Sin eso no puede explicarse la obra artística; aun cuando sus contenidos, accidentales siempre, pero también indispensables, respondan a las in­tenciones más diversas. 3, El propósito estético puede, sin embargo, malograrse, y un poema puro sea

un producto deleznable, mientras que un panfleto político o una película de pro­paganda llevan acaso una carga enorme de acierto estético. Pero es cosa distinta...

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•J. DÍAZ FERNANDEZ: Contesto con las palabras de un critico francés moderno. Henry PoulaiUe, que separa "la literatura conformista y de distracción "de" la det hombre que trabaja y crea". Allá los señoritos con el arte que escojan para diver­tirse. Yo no creo más que en el esfuerzo social. Este existe incluso cuando el hom­bre busca la belleza y la emoción permanente.

DOMINGO LÓPEZ TORRES: 1.—No sólo el arte no debe mantenerse al margen de las inquietudes sociales de nuestro tiempo, sino que todo arte que no responda a su época es un arte falso. A pesar del artista los imperativos de nuestro tiempo se impondrán siempre en toda obra de arte sincera. 2 y 3.—El hombre (el artista es un hombre) debe servir a sus ideas con todos sus medios. Si los problemas sociales con toda su intensidad preocupan al artista hasta el extremo de hacerle concebir un arte extremadamente tendencioso, sus realizacio­nes pueden ser verdaderas obras de arte. Decir que un artista no debe hacer con sus obras propaganda social, si ella se ha realizado sinceramente, es tan absurdo como obligar a ¡os artistas a hacer un arte nacional por decreto. Todo artista va clavando en el mapa de sus cuadros la banderita roja de sus ideas. El que no haya clavado jubiloso esta bandera, habrá realizado una obra puramente mecánica. Toda tendencia de arte que busque solamente en el cuadro problemas de color o de forma habrá realizado una obra artificiosa.

PEDRO SALINAS: I.—No se si la literatura y el arte deben mantenerse al margen de las inquietudes sociales. Lo que creo es que no pueden.

2.—Todo escritor o artista toma partido desde su obra, a menos de que éste na

exista. 3.—Que no son escritores, pensadores ni artistas, sino propagandistas políticos y sociales y, en ese aspecto, merecen la mejor consideración y respeto, ya sean sos intenciones avanzadas o reaccionarias.

RAMÓN J. SENDER: I.—Cualquiera que sea la opinión de un escritor el hecho et que hoy, como siempre, los fenómenos sociales de la extensión del que se plantea se rigen por razones tan poderosas como las leyes mecánicas o físicas. Del misma modo se nos podría preguntar: ¿Cree usted que el río Ebro debe seguir el curso que lleva? El rio seguirá el curso que pueda y ése será siempre el mejor. Se lo proponga o no, el escritor de fuerte imaginación, de sensibilidad aguda y de vigoroso tempe­ramento contribuirá a la fecundación de la sociedad de su tiempo irremediablemente en un sentido conservador o recolucionario. La actitud "neutral" no es posible. El hombre "pasivo" es conservador siempre porque trata de sostenerse sobre lo ya establecido y teme a cualquier alteración que haga peligrar ese mínimo equilibrio d* su persona con los hechos de su alrededor en el que cifra todas las aspiraciones dé su vida. El individualista es conservador siempre y si alguna vez deja de serlo entra en el camino angustioso de ¡os suicidas.

2.—Aunque a primera vista parezca una contradicción, contesto negativamente. Et escritor y el artista deben pensar solo en su obra. Cuando los demás han leído el

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libro que hemos escrito, el libro se va convirtiendo en una interpretación más o me­nos interesada y se abre lugar entre las pasiones de nuestro tiempo. 3.—Me parecen muy respetables y lo único que no les perdono a algunos—lo mis-mo de esos que de los "pros"—es que carezcan de talento para interesarme. Esa po-sición es la de la inmensa mayoría de los hombres qué leen. Por lo demás, yo que admiro el lirismo de San Juan de la Cruz y que encuentro tan apasionantes al "ani-mal político" de Aristóteles, al "hombre poder" de Maquiavelo y al "superhom­bre" de Nietzsche como al "Homo economicus" de Marx reconozco que la sociedad en la que vivo presenta fenómenos totalmente nuevos a los cuales es imposible sus­traerse si hemos de ser fieles a la vida que nos han dado .Solo seres vacíos, sin el menor contacto con ¡as pugnas entre los hombres—ni siquiera ese, obligado, de la lucha por la vida—pueden limitarse a contemplar la apariencia de las cosas y a in­flarse de aire devorando su propio vacio.

MIGUEL VILADRICH: I.—Creo que la Literatura y el Arte no pueden estar al mar­gen de las inquietudes sociales de nuestro tiempo de una manera absoluta, pero de­ben manifestarse con la mayor independencia posible de esas inquietudes. 2.—Estimo que el escritor y el artista no están obligados apriorísticamente a nada como no sea el afán de hacer la más intensa y perfecta obra. Desde ella deben eludir tomar partido político. 3.—Los artistas proponiéndose hacer propaganda política o scKÍal malogran total o parcialmente su obra. Mas si ésta es realizada con la sola aspiración a la máxi­ma belleza resulta más perfecta en su esencia e influye política y socialmente de manera beneficiosa y más eficaz. En cambio, los pensadores y cierta clase de escritores es en los problemas políticos y sociales donde encuentran origen, medio y fin para sus actividades. Para éstos la obra intencionadamente avanzada o reaccionaria, puede y debe ser instrumento de propaganda, siempre que esta sea llevada del puro afán de hacer más intensa y per­fecta la vida.

F. GARCÍA MERCAD AL: 1.—Ni la Literatura, ni el Arte, si pretenden ser de hoy, y no de ayer, pueden estar en modo alguno al margen de las inquietudes sociales, de hoy mirando a mañana, que caracterizan nuestro tiempo. El Arte por el Arte, la Literatura solo Literatura, la Arquitectura Bella-Arte, han dejado de interesarnos. No es la Arquitectura un problema estético, ni tampoco técnico, como ahora se dice; es, y ha sido siempre en el apogeo de las grandes épocas, ante todo el produc­to, el reflejo, la expresión de un estado social y económico. De ahí la confusión que domina la arquitectura de nuestros días. Z.—Tanto el escritor como el artista están obligados a contribuir con sus obras, a definir, a plasmar, de un modo claro y sin medias tintas el nuevo orden de cosas que los acontecimientos de cada día nos hacen presentir y esperar con el corazón abierto y la ilusión del alborear de un modo nuevo que se caracterice por un me­joramiento social indudable.

3.—Solo aquellos escritores y artistas que contribuyen de algún modo a empujar el monumental engranaje de la evolución de los tiempos presentes hacen obra digna

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de ser llamada ARTE; los demás, chamarileros y vividores, están llamados a rfeí-aparcer.

LUIS BLANCO SOLER: 1.—Nada debe quedar al margen de una inquietud que nact del dolor y la injusticia pero sin pretender, en arte, llegar a la obra perdurable por este camino. 2.—No creo que estén obligados. 3.—Todo lo que es a fondo en la vida tiene interés, hasta los errores.

Dibujo de Norah Borges

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GACELA DEL MERCADO MATUTINO

Por el arco de Elvira quiero verte pasar, para saber tu nombre y ponerme a llorar.

¿Qué luna gris de las nueve te desangró la mejilla? ¿Quién recoge tu semilla de llamarada en la nieve? ¿Qué alfiler de cactus breve asesina tu cristal?...

Por el arco de Elvira voy a verte pasar, para beber tus ojos y ponerme a llorar.

¡Qué voz para mi castigo levantas por el mercado! ¡Qué clavel enajenado en los montones de trigo! ¡Qué lejos estoy contigo, qué cerca cuando te vas!

Por el arco de Elvira voy a verte pasar, para sentir tus muslos y ponerme a llorar.

FEDERICO GARCÍA LORCA

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V... 'mPlibif

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AÑO A R T Í S T I C O E N ESPAÑA

Cuentas de final de año. Se abre el libro Mayor, se ojea la columna del Haber y se encuentra al pie una suma fabulosa de optimismo; se recorre la columna del Debe, y el resumen pesimista es desalentador. ¿Saldo a favor? ¿Saldo en contra? No ha nacido el contable de la Vida. El mundo es ansí: fluctuante, esperanzador, temible y heroico. El mundo de las artes lo ea también. Frente a la desidia general de los compradores posibles—más bien Imposibles, por lo visto, pues no existen—de obras de arte, los artistas pro­ducen sin cesar, con abundancia y esfuerzo, con afán y conciencia escrupu­losa, como -Bi hubiera de corresponder a esa conciencia otra conciencia pú­blica sagaz, escrupulosa también, informada y hospitalaria. Ni lo uno ni lo otro. El artista procura trabajar lo mejor que sabe y puede. La gente ni le atiende, ni le entiende. No sólo "ño le compra, sino que no se da cuenta del esfuerzo del artista en pos de depuraciones y no le premia ni siquiera con respeto.

Se ensalza al que consigue "figurar" y "abrirse camino" con artes que no son Bellas Artes: con la intriga, la amenaza, la influencia, la conquista de re­ductos oficiales o la cortesanía cautivante. El inepto para tales com potencias, o perece—se dan casos—o se marcha. Se va por ahí, al mundo; y consigue vencer con frecuencia. A veces, también aquí vencen, "pese a todo", los bue­nos. El caso de Solana es un ejemplo.

Y otros casos. Lo bueno nunca muere. Eso es lo que mantiene el saldo en equilibrio, y no en déficit de desesperación. Si lo bueno fracasara en absolu­to, la cuenta artística del año y de la existencia toda de las artes en España se saldaría en contra, y reduciríamos nuestro balance a un epitafio. No es así. El elemento oficial y el elemento ambiente son hostiles a la respiración. Pero la tierra sigue produciendo con vigor, con abundancia, con una diver­sidad de personalidades que asombra. ¿Se vive? ¡Si esto es vivir!... Pero tam­poco se muere... ¡Eso no!... "¡Vamos viviendo!..."

Comenzó el año exponiendo en Madrid dos artistas catalanes, escultores, que no habían expuesto jamás en la capital de España: Casanovas y RebuU. Buenos escultores ambos, consagrados desde ha tiempo en Cataluña; de clá­sico equilibrio Cánovas; de matices inquietos Rebull. El Museo Moderno de Madrid adquirió una obra de cada uno.

Los catalanes se apuntaron a su favor tantos considerables, ya en la Ex­posición bienal de Bellas Artes celebrada en primavera, ya en el Salón de Otoño organizado por la Exposición de Pintores y Escultores. Loa tantoa apuntados a favor fueron de dos clases: unos, de estimación; otros, de me­dallas. Las medallas fueron concedidas a catalanes que no vallan gran cosa,

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salvando a un autor, VUa Arrufat, de prestancia, si no de excelencia. Los pre­mios de estimación, a otros no premiados: a Mayo!, buen paisajista; a Dur-bán, pintor valioso y artista.

Rodríguez Puig, Porcor, Morell, Farré, Labarta, ganaron estimación, en el Salón de Otoño, unos, y en la Exposición Nacional, todos, por su nobleza de escuela pictórica, por su "buena educación", más que por la originalidad de visiones.

Últimamente, en octubre, expuso en el Círculo de Bellas Artes otro cata­lán, Ramón Calsina, que había ya destacado su humor en Exposiciones nacio­nales gracias a unas estampas de sabor entre arcaico y moderno, sátira gro­tesca de Ijuen tipo; o superiores a sus óleos, aunque hay varias condiciones apreciables, de oficio, de fantasía y de humanidad en sus cuadros pintados al óleo—y que hace esperar de él un ilustrador de vena.

De otras tierras llegaron artistas: unos niños, traídos por Maroto; un pe­ruano, Cossío del Pomar, autor de un libro sobre Gauguin, que ha circulado ampliamente por las librerías de España, pero que no ajusta, al crear, sus preferencias estéticas a los miódulos que parece habían de corresponder a un biógrafo gangueniano; y Norah Borges.

Norah Borges, desde lejos, desde su Buenos Aires natal, había de cuando en cuando agitado en alto, como pañuelo de saludo, algún dibujo suyo, al­gún grabado. Ahora, al afincar en España, presentó sus credenciales pictó­ricas en forma de óleos y dibujos, trémulos, íntimos, aromados de interior e Inconsútil poesía y a la vez de encanto plástico.

Gabriel García Maroto, ausente de España en estos últimos años, dedicado Por Méjico y por Cuba a la experiencia de "cultivar" el alma de los niños: o Bea, de proporcionarle la luz, el aire, el agua, los elementos necesarios para que la vida se produzca por sí sola, pudo demostrar—exponiendo dibujos in­fantiles, de unas colonias artísticas dirigidas por él en Caimito y Caibarién (Isla de Cuba)—que la naturaleza humana, lo mismo que la geológica, se Produce, en efecto, en flor de vida, en cuanto la dejan crecer, sin estorbos 1i preceptos: la ley, sola.

También vino de otras tierras a las suyas otro pintor, Carlos Tejada, que marchó hacía unos años por el mundo a fin de hallar por ahí la prosperi­dad que en su patria no podría encontrar nunca, y, en efecto: al cabo de Pocos años, volvió después de triunfar, como dibujante ilustrador, en todas Partes del mundo.

El pintor holandés Van Rhjn expuso en el Museo de Arte Moderno una estimable colección de óleos y dibujos, y en el mismo Museo igualmente dio Prueba de su gran fuerza escultórica y su talento, nada común, el animalista '•uso Tschapllne.

De España, en cambio, marcharon fuera de ella otros artistas de aquí:

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los pensionados a Roma. Oposiciones de importancia, no frecuentes; sólo cada cinco años. Hay una previa selección, de dos por plaza; después, la oposición, larga y no fácil. Los premios en pintura corroboraron una fama positiva en­tre lo mejor de España: Arturo Souto; y dieron a conocer un valor nuevo que todos ignorábamos: Giner, joven pintor valenciano. Comendador y Con-doy fueron los escultores pensionados.

Fuera de España también marcharon, a primeros de año, sino autores, sí obras españolas: tres proyectos de un Concurso organizado por Méjico para elevar allí, en Cuernavaca, un monumento a la unión España-América. Ángel Ferrant obtuvo el primer puesto; Comendador, el segundo, y González, el tercero.

Murió entretanto un español: Miguel Utrlllo. Pintor en sus comienzos de la vida; más tarde historiador, y "conocedor" peritísimo, unía a la erudición el ingenio y el buen gusto. Tuvo una participación muy directa en el éxito del Pueblo Español de la Exposición de Barcelona, y más en la creación y en la realización de "Maricel", la finca-museo de Sitges.

Tres pintores españoles realizan obras murales: Gustavo de Maeztu inter­preta en dos lienzos de pared de la Casa de Correos de Bilbao las comunica­ciones de ahora y las de antaño; José Aguiar ejecuta una gran composición con destino a un casino en construcción de Las Palnaas, su tierra natal; y para el mismo lugar despliega Néstor uno de sus más felices alardes de artis­ta que sabe componer, y que sabe entender los grandes ritmos y las amplias concepciones poemáticas.

La Exposición Nacional llena el centro del año con su mole. Todos los vicios de opinión, de burocracia, de inercia y de mescolanza ahogan estos concursos, hoy por hoy, sin embargo, necesarios.

Una primera medalla, de justicia, a Vázquez Díaz. Otra, justa, en escultura, a Cruz Collado. Corroboración de otros valores ya estimados: Balbuena, José Frau, Souto, Flores, Gregorio Prieto, Hidalgo de Caviedes, Ponce de León, Alonso, Juan Luis, Lázaro, Gil Guerra, y entre los escultores. Planes y Aladreu.

Tanto en esta Exposición como en otras particulares y en el Salón de Otoño, se ha podido observar un incremento extraordinario de personalidades femeninas, todas ellas dignas y algunas sobresalientes: a más de Rosarlo de Velasco, que triunfó al aparecer en la Exposición de hace dos años, y en ésta conserva su puesto, otro valor nuevo, Julia MingulUón, que aparece con dotes excelentes en esta su primera actuación pública; Delhy Tejero, pintora y dibujante de varia condición, y principalm,ente decorativa; Marissa Roesset, Amparo González Figueroa y Cristina Gómez Moreno, se añaden al grupo fe­menino, compuesto de veintitantos nombres de mujer, entre los que habremos de subrayar al de Margarita Frau, paisajista de plástica y gracia singulares.

Exposición excepcional, según costumbre, la de los Amigos del Arte. Ina-

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talada con gusto exquisito, seleccionada con justa erudición, fué la Exposici6i\ de Encuademaciones españolas un recreo para el ánimo y una ocasión ex­cepcional para el estudio.

En el arte del cartel hubo tres Exposiciones que volvieron a poner da manifiesto el florecimiento auténtico de este aspecto del arte en España: el Concurso anunciador de la Lotería Universitaria; el Concurso para anunciar la Exposición Nacional de primavera y el Certamen, clásico ya como el Car­naval mismo, para anunciar el baile del Círculo de Bellas Artes. En éste, Serny, Federico Ribas, Tejada y Santacruz, Hipólito Hidalgo de Caviedes, de­mostraron su gusto y su dominio; en el primero triunfó Tono, gran cartellsta español, con un cartel digno de su fama, y en el segundo obtuvo el primer premio otro gran eartelista: Alonso.

Nombres de artistas que comienzan en el dominio del dibujo y el grabado, los de Aristizábal y Picó, los de Bastos y Bráñez y Cañada.

Las manifestaciones del arte fotográfico fueron asimismo felices, tanto por las manifestaciones de Andrada, Ortiz Echagüe, conde de la Ventosa y el afortunado fotógrafo de desnudos Sr. González, en las dos Exposiciones co­lectivas de la Sociedad Peñalara y la Sociedad fotográfica, cuanto por la Ex­posición personal de un fotógrafo artista excepcional, feliz en la concepción de su arte y en el hallazgo de enfoques y de temas: Cecilio Panlagua. También Antonio Calvache, dejando a un lado sus labores diarias de profesional en la fotografía, fué reuniendo una labor de españolismo y arte fotográfico que expuso en el Salón Lyceum Club con el nombre de Altares españoles.

En el grupo de avanzada, no muy movido este año, pues la mayoría de los productores jóvenes se encuentra ahora dedicada a la enseñanza, por las reforma habida en las escuelas, deben ser mencionadas la del pintor y dibu­jante Mateos en la Asociación Castro Gil, la del primerizo—y bien dotado—i Castellanos y la de otro principiante singular que a nosotros nos intriga e Intere­sa vivamente: Aurelio Ibareta.

El año acaba con una Exposición excepcional, por la cantidad y el tema. La Dirección general de Bellas Artes ha decidido que el Concurso del Mi­nisterio de este año, relativo a pintura, consista en la realización de un cuadro con figuras de tamaño natural a base de trajes regionales españoles.

El tema, folklóricamente, es de interés; pictórica y estéticamente, ha sido casi siempre explotado por los artistas m,ás viciados de nuestra tierra—que no han hecho, a base del tal regionalismo, pintura a la española, sino con­vencional, mascarada para exportación y venta, al socaire de lo pintoresco—; Pero ofrecidas en tiempos de crisis 30.000 pesetas de premios, han obligado a los mejores artistas de España a la elaboración de un cuadro regional, en contra o no de sus gustos y de sus aptitudes.

El Jurado calificador del concurso nacional emitió su fallo de la siguiente nxa.nera; Aguiar, premio de 10.000 pesetas; Sebastián García, Rosario Velasco»

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•íosé del Pino, premios de 6.000 pesetas; Muntané y Sancho, accésit de 1.000 pesetas.

Justísimo el primer premio; justos los que han correspondido a Sebastián García y a Rosario de Velasco; ninguno de ellos indigno. Sancho ha presen­tado en este concurso la obra mejor de su vida, y Del Pino es un pintor que merece todas las consideraciones y todos los premios siempre que en la elec­ción no quedaran postergadas obras como la de Muntané y sin premio cua­dros como los de Pérez Rubio, Vázquez Díaz, Delhy Tejero y Juan Miguel S&nchez.

MAÍíTJKL ABRIIi

L A M Ú S I C A

El año en cuyas últimas semanas estoy escribiendo la presente nota no ha sido pródigo en sucesos estéticos: ni en España ni en ninguna parte. O peor todavía, lo que en él ha ocurrido apenas ha tenido significación especial. Ha sido el eslabón a añadir en la cadena de acontecimientos que, de este modo modesto, confirma su trayectoria.

Conviene examinar cual es su sentido, sin que el ánimio más esperanzado pueda suponer que nuevas aportaciones rectificarán ese perfil, el cual una vez cerrado, va a circunscribir un área vacía de realidades enjundiosas. Pintado el cuadro a grandes líneas, su paisaje consiste en unos primeros planos yermos sobre un fondo de verdura cuya frondosidad va alejándose hasta los últimos tér­mino; es, pues, la pintura de una decadencia. O sea, que la aportación de laa últimas promociones de jóvenes artistas, tan bien provistas de uniformes bri­llantes, músicas para el desfile y tambor mayor rompiendo marcha, es en cada una de ellas menos importante, significativa, que en la anterior.

La progresión a contrapelo se detiene en la generación de la querrá: aquella en la cual sus componentes eran hombres con criterio definido al llegar la conflagración. Aunque en 1914 no hubieran producido aún lo suficiente para afirmar su maestría, su obra no tarda en llegar, y en los países menos afec­tados por la guerra se pone de manifiesto antes del Armisticio. Es el caso de España con Falla, ejemplarmente. La obra de estos músicos se enlaza direc-tamlente, sin solución de continuidad estética, con la de sus maestros. Pero en los países empeñados en la lucha ese enlace se rompe. La guerra produce un tajo y la nueva generación se halla a más distancia de los maestros de su propio país que los músicos intermedios en países neutrales entre la gene­ración de los maestros y la de los bisónos.

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Hágase la comparación entre las dos sucesiones: Debussy, Ravel, y loa "seis", o bien Albéniz, Granados, Falla, para ver que Falla está más próximo a Debussy y Ravel (salvada la idiosincrasia personal), que Poulenc o Milhaud. Así ocurre que la generación de la. guerra en Italia esté más cerca en sentido •de la categoría estética de aquéllos y aun en el sesgo general de su técnica que de los músicos operistas anteriores a la guerra. En Alemania, a pesar del lazo tan fuerte de unión que el ultracromatismo de los "expresionistas" man­tiene con el cromatismo romántico, los jóvenes como Hindemith o Alban Berg están más lejos de Ricardo Strauss y la sinfonía de Mahler que los post-ro-ttiánicos de los países neutrales, Escandinavia o España misma. Y aun podría decirse que Inglaterra, en cuyo territorio no se ejerció la devastación gue­rrera.

Ta se ha estudiado el hecho que dá un carácter especial a la vida social <3e nuestro momento: la llegada de promociones de jóvenes a la actividad so­cial desprovistas de lo que era constante y esencial en las anteriores: el sen­tido de continuidad. Continuidad política o artística y aun de sentido general de la sociedad, cualesquiera que fuesen los intentos parciales de modificación, los agentes Indispensables para la evolución social o de otro orden. Las nue­vas promociones carecían de la preparación suficiente (no se sabía si en bien o en mal en aquel momento) y aun desdeñaban los lazos de contacto con un sistema de cosas y de ideas que, tras del gran plano de falla producido por la «uerra, se les aparecía como un mundo remoto, un orden caducado; una m^udanza luego del incendio.

Más, fuera de este hecho concreto: la aportación de fuerzas jóvenes, de vitalidad más fresca, musculosa y ágil, nada mejor parece haberse conseguido. Su importancia en el orden de las ideas, según se confirma paulatinamente, no Parece haber pasado de ese plano puramente fisiológico: la renovación de fuerzas, con el cambio de estilo exterior, de modas en el vestido y en el peina­do que supone el acceso de una nueva tanda juvenil.

SI estas no aportan nada sustancialmente nuevo, ¿cabe deducir que traa del alboroto movido en el interregno, va a reanudarse la línea estética, la con­tinuación en el sentido de la evolución cortada por la guerra? A mi juicio, no.

El sentido de la estética que, sin gran empeño en lo contrario, podemos llamar "vieja", esto es, el impresionismo y el expresionismo, se prolonga me-•cánicamente, por la pura velocidad adquirida, en los países donde la guerra no se opone terminantemente a ello. Si nada de suficiente categoría viene a sustituirlo, resultará que a la altura de 1934,—esto es, cumplido el primer tercio del siglo—, veinte años después de la causa física del conflicto y en Vísperas de una nueva generación (admitiendo el postulado de las generacionea renovadas cada treinta años) los puntos eminentes, las cotas más elevadas de la perspectiva, resultarán ser las de ese grupo de artistas que en los años

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de guerra prolongan, en los países en que eso es posible, la continuidad es^ tética anterior.

Para decirlo más claramente: mientras que en Francia queda enteramente concluso el ciclo del impresionismo y en Alemania el del poematismo straus-siano o en Italia el del verismo, en España es Manuel de Falla quien aparece todavía en el más alto punto de nuestra música, practicando una estética cuya curva continúa abierta, proseguida, con las circunstancias que son de rigor, por Ernesto Halffter, su discípulo. Después de esto, ningún orden de cosas nuevo ha comenzado a definirse, y por lo tanto ninguna otra estética pare­ce sucederles. Hay, desde luego, conatos sueltos que procuran afiliarse a los Intentos realizados en los países guerreros tras del Armisticio, pero como es­tos mismos carecen todavía de una definición suficiente y aun en ciertos casos muestran un claro deseo de engarzarse con la cadena histórica, abando­nando aspectos extremistas y cogiéndose a los hilos de la más reciente tra­dición (Hindemith, Honegger), resulta que aquellos puntos sueltos no bastan para poder presumir nada concreto respecto de su porvenir.

Pudiera ser que se disolviesen en la nada. En este caso que, por otras, muchas razones que no puedo especificar aquí, me parece ser lo más pro­bable, resultaría que la continuidad estética europea que a lo largo del si­glo XIX ha Ido a parar al impresionismo con todas sus consecuencias, se pro­longaría actualmente en España y que sus dos figuras preminentes son, hoy-como hace diez años, las de Manuel de Falla y las de Ernesto Halffter. Fuera de ellas sólo cabe la elección siguiente: otras figuras de relevante importan­cia "dentro" de nuestro sistema planetario prolongan estéticas esporádicas-fundiéndolas en personalidades eclécticas, en las que no es posible presumii una acción fecunda para, el porvenir. O bien, las nuevas apariciones en nues­tro horizonte procuran dirigir sus tentáculos hacia tal o cual figura eminente de la época de la guerra, adhesión en la cual consiste toda su aportación per~ sonal.

La figura que más alicientes presenta en este sentido, esto es, el músico que nacido momentos antes de comenzar la guerra continúa su acción dentro de ella y después de terminada, acción que ni rompe el contacto con su inmedia­to pasado ni se une a él de una manera comprometedora, es Igor Strawinsky. Merced a ese doble aspecto suyo es por lo que, como voy a procurar explicar enseguida, Igor Strawinsky se convierte en la tabla de salvación de los mú­sicos recién llegados que sienten ya caducado el ciclo del impresionismo. Pero,, previamente, es necesario advertir que su influjo había sido recogido ya por los músicos españoles que continúan aquí la cadena histórica: esto es, mani-. tiestamente, por Falla y Halffter.

De todos los músicos significativos del momento de la guerra, Strawinsky es quien llegó el último, y era el más joven de todos ellos. A muy poca dis­tancia de él, dentro de la pura cronología, pero a considerable distancia en el orden estético, aparecen Schoenberg y Bartok. A pesar de sus interesantes.

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procedimientos que incluso precedieron a Strawinsky, el caso de Bartok no podía interesar grandemente en España porque su "problema" que consistía en elevar a un rango universal la música basada en fundamentos folklóricos, era un problema en el que nosotros mismos estábamos enxpeñados y en vías de franca solución. Pudo comprobarse que el camino estético seguido por Bartok era bastante parecido al de Falla en España. Interesó la personalidad de Bartok, por esa razón, pero no se procuró vencer las dificultades materia­les que había para conocer su música. La de sus últimos años, es decir, la contemporánea del "Concertó" de Falla no se conoce aun aquí, y la de su primera época pareció de un carácter lisztiano poco interesante.

Strawinsky y Schoenberg quedaron, pues, como los dos focos de mayor Potencia para nuestra juventud. Mientras que éste influyó un tanto en algún compositor de la región catalana (y más superficial que estéticamente), los jóvenes madrileños se afiliaron a Strawinsky, que ya venía bien preparado por los músicos más considerables del centro, según se ha dicho. Desdeñando el matiz nacionalista, fuerte en Falla, menos incisivo en Halffter aunque muy estilizado, prefirieron seguir el aspecto dieciochoesco o escarlattiano iniciado simultáneamente por Falla y Strawinsky y mostrado por Ernesto Halffter des­de su "Marche Joyeuse".

Por otra parte, a pesar de sus novedades técnicas, el ciclo schoenbergiano o sea el de los partidarios del "expresionismo", muy arraigado en el roman­ticismo tradicional, apenas podía interesar a unos músicos españoles cuya juventud se mostraba, precisamente, en su fuerte reacción contra el roman­ticismo de sus maestros, cosa que no ocurría en Cataluña. La reacción anti­romántica suponía un deseo de reintegrarse a la "jaula retórica", a la forma más o menos conforme con la Preceptiva. Del mismo modo con que los jóve­nes poetas se pusieron a escribir décimas, los jóvenes músicos escribieron sona­tinas. El imperativo temporal consistía, en aquéllos, en una "nonsense syntax" bien conocida, al modo "superrrealista":

"Porque es azul la mano del grumete. Amor, amor, amor, de seis a siete".

(G. D.) o bien:

o todavía:

"Voz que por sonido, el fleco de la lluvia cortado por un hacha".

(R. A.)

"Una ausencia de bosques, biombos y entrecejos yerra por los tejados de las casas antiguas".

(F. a. L.)

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que, musicalmente, iba a encontrar cierto paralelismo en formas de construc­ción simétrica llena de un contenido fuertemente tonal, pero ásperamente di­sonante, incluso con superposiciones politonales. Como mejor ejemplo propon­go la ya mencionada "Marche joyeuse" de Ernesto Halffter que data del mismo año que el libro de Gerardo Diego "Imagen" (1922), libro también "pioneer" en el género y fácil de desmontar analíticamente hoy como aquella música. Dejo a los críticos de la poesía española actual el examen comparativo entre los primeros versos de Gerardo Diego y los que le sucedieron. En cuanto a la música, es fácil encontrar el tipo señalado en composiciones muy posteriores, como las "Sonatas de El Escorial" de Rodolfo Halffter, que lo muestran en una posición intacta, mientras que su hermano Ernesto avanzaba ya prodi­giosamente el sistema en su "Automne Malade".

Si pudiéramos examinar una por una las composiciones recientes de los jóvenes del grupo madrileño, como más señalados en modernidad sobre loa del resto de España, salvo algún catalán como Gerhard que se ha quedado atrás por su adherencia al tipo schoenbergiano y atonal (que él resuelve a su miOdo para dar congruencia a su idea folklórica, también ya atrasada), vería­mos que todas ellas, y no creo equivocarme en esta afirmación arriesgada, suponen, según queda dicho, una adherencia a un ejemplo, al caso especial de alguna obra determinada, sea de Strawinsky sea de algún francés de post­guerra. Pero sin que parezca haberse digerido el modelo; esto es, que no ha habido asimilación y, por lo tanto, no habido crecimiento, progreso; al con­trario, precisamente de lo que muestran Falla respecto de sí mismo, tanto como Strawinsky y tanto como Ernesto Halffter, cuyas últimas obras (canciones sobre textos de Denise Cools, Sonata para piano, por no citar más que las impresas) apenas son conocidas en España.

Más que paisaje, como proponía al principio, la perspectiva actual de nues­t ra música es la de un guardarropa. Perchas en sentido longitudinal de las que cuelgan obras concebidas y realizadas según un patrón determinado. En­teramente como en la guardarropía de teatro. ¿Para representar qué fun­ción? La que se titula "Vanity Fair". No digo esto en tono de reproche. Ocu­rre con frecuencia en todos los países y en todos los tiempos. Lo que nos interesa es que los actores se sepan bien el papel y que se muevan con soltura en escena. Cualidades no faltan: desparpajo, "self-reliance", buen ánimo de aventura, escasa crítica y bien orientada "pro domo sua", amén del suficiente cinismo.

Estas circunstancias han sido ya superadas en otros países, como Francia, donde la promoción que sucedió a la de los "seis", es decir la de la llamada "Ecole d'Arcueil", se ha evaporado en el vacío, dejando en su puesto preminente a Hilhaud y Honegger; o en Alemania, donde Hindemith sigue superando a Krenek y Weill como más destacados entre otros, en Infinito número, sobre todo si se cuentan austríacos y checoeslovacos, mientras que Alban Berg le­vanta su cima, que ya ostenta las primeras nieves, sobre la confusa marea

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del atonalismo. Y en Italia, los discípulos de Malipiero, Casella, Pizzetti o Castelnuovo no parecen hoy por hoy en vías de oscurecerlos.

El año 1934 no ha hecho, en España, sino afirmarme en este criterio. No hay que alarmarse. El año ha sido malo por todos conceptos. Pero todos los males contemporáneos parecen ser puramente transitorios, mientras que las virtudes tradicionales, los agentes del progreso humano, un tanto ensombre­cidos hoy, tienen profundas raíces en la esencia nxisma de la Humanidad. No hay sino esperar a que las juventudes recién advenidas maduren, a su vez. El tiro hacia atrás las llevai'á a engarzarse en la cadena histórica y una vea encontrada la continuidad estética, el paso de avance será definitivo. ¿Se ha-brün perdido, pues, unos cuantos años, los de esta situación de interinidad? No. Entre tanto, el "modo" habrá cambiado de acento. La continuidad tendrá color nuevo. Este período transitorio habrá producido la renovación necesaria y asi la continuación será legítima. Habrá habido, efectivo progreso.

ADOLiFO SALiAZAR.

MEMENTO. Completaré este artículo señalando los hechos más importante» a mi juicio, durante el pasado curso. El más significativo para nuestra mú­sica es un hecho negativo: el de la supresión de los créditos asignados a la Junta Nacional de Música. Sobre esto hay mucho que hablar, pero no es tiem­po todavía, porque únicamente los que la hemos observado de cerca podemos apreciar de qué manera esa entidad, una de las m,ás bellas creaciones de la. República, fué como un espejo cóncavo en donde se reflejaban, en muy pequeño, Pero con perfecta limpieza, todos sus rasgos. Sus calidades y sus defectos soa los de la República. Sus enemigos, los mismos. Unos creyeron que la recién fundada institución tenía que consagrarse al provecho exclusivo de la mano de obra, y no consiguiéndolo arremetieron contra ella. Otros vieron justifi­cadamente el peligro que ofrecía para sus egoísmos entronizados y para el nivel rastrero de ciertos aspectos de nuestro arte: el pedagógico y el profe­sional en primer término, y colaboraron en el arremetimiento. Como la Re-Pública, aquella entidad se halla hoy mediatizada, a punto de asfixia. ¿Cabe desear su resurrección? Las enseñanzas han sido muchas y las cosas no vol­verían a ocurrir como antes. Pero ya es tarde. En el mejor de los casos habría Que pensar en otra cosa, sin perder de vista la amarga experiencia.

El hecho internacional más señalado consiste en la persecución al artista de extracción israelita por parte del gobierno del tercer Reich. Mientras que los almacenes del tipo "Israel", "'Wertheim" y otros siguen flamantes en Berlín, el centenario de Brahms (en 1933) se prohibió de real orden; orden que pro­viene, es divertido comprobarlo, de un wagneriano apasionado. De Adolfo Hitler en quien la familia de Bayreuth ve encarnado al propio Parsifal, lanza en mano. Brahme, se dice, es lo mismo que Braham (el apellido existe así en

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Inglaterra), lo que vale tanto como Abraham. ¿Por qué no se repara entonces en el judaismo (según bocas procaces) del mismo Hitler, en el de Wagner-Geyer y en el de su Ilustre esposa, la hija del zíngano Liszt y de la hebrea por mitad Maria de Plavigny, Bethmann por linea materna? Lindo capítulo •el que Berlioz podria haber añadido a sus "Grotesques de la Musique".

He aquí los nombres de los músicos por cuya sangre circulan glóbulos he­braicos y que han sido expulsados del territorio o destituidos de sus cargos: Otto Klemperer, Bruno Walter, Fritz Busch, Arthur Schnabel, Emil Feuer-mann, Leonid Kreuzer, Karl Flesch, Osear Fried, Fritz Stledry, Gustav Brecher, Bruno Eisner, Franz Schreker (muerto poco después), Arnold Schoenberg (ac­tualmente en Boston), Hermann Scherchen, Kurt Sachs, Hans Eiler, Kurt •Welll. Todos ellos lo suficientemente conocidos del aficionado español para que sea necesario puntualizar sus especialidades.

El año ha sido fatal para la música inglesa, que ha perdido tres de sus grandes maestros: Edward Elgar, Gustav Holst y Frederick Delius. Alemania pierde en Franz Schreker uno de sus más importantes compositores para el teatro lírico de hechura contemporánea. Francia ve morir a uno de sus maes­tros en el teatro "naturalista", a Alfred Bruneau. Portugal tiene una pérdida sensible en la muerte de Francisco Lacerda, uno de sus directores de orquesta más distinguidos. Además han desaparecido también: Louis Dunton Green, el crítico inglés, en un accidente de aviación; Theodor Szantó, pianista húngaro, que había actuado aquí en la Sociedad Filarmónica; el "chansonier" Edmond Teulet; el pianista español José Balsa; el crítico alemán Alfred Heuss; el vio­linista polaco Paul Kochansky, muy conocido de nuestros auditores; el com­positor en cuartos de tono Willi von Moelendorf. El ministro Barthou, asesi­nado en Marsella cuando acompañaba al rey Alejandro, era un musicógrafo estimable, "violón d'Ingres", que tocan varios políticos franceses, de los cuales M. Herriot es el "concertino".

^El hecho más significado dentro del horizonte de la música internacional sinfónica y de cámara fué la reunión anual de la Sociedad Internacional de Música Contemporánea. Su duodécima reunión se celebró en abril, en Flo­rencia. Entre toda la música tocada, muy abundante, merece que se haga me­moria del "Salmo", de Igor Markevitch, para soprano y orquesta, y del "Con­cierto para piano (mano izquierda sola) y orquesta" de Mauricio Ravel. Los Italianos presentaron como obras más Importantes sendas sinfonías de Mall-pero, Casella y Alfano. En la música de cámara descolló sobre todos Alban Berg con su "Suite lírica". Algún nombre nuevo merece consignarse: el del francés Jean Franjáis y el del inglés Benjamín Britten (estos apellidos no son seudónimos). Una sinfonía de cámara del sueco Brik Larsson y unas can­ciones del austríaco H. E. Apostel siguen en orden de interés para la mención. Juntamente con otras páginas líricas con acompañamiento de cuarteto del yu-

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eoeslavo Slavko Osterc. Un cuarteto del francés Henri Martelli ha sido muy encomiado.

En otro orden de Ideas, el de la müslca danzable, los ballets de Ida Ru-binsteln han revivido en la Opera de París los grandes días de Diaghlleff, sin •su espíritu. De las creaciones de este año hay que poner en primer término la "Persephone", de Strawinsky, sobre un texto de André Gide. La obra con­tinúa, acentuándolo, el camino "objetivista" o "impasibilista" del gran ex ruso, hoy ilustre vecino de la stendhaliana ciudad de Grenoble.

Otro ballet que sigue en orden de importancia es "Semiramis", de Honegger, texto de Valéry. Texto en toda su textualldad, porque al final de la obra hay Ina gran "aria" declamada por Rubinstein. Los testigos presenciales aseguran que no se la entendió nada, enteramente como cuando se canta. Un ballet más, de Jacques Ibert, "Diana de Poitiers", con m,úsica antigua arreglada al efecto, •alternando con música propia del compositor, tuvo una visualidad al estilo i"ecién pasado. Fokin y Benois volvieron el rostro a sus mejores tiempos, que no son los presentes. Un coreógrafo se distinguió: Kurt Jóos. Otro bailarín y •coreógrafo, Serge Lifar, la última estrella telescopiada por Diaghileff, renueva «n la Opera el gran baile académico francés. En Madrid, Antonia Mercé dio Unas versiones discutibles en su estructura plástica de "El amor brujo", y mos­tró el arte maestro, con tendencia al alambicamiento y a la depuración quí­mica, de su baile individual.

Dos directores: José Iturbe y Heinz Unger, uno y otro para el aficionado recién llegado, propenso al pasmo fácil. Otro director incipiente: Gustavo Pit-taluga, que en sus sesiones en el "Audltorium" dio primeras audiciones intere-•santes de Schoenberg, Weill, Poulenc, Rieti. Las de Poulenc, con el propio ^utor al piano, como en años anteriores Darius Milhaud.

Igor Stra'winsky volvió a visitarnos al comenzar el curso, en el mes de noviembre. En la sala del Capítol hizo oír su música para el ballet "Le baiser de la fée", el "Concertó" para violín (con Samuel Duschkin), y en la sala del "Audltorium", el "dúo" de violín y piano y adaptaciones de varias obras an­teriores ("Pulcinella", "Pastoral", alguna página del "Rossignol"). Su hijo Sviatoslav Sulima tocó en Unión Radio varias obras de su padre y de Pro-kofieff.

En el instante de corregir de pruebas este artículo Arbós estrena el "Ca­pricho" de piano con Leopoldo Querol.

De noviembre a noviembre se nos obsequia con "La posada del caballito t)lanco" y con "La casa de las tres muchachas". Aquélla en su Inocente inte­gridad, esta otra "tripatouillée" a conciencia.

La Junta Nacional de Música hizo oír en el teatro Calderón a una com­pañía de óperas rusas, en su idioma, a lo largo del mes de marzo. Se repre­sentaron "Boris Godunoff" y "El príncipe Igor',' ya conocidos, y "La novia del aar", "El zar Saltan" y "Sadko", nuevas aquí.

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En el teatro zarzuelero "niente di nuovo" ni "niente di buono". "Nuevo" se refiere a la originalidad. "Buono", al resultado. Saínetes marca tal. PaatU ciies, a última hora. Y hasta versos, según el amable deseo de sus autores.

Música española a reseñar: el "Concertó" en do mayor para piano y orquesta de Salvador Bacarisse, tocado por Leopoldo Querol, bajo la dirección de Pére i Casas, en la Orquesta Filarmónica. El "Concierto militar", de Gustavo Pitta-luga, para violín solista (el actual "concertino" de la Filarmónica, Luis An­tón) y orquesta, dirigida por el autor. T la "Sonata" para piano de Ernesto Halffter, tocada por Querol en la Asociación de Cultura Musical. Un "Cuarte­to con piano" de Fernando Remacha, prem^iado en el último "Concurso Na­cional" y editado por la Junta Nacional de Música, se ha tocado ante el mi­crófono de Unión Radio. Cabe añadir que la música para el film comienza a enfocarse bien en España, y que Rodolfo Halffter ha hecho una primera sa­lida afortunada en "La traviesa molinera", en la que no hay sino lamentar qua no se le haya dejado componer los grandes trozos de danza.

Ad.S.

ARQUITECTURA

El progreso contemporáneo de la Arquitectura marcha con velocidad acele­rada, análogamente al desarrollo de otras muchas creaciones actuales.

Loa medios materiales de construcción son hoy tan poderosos que los plazos para la ejecución de las nuevas edificaciones no se cuentan ya por siglos o lar­gos años, como sucedía con los grandes monumentos del pasado, sino que se cuentan por días laborables.

El estudio de los materiales de construcción en estos momentos abarca cam­pos extenaos de la misma técnica de la construcción y de industrias accesorias» Su conocimiento comprende el de las exigencias de la vida actual. El desarrollo, social e industrial ha influido esencialmente en las obras arquitectónicas. Los experimentadores de ciencias químicas y físicas han de resolver problemas que suponen la más alta especiallzación, han de trabajar a marchas forzadas para atender a múltiples exigencias que los materiales deberán cumplir y no des­cansar, ya que el avance o perfeccionamiento en una instalación produce un vacío y un desequilibrio en las denaás que hay que compensar en ellas inme­diatamente. El aumento progresivo de la instalación mecánica obliga a resol­ver, por ejemplo, los problemas acústicos, que únicamente creando nuevos ma­teriales pueden tener solución. Antiguamente podía ser un material selecciona-

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do por su resistencia, su aspecto y por su facilidad de acopio. Hoy día, en cambio, si nos pusiésemos a especificar las calidades distintas de los materia­les que componen uno de los grandes rascacielos, tendríamos que presentar una interminable lista.

Factores raciales, climatológicos, geográficos y tradicionales diferenciaban Claramente la Arquitectura en los distintos países, siendo esta diferenciación, considerada globalmente, la consecuencia más directa que nos ofrece el pa­sado. Hoy estos factores influyen sólo de un modo superficial, al menos en su apariencia externa. Los medios de transporte, y la organización Industrial, borran las antiguas distinciones. La similitud de exigencias funcionales, la in-ternacionalización de éstas, hacen que un Banco, por ejemplo, no sea por su aspecto muy distinto, esté construido en la City de Londres o en Madrid.

En ciudades donde domina la construcción antigua podemos distinguir hoy cuál es el régimen de lluvias del país, según la inclinación de los tejados, así como si las temperaturas son más o menos elevadas, juzgar de la luz dis­ponible por la mayor o menor abertura de los huecos. Esta diferenciación que acabamos de indicar sería difícil hacerla sobre fotografías de ciudades ame­ricanas comprendidas entre el Canadá y California. Nada expresan en el apuntado sentido tales edificaciones, ni aclaran sobre las condiciones geográ­ficas del país. Tales elementos no se hacen notar exteriormente, ni en loa materiales, ni en los huecos, ni en las cubiertas. Lo que antes "salía" al ex­terior se resuelve ahora en unas fórmulas matenaáticas, que se traducen en el empleo de determinado aislante con una pulgada mayor o menor de gro­sor, o en el régimen de funcionamiento del clima artificial interior que de­berá disfrutar el edificio.

Las gentes apegadas a la tradición claman de un modo inconsciente por QUe los edificios de hoy no se parecen a las grandes obras del pasado, no queriendo enterarse del salto brusco dado por la técnica y la vida actuales. No saben, o no quieren saber, que los buenos ejemplos arquitectónicos de hoy no han olvidado ninguno de los auténticos principios de la Arquitectura de todos los tiempos, no sólo en cuanto al concepto material, sino en el espiritual. La pereza mental les lleva a no comprender el esencial problema y su reso­lución del desarrollo arquitectónico del actual momento. Hablan del estilo, sin Pensar que con un nuevo "stylo" y una nueva mentalidad ha de ir desarrollán­dose la Arquitectura e ir escribiendo cosas siempre distintas en su progresión ascendente. Claro es que su actitud equivocada se ve favorecida por ejemplos QUe pueden contemplar en cualquier país, y que constituyen verdaderas alu­cinaciones si no se saben interpretar. También hay que apuntar que en Ar-Quítectura, como en todas las actividades, se han hecho campañas demagógi­cas de todas las tendencias. Hay quien ve el socialismo, la burguesía o el fascismo, expresado arquitectónicamente. Y tal vez, según con el criterio lue se ponga al contemplar, puede tener razón...

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Se ha sostenido en diversas ocasiones, como un dogma, que el edificio •que expresa al exterior su composición interna y su construcción, es mejor •que otro en el que no se den estas circunstancias. Por nuestra parte no po-•dennos manifestarnos rotundamente en contradicción con la anterior sentencia; pero tampoco hemos de aceptarla Integramente. De acuerdo con tal primer •criterio, podemos presentar ejemplos modernos, y en ellos ver acusadas, a veces de un modo exagerado, las necesidades interiores: enormes ventanales y, por contraste, otros excesivamente reducidos, quieren indicar un destino y una intensidad distintos de los elementos interiores asi acusados.

Sin embargo, sabemos, existen en magníficas edificaciones actuales esas ínismas necesidades Internas, estructurales y funcionales, y su exterior acusa únicamente una monotonía grande de elementos materiales, que da al con­junto un aspecto coherente. Es decir, un aspecto de "unidad" o subordina­ción de las partes al todo. Los edificios de este estilo, en general son los úni­cos que guardan lo que los ingleses llaman "good civic manners".

Expresar buen gusto en Arquitectura debe entenderse como un deseo hacia una mejor calidad de vida. Pero no sólo en su forma exterior aparente, sino en algo más profundo; no sólo en las formas, calidades y colores llamativos a la vista. Los materiales que se emplean en la actualidad pueden tener otras condiciones que afecten a otros sentidos, además del de la vista: sonoridad, elasticidad, limpieza; en una palabra: confort. El atinado empleo y pondera­ción de los materiales es una cualidad distintiva de la Arquitectura actual.

Nos hemos referido anteriormente al progreso material de la construccién arquitectónica actual, y para dar a entender mejor nuestra referencia, nos servirá un ejemplo concreto sobre el avance último de un tipo de edificación que demostrará el enorme esfuerzo que ha realizado la Arquitectura en cuan­to a la resolución de problemas funcionales. En 1917 se construye en los Es­tados Unidos el primer hospital concebido en vertical: un pequeño rascacielos.

¡Cuántas dudas, recelos o inconvenientes se opusieron a este tímido en­sayo! Y... sin embargo, antes de diez años se terminan otras maravillosas construciones de este estilo. Con la aparición y desarrollo apuntados no se discute el camino emprendido, sino las posibilidades que ofrece y las próxi­mas etapas que han de marcarse. Se logra en tan poco tiempo lo que era Una aspiración sentida en el siglo pasado por el famoso anatomo Vircho'w: tratar al enfermo individualmente. En estas grandes moles de cientos de en­fermos, éstos recobran la personalidad que no tenían en los hospitales de menor tamaño que antes se construían.

Más o menos acusado todo esto, hemos de decir, para terminar, se refleja en nuestro país.

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No hicimos referencia en las anteriores líneas al aspecto económico y su influencia en la Arquitectura, porque es otra parte del problema general, que tnerece tratarse separadamente, y con la necesaria extensión, ya que la Arqui­tectura tiene tantos aspectos "no arquitectónicos".

MANUEIi SÁNCHEZ ARCAS.

E L C I N E M A

Hay dos maneras de hablar de cinema: o lentamente, aplicando a la pluma «1 ralentí, para asi desmenuzar sus menores detalles y alcanzar la transcen-<iencia, o por el procedimiento de la rapidez, la movilidad. En este caso, es decir, para compendiar en la parvedad de unas pocas cuartillas las actividades «nteras de un año de cinem,a, el único adecuado es el segundo.

Situados ya en plan de resumidores, empecemos por preguntar: ¿Qué gran­des novedades, qué aportaciones de interés ha traído al cinema el año 1934?

La contestación, al proyectarse en la blancura de la cuartilla, tiene que ser forzosamente negativa, o sea, dejar intacta esa albura.

Las blancas pantallas de los cinemas permanecieron todo el año iluminadas í o r miles de películas; pero lo mismo que las cuartillas comentadoras de sus estrenos, no destacaron ningún acontecimiento sensacional: sensacional en su concepto auténtico de innovación, de obra orientadora, como lo fueron en su tiempo: "Varíete", "Amanecer", "Y el mundo marcha", "Muchachas de uni­forme"...

Los directores de mááximo prestigio, como Brnst Lubitsch, Frank Capra, Josef von Sternberg, King Vidor, Rouben Mamoulian, repiten su maestría de técnicos fílmicos; pero sin superarse. Su labor es de filigrana, de artífices del oficio que, en vez de huir de las dificultades, las buscan para resolverlas luego con soltura y agilidad de maravilla. Prueban la verdad de estas afirmaciones los títulos "Un ladrón en la alcoba", "Una mujer para dos", "Dama por un •día", "Sucedió una noche", "Capricho imperial", "Su único pecado" y "¡Áma­me esta noche!".

De otros directores, como los veteranos Cecil B. de Mille y David W. Griffith, sólo puede decirse que no han sabido evolucionar con el cinema, ponerse al ritmo de éste. Y aunque empleen el micrófono por precisión en sus más re-<^ientes creaciones, lo hacen sin perspicacia, y por esto "El signo de la Cruz" i ' "Cleopatra"—rótulos excesivamente difundidos por el reclamo, pertenecien­tes al catálogo abundantísimo del primero—significan, en puridad, dentro de

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la historia de avanzar del cinema, una vuelta, un retroceso a los días ya leja­nos de lo barroco, de lo complicado, pero sin fondo de humanidad.

Porque ahora, desde que en "Muchachas de uniforme" se demostró lo que es capaz de hacer el cine en zona tan de sensibilidad y de emoción como la es­piritual, la psicológica—raíz y fundamento profundo de todo arte—, el público quiere ver en el cinema aspectos verdaderos de la existencia, facetas adiestra­doras y no engaños y sim,ulaciones torpes.

De ahí el éxito de los directores yanquis Ford, Borzage y Stahl en películas tan sinceras, tan llenas de humanidad como "Paz en la tierra", "Hombres del mañana", "Semilla", "La usurpadora" y "Parece que fué ayer"...

Y entre esos directores de alta categoría, una gran diversidad de otros, para todos los gustos y de todas las calidades. No es necesario citarlos, ya que ello alargaría enormemente estos rápidos comentarios. Baste subrayar que, conoce­dores expertos de la técnica perfecta de Hollywood, contribuye cada uno, según su grado y aptitudes, a mantener al cinema norteamericano en el primer pues­to del mercado mundial.

Y si de los E. E. U. U. nos trasladamos a Europa y desembarcamos en El Havre, nos encontramos con un director como Julien Duvivier, heterogéneo y aleccionador siempre, como lo patentizan sus films "Rumbo al Canadá", ejem­plo alentador de cómo una obra nacida para el teatro puede transformarse en un poema cinematográfico, pleno de aciertos fotogénicos y de emociones pu­ramente espirituales; "El pequeño rey", modelo de realizaciones con apariencia sencilla, pero vencedora de grandes y graves obstáculos; "La cabeza de un hombre", "Pelirrojo", "Los cinco caballeros malditos", "Marie Chapdeleine"...

Hoy Duvivier forma, con Rene Clair, la pareja de directores primordiales de Francia. Pero así como Rene Clair se limita a realizar una película por año —su victoria más reciente es "El último archinlillonario"—, Duvivier asombra, por su multiplicidad de trabajo, que le permite añadir a la lista de sus pro­ducciones cuatro o más títulos en el mismo espacio de tiempo.

En Ademania, expatriados directores y actores de fuste y captados otros por el oro de Hollywood, domina la opereta. Ya no se concede al cinema el rango elevado que alcanzó en "Fausto", "La mentira de Nina Petrowa", "Ma­non Lescaut", "Metrópolis", etc.

Inglaterra, en cambio, sin importancia cineística, se revela de pronto como una pujante y arrolladora amenaza para la supremacía de Hollywood, utilizan­do justamente los elementos expatriados de Alemania—tal es el caso de "Ca­talina de Rusia", interpretado por Elisabeth Bergner y dirigida por Paúl Czin-ner—y otros procedentes de los estudios californianos, deseosos de nuevos h o ­rizontes, que son los casos de "La vida privada de Enrique VIII", de Alexan-der Korda, y por Charles Laughton, y "La vida privada de don Juan", del mis­mo director, y por Douglas Fairbanks.

U. R. S. S. sigue empleando el cinema a sus fines políticos, y no obstante 1».

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conveniencia—por su maestría técnica—de su difusión, los Gobiernos europeos Impiden que lleguen a las pantallas sus producciones. Por esto, cuanto se sabe de su desarrollo y progreso es por referencias, indirectamente. T, como en el cine lo que vale y lo que sirve es lo que se ve de frente, cara a cara y sin Intermediarios, preferimos no hablar de lo que no conocemos de este modo.

Pasadas las fronteras principales del cinema extranjero, encerrémosnos en el ambiente de nuestra producción peliculera. Miremos a un lado y a otro, al pasado y al presente, pero principalmente al futuro. Subamos a una atalaya de Imparcialidad y de serenidad.

¿T qué es lo que vislumbramos? En el pasado unas actitudes equivocadas; llevar al cinema obras teatrales, con la circunstancia paradójica de filmar zar­zuelas en los días de la pantalla muda.

En el presente, la reiteración de igual actitud, el pleno equívoco, pues ¿qué razón de acierto puede justificar el trasplante al celuloide de "El Niño de las Coles", por ejemplo? Lógicamente, ninguna. T, sin embargo...

Declamos que para los partidarios de coleccionar nombres y títulos vamos a ofrecer una lista de directores y películas impresionadas en España en el transcurso de 1934. Es la siguiente: José Busch, "Dos mujeres y un don Juan" y "Diez días millonaria"; Benito Perojo, "Se ha fugado un preso", "El negro que tenía el alma blanca" y "Crisis mundial"; Fernando Delgado, "Doce hom­bres y una mujer"; Antonio Graciani, "Boliche", "Aves sin rumbo" y "El des­aparecido"; José Gaspar, "El Niño de las Coles"; Ensebio Fernández Arda-Vln, "El agua en el suelo" y "Vidas rotas"; Adolfo Aznar, "Mlguelón"; Florián Rey, "El novio de niamá" y "La hermana San Sulpicio"; Francisco Gargallo, "Sor Angélica".

Esto respecto a los avezados al oficio, y entre los nuevos, Alfonso Ponce de León con un documental titulado "Niños"; Ezequiel Selgas, con sus breves en­sayos "Todos a una por España y por la cultura" y "Juega y harás bien"; Sáenz de Heredia, con la comedia "Patricio miró a una estrella"; Tony Román, con la panorámica "Canto de emigración", y Fernando G. Mantilla, con dos documentales sobre "Cría de gallinas" y "La industria de las almadrabas".

Y de los extranjeros contratados para trabajar en nuestra patria: Carica San Martín, con "El canto del ruiseñor"; Harry d'Abbadie d'Arrast, con "La traviesa molinera"; Mack Noseck, con "Una semana de felicidad"; Hans Be-tedenth, con "Doña Franclsqulta"; Adolf Trotz, con "Alalá"; Richard Harían, con "Odio", y Jean Gremlllón, con "La Dolorosa".

¿Y el futuro? Optimistas por naturaleza, no queremos guiarnos por un pre­térito desilusionador ni por un presente nublado de dudas y vacilaciones, sino por la nnás franca y espontánea jovialidad.

Examinada la situación actual del cinema español por uno y otro lado, o sea por el oficial y por el privado, vemos que en aquél se va—parece ser muy decididamente—a la constitución definitiva del Consejo de Cinematografía, con-

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secuencia, se quiera o no, guste o desagrade a los poco ecuánlmjes y compren­sivos, del tan discutido Congreso Hispanoamericano de Cinematografía. Y en la esfera privada, también se desea una labor de eficacia, aunando en un mismo interés común los intereses hoy desperdigados en pequeñas empresas particu­lares.

Nuestro optimismo nos hace pedir que el próximo año de 1935 alumbre el éxito de nuestra cinematografía.

FERNANDO VIOLA

•¥•

LOS LIBROS DE ARTE

Apenas llegan al medio centenar los libros de arte publicados en España de noviembre de 1933 a noviembre de 1934. Número escaso, cierto, pero a tono con la producción general española. Y aun, dada su especie, libro de arte pu­diéramos afirmar que es abundante. Esto, respecto a la cantidad; respecto a la calidad, en el panorama literario español y en los difíciles tiempos que co­rremos, bastarla la aparición de una sola obra fundamental de la historia, o la critica artística, para dar por buena la producción literaria de artes. Y, afor­tunadamente, podemos señalarla. Con algunas más muy estimables, por aña­didura. Todas, y más que fuesen, necesarias para la cultura nacional.

No es preciso, pues, insistir en la importancia que para nuestra cultura tiene la historia y crítica del arte, elaboradas con serenidad e imparcialidad, como viene haciéndose en las obras que a continuación reseñaremos.

^Después de aclarar, lo creo necesario, que el título "Libros de Arte" se re­fiere, pues, a los de estética, crítica o historia de nuestras artes plásticas. Ya es bastante. Respecto a los temas de artes generales, ¿qué valor tiene? ¿Quién puede en España estudiar a Rembrandt o Boticelli, por ejemplo, con inte­rés y amplitud de miras?

De "El arte en el libro", complemento del título, poco se podrá decir, des­graciadamente. El libro de crítica o historia de arte, necesariamente, por su índole, reclama para sí cierta dignidad tipográfica y de ilustración, y la ma­yoría de los reseñados la llevan. Pero el libro artístico, la edición escogida, de bibliófido, bellamente ilustrada o encuadernada con esmero, está aún en Es­paña esperando la hora de su renacimiento.

Ahora, brevemente, revista de almanaque, anotemos los libros de arte pu­blicados, según una clasificación puramente personal, y con un criterio y ex­tensión también personales y arbitrarios.

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Dos de Barcelona, ediciones Salvat y Labor, respectivamente. De Madrid, Una tercera edición, Espasa-Calpe. La edición Salvat continúa con el tomo U su "Historia del Arte Hispánico", con la novedad del apelativo conforme a ia sugestión tan certera de Menéndez Pelayo sobre la unidad del arte peninsu­lar, y con la importancia que da al estudio del arte colonial, estudio cuyo gran desarrollo no es temerario profetizar. Ya en Francia se va extendiendo el gusto Por el arte precolombino, tronco en que se injertó la modalidad aportada por la Metrópoli. No dejemos que esa labor se haga con espíritu no español, por fuerza ajeno a su íntima esencia. Un estudio tardío adolecerá para siempre de ese vicio de origen. La edición de Labor es el tomo correspondiente a "El arte Barroco" de su monumental historia del Arte, a imitación de la alemana Pro-Pyleum, muy buenas y copiosas láminas, texto índice explicativo de W. Weis-t>ach; llega al límite de la utilización que impone la prisa actual; se vuelve, disfrazándolo de ciencia, al recreo infantil de mirar estampas. La edición ma­drileña es el tomo V de "Summa Artis": "El arte romano hasta la muerte <3e Diocleciano." Redactado por José Pijoan, actitud estrictamente personal ante la historia y el arte. Con la limitación que esa actitud personal supone, Pero con la libertad y novedad de juicio que ya se aprecia en el conjunto de los cinco volúmenes aparecidos.

"Historia particular del arte".—"Breve historia de la Pintura española"^ Por Enrique Lafuente. Primero de los manuales monográficos que sobre la his­toria del arte español se propone editar Misiones de Arte. Libro que en su bre­vedad ha de ser una pauta imprescindible para todo historiador venidero. Por vez primera en la literatura artística española tenemos una visión de conjunto desde la gruta de Altamira a Goya, límite que voluntariamente se fija el autor. Con un criterio racionalmente nacional, sin pueriles vanaglorias, pero sin apo­cado encogimiento ante las opiniones hechas que nos vienen de más allá de 'as fronteras.

"Estudios monográficos generales".—"El arte romántico español", de Manuel. Gómez Moreno. Edición del Centro de Estudios Históricos. Autor a cuyo nombre es ocioso añadir adjetivo alguno, y obra que por sí sola basta para ennoblecer la cultura española. Categórica y fundamental para la historia de nuestro arte, y consecuencia lógica de "Las iglesias mozárabes" en la labor de su autor, el pri-'Her arqt- ,'jlogo español; historia la evolución del románico español en relación Con el del resto de Europa, y especialmente con el francés, con la autoridad In­discutible de su método rigurosamente científico, unido a la más exquisita sensi­bilidad ante la obra de arte. Fusión de disciplinas que le conduce a conclusiones respecto al "problema románico" que será difícil contradecir.

En la colección Manuales Labor, "Historia de la Arquitectura española", de. Andrés Calzada; "Cerámica española", de Manuel González Martí, y "Arqueo­logía clásica", última obra del benemérito arqueólogo José Ramón Mélida.

"Estudios monográficos particulares".—Con esta aportación de monografías sueltas, un poco desordenadas, si se quiere, de los más diversos temas; vidas de

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•artistas, edificios, arqueología, guías de ciudades, artículos de revistas y boleti­nes, publicados después en tirada aparte, se ha ido formando, a través del si­glo XIX, el fondo interesantísimo y de enorme importancia para la historia de nuestro arte, archivo difícil y fatigoso de consultar por su dispersión y la rareza que al pasar el tiempo adquieren algunos de esos folletos, de escasa tirada y fácil pérdida. Creo interesante la anotación de los actuales. Su relativa abun­dancia impone la brevedad en la cifra.

"Arquitectura".—"Planos de monumentos arquitectónicos del Archivo de In­dias." Tomo I. Recogidos y estudiados por Diego Ángulo Iñíguez. " L a obra arquitectónica de Blanco Soler y Bergamín", prólogo de M. Abril. = "La obra arquitectónica de Muguruza", prólogo de F. Sagarzazu, t. II de "Arquitectura Española Contemporánea". = "Los dibujos de Ventura Rodríguez", E. Lafuente. Tirada aparte de la "Revista Española de Arte".

"Escultura".—"Historia de la escultura", por J. Bergua. = "Los retablos de piedra", A. Duran Samper, t. I. "Retablos del siglo XIV." (Barcelona.)

"Pintura".—^"Cuadros reunidos por Carlos IV, siendo príncipe, en su casa de campo de El Escorial", P. J. Zarco, El Escorial. =: "Pintores malagueños contemporáneos", M. Prados López, Málaga. = "Retratos de la familia Téllez-Girón", J. Ezquerra del Bayo; ed. de la Junta de Iconografía Nacional. = "Las pinturas de Vázquez Díaz en La Rábida", prólogo de V. de la Serna. = "Zur-barán y Rivera", J. Pía y Cargol. 2.» ed., Barcelona. =.-"Velázquez", A . Fer­nández, Cáceres. = "Nuevos datos para la biografía del Pintor José de Madrazo", F. González Camino. Santander. (Tirada aparte del Boletín de la Sociedad Me-néndez Pelayo. )="La ultima cena", cuadro de Tiziano, existente en la salas capitulares de El Escorial, A. Alvarez Cabanas. (Tirada aparte de "Religión y Cultura".) = "Un retrato inédito de Fr. J. B. Mayno", A. Méndez Casal. (Tirada •aparte de "Revista Española de Arte".) = "El pintor Pidelaserra", F. Pujols. Barcelona. = "Goya en El Escorial", Sánchez Rivera. (Tirada aparte de "Revista .Española de Arte".)

"Obras generales".—"Arte y artistas del Renacimiento en Sevilla", J. Her­nández Díaz. Sevilla. "Documentos para la Historia del Arte en Andalucía", Tomo VI. Laboratorio de Arte de la Universidad de Sevilla.

"Monografías de edificios".—"El Escorial", J. Morales Villanova. =: "La Al-•hambra", F. Fernández Martínez. Barcelona. = "San Cugat de Valles", J. Peray. Barcelona. = "The Alcázar of Sevilla", A. Lasso de la Vega. Sevilla. = "Monaste­rios de España", F. C. Sálnz de Robles. Barcelona. == "Castillos de Guadalajara", F. Layna Serrano.

"Guías".—"Guía de Santiago de Compostela", J. Filgueira. Ed. del Patro­nato Nacional de Turismo.

"Arqueología".—"Les muralles de Tarragona", A. Rovira Virgil. Tarragona. "Artes industriales".—"Encuademaciones españolas", F. Hueso Rolland.

(Tirada aparte de "Revista Española de Arte".) = "Encuademaciones heráldicas •españolas", M. del Saltillo. (Tirada aparte de "Revista Española de Arte".)

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"Catálogos".—Es de señalar muy especialmente el nuevo catálogo, que hace el íiümero veintisiete de la serie del Museo del Prado. Aparece anónimo, pero firma la advertencia preliminar su subdirector Francisco Javier Sánchez Cantón, que asume así la responsabilidad y el honor de la empresa. Con el auxilio de D. Juan Allende Salazar, D. Pedro Beroqui, D. Diego Ángulo y D. Enrique Lafuente, y aprovechando como base el viejo catálogo de D. Pedro Madrazo, se ordena la colección con numeración nueva, se rectifican datos, fechas, atribuciones, etc., hasta conseguir un verdadero modelo de Catálogo manual, antecedente necesario del extenso y descriptivo. Tras la advertencia preliminar, da el Catálogo por vez primera la li.sta de las diversas ediciones de los anteriores, de los que algunos, los írimeros, obra del pintor y conserje del Museo Luis Busebi, son verdaderas ra­rezas bibliográficas. Repasar la lista es hacer una historia abreviada del Museo, üesde los primitivos, con las ingenuas descripciones de Eusebi; el notable, dada la época, de Madrazo, hasta el de hoy, correspondiendo a la nueva etapa de la vida de nuestro Museo.

"Otros Catálogos".—"Museo Provincial de Bellas Artes de Málaga". "Catá­logo (guía) del Museo Nacional de Escultura de Valladolid". Ed. del Centro do Estudios Históricos. = "Catálogo de la Exposición de Alfombras Antiguas Espa­ñolas". Prólogo de José Ferrandis. Ed. de la Sociedad Española de Amigos del Arte. = "Catálogo de la Exposición Nacional de Bellas Artes". = "Catálogo del XlV Salón de Otoño" = "Catálogo Monumentos de España. Provincia de Cádiz". E. Romero de Torres. Ed. del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. = "Catálogo de dibujos y grabados de Rembrandt". E. Lafuente. Ed. del Museo Nacional de Arte Moderno.

"Estética. Teoría, Historia del Arte".—Tras una pausa de diez años aparece el tomo II de las "Fuentes literarias para la historia del Arte Español". Edita la obra el Centro de Estudios Históricos, y es autor de la ordenación y selección de los textos y de las interesantes notas que los acompañan el subdirector del Museo del Prado, Dr. Fr. J. Sánchez Cantor. El tomo primero comprende los tratadistas del siglo XVI, de Diego de Sagredo al Padre Sigüenza, dedicado este segundo al XVII, comprende, entre los fragmentos de Pablo de Céspedes y los manuscritos de Lázaro Díaz del Valle, que le inician y terminan, extractos de las obras de Bu­trón, Carducho, Pacheco y Fr. Francisco de los Santos. Interesante la serle <:ompleta de estos libros, poco conocida y mal estudiada hasta ahora por SU rareza bibliográfica y por la anárquica variedad, tan española, de su índole. Tratados técnicos, traducciones de las obras clásicas, crónicas de las Ordenes Wionásticas, tratados seudoestéticos, alegatos jurídicos; de entre todo lo cual ha sido preciso expurgar con paciente esfuerzo las noticias históricas referen­tes a las artes, labor que el autor ha cumplido con gran acierto.

"Resumen de Teoría General del Arte", segunda parte. I. La creación ar­tística y la obra de arte, J. Jordán de Urlas.r^ "Tosco". Introducción a una lógica del Arte". "Clasicismo, Impresionismo, Cubismo, Futurismo, Expresio­nismo", E. Dieste = "Los protocolos de los antiguos escribanos de la Ciudad

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Imperial", P. B. San Román. Ed. del Cuerpo de Archiveros. Con noticias de-"El Greco", el poder testamentarlo con la última firma del pintor Berruguete. Juan de Borgoña, Juan Correa de Vivar, Alonso Covarrubias, Juan Bautista Monegro y otros.

"Dibujos".—"Dibujos Españoles". Ed. del Centro de Estudios Históricos.-Ordenaclón de F. S. Cantón. Tomo V. Comprende reproducciones de dibujos del siglo X al XV. Cierra la serie, que completa abarca hasta fines del XVII.

"Manuscritos con pinturas." J. Domínguez. Barcelona. Bd. del Centro de Estudios Históricos. Notas para un Inventario de los conservados en coleccio­nes públicas y particulares de España.

"Concepto actual del Museo Artístico." Discurso de recepción de D. André» Ovejero en la Academia de Bellas Artes.

"Viaje de Cosme de Médicos por España y Portugal", A. Sánchez Rivera, y A. Marlutti. Ed. de la Junta de Ampliación de Estudios. Con reproducción de los dibujos de P. M. Baldi, con el códice de Malagottl en la Bib. Laurenclana.

"Traducciones".—"La miniatura inglesa", D. S. Sanders. Barcelona. Colec­ción Phanteón. == "La escultura gótica francesa", M. Aubert y B. Vitry, Barce­lona. Col. Pantheon. = "Rodln", L. Benedicte. Barcelona. Col. Los Grandes Hom­bres. = "El Greco", J. Cosson. Barcelona. Col. Los Grandes Hombres.

"El arte en el libro".—Como final, una visión futurista, de cómo podrá ser eli arte aplicado al libro; impresión, ilustración, en lo venidero según el ritmo acele­rado del arte nuevo, de vanguardia, o como quiera llamársele. Asi como en pintu­ra se ha llegado ya a la inocente diversión de yustaponer trocitos diversamente-coloreados, tal vez llegue el día en que aparezca el verdadero libro de arte, el l i­bro que no se pueda lesr, que no sirve para leer, sino para el placer Inefable da pasar una, dos, cien páginas con motitas negras y espacios blancos.

JOSÉ MARÍA MARAÑON

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SEGUNDA ENCUESTA 1 . ¿Cuáles son los personajes más representativos de la lite­

ratura contemporánea universal?

2 . ¿Cree usted que la novelística del siglo X X na llegado ya

a producir alguna (¡gura de fuerza representativa semejante a Don

Quijote, a Fausto, a Julián Sorel o a Madame Bovary?

VALLE-INCLAN: I.—NO la conozco. 2.—No puedo establecer las relaciones que se me piden... Don Quijote y Fausto son dos símbolos y Julián Sorel y Madame Bovary son dos provincianos.

f^ARAÑON: 1.—No conozco ningún personaje verdadera­mente representativo de la literatura contemporánea uni­versal. Pero esto, claro es, no quiere decir otra cosa sino que yo no lo conozco. Apenas puedo leer libros modernos, porque conforme pasa la vida se empieza uno a apurar por conocer los antiguos que aún faltan en nuestro reper­torio mínimo. De los modernos tiene uno que limitarse o los autores que dicen que son tan buenos que ¡os dan el premio Nobel. Y, la verdad, entre los novelistas, no he encontrado nada representativo, como no sea represen­tativo del género Nobel, que tiene ya su perfil y sus ma­tices standard. Supongo que fiabrá otros novelistas no no­velistas que serán mejores, pero no he tenido lugar para conocerlos.

' •—Desde luego, creo que nuestro siglo no ha producido ninguna figura como Don Quijote, Fausto, etc. Para estar seguro de ello no hace falta ser un gran lector de literatu-'^a, porque, precisamente, lo que caracteriza al personaje 'Representativo es que se escapa de los libros y se va a pa­jear a la calle, y le conocen hasta los que no saben leer, oobre esto no hay duda. Lo interesante seria meditar en por qué esto es así, y la solución será no muy peliaguda. Formas d« la mala IHeraturai •Pero esto desborda de la pregunta. E | R i p i o

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Formas de la mala lilerafurai

E l T ó p i c o

AZORIN: 1.—Esta pregunta no tiene paca mí significación. Y no la tiene por lo que se verá en mi respuesta a la si­guiente. Pero por lo que toca al pasado, quiero decir que el pasado es una creación de lo actual. Es lo presente lo que nos hace considerar con tal o cual criterio lo pretérito. Si no existiera el presente, no existiría el pasado. Los ensue­ños de hogaño son ¡as realidades de antaño. Y yo en la antigüedad no veo, ni quiero ver, personalidades singa-lares, sino masas dolorosos y afanosas que trabajan y su­fren. No veo, por ejemplo, a Carlos I, sino a las mesna­das nobilísimas derrotadas en Villalar. 2.—No me interesan los númenes. "No hace el numen el que lo dora, sino quien lo adora", dice Baltasar Gra­dan. Y los númenes literarios, cual los políticos, des­aparecen, para mí, ante el anhelo y el dolor de las colec­tividades. Si alguna figura representativa pudiera llevarse mi amor seria el protagonista de una de las más bellas y desconocidas comedias de Lope de Vega, la titulada "El despertar a quien duerme". Los que sobre este misero planeta sueñan con un ideal de justicia y de bienestar son los verdaderos creadores del progreso humano. Y es peligro­so, como en la obra de Lope, el despertarlos. Aparte de que ellos no se dejan despertar. Y esa negativa es la sal­vación de la Humanidad.

ANTONIO MARICHALAR: Importa poco, hoy, la no­vela, aunque yo, casualmente, cierre ahora una para con­testar a la encuesta. Sospecho que desatendemos la novela porque, cuando no es tendenciosa (si lo es impulsa, pero no envuelve, que es su condición previa), ausenta. Y en este alerta, que no pierde el lector, no hay sólo una acti­tud moral: hay también una vigilia defensiva. Al lector de novelas le va faltando, acaso, el valor de volverse de espaldas. La cuestión está en si la incapacidad aludida implica una disminución en la novela de eficiencia propia. Alguien que se halló en trance análogo sugería aquello de que "no se resisten otras tentaciones que las que son lo bastante débiles para poder ser resistidas". Bien; pero en la ten­tación, fuerza y flaqueza forcejean en la movilidad de un límite incaptahle; una y otra se corresponden. Y el tiem­po apremia demasiado para, al huir de la ficción, enre­darse los tobillos en circuios viciosos. ¿Qué importa? Un hecho hay evidente: a medida que se interna en nues­tro siglo encuentra nuevas trabas el protagonista moder­no. Bloom Sivan o Salavin no hallarán ya lo fácil de un ambiente que todavía fué propicio a Bergeret, a Ctau-

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diíJQ, a Juan Cristóbal. ¿Culpa de ellos? No sé; acepte una pregunta en la encuesta. Para mí es indudable que el favor obtenidos estos últimos años por los libros de Keyserling, Spenplev, Waldo Frank o Ludwig, fué ga­nado, en gran parte, por entre los lectores de novelas déjame de ficciones; vengan respuestas concretas. Puen bien, ahora me pregunto si—a poco que arrecie nuestra situación critica—el lector no habrá de preferir una figu­ración certera a una desfiguración arbitraria. O, con otras palabras, la lírica interrogación de una realidad última a la respuesta ímproba de un vano dogmatismo.

CORPUS BARGA: I.—Lcnin, Mussolini, Mustafá, Hitler, los aviadores, los espías, aquel inglés de Oxford que fun­dó un imperio árabe. 2.—La novelística de este siglo ha ensayado métodos, ha alcanzado puntos de vista. Ha visto a las figuras de siem­pre, que los primeros novelistas vieron de pie, los se­gundos sentadas y los terceros en cuclillas; las ha visto en las posturas más inverosímiles, las más naturales a Veces.

EDUARDO MARQUINA: 1.—Leo muy poca literatura, propiamente dicha. Además, no puedo alejarme del cua­dro para contrastar sus valores. Tendría que dedicarme a una preparación meticulosa y larga para contestar a esta pregunta. 2.—Me parece que no, si pienso en los dos primero^.

J- M. LOPEZ-PICO: Precisaría un libro para fundamen­tar una respuesta seria. El juego de la cortesía queda ahora limitado a la habilidad del mismo instante de la respuesta. A la primera pregunta debo decir que en el mundo ac­tual, gobernado por la prisa y por la masa bajo el miedo de mañana, las grandes figuras son como angustiosos su­pervivientes. Todos, como Ramón y Cajal, nos parecen muertos desde mucho tiempo antes. 2." pregunta.—En cierto sentido, "Juan Cristóbal", de Romuin Rolland. Para los hombres de morosidad mental,

Mr. Teste", de Paúl Valery, y un poco también el "ado­lescente" de Joyce; "Tonio Kroger", de Tomás Mann, y "Bubé", de Borgese.

PEDRO MOURLANE MIGUELEÑA: Don Quijote o Ham-let, Fausto o Don Juan fundan linaje y dejan prole para la Historia. Están en nosotros allí donde estemos en las

Formas de la mala l'rterafurai

L a C a c o f o n í a

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Formas de la mala literalurat ]

El tugar común

cuatro estaciones de ¡a vida. De ellos hemos recibido la olea­da más viva de la sangre que nos bate en el pecho. De las cuatro figuras, la de Don Quijote, con su justiciar cle­mente desde el caballo, es la que más nos atrae, pero a las cuatro nos debemos. Otras figuras como Segismundo o La Celestina les igualan casi, pero la casta de estos entes de ficción con siete vidas ha decaído. Ya la Señora Bova-ry o Julián Sorel son personajes menores. ¿Pero los hay ahora que valgan siquiera lo que éstos? No, pero perso­najes representativos de gran vigor existen, y ahí están los Forsyte, de John Calsworthy. Este Galsworthy es muy joven el día en que la Rema Victoria se extingue en el castillo de Osborne, en la isla de Wight, después de haber regido un imperio durante sesenta y cuatro años. Con la soberana se han apagado las luces de una fiesta de la historia de la que aún se aspira el recuerdo. La han presidido las costelaciones más altas de la rectitud y de la inteligencia. De manos de ¡a reina toman el poder, uno tras otro, Lord Melbourne, Peet, Russell, Derby Aber-deen, Palmerston, Disraeli, Clastone, Salisbury y Rose-bery. Combate Inglaterra entre 1837 y 1901 ..n territo­rio canadiense, en el Afganistán, en el Celeste Imperio y en la India, contra los sikis en Crimea, en Abisinia, en los frentes aschanti y zulú, en Egipto por la reconquista de Nubia, en Burna, en el Transvaal. Consolida la nación su mano o su tutela bajo todos los cielos. Anima ¡a época en que Calsworthy ve desprenderse al morir la Reina Vic­toria. Tanto como una apoteosis son los funerales de esta soberana, el adiós a una sociedad y a las pompas en que par­simoniosamente se reclina. Días después de estas exequias la nación despierta con el alma trocada. "Hemos cambia­do, confiesa un duque en sus memorias, de temperamen­to nacional y hasta de clima." Esta es la mudanza que John Calsworthy refleja en La Saga de los Forsyte, que es de todos sus libros aquel en que el arte de novelar cul­mina para siempre. El libro es la historia de esta gran familia armada con sus tradiciones, sus prejuicios y hasta sus manías contra un gran intruso que es el amor. Día a día, hora a hora, redoblan los Forsyte sus precauciones contra sí mismos. Coca o Loarre, Cuadamur o Peñíscola. No hay barba liado menos berroqueñamente que ellos. No hay barba­cana, ni sillar de cubo que resista lo que los prejuicios de los Forsyte. Aunque sí estos hombres y Soames el prota­gonista de Calsworthy sobre todo conocen el desfalleci­miento ante la Voz que mueve a los astros como a los corazones a la cortesía en la atracción irreparable.

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Shall compare Uve to a summer's day thou are more lovely and more températe.

•Es eí grito de siempre, la nostalgia de la forma en cria­tura carnal que pasa hacia la muerte, la criatura que es 'la estrella y el escollo, la gracia y la perdición, la salud y el pecado. Soames Forsyte es como los suyos de na­turaleza escarpada de orgullo, o, como Galsworthy dice, •abrupta. Esta isla de orgullo será bien pronto la isla en­cantada. Ve Soames vacilar dogmas de clase, suspicacias y pudores que eran cimiento y argamasa de su seguridad. A la sonrisa de la criatura mortal que pasa hacia la muér­ete corresponde un grieta en la armadura de altivez de For­syte. Ella basta para que el amor Vulnere y cante victo­ria sobre las fuerzas de un hijo el Imperio. Pero los For­syte no tardan en rehacerse y su certidumbre es de roca todavía. Creo que los Forsyte son los personajes repre­sentativos de más vigor de la novela del siglo XX. Por­que éstos también han fundado linaje y engendran prole para la Historia

LINO N6VAS CALVO: l.—Si se quiere decir los que con más vigor y perfección artística encarnan las ideas y los sentimientos de un medio dado (puesto que no existe hoy una atmósfera espiritual uniforme en el mun­do), es largo y complejo de responder. Además, dudo que un gran personaje represente otra cosa que la con-'Cepción artística del autor.

2.—La novelística de este siglo no es de figuras, sino 'de experimentos, en estilo, en emoción, en psicología, en técnica, en todo eso que ahoga el personaje. Es una no­velística de laboratorio. Los autores se ponen por delan­te de sus criaturas. Es posible, en efecto, que nuestro siglo no haya producido, ni con mucho, un Quijote, ni un Fausto, ni aun—aquí vacilo—un Julián Sorel, pero no se requieren grandes alforjas para llevar una Bovary.

IRAMON DE LA SERNA: 1.—Los por vía más o menos soterrada procedentes de Hoffmann, y de Dostoievski so­bre todo, que han venido, a pesar suyo en muchos casos, a anegarse en las mestas de las modernas corrientes psico­lógicas. Estas influyen casi siempre de modo indirecto, a través de la "vida", por decirlo así, al asidero de cuya •unidad orgánica, sin embargo, parecen haber perdido irre-mediablemtne estos modernos personajes. La salvación, la redención, ha de buscarse, tal vez, en una emergencia, que, •enriquecidos, les permita recobrar su cohesión vital hecha

Fotodín litera Roberto Blanceflor,

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Fofodín literarioi Pedro Pia (ensayista)

trizas. Claro que hay otros personajes muy "enteros", de representativo atuendo contemporáneo. Pero son los vie­jos amigos que han cambiado de topa. 2.—Es difícil que puedan ser creadas por un autor con-temporáneo figuras tan de una pieza vital come "Don Quijote" y "Fausto". El autor representativo de nuestros, días—no digo novelista porque acaso no existan ya gran­des novelistas, lo que, tal vez, no es una desgracia—et autor representativo de nuestros días ha de ensanchar la fi­gura por su base colectiva, aunque la agudice luego pira-midalmente. O ha de crear multitudes: como masa, como grupo, como dispersión. De fuerza representativa incom­parable son las figuras dispersas a voleo en la obra titá­nica de Ramón Gómez de la Serna. Traen un semblante únicos, vienen de recintos incógnitos estos personajes: son inesperados y amigos ya, son bobos y terribles y muchas veces "no son". Su humanidad diríase un Descubrimiento colombino en las américas de un arrabal enorme, una vir­gen revelación entre los escombros de un mundo

^ Dibujos de Sanfa Cruz

RAFAEL MARQUINA: 1.—La novelística del siglo XX no ha producido héroes. En su curso biográfico no se regis­tran arquetipos. El fenómeno es harto explicable. El mun­do en torno, la vida circundante lo justifican. Mas que biografía, la novela de nuestra época ha tenido y tiene aún que ser panorámica.

2.—Nuestra época—de trabajosa y atormentada transi­ción—no ha dado, ni en el tumulto vital, ni en la no­vela política ni en el bullicio deportivo, ni siquiera en la libérima potestad del arte, la realidad de los arquetipos geniales. Dos únicos genios se destacan, límpidos, netos: Charlot y Lenín.

(?): 1.—Ulises, Anfitrión y Don Juan. 2.—Ver el almanaque literario, 2935.

N. CIGES APARICIO: 1.—Ulises,—no de la literatura contemporánea, sino de la antigua—que a la más sutil in­teligencia y al más alto valor asocia el aguante invencible en las adversidades. 2.—Falta la perspectiva. Sin embargo, dudo que nues­tro siglo haya producido todavía ningún personaje tan representativo como los que enumera la pregunta. Tampoco-creo que el autor necesita crear tipos gigantescos para componer obras inmortales. ¿Será Pantagruel o Gargan-túa el "héroe' 'que admiramos en Rabelais? ¿Cuál es et que descuella en "La Divina Comedia?...

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LIBROS P O L Í T I C O S

La producción literaria de esta ma­teria ha sido abundante, desigual, equilibradas las porciones de las dos grandes tendencias que en nuestro tiempo dividen al mundo, no sólo a España. Muchos textos de informa­ción y estadística se han dedicado al problema económico en las diferentes naciones, el más importante, sin du-<3a, de cuantos agitan la vida interior de los pueblos.

Desde este punto de vista, el resul­tado acogido en esas páginas veraces anuncia un porvenir sombrío a los Países de régimen dictatorial. Pero en todas partes el problema económico-Político ofrece caracteres agudos, en mayor o menor grado. Entre los li-liros vertidos al castellano pertinentes al tema debemos mencionar como niuy dignos de elogio: "La crisis eco­nómica mundial", de P. Binzig, tra­ducción de Luis Virgil Escalera; "Un Problema del mundo", de H. Ford traducción de Bruno Wersel; "Los dos caminos", de Molotow, y "El salario mínimo", de D. Siller. Sobre el tema también, pero alejándose más o me­nos en sus consecuencias de tipo so-<2ial y político, o partiendo del fenó­meno social para alcanzar lo econó­mico, se han publicado interesantes ll­oros españoles, como "La crisis eco­nómica mundial y el problema obre-'"o", de J. Joror Miranda; "Evolución Proletaria", de Anselmo Lorenzo; "La educación económica del pueblo", de A. Luna Arroyo; "La crisi de l'Econo-mia", de Pugné BatUe; "La guerra es

hoy un problema de economía", de A. García Navarro; ''La reforma agra­ria y el crédito", de Luis Marichalar; "Teoría del sistema tributario espa­ñol", de Pío Ballesteros; "Futuro del Mundo Occidental", de A. Fernándea Su&rez; "El paro obrero y sus reme­dios", de A. López Baeza; "Valoris-mo", de E. Vellando; "¿Qué debe ser el antimarxismo?", de Salvador Ca náls; "Problemas del Gobierno socia­lista", de S. Cripps; "El meridiano de Moscú o la Rusia que yo vi", de Hoyos Gascón; "Defensa de la Hispanidad", de R. de Maeztu; "Las clases medias y sus problemas", de F. Sánchez Puer­tas; "La mujer y el niño en la Unión Soviética", de Bsther Comus; "La Corporación como estructura del Es­tado", del vizconde de Eza; "El Anar­quismo", de García Brolán; "El pro­blema social de nuestro tiempo", de J. Arias Sanjurjo; "Política y Econo­mía", de J. G. Ceballos Teres; "Cómo ve la burgesía española la economía liberal", de Ramón Bergé, y "El mun­do hacia el abismo", de G. Leval.

La obra de carácter político neta más importante, sin duda, de las pu­blicadas en España en 1934 es "En el Poder y en la Oposición", de Manuel Azaña, pues además de su valor intrín­seco, abarca en sus dos grandes volú­menes todo el panorama nacional du­rante el período comprendido entre septiembre del 32 y mayo del 34—es­tos volúmenes continúan el titulada "Una Política", aparecido el año pa­sado—. Constituye la obra una colee--

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•ción de discursos. Una oratoria que no pierde al trasladarse al libro. Ora­toria que va más allá de las orejas •del oyente y le penetra y llega a su

, cerebro, cosa que presupone la exis­tencia de un cerebro, lo que presupo­ne a su vez un terrible conflicto para •ciertos auditorios. Azaña orador reco­ge en su verbo hablado algunas de las grandes cualidades de su verbo escri­to: es diáfano, mordaz, preciso y ori­ginal. Abundan los tonos plásticos y literarios en sus discursos, pero jamáa cae en la garrulería tradicional en el Parlamento español. "En el Poder y en la Oposición" se sigue perfectamen­te la trayectoria de la República des-tie que ésta pasó de manos de los hom­bres del glorioso bienio a las de loa liombres que hoy gobiernan. También se ve muy claro en estas páginas lo que tué aquella ofensiva de las derechas, riue vino a culminar en la campaña basada en los sucesos de Casas Viejas, xiampaña que ha sido, sin género de •duda, la más cínicamente tartufa, más •estúpidamente en el fondo y más in­decente en la forma de que se haya liecho objeto en el planeta a ningún Gobierno. Otros libros que merecen •destacarse, por su finura y agilidad Intelectual, son "Meditaciones polítl-x;as", del malogrado escritor Ángel Sánchez Rlvero—con un prólogo mag-íilfico de Benjamín Jarnés—y "El de­rrumbamiento del Socialismo alemán" de Luis Araquistain, ensayo a fondo sobre la situación catastrófica que atra­viesa Alemania, en el que el autor fija x;on gran clarividencia los orígenes, motivos y derivaciones del estado en •que se halla aquel partido. La dialéc­

tica poderosa del escritor y el golpe de vista del político brilla en este vo­lumen con sus mejores rasgos. "Pri­meras lecturas civiles", de J. Lillo Ro-delgo; "Posibilismo socialista de la de­mocracia", de Largo Caballero; "Lo que aprendí en la vida", de Ángel Pestaña; "El Estado contra la Na­ción", de Emilio A. Coni; "Verdad y mentira de la República española", de Luis Hernández Alfonso, y "Las épi­cas luchas de Viena", obtuvieron jus­ta resonancia en sus respectivos mo­mentos de su salida a luz. Hay que citar con especial mención "Una cam­paña parlamentaria", de Cordón Or-dax, donde este líder republicano re­coge cuanto dijo en las Cortes al dis­cutirse el tema sobre los haberes del clero y el artículo 26 de la Constitu­ción, haciendo gala de elocuencia y alto espíritu critico. Las cartas polí­ticas de Fermín Galán "Desde la pri­sión de Montjuich"—prologadas con m.uy certeras consideraciones por Fran­cisco Galán—nos reiteran bien el ta­lento y la grandeza de alma de aquel héroe.

"La revolución social", de L. Paul, traducida por J. Gómez de la Serna; "Partido Agrario Republicano", de C. Crespo del Campo; "La voz de un per­seguido", de J. Calvo Sotelo, pintores­co, a la par que ridiculo alegato en contra de las instituciones de la Repú­blica; "El movimiento sindical en Fran­cia", de León Jouhaux, traducción por Enrique de Santiago; "El enemigo", de Mauricio Karl, y "Una política mili­tar expuesta ante las Cortes", de T. Peire, son obras dignas de tenerse en

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•cuenta, por muchos y muy distintos motivos.

Libro de gran éxito ha sido "El úl­timo pirata del Mediterráneo", de Do­mínguez Benavides, admirable retra­to de Un opulento aventurero español de nuestros días, alrededor del cual gira todo un mundo abigarrado, casi siempre extralegal, cuya descripción •acredita una vez naás las dotes de no­velista del autor, hoy perseguido ju­dicialmente y desterrado de Kspaña a •causa de su obra. "La República ago­niza", de Juan B. Bergúa, critica del régimen, bien pensada y bien escrita, •aunque asaz pesimista; la excelente colección de "Crónicas de las Consti­tuyentes de la segunda República es­pañola", de Arturo Mori; "La Cons­titución interior de Catalunya", de Rovira y Virgili, y por modo particu­lar los irónicos "Cuentos al Nuncio", de Juan Cueto, escritor de una prosa llena de animación y de energía, que-''Jan en nuestro recuerdo de lector dis­tintivamente. Gregorio Marañón nos ofreció un ensayo de gran porte, "Rala y decoro de España", haz de flechas lanzadas con inimitable precisión In­telectual a los blancos previstos. Es ^ste, sin duda, uno de los mejores ll­oros de Marañón. Hernández Cata po­ne las cosas de la terrible Cuba del Dictador Machado en su punto emo­cional y justiciero en "Un cemente­rio en las Antillas", asi como Ernes­to Giménez Caballero coloca las de España y las de Europa en el lugar l i e le place a su fresca fantasía, em­pleando para ello su indiscutible in­

genio, su cultura y la fuerza expresi­va de un estilo de auténtico escritor. "La nueva Catolicidad" es el título de este interesante volumen. La racha de libros buenos sigue con "La senda ro­ja", de Julio Alvarez del Vayo, Impre­sión objetiva y vibrante, a la vez de uno de los nuevos caminos de la hu­manidad, y con "La experiencia del Poder", de Marcelino Domingo, expo­sición clara, metódica, dijérase impa­sible por la rectitud argumental y el sosiego con que van sucediéndose las ideas; cualidades características del estilo del ilustre político. "La Historia del reinado de Alfonso XIII", de Mel­chor Fernández Almagro, pone a prue­ba la ecuanimidad crítica de este bri­llante escritor, cuya pluma se ve obli­gada a realizar los más hábiles movi­mientos para arribar al término da una biografía tan espesa como la del abyecto Borbón de que trata. Entre las traducciones importantes que •se han hecho en el año figura en primci término la de "El Capital", de Carloa Marx, versión íntegra y directa del alemán, realizada por Wenceslao Ro­ces. También son notables la de ia obra "La China de hoy", de Van-Min Kang-Hsin, y la de "Un ejército in­vencible", de Vorochilow.

Como se ve, la bibliografía política del año no ha sido escasa. Muchos li­bros, algunos excelentes, y un térmi­no medio en la producción de calidad intelectual muy estimable.

ANTONIO ESPINA.

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EL AÑO UNIVERSITARIO

De octubre de 1933 a noviembre de 1934, un curso más en la vida escolar, que puede ser un año decisi­vo, por lo menos un momento que cie­rra un cierto período y que, como todo lo que cierra algo, puede ser el paso a otro algo aún no suficientemente claro.

Intrusión de ta violencia

En una primera mirada podría ca­racterizarse este año que acaba por un considerable aumento de la violen­cia en la vida estudiantil. Violencia fina, airada, no con gran convicción, por cierto, como táctica. Violencia que sólo se justifica por esta palabra: tác­tica, y que en ella se agota, y que no procede, por tanto, de un choque es­pontáneo entre grupos de contendien­tes, sino de una decisión enconada de organismos externos a la misma vida universitaria.

Pero este acusamiento de la violen­cia en la superficie de la vida esco­lar marca, quizá, una decadencia, el final de un periodo. El periodo co­menzado, aproximadamente, en el cur­so 1927-1928, con la creación y auge de las Asociaciones escolares, cuya vi­da y preponderancia ha caracterizado a este periodo, breve y fecundo, de la vida de la Universidad española. ¿Qué ha significado este período, que por todos los síntomas termina con el co­mienzo del curso actual? Es la cues­tión que no puede dejar de presentar­

se en cuanto se mira al momento, pues nada del presente se explica por si mismo, y menos aún cuando es nota final, calderón de una melodía trans­currida y aún actuante, pasado inme­diato inseparable del alma, que sin él quedaría no sólo ininteligible, sino también irreal.

Indudablemente, si hay algo que ca­ractericen los años transcurridos des­de 1927 en la vida universitaria es el crecimiento y auge de las Asociacio­nes escolares, y de entre ellas, la lla­mada Federación Universitaria Escolar, la F. U. E.

¿Cuál era el clima necesario para que prosperase? Como todo clima, es resultado de distintos elementos; al­gunos de ellos nos alejaría del tema al ser analizado. Pero podemos, por el momento, reducirlos a dos: uno de ellos es la presión interna de la masa estudiantil, que necesitaba ascender a un plano social propio. Ser estudian­te no era ser nada en España, no sig­nificaba una manera de vida, y—en el mejor de los casos—ninguna acti­vidad fuera de la asistencia a las cla­ses. Dentro de la Universidad el estu­diante se limitaba a ser elemento pa­sivo, y fuera de ella vivía según el acomodo social de su familia. Ser es­tudiante era ser nada, y es bien no­torio que la vida Intelectual apenaa tenía que ver con la Universidad; lo» escritores, intelectuales y aun cientí­ficos, habían pasado tonguetes fk las aulas; algunos después volvían a ellas como profesores, coincidiendo por

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casualidad entonces la inteligencia vi­va con la función docente. Pero en todo caso la vida intelectual transcurría externa—en algunos casos tangente o secante—a la vida universitaria.

Se trataba, pues, de reconstruir el ser, el sentido de la Universidad. Tan decadente ya, tan marchita.

E¡ estudiante y el ciudadano

político

E.sto por una parte. Pero la Uni­versidad está en una nación, en un Estado, los estudiantes son al mismo tiempo ciudadanos, y aquí surge el otro elemento, el que desde fuera cer­có a la vacilante vida universitaria para decidirla a algo que no sabemos todavía si acertado o no; para "echar­se a la calle". Nos referimos a la si­tuación política, finales de la Dicta­dura; la protesta creciente contra ella íué el otro eleraento que se mezcló '—debilitando o reforzando, según los casos—al otro ya dicho: el ímpetu de Una vida universitaria que nacía. En­tre los dos crearon la atmósfera pro­picia al desarrollo y auge de las Aso­ciaciones escolares, y dentro de ellas a la que da la tónica de este período, la F- U. E. Y dio la tónica porque en­carnaba la dolóle faz del movimiento estudiantil, por un lado político, por otro universitario.

El advenimiento de la República hizo cambiar esta situación. Parte de loa grupos escolares que hablan viví-do estos acontecimientos, así lo com­prendieron; otros obstinadamente per­sistían en la antigua actitud, fiados de su eficacia—sin considerar que esta

eficacia provenía tan sólo de su ade­cuación al momento—.

En el otoño de 1931, la Unión Fe­deral de Estudiantes Hispanos convo­có un Congreso de todos sus elemen­tos, que a mi ver tenía este sentido: reajustarse con la nueva situación, examinar los problemas que ésta plan­teaba y salir de allí con un ánimo nue­vo, renovado.

¿Qué pasó después? Allí mismo lu­chó la escisión, los dos elementos que, mezclados, hablan vivido en los años inmediatos al advenimiento de la Re­pública luchaban y se separaban. El afán universitario y el afán político; el que deseaba una Universidad reno­vada y fecunda y el que deseaba po­nerla—aun antes de creada—al servi­cio de fines políticos. Las votaciones del Congreso fueron ganadas por loa primeros; pero... quedaban los segun­dos dispuestos a actuar.

Prosiguió la lucha ahora interna a la propia vida escolar; es más, a las propias Asociaciones, a la Asociación predominante, la F. U. B., que llevaba dentro la doble raíz política y univer­sitaria. El reconocimiento oficial que le otorgó el primer Gobierno de la República vino a complicar su situa­ción, por ser prematura; por haberle sido concedido inoportunamente antea de que ella misma hubiera consegui­do desembarazarse de su espectro po­lítico.

Situación actual

Y en esta situación se encuentra insertado como eslabón terminal el

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curso 1933-1934. A lo largo de él, los núcleos de estudiantes políticos, que van a la Universidad con un manda­to de fines extrauniversitarios, llenan su vida de una inútil violencia. Dife­renciándose estos núcleos políticos de la política de la antigua F. U. E. en que ésta nació en circunstancias tales que el doble afán universitario y polí­tico nacieron mezclados desde dentro de la vida escolar, mientras que en los grupos políticos que han extendi­do la violencia sobre la vida universi­taria han venido a caer sobre ella, que se limita a soportarlos.

A comienzos del curso actual de 1934 se ha retirado a la F. U. E. el reconocimiento oficial otorgado, su de­recho a enviar representante a los claustros. Esta medida gubernamental cierra una época, la época que comien­za en los últimos años de la Dictadu­ra, y de la que hubimos de hablar. ¿Significará igualmente la entrada en otra? Forzosamente ha de ser así, y para ello existen ya grandes esperan­zas. Y esta época nueva de la Univer­sidad española no puede significar otra cosa que el cumplimiento de aquella primera ansia que movió al estudian­te a sacudirse de su inercia, a salir de Eu atonía, el ansia de una Universi­

dad viva, con vigencia Intelectual y social. Una Universidad que por ser fiel a su ser y destino influya en la vida nacional en que se asienta.

Realidades optimisfas

Existen ya firmes esperanzas, y aun espléndidas realidades. Durante el curso de 1932-33 se inauguró en la Ciudad Universitaria su primer edifi­cio, el de la Facultad de Filosofía y Letras. La inauguración del edificio inaugura igualmente un nuevo siste­ma de estudios, una nueva concepción de la totalidad o sistema de las ense­ñanzas. Y también—aire, luz y espa­cio abierto—un nuevo estilo de vida para el estudiante. Realidad todo ello, presentida y buscada por aquel pri­mer favor de un renacimiento de la Universidad española. Como en leja­nos días, sobre la colina de Santa Ge­noveva de París nació la Unidad oc­cidental del cortejo de oyentes que acompañaba a una figura singular que enseñaba Filosofía, la nueva Univer­sidad española renace de esta matriz viva que es actualmente la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid.

Marta ZAMBUAIVO

EL A Ñ O C I E N T Í F I C O Comparada con otras disciplinas, la Ciencia ya hecha, doctrinal, conser-

blbliografla científica tiene que ser, vadora y dogmática, que no es nunca naturalmente, escasa. Al libro va la obra de un hombre ni de un año, sino

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de muchos hombres y de muchos años, pues que la Ciencia—a diferencia del Arte—es una continuidad. El investi­gador tiene que considerar como pro­pios los descubrimientos ajenos y to­mar como punto de partida el de lle­gada de su antecesor. Por consiguien­te, las grandes síntesis científicas, las teorías fecundas que marcan una épo­ca en la historia del pensamiento hu-ínano, sólo se dan muy de tarde en tarde, porque son el resultado de una larga serie de meditaciones individua­les y de pequeños hallazgos, que un genio, en un momento feliz, eleva a la categoría de descubrimiento.

En conferencias, cursillos monográ­ficos, artículos de revistas y Memo-"•las, es donde, a causa de su gran peso especifico—naucho contenido en esca­so continente—está la ciencia del día, rica en ideas nuevas y venero de su­gestiones que, al abrir el diafragma de todas las posibilidades, dejan en­trever todos los horizontes.

En este resumen del año científico • e 1934 hay que prescindir, por tan-*"• de la gran cantidad de manuales, ^Puntes y libros de texto, que en Es-Paña se multiplican con proliferacifin "bíblica, tanto mayor cuanto menor es Su valor original, que las más veces Se reduce a variaciones tipográficas y trastocamientos de sinónimos para enmascarar tautologías con labores de taracea infantil.

La academia de

Por reciente dimisión de D. Leo-lardo Torres Quevedo, la preside don Slas Cabrera.

Como todos los años, esta Corpoi ración ha evacuado numerosos infor­mes—cada vez menos—, a causa del saludable vigor con que examina laa obras sometidas a consulta. Entre loa que merecieron aplauso de la Acade­mia figuran los "Elementos de radio, electricidad", de D. Gustavo de Mon-tand; el estudio de D. José Cubilla Pluiter sobre "Dinámica de las nubea tempestuosas y su influencia sobre la seguridad del vuelo"; "La supuesta playa levantada en Santoña", original! de D. Orestes Cendrero, y la "Agricul­tura e Industria Agrícola", de D. Flo­rencia Bustinza.

En el concurso de premios, que co­rrespondía este año a la Sección de-Ciencias naturales, con el tema "Enu-. meración razonada de las rocas hipo-, génicas de España", obtuvo el galar­dón D. Maximino San Miguel de la, Cámara.

Aparte de su Anuario y Revista, la-Academia de Ciencias ha emprendido-la publicación de tres Memorias que-se hallaban revisadas, al efecto, poí-sus autores, señores Lozano Rey, Zu-lueta y San Miguel, gracias al aumen­to en la consignación del presupues-. to de Instrucción pública.

Las tres cátedras que se instituye­ron con el legado "Conde de Carta­gena" han sido desempeñadas el año. 1934 por D. Tomás Rodríguez Bachi­ller, D. Miguel Catalán Sañudo y don Antonio Zulueta y Escolano, y las be­cas en el Extranjero, con cargo al mismo legado, las continúan disfru­tando los Sres. D. Antonio J. Flores, que estudia Topología con el profesor Menger, de Viena; D. Julio Garrido,.

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•que, en el laboratorio del profesor Mangin, de París, investiga con los métodos clásicos de Mineralogía y Ra­yos X; Vicente Gómez Branda, que trabaja sobre Combustibles sólidos en el Instituto de Investigaciones sobre €l carbón de la Politécnica de Carlot-tenburgo, y D. Luis Bru Vilaseca estu­dia, bajo la dirección del profesor Scherrer, en el Politécnico de Zurich, problemas relacionados con la difrac­ción de electrones.

Finalmente, la Academia de Cien­cias envió representantes a los Con­gresos de las Uniones de Geodesia y Geofísica (Lisboa) y de Geografía (Varsovia), al Geológico (Washington), al de Uniones científicas (Bruselas), al de Ornitología (Oxford) y a la Asamblea general de la Unión inter­nacional de Física pura y aplicada (Londres y Cambridge).

El Instiiufo Nacional de

Física y Química

Está dividido en seis secciones: Magnetismo, Espectroscopia, Rayos X, Física-Química, Electroanálisis y Quí­mica Orgánica, bajo las direcciones respectivas de los Sres. Cabrera, Ca­talán, Palacios, Moles, Guzmán y Ma-dinaveitia.

Entre las publicaciones que ha he­cho durante el año 1934 merecen des­tacarse las siguientes:

M. CrespI: Cinética de la absorción. "I. Velocidad de absorción de los ga­ses NO y NO por las paredes de vi-tirio".

S. Pina de Rubíes: "Nuevas razas •del neodimio en el espectro de arco

a presión normal entre las longitudes de onda 3.100 y 2.400 A".

J. Palacios y R. Salvia: "Estructu­ra cristalina de la naftazarina".

J. A .Barasoain y R. Salvia: "Me­didas fotométricas de la reflexión de los rayos X. II. Comparación de los métodos fotográfico y de ionización".

J. Guzmán y G. García: "Electro­análisis y macroelectroanálisis del ní­quel con electrodos de hierro".

M. A. Catalán y F. Poggio: "Efec­to Zeeman del espectro del wolframio".

J. Palacios y J. A. Barasoain: "Es­tructura cristalina de la pirofilita Al (OH)2 Si, Oj,.

J. Guzmán y A. Sarabia: "Electro­análisis con tres electrodos".

C. Nogareda: "Reacciones de super­ficie a presiones muy bajas. I. Platino: Cloro. A) Procesos sobre la superficie del metal en forma de filamento".

Piedad de la Cierva y J. Palacios: "Medidas fotométricas de la reflexión de los rayos X".

C. Nogareda: "Reacciones de «u-perficle a presiones muy bajas. I. Pla­tino: Cloro. B) Procesos sobre la su­perficie del metal finamente dividido".

Amelia Garrido y E. Moles: "La estructura de las schoenitas".

J. Guzmán: "Artificio para el ca­librado eléctrico de hilos metálicos".

Carlota R. de Robles y B. Moles: "Estado de los cuerpos disueltos en ácido sulfúrico absoluto".

A. Escribano y E. Moles: "Estudio del volumen molecular del agua en las sales sódicas".

B. Cabrera y H. Fahlenbrach: "La susceptibilidad magnética del agua y la influencia de las sales disueltas"'

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B. Cabrera y H, Fahlenbrach: "Dia-magnetismo del agua pesada en los estados líquidos y sólidos".

B. Cabrera y H. Fahlenbrach: "Dia-Magnetismo de los alcoholes prima­rios y otros compuestos orgánicos".

C. Nogareda: "Reacciones de su­perficie a presiones muy bajas. II. Pla­tino: Bromo".

J. Guzmán y A. Rancaño: "Despo-larimetrías con par termoeléctrico".

J. Guzmán y L. Quintero: "Electro­análisis y Macroelectroanálisis de pla­ta con tres electrodos".

M. Crespí: Cinética de la absorción. 'II. Estudio de las ecuaciones de la

•Velocidad de absorción y su compro­bación experimental".

C. Nogareda: "Reacciones de su­perficie a presiones muy bajas. III. Platino-Iodo".

M. Crespí y V. Aleixandre: "Absor­ción de gases por las paredes de vi-•irio. XII. Amoníaco sobre vidrio Je-la . Cinética de la absorción".

Juan M. Torreja y Ricardo Salce­do: "Teoría de la oscilación de una lámpara neón".

J. María Torroja y R. Salcedo: "Es­tudios experimentales de neón y sus aplicaciones".

J. Palacios y J. García de la Cue­va: "Estudio de orientaciones median­te el ROntgen-goniómetro de Welssen-berg, en hilos y láminas de aluminio Inclinadas".

J. Palacio y B. E. Galloni: "La es­tructura cristalina del sulfato calcico bihidratido (yeso)".

J. María Torroja y G. de Montaud: Estudio de un horno eléctrico de in

ducción por medio de corrientes de alta frecuencia".

J. Guzmán y L. Quintero: "Electro­análisis y macroelectroanálisis indi­recto de aniones con tres electrodos".

Julián Rodríguez Velasco: "Estu­dio de N-metilanilidas".

Francisco García González: "Deri­vados furánicos y pirrólicos obtenido» con azúcares y éster acetil-acético".

La Sociedad matemática española

Vacante la Dirección, por falleci­miento de D. Luis Octavio de Toledo, la Sociedad Matenxática Española tie­ne en 1934 la siguiente escasa produc­ción:

F. Albarrán: "Sobre la ecuación de Pell".

G. Ancochea: "Invariantes de un hilado triple".

J. Barinaga: "Sobre algunas fun­ciones definidas por ecuaciones en di­ferencias".

J. M. Orts: "Iteración de funciones simétricas".

J. Rey Pastor: "Observaciones sobre las series de potencias cuyos coeficien­tes son funciones algebraicas en­teras".

R. San Juan: "Una solución del problema de los monumentos de Stieltjes".

El observatorio astronómico

Lo dirige D. Pedro Carrasco, y ade­más del "Anuario", en el que reco­ge datos de gran Interés científico, ha

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publicado un "Boletín astronómico", en el que inserta trabajos de obser­vación y de investigación que pierden interés si su aparición se demora a los plazos que supone el "Anuario".

Entre estos trabajos, merecen desta­carse los relativos a las diferencias de longitudes geográficas, por los se­ñores Ascarza, Carrasco (P. y R.), Gu-Uón, Tinoco, Martín Lorón y Pinto de la Rosa; la investigación del pe­ríodo de "El Cephei", realizada por D. Rafael Carrasco; las observaciones

de las protuberancias solares hechas por D, Pedro Jiménez Landi, y los re­sultados de las observaciones realiza­das en Izaña (Tenerife, Canarias) por D. José Tinoco y D. Rafael Carrasco, en cumplimiento de la oferta hecha en el Congreso de Cambridge en nom­bre de España por los Sres. Castro (D. Honorato) y Carrasco (D. Pedro) para una amplia determinación de di­ferencias de longitudes geográficas aplicando los métodos más modernos

FRANCISCO VERA.

¥

EL AÑO EN LA MEDICINA

EL CONGRESO DE WIESBADEN Y SU

INFLUENCIA UNIVERSAL

El Congreso cuyas tareas más influ­yen sobre la Medicina de todos los paí­ses, todavía con motivo más que sobra­do, es el que anualmente celebran en Wiesbaden los médicos de lengua ale­mana, y al que acuden siempre los más destacados universitarios. Real­mente, desde hace cincuenta años las actas del mismo dan un exponente com,pleto de la investigación médica anual, y por ello, de la evolución de la Medicina en Europa Central.

Es por esta razón más subrayable que en el año actual se haya entre­gado casi exclusivamente al estudio de las aplicaciones al hombre de las

teorías de la herencia en sus múlti­ples y variados aspectos. Este tema lo han desarrollado tres ponentes bien conocidos por sus trabajos sobre la re­lación de la Genética con la Medici­na humana: el profesor Eugen Fischer, de Berlín; el profesor Verschuer, do Berlín-Dahlem; y el profesor Naegell, de Zurich; pero luego han contribuido con numerosas comunicaciones de gran valía psiquiatras y neurólogos como Bremen, F. Curtius y Luxemburger; internistas como Diehl, Weitz, Jürgens, Nisse, Forster, etc., etc. Es curioso que antes de leerse las ponencias, al pronunciar el discurso de apertura, co-

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ino presidente del Congreso, el profe­sor Schittenhelm, uno de los mayores prestigios de la Medicina alemana ac­tual, ha aconsejado orientar las activi­dades e Investigaciones de los médicos en armonía con los ideales del nuevo Estado, aserto atrevido e insólito en cualquier reunión médica, y mucho ínás en estos Congresos, marcadamen­te desprovistos de carácter político.

Pero además de esto, el doctor W. Gross, de Berlín, director de una Institución Nacional Socialista, creada para difundir en el pueblo el cuidado de la raza y las ideas políticas, se ha entremezclado en las tareas de esta re-linión científica para insistir en que •Os líderes políticos eran los que de­bían trazar las rutas y objetivos, a las que los hombres de Ciencia se en­cargarían luego de dotar de una sub-estructura, esto es, de fundamentar y •dar forma; según él, nunca el objeto • 6 la ciencia (entendida en el senti­do lato que tiene para el alemán edu­cado) debe llegar hasta el extremo de suministrar ideas que ejerzan influen­cia sobre la actitud mental de todo ^n pueblo. Como argumento a favor •"8 esta tesis de "una Ciencia de Es­tado", empleaba Gross el de que la tarea de los científicos durante los catorce últimos años no había ejerci-^'> influencia favorable sobre las 'deas y tendencias políticas y morales • 1 pueblo alemán.

Sin entrar en una crítica de la idea ^6 la Ciencia al servicio del Estado, •<ÍUe se saldría de nuestro objeto, no Podemos dejar de decir que actual­ícente nos parece tan inaceptable ^omo monstruosa. Sólo podríamos ad­

mitir esta supeditación en la prácti­ca, cuando estuviéramos bien cier­tos de que los gobernantes habían de guiarse por aquellas hermosas palabras de San Pablo: "Tened curiosidad por todo y examinad todo para conservar lo que es bueno para todos". Asi y sólo así se llegaría a no admitir otros triunfos que los del Espíritu y la Ca­ridad. ¿Habremos de insistir en que hoy la actitud del mundo en general y del nacionalsocialismo muy espe­cialmente, es bien distinta de aquella que, para comprender al hombre como "persona humana" y no solamente como "hombre vital", exige una sim>-patla antecedente y una verdadera comunición espiritual de los hom­bres? (1)

Ello nos llevaría aparejado, por lo pronto, el deseo, sobre todos los demás, de no rebajar ni hacer daño a los de­más seres humanos, y no parece que sea precisamente este un impulso esen­cial, ni siquiera dominante, en las ideas o en los hombres del nacional­socialismo, como tampoco en las d i otros pueblos.

* * *

Dado este clima político y moral del mundo alemán actual, y realmente de casi todo el m.undo, no podemos ex­trañar que al aplicar al hombre los conocimientos deducidos de la Cien­cia de la herencia humana hayan Ue-

(l) Conformes con £ . Mounier en la primacía ie lo espiritual y en (]ue la persona humana no ¿ana nada, como pretende el falso esplritualismo fascita, con la exaltación de los valores vitales, raxa, juven­tud, disciplina, fuerza, éxitos deportivos, trabajo* públicos, tensión nacional, etc., y en que tampoco lo espiritual se reduce a la cultura, ni a la libtrtad dentro de un orden más o menos rígido.

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grado a promulgar leyes como la re­ciente que rige actualmente en Ale­mania, para la aplicación de la Euge­nesia. Es sabido que, según semejan­te Ley, un Tribunal de hombres com­petentes que se ha formado para ca­da núcleo de población, decide que se practique la esterilización en cada caso, usando cualquiera de los proce­dimientos conocidos, en aras del me joramlento de la raza. La selección de estos individuos la tienen que hacer los médicos y los directores de asilos o fundaciones pedagógicas, pero tam­bién está permitido que los ciudada­nos se presenten voluntariamente. Es­ta Ley, muy reciente (14 julio 1933), permite la aplicación de la Eugenesia a las siguientes enfermedades: Debi­lidad mental congéoita (idiocia, imbe­cilidad y otras formas de debilidad mental menos graves, pero claramen­te hereditarias), I]zqiilzofrenla, Ixx;n-ra circular, Epilepsia hereditaria, Co­rea hereditario de Huntlngton, Ceguera hereditaria, Sordera hereditaria. De­formidades corporales graves y here­ditarias y Alcoholismo crónico. Así, dicha Ley viene a situar a tales mé­dicos en el papel de jueces de la Pa­tología hereditaria.

Los Tribunales Eugenistas han em­pezado a funcionar el año actual, y BÓlo el de Berlín había ya decidido, hasta primeros de junio del corriente, la esterilización de 325 casos, entre 348 que había juzgado; de éstos, un 84 por 100 eran Esquizofrénicos, un 29 por 100 Oligofrénicos, un 24 por 100 Epilépticos, y de los demás pro­cesos había solamente un porcentaje pequeñísimo, salvo de Alcoholismo, que

dio un 6,8 por 100. Es curioso que de estos 325 casos 143 se habían presen­tado espontáneamente.

A la vista de estos hechos podemos preguntarnos si el estado actual de la Ciencia de la herencia aplicada al hombre, tal como se ha reflejado en este último Congreso de médicos ale­manes, justifica suficientemente aque­llas decisiones eugenéticas encamina­das al mejoramiento de la raza.

E. Fischer, en su ponencia, demos­tró, con acopio de datos, que no sólo el Neo-Mendelismo es perfectamente apli­cable al hombre, sino que en muchos respectos las teorías de la Genética so apoyaban sobre bases mucho más fir­mes que la mayor parte de las que aplicamos comúnmente en Medicina, por ejemplo, la teoría Hormonal.

Verschuer, con sus investigaciones sobre los gemelos procedentes de un solo huevo, ha presentado los ejem­plos más claros de la transmisión de las Leyes de Mendel en el hombre Tales ejemplos permiten, como es ló­gico, diferenciar hasta qué punto loa caracteres hereditarios son influen­ciados por el medio, y hasta qué pun­to son constitucionales o genotíplcos. En los trabajos de ambos autores se vio con claridad que cada una de las diversas cualidades de un individuo no están en su mayoría fijadas a un solo Gene o factor hereditario que realiza la transmisión, sino a varios enlazados, que forman una serle en­cargada de transmitir cada una de las cualidades de todo ser.

Hace más de veinte años se había dem,ostrado que estos Genes estaban dispuestos dentro de los cromosomas

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de las células germinales masculina y íemenina de cada especie, de un mo­do característico para cada una de «lias. Pero luego se ha podido comr Probar que cada uno de estos Genes no s61o es influenciable por el medio «orno se desprende de una observación superficial, sino por la mayor o me­nor actividad de cada uno de los otros Oenes y sistemas de Genes que carac­terizan a cada individuo, lo que, como se comprende, complica singularmen­te la investigación.

Es conocimiento bien difundido el de que todos los gemelos de un solo lluevo son extraordinariamente seme­jantes en todas sus características, In-•cluso en las Patológicas; por esto la aparición en ellos de propiedades dis­tintas tiene que ser debida a la In­fluencia del medio. Pero aun estos Semelos uni-ovulares, que son ideales Para la investigación de la herencia, ^erschuer y otros investigadores han demostrado recientemente que alg)u-íías veces presentan desacuerdos apa­rentes, a causa de que los síntomas Patológicos aparecen con Intervalos diversos en cada gemelo (por ejemplo, la Tuberculosis), y de que los síntomas Son diversos de uno a otro (por ejem­plo, en la Esquizofrenia, el gemelo *nS,s inteligente suele padecer una forma de locura más grave).

Merced a esta clase de investigacio­nes, y también gracias a trabajos ex­perimentales y al estudio de grandes estadísticas deducidas de árboles ge-*iealógicos, se ha averiguado que mu-"Chas de las cualidades hereditarias es-^ n condicionadas no sólo por un "Cieñe principal, sino por la Influencia

de Genes secundarios (características Poligénicas). También se ha visto que un Gene que obra como secundarlo en la producción de una característica es, sin embargo, el Gene principal para la exterlorización de otra u otras.

Herencia y Raza

Ahora bien, recientes investigaciones han comprobado que hay Genes, y por tanto características, fácilment* Influenciables por el medio, y que en cambio otros caracteres (Somáticos o funcionales) son difícilmente altera­bles. No es de extrañar lo primero, puesto que el hombre es una creación relativamente nueva sobre la tierra y está pasando por una fase en la que sus Genes son relativamente suscep­tibles a las mutaciones. Asi, frecuen­temente aparecen en él nuevos Genea, puesto que vemos brotar nuevos ca­racteres, mientras que probablemente otros se atrofian. Fischer contribuya en su ponencia con ejemplos muy cu­riosos, que prueban cómo las diferen­cias raciales obedecen a mutaciones, y cómo éstas se producen más fácil­mente en lo psíquico que en lo físico. Por esto los rasgos psíquicos servirían mejor como características raciales.

Ello plantea la necesidad de hacer estudios especiales sobre la Psicolo­gía de la raza; pero el primer paso en esta empresa exigirla la creación de una Psiquiatría para cada raza. Sin embargo, según Fischer (1), las en-

( I ) Y aai todos los A. A.

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fermedades propias de una raza y sus caracteres distintivos de las otras no obedecen a una transmisión paralela o común, sino que la mayor parte de las enfermedades que caracterizan a algu­nas razas obedecen a la falta de m.ez-cla con otras, lo que les resta valor de caracterización.

Sin embargo, en su ponencia admi­tió Fischer la tendencia de determi­nadas razas al desarrollo o predomi­nio de ciertas mutaciones. De todos modos, según otro de los ponente» (Naegell), no se han dado todavía pruebas suficientes a favor de que el resultado de las mutaciones que apa­recen en algunas razas se transmitan como lo hacen los verdaderos caracte­res adquiridos.

ie * 1¡

Todas las enfermedades heredita­rias aparecen asociadas con cambios en determinados Genes, producidos por mutaciones, y tales alteraciones de los Genes pueden constituir variantes Ge-notlpicas de poca importancia o pue­den ser variaciones Genotípicas más profundas y adquirir extraordinaria significación cHnica, sobre todo en las enfermedades del sistema nervioso y de la sangre.

En la transmisión de las enferme­dades de lasan^ re (Hemofilia, Diá­tesis trombopénica u otras formas de las llamadas trombopatías constitucio­nales de JUrgens) se han registrado todas las fases de transición entre una pequeña anomalía en la coagulación de la sangre y una verdadera Hemo­filia o trombopenia. Lo mismo se pue­de decir de las diversas formas de sor­

dera (heredopatía acústica de Ham-merschlag), de la que se han encon­trado todos los grados entre las perso­nas de oído duro con Otoesclerosis mo­derada y el sordomudo de nacimiento con idiocia o cretinismo, y lo misma se ha visto con muchísimas enferme­dades del sistema nervioso. Esclerosis, en placas, Siringomielia, Miotonla atróflca. Atrofia óptica, etc.

En las familias afectas de cualquiera de estos procesos se dan casos tan leves, que muchos de los sujetos llevan den~ tro de sí cualquiera de estas enferme­dades y la transmiten a la descenden­cia sin padecerla ellos mismos. Estoa sujetos, llamados portadores o conduc­tores, plantean uno de los problemaa mis difíciles e importantes en la apli­cación de la Eugenesia, y para cuyai resolución sólo por analogía con algu* nos ejemplos muy claros se puede ob­tener alguna orientación en la mayoi parte de los casos. Sin embargo, aun en la Hemofilia, en la que, como ea bien sabido, las conductoras son las, mujeres, y los enfermos los varones, no se ha llegado todavía a determi­nar con suficiente exactitud entre loa descendientes de una familia cuáles son los signos hematológicos que ca­racterizan la propiedad de ser con­ductores del proceso. Así lo demues­tran, entre otros, los reclentísimos t ra­bajos del propio Naegeli.

Este ijroblema de los conductores adquiere más importancia en el estu­dio de las enfermedades mentales, no sólo por su frecuencia (lo que hace-que sean estas enfermedades las de más importancia en la práctica de la Eugenesia), y las que con más cía-

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rldad dem.uestran su carácter heredi­tario, sino porque como los psiquia­tras saben (y Luxemburger ha insis­tido sobre ello en este Congreso), en la mayor parte de las enfermedades psíquicas la transmisión hereditaria no tiene carácter dominante. Por ello, para hacer una Eugenesia a fondo habría que eliminar de la procreación no sólo a los descendientes verdadera-ttiente psicópatas, sino incluso a los sujetos sanos, para tener así la segu­ridad de incluir en las medidas eugé-nicas a los conductores que presen­taran una predisposición latente. Pe­ro para llegar a aquella diferenciación sería necesario que conociéramos y pudiéramos diagnosticar las fases pre­coces de las diversas enfermiedades mentales, lo que a su vez precisaría, como es lógico, una clara elaboración de los posibles tipos pre-Piscóticos: sólo de esta manera se llegaría a un Verdadero pronóstico hereditario, que Permitiera una justa aplicación de la Eugenesia.

Ahora bien, si resulta injusta o in­eficaz la aplicación de la Ley alema­na con arreglo a nuestros conocimien­tos actuales en Psiquiatría, ya es del todo crual su aplicación a otras en­fermedades, y sobre todo en el Alco­holismo. En efecto, la interpretación genética aceptable sobre la transmisión de este último es la de que no se ha­cen alcohólicos ni anormales más que los predispuestos mentales, en virtud <3e la transmisión de un factor here­ditario cuya herencia no siempre si­gue las leyes de Mendel.

Por último, una cuestión de gran Importancia en la aplicación a la prác­

tica de las leyes de la Genética Hu­mana es la de los llamados "Facto­res de exteriCli/.ación". En efecto, el carácter Patológico hereditario puede no tener por sí solo tal intensidad co­mo para manifestarse sin ayuda del medio, por lo menos en algunos ca­sos, y por lo tanto, si no contribuye éste con los adecuados factores de ex-teriorización, la enfermedad heredi­taria puede quedar latente durante un período más o menos largo de la vida del individuo, e incluso durante todo su ciclo vital. Escusamos decir lo que esto complica la Interpretación de los hechos.

En resumidas cuentas, si por Euge­nesia entendemos lo que Galton, el inventor de este término, quería, a sa­ber, "el estudio de los agentes some­tidos a control social que pueden me­jorar física y mentalmente las cuali­dades de las generaciones futuras, y por tanto, las de la raza", resultará que la tarea del médico como simple profesional quedará muy reducida si se atiene a las más recientes adquisi­ciones de la Genética que le enseñan los trabajos que acabamos de men­cionar. El último Congreso alemán ha puesto bien de manifiesto que por ahora la principal preocupación de los médicos debe ser la de profundi­zar en el conocimiento de la Patolo­gía C o n s t i t u c i o n a l (Hagamos no­tar de paso que esta disciplina toda­vía no figura siquiera como enseñan­za oficial en nuestras Universidades, ni en casi ninguna extranjera.)

Prácticamente, los médicos debemos limitar nuestras medidas Eugénicas (si seguimos el ejemplo de los más

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preclaros genetistas) a aconsejar el apartamiento sexual en los pocos casos que claramente lo indican las Leyes de Mendel, y sobre todo a difundir estos conocimientos entre nuestros conciuda­danos, puesto que una opinión pública Instruida e inteligente es más efica^, probablemente, que ninguna Ley Euge-néslca, por buena que ésta sea (Gates), y ya vendos que la alemana actual so­brepasa con nxucho las posibilidades eu-génicas de un Neo-Mendelismo estric­tamente científico. Pero antes que na­da el médico está obligado a precisar,

mediante la aplicación de todos los métodos que le da la Patología Cons­titucional, los rasgos que caracterizan las fases precoces de la gran falange de las enfermedades heredables, para llegar al exacto aislamiento y delimi­tación de los conductores o transmi­sores de las mismas. Así podrá un día construir árboles Genealógicos de los que se deduzca una Genética sana, y sólo de este modo llegará a cumplir a conciencia su papel, tan difícil, en el mejoramiento de la Humanidad.

Ensebio OLIVER PASCUAL

Dibujo de Norah Borges

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S E G U N D A E N C U E S T A (Continuación)

Veáse an enunciado completo en la página l l 5

JOSÉ RODRÍGUEZ DE LA PEÑA: ¡.—Ustedes saben muy bien que hay dos literaturas: una decrépita y una joven; una que se va y otra que viene. ¿A cuál se refie­ren ustedes? Si es a ésta, sus personajes no están en los libros todavía. Existen grandes señales; otra vez la estre­lla nos orienta hacia el Norte, porque una Vez más la luz viene de Oriente, de un Oriente boreal como las au­roras. Pero los personajes representativos están "en her­bé", querido amigo, según la gráfica expresión francesa. Repítame esa pregunta dentro de diez años si vivo, y quizá seré más afortunado que ahora. Porque no han venido pero vendrán; el mundo entero los está esperando. Recuerden ustedes que pasaron más de sesenta años desde que murió Cristo hasta que se escribió el primer evange­lio con todos sus maravillosos personajes representativos. Hace algo de más de cuatro siglos, tras el cataclismo que hundió en sus negruras a la Edad Media, subió del Sur una tormenta sobre toda Europa. ¿No recuerda usted •el tumulto que se levantó de lenguas? Uno puede oír en él la risa de Rabelais, la lírica de Shakespeare o la morda­cidad de Cervantes. Pero el corazón de aquella tormenta —contrariamente a la de ahora—era austral y volcánico: un ruido de alas atronadoras y el nombre de Miguel Án­gel. Y cuando hubo extremecido y purificado al mundo y pasado, viéronse campos y ciudades vestirse con las flo­res del humanismo. Triunfó de nuevo la vida como triunfa siempre; el mundo abrió los ojos a la belleza y al progreso. Erasmo ponía los huevos que luego Lutero empollaba—se­gún el decir de los frailes del tiempo—. Y la risa Volvió a ser compañera del joven y amiga del viejo, porque el corazón humano tenía ya un hito y una esperanza. ¿Y ahora? ¿Estamos o no asistiendo de igual modo al fin de una época? ¿Se va, dejando una trilogía abruma­dora como la del Dante, un poema popular como el del Cid, o unos "Cuentos de Cantorberry" como Chaucer? Claro es que yo no he leído más que algún que otro li­bro de cada autor contemporáneo y quizá no he acertado •a leer el mejor. Pero el caso es que a cada desengaño me

Fofodi'n litsrarioi Alfonso Diez (El sabio)

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Fotodín literario!

Joven autor d e múltiples y variadas

novelas. Promete una labor exten-

sísimai pues tiene muchas cosas en

la cabeza

hice siempre la misma reflexión: "Un libro, como toda obra humana, debiera estar sujeto a premio y a castigo^ ¿Por qué a un señor que escribe un libro malo no le pasa nada?—Sí, dirá ustedes, suele no Vender el libro, que yct es castigo grande. Esto en primer lugar no es verdad, por­que ustedes saben como yo que se venden infinitamente más libros malos que buenos: pero hasta cuando ocurre el caso de que los complejos de inferioridad de un libro malo no son de los que cautivan al lector no suele caer et castigo sobre el autor sino sobre su cómplice el empre­sario, que por algo la Justicia es ciega... Pero no: no es verdad que yo piense asi: yo no quiero que castiguen a nadie por grande que sea su culpa. Y que es grande, vive Dios, lo demuestra el que entre las siete plagas de Egipto no envió el cielo la de esa literatura que hace soñar aqui a los jefes de negociado. Aunque quizá en los inexcrata-bles designios de la Providencia está el de que los jefes de Administración y las señoritas del té migado sueñen,, y entonces resultaría que también es necesaria esa litera­tura, como el estiércol lo es a los campos. "No puede usted tener una idea del infierno, señora, dice Heine a su dama; no recibimos de allí noticias oficiales. Pero que las almas que van allá abajo estén obligadas a leer todos los malos libros que se imprimen aqui arriba, eso es una calumnia. La vida de los condenados no es tan dura. El diablo no inventará jamás torture^ tan refinadas". Arriba, pues,, estamos peor. Amigos, cuando doy en pensar en eso es cuando imagino que si fuese el califa Omar quemaría to­dos esos libros con sus personajes, figuras de cera como las que se Ven en los escaparates de ¡as peluquerías y que están pidiendo el pelotazo. Y enviaría a presidio a los reincidentes... Ahora cambio de üoz, pongo el acento grave y digo que antes de incendiar la vieja Sodoma para pu--rificarla de sus pecados literarios, sacaría de ella a unos cuantos amigos espirituales... Sí, sí; puede que tengan ustedes razón y que yo también sea un poco viejo y me­rezca ser quemado. Pero yo sacaría a Dreiser, a Baroja, a Lewis, a Cide y tal vez algún otro, dignos y capaces de purificación. Porque esos son, de la sociedad burguesa que está agonizando, los que se negaron tercamente a doblar­la rodilla ante Nuestro Señor Todopoderoso, el Público. 2.—¿Semejante a Don Quijote? Claro que no. Don Qui­jote vino a cerrar un período literario: gestas y aventuras medievales que corrían parejas en lo estupendo y sobre­natural con los milagros que se atribuían a los santos.. La Edad Media ya estaba lejos. Siglo y medio de huma­nismo habían sacado al mundo de la embrutecedora borra-

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chera teológica en que le Volvió a sumir ¡a espada de Si­món de Montfoct y el feroz fanatismo dominicano. Peco el pueblo seguía cantando las hazañas milagrosas de sus santos y la no menos milagrosas aventuras de sus caballe­ros. Y de la cabeza del más grande de los revolucionarios y los humanistas españoles salió Don Quijote con su lanza impregnada en el veneno de la ironía cervantina, para arremeter contra las rezagadas fugitivas sombras medieva­les. Dejaré sin embargo este tema, pues hablar de Don Quijote es corroborar. Cuando de adolescente leía yo sus percances me hacía siempre esta reflexión: "Todo le pasa a este hombre por meterse en lo que no le impirta". Pero jutamente ello constituye su eterna y perdurable grandeza y lo tiene en la cumbre de la poesía como el más brillante de los símbolos. Porque mientras los hombres pequeños solo viven para lo que ¡es atañe, este manchego glorioso se lanzó a los caminos del mundo para reparar las mal­dades de los hombres y los descuidos de Dios. Aunque estaba loco sabíH que el silencio contra la injusticia que se hace a los demás es aquiescencia y cobardía. Por eso se alzó... Aquí está su raza. No importa que en la empresa nos pisoteen los cerdos o seamos vencidos un día por un barbero disfrazado como él lo fué; la sombra de nuestro espíritu a caballo sobre la sombra de Rocinante, seguirá ganando combates por los inmensos espacios del mundo intelectual.

Tampoco hay en ¡a literatura del siglo XX ninguna crea­ción representativo de la fuerza del "Fausto". Bien cono­cida es la leyenda medieval que sirvió a Goethe, la leyen­da del "famoso encantador Johannes Faustus, sabio doc­tor que habiendo estudiado todas las ciencias, acabó por arrojar sus libros e hizo un pacto con el diablo para go­zar de todos los placeres de la tierra, pero fué obligado a dar su alma al infierno". En aquellos tiempos, todo el que poseía alguna sabiduría terrenal es que había hecho pactos con el diablo. Pero Fausto era un espiritualista que desertó reivindicando los derechos de la carne, con lo que vino a hacerse materialista, es decir, revolucionario. El genio, de Goethe elevó este mito en alas de la poesía a cumbres donde ninguna de las obras del siglo XX al­canzó... Tampoco hay nada semejante a "Madame Bovary" este libro es el monumento más grande que en los tiempos modernos se ha levantado a la estupidez humana. Flau-bert era un herrero que hacía muy bien los remaches. Esta "Madame Bovary" es el espejo perfecto de ¡as almas me­diocres. Y, sin embargo, Flaubert tenía un grande y duro

Fotodín literario:

La culfa y virtuosísima directora de la revista 'Pro Femina*

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Fotodín liUrarloi €1 pro<«or Z . Iluitr* (ildlogo

corazón normando de artista. Le entusiasmaban ¡as tra­gedias bárbaras: Agamenón, Esquilo, Homero y sentía no haber vivido en el tiempo de la guerra de Troya. Pero obli­gado por sus padres a nacer en Francia y en los días nuestros, se convirtió en un patético naturalista, en un materialista consumado. A veces, busca su inspiración en las cosas más grotescas e insospechadas que arrancan a su recio talento hondos suspiros de melancolía: "¿Acaso la sola contemplación de un par de botas viejas no pro­duce una tristeza amarga? Cuando se piensa en todos los pasos que dentro de ellas se dieron para ir ya no sabe uno donde, en todas las hierbas que se pisaron, en todos los fangos que se recogieron, el cuero reventado que bos­teza parece decir: "Y ahora, imbécil, compra otras barni­zadas, relucientes, rechinantes, que ya vendrán a ponerse como estamos nosotras, como tu un día cuando hayas ensuciado muchas plantillas y sudado en muchos em­peines". Por aquí Flaubert, con lo que llaman los fran­ceses "mauvais grace" entronca con los maestros nuevos y salta por encima de la vieja literatura burguesa...

GUILLERMO DIAZ-PLAJA: 1.—La pregunta, así for­mulada, no concreta lo suficiente los ámbitos a que la respuesta podría referirse. En un cierto sentido acaso lo representativo de nuestro tiempo sea precisamente el no poder ser representado por ningún "personaje". 2.—No. Justamente en la pregunta se incluyen los topes extremos de la creación novelística como género moder­no: De Don Quijote a Madame Bovary. Dígase lo que se quiera, con el realismo muere la novela entendida como categoría estética. De su final dan fe las extrmeadas in­yecciones de dinamicina—Mnthelant, Marinetti etc.—, de morosina—Proust, Joyce—o de Urina, que diagnostican los más sesudos doctores. Pero todo esto no son más que partículas, químicamente puras, de cadáver, en evasión.

ANTONIO DE OBREGON: 1.—La rebelión de las musas se ha verificado en la vida real y en la literatura. En el recinto de la novela han penetrado las musas y, en muchos casos, han anulado a los protagonistas. Antes, los nove­listas creaban en sus producciones el ambiente en donde iban a desarrollarse la vida real. Ahora, la vida real ha ha tirado de ellos, en ocasiones con tal ímpetu, que se les ha adelantado, y los novelistas no han podido seguirla. Y claro es, a veces la vida sin decoradores de talento, sin esce­nógrafos geniales como en otro tiempo, resulta que es sórdida y fea como nunca. Para evitar ésto, corramos

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tras la realidad, con tesón y con brío (como la multitud blanca que persigue a un negro), adelantémosla, hagamos la nuestra, de los novelistas, como siempre fué, y some­támosla a nuestra tiranía (de la misma manera que un autor de talento somete a su gasto a la primera actriz...) Tipos representativos de nuestro tiempo, personajes de la literatura universal, existen muchos. Pueden serlo el Ba-bitt opulento y millonario de Sinclair Lewis; los cam­peones del mundo moderno—sin alma, deportivos y po­líticos—de Paul Morand; el soldado alemán—personaje de circunstancias—, de Remarque; el proletario triunfan­te—de vida más efímera aun—de "El Cemento"; los ni­ños terribles y eternos de Jean Cocteaa; la Temple Drake, absurda y universitaria de Faulkner; el Canguro apostó­lico y laborista de Lawrence; los seres atormentados de Joyce; los personajes de las novelas de Huxley, algunas de las cuales son verdaderos catálogos de los hombres y mujeres de la actualidad, correspondientes a sus latitudes... 2.—No. Ningún personaje de esos mencionados—ni otros muchos más que faltan—puede aspirar aún a la ejempla-ridad y a la publicidad de un Julián Sorel, de una Ma-dame Bovary, de un Romeo, de un Don Quijote..., es decir, de los que están ya colocados en el panteón de lo inmarcesible. Entre otras cosas, porque ese trasiego de per­sonajes de la Literatura a la inmortalidad verdadera, tie­ne un trámite lento y doloroso, para evitar que se con­vierta en esa otra terrenal y burocrática, de nuestras Aca­demias...

Pero no quiero decir con esto que en el mundo actual no haya novelistas capaces de producir personajes históri­cos, no. Hay en nuestra época formidables novelistas y estoy seguro de que algunos de ellos ocuparán un puesto entre los grandes ingenios del pasado y además una me-dallita en la solapa que dirá: "Novelista del siglo XX y, por lo tanto, cuando escribir era más difícil que nunca". Ni la novela buena, ni los novelistas extraordinarios, ni los personajes universales, mueren, desgraciadamente para esos seres catastróficos que querrían que ana hecatombe —más fuerte aun que la Democracia—les libertara de la difícil y maravillosa tarea de crear.

JUAN GUTIÉRREZ GILÍ: I.-—Ninguno. Al menos en la literatura. 2.—Tengo la sensación de que la época actual no tiene eco en ¡os héroes de la novela. Los protagonistas de hoy se le escapan al literato por la vida, y la literatura repre­sentativa lo es por las ideas, no por la creación artística.

Dibujos d« Sanfa Crux-,

Fotodín lH«rariot

El fñor Homaro, padra

da la poasía

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L I B R O S D E E D U C A C I Ó N Y P E D A G O G Í A

A pesar de que las cuestiones edu-tjatlvas suscitan hoy en España una atención grande, la producción biblio­gráfica original es todavía escasa. Nos hallamos en la etapa de curiosi-<lad que mira a los cuatro horizon­tes y, por lo mismo que interesa lo propio, buscamos soluciones, las más posibles, en la experiencia ajena, atrayéndonos lo nuevo como receta milagrera. Especialmente se advierte tal posición en el dominio de la en­señanza primarla, donde se afanan millares de maestros por conocer el ttltimo avance pedagógico, y también por ensayarlo.

Esto, que de momento quizás per­turbe la labor sencilla de la escuela, supone un enriquecimiento de las po­sibilidades y obliga a esperar serena­mente los resultados del vario y he­terogéneo influjo. A pesar de los acu­sados nacionalismos del mundo, la la­bor educativa responde a la más am-jjlia y generosa internacionalidad, sor­prendiendo advertir cómo la iniciati­va de algún maestro perdido en el mapa universal repercute en lugares lejanos, cuando el libro o la revista comunican un valor digno de estima­ción.

El breve resumen que sigue eviden­cia este carácter de amplia solida-Tidad y la parte grande que en nues­t ro balance de libros acusan las tra-duciones, junto a la parva manifesta­ción nacional.

La poliiica pedagógica

Después del libro "La revolución en la escuela", que destacaba la la­bor de Rodolfo Llopis en la Dirección general de Primera Enseñanza (caba preguntar si revolución y escuela son términos perfectamente armoni-zables—, el mismo autor nos da en la Editorial España "Hacia una escue­la más humana", donde recoge las tendencias y preocupaciones importan­tes de la hora. El primer capítulo po­ne el crisma a la obra, y va seguido de otros estudios análogamente suge­ridores: La conciencia del maestro, El sindicalismo en la enseñanza, Las internacionales del Magisterio, El des­arme moral. La conquista del hombre tuturo... "La escuela—escribe Llo­pis—va perdiendo ese falso carácter pedagógico que todavía tiene, para adoptar un aire más familiar. La es­cuela será la casa del niño." Ello s« Inserta en el concepto que de la Pe­dagogía tiene Ortega y Gasset, citado páginas adelante: "Si educación es transformación de una realidad en el sentido de cierta idea mejor que po­seemos y la educación no ha de ser sino social, tendremos que la pedago­gía es la ciencia de transformar socie­dades. Antes llamam,os a esto polí­tica; he aquí, pues, que la política sa ha hecho, para nosotros, pedagogía

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eocial, y el problema español, un pro­blema pedagógico."

Aquí sería también ocasión de re­ferirse al libro de H. Ducos "¿Qué es la escuela única?", publicado por Juan Ortiz, y al de E. Witte Backhen-ser "La escuela única", de la Colec­ción Labor; pero necesariamente he-íiios de seguir adelante. No sin reco­cer estas palabras del diputado Hae-nisch en el antiguo Parlamento ale­mán: "En el futuro no sería nada extraordinario que el hijo de un mi­nistro hubiera de dedicarse a zapate­ro, y que el hijo de un zapatero lle­gase a ministro." Se impone la refor­ma de la sociedad, la acomodación a Una nueva norma...

La culfura pedagógica

No es posible, en el límite señala­do al com.entarista, abordar esta rú­brica, como no sea renunciando a lo que exceda de una brevísima enume­ración. Tantas son las obras—casi to-•das ellas traducidas—destinadas a sa­tisfacer la apetencia que el profesora­do Tnianifiesta, según apuntábamos -antes. Las casas editoriales rivalizan, animosas, en servir la demanda. Una <le ellas—"Revista de Pedagogía"— se ha especializado en esta labor, con Un alto criterio selectivo que permite •disponer, en versiones cuidadas, de •obras como la "Pedagogía", de Pe­tar Petersen, entre las que ha dado •Ültimamente la serie de su Bibliote­ca Pedagógica. Con la misma orien­tación de cultura aplicada ha publi-•cado Elspasa-Calpe, entre otros libros.

"La lectura silenciosa", de Lo^we; "El desarrollo espiritual del niño", de Carlos Buhler; "La causalidad física en el niño", de Piaget, y otras obras de Decroly, Meresanu, Doffreus, et­cétera. A señalar, como notable pro­ducción nacional, la nueva edición de Gonzalo Lafora "Los niños mental­mente anormales", que admite holga­damente la comparación con análogo estudio de Decroly, publicado por Francisco Beltrán, el veterano editor, a cuya cuenta hemos de poner tam­bién "El niño sin defectos", de Ro­bín—muy sagaz disertación—; "La Psicología aplicada a la educación", de Decroly; "La educación fisiológi­ca", de Seguin; "El alma infantil y el pslco-análisis", de Decroly, entre otras obras.

A su vez, el editor M. Aguilar, siem­pre alerta para descubrir el interés del lector múltiple, ha impreso "Loa problemas de la pedagogía marxista", de Friedman, al lado de otras publi­caciones de análogo interés. Y la Edi­torial Estudio ha puesto en circula­ción "La pedagogía vivida en las es­cuelas maternales y de párvulos", de Charrier. Nada diremos de todos es­tos libros, muchos de los cuales soli­citan un largo comentario. Así la ci­tada obra de Piaget, dada al castella­no por Juan Comas, y plena de doc­trina sustancial, de agudos interro­gantes difíciles de contestar.

"La Lectura", ahora fusionada con Espasa-Calpe, ha proseguido la pu­blicación de las obras completas de D. Francisco Giner con los volúme­nes "Estudios sobre educación" y "Educación y enseñanza", jugosos y

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actuales después de medio siglo de haber sido escritos por una pluma que, al detenerse sobre las cuartillas, era una flecha apuntando al porvenir.

Cuaderno de {rabajo

Incluimos en este epígrafe aquellas obras dirigidas al perfecionamlento del maestro en las técnicas del oficio. lia relación sería Interminable. Seña­lemos la "Organización escolar", de Ballesteros y Sáinz, obra cumplida, por su orientación y doctrina, entre las numerosas publicaciones de "Revista

de Pedagogía", a las que correspon­den igualmente en la serie de loa Cuadernos de trabajo la "Metodolo­gía del Dibujo", de M. Medina Bravo, y la "Metodología de las actividades manuales", de Vicente Valls, así co­mo en la Editorial Ortiz "Un curso de lecciones de cosas adaptadas a las estaciones del año", por R. Jolly. Es de justicia subrayar las "Cien leccio­nes prácticas", de Ángel Llorca, en su reciente y tercera edición, esto es, en la reiterada prueba del interés que desplaza este libro vivido autén­ticamente en la escuela.

IJTJIS S A N T U I Í L A N O

LIBROS DE H I S T O R I A

Aspecto general de año en barbe-El tópico de encuestas (¿Qué prepa­ra usted para el a&o próximo?) se Justifica por una labor Intensa que pronto ha de aparecer.

T al volver hacia los meses que pa­saron, el afá.n de recapitulación, ape­nas si restan en el balance unos cuan­tos nombres de quienes publicaron Historia durante la etapa: Balleste­ros, Ortega y Gasset, Ezquerra, Fe-rrandis, Vera...

El más Importante acontecimiento: séptimo volumen de la "Historia de España". Su autor, B. Antonio Balles­teros y Beretta, se acerca al fin de

su Ingente labor. Reinado de Fernan­do VII, regencia de María Cristina, turbulencias políticas de liberales y serviles y el grito triunfal de la eman­cipación americana. SI fuera necesa­rio buscar un punto de referencia, ha­bría de pensarse en Mariana, en La-fuente, como término de compara­ción.

Pero la obra de Ballesteros y Be­retta es, ante todo, objetiva. En fuer­te contraste técnico aparece una relm.-preslón de "España invertebrada". Ortega y Gasset llama en ella la aten­ción de nuevas generaciones hacia an­tiguos sucesos que originan actuales

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problemas. Compartimientos estancos de clases sociales, imperatiovs regio­nales inescuchados y manifestaciones bélicas de un deseo de paz fueron los temas en que basó su alarma el en­sayo de ensayos, como llama a su obra el autor, alarma que el tiempo justi­ficó cruelmente.

La biografía en tanto aumenta en número considerable. Multiplicación de "Vidas". Españolas, hispanoameri­canas, extraordinarias, famosas. Se diría que los editores intentan agotar los adjetivos; pero el primer plano sigue en poder de las "Vidas españo­las e hispanoamericanas del siglo XIX", Que dirige Melchor Fernández Al­magro.

Dos estudios monográficos: "La conspiración del duque de Híjar", y Una biografía del cardenal Sandoval y Rojas. Es autor del primero RamOn Ezquerra, y su trabajo, que alcanzó 61 Premio Nacional de Literatura, es, en técnica de investigación, suma de amenidad y de honradez. Episodio in­teresante que toma insospechado as­pecto con los documentos que Ezque-T a utilizó, ha llevado a los concursos nacionales una muestra de vitalidad Universitaria, que se completa con el segundo premao; "La biografía de Sandoval", escrita por Rafael Láine2 Alcalá.

El Mecenas toledano era más co­nocido en citas literarias del siglo Brande. De vez en vez, el agradeci­miento ponía su nombre en las más bellas páginas de obras maestras; pe-ío hasta que el entusiasmo pertinaz de Láinez hizo surgir de olvidados ar­chivos toledanos a su cardenal—mag­

nífico como un príncipe florentino—, pesó sobre el purpurado procer el si­lencio de 16 inédito, en que aun con­tinúa: Mecenas en espera de editorial mecenazgo, Sandoval ha sido objeto de una de las más bellas producciones-del año. "

Afirmación de auténtica Historia:-Dos obras que silencian héroes y com­bates: el segundo volumen de la "His­toria de la cultura medieval españo­la", de Francisco Vera, y la "Historia de la Cultura", de Manuel Ferrandis Torres. Los personajes de ambas se mueven en ambiente humano, para' lograr la divinización de su labor, mientras en las viejas historias clási­cas, el héroe, el príncipe seml-divini-zado, pocas veces alcanza un valor humano.

Vera, espíritu de buen matemático, sistematiza el conjunto de tres ten­dencias hispánicas: hebreos, cristia-, nos y árabes unen sus complejos ra­mos en bien acabado catálogo, qua marca una nueva modalidad en la in­quieta y fecunda personalidad del autor.

Ferrandis Torres ha logrado, en dos volúmenes, algo trascendental. Sínte­sis de todas las ramas culturales, orientación de desorientados, la obra de Ferrandis alcanzó acogida franca entre los estudiosos, pero su principal lector será quien aspire a formarse una rápida y sólida cultura. En rá­pido desfile se hermanan las más ári­das instituciones con las más bellas obras de arte, y la prosa fácil se ade­reza en la anécdota, que vive una época.

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T luego... algunos libros más. En ritmo lento de publicaciones, el año pasó en barbecho, augurio de buena cosecha próxima. Se anuncian para •u comienzo en 1935 la monumental "Historia de América", que Salvat hermanos ha encargado de dirigir al profesor Ballesteros; ,a "Historia de España" y la de la 'Xilteratura Espa­ñola", que hace tiempo anunció Es-pasa-Calpe; una nueva edición de la "Historia del Mundo en la Edad Mo­derna", publicación de Sopeña, diri­gida por D. Eduardo Ibarra, que per­mitirá, por vez primera en España, estudiar científicamente la situación de apasionantes problemas: Rusia, Italia, Alemania.

Una colección de nuevo tipo apa­rece como final del año. Su titulo: "Biblioteca de la Cultura Española". Brindada a quienes no pueden dedi­car toda su vida a una lectura metó­dica, los volúmenes hacen en sus par­tes primaras sucintas biografías y es­quemas de las ideas de un valor re­presentativo en el pensamiento espa­ñol. Doscientas páginas en cada tomo contienen una selección de las obras de séneca, Beato de Liébana, Ellpan-do, Alfonso el Sabio. Martínez Mari­na, Echegaray, y autores, en fin, de todos los siglos en las ramas todas del saber humano.

Pero en 1934 la Historia abando­nó el libro para buscar el suceso en otros campos de trabajo. La Acade­mia (diezmados en parte sus miem­bros) llamó a sí auténticos historiado­res. Doña Mercedes Gailbrois de Ba­

llesteros, Investigadora del reinado de Sancho IV y de la vida maravillosa de María de Molina, el profesor Za-bala y Lera, el más notorio de los es­pecialistas en Edad Contemporánea, de quien próximamente se publicarán una interesante biografía de un edu­cador de multitudes, una historia de la conquista y colonización del Perü y el estudio del siglo XIX al través de las memorias literarias. Dos jóve­nes académicos más, los señores Mi­llares y Sánchez Cantón, llevan al vie­jo edificio una serie de méritos aje­nos en un todo—afortunadamente—a la política. El doctor Marañen, prece­dido de sus estudios históricos ("El Empecinado visto por un Inglés", "En­sayo biológico sobre Enrique IV y su tiempo" y "Las ideas biológicas del padre Feljóo") hace esperar un nue­vo ensayo de personal valía.

Intensa actividad de seminarios en la Universidad. La Facultad de Le­tras Inaugura una veintena de centros de investigación en Impulso que tras­pasa las fronteras. La cátedra de His­toria de la Medicina, en dos gruesos volúmenes, da a conocer su copiosa labor y un interés que el gran públi­co no había sentido jamás acompaña la tarea universitaria.

Un hecho importante: El grupo de cho. Etapa de pronrvesaa para el 1935. historiadores de la Ciencia española se rebela contra la arbitrariedad de un organismo internacional, y, como muestra de trabajo, resucita un siglo ignorado. Cotarelo, Zanco, Vera, Gui-, Uén, Benito, Merino, Barreiro, Gar­cía del Real, Folch, Arévalo, Roldan, Van Banbergen, Barras de Aragón y

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Sosa, en una serie de estudios metó-dioajnente enlazados, compendiaron la técnica del siglo X V H español.

Asi fué 1934. Año de estudio, de

preparacién, que augura un gran avaí ce para la siguiente etapa.

l iCIS r>K SOSA.

L I B R O S D E V I A J E S

Siempre tuvo el español fama de «edentario, a lo menos por no ganar concepto distinto en virtud al af&n con que pusiera en letra de molde y •obre papel impreso sus notas viaje­ras. Hasta cuando más corrlfir mundos, ívieron excepción los que dejaron re­lato de sus viajes; asi, cuando alguna editorial de nuestros días quiere pu­blicar "vlapes clásicos", los nombres de españoles son los menos, aunque *n 1934 debamos recoger como apa­recidos los Viajes por la América me-rtdlonal, de Félix Azara (junto a las reediciones de los de Pigafetta y Mar­co Polo) , y la Relación de un viaje h e c h o a Cotacache y otros puntos, en 1802, por Francisco José de Caldas, ^ue ha publicado el padre Agustín Barreiro.

También pueden considerarse por otro estilo, como clásicos, el Viaje por í^spaña, de Gautier, y Un invierno en ^íallorca, de Jorge Saud, con que se acrece en el curso del año postrero la. "Colección Universal" de Espasa-Calpe.

Los españoles que en 1933-S4 más «tendieron al deber de exaltar las be­

llezas de la tierra nativa fueron loa catalanes, recordando, en rápida men­ción, Jja Catalunya pintoresca, de Ja­vier Nogrués y Francisco Pujols; Cas* tells de Catalunya, de Jerónimo Mar-torell y Juan Amades; Costa brava, de Juan Soler de Morell, y Villafranca del Panadés, de Mas Perera.

La propaganda turística de Mallor­ca se ha expresado, en diversas guias, como la de Costa Ferrer, la del poe­ta José María Tous y Maroto, y los libros de Impresiones literarias sobra Mallorca, paraíso de loz, como aquél en que Mateo Cladera Palmer nos des­cribe el paisaje mallorquín a través de un alma.

No han faltado los que nos conta­ron sus impresiones americanas, t am­bién catalanes, habiendo coincidido dos libros, el de los señores Pinos y Gallar Mones, y el Dlotari d'on viat-Je, de Francisco Bordas, en tomar como escenarlo de sus andanzas el Canadá y los Estados Unidos, a los qu© se deben añadir las Notas de un via­je por la América del Norte, por don José M.» Barcena Verdú. También apareció la traducción castellana del

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libro de Mllton-Cheadle Del Atlántico a l Pacíf ico a través del Canadá, las Montañas Pedregosas y la Colombia Inglesa. Dirlase que todos estos viaje­ros pusiéronse de acuerdo para en­contrarse.

Las tierras africanas han dado de si tres libros: Por tierras de África, de María del Carmen Jiménez de No­guera; Del Tibidabo al Atlas y t o m a ­da, de Ivan Tirant, y EJ peñón de Vé-lez de la Gomera, de Aniceto Ramos Charco. La sierra conquense, dos: uno de Martínez de Castro, l ia Sierra, per­teneciente a las publicaciones de la clase de Geografía de la Normal del Magisterio, y otro de Jiménez Agui-lar, titulado Tierra fragosa. Ija reglón kárstica conquense. T la del Guada­rrama, unos Apuntes de la villa de Mlraflores de la Sierra, por Un vera­neante, y una descripción más de 13 SlscoTlal, por Juan Morales Vilanova.

No es posible olvidar los dos libros de Ramón J. Sender, Madrld-Moecú y Viaje a la aldea del crimen, presenta­ción reposada, para lectores sedenta­rios, de dos brillantes actuaciones pe­riodísticas, no exentas de pasión. Pue­de tranquilizarse el espíritu leyendo a continuación MI vuelta al mundo, de Antonio Pérez de Olaguer, con prólogo de Benavente; Viaje por Italia, de Jo­sé Jim.énez Alba, o Por tierras bíbli­cas, de León Vllluendas.

Todos los amantes de los bellos li­bros de viajes conocen hace t iempo las ediciones del editor Rey, de Greno-ble, que ocupan puesto de preferen­cia en las bibliotecas de las personas de buen gusto. Estos libros se empe­zaron a traducir a nuestra lengua;

pero faltaba en la fuente original el libro sobre España, y se ha encargado de aportarlo Manuel Siurot, que, con pluma noblemente encendida en fer­vor patriótico, con su Gspaña. Ijas Castillas ha rendido una buena obra, acompañando debidamente el desfile de unas maravillosas fotografías es ­pañolas, reproducidas en huecograba­do, con suma limpieza, por la "Edi­torial Juventud".

En lo sucesivo ha de ser difícil v i ­sitar Tüa Albambra granadina sin ha­cerse acompañar por el libro de Fi­del Fernández. Muy bien servido de ilustraciones, en fotografías y dibujos a plunaa, de Diego Guevara las prime­ras y de A. Garrido del Castillo los segundos, resulta excelente por el acierto con que van enlazadas en la descripción la historia y la arquitec­tura, el pasado y el presente, resul­tando un verdadero viaje a través do sus palacios y jardines, sin perder un solo momento el contacto con la exis­tencia de los artistas que alzaron tan maravillosos palacios, de los reyes árabes que los habitaron y del pueblo que los llenó con sus fiestas, sus le ­yendas y sus canciones.

José de Peray y March nos acom­paña e ilustra en el viaje a San Cu-gat del VaUés, y la descripción e his­toria del famoso Monasterio benedic­tino que hace en esta monografía, se­ñala la escrupulosidad con que supo revisar los fondos documentales, para hallar toda la significación que tuvo en el desarrollo de la cultura en los t iempos en que vivió con mayor es ­plendor.

Se trata de una segunda edición.

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puesta al día en las últimas Investi­gaciones, especialmente en excavacio­nes recientes, que han venido a con­firmar supuestos que al señor de Pe-T^.^y le hablan sugerido documentos e Indicios plenamente esclarecidos.

Resulta ya Indudable la existencia del monasterio benedictino del si­glo VIII, merced a una serle de ven­tanas, m&s bien aspilleras, que des* cubren el temor a las agresiones ex­teriores.

El libro, modelo de lo que debe ser la monografía de un monumento, es Una invitación al viaje, infunde el anhe­lo de buscar, al socaire de la cordille­ra que separa el llano del Valles del mar, el grato lugar de reposo que, por disfrutar de un clima seco y sano, ha dado motivo a un adagio catalán, se-gün el cual el que quiera salud tiene qu.e ir a San Cugat.

A todas ertas obras será, preciso añadir la copiosa, selecta e instructiva labor que viene realizando el Patro­nato Nacional de Turismo, traducida *n publicaciones siempre interesantes

y de brillante presentación tipográfi­ca. N o son sólo las hojas Informativa» de ciudades españolas y los trípticos, tan bien escogidos, en sus fotos en huecograbado. Son también los toml-tos de "El Arte en España", de la edición Thomas, con prólogos sintéti­camente eruditos, buena compañía de los repertorios fotográficos; los de la "Cataluña artística" e "Islas Balea­res", y los que contienen definitivos estudios de D. Elias Tormo y Monzó.

El libro 'España, y los Paseos a tra­vés de Madrid, de Sánchez Cantón; la Guía breve de Toledo, de M. de Asúa; la Ruta del Pirineo español, por C. Lana Sarrate; El arte en Cádiz, por Cé­sar Pemán y Pemartín, y los dos to ­mos de "Ciudades de España", consa­grados a Sevilla y Toledo.

Toda esta labor es merecedora del aplauso de propios y extraños, los unos por que ven exaltadas las bellezas d6 su patria; los otros porque encuentran modo rápido y accesible de conocerlas y estimarlas.

RAFAEIi PEREJGRINO

L I B R O S D E N I Ñ O S

Pocos, como siempre. Muy corta es la producción de literatura infantil en España.

Hasta hace algún tiempo la fantasía de los niños españoles se ha nutrido exclusivamente de cuentos clásicos. Bellos cuentos, en verdad; pero ninguno nacido en nuestra tierra áspera y poco accesible a la ternura.

Caperucita recogía las fresas y encontraba al lobo alemán; en un bosque

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de Alemania dormía la bella durmiente; el gato con botas llamaba a la puerta de un castillo francés y el patito feo nadaba en un lago de Dinamarca.

Ya va siendo hora de que el niño vea reflejado su país en las p&grinas d» un libro español. Que el héroe camine por pinares de España, beba agrua freso» ©n botijo de barro y viva en una casita encalada de Castilla, para que realidad y cuento se hagan una sola poesía en su alma.

Por eso, es de tener en cuenta el libro "Amanecer", de Josefina Bollnaga» premio nacional de Literatura en 1932, pero que no ha sido publicado hasta noviembre del 1934.

Es éste un libro caliente y amoroso como regazo de madre. "Cada espina contiene una flor", dice su autora en el prefacio. T el lobo perdona la vida a los corderinos tiernos y llora enternecido ante la pastorcita heroica del Gua­darrama.

Del otro lado del mar ha venido "El pajarito que todo lo cuenta"; pero va a parar a casa de Don Romualdo y Doña Tiburcla, que deben de ser dos ten* deros acomodados de la calle de Toledo. Nando y Pacita se encuentran a la» brujas en un montón de leña perfumada dé realna, y las brujas los hacen en­gordar con panecillos de San Antón, rosquillas de la tia Javlera y almendras de Alcalá..

Buen libro de lectura para las escuelas. Letra grande y clara, presentacióto sencilla y enseñanza amena y cordial.

De Josefina Bolinaga es también "Candor", publicado dos meses antea que "Amanecer".

"Candor" es un libro dé versos con dos o tres cuentos en prosa. Candoroso libro donde las flores simbolizan virtudes, hablan y dicen lindas y tiernas pala­bras, que sólo espíritus niños saben recoger.

Poasfa para niños

Ha sido éste que termina un buen año para la poesía infantil. Se ha dicho que la infancia del arte es el arte de la infancia, y en verso comenzaron a escri­birse todas las lenguas.

El niño adora las palabras rimadas. Vive aún intensamente el ritmo de los días, y de su propio corazón y aliento, y repite con inmenso placer los versos sencillos.

Hasta ahora la poesía infantil andaba desperdigada en libros viejos y nue­vos; pero rara vez padres y maestros encontraban en número suficiente verso» ingenuos, que sólo gota a gota llegaban a loa niños más afortunados.

Desde ahora los pequeños tienen dos antologías poéticas de poesía recita-ble, "Cordialidades", selección de poesías hecha por D. Antonio Fernández, T "Poesía infantil recitable", por D. José Luis Trincado y el Sr. Olivares Figueroa.

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En el primero de estos libros, editado por la casa Salvatella, se ha sacri­ficado la presentación a la baratura. El segundo, de la editorial Aguilar, esta confeccionado con primor y buen gusto, dentro de un precio inferior a los de la misma colección.

Preciosa portada de Gori, letras caligrafiadas y deliciosas ilustraciones de C. Edelhoff.

Los recopiladores dicen en el prólogo: "Poesía infantil es la poesía hecha para que los niños la digan como si fuese suya. El donante se hace semejante al donado y se da en comunión. Encontrarán los niños que dicen lo que sintie­ron y pensaron, con palabras bellas y precisas, no doctas, sino que estaban en BU propio arsenal acurrucadas en los rincones de su léxico."

No todos estos versos fueron escritos para los niños, pero si en momento»

exquisitamente inefables del alma del poeta. La selección está, cuidadosamente liecha. Cerca de doscientas poesías. Desde

"Deja laa avellanicas, moro' que yo me la« varearé, tres y cuatro en un pimpollo, que yo me las varearé",

de Lope de Vega, hasta: i

"Don dondiego, de nieve y de fuego; don, din, don, que no tenéis don",

de García Lorca, pasando por Lafontaine, los poetas americanos y lo mejor oel

folklore español, Y ya que se trata de poesía, no es posible olvidarse de "Júbilos", el libro

de Carmen Conde, poemas en prosa de niños y flores, plenos de emocionada ternura. El libro no ha sido editado para los niftos. ¿Por qué? Todo és está, transido de infancia, de risas claras de niño y chapoteo infantil en agua medi­terránea:

"Habla una pajarita de papel, que se llamaba Nieves. Una tarde, su mamá la llamó y le dijo:

—Como has sido muy buena en el colegio y no te han quitado ninguna pluma de las alas, te permito que juegues con tus amigas en el prado..."

Asi "La niña cuenta un cuento", y al tefmlnar quisiéramos estar con el

gorrión en aquel árbol "muy alto, muy alto, muy alto...', donde vive ya siempre

con la pajarita de papel.

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Cuenfos clásicos

El cuento clásico, nacido en remota y misteriosa fuente, ha tenido su repre­sentación este año en dos hermosos libros.

El primero fué el de Alejandro Rodríguez Casona, premio de Literatura, "Flor de leyendas". Como su nombre dice, son leyendas sabiamente elegidas y escritas en prosa correcta y bellísima. Le ha editado Calpe, y las ilustraciones son de Rlvero Gil. El libro merecía una edición más cuidada.

El segundo libro de este género es "Dan-Auta", de Adolfo Maíllo, editado por Aguilar. Está compuesto de varias narraciones clásicas de distintas épocas y un cuento malgacho que da su nombre al libro. Bien escrito, poco conocidas casi todas las narraciones, impreso en papel especial e ilustradas todas sus páginas con bellos dibujos a cuatro coloces, constituye un precioso libro Infantil.

Ilustradores

Dos ilustradores han hecho su presentación como narradores de cuentos en este año: Jesús Sánchez Tena y Antequera Azplrl.

El primero ha escrito e ilustrado magníficamente el libro "Titln Peluchín". Es un delicioso cuento para niños muy pequeños, a los que, como dice Bryant, célebre narradora norteamericana, no cabe contárseles ningún cuento que no pueda ser reproducido completa y absolutamente por imágenes.

Las aventuras de Titín en el bosque con los enanos, las ranas y la bruja están reproducidas a todo color y en profusión de dibujos intercalados en el texto.

No hay si no abrir el libro y empezar a contar el cuento al pequeñlto, que oye pasmado de asombro el relato extraordinario y emocionante. Las ilustra-clones le llevarán sin esfuerzo al país de lo maravilloso.

Antequera Azpiri, por el contrario, ha hecho un libro para chicos de doce años.. "Corremundo" son las aventuras de un niño aviador.

Si una aportación a las letras tiene valor en la medida que es necesaria, no cabe duda de que este libro le tiene grande.

A la edad en que los cuentos de hadas ya no interesan, el niño no tiene más literatura que las novelas de Julio Verne, Salgari y Mayne Reíd. Pero "Cuatro semanas en globo" no pueden asombrar en el siglo de los aeroplanos, ni las exploraciones al centro de África cuando puede irse en tren.

Imágenes modernas

Hace falta la novela moderna de aventuras. Pedro María Arrizabalagagoi-tiandla se lanza a la única aventura moderna. Cruzar el Atlántico en aeroplano.

Todos los chicos españoles quisieran imitarle, yhasta serán capaces de apren­derse su apellido.

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María Teresa León nos ha regalado con el encanto de su último libro, "LiUria fría, patinadora". Libro moderno de imágenes modernas, de creación. "Cuanto miren mis ojos, creado sea."

De Albertl son los dibujos, finos ingrávidos, hechos con la punta de la pluma sobre la superficie satinada del papel en este libro emocionado.

Bienvenido sea el arte joven a la literatura infantil, y benditos sean los que se hacen pequeñitos para apoyar la cabeza en el corazón de los niños.

Celia y sus aventuras

La autora de las aventuras de Celia, que comenzaron a publicarse en "Blanco y Negro" el año 1928, las ha reunido en cinco tomos. Cuatro se han publicado este año: "Celia; lo que dice", "Celia en el colegio", "Celia novelista" y "Celia en el mundo".

Celia es una niña como otra cualquiera, de las que vem.os pasar en un auto­bús que las lleva a casa desde el colegio. Vive en la calle de Serrano, y tiene Un papá y una mamá que la riñen y la miman, y son justos o injustos con ella, según el estado de sus nervios.

Su historia es sencilla por fuera y prodigiosa por dentro. Es una vida vul­gar, que todos los días se viste con el ropaje de maravilla, fantaseando, imagi­nando y viviendo en un mundo de aventura y de milagro.

Para la infancia española, tan ávida de realidades, es, tal vez, una obra que la satisface absolutamente, y está a la medida del misterio de la raza, que gusta de vivir el milagro sin separar los pies de la tierra.

Don Manuel Aguilar ha editado esta colección con profusión de dibujos de Molina Gallent y elegante y moderna presentación.

Esta es toda la obra literaria infantil que se ha producido en España en algo más de un año.

La editorial Juventud, de Barcelona, ha hecho una magnífica edición de los cuentos de Andersen, con dibujos en negro y planas a todo color de Athur Rackhan.

Si supieran los editores el valor de una bonita ilustración, de unos alegres colores, de una impresión clara y limpia; mejor aún, si lo supieran los autores, no se publicarían, a veces, bonitos cuentos bajo una portada gris y sin relieve.

No tenemos derecho a escatimar el arte en el libro del niño. Acaba de ave­riguar la Pedagogía una verdad que todos sospechábamos. El manantial de arte y poesía, que, caudaloso o escaso, todos llevamos en el corazón, fué alum­brado en los días más lejanos de nuestra niñez.

Todos nuestros sueños, hasta los que hemos de soñar en el momento de m.orir, nacieron en nosotros cuando éramos niños, una tarde que leímos un libro de estampas o una mañana que olla a jazmines el huerto...

E}IiBNA FORTUN

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EL DEPORTE EN LOS LIBROS

Las publicaciones deportivas españolas en el año pasado, aparte de la Prensa y otras manifestaciones periódicas, como el Anuario de la Federación Española de Fútbol; el Acebedo, bastante completito, y las Memorias de algunas entida­des, se han reducido a los tickees de ciertas b&sculas y las envolturas de algu­nos caramelos. No ha habido más excepciones que "Stádium", un libro ágil de Miquelarena, en el que el deporte no es más que un pretexto para lucir su fino humorismo; "Deportes de combate", dos tomos del capitán Badenas dedicados a describir con suficiente extensión y numerosas fotografías el boxeo inglés y francés, luchas grecorromanas y libre, esgrima de palo, jiu-jitsu y kuatsu, que es tal vez la obra española más completa de la especialidad, y la nueva edición de "Fútbol", el libro de Lloverás, verdadero "vademécum" del arbitro, donde se recopilan y se hace la exégesis de todas las disposiciones oficiales — Inter­national Board y Federación Española — que regulan la difícil misión de loa referees. Pero ni una obra de esas tan corrientes en el extranjero, hecha de recortes y de traducciones, ni siquiera un folleto para cantar una de las nume­rosas victorias morales en que nos hemos especializado los deportistas españoles.

En cambio, en el extranjero los pasados doce meses han sido verdadera­mente prolffieos. Nosotros hemos recibido 86 obras, que abarcan desde el libro ultracientffico de cultura física al manual para hacerse campeón del mundo en diez lecciones, pasando por el abrumador anuario de todos los deportes — "Spórt-Ing Chronicle Annual", de Londres, por ejemplo —.

A pesar de la cantidad, hemos leído poco nuevo: los deportes y sus técnicas . han llegado ya a un grado de perfección difícil de superar; tal vez por eso, y aparte de los tratados de cultura física, destinados al médico y al pedagogo antes que al deportista, lo más interesante se encuentra entre los tratadistas de natación, que es el sport que se ha extendido más rápidamente en los últi­mos años.

Reducidos nuestros comentarios a este deporte, para podernos sujetar al es­pacio de que disponemos, hemos de citar sólo tres obras, que son las que más pueden interesar al público español: "Nageons!", de Villiepon G. D., editada por Bernard Grasset, París; "Comm^ent vivre sous les eaux", de Lalyman, mis-HMi editorial, y "L'art de nager le crawl", de Weismuller, por Tremola, París.

"Nageons!" es uno de los tratados más completos que existen sobre nata­ción. En él no solamente se dan consejos para los neófitos, sino que son tra­tados los estilos deportivos — over, braza, trudgeon, crawl, saltos y juegos — con todo lujo de detaller. Es también muy interesante el capítulo destinado a dar consejos para el salvamento de nadadores en peligro, en el que se describe ampliamente el sistema Schaffer de respiración artificial a los ahogados.

Lalyman expone en BU libro numerosas e interesantes cuestiones. Destacan

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«ntre ellas su método para prolongar la permanencia dej nadador b».jo la «O» perflcle del agua.

La obra de WeismuUer es clásica en natación. En ella se han formado no pocos nadadores y entrenadores. Los consejos que hemos oído dar a muchos de éstos son los mismos que Welsniuller publica en su libro.

El "crawl perfeccionado", como llama WeismuUer a un estilo Idea por su entrenador Bachrach, es lo mismo que aliora se denomina estilo americano. Los perfeccionamientos que hoy día quieren atribuirse a los nadadores japo­neses son, a nuestro Juicio, un poco triviales para ser tenidos en cuenta en lo que se refieren a la posición del tronco, ataque de brazos y batimiento de pier­nas. La modificación más fundamental que quiere introducirse en el estilo americano se refiere a la respiración. La respiración "bilateral", como dice el mismo WeismljiUer, no es cuestión de estilo que intervenga de una manera Im­portante en el factor velocidad o resistencia.

La posición del cuerpo, la respiración, el ataque de brazos, el batimiento de piernas, estilos, métodos de entrenamiento, etc., son tratados amplia y origi­nalmente por el fotogénico Tarzán.

En otras actividades deportivas ya hemos dicho que hay muy poco nuevo en el aspecto técnico; en el aspecto anecdótico destacan "Le mystere Camera", en el que su ex manager León Sée detalla toda la serie de trucos y de escán­dalos de que está plagada la carrera del ex campeón del mundo de boxeo, y "The Toung Athelete", de Tisdall, campeón olímpico en Los Angeles de loa 400 metros vallas, que después de tratar todas las cuestiones relaciones con la técnica del atletismo con competencia que culmina al ocuparse del arte del "hurdler", dedica un capitulo especial a relatar todas las peripecias de la jor­nada olímpica, en la que por tirar la última valla perdió la ocasión de batir el record del mundo.

PABLiO HKRNANDESi CORONADO

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S E G U N D A E N C U E S T A (Final)

Víaae ra enunciado completo en la página 11S

RAMÓN FERIA: 1.—Lo que sucede es que estas figuras de la novela de nuestro siglo XX, son aparatosas. 2.—Richard Lovat Somers, Babitt, Ulises, y otros, son figuras, sin aparato, representativas de nuestra época: pro­ducto también de una crítica actual, esencialmente libre.

Microbio lllararioi Gormon d* U foxkomanía policia­ca. Cpidamla muy [virutanfar Ataca

también a lol ravacunadof«

AUGUSTO ESCLASANS: 1.—En la literatura contempo­ránea universal, como en la de todas las épocas, hay personas y hay personajes. Las primeras son lo que po­dríamos llamar fuerza de choque o masa intelectual, pre­paradora, a través de toda clase de heroísmos, de la eclo­sión de los segundos, que vienen a constituir una mino­ría selecta de verdaderos creadores. En la prosa, yo esco­gería a Marcel Proust y a Máximo Gorhi, como dos ex­tremos de una paralela social, el punto de tangencia de la cual podría ser James Joyce. En la poesía, también como tres puntos categóricos, perfectamente complemen­tarios, Gabriele d'Annunzio, Rabindranath Tagore y Paul Valéry. Sin embargo, creo yo que todos ellos definen la conjunción del siglo XIX con el actual. Hay que saber esperar; y, sobre todo, esperanzar. Acabamos de dejar atrás el primer cuarto del siglo XX. En el teatro, Bernard Shaw y Luigi Pirandello.

2.—La novelística actual, por el mismo motivo que acabo de exponer, no tiene todavía la perspectiva necesaria para fijar bases de comparación. Don Quijote, Fausto, Julien Sorel y Madame Bovary, a través de los diagramas intelec­tuales, concretan, definen y liquidan épocas de la vida social, cerrando una puerta y abriendo otra, por la que pasan las nuevas promociones. Por otra parte, la novela moderna tiende a la narración por conjuntos y al despliegue de masas. Quizás asistimos al nacimiento de la novela co­lectivista. "Jean Christophe", de Romain Rolland, puede ser una figura representativa, comparable a las antedichas. El "Babbitt", de Sinclair Lewis, también. Es evidente que las grandes novelísticas inglesa y alemana pueden ofre­cer personajes—más bien personajillos—más o menos par­cialmente representativos.

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R. BLANCO FOMBONA: 1.—No existiendo, por ahora, universalidad de la literatura o literatura universal; es de­cir, no existiendo la cosa, mal pueden existir los perso­najes que la representen. Si la pregunta,—¿quiénes son los personajes más repre­sentativos de la literatura universal contemporánea?—fue­ra, por ejemplo,—¿quiénes debieran ser?—parecería más fácil responderla. 2.—Para saber si la novelística del siglo XX ha llegado a producir tipos o arquetipos de la fuerza de Don Qui­jote o Fausto, será necesario: 1. que el siglo concluya: 2. que varias generaciones de críticas analicen a los nove­ladores y a los tipos que aquellos novelen; 3. que varias generaciones de lectores, en varios países, los conozcan; 4. que los pósteros decidan con su voto. Ahora nada sabemos. Proust es un magnífico espécimen de novelista del siglo XX; pero quizás no deja otro tipo representa­tivo que el mismo novelador. Además, Proust es toda­vía muy siglo XIX. Hasta por su nacimiento y por sus lecturas. Mientras no cristalice definitivamente el concepto Microbio l lUrarloi

Germán productor d * la llUra-sobre una obra inmortal a dada época corresponderá una ,o„,ig,„„,i p,ogr..iv«. En<« interpretación y una valoración distinta. A Don Quijote m*d*dr«ra pwotracumta se le tomó primero por una obra más de caballería; des­pués los académicos y gramáticos españoles trataron a Cervantes con familiaridad: era solo "un purista", es decir, algo como los mismos académicos; a Lamartine, en Fran­cia, no le gustaba Cervantes porque "Cervantes se mofa de los ideales". Con sucesivos cambios de interpretación iba cambiando lo representativo del escritor. En nuestro tiempo, gracias a una larga serie internacio­nal de exégetas cervantinos, desde Enrique Heine y Tur-gueneff hasta Unamuno y Elie Faure, sabemos o creemos saber en todo el mundo lo que Cervantes y su héroe signi­fican. Esta misma interpretación de nuestros días, ¿será definitiva? Lo definitivo es apenas—y para comentario a la encuesta basta—que el genio de Cervantes representa, entre los genios del universo, el genio de España. Al gran Wilíiam en el rodar del tiempo le ha ocurrido lo propio que al gran Miguel. ¿No era Shakespeare, en el siglo XVín, un bárbaro para Voltaire? El tiempo es quien decanta lo que debe prevalecer y lo que da sentido a lo que prevalece.

RAMÓN PASTOR: 1.-Mi conocimiento directo de esta lite­ratura tiene demasiadas lagunas para poder contestar la pregunta. 2.—Si los términos de comparación ofrecidos fuesen solo

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Don Quijote y Sancho, vacilaría en la respuetta. Con­fundidos con ¡os otros dos, no siento escrúpulos al equi­parar a la fuerza media representativa de todos ellos la fuerza representativa de "Chaclot." Sin que al hacerlo haya creído violentar los perfiles de la novelística del siglo XX.

Microbio lltararloi La «rudiclón

ANTONIO PORRAS: I.—5i ustedes no lo toman a mal les diría que la primera pregunta de su encuesta no es para mi. No conozco toda la literatura universal para decir cuáles son, a mi juicio los personajes más representativos. La literatura universal. ¡No es casi nada la preguntital Contestémosla diciendo francamente que esto no es para mí. Y en Venganza de esta confesión a que ustedes me con­ducen, un sucedido como dicen en mi tierra: Un catalán hablando con un distinguido profesor de la Universidad de Madrid le dijo: —Usted es catalán, claro. Y el otro respondió: —No señor: manchego nada más. Yo tampoco soy catalán, esto es: no conozco la literatura universal. 2.—La segunda cuestión es otra cosa. Los personajes com­parativos que ustedes citan son de novelística española, francesa y alemana. Los alemanes, tras el citado por ustedes, no han produ­cido un personaje de alto porte, y es que el alemán fra­casa siempre que se las tiene que haber con el hombre vivo. ¿No ven ustedes lo que hacen en política.' El ale­mán no es novelista. Por lo demás, es muy difícil que la novelística contem­poránea produjera figuras como las citadas, y apretando un poco, ni novela. Porque la novela fué siempre charla de diván, vis a vis, vida propia, y esta es sabido que dio en quiebra, ocupando su lugar un agora o foro especia-lísimo. Para hacer garra en esto, la novelística debió tomar un rumbo aun no cuajado. Ante la gente, las masas, la novelística habría de haber inventado una caja de cambios para que el instrumento marchase sin rechinar en los em­bragues, lo cual no se ha producido a perfección en la novela.

Sí, fuera de ella, y espléndidamente: las masas como per­sonaje representativo de una época, están plenas de di­bujo y con tanta fuerza como ¡as figuras citadas por us­tedes, en el conocido libro de Ortega Casset. ¿Concretamente en la novelística^ Señalemos ¡os perso­najes de curas y carabineros de Baraja; ¡os don Fríoíeras y figuras de esperpento de VaHe Inclán—fijémosnos en

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(fue son genéricos, anónimos—y ese otro gran persona­je de Proust y que no tiene nombre, porque es, amigos mios, e¡ tiempo.

HUBERTO PÉREZ DE LA OSSA: I.—No es posible la Historia sin un alejamiento en el tiempo que nos dé pers­pectiva. Nosotros podemos juzgar del talento, pero, di­fícilmente apreciamos el genio en uno de nuestros con­temporáneos. Además, la literatura presente tendiendo hacia lo subjetivo, ha hecho muchos más representativos a los autores que a los personajes. Y si a continuación me empaborecen con las sombras gi­gantes de Don Quijote y aasto, he de pensar forzosamente que estas figuras, ya escapadas a todo marco de simple creación literaria para encarnar eternidad en la Mitología moderna, no pueden tener paralelo en nuestro siglo. Por­que, aun en el supuesto de que hubieren nacido, o estén naciendo, un Mito necesita mucha ceniza en años para nutrirse y engordar; ha tragarse todos sus precedentes, todas las creaciones menores que Vegetaron a su lado, para quedar señero, piramidad al linde del desierto, ciprés ma­jestuosamente quieto y vivo sobre las lápidas de nombres borrosos.

2.—¡El Quijote o el Fausto de la Literatura del si­

glo XX!... No puedo pensar en esto; me entristezco terriblemente; mis huesos se estremecen de horror como si rozaran, ya descarnados, en ¡a impía promiscuidad de un osario, con las tibias de Lope, el coxis de la Calderona y las vérte­bras deformadas de Alarcón.

Microbio ltt«rarloi PolllU acadlinica. Solo *t<ca a

lot «fcrltorai f«udog»nÍM>

ADOLFO SALAZAR: No soy lector asiduo de novelas. Sin embargo, en una pregunta como esta, la opinión del especialista habría de ser la menos oportuna. Después de monsieur Berguet, la Karamagat y madame Crisantema, creo que las criaturas de la pluma que han adquirido mas viva cantidad en la conciencia de la gente deben de ser Juan Cristóbal en los primeros años del siglo (y segura­mente más en Francia y Alemania que aquí); después, y sobre todo, Madame Verdurin y Monsieur de Cbarlus. Pienso en otros, recientes, pero creo que no han salido del círculo literario y por lo tanto sería extraño suponer que les alcance la pregunta.

JOSÉ MARÍA ALFARO: Que las letras de nuestro siglo no han producido personajes tan representativos como

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Don Quijote, Fausto o Sorel, me parece cosa sobradamen­te clara. Y es que nuestro tiempo, no ha aprendí aún el camino que pueda conducirlo a la elaboración de su mi­tología.

JULIO ROMANO: 1.—Mi conocimiento de la literatura contemporánea universal es muy deficiente. Yo, como la mayoría de los escritores españoles, tnego un espíritu al­deano, circunscrito a las pequeñas cosas cotidianas, con una visión miope de los grandes problemas espirituales que afectan al mundo. Pero es necesario correr el riesgo de una respuesta, aunque nos equivoquemos, porque mu­chas veces hemos acertado con un error. La Edad Media la representó el Caballero y la edad con­temporánea la interpretó el plebeyo, y le doy a esta cla­sificación toda su perdida dignidad. "La fardida lanza" del aventurero se ha trocado en la herramienta de trabajo. Posiblemente, el tipo representativo en la literatura de esta época está ahí, cerca de nosotros, en cualquiera de estos libros que el azar pone en nuestras manos. Pero al revés que en la vida física en la vida espiritual la cercanía nos lo impide ver y darle jerarquía. Sólo el tiempo es capaz de colocarlo en la preeminencia y descubrirlo a las gene­raciones del porvenir.

2.—Creo que no. La literatura universal de nuestro tiem­po es inferior a los acontecimientos que se desarrollan en el mundo. No hay grandes tipos: hay grandes masas. Las síntesis humanas, las concreciones extraordinarias que ha­cen de un personaje la interpretación de su época, no ha surgido aún. Hay muchísimo material pero no existe el obrero poderoso que posea los ojos intelectuales necesa­rios para la formidable tarea. Seguramente el tipo nove­lesco está en la emoción de estos días dramáticos, en el vértigo de estas horas universales llenas de angustia, en el tránsito de las viejas concepciones sociales y políticas a las nuevas moldes en el sufrimiento de la humanidad por buscar nuevos caminos. Estará ahí en el bloque, pero a nosotros nos pesa—en el frenesí de la vida moderna, con este tipo ideal—como le ocurría a los viejos soldados del romance, los cuales mientras cabalgaba la mesnada, se llevaban la mano a la visera y después de mirar acongo-"Con la grande polvareda, perdimos a Don Beltrane"... jados a un lado y a otro, exclamaba:

Microbio ln.r.rio. cj^^c/SCO LUCIENTES: ¡.—No... Los puntos suspen-r*>oloai« literaria. Microbio del , , . , . , -Í j

dil..aMi.mo in..l.cfualoid.. Ataca ^'^"^ <?"« "9"'" " '« negación equivalen a una ráfaga de ganaralmant. a tartulia. ..tara.. melancolía; pero así es... ¿Melancolía?. Melancolía, si.

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Es un poco fuerte para nosotros—la gente que todavía tenemos 30 años—reconocer la propia incapacidad crea­dora en la novela. No es este dolor, de ningún modo, un dolor de vanidad—la vanidad se cura mintiendo—, es algo más firme que prende y hiere en la entraña del es­píritu: nosotros, muchos hombres de 30 años que que­rríamos dominar—¡ingenuos aún!...—el mundo con una pluma comprendemos—¡y con amargura!—que la vida se ha ido por otro camino diferente, bien diferente, a aquel que nosotros pensamos andar juntos, andar con la vida. (Ensueño y realidad fundidos, delimitando una ruta me­jor para los hombres). 1914-1918. ¿De qué nos sirve y para qué nos sirve una educación sentimental e indivi­dualista después de tales fechas? Siempre he pensado, como síntesis de nuestro drama de juventud, en aquellos solda­dos de vanguardia que surgían de su reducto o la primera orden y luchaban y, fatalmente, morían, sin saber si com­batieron y murieron por el triunfo o por la derrota. 1914-1918... ¿Y luego? Luego, ha sucedido tantas y tan­tas cosas que en muchos matices de la vida la realidad ha superado a la imaginación y, en otros, la imaginación re­sulta inútil para envolver la torpe realidad. 2.—¡Novelas!... ¿Quién piensa ya sinceramente en nove­las y en personajes de novela? La vida privada desaparece, la vida íntima se esfuma... ¿Novelas?... Pensemos seria­mente, en dedicar todos los esfuerzos civilizadores de nues­tra pluma en la educación de ese bárbaro personaje, bár­baro por su misma grandeza, en ese bárbaro personaje de desconocidos institntos que nos ha deparado nuestra civi­lización en crisis... Ese personaje, al cual por llamarle de alguna manera, le llamamos confusamente La Masa.

Microbio litararioi

Microbio d * ia Filosofitft h i ­pocondríaca

Dibujos d* Santa Cnis:

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V A R I E D A D E S

AFORÚSTICA DE IDEAS LIEBRES

'Ideas liebres son ¡as ideas que corren, y, por consiguiente, ¡as que nadie tiene.»

y. B.

AL que se le mete una idea en la cabcsa se vuelve loco. Las ideas no deben meterse en la cabesa, sino salir de ella. Salir corriendo, fugitivas. La cabeza no es una madriguera,

HA Y que correr las ideas como las liebres: no para cogerlas, sino para verlas correr. Y no seguirlas—perseguirlas—demasia­do, para no acabarlas.

¿HAS cogido una idea—¡esa liebre!—? ¡Menndo tropezón!

NO digas nunca esa idea es mía o he tenido una idea. Empeza­rás a volverte loco.

EL juego de la sortija en la cuerda es un jeroglifico ideal. El que retiene la sortija—¡qué idea!—está perdido. ¡Que corra! ¡Que corra!

<TENIA muy mala idea». Todas las ideas son malas, muy ma­las, cuando se tienen; porque se detienen—y retienen—en vez de dejarlas correr.

UNA idea que se tiene, que se detiene y retiene, es una idea muerta: putrefacta o embalsamada: un cadáver laporino de idea.

NO trates de alimentarte de ideas: te envenenarás. Es una car­ne negra, una sangre muerta marida de cadaverina. No mates las ideas liebres; pero si las matas no te las cotnas.

HA Y libros que son verdaderos pasteles de ideas liebres: indi­gestos hasta la muerte.

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HA Y libros tan repletos de ideas, como un cementerio de esque­letos. Hay otros que separan cuidadosa y lujosamente sus ideas, formando como un panteón de familia. Pero, al cabo, todos los restos irán a parar a la misma fosa común. Mientras llegue la re­surrección de las liebres.

LAS cosas se quedan. Las ideas se van. Por eso la realidad no existe.

EL que le da vueltas a una idea en su cabesa, no se rompe más que su cabeza queriéndola encontrar. Pero el que dispara su idea, sin darle vueltas, rectamente, como un torpedo, rompe las cabezas de los demás.

CUIDADO con los hombres rectos, si tienen ideas; sobre todo, si tienen su idea. Una idea recta que se dispara, aniquila como la chispa eléctrica.

EL que lleva consigo su idea, arrastra un cadáver tras si.

LA propiedad intelectual no es un dominio, es una cualidad: cualidad de pensar que no es otra cosa que sentir; que sentir que se siente: ver, oir y entender, en definitiva. El que piensa, tiene la propiedad de entender como un buen conductor, la de conducir el fluido eléctrico. Ideal conducta. Cotno la caña, que no piensa, tiene la propiedad de darle su expresión sonora al mudo viento.

JOSÉ BERGAMIN

LITERATURA EN LAS REVISTAS

Ijas nacidas en 1934.—Nacidas v a la suerte de los semanarios concebl-iay!—, en algunos casos, ya desapa- dos con alguna altura de miras y que

'•ecidas dentro de los limites voraces no se resinan a ser uno más entre el ^el mismo año. ¿Por qué este desti- número de publicaciones chabacanas lio tan efímero d elas revistas dignas o simplemente populares, entregadas en España? Aludimos especialmente a la anécdota y al reportaje a ultran-

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xa, deleite de las peluquerías y de loa casinos provincianos.

A llenar este hueco que media, por un lado, entre tales publicaciones y el diario apresurado y, por otro, entre las solemnes revistas mensuales y las Intemporales revlstillas juveniles, al margen de toda actualidad; a llenar ese espacio—repetimos—^tendía un ex­celente semanario que apareció en la primavera de 1934.

Diablo Mundo.—En un principio pa­reóla lógico que el mejor éxito y una continuidad segura le hubiese acom­pañado, pues resulta indudable que en Bspaña hay un núcleo de lectores bas­tante considerable al cual no basta el periódico ni el semanario de bagate­las y que busca su complemento de Información y de cultura en los sema­narios extranjeros, políticos y litera­rios. Ahora bien ,ese publico ¿llegó a enterarse siquiera de que existía "Dia­blo Mundo", durante las nueve sema­nas en que apareció? ¿Respondía este semanario en su armazón interna, en 8U confección material, en su exiguo número de páginas a las exigencias Inevitables que el ejemplo de una Pren-sa má,s cuantiosa han desarrollado en el lector?

Sea como fuere y reconocidas las de­ficiencias de sus primeros n<lm.ero8— ya casi anuladas en los ültimos—que obstaoularizaron su expansión, hay que reconocer también el nobilísimo es­fuerzo cumplido por el director de "Diablo Mundo", Corpus Barga, y por el equipo de sus colaboradores. Todos sus artículos y comentarios evidencia­ban en aquel semanario—"republica­no, intelectual y juvenil", según frase

de un comentarista—una calidad su­perior.

Recordemos algunas de sus princi­pales páginas y secciones: los editoria­les de Corpus Barga; los valientes en­sayos de critica literaria española por J. M. Quiroga Plá; las secciones de letras extranjeras atendidas por An­tonio Marichalar, Novas Calvo; la mú­sica, por Gustavo Pittaluga; las actua­lidades teatrales, por Antonio Espina; las cinematográficas, por E d u a r d o Ugarte y Félix Ros; el correo litera­rio, las artes plásticas y otras origina­les secciones por Guillermo de Torre; artículos varios por Ramón Gómez de la Serna, Américo Castro, José Ber-gamln. Salas VIu, Vázquez Zamora e t ­cétera, etc.... T en la parte gráfica, la certera disposición que acertó a im­primirle un confeccionador tan exper­to como Mauricio Amster. Todo ello, como se ve, denotaba la presencia po­tencial—apenas llega a cuajar, por falta de t iempo—de un espíritu nuevo de un criterio muy selecto y entonado que hubiera concluido, a la postre, por imponerse, congregando a los lectores deseados. Que su ejemplo no sea esté­ril, que la efímera vida de "Diablo Mundo" sirva para suscitar, en t iempo oportuno y ya con todos los cabos bien atados, el gran semanario libre, po-llco y literario, de gran expansión qu« sigue faltando en España!

Por las mismas fechas, aproximada­mente, apareció también una revis­ta mensual de rostro muy diferente: "Leviatán", "revista de hechos e ideas", según reza el subtítulo, dirigi­da por Luis Araquistáin. Se trata de una publicación eminentemsnte polí­tica, de ideología socialista, sin con-

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tenido literario, por cuya razón—en «sta reseña de revistas estrictamente literarias—hemos de limitarnos a men­cionarla. No sin agregar que su porte interno y exterior es excelente—espe­cialmente este último, con el aire de las revistas norteamericanas y recor-^ dando de modo particular la hechura y portada de la "Current History".

"Así va el mundo" fué otro intento —frustrado—de aclimatar un modelo de revista extranjera en nuestros me­dios. No ocultaba su filiación: preten­día ser una traslación del semanario francés "Lu", con la ventaja, para •1 público español, de su menor pre­cio y la preferencia otorgada a las cuestiones que nos tocan más de cer­ca. Hecha por muy expertos periodis­tas "Asi va el mundo" ofrecía una variedad y una riqueza muy grande de temas vivos. Según nuestras noticias, sus mismos esforzados animadores, preparan una segunda etapa de "Asi va el mundo". Que alcance en su nue­va etapa el éxito y la duración me­recida.

"Plan": otra revista efím.era de 1934 Publicación sin director ni cabeza vi­sible—aunque leyendo entre líneas pre-sumlasela órgano de determinado gru­po político—mezcló, en sus escasos nú­meros, lo político, lo económico y lo literario en proporciones muy desigua­les, sin llegar a definir plenamente sus caracteres y sus intenciones.

El antiguo "Boletín del Instituto de las Españas" de New York, pertene­ciente a la Columbia Untversity, se ha transformado, desde el mes de octubre en una copiosa publicación trimestral titulada "Revista Hispánica Moder­na". Podemos Incluirla, sin esfuerzo.

entre las publicaciones españolas, no sólo por su idioma, sino por aparecer impresa en Alicante y al cuidado in­mediato de Juan Guerrero, un buen y generoso amigo de las letras, que los participantes en las revistas juveniles de los años penúltimos no han olvi­dado. Su director es Federico de Onla y en su comité de redacción intervie­nen Agel del Río y M. J. Benardete. Revista preferentemente documental e informativa puede prestar, prestara, un excelente servicio a las relaciones entre la cultura española y la de am­bas Américas.

Mosaico de nnevas revistas Juveni­les.—1934 ha sido pródigo en auspi­ciar natividades de revistas juveniles literarias. Otro síntoma más de que la curiosidad por la "cosa literaria" retorna y en proporciones muy hala­güeñas. Nuevos nombres, escritores bi­sónos, tiernas publicaciones manteni­das a fuerza de sacrificios, luchando con el indiferentismo de los más, aten­tas solamente a satisfacer las exigen­cias de los menos, de los "happy few", como escribía Stendhal.

Alabemos su esfuerzo, pero sin exa­gerar su valía. Aunque, como ha escri­to Valéry Larbaud, "les petites revues sont les brouillards de la littérature du lendemain", lo cierto es que de estas nieblas o nebulosas últinaas no ha bro­tado todavía la gran revelación. Por otra parte, a diferencia de las revis­tas juveniles que surgieron después de la guerra, y cuyas páginas se ani­maban por las más audaces intencio­nes innovadoras, extendiendo al plano crítico una violencia polémica y la ma­yor osadía revisionista, esta última cosecha de publicaciones ofrece más

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bien, en su conjunto, un aire sumiso y conformista y, cuando la excepción •e quiebra, es sólo por el lado de la arbitrariedad innocua. Pero ¿no exis­tirán razones para este cambio de tono en las revistas juveniles? Su esclare­cimiento nos llevarla demasiado le­jos. Contentémonos con la insinuación T pasemos a revistar rápidamente las revistas de juventud literarias surgi­das en 1934.

Merece m.enci6n, en primer término, la titulada "Literatura". (Palabra em­pleada aquí en su sentido recto y no con la intención antifrásica que dio origen a "Littérature" de París, la primera revista de los dadafstas en 1919). Cuadernos bimensuales de con­tenido un poco más amplio que el de otras revistas y digno porte. Sus di­rectores: Ricardo Gullón e Ildefonso M. Gil. Entre sus colaboradores pro­pios—aparte los pertenecientes a gene­raciones anteriores como Jarnés, Die­go, Guillen, Aleixandre...—están: Ma­r i s Zambrano, Azcoaga, Panero, Ochan­do, Urbano, Maravall, Luis Torre, Fe -rrater, Parrot, J. M. Mosón, Santeiro, Alfaro, Seral y Casas, etc.

Estos mismos nombres volvemos a 'encontrarlos reiteradamente en las de­más publicaciones afines. Hasta el pun­to, por tan repetidos, de que en reali­dad, todas ellas parecen la misma. Idéntico elenco de colaboradores con muy pocas variaciones se agrupa en la mayor parte de las revistas apare­cidas en 1934. Precisemos, no obstan­te, sus títulos.

"A la nueva ventura" surgió en Va-Iladolid, dirigida por dos jóvenes poe­tas de esa ciudad: José M. Luelmo y Francisco Pino. En su cubierta estam­

pa estas dos palabras: "Amistad. Poe­sía". Publica un cuadernillo por cad& estación del año. Y salvo en el prime­ro, donde había algunas pequeñas nó-tulas críticas, está llena exclusivamen­te de poesías.

Agrupándolas por regiones señalare­mos en la misma,—en Castilla—"Bo­letín". Rebasa, aún en sus pequeñas dimensiones, su carácter de órgano de el Ateneo Popular de Burgos, y, mer­ced al influjo de Eduardo de Ontañón, asume significación literaria con sus noticiarios y trozos antológicos de e s ­critores jóvenes.

Hasta en los lugares más imprevis­tos, al menos sin memorable tradición literaria, aparecen nuevas revistas. Asf "Agora", en Albacete, bajo la direc­ción de José S. Serna. Semejante en formato y contenido a "Literatura" mezcla nombres de "jóvenes maes­tros" con los inéditos del lugar: Ma­tías Gotor, Eleazar Huerta, Alcaide Sánchez.

"Cinco" aparece en Vitoria y alterna la escritura vasca con la castellana. Ricardo de Apraiz, Odriózola Far Adoní, Obdulio Uralde, Garaizábal fi­guran, con otros, en sus curiosas pero indecisas páginas.

"Humano" en León. Algunos nom­bres de sus páginas: Manuel G. Lina-cero, Cremer Alonso, Onofre García, Vitálico Espeso, Antonio Palau, etc.

De "Brújula"—que aparecía en Ma­drid—sólo llegaron a aparecer dos o tres números. Era más juvenil que ninguna; era casi una revista de co­legiales. Y de famosos apellidos: los de sus padres. Por sus simpáticas pá­ginas hicieron experimentos diversos en prosa y verso: Jorge Luzuriaga,

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CarloB Pittaluga, Gregorio Marañen Moya, Martínez de Velasco, Manuel Aznar, etc.

"El Gallo Crisis" cantó su aurora desde la tierra levantina y mironiana de Orihuela. A su frente aparece Ra­món Sijé, junto con Miguel Hernán­dez Giner, Jesús Alda Terán...

Y en la última, en fecha, que surge cerrando ya el año, es "Atalaya", pu­blicada en Lesaca del Bidasoa (Nava­rra) por Alfonso y Francisco Rodrí­guez Aldave. Revista de amplio conte­nido y seriamente entonada, cuyo pri­mer número hace concebir las mejores esperanzas.

Curso de las grandes Revistas.—No son tantas las que merezcan esta cali­ficación—sobre todo en contraposición de tamaña y regularidad de publica­ción con las antes enumeradas—; de modo que podemos aislarlas en unos breves párrafos.

En primer término, por su edad y su alto tono nunca decaído, la "Re-Vista de Occidente". Entró en 1934 en BU año XII, trocando—en la portada— las viñetas de Maruja Mallo por unos medallones, a cargo de Rawlcz y de Fuente. En su interior, menos nove­dades. Sin embargo, algunas aporta­ciones de primerlsima aportación: tal los capítulos de Ortega y Gasset sobre "Guillermo Dilthey y la idea de la vi­da"; relatos de José María Quiroga Plá, Eduardo Mallea, Ramón Gómez de la Serna, Torres Bodet; ensayos de Huizinga, Mayer, Whitehead, Gebhardt, Simmel, Jung, Spengler y otros de au­tores españoles: "Vela, Jarnés, Mara­ñan, María Zambrano, Sánchez Rive-ro. Notas críticas de Antonio de Obre-Kón, Guillermo de Torre, Novas Cal­

vo, y Antonio Espina, entre otros. Ru­morease desde hace algún tiempo que la "Revista de Occidente" no tardará mucho en enriquecerse con varias transformaciones que presten flexibl-dad a sus páginas, recogiendo más mi­nuciosamente y al día la actualidad su­perior de hechos, libros e ideas.

"Cruz y Raya", durante el segundo año de su existencia ha sabido asimis­mo mantener su altura Inicial, supe­rando la amplitud de sus páginas que, empero su declarado confesionalismo, saben abrirse, con generosidad ejem­plar, a todas las manifestaciones in­telectuales de primer plano. Alterna en sus páginas los ensayos nutridos con la restauración de clásicos—por medio de pequeñas antologías—y afi­na la vivacidad de sus secciones fi­nales, rotuladas con una epigrafía muy original—"Criba", "El espejo vivo", "El clavo ardiendo", "La espada des­nuda", "La espada y la pared", "El mascarón y la proa", "Las cartas so­bre la mesa", "El punto y la i", "El ruido y las nueces"—que demuestran el gran arte epigráfico, los serios jue­gos verbales en que es maestro su di­rector, José Bergamín. "Cruz y Raya" inició además la publicación de una especie de suplementos, sobre papel de color, bajo el titulo de "Inventivas" y donde han aparecido textos tan cu­riosos como "Sobre la verdadera muer­te del Capitán Araña" por A. Morón; un auto sacramental de Miguel Her­nández y "La estatua de Don Tancre-do" por José Bergamín.

¿Qué fué de "Los cuatro vientos"? Ya que no nos dio ningún nuevo nú­mero en 1934, recordémosla su pro­mesa de continuación. Revista sin ner

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cesidad visible—desde el momento en que sus pilotos pertenecían ya a la ge­neración madura y con otros medios de manifestarse—, más no por ello su-perflua, revista demasiado blanca y neutra, sin parte crítica ni polémica, resultaba una traslación a nuestros medios de "Commerce"; esto es, en­carnaba un tipo de publicación extra-necesaria para un supuesto público que ya tuviese lo demás en las restan­tes... Más no es este el caso de Espa­ña ni es aquél el lector con que puede contarse entre nosotros. No obstante, por la dignidad de su intento y la ca­lidad de su conteni'do esperamos y deseamos la continuación de "Los cua­tro vientos".

Y finalmente, cerrando este apar­tado, la alusión a dos revistas, ningu­na de ellas específicamente literaria, aunque puedan encontrarse originales de este orden en sus páginas. "Resi­dencia", que aparece con largos in­tervalos, superando su carácter de ór­gano de la Residencia de Estudiantes, y se enriquece en sus últimos núme­ros con algunos textos de importancia documental. Y "Revista de las Espa-ñas", que ha resurgido hace pocos me­ses, después de un largo silencio, y ba­raja en sus páginas temas y firmas de significación diversa.

Mencionemos también "Nuestra Ra­za", revista que abarca el mundo es­pañol, el americano y el sefardita, di­rigida por Manuel L. Ortega.

Curso de la,s revistas más jóvenes.— A la cabeza de ellas, de las surgidas anteriormente y que han seguido pu­blicándose en 1934, es de justicia si­tuar "Gaceta de Arte" aparecida en Santa Cruz de Tenerife. Esta revis­

ta tiene rasgos e intenciones que la singularizan muy acusadam;ente. lEn vez de constreñirse a ser un muestra­rio de poesías y prosas juveniles, flo­tantes en las generosas páginas, sin nada que la aune o cimente, "Gaceta de Arte" presenta un sentido, revela una unidad, prefija una meta. Sus pá­ginas están recogidas por un criterio estético, revelan direcciones muy fir­mes. No hay en ellas ni una línea im­premeditada: todas apuntan a blancos precisos. Su director, Eduardo Wes-terdhal, y sus redactores orientan sus preocupaciones hacia un sector muy poco frecuentado por los demás gru­pos: el de las bellas artes: el de los problemas estéticos. Propenden, en su­ma, hacia una renovación total en el arte y en la vida. De ahí, por ejemplo, sus campañas sistemáticas a favor de la arquitectura funcional.

Entre los sumarios de este año su­brayemos algunos trabajos: las "Car­tas de Madrid" sobre nuevos pinto­res por Guillermo de Torre: "Hans Arp", "Salvador Dalí", por Domingo López Torres; estudios sobre autores ingleses por Domingo Minik; "Croquis conciliador del arte puro y social", por Eduardo Westerdhal; etc., etc. Todos ellos con reproducciones y una exce­lente presentación gráfica. El esfuer­zo desplegado por los animosos pilo­tos de "Gaceta de Arte" es realmente único en nuestro medio y merece to­dos los estímulos.

Por caer fuera de nuestra órbita lin­güística, y reducidos voluntariamente a reseñar sólo las publicaciones en cas­tellano, no podemos examinar como desearíamos algunas publicaciones ca­talanas de arte. No obstante, y para

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tranquilizar nuestra conciencia del pe­cado de las omisiones, mencionemos sus títulos: "Art" de Barcelona y "Art" de I^érlda.

"Eco", que se titulaba ambiciosa e impropiamente "Revista de España" ha corregido este subtitulo, substitu­yéndolo por el más adecuado de "Re­vista de Literatura". Y eso es la pu­blicación que dirige Vázquez Zamora y que sale sin periodicidad exacta: una revista literaria muy fina y comedi­da, donde alternan las partes de crea­ción, de critica y de reseña. Sus ul­times números marcaron una supera­ción indudable sobre los primeros y hacen ya de "Eco" una publicación con la que debe contarse.

"Frente Literario" ha aparecido y desaparecido en 1934. Revista entre­mezclada, revuelta, no llegó a definir claramente su fisonomía. Desde lue-8o no cumplió en modo alguno las pre-tenciones con que se anunciaba de ser Una continuación de la "Gaceta Lite­raria", aunque, por lo demás, el es­fuerzo de Burgos Lecea—su director— no habrá resultado inútil y podrá con­tinuarse el día de mañana en otra hoja más decantada.

¿Se publicará aún "Octubre", des­apareció definitivamente?. Créanos el lector: es más difícil de lo que parece averiguar, tener al día la existencia casi clandestina de muchas de las revis­tas que vamos enumerando. Pero si "Octubre" ha llegado a ser clandesti­na será, por causas muy diferentes de las que acarrea la limitación superlite-raria... Será por defenderse de las re­presalias fiscales. Pues "Octubre" era una revista comunista, órgano de la "Asociación de Escritores y Artistas

Revolucionarios". Con lo cual la ma­yor parte de su contenido incide en lo social y escapa voluntariamente a nuestras memorandas. Recordemos, sin embargo, algunas de las aportaciones que lucían en sus páginas. Las prosas y poesías de su director Rafael Alber-ti y de otros escritores comulgantes en su mismo credo, tales como Serrano Plaja, E. Prados, Luis Cernuda, Joa­quín Arderíus, César M. Arconada, etc.

"Azor" es el título de una pequeña revista que dirige en Barcelona Luys Santa Marina. El autor de "Cisneros" ha llevado a estas páginas sus mismos gustos de anticuario, sus extrañas pre­ocupaciones de arqueología literaria —¡oh, reflejos de Don Pedro Mourla-ne Michelena!—Pero alternando con esa "trapería"—no se nos enfaden por la expresión—distinguida, había, hay también en "Azor" aportaciones muy estimables de otras procedencias y, sobre todo, unas deliciosas viñetas muy siglo XIX. Revista juvenil arcaizante pudiera ser la mejor—^y paradójica— definición de "Azor", sostenida valien­temente en Barcelona como un bas­tión de nuestra lengua.

"Noreste" aparece en Zaragoza y se subtitula "Cartel lírico". Lo dirigen dos poetas: T. Seral y Casas y Rai­mundo Gaspar. En sus páginas se ad­vierten las firmas de Maruja Falena, Plá y Beltrán, Pérez Clotet, R. de Ur­bano, Sánchez Barbudo, etc.

"Isla"—desaparecida "Mediodía", da Sevilla—representa la región andalu­za en este mapa español de las jóve­nes revistas. La dirige un poeta, Pedro Pérez Clotet, y esencialmente poético es el contenido de todas sus páginas donde colaboran gran parte de los mis-

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mos escritores nombrados apropósito de las anteriores revistas.

Finalmente, por la región levantina, "Presencia" de Cartagena, apenas re­vista, simple boletín de la Universidad Popular que en aquella ciudad diri­gen Carmen Conde y Antonio Oliver, con esfuerzo muy meritorio.

lias que se anuncias para 1935.—En primer término, ya inminente, "Tierra Firme", revista de altas miras y muy selecto contenido, publicada por el Centro de Estudios Históricos, quien con esta publicación entrará así en la liza o saldrá a la vía pública, am­pliando la órbita de su Influencia. Re­vista concebida esencialmente con la pretensión de brindar a América un fiel reflejo del mundo cultural espa­ñol, enfocará estos asuntos y proble­

mas con toda delicadeza, con el crite­rio más adecuado.

Después, dos revistas de carácter más amplio, dirigidas a un público gene­ral: "Cartel", que pretenderá resuci­tar los buenos tiempos de "La Esfera" y "Ciudad", magazine de muy vario contenido, dirigido por Víctor de la Serna.

Revista más puramente literaria—y social, dada la significación de su di­rector, Rafael Alberti—será "Sin fron­teras".

Finalmente, completando el panora­ma de revistas provincianas, se anun­cia la resurrección de "Papel y Ale­luyas", ahora bajo el título de "Hojas de Poesía" y la dirección de Adriano de "Valle, en Huelva.

ARGOS.

LITERATURA EN LA RADIO

La radio es el medio más amplio de que dispone el hombre para extender su pensamiento a través de los pue­blos civilizados, y así como el cine­matógrafo encuentra en las Imágenes gráficas su punto dinámico y elocuen­temente expresivo, la micrófono es la pantalla que habla a las multitudes congregadas en diferentes lugares de la tierra. Sin distinción de matices ideológicos, lanza la palabra, para que toda sensibilidad espectadora halle en la voz la emoción precisa para el es­píritu que recoge sus vibraciones so­

noras. Puede afirmarse que la radio es el centro de la democracia social, puesto que en ella existen todas las ideas rematadas en la antena, eje en torno del cual gira el sentido univer­sal de los seres y de las cosas.

La extensa labor de la radio hay que subrayarla por su eficacia colec­tiva y su alcance cultural. Es el cen­tro de una circunferencia, cuyo radio no admite la medida justa que deter­mina el límite de una línea envolven­te. Se hacen estadísticas, más o me­nos exactas, de los lectores de un pe-

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Hódlco, de hojas literarias y de biblio­tecas, Pero los oyentes que perciben la palabra lanzada por una emisora están más allá de todo cálculo numé­rico. Viven en la zona infinita de la electricidad. Y como ésta, ocultos en los misterior de su fuerza, aplicada al Progreso, pero sin definirse a la vida. El año literario en la radio

Durante este año, la actividad lite­raria de la radio ha sido, como en otros pasados, un conjunto interesan­te, en el que han actuado escritores de prestigio y nombre en las letras españolas y extranjeras. El micrófo­no ha recogido sus inquietudes espi­rituales y libremente fueron enviadas "a domicilio". A propósito de la po­derosa influencia que este medio de propaganda ejerce en el oyente, el gran dramaturgo Bernad Shaw ha señalado ciertos peligros. Para los bue­nos, no existe ninguno. Al contrario, su voz se rodea de vivos elogios, y en aquel instante su personalidad au­menta en crédito inteligente, mucho más que si hubiera impreso su pen­samiento en todos los papeles del mun­do. A los malos, en cambio, el con­cepto se vuelve al ravés. Y cuando nuevamente se sitúen delante de la "oreja metálica" los aparatos recep­tores buscarán en éstos la onda que anule la palabra del pésimo hablador.

I-a. literatura española, en sus dis­tintos aspectos, ha estado representada Por escritores, dramaturgos y poetas de

diferentes modalidades l i t e r a r i a s . Nombrándolos podríamos incurrir en omisiones. Citaremos como excepción a Azorln, que estrenó un drama, "Ifach", con un prólogo escrito única­mente para radiarlo. Y dentro del tea-te de adaptaciones radiofónicas de Costeau, Tristan Bernard, Cami, apar-tros extranjero, hemos oído obras de Shakespeare, Víctor Hugo, Goethe, Ib-sen y otros, que gracias a las ondas de Hertz han sido conocidos por muchos españoles que no sabían la existencia de estos arquetipos de la fama uni­versal.

El aniversario de Cervantes tuvo también su más elevada expresión ra­diodifusora, actuando en los progra­mas hechos para tal fin los cervan­tistas significados y de mayor cultura entrañada en el espíritu de "Don Qui­jote".

Ahora, con motivo de tercer cente­nario de la muerte de Lope de Vega, se han solicitado opiniones de acto­res, críticos y dramaturgos, al objeto de crear un ambiente adecuado en torno a la excelsa figura del "Fénix de los Ingenios" y que España le de­dique el homenaje merecido. Como di­ce un escritor, muy irónico siempre en sus críticas, es necesario conven­cer a los "organizadores" de que una cabalgata no concretaría la emoción lírica de nuestro glorioso madrileño.

Isaac PACHIXX»

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EL A Ñ O P O M B I A N O

En octubre <Je 1933 volví de mi se­gundo viaje a América, e inmediata­mente inauguré de nuevo Pombo.

Esta vez no había viajado conmigo, como velamen de mi carabela, el cua­dro de Solana. Había estado sin culto muchos meses y había añadido patina a su patina.

Todos los buenos amigos acudieron a la prlnaera llamada, y comenzaron a congregarse alrededor los extraños, los desconocidos.

Me senté de otra manera en Pombo, porque ya estaba de vuelta del mar por segunda vez, con el convencimien­to acrecido de que el mundo es menos mundo de lo que parece.

La literatura, al volver, me pareció que no tenía salvación; pero se sal­vará. Nunca he visto más octógonos abismáticos alrededor de cada día; pero nacen puentes que salvan los abismos de alrededor en el momento oportuno, como por magia, y el pasar al día siguiente es más vitorioso de lo que parece, porque se gana el por­venir y el porvenir es nuestro.

Somos de un modo terrible y sin

vuelta de hoja de esos a los que en el rudo inglés norteamericano se les llama "los que no saben de dónde les va a venir la próxima comida"; pero como no somios parados, porque el escritor está siempre escribiendo, sin saber para dónde, eso nos salvará, y así miramos el pasado y el porvenir.

La sagrada cripta, convertida en sa­batina tertulia hace veintitantos años', mira a la noche y espera el buen pa­sajero, sin renunciar nunca a habérse­las con el enconado valiente—de to­dos modos, mate o muera, vil cobar­de—que se atreva a trasgredir el ve­latorio de las palabras, el único culto de Pombo. No me importará morir por vengar una estulticia—quizá pre­siento y mimo esa muerte—, y, sin embargo, me contradeciría morir por algo épico o por uno de esos grandes tópicos actuales por los que se agre-sionan las gentes.

Pombo persiste sobre la mentira de que va a ser derruido. Un día vendrá, sin embargo, en que la casona del si­glo XVIII será renovada, pero siem­pre abajo existirá Pombo, con su cua­dro, con su casita de Cristóbal Colón,

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con su cuaderno de bitácora, con su cajón flotador de naufragios, sin es-catimaciones en el elogio ni en la de­nigración de los currutacos, de los in­trigantes, de los que no saben puri­ficarse en la inspiración y el desin­terés.

De nuevo volví a ver que el único sitio anclado y apetecible es este rin­cón lleno de historias durante veinti­cinco años. No valían la pena viajes, ambiciones siempre defraudadas, de-cepclonadores mares.

—T aquí, qué sucede, qué ha su­cedido ?

—Nada... Todo lo mismo... Los ar­tistas en el mismo abandono, los es­critores sin saber dónde escribir.

Sin embargo, yo encontraba que aun muriéndonos d© hambre, el am­biente merecía la pena, y nuestro cam­bio de impresiones tenía una esperan­za Inteligente.

Siempre se desciende en loa viajes a América, y se ve cómo va disminu­yendo el tamaño del barco que nos puede devolver... Hay un momento en que se teme que desaparezca, después de ser como una avellana. Fui en se­gunda del "Cap Arcona", y después de cincuenta conferencias, he vuelto mezclado a los emigrantes repatriados en un barco español de clase única... Eso pinta el éxodo...

En Pombo — ya lo saben todos mis amigos — hay formado un tribunal de honor, en que yo soy el primer juz­gado, y por eso allí doy siempre la explicación verdadera de todo. El que sepa de dinero mío en un Banco, el que sepa algo má,B de que yo tengo deudas, recibirá como premio la can­tidad descubierta. No vedo que se me

diga lo que sea y se me pregunte todo.

I I

Me enteré de que durante mi ausen­cia se habían inventado los "cursillis­tas", puerta de verano para que fue­sen profesores de Instituto rápida­mente algunos artistas y escritores. Aunque esas protecciones al arte y a la literatura, trasversas y laterales, no acaban de ser las que necesita la Ins­piración para salvarse, no me pare­ció del todo mal el rasgo. ¡Todos loa amigos convertidos en profesores da Instituto! Un poco triste resultaba el caso; pero allá ellos, que hablan pre­ferido eso a la libertad y holgura de su hambre.

Yo quedaba como el hambriento nú­mero uno de España, y puedo osten­tar ese número por todo lo que he hecho en treinta años—yo creo que qui­to años—: libros, artículos, emisiones de radio, conferencias, viajes, con una gran continuidad, sin la interrupción do un día, sin contacto ninguno con la po­lítica, sin la protección inconfesable de los doctores generosos, sin laborear fue­ra de mis zaquizamíes.

Comprendo la huida de todos frente a una incertidumbre cada vez mayor. Yo, sembrando todos los campos, aho­ra es cuando recojo menos fruto, cuando más fallan todas las semillas, cuando más se retrasan todas las co­sas y cuando más angustioso desier­tos he encontrado. Los apuros de mi vida han llegado tener lapsus insobre-pasables, y sólo verdaderos milagros de la Provindencia de la literatura me han hecho salir adelante al cabo de loa días. Los sábados de Pombo han

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consesruldo ser los días de crisis, y ese día he podido atender al condumio de excepción.

Esto es lo que engaña a los extran­jeros que toman apuntes sobre Espa­ña. Que el día de santo, de alegre des­esperación, de hartura por un día del español lo toman por cosa de todos los días. ¡Sobre cuántos sinsabores y equilibrios sobre el vacío más absolu­to ha estado construido mi optimismo de los sábados!

Insisto en estas cosas al hacer el relato del año pombiano porque las conversaciones han girado muchas ve­ces sobre esa miseria sin eco, y las preguntas eran desoladoras y la pali­dez de los muchachos asustaba.

III

La República y sus Intelectualoides olvidó este mundo que conservaba el ideal, lo olvidó más que nadie, y pre­mió a los intlectuales reborondos, perezosos en butacas inglesas, premio­sos de estilo y de investidura, lejanos a la nidada de esos pasajeros de la ca­lle que son los que podían hacer nacer otro romanticismo literario.

Como me defiendo, absolutamente huérfano hace muchos años, sin apo­yo burocrático alguno hace también muchos años, sin profesorado que me ayude, se hace difícil la obra redonda, aunque no la orientación ni el proyec­to puro.

Por eso puedo presidir la tertulia literaria, esa espera suprema. Por eso puedo gritar incólume y desinteresado. Por eso puedo querer matar a! espon­táneo que se desmanda o calumnia.

Por la mañana del sábado he hecho

cobrar a toda prisa las treinta pesetas de mi salvadora emisión de radio ul­tima, y realizo las cruces de cuchillo y tenedor sobre mi bistek, mientras bebo mi botella de Valdepeñas añejo. (Sólo dos noches a la semana bebo vino, con alegría de escanciador loco.)

Insisto en la tertulia sabática por­que sobre toda ruina tenemos que pro­vocar aquí esa gran compensación que debe producir el cenáculo cuando la admiración y el resarcimiento se amen­guan o se ciegan.

El espontáneo es necesario en Pom-bo. Un café es una cosa en medio do la calle en la que sólo se puede usar el derecho de admisión de un modo guerreante y amplio. El desplazamien­to del que sobra es la rota y la justa de la tertulia.

En Pombo no se pacta con nadie, no se hacen componedas, y las voces car­gantes o impertinentes — de jovenci-tos o de viejecitos — reciben su re­pulsa.

Por eso cuando me propusieron ha­cer una revista titulada "Pombo", me negué, para defenderme de dar valor a los que no lo tuviesen y caer en la tentación de completar cuadros y gru­pos para algo más que para hablar y disuadir.

Los enemigos son inútiles. Se van quedando convertidos en directores ge­nerales, en pedagogos, en empleados, en secretarios de Ayuntamiento.

Somos pocos los que nos selecciona­mos y seguimos compartiendo, avizo­res y bohemios, nuestra vida y nuestra muerte.

No vale ninguna añagaza contra las cosas en que hay buena fe o inspira­do desinterés.

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IV

Mientras el cuadro se va convirtlen-do en cuadro de historia de crimen —lo mejor que le puede suceder a un cuadro —, todos somos como misione­ros sacrificados. (Quizá, le ha acabado de dar ese tono el que yo lo llevase a América y lo desenrrollase en las conferencias, como aquellas telas reli­giosas que se desplegaban desde las ca­balgaduras para que cayesen de rodi­llas los indios bravos...)

Alrededor nuestro vemos cónu) se premia a gente ambigua, que no ha luchado por la República ni por nada, toplcistas empedernidos.

Hombres gordos y sin gracia, ordi­naria y antiespiritualmente g o r d o s •—gordos "bien" han sido Balzac, Es-tendhal, Chesterton y tantos otros—, comilones en restaurantes de lujo, sub­vencionados secretos de todas las sub­venciones, repletos de cartera y con deje de redentores, aparecieron más que nunca en los figones de lujo y presumieron de "forrados".

Kn el sonoro Pombo abominamos de ellos, como siempre, como antes de es­ta hora sedicente de aprovechaciones.

Carecíamos más que nunca de re­cursos, y nuestros blocs de cuartillas se habían agotado en millones de ellas sosteniendo un comentario libre en toda *poca, mientras ellos vivían de carida­des magnánimas, de fondos de propa­ganda, de engañar editores aprove-cando su vanidad o su auge.

Por eso amo Pombo, porque tuvo sesión de verdad y de equidad siem­pre, porque vivió la buena palabra y la buena ilusión.

Sabemos que todo ese falso y fá­

cil encumbramiento, acabarA, ya va acabando, y quedarán locos de gran­deza breve, maniáticos de botines blan­cos, todos esos perturbadores de la vi­da intelectual, todos ésos en los que está comprado el espíritu.

Siempre habrá gritos allí para la tontería infatuada o para la tontería en agraz. No se puede estimular el error triste. Hay que avisar al quo repite lo descartado y lo inocuo, por­que si sigue esa mala Inspiración en creciente se espantarían todos de él. Yo sólo fomento el aquelarre dispa­ratado, pero no la feble memez.

En Pombo hemos deshonrado ale­gremente al que traía una insignia que debía abandonar, hemos recorta­do cuellos almidonados demasiado al­tos, hemos suprimido dijes de reloj de­masiado vistosos, hemos denigrado cor­batas. Todo para conseguir que todos sobrepujasen su posición provinciana o anodina, y yo puedo hacer eso por­que yo cada vez soy más el que nun­ca será académico.

Sonreímos en nuestro diván desinte­resado, sin que consten en ningún ar­chivo peticiones desairadas, libres de ese memorialismo pernicioso, alegres de inequívoco. Ubres de intersexuali-dad, apostrofadores y burlones, ricos de alegría pura.

Pombo no es más que un parador lleno de cordialidad para los que han bajado un momento de su diligencia.

Sólo exijo que tenga cierta unidad la tertulia, porque abomino la mezcla de tertulias literarias.

A veces va a Pombo la pléyade de

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otra tertulia. ¡Inútil! Viene con bue­na intención de mezclarse a nosotros; pero en realidad le es imposible cum­plir su objeto. Quedan todos separa­dos, inadmisibles, extraños, retarda­dos, en la armonía que han ido crean­do las horas anteriores. Se ve que han admitido en su seno seres complacien­tes y que se han dedicado a lanzarse miradas ternes.

Este año pombiano ha sido un año angustioso, en que los jóvenes de espe­ranza imprecisa aparecieron de luto.

—Pero ¿se les ha muerto alguien? —Nadie. —Entonces, ¿por qué van de luto? —Por nada... No sabemos... To si sabia el por qué de los lutos.

Cada vez va a estar má.s solitaria de competencia esa carrera del anhelo en que se crea un poeta, que produce un escritor que ha de tener la supre­ma misión de encontrar una glándula del tiempo que nadie habfa descubier­to hasta £1.

—¿T algtSn libro? —No hay posibilidad de libros... No

hay editores... El pequeño trabajo para vivir de uno mismo en la más pura acepción de la palabra se lleva días o Insomnios... ¡Qué lo vamos a hacer! ¡Quizá, algún día vuelva la paz, el po­der vivir sin miedo para el día si­guiente, y entonces los libros será.n fá­ciles, porque el alma está más prepa­rada que nunca para producirlos!

VI

Se asustan del martirio las nuevaa generaciones, y, en último caso, se apo­yan en el comunismo o caen en peores abismos de inversión, devorados por

lo que más va contra este margen de lujo de inspiración que sólo puede vi­vir en la independencia suprema, en el juego del azar y la categoría que se entremezclan en el modo con que está constituida la actual sociedad, tan absurdo, pero sin embargo el único para que pueda haber la vida pura marginal, la sorpresa del genio, la ren­dija posible.

Ya durante todo este año y el pa­sado mi predicación a los jóvenes ha Intentado evitarles esa calda y pre­venirles contra los ambiguos y contra los revolucionarios políticos. Nuestra revolución artística y literaria es tan incomprensible para los revolucionarios sociales, que bien podemos nosotros negarnos a comprender sus premisas simples y deleznables. Además, nues­tra renovación y desvariación de las cosas es de una programática que va mucho más allá de sus allaes.

Sin embargo, he visto oscilar a mu­chos de los jóvenes, venir con compa­ñías suspectas, tener hurañeces extra­ñas, probablemente sentir el empuje repugnante de la pistola en el bolsillo de atrás del pantalón.

Vli

A la musa de mis días, a mi mujer, se lo decía al volver de los sabáticos aquelarres: "Estoy por clausurar Pom-bo... Esta noche ha habido demasiados comunistoldes, y entre ellos los que se complacen con miradas y aproximacio­nes detestables... Todo eso ahuyenta la lealtad pura y crea un ambiente de amistades sospechosa, supeditadas a la complicidad."

Pero como Pombo es mi único con-

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tacto con el mundo, en espera del Me­sías de la bohemia intelectual, volvía a la cripta al sábado siguiente, y así he logrado ver más limpio el ámbito, soportable la noche, gracias a los ca­ñonazos de los gritos, a la sincera re­pulsa de las palabras exaltadas.

No ha habido vacación de verano en el Pombo de 1934. No se ha no­tado el calor en sus sábados agoste­ños. To no quería que se perdiese la sensación de continuidad en esa acti­tud que significa el frente de este café.

Mi invierno había sido desastroso; había vencido una septicemia a través de precipios de muerte, junto a mi adorada enferma; el gran doctor Ta­pia habla ayudado a su salvación con 8U sanatorio, y el máximo operador Dr. Maortua había hecho el milagro de una operación de herida inconcebi­ble. Por eso me resarcía el verano, que era como primavera de convales-cencias, como premio de la certeza de vivir ya en mi puesto de Pombo.

Fomentaba yo con todo el Inapetu de mi resucitar, esa esperanza de la desesperanza por la que nos reunimos allí, ese creer en el día siguiente aun­que todos los almanaques estén con la hoja en blanco. Pero siempre es espe­rar en lo abrupto, en la negrura repar­tida, en la desilusión reglamentada y final.

VIII

Así hemos llegado al nuevo diciem­bre. Han pasado muchas cosas entre otoño e invierno para que veamos que este país sostenido por el ingenio si­lencioso, milagreado por la sobriedad pensativa, cascajo perdido si apaga­

mos nuestras sonrisas, no puede en­trar en la experiencia de una pobreza mayor lanzándose a la revolución so­cial. Además de que si sucediese, no merecería más que nuestra displicen­cia de fusilados por nosotros mismos.

¿Qué se envuelve en la nube negra de este invierno que avanza?

El grito alegre debe dispersar la nu­be, el frenesí de saber morir debe ven­cer la agonía, la rudeza frshica de sa­ber cómo es nuestro problema de ta­xativo y de horrible—aun con sus be­llezas de amor en la tragedia—debe empavesar de verdades la vejez del café superviviente, enguirnaldando sus paredones, poniendo luces de soldadu­ra autógena en sus espejos, dando adio-ses de bienvenida a la hora última o penúltima.

IX

Pasarán estos artistas de ojos abier­tos y espantados, los jóvenes a los que las tienta el suicidio de la heroicidad durante una temporada, esos locos que viven el tiempo actual como si fuese otro tiempo. Entre ellos nos llegará esa rusa de veinte años que huyó las Manchurias y los Volgas, ese judio de las creaciones inquietantes que se lla­ma Chagall, ese francés respetuoso de literaturas que encontró hasta los li­bros que no hemos escrito, esa poetisa que daja caer sangre de emoción mien­tras recita sus poesías dedicadas a los centauros, ese hombre que viene a ma­tarnos y que no nos hace el favor de hacerlo, ese americano que sabe como se esconde la palabra en la palabra y otro día ese otro americano que no sabe nada, que cree en los éxitos ofi­ciales, que no sabe beber la luz en loa

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vasos vacíos que nos colocan para eso junto al café venenal.

Dejaré entrar siempre al espontá­neo, porque gracias a él siento la in­famia o la bondad de la calle, la trai­ción o la amistad leal del descono­cido.

Asi no envejece la tertulia, que se renueva, vence peligros, sabe la ver­dad aplastante y desnuda de los locos, de los borrachos y de los demás tro­tamundos.

Ahí estamos, pase lo que pase; le­ma un poco postergado en este mo­mento, más lleno de cautela que nin­guno, porque todos piensan según lo que pueda pasar inmediatamente, se­gún lo que piensan que puede tener un éxito inmediato y que viene aun­que no deba venir.

Han sido despachados al otro mun­do—el que no es el nuestro se sobre­entiende—tertulias absurdas con pa­rásitos sin alma, pero con agresivi­dad, ciegos que creen conocer el por­venir, sospechosos de celulidad liber­taria, masones con esa sorna de la ma­sonería que cree saber lo que no sabe y lo que no será, fascistas con repug­nante pitillera de balas.

Cada vez van quedando los más bue­nos, los más honestos o los más locos, los que saben escuchar el vuelo iluso del pensamiento, su pretensión de car-diflcar el mundo.

Pombo, quieto, tranquilo y esperan­zado, tiene a veces consagraciones in­esperadas.

En la última obra de Benavente, "Memorias de un madrileño", ha apa­recido como decorado del último acto la Sagrada Cripta, con una reproduc­ción del cuadro de Gutiérrez Solana

—copia de Burman—, y de Pom­bo mismo se ha servido al teatro do Lara durante muchas noches el cho­colate que toma la Marquesa bajo el cuadro de Solana y el café de los de­más personajes.

IX

El mito de Pombo, "el último mito", como lo llamó D. José Ortega y Gas-set—el Maestro—, sigue la próspera historia y llenamos de momificados los sótanos y los bonetes burlones maca-brizan los "fiambres".

¿Quiénes más vinieron? El álbum de las firmas está en el cajón de mi equipaje eterno.

Entre las últimas figuran, contan­do también a los asiduos:

Salvador Bartolozzi, Miguel Vila-drich. Barroso, Guillermo de Torre, Fernando Vela, Paco Vighi, Luisa Sofovich, Ramón Pastor, Cruz, Samuel Ros, Edgar Neville, Félix Ros, Borre-ro, Francisco Vega, Antonio de Obre-gón, Valetin Andrés Alvarez, Kronner, Pérez Rubio, Serrano Plaja, Jardiel Poncela, Barbudo, Azcoaga, Venegas, Marichalar, Nora, Borges, José y Manuel Gutiérrez Solana, José Berga-mln, Eduardo Ontañón, Valentín Lai-seca, Ana María Foronda, Sarah Al-culovich, Amster, Ramón Estalella, Prieto, Villanueva, Burgos Lecea, Al­fredo Marquerie, Rafael Urbano, Leo­nardo Diez, Magda Donato, Luis Ma-dariaga, Carlos Maortua, Enrique Vi­llanueva, Rafael Vázquez Zamora, doc­tor Julio Camino, Agustín Pradas, Chagall, Soler y Ruiz, Juan Casanova, Porras, Lizana, Enrique Mari Luz, Ar-

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üo VUches, Alcázar, Molina, José Sal­vador Ramón, Mediano, Sanz, Jenaro Kstrada, Rodenas, F. Félix Montiel, t>r. Palos, Rulz Contreras, Luis Ca-

^ % ^ D ^ turo Romay, Ruth Vel&zquez, Recare-salduero. Granados, Miguel Fern&ndes, etcétera, etc.

Ramón GOMKZ DE I Í A SERNA

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T E R T U L I A S L I T E R A R I A S

En las Revistas

"Roi'teta de Oddente". — Se man­tiene asidua y compacta desde hace má.8 de diez años, en que se puso la primera piedra de la gran fundación orteguiana. El estilo decorativo del sa­lón donde se congregan, a muy última hora de la tarde, los "occidentales", es lo que ya "data", quizá por ser recien­te, pero de un período transiccional: antes de las nuevas y definitivas depu­raciones del m-obiliario a que ha lle­gado el funcionalismo. Mas el espíri­tu de la tertulia está muy al día.

Ortega y Gasset mantiene el tono de la reunión y sabe llevar cualquier he­cho a la plenitud de su significado. Precisamente, un escritor inglés, Wal-ter Starkie, en un libro de sus andan­zas por España, que acaba de publicar ("Spanish Raggle-Taggle"), dice que la tertulia de la "R. de O." es más bien un symposium donde Ortega ofi­cia de Sócrates. Le rodean y secundan los más asiduos: Vela, el secretario de la "Revista"; Corpus Barga, Jarnés. Morente, Cabrera, Luzuriaga. Mezcla­dos con ellos, políticos profesionales, restos del grupo orteguiano "al servicio de la República". De vez en cuando algún ministro o ex ministro: Iranzo,

Rico Avello. La presencia de Ramón Gómez de la Serna a días fijos—gene­ralmente los sábados — enjolgorece la tertulia. Asisten también, más o me­nos regularmente: los doctores Pitta-luga, Marañón, Lafora; el economista Olariaga; Marichalar, Torre, Espina, Obregón, Zubiri, Porras, José Tudela. Y dos mujeres—excúsennos por citar­les las últimas: serán, son las prime­ras—: la universitaria María Zambra-no y la pintora Maruja Mallo.

"Cruz y Raya". — La revista acau­dillada por José Bergamln cuenta tam­bién con un saloncillo de moderno per­geño, donde, si no tanto como una ter­tulia, siempre es fácil encontrar con­gregados a algunos de los colaborado­res más asiduos: el secretario, Imaz; el filósofo Zubiri, el pintor Palencia, los poetas jóvenes Vivanco y Rosales...

En los círculo

Ateneo. — ¿ Hay tertulias en el Ate­neo, la simpática y antañona casa de la calle del Prado? Muy decaído so-cialmente en los últimos tiempos—es­tá visto que, lamentablemente, la gen­te Ibérica no ama los clubs y prefiere la promiscuosidad ruidosa de los ca­fés—, sufre, quizá en grado mayor y

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más visible que otros lugares, la In­fluencia desnaturalizadora de los ele­mentos pseudopolíticos. Pero ello no afecta a su rango intelectual, a su Bi­blioteca—alma y factor esencial de la casa—ahora, además remozada y acti­vamente puesta en marcha por el en­tusiasmo de Bernardo G. de Canda-mo.

Únicamente cuando Unamuno, Valle-Inclán o Ricardo Baroja están en Ma­drid y se llegan al Ateneo por las tar­des, es cuando congregan a su entorno algunos caballeros de muy varia con-díci6n y algunos escritores que hacen allí alguna escala antes de subir a la Biblioteca. Tales: Ledesma Miranda, Francisco Vlghl, Juan Chabás, Sénder, Rosario del Olmo, Valentín Andrés

Círculo de Bellas Artes. — Nos excu­samos antes que nada, antes de los m.uchos reproches que se nos harán, por incluir a este casino de la meso-cracia madrileña entre las presuntas teutulia^ literarias, ya que de sobra sabemos que nada tiene que ver con las "bellas artes"—a prueba, el tono mediocre de sus exposiciones y el sa­lón zapateril donde se exhiben, con en­trada por la escalera de servicio..., en un edificio suntuoso para todo los de­más—. Pero un escrúpulo de totalidad nos lleva a esta inclusión y nos ha he­cho asomarnos al salón del piso bajo por ver si encontrábamos alguna fi­gura literaria. A trechos hemos adver­tido algunas presencias; tales las de Julio Camba, Hernández Cataá, Blanco-Fombona, el escultor Juan Cristóbal, ©1 torero Belmente...

No seamos exigentes. Con este últi­mo tertuliano—*n serio—el Circulo de

Bellas Artes si que cobra verdadero rango intelectual...

En I os cates

Ijyón. — Fundada hace cinco años por Esteban Salazar y Chapela, durante este lustro de existencia ha sostenido viva, alegre, la lamparilla literaria. E33 la reunión (aparte Ponvbo) de más firme, de más constante fidelidad a las letras (el libro nuevo, el ensayo a el articulo vibrante, la noticia literaria sabrosa, hallan perfecto acomodo en el comentario de los contertulios). Fueron sus asiduos en 1934: Guiller~ mo de Torre, Antonio de Obregón. Gustavo Pittaluga, Mauricio Amster» Huberto Pérez de la Ossa, César M. Arconada, Francisco Ayala, Ramón de la Serna, Esteban Salazar y Chapela, Jorge Rubio y Rodolfo Halffter.

Otra del liyón. — Es una peña de componentes muy diversos. La llamau del "banco azul", porque cuando se pro­clamó la República la mitad de loe contertulios pasaron a ocupar cargos de subsecretarios y directores genera^ les. Es una peña jovial, sin embargo, que tiene su base en la amistad y no en el interés profesional. Abogados, escritores, arquitectos, médicos, inge­nieros, aviadores... A ella acudía con­secuentemente el torero y conversador inolvidable Ignacio Sánchez Mejlas. Se reúnen: José Bergamln, Ramón Pas­tor, Antonio Sacristán, Luis Lamana, Seprún Gurrea, Fernández Almagro, doctor Oliver, doctor Delgado de To~ rres, Justino de Azcárate, Pedro Bur--gos, Santiago Esteban de la Mora, Germán Tejero, Eduardo Rodrigáñez,

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Ernesto y Constantino Navarro, Miguel Pérez Ferrero, Francisco Seflano y Jo­sé María Cossio,

Otr» m i s del Liyón. — Cuando don lRaiia6n del Valle - Inclán no está en Boma, está en Madrid. T cuando está «n Madrid D. Ramfin, va al LyOn por las noches y se sienta en un rlncOn, frente a la puerta. Allí recibe a sus amigos. Allá habla d© Roma, y de Ma­drid. Allí se acaricia sus barbas cele­bérrimas. Don Ramón habla: "Lope de Vega no era más que un Villaes-pesa con talento." O bien: "En Méji­co..." Acuden a la reunión Anselmo Miguel Nieto, el doctor Salvador Pas­cual, el pintor Palacio, Mora del Pi­no — cuando viene a Madrid —, Luis Calvo y el dibujante Penagos.

Una del café Europa. — La de don P e d r o Mourlane Michelena. Habla Mourlane silabeante, dulce, amable, añorante siempre de no sabemos qué paraísos galanos, idos, perdidos. Le acompañan — y le escuchan con el arrobo que produce un escritor tan bueno como culto — Carlos Fernández Cuenca, Juan Aparicio, Sánchez Ma­zas, Ignacio Catalán, José María Al-faro, entre otros.

IA del Regina. — En esta peña hay Un alvéolo, un hueco por llenar; el alvéolo o el hueco que dejó T>. Manuel Azaña cuando abandonó la literatura —ia novia pobre—para lanzarse a la política. Pero allí están, guardando el fuego sagrado, Domechina ("Gerardo Rivera"), Enrique DIez-Canedo, Juan de la Encina, Martín Luis Guzmán, Paulino Masip, Luis G. Bilbao, D. Luis de Hoyos y Cipriano Rivas Cherif.

En la Granja. — Fué este café, hace años, un vivero de tertulias literarias.

Hoy sus gentes se han desplazado, en su mayor parte, a otros lugares, com­binando nuevas "asociaciones y permu-taeiones". Sin embargo, aun ee posible advertir algunos grupos. Así uno de músicos y dibujantes en su mayor par­te, fieles al patio central en invierno (en verano, estación en que se altera el emplazamiento de las tertulias, ca.8i todos ellos se desbordan a los cafés de Recoletos). Rofolfo Halffter, Pittalu-r a (hijo), Santiago Ontañón, Espinosa, Arniches (hijo), Gotapos..

En otro rincón del misnio café, "pe-fia" de catedráticos y pedagogos: Fer­nando González, Correa Calderón, Gaos, escritores asimismo.

En Negresco.—"Peñas" transplanta-das de otros cafés, en su mayor parte del vecino. Así la que forman, junto a León Felipe — tornado momentánea­mente de las Américas—Jorge Rublo, Fernando Duran, el pintor Galicia...

En la "Alegre Ballena".—Una tertu­lia, después del almuerzo, compuesta por arquitectos y por unos cuantos amigos a quienes éstos han dado el t í ­tulo de arquitectos honorarios. Concu­rren a ella: Manuel Sánchez Arcas, Luis Lacasa, L. Blanco Soler, Jesús Martí, Rivas Ullate. Feduchi, García Morales, Francisco Solana, Colas, Fran­cisco Sedaño, Echeverría, F. García Mercadal, S. Esteban de la Mora, Ra­món Aníbal, Mosquera y Germán Te­jero.

En la Cervecería de Correos.—La forman elementos del teatro de "La Barraca" y estudiantes de la Residen­cia. Van Federico García Lorca y Eduardo Ugarte, con Ramón Calzada, Romeo Higueras Carretero, etc. Asiste el poeta chileno Neruda.

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GACELA DEL AMOR CON CIEN AÑOS

Suben por la calle los cuatro galanes,

ay, ay, ay, ay.

Por la calle abajo van los tres galanes,

ay, ay, ay.

Se ciñen el talle esos dos galanes,

ay, ay.

¡Cómo vuelve el rostro un galán y el aire!

ay.

En los arrayanes se pasea nadie.

FEDERICO GARCÍA LORCA

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T E R C E R A E N C U E S T A

¿Qué TRES lib ros se llevaría V . a una isla desierta?

GABRIELA MISTRAL: "La Biblia", "Las mil y una noches", un libro, que todavía no se ha hecho, de folklore español y suramericano.

RAMÓN PÉREZ DE AYALA: Ante todo, un Atlas. Luego las fábulas de Pedro o Esopo para aprender en ellas el lenguaje de los animales. Y, finalmente, un Tra­tado de Crotalogía o Arte de tocar las castañuelas, para distraer los ocios que me dejara la lectura.

JORGE-LUIS BORGES: El guarismo 3, ¿quiere significar 3 títulos o 3 tomos? En el primer caso, pienso en los treinta y tantos volúmenes de la "Enciclopedia Britá­nica", en los tres del "Diccionario de la Pilosofia", de Mauthner, y en las obras completas de Schopenhauer, de Butler o de Shaw. En el segundo (más adecuado a las circunstancias frugales de Robinsón y a la dramaticidad de la encuesta), elijo el texto de psicología de Spiíler, "Nuestro conocimiento del mundo exterior", de Russell, y acaso una novela (el "Ulises") o el libro de un poeta: Walt Whitman.

CORPUS BARGA: Tres libros de mentirijillas, de esos que parecen libros y son cajas. Me servirían para llevar de matute muchas cosas.

JACINTO GRAU: A una isla desierta llevarla sólo tres buenos manuales de oficios prácticos: herrero, carpintero, etc. El arte, que hasta ahora sigue siendo el juguete más importante y trascendental que ha creado el hombre, no tiene nada que ver con una persona sota en una isla de­sierta, eminentemente aburrida por desierta y por isla. Lo más que podía hacer el fastidiado habitante de esa tierra imaginaria es cantar los almendros en flor, una horita al día, suponiendo que los haya.

EDUARDO MALLEA: Para la mañana, el "Robinsón Crusoe"; para la tarde. "Pas­cal"; para la noche, los "Evangelios". Porque estoy necesitado de fe. Tal vez también, para los días de sol, el "Quijote. Pero si la isla fuera de este tiempo, ¿cuántos serían los días de sol en ella?

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OLGA BRICEÑO: A una isla desierta me llevaría el Quijote, la máxima obra de Cer­vantes, encarnación del alma hispánica, espiritualista, gloriosa e inmortal del alma hispánica, que es España y que es América. Llevaría la Biblia, obra poética y armoniosa, divina y humana, inmensamente vieja y eternamente nueva. Llevaría por último el Zend-Avesta, remotísimo libro que estudia los hombres y sus filosofías, sus reacciones frente a la Naturaleza, I que nos revela el misterio del alma oriental. En estos tres libros me llevo la raza hispánica, que tiene de Oriente y de Occidente

y no es ni Occidente ni Oriente.

GONZALO R. LAFORA: "El lazarillo de Tormes" o "La Celestina". "Las mil y una noches". "Los hermanos Karamazow".

CARMEN CONDE DE OLIVER: Para una isla desierta son muy pocos tres libros. Pero como la respuesta ha de limitarse a tres precisamente... ¡. Me llevaría el mío último, "Júbilos", para evitar el coincidir conmigo otra vez. 2. El que estoy haciendo. 3. Y allí, en la isla desierta, que bien pudiera ser una de las del mar Menor de Cartagena, mi tierra bien encendida, estaría conmigo misma, buscando la Poesía para toda la vida.

BAGARÍA: "El manual del perfecto pescador", "El vicio solitario", por el Dr. Ma-Unowski, y un año encuadernado de "El Siglo Futuro".

FERNANDO VELA: Ninguno.

J. MIQUELARENA: Los tres libros que yo llevaría a mi bonita isla—y no llevaría ni uno más, aunque se me permitiera—son los que siguen: 1.—"Life and strange surprising aventures of Robinson Crusoe", en calidad de li­bro práctico. Como todo el mundo sabe, "Life and strange surprising aventures of Robinson Crusoe" es el mejor vademécum del perfecto náufrago que se conoce. Hay en él un poco de agricultura y pastoreo, un poco de construcción naval, un poco de arquitectura, un poco de caza, un poco de Biblia, un poco de culinaria y la más bella referencia que existe sobre la "psitácida parlante", que en toda isla desierta de algún prestigio representa a la civilización política. 2.—"Los mil y uno mejores discursos de Lerroux" (supongo que existirá ese libro) en calidad de arma arrojadiza. No se me dice con qué armamento podré contar para mi defensa el día en que me ataquen los náufragos de la isla desierta vecina, y ne­cesito tomar mis precauciones. 3.—'Los tres mosqueteros', para mi exclusivo deleite espiritual. Ahora confío en que se me colocará en la isla desierta a la mayor brevedad posible. Si no, se me ha engañado...

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ANTONIO ZOZAYA: Si me hubieran preguntado qué tres libros son, en mi opinión, ¡os mejores, me hubiera acordado de todos menos de los míos; pero quieren ustedes saber qué tres obras llevaría conmigo a una isla desierta, y contesto sin vacilación que las mías, reunidas en tres gruesos volúmenes. Mis libros son mis hijos; se halla en ellos todo mi pensar, sentir y vivir; en ellos he puesto todas las exaltaciones de mi espíritu y todas las palpitaciones de mi carne, y ellos me recuerdan mis más entrañables lecturas. Con mis obras no estaría, seguramente, solo, sino en comu­nicación con lo Eterno. Y, ahora, ahí queda mi cuerpo a las fieras.

ANTÓNlORROBLES: No me faltaba a mi más que ir a una isla desierta, para no leer ya absolutamente nada. ¡Oh, meterse en la pereza...! Nadie sabe lo delicioso que es exclamar: "¡Atiza, se me ha pasado la puesta de sol sin darme cuenta!" Y el caso es que uno no había hecho más que estar maravillosamente bobo. Bueno, sin embargo, me llevaría el "Quijote". El "Quijote" es un libro que no he leído aún completo, y que jamás dejé mediado porque me cansase, como he oído algunas veces. Siempre me pareció auténtico su prestigio de humor genial; obra maestra para ¡os que saben ser discípulos. Decididamente me llevaré el "Quijote"... y un par de libros míos. Quisiera expli­carme: en los libros de uno, leídos al cabo del tiempo, se encuentra uno a tí mis­mo; y eso será muy agradable en el desierto: "¡Hola, Antoniorrobles...!" Así es que me lleva el "Quijote" y mis libros "A" y "B", que ya tengo ganas de releerlos. También me gustaría llevar mi obra "C"... ¿Ustedes saben si puedo lle­varme las cuatro...? O, si no, nada; a ver si para el Almanaque del año siguiente me cojo el "Quijote", ¿eh?

ANTONIO BOTÍN POLANCO: Uno de Nietzsche, otro de Kipling y otro mío. "Así hablaba Zaratustra". "El libro de la selva" y "Peces Joviales".

EMILIO THUILLIER: "El Kempis". "El romancero" y el "Quijote".

JOSÉ LUIS SÁNCHEZ-TRINCADO: Me llevaría los "Pensamientos", de Pascal, y los "Diálogos", de Platón. El tercer libro es el más difícil de determinar. Supongo que el "Robinsón" me enseñaría la técnica precisa para vivir en una isla desierta.

A. MARQUERIE: La Biblia católica, un Diccionario (pero no el de la Academia) y "The Ufe and strange surprising adventures of Robinsón Crusoe of York", dt Daniel Defoe.

FRANCISCO VILLANUEVA: Yo no pienso ir a una isla desierta. ¿Es que saben ustedes algo? Si tuviere que ir me llevaría "El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha", que aún no acabé de leer, y con un poco de audacia me permitiría hacer una adaptación a las circunstancias en que hoy vive España. ¡Si viviese Cervantes!

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ANA MARÍA CUSTODIO: "La cocina vegetariana', por la Baronesa Kaprishka": "El lenguaje de los pájaros", por Peter Better. y la "Guia Michelin".

PEDRO CARCIA CABRERA: "Robinson Crusoe", con el cual crearía una leyenda a la isla desierta. Una Geografía unioersai. Y, finalmente, una obra desconocida: esa que presentimos encontrar en los puestos de libros viejos, esa que falta siempre de las bibliotecas, para ir estrenando sus pá­ginas con nuestros ojos al mismo tiempo que estrenaban nuestros pasos los paisajes desiertos de la isla.

JOSEP JANES Y OLIVE: He llevaría un libro de Chesterton. otro de D'Annunzio y otro de Valery. O bien: Uno dt Joyce, otro de Pronst y otro de Bernard Shaw.

ALFREDO MUÑIZ: 1.—SI, señores, "La litada", para leerla siempre. 3.—La "Enciclopedia Espasa"—pienso que en una isla desierta no me desapare­cería ningún tomo—, para consultarla alguna vez. 3.—"El hombre que mató su alma", desdichada novela escrita por mí con la pluma estúpida de mis buenos veinte años, para evitar que la lea nadie.

EMILIO HERRERA: Un buen manual del Ingeniero. El "Bhagavad Cyta". El "Quijote".

ARTURO MORÍ: Tres libros me llevaría a una isla desierta: las poesías de Heine, que leo, precisamente, cuando más scAo me encuentro; las obras completas de Larra, el genial suicida del espejo, y una obra de astronomía de Flammarión, para obser­var, con alguna razón científica, el panorama celeste. iQué creían ustedes? ¿Que iba a «er el "Quijote" ano de esos tres libros? Pue* se han equivocado.

JOSÉ VENEGAS: Hay que saber de antemano si me iba a la isla desierta para siempre o para una temporada. Si no podía llevar más libros y me iba para una temporada—no acabo de ima­ginarme lo que haría si me iba para siempre, y lo más probable es que entonces no quisiera llevar mis libros ni cosa alguna—me llevaría el "Quijote", "Los hermanos Karamazoff" y la obra de Proust. Son tres obras, aunque no son tres volúmenes.

MARTI DE RIQUER: Uno: "Pensamientos de Marco Aurelio". Dos: "Elogio de la locura", de Erasmo, y tres: "Present del home lletrat". de Anselm Turmeda.

JUAN G. OLMEDILLA: El "Quijote", para no olvidarme de reír, de llorar, de admirar, ante el espectáculo de la Humanidad en su grandeza y en sus miserias.

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HOMENAJE A A L G U N O S C R Í T I C O S L I T E R A R I O S

DESAPARECIDOS

Leopoldo Alas « Cl a r m »

MURIÓ Leopoldo Alas, "Clarín", a los cuarenta y nueve años de edad, el 13 de junio de 1901. Esto es, apenas iniciado el siglo XX. A ste respecto, quizá hallásemos un nuevo motivo

para lamentar la prematura muerte del gran crítico y novelista: por lo que tuvo de precusor, el XX pudo ser su siglo. Pero es muy arries­gado un criterio que nos lleva a hablar de precursores y de antici­paciones. ¿Y qué es adelantarse a su tiempo...? Leopoldo Alas vi­vió, típicamente, en el suyo, y hubiese vivido de modo análogo en otro cualquiera, por esa inactualidad que es señal fehaciente de un verdadero talento. El talento no sólo adelanta, sino que también re­trocede en su marcha natural, para revivir fornaas que ligeramente

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se dieron por muertas. Leopoldo Alas, hombre que vislumbró el si­glo XX, pasó por todas las tormentas y por todas las bonanzas del siglo XIX: asimiló sus temas y experimentó sus influencias. Se aproxima a Larra el gesto y la prosa. Como entre los clásicos de nuestros grandes siglos, hallaría—y en las Antologías halla—un puesto muy a su gusto. En definitiva, contaba en abono de su espíritu con las cualidades que es ahora precisamente cuando más escaean: genio del idioma y sentido de la raza.

Español y españolísimo, Leopoldo Alas amaba el lenguaje con ese amor vehemente que en su línea más genuina y directa—amor de hombre a mujer—conduce al crimen pasional. De todo era capaz Leopoldo Alas, en este punto: hasta de la intransigencia más hostil y mortífera. El, tan liberal. Si el amor,—fortalecido por el conoci­miento—al instrumento linguía'tico, determinó las bellezas de su estilo, fué causa también de las limitaciones que sin duda advertimos en su labor de crítico. Cuesta trabajo, en efecto, aceptar que Leopol­do Alas vapulease a tantos escritores por razones derivadas de su puntillosidad gramática y de sus escrúpulos de purista. Parece en tales momentos que su crítica se empequeñece, y que su aire de dómine le aleja del artista. Pero incluso en estos pasajes sacudidos por el palmetazo sobre el uso de un galicismo o una falta de cons­trucción, el escritor se salva por la virtud de su propia expresión: acerada, aguda, brillante, más profunda que ruidosa: más estilete que clarín. Y si en los mordaces juicios de los "Solos" y de los "Pali­ques", no siempre encontramos a la Crítica como creación estética, hallamos desde luego, a la Sátira, con todo su clásico abolengo. Gran escritor satírico, cargado de complejas intenciones, fué «Clarín > en todo caso. Y justamente en unos años que Galdós llamó "bobos" pensando por lo visto en muchos de sus propios personajes. Pero en gran parte de las generaciones que dan contenido a los fines del siglo XIX, descubrimos sin esfuerzo un hondo y amargo sentido de la vida, una clara y triste inteligencia de las cosas. Desde la ironía

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de Valera hasta la burla de Tabeada. Y en Silvela, con su daga. Y en Bonafoux, con su florete.

Leopoldo Alas, a fuerza de talento, planea sobre sus escritos de crítica ocasional y polémica, comunicándole a cualquier frase un va­lor certero de epigrama o de sentencia. Y en cuanto se aleja del li­bro mediocre—que a veces le satisface y encomia—Leopoldo Alas descubre todas sus dimensiones de ensayista: por ejemplo, "Rafael Calvo y el teatro español", "Un discurso", Prólogo a la traducción castellana de "Los héroes", de Carlyle... Y no digamos cuando, des­prendiéndose de todo pretexto o motivo brindados por la lectura, se abandona por entero a su inspiración personal de escritor. Leo­poldo Alas, cuentista y novelista, resultó víctima del crítico y del satírico. La popularidad ganada a este título, le descontó muchísi­mo de la fama que le correspondía como narrador de primer orden, no accesible a todos.

Y de tan primer orden... Como que en "La Regenta" es donde hay que buscar, a mi juicio, las mejores páginas de la novela espa­ñola moderna. Novela de un tipo determinado: novela naturalista. Pero novela por encima de todas las demás que obedecieron a otro canon, dentro de la floración del género en aquella época tan bien surtida de novelistas acaso caracteriadzos por prendas designadas con aquellas palabras que definían el gusto general de los lectores españoles: gracejo, galanura, amenidad. ¡Cuanto más hondo cala la pluma de Leopoldo Alas! Cala hasta el tuétano de las almas: bien en­tendido que para Clarín alma tienen también todas las cosas. Clarín, animador del detalle, busca en el juego de las pasiones el documen­to que sus contemporáneos se limitaban a pedir, por lo general, a las formas inmediatas de la realidad. También él las percibía y gus­taba de cualquiera "trozos de vida". ¿Y cómo no, supuesta su deter­minada formación estética...? Pero penetraba en la esencia de los fenómenos: activos o no, tipos y medio ambiente. De aquí que los personajes de "La Regenta" disten mucho del cerrado paisaje en que acaso coincidan, bien avenidos, los de Galdós, en dramático, y

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los de todo buen saínete, en cómico. Ana Ozores, en la densa atmós­fera de la novela de Leopoldo Alas, respira en sentido directo, el aire de Vetusta, reproducción exacta de Oviedo. Pero, en sentido fi­gurado, bien se comprueba que su ambiente es el de las grandes creaciones de Stendhal, Flaubert y Proust. No tiene precedente ni consiguiente en novela española que no sea "La Regenta", la sagaz valoración del pormenor; la asociación de ideas, sentimientos, re­cuerdos, aspiraciones, a un dato concreto que a otros ojos es rasgo suelto y a Leopoldo Alas le sirve para reconstruir o para fijar un mundo interior. Había de ser este artículo un ensayo que admitiese mayor desarrollo, y traeríamos a cuento ejemplos suficientes de aná­lisis minucioso, de matización certera. Cuando la malevolencia de alguien acusó a Leopoldo Alas de haber tomado de "Madame Bo-vary" inspiración para componer la escena aquella en que Ana Ozo­res asiste por vez primera a una representación de "Don Juan Te­norio", el resultado fué que los lectores de "La Regenta" buscaron y siguen buscando en el capítulo XVI la comprobación de que en nuestro novelista alienta, con un cronista puntual y perspicaz de la vida en provincias, un psicólogo de felicísimas exploraciones, un experimentador en vivo de los grandes—y pequeños—afectos hu­manos.

Libro grave, a no dudarlo, esta "Regenta", de mucho y apretado contenido. Narraciones más ligeras y fáciles, esas otras, que, en dimensiones varias, se llaman "Pipa", "Adiós, Cordera", "Zurita"... Por intentarlo todo, Leopoldo Alas hizo teatro: "Teresa", y explicó en su cátedra de Oviedo, tanto Derecho Romano como Economía política. Espíritu plural poseyó a Lopoldo Alas, en horas iniciales del auge de los especialistas. Un ánimo sin vuelo habría caído en dispersión infructuosa. El de Leopoldo Alas, se mantuvo alto, con señorío y riqueza.

M. FERNANDEZ ALMAGRO.

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Juan Vale ra

E VOCAR la finura de D. Juan Valera en 1934 es algo más que evocarla: es reevocarla. De recordaciones de su nombre están llenas las esquinas que, para ese fin, ha apuntalado España,

en la esquinzada efigie de nuestro primer tercio del siglo. Con un índice de reacciones, exaltaciones y vacilaciones en que andan uni­dos, en embrollada conjunción, los nombres de Juderías, D'Ors, Ovejero, Azaña, Azorín, Giménez Caballero. Todavía en el aire los frutales humos de la tierna hoguera que ensayó el primer centenario levantarle.

Para D'Ors, entre el cobre finisecular Valera fué el oro. "Una áurea y señalada excepción"—^ha dicho, unciendo a Valera con Ru­bén Darío, quejoso de la literatura sociológica de Larra, de Costa y de Gabriel y Galán. Y en otro sitio: "La materia de Juan Valera es el oro". Y también: "Una pluma de oro rubrica su caligrafía sobria y desembarazada de las ideas y de las culturas".

Azaña, por su parte, ha subrayado la vocación novelística de Va-lera. "No ha de hacérsele caso cuando quiere decir que escribía Pe­pita Jiménez sin saber que novelaba". El fragmento de Mariquita y Antonio, escrito a los 37 años, sostiene, mejor que ningún otro argumento (que el ensayo De la naturaleza y carácter de la novela, por ejemplo), la afirmación azañista dé la latente vocación.

Frente a la impremeditada esquivez de Azorín, Giménez Caba­llero ha echado al vuelo, desde su Conmemoración de don Juan Va-

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lera ("Revista de Occidente", octubre, 1934), sus campanas menos precipitadas y ha afilado ingeniosamente su concepto del autor de Asclepigenia al apellidarle "Saint-Simón al revés".

En tarima aparte, Juderías y Ovejero: sentimentalismo Valeria­no hecho carne de su hora; ola de calor —y acaso, ¿por qué no?, también, de candor— en torno al vagabundear del engafado exqui­sito, del dulce Homero andaluz: dos corazones gimiendo, en cada latir, un estremecido "¡Ah, Valera!"; dos lamentadores, dos elegia­cos, dos cipreses fieles, dos coronas votivas.

A este río revuelto de las valoraciones valerianas a través de una escasa treintena de años, un pescador semiavisado puede extraer su mejor redada, si se olvida del río, de sus revoluciones y de la es­belta ganancia del refrán.

Es extraño que en toda la literatura en torno a Valera que nues­tro siglo ha producido no se haya pronunciado claramente la palabra DIPLOMATA. Porque si algo define, de manera erecta y precisa, a Valera, ese algo es el Diplómata.

Porque si algún lema preside su destino es el de Diplómata. Por­que si algún signo le protege y perfila es el de Diplómata también.

Bajo este nombre únicamente puede encontrársele a la obra va­leriana un ombligo .Eje donde fijar tanto vario radio inconexo. Va­rióla de tanta dispar llave. Nudo con que amarrar tanto objeto suel­to y disperso, que hacen de la obra de Valera algo muy próximo a una secreta encrucijada.

Valera o el diplomático. He aquí todo un programa completo de un curso Valera, en cuatro palabras.

Diplómata como Darío y Ega. Diplómata como Morand y Giraudoux. Trotador de mundos. Hilvanador de ciudades, protocolos y mu­

jeres. Valera, Ega, Darío. Cartas americanas, Notas contemporáneas, Opiniones. Pepita Ji­

ménez, La Reliquia, Emelina. ¡PARÍS! ¿Existe una literatura de embajadores, de signo diplomático,

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como existe, por ejemplo, una literatura proletaria; una literatura donde unir bajo un mismo rótulo los nombres de un Valera, de un Ega, de un Darío, de un Morand, de un Giradoux?

Valera o el diplomático. Diplomático antes de serlo oficialmente. Antes de pensar que

pudiera llegar a serlo. Diplómata de nacimiento. Ya en el retiro del señorial palacio de Cabra, tuvo Valera infan­

cia de diplomático futuro. Aires de madre de futuro diplómata te­nía la Marquesa de la Paniega. Y el oficial de marina José Valera, cuando, tirando sobre una butaca su gorra azul y oro, tomaba entre sus brazos al pequeño Juanito y le llenaba la menuda cabeza de ciu­dades lejanas, largos viajes y aventuras exóticas, adelantándose en medio siglo a los pintorescos relatos del rochefortiano Fierre Loti, ¿qué hacía sino comportarse como buen padre de presunto diplóma­ta? ¿Qué hacía sino cumplir con el imperioso papel que la vida le había reservado: la de padre de futuro embajador, ya que como progenitor de diplómata de España había de sobrevivir —y no como oficial de la marina española— su nombre?

Para homenajear cumplidamente a un crítico desaparecido en 1905 —lo que viene a ser tanto como nombrar a D. Juan Valera— el diplomatarlo acaso pudiera parecer a los lectores de Almanaque literario no bastante. Pero cuéntese —y qué ancho contar— que di-plomatazgo vale aquí tanto como hilo. Como hilo, claro, del ovillo de lo crítico. Por aquél, pues, sale —y se saca— éste. Y éste es, si acaso, lo que en Valera tiene razón más plenipotenciaria y diplomática. Lo que más le auna con Darío y Con Ega. ¿No pudo escribir igual Va-lera Opiniones, Ega Carias americanas (en realidad las escribió) y Darío Notas contemporáneas, que Eca Opiniones, Darío Cartas ame­ricanas y Notas contemporáneas, Valera?

Si la palabra "iberismo" tiene en boca —en pluma— de Valera acento y sabor tan actuales y claros, a su embajada en Portugal se debe. Si se enterenece con Leopardi y se deja prendar por él, y hasta aprehender, en parte, e intenta, además, que España —su España— lo aprenda, de la legación en Italia le viene la aprehensión y le brota el enternecimiento. Si Campoamor y Grilo le parecen inferiores poe-

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tas que el Conde de Cheste y el Duque de Villahermosa, no se olvide que el impecable chaquet estaba más que en aquéllos en éstos.

Si adjetiva de "chic" el catolicismo de su amigo Menéndez (¿quién iba a pensar que aquel "querido Menéndez" de Valera fuera a acabar €n el don Marcelino nuestro?), es porque lo "chic" va mejor que fiada a su mirar diplomático, porque, adjetivado así, el catolicismo de Menéndez y Pelayo se hace más amable, más exquisito, más in­ternacional y más elegante. Si no estimó ni medio entendió a Góngo-ra, cordobés como él, y, como él, amigo de Grecia y de los toros, por diplomático fué; aunque Darío, que también lo era extraordinaria-ttiente, tanto lo amase y comprendiera.

Su desdén por la poesía romántica tiene también tramitación di­plomática, ya que, desde su sillón de la cancillería, el Romanticismo, idealizador del hombre patibulario, creador del héroe libremente criminal y justiciable, es soez, farótico, grosero, incivil, ordinario y subúrbico espectáculo.

De su embajada en Austria, regresa en postrero viaje, a Madrid, más afinada su sensibilidad crítica que nunca, como si los violines vieneses hubiesen puHdo aristas a su alma.

En el fondo, debió de realizarse en el alma de Valera una obscura liza entre su cosmopolitismo y su casticismo, de la que no es difícil descubrir, a través de su obra, repetidas huellas, y en la que el cos­mopolitismo no hubo de salir siempre el mejor parado.

Es un tema inagotable en Valera este de las imposibles concilia­ciones, que, a veces, adquieren categoría de verdaderas batallas: concierto de la metafísica y la poesía, de lo erudito y lo popular, de la moral y la estética, de la idea vulgar y la idea académica; su amor al lujo, sus dilecciones fáusticas, su locura de boato, en lucha con BU latente penuria, con una fatal indigencia, de la que intentó, en Vano, salvarse. "Si algo me impacienta —escribe aún en llena ju­ventud—, es la pobreza"'... Y, ya sexagenario, desde su embajada de Lisboa: "Estoy apuradísimo y con más dificultades económicas que cuando era caballero particular". Y más adelante (octubre de 1882), aún: "La vida me es muy difícil económicamente... No tengo tiempo para nada más que para echar cuentas". Y todavía (mar-

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zo, 1883): "Después de estas bregas diarias para que alcance el dinero, me da calenturas, me abato, me acoquino, me desespero y no valgo para nada. Hay días en que recelo que esta vida de angus­tia económica es una a modo de castración intelectual".

Escribo estas cuartillas una tarde de 24 de octubre en la isla d& Gran Canaria. Mar y cielo compiten en pulcritud de azul. Entre ellos, como entre dos limpios cristales, la isla navega, dulce y lenta^ porque el alisio ha detenido su soplar —lo detiene siempre en octu­bre—, portadora del suave milagro que es el otoño en Canarias. Un oro noble y nítido gana el paisaje. Se repite en cada árbol, en cada torre, en cada jardín, en cada chalet, en cada camino, en cada fuente.. Como un esquife de oro va la isla y su otoño, y yo en ella y con él, intentando resucitar literariamente el cadáver de un hombre que no eligió para morir un día —24 y octubre— como éste; intentando salvar en oro —en oro otoñal, que es en aquilatado oro— al que tanto penó por él, al que tuvo por sueño de la muerte una visión de áureo río.

1905 y Madrid. Avanzando abril la primavera ha llegado ya a la Corte española, porque esto de la llegada de estaciones no es privi­legio de islas meridionales. Ha llegado, y ha apagado estufas en los señoriles palacios y braseros en las casas de los empleados del Estado» Aún no hay anuncios luminosos en la Puerta del Sol y en la calle de Alcalá. 1905 no puede pretender todavía tanto. El café de Fornos se llena todas las noches de bimbas negras, grises, marrón, bastones de puño de plata y suaves bigotes. Tranvías y simones dispútanse, en las cortesanas vías, una preponderancia que nadie les discute. Azorín empieza a pasear su paraguas rojo por el Retiro y la Cas­tellana, apenas el cielo de Madrid llueve unas leves gotas. Rebañoa de oficialas de costura, de horterillas y de estudiantes pasan y re­pasan las aceras de la Carrera de San Jerónimo, de la calle de la Montera, de la Puerta del Sol, igual que hoy, igual que siempre, iguah acaso que mañana.

En una casa en la que se sueña con estufas, lando y palco en la Opera, pero en la que apenas si hay para brasero, simón y butaca en. la Comedia de tarde en tarde, un hombre agoniza. Tiene ya ochenta y

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Un años. De sus dilectos amigos, apenas si le resta una valija de esquelas en un cajón de su mesa de trabajo. Como la vaca de Mara-gall, está ciego y solo. Saben sus ojos, sin embargo, de la ternura de Cintra y Lisboa, de las nieves de Moscú, de las gracias de París, <ie las nieblas de Londres, de la sensualidad de Ñapóles, de la tibie­za del Brasil, de la voluptuosidad de Viena, del nuevo esplendor y la vieja barbarie de Washington y Nuevo Lóndon. Su nombre es po­pular no sólo en España. Sus libros se han traducidos al francés, al italiano, al inglés, al alemán. Hace apenas dos años, ha pronunciado, con ardores mociles, un flamante discurso en la Real Academia Es­pañola. No hace un año aun, repetía la hazaña, al sentarse al sillón que dejara "su Cánovas" vacante, en la Academia de Ciencias Mo­rales y Políticas. Y ahora se meure por minutos en una alcoba vul­gar de una anónima casa. Tiene patas torneadas su cama de muerte, cobertora de damasco y, a guisa de baldaquino, una cortina de en­cajes. A su lado, sueña que está, ángel único y bueno, un dulce Marcelino, desaliñado y fofo, hablándole aún de "re litteraria", aun-<iue preferiría el moribundo que fuera de Rodophis, de Corina o de Aglaia. Una luz blanca tiembla en una lámpara de plata. Gritan Unos vendedores ambulantes en la calle. Pasa un simón al trote de su penco. Nada más.

Si D. Juan Valera hubiese podido elegir tierra de muerte y esta­ción de agonía, yo sé que no hubiera pedido una primavera en Ma­drid, sino un otoño canario.

Para morir en olor de oro—oigo decir a D'Ors, casi a mi lado. Y yo: Para ser enterrado en caja de oro.

AGUSTÍN ESPINOSA.

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Menéndez Pelayo

C OMO Gallardo y Amador de los Ríos en sus épocas respectivas, y Menéndez Pidal en nuestros días, Menéndez y Pelayo con­densa y polariza toda la corriente crítica del arte literario

de su tiempo. Su acción, al servicio de una curiosidad ansiosa, se ex­tiende a mucho mayor ámbito que el del horizonte literario, pero su atención, engañosamente dispersa, hace converger a un único foco de anhelo, español y cristiano, los haces todos de su obra.

Fué Menéndez y Pelayo ante todo un hombre de fe; de fe profun­da, y fecunda en buenas obras. Fué creyente en Dios, y por ello en la Verdad, y tuvo fe heroica en España, y así el común denominador de su varia labor literaria fué la exaltación de las que él creyó siempre virtudes de las gentes de España.

Por fe en ella riñó las batallas de la Ciencia española, llegando, como la fe manda, hasta creer lo que dudo que viera, y aturdiéndose en una orgía bibliográfica en la que logró salvar unos nombres olvi­dados y unas cuantas ideas y actitudes del pensamiento, fecunda­mente españolas.

Por fe exploró las rutas religiosas del pensamiento español para volver de cada incursión al par satisfecho y desilusionado: satisfecho de la confirmación constante de su pensamiento de que fuera de la ciencia católica nada apenas podía espigarse de original, de intenso y de fecundo en los herejes de nuestra raza; acaso desilusionado, por-

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que su entusiasmo españolista parecía humillado en cierto modo a cada comprobación aleccionadora, que si conviene que haya herejes, para completar el cuadro de la cultura de nuestra raza acaso hubiera convenido algún hereje con aliento y fibra universales.

Por fe estudió las ideas estéticas españolas, para relacionarlas con las extrañas, y por fe en la virtualidad de nuestro arte, dedicó al fin toda su actividad a la crítica literaria.

* * *

La trayectoria del pensamiento y de la vida de Menéndez Pelayo se ofrece clara a la consideración actual. Animado principalmente por Don Gumersido Laverde Ruiz, el modesto profesor, injustamente ol­vidado, emprende la rehabilitación de la ciencia española como afir­mación patriótica frente a juicios superficiales de escritores vueltos de espaldas al pasado español. La filosofía en esta época le preocupa hondamente, pero más bien como objeto de investigación o historia de las ideas, que como obstinada búsqueda de la solución de sus pro­blemas íntimos. Una forma de eclecticismo, la escuela escocesa, cuyos postulados aprendiera en Barcelona del profesor Llórente, basta para calmar sus preocupaciones interiores, en tanto ensancha, con curio­sidad inmune, el campo de su investigación por todas las escuelas y sistemas, deteniéndose tan sólo con simpatía irreprimible ante la figura humanísima de Juan Luis Vives.

A este momento corresponden los más de sus ensayos filosóficos, su Ciencia española, y su Historia de los heterodoxos, incursión por los distritos más varios de las ideas filosóficas que encontraban re­flejo, genralmente débil, en lo herejes españoles.

La Historia de las ideas estéticas, es la obra clave de su edificio crítico. Muerto Laverde que le animaba en la orientación de sus es­tudios, convierte Menéndez y Pelayo su atención hacia lo que había en su vocación de más firme y había de constituir su mayor gloria: a la investigación y crítica del arte literario. Emprende la ascensión por lo más arduo, pero que tenía mayor relación con sus estudios, por la estética, y como en la filosofía, más que a formular una propia, de­dica su actividad al estudio de las teorías calológicas de los demás.

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Mira esta obra, de una vertiente a sus anteriores estudios, y de otra a los puramente literarios que han de ser los exclusivos del porvenir, La indudable catadura de Jano de esta construcción magistral e inaca­bada, se resuelve en un semblante único y aleccionador, fundidas las dispares facciones por la virtud sintetizadora del arte.

Entre estos afanes ha tenido unas horas que dedicar a solazarse con el buen Horacio, y no satisfecho con gustarle en su obra, busca sus huellas en las de los poetas españoles, y así sin pretenderlo—que tal fué la difusión del venusino entre nosotros—traza un esquema no muy desajustado de nuestra poesía lírica, y dá un catálogo, no muy incompleto, de nuestros poetas.

Por entonces también, y para festejar el centenario de Calderón, pronuncia las conferencias que habían de formar su libro, Calderón y su teatro, briosa reacción contra la crítica alemana que al ensalzar al gran dramaturgo ingnoraba o pretería valores españoles más au­ténticamente caracterizadores de nuestro genio.

Estos son sus primeros tanteos en la pura crítica literaria. En­cauzada en ella su vocación, por fe en los destinos de nuestra raza, estudia la poesía hispano-americana en los prólogos de la monumental antología académica, y su obra, mimada y atildada como ninguna, tiene la significación de una caricia sobre la poesía y sobre el pensa­miento de nuestra América.

* * *

El esfuerzo ciclópeo que todas las obras citadas, y las que he de citar aún, supone sólo puede comprenderle quien conozca el estado y los métodos elementales de la investigación literaria anteriores a Menéndez y Pelayo. Don José Amador de los Ríos, el historiador li­terario de más firme vocación hasta entonces, había dejado su obra incompleta, en los albores de nuestra gran literatura clásica. Su gi­gantesco esfuerzo para rehacer el edificio de nuestro arte literario en la Edad Media debió agotarle y acelerar su fin. A partir de aquí, Menéndez y Pelayo, o quien emprendiera el estudio de nuestra lite­ratura, había de desbrozar el campo, relacionar las minas, arrancar los bloques de la cantera, tallar los sillares, puUr las piedras, preparar

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la argamasa, hacer obra de albañil y de arquitecto, y tras este traba­jo agotador de construcción decir la palabra bella, el juicio preciso sobre el poema, el artista o la época.

Co n la urgencia y agobio de estos menesteres levanta Menéndez y Pelayo su gran edificio crítico. Son los orígenes de nuestra poesía los que investiga primero, nuestros trovadores y poetas arcaicos, las nobles figuras literarias de los reinados de los Trastamaras hasta la Keina Católica, y al topar con la poesía popular abre un paréntesis para redactar su memorable Tratado de los romances viejos, como eficaz homenaje a la memoria de su egregio maestro, Milá y Fon-tanals.

Son asimismo objeto de su solicitud los orígenes de nuestra no­vela, su último gran libro, aquél en que su maestría y su arte se muestran más evidentes, bien cuando ordena en una página antológi ca la genealogía de la novela pastoril, o cuando con decoro que no profane "la gravedad de los estudios que profesa", apura la investiga­ción y crítica de la Celestina, y rehace y traza la historia de nuestra novela lupanaria.

Entre estos trabajos de largo aliento, aspectos diversísimos de nuestro arte literario le solicitan, y él les atiende no de otra manera que Nuestro Señor, hizo un alto en su camino, a pesar de la urgencia con que le acuciaban parientes y amigos, para curar a la enferma de flujo de sangre, cuando iba anheloso a resucitar a la hija de Jairo. Así van desprendiéndose de su pluma su discurso sobre la poesía mística, o su estudio sobre los orígenes de nuestro teatro en el pró­logo que puso a la Propaladia, de Torres Naharro, o su disertación incomparable sobre la cultura literaria de Cervantes, que contiene la interpretación más humana y generosa del libro inmortal, o el estudio sobre el abate José de Marchena, que alcanza a mucho más que al volteriano abate, o sobre contemporáneos, como Pereda o Galdós, mo­delo este último estudio de generosidad y de tolerancia, que dulcifica virulencias innecesarias del juvenil arrojo de los Heterodoxos.

* * *

Pero su encuentro magnífico, fecundísimo fué con Lope de Vega,

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el universal Lope, fuerza elemental de la naturaleza en la que apenas tuvo que tocar el arte, espejo de la historia y de la vida españolas, y de mil vidas e historias más. Al recorrer su inmensa producción dra­mática, Menéndez y Pelayo va topando con los temas más esenciales y vivos de nuestra historia, con los caracteres más decisivos y defini­dores de nuestro ser de españoles, y Menéndez y Pelayo ahonda y ahonda en el venero inextinguible, y cada comento de sus comedias es un homenaje a su fe y a su vocación españolas, y guiado por el dramaturgo recorre todas nuestras leyendas, escudriña los rincones todos de nuestra historia, visita todas nuestras regiones, devanea por las calles de nuestras viejas ciudades, asciende a las cimas de nuestras montañas, pues rara es en la que la devoción no ha colocado un santuario y la tradición una conseja apta para que Lope la con­vierta en sustancia dramática, y cala en la viva entraña eterna del carácter español al convivir con la inmensa humanidad española que Lope pone en pie a lo largo de su producción dramática.

Menéndez y Pelayo estaba inevitablemente influido por el carác­ter naturalista de su tiempo: por eso el hallazgo de Lope fué para él la gran revelación, la de un arte que realizaba con los sentimientos tradicionales del crítico el ideal estético de su siglo. Precisamente el no acomodarse a esta concepción naturalista del siglo XIX le había alejado en su juventud del gran Calderón de la Barca.

Una vocación decidida, la de bibliófilo, pesa sobre el crítico, y ella, así como le hace vivificar libros muertos de épocas pasadas, le hace confinar a la historia literaria las obras vivas de su tiempo. Todo el mundo y todo el arte les ve Menéndez y Pelayo bajo la especie de li­bro. Los libros son su gran pasión. Su biblioteca, según propia con­fesión, es la única obra suya de que se siente medianamente satis­fecho. Para Menéndez y Pelayo una gran biblioteca era un universo en marcha, en el que su intuición adivinaba, o más bien veía patentes, pasiones, ideas y sentimientos, dramas y conflictos, imágenes y re­presentaciones poéticas, cuanto constituye la materia del Universo para el creador literario. Y es que Menéndez y Pelayo además de bi­bliófilo era un poeta extraordinario, poeta que hace alentar el pasado en sus versos, como alentaba en su mente a través de sus lecturas.

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Por eso su crítica es una crítica evocadora y al reconstruir, tras ana­lizarlos, con sus propios elementos un poema, una novela, la obra de un escritor, la insufla alientos de vida en una re-creación fervorosa.

Tal el gran escritor y el gran español que enclavado entre dos si­glos no puede decirse que cierra un período de la crítica en España, sino que abre el cauce y alumbra al mismo tiempo el manantial que, unido al tímido hilillo de la crítica anterior, viene a desembocar en los métodos y en la obra del gran ejército de investigadores que, afir­mándole o negándole, pero siempre aludiéndole, trabajan bajo su en­seña.

JOSÉ MARÍA DE COSSIO.

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Emilia Pardo Bazán

E MILIA Pardo Bazán supo asirse tan legítimamente a 1$ nor­ma verídica que presupuso su voluntad de ser, de existir por modo absoluto e íntegro; se enraizó con tan ahincada y fe­

liz solicitud de permanencia en el ciclo o lote cronológico que le cupo en suerte; consiguió avenirse con exactitud tan estricta a las exigen­cias más arduas del espíritu contemporáneo, que ni el rigor del tiem­po ni las veleidades de los hombres consiguen erradicarla de su in­frangibie perennidad. No hay, pues, que retrotraerse con afán ar­queológico, a una vida pretérita para sentir vivo, existente, impres­criptible, el verbo de esta mujer ilustre. Doña Emilia, ejemplar inte-gérrimo o conjunción feliz de voluntad e inteligencia, acertó a decir su mensaje. Hizo tal acopio de vida, que su voz, transponiendo las lindes cronológicas, resuena aún, y no anacrónicamente, en nuestros oídos actuales como voz exenta de marchitez temporal, de ocaso. Así, la significación perenne de esta mujer se incorpora a la posteridad sin tirantez ni esfuerzo. Porque los hallazgos genuinos perduran sin necesidad de sobrevivirse en avatares postumos. Doña Emilia es, ca­balmente, un pasado que vive como tal, como pasado inalienable, en las páginas que lo evocan.

El numen múltiple, pero no prolijo, de Emilia Pardo Bazán asumió diversidad de apetencias e innumerable copia de perspectivas. Im­porta decir que supo alojarlas con holgura. No fué ingenio angosto, ni supeditado a exclusividades, su ingenio. La amplitud—diríamos ambición—y la fecundidad coinciden en el robusto temperamento de la rotunda matrona. Mujer de tan vivos arrestos merecía la cauda

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feliz de un extensa prole. Pero no existe—¡ y ya es infortunio!—esa prole. La ejemplar y absorbente gallega ha dejado una sede vacante. En torno a su ejemplo enterizo sólo vagan, y no diremos discurren, unas amortecidas réplicas de mujer, que disimulan la afrenta de su esterilidad llevándose a los pechos enjutos los canijos retoños que pare la insignificancia anónima.

Como novelista, la Pardo Bazán constituye, entre nosotros, un jalón inequívoco en la historia del género. Aquel agónico latir que distendió y contrajo, años ha, en paroxística taquicardia, el corazón de los hombres de letras, encarnizadamente asidos, con resabios y escrúpulos ético-estéticos, a "la cuestión palpitante", hoy es apenas perceptible. Pero la resulea actitud de la novelista, que supo purificar con su propio ejemplo, reivindicó para sí, con plausible naturalidad, un criterio ecuánime—que se motejó de "naturalismo católico—, apto para discernir y recoger el empuje valedero de aquella incontinente riada de veracidad tumultuosa. Doña Emilia no rescihdió sus com­promisos teóricos al avenirse a los postulados de la realidad e idea­lidad literarias. Ni tenía por qué retractarse o contradecirse. La fle­xibilidad de sus normas, coincidente con la de su espíritu creador, no se supeditó nunca a la rigidez del prejuicio. Paladín de la naturalidad, y no del naturalismo, como equivocada y equívocamente se la diputó,, la autora de "La cuestión palpitante" salva su prestigio de mujer dis­creta, sin enreversarse ni descomedirse en aquel pugilato de farrago-sis contradictorias.

Emilia Pardo Bazán coexistió como novelista con los sumos pon­tífices del género: Pérez Galdós, Valer a, Alarcón, Pereda... Y es justo decir que el sexo débil, personificado por Doña Emilia, sobrepuja no pocas veces en arranque, nervio y calidad viriles a sus velludos anta­gonistas. Situando aparte el genio de Galdós, la Pardo Bazán puede vérselas o habérselas con los demás conspicuos. La naturalidad de la autora de "Morriña" sirve de piedra de toque o contraste a la arti-ficiosidad y erudito regusto de Valera. Alarcón, que sacude los caire­les de su garbo en "El sombrero de tres picos" no aventaja en dotea narrativas ni en donaire a la autora de "Belcebú". Y la hidalga, vi­driosa y honrada rusticidad de Pereda no admite paragón piadosa

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con la ingravidez y pericia de "la señora Pardo". Porque no sólo en el fragor de la polémica menoscaba y reduce Doña Emilia a su des­compuesto contricante. De oficio a oficio, de cultura a cultura, de carácter a carácter, de inteligencia a inteligencia, la palma o el laurel corresponde en buena lid a la gallega. Pero al hidalgo de la Montaña se le puede otorgar, como consolación, un accésit.

Se leen aún, esto es, se releen con gusto las novelas de Doña Emi­lia. "Pascual López", "Un viaje de novios", "Insolación", "Morriña", "Los pazos de Ulloa", "La piedra angular", "Una cristiana", "La prueba", "Dulce sueño"... resisten victoriosamente el inquisitivo es­cudriñar y las descontentadizas exigencias del lector contemporáneo. ¿Y sus cuentos? En la narración breve, en el cuento, produjo Doña

: Emilia no pocos dechados o arquetipos. "Cuentos de amor", "Cuentos i de Marineda", hasta "Cuentos sacro-profundos". Y hay que recono­cer que la resuelta escritora "sacroprofundiza" en el género con tino y eficacia singulares. Como ya dije, no pocas de esas narraciones cons­tituyen arquetipos, y arquetipos insuperados.

El aspecto más absorbente—y no el esencial o auténtico—de la Par­do Bazán lo usufructúa, o mejor lo detenta, su entrecejo crítico. ¿Po­seyó la Pardo Bazán facultades o dotes críticas? Su proclividad dic-taminadora o celo estimativo ¿constituyó una falsa tendencia? Sus estudios críticos y sus biografías ¿se pueden considerar como meras veleidades ?

La feminidad de esta mujer superdotada se revela o acusa rotun­damente en su menester crítico y conste, ante todo, que no puede hablarse de veleidad, o comezón tornadiza, frente a un esfuerzo tan cuantioso como el que representan las obras de crítica, historia y viajes (todas críticas) de la Pardo Bazán. "San Francisco de Asís", "La cuestión palpitante", "La Revolución y la novela en Rusia", "Es­tudio crítico sobre Feijóo", "Polémicas y estudios literarios", sus tres volúmenes sobre "Literatura francesa", sus biografías, sus li­bros de viajes ("Al pie de la Torre Eiffel", "Por Francia y por Ale­mania") etc., suponen una labor perseverante, ciclópea. Ahora bien; la perseverancia y la magnitud del esfurzo no garantizan la culmina­ción eficaz de la tarea. ¿Se cerró cabalmente, en un círculo perfecto,

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como la obra del novelista y del cuentista, el menester del crítico, o se soldó en anillo o cero a la izquierda, al margen de la faena positiva, de creación, positivamente ilustre? Repitámoslo. En su menester crí­tico, Doña Emilia revela su feminidad: actúa como mujer, como crí­tica. Típicamente. Netamente.

Sírvannos a este propósito unas palabras de Amiel, que extractó y traduzco de su "Journal intme": "La mujer propende a la asimila­ción rápida y usurpadora. Convierte sin vacilaciones las reminiscen­cias en hallazgos personales. La necesidad crítica de indicar fuentes y reconocer deudas, citar a los prestadores y conceder a los otros su derecho, no es propiamente femenina". "La avidez receptiva y la facilidad de reproducción son, sin embargo, cualidades secundarias de la inteligencia. Es espíritu femenino absorbe las ideas del hombre, suponiendo haberlas extraído de la Naturaleza". "La mujer no pro­duce las ideas fecundas, pero descubre los detalles; agencia, pule, termina y perfecciona; descubre los olvidos y embellece la exter-nidad".

Esta cita de Amiel nos ahorra muchas palabras. Con repetir que la Pardo Bazán se produce en su menester crítico como crítica, como mujer, está dicho todo. La coacervación de materiales, la documen­tación, no admite reproche. Doña Emilia aduce y sitúa en primer término, sin ambages, los síntomas de su erudición. Sabe, por lo me­nos de referencia, a qué atenerse. Investiga, indaga; pero no siempre invoca los testimonios ajenos de que se sirve. Al leer, aprovecha, qbtiene de la lectura honra y provecho. Para discriminar qué es lo que le corresponde legítimamente, como fruto de su cercado, y qué es lo que se apropió del ajeno están los eruditos. Algo y aun "algos" escribió a este respecto D. Francisco A. de Icaza. Pero aun­que se la despoje de bienes allegadizos, pegadizos o advenedizos que no son de su pecuho, en el haber de la Pardo Bazán como crítica se inscriben unos números inalienables: el afán de saber, de inqui­rir, la agudeza, el donaire o garbo y la sindéresis. Su crítica, circuns­pectamente menuda, es la crítica del sentido común. Sus estudios nos colman de ese buen sentido corriente y moliente, que finge desdeñar^ por sentencioso y a ras de tierra, el pedante. '

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En suma: ni aun en su menester menos feliz, deja de contar Doña Emilia. Porque no desmerece si se la parangona con los profesionales más estimados de su época. El difícil y descontentadizo "Clarín" exaltó sus dotes críticas en un vehemente ditirambo.

JUAN JOSÉ DOMENCHINA.

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Andrés González

B l a n c o

A NDRÉS González Blanco (1888-1924) se produjo en las le­tras españolas con profusión anegadora. Pocas disciplinas literarias escaparon a su gran avidez. Cultivó la novela, el

cuento, el ensayo, la crítica, la poesía, la crónica. Dirigió periódicos, se encaramó a tribunas literarias, concitó polémicas, fué y vino por el mundo como un atareado mensajero de las letras con el que hay que contar para todo. Durante muchos años apareció como uno de les ejes de la vida intelectual del Ateneo. Cuesta creer que tan bre­ve espacio de vida—murió a los treinta y seis años—fuera suscep­tible de tamaño caudal de actividades. Cuando el furor divinus del precoz entusiasmo vino a frenar sus ardores, Andrés había caído ya en el diletantismo. Quienes le conocimos, le recordamos poseído de ¿sa noble y graciosa furia de grafómano, sentado a su pupitre del Ateneo, en operario de las letras, de unas vigorosas y grandes le­tras que esculpía sobre rimeros de cuartillas. Era pequeñito, risue­ño, vivaz, ponía en sus ademanes, en su brillante y caudalosa char­la, un punto de afectación intencionada y burlesca que distraía y cautivaba. Su niñez y mocedad habían transcurrido en el Seminario de Oviedo; más tarde vino a la Universidad de Madrid, dispuesto a cursar Filosofía y Letras. Andrés ha fijado en verso y prosa sus pueriles emociones de la provincia, las inquietudes y ardores de su vocación incierta. Pero en el alma de este pequeño Renán modernis-

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ta no debieron quedar otras supervivencias clericales que un latín exornativo y la afición a los certámenes.

¡Y cuánta lectura infatigable, cuánta obstinada peregrinación a través de los libros de las bibliotecas! ¿Qué objeto perseguían sus marchas forzadas por.los quebrados territorios del pensamiento es­crito?. No pocos eruditos quedarían desconcertados de oír esta pre­gunta. Porque abundan los buscadores de la nada, los investigado­res del vacío o los que, habiéndose lanzado a descubrir alguna cosa, vienen a olvidarla en el tráfago de la pesquisa y acaban por per­seguir su propio olvido. Muchos son como Danaides, que hacen pa­sar los raudales de las ideas ajenas por el cuenco de sus toneles sin fondo.

La precoz y vehemente producción de Andrés González-Blanco es cosa que pasma. La "Historia de la novela en España desde el Romanticismo a nuestros días", con su millar y veinte páginas, que alcanza el premio Charro-Hidalgo del Ateneo de Madrid, sale a la luz contando su autor no más de veintiún años. Salvo la ejemplari-dad, que tan prolongado aliento manifiesta, esta obra enseña poco al actual trabajador de la novela. Ya era bastante que en sazón tan temprana pudiera gobernar sus febriles lecturas y sacar adelante un libro de empeño. Tan extenso trabajo, verdadero cúmulo de opi­niones, digresiones y noticias, deja un poco absorto al estudioso de nuestros días. Hay en él espacio para todo menos para la reflexión detenida. Hojeando el libro vienen a la memoria las consabidas pa­labras de Madame de Sevigné: "Voy a escribir una larga carta, pues me falta tiempo para hacerla breve". Verdad que el tiempo de la concisión, ornado de amplias márgenes de silencio, corre más sose­gado y lento que el de la profusión desorbitada.

Pero con anterioridad a esta gran obra, había publicado Andrés diferentes libros de crítica: "Los contemporáneos", "Los grandes maestros", etc. Aparece también, por entonces, su libro de versos "Poemas de la Provincia". Se leen estos versos con inquieto ánimo. Su intencionado prosaísmo, su incompostura poética, expresan una rara desesperación. Hay en este libro una levadura. Es el fermento de la angustia española disuelta en el tedio de la provincia. Por mo-

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mentos esa angustia puede trocarse en delicia. Vislumbres campo-amorianos, asomadas de "Clarín" hay en este libro, que, o remansa una poesía de onda premiosa o, contrariamente, precipita el caudal incurioso y fácil que rebasa del cauce lírico y se filtra en la prosa de la conversación y del discreteo.

A la promoción literaria de Andrés (señalemos, aunque con to­das las reservas, la fecha de 1914) pertenecen varios escritores que han expresado, cada uno a su modo, esa emoción ambigua, volup­tuosa y dolorosa, que somete el ánimo a una fatalidad disolvente. Esta promoción artística, un tanto enfermiza, sucede a la del 98 (señalemos también con reserva la fecha de 1898), de ahincadas y robustas personalidades que han sobrepasado y oscurecido a su in­mediata posteridad y siguen actuando en nuestras letras. Es un problema de complexión, casi de armadura anatómica. Aquí el mo­dernismo no ha sido saludable, ni arraigó al suelo, ni ha podido edi­ficar una morada sólida.

Andrés González Blanco escribió en infinidad de periódicos y revistas españolas e hispanoamericanas. Hacer recuento de sus tra­bajos dispersos en toda la Prensa sería labor de gran empeño. Pero en sus numerosos libros hallamos lo mejor de su pensamiento. En su "Elogio de la Crítica", en su estudio sobre Menéndez y Pelayo, en su crítica de los "Dramaturgos españoles contemporáneos" y en el extensísimo preliminar a las "Obras escogidas de Rubén Darío", se muestra con toda su amenidad el variado paisaje de sus copiosas lecturas, apreciaciones y rebuscas.

Durante algunos años fué Andrés el verdadero Agente literario encargado de poner un marchamo a todos cuantos poetas hispano­americanos se desbandasen por España. Personábanse a su sombra propicia y él los obsequiaba a manos llenas con artículos, elogios, presentaciones, que parecía redactar en serie y repartía pródigamen­te, sin dársele un ardite ni dolerle prendas. Sobre todas las manos ávidas vaciaba su cuerno de la abundancia, del que torrencialmente fluían los conceptos de genial, sutil, exquisito, inspirado, etc., etc. . Los protegidos de Andrés desfilaban a centenares por la cátedra

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del Ateneo, multiplicando los cisnes, las princesas, los faunos y laa siringas de Rubén.

Diez años hace que nos dejó Andrés González Blanco, ¡y han sucedido tantos cambios en el decorado del mundo y en la escena de España! Pero almas desbordantes y pródigas como la suya no han vuelto, eso no, a repetirse en nuestra sociedad literaria.

Por todo esto, por su vitalidad comunicativa y risueña, por su opulenta, noticiosa e irónica conversación, por la concurrencia de sus fértiles actividades, su muerte, acaecida en otoño de 1924, nos dejó a sus amigos una impresión desoladora de vacío. ¿Y ese inexpli­cable silencio de los autores, de los críticos que vino a remansarse sobre su tumba? Pudo entonces rendírsele el tributo de publicar su obra acerca de Galdós. ¡Y aún no es tarde!

LEDESMA MIRANDA.

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Julio Cejador

C ONOCEMOS tres clases de crítica. La crítica criticona, decía­la el magro D. Julio, precedida del auténtico ajo arriero. La crítica pegajosa, decírnosla nosotros. El tábano literario.

La suelen practicar los eruditos nacidos de aquellos posos que dejó escapar el colador moratinesco, y está compuesta de comas y puntos, sintaxis descarriada y prosodia heterodoxa. La palanqueta del críti­co abre fácilmente la torre del imprevisor literato... con gran estré­pito del aparato de alarma. Existe otra especie de crítica: la llamada pura. Pura crítica. Así: antepuesto el calificativo mejor que rezaga­do. Viene a ser el culto de espíritus fríos, incapaces de extremos, pero certeros como esos pistoleros de circo que rompen el blanco sin que haya salido más que la detonación. Y el género se agota con su ter­cera especie: la crítica gorda, la de al pan pan y al vino vino. La del palmetazo al envés y el incensario a derechas. La inocente de pro­tervidad y expresiva de gestos tremendos.

Esta última fué la predilecta de D. Julio Cejador. La ejercitó desde que se encaró con la Vida, hasta que se descaró con la Muerte. Y no dejó de hurgarla ni uno solo de los miles de días que tuvo para hacerse y para deshacerse a su favor y en su contra.

Don Julio Cejador era bajo, enjuto, áspero y vivaz. No diremos que le venía bien un aire españolísimo de jota aragonesa, pero sí que de Aragón, cuna y espejo de sus primeras realidad y sensación del yo, traía la tozuda acometividad y la lealtad derrochada. Nada alfe-

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ñicado, enemigo de ajospajos, gritaba mucho de lo que veía justo y verídico. Y lo gritaba a los cuatro puntos cardinales; en los salonci-Uos del Ateneo, en los quicios aledaños a la Academia, sobre las gra­dillas de las aulas, pisando firme alrededor del brasero hogareño.

Su grito no acusaba nunca los pasados yerros; era como un aviso para los futuros rumbos. Su manotazo no era castigo de acciones realizadas, sino impulso para rectificaciones. Su gesto podía ser la acentuación de un estado de irritación espiritual, pero nunca fué la máscara de un refocilamiento solitario.

"¿Por qué chilla usted tanto, D. Julio?", le preguntamos alguna vez. La respuesta fué sencilla. El error, leído u oído, excitan una reac­ción en quien escucha o en quien lee. La válvula de escape puede ser la intención y puede ser el acento. Para dejar limpia la primera... ¡cuánto desafinaba y estridía y alzaba el segundo! ¡Y vaya si le comprendíamos algunos! Los adjetivos violentos, los epítetos malso^ nantes, las interjecciones ingeniosas, las hipérboles ofensivas, no le disfrazaban en la crítica gorda, crítica de loza pintada, como no le transformaban en la vida cotidiana del garbanzo y la paseata ni el garbancillo burgués ni el balandrán eclesiástico.

Don Julio era la sorna cazurra. A D. Julio le sonaba el corazón en la boca. Pinchar, sí. Herir, no. Su agudeza era la de la punta del cayado del rebuscador de baratijas o de basurillas: señalaba el dia­mante en el barro, sin detenerse en éste... La flecha de D. Julio no tenía punta ni filo. Su daño era el golpazo. Quizá esta crítica sea la más aparentemente antipática. Por la estridencia. Por lo que tiene de mitin de plazuela, fascinador a los babaucas y a los papanatas. Pero la reputamos como la más eficaz, ya que es la única que enrojece el rostro y solivianta la legítima—o ilegítima—defensa. Frente a la crítica puntillista y erudita se reacciona con el olímpico desdén. Fren­te a la espiritual y comprensiva... casi casi con el orgullo de merecerla. Únicamente la crítica gorda, servida en el jarro de loza de pueblo, nos produce las náuseas y los retortijones, el deseo—pecado capital— de la revancha, el azoguillo de curar los chirlos y de devolver los estacazos.

¡Gran D. Julio Cejador, que no quería que los trapitos sucios se

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lavasen en casa, sino que fueran a la gran colada de la plaza pública! Ningún crítico ha sido tan despiadadamente criticado como Ce-

jador. Ninguno tan sin tregua ni tino. "Prefiero saber por qué me ladran y desde dónde", comentaba con chuscada y regusto. Tal vez, empinado en su soberbia, humildemente oculta, se creía subido a la tapia, libre de la dentellada y distraído por el guirigay.

Por chillar sin meditación precedente, por obrar a impulsos locos, por estarse ahogando a todas horas en su sapiencia, enorme como un mar, y en su ignorancia, traidora como una acequia, D. Julio Ce-jador erró no pocas vecs. El pecado venial y el pecado mortal se le quedaron en letras de molde y en frases definitivas. Y lo mejor era que no se arrepentía de ellos, ni atrito ni contrito, desvergonzado como cualquier bigardo del siglo XIV de los que creían en la impe­cabilidad del alma. Más que sus aciertos—a miles—se recuerdan sus chascos escasos... Aquellas sus copias casi literales de Fitz Maurice-Kelly, en su "Historia de la Lengua y de la Literatura Castellanas". Aquellas sus confusiones—copiadas también—de creer al Villalón tes­tigo de Cervantes en Argel, y capaz, según propia confesión, "de co­cear", el famoso D. Cristóbal, autor del "Crotalón" famoso... Aque­llas sus nada ocultas piraterías en las cargadas naves indianas de Ga­llardo, Amador de los Ríos, Serrano y Sanz...

Y es que la crítica de D. Julio Cej ador, lanzada en torbellino con­t ra las tinieblas, las rasgó muchas veces... Pero a tal velocidad, im­prudente y heroica, ¡cómo acusaba los baches de la carretera! Los numerosos baches que aún presentan, sobre la imaginada piel de toro de España, las carreteras de la investigación.

El gran D. Julio, que se mofaba hasta de saber tomar el rábano por las hojas, aceptó siempre sus confusiones y hurtos sin remilgos, sin propósito de enmienda y con invectivas estentóreas. Las frases hechas de: "Cogerse los dedos con la puerta", "al maestro palmeta­zo", "tanto va el cántaro a la fuente...", "el que mucho abarca...", "el que roba a un ladrón...", se le revolcaban por los labios secos de clé­rigo bisbiseador del oficio divino.

¡Gran D. Julio Cejador! Hubo siempre que tomarle como era. Fanfarroneador por igual de su mucha ciencia y de su escasa ignoran-

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cia. Voceador de las voces más enterizas, agrias y suspicaces que se guardan en la ortodoxia del Diccionario de la Lengua, o que le me­rodean como piezas de caza furtiva. Agresivo de modales... cuando el corazón le había trepado para hacerle un nudo en la garganta.

La crítica, con yerros, con aciertos y con acertijos, permanece en­tretenida y palpitante, mientras muchas críticas de las obras, meticu­losas, calladas, malintencionadas, se han perdido y olvidado para siempre.

Lápida. D. JuHo Cejador y Frauca, de los Cexadores de Ateca, na­ció en Zaragoza—1864—y murió en Madrid—1927—. Creyó que la éuskara fué la lengua primitiva, fundándose en el estado primordial de los demostrativos que conservaba.

Consideró el lenguaje como expresión fonética del gesto. La In­mortalidad, a la que hurgó cada uno de todos sus días, con tozudez y corazón franco le sea afecta por los siglos de los siglos.

FEDERICO SAINZ DE ROBLES.

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Enrique de Mesa

L A obra crítica de Enrique de Mesa, como espectador teatral de los días nefastos en que le tocó ejercer su función perió­dica al siguiente de los estrenos, yace dispersa en las colec­

ciones de "La Tribuna", "La Correspondencia de España", "El Im-parcial" y "La Nación de Buenos Aires", durante los últimos años del escritor, muerto en Madrid, donde había nacido, en mayo de 1929. En la serie, interrumpida no más iniciada, de las Obras Completas de Enrique de Mesa, el volumen de "Apostillas a la escena" reúne, esco­gidas por su propio autor, hasta cincuenta y nueve crónicas de los sucesos teatrales más significativos de las postrimerías del arte dra­mático español, muriente con el reinado de Alfonso XIII y no la clase media que le daba la triste vida en que aún alienta. Está dividido el tomo en dos partes: dedicada la primera a "Dramas y comedias" en general; a la distinción entre "Teatro poético y teatro en verso" la segunda.

Como nacidos al azar de las primeras representaciones y para dar sucinta cuenta de ellas al lector de un diario, los artículos de Enrique de Mesa colegidos en las "Apostillas a la escena" no están trabados por otro nexo que el que imponen a sus comentarios circunstanciales las ideas generales del crítico acerca del teatro, como tal arte emi­nentemente social. No hay pues exposición de teorías ni mucho menos de un concepto, para demostración o prueba de los cuales se saquejj

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a colación ordenados ejemplos de la dramaturgia universal. Obligado a discurrir sobre materia tan deleznable como la producción contem­poránea, y en particular sobre la producción dramática española del siglo que corre, el juicio del crítico cobra el mismo tono de amarga zumba con que hace cien años aderezaba sus enseñanzas exegéticas, Fígaro, príncipe de escritores malogrados. Cálamo cúrrente, al mar­gen de cada nueva comedia, torpemente escrita, pobremente presen­tada y fácilmente festejada por un público sin otra conexión por lo común entre los espectadores que lo componen que la falta de educa­ción del gusto, Enrique de Mesa, de cuyo noble refugio en la poesía quedan en libros breves cuanto exquisitos, limpios versos vencedo­res del tiempo, desahogaba su humor templando con discreta ironía las repercusiones de los grandes éxitos que empresarios, autores, cómicos y danzantes en derredor, suelen atribuirse a bombo y pla­tillo de claque, suelto de contaduría y críticos vergonzantes.

La irrupción de Enrique de Mesa en la crítica teatral, puso un punto de espanto en el corrillo donde se cuecen las temporadas. Es­tupor primero, consternación después, mezquina indignación en algún caso, produjo en el ambiente de bastidores adentro el hecho insólito de que un escritor independiente, que sino de gran popularidad goza­ba del respeto y la estima de los aficionados a la poesía, se permitiera el lujo de apuntar la verdad al considerar la paupérrima decadencia de una de las formas más bellas del arte, y muy especialmente del arte español, discrepando del coro de alabanzas ineficaces, e indife­rente a los intereses creados por el comercio teatral al uso. Claro que de ir a buscar ahora, con haber transcurrido de entonces acá tan poco tiempo, una muestra literaria, o a lo menos periodística, de la pugna sostenida por Enrique de Mesa con los detentadores de los carteles y malversadores del prestigio dramático secular, apenas si se encuentra impreso tal cual carta de autor o cómico volviendo por su dignidad profesional ofendida por el varapalo del crítico con ocasión de un estreno. Rara es la polémica doctrinal o la simple dis­cusión razonada a cuenta de un juicio de Enrique de Mesa. Ello no prueba una vez más sino la miseria de la vida literaria española y la mezquindad con que reaccionan los que se consideran perjudicados

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en su interés material, o en su crédito espiritual, por el juicio ajeno. La polvareda levantada por las crónicas de Mesa pasaba del escena­rio a los saloncillos y en todo caso a las tertulias de los cafés y a las mesas de las redacciones. Era pábulo de la murmuración de la villa y corte, cuya corona tambaleábase mareada por la corriente revolucio­naria del mundo, de que había llegado hasta nosotros el leve soplo de los bailes rusos pongamos por conmoción teatral europea. Luchó sin resistencia el poeta crítico y aunque su sátira liviana no podía dar mejor fruto, dada la poquedad del ánimo público y la falta de vigor individual, es lo cierto que su influencia se dejó sentir en los demás cronistas del mundillo escénico.

No pudo, no, conseguir Enrique de Mesa la única gloria, el sólo galardón, que le es dado al crítico: el alumbramiento de un gran autor dramático. Le faltó el Víctor Hugo, el Ibsen, el Bernard Shaw, y aun el Pirandello a quien descubrir y sostener frente a la primera incomprensión de las gentes hechas a otro gusto anterior. Con todo, el simple cumplimiento de su deber profesional contuvo a sus com­pañeros en la prensa dentro de ciertos límites, que a su muerte y con la falta de su sinceridad justiciera, han vuelto a rebasar desca­rada o solapadamente quienes están investidos, siquiera sea por veleidoso designio de las empresas periodísticas, de discernir lo bue­no de lo malo en las representaciones teatrales. Bastaría ese respeto elemental a la dignidad de la propia profesión que Enrique de Mesa impuso hasta cierto punto a los demás críticos con el solo ejemplo de su probidad incorruptible, para que su muerte se dejara sentir en el lugar donde nadie le ha sustituido. Es más, parece como si có­modamente arregostados, sin el cuido ya de la mirada socarrona que pesaba sobre la conciencia profesional del crítico acuciado por el rigor inexorable de Enrique de Mesa, cuantos compartieron con él en cierto modo sus juicios, se hayan dado con malicioso desenfado a la prostitución escéptica de su menester literario. Si por acaso ha surgido aquí o allá algún crítico nuevo con ciertas ínfulas de inde­pendencia personal, presto se ha visto desplazado por el vaivén de la mudable fortuna a que viven mercenariamente sujetos los periodis­tas españoles,

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Rigor inexorable he dicho hablando a la ligera de la labor crí­tica de Enrique de Mesa. Por tal se tenía la expresión de su justicia benévola. Releyendo hoy las crónicas de un día se echa de ver, pues que tan fugaz fué aquel éxito favorable de que discrepó, o cómo va madurando el fruto que él daba por cierto, la seguridad de su criterio. Harto amistosos, exageradamente favorables se nos hacen hoy ya algunos juicios de Enrique de Mesa. Y ¡qué exuberancia no corres­pondía en su elogio a la perfección del "Ótelo" de Ernesto Zacconi, magnífico Petrucchio al día siguiente! No, no era Enrique de Mesa insensible al arte dramático. Su sensibilidad, gustosa de buen teatro le hacía reírse del malo. Pocos años han bastado para que en las pá­ginas del libro, el humor que algún mal catador pudo diputar agrio, se haya clarificado en zumba de la mejor cepa.

El libro de "Apostillas a la escena" se abre con un artículo sobre "La crisis del teatro en España" "Solo el público—dice Enrique de Mesa—desde su punto de vista que todo lo abarca, puede repartir cargos y adjudicar responsabilidades... La complicidad en el desacier­to de quienes debieran unirse para interesarlo, divertirlo y conmo­verlo, justifica su actitud evasiva... Un poco de originalidad en el juego escénico, una buena comedia y un intérprete punto más que discreto, le harán volver siempre... La resurrección del teatro solo puede lograrla una dramática popular; algo que encarne escénica­mente ideas y sentimientos comunes a todos (Poesía es lo elemental; lo demás es anécdota y episodio, se ha dicho con feliz expresión), Pero no debe confundirse lo popular con lo plebeyo... ¿Y qué es el pueblo? Cuidan algunos homes —dice la ley primera del título X de la partida segunda de Alfonso el Sabio— que pueblo es llamado la gente menuda, así como menestrales et labradores; más esto no es así, ca antiguamente en Babilionia, et en Troya, et en Roma, que fueron logares muy señalados, et ordenaron todas las cosas con razón, et posieron nombre a cada una segunt que convenía, pueblo llamaron al ayuntamiento de todos los hombres comunalmente, de los mayores, et de los menores, et de los medianos; ca todos estos son menester et no se pueden excusar, porque se han de ayudar unos a otros para poder bien vevir et seer guardados et mantenidos".

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Enrique de Mesa, ungido de rancio linaje, inspiró su arte poética y su sentido crítico en el espíritu del pueblo. Poco antes de morir, en su última reseña, rompió una lanza contra la falsificación de lo popular en el teatro. Aducía el buen ejemplo de "La Dolores" de Fe-liú y Codina, frente a una "Rondalla" de los Quinteros.

C. RIVAS CHERIF.

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ANDRENIO

U NA noche, coincidimos en una mesa—invitados—GOmez de Baquero, Antonio Espina y yo, con otros amigos. Fué en­tonces cuando pude conocer con alguna profundidad a An-

drenio. Como, por ser el más respetable, se le cedió siempre la pala­bra, tuvo sobrado tiempo para bosquejar ante nosotros su propia definición. Habló, naturalmente, de sus límites literarios, no de su global personalidad humana.

Pues, ante todo, se reveló como un hombre conocedor de su tiem­po, y su tiempo —a mi entender —era la segunda mitad del si­glo XIX. Políticos, escritores, hombres de ciencia, todo cuanto de vivo —y de vivaz— abarca la historia de esa época, lo conocía An-drenio como pocos. Tal vez desde un punto de vista muy exterior, acentuando mucho lo anedóctico; pero, si tenemos en cuenta lo su­perficial de la producción literaria y política de esos años —salvo tres o cuatro excepciones— quedará justificada plenamente la ac­titud de Andrenio frente a ella. Parece como si los hombres de inge­nio —en todas las ramas— de ese tiempo, sólo se hubieran preocu­pado de legar a las nuevas generaciones modelos pintorescos, perfi­les castizos, de reluciente casticismo español... Ahora bien, Andrenio resucitaba escenas y tipos con sorprendente gallardía y memoria. Sin que nunca, en su charla, faltase ese granito de mostaza indispen­sable al buen relato. Hacía fielmente la crítica de una época fácil. Sentía por ella una humorística ternura. Al fin era su época.

Creo que sufre un desdén injusto —decía del siglo XIX—. Hay que agradecerle muchas cosas; entre otras, el que haya facilitado

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las mismas armas con las cuales es combatido. España sufrió en él una gran sacudida. Sin ella, nada —ni aun lo poco de que hoy se dis-fruta— hubiera sido posible. Con todos sus errores, hay muchas co­sas que aprender de él.

Nueva ocasión de conocer a Andrenio. Una tarde, para informar a los lectores de La Gaceta Literaria, solicité de Andrenio que con­testase a algunas preguntas mías acerca de la literatura más recien­te. No pudo reflejar más optimismo. Le pregunté a quemarropa: ¿Cree usted en los jóvenes?—él contestó en seguida: Creo. Le pre­gunté acerca de los defectos y virtudes de la literatura actual, y me dijo:

Han realizado —^habla de los jóvenes— una linda hazaña: im­portar el lirismo a la prosa. Así la enriquecieron, la embellecieron. Han introducido en la literatura española —siempre tan enérgica, tan vigorosa, pero por eso mismo un poco ruda —una delicadeza, una fi­nura de matices que puede, efectivamente, ser calificada de nueva Sin que podamos confundirla con otras literaturas de períodos decadentes. Casi siempre fué la suavidad patrimonio de esas épocas; pero ahora no veo ese peligro. Creo que la nueva literatura adolece de cierto ale-jandrinismo, que se tortura de sobra por encontrar nuevas sorpre­sas de estilo; pero creo también que posee una gran amplitud de vi­sión, una manifiesta comprensión de nuestras riquezas tradicionales. Muchos jóvenes de hoy, de positivo talento, están vueltos hacia el pasado. Quizá haya en esta actitud demasiada insistencia... La prosa lírica —añadió— claro que no es sólo de hoy. Nació con las crónicas. Vino del brazo del ingenio: una sabrosa marcha de lirismo y de in­genio...

Achacaba a los jóvenes sobra de dogmatismo, de violencia, y cierto empaque. Tal vez achacaba a nuestros jóvenes... su juventud. Y una evidente falta de construcción. Adviértase —le repliqué enton­ces—que ellos vienen lanzados por una época en la que fué preciso derruir muchas cosas. En que el destruccionismo fué la única ten­dencia firme. (Ese destruccionismo que algunos quieren reeditar ahora, después de tantos años!) creo que todo invita a construir;

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con menos dogmatismo, en efecto, y más comprensión del presente y del pasado. Y con la conprensión, el enamoramiento.

A lo que, en parte, asintió, diciendo: No lo duden. Surge un neorramanticisco. Una nueva ola román­

tica. Con otros temas. Aquellos temas de épocas que pudiéramos lla­mar felices, tal como el prolífico tema del amor, languidecen actual­mente, mueren. Es otro romanticismo, nutrido de otras preocupacio­nes: la económica, la mecanicista... Las luchas sociales nutren la nue­va literatura del mundo. La competencia entre la mecánica y la cien­cia. Grupos de intelectuales se inclinan del costado de la industria, de la riqueza, del comercio. Un gran amor a la vida provoca reacción nes origii^les ante las cosas, mejor que ante las ideas. Claro es que esto lleva dentro un gran peligro para la cultura. La selección se pro­ducirá más lentamente. Evidentemente, existe el peligro de america­nización del arte. De una lamentable rebaja en el sentido de venera­ción a la ciencia, a la literatura.

Luego añadió algunas opiniones acerca de José Ortega y Gasset, de Miguel de Unamuno, de Ramón del Valle Inclán. (Lo por mi es­crito entonces, y hoy copiado, sufrió una escrupulosa revisión de Andrenio.)

José Ortega y Gasset —me dijo— representa hoy en España lo que el conde de Keyserling —precipitado en tantas opiniones— ha hecho constar sagazmente. Es el más europeo de los escritores espa­ñoles. Representa, pues, un espíritu de conciliación entre la Europa contemporánea y la España de todos los tiempos. Hay en él otros valores: uno de ellos, la perfección de su estilo, la elegante correción de su verbo. Es, además, un feliz importador de ideas.

Acerca de Unamuno habló así: Da lo nota más honda de la actualidad literaria española. Hablo

de la más entrañable. Es el auténtico aventurero de las letras, que en otros tiempos —místico y protestante a un tiempo— hubiera sido llevado a la hoguera. Y digo aventurero claro es, en el mejor sentido; no el de precipitado y oportunista, sino en el sentido de la verdadera audacia, de la libertad que llega al sacrificio.

De Valle Inclán:

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Ha padecido más que nadie la angostura literaria de su nación. En otro país donde la literatura hubiese sido más estimada y re­compensada, la talla europea de Valle Inclán crecería considerable­mente. Desde luego la conceptúo superior a Gabriel d'Anunnzio—cla­ro es que incluyo a los dos en la misma jerarquía literaria y en el mismo tipo de obra—. Tiene Valle Inclán un sentido peculiarísimo del idioma. Como si las palabras le brotasen ya con pátina. Hay, además, una perfecta cohesión en su obra, aunque en algunas etapas de ella se acentúe con más brío una calidad especial; por ejemplo, la de un enjuto y recio humorismo, en los admirables Esperpentos.

Consideraba como inolvidable la influencia de Azorín en las le­tras presentes. También la de Ramón Pérez de Ayala, maestro en el idioma; como la de Pío Baroja tan original ensayista como excelente novelador..

Y, acerca de la novela, dijo: Tiene un gran porvenir. Vive en un período de honda renovación.

Se apartó del tipo meramente narrativo, y por el hueco abierto a tanta anécdota extirpada, van entrando otros muchos y buenos con­tenidos. Cada día le nacen nuevos brotes. Hoy son novela muchas co­sas que antes no lo fueron. Acapara los temas actuales de que antes he hablado, los asimila, los funde, los convierte en materia artística nueva.

Tercer encuentro. En un banquete en homenaje a Andrenio, fui invitado a leer unas cuartillas. Tuve entonces ocasión de decir:

No tengo más títulos para representar al grupo de escritores afines, designado con el nombre de joven literatura, que el de ser— que yo sepa—el de más edad de todos ellos. Quizá bastante para jus­tificar mi actitud. Como aún no puedo llamarme verdaderamente viejo, vivo en esa zona intermedia, en ese lomo desde donde se pue­den ver, con máxima claridad, las dos vertientes: la de los hombres del laboratorio y de la ardiente esperanza, y la de los hombres del taller, ya resignados a faenas acaso no soñadas en su ardiente juven­tud, pero que llenan dignamente su vida ya en sazón.

Desde esa zona-puente, en mi calidad, que pudiéramos llamar ex

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joven, creo que puedo abarcar ambos territorios, tender la mano cor-dialmente hacia uno y otro sector.

Pero hoy, ante todo, se trata de cumplir un deber de gratitud. En esta noche, donde se subrayan las excelencias de la extensa labor literaria de Gómez de Baquero, la Uamada joven literatura debía también hacer constar su reconocimiento y profunda estimación ha­cia el ilustre camarada. Aparte escasas, escasísimas inhibiciones, no apareció en el mercado de las letras españolas y suramericanas libro alguno de joven que Gómez de Baquero no acogiese, unas veces con franco elogio, otras, con explicable y paternal cautela. Siempre, con simpatía y atención. Nunca utilizó las armas de que dispuso para in­fligir a una primacía ilusionada crueles arañazos de ironía o de sar­casmo. Si algún libro en agraz mereció su duro palmetazo, Grómez de Baquero nunca lo dio en función de dómine, sino en función de padre. Y con la sonrisa y el tacto que sólo pueden ser frutal de una serena comprensión.

Así escribí entonces, así debo escribir hoy. Creo que la labor de Andrenio fué en definitiva, muy útil. Sirvió de estimable contrapeso. Atrajo la atención de más amplios núcleos de lectores hacia unos pequeños libros que hoy, afortunadamente, si van perdiendo en aris­ca juventud, van ganando en tamaño y trascendencia.

BENJAMÍN JARNES.

Esfa sección da homenajes a

algunos críticos literarios está

ilustrada con caricaturas d e

rons e Ibáñez, y dibujos ac-

: - : tuales do Fuente. : . ;

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T E R C E R A E N C U E S T A { C o n t i n u a c i ó n )

Veáse sa enunciado completo en la pajina l 8 4

(JUAN G. OLMEDILLA): "El libro de las tierras vírgenes", de Ruyard Kipling, para habituarme a la convivencia, más noble que la humana, de las fieras amigas de Mowgti. "El secreto de Barba Azul" u otra novela cualquiera de D. W. Fernández Flores, para sumergirme en un sueño profundo, a prueba de mosquitos y demás insectos indeseables, propios de toda isla desierta que se estime.

RUTH VELAZQUEZ: Uno y dos: "La religión del hombre" y "El sentido de la vida',' de Tagore. Tres: un libro en blanco para llenarlo.

DIEGO SAN JOSÉ: Los tres libros que llevaría a una isla desierta: "Lo que piensa un hombre después de muerto" (obra que todavía no ha escrito Uriarte de Pujona). "El arte de no pagar al casero", de autor anónimo, pero al que se piensa levantar un monumento frente al domicilio de Antonio Casero. El tercero lo dejo a elección del lector.

ENRIQUE DIEZ-CANEDO: Para el que tiene a mano tres libros no hay isla de­sierta en el mundo.

GUSTAVO PITTALUCA: ¿Y para qué me iba a llevar tres libros a una isla de­sierta? ¿A quién se los iba a regalar?

MANUEL FONTDEVILA: Habituado a ios horizontes isabelinos de los viejos cafés, ni siquiera tengo capacidad suficiente de comprensión de la naturaleza para darme idea cabal de lo que es en realidad una isla desierta. Demasiado panorama para mi retina de ciudadano contumaz. ¡Una isla desierta'. Primeramente, una isla. Y luego, ¡desierta! Una cárcel de tierra sin cancelas que eviten el horror edgarpoesco del vacio exterior, rodeada por el in­menso foso de las aguas del mar; la soledad de una isla enanchada por la gran soledad del Océano. ¿No es eso? ¿Creen ustedes que ese pobre mortal, con cédula de clase /5.», que nada tiene que ver con los dioses de la Mitología, podría llevarse algún libro a una isla desierta? Si ¡a pregunta fuese, por ejemplo, ¿qué libro se llevaría usted a un rincón de Platerías?, todavía...

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JORGE RUBIO: El primero sería un libro de optimismo, esperanza y evasión, de ale­gre y animosa fantasía: "Las mil y una noches". El segundo, un libro de esfuerzo y serenidad, de pensamiento y empresa razona­ble: Una biografía incompleta de Napoleón. Y el tercero, un libro antitóxico de los anteriores, de mansedumbre y quietud para permanecer sin protesta, el libro de la conformidad en la soledad: "El criticón".

FERNANDO GONZÁLEZ: Si se me obligara a señalar tres obras para un aparta­miento de esa naturaleza, elegiría "Crimen y castigo" ,"Los poseídos" y "Los hermanos Karamazoff", de Dostoiewski, porque en ellos hallaría el "mundo"i bueno y malo, que necesito, que en la isla solitaria no podría encontrar.

JOSÉ TELLEZ MORENO: "Don Quijote de la Mancha", porque encuentro, no sólo en su totalidad maravillosa, sino en cada una de sus frases, todas ellas labradas con espíritu amplio, una ambición humana, sutil y generosamente humana. "La Biblia", porque me hace pensar en lo que cabe el mundo, inmenso y pequeño a un tiempo, como compendio educativo de las almas: en un puñado de papel im­preso

El tercero lo sustituiría por una mujer. Una por lo menos. Me reconozco ciertas de­bilidades...

ANTONIO SÁNCHEZ BARBUDO: Antes tendría, naturalmente, que haber decidido ir a esa isla. Supuesta tal locura, es probable que llevase a Valéry, "Pablo y Vir­ginia" (aunque mejor compañía me haría "Robinsón Crusoe") y un Manual de recetas y fórmulas prácticas.

ANTONIO VIDAL MOYA: El que me acompañaría sería una edición preciosa del "Kempis". Los otros dos que podrían "no querer", son: una mujer y una ilusión. El libro, el "Kempis", para meditar sobre la vacuidad de las cosas humanas. La mujer, para estudiarla—libro curioso, hermético casi siempre, indescifrable, de difícil lectura e interpretación...

PACO VICHI: Si me recluyeran en una isla, ¿qué tres libros llevaría conmigo? ¡Ahí, pues llevaría un libro para resignarme, consolarme, alegrarme; por ejemplo, "Las florecillas de San Francisco de Asís". Otro, para ayudarme a vivir en un sitio como ése, "Tratado de caza y pesca" de cualquier autor acreditado. Y otro que me adormeciera, "las Tablas de Logaritmos de Schron"; solamente con mirar una página me quedo "Roque"; claro es que este mismo efecto me produci­ría el libro de... y el de..., pero me he vuelto hombre discreto y no quiero hablar mal de nadie.

LUIS AMADO BLANCO: Ninguno. ¿Para qué i" Además sería un contrasentido. El encanto del desierto es precisamente eso, lo desierto.

JOSÉ LUIS MAYRAL: El "Espasa", el "Larousse" y, por último, para que no digan, el "Quijote".

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EL AÑO LITERARIO EN EL

E X T R A N J E R O

F R A N C I A

No será superfluo, antes de intentar el balance de 1934, tener en cuenta los acontecimientos de carácter revolucionario por los que comenzó. El fenó­meno de polarización que volvió a juntar, en los extremos políticos, partidos hasta entonces flotantes, hubo de repercutir en la literatura e incitó a nume­rosos escritores a tomar graves decisiones.

Vimos, de un lado, a Ramón Fernández escribir en la "N. R. F.", que se situaba a los flancos de André Gide; de otra parte, en un articulo de reso­nancia, vimos a Paul Morand ("1934") comentando la revolución del 6 de febrero—y las siguientes que parecía entonces anunciar—, exigir que "los ca­dáveres fueran limpios". La literatura de 1934 es esencialmente política; lOB nxejores libros que podríamos señalar son, en gran parte, libros de partidistas.

El mapa de la literatura presente se establece, más o menos, como sigue. La izquierda ha reunido a los refractarlos, desde los "individualistas" como Malzaux—de quien la admirable novela "La condition humalne", aunque apa­recida en 1933 marcó la apertura del año con su premio Goncourt—hasta el poderoso grupo de la A. E. A. R., al cual se adhirieron los sobrevivientes del efímero populismo. La A. E. A. R. (Asociación de Escritores y Artistas Re­volucionarios) cuenta con miles de adherentes, intelectuales, poetas, artistas, músicos, directores de escena; señalemos los Interesantes resultados obtenidos, particularmente en el arte del espectáculo. Publica una revista activa y, a veces, erudita: "Commune". La derecha también ha vuelto a agruparse, bajo la tutela de Frangois Mauriac, El célebre escritor, cuyo talento se ha sobre­pasado en sus últimos l ' jros ("Journal", "La fin de la nuit"), tras su ingreso en la Academia Francesa, lleva escritos numerosos artículos políticos; en ellos pone sobreaviso a los jóvenes escritores católicos contra "los hijos de las tinieblas".

Para luchar contra "los hijos de las tinieblas", la revista "Ésprit", de E. Mounier, el grupo "L'Ordre Nouveau" ofrecen perfectas condiciones de In-

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teligrencia y de valor polémico. Los libros publicados bajo su Influencia cuen­tan entre los mejores en lo referente a la literatura política. Anotemos, entre muchos, "La Revolution necessalre" (Aron y Dandieu), "Demain la Franco'* (Maxence, Maulnier). Todos estos grupos se aplican a reivindicar el uso ex­clusivo de la palabra revolución. J. Maritain, en "La moral et la liberté", y. de otro lado, J. R. Bloch, en sus comentarios de la revista "Europe", nos con­firman que, dentro de Francia, esta palabra sólo posee un valor ilusorio. (Léase,. a este propósito, "Sybllle", obra reciente de Bloch.)

Los valores estables de la literatura han mantenido en 1934 sus anuales promesas: Gidé y Valéry publicaron sendas obras.

Entre los libros de los últimos escritores independientes, y de los más des­tacados, señalemos las preciosas recopilaciones de Valéry ("Nouveaux Rhum.bs", "L'ideé fixe", "Semiramis"); "Le combat avec Tange", de Jean Glrandoux; "Edouard Vil" y "L'instinct du bonheur", por A. Maurois. J. de Lacretella continúa con "Les années d'esperance" y "Les aveux étudiés" la serle de sus elegantes novelas. Jules Romains publica los dos tomos anuales de su larguí­sima reconstitución: "Les honimes de bonne volonté".

Eliminados estos grandes nombres notorios, cuya mención es Inevitable» resta agregar la nueva novela de JuUen Green "Le Visionnaire"; "Gluck Aüt", de Fierre Hamp, autor un poco abandonado, con injusticia, y que figura entre los escritores más importantes posteriores a la guerra. Recordemos también los de M. Aymé, E. Dablt, Robert Francis (el más joven y destacado entre los novelistas nuevos, junto con B. Barbey), M. Bernard y Marc Chadourne, cuyo relato viajero, "Anahuac", nos trae excelentes vislumbres del pafs de la serpiente emplumada.

Puesto que hemos evocado el nombre de Lawrence, podemos congratular­nos por el hecho de que casi todos los libros del genial inglés hayan sido traducidos y comentados en Francia. La Casa Plon agrega a estsa traducciones las "Lettres choisles" de Lawrence, que Aldous Huxley (su último libro apa­recido en francés: "El mejor de los mundos") ha presentado. Volvemos a en­contrar en "Franck y Marjorie", de Luc Durtaln, una descripción de la mo­rada, en el bajo México, que ocupó el autor de "Canguro". Luc Durtain evoca las aventuras del matrimonio Lawrence en pugna con los artistas.

Estas mil aventuras de artistas vuelven a encontrarse, en estos últimos días, maravillosamente narradas, en el libro de Gertrude Stein "Autobiografía de Alicia Toklas". Esta americana, parisinizada ha tiempo, amiga de Picasso y de toda la "élite" artística de Europa, sirve de punto de enlace entre las "vanguardias" de Francia y la intelectualidad americana no-conformista. Su libro es un documento inagotable.

El interés con que ha sido acogido tal libro se explicará por la solicitud del público francés hacia las aportaciones extranjeras. Entre los centenares de obras que asimila anualmente, citemos, en 1934, las traducciones de Spen-

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gler, Dostoyesky, Chesterton ("Santo Tomás") aparecidas en la "N. R. F.", editorial que agrega a su catálogo los nombres de dos admirables escritores: Faulkner y Kafka.

El pesimismo que Francia ha gustado en las obras de Faulkner y de Kafka vuelve a encontrarse, bajo una forma más sutil y matizada, en el libro ds M. Arland "Les Vlvants", en el del director de "Pamphiet", Jean Prévost "Le sel sur la plaie"; con cierta luz de esperanza en la obra, muy madura, de Drieu la Rochelle "La Comedie de Charleroi". Los lectores españoles debieran interesarse por su penúltimo libro "Dróle de voyage". Encontrarían, entre otras cosas, la singular descripción de una corrida; los paisajes y las costumbres españolas gozan de un prestigio permanente en Francia. Lo hemos visto en la acogida tributada al libro de ensayos varios de Ortega y Gasset, traducidos por Mathilde Pom.es, "Essais espagnols".

Precisamente tomando prestado, como titulo, un verso de Mathilde Pomés —"Encoré un instant de bonheur"—, Henri de Montherlant, otro conocedor de España, publica un libro de poemas muy desiguales. Su novela "Les celiba-taires" cierra una fase de su evolución. Los hispanófilos han trabajado mucho. A su cabeza, Valéry Larbaud-Barnabooth puntualiza sus "Techniques"; Jean Camp prolonga "Don Quijote" y crea "Sancho". Jules Superviene agrega a sus libros poéticos "Les amis inconnus", y Jean Cassou enriquece los suyos con todo aquello que encuentran de insólito y encantador sus "inconnus dans la cave".

En el sector que ahora tenemos algún escrúpulo en llamar literatura pura, Jean Giono nos brinda "Chant du Monde", libro poderoso y denso, en el cual desaparecen, al fin, los vicios y las virtudes del suizo Ramuz. Julien Benda, en "Les Dellces de Eleuthére", mezcla a la ironía el aplomo del "clérigo" que no ha "traicionado". Esta seguridad llega al olimpismo en Alaln, para quien la Prensa española ha sido cruel, y que publica dos o tres libros de ensayos, de los cuales, el último, "Les Dieux", ha promovido interesantes po­lémicas y acusado el relieve de este maestro asombroso, el último "radical" de la literatura francesa.

Cabe asombrarse de que los conocedores de la literatura francesa no hayan recibido mejor, hasta ahora, las novelas y los relatos de Marcel Jouhandeau; su "Chaminadeur" aparece en estos días. Por nuestra parte gozamos reconocién­donos a Jouhandeau como uno de los mejores escritores actuales, uno de los mejores.

La joven literatura muestra brotes vigorosos en las novelas de M. Poulet: "Les Ténébres"; en las de M. A. Comméne que crecen en número y en interés; en Daniel Rops ("¿Mort, oü est ta victoire?"); como actualmente en las de Mac Bernard, Eug. Dabit, R. Sébastien. Entre los jóvenes novelistas, citemos, sin orden, a Robert Francis, y, en otro sector, a Nizan ("Antoine Bloye") y a Gul-llon ("Angeline"). Sobreponiéndose a muchos libros recientes asistimos al éxito

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naciente de "Lea Moribonds", do Philippe Soupault, y de las "Cloches de Bale", por Louis Aragón. No creo equivocarme al augurar a estas dos últimas bras una carrera muy brillante.

El nombre de Louis Aragón evoca los días en que el autor del "Paysan de Paris" pertenecía al grupo superrealista. Tras un cisma que separó a loa discí­pulos de André Bretón, éste ha publicado "Point du Jour", "Qu'est-ce que le surrealisme", cooperando a la edición de la "Anthologie du surrealisme", em­pero la insuficiencia documental del prefacio por George Hugnuet, uno de los mejores poetas entre los jóvenes (agreguemos a su nombre el de Fierre Morhange que publica "La Vie est unique") nos ilustran sobre las tendencias actuales del superrealismo. Se comprenderá, mejor este movimiento agregando a la lectura de esta Antología la del libro de M. Raymond: "De Baudelaire au Surrealisme", obra capital, alabada y recomendada por toda la crítica.

Esta crítica fué magníficamente solicitada a comienzo del año, por el número especial que la "N. R. F." consagró a Gobineau. El ilustre filósofo viajero, de quien pudo decirse, si nexageración, que su pensamiento dirige el mundo actual, halló en este número de homenaje, entusiastas comentaristas. No se podría en­contrar mejor fuente de información sobre el maestro involuntario del racismo. Este importante trabajo hállase enriquecido por una bibliografía definitiva.

Es también un gran libro de crítica el de J. Madaule sobre P. Claudel. El ilustre dramaturgo y poeta ha encontrado en J. Madaule un exégeta ardiente y lúcido. La producción de Claudel continúa siendo maravillosamente abundan­te. Este año nos dló "Wagner" ("Revue de París"), numerosos artículos ("Re-vue Musicale, N. R. F.") "Positions et Propositions, II" y el famoso "Christopho Colomb". El libro de su exégeta aparece en la nueva colección "Les lies" donde J. Maritain reanuda la tradición del "Roseau d'Or" y moviliza a valiosos cola­boradores: Henri Gheon ("Promenades avec Mozart") y, recientemente Rene Schwob (otro gran conocedor de España) con "Capitale de la Priére".

Las servidumbres y las grandezas del teatro han encontrado en Antonin Artand un comentarista implacable. En el "Theatre de la Cruauté", Artaud nos alzaba a una metafísica del teatro. Lejos de seguirle, en los arcanos del teatro puro, Jean Cocteau carg acón una poesía asombrosa y concreta su "Machine Intérnale".

Seguramente en este apresurado catálago hemos olvidado muchos nombres, muchas obras, cuya involuntaria omisión habrá, de excursarse. No será posible, empero, acusarme de haber ailenciado a tal escritor que pronto será célebre, y alabado a otro que pronto no lo será. Numerosas estrellas han empezado a lucir y su resplandor aun no llegó hasta nosotros. Pero aun vemos la luz d» muchas otras que se extinguieron.

LOUIS PARBOT

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I N G L A T E R R A

SI H. G. Wells no fuera el mejor novelista contemporáneo de lengua Inglesa y no gozara ya de una gran popularidad en todo el mundo, ¿nos habríamos enterado de que su "Autobiografía", en dos volúmenes, publicada en octubre y noviembre, era la obra más interesante, más profunda, más divertida, Ins­tructiva y vigorosa del año que concluye? Seguramente que no. Es hoy muy difícil enterarse en Inglaterra de los buenos libros. Porque son tantos... Cuando estaba yo pensando en los que más me han impresionado en estos doce meses últimos, cayO en mis manos un libro del editor Geoffrey Faber, titulado "A pu-blisher speaking". Se refiere concretamente al negocio editorial. Paber publica, vende y escribe libros. Pero es, sobre todo, un amante de las buenas letras. "Lo peor de este negocio—dice—es que hay muchos editores y muchísimos libros." Y da algunos datos estadísticos. En Londres salen de las prensas ciento cuarenta libros por semana: unos seiscientos al mes.

¿Cómo es posible hacer el balance literario del año en un país donde se lanzan al mercado más de siete mil obras literarias? ¿Y cómo puede uno etsar seguro de que los pocos libros que uno lee para su recreo o instrucción, escogidos muchas veces al azar, por instigación de la crítica otras, o pof afición espontánea las más, sean los mejores libros del año? Si Charles Dickens escribiera hoy su "David Copperfield", ¿se enteraría la gente con la misma rapidez que en 1849, cuando no llegaban a seiscientos los libros impresos en todo un año? ¡Y cuántas obras maestras, de autores ignotos, no caerán hoy, como hojas de otoño, movidas por la indiferencia, en el olvido eterno, espe­rando en vano que una inteligencia discreta y curiosa las arranque de la muerte prematura! Los tiempos son tan apremiantes, los ocios tan breves y los hábitos intelectuales tan rutinarios, que los lectores nos afanamos por el libro brillante que nos recomienda un crítico solvente, o por la novela que firma un autor ya juzgado. Pocas son las aventuras de exploración en el campo frondoso de la literatura inglesa contemporánea.

De aquí se sigue la dificultad de entrar en conocimiento con los autores más modernos; una dificultad que algunos vencemos forzando el interés por ellos. Pero hay que confesar que muy pocas veces halla ese interés una com­pensación que lo justifique.

En Inglaterra, como en España, los viejos valores son los más sólidos. Nadie ha podido todavía derribarlos. La generación de Chesterton, Bernard Shaw, Wells, Belloc y Cunningham Grábame no ha sido superada. ¿Lo han sido en España Unamuno, Valle-Inclán, Pérez de Ayala, Ortega y Gasset, Benavente.

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"Azorln", Baroja, Julio Camba, Miró, etc.? ¿Hay algún cronista moderno tan garboso como Manuel Bueno? Porque no vale criticar. Lo que es preciso es que las nuevas generaciones puedan poner en fila a un grupo de nuevos escri­tores comparables, cuando no superiores, a los derrocados por su furia cri­tica. Ha llegado uno a aprender de memoria los reproches que los escritores jóvenes ingleses lanzan a los iconos del 90. Pero ¿hay entre los jóvenes figuras que merezcan, por su obra, su prestigio? Uno tan sólo: Aldous Huxley, y éste se encuentra ya intelectualmente Inserto en la generación anterior a la guerra. De él se puede decir que es el flagalador más furibundo de los escritores de la postguerra.

Si se nos pusiera en el trance de hacer una catalogación por orden de ge­neraciones, diríamos que en la literatura inglesa más reciente hay dos catego­rías: una, la de los escritores que hoy tienen de cuarenta a cuarenta y cinco años, como Aldous Huxley y T. S. Bllot, el poeta; y otra, la de los escritores que hoy tienen de veinticinco a treinta años, como C. Day Lewis, W. H. Auden, Stephen Spender (los tres, poetas) y Plomer, Graham Greene y John Colller, prosistas. Los primeros son los hombres desencantados de la postguerra, ana­líticos, descreídos, con ciertas vagas ilusiones científicas y un escepticismo corrosivo fundamental. Los segundos son los hombres que no conocieron la guerra y que poseen un credo y una fe, profesados con entusiasmo juvenil. Su credo es la lucha de clases; su fe, el triunfo del proletariado. Es curioso que en todos los países democráticos, los escritores jóvenes extraigan sus motivos y vehemencias de las masas proletarias en acción. El critico de la "youngest generatlon" inglesa, Michael Roberts, autor de los estudios y antologías "New Generatlon" y "New Country" (publicados ambos por la "Hogarth Press"), lo explica diciendo que "a medida que el escritor joven ve más claramente que sus Intereses están unidos a los de la clase proletaria, sus obras se liberan de la complejidad y la introspección, de la duda y del cinismo de los años recientes, y se hacen más inteligibles para esa clase y contribuyen a la evo­lución del estilo, un estilo que, procedente en parte de los trabajadores "en mangas de camisa" y en parte de los intelectuales, articulará el movimiento revolucionario". Estas notas son de información y no de polémica; pero no quiero desaprovechar la oportunidad de discutir las afirmaciones de Michael Roberts. De los tres grandes poetas que han sucedido a Eliot en el refina­miento, aunque no en el escepticismo, Stephen Spender, que es el más lírico, es el único que tiene aquí algún renombre; pero ni él, ni W. H. Auden, poeta satírico, ni Day Lewis son artistas proletarios, aunque los escuadrones en marcha de la Rusia roja estimulen su entusiasmo. Los tres son poetas excelen­tes, pero difíciles. Han superado la escuela de Eliot y, sus versos están re­vestidos de un esoterismo muy poco popular y proletario. Su otro maestro es el exquisito D. H. Lawrence, critico más individualista que marxista de la civi­lización moderna.

* * *

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Kn cuanto a los escritores de prosa, me parece tiplea de esta hora la novela de Plomer "The Invaders". Una gran novela, por cierto. La novela de las masas trabajadoras y de Inocupados que llegan, como un fenómeno sísmico, alzándose amenazadoras, a la capital de Inglaterra, y producen un terror pá­nico en la rutinaria y enmohecida clase media. El contraste de estos obreros impetuosos, idealistas y Ubres con la tacañería espiritual de una familia bur­guesa, y las reacciones que el fenómeno obrero produce en ella, es caracte­rístico de las obras de creación literaria más recientes. Podría citar otras novelas del mismo género. "Love on the Dole", de Walter Greenwood, y "Ship's fireman", de James Hanley—un ex labrador—me parecen las más notables.

Los libros que mayor atención han merecido en 1934 son los libros históri­cos, revisionistas de la guerra del 14 al 18. Las "Memorias" de Lloyd Georgo han suscitado, y siguen suscitando, polémicas enconadas, pues el famoso polí­tico se ha lanzado a publicar documentos privados de la historia de la guerra y está destruyendo, desde Lord Kitchener al general Haig, las reputaciones más claras que la guerra creó. Churchill ha dado a la imprenta la seguda parte de su deliciosa "Vida de Marlborough". Aldous Huxley ha publicado un libro de viajes por la bahía mejicana, lleno de entuslasnxo hacia los hombres y las cosas de aquel país. La inmensa muchedumbre de novelas sentimentales y policíacas es el pasto espiritual de la clase media inglesa: su número, incon­table, e Indecible su vulgaridad y monotonía. La "Autobiografía" de Wells se ha recibido por la crítica con entusiasmo, y por el público con la avidez da una gran novela. Que eso es, en realidad. Una novela maestra, y el aconte­cimiento literario de Inglaterra en 1934.

Londres, diciembre 1934. LUIS CALVO

I T A L I A

Lo primero que caracteriza, en Italia, el año literario 1934 es el cese—¡por fin!—de la polémica entre "contenidistas" y "caligráficos". El eco de esta gran discusión, que ha ocupado docenas de periódicos durante dos años y medio, ha llegado también al extranjero: hemos leído, a este propósito, el pensamiento de Valery Larbad y de Wladimir Weidle que nos parece de una absoluta precisión. Wladimir Weidlé, el eminente critico ruso, ha revelado muy bien en

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el aspecto teórico la debilidad de aquella escuela que trató de oponer el conte­nido a la forma o la forma al contenido; la virtud suprema del artista no puede consistir más que en una "síntesis".

Pero, históricamente, la errónea y nociva discusión le presenta como un error de los "contenidistas"; el príodo de "barbarie estética" en el que parecía irremisiblemente caída Italia durante los últimos tres años fué debido a la res­ponsabilidad de los escritores de las más jóvenes generaciones los cuales creye­ron poder rebelarse contra los más viejos acusándoles deanaar la palabra, a lo Wilde, por su sonido, con independencia de su significado y de haberse consu­mido en el "fragmentismo" porque, precisamente, su exaperado cuido de la "bella página" los esterilizó, haciéndoles imposible la obra de largo aliento. Los "caligráficos" se han limitado en la discusión a negar, más bien desdeñosamente, la imputación, declarando haber cultivado siempre la forma en servicio del contenido humano.

Por eso. Valery Larbaud tuvo razón al identificar la reciente "barbarie estética" italiana con el "contenidismo", el cual debióse más tarde a un mo» ralismo mal entendido. (Las raíces de esto hay que buscarlas en las incertidum-breo derivadas de las varias contradicciones que hay en la Estética de Bene-detto Croce).

Verdaderamente, en la moderna literatura italiana, bajo el nombre de "fragmentos" se han comprendido algunas breves prosas que no son propia­mente fragmentarias: poemas en prosa, narraciones líricas y algunos "essays" que por sutil milagro de equilibrio se mantienen, por así decirlo, entre la crí­tica y la poesía; en otras palabras, no son más que una síntesis, una "reflexión poética".

La obra maestra puede surgir de cualquier género literario, y sería absurdo posponer la lírica a la novela o la novela a la lírica. Pero es cierto que hay épocas que parecen más propicias al cultivo de un determinado género. ¿No fué el Renacimiento italiano una magnífica estación para el poema caballe­resco que pasó para no volver? La Italia contemporánea se expresa harto mejor en la lírica y en el fragmento que no en la novela. Pocos escritores italianos del día logran crear las múltiples y diversas figuras imprescindibles a la no­vela. La polémica de los "caligráficos" y de los "contenidistas" ha sido, pues, un ataque de los partidarios de la novela contra los líricos y los autores de "fragmentos". Pero éstos son casi todos muy jóvenes y están influidos por literaturas extranjeras, por el monólogo interno de Joyce ("Ulysses") y la nueva onda de verismo de la literatura alemana.

Como se ha dicho al principio, el año 1934 marca el eclipse de la famosa polémica. Coincide este fenómeno con una singular floración de obras, como 6i los escritores, ahitos de palabras, quisieran llevar la lucha al terreno de los hechos, demostrando cada cual sus razones con la importancia de las obras realizadas. Entre los más destacados exponentes del "contenidismo", uno, Eurír-

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lo de Michelis, ha publicado un volumen de narraciones bastante representa-i tivo de la manera de todo el grupo, un análisis ávidamente perseguido, una articulación lograda, más que por necesidad de la obra, para atenerse al cri­terio de su programa estético. En suma, este volumen ha interesado poco, bas­tante menos que el precedente de De Michelis, que fué, a pesar de todo, bas­tante discutido.

Entre los escritores de esta tendencia aparece un joven de gran ingenio, Ettore Settani, que con la novela "¿Quién ha asesinado a Giovanni Bandone?" se muestra influido por Joyce y por otros maestros extranjeros del "monólogo Interno". Por ahora hace una juvenil ostentación de esta moderna técnica; pero algunos capítulos melancólicos y sutilmente conmovidos de su libro hacen pensar, dados sus pocos años, que vaya deponiendo sus preocupaciones progra­máticas y logre en el porvenir resultados muy concretos. Su más vigorosa ca­racterística puede ser la de relatar con melancolía y una luz muerta, de cre­púsculo, la oscuridad y las derrotas del amor carnal—Vltaliano Brancatl (que con De Michelis es uno de los heraldos del "contenidismo" polémico) ha re­latado en una breve novela "Extraña aventura de viaje", la semana de vaca­ciones de un joven periodista, que, fuera de sus ocupaciones habituales, cae en una singular exasperación de la sensualidad, de la que al cabo se recobra en el momento de ser requerido a su faena. En este libro, la preocupación "verista" es sólo niiáscara de una sensualidad turbia y excesiva que no logra dominar al escritor, como cumple al buen artista. Aunque privada de dotes artísticas, la novela de Brancati representa bien las tendencias de las jóvenes generaciones—. Mejor medida y más sentido de la atmósfera poética se hallan en la 'Mujer secreta", de Arnaldo Frateili, uno de loa menos jóvenes y nnejor dotados de entre los escritores "contenidistas".

Son pocas, en el género narrativo, las obras realmente superiores a todo programa de escuelas y capaces, al menos en sus mejores páginas, de sobre­vivir a la moda. Sin embargo, hay que citar en primer término el nombre (aún no célebre, pero ya favorablemente advertido por la crítica con ocasión de su. anterior novela) de Antonio Prestinenza, que ha publicado este año una de las más bellas novelas que hayan aparecido en Italia durante los últimos diez años, "Amor a la antigua". Es ésta una novelita de doscientas páginas no tu­pidas, coherente, discreta, como cierta melancólica música de cámara que logra penetrantes y dolorosos efectos en las almas refinadas y parece insulsa a los tocadores de trombón. La primera parte de esta novelilla aparece dedi­cada a un amor de adolescencia: un muchachito huraño y sensible ama se­cretamente a la mujer de su maestro de dibujo, la cual, a la vez, ama apa­sionadamente a su marido, por quien es abandonada; la mujer se suicida, pero años después de muerta revive para él en una singular remoción de adoles­cencia: es cuando el mocito, crecido, ha llegado a ser oficial del ejército Ita­liano y cae prisionero de los austríacos; allí, en la atmósfera de la prisiónj^

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vive las horas más extrañas y acongojadas de su vida. Prestinenza se supera al tratar con la delicadeza más sutil estas ternuras e Inquietudes de la mocedad.

Mario Puccinl, que alcanzó años atrás el "Premio Bolonia", se reconflrma como narrador de raza con los tres extensos relatos de "Los últimos sensua­les". Son, los de estas narraciones, personajes solitarios, concentrados, ineptos para la acción, pero inclinados a la reflexión y al ensueño. Puccinl ha sabido crearse una técnica al servicio de estos tenxas; el primero de los tres relatos suministra uno de los poquísimos ejemplos positivos—por no decir el único— de "monólogo interno" que han aparecido en Italia.

Muy notable es la novela de Nicola Moscardelli "La vida tiene siempre razón": el autor muestra un exceso de sin^patía por el protagonista, a quien trata, quizá por eso, con insuficiente "alejamiento"; pero las numerosísimas figuras de los personajes menores han sido, en este libro, evocadas con gran humanidad, con acento de afectuosa poesía. Citemos aún las novelas de Ar­mando Ghelardini y Diño Terra: "Malestar" y "Alma y Cuerpo".

El teatro italiano continúa sin ''dar apenas pruebas de existencia: mejor dicho, se identifica con el glorioso nombre de Pirandello, vencedor del Premio Nobel 1934. Este original y poderoso escritor (n. 1867) continúa produciendo cada vez obras de más juvenil aliento. Su más reciente drama, "Cuando se es alguien", representa con indiscutible eficacia la tragedia de un gran escritor anciano, enamorado de una mujer joven; ésta le corresponde, por lo que la tragedia escapa a loa lugares comunes del drama sentimental, cobrando un significado bastante más nuevo; el escritor es prisionero, no solamente de su edad, sino de su gloria; todos pesan sobre él, la familia, el editor, los discípu­los, los periódicos, el público, recordándole continuamente la idea inmutable que se han formado de él, exigiéndole una fidelidad a su pasado y haciéndole imposible toda tentativa de rejuvenecimiento, de renovación. Pero he ahí que el escritor ha publicado, bajo pseudónimo, un volumen de versos que dedica a la mujer amada; los jóvenes exaltan a este nuevo poeta y lo contraponen a él, al viejo; pero cuando se enteran de que han sido arrebatados por un nuevo aspecto de la personalidad del anciano poeta, reniegan de sti entusiasmo, sin ver en aquel libro, tan sinceramente creado, otra cosa que una mixtificación. El protagonista es un intelectual profundani,ente conocedor de sí mismo y de su drama; esto da origen al nacimiento de la más típica poesía pirandelliana, consistente en una soldadura perfecta de pasión razonadora y razonamiento apasionado.

Desgraciadamente, a causa de su precaria salud, Rosso di San Secondo, que obtuvo el premio de la Academia de Italia, no ha dado nuevas obras tea­trales. Entre los jóvenes escritores de teatro nos limitaremos a señalar a Ugo Betti.

En cuanto a la literatura de viajes, citemos "Trópicos", del excelente es-

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crltor Vlttorio G. Rossi, realista desprejulclado y gran amante de lo concreto, que obtuvo el premio Fracchia 1934.

Pero las obras de más alto valor han aparecido dentro del género lírico, comprendiendo en él no sólo la poesía en verso, sino también los "fragments", Giorzio Vizolo, en su volumen "El silencio creado", presenta insignes modelos de poema en prosa, ora meditando sosegadamente en torno al destino de los hombres, ora relatando (y aclarando) aquellas fantásticas aventuras que vivi­mos en el sueño.

Otro magnífico libro es el volumen "Obrlllas", de Niño Savarese, donde este escritor siciliano recoge algunas de sus más bellas "reflexiones poéticas" de fondo pesimista; para él, el modo meditativo es la forma más constante y propicia a la poesía.

Vlncenzo CardarelU ha reunido en un volumen todas sus poesías, bajo el título de "Días de afán" ("Giornl in pena"). Cae a menudo en infracciones estilísticas (modos harto prosaicos), pero a veces logra bellísimos efectos de poesía moral con exclamaciones que asumen una apariencia gnómica, de sen­tencias generales. La fama, ya segura, de Elpidio Yenco ha sido ratificada con el premio "Poetas del tiempo de Musolini". Puede considerarse a este poeta (excelente traductor del japonés) como el maestro del "halkaismo" en Italia.

Bajo el título "Palabras" salieron las más recientes poesías de Umberto Saba, prodiagdas en los diarios y revistas; en ellas el poeta permanece fiel a sus temas conocidos (la nostalgia de los sentimientos elementales), pero adviér­tese una progresiva pericia en la forma. Citamos entre los jóvenes a Bartoluccl, Tobino, Lavieno (uno de los laureados con el premio bienal), Apollonlo. (El primer premio bienal fué otorgado a Cesare Meano.)

Gerolamo Comi ha dado en el "Cántico de la escilla" un buen ejemplo de su habitual manera; con frecuencia hace filosofía en sus versos, pero cuando, a veces, quiere expresar, más que una armonía cósmica, el deseo de esa armo­nía, logra su eficacia poética; también de vez en vez hay en sus versos carac­teres de una densa sensualidad.

Muy notables son los "Cuatro cantos" de Giuseppe Ravegnanl; en el pri­mero, que logra un duro acento de tragedia, se revela una original personalidad.

Entre las obras de condición algo intermedia señálanse de modo especial las prosas del "Arnaccio" de Bino Sanminiatelli, que oscilan entre el relato y el "fragmento" poético y aparecen colmadas de dotes descriptivas.

De esta manera, puede afirmarse que, de algunos años a esta parte, hacien­do excepción de la obra de los viejos autores (Pirandello) y de algún aislado ejemplo de narrativa feliz (Prestinenza), sólo alcanzan un valor en la litera­tura italiana aquellas obras insertadas en el ánxbito de la rírlca, vengan rea­lizadas en verso o en prosa. En ese ámbito se potencian aquellas formas do "pathos" que nacen de una agudísima conciencia critica. La literatura italiana,

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en ese aspecto, da frutos inimitables que podría envidiar cualquier otro pafs.

Altare, Savona (Italia), diciembre 1934.

AliDO CAPASSO

A las obras citadas pueden añadirse las del autor de esta crónica. Aldo Capasso ha publicado este año una obra de filosofía estética, "Saber distin­guir", que marca una superación de la estética crociana y de las polémicas de "formalistas" y "contenidistas". (Véase acerca de esto "Le mois" de Paris.) También aparece en estos días su nuevo libro de poesías "El país sin tiempo". Simultáneamente aparece en francés "A la noche" ("A la nuit") con un estudio de Valéry Larbaud.

Jifí

N O R T E A M E R I C A

1) Jja crisis del libro: El libro sigue en crisis. Las editoriales hablan de "better times", de un presente más risueño, pero muchos de los libros más audaces se han quedado sin publicar, y otros, de suma importancia, murieron al salir de la imprenta por falta de empuje.

2) NI Dekobra ni Valéry: Ciertas corrientes han dejado de entusias­mar al publico. Por ahora no interesa ni lo pornográfico ni lo "arte puro". Ni Dekobra ni Paul Valéry. Han perdido terreno Aldous Huxley y Stravinsky, quien ha hecho su primera visita a este país en medio de un silencio descon­certante. Igor, el "bruiteur" supremo, maestro de batería. En cuanto a la Stein, la gangosa Gertrude Stein..., sólo las solteronas de Park Avenue han asistido a sus conferencias. Ni las explicaciones de su gran exégeta, Bernard Fay, han podido salvarla.

3) Bancarrota de los consagrados: De los escritores consagrados apa­reció el "Ulysses" de James Joyce, con el dictamen del juez Woolsey permi­tiendo la circulación de dicha novela. Se vendió bien, pero los compradores se la llevaron a casa por razones sentimentales o por curiosidad, como si hubie­se sido un bibelot del tiempo de los Luises. El tremebundo "Ulysses", cuya primera edición data del 1922, no causó la menor vibración. Despojado de su misterio de cosa clandestina, llegó a Nueva York demasiado tarde.

La última novela de Sinclair Lewis, titulada "Work of Art" ("Obra do Arte") es un verdadero panorama del hotel norteamericano del 1890 a núes-

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tros días: es una ficción entretenida, chispeante, pero que no hará retoñar ninguno de los laureles de su corona "Nobel".

La anunciadísima novela de Waldo Frank "Death and Birth of David Markand" ("Muerte y Nacimientos de David Marltand"), que pretende ser obra de estricto carácter social, dejó mucho que desear, pues Frank pronto se extravía en su consabido laberinto místico (o mixtificador).

Se le ha hecho poco caso a la última patraña de Branch Cabell. Y los re­cientes ensayos, críticos y poéticos, del antes admirado T. S. Bliot (ahora archlmonárqulco y architomista) se han quedado sin leer.

4) El Camino de Marx: Pero entonces, ¿a quién se lee, qué se lee, en los Estados Unidos? Siguen en boga las obras de historia, economía y polí­tica. Lewis Corey presenta un diagnóstico profundísimo de la enfermedad qu9 agobia nuestra finanza nacional. Aunque, en rigor, no sigue la ruta de Marx, puédese decir que su "Decline of American Capitallsm." ("La decadencia del capitalismo norteamericano") es nuestro equivalente de la estimulante obra del inglés John Strachey "The Coming Struggle for Power" ("La inminente lucha por el Poder"). Libro que también causó gran sensación y tuvo venta extensísima, casi espectacular, fué "The Robber Barons" ("Los caballeros ladrones"), de Matthew Josephson, biografía simultaneista de los grandes capi­talistas yanquis del 1861 al 1901. Amplia circulación también tuvo la confesión fogosa y casi espeluznante de la señorita Lauren Gilfillan. Graduada de una escuela de señoritas "bien", esta burguesita, audaz e inteligente, se fué a vivir a un pueblo de mineros en Pensilvania. Quería ver cómo vivían las otras siete octavas partes de la Humanidad..., y su racimo de observaciones se titula "I Went to Plt College" ("Yo asistí al colegio de los socavones"). Menos sensa­cional, pero de interés intrínseco, es el estudio de la Máquina (lo más completo y filosófico que hasta ahora se haya escrito sobre este tenja) del distinguido sociólogo Lewis Mumford, titulado "Technics and Civilization" ("La técnica y la civilización"). Finalmente, mencionarenxos, de entre cien otras obras de actualidad y de indiscutible mérito: "History of the New Deal", crítica acerba del programa de Roosevelt por el pensador Louis Hacker, y "The Coming American Revolution" "La próxima revolución norteamericana"), del soció­logo George Soule.

5) El espejo de la crisis. La novela: Este vivo interés por lo social, lo político y lo económico encuentra eco genuino en las novelas de mayor vuelo y de mayor éxito. No son éstas, digámoslo enseguida, representación de lo que con gran urbanidad se estilaba llamar "novela social". Son, al contrario, obras proletarias y revolucionarias. Y es que quienes las escriben no son nove­listas haciendo literatura (como algunos "populistas" de París), cuadros de los bajos fondos, sino obreros, trabajadores que confiesan sus sinsabores y amargura y confían en un futuro revolucionario. Y, cosa curiosa, estos nuevos escritres sólo tienen veinte o treinta años de edad y publican hoy su primera

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novela. La palma se la lleva Jack Conroy por su recia narración "The Dlsin-herlted" ("Los desheredados"), donde aparece el trabajador maltratado por el hambre, rebelándose contra la esclavitud de los talleres, de las fábricas y de las fincas. Es una aplastante acusación de la sociedad capitalista. El diálogo es duro, brutal, mucho más convincente que la desnudez de un Hemingway, y sin ninguno de los rasgos románticos de éste. De igual carácter es la novela de Robert Cantwell "The Land of Plenty" ("El país de la abundancia"). Cantwell nos cuenta las miserias de un trabajador durante una huelga en un aserradero de madera ("Lumber mili") en la costa del Pacífico durante el 1932. Tema similar inspira a William Rolllns, Jr., en su estupenda creación "The Shadow Before" ("Antes, la sombra"), en donse se reflejan los accidentes e incidentes y los crueles resultados de una huelga en las hilanderías ("textile milis") de Connecticut. La de Rollins es novela más recia y verídica que la del francés Maxence van der Meersch (sobre el mismo tema) titulada "Quand les Slrénes se Taisent", y que, al traducirse al inglés, resultó un fracaso. Albert Halper, joven ya conocido por sus cuentos sobre Chicago y por su novela neoyorkina "Unión Square", sobrepasa sus obras anteriores con su no­vela "The Foundry" ("La fundición"), historia intensa y sobria de un electro-tipista de Chicago. T ahora se está leyendo y comentando con interés creciente la novela de la gran Josephine Herbst titulada "The Executioner Watts" ("El verdugo está esperando"), candldata para el Pulitzer Prlze.

G) La novela de provincia y la novela histórica: Otra candldata para dicho premio es Ruth Suckow, quien su extensísima novela "The Folks" ("Los parientes") trata de la vida de una familia de un pueblecito de lowa. En cuanto a la novela histórica, este género está bien representado por "Long Remember" ("Recuérdase por mucho tiempo"), de Macklnlay Kantor, quo tiene por base histórica la batalla de Gettysburg.

7) La novela de a v e n t u r a s : Casi restringido al mundo de los pistoleros, este género llega a su apogeo de brutalidad en "The Postman Always Rlnge Twice" ("El cartero siempre toca el timbre dos veces"), de James Cain, y en "Brain Guy" ("El tío Sesudo"), de Benjamín Appel. Ambas están escritas en "argot", en una jerga crudísima, que sino es inglés para los catedráticos de Oxford, es, a lo menos, un lenguaje poderosísimo. Más fina es la narración detectivesca de Dashiell Hammett "The Thin Man" ("El hombre delgado"), que ha tenido una venta colosal y que puede agradar Inclusive a los señores de Cambridge...

8) Muchos franceses, dos alemanes y un cosaco: De las novelas de es­critores extranjeros traducidas al inglés, los franceses han tenido el mayor éxito: Malraux ("La Condition Humaine"), Céline ("Voyage au bout de la Nuit"), Jules Romains (seis tonvos de "Hommes de Bonne Volonté) y Romaln Rolland (la última entrega de "L'Ame Enchantée"). De los muchos alemanes que han aparecido el triunfo ha aldo para Thomas Mann ("José y sus her-

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manos") y para Werfel ("Los cuarenta dfas de Musa Dagh") . La Rusia So­viética se portó brillantemente con la obra épica de Cholpkhov "Sobre el Don apacible".

9) España: Cerrantes, los toros y doña Concha: Los españoles queda­ron peores que los noruegos o los finlandeses. A pesar de la labor de traduc-cl6n del torero de Brooklyn, Sidney Franklin, el "Currlto de la Cruz", de Pérea Lugín, no se llegó a leer. T menos aún "Agua de nieve", de Concha Espina. La biografía de Mariano Tomás sobre Cervantes gustó a la crítica, pero sólo encontró (como era de esperar) un público muy restringido. E31 "Imán", de Sender, y las "Siete columnas", de Fernández Flórez, aparecieron en Ingla­terra, pero aún no han llegado a los Estados Unidos. Existe mucho interé» por "Hermes en la vía pública", "Lo rojo y lo azul" y "Los pobres contra loe ricos", pero aún están por publicar...

10) Viajes y reportajes: El viaje más importante fué a Yugoeslavia, obra de Louis Adamic titulada "The Native's Return", algo así como el re­greso de un hijo pródigo, de un yugoeslavo que, desafiando al gobierno de sus lares patrios, formula una acusación de viva voz, explosiva y recalcitrante. Para "In All Countries" ("En todos los países"), John dos Passos, conocido en España por su "Manhattan Transfer", buscó su material en sus viajes a través de Rusia, España, Méjico y los Estados Unidos; de interés especial son sus capítulos sobre Casas Viejas y Emiliano Zapata. Gustavus Tuckerman ha editado las crónicas de Duranty que aparecieron en el "New York Times", y que tratan la vida y desarrollo de la Rusia Soviética. Se titula "Duranty Reports Russia".

11) Hetne y Lenín: Las biografías mjás destacadas de este año han sido la de Antonina Valentín sobre Heine y la de Ralph Fox sobre Lenin.

12) Poesía = Cero: El "New York Times" hizo muchísimo ruido a la aparición de "American Song" ("Canto norteamericano"), poemas de un joven desconocido, un estudiante llamado Paul Engle. Pero al encararse con el "genio" tan anunciado, el descorazonado lector se encuentra con un Whitman diluido, de empaque muy a lo Hoover. A pesar de sus vociferaciones, l u ideas (? ) de Engle no difieren de las del ex presidente, patrioterismo insulso y grandeza hueca. La poesía que ha tenido éxito nos llegó de Inglaterra (publi­cada aquí por la Random House) . Son dos poetas nuevos de primera fila: Stephen Spender y W. H. Auden. Y los poetas que tenemos, excelentes pero desconocidos, no encuentran casa editorial... ¡La crisis del libro!

New York, diciembre 1934. ANGKL FLORES

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A L E M A N I A La transubstanclación de la cultura alemana está consumiendo enormes ener­

gías. La mayoría de ellas se vierten en la vida práctica. Para el arte y para la literatura sobran pocas fuerzas. Sin embargo surgió en el transcurso del año. literario de 1933 una serie de obras notables y valiosas.

Este año se deslizó bajo la presión de un dramatismo elevadlsimo desfavo­rable a la creación de "épos". La monumental trilogía bíblica de Thomas Mann: "José y sus hermanos", cuyos primeros tomos: "Los cuentos de Jacobo" y "El joven José" aparecieron en los meses de máxima tensión, había sido concebida ya años antes. La publicación de estos dos volúmenes extendió un horizonte del clasicism.o más puro sobre los eventos dramáticos. Thomas Mann dló, a una de las escenas de mayor sugestión de la Biblia, forma y contenido de un mita universal cuyas radiaciones saturarán la literatura, aun en el futuro, de un sen­tido eminentemente festival.

Las novelas de Paul Brnst, que llegaron a reeditarse a fines del pasado aña pasado, no son propiamente épos, pero su carácter es el de una plenitud épica. También su concepción remonta a varios años antes de 1933. La muerte de Brnst representa una pérdida tanto más sensible que este novelista habla penetrado en el alma alemana con la misma religiosidad humana que los grandes líricos del clasicismo germánico. El estilo de Brnst es parco y a veces enjuto; sin embargo, tienen sus palabras enorme volumen y esparcen su aroma épico sobre vastos espacios.

Un epos de estructura esencial es "Carlos y el siglo XX", de Rudolf Brun-ngraber. El autor enfronta aquí la monumentalidad de un siglo con la deli­cadeza de un individuo. La cultura, la Providencia cultural entra en combat.» con las intenciones humanas. Brunngraber demuestra un instinto extraordina­rio para la exégesis de los sucesos históricos, sobre todo respecto a sus facetas diabólicas.

Ambiente épico respira también la novela grande de Frank Thiesses "Juana y Ester". Juana es la mujer nórdica. Ester, la mediterránea. En torno a estos dos ejes femeninos se van configurando dos esferas distintas, que equivalen a dos aspectos de una magna visión del mundo.

Un puente del ambiente épico a las zonas dramáticas, puramente novelescas y poéticas de la literatura, lo forman las "Obras completas" de Hugo von Hofmannsthal, que aparecieron en el año pasado. Toda la genialidad de este espíritu estelleante se cristaliza en la obrita "Plorindo", que se publicó en una edición preciosa, de lujo. La figura de Florindo transplanta la idea del don­juanismo del plano real al plano del ensueño, donde una claroscuridad mara­villosa funde todos los compartimientos humanos en la imagen de un suave Incubo. En el horizonte de todas las obras de Hofmannsthal surgen los con­tornos de países lejanos...

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El extranjero ha sido abarcado sólo titubeando por la literatura alemana •de los últimos meses. Entre los pocos países que siguen ejerciendo influencia Sensual sobre la mente alemana ocupa España uno de los primeros puestos. "Una obra de valor imponderable representan los "Estudios para la arquitec­tura española del bajo goticismo", de Georg Welse. Weise es, sin duda, el cono­cedor más fino de la España escultural y arquitectónica. En sus volúmenes de las "Plásticas españolas a través de siete siglos" creó, durante largas estancias •en España, un archivo que probablem.ente no tiene igual en la historia del arte. Entre los ensayos que componen los nuevos "Estudios" se destacan dos su agudez singular. En "El principio nacional en el arte español y alemán del bajo goticismo" enfonta Weise los elementos divergentes de los dos artes con los comunes. En otro trabajo revela el influjo de ciertos fenómenos de la arquitectura islamítica sobre la española. El efecto total del libro es un enri­quecimiento enorme, en número y calidad, de los aspectos que disfrutamos hasta ahora de la vida formal en el arte español.

De sumo interés es la publicación de Paul Kahle "El mapa desaparecido de Colón de 1498". Este documento valiosísimo ha sido encontrado, como uno de los elementos que incluyó el marinero y geógrafo turco Piri R'eis en au mapa mundi del año 1513. Kahle publica en facsímil la carta geográfica del turco y adjunta varios mapas y planos de aquella época, que interesan respecto al descubrimiento del Nuevo Mundo. Aparte de su mérito científico, nos otorga el hallazgo curioso y su reproducción instructiva un placer estético singular, pues las imaginaciones territoriales de Colón nos proporcionan nueva inter­pretaciones de su mputalidad.

Muy atractivo es el libro de Alfred Maderno "Herencia cultural germana en torno al Mediterráneo". En los capítulos dedicados a España, dibuja Maderno los restos arquitectónicos de los visigodos y la influencia que ejerció la exis­tencia goda sobre el ambiente ibérico. Las descripciones de este escritor son de una plasticidad maravillosa. Al lado de lo conocido coloca toda una serie de nuevos descubrimientos susceptibles de modificar notablemente nuestra opi­nión sobre el momento histórico de los visigodos en España.

Un verdadero ditirambo de la belleza de España es la obra de Klara Rum-bucher "Primavera en España". De las muchas aficiones que cultivan los ex­tranjeros por España, se destaca el entusiasmo de esta barda por la instrucción sólida en que estriba. Klara Krumbucher encuentra frente a los viejos lugares, aparentemente muy conocidos, nuevos ángulos visuales.

En el terreno de las biografías merece atención la Editorial Coleman, con su serie de las llamadas "Biografías pequeñas", que trazan con objetivismo acentuado y sencillez simpática los retratos de grandes figuras históricas. Tengo a la mano la biografía de "Enrique, el León", escrita por Hans Haimar Jacobs, y de "Mut-Su-Hito, Emperador del Japón", por Karl Haushofer. El eterno «jemplo de Plutarco obtuvo en estos escritos consecuencias muy fecundas. Horst

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Rüdiger escogifi la existencia misteriosa de ,,Sappho" para estratificar un estu­dio detenido acerca de lo poco que se sabe sobre esta gran poetisa lésbica. Rüdlger es un esteta fino; sus especulaciones sensitivas evocan en nosotros un bienestar extraordinario de orden excitativo. J. Durych presenta una gran no­vela histórica, que gira alrededor del general Walienstein: "Friediand". En este libro interesa lo espectacular de las escenas. Sus acciones se basan en muchos pormenores, subrayan la riqueza de las posibilidades, la plenitud de lo sucedido. "Friediand" es un sector histórico hecho vida.

Una biografía de cariz realmente alemán es "Matthias Claudius", de Urban Roedl. Aparte de que Claudius fué uno de los poetas más sinceros y más fer­vientes que posee la lírica alemana, supo Koedl compenetrar aquel espíritu idílico hasta el punto de abarcar la esencia de su espíritu alemán en su forma absoluta. El libro de Roedl es un psicoanálisis en el sentido literario de la pala­bra. El autor llega en su biografía hasta la inconsciencia poética de Claudius.

La zona literaria más fecunda en 1933 fué la de la novela pura. Se han presentado tantas obras novelascas, que resulta difícil limitarse a algunos ejem­plos. Un nombre que obtuvo buen sonido también en España es el de Hana Fallada. Se acaba de traducir un libro de él al castellano, y parece que dentro de poco el lector español podrá apreciar otras novelas de este autor. Lo que fascina en Fallada es su alta capacidad de observar y de dar corporeidad a. los objetos y acontecimientos que ante ojos profanos se suelen presentar sólo como sombrar o nebulosidades. Su argumentos los extrae del mundo cltidiano, y su manera de desarrollarlos es la de un hombre casi aliterario. Pero en la profundidad de la mente de este escritor actúa un ansia indomable de imitar la Providencia, de reproducir acontecimientos observados, de crear. Pallada es el prototipo del creador, del hombre que no descansa sino actuando. Su última novela — de la que hablaremos en otro lugar más detenidamente — es "Tenía­mos una vez un niño..." Sucede entre aldeanos de la isla de Rugen.

Una obra novelesca que atrae sobremanera es "La niña de Utrecht", do Otto Brües. Se trata de una historia de amor orlginalísirna, en primera línea, por estar entretejida con las 25 letras del alfabeto, que la sirven de iniciales do capítulo y de guiones ideológicos. Frente a singularidades de esta clase fluye una historia renanoholandesa que da fe al talento de un poeta dotado de humo­rismo, sensibilidad y experiencia técnica.

Gran aceptación encontraron los dos tomos de una novela de Max Rene Hesse: "Morath schljígt sich durch" y "Morath verwirklicht einen Traum". El elemento de ensayo introducido en la novela por Joyce, Huxley y Musil, se fundo en los trabajos de Hesse—^y especialmente en esta historia de un médico—con la materia novelesca armónicamente a unas visiones narrativas de densidad pdeciosa.

La obra de teatro que más éxito consiguió en el último año literario fué: "En el horizonte de Europa" de "Josef Malina y Per Schwenzen". El argunnento quo

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surge de un campamento de planeadores, se pone al servicio de la amistad entro los pueblos. Ritmo y lenguaje son varoniles y optimistas; este espectáculo ea una especie de templo que se erige la juventud a si misma.

La literatura del judaismo experimentó en los meses pasados una cristali­zación intensa. Como editorial de primer orden se constituyó el "Schocken-Verlag" con unas publicaciones baratas y magistralmente presentadas. Citamos estos títulos: "Cien cuentos jisidistas" de Martín Buber; "Del judaismo de Ye­men" de Goitein; "Habla la voz", poesías de Karl Wolfskehl; "Del pasado de los judíos de Francfort" de Schudt En el mes de noviembre apareció una no­vela grande de Gerson Stern: "El camino sin término" que traza la tragedla de los judíos en la época de María Teresa de Austria.

La obra "poética" que más interesará a España es la traducción de las "So­ledades" de Góngora llevada a cabo por Herrmann Brunn, Después del ensayo conocido de Pabst sobre Góngora, es el primer trabajo detenido que Alemania dedica a este poeta. La traducción de Brunn alberga ya de antemano un gran mérito: el de hacer accesible al lector alemán profano una de las creaciones más notables de la literatura universal; pues, como es sabido, no basta con do­minar el castellano para vencer las dificultades que ofrece la peculiaridad gon-goriana. Brunn se sirve de todos los medios científicos y sensitivos para dar una traducción digna y para echar el puente del entendimiento—que todos los dlaa debía echarse de nuevo—entre el alma española y el alma alemana.

MÁXIMO JOSÉ KAHN.

PORTUGAL Y BRASIL

Agripino Grieco, critico brasileño, que tal vez, debido a su sangre italiana, tiene cierto parentesco intelectual con el Papini de las "Stroncoture", escribió, hace cuatro años, un artículo intitulado "Decadencia", en el cual decía que to­das las literaturas florecían, y que sólo la portuguesa estaba muriendo por falta de talentos y de espíritu nuevo. Me rogaron que contestase a ese artículo, por ser el portugués más al margen de cualquier susceptibilidad ante las acti­tudes de la intelectualidad brasileña para con la antigua metrópoli. Pero no contesté: primero, porque no quería dar la impresión de hablar en nombre de la ofendida vanidad nacional; sgeundo, porque en la critica literaria admito

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todos los puntos de vista; tercero, porque conocía el espíritu agresivo del autor, y sabia que él habla escrito a propósito para irritar a los portugueses; cuarto, porque yo mismo no creía que estuviéramos atravesando, en las letras. un periodo muy brillante.

Las razones alegadas por el critico brasileño estaban mal escogidas, y de­mostraban el imperfecto conocimiento de nuestra actividad literaria. Además, sólo por malvolencia se podría decir que Portugal era, en el mundo, la única excepción. El mal de los otros no consuela a nadie; pero la verdad es que no todos los países estaban o están en pleno renacimiento literario. Además, no creo que una nación viva pueda decaer, lo que se llama decaer, literariamente. Hay períodos de esplendor y periodos más apagados; pero no porque el genio de los pueblos siga una inevitable curva descendiente. No hubo razón alguna para que de repente surgiera en oPrtugal la extraordinaria generación del 70. coom. no hay motivos para nuestra actual pobreza de valores. Al azar, positi­vamente al azar, nacieron en la misma época Antero de Quantal, Oliveira Mar-tins, Eca de Queiroz, Ramalho Ortigao y Guerra .lunqueiro. Por acaso, sólo por acaso, no tenemos actualmente un núcleo numeroso de hombres superiores en el pensamiento o en la creación literaria.

Muertos Raúl Brandao y Antonio Patricio, sólo quedó vivo un grande ar­tista de la prosa: Teixeira Gomes. Pero éste es el sobreviviente de una gene­ración que proviene de Fialho de Almeida, y, aunque sea nuestro mayor esti­lista, no es un renovador, sino el último representante de una época extingui­da. Lo mismo se puede decir, en lo que concierne a la poesía, de los dos últi­mos miembros de la generación simbolista: Eugenio de Castro y Alberto Oso-rio de Castro. De la generación "saüdosista", sólo una figura se mantiene en pie, por la persistencia y por el indiscutible soplo poético que la anima. Me refiero a Teixeira de Pascoaes, que, por lo demás, se dedica a la reedición de sus obras, como si no tuviese para darnos nuevos cánticos. La obra que publicó este año, "Sao Paulo", está escrita en prosa, aunque el pensamiento del autor, como siempre, sea el de un poeta. Y ese mismo es el defecto de "Sao Paulo". Pero, en fin, los españoles podrán apreciar este libro en la traducción, próxima a salir, de D. Ramón Martínez López.

Pobrlsimo fué, a decir verdad, el año literario de 1933 a 1934. Julio Dantaa publicó "As inimlgas do homen", un libro más de aquellos en que viene mal­baratando su talento. El poeta Alfonso Lopes Vieira mantúvose en silencio, preparando su "Memorial dum constructor de nuvens". La generación Inte-grralista, que mantenido su vibración espiritual gracias a la publicación de las obras postumas de Antonio Sardinha, sólo nos ha dado últimamente un volu­men de ensayos de Hipólito Raposo; "Pedras para o Templo". Nuestro mejor novelista. Aquilino Ribeiro, nos ha dado, en vez de una novela, un diarlo sobre un asunto muerto: "E a guerra". Los otros novelistas conocidos del público: Manuel Ribeiro y Ferreira de Castro, no han producido nada, ni podrán supe-

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r a r fácilmente los éxitos obtenidos con "A Catedral" y "A Selva". Teixelra Go­mes, que aún no hace mucho nos dio un admirable volumen de critica de arte, "Cartas a Columbano", limitóse a reditar obras anteriores. La mayor figura de las letras femeninas, Ana de Castro Osorio, con tantas obras Inéditas, sólo pudo dar nuevas ediciones de su novela grande "Ambigoes" y de sus "Quatro no­velas". De las poetisas, Fernanda de Castro nos presentó un nuevo libro de versos; pero Virginia Vitorino se está limitando ahora a la publicación de sus obras de teatro. También Tomás Ríbelro ColaQo publicó su drama en verso "Don Sebastiao"'.

Los ensayistas Fldelino de Figueredo y Antonio Sergio consiguen mantener su actividad en una época en que andan escasos los editores. El primero, des­pués de su magnifico libro "As duas Espanhas", publicó una colección de estu­dios críticos con el titulo "Menoridade da inteligencia". Antonio Sergio ha publicado el cuarto volumen de sus "Ensaios", obra importante, pero en la cual el autor cede a la polémica un lugar que debía pertenecer exclusivam,ente a la crítica constructiva.

Obras de historia nunca faltan en Portugal. Este año aparecieron, con agrado de la mentalidad conservadora de nuestro publico, la de "D. María 11", de Caetano Beirao; varios tomos de divulgación, de Rocha Martins, y, final­mente, los"Elementos de historia de Portugal", bien documentados, pero fac­ciosos, de Alfredo Pimenta.

La literatura colonial, estimulada por un premio compensador, nos da todos los años varios volúmenes. Este año obtuvo el primer premio una "novela ne­gra", "Aua", de Fausto Duarte. Hermoso asunto el de ese libro, desgraciada­mente estropeado por la inexperiencia literaria del autor. Así continuamos es­perando la novela de la raza negra, que el escritor premiado estaba en con­diciones de darnos. Le faltaban los medios de expresión, y fué una lástima.

El segundo que salió premiado en el concurso de literatura colonial fué Henrique Galvao, éste con un volumen de cuentos, "Térras do feltico". Pero Henrique Galvao es, sobre, todo, un hombre de acción, y sus libros no tienen la cualidad literaria que hace las obras de arte. También apareció, de Brlto Camacho, ya en edición postuma, un nuevo libro inspirado por África: "Contoa selvagens".

La generación modernista, agrupada en torno de la revista "PresenQa", de Colm.bra, parece volverse para la novela. Después del "Eloi", de Joao Gaspar Simoes, apareció "O jogo da cabra cega", de José Regio. Pero esas novelas son obra, de puro cerebrales, casi ejercicios de inteligencia, y no libros humanos, como lo deben ser las novelas. Creo que aquella generación es esencialmente «rltlca. Son críticos Gaspar Simoes, José Regio y Adolfo Casáis Monteiro. Este publicó, como crítico, un volumen de nesayos, a los que llamó "Consideratoes pessoais". Como poeta, que también lo es, nos ha dado Casáis Monteiro los "Poemas do tempo incerto". El maestro de aquella generación, Fernando Pea-

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soa, ha reunido ahora, por ver primera, parte de sus versos en un libro Intitu­lado "Mensagem". Este libro contiene sólo los versos de inspiración naciona­lista, versos admirables, pero que hacen pensar en la obra de sentido univer­sal que pueden constituir, recogidos en volumen los demás poemas de Fer­nando Pessoa. Otro poeta que guarda casi toda su obra inédita es Joao de Cas­tro Osorio, que, según parece, prefiere publicar sus ensayos históricos sobre la formación de la nacionalidad y la expansión portuguesa.

Un escritor que parece hacer desistido de la creación, para entregarse, como tantos portugueses, a los trabajos de erudición, es Vitorino Nemesio, autor de una tesis completísima sobre Alexandre Herculano. La más Importante obra aparecida este año tal vez sea, por lo demás, un trabajo erudito: la "Kt-nografía portugruesa", del sabihondo José Leite de Vasconcelos.

Entre los críticos nuevos continúan destacando sus lugares Castelo Branco Chaves y Joao Ameal, cada uno en su esfera de la vida portuguesa. El primero empezó la publicación de una serie de pequeños estudios sobre los escritores contemporáneos, habiendo ya aparecido los que se refieren a Baúl Brandao y Telxeira Gomes. El segundo publicó "No limiar da Idade Nova", volumen de ensayos, que, como otros de los suyos, es más de doctrina política que de critica.

Algunos talentos jóvenes, como José Rodrigues Miguéis y Manuel Mendes, no encuentran editor, ni tienen siquiera revistas literarias en donde pudieran publicar sus novelas. Bourbon e Meneses ha podido publicar sus cuentos con el título "Almas deste Mundo". El periodismo absorbió por completo a Antonio Ferro, que, después del grande éxito de sus entrevistas con el doctor Oliveira Salazar, publicó, nada más en volumen, que un reportaje hecho en España, y ya retrasado, que llamó "Prefacio da República Espanhola".

Y aquí tenéis a lo que se reduce, salvo cualquier olvido Involuntario, el año literario portugués de 1933 a 1934.

I I

La literatura portuguesa y brasileña p\iede figurar en diferentes párrafos del mismo artículo; pero no pueden ser tratadas juntas dentro de un único párrafo. Es casi la misma la lengua de que se sirven los escritores de Portugal y del Brasil; pero los temas son otros, y diferentes el espíritu y la sensibilidad. Dije que la lengua es casi la misma, porq\ie los modernos literatos brasileños, en sus libros, están cediendo lugar a la lengua hablada, con todas sus inevita­bles alteraciones dialectales. Por eso ya he propuesto que la lengua portu­guesa se llamase luso-brasileña. Efectivamente, la lengua de Camoes se bi­furcó: la rama europea siguió su lenta evolución; la rama americana, des­arrollándose cada vez más, tiende a apartarse del tronco, debido al propio fe­nómeno de su crecimiento. Y asi, la anitgua lengua tiene hoy dos aspectos, aunque posee un cuerpo común.

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I>a literatura portuguesa es hoy, casi exclusivamente, retrospectiva; la lite­ratura brasileña está llena de actualidad. De ahí que en Portugal abundan la« obras históricas, y de ahí que en el Brasil surjan todos los días ensayos de Interpretación del caso nacional. Entre estos ensayos se destaca el "Brasil errado", de Martins de Almelda, libro un tanto pesimista, pero valiente, en el cual se hace la implacable crítica del bovarismo brasileño. Reaccionando contra la satisfacción de ellos mismos, en que vivieron los brasileños de las generaciones anteriores, los jóvenes ensayistas exageran un poco su crítica de los defectos nacionales. El Brasil atravesó en 1930 y en 1932 convulsiones políticas que trajeron a la superficie algunas deformaciones orgáánicas. Pero aquel período de criticismo parece que está, dando lugar a otro, de fecunda creación literaria.

Los brasileños, después de criticar su país, están ahora descubriéndole. A los ensayistas sucedieron los novelistas. Y siendo el Brasil inmenso y variado, no carecen de asuntos ni de tipos novelescos. El Norte, especialmente, con su mezcla de sangres y con una población más próxima a la naturaleza, parece un fértil campo novelista. Las tierras, ingratas por la sequía, so nfecundajs en hombres de letras. Todos los días aparecen nuevas novelas de escritores del Norte: "Os Corumbas", de Amando Fortes; "Cabetes", de Graciliano Ra­mos; "O Quinze" y "Jojo Miguel", de Rachel de Queiroz; las novelas bahfanaa de Jorge Amado, y la serie cíclica de José Lins do Regó. La serie de novelas de Lins do Regó, empezada por "Bangui", libro admirable, que consagra a su autor como gran novelista en cualquier parte del mundo. Estos libros, que contienen mucho autobiográfico, cuentan la vida de un brasileño de Nordeste desde su infancia. Pero el gran drama que ellos revelan es la decadencia do la economía patriarcal, de las antiguas familias de "senhores de engenhos". aquello que los brasileños sulen llamar la "civilización del azúcar", atacada, primero, por la abolición de la esclavitud y, después, por la industrialización moderna. Esta forma de civilización, que fué la del Norte del Brasil desde loa primeros tiempos coloniales hasta casi nuestro días, sirvió para tema a Gilberto Freyre para una obra de estudio verdaderamente monumental: "Casa-grande e senzala".

La literatura proletaria, de fines sociales, tiene su representante en Jorge Amado, que en éste ha visto coronada por el escándalo su novela "Suor". En su libro anterior, "Cacan", ya en segunda edición, este joven novelista describió la vida de los trabajadores en las plantaciones que hacen la riqueza de su Estado. T sólo ha visto la miseria de los trabajadores y las desigualdades socia­les. En "Suor" pinta con colores terriblemente sombríos la existencia del pro­letariado de la ciudad de Bahía, su tierra natal. La novela, curiosa en extremo, está formada por una serie de escenas, que tienen por único vínculo de unión el lugar en que todas se desarrollan: una casa vieja, habitada por gente pobre.

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Í31 lenguaje es excesivamente crudo, y muchas veces grosero sin necesidad; pero el libro tiene poder dramático y afirma un talento.

Al lado de éste, otro hombre del Norte manifiesta en la prosa calidades bien diferentes. Gran poeta, Jorge de Lima dio este año dos libros, que son la afirmación de un prosista. El primero, "O Anjo", es una pequeña novela «uperrealista, que más bien se puede considerar com.o un poema. Alquien com­paró "O Anjo" con las películas de dibujos animados, y es verdad; este libro es una sucesión de Imágenes extraordinariamente poéticas, pero absurdas. Obra de poeta es también "Anchieta", biografía del gran jesuíta apóstol del Brasil. El escritor modernista que es Jorge de Lima, trató esa figura como un escul­tor medieval: con todo su sabor popular y todas las inconcreciones de forma. Ha hecho un libro imperfecto, pero interesantísimo.

En el Estado de San Pablo, al sur del Brasil, tuvo su origen el gran movi­miento modernista que revolucionó las letras brasileñas. El iniciador de esta obra de transformación fué Mario de Andrade, secundado en otros puntos del país por Manuel Bandeira, Jorge de Lima y Raúl Bopp. Sólo el último de estos poetas nos dio últinxamente un libro de versos, "Urucungo", colección de "poe­mas negros" hecha por los amigos en la ausencia del autor, siempre viajando por el mundo. Jorge de Lima, como poeta, se ha limitado a reunir sus "Poe­mas escolhidos". Manuel Bandeira desde 1930 no publica nada, salvo su crítica literaria en los periódicos o alguna poesía que otra en las revistas. Mario de Andrade, que es un gran trabajador y que tiene una actividad multiforme, pu­blicó dos libros de prosa: uno de críticas musicales, "Música, doce miúsica", y otros de cuentos, "Belazarte". El primero no tiene la excepcional lm.portancia del "Ensaio sobre música brasilelna" y del "Compendio de historia da música", del cual salió este año la segunda edición. Estas obras, realmente, dan a Mario Andrade el título de mayor musicógrafo brasileño. Mayor musicógrafo, mayor folklorista, grande crítico, enminente prosista, poeta muy curioso, Mario de Andrade es, sobre todo, el autor de una extraordinaria obra intitulada "Macu-naína, o Heroi sem nenhom carácter". Escritor desigual, muchos de sus libros nos hacen pensar en su gran obra, que es del 1918. Pero los cuentos de "Bela­zarte", aunque no tengan la importancia de "Macunaína", son dignos del inco­rrecto, pero enorme talento de Mario de Andrade.

Sin duda, éstos no son todos los libros publicados en el Brasil en el trans­curso del año literario de 1933 a 1934; ni siquiera todos los libros dignos de Interés. Por su intensidad, la producción literaria del Brasil es verdaderamente sorprendente. Pero también es extraordinario el número de escritores de ta­lento, especialmente escritores jóvenes. Por eso, sería casi imposible de resumir la actividad de las letras brasileñas en media docena de cuartillas. No he que­rido hablar de mi entre los autores portugueses que en este año publicaron sus libros; pero creo deber indicar a los lectores españoles que quieran informarse mejor acerca de la moderna literatura brasileña mis dos libros 'Espelho do

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Brasil" y "Psicología de Portugal e outros ensalos", el primero de 1933, el segundo de 1934. En ellos encontrarán lo que no he podido hacer aquí: un cuadro, lo más completo posible, de la actual literatura de mi otra patria, el Brasil.

Lisboa, diciembre 1934. OSORIO DE OMVEIRA

Dibujo de Maruja Mallo

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C A S I D A

DE LA MUJER TENDIDA

BOCA ARRIBA

Verte desnuda es recordar la tierra. La tierra lisa, limpia de caballos. La tierra sin mi junco, forma pura cerrada al porvenir: confín de plata.

Verte desnuda es comprender el ansia de la lluvia que busca débil talle, o la fíebre del mar de inmenso rostro sin encontrar la luz de su mejilla.

La sangre sonará por las alcobas y vendrá con espada fulgurante, pero tú no sabrás donde se ocultan el corazón de sapo o la violeta.

Tu vientre es una lucha de raíces, tus labios son un alba sin contorno, bajo las rosas tibias de la cama, los muertos gimen esperando turno.

FEDERICO GARCÍA LORCA

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T E R C E R A E N C U E S T A (Final)

Véase sa enunciado completo en la página l 8 4

ERNESTINA DE CHAMPOURCIN: Ninguno. Puesto que macchándome a una isla desierta, donde no habría, por tanto, literatos ni literatura, no me iba a llevat libros que, acaso, me recordaran la literatura y los literatos.

JUAN CRISTÓBAL: Una caña de pescar y el "Robinsón".

ENRIQUE AZCOAGA: Tres antrologtas. La primera, bíblica. La segunda, con los clásicos, y la tercera, renacentistas y contemporáneos.

FÉLIX ROS: Aunque a veces he hecho—como remedio—vida salvaje, demasiado sal­vaje, se me hace muy cuesta arriba imaginarme en salacot y pantalones tiroleses, con un rifle al hombro (¿no es asi?) y agitando un pañuelo con unas iniciales que no iba a necesitar, perdiéndome en lontananza (¿va bien?) a bordo de un velero ber­gantín. Y si así fuese—y yo, en lo que cabría, razonable—, ¿no deberían ser mis tres libros "Manual de caza y pesca", "Plantas que curan y plantas que matan" y ¿Quiere usted construir su propia vivienda?". Lo único que puedo decir es cuáles son los tres libros que me interesan ahora, y esto ya equivale a explicar todo un proceso espiritual. En estas horas me lleva, o llevo, una crisis que gobernarán—o lo están intentando—mejor que otros, los Testamentos, Dante y San Juan de

la Cruz.

BURGOS LECEA: "Xaixi, delantero", "El cuaderno emborronado" y "Los caballitos de diablo', envueltos en los cuatro números publicados de "Frente literario'.

MAURICIO AMSTER: Tres ejemplares de "La isla del tesoro", con las cubiertas en blanco.

VÍCTOR DE LA SERNA: "Pickwick Papers", de C. Dickens. "El criticón", de Lorenzo Baltasar Gradan. "El libro de buen amor", del Arcipreste de Hita. Pero si, como el monje de la leyenda escocesa, he de aparejar mi barca de cuero para navegar hacia Occidente, "más allá de Tule", si he de buscar mi Antilia es­piritual y hundirme hacia ocaso para siempre", llevaría estos otros tres, amigos "piscatores", ¡estos tres! ¡Y Dios sea loado!: "La Santa Biblia".

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"La imitación de Cristo". "El libro del amigo y del amado". Declaro, finalmente, que mi deseo es no irme a una isla desierta.

ÁNGEL LÁZARO: "Quijote". "Hamlet". "La Biblia".

JOAQUÍN ARDERIUS: "Crimen y castigo', de Dostoiewski; "Don Quijote"-^ y "Re­surrección", de Tolstoy.

JOAQUÍN LLIZO: "La arquitectura de las lenguas", de Benot; "Sartor resartus", de Carlyle; "El buscón", de Queuedo.

ROSA ARCINIECA: "El príncipe". "Vidas paralelas". "Kempis'.

PEREZ-DOMENECH: Libros, no. Una pistola. ¿Puede vivir un hombre moderno en una isla desierta?

RICARDO CULLON: l.-—Quevedo. 2.—Montaigne. 3.—"Les cahiers de Malte Laurids Brigges".

PEDRO MASSA: ¿Tres libros? ¿Para qué? A una isla desierta hay que llevarse otras muchas cosas antes que los libros. Lo primero un poco veneno para eliminarse cuan­do el tedio y el aburrimiento nos invada. Y a lo mejor la lectura de esos tres vo­lúmenes superextraordinarios nos incitaba más prontamente a quitarnos de en medio.

LUIS GÓMEZ MESA: Elegiría: "Robinsón Crusoe", por ser el más adecuado a la situación: "Las mil y una noches", para poblar de sueños y ensueños esa soledad, y "El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha".

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EL A Ñ O LITERARIO EN HISPANOAMÉRICA

A R G E N T I N A

(Resumen de algunos libros notables)

"Iniciación de la vida pública de Ro­

zas"-—Su autor, Ricardo Levene, desta­cado historiador, al completar con esta obra la segunda parte de "Acuerdos de la Jun­ta de Representantes de la Pv. de Buenos Aires", aporta documentos y reflexiones interesantes sobre la iniciación en la vida pública del famoso tirano. Libro que con­firma los méritos bien logrados de Leve­ne entre los más destacados historiadores argentinos.

"Isla de los cantos".—Pedro Miguel Obligado es uno de los poetas de más fina sensibilidad de la Argentina; de escuela francesa, sus anteriores libros "Gris" y "El hilo de oro" confirmaron una personalidad consagrada a través de sus colaboraciones en las columnas dominicales de "La Na­ción". Su romanticismo desencantado, pe­simismo ligero, con desenfado de poeta y niño, vuelve a aparecer en "Isla de los cantos" con la vibración emotiva de to­das sus composiciones.

"Tierra mía".-—Arturo Capdevila es de las más brillantes figuras de la literatura argentina; cada libro suyo se aguarda con un interés que él se esmera en cumplir y renovar. Magnífico narrador, poeta de las ciudades, reúne en este libro estampas pre­

ciosas de la Argentina, cuyos encantos al­canzan su máxima expresión en las na­rraciones cordobesas.

"Soledades".—Wally Zenner es una poe­tisa y recitadora de muy fina personali­dad. Como en sus libros anteriores, titu­lados "Encuentro en el allá seguro" y "Moradas de la pena altiva", en esta nue­va colección poética nos muestra la valía de su original temperamento lírico. Entre el núcleo tan numeroso de poetisas sur-americanas la voz de Wally Zenner se im­pone por su belleza y sinceridad.

"Una rosa para Stefan George" y "El

Tabernáculo".—Dos nuevos libros de Ri­cardo E. Molinari. Tan sutiles y delicio­sos como todos los suyos. Excelentemen­te representados, reveladores de un gusto seguro y atinado de bibliófilo que paladea las ediciones cuidadísimas, la nítida tipo­grafía, el hermoso papel. Pero estas per­fecciones materiales, que en otro escritor resultarían superfluas, en Molinari vienen a ser necesarias como un subrayado de la fineza espiritual del texto.

"Coloquio con Victoria Ocampo".—La extraordinaria personalidad de esta gran dama y original escritora argentina ha sus­citado ya un libro de comentario, lindan-

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te con el panegírico. Su autor es un poe­

ta y prosista joven, que ya se había des­

tacado con otros libros notables, Marcos

Victoria.

Ahora bien, salvada la posible buena

intención del autor, debemos advertir que

este libro es absolutamente imaginario, ya

que M. Victoria no ha cambiado en su

vida arriba de media docena de palabras

con la señora Ocampo, y que ésta no ha

vacilado en desautorizar tal superchería.

"El hijo de Martín Fierro".—La poe­

sía gauchesca tiene en Bartolomé Rodolfo

Aprile otro cultor. Sus versos sentidos.

por los cuales desfilan escenarios criollos,

revelan una fina capacidad de interpreta­

ción de temas auctótonos.

"Paisajes y figuras de San Juan".—^Juan

Pablo Echagüe vuelca en este libro su amor

regional. San Juan, su provincia, le faci­

lita panoramas y figuras; destácase del es­

tudio de éstas, tres referencias sobre la

personalidad de Sarmiento.

"Tacuaras que sangran".—El relato

histórico tuvo en la Argentina un cultor

único, Enrique Richard Lavalle, novelis­

ta que supo arrancar de los archivos los

episodios más característicos de la época co­

lonial. Su obra, amplia y valiosa, comien­

za a encontrar hoy día satélites, que, como

Ricardo Píccirilli, autor de este libro, se

sindican como escritores de mérito.

"Canciones de la niña de Andecsen" y

"Redención".—Una novela en que María

Alicia Domínguez desarrolla los tempera­

mentos opuestos de dos mujeres, y un li­

bro manso de motivos bien sentidos.

"El domador".—César Carrizo, colabo­

rador periódico de los más leídos maga-

zines argentinos, trata en este libro estam­

pas y figuras de su provincia. La Rioja,

con gran cariño y habilidad.

"Días adolescentes".—Una pareja de au­

tores que siempre van del brazo en toda

empresa literaria, no es caso frecuente. Por

eso interesan siempre las obras de Gonzá­

lez Tril lo y Ortiz Behety, los celebrados

autores de "Kilómetro 8 2 3 " , que renue­

van su honda compresión del dolor en las

semipersonalidades de diez niños que se de­

baten frente a la vida. Esta historia agu­

da es uno de los buenos libros del año.

"El Río".—Fermín Estrella Gutiérrez

es un poeta, y como tal, se desmerece en

esta prosa de cuentos discretos.

"La O es redonda".—Alvaro Yunque

es un humanista. Para él la vida simple

tiene un sabor nuevo, y lo pequeño, des­

mesurado, discreto, en él se dignifica. Ama

a los niños e interpreta a los animales;

sus fábulas, cuentos y relatos sobre éstos

han sido siempre piezas perfectas de ter­

nura. Buen escritor, confirma en esta obra

sus valores.

"En tierras de confín".—Los argentinos

comienzan a descubrir que el territorio no

termina en las fronteras de Buenos Aires

y que la Patagonía es realmente tierra ar­

gentina y no chilena o extranjera. Sus te­

rritorios preocupan hoy día, y prueba de

ello es este libro, que se agrega a otros más

sobre la vida dura e interesante de las

apartadas regiones del Sur. Su autor es

Félix de San Martín.

"El viajero inmóvil".—Como drama­

turgo de vanguardia es Samuel Echcilbaum

un valor cierto de las generaciones jóve­

nes. Ahora revela como cuentista una agu­

deza psicológica de gran valor. Su cuento

"Mi personaje" es de un vigor que sor­

prende. Buen libro.

"El cielo está lejos".—Del grupo van­

guardista que hace años formaron "Mar­

tín Fierro", los González Tuñón, Enri -

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que y Raúl eran de los que se destacaban

con mayores relieves. Llevados al periodis­

mo, Enrique demostró al poco tiempo un

sabor nuevo en la interpretación de moti­

vos del bajo fondo porteño; su serie de

"Tangos" publicada en "Critica", que lue­

go reunió en un volumen, confirmaron su

valer. Raúl, tras conquistar el premio "Glei-

zer" con "El violin del Diablo', se dedi­

có a la prosa con cuentos de extremada

sensibilidad. A "Miércoles de Ceniza" lo

recordamos con placer. Ahora Enrique

González Tuñón nos da este libro triste,

desgarrado, en cuyos medios turbios, muy

bien tratados, se mueven figuras de dolor.

"Los últimos rosales".—Josué Quesa-

da es en la Argentina un novelista del tipo

Elinor Glynn en Estados Unidos. Escri­

be para las modistillas y los horteras, nada

substancial ni complicado; sus problemas

son tragedias baratas. De ahí éxitos como

aquel tan resonante que hace muchos años

tuviera "La vendedora de Harrods". En

esta novela trata de la decadencia de una

familia rancia merced al degeneramiento de

sus nuevas generaciones, absorbidas por los

que ayer fueron empleados y peones de sus

padres y abuelos. Su único mérito está en

arremeter—en momentos de absurdo sno­

bismo nacionalista—contra el mito del ar­

gentino cien por cien para ensalzar los va­

lores del emigrante europeo que se abre

camino y triunfa honorablemente.

"Los romanceros chucaros".—Su autor

es uruguayo; pero a Fernán Silva Valdés

se lo considera como un autor argentino,

porque sus versos gauchos hablan con pre­

ciosas imagines y hábiles metáforas de co­

sas del campo que son comunes a ambas

Repúblicas. Hoy por hoy es el poeta por

excelencia de la vida gaucha. En ese gé­

nero se ennoblece y no aburre, como en

la mayoría de los cultores de tal especia*

lidad.

"La crisis espiritual y el ideario argen~

tino".—El autor ha tenido la ilusión de

hacer una obra fundamental y llamada ¡t

tener resonancia. Explotando el cuarto de

hora de éxito de movimientos fascistas en

la Argentina y la contextura reaccionaria

del actual Gobierno, Saúl Taborda ha pu­

blicado este libro bajo los auspicios de la

Universidad del Litoral. Obra absurda por

su ideología antihistórica con respecto al

ideario argentino, ofrece además la pena

de una prosa pesada.

"Sabatión argentino". — César Tiempo

es de los nuevos escritores uno de los de

más cultura. Se observa a través de sus

obras la intensa lectura y erudición idio-

mática que posee. Pero tales virtudes, usa­

das sin discreción, cansan, como en este-

caso de "Sabatión argentino", que se saU

va sólo merced del humorismo agudo de

que nuevamente hace uso César Tiempo»

"La revolución del 6 de septiembre".

Un acontecimiento triste de la política ar­

gentina ha sido explotado por Carlos Cos*

sío para escribir esta obra política, en la

cual ofrece interesantes consideraciones de

filosofía histórica y política. Lástima que

el alto vuelo de ciertos capítulos degenere

en cuanto pretende hacer la apología del

radicalismo argentino, tan impropio del

elogio como la camarilla que realizó el mo­

tín del 6 de septiembre.

"El gaucho".—Rómulo Muñiz, en su

larga disquisición sobre el gaucho, no dice

nada nuevo. Y es bueno que vayan sa­

biendo los que se dedican a este género de

literatura folklórica, que todo lo que pudo

decirse sobre el campo, sus cosas y hom­

bres, está agotado magistralmente en " D o a

Segundo Sombra", de Güiraldes.

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"Lo bueno y lo bello".—M. Augusto

Berraz ofrece en este libro reflexiones filo­

sóficas tomistas. A esta altura de la vida

su libro de pensamientos a lo Santo T o ­

más de Aquino resulta un catecismo cursi.

"Antología del disparate:".—La litera­

tura del Pescatore di Perle se hizo famo­

sa por la sagacidad de la crítica en las

páginas del semanario "El Hogar", donde

comentaba los descuidos y errores de toda

índole de literatura que sus colaboradores

le remitían. Hoy reúne en libro algunas

expresiones cuyo valor se desmerece al de­jar su campo: el periodismo.

"La inquietad de esta hora".—El au­tor de "Manuelita Rozas" ha pretendido hacer una exposición del pensamiento po­lítico del momento. Hombre mal concep­tuado en su vida pública por reiteradas claudicaciones en pro siempre de bienes ma­teriales, no hace en este libro Carlos Ibar-guren más que cumplir con su nueva po­sición reaccionaria.

R. B. M. L.

M É X I C O

México hizo, hace años ya, su revo­lución. Y un p roduc to directo de ella h a sido la cul tur ización del país, que comienza por desalfabet izar al indio del poblado y t e r m i n a en la protección al escri tor con un apoyo oficial, sin que quiera decir esto que se busque t e n e r a l servicio del E s t a d o (o del Go­b ie rno) a los t r aba jadores de las Le­t r a s . No es r a r o asi que la l i t e r a tu ra mex icana goce de una vida próspera , d o t a d a de a las poderosas . Abundan te y de cal idad h a sido en 1934, al cual este A lmanaque despide.

Pasemos a la enumerac ión de los li­bros de poesías. La Poesía es un géne­ro de género femenino. . H a y que ce­der le el paso, después de u n a reveren­cia, como a u n a d a m a . ) Gena ro E s t r a ­da, poeta infat igable, que t enemos la sue r t e de conta r a l frente de la E m b a ­

j a d a de México en Madrid, sigue un r i tmo m u y sa ludab le : el de publ icar , por lo menos, un l ibro al año . En 19S4 nos da "Senderi l los a ras" , senderi l los que son de España , que huelen a E s p a ­ña. Alguien h a dicho, con evidente acier to, que los poemas, o los sender i ­llos, r ecuerdan , por su g rac ia y su f res­cura , los versos de Gil Vicente. Salva­dos Novo, joven poeta de a l ta consa­gración, publica en Buenos Air res "Sea-men R h y m e s " , con i lust raciones de F e ­derico García Lorca. Miguel N. L i ra dice de este libro que "an tes que a SU corazón, el m a r blanco y callado de la m a ñ a n a l impia se ade lan ta a los ojos de Salvador Novo en esta pausa en dos t i empos" . F ranc i sco Castil la Ná -j e r a en t r ega en Par í s , Edic iones E s ­trel la , "E l Gavi lán" (corr ido g r a n ­d e ) , de au tén t ico sabor mexicano. Da -

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vid Alberto Cossío edita "Guirnalda y otros poemas". Hay también algunos libros de Iniciaciones, que no carecen de interés; a saber: "Tú...", de Esther Pérez y Ontiveros; "Eco", de BHas Nandino; "Romances del camino" de Carlos Mata; "Estalagmitas", de Ra­fael Ortega (en que hay vislumbres de poesía proletaria); "Huerto sellado", de Margarita Mondragón.

Dentro de la crítica pueden citarse: "El periodismo en México", de Fortl-no Ibarra de Anda; "Historia de la l i te ra tura mexicana", de Julio Jimé­nez Rueda; "Alfonso Cravioto", de Diego de Pereda. El poeta chileno Ar­turo Torres Ríoseco y el escritor yan­qui Ralph Warner publican, en las prensas de la Universidad de Harvard, "Bibliografía de la poesía mexicana", Incompleta, pero apreciable. Antonio Luna Arroyo, en su "Concepto y téc­nica de la Historia", señala algunas normas para la enseñanza de esta ra­ma. El licenciado Manuel Moreno pu­blica "Influencia de la cultura indí­gena en la integración definitiva de nuestra nacionalidad", libro amplia­mente comentado en el país.

Hay que señalar también la "Biblio-grrafía de D. José Cecilio del Valle", de Rafael Heliodoro, editado como una colaboración a la celebración del cen­tenario de aquel personaje, que fué se­cretario de Relaciones Exteriores du­rante el Imperio mexicano. Otro libro de enorme interés, fruto de un esfuer­zo tan prolongado como profundo, es la "Bibliografía del teatro en México", del conocido crítico Francisco Mon-terde.

Los géneros descriptivos, novela, cuento, andan más flojos este año. Me­

recen citarse "Desbandada", una no­vela costumbrista del Estado de Mi-choacán, por José Rubén Romero, y "Siete cuentos", de Rene Aviles, libro vivo, con aciertos de tema y psicolo­gía, pero impericias de estilo. Este mis­mo escritor joven da a luz, dentro del año, "Ensayos absurdos". V. M. Diez Barroso enriquece su obra con "El y su cuerpo", libro que lleva un prólogo de Francisco Monterde. "Visiones de Europa" se titula una colección de José Amésquita, que bien pudo lla­marse "Visiones líricas".

La Historia parece fascinar a loa mexicanos, si juzgamos por el gran número de obras de este género apa­recidas durante el año. Dos son del coronel Rubén García: "Dos informes de fray Pedro Ramírez sobre el asedio de Acapulco" y "Licenciado D. José María Izazaga, el Olvidado". Un men­tís es "El viaje de Humboldt a Oaxa-ca, un mito", de Paúl Van de Velde. Prologado por J. M. Puig Causaranc, José de J. Nuez y Domínguez agota el tema "Martí en México", pero... al­guno de sus datos no satisface a Ca­milo Carranca y Trujillo, quien publi­ca, con afán polémico, "Acerca de Mar­tí en México". Otras obras históricas: "Los otomles no fueron los primeroa pobladores del Valle de México", por Miguel O. de Mendizábal; "La obra educativa de los jesuítas en Yucatáná, y Campeche durante la dominación es­pañola", por el periodista Carlos Me-néndez; "Historia de México" (Época precortesiana), por Luis Chávez Oroz-co; "Bosquejo de una historia de la revolución" (mexicana, naturalmente), por Fortino Ibarra de Anda; "Un siglo de México", en que el poeta y prosista

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Alfonso Junco estudia personajes y épocas entre Hidalgo y Carranza.

En otro orden de libros es preciso citar "Marx", del escritor socialista José Mancidor; "El salario mínimo" de Francisco Zamora; "Algo sobre la posición de México en Montevideo", libro de política panamericana, del es­critor y ex ministro J. M. Puig Ca-sauranc; "La autonomía de la Uni­versidad', de Narciso Bassóls, secreta­rio de Educación; "El problema se­xual del hombre en la penitencia­ría " , por el doctor Raúl Gonzá­lez Bnriquez; "La reforma agraria en México y algunos otros países", por Jesús Silva Herzog, y "Ley Federal del trabajo", por Enrique Calderón.

Por su parte, el Estado, por inter­medio de las distintas Secretarías, ha editado, durante el año, un número in­

contable de libros y folletos. La edición de textos que se adapten a las tenden­cias avanzadas de la educación han sido también una preocupación cons­tante.

En cuanto a revistas, México cuen­ta con un buen número de ellas. Las novedades literarias, pedagógicas y téc­nicas están servidas por publicaciones de evidente importancia nacional. En­tre las primeras es preciso mencionar "Fábula", "Cuadernos del Valle de México" y "El libro y el pueblo", re­vista bibliográfica de enorme interés, que publica la Secretaría de Educación Pública y redactan escritores jóvenes, cultos y ágiles. Las publicaciones pe­dagógicas más importantes acaso sean "Nave" y "México Pedagógico".

SBX5UNDO SOMBRA

C H I L E

El año literario se Inicia en Chile con la aparición de un libro de escri­tor bastante discutido. Es Vicente Hui-dobro quien rompe fuego, y "La pró­xima" (Historia que ocurrió un poco tiempo más) una novela acerca de la venidera guerra que arrasará con la civilización occidental y de la forma de salvar lo más útil y representativo de esa civilización. Obra liviana y de sentido social (he aquí un contraste), está escrita a ratos con un descuido ajeno a los hábitos del autor de "Mió Cid Campeador".

Romperé el orden cronológico para seguir con el mismo escritor, que no ha de reducir a "La próxima" su labor de 19.34. Le sigue, andando los meses, la edición castellana de un libro que ha sido publicado en francés y en in­glés: "CagUostro", más que biografía, una visión cinematográfica de José Bálsamo, aquel ser extraordinario, lon­gevo , mago , charlatán , sacamuelas , adivino, doctor. Aquí sí que está el Huidobro alegre, intrascendente, lige­ro, pero, que sin querer hacerlo, dice a veces, entre frases aéreas, cosas pro-

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fundas. Más adelante, Huidobro publi­ca "Papá", una novela que no agrega ni un centímetro a su obra literaria. El público, que después de leer sus li­bros anteriores habíale ido perdiendo el miedo, se encuentra a un Huidobro que, dentro de una novela de clave, se autorretrata con sentido megalómano, hipertrofiando sus condiciones hasta convertir en genio su talento.

La critica ha hecho el más perfecto vacio a estos tres libros. Huidobro, que ha abrazado la causa comunista, se si­túa al margen de la moral corriente y debe soportarse el silencio. En sep­tiembre, sin embargo, estalla en dos revistas muy pobres, "Pro" y "Ombli­go", en las cuales ríe e Injuria.

Sady Zañartu, escritor que durante muchos años ha buscado su inspira­ción en la vida colonial, reacciona de pronto y publica una novela, "Llampo Brujo", que es toda una sorpresa. Se trata de una obra de gran vitalidad, de tema minero, muy bien concebida y muy bien escrita. Es un aspecto de la novela chilena, la que esperamos desde hace tanto tiempo: el aspecto de la vida en el Norte del país, con sus desiertos, sus buscadores de oro, sus filones duros de entregarse. Re­cio libro. Siguiendo su primera tradi­ción, Zañartu publica, en septiembre, un libro de estampas santiaguinas, "Calles de Santiago", sin un valor es­trictamente literario.

Hay también un nuevo intento de novela chilena, " Hijuna" , de au­tor desconocido, Carlos Sepúlpeva Ley-ton, quien, a juicio de Tomás Lago —un buen critico joven—sabe presen­tar, individualmente, a los personajes. con intuición que equivale a la maes­

tría; pero fracasa, perdido por su In­experiencia, cuando estos personajes deben moverse, actuar, tomar su lu­gar dentro de la narración. Es "Hi­juna" una paletada más de esa mix­tura fuerte que ha de cimentar la no­vela chilena. Esperemos.

Un autor que maneja personajes novelescos con singular sangre fría es Salvador Reyes. Su inteligencia le da sentido de la medida, y sus alas de poeta, imaginación. Escribe con un tono de seria melancolía, sin caer ja­más en el romanticismo. Su libro "Tres novelas de la costa", no obstan­te su envergadura imaginativa, pre­senta aspectos interesantes de Chile, pero de Chile visto por un poeta de sensibilidad actual. En "El matador de tiburones" está el norte, la telara­ña de ciudades surgidas al golpe de una varilla mágica: el descubrimien­to del oro. En "El café del Puerto" aparece el Valparaíso del humo, de los muelles, de los figones, de los aven­tureros. Esos mismos hombres de al­ma extraordinaria son los personajes de la última "nouvelle", "Los tripu­lantes de la noche", sombría relato de temporales y de contrabando.

Otras obras novelescas del año son "Alas sobre el mar", cuentos muy bien trazados y de fantástico desarrolo, por Juan Marín ; " Cuando yo en­tré en tu vida", novela de los altos ambientes sociales, por José Luis Rles-co (nada de particular); "La saeta en el cielo", hermosas leyendas de la Edad Media, basadas en la Cantigas de Alfonso el Sabio, por Edgardo Ga­rrido Merino; "Registro de huéspe­des", narraciones realistas de la vida en las casas de pensión santiaguinas.

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Por Mariano Picón Salas, escritor ve­nezolano aclimatado en Chile, y "El mestizo Alejo", obra semihistórica, se-minovelesca, por Víctor Domingo Sil­va, que relata la vida del primer to­qui chileno.

La poesía no está sostenida este año por pilares muy firmes. Las vo­ces más altas están mudas o ausentes. Dos poetas, que gozan de amplia nom­bradla, Daniel de la Vega y Carlos Préndez, publican, respectivamente, "Romancero" y "Alamos nuevos" vo­lúmenes de escasa consistencia, que no acusan progreso ni novedad dentro de la obra de sus autores. Dos muchachas muy jóvenes, María Cristina Madrid y Estela Miranda, dan a las prensas "Los poemas del amor perdido" y "Le­janías en el desierto", obras primeri­zas de carácter romántico, como pue­de juzgarse por sus títulos. No res­ponden a un sentido actual de la poe­sía, caen en el vacío, por débiles y po­bres.

Un poeta modernista peruano, ave­cindado en Chile, José Santos Choca-no, hombre de aventuras, de políticas, representante de la generación de Da­río, Ñervo y Lugones, avanza, en un volumen de 400 páginas, un anticipo de su obra poética definitiva, labor de largos años: "Oro de Indias". Está allí, en su alto tono, cantando y contando las cosas de la América, con toda su voz de gran poeta.

Poca poesía chilena en 1934. Y en cambio hay que anotar la desaparición de dos de sus afortunados cultores: Alberto Mauret Caamaño y Alberto Rojas Giménez. Este último ha sido uno de los seres de vida extraordina­ria nacidos en tierra chilena. Con no­

table intuición lanzó, en 1920, los pri­meros alertas hacia nuevas formas y nuevos fondos en la lírica. Viajó por Europa, con aire distraído. Pero su vi­da, tan lamentablemente desorganiza­da, le privó de dejar una obra a la cual apelar.

Dentro de otro grupo de libros, vale mencionar "El Diluvio", de charlas políticas, que publica D. Javier Vidal Solar, justamente c u a n d o cumple ochenta años, y en el que arremete con­tra el socialismo... Nadie mejor que él para esto, puesto que es un hom­bre de pensamiento actual.., con tan­tas condiciones para recoger el ar­diente soplo de renovación que nos sa­cude y para juzgar sistemas político-sociales de hoy...

Otro escritor, sociólogo a la violeta, es el cura D. Luis María Acuña, autor de un libro contra el divorcio. Ba­sa sus ataques en la más perfecta co­lección de lugares comunes que sea dable imaginar, ueda, después de leer­lo, una sensación de fastidio. ¿Con qué experiencia podrán los curas hablar de matrimonio y divorcio?

Paralelamente al desarrollo de un gran movimiento feminista en Chile, la escritora y profesora Amanda La-barca pueblica una obra, "¿A dónde va la mujer?", en la que trata de en­cauzar por senderos de cultura y ci­vismo aquel arranque de las mujeres chilenas.

Don Enrique Molina, presidente de la Universidad de Concepción, publica "La revolución bolchevique", libro en que estudia, a través de Dostoyevsky y los grandes escritores rusos, el alma complicada de aquel país. Hurgando en los antecedentes de la revolución.

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tiene páginas históricas vivísimas. Pe­ro luego, enemigo de la dictadura del proletariado, coge, para condenarla, recursos de toda especie, cifras sospe­chosas, datos interesados, etc. Llega a tomar como arma, el único aspecto de desequilibrio, de desorden soviético que Waldo Frank registra en todo su libro "Aurora rusa", cual es la nave­gación de un vapor por el Volga.

Sin agotar el tema, que es muy vas­to, Francisco Encina escribe un libro titulado "Portales", en el que analiza, a la luz de la historia y la tradición, una de las figuras políticas más im­portantes de nuestro siglo XIX: la de D. Diego Portales, especie de dictador a la manera actual, dotado de duro carácter y de férrea energía, y sin de­jar, por eso, de padecer, como hom­bre, debilidades de las más atroces que nos acometen.

Dentro de la crítica literaria, mere­cen citarse dos obras: "Las letras chi­lenas", del historiador D. Domingo Amunátegul, en la que sobre todo al hacer el panorama del último tiempo, tiene desaciertos e inexactitudes ver­gonzosas en un hombre que se dedica a escribir historia, y "Obras descono­cidas de Rubén Darío", en que Raúl Silva Castro, que a fuerza de severo suele llevar a sus crónicas periodísti­cas recursos ajenos a la crlitca, colec­ciona 500 páginas de cuentos y versos que Darío escribió durante su perma­nencia en Chile y que no reunió ja­más. Las recopilaciones no son todas, por cierto, de primer orden. ¿Las des­deñó por eso Rubén? Pero hay que alabar la paciencia de Silva Castro. La tiene y en alto grado. Lo demostró ha­ce poco, durante sus campaña contra

el enclítico. (Silva se dedicó a subrayar estas Inversiones en cuanto libro apa­recía, a riesgo de justificar el mote de "perínclito encliticólogo", que un poeta joven le aplicó...)

No puedo cerrar esta enumeración — que no otra cosa alcanza a ser — sin mencionar, entre los acontecimien­tos literarios, la llegada al país de un escritor que durante veintisiete años ha vivido en el extranjero (dieciséis de ellos en España), y que regresa en marcha triunfal: Augusto D'Halmar. Es hermoso constatar que por prime­ra vez se interesa el público con pa­sión en la vida y en la obra de un intelectual, y que ese honor no queda sólo circunscrito a boxeadores y atle­tas afortunados. D'Halmar, figura ro­mántica que ha cautivado a las juven­tudes de varias generaciones, toma po­sesión de su verdadero lugar en Chile. Una editorial comienza a publicar sus obras completas (20 tomos), que se Inician con "La Mancha de Don Qui­jote", un libro de viajes por la región que Cervantes dio como destino a Qui-jano, y que da ocasión a D'Halmar para observaciones deliciosas, para pe­ríodos muy llenos de gracia cervan­tina y para reflexiones poéticas de aquellas que ha sabido repartir en to­dos sus libros.

Los premios literarios, que eran es­casos, aumentan considerablemente con uno cedido por la Embajada de Italia, que es dividido entre Eduardo Solar Correa, por su obra "Semblan­zas literarias de la colonia", y Edgar­do Garrido Merino, por su novela "El hombre en la montaña"; con otro de poesía que otorga la Municipalidad de Santiago y que es entregado a un poe-

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ta de acento rural, Jorge González Bastías, por su libro "Vera rústica", y con uno donado por el Club Hípico de Santiago. El premio anual de la re­vista "Atenea" corresponde este año

a Luis Durand, dueño de una larga obra en que se ha propuesto trasmitir directamente la sensación del campo chileno.

liVIS ENRIQUE D E I J A N O

P E R Ú

Después de las "Canciones de Rinono y Papagil", Luis Valle Golcochea pu­blica "Sábado y la Casa" (Lima, 1934). Por su sencillez pura y limpia, su inge­nuidad infantil, su amor a la vida rús­tica, hogareña e íntima, se acerca a Francis Jammes. "Canciones de Rinono y Papagil" era el poema del escenario familiar. Heno de tiernas y dulces evo­caciones. En "Sábado y la Casa" el poe­ta recoge las emociones del mozo que regresa a la aldea.

Es apreciable el bagaje que Lima ofrece este año a nuestra poesía. Ri­cardo Peña Barrenechea trae del Bra­sil, donde le llevó un cargo junto a la Delegación Peruana a la Conferencia de Leticia, su nueva colección de poe­mas, que titula con gesto desenvuelto y farouche, que es su manera, "Discur­so de los Amantes que vuelven" (Río de Janeiro, 1934). Nuevo testimonio de su adhesión a Góngora, estos bellos poe­mas trascienden a romance antiguo cas­tellano y sufren la influencia del mo­derno, elegante y aristocrático de Al­fonso Reyes. Su hernaano Enrique, también de los buenos poetas de esta

pléyade, que se dio a conocer hace años con "El aroma en la sombra" y "Cinema de los cinco sentidos", anun­cia ahora: "Ventanas abiertas al cielo y al mar" y "Constatación de lo per­dido".

Nelly Fonseca Recavarren, que a pe­sar de su temperamento delicadamente femenino, se empeña en conservar el rebozo femenino de Carlos Alberto Fon-seca, ha publicado un libro encantador por la simple y temblorosa emoción de sus quince años. "Rosas y manantiales" (Lima, 1934) es el diario íntimo de una tragedia irreparable. Postrada en su si­llón de enferma desde la infancia, ha consagrado su existencia al piadoso análisis de un dolor resignado y he­roico que florece hoy en penetrante y dulce poesía.

Adolfo Von Westphalen, el poeta di­fícil y de fuerte personalidad de "Las ínsulas extrañas", reúne este año sus últimos versos en "El laurel y la ro­sa"; Xavier Abril, uno de los propul­sores de la actual renovación litera­ria, lo hace en "Difícil trabajo"; Dora Raquel Smitch, en "Sismógrafo"; Ma-

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nuel Moreno Jimeno, en "Elegías de los ecos huérfanos"; Fernando Ed-wards, en "Mensajes líricos".

La región andina del sur, que tiene en el Cuzco y Puxo los dos grandes focos de la antigua civilización perua­na, ha proporcionado últimamente a BUS poeta inagotables fuentes de ins­piración. Alejandro Peralta, Emilio Armaza, Alberto Mostajo, Carlos Dan­te Nava, Alberto Cuentas, Luis de Ro­drigo, César Cárdenas Santillana, Ge-maliel Churata, Alberto Delgado, Ra­fael Aguilar, forman la plana mayor de un equipo que ha aportado a nues­tras letras una poesía de Indiscutible valor por su espíritu regional y su sen­tido del paisaje andino. Alejandro Pe­ralta, que en su "Ande" se reveló co-m.0 un poeta de amplia envergadura, acaba de publicar "El Kollao" (Lima, 1934), expresión del alma colectiva de un pueblo modelado en los rigores de BU naturaleza y el dolor contenido de una tradición milenaria.

No es la única voz que nos viene de la sierra. Alberto Guillen, de Arequipa, ha dado a luz su "Cancionero", colec­ción de coplas, cantares, epigramas y lilumoradas de auténtico! sabor ver­náculo y popular y motivos criollos (Arequipa, 1934), y publicará en bre­ve "Arequepay", manojo de poemas penetrados de leyenda y amor del te­rruño. Inaugura Guillen con este libro una nueva manera. Al principio su poesía es costeña, exótica y cosmopo­lita. Se emparenta con la de aquellos poetas de la post-guerra cuya litera­tura es un reta a la seriedad y al buen sentido. Es dadaísta y en veces hasta nihilista. Con "Arequepay" afirma su personalidad y se adentra en su me­

dio. El mismo Guillen da el espalda­razo a otro poeta de su tierra, Carlos Alberto Paz de Noboa, que se Inicia este año en la carrera de las letras con el bello poema "Siete poemas" (Arequipa, 1934). El libro de Noboa es verso ágil, valiente, insinuante, de metáfora imprevista y desconcerante. Pero lo que más cautiva en estos poe­mas es el espíritu de piedad por todo lo que sufre que trasciende de ellos.

En los Andes del centro, Junín, Fe­derico Bolaños, el exquisito acuarelis­ta de nuestras serranías, dará pronto a la estampa "Flautas discordes", y José Carlos Chirif "Desde la cumbre Andina". Magda Portal interrumpe este año el lirismo apasionado y re­cóndito de "Una esperanza y el mar", que le dio a conocer en América, para abandonarse a la literatura de reivin­dicaciones con los "Cantos de la revo­lución" (Lima, 1934), antología en que la acompañan Alberto Hidalgo, Serafín del Mar, Juan José Lora, Ju­lián Petrovlck y otros más. Luis Fa-bio Xammar, de inspiración mística y cristiana, que por el ritmo interior y la musicalidad sugerente de sus rimas se acerca tanto a la poseía pura, reúne en una antología que titula "Poemas pensativos y armoniosos" las mejores versos de "Pensativamente" y "Voces armoniosas", que publicó en 1930 y 1932.

De las generaciones anteriores sólo podemos citar dos libros de poesías: "Primicias de Oro de Indias" de José Santos Chocano (Santiago de Chile, 1934), y "Las tiendas del desierto", de Alberto Ureta (Lima, 1934). José San­tos Chocano hace en "Primicias" una selección de su obra, aún inédita.

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"Oro de Indias", que constará, de nue­ve volúmenes, con los siguientes sub­títulos: "Tierras mágicas", "Las mil y Una noches de América", "Alma de vi­rrey", "Corazón aventurero", "Pompas solares", "Sangre incaica", "Fantasía errante", "Estampas neoyorquinas y niadrlleñas" y "Nocturnos interiores". "Primicias de Oro de Indias" consta de dos volúmenes. De ellos sólo ha apa­recido el primero, de que damos cuenta.

En prosa, la calidad de las obras publicadas compensa la exigüidad de la producción. Ventura García Calde­rón, el primero de los cuentistas pe­ruanos hoy, ha publicado "Virages", colección de cuentos escritos directa­mente en francés, pero de auténtico sabor peruano, impregnados de dulce tristeza indígena unos, los de ambiente serrano; de tragedia interior otros, los que tienen por marco y fondo la sel­va. "Virages" completa la brillante se­rie de sus cuentos peruanos: la "Ven-geance du cóndor", "Danger de mort", "Couleur de sang" y "Racits americai-nes". Los doctores Honorio Delgado, psiquitra notable, discípulo predilecto de Freud, y Mariano Ibérico, filósofo de recia contextura mental, ambos profe­sores de la Universidad Mayor de San Marcos de Lima, suministran con su "Psicología" una valiosa contribución a los estudios filosóficos del Perú. De in­discutible aliento por la amplitud de su plan, la renovación de orientaciones que significa y la profundidad con que los autores tratan los problemas psicológi­cos actuales, este libro es una de las obras que más resonancia han tenido en América últimamente. Rosa Arci-niega, que ha conquistado ya un nom­bre en América y España con sus no­

velas "Engranajes" y "Mosko-Strom"» dado a la estampa en estos días en Madrid "Vidas de celuloide. La novela, de Hollywood", fuerte y valiente como las anteriores, y con esa nerviosa mas-eulinidad que les presta singular atrac­tivo. "Introducción al estudio de la Psiaquiatría se llama la obra que el doctor Carlos F. Krudieek publica, en Lima, con prólogo de Honorio F. Del­gado, importante aporte a los estudios del psicoanálisis en nuestro país. Son interesantes también: "Visión del Cuz­co", de Luis Humberto Delgado, obra escrita con ocasión del IV centenario de la fundación española de la ciudad imperial de los Incas; "Vida y obra de D. José Antonio Barrenechea", que pu­blican los hijos del ilustre maestro, di­plomático y político peruano, con un prólogo de Raúl Porras Berrenechea; "Unanue, San Martín y Bolívar", por Luis Alayza y Paz Soldán; "El inca piadoso y justiciero", por Francisco A. Loayza; "El deber", novela, por Vidal G. Panizo; "Canciones escolares" (IV serie), por Arturo Montoya y Pablo Chávez Aguilar; "El año trágico", por Serafín del Mar; "Sancho Panza, idea­lista", por César Góngora; "El poder económico del Estado", por Félix Ma­teo Pozzo; "Madurez galante", por Max; "Duque", novela de costunibres limeñas, con prólogo de Luis Alberto Sánchez, por José Díaz Canseco; "Cuz­co histórico", por Rafael Larco Herre­ra, con la colaboración de Luis E. Val-cárcel y Carlos Ríos Regaza; "Cuader­nos de Arte Peruano", por Arturo Ji­ménez Borja, e "Historia de América" (tomo II) , por Jorge Guillermo Le-gula.

No cerramos esta lista sin nombrar

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alg-unos libros Importantes que escri­tores peruanos han de editar a fines de este año en España: "Pizarro", por Kaúl Porras Berrenechea; "Cosas de

Elnstein", por Héctor Velarde, y "Cró­nicas de Viaje", por Aurelio Miró Que-sada Sosa.

Alberto URETA

OTROS PAÍSES AMERICANOS

Puerto Rico

El año 1934 no ofrece en Puerto Rico ninguna novedad literaria digna de des­tocarse en el plano internacional de este Almanaque. En el 98 nuestra for­mación literaria quedó desconyuntada por Tazones adjetivas al cambio de so­beranía. La producción de los prime­ros años del siglo—hasta las décimas folklóricas de Llorens Torres—fué re­sultado de formación anterior. Después, la escuela bilingüe, los textos en in­glés o traducidos, la influencia de la Prensa mediatizada por normas extran­jeras, etc., producen una grave des­orientación, merman las facultades creadoras y empobrecen la expresión.

No obstante, surgen algunos valores individuales, especialmente en poesía: las importaciones postmodernlstas do Ribera Chevremont y las originales composiciones de Luis Palés Matos, pionero de la lírica negroide antilla­na. Hoy se inicia una reacción, den­tro de nuestra cultura tradicional; pero los propósitos son aún, en general, más meritorios que las realizaciones prácticas. Mientras tanto, un grupo de escritores universitarios hace labor animadora. Entre éstos pueden citar­se—salvando matices de orientación y calidad—: Margot Arce, J. A. Balsel-ro, M. Cadilla, Concha Meléndez, A. S. Pedrelra y R. W. Ramírez.

TOMAS BLiANCO

Uruguay.—La aparición de los pri­meros volúmenes lanzados por la So­ciedad de Amigos del Libro Rlopla-tense constituye el principal aconteci­miento literario de 1934 en este país. Alternan en ella los autores urugua­

yos con los argentinos. Hasta ahora la selección de nombres y de libros es muy acertada. Para evidenciarlo bastará con transcribir las fichas de los prime­ros volúmenes: "Sobre fenvlnlsmo", por Carlos Vaz Ferreira; "Ceniza",

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por Enrique Larreta; "La cruz de los caminos", por Justino Zavala Múñiz; "SabatiOn argentino", por César Tiem­po; "Som,bras sobre la tierra", por Francisco Espinóla; "El viajero inmó­vil", por Samuel Eichelbaum;; "Los romances chucaros", por Fernán Sil­va Valdes; "El otro lado de la estre­lla", por Raúl González Tuñón; "Teo­ría del Nous", por Emilio Oribe;; "El hombre importante", por Alberto Ger-chunoff; "El paisano Aguilar", por En­rique Aguilar. Gustosamente prolon­garíamos esta noticia, pero no habien­do a nuestro poder más que una sola muestra de tal colección—ya es sabi­do que el libro suramericano no sale de sus respectivos países y es dificilí­simo encontrarlo en España—, hemos de limitarnos a la anterior enumera­ción titular.

Panamá.—"El tesoro del Dabaide", Por Octavio Méndez Pereira. Biogra­fía de Balboa, muy bien construida, con elementos de historia y literatura que reviven toda una época, una de las grandes épocas de la América Es­pañola.

San Salvador.—"Cuentos de barro". Por Salarme. Este nombre, contrac­ción de Salvador Arrué, es el pseudó­nimo de uno de los más jóvenes inte­ligentes escritores salvadoreños. Su li­bro está compuesto por una veintena de cuentos de excesivo sabor america­nista, regional, realizados con originali­dad y experiencia.

Gutemala. — "El tigre", por Flabio Herrera. Poeta autor de tres libros de "hals-kais", Herrera ha escrito ahora

una novela, también con lor a tierra americana.

"Las noches de los dioses", por Car­los Girón Cerna. El Ministro de Gua­temala en Cuba publica, bajo ese títu­lo, un poema mitológico quiche..

Venezuela.—"La Guaricha", por Ju­lián Padrón. Novela.

"La palabra al viento", por Antonio Spinetti Dini. Versos.

Ecuador.—"Tinta perdida", por Gui­llermo Córdoba. Versos en que el autor justifica ampliamente el título que ha dado a su libro.

Bolívia-Para^nay Enredados en una guerra que me­

dia ya la duración de la que tuvo la mundial, y que va dejando su rocío de sangre en los campos del Chaco, estos países no han tenido producción literaria considerable. Lo más bello y selecto de sus juventudes está, con las armas en la mano, en la dura, en la incestuosa guerra. Ya no son sólo los adolescentes, sino también los niños, de quince, de catorce y de trece años, los que batallan.

Es preciso, no obstante, señalar el libro de un escritor boliviano, Alcides Arguedas, intelectual de fama contl-netal y estimado también en círculos europeos prestigiosos. Comenzó su ca­rrera literaria en 1909. Desde enton­ces ha editado una decena de obras, en España la mayor parte de ellas. Su reciente libro, "La Danza de las som­bras" inicia una serie que conten­drá fragmentos ordenados de su "dia­rio", "manía pueril y presuntuosa da

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tomar notas sobre los hechos, los hom­bres y las cosas ordinarias de la vida". Este volumen se subtitula "Literatura y viajes" y está escrito sin peso, en un estilo aéreo, por lo liviano. Es un des­filar de tierras, americanas y europeas y de hombres, europeos y americanos. Cuánto intelectual del nuevo Continen­te hemos lelo u oído mentar está allí, evocado o visto por Alcides Arguedas.

De otros libros es difícil hablar. Ya

hemos subrayado la realidad de la gue­rra y sería injusto pedir a paraguayos y bolivianos una producción de impor­tancia cuantitativa. En países de cul­tura cimentada a través de siglos ea posible que una guerra cruenta no interrumpa la labor de los trabajado­res literarios. En pueblos excesivamen­te jóvenes, sí.

SEXiUNDO SOMBRA

Dibujo d« Norah Borges

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MAPA DE ESPAÑA REGIONAL Misiones Pedagógicas

La liferafura en los pueblos

Seguramente al crearse las Misiones Pedagógicas nadie pensaba en una po­sible e inmediata eficacia para deci­dirse a ponerlas en marcha. El im­pulso, sin duda, era más noble. El he­cho de limitarse de antemano y cons­cientemente "a divertir y alegrar un momento la vida de los pueblos" era Una patente de lealtad única en Es-Paña, donde cada proyecto reviste siempre caracteres mitológicos. Y así, suelen quedarse de común en verda­deros mitos, o, peor aún, en fieciones burocráticas.

Claro está que esa alegría, esa di­versión que pretendían llevar las Mi­siones Pedagógicas a los pueblos eran algo más, intenoionalmente, que pura "alegría", que simple y trivial "diver­sión", aunque tampoco fuese la famo­sa panacea —enseñar deleitando— el objetivo concreto que se perseguía.

No importa que hayamos visto a al­gún campesino emocionado escuchan­do un poema de Juan Ramón Jiménez o un romance clásico; ni que un gru­po de mozos, en algunos pueblos, haya asistido rigurosamente día tras día a escuchar con profunda y atentísima curiosidad las explicaciones del Museo Ambulante.

La pintura, la música, la literatura en sí, quizá no interesen a la gente de los pueblos. Tal vez ni las mismas co­sas que los misioneros, en el tono más

sencillamente cálido y entrañable, pro­curan decirles. Lo que no enturbia pa­ra nada su entusiasmo por las Misio­nes, como queda bien patentizado en las aglomeraciones que, muy común­mente, se producen en los reducido» locales de los pueblos.

Y ocurre, con seguridad, que su pro­pia y formidable apetencia de "ver cosas", de "oír cosas", les impide re­crearse en las cosas mismas, los inca­pacita para de verdad verlas y oírlas. Y solamente formas de expresión tan vivas como el cine y el teatro—siquie­ra sea el guiñol, dirigido hasta ahora por Rafael Dieste, con que cuentan las Misiones—consiguen de la gente que se olvide de que quieren ver y vean.

Por todas estas causas quizá resul­te desproporcionado hablar de la "li­teratura en los pueblos", en los pue­blos españoles, donde desde hace cua­tro siglos todo, para ellos, toma un matiz ciertamente literario.

En estos pueblos que desde hace cuatro siglos esperan, quizá incons­cientemente, pero que mantienen viva la esperanza de poder dejar de espe­rar, de poder hacer, olvidados de lo que persiguen en fuerza de vivirlo, acaso sea excesivo y cruel tratar de medir hasta qué medida repercute en ellos la literatura.

Mas téngase en cuenta que al ha­blar así no expresamos en modo al-

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guno el insulto soez, chabacano e hi­riente para los pueblos, de aludir so­lamente a su "tripa", a su problema económico. Muy al contrario, anhela­mos que los pueblos puedan leer y pen­sar. Mas para ello es necesario que se olviden, hacerlos olvidarse que tie­nen hambre. Y seguramente para con­seguirlo es el camino raiás sencillo que coman. Y que al mismo tiempo sepan para qué comen, para qué viven. (Si es que es posible saberlo.)

Sin embargo, resulta verdaderamen­te conmovedor ver cómo estos pueblos, estos campesinos españoles escuchan, a pesar de todo. No se dan por venci­dos en la triste y monótona lucha que significa su vida, y aún tienen fuer­za suficiente, alma suficiente para in­tentar una verdad. Una verdad en la que no pueden creer, y sin embargo, en virtud de su magra dureza de leños sfirmentosos, todavía creen. Mejor: to-vía crean en su esperanza iluminada y llena de fe.

Quizá es por esto por lo que a veces nos hemos sentido culpables al verlos escuchar tan extáticos, tan llenos de respeto. Porque su irrespetuosidad, su posible Jolgorio chabacano, acaso pu­dieran darnos pie para desconfiar de ellos, para dudar de su alma, que, de otra manera, silenciosa, tensa, anhe­lante, nos da la medida de nuestra propia responsabilidad. Y al mismo tiempo, de la eficacia, parcial si se quiere, pero indudable de las Misionei Pedagógicas. El hecho de poner esa tensión, ese anhelo en el ánimo de gentes que al verlas se pensarla Hun­didas para siempre, es una prueba —dolorosa tal vez—de que están vi­vas. Y eso es lo que, cuando menos,

hacen las Misiones: comprobar que es­tán vivas, avivarlas.

Mas esa prueba quizá resulte dolo-rosa, decimos, si no se siente apoyada sobre algo más que sobre su propio esfuerzo. Las Misiones suelen declarar en su actuación por los pueblos, que sin ignorar en modo alguno el cruel y angustioso problema material de casi todos los pueblos españoles, no está en sus posibilidades resolverlo, y así se han de limitar a su actividad propia. Esta conciencia de su propia limita­ción, por así decirlo, manifestada abier­ta y lealmente, constituye un punto más que se establece, siquiera sea mo­mentáneamente, con los campesinos. Pero acaso no baste.

Los campesinos al ver que por una vez se les habla sinceramente, con el corazón y la inteligencia, acaso se sientan más dispuestos que nunca a tener fe. Mas si se quiere que esa fe se mantenga, es absolutamente nece­sario no defraudarla, no permitir de ningún modo que se trueque en un desconsuelo, tanto mayor cuanto que por un instante se ha sentido Injusti­ficado.

Y esto es lo que no pueden conse­guir las Misiones. Las Misiones han sido y son una verdad, pero una ver­dad transitoria, se dirá. "Aceptad esto, parecían significar, aunque no sea to­do." E implicaban al decirlo como una seguridad de lo demás.

Pero si es así y las demás solucio­nes no llegan a los pueblos, serán las Misiones—en su espíritu—las primeras que se sentirán defraudadas, ya que en su generosidad contaban implíci­tamente con la generosidad de todos

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aquellos que tengan conciencia de su propia responsabilidad.

Con intención al menos, el hecho de las Misiones Pedagógicas ha sido úni • ca en España. Y siendo asi, ¿cómo es «ntonces posible la falta de atención, la casi total ausencia de una colabo­ración crítica, ya que no activa, de Una mayoría de los intelectuales espa­ñoles autorizados para ello?

Sin que esto suponga un derrotismo, creemos que en estos momentos Espa­ña debe parecer una casa de locos. Y acaso sea uno de esos momentos aquél «n que se piensa en la enorme distan­cia, cada vez en trance de hacerse ma­yor, que hay entre los intelectuales y

el pueblo. Entre los que debían ser di­rectores y los que "no son" dirigidos.

Como síntoma, esta despreocupación, cuando no burla, que casi de un modo sistemático se hace de las pocas cosas que con un impulso de generosidad se producen en España.

Quizá por esto cuando alguna vea nos acercamos tímidamente, con un ademán de culpa, a los campesinos, encontramos en ellos un gesto que ea un consuelo. Porque él, el campesino, aun está en su sitio y con su digni­dad.

Pero ¿bastará? ¿Consolará esto a la larga?

ARTURO SERRANO PIJAJA

EL TEATRO UNIVERSITARIO

LA BARRACA

La idea de divulgar nuestro teatro de todos los tiempos, sentida por unoa cuantos estudiantes de la Universidad de Madrid, encontró ambiente oficial propicio, merced al cambio de régimen operado en abril del año 1931 y cristalizó estando en el Ministerio de Instrucción Pública D. Fernando de los Ríos que Presto Un firme y decidido apoyo. Cuenta, pues, "La Barraca" tres años escasos ^e existencia.

En las reuniones habidas para confeccionar el proyecto que habría de ele­varse al gobierno, solicitando su ayuda económica, se pensó en instalar en Ma­drid una barraca desmontable que funcionara durante el invierno. Se darían representaciones de pago y gratuitas. Estas para los obreros y aquellas para Personas previamente abonadas y que constituirían lo que podríamos llamar amigos de "La Barraca"

Con los fondos recaudados y la ayuda material del Estado esta barraca re­correría durante el verano pueblos y ciudades de España dando representado-

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nes; pero esta labor para ser llevada a cabo requería personas que se dedicaran exclusivamente a ella y como la agrupación había de estar integrada por es­tudiantes fácilmente se comprende la imposibilidad de alternar esta labor con las tareas académicas. Aparte, que la Instalación en Madrid de una barraca para, representar teatro por unos no profesionales desatarla la enemiga de éstos y nos interesaba sobremanera descartar toda Idea de intromisión en el campo profesional, ya que nuestro objeto era simplemente cumplir un fin cultural. F in que teníamos que cumplir los estudiantes muy a pesar de la Universidad, despre­ocupada en absoluto de todo lo que signifique obra divulgada de nuestra cultura. Hasta tal punto llega la insensibilidad de los claustros universitarios que des­pués de actuar "La Barraca" durante tres años con la dignidad y honradez artística que lo ha hecho no han sido capaces de asegurar la vida de ésta, li­brándola de la tutela directa del Estado y, por consiguiente, de los vaivenes po­líticos que la ponen en continuo trance de muerte.

Había, por tanto, que desechar el proyecto anterior y dar vida a "La Barra­ca" con arreglo a los medios disponibles. La U. P. E. H. pediría al gobierno una subvención para crear un teatro integrado exclusivamente por estudiantes que darían representaciones por pueblos y ciudades aprovechando las vacaciones.

El gobierno accedió a la solicitud de la U. F | E. H. y concedió a ésta una subvención anual de 100.000 pesetas

Se intensificaron los ensayos, que ya habían empezado hace algún tiempo bajo la dirección de Federico García Lorca y Eduardo Ugarte. Se construyó un tablado de madera de 8 por 6 y 1,30 m. de altura y los elementos necesarios para montar un escenario en las plazas de los pueblos. Se adquirió una camio­neta para trasladar el material y el día 10 de julio de 1932 se efectuó la primera salida para recorrer unos pueblos de la provincia de Soria con el siguiente reper­torio: Auto sacramental de "La Vida es Sueño", Calderón. Figurines y decorado: Benjamín Falencia. "La Guardia Cuidadosa", "La Cueva de Salamanca" y "Los Dos Habladores", entremés de Cervantes, con decorados y trajes por Ponce de León, Ontañón y Gaya, respectivamente.

La excursión que duró siete días sirvió para dar nuevos alientos a los que la emprendieron por el entusiasmo con que fueron recibidos y el respeto con que fueron escuchados.

De entonces a acá "La Barraca" que no ha dejado de trabajar ha enriquecido, su repertorio con las siguientes obras: "El Retablo de las Maravillas", de Cervan­tes; "Fuenteovejuna", de Lope de Vega; Paso de "El Robo de la Olla", de Lope de Rueda; "El Burlador de Sevilla", de Tirso de Molina; "Égloga de Plácida y Vic­toriano", de Juan de la Encina; escenificación de los romances: "La Tierra de Alvargonzález", de Antonio Machado; "El Conde Alarcos", "Las Almenas de Toro"„ recitado del romance y escenificación de una escena del drama de Lope de Vega del mismo título en la que glosa el citado romance. En preparación, y con objeto de contribuir al homenaje que se prepara a Lope de Vega con motivo de cumplirse el tercer centenario de su muerte: "El Caballero de Olmedo".

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Las obras han sido realizadas escénicamente—trajes y decorados—por: Ma­nuel Angeles Ortiz, Alberto Sánchez, Ponce de León, Norah Borges, Ontañón y José Caballero.

Estas obras han sido representadas en un total de más de 100 representa­ciones en pueblos de las provincias de Avila, Valladolid, Zamora, Salamanca, Valencia, Albacete, Alicante, Murcia, Ciudad Real, Toledo, León, Asturias, San­tander, Navarra, Huesca, Logroño, Burgos, Falencia Sevilla y Granada.

Digna de tenerse en cuenta por su resonancia internacional es la actuación de "La Barraca" durante el mes de agosto de los años 1933 y 34 en la Universi­dad Internacional de Verano instalada en el Palacio de la Magdalena, Santan­der. Dio a conocer todo su repertorio y causó en profesores y alumnos, singu­larmente en los extranjeros, gratísima impresión miostrándose sorprendidos al encontrarse con un teatro Universitario que a pesar de su reciente creación, en la interpretación llegaba a un grado de madurez insospechada. Muchos de los profesores extranjeros interesáronse tan profundamente que Incluso prometieron hacer todo lo que les fuera posible para darla a conocer en las Universidades donde ejercían.

No se crea por todo esto que "La Barraca" es todo un teatro de arte, no. Es un teatro de experimentación; ya que los actores son estudiantes y van y vienen a la escena sin echar las raíces de una verdadera formación.

No se puede, por tanto, afinar en las expresiones. Únicamente subrayar la intención; aunque dado el lamentable espectáculo del teatro español contempo­ráneo ya es bastante este ansia de un teatro mejor, asequible a la gran masa que lo espera como una lluvia fresca confortadora.

RAFAEL R. RAPtJN

Dibuje d * Ang*l Farranl

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C A S T I L L A

Su movimiento.—Todo será, por los siglos de los siglos, interrogación y— por tanto—sorpresa, en tierras de Cas­tilla. Todo. Lo mismo su paisaje que su espíritu, su emoción que su color.

Jamás fué nada justo y preciso, ni igual y menos ordenado. Quizá es ésta su personalidad, no tenerla. O tenerla al revés. Porque el tópico y la fórmu­la poética tratan de dársela, pero no hay más que recorrer sus caminos, sen­tir su sentimiento, contemplar su pa­norama—contemplar a Castilla: una de las más seculares emociones de Es­paña—para comprobar la falsedad li­teraria que se la ha tramado.

No es esto, ni lo otro, ni aun lo de más allá. Tiene y no tiene y deja de tener. Ni su demarcación está preci­sada. Nn su color. Ni siquiera su clima.

Por eso al ir a hablar de movimien­to, de cualquier movimiento dentro de Castilla, y más si es el artístico, queda uno un poco pensativo, un mucho con­gestionado a interrogaciones. Pero, ¿es que Castilla tiene, realmente, movi­miento? Pero, ¿es que se mueve, o lo que es lo mismo: que se afana, o lo que viene a ser igual: que se transfor­ma? Pues, ¿no hemos quedado mu­chas veces en que esencialmente es lenta, que retarda sus caminos y sus acciones y sus paisajes?

¿Sí? ¿Tiene lentitud en todo? Quién lo sabe. Quizá es ritmo retardado y explicativo de película vulgarizadora, y como tal, a veces, se aviva, se acele­ra, se pone en marcha a voluntad. Y entonces, es falso lo de la lentitud y

falso lo de la vivacidad. Falso todo. O todo verdadero.

Pero hemos de quedar en algo an­tes de pasar revista a sus manifesta­ciones artísticas durante ese año de 1934, cuya cifra vamos a dejar de es­cribir enseguida. Sus manifestaciones artísticas, siempre tan unidas a vida y paisaje.

Quedemos, por ejemplo, en ésto: en que estamos ante la región más difí­cil, más disforme y huidiza de las que viven dentro de nuestra piel de toro.

Sus conferencias.—Un pequeño cen­tro atenelstico, el "Ateneo Popular Burgalés", que también tiene su mi-nsculo "Boletín" mensual, digno da anotar de pasada entre las revistas, ha dado durante el año 34 la más cla­ra muestra de inquietud y agilidad li­teraria, llamando para uno de sus cur­sillos de la temporada a cuatro de los más destacados escritores jóvenes, que hablaron acertadamente de Novela (Miguel Pérez Ferrero), Poesía (Ge­rardo Diego), Teatro (Francisco de Cossío) y Pintura (Guillermo de To­rre) . De lo acertado del caso es señal el buen recuerdo que tiene aún el re­ducido mundillo literario de la ciudad, que quizá está por entero dentro de tan animosa sociedad. De lo singular del ciclo dará idea la noticia de que muchos autores e innumerables teorías eran la primera vez que se decía en público en la ciudad castellana, lo que hace también pensar — angustia de hambre nuestro pobre ambiente lite-

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rario—en las muchas ciudades donde todavía no se habrán dicho.

Santander con sus dos centros, Se-govia con su "Universidad Popular" y especialmente Valladolid con su es­plendoroso "Ateneo" han puesto en movimiento como han podido el dor­mido vivir de la región. En éste últi­mo se han celebrado cerca de cincuen­ta actos, entre conferencias, lecturas de versos, exposiciones de pinturas y carámlcas, y conciertos.

Su mvisica. Sus conciertos.—Sigue asomado, en el gran pentagrama uni­versal, la canción popular castellana que se creía tan inservible o, cuando menos, tan perdida. En este año han aparecido los "Cinco coros castellanos" (Unión Musical Española) del gran músico Antonio José, el mejor caza­dor de tonadas populares que tiene Cas­tilla, y el más atinado difundidor de ellas, con sus obras y su "Orfeón húr­gales", que ha obtenido un sincero triunfo en la espléndida exhibición do corales castellanas celebrada (septiem­bre) en Falencia, a la que asistieron seis masas: la de "Obreros católicos" de Falencia, la "Coral Filarmónica Palentina", los "Coros leoneses", el "Orfeón húrgales", el "Leonés" y la "Coral vallisoletana", dando todas ex­celente muestra de la existencia de la canción castellana, singular, rica y de rancio sabor popular.

Además de a Antonio José, la anota­ción y búsqueda del cantar castellano

tiene preocupados a todos los músi­cos jóvenes de la región, habiendo dado buenas pruebas de ello durante el año Marazuelo, de Segovia; Guzmán, de Falencia; Félix Antonio, de Valladolid y Arenal, de Burgos; para no citar más que los que más han trabajado en tan magnífica tarea.

Acontecimientos. Novedades: la vi­sita a Castilla del auténtico "Coro de Cosacos del Don", dirigido por Jaroff, cuyas voces—a pesar de la distancia— sonaban tan apropiadamente sobre la tierra castellana. La de la orquesta "Santa Cecilia", de Pamplona, recién reorganizada. La de la cantante D'A-rezzo, viajera por Castilla en la pri­mavera de este año. Y algunas más, de menor importancia.

Su,s últimos juegos florales.—Sólo co­mo noticia curiosa y complementaria daremos aquí, en este rincón del final, la de haberse celebrado en Castilla (en Burgos) unos de los últimos juegos florales de la tierra, con todo su clá­sico aparato y detalles de ésta clase de festejos. El mantenedor, un canó­nigo toledano, acabó de desbaratar la fiesta con su desatinada perorata. Y el poeta. Y el poeta, hubo de ser premia­do echando a suertes entre los treinta y tantos cantores al amor que se pre­sentaron, quizá porque todos tenían la misma intensidad amorosa. Un fi­nal, un verdadero final.

EDUARDO DE ONTAÍÑON

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A N D A L U C Í A

¿Cómo se ha desarrollado la vida li­teraria andaluza durante el año 1934? José M.» Morón ganó el segundo pre­mio del Concurso Nacional de Literat-ra con su libro de poemas "Minero de Estrellas", que produjo excelente Im­presión en los medios literarios por las grandes dotes poéticas que demues­t ra en su autor. Su visión de la vida de los mineros tiene un tono épico que no se confunde con el de los poemas comunistas, sin que por ello pierda en vigor descriptivo y en cálido humani­tarismo. Rafael Laífón, el bien cono­cido poeta sevillano, permanece fiel a su manera poética en el nuevo li­bro aparecido en "Pen Colección" "Identidad". Joaquín Romero Murube, uno de los más finos prosistas anda­luces, ha obtenido el premio José Ma­ría Izquierdo por un ensayo biográfi­co sobre el ilustre escritor. Además, Romero Murube publicó este año su libro "Dios en la ciudad". Adriano del Valle, tras veinte años de producción poética esparcida por las revistas, ha reunido sus mejores poesías bajo el titulo "Primavera portátil", que ha edi­tado en París, en edición de lujo, con dibujos de Eugenio d'Ors. María Lui­sa Muñoz de Buendía, esposa del poe­ta Rogelio Buendía, publica en Huel-va una colección de poemas "Bosque sin salida",. Precede al libro, a mane­ra de prólogo, un magnífico trozo de prosa poética de Juan Ramón Jimé­nez. Por extenso que fuera mi recuer­do de poetas del Sur, siempre queda­

rían muchos sin citar—alguno de ellos se han destacado también en la prosa crítica y narrativa—: Rafael Porlán y Merlo, José M.» del Rey Caballero, Felipe Cortines y Murube, Romero Martínez, Montoto, Eva Cervantes, Car­los García Fernández, Antonio Núñez de Herrera, Manuel Diez Crespo, Ma­nuel Halcón, Tomás Salvago de Agui-lar, Isaac del Vando-Villar, Salvador Fernández Alvarez, Juan Sierra, San Román, Rafael Manzano, Alfonso Ra­ines, Jiménez Barberán, Juan Pérez Creus...

José Más, el novelista sevillano, hi­zo una nueva edición de "El Rastrero" y ha visto sus obras llevadas a Norte­américa para ser traducidas por una poderosa casa editorial. Por último, he de referirme a la obra literaria andaluza más importante de 1934, el libro de Carlos y Pedro Caba "Anda­lucía: su comunismo y su cante jondo". Sus páginas nos ofrecen la Intepre-taclón más seria, mejor documentada y más penetrante que hasta ahora se haya dado del alma de Andalucía. Los hermanos Caba, oponiendo su clara y certera visión al erróneo concepto que la generación del 98 tuvo de nuestra re­gión, han realizado una obra funda­mental para la cultura andaluza.

Estos son los que estuvieron presen­tes en el año y durante él labraron su poco o su mucho el campo literario. Uno se ausentó del paraíso andaluz, un hombre que supo fundir como na­die lo castizo y lo intelectual: Ignacio

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Sánchez Mejlas; y ausentes también

•desde el año anterior, dos grandes

nombres de la poesía meridional se

unen en la memoria triste: Salvador

Rueda y Alejandro Collantes de Terán.

KAFAEIi VÁZQUEZ-ZAMORA

C A T A L U Ñ A

No ha sido el año poético catalán demasiado fecundo, y ha ofrecido po­cas manifestaciones en que la calidad compense a la extensión. De los poe­tas que pudiéramos acusar mayores de cuarenta años — una generación sin equivalente con su contemporánea cas­tellana, pues su línea lírica conserva una indudable permanencia que sólo contados poetas españoles han sabido eternizar así—, no ha aparecido nin­gún libro por ahora.

La temporada pasada los hubo de <íarner, de Sagarra y del maestro Ló-pez-Picó; y sólo de este último—apar­te su delicioso y episódico "Museu"— se espera uno, "Variaciones líriques", antes del nuevo año; libro que, en la continuidad cadañal de este poeta, co­rresponde a 1935. Caries Riba, el más considerable poeta de la región y Uno de los mayores de toda Espa­ña—de los que se cuentan con los dedos de la mano—, absorto en sus tareas humanísticas, no ha dado sinj poemlllas espaciados de colaboración. Idéntico silencio en la generación in­mediata—Garcés, Rosend Llatas y Se-bastiá Sánchez-Juan. Otro alto Ilri-•co—el inclasificable Esclasans—ara •

ñando la cuarentena—ha continuado el mismo plano de su labor con sus "Ritmes 1934".

Un libro raro, verdadero poema bur­lesco, es "Les decapitacions, de Pere Quart", sin más firma que ésa, pero sabidamente original de Joan Oliver, que se cuenta entre los más notables espíritus joviales de acá; quizá se pa­se siemper de listo; pero su obra es, comúnmente, regalo de alquimia de la inteligencia. De los jóvenes, "Quadern de sonets", del mallorquín Rosselló Poroell—en él, un par de sonetos bue­nos, salvados de los caminos difíciles tan gratos a su autor—, y los "Poe-mes", de Xavier Benguerel. Poeta nue­vo es el Lluís Casáis i García de "Set colors", libro bien intencionado y pro­metedor, pero femenino.

El éxito popular es este año para Josep Janes i Olivé—que se llama en Genera i Oliver—, ganador de la flor natural en los Juegos Florales de la primavera pasada. Acostumbrado el público a gloriosos carcamales, su ju­ventud, voceada en huecograbado, le impide pasar inadvertido en esta tie­rra sentimental. "Va a publicar un li­bro, "Tú", con dibujos coloreados a

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mano, que agotarán los jóvenes; y, se­gún referencias, se trata de un mano­jo de versos un tanto tradicionales, aunque acusen una agudizada sensibi­lidad. Pero...

... Pero Agustí Esclasans afirma en el prologo de ese tomo que Janes es el mejor poeta joven de Cataluña. Las dimensiones de estos apuntes no me dejarán extenderme sobre el autor de las "Ritmes" como yo quisiera; pero he de apuntalar siquiera su figura in­teresante por demás. Esclasans es un hombre extrañamente trabajador—y, como todos los trab'ajadores sin sosie­go (para la meditación), sentimen­tal—que ha dado en un mesianismo político-espiritual, trasparente en su contestación a la encuesta formulada en otro lugar de este ALMANAQUE. De los dieciocho a los veinte años to­dos los que escribimos hemos sido Es­clasans, y esta observación señalará quizá la importancia de este hombre. Su mesianismo, recto siempre, sin con­cesiones ante sí mismo aunque sí ante los demás, le ha llevado a la invención del "Sistema", novedad magnífica co­mo la de aquellas medias de atmós­fera para un rey de nuestros cuentos infantiles, porque el invento es eso: nada. En su "Primer Ilibre del Siste­ma" defendía—en resumen—este ideal literario: fondo romántico y forma clásica (retórica), y esas medidas las habían inventado Leopardi y, hasta cierto punto, Chénier. El "Segon Ili­bre del Sistema", publicado este año, propugna los ideales de República y autonomía, normas poco exclusivas como se aprecia. Aparte de todo esto y de muchísimas desigualdades aupa­das por su egolatría inofensiva y casi

turística, en Esclasans hay un buen retórico de versos de quince sílabas —su única expresión poética—, autor en cauce de poesía pura, la palabra por la palabra, de algnos versos bellí­simos. Su error está en intentar justi­ficarlos después, cosa innecesaria, tan­to más cuanto se acuñan entre retó­ricas bien reveladoras y representati­vas.

Aparte de este "Segon Ilibre del Sis­tema", un estimable ensayo es "Fénix, o L'esprit de la RenaixenQa", de Joan Estelrich, en el que—aun sin conocer al autor—nos parece el autor superior al libro, según es corriente en Estel­rich; y es, sobre todo, singular la obra del jovencísimo y formidable humanis­ta Martí de Riquer "L'humanieme cá­tala", en la que su perfecto conoci­miento de las antiguas lenguas pro-venzales e italiana le permite la apor­tación de datos y revelaciones sobre textos antiguos realmente capitales.

Una buen libro de chismes literarios y memorias sobre años críticos del re­nacimiento catalán es el de Josep Ma­ría López-Picó "A mig aire del temps", lleno de correspondencias interesantí­simas.

Otros ensayos: "L'evolución del tea-tre", de Guillem Díaz-PIaja, y "Assai-gos sobre novel-la", de Maurici Serra-hina. No los conozco.

Corominas ha publicado otro volu­men de su obra titulada "Les dites i les facécies de l'estrenu filantrop en To­más de Bajalta". Este volumen se ti­tula "Prometeo", y no vale gran cosa. En atención a méritos anteriores de su ilustre autor, se decía iba a conce­dérsele este año el "Premi Joan Crel-xells", pero el premio, como los demás

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creados por la Generalidad, deja de otorgarse ahora. Además del mencio­nado, para novelas, se discernían: uno de música; el "Ignasi Iglesias", para teatro, y el "Joaquín Folguera", para poesía; todos ellos con nombre de co­nocidísimos autores hoy desaparecidos, por más que Creixells no fuese narra­dor, sino ensayista.

Miguel Llor, muy apreciado novelis­ta, lleno de aciertos siempre, di6 "L'o-reig al desert". Salvador Espriu, "As-Pectes", libro, como todos los suyos, donde se aprecia un valioso escritor tras una forma un tanto desagradable: algo seco, allí donde han de hallar su eco los lectores. Benguerel, dos nove­las más: "Olga", libro muy flojo, y "El teu secret", con lo de Llor, lo más destacado en esta especialidad.

Se cree que Sebastiá Joan Arbó pu­blicará dentro del año otra novela, y sería de desear. Entre el ruralismo casi de ayer de este género aquí y la actual blandenguerla — común en el resto de España—de origen francés, Arbó, ruso de Tarragona, es un mag • nífico espectáculo de novelista en per­petua víspera de su gran obra.

Ignasi Agustí recogió en un libro breve, "Diagonal", una personalísima serie de impresiones de adolescencia, ligadas de un modo musical, con acier­tos de intuición confirmadores de sus grandes cualidades, distraídas hoy por urgencias económicas en un periodis­mo sacrificado. Y Esclasans dló "Mi-quel Ángel i altres preses", muy infe­rior a su precedente "Histories de la carn i de la sang".

"La priora del Roser", de Josep María de Segarra, fué un fracaso. "El fill de la Niñón", que pasó sin pena ni

lucro, es un melodrama popular que no respondió a lo que se esperaba de Doménech Guansé. El último "Preml Ignasi Iglesias" fué para el absoluta­mente inédito Albert Fiera, abogado de unos treinta y se is años que ha, pasado su vida recomendando a todo el mundo la lectura de Víctor Hugo. La obra se estrenará dentro de poco, y de ella no tengo buenas referencias. Su título es "Els homes forts". De las innumerables que optaron a esa distinción, me señalan dos: "Suburbi", de Benguerel—que es, como puede verse, el trabajador del año—, y "L'es-fondrada", de Ignasi Agustí, en verso, que acaba de publicarse y no he teni­do tiempo de leer, aunque, por los fragmentos que conozco, me parece en ella lo esencial la forma, muy IcJgrada. La temporada de teatro catalán va a comenzar con tres locales, uno de ellos subvencionado, que abrirá con "Les ales del temps", de Avelí Artís.

En primer lugar, el tercero y último tomo de "Obras d'Esquil", maravillo­samente vertido del griego—ni que de­cir tiene—por Caries Riba. Después, el primer tomo de "Comedies de Plau-to", debido a Margal Olivar—traductor también de Apuleyo y Plinio—, y el primero de "Demóstenes: Arengues", por Joan Petit—que antes habla Incor­porado a Cátulo y a Lysias—; trabajos todos ellos realizados para las edicio­nes "Bernat Metge", únicas en su gé­nero en España.

Esclasans acaba de publicar unas es­pléndidas traduciones en prosa de to­da la obra poética importante de Ed­gar Poe.

FBUJIX R O S

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L E V A N T E y M A L L O R C A

La editorial Sudeste, que animan varios poetas levantinos bajo la direc­ción acertadamente singular de Rai­mundo de los Reyes, ha lanzado hasta hoy: "Tiempo cenital", de Antonio Oli-ver; "Perito en lunas", de Miguel Hernández Giner, cantor gongorino de la huerta; "Júbilos", de Carmen Con­de, con prólogo de Gabriela Mistral; "Antología", selección de la obra de Andrés Cegarra Salcedo, malogrado valor que dejó una obra literaria de gran plasticidad y colorido, y "Trán­sito", de Raimundo de los Reyes, fino poeta. Pero si con estos volúmenes la editorial Sudeste lleva realizada una labor que no puede ya borrarse, la publicación inmediata de otros de Jo­sé Ballester Nicolás, uno de los pro­sistas levantinos más puros, del propio Raimundo de los Reyes, que superará su buena poesía, y de José Rodríguez Cánovas, ponderado ensayista, autor de un excelente "Jesús y Judas", va a dar de una manera terminante ese rasgo de grupo, de familia o de es­cuela, en el que yo encuentro la im­portancia a la actual actividad de las Letras en Levante.

Sin entrar ahora, por falta de espa­cio y de propósito, en la pulsación de las otras regiones de Levante que cp-mo Cataluña y "Valencia acusan la pre­sencia de Juan Gutiérrez Gilí, Elisa-

beth Mulder, Max Aub y de las revis­tas "Azor", "Mirador" y "Taula", con incursiones hacia Aragón, donde en­contramos a Sera! y Casas y su "Nor­este", sí queremos subrayar la labor literaria del grupo balear, poco cono­cida de los peninsulares. La "Associa-ció per la Cultura" de Mallorca, como otras instituciones similares levanti­nas, realiza un esfuerzo en extremo interesante, que no porque tenga efec­tividad en lengua catalana debemos desconocer; bien al contrario. Al ca­lor de esta "Associació", que publica constantemente volúmenes de los es­critores de nervio genuinamente ba­lear, se destacan los nombres de loa mejores lulistas de hoy, como el res­petable del Sr. Galmés. "La nostra térra" y "Brisas", la última en caste­llano, son importantes revistas mallor­quínas que condensan la vida literaria del archipiélago.

Julio Alvarez Gómez es un poeta de eco juanramoniano, renacido aho­ra para la Poesía. "Árbol" será el pró­ximo libro de R. de los Reyes; "Ciu­dad", la novela de Ballester; "Figuras literarias", los nuevos ensayos de Ro­dríguez Cánovas, y "Metal de luz", el volumen de poesía que hará Julio Al­varez Gómez

ANTONIO OlilVEIR BELMAS

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G A L I C I A

Este año que acaba de transcurrir siguió, en el campo de las letras, la línea de fecundidad marcada por los anteriores. Ramón Otero Pedrayo nos dio un interesante "Ensayo histórico de la cultura gallega". Es la primera tentativa, bien lograda, de una histo­ria sobre el perfil fisiognómico de nuestra cultura. El trabajo de Otero Pedrayo incorpora a la escala de los valores universales—que es hoy, des­pués de todo, la tónica de este resur­gimiento literario—el acento del pro­pio espíritu.

En lengua vernácula aparecieron ca­si simultáneamente, editadas por "Nos" —esfuerzo editorial desinteresado y generoso—"A romeirla de Xelmírez", novela de Otero Pedrayo; "Os evan-xeos da risa absoluta", con reminis­cencias nietzschanas, ensayos de Anto­

nio Villar Ponte, acribillados de agu­jas para el lector durmiente; "Os dous de sempre", escenas realistas novela­das con la gracia socarrona y la plas­ticidad humorística proverbiales en Al­fonso R. Castelao, el dibujantes de los hondones dramáticos de la psicología rural gallega atravesada de suspica­cias, resignaciones sordas y escepticis­mos sardónicos; "O silenzo axionlla-do", poesía de Carballo Calero, un jo­ven gran poeta que ya nos había anti­cipados en otros libros suyos las mie­les de su inspiración, la originalidad

de sus imágenes, prendidas a una de­licada vivacidad sensible.

Iglesias Alvariño publicó "Corazón do vento", versos de mocedad impreg­nados de cierta suavidad de "sauda­de"; Manuel Luis Acuña, "Firgoas", y Luis Párente, "Con prisma azul"; este último poeta bilingüe. Poetas los dos encajados en las exigencias de la sen­sibilidad de nuestro tiempo.

Alvaro Cunqueiro nos ofreció "Can­tiga nova que se chama rlbeira" (edi­ciones Resol), un volumen de poesías que bastaría a exaltar a toda una ge­neración de poetas si esta generación no hubiese alumbrado—pródiga—nú­menes exquisitos. En Cunqueiro se unen por modo singular la hondura emocional y la intuición contempla­tiva.

"Bebedeira" es el epígrafe de un • buen manojo de versos, frescos y olien­

tes a tojo y madreselva, de Antonio Gurriarán.

Alvaro de las Casas (ediciones Alan-da) añadió a su obra ya considerable, oteadora de vagos horizontes—novela, teatro, cuento, poesía—"Sulco e ven­to", poemas saturados de la emoción del paisaje, del dolor parturiente de la gleba, que es el dolor del hombre sobre el surco, ciego a la seducción cósmica de la inmensa belleza circun­dante...

ROBERTO B I J A N O O TORRES

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A R A G Ó N

Bscaso relieve alcanza durante 1934 la vida literaria en la regiOn arago­nesa. Se acentúa cada vez más, y éste es el fenómeno más interesante den­tro del limite local, la separación en­tre los escritores que se llaman gus­tosamente "aragonesistas" y los que prefieren llamarse escritores nada más. Los primeros, limitados a los temas regionales, ceñidos a lo típico, sin pre­ocuparse, salvo en raros casos, de pro­yectar sus escritos sobre algo univer­sal. Van desde el estimable cronista Ricardo del Arco hasta los uniformes Casañal y García Arista. Literatura de revés de almanaque, pintoresquismo relumbronamente pintado.

Frente a éstos, un grupo de escri­tores jóvenes, que no ponen límite,? locales, antojos de costumbrismo, a BUS obras. Todos ellos todavía en for­mación, si bien algunos han publicado ya varios libros. Son: Seral y Casas, autor de "Sensualidad y futurismo", "Mascando goma de estrellas" y "Poe­mas del amor violento"; Raimundo Gaspar, autor de "Injerto" y "Pim-Pim"; Maruja Falena, que colabora en diversas revistas juveniles y cuyo pri­mer libro se anuncia para fecha pró­xima; Avelino Sevilla, Serrano "Vale­rio...

Y por otro lado, en Teruel, Antonio Cano, autor también de varios intere­santes libros sobre teatro, reportaje, humorismo, novela.

Este aspecto "cartográfico" ofrecen los escritores aragoneses (entre ellos no cabe incluir a Jarnés, Sender y al­

gún otro, también aragoneses, pero que han vivido y creado fuera de su región).

liibros. — Pocos son los aparecidos durante este año. Ricardo del Arco pu­blica en la editorial Campo, de Hues­ca, un volumen intitulado "Aragón", en el que su atención erudita y su se­rena crítica se enfrentan con diverso» temas de carácter, ya el título del li­bro lo señala, marcadamente regional.

El ex director de "La Voz de Ara­gón", Fernando Castán Palomar, ha publicado un "Diccionario biográfico aragonés", en el que están reunidas en un magnífico volumen las biogra­fías de los aragoneses que más han destacado en sus diversas actividades durante lo que va de siglo. Amplia obra que en el aspecto regional alcan­za un gran interés.

El sentido informativo de estas lí­neas nos impide un comentario dete­nido de cada uno de estos libros.

Actos organizados. — No cabe rese­ñar ninguno. El grupo juvenil de "Noroeste" había organizado con todo cuidado una exposición de pinturas de Genard Lahuerta y Pedro Sánchez en el que se darían varias conferen­cias a cargo de escritores jóvenes, en­tre los que se contaban, además de los organizadores Seral y Casas y R. Gas­par, Ricardo Gullón, Maz Aub y al­guno más. Pero no llegaron a profe­sarse dichas conferencias, por causas bien ajenas a toda índole artística o literaria.

R e v i s t a s . — E l grupo "Noroeste'-

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"Cierzo" constituye, dentro de Ara­gón, un amplísimo m,o\)<imiento, del que cabe esperar no lejanamente fe­cundos resultados.

Algunas otras revistas aparecen en la región aragonesa, tal como "Ara­gón"; pero aun cuando rozan temas literarios lo hacen ocasionalmente, y

sus objetivos principales no entran de lleno en lo que precisamente llamamos vida literaria. No caben, pues, en este sucinto panorama del movimiento lite­rario aragonés, o mejor en Aragón, durante el año 1934.

ILDEFONSO MANOIX) Glly

A S T U R I A S

Poco ha dado la reglón asturiana al movimiento literario en el año 1934.

Esta región tiene una infinidad de semanarios que circulan por grandes y pequeñas poblaciones; además, no existe pueblo, por insignificante quo parezca, que no tenga su Ateneo o Biblioteca. Sin embargo, la cosecha de este año no responde a la siembra rea­lizada.

Tan sólo podemos dar cuenta aquí de la edición completa de las obras de la gran figura de Menéndez Pidal y de las del poeta Alfonso Camín, quien ha ofrecido "Los poemas de Juan Diego", poesías de ambiente me­jicano.

Edmundo González Blanco ha pu­blicado "El fascismo según MussoU-ni" y "Exposición y critica de los evan­gelios apócrifos", Luis de SantuUano, "Místicos españoles", publicado por la Biblioteca Literaria del Estudiante.

El Ilustre folklorista Eduardo M. Torner publicó "Temas folklóricos. Música y poesía".

T no hay más, salvo alguna que otra publicación esporádica, que no llegó a nuestras manos.

Para el año 1935 preparan los ar­tistas de la pluma varias obras de re­lativa importancia, como la obra que lleva entre naanos Constantino Suá-rez, "Españolito": "Escritores y artis­tas asturianos. índice biobibliográfico". Abarca las personalidades de todas las épocas y manifestaciones en letras y artes, desde el siglo VIH a nuestros días, en número de cerca de cuatro mil. La obra se publicará en siete vo­lúmenes en cuarto mayor con ilustra­ciones.

C. Martínez Riestra prepara varios libros, mereciendo señalar aquí doí: "Infierno y Paraíso", novela la más acabada de todas las publicadas por

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este escritor. Otro libro de viajes, cuyo ñas de un diarlo matritente de la título no ha determinado aún.

El pulcro escritor y poeta Luis Ama­do Blanco recogerá en un volumen sus reportajes "¿Dónde va Cuba", que tan-la aceptación han tenido en las págl-

noche. Esta es la labor de los escritores as­

turianos para el curso de este año en. que entramos.

BmUlo M I S T R A I J

VASCONGADAS Y NAVARRA

En el terreno literario no existe en las provincias Vascongadas una pobla­ción en torno de la cual giren todas las demás. Vitoria ha sido calificada por la tradición como culta. Hoy no exis­ten razones para que continué usando tal adjetivo. De ella no pueda emanar Vida para las demás ya que difícil­mente tiene sustancia para si misma. Bilbao, "caput Vasconiae" en otras especialidades, se ve vencida en el te­rreno Intelectual por San Sebastián, llevando ambas notoria ventaja sobre Vitoria y Pamplona.

Das cuatro provincias cuentan con sendos Ateneos, pero mientras por el de Guipúzcoa desfila anualmente lo más selecto del pensamiento español y francés, los otros llevan una vida más lánguida no habiendo dado seña­les de existencia hasta el mes de no­viembre—en esta fecha anunció su apertura de curso—el Alavés. En cuan­to al Ateneo Navarro ha entrado en una lenta pero segura agonía.

En San Sebastián se editan dos re-Vistas de las que puede hablarse. Una benemérita y que continúa su mag­

nífica labor de hace años "La Inter­nacional de Estudios Vascos" y otra que no realiza labor tan fecunda, "Ya-kintza", por haber supeditado laa cuestiones culturales a los problemas políticos. Las dos son bimestrales. En Irfln ha estado editando con noble en­tusiasmo Fernando Tobalina su sema­nario "Hablañas". Tras de felicitarle por su iniciativa he de poner reparos por la forma de llevarlos a cabo. Y no lo hago en nombre de la moral, que él se apresuraría a tildarla de burgue­sa, sino del buen gusto, condición in­dispensable, según la frase horaciana, para el bien escribir. En Vitoria solo dos revistas retienen nuestra ateción: "Idearium", bimensual, bien presen­tada, magnífico órgano de cultura re­ligiosa y los "5", quincenal, que la edi­tan cinco jóvenes escritores. Repleta de un modernismo tardío sólo se salva va entre sus editores Antonio Odriozo-la, que da sensación de más cuajado y hecho que sus compañeros. En Pam­plona a primeros de año murió—no debió haber nacido—"Cultura Nava­rra", mensual. Editada de una forma

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poco agradable y en la que se trataban problemas que nada tienen que ver con la literatura y el arte. En Lesaca, pequeña aldea bidasotarra, se publi­ca actualmente "Atalaya" revista men­sual de la que nos está vedado hablar por ser quien esto escribe uno de sus editores.

Dos jóvenes poetas navarros: Gar­cía Serrano y Pérez Salazar, han reali­zado la gran ilusión de todo novel: publicar un libro, "Cock-Tail". Con pró­logo y epílogo de dos conocidos inte­lectuales navarros. Solo queremos de­cirles por tratarse de incipientes que su volumen ha llegado un poco tarde al palenque literario, por haber pasa­do la hora del cockteleo", y si bien so­mos admiradores del que escribe el epí­logo, en cuanto al prologador hemos de advertirles que eviten las malas compañías que en literatura son mu­cho más perjudiciales que en la vida. En San Sebastián a fines del pasado año o primeros de este—no lo recuer­do con exactitud—nación la "Colección Zabalkundea". Parecía animada de los más bellos propósitos. Anunció edicio­nes Interesantísimas: Axular, Dechepa-re, Echeverri, etc., etc., y su labor has­

ta el presente se ha reducido a volver a editar obras conocidas del Insigne Campión, un trabajo de Barandiarán sobre el hombre primitivo en el País Vasco y un apelmazado estudio de Ata-dill sobre los Castillos medievales en Navarra. En Bilbao, Balparda con su competencia y autoridad ha continuado su labor emprendida sobre asuntos vizcaínos, algo de Teatro Vasco, se han traducido al vascuence los cuentos de Trueba y otros como el de Bertoldo y Eertoldín, y.... nada más que valga la pena. A esto hay que añadir las consa­bidas biografías de hombres ilustres debidas a los eruditos provincianos de prosa amazacotada y que, francam,en te, no interesan a nadie pero que es imposible evitarlas del mercado a pe­sar de la buena voluntad de muchos jóvenes.

No hablamos para nada de escritores como Baroja, Gradmontagne y otros porque sus actividades son ventajosa­mente conocidas en el resto de España y en el extranjero.

Y he aquí expuesto, con la brevedad exigida, la vida intelectual Vasco-Na­varra en 1934.

ALFONSO R O D R Í G U E Z A U D A V E

I S L A S C A N A R I A S

Durante el año 1934 la isla ha segui­do con su pulso normal de cultura.

Destacamos únicamente en estas no­tas las expresiones positivas de una nue

va sensibilidad, prescindiendo del fá­rrago de manifestaciones de viejo me­canismo.

Entre las exposiciones destacamos

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tres. La de Hans Tombrock, la de Car­los Drerup y la de Osear Domínguez. Tombrock es un pintor social, visitan­te de Tenerife por dos veces, de quien prepara Domingo López Torres una monografía en "Gaceta de Arte".

Osear Domínguez, aparece afiliado a la escuela surrealista. Tiene en sus obras una permanente sexual y obe­dece al automatismo psíquico de la nueva escuela. Actualmente trabaja en París, en contacto con el grupo fran­cés, preparando una exposición de con­junto, ya incorporado a la escuela de Bretón.

Trabaja también Juan Ismael, pin­tor isleño, que ha expuesto última­mente en el Ateneo de Aladrid, quien desiste de sus paisajes objetivos y tra­baja solamente cuadros de puras cons­trucciones, influidos por Kandinsky y Miró, pero aun no bien determinados. Se puede apreciar en él un gran tra­bajo de la materia y una preocupación plástica de pintura por la pintura.

En revistas conviene recordar "Mer­curio Español" notable publicación que traduce las más depuradas críticas in­ternacionales, y la Revista del "Museo Canario", publicada en Madrid por Agustín Millares Carió, revista y éxi­to que corresponden a la isla de Gran Canaria.

En el aspecto literario o de propa­ganda de ideas, queremos destacar, aunque de manera simplemente expo-sitora, por ser parte interesada en ello, las actividades de la revista internacio­nal de cultura "Gaceta de Arte", que entra ahora en su cuarto año de vida.

Las mismas ediciones de "Gaceta de Arte", anuncian las próximas publica­ciones de "Wa.ssili Kandinsky" por el

crítico alemán Dr. Will Grohmann, la más alta autoridad critica de este pin­tor; de "Juan Gris", cuyo autor, el di­rector de la Galería Simón de París, Daniel Ilenry Kahnweiler, escribió la monografía sobre este pintor en las ediciones Klinkhart y Biermann, Leip­zig y Berlín; siguiendo en preparación otras de Guillermo de Torre, Vordem-berge-Gildewart, Carlos Drerup, Ozen-fant, etc.

Las actividades artísticas de esta is­la han tenido su principal desarrollo en la plástica. Durante el año 1934 se celebraron en Las Palmas, aparte la exposición organizada por "Gaceta de Arte", en la que figuraban Osear Do­mínguez, Robert Gumbrieht y Servan­do del Pilar, la de Nicolás Massieu, pintor impresionista.

La exposición de dibujos coloreados de Pelo Monzón, alumno de la Escue­la de Lujan Pérez, de gran sentido de­corativo, de recio modernismo, dentro de un carácter típicamente canrio.

La exposición de paisajes de Jorge Gramas, pintor de coloración intensa y pura.

La exposición de Jesús González, de la Escuela también, como el anterior, de gran severidad en la construcción, personal, aunque dentro de la manera tectónica post-cubista.

Actualmente trabaja en las islas Néstor, en la decoración del Casino de Tenerife, que ha vuelto a una temá­tica isleña a base de elementos huma­nos y vegetales de acusado carácter. Color, barroquismo y también, es ver­dad, oficio.

María Teresa Aguirre, trabaja unos dibujos audaces de apariciones surrea­listas.

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En Gran Canaria lo más Interesante lo constituye la actuación de la Escue­la Lujan Pérez, que cuenta con los si­guientes pintores autodidácticos: Felo Monzón, Jorge Gramas, Jesús Gonzá­lez, Simón Doreste, Rafael Clares. Casi todos en la preocupación de una temá­tica isleña. Felo Monzón trabaja una exposición de dibujos sociales. Gramas encuentra cada día nuevas calidades en el color, puesto al servicio del pai­saje.

En Madrid está Santana, alumno be­

cario de la Escuela, reciente expositor en el saloncillo de el Ateneo de Madrid.

T como notable elemento a quien se le debe el desarrollo de la Escuela, su director, Eduardo Gregorio López, formidable orientador. En Gran Ca­naria se ha venido siguiendo última­mente una política de apoyo a los jó­venes artistas, siendo crecidísimo el número de artistas pensionados por el Cabildo que estudian fuera de la isla.

EDUARDO W E S T E R D A H I J

Dibujo ds Angal Ferranl

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MOVIMIENTO EDITORIAL DOS PREGUNTAS A LOS EDITORES'''

I. ¿Cuál na sido su "besf seller"; es decir: qué libro o autor da

vendido usted más en 1934?

I I . ¿Qué prepara usted para 1935?

Espasa-Calpe

I. "Las noches del Buen Retiro", por Pío Baroja. Primera novela de la trilogía titulada "La juventud perdi­da".

II. Gregorio Marañón: "El conde-duque de Olivares". José Ortega y Gasset: "Vidas". Miguel de Unamuno; "Comentarios". Conde de Romanones: "Amadeo de Saboya". Ramón Menén-dez Pidal: "Historia de España". An­tonio Espina: "Julián Romea" y "El nuevo diantre". Leo Frobenius: "La cultura como ser viviente" (traducción de Máximo José Kahn). W. Boven: "La ciencia del carácter", (traducción de Juan Comas). Gloria Glner de los Ríos: "Cien lecturas históricas". Phi­lip Gosse: "Historia de la piratería" (traducción de Lino Novas Calvo).

Rostovzeff: "Historia social y econó-. mica del Imperio romano" (traducción de Luis López-Ballesteros). Cipriana Rodríguez Díaz: "Hechos de aviación". León Homo: "El Imperio romano" (traducción de Ángel Pumarega). Fer­nando Iscar Peyra: "Gabriel y Galán" (Vidas siglo XIX). Juan Chabás: "Juan Maragall" (Vidas siglo XIX). Merce-des Gaillbrois: "María de Molina". Ra­fael Albertl: "Gustavo Adolfo Bec-quer". Bertolotti: "Alejandro Magno"' (traducción de Mario Pittaluga). Mari-chalar: "Savonarola" (Vidas extraor­dinarias). Baroja: Ultimo tomo de las "Memorias de un hombre de acción". Benjamín Jarnés: "M i g u e 1 Servet" (Vidas extraordinarias).

(l) Estas preguntas fueron dirigidas a todos los editores españoles. Sólo nos kan llega­do las informaciones aquí incluidas.

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Biblioteca Nueva manuscrito original, que se conserva en la Biblioteca Nacional.

I. Las obras de Freud, cuál de ellas se vendió más, no podría decirlo. To­das, poco más o menos, se venden lo mismo, porque, generalmente, el que «ompra una adquiere luego la colec­ción completa.

II. Una "Biblioteca de Psicología Aplicada" que publicaré bajo la direc­ción del Instituto Nacional de Psico-tecnia. En enero saldrán los dos pri­meros volúmenes: "La orientación pro­fesional en los estudios superiores" y "El delincuente y sus jueces, desde el punto de vista psicoanalítico". Ambos de eminentes autores extranjeros.

La otra colección, dirigida por el ilustre director de la Biblioteca Nacio­nal, D. Miguel Artigas, se compondrá de las "primeras ediciones" de los li­bros más gloriosos de la literatura clá­sica española, reproducidas, por un novísimo procedimiento de impresión, en la misma forma e idénticos carac­teres con que, en su tiempo, salieron a luz. En edle mismo ALMANAQUE figura el plan completo de la "Colec­ción Tesoro", que así es como se titu­la. Antes de que acabe enero aparece rá la obra con que se inaugura: el "Quijote", reproducido de la edición de Juan de la Cuesta (año 1605). Y, a primeros de febrero, saldrá la segunda, de Lope de Vega, con este contenido: "La Circe con otras rimas y prosas" (un poema, tres novelas cortas y va­rias poseías), "El castigo sin vengan­za" (tragedia en verso) y "Obras son amores" (auto sacramental). Este úl­timo, autógrafo, o sea reproducido del

Enrique Prieio

I. Cajal; de su obra, casi postuma (no estaba aún en los escaparates cuando moría el gran histólogo), "El mundo visto a los ochenta años", la edición se agotó en unos quince días. Después otro gran éxito no hay, como no sea el de "Cuando las Cortes de Cádiz", de Pemán; la edición infantil de "Los tres cerditos", o el libro de Elena Fortún, "Celia", que batió todos los records de venta durante la II Fe­ria del Libro. Luego, de esos libros lla­mados de minoría, no sé porqué, el se­ñero en venta es el "Romancero gi­tano", de García Lorca.

II. Yo, ninguna; no soy editor. Li­brero exclusivamente. Pero voy a dis­tribuir un libro de Lagunilla, "Histo­ria de Filemón el Incrédulo", otro de K-Hito, no de humorismo, sino de car­cajada, y varios otros.

Luego, en el campo científico, tam­bién distribuiré libros del profesor Cendrero, de Izquierdo Cruselles, qui­zá alguno de Rioja y de Leonardo Prieto, el Derecho Procesal Español.

Luii Miracle (Barcelona)

I. "El Mundo en que vivimos" (Geografía gráfica de la Humanidad), de Van Loon.

II. Preparo obras de psicología, do Adler, Jung, Stecker. Otro libro nuevo de Van Loon. Varios volúmenes de la

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colección "Páginas Escogidas". Una biblioteca literaria a base de los au­tores extranjeros de máximo renom­bre, como Huxley, Lawrence, Aldlng-tong, Barlng, etc.

martínez; "Higiene sexual", por el doc­tor Félix Martí Ibáñez.

M aucci (Barcelona)

I. "El hombre y la tierra", de Bli-seo Reclús, edición de lujo, habiendo salido miles de volúmenes.

II. Preparo: "Historia de los Pa­pas y de los Reyes", de Chartre, edi­ción de lujo, cinco tomos.

Estudios (Valencia)

I. "El mundo hacia el abismo", de Gastón Leval, en primer término. "La esfinge roja", de Han Repar; "Los pri­mitivos", de Ellas Reclús, y "Un puente sobre el abismo", de H. Noja Rulz.

II. Preparo: "El nudismo a través de la Historia y del Arte", por el doc­tor George Gotard; "La impotencia genital,', por el doctor I. Puente; "El estreñimiento", por el doctor R. Re-

Juvenfud (Barcelona)

I. En nuestra serie de biografías'.. "María Antonieta", de Stefan Zweig, En nuestra serie de novelas: "¿Y aho­ra qué?", de Hans Fallada. En la serie de novelas populares: las obras do Rafael Pérez y Pérez.

II. El célebre libro del doctor Axet Munthe, "El libro de San Michele"; "Eduardo VII y su época", de Andró Maurois; "Adalides de Europa" (re­tratos del natural), y "Hinderburg", de Emil Ludwig; "Vida turbulenta dd Lope de Vegga", de Luis Astrana Ma­rín; un ensayo de Ricardo Baeza, ti­tulado "Comprensión de Doctoiewslcy"; "Pi y Margall", de Francisco Carava-ca; "La huida de Luis XVI" (El dra-m,a de Varennes), por G. Lenotre; y además unas biografías: de "Erasmo", por Stefan Zweig, y de "Richelieu", por Hilaire Belloc. En lo referente a novelas, nuevas obras de Hans Falla­da, Galsworthy y Maurois. Vanaos a em­pezar también la publicación de una nueva revista de estudios históricos.

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LOS LIBROS EN LOS PUEBLOS el camión de la Agrupación de Editores'

a través de España

T-a, Agrupación de Editores HJspa-ñoles inició sus trabajos en 1934 con una iniciativa transcendental: la crea­ción de un camión-stand encargado de llevar los libros a los lugares más apar­tados de España.

Este ha realizado, hace pocos me­ses, su primer circuito por tierras ex­tremeñas, habiendo recorrido quince pueblos en veintitrés días. A ese ca­mión seguirán otros seis, que pronto andarán por los caminos de todas las provincias sembrando libros, suscitan­do lectores. ¿A qué causas inmediatas responde la feliz iniciativa de la Agru­pación de Editores Españoles—así se llama la entidad, recientemente cons­tituida y donde están representadas todas las casas importantes — resol­viéndose a llevar el libro español por pueblos y aldeas, donde nunca había llegado ?

Hace tiempo que la merma del mer­cado americano, antes fundamental pa­ra la venta del libro español, les había hecho pensar en el cultivo, en la con­quista de un mercado interior. Porque la exigua tirada media de las ediciones españoles no observa la más lejana re­lación con el número de "lectores" en los censos. Ni tampoco con el número de librerías esparcidas por España. Mas sucede, por otra parte, que el li­brero—salvo las naturales, pero esca­

sas y muy recientes excepciones—ea una remora para la difusión del libro. Lo sepulta en sus anaqueles en vez de airearlo llamativamente, poniéndolo ante los ojos del transeúnte. Y, sin embargo, a la hora de los beneficios es, muchas veces, quien se lleva la por­ción mayor.

Pero, en fin—se han dicho estos re­sueltos editores de la A. E. E., instau­rando ellos también normas nuevas—, ya que la gente, por lo que fuere, en­tra poco en las librerías, que los libros salgan hasta ella. Tenían un buen an­tecedente a su favor del resultado fructuoso a que lleva tal sistema ex­pansivo: la organización y el éxito de las dos primeras Ferias del Libro en Madrid.

Mas dejemos que el secretario de la flamante Agrupación, Rafael Giménez Siles, espíritu realmente juvenil, hom­bre de firmes entusiasmos y de una extraordinaria acometividad, nos lo cuente él mismo, con palabras cálidas que revelan todavía el deslumbra­miento, las emociones múltiples expe­rimentadas.

—La expectación que ha despertado nuestro camión-stand en cuantos pue­blos visitó fué enorme. Y téngase en cuenta que sólo visitamos localidades de alguna consideración, pueblos, al­gunos de ellos, con veinte mil habi-

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tantes y sin ninguna librería... El ca­mión se hizo popular por todas las ca­rreteras que recorrió. Los chicos le aplaudían y vitoreaban; las personas mayores le saludaban con alegría; las gentes, en general, le llamaban el "ca­mión de los libros" y también "el ca­mión que habla". En este primer circuito ha sido sorprendente el inte­rés con que todos miraban y hojeaban los libros. Muchos los compraban, pe­ro a todos se les daba a examinar el volumen que les atraía. Principalmen­te se han vendido Diccionarios, "Qui­jotes", obras de Medicina, Derecho, Agricultura, Veterinaria, Industrias aplicadas. Luego, libros de ciencias aplicadas, manuales, etc.

—¿Menos desinteresada nuestra la­bor, pensará el público, que la de las Misiones y la Barraca? Pero téngase en cuenta que la nuestra no es una institución estatal o subvencionada ofi­cialmente; es una aventura romántico-industrial de unos editores. Aunque, en definitiva, prevalezca el primer ca­rácter. En efecto, el camión ha dejado en cada pueblo visitado, como dona­ción al Ayuntamiento, una biblioteca de igual importe a la subvención que los respectivos Ayuntamientos habían acordado para su visita. Con estos li­bros se organiza la Biblioteca Circu­lante del Ayuntamiento. Allí se lleva­rá un registro de todas las lecturas, y el año próximo, cuando vuelva nues­tro camión, entregará un banderín de honor al pueblo de la provincia que haya leído más en relación con el nú­mero de habitantes... Queremos des­pertar entre los pueblos emulaciones

por causas puras, más nobles que las habituales.

—En el primer circuito, el camión ha sido atendido por consejeros de la Agrupación, editores por tanto, y para los próximos camiones y circuitos ha

, acordado el Consejo Directivo de la Agrupacióíi que se cubran las plazas de jefes de camiones-stand por con­curso entre jóvenes licenciados y doc­tores de Filosofía, Letras y maestros superiores que estimen interesante de­dicar un año o dos, al terminar su's estudios, a la cruzada de difundir el libro por los pueblos de España.

Hasta aquí el Sr. Giménez-Siles j sus referencias entusiastas. Como in­ferirá el lector, la transcendencia de estas Misiones editoriales puede ser muy grande en la reforma de espíri­tus, en la expansión de la cultura por tierras de España. La "acción difusa" de las Misiones—como ellos mismos la califican—, la primera siembra, la más difícil, ha de precisarse luego y alcan­zar su granazón mediante el automó­vil de los editores. La "posibilitación" de España—llegar a hacer de él un país perfectamente habitable por gen­tes que viven de la pluma y que, por lo tanto, necesitan comenzar por ver aumentarse el numero de lectores—, en numerosas cosas que nos afectan, ha de venir por esos caminos. Pues —concluyamos con estas palabras pre-videntes del gran patrono de las Mi­siones, D. Manuel B. Cossío—"sólo cuando todo español sepa no única­mente leer, que no es bastante, sino tenga ansia de leer, de gozar y diver­tirse, sí, divertirse leyendo, habrá una nueva España".

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ANTICIPOS DE LA III FERIA DEL

LIBRO EN MADRID

Con la experiencia adquirida mer­ced a las dos primeras Ferias del Li­bro en Madrid, su entidad organizado­ra, la Agrupación de Editores Espa­ñoles, prepara la de 1935, que se ce-labrará durante el mes de mayo.

Fácil es augurar que superará en brillantez y resultados de todas clases a las de años anteriores. A continua­ción nos es grato anticipar algunos de­talles de las características principa­les que ofrecerá tal muestra durante el año actual.

La III Feria del Libro estará dedi­cada a Lope de ^ega, constituyendo así uno de los actos más significativos y transcendentes en el conjunto de hmenajes que se preparan a la memo­ria del inmortal dramaturgo. A este fin, el Ayuntamiento de Madrid, pa­trocinador de la Feria, colaborará al mayor esplendor de la misma con di­versas aportaciones. Una de ellas se­rá la celebración, en el recinto de la Feria, de representaciones de obras de Lope, a cargo de compañías que por esa época actúen en Madrid.

Los autores seguirán teniendo una

participación muy marcada en la Fe­ria. En vez de hablar al público des­de una cabina microfónica, como acon­teció el año pasado, se dirigirán direc­tamente al público desde cuatro tribu­nas que habrá instalada a lo largo de la Feria.

Constará ésta de 45 stands-librerfas y se extenderá, por el andén derecho de Recoletos, desde la plaza de la Ci­beles hasta la de Colón. De la insta­lación de los pabellones se encargará Arturo Ruiz Castillo, galardonado con el primer premio en el concurso de instalaciones que convocó la Agrupa­ción de Editores Españoles.

Coincidiendo con la Feria, y organi­zada asimismo por la Agrupación, se celebrará una exposición de encuader-naciones actuales. La Escuela de Ce­rámica, dependiente del Ayuntamien­to, colaborará en la decoración del paseo de Recoletos. Otra novedad será la exposición de exposiciones: esto es, la exhibición de modelos de instala­ción de escaparates, para la cual se ha invitado a todos los libreros de Es­paña.

297

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Í N D I C E

U N LIBRO DE AFIRMACIÓN L I T E R A R I A .

Pii«.

SIGNOS DEL ZODIACO, CALENDARIO Y EFEMÉRIDES L I T E R A R I A S : Texto de J. García Mercadal. Grabados de Norah Bocges de Torre. . . . 9

CASIDA DE LA M U E R T E CLARA (poesía), por Federico García Lorca. . . 2 2

CONMEMORACIONES: Centenario de Lope de Vega, por José F. Montesinos 24 Centenario del Romanticismo en España, por Enrique Díez-Canedo. . . . 29

, Un siglo de Ateneo madrileño, por Bernardo G. de Cándame 34

PRIMERA E N C U E S T A : Contestaciones de Juan Ramón Jiménez, Pío Baraja, José Solana, Ramón

' Pérez de Ayala, Gustauo Pittaluga, Ángel Ferrant, Juan de la En­cina, Ramón Gómez de la Serna, Enrique Díez-Canedo, Antonio Ma­chado, Eugenio d'Ors, Corpus Barga, E. Giménez Caballero, Gena­ro Estrada 3 8

HOMENAJE JUBILAR A DON MIGUEL DE UNAMUNO, por José Ca­món Aznar 4 J

CAJAL Y LA L I T E R A T U R A , por M. F. A 4 7

PRIMERA E N C U E S T A (continuación) : Contestaciones de Luis Araquistáin, Eduardo Westerdahí, Ricardo Bara­

ja, José A/ . ' Salaverría, Manuel Abril, Gabriel García Maroto, Ángel Ossorio, Francisco Mateos, Vázquez-Díaz, Jean Cassou 50

EL AÑO LITERARIO Y A R T Í S T I C O EN ESPA55A: La Novela, por Miguel Pérez perrero 55 El Ensayo, la Crítica y otras prosas, por Guillermo de Torre 62 La Poesía, por E. Salazar y Chapela 71 El Teatro, por Juan Chabás 81

PRIMERA ENCUESTA (final) : Contestaciones por Eduardo Ugarte, Ricarda Baeza, Francisco Ayala,

J. Díaz Fernández, Domingo López Torres, Pedro Salinas, Ramón J. Sender, Miguel Viladrich, F. García Mercadal y Luis Blanco Soler. 85

GACELA DEL MERCADO M A T U T I N O (poesía), por Federico García Larca 90

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Pttt.

EL AÑO A R T Í S T I C O EN ESPAÑA, por Manuel Abril 92 La Música, por Adolfo Solazar 96 Arquitectura, por Manuel Sánchez Arcas 104 El Cinema, por Fernando Viola 107 Los libros de arte, por José MJ^ Marañan 110

SEGUNDA E N C U E S T A : Contestaciones de Valle-Inclán, G. Marañan, Azorín, Antonio Maricha-

lar, Corpus Barga, Eduardo Marquina, J. M. López-Picó, Pedro Mourlane Michelena, Lino Novas Calvo, Ramón de la Serna, Rafael Marquina, Max Aub, M. Ciges Aparicio 115

LIBROS POLÍTICOS, por Antonio Espina 121 El año universitario, por María Zambrano 124 El año científico, por Francisco Vera 126-El año en la medicina, por Eusebio Oliver Pascual 130

SEGUNDA E N C U E S T A (continuación) : Contestaciones de José Rodríguez de la Peña, Guillermo Díaz-Plaja, An­

tonio de Obregón, Juan Gutiérrez-Cili 137

LIBROS DE EDUCACIÓN Y PEDAGOGÍA, por Luis Santullano 142 Libros de Historia, por Luis de Sosa 144 Libros de viajes, por Rafael Peregrino 147 Libros de niños, por Elena Fortún M^ ' El deporte en los libros, por Pablo Hernández Coronado 154

SEGUNDA ENCUESTA (final) : Contestaciones de Ramón Feria, A. Esclasáns. R. Blanco-Fombona, Ra­

món Pastor, Antonio Porras, Huberto Pérez de la Ossa, Adolfo Sa-lazar, José María Alfaro, Julio Romano y Francisco Lucientes. . . . 156

VARIEDADES: Aforústica de ideas libres, por José Bergamin 162 Literatura en las revistas, por Argos 163 Literatura en la radio, por Isaac Pacheco 170 El año pombiano, por Ramón Gómez de la Serna 172.

• Tertulias literarias 179

GACELA DEL AMOR CON CIEN AÑOS (poesía), por Federico García Lorca 182

T E R C E R A E N C U E S T A : Contestaciones de Gabriela Mistral, Ramón Pérez de Ayala, Jorge Luis

Borges, Corpus Barga, Jacinto Crau, Eduardo Mollea, Olga Briceño, Gonzalo R. Lafora, Carmen Conde de Oliver, Bagaría, Fernando Vela, J. Miquelareno, Antonio Xozoga, Antoniorrobles, Antonio Bo­tín Polanco, Emilio Thuillier, José Luis Sánchez-Trincado, A. Mar-querie, Francisco Villanueva, Ana María Custodio, Pedro García Ca-

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Pili .

brera, Josep Janes y Olive, Alfredo Muñiz, Emilio Herrera, Arturo Mari, José Venegas, Martí de Riquer, Juan G. Olmedilla 184

HOMENAJE A ALGUNOS CRÍTICOS LITERARIOS DESAPARECIDOS: Leopoldo Alas, "Clarín", por Melchor Fernández Almagro 188 Juan Valera, por Agustín Espinosa 192 Menéndez Pclayo, por José María de Cossío 198 Emilia Pardo Bazán, por Juan José Domenchina 204 Andrés González-Blanco, por Ledesma Miranda 209 Julio Ccjador, por Federico Sainz de Robles 213

• Enrique de Mesa, por C. Rivas Cherif 217 "Andrenio", por Benjamín James 222

T E R C E R A ENCUESTA (continuación: Contestaciones de Ruth Velázquez, Diego San José, Enrique Diez-Cane-

do, Gustavo Pittaluga, Manuel Fontdevila, Jorge Rubio, Fernando González, José Téllez Moreno, Antonio Sánchez Barbudo, Antonio Vidal Moya, Francisco Vighi, Luis Amado Blanco y José Luis Mayral 227

EL AÑO LITERARIO EN EL E X T R A N J E R O : Francia, por Louis Parrot 229 Inglaterra, por Luis Calvo 233 Italia, por Aldo Capasso 235 Norteamérica, por Ángel Flores 240 Alemania, por Máximo José Kabn 244 Portugal y Brasil, por Osori'o de Oliveira 247

CASIDA DE LA MUJER T E N D I D A BOCA ARRIBA (poesía), por Fede­rico García Lorca 254

T E R C E R A E N C U E S T A (f inal ) : Contestaciones de Ernestina de Champourcin, Juan Cristóbal, Enrique Az-coaga, Félix Ros, Burgos Lecea, Mauricio Amster, Víctor de la Serna, Ángel Lázaro, Joaquín Arderíus, Joaquín Llizo, Rosa Arciniega, Pérez Domenech, Ricardo Gullón, Pedro Massa, Luis Gómez Mesa 256

EL AÑO LITERARIO EN HISPANOAMÉRICA: Argentina, por R. B. M. L 258 México, por Segundo Sombra 261 Chile, por Luis Enrique Délano 263 Perú, por Alberto Ureta 267 Puerto Rico, por Tomás Blanco 270 Uruguay, Panamá, San Salvador, Guatemala, Venezuela, Ecuador, Bo-

livia-Paraguay, por Segundo Sombra 270

MAPA REGIONAL DE ESPAÑA: Misiones Pedagógicas. La literatura en los pueblos, por Arfuro Serrano

Plaja 273

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Pila-

El Teatro Universitario La Barraca, por Rafael R. Rapún 275 Castilla, por Eduardo de Ontañón 278 Andalucía, por Rafael Vázquez-Zamora 280 Cataluña, por Félix Ros 281 Levante y Mallorca, por Antonio Oliver Belmás 284 Galicia, por Roberto Blanco Torres 285 Aragón, por Ildefonso Manolo Gil 286 Asturias, por Emilio Mistral 287 Vascongadas y Navarra, por Alfonso Rodríguez Aldave 288 Canarias, por Eduardo Westerdahl 289

M O V I M I E N T O E D I T O R I A L : Dos preguntas a los editores. Contestaciones de Espasa-Catpe, Biblioteca

Nueva, Enrique Prieto, Luis Miracle, Maucci, Estudios. Juventud- 292 Los libros en los pueblos. El camión de la "Agrupación de Editores", a

través de España 295 Anticipos de la III Feria del Libro 297

301

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ANTOLOGÍA DE ERRATAS * Página

19 20 24 > 27 72 74 76 «3 *» • »

^ '»

100 113 114 116 117

» 118 120

> 140 146 156 159

» 160 164 172 175 178

Linea

9 6 3 13 2

7 - 8 22 24 5 19 »

20 36 39 40 19 45 4

40 42 32 34 31 34 4 11 28

41-42 24

8 - 9 19

28

t i l i i i i D I C E

1 Francois 2 Julio Vernes

1735-1935 2 Lope Filix

temosa exclusión

DEBE DECIR

Francois Julio Verne 1635-1935 Lope Félix

temerosa exclusión (líneas alteradas)

Blanco Sárez Con presagios Juanita Anayo

Bucckner Berstein

Sanaset Manghani Caballero de Olmedo, de Lope

Hilhaud «Tosco>

J. Cosson Sivan

Spenplev «Bubé»

(suprímase

(? ) : N. Ciges Aparicio

Mnthelant (suprímase

Augusto me empaborecen

Berguet (líneas a

2 llega a cuajar 1 patina 1 Estendhal 2 Nora, Borges

Blanco Suárez Con Presagios Juanita Arroyo

Bruckner Bernstein

Somerset Maugham Caballero de Olmedo, de Lope

Milhaud «Teseo»

J. Cassou Swann

Spengler «Rubé»

esta linea) Max Aub:

M. Ciges Aparicio Montherlant

esta línea) Agustí

me empavorecen Bergeret

Iteradas) llegada a cuajar

pátina Stendhal

Norah Borges

* Por causas no imputables a los compiladores, y dada la premura con que ha debido ser impreso este libro, se han deslizado numerosas erratas en su texto. Nos limitamos a salvar las esenciales, encomendándonos para las restantes a la cultura y la buena voluntad del lector.

302

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Página

180 181

> 187 194

* 207 248 270

^ 273

Linea

36 17 37 36 3 20 7 15

14-15

38 1

C l l i i l l

2 1 2

1

1

DICE

Seprún Mora

Domechína

DEBE DECIR

Semprüm Moya

Domenchina (Esta misma respuesta continúa en la página 227)

Giradoux en 1905

«Journal intme> Antero de Quantal

habiendo a nuestro poder

Gutemala Mapa de España regional

Giraudoux en 19:5

«Journal intime» Antero de Quental

habiendo llegado a nuestro poder

Guatemala Mapa regional de España

^

TALLERES TIPOGRÁFICOS, EDITORIAL PLUTARCO, TELEF." 20273 —MADRID

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