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Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, núm. 241 Págs. 779-820, ISSN: 0034-8341 PERÍODO CONTEMPORÁNEO BALBOA NAVARRO, Imilcy y José Antonio PIQUERAS ARENAS (eds.), La excepción americana. Cuba en el ocaso del imperio continental, Valencia, Centro Francisco Tomás y Valiente UNED Alcira-Valencia, Fundación Instituto de Historia Social (Colección Biblio- teca de Historia Social, número 15), 2006, 254 pp., con índice general y cuadros. La excepción americana es el último resultado de la labor de un eficaz grupo de tra- bajo reunido en torno a José Antonio Piqueras en la Universidad Jaume I de Castelló de la Plana, dedicado básicamente a los estudios cubanos, y bien articulado con otros, espa- ñoles e internacionales, preocupados por los mismos temas. Aparte de las investigaciones de cada uno de sus integrantes, entre los que incluye la coeditora del libro, Imilcy Balboa, dicho grupo lleva a cabo habitualmente una ingente labor de preparación de seminarios y reuniones y edición de los resultados con el fin de fomentar el debate. Si en años anteriores los problemas propuestos para discutir eran los que caracterizaron a las décadas finales del siglo XIX y la transición al XX, quizás por razones conmemorativas [José Antonio Piqueras (ed.): Construyendo la nación: Cuba en el cambio de siglo. Dossier de Tiempos de América (Castelló, Universitat Jaume I, 1998), Azúcar y esclavitud en el final del trabajo forzado, Madrid, Fondo de Cultura Económica, o Cuba: la construcción de la República. Monográ- fico de Op. Cit., 15 (Río Piedras, Universidad de Puerto Rico, 2002-2003)], últimamente se han centrado más en las postrimerías del XVIII, primeras décadas del XIX y, particular- mente, en los procesos que tuvieron lugar en la tierra, lo que la historiografía agradece, pues son tiempo y temas mucho menos conocidos [aparte del libro que nos ocupa, que aborda también el caso de Puerto Rico, igual que el anterior Azúcar y esclavitud, ver la obra no dedicada la Gran Antilla, José Antonio Piqueras (ed.), Los bienes comunales en España y América, Madrid, Ministerio de Agricultura, 2003, y Las Antillas en la era de las Luces y la Revolución, Madrid, Siglo XXI Editores, 2005). La «Presentación» de José Antonio Piqueras e Imilcy Balboa a La excepción ameri- cana, aparte de comentar la razón del libro y de hablar de sus autores y los contenidos de cada uno de los artículos reunidos en él, pone a Cuba y Puerto Rico en el contexto del imperio español en Indias. Si lo que aconteció en las islas en los tiempos de la emancipa- ción de las colonias continentales de dicho imperio fue, como se dice en el título, una excepción es debido a que ambos territorios ya eran de por sí peculiares en su entorno. Hasta ahora las explicaciones más plausibles con que contábamos sobre la no- independencia de Cuba y Puerto Rico a principios del siglo XIX eran económicas, espe- cialmente en el caso de la Gran Antilla. Frente a otros territorios la isla se hallaba en una fase de crecimiento. Si no se puede decir que estuviese motivada enteramente por las llamadas Reformas Borbónica, al menos es posible afirmar que éstas contribuyeron al mismo y lo facilitaron. Una razón más, complementaria de la anterior, fue la esclavitud. El desarrollo de la plantación comercial fue factible gracias a que se fue dotando a la isla

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  • Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, nm. 241 Pgs. 779-820, ISSN: 0034-8341

    PERODO CONTEMPORNEO BALBOA NAVARRO, Imilcy y Jos Antonio PIQUERAS ARENAS (eds.), La excepcin

    americana. Cuba en el ocaso del imperio continental, Valencia, Centro Francisco Toms y Valiente UNED Alcira-Valencia, Fundacin Instituto de Historia Social (Coleccin Biblio-teca de Historia Social, nmero 15), 2006, 254 pp., con ndice general y cuadros.

    La excepcin americana es el ltimo resultado de la labor de un eficaz grupo de tra-

    bajo reunido en torno a Jos Antonio Piqueras en la Universidad Jaume I de Castell de la Plana, dedicado bsicamente a los estudios cubanos, y bien articulado con otros, espa-oles e internacionales, preocupados por los mismos temas. Aparte de las investigaciones de cada uno de sus integrantes, entre los que incluye la coeditora del libro, Imilcy Balboa, dicho grupo lleva a cabo habitualmente una ingente labor de preparacin de seminarios y reuniones y edicin de los resultados con el fin de fomentar el debate. Si en aos anteriores los problemas propuestos para discutir eran los que caracterizaron a las dcadas finales del siglo XIX y la transicin al XX, quizs por razones conmemorativas [Jos Antonio Piqueras (ed.): Construyendo la nacin: Cuba en el cambio de siglo. Dossier de Tiempos de Amrica (Castell, Universitat Jaume I, 1998), Azcar y esclavitud en el final del trabajo forzado, Madrid, Fondo de Cultura Econmica, o Cuba: la construccin de la Repblica. Monogr-fico de Op. Cit., 15 (Ro Piedras, Universidad de Puerto Rico, 2002-2003)], ltimamente se han centrado ms en las postrimeras del XVIII, primeras dcadas del XIX y, particular-mente, en los procesos que tuvieron lugar en la tierra, lo que la historiografa agradece, pues son tiempo y temas mucho menos conocidos [aparte del libro que nos ocupa, que aborda tambin el caso de Puerto Rico, igual que el anterior Azcar y esclavitud, ver la obra no dedicada la Gran Antilla, Jos Antonio Piqueras (ed.), Los bienes comunales en Espaa y Amrica, Madrid, Ministerio de Agricultura, 2003, y Las Antillas en la era de las Luces y la Revolucin, Madrid, Siglo XXI Editores, 2005).

    La Presentacin de Jos Antonio Piqueras e Imilcy Balboa a La excepcin ameri-cana, aparte de comentar la razn del libro y de hablar de sus autores y los contenidos de cada uno de los artculos reunidos en l, pone a Cuba y Puerto Rico en el contexto del imperio espaol en Indias. Si lo que aconteci en las islas en los tiempos de la emancipa-cin de las colonias continentales de dicho imperio fue, como se dice en el ttulo, una excepcin es debido a que ambos territorios ya eran de por s peculiares en su entorno.

    Hasta ahora las explicaciones ms plausibles con que contbamos sobre la no-independencia de Cuba y Puerto Rico a principios del siglo XIX eran econmicas, espe-cialmente en el caso de la Gran Antilla. Frente a otros territorios la isla se hallaba en una fase de crecimiento. Si no se puede decir que estuviese motivada enteramente por las llamadas Reformas Borbnica, al menos es posible afirmar que stas contribuyeron al mismo y lo facilitaron. Una razn ms, complementaria de la anterior, fue la esclavitud. El desarrollo de la plantacin comercial fue factible gracias a que se fue dotando a la isla

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    de mano de obra, que escaseaba internamente debido a lo poco poblada que estaba. El temor a que se pudiese repetir lo que haba ocurrido en Hait seguramente actu tambin como un factor coadyuvante. En Puerto Rico tales elementos tuvieron un peso menor, aunque una vez estallaron las guerras de liberacin se acogi all inmigracin procedente de Tierra Firme que contribuy, como antes lo haba hecho la llegadas desde el Santo Domingo Francs, a impulsar la agricultura tropical. No obstante sta estaba en una fase evolutiva ms atrasada en Cuba y la presencia de militares y de huidos del continente americano debi ser una variable fundamental para el mantenimiento de su fidelidad a la Corona hispana.

    Lo que se agradece a la Presentacin de Piqueras y Balboa y, claro est, al libro que introduce es que inicie un camino que va ms all de lo que sabemos. La Historia siempre es ms compleja, y por muy pesadas que sean las razones enunciadas, sobre todo para Cuba, tuvo que haber otras en lo poltico, lo social, lo cultural, como en Puerto Rico. Quizs, sin embargo, la cuestin no est bien planteada y, en realidad, no hubo excep-cin, sino regla. El caso de Hait es particular, pero lo cierto es que no hubo movimientos de independencia en el resto de las Antillas frente a otras potencias europeas, y hay que recordar que la primera en sufrir un proceso de emancipacin no fue Espaa, sino Gran Bretaa (la de Estados Unidos). Sea como fuere el libro que ahora comentamos represen-ta una aportacin sustantiva al conocimiento de tales problemas, con independencia de las cuestiones que planteemos a los procesos, que en toda obra colectiva, adems, son mltiples y variadas por definicin.

    En el sentido antes expresado, en el artculo que inaugura La excepcin americana, Cuba, la esclavitud atlntica y Alexander von Humboldt: de mal ejemplo a modelo de globalizacin eficaz?, Michael Zeuske ofrece una curiosa e interesante perspectiva de la visin o, mejor dicho, no-visin del sabio prusiano de la esclavitud en Cuba y comenta que, en realidad, no es posible sentir asombro, pues lo normal en la poca era que los principales sectores productivos descansasen en la explotacin discrecional de la mano de obra. La idea enlaza perfectamente, adems, con los presupuestos de la reciente historiografa acerca del azcar y la esclavitud en la Gran Antilla, que independientemente de otro tipo de considera-ciones, y sin restarles importancia, destacan el xito econmico del binomio.

    Es verdad, y de hecho nuestros propios trabajos estn entre los que menciona Zeuske acerca de la reinterpretacin de la historia de Cuba de la historia econmica de Cuba, sera mucho ms preciso decir. Sin embargo, habla de unas razones polticas actuales, readicionadas con la crisis que padece desde hace aos la isla y, particularmente, su sis-tema poltico, o estrechamente vinculada a su sistema poltico, que desde nuestro punto de vista son dudosas y cuestionables como motivo de tal reinterpretacin y, adems, no aportar argumentos que lo justifiquen.

    Junto con la crtica anterior, la otra cuestin que quisiera sealar del brillante, por otro lado, artculo de Zeuske, es que la naturalidad con que se vio el uso de la esclavitud no fue bice para que resultase un hecho llamativo, aunque slo fuese por la fuerza que iba cobrando la institucin, el crecimiento del nmero de esclavos y el efecto de todo ello en la sociedad y la poltica. Si a algunos causa asombro que Humboldt reparase poco en ello es por tales circunstancias y en la Cuba de la poca no faltaron quienes s lo hicieron y dejaron testimonio en miles de pginas.

    Y como contrapunto de lo que ms sabemos ya, por brillantes y necesarias que sean nuevas aportaciones, y desde luego la de Zeuske lo es, Izaskun lvarez Cuartero propone

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    ir ms all, al terreno de esas otras cuestiones que en la introduccin apuntaban los edito-res de La excepcin americana y de las que decamos que ignoramos bien cul es su con-tribucin a explicar procesos o no-procesos, pero an as el propio sentido comn nos debera dictar que de algn modo tuvieron que coadyuvar.

    lvarez Cuartero comenta en La ilustracin cubana desde los estudios postcolo-niales: posibilidades para una investigacin, que debiera ser vista ms como un ele-mento del engranaje colonizacin que como un elemento de modernizacin. No es que no tuviese de ambos, pero lo cierto es que habitualmente se ha analizado casi exclusiva-mente por su segundo componente. Conocer para gobernar y gobernar para explotar, dicho de otro modo, y configurar una relacin de dominio-dependencia entre la metrpoli y la isla usando los modernos y eficientes recursos de las ciencias fue, sin lugar a dudas, el planteamiento explcito que rigi la accin en ese sentido de la Administracin hispa-na. Otra cuestin que, por cierto, no debera olvidar la autora, es que hubo ms voces y tambin ms proyectos, y que tenemos evidencias de acallamientos y exilios varios que lo corroboran. Lo que nos plantea es, sin duda, un camino que sera conveniente, intere-sante y muy ilustrativo seguir, pero por el mismo motivo ser necesario huir de preten-siones excluyentes con las rutas ya iniciadas y avanzadas y que nos han aportado saberes y dudas igualmente destacables.

    Zeuske y lvarez Cuartero sugieren bases tericas y metodolgicas y plantean preguntas complementarias con y de las que conviene hablar; los estudios de Imilcy Balboa [El asalto a los realengos en Cuba (1750-1839)] y Nadia Fernndez de Pinedo (Crecimiento agrcola y comercio exterior de Cuba con Espaa, 1790-1810) descienden a los espacios ms men-surables en los que contrastar y evidenciar tales presupuestos. Balboa seala que en la Gran Antilla el desarrollo de la plantacin comercial provoc problemas en relacin con la pose-sin y los usos del suelo y que una manifestacin importante de ellos fue el conflicto por los terrenos realengos, cuya virtual desaparicin en tal proceso convendra analizar a la luz de la conformacin y evolucin de la estructura de la propiedad en la isla.

    Habra sido interesante observar con ms detalle y por comparacin lo que los procesos ocurridos en la tierra tuvieron de peculiares, sobre todo en relacin con las necesidades del desarrollo agrario, comercial y econmico. De ello lo que ocurri con los realengos fue slo una pieza ms de un puzzle que, segn parece, en el caso cubano articul una correcta co-munin entre ambas variables. Afirmarlo, sin embargo, requerira ms investigacin en el sentido expresado. El texto de Fernndez de Pinedo se ocupa, precisamente, de los inter-cambios mercantiles parte del segundo trmino de la ecuacin enunciada anteriormente. La autora observa cmo las Reformas Borbnicas afectaron con moderacin a los intereses creados, los del puerto de Cdiz y su ancestro monopolio, pues se trata del mismo que pre-viamente haba sido de Sevilla, pero dej espacio suficiente para que otros, en la periferia, que satisficieron con exportaciones y reexportaciones las necesidades de una poblacin en crecimiento, con un poder adquisitivo en aumento y que debido a la especializacin econ-mica de Cuba, demandaba alimentos, textiles y otros bienes del exterior.

    Los elementos fundamentales de la posible excepcin cubana en el panorama descri-to, el hecho de si las exportaciones o reexportaciones espaolas se beneficiaron de la mayor parte del incremento de la demanda de la Gran Antilla y en qu medida participa-ron de l otros pases gracias a la libertad de comercio con los neutrales son temas, sin embargo, que se tratan de soslayo y de forma implcita. Las guerras de emancipacin americanas provocaron un aumento del comercio con las naciones amigas, que cubrieron lo que no satisfaca la metrpoli debido a las condiciones blicas, pero el mercadeo con

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    ellas llevaba tiempo realizndose de iure o de de facto y, adems, utilizando el trfico de esclavos ms permisivo y el contrabando como mecanismos alternativos y comple-mentarios. Es en la conjuncin de todas esas variables en la que hallaremos una explica-cin convincente al problema y, por supuesto, nuevas preguntas.

    Del trabajo de Jorge Victoria Ojeda, Tensin en el Caribe hispano. Los negros ladi-nos de La Espaola en La Habana, el quinto incluido en La excepcin americana, se pue-de decir algo parecido a lo comentado en los casos de los textos de Balboa y Fernndez de Pinedo. Los tres abordan temas concretos tras los grandes planteamientos de Zeuske y l-varez Cuartero, pero aquel primero se ocupa de aspectos ms sociales y ampla el rea geo-grfica de estudio a Santo Domingo. Aunque las conclusiones del proceso que analiza re-sultan obvias, no as el proceso en s mismo y, adems, contribuye a validar las tesis de Zeuske. El autor seala que las genes de color que fueron usadas en el ejercito hispano que luch en Hait y recibieron por ello parabienes y otros privilegios, volvieron tras los hechos de armas a recuperar su consideracin, per se marginal y denostada, aunque fuera funcional ms all de la agricultura, y se plante: un arduo debate en la Cortes de Cdiz acerca del proyecto de enviar a algunos de ellos a Cuba, donde podran contribuir a colorear an ms una poblacin cada vez menos blanca, y a difundir ideas poco convenientes.

    Y para cerrar el crculo, si con los trabajos anteriores tenamos una aproximacin, aunque sea muestral, a lo econmico y lo social, el estudio de Enma Dunia Vidal Paredes, Jos Pablo Valiente y la pesquisa sobre la defraudacin, indaga en el funcionamiento de la Administracin colonial a finales del siglo XVIII utilizando una interesante y pro-ductivas metodologa. La autora se acerca al tema mediante el anlisis de un expediente causal de defraudacin en las aduanas en que el estuvieron implicados directa o indirec-tamente altos cargos. El estudio transita entre lo formal y lo informal, lo lcito y lo ilcito que alberga el sistema y que, al igual que la esclavitud de la que hablaba Zeuske, en su comunin imponan la norma. Sera necesario tambin en este caso comparar estos hechos con procesos similares para saber si tal sistema o algunos de sus componentes ofrecieron en el caso de la Gran Antilla variantes destacables respecto a lo comn en otras colonias espaolas y cules fueron sus posibles efectos.

    En lo comparativo que se echa de menos en otros artculos es, precisamente, en lo que insiste el ensayo de Gloria Garca Rodrguez, El despegue azucarero de Cuba. La versin de Arango y Parreo. Con l, adems, La excepcin americana vuelve a lo eco-nmico, al azcar, a la esclavitud. Aunque la autora no lo dice explcitamente, no es ba-lad en una obra como sta hablar de Arango y Parreo, pues el personaje era nacido en la Gran Antilla y fue el padre intelectual del gran desarrollo de la plantacin caera y los ingenios modernos en la isla y vocero de los intereses de los hacendados y dueos de esclavos, aunque tambin mucho ms que todo eso y con todo eso. Fue una figura de enorme relevancia en la Administracin colonial espaola, la excepcionalidad en el poder?, si se nos permite la licencia. El artculo que se le dedica en el libro, por lo dems, trata de aspectos conocidos, no obstante, lo interesante, segn hemos dicho, es que el tema se explora en relacin a lo que estaba ocurriendo en otras islas antillas y a la cues-tin de que si eran ms pequeas y estaba peor dotadas de factores productivos, sin em-bargo, elaboraban y exportaban ms dulce. Las propuestas de Arango contribuyeron, sin duda, a cambiar tal situacin, y lo hicieron en un contexto en el que la situacin cambian-te Revolucin de Hait, abolicin de la trata en los dominios britnicos, independencia de Estados Unidos requera adecuar a ella ideas y proyectos. As se aprecian las cosas

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    en el texto y, as, ms que la excepcin, lo que va ganando el terreno son las causas y los azares, su comunin y la capacidad de adaptacin y respuesta a ellas.

    Gracias a los estudios de Jorge Victoria Ojeda y, sobre todo, al de Mara Teresa Cor-ts, La excepcin americana deja de ser por breves momento cubana. No por ello debe-mos dejar de comentar que en el libro lo es en exceso, aunque tambin lo fue quizs en la realidad y la Historia. No se entienda, por lo tanto, y para que no sea costumbre, este comentario desde un ngulo negativo. Habamos dicho que en Puerto Rico lo econmico resulta menos convincente como factor explicativo de los sucesos que acontecieron antes de las guerras de emancipacin americanas que en la Gran Antilla. La autora analiza un personaje, Alejandro Rodrguez, el Diario Econmico y las reformas en Puerto Rico, 1814-1815, que sin duda convirtieron luego ese aserto en falsedad. Pero habra de pasar el tiempo y labor. El que fuera primer intendente boricua trabaj en la isla con el fin de organizar su economa y su Hacienda, lo que seguramente haba faltado antes para apro-vechar las oportunidades de los ya mencionados azares y explotar todo el potencial pro-ductivo y exportador del territorio. Dej, adems, un testimonio de valor incalculable con el que observar y analizar su labor, sus obstculos, sus lmites y sus xitos, una publica-cin, el Diario Econmico, que en este artculo se utiliza para estudiarlos.

    Y de vuelta a la Gran Antilla, otra caracterstica comnmente sealada pero poco analizada de la su historia dentro del imperio espaol en Amrica es el menor peso relati-vo que la Iglesia tuvo en ella. Edilberto Leiva, La economa conventual en Cuba a co-mienzos del siglo XIX, analiza las actividades productivas que llevaron a cabo en la isla las rdenes religiosas y tambin el porqu del mencionado rasgo de peculiaridad de la colonia. El autor se despreocupa de si la explicacin tiene races ms antiguas en el tiem-po, pero seala, creemos que con acierto, que la pujanza y necesidad de la esclavitud dificultaron la adaptacin doctrinal de la institucin al mbito cubano, lo que, junto al desarrollo paralelo de una burguesa agraria y comercial, de fuerte laicismo prctico, impidieron que tuviese mayor poder.

    En tiempos posteriores, prcticamente los mismos que vieron a Ramrez en Puerto Rico, lo que aporta una correspondencia cronolgica a la inclusin de un ensayo sobre Borinquen en La excepcin americana, Manuel Hernndez Gonzlez habla de El libera-lismo criollo cubano en el Trienio Liberal: El Americano Libre, una poca que si el caso de la Gran Antilla fue una excepcin, ya lo haba sido. Como Corts Zavala utilizaba tambin una publicacin, la que reza en el ttulo de su artculo, para analizar las relacio-nes entre las elites insulares moderadas y, segn dicen Balboa y Piqueras en la Presenta-cin, los liberales exaltados y centralistas de procedencia peninsular.

    Y para acabar por donde se comenz, tanto el libro como nuestros comentarios sobre el mismo, pues hemos dicho suficiente y hasta demasiado anteriormente y en un ensayo tan corto no es oportuno repetirse, un artculo de Enriqueta Vila Vilar, Crisis colonial y abolicionismo, cierra La excepcin americana con una reflexin acerca de ambos temas y de su relacin, la otra cara de la moneda de xito colonial y esclavitud con que comen-zaba Zeuske. Un digno colofn nada excepcional.

    Antonio SANTAMARA GARCA

    CSIC

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    ENRQUEZ AGRAZAR, Lucrecia Raquel, De colonial a nacional: la carrera eclesisti-ca del clero secular chileno entre 1650 y 1810, Mxico, Instituto Panamericano de Geo-grafa e Historia, n 534, 2006, 360 pp.

    La obra de Lucrecia Raquel Enrquez Agrazar es la adaptacin de una tesis defendida

    ante la Universidad Catlica de Santiago en el marco de una cotutela con la Universidad Michel de Montaigne de Burdeos. De hecho, tanto la problemtica del trabajo realizado como la metodologa movilizada por la autora deben sus principales fundamentos a un amplio proyecto de investigacin franco-espaol cuya iniciativa sali de la entonces Mai-son des Pays Ibriques de esta Universidad y coordinado all por Jean-Pierre Dedieu. La filiacin cientfica e intelectual de esta investigacin se plasma en las referencias metodo-lgicas de la autora que remiten a las numerosas publicaciones que, directa o indirecta-mente, concretaron los avances conseguidos por dicho programa, bautizado con la sigla de P.A.P.E., relativo al personal administrativo y poltico de la monarqua espaola de los siglos XVII y XVIII.

    La monografa est estructurada en dos grandes partes precedidas por una muy slida y argumentada introduccin de una treintena de pginas. Con una gran eficacia dibuja el contexto cientfico de la investigacin realizada. Empieza por ubicar su entorno historio-grfico, que la autora felizmente no limita al espacio geogrfico chileno o latinoamerica-no al abrir hacia las producciones europeas y norteamericanas. La problemtica central de la obra propone una reflexin sobre las relaciones mantenidas por las lites de la capita-na chilena con la monarqua espaola. Huelga por lo tanto precisar que el trabajo de Lucrecia Raquel Enrquez Agrazar se inscribe en una lnea de investigacin muy actual y que, en parte, ha renovado ya la visin que se tena de dicha relacin. Lejos de la explica-cin fundamentada en la oposicin criollo-peninsular, un tanto simplificadora a pesar de corresponder a una indiscutible realidad social en Amrica, lo que se trata aqu de anali-zar son las complejas y matizadas relaciones mantenidas entre ambos grupos que compo-nan el mundo elitista colonial, y a su vez con las autoridades poltico-administrativas coloniales. Con el propsito de poner a la luz del da los mecanismos de dichas relacio-nes, Lucrecia Enrquez Agrazar decide seguir el itinerario personal de una franja muy significativa de esta lite regional aprehendida desde la larga duracin. Su propsito es el de reconstruir las etapas que podramos calificar como profesionales del clero secular chileno entre 1650 y 1810. Para ello, toma en cuenta los itinerarios de no solamente los obispos nombrados en la capitana durante el perodo considerado sino que aade muy acertadamente los beneficiados de los cabildos eclesisticos de las dos dicesis chilenas, o sea los de Santiago y Concepcin. Con todo, el corpus sobre el cual trabaja la autora representa a casi 150 individuos, al contar con 15 obispos y 130 cannigos.

    Para llevar adelante su objetivo, la autora recurre al viejo mtodo utilizado desde mucho tiempo atrs por los historiadores de perodos histricos lejanos y sin archivos, o sea la prosopografa. Sin embargo, la originalidad del trabajo reside en que, gracias al instrumento informtico, Lucrecia Enrquez Agrazar puede aprovecharse de la base de datos Fichoz imaginada por Jean-Pierre Dedieu en el marco del amplio proyecto aludi-do anteriormente y alimentada colectivamente por todos aquellos que participan al pro-yecto. De forma que el libro de Lucrecia Enrquez Agrazar es parte de un programa de investigacin llevado a cabo por un colectivo internacional de investigadores y del cual ste es uno de los numerosos y varios productos, concretizaciones o desenlaces.

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    La gran ventaja de dicho tipo de empresa colectiva es la de sumar al trabajo de cada cual las aportaciones de todos los dems mediante la base de datos comn. Este instrumento cientfico permite seguirles la pista no solamente a los 145 hombres del alto clero chileno en la colonia sino que ofrece la posibilidad de ubicarlos dentro de sus respectivos entor-nos, tanto social como relacional.

    Sin embargo, la base de datos no es de gran utilidad si no se la alimenta. La aporta-cin de la autora se fundament en la exploracin de las fuentes disponibles en el Archi-vo General de Indias de Sevilla. All fue recaudando informacin en las distintas series de la Meca de todo americanista del perodo colonial, destacndose para su investigacin la documentacin de la Cmara de Indias. All ubic todos aquellos documentos producidos por los intercambios mantenidos entre Madrid y su lejana colonia austral, muy especial-mente las consultas producidas inevitablemente al surgir vacantes de plazas dentro del aparato administrativo eclesistico. A esta documentacin que fue aqu esencial, se aa-dieron varias otras series sevillanas relativas a la correspondencia administrativa de toda ndole, se trate de la mantenida desde Santiago con las dems audiencias del cono sur, de la correspondencia intercambiada entre las autoridades coloniales y el consejo de Indias as como los fondos de la Inquisicin reunidos en el Archivo Histrico Nacional de Ma-drid. A la documentacin espaola, se sumaron fuentes disponibles en Chile mismo a pesar de algunas carencias lamentables: si los archivos eclesisticos de Concepcin se revelaron finalmente muy decepcionantes, a la inversa los de Santiago se revelaron parti-cularmente provechosos. Lo mismo ocurri con los archivos de notaras de Santiago cuya riqueza de sus fondos fueron para este tipo de investigacin muy tiles. Todo ello subra-ya la amplitud y la variedad de la documentacin con la que se atrevi a enfrentarse Lu-crecia Enrquez Agrazar para llevar a cabo su propia investigacin.

    El anlisis se desarrolla con gran rigor y una real eficacia en dos grandes etapas que corresponden a las dos grandes categoras que componen al clero secular: obispos y ca-nnigos. Sin embargo, y como a modo de contextualizacin al desenvolvimiento de di-chas carreras, los tres primeros captulos se dedican a una presentacin del sistema insti-tucional. Se trata aqu de recordar y clarificar oportunamente el espacio institucional es-pecfico de la Iglesia colonial sometida al sistema del real patronato. Esta necesaria, aunque austera, etapa es llevada a cabo de manera explcita, con el apoyo puntual de gr-ficas siempre clarificadoras. A partir de esta slida base, el libro entra en el corazn de la problemtica al proponerse, en los tres captulos siguientes, un anlisis de las carreras de los quince obispos del corpus. Despus de presentar los mecanismos que desembocaban en sus nombramientos, se estudian las caractersticas de sus etapas profesionales siguien-do una evolucin diacrnica. La gran aportacin de esta perspectiva es la posibilidad de dejar visibles las rupturas en el reclutamiento. Hasta principios del siglo XVIII, dominan regulares y peninsulares al ser percibida Amrica como una etapa complementaria en una carrera episcopal peninsular. A partir de los aos 1710, los representantes de familias de la lite chilena se imponen, ofreciendo a jesuitas o allegados de esta orden una oportuni-dad de ocupar las sillas episcopales. Una nueva ruptura se manifiesta a mediados del siglo con el fin de la decisiva influencia jesutica para alcanzar estos cargos y la emer-gencia de un episcopado distinto, ms joven que el de etapas anteriores y cuyo rasgo comn es el de tener un fuerte vnculo con la monarqua.

    La segunda etapa del estudio se dedica a la reconstitucin de las carreras de los canni-gos, abordando separadamente los dos cabildos de la capitana y siguiendo para ambos la

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    misma perspectiva diacrnica. Lo que se pretende es identificar a las lgicas subyacentes al desarrollo de las carreras de 130 cannigos, considerndolas a la luz de los sistemas rela-cionales dentro de las cuales las realizan. Desde esta perspectiva, los dos ltimos captulos permiten ubicarlos en sus entornos sociales respectivos al ofrecer una reflexin global a partir de los casos aqu tomados en cuenta. Muy especialmente, cabe resaltar aqu el ltimo captulo que subraya la percepcin de la carrera eclesistica entre los mismos cannigos. Ser cannigo era claramente una decisin de un colectivo, o sea de una familia capaz de realizar todo lo necesario para que un miembro suyo pueda corresponder con las necesida-des de una institucin, la Iglesia y asegurar as la tranquilidad del Estado.

    La conclusin de la obra, excepcionalmente desarrollada alcanza una treintena de pginas, lo cual dista de ser una regla frecuente ofrece un balance muy sinttico de la realidad social del clero secular chileno a lo largo de siglo y medio. Es ms, utiliza dicho balance para entablar un dilogo a distancia con la abundante bibliografa relativa a las lites sociales para la cual la clave de la estabilidad familiar se encontraba en un hbil control de las alianzas matrimoniales. Al no poder jugar esta variable en el caso de los eclesisticos, la autora pone en evidencia lo que vino a ser decisivo para ellos, o sea la relacin mantenida con el poder de nombramiento, en otros trminos la Monarqua. Sub-raya que los hombres del alto clero secular, mayoritariamente miembros de la lite local chilena, eran una parte activa, y de cierto modo decisiva, dentro de los juegos de poderes internos a dicha lite as como en la compleja pero ineludible relacin mantenida par esta ltima con la Monarqua espaola.

    Michel BERTRAND

    Universit de Toulouse II FERNNDEZ PRIETO, Leida, Cuba agrcola: Mito y tradicin, 1878-1920, Madrid,

    CSIC, 2005, 359 pp., con ndice general. Uno de los mitos ms potentes de la historia agraria de Cuba en los siglos XIX y

    principios del XX es que la agricultura de entonces estuvo estancada en la tradicin y rutina. En parte, ese mito depende de otro, el de la naturaleza prdiga. Este segundo mito repetido desde la poca colonial por generaciones de agricultores, cientficos, y otros afirma que los suelos bondadosos y climas suaves de Cuba hacen fcil la agricul-tura. Con aqullas riquezas, no haba incentivo en innovar. En Cuba agrcola, la historia-dora Leida Fernndez Prieto enfrenta estos mitos. Tras la historia de las ciencias agrcolas en Cuba, su libro innovador e importante afirma que los suelos cubanos fueron menos prdigos y la agricultura ms moderna de lo que cuentan los mitos.

    Entre el fin de la Guerra de Diez Aos (1878) y el fin de la Primera Guerra Mundial (1918), los agricultores del occidente cubano tuvieron que enfrentar una serie de crisis y cambios ambientales, econmicos, y polticos. Frente a esos cambios, cierto grado de mo-dernizacin agrcola era esencial. A principios del siglo XIX, la naturaleza s pareci prdiga a los cultivadores de azcar y tabaco. Ellos se aprovecharon de la renta forestal, o sea, de la fertilidad natural de los suelos de bosques recin tumbados. Pero la naturaleza sola fue pr-diga por un tiempo determinado. Para la segunda mitad del siglo XIX, la renta forestal se

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    agotaba. Los rendimientos de los cultivos principales disminuan, la erosin del suelo se haca ms grave, y aparecieron plagas y enfermedades vegetales. Sumado a esto, la compe-tencia cada vez mayor de otros productores tropicales en las Amricas y en las colonias eu-ropeas de frica y Asia incentivaba a los agricultores cubanos a bajar sus costos de produc-cin. Despus de la independencia en 1898, la agricultura cubana hacia los Estados Unidos.

    Frente a esos y otros cambios, surgi lo que Fernndez Prieto llama la segunda oleada de reformadores agrcolas. Este grupo se distingue de la primera oleada de reformadores de la generacin anterior, la cual incluy pensadores destacados cmo l-varo Reynoso y el Conde de Pozos Dulces. Mientras que la primera oleada consista en pensadores aislados, los miembros de la segunda oleada lograron cierto grado de institu-cionalizacin en las ciencias agrcolas. La mayora de ellos participaron en el Crculo de Hacendados, fundado en 1878. Este grupo duradero sobrevivi las guerras de indepen-dencia, y en 1903 cambi su nombre a La Liga Agraria. Colectivamente e individualmen-te, los miembros del Crculo de Hacendado introdujeron y propagaron muchas innova-ciones agrcolas desde el exterior. Tambin fomentaron la investigacin y la docencia agrcola. En 1881, formaron la Escuela de Agricultura del Crculo de Hacendados, una institucin privada para formar ingenieros agrnomos. Esta Escuela, y las estaciones experimentales imperiales y neocoloniales, fueron segn Fernndez Prieto focos de innovacin agrcola y difusin de ideas. Las ideas modernas tambin se difundieron mediante exposiciones agrcolas, y sobre todo una gran variedad de publicaciones sobre agricultura, incluso revistas e informes oficiales y particulares, como la Revista de Agri-cultura, Cuba Agrcola, Revista Azucarera, y The Cuba Review, entre otros. Estas revis-tas divulgaban sus ideas no slo por va de textos, sino tambin con fotografas. El libro incluye una seleccin valiosa de dichas imgenes, la cual ayuda a los lectores de hoy a ver el impacto de las innovaciones agrcolas en la Cuba del pasado.

    Fernndez Prieto demuestra que la modernizacin agrcola no fue un proceso homo-gneo, sino que vari dependiendo del cultivo. Compara el contrapunteo clsico del az-car y tabaco, y tambin va ms all para incluir los llamados frutos menores. La autora distingue entre dos estilos principales de modernizacin. La primera fue caracterstica de Europa, enfatizaba el uso de abonos qumicos, y propona mejoras en las prcticas exis-tentes del cultivo. La segunda, ms caracterstica de los Estados Unidos, daba mayor importancia a las tecnologas y herramientas. Hasta ahora, pocos historiadores han estu-diado la modernizacin del cultivo del azcar. Resulta que hubo innovaciones importan-tes en casi todos los ramos del cultivo de la caa. Introdujeron nuevas formas de sembrar la caa (el sistema Zayas), nuevas tecnologas como el arado y los cultivadores de disco, los abonos de guano y qumicos, y hasta nuevos hbridos de caa de azcar desarrollados en el Jardn Botnico de Java. Segn Fernndez Prieto, la modernizacin del cultivo de la caa en Cuba fue un hbrido entre los estilos europeos y norteamericanos.

    Los captulos sobre el tabaco y los frutos menores ofrecen un contraste en relacin al azcar. Las innovaciones tecnolgicas no representaron un papel tan grande en el tabaco. Los cultivadores experimentaron con los abonos qumicos, pero en general los abandona-ron porque afectaban el sabor del tabaco. Se introdujeron nuevas variedades de tabaco, para satisfacer la demanda por tabacos rubios de los mercados de Estados Unidos y Ale-mania. Fernndez Prieto concluye que los vegueros adoptaron una mezcla de prcticas tradicionales mejoradas, y prcticas modernas. Este libro es uno de los primeros a estu-diar los llamados frutos menores. Demuestra que aqullos frutos la pia, el pltano,

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    y los vegetales y viandas no fueron tan menores. Varias dcadas antes de la primera guerra mundial, esos cultivos representaban una va alternativa de desarrollo agrcola en Cuba. Esto implicaba una agricultura comercial no tan dominada por el azcar y el taba-co, y ms capaz de producir alimentos para consumo nacional. Entre los principales cul-tivadores de los frutos menores se encontraron los colonos norteamericanos, hasta ahora un grupo poco estudiado dentro de la historia de Cuba. Esperaban hacer de Cuba la huerta de invierno de los Estados Unidos. Trajeron nuevas prcticas y tecnologas agr-colas a Cuba, adems de aclimatar nuevas variedades de plantas cultivadas. La poca de innovacin agrcola generalizada termin en los aos 1920, cuando el gran auge del az-car en Cuba fren casi completamente la innovacin en los dems cultivos.

    Cuba agrcola acaba con varios mitos de la historia agraria cubana. En su lugar pre-senta una sntesis y un anlisis sofisticado de la modernizacin agrcola en una poca central de la historia agraria cubana. Ofrece nuevas perspectivas a la historia de las cien-cias agrcolas, la historia agraria, y la historia ambiental en Cuba y en la Amrica Latina.

    Stuart MCCOOK

    Department of History. University of Guelph, Canad. FONT, Mauricio A. y Alfonso W. QUIROZ (eds.), Cuban Counterpoints. The Legacy

    of Fernando Ortiz, Lanham, Maryland, Lexington Books, 2005, 294 pp. Editado por un socilogo y un historiador de la City University of New York, ambos

    con reconocida experiencia como investigadores en el mbito latinoamericano, el libro recoge una parte de un simposio que, adems de las conferencias de distintos expertos, incluy programas de msica clsica y popular, una seccin de pelculas cubanas, una exposicin de pintura y otra con fotografas poco conocidas y otros memorabilia de Ortiz, aportados por su hija M Fernanda, que tambin participa en el libro como autora.

    El Fernando Ortiz Symposium on Cuban Cultura and History, organizado por varias instancias de la CUNY, reuni, entre el 20 y el 22 de marzo de 2000, a treinta intelectuales procedentes de distintas disciplinas, con el intento de proporcionar nuevas perspectivas sobre la vida y la obra de Ortiz, pero fundamentalmente sobre sus contribuciones interdisci-plinarias a los estudios sobre Cuba, Amrica Latina y otras sociedades complejas, inmersas hoy en interconexiones globales cada vez mayores. En su introduccin, los editores llaman la atencin sobre la ausencia de trabajos de conjunto analticos sobre la obra de Ortiz, a pesar de su importancia e influencia actual, y a pesar de la atencin internacional que des-pert en los aos noventa. En estos aos se celebr el primer congreso dedicado a l (Gno-va, 1989), se produjeron las reediciones de algunos de sus libros en Espaa, por iniciativa de su hija, y se edit, por parte de la InterAmericas Society of Arts and Letters, la Miscela-nea II of Studies dedicated to Fernando Ortiz (1881-1969) (Nueva York, InterAmericas, 1998), recordando la primera Miscelnea de homenaje. A esto habra que aadir la labor de reedicin de obras y publicacin de trabajos inditos que est llevando a cabo desde la Fun-dacin Fernando Ortiz de la Habana, Miguel Barnet.

    Despus de hacer un resumen de la vida y obras principales de Fernando Ortiz (pp. xii-xviii), los editores, junto con Pamela Maria Smorkaloff, enumeran en la introduccin

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    algunas de sus contribuciones tericas y metodolgicas, como el tratamiento dialctico de la cultura simblica y los aspectos materiales o el anlisis de las configuraciones cultura-les como base para el establecimiento de las identidades nacionales. Sealan tambin la poca disposicin del enfoque de Ortiz para resolver la tensin y disolver los contrapun-teos culturales y econmicos en la historia y en cuanto a las contribuciones en el terreno de la historia, se valora como distintiva precisamente su perspectiva de larga duracin, adems de sus posibilidades de integrar todos los aspectos en un anlisis de base antropo-lgica. Esto se relaciona con su labor institucional y poltica sobre la base de que la edu-cacin, la ciencia, la conciencia y la paciencia son los caminos para lograr un verdade-ro progreso, no solo de Cuba, sino de Amrica Latina, apuntndose el inters del propio Ortiz por situar las influencias y relaciones con el resto de Amrica en sus trabajos. En cuanto al impacto literario y esttico, Font, Quiroz y Smorkaloff sealan cmo el concep-to de transculturacin atraviesa los movimientos literarios americanos desde el siglo XIX, el romanticismo, indigenismo y realismo fantstico. Las metforas de las identificaciones con el tabaco y el azcar son muy influyentes, asimismo, y entre los receptores se cita a J. C. Maritegui, Ezequiel Martnez Estrada, Alejo Carpentier, ngel Rama, y, como ha visto Jean Franco en su Transculturacin narrativa en Amrica Latina (1982), llegando a Guimares Rosa, Juan Rulfo y J. M. Arguedas.

    El volumen se organiza en cinco secciones, en funcin de las diferentes perspectivas y segn las divisiones disciplinares o interdisciplinares en las cuales Ortiz tuvo un papel rele-vante. Cada una de estas partes se abre con una pequea introduccin-sumario y acoge a con-tinuacin los ensayos de los distintos autores. El libro se completa con una bibliografa orga-nizada cronolgicamente de la obra de Ortiz y una segunda seccin con la bibliografa secun-daria sobre l, inditos, audio-visuales y fuentes citadas por los autores. Para una bibliografa completa sobre Ortiz, se remite a la Miscelanea II (InterAmerica, 1998).

    La parte primera, Vida y educacin (pp. 1-62) incluye cuatro trabajos, encabeza-dos por una breve semblanza de M Fernanda Ortiz Herrera, que califica a su padre como tutor en la escuela de la vida, a pesar de que ella naci cuando tena 64 aos (Ortiz tuvo otra hija, Isis, con su primera mujer, Esther Cabrera). Sobre el carcter de Ortiz, recuerda los juicios de sus padres al nacer. El padre dijo un insurreccionista ms, mientras que la madre lo vio como un futuro cnsul plenipotenciario de la Cuba Libre. Aunque no revolucionario, ni partidario de la violencia, fue un inconformista y un bembn. Tam-bin recuerda la frase de Gastn Baquero, con motivo de la presentacin de la reedicin de Los instrumentos de la msica afrocubana, en 1997, en Madrid, calificando a Ortiz como cien por cien cubano, pero tambin cien por cien espaol. A las relaciones de Ortiz con los intelectuales espaoles, se dedica el documentado trabajo firmado por dos especialistas espaoles, Consuelo Naranjo Orovio y Miguel ngel Puig-Samper Mulero. Las relaciones que mantuvo con instituciones, pero sobre todo con personas, fundamen-talmente intelectuales progresistas, son expuestas utilizando una gran cantidad de fuentes documentales originales, sobre todo la correspondencia con sus colegas espaoles, con-servada en la Biblioteca Nacional Jos Mart de La Habana y en otros fondos espaoles. Se marcan las distintas pocas y las tensiones y polmicas (como la mantenida con Alta-mira) a lo largo de su vida, pero manteniendo siempre el hispanismo de Fernando Or-tiz. El ensayo, que se inserta en una lnea de trabajo sobre la historia intelectual de Espa-a y los pases americanos en el siglo XX, reivindica, as, la figura de Ortiz desde una perspectiva ms amplia que la puramente cubana.

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    Bajo el significativo ttulo de Todo comenz en Madrid el siguiente captulo, de Octavio di Leo, un discpulo de Roberto Gonzlez de Echevarra que recientemente ha publicado en Espaa su tesis sobre el descubrimiento de frica en Cuba y Brasil, con base en la literatura de los dos pases en relacin con la abolicin, plantea un anlisis original de las contribuciones de Ortiz a la antropologa afroamericana y sus recnditas races espaolas. El artculo se cierra con una referencia a los famosos iremes abakuas del Museo de Ultramar y el desconocimiento que el cubano tena de estos asuntos cuando, en 1900, era estudiante de leyes en Madrid. Establece la influencia inicial del espaol Rafael Salillas sobre Ortiz, no solo en el aspecto criminolgico, sino en la atencin que prestaba a las sociedades delincuentes espaolas y su relacin con la picaresca, que ser un aspec-to desarrollado en sus investigaciones sobre las sociedades secretas de los afrocubanos. En los trabajos dedicados al lxico observa Di Leo el mismo inters de Ortiz por relacio-nar los orgenes y los sentidos de los afrocubanismos con la historia europea y espaola, y toma como ejemplo el ensayo sobre el cocorcamo, y su antigua raigambre espaola, que se remonta al Lazarillo de Tormes (p. 47). Una parecida labor de arqueologa litera-ria (p. 50) es el estudio de Ortiz sobre los negros curros, y su rastreo en Sevilla. Fi-nalmente, otro ejemplo de la importancia dada a las oraciones religiosas, la poesa y la msica en la cultura afrocubana y su manera de ver los caminos complejos los con-trapunteos que las conectaban con el viejo mundo, es su estudio del ritual matar al alacrn o matar la culebra, que existen en Cuba como oraciones, a pesar de no cono-cerse los animales a que se refieren.

    El artculo de la investigadora cubana, Mara del Rosario Daz, expone la actuacin de Fernando Ortiz durante cuatro aos, a partir de 1941, impartiendo el curso Raza y culturas histricas que han formando el pueblo cubano. Factores culturales de indios, africanos, europeos y otros: El fenmeno de la transculturacin (p. 56), para lo cual ha tenido acceso a los materiales originales, programas de los cursos, fuentes bibliogrficas, etc., conservados en el Archivo Fernando Ortiz de la Sociedad Econmica de Amigos del Pas, Instituto de Literatura y Lingstica de La Habana. Se trataba de un curso de verano, establecido por el rector Rodolfo Mndez Peate, dirigido a estudiantes de Canad y EE. UU, con conocimientos de espaol y en el que Ortiz fue ayudado por sus discpulos, A. Len, I. Barreal, J. A. Portuondo, E. Figueroa, J. Le Riverend, M. Jorrn. y R. Esquenazi.

    La seccin segunda del libro, titulada Interpretando la historia cubana (pp. 63-123), parte de la premisa de la centralidad de la perspectiva histrica en los ms impor-tantes trabajos de Ortiz, que siempre enfoc la realidad social cubana con contenido his-trico. Incluye cinco aportaciones. La del historiador cubano radicado en Mxico, Rafael Rojas aborda el pensamiento de Ortiz acerca del nacionalismo cubano y cmo su enfo-que, partiendo de los principios de la transculturacin y la historia comn, resulta menos rgido que el basado en criterios raciales usado por Jos Mart. De contenido poltico es el artculo de la catedrtica de la Universidad Internacional de Florida, Marifeli Prez-Stable que, en una aproximacin inicial, dado que este captulo forma parte de un trabajo mayor en curso, establece el papel del liderazgo intelectual desempeado por Ortiz para muchos de los movimientos cvicos de las primeras etapas de la Repblica y su posterior desilusin respecto al tipo de cultura dominante en la clase poltica cubana y su depen-dencia del exterior. A las ideas polticas de Ortiz se dedica tambin la breve contribucin de la profesora de la Universidad de La Habana, Carmen Almodvar, centrada en las ideas de reformismo liberal que estn en la base del trabajo intelectual de Ortiz en el pe-

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    riodo acotado (1906-1933), en busca de una regeneracin de la nacin a travs de la edu-cacin y la conciencia ciudadana.

    Jos Antonio Matos Arvalos, uno de los jvenes investigadores que estn acome-tiendo la labor de edicin de los trabajos inditos de Fernando Ortiz, nos presenta un proyecto de ste para una historia econmica de Cuba. El manuscrito, que se conserva en el Instituto de Literatura y Lingstica de La Habana, se titula La primera revolucin histrica de Cuba (Introduccin a un estudio de la evolucin econmica de Cuba) y no tiene forma de libro, sino que consiste en una serie de notas con un plan lgico para con-figurar un texto, que muestran a Ortiz abandonando las concepciones tradicionales y con inclinaciones tericas hacia la filosofa marxista (p. 96). La renovacin metodolgica de los enfoques y las temticas de la historia cubana son analizadas despus, a travs de las iniciativas editoriales lideradas por Ortiz (Coleccin de Libros Cubanos y Coleccin Cu-bana de Libros y Documentos Inditos o Raros), como instrumentos para poner los libros fundamentales de su historia al alcance de los cubanos. El ltimo artculo de esta seccin, debido a Jean Stubbs, nos introduce en la temtica de estudio de su especializacin, el tabaco, reclamando la importancia de ste para la historia de Cuba, en detrimento de la omnipotencia otorgada al azcar. Lgicamente, lo hace partiendo del anlisis del clsico contrapunteo de Ortiz y contando con el revival que ha tenido l, su contrapunteo y los cigarros habanos en la dcada de 1990, de la mano de la perspectiva poscolonial y de la posmodernidad, presente en autores cubanos acadmicos en Estados Unidos, como Prez-Firmat y Bentez Rojo. Stubbs establece luego un contrapunteo entre el libro de Ortiz y el suyo propio de 1985 (Tobacco on the Periphery: A Case Study in Cuban Labour History, 1860-1958, Londres, Cambridge University Press), poniendo de manifiesto, en suma, a travs del anlisis del carcter simblico del cigarro para la isla, incluyendo la Revolu-cin, y tambin en los medios cubanos de fuera, con su revitalizacin en la Amrica de los noventa, la actualidad de la idea del contrapunteo del tabaco de Fernando Ortiz.

    La tercera seccin del libro est dedicada a las Ciencias Sociales y el Derecho (pp. 125-168) e incluye tres ensayos muy enfocados al concepto de la transculturacin. Enri-que S. Pumar centra su aportacin en el Contrapunteo cubano, tratndolo como una pieza maestra de la sociologa econmica, lamentablemente poco considerada, sin embargo, que anticipa muchas de las conclusiones y programas de investigacin de la contempor-nea sociologa econmica y del desarrollo. Fernando Coronil, autor de la introduccin de la segunda edicin en ingls del Contrapunteo, publicada en 1995, se concentra en el concepto de transculturacin, que analiza a partir de la existencia de un centro, europeo, y una periferia, latinoamericana, en la historia de la investigacin antropolgica. Pone, as, de manifiesto la importancia del concepto ortiziano como un pensamiento original, surgi-do en el mbito perifrico y, sin embargo, valorado por Malinowski y ve cmo la propia teora antropolgica es un fenmenos transcultural, moldeado por las relaciones de domi-nacin y poder. Finalmente, a partir de su inters personal en las imgenes como identifi-cadoras y su trabajo en Venezuela, Coronil examina estas identificaciones colectivas locales en un mundo que se mueve en un contexto cada vez ms globalizado. Los trabajos centrados en el contrapunteo y la transculturacin muestran sobre todo de qu manera el ensayo de Ortiz es sugestivo todava hoy en da, y cmo es una obra seminal para el an-lisis del mundo actual y de la globalizacin, y til desde una posicin poscolonial.

    La metodologa del derecho es otro pilar del enfoque intelectual de Fernando Ortiz. El estudio de Alejandra Bronfman, que se ha dedicado a las relaciones entre las ciencias sociales, la raza y las polticas identitarias en la Cuba de las primeras dcadas del siglo

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    XX, examina la evolucin de Ortiz desde el inicial positivismo criminolgico hasta el reformismo social y cmo su inters primero por las prcticas de los afrocubanos le lleva despus a los orgenes y la etiologa del delito. Centrndose en el Proyecto de cdigo criminal cubano de Ortiz, intenta abordar la evolucin desde la criminalstica que aparece en Los negros brujos hasta el proyecto de cdigo de 1926, que debera sustituir al antiguo de 1870, en el que ya apuesta por reformas sociales de la criminalidad y medidas de re-generacin del delincuente.

    La siguiente seccin ha sido acotada por los editores para el examen de la diversidad racial, la religin y la identidad nacional (pp. 169-191), a partir de que la contribucin de Fernando Ortiz al estudio de las relaciones raciales y su impacto en el sentido cubano de identidad es un enfoque polmico de relevancia contempornea (p. 169). El intelec-tual cubano Toms Fernndez Robaina dedica su contribucin a considerar la historia del muy debatido trmino afro-cubano, repasar los autores que lo usaron por primera vez y discutir cmo fue evolucionando el trmino. Patricia Catoira, de la Universidad de Nuevo Mxico, analiza la teora de la transculturacin y su aplicacin en las propuestas de los intelectuales cubanos sobre la unidad nacional, pero recurriendo a la metfora culinaria del ajiaco para describir la hibridacin del proceso. Considera que con el trmino trans-culturacin Ortiz lleva a cabo un esfuerzo de descolonizacin del lenguaje, evitando la superioridad de las civilizaciones aculturadoras gracias a sus poderes coloniales. Fi-nalmente, la autora no elude poner de manifiesto las crticas de autores actuales que ven en el uso de transculturacin y ajiaco una dulcificacin y falsificacin terminolgica de las tensiones y problemas raciales y sociales de Latinoamrica. Jorge Ramrez Calza-dilla, director del Departamento de Estudios Socio-Religiosos del Centro de Investiga-ciones Psicolgicas y Sociolgicas de La Habana, es el nico autor que aborda en el libro la importante, en la obra de Fernando Ortiz, temtica religiosa. En su contribucin se ocupa, obviamente, de las religiones afrocubanas, pero analiza tambin, junto a stas, la influencia del anticlericalismo espaol y del catolicismo popular en la religiosidad cuba-na, siguiendo, en realidad, la propia tesis de Ortiz sobre los varios elementos del back-ground religioso de Cuba, donde intervienen los componentes culturales indios, de los esclavos negros, de los cristianos catlicos y protestantes.

    La ltima parte de la obra se dedica a la literatura y la msica (pp. 207-253), temtica sta a la que tambin Ortiz dedic una buena parte de su trabajo en la etapa final de su carrera. La idea de partida es que la literatura latinoamericana y caribea es el producto de un proceso continuo de transculturacin: en la literatura contempornea tanto puede verse la sombra de las letras del Nuevo Mundo en el Viejo, como la influencia de ste en aqullas. La contribucin de Roberto Gonzlez Echevarra, uno de los ms conocidos especialistas de Estados Unidos en las literaturas latinoamericanas, examina las relacio-nes entre la prctica antropolgica y la creacin literaria en Ortiz (del que seala su gran cultura literaria) y las formas en que sus discursos y prcticas son apropiadas por una u otra. A diferencia de otros acadmicos, Ortiz, cuyos trabajos de madurez incluan la prc-tica literaria, muestra la porosa y flexible frontera entre las ciencias sociales y la literatu-ra. Gonzlez Echevarra estudia los paralelos y la distancia de veintitrs aos entre Ortiz y Alejo Carpentier y los escritores vanguardistas. Finalmente, llama tambin la atencin sobre la coincidencia de la publicacin de Un catauro de cubanismos (1923), y su tono humorista e irreverente, con el Ulises de Joyce (1922) y su inclusin de slang y palabras propias irlandesas.

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    Por su parte, el profesor de literatura espaola de la Universidad de La Habana, Ricardo Vialet estudia la respuesta de Ortiz a la novela de Prez Galds titulada, El caballero en-cantado (1909), con El caballero encantado y la moza esquiva: Versin libre y americana de una novela espaola de Benito Prez Galds (1910), en la que explora las cuestiones esenciales entre Espaa y Latinoamrica surgidas a partir del 98. La novela de Galds intenta un discurso literario parablico sobre la situacin de Espaa en su tiempo, pero sin la irona, el humor ni el carcter pardico de Cervantes, por lo cual resulta una obra ms explcita, severa e irascible. No obstante, si Sinz de Robles se refera a ella como exquisita, el adjetivo usado por Ortiz es divina. Vialet analiza las razones literarias y no literarias por las cuales el cubano simpatiza con la novela del espaol, a quien admira como escritor. Pero, sobre esto, lo que le atrae es que en El caballero encantado se pone el acento en la importancia de la perspectiva social, histrica y tica para la regeneracin de Espaa; lo que Ortiz aplica a la misma situacin de Cuba. As, su novela debe criticarse no como la obra de un escritor, sino de un pensador poltico, situndola en la lnea de La Reconquista de Am-rica. El tercer autor espaol que firma un texto en el libro, el profesor de la Universidad de Alcal de Henares y especialista en literatura contempornea latinoamericana, Antonio Fernndez Ferrer explora la infraestructura simblica usada por Fernando Ortiz en sus escritos y, centrndose en la creacin literaria, pondera las conexiones entre conceptos e imgenes. Analiza algunas de las metforas empleadas por Ortiz, sobre todo las culina-rias, y las que se podran usar para referirse a l, como elementos fundamentales en el anlisis antropolgico, al estilo de Geertz o Derrida.

    El estudio de los gneros musicales solo est representado por el etnomusiclogo de la Universidad de Nueva York, Benjamin L. Lapidus. En su trabajo, comienza por anali-zar los trabajos de Ortiz sobre los instrumentos musicales, en los que ya reconoce que el contacto entre Cuba y Hait produjo un proceso de transculturacin y contribuy a las particularidades de la msica de Oriente, dando lugar a un folklore afro-haitiano en la regin. Este proceso de transculturacin incluye influencias haitianas en el son y la apari-cin de nuevos gneros como el chang, frecuente entre los cubanos descendientes de afro-haitianos, que, a su vez, intervienen tambin en la creacin del son.

    El libro se cierra con un texto, debido a la musicloga Mara Teresa Linares Savio, no dedicado tanto a la msica, como a la figura de Fernando Ortiz en cuanto que funda-dor de la etnologa y el folklore cubano actuales. M Teresa Linares, conocedora de pri-mera mano de este legado, recuerda las pioneras grabaciones de msica afro-cubana lle-vadas a cabo por Lydia Cabrera, la aparicin de los tambores en las demostraciones mu-sicales de Ortiz y cmo estas grabaciones fueron continuadas, tras la muerte del maestro, por Argeliers Len y otros investigadores, hasta llegar hoy en da a encontrar constituida esta msica, de carcter ritual y de origen africano, como uno de los bienes culturales ms unnimemente incontrovertidos y aglutinadores de la identidad nacional cubana. De esto es, en realidad, de lo que trata todo el libro, de la actualidad de un legado intelectual, el de Fernando Ortiz, de un enorme valor hoy, y tambin de la actualidad de la manera que tena el pensador cubano de interrogarse sobre la identidad y la cultura de su pas, de un modo no mecnico ni unidireccional, que no exclua las contradicciones; que, al con-trario, se interpretaba musicalmente, como un contrapunteo.

    Carmen ORTIZ GARCA

    Dpto. de Antropologa, CSIC

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    FORMENT, Carlos A., Democracy in Latin America 1760-1900, Chicago and London, The University of Chicago Press, 2003, 454 pp.

    El auge de la multidisciplinariedad en las ciencias sociales ha conformado un nuevo

    espacio mestizo en el que algunas de las viejas preguntas sobre la historia de Amrica Latina han adquirido nuevos significados. As, algunas contribuciones de los tericos sociales (politlogos, socilogos o filsofos) estn resultando sumamente tiles para buscar nuevas respuestas a cuestiones tan relevantes como el proceso de construccin de los Estados liberales en esta regin. La ingente literatura existente sobre un proceso tan complejo en una zona tan particular ha sido completada, en algunos casos, o cuestionada, en otros, gracias a la incorporacin de nuevas perspectivas, enfoques y metodologas derivados en gran medida de esta recin adquirida heterogeneidad epistemolgica.

    En este contexto, la resignificacin de la poltica y de su papel en el estudio de las sociedades humanas emprendido desde lo que se conoce como la Nueva Historia Poltica ha permitido recuperar y reconstruir los canales de comunicacin existentes entre el mundo de lo poltico y el de lo social, cuya presencia haba sido negada tradicionalmente por la historiografa convencional. Desde este redescubrimiento de las prcticas polticas de la sociedad civil numerosos han sido los trabajos que problematizan sobre las nociones de Estado y sociedad civil, su relacin y sus papeles respectivos en la definicin y desa-rrollo de los mecanismos de toma de decisiones de la comunidad poltica.

    Ejemplo de estas tendencias lo constituye el libro que aqu se presenta. A lo largo de sus pginas Forment elabora, primero, una excelente revisin analtica de las perspectivas desde las que se ha estudiado la formacin de la esfera pblica de opinin poltica y aborda, despus, el estudio de los casos mexicano y peruano.

    El libro parte de una crtica, de una conciencia o autorreflexin sobre el mtodo de estudio y, en esta direccin, en sus primeras pginas Forment despliega de manera magis-tral su particular punto de vista sobre el corpus terico desde el que se ha abordado el estudio del proceso de creacin de la vida pblica. Estas reflexiones iniciales resultan tan brillantes como sugerentes. La amplitud y riqueza de una visin analtica que no se arre-dra ante la necesidad de proponer matices, crticas o valoraciones ms que pertinentes aporta sin duda un utillaje valiossimo desde el que poder no slo comprender mejor la literatura existente sobre este tipo de preocupaciones sino tambin emprender con pie firme trabajos de similares inquietudes. Forment identifica y particulariza con sutileza y maestra los problemas e insuficiencias de los trabajos tocquevillianos y propone, a su vez, una mirada ms abarcadora, flexible y polifactica que permite realizar precisiones ms ajustadas y, en definitiva, ponderar mejor las relaciones entre los actores que inter-vienen en la creacin del espacio pblico.

    De diferente calado son, sin embargo, los estudios de caso que el autor presenta. El presupuesto de que en Amrica Latina existi la ciudadana como prctica social, pero que nunca fue institucionalizada condiciona el aprovechamiento de la potencialidad de la propuesta terica que tanto entusiasma al lector en la primera parte del volumen. Siendo ms precisos, habra que matizar que no sera tanto la defensa de esta insuficiencia de la ciudadana latinoamericana, con la que uno puede estar de acuerdo o no, sino la manera en la que esta idea se hace presente en el trabajo. Forment ni presenta ni discute abierta-mente ste, a su juicio, carcter sesgado de la ciudadana en Amrica Latina, ni tan si-quiera plantea el intenssimo debate que suscita este tema entre los historiadores de esta

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    regin. Simplemente se limita a presuponer que esto fue as y que de todos es conocido que as ocurri. Pero a cada paso el lector se da cuenta de que la elusin de este debate y sobre todo la asuncin no argumentada por el autor de este presupuesto condicionan y conducen el desarrollo de sus anlisis histricos, y no siempre de manera positiva.

    El estudio de los casos mexicano y peruano no desde sus propias dinmicas, contin-gencias y herencias histricas particulares sino desde una lgica externa que establece de antemano cmo debera discurrir el proceso de construccin de una vida pblica en am-bas latitudes para que tuviera plena significacin condiciona la lectura, interpretacin y sobre todo la valoracin de las realidades objeto de estudio. Esta actitud deja entrever una inquietud que parece menos histrica y ms terica. El dficit en la contextualizacin histrica de los acontecimientos y las dinmicas que el autor estudia se refleja principal-mente en tres niveles: en la bibliografa que permite encuadrar en el largo plazo los pro-cesos que constituyen el objeto de estudio, en la interpretacin de las fuentes en relacin con su poca y en la valoracin general de dichas fuentes.

    La ausencia de cualquier referencia a la propia tradicin poltico cultural hispana y, mexicana y peruana, respectivamente, es suplida por una visin un tanto maniquea del mundo colonial que en la actualidad est siendo profundamente revisada. Al desarraigar cultural e histricamente algunos de los procesos histricos que tuvieron lugar tras la independencia se le plantean a Forment serias dificultades para explicar convincentemen-te la evolucin autnoma de ambos Estados. El recurso al tpico de la emulacin del vecino del norte resulta sumamente simplista cuando no inverosmil para explicar un fenmeno poltico tan complejo y de tanto alcance como, por ejemplo, el del desarrollo de los ayuntamientos en Per en la segunda mitad del siglo XIX. Desde los trabajos de Annino para Hispanoamrica en general o de Vctor Peralta o Valentn Paniagua para Per este fenmeno slo se entiende en estrecha relacin con la dispersin de la soberana que tuvo lugar en el mbito americano de influencia hispnica tras la crisis de la monar-qua borbnica y que supuso la descentralizacin y democratizacin de la vida poltica en toda esta regin.

    En este mismo sentido, a menudo se echa de menos en el libro una presentacin ms histrica de las fuentes, que las ponga en relacin con el contexto o con la disputa de intereses que estaba teniendo lugar en el momento de su gestacin. La interpretacin de la informacin que stas proporcionan est fuertemente guiada por el presupuesto de partida del autor hasta el punto de caer en contradicciones llamativas. En el desarrollo de los estudios de caso se describe la participacin de diferentes actores en las instituciones estatales mostrando con ello, en definitiva, su participacin en la lgica institucional del Estado; sin embargo, Forment tiende a terminar su exposicin con alguna sentencia valo-rativa en el sentido de que en realidad dichas prcticas no llegaban a ser lo que podran, debido a que se desarrollaban en un contexto autoritario, argumento recurrente especial-mente en la descripcin del proceso peruano.

    La afirmacin reiterativa del autor de que los procesos electorales en Amrica Latina fueron tentativas fracasadas que no permitieron la institucionalizacin de las prcticas democrticas al excluir a la mayor parte de la poblacin y al ser, adems, fraudulentos responde a una valoracin excesivamente presentista que ni viene acompaada de los datos que permitiran avalarla ni hace frente a la bibliografa que viene cuestionando esta idea desde hace aos. Si ya Franois-Xavier Guerra demostr en su momento que para el contexto de la poca el nivel de inclusin en el disfrute de los derechos polticos y el

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    nivel de participacin ciudadana en Amrica Latina eran relativamente elevados, trabajos como los de Marta Irurozqui han mostrado cmo las prcticas corruptas y fraudulentas permitieron la extensin entre la poblacin de una conciencia de la importancia de la reivindicacin de sus derechos polticos.

    El libro viene a sostener que no existi ni en Mxico ni en Per el canal de comuni-cacin entre la vertiente institucional y social de la ciudadana y, en definitiva, consolida el tpico del fracaso en las experiencias latinoamericanas. Lo cuestionable de la propues-ta de Forment no es la defensa de esta tesis, sino la manera en que lo hace. Obviando la existencia de una bibliografa que resulta ineludible para tratar sobre esta materia y pres-cindiendo de una mirada ms histrica no consigue sino debilitar su propia hiptesis, a la que pareciera que el autor teme confrontar con otras que, aunque contrarias, actualmente constituyen referencias imprescindibles en este debate. De visita obligada para los intere-sados en la reflexin terica sobre el estudio del proceso de conformacin de la sociedad civil, a los historiadores del proceso de construccin del mundo poltico latinoamericano del siglo XIX su lectura no nos dejar en absoluto indiferentes.

    Mirian GALANTE

    Instituto de Historia, CSIC GONZLEZ-RIPOLL, M Dolores, Consuelo NARANJO, Ada FERRER, Gloria GARCA y

    Josef OPATRN, El rumor de Hait en Cuba: temor, raza y rebelda, 1789-1844, Madrid, CSIC, 2004, 444 pp.

    Generations of historians have asserted that the Haitian Revolution (1791-1804) had

    significant effects on its neighbor, Cuba, yet with few exceptions, no study explores the topic in great detail. This timely and useful collection of essays remedies the problem by bringing together the research of five noted scholars from several countries. They offer concrete examples of how the Haitian Revolution impacted Cuban society, political thought, the ac-tions of slaves and free people of color, and Spanish imperial policy. Each chapter is a subs-tantial essay of approximately 80 pages solidly grounded in a variety of primary sources from archives in Spain, France, and Cuba. An impressive bibliography of secondary sources complements the exhaustive archival research done by all of the authors.

    The volume begins with a chapter by Spanish historian M Dolores Gonzlez-Ripoll, whose research demonstrates how the rebellion influenced the political commentary of members of the international intellectual elite. She compares and contrasts the writings of several contemporaries including French traveller Mederic-Luis-Elie Moreau de Saint Mery, Cubas most famous intellectual Francisco de Arango y Parreo, and the bishop of Havana Juan Jos Daz de Espada y Fernandez Landa. Each offered his opinion of how slavery, the slave trade, and the positive and negative the effects of abolition should be handled. One of the strongest portions of this chapter is her analysis of the Cuban reac-tion to the abolition movement that gained ground during the Constitutional period (1811-1814). The political battle among the Mexican delegate to the Cortes, Jos Miguel Guridi Alcocer, Asturian Agustn de Argelles, and Cubas representative Andrs de

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    Jaregui, who was acting upon Francisco de Arangos instructions, shows in clear detail how imperial politics threatened to disrupt the flow of slave labor to the island. The re-mainder of the chapter takes the reader into the 1820s and Intendent Alejandro Ramrezs efforts to help the Cuban planters, a collaboration that had been created out of necessity, fear, greed, and resistance to changing the status quo on the island.

    Chapter two, contributed by Spanish historian Consuelo Naranjo, establishes the me-tropolitan solution to the threat of the Africanization of Cuba: increasing the white popula-tion through immigration. Notices of the Haitian rebellion horrified creoles and peninsula-res alike, and the steady stream of refugees fleeing from the violence instilled a fear that the contagion would spread westward to Cuba. No less real was the fear of the abolition of slavery and the disruption such an action would bring. As the rebellion dragged on, Cuban residents became disenchanted with allowing so many refugees from St. Domingue, and in 1804, Spain suspended its permission to admit French exiles describing them as a plaga por toda la isla (108). The solution was to create a commission to encourage white settlers that underwent several name changes through the 1840s. Beginning with suggestions pro-posed as early as the 1740s, the chapter continues with an exhaustive presentation of plan-ned settlements of European families. Because of its proximity to Haiti, the eastern end of the island became the focus of colonization efforts such as the settlements in Guantanamo, Jagua (present-day Cienfuegos), and Nuevitas. Intendent Ramrez was one of the most acti-ve promoters of immigration, and his plan for Cuba pequea (146) envisioned a society comprised of landed smallholders cultivating subsistence crops and tobacco. This chapter is complemented by an extensive series of tables, graphs, and maps.

    Ada Ferrer, professor of history at New York University and the author of chapter three, tackles the historiographical questions of whether Haiti was a causal factor in Cu-bas loyalty to Spain. Her explicitly stated methodology begins by demonstrating how noti-ces of Haiti arrived in Cuba, the effect of the increasingly brutal events on Cubas slavehol-ding society, and the instances in which Haiti was used as an example for rebellion. The news arrived only days after the slaves in Guarico first rose up, and notices of the conflict continued without cessation throughout the rebellion. Cuban officials knew of their successes and failures within days through the steady stream of correspondence provided by military officers in the field. The author continues by analyzing some of the many censuses taken during the period, demonstrating that the impulse to collect demographic data went along with the desire to manipulate such data to advance ones opinion about the positive and ne-gative consequences of increased African imports into the island. Yet regardless of the pro-venance of the data, the conclusion is undeniable. By the 1820s, the exponential increase in the number of non-white Cubans combined with the outcome of the Haitian Revolution ma-de Cubans rethink what their society should be. The chapter concludes with examples such as the Aponte rebellion of 1812, in which the example of Haiti was used by rebellious sla-ves in their efforts to overthrow white society.

    The narrative then flows logically into the next chapter contributed by Cuban histo-rian Gloria Garca. The thesis of this chapter is to establish the expansion of the planta-tion system, both sugar and coffee plantations, and to demonstrate how such expansion correlated with an increase in the number of conspiracies among slaves and free coloreds. The demographic changes caused by an ever-increasing number of slaves came with important new measures for social control. From a rather mild situation in the 1770s and 1780s, in which free people of color served with distinction in militia units, this chapter

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    shows how the administration changed its policies after 1796. The threat of abolition during the constitutional period brought even harsher measures after 1816. The author then moves into an extensive analysis of slave communities in which she examines the internal workings of the plantation system. She demonstrates the interconnections of the work regime, the organization of work gangs, and the importance of the contramayoral, whose position was key to determining whether there was a harmonious or rebellious atmosphere. A contributing factor was the establishment of family and fictive kinship networks among the population of color that crossed the usual boundaries of status and residence. All of these factors come together at the end of the chapter as the author esta-blishes the almost constant occurrence of conspiracies, revolts, and insurrections in both the slave and free populations.

    The final chapter presented by Czech scholar Josef Opatrn defines Cuba as a nation-state within the context of slavery, its abolition, and within the vast historiography on nation building of recent years. His thesis traces the development of Cuban thought on nationhood and cubanidad through an analysis of the writings of nineteenth-century inte-llectuals. Citing Joaqun Infantes conspiracy and his constitution of 1812 written in exile in Venezuela, the chapter demonstrates that as early as 1809, the question of how to deal with racial divisions was being debated by Cuban leaders. The author moves on to an examination of the father of the independence movement, Padre Flix Varela, the most important intellectual of his generation. Varela is known for being in the vanguard of the independence movement, but less well known are his views on how slavery perpetuated the power of certain elites and their support of an oppressive Spanish regime. Through an examination of Varelas many publications written in exile, the argument shows that he believed that only by ending both the slave trade and slavery would the economic power of such elites be broken. The chapter concludes with an examination of the confrontation between criollo Jos Antonio Saco and peninsular Ramn de la Sagra (also the subject of a recent book by Jos Mara Aguilera Manzano).

    In this reviewers opinion, this collection is an important contribution to a better un-derstanding of the inner workings of Cuban politics, society, and the economy before, during, and after the Haitian revolution. Even more gratifying, it complements and rein-forces her previously published works on the great period of militarization (1763-1788) and the evolution of two factions among Cuban elites. One group was comprised of an older generation of military familieswho never appeared in the censusesmotivated by loyalty and tradition. The second group, represented by Luis de las Casas and Francis-co de Arango, was motivated by commercialization and profit. After the death of Charles III in 1788, bitter internecine battles were fought between the followers of each of these groups, and the spectacle of such elites fighting in the streets of Havana undoubtedly encouraged resistance and/or rebellion in the lower ranks (classic rebellion theory of the 1980s). Almost every intellectual of the nineteenth-century--Basave, Infante, Heredia, and especially Varelawas a descendant the military faction, many of whom participated in the Spanish expedition against Haiti in 1793-94, and who were betrayed by the deci-sions of Charles IVs ministers. Furthermore, this reviewers work demonstrates that in 1776, nearly two-thirds of free colored men served in the militias, which makes Garcas observation that the number had diminished to only twenty percent very significant. Their exclusion from one source of prestige makes clear why the population of color was also disenchanted with a government interested solely in profit.

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    As more studies on this key period appear, we will gradually learn more about the process by which the island moved from being the Key to the New World, to Cuba pequea, to Siempre Fiel to Cuba Libre. Fundamental to establishing this process is understanding the confluence of many influences on Cuban politics, economy, and socie-ty. Without question the Haitian revolution and its aftermath are among the most influen-tial events in Atlantic world history. As future researchers learn more about the intersec-tion of many factors in Cuban history, this collection is destined to become one of the seminal works among this new generation of scholarship.

    Sherry JOHNSON

    Florida International University GRANADOS, Aimer, Debates sobre Espaa. El hispanoamericanismo en Mxico a fines

    del siglo XIX, Mxico, Coleccin Ambas Orillas, El Colegio de Mxico/ Universidad Aut-noma Metropolitana-Xochimilco, 2005, 381 pp., bibliografa e ndice onomstico.

    Las relaciones entre Espaa y Mxico en la poca contempornea, despus de la in-

    dependencia, comienzan a contar con una rica bibliografa desde los ltimos veinticinco aos. La reciente y fructfera aproximacin, con lo que ha supuesto de redescubrimiento mutuo, ha despertado el inters por los desencuentros pasados y por los vnculos huma-nos, econmicos y culturales que persistieron cuando las diferencias polticas y diplom-ticas fueron ms acusadas. Al pionero estudio de Carlos Rama de 1982 sobre las relaciones culturales entre Espaa y Amrica Latina debe unirse la labor sobre el caso hispano-mexicano promovida por la Dra. Clara E. Lida en El Colegio de Mxico, alentando el cono-cimiento de la presencia de espaoles en Mxico en la segunda mitad del siglo XIX y en el siglo XX, que ha tenido continuidad desde 2002 en el Seminario Permanente Mxico-Espaa (a partir de octubre de 2006, Ctedra Mxico-Espaa) con una regularidad y unos resultados encomiables. Romana Falcn, Josefina McGregor, Antonia Pi-Suer, Mario Cerutti, Carlos Marichal, Leonor Ludlow y Leticia Gamboa integran la escogida nmina de historiadores que han proporcionado en las ltimas dos dcadas una relevante obra sobre espaoles y mexicanos del Ochocientos, centrada bsicamente en los aspectos polticos y empresariales. El libro de Aimer Granados sobre El hispanoamericanismo en Mxico a fines del siglo XIX se inscribe en esa lnea, de modo especfico en la auspiciada por la Dra. Lida, directora de la tesis en la que descansa el presente texto.

    El libro de Aimer Granados se ocupa del hispanoamericanismo en tanto corriente de pensamiento nacida tras las independencias, interesada en reanudar los vnculos culturales histricos, que comenz a materializarse cuando intelectuales de ambos lados del Atlntico empezaron a restablecer redes de relacin en diferentes mbitos. Aimer se inclina por las tesis de Jos-Carlos Mainer y Antonio Nio que sitan ese momento privilegiado en el final de siglo XIX, aunque el autor amplia la cronologa a la poca del porfiriato.

    El estudio comienza con una reflexin sobre el concepto hispanoamericanismo y la coyuntura en la que fragua; a partir de esa extensa introduccin, se organiza en tres par-tes. La primera est dedicada a los desencuentros seculares, detenindose en la hispano-fobia que alimenta el ritual de las fiestas patrias anuales y la visin arrogante del espao-lismo desarrollado por la colonia espaola en Mxico. La segunda parte analiza tres mo-

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    mentos del desarrollo del hispanoamericanismo en torno al cambio de siglo, observando el nacimiento de un discurso oficial neoespaolizante en la Pennsula, su recepcin entre los espaoles de Amrica y la respuesta de algunos intelectuales de ambas orillas (Rafael Altamira y Justo Sierra, entre ellos) que ofrecen respuestas alternativas, por el momento con escaso eco. La tercera parte se ocupa de la incidencia que lo espaol tiene en la tarea de construccin del imaginario nacional mexicano llevada a cabo por los intelectuales de la generacin finisecular en sustitucin de visiones anteriores.

    Al margen de la articulacin que el autor elige para presentar y desarrollar sus argu-mentos, la obra gira en torno a dos grandes cuestiones que justifican la eleccin del tema y dan pie al buen hacer de su autor: la herencia espaola en la definicin de la identidad nacional mexicana durante el porfiriato y el relanzamiento de la dimensin americana de Espaa en la misma poca. La hispanofilia, la asuncin de la herencia hispana, que haba coexistido con manifestaciones de xenofobia y, sobre todo, con las formulaciones del rechazo criollo anticolonial del que Servando Teresa de Mier haba ofrecido un cumplido repertorio, se encontr con un primer problema a propsito de su conceptualizacin: para unos, el discurso de la raza espaola era consustancial al ingreso de Mxico y de Amrica en general en el camino que conduca a la civilizacin, y que inclua elementos espiritua-les, culturales y hasta caracteriolgicos. Para otros era preferible hablar de tradicin his-pnica y complementarla con la experiencia mexicana anterior y posterior a la indepen-dencia, insertando aquella en un cuadro ms amplio de influencias en el que Francia, que no haba sido ajena a la experiencia reciente y constitua el faro del esfuerzo regenerador porfiriano, tena reservado un lugar destacado; por ello, a la hora de situarse en el presen-te, sin renunciar a la tradicin hispana preferan hablar de familia latina.

    El porfiriato, en efecto, inaugur una etapa nueva en los lazos bilaterales favorecida por el pleno restablecimiento de relaciones diplomticas, un nuevo flujo migratorio que dara lugar a una hornada de empresarios y comerciantes y a la llegada de otros espaoles con menos fortuna, la reanudacin y potenciacin de las lneas martimas del Golfo y la recep-cin de las ideas de autores polticos como Emilio Castelar. Del lado mexicano, adems de las concomitancias del rgimen porfiriano con el de la Restauracin, tuvo lugar el ascenso de los intelectuales que dio en llamarse cientficos, quienes reaccionaban por igual contra actitudes arcaizantes o reaccionarias y las acciones revolucionarias que asociaban al desor-den. En el tema de la autocomprensin nacional, rechazaban el indigenismo y el radicalismo de los primeros liberales, gestores de la memoria de la insurreccin. En ese contexto, tendra lugar el relanzamiento de la dimensin americana de Espaa, que Aimer Granados sita, como se ha indicado, en tres episodios: la conmemoracin en 1892 del IV Centenario del descubrimiento de Amrica favoreci un hispanoamericanismo de cariz conservador, prota-gonizado en gran medida por la visin canovista a pesar de que la celebracin haba respon-dido a una iniciativa del gobierno liberal de Sagasta; la guerra entre Espaa y los Estados Unidos de 1898 despert una amplia reaccin entre las colonias de espaoles y otros medios americanos; el Congreso Hispanoamericano celebrado en Madrid en 1900 dara lugar al nacimiento formal del iberoamericanismo. En este ltimo se encontraran tres tendencias, una pragmtica (y modesta) que llamaba la atencin sobre el potencial de los negocios tras-atlnticos, otra que podramos denominar comprensiva, auspiciada por acadmicos y es-critores de ambos lados, y una tercera orientada a revitalizar la idea de un imperio espiri-tual, que como indica Granados, acabara predominando y malogrando en gran medida a medio y largo plazo la iniciativa con su retrica ampulosa y hueca.

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    El autor tiene presente la complejidad que implica un estudio de estas caractersticas, una historia que centrada en la vida cultural mexicana, avanza a horcajadas sobre corrien-tes culturales y polticas de dos naciones. Al igual que sucede con la historia comparada, el reto tiene un atractivo especial y no est exento de riesgos, el mayor de los cuales es encontrar un punto de equilibrio en la informacin e interpretacin de realidades dispares que presuntamente se influencian. Rara vez un estudio de estas caractersticas satisfacen plenamente a los especialistas de alguna de las vertientes estudiadas. Unos vendrn a considerar que la influencia sealada es poco relevante respecto a las que se reclaman con igual o superior derecho; otros discutirn la profundidad con la que se ha caracterizado los proyectos y el discurso de la parte referenciada. Algo de esto ltimo podra objetarse al libro de Granados, donde la propuesta del americanismo universitario espaol repre-sentado por Altamira y Posada, que pronto encontr continuidad en la Junta de Amplia-cin de Estudios y el Centro de Estudios Histricos, queda algo desdibujado. Sin embar-go, la presencia de ese americanismo libre de prejuicios tiene lugar algo despus de sus primeras aproximaciones y, de hecho, se sita fuera de los lmites que el autor se ha im-puesto. Asimismo queda por resolver la coincidencia entre el proyecto del liberal Moret y el del conservadurismo que le precede y sucede, por ejemplo en el inevitable iberocen-trismo, que podemos explicar por el escaso conocimiento que se tiene en Espaa de la realidad americana y el carcter secundario que el mundo americano tuvo en la poltica interior y en la poltica exterior de los sucesivos gobiernos espaoles de la Restauracin. O quiz no fuera slo eso.

    La iniciativa hispanoamericanista y su variante ibero- tuvo que hacer frente a varios obstculos. En primer lugar, a la ausencia de reciprocidad en el planteamiento terico del proyecto que serva ms a un discurso nacional espaol que reincorporaba la pica colonial despus de la prdida del imperio y, a lo sumo, reservaba a la madre patria, como nos re-cuerda Granados, un papel tutelar que no se corresponda ni al potencial espaol ni a la influencia cultural que ejerca sobre las repblicas americanas. En segundo trmino, la dis-cusin de lo espaol tena lugar en Mxico en clave interna, al margen de la proyeccin que deseara darle el gobierno de Madrid aunque estuviera dificultado por la exaltacin nada comedida de la colonia establecida en el pas: la herencia hispana volva a contraponerse al indigenismo, valorado de manera negativa, y a la impetuosa cultura anglosajona que no ocultaba sus aspiraciones hegemnicas. En tercer lugar, se estaba abriendo paso a finales del XIX una poderosa corriente intelectual, el latinoamericanismo, asociada a los modernis-tas, como Jos Enrique Rod y Jos Mart, que se deshace del dilema espaol/criollo para reinterpretar este ltimo en clave nacional-americana y con un sentido universal, adulto, nada dispuesto a reconocerse en un papel filial. Por ltimo, las alternativas revolucionarias volvieron a deslindar los espacios, fuera en Cuba en 1895 o en Mxico en 1911, donde el indigenismo pas a convertirse en sea de identidad y el posicionamiento de los espao-les contribuy a la reedicin del discurso hispanfobo y retras tres dcadas el encuentro con la tradicin hispana, o de cierta tradicin hispana ahora representada por quienes eran calificados por el gobierno oficial de encarnar una anti-Espaa.

    Todo lo anterior parece explicado respecto a la cultura y la poltica establecidas, do-minantes. No obstante, resta conocer la persistencia de la adopcin (y adaptacin) de lo hispnico/espaol en sustratos ideolgicos menos visibles, arraigados en las lites conser-vadoras mexicanas, de las que Lucas Alamn haba sido un buen exponente, y en una co-rriente nada desdeable de alta cultura paneuropea que reaparece hacia mediados de la se-

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    gunda dcada del siglo XX con la instauracin del Da de la Raza en diferentes pases y en los aos veinte con Jos Vasconcelos y su raza csmica, iberoamericana, en la que el mestizaje no es bice para reivindicar su vertiente netamente espaola, o en la recuperacin que de la misma realiza en esas fechas Fernando Ortiz, con la Institucin Hispanocubana de Cultura. Y es que la cuestin tnica, inseparable de los sucesivos proyectos de elaboracin de la identidad nacional americana, tarea en peridica revisin como sabemos, tampoco poda separarse de la condicin y las aspiraciones de quienes la construyen. La referencia espaola, lo espaol en las identidades americanas, adems de plantear la reconciliacin con una de las fuentes de la realidad existente, obedeca a la bsqueda de conformidades y probablemente tambin responda y encierra estrategias de poder y alianzas eventua-les. Quiz por