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ALEJANDRO F. MERCADO

500.000 EMPLEOSEsperanza

e incertidumbre

1997La Paz - Bolivia ,

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1 3 MAYO 2003

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A manera de Prólogo

Prologar es comunicarle algo al lector acerca de la lectura que está apunto de iniciar. Es tocarle el brazo y susurrarle al oído: —Deténga-se usted. Tengo algo importante que confiarle antes de que se arries-gue, sin guía alguna, a leer este libro. Es quizás por esto que todoprólogo esté imbuido de una cierta y sutil petulancia respecto dellector y del autor. En realidad, no debería haber prólogos. Si el pro-loguista desea escribir, que lo haga, pero que no escriba prólogos. Setornará respetuoso con el lector y no someterá al autor a esa irrespe-tuosa dependencia que indefectiblemente intenta ejercer sobre él. Espor esta razón que este "a manera de prólogo" no es, en realidad, unprólogo, sino un espacio que el autor generosamente le ha concedi-do a quien esto escribe. Por tanto, lo que a continuación sigue son al-gunas reflexiones que tienen que ver con el tema del empleo. Noquieren ser una introducción, sino una suerte de puesta en escena deciertos conceptos que, habitando el rincón inicial de este libro, in-duzcan a iniciar el diálogo de las ideas entre sí y el de éstas con lasdel lector. No veo mejor manera de ocupar el e`spacio que el autor meconcede en los umbrales de su libro.

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He de comenzar por el concepto central que es el del empleo. La pa-labra misma significa, desde su generalidad etimológica, "estar im-plicado", encontrarse "dentro" de los "pliegues" de un proceso físi-co o moral. Ser parte física de él, o estar moralmente comprometidocon una postura, un proceso, una circunstancia, una persona. El usode este término ha especializado su significación hacia el sentido dela "implicación instrumental". Así, hablamos de "emplear" determi-nados instrumentos para hacer determinadas cosas. El instrumentoestá "empleado", "implicado" en el proceso del hacer. Y también ha-blamos de "emplear" personas para realizar determinados trabajos,porque éstas son asumidas precisamente como instrumentos exper-tos —de aptitud genérica o especializada— que han de ser "emplea-dos" en el proceso productivo de lo que se intenta. Desde esta acep-ción instrumental, el criterio de eficacia y pertinencia de lo que (odel que) se emplea es el de ser económicamente más apto. Desde es-te ángulo restringido de consideración, el éxito de la darwiniana lu-cha por la supervivencia entre un ser humano y un robot dependeráexclusivamente de la mayor o menor pertinencia económica y técni-ca de uno u otro en el proceso productivo. Es claro que, desde estereduccionismo instrumental del empleo, la competitividad entre se-res humanos y robots es técnicamente pertinente y moralmente indi-ferente. Pero sabemos que esto no es suficiente.

La experiencia más primaria e indubitable que de sí mismo tiene ca-da uno es la de una percepción —de evidencia absoluta— de que, en lainserción en un proceso productivo, nuestro comportamiento puedeser, por la índole misma del trabajo que se realiza, extremadamenteinstrumental. Pero no consideramos así nuestra identidad personal.Estar empleado en un proceso productivo no agota nuestra realidadde personas. Somos más que eso, porque nuestra dimensionalidad esplural y compleja. Somos seres sociales; buscamos realizarnos en laobtención de logros; vivimos en comunidades organizadas; tenemosamores, odios, esperanzas y temores; en fin, somos sujetos —más omenos activos, más o menos pasivos— , pero siempre imputables, delo que hacemos y de sus consecuencias en ese nuestro tiempo y es-

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pacio que es la vida y que llamamos historia. Somos, finalmente, li-bre y mutuamente responsables de la humanidad que somos y de lasinfluencias, positivas o negativas, que sobre ella ejercemos. Esta esnuestra peculiar dignidad y complejidad.

Sabemos, así, que cuando hablamos de "empleo" no hablamos, en ri-gor, del instrumento, sino de la persona. Comenzamos a saber quelos procesos productivos que la excluyen social, económica y políti-camente —y que así la enclaustran en una individualidad marginaday ciega— dejan de ser procesos realmente humanos, para serlo tan só-lo "virtualmente". Y también comenzamos a imaginar como no im-posible que nosotros, los humanos, lleguemos a ser imágenes virtua-les del chip "inteligente" de un gélido robot "empleado" en procesosproductivos, demenciales por conducir a ninguna parte, al no condu-cir al hombre.

Y si esta consideración nos parece todavía abstracta, es porque aúnnos mantenemos alejados de la "vida de todos los días", del "mundode lo cotidiano", en el que el empleo es condición necesaria de la su-pervivencia específicamente humana. Sin estar insertos en un proce-so productivo, sin ser instrumentos del mismo, nuestra entidad comopersonas y la relacionalidad social que nos constituye corno tales seaniquilan. Sabemos que sin tal inserción no hay pan, ni salud, ni edu-cación, ni futuro, ni vida para nuestros hijos. Y, así fuéramos filici-das transformándonos en pura y degradada individualidad, tampocolos habría para nosotros.Es por esto que la cuestión del empleo es profunda y esencialmentehumana. Es por esto que la demanda social del mismo es intensa.Que cuando es esperanzada lo es fuertemente, que se torna doloro-samente sombría cuando carece de esperanza, y que esto acontecesegún los signos que cada tiempo y circunstancia emiten.

Precisamente porque nada de esto es de poca monta, todo discursoacerca del empleo ha de ser profesionalmente serio, éticamente res-ponsable, y abierto al diálogo franco y constructivo.

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El libro del Dr. Alejandro E Mercado —del que en su Introducciónnos pide una crítica dura— ha de contribuir a esclarecer aspectos téc-nicos pertinentes a la vertiente económica y social del empleo ennuestro país, a plantear su cuestión en términos de racionalidad po-lítica y ética; y a abrir ese diálogo franco y constructivo en el que to-da real y sana convivencia se instaura.

Roberto D. Calamita

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Introducción

Caminando por nuestra extensa América del Sur, no obstante la pre-sencia de nuevas obras o de nuevas carreteras, pareciera que ella fue-ra inmutable y su crecimiento tan sólo superficial. A su vez, la cos-movisión de quienes hemos nacido y hemos aprendido a vivir en es-tas tierras —históricamente lejanas de los centros de desarrollo— siguesiendo, sin mayores diferencias, la de nuestros padres o de nuestrosabuelos. Como si persistiéramos reacios al cambio, y pensáramosque lo malo conocido aventaja a toda posible y futura novedad. Y co-mo si, a la vez, conserváramos bajo nuestra solapa aquella ajada ro-sa que secretamente nos identifica como socialistas románticos oconservadores nostálgicos.

El mundo ha cambiado. El mundo cambia. Y nosotros nos resistimosa hacerlo. Constituimos un país que, en consonancia con su persis-tente actitud, encabeza el desfile del conservadurismo. Su élite inte-lectual todavía se abreva del pensamiento de principios de siglo, unavertiente de la que bebieron tantas generaciones hasta dejarla ex-hausta. Sus políticos, amantes de eufemismos —de las "bellas pala-

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bras"—, no acostumbran llamar a las cosas por sus nombres. A todoaplican la palabra "social", como si con su sola mención mágica-mente se dignificaran y santificaran sus propuestas. A esto se sumaun discurso ya vetusto y un actuar moldeado sobre iniciativas del pa-sado, como ocurre con los de la Central Obrera Boliviana. Y sus em-presarios, en general, parecieran añorar la protección del Estado ytemer toda competitividad que interior y exteriormente contraste sucreatividad, su iniciativa o su espíritu emprendedor.

A la luz de estos hechos, no sería absurdo pensar que el presente tra-bajo acerca del empleo debería escribirse probablemente hacia elaño 2000. Esto, brindando una mayor distancia, permitiría una me-jor perspectiva histórica para evaluar el alcance y el significado delas transformaciones introducidas por el Gobierno de Gonzalo Sán-chez de Lozada. Asimismo, implicaría poder contar con mayor in-formación estadística para evaluar con exactitud lo ocurrido en ma-teria social, económica, y laboral. Sin embargo, la terca realidad, queha hecho que las próximas elecciones generales en gran parte hayande girar en torno a la problemática del empleo, induce a escribirloahora, a pesar de las insuperables limitaciones que implica analizarun proceso todavía no concluido.

La ciudadanía habrá de considerar las reformas realizadas en estoscuatro años de gestión. Las evaluará conforme a la veracidad de suspercepciones y a los criterios de equidad basados en ellas. Sin em-bargo, no faltarán aquéllos que no dudarán en negar o descalificarlos cambios logrados.

He tenido la oportunidad de conversar personalmente con economis-tas de distintas tiendas políticas Varios de ellos me han confiado queno sólo aprobaban las transformaciones realizadas, sino que, eniguales circunstancias, hubieran procedido de igual modo. No obs-tante, por razones reservadas —así lo imagino— guardan silencio. Es-to acontece en consonancia con esa perspectiva desde la cual la po-lítica no sólo no asume a la economía, sino que la desplaza, reiteran-

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do, de este modo, el mismo proceder mantenido respecto de la mo-ral. Pareciera que el fin justificara los medios, incluso si éstos fuerantan nefastos que pudieran paralizar el ingente esfuerzo que ha veni-do haciendo nuestro pueblo para remontar la pobreza y superar lamarginalidad.

Es importante destacar que el desarrollo sólo es posible en una so-ciedad basada en principios morales. Sin éstos, la democracia seráfácil presa de la anarquía y, posteriormente, del despotismo.

Creo en aquellos políticos que piensan en el país, y a quienes el paísles preocupa. Aquellos que, pasada la contienda electoral e indepen-dientemente de resultar vencedores o vencidos, habrán de tener el al-to valor moral de estrechar la mano del adversario y de unir sus es-fuerzos para el bien de nuestro país. A ellos dedico este trabajo, es-te intento de explicar, de la forma más diáfana posible, cómo se ge-neró la oferta de los 500.000 empleos, cuál fue su significado y enqué medida pudo cumplirse.

Ahora bien, el mercado laboral probablemente sea uno de los mer-cados más importantes e interesantes de la economía y del análisiseconómico. Su complejidad misma contribuye a que, con frecuencia,su tratamiento asuma la apariencia de lo esotérico, de lo alejado dela comprensión del ciudadano, de lo imbuido de ideas "peculiares»—como la de la productividad marginal o la de la tasa de participa-ción global—. No obstante, el mercado laboral es el lugar real de en-cuentro de las condiciones de producción y de las condiciones de re-producción de la fuerza de trabajo, de las condiciones de creación devalor y de las condiciones de vida de quienes no tienen otra alterna-tiva que la de vender su fuerza de trabajo. Esta su particularidad ha-ce del mercado laboral, a diferencia de otros mercados, el espaciocentral de la confrontación ideológica. Es en este mercado donde lascategorías económicas adquieren rostro humano, las políticas setransforman en prosperidad o pobreza, y la legitimidad del Estadosupera su examen final o sucumbe frente a él..

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Este texto asume algunas de las concepciones desde las que se ins-tala mi lectura de la problemática laboral, y que fundamentan mi vi-sión de la economía y del Estado. Esto tiene que ver con aquello deque para ver un objeto o un fenómeno es necesario tener un punto dereferencia. Lo cual es inevitable y constituye los límites y los alcan-ces de toda consideración que los humanos podamos hacer respectode la realidad que nos circunda y de los procesos que la habitan. Es-te texto es, así, tributario de acreedores intelectuales que configura-ron mi pespectiva y cuyos nombres son, entre otros —sin dejar deasumir, por supuesto, matices y diferencias—, los de John Locke,Alexis de Tocqueville, John Stuart Mill, Friedrich von Hayek. Soytambién deudor de los que fueron mis profesores en la universidad,quienes me sedujeron con esta perspectiva sin haberme preguntado,como suele acontecer en toda seducción, si estaba de acuerdo en serseducido o si me oponía a estarlo.

He incluido algunas ideas en forma de propuestas, esperando que al-gunas de ellas puedan servir para mejorar las condiciones de trabajoen el ámbito laboral, así como distender las relaciones de confronta-ción, estableciendo ámbitos de diálogo y concertación.

Es de esperar que el presente trabajo sea criticado, y que lo sea du-ramente. Es mi deseo que esto ocurra, por cuanto personalmente hehecho de la crítica —no de la lisonja— una actitud vital para mi for-mación intelectual. Creo en la crítica correctora que, a la vez quecontribuye al avance del saber, dignifica a su autor, en contraposi-ción a lo que ocurre con la crítica estéril que tan sólo descalifica.

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Q Capítulo 1

LA NUEVA REALIDAD

La crisis del social-estatismo

Muchos economistas, sociólogos y políticos han calificado a la dé-cada del 80 como la década perdida. La inexactitud de esta afirma-ción es su limitación. En realidad, hemos perdido varias décadas. To-do comenzó en los años 30, cuando un hombre muy inteligente—bien intencionado, pero no en lo cierto— logró seducirnos a todos,iniciados y profanos, respecto de que la intervención del Estado ha-bría de garantizar el crecimiento y el empleo.

Durante cuatro largas décadas, economistas, sociólogos, políticos ygobiernos compartieron, en mayor o menor grado, la misma seduc-ción: la de un constructivismo que sostenía que el Estado era real-mente capaz de velar por todas las necesidades humanas, materialesy espirituales; de planificar y controlar todo, e, incluso, de pensar ysentir por todos.

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La crisis de la década del treinta, las necesidades de la segunda gue-

rra mundial y la seducción keynesiana asimilaron nuestra naturaleza

a la del rebaño. Y, así, durante cuatro décadas las "masas" adorme-cieron al "individuo". Las amorfas masas de Ortega y Gasset, aligual que las esclarecidas de Zabaleta Mercado, terminaron por se-pultar en vida la iniciativa individual, la creatividad y el papel diná-mico y revolucionario de las élites. La abstracta conciencia de clasebuscó sustituir a la realidad tangible de los individuos concretos, losúnicos de carne y hueso, de alegrías y penas, de sueños y frustracio-nes.

América Latina no fue la excepción. También ella, seducida por undesarrollo teórico basado en el keynesianismo, entró en una carreraorientada a la sustitución de las importaciones, e incorporó un con-junto de políticas de gestión estatal orientadas a expandir los nivelesagregados de demanda. La teoría del multiplicador había ganado labatalla. Como el empleo y los salarios dependían de la demandaagregada, la productividad y la eficiencia microeconómicas fueronolvidadas; bastaba con ampliar la demanda para dinamizar la inver-sión (teoría del acelerador) y alcanzar, así, el pleno empleo.

Desde esta perspectiva, el mercado laboral dejó de ser visto comouna realidad económica. Se lo trasladó a la esfera de lo social y se lotrató, incluso, como un asunto de competencia legal.

A fines de la década del setenta y comienzos de la década del ochen-ta, el modelo comenzaba a naufragar. El mercado de trabajo entrabaen crisis. El modelo de sustitución de importaciones se agotaba. Ylas economías latinoamericanas veían que su esfuerzo de cuatro dé-cadas no había servido para insertarse adecuadamente en las mega-tendencias que privilegiaban la eficiencia y la flexibilidad.

La década del ochenta mostró, sin lugar a dudas, que los esfuerzosde regulación económica conducían a la inflación, a la caída de lossalarios reales y al desempleo.

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Es en 1979 cuando Inglaterra muestra el camino. En 1980 le sigueEstados Unidos, Alemania en 1982, y, posteriormente, los otros paí-ses. América Latina, en cambio, busca mantener su modelo y aplicaun conjunto de reformas heterodoxas que van al fracaso. Sólo Chile,primero, y Bolivia, después, emprenden un ajuste ortodoxo, logran-do buenos resultados.

Modernidad de las viejas ideas

A muy pocos años de ingresar al próximo milenio, la historia de lahumanidad se encuentra en un nuevo punto de inflexión. Los ejeseconómicos del mundo han cambiado, y la cuenca del Pacífico co-mienza a mostrar una peculiar fuerza de atracción como resultado deuna simbiosis que aúna individualismo cultural, tradiciones y mo-dernidad. El consumo masivo abre las puertas a la necesidad indivi-dual de reconocimiento incluso del qué y del cómo consumir. Y lasempresas flexibles entran competitivamente en escena.

La tecno-globalización no sólo abre las fronteras, sino cambia la clá-sica función de producción, haciendo del conocimiento el principalfactor de producción y competitividad. Los flujos de capital sobre-pasan a los flujos reales y los capitales tienden a modificar la viejaconcepción del Estado. El Estado-Nación, basado en los pilares deterritorio, población, lengua y ejército, abre paso a un Estado-Eco-nomía basado en potencialidades, eficiencia, conocimiento y tecno-logía.

La vieja concepción del social-estatismo, que gestó un modelo eco-nómicamente ineficiente, socialmente inequitativo y ambientalmen-te depredador, cede su lugar al modelo del Desarrollo Sostenible quepermitirá satisfacer las necesidades actuales sin poner en riesgo lasde las generaciones futuras. Se trata de un nuevo paradigma, basadoen un crecimiento económico dinámico, en la equidad social —enten-dida como condición precautelar para que todos tengan las mismasoportunidades—, en la preservación del medio ambiente y el uso ra-

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cional de los recursos naturales, y, por último —con no menor impor-tancia— en la capacidad del nuevo Estado de atender a la demandasocial y a la gobernabilidad como base del sistema democrático.

Es en este nuevo contexto de cambio realmente significativo que lasviejas ideas de Locke sobre la libertad individual y de Adam Smithsobre la libertad económica parecen actuales, y que Alexis de Toc-queville y John Stuart Mill pueden ser hoy nuestros maestros pararesponder a quienes ven en el liberalismo un peligro a la igualdad yuna amenaza a la equidad.

La profundización democrática

El conjunto de transformaciones realizadas por el Gobierno del Lic.Gonzalo Sánchez de Lozada no debiera ser visto como una suma li-neal de cambios sectoriales, sino como una visión estratégica im-plantada para cumplir la misión de llevar el país a la profundizaciónde la democracia.

Creo que reflexionar acerca de los alcances de la Revolución Demo-crática del gobierno del Lic. Sánchez de Lozada significa demarcarlos límites que en la actualidad dividen lo logrado de lo esperado. Yque este intento no puede pasar por alto —so pena de liviandad— lasimplicaciones críticas que tal revolución comporta. Y menos aquellaimplicancia, de significativa vigencia, como lo es la persistente ten-sión que se verifica entre demanda social y oferta gubernamental.Respecto de esta cuestión he de seguir, de cerca, algunos conceptosque Roberto Calamita expusiera, esquemáticamente, en un recienteartículo.'

Si es válido definir el liberalismo —desde su más ascendrada ortodo-xia reivindicatoria de la libertad individual— como esa filosofíú que,

ROBERTO D. CALAMI1A, Política Liberal. Demanda social y oferta guberna-mental, en Claves, Año II, Nro.11, (noviembre-diciembre) 1996, PNUD, LaPaz, pp.18-22.

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a partir de la prioridad del individuo sobre el Estado, promueve limi-tar los poderes y las funciones de éste para establecer un Estado dederecho y un Estado mínimo, queda, a su vez, abierta la cuestión delos límites que ha de tener la demanda de los individuos, y, en con-secuencia la de la relación entre gobierno y satisfacción de la deman-da social, y la que subyace a ésta, la de la relación entre administra-ción del Estado y democracia.

No podemos ignorar que las demandas de la sociedad —las necesa-rias por básicas y las estimuladas y no básicas— son, en un régimende libertades democráticas —e independientemente de los límites quelo afectan—, desinhibidas, crecientes y, diríamos, «asintóticas» encuanto que jamás habrán de encontrar un punto que cierre su trayec-toria. Y tampoco ignoramos la realidad de los límites que toda admi-nistración del Estado padece respecto de la satisfacción de esa siem-pre abierta demanda social.

Frente a esta paradoja entre demanda ilimitada y oferta circunscrip-ta se dan dos soluciones frecuentes. La que elimina uno de los tér-minos, instaurando un régimen realmente autocrático que depoten-cia la democracia y, con ello, minimiza o silencia la demanda de lasociedad. Y la que promueve y mantiene la anarquía de la demanda,desde una estrategia que apuesta al equilibrio resultante de las mu-tuas anulaciones.

La opción autocrática se enmascara o autojustifica en un régimen dedemocracia formal, apelando al extremo fortalecimiento del PoderEjecutivo, o apelando a prácticas de democracia pseudodirectas queinstauran lo que se dio en llamar el «despotismo de las mayorías». Asu vez, la opción de la anarquía de la demanda se enmascara o , auto-justifica en una suerte de socialismo romántico que no ha logrado su-perar esa inmadurez que asimila infinitud del deseo y condicionali-dad del objeto y cuyos efectos se tornan manifiestos en un estado so-cial de verdadera insatisfacción.

Finalmente, cabe aquello de que "frente a la opción autocrática ya-cen las ruinas de la democracia. Frente a la anarquía de la demanda,

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las ruinas del Estado. Y frente a ambas, la ausencia de gobernabili-

dad".

Personalmente creo que, armado así nuestro rompecabezas, la piezaen realidad faltante es, en última instancia, la democracia entendidacomo el régimen que afirma la supremacía del individuo respecto delEstado, la consiguiente limitación del poder de éste, y la minimiza-ción de sus funciones. Dentro de este esquema parecería natural quela demanda estuviera autocontrolada, ya que las iniciativas estatalesde oferta respecto de ésta estaría regulada por el equilibrio mismo

que las libertades ciudadanas instauran en su ejercicio. No parecie-

ra, por tanto, haber oposición entre liberalismo y democracia, siem-pre que la democracia —subrayo— sea entendida en el sentido indica-do, y no como el ejercicio de un poder absoluto —despotismo— de lasmayorías, o como una totalidad organicista en la que el todo es másque las partes.

Creo oportuno no dejar de lado estos conceptos en el análisis de lacuestión del desempleo, en cuanto que en ésta se encarna una 'signi-ficativa y preocupante insatisfacción de la demanda laboral en nues-tro país. Como tampoco no deslindarla del comprometido empeño—realmente pertinente al respecto— asumido por el Gobierno en pro-fundizar la democracia. Hacerlo posibilitará advertir que el caminoemprendido evita tanto los fáciles extremos del despotismo de la ma-yoría como del de la anarquía de la demanda, y que la democraciaparticipativa que se intenta ha de ser la que con sensatez y equilibrioregule —dentro de un marco de equitativa gobernabilidad— los alcan-ces y limites reales de la demanda laboral.

A modo de corolario querría subrayar, en consonancia con lo ante-rior, que nuestra realidad impone, indudablemente, una profundiza-ción de la Revolución Democrática en el sentido de la profundiza-ción de la democracia participativa, de manera tal que el Gobiernopueda administrar equitativa y eficazmente las relaciones entre ofer-ta democrática y demandas perentorias —como la del empleo— porparte de la sociedad. Y que esto habrá de ser posible en la medida en

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que una democracia que —como la antes definida— resuelva en sí latensión entre demanda social y oferta gubernamental, realmente, ysin interesadas postergaciones, se instaure y consolide.

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O Capítulo 2

DIAGNOSTICO DEL UNIVERSOLABORAL EN BOLIVIA

El ámbito laboral

No caben dudas de que los períodos de crisis se constituyen en mo-mentos privilegiados de reflexión y que adquieren una importantefunción pedagógica. Así, la ampliación de la brecha entre disponibi-lidades y demandas —que muchas de esas crisis comportan— posibi-lita vislumbrar con mayor claridad los problemas, reflexionar sobreellos y poner a prueba la propia capacidad de enfrentarlos.

El liberalismo como forma de organización social —más allá de seruna cosmovisión filosófica— es, precisamente, un modelo de gestiónestatal que requiere instrumentos aptos para medir esta brecha, y queestablece espacios para la concertación social y la gobernabilidad.Ello, a su vez, implica disponer de una adecuada especificación de

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categorías que expliquen la compleja urdimbre de relaciones queconforman nuestra matriz de regularidades sociales.

El ámbito laboral es —probablemente por sus contornos difusos— unode los espacios que más dificultades ofrece a su aprehensión. Poruna parte, linda con la esfera de la producción, y, por otra, con la dela reproducción social. Tiene que ver con la creación de riqueza, ycon sus condiciones de posibilidad, y, a la vez, con la forma en quesus productos se realizan como mercancías y se "reproducen" en elámbito social de su distribución y consumo.

La esfera en la que se reproduce socialmente la fuerza de trabajo —esdecir la del consumo—, es, con toda probabilidad, una de las áreasmenos estudiadas. Son pertinentes a ella cuestiones de posiciona-miento en el proceso productivo, cuestiones de orden cultural, e, in-cluso, factores psicológicos, (como, por ejemplo, la presión del mer-cado respecto de las formas de consumo de determinados bienes). Elpresente trabajo toca tangencialmente esta esfera, y se centra en losámbitos de la producción y de la circulación.

Es en ambos en los que se crea valor. Siguiendo a Miguel FernándezMoscoso2, pueden identificarse en sus bases tres relaciones labora-les genéricas: las de contratación, las de cooperación y las familia-res. Estas tres, que sólo permiten observar la forma en la cual se re-lacionan los actores del proceso productivo, se concretan, a su vez,en cuatro relaciones laborales específicas. Son ellas las empresaria-les, las semiempresariales, las de cooperación y las familiares.3

Tales relaciones laborales se encuentran inmersas en tres formas deorganizar la producción: en la forma empresarial, en la semiempre-sarial y en la precapitalista. A su vez, las formas de organizar la crea-

2 MIGUEL FERNANDEZ MOSCOSO, La organización de la producción y de la distri-bución en Bolivia, Universidad Católica Boliviana, La Paz, 1983.

En este segundo nivel analítico, es posible operacionalizar las relaciones basán-donos en los datos estadísticos que nos proporcionan, respecto del empleo ennuestro país, las Encuestas Integradas de Hogares (OH).

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ción de valor van más allá de establecer la forma de la relación labo-ral. Tienen que ver con las formas de la propiedad y de la distribu-ción del valor creado, es decir, finalmente, con la forma social de lareproducción.

Un aspecto, que adquiere fundamental importancia al cuantificar lasformas de organizar la creación de valor referidas, corresponde a losprocesos de articulación, en especial de articulación directa, es decir,de aquélla que transfiere valor al interior del proceso productivo mis-mo. Esta transferencia de valor es un proceso que escapa a la lógicareproductiva del sistema, razón por la cual, si bien no es captable pornuestros indicadores, no por ello deja de estar presente, sino que, enmuchos casos, incrementa la importancia de las formas articuladorasen desmedro de aquellas sujetas a articulación.

La articulación directa no es más que la entrega de su producción,por parte de la unidad sujeta de articulación, a la unidad articulado-ra. Entrega que no constituye una venta en el sentido estricto, porcuanto la unidad articulada no puede realizar su producto en un mer-cado libre, por estar sujeta, mediante contrato o condicionamiento fí-sico, a entregar su producto a la unidad articuladora. Esta última rea-lizará el producto entregado por la unidad articulada indiferenciada-mente al interior de su propio producto.

Visto desde otra perspectiva, se puede advertir una bipolaridad en elámbito laboral: por una parte, la polaridad del mercado de trabajo, y,por otra, la polaridad del "no mercado". Conforme a la primera, sehabla de la especificidad de la demanda, de la oferta y del precio.Conforme a la segunda, se trata de un ámbito que metamorfosea alos hombres (o a su fuerza de trabajo) en bienes (es decir, que desdela óptica de la demanda, las personas se asumen como bienes o ser-vicios).

Partiendo de ambas polaridades como focos de lectura de la realidad,se puede afirmar que las formas empresarial y semiempresarial res-

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ponden a la lógica del mercado, incluso tomando en cuenta el fenó-meno de la articulación directa; mientras que el «no mercado» des-cansa en la forma precapitalista, todavía de fundamental importan-cia para nuestra estructura productiva.

Una pregunta que hace más compleja aún la cuestión del ámbito la-boral es la de hasta dónde se extiende el ámbito mismo del mercado.Una importante proporción de las relaciones laborales empresarialesy semiempresariales —entiéndase relaciones de contratación— se en-cuentra, en muchos casos, oculta en los denominados «cuenta pro-pias», que, si bien desde su punto de vista, son efectivamente cuen-ta propias, desde el punto de vista del capital son «brazos largos» delproceso productivo o del proceso de circulación (es en este últimodonde esto se hace más patente).

La lógica reproductiva del sistema descansa, en Bolivia, en una pe-culiar y precisa forma empresarial de organizar la creación de valor.Esto se constata cuando observamos que dicha forma crea más deldoble del valor creado por la forma precapitalista.

Otro hecho relevante, que confirma que la lógica reproductiva delsistema descansa en las relaciones de mercado, es que el valor crea-do por la forma empresarial (el doble de lo creado por la forma pre-capitalista) lo hace tan sólo con el concurso del 25% de la ocupaciónproductiva, mientras que el valor creado por la forma precapitalistaresulta del 70% del empleo. Esto también se refleja en el hecho deque el coeficiente entre Valor Bruto de la Producción y Empleo seacinco veces más alto en la forma empresarial que en la forma preca-pitalista.

En este punto cabe destacar un hecho singular. Dada la aguda crisisde ingresos por la que atraviesan los trabajadores bolivianos, es difí-cil explicar su reproducción, a no ser que exista un elemento que per-mita bajar los costos de reproducción por debajo del nivel de preciosque corresponde a la esfera de la producción empresarial. Este ele-mento faltante está dado por el hecho de que la forma precapitalista

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alcanza el valor más alto en términos de valor creado respecto a suValor Bruto de Producción, lo cual, sin lugar a dudas, permite quelos bienes salario sean accesibles a las economías familiares de sub-sistencia. Si bien, con los datos disponibles, no es posible hacer ta-les mediciones para la forma semiempresarial, creemos que esta for-ma también coadyuva a la reproducción de la fuerza de trabajo a tra-vés de la generación de bienes salario por debajo del nivel de preciosde la forma empresarial y, lo más importante, es que se constituye enel mecanismo de depresión de los precios de la forma empresarial,al bajarle sus costos de producción.

Desde la óptica del empleo, del total de asalariados (célula básica dela reproducción) casi el 60 % de los mismos está realizando su acti-vidad en la forma empresarial, mientras que el 40% lo hace en la for-ma semiempresarial. Este fenómeno —que ciertamente disminuye laimportancia de la forma empresarial «strictu sensu»— corresponde auna estimación que toma como base las respuestas a la boleta de en-cuesta de la EIH y la corrección respectiva de aquellas actividadesque potencialmente pueden ser sujetas de articulación.

Respecto del efecto de esta forma de contratación y de la precarie-dad del empleo, vemos que en los últimos diez años la eventualidadha aumentado en más del 20% en las unidades empresariales. En lassemiempresariales la eventualidad siempre ha sido una norma querepresenta casi el 80% de la ocupación.

Retomando la idea de ver las fronteras del mercado de trabajo, pro-cesamos los datos de los «cuenta propias» en relación a su vincula-ción con su forma de realizar sus productos y pudimos observar quecerca del 30% de los mismos no está formado por trabajadores queresponden directamente a la demanda de bienes y/o servicios del pú-blico, sino que, de alguna manera, se hallan ligados a «contratos» oa otros sistemas de relacionamiento con las empresas.

Por último, acercándonos a los ámbitos en los que se realizan losproductos, podemos ver que solamente la forma empresarial estable-

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ce relaciones con los mercados externos, mientras que las formas se-miempresarial y precapitalista sólo realizan sus mercancías en losmercados internos. Este fenómeno —que a simple vista mostraría quenuestra capacidad competitiva descansa en la forma empresarial— re-sulta relativizado por el fenómeno de la articulación. En otras pala-bras, la forma empresarial, al llegar a los mercados externos (al igualque a los mercados internos), lleva un producto que incorpora valortanto de su forma específica como de aquellas formas que articuló ensu proceso de producción, y, en consecuencia, su capacidad compe-titiva depende también de la productividad de tales formas articula-das.

Lo que nos dicen los datos

Para la realización del presente acápite tomamos la información ge-nerada en las Encuestas Integradas de Hogares desde 1989 hasta1995. Sus cifras fueron proyectadas a nivel poblacional a través delos factores de expansión que nos proporcionaron los datos del Cen-so Nacional de Población y Vivienda de 1992 y las proyecciones decrecimiento poblacional elaboradas en la Dirección de Políticas dePoblación del Ministerio de Desarrollo Sostenible y Medio Ambien-te.

Creo que es oportuno señalar que el presente trabajo no es una des-cripción estadística de la información del ámbito laboral. Es, másbien, un análisis de los elementos que, a nuestro juicio, permiten es-bozar ciertas explicaciones sobre su comportamiento. Es por estoe ae sólo se hace referencia a aquellos indicadores que habrán de ser-i.os útiles cuando hayamos de referir nuestro análisis cualitativo alos datos.

Se dan dos razones por las que los datos presentados correspondenexclusivamente a las ciudades capitales de departamento. La prime-ra es que la lógica del mercado de trabajo sólo es aplicable a lasáreas urbanas, en tanto que la lógica reproductiva de las áreas rura-

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les no puede ser captada adecuadamente por las Encuestas Integra-das de Hogares. Y, la segunda, que varias de las rondas de las encues-tas sólo fueron llevadas a cabo en estas ciudades, siendo, por tanto,la única serie pasible de ser trabajada.

Cabe destacar algunas limitaciones que afectan a los datos recaba-dos. Entre ellas, que no todas las encuestas utilizaron la misma bo-leta, presentándose cambios en las preguntas y en el seguimiento delas mismas; y que no todas las encuestas se llevaron a cabo en la mis-ma fecha en todos los años, lo cual puede estar ocultando ciertas des-viaciones referentes a fenómenos de estacionalidad en la mediciónde algunas variables. Consideramos, no obstante, que ambas limita-ciones no son fundamentales y que la información que será presen-tada refleja adecuadamente las características del ámbito laboral ur-bano. Por último, al escribir este trabajo, sólo estuvieron disponibleslos datos hasta 1995.

Comencemos anotando que la población en las ciudades capitales al-canzaba en 1989 a 2.442.000 personas y que, de acuerdo con las pro-yecciones, en 1995 alcanza a 3.189.000 personas, con una tasa decrecimiento anual del orden del 4.4% y una tasa de masculinidad del0.49%. El análisis de la composición etárea de la población nosmuestra una pirámide de base muy amplia. La población está fuerte-mente concentrada en los grupos etáreos menores. Tenemos, así, queel 51 % de las mujeres y el 48 % de los hombres son menores de 20años. Considerando el tramo de edad más productivo, es decir desdelos 20 hasta los 49 años, notamos que allí se concentra el 39% de lasmujeres y el 41% de los hombres. Asimismo, cabe destacar que, sibien se observa un proceso de envejecimiento de la población entre1989 y 1995, éste es bastante lento y casi no afecta a la estructura pi-ramidal de la misma.

La distribución por ciudades muestra que el denominado eje centralcontiene al 79% de la población, habiendo descendido muy poco en-tre los años de estudio. La ciudad de La Paz se mantiene como la ur-be más poblada, aunque ha disminuido en representatividad ante elfuerte crecimiento de las ciudades de El Alto y Santa Cruz.

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Desde la óptica del universo laboral, para el año 1995, la Poblaci.en Edad de Trabajar (PET) representa el 74% del total de la pobla-ción, mientras que la Tasa de Participación Global (TPG) alcanza al55%. Es importante destacar que esta tasa creció en los últimos años(y será uno de nuestros puntos centrales de discusión). La TPG delos hombres es significativamente superior a la de las mujeres, alcan-zando el 65% en el primer caso y el 46% en el segundo; sin embar-go, se destaca el hecho de que el crecimiento de la TPG en las mu-jeres es más dinámico que en los hombres. También cabe subrayarque, en los últimos años, la TPG masculina es superior a la femeni-na en todos los tramos de edad, mientras que en 1989 la femeninasupera, en los primeros tramos de edad, a la masculina.

Del total de la Población Inactiva, cerca del 60% destina su tiempoal estudio, especialmente en el caso de los hombres, aspecto que nosestaría mostrando una cierta mejoría respecto de los datos con quecontábamos en 1989, aunque ciertamente se mantiene la penaliza-ción que los hogares ejercen sobre la educación de sus hijas. La se-gunda causa de inactividad al respecto se explica, fundamentalmen-te, por las «labores de casa», actividad desarrollada casi exclusiva-mente por mujeres. Los otros aspectos, llámense «salud» y «rentis-tas» son muy poco representativos. La inactividad atribuida a contarcon rentas que lo liberan de trabajar es menor al 3%, lo cual mues-tra que en Bolivia la población debe trabajar hasta el día de su muer-te, y que el sistema de pensiones o seguros de largo plazo es débil.

El problema del desempleo, visto desde el punto de vista de los pa-rados, es decir del desempleo abierto, muestra una fuerte caída entre1989 y 1995. La tasa promedio de desempleo abierto para las ciuda-des en 1989 alcanzaba al 10.4%, mientras que para 1995 solamenteera del 3.6%. (Este punto será también tratado posteriormente.)

Las ciudades que mayores tasas de desempleo muestran siguen sien-do aquéllas que fueron duramente golpeadas por la crisis de la mine-ría, vale decir Potosí y Oruro. A ellas hay que añadir la ciudad de El

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Alto, por las fuertes corrientes migratorias que, si bien se dirigen ha-cia la sede de Gobierno, finalmente se asientan en su denominadocinturón de pobreza.

Uno de los hechos destacables de este diagnóstico es que las tasasmás altas de desempleo abierto se presentan en los tramos de edadmás bajos. Esto responde a la apremiante necesidad de que los niñostambién trabajen para poder cubrir las necesidades del hogar, así co-mo a la alta rotación que se da entre los grupos más jóvenes —rota-ción voluntaria en busca de mejores opciones de inserción laboral yrotación involuntaria por efecto de la fuerte presencia de contratos deeventualidad—.

Es importante hacer una cierta salvedad cuando se analizan los da-tos concernientes a la ciudad de El Alto y a la ciudad de La Paz. Esmuy posible que se dé un sesgo importante en los resultados, ya quemuchas personas que viven en la ciudad de El Alto trabajan, o bus-can trabajo, en la ciudad de La Paz.

Para el año 1989 la desocupación estaba explicada en un 66% por lacesantía, y en un 34% por las nuevas incorporaciones al universo la-boral. Para el año 1995, la situación pareció haberse agravado en tér-minos de estabilidad laboral, dado que la cesantía explicaba un 70%de la desocupación. Sin embargo, esto, que podría ser tomado comoun deterioro en las condiciones del universo laboral —específicamen-te en el mercado de trabajo—, no parece corresponder a una lecturaadecuada. La explicación es que la cesantía bajó de 65.857 personasa 33.367, es decir que disminuyó en un 50% en términos absolutos.La tasa de desempleo abierto, como ya lo hemos mencionado, cayóen 6.8 puntos porcentuales. lo cual disminuye el número de parados,tanto de los «cesantes» como de los «aspirantes».

Otro hecho de suma importancia es que gran parte de la «cesantía»se explica fundamentalmente por «renuncia», lo cual mostraría queuna elevada insatisfacción en los puestos de trabajo estaría llevandoa los trabajadores a una fuerte movilidad ocupacional.

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Es asimismo importante destacar que la base de referencia para cal-cular la desocupación —la Población Económicamente Activa— haaumentado a una tasa mayor que la del crecimiento vegetativo de lapoblación, reflejándose esto en una persistente elevación de la TPGdurante los últimos años.

De igual modo, conviene recordar, en este punto, que la tasa de even-tualidad, en las actividades que se desarrollan dentro de la forma em-presarial, ha sufrido un incremento lento pero persistente, y que mu-chas de las actividades semiempresariales han tenido que cesar.

El análisis de la ocupación nos muestra que cerca del 45% de losocupados alcanzaron el nivel medio de instrucción, mientras que, enel otro extremo, menos del 4% de los ocupados son analfabetos. Laproporción de ocupados, con mayor nivel de instrucción respecto deltotal de ocupados, ha crecido constantemente desde que se iniciaronlas encuestas de hogares, destacándose que esta proporcionalidad seincrementa a una tasa creciente.

Paralelamente al fenómeno señalado, se observa un aumento deltiempo de búsqueda de trabajo en el mercado laboral (tareas asala-riadas). Se estima que, en promedio, para 1989, era de 4 meses, yque, para 1995, habría aumentado a 4.6 meses. Es de notar que estepromedio se incrementó porque el tiempo de búsqueda de trabajo delos analfabetos y de las personas con menos de tres años de instruc-ción se elevó en algo más del 50%.

La inserción de los ocupados se verifica, en algo más del 70%, en elsector terciario, y, en más del 80%, en el sector privado. Especial-mente en los últimos tres años estudiados, el sector privado (merca-do y «no mercado») sería la fuente de inserción laboral más dinámi-ca. La categoría ocupacional «empleado» representa cerca de un40%. Estas cifras se explican fundamentalmente por el hecho de quela base de datos con la que estamos trabajando corresponde sólo alas ciudades capitales de departamento.

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Son fundamentalmente tres los indicadores que dan cuenta del ingre-so laboral de los ocupados. Son ellos: el nivel de instrucción, que ex-plica cerca de un 25% del nivel de ingreso esperado de los ocupados;la edad, que explica el nivel de ingresos en un 18%; y el sexo, quediferencia los ingresos de los hombres respecto a las mujeres en un12%.

Por último, es necesario atender al perfil de los desocupados. Estohabrá de permitirnos, de alguna manera, delinear hacia dónde han deenfocarse las políticas de generación de empleo. El primer hechodestacable al respecto es que no existe gran diferencia por sexo entérminos absolutos, es decir que la desocupación se distribuye «equi-tativamente» entre hombres y mujeres. La explicación de esto no es-tá en el hecho de que el mercado laboral sea «equitativo» para hom-bres y mujeres, sino en que la TPG es mayor para los hombres.

El segundo hecho destacable es que, del total de desocupados, el30% está formado por personas que carecen de experiencia laboralprevia. Y que, si a éstas sumamos a quienes tienen menos de un añode experiencia laboral, se llega a casi el 50%.

Un tercer hecho es el de la estabilidad. Se observa que cerca del 80%de los desocupados con experiencia laboral nunca tuvo un empleoque hubiera durado más de 12 meses.

Un cuarto hecho destacable es que la población desocupada se en-cuentra en los dos extremos etáreos de la PEA, es decir, que los de-socupados son fundamentalmente jóvenes o personas de más de 50años. Este fenómeno está estrechamente relacionado con el nivel deinstrucción, ya que se observa que más del 60% de los desocupadosno concluyó su educación primaria.

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O Capítulo 3

PROBLEMAS Y FANTASMAS

El problema del desempleo

De acuerdo con las convenciones alcanzadas en la Décima TerceraConferencia de Estadísticas Laborales, realizada en Ginebra en elaño 1984, se define como Tasa de Desempleo Abierta (TDA) al co-ciente entre los desempleados y la Población Económicamente Acti-va (PEA). Se considera como desocupados a todas aquellas personasque al ser encuestadas declararon no haber trabajado ni una sola ho-ra durante la semana inmediatamente previa a la encuesta, y encon-trarse buscando activamente empleo. Y se define como PEA a la su-ma de los ocupados más los desocupados.

La tasa de desempleo se ha convertido en el centro de la controver-sia, especialmente a partir del ajuste de 1985. Las tasas de desem-pleo varían según su origen. Unas, las consideradas más benignas,son las provistas por la posición oficial atribuida al Instituto Nacio-nal de Estadística, y, otras, tremendistas, se presentan como las más

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"revolucionarias". A su vez, la permanente campaña por parte de laoposición política de que el paro es un problema no resuelto, busca

corroborar, a fuerza de reiteración, una hipótesis que, sin ser cierta o

falsa, es tan sólo posible, ignorando o desconociendo que la posibi-lidad lógica de que se presente un fenómeno de ninguna maneraequivale a una demostración de su importancia real.

¿La tasa de desempleo, como concepto único, como un solo dato es-calar, será capaz de medimos qué ocurre en el ámbito laboral y dar-nos pautas para deducir de él su efecto sobre el bienestar de la ciu-dadanía? Si así fuera, estaríamos en el mejor de los mundos posibles.Pero, no es éste el caso. Hay muy pocas personas —incluso son po-cos los economistas— que tienen una verdadera comprensión de laenorme complejidad del ámbito laboral. Sólo cuando se cae en lacuenta de esa complejidad —que implica definir contratos, producirbienes, determinar salarios, establecer sistemas de distribución,etc.—, se comienza a advertir lo riesgoso que es intervenir en esemercado. No siendo médicos no nos atreveríamos a realizar una sim-ple operación de apendicitis, precisamente por estar conscientes denuestra imposibilidad de dominar la complejidad implicada en ello.No obstante, muchos no economistas se sienten autorizados a opinary operar en el ámbito laboral. (Quizás sea pertinente notar que el or-ganismo humano no ha cambiado en los últimos milenios, mientrasque, por el contrario, el ámbito laboral es un organismo dinámicoque sufre transformaciones constantes.)

Retomando el tema del número escalar, sabemos que ninguna cien-cia da cuenta del crecimiento, desarrollo y funcionamiento de un de-terminado fenómeno u organismo, mediante una sola cifra, median-te una sola medida. Si bien resultaría ridículo medir el desarrollo deun niño tan sólo por su estatura, pareciera no haber dificultad algu-na en asumir que la tasa de desempleo es la única medida con la quese puede establecer la situación del ámbito laboral.

Más aún, cuando nos presentan la tasa de desempleo —normalmentecomo resultado de una encuesta— nos la dan con una tal exactitud y

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precisión (y sin la menor mención del margen de error muestra]) quehace palidecer a quienes investigan en física, biología u otras cien-cias. Nunca he visto una tasa de desempleo que diga: «más, menosx %"; sin embargo se observan tasas de desempleo que sustituyen sufalta de rigor mediante el ingenuo recurso de añadir varios decima-les.

La pertinencia de hablar de desempleo en Bolivia queda circunscrip-ta al ámbito urbano. Esto en razón de que la lógica reproductiva delárea rural transita dentro de un marco categorial distinto al del mer-cado de trabajo, hasta tal punto que las encuestas realizadas, inclusoen ciudades secundarias, muestran tasas de desempleo muy por de-bajo de las esperadas.

La información más seria y metodológicamente confiable es, sin du-da, la del Instituto Nacional de Estadística. A través de los resulta-dos de las distintas rondas de la Encuesta Integrada de Hogares, nosmuestra, en las ciudades capitales, una fuerte caída de la Tasa de De-sempleo Abierta, que desciende del 10.4% de 1989 al 3.6% para1995.

Ya que el dato de una tasa de desempleo menor al 5% no es acepta-do por la dirigencia sindical, habrá de generar, sin lugar a dudas, unafuerte polémica en torno a su veracidad. Sin embargo, es obvio quela explicación de tal fenómeno no transita por descalificar el trabajodel INE, sino por entender exactamente qué es lo que se está midien-do y cuál es el contexto en el que se realizan tales mediciones.

Es necesario subrayar, en primer lugar, que dicha tasa se refiere alparo absoluto, es decir a aquella situación en la que se encuentranesas personas que, habiéndolo deseado, no pudieron realizar ningúntrabajo durante la semana previa a la realización de la encuesta. Ensegundo lugar, que dadas las condiciones de crisis de ingresos y eldesahorro que sufrieron los hogares después de cuatro décadas desocial-estatismo, se les torna imposible a las personas permanecer en

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paro absoluto, ya que ello implicaría no poder contar con recursospara su subsistencia mínima. Esto conduce a aquello de que "por lomenos, hay que vender limones». Pero quienes apelan a este recursoson tomados por las encuestas como ocupados. Por tanto, no debe-mos esperar encontrar elevadas tasas de paro en nuestra realidad, nihacer del tema del desempleo abierto un fantasma que nos impidaver la realidad.

Un hecho que se oculta detrás de esta tasa es que la misma adquieresus valores más elevados en los tramos de edad menores, es decirque el paro afecta fundamentalmente a los estratos jóvenes, y, de al-guna manera, corrobora la hipótesis de que el desempleo abierto noes el principal problema. ¿Acaso aquellos niños que hoy se ven pre-sionados a buscar trabajo no deberían mantenerse laboralmente inac-tivos, a la vez que activamente dedicados a su educación?

La Tasa de Participación Global

La lectura convencional del comportamiento de los individuos en elámbito laboral toma en cuenta la decisión individual de maximizarla utilidad en la opción entre ocio e ingreso. No obstante, en especialdurante los periodos de crisis de ingresos, tal lectura no refleja ade-cuadamente lo que ocurre en el ámbito laboral, donde las presionesde inserción no responden a decisiones individuales de preferencia,sino a exigencias colectivas de sobrevivencia de los hogares. Esto, ylo anotado como corolario del acápite anterior, nos lleva a hacer unadisgresión respecto de las tasas de participación.

La explicación de que, durante los períodos de crisis de ingresos, losindividuos simplemente —sin más— deciden entrar o salir del univer-so laboral, no necesariamente corresponde al supuesto de una deci-sión puramente individual. Por el contrario, es en tales períodos crí-ticos cuando las decisiones resultan condicionadas e inducidas porlas presiones resultantes de las exigencias colectivas de los hogares

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para la satisfacción de sus necesidades. En otras palabras, el móvilde la participación (ingreso al universo laboral) no es la opción sub-jetiva entre ocio o ingreso, sino las necesidades objetivas no satisfe-chas de los hogares.

La Tasa de Participación Global (TPG), a la que nos hemos referido,es el cociente entre la Población Económicamente Activa (PEA) y laPoblación en Edad de Trabajar (PET). Esta tasa nos muestra la pro-porción de los miembros del hogar en «edad de trabajar» que, por laexigencia de satisfacer las necesidades familiares, se ven compelidosa abandonar su inactividad y buscar insertarse en el universo laboral.(Cabe destacar que, en el caso de Bolivia, se toma como personas enedad de trabajar a todas aquellas mayores de 10 años.)

De acuerdo con los datos de las Encuestas Integradas de Hogares, laTPG ha ido aumentando desde 1989 a 1995. En 1989 se hallaba cer-cana al 53%, y en 1995 se situaba por encima del 55%. En el casode los hombres, alcanzaba al 65%, y, en el caso de las mujeres, al46%.

Si complementamos los datos de 1995 con los de las «actividadesocultas» —es decir, aquéllas que no surgen directamente de la pre-gunta «¿ trabajó usted durante la semana pasada?", sino de indagarsi esas personas que dijeron no trabajar contribuyeron económica-mente al hogar— la TPG para los hombres aumenta al 70% y, para lasmujeres, al 54%. Es de notar que estas actividades de sobrevivenciarecaen fundamentalmente en el sexo femenino. En promedio para to-da la PET, estamos hablando de una tasa de participación superior al60%.

Una TPG mayor al 60% refleja, a su vez, malas condiciones de in-serción de los ocupados, especialmente en lo que respecta a sus ba-jos ingresos. Esto presiona a una mayor expulsión de los miembrosdel hogar hacia el universo laboral. Dado que nuestra pirámide po-blacional tiene una base amplia (la población joven es la mayorita-ria), una TPG alta nos muestra que, ante la crisis de ingresos, son los

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niños en edad escolar quienes se ven compelidos a insertarse en eluniverso laboral.

Una TPG creciente, si bien significa un aumento del ingreso per cá-pita en el hogar, y, obviamente, un mayor ingreso total para el mis-mo, comporta, a la vez, una caída de los ingresos promedio pormiembro ocupado. Esta relación es importante por lo que ella impli-ca. Cae el ingreso promedio por ocupado del hogar al aumentar laTPG, porque la salida de los diferentes miembros del hogar en bus-ca de ingresos es selectiva. Primero salen los más calificados, y lue-go, cuando el ingreso del hogar se hace insuficiente para cubrir lasnecesidades mínimas, salen los que tienen menores posibilidades deuna inserción laboral más satisfactoria. Asimismo, se advierte que laselectividad no sólo está dada por el lado de la oferta, sino que tam-bién lo está por el de la demanda, ya que los empleadores remune-ran mejor a los más calificados.

Por último, tomar como base el ingreso normativo (ingreso mínimo)equivalente a la canasta básica de alimentos —calculado por la Uni-dad de Análisis de Políticas Sociales (UDAPSO) y actualizada a1995— y relacionarlo con la TPG de los hogares nos muestra que,cuanto mayor es la diferencia entre el ingreso normativo y el ingre-so observado (ingreso real) de los hogares, más aumenta la TPG delhogar. Es decir, que cuando en el hogar el ingreso total de los ocu-pados no alcanza a cubrir las necesidades mínimas, entonces se de-cide enviar un miembro adicional al universo laboral.

Lo anterior nos induce a pensar que uno de los principales proble-mas que debemos enfrentar en el ámbito laboral es el de las elevadastasas de participación. Valga reiterar, al respecto, que tales tasas—efecto de los bajos niveles de ingresos— presionan a los niños enedad escolar a salir en busca de trabajo, abandonando, así, su califi-cación y comprometiendo su futuro. Si se puede hablar de un círcu-lo vicioso de la pobreza, este fenómeno pareciera explicarlo y ratifi-carlo.

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Informalidad y subempleo

La lectura de la problemática en el ámbito laboral, especialmente du-rante las últimas tres décadas, ha descansado en las nociones de in-formalidad y de subempleo. Estas nociones, al carecer de un conte-nido categorial formalizado, no han podido crear un marco que re-sultara adecuado para la definición de políticas.

Dentro de los enfoques tradicionales sobre el Sector Informal Urba-no, está el denominado enfoque dualista, cuyo punto de partida es laevidencia de un considerable desempleo encubierto en el sector tra-dicional. De esta noción se deriva la de «excedente de mano deobra» —o «fuerza de trabajo redundante»— que se vincula con el con-junto de desempleados encubiertos, cuyo aporte al producto es , nulo.Esto nos indica que la mano de obra excedentaria está constituidapor aquellos cuya productividad marginal es igual a cero.

Por su parte la OIT y el PREALC proponen el concepto de «no for-mal» o «informal», para identificar a aquella población que se ve im-posibilitada de ser absorbida por el sector moderno. La mayoría deese excedente se ve compelido a autogenerarse empleo, y este hechoconforma el así denominado Sector Informal Urbano.

Otro enfoque es el denominado neoliberal. Para éste, el sector infor-mal es el resultado de las distorsiones introducidas en el mercado detrabajo por la acción equivocada del gobierno cuando impone sala-rios mínimos, o por la intervención de los sindicatos, que elevandolos salarios por encima de su nivel de equilibrio, hace que esto gene-re un excedente de oferta laboral. En este marco, los informales noson ya los individuos, sino sus hechos y actividades. A su vez, comodesprendimiento de esta concepción, surgió la idea de la «economíasumergida», entendida como el conjunto de todas aquellas activida-des que escapan al control y a las regulaciones del Estado.

Por último, el denominado enfoque sociológico, a partir de la' iden-tificación de un excedente de fuerza de trabajo, muestra que la con-

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frontación de dos formaciones económicas de distinto grado de de-sarrollo, y en consecuencia de distinto nivel de productividad, llevaa que la economía más atrasada inhiba y reasigne sus recursos enfunción de las necesidades y exigencias de la economía más avanza-da. En este marco, las actividades informales constiuyen una suertede relaciones solidarias y autogestionarias inmersas en instituciones,prácticas y aspectos culturales que ordenan lo cotidiano y conformanel denominado espacio de «lo popular».

Desde el punto de vista del aparato productivo, se define tautológi-camente al sector informal por el tamaño de las empresas. Las pe-queñas son informales, y son informales porque son pequeñas. (Nocreemos que se pueda avanzar mucho desde esta conceptualización.)

A su vez, desde la óptica del mercado de trabajo, se define como in-formales a todos aquellos trabajadores que no son asalariados y aaquellas personas que no tienen una relación laboral de dependencia.Esta forma de ver la realidad no es otra cosa que la de renombrar el«mercado de trabajo» y restarlo del universo laboral.

Por todo lo señalado, los diferentes enfoques para definir «lo infor-mal» se basan tan sólo en una clasificación por exclusión. Es claroque esto, heurísticamente, aporta muy poco al tratamiento de la pro-blemática laboral.

Respecto de la noción de subempleo, señalemos que, también en es-te caso, se trata de formalizar, aunque sin lograrlo, el concepto de«paro encubierto» acuñado por la señora Robinson. Los subemplea-dos son aquellos que tienen una productividad marginal cercana acero, o que perciben un ingreso mayor a su productividad.

Su operacionalización normalmente se la realiza «cuantificando» elsubempleo visible e invisible. Para el caso del subempleo visible, setoma como criterio demarcativo el número de horas trabajadas con-trastado con cierta norma. Pensamos, sin embargo, que el número dehoras no da cuenta de la productividad, y que una simple norma de

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tiempo de duración no representa más que el tiempo de ocupación.A su vez, la medición del subempleo invisible referida a remunera-ciones «anormalmente bajas» es imposible de determinar, por cuan-to en una economía, en la que la tasa de desempleo es mayor que ce-ro, no se da un ingreso observable por debajo del cual no se encuen-tren oferentes de mano de obra.

Desempleo y pobreza

La problemática de la pobreza está normalmente asociada a la deldesempleo, en el sentido de que los pobres son pobres precisamenteporque no tienen empleo. En consecuencia, la solución para morige-rar los problemas de la pobreza habrá de consistir en la aplicación depolíticas de generación de empleo. Contrariamente a esta lectura ge-neralizada del fenómeno, intentaremos cuestionar la causalidad "de-sempleo, entonces pobreza", o, si se quiere, demostrar que tal rela-ción causal es, en realidad, una falacia. En otras palabras, intentare-mos mostrar que la pobreza no es causada por el desempleo, o por lomenos, que el desempleo no es la principal causa explicativa . de lapobreza, y que, en consecuencia, las políticas de generación de em-pleos no constituyen su solución óptima.

El estudio de la pobreza —o más específicamente la cuantificación dela pobreza— hace referencia a lo que podría denominarse la morfolo-gía de la pobreza, es decir la identificación de áreas o grupos huma-nos clasificados como pobres, indigentes y no pobres. Dos métodoshan sido tradicionalmente utilizados al respecto: el de las Necesida-des Básicas Insatisfechas (NBI) y el de la Línea de Pobreza (LP).Con ellos se han trazado los conocidos "mapas de la pobreza". Porúltimo se han realizado interesantes esfuerzos para unir ambos mé-todos.

De acuerdo con el método de Necesidades Básicas Insatisfechas, seha denominado «pobres por patrimonio» a aquellos hogares que nocuentan con una vivienda adecuada y cuyo nivel de instrucción no

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supera al del ciclo intermedio de la educación escolar. Su opuestoson los «hogares no pobres». Y, de acuerdo con el método de la Lí-nea de Pobreza, han sido clasificados como «hogares pobres» aqué-llos cuyo ingreso total es inferior al mínimo normativo de subsisten-cia.

Cruzando ambos métodos pueden definirse cuatro categorías:

Hogares pobres críticos, que son los hogares pobres por patri-monio y por ingresos.Hogares pobres inerciales, que son los hogares pobres por pa-trimonio, pero no por ingresos.Hogares pobres recientes, que son los hogares no pobres porpatrimonio, y pobres por ingresos.Hogares no pobres, que son aquellos hogares que no son po-bres ni por su patrimonio, ni por sus ingresos.

Un primer hecho destacable es que la pobreza en las ciudades capi-tales de departamento se concentra fundamentalmente en los hoga-res pobres recientes, es decir, en aquéllos que, aunque posean una vi-vienda «aceptable» y algún miembro del hogar haya superado el ni-vel intermedio de instrucción, sus ingresos no alcanzan a cubrir susnecesidades. Ello está reflejando, de alguna manera, que la crisis deingresos, acentuada durante las últimas décadas, se constituye en laprincipal causa de la pobreza.

Un segundo hecho relevante es que la Tasa de Participación Globales muy alta en los hogares pobres inerciales, es decir en aquéllos quehan podido remontar las condiciones de pobreza por ingresos, incor-porando a la mayor parte de sus miembros en edad de trabajar al uni-verso laboral. Esto de alguna manera refrenda la hipótesis de que laelevada tasa de participación es uno de los principales problemas aenfrentar.

Los hogares pobres recientes tienen la tasa de participación más ba-ja, lo cual está mostrando que éstos están invirtiendo en educación.

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Esto, a su vez, se puede explicar por el hecho de tener una cierta es-tabilidad de vivienda que les permite hacer el sacrificio presente o,en su defecto, que el nivel de educación de los padres estaría jugan-do un papel muy importante para la educación de sus hijos.

En términos de desempleo abierto, los pobres críticos no muestran latasa de desempleo más alta, como podría esperarse. Por el contrario,ésta se encuentra en los «hogares no pobres».

Esta última corroboración, si bien no es suficiente para rechazar larelación de implicación entre desempleo y pobreza, por lo menos esun dato que debe llevamos a cuestionarla. Parecería que las condi-ciones de pobreza de los hogares bolivianos no se explica fundaMen-talmente por la carencia de empleo, sino por una situación de bajosingresos que está presionando a que muchos miembros del hogar de-ban insertarse en el universo laboral.

La legislación laboral

Unas reglas de juego no bien definidas, o sin la legitimidad necesa-ria para el buen funcionamiento de una sociedad abierta, o, simple-mente, sin la estabilidad necesaria, generan incertidumbre para lostrabajadores y empresarios, elevan el «riesgo país», e inhiben la in-.versión y el crecimiento.

La Ley General del Trabajo, promulgada en 1942, y su Decreto Re-glamentario de 1943 —así como más de 2.500 disposiciones comple-mentarias, modificatorias o ampliatorias de dicha ley, expresadas enmás de 500 Leyes, Decretos Supremos, Resoluciones Supremas yResoluciones Ministeriales— conforman la compleja urdimbre queentrampa tanto a trabajadores como a empresarios.

Esta normatividad no sólo no se constituye en un instrumento quepermite desconflictuar las relaciones laborales, sino, por el contrario,

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es una fuente de conflicto, tanto por sus contradicciones internas, co-mo por los problemas de interpretación que conlleva.

El carácter provisional de la legislación laboral, la serie de remien-dos a la que hicimos referencia, y, adicionalmente, la incapacidadpor parte del Estado en lograr su cumplimiento, reflejan una orien-tación altamente sesgada en lo que atañe a la gestión estatal de lafuerza de trabajo. El ausentismo empresarial a la hora de la negocia-ción y de la solución de conflictos, así como el traslado del conflic-to hacia los poderes públicos, son indicadores del sesgo anotado, locual, lógicamente, agudiza un ciego maximalismo por parte de lasdirecciones sindicales basadas en la lógica del «todo o nada».

El carácter civilista de la legislación laboral —que no hace referenciaal concepto de «relación de trabajo", sino al de «contrato de traba-jo»— es uno de los elementos que le quita coherencia a la normativi-dad de la legislación.

El hecho de que, al inicio de los conflictos, no se haga una adecua-da distinción entre los conflictos de derecho y los de naturaleza rei-vindicativa, se constituye en el factor principal de que casi todos losconflictos terminen en confrontación. Y, lo que es peor, parecieraque existe un vacío jurídico que imposibilita la solución normativa,una vez que tales conflictos han pasado a la confrontación.

Por último, la legislación laboral boliviana —basada en un modeloeconómico que apostaba al Estado y a la sustitución de importacio-nes— ha creado un conjunto de «medidas protectoras» que, en la ac-tualidad, conducen a un aumento del salario costo, y que implican ri-gideces en la contratación de nuevos trabajadores. Si en el anteriormodelo el empleo dependía de la demanda efectiva, incluso en sec-tores cuya competencia estaba muy lejos de la competitividad inter-nacional, hoy, en una economía abierta, depende fundamentalmentede la competitividad. Siendo esto así, es hora de que nuestros legis-ladores en materia laboral acepten el desafío que supone adecuarsea la realidad. De nada sirve contar con una normatividad buena omala, mientras son otros los caminos por los que transita la realidad..

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O Capítulo 4

LA OFERTA DE LOS 500.000EMPLEOS

¿De dónde salieron los 500.000 empleos?

A comienzos del año 1993 se finalizó la elaboración de la propues-ta gubernamental del Lic. Gonzalo Sánchez de Lozada, candidato ala Presidencia de la República por el Movimiento Nacionalista Re-volucionario, denominada «El Plan de Todos». La propuesta laboralque proponía fue la de «Más y mejores empleos», destacando el he-cho de que las tasas de desempleo no informaban adecuadamenteacerca de la complicada problemática del ámbito laboral y que eranecesario hacer énfasis en los altos niveles de participación y en lasprecarias condiciones de inserción laboral.

Se señaló entonces que era imprescindible superar la crisis de ingre-sos, mejorar las condiciones de inserción y desempeño laboral, y re-vertir la tendencia creciente a una inserción laboral de niños en edad

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escolar, dado que las altas tasas de participación no sólo comprome-tían la reproducción de los hogares, sino la propia viabilidad de

nuestra economía y de nuestra sociedad, en un contexto en el que lacompetitividad internacional descansaba —y descansa— en el capitalhumano.

Como respuesta a estos desafíos, se propuso mejorar 211.670 pues-tos de trabajo y crear 287.452 empleos nuevos. La suma de ambosdio 499.122 empleos en cuatro años. Los mismos que, como vere-mos más adelante, se distribuyen entre el área urbana y el área rural,entre empleos directos e indirectos, y entre generados por la inver-sión pública y generados por la inversión privada.

El cálculo de los nuevos empleos a crearse, así como también el deaquellos puestos de trabajo a ser mejorados, fue realizado a través detres métodos:

La primera aproximación global fue llevada a cabo considerando lastasas de crecimiento esperadas para los siguientes cuatro años y loscoeficientes de elasticidad Empleo/PIB propuestos en la Estrategiade Desarrollo Económico y Social 1989-2000. El resultado dio unabanda de posibilidades entre la opción más optimista y la opciónmás pesimista.

Una segunda aproximación fue realizada considerando los niveles deinversión pública comprometidos para los próximos años. Para elcálculo de los niveles de empleo se tomaron los coeficientes de elas-ticidad por ramas elaborados por Marcel y Fernández. Asimismo, setomó una proyección de la inversión privada sectorial y con ella serealizó el ejercicio de proyectar los nuevos empleos a generarse a ni-vel sectorial, así como las posibilidades de mejorar empleos a travésde los encadenamientos de la inversión hacia atrás y hacia adelante.Como en la aproximación anterior, este ejercicio dio como resultadouna amplia banda de opciones, desde la más optimista hasta la máspesimista.

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Una tercera aproximación fue realizada haciendo correr un modelode equilibrio general que incorporaba las variables de control paralos próximos cuatro años, así como algunos supuestos aceptables re-ferentes a ciertos parámetros y variables exógenas al modelo.' Esteejercicio también brindó una banda de opciones de empleos nuevosy empleos mejorados.

Por último, se realizó un ejercicio comparativo de los tres escenariosy se vio con satisfacción que todos ellos se movían en una banda queiba de 424.018 a 499.122 empleos, y que sumaba empleos nuevos yempleos mejorados.

En la propuesta electoral, se presentó la hipótesis más optimista, va-le decir la de 211.670 empleos mejorados y 287.452 empleos nue-vos que, sumados, como ya hemos señalado, daban la cifra de499.122 empleos, para el período comprendido entre 1994 y 1997.Como la prensa y el público en general prefieren hablar en términosde cifras «redondas», los 499.122 empleos fueron tomados como500.000.

Posiblemente hoy, ya casi al finalizar la gestión del Lic. GonzaloSánchez de Lozada, hubiera resultado "políticamente" más cómodohaber presentado entonces la opción más pesimista. Pero, en aquelmomento, se pensó que era mejor dar mensajes de esperanza y hacerel esfuerzo por cumplirlos.

¿Qué significan los 500.000 empleos ?

Para el año 1993 no se hizo ninguna propuesta. El Plan de Todos noesperaba alcanzar efectos positivos en los primeros seis meses degestión, dado que se recibía la conducción del país en una situación—por decir lo menos— difícil, reflejada en un crecimiento anémico, enun bajo nivel de inversión privada, en un elevado incremento del en-deudamiento externo, en altas tasas de interés, en un déficit comer-

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cial de más de 500 millones de dólares, y, lo que es peor, en la pér-dida de credibilidad respecto de que la democracia fuera capaz deresponder a la demanda social.

En el año 1994, se comenzarían a ver los efectos de El Plan de To-dos sobre el empleo. Se crearían 72.187 nuevos puestos de trabajo,de los cuales 44.034 correspondían al área urbana, y 28.153 al árearural. Cabe destacar que, del total, 32.484 se debían a la inversiónpública, y, los restantes 39.703, al impulso de las inversión privada.A su vez, del total de empleos nuevos a crearse en el área urbana, só-lo 17.614 serían empleos directos, mientras que 26.420 serían em-pleos indirectos generados por los encadenamientos de la inversiónhacia adelante y hacia atrás, tanto de la inversión pública como de laprivada. En el área rural los empleos directos alcanzarían la cifra de22.522 y, los indirectos, la de 5.631.

En suma, el Estado, a través de su inversión pública, se comprome-tió efectivamente a crear 6.497 empleos directos en el área urbana y12.994 en el área rural. Los restantes serían efectos de empleo indi-recto y efectos —tanto directos como indirectos— de la inversión pri-vada.

Para este año —1994— no se planteó el mejoramiento de los puestosde trabajo. Todo el esfuerzo se habría de aplicar a la creación de nue-vas fuentes de trabajo.

En el año 1995 —en el que se habrían de impulsar las denominadastransformaciones de segunda generación— si bien la cifra de creaciónde nuevos empleos se bajó a 65.000, se propuso, en cambio, mejorar41.325 puestos de trabajo existentes. En cuanto a la creación de nue-vos empleos, del total propuesto, cerca del 61 % debía crearse en elárea urbana y el restante 39% en el área rural. La inversión públicacrearía 20.150 empleos, entre directos e indirectos (área urbana másárea rural) y la inversión privada contribuiría con los restantes44.850 para alcanzar, de este modo, la cifra propuesta de 65.000nuevos empleos.

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De los 39.455 nuevos empleos a generarse en el área urbana sólo el40 % representaba los empleos directos, mientras que, en el área ni-ral, los empleos directos representaban el 80% del total de empleos.

De la misma forma que para el año 1994, el Gobierno asumiría elcompromiso de crear 3.224 empleos directos en el área urbana y9.672 en el área rural.

Se esperaba que, en 1996, las transformaciones comenzarían a darfrutos positivos. Se crearían 74.389 empleos nuevos y se mejorarían71.344 empleos existentes. De los nuevos, corresponderían a la in-versión pública 17.109, y, a la inversión privada, los restantes57.280. Esto se relacionaría claramente con el dinamismo que se es-peraba de la iniciativa y de la inversión privada.

Los nuevos empleos en el área urbana habrían de alcanzar la cifra de46.084, de los cuales 18.434 serían empleos directos, y, 27.650, in-directos. En el área rural, se crearían 28.305 nuevos empleos, de losque 22.644 serían directos y, 5.661, indirectos.' Para este año 1996,el Lic. Sánchez de Lozada comprometió al sector público a crear2.395 empleos directos en el área urbana y 8.897 empleos directosen el área rural. Esto se basaba en que ya se esperaban los efectospositivos que habría de tener la Ley de Participación Popular.

El año 1997 también habrá de ser un año de realizaciones. Esto ha-brá de reflejarse en el incremento de 75.876 empleos nuevos y de99.002 empleos mejorados. Gran parte de la responsabilidad de lacreación de nuevos empleos habrá de descansar en el sector privado,ya que éste habrá de crear 58.425, entre directos e indirectos. Por suparte, el Gobierno se compromete a cubrir los restantes 17.451 em-pleos, de los cuales 6.108 corresponderán al área urbana y, 11.343,al área rural.

De estos 6.108 nuevos empleos a generarse por la inversión públicaen el área urbana, 2.443 serán directos y, 3.665, indirectos. En el área

4 En todos estos años se destacó el hecho de que el multiplicador de empleos in-directos fue mucho más bajo en las áreas rurales que en las urbanas.

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rural, de los 11.343 empleos —también a generarse por la inversiónpública— 9.075 serán directos.

A modo de resumen, anotemos que de los 287.452 nuevos empleosa crearse entre 1994 y 1997, la responsabilidad de la inversión públi-ca concernía a cubrir la cantidad de 87.195, mientras que la inver-sión privada debía ser capaz de crear 200.257. De esos 87.195 em-pleos a generarse por la inversión pública, 36.398 estarían en el áreaurbana y 50.797 en el área rural. De los empleos a crearse en el áreaurbana solamente 14.559 serían empleos directos, mientras que, enel área rural, los nuevos empleos directos alcanzarían a 40.637.

Entre 1994 y 1997, en el área urbana se habrían creado 176.578 em-pleos nuevos, y, en el área rural, 110.874. Sin embargo, la cantidadde nuevos empleos directos creados en el área rural supera a la de loscreados para el área urbana: 88.699 para el área rural contra 70.631para el área urbana. Este fenómeno se explica por la priorización queel Gobierno hizo de las áreas rurales a través de la Participación Po-pular.

¿En qué medida se cumplió la oferta ?

De acuerdo a lo destacado en el anterior acápite, para el año 1993 nose hizo ninguna propuesta en lo referente a la creación de nuevosempleos o a la mejora de la inserción laboral de los ocupados.

Para el año 1994, se ofreció crear 72.187 nuevos empleos, de loscuales el sector público sería responsable de la creación de 32.484(50 % en el área urbana y 50% en el área rural) y, el sector privado,de los restantes 39.703. Nótese que estamos hablando de empleos di-rectos más empleos indirectos.

De acuerdo con los datos generados por la Secretaría Nacional deParticipación Popular, los nuevos empleos (directos) generados porefecto de la Participación Popular alcanzan a 23.432, estimándose

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que 16.871 habrían sido creados en el área rural y 6.561 en el , áreaurbana. Por las características de los proyectos realizados con los re-cursos de la Participación Popular, los coeficientes de expansión pa-ra la creación de empleos indirectos sólo alcanzan al 0.12 y al 0.03para las áreas urbanas y rurales respectivamente; es decir, que sola-mente se habrían creado 787 empleos indirectos en el área urbana y506 empleos indirectos en el área rural.

La Participación Popular innegablemente fue un «shock» de recur-sos para las comunidades que nunca antes habían recibido ni un so-lo centavo. Esta situación hizo que sus recursos fueran utilizados enproyectos cuyos gastos superaron lo previsto y que las inversionesrealizadas tuvieran muy pocos encadenamientos hacia atrás y haciaadelante. Este fenómeno de ninguna manera es cuestionable, dadoque las comunidades pobres se vieron constreñidas a cubrir, priori-tariamente, sus apremiantes necesidades. Es de esperarse que, a me-dida que el flujo de recursos sea permanente y salvadas las necesi-dades prioritarias, los recursos paulatinamente se canalicen haciaproyectos de inversión. Asimismo, la capacidad de gestión munici-pal y el direccionamiento que se dé a través del Sistema Nacional dePlanificación Participativa habrán de lograr, en los próximos años,una adecuada distribución entre gastos e inversión.

Por otra parte, el año 1994 fue uno de los mejores años en lo que res-pecta a la ejecución de la inversión pública, ya que se logró ejecutarel 94% de lo programado. Este resultado, traducido en número denuevos puestos de trabajo, significó 10.373 empleos directos y 2.490empleos indirectos para el área urbana, y, para el área rural, 6.241empleos directos y 686 indirectos.

En suma, el Sector Público creó en el área urbana 16.934 empleosdirectos y 3.277 indirectos, que, sumados, totalizan la cantidad de20.211.

Ahora bien, tomando los datos de movilidad ocupacional promedioque nos da la Encuesta Integrada de Hogares, podemos estimar que

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el 35% de los nuevos empleos en realidad corresponde a mejoras enla inserción laboral, quedando, por tanto, solamente como empleos

nuevos para el área urbana, 13.137. Comparado este dato con la ofer-ta del Sector Público del «Plan de Todos» para el área urbana en1994, se tiene que la oferta se habría cumplido en un 81 %, y se ha-brían «mejorado» 7.074 puestos de trabajo que no fueron ofrecidos.

En el área rural, el Sector Público, habría creado 23.112 empleos di-rectos y 1.192 indirectos, que, sumados, dan 24.304 nuevos puestosde trabajo. Tomando la tasa de movilidad ocupacional del área urba-na (es decir sobrevaluando la tasa de movilidad rural porque no con-tamos con este dato), se habrían generado 15.797 nuevos empleos enel área rural para 1994. Comparado este dato con la oferta del Sec-tor Público para el área rural en 1994, se tiene que se habría alcan-zado el 97% de cumplimiento de lo ofrecido, además de haberse«mejorado» la inserción laboral de 8.507 trabajadores, que no esta-ban en la propuesta.

Para estimar los niveles de empleo creados por efecto de la inversiónprivada, se tomaron los datos de la Encuesta Integrada de Hogares,estudiando el aumento de los niveles de empleo sectorial y disminu-yéndole los empleos generados por la inversión pública, y ello paraevitar una doble contabilización. También se hizo una correccióncon los niveles de inversión sectorial y los coeficientes de Marcel yFernández. El resultado obtenido nos muestra que el sector privadohabría creado en 1994, 26.750 empleos nuevos en el área urbana.Utilizando el mismo factor para estimar los «empleos mejorados»,nos quedan 17.387 empleos nuevos. En cuanto a estimar el númerode empleos creados en el área rural como efecto de la inversión pri-vada, no es posible hacerlo con los datos disponibles.

A modo de agregación, se tiene que en el área urbana se crearon30.524 empleos nuevos (efecto de la inversión pública y de la inver-sión privada), que comparados con los 44.034 del «Plan de todos»para 1994, representan el 69 % de cumplimiento, sin contar que semejoró la inserción laboral en 18.011 trabajadores. En el área rural,

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sabemos que el sector público cumplió su oferta en un 97 %, perocarecemos de datos de una encuesta de empleo a nivel rural que nospermita estimar los empleos creados en esta área por efecto de la in-versión privada.

Para el año 1995, se ofreció crear 65.000 nuevos empleos, de loscuales el sector público sería responsable de la creación de 20.150(8.060 en el área urbana y 12.090 en el área rural) y el sector priva-do de los restantes 44.850. Nótese que estamos hablando de empleosdirectos más empleos indirectos.

De acuerdo con los datos generados por la Secretaría Nacional deParticipación Popular, los nuevos empleos directos generados porefecto de la Participación Popular para 1995 alcanzaron a 52.649, es-timándose que 37.907 habrían sido creados en el área rural y 14.742en el área urbana. Para ese año se aplicaron los mismos coeficientesde expansión para la creación de empleos indirectos —que tan sólo al-canzan al 0.12 y al 0.03 para las áreas urbanas y rurales respectiva-mente—, y se tuvo que solamente se habrían creado 1.769 empleosindirectos en el área urbana y 1.137 empleos indirectos en el área ru-ral. (La explicación dada para el año 1994 es también válida para1995).

Por otra parte, el año 1995 también fue un año de buen nivel de eje-cución de la inversión pública. De acuerdo con los datos de los re-cursos comprometidos, se puede considerar que se ejecutó cerca del96% de lo programado. El resultado de esta ejecución de la inver-sión, traducido en número de puestos de trabajo creados, fue, para elárea urbana, de 9.463 empleos directos y 2.271 indirectos, y, para elárea rural, de 6.816 directos y 749 indirectos.

Para estimar los niveles de empleo creados por efecto de la inversiónprivada, se realizó el mismo ejercicio anotado para 1994. El resulta-do obtenido nos muestra que el sector privado habría creado, en1995, 29.680 empleos nuevos en el área urbana. Utilizando el mis-

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mo factor para estimar los «empleos mejorados», resultan 19.292empleos nuevos. Valga aquí reiterar que con los datos disponibles noes posible estimar el número de empleos creados en el área rural co-mo efecto de la inversión privada.

En suma, el Sector Público y el Sector Privado crearon en el área ur-bana 37.651 empleos nuevos, que, comparados con la propuesta del«Plan de Todos» para 1995, representa el 95% de lo propuesto.

En el área rural, solamente por efecto de las actividades del SectorPúblico, se crearon 46.609 empleos. Corrigiendo este dato por lamovilidad ocupacional, estamos hablando de 30.295 empleos nue-vos y 16.314 mejoras en la inserción laboral. Lamentablemente, nose cuenta con datos de empleos generados por la inversión privada anivel rural. Sin embargo, cabe destacar que solamente considerandoel Sector Público, la meta de empleos rurales (Públicos + Privados)para 1995 fue sobrepasada en un 18%.

En lo que corresponde a los «empleos mejorados» —específicamentemejoras en la inserción laboral de los ocupados—, la propuesta del«Plan de Todos» para 1995 fue de 41.325. Habiéndose mejorado lainserción laboral de 36.588 trabajadores, el objetivo se cumplió enun 88% .

Es de lamentar que, mientras se escribe este trabajo, todavía no con-temos con los datos de 1996. Si bien la Secretaría Nacional de Par-ticipación Popular ha realizado estimaciones, ello es insuficiente alno contar ni con datos de inversión, ni con los resultados de la en-cuesta de empleo para ese año. De todos modos, los dos años anali-zados constituyen un buen indicador del cumplimiento de la ofertahecha por el Plan de Todos.

Antes de cerrar el presente acápite, cabe hacer algunas puntualiza-ciones que surgen de los datos.

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Primero, que gran parte del éxito en materia de cumplimiento de laoferta de creación de empleos descansa en los efectos que tuvo laParticipación Popular.

Segundo, que los multiplicadores entre empleos directos y empleosindirectos estimados al momento de la realización del «Plan de To-dos» estaban muy sobrevaluados, lo que parecería mostrarnos que elencadenamiento hacia atrás y hacia adelante de las inversiones se di-luye en aspectos difíciles de cuantificar e, incluso, de identificar.

Tercero, que el «Plan de Todos» fue muy optimista en lo referente aldinamismo de la creación de empleos por parte de la inversión pri-vada, la misma que, sin ser deficiente, no ha pasado de ser modesta.

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O Capítulo 5

PROPUESTAS Y ESPERANZAS

La necesidad del consenso

La recuperación de las libertades democráticas fue, realmente, obrade los trabajadores. La dialéctica social anterior a la democracia fuela que se dio entre la representación de la dictadura por parte de losdistintos gobiernos militares, y la libertad democrática representadapor la Central Obrera Boliviana.

Se había logrado la democracia, pero el país había quedado en rui-nas, y las condiciones de vida de su población habían llegado a si-tuaciones de pobreza insostenible. Causa de ello fueron las cuatrodécadas de social-estatismo y el saqueo llevado a cabo por las dicta-duras.

Durante el Gobierno del Dr. Hernán Siles Zuazo —e independiente-mente de las contradicciones de la coalición gobernante—, se buscó

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detener la crisis a través de varios ajustes heterodoxos, tratando, sinembargo, de mantener el modelo vigente. Resultado de ello fue elfracaso, que llevó al país a una de las peores crisis de su historia. Du-rante este difícil período eclosionaron las demandas sociales que, en-cabezadas por la Central Obrera Boliviana, cercaron al gobierno delDr. Siles Zuazo hasta acortarle su mandato constitucional.

En el año 1985, el gobierno del Dr. Víctor Paz Estenssoro aplicó unexitoso ajuste macroeconómico ortodoxo orientado a cambiar las re-glas del juego del social-estatismo hacia una economía de mercado.

Se ha escrito y analizado en profundidad la crisis de principios de ladécada del 80 y el ajuste de 1985, razón por la cual no hemos deabundar en este tema. No obstante el cambio que tal crisis y tal ajus-te han significado, parecería que el sindicalismo boliviano —aglutina-do en torno a la Central Obrera Boliviana— todavía no se hubiera per-catado de que las reglas del juego han cambiado, que han cambiadolos sujetos de interpelación, que los actores sociales ya no son losmismos, y que el país y el mundo han cambiado. Parecería que elsindicalismo buscara autodestruirse aferrándose a prácticas de luchadel pasado y actuando más por inercia que por reflexión. Pareceríaque ha perdido su orientación, y que no pudiera encontrar su lugaren una sociedad postindustrial e individualista.

En el mundo actual, como ya señalamos, el factor de producción másimportante es el conocimiento y, por ende, es el capital humano labase material del desarrollo. Cuidar de este capital requiere un sin-dicalismo fuerte, que vele por los derechos y garantías del capitalhumano. Para esto es condición necesaria que asuma su verdaderorol, representando de manera democrática a los trabajadores y sinbuscar desestabilizar el sistema.

Por su parte, el gobierno debe ser capaz de mediar entre la goberna-bilidad necesaria para estabilizar la democracia y la demanda social,motor de la dinámica en una democracia liberal. Los partidos políti-

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cos de la nueva historia (excluyo a los partidos populistas y a los detinte social-estatista) también han de aprender a jugar su rol, es de-cir, a competir sin que su accionar, en tanto oposición, pueda dañarla imagen de la democracia, de la economía y del país.

Por todo lo anotado, es imprescindible alcanzar un Acuerdo Nacio-nal respecto de las grandes lineas de la política económica y de lapolítica social. Específicamente en materia laboral, es necesario bus-car un acuerdo sobre la necesidad de reformar la legislación laboral,sobre la necesidad de descentralizar la negociación salarial llevándo-la a las empresas, y sobre la necesidad de establecer mecanismos queconduzcan a mejorar la productividad y las remuneraciones.

Para el logro de estos consensos básicos se propone establecer unForo Boliviano de la Productividad, en el que estén representadas to-das las fuerzas vivas del país. Considerando que el mismo habrá derealizar reuniones muy espaciadas en el tiempo, debería contar conuna Secretaría Técnica que sesionara permanentemente para poderajustar los acuerdos y hacer el seguimiento de los lineamientos depolítica emanados del Foro.

Impulsar la negociación colectiva

El conflicto que se genera dentro del universo laboral— en especialdentro del mercado de trabajo— responde a que los actores (empresa-rios y trabajadores) buscan maximizar objetivos distintos. Esto tornaimposible dirimir el conflicto, salvo que se lo institucionalice de mo-do que se pueda desconflictuar las relaciones obrero-patronales y, deesta manera, hacer que el conflicto no degenere en confrontación.

Inclusive ante la posibilidad de reformar la legislación laboral con-tando con una renovada Ley General del Trabajo, ésta no podrá serlo suficientemente exahustiva como para contemplar todas las posi-bilidades del conflicto. En consecuencia, es importante propiciar una

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negociación colectiva que permita establecer normas —de nivel em-presarial y sectorial— que soporten el cumplimiento de la legislación.La negociación colectiva, desde la óptica de la legislación laboral, nosólo habrá de flexibilizar la normatividad para adecuarla a las parti-cularidades de las empresas, sino que habrá de permitir abandonar elresabio del Código Civil —presente en la actual legislación laboral—referente al contrato de trabajo como presupuesto jurídico.

La negociación colectiva obrero-patronal está, sin duda, presente enla actual legislación, pero sólo en forma declarativa, y como un me-canismo «a posteriori» del conflicto.

Entendemos, en cambio, la negociación colectiva como un procesopermanente de concertación entre los trabajadores organizados, poruna parte, y, los patronos o asociaciones patronales, por otra, con elobjetivo de establecer las condiciones conforme a las que ha de pres-tarse el trabajo asalariado. Este proceso debería ser capaz de generarcontratos colectivos, en los que se establezcan los derechos y obliga-ciones de cada una de las partes, así como los mecanismos que per-mitan su ejecución y renegociación futura.

Las ventajas de la negociación colectiva se materializan: 1) en la de-sinstitucionalización centralizada en cuanto a la fijación de salarios,llevando dicha determinación al ámbito real de la empresa; 2) enque, sin ser esta descentralización un instrumento que limite las li-bertades de contratación y despido por parte de la empresa, se tien-de, de este modo, a desalentar el despido; 3) en que, con base en ladeterminación atomística de los salarios en cada empresa, es razona-ble esperar una disminución de los costos de contratación; 4) en que,al mejorar las condiciones de trabajo, es razonable esperar que seeleven los niveles de productividad y las remuneraciones; y 5) enque los elementos contemplados en la negociación, al abarcar lascondiciones de prestación de servicios en general, permitirán a lostrabajadores un mayor y mejor acceso a los servicios sociales esen-ciales.

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Cabría hacer una disgresión respecto de la descentralización queconlleva nuestra propuesta de negociación colectiva. Comencemosseñalando que durante la vigencia del anterior modelo, basado en lateoría keynesiana, la negociación centralizada era, posiblemente, elmecanismo adecuado para asegurar la expansión de la demandaefectiva, y, más aún, si las empresas eran capaces de trasladar el in-cremento de sus costos laborales a los precios. Ahora, en un modelode economía de mercado, las remuneraciones deben reflejar la pro-ductividad real y, para ello, es necesario bajar la negociación a nivelde la empresa. Por otra parte, una negociación a este nivel, libera alEstado de su gestión directa en la fuerza de trabajo, permitiendo quesea el mercado quien se encargue de que los salarios reflejen la pro-ductividad. En este marco, el Estado deja de ser un jugador para con-vertirse en un árbitro que vela por el cumplimiento de las reglas dejuego.

Es condición necesaria, para la institucionalización de la negocia-ción colectiva, la voluntad política del gobierno en convocar a laspartes, así como la de abandonar su rol de agente directo en la ges-tión de la fuerza de trabajo. Asimismo lo es la creación de un sopor-te institucional que sea capaz de mantener la credibilidad del instru-mento, estableciendo reglas claras y permanentes.

Se propone, como primer paso para institucionalizar el sistema, sudesmonetización. Esto no significa desalarializar la negociación co-lectiva, sino reconocer que, si bien el salario es el elemento centralde las relaciones obrero-patronales, es, por lo mismo, el elementocentral del conflicto. Por tanto, empezar con el proceso de negocia-ción colectiva a través de la negociación salarial puede convertirseen una traba para institucionalizar el sistema.

Operativamente se plantea, en una primera fase, iniciar las negocia-ciones colectivas encarando las condiciones de trabajo, antes que,estrictamente, las condiciones de contratación. Establecer, por ejem-plo, los puestos y niveles de trabajo, los elementos para la promo-ción laboral, la especificación de los horarios, los acuerdos respecto

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de las causas de despido, las regulaciones en materia de seguridadindustrial, las formas de ingreso de los nuevos trabajadores, los sa-larios-inversión ligados a planes educativos, la infraestructura social,y otros. Asimismo, en esta primera etapa, se debería especificar losmecanismos de conciliación y arbitraje, así como los mecanismospara la posterior ampliación de la negociación al ámbito salarial.

Bajar la Tasa de Participación

Tal cual se anotó en acápites anteriores, las altas tasas de participa-ción, por las características de nuestra pirámide poblacional, penali-zan a los niños en edad escolar obligándolos a insertarse en la fuer-za laboral activa, —y a relegar, así, a un segundo plano, su capacita-ción— para poder, de este modo, ayudar a sus hogares a cubrir sus ne-cesidades mínimas. Esta figura, como también ya destacamos, seconstituye en uno de los engranajes que mantienen el círculo de lapobreza. En efecto, los niños, al no poder calificarse adecuadamen-te, cuando en el futuro tengan que insertarse en el universo laboralcomo jefes de hogar, no lograrán inserciones satisfactorias. Esto pre-sionará, a su vez, a que sus propios hijos, abandonando su califica-ción escolar, salgan del hogar en busca de trabajo, y reproduzcan,así, el mismo itinerario, reiterando este círculo compulsivo de pobre-za.

Uno de los temas largamente discutido es el que se refiere, precisa-mente, al trabajo de los niños. Normalmente se lo ha enfocado des-de un punto de vista legal. Se han realizado, así, varios estudios di-rigidos a mejorar la normatividad en materia de regulación del tra-bajo de menores. (Por ejemplo, mientras se está escribiendo este tex-to, se está llevando a cabo, con apoyo de la OIT, una investigación alrespecto.)

Consideramos que estos trabajos son, sin duda, importantes. Sin em-bargo, la problemática del trabajo de los menores no es un problemade normatividad legal y, por tanto, no se resolverá en este ámbito.

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Como ya lo hemos señalado, la problemática laboral es una proble-mática económica, y, en consecuencia, también el trabajo de los ni-ños responde a la incapacidad económica de los hogares en cubrirsus necesidades.

El objetivo no debe ser cómo mejorar las condiciones de trabajo delos niños, sino cómo lograr que los niños no tengan que trabajar.

Por otra parte, elevadas tasas de participación significan aumento enla oferta efectiva de fuerza de trabajo y, por tanto, elevan el númerode personas que buscan trabajo presionando al alza de la tasa de de-sempleo.

Considerando que las altas tasas de participación no son otra cosaque la respuesta de los hogares a los bajos ingresos del jefe de hogary del cónyuge, la solución parece estar más en una política de ingre-sos que en una política de creación de empleos precarios.

Una política de creación de empleos precarios, tanto en remunera-ción, como en estabilidad y condiciones de trabajo, fue necesaria ymuy positiva para cubrir la brecha que se generó después del ajuste.Sin embargo, mantener actualmente esa política significa, en primerlugar, no reconocer la problemática de las altas tasas de participa-ción, y, en segundo lugar, desconocer que éstas deterioran las condi-ciones de inserción laboral y las condiciones de trabajo. Cabe desta-car que los puestos de trabajo creados por un «sistema de emergen-cia», al tener salarios por debajo de la media nacional, deprimen lossalarios del mercado laboral y, al no ofrecer condiciones mínimas,también presionan la baja de los estándares en las condiciones de tra-bajo.

La política en este aspecto no transita por el remedio keynesiano decolocar dinero en los bolsillos de los trabajadores desocupados, sinoen darles una inserción laboral productiva y hacer que sus remune-raciones reflejen tal productividad.

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La política de ingresos a la que nos referimos podría parecer sólouna buena idea, pero muy difícil de materializar, o, en su defecto,

un simple «slogan» que dice todo y nada.

Consideramos que una política de ingresos, para no ser un simplediscurso, debe estar centrada en un mecanismo eficiente de prioriza-ción de la inversión del sector público. La inversión productiva debeser necesariamente canalizada a la infraestructura, de manera de ge-nerar un efecto «crowding in» en la inversión privada y en la inver-sión social, no, por supuesto, en términos de subsidio, sino en cali-dad de inversión en capital humano.

Estamos convencidos que éste y los anteriores gobiernos han hechoel mayor esfuerzo para tomar eficiente el mecanismo de priorizaciónde la inversión pública. Consideramos, sin embargo, que faltaron doselementos. El primero de ellos fue la creación de una Agencia de In-versión y Cooperación Internacional que, con participación de todoslos ministerios de desarrollo, pudiera optimizar los escasos recursoscon que contamos; ello hubiera implicado darle el rango de Secreta-ría a la Subsecretaría de Inversión Pública y Financiamiento Exter-no, y dotarla, a través de dicha Agencia, de un instrumento técnicode gestión. El segundo elemento ausente fue un sistema de evalua-ción de proyectos que fuera más allá de la simple evaluación finan-ciera.

Un seguro de desempleo activo

Comencemos recordando que el promedio de tiempo de búsqueda detrabajo en las ciudades capitales de departamento es de 4.6 meses. Alser éste precisamente un promedio, se está ocultando que muchosdesocupados buscan trabajo más allá de los 4.6 meses, en especiallos desocupados de menor nivel de instrucción y de escasa experien-cia laboral.

Asimismo, se ha demostrado estadísticamente que cuanto más seprolonga el tiempo de paro, menor es la probabilidad de reinsertarse

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en el mercado de trabajo. Cabe señalar que a mayor tiempo de paro,es menor el salario de reserva, es decir que los desocupados, a me-dida que transcurren las semanas, están más dispuestos a aceptarpeores condiciones de inserción laboral (salario) y peores condicio-nes de trabajo. Esto actúa como mecanismo depresivo del mercadolaboral.

De igual modo, se ha demostrado que el problema del paro es másque el de la no percepción de ingresos. Es también una forma de pre-sión psicológica para los desocupados que ven disminuida su valo-ración personal y menoscabado su reconocimiento. Este fenómenoafecta, a su vez, a las relaciones de convivencia en los hogares, ge-nerándose en ellos procesos disolutorios como, entre otros, los dedesestructuración familiar.

Por otra parte, de acuerdo con la legislación laboral vigente, sólo enel caso de que el empleado u obrero sea retirado por causa ajena a suvoluntad, percibirá el pago de desahucio y el de indemnización porel tiempo de los servicios prestados. Si, en cambio, se retira volun-tariamente, ya no tendrá derecho a desahucio ni a indemnización.Tampoco lo tendrá si en su caso se verifican causales tales como lasde perjuicio material provocado con intención en los instrumentos detrabajo, revelación de secretos industriales, omisiones o impruden-cias que afecten a la seguridad o higiene industrial, inasistencia in-justificada de más de seis días continuos, incumplimiento total o par-cial del convenio, y robo o hurto.

El Decreto Supremo No. 11478 establece que los empleadores debenefectuar sus reservas para el pago de beneficios sociales con carác-ter obligatorio. Por último, la normatividad vigente también estable-ce que, en el caso de quiebra o cierre de la empresa, el crédito de lostrabajadores gozará de prelación conforme a la Ley Civil.

Como puede advertirse, existe una marcada incertidumbre por partede los trabajadores para acceder al desahucio y a la indemnización.

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En la mayor parte de los casos, deben recurrir a la justicia, lo que nosolamente les retrasa el pago de sus beneficios, sino que tampoco les

garantiza la efectividad del pago. Cabe destacar que se toma muy di-fusa e imprecisa la comprobación o el rechazo de las causales dedespido «justificado» sin pago de desahucio e indemnización.

El que no haya indemnización para el trabajador que se retira volun-tariamente es una fuerte limitación a la movilidad laboral. Muchasveces se ve imposibilitado de acceder a una mejor oferta laboral, pre-cisamente porque, de hacerlo, perderá su derecho a la indemnizaciónque le corresponde por sus años de servicio.

También se ve obstaculizado el despido por parte de la empresa,cuando ésta carece de la liquidez necesaria para hacer frente a las in-demnizaciones. Esto, que es una restricción para aquellas empresasque requieren ajustarse a las condiciones del mercado, en varios ca-sos recae en los trabajadores, que se ven, así, presionados a llegar a«acuerdos» (con pérdida para ellos), o que simplemente son retira-dos de las empresas, alegando éstas cualquiera de las causales quelas exime del pago de desahucio e indemnización.

Asimismo, cuando las condiciones del mercado requieren de la em-presa un ajuste, el pago de indemnizaciones puede llevarla a la quie-bra, lo cual significará para los trabajadores perder su fuente de tra-bajo, y, para la sociedad, una preocupante pérdida.

Por último, en el caso de quiebra de la empresa, si bien los benefi-cios de los trabajadores gozan de prelación, sus acreedores sufriránretrasos en los pagos adeudados e, incluso, incertidumbre respectode los mismos.

Por todo lo anotado, se hace necesario pensar en un Seguro de De-sempleo con base en el Artículo 3 del Decreto Supremo No. 11478,que obliga a los empleadores a efectuar sus reservas para el pago debeneficios sociales. Sin embargo, para que estas reservas —a las quedenominaremos Seguro de Desempleo— se constituyan efectivamen-

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te en tales, habrán de depositarse en una cuenta a nombre del traba-jador.

Este sistema contaría, por tanto, con las siguientes ventajas:

Primero, que el trabajador tendría acceso a un Seguro de Desempleoal concluir su relación laboral, independientemente de la razón —re-tiro o renuncia— que lo hubiera llevado a ello.

Segundo, que se eliminaría la incertidumbre y los retrasos en el pa-go de indemnizaciones, y que el trabajador ya no se sentiría imposi-bilitado o inhibido en su movilidad laboral frente a las opciones quele abre el mercado de trabajo.

Tercero, que los recursos de los trabajadores (Seguro de Desem-pleo), depositados en sus cuentas particulares, ganarían intereses, y,al mismo tiempo, constituirían un apoyo al ahorro interno.

Cuarto, que los empresarios, por falta de liquidez para el pago de in-demnizaciones, no se verían imposibilitados de hacer ajustes, ni sesentirían compelidos a recurrir a subterfugios para despedir a sustrabajadores negándoles sus beneficios.

Demos un paso más. Es posible pensar en un sistema que permitaque los trabajadores hagan los depósitos de su Seguro de Desempleoen el Fondo de Inversión Social (FIS), y que, al dejar sus empleos oser despedidos de ellos, puedan retirar lo depositado o entrar a tra-bajar en proyectos del FIS por un período mayor (a estimarse) delque su Seguro de Desempleo pueda financiar. Este «seguro de de-sempleo activo» requeriría que el FIS privilegiara en sus contratacio-nes a los trabajadores que quedaron cesantes. Las ventajas de estesistema podrían ser:

Primero, que el FIS contaría con algunos recursos adicionales.

Segundo, que se morigeraría la conflictividad social que se pre-senta cuando los trabajadores pierden su empleo.

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Tercero, que se eliminarían los problemas psicológicos que segeneran por la pérdida del empleo.

Cuarto, que los trabajadores, al estar arraigados en el universolaboral, tienen mayores probabilidades de reinsertarse en otrasactividades.

Debe destacarse que éstas son tan sólo ideas enunciadas. Y que, sipueden percibirse como interesantes y factibles, requieren, natural-mente, una ingeniería financiera y legal para su validación y puestaen práctica.

Aumentar la productividad y las remuneraciones

Incluso pecando de reiterativos, conviene volver a destacar que en laactualidad la tecno-globalización ha hecho del conocimiento el prin-cipal factor productivo, y, del capital humano, la base material deldesarrollo. Esto, desde el punto de vista del mercado laboral, no esotra cosa que la expresión microeconómica de que los salarios estánligados a la productividad.

La productividad de un factor —en este caso de la mano de obra— esfunción de su productividad inherente y del uso de los restantes fac-tores de producción, basicamente del capital. En este marco, la bús-queda de mayor empleo y de mayores remuneraciones transita poraumentar la productividad del empleo y, por ende, de la inversión.

Siempre que pensamos en inversión, pensamos en equipo y maqui-naria, y pareciera que nos olvidamos de la inversión en capital hu-mano y en tecnología blanda. En cuanto a la «tecnología blanda»,entendemos por ella las mejoras en la organización del proceso pro-ductivo y las mejoras en la ejecución de las tareas dentro de la em-presa.

En este aspecto, un elemento central a considerar es el logro de laidentificación del trabajador con la empresa. Es necesario que haga

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suyos los objetivos y los éxitos de la empresa. Para lograrlo se re-quiere hacer que participen activamente en la planificación, el dise-ño y la evaluación de las actividades de la empresa, y no sólo en laactividad productiva como tal. Esta participación es el principal fac-tor de estimulación de su compromiso, cooperación y creatividad.En buen romance, los trabajadores deben ponerse la camiseta de la

empresa.

¿Cómo lograrlo? Ante todo, se deben establecer reglas de juego cla-ras y transparentes, un sistema de incentivos, y, fundamentalmente,un clima de equidad en relación al puesto de trabajo que cada unoocupa y a la función que en él desarrolla. Las relaciones laboralesque se establecen dentro de la empresa están orientadas, naturalmen-te, a la productividad.

Por otra parte, es necesario mejorar la calidad del trabajo en los mis-mos puestos de trabajo. Muchas empresas, con sólo modificar susformas de producción —desde horarios hasta ambientes de trabajo—,pueden, con un costo mínimo, alcanzar mejoras significativas en suproductividad.

A su vez, es necesario que haya transparencia en materia de utilida-des o de pérdidas de las empresas. Es necesario que los trabajadoresse sientan confiados al respecto, y no engañados por el hecho de quelas ganancias en productividad no se traducen efectivamente en me-joras de sus remuneraciones.

Apoyo a los semiempresarios urbanos

La contracción de la demanda, si bien en un primer momento habríacanalizado recursos a los semiempresarios urbanos —en tanto granparte de su producción corresponde a bienes salario— posteriormen-te, al desacelerarse el impulso de la reactivación, el componente ali-menticio de la canasta de los hogares de bajos ingresos, en las áreasde concentración urbanas, adquirió mayor peso, disminuyendo así la

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demanda de los bienes y servicios producidos por los semiempresa-rios. Asimismo, la apertura a las importaciones y el peso del contra-

bando disminuyeron la demanda de los bienes salario producidos

por los mismos.

Frente a ello, los semiempresarios urbanos respondieron con unacontracción de sus actividades, primero despidiendo a sus emplea-dos y posteriormente cerrando su actividad y buscando actividadesde refugio. Este tipo de actividades no corresponde a una "búsquedahacia adelante" —la de otra actividad como perspectiva de vida—, si-no, más bien, a una «búsqueda hacia atrás», es decir, la de una acti-vidad que les permita la sobrevivencia «mientras pasa la tormenta».Están bien denominadas como "actividades de refugio", ya que sonactividades «pasajeras», emprendidas con el solo objetivo de retor-nar, lo antes posible, a la actividad anterior.

De acuerdo con los datos de las distintas rondas de la Encuesta Inte-grada de Hogares, cerca de 12.000 semiempresarios urbanos habríancambiado de ocupación entre 1989 y 1995. Considerando que cadasemiempresario urbano emplea en promedio 0.8 trabajadores, ellohabría significado que cerca de 9.600 trabajadores habrían perdidosu fuente de trabajo y que, seguramente, también ellos se encontra-rían hoy en actividades de refugio.

La imposibilidad de retorno de los semiempresarios a su anteriorocupación descansa, fundamentalmente, en el hecho de que los mis-mos se han descapitalizado.

Partiendo del supuesto, muy conservador, de que el 50% de los se-miempresarios hayan cambiado a otra actividad de manera perma-nentes , quedarían 6.000 semiempresarios que desearían retornar a suocupación anterior. Si esto fuese posible, se crearían 4.800 puestosde trabajo. Esto representaría cerca de un 10% del total de la deso-cupación en las ciudades capitales de departamento.

5 Nótese que estamos colocando un porcentaje mayor a la tasa de movilidad ocu-pacional urbana.

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La pregunta es cómo reinsertar a los semiempresarios en sus activi-dades. Es imposible responder a esta pregunta desde un sólo puntode vista. No obstante, basados en entrevistas en profundidad que he-mos realizado durante una consultoría a los «pequeños empresa-rios», creemos que una respuesta adecuada sería la apertura de lineasde crédito focalizadas en este contingente de «trabajadores empresa-rios», de manera tal que puedieran contar con un capital físico bási-co y con un capital de operaciones que les permitiera el reingreso almercado.

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INDICE

A manera de Prólogo 7

INTRODUCCION 11

Capítulo 1LA NUEVA REALIDAD

La crisis del social-estatismo 15

Modernidad de las viejas ideas 17Profundización democrática 18

Capítulo 2DIAGNOSTICO DEL UNIVERSOLABORAL EN BOLIVIA

El ámbito laboral 23Lo que nos dicen los datos 28

Capítulo 3PROBLEMAS Y FANTASMAS

El problema del desempleo 35La Tasa de Participación Global 38Informalidad y subempleo 41Desempleo y pobreza 43

La legislación laboral 45

Capítulo 4LA OFERTA DE LOS 500.00 EMPLEOS

¿De dónde salieron los 500.00 empleos? 47¿Qué significan los 500.00 empleos ? 49¿En qué medida se cumplió la oferta? 52

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Capítulo 5

PROPUESTAS Y ESPERANZAS

La necesidad del consenso 59Impulsar la negociación colectiva 61Bajar la Tasa de Participación 64Un seguro de desempleo activo 66Aumentar la productividad y las remuneraciones 70Apoyo a los semiempresarios urbanos 7I

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