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Regodéate, amor, porque te quiero. Quiero lo que tienes, quiero lo que notienes, quiero más de lo que ya tengo. Quiero. Pero si tanto pides por algo acambio, sigue adelante y vete. Sabes que si quieres jugar en mi mundo, cadahombre está por sí solo y los débiles se vuelven míos. Las sanguijuelas serándestruidas porque hago de mi trabajo el hacerlo. Protejo lo que es mío y tomo loque es tuyo… porque eso es lo que hago. Quiero. 

Mi historia no hará que me quieras y, francamente, me importa poco porqueestoy metido en esto por el dinero y nada más. No hay nada redentor respecto amí. Soy un idiota corrupto, hambriento de dinero, inmoral de Los Ángeles. Soyla peor pesadilla de todos los hombres y la fantasía de cada chica.

Soy Spencer Blackwell… y esta es la historia de cómo pasé de ser el sujetomás codiciado del mundo al que nadie quería cerca y por qué no lo cambiaría pornada en el mundo.

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—No puedo hacer eso —dijo, exhalando fuertemente y mirando hacia el vidrio a lacalle.

—¿Por qué no?

Su rostro se suavizó.

—Necesito su dinero.

Spencer me miró y no podía dejar de devolverle la mirada. Estábamos ambos en elmismo barco, presos a la codicia.

~Vain~

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Sinopsis 

Índice 

Prólogo 

Capítulo 1 

Capítulo 2 

Capítulo 3 

Capítulo 4 

Capítulo 5 

Capítulo 6 

Capítulo 7 

Capítulo 8 

Capítulo 9 

Capítulo 10 

Capítulo 11 

Capítulo 12 

Capítulo 13 

Capítulo 14 

Capítulo 16 

Capítulo 17 

Capítulo 18 

Capítulo 19 

Capítulo 20 

Capítulo 21 

Capítulo 22 

Capítulo 23 

Capítulo 24 

Capítulo 25 

Capítulo 26 

Capítulo 27 

Capítulo 28 

Capítulo 29 

Capítulo 30 

Capítulo 31 

Capítulo 32 

Capítulo 33 

Capítulo 34 

Capítulo 35 

Capítulo 36 

Capítulo 37 

Capítulo 38 

Epílogo 

La Boda 

Próximamente 

Sobre la Autora 

Créditos 

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Traducido por Mari NC

Corregido por flochi

a codicia es un extraño, extraño pecado.

Todo lo que quieres hacer es adquirir. Adquirir dinero,adquirir material, adquirir tiempo, adquirir energía, adquiriratención. El mantra que se mantiene es: “quiero, quiero, quiero”,pero que rápidamente se convierte en: “necesito, necesito,

necesito”.

De repente, simplemente no hay suficiente tiempo para los amigos, para lafamilia, para cualquier persona. Tu objetivo es adquirir y asegurarte que lo quese adquiere permanece adquirido. Tu vida depende de ello. No ves la verdad,porque la verdad está sombreada por enormes casas, autos increíblementerápidos, en gastos suntuarios. Tu vida ya no te pertenece, pero estás ciego antetodo porque los que te rodean están buscando lo mismo.

Así que arrastras los pies a un ritmo imposible, y pasas el mundo real quete rodea.

Pero lo que llegarás a darte cuenta, completamente tarde, es que nunca essuficiente.

Simplemente nunca es suficiente.

L

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Traducido por Jane

Corregido por flochi

stá confirmado. Peter Knight de Evergreen noaprobará la adquisición. Ya sabes qué hacer —dijo

la serpiente que tengo como padre, ni a dos pasosde llegar a la puerta principal.

—Acabo de llegar de un vuelo de siete horas. ¿No puedes dejarme instalar?¿Posiblemente decir hola?

Se puso de pie, mirándome, un ligero tic en su mandíbula cuadrada. Semetió las manos en los pantalones de seda italiana. Su cuerpo de un metroochenta siguió las escaleras hasta el vestíbulo y se detuvo a unos centímetros demí. Estábamos frente a frente. Aunque yo era un centímetro más bajo, ya no meintimidaba. Sabía que si tenía que hacerlo, podría patearle el culo.

—Hola, Spencer —dijo, la sonrisa de una serpiente se extendió a través desu boca antes de caer—. Manos a la obra. No te pago para sentarte. No meimporta si son tus vacaciones de Navidad.

Nos quedamos donde estábamos, cada uno esperando a que el otro dieramarcha atrás. La tensión era palpable. Al final, su rostro se relajó y comenzó areír, dando un paso a un lado y cediéndome el paso. Recogí mis cosas y me dirigí

a mi habitación, dándome a mí mismo un montón de espacio para pasar sinsiquiera tocarlo.

Cuando llegué a la parte inferior de las escaleras, cambié de opinión y tirémis maletas desde el segundo hasta el último escalón, con la intención derecogerlas después. Estiré mis músculos, amando la sensación del tronar de miespalda, y me dirigí a la cocina.

—¿Dónde diablos crees que vas? —preguntó, todavía de pie en el vestíbulo,mirando cada uno de mis movimientos.

—Si no saludo a mamá y Bridge, pensarán que algo pasa —le dije y seguí.

—E

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No respondió, pero sentí su mirada fija ardiendo en la parte trasera de micabeza.

Sabía que mi hermana y mamá se encontraban en la cocina porque podíaoír sus risas en toda la inmensa monstruosidad moderna que era la casa de mispadres. Mi padre la escogió porque él elegía todo, y mi mamá accedió porque mimadre siempre va de la mano con lo que dice papá.

Mi madre era una mujer hermosa, aunque no se daba cuenta. De hecho, erapreciosa, en el interior como en el exterior, pero compartía las característicasfísicas de una mujer de unos cuarenta años que había tenido dos hijos, y poralguna razón, pensaba que eso daba carta blanca a mi padre para engañarla, serun idiota y salirse con la suya.

Tan pronto como entré en la cocina, mi hermana de diecisiete años de edad,Bridget, o Bridge como yo la llamo, chilló, saltando de su taburete y echando losbrazos a mi cuello. Sus ojos ardían con humedad cuando se apartó para mirarme.

—Mi Bridge —le dije, apretando sus mejillas, frunciendo sus labios.

—Mi Spence —balbuceó a través de sus labios de pez.

Solté mis manos, la besé en la mejilla, luego la abracé.

—Te extrañé, Bridge.—También te extrañé, amigo. ¿Qué haces aquí tan pronto? No te

esperábamos hasta dentro de dos días.

—Lo sé. Después de que terminé mis exámenes, pensé en darles unasorpresa, decidí que la última celebración del dormitorio no valía la pena.

Las manos de Bridge se reunieron en sus caderas y una ceja se arqueó sobreun ojo gris.

—Estás mintiendo, pero no me importa —dijo, sonriendo.

Mi madre, Jessica, se puso de pie, enderezando su delantal limpio y se alisóel cabello antes de caminar hacia mí.

Mi madre era una ex reina de belleza de Tennessee, todo acento sureño ybuenas costumbres. En mis días de juventud, había hecho una gran cantidad de“Sí, señoras” y “¿cómo está usted?” para ser etiquetado el rarito en mi escuelaprivada de Cali. No hace falta decir que perdí mi cortesía heredada a los siete

años.

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—Mamá —dije, tirando de sus pequeños hombros hacia mi pecho.

—Bebé —dijo ella, su sonrisa arrugando las líneas de expresión alrededorde sus ojos. Besó mi mejilla, luego trató de inmediato de limpiar su residuo delápiz de labios con sus rojos dedos bien cuidados—. Feliz Navidad, Spencercariño.

—Feliz Navidad —le dije.

Se apartó y se unió a Bridge de vuelta en su taburete. Me incliné sobre elmostrador, estudiando su progreso con las galletas de Navidad.

—¿Cómo fueron tus finales? —preguntó mamá, rodando de maneraconstante la masa con un rodillo sobre el frío mármol enharinado. Los ojos deBridge siguieron el movimiento también.

—Bien. Los pasé todos —dije, lanzando un pedazo de masa en mi boca.

—Cha.  —Chasqueó la lengua, pero sonrió de todas formas—. Tandescarado, muchacho.

Tenía una especialización en negocios. Me agradaba la idea de ello, sí, sólono lo disfrutaba. Mi padre escogió mi especialidad. Él pagaba por mi vida, asíque yo cumplía, al igual que cumpliría con el “trabajo” que tenía para mí esa

noche.Levanté la cabeza de la tarea de mi madre y me di cuenta de que Bridge se

veía un poco verde.

—¿Estás bien, Bridge? —pregunté.

—¿Qué ? —preguntó ella, con la mano en la garganta—. Disculpen —dijo,tragando—. No me siento bien. Creo que voy a ir acostarme.

—Adelante, botón de oro —le dijo mamá, sus manos metódicamente

trabajando el rodillo.

Observé a una Bridge tambaleante levantarse de su taburete y caminarhasta la puerta, pero cuando llegó a la entrada, se inclinó un poco en la jamba,una mano yendo a su boca.

—¿Necesitas ayuda? —pregunté, poniéndome de pie desde mi posicióninclinada.

Se volvió y sonrió, pero negó con la cabeza.

—No, creo que sólo comí demasiada masa cruda.

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Asentí y ella se retiró de la vista.

—No te quedarás —dijo mamá, con los ojos fijos en su tarea.

—Sí, uh, tengo que encontrarme con un par de amigos.

Dejó de rodar y me miró.

—Claro que sí, amor —dijo ella, acariciando mi cara con una mano cubiertade harina, con ojos carentes de emoción.

La estudié por un momento, con el deseo de no tener que jugar estospequeños juegos de -sé-lo-que-haces-pero-voy-a-fingir-que-no. Miré su cara,deseando poder ser sincero, pero en vez de sincerarme con ella, apreté su hombrobrevemente, notando cuán delgado estaba, y sonreí antes de ir hacia la escalera.

Tiré de mi bolso hacia arriba y lo lancé por encima de mi hombro, subí altercer piso y terminé en el pasillo lleno de ventanas, el sol todavía irradiaba,calentando la fría piedra bajo mis pies sin calcetines, hasta donde mi habitaciónse encontraba. La puerta se abrió y observé la habitación, mi santuario privado,inmaculado, oscuro y mío. Realmente lo extrañaba. Era a donde iba cuandonecesitaba escapar de mi padre. Nunca me molestaba allí. De hecho, no creía quesiquiera hubiera puesto un pie en el ala de la casa de Bridge y mía.

Tiré mi bolsa en la cama y observé cómo se hundió en el edredón de plumasondulantes. Me quedé quieto durante cinco minutos por lo menos, memorizandoel silencio, posiblemente procrastinando de la tarea de mi padre un poco.

Brown estaba muy bien, tenía un compañero de habitación llamado August.Algo que nunca había experimentado antes. Quiero decir, él era genial, peronunca había tenido que compartir un salón, y mucho menos una habitación. Tratéde convencer a mi papá para que pagara por un apartamento para mí, pero mamáse entrometió y dijo que necesitaba “experimentar la vida universitaria”. Lo quesea que eso significara. Si ella realmente quería que la experimentara plenamente,comenzaría a preguntarse por qué su marido me llamaba de vuelta a casa cadapocas semanas por un día o dos, enviándome de vuelta sin ninguna explicación.

La vida universitaria no se interrumpía con dos vuelos mensuales a casa.Amo a mi mamá más de lo que puedas imaginar, pero era uno de los peones demi padre. Por otra parte, ¿quién diablos era yo para hablar? Tal vez era por eso

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que no siempre la defendía de él como debía hacerlo, porque ¿cómo podríallamarla cazo cuando yo era el mayor puto sartén1 en nuestra casa?

Agarré mi celular y marqué a Lola, cuyo nombre, por cierto, no erarealmente ese. Me saqué la camiseta por encima de la cabeza, entrando en elcuarto de baño, que era más grande que mi habitación de la residencia enProvidence. Encendí la ducha, mientras éste sonaba.

—Hola, Spencer —ronroneó Lola.

—Deja lo que estás haciendo —dije, apoyado en el mostrador del lavabo,con la espalda hacia el espejo. Crucé mi brazo libre contra mi pecho desnudo,agarrando mi hombro. Ardía desde ese partido previo de fútbol improvisado del

 jueves.

—Tengo un cliente muy importante esperándome esta noche, Spencer. Nocreo que pueda hacerlo.

—Corta el rollo. Es tu tarifa regular más un bono de diez mil dólares si hacesun buen trabajo.

Ella se quedó en silencio, probándome, esperando una oferta mayor.Mantuve la boca cerrada.

—Bien —concedió, haciéndome sonreír.Deslicé el pedazo de papel que mi padre hizo que su valet, Frederick, tirara

en mi cama, en mi bolsillo.

—Siete de la tarde —leí—, bar del Sofitel2. —Cerré los ojos, el vómitoamenazando con hacer acto de presencia. Dudé en la siguiente parte—. Es unhombre de familia de modo que vístete seductoramente pero no tan obvia. —Tragué la bilis.

—Lo tengo. Nos vemos entonces.Presioné fin a la llamada y me quedé mirando la superficie del teléfono. Mi

reflejo, el que yo había esperado evitar por la noche, si iba a ser capaz de hacer loque tenía que hacer, mirándome amenazadoramente. Tiré el teléfono a través dela puerta y sobre la cama, asqueado de mirarme a mí mismo, y me desnudé. Depie en la ducha, lavé mi cuerpo y cabello. Dejé correr el agua caliente por encima

1

 La frase hace referencia al dicho : “Apártate que me tiznas, le dijo la sartén al cazo” dando aentender que no podía ser hipócrita al juzgarla.2 Sofitel: cadena hotelera de lujo francesa 

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de mi hombro dolorido durante medio minuto. Hice una nota mental para hacerque Bridge lo frotara por mí. Espero que se sienta bien. Pobre chica, pensé.

Cuando salí, envolví una toalla alrededor de mi cintura y me dirigí a miarmario, deslizando las grandes puertas hasta la mitad de la longitud de la salaen cada lado. Inmediatamente, tomé mi traje de tres piezas a medida de Gieves& Hawkes en Londres y una impecable camisa almidonada y los puse en la cama.Respiré hondo y entré en el cuarto de baño, situándome en el fregadero, y miréen el espejo. Aparté los ojos de forma rápida y unté mi cepillo de dientes conpasta. Me lavé los dientes sin mirar mi reflejo y apliqué desodorante, pero elafeitarme y peinar mi pelo era una historia diferente. No tuve más remedio queenfrentarme a mí mismo entonces. Dejé que la loción para después del afeitadoBvlgari picara, una penitencia autoimpuesta que no tocaba la superficie de pagar

los pecados que había cometido, o estaba a punto de cometer.Me vestí, di un rápido vistazo en el espejo de mi armario, reconocí que

estaba tan listo como podría estar y agarré las llaves, la chaqueta y la cartera antesde meterla en mi bolsillo Kiton.

Caminé por el pasillo, el sol escondido ahora, oculto para exponerme por loque realmente era, una contradicción andante. Giré las llaves de mi Aston Martin,un hábito que fingía cuán despreocupado quería que la gente pensara que era.Acababa de llegar a las escaleras del segundo nivel cuando hice un giro para

comprobar a Bridge antes de irme.

Llamé a su puerta.

—¿Quién es?

—Servicio de limpieza —dije, forzando mi voz a elevarse una octava.

—No, gracias. Estoy bien —dijo.

Sonreí para mis adentros.

—Servicio de limpieza.

—Estoy bien, gracias —dijo más severamente.

—Servicio de limpieza, ¿necesita almohadas?

Se quedó en silencio y ahogué mi risa.

—Entra, David Spade —mandó una voz débil.

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Abrí la puerta, esperando que ella estuviera acurrucada en la cama con unode sus ridículos libros. Bridge podría salir y festejar con lo mejor de nosotros,muy a mi pesar, pero era una nerd completa en el corazón. Pero en vez de la narizenterrada en las páginas del más reciente, la encontré desplomada patéticamente

sobre el borde de su cama, su basurero de plata del baño encaramado justodebajo. Mi corazón dio un vuelco por ella.

Me senté junto a ella y aparté el pelo de mi hermana de su hombro.

—¿Estás bien, amiga?

Ella ignoró mi pregunta y me llevó en su lugar.

—¿Dónde crees que vas, Tom Hardy de Inception?

—Graciosa. He quedado con alguien. Ves demasiadas películas, por cierto.

Ella me sonrió, pero a duras penas.

—Te ves elegante. Un montón de esfuerzo para quien sea.

No corregí su mala aseveración.

—Gracias. ¿Puedo ofrecerte algo antes de que me vaya?

—¿Una máquina del tiempo?

—No se puede, chica. Lo que sea que comiste tiene que seguir su curso. Note preocupes, sin embargo, hay una luz al final del túnel. —Ella asintió, pero noparecía muy convencida—. Si necesitas algo, llama a mi celular.

—Sí, estoy segura de que apreciarías eso —bromeó.

Le sonreí lo mejor que pude y me levanté.

—Adiós, Bridge.

—Adiós, Spence.

Cerré la puerta detrás de mí, y me recordé ver cómo se encontraba cuandoregresara.

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Traducido por Brendy Eris

Corregido por flochi

levé mi Aston Martin al Sofitel, pero evité al valet, decidiendoestacionar en la parte trasera del lugar. Este era un lugar donde no

tenía necesidad de ser recordado. Sólo quería ser invisible. Salí ycerré mi puerta, tomé mi celular y llamé a Lola mientras me dirigía a la entradadel Sofitel. Ella contestó al segundo timbrazo.

—Estoy aquí. Habitación cinco-siete-ocho.

—Lobby —fue mi única respuesta.

Colgué. Repetí su número de habitación como siempre lo hacía, para evitarcualquier rastro de papel.

En el momento que entré en el vestíbulo después de caminar por elestacionamiento, Lola se sentó discretamente en un rincón junto a la escultura deacero en el centro del salón. Se puso de pie cuando me vio, devastadoramentehermosa como siempre. Inclinó la cabeza y le respondí. Me miró con apreciación,pero como siempre, no hizo nada en mí. Extraordinariamente bonita, pero nomucho más. Además, nunca sumerjan su pluma en la tinta de la empresa,caballeros, incluso si la empresa no es necesariamente consciente de que está bienabastecida.

Entramos en el bar del hotel. Yo, casualmente con mi chaquetadesabrochada y una sola mano en el bolsillo de enfrente y ella, seductora comocualquier mujer fatal que alguna vez fue. Vi a mi blanco, Peter Knight, esperandoen el bar, estudiando un tintineante vaso de whisky que tenía delante.  Malditasea, maldije por lo bajo. Él me derroto allí. Tampoco notó a Lola, sin embargo, miestómago se apretó un poco en duda. Tenía la esperanza de que estuvieradistraído como sospeché que estaba. Luché contra la náusea.

Lola y yo nos sentamos juntos en el rincón más oscuro de la barra, tan fuerade la vista como pudimos estar. Peter Knight no dejaba de mirar el reloj, a la

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espera de la reunión con un ejecutivo que nunca llegaría. Ordenó un whisky másy esa fue mi señal. Eché un vistazo a Lola, asintiendo con la cabeza una vez y sepuso de pie, dirigiéndose hacia Peter, eligiendo sentarse a dos lugares de él.

Ordenó la misma bebida que Peter tenía porque habíamos hecho nuestrainvestigación y su mano cubrió el borde de la copa, el medicamento que tenía ensu palma cayó al fondo. Me di cuenta de que ya había comenzado a disolverse.Sus manos se movieron a los lados del vidrio para cubrir los efectos.

Supe cuándo estuvo completamente mezclado ya que sus manos cayeronplanas en la parte superior de la barra. Ella se reclinó en su taburete y mostró suspechos, sus brazos se movieron para descansar en su regazo. Todo hombre conpulso, incluyendo a Peter esta vez, la habían notado. Ella lo hacía sin esfuerzo.Sonrió lascivamente hacia él.

—Hola —le oí susurrar.

Peter sólo asintió con la cabeza una vez y volvió hacia su bebida.Confirmado. Miraba pero no tocaba. Mi mandíbula se apretó con fuerza. Malditasea, no mordió el anzuelo. Plan B.

Lola miró rápidamente hacia mí y de manera imperceptible negó con lacabeza una vez. Me puse de pie, quité fríamente un pañuelo de mi bolsillodelantero izquierdo, unas palmaditas en el cuello y en la frente, lo guardé, aliséla chaqueta, tiré de mis gemelos para asegurarme que los puños estuvieranrígidos y me dirigí a la barra superior, deslizándome en el taburete junto a Peter.Él me sonrió y luego miró su reloj una vez más. Me estaba quedando sin tiempo.El camarero se acercó a mí.

—¿Qué va a ser? —me preguntó.

—¿Qué está bebiendo? —le pregunté a Peter.

Sonrió.

—Macallan, dieciocho, claro.

—Lo mismo —le dije con una sonrisa, desbordando encanto. Abriendo pasoa la conversación.

—Popular esta noche —dijo el camarero simplemente, haciendo que miadrenalina aumentara.

—Es una gran cosecha —evadí.

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Miramos al camarero en silencio vertiendo un vaso a juego y marcharsepara asistir a otro cliente. Respiré internamente un suspiro de alivio.

— Jonathan —le mentí, extendiendo una mano.

Siempre era Jonathan. No creo que “Lola” supiera cualquier otra cosa ennuestras pequeñas charadas.

—Peter —respondió, tomándola.

Tomé un sorbo y luego dejé el vaso en la mesa, con nerviosismo torciendohacia atrás y adelante las palmas de mis manos. Me incorporé un poco,comprobando mis acciones y mi ángulo hacia él, haciendo contacto visual.Establece la confianza. Respiré hondo, tomando otro sorbo. No pierdas el tiempo.

—¿Eres de por aquí? —le pregunté.

—No, en realidad, yo... —comenzó, pero antes de que pudiera terminar,fingí un movimiento torpe, barriendo la pluma que había dejado en la partesuperior de la barra junto a él en el suelo.

—Lo siento mucho —dije, ya que ambos hicimos un movimiento pararecuperar la pluma.

La levanté a tientas primero y torpemente, para distraerlo más. Espero que

compre esto. Miré a través de mi visión periférica como Lola cambió sutilmente suvaso de whisky mezclado con roofie3. Cuando ella se enderezó, se la entregué aél y se sentó en su taburete.

—Dedos de mantequilla —bromeé.

Tomó un trago, un tercio del contenido del vaso se fue.

—¿Nervioso? —preguntó Peter, más astuto de lo que previamente le dabacrédito.

Continúe con eso.

—Uh, sí. He quedado con una chica aquí. Cita a ciegas. —Me di cuenta dela sonrisa de Lola.

—Bueno, eso lo explica entonces. —Se rio, dándome una palmada en mihombro dolorido. Acepté el dolor. Me lo merecía—. Sal temprano, siempre lodigo. Las citas son de lo peor —bromeó.

3 Roofie: fármaco sedante.

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Me aclaré la garganta y seguí su ejemplo mientras tomaba otro trago, sindarse cuenta del veneno corriendo por su garganta.

—¿Casado, entonces?

—Sí. —Suspiró—. Treinta años la próxima semana, en realidad.

Sentí las gotas de sudor en la espalda por esa declaración. Tomó otro sorbo.Tuve que detenerme de deslizarle el vaso de las manos. Incluso si él cae, que lo hará,todavía puedes echarte atrás. Sólo le ayudaré a ir a su habitación. Él va a pensar que hatenido demasiado. Simplemente despertará de una gran noche de sueño.

—¿Y todavía eres feliz? —le pregunté, haciendo caso omiso de miconciencia, aferrándome a algo terrible, algo que pudiera justificar lo que estabaa punto de hacer.

—Oh, ya sabes, no es fácil, no todo el tiempo de todos modos, perohonestamente puedo decir que soy realmente feliz con Maggie. Ella es mi todo,si estoy siendo sincero. —Se rio de alguna broma privada. Odiaba los chistes. Michiste le destruiría si su esposa se enterara.

Mi tripa empezó a doler terriblemente, mi mano sin querer frotó mi cuello.Él lo confundió con nervios.

—No te preocupes, hijo. Estoy esperando a alguien, también, aunque pareceque él es una de esas personas que no aparece y yo volé todo el camino tan cercade Navidad por nada. De todos modos, voy a esperar contigo.

—Eso es muy amable de su parte —le dije con sinceridad mientrasterminaba su bebida.

Pidió otra.

Miré a Lola y ella golpeó ligeramente su muñeca, pero evitó el contacto

visual.Peter y yo hablamos de nada consecuente durante los siguientes quince

minutos, pero cuando ese momento llegó a su fin, él estaba totalmente ebrio.Tanto así, que el camarero paró.

—¿Se va a quedar aquí? —me preguntó—. Ojalá hubiera sabido que el tipono podía resistir su licor.

—No es problema. Tiene una habitación aquí —le dije—. No te preocupes,

es un amigo. Lo llevaré a su habitación.

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Asintió con la cabeza en respuesta, dejando nuestras cuentas en la barra.Pagué su cuenta tanto como la mía en efectivo para evitar dejar rastro o, para elcaso, esperar más tiempo. Las drogas estaban haciendo efecto en serio, y noestaba seguro de que sería capaz de manejar su peso muerto a pesar de mis

repeticiones diarias de doscientos ochenta y cinco.

Hice un movimiento para levantar a Peter dejándolo caer un poco haciadelante. Esperé demasiado tiempo.

—Vamos, amigo —le dije, lanzando su brazo sobre mi hombro. Nosdirigimos hacia los ascensores.

—Eres un buen hombre —dijo Peter arrastrando las palabras—. Eso esraro... alguien tan joven.

No respondí, no  podía responder, de verdad.

Difícilmente llegamos a los elevadores. Lo puse en el interior y lo sentécontra la pared lateral y luego sostuve la puerta abierta con mi mano, rezandopara que nadie más llegara. Lola llegó rápidamente diez segundos después, sindecir una palabra y dejamos que las puertas se cerraran. 

—Esperamos demasiado tiempo —dijo finalmente Lola, cuando llegamos asu piso. Asomó la cabeza cuando las puertas se abrieron—. Está despejado —dijo.

Levanté al hombre de mediana edad, Peter Knight, en mis hombros con sóloun poco de dificultad, contento por el resto de minutos que había dejado apoyarsu peso durante el paseo por el vestíbulo y alcanzar el piso de Lola.

—Lidera el camino —le dije.

Lola me llevó a su cuarto, rápidamente abrió la puerta y entramos. Toda laterrible experiencia no podría haber tenido más de cinco minutos, pero parecióuna eternidad. Lo pusimos en la cama. Él se quedó allí, las ropas en desorden, el

pelo revuelto y roncando.

Lola y yo lo observamos por unos buenos treinta segundos, esperando aque se moviera, pero él no se movió, estaba muerto para el mundo.

—¿Vamos a empezar? —preguntó.

Vacilé ida y vuelta entre el bien y el mal, obligándome a alejarme, rogandoencontrar una salida, pero ningún argumento era más convincente que mepagaban.  Además, pensé, siempre y cuando cumpla, esto no es un gran problema en

absoluto. Puede volver con su esposa e hijos y yo puedo volver a Brown un poco más rico.

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—Sí —respondí finalmente.

Lola se deslizó de su vestido y se puso de pie en su corpiño de encaje y ligas,dejó su pelo rizado hacia abajo y fue hacia el espejo, inclinándose para refrescarsu lápiz de labios. Fui a la bolsa en la repisa del baño y saqué la cámarafotográfica, deslicé el botón de encendido y esperé a los pies de la cama. La miré,tomando nota de su hermoso cuerpo, admirándolo, reconociendo internamentepor qué era la prostituta más cara que conocía. Ella me sorprendió mirando en elespejo y sonrió con los dientes blancos y perfectos.

Fue entonces cuando me di cuenta. Ella era impresionante, sí, pero sirealmente  hacía un balance de ella, tomando sus pequeños defectos, erarepugnante. Nariz teñida de color rojo por su reciente esnifado. Por supuesto,pensé, cómo más puedes hacer lo que tú hiciste. Pequeños hematomas expertamentecubiertos con maquillaje alrededor de la garganta y los brazos, prueba de suprofesión. Pensé en mi hermana y me pregunté si Lola tenía un hermano oincluso un padre. Las costillas sobresaliendo, prueba a simple vista que se matabade hambre para mantenerse delgada. Otro de los productos de nuestra sociedad.Otra chica hermosa de otra manera hecha fea por las presiones y la influencia deuna vida de Los Ángeles. Volví la cabeza y observé al hombre dormido en frentede mí.

¿Y cómo eres tú diferente? Me pregunté a mí mismo. Harías cualquier cosa por

dinero. Arriesgas a la esposa y la familia de este hombre. ¿Y para qué? ¿Para que tu papá pueda manipular otro trato de negocios para hacer aún más dinero de lo que ya tiene?¿Más dinero para gastar en lugares donde el dinero no necesita ser gastado?

Lola se arrastró sobre la cama, tirando de la corbata de Pedro, y lamiendoun lado de su cara, posando con su pierna alrededor de él.

Clic.

Otro millón te puede dar una mejor seguridad, asegurarte de que puedes vivir en el

estilo de vida que estás acostumbrado, con el tiempo te dará la libertad de él.

Lola se movió hacia arriba. Le desabrochó la camisa y movió las uñaspintadas sobre su pecho, presionándose cerca de él y haciendo una sonrisa comode víbora a la cámara.

Clic.

No es probable que esta mujer Maggie fuera a ver estas fotos de todos modos. Es debajo riesgo y tú consigues un buen millón de dólares por una noche de trabajo.

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Lola a horcajadas sobre él, desabrochándole los pantalones y echando lacabeza hacia atrás simulando satisfacción.

Clic.

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Traducido por PaulaMayfair

Corregido por flochi

quí está tu despojo de chantaje —le dije a mi padre queestaba sentado en su escritorio.

 Juntó las manos emocionado, frotándose laspalmas rápidamente hacia atrás y adelante y aferrándose al pendrive como sifuera el diablo y yo acabara de arrojarle un pecado, lo que daba casi condemasiada exactitud en el blanco. Me di la vuelta para salir por la puerta.

—Quédate ahí —ordenó. Obedecí, de pie donde estaba, pero no me volvípara mirarlo.

Le oí insertar el pendrive en su computadora portátil y luego un par de clics

de su mouse.

Gimió.

—Son buenas. —Rio como un niño pequeño—. Son fantásticas. —Hizo unapausa—. Wow. Voy a tener que darle una llamada Lola...

—Detente —dije, negándome a mirarlo—. Hice el trabajo sucio, pero notengo que escuchar otra maldita palabra.

—Bien —dijo, como si lo hubiera abofeteado—. Un día lo entenderás.—Confía en mí —dije—, si alguna vez llega el día en que "te entienda", ese

día también será sinónimo de mi muerte.

—Ven aquí —dijo.

Me enfrenté a él en su escritorio.

—Ven aquí —ordenó.

Estaba iniciando sesión en una sesión bancaria en línea. Era unatransferencia. Un millón de dólares recibí. Mi corazón empezó a acelerarse de

—A

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anticipación. Lentamente cernió el mouse sobre el botón de enviar y presionó. Elclic resonó en mi cabeza. Fue diferente esta vez. Demasiada reminiscencia a losclics que me valieron las fotos. Sin embargo, esta transferencia no acababa desentirse igual que con todas las otras, y mi estómago dio un vuelco.

—Estás demasiado asustado para aceptarlo —comenzó mi padre,echándose hacia atrás en su silla—, pero lo voy a decir de todos modos. Esa transferencia. Esa, entre muchas otras, es que “me estas entendiendo”. 

Retrocedí lentamente.

—No, no lo es.

—Sí, lo es —respondió con la misma sonrisa de serpiente, con los codossobre los brazos de la silla, las manos juntas frente a él.

—No soy para nada como tú —dije ¿ A quién estás tratando de convencer ?—.Nada —repetí.

—Hijo —dijo, inclinándose hacia delante—, eres yo.

Me di la vuelta y eché a correr por el pasillo, lejos de su risa cacareando,lejos de sus acusaciones, desesperado por dejar mis propias sospechas atrás. Subícorriendo las escaleras, sacando piezas de mi traje mientras iba, decidido a

ducharme, resuelto a lavar lo que acababa de hacer, quién era yo realmente, peroestaba seguro de que no había nada que pudiera limpiarme, para lavar mi sangreenvenenada. Este era yo. Desesperación personificada.

Vomité dos veces, me duché y me lavé los dientes, pero no hizo nada paraapaciguar mi estómago inestable. Me puse un par de pantalones Adidas y meacosté sobre mi vientre en la cama, acurrucando mi manta sobre mi cabezadespués de encender mi equipo de música. Había dejado allí uno de los álbumesde The Cure.

Knock. Knock.

—Adelante. —Mi voz se quebró. Me aclaré la garganta—. Adelante —dijerecuperándola.

Mi puerta se abrió y levanté la cabeza para ver a Bridge.

—¿Cómo estuvo tu cita? —preguntó, saltando sobre la cama y tendiéndose junto a mí. Me moví sobre mi espalda, la manta cayendo entre nosotros, y metímis manos detrás de mi cabeza.

—Estuvo bien —mentí.

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—Una mentira —dijo, lanzando sus manos detrás de su cabeza también—.Pero voy a dejarlo pasar, por ahora.

—Estás haciendo eso mucho últimamente —bromeé—. ¿Cómo te sientes?

—Pasó —dijo, quedándose en silencio.

Compartimos un momento de silencio.

Por último, la estudié, mis cejas arrugadas.

—¿Estás bien?

—Sí, bien. —Se cubrió, brincando—. Oye, ¿quieres ir a cenar el viernes?¿Sólo tú y yo?

—Claro. ¿Mamá no tiene planes para la cena con nosotros? —Mamá solíatener cada minuto de nuestros días previstos cuando yo volvía a casa.

—No, ella y papá van a la fiesta de Navidad de su oficina.

—Está bien. ¿Cómo va la escuela?

Puso los ojos en blanco.

—Sólo eres cuatro años mayor. Actúas como mi maldito padre o algo.

 Alguien tiene que hacerlo.

—Muy bien, cálmate ahora. Cálmate.

Ella puso los ojos en blanco de nuevo, pero sonrió.

—¿Quieres ver Qué bello es vivir ?

Infiernos, no.

—Por supuesto que no.—¿Un cuento de Navidad?

Es como si tuviera una ventana a mi conciencia.

—No, vamos a intentar algo divertido.

—Elf  —recomendó.

—Elf  es.

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Esa noche abrí mi portátil y lo puse en la cama junto a mí. Alterné entrequerer iniciar sesión en mi cuenta suiza y querer tirar toda la maldita máquina através del cuarto. Me decidí por iniciar la sesión. No pude evitarlo.

Siete millones doscientos noventa y tres mil ochocientos cincuenta y nueve dólarescon diecisiete centavos.

Una quemadura de satisfacción irradió a través de mi pecho y no pudeevitar la sonrisa que apareció después, pero esa quemadura se convirtió en untipo diferente de calor, un calor incómodo en el estómago al pensar en la imagenimaginaria que yo tenía de la esposa de Peter Knight.

Me imaginé la cara de Peter cuando abriera el sobre de fotos. Me imaginécómo se confundiría y lucharía para explicar las imágenes que no recordaba. La

imaginé golpeando al hombre inocente, la imaginé empacando una bolsa y losniños y dejándolo.

Cerré mi portátil y corrí al baño, vomitando una vez más. Pero no sirvió denada. Todavía me sentía como la mierda que era, y no había nada que pudierahacer al respecto. Mi única opción ahora era sentarme allí y rezar para que élescogiera la ruta de fusión, para salvar a su familia.

Mi único consuelo era que él parecía el tipo de hombre que escoge a sufamilia sobre su carrera.

 Además, se hará rico con esta fusión... sin importar que no quisiera la fusión en primer lugar porque piensa que su padre es un idiota deshonesto.

Y, sin embargo, a pesar de que yo sabía que no estaba bien, iba a quedarmecon el dinero porque la idea de dejarlo ir era más doloroso para mí que el pecadoque había cometido contra Peter Knight. Estaba muerto de miedo de admitirloen voz alta, pero yo era exactamente igual que mi padre. Y se sentía como si nopudiera hacer nada al respecto.

La codicia era más poderosa que la voluntad de hacer lo correcto.

Tengo que salir de aquí.

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Traducido por flochi

Corregido por Nony_mo

omé el jet privado de mi padre sin preguntar. Hacía esto a menudosiempre que cumplía sus órdenes. Él nunca lo cuestionó. El piloto

regresaría a L.A., y lo llamaría de regreso cuando lo necesitara.Una limosina se encontraba en la parte inferior de las escaleras. Al instante

en que me subí mi teléfono móvil empezó a sonar. Me quedé mirando el nombreque apareció. Mi madre. Vacilé un instante, intentando decidir si deberíaresponder.

Termina de una vez con ello.

—¿Hola? —pregunté.

—Spencer, cariño, ¿a qué parte del mundo te has ido?

—Estoy en Las Vegas, mamá, ¿qué sucede?

Hubo un largo silencio.

Ella suspiró.

—Sé que tu padre puede ser un poco intenso a veces, pero es sólo su manerade ser. Él te ama, cariño.

Sofoqué una amarga risotada.

—Sí, está bien. Escucha, siento no habértelo dicho, pero necesito uno o dosdías para recuperar el aliento. Volveré a casa pronto. Ni siquiera te darás cuentaque me he ido —solté.

Ella volvió a suspirar. Una táctica de culpabilidad que por lo generalfuncionaba, pero mi desesperación por estar lejos de mi padre lo superó.

—Bridge está muy decepcionada —suplicó.

T

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Suspiré.

—Mierda. La cena. Dile que estaré en casa el viernes a la mañana. Loprometo.

—Bien —cedió. Su voz salió débil, recordándome todas las veces que lehabló a mi padre del mismo modo.

—Te amo —agregué, entrecerrando mis ojos—. Tengo que irme. Hay algode lo que me tengo que ocupar en el coche.

—Bueno, cariño, también te amo. ¿Tendrás cuidado?

—Lo tendré —mentí y colgué el teléfono, depositándolo en el asiento a milado.

Me pasé las manos por el cabello y alisé los pantalones antes de apoyar laspalmas en mis muslos. Corté y encendí el cigarro Gurkha HMR, cortesía delhotel, en la bandeja a mi lado. Tomé una pitada larga y silenciosa, dejando que elhumo saliera lentamente y llenara el auto con su intoxicante aroma. A unosquince mil dólares la caja, mejor que tenga el sabor y el aroma al maldito paraíso.

Me acomodé un poco más profundo en el asiento.

—¿Quién eres? —le pregunté a la chica silenciosa en el banco frente a mí.

Ella se aclaró la garganta pero habló suavemente.

—Soy Piper.

—¿Ese es tu verdadero nombre? —le pregunté, bajando la ventana uncentímetro para observar las luces y dejar que un poco del humo saliera.

Me volví hacia ella. Era hermosa, sin duda alguna. Brillante cabello borgoñaenrulado hasta su cintura, sus ojos eran marrones y brillantes, y su piel era

inmaculada.

—Sí —me dijo, y le creí.

—Piper, ¿por qué estás en mi coche?

—Fui enviada.

—¿Por quién? —pregunté, mirándola directamente.

—No tengo esa libertad —explicó.

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—Ah —dije, dejándolo pasar—. ¿Para qué estás aquí? —pregunté, sabiendomuy bien para lo que ella se encontraba aquí.

—Estoy aquí para hacer lo que desees todo el tiempo que quieras.

—Eso es vago —contesté.

—Considérame tu propia empleada privada.

—Eso lo aclara, gracias —bromeé con una sonrisa.

Ella sonrió a cambio y no fue demasiado desagradable a la vista. Decidí quepodía quedarse, pero no estaba seguro de qué iba a hacer con ella. Había decididoimprovisar esta noche.

—Comeremos —le dije.—Naturalmente —coqueteó.

Negué con la cabeza y le sonreí para luego bajar el divisor.

— Joël Robuchon, por favor —le dije al conductor.

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Traducido por Gigi D y Jane

Corregido por Nony_mo

h por Dios, mi cabeza. El dolor era insoportable. También mepesaban los ojos. Comencé a mover mi brazo, pero se sentía

pegado a algo, lo que hizo que abriera un ojo. Miré a la izquierda. Mierda. Mierda. Mierda. Tenía la parte trasera de la cabeza de Piper apoyada enmi muñeca. Deslicé mi brazo de debajo de ella pero solo gimió, al parecer muertapara el mundo.

Prácticamente salté de la cama, haciendo una mueca por el dolor de cabeza.Oh, Dios. Oh, Dios. ¿Qué he hecho?, me pregunté, llevando mis manos a mi cabeza.Recuerda. ¿Qué sucedió? Fuimos a cenar… 

Cena. Fue normal. Filetes, alcohol. Mucho alcohol. Más del que creí posible

que pudieran beber dos personas. Recuerdos al azar de Piper moviéndose a milado del cubículo, su mano deslizándose por mi muslo, su lengua en mi oreja. Miestómago se hundió y me di la vuelta, solo para encontrarme con un chicocualquiera dormido en una de las escaleras de la villa. Me sentí enfermo, y no porel alcohol. Me dirigí a la cocina, esquivando sanguijuelas dormidas en el suelo.Necesitaba agua. Me tropecé un par de veces, aún ebrio. Abrí la puerta delcongelador y metí mi cabeza allí.

—Malditas sanguijuelas, todos —dije, pensando en todos los imbéciles que

yacían en el piso de mi villa. Ella es la peor , pensé recordando a la personadurmiendo en mi cama. Respiré el aire frío, listo para vomitar, pero en su lugarcerré los ojos y tragué con fuerza. Inspiré hondo por la nariz hasta que las náuseaspasaron.

Cerré el congelador y abrí la heladera, tomando una botella de agua yabriéndola. Cuando terminé de beber, la arrojé en el suelo y miré alrededor.Había aproximadamente treinta personas tiradas en el suelo con muy poca ropa.

—¡No tienen un propósito! —les grité, pero siguieron durmiendo—. ¿Nome oyen? —siseé. Algunos abrieron los ojos, por lo que seguí gritando hasta

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despertarlos a todos—. ¡No tienen un propósito! ¡Son unas inútiles sanguijuelas!¡Ninguno de ustedes vale nada!

Avancé hasta tener apoyadas las manos en el frío mármol de la isla de lacocina frente a ellos. Todos parecían asustados, con los ojos como platos mientrasse levantaban y juntaban sus cosas, tropezando entre ellos por la resaca antes desalir por la puerta.

—¡Muy bien! ¡Váyanse a la mierda! —grité, haciendo que el dolor de micabeza empeorara. Mis manos fueron a mi cabello y tiré de él, desesperadoporque el dolor desapareciera. Miré alrededor y vi una botella de vino vacía. Laagarré y se la lancé a una pared para que se movieran más rápido. Se detuvieronen seco cuando se estrelló y luego salieron a la carrera, tropezando como unosestúpidos.

Los vigilé a todos con ojo de halcón y vi a una chica cerca del final de laescalera intentando ocultar bajo su ropa una botella de coñac L’or De JeanMartell.

Fui hacia ella y le quité la botella de la mano.

—Debería hacer que te arresten, maldita ladrona. —Ella abrió los ojos y sele agitó la respiración. Puse la botella en una mesita y la empujé lejos de mí—.¡Malditas sanguijuelas, todos ustedes! —grité mientras corría a la puerta, pero laatrapé del brazo y le di la vuelta—. Siempre buscando algo —gruñí en su rostro—. ¿Acaso sabes lo que cuesta esto? —Ella sacudió la cabeza en respuesta—. Másde lo que tú vales, basura. Más de lo que tú vales.

Ella entrecerró los ojos enojada.

—Déjame ir —ordenó.

Bajé la mirada y noté que estaba clavando mis dedos en su carne. Deinmediato la solté.

—Vete de aquí —ladré. Ella corrió y yo volví a tomar la botella, abriéndolapara un trago. Hizo que mi estómago ardiera así que lo escupí y dejé caer labotella al suelo, derramando su contenido mientras rodaba suavemente. Miles dedólares de un coñac añejado se dispersaron por el suelo y me encogí de hombros.Oh, bueno.

Volví a subir las escaleras, pasándome las manos por la cara. Una personamás para echar.  Arrastré mi pie por el último escalón, dirigiéndome al cuarto

principal, pero cambié de opinión en el último segundo, en su lugar optando por

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una ducha, esperando que me quitara lo ebrio. Fui pateando varias botellas dealcohol vacías en mi camino a la ducha más cercana y me encerré allí.

Nunca fui bueno con el sexo. Siempre me sentía enfermo después de eso, yla verdad no sabía por qué. Sí, en compañía de amigos, solía alardear sobre misconquistas, fingiendo que las chicas no significaban una mierda para mí porqueeso hacen los chicos. Patético, lo admito, pero la verdad es que mi estómagopesaba de la culpa, mi pecho latía dolorosamente después de hacerlo, y soloquería correr, como siempre hacía al tomar malas decisiones. Por eso, Vegas.

Pregúntate algo. ¿Alguna vez has pensado por qué los chicos quieren quedesaparezcas a la mañana siguiente? No es porque tengan cosas que hacer,aunque estoy seguro de que varios imbéciles piensan así, tampoco porque lo hanhecho tantas veces que han aprendido a enterrar la culpa o porque ni siquieratienen una conciencia en primer lugar. Pero, la verdad, es que no pueden soportar  ver el motivo por el que se sienten vacíos por dentro. No les gustan losrecordatorios de quién ayudó a poner esos enfermizos sentimientos en susestómagos. Mientras que tuvieran una madre decente, la culpa siempre es algosustancial. Siempre. Si dicen lo contrario, mienten. No estoy seguro de cómofunciona con las chicas, pero apostaría que de forma similar. Quiero decir,también son humanas, ¿verdad? Tienen las mismas vocecitas en sus mentes quenosotros.

Chicas, voy a decirles algo que podría lograr que me patearan el trasero,pero al diablo, aquí va: esperar a tener sexo con alguien hasta que digan te quieroes un engaño, una artimaña, una mentira… un juego, si así lo prefieren.

Ahora, antes de que me salten encima, escuchen. No digo que no sea posibleque tengan sexo con alguien con quien están saliendo y a quien quieren, pero sólodigo que si las amaran como dicen, no las pondrían en ese  predicamento enprimer lugar. No mentiré, he tenido mucho sexo con muchas chicas, y fue genial.Bueno, al menos hasta el día siguiente. Mierda, incluso les mentí a algunas

diciendo que sentía más de lo que era cierto. Sorprendente, pero nena, todos lohacemos porque los chicos quieren más al sexo de lo que las quieren a ustedes,créanme.

Hay dos cosas que he descubierto sobre el acto. Una, los chicos adoran elsexo porque aman cómo se siente. Nada más. Dos, las chicas también aman elsexo porque se siente bien pero, aunque lo quieran o no, también hay una parteemocional. No puedo imaginar a una chica acostándose con un tipo que apenasconoce sin sentirse paranoica como la mierda después porque siempre estará

unida a este chico que apenas conoce.

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Maldición, ahora entiendo por qué tantas chicas con las que he estadopierden la cordura después, por qué se desesperan por llamar y conectar y buscaralgo que nunca va a ser. Casi me siento mal, casi.

Abrí la ducha y me recliné contra el mármol del lavamanos hasta que elagua se calentó. Me froté la cara con las manos, necesitando que se me pase laborrachera, notando el vello que me estaba creciendo y pensando en si queríaafeitarme. A la mierda, pensé.

Cerré los ojos.

Piper se acercó a mí, presionando su cuerpo contra el mío mientras la música semetía bajo nuestra piel y vibraba contra cada terminación nerviosa. Su boca se movió enla mía. Podía sentir su sonrisa contra mis labios. Sus ojos se iluminaron divertidos como

si hubiera ganado algo, pero no me importaba mientras ella me dejara tocarla más. Notébrevemente que no sabía dónde estaba, pero estaba demasiado feliz e ido para que meimportara.

—¿Quieres? — preguntó, extendiendo su mano. Había en ella un pequeño corazónrosado.

—¿Qué es?

—Éxtasis, claro —dijo llevándose la pastilla a los labios.

—No puedo —le dije, sacudiendo la cabeza— , pruebas de drogas en la escuela —

mascullé.

— A quién le importa —dijo Piper, moviendo su cuerpo contra el mío, haciendo queme olvidara de la escuela. Acercó su rostro al mío—. Vamos, todos los chicos geniales lohacen —bromeó.

Le sonreí y eso fue todo lo que ella necesitaba. Me besó y comprendí que había puestootra píldora en su lengua. Tragué, despreocupado… por el momento. 

—Maldito estúpido —le dije al espejo, asqueado por el recuerdo.

Sacudí la cabeza, esperando evadirlo y comencé a desvestirme. Cuandopasé la camisa sobre mi cabeza, sentí un dolor tremendo en las costillas.Inspeccioné mi reflejo, primero quitando el vapor del espejo. En mi costadoizquierdo sentía que tenía las costillas desgarradas. Estaba de un color moradooscuro. Levanté el brazo izquierdo sobre mi cabeza y tentativamente toqué elenorme moretón con los dedos de la mano derecha, haciendo una mueca portocar un lugar muy dolorido.

—¿Alguna vez te has sentido libre? — preguntó ella.

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—Nunca —respondí honestamente. Apenas podía tener los ojos abiertos—. Vivoen una caja —terminé.

—Pobrecito —dijo Piper, deslizando sus demasiado pintadas uñas por mi cara. Nolo decía en serio, ni un poco. Vi algo de ira en sus facciones.

—Sé lo que estás pensando —dije con la lengua pesada— , pero te equivocarías.

—No es verdad —susurró—. Vives una vida privilegiada.

—No es ni la mitad de lo que debería ser. ¿Sabes lo difícil que es ser una buena persona con dinero?

—¿Sabes lo difícil que es ser una buena persona sin él?

Nos quedamos en silencio, observando las fuentes debajo de mi villa en el pisoveinte.

—¿Quieres sentirte libre? — preguntó ella.

—Claro —admití.

Tomó mi mano y nos pusimos de pie. Arrastró una silla al borde de la baranda deconcreto y se paró sobre ella, casi cayendo por lo borracha que estaba. Rio y puso unamano en mi hombro antes de balancear un pie en el borde del balcón.

—Estás loca —le dije.

—Lo sé.

Pero la seguí. Por algún motivo, la seguí. La voz de la razón de mi mamá vino a mimente, algo sobre amigos y puentes y saltar, pero lo ignoré. Apoyé mis zapatos de vestiren el almohadón de la silla. Observé ese pie, al parecer incapaz de seguir avanzando. Elmiedo inundó mi estómago, dejándome en mi lugar.

—Vamos —susurró en mi oído.

Ignoré mi estómago y me impulsé sobre la silla. Me volví hacia el mundo a nuestroalrededor y respiré hondo el frío aire de la noche, que sólo podía encontrarse a la altura enla que nos encontrábamos. Dejé que el viento moviera mi cabello y di otro paso hacia elborde de la balaustrada antes de levantar mi cuerpo.

 Me alcé sobre el precipicio de veinte pisos, de la locura, de la adrenalina, de laestupidez, pero más que nada, en el precipicio de la muerte. Me volví hacia Piper, sus ojossalvajes mientras el viento movía su cabello alrededor de su cabeza.

Tomó mi mano para estabilizarse y se volvió hacia mí.

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—¿Lo sientes? — preguntó.

—¿Sentir?

—¿Te sientes vivo?

—No.

Ella me ignoró y observó las fuentes debajo.

— Me pregunto qué sucedería si saltara —dijo tranquilamente, pero sabía que no leimportaría lo que yo respondiera. Estaba contemplando.

—Estás loca —dije.

—Lo sé —admitió, sonriéndome maléficamente.

Ella enfrentó el viento y gritó, haciendo que mi adrenalina se disparara aún más.

—Vas a dejarme sordo —dije.

Se volvió hacia mí pero fue una reacción muy rápida para un cuerpo borracho, ytropezó. Comenzó a caer hacia adelante pero no hizo nada para detenerlo. En su lugar,cerró los ojos como si estuviera en una montaña rusa, lista para la caída.

Tiré de ella hacia atrás, y cayó en la silla sin daño.

Pero perdí el equilibrio. Estiré los brazos, como pretendiendo balancearme. Esto esel fin , pensé. Pobre mamá. Pobre Bridge.

 Mis pies se resbalaron y comencé a caer, pero en el último segundo, Piper tiró con fuerza de mi brazo, tirándome de regreso en la villa. No fue lo suficientemente rápido yme golpeé el costado contra la baranda.

Dejé caer el brazo izquierdo, pero mantuve la mano derecha en el moretón.Santa mierda, pensé. Pude haber muerto. Levanté mis manos temblorosas y las pasépor mi cabello y luego mi rostro. Miré mi reflejo, preguntándome si seguía así simi pobre madre tendría que enterrarme en el mausoleo familiar antes de quehubiera terminado la universidad.

Entré en la ducha y me senté, dejando que el vapor me rodeara, esperandopoder ocultarme aquí para siempre. Mi corazón latía erráticamente en mi pecho,pensando en que por poco había sobrevivido. Mi piel se erizaba de la furiapensando en la pelirroja, pensando en sus susurros, su suave manipulación. Ellaera tan convincente, tan persuasiva.

—Ese —dijo ella, señalando el Bugatti.

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 Mi mayordomo personal, un caballero llamado Lawson, se nos acercó mientrasmirábamos el Bugatti. Inspiré hondo para limpiar mi cabeza del alcohol y el éxtasis,esperando poder alquilarlo sin problema.

—¿El Bugatti señor? — preguntó.

—Sí, gracias Lawson.

—Sólo firme aquí señor —dijo, ofreciéndome unas formas y el acuerdo de alquilerque siempre firmaba.

Tomé los papeles y el bolígrafo e intenté estabilizar mi mano, pero no pareció muyconvincente.

—¿Todo bien, señor? — preguntó Lawson, con el ceño fruncido.

—Claro —dije sonriendo—. Sólo cansado, supongo. Lo tomaré hasta el lunes,Lawson.

—Sí, señor —dijo él estudiándome un poco más, luego tomando de regreso los papeles.

Se dio la vuelta y caminó hacia una pared donde dejaban las llaves. Piper pasó sumano por un costado del auto con un brillo de satisfacción en los ojos.

—Tan bonito —susurró.

 Metí las manos en mis bolsillos y me recliné contra él.

—Es un Bugatti, Piper —le dije a la pared.

Ella se detuvo y enderezó, entrecerrando los ojos.

—¡Ya lo sé!

Suspiré.

—Cálmate.

Ella obedeció.

—¿Puedo conducirlo?

—No.

Caminó todo el perímetro del auto pasando la mano por el costado, cubriendo cadacentímetro. Patético , pensé.

—Las llaves, señor Blackwell —dijo Lawson, surgiendo de la nada. Me dio las llavesy le abrí la puerta a Piper antes de subirme del lado del conductor.

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Lawson abrió las puertas acordeón de vidrio para que yo pasara. Puse la llave en elcontacto, y apreté el botón de encendido. El motor gimió suavemente, pero dentro de lacabina, el Bugatti tenía la distinción de sonar como si uno estuviera en un túnel de viento.

 Así de poderoso era el motor. Ronroneaba tan suavemente que lo imaginaba parecido a

estar recostado en el estómago de un león feliz. Era hermoso.Tentativamente lo saqué a la calle. Podía sentir la mirada de Lawson sobre mí.

Nunca se atrevería a preguntar más, pero creo que sabía que algo iba mal. Si no estabaseguro en ese momento, sin dudas lo estuvo más tarde.

Sacudí la cabeza, incapaz de recordar más.

—¿Qué sucedió? —le pregunté al húmedo aire frente a mí. Busqué y busquépero no podía recordar… aunque se sentía como si debiera hacerlo. 

Me puse de pie, tratando desesperadamente de recordar, y empecé alavarme el cabello, sintiéndome abrumado, sintiendo cuán imperativo era querecordara lo que pasó después.

Comencé a enjuagar y miré abajo hacia mis pies. El agua que corría era roja.¿Qué demonios?

—¡Más rápido! — gritó ella, y sentí la impotencia de obedecer.

Presioné el acelerador, ganándome una sonrisa diabólica, casi inhumana a cambio.

Ella se quitó el cinturón y se inclinó hacia mi cuello, respirando profundamente, haciendoque mi cabello se pusiera en punta. Trazó con sus uñas lacadas en rojo a lo largo de la pielde gallina antes de correr su lengua a lo largo de la longitud. Mis ojos rodaron en micabeza.

Sentí al auto desviarse un poco hacia la izquierda y levanté la cabeza rápidamentey luego enderecé a pesar de mi embriagada cabeza. Whoa , pensé. Me giré para decirle quese pusiera el cinturón de nuevo, pero me quedé callado, distraído por su deslizamientosobre mi regazo y sus dedos enredados alrededor de mi nuca.

—¿Qué estás haciendo? —Sonreí en su boca, confuso por una combinación de licor,éxtasis y lo increíblemente sexy que ella era.

Cada toque de ella se sentía indescriptible. Pasó los dedos por mi cabello y meestremecí ante la embriagadora sensación. Ella sopló sobre mi cuello y sentí los músculosde mi estómago contraerse. Agarró una porción de cabello en la parte trasera de mi cabezaen la mano y se bajó antes de besarme.

El hormigueo en mis labios explotó y mi respuesta a ella no se hizo esperar mientras

mis manos abandonaban el volante.

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—Oh, Dios —susurré —. Me encanta.

— A mi también —susurró ella antes de morder el lóbulo de mi oreja—. ¿Sabes loque lo haría aún mejor?

—¿Qué? — pregunté, de repente y sin cuidado dispuesto a realizar todo lo que pidiese.

 Mis ojos rodaron atrás de mi cabeza otra vez cuando ella pasó los labios por mi garganta.

—Esto —dijo ella, con los ojos abiertos y su sonrisa cada vez más como unaserpiente antes de que su talón se atascara sobre mi pie en el acelerador.

 Aspiré una bocanada de aire, mientras éramos lanzados hacia delante. Ella acercó

más su boca cerca a la mía y me besó profundamente, distrayéndome una vez más ymordiendo mi labio inferior con fuerza, sacándome sangre. El sabor cobrizo de hierro llenómi boca y me despertó, recordándome dirigir.

Traté de alejarme de su beso venenoso, pero ella se sostuvo, conduciendo sus labiosmás firmemente contra los míos.

—Detente —hablé en su boca, pero ella continuó ignorándome—. Detente —dijeuna vez más, con mayor énfasis, pero se negó a moverse.

Tiré de su cabello hacia atrás, haciéndola chillar de alegría, y miré por encima de suhombro intentando sacar su talón de la parte superior de mi pie, pero ya era demasiadotarde.

—Oh, mierda —suspiré.

Como si el tiempo se detuviera, Piper miró por encima de su hombro, su cabelloazotando alrededor para ver el daño que había hecho antes de volverse hacia mí y apoyarseen mi cuello.

—¿Te sientes vivo todavía? —susurró.

Respiré fuertemente.

El tiempo se aceleró una vez más y el auto golpeó algo contundente, lanzándonoshacia adelante y luego hacia atrás. El vidrió golpeó nuestras cabezas en fragmentosirregulares de colores que reflejaban las luces del Strip. Me aferré a ella con todo lo quetenía, acunando su cabeza contra mi pecho, mientras que nuestros cuerpos eran azotadosbrutalmente hacia el lado del pasajero, y luego de vuelta hacia la ventanilla del lado delconductor, donde la parte de atrás de mi cabeza rompió el vidrio.

Desmayo.

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—Vamos —susurró en mi oído izquierdo.

Gemí, con un terrible dolor, deseando morir y pronto.

—Vamos —insistió, arrastrándome por los brazos lejos de las afiladas pilas

astillados de vidrio—. Tenemos que irnos antes de que llegue la policía.

—¿Qué? — pregunté, aún viniendo de recobrar el sentido.

Las sirenas resonando la estridente bocina perpetua desde el auto. Ella me ayudó a ponerme de pie y pasó un brazo alrededor de mi cintura. Tropezamos lejos del accidente, para gran confusión de los espectadores.

Me sorprendí del recuerdo y negué con la cabeza, examinando la partesuperior de mi pie y notando una profunda herida en el talón donde su tacón me

había rasgado. Mi mano se dirigió a la parte posterior de mi cabeza e hice unamueca ante la debilidad en mí donde mi cráneo había golpeado el cristal.

—Oh, Dios mío —dije.

Observé el remolino de agua impregnada de rojo girando hasta desaparecerpor el desagüe y de repente me sentí mareado.

—¿Qué demonios he hecho?

Volví a sentarme y pasé las manos por mi cara una vez más, y otra vez,retrocediendo por el dolor en mi labio inferior, desde donde ella me habíamordido.

—¿Spencer? —Oí llamar a la voz engañosamente angelical.

Mis puños se apretaron en mis rodillas.

—Vete —pedí.

Sus esbeltas manos laqueadas de color sangre limpiaron la condensación en

la puerta de la ducha de cristal. Su sonrisa fue lo primero que vi, y temblé ante loinquietante que la encontré en la luz. Sus ojos enterrados en los míos, y me dicuenta cuan sin alma parecían ahora que la veía por lo que era.

—Vete —exigí nuevo.

Ella hizo un falso mohín y abrió la puerta de la ducha antes de entrar,vestida. Me miró y comenzó a tirar de una correa, pero la detuve.

Solté un bufido de incredulidad.

—Por supuesto que no. Fuera de aquí ahora mismo.

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—Oh, Spencer, no creo que quieras que haga eso.

—¡Y una mierda que no! Estás certificadamente loca, ¿lo sabías?

Ella suspiró y se apoyó contra la pared de la ducha, como si no estuviera

usando un vestido de satén.

—Estás recordando de nuevo, entonces —declaró más que preguntó.

Tragué saliva.

—Recuerdo todo.

Ella me observó con el ceño fruncido.

—¿Todo? —preguntó. Yo la miré—. ¿Incluso el dinero?

Mi corazón se aceleró.

—¿Qué dinero?

—Así que... no todo.

Ella parecía tener algún tipo de emoción enferma de conocer esta parte dela noche que no podía recordar.

—¿Qué pasó? —pregunté.

Ella se echó a reír, cacarear en realidad, y escapó de la ducha. Me levanté deun salto y arrojé una toalla alrededor de mi cintura. Seguí los senderos húmedosde su vestido hasta el final en el dormitorio, pero no pude encontrarla.

—Piper —grité, buscando en la habitación—. Piper —llamé de nuevo,registrando el armario, pero ella no se encontraba allí.

Salí corriendo de la habitación, por el pasillo hasta la parte superior de las

escaleras y miré por encima del borde.—Piper —grité, pero ella no respondió.

Bajé las escaleras e inspeccioné la zona de estar, así como la cocina. Ella sehabía ido. Abrí las puertas de la villa y examiné el balcón, Piper no estaba. Volvícorriendo a través de la sala y prácticamente tiré de la puerta principal de subisagra.

—Piper —grité en la sala vacía.

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Tropecé de nuevo en la habitación y cerré la puerta, apoyando la espaldacontra su superficie plana.

—¿Dónde en el ...?

Mis manos comenzaron a temblar cuando un pensamiento vino a mi mente.Lentamente, muy lentamente, caminé de vuelta a través de la sala de estar,dudando pasar por encima del umbral del balcón. Mi respiración se profundizó.

—Oh, por favor, Dios. Por favor, Dios —recé en voz baja cuando llegué a labalaustrada.

Puse mis manos en el borde y me incliné.

—Vamos —susurró ella—. Será divertido.

Ella me arrastró por la corbata al piso de juegos, el piso privado sólo para algunos.

—Estoy demasiado borracho para apostar, Piper. Además, me duele la cabeza comouna madre —dije arrastrando las palabras.

—Shh —me silenció ella en mi oreja izquierda— , lo harás bien.

La seguí hasta el conserje y me detuve cuando me vio.

—Señor Blackwell, ¿se nos unirá esta noche?

—Sí, por favor —murmuré.

—Su cuenta está al día. Aquí está su tarjeta —dijo, ofreciéndome la lectura digitalde mis ganancias para el año pasado.

Había ganado cerca de dos millones, con la esperanza de añadir a mis totales enSuiza. Mi capital inicial. El dinero que utilizaría para escapar, para sentirme libre... por

 fin.

—Este camino va hacia las mesas de baccarat4

  —dijo él, señalándome hacia laizquierda en el suelo.

Él me conocía bien. El baccarat era mi juego porque no favorecía ni a la casa ni al jugador. Las probabilidades eran casi cincuenta por ciento. Por eso me gustaba. Era unsimple juego seguro, y ganaba más de lo que perdía. Jugaba con el dinero de mi padre,

 pero los dos millones era pura ganancia y todos míos.

4

 Baccarat: juego de cartas muy común en los casinos, semejante a una versión simplificada delblackjack. En el bacará sencillo, la casa es el banco. En el modo llamado chemin de fer (una varianteavanzada de bacará), el banco pasa de un jugador a otro.

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—No, esta vez nos gustaría jugar Black Jack5 —intervino Piper.

—Por supuesto — obedeció el portero, llevándonos en dirección a las mesas.

—¿Black Jack?—le pregunté.

—Sí, el Black Jack es mucho más divertido.

No respondí. La cabeza me latía tan furiosamente. Simplemente juega pocasmanos y vete , me dije.

Nada. No había nada debajo. Ella no había brincado.

Me tambaleé de nuevo en la villa y cerré la puerta del balcón, bloqueándoladetrás de mí antes de arrastrar los pies al sofá y caer en la parte superior. Mi cara

colgaba cerca de la orilla, obligándome a reconocer el desorden, el caos, a míalrededor.

Vi una botella inmóvil de Jack debajo de una mesa de café de cristal rota.Había tal vez una onza de licor dentro asentándose, el líquido de oro perfectodentro de su ataúd de cristal claro, a la espera de su destino, a la espera de serconsumido o descartado... como yo.

Estaba tan cansado de las noches como esas. Tan cansado de temer a lodesconocido, a descubrir las experiencias cercanas a la muerte, exponerme a

cosas peligrosas sin recordarlas hasta que por lo general era demasiado tarde.Esa noche pudo parecer fuera de lo común, pero no para mí. No para SpencerBlackwell. Eso era bastante típico para mí. Esa era mi vida o, muy probablementesabía, pronto sería el final de la misma.

—Toma tu dinero, envíalo a Suiza y llama a las cosas por su nombre. —Mevolví y yací en mi espalda—. Sal ahora, mientras todavía puedas. Corre.

Subí corriendo las escaleras, me vestí y cogí mi bolso antes de dirigirme a la

entrada a firmar la salida, pero primero tenía que cobrar el efectivo. Visité a lanueva portera, una mujer esta vez, alguien que había visto antes, pero no podíarecordar su nombre.

—Buenos días, señor Blackwell —saludó alegremente, con el cabello limpioy cuidado, los dientes brillantes y blancos.

—Buenos días —dije, mi voz áspera. Me miré, plenamente consciente deque a pesar de mis trajes de diseñador, me veía como era de esperar.

5 Black Jack: juego de cartas, propio de los casinos, que consiste en obtener 21 puntos mediantela suma de los valores de las cartas.

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—¿Qué puedo hacer por usted?

—Me gustaría retirar mi dinero, por favor.

—¿No mantiene el balance aquí? —preguntó.

—No, he decidido tomar un respiro.

—Un momento —dijo ella, secreteando en un área en la parte posterior.

Me apoyé en el mostrador, dispuesto a pedirle en voz alta que regresararápidamente porque me dolía tanto.

Regresó un minuto o dos más tarde, pero se sintieron como una eternidad.

—Señor Blackwell, parece que no tiene un balance en sus cuentas.

Mi boca se secó.

—¿Perdón?

Miró una pantalla de computadora en frente de ella.

—Sí, parece que perdió el equilibrio. En realidad hay un asentamiento deun saldo deudor de 5.700.000.

Mi corazón saltó en mi garganta.

—Eso no puede ser —insistí, apoyando mi cabeza en mis manos. No penséque pudiera aguantar mucha más presión—.Vale —respiré—. Cárguelo a lacuenta de mi padre —dije.

—Por supuesto —dijo.

Cuando él se diera cuenta, quitaría mis privilegios.

—Gracias —murmuré antes de dirigirme hacia el vestíbulo y sentarme en

la silla más cercana para recuperar el aliento.

Lo perdí todo. Contaba con esos dos millones de dólares para financiar partede mi libertad. Ahora bien, sabía que iba a tener que vivir un año más bajo elpulgar de mi papá para compensar las diferencias.

La sola idea me hizo querer vomitar. Así que lo hice. Todo sobre el suelo demármol caro.

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Traducido por PaulaMayfair

Corregido por Nony_mo

endí la silla para ella y se sentó mientras la empujaba en su lugar.Miré a mi alrededor. Todos los ojos en el lugar estaban levantados y

mirando fijamente un agujero a través del vestido minúsculo que lerogué que cambiara pero no lo hizo. Bridge nunca me escuchaba cuando setrataba de eso. Nunca.

—Imbéciles —dije entre dientes para todos los ojos lascivos.

Cuando me senté, inmediatamente lancé una mirada abrasadora al idiotade cincuenta años en la siguiente mesa. Él lucía un anillo de bodas y estabadesvistiendo a Bridge con sus ojos. Cuando atrapó mi mirada, sus ojos seampliaron por un momento. Avergonzado, su redonda cara de color rojo

brillante encontró el techo. Al parecer, era fascinante. Yo tenía algo másfascinante, mi puño. En su estúpida cara. Mi mano se cerró, la piel empujando enmis nudillos, la sangre luchando por alcanzar mis dedos. Después de Vegas,estaba de humor para una pelea.

—Estoy embarazada. —Oí a mi izquierda, impactándome. Mi mirada segiró de vuelta a su cara. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Mis manos seabrieron.

Por un breve momento nos sentamos allí, en silencio, inmóviles, el imbécilolvidado. Mi respiración se precipitó dentro y fuera de mí, apresurada y pesada.

Mi mano salió disparada y mi vaso de agua se sacudió, el agua salpicandoviolentamente cuando lo atraje a mis labios.

De repente, nunca había estado más sediento.

Todo el contenido se vertió en mi garganta en un derrame líquido. Dejé elvaso sobre la mesa lentamente, usando ambas manos para estabilizar el cristal

temblando, y me enderecé un poco. Me dejé caer inconscientemente en mi silla.Me limpié la boca con la servilleta de lino a mi derecha. La planchada,

T

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almidonada y perfecta servilleta que distraídamente noté que mi padre se habríaquejado simplemente porque podía.

—¿Cómo? —pregunté, tragando saliva.

Ella levantó una ceja.

—Bueno, verás, cuando un hombre y una mujer se juntan...

—Bridge —casi grité, golpeando la mano sobre la mesa. Los utensiliostintinearon y resonaron, deslizándose en la loza china—. Este no es un momentopara las bromas. —Apreté los dientes, recordándome a mi padre. Sus ojos secerraron con fuerza y su labio inferior empezó a temblar. Inmediatamente, separémis labios. Relajé mi puño y dejé que mi mano se deslizara fuera de la mesa.Pregunté tan amablemente como pude—. ¿Cómo, Bridge?

Ella respiró honda y temblorosa y volvió su mirada lejos de la mía.

—No sé, para ser honesta. —Pequeños trozos de humedad comenzaron areunirse en las esquinas de sus ojos. Examinó su vaso de agua, pasando su dedoa lo largo de la base de la copa.

—¿Quién? —pregunté, ignorando las lágrimas.

No tenía tiempo para las lágrimas. No tenía tiempo para la simpatía.

Estábamos con la mierda hasta el cuello. Ella lo sabía. Yo lo sabía.

—No quiero decirlo —dijo.

Sus ojos se movieron a su regazo mientras distraídamente jugueteaba conla servilleta que estaba sobre sus rodillas.

—Soy tu hermano, Bridge. —Me incliné hacia ella sobre la mesa y entrecerrélos ojos—. Necesito saber a quién tengo la intención de matar.

Sus ojos se fijaron en los míos.

—No seas un idiota melodramático. Y no voy a decir una sola palabra detodas formas. Le dije al padre y no quiere tener nada que ver con esto. —Misangre hervía a una temperatura peligrosa.  Idiota—. Te invité a cenar por unarazón y una sola razón.

Cerré los ojos y tomé un buen, y sólido aliento.

—¿Qué necesitas?

—Ayuda para decirle a papá.

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Asentí con la cabeza, todavía absorbiendo todo y tratando de bajar mi ritmocardíaco. Entonces caí en la cuenta.

—La náusea —dije, recordando el día que llegué.

Asintió con la cabeza, las lágrimas amenazando con derramarse de nuevo.

Bridge no comió mucho. Tampoco lo hice yo, para el caso. No estoy muyseguro de si era el hecho de que ella se quejó de sentirse mal de nuevo, el cual fijóel latido de mi corazón en un patrón anormal, o el hecho de que estábamos apunto de dejar caer la bomba más grande sobre los hombros de mis padres. Nosfuimos sin decir nada. Los recuerdos de Vegas seguían invadiendo mispensamientos, y sentí náuseas de mí mismo.

—Espera, olvidé mi bolso —dijo ella cuando llegamos a mi auto.

—Yo lo busco —dije y abrí la puerta para ella.

Vi su cuerpo de diecisiete años subir. Se sentó en su asiento y luego metiósu pierna debajo de ella, de la forma en que tantos jóvenes adolescentes hacen, ygiró un mechón de su largo cabello rubio alrededor de su dedo, mientrasmandaba mensajes de texto a alguien con la otra mano.

Todo en lo que podía pensar mientras la miraba era que ella era tan joven.

Era demasiado joven para estar embarazada. Era mi hermana pequeña. Mipequeña Bridge. Por supuesto, era solo cuatro años menor, pero eso nunca meimportó. Cuando tenía diez, yo tenía catorce, y recordé ahuyentar a los matonesque tiraban de sus trenzas. Cuando ella tenía quince, yo tenía diecinueve y legritaba que dejara de usar esos pantalones cortos alrededor de mis amigos. Yentonces se quedó embarazada, y todavía me sentía como el hermano mayor queera. Sólo deseaba que pudiera haberla protegido mejor, pero en su lugar encabecéel peor ejemplo. La sonrisa maligna de Piper apareció en mi cabeza, y meestremecí.

Agarré el bolso de cuero sobredimensionado ridículamente de Bridge de lasilla olvidada y me dirigí a la puerta. Salté en mi coche.

—¿Los Escondites? —pregunté, muy enojado conmigo mismo, me podríahaber pateado el culo.

—Por supuesto —respondió, con la mirada hacia la calle ocupada.

“Los Escondites” era donde cincuenta, más o menos, de nuestro grupo de

élite se reunían en la casa de uno de nuestros padres porque era inevitable que

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los padres de alguien estaría fuera de la ciudad. Nos “esconderíamos” por el finde semana, de borrachera y drogas, sexo y alcohol.

Cerré la palma de mi mano en el volante. Me incliné hacia adelante yarranqué el auto. Caí de vuelta a mi asiento y pasé la mano por la cara.

— Jesús. Yo sólo... Bridge, necesitamos un plan.

Ella se volvió hacia mí. Se veía tan perdida.

—Gracias por ayudarme, Spence.

—Por favor, Bridge. Tus problemas son mis problemas —dije, pisando elacelerador.

Nos sentamos en el auto al final de nuestra calle, mirando a la monstruosacasa de nuestros padres. Escuché tranquilamente el llanto de Bridge. Traté deconsolarla, pero no sirvió de nada.

—Vamos a terminar con esto —dije.

—Quiero esperar hasta después de Navidad. Esto va a matar a mamá.

—No, les decimos esta noche. Cuanto antes, mejor. Voy a ser capaz decalmarlo mejor cuanto más tiempo tenga.

—¿Así que vas a volver a Brown después de todo esto?

La miré como si se hubiera vuelto loca.

—¿Por qué no habría de hacerlo?

—Bueno, solo pensé que te gustaría quedarte un rato.

—Bridge, papá no va a dejar que lo conserves.

—Me importa una mierda. Voy a hacerlo.—Vamos a ver qué pasa. —Él nunca permitiría que ella lo conservara.

—No, tenemos que estar unidos en este frente, Spence. Necesito saber quecuando me levante en contra de papá estarás allí para apoyarme. Necesito ayuda.—Él todavía no le permitiría conservarlo.

—Bien, Bridge.

Aparqué en mi lugar y salí, Bridge siguiéndome justo detrás. Cuando abrí

la puerta, mamá y papá estaban en la sala principal. Mamá estaba en el suelo

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barriendo fragmentos de una licorera, y papá estaba en el sofá con un periódicoen sus manos. Algo había ocurrido, y papá había ganado, como siempre.

Mamá se levantó, barriendo rápidamente bajo sus ojos.

—¡Oh, chicos! —dijo con falsa excitación—. ¿Cómo estuvo la cena?

—Bien —dije—. ¿Estás bien? —le pregunté.

—Bien. Bien. Muy bien —espetó ella rápidamente, levantándose y dejandoel vaso en la bandeja en el suelo.

—Uh, escuchen —dije, empujando a una nerviosa Bridge al asiento deenfrente de papá.

Me senté a su lado, pero mamá no hizo ningún movimiento para sentarse asu lado. Era obvio que estaba ignorándonos a todos. Agarró una silla a nuestraderecha y se sentó. Mi padre se puso de pie, con la nariz todavía en el periódico,y comenzó a hacer su camino a la oficina.

—Papá —dije, y él dio la vuelta, sorprendió de que lo hubiera perturbado—. Sí, lo sé, pero tienes que escuchar esto.

Su ceño habría quemado agujeros a través de mí si no estuviera tanacostumbrado a ello y si no tuviéramos algo tan grave que decirles. Además,

alrededor de la edad de dieciséis años, noté que se había vuelto consciente de mitamaño y había dejado de maltratarme. Yo podría ser una amenaza grave si teníaque serlo, y él lo sabía.

Se sentó, cruzó las piernas y dobló el periódico en su regazo.

—Bridge —dije, abriendo el piso para ella.

Mi madre, distraída antes, finalmente notó los ojos hinchados de Bridge ysu nariz roja.

—Bridget, cariño, ¿estás bien?

Las lágrimas comenzaron a caer de nuevo, pero detuvo a mi madre con unamano cuando intentó consolarla.

—Estoy bien, bueno, no muy bien, pero tengo algo que decirles a los dos.

Respiró hondo y se inclinó hacia delante, con los puños apretados,preparándose para la explosión inevitable de mi padre.

—Estoy embarazada —dijo.

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El silencio fue ensordecedor.

—Este no es un problema —dijo mi padre, con inquietante suavidad,presionando los pliegues del periódico una y otra vez.

—¿No lo es? —pregunté, perplejo.

—No, esto tiene una solución fácil, especialmente porque es durante lasvacaciones de Navidad.

—No —dijo Bridge, dándose cuenta de lo que él quería decir.

—¿Perdón? —dijo nuestro padre, rompiendo su exterior frío y descruzandolas piernas.

—No —dijo Bridge fuertemente.—Querida, encantadora, estúpida, puta Bridge —dijo mi padre,

deslizándose hacia delante y mirándola directamente a los ojos, su rostrocontraído con la expresión más malvada que jamás había visto, me recordó aPiper una vez más—. Vas a deshacerte de esa cosa, o te juro por Dios que temataré y haré que parezca un accidente.

Mi madre se quedó sin aliento.

—¡Papá! —dije, saltando.Él se puso de pie y me encontró cara a cara.

—Ella quiere conservarlo —dije.

—Me importa una mierda. Esto no será tolerado. ¡Estoy en medio de lamayor fusión de mi vida y no voy a tener nuestro apellido manchado!

—Oh, ¿pero asesinándola no traerá sensibilización innecesaria?¿Posiblemente sensibilización negativa?

Consideró lo que había dicho, el bastardo enfermo.

—Tal vez, —Estuvo de acuerdo—, pero tiene que ir a salvar a esta fusión.

—Ríndete, viejo. Este apellido está sucio más allá de la redención y lo sabes.Es por eso que Peter Knight dijo que no. Es por eso que todos inicialmente dicenque no. Es por eso que siempre me llaman a casa para solucionarlo.

Su cuello se puso rojo remolacha.

—¡Cierra la puta boca, Spencer!

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Mis puños se cerraron más y nuestros pechos se encontraron.

—¡Ciérramela, miserable pedazo de mierda! —grité en su cara.

Bridge se levantó y me apartó.

—Me quedo con él, papá —dijo ella, caminando más allá de mí hacia laescalera.

Mamá se puso de pie con las manos sobre su boca, incapaz de hablar.

—¡Quédate ahí! —gritó papá, y ella, como yo, era incapaz de desobedecer—. Ven aquí —dijo de manera más constante.

Ella bajó a la sala de nuevo y se puso a mi lado una vez más, esta vez

temblando.—Yo... —empezó a decir.

—Cállate. —Su boca se cerró herméticamente—. Lo olvidas —dijo él, conuna intensidad alarmantemente tranquila—. Tengo mucha influencia política enesta ciudad. Tengo un puñado de doctores en mi bolsillo trasero en este mismomomento. Por lo tanto, solo voy a decir esto una vez. Vas a hacerte cargo de estopor tu propia voluntad y de inmediato, o tendré que considerarte incapacitadamental y conseguir a uno de mis jueces para aprobar cualquier procedimiento

médico que vea conveniente. Ahora, piensa en esto por un momento, Bridget.Imagínate lo difícil que yo podría hacer tu vida si tuviera este tipo de poder sobreti.

Mi corazón latió con fuerza en mi pecho.

—No lo harías —dije, asustado de él, por primera vez en mucho tiempo.

—¿No lo haría? —me preguntó y solo a mí, con una sonrisa diabólica en surostro. Y, por supuesto, supe que lo haría—. Considero que es tu trabajo

asegurarte de que ella sigue adelante con esto —me dijo.

Él salió de la habitación, sin mirar a Bridge o mi madre otra vez.

—Bridge —dije en voz baja, dirigiéndome hacia ella.

Sus ojos se volvieron vidriosos.

—No —susurró. Las lágrimas se desbordaron—. No —dijo de nuevo.

—Bridge —dije, alcanzándola—, tenemos que hacerlo.

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Mi madre echó los brazos alrededor de ella, y envolví mi propio brazoalrededor de las dos.

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Traducido por Selene

Corregido por Nony_mo

ridge y yo hablamos toda la noche y finalmente la convencí para quehiciera las cosas por las buenas, porque de todas formas papá se

aseguraría de que así fuera. Ir voluntariamente al menos la salvaríade que mi papá controlara todos los aspectos de su vida para siempre. Claro quelo haría también, sólo para castigarla. No confiaba en el hombre antes, pero nuncapensé que fuera capaz de amenazar a Bridge hasta que vi la expresión en susojos. Se mostró tan despiadado como de verdad es, estaba dispuesto a acabar consu propia hija para conseguir lo que quería y cualquier sentimiento que sentíapor él, por minúsculo que fuera, había sido dejado de lado en el segundo en queél lo había decidido.

Ella no se lo diría a nadie, no quería que sus amigos y compañeros de clasela rechazaran, juzgaran y se burlaran, también. Yo no creía que ella fuese capazde superar ese tormento. Recordó una compañera suya que estuvo embarazaday por el infierno por el cual tuvo que pasar. Decidió que no iba a pasar por eso.

A la mañana siguiente hacía frío y estaba nublado, el sol aún no salía. Losruidos de la madrugada transmitían residuos de una noche inusualmente oscura.Abrí la puerta del coche para Bridge, el frío del aire se filtraba profundamente enmis huesos, debido al peso de nuestra decisión, lo que teníamos que hacer pesabaen nuestros corazones. La tristeza que emanaba de ella me hizo dudar de abrirmi puerta. Habría dado cualquier cosa por no estar sentado en este auto. Tal vezera el hecho de que sabía que la estaban obligando a hacer algo que no quería.Tal vez sentarme cerca de ella me lo recordaba. De cualquier manera era unimbécil egoísta y lo sabía.

El frío en el aire me hizo temblar. Entré, encendí el motor y la calefacción.Bridge estaba acurrucada sobre sí misma, el cuero crujía bajo ella, era unapequeña bola, su largo cabello rubio estaba recogido en un moño desordenado,sin un rastro de maquillaje en su cara y con sus ojos rojos de tanto llorar toda lanoche.

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 ―Estarás bien, Bridge ―le aseguré, mientras conducía por el largo caminodesde la casa hasta la calle principal.

Ella se acurrucó con más fuerza, apoyando la cabeza contra la ventanahelada, mirando la oscura mañana. Eran las seis de la mañana y estábamos solosen la calle, solo uno que otro auto o algún transeúnte se veía por dónde íbamospasando, los tubos de escape soplaban aire helado. Era mentira que Californiatenía 15°C todo el año. En el invierno, de vez en cuando tenemos temperaturasde 10°C o 15°C, la cual no parece baja pero cuando el sol no sale, se siente comosi en cualquier momento pudiera nevar y el frío se siente como si pinchara tusdedos. Esta mañana sentía como que todo mi cuerpo estaba adormecido.

Me dolía el estómago y se me secó la boca cuando nos detuvimos en elestacionamiento de la clínica, había una opaca neblina cubriendo todo. Meestacioné en un espacio cerca de la salida y me bajé envolviendo mi chaqueta másapretada alrededor de mi pecho y caminé hasta la puerta de Bridge. Cuando laabrí ella permaneció sentada allí. Tuve que inclinarme y desabrochar su cinturón.

 ―Vamos, Bridge, ―dije en voz baja, sus ojos miraron aturdidos haciadelante fijos en la nada. Su expresión delataba que no observaba nada enparticular.

La agarré del brazo con suavidad y la guie fuera del coche. Se recostó en mí

y lo trabé con el mando a distancia.

Cuando abrí la puerta de la clínica, se veía por falta de una palabra mejor,usada. Las sillas eran viejas, descoloridas con cojines que tenían imitación decuero descamándose. Las paredes fueron, una vez, blancas pero les faltabarenovación y estaban teñidas de color amarillo. Del techo habían desaparecidoalgunas baldosas de fibra de vidrio; algunas estaban completas pero teníangrietas o tenían trozos grandes donde los cables sobresalían hacia abajo enángulos extraños. El suelo era un tablero de ajedrez de baldosas de vinilo de color

azul claro y blanco. Un bote de basura de color bronce de los años setentadescansaba cerca de la puerta al lado de una mesa baja llena de revistas quecontradecían el propósito de la clínica. Las sillas se alineaban en las paredes yhabía una fila de dos asientos en el centro.

Había cuatro personas en la sala de espera, una pareja que estaba sentadacontra la pared cerca de la puerta y dos niñas de la misma edad en el extremoopuesto de la habitación. Me senté en una silla con Bridge en el centro, frente a lapareja, y me acerqué a la ventana. Una mujer mayor de unos cincuenta años

deslizó una mampara de cristal.

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 ―Sí ―preguntó, masticando su chicle.

 ―Uh, teníamos una cita para hoy a las 7 a.m. 

 ― ¿Nombre? ―preguntó cogiendo un portapapeles.

 ―Bridget Blackwell. 

A continuación, revisó la lista y agarró otro portapapeles que nos entregó.Tenía una pluma adjunta a la parte superior unido con una cadena.

 ―Sí, llene esto. Le llamaremos. 

Empujó la mampara sin darnos una segunda mirada y me senté al lado deBridge.

 ―Siento que no pudiéramos hacer esto en un hospital, Bridge ―le dije―. Elpunto de esto es ser discretos para que la gente no se entere. ―Ella asintió―. Senecesita tiempo para que te recuperes antes de que comiencen las clases también.

 ―Lo sé, Spencer ―me dijo con su voz gastada. 

La miré entonces notando al tipo delante de nosotros. Se estaba riendo dealgo en su teléfono mientras su pobre novia lo miraba aterrorizada, con los brazosapretados contra su abdomen. Él me miró y sonrió, haciendo un gesto con la

cabeza en dirección a su chica antes de rodar sus ojos, en un intento decamaradería. Cuando no mordí su anzuelo, me mostro su teléfono con una fotode una chica desnuda en la portada y se siguió riendo odiosamente de cualquiercosa que veía. Me dieron ganas de darle una patada en el culo y decirle a la chicaque corriera tan rápido como pudiera.

Comencé a llenar el papeleo mientras Bridge seguía sentada, estaba casidoblada sobre sí misma en la silla. A mitad del tedioso proceso, miré otra vezpara ver cómo estaba y mirando su cabello noté algo. Por alguna razón, me

bombardearon recuerdos de cuando era pequeña. Tenía el cabello ridículamenterizado, y siempre estaba sobre su cara, sin importar lo mucho que mi madretratara de contenerlo. Ella le había puesto una especie de clip, pero efectivamente,cinco minutos más tarde tenía un halo rubio alrededor de su cara.

Me acordé de cuando ella tenía unos cuatro o cinco, como gritaba con suvocecita chillonamente melodiosa para invitar a todos lo que estaban dentro deun radio de cinco millas, extraño o no, a su recital de ballet. Usó un tutú yzapatillas de ballet diariamente durante dos semanas, practicaba en cada

oportunidad que tenía, bailando al son de la música imaginaria por toda la casa.

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En ese entonces yo pensaba que era ridículo pero nunca lo había dicho en vozalta, sobre todo en ese momento, pensaba que era adorable.

Recordé los veranos cuando sentía demasiado frío para quedarme en casa.Como a las diez de la mañana, salía de la piscina para decir adiós a mi madre.Bridge para esa hora ya llevaba dos horas en ella, salía saltando con su delgadafigura de niña gritándonos constantemente para que veamos cómo hacia sussaltos una y otra vez. Me decía con un falsete “por favor, Spence” cada vez. “Bien,Bridge” solía responder. Entonces corría para sumergirse y luego salíamirándome con anticipación. “¡Increíble, Bridge!”, le decíamos siempre mi mamáy yo aplaudiéndola.

Me acordé de sus rodillas peladas, las fiestas de cumpleaños, las obras deteatro escolares. Recordé cuando los niños empezaron a fijarse en ella y cómo yoles advertí a cada uno de mis amigos. Me acordé de la primera vez que fue a losEscondites. La saqué de ahí y la subí a mi auto para llevarla a casa. Ella estabafuriosa conmigo, me gritó durante todo el camino, pero preferiría irme al infiernoantes de dejarla ir a esos lugares. No importaba que yo fuera cada fin de semana.Pero luego me fui a la universidad y no había nada que pudiera hacer paradetenerla. Y luego estaba el presente. Esta horrible y asquerosa cosa que mi padreestaba haciéndole... que yo le estaba haciendo.

 ―  Mierda  ―dije en voz baja, arrugando el papel que estaba rellenando para

luego tirar el maldito portapapeles en el asiento junto a mí.

 ―¿Qué pasa? ―preguntó Bridge. 

 ―Vámonos ―le dije, mientras me ponía de pie.

 ―¿Qué…qué quieres decir? ―me preguntó, confundida. 

 ―Quiero decir, que a la mierda este lugar, nos vamos.

 ―No, nos quedamos. 

 ―No, nos vamos. No quieres hacer esto de todos modos.

 ―No importa. Es la voluntad de papá… 

 ―Papá no va a hacer ni una mierda ―le dije. 

 ―¿Cómo lo vas a detener? 

 ―Solo lo haré ¿de acuerdo? Vámonos. 

Se puso en pie vacilante.

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 ―¿Cuál es tu plan? 

 ―No lo sé ―le dije― , pero algo se me ocurrirá.

Me acerqué a la puerta pero me detuve cuando miré a la joven chica con el

idiota de su novio. Busqué en mi bolsillo trasero y saqué mi billetera, agarrandoel dinero en efectivo que tenía.

 ―Setecientos cincuenta dólares ―le dije a la chica―, todo tuyo si dejas a esteimbécil en este momento, vas a casa y le dices a tus padres. Incluso puedo llevartea tu casa si quieres.

 ―Lo tomo ―dijo ella sin vacilar, parándose.

 ―¡Espera un minuto! ―dijo el idiota moviéndose para levantarse. 

Lo miré.

 ―Sienta tu culo ―le ordené con la voz más feroz que tenía.

El chico retrocedió.

 ―¿Necesitas que te lleve? 

Miró a Bridge y asintió con la cabeza.

 ―Sí, por favor. 

Cuando llegamos al auto abrió sus ojos como platos.

 ―¿De dónde sacaste un auto así?

 ―Mi papá me lo compró ―le dije, encogiéndome por lo desagradable quesonaba.

 ―Diablos, ¿te compro uno a ti también? ―le preguntó a Bridge―. Son

hermanos, ¿verdad? ―Sí ― admitió Bridge colapsando dentro del auto. 

 ―Se ven iguales. 

Bridge y yo nos sonreímos.

El nombre de la chica era Valerie; era una estudiante de secundaria y sólohabía estado saliendo con el chico de la clínica durante tres meses. Él le dijo quela amaba, que la iba a “cuidar”, que si se deshacía del bebé, se casaría con ella

más tarde. Yo le dije que él estaba mintiendo y que era un imbécil. Me preguntó

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que cómo lo sabía, y le dije: “Soy hombre, Valerie”, ella lo tomó como unaexplicación suficientemente buena o tal vez había confirmado lo que ya sabía.

La casa de Valerie era pequeña, ubicada en un mal barrio pero estabalimpia, con un auto decente. Sus padres obviamente no tenían mucho dinero peropor lo que pude ver, trabajaban duro para tener lo que tenían.

Cuando nos detuvimos en frente, su padre iba saliendo a trabajar, supuse.Salí por mi lado del coche para mover el asiento para que saliera.

 ― ¿Valerie? ―preguntó su padre con una voz vacilante―. ¿Quién es este? 

 ―Sólo un amigo ―dijo―. ¿Puedes venir un momento? 

 ―Se me hace tarde para el trabajo. 

 ―Por favor, es importante ―dijo. 

 ―Bien ―dijo él, regresando a su porche de madera.

Valerie lo siguió.

 ―¡Espera! ―Bridge se bajó del coche y corrió hacia Valerie, rodeándola consus brazos―. No tengas miedo ―susurró. Valerie dejó escapar unas lágrimas y leasintió antes de subir las escaleras, sola.

Estábamos solos de nuevo en el coche y estuvimos en silencio hasta queBridge comenzó a desmoronarse. Miraba hacia su ventana, pero pude ver suexpresión de dolor a través del reflejo.

 ―Vamos a pretender que nos deshicimos de eso ―le dije. 

 ―Está bien ―dijo ella, con una mano en su vientre.

 ―Tengo una idea, pero necesito un poco de tiempo.

 ―Está bien. 

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Traducido por Jane

Corregido por Nony_mo

abía que solo tenía unos pocos días antes de que mi padre descubrieraque Bridge estaba todavía embarazada, y tenía una idea de lo que

debía hacer, pero buscaba la oportunidad perfecta para hacerlo.Nochebuena por la mañana, dos días después de salir de la clínica, me

desperté temprano, poniéndome una camiseta, ya que sentía un poco de frío.Nuestra casa prácticamente tenía muchas ventanas de piso a techo y los pisoseran de piedra. En otras palabras, sin importar la cantidad de dinero que tenía,era casi malditamente imposible calentar el lugar.

Le marqué a August, mi compañero de cuarto en Brown. Señoras, manossobre las orejas. Así es como los chicos hablan y me disculpo.

—Qué pasa, hijo de puta —respondió.

Se los dije.

—Oye, idiota. ¿Qué vas a hacer?

—Oh, ya sabes, un poco de esto, un poco de aquello. Esta se llama Ashley,aquella se llama Farrah.

Me eché a reír.

—Eres un bastardo enfermo.

—Aprendí de los mejores, idiota.

—Yo te enseñé mucho, joven Jedi, pero nunca te enseñé eso. Supongo quesoy una raza superior a los humanos.

—Creo que me llevaré el crédito por eso, estúpido.

S

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—Aún así no podrías estar a mi nivel. —Me reí antes de ponerme serio—.Escucha, uh, estoy en una especie de problema aquí. ¿Crees que podrías hacermeun favor?

—Sí, lo que necesites, amigo —agregó él, sin bromas.

Cuando terminé la conversación con August, me dirigí a la habitación deBridge y llamé a su puerta.

—Adelante —se quejó ella.

Abrí la puerta y la encontré inclinada sobre un cubo de basura.

—Sí , no vamos a ser capaces de ocultar esto por mucho tiempo —le dije,cerrando la puerta detrás de mí.

—Cállate —se quejó atípicamente.

—¿Por qué no dejas galletas junto a tu cama? —pregunté, repitiendo algoque había oído en alguna parte.

Noté que su rostro estaba pálido y tenía los ojos llorosos. Quería patear elculo del que le hizo esto.

—Sí, pero nada funciona. Nada. Quiero decir, nada funciona. Comer galletas

me da algo más sustancial que vomitar. Dios —se quejó—, ojalá nunca hubieradejado que esto sucediera.

—Chica, no tiene sentido ahora. Lo hecho, hecho está.

—Gracias, Spence —espetó ella con sarcasmo.

Escondí una sonrisa.

—¿Cuál es el plan? ¿Enviarme a dónde nuestro primo? ¿Pretender que mimarido inexistente murió en la guerra?

—Es curioso, pero no demasiado alejado de la realidad.

—¿Qué significa eso?

—Quiero decir, tenemos que ocultarnos, Bridge.

—Tal vez pueda, como, tomar un semestre libre, tener el bebé aquí,renunciar o algo así.

—Nunca lo lograrás. Él nunca se arriesgaría a exponerse.

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—Bueno, tal vez… tal vez… —empezó a decir, el dorso de sus manos contrasus mejillas.

—No podemos hacer otra cosa que salir de Los Ángeles.

—No puedo —respondió ella con desesperación. Se puso de pie, se diocuenta de que apenas podía mantenerse en pie por lo que se dejó caer en el bordede su cama—. No puedo dejar L.A. Todos mis amigos están aquí, la escuela. ¿Quépasa con mamá?

—Mamá tiene miedo de papá, Bridge. Ella sólo nos detendrá.

—Tal vez ella vendría con nosotros —agregó salvajemente, retorciéndoselas manos.

—No lo hará. Ella tratará de detenernos y tú lo sabes.

Las manos de Bridge apartaron el cabello de su cara.

—No puedo hacer esto sin mamá, Spence.

—Sí, puedes. Yo voy a estar allí.

—No es lo mismo —dijo con sinceridad.

Mi corazón se rompió por ella un poco.

—Lo sé, Bridge, y lamento eso, pero esto es lo que tenemos que hacer.

—¿Qué vamos a hacer con el dinero? ¿A dónde vamos a ir?

—Tengo un poco de dinero —evadí su pregunta—. August nos ayudarácon el resto.

—¿August sabe?

—Sí, tuve que decirle.Ella resopló, recordándome la adolescente que era y eso me hizo temblar un

poco.

—Bien.

—Está bien —le dije, extendiéndome a través de la alfombra que seencontraba a los pies de su cama. Mis pies colgaban varios centímetros, pero nome importó. Metí mis manos detrás de mi cabeza—. Está bien —repetí, tratando

de recordar todo lo que hablé con August—. Los abuelos de August poseen unremoto rancho de ganado en Montana. Él hablará con ellos y nos hará saber si

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podemos ocultarnos allí, por lo menos hasta que cumplas dieciocho años y papáno nos pueda tocar.

—Papá puede encontrarnos en cualquier lugar. Esto parece no tener sentido—dijo ella, inclinando la cabeza en sus manos.

—No esta vez, confía en mí. —No me creyó, pero yo no discutiría—. ¿Sabescómo papá siempre nos grita sobre cómo no quiere la responsabilidad en caso deque alguna vez nos emborrachemos y matemos a alguien conduciendo?

—Idiota —dijo ella en voz baja.

—Bueno, mamá me dijo que puso nuestros autos a nuestros nombres paraliberarse de esa responsabilidad.

—De ninguna manera —dijo Bridge, sus ojos se abrieron cuando loentendió.

—Sé exactamente dónde pone los títulos en su oficina.

—Él sabrá que has estado allí.

—¿Y qué? Nos habremos ido antes de eso.

—Así que vendemos los autos y vivimos de ese dinero.

—Sí —dije—. Bueno, eso y tengo un poco de dinero ahorrado.

—¿Cuánto? —preguntó, cayendo otra vez en la cama, con las piernastodavía colgando fuera del final.

Siete millones doscientos noventa y tres mil ochocientos cincuenta y nueve dólarescon diecisiete centavos. Dudé. Si fuera honesto con ella, tendría que saberlo todo.

—Suficiente —evadí de nuevo.

—¿Cuánto es suficiente, Spence? —insistió.

—Lo suficiente para llevarnos a Montana y alimentarnos, pagar por lamierda del bebé, todo eso. No tendríamos que preocuparnos.

—Está bien —dijo ella, lo suficientemente satisfecha con esa respuestafiable—. ¿Cuándo sabrás de August?

—Esta noche, lo más probable. —Brigde se quedó muy callada—. ¿Quépasa?

—¿Nunca vamos a ver a mamá otra vez?

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—Estoy seguro de ello.

—¿Cuándo?

—Tan pronto como nos sea posible, Bridge. Podemos llamarla tan pronto

como cumplas dieciocho años, si quieres.

Esto pareció calmarla un poco.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó.

—Esperamos.

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Traducido por Selene

Corregido por Nony_mo

a mañana de Navidad transcurrió en un borrón. Mi padre no estabay mi madre estaba notando que algo extraño pasaba. Pero nunca se

detuvo a preguntar. Creo que pensó que era la emoción residual dela terrible experiencia de Bridget así que no quería hacer demasiadas preguntas.Era eso o no quería enfrentar lo que pensaba sobre lo que nuestro padre le hizohacer a Bridge. Sí, me sentía decepcionado pero de cualquier manera jugaba anuestro favor.

La noche anterior August me llamó y conversamos sobre el plan. Susabuelos vivían en Bitterroot, Montana y nos esperaban dentro de una semana, sipodíamos escapar. Tenían un remolque preparado para nosotros y conocían

nuestra situación. Estaban dispuestos a acogernos durante todo el tiempo quenecesitemos. Me sentía tan agradecido.

Busqué la distancia entre Los Angeles y Bitterroot y nos tomarían unasmalditas diecinueve horas en auto. Iba a ser una mierda conducir con una Bridgecon náuseas durante tanto tiempo, por no mencionar que una vez que llegáramosno tendríamos mucho que hacer. Bitterroot era una mierda apenas tenía unaestación de bomberos, una oficina de correos, una escuela y una sola gasolineraExxon. No te estoy jodiendo. Será mejor que Bridge esté convencida de lo mucho que

la quiero porque estoy haciendo toda esta mierda por ella. Mis padres se irían el día siguiente de Navidad para una fiesta de la firma

de abogados que mi padre tenía en la ciudad de Nueva York. Se suponía quedebería informarme sobre algún tipo de acuerdo comercial en el cual no teníaningún interés, sabía que se iban temprano el veintiséis a las tres en la mañanapara subir a un jet privado que les permitiría llegar a tiempo para registrarse ensu habitación y asistir a cualquier estupidez que mi papá hubiera agendado.Asistirán a una fiesta esa noche y volverán el 27 a las cinco de la tarde, eso fue lo

que mamá dijo. Contábamos con treinta y nueve horas.Treinta y nueve horas.

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Me quedé despierto hasta las dos de la mañana esperando que se fueran yluego activé mi modo de supervivencia. Había empacado dos bolsos y los habíaescondido debajo de mi cama, Bridge había hecho lo mismo. Desde que noshabíamos graduado de la secundaria, mi madre dejó de contratar empleadas para

reducir la tentación que mi padre tenía de “jugar” con nuestras niñeras ysirvientas ocasionales. (Como he dicho antes, él es un idiota). Por lo tanto, Bridgeles dejó una nota en su puerta haciéndoles saber que nos encargaríamos de todoy les deseó una Feliz Navidad, lo que nos dejaba unas 39 horas para borrarnuestra existencia como la conocíamos… por lo menos hasta que el bebé deBridge naciera.

 ―Bridge ―dije en voz baja en su puerta alrededor de las cuatro de lamañana.

 ―Sí ―su voz resonó con sueño.

 ―¿Estás lista? 

 ―Tan lista como podría estarlo. 

Ella abrió la puerta, estaba vestida aunque tenía el cabello mojado.

 ―¿Dónde están tus maletas? ―le pregunté, revisando su habitación. 

 ―En mi closet. Me dirigí allí y noté cuánta ropa dejaba atrás. Solo tenía una sola bolsa de

ropa.

 ―¿Qué demonios, Bridge? Esto no te va a durar mucho. 

Se paró a mi lado.

 ―Ninguna de mis cosas me quedará. No puedo abotonar ninguno de mis jeans. Es indignante. Y no pienso mostrarte pero mis botones se niegan a cerrar.

 ―Probablemente porque eran demasiado pequeños desde un comienzo ―ledije frustrado.

 ―¿Qué demonios se supone que significa eso? 

Suspiré.

 ―Nada, Bridge. Te encontraremos algo de ropa más tarde. 

Tomé su pequeña bolsa de camisetas y un par de jeans, en la otra bolsa habíaembalado zapatos y cosas de chicas, después las dejé junto a mis cosas en la parte

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inferior de las escaleras antes de hacer un barrido rápido de mi habitación paraasegurarme de llevar todo lo que necesitaba. Me di la vuelta para marcharmepero me detuve en la puerta, examinando todo. Sabía que había una granprobabilidad de que no volviera a ver mi habitación.

Pues resulta que aunque pensaba que el banco abría sus puertas a las seisde la mañana, realmente solo eran las cajas, así que fue frustrante porque noquisieron emitir un cheque de caja sin comprobar mi ID en persona. El vestíbulono abría hasta las 7:30, por lo que fui a desayunar con Bridge a un lugar de 24horas para pasar el tiempo. Estábamos perdiendo valiosas horas, y eso me pusoextremadamente nervioso.

 ―Puedes sólo… como, no puedo soportar el silencio ―dijo ella, temblandofrente a mí en nuestra cabina de fibra de vidrio.

 ―¿Tienes frío? ―le pregunté. 

 ―No, estoy nerviosa. 

 ―Bueno, bueno, Bitterroot es una ciudad cercana, se encuentra en la partenoroeste de Montana. La máxima para hoy será de unos 2 °C y la mínima de unos-11°C.

 ―Dios ―dijo envolviendo su chaqueta de esquí más apretada a su

alrededor. Me detuve―. Sigue adelante ―añadió cuando la camarera trajo jugode naranja.

Bajé un mapa de Montana desde mi teléfono.

 ―El rancho de los abuelos de August se llama Rancho Hunt. ―Lo busquédentro del mapa―. Ahí mismo ―le dije, señalando un área fuera de Bitterroot,Montana―. Él dice que hay aproximadamente cinco mil hectáreas paraescondernos. El terreno comienza en el noroeste del lago Gossamer y luego seextiende al oeste de la ciudad de Bitterroot. Hice un poco de investigación ytenemos que conducir hacia el sur ―le dije, con mi dedo siguiendo la carretera enel teléfono―, por Kalispell nada muy difícil de seguir.

 ―¿Por qué este lugar? 

 ―Porque Bitterroot es la ciudad más pequeña en la que alguna vez heestado.

 ―Oh, Cristo. Eso es deprimente. 

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 ―Sin embargo, por lo que pude ver es probablemente uno de los paisajesmás hermosos que alguna vez veremos ―le ofrecí. 

Consideró eso.

 ―Hermoso, ¿huh? 

 ―Sí, pero creo que más frío que la teta de una bruja. 

Negó con la cabeza pero me sonrió.

 ― Qué clase.

 ―Lo sé. El rancho es propiedad de los abuelos de August, Emmett y Ellie.Él tiene un primo allí, Cricket. Creo que podría ser un poco mayor que tú. Se

graduó de la escuela secundaria hace unos meses, al parecer. De todos modos,Cricket y August son bastante cercanos.

 ―Bueno, al menos podría haber alguien con quien hablar. 

 ―No habrá más que algunos. Es un rancho de trabajo, Bridge, lo quesignifica que habrá al menos veinte personas allí durante el día.

Nuestra comida llegó, pero ninguno de los dos comió mucho por muchasrazones. Dejé dos billetes de veinte en la mesa y nos fuimos a ver si el vestíbulo

del banco estaba abierto.El banco tenía los fondos que necesitaba. Solo tenía unos doscientos mil en

él. Mi fortuna restante se mantenía en una cuenta en Suiza por razones obvias.Mi estómago se revolvió cuando pensaba en los dos millones que había perdidoen Vegas. Conocía a mi papá lo suficientemente bien cuando me abrió la cuenta,para entender que si él podía manipular mis fondos, lo haría. Así de transparenteera. Necesitaba una cuenta en la cual no tuviera ningún acceso y los suizos me loproveyeron. Eso significaba que tenía que sacar mis fondos locales y cerrar mis

cuentas. ―Hola, bienvenidos a Wells Fargo. Soy Kelli, ¿cómo puedo ayudarle? ―

preguntó una joven rubia banquera tan pronto como entramos.

 ―Sí, uh, quiero cerrar mis cuentas. 

 ―Oh, bueno, eso es una pena. Tome asiento ―dijo, señalando las dos sillasfrente a su escritorio―. ¿Tiene su número de cuenta? 

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Le entregué toda mi información, incluyendo mi licencia y tarjeta de débito.Pulsó unas cuantas teclas en su teclado y estudió su monitor. Sus ojos se abrieronun poco antes de mirarme.

 ―Es extraño ver a alguien tan joven con un balance como este. 

Bridge me miró, sin duda preguntándose cuánto tenía. Sabía poco. Enrealidad no era algo que quisiera que supiera. Es sólo que no quería que sepacómo lo conseguí.

 ―Ah, sí, soy un bueno ahorrando ―la evadí. 

Me sonrió.

 ―Oh, bueno, ¿hay algo que podamos hacer para mantener su cuenta? 

 ―Desafortunadamente, no. El banco ha sido genial. Sólo me estoymudando.

 ―Oh, ya veo. Eso está bien. ¿A dónde se va? ―me preguntó.  Idiotaentrometida.

 ―A Virginia ―le mentí rápidamente. 

 ―Oh, ¿va a la escuela de allí? ―continuó. 

 ―Si ―le mentí de nuevo. 

 ―Muy bien ―dijo ella volviéndose hacia su computadora―. Este es subalance. ―Discretamente escribió la cifra en un papel y lo deslizó hacia mí. Lomiré para asegurarme que era el número que recordaba. El número era correcto,pero bajo él había añadido su número de teléfono.

Deslicé el pedazo de papel en mi bolsillo trasero y le sonreí.

 ―Gracias. ―La última cosa que necesitaba si mi padre venía a preguntar sialguien nos había visto era a esta chica con su ridículo chillido.

Kelli me entregó una hoja de retiro y empecé a llenarla, protegiendo elimporte de Bridge tranquilamente con mi antebrazo. Había hecho un poco dematemáticas e investigación antes de que nos fuéramos y sabía exactamentecuánto dinero en efectivo necesitaba para comprar una modesta camioneta, asícomo los elementos esenciales, como gas y alimentos para el viaje.

 ―¿Necesita un cheque de caja? ―preguntó, sonriéndome como si hubiera

ganado algo.

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 ―Sí, por favor ―le devolví la sonrisa. 

Se puso de pie y se dirigió a la estación del cajero.

 ―¿Qué vas a hacer con un cheque de caja? ―preguntó Bridge. 

 ―No puedo andar por ahí con miles de dólares en el bolsillo, ¿cierto? 

Me miró levantando una ceja sobre su ojo.

 ―No lo sé. Depende de cuántos miles tienes. 

Suspiré.

 ―¿Crees que eres tan inteligente? 

Se echó a reír.

 ―Sé que lo soy. 

Le sonreí.

 ―Es una gran cantidad de miles. 

Su mirada se estrechó en mí, con los brazos entrelazados a su alrededor.

 ―¿Qué demonios has hecho? ―susurró. 

 ―Nada ―dije inclinándome hacia atrás en la silla pero mirando hacia laventana a mi izquierda.

 ―Excusas. Estúpidas excusas ―dijo, haciéndome un gesto de impaciencia―.No más mentiras, amigo. Dímelo todo. ¿Qué está pasando?

 ―Bueno puede que haya sido una especie de lacayo de papá.

Se incorporó un poco.

 ―No, Spence ―dijo, sonando más que un poco decepcionada.

 ―Lo siento ― tragué ―. Pero, ¿acabas de lanzar la primera piedra,adolescente embarazada?

No dijo nada en voz alta pero golpeó mi hombro.

 ―Por favor. Son dos asuntos distintos, amigo. 

Suspiré.

 ―No quiero hablar de esto ahora, Bridge. 

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Se sentó recta.

 ―Es una lástima, Spence ―empezó a decir, pero la banquera volvió,salvándome de cualquier paliza inmediata.

 ―Aquí tienes ―dijo Kelli, sentándose―. Ya está todo listo ―continuó y meentregó un sobre. Su mano se demoró en la mía mientras trataba de no alejarmeabruptamente.

 ―Gracias ―le dije sonriendo. 

 ―Si se dirige a la caja de la derecha podrá contar su dinero en efectivo.

 ―Gracias de nuevo ―le dije. 

Me levanté y Bridge me siguió a la caja. La cajera nos saludó y empezó acontar el dinero en efectivo. Asentí con la cabeza cuando dejó el último centenar.Lo guardó en un sobre y me lo entregó. Puse los dos sobres en el bolsillo interiorde mi chaqueta. Nos fuimos y nos metimos en nuestros coches. Bridge me siguióa uno de los concesionarios exclusivos de la autopista y nunca había estado másagradecido por el silencio. Estaba empezando a sentir que no tenía idea de nada.

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Traducido por  Brendy Eris

Corregido por Debs

ienvenido a —comenzó la chica de la recepción, perola interrumpí, frustrado, abrumado y sintiéndome

como si ya hubiésemos perdido demasiado tiempo.—¿Está su gerente? —le pregunté.

Si ella se sorprendió por mi brusquedad, su expresión no lo demostró.

—Por supuesto, sólo un momento —dijo, levantándose de la silla ycaminando hacia la oficina del gerente.

—¿Puedo ayudarle? —me preguntó un señor gordo con un corte de pelocircular.

—Spencer Blackwell —dije, ofreciéndole la mano.

El reconoció mi nombre.

—Ah, señor Blackwell, puede llamarme Jeff. ¿Cómo está esta mañana?

—Estoy bien, Jeff. Necesito deshacerme de estos dos vehículos —le dije,señalando a mi Aston y el SLS de Bridge.

—¿Cuánto está esperando por ellos? —me preguntó.—No menos de uno punto dos. —Sus ojos se iluminaron. Los autos tenían

un valor de medio millón más de reventa.

—No puedo hacer eso —dijo, replicando como un cliché.

—Qué hay de esto, diga a sus hombres que los revisen. A ver si se ajustan asus estándares, entonces hablaremos.

Realmente no tenía tiempo para esto. Ya estaba poniéndome ansioso.Estábamos desperdiciando horas.

—B

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—Está bien. ¡Martin! —gritó hacia la chica de recepción. Ella asintió con lacabeza y apretó un botón.

Un hombre en overol azul salió.

—Martin, ¿puedes revisar estos vehículos por mí?

—Sí, señor —respondió Martin.

Veinte minutos más tarde, Martin regresó con un pulgar hacia arriba,ahorrándonos a Bridge y a mí una conversación ridícula con el vendedor decoches.

—El SLS necesita un poco de realineamiento, pero aparte de eso, están a laperfección.

—¿Mi oficina? —preguntó Jeff.

Asentí con la cabeza y lo seguí antes de sentarme frente a él.

—¿Y tiene los títulos? —me preguntó.

—En mi bolsillo.

—¿Por qué los quiere vender?—preguntó.

—Innecesarios —le contesté—. ¿Está interesado o no?

—Me los llevo por uno.

—Ni en un millón de años —desafié, deslizándome en la silla, con la manoderecha descansando casualmente al lado de mi cara—. He pedido uno puntodos. Es más que justo. Están en condiciones casi perfectas, y su venta en elcomercio está cerca de uno punto siete. Usted lo sabe. Yo lo sé. Pero si siente quenecesita ganar aquí, ¿qué le parece si nos encontramos en el medio?

— Estoy escuchando —dijo.

Quince minutos más tarde, con Bridge caminamos por la puerta delanteray nos detuvimos, para otra verificación, y ver nuestras maletas a nuestros pies.

—¿A dónde? —preguntó.

—Caminamos —dije, señalando a un concesionario a media milla al sur—,a ese concesionario de camionetas.

—No puedo caminar tanto llevando estos bolsos. Me quedaré aquí y puedesvenir a buscarme cuando hayas terminado —dijo.

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—Llevaré los bolsos —le dije.

—No puedes llevar todos estos bolsos, Spence. Yo me quedo.

—No entiendes. Cuando nuestro padre se entere de que vendimos los

coches, va a preguntar por ahí y estos chicos no se olvidarán de la compra de dosautomóviles deportivos de lujo en un día, especialmente cuando vean que el tipoque se los vendió te recogió. Tienes que venir.

—Bien. —Hizo un mohín.

Reuní tantos bolsos como me fue posible y caminé hacia el concesionario.

—No puedo creer que lleves toda esta mierda. Ni siquiera sudas —comentóBridge a mitad de camino—. Ni siquiera puedo mantenerte el ritmo.

—Sí, bueno, tengo que hacer este tipo de capacitación para remar en laescuela. La fuerza en la parte superior del cuerpo es lo número uno para elequipo.

—Maldita sea, eso debe de ser horrible.

—Dímelo a mí. —Me reí, arponeándola con una mirada.

Ella se echó a reír.

—Lo siento.

Respiré hondo.

—Si bien, no es un asco cuando hacemos carreras en las fiestas.

—Temo preguntar.

—Lanzamos a una chica en cada hombro, y corremos por la calle con ellas.

Ella puso los ojos en blanco.—A las chicas les encanta.

—¿Alguien en particular? —preguntó.

—¿Importa ahora? —bromeé.

—Supongo que no, idiota.

—Lo siento —le dije, dándome cuenta de que estaba tomando mis

frustraciones en ella—. Todavía estoy superando a Soph —dije, refiriéndome ami vieja amiga de la escuela preparatoria.

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Sophie Price era la chica más hermosa que había conocido. En serio. Tómalode alguien que conoció a Bar Refaeli6  en persona. Soph era aún másimpresionante. Sobre todo desde que había tenido un cambio de personalidad.Nunca me había arrepentido tanto de nada, como de no hacer que ella se

enamorara de mí.

—No se puede hacer que nadie se enamore, Spence. O lo hacen o no lohacen.

—¿Dije eso en voz alta?

—Duh, y han pasado dos años, Spencer. De verdad necesitas dejarla ir. Ellaestá con ese tipo Ian, ¿no?

—Así es.

—Ese tipo caliente de Sudáfrica llamado Ian —concluyó.

—Gracias.

—El descaradamente caliente tipo llamado Ian que da su vida por loshuérfanos mutilados de Uganda y besa el suelo en el que Sophie camina.

Me detuve y la miré.

—Ya está bien, Bridge.Fingió que ponía un cierre sobre su boca y seguimos caminando.

Investigué el concesionario de camionetas de antemano y sabía exactamentequé vehículo quería. Un coche negro Ford F150.

—Me estás tomando el pelo —Bridge puso cara inexpresiva cuando lo vio.

—No lo estoy —le dije—. Nos estamos mudando a un rancho. En Montana.No estoy bromeando.

Empecé a llenar la cajuela con las maletas mientras el vendedor llegabadisparado hacia nosotros.

—¿Qué tal, amigos?

—Voy a hacer su vida más fácil —le dije, colocando la última bolsa—. Estaes la camioneta que queremos. Estoy dispuesto a pagar mil quinientos por debajodel precio que pide y en efectivo.

6 Bar Refaeli es una super modelo. 

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Sonrió de oreja a oreja.

—Déjame hablar con mi jefe —nos dijo antes de correr de nuevo hacia eledificio principal.

—¿Te quedas con los bolsos? —le pregunté.

—Claro —dijo ella, tirando de la puerta trasera y preparándose para laespera.

—Me gustaría que aprovecharas esta oportunidad para despedirte de tuteléfono.

—Me estás cagando.

—Bridge, eres un punto brillante en el radar de papá con él. Vamos.—Bien —resopló.

—¡Y no te comuniques con nadie que conozcas para hacerles saber lo queestá pasando! —le grité mientras seguía al vendedor.

—¡Lo sé, idiota! —gritó, haciéndome reír.

Otros cincuenta y siete minutos más tarde, tenía las llaves en la mano. Eltítulo lo habían enviado a Brown y lo puse a nombre de August. Le había dichoa August que lo esperara.

—Ya hemos terminado, Bridge —le dije.

Ella saltó de la puerta trasera y empezó a llenar los asientos de atrás con elequipaje. Bridge abrió la puerta y se metió en el lado del pasajero. Hice lo mismoy me metí en el lado del conductor.

Miró a su alrededor, inspeccionando el interior con las manos.

—En realidad es bastante cómodo —admitió.

—Hecho en América —le dije, exagerando el acento un poco.

—¿Y ahora qué? —preguntó.

Agarré mi GPS de mi bolso y lo monté con el tablero.

—¿Eso no está empotrado? —preguntó.

Me reí en respuesta.

—Hemos terminado —le dije, deslizándome en el asiento.

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—Esto es todo —dijo ella, con un bulto evidente en la garganta.

No quería decirlo, pero tenía que hacerlo.

—¿Puedo tener tu teléfono?

Ella lo estudió en sus manos y se veía triste. Sabía que no estaba contentasobre su teléfono, representaba una línea viva con nuestra madre.

—Bridge —dije en voz baja, extendiendo mi mano.

Lo puso en mi mano y lo llevé con el mío, hasta encontrar el bote de basuramás cercano. En el camino, llamé a August una vez más, haciéndole saber queestábamos a punto de salir y que lo llamaría cuando pudiera, de la cabinatelefónica más cercana. Me aseguró que todo estaba en su lugar y colgó.

Puse los dos teléfonos en una bolsa de plástico resistente y luego la puse enel suelo. Levanté la bota y aplasté con entusiasmo el contenido de la bolsa.Cuando terminé, miré dentro y encontré nada más que pedazos mutilados devidrio y plástico, microchips y dos baterías. Me abrí paso por entre el desorden yencontré las tarjetas SD. Tomé el encendedor en mi bolsillo que había traído sólopara tal motivo, y se quemaron en irreconocibles, carbonizados pedazos, dejéque se enfriaran antes de tirarlos en la bolsa y luego en la basura.

Adiós, Los Angeles. Adiós, papá. Adiós, vida.Es por Bridge, seguí cantando en mi cabeza una y otra vez mientras me

dirigía de nuevo a la camioneta.

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Traducido por Gigi D

Corregido por Debs

l mediodía ya habíamos llegado a la ruta, justo a tiempo para queBridge se sintiera “morir de hambre”. Nos detuvimos en un

restaurante de comida rápida para comprar algo. El viaje dediecinueve horas terminó convirtiéndose en una pesadilla de dos días porque sesentía enferma, así que paraba para alimentarla cada hora aproximadamente, yconseguíamos habitaciones en hoteles podridos que sólo aceptaban efectivo,llenábamos de nuevo el tanque sin fondo (de la camioneta, no Bridge),respetábamos el límite de velocidad para que no nos detuvieran, conseguimosropa para Bridge cuando llegamos a Salt Lake City y todo ese tiempo sóloconduciendo yo.

Aun así, no estaba ansioso por llegar a Bitterroot, porque significaba unavida para la que no estaba preparado, una vida que realmente no meentusiasmaba. Soy consciente de lo egoísta que sueno, pero la idea de no podervolver a Brown, a pesar de que no quería ir cuando me gradué, era letal. Habíacomenzado a amar Brown, la gente allí, incluso los profesores. Ya extrañaba amis compañeros de equipo. Extrañaba a las chicas. Las hermosas chicas consonrisas brillantes y faldas cortas.

Necesitaba quitarme a Brown de la cabeza. Nunca volvería a ir, y mejor queme hiciera a la idea.

—¿Cuánto falta? —preguntó Bridge. No sabía que ya estaba despierta.

—Estamos a una hora de distancia —respondí, repentinamente conscientede que ya estábamos demasiado lejos.

—Mamá debe estar entrando en pánico en este instante.

Asentí en respuesta.

Bridge comenzó a llorar.

A

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—Estoy asustada, Spence.

—Bridge, de verdad, va a estar todo bien.

—Odio que me juzguen. ¿Y si todos allá me juzgan? No creo poder

soportarlo… al menos no sin mamá allí. 

Suspiré.

—¿Sabías que usaba anteojos de pequeño?

—Claro —me dijo entre lágrimas.

—Bien, pero escucha. Tenía cinco, estaba sentado en mi lugar al fondo delsalón de clases. Mi maestra me llamó, pidió que leyera algo que había escrito en

la pizarra. No sabía qué hacer. No podía ver lo que decía y creía que era unadeficiencia de mi parte que no llegara a ver. Creí que no era tan listo como losdemás. Así que me quedé sentado, en silencio, con la adrenalina fluyendo, y laslágrimas amenazando con caer. La clase ya me estaba observando, cincuenta ojosestudiándome, esperando. Repitió la pregunta, con más impaciencia, pero notenía nada que decirle. Unos niños empezaron a reírse de mí, algunos meacusaron de ser estúpido; otros riendo entre sí. Aunque era sólo una tontería, elmiedo me invadió de una forma que nunca lo había hecho. Mi pulso latíaaceleradamente desde la punta de mis orejas a las puntas de mis dedos. Las

lágrimas me traicionaron, cayendo por mis mejillas, haciendo que los que sereían, rieran con más fuerza. Estaba humillado.

—Qué triste.

—Sí, pero entonces mi maestra hizo algo que no esperaba. Me defendió.Calló a los otros chicos, se acercó a mi lado, tomó mi mano y me susurró al oído.Me preguntó si podía ver la pizarra y le dije la verdad.

—¿Qué hizo ella? —preguntó Bridge.

—Me levantó, envolvió sus brazos alrededor de mí, me acercó a la pizarra,y así como así, las palabras eran perfectamente legibles, los sonidos acusadorasde los otros niños se silenciaron, y supe exactamente lo que decía, las pude leer ala perfección. Donde una vez no tenía la respuesta, de repente la sabía, y el miedo,la ansiedad, la adrenalina, se convirtieron en calma. Comprendí que todo lo quetenía que hacer para resolver un problema era acercarme a él, para poder verlocon claridad. No tenía nada que temer después de todo. —Bridge lloraba con másfuerza ahora—. Sé que la respuesta no se ve muy clara ahora. Sé que no podemos

leer nuestro futuro porque lo sentimos tan lejano, pero te prometo, Bridge, quenos estamos acercando a la pizarra. Y cuando lleguemos, todo el miedo, ese

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abrumador   pánico de no saber lo que nos espera se va a disipar. Al final,tendremos una hermosa alma nueva que cuidar, y descubriremos que en realidad no había nada que temer. Descubriremos que nuestro problema no era realmenteeso después de todo, no cuando podamos verlo como realmente es. A la luz del

día, cuando la adrenalina se calme, comprenderemos que sólo le temíamos a lodesconocido.

—¿Y los niños que se reían? ¿Los que juzgaban? —preguntó—. ¿Ellos quedijeron?

—Para el recreo ya lo habían olvidado, habían pasado a otra cosa. Verás, miproblema para ellos era sólo una distracción para entretenerse. Ansiaban ver unescándalo tanto como las chicas con las que te juntas, tanto como muchaspersonas que nos cruzaremos en nuestro camino, pero lo olvidan, Bridge.Siempre lo hacen. Siguen adelante con tanta velocidad, hambrientos de aferrarsea una nueva víctima. Constantemente buscan patear a aquellos que ya seencuentran en el suelo. Hacen que te sea imposible pensar a sangre fría. Todostenemos tanto miedo de lo que la gente a nuestro alrededor piense, que nosarriesgamos a la desesperación. Es increíblemente estúpido. Es increíblementeatemorizante. Pero es increíblemente humano.

—De todas formas, odio que me juzguen —dijo.

—¿Y quién no, Bridge? ¿Quién no? Pero pregúntate esto, ¿quieres? ¿Por quédemonios nos importa lo que otros piensan?

—Porque somos humanos.

—Pero como humanos, también somos capaces de pensar hacia adelante.Me considero bastante progresista. Ahora mismo, elijo elevarme sobre esosimbéciles. Escojo vivir la vida que quiero vivir, y que se pudran a los que leimporte.

Ella se limpió las lágrimas y rio.

—Eso. Que se jodan.

Y durante todo el tiempo que consolaba a mi hermanita… también descubríque me estaba tranquilizando a mí mismo. Vamos, Bitterroot.

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Traducido por Ahtziri29

Corregido por Debs

os detuvimos en un sucio, estrecho camino en la carretera, la únicaindicación de que estábamos en el lugar correcto era el pequeño

signo endeble, colgando de uno de sus lados donde se leíaRANCHO HUNT, el cual era difícil de leer gracias a la nieve en él. Nos tomó unpoco más de lo que había anticipado viajar la ruta de cinco millas al rancho,porque jamás había manejado antes en nieve, no esta clase de nieve de todasformas. No era un problema de tracción si no de visibilidad.

—No estabas mintiendo. Este lugar es increíble —dijo Bridge, su caraaplastada contra la fría ventana.

Las montañas estaban coronadas con brillos blancos, el sol poniente entrenubes de algodón. Un millón de diamantes parecían reflejarse en la superficie deesas coronas antes de que tu mirada bajara a una oscura roca negra, unadicotomía de la naturaleza. Era pura magnificencia. Si seguías la línea de lamontaña a la base, un océano de pinos espolvoreados de nieve, serpenteaban sucamino hacia la carretera por la que viajábamos.

—Tan hermoso —suspiró Bridge. Un poco más ligera de corazón, pensé.

—Sí, me hace querer tomar una cerveza —bromeé.

Su cabeza se movió a mi dirección, se rio y la sacudió.

—Eres un idiota —dijo antes de regresar sus ojos a las vistas.

Me reí.

Una canción sonó en la radio, haciendo que nuestros alrededores sesintieran más arrebatadores, si eso era posible.

—De repente no estoy tan asustada —dijo Bridge.

N

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Rodeamos la curva y llegamos al rancho. Era todo lo que había imaginadoque un rancho de ganado pasado de moda, profundamente en Montana, luciría.Nada más que un sinnúmero de edificios de madera vivos con personas.

Terminamos en lo que parecía la casa principal. Era una cabaña de dos pisoscon una larga pared de ventanas, sobresaliendo hacia arriba y afuera en el centro,pero el techo sobre esas ventanas se extendía, cubriendo una amplia terraza, queestaba sostenida por dos troncos, que parecían árboles realmente viejos.

La casa estaba situada un poco más arriba en una colina con las montañas asu espalda. Una amplia escalera de madera ascendía a la terraza y se encontrabacon la amplia puerta de madera debajo de la cornisa. No había un tablero paracortar a la vista, solo leña erosionada brillando con un brillo imposible, gracias altiempo, el clima y muchas, muchas manos.

Nuestras llantas crujían en la nieve y nos detuvimos lentamente frente a lasescalaras, al lado de cinco diferentes camionetas oxidadas, espolvoreadas conbotas al azar, guantes, la ocasional herramienta y paja esparcida. Una inclusotenía una silla de montar en la carga del camión. Me encogí cuando me estacionéal lado de ellas, sabiendo que nuestra nueva camioneta probablemente sobresalíacomo un pulgar adolorido.

—Retiro lo dicho —rectificó Bridge.

—Mierda no —dije, un poco intimidado.

Esto estaba más lejos de casa de lo que jamás me di cuenta. Esto era lamaldita Marte.

Logré salir y planté mis pies en la nieve, que estaba helada por las huellas ymarcas de llanta. Di un paso y casi me caí, agarrándome de la carga del camión,antes de enderezarme otra vez. Sacudí mi cabeza. No te rindas, viejo. Empecé micamino hacia el lado de Bridge y abrí la puerta para ella.

Un silbido agudo captó nuestra atención.

—¡Hola ahí! —gritó un chico alto, un poco más grande que yo.

Ondeó su mano para detenernos y entonces trotó hacia nosotros. Loobservé. Medía un metro noventa o noventa y dos, tal vez uno ochenta, sushombros me dijeron que era un trabajador del tipo manual y que, si lo necesitaba,podría sacarte la mierda a golpes.

—¿Cricket? —pregunté.

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El chico se río, lo cual pensé era raro, pero no se explicó.

—No, Cricket es mi prima. Jonah Hunt —se presentó, su alientocongelándose en el aire. Sacó una mano de color roja con ampollas, al morder suguante de piel, y la sostuvo hacia mí.

—Spencer Blackwell —dije, estrechando la mano que me ofrecía.

—Soy uno de los nietos de Emmett y Ellie.

—Un placer conocerte —dije.

 Jonah se giró hacia Bridge y sus ojos se ampliaron, antes de que loscongelara a una forzada apatía. Estreché mi propia mirada.

— Jonah, esta es mi hermana, Bridget —dije, presentándola.—Me puedes decir Bridge —dijo.

Le dio su mano y ella la estrechó.

—Un placer —ofreció con una sonrisa. Sus derechos dientes blancosestaban rígidos contra sus mejillas rojas quemadas por el viento.

No me había dado cuenta, pero había otros en el rancho que estabancomenzado a ponerse curiosos. No tenía duda de que nos estaban esperando hoy,y habían visto a nuestra camioneta entrar. Una pareja de ancianos estabadirigiéndose hacia nosotros y Jonah articuló hacia ellos.

—Ahí están —dijo.

Cuando estaban a sólo unos pasos, Jonah gritó.

—Pop Pop, este es Spencer —dijo, descansando su mano en mi hombrobrevemente antes de inclinarse un poco más cerca de Bridge—, y BridgeBlackwell.

—Un placer señor —dijo el señor mayor, ofreciendo su mano también. Eraalto y se paraba con una fuerza que raramente había visto en un hombre de suedad, un producto de su profesión, sospeché, con cabello cano y mejillas caídas—. Emmett Hunt —continuó—. Esta es mi esposa, Ellie.

Los ojos azules claros de la mujer mayor, se entrecerraban en el sol, y unamano ensombreció su mirada.

—Encantada de conocerlos —dijo antes de te acercarse, sus ojos mostrabanprofundas arrugas de risa.

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Sus manos frías encontraron mis mejillas y sonrió antes de moverse haciaBridge, haciéndole lo mismo a ella pero sus manos permanecieron ahí.

—Bienvenida, valiente chica —dijo simplemente.

Los ojos de Bridge comenzaron a aguarse y sonrió de vuelta.

—Gracias.

—Bueno, nos han encontrado al final de nuestra jornada —dijo,retrocediendo para pararse con su esposo—. Aunque, el trabajo nunca pararealmente, pero han llegado justo a tiempo para la cena, lo cual es una gran cosa,porque estamos preparando algo extra especial para ustedes. —Guiñó un ojo—.

 Jonah los llevará a su remolque así pueden instalarse y descansar un pocomientras preparo todo.

—Gracias —dijimos Bridge y yo al unísono.

—¡Bienvenidos al Rancho Hunt! —dijo ella, antes de subir las escalerasdetrás de Emmett.

—Súbanse a su camioneta y les enseñaré el camino —dijo Jonah.

Hicimos como nos dijo y bajé mi ventana, cuando saltó en el escalón deapoyo de la camioneta.

Se inclinó ligeramente.

—Regresa un poco y dirígete en esa dirección —dijo, apuntando hacia ungrupo de edificios de madera. Lo hice, despacio—. Esa era la casa principal, comopudieron adivinar. Esto aquí —aclaró señalando de nuevo a una alta estructuraa nuestra izquierda. Estaba abierta pero cubierta—, es nuestro almacenamientode heno. A un lado está nuestro granero principal y el gallinero, pegado al otrolado. —Rodeamos una pequeña curva—. La cochera, para almacenar toda

nuestra maquinaria. Unos pocos de nuestros peones viven arriba, incluyéndome—dijo, mirando hacia Bridge. Me sentí mirarlo fijamente, pero sólo estabatratando de ser amable. Eso no significaba que debía gustarme la atención que leestaba dando—. El establo —continúo—. Tenemos otros pequeños edificios unascien yardas o así, en esa dirección. —Señaló hacia el este y vi un puñado deedificios—. Esos eran los edificios originales del rancho en los tardíos milochocientos. Aquí estamos —afirmó, gesticulando hacia la izquierda—. Todosestos no fueron construidos hasta mil novecientos veinte o algo así. No lucen muydiferentes, ¿o sí? —Se río.

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Llegamos a un pequeño Airstream plateado escondido debajo de unospinos al final de la colina, inclinado paralelamente a la casa principal. Bridge memiró y sacudí mi cabeza para callarla, hasta que estuviéramos solos. Jonah se bajódel escalón cuando me detuve cerca del remolque y corrió al lado del pasajero,

abriendo la puerta para Bridge.

—Gracias —dijo, tomando su mano y saliendo del coche.

Abrí la puerta trasera y comencé a agarrar los bolsos. Jonah siguió miejemplo abriendo la puerta trasera cerca de él y agarró los restantes. Asentí enagradecimiento.

Nos guio al remolque, recorrió el pequeño hueco de la escalera hacia lapequeña puerta redonda y la abrió. Entré después de él, directamente a mi

derecha estaba un sofá incorporado que se orillaba contra el ancho del remolque,salvo por una pequeña pared de gabinetes que descansaban perpendicularmentecontra la pared más alejada de la puerta. A lo largo de la misma, había unpequeño refrigerador, un armario y frente a eso estaba un pequeño lavabo y unaestufa. También había una pequeña mesa laminada en frente del sofá. Pasandolas puertas de acordeón en el centro descansaban dos pequeñas camas gemelasen opuestas paredes del remolque y más allá de eso, un pequeño baño, con unretrete, un lavabo y una bañera con ducha. El lugar entero era un viaje en eltiempo a los setenta, completado con suelos de lámina dorados y encimeras, pero

lucía y olía a limpio y tenía nuevos colchones y ropa de cama. Espero que no hayancomprado eso para nosotros, pensé. Me sentí bastante mal imponiéndome a suhospitalidad.

—Hay calentador, electricidad y agua corriente —mencionó Jonah, dejandonuestras cosas en el sofá—. Aunque, tal vez quieran mantener unas pocas mantasextras cuando una ventisca venga, y lo hará.

—Gracias Jonah —dijo Bridge, estudiando sus alrededores—. Estamos muy

agradecidos —agregó. Jonah sonrió y asintió.

—Los dejaré en ello. La cena es en una hora. ¿Nos vemos ahí?

—Por supuesto —respondió Bridge, despidiéndose antes de cerrar lapuerta.

Nos quedamos en silencio, absorbiendo nuestros alrededores.

—Es… es definitivamente diferente a Los Ángeles —mencionó, rompiendoel silencio.

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Estaba acostumbrado a vivir en espacios confinados en el dormitorio deBrown, pero esto era demasiado nuevo para ella.

—¿Vas a estar bien con esto? —pregunté.

Endureció su labio superior.

—Por supuesto, no estaba mintiendo cuando dije que estaba agradecida.Además, tal vez tengan una tienda en la ciudad. ¿Podemos, como, arreglarlo unpoco?

Me reí de ella.

—Eso está bien, Bridge. Te daré algo de dinero.

—¿Podemos permitírnoslo? —preguntó.Pretendí calcular en mi cabeza.

—Creo que podemos hacerlo. Además, necesito ir a Kalispell por unas cosasde todas maneras. Encontrar un banco, de alguna manera abrir una cuenta sinque papá se entere, encontrar un doctor para ti.

Su cara cayó.

—Casi lo olvido —dijo, una sonrisa triste adornando su cara—. La razónpor la que estamos aquí.

—Exactamente —agregué, inspeccionando el remolque—, lo que significaque los chicos ni siquiera son una opción aquí.

—¿Qué demonios?

—Vi como Jonah te veía. Sólo estoy diciendo.

Ella rodó sus ojos.

—¿Qué cama quieres?

—Bridge lo digo en serio, nada de chicos.

Enderezó su espalda.

—Spencer, realmente sabes cómo hacer enojar a una chica, ¿verdad? Confíaen mí, mi enfoque está un poco preocupado por el momento. 

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Traducido por Emii_Gregori

Corregido por Debs

esempacamos lo mejor que pudimos y noté que no había untelevisor o casi cualquier cosa de conveniencia en realidad.

—Vamos a tener que hacer una lista —dije, dando un paso denuevo en el frío.

Bridge cerró la puerta detrás de ella y corrió hacia la camioneta. Condujimosde regreso a la casa principal cuando Ellie nos lo pidió. El rancho parecía bastantetranquilo por lo que podíamos ver, excepto por algunos sujetos aquí y allá. Unoen particular estaba sobre un caballo y se dirigía hacia el granero. Parecía quepodría ser un nativo americano, pero sus facciones parecían mezcladas. La únicaconfirmación que pude obtener fue que tenía una larga cola de caballo en la base

de su cuello, envuelta en cuero.

—Hmm… hmm… hmm —bromeó Bridge.

—No —reiteré.

—Puedo mirar. —Rio.

Aparcamos donde lo habíamos hecho antes y nos dirigimos a las escalerasde madera. Arrastré mi mano sobre la barandilla de madera lisa. No podía creer

lo suave que era la madera. Llamamos a la puerta principal y nos quedamos allíde pie esperando a que alguien respondiera. Vimos a Ellie correr hacia nosotrosy abrir una de las puertas dobles.

—Lo siento, por lo general entramos por la puerta lateral. Está más cercadel comedor.

Entramos y observamos la expansión de la sala principal. Era más grandeque nuestra propia habitación principal en nuestra antigua casa. Había fallado enmedir lo grande que era la casa desde el exterior porque estaba ensombrecida porlas montañas en los alrededores. Las paredes estaban cubiertas con frazadas

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indias y cabezas de animales disecados. En el medio del techo de nueve metroscolgaba una gran lámpara de cornamenta.

 Aquí es todo Petticoat Junction7  y mierda, pensé mientras miraba alrededor.Sin saberlo, di una palmada y froté mis manos de un lado a otro. Dejé que Elliecreyera que era por el frío. Ahora, si tan sólo pudiera encontrar una Bobbie Jo8.

 Justo en ese momento, al otro lado de la sala principal, entrando por unaespecie de puerta trasera, una pequeña figura emergió. Cerró la puerta tras de sí,después de que un gran pastor alemán sacudiera su abrigo y se sentara jadeando

 junto a ella. El tiempo pareció haberse detenido mientras se quitaba la nieve ensus botas de montar de goma, su gran chaqueta y sus guantes, dejando aldescubierto el mejor cuerpo curvilíneo que había visto en años. Tenía unosgrandes calcetines grises debajo de sus botas que se elevaban justamente hasta surodilla por encima de sus vaqueros ceñidos. Mis ojos viajaron hacia arriba.

Me encontré con una tela a cuadros abotonada como un guante. Miestómago se encogió a la espera de su rostro, pero parecía tomarse todo su tiempoen desenvolver su bufanda. Su mano dio vueltas y vueltas y más vueltas, pero segiró hacia la derecha cuando podría haber conseguido un buen vistazo. Lamaldije en voz baja. Sentí una necesidad inexplicable de correr hacia ella y darlela vuelta.

Colgó su bufanda al lado de su chaqueta y se quitó el gorro. Sacudió surecto cabello oscuro y luego pasó sus manos a lo largo de su longitud, suavizandolos nudos. Se inclinó, haciéndome tambalear, y bajó la cremallera en la partetrasera de sus botas de goma, sacándolas y colocándolas en el suelo, en suscalcetines.

Descubrí que era la cosita más linda y más sexy que jamás había visto, y nisiquiera había visto su rostro todavía.

Ella comenzó a girar y contuve la respiración a la espera.

Santa. Mierda.

La vista completa de ella casi me derribó. Sentí un golpe en mi estómago yen mi pecho que nunca había sentido antes, ni siquiera con Sophie. Mi mano fuea mi corazón como si pudiera detener su latido. Esta chica era mucho más queimpresionante. Un corte francés, en un rostro en forma de corazón. Sus mejillasbrillaban como un rosa brillante a causa del frío, destacando sus altos pómulos.

7 Petticoat Junction: es una comedia estadounidense con personajes de rurales y de ciudad. 8 Bobbie Jo: Actriz de Petticoat Junction 

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Sus cejas se arqueaban perfectamente sobre sus grandes y brillantes ojosredondos, con las pestañas más largas que he visto nunca en una chica. Su bocaformaba un mohín perfecto. Sus labios carnosos eran más gruesos en la parteinferior. La curva de su nariz parecía tan recta y suave que quería besarla más

que nada en el mundo. Habría pagado un millón de dólares en ese momento parahacer precisamente eso. Me sentía como un perfecto idiota sólo por pensarlo.

Ella era un duendecillo en estatura, así de pie, tal vez, un metro sesenta. Dioun paso adelante, no, se estiró hacia adelante como una bailarina, y alisó susmanos por su cabello una vez más. Tomé aire de un tirón, sin darme cuenta deque no lo había hecho.

Fue entonces cuando nos vio y sonrió un poco, revelando una astucia queno creí que podría ser transmitida a través de una única expresión facial. Avanzóhacia nosotros luciendo del todo inocente pero al mismo tiempo muy peligrosa.Era una punk encontrándose con el oeste, como Christina Ricci conociendo AnnieGet Your Gun9. Esta chica lucía decidida.

—Ah, Cricket —dijo Ellie, envolviendo su brazo alrededor de los hombrosde la joven.

¡¿Esta era Cricket?! Me quedé boquiabierto. ¿Esta chica  era la prima deAugust? Siempre había asumido que era un tipo. No es de extrañar que Jonas se

riera.

—Abuela —reconoció, divisándome con una mirada de tigre encapuchado.Tenía los ojos azules celestes de su abuela.

—Cricket, este es Spencer Blackwell y su hermana Bridget.

—Encantada de conocerlos —ronroneó.

Enrolla esa lengua, amigo. Babear no es atractivo. Cricket me guiñó como sipudiera leer mis pensamientos y casi me caí hacia atrás. Sonreí. Jovencita atrevida.

Sí, decididamente era una palabra perfecta para ella.

La vi rebotar sobre las puntas de sus pies, sonriendo y jugando con eldobladillo inferior de su camisa. Hizo muchos gestos con sus manos. Sus dedoseran delgados y sus uñas estaban cubiertas de un morado oscuro. Las manteníacortas. Me gustaban las chicas con las uñas cortas. Parecían más femeninas paramí que cuando las usaban largas. Su cabello se sacudía de un lado a otro mientrashablaba, con su flequillo descansando sobre sus cejas. De vez en cuando lo

9 Annie Get Your Gun: Musical basado en Annie Oakley. 

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soplaba, luego lo alisaba de nuevo con sus manos. Cuando reía, reía con todo sucuerpo, echando la cabeza hacia atrás y revelando hoyuelos en sus mejillas.

Dios mío, me sentía tan atraído por esta chica. Ni siquiera podía apuntar auna cosa. Si tomaba todo lo que encontraba caliente y hermoso en una chica y losapilabas en una esquina, obtendrías a Cricket Hunt... de pie en un rincón.

Me quedé parado, mirándola por sólo Dios sabe cuánto tiempo hasta queBridge me dio un codazo.

—¿Oíste eso, Spence? —rechinó.

—¿Disculpa? —pregunté, realmente perdido.

Sus ojos me molestaron un poco, en silencio diciéndome que pusiera mi

cabeza en el juego.

—Ellie estaba diciendo que Kalispell está cerca. Estaba diciéndole a ella quetendremos que ir a la ciudad por un par de cosas, encontrar un médico y unbanco.

—Sí —dije, aclarando mi garganta, y luego mirando de regreso a Cricket.No podía apartar mis ojos de ella—. Tenemos que encontrar un banco y unmédico para Bridge —dije ausentemente, mis ojos encontrándose con Ellie luego

pasando inmediatamente a Cricket.Bridge rodó sus ojos.

—Bueno, la cena está por aquí —añadió Ellie alegremente. Ella tomó elbrazo de Bridge y la encaminó por un ancho pasillo, dejándome a solas conCricket.

Sonreí tontamente porque esta chica succionaba todo mi encanto.

—Yo… um… yo… —Tranquilo.

Los ojos de Cricket se abrieron con incredulidad, probablemente porque nopodía formar una frase. Caminó hacia donde Ellie y Bridge se habían ido.

—¡Vamos, chico! —dijo, chasqueando sus dedos. Salté ante la orden,corriendo a su lado lo más rápido posible. El gran pastor alemán cayó en calmaa su lado. Ella mordió su labio inferior para no sonreír. Estuve a punto degolpearme a mí mismo, pero me contuve. ¿Ahora tienes moderación? Quéencantador.

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—¿August dijo que remabas? —preguntó. Su voz se derramó sobre mí como jarabe caliente. Cerré mis ojos y disfruté de la sensación, luego noté que ella mehizo una pregunta.

—Sí —respondí con retraso. Bien. Una respuesta corta, pero es mejor que unadiarrea verbal—. Yo remo… un…  eh…  bote… con… em… mis compañeros deequipo. —¡Magnífico! Simplemente… um… magnífico.

—¿Utilizas un remo? —bromeó, mordiéndose el labio inferior de nuevo. Meencontré fantaseando con ser el que mordía su labio inferior . Su boca me distrajo.¡Respóndele! 

—Sí, sabelotodo, uso un remo —coqueteé, sonriendo de oreja a oreja porqueno podía evitarlo.

Ella sonrió de regreso, haciéndome querer arrodillarme ante ella. ¡Estoyterminado!

—Este es Inútil Eugene —dijo ella, acariciando un lado del cuello de superro—. Pero sólo le llamo Eugie.

—¿De dónde sacó un nombre como ese?

—Cuando era cachorro, me agarró cariño y sólo me seguía a mí. No

logramos hacer que trabajara a menos que yo estuviera allí, y estaba en la escuelaen ese entonces. Lo sacaban al campo, pero sólo regresaba corriendo a la casapara buscarme. Mi padre lo llamó Inútil Eugene y así se quedó.

—¿Qué edad tiene?

—Trece.

Bajé la vista hacia el viejo y noté un pequeño problema en su paso. Noté quesus huesos le dolían.

Entramos en una zona del comedor con una mesa de madera larga y largosbancos en vez de sillas donde probablemente podrían sentarse al menos treintapersonas. El techo era más bajo en esta sala, haciendo que se sintiera más íntimo.A lo largo del centro de la mesa había un banquete. Bandejas llenas de bistecempanizado frito, pollo frito, muchos filetes a la plancha y panecillos. Habíacopas llenas de puré de papas, crema de maíz y frijoles verdes con tocino. Elcolesterol de estas personas tiene que estar por las nubes, pensé, pero di un vistazo amí alrededor a las personas que ya estaban sentadas. No había ni una sola

persona con sobrepeso allí.

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—Si trabajas doce horas al día, quemando aproximadamente tres milcalorías en esas doce horas con la pura mano de obra necesaria, necesitarías cenascomo ésta —dijo Cricket con una sonrisa.

Esa sonrisa podía decir que era su firma, y ya me encantaba. ¡Dios! ¡Eraenérgica!

—No he dicho nada —bromeé.

—No tenías que hacerlo. Tus ojos lo decían por ti.

—Simplemente no estoy acostumbrado a esto. Como diferente, eso es todo—expliqué.

Ella soltó un bufido.

—Bueno, chico sushi, toma asiento —pinchó, dirigiéndose hacia lo queasumí, era la cocina.

La vi alejarse y completamente disfruté de la vista.

—¡Spence, por aquí! —Escuché llamar a Bridge.

Me reuní con ella en la cabecera de la mesa y me senté a su izquierda, en elborde de la banca.

—Oh, Dios mío, estoy tan hambrienta —dijo ella, mirando todo, como si nose hubiera comido una caja de galletas en nuestro remolque.

—Relájate, compañera. —Reí.

Ella me miró.

—Esta cosa en mí es como un maldito pozo sin fondo. Siempre con hambre.

Le sonreí y ella me devolvió la sonrisa, pero rodó sus ojos.

—¿Feliz? —pregunté.

—Tengo la sensación de que lo estaré —respondió con una sonrisa. Mirósus manos sobre su regazo y luego me echó un vistazo—. Cricket pareceagradable.

—Cállate —demandé, tratando de ocultar mi sonrisa.

—Y, mi Dios, estabas tan tranquilo —bromeó, frunciendo el ceño—. Quiero

decir, nunca antes vi a alguien tan encantador.

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Reí.

—¿Era tan obvio?

—No, tranquilo, convenciste a todos. Los ojos de insecto fueron un toque

agradable. —Chasqueó la lengua y formó un “OK” con su mano. 

Pasé la mano por mi cara.

—Qué humillante.

—Tengo que admitir que nunca te he visto tropezar de esa manera, nisiquiera con Sophie Price has perdido la calma. Este es un lado bueno de ti o loque sea.

—Tal vez estoy cansado —ofrecí a modo de explicación. No sé a quiénestaba tratando de convencer… a Bridge o a mí.  

—Tal vez.

Más personas seguían llegando. Me sentía como en una escena de Bonanza. Hombres y mujeres de todas las edades llegaron desde el frío, luciendo susarreos. No podía creer que la gente aún viviera así. Se sentía tan ajeno a mí, tanfascinante.

Cricket siguió a su abuela al comedor, con otro gran plato de patatas. Memiró y rodó sus ojos, pero rio. La vi colocar el plato. Era tan pequeña que teníaque estirarse un poco al centro de la mesa y exponer su estómago, haciéndometambalear. Oh, por favor Dios, haz que se siente frente a mí. 

Se movió lentamente, dolorosamente lento, demasiado para mí, hacianuestro extremo de la mesa, pero escogió el banco justo enfrente de mí. Intentécon mucha dificultad tranquilizar el latido veloz de mi corazón. Le sonreí y medevolvió la sonrisa. Eugie, quien estuvo sobre sus talones todo el tiempo, se

acurrucó a sus pies.Emmett y Ellie se sentaron a mi izquierda, a la derecha de Cricket, al final

de la mesa. Todos empezaron a hablar. No sabía qué estábamos esperando. Cadaasiento estaba ocupado en la mesa, excepto el lugar justo al lado de Cricket. Miscejas se fruncieron con curiosidad hasta que la puerta se abrió de golpe con unabrisa fría y el chico nativo americano que vi antes a caballo entró. Retiró todo suequipo y lo arrojó sobre uno de los ganchos.

No, me di cuenta de que se dirigía hacia Cricket.

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Apoyó un brazo sólido sobre la mesa y se inclinó hacia ella, besándola en laboca, antes de deslizarse a su lado. Ella le sonrió, volviéndose hacia él mientrasse sentaba, y pasó sus dedos por la parte superior de su cabello. Estabanhablando, pero no tenía idea de lo que estaban diciendo. Estaba demasiado

distraído por el dolor punzante en mi estómago y en mi pecho.  Maldita sea. Ellario mientras él la besaba una vez más. Quería separarlo de ella. Estaba

 jodidamente decepcionado. Nunca me había sentido tan decepcionado. Sentí losojos de Bridge en mí, pero me negué a devolverle la mirada, demasiadoobsesionado con verlos.

Se volvieron hacia nosotros.

—Spencer, Bridget, este es Ethan Moonsong —dijo Cricket, alegrementeintroduciendo al bastardo.

—Encantado de conocerte —dijo Bridge, con una sonrisa brillante en sucara.

Asentí.

—Hola. —Fue todo lo que pude reunir.

Devolvió la cabezada.

—Spencer, Bridget, un placer —respondió, con su profunda vozarrulladora.

Bridget se inclinó un poco y le preguntó algo a Ethan. Él respondió convigor y mis ojos se dispararon hacia Cricket. Estaba mirándome, calibrándome,tratando de descifrar si mi coqueteo de antes significaba algo. Le sonreí en secretoy sacudí la cabeza, haciéndole saber que estaba abatido en ese momento, peroque no significa nada. Estaba cargando mi arma metafórica. Sus ojos se abrieronpor un breve momento antes de calmarse. Ella se giró y fingió interés en lo queEthan estaba diciendo pero no me estaba engañando. Clic. Mis ojos nunca seapartaron de su rostro. De vez en cuando miraba en mi dirección, y sabía porexperiencia que sólo había una razón para que alguien hiciera esto. Estabatratando de ocultar su propio interés en mí. Clic. Se giró hacia mí de nuevo, y estavez guiñé un ojo, haciéndola retorcerse visiblemente.

—¿Cierto, Cricket? —le preguntó Ethan.

Su mirada estaba clavada en la mía.

—¿Hmm? —preguntó ella, sacudiendo su cabeza para enfocarse.

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—¿Estás bien? —le preguntó.

Ella se volvió hacia él.

—¿Qué? Sí, lo siento, ¿cuál era la pregunta?

Clic.

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Traducido por Otravaga

Corregido por La BoHeMiK

tención todo el mundo! ¡Atención! —dijo Emmett,poniéndose de pie y haciendo sonar un lado de la cuchara

contra su vaso, era un envase de vidrio que sólo habíavisto a la gente de las películas beber en ello. Levantó las manos para calmar a laruidosa mesa—. Antes de bendecir los alimentos, me gustaría aprovechar estemomento para recibir a los Blackwell. —Se volteó hacia nosotros y los demásmiraron fijamente en nuestra dirección, haciendo sonrojar a Bridge. Jonah lesonrió con afecto, tratando de tranquilizarla y a la vez poniéndome muynervioso—. Estamos todos felices de tenerlos aquí a ambos y deseamos que sesientan muy cómodos. Les damos la bienvenida al rebaño.

—¡Así es! ¡Así se habla! —Se oyeron a unos cuantos por encima de lostintineantes vasos.

Él se sentó y se inclinó hacia nosotros. En voz baja, dijo

—A todos nos han hecho conscientes de que tu seguridad es una prioridad.Ninguno de los aquí presente jamás te expondrá, querida. —El rostro de Bridgecayó hacia su regazo, sus ojos se volvieron vidriosos y sus mejillas brillaban decolor rojo oscuro. Estaba avergonzada. Emmett la tomó por la barbilla—. Nadade eso, señorita. Lo has hecho bien. Aquí nadie piensa mal de ti. El hecho es que

mi Cricket es el producto de mi hija de en medio, que en paz descanse su madre,y en la misma forma, no la cambiaríamos por nada en el mundo. —¿La mamá deCricket estaba muerta? Él le echó un vistazo a ella y suspiró profundamente—. Sí,daría cualquier cosa para mantenerla conmigo por siempre. Ella es mi dulceángel.

—Gracias —dijo Bridge, levantando la cabeza y limpiándose rápidamentepor debajo de los ojos.

Cricket le guiñó un ojo, una silenciosa declaración de camaradería.

—¡A

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Por respeto, nadie nos hizo ni una sola pregunta acerca de abandonar anuestros padres. Hicieron muchas preguntas con respecto a nosotros, pero apartede preguntar cuándo estaría dando a luz Bridge, algo de lo que todavía no éramosconscientes, la conversación se orientó principalmente hacia lo que nos

interesaba.

—Ethan —preguntó Bridge después de que los platos de todos estuvieronvacíos—. Si no te importa que te pregunte, ¿de qué tribu eres?

—No me importa. —Sonrió—. Soy de la tribu Echo River. Hemos estado enlas Montañas Bitterroot durante más de trescientos años. Mantuvimos lasmontañas y las montañas nos mantuvieron.

—Fascinante —dijo ella—. Me pregunto cómo sobrevivieron al frío.

—Estamos hechos para este clima. Fuimos hechos para esas montañas.

Bridge sonrió y asintió.

—¿Qué te hizo querer trabajar aquí? —le pregunté a Ethan sin poderevitarlo.

—Mi papá me ayudó a entrar. Él trabaja aquí —respondió. Bridge y yomiramos alrededor—. Él. Justo ahí —Ethan señaló a un gran hombre blanco en

el extremo opuesto, una figura solitaria que no se unía a muchas conversacionespero que parecía bastante agradable, sonriendo de vez en cuando a los demás.Ethan compartía sus ojos y su nariz—. Mi mamá es de Echo River —explicóEthan.

Asentí.

—¿Dónde está? —le pregunté.

Cricket se movió incómodamente. El rostro de Ethan cayó a su plato.

—Ella, eh, murió hace dos años.

—Lo siento mucho —dijo Bridge.

—Está bien. Ella amó y fue amada. La echo de menos, pero sé dónde está.—Él levantó su rostro hacia nosotros una vez más.

—¿Y quiénes son tus padres? —le preguntó Bridge a Jonah.

Los ojos de Jonah se abrieron como si no pudiera creer que ella le hablaba.

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—Mi papá es Charles o Chuck como todos lo llaman. Él vive en Butte conmi mamá.

—Genial —respondió ella. Él sonrió ampliamente como un tonto.

—Mi madre era la hermana menor de Chuck por un año —agregó Cricket, jugueteando con la servilleta—. Sé que nadie lo preguntó, pero pensé que se losdiría de todos modos. Su nombre era Sarah. —Ethan le apretó el hombro y ella leguiñó un ojo, haciendo que mi estómago se revolviera.

—Entonces, ¿cómo es August como compañero de cuarto? —preguntó Jonah.

Francamente, ¿debería mentir?

—Es genial —dije con sinceridad, pero lo dejé así.

—¿No es un casanova? — Jonah se echó a reír.

—Quizá —eludí.

—Estaría dispuesta a apostar que no hay un “quizás” en ello —dijo Cricket,riendo.

—Él es popular  —admití.

Tanto Jonah como Cricket se rieron. Ethan sacudió la cabeza.

—¿Qué hay de ti? —me preguntó Jonah—. ¿Tienes una chica allá en casa?¿En Brown?

Miré fijamente a Cricket y sonreí ampliamente.

—No. Libre como un pájaro —Cricket tragó visiblemente. Clic.

—Tenemos muchas chicas lindas por aquí —continuó Jonah—. Cada

sábado por la noche, salvo durante la temporada de parto, todos vamos aKalispell. Deberías unirte a nosotros después.

—Apuesto a que las chicas estarán contentas de ver una cara nueva —intervino Ellie felizmente.

—Me encantaría eso —dije reclinándome un poco y sin dejar de mirar aCricket, pero ella me estaba ignorando. Clic.

—¿Eres bueno en un caballo, hijo? —preguntó Emmett, cambiando de tema.

Me tomó un tiempo apartar la mirada de Cricket.

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—Sí, señor —respondí—. Solía jugar al polo en la escuela preparatoria. —La mitad de la mesa se echó a reír—. ¿Qué? —pregunté, un poco ofendido.

—No es lo mismo —dijo Ethan.

Me incliné un poco hacia él, inseguro de por qué estaba dejando que meafectara, por lo general estaba bien instruido en tener el control.

—Apuesto a que soy un poco mejor de lo que piensas.

Él asintió como si no me creyera. Vamos, amigo.

—Bueno, supongo que entonces tendremos que verlo —añadió él.

—Tienes buenos brazos y hombros —dijo Ellie evaluándome—. Serás útil

en la venidera temporada de parto y eso está a la vuelta de la esquina.Flexioné exageradamente mis músculos, imitando a un fisicoculturista y

haciendo reír a Ellie.

—Señáleme la dirección más cercana de su vaca—bromeé.

Ella golpeó la mesa y realmente sonrió con fuerza.

—¡Muchacho, eres demasiado tierno!

—Gracias —dije, con mis mejillas sintiéndose particularmente cálidas.

Alguien entró en la sala, otro joven ranchero, pero parecía sin aliento.

—Emmett, tenemos una novilla en trabajo de parto y ella está teniendoalgunos problemas.

—¡Qué demonios! —exclamó Emmett—. ¡Tiene dos semanas de adelanto!—Se puso de pie y Cricket lo siguió.

—Yo me encargo, Pop Pop —le dijo ella.Él asintió y volvió a sentarse, levantando el muslo de pollo que todavía se

estaba comiendo, sin pensar en su oferta.

Ella avanzó por la habitación con su abrigo y botas, además de Eugie quienle pisaba los talones. ¿Van a dejar que esta diminuta chica asista el parto de un becerro

 por sí misma? Me levanté de un salto y los ojos de todos se volvieron hacia mí.Bridge me miró de forma extraña. Me quedé allí un buen rato, debatiendo si debíacorrer tras ella como un imbécil.

—¿Te gustaría ir? —me preguntó Ellie, salvándome.

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—¿Es eso demasiado extraño? —pregunté.

—Para nada. No pensé que serías capaz de ver esto por un tiempo, pero elrancho es voluble y la novilla tenía ideas diferentes. Ve.

Seguí a Cricket pero no antes de notar el ceño fruncido de Ethan. Él estabacomprendiéndolo, pero a mí no me importaba.

Agarré mi abrigo, mis guantes, y abrí la puerta a las heladas temperaturas.El frío era tan amargo que me hizo retroceder ligeramente. Me abrí paso entre elhelado viento y vi la pequeña figura de Cricket entrando al granero, con Eugie

 justo detrás de ella. El viento azotaba contra mi rostro y levanté la bufanda másarriba contra mi boca y nariz, deleitándome en la calidez de mi aliento.Inmediatamente, hice una nota mental de comprar una gorra de algún tipo.

Cuando entré en el granero, éste estaba varios grados más caliente que elexterior, las vacas y las luces calientes lo llevaban a una temperatura tolerable.Miré a mí alrededor y noté a Cricket agazapada en un rincón jugueteando conalgo. "Yoshimi Battles the Pink Robots10" comenzó a sonar. Oh, Dios mío, ¿podríaella ser más sexy? Se puso de pie y dio un pequeño paso de baile contoneándose,mi mandíbula se aflojó, pero luego se fue por el otro lado del granero. ¿A dóndediablos está yendo? Empecé a seguirla pero ella rápidamente regresó al graneroconduciendo a la novilla con una cuerda. Todavía no me había notado. Guio al

animal a una casilla de metal y ésta trató de embestirse a sí misma a través delotro lado. Quedó atrapada por una puerta de bisagras batiéndose contra susomóplatos y encerrando su cabeza. La puerta impedía que la novilla diera unpaso atrás, probablemente para evitar que pisoteara a Cricket. Contuve unestremecimiento.

—¿Simplemente vas a quedarte ahí parado?

Escuché, sobresaltándome. Bueno, ella me había notado.

—Uh, no, ¿Ellie me dijo que podía venir aquí? ¿Está bien?

—Seguro —dijo encogiéndose de hombros.

Me acerqué hacia una esquina del granero y cuidadosamente me abrícamino alrededor de la novilla.

—A ella se le adelantó el parto —dijo Cricket.

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  Yoshimi Battles the Pink Robots: décimo álbum del grupo estadounidense The Flaming Lips.El álbum se caracteriza por el uso de sintetizadores, beats electrónicos y un rock alternativo detintes psicodélico.

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La vaca seguía moviendo la cabeza arriba y abajo, de lado a lado,resoplando debido a lo que sólo pude suponer eran dolores de parto. Tenía unbrillante pelaje pardo rojizo y el calor de su piel se impregnaba en nubes porencima de ella al estar tanto tiempo en el frío, pero no parecía incómoda al

respecto. Era como si estuviese hecha para sobrevivir a esas temperaturas. Lavaca me vio y se quedó inmóvil. Puse mi mano en su cabeza, pero ella no seinmutó.

—¿Ahora qué vaca marrón? —pregunté seriamente.

Cricket resopló pero reprimió una sonrisa, sacudiendo la cabeza.

—Ya puedo notarlo. Eres un buscapleitos.

—¿Puedes?

—Estás incitando la ira de Ethan. Sí, eres un buscapleitos.

Alcé los hombros preguntándole de qué hablaba, fingiendo que no teníaidea de lo que estaba hablando. Ella puso los ojos en blanco y comenzó a hacersu camino alrededor del granero. La seguí, a la par con Eugie. Oye, perrito faldero,

 parece que tienes algo de competencia. 

—¿Haces esto a menudo? —pregunté.

—Alrededor de un diez por ciento de nuestro ganado necesitará ayuda enel parto durante la temporada. Me he vuelto bastante buena en forcejear con unbecerro para sacarlo de su madre cuando tengo que hacerlo.

La miré de arriba abajo reconociendo su esfuerzo, pero ella lo confundiócon escepticismo.

—Puedo parecer pequeña pero soy capaz —resopló.

—Oh, te creo.

Ella frunció el ceño, pero siguió caminando. Agarró una perversa cadenacon asideras de metal cubiertas de caucho negro, así como dos barras de metal yun extraño artilugio al que no pude ponerle un nombre. El granero estaba hechode madera, al igual que todos los edificios de la propiedad, pero éste tenía unpiso de concreto, el cual estaba inclinado levemente para conectarse con variosdesagües en la base y así atravesar el centro del granero. Había aproximadamenteuna veintena de otras vacas en el interior, cada una en una casilla forrada conabundante heno.

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—Así que te gusta The Flaming Lips11.

—Lo hago.

—Y tienes un pastor alemán de raza mixta llamado Eugie.

—Sí, él es Pastor Alemán y Pastor Ganadero Australiano.

—Eso explica su cara.

El perro tenía las orejas un poco más largas que un Pastor Alemán normal,así como grandes manchas de pelo que salpicaban de blanco su cara, pero entorno a sus ojos había dos grandes manchas de negro.

—¡Oye, cuidado! —dijo ella, agitando las grandes cadenas hacia mí.

Levanté mis manos en señal de rendición.

—No dije que no fuera impresionante.

Dejó caer las cadenas, aceptándolo y siguió caminando.

—Puesto de parto —dijo, agitando la mano en un círculo hacia la novillaatrapada—. Trampa de cabeza —continuó la lección, apuntando a la cosa de lapuerta con bisagras—. Está abierto todo el camino hasta el suelo, por lo que siella quiere acostarse, no puede apretarla, y no va a sofocarla.

—Y estas —dije, señalando a las cadenas en su mano.

—¿Cadenas?

—Oh.

Ella tomó las cadenas y las dejó caer en un fardo de heno al lado de la casilla.Fue entonces cuando me di cuenta de que las patas delanteras del becerrosobresalían hacia fuera, cubierto en la mierda de apariencia más nauseabunda

que jamás había visto. Casi vomito.

—¿Cuál es el problema, chico de ciudad? —preguntó Cricket, cuando captólo amplio que se habían puesto mis ojos.

Controlé mi expresión.

—Ninguno.

11

  The Flaming Lips:  banda norteamericana de rock alternativo formada en Oklahoma City,Oklahoma. Son conocidos por sus arreglos exuberantes y psicodélicos, sus letras surrealistas ylos títulos extraños de sus canciones.

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Ella se echó a reír de todos modos.

La vaca o novilla o lo que sea gritó.

—Pobrecita, está angustiada. La novilla no está pujando —dijo Cricket.

Se inclinó buscando de las cadenas.

—¿Cuál es la diferencia entre una vaca y una novilla? —pregunté.

—Una novilla es una vaca que aún está por dar a luz.

—Ah.

Envolvió el centro de la cadena alrededor de las patas del becerro.

—Realmente vas a hacer esto —dije.

Me miró como si yo fuera un idiota.

—¿Qué más debería hacer? ¿Dejar que ella y el becerro mueran? —Comenzó a jalar las asideras forradas de caucho—. A ver si podemos estimularlaa pujar —gruñó Cricket.

Empujó un poco más fuerte, pero la novilla no parecía querer cooperar.Cricket se sentó y colocó sus piernas contra la casilla para hacer palanca y

comenzó a jalar un poco más fuerte. El animal soltó un grito.

—Vamos, chica.

Pasaron varios minutos donde Cricket halaba y luego soltaba, halaba yluego soltaba, pero la vaca no ayudaba en absoluto.

—Supongo que voy a tener que hacer todo el trabajo. Pequeña cositaobstinada.

Cricket haló, su rostro se apretó y sus ojos se arrugaron. Jaló al pequeñohasta que la punta de la nariz estaba asomándose. Siguió halando, pero me dicuenta de que no estaba haciendo el progreso que ella quería. Levantó la miradahacia mí, evaluándome.

—No —dije.

—¿Por qué no, bisoño? ¿Tienes algo en contra de ensuciar esa bonita ropa?Escucha, puedo llamar a Ethan para que venga aquí, pero sería más fácil si teofrecieras. Este becerro es bastante grande y la pelvis de la novilla es realmente

estrecha. Voy a necesitar un poco de ayuda.

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Cuando mencionó a Ethan, ya había tomado un paso adelante,empujándome las mangas hacia arriba.

—¿Qué hago?

—Sólo ubícate como yo lo hice y suavemente, palabra clave suavemente,hala. Trata de mover al becerro hacia adelante y hacia atrás. No queremos quenada se desgarre.

Asentí y me senté en el suelo, apoyando los pies contra la casilla de metal yagarrando las asas. Halé suavemente, moviendo al becerro hacia adelante y haciaatrás continuamente hasta que la cabeza salió. Di un suspiro de alivio.

—Sigue adelante —me motivó Cricket.

Reubiqué mis manos en las asideras para tener un mejor agarre y halé unavez más. Estaba tratando de ser suave pero el becerro no se estaba moviendo.

—Sé un poco más agresivo —alentó ella—. Dale un poco más.

Halé más fuerte y los hombros comenzaron a aparecer, entonces el vientre,y, finalmente, todo el becerro se desparramó y cayó en mi regazo. Nunca anteshabía experimentado algo así y era increíblemente estimulante. Le sonreí al bebé,pero éste no estaba respirando.

—No está respirando —dije, con un poco de pánico.

—Espera —dijo Cricket calmadamente.

Ella tomó al becerro y lo arrastró a una casilla forrada con heno. Se sentócon éste y metió trozos de paja por su nariz. Me había levantado y la habíaseguido para ese entonces.

—¿Qué hace eso?

—Le estimula la respiración. Lo hace expectorar cualquier basura en sutracto respiratorio superior.

Ella frotó el pecho de la pequeña cosa hacia adelante y hacia atrás,masajeándola, alentándola y hablándole en voz baja. Efectivamente, el becerroempezó a respirar, sus ojos estaban aturdidos y tenía poco control sobre susmúsculos. Su pequeña cabeza se balanceaba atrás y adelante, ya que susmúsculos no tenían práctica. Cricket metió sus piernas debajo del becerro y loapoyó contra una pared de heno.

—Eso es, bebé —dijo ella.

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—¿Dijiste que es un varón?

—Un varoncito.

—No creo que haya usado esta palabra antes, pero esa cosa es demasiado

linda.

Cricket se echó a reír a carcajadas.

Limpió la vaca y luego la liberó en el establo con su becerro. Comenzó abarrer el heno de la casilla de parto. Vi una escoba en la esquina cerca de suestéreo y la agarré. Ella me miró a los ojos y asintió. Barrimos todo y lo arrojamosen un enorme barril de basura. Pensé que habíamos terminado, pero luego ellafue a una larga pared en el interior del granero y empezó a desenrollar una granmanguera. Empezó a rociar la casilla y las herramientas, los restos del lavado seiban por el desagüe. Luego reubicó todas las herramientas de vuelta a donde lashabía sacado. Cuando todo estaba dicho y hecho, ni siquiera se podía decir quela novilla había parido. Es decir, hasta que mirabas toda mi ropa.

—Asqueroso —dije con sinceridad.

—Sólo un poco de sangre y tripas —explicó ella.

—Todo esto me costó alrededor de cinco mil dólares —dije señalando mi

ropa.Ante esto, ella se echó a reír.

—Bisoño, ni siquiera sé por dónde empezar.

Apagó la música y se dirigió hacia la puerta por la que habíamos entradoantes de venir de la casa principal.

—¿Qué se supone que debo hacer? —grité.

—Sugiero que te laves y descanses un poco. El trabajo comienza a las cinco.—Ella se detuvo y se volteó hacia mí—. También sugiero que te pongas otra cosa,si entiendes lo que digo.

—Este es el único tipo de ropa que tengo.

Donde la mayoría de las chicas quedaban impresionadas por mi ropa, porsu sola expresión, Cricket parecía creer que estaba loco.

—Entonces supongo que tendremos que comprarte algo nuevo. Algo que,

no sé, ¿no cueste más que mi salario anual?

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Cerró la puerta detrás de ella y me quedé allí sintiéndome como un idiotade primera categoría… como debería de haberme sentido, pero todo eso enrealidad lo que me hizo querer hacer fue comprobar el saldo de mi cuenta. Iba aempezar a contar los días, no, los minutos, hasta que Bridge cumpliera los

dieciocho años. Quería salir de allí. ¿Cinco mil dólares al año por un extenuantetrabajo de esclavo? No, gracias.

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Capítulo 15

Traducido por LeiiBach

Corregido por La BoHeMiK

lvidaste todo acerca de mi viejo yo? —

Piper hizo una mueca.

—¿Qué? —le pregunté.Ella me ignoró.

—Coqueteas con esa chica, pero en realidad no la quieres. Me quieres a mí.

—¡Fuera de aquí, Piper! —exigí, bajando las escaleras de la villa.

 Me sonrió, pero no era una hermosa sonrisa, era escalofriante.

—Perdiste todas tus ganancias —Ella sonrió, profundizando la herida.

Se me heló la sangre en las venas y me detuve en la parte inferior de las escaleras.

—Sí, perra, gracias a ti, todo se ha ido.

Sonrió, echando la cabeza hacia atrás.

—¿Ahora cómo vas a dejarlo?

—Estas bromeando. Ya lo hice.

Negó con la cabeza.— Mi amor, simplemente crees que lo hiciste.

—¿De qué estás hablando?

—Tienes que compartir lo qué tienes con tu hermana. Ahora no tienes suficiente.Volverás a él porque sabes que te llevará de vuelta, incluso después de lo que hiciste, tellevará de vuelta porque no puede confiar en nadie más. Lo necesitas. Precisas lo que él teconsigue, lo que necesitas.

—Cállate.

—¿O

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—¡Él es tu distribuidor! —chilló.

—No, vamos a estar bien —Negué desesperadamente—. No lo necesito más —

susurré, en un intento de apaciguarme a mí mismo.

— Mentiroso —cantó, meneando su cabeza hacia adelante y atrás como si estuvierademente, antes de lanzarse en el sofá.

Pasé por delante de ella hacia la cocina. Se levantó del sofá, corrió hacia mí y sesubió sobre el mostrador al lado de donde yo estaba.

La estudié.

—¿Por qué estás aquí?

—Soy Piper —dijo, como si eso lo explicara todo.

—¡Fuera de aquí! —exigí, pero no se movió.

La ignoré y abrí mi ordenador portátil en la mesa del café, ingresando a mi cuenta.Podía sentir el alivio de la presión acumulada en mi pecho mientras leía el saldo. Tancerca , pensé.

—Sin embargo, aún estas lejos —incitó, riéndose un poco al final.

Mi despertador sonó a las cuatro y treinta de la mañana, me despertésobresaltado, confuso, y más que un poco aturdido por mi sueño. Miré a míalrededor y me había olvidado de dónde estaba. Mi entorno estaba casicompletamente oscuro.

—Estúpida alarma —susurró Bridge, su voz estaba ronca por el sueño.

Querido Dios. Remolque. Bridge. Embarazada. Ganado. Rancho… Cricket.

Todo llegó apresuradamente sobre mí en ese instante, abrumándome, perola última imagen, la imagen del rostro sonriente de Cricket, me hizo darescalofríos. Sonreí internamente. La quería. 

Bridge encendió la luz y la sonrisa desapareció. Tiré las mantas sobre mirostro y gemí.

—Las cuatro y treinta de la mañana fue inventada por Dios paramolestarme.

—Y a mí —intervino Bridge.

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—Supongo que no es más de lo que merecemos. —Me reí.

—Habla por ti mismo —dijo antes de cerrar la puerta del baño. La oívomitar al otro lado.

Me obligué a levantarme y me lavé los dientes en el fregadero de la cocina,mirando al sendero. Estaba oscuro. La única luz provenía de la ventana en la queestaba sentado, y esa sólo se extendía unos pocos metros.

Bridge apareció y se acostó, gimiendo. Acercándome a ella, apartésuavemente el cabello de su rostro, y luego me dirigí al baño para ducharme.Mientras estaba allí la noche anterior, descubrí que tenía sólo tres posicionesdiferentes en las cuales podía ducharme. Tenía que doblar la cabeza paraenjuagarme el cabello. Esto era una mierda.

La noche anterior busqué entre mis cosas y encontré que no tenía nada queponerme que no fuera examinado por Cricket, así que agarré mis vaqueros másviejos, una camiseta térmica y encima una camisa con botones. Me puse las botasque había llevado el día anterior.

Abrí la puerta, pasando por la ropa que había usado ayer cubierta deplacenta y que estaba tirada al suelo. Mientras lamentaba la pérdida, fuiinterrumpido por las luces de una cuatrimoto12  merodeando por el senderocubierto de nieve. Mi mano se levantó inmediatamente para proteger mis ojos desu brillo, tan deslumbrante contra la oscura mañana. El vehículo se detuvo y lasluces se apagaron. Era Jonah.

—¿Todo bien? —le pregunté.

—Uh, sí —dijo, evitando el contacto visual—. Sólo pensé que a Bridget legustaría un paseo hasta la casa principal.

—Eso es muy amable de tu parte —le dije, estudiando a Jonah.

—Sí, bueno, pensé que no querría caminar a través del frío y la nieve en sucondición.

Abrí la puerta y me apoyé en ella, manteniendo a Jonah afuera.

—Bridge, ¿estás decente?

—Sí, estoy vestida. ¿Por qué? ¿Qué pasa? —preguntó, acercándose por elestrecho pasillo central, sólo luciendo un poco pálida.

12 Cuatrimoto: cuadraciclo, cuatriciclo, quad en otros países.

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— Jonah Hunt está aquí para acercarte hasta la casa principal.

Se mordió el labio inferior.

—Oh, eso es muy amable.

Dejé que la puerta se cerrara detrás de mí.

—Lo es, ¿no es así?

—Cállate, Spence.

Ella pasó junto a mí y abrió la puerta para Jonah.

—Adelante —lo invitó. Jonah entró—. Eso es muy amable de tu parte —ledijo ella.

El idiota esbozó una maldita sonrisa y se quitó la gorra de la cabeza. Esperépor el "ah, de nada", pero nunca llegó.

—Sólo déjame ir por mi abrigo y estaré contigo.

 Jonah y yo nos quedamos en absoluto silencio.

—Lista —dijo ella, envolviendo su bufanda y poniéndose el gorro.

La vi subir a la parte trasera de la cuatrimoto y envolver sus manosalrededor del torso de él.

Sí, vas a necesitar cortar eso de raíz, pensé. Jonah se acercó lentamente a lacarretera llena de nieve y se dirigió hacia la casa a paso de tortuga. Por lo menosestá siendo cuidadoso con ella.

Apagué todas las luces y me puse capa tras capa de ropa, a sabiendas delmaldito frío que estaría haciendo a medida que avanzara la mañana. Por suerte,estaba un poco en mejor forma que Bridge, ya que asistía a una universidad en

Rhode Island. Tenía dos pares de calcetines de lana, y mis botas se sentíanapretadas como la mierda, pero eso era todo en cuanto a la doble cobertura deprotección. Todo lo demás lo improvisé.

Me dirigí hacia el granero y estaba agradecido de que el viento estaba encalma. Más o menos a mitad del camino, mi corazón comenzó a latir a un ritmoirregular cuando vi que Cricket venía hacia mí. El aliento se me atascó en lagarganta. Esta chica. Esta pequeña chica tenía tal increíble poder sobre mí con susgrandes, azules, redondos y tristes ojos. Su inusual rostro, su

extraordinariamente llamativo rostro. Su bella nariz. Las débiles líneas alrededorde sus ojos y boca. Y no la conocía, no sé si realmente ella y yo sentíamos lo

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mismo, pero eso no me detenía de desear que compartiéramos un futuro…incluso si ella pertenecía a otra persona.

—¿Qué estás haciendo en mi parte de los bosques? —le pregunté.

—Sólo quería asegurarme de que encontraras el camino correcto. Jonah medijo que iba a recoger a Bridget esta mañana. Pensé que sería descortés si no teayudábamos un poco también —dijo.

—¿Segura que no querías verme?

Ella rodó los ojos.

—¿Con este desvergonzado coqueteo? Sabes que estás cortejando la ira deEthan otra vez, ¿verdad?

Esto me hizo sonreír.

—¿La estoy poniendo en problemas, señorita?

—No, pero… —Empezó a decir, pero la interrumpí agarrándole la partesuperior del brazo, aturdido, verdaderamente aturdido por primera vez en mivida.

—¡Mierda! ¿Estás usando chaparreras? —le pregunté, apartándola de mí

para poder verla bien.—¿Disculpa? —preguntó mirándome como si otra vez estuviera loco.

—Sí, así es. Estás usando chaparreras. —Mi estómago se hundió hasta mispies. Dios, ella es extremadamente sexy—. Date la vuelta para mí —bromeé.

—¡¿Disculpa?! —¿Está enojada?—. ¡¿Qué es lo que te pasa?! —gritó, tirandode su brazo. Sí, está enojada.

—Es que simplemente nunca antes había visto a una chica en chaparreras—le dije, observándola, involuntariamente una mano recorrió a lo largo de micara. Apreté mis labios para evitar que se me cayera la baba.

Arrogantemente, ella se llevó los puños a sus caderas.

—Escucha, estás aquí para trabajar, no para coquetear.

—¿No puedo trabajar y coquetear?

—Por supuesto que no, estás aquí para… 

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—Estoy bastante seguro de que puedo hacer ambas cosas. Lo he intentadoantes y tuve mucho éxito.

—Basta. Eres… 

—Si me permites decirlo, te ves exquisita en esos. Me pregunto si podríaconseguir que los uses todo el tiempo —reflexioné.

—¡No! Yo… ¡ Ay!

Clic.

—¿Estás nerviosa?

—Voy por Ethan.

—Estás nerviosa. Te pongo nerviosa. Eh, es un buen cambio de ritmo desdeayer. —Ella resopló, con su glorioso trasero frente a mí, corriendo hacia elestablo—. ¡Hermosa! —dije, deteniéndome para apreciarlo—. ¿Ahora, era eso tandifícil?

Inmediatamente se cubrió el trasero con las manos, se dio la vuelta y susojos se estrecharon hacia mí. Comenzó a caminar de lado como un cangrejo, y meeché a reír.

Cuando finalmente entré en el establo de los caballos, Cricket estaba pegadaal lado de Ethan escuchando a Jonah. Me acerqué a ellos.

—… Ella —Fue lo único que escuché de lo que Jonah estaba diciendo. Elgrupo se quedó en silencio. Bridge. Bridge era su tema de conversación. Maldita sea. 

—Hola, chicos —dije.

Ethan asintió, pero parecía civilizado. Cricket no me delató como habíaamenazado. Eso no importaba, pero me pareció muy interesante. Discretamente le

guiñé un ojo y sus ojos se ampliaron antes de estrecharse en letales promesas.

 Jonah dijo:

—¡Hola, Spencer! Ya que estás aquí conmigo. Tomaremos esta mitad de losestablos, Ethan y Cricket tomarán el otro lado.

 Maldita sea.

—Genial. Así que, ¿qué hay en la agenda para hoy? —le pregunté,observando mi entorno.

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El granero tenía más o menos cuatro metros de altura, y aproximadamentediez compartimientos de caballos en la parte de atrás a ambos lados, creando entotal veinte casillas. La mitad delantera del granero era un gigante espacioabierto, aunque no estaba seguro para qué era. Ayer pude ver desde la carretera

que el granero era el edificio más grande en la propiedad, y fue obvio una vezque estuve en el interior de que ese era el caso. Observé toda la madera rústicaque nos rodeaba y no podía imaginar cuántas horas debió haberse llevado forjarcada tronco y tablón.

Las casillas de los caballos también estaban hechas de madera. Sus puertasse deslizaban fácilmente sobre los caminos desde el espacio abierto. Cada establotenía puertas deslizantes como las del exterior, pero me di cuenta de queprácticamente no se utilizaban, al menos no en invierno.

—Vamos a limpiar los establos de los caballos —explicó Jonah—. Lohacemos una vez al día, a menos que por alguna razón los caballos se hayanmantenido adentro, entonces lo hacemos dos veces. —Se acercó a una pared,agarró dos horquetas y me dio una. Lo seguí hasta el establo más cercano—.Bueno, vas a tener que colocar la horqueta por debajo del montón de estiércol.Después baja al suelo, desplazándote bien hacia adelante y atrás, liberando cadabolita de pino suelta. Hacemos esto para que el estiércol no se rompa y asíguardamos las semillas limpias.

 Juntos limpiamos el establo en unos cinco minutos, moviéndonos alsiguiente con la carretilla, después atamos o "agobiamos" al caballo fuera delestablo, y a continuación devolviéndolo otra vez, dejando caer un nuevo fardode heno y llenando su cubo de comida con cereal de tres kilos. Pasamos de unestablo a otro y al siguiente hasta que los diez establos de nuestro lado estabanlistos. No hablamos mucho, pero trabajamos rápidamente. En unos cuarenta ycinco minutos, nuestros establos estaban limpios y nuestros caballosalimentados. Nunca había trabajado así con alguien, y me sentí como si realmente

hubiera logrado algo.—Buen trabajo, bisoño —dijo Jonah, dándome una palmada en la espalda.

—Amigo, ¿qué demonios es un bisoño? —le pregunté, mirando a Cricketmientras caminábamos hacia la casa principal para el desayuno.

A ella y a Ethan les faltaban dos establos. Me deleité con el hecho de queella me estuvo viendo por todo el camino.

 Jonah se echó a reír.

—Eres un bisoño. Básicamente se trata de un novato, Spencer.

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—Ah, entonces supongo que no hay nada que pueda hacer al respecto.

—Nada —dijo, pero sonrió y de nuevo me dio una palmada en el hombro—. ¿Hambriento?

—Estoy muerto de hambre.

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Traducido por Debs

Corregido por La BoHeMiK

n el desayuno, Cricket llegó un poco tarde para mi gusto. De hecho,sabía a ciencia cierta que debería de haber aparecido un poco

después de Jonah y yo. Los estudié desde el otro lado de lahabitación. Los labios de Cricket delataban su pequeño juego, y la maldita sonrisade Ethan me molestaba más allá de lo que creía.

—¿Hola? —Escuché a mi izquierda.

—¿Eh? —dije.

—Estaba hablando contigo, Spence —dijo Bridge, poniendo los ojos enblanco cuando finalmente hice contacto visual.

»No importa —resopló—. Voy a orinar por séptima vez esta mañana.Espero que Ellie no piense que estaba tratando de evitar el trabajo. —Levantándose, se dirigió al baño.

Cricket me miró por el rabillo de su ojo. Levanté mis cejas cuestionándola,pero ella me ignoró. Estaba empezando a ponerme de pie para unirme a ellos,cuando Bridge corrió de nuevo hacia el comedor, sobresaltándome. Había unaexpresión de pánico en su rostro.

—Estoy sangrando —susurró.

—¿Qué ?

Movió la cabeza de arriba a abajo, con sus ojos llorosos y mordiéndose lauña del pulgar.

Mi corazón dio un salto hacia mi garganta.

—Bueno, bueno, no vamos a entrar en pánico. Uh, déjame pensar —le dije,pasando mis manos por el cabello. Mis ojos examinaron la mesa y se reunieroncon la mirada de Cricket.

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Leyó algo en mi expresión, dio un salto y se arrastró sobre su banco,prácticamente corriendo hacia nosotros.

—¿Qué pasa? ¿Estás bien, Bridget? —preguntó, alzando su mano ypasándola por el cabello de mi hermana.

—Estoy sangrando —susurró de nuevo.

—Oh, Dios. Bueno, no te preocupes. Ya vuelvo.

Cricket se acercó a Ellie y hablaron en susurros.

—Oye, Spencer, ¿tienes las llaves? —me preguntó.

—Sí.

—Muy bien, vamos a la ciudad. La abuela conoce un médico el cual va allamar por nosotros.

—¿Qué pasa con todo el trabajo con el que tengo que ayudar? —preguntóBridge con un filo en su voz.

—No te preocupes por eso, querida. —Cricket sonrió—. Primero vamos acomprobar que estés bien.

Bridge asintió.

—Ambas se quedan aquí —les dije—. Voy a correr hasta la camioneta y latraeré para ustedes.

Levantándome, me dirigí hacia la puerta.

—¿Todo bien? —preguntó Jonah.

—Sí, bueno, Bridge podría estar teniendo algunas complicaciones. Necesitocorrer hasta mi camioneta para llevarla a la ciudad.

Sin pensarlo, Jonah corrió a través de la entrada, hacia las escaleras yencendió su cuatrimoto.

—¡Vas a llegar más rápido en esta cosa! —dijo—. Sólo tienes que dejarlo allí,con las llaves en el encendido. Iré a buscarlo más tarde.

—Gracias, Jonah. —Estaba agradecido con él.

Conduje por el camino, pasando el establo del ganado, la cochera y

rodeando el establo de los caballos, para luego terminar en el remolque. Todavíaestaba oscuro, pero la cuatrimoto tenía faros. Sólo habría sido una caminata de

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siete u ocho minutos a pie, pero estaba tan ansioso, que esa caminata se habríasentido como una eternidad. Apagué el motor, pero dejé las llaves en elencendido como Jonah había pedido, entonces me metí a mi camioneta, encendíel motor y tiré la marcha en reversa antes de darme cuenta que, probablemente,

iba a necesitar algo de dinero. Entonces pensé que seguramente sería una buenaidea tomarlo todo. Estacioné y entré, metiendo los fajos de billetes en un paquetepequeño.

Conduje como un alma en pena, pero sentí que tardaba una eternidad llegara la casa principal. Me senté reposando por un momento, el tubo de escape delcamión todavía ondeada a mi alrededor cuando finalmente ellas salieron. Saltéde la camioneta y corrí hacia ellas, ayudando a entrar a Bridge y luego a ladiminuta Cricket justo detrás. Bridge insistió en sentarse en la parte de atrás para

que pudiera acostarse si quería. En menos de un minuto estábamos en lacarretera.

—Gracias a Dios los caminos están despejados hoy y no hay nieve —dijoCricket, desplomándose.

—¿Está funcionando tu calefacción? —le pregunté a Cricket, colocando mimano en la parte trasera sobre la ventilación de Bridge para asegurarme que ellatambién se estaba calentando.

Me miró de forma extraña.

—Uh, sí, está bien. —Se aclaró la garganta—. Gracias.

Cricket miró hacia atrás. Bridge descansaba su cabeza en la mano, con elcodo apoyado en el apoyabrazos.

—¿Estás bien? —preguntó Cricket.

—Yo… yo no sé. Supongo que ya veremos. 

Bridge trató de sonar tranquila, pero el terror se entrelazaba su voz.

—¿Te molestarías si te pregunto? ¿Había mucha sangre? —preguntóCricket.

—Uh, no, sí... no sé.

—Está bien, está bien. Veremos lo que dice el Doctor Harmon.

Bridge asintió.

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Cricket se volvió hacia mí y me miró. No volvimos a hablar. Odiaba tenerque dar la vuelta hacia la carretera. Desesperadamente quería saber lo que estabapensando. Quería dejar escapar todas mis preguntas, pero tampoco queríaalarmar a Bridge. Así que pasamos la media hora en coche hasta el sureste de

Kalispell, en un silencio casi absoluto. Bridge hablaba de vez en cuando parasaber cuánto tiempo faltaba o para preguntar si pensábamos que todo iba a estarbien. "No mucho" le decíamos. "Vas a estar bien" le ofrecíamos sin ninguna ideareal de si esa era la verdad.

Finalmente, entramos en el centro de Kalispell. Era increíblementeencantador. Edificios de ladrillo construidos en la década del diecinueve,originales calles empedradas y las aceras llenas de gente comprando. Las farolasseguían colgadas con guirnaldas y cintas. Estaba más que pintoresca, parecía uno

de los últimos lugares en la tierra que se podía fotografiar en blanco y negro, y lagente no sería capaz de discernir si estábamos en este siglo.

—Aquí está —dijo Cricket cuando giré hacia la avenida principal—. Ahíestá el Doctor Harmon.

Bridget se asomó por la ventana.

—Esto se parece a una farmacia salida directamente de una película en laépoca victoriana.

—Probablemente sea un poco más nueva —la corregí.

Bridge me atravesó con una mirada, silenciosamente haciéndome señaspara que cerrara mi pico.

Me bajé, corrí hacia el otro lado para dejar salir a Bridge y a Cricket. Habíados entradas, una para la farmacia en el primer piso y otra en el segundo pisocon una estrecha escalera que conducía a la oficina del médico. Todos subimoslas escaleras, las botas resonando fuertemente en el espacio pequeño y cerrado.

La parte superior de las escaleras tenía un pequeño descenso y había una puertade cristal opaca. Decía Marshall Harmon, Doctor ; y centrado debajo de su nombrecontinuaba, Ginecólogo - Obstetra. Todo en mí como hombre gritaba que corriera.

Entramos y nos acercamos a un pequeño escritorio de metal. Se veía comoalgo que iba a encontrar en el aula de un maestro en los años cincuenta.

—¡Cricket! —grito la pequeña recepcionista cuando se percató de ella. Susojos se deslizaron hasta Bridge y se puso de pie—. Debes ser la señorita Blackwell.Vamos al fondo. El Doctor Harmon la está esperando.

Bridge la siguió y la madera crujía bajo sus pies.

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—¿Vas a estar bien? —le preguntó Cricket.

—Voy a estar bien. —Bridge ofreció una pequeña sonrisa y se detuvo—. Nosé cuánto tiempo voy a estar. Deberían de hacer algunas diligencias, Spencer.

—Oh. Está bien —le dije.

La vi caminar sola hacia la sala, y me sentí tan afligido de que entrara ahísin nadie. Mamá debería de estar aquí. Odiaba a mi padre por eso. No me gustabael chico que le hizo esto a Bridge, aunque él no tuviera toda la culpa.

Volví a pensar en todas las veces que me había acostado con una chica y nohabía pensado dos veces acerca de eso, y me dolió el estómago. Si una chica nose protege a sí misma, ¿quién lo hará? Siempre había tenido la mentalidad de quelos hombres van a cambiar cuando las mujeres cambien, pero nunca pensé acercade cómo proteger a las chicas que estaban conmigo, fuera tanto miresponsabilidad como la de ella.

Miré a Cricket. Estudié a la chica delante de mí. Era increíblementehermosa, pero no era un objeto el cual conquistar, era alguien que debía de serapreciada, alguien para amar, alguien para ser venerada. Me pregunté si Ethanhacía todo eso por ella. Me pregunté si ella le daba todo eso a cambio, y eso hizoque mi sangre ardiera en mis venas. Sin duda, esa atracción inicial entre nosotrosera evidente, pero me preguntaba si debería dejar de intentarlo. Incluso mepregunté si mi enamoramiento por ella tendría algún futuro, sobre todo porqueella estaba con Ethan.

Mi mamá siempre decía—: Ya sea que estén conscientes de ello o no, si tucorazón late con su nombre, responderás al llamado.

Estúpidamente, siempre pensé que eso prácticamente significaba quecualquier chica estaba dispuesta al jugueteo, pero entendí en ese momento queeso significaba que nada era definitivo.

Sin embargo, ¿quería causar problemas? Toda su familia amaba a Ethan, ytodo el mundo estaba siendo tan generoso al permitir que nos escondiésemos ahí.¿Qué estás haciendo? Me pregunté a mí mismo. Todo esto es sobre Bridge. Sal. Haz tu

 futuro. Deja de obsesionarte con esta chica. Enfócate. 

—Conozco una sastrería en la misma calle. Lo suficientemente cerca comopara ir caminando —dijo Cricket—. Si estás interesado podemos conseguir algode ropa decente para trabajar.

—Eso estaría bien —le dije, sintiéndome derrotado.

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Seguí a Cricket afuera, sabiendo que, aunque la quería más de lo que nuncahabía querido a nadie, ella estaba demasiado fuera de alcance. Tenía metas.

Construí un muro de acero de treinta metros entre nosotros y sellé todos lostornillos, dejando sólo a Bridge y a mí de mi lado. ¿A quién le importaba sitodavía podía oír del otro lado el corazón de Cricket latiendo fuertemente comoun tambor con mi nombre?

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Traducido por Brendy Eris

Corregido por AliciaConi 

ientras comprábamos, Cricket me ayudó a encontrar un par de jeans decentes. Me negué a los Wranglers13 porque lucía ridículo.También encontró un par de camisas, calzoncillos largos (no

bromeo), una chaqueta de ante forrada de lana, que parecía bastante estándarentre las otras opciones, y dos pares de botas resistentes de trabajo. Me habíadado cuenta de que la mayor parte de los trabajadores del rancho llevaban unpañuelo de bandana, en vez de otra cosa. Supuse que era por razones prácticasy le dije a Cricket que me gustaría uno igual también.

Ella vino con un par de sombreros de cowboy, pero no me atreví a usarninguno. Los miré de manera cómica. Me probé uno y me sacudí un poco,tratando de aligerar el momento. Cricket se rio y mi estómago se retorció. Me lo

quité de inmediato, desesperado por conseguir su preciosa voz fuera de micabeza.

Me decidí por una gorra con una visera tejida de lana forrada en su lugar.Ella dijo que esas eran bastante comunes en todo el rancho, así que no resaltaríamucho ni nada, lo que agradecía. No quería destacar más de lo que hacía.

 — ¿Qué pasa con las chaparreras? — le pregunté.

Ella me miró, esperando una observación impertinente, pero mantuve una

expresión estoica. Se aclaró la garganta.

 — Tenemos un millón de pares en casa. Ellie los hace ella misma.

 — ¡No me digas! Ella es muy talentosa.

 — En todo lo que hace.

Asentí con la cabeza.

13  Wranglers: Marca de pantalones vaqueros. 

M

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 — Voy a pagar por esto, entonces  — dije, arrastrando el resto de las cosashacia el frente.

Mientras pagaba, en efectivo, por supuesto, oí sonar el teléfono de Cricket.

 — ¿Hola?  — Su respiración se detuvo, haciendo que mi corazón seacelerara — . Está bien. Está bien. Claro.

Ella me llevó el teléfono.

 — Es August.

 — ¿August? — le pregunté, nervioso — . ¿Qué pasa, tío?

 — Amigo, tu papá está loco  — comenzó.

 — Mierda. ¿Qué pasó? — Mis pulmones desinflándose.

 — Llegué a casa, ¿correcto? Entro a la habitación y este chico raro con gafaspasadas de moda estaba sentado en mi escritorio como el puto dueño del lugar.

 — ¿Mi papá?

 — No, idiota, ese gran hijo de puta que lucía tenebroso con putos guantesde cuero negros y la mierda. Como si estuviera a punto de lanzar mi culo a ladistancia o alguna mierda. Hombre, eso fue intimidante.

Si no lo hubiera visto en su último examen de ingeniería con mis propios ojos, nuncacreería que August tuviera dos células cerebrales que se rozaran entre sí.

 — Bueno, ¿has dicho algo? ¿Voy a tener que arrastrar mi culo fuera de aquícon Bridge?

 — No, no, amigo. ¡No lo vas a creer ! Yo le dije que podía irse a la mierda. ¡Ledije que no tenía idea de dónde estabas!

Respiré un suspiro de alivio.

 — Vas a tener un perfil bajo por un tiempo  — le dije — . No vayas a muchoslugares si puedes evitarlo. Vive tu vida apaciblemente. No envíes una grancantidad de paquetes aquí o llames mucho. Mi papá se dará cuenta de unaumento en el patrón.

 — Me siento como James Bond y la mierda.

 — Sí, August, eso es exactamente a lo que me recuerdas. James Bond.

Él se echó a reír.

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 — ¿Cómo te adaptas? Cricket es genial, ¿verdad?

Miré hacia arriba y me di cuenta de que Cricket estaba examinando lospasillos.

 — ¿Por qué no me dijiste Cricket era una chica?

 — Yo supuse que podrías saberlo por la forma en que hablaba de ella.

 — ¿Cómo? ¿Cómo hubiera sido capaz de saberlo? Sólo decías cosas como,“Cricket puede enlazar un becerro como nadie” o “Cricket puede escupir cincometros” o “Cricket le bajó los pantalones al mariscal de campo de la escuela y fuesuspendido por una semana”. Eso no te conduce al comportamiento de una chica. 

 — En mi casa lo es — explicó.

 — Podrías haberme advertido que era linda, sin embargo.

 — Ella es una pequeña cosa popular.  — Se rio — . Decidí sorprenderte coneso.  — Los dos nos quedamos callados — . Oh no, Spencer  — intervino — , no puedes. Te lo ordeno, hermano. Mantente alejado de Cricket. Ella es diferentea las chicas que perseguimos.

 — No lo haré — le dije — . No tengo ninguna intención de ir tras ella. — Salvoque se sentía como una mentira. No importaba; yo estaba decidido.

 — Bueno  — dijo, calmándose un poco — . Además, está con Ethan. Hanestado juntos desde que eran niños.

Ese dolor abdominal extraño invadió mi cuerpo otra vez y traté decomprobarlo. 

 — ¿En serio? No tenía idea de que habían estado juntos tanto tiempo.

 — Sí, son novios de la infancia y la mierda.

Tal vez esto hará que sea más fácil hacer caso omiso de ella. Entonces, ¿por qué meduele todo el cuerpo de pensar en ello?

 — Bueno, bueno, recuerda lo que dije, ¿está bien?

—Sí, entendido.

 — Gracias, August, eres como un hermano para mí, a pesar de que a vecesquiero patearte el culo por ser un idiota.

 — Yo también te quiero, amigo.

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 — Adiós.

 — Paz — dijo, y colgó.

Presioné el botón de colgar en el teléfono de Cricket y di un suspiro de

alivio.

Con las bolsas en la mano, seguí a Cricket de nuevo a la camioneta y coloquélas compras detrás del asiento del conductor en el suelo.

 — ¿Hay que subir? — preguntó Cricket.

 — Sí, vamos a ver dónde está.

Subí las escaleras detrás de Cricket, su increíble trasero a nivel de mis ojos.

Casi gemí. Entramos en la oficina del doctor. — Hey, Perdi, ¿ella esta lista?

Se levantó y tomó la mano de Cricket.

 — Todavía no, pero creo que el bebé está bien. — Ambos respiramos el estrésreprimido que llevábamos — . ¿Cómo estás tú?  — preguntó Perdi, sus ojos seestrecharon en una expresión compasiva que usa la gente cuando se acaban deenterar de que caíste en una gran pila de mierda o, supongo, estiércol de vaca en

el caso de Cricket. — Estoy bien  — dijo Cricket, deslizando su mano de la de Perdi. Ella me

miró y yo fruncí las cejas.

 — ¿De qué está hablando? — le pregunté cuando Perdi fue a ver a Bridget.

Me sentía muy aliviado al saber que mi pequeña sobrina o sobrino estababien, pero la forma en que Perdi actuó levantó enormes banderas rojas en el aire.

 — Oh, nada, ella es simplemente curiosa.

Fijé mi mirada en Cricket. Estaba inquieta y se dio cuenta que estabaviéndola. Se acercó a la pequeña sala de estar y se dejó caer sobre un banco demadera, desplegando una revista muy anticuada, el modelo de la portada teníael cabello ondulado y traía una sudadera holgada amarillo brillante y una binchapara la cabeza.

Me senté a su lado. Su brazo tocó el mío, y eso hizo que mis manostemblaran un poco. Jugué con fuego al inclinarme hacia ella fingiendo tomar su

revista.

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 — ¿Piensas que reelijan a Reagan? — le pregunté. Ella sonrió con su pequeñasonrisa astuta y mi corazón comenzó a latir con fuerza en la garganta — . ¿Visteese episodio de Punky Brewster 14 anoche? Soleil Moon Frye es la bomba.  — Sonreímás.

Detén esto, tonto. Esto rebasa el límite del coqueteo.

 — No veo mucha televisión, pero me gusta el cine. — Ella siguió el juego — .

Más Brat Packer15 para mí.

 — ¿Molly o Ally?  — le pregunté.

 — Molly. Aunque, Ally es bastante impresionante en “El Club de los 5".

 — Sí, ella tenía una completa vibra de a-quien-mierda-le-importa-lo-que-

pienses. Como, voy a tirar mi pimiento encima de esta rara escultura, luegogolpear este sándwich Pixty Stix-Cap'n Crunch, ¿y qué vas a hacer al respecto?

Cricket se rio, se rio de verdad. Fuerte. Me tomó por sorpresa, pero despuésde un segundo, me hizo dolorosamente consciente de lo increíble que era, comotodo su rostro se iluminó, cómo todo su cuerpo se estremeció. Yo estaba fascinadopor ella.

Pasaron unos minutos en silencio y luego Cricket hizo algo que me hizo

enamorarme muy fuerte de ella, sentí como que iba a derrumbarme a sus pies.Ella se puso a silbar el tema de El puente sobre el río Kwai. No pasó mucho tiempoantes de que me una, pero no llegamos a terminar porque Bridge finalmente salió,luciendo un poco verde en la cara, pero por lo demás intacta.

Me puse de pie.

 — ¿Estás bien? — le pregunté.

 — Estoy bien, el bebé está bien. Estoy esperándolo para junio veintitrés.

 — Felicidades, Bridge — le dije, abrazándola.

Ella devolvió el abrazo.

 — Gracias, Spence.  — Ella respiró profundamente — . Estoy bastanteasustada, sin embargo.

14 Punky Brewster: Serie de tv de 1984 que trata sobre una niña llamada Punky Brewster   (Soleil

Moon Frye) criada por su padre adoptivo. 15 Brat Packer: El término Brat Pack o "atajo de mocosos" fue utilizado para denominar a un grupo

de actores surgidos a comienzos de los 80. 

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 — Bueno, es una cosa que da miedo.

Cricket abrazó a Bridge cuando la solté.

 — Estoy tan contenta de escuchar que el bebé está bien  — dijo ella.

 — Gracias  — respondió Bridge — . ¿Quieren ver el sonograma?

Le tendió la fotografía satinada y vi un pequeñito cacahuate. Cricket dijo“aww” y yo me quedé allí, absorto en la pequeña cosa, sintiéndome orgulloso yabrumado.

 — ¿Es ésta la cabeza?  — le pregunté.

 — No, eso es su extremo posterior. — Se rio — . Esa es su cabeza.

 — Cosita pequeña — le susurré.

 — El Dr. Harmon dijo que es aproximadamente del tamaño de un limón.

 — Eso es gracioso.  — Sonreí ampliamente, trazando mis dedos sobre elpequeño esbozo.

Miré hacia arriba y vi a Cricket mirándome.

 — ¿Qué? — le pregunté.

Tragó saliva.

 — Uh, n-nada.

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Traducido por Aneynn*

Corregido por AliciaConi

ntes de que fuéramos a casa esa tarde, nos detuvimos en el bancolocal. Fui forzado a confiar en la bondad de Cricket una vez más

cuando le pregunté si estaría dispuesta a conseguir la caja deseguridad puesta a su nombre para todos los cheques que habíamos cambiadopor efectivo justo a las afueras de Salt Lake City. Ella accedió, pero si estabasorprendida por todo el efectivo que teníamos, no dijo nada. Lo poco que sabíasólo era la punta del iceberg.

— Lo arruinaste otra vez. No fuiste cuidadoso. Ella sabe cuánto tienes — me dijoPiper, tendida en su costado junto a mí en la cama. Su cabeza descansando en su mano.

— ¿Y qué? — le pregunté, girando sobre mi estómago para alejarme de ella.

Las mantas de la cama se deslizaron hasta mi cintura, así que las jalé hacia arribaun poco más.

— Qué mal — ronroneó Piper en reacción, haciéndome retroceder — . Me gusta tuespalda. Me gusta tu parte frontal incluso más. Voltéate para mí.

— Sal de aquí, Piper.

— Ella sabe cuánto tienes — repitió.

— Otra vez, ¿y?

— ¿Qué si ella les dice a otros?¿Qué si quieren lo que tú tienes?

— Ella no haría eso.

— Sí podría.

— Incluso si lo hiciera — dije, perdiendo mi temperamento—  , ellos no lo tomarían.

— ¿Cómo lo sabes? —  preguntó.

A

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— Porque son buenas personas.

— No hay tal cosa.

— ¡Si la hay! No tienes idea de lo que estás hablando.

— Todos tienen un poco de sanguijuela en ellos, Spencer. No seas ingenuo.

La alarma sonó a las cuatro y media la mañana siguiente otra vez, y una vezmás, me di cuenta que ciertamente no estaba soñando. Cuando estuve vestido enmi nueva ropa, le pregunté a Bridget si pensaba que me veía como un idiota. Enperfecta seriedad, dijo, “Amigo, te ves como si pertenecieras aquí”, lo cual mehizo feliz como la mierda. Jonah recogió a Bridge otra vez, pero esta vez Cricket

no me encontró a mitad de la entrada, para mi decepción. Esto es bueno, seguírepitiéndome a mí mismo una y otra vez.

 Jonah y yo repetimos la limpieza de las casillas como lo hicimos el día deayer pero esta vez, pusimos una bolsa de algo llamado “pellets para cama”.Pusimos las bolsas en las esquinas de las casillas y con un cuchillo, hicimos uncorte transversal, metiendo las solapas dentro de la bolsa. Lo que pasó despuésme fascinó porque vertimos una cubeta de agua caliente en ella.

 — Déjalo  — me dijo Jonah — . Vendremos a extender las camas después deldesayuno.

 — ¿Qué les pasará a los pellets? — le pregunté mientras nos dirigíamos haciala casa principal.

 — Se expanden. Toda la bolsa se volverá de al menos doce pies cúbicos extrade pellets de madera de pino. Tiene la consistencia del aserrín, es suave para loscaballos, mejor para sus alergias, e incluso aumenta la tasa de absorbencia de laorina, haciéndolo más higiénico. Usamos una a dos bolsas a la semana,

dependiendo de qué tan seguido los caballos usan las casillas.

 — Genial.

 — Lo es.

Después del desayuno, extendimos la cama. Estaba emocionado de subirmea un caballo porque había pasado al menos un año, pero Jonah me informó quenecesitábamos cepillarlos antes. Nunca había tenido que hacer eso.Vergonzosamente, los trabajadores de las cabellerizas hacían todo eso por

nosotros. Jonah me enseñó cómo cepillar a un caballo apropiadamente de talmanera de que no se rasparan o fueran frotados por alguna suciedad suelta

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durante las jornadas laborales. Le pregunté por qué ellos no lo hicieron cuandolos guardaron en sus lugares y me dijo que lo hacían siempre que un caballo esmontado y cuando los guardan en sus lugares.

 — Maldición, esto es mucho trabajo — le dije.

 Jonah se rio.

 — Ni siquiera hemos empezado, bisoño.

Ethan y Cricket vinieron a pararse en frente de nuestra casilla con suscaballos.

 — ¿Listo? — me preguntó Ethan.

Asentí.Todos montaron sus caballos y yo los imité, un poco nervioso, y muy

ignorante de lo que se suponía que tenía que hacer. Tuve la misma sensación queconsigues cuando eras nuevo en la escuela y no tenías idea de quiénes eran losdemás en el receso del almuerzo. Tomarías tu bandeja del almuerzo y en ciertomodo te detienes a mirar alrededor por un momento buscando un buen lugarpara sentarte, pero todo el tiempo que estás buscando, todo lo que puedes sentirson los ojos de los demás en ti. Es una sensación de mierda.

Me senté ahí en mi caballo, completamente despistado de a quién sesuponía que debería seguir. Oí un silbido a mi izquierda. Era Cricket.

 — Tú, bisoño, estás conmigo hoy.

Mi corazón palpitó rápidamente. Hice trotar mi caballo para estar al ladode ella, aliviado más allá de lo increíble. No porque era Cricket. Porque tenía undestino. Sí, eso es todo.

 — ¿Qué vamos a hacer?  — le pregunté a su hermosa cara, incapaz de evitar

mirarla fijamente.

 — Vamos a ir a contar cabezas, conseguir una lectura en cualquier rezagadoen mi sección, dirigirlos hacia el rebaño otra vez. Vamos a llevar a todo el rebañomás cerca del rancho.

 — ¿Para qué?

 — Lo hace más fácil para nosotros para prepararnos y reaccionar a losnacimientos. Podemos mantener un ojo más de cerca a ellos.  — Apartó la miradade mí — . Eugie, ven.

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El viejo y gruñón pastor alemán fue detrás de ella.

Comenzamos por el pastizal. El cuero rechinó y se tensó debajo de mí. Lacola de mi caballo se movía de un lado al otro, su aliento hizo vaho en frente mío.Estaba helando, pero se sentía lo suficientemente confortable gracias a lassugerencias de Cricket sobre el atuendo.

La seguí por unos buenos quince minutos, fascinado por su trasero. Ella eratan natural en un caballo, ni un sólo movimiento se sentía superfluo. Ella naciópara estar sobre ese caballo.

Estuvimos en silencio, ninguno de nosotros sabiendo qué decirnos el uno alotro. Era incómodo, aunque no me podía quejar, no con la vista que me ofrecía.

Finalmente, alcanzamos nuestro destino, una cuesta cerca de la base de lamontaña de Bitteroot, encima del lago Gossamer. Emergimos de entre unaamplia arboleda espolvoreada con nieve y me fijé en la vista delante de mí. Missensaciones se sentían abrumadas, al máximo con la intensa belleza. El lago eratan azul que no parecía natural y era tan claro que podías ver todo el caminohasta el fondo. Estaba flanqueado por dos afilados y rocosos acantilados a loslados que eventualmente se degradaban pico tras pico, un mar de intimidantesaunque hermosas montañas. En la base estaban plantados pinos de treinta metrosde alto. Llenaban la costa excepto por los tres metros de variantes de rocas color

gris salpicadas con algunas de color rojo, amarillo y verde, alisadas por cientosde años de corrientes de agua. Redondas y perfectas, distraídamente noté que mimamá había pagado miles de ellas para alinearlas en su entrada.

 — Sí — dije.

 — N-no dije nada — respondió Cricket, frunciendo sus cejas en confusión.

 — Sí, este es uno de los lugares más hermosos en el que alguna vez heestado. Ibas a preguntar, ¿no es cierto? ¿Cómo no podrías hacerlo?  — Hice un

ademán hacia la naturaleza que nos rodeaba. Mi mano con guante chirrió contrael cuero mientras lo ponía de vuelta en la silla de montar.

 — Indudablemente hermoso — concedió ella mientras la miraba. Sin lugar adudas.

Continué mirándola fijamente y mi estómago comenzó a doler otra vez.Todo lo que podía pensar era el paisaje, el momento, habría sido perfecto para elprimer beso. Y mi Dios, sí que la quería besar. Mis ojos se movieron hacia suslabios mientras ella los chupaba, haciéndome marearme.

 — Detén eso — dijo, mordiéndolos, como si eso desafilara su ansiedad.

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 — ¿Qué detenga qué?  — pregunté, tragando duro. Esta vez deseando queestuviera mordiendo mi labio en vez del suyo.

Mis párpados se sentían tan pesados, casi los cerré.

 — Eso  — contestó — . Lo que sea que estés haciendo. Y-yo…  esta fue unamala idea — respiró la última parte.

 — ¿Qué es?  — pregunté suavemente, mi lengua sintiéndose pesada comomis párpados.

 — Emparejarnos. A Ethan no le gustó, pero Pop Pop insistió.

Esperé un momento antes de responder.

 — 

¿Por qué? — Pensó que podría enseñarte mejor. Que responderías mejor conmigo.

 — ¿Por qué pensaría eso, Cricket?

 — No estoy segura — mintió.

Nos sentamos en silencio.

 — Creo que sabes por qué.

Sus ojos atravesaron los míos, su pecho creció rápidamente con susrespiraciones.

 — No, no lo sé.

 — Oh, creo que sí lo sabes  — dije, avanzando mi caballo más cerca de ella einclinándome, agarrando su silla de montar y trayéndola a centímetros de micara.

Se puso nerviosa, apartó la mirada de mí y comenzó a contar el ganado enel pastizal abierto al sur del lago.

 — Perdimos siete cabezas.

Me enderecé en mi silla y respiré hondo, todavía mirándola fijamente. No la puedes tener. Detente. Vuélvete su amigo. Sólo su amigo.

Suspiré y dejé ir su caballo.

 — ¿Los puedes localizar? — le pregunté.

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 — Ahí  — dijo, apuntando su mano enguantada justo al este del lago — . Ahíhay cinco.

 — ¿Los otros dos?  — pregunté otra vez. Buscamos en el perímetro del lagoen silencio. Esta vez yo divisé los restantes dos — . Ahí  — dije, respondiendo mipropia pregunta.

 — Vamos  — dijo, su silla protestando debajo de ella mientras dirigía sucaballo hacia la cresta.

Mantuve el paso con ella.

 — ¿Cuál es tu cosa favorita en el mundo? — le pregunté.

Me miró escéptica.

 — ¿Por qué?

 — Cricket, no tengo motivos ocultos. Sólo me imaginé que voy a estar aquípor un tiempo, somos compañeros o lo que sea y sería agradable si supiera unpoco más sobre ti.

Aclaró su garganta.

 — ¿Mi cosa favorita en el mundo? Déjame ver  — comenzó, jalando un poco

de su labio inferior. Revisé el dolor en el estómago de nuevo — , ¿además de mifamilia?

 — Además de tu familia.

 — Eugie — dijo, sonriendo y mirando la tierra debajo de ella.

Cuando ella dijo su nombre, Eugie levantó la vista hacia ella, la lenguacolgando y emocionado de seguir sus órdenes.

 — ¿No Ethan? — pregunté, incapaz de evitarlo.

 — Ethan es parte de mi familia, Spencer.

 — Me parece bien. ¿Tienes algunos hobbies?

 — Podría incursionar en un poco de escultura  — dijo, con las mejillasardiendo.

 — Escultura, ¿eh? ¿Y tú elección técnica?

 — 

Tomo trozos de metal que solíamos reciclar alrededor del rancho ycualquier cosa que puedo encontrar, y hacer cosas locas con ellas.

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 — Eso es genial — dije, genuinamente impresionado — . ¿Qué haces?

Me miró extrañamente.

 — ¿Realmente quieres escuchar esto?

 — ¿Por qué no lo haría?

 — No lo sé. E-es sólo que no mucha gente por aquí piensa que sea un usoeficiente de tiempo.

 — ¿Quiénes son esas personas?

 — Oh, nadie en realidad  — dijo evasiva.

Ethan. Ethan era “las personas” de la que ella estaba hablando. 

 — ¿Por qué piensan eso? — pregunté.

Rodeamos los caballos alrededor de la base de la cresta que atravesamos ynos dirigimos por las dos cabezas de ganado en el norte del lago.

 — Supongo porque yo podría estar, no lo sé, haciendo reparacionesnecesarias o cualquier cosa en su lugar.  — Me miró con una sonrisa — . Siemprehay algo que hacer en un rancho.

 — Exactamente  — estuve de acuerdo.

 — ¿Mmm?

 — Siempre hay algo que hacer aquí. Prueba de que la vida no espera, así quepor qué no tallar tú mismo un poco de felicidad. Por supuesto, sé que este es untrabajo satisfactorio porque ayuda a que tu familia sobreviva.  — Suspiré — . Esdefinitivamente un trabajo extenuante, ¿pero por qué tiene que ser eso lo que tedefina?

 — Confía en mí  — dijo, crípticamente — , nadie me define por el trabajo quehago aquí.

La estudié, pero su rostro no me mostró nada más. Me di cuenta que era untema que estaba fuera de los límites con ella así que mantuve mi boca cerrada.

 — Nunca respondiste mi pregunta.

 — ¿Cuál de ellas?

 — 

Qué haces con esos trozos de metal con los que te topas.

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Sonrió hacia sus manos entonces levantó la mirada hacia mí una vez más.Mi corazón se detuvo. Ella hacía que mi corazón se detuviera.

 — Hago cosas inusuales. Por ejemplo, siempre he estado fascinada porChurchill16 

 — Interesante — dije, riéndome un poco.

Ella me ignoró.

 — Así que creé esta exagerada versión de su cabeza usando cosas disparejasy terminaciones. Estampé su cita, “Si vas a atravesar el infierno, continúa”, en sufrente. Me encantó. Los otros, no mucho.  — Se sentó pensativamente por unsegundo — . ¡Excepto por Jonah! Jonah ama mis esculturas.

 — ¿Y August?

 — El piensa que son una pérdida de tiempo.

 — ¿Qué hay de Ethan?

Me miró pero no dijo una sola palabra.

 — Creo que me gustaría ver esas esculturas tuyas, Cricket Hunt.

 — Caroline  — me corrigió con una sonrisa.

 — ¿Tu verdadero nombre?  — pregunté.

 — Sí, aunque puedes llamarme Cricket si quieres, pero si vamos a sercompañeros, como dijiste, deberías saber que mi nombre real es Caroline.

 — Caroline es un nombre hermoso.

 — Gracias.  — Me dio esa sonrisa que detiene mi corazón — . Mi madrefallecida lo escogió.

 — No sé sobre eso — dije — . Vi su pintura en la casa principal. Pareces llevarun parecido con ella muy grande. Me parece que ella sigue viviendo muy bienen los recuerdos.

Me sonrió. Esta vez alcanzó sus ojos vidriosos.

 — Gracias. 

16  Winston Churchill: Político británico, considerado el último de los grandes estadistas. 

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Traducido por Mari NC

Corregido por AliciaConi 

legamos a las dos cabezas de ganado de pastoreo, ambas gordas porlos becerros, y comenzamos a guiarlas hacia las cinco en el lado este

del lago. Cricket y yo tratamos de continuar nuestra conversación,pero las vaquillas lo hicieron imposible: una de ellas o ambas se asustaban ytrataban de huir hacia el bosque. Era difícil guiar nuestros caballos, y mucho mása las vacas a través de los árboles.

Tomó casi una hora alcanzar a las cinco en la orilla oriental. Nos sentamosallí con las siete por un momento para recuperar el aliento.

 — Tenemos que mantenerlas fuera de los bosques  — dijo — . Quiero quemantengas la parte trasera aquí y que les impidas darse la vuelta. Flanquearé suizquierda y prevendré que se asusten. Vamos a utilizar el lago para nuestraventaja. Ellas evitan las aguas más profundas.

Asentí con la cabeza.

Mi trabajo era bastante fácil, tirar a la izquierda o a la derecha para evitarque se giraran, ¿pero el de Cricket? Cricket era como el maldito Houdini. Unsegundo estaba casualmente poniendo a una sola vaca de nuevo en línea, alsiguiente estaba acorralando a las siete con lo que parecía un simple movimiento

de su caballo. Cada simple movimiento era calculado con ni una sola pérdida deenergía, y lo hizo todo a la perfección. Ella lo hizo parecer fácil, cuando yo sé dehecho que era una danza orquestada y anticipada. Ella era increíble. Eraimpresionante. Era sin duda la más fascinante criatura que había conocido jamás.

Cuando nos acercamos al rebaño, Cricket guio a las extraviadas hacia elmontón, y parecían felices de estar de vuelta. Ella se dio la vuelta y se encontróconmigo.

 — ¿Ese es Emmett en un caballo? — le pregunté.

L

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 — Sí, él siempre ayuda con el arreo. Nadie a excepción de Jonah tiene susinstintos, y los de Jonah son prematuros. Él prácticamente puede dibujar lasreacciones del rebaño en un pedazo de papel antes de que incluso nos lopropongamos.

Como si supiera que estábamos hablando de él, Emmett llegó cabalgando,silbándole a una vaca obstinada.

 — ¿Cómo lo haces, bisoño?

 — Pregúntele a su nieta — respondí con una sonrisa.

El rebaño mugió, asustado y fue totalmente ridículamente ruidoso. Por eso, junto con los “ha” y silbidos de los trabajadores del rancho, tuvimos que levantarla voz para escucharnos el uno al otro.

 — No lo hizo tan mal  — le dijo Cricket, guiñándome un ojo. Casi me caí demi caballo — . ¿Están todos adentro?

 — Ethan sigue peleando con cinco cabezas muy lejos de aquí. De algunamanera llegaron a los alrededores de la cerca en el lado norte de la propiedad.

 — ¿Cuántas en total? — preguntó.

 — Aproximadamente noventa y tres. Tenemos la mayoría de ellas sin

embargo. Debería estar en nuestro camino pronto.

Cricket asintió mientras Emmett se dirigió de nuevo al rebaño, luego pusosu pañuelo sobre su boca, haciéndola parecer un bandido a la antigua. Yo hice lomismo. La calidez de mi aliento era un buen respiro.

 — Bonnie — la llamé.

 — Sí, Clyde  — respondió hábilmente, haciéndome reír.

 — ¿Cuánto tiempo se necesita para conducir el rebaño?  — grité.

 — Se necesitan alrededor de cuatro horas. Hay un pedazo de la carreteraque tenemos que cruzar para llegar al rancho principal. Eso es siempre un doloren el culo cuando el ganado se espanta fácilmente por los coches que pasan. Seconfunden.

 — ¿Por qué hay un camino público que atraviesa el centro de su propiedad?

 — Son miles de acres, Spencer, y cuando la ciudad llega a llamar a tu puerta

con un papel que dice “dominio eminente”, en realidad no tienes más remedioque obedecer.

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Asentí.

 — ¿Ellos, al menos, les pagan por ello?

 — Pues no.

 — Maldición.

 — Exactamente.

Un agudo silbido llamó nuestra atención. Emmett hizo una señal de lazocon el brazo y todo el mundo cayó en su lugar. Emmett en la delantera, Jonah yun peón del que no podía recordar su nombre a su izquierda y derecha, Ethan ysu padre detrás de ellos, los peones Pete y Drew detrás de ellos, y Cricket y yo enla parte de atrás. Todos los perros estaban esparcidos alrededor excepto por

Eugie, y eran como pequeñas máquinas bien engrasadas, comprobando ganadorebelde y manteniéndolo en línea. Me fascinaba verlos trabajar en sincronía contal increíble eficiencia.

 — Espero que alimenten bien a esos perros  — dije.

 — Oh, comen como reyes. — Se rió Cricket.

De repente, vi a Ellie pasear para unirse a lado de Jonah.

 — ¿Tu abuela está ayudando? — pregunté con incredulidad. — Ella es un duro pájaro viejo. Nada puede evitar que haga esto. Arrear es

su parte favorita del rancho. La abuela se esfuerza para la aventura. Ella siempreviaja punto derecho detrás de Pop Pop.

 — Punto — dije.

 — Sí, si esto fuera, digamos, hace cien años y estuviéramos conduciendo elganado durante semanas, la posición de Pop Pop sería llamada “jefe de camino”,

 Jonah y Joe serían “punto”, Ethan y Huck serían “swing”, Pete y Drew serían“flanco” y tú y yo seríamos el “arrastre”. 

 — Genial — dije, interesado en lo que estaba hablando, posiblemente porqueestaba sentado en la parte trasera de las cinco mil cabezas de ganado, o másposiblemente porque era Cricket hablando y cualquier cosa que dijera mefascinaba — . ¿Cómo sabes todo esto?

 — Solía leer diarios de mi tatara-tatara-abuelo. Él solía andar por lossenderos como un jornalero antes de establecerse aquí.

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Comenzamos el arreo cerca de una hora después del amanecer, que fuebienvenido, ya que ya había empezado a calentarnos. A mitad de camino, estabaempezando a sudar porque estaba trabajando muy duro para evitar que misección del ganado se pusiera renegada. Vería a Cricket y sólo los menores

movimientos de su caballo influirían en su ganado. Me encontré estudiándola,aprendiendo cómo anticipaba sus acciones y trataba de emularla. Alrededor deuna hora en eso pensé que había conseguido la destreza de ella hasta que unavaca salió disparada del rebaño como si alguien la hubiera golpeado. Todos losperros estaban ocupados, por lo que me fue dejado a mí recuperarla.

Ladeé mi caballo hacia la izquierda y fui tras ella pero cada vez se iría a laderecha, yo corregiría y la perdería. Se deslizaba fuera de mi control, y yo estabaempezando a sentirme frustrado. Oí a Cricket venir galopando detrás de mí. Me

di la vuelta para gesticularle que regresara con el rebaño, que contra viento ymarea, iba a conseguir regresar a esta vaca problemática de nuevo al grupo, perome quedé en atónito silencio cuando ella sacó su cuerda y empezó a balancearlapor encima de su cabeza. En un intento, rodeó el cuello de la vaca. Se dio la vueltapara volver al grupo y yo la miraba boquiabierto, con mi boca negándose acerrarse. Maldición.

Nunca había visto nada más sexy que Cricket Hunt lazando a una vaca.Silbé por lo bajo. Aun así no puedes tenerla.

Soltó a la vaca y nos quedamos en silencio al paso con los otros. El rebañohabía desacelerado a un ritmo muy lento y las cosas se ponían suaves.

 — No quería sobrepasar — ofreció a modo de disculpa.

 — No, está bien — dije, todavía aturdido por lo talentosa que era.

 — Yo sólo… nos estábamos adelantando a ti y no quería perderte. 

Leí demasiado en eso y mi corazón saltó en mi garganta.

 — Eso está seriamente bien — dije con una sonrisa.

Ella devolvió la sonrisa.

Cuando llegamos a la carretera, Jonah y Emmett abrieron las puertas en elcruce. Ellie y Jonah se apostaron en la carretera para evitar que el ganado sedispersara y las vacas comenzaron rápidamente a serpentear a través. Fueestresante porque reducía el ancho del rebaño y se sentía como una tareaimposible mantener a todo el rebaño junto.

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Cricket y yo vimos como un camión comenzaba a acercarse, yendodemasiado rápido. Nos sentamos en nuestras sillas de montar, las manosenguantadas agarrando los cuernos de nuestra silla de montar con gran tensión.

 — Detente  — susurró Cricket en voz baja, su pecho subiendo y bajando conel estrés.

Ellie siguió levantando sus manos sobre su cabeza, más el necio no hizoningún movimiento para reducir la velocidad hasta que fue demasiado tarde.

 — ¡Frena!  — grité en vano, apoyándome para saltar de mi caballo, como siestuviera en cualquier lugar cerca de ellos.

La mano de Cricket se envolvió alrededor de su garganta. Lucía aterrada einsegura. Agarré su hombro en reacción y nos sentamos sin poder hacer nada,esperando. No hay nada más lamentable que la sensación de no tener el control.

Estampando sus frenos, se detuvo a sí mismo a punto de golpear a Ellie. OíCricket inhalar una bocanada de aire.

 — Oh Dios, no la golpeó  — suspiró ella, trayendo su mano a su corazón.

Hubo un segundo de absoluta calma antes de que puro caos y todo elinfierno se desatara. El ganado se asustó, la mayor parte corrió a través de la

puerta y se dispersaron en el pasto, pero por lo menos setenta cabezas perdieronla ruta y siguieron la línea de la cerca en todas las direcciones diferentes.

 Jonah, Pete, Drew y Ethan se apresuraron a alcanzar a todas los quepudieron, mientras Cricket y yo nos hacíamos cargo de la mayor cantidad delrebaño como pudimos de nuestra parte, guiándolos a través de la carretera yhacia el nuevo pasto. Una vez que todos los animales estuvieron del otro lado yla primera puerta fue cerrada, Jonah desmontó su caballo, ató las riendas de sucaballo en la puerta cerrada. Antes de que hubiera tenido la oportunidad dereaccionar, Jonah se acercó al lado del conductor, arrancó la puerta y empezó agritar.

 — Mierda — dije en voz baja y desmonté, entregándole a Cricket mis riendasy corrí hacia el lado de Jonah.

Ethan rápidamente se puso de pie al lado de Jonah también. El conductorse bajó y se metió en la cara de Jonah, pecho a pecho y los separé, reteniendo a

 Jonah. Ethan retuvo al conductor.

 — 

¡Cuál demonios es tu problema! — 

gritó Jonah — 

. ¡Tenías que habernosvisto!

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 — ¡Vete a la mierda!  — respondió el chico, porque no tenía nada más conqué defenderse.

 Jonah se lanzó hacia delante y tuve que usar toda mi fuerza para detenerlo.Estaba lívido.

 — ¡Podrías haberla matado! — gritó.

El hombre se tambaleó un poco y se hizo evidente por qué su tiempo dereacción fue tan letárgico. Ethan le dejó ir y se unió al lado de Jonah.

Lo estudié.

 — Estás borracho — le dije.

 — 

¡Tú! — 

gritó, sin escucharme. Me señaló — 

. ¡Vamos! — No voy a pelear contigo, idiota, pero voy a arreglar tu problema  — le dije

con calma, colocándome al lado de Jonah. Lo miré, haciéndole saber que sequedara en donde estaba.

Caminé alrededor del tonto ebrio y quité las llaves del encendido. Elhombre trató de quitármelas, pero fue un intento exagerado, haciéndole caercontra el lado de su camioneta.

 — Voy a mantener estas  — le dije. Miré a mí alrededor hacia Cricket. Ellatodavía estaba en su caballo — . ¿Llamas a la policía?

Ella asintió.

El chico se puso en pie, pero tomó su puerta para ayudarse a hacerlo.

 — Te voy a patear el culo  — dijo, arrastrando las palabras.

 — No lo creo  — dije — . Vas a esperar aquí y cuando la policía se presente,puedes explicar por qué estás borracho a las once de la mañana y conduciendo.

Me di la vuelta y empecé a seguir a Jonah de nuevo a la valla para recuperarnuestros caballos, pero sentí un tirón en mi chaqueta. Mi cabeza cayó hacia atrásen reacción. Oh, mierda.

Me di la vuelta y me agaché cuando el idiota dio un golpe. No lo golpees. Nolo golpees. Dio un golpe de nuevo, pero retrocedió rápidamente.

 — Detente — le exigí.

Se tambaleó hacia delante.

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 — Tu culo es hierba, niño bonito  — se burló.

 — Sienta tu culo en tu camioneta, o te pondré allí.

Su cara llameó roja y sus ojos se entrecerraron en odio. Aquí vamos. Él lanzó

un golpe pero lo evité con facilidad, luego lancé un gancho que dejó al bastardonoqueado.

 — ¡Whoa! — gritó Jonah, arrastrándolo fuera — . Increíble.

 — Ayúdame — le dije, en pánico, tirando del chico por su chaqueta hacia sucamioneta.

Puse al chico en el lado de la carretera y puse a Jonah a reposicionar lacamioneta detrás suyo. Dejé caer la cama del chico y lo levanté en la misma.

 — Va a estar a salvo aquí hasta que llegue la policía — dije.

Miré a mí alrededor. Todo el mundo estaba reuniendo al rebaño en elcampo, pero aun así tenían un ojo puesto en nosotros. Salté la valla y tomé micaballo por las riendas, animando un galope hasta que me encontré con Cricket.

 — Están en camino — me dijo.

 — Genial — respondí, sintiendo todo lo contrario.

Acababa de golpear a un chico, en un pueblo rural de policías rurales queno tienen nada mejor que hacer que investigar un asalto contra un conductorebrio rural en medio de una maldita carretera rural.

Cricket leyó mi lenguaje corporal.

 — Si nos preguntan qué pasó, todos hemos acordado que no vimos nada.Nunca estuviste aquí.

Le sonreí, aliviado sin medida.

 — Gracias.

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Traducido por Jo, Jadasa Youngblood y Flochi.

Corregido por Debs

abíamos hecho avanzar al rebaño de nuevo, y estábamos lejos dela vista de la carretera para el momento en que escuchamos las

sirenas. Sin importar si nos podían ver, todavía estaba tanparanoico como la mierda.

—Estás silencioso —dijo Cricket.

—Sí —dije, mostrándole una pequeña sonrisa.

—Nadie va a enterarse de que golpeaste a ese tipo, Spencer.

Respiré profundamente.

—Lo sé. Es sólo que soy más inteligente que eso.

—Vi lo que ocurrió. Eras tú o él. Hiciste lo que tenías que hacer.

—Podría haberlo dejado allí.

—Imagina que sólo hubieras hecho eso. Luego imagina a su borrachotrasero rondando por el camino y siendo atropellado.

No pude evitar sonreír.

—Intentando hacerme sentir mejor. Eso es lindo pero no es necesario.

—No estoy tratando de hacerte sentir mejor. A veces puedes evitar elconflicto y a veces es necesario.

Le sonreí.

Cuando finalmente llegamos al rancho, estaba increíblemente aliviado eincreíblemente exhausto. No podía creer cuánto trabajo era dirigir un rancho.Definitivamente me estaba ganando la estancia.

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Alimentamos y le dimos agua al rebaño, luego limpiamos antes desentarnos con un gran almuerzo, cortesía de Bridge, Ellie y otras dostrabajadoras, una a la que llamaban Cookie. Asumo porque podía cocinarcomidas deliciosas, y la otra, escuché que la llamaban Roberta el primer día.

Roberta estaba más en el nivel de asistencia del que Bridge me había hablado.Dijo que la cocina se posicionaba al último, luego Roberta, Cookie y Ellie.También dijo que era agradable trabajar con las mujeres, ya que todas eran frescasy graciosas. La única desventaja era que la casa principal no tenía aireacondicionado y la cocina podía ponerse sofocante.

Me senté junto a Bridge en el almuerzo.

—Escuché acerca de lo que sucedió —dijo ella.

—¿Cómo? —Me enderecé, desconcertado.

— Jonah vino a la casa después de que hubiera guardado a los caballos.

—¿Ah, sí? —pregunté, buscando a Jonah, pero no estaba a la vista. Bastardosuertudo—. Escucha, me gusta Jonah y todo, pero tienes que tomar este tragoamargo, Bridge —hablé silenciosamente—. Me refiero a que, por dios santo, ¿nose da cuenta de que estás embarazada del bebé de otro hombre?

—Eres tan inteligente, Spence —dijo con sarcasmo—. Déjame decirte

porque aparentemente crees que he olvidado por qué estamos aquí. Deja derecordarme que estoy embarazada. Las náuseas constantes son suficienterecordatorio. ¿Entendido? —Asentí, sintiendo la culpa—. Y además, estoy siendorazonablemente amable con Jonah, porque él es amable conmigo. No sé de dóndehas sacado esta idea de que está interesado en mí. Él sabe que estoy albergando un

 fugitivo.

—Tienes razón, Bridge, de nuevo. Lo siento, pero quiero que le dejes muyclaro a Jonah que no estás interesada.

Ella sacudió su cabeza.

—No me importa cuán revuelto creas que esto está. Esta va a ser mi últimaoportunidad para sentirme como una chica normal porque en un par de mesesvoy a llevar de contrabando una pelota de basquetbol aquí adentro —dijo,haciendo un gesto a su estómago—. Déjame tener esta amistad normal con Jonah.Sólo… déjame, Spencer —agregó en silencio.

Suspiré.

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—Lo que sea, Bridge. Sólo no te hagas muchas ilusiones, porque tan prontose empiece a notar, ese chico no va a querer nada contigo.

Sus ojos se pusieron brillantes y se encogió de hombros, luciendo abatida.

—Es un chico muy dulce dispuesto a ser mi amigo, Spencer. No me hagassentir más como una marginada de lo que me siento.

Lo dejé hasta allí, en parte porque me sentí como un imbécil y en parteporque estaba preocupado por ella y no sabía cómo arreglarlo. Deseé que mimamá estuviera aquí para ayudar. Me sentía tan solo, como si hubiera un pesoen mis hombros y no tuviera a nadie con quien compartir la carga.

Miré alrededor de la mesa y vi a Cricket. A pesar de todo, a pesar del hechode que sabía que no podía tenerla, de que no debería tenerla, sentí unadesesperada necesidad de saber todo sobre ella. Nunca tuve ese sentimiento pornadie más. Ni siquiera por Sophie Price. Huh. Sophie. No había pensado en elladesde L.A. Qué gracioso. 

El día pasó rápidamente. Jonah y yo trabajamos lado a lado, cuando Ethanllevó a Cricket al pueblo por alguna razón. Había dos cosas nuevas que habíaaprendido ese día. Una, Jonah era, a pesar de odiar reconocerlo, un tipo bastanteagradable. Era más inocente que cualquier otro hombre con el que hubierapasado el rato, y de hecho me hizo querer ser mejor persona. Imagina eso. Y dos,odiaba a Ethan. Sí, me prometí que Cricket sería mi amiga y solo mi amiga, peroeso no quería decir que iba a pretender que no estaba violentamente atraído aella, y claramente significaba que no iba a gustarme cuando Ethan la tocara, labesara o la llevara al pueblo. No podía observarlos cuando la llevaba al pueblo ypensé, tan egoísta como podía parecer, que eso me molestaba demasiado. Loodiaba por ninguna otra razón más de que él podía hacer esas cosas con ella.

Esa tarde, después de la cena, caminé de vuelta a nuestro remolque. Estabamás que irritado porque Ethan y Cricket no aparecieron en la cena. Me preguntédónde infierno estarían pero estaba demasiado asustado de preguntar porque noquería que su familia leyera demasiado en mi interés.

El sol se había puesto hace rato, y los caminos de tierra en el rancho habíanempezado a congelarse por la falta de uso. Bajé la mirada por mi camino paraver, nada más que a la cuatrimoto de Jonah estacionándose al borde delremolque.

Bajé los escalones y volé a través de la puerta en un intento de descubrir

algo, pero en lugar del libertinaje que me esperaba, los encontré a ambos en ladosopuestos del banquete, riendo por algo completamente inocente.

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—Hola idiota —saludó Bridge.

—Qué lindo —dije, poniendo mis ojos en blanco—. ¿Qué tal, Jonah? —lepregunté, levantando una ceja.

Se sobresaltó.

—Eh, mejor me voy. Te veo mañana —me dijo y abrió la puerta, pero antesde irse, se volvió hacia Bridge—. ¿A la misma hora? —le preguntó.

—Sí, te veo entonces —contestó, sonriendo.

Sacudí mi cabeza y decidí ignorarlo. Estaba exhausto, adolorido y suciocomo la mierda. Quería una ducha. Cerré la puerta acordeón en nuestra“habitación” y me quité la ropa, lanzándola a la esquina donde dejaba mis cosas

sucias.

Estaba más que molesto porque la puerta del baño no se cerraba. Con másfuerza de la necesaria, cerré la cosa. Encendí el agua y esperé que empezara asalir vapor antes de intentar meterme. Hace unos días entré sin pensar y casi mecongelé hasta la muerte.

Entrar a la pequeña ducha no mejoró mi humor, y el agua estaba apenastibia. Me agaché como siempre para lavar mi cabello y consideré usar la tina solo

para tener un poco de normalidad.Me bañé rápidamente y me sequé igual de rápido. Me estaba sintiendo

increíblemente inquieto. Necesitas salir . Me vestí abrigadamente y decidí caminarpor la propiedad, tal vez revisar los edificios originales de la familia. Rebusquébajo el lavaplatos de la cocina y encontré una linterna.

—¿A dónde vas? —preguntó Bridge.

—Afuera. Necesito salir.

Ella asintió, aceptándolo.

Salí a la nieve y casi me vuelvo. Fui hacia delante y llegué a la parte superiordel camino, yendo hacia la izquierda hacia los edificios antiguos. Era un buenkilómetro y medio caminando, pero necesitaba deshacerme de la horriblepicazón que sentía levantándose en la boca de mi estómago. Esa picazón quetenía cuando quería huir de algo que no me gustaba. Excepto que esta vez notenía idea de qué quería correr. Mentira, me dije. Sabes exactamente por qué quierescorrer. La diferencia es que esta vez quieres correr a la casa principal, subir las escaleras

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y entrar a la habitación de esa increíble chica. Me estremecí interiormente, incapaz deesconder cómo me sentía realmente, especialmente no de mí mismo.

Me perdí en mis pensamientos. Argumentos internos demandando que losuperara, que la olvidara, y me distanciara sólo para volver y preguntar qué eralo peor que podía pasar y preguntarme si podría robarla de Ethan. Has hecho cosas

 peores, racionalicé. Y lo había hecho. Había hecho cosas terribles, feas e increíblesa personas. Personas que ni siquiera conocía. Tal vez esta debería ser la única personaque no molestes.

Había tomado una decisión, convencido de que ni siquiera intentaría ser suamigo. Demasiado complicado, pensé. Y antes de que me diera cuenta, habíallegado al primer edificio. Noté la luz en el interior y apagué mi linterna antes dedar la vuelta por el frente, curioso. Encontré una ventana, pero el vidrio estabatan antiguo y borroso, que apenas podías ver dentro de la iluminada habitación.Presioné mi rostro contra el vidrio.

Oh… no. N o.

Cricket estaba adentro, en una camisa de mezclilla que se le ajustaba tanceñidamente que casi me caí. Las mangas estaban enrolladas para permitirletrabajar, y la camisa estaba metida dentro de un par de pantalones cortos demezclilla de cintura alta con dos hileras de botones de latón en el frente. Mi

mirada bajó por los botones a sus cortas pero hermosas piernas hasta sus zapatosde caña alta. Su cabello estaba envuelto en un pañuelo rojo brillante. Como unamoderna Rosie the Riveter. Y tan increíblemente sensual. No podía compararla anadie. Cuando la miraba, ni siquiera podía decir que otra mujer existía.

Mi mano tiró mi rostro hacia abajo. De pronto, me sentí agobiado y tuveque sacarme el gorro y la bufanda. Tragué. Da la vuelta. Da la vuelta, corre y sal. Dala vuelta, me ordené.

Pero eso no fue lo que hice. Oh no. No, era un vicioso del castigo, al parecer.

En vez de hacer lo que debería, hice lo que no podía evitar, y llamé a la puerta.Observé su reacción a través de la ventana. Dejó caer las piezas de metal quehabía estado revolviendo y vino a la puerta.

Me paré derecho una vez más y me revisé. La puerta se abrió y la vela conolor a caramelo que estaba quemando me alcanzó. El olor a torta de chocolatecocinándose me envolvió, y todo lo que quería era probar a Cricket.

Mi boca se abrió, lista para hablar, pero ninguna palabra salió. Su rostro se

puso rojo.

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—Lo siento —dijo, sus manos yendo a sus muslos desnudos—. Pensé queeras mi abuela. Ella me viene a chequear a veces.

—E-estaba caminando y vi la luz prendida. —Tragué, mi miradamoviéndose por su cuerpo. Estaba cubierta casi de pies a cabeza, pero sinimportar cuánto tratara Cricket, no podía esconder sus curvas—. No te estoymolestando, ¿cierto? —pregunté.

—No —dijo ella, respirando hondo. Abrió la puerta más ampliamente y meinvitó a entrar.

Cuidado. Sé cuidadoso, Spencer.

Adentro, estaba increíblemente cálido. En una esquina había una estufa aleña encendida y parecía como si hubiera puesto una leña recién. Ausentementenoté que pretendía quedarse un rato. Me quité la chaqueta y la puse junto con migorro y bufanda en una mesa cerca de la puerta. Estudié mis alrededores ydescubrí que había repisas y mesas esparcidas alrededor de la habitación yestaban llenas de esculturas fascinantes. Mis ojos se quedaron en una. La cabezade Winston Churcill.

Me giré hacia Cricket.

—¿Tu trabajo?

Sus mejillas se sonrojaron en un seductor bermellón. Oh, Cricket. Tienes queser más inteligente y no sonrojarte de nuevo.

—Sí —respondió simplemente.

Parecía avergonzada, agregándoselo a cuán atractiva me parecía, yestudiaba el suelo con sus manos atrás de su espalda. Luchó con una sonrisamientras yo luchaba por mantener mis manos a mis lados.

Se puso a trajinar despejando un taburete cubierto de chatarra. Carraspeónerviosamente y puso el taburete delante de mí antes de rodear la mesa en la quehabía estado trabajando cuando la descubrí.

Me senté, las piernas extendidas y colgué mis brazos sobre el respaldo deltaburete. Sus ojos se agrandaron cuando se volvió en mi dirección y casi me echéa reír en voz alta. La ponía nerviosa. Clic. 

—Cricket Hunt, muéstrame tus cosas.

Su cabeza se movió bruscamente en mi dirección.

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—¿Disculpa?

—¿Tus esculturas?

—Oh —Se rio—, seguro. Ah —comenzó y luego su espalda se puso rígida—

, pero primero tienes que prometerme que no te reirás de ninguna de ellas.

—Palabra de honor —le dije, cruzando mi pulgar sobre mi corazón.

Suspiró, decidiendo algo con convicción se acercó a un estante metido enuna estrecha esquina de la cabaña. Se estiró, intentó alcanzar el estante de la cimapero era demasiado baja. Hizo un movimiento para encontrar algo en lo queapoyarse, pero la detuve.

—Ya lo hago yo —le dije, deslizándome fuera del taburete y acercándome

a ella con paso lento.

Hizo un movimiento para dejarme paso, moviéndose hacia la izquierdaluego a la derecha, pero la bloqueé. Alzó sus ojos hacia mí e hizo que mi corazónlatiera más rápido. Estudié su rostro por un momento, incapaz de no hacerlo.

—¿Cuál? —le pregunté con suavidad.

—E-esa —explicó, sus ojos fijos en la escultura del extremo superiorizquierdo.

Se la alcancé y nuestros cuerpos se rozaron por la proximidad, enviandoescalofríos por mi columna. Nunca antes había sentido escalofríos, no antes deCricket. No así. Nunca así.

Tomé la pieza y la bajé a la altura del pecho para mí, ubicado al nivel de lavista para ella.

—Este —susurré.

—Esa —confirmó, sin siquiera mirar la escultura.

Sus ojos estaban fijos en mis labios. Irresponsablemente se lamió los suyosantes de llevarse el labio inferior bajo los dientes superiores. Hice una mueca anteel dolor que ello me causó, un disparo de puro fuego explotó desde la punta delos dedos de mis pies hasta la cima de mi cabeza sólo para instalarse en el huecode mi estómago.

Arranqué mis pies fijos y de alguna manera me alejé de ella, pero no sinantes mirar hacia atrás una vez más. Encontré que Cricket se había hundidobrevemente en la pared junto a ella antes de encontrar el rumbo otra vez. Clic. 

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El fuego seguía ardiendo en mi vientre, sabiendo que si realmente loquisiera, podía robarle un beso. Supe que si lo hacía, sin embargo, cuando ellaestuviera metida de lleno, sería toda pasión y manos, pero tan rápido como sediera cuenta, una puerta de hierro se cerraría sobre la que había construido el día

que llevamos a Bridge al médico. La que erigí sólo para inmediatamente buscarla parte más débil. La parte que empujé en el segundo en que vi a Cricket Hunten botas altas hasta la rodilla y pantalones cortos de cintura alta. Y lo último quequería hacer era crear distancia emocional de la chica que me enviaba a volar a laluna cada vez que se lamía los labios, sonreía o arrugaba su nariz.

Puse la pieza en la mesa y encontré mi asiento y mi posición, sentado comoestaba antes, como si nada de la intensidad de relámpago acabara de ocurrir enese pequeño rincón. Se sentó en el taburete del lado opuesto de la mesa y me

observó por un momento.Cuando finalmente habló:

—Entonces —dijo, antes de aclararse la garganta—, esta es, una de lasprimeras piezas que hice.

Me enderecé, ya absorto, inclinándome hacia adelante y apoyandocasualmente mis codos en la mesa. Esperaba engañarla. Se inclinó hacia adelanteinexplicablemente también, como incapaz de hacer otra cosa.

—Sí, entonces, de todos modos, recién había aprendido a soldar y el trabajoes de mala calidad, pero es la pieza que más orgullo me da. La hice sola sin ayudade nadie y volqué mi ser en ella.

—Es impresionante —dije.

Sonrió con su sonrisa astuta y casi perdí la calma.

—No, no lo es, pero muchas gracias.

—Cricket, visualmente es impresionante.

En vez de continuamente negarlo, como la mayoría de las chicas lo hacen,Cricket dijo:

—Spencer, gracias.

Ese tipo de confianza es increíblemente sexy.

—¿Cómo aprendiste a soldar? —le pregunté.

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—Pop Pop me enseñó. Vivíamos en un rancho. Era inevitable. Siempre hayalgo para soldar por aquí.

Le sonreí.

—Dime algo.

—¿Qué te gustaría saber? —preguntó.

—Cualquier cosa. Cualquier cosa que quieras que yo sepa —le dije.

Se rio en voz baja.

—Spencer, no debería importarme que sepas algo acerca de mí.

—¿Y? ¿Sí, o no?

Negó con su cabeza.

—Esto es peligroso —dijo, inquieta.

—Solo estamos hablando —mentí.

Suspiró y se detuvo por un momento, calibrando si quería abrirse a mí. Alfinal, dijo:

—No quiero vivir aquí para siempre.

Frunció su rostro como si se preparara para un golpe.

Me reí.

—¿Y?

Entreabrió un ojo y miró con recelo en mi dirección.

—No puedo creer que lo haya dicho en voz alta. —Se rió, como si no

pudiera evitarlo. Me miró de lleno—. Nunca le dije eso a nadie antes.—¿A dónde quieres ir?

—No lo sé —dijo pensando—. Supongo… supongo que nunca he pensadoen ello más allá de eso. ¿Eso es raro?

—No, definitivamente entiendo eso. Hay un miedo ahí. Conozco ese miedotambién. —Fruncí mi frente, buscando su rostro—. En tu caso, sospecho que esun miedo de lastimar a tus seres queridos. No quieres dejarlos, pero quieres

encontrarte a ti misma. Quieres esto —dije, señalando a las estanterías llenas deextraordinaria creatividad.

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Su respiración se profundizó con cada revelación y sus ojos mirándomefieramente. Tragó saliva, sus ojos volviéndose vidriosos.

—Sí.

—Cuando Bridge tenga el bebé, podría llevarte a Nueva York. Conozco aalguien —dije.

No podía creer lo que solo acababa de ofrecer, no podía creer lo que estabadiciendo, lo que estaba pensando, lo que acababa de prometer.

Me miró con intensidad, su mano dirigiéndose a su cuello. Observébrevemente que sus manos no se parecían en nada a las de Piper. Sus uñas erancortas, sin laca. Sus dedos eran delgados y delicados. Se me antojaban muydelicados, como si fueran de papel. Quise envolverlos en la mía y mantener subelleza de porcelana toda para mí.

—No puedo —dijo, dándome la salida que mi cerebro estaba rogando, peroconfundiendo mi corazón, causando que todo se desplomara a mis pies.

—¿Por qué? —insistí estúpidamente.

—Sólo… —empezó, sus ojos poniéndose vidriosos una vez más—. Nopuedo ir —dijo con suavidad—, y te ruego que no me preguntes la razón. ¿Por

favor?—Haría cualquier cosa que me pidieras, Cricket —le dije en voz baja.

Sus ojos se cerraron y luego lentamente se abrieron.

—Spencer —susurró, negando con la cabeza lentamente.

Fijé mis brazos a la mesa, mis pies al suelo. Cuando dijo mi nombre, casi tiréde ella hacia mí para poder abrazarla, sólo para poder sentir su piel contra la mía,quitarle el pañuelo de la cabeza, inhalar su cabello. Cricket Hunt me estaba

haciendo cosas que nunca imaginé poder sentir.

—Lo sé —susurré—. Lo siento.

—Tenemos que ser cuidadosos —me dijo.

—Entiendo —le dije con sinceridad.

Empezó a cavar a través de pequeños trozos de metal, apartando aquellosque le interesaban y examiné cada movimiento, cautivado por lo agraciada que

era ella. Era el equivalente humano de una mariposa. Ligera y liviana, elegante…y desafiaba a la lógica.

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—¿Qué estás haciendo? —le pregunté, interesado genuinamente.

Lució su sonrisa astuta una vez más para torturarme.

—Estoy pensando en tres aves pequeñas en un nido.

—Como la canción de Marley —comenté, sin pensar realmente en ello.

Alzó su mirada con sorpresa y respondió con un cabeceo.

—Voy ocultar “sonríe con el sol naciente” en alguna parte del nido. 

—Creo que es brillante.

Me sonrió.

—Serán lo bastante pequeños como para que pueda soldarlos. —Volvió aestudiar la pila de la mesa y unos pocos minutos de silencio pasaron—. ¿Tegustaría tenerlos cuando termine? —preguntó, sus ojos nunca abandonando lostrozos. Estaba insegura, recelosa.

Su oferta me tomó por sorpresa.

—Yo… sería un honor, Cricket. Gracias. 

Levantó su rostro hacia mí.

—Nunca di ninguna de mis esculturas —confesó.

—¿Por qué no? —pregunté. Encogió su hombro derecho—. ¿Alguna vez lasofreciste?

—Muchas veces —confesó con tristeza—. Después de la centésima “no,gracias”, dejé de preguntar. 

Me impresionó que no permitiera que esos rechazos la detuvieran de hacer

algo que amaba. Admiraba el coraje, especialmente en las mujeres.—Bueno, me siento halagado que me lo pidieras.

—Lo sé —dijo—. Eso me da una gran dicha.

¿Porque soy yo o porque era alguien? Quise preguntarle pero no pude armarmede valor. Tenía miedo que su respuesta pudiera lastimarme.

—Bueno, contento de acceder —dije en cambio.

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La observé trabajar cerca media hora antes de tomar unas grandes tijerasafiladas y empezar a cortar piezas con tanta facilidad, que me pregunté siverdaderamente podría ser tan talentosa.

Montó algo que se asemejaba a la forma de la cabeza de un ave, pero nopude imaginar dónde iba a ir hasta que empezó a formar intricadas plumas. Unaa una, las soldó antes de agregar un delicado pico y ojos.

Sostuvo la cabeza del ave terminada frente a mí y no pude creer lo queestaba viendo. El trabajo era tan delicado; no lo creía posible en un medio comoel metal.

—Cricket, yo —comencé pero me quedé mudo. En lugar de hablar, tomé lacabeza del ave entre mis manos, con cuidado de no dañarlo, y conscientemente

lo memoricé. Se lo devolví—. Estoy anonadado… es asombro. Eres muytalentosa.

—Gracias —dijo, estudiándolo con una enorme sonrisa en su rostro.

—Me sorprendes —le dije.

Sus mejillas llamearon y se mordió el labio inferior, más allá del asombro.Miró el reloj.

—¡Mierda! —exclamó, rompiendo el momento—. Es casi medianoche.Me reí.

—Recuerdo un tiempo cuando la media noche significaba el comienzo dela noche, no el decidido final.

—Recordaré que dijiste eso cuando estemos empujando estiércol de caballoa las cinco de la mañana.

Gemí.

—Definitivamente tiempo de irse.

Me puse la chaqueta y gorra mientras Cricket alcanzaba el pañuelo de sucabeza, lo bajaba y se revolvía el flequillo antes de agarrar su propia chaqueta.No estaba usando su chaqueta habitual sino una marrón largo hasta el suelo deante. La agarré y ayudé a ponérselo. Quise con todas mis fuerzas pasar mismanos por las curvas de su abrigo, pero me contuve.

—Vamos —dijo—. Te daré un aventón.

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Apagó el fuego de la estufa y la seguí alrededor del pequeño edificio haciaotro cuatrimoto. Se subió y lo puso en marcha. Dudé un instante, sabiendo queesto sería lo más cercano que tendría mi cuerpo al de ella. Me senté a horcajadassobre el asiento detrás de ella, mis piernas apoyadas a ambos lados de las de ella.

Mis manos dolían por recorrer la longitud de sus piernas, así que las metí a miscostados.

—Sostente —susurró, haciéndome tambalear. Aparté las manos y lasenvolví alrededor de su estrecha cintura. Casi gemí al sentirla.

Nos sacudimos hacia adelante y su cabello azotó con el viento, enviando suincreíble aroma a vainilla y champú a pomelo en mi dirección. Fue unacombinación muy extraña pero la reconocí inmediatamente. Oh Dios, ¿no puedo

 pasar mis dedos a través de él? ¿Sólo una vez? Respiré hondo y mis ojos se pusieronen blanco.

Muy pronto, estuvimos en mi puerta y me bajé, lejos de su calidez, lejos desu aroma.

Subí los escalones y me di la vuelta.

—Buenas noches, Cricket Hunt.

—Buenas noches, Spencer Blackwell.

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Traducido por Ahtziri29

Corregido por flochi

e acosté e intenté dormir. Sabía que iba a estar exhausto al díasiguiente tal y como iban las cosas, pero no podía lograr que mis

pensamientos dejaran de desviarse hacia Cricket.

Solía mantener esta lista odiosa de criterios para las chicas con las que salía.A menudo saldría con mis amigos y la enmendaríamos, afilaríamos,agregaríamos algunas cosas. Me quedé con la lista y la usé, aun después degraduarme de preparatoria. Estos eran los básicos:

1) Debe medir mínimo uno setenta de altura.

2) Su cabello nunca puede estar por encima de los hombros.

3) Nada de gordas, pero tiene que mantener suficientes curvas parasatisfacer.

4) No más chicas que una copa C

5) Educada en escuela privada.

6) Debe moverse en nuestro círculo.

7) Mínimo un coche de setenta y cinco mil dólares.

Ahora para mis preferencias más personales:

1) Rubia.

2) Rasgos elegantes.

3) Cara perfectamente simétrica.

4) Sus rasgos faciales deben lucir balanceados.

5) Sin apodos.

M

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6) Callada.

7) Nada de acosadoras.

Había memorizado la lista. Oh por Dios, pensé, qué idiota había sido.

Cricket la había borrado, tan sólo aniquilado mi criterio previo. Ella sólotenía algunos atributos de la lista, pero descubrí algo esa noche que mesobresaltó. No me había importado lo que había querido antes, porque de algunamanera no quería eso nunca más. Quería algo corto, delgado y ralo cabello negroa la altura de la barbilla. Alguien con carácter firme, con inteligencia, con

personalidad, con carácter, con humor. Alguien que representara la lucha, capazy talentosa. Alguien como Cricket.

Cricket era mi nuevo criterio.

Crucé mis brazos a través de mi pecho y me quedé dormido con unaestúpida sonrisa en la cara.

—Bueno, ella es desagradable —dijo Piper, limándose las uñas.—¿Qué? — pregunté, girándome en mi taburete para mirarla.

—Esta Cricket de la que hablas. Suena tonta. No tiene dirección. No quiere quedarseen el rancho de sus abuelos, pero está demasiado asustada como para decírselos. No tienedirección. No comparte tu sueño. No está hecha para ti. Además, es una cosita frágil. Noes demasiado atractiva, si me preguntas. — Mi sangre estaba hirviendo a un nivel

 peligroso. Me encontré jadeando para controlar la ira. Mis manos en puños a mis lados—. Ella va a tomar tu dinero — provocó Piper.

Inesperadamente me lancé hacia Piper y envolví mi mano alrededor de su garganta.Su lima de uñas resonó al chocar contra el azulejo debajo de nuestros pies.

—Retira. Eso —dije, apretando los dientes.

 Mi mano se apretó y su cara comenzó a lucir púrpura pero en lugar dedesesperación, los ojos de Piper se deleitaban en malicia y sonrió. Removí mi mano y mesenté de nuevo para calmarme.

—¿Sensible? — preguntó, respirando de nuevo y recargándose contra elrefrigerador en su ridículo vestido de seda.

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—No vuelvas a hablar así de ella —ordené, tratando de calmar mi temperamento.

Piper rio.

—Estás perdiendo de vista lo que estás haciendo. Estás demasiado distraído.

Necesitas concentrarte. Chicas vendrán y se irán, pero esta oportunidad que se te ha presentado es cosa de una vez en la vida.

 Mis ojos se estrecharon en su dirección.

—¿Cómo-cómo sabes sobre eso? — pregunté —. Nadie sabe sobre eso.

Piper se tendió sobre la larga isla y me miró, su pelo carmesí cayendo alrededor deella.

—Lo sé  todo —susurró. Corrió una mano a través de su plano vientre y lo palmeóuna vez—. Como cuando sabía que Bridge iba a quedar embarazada… ¡Yo lo orquesté!

—Rio locamente—. Justo como sabía que tu mamá siempre se quedaría con tu padre porque es demasiado cobarde y floja para crear una nueva vida por sí misma. Ella prefiriómanchar a sus hijos con la mala influencia de su padre que salvar sus almas. — Misdientes comenzaron a rechinar —. Lo sé todo. Justo como sabía que esa cajera ofrecería sucuerpo para obtener un poco de tu fortuna. —Su voz bajó a un murmullo—. Como sabíaque tomarías esas fotos. Como dije, lo sé  todo. —Ella rio—. Es casi demasiado fácil. Las

 personas lo hacen demasiado fácil. Nadie tiene convicción estos días. Es patético. Ya nisiquiera es divertido.

Comenzó a reírse estridentemente, se hizo más fuerte y más fuerte, tan alto que mistímpanos se sentían como que explotarían. Apreté mis manos sobre mis orejas y mecontraje en mí mismo.

—¡Para! —rogué —. ¡Para! — grité de nuevo—. ¡Para!

—¡Para! —grité. Salí disparado de la cama y tomé aire frenéticamente, en

una necesidad violenta de oxígeno.

Mi alarma perforó a través del cuarto y mi mano temblaba mientras laalcanzaba para apagarla. Dulce silencio resonó en mi cabeza una vez más. Micuerpo se hundió contra la pared adyacente a mi cama mientras trataba decalmarme. Miré fijamente a mis manos y me di cuenta que tan mal estabantemblando, metiéndolas a mis lados. Mi cabeza colgaba contra la parte baja de laventana.

—¿Estás bien? —preguntó una Bridget con voz dormida.—¿Huh? Oh, sí, sólo un —tragué—, mal sueño.

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Me miró intensamente, una expresión de confusión en su cara.

—Eso debió de haber sido un sueño horrible.

—No fue nada —le dije, tratando de sonreír.

Tiré mis piernas sobre el lado de mi cama y me puse de pie. Necesitaba salirdel remolque. Necesitaba ponerme a trabajar. Necesitaba… algo.

Mientras cepillaba mis dientes, a propósito pensé en Cricket y su sonrisaastuta, tratando de distraerme. Esos sueños estaban cortando demasiado cerca.Los odié. No los entendía y deseaba con todas mis fuerzas que se fueran. Escupíy me enjuagué, mis manos todavía temblaban, cuando un golpe vino de la puerta.

 Jonah, pensé, pero cuando la abrí, estaba sorprendido de ver a Cricket.

—¿Cricket? ¿Está todo bien? —pregunté, dejándola entrar.

Entró e inmediatamente fui calmado por su presencia.

—Sí, es sólo, estamos viendo muchos terneros muertos en el campo.

—¿Qué está pasando? —pregunté, poniéndome mi chaqueta y sombrero.

—No estamos seguros, pero se está expandiendo rápido y tenemos miedopor los terneros que están por nacer —explicó mientras la seguía afuera y

bajamos los escalones.—¿Cuántos están muertos? —pregunté, con curiosidad, mientras

navegábamos por el carril.

—Once —dijo, su respiración ondeando frente a ella. Lucía nerviosa, suscejas se fruncieron en concentración—. Hemos tratado diferentes antibióticoshasta ahora, pero no tenemos la combinación correcta. —Entonces parecía queestaba hablando consigo misma—. Al principio pensé que podría ser neumoníay enfermedad umbilical, pero los antibióticos usados para tratar eso no los están

afectando. —Estrelló un puño contra su mano—. No podemos permitirnosperder ninguno más.

—Hey —dije, tocando brevemente su hombro regresándola—. Loresolveremos.

Ella asintió.

—Ethan —comenzó, haciendo que mi estómago se apretara—, ha estadoafuera toda la noche con ellos y Jonah. Ahora está descansando. Le dije que iríapor ti para que me ayudaras.

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Moví mi cabeza, rehusándome a hablar con miedo de decir algo estúpido.

—No podemos permitirnos perder ninguna más —dijo gravemente.

—Espera, ¿con Jonah? Tal vez debería conducir a Bridge a la casa.

Ella lo descartó.

—Oh no, él aún recogerá a Bridge esta mañana.

Mis ojos se entrecerraron hacia ella.

—¿Lo está?

—Sí —dijo de manera casual, absorta en sus pensamientos.

—¿Por qué hace eso por ella? —le pregunté.

Ella reconoció lo que quería decir y levantó su cabeza cautelosamente.

—Porque Jonah es él chico más amable que Dios jamás hizo, Spencer.

—No estoy en desacuerdo, pero creo que está más motivado que por eso.

Miró a la tierra y trató de darse prisa delante de mí.

—No se dé qué estás hablando.

Agarré la parte trasera de su abrigo y la regresé. Miró arriba hacia a mí concautela.

—Cricket.

—¿Honestamente?

—Honestamente.

Suspiró.

—No lo sé.

—¡Y una mierda!

—¡Lo digo en serio! A veces es un chico muy reservado. No nos ha dichonada a ninguno de nosotros que yo sepa, pero podemos ver lo que tú ves.

Me quité el sombreo y me pasé mis dedos a través del cabello. Mechonesrubios cayeron hacia adelante y casi alcanzan la punta de mi nariz. Lo deslicé

hacia atrás y me puse el sombrero de nuevo.

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—¿No se da cuenta de que está embarazada?

—No es idiota. —Rio—. ¿Quieres saber mi opinión?

—¿Cuál es? —pregunté, mientras alcanzábamos la cochera. No sé qué

estábamos haciendo ahí, pero abrí la puerta para ella de todas maneras.

—Creo que ve un alma gemela en ella.

Resoplé.

—¿Qué? ¿No me crees?

—No —respondí simplemente mientras rodeábamos bastantes tractorescon palas gigantes al frente.

— Jonah es un chico grande —comenzó y me reí lo que la hizo sonreír—.Está bien, un chico muy grande.

—El chico debería ser un maldito linebaker17 

—Exactamente. Él siempre ha sido así de alto y para las chicas, eso esintimidante. En secundaria, andaba como un tonto, incapaz de controlar suenorme cuerpo. Siempre ha sido flaco, musculoso, pero no fue hasta que llegó asu segundo año, cuando realmente se interesó en las chicas, que se convirtió en

el Señor del Universo que todos hemos llegado a amar. No ayudó que fuera mástímido que nadie que hubiera conocido.

Silbé bajo.

—Ni que lo digas. Tendría que arrastrarlo conmigo, prácticamente hablarpor él si una chica estaba presente.

Me reí a carcajadas. La idea de Cricket pequeñita actuando deguardaespaldas de la versión de Montana de Tom Hardy era demasiado

graciosa.

—Cállate —dijo, luchando contra una sonrisa—. Es un oso de peluchegigante e increíblemente sensible. Lo recuerdo diciéndome cómo odiaba que lagente lo observara.

—Ah —digo, finalmente dándome cuenta a lo que se refiere—. La maneraen que el rancho observa a Bridge.

17 Linebacker: igual que en el original, linebacker es una posición en el football americano, mejor

conocida en español como apoyador. 

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—Exactamente. Como si ella fuera una novedad —dice quedamente—. Élquiere protegerla de todo eso. —Aclaró su garganta—. No duele que Bridge seaBarbie personificada, Miss Suecia virtual.

—¡Oh Dios, no digas eso! —Me encogí.

—Lamento informarle, Sr. Blackwell, pero su hermana es como oro líquidopor aquí, embarazada o no. Tal vez se deslice por sus dedos, pero eso no quieredecir que no van a tratar.

—Oh, cielos —dije, haciendo una mueca.

—Y Jonah es un alma generosa. No va a rasgar y aferrarse a tu hermanacomo los otros chicos harían. Él tiernamente ahuecará sus manos y sólo esperaráa que ella se vierta dentro. Es un chico paciente.

—Está bien, sólo para. Para. Las imágenes que me estás dando me estánhaciendo enojar. —Ella rio fuertemente—. ¿Qué es tan gracioso?

—Tú. Tú eres gracioso.

Ladeé mi sonrisa y elevé una ceja.

Nos aproximamos a un cuarto con una puerta de cristal, incongruente conel sentimiento rústico de la cochera restante.

—¿Qué es esto? —pregunté.

—Esto es un cuarto de operaciones. Ocasionalmente tenemos que hacercirugías de emergencia.

—Vaya. ¿Quién las hace?

—Pop pop —dijo ausente, buscando a través de largos gabinetes.

—Genial.

—Realmente lo es —dijo, deleitándome brevemente con su sonrisa astuta—. Le ayudo con alguna. Lo he hecho desde que era pequeña. Bueno, mientras noestuviera en la escuela.

—No te creo. —La estudié—. ¿Alguna vez has hecho una tú sola?

—Nunca —admitió—. Sólo he hecho tres, pero Pop Pop estaba ahídiciéndome cómo hacerlo.

—Aún así —dije más que impresionado.

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—¡Lo tengo! —dijo sacando una larga botella de algo.

Me acerqué a su lado.

—¿Qué es eso?

—Cieftiofur cristalino libre de ácido. Es una suspensión estéril. Voy aprobarlo en algunas de las vacas en el granero. Ver si obtenemos una reacciónpositiva. El doctor sospechaba neumonía por los síntomas que le dijimos porteléfono. —Me miró—. Está fuera de la ciudad. Seguro es respiratorio, sólo noestoy segura si es neumococo.

Agarró algunas ampolletas más y caminamos afuera hacia el granero.Preparó las jeringas e inyectó a los bovinos con facilidad, frotando los músculosdonde los inyectó, moviéndose de vaca en vaca, como si jugara al doctor todoslos días, hablando de cosas sin sentido todo el tiempo. Me dejó pasmado.

—Hecho —dijo deshaciéndose de las ampolletas y las jeringas.

—¿Ahora qué? —pregunté.

—Los chicos probablemente ya han limpiado los establos. Vamos a montarunos pocos caballos y checar los campos por más vacas o terneros enfermos.

Asentí, vigorizado por su determinación. Casi me olvido mi loco sueño.

Casi.

Piper invadiendo mis sueños trajo viejos recuerdos de todos mis detestablespecados: terminando con Lola, las fotografías y Las Vegas. Corrieron a través demis pensamientos en un ciclo que nunca termina y me desinfló completamente.Reconocí una bondad en Cricket que apaciguó esas reflexiones inquietantes y séque de ahora en adelante, siempre querría estar rodeado por ella. Algo en ella losalejó y estaba determinado a averiguar su secreto.

Ensillamos los caballos y cabalgamos hacia el campo más cercano al rancho.Nevó unos treinta centímetros por la noche y Eugie estaba teniendo problemaslevantando sus articulaciones a través de la altura, así que lo levanté sobre misilla y se sentó acunado en frente de mí. Cricket sacudió su cabeza.

—Lo malcrías —dijo con una sonrisa.

—¿Y? —reté.

Ella rodó sus ojos en burla y trotó adelante hacia un becerro acostado.

—Oh no —dijo quedamente.

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—¿Qué está mal? —le pregunté confundido.

Desmontó.

—No deberían acostarse así —explicó—. Les da hipotermia y mueren más

rápido de esta manera. También debe estar enferma.

—¿Qué deberíamos hacer? —pregunté desmontando.

—Tendremos que llevarla de vuelta con su mamá. Ponerla en el granero conlos otros. Si la nueva mezcla de antibióticos funciona, podemos comenzar a tratara la manada y prevenir más muertes.

Llevamos al ternero de vuelta al granero y luego volvimos a salir al fríoabrasador, Eugie todo el tiempo acurrucado en mi regazo. Descubrimos tres más

en la manada como la última y dos terneros más muertos.

—Esto es malo Spencer —dijo ella cuando aparecimos sobre el segundocadáver. Lanzó su pierna fuera de su caballo y puso sus botas dentro de laprofunda nieve. La seguí, bajando a Eugie a mi lado. Me miró por un momento.

—Si pudiera arreglarlo por ti, lo haría —le dije, sintiéndome más allá deinútil.

Sonrió suavemente.

—Lo sé —dijo. Miró hacia el ternero sin vida y suspiró—. Pop Pop no va aestar complacido. —Sacudí mi cabeza en respuesta—. Estamos confiandofuertemente en que este sea un año excelente para nosotros. Dependemos de ello.

Esto se sentía más que un presagio. Cricket estaba confiando en mí losmiedos secretos de su familia.

—¿Qué pasará si no lo hacen como deberían hacerlo? —preguntéfrancamente.

Me miró con ojos cristalinos.

—No podría ni comenzar —dijo.

—Entonces haremos este año lo que necesitan.

Sonrió tristemente.

—Más fácil decirlo.

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Nos saltamos el desayuno esa mañana, demasiado ocupados con la crisisdel rancho, pero el almuerzo era un requerimiento. Quemamos tantas caloríastrabajando y debido al frío, que Cricket comenzó a lucir enferma.

—Vamos —le dije cuando encerró a otro becerro y a su madre en el establo.

—No —dijo, regresando a la cochera.

Tiré de su chaqueta.

—No, insisto. Almuerzo. Ahora.

—No puedo Spencer, tengo… —comenzó pero la corté arrastrándola através de las puertas del granero en contra de su voluntad.

Tengo que admitir, mangonear a alguien tan pequeño me deleitóinmensamente. Ella ni siquiera pudo poner una pelea decente. Aunque susmanos huesudas si molestaron soló un poco cuando me golpeó fieramente, perosólo me reí de su monstruoso esfuerzo y el pequeño efecto que verdaderamentetuvo. Rio mientras peleaba conmigo.

—No puedo conseguir un agarre —se quejó.

—Sí, eso es. —Me reí antes de poner una mueca seria—. Quieta. —ordené—. Ellie me matará si te dejó ir más lejos. Luces pálida.

—Uh —dijo, observándome mientras sacudía su pequeña figura alrededorcomo una muñeca de trapo—. Odio darte la noticia, pero mi piel es naturalmentetransparente.

—Eres pálida, lo reconozco, pero tú cara siempre tiene un poco de rosadoen las mejillas y jamás he visto tus ojos tan aburridos. —Me observó y paréabruptamente, callándola por un momento. Altivamente acomodó su ropa—.Quiero decir, por lo que he observado. Tú sabes, al pasar —le dije, continuando

de nuevo. Mi cuello comenzó a calentarse debajo de mi pañuelo.—Tú, uh, te has dado cuenta de esas cosas sobre mí, ¿no es así? —preguntó,

mientras subíamos las escaleras y comenzamos a rodear la curva hacia elcomedor.

—No es ningún secreto que estoy atraído por ti, Cricket.

A su cara le volvió un poco de su color.

—No hagas eso —susurró y consideró el terreno.

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—No haré nada al respecto, Cricket. Reconozco completamente que estáscon Ethan.

Su cabeza giró en mi dirección.

—¿No… no lo harás? —preguntó. ¿ Acaso detecté una pisca de desilusión? Clic.

—No, no lo haré. No tengo el hábito de romper relaciones —le informéantes de modificar la declaración—. Bueno, ya no. —Le guiñé y ella sacudió sucabeza.

—Bien —afirmó, pero se sintió débil y eso me hizo más feliz de lo queposiblemente podría decir.

—Bien —repetí con fuerza.

—Bien —dijo de nuevo, pero esta vez con un asentimiento.

—Magnífico —desafié, deteniéndome y mirándola.

—Excelente —dijo encarándome, sus manos en sus caderas.

—Excepcional —declaré, una ceja alzada.

—Maravilloso —titubeó.

—Brillante —casi grité.

—Asombroso —contrarrestó, pero sus manos cayeron a sus lados.

Me incliné hacia ella y susurré:

—Fenomenal.

Tragó.

—S-súper —tartamudeó, tambaleándose un poco hacia atrás.

—Sensacional —respondí acercándome más.

Miró hacia su derecha, hacia la puerta, entonces de regreso a mí,humedeciendo sus labios.

—Quieres besarme ahora mismo, ¿no es así, Cricket Hunt?

Sus ojos volaron abiertos.

—N-No quiero —insistió, alejándose de mí.

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Me incliné más cerca, centímetro a cuidadoso centímetro, sus ojoscomenzaron a revolotear cerrados, haciéndome sonreír, parándome en frente desus labios cuando se separaron ligeramente. Mi estómago se apretó. Me acerquémás, pero en lugar de besarla, hablé en su oído.

—Bien.

Clic 

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Traducido por Mari NC , flochi y LizC

Corregido por AliciaConi

a tercera combinación de antibióticos terminó funcionando, pero noantes de que diecisiete terneros más murieran durante el transcurso

de tres días, para gran desaliento del rancho. La carga de trabajo setriplicó durante la época de parto, y yo no podía creer lo cansado que estaba alfinal del día, no es que eso me impidiera visitar a Cricket cada noche para hablary ver su trabajo.

No hablamos sobre nuestras expectativas o falta de ellas desde el día en laterraza. Ella sabía que estábamos jugando con fuego, y aunque no me hubieraimportado quemarme, ella estaba tomando todas las precauciones paramantenerse separada de las llamas. Cada vez que conseguía acercarme a ella, no

tan sutilmente se alejaba de mí. Si Ethan estaba alrededor, estaba particularmentepegada a él, todo el rato mirándome.

 Jonah, Ethan, Cricket y yo compartimos una agenda y nos mantuvimosbastante inseparables. Muy a mi pesar, estaba empezando a gustarme Jonah y arespetarlo. Y para mi horror absoluto, Ethan me resultaba más tolerable. Para serhonesto, me encontré con que él era una persona mucho mejor que yo, lo que memolestaba más allá de la creencia, incluso si era enteramente demasiado seriopara alguien como Cricket.

Dos semanas después del inicio de la temporada de parto, estábamosterminando nuestro viernes guardando los caballos y limpiando suscompartimentos, preparándolos para una noche de estancia. El tiempo se habíavuelto amargo, y estaba agradecido de estar en el interior.

 — Amigo, estoy tan cansado que podría caerme y dormir aquí junto aPatches — le dije a Jonah.

Él se echó a reír.

 — Eso está muy mal — dijo.

L

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Hice una mueca.

 — ¿Qué vas a hacer, amigo?

Se apoyó en el mango del rastrillo.

 — De vez en cuando durante la temporada de partos, la abuela nos obliga asalir del rancho por un par de horas. Esta noche es una de esas noches.

 — ¿Por qué? — le pregunté, extendiendo bolitas con mi rastrillo.

 — Dice que no es normal que los jóvenes estén trabajado así sin por lo menosun poco de travesuras.

Esto me hizo reír porque sonaba exactamente como algo que Ellie solía decir.

 — Bueno, ¿qué terminan haciendo todos cuando ella exige esto?

 — Nos dirigimos hacia Kalispell mientras que las manos mayores ven loscampos.

Me reí para mis adentros.

 — ¿Qué es lo que todos ustedes hacen para divertirse por aquí? ¿Conducenhasta la pista? ¿Visitan la tienda de malta? ¿Dividen un Eskimo Pie?  — dije en mimejor impresión de Kenickie.

 — Nah, mucha nieve, y, a veces, si Rizzo tiene un par de cuartos.

Miré hacia él con incredulidad antes de darme cuenta de que estababromeando conmigo y él se echó a reír.

 — Eres un idiota.

Sonreí.

 — 

Muy bien, ¿así que digamos que voy contigo a la ciudad? — Hay un pequeño bar parrillero en Main que nos gusta frecuentar. Es

relajado y toca un par de canciones. Tienen una máquina de discos, a veces laschicas se levantan y bailan en el suelo cubierto de conchas de maní.

 — ¿Chicas?  — le pregunté, mirando burlonamente a mi alrededor — . ¿Quéchicas?

Cricket y Bridge eran las únicas mujeres jóvenes en este rancho. Era un

milagro que los chicos allí no tropezasen con ellos mismos para llegar a ellas.

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Probablemente ayudaba el que habían crecido con Cricket y que Bridge tuvierasu propio guardia personal en el linebacker que todos conocíamos como Jonah.

 — Habrá chicas  — dijo en voz baja, casi con miedo, lo que me dio ganas deecharme a reír — . Vienen de los pequeños pueblos cercanos. También, Kalispelltiene suficiente de ellas para andar por ahí.

 — Estoy convencido — bromeé, pensando de nuevo en LA.

 — Bien — dijo.

 — Bien  — le contesté, pensando en Cricket y sonriendo secretamente a mímismo.

Extendí los gránulos alrededor de mis pies otra vez, a pesar de que no era

necesario. Me aclaré la garganta.

 — Así que, uh, ¿Cricket irá?

 — Sí  — dijo, pensando nada debido a mi pregunta y mi corazón dio unvuelco—. Ethan la lleva  — terminó, y mi corazón se hundió a mis pies.

Puto corazón. 

Cuando el día terminó, me fui al remolque y decidí tomar una pequeña

siesta antes de que todos se reunieran para dirigirse a Kalispell. Me duché y mequedé dormido en una falta de definición por diez minutos. Habían pasadovarias semanas desde que habíamos llegado al rancho, pero no parecía importar.Mis músculos se sentían como si fueran destrozados, curados con una noche desueño, y luego brutalmente destrozados una vez más al día siguiente. Esto habíaido en el día a día, semana tras semana, y estaba empezando a sentir los efectosdel mismo. Me sentí como una versión moderna de Prometeo.

Y sin embargo, aunque estaba más cansado de lo que nunca me había

sentido, me sentía aún más consumado por ello. La vida no se sentía como siestuviera simplemente existiendo de un zumbante momento al siguiente. Mesentí eficaz, útil y totalmente digno. Nunca había sentido eso antes, ni una solavez durante toda mi vida me había sentido alguna vez verdaderamente valioso.Había ganado el derecho a estar orgulloso, pero ser iluminado de esa manera sóloexacerbaba el hecho de que tenía mucho más por recorrer antes de que algunavez pudiera merecer a alguien como Cricket.

— ¿Y qué? — me preguntó Piper.

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 — ¿Y qué, qué? — contesté, molesto. 

Salí de la ducha y me até una toalla a la cintura. 

— ¿Crees que esta sensación durará? —  preguntó, casi desesperada. Estaba

caminando detrás de mí y pude ver su reflejo salvaje en el espejo— . ¿Esto supone mérito?Te cansarás de los días tediosos, ya sabes. Crecerá el resentimiento. —  Me burlé de ellacuando empecé a afeitarme— . ¿¡Crees que me despediste tan fácilmente!? —  preguntóhistéricamente. 

Dejé lo que estaba haciendo y entrecerré los ojos hacia ella. 

— Si pudiera hacer eso, te habrías ido por completo — le dije, antes de regresar denuevo a mi tarea. 

— Spencer — dijo en voz baja, recordándose a sí misma. Ella se deslizó por el suelode mármol a mi lado y se apoyó en la encimera del baño— . Estás perdiendo tu motivación.Estás bajando la guardia. — Sacudí la cabeza, desechando su declaración— . ¡Vas a

 perderlo todo porque ella va a tomarlo! —  prácticamente gritó, su fría fachadarompiéndose como el cristal débil. 

 Me aparté de ella ligeramente y la medí. 

— ¿Y qué demonios es para ti, Piper? 

Ella sonrió con dulzura, pero se sentía desesperada, forzada. — Sólo quiero lo mejor para ti — canturreaba con voz ronca. 

— ¿Por qué? —  pregunté. 

Ella me miró ofendida. 

— No hagas preguntas estúpidas, Spencer — dijo antes de dar vuelta y huir delcuarto de baño.

Me desperté sin tener recuerdos reales de mi sueño, pero sabía que Piperhabía hecho acto de presencia, porque mis manos temblaban. Siempre sesacudían cuando me despertaba después de una pesadilla protagonizada porPiper.

Me acosté en la cama mirando a la ventana. Las estrellas brillaban. Cogí eldespertador y miré la hora. Ocho en punto.

 — ¿Vas?  — Oí una voz preguntarme por el camino de la pequeña zona deestar.

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 — Sí, Bridge, voy.

Se sentó en la incómoda banqueta, mirando el pequeño televisor quehabíamos comprado. Era la única cosa que se ajustaba y no ocupaba todo elremolque. Me reí cuando lo compramos, recordando el de cuarenta y ochopulgadas en mi baño en casa.

Llamaron a la puerta. Bridge hizo un movimiento para levantarse, pero lainsté a quedarse con una mano y me levanté para contestar yo mismo. Abrí lapuerta para ver un Jonah muy diferente al que yo estaba acostumbrado.

 — ¿Quién diablos eres? — le pregunté con una sonrisa.

 — ¿De qué estás hablando?  — preguntó, simulando quitar el polvo de sushombros — . Siempre luzco así de bien.

 — No, Jonah, te ves como un linebacker despeinado en un caballo, que es loque siempre pareces.

Hundió su enorme zapato en el suelo y bajó la cabeza, con las mejillasardiendo de un rojo brillante. Él giró su cabeza a la izquierda luego a la derechay evitó mi mirada.

 — Realmente eres un gran bobo, ¿no es así? Entra, amigo.

Subió los escalones como un niño de cinco años de edad, en lugar del titánque era y se metió en el interior, quitándose su gorro adentro y alisándose el pelocon las manos. Seguí detrás de él y vi su rostro sonrojándose hasta algo parecidoal color del ladrillo.

 — Ey, Bridget — dijo con una sonrisa de medio lado.

Rodé los ojos y me fui al lavabo para lavarme los dientes. Fingí estardistraído con las estrellas afuera mientras ellos hablaban.

 — ¿Qué pasa, Jonah?  — respondió Bridget fríamente, aunque me di cuentade que se vio afectada por lo bien que se había limpiado.

 — No mucho. ¿Qué estás haciendo? — preguntó, sentado en la banqueta, uncojín entre ellos.

 — Oh, sólo viendo un poco de televisión. El mismo viejo, el mismo viejo  — 

ofreció con una sonrisa, pero sus ojos se demoraron un poco demasiado en sucara.

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 — Genial  — dije entre dientes alrededor de mi cepillo de dientes. Me lavé yescupí — . Voy a estar afuera, Jonah  — dije.

Entré en el dormitorio, y usé ese término vagamente, del remolque y cerrélas puertas de acordeón que me separaban de la sala de estar. Escogí unas pocascosas casuales: un par de jeans gastados y una desgastada camisa abotonada.Negué con la cabeza en las opciones que tenía. Pensar en cómo solía vestir sólome hizo deprimirme. Yo todavía tenía esas cosas conmigo, pero no podía lucirun Armani en esta ciudad o llamaría una atención seria a mí mismo, que era loúltimo que quería hacer. Mientras me vestía, escuché a Jonah y Bridget hablar.

 — Te ves muy bien, Jonah  — ofreció Bridget.

Rodé los ojos.

 — ¿En serio? — preguntó, y apenas me podía imaginar su rostro poniéndosede un rojo brillante.

 — Sí, muy guapo.

 — Gracias, Bridget. Te ves muy bien también.

Para esto, Bridget rio a carcajadas.

 — ¿Cómo lo sabes, tonto? ¡Estoy cubierta de esta manta!

Hubo una pequeña pausa antes de responder, como si estuviera trabajandohasta el descaro para decir algo. No lo hagas. No lo hagas.

 — No tengo que ver lo que estás llevando para saber que luces bien, Bridget.

Una pausa más larga y mis manos encontraron mi cara y luego las arrastrépenosa y lentamente hacia abajo.

 — G-gracias, Jonah. Creo que eso es lo más lindo que jamás me han dicho.

No podía aguantarlo más, así que abrí las puertas de acordeón de nuevo.

 — ¿Listo? — le pregunté.

 Jonah parecía sorprendido por mi repentina aparición y se levantódemasiado rápido, golpeando su cabeza contra el techo del remolque, incitandouna risita de Bridget.

 — Lo siento — dijo Jonah, con la cara de color rojo brillante.

 — Vamos — le dije, prácticamente empujándolo hacia la puerta.

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 — Espera — dijo, dándose la vuelta — , ¿tú no vienes, Bridge?

 — Uh, no  — dijo ella, levantándose — . Yo…  — suspiró — , bueno, yo penséque sería raro si iba.

— ¿Qué?  — preguntó, indignado — . ¿Por qué? 

 — Porque, bueno, ya sabes  — dijo ella bajando la vista hacia su vientre.

 — No puedes incluso decirlo, Bridget, y ninguno de nosotros va a sentirsede forma diferente acerca de ti  — le dijo en voz baja antes de detenerse. Luegodijo — : Confía en mí . — Y toda la ansiedad en su rostro se derritió.

 — Oh, bueno, bien. Me encantaría ir entonces.

Asomó la cabeza alrededor de Jonah. — ¿Te importaría esperarme sólo un segundo? — preguntó.

 — Por supuesto que no — dije, apoyado contra la puerta y haciendo un gestohacia el dormitorio.

Ella corrió hacia atrás, aturdida, y cerró las puertas. Observé a Jonah y éltenía una sonrisa de comemierda en su rostro. Me miró y su sonrisa cayó. Tragósaliva antes de volver a sentarse en la banqueta. Me senté frente a él y sólo tuve

que levantar una ceja. Los ojos de Jonah se abrieron y empezó a retorcerse, jugueteando con la gorra en la mano, retorciendo una y otra vez.

Quince minutos más tarde, Bridget surgió en un simple par de jeans y unacamiseta de manga larga y yo asentí con aprobación hacia ella, a lo que ella rodólos ojos. Me di cuenta de que se había rizado el cabello, sin embargo, y aplicadomaquillaje, pero su elección en la ropa, que siempre había dejado algo que desearen mi opinión, me impresionó sin fin. Sobre todo porque cubría cada centímetrode ella. Buena chica, pensé.

 Jonah le ayudó a ponerse la chaqueta, incluso yendo tan lejos como paragirar alegremente a su alrededor mientras envolvía su bufanda alrededor de sucuello y haciéndola reír como una niña pequeña. Me metí en el asiento delconductor y Jonah abrió la puerta para ella. Ella se puso en el asiento de atrás yluego se deslizó tras ella.

 — ¿No vas a ir al frente conmigo?  — le pregunté, confundido.

Me miró como si estuviera loco.

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 — Vamos a llevar a Cricket y Ethan con nosotros  — explicó antes de mirarhacia Bridge.

Los ojos de Bridget se arrugaron.

 — ¡Uh, ah, sí! Um, llevarás a Cricket y Ethan a Kalispell con Jonah y, bueno,ahora a mí. Yo te ofrecí. ¿Está bien?  — preguntó ella, encogiéndose en su asientoun poco.

 — Bien  — dije entre dientes, tratando de no parecer tan molesto comosonaba.

Me di la vuelta y puse el coche en el camino. Jonah y Bridget se reían y divuelta la cabeza para mirarlos, lo que los tumbó en sus asientos. Bridge se aclaróla garganta luchando contra la risa, lo que le valió una mirada que podría matar.

Me estacioné afuera de la casa de Ellie y Emmett y toqué la bocina, mislimpiaparabrisas estaban a máxima potencia igual que el calentador y eldispositivo anti escarcha, pero aun así no podía ver más allá de tres metrosdelante de mí.

 — ¿Crees que es una buena idea que conduzca en estas condiciones?  — lepregunté a Jonah, quien se había inclinado hacia adelante por encima de laconsola para comprobar el salpicadero y la radio.

 — Sí, es muy normal en esta época del año.

 Mátenme si sigo en Montana para esta época el año que viene, pensé.

 Justo en ese momento aparecieron dos figuras oscuras en los faros de niebla.Una fue inmediatamente a la parte trasera a sentarse junto a Bridge y la otra haciael asiento del pasajero. Por favor, que sea Cricket. Por favor, que sea Cricket, pensé,mirando a la figura en la ventana del asiento del pasajero.

La puerta del coche se abrió y mi estómago dio un vuelco. Ethan. Subió ycerró la puerta. La puerta detrás de mí se abrió y subió Cricket. No pude verlaporque era muy pequeña y su cabeza quedaba oculta por el reposacabezas.Siguió acomodando su abrigo y maldiciendo a la cosa por ser demasiado larga.Estaba desesperado por ver cómo se veía ella pero cuando finalmente se reclinó,las luces de la cabina se apagaron y sólo las luces del tablero iluminaban elinterior, dejando a Cricket en penumbras, sólo la sombra de su cara visible paramí. ¡ Maldición!

Serpenteé a lo largo del camino desde el Rancho Hunt hasta la carreteraprincipal, pero no mucho. Seguía deteniéndome cuando pesaba que había algo

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frente a mí. La camioneta estaba en silencio salvo por el ocasional resoplido dellado de Ethan, lo cual realmente me enfureció. Estaba poniendo a todos inquietosy eso me molestaba porque yo era un impresionante conductor cuando la nieveno estaba involucrada. Le eché un vistazo a Ethan, quien me observaba. ¡No todo

el mundo puede crecer en Montana, idiota!

 — ¿Quieres que conduzca?  — ofreció, humillándome en frente de suincreíblemente maravillosa novia.

 — No — dije, mirándolo con fijeza — . Soy un rápido aprendiz.

Asintió con la cabeza pero pareció inseguro, cabreándome aún más.

La carretera fue más fácil de navegar debido a las lámparas iluminando elcamino tan bien como un sendero claro. La tensión en el coche se alivió a unnivel tolerable finalmente y una conversación se inició entre los tres que ibanatrás. Ethan y yo ni siquiera miramos en la dirección del otro desde su estúpidoofrecimiento, y pude notar por su lenguaje corporal, espalda rígida, brazoscruzados, que no le gustaba.

 — ¡…y eso! —dijo Bridge. Me había perdido todo el inicio de laconversación. Bridge gimoteó un poco — . ¡Ojalá me hubiera vestido formaltambién!

 — No estoy vestida de manera formal, Bridge.  — Se echó a reír — . Es sóloque estás acostumbrada a verme con la ropa gastada del rancho, ahora crees quees lo normal, pero no es así. Soy una especie de víctima de la moda. Sólo que notengo ocasión de usarlas — contestó Cricket.

 — ¿Cómo es que consigues prendas como esas por acá?  — preguntó Bridge,genuinamente curiosa.

Miré en mi espejo retrovisor y no pude ver nada, frustrándome al extremo.

 — Las ordeno online, nena. No hay mejor invención que el internet.

Seguí mirando en mi espejo retrovisor hacia Cricket, esperando que dealguna manera su rostro mágicamente se iluminara y podría verla.

 — ¿Tienes algún pasatiempo?  — me preguntó Ethan de repente y pegué unsalto. Se sentaba con serenidad en su asiento. Sin moverse, sin retorcerse omoverse — . ¿Estás nervioso? — preguntó, entrecerrando sus ojos en mi dirección.

Tragué saliva.

 — ¿Qué?

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 — Dije, ¿tienes algún pasatiempo?

Colecciono dinero. Mucho dinero.

 — Para nada. Estaba en el equipo de remo en Brown, pero no lo llamaría

pasatiempo — le dije honestamente — . ¿Qué hay de ti?

 — Cricket es mi pasatiempo — dijo posesivamente en voz baja.

Lo miré a la vez que él me miraba con fijeza con una ferocidad queraramente había visto en otro hombre. Le devolví la mirada tan salvajementecomo me miraba él, mi mandíbula se apretó, y mis ojos se entrecerraron. Nosquedamos mirando fijamente hasta que él rompió el contacto, satisfecho entendílo que quería decir, y volví mi atención a la carretera. Lo que él no entendía esque yo no les temía a los cardenales en el rostro o mis nudillos. Nunca habíaeludido una pelea. Nunca.

En la preparatoria tenía la mala reputación de ser el chico con el que no temetías porque si decías tonterías y actuabas como si quisieras pelea, yo seríaquien te daría la pelea. Era sencillo separar a los habladores de los hacedores. Ysiempre había más habladores que hacedores. No conocía lo bastante bien a Ethancomo para saber si él era uno u otro, pero eso no significaba nada para mí. Loderrotaría sin pensarlo. No dudaría. Porque si había algo que no podía soportar,era a las personas cuyas amenazas eran más de lo que estaban dispuestos a llegar.Lo único que pensé es que Ethan era exactamente el tipo de persona que seguíaadelante, no es que me importara, como dije, yo estaba dispuesto, pero meimportaba lo que Cricket pensaría. Muchísimo.

El camino restante hacia Kalispell consistió en Ethan y yo mirándonos eluno al otro, Jonah captando la atención de Bridge, sin prestarle atención a nadiemás, y las chicas charlando, ajenas.

Nos estacionamos en un lote de grava y mi estómago revoloteó al pensar en

Cricket, imaginándola en otra cosa que no sean pantalones vaqueros ychaparreras.

Apagué el motor y empecé a salir cuando Ethan me detuvo.

 — Llegaré al lado de Cricket.

Asentí como respuesta y rodeé la parte trasera de la camioneta, pasando aEthan e intentando no sentirme demasiado decepcionado por no ser capaz deabrirle la puerta. ¿Qué estás haciendo? Me pregunté. No es tuya. ¡No es tuya! Me

sentí tan estúpido y, francamente, estaba paralizado. Había intentado

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convencerme de que necesitaba ser su amigo y nada más que su amigo, pero noestaba actuando como tal.

Me prometí que no tendría pensamientos hacia Cricket que no fueranenteramente amistosos y nada más. Sí, buena suerte con eso. Me coloquétorpemente en el fondo, con las manos metidas en los bolsillos delanteros de misvaqueros, amontonando mi abrigo alrededor de las cimas de mis caderas. El fríose filtraba hasta los huesos en ese lugar, pero no me importaba, cualquier cosacon tal de distraerme. Bajé brevemente mi gorra para ocultar mis ojos, luego volvía meter las manos en mis bolsillos. Me quedé mirando el suelo y pateé la nievecontorneando mis botas. Estaban metidas en quince centímetros. Pateé elmontículo alrededor de mis dedos y sacudí los restos de mis botas. Lo hice por laúnica razón de que sabía que no quería mirar a Cricket.

Alcé la vista rápidamente hacia el lado del pasajero y me vi obligado a vera Jonah salir por atrás, luego sostener la puerta abierta y ofrecer su mano a Bridgepara ayudarla a salir. Pese a que odiara admitirlo, iba a ser la maldita quintarueda en el escenario de esta noche. A pesar de que Jonah y Bridge lo definieroncomo “amistad”. Sabía lo que estaba floreciendo y me sentí indefenso dedetenerlo. Sólo quería proteger a mi hermana del dolor. Dolor que sabía que ibaa llegar. Dolor que haría a una vida ya incómoda más difícil, pero a veces unotiene que dejarla vivir.

Me quedé mirando el suelo cuando todos se reunieron a mí alrededor, luegolos seguí, mis ojos concentrados en sus rastros.

¿Cómo vas a lograr hacer esto, huh? Me pregunté mientras trastabillaba haciael frente del pub. En algún momento, vas a tener que mirarla. Decidí que era mejorsi la veía en una situación controlada, una donde digamos, si me caía del malditotaburete, nadie más, particularmente Ethan, lo notarían.

Tan pronto como atravesamos las puertas, me quité la chaqueta pero me

dejé la gorra para ocultarme. — Estaré en la barra  — le dije a todo el mundo y dejé todas sus miradas

inquisitivas detrás antes de que alguien pudiera objetar.

Finalmente fui capaz de alzar la mirada y me senté en la esquina de la barra,fijando mis manos sobre la superficie plana e intentando tranquilizar mirespiración.

 — ¿Qué te doy?  — me preguntó la sexy barman. Dije “sexy” como si fuera

algo inesperado, pero, ¿no eran todas ellas sexys?

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Sonreí.

 — Tomaré una coca  — le dije a ella.

 — Cuidado, se te irá directo a la cabeza  — bromeó, haciéndome reír.

Colgué las llaves frente a mí.

 — Conduzco.

 — Buen chico — dijo, guiñándome un ojo.

Me sirvió mi refresco y los deslizó con gracia antes de dirigirse al otroextremo de la barra para ayudar a alguien.

Le di un pequeño sorbo, deseando que haya sido algo más fuerte. Me puse

a golpear con mis dedos la barra, preparándome mentalmente. Respiré hondotres veces y decidí que había esperado lo suficiente. Levanté la cabeza ydeliberadamente me puse a escanear el bar. Sorprendentemente, algo con unsorprendente ritmo atravesó el aire causando que mi presión arterial se elevaracon anticipación. Puse mi palma sobre mi corazón latiendo demasiado rápido.Sólo estás mirando, me dije. Sólo. Mirar . Respiré hondo otra vez y seguí buscando.

Divisé a Bridge portándose como tonta, parecía una “podadora”, creo y Jonah desternillándose de la risa de ella. Vi a Ethan enfurruñado en la esquina,

tomando una cerveza. Mi corazón se aceleró a un ritmo incómodo mientrasbuscaba pero no la encontré. Estaba medio en pie y medio sentado y miraba porencima de las cabezas de la multitud pero todavía ningún rastro.

 — ¿Qué estás haciendo?  — Escuché por encima de mi hombro, y me quedéinmóvil.

Mis hombros se pusieron rígidos ante el cascabel que era la voz de Cricket,y tuve que cerrar mis ojos brevemente. Estaba tanto aprensivo como expectante.

Ya no podía seguir torturándome y abrí los ojos. Mi respiración laboriosa cuandoempecé a darme la vuelta.

Oh. Dios. Mío. 

Ahí estaba ella. ¡Maldita sea! Tan malditamente hermosa que pensé quenunca me recobraría de verla. En cierta manera me tambaleé hasta sentarme y labarrí de la cabeza a los pies. Apenas la reconocí, y eso me sorprendió.

Su rostro. 

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Me pregunté por qué tenía que ser tan increíblemente hermosa,torturándome mientras memorizaba cada centímetro, cada milímetro de suresplandeciente cara. Lucía su sonrisa astuta, pero esta vez sus labios estabanpintados de un rojo brillante y dolía por besarlos, atraparlos entre mis dientes yreclamar el color en mi lengua, malditas manchas. El hecho de que a Cricketprobablemente no le molestaría la hizo más tentadora para mí.

Su cabello negro como el carbón estaba rizado, reminiscencia de las chicasde calendario de los cuarenta, incluyendo flequillo corto, el cual había corrido aun lado y fijado arriba.

Recordaría lo que llevaba puesto hasta el día que muriera, bajando botones

miniatura en las correas del tobillo de sus tacones negros. Debajo un delgado sacocolor crema ceñido y largo hasta el suelo de cachemira que había abotonado sóloen el centro, exponiendo sus increíbles piernas, llevaba un vestido entalladonegro con tirantes largo hasta las pantorrillas con escote corazón. Incontablesperlas envolvían su delgado, y largo cuello de alabastro y caían estratégicamentea sus pechos.

Era una agradable mezcla entre casual y formal, parecía francesa, y exudabauna elegancia que rivalizaría con cualquiera de mis amigas de colegio. Ella era

todo lo que nunca imaginé que podría querer. Era… devastadora.

Me sonrió dulcemente, completamente ajena al hecho de que me habíacimentado en el asiento, estupefacto y con ganas de agarrarla por los hombros yempujarla contra mi pecho. Le habría susurrado en el oído que no podía entenderpor qué sentía una necesidad tan omnipotente e inexplicable de llevarla conmigoa todas partes a donde fuera por el resto de mi vida, incluso aunque no laamaba… todavía. Le rogaría que me dejara hacerlo, sacarme de mi miseria y sólodejarme tenerla. Rogaría que ella aceptara mi desesperado aunque

aparentemente incomprensible, pedido. Le diría que no la merecía, que sabía quenunca sería capaz, pero que cada día sería un esfuerzo monumental de mi partepara luchar.

Pero no le dije estas cosas. En lugar de eso, me mordí la lengua, sintiéndomeel mayor cobarde del mundo. En lugar de eso se inclinó a mi izquierda y me rozóel hombro y asigné la sensación de su calor a la memoria. En lugar de eso, la dejéordenar a ella porque me había olvidado de mis modales y no le había ofrecidonada. En lugar de eso, volví mi cabeza hacia su cabello y me incliné ligeramente,

inhalando, básicamente jadeando su celestial aroma a vainilla y pomelo. En su

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lugar, ignoré mis instintos de poseerla y la dejé pararse silenciosamente frente amí.

 — Te pregunté qué estabas haciendo  — volvió a preguntar, inconsciente demis luchas internas.

Sacudí la cabeza ligeramente y me aclaré la garganta.

 — Uh, sólo estaba sentado aquí, observando a las personas — ofrecí con unaleve sonrisa.

Se dejó caer graciosamente en el taburete junto al mío y enfrentó a lamultitud mezclándose.

 — Está lleno esta noche  — dijo.

 — ¿Lo está? — pregunté, incapaz de pensar en nada.

De repente, me sentí severamente deprimido. Quise apartarme de lamagnífica persona sentada a mi lado. Miré detrás de mí a los estantes de la barray deseé poder agarrar la única botella de licor Premium que fui capaz de ver yatrincherarme en la plataforma de carga de la camioneta.

 — Sí, no he visto tantas personas fuera en mucho tiempo. Supongo que latemporada ha conseguido que más que unas pocas almas inquietas salgan de su

escondite. — Se dio la vuelta y me sonrió, y casi deseé poder arrancarme los ojospara no tener que someterme a su rostro notoriamente agradable una vez más.

Me aclaré la garganta una vez más y apreté mi Coca-Cola entre mis manospara estabilizarlas.

 — Uh, te ves muy bonita — minimicé deliberadamente.

Ella se miró a sí misma como si acabara de recordar lo que llevaba puesto.

 — Oh, muchas gracias  — dijo.

Se cruzó de brazos sobre sí misma y me miró por el rabillo del ojo.

Clic. Cuando hasta ahora nuestros “clics”  me traían nada más que placerinimaginable, esa noche solo me hizo sentir alicaído.

 — Oye  — dijo ella, interrumpiendo mis pensamientos.

 — ¿Hmm?

 — Estás muy distraído.

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Le sonreí.

 — Supongo que lo estoy. Lo siento  — me disculpé.

 — Está bien. Tienes mucho en tu plato últimamente, lo sé.  — No  tenía ni

idea — . No creo que el estrés del rancho sea muy bueno para cualquier persona,especialmente para aquellos que ya tienen un plato que está lleno.

 — No, está realmente bien. De hecho, me gusta mucho el rancho  — le dije,sorprendiéndome incluso a mí mismo con esa afirmación.

 — Deberías decirle eso también a Ellie. Le daría mucha gracia.

Me eché a reír.

 — 

Está bien, lo haré.Nos quedamos en silencio durante unos minutos, simplemente observando

la multitud y riéndonos de unos pocos.

 — Yo, uh, he terminado tu escultura  — me dijo, pero su rostro no se apartóde la multitud.

Mi estómago cayó a mis pies y luego saltó a mi garganta.

 — Genial — le dije, sintiendo todo lo contrario.

Ella se volvió y me estudió por un momento antes de volver su mirada denuevo hacia la multitud.

 — Creo que voy a unirme a los demás  — dijo ella, poniéndose de pie ydecepcionándome absolutamente. La vi dar unos cuantos pasos antes de volversepor completo — . ¿Vienes?

Me sorprendí por su ofrecimiento, pero me puse de pie para unirme a ella.La seguí por detrás y devoré su andar, decidido a retenerlo para así poderlorecordar en los años venideros. Nadie caminaba como Cricket Hunt. Nadie.

Nos unimos a los otros, y justo como lo esperaba, yo era la quinta rueda enel escenario de esa noche. Después de una hora de lastimosa conversación conCricket, decidí que ya era suficiente, e inspeccioné a las chicas a mí alrededor. Niuna sola podría compararse a Cricket, pero no iba a sentarme allí y ser miserablesi podía evitarlo, así que decidí invitar a una chica a bailar, finalmente escogiendoa una de un grupo que había estado mirándome toda la noche.

Me puse de pie y le dije a todo el mundo que estaría de vuelta pronto yluego me dirigí en dirección al grupo. Ellas hicieron esa cosa estúpida donde

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susurran frenéticamente, entonces hicieron un débil intento de parecer tranquilasy serenas cuando te encuentras a tres metros de distancia, como si fuéramosciegos hasta esa marca de tres metros. El movimiento casi hace que me devuelva,pero recordé lo qué me esperaba y seguí adelante.

 — Hola — le dije a la rubia con el cabello largo.

Era alta y provocativa y eligió un estilo más vulgar en comparación conCricket. En esencia, era la antítesis de Cricket. Era lo que necesitaba paradistraerme de la que yo realmente quería, pero no podía tener.

 — Hola  — dijo ella en una voz de bebé irritante. Arrugué la nariz un pocomolesto, pero ella no se dio cuenta.

 — ¿Me preguntaba si te gustaría bailar? — le pregunté.

Se levantó de su taburete y poco atractivamente tiró de su falda corta, yluego se ajustó sus pechos de manera que el escote óptimo estuviera expuesto.Chicas, otra pequeña pista aquí: Sólo a los chicos depravados le gustan las chicasdepravadas. Te sorprenderías lo que un dobladillo más largo puede conseguirtea un largo plazo.

Ella caminó torpemente sobre sus tacones ridículos hasta mi lado y seinclinó demasiado cerca. Tuve que inclinar mi cabeza solo para hablar con ella.

 — Así que, uh, ¿eres de por aquí?  — le pregunté.

 — Ajá. Vivo en la ciudad.

 — Genial, genial  — le dije preguntándome si esa era toda la respuesta queiba a conseguir.

 — Ni siquiera tengo que preguntar si eres de por aquí. Puedo decir que nolo eres.

Habíamos llegado a la pista de baile y puse una mano en su espalda paraguiarla, pero ella tomó mi mano y la empujó a la parte superior de su trasero. Lamoví hasta la parte baja de su espalda y suspiré con exasperación.

 — Uh, ¿cómo sabes que no soy de por aquí? — le pregunté a medida que nosbalanceamos con la canción lenta.

 — Porque conozco a todos los chicos locales  — dijo ella, apretando suspechos contra mi pecho.

 — Apuesto a que sí — le dije en voz baja.

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 — ¿Qué fue eso?

 — Nada.

Sentí como si estuviera luchando contra una serpiente resbaladiza. Ella era

toda manos, piernas y pechos, y era irritante cómo intentaba una y otra veztocarme con ellos en todo momento.

Me sentía incómodo. Antes de Montana, este era el tipo de chica quebuscaba en los clubes. Para mis amigos y para mí, estas eran reemplazables. Laschicas con las que nos divertíamos y echábamos a un lado. La idea del tipo queechó a un lado a Bridge quemó un agujero en mi estómago. Soy un idiota. 

Sentí una ardiente mirada quemar en mi nuca y lo froté para librarme de lasensación. Me di la vuelta y encontré los ojos de quién pertenecía la mirada.Cricket estaba sentada mirándome fijamente, una mirada de absoluto desalientoadornaba su rostro. Me encontré cuestionándola con mis ojos, pero se dio cuentade sí misma entonces, y volvió el rostro hacia el suelo.

Miré a su izquierda y derecha y vi que estaba sola. Estudié la pista de bailey vi a Jonah y Bridge bailando. Miré en el bar y vi a Ethan hablando con lo queparecía ser un amigo suyo.

 — Entonces, ¿qué vas a hacer después? — me preguntó la rubia.

 — ¿Qué?

 — Me estaba preguntando qué ibas a hacer más tarde. Tengo mi propiolugar justo al final en la calle y… 

 — Lo siento. Pareces una, um, ¿buena chica? Pero no estoy interesado.Gracias por el baile  — le dije, dejándola allí aturdida, pero no me importó.

Sentí una atracción magnética hacia Cricket y de inmediato me dirigí a ella.

Se dio cuenta de mi venida y torpemente contempló el techo por encima de ella. — ¿Cricket? — pregunté.

Ella me miró a los ojos.

 — ¿Hmm? — preguntó ella con un intento de alegría.

 — ¿Qué estás haciendo aquí?

 — Oh, nada. — Ella se aclaró la garganta — . ¿Por qué no estás bailando?

 — Porque te vi aquí sola.

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Tragó saliva.

 — No tienes que hacer eso — dijo ella con dulzura.

Suspiré y me dejé caer en el taburete a su lado.

 — Sí. Sí, tengo que hacerlo.

Nos sentamos en silencio durante cinco minutos y las canciones cambiarondos veces.

Cuando una canción lenta llegó, me puse de pie y le tendí la mano.

 — ¿Bailas conmigo?

 — No creo que esa sea una buena… 

 — Disculpa, pero Ethan es un tonto si no aprovecha todas las oportunidadesdel mundo para sostenerte cerca.

Ella sonrió y se levantó.

 — Gracias  — susurró.

La llevé a la pista de baile y la abalancé sobre mí. Ella era tan agraciada, tanrefinada, tan diferente a la rubia. Estaba desconcertado por su crianza. No tenía

idea de que alguien tan elegante podría venir de un lugar tan interesante comoun rancho de ganado. Sin embargo, cuando en realidad pensaba en ello, cada unocon los que trabajé en el Rancho Hunt, hasta los trabajadores del rancho en sí,eran educados, gentiles y humildes, incluso más que los del círculo de riquezacon los que crecí.

La abracé con gallardía, con respeto, de la forma en que su actitud, suconfianza, su vestido me pedía que la abrazara. Me encontré buscando aire cadavez que ella y yo compartíamos espacio personal. Ella se robó mi cordura, cada

pedacito de mi control y me sentía delirante, frenético cada vez que estaba cercay anhelaba la pérdida seriamente siempre que no lo estaba. La sensación era tannueva para mí. Ella era más que algo adorable para mí. Era dolorosamenteinteresante, la mejor conversación que he tenido y a veces me encontrabapreguntándome qué estaba pensando, en lugar de lo que llevaba puesto debajode su ropa. Nadie me había afectado nunca como ella lo hacía. Nadie.

Mi mejilla izquierda se apoyó contra el costado de su cabeza a medida quenos balanceamos con la melodía. Nos quedamos completamente en silencio. Era

incapaz de hablar, estaba demasiado absorto en asegurarme de memorizarla porcompleto. Me sentí tan maltrecho al sostenerla. Mi pecho se sentía magullado,

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dolorido y dañado. “Dolorido” era la palabra perfecta para describir la miseriade no pertenecer a ella. Mi cabeza seguía pidiéndome que me salvara a mí mismo,que detenga la tortura, pero no podía, simplemente no podía dejar que se vaya.

 — Cricket — susurré.

 — No — dijo ella en mi oído, luego sorbió, su voz quebrándose al final — . Nolo digas — ordenó, tomando una ahogada respiración ronca — . No… no te puedodecir por qué, pero no puedo dejar a Ethan.  — Asentí contra su cabeza y ellaapretó su cara en mi hombro — . Voy a decirte una cosa, pero esto solo se puededecir una vez  — empezó a decir, y dio otro suspiro tembloroso — , sufro por ti  — 

apenas logró decirlo — . Quiero estar cerca de ti para siempre. Estoyenamorándome de ti y es… es una dulce agonía, sin embargo, sigue siendo unaagonía.

En lugar de torturarme al pedir más, seguí bailando con ella,tambaleándome al borde de simplemente arrojar mi antebrazo debajo de susrodillas y robarla lejos, llevarla a su casa, a una casa, cualquier casa, nuestra casa…para siempre.

La canción fue demasiado corta y eso dolió hasta el hueso. En sólo unaspocas semanas, yo estaba casi enamorado de Cricket Hunt. En tan sólo unaspocas más, sería un desahuciado pero no pude convencerme a mí mismo para

proteger mi corazón.

Me incliné hacia su cara y besé su mejilla, disfrutando de lo suave que erasu piel, lo dulce que olía. Mis ojos se cerraron y decidí guardar ese beso parasiempre.

Un golpecito en mi hombro destrozó mi mundo perfecto, y con vacilaciónabandoné el calor de su piel. Me levanté, totalmente dispuesto a aceptar midestino, esperando encontrar a Ethan, pero en su lugar me encontré con unhombre alto, de hombros anchos en un elegante traje negro y gafas extrañas.Había algo familiar en él, y lo observé un momento antes de ubicarlo. Recordélas palabras de August “extrañas gafas de aspecto antiguo”. 

De repente, mi mundo se derrumbó a mis pies.

 — ¿Quién eres tú? — le pregunté al hombre, congelado por el miedo.

 — ¿Señor Blackwell?  — preguntó, confirmando mi peor pesadilla — . Minombre es Dominic Griffin  — explicó, enviándome en una espiral. Se quitó lasgafas y empezó a pulir las lentes con un pañuelo — . Represento a tu padre.

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Cuando mencionó a mi padre, Cricket se acercó más a mi lado y me agarródel antebrazo.

Metí la mano en mi bolsillo y saqué mis llaves, discretamente colocándolasen la palma de su mano. Ella me miró, asintió y se fue. Me volví hacia el hombre.

 — ¿Qué quieres? — pregunté, tratando de controlar mi voz.

Él sonrió fríamente y se puso las gafas en su cara.

 — Él quiere arruinarte  — dijo con franqueza, enviando un escalofrío querecorrió toda mi espalda.

Abrí la boca pero no pude responder. Puso sus manos en los bolsillos ycontinuó.

 — Quiere que sepas que va a arruinarte a ti y a tu hermana.

Mi sangre comenzó a hervir debajo de mi piel.

 — Le vas a decir que si siquiera se acerca a nosotros, voy a tomar cada piezade evidencia documentada que he guardado en contra de él y voy a entregarla alas autoridades.

El hombre pareció sorprendido.

 — No creo que vayas a hacer eso  — dijo después de un momento deconsideración.

 — ¿No lo crees?

 — No, eso quiere decir que estarías incriminándote a ti mismo.

 — Créeme, estaría más que feliz de pudrirme en la cárcel junto a él si esosignificara que no podría lastimar a mi mamá o a Bridge nunca más.

El hombre pensó en lo que dije antes de asentir.

 — Le voy a decir lo que has dicho.

Se volvió para alejarse, pero se lo impedí.

 — ¿Y? — pregunté.

Se giró en mi dirección una vez más.

 — ¿Y qué ?

 — ¿Cómo voy a saber si él ha decidido dar marcha atrás?

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 — Oh, lo sabrás  — dijo el hombre, riendo. Caminó hacia el frío, sin dejar dereír, como si la vida de Brigde o la mía fueran juguetes para él. Supongo que loeran. Si trabajaba para mi padre, él estaría desprovisto de moral. Le dijo la sarténal cazo.

No hice caso a mi cháchara interior y salí corriendo hacia la camioneta.Estaba en marcha y cerca de la puerta. Me metí en el lado del conductorrápidamente. Las luces del interior estaban encendidas, y pude ver a todo elmundo, incluyendo a Cricket.

 — ¿Qué-qué pasó?  — preguntó Bridge, deslizándose rápidamente al bordede su asiento.

Tenía los ojos enrojecidos por el llanto.

Miré a Cricket a través del retrovisor y se veía nerviosa.

 — Uh, bueno, papá nos encontró — le dije.

 — No — chilló ella, desplomándose en su asiento.

 Jonah envolvió su brazo alrededor de ella, y no pude reunir una objeción.Ella se inclinó sobre él y lloró en su hombro.

 — ¿Qué significa esto? — preguntó Jonah.

Conduje fuera del estacionamiento del bar y empecé a hacer mi camino deregreso al Rancho Hunt.

 — Honestamente, no lo sé. Digo esto porque le arrojé algo que no creo queestuviera esperando que pudiera atarle las manos.

Brigde levantó la cabeza y se secó por debajo de sus ojos.

 — ¿Qué? — preguntó entre lágrimas.

Miré fijamente a Cricket.

 — No debería decirlo realmente  — dije, temiendo admitir algo tan atroz enfrente de ella — . Digamos que, si él fuera inteligente, nos dejaría en paz.

Bridget asintió, agradecidamente aceptando mi vaga respuesta, y apoyó lacabeza sobre el hombro de Jonah. Miré hacia arriba y vi las cejas fruncidas deCricket, luego miré rápidamente hacia abajo en la carretera. Ella quería saber,pero no iba a presionar.

Supongo que todos tenemos nuestros secretos, Cricket Hunt. 

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Traducido por Jo

Corregido por La BoHeMiK

as semanas pasaron y los terneros comenzaron a hacer acto depresencia en las manadas. Jonah y yo trabajamos mucho lado a lado,

y a pesar de que todavía estaba visitando a Cricket por la noche,apenas nos decíamos una palabra el uno al otro, ambos asustados de confesarnos.Sin embargo, no me importaba. Tenía que estar a su lado porque ellasimplemente tranquilizaba mis pesadillas en las noches, pero todos sabíamos queera más que eso. Era más que eso porque estaba enamorándome de Cricket Hunt,y estaba encontrando cada vez más difícil esconder eso de mí mismo.

Habían sido semanas desde que Piper hizo una manifestación, y estaba tanagradecido. Estaba empezando a comerse mi alma. Luego de las pesadillas,

tomaría al menos dos días sacudírmela por completo. Cricket era un alivio parami perturbado espíritu.

Cricket todavía no me había dado la escultura que me prometió. Queríapreguntarle sobre eso, pero lo nuestro se sentía extraño, y no podía forzarme aexigirlo. A pesar de que muchas veces quería hacerlo. Tantas veces.

Para entonces Bridge estaba alrededor de los cinco meses y comenzaba amostrarlo. Para mi gran sorpresa, Jonah no estaba distanciándose como yo habíapensado. De hecho, estaba aún más atento con lo que, francamente, me

sorprendía. Había decidido la noche que tuvimos una aparición del lacayo de mipadre Dominic, que iba a mantener mi boca cerrada y solo dejar que las cosaspasaran.

Dominic no había hecho un solo intento de contacto. Tampoco mi padre omi madre, lo que me hacía pensar que mi papá no se lo había dicho a ella. Elhecho de que no se había puesto en contacto de ninguna manera, me dejaba unpoco más que nervioso, pero con cada día que pasaba, mi intranquilidad se ibamás y más. Estábamos acercándonos rápidamente al cumpleaños número

dieciocho de Bridge, lo que también me ponía más cómodo.

L

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También había algunas cosas serias pasando en el rancho, pero en cualquiermomento en que Bridge y/o yo entrábamos al cuarto, la conversación seríasilenciada. No era asunto nuestro, y decidimos respetar sus deseos. A pesar deque sí nos ponía muy curiosos.

Cerca de mitades de febrero, Emmett asignó a Cricket como mi compañeraporque necesitaba que Jonah trabajara con él más de cerca mientras comenzabana planear la nueva temporada, cuando inseminarían a las vacas en abril, entreotras cosas.

En un miércoles cualquiera, mientras esparcíamos pellets en los establos decaballos, rompí el silencio con Cricket. Ethan continuamente la llevaba al pueblopor horas, y me encontraba verde de envidia. Quería respuestas.

—Oye, Cricket —comencé.

—¿Mmmhmm? —preguntó, rastrillando hacia adelante y atrás conpracticada facilidad.

—¿A dónde vas con Ethan tan a menudo?

Dejó de rastrillar y estudió sus manos un momento antes de volver atrabajar con un furioso ritmo.

—Realmente, a ningún lugar.—Estás mintiendo —dije, conociéndola lo suficiente como para saber

cuándo no estaba diciendo la verdad.

Me detuve, apoyándome en mi rastrillo. Ella hizo lo mismo.

—No lo hago —insistió.

—Cricket —dije exasperado—. ¿Por qué no solo me dices a dónde van?

Empujó su rastrillo hacia abajo y evitó mi mirada.

—Cricket —presioné.

—Por Dios, Spencer, ¿puedes dejarlo pasar?

—No, tengo que saberlo.

Dejó caer su rastrillo.

—No, no tienes —dijo en un tono hiriente.

Recogió su rastrillo y terminamos la caseta, moviéndonos a la siguiente.

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—Eugie —dijo de la nada.

Instintivamente, abrí la reja para él como siempre suelo hacer cuandoCricket y yo teníamos una de nuestras conversaciones de una palabra.

—Eugie, ven a comer —ordené hacia el oscuro camino, sabiendo lo que ellaquería de mí y dejando su comida como hacía siempre uno de nosotros.

Realmente, habíamos perfeccionado esas conversaciones de una palabra. Enla noche, cuando trabajaba, todo lo que tenía que hacer era mencionar la palabra:“por favor”, “eso”, “aquí”, etc., y sabría exactamente a qué se refería o lo quequería. Llegó al punto en que nos pusimos tan buenos en eso, que Ellie a menudonos molestaba porque lo hacíamos alrededor del grupo, para gran consternaciónde Ethan, debo agregar.

Otra cosa que me enojaba de Cricket era que, obviamente no le habíacontado a Ethan acerca de nuestras sesiones nocturnas. Me encontrabaconstantemente frustrado, alternándome entre preguntarle si estabaavergonzada de mí, o si estaba asustada de que Ethan le pondría un fin a todo.

Cuando Eugie había terminado de comer, lo dejé entrar a la caseta connosotros y lo levanté como si fuera un perrito, besándole el cuello y bajándolo.Cricket se agachó, le besó la punta de la nariz y luego se levantó, volviendo atrabajar. Como siempre apilé en una esquina un poco de heno y él se recostóencima. Hacía esto en cada caseta que visitábamos, y él nos seguiría de caseta acaseta.

Cuando el pellet se había acabado, bañamos y cepillamos a los caballos,alisando sus crines y colas. Los sacamos a todos por la noche excepto a uno.

 Juntos, comenzamos a ponerle champú, trabajando en sincronía como siempre,moviéndonos como una unidad cohesionada.

—¿Seis? —pregunté, apuntando al caballo que estábamos limpiando.

Ella asintió porque habían pasado seis semanas desde su último cambio deherraduras, así que agarré las herramientas de herrador.

Cricket me estaba enseñando como hacerlo porque era asombrosa, y sabíacasi todo lo que necesitabas saber para manejar un rancho porque Emmett lehabía enseñado. Amaba las lecciones porque significaba que estaría losuficientemente cerca de ella para sentir su calidez y oler su cabello. Tambiénodiaba las lecciones por las mismas razones.

—¿Quieres hacerlo? —preguntó.

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—Claro —dije en voz baja.

Recogí la pata trasera derecha y calcé la pezuña entre mis piernas justosobre mis rodillas. Agarré las pinzas y cuidadosamente comencé a calzar laherradura hacia atrás y adelante para soltar los clavos, golpeándolo paraproporcionar suficiente espacio entre la cima de la herradura y el clavo,utilizando la pinza para sacar el clavo. Lo hice más lento que Cricket porque notenía tanta práctica, pero ella no era impaciente conmigo haciendo esto. De hecho,era realmente un apoyo, asintiendo cada vez que aprobaba lo que hacía, otra cosaque me gustaba sobre ella.

Se arrodilló a mi lado y nuestros hombros se tocaron, un hecho del que ellaprobablemente no era consiente pero que yo era ciertamente perceptivo. Seinclinó un poco hacia adelante cuando dejé caer la herradura usada y comencé ausar el cuchillo.

Esta era la parte donde me ponía más nervioso porque podías lastimar alcaballo si lo hacías de forma incorrecta, y estaba muerto de miedo de provocarlealgún dolor al gentil gigante.

—Perfecto —me tranquilizó, e hice un movimiento hacia el talón.

Me detuvo con una fría y suave mano en la mía cuando mi herramienta seacercó a la barra, los dos nos tensamos, quedándonos congelados, ninguno miróal otro, pero la profunda pesadez de nuestras respiraciones nos dijo todo lo queteníamos que saber.

Levantó su mano, la dejó en un puño a su lado, y se aclaró la garganta.

—Uh, ¿ves este, uh, ángulo de la pared aquí?

Tragué saliva.

—Sí.

—Aquí es donde empieza la parte dolorosa —explicó—. Solo ten cuidadoen esta parte.

Asentí y continué el trabajo hasta que estuvo satisfecha con el raspado quehabía hecho, y dejamos que descansara la pierna un poco antes de poner laherradura. Agarré la pezuña, la puse entre mis piernas y puse la herradura sobreel lecho. Tenía un puñado de clavos en mi mano y estaba perdiendo el control deestos intentando equilibrar la herradura tanto como el martillo.

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Instintivamente, fui a poner unos cuantos en mi boca para sostenerlos hastaque necesitara el siguiente.

—No —dijo, poniendo una mano en mi antebrazo. Primero miré su agarrey luego a ella lentamente—. Esa no es una buena idea.

Quitó su mano y dejé caer los clavos en su palma.

—¿Por qué? —pregunté mirando de nuevo su mano.

—Porque —dijo silenciosamente—, las pezuñas de los caballos tienendemasiadas bacterias. Pop Pop nunca nos deja poner los clavos en nuestras bocas.

Asentí y observé su hermosa mano volver a bajar y terminar colocándola enla herradura del caballo, dejando caer la pata hacia abajo.

—Ahora ven —dijo, guiándome hacia el frente del caballo e inclinándose.La seguí y ella inspeccionó la herradura, dándole su aprobación con esa sonrisaaguda y un pulgar arriba.

—Bien —dijo ella, poniéndose de pie.

—Gracias.

Cricket terminó el resto en la mitad de tiempo, pero no me importó. Disfruté

todo lo que podía observando cómo trabajaba con tanta belleza sin pensar. Eracomo su segunda naturaleza para ella. Ni siquiera notaba que estabaobservándola y que seguía cada uno de sus movimientos, desde el elegantemovimiento del martillo, cuán fácilmente clavaba los clavos y los enterraba, lamanera en que sus manos pasaban por la pezuña para revisar su propio trabajo,hasta la manera en que su cabello caía en su mejilla.

Cuando terminó, dejó caer la pezuña y se levantó, estirando su espalda ymoviendo su cabello lejos del rostro. Siempre les daba a los caballos que les ponía

herraduras una manzana por el problema causado y les diría secretamente cosasbonitas al oído. Era tan increíblemente atractiva.

Chasqueó su lengua y dirigió al caballo hacia afuera, hacia la caseta. Laseguí de cerca, memorizando la manera en que sus caderas se movían. En elinterior, mantuve abierta la reja solo lo suficiente para dejar entrar a Eugie y lacerré, dejando que el sonido metálico rompiera el silencio.

Negándome a mirarla, agarré la parte superior de la puerta, apretando lamadera con tanta fuerza que podía sentir las pequeñas astillas romper la piel.

—¿Dónde? —le pregunté.

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Ella suspiró.

—No puedo decírtelo.

Apreté mis manos en puños y golpeé la parte superior de la puerta,

haciendo que mi cabello cayera hasta mi rostro.

—Maldición, Cricket, está carcomiéndome.

—Detente —dijo ella. Podía sentir que estaba al borde de las lágrimas.

Enfrentándola, pasé los dedos por mi cabello, sosteniéndolo hacia atrás yhundiéndome contra la pared de la caseta.

—No creo que pueda soportarlo más —admití.

—Spencer, no puedo —comenzó, sonando exhausta.

—No. No, Cricket, no puedo. Soy yo el que no lo puede soportar más. Erestan confusa conmigo. En un momento se siente que al menos estás atraída haciamí, y al siguiente, eres escalofriantemente distante, asustada de siquiera acercartea mí, especialmente cuando Ethan está alrededor.

—No metas a Ethan en esto —dijo ella, deslizándose hacia abajo parasentarse en el heno junto a Eugie. Se frotó la nuca en un intento de deshacerse del

estrés de nuestro ya cansador día. Sabía que no estaba ayudando, que ella y sufamilia estaban demasiados estresados, pero yo era miserable, más miserable delo que había sido en toda mi vida, y estaba listo para abrir por completo lo quehabía entre nosotros. Estaba cansado de languidecer, cansado de sentir como sime quisiera pero sin hacer nada al respecto.

—¿Por qué no meter a Ethan en esto? —pregunté.

—Porque él es un chico increíble.

Los celos me quemaron profundamente con su respuesta.

—Él es sin duda un gran chico —admití con amargura—, pero él no es tu gran hombre, Cricket. Él no es tu destino.

Cruzó sus piernas en frente de ella y metió sus manos entre los muslos,apoyando su cabeza contra la pared y mirando el techo.

—No existe algo como el destino, Spencer.

—¡Claro que sí existe! —exclamé con énfasis—. Puedo reconocer el destinocuando lo veo… no como tú —dije exhalando la última parte.

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Bajó su cabeza y me miró directamente.

—¿Qué estás diciendo? —preguntó imprudentemente, a diferencia de sushabituales respuestas cuidadosamente planificadas para mí.

Me paré derecho.

—¿Estamos haciendo esto? —la desafié con mis manos en las caderas.

Se quedó en silencio pero eventualmente dijo:

—Sí.

Las mariposas en mi estómago atacaron en multitud. Desenmascaré suengaño, pero me di cuenta de que tal vez, no quería escuchar lo que tenía que

decir.—¿Por qué estás con Ethan? —pregunté primero.

Giró su cabeza, con miedo de mirarme.

—No hagas eso —le dije.

—¿Hacer qué? —preguntó, jugando con un poco de heno que había en sumano.

—¿Evitar mirarme cuando menciono a Ethan? Cuando todo lo que estoypidiendo es una simple declaración de que me digas que lo amas. Que estás conél porque lo amas.

—Lo amo —dijo, todavía jugando con la ramita.

—Mírame.

Levantó sus ojos y me miró. Quería caer de rodillas y rogarle que lo negara,pero no lo hice. Me quedé quieto como estatua, esperando.

—Amo a Ethan —dijo.

Entrecerré mis ojos.

—Dilo como si no estuvieras hablando acerca de alguien de tu familia.

Su cabeza cayó rápidamente, luego la volvió a levantar. Su boca se abrió ycerró como un pez fuera del agua.

—Lo que pensé —dije.

Las lágrimas cayeron de su rostro.

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—No lo entiendes —explicó—. Es tan leal conmigo, y ahora aprecio eso másque nada. Lo necesito tanto.

—Yo puedo darte lealtad —le dije suavemente, con honestidad.

Sacudió su cabeza.

—Su lealtad es de quince años, Spencer. Y ese es como el punto de la lealtad,¿no? Cuando alguien te la da, tienes la obligación de devolver el favor.

—¡Eso es basura y lo sabes! ¡No puedes basar el resto de tu vida en eso,Cricket! La lealtad es admirable, sí, necesaria, sí, pero no es lo que hace a unmatrimonio  feliz. —Ambos hicimos una pausa por un momento, con solonuestras respiraciones presentes. La miré cuidadosamente—. Y eso es lo que vasa hacer, ¿cierto? ¿Casarte con él?

—Tal vez… eventualmente. ¡No lo sé! —exclamó.

—¡¿Qué?! —pregunté, frustrado más allá de lo increíble—. Cricket, no tienesentido. Eso es tan ilógico. En un matrimonio tiene que haber amor. Confía en mí—dije, pensando en mis padres—. Si no quieres ser miserable para siempre, siquieres tener aunque sea un poco de felicidad para ti en un matrimonio, tienesque amar a la otra persona. Y con pasión. Si… si no tienes eso, no tienes nada —terminé, cayendo contra la pared.

—Creo que podría aprender a amarlo —dijo, pensé que estaba intentandoconvencerse a sí misma, más que a mí.

—Cricket —le rogué—, si todavía no lo haces, nunca va a pasar.

—¡Eso no lo sabes!

—No… no sé qué decirte ahora. Pareces tan asustada, pero no me dices porqué.

—No estamos juntos, Spencer. No mereces que te dé ninguna respuestas demí parte.

Mi mandíbula se apretó.

—No, no estamos juntos. Has dejado eso bien claro, y al parecer sin ningunarazón. Cricket, no eres del tipo dramático, así que no entiendo por qué estásluchando tanto con esto.

—No puedo hacer esto —dijo, poniéndose de pie pero en vez de irse, solome observó, prácticamente rogándome porque la tomara.

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Apresurándome, aplasté su cuerpo contra la pared. Solo nuestras frentes setocaron, nuestras manos colgaban a nuestros lados. Ella cerró sus ojos; nuestrasrespiraciones estaban pesadas, listos para arder en deseo. Se sentía demasiadopesado para respirar, demasiado difícil. También cerré mis ojos, queriendo

tomarla entre mis brazos y besarla con tanta fuerza, pero no lo hice. No me habíandado permiso.

—Sé que estás enamorándote de mí —le dije.

Asintió con su frente en la mía, nuestras narices casi tocándose; nuestroslabios a solo centímetros de distancia. Era un juego tan peligroso, pero no meimportaba si perdía. Solo quería jugar.

—Por favor —le rogué, con mi lengua pesada y gruesa—. Dime que está

bien besarte.

Ella gimió, apretando sus labios más fuertemente como si estuvieraangustiada. Me deseaba tanto como yo la deseaba a ella.

—Solo di una pequeña palabra, Cricket. Solo una palabra y te hare mía. Serétan bueno para ti, Cricket —le dije. Ella gimió más fuerte, sacudiendo su cabezahacia atrás y adelante contra la mía—. Te adoraré por siempre —prometí—. Solouna palabra, Cricket, y estaríamos tan bien juntos, perfectos realmente. Unapalabra. —Respiré de nuevo. Podía sentirla quebrándose. Su rostro lentamentese inclinó hacia el mío, implorándome que tomara sus labios, que explorara suboca con la mía. Sin embargo, no caería. Necesitaba permiso. Ella tenía quedecirlo—. Cricket —exhalé—. Salta conmigo.

—Oh Dios —suspiró y presionó su cuerpo contra el mío.

La empujé hacia atrás, aplastándola contra la pared, con mis brazos en cadalado de su cabeza. Enterró sus dedos en mi cabello y cerré mis ojos, rodando haciaatrás mi cabeza. Ella atrajo mi cara hacia su cuello e inhalé su olor, mis rodillas

casi doblándose debajo de mí. Quería que sus piernas subieran por las mías, peroella se quedó allí congelada, sin respiración y frustrándome sin fin.

Mis uñas se enterraron en la madera un poco, furioso por no tocarla. Toméel dolor. Era un buen dolor, un dolor que necesitaba.

—Dímelo —le ordené.

Ella sacudió su cabeza mientras jadeaba con la misma hambre que yo tenía.

Levanté mi cabeza y miré su rostro. Ella abrió sus ojos y estaba casi perdidocon lo hermosos que eran.

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—Cricket, dilo.

Mordió su labio inferior, haciéndome entrar en pánico.

—Oh, Cricket Hunt —Sacudí mi cabeza para despejar el delirio. Presioné

mis labios con fuerza—. Ahora, Cricket, dilo ahora.

En su lugar, sus manos se deslizaron desde mi cabello a mis hombros.Inmediatamente se distrajo mientras sus dedos sentían los músculos en mishombros y en mi cuello, luego de vuelta a mis hombros, todo el camino hasta misbrazos. Recogió mi mano derecha y la sostuvo en la suya mientras la explorabacon la otra. Sus delgados dedos repetidamente acariciaron la palma. Me quedécompletamente quieto, a pesar de que me estaba volviendo completamente loco.Estaba aterrado de asustarla. Ella estaba pensando, contemplándome.

—Callos —susurró, luego encontró mis ojos. Llevó la mano a sus labios ydelicadamente besó la palma antes de recorrer sus dedos sobre esta.

Como si no pudiera contenerme, agarré la parte trasera de su cuello con esamisma palma, haciéndola jadear. Mi otra mano instintivamente fue a la parte bajade su espalda y la presioné contra mí.

—Cricket Hunt, te deseo tanto.

Algo en lo que dije la despertó. Su anterior estado soñador se aclaró ysacudió su cabeza lentamente. Así que con esa languidez, ella se alejó de mí ytambaleándose se fue hacia la puerta.

Me giré hacia ella.

—Cricket —la llamé tranquilamente.

—Te… tengo que irme a la cama —tartamudeó, pretendiendo que nadahabía pasado y dejando la caseta.

Me quedé de pie, inmóvil, escuchando sus pasos mientras se alejaba. Sentíalgo aplastar mi pierna y bajé la mirada. Ella había dejado solo a Eugie y él estabade pie, mirándome. Me deslicé por la pared y me senté en el heno. Él se acostó,con su cabeza en mi pierna y se quedó dormido rápidamente. Mi mano fue a sucuello y lo acaricié allí. Lo amaba tanto como él me amaba.

—Así que, ¿por qué ella no puede entender el mismo concepto, eh, chico?—le pregunté a un durmiente Eugie.

Me quedé dormido allí en la caseta con Eugie, todavía esperando la palabraque nunca iba a obtener de ella.

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Traducido por Selene

Corregido por flochi

uy temprano a la mañana siguiente, me desperté sobresaltado enel establo de caballos con Eugie todavía en mi regazo. Me puse

de pie y me estiré, los músculos de mi espalda gritando.

—Vamos, muchacho —le dije. Me siguió fuera del granero y al interior delcamino. Hacía mucho frío y quería correr a toda velocidad hacia el remolque,pero el pobre Eugie estaba demasiado rígido debido a la vejez como para ir másrápido que a un trote suave.

—Está bien, viejo —le dije y lo recogí del suelo. Lo envolví en mi chaquetay me dirigí hacia el remolque. En el interior, inmediatamente se acurrucó en unasilla y lo dejé tranquilo, no sin antes poner una manta para cubrirlo antes deacariciar su cabeza.

Hacía demasiado frío para simplemente descansar, me duché y me abriguélo mejor que pude. Mi cama se sentía incómodamente pequeña por alguna razóny di vueltas durante dos horas, obsesionado con lo que había pasado con Cricket,preguntándome qué demonios iba a pasar con mi papá, si iba a hacer algo. Penséen la posibilidad de ir a la cárcel por un muy largo tiempo por los “mandados”que hacía para él. Contemplé todo ello y llegué a una conclusión.

No importaba qué diablos pasara, la idea de que Cricket se casara conalguien que no fuera yo, me enfermaba más con cada posible terrible escenarioque podía imaginar.

Mis ojos estaban muy abiertos cuando sonó el despertador, pero lo dejésonar una y otra vez, era una bienvenida distracción de mis pensamientos.

—Diablos, amigo —oí quejarse a una dormida Bridge.

M

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Mi palma, la misma que Cricket había besado presiono el botón de apagado.

—Lo siento —le dije, con mi palma sobre mi pecho, desesperado por borrarel dolor que ella me había provocado.

—¿Dónde estuviste anoche? —me preguntó, frotándose los ojos.

—Oh. —Me aclaré la garganta—. Me quedé dormido en el establo de loscaballos.

Se rio un poco y se sentó.

—¿En serio? —bromeó—. ¿O tal vez te quedaste dormido con alguien más?

—Sí, de hecho lo hice.

Ella abrió mucho los ojos y tragó saliva.

—¿Qué? ¡Sólo estaba bromeando! Ella no haría eso.

No pude evitar reírme.

—Fue con Eugie. Me dormí con Eugie.

Sus hombros se hundieron de alivio.

—Bueno.

Ante la mención de su nombre, Eugie se bajó de la silla lentamente y seestiró antes de dirigirse hacia mí. Apoyó la cabeza en mi hombro y me miró.

—¿Qué pasa, amigo? —le pregunté.

—Probablemente tiene que hacer pis —explicó Bridge.

—Probablemente —le dije, levantándome y abriendo la puerta para él.

Eugie buscó la hierba menos cubierta de nieve que pudo y se relajó. Mequedé en la puerta, congelando mi culo en mis pantalones de chándal yesperando a que volviera dentro cuando inesperadamente se fue por el camino.Entrecerré los ojos y vi a Cricket caminar hacia nosotros.

Sin pensarlo, corrí por la fría nieve, sin zapatos, sin camisa y reciénlevantado.

—Cricket —le dije cuando llegué a ella.

Sus ojos se agrandaron.

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—Oh, Dios mío —dijo, mirando hacia abajo—. Ponte una camisa.

—¿Por qué te fuiste anoche? —le pregunté, haciendo caso omiso de supetición.

Apuntó a mis pies.

—Vas a perder los dedos de tus pies —dijo, mientras caminaba hacia elremolque.

La seguí.

—Respóndeme, Cricket.

—Aquí no —dijo, escaneando a su alrededor.

Me tranquilicé asumiendo que finalmente hablaría y entramos en elremolque mientras Bridge estaba saliendo para comenzar su día. Ella besó lamejilla de Cricket al saludarla, me guiñó un ojo y luego se alejó lista paraencontrarse con Jonah.

Cerré la puerta.

—¿Qué estás haciendo? —me preguntó—. No podemos estar aquí solos.

—¿Por qué? —le pregunté estrechando los ojos.

Ella se mantuvo de pie.

—Porque es una falta de respeto hacia Ethan.

Sucedía que estaba de acuerdo con ella.

—En eso estamos de acuerdo —le respondí, lo cual la sorprendió.

—¿Nosotros… lo estamos? 

—En la mayoría de las cosas. Y es por eso que debes terminar con él y estarconmigo.

Su mandíbula estaba apretada.

—Te juro, Spencer, que si dices eso otra vez voy a golpearte.

—Hazlo —la desafié.

Ella entrecerró los ojos.

—Debería.

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Me apoyé casualmente contra el mostrador al lado de la puerta y crucé losbrazos sobre mi pecho.

—¿Sabes lo que pienso? —le pregunté.

—¿Por qué preguntas? Me lo dirás de todos modos —contestó con descaro.

Esto me hizo sonreír.

—Creo que odias escuchar la verdad.

—Pshh, estás tan equivocado.

—No. —Me reí—. Realmente no lo estoy. Piensa en la forma en queprácticamente te derretiste en mí la noche anterior, y ese beso en la palma de mi

mano, el calor tangiblemente latente entre nosotros. Me dice mucho. —Ella negócon la cabeza—. Me hace pensar —continué—, que tienes una relación con Ethanporque te está dando algo, sin lo cual piensas que no puedes vivir y estásdemasiado asustada para darte por vencida.

Ella se quedó sin aliento, casi ahogándose en sus emociones y comenzó agolpear con sus temblorosas manos sobre su boca. Sus lágrimas se desbordarony mi estómago comenzó a doler. Extendí mi mano para alcanzarla.

—Cricket —le dije, devanándome los sesos tratando de averiguar por qué

mis palabras la hirieron tanto—. Estoy muy… —empecé a decir, pero ella semovió alejándose, mientras sollozaba y pasaba a través de la puerta delremolque.

La perseguí, pero ella corría con un propósito, desesperada por escapar.

La alcancé y tomé su brazo con suavidad.

—Cricket, dime qué he dicho...

—Detente —gritó negándose a mirarme—. Por favor, sólo déjame ir.

Asentí con la cabeza y la dejé ir. Cada pisada que daba la llevaba cada vezmás lejos de mí, y mi pecho palpitaba de dolor porque nunca quise herirla. Mesentí como un tonto. La había presionado demasiado. Me pasé las manos por elpelo y decidí ir a disculparme inmediatamente. Me apresuré hacia el remolque yme preparé para el día que me esperaba, dirigiéndome directamente hacia losestablos, esperando que estuviera allí, donde nos solíamos encontrar.

En el interior, los rancheros Pete y Drew estaban trabajando ensillando loscaballos, preparándose para el día.

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—Ey, ¿han visto a Cricket? —pregunté con la mayor indiferencia posible.

—Parece que todavía está en la casa principal —respondió Drew antes devolver a la conversación que tenía antes.

Asentí con la cabeza y traté de no parecer demasiado ansioso por llegar a lacasa. Una vez fuera de vista, casi corrí. Entré al salón de la cocina y encontré aBridge revolviendo algo en un cuenco y a Jonah en la nevera junto a ella.

—¿Han visto a Cricket? —pregunté.

Negaron con la cabeza y salí de la cocina, me dirigí a la sala principal. Meencontré con Ellie.

—¡Ellie! —le dije demasiado ansioso.

—¿Qué pasa, cariño?

—Oh, nada —le dije tratando de calmarme un poco—. ¿Has visto a Cricket?No estaba en los establos esta mañana.

Moví mi cuerpo hacia atrás y adelante.

Su expresión facial se ensombreció un momento, pero rápidamente serecuperó pareciendo segura nuevamente.

—Cariño, probablemente deberías trabajar con Drew y Pete hoy. Cricket seha ido a la ciudad con Ethan.

Las palabras “con Ethan” resonaron en mi cabeza una y otra vez. Asentí conla cabeza.

—Gracias.

Regresé al salón del comedor y me senté en una silla; mi cabeza cayó en mismanos. Me quité la gorra y pasé mis dedos por mi pelo.

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Traducido por NnancyC

Corregido por flochi

rabajé todo el día con los ojos bien abiertos esperando ver a Crickete incluso a Ethan, pero nunca aparecieron. Es decir, hasta la cena de

esa noche. Yo había vuelto al remolque y me duché por si acaso ellase presentaba a cenar. Estaba decidido a apartarla a un lado y pedir disculpas porlo que sea que había hecho. El verla dolida me estaba consumiendo por dentro,y saber que fui el que lo causó me hizo querer vomitar.

Bridge, luciendo una pequeña protuberancia un poco más grande que lasemana anterior, se sentó a mi lado.

Suspiró.

—Me veo embarazada ahora.

Me reí un poco.

—Sí, es decir, un poco, supongo. Es sólo esta pequeña protuberancia. Penséque estarías un poco más grande que esto, en realidad.

—El Dr. Harmon dijo que no está tan sorprendido y que los primerosembarazos toman un tiempo para mostrarse, sobre todo en alguien tan delgadacomo yo.

—Ah, ya veo.

—Entonces, uh, ¿qué está pasando contigo hoy? —susurró.

—Amigo, la jodí a lo grande.

—¿Qué pasó? —preguntó, tomando un sorbo de agua.

—Ni siquiera sé, para ser honesto. Le dije algo a Cricket, sabes, parapresionarla, de verdad, y reaccionó completamente diferente de lo que pensé que

haría.

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—¿Qué demonios le dijiste?

—Le dije que pensaba que estaba con Ethan porque tenía miedo de dejarlo.

—¿Qué hizo cuando dijiste eso?

Me volví hacia mi hermana.

—Bridge, rompió mi corazón, reaccionó como si la hubiera abofeteado. Seestaba esforzando realmente para no llorar y corrió tan rápido como pudo.

—Maldita sea, Spence, realmente sabes cómo presionar a una chica.

Puse los ojos en blanco.

—Gracias por eso.

—¿Qué vas a hacer?

—No lo sé. Tan pronto como pueda, tengo que conseguir hablar a solas conella y tratar de convencerla para que me disculpe.

 Justo en ese momento, gritos estallaron desde la sala de estar, y Bridge y yonos miramos el uno al otro antes de levantarnos de un salto para ver lo que estabapasando. Corrimos por el pasillo, donde una pequeña multitud se había reunido.Al final del pasillo, Jonah nos oyó llegar y se volvió hacia nosotros. De inmediatometió a Bridge detrás de él como para protegerla, lo que me puso nervioso.

Me abrí paso entre los otros trabajadores y me quedé parado en el frente.Ethan y Cricket estaban en la parte inferior del gran hueco de la escalera en elcentro de la sala, y Ethan estaba gritándole a pleno pulmón. Hice un movimientohacia ellos para detenerlo, pero Emmett me detuvo con una mano, así queobedecí. Ellie y Emmett permanecieron muy cerca de Cricket.

—¡Esto no puede estar sucediendo! —gritó Ethan al techo. Su largo pelo

negro se había caído de su correa de cuero y se sacudió con cada palabra.

—Ethan, escucha, yo… —comenzó a decir Cricket, pero la detuvo.

—¡No! ¡No entiendes! ¡Necesito hacer esto por ti, Cricket! ―le gritóprácticamente en la cara, haciendo que me hirviera la sangre.

Apreté la mandíbula al igual que los puños.

—No voy a pedirte que hagas esto por mí, Ethan. Es un sacrificio enorme.

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—Cricket —dijo, con la voz temblorosa. Cayó de rodillas y la abrazó por sucintura, luego la miró a la cara—. No entiendo esto en absoluto. ¿Cómo podríasconsiderar esto como un sacrificio, si no lo hago? Te amo.

—Yo también te amo —le dijo con dulzura. Aunque las palabras coincidían,sus significados eran completamente diferentes.

—Estábamos a tiempo —dijo, sin darse cuenta—. Todo estaba tan perfecto.¿Qué ha cambiado?

Cricket cayó de rodillas y le sostuvo el rostro entre las manos.

—Ethan —dijo ella, y luego se puso a llorar—. Es pedir demasiado. Essimplemente demasiado.

—No lo es. Me he ofrecido porque estoy enamorado de ti. Quiero casarmecontigo, Cricket. ¿Qué mejor razón para hacer esto que eso?

 ―No puedo ―dijo, sin explicar nada más y se puso de pie. 

Se quitó las manos de Ethan de alrededor de su cintura, pero él luchó contraella, rogándole reconsiderar lo que fuera que estaban discutiendo. Las lágrimasse derramaban, pero ella había tomado su decisión y negó con la cabeza dos vecesantes de subir las escaleras. Tomó todo en mí para no perseguirla, pero sabía que

no era mi lugar, así que me contuve.Ethan se dejó caer, su pelo cayendo hacia delante, protegiéndolo.

Sorprendiéndome, Ellie cayó en el segundo escalón en la parte inferior dela escalera, enterró el rostro entre las manos y lloró abiertamente. Emmett sesentó con ella y le tomó la mano, pero no dijo una palabra.

Los otros trabajadores se habían dispersado de nuevo en el comedor,dándose cuenta de que se habían quedado más tiempo del apropiado desde el

comienzo. Me di la vuelta y me fui hacia Jonah y Bridge.—¿Qué está pasando? —le pregunté.

Bajó la mirada a sus pies.

—No, eh, estoy muy seguro.

—Y una mierda, Jonah. Sólo dime, ¿qué está pasando?

Me miró con comprensión.

—Estás enamorado de ella, de Cricket —declaró.

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—No.

—Entonces parece que no deberías preocuparte por ello —me dijo—. Pareceser un asunto privado para mí.

Condujo a Bridge hacia el comedor y me dejó allí sin habla. Me volví cuandovi a Emmett pasar a mi lado y seguí a Bridge y Jonah. Ellie seguía sentada en losescalones, pero había dejado de llorar, aunque con la cabeza gacha, pensando.Miré alrededor y vi que Ethan no estaba en ninguna parte para ser encontrado.

—Ellie —dije en voz baja, y me senté a su lado.

Levantó la vista y me sonrió genuinamente.

—¿Sí, hijo?

 ―No estoy seguro de lo que está pasando, y no estoy preguntando, peroquiero saber si estás bien.

Me dio unas palmaditas en la rodilla.

 ―Eres un buen muchacho, Spencer Blackwell. Todavía estás un pococonfundido acerca de la vida, pero lo averiguarás en algún momento.

Me besó en la mejilla y se dirigió a la sala con los otros, dejándome

desconcertado.Deseé haber preguntado a qué se refería, pero no quería molestarla. Estaba

tan confundido porque pensé que tenía la vida resuelta mejor que nadie queconocía. Lo atribuí a la vejez y descarté lo que dijo.

Me uní a los otros y me senté a la mesa al lado de Bridge. Hablamos sobreel embarazo y cuál pensábamos que iba a ser el sexo del bebé. Ella había decididoque esperaría hasta el nacimiento para averiguarlo. Eso me volvió loco, pero nohabía nada que pudiera hacer al respecto.

—¿Qué pasa con los nombres? —le pregunté.

—No tengo ni idea, sinceramente. No puedo decidirme por uno solo.

—Oh, vamos, Bridge. Tienes que estar inclinada hacia unos pocos.

—Lo digo en serio —dijo riendo—. Creo que voy a tener que mirar la caradel bebé y decidir entonces.

Sonreí.

—Guau, tienes agallas.

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—Me gusta vivir al límite.

—Lo sé —dije, un poco exasperado.

Resopló y puso los ojos en blanco.

—Dilo.

—Bueno, quiero decir, tú y Jonah. ¿Qué está sucediendo ahí?

Miró el banco próximo al nuestro y observó al sujeto de mi pregunta.

—Yo… ahora no te enojes... 

Suspiré.

—Bridge, cada vez que alguien prologa una frase como esa, definitivamente me enojo.

—Bueno, entonces sólo escucha —comenzó antes de respirarprofundamente—. Me gusta Jonah.

—Como que ya lo había descubierto.

—Mucho —dijo, la angustia escrita en toda su cara.

—Creo que a él le gustas mucho también, Bridge.

—Creo que sí, pero, bueno, estoy tan confundida. Voy a tener el bebé deotra persona. Todavía no tengo dieciocho años. Sé que debería sentirseinapropiado, pero me… me siento tan perdida porque no me siento de esamanera.

Mi corazón compartía su sentimiento.

—Estás aturdida.

—Extremadamente.

—¿Por qué no sólo sigues la iniciativa de él?

Me frunció el ceño.

—¿En serio estás hablando conmigo sobre esto?

—Sí, Bridge, él es un buen amigo para mí y, para ser honesto, tienes que seruna especie rara de persona para que tus amigos estén bien con que ellos salgan

con tu hermana. ¿Me entiendes?

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—Sí, él es un caballero. Y sé que eso suena muy estúpido en estos días yépoca, pero Jonah es tan amable conmigo, tan considerado y atento. No creo quealguna vez me sienta incómoda cerca de él, y últimamente me he encontrado amí misma observando todos sus movimientos cuando está cerca o

preguntándome dónde está y lo que está haciendo cuando no lo veo.

Consideré todo lo que estaba diciendo.

—Sólo ten cuidado —le aconsejé—. Sigue su iniciativa, no te apresures, yprotege tu corazón, Bridge.

Asintió, asimilando todo lo que dije seriamente. Me pregunté por qué nopodía seguir mi propio consejo.

A mitad de la cena, Cricket me sorprendió caminando por el pasillo. Sucabello estaba de nuevo en uno de sus pañuelos para el cabello y sus ojos estabanrojos de tanto llorar, aunque me di cuenta de que trató de ocultarlos.

Mis manos se detuvieron sobre la mesa mientras se sirvió un plato. Queríapararme de un salto, correr hacia ella y recogerla. Si hubiera podido, si ella mehubiera dejado, la habría llevado lejos de allí. Quería besar cada centímetro desus ojos hinchados y prometerle que todo iba a estar bien. Oh, Dios, ella hace queme duela el pecho.

Tomó toda mi fuerza de voluntad no pararme de un salto cuando se acercóa la mesa. Hizo un movimiento para sentarse junto a Ellie, que sucedió estarsentada junto a mí, pero cambió de idea y se sentó en el extremo opuesto de lamesa.

¡ Maldita sea!

Observé cada uno de sus movimientos, sin importarme en absoluto si lagente pensaba que era un psicótico. No me habría molestado si lo pensaran, nocuando ella estaba tan evidentemente sufriendo.

Cuando la cena terminó, todos se sentaron y charlaron durante un tiempocuando el teléfono sonó. Emmett se levantó para contestar y Cricket aprovechóla oportunidad para tratar de escabullirse, pero la seguí y la alcancé en el salónprincipal.

—Cricket —le dije con ternura.

En lugar de ignorarme, como anticipé, Cricket me enfrentó.

—¿Sí?

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No sabía qué decir. No esperaba que fuera receptiva en absoluto, por lo quesólo fui con lo primero que se me ocurrió.

—Siento lo de esta mañana.

Sonrió con delicadeza.

—No es gran cosa, Spencer —dijo cortésmente, haciéndome sentirincómodo.

—No, sí lo fue. No estoy exactamente seguro de lo que dije, pero ahora medoy cuenta de que te presioné demasiado y lo siento por eso.

—Sólo me ayudaste a entender lo que estaba demasiado ciega para ver, y loarreglé. Por lo tanto, yo debería estar agradeciéndote, de verdad. —Sonrió

amablemente y se volvió hacia la escalera.

Estaba actuando de manera tan extraña, demasiado cortés, no en absolutola Cricket tolerante a la que estaba acostumbrado.

—Está bien —le dije, siguiéndola—. ¿Podemos hablar un poco más?

—Si me disculpas —dijo, poniéndome en mi lugar—, tengo algunas cosasque hacer, pero te veré por ahí. —Subió los escalones restantes y dobló por unlargo pasillo a la derecha hasta su dormitorio.

La seguí de todos modos, no satisfecho con la conversación fría y apáticaque me había dado.

—Cricket, ¿por qué estás actuando de esta manera? —pregunté. Mi manose posó en su antebrazo mientras alcanzaba su picaporte.

Bajó la mirada a mi mano y la quité.

—No estoy actuando de ninguna manera. Estoy con Ethan. No lo estoy

usando o tengo miedo de dejarlo nunca más, y creo que nuestra amistad esinadecuada. Creo que tú y yo deberíamos ser compañeros de trabajo en el ranchoy nada más.

Me sentí como si me hubiera golpeado en el estómago.

—¿Nunca más? ¿No rompiste con él? ¿De qué se trataba lo de antes?

Suspiró.

—Por supuesto que no —explicó—. Y lo de antes era sólo yo arreglandoalgo que necesitaba arreglo. Estoy fijando límites entre nosotros, Spencer. Te

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habrás ido en unos pocos meses, y no vale la pena arruinar quince años de mivida, todo porque estoy empezando a sentir cosas por ti.

—Pero, ¿si me quedara? ¿Entonces, qué? ¿Estarías con Ethan entonces? Sesiente como si te estuvieras conformando con menos.

Negó con la cabeza.

—No es conformarse con menos. Sólo he tomado una decisión. Hice unapromesa y no puedo echarme atrás.

Y con eso, me dejó en el pasillo, atónito.

Me tambaleé un poco hacia atrás y me dirigí hacia la escalera.

—¿Todavía con Ethan?Me sentía más sorprendido de lo que pensé que lo haría.

—Sí, ¿eso te molesta, Blackwell? —Escuché desde el final del pasillo.

Ethan permanecía de pie, apoyado contra la pared, con los ojos clavados enmí. Él quería una pelea, podía sentirlo, pero yo ya había decidido que no en lacasa Hunt, no cuando habían sido tan amables con nosotros.

—Sí, me molesta —le dije.

—Al fin, algo de honestidad para variar —dijo, parándose en toda suestatura, pero dejando los brazos cruzados. Se acercó a mí y encontré mis puños,naturalmente cerrándose—. Es mejor que te cuides —continuó.

—Oh, ¿sí? ¿Por qué?

—Porque te atraparé cuando menos lo esperes.

—¿Qué demonios se supone que significa eso? —le pregunté.

—Significa que veo a través de tu mierda y no quieres provocarme.

—¿Eso es una amenaza?

—Malditamente correcto —dijo, deteniéndose un momento antes derodearme.

Llamó a la puerta de Cricket.

—¿Quién es? —preguntó ella.

—Soy Ethan —dijo, mirándome.

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—Entra —invitó.

Él abrió la puerta, pero antes de que entrara, me dio una sonrisa triunfante.

—Imbécil —murmuré y me dirigí a la planta baja para conseguir mi

chaqueta y volver al remolque, pero el comedor estaba inusualmente lleno.

Encontré a Bridge sentada junto a Jonah hablando, así que me uní a ellos.

—¿Qué está pasando? —pregunté.

—Emmett está hablando por teléfono con la familia McAllen de un pueblocercano —explicó Jonah.

—¿Amigos de la familia o algo así?

—En realidad no, pero al parecer algo importante sucedió. Pop Pop nospidió que nos quedemos un rato.

—Está bien —dije justo cuando Emmett entró.

Se sentó en la cabecera de la mesa.

—Bueno, ese era el hijo de Amos McAllen. Ha aterrizado en Yellow Creek.Amos estuvo en un accidente la semana pasada y han tenido que amputarle lapierna.

—Pobre hombre —dijo Jonah, sacudiendo la cabeza.

—Está en condiciones muy graves y su esposa está sufriendo sin él. Comosaben, la época de parto está en pleno apogeo y su rancho es pequeño. —Muchosde los obreros comenzaron a asentir—. Ella depende muchísimo de Amos.

—Puedo ir ahí y ayudarlos —ofreció Jonah rápidamente, sorprendiéndome.

—Estaba esperando que dijeras algo como eso —dijo Emmett.

—¿Podemos permitirnos perder a Jonah? —le pregunté a Bridge en vozbaja.

Se encogió de hombros. Estábamos escasos de obreros tal como estábamos. Jonah me empujó el hombro y le miré como si estuviera loco. La mirada demuerte que me dio lo confirmó.

Levanté la mano como un niño de quinto grado.

—Uh, también puedo ir —me ofrecí.

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—Gracias, Spencer —dijo Emmett—. Eso es todo de lo que podemosprescindir, creo.

Unos cuantos días lejos de Cricket podrían ayudar a despejar tu cabeza un poco,pensé.

Esa noche, prácticamente me derrumbé en la cama, cansado hasta loshuesos por muchas cosas diferentes.

—Te ves patético, lo sabes, ¿verdad?

—Cállate, Piper —dije, cerrando la puerta de la casa de campo y dirigiéndome hacialos ascensores.

Presioné el botón de la planta baja. Me siguió cuando las puertas se abrieron.

—Te ves desesperado para ella y probablemente ha perdido todo el respeto por ti.

—¡Cállate, Piper!

Suspiró y se apoyó contra el cristal en su vestido de satén.

—Traté de decirte, Spencer. Ella no es buena para ti. No es nada más que problemas.

—Piper, cállate o te callaré.—Y va a tomar todo tu dinero —cantó.

 Mi sangre ardía en mis venas y mi mano encontró su garganta y apretó.

—Cá. Lla. Te.

Sonrió y la solté. Jadeó, y luego se echó a reír.

—Odias escuchar la verdad —dijo, tomando prestadas mis propias palabras—. ¿Y

qué hay de tu acuerdo? — preguntó.—¿Qué acuerdo?

—El acuerdo que tu amigo te hizo. ¿La llamada telefónica que recibiste en el caminode regreso de Las Vegas?

—¿Cómo siquiera sabes de eso?

—Te olvidas, Spencer, te dije que lo sé todo. Sé que te ofreció la oportunidad de tuvida proporcionándote información de un negocio que involucra una tecnología

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innovadora. Sé que tienes toda la intención de aceptarlo, porque te establecería a ti y a tuhermana de por vida. También sé que te faltan dos millones de dólares.

—Sí, no gracias a ti.

Hizo un mohín.

—Confía en mí —dijo— , si hubiera sabido que la oferta iba a venir y que laaceptarías, habría mantenido tu dinero a salvo.

—¡Y ahora no tengo manera de obtener esos dos millones de dólares! ¡Él va anecesitar eso pronto! ¿Cómo se supone que voy a conseguirlo ahora?

—Encontrarás una manera. Pide prestado.

—¿De quién?

—Uno de los chicos de tu escuela preparatoria debería tener ese activo con facilidad.

—Tal vez.

Hizo una pausa y me miró.

—Podrías chantajear a alguien —agregó con picardía.

Entrecerré los ojos en ella. Mi estómago empezó a girar ya que lo estabaconsiderando.

—¿A quién?

—Ese ejecutivo casado de Chicago. Podrías contactar con él y chantajearlo.

—¡Mi padre ya lo hizo!

—Cierto. Tu padre. No tú. ¿No crees que pagaría para mantenerte en silenciotambién?

Lo consideré.—Tal vez.

—Buen chico —dijo, cuando se abrieron las puertas al vestíbulo.

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Traducido por Otravaga

Corregido por Debs

e desperté a la mañana siguiente sin tener una idea real de porqué Jonah y yo estábamos conduciendo a toda una ciudad de

distancia para ayudar a un sujeto al que la familia apenas conocíacuando el rancho no podía permitirse el lujo de perder más peones, pero por otraparte, ellos nos ayudaron a Bridge y a mí así que, ¿quién era yo para juzgar?

Llegamos al rancho, y me di cuenta que era un poco obsoleto, y no estabatan conservado como el Rancho Hunt.

—Amos tiene casi setenta años —explicó Jonah—. Solía mantener un mejorrancho, pero sospecho que él se ha vuelto un poco viejo y ya no puede seguir elritmo.

—¿Dónde están sus hijos?

—Sus hijos fueron a la universidad y nunca regresaron. Construyeron unavida en la ciudad.

No se les puede culpar , pensé.

Nos detuvimos en la casa principal y asimilamos las vistas. Partes del techodel granero se estaban derrumbando. Las cercas necesitaban una restauración

inmediata. Sospechaba que probablemente algunas vacas habían escapado através de ellas. Amos McAllen era demasiado viejo para seguir el ritmo de surancho.

—¿Por qué no acaba de retirarse? —pregunté cuando llegamos a unaparada.

 Jonah me dio esa mirada de nuevo.

—¿Retirarse de qué? La mayoría de los ranchos de por aquí no

necesariamente reciben un beneficio enorme. Sobrevivimos de año en año.

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Asentí, pero no podía comprender cómo la gente vivía de esa manera.

Una mujer mayor pero en forma apareció en el porche y nos recibió junto ala camioneta de Jonah.

—Ustedes deben ser del Rancho Hunt —dijo ella, extendiendo la mano.

Su sonrisa alcanzaba sus ojos mientras los entornaba por el sol.

—¿Sra. McAllen? —dijo Jonah, tomando su mano.

—¡Oh, por favor, llámame Faye!

—Faye, soy Jonah Hunt y este es otro de los peones del rancho —dijo Jonahdiscretamente.

—Spencer —dije, ofreciéndole mi mano y ella la tomó.

—Encantada de conocerlos, muchachos —dijo cordialmente—. Vamos aentrar un momento.

La seguimos por los chirriantes escalones de su porche y brevemente notéque también necesitaban reparación. Su casa era pequeña pero cómoda y limpia.

—Tengo planeado algo especial para su almuerzo de hoy —dijo ella,sonriendo.

—No se moleste, Doña Faye, estamos aquí para ayudarle, ¿recuerda? —dijo Jonah.

Ella tomó su mano entre las suyas y la palmeó suavemente.

—Lo sé, hijo, y no puedo decirles lo agradecidos que estamos —dijo ella,casi derramando una lágrima y tirando de mi tensa fibra sensible.

—Esto es lo que hacemos por nuestros vecinos —dijo Jonah sonriendo.

Ella lo palmeó una vez más y luego lo soltó.

—Si no le importa —comenzó Jonah—, nos gustaría ir directamente atrabajar ¿si está bien?

—Oh, por supuesto, no me dejen distraerlos más, amores.

Él sonrió una vez más y lo seguí afuera y al porche.

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—Ellos sólo tienen un centenar de vacas aquí —dijo Jonah, explorando elcampo cerca del granero y colocándose sus guantes. Saqué los míos de mi bolsillotrasero y seguí su ejemplo.

—Oh, bien, deberíamos terminar con bastante rapidez —dije, sintiéndomeun poco animado. Jonah me miró—. ¿Qué? —pregunté.

—Tenemos un montón de trabajo que hacer aquí. Estaremos aquí hastatarde, creo.

—¿Qué? ¿Por qué?

—¿Has visto el estado de este rancho?

—Sí, ¿y?

—¿Y? Tendremos que hacer todas estas reparaciones para ellos.

—¿Qué demonios, Jonah? Creí que estábamos aquí sólo para ayudar con elrebaño.

—Lo estamos —dijo, saltando fuera del porche y dirigiéndose hacia elgranero—. Pero vamos a dejar este rancho mejor de cómo lo encontramos.

Negué con la cabeza.

—Eso es ridículo.

 Jonah se detuvo en seco.

—Spencer, ¿tienes miedo de un poco de trabajo?

—No —dije, sintiéndome insultado.

—Entonces deja de quejarte —respondió, maldiciendo por primera vez quelo hubiese oído desde que lo conocí.

Me eché a reír.

—Está bien.

Nos ocupamos del rebaño, tal como lo hacíamos en el Rancho Hunt, peroen una fracción del tiempo. Luego Jonah me hizo limpiar y organizar el graneroporque era un caos desordenado. Nos dimos cuenta que Amos dejaba lasherramientas que necesitaba a un nivel de más fácil acceso por lo que colgamostodas las herramientas que no usaba con frecuencia en la pared del granero e

hicimos lo mismo con las herramientas que él utilizaba a menudo en un nivel quepudiera alcanzarlas.

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Sólo eso nos tomó más de tres horas. Pensé que habíamos terminado, pero Jonah decidió que los pisos necesitaban limpieza, así que agarramos una escobay una manguera, muy parecido a lo que hacíamos en las caballerizas cuandolimpiábamos a fondo los pellets. Fregamos y enjuagamos el piso de concreto.

Cuando todo estuvo dicho y hecho, lucía como un granero completamentenuevo, salvo por los agujeros en el techo, por donde se notaban parches de nieve.

—Vamos a tener que afrontar ese techo —dijo él, observando el daño.

—¿Cómo vamos a llegar ahí? —pregunté, mirando alrededor.

—Hay una escalera construida en el exterior. Vamos a tener que reunir losmateriales y subir.

Revisamos el granero y encontramos lo que necesitábamos, luego rodeamosel edificio en busca de la escalera.

—Amigo, se ve sospechosa —dije, inspeccionando los peldaños de laantigua escalera adjunta. Puse un pie en el primer peldaño y probé mi peso. Loaguantó—. ¿Cómo vamos a llevar la madera ahí arriba?

—Atándola, supongo, y arrojándola.

—Está bien —dije, dirigiéndome al granero en busca de cuerda.

Atamos la madera y metimos nuestros martillos y clavos en los bolsillostraseros y arrastramos la pesada carga hacia arriba y sobre el techo.

Los dos estábamos sin aliento cuando llegamos a la parte superior.

—Maldita sea —dije, mirando hacia abajo—. Esa caída dolería.

 Jonah se asomó por el borde.

—No puedo estar en desacuerdo.

Caminamos por el tejado cubierto de nieve y casi me resbalé dos veces, micorazón latiendo con fuerza en mi pecho. Nos sentamos en el primer pedazo quenecesitaba remiendos y empezamos a trabajar. Después de cinco minutos, rompíel silencio.

—Hace frío como la mierda aquí arriba.

Froté mis guantes de un lado a otro y aplaudí un par de veces para restaurarla sensación en mis dedos.

—Duh —dijo.

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—Sabelotodo —me reí.

—Idiota.

—Amante de Bridge —probé.

Me miró, sorprendido, con la boca y los ojos bien abiertos antes de quesoltara la carcajada más ruidosa.

—Amante de Cricket —dijo en respuesta.

—¡Qué demonios! —dije.

—Oh, ¿qué? ¿Tú puedes criticar pero no puedes soportarlo?

—Yo no amo a tu prima, amigo.

—Seguro —dijo, poniendo los ojos en blanco y martillando otro clavo.

Me aclaré la garganta.

—Entonces, ¿tú sí? —pregunté.

—¿De qué estás hablando?

—¿Te gusta mi hermana? —pregunté.

Su rostro brilló rojo.

—Lo hago —declaró simplemente.

Escucharlo de sus propios labios lo hacía mucho más real para mí.

—¿Qué tanto? —pregunté, terminando el sub-techo remendado.

Me miró mientras se arrastraba sobre la pila de tejas de madera.

—¿Honestamente?

—Sí —dije, alcanzando una tablilla.

Se rascó la parte posterior de su cuello, temeroso de soltar prenda.

—Está bien, amigo —dije.

Suspiró.

—Demasiado. Mucho como demasiado.

Esto me confundió.

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—Entonces, eh, ¿desearías no hacerlo o algo así?

—De ninguna manera —afirmó enfáticamente.

—¿Entonces qué quieres decir con “demasiado”? —pregunté, mi lado de

hermano mayor saliendo con toda su fuerza.

—Sólo quiero decir que estoy enamorado de tu hermana, y que no creo queella sienta lo mismo y que... que eso me carcome.

Dejé que la noticia se asimilara, sintiendo una combinación de estarimpresionado por Jonah, desconcertado y confundido.

—Creo —comencé con cuidado—, que puede que ella se preocupe por timás de lo que piensas.

La cabeza de Jonah se alzó rápidamente, los ojos muy abiertos.

—Cállate —dijo con seriedad.

—Hablo muy en serio, Jonah.

—Oh, Dios mío —dijo, incorporándose y apoyándose sobre los talones. Sellevó la mano al pecho y volvió a sentarse, como si no pudiera creer lo que lehabía dicho. Tenía la cabeza gacha mientras estudiaba la parte superior de sus

botas. Se quitó el gorro de lana, luego se lo volvió a poner, como si no estuvieraseguro de qué hacer con sus manos.

—¿Estás bien? —pregunté.

Él sonrió, pero una esquina se levantaba más que la otra, como si estuvieraavergonzado.

—Eso creo.

Me aclaré la garganta.

—Entonces, ¿qué vas a hacer? —pregunté, martillando otra tablilla.

El ruido le hizo volver al presente y se unió a mí una vez más.

—No lo sé. Supongo que voy a tener que hablar con Bridget.

—Esa es una buena idea —dije, pero vacilé.

—¿Qué?

—¿Estás bien con el hecho de que esté embarazada?

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Su rostro se suavizó.

—Definitivamente estoy bien con eso.

—¿Cómo puedes estarlo? —pregunté, asombrado pero no obstante

agradecido.

—Uno no elige de quién se enamora, Spencer. O lo haces o no lo haces —dijo, asombrándome.

Bridge me había dicho algo sorprendentemente parecido el día que nosfuimos.

—No es verdad —comenté.

—Ves. Sabía que te gustaba mi prima.—¿Cómo te diste cuenta de eso?

—Tu declaración anterior, en primer lugar. Dos, el hecho de que ella entraen la habitación y ni uno solo de nosotros puede separar tu atención de ella. Ytres —dijo—, Ethan no te soporta y a Ethan le cae bien todo el mundo.

La sola mención de Ethan me puso los pelos de punta.

—Sabes —continuó—, todos queremos y respetamos a Ethan como si fueraparte de nuestra familia.

—Sí, sí —dije, empezando a molestarme.

—¡Espera un minuto! Todos lo queremos, Spencer, pero también queremoslo mejor para Cricket.

Lo consideré, perplejo.

—Habla claro.

—Sólo quiero decir —dijo, terminando la última tablilla—, que a vecesCricket no toma las mejores decisiones cuando se trata de sí misma. Ella tieneestas ideas de lo que es mejor para su familia y amigos, y está constantementesacrificándose por ellos.

—Por ejemplo, ¿al permanecer en el rancho, cuando ella tan obviamentequiere explorar un poco el mundo? —pregunté.

—Eso.

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—¿Y al quedarse con Ethan, porque piensa que eso es lo que su familiaquiere?

—Tal vez —respondió.

—¿Y, tal vez  al negar que se está enamorando de mí, aunque sé en miinterior, en lo más profundo de mi corazón, que se supone que ella me pertenece?

Él hizo una pausa.

—Quizás.

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Traducido por LeiiBach & Anelynn*

Corregido por niki26

urante los próximos días, Jonah y yo tuvimos el rancho tan limpio,tan organizado, tan eficiente que no pude evitar sentirme un poco

orgulloso de mí mismo y de los trabajos que habíamoscompletado. Faye estaba tan agradecida, que al tercer día, estaba enviando a casasuficientes cestas de productos horneados como para alimentar a un pequeñoejército. Nos mantuvimos tratando de insistirle en que no era gran cosa, pero ellano hizo caso.

Otros ranchos habían seguido nuestro ejemplo y habían enviado manospara ayudar en el Rancho McAllen. Nos estábamos alternando una semana a lavez, y Jonah y yo no teníamos que volver allí por al menos seis semanas. Aunque,el hijo de los McAllen sospechara que tendrían una mano permanente allí paraentonces.

El siguiente viernes por la mañana, tuve que admitir que era agradabledespertar y no tener ningún sitio en el que estar, excepto en el Rancho Hunt. Eldía transcurrió sin incidentes. No había visto a Cricket o a Ethan por más de unasemana, y la separación de Cricket era un tormento, pero al mismo tiempo estabafeliz por todo. Necesitaba despejar mi cabeza, y Jonah me ayudó a hacer esomanteniéndome más ocupado de lo que jamás había estado en mi vida.

Antes de la cena, Ellie nos arrastró a Jonah y a mí a los antiguos edificiosHunt, en los que Cricket trabajaba. Traté de no dejar que eso me afectara, peroestar cerca de sus esculturas hacía que mi estómago doliera.

—Aquí —dijo Ellie, curioseando una gran puerta corrediza abierta quemostraba un granero abandonado.

—¿Qué estamos haciendo aquí, Ellie? —pregunté.

—Mañana en la tarde hay una subasta en Yellow Creek para Amos

McAllen.

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Miré a Jonah, confundido. ¿Qué más podrían necesitar? Pensé.

—Amos necesita una prótesis —explicó Ellie, hurgando en un estantecuidadosamente organizado en la parte posterior—. Vamos a ver si hay algo aquíque valga la donación.

—¿No es todo esto tipo de reliquia familiar? —le pregunté.

—Sí, señor. —Guiñó un ojo.

—¿Le vas a dar una reliquia familiar a unos extraños?

—¿Esto te sorprende, cariño? —preguntó Ellie, dejando de lado unaherramienta que parecía muy vieja.

—Francamente, estoy desconcertado, Ellie.Me sonrió y me acarició la mejilla.

—Esto es lo que hacemos por nuestros vecinos, amor. Nos cuidamos losunos a los otros.

¡Pero son extraños! Pensé, entonces me acordé del día en que Bridge y yovinimos a pedir su ayuda, lo abiertos y generosos que habían sido con nosotros,cómo nos recibieron sin ninguna expectativa de devolución, y cómo no nos

habían juzgado. Me sentí totalmente avergonzado.—Ya veo —dije, levantando algo de la pared para Ellie.

 Justo en ese momento, se abrieron las puertas detrás de nosotros y Ethan yCricket entraron. Le sonreí amablemente a Cricket, luego me giré para ayudar aEllie.

—Hola, abuela —intervino Cricket y Ellie se dio la vuelta.

—Hola, querida. —Sonrió—. Hola, Ethan, cariño.

—Ellie —saludó Ethan, haciendo que mis puños se apretaran.

Ellie tomó una pila de papeles viejos y una fotografía se deslizó de pordebajo. Jadeó y todos nos giramos en su dirección.

—Oh mi Dios —dijo, inclinándose y recogiéndola. Le quitó el polvo y laobservó con ojos vidriosos—. Es mi mamá —dijo, pasando los dedos conreverencia sobre la superficie. La volteó hacia mí y casi me ahogo.

La mujer de la fotografía era menuda y delgada, con cabello corto y negro,elegante y se veía exactamente como Cricket. Llevaba un vestido estilo flapper y

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una diadema con una pluma vivaz al lado. Su brazo estaba levantado y en sumano tenía una copa de champaña. Se veía hermosa y feliz. Su sonrisa lucía tanastuta como la de Cricket.

—¿Cómo se llamaba? —pregunté, tomando la fotografía y tratando de nosentirme loco, como si estuviera mirando una foto de Cricket.

—Caroline —dijo Ellie, mirando a Cricket.

Hice lo mismo, y al verla tan cerca hizo palpitar mi pecho, pero volví a latarea en cuestión.

Ellie tomó varias cosas buenas para la subasta, y no podía creer lo generosaque estaba siendo.

Tomó mi mano y la apretó.

—¿Te importaría usar tu bonita camioneta, Spencer, y llevar esto hastaYellow Creek por mí? Creo que eres el único aquí que sabe el camino hasta allí,además de Jonah, y lo necesito.

—No, en absoluto, Ellie. —Sonreí.

—Gracias, bebé. —Se giró hacia Cricket—. ¿Nietita, irías con él y verías si lahermana de Faye, Helen, sabe lo que le estamos enviando y mira lo que vale la

pena?

Los ojos de Cricket se agrandaron y se veía presa del pánico. Se volvió haciaEthan y su rostro era inexpresivo.

Tragó saliva.

—Por supuesto —respondió.

—Gracias, amor —dijo—. ¿Ethan? ¿Jonah? ¿Vendrían a ayudarme a las

caballerizas un minuto? Hay un poco de reajuste que necesito hacer y me estávolviendo loca.

—Sí, señora —respondió Ethan, entrecerrándome los ojos.

 Jonah y un reacio Ethan la siguieron fuera, dejándonos a Cricket y a mí solospor primera vez en una semana. Estaba más allá de incómodo.

—Voy a buscar la camioneta —dije, saliendo del granero.

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Pensé que estaba solo hasta que oí el crujido leve de las botas de Cricket enla nieve sobrante. Giré mi cabeza lo suficiente para verla detrás de mí, pero noobservándola más que eso.

Cuando llegamos a la camioneta, abrí la puerta para ella y le ayudé tanrespetuosamente como pude, aún sin decir ni una palabra. Rodeé el frente y memetí al lado del conductor, encendiendo el motor. Mi mano instintivamente usóel reposacabezas de ella mientras retrocedía, y eso la hizo estremecer. Meentraron ganas de reír, pero rápidamente me reprimí. Chica ridícula. 

Lentamente me abrí paso hacia el antiguo granero y el silencio parecíaensordecedor. Salí y me puse a recoger las cosas que Ellie quería donar a lasubasta, acomodándolas en la parte posterior de la cabina extendida. Al final,dejé que Eugie saltara dentro a mi lado.

La media hora de viaje a Yellow Creek fue tan restringida, la tensión sexualtan palpable, casi le exigí que bajara su maldita ventana, cualquier cosa paraaliviar la tensión. Tuve que conducir alrededor de la estúpida ciudad durantecinco minutos más de lo que esperaba porque estaba teniendo problemas paraencontrar la antigua escuela que estaban usando para la subasta y la cena.

—Gracias a Dios. —Ambos respiramos al mismo tiempo, cuando nosdetuvimos.

Clic.

Escondimos nuestras sonrisas y entramos mientras Eugie nos seguía.Buscamos a la hermana de Faye, Helen, pero no parecía que estuviera cerca.

—La camioneta —le dije y ella asintió.

Comenzamos descargarlo todo y a ponerlo al lado de todas las ofrendas.Me subí en el borde de la vieja plataforma para sentarme y esperar a Helen.Cricket hizo un movimiento para hacer lo mismo, pero era muy baja, no pudolevantar su pierna sobre el borde.

—Oh, Dios mío —dijo ella, riendo.

Se reía tan fuerte que no pudo controlarse y mantenía luchando porlevantarse.

—Oh, Dios mío, es verdad —bromeé.

Me bajé y la levanté hasta el borde, por la cintura, haciéndola chillar.

Tratando de no reírse, se ajustó la ropa.

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Ella suspiró.

—Gracias.

—De nada —le dije, poniendo a Eugie a su lado.

Me apoyé en los codos, pero ella se quedó sentada, con las manos entre susrodillas que rebotaban.

—¿Nerviosa? —le pregunté con indiferencia.

Sus rodillas dejaron de rebotar.

—Uh, no. ¿Y tú?

—Ni en lo más mínimo —le dije fríamente.

—Eso es bueno —respondió.

—Es genial —le dije, bromeando.

Ella sacudió la cabeza, pero no dijo nada.

—Te pareces a tu bisabuela —dije, cambiando de tema.

Me miró y sonrió.

—Gracias.

—Lo siento. ¿Era eso un cumplido demasiado íntimo para compañeros detrabajo? —me burlé—. No me gustaría cruzar ningún límite.

Frunció los labios, resopló y miró al espacio abierto de nuevo.

—¿Cómo crees que lo está haciendo Patches hoy? —provoqué—. Sé queEllie encontró un absceso en su pata trasera derecha.

—Está bien. Pop Pop lo trató. Está descansando.—Es una buena noticia. ¿Entonces a quién está montando Drew?

—No lo sé —resopló.

—¿Cuándo crees que seremos capaces de sacar las vacas a los pastos deverano?

—Si tenemos suerte, a finales de abril.

Sus respuestas breves y sosas me estaban resquebrajando.

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—Eso es estupendo —le contesté sarcásticamente.

Ella asintió.

—Oye… —comencé.

—¡Spencer! ¡Deja de hablarme sobre el rancho!

—Oh, ¿así que supongo que no podemos hablar de nada en absoluto,entonces? ¡Impresionante! Qué increíble compañía resultaste ser.

Suspiró y su cabeza cayó.

—Lo siento. S-Solo necesitaba unos límites contigo. Nos estábamos acercando, si entiendes lo que digo, y eso fue una falta de respeto a Ethan. —Me

miró—. Solo necesitaba que supieras que era necesario parar.—Está bien —mentí. Me refiero a que realmente, realmente mentí.

Ella me observó y abrió la boca para decir algo, pero un fuerte ruido vinode la parte frontal de la escuela.

—¿Qué demonios fue eso? —pregunté—. Quédate aquí —le pedí.

Salté y me dirigí hacia la parte frontal, Eugie pegado a mis talones. No habíanadie allí, pero cuando hice un intento de mirar afuera, el clima había tomado unpeligroso y drástico cambio. El viento era tan fuerte que no podía abrir la puertaa más de un pie. La nieve soplaba con tanta fuerza y tan pesadamente, que nopodía ver más que unos pocos centímetros delante de mí.

Me estremecí del frío que se había filtrado y me reuní con Cricket de vueltaen el borde de la plataforma.

—Probablemente deberías venir a ver esto —le dije.

Saltó y me alcanzó en la puerta.

—Santo. Dios.

—¿Va a calmarse?

—Uh, um, no lo creo. Esto, Spencer, es una tormenta de nieve en Montana.

—¿Hay que tratar de salir de aquí?

Ella se quedó boquiabierta como si fuera tonto.

—Así que estamos atrapados aquí, entonces —concluí.

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—Uh, eso es un gran sí.

—¿Por cuánto tiempo?

Sus ojos se ampliaron como si acabara de darse cuenta de algo.

—Um, un rato —dijo vagamente—. Disculpa —dijo, sacando el celular desu bolsillo trasero.

Me quedé plantado junto a la puerta con las pequeñas ventanas de cristal yvi el ataque blanco cubriendo cada centímetro de Yellow Creek con Eugie a mispies.

—¿Vamos a estar aquí toda la noche, muchacho? —le pregunté, a lo que élme lamió la mano.

—Lo tomo como un sí, entonces.

—Hola —hablaba ella en su teléfono—, sí. Sí, lo sé , Ethan. —Sopló suflequillo—. Déjame hablarle a Pop. —Hubo una breve pausa—. Oye, sip. No, nolo vi venir. Estábamos en la antigua escuela esperando a la hermana de Faye,Helen. —Otra pausa—. Lo sé. No vamos a ninguna parte. —Ella miró a sualrededor—. Todavía tiene poder, pero vamos a empezar a rebuscar porprovisiones aquí en un segundo, por si acaso. Uh-huh. Bien, sip, dile que también

la quiero. Sí, claro. —Una pausa más larga—. Lo sé, Ethan. Lo sé . —Su voz seconvirtió en un susurro—. Entonces, vas a tener más que confiar en mí , Ethan,¿de acuerdo? Bien, lo haré. También te quiero. Adiós.

Colgó luego redondeó el vestíbulo.

—¿Tienes algo en tu camioneta que valga la pena recuperar?

Pensé en ello.

—Uh, tengo un edredón nuevo que Bridge acaba de comprar. Además, hay

un equipo de emergencia que venía con la camioneta. Creo que hay una bolsa demaní M&M’s. 

—Me tienes con los M&M’s —dijo, haciéndome sonreír.

—Quédate aquí —le dije y salí por la puerta.

Eugie trató de seguirme, pero Cricket lo detuvo.

Una ráfaga abrasadora de frío me penetró hasta los huesos en un segundo.

Mi cuerpo empezó a temblar, y tuve que luchar un metro contra el viento fuerte

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y frío hasta la camioneta. Pulsé la llave de bloqueo dentro de mi bolsillo y saltédentro.

—Oh. Dios. Mío. —Me estremecí.

No quería perder el tiempo, así que encontré una vieja bolsa de basura quetenía ropa en ella y tiré la ropa en el interior y comencé a meter todo lo que penséque podríamos utilizar en el interior, incluyendo el edredón, el equipo deemergencia y los M&M’s. También encontré un encendedor, una linterna demetal vieja que pertenecía a Jonah, y una bolsa de golosinas escondidas debajodel asiento del pasajero tan congeladas que podrían romper una ventana. Sinduda, Bridge las puso allí ya que su doctor le había dicho que empezara acontrolar sus carbohidratos.

Corrí tan rápido como pude de regreso a la escuela con mi botín. Cricketabrió la puerta tanto como pudo, y entré con la bolsa.

Una vez dentro, salté arriba y abajo y grité:

—¡Hooo! —Haciendo chillar a Cricket de la risa.

—¿Frío, chico de ciudad?

Le devolví la mirada.

—Um, ¿disculpa? Pero tu delgado trasero sería una sólida paleta a un metrode esta puerta.

—¡Oye! Tengo un poco de aislamiento térmico, amigo.

—Oh sí, Skeletor, seguro que sí.

Su mandíbula se apretó.

—Vamos. Tenemos que buscar en el edificio en caso de que se vaya la luz.

La seguí, deleitándome en mi referencia de Skeletor porque:

A) Los Amos de las rocas del Universo.

B) Le afectó a Cricket.

La escuela no era muy grande, de ahí la razón por la que era llamada la"antigua" escuela. Básicamente, se trataba de tres salones en total, un espacioescénico que, probablemente, se duplicaba como la cafetería y dos salones.

Revisamos los armarios de los salones, pero no había nada digno de sacar.

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—Oye —dije, señalando lo que parecía el armario de un conserje.

Abrí la puerta y el polvo salió ondeando. Dejé que se calmara antes deentrar.

—Aquí hay una vieja vela —le dije, cogiendo una vela de color rojo utilizadaprobablemente en Navidad hace cincuenta años.

—¿Ves algo más que se pueda usar? —preguntó.

Revisé los estantes.

—¡Bingo!

—¿Qué es?

—Una botella de whisky —le dije, quitando el polvo de la etiqueta—. Sinabrir desde hace unos veinte años. —Ella no dijo nada—. ¿Cricket?

—¿Sí?

—¿Me has oído?

—Sí, una botella de whisky, genial —dijo, sin entusiasmo.

Guardé el whisky y cerré la puerta del armario.

—¿No eres una fan del whisky? —le pregunté.

—Se podría decir eso —dijo vagamente.

Ella comenzó a caminar hacia el área del escenario.

—Podrías forzar un trago si hace demasiado frío. Te haría entrar en calor.

—Sí, no podría hacer eso, incluso entonces —explicó, o no explicó.

—Está bien —canté, dejando que mintiera.—Me pregunto si hay algo detrás del escenario.

Eugie se había quedado atrás y estaba paseando al final del escenarioesperándonos. Puse nuestras escasas provisiones en el borde y ayudé a Bridge asubir. No tuve el corazón para decirle que había escaleras escondidas detrás dela cortina. Me subí y empezamos nuestro camino a la parte posterior cuando seapagaron las luces y la electricidad se fue.

—Diablos —dijo Cricket.

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Estaba muy oscuro, así que cogí la linterna que había metido en mi chaquetapor si acaso esa misma escena se presentaba.

—¡Oh! —dijo, cuando encendí la luz—. Bueno. Una linterna.

—Sí, una linterna.

—Cállate.

Sonreí y dirigí el camino.

No había nada a la izquierda del escenario, solo el sistema de poleas y lasescaleras, así que nos dirigí de nuevo hacia el lado derecho. Había un pequeñocuarto del escenario escondido en la esquina, y en el interior había hileras detrajes de Navidad.

—Eso es todo entonces —dijo—. Lo que vemos es lo que tenemos.

—Vamos a tomar un par de estas barbas de hombres sabios. —Cogí una deun estante y la puse sobre su cabeza—. Hay que mantener esa taza cálida,Pulgarcita.

—¡Oye! —dijo, riendo y tirando de la barba.

La colocó en el estante de nuevo.

—¿Qué hay de estas capas? —sugerí en serio.

Cricket pasó las manos a lo largo de una de terciopelo aplastada.

—Sip, estas son nuestras mejores opciones.

Las lancé sobre mi brazo y nos dirigimos de vuelta la plataforma. Lasextendí apiladas en el piso como algo acolchado y agradable y Eugieinmediatamente se acurrucó al final y se quedó dormido rápidamente. Vacié labolsa que estaba hasta arriba y revisamos mis hallazgos. Encendí la vela paraconservar la batería de la linterna.

Sostuve la vela debajo de mi rostro.

—Érase una vez, un joven devastadoramente guapo y una chica de aspectodecente que estaban varados… en una tormenta de nieve… en Montana —braméamenazadoramente.

Ella rodó sus ojos.

—El joven devastadoramente guapo ocultaba un profundo secreto oscuro—dije, saltando una octava. Cricket sacudió su cabeza—. ¡A las —comencé y bajé

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la mirada a mi reloj—, nueve treinta y siete exactamente en la tarde todas lastardes, él se convertía… en un vampiro! Él sabía que la chica de aspecto decente no tenía oportunidad contra él, así que hizo lo único que pudo —dije, bajando lavela—. ¡Se cortó las manos! —grité, jalando mi abrigo sobre mis manos.

Levanté los muñones de madera y Cricket los miró por un segundo antesde estallar en risas.

Cuando se tranquilizó, dijo.

—¿Cómo cortar sus manos detendría al vampiro de comérsela?

—No lo sé —dije—. No pensé que podría dominarla en ese momento. ¿Hasintentado alguna vez hacer algo sin las manos?

—¿Sabes algo sobre vampiros? Son súper fuertes. Con manos o sin ellas, éltodavía podría dominarla.

—Oh Dios mío —exageré—. ¡Lo siento mucho! ¡Discúlpame! —grité haciala habitación vacía, haciendo que la cabeza de Eugie saltara y entonces la bajó—.¡Tengo a la experta líder de vampiros en el mundo entre nosotros! ¡Alerten a losperiódicos!

—Cállate —se rió.

—Todavía pienso que ella podría derribarlo —probé, levantando mismuñones falsos y examinándolos.

—No —insistió, no teniendo idea a dónde iba yo—. Él definitivamentepodría dominarla.

—Mmm. Definitivamente deberíamos probar esa teoría —dije, lanzándomeencima de ella y ondeando mis muñones hacia ella.

—Detente —se rio, tratando de rodar fuera de mí, pero la sujeté debajo de

mí.

Peleó contra mí, soltando risitas incontrolablemente y haciéndome rugircon carcajadas.

—Para —suspiró pero su risa estaba muriendo.

Repentinamente me quedé muy callado y ambos paramos de retorcernos.Estaba muy consciente de que estaba yaciendo encima de Cricket Hunt. Nosmiramos el uno al otro, nuestros pechos subiendo y cayendo contra el otro. Mis

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manos encontraron la pila de ropas debajo de nosotros y me empujé hacia arriba,rodando en mi costado y sentándome.

Me aclaré la garganta.

—Lo siento —rechiné, rehusándome a mirarla.

Ella se sentó también y arregló su cabello despeinado.

—Está, uh, bien —admitió, mirando fijamente su regazo.

—¿M&M? —pregunté, sacando la bolsa.

Vertí unos en su mano, cuidadoso de no tocarla.

—Gracias.

Me tumbé en la pila de ropas y metí una mano detrás de mi cabeza mientraslanzaba M&M en el aire y tratando de atraparlos. Solo fallé con uno y solo meahogué con dos.

—¿Cuánto tiempo crees que pase antes de que la tormenta se detenga? —pregunté

—No estoy segura —respondió, tumbándose junto a mí.

—¿Crees que cancelarán la subasta?

—Nah, ellos limpiarán las carreteras y estaremos afuera y adentro en nadade tiempo.

—Has vivido a través de estas seguido entonces.

—Cientos de ellas.

—¿Cricket? —pregunté después de cinco M&Ms

—¿Sí?

—¿Alguna vez hablas de tu mamá?

Me estudió.

—No realmente.

—Genial.

Estuvimos en silencio por siete M&Ms más.

—Yo era joven cuando murió.

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—Sarah, ¿verdad? —pregunté, pensando en el primer día que conocí aCricket Hunt.

Me miró, sorprendida.

—Sí, Sarah.

Seguí en silencio.

—Tenía siete años, pero lo recuerdo como si fuera ayer.

—Qué triste. ¿Cuántos años tenía ella?

—Veinticuatro.

—Muy, muy joven.

—Demasiado. —Agarró un puñado de M&Ms—. Se enfermó cuando yotenía cinco. Por el más largo tiempo, no tenía idea de qué estaba pasando.Entonces, un día, ella vino a mí y me dijo que estaría en el hospital por unos díaspero que iba a regresar y que yo estaría con la abuela y que la abuela me llevaríaa verla en dos días.

»Lloré y le rogué que no se fuera, pero me convenció de que volvería, asíque marqué mi calendario en dos días y me prometió que la abuela me llevaría.

Mi respiración se hizo más profunda, más pesada, más triste.

—Así que, el día siguiente hice una gran X en el calendario cuando el día seterminó, el día después de ese, desperté muy temprano y vestida con mi vestidoy zapatos del domingo. Empaqué una bolsa porque no entendía que ella estabade hecho cerca de Kalispell, y esperé muy pacientemente a que la abuela subieraasí podríamos ir a visitar a mamá.

»Pero el desayuno pasó, el almuerzo, y nos estábamos acercando a la cena

y todavía no había ido a ver a mi mamá. Así que agarré mi maleta y encontré lahabitación de la abuela y toqué a su puerta.

»Me dijo que estaba bien que pasara, así que lo hice, y cuando vio mi cararompió a llorar. No tenía idea porqué estaba llorando, así que le pregunté siestaba bien. Le pregunté si estaba llorando porque no podríamos ir a visitar amamá ese día.

—Oh Dios mío. —No pude evitar excepto respirar.

Cricket me miró con una media sonrisa.

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—La abuela me dijo que no iríamos a visitar a mamá y me senté en el bordede su cama. —Cricket se giró meditando—. Todavía recuerdo la sensación delpeso de los zapatos de vestir mientras colgaban. —Sacudió su cabeza paraaclararla—. Puso mi maleta en el piso al lado de sus rodillas y agarró mi cara

como tan a menudo hace, incluso ahora, y dijo: “Cricket, tengo que decirte algo”.No tenía idea de lo que estaba diciendo. Tenía una idea de lo que era la muerte,pero no tenía idea de lo permanente que era.

»Asentí y entendí, pero después de unos días, me comencé a sentir enfermasin mi madre, y le dije a mi abuela que estaba lista para que ella estuviera vivaotra vez, que la quería ver.

—Cricket —dije, girándome en mi costado.

Las lágrimas se derramaban en los lados de su cara.

Se giró en su cadera y me enfrentó.

—¿Sí?

—Lo siento tanto.

—¿Y eso por qué?

—Lo siento porque ella fue alejada de ti tan pronto. No fue justo.

Extendió su mano fuera de las ropas donde yacíamos pero no tocando mimano. Ella estaba lo suficientemente cerca de mí para sentir el calor de sus dedosy mi corazón latió tristemente por ella.

—Spencer —dijo, estudiando nuestras dos manos entonces perforando misojos con los suyos de azul brillante—. La vida en la tierra es fugaz. Es un regalo,pero cuando Dios te quiere, te llevará. No quiere decir que sea un castigo para tio para los que amas. De hecho, es verdaderamente un incentivo extra para ti para

que hagas su voluntad, para que lo sirvas así puedes esforzarte a estar con Éltambién como los que perdiste. Hay paz en eso, Spencer.

Me sorprendió con esa declaración. Absolutamente me sorprendió. Porquenunca jamás había pensado en la muerte como otra cosa más que un castigo. Lotemía con total consternación, con aborrecimiento completo, con desesperanza ypremonición.

—Y la muerte —continuó—, es algo hermoso para aquellos quienes estándestinados al mundo de Dios. ¿Cómo podría posiblemente envidiarle esa

felicidad?

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Consideró mi expresión y se rio un poco a través de sus lágrimas.

—Me tomó un largo tiempo llegar a buenos términos con eso, pero cuandofinalmente lo hice, hizo clic. —Sonrió—. Ahora, eso no quiere decir que no soyegoísta algunas veces y pierdo los estribos, pero está bien porque soy humana.—Sonrió más ampliamente—. Y amo ser humana. Qué regalo ser un humano.

La miré con la luz de la vela.

—Eres hermosa —dije.

Sus ojos se cerraron apretadamente.

—Spencer —respiró.

—Lo estoy diciendo como un compañero de trabajo, Cricket.Resopló.

—Cállate —se burló.

—Estoy hablando en serio. Como amigo y colaborador del rancho, mesiento dentro del campo apropiado para decirte que creo que eres la chica másbonita que alguna vez he tenido el placer de conocer.

—Spencer —dijo, sus ojos poniéndose vidriosos.

—Y-y no creo sea inapropiado en absoluto, como tu compañero, y que sepreocupa por ti, decirte que, en mi humilde opinión, estás asentada por la vidaque tienes.

Apretó sus ojos cerrándolos.

—Spencer, para —lloró.

—No creo que sea una mala vida, la vida que has escogido, sin querer

molestarte, creo que deberías darte a ti misma una oportunidad.

Ella sacudió su cabeza.

—Creo que podrías tener un infierno de tiempo descubriendo lo querealmente quieres, que descubrirías algunas increíbles cosas sobre ti misma. Tedijiste a ti misma que realmente no querías quedarte aquí. No creo que quierasen realidad irte para siempre, pero sí creo que quieres explorar mientras eres

 joven.

Sollozó un poco pero sacudió su cabeza más enfáticamente.

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—Cricket, tu familia no morirá si te vas por un tiempo.

Sollozó más fuerte.

—No lo entiendes.

Aspiró una bocanada de aire y exhaló.

—No puedes entender el sacrificio inimaginable que todos ellos han hechopor mí, Spencer.

—¿Porque te cuidaron? Cricket, ellos lo hicieron porque quisieron.

—No —dijo, afligiendo algo terrible—, es más complicado que eso.

—Entonces dime, Cricket.

Rompió a llorar.

—Ya no deseo ser una carga para nadie más. Estoy tan cansada de ser unadificultad.

—Cricket —dije, agarrando sus manos—. Lo que sea de lo que hablas, no loes. Puedo prometerte que no eres una carga para aquellos que te aman. Confíaen mí.

Lloraba tan fuerte, que no podía contestar, así que hice lo único en lo quepude pensar. La jalé a través de las ropas y la sostuve mientras se lamentaba yeso era exactamente lo que ella hacía, se lamentaba. De qué, no lo sabía.

Saqué el nuevo edredón de Bridge de la bolsa y lo lancé encima de nosotrosmientras se estaba comenzando a poner helado y la dejé llorar, la dejé descargarsede todo el pesado sacrificio al que ella decidió entrar por su familia y sufrí porcargarlo en su lugar.

Ethan podría haber sentido como que estaba enamorado de Cricket, peroyo pensaba que él estaba más enamorado con la idea de lo que eran. Cualquieraverdaderamente y genuinamente interesado en ella habría visto este lado de ella.Esta alma triste y cargada.

—Cricket —hablé en su cabello mientras su respiración se calmaba en supecho, pero no respondió, agotada por la vida pesada de la que no quería hablar.

Su celular sonó debajo del edredón, pero no pude encontrarlo a simplevista. Pasé mi mano a lo largo de su cadera y sentí la vibración. Casi reí con la

tentación. Cuidadosamente lo agarré de su bolsillo trasero y lo llevé a mi cara.

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—¿Hola? —susurré.

—¿Dónde está Cricket? —preguntó Ethan.

—Se quedó dormida —piqué.

—¿Dónde? —preguntó, sospechoso.

Suspiré audiblemente.

—Ethan, le hice una cama en el piso de la plataforma. Está descansandocómodamente.

—¿Por qué estás susurrando? ¿Estás-estás acostado junto a ella?

—No —mentí—, el sonido viaja en este lugar. Preferiría no despertarla. Se

veía realmente cansada.

—Está bien —concedió, desesperándome.

—Sabes, deberías confiar en ella —le dije honestamente, incapaz de evitarlo.

—Sí confío en ella. Es en ti en quien no confío.

—¿En serio? —pregunté, estando consciente de que verdaderamente noconfiaba en ella—. No creo que lo hagas. No es que crea que no puedas confiar en

ella, pero creo que estás asustado que ella vaya a descubrir que lo has sabido todoeste tiempo.

—¡Cállate! —gritó.

—Casi siento pena por ti, Ethan.

—¡Cállate! —gritó otra vez enfurecido.

—Bien, no diré otra palabra —le dije y colgué—. Porque no necesito hacerlo

—revelé a la línea muerta.Puse el teléfono debajo de nuestras cabezas y soplé la vela.

A las tres de la mañana, nos despertamos sobresaltados por los ladridos deEugie.

—¿Qué pasa, chico? —le pregunté antes de darme cuenta que le estabaladrando a un persiana suelta ondeando en el viento.

Ambos nos acostamos otra vez.

—Eugie, cállate —le ordenó la voz rasposa de Cricket y él se calló.

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Comencé a estirarme cuando sentí el cuerpo de Cricket junto al mío. Supierna estaba curvada alrededor de la mía, su cabeza descansando en mi pecho,su mano alrededor de mi cintura.

—Lo siento —dijo. No pude ver su cara arder en rojo, pero el calor en mipecho me dijo todo lo que quería saber.

Se removió en su lado de la cama. Me puse de pie y me estiré una vez más.

—Voy a revisar las carreteras.

La nieve había cesado a una ligera capa y los camiones de arado ya habíanpasado por la ciudad, lo que quería decir que hicieron lo mismo por lasautopistas. Mientras estudiaba el paisaje invernal delante de mí, me debatí sidebería decirle a Cricket que podríamos irnos.

Dormir junto a ella, incluso si fue por unas horas, fue tan increíble que hizoque mi corazón palpitara con fuerza solo de pensar en eso. No supe cómo habíallegado tan lejos como lo había hecho desde que la conocí. Fui de querer sabercómo su cuerpo se sentía a dormir junto a ella pero solo siendo capaz de pensaren que estaba muriendo por saber cómo se sentía su corazón

Un intenso ardor palpitando me golpeó en el pecho y mi mano se disparóhacia mi corazón y se quedó ahí. Esperé que la sensación desapareciera pero no

lo hizo. Al principio dolió, pero entonces me quemó tan dulcemente que rogué aDios que nunca me lo quitara. Eso ampollaba mi alma, se imprimía en mi piel, yquemaba mis labios.

Fue ese momento exacto en que me enamoré de Cricket Hunt. El punto enel tiempo que supe que mi vida nunca sería la misma otra vez. Mi mano sedisparó lejos y se apoyó abierta contra la fría ventana y el hielo derretido debajode ella.

Pero el siguiente momento que reconocí que no podría hacer nada sobreeso, el dolor era tan intenso que me sentía capaz de atravesar la ventana. Porqueno podía reclamar sus labios siempre que quisiera, ni podía cambiar el aceite ensu camioneta, tampoco podía dejarle una nota en su espejo cuando yo quisiera, oencontrar los pedazos de metal a un lado de la carretera e instintivamenterecogerlos para ella. No podía ayudarla a atrapar a Eugie para su baño, tocar suslabios cada vez que quisiera, o llevarla a Kalispell. No podía hacer esas cosasporque ella no era mía para hacerlo, y eso era agonía pura para mí.

—Cricket —dije, caminando de vuelta a la plataforma con un propósito.

Se sentó, devastándome, y mi mano se aferró a mi pecho.

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—¿Uh-huh? —preguntó.

—Um, las carreteras están limpias. Nos podemos ir cuando quieras.

—Oh —dijo, empujando la colcha abajo de sus piernas—. Eso es genial.

Asentí pero no estaba de acuerdo.

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Traducido por Gigi D

Corregido por niki26

a subasta esa noche iba a suceder a la hora acordada. Todo el ranchoestaba en un frenesí intentando hacer lo más posible para que unas

pocas manos pudieran quedar detrás y cuidar todo.Aunque estaba exhausto, me dirigí al remolque para ducharme y encontré

a Bridge hecha un ovillo en el banquito.

—¿Qué sucede?

Se sentó derecha.

— Jonah —dijo, y rompió a llorar.

—Mierda —dije, sentándome a su lado.

—No —rió, aún llorando—. Son las malditas hormonas. Me dijo algo hoy ysimplemente huí.

—¿Ah sí? —pregunté.

—Sí, solo… me está costando asimilarlo. 

—¿Por qué?

—Porque siento que no lo merezco, Spencer.

—Oh, Bridge —dije, sacudiendo la cabeza—. ¿Cómo puede ser que pienseseso?

—Es que es tan bueno, Spence. Y, quiero decir, el único motivo por el quelo conozco es porque nos metí aquí —explicó señalando su gran barriga.

—Bridge —dije seriamente—. Estamos aquí porque nuestro padre nosmetió en este lugar. —Se reclinó y me miró—. Estamos aquí —proseguí—,

porque no tolerabas la idea de no tener tu bebé, y no te importó que eso

L

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significara tener que vivir una vida completamente diferente para hacerlo. Creoque esa mierda es lo más valiente que jamás he oído, Bridget. Ese coraje te hacemerecedora de Jonah, de mí, de estas personas, de cualquiera. Tu bebé no tedefine, pero tu coraje al tenerlo sí.

Su labio tembló y asintió llorando.

—Creo que finalmente lo entiendes.

—Debo irme —dijo, poniéndose la chaqueta y envolviéndose en subufanda.

Corrió por la puerta y me levanté para verla dirigirse al camino desde miventana, pero en la cima de la subida apareció Jonah, saludándola con una mano.Cuando Bridge lo vio, empezó a correr, el cabello se le soltó de la coleta y la masarubia salió volando detrás de ella.

 Jonah dejó de caminar, viéndose sorprendido y abriendo sus brazos a ella.Bridget saltó en ellos y él la abrazó con tanta fuerza que me hizo querer llorar unpoquito, pero si alguien llegara a enterarse le patearía el trasero.

Él comenzó a besarla y decidí que había visto lo suficiente. Seguía algocuidadoso respecto a no poner muchas esperanzas en esta nueva relación, perono pude evitar sentirme muy bien al saber que al menos existía.

Me duché, cambié, y conduje a la subasta, yo solo, sin nadie más. Desde queentendí que estaba enamorado de Cricket, nunca me había sentido tan solo en mivida. Es como si me sintiera cayendo en espiral, retrayéndome en mí mismo, ysin saber cómo salir de este hoyo.

Estaba enamorado de Cricket.

Ella elegía estar con Ethan.

Ethan en realidad no la entendía, por muy idiota que sonara eso.Así que yo, yo iba a aceptarlo, ser tan amable como pudiera con Ethan y

Cricket, sobrevivir a los próximos meses por Bridge, acomodarla en donde seaque quisiera estar, y alejarme tanto como pudiera del rancho, no solo por el biende mi corazón, sino también para protegerlos de mi padre porque su largosilencio me estaba comenzando a asustar.

También había decidido confesarme con el hombre a quien mi padre habíachantajeado con mi ayuda. Eso lo haría después de asegurarme que Bridge y

todos los demás estuvieran a salvo.

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El interior de la antigua escuela estaba lleno; cientos de personas estabanreunidas, riendo y charlando mientras esperaban que el resto de los invitados yel subastador llegaran. Mi mirada fue derecho al escenario y deseé no habervenido.

—Hola —oí detrás de mí.

Dejé caer la cabeza un momento.

—Hola —dije, volviéndome frente a Cricket y un hombre mayor en silla deruedas.

Le faltaba la pierna derecha debajo de la rodilla.

—Este es Amos McAllen. Quería conocerte apenas llegaras. Insistió.

Sonreí y estiré mi mano.

El viejo vaquero la tomó y sacudió con una fuerza que no esperaba.

—Señor McAllen, es un honor.

—Hijo —dijo, palmeando nuestras manos enlazadas con la suya libre—.Necesito que sepas que lo que tú y Jonah Hunt han hecho por mi familia no serápasado por alto. —Sonrió—. Mi esposa y yo rezamos por ti todos los días y su

generosidad se aprecia. Estoy honrado, joven.Esto me avergonzó porque recordaba pasar casi todo el día quejándome con

 Jonah. Si hubiera puesto su rostro al rancho, me habría callado y trabajado eldoble.

—Señor —dije—, me da demasiado crédito, sin duda.

—No es posible —dijo, incapaz de aceptarlo.

Asentí y sonreí y lo dejé ser. Obviamente él era el más generoso. Se fuerodando y Cricket se quedó a mi lado.

—Es un hombre muy agradable.

Lo vi forcejear con la silla y me rompió el corazón.

—Extraordinariamente.

A eso de las cinco, el subastador comenzó la subasta y las cosas tomaron unritmo entretenido. Encontré una silla en una mesa del fondo para sentarme.

—¿Puedo meterme aquí? —preguntó Amos McAllen.

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—Por supuesto —dije, quitando del lugar la silla a mi lado para que élpudiera ponerse allí.

—Faye me dijo que te gusta como cocina.

Reí.

—Sí, es verdad. Extraño sus canastas diarias, pero creo que mis rollos meagradecen por no darles más para crecer.

Amos rio.

—¿Y hace cuánto es un ranchero? —le pregunté.

—He vivido en esa propiedad desde mi nacimiento.

—No me diga. Qué vida ha tenido.

—No conoces la mitad de ello —dijo.

Resulta que no tenía setenta, sino setenta y nueve y había luchado en Coreacuando tenía diecisiete. Dijo que vio cosas que ningún humano debería ver yhasta el día de hoy odia el comunismo con todo su ser. Me dijo que cuando volvióa casa, el ruido más leve lo enviaba de regreso a Corea y que Faye fue la únicaque lo ayudaba a volver.

Me contó que cuando se fue a Corea, Faye solo tenía quince años, con elcabello enmarañado y los dientes torcidos, pero cuando volvió ella era unaardiente muchacha de dieciocho con curvas asesinas y el rostro más hermoso.Dijo que sabía que tenía que ser suya cinco minutos después de haberla visto alvolver.

—Era el destino —dijo llanamente.

Habló sobre casarse con Faye. Me hizo sentir incómodo al contarme que

creyó morirse y estar en el cielo al hacerlo por primera vez, y como prácticamenteno salieron del cuarto por un año entero. También me dijo que así tuvieron a suprimer hijo. En ese punto yo casi estaba tirado en el suelo.

Habló de cómo perdió a ese primer hijo en Vietnam, pero no dijo más nadaal respecto. Obviamente era muy doloroso, así que no lo presioné. Habló de losbuenos y los malos tiempos, de fiestas y festines, de salud y enfermedad. Y antesde saberlo, habían pasado dos horas y yo había escuchado su vida.

Descubrí que Amos McAllen era el tipo de hombre cuyo nombre nuncaestaría en los libros de historia ni los titulares, pero había algo tan extraordinario

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en él. Me dolía que el país nunca lo conociera en persona. Imagino que hay milesde personas tan increíbles como Amos, pero nunca podría conocerlas. Ellosfallecerían y sus recuerdos de la gente antes que ellos morirían también.

Esa conversación aparentemente corta me dijo que la vida era más de lo quelos medios de comunicación querían que creyeras. Me enseñó que tu mundo nodebería ser más grande que las personas a tu alrededor, que deberías servir aaquellos a tu alrededor con fiereza, pero que aún teníamos una obligación decuidar a los que lo necesitaban, incluso si estaban a medio mundo de distancia.

Parece una contradicción, pero la forma en que la explicó tenía completosentido para mí. Básicamente, no te preocupes por la fama, ama solo a tu Dios,tus amigos y tu familia, y sé generoso con tus vecinos, incluso si están muy lejos.

Cuando Amos McAllen se fue rodando de la mesa, sentí que mi mundohabía cambiado y sabía que lucharía para reencontrar un equilibrio por muchotiempo.

Cuando Amos se fue, me dirigí a mi camioneta, tomé un sobre de laguantera que tenía para emergencias y volví adentro. Me aseguré de que todosestuvieran bien y distraídos antes de meter mil setecientos treinta y siete dólaresen el jarro de donaciones, deseando poder tener mucho más conmigo.

Comencé a irme cuando esa voz me sorprendió de nuevo, haciendo que micorazón saltara en tantas formas diferentes.

—Spencer Blackwell —dijo Cricket—, si no eres un enorme generoso.

Apreté los labios.

—No debías ver eso.

—Lo sé. —Guiñó—. Eso lo hace más divertido.

Sacudí la cabeza y sonreí.—La subasta casi termina, y están por servir la cena. ¿Te sentarías conmigo?

Me di la vuelta y escaneé la multitud antes de volverme hacia ella.

—¿Hablas conmigo? —me burlé.

Bufó.

—Sí, claro.

—¿Y dónde está Ethan?

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Frunció el ceño.

—No estoy segura —dijo, buscando entre la gente.

—No creo que le gustaría vernos sentados juntos.

—Bueno, eso es su problema, no nuestro —respondió alegremente—. Estoycansada de andar de puntillas a su alrededor —dijo, sorprendiéndome—. Puedoser amiga de quien yo quiera.

En un momento, esto me habría complacido, pero hoy de todos los días, nopodía, no sería su alternativa.

—Cricket —dije, frunciendo el ceño—. No seré tu segunda opción.

—¿Qué?—Me niego a ser un segundón —le dije—. No lo merezco, y ambos sabemos

que no podemos ser solo amigos.

Se veía herida pero no podía sentirme mal por ella. Tomó una decisión, yno era yo.

—Yo… ¿qué dices, Spencer? 

—Digo que no quiero simplemente ser amigable contigo, cricket. Te quieroa ti. Quiero poder saborear tus labios cuando se me dé la gana, sentir tu piel,envolver mis brazos en tu cintura. Quiero estar contigo más que nada, y notomaré menos que todo.

Me di la vuelta y caminé fuera de la escuela, me subí en la camioneta y dirigíde regreso a Bitteroot.

—Listo —le dije al volante—. Hice mi declaración. Ahora depende de ella. 

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Traduccido por Mari NC, Otravaga & NnancyC

Corregido por niki26

os meses habían pasado.

Eran mediados de abril, Bridge estaba enorme, pero ella

y Jonah se mantenían juntos. Ayudaba el verla tan feliz cuandoyo estaba sufriendo tan completamente. Esas palabras de laescuela fueron lo último que le había dicho a Cricket, y ella

aún tenía que responder. Perdí la esperanza en conseguir una respuesta despuésde la primera semana y estuve viviendo día tras día en un estado como de zombi.El único alivio que podía conseguir de lo desesperadamente que me dolía elcorazón era cuando Eugie venía a quedarse conmigo.

Él era mi mejor amigo desde que Jonah y Bridge se juntaron, y era mi

pequeña fortaleza. Noté que Cricket lo dejaba quedarse conmigo a menudo y esome sorprendía. No sé por qué lo hacía, pero no lo cuestionaba. Lo necesitaba. Losperros son unos animalitos graciosos. Son una cosa tan curiosa. Dan y dan y dany no esperan nada a cambio.

La temporada de parto había llegado a su fin, y el rancho había plantado loscampos de heno en preparación para el próximo invierno. La temporada deherrar vino y se fue, y estuvimos excepcionalmente ocupados durante casi dossemanas. Al parecer, los ranchos se ayudaban mutuamente por aquí. Cada par

de manos se lanzaba a trabajar en el día de herrar de cada rancho, y tuvimostodos los ranchos listos en once días. Llegué a conocer a un montón de loslugareños un poco mejor, y terminé respetando a cada uno enormemente por logenerosos que todos eran con su tiempo y opinión.

Los habitantes de Montana eran algunas de las personas más trabajadoras,genuinas y caritativas que jamás había conocido.

Al parecer, al final de cada temporada de parto, todos los adultos jóvenes

de los ranchos cercanos se reunían y acampaban en las montañas durante dosdías. Si me hubieses preguntado seis meses atrás lo que pensaba de la idea de

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acampar, habría dicho que era ridículo. ¿Ahora? No tanto. De hecho, realmenteestaba ansiando el aire fresco, el ardor en las piernas por las caminatas ysimplemente relajarme.

Salimos temprano en la mañana del viernes.

—¿Voy a viajar contigo? —preguntó Jonah mientras tiraba mi mochila en laparte trasera de mi camioneta.

—Claro que sí, amigo. ¡Cárgala!

Agarré su tienda y la lancé con mi propia mochila. Me metí en el asiento delconductor y Jonah abrió su puerta.

—Oye, dame un segundo, voy a despedirme de Bridget.

Asentí.

Subió las escaleras saltando y se metió en el interior del remolque. Unminuto más tarde, salió y entró al auto.

—Desearía que ella viniera —dijo.

—Sí, es bastante seguro que una Bridge muy embarazada nos aniquilaríadurante la primera hora.

 Jonah se echó a reír, pero no estuvo en desacuerdo.

—Ustedes dos parecen bastante felices —observé.

 Jonah sonrió como un niño pequeño.

—Sí, es una chica fascinante.

—Eso es refrescante —le dije.

Me miró.—¿Por qué?

Sacudí la cabeza ante los recuerdos.

—Todos mis amigos en casa no podían describir a Bridge como otra cosaque no fuese sexy. Pateé más que mi parte justa de traseros.

—Estaría mintiendo si no dijera que no estaba un poco contento de escuchareso.

Asentí.

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—Entonces, ¿cómo te ha estado yendo últimamente? —preguntó conlástima en su voz.

—Vamos, Jonah, no hagas eso.

—¡¿Qué?! Nosotros solo estamos preocupados por ti, eso es todo. —Cuando Jonah usaba la palabra “nosotros”, me volvía loco. No porque fuesen él y Bridge.Bueno, tal vez era un poco por eso, pero sobre todo era porque “nosotros”significa dos personas, y me sentía bastante como una sola persona—. No estásactuando como tú mismo y eso está empezando a asustarnos.

Exhalé por la nariz.

—En la subasta McAllen le dije que no quería ser su segunda opción. Le dijeque lo quería todo de ella o nada.

 Jonah tragó.

—Y ella no...

—¿Acaso estamos juntos? —grité.

—Cierto, bueno, lo siento.

Golpeé el volante en la frustración.

—Sí, yo también.

La verdad es que Bridge y yo nos podríamos haber ido del Rancho Hunt sihubiésemos querido, pero a ella le gustaba estar ahí, y luego estaba todo el asuntode Jonah. Además, los Hunt, bueno, todos los Hunt salvo Cricket, pensaban queno teníamos dinero, e incluso entonces, Cricket no sabía exactamente lo muchoque realmente teníamos. Podría haberme ido casi inmediatamente después deque mi padre se enterara de que estábamos allí, pero no me atrevía a abandonaruna vida en la que podía ver a Cricket todos los días. Incluso si hacerlo significaba

una tortura.

El campamento estaba en la Represa Hungry Horse y estaba repleto degente; algunos ya habían colocado sus tiendas de campaña y tenían fogatasencendidas. Estacioné junto a un par de camionetas y descargamos la partetrasera, decidiendo instalar nuestras tiendas más cerca del agua. Cuandoterminamos, miramos hacia la represa.

—¡Jonah! —gritó alguien desde detrás de nosotros haciéndonos voltear.

—Hola, Finley —dijo él, alegremente.

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Finley era una chica guapa, alta, cerca de un metro setenta. Tenía unaespecie de tez color bronce, aunque su cabello era de un color rojizo. Le dio a

 Jonah un abrazo de costado.

—Fin, este es Spencer. Spencer, Finley.

—Encantado de conocerte —dije, ofreciéndole mi mano.

—Es un placer —dijo, con una sonrisa dulce, tomando mi mano.

Fue entonces cuando noté que alguien estaba tocando algo un poco de lavieja escuela de Our Lady Peace. Me encantaba Our Lady Peace. Mi miradarecorrió el campamento para encontrar la fuente. Cricket estaba rockeando con“Automatic Flowers”, con un pie posado en el banco de una mesa de picnic yestaba tocando ñoñamente la guitarra en el aire mientras cantaba a todo pulmón.Otras cuatro chicas de más o menos su edad estaban cantando junto con ella. Oh,Dios mío, ¿por qué tienes que ser tan condenadamente asombrosa? 

Llevaba unos desgastados pantalones vaqueros cortados a mitad de musloy botas de combate a la altura de las espinillas con la parte alta desatada y unacamiseta holgada. Tenía el cabello completamente recto y los bordes lucían comoflecos cortados con afeitadora. Era tan increíblemente sexy y obviamente no lointentaba en absoluto.

—... por aquí? —escuché a mi izquierda.

Mi cabeza giró rápidamente en dirección de Finley.

—¿Disculpa?

—Estaba preguntando por qué no te había visto antes por aquí.

—Oh —dije, tratando de no centrarme en Cricket—. He estado muyocupado en el Rancho Hunt.

—¿Eres uno de sus peones? —preguntó.

—Se podría decir eso —dije, sintiendo una especie de orgullo de llevar esedistintivo.

—Genial.

—Um, ¿eres de esta zona?

—Sí, nacida y criada —respondió ella.

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—Finley y yo fuimos compañeros de clase —agregó Jonah—. Ella estaba enla clase de Cricket y de Ethan.

La mención de sus nombres juntos me dio ganas de saltar en la represa yhundirme hasta el fondo.

—Estupendo.

Finley se echó a reír.

—Sí, estupendo.

La miré con sarcasmo.

—Ethan y yo nos llevábamos muy bien —dijo ella—, pero Cricket odiaba

mis entrañas.—Otra vez no. — Jonah rió, sentándose en una roca cercana.

—¿Qué? —pregunté.

—Finley tenía, eh, bueno...

—Tenía un enamoramiento por Ethan en la escuela secundaria —admitió.

—Oh. —Entendí.

—Como sea, por ello Cricket me consideraba su archienemiga.

—Realmente no lo hacía, Fin —la corrigió Jonah.

—Sé cuando a una chica no le agrado —dijo, metiendo las manos en losbolsillos de sus pantalones vaqueros.

 Jonah sacudió la cabeza.

—Conozco a Cricket bastante bien —le dije—, y tengo serias dudas de que

alguna vez haya odiado a alguien.

Ella asintió.

—Tienes razón. “Odio” es una palabra fuerte. Digamos que ella no era unafan —dijo riendo.

Todos miramos a Cricket y el grupo de chicas.

—¿Quiénes son? —pregunté.

—Esas son un par de chicas de nuestra clase —respondió Finley.

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—Esas cinco chicas fueron las principales agitadores en nuestra escuelasecundaria —dijo Jonah, poniendo un pie sobre la roca y descansando su brazosobre la rodilla.

—¿Cómo? —le pregunté, curioso.

—Además de los momentos aleatorios en que violaron la ley, rompieronmuchos corazones en los pasillos de la escuela, me sorprendió que las paredes nose derritieran.

—Eso es gracioso —le dije.

—Fin también suele pasar el rato con ellas a menudo.

—A veces —dijo.

—Vamos, Fin, has roto más que tu parte justa de corazones.

—No realmente —dijo, mirando a Ethan.

Huh.

Finley se iluminó de repente.

—¿Ustedes van a nadar después? —preguntó.

—¿Nadar? —le pregunté, horrorizado—. ¿Con este tiempo?

 Jonah se echó a reír.

—Hay algunas aguas termales cercanas. Nos gusta relajarnos allí un poco.

—Vaya, no esperaba esa pequeña ventaja. Los únicos pantalones cortos quetraje son pantalones cargo.

—Vas a estar bien —dijo Finley—. Confía en mí.

Después de la cena, todo el mundo se puso sus trajes y me puse mispantalones cortos cargo y nos dirigimos hasta los muelles con una hielera y unaradio. No podía creer cuan genial era que tuvieran aguas termales en Montana.Me uní a todos un poco tarde, y la mayoría ya estaban en los muelles, lo que lohacía aún más vergonzoso porque cuando me paseé con mi toalla, todas laschicas llegaron a la orilla de la posa para saludar.

—¡Spencer! ¡Por aquí! —dijo Finley, inclinándose sobre el borde un poco ysaludándome.

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Mis ojos buscaron en las pozas por Cricket, pero no pude encontrarla en lamultitud de treinta o así. Me acerqué a donde estaba Finley y puse mis cosas enel borde rocoso de la piscina natural.

—Estas son algunas de mis amigas —dijo, señalando a la pandilla de chicasalrededor de la piscina con ella—. Han expresado el deseo de conocerte —dijo,guiñando un ojo y sonriendo.

Negué un poco.

—Encantado de conocerlas a todas —les dije, saludando.

—Esta es Sarah —comenzó Finley en el extremo izquierdo.

Me incliné y le di la mano a Sarah.

—Ava, Grace, Faith, Clementine, y Eliza.

Sacudí cada mano, a su vez.

—Un gusto conocerlas a todas.

Todas flotaban en silencio como si estuvieran esperando algo cuando me dicuenta de que estaban esperando que entrara. Me quité la camisa y la tiré con mitoalla. Cuando me di la vuelta sus bocas estaban abiertas.

—¿Qué? —pregunté.

—N-nada —dijo Finley, con los ojos muy abiertos.

Me metí con ellas y me situé en el centro de su línea, luego, se desplegaronalrededor de mí. Me hicieron una pregunta tras otra acerca de la vida en LosÁngeles, si me iba a quedar en Montana, etc.

—No puedo quedarme —les dije.

—¿Por qué no? —dijo Finley.

—Simplemente… no puedo quedarme. 

—Oh —dijo Finley—, nos odias —bromeó.

—¡No! —insistí—. Creo que Montana es uno de los mejores lugares en latierra y he estado en todo el mundo. La gente aquí es tan increíble. Es que yo, eh,tengo que terminar la escuela —mentí.

—Tal vez podrías volver después —ofreció Ava.

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—Probablemente no —dije.

—¿Tienes a una chica de vuelta a casa o algo así? —preguntó Faith.

—No, no en absoluto. Nunca podría salir con cualquier otro tipo de chica

que no sea una chica de Montana —les dije galante—. Van a dejar una impresiónduradera en mí —las culpé densamente.

Todas ellas dijeron awwwws que me hicieron reír.

—Así que está decidido entonces —se burló Eliza—. Spencer tendrá quevolver a Montana.

—Sí —intervinieron todas ellas, aplaudiendo sus manos y siendo muyfemeninas.

Dios, había extrañado las chicas, pensé. Tal vez todo lo que necesitas es unpoco de atención femenina para ayudarte a superar a Cricket.

 Justo en ese momento Cricket caminó hacia la piscina y casi se hundió porcompleto en las aguas termales murmurando “hummina-hummina-hummina”. 

—Aquí viene Cricket —dijo Faith, ondeando su mano hacia ella.

Cricket sonrió e hizo su camino directo a nuestro remanso. Usaba un traje

de baño de una sola pieza, color cereza, estilo de los cuarenta que se ataba en unlazo en los pechos. Su cabello estaba recogido en un pañuelo y atadodesenfadadamente justo debajo de la coronilla. Quería morir. ¿Cómo infiernospuede esta chica puede lucir un traje de una pieza mejor que cualquier grupo quehe visto en L.A? Cuando me vio, su rostro cambió y hubo una ligera cojera en suandar, pero nadie, excepto yo se dio cuenta. Su sonrisa apareció de vuelta y sequedó en el costado del remanso.

—¡Hola, señoritas!

Todas la acribillaron con saludos alegres mientras que yo solo pude mirarla.

—¡Entra! —le dijo Faith.

—Oh, no, esto está bien —dijo, mirándome—. Parece que ustedes tienenalgo bueno pasando aquí. Solo estoy corriendo de vuelta al camping por un parde bebidas más.

Se dio la vuelta y saludó con la mano antes de que incluso tuvieran unaoportunidad de responder.

—¿Ves lo que quiero decir? —preguntó Finley, sobresaltándome.

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—¿Ah?

—Ella me odia —explicó.

—Oh, estoy definitivamente seguro que no fue debido a ti, Finley.

—Sí, lo fue.

—No —me contuve—, fue por mi culpa.

Finley frunció las cejas.

—¿Por qué?

Todo el mundo se separó en conversaciones privadas para entonces, así queprocedí a decirle todo lo que sentía por Cricket, lo profundo que me había

enamorado de ella y cómo me rechazó.

Finley me puso una mano en el hombro brevemente.

—Sé lo que se siente —dijo, sonriéndome con comprensión.

Le apreté la mano en compañerismo.

—Gracias.

Su mano volvió a caer en el agua y nos sentamos en silencio.

—¿Todavía te gusta Ethan?

—Uh, sí, en realidad creo que nunca lo superé. ¿Eso es patético? —preguntó.

—No, no lo creo. En realidad, en cierto modo estuve enamorado de unachica en la escuela secundaria. Su nombre era Sophie. Era increíble —dije,pensando en ella.

—¿Cómo era?

—Tenía la personalidad más horrible que jamás hayas conocido —dije,riendo.

Finley me miró como si estuviera loco.

—Pero ella era tan caliente —expliqué. Finley arrugó el ceño conrepugnancia—. Escúchame antes —le dije—. Yo solía ser totalmente superficialsobre mierda como esa, y Sophie era el premio mayor. Era hermosa, como,hermosa al estilo supermodelo.

—¿Qué es lo que le pasó?

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—Fue atrapada con drogas y sentenciada a trabajar en un orfanato enUganda por seis meses.

—Suena como que obtuvo lo que se merecía —espetó Finley.

Pensé en la Sophie que regresó y lo extraordinaria que verdaderamente seconvirtió.

—Definitivamente obtuvo lo que se merecía —coincidí.

La noche continuó. En piloto automático; la gente entraba y salía, comían,bebían y se marchaban. Encontré un alma gemela en Finley y pensé querealmente era una buena chica. Éramos los dos últimos que quedamos esa noche,eran casi las dos de la mañana cuando se excusó. La acompañé de vuelta alcampamento, pero decidí dar la vuelta y pasar un poco más de tiempo en lasaguas termales mientras tenía paz y silencio.

El agua estaba más allá de cálida en el aire frío, y me hundí profundamenteen ella hasta el cuello. Me había sentido tan perdido últimamente, solo mesesantes de que tuviera tal curso definitivo fijado por delante de mí. Mi fecha límitepara invertir en las acciones de mi amigo vino y se fue, y tuve que verlo despegarde forma exponencial, por lo que mi amigo se hizo más rico que en sus sueñosmás salvajes. No estaba tan celoso o enojado por eso como pensé que habríaestado, pero sí ayudó que yo tuviera millones escondidos lejos para tiemposdifíciles, por si acaso otra inversión venía en mi camino.

Me sentía enfermo sin la amistad inestable de Cricket y pensé muyseriamente en solo comprar una casita cerca para visitar en mis futuros años devida. El hecho de saber que ella estaba cerca tendría que ser suficiente para mí ytenía que llegar a aceptarlo.

Levanté la vista hacia el cielo azul profundo salpicado de estrellas brillantesy me quedé completamente asombrado del desierto que era América. Me

incorporé un poco, tratando de distinguir las constelaciones cuando sentí unanariz en mi espalda.

—¿Eugie? —pregunté y lamió el lado de mi cara.

—Oh, lo siento. —La dulce voz de Cricket sonó como un bálsamo para mialma, haciendo que mis ojos rodaran atrás en mi cabeza—. Sólo venía a nadardurante la noche.

—Está bien —dije, sentándome aun más, mi corazón latía rápidamente.

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Aquellas palabras fueron las únicas que le había escuchado dirigirmedirectamente en las últimas semanas. Se dio la vuelta como si se fuera a marchar,y salí disparado del agua.

—No te vayas —dije, agarrando su antebrazo con suavidad.

Sus ojos siguieron hacia arriba por mi mano, mi brazo y hasta mi cara.

—De acuerdo —susurró.

Se quitó su bata corta y sandalias y se metió en el agua conmigo. Estuvimosen un silencio sepulcral durante más de diez minutos y me sentí tan tentado airme. Se estaba poniendo incómodo, y nunca me gustó sentirme incómodo conCricket. Hice un movimiento para salir del agua justo cuando habló.

—¿Te gusta Finley? —preguntó, sobresaltándome.

—Sí, es una buena chica

Su cabeza se balanceaba arriba y abajo mientras miraba las estrellas.

—Es muy hermosa —dijo.

—Supongo que sí, sí.

—¿Era interesante para ti? —preguntó.

No estaba seguro adónde iba con su línea de preguntas.

—¿Cricket? —pregunté.

—¿Sí? —dijo, pasando sus manos por encima del agua.

—¿Estás celosa porque hablé con Finley toda la noche?

Su cabeza se movió rápidamente en mi dirección.

—¡No!

—¿Entonces por qué tienes tanta curiosidad?

Se aclaró la garganta y volvió a mirar el cielo nocturno.

—No lo sé. —Suspiró.

Me pasé las manos por mi cabello mojado.

—Gracias por cuidar de Eugie por mí —dijo, cambiando de tema.

—Me ha estado ayudando a través de algunas cosas.

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—Es bueno en eso. —Sonrió.

Le devolví la sonrisa.

—Lo sé.

Se puso de pie y el agua alcanzó justo por debajo de sus pechos, lo que mehizo reír porque encontraba mi cintura.

—Ven aquí —dijo, caminando hacia el borde opuesto del remanso.

La seguí y miramos por encima del precipicio.

—Guau —dije simplemente.

Bajando en cascada por las montañas, en un patrón escalonado, había

docenas de pequeños manantiales de aguas termales reflejando el cielo nocturno.Eran impresionantes.

—No puedo creer lo hermoso que es esto —susurró—. Nunca me canso deverlo.

—Concuerdo —dije mientras miraba su perfil.

Nuestros brazos se tocaron brevemente, pero en lugar de apartarlo de untirón como me esperaba, permitió que nuestra piel permaneciera junta y lacalidez me volvió loco. Sin mirarla, presioné mi brazo más en el de ella. El reflejoen el agua me mostró que cerró los ojos con fuerza y me animó. Levanté la manoun poco y la coloqué al lado de la de ella, los lados de nuestras palmas apenastocándose, antes de envolver mi dedo meñique en torno al suyo.

Su respiración se profundizó, su pecho subía y bajaba más rápido con cadadedo que movía sobre su mano.

—Spencer —exhaló, y yo ya no pude pensar.

La aparté de un tirón de la orilla y presioné su espalda en la roca grande delremanso. Jadeó, e hizo cosas a mi estómago. Poco a poco abrí mi camino máscerca de ella y con cada centímetro, ella jadeó más duro.

—No te muevas —suspiré en su cuello.

Asintió frenéticamente y se mordió el labio inferior.

Quedé boquiabierto.

—Oh, Cricket —le dije, mi voz cayendo una octava—, te dije que nuncahagas eso.

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Liberó su labio y encontré mi mano estirándose para llegar a él. Corrí mipulgar por su plenitud brillante, sintiendo su aliento cálido contra la yema. Seguíla línea rechoncha hasta la comisura de su boca, luego de regreso.

Sus manos llegaron a mis hombros, pero las detuve, ganándome otro jadeoahogado. Fijé ambas muñecas por encima de su cabeza con una mano. Con laotra, continué explorando su exquisita boca antes de trazar con el pulgar por lalínea de su garganta. Tragó saliva, haciéndome sonreír.

—Tu cuello es delicioso —le dije, estudiándolo con reverencia—. Quédatequieta —ordené. Me incliné hacia la curva de su cuello e inhalé—. ¡Dios mío,hueles increíble! —Me callé en su piel, lo que me dio un suave gemido. Meenderecé una vez más, pero mantuve sus muñecas clavadas—. Ni un sonido,Cricket Hunt, o te besaré tan fuerte que la cabeza te dará vueltas. —Su boca seabrió con incredulidad, pero obedeció.

Creo que no se habría quejado si lo hubiera hecho, pero ella estabadisfrutando de nuestro juego tanto como yo.

Mi mano libre encontró la base de su garganta y mi pulgar presionó entresus clavículas brevemente antes de recorrer la longitud de cada una. Mi mano sedeslizó por el costado de su cuello antes de encontrar su mandíbula. Incliné sucabeza un poco y lentamente me acerqué cada vez más hasta que mis labios se

encontraron por debajo de la línea de su mandíbula. Presioné el beso más suaveallí, pero demoré un poco, dejando que mi aliento soplara a través de su carnesensible antes de alejarme de nuevo. Exhaló cuando lo hice y se hundió un pococontra mi pecho.

—Levántate, Cricket —pronuncié contra su piel.

Se hundió un poco más antes de sostenerse a sí misma una vez más. Estoera una tortura para los dos, pero era un dolor tan bueno.

Estudié su cuerpo, tratando de decidir dónde explorar la siguiente vez. Lapalma de mi mano encontró la parte superior de su pecho y se quedó allí mientrassentía los latidos de su corazón, haciendo que piel de gallina se extendiera por supiel.

Le bajé las manos y las dejé caer en el agua para que se calentaran, peroluego le apoyé las manos contra la roca.

—Mantenlas allí —ordené.

Mis dos manos encontraron sus caderas y pellizqué los huesos entre misíndices y pulgares antes de deslizarlos hacia arriba por sus costados, sintiendo

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cada curva, aprendiendo cada contorno. Cuando encontré la parte inferior de sussenos, los deslicé hacia un lado, luego hacia arriba por sus brazos y hombrosantes de volver hacia abajo, deteniéndome en la curva de sus senos y llegando asus caderas una vez más.

Sus ojos se habían cerrado.

Me moví hacia su oreja.

—Respóndeme esto.

Sus ojos parpadearon hasta abrirse.

—Sí —dijo apenas, suspirando.

—¿Te gusta mi toque?—Mu… muchísimo —respondió, sonando casi drogada.

Mi palma encontró su nuca y la incliné más cerca de mí. La alejé de la rocay ella respiró bruscamente, complaciéndome sin fin. La senté en la parte menosprofunda del agua, en su plataforma natural debajo del remanso, y yo mismo meacomodé entre sus piernas. Dejé caer mi cabeza en la base de su cuello y dejé quemis labios permanecieran allí, apoyando la frente en su hombro y volviéndomeloco a mí mismo en el proceso.

Besé suavemente desde la base de su garganta hasta la línea de sumandíbula y me quedé en la comisura de su boca. Como si estuviera drogada,trató de mover su boca hacia la mía, pero sus movimientos eran demasiadopesados y la detuve.

Me reí entre dientes.

—No, no, Cricket. Vamos a besarnos cuando diga que nos besemos. —Asintió lentamente y cerró los ojos una vez más—. Y cuando eso suceda, quiero

tu lengua con la mía. No quiero saber dónde comienzas tú o dónde termino yo.—Gimió suavemente, pero asintió.

Mis labios se encontraron de nuevo con su garganta y saqué la lenguarápidamente para probar la sal, causando que mi lengua se hinche ante laanticipación del beso.

—¿Cricket? —oímos a Ethan llamar.

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Cricket dejó escapar un grito ahogado de pánico y me empujó. Se separó demí al deslizarse de la plataforma. Todo lo que pude hacer fue mirarla conincredulidad.

—Fui infiel —dijo, colocando su mano sobre su boca, como si le diera asco.

—¿Con quién? —espeté, frustrado más allá de lo imposible porque meestaba abandonando una vez más.

—¡Contigo! —susurró gritando.

—¡Ni siquiera nos hemos besado! —grité en voz baja.

—Soy una persona horrible —dijo desesperadamente—. Fui infiel.

—Eres una persona horrible —contesté con ácido y ella comenzó a llorar—. Pero no porque supuestamente fuiste infiel. Es porque en realidad no has estadocon Ethan desde hace meses, sin embargo, sigues dándole falsas esperanzas. Aligual que a mí. Eres cruel, Cricket Hunt. Y oficialmente he terminado contigo.

—¡Espera! —suplicó—. Por favor, déjame explicarte. Estoy lista para decirtetodo. ¡Tienes que entender!

—No hay ninguna posibilidad. He terminado contigo —le dije y hablé enserio.

Salí del remanso y me dirigí directamente hacia el campamento.

—¿Dónde está Cricket? —me preguntó Ethan.

—Allá —le dije. Con mi corazón.

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Traducido por Fanny e Isa 229

Corregido por La BoHeMiK

a mañana siguiente, Jonah “tocó” en mi tienda. Me senté y bajé elcierre para que él entrara.

—¡Qué! —le gruñí.

—¡Demonios! —Se rio Jonah—. ¿Qué se metió a tu saco de dormir?

—Tú prima lo hizo.

—¿Qué?

Me reí.

—No, sólo quiero decir que oficialmente he decidido superar a CricketHunt.

 Jonah se sentó de cuclillas.

—¿Qué pasó?

—Nada —dije, jalando mi cabello hacia los lados.

—Ya lo veo.

—Púdrete.

—Vaya, suena a como que ella te hizo un numerito. ¿Es ahí a donde fuisteanoche?

—Sí, estaba afuera siendo torturado por tu prima.

—A ver, espera un minuto, ella no, ah, ¿te dijo algo?

—¡No! Y lo juro, los voy a recomendar a todos para la CIA.

 Jonah se rio.

L

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—Muy bien, bueno, voy a llevar a Ethan a cazar con Eugie para el desayuno.¿Quieres venir?

—¡Demonios, no! También quiero estar lejos de él tanto como sea posible.

—Bien, gruñón.

Él cerró mi tienda y caí en mi almohada, increíblemente enojado. No sécómo sucedió, estaba tan molesto, pero me dormí de nuevo.

—¡Spencer! —gritó alguien, despertándome.

Mi corazón latió con fuerza. Abrí la tienda y descubrí a Cricket llena de

pánico.—¿Qué? —pregunté.

—Yo, uh, siento molestarte, pero todos se fueron a los muelles y no tengo anadie más a quien recurrir.

—Siempre soy el último recurso para ti —respondí con acidez.

—Me merezco eso, y lo siento, pero justo ahora no puedo hablar sobre eso.En este momento, necesitamos ir a buscar a Jonah y Ethan.

—¿Qué? —dije con mi adrenalina subiendo—. ¿Por qué?

—Porque tomaron sus arcos para cazar y sus rifles para protegerse, peroacabo de escuchar unos disparos.

—Oh Dios mío —dije, deslizando mis botas.

Subí el cierre de mi chaqueta y agarré mi rifle.

—Vamos —le dije—. ¿Dónde escuchaste los disparos?—En esa dirección —dijo, señalando al suroeste.

—Muy bien —dije, caminando.

—¡Jonah! —grité y esperé por una respuesta.

—¡Ethan! —gritó ella.

Estuvimos de un lado al otro de esa manera por unos buenos cinco minutos

antes de escuchar dos disparos. Nos detuvimos en seco antes de girar en sudirección, gritando sus nombres a todo pulmón.

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Finalmente, Jonah gritó.

—¡¿Spencer?!

—¡Dónde estás!

—Por este lado —dijo, soplando su bocina de aire.

Los encontramos junto a Eugie, con sus rifles cargados y listos, mirandomás hacia al suroeste que a nosotros.

—¿Qué pasó? —preguntó Cricket sin aliento.

Ethan la miró.

—¿Estás bien? —le preguntó con preocupación en sus ojos.

—Estoy bien —dijo ella, forzando una sonrisa.

—Son lobos —le respondió él.

—Oh no. ¡Eugie! —dijo Cricket, llamándolo a su lado. Ella lo sostuvo consu mano por el collar que tenía una campana—. Quédate aquí, chico.

—Salieron corriendo por ese lado —explicó Jonah.

—Bien —dijo Cricket—, volvamos al campamento.

Asintió pero pareció inseguro.

Estábamos a medio camino cuando Eugie comenzó a gruñir.

—¿Eugie? —dijo Cricket, inquieta.

Los tres cargamos los rifles y los levantamos.

—¿Dónde están? —susurré.

—Nos están rodeando —respondió Jonah.

—Silencio —dijo Ethan, escaneando el bosque alrededor de nosotros.

El agarre de Cricket en el collar de Eugie se apretó y nos movimos alrededorde ella, protegiéndola. Eugie gruñó más fuerte y comenzó a ladrar. Ethan y Jonahse tensaron.

—Shh, Eugie —ordenó Cricket.

—Oh por Dios, hay cinco —dijo Ethan mirando alrededor.

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No tenía idea de cómo los vio, pero sabía qué tan peligrosas se habíanpuesto las cosas.

—Cada uno de nosotros solo tiene un disparo —dijo Jonah en voz baja—.Manténganlos en su mira. Tengo a este de aquí, Ethan el de la izquierda. ¿Creesque puedes conseguir al alfa, Spencer?

—Sí —dije con confianza, apuntando a los brillantes ojos de una cabeza porencima del resto de los lobos.

—¿Por qué no podemos tratar de asustarlos? —dijo Cricket, mordiendo sulabio.

—Están listos para atacar —dijo Ethan.

El alfa comenzó sigilosamente su camino hacia mí. Eugie comenzó a gruñirde nuevo y el lobo enseñó sus dientes, su gruñido sonando amenazador. Eugieladró y el lobo saltó hacia nosotros.

Mi respiración se detuvo mientras apuntaba mi rifle. Disparé, pegándole enel pecho y tirándolo en medio del aire. Dos disparos más se oyeron de manerasucesiva. Iba a cargar el rifle rápidamente para derribar a los otros dos pero estossaltaron hacia nosotros antes de que pudiera hacerlo, así que giré la culata de mirifle y golpeé a uno en la cabeza, pero esto no hizo nada más que alentarlo y el

lobo puso su mirada en Cricket con renovada furia.

—No —respiré y me tiré encima de ella.

Eugie se soltó de su agarre y atacó al lobo.

—¡Eugie! —gritó Cricket.

 Jonah también golpeó al quinto lobo con la culata de su rifle y observamoscomo Eugie perseguía a ambos y se adentraba en el bosque, su collar con

campana sonaba mientras corría.—¡Eugie! —gritó Cricket detrás de él.

—Lo recuperaremos —prometió Ethan—. Ven conmigo —dijo.

Cricket y Ethan siguieron la campana, Jonah y yo nos quedamos al lado deellos.

—Ya podrían estar lejos —dijo ella, mordiendo nuevamente su labio.

—Lo recuperaremos —le aseguré.

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Cricket asintió.

Seguimos la campana tanto como pudimos pero de repente esta se detuvoabruptamente y así también lo hicimos nosotros.

—No —dijo Cricket, sus manos fueron hacia su cabeza.

—Probablemente salió de la distancia auditiva —intentó calmarla Jonah.

—¡Eugie! —llamó ella una y otra vez, su voz sonaba desesperada.

—Deberíamos dividirnos —le dijo Jonah.

—Está bien —le respondió sin pensar y siguiendo a Jonah, dejándonos aEthan y a mi juntos.

 Jonah y Cricket se fueron hacia la dirección en la que habíamos escuchadopor última vez la campana, pero Ethan y yo sólo nos quedamos parados ahímirándonos fijamente el uno al otro.

—Solo sígueme —dijo, entrando en el lado izquierdo de los bosques.

Silenciosamente caminamos, manteniendo los ojos bien abiertos por Eugie,cuando oímos una vez más a los lobos. Ambos habiendo recargado nuestrosrifles, nos deslizamos sobre ellos. Sus narices estaban presionadas sobre algo y

estaban trabajando juntos para arrasarlo.—No —susurré corriendo hacia ellos—. ¡No! —grité con mi corazón

rompiéndose ya en mil pedazos.

Levanté mi arma y le disparé a uno mientras que Ethan le disparaba al otro,nos topamos con Eugie, acostado de lado, el único movimiento, el roce de su peloen el viento.

—No —dije, cayendo a su lado.

Presioné mi rostro en su hocico y esperé para sentir su respiración, peronada retornó a mi mejilla y yo casi me derrumbé. Mi mano se dirigió a su lado ysentí su ritmo cardiaco dejando de latir.

—Eugie —murmuré, una abrumadora tristeza ya me estaba inundando. Micabeza se preparó—. Oh Dios, Cricket.

Lo levanté, estrechándolo en mis brazos, enterrando mi rostro a un lado desu cuello. No tenía idea de cómo le íbamos a decir a Críquet. Todo mi cuerpo se

estremeció con el peso de tener que transmitirle tan terrible noticia a alguien queamaba tanto. No quería que fuese cierto. Habría pagado toda mi fortuna en ese

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momento para traerlo de regreso, solo para que así ella nunca tuviera que conocerese dolor.

Lo cargué los cinco kilómetros de regreso al camping y saqué mi saco dedormir, lo recosté en el interior y lo envolví. Caminé por un lado de la hogueramordiéndome las uñas, mientras que Ethan estaba sentado en el banco del picnic,con su cabeza metida en sus manos.

Después de media hora, vimos a Cricket y Jonah acercarse.

—¿Lo encontraron? —preguntó Cricket a través del camping.

Ethan y yo nos paramos al lado de Eugie.

—Cricket —dijimos al unísono.

Cricket se detuvo al borde del lugar y empezó a negar con su cabeza.

—Por favor, díganme que lo encontraron y que él está bien —suplicó. —Porfavor.

Abrí mi boca, pero no podía encontrar las palabras.

Empezó a sollozar y Jonah intentó calmarla. Al principio lo dejó hacerlo,pero rápidamente se deslizó de su agarre y se giró hacia nosotros, con sus ojos

llorosos. Ella sabía dónde quería estar. Todo lo que quería hacer era consolarla,pero ella no era mía como para estarla consolando.

Cricket empezó a correr hacia Ethan con la desesperación escrita en todo surostro, correr hacia su confort, a sus amplios brazos, ansiosos por sostenerla. Micorazón se rompió una vez más por ella. La amaba tanto. Deseaba tandesesperadamente acabar con su dolor. Lo asumiría para mí mismo sí pudiera.

Ella ganó impulso, corriendo lo más rápido que podía, como si no lograrallegar a Ethan lo suficientemente rápido, y mi corazón se rompió de nuevo.

Pero en lugar de correr a los brazos abiertos de Ethan como ambosesperábamos, hizo algo que nos sorprendió a los dos.

Ella corrió a los míos.

Mi corazón comenzó a palpitar cuando se me acercó y rápidamente lalevanté en mis brazos, abrazándola tan ferozmente que apenas pudo respirar.

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—Lo siento tanto, mi amor —le dije. Sus lágrimas empaparon un lado demi rostro así que las besé—. Lo siento mucho, mucho.

—Yo también —ella sollozó en mi cuello—. Sé lo mucho que lo amabas,Spencer.

No pude contestar, estaba mudo de la emoción, así que sólo asentí en sucuello. Besé su rostro una vez más mientras las lágrimas aún seguían fluyendo yme negué a bajarla. No pensé en bajarla nunca más de nuevo.

—¿Por qué yo? —susurré en su oído.

—Fuiste al único que vi —susurró de regreso, haciendo que mi corazónestallara.

—Suéltala —Escuchamos que Ethan ordenaba hacia nuestra derecha.

Nos separamos y lo miramos.

—Suéltala.

—Ethan —empezó Cricket, de pronto consciente de sí misma.

La metí detrás de mí.

Pareció que este movimiento lo enfureció más.

—¡Crees que la lastimaría!

—Para ser honesto, no sé lo que harías.

—Spencer Blackwell, suéltala.

—No —insistí.

—Ella es mía. Suéltala.

—Ethan —repitió Cricket suavemente dando un paso a mi lado. Mi manoinstintivamente la sostuvo de ir más lejos.

—No te atrevas, Cricket Hunt. —Él rechinó sus dientes y apretó sumandíbula.

—Ethan —dijo, más suavemente.

—¡Maldita sea, no te atrevas! —rugió.

—¡No le grites, Moonsong!

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Ethan sonrió antes perforarme con su mirada.

—¿Ahora me están tomando el pelo? —Él se volvió hacia ella y me ignoró—. Cricket, estas confundida.

—No lo estoy. Ethan, yo… 

—No —dijo cabizbajo—. Ahórrame esta mierda. Esto ha estado sucediendodurante mucho tiempo y simplemente pasé por alto esta mierda. Debería dehaber sabido que había terminado cuando me sacaste de la lista.

¿Lista?

—Ethan —ella le advirtió.

Él me enfrentó, con la más furiosa, la más enfermiza expresión en sus ojos,y cuando habló, su tono de voz bajó amenazadoramente.

—Spencer Blackwell, te lo advierto. Te lo dije. Voy a darte tu merecido…cuando menos te lo esperes.

Se giró de manera escalofriante y silenciosamente caminó hacia sucamioneta. Se metió adentro y encendió el motor, pero antes de que se fuera, memiró.

Sus ojos prometieron una venganza feroz.

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Traducido por Apolineah17

Corregido por La BoHeMiK

sa misma mañana, llevamos a Eugie a casa. Johan conducía mientrasCricket y yo nos montamos en el asiento trasero con él, nuestras

manos acariciando su pelaje todo el camino hasta la casa. Una y otravez, Cricket siguió diciendo que no podía creerlo; no estaba seguro de si estabahablando de la muerte de Eugie, de la abrupta partida de Ethan o de ambos.

Cuando nos detuvimos en la casa, Ellie llegó corriendo a saludarnos, perocon solo un vistazo a nuestros rostros supo que algo había sucedido.

—¿Qué está pasando? —preguntó consternada.

Cricket saltó fuera del asiento y corrió hacia ella. Ellie la abrazó y le acarició

la cabeza, todavía sin comprender. Deslicé el cuerpo de Eugie sobre el saco dedormir y bajé de la camioneta, tire la puerta trasera, y luego lo sostuvefirmemente. Se sentía tan ligero al tacto, apenas podía soportarlo. Para ser unamigo tan asombroso de Cricket e incluso mío, él debería de haberse sentido mássustancial. Su peso debería de haber sido directamente proporcional a cómosirvió a la familia Hunt, pero eso habría hecho imposible que lo cargara.

Lo llevé escaleras arriba y Ellie frunció el ceño, tratando de decidir qué eralo que estaba cargando cuando cayó de cuenta. Lo buscó rápidamente en la

camioneta, en el asiento y en el suelo, pero no lo encontraría. Se llevó la mano ala boca.

—Mi querida niña —le dijo a Cricket y la abrazó con más fuerza. Cuandome acerqué, su mano fue a mi hombro—. Llévalo a la sala de estar —instruyó.Empecé a caminar, pero antes de que pudiera dar un paso más, ella abrazó micuello—. Lo siento también por ti, chico. Sé que lo querías mucho.

Asentí, temeroso de hablar por miedo a quebrarme y llevé a Eugie a la salaprincipal. Lo puse en el suelo de tablones junto a los grandes ventanales y me

senté a su lado.

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Nadie te prepara para la muerte de una mascota. No es exactamente iguala perder un querido ser humano, pero por supuesto, no puedes evitar sentir unpoco de desesperación. Después de todo, ellos te sirven tal lealmente. Creo quegenuinamente te aman, y son muy protectores contigo. Hacen su trabajo de

manera tan instintiva y excepcional, porque así es como Dios los hizo.

Recordé historias de mi infancia, cuando mi mamá solía llevarnos a Bridgey a mí a la iglesia. Eran historias de San Francisco. A través de él, recordábamoscómo estas criaturas de Dios servían a los humanos, y por servir a sus sereshumanos, ellos servían y alababan a Dios. Antes de esas historias, siempre penséque los animales no eran nada más que criaturas sin alma, ni una sola vez penséque ellos también tuvieran un propósito. Una vez había visto una estatua de SanFrancisco en un patio, era la imagen de él agachado, rascando a un perro detrás

de la oreja, y pensé que si un hombre tan cercano a Dios le daba su respeto inclusoa las criaturas más humildes del Señor, ellos deberían ser dignos de ser amados.

Cricket entró a la sala y se sentó a mi lado, tomando mi mano entre lassuyas.

—Era tan buen muchacho —dijo simplemente.

—Lo era —estuve de acuerdo.

Nos sentamos, mirando por la ventana, observando a la primavera derretirla nieve sobrante justo frente a nuestros ojos, llegando a un acuerdo con eldrástico cambio que nuestra vida había tomado en las últimas horas.

Ella me apretó la mano.

—Tenemos que enterrarlo —dijo en voz baja.

—Por supuesto.

—Hay un pequeño cerezo silvestre a la derecha de la parte trasera de

nuestra casa principal —comenzó.

—Lo sé —le dije, lo que la hizo sonreír.

—A él le gustaba dormir allí conmigo cuando ambos éramos pequeños.

—Eso es dulce, Cricket.

Ella asintió con una amable sonrisa.

—El suelo seguirá estando demasiado frío para cavar a mano.

—Puedo conseguir la excavadora.

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Me miró y sonrió de nuevo.

—Gracias.

Me puse de pie, preparado para hacer lo que necesitaba.

—Quédate aquí. Vendré por ti cuando esté listo.

Ella también se puso de pie y tocó mi cabello, pasando sus manos a lo largode este antes de colocar la palma sobre mi mejilla.

—Gracias —dijo, besando la comisura de mi boca.

La excavadora estaba en la cochera, así que caminé hacia allá con el corazónoprimido. Encendí la máquina y la conduje hacia el cerezo silvestre bajo el que

ella solía dormir con Eugie cuando era una niña. Traté de imaginarla como unapequeña niña, como si ella pudiera ser más pequeña, con un Eugie cachorro. Laimaginé de nuevo, más vieja, reciente, sentada en la parte inferior de la escaleracon un libro en la mano y Eugie acostado a sus pies. Así es como decidí quesiempre los recordaría juntos, y el pensamiento me calmó.

Cavé un agujero lo suficientemente amplio y lo suficientemente profundopara acomodarlo y coloqué el resto de la tierra junto a la tumba. Cuando terminé,bajé de la excavadora y puse dos palas en la tierra antes de regresar a la cochera,

metiendo la excavadora y cerrándolo todo.Todo el proceso duró aproximadamente una hora y en ese momento, todos

habían llegado junto con Jonah, y Bridge que se había unido a ellos en la casa.Caminamos hacia la parte trasera de la propiedad. Cargué a Eugie con Cricket ami lado.

Lo colocamos adentro, Jonah y yo paleamos la tierra mientras Ellie y Cricketse tomaban de las manos.

Más tarde, Emmett dio una pequeña oración pidiéndole a Dios que le dierapaz a la familia, y regresamos a la casa para almorzar. Todos contaron sushistorias personales acerca de Eugie, algunas divertidas, varias alegres o tristes yotras tontas, pero todas fueron sinceras.

Después del almuerzo, Ellie preguntó dónde estaba Ethan. Esa fue mi señalpara dejar a Cricket y tomar una ducha en el remolque. En mi camino por elsendero, pasé a unos afectuosos Jonah y Bridge, lo que simultáneamente me hizoquerer bromear y reír. Vaya qué locura.

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Tenía un plan, y ahora que tenía una oportunidad con Cricket, no habíanada que pudiera detenerme. 

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Traducido por Jadasa Youngblood

Corregido por veroonoel

stá la señorita Cricket Hunt aquí? —le preguntéalegremente a Ellie en la puerta de entrada.

Le entregué un pequeño ramo de flores, las que leencantaban.

—¿De dónde sacaste esto? —exclamó.

—De la ciudad. Tuve que conseguir algunas cosas para nuestra primeracita, lo cual incluía flores para la señorita Ellie Hunt.

—Encantador —dijo Ellie, besando mi mejilla—. Gracias. Son preciosas.

Había llamado a Cricket desde Kalispell, sorprendiéndola y pidiéndole quefuéramos a cenar.

—¿A dónde irán? —preguntó Ellie.

—A cenar, luego, ¿quién sabe? Tengo la esperanza de mantener las cosasrelajadas. Sé que está pasando por un momento difícil, y solo quiero distraerlaun poco.

—Considerado —dijo Ellie, su sonrisa alcanzando sus ojos.

 Justo en ese momento, Cricket descendió la escalera, sorprendiéndome ydejándome sin palabras. Ellie me dio un codazo y me guiñó un ojo.

—Caroline Hunt luce un vestido con diseño de tubo, de encaje negro conescote barco, mangas japonesas y dobladillo con borde ondulado —bromeó Ellie,sus manos haciendo gestos elegantes hacia Cricket mientras bajaba la escalera.Cricket participó del drama y se detuvo a posar cada pocos pasos—. Fíjense enlas sandalias negras de tacón, acompañada preciosamente con una gargantilla de

perlas, y para rematar el conjunto, un bolso de mano negro de cuentas.

—¿E

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»Caroline ha decidido llevar su pelo suelto esta noche y ondulado haciaatrás con maquillaje sencillo para acentuar su osado lápiz labial rojo —terminóEllie. Me miró y guiñó un ojo—. Dime que la gente del campo no puedemaquillarse realmente bien —añadió con un acento exagerado, haciéndome reír,

antes de besar a Cricket en la mejilla—. Que se diviertan. Sé una buena chica.

Ellie nos dejó en la habitación y me encontré con una abrumadora necesidadde llamarla. No tenía ni idea de lo que en el mundo le iba a decir a la magníficacriatura delante de mí. Bajó la escalera fácilmente y se me acercó con una sonrisarelajada, totalmente inconsciente de lo increíblemente hermosa que se veía. Medeslumbró, me aturdió, me dejo estupefacto.

Aún tenía que darse cuenta de que me había dejado mudo eindiferentemente me entregó su chaqueta negra y larga de cachemira. La toméde sus manos, las mías temblando, y giró. La ayudé a ponérsela y saqué haciaatrás su cabello desde el cuello

Giró su cabeza, aún de espaldas hacia mí, y susurró:

—Gracias.

Mi boca se secó violentamente cuando giró hacia mí una vez más, aúninconsciente y empezó a abotonar sus botones.

—¿A dónde vamos? —preguntó, su rostro radiante.

Abrí mi boca, pero las palabras no salían. Traté de tragar, pero no fui capaz.

—¿Estás bien? —preguntó. Negué con mi cabeza como un tonto—. Déjametraerte un poco de agua —dijo, viéndose preocupada.

Cuando empezó a alejarse, agarré su mano y la atraje hacia mí. Enrosquésus manos en mi pecho y mientras ella buscaba mi rostro, yo buscaba el suyo.Envolví mis brazos alrededor de su pequeña espalda e inhalé el aroma de su

cabello, mis ojos se deslizaron hacia atrás en mi cabeza.

El perfume provocó un recuerdo en mí, me recordaba esa noche que mesenté contra su espalda y el viento azotaba el aroma de su pelo hacia mí. Recordéque deseé tanto pasar mis dedos por su cabello, así que me senté de nuevo unpoco, pasé mis manos arriba de su espalda y cuello antes de ahuecar sus mejillasen las palmas de mis manos. Mis pulgares acariciaron suavemente sus pómulosbrevemente antes de romper el contacto y entrelazar mis dedos a través de susrizos. Cerró sus ojos y respiró profundamente cada vez que deslizaba una

mechón entre mi dedo índice y pulgar.

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—Tan suave —dije suavemente. Abrió sus ojos y nos miramos directamenteel uno al otro—. Haces que me sea difícil hablar —admití.

—¿Lo hago? —Sonrió.

—Mucho —le sonreí de vuelta.

—¿Debería ayudarte? —preguntó

—¿Y cómo lograría eso, señorita Hunt?

Sus tacones le daban unos pocos centímetros más y llegó a mi cuello confacilidad. Me besó tiernamente en la base de mi garganta, lo que me hizo reírentre dientes bajo en mi pecho.

—Eso no está haciéndolo —hice una pausa mientras besaba suavemente eselugar de nuevo—, más fácil.

Se apartó.

—Spencer, di lo que tengas que decir —dijo, pensativamente.

—Te compré algo —le dije.

Sus ojos se abrieron y coloqué una pequeña caja de papel de color naranjacon filigrana de oro arriba.

—Es un James Avery —expliqué.

—Puedo ver eso.

Abrió la caja y vació el interior de la bolsa de cuero de color gris y sucontenido en su mano. Afuera resbaló una pequeña pulsera de dijes con unopequeño de una flor de cornejo. Llevó su mano a su boca y sus ojos comenzarona brillar. Lo coloqué en su muñeca.

—No llores —dije—. Me mata cuando lloras.

Dejó escapar lágrimas.

—Lo siento. —Se rio y me incliné para besarlas y alejarlas—. Esto —seatragantó, examinando los detalles del dije—, es... —Unas pocas lágrimas másescaparon—. Ahora estoy sin palabras.

Me reí.

—Cricket, eres tan hermosa —le dije, refiriéndome a su enorme corazón.

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—Gracias.

—No, déjame terminar —le dije, respirando profundamente—. Eres másque hermosa. Eres esta bellísima luz brillante y limpia. Solo estar cerca de ti esun bálsamo para mi corazón deprimido.

En ese momento, su mano encontró mi corazón y presionó ahí.

—Y —continué, cubriendo su mano con la mía—, nunca he conocido anadie tan asombrosa como tú. Eres tan hermosa que casi duele si me quedomirando demasiado tiempo. Pero… pero no puedo evitarlo. Si estás cerca, tengoque observar cada movimiento, memorizar cada paso, cada gesto. Me atrapastey yo… —declaré, pero me interrumpió.

Miró a nuestro alrededor.

—Spencer, guarda esas palabras. Recuerda esas palabras —dijo, agarrandomi mano y tirándome hacia fuera de la puerta principal, tropezamos sobre lagrava rocosa a la luz de la luna del granero y escalamos los fardos hasta quellegamos arriba.

—¿Qué hay de la cena? —pregunté.

—Solo quiero estar a solas contigo.

Sus palabras asaltaron mis sentidos. Me saqué mi chaqueta y suavementela acomodé arriba de ella.

Me extendí a su lado, mis brazos a ambos lados de su cabeza y la miré a lacara.

—Después de la secundaria, un grupo de mis compañeros y yo fuimos demochileros alrededor del mundo.

—¿A dónde fuiste? —preguntó, desabotonando mis puños y enrollando las

mangas.

Me incliné hacia delante y mi pelo cayó sobre mi cara. Pasó sus manos através de ellos y empujó los mechones hacia atrás por mí.

—Uh —dije, sacudiendo mi cabeza—, por todas partes, pero hay un lugaren particular que me recuerda mucho a ti.

—¿Dónde? —murmuró.

—El Lago de Maracaibo, Venezuela.

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—¿Qué hay ahí? —murmuró en mi oído, atrayendo el costado de mi cara ala suya.

Hablé lentamente, bajo la influencia de su toque.

—Un, uh, un fenómeno natural llamado Relámpago del Catatumbo. —Mordió ligeramente el lóbulo de mi oreja y mi cabeza cayó hacia adelante unpoco—. Cricket —murmuré.

—¿Hmm? Oh, sí, el Relámpago del Catatumbo.

—Ocurre en la desembocadura del río Catatumbo —Hablé en su cuello—.Explosiones extraordinarias y continuas de los rayos descienden desde un cuerpode nubes de tormenta que forman un arco de voltaje a más de tres millas dealtura. Cricket, es magnífico. Es una descarga constante de luz extraordinario yarde una y otra vez. Me senté en el pico más lejano de los Andes, lo más cerca delLago de Maracaibo y estuve deslumbrado por horas. Si el sol nunca hubierasalido, no podría haberlo dejado. Hubiera sido un prisionero de su bellezaabrumadora. —Me incorporé un poco y la miré—. Cricket, eres un Relámpagodel Catatumbo. Me atrapaste.

Mi mano cubrió su garganta y dejé que mi pulgar hiciera círculos al costadode su cuello una y otra vez. Nuestras respiraciones se volvieron más intensas,incómodas. Mis párpados se sentían pesados y los cerré por un momento cuandosus manos encontraron mis hombros.

Oh, Dios mío, vas a besar a Cricket Hunt.

Mi mano se deslizó hacia su nuca, pasando mi pulgar a través de sumandíbula. Me acerqué a ella, mi corazón latiendo a través de mi camisa. Dejéque el peso de mi cuerpo bajara sobre ella.

—¿Soy demasiado pesado? —pregunté.

Sus ojos soñolientos se encontraron con los míos.

—Me gusta la presión —suspiró, dándome el mayor zumbido—, la potenciade ella.

—No puedo creer que voy a besarte —confesé—. ¿Puedes sentir mi corazónestallando?

Asintió.

—¿Puedes sentir el mío?

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Mi mano se movió a un punto del pulso en su cuello y conté los latidos.

—¿Nerviosa? —pregunté.

Asintió nuevamente.

—Ansiosa, muy emocionada.

Me obligué a mí mismo a relajarme y pasé mi mano hacia abajo por sugarganta. Perezosamente, desabroché la parte de arriba de su abrigo y pasé mimano por el encaje a través de su pechera. Respiré profundamente inhalando yexhalando por mi nariz. Mi mano siguió de vuelta arriba a su cuello ysuavemente la cerré alrededor de su garganta una vez más. Bajé mi cara y mecerní sobre sus labios. Suavemente, pasé mi labio inferior a través de los suyos,provocando un escalofrío. Hice lo mismo una vez más, pero esta vez rozando lapunta de mi lengua también, así podía saborearla, solo para saber lo que meesperaba, y mi Dios su sabor era extraordinario.

Me alejé y ella se opuso, envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello ytirándome tan cerca, que podía saborearla sin tocarla.

—Bésame —ordenó, y estaba indefenso a obedecer.

Aplasté mi boca con la suya y gimió en mi garganta, incitándome. Me moví

con ella y nos besamos como si estuviéramos hechos el uno para el otro. Su lenguaazucarada se fundió con la mía, y me encontré con mis manos presionando suespalda, empujándola más profundo en mí.

Rompimos para recuperar el aliento y para medir al otro, para ver sirealmente era tan poderoso como parecía. Clic. Se veía que lo era. Su dificultosarespiración soplaba en mi cara y luchaba por conseguir acercarse más. Dirigí milengua hacia la de ella, una vez más, y me sentí intacto una vez más, como si unaparte de mí no se hubiera ido de repente desapareciendo.

—Blackwell —exhaló en mis labios

—Hunt —respondí contra su boca.

Pero se le olvidó lo que necesitaba decir y en su lugar me mostró,sentándose, nunca rompiendo nuestro beso y lanzando su chaqueta a un lado,sus brazos ahora completamente sin restricciones. Entrelazó sus manos en micabello, frenética en su necesidad de acercase más, y apuró el beso más profundo.

El beso se rompió y mis labios encontraron su garganta.

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—Me perteneces —reclamé posesivamente, mordiéndola cuidadosamente,consiguiendo un suave jadeo.

Sus labios se encontraron con los míos de nuevo y nos besamos conrenovado fervor, con ganas de aprender los labios y boca y lengua del otro.

Nos besamos por horas, nadie interesado en saber dónde estábamos, másque probable, porque mi camión todavía estaba afuera de la casa principal.Cuando el sol empezó a hacer acto de presencia, sabía que era hora de irme,aunque estaba reacio a marcharme.

—Cricket —declaré entre besos—, tengo que llevarte de vuelta o tu abuela,me matará.

—No —se resistió, haciéndome reír contra sus labios.

—Por favor —gemí—, por Ellie.

—Bien —dijo, sentándose de nuevo, antes de atacarme de nuevo,llevándome debajo de vuelta.

Mis manos encontraron su cintura y la besé una vez más. La aparté y mesenté una vez más.

Resopló y su cabello desordenado cayó delante de su cara.

—Te ves hermosa después de que te violé —bromeé.

—Te ves horrible, simplemente horrible —dijo.

—No va a funcionar —dije, riendo.

—¿Qué no? —preguntó, una ceja levantada.

—Burlarte de mí.

Sonrió su sonrisa astuta hacia mí.

—Vamos —dije, agarrando nuestros abrigos y ayudando a bajarse de losfardos.

Una vez en el suelo, se sentó en un fardo y se puso sus zapatos de nuevoque de alguna manera se los sacó a lo largo de la noche.

—Tienes heno sobre ti —le dije.

—Tú también —dijo, riendo.

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—Levántate —le pedí, y recogí las pajas de heno de su vestido de encaje ycabello.

Sacudió su cabello y mandó hacia atrás su flequillo. Se veía impecable, comosi no acabara de rodar alrededor en un pajar, tan cliché como sonara. Hizo lomismo conmigo y nos pusimos nuestros abrigos de nuevo.

La levanté y gritó de alegría cuando mandé sus piernas por debajo de mibrazo.

—Que caballeroso —dijo, sonriendo.

Era tan liviana, la estaba tipo manejándola, haciéndola rebotar alrededor enmis brazos. Cuando puso sus ojos en blanco, besé su nariz.

—Qué bonita primera cita —comentó.

—No hicimos nada más que liarnos —me reí.

Me guiñó un ojo.

—Exactamente.

—Eres una cosa un poco descarada.

—Um, también me trajiste un regalo. En realidad, un regalo muy hermoso.

—No fue nada —le dije.

—¡No lo fue! ¡Fue tan considerado!

—Me alegra que te guste —dije.

—¿Cómo podría… —empezó a decir, pero la sonrisa en su cara cayó—. OhDios —dijo, tensando su espalda.

La bajé al suelo.—¿Qué está mal? —pregunté—. ¿Calambres?

—Uh, n… no —dijo, su mano en su espalda—. Necesito… —Se interrumpió,cayendo en mi contra.

—¿Cricket? —pregunté, preocupado.

—Casa—susurró, el color desapareciendo de su rostro.

—¡Cricket! —grité, alzándola en brazos mientras se desplomaba hacia elsuelo.

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»Cricket —insistí, entrando en pánico, pero no respondió.

Comprobé su pulso, pero estaba débil. Sin embargo, estaba respirando,superficialmente. Corrí con ella en mis brazos arriba de la terraza y en la sala,gritando.

—¡Ellie! ¡Emmett!

Recosté a Cricket sobre el sofá y agarré el teléfono, marcando nueve-uno-uno.

—¡Ellie! —grité una vez más antes de que contestara el operador.

—Nueve-uno-uno, ¿cuál es su emergencia?

—Uh, mi novia acaba de desmayarse y no estoy seguro de lo que le pasa.Por favor —supliqué—, envíe de inmediato una ambulancia.

Ellie llegó corriendo a la sala, atando una bata alrededor de su cintura.

—¿Qué sucede? —comenzó, pero vio a Cricket en el sofá.

»¡Emmett! —gritó y corrió hacia ella—. ¡Oh Señor! Cricket —dijo,llorando—, ¿puedes oírme?

Colgué el teléfono y me arrodillé a su lado.

—No sé lo que pasó —expliqué—. En un minuto estaba bien, y al siguienteestaba agarrando su espalda.

Ellie estaba llorando y alejando el cabello de Cricket de su cara.

—Spencer, ella… ella tiene insuficiencia renal. 

Sentía como que una bomba acababa de caer, destrozando mi mundoperfecto.

—¿Qué? —pregunté.

—El año pasado, ha necesitado diálisis varias veces a la semana. Necesitaun trasplante.

Mi pecho se sentía oprimido y sentía como si no pudiera respirar. No teníatiempo para preocuparme sobre nada más que conseguirle ayuda a Cricket.

—¿Qué puedo hacer? —pregunté.

—¿Están enviando una ambulancia?

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Negué con mi cabeza.

—No, un medevac18.

—Mantén un ojo afuera y guíalos —pidió.

—Por supuesto.

Me sentí tan impotente. Me paseé por la terraza de acá para allá, rezandomás fuerte de lo nunca antes hice, rogándole a Dios que la salvara, que lamantenga aquí. Unos angustiosos, siete minutos después, el helicóptero hizo suaparición en el cielo. Salté sobre las puntas de mis pies en anticipación. Se sintiócomo que les tomó una eternidad bajar sobre el pedazo de camino de entrada ala casa principal. Dos paramédicos salieron, y los dirigí a la casa, mientras que elpiloto se sentaba listo para salir tan pronto como fuera posible. Corrieronpasándome y entraron en la casa. Los seguí, entrando en pánico, a punto de caerde rodillas y tirar mis cabellos. No tenía idea de lo que estaba pasando. Solo unahora antes estaba normal y feliz, en mis brazos. La estaba besando.Enamorándome más y más de ella.

En un torbellino, la tenían en una camilla, y habían volado fuera con el amorde mi vida. Me quedé parado solo en la terraza preguntándome qué demoniosse suponía que haga.

—Vamos, hijo —dijo Ellie, envolviendo su brazo alrededor de mí—. Alhospital —explicó.

Brinqué hacia abajo por las escaleras de la terraza y abrí la puerta de Elliepara ella. Emmett se comprometió a seguirnos en minutos, después de que leinformara a Jonah, Bridge y al resto de los trabajadores.

Los treinta minutos que nos tomó conducir a Kalispell fueron los más largosde mi vida. Conducimos en un silencio absoluto, ambos orando, ambosesperando que cuando llegáramos al hospital, ella estaría bien. Que sería unafalsa alarma. Que estaría caminando, hablando, estaría normal, feliz, divertida.

Mis manos apretaron el volante, lo blanco de mis nudillos brillando. De vezen cuando pasaría una mano a lo largo de mi cara incrédulamente. Estaba tanenojado conmigo mismo por no ver las señales. Sus viajes semanales a Kalispellcon Ethan. Su rechazo al alcohol. Me dijo en más de una ocasión que el rancho,

18 Medevac: es un sistema de traslado de pacientes desde una ubicación remota hasta un hospital

especializado, por lo general en el medio militar. El término MEDEVAC se aplica generalmentea un vehículo aéreo, a un avión, o a un helicóptero usado como ambulancia, a veces llamada“ambulancia aérea”. 

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la gente de su pueblo, no la definían correctamente. En el consultorio del médicode Bridge, la recepcionista preguntando cómo se encontraba. Ethan y su “pelea”.Ellie llorando abajo en las escaleras. Los pensamientos profundos de muerte deCricket. Su madre. Ethan y la lista.

—Oh, Dios mío, Ellie —dije, mi cuerpo comenzando a temblar.

—Sí —habló en voz baja.

—¿Ethan era el donante de riñón de Cricket?

Me miró.

—Sí.

—Oh, Dios mío —dije, sintiendo la necesidad de vomitar—. Oh, Dios mío—dije de nuevo, mis manos temblaban tanto que apenas podía agarrar el volante.

Ese día, en el remolque, antes de su pelea. Tienes una relación con Ethan porque te está dando algo, sin lo cual piensas que no puedes vivir, y estás demasiadoasustada para darte por vencida.

Me detuve, abrí la puerta y vomité todo lo que tenía, lo cual no era muchoya que mi estómago se encontraba vacío. Cuando volví a subirme, Ellie habíaencontrado una vieja camiseta en el suelo y me la entregó.

Limpié mi boca.

—Gracias —apenas pude decir.

Asintió y regresé de vuelta en el camino.

Era egoísta. Un imbécil egoísta quien, sin importar adónde iba, cuáles eransus intenciones, le hacía daño a todo el que se acercaba. Era tóxico, haciendo quela gente buena a mí alrededor pagara por mis pecados pasados.

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Traducido por LizC

Corregido por veroonoel

stacioné rápidamente y Ellie, todavía en bata y pantuflas, y yo nosdirigimos directamente a la sala de emergencias. Nos acercamos al

puesto de enfermeras.—Mi nieta está aquí, cariño —dijo Ellie con dulzura—. ¿Su nombre es

Caroline Hunt?

—Sí —dijo ella—, está con un médico ahora.

—¿Podemos verla? —preguntó.

—Un momento —respondió la enfermera, levantándose y dirigiéndose através de unas puertas dobles.

Vi una fila de asientos cerca de la mesa y ayudé a Ellie a sentarse. Estabatan tranquila, tan dulce, pero se inclinaba sobre mí tan fuertemente. Sabía queestaba destrozada emocionalmente. Mi corazón dolía por ella. Me senté a su ladoy puse sus manos entre las mías.

Nos sentamos en silencio, esperando a la enfermera. Estaba tardando unaeternidad. Siempre me enfurecía cuando el personal del hospital se tomaba sutiempo. Entendía que ese era el día a día de su trabajo, pero para nosotros, para

la familia del enfermo, ese era un lugar donde cada minuto, cada segundo, sesentía como una tormenta. Odiaba la actitud casual de “espera” que poseían. Medaban ganas de sacudirlos. No había ningún sentido de urgencia cuando setrataba de las familias de sus pacientes, y eso me parecía tan cruel. En unmomento donde la compasión debía ser prioritaria, caía tan rápidamente a lavera del camino con la monotonía de su trabajo.

La enfermera finalmente se acercó con un:

—Están revisándola en este momento. Les haré saber algo cuando lo sepa.

—¿Está consciente? ¿Aún respira? —exigí—. ¿Puedes darnos algo?

E

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—No estoy segura —explicó y se alejó.

Ellie y yo oramos  juntos y esperamos… y esperamos, y esperamos, yesperamos.

Dos horas pasaron y no oímos nada, poniendo a Ellie tan nerviosa queestaba viéndose pálida.

Me levanté y me dirigí hacia el escritorio de la enfermera.

—¿Algo? —le pregunté tan educadamente como pude.

—Déjame ver —dijo ella, indignándome.

Me puse de pie junto a las puertas, de brazos cruzados, y esperé, otra vez.

Regresó diez minutos después.

—Lo siento, pero fue trasladada a la Unidad de Cuidados Intensivo hacemás de media hora.

—¿¡Qué demonios!? Ellie —dije, volviéndome hacia ella—, está en la UCI.

No hice caso de la enfermera cuando ella trató de darnos direcciones.

—Solo voy a seguir las señalizaciones —le dije.

Apoyé el brazo de Ellie hasta el ascensor y la guie por el pasillo hacia laseñal de Unidad de Cuidados Intensivos.

—¿Puedo ayudarlos? —preguntó una enfermera cuando nos acercamos.

—Sí, estamos buscando a una paciente. Su nombre es Caroline Hunt.

—Oh sí, está en la habitación siete.

—¿Está —tragué fuerte—, bien?

—Creo que sí —dijo, sonriendo.

Ellie cayó un poco más en mi contra con alivio, rompiendo mi corazón.

—Gracias a Dios —dije.

—Gracias a Dios, de hecho. —Sonrió ella.

Nos acercamos a la habitación lentamente, con la esperanza de nodespertarla si estaba dormida, y deslizamos la puerta grande de vidrio. Apartéla cortina un poco y me fijé en Cricket.

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Se inclinó un poco hacia delante y nos sonrió a ambos, aunque estaba pálidamás allá de la creencia y su cabello estaba enredado.

—Hola —dijo alegremente.

—Oh Dios, Cricket. —Casi me vengo abajo, abrazándola. La besé en la partesuperior de la cabeza, a un lado de su cara y en los labios—. Nos diste un sustode muerte.

—Está bien —nos dijo—. Estoy bien.

—No lo estás —dije, señalando a su cama.

Estaba conectada a varios equipos, y eso me estaba abrumando.

Me di cuenta que me había apropiado de Cricket cuando Ellie apareció a milado.

—Lo siento mucho, Ellie —le dije, abriendo paso para ella.

—Nieta —dijo en voz baja—, ¿con qué médico has hablado?

—Caldwell estuvo aquí más temprano, pero ya se fue. Aunque volverápronto, y lo explicará todo.

Me había olvidado que probablemente conocían a los médicos de allí, quehabían estado luchando con esto durante quién sabe cuántos años. Miré por lahabitación y tomé una silla para Ellie y ella sentó. Rodé la silla del médico haciaun lado de la cama de Cricket y sostuve su mano.

—Desearía que me lo hubieras dicho —le dije.

Una lágrima se escapó.

—Si te lo hubiera dicho, habrías visto a la enferma en mí y no a la verdaderayo. Me gustó tanto que me vieras por mí. Me gustó que no te cortaras conmigoni inventaras excusas para mí. Me gustó que me invitaras a salir.

—Lo siento mucho —le dije, llevando su mano a mis labios—. Lamentotanto las cosas insensibles que he hecho y dicho.

—¿No me has oído? —Se rió—. Me gustó que me trataras con normalidad,Spencer. Me encantó.

Un hombre alto de cabello blanco se acercó a las puertas de cristal y llamóen ella.

—¿Puedo pasar? —preguntó.

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—Adelante, doctor Caldwell —le instruyó Cricket, haciéndole señas paraque entrara—. Caldwell, este es Spencer Blackwell —dijo ella, presentándome—. Spencer, este es mi nefrólogo, el doctor Caldwell.

Me levanté y le di la mano.

—Encantado de conocerlo.

—Encantado de finalmente poner un nombre a una cara —dijo él.

Miré a Cricket y ella se encogió de hombros.

—Viniste mucho a colación durante las diálisis.

Le sonreí.

Le di al doctor su banquillo pero él lo rechazó.

—No, no, siéntate. No tardaré mucho.

—Gracias.

Suspiró, haciendo que mi presión arterial se elevara.

—Bueno, está sucediendo, y francamente, antes de lo que pensaba.

Ellie y Cricket asintieron, pero a mí se me heló la sangre. No entendía.

—Corrimos unos análisis —continuó—, y tus niveles estaban por las nubes,Cricket.

Ella asintió como si esperara esto.

—Quiero hacer un ultrasonido en una hora más o menos.

—Está bien —dijo ella.

Apretó su pie y se despidió de todos los demás.—Regresaré luego —dijo—. Aguanta firme.

Ellie miró a Cricket y suspiró.

—Lo sé —dijo Cricket, sonriendo—. Todo va a estar bien —le dijo a Ellie,quien se echó a llorar—. Oh, abuela, las cosas son diferentes ahora.

—Se siente igual —dijo ella, limpiándose debajo de sus ojos.

—La medicina ha mejorado, abuela. Esta no es una sentencia de muerte.

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Ellie se adelantó y agarró su otra mano. Cricket le apretó la mano, y luegose volvió hacia mí.

—Así es como murió mi madre —dijo ella, sorprendiéndome por completo.

Tragué saliva, mi boca estaba seca.

—¿Qué edad tenía tu madre? —pregunté con voz áspera.

—Mi edad cuando fue diagnosticada —respondió ella.

Asentí, con los ojos en llamas.

—¿Y esto?

—Sí, ella murió de enfermedad renal avanzada. —Me apretó la mano con

fuerza—. ¿Escuchaste lo que dije? —preguntó—. Esta no es una sentencia demuerte.

—Entonces, ¿qué significa todo esto?

—Bueno —dijo ella, alejándose de mí, evitando mi mirada—,probablemente voy a necesitar un trasplante.

—Y, uh, ¿tienes uno en mente?

Me miró, pero a duras penas.

—Estoy en una lista.

Ellie se puso de pie cuando sonó su móvil.

—Es Pop Pop. Va a estar abajo con todo el mundo y trajo ropa para mí. ¿Vasa estar bien? —le preguntó a Cricket.

—Sí, tengo a Spencer.

Ellie me sonrió.

—Ya vuelvo.

Salió de la habitación y cerró la puerta.

Unos minutos más tarde, una enfermera entró y llevó a Cricket para unultrasonido, volviendo con ella en media hora.

Cuando la instalaron en su lugar, me incliné y presioné mi rostro en el cuello

de Cricket. La olí, sentí su calor, la escuché inhalar y exhalar y besé su cuello, yluego me volví a sentar. Necesitaba que todos mis sentidos la reconocieran.

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—Dime la verdad —le dije, mi voz temblando—. ¿Ethan era tu donantevivo?

Su cuerpo se quedó inmóvil y me estudió durante demasiado tiempo.

—Cricket —le supliqué.

Suspiró audiblemente.

—Lo era. Nadie coincidió conmigo además de Pop Pop, pero fue rechazadodebido a su edad. Ethan estaba dispuesto.

Mis ojos ardieron con severidad.

—Yo causé eso.

—No es cierto —dijo, palmeando mi cara. Se inclinó hacia delante y me besóen la boca—. Elegí liberarlo, Spencer. No era justo que le pidiera eso cuando yono estaba enamorada de él de la forma en que estaba enamorado de mí.

—Oh, Dios —me lamenté, besándole la mano—. He arruinado tu vida.

—Spencer —dijo en voz baja—, no has arruinado mi vida. Me hasdespertado.

Negué con la cabeza.

—No discutas conmigo, Spencer. Reconozco la verdad cuando la veo.

—¿Cuánto tiempo se tarda en obtener un riñón, y cuándo lo necesitas? —pregunté.

—No estoy segura. Todo depende de lo que encuentre el doctor Caldwell.

Asentí, dispuesto a escuchar la verdad, y si era necesario empujar, mearrastraría sobre mis manos y rodillas hasta Ethan y le rogaría que reconsiderara

donar.

Ella se dio la vuelta en silencio, pensando.

—¿Qué pasa, cariño?

—Estaba pensando en Eugie —dijo con tristeza.

—Cricket —suspiré—, él era un buen chico, un chico muy bueno.

—Sí —dijo ella, sonriendo—. Era un viejo confiable.

—Definitivamente —concordé.

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Empezó a contarme historias agradables y divertidas de las veces que ellay Eugie se metieron en problemas, cómo Ellie la castigaría, lo que indirectamentecastigaría a Eugie, y cómo él se quejaría con su abuela lloriqueando en su puertatoda la noche.

Me reí con todas mis ganas cuando ella recordó un incidente en particularen el que había decidido a los ocho años que quería un helado. Dijo que Ellie ledijo que no tenían ninguno en casa, y que tendrían que ir a la ciudad más tardepara conseguir un poco debido a que estaba ocupada.

Bueno, al parecer Cricket imaginó que no era en absoluto descabelladotomar la camioneta de Pop Pop para conducir hasta el pueblo en lugar de susabuelos.

—Ya sabes, porque estaban ocupados y todo eso.

De todos modos, dijo que llegó a la cima de la colina al final del camino ytuvo que detenerse porque vio a Eugie corriendo al lado de ella, saltando en suventana y ladrando.

Pensando que quería unirse a ella, le abrió la puerta, y la arrastró por suspantalones a la carretera.

—Esa raza —declaró—, o mejor dicho, esa mezcla en particular —se

corrigió—, es absolutamente inteligente para su propio bien.

—Creo que era en parte su raza, y en parte Eugie —le dije, riendo tan fuerteque las lágrimas corrían por mi cara.

—Creo que tienes razón.

Inmediatamente nos tranquilizamos cuando el doctor Caldwell entró en lahabitación. La expresión de su rostro me hizo querer abalanzarme, y sin importarlo obvio que era el hecho que estaba tratando de encubrirlo, no estaba

sucediendo. Mis manos comenzaron a temblar dentro de las de Cricket, pero lasinmovilicé casi de inmediato.

—Dígamelo directamente, doc —dijo ella, apretando mi mano.

—Bueno —dijo, rascándose la parte posterior de su cuello—, no podemosexplicar la rápida decadencia de los riñones, pero sí reconocimos unainsuficiencia renal aguda. Necesitas un riñón, Cricket.

Ella suspiró.

—Está bien, ¿cuánto tiempo?

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—¿Unas semanas? —dijo, eviscerándome.

Mi corazón empezó a martillar, a darle una paliza a mi caja torácica ante ladevastación aplastante.

—¿Cómo —dije, aclarando mi garganta para no llorar—, cuánto se tarda enobtener un trasplante? —pregunté.

El doctor Caldwell puso esa mirada en su rostro una vez más, haciéndomeañicos.

—Es un proceso —empezó a decir, pero lo detuve, sacudiendo la cabeza ylevantando una mano temblorosa. Cricket ya conocía los detalles, no habíanecesidad de hacerle escucharlo de nuevo para mí beneficio, no cuando yo podíaentender muy claramente lo que quería decir.

Inhalé y exhalé profundamente por mi nariz para no vomitar. Ellie entró enla habitación, vestida y con Emmett. Salí de la habitación para que Cricketpudiera decirles a sus abuelos la mala noticia. Esperé fuera de la habitación y mevine abajo un poco cuando escuché a sus dos abuelos comenzar a llorar ensilencio.

El doctor Caldwell dejó la habitación de Cricket y decidí llamarlo.

—¡Doctor Caldwell!Se dio la vuelta.

—¿Sí?

—Yo… ¿cuán rápido puede ver si uno califica como un donante vivo? Megustaría darle un riñón a Caroline.

Su mano encontró mi hombro.

—Se necesitan alrededor de dos semanas, hijo.

—Me gustaría comenzar el proceso tan pronto como sea posible, por favor.

—¿Has pensado en esto?

—No tengo que hacerlo —le dije.

—Escucha, ¿Spencer?

—Sí, señor.

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—No solo tenemos que hacerte varias duras pruebas, también tenemos quehacerte una evaluación psicológica, y otras cosas.

—Lo que sea. Lo haré. Además, voy a pagar lo que haya que pagar paracorrer las pruebas de laboratorio. Pagaré lo que sea.

Él entrecerró los ojos.

—Eso puede ser muy costoso, y no hará nada más que mover los papelesun poco más lejos. Una vez que esté hecho, un panel ejecutivo tomará la decisiónfinal.

—Como he dicho, lo que sea que haya que hacerse. Cualquier cosa que ellosnecesiten.

—Muy bien —dijo, asintiendo, haciéndome sentir como si estuvieralogrando algo, haciendo algo que no sea nada de nada.

—Además —agregué—, no quiero que Cricket o su familia sepan sobre esto.Me gustaría que fuera en el anonimato.

—¿No van a pensar que es sospechoso que te hayas ido o desaparecidodurante su cirugía y recuperación?

—Solo quise decir que Cricket no se enterara hasta después de la cirugía y

su familia no se enterara hasta el día que suceda.

Frunció el ceño una vez más.

—Está bien.

—Gracias.

—No, gracias a ti.

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Traducido por Apolineah17

Corregido por veroonoel

na semana y media de trabajo secreto en el laboratorio, pruebas yevaluaciones, y ya había terminado con mi parte. Había hecho todo

lo que podía hacer y la espera de los resultados era desalentadora.Me dijeron que incluso si era compatible, el comité ejecutivo todavía tomaría ladecisión final y a veces no estaban de acuerdo, lo que me enfurecía sin fin.

Todos los días y todas las noches las pasaba con Cricket. Las enfermeras medejaban ducharme en su cuarto y cuidaban de mí como si fuera otro paciente, loque apreciaba más de lo que podían saber. Les compré el almuerzo una tarde yhabrías pensado que les había dado un millón de dólares. Estaban tanagradecidas, lo cual me avergonzaba, saber que podría haber hecho solamente

eso.Pero no sabía lo que Cricket iba a necesitar después y quería ahorrar cada

centavo por si acaso.

Había descubierto que cuando la cosa más preciosa de tu vida podíadeslizarse a través de tus dedos, las inversiones, el dinero, esas cosas de repentesignificaban absolutamente todo. Todo en lo que podía centrarme era enmantenerla con vida y conmigo, maldito el costo o las consecuencias.

Estaba dormido en mi silla en la mañana del onceavo día cuando fuidespertado por estridentes pitidos y voces fuertes. Salté y asimilé mi entorno.

—Está muriendo —escuché el eco de la voz de una enfermera a través de lahabitación mientras encendía la luz.

Caí en la pared detrás de mí mientras seis personas más entraban en lahabitación, incluyendo al Dr. Caldwell. Los observé trabajar, gritando órdenes yrealizando compresiones torácicas.

Con mis manos cruzadas sobre mi pecho le rogué a Dios que la ayudara, lesupliqué que nos diera un poco más de tiempo. Sabía que era egoísta, pero no

U

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había llegado a vivir con ella a mi lado todavía. Un día de mi vida normal conella se sentía demasiado poco, demasiado breve. Lágrimas caían en torrentes pormi rostro mientras sus movimientos pasaban de exagerados a lentos.

No había llegado a mostrarle Su mundo aún. No había conseguido darle laluna o las estrellas o un anillo. No había llegado a casarme con ella, tener unaluna de miel o hijos. No había logrado experimentar la vida y no podía ver unavida sin ella. No quería conocer una vida sin ella.

Sabía que era joven, que éramos jóvenes, pero no me importaba. Cuando losabes, lo sabes. Sabía que Caroline Hunt se suponía que envejeciera conmigo.Anticipaba nada más que miseria sin ella.

La vida en la tierra es fugaz. Es un regalo, pero cuando Dios te quiere, te llevará.

No quiere decir que sea un castigo… Las palabras de Cricket colgaban en el aireencima de mí como un peso tangible.

Asentí con la cabeza, listo para lo que fuera que Dios quería.

—No te cuestionaré —le dije—. Lo acepto, siempre.

Y luego un pitido sonó en la habitación, indicando que su corazón estabalatiendo. Estaba viva, apenas, pero estaba viva. Le di las gracias a Dios y meapoyé contra la pared, esperando mientras la estabilizaban, la entubaban y la

conectaban a un ventilador.

Cuando casi todos estuvieron fuera de la habitación, a excepción de suenfermera personal y el Dr. Caldwell, finalmente hablé.

—¿Qué pasó?

—Su cuerpo está empezando a dejar de funcionar, Spencer.

Asentí.

—¿Todavía puedes operar? Si soy compatible, ¿aún puedes operarla conella en esta condición?

—Es más arriesgado, pero sí, es su mejor apuesta de vida.

De nuevo, asentí. Las palabras se me escapaban.

—¿Cuándo puedo saber si soy compatible?

—El comité se reúne esta tarde. Deberíamos tener una respuesta para

entonces.

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—Bien —dije, cansado de creer.

La enfermera y el Dr. Caldwell me dejaron con ella y finalmente usé esetiempo para romperme. Enterré mi rostro en su flácida palma, besé la partesuperior de su mano y memoricé cada poro. Le hablé al oído, no seguro de sipodía oírme, pero lo hice de todos modos.

—Te amo, Caroline Hunt.

Me senté de nuevo y respiré profundamente, descansando mi cabeza en supierna y manteniendo mis manos sobre su piel. Sólo quería estar cerca de ella.Simplemente quería salvarla y no podía hacer eso por mí mismo.

Ninguna cantidad de dinero podría salvarla por completo. Nada de lo querealmente valía la pena darle podría salvarla, excepto mi riñón y la fe en que Diosla salvaría si esa era su voluntad.

Ellie entró a la habitación llorando y me paré y la abracé con fuerza.Emmett, Jonah y Bridge también, mientras un par de otras manos como Pete yDrew se sentaban con nosotros. Éramos demasiados en la habitación, pero elpersonal no tenía corazón para echarnos.

Todos nos sentamos y vimos a una máquina respirar por ella. Laobservamos porque ella era demasiado bonita para no hacerlo.

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Traducido por Apolineah17

Corregido por veroonoel

r. Blackwell —escuchamos fuera de la habitaciónde Cricket a las tres de la tarde.

Mi corazón se aceleró más rápido de lo que nuncalo había hecho y me pregunté si tendría un parocardiaco antes de que incluso tuviera la

oportunidad de salvarla.

Me levanté y salí de la habitación, deslizando la gran puerta de cristal paracerrarla detrás de mí. El Dr. Caldwell se paró delante de mí. Respiréprofundamente, tratando de serenarme.

—¿Y?

—Me quedé fuera de las puertas del comité y acabo de escuchar algunasnoticias. Se decidió que eres compatible como donante vivo para Caroline Hunt,y has sido aprobado para el trasplante.

No pude responder, no podía responder. Me dejé caer de rodillas, incapazde mantenerme en pie. Enterré mi rostro en mis manos. El Dr. Caldwell se inclinósobre mí y me palmeó la espalda.

—Hijo, esta es una muy buena noticia.

Me levanté y recargué una mano sobre la pared a mi lado.

—Esta es una noticia maravillosa —dije simplemente.

—Vamos a prepararlos a ambos para mañana.

—Claro —dije, con una confusa combinación de felicidad, tristeza,preocupación, éxtasis y agobio.

—S

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Suspiré y pasé los dedos por mi cabello despeinado antes de deslizar denuevo la puerta para abrirla.

—Acabo de hablar con el Dr. Caldwell y Cricket conseguirá un riñónmañana —les dije.

—¿Qué? —preguntó Ellie, aturdida.

—¿Lo hará? —preguntó Bridge, sollozando, y luego abrazó a Jonah.

—Sí —les dije a todos en la habitación, incapaz de detener mis propiaslágrimas.

Todos se levantaron y se abrazaron, lloraron y el alivio en sus rostros hizoel sacrificio aún más dulce.

Ellie me miró y su rostro estaba retorcido de dolor, pero también lucíaesperanzada. Me abrazó con fuerza alrededor del cuello.

—Es tu riñón, ¿no es así? —preguntó, aturdiéndome.

La aparté de mí y le contesté con un simple movimiento de cabeza. Ella meabrazó más fuerte y lloró un poco más.

—La amo, Ellie.

—Lo sé —dijo y me besó en la mejilla.

Todos nos sentamos y nos deleitamos con nuestras buenas noticias,hablando con un humor muy esperanzador.

—Sabes —le dije a Ellie en voz baja—, ni siquiera había tenido laoportunidad de decirle a Cricket.

—¿Qué la amas?

—Sí —dije, un poco triste.

—Spencer, querido, ella ya lo sabe.

Negué con la cabeza, mirando su hermoso rostro.

—Spencer —repitió Ellie—, ella lo sabe, hijo mío.

—¿Cómo?

—Oh, yo lo sabía antes de que tú y ella lo supieran, aunque ella era

demasiado terca para admitirlo. —Se rió.

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—¿No estás molesta por Ethan? —le pregunté.

—Spencer —dijo—, amo a Ethan como un hijo. Es un muy buen chico, peronunca pensé que fuera el indicado para mi nieta. Ethan es muy consistente, tieneideas muy establecidas sobre las cosas y Cricket es todo lo contrario a eso. Esimpetuosa y muy abierta y Ethan intentó reprimir eso. Ahora, él nunca medesagradó. Era paciente, amable y la amaba mucho, pero no fue hecho paraCricket.

Respiré un poco más tranquilo.

—Tenía tanto miedo de que me odiaras por alejarla de él.

—Aquí nadie lo hace. No estamos ciegos, chico. Vemos las cosas comorealmente son.

—Gracias —le dije.

—Todo el mundo puede ver la forma en la que ella te mira. La forma en laque tú la miras. Todos saben lo mucho que la amas. Todos reconocen una parejaadecuada cuando la ven.

Fue tan reconfortante escuchar sus palabras.

Llamaron a la puerta de vidrio y Jonah les dijo que entraran.

Un hombre entró a la habitación, elevándose sobre nosotros en nuestrassillas, la sonrisa en su rostro era tan malévola, tan maliciosa, mis manostemblaban violentamente. Me puse de pie rápidamente.

—Sal —ordené—. ¡Fuera de aquí ahora mismo! Vete.

El hombre se echó a reír.

—No estás feliz de verme, ya veo —dijo Dominic, ladeando la cabeza

sarcásticamente.

—¿Qué está pasando? —preguntó Ellie, confundida.

Las manos de Bridge fueron a su boca. Jonah se puso de pie frente a ella, ami lado.

—¿Quién es? —preguntó Emmett educadamente.

Sacudí la cabeza con incredulidad. Arremetí contra él, mi silla gritando enprotesta mientras la empujaba detrás de mí. Agarré su garganta mientras élsonreía.

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—Sal de aquí. Ahora.

Emmett se levantó y tiró de mí. No queriendo molestarlo más, lo dejé.

—Pero tengo noticias —ofreció Dominic, levantando un sobre de papel

manila.

—Por favor, sáquenlo de aquí —casi gritó Bridge—. Sáquenlo de aquí.

 Jonah se dio la vuelta y la sostuvo, pero mantuvo un ojo en nosotros dos.

—No queremos nada de lo que tengas. Mantén tus noticias para ti mismo.¡Fuera de aquí!

—Pero esta noticia no puede esperar. —Sonrió, deleitándose con el horror

que estaba causando en la habitación.—¿No puedes ver con lo que estamos lidiando en este momento? —le

pregunté. Cambié de táctica—. Por favor, sea lo que sea que tengas, simplementedámelo. Estas personas tienen demasiado con que lidiar en estos momentos. Poraquí —dije, caminando hacia la puerta—, vamos a salir.

—Supongo —dijo—, pero esta noticia también los concierne a ellos. Bueno—dijo, una risa siniestra escapando de sus labios—, en realidad los involucra aellos.

—¿Qué… qué ? ¿Por qué? Los asuntos de mi papá son conmigo, no con ellos.

—Pero los hiciste sus asuntos cuando decidiste vivir en su propiedad.

Mi respiración se volvió trabajosa.

—¿Qué ha hecho?

Sin otra mirada en mi dirección, se volvió hacia Emmett.

—¿Emmett Hunt? —preguntó.

—¿Sí? —contestó un desconcertado Emmett.

Le entregó el sobre a él y Emmet lo tomó antes de que pudiera arrebatárseloa Dominic de las manos.

—En la presente ha sido notificado con una orden de desalojo —les dijo, conuna sonrisa maliciosa en su malvado rostro.

Las caras de Emmett y Ellie decayeron.

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—¡No! —grité, moviéndome para atacar a Dominic.

 Jonah me retuvo.

—Vamos —dijo, riendo—. Me encantaría presentar cargos.

—No entiendo —dijo Ellie, aturdiéndome—. Todavía teníamos sesenta díaspara conseguir el dinero. Habríamos estado bien después de que lleváramos elganado al mercado.

—¿Ustedes estaban en embargo? —pregunté.

Ella asintió avergonzada.

—Lo estábamos. Hipotecamos el rancho para pagar los gastos médicos de

Cricket. Lo necesitaba pero nos excedimos. Confiamos en las ganancias delrancho para saldar la cuenta de nuevo. —Se volvió hacia Dominic—. El banconos dijo que teníamos sesenta días.

—Mi jefe —dijo, enderezándose y arreglándose la corbata—, tambiénconocido como el padre de Spencer, ha adquirido el banco al que ustedes ledebían. Ha decidido, como una cuestión de criterio, que sería mejor reducirnuestras pérdidas ahora y tratar de vender el rancho por nuestra cuenta. Sienteque esto sería más prudente para recuperar el préstamo. —Sonrió cordialmente,

haciendo que quisiera golpear sus dientes—. Todo está aquí en sus documentosde desalojo. —Hizo señas hacia Emmett—. Bueno —dijo, tomando unarespiración profunda y girándose hacia mí. Sus ojos ardían con veneno—. Tal vezla próxima vez no tratarás de joder a tu padre.

Dominic salió de la habitación y nos sentamos en silencio, entumecidos.

—Oh, Dios mío —dije, sintiéndome enfermo.

Me dejé caer contra la pared. A mi lado había un bote de basura, y me incliné

a vomitar en la bolsa, vaciando el contenido de mi estómago, con náuseas,disgustado con mi padre.

Me puse de pie de nuevo, caminé hacia el lavabo, me enjuagué la boca y medeslicé contra la pared, sentándome en el suelo del hospital.

—Voy a arreglar esto —le dije a la habitación mortalmente silenciosa—. Voya arreglar esto de alguna manera —seguí repitiéndolo una y otra vez.

Emmett leyó el inicio de la orden de desalojo.

—Tenemos diez días.

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—Lo arreglaré, Emmett —le dije.

—No creo que puedas, hijo —me dijo amablemente, haciéndome querervomitar de nuevo.

—Lo haré. Voy a arreglar esto. —Miré los rostros conmocionados a mialrededor, incluyendo el de Bridge—. Siento mucho que hayamos mancillado susvidas de esta manera.

—Detente —suplicó Ellie—. Tú no eres responsable de las acciones de tupadre, Spencer.

—Si nunca hubiera aparecido en su puerta, ustedes habrían estado bien —dije, estupefacto—. Nunca debí haber contaminado sus vidas.

Bridge comenzó a llorar.

—Lo siento mucho —se lamentó y Jonah la abrazó con más fuerza.

—¿Spencer? —Escuché a mi lado. Me di la vuelta. Era el Dr. Caldwell —.Tenemos que ingresarte.

—¿Qué? —preguntó Bridge, reacomodándose en el asiento.

—Voy, uh, a darle un riñón a Cricket.

Me puse de pie y apreté el hombro de Emmett.

—Voy a arreglar esto —le dije. Le dio un apretón a mi mano con tantaamabilidad que casi me deshice.

—No puedo creer que estés haciendo esto por mi nieta —dijo—. Gracias.Con todo lo que tengo, gracias.

Negué con la cabeza hacia él.

—No, Emmett, gracias a ti por permitirme hacerlo.

Abracé a Ellie y susurró una oración en mi oído. También me agradeció pormi sacrificio. No podía creerlo de ellos, estas personas a las que les habíaarruinado la vida. Eran tan increíblemente generosos que era humillante para mí.

— Jonah, Bridge, vayan a verme pronto. ¿Me gustaría organizar un par decosas? Voy a necesitar su ayuda.

—Por supuesto —respondió Bridge.

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Caminé al lado de Cricket y apreté mis manos en su piel. Me incliné y labesé en la boca antes de susurrar en su oído.

—Te amo. Te veré mañana. Espero que salves tu vida de la forma en quehas salvado la mía.

El Dr. Caldwell me llevó a una recepción de admisión. Un celador me hizosentarme en una silla de ruedas, lo cual me pareció ridículo, pero ya queoficialmente era un paciente allí, no querían correr el riesgo de que me cayera ome pasara algo más inconcebible. Me llevaron a una habitación un piso debajodel de Cricket.

Tan pronto como estuve en la habitación, tomé el teléfono y le marqué a mipadre.

—Spencer —saludó con frialdad, sin tener idea de cómo supo que era yo.

—¿Qué puedo hacer para conseguir que suspendas esto? Voy a pagar porel rancho. Cualquier cosa que quieras la haré.

Se echó a reír. Lo pude escuchar en la silla de su oficina mientras ésta crujía.Me lo imaginé encontrando una posición cómoda. Amaba esta parte del juego.

—Spencer, no hay nada que puedas hacer, suplicar u ofertar que pudiera

cambiar esta decisión. Estoy haciendo esto sólo por mi propio placer. Para jodertecomo me has jodido.

—¿Cómo? —pregunté con calma—. ¿Qué te he hecho?

—Me desafiaste —indicó—. Y ahora debes pagar.

—¿Y esto es sólo para darme una lección?

—No, no para darte una lección. Las lecciones son para personas que planeomantener a mi alrededor. Esto es, como dije, solo para mi propio placer. Quiero

que sufras.

De repente, mi odio por él se filtró en un río vicioso y fangoso y fuereemplazado por lástima.

—Papá —dije con misericordia—, te perdono.

No respondió. Lo había desconcertado.

—Dejaré que le hagas estas cosas a personas que nunca has visto antes

porque espero más allá de toda esperanza que descubras la crueldad y el odioque ha tomado residencia en tu corazón y tu alma y seas capaz de cambiar.

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Aspiró con fuerza.

—Escucha, pequeño… —empezó a decir, pero colgué antes de que pudieraterminar.

Hice una llamada más.

Una hora después, Bridge y Jonah llegaron. Estaba tan acelerado que el Dr.Caldwell me dijo que podrían tener que posponer la cirugía si no ponía mipresión arterial bajo control. Sabía que tan pronto como pudiera conseguir queBridge y Jonah me ayudaran, sería capaz de tranquilizarme.

—Tengo siete millones, doscientos noventa y tres mil, ochocientoscincuenta y nuevo dólares con diecisiete centavos ahorrados en una cuentabancaria en Zurich —comencé, sorprendiéndolos—. Y unos cientos de miles máspuestos en una caja de depósito en Kalispell a nombre de Cricket. Mi abogado enNueva York está al tanto de lo que quiero y ha puesto todos los fondos de Zuricha tu nombre, Bridget.

Sus ojos se ensancharon.

—¿A mi nombre?

Me reí.

—Sí, al tuyo. Aquí está el número de teléfono —dije, entregándole una hojade papel. Había escrito toda la información que necesitaba—. Voy a estar encirugía y recuperación y tenemos una cantidad limitada de tiempo antes de quepapá cierre las puertas en los Hunts para siempre.

»Jonah, estoy tan apenado de que mi familia haya dañado a la tuya de formatan agraviante, y sé que mi padre ha robado cien años de valor de una tierra queera tu legado. —Suspiré, asustado de quebrarme—. Pero te estoy pidiendo quetu familia perdone a la mía y acepte este dinero, sea la cantidad que necesiten,

para comprarse otro rancho.

—No podemos tomarlo —respondió Jonah.

— Jonah, esto no es negociable. Tomarás el dinero o cuando salga de aquí,compraré uno de todos modos y moveré sus cosas allí. De esta manera es mejorporque puedes elegir lo que es mejor para tu familia.

—No… no sé qué decir —dijo—. Gracias.

—No, gracias a ustedes. Esta es la mejor forma que conozco para corregirun mal.

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»Bridge, todo lo que tienes que hacer es llamar a este número.

Bridge asintió, guardó el pedazo de papel, besó mi mejilla y ella y Jonahsalieron para arreglar lo que nuestro padre había hecho.

Había hecho todo lo que podía. Ahora era momento de dejar que el Dr.Caldwell hiciera todo lo que pudiera.

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Traducido por Jadasa Youngblood

Corregido por niki26

e llevaron en silla de ruedas por el pasillo hasta el ascensor yapretaron el botón del tercer piso. Mi corazón latía salvajemente,

por el nerviosismo y la anticipación de ver a Cricket. La carta quele había escrito, se encontraba metida en un sobre titulado “por si acaso” ysosteniéndola con fuerza en mi mano.

Rodaron mi camilla por el pasillo hacia el número siete, y agarré la carta contanta fuerza que casi la aplasté. Las puertas se abrieron y me llevaron un pocohacia atrás para hacer espacio para ella. Me incorporé un poco para conseguiruna buena mirada de ella y no podía creer cómo de preciosa se veía. Erainvaluable.

Me hicieron girar para acercarme más a su lado, y a pesar de que seencontraba inconsciente, agarré su mano y la besé. No me importaba que todosestuvieran mirando.

—Eres tan asombrosa —susurré en su cuello—. Y también te amo.

Me recosté de vuelta, y nos movieron a ambos por el pasillo. Mientraspasaba junto a la familia de Cricket, todos me tocaron. Sin embargo, solo Elliehabló, después de besar mi mejilla:

—Estamos muy agradecidos.

—También yo —le dije, doblando la carta en su mano.

Dentro de la sala de operaciones, el anestesiólogo se presentó a sí mismo ydescribió lo que iba a hacer, pero mi pulso sonaba tan fuerte en mis oídos que nolo oí.

—Cuenta hacia atrás para mí —dijo.

—Cien —empecé. El rostro de Cricket—. Noventa y nueve. —La sonrisa deCricket—. Noventa y ocho —arrastré las palabras. El beso de Cricket...

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—¿Spencer? —me preguntó alguien, un hombre—: ¿Puedes oírme?

Sentí a alguien, probablemente una enfermera, reorganizando algunos

tubos. Hice una mueca cuando traté de abrir mis ojos, así que los volví a cerrar.

—¿Spencer? ¿Puedes respondernos, por favor?

Traté de abrir mi boca, pero no podía hallar la energía o el deseo, así quedecidí que no me importaba, y le di de nuevo la bienvenida a lo negro.

—¿Spencer? —preguntó mi hermana.

Lentamente abrí mis ojos y vi su cara. Se veía tan cansada.

—¿Cómo está ella? —hablé con voz ronca. Miró a Jonah—. ¿Cómo está ella?—repetí.

—¿Cómo te sientes? —me ignoró.

Abrí más mis ojos y me encogí cuando traté de sentarme un poco.

—Respóndeme.

Lágrimas cayeron bajando por su rostro.

—Spencer —dijo cautelosamente.

—¿Por qué estás llorando? —le pregunté—. ¿Por qué está llorando? —lepregunté a Jonah, el terror golpeándome.

—Cálmate —dijo Jonah, tratando de hacer que me recostara de vuelta—.

Estás recuperándote.

—¿Por qué infiernos está llorando? —pregunté.

—Spencer —habló, preparándome.

Y se me congeló la sangre.

—No, ella está bien. Tiene que estarlo. Tuvo que lograrlo —dije,sentándome, ignorando el cegador dolor.

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Empecé a estirar los tubos de cada parte de mí y giré mis piernas a uncostado de mi cama. Ambos se levantaron y trataron de detenerme, pero losempujé con toda la fuerza que me quedaba. Me puse de pie y casi me desmayé.Empecé a salir de la habitación cuando tres enfermeras entraron, gritando sobre

mis sensores.

Cuando me vieron, apretaron un botón y unos segundos después, unhombre entró ordenando. Les tomó a seis de ellos colocarme de nuevo en la cama.Un chico al azar con una bata entró e inyectó algo en mi brazo, poniéndomesomnoliento, y luché contra ellos hasta que la oscuridad me consumió.

Terminaron manteniéndome sedado hasta que me recuperé totalmente.

Y me despertaron el día del funeral.

Bridge entró en la habitación con un traje negro.

—No te creo —le dije.

Giró alrededor, su vientre de embarazada se veía bonito en su vestidonegro.

—Lo sé —dijo, su voz sonaba como lija. Su cara se veía como si hubierafrotado el mismo.

—No voy a ponerme eso —expliqué.

—No tienes que hacerlo —dijo, limpiando la tela con un cepillo quitapelusas.

De repente mi pecho pesaba un millón de libras.

—¿Cómo puedes limpiar eso cuando... cuando...

Se dio la vuelta.

—De lo contrario, me siento inútil. —Sus lágrimas cayeronsilenciosamente—. No puedo hacer nada por ti que en realidad te ayudaría asentirte aliviado. Soy una inútil para ti, mi dulce Spence.

Giré hacia la ventana. El cielo estaba gris y parecía que iba a llover.

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Me vestí, pero tuve que usar un bastón para caminar. Era un zombicaminando, completamente incrédulo. La gente lloraba a mí alrededor, pero nolo registraba. Sólo podía estar de pie junto a su horrible ataúd porque aún estabarecuperándome y no tenía permitido cargar una de las manijas.

Emmett sostuvo a Ellie mientras seguían detrás de nosotros. Insistieron enque viaje con ellos en el auto de la familia y no estaba de humor para discutir.Quería gritar: “¡Pero maté a su nieta!” o “Mi riñón no fue lo suficientementebueno para ella”. 

Y también debería haberlo sabido. Debería haber mantenido mi miserablevida lejos de su belleza. Me debería haber mantenido alejado de ella. Deberíahaberlo hecho... pero no lo hice. Y ahora estaba enterrándola. Iba a enterrarla ynunca vería su cara bonita o su sonrisa astuta de nuevo. Me sentía enfermo delestómago, y me di cuenta de que iba a ser permanente. Ninguna cantidad detiempo me iba a sanar. Mis heridas se cerrarían, pero mis cicatricespermanecerían por siempre… eran profundas y dolorosas e infinitas. 

El cementerio se sentía como un lugar tan ridículo para poner a alguien tanbrillante y encantadora. Cricket era demasiado sorprendente, demasiadoasombrosa, demasiado para colocarla ahí.

Pusieron el ataúd sobre los rodillos sobre la tumba y el sacerdote llevó a

cabo la ceremonia. Bendijo el ataúd usando agua bendita e incienso.

Muchos arrojaron rosas de los adornos florales junto a la tumba, y lasarrojaron sobre el ataúd. La familia completa y amigos hicieron fila paradespedirse, pero no podía acercarme a ella. No quería creerlo. No podía estar ahí.

El olor del incienso, el viento en los árboles, la sensación del sol en mi nuca,las palabras del sacerdote suaves y en voz baja. Me tranquilizaron y cerré misojos.

Pero cuando el sacerdote dejó de hablar, la familia se puso de pie,confundiéndome. Dos hombres vestidos con trajes de jardinería, se acercaron alataúd y me congelé. Comenzaron a girar las palancas y me sentí horrorizado.

—¡Deténganse! —grité, todo mi cuerpo rechazando la idea—. ¡Solodeténgase! —Insistí y la familia se quedó inmóvil—. No está ahí. No puede estar—dije, acercándome al ataúd. Empecé a jadear—. Cricket —exigí, tratando deabrir el ataúd—, ¡por favor, no puedes estar ahí! —grité. La tapa estaba clavaday clavé mis uñas tan profundo en la madera que comenzaron a sangrar—. ¡No

está allí! — juré—. ¡No está aquí! ¡No está aquí! ¡No está aquí! —dije una y otravez.

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—Spencer —dijo Jonah, colocando un brazo alrededor de mi pecho.

—No —sollocé—. No está ahí. No está ahí.

Unas cuantas manos se acercaron y me retuvieron mientras los trabajadores

del cementerio la bajaban a la losa de concreto debajo de su ataúd, con un sonorogolpe, haciéndome gritar de dolor.

La quería. La quería tan profundamente. Era mi felicidad y se estaba yendoen el suelo. Nunca la recuperaría.

Me dejé caer de rodillas sobre la hierba y me senté. Lloré en mis manos hastaque cada par de manos que me retuvieron ya no lo hacían. Levanté la mirada yel cementerio estaba vacío. Miré a mí alrededor, sus autos desaparecieron.

La tumba me atraía.

Comenzó a llover tan densamente que apenas podía ver a mi alrededor. Mearrastré sobre mis manos y rodillas a través del barro y me senté al borde delprecipicio. Mis manos fueron a mi cabello y estiré tan fuerte como pude paradistraerme del dolor. Quería estar ahí con ella.

—Llévame contigo —le supliqué, bajando la mirada al abismo.

—¿Te sientes vivo todavía? —Escuché una voz chillona preguntándome.

Mi corazón latió con fuerza y me puse de pie, mi cuerpo cubierto de barro.Se echó a reír, haciendo que mis dientes rechinaran ante el sonido ensordecedor.Se acercó a mi espalda y mi cuerpo se tensó. Nunca me tocó, pero podía sentir sualiento sobre mi cuello y me estremecí. Rodeó la tumba y me enfrentó desde elotro lado.

—¿Qué… qué estás haciendo aquí? —di un grito ahogado, el miedosubiendo por mis piernas.

—¿Qué vas a hacer ahora? —preguntó, caminando hacia un árbol alto yapoyándose contra él, en la esquina de la tumba.

—No… No lo sé.

Suspiró y sacudió su cabeza.

—Spencer, no te queda nada ahora.

—No me importa —dije, mirando hacia el agujero negro.

—¿No te advertí que tomaría todo tu dinero?

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Mi cabeza giró en su dirección y apreté mis dientes.

—¡No lo tomó! ¡Yo se lo di!

—Y mira lo que tienes a cambio —dijo con una sonrisa severa y aterradora,

haciendo un gesto hacia la tumba de Cricket—. Estás solo. No tienes dinero. Notienes posibilidades.

Sacudí mi cabeza.

—¿Qué es lo que tienes para vivir ahora? —preguntó.

—No… No lo sé. 

—¡Spencer no tienes nada por lo que vivir ahora! Nada. Me avergüenzas.

—Se alejó de su posición y se escabulló a mi lado de la tumba—. Y después deque traté de ayudarte —susurró en mi oído—. Ese es el único futuro que vale lapena tener —dijo, arrodillándose y mirando en la tumba—. Qué dulce liberaciónsería de tu dolor —pensó en voz alta. Levantó su mirada hacia mí—. ¿No crees?

No le respondí, sólo podía contemplar saltar dentro con Cricket.

—Sería lo mejor para ti —explicó y se puso de pie. Giró su cabeza paramirarme—. Detén tu miseria —suspiró sobre mí.

Asentí e hice un movimiento como para dar un paso, mi pie colgaba sobreel borde.

Pero de repente algo tangible encajó en mi mano y no podía distinguir loque era, pero punzaba caliente. Estudié mi palma pero parecía vacía. Un fuerteviento soplaba a través de los árboles y el aroma más embriagador invadió missentidos.

Vainilla. Pomelo.

—Cricket. —Sonreí y puse mi pie de nuevo sobre tierra firme.

—¿Eh? —preguntó Piper, sus ojos entrecerrados. Bajó la mirada a mispies—. Cricket se fue —dijo desesperadamente—. Está ahí, ¿recuerdas?

—No —le dije a Piper.

—Ve por ella —persuadió.

—¡No! —grité oponiéndome tajantemente.

—Spencer —ofreció frenéticamente, tomando mi mano.

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—No —dije, alejándome de su agarre.

Di un paso hacia atrás, de la tumba.

—Spencer —entró en pánico—, ¿qué estás haciendo?

—Elijo la vida —le dije, de repente viendo realmente quién era.

El lado de la tumba comenzó a desmoronarse y se resbaló, cayendo al suelo.

—¡Spencer! —exigió, mientras el suelo se desmoronaba aún más—. Venconmigo. Este es el camino a la felicidad, para aliviarte.

Sus uñas rojos se clavaron en el barro, agarrándose, pero seguíadeslizándose.

—No, no lo es. —Bajé mi mirada sobre ella—. Todo lo que me espera ahí esla muerte e infelicidad. No. No, Piper. Elijo la vida.

—¡Spencer! —suplicó débilmente, sus brazos agitándose a su alrededor,pero no había nada que la retuviera ahí.

—Adiós, demonio. No te llevaré más. Nunca me molestarás de nuevo —ledije mientras se deslizaba en el abismo negro, gritando su estridente alarido porúltima vez.

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Traducido por Martinafab

Corregido por veroonoel

i un grito ahogado despertándome, mi pecho se sentía másdolorido de lo que podía imaginar, pero estaba vivo.

—Oh, gracias a Dios —escuché decir a Bridge entre lágrimas.

—Sr. Blackwell —escuché a mi izquierda.

Giré la cabeza en su dirección y escuché gritos de asombro saliendo de ellos.

—¡Está despierto! ¡Está despierto! —dijo Jonah, pero su voz se hacía másdistante mientras salía de la habitación.

Un hombre me abrió los párpados y los iluminó con una luz. Me encogí por

la luz. Empezó a examinarme y hacerme preguntas.

—Sr. Blackwell, ¿puede abrir los ojos?

Traté de abrirlos pero la luz del techo era demasiado.

—La luz —traté de decir, pero sentí algo en la garganta. Mis manos fuerona mi boca y traté de sacarlos. Estaba empezando a tener arcadas.

—No, Sr. Blackwell, no tire de eso. Tuvimos que intubarlo.

Esto me confundió.

—No se preocupe. Vamos a buscar al doctor para que te examinerápidamente y te lo quite.

Mi cabeza cayó hacia atrás y hacia delante, demasiado pesada paralevantarla.

Bridge se acercó a mi lado. Podía decir que era ella porque reconocí superfume.

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—Spencer —dijo, tomándome de la mano—, has estado inconsciente desdehace una semana. Estabas en coma. —Contuvo el aliento, tratando de recobrar lacompostura. ¿Una semana? ¡Cómo está Cricket! Quería gritar—. No reaccionastebien a la extracción.

Traté de asentir o abrir los ojos, pero no era capaz de hacerlo, así que leapreté la mano lo mejor que pude.

Lloró en mi hombro.

—Spencer, esta ha sido la semana más difícil de mi vida.

Apreté ligeramente una vez más.

—Spencer —oí una voz nueva preguntar. Era el doctor Caldwell.

Me examinó y confirmó que estaba bien quitarme los tubos. A la cuenta detres, los sacó y luché por respirar, encontrando el alivio unos diez segundosdespués. Mis ojos se abrieron lentamente y asimilé mi entorno. Aunque estabademasiado luminoso, podía ver a toda la gente que se preocupaba por mí.

La mayor parte de la familia de Cricket y mi hermana estaban allí, al igualque mi madre.

Mis ojos se humedecieron al verla.

—¿Mamá?

—Sí, cariño —dijo, besándome la cara—. Realmente nos tuvistepreocupados.

Le sonreí.

—¿Dónde está Cricket? —le pregunté a la habitación.

—Está en terapia física —dijo Jonah—. Traté de sacarla, pero la señora de larecepción no me dejó más allá de las puertas. Lo está llevando bien, Spencer. Escomo una persona completamente nueva.

—Gracias a Dios —dije, más que aliviado.

—Y gracias a ti—dijo Ellie, entrando en la habitación. Estaba llorando y meabrazó con fuerza.

—Ellie —dije.

—Spencer —dijo ella, sonriendo—. ¡Nos mataste del susto!

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Me eché a reír.

—No fue mi intención hacerlo —le dije.

Se puso de pie y miré a mi alrededor.

—Los quiero a todos.

—Sí, sí, ellos también te quieren —dijo el doctor Caldwell, sonriendo—.Pero necesitas descansar, y necesito que todos salgan.

Todos salieron de la habitación, excepto Bridge y mi mamá.

—¡Mamá! —dije cuando la puerta se cerró—. No puedo creer que estés aquí.

—Cuando no te despertaste después de la operación, Bridget me llamó. —

Agachó la cabeza—. Me dijo lo que hizo tu padre.

Le apreté las manos.

—Está bien, mamá. —Miré a Bridge—. Está bien, ¿no? ¿Todo salió bien?

—Oh, está todo bien —dijo ella—. De hecho, más que bien. Jonah encontróen venta el rancho más espectacular a pocos kilómetros al sur de Bitterroot.

—¿A la familia le gusta?

—A la familia le encanta —admitió Bridget calurosamente—. Ya se hanmudado al rancho y condujeron el ganado hacia el sur.

Pensar en el Hunt Ranch me hacía ponerme increíblemente triste, peroestaba feliz de que fuera capaz de proporcionarles la vida que mi padre les robó.

—Tu dinero ayudó —dijo—. Todavía queda un millón —dijo.

—Eso es tuyo, Bridget.

—¿Qué? —preguntó ella, con los ojos abiertos.

—Es para ti y para el bebé.

—¿Y tú qué vas a hacer?

—Me voy —les dije, sorprendiendo a Bridge.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Mientras papá esté vivo, esté alrededor, no se detendrá ante nada paraarruinarme. No puedo arriesgar a los Hunt. Y no puedo arriesgarte a ti o a mamá.

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—Spencer —dijo Bridget en voz baja—, ¿qué pasa con Cricket?

—Estoy haciendo todo esto por Cricket, Bridge. Hice todo esto por ella.

—No va a tolerarlo —dijo.

—Tendrá que hacerlo. Es para mantenerla a salvo, Bridge. ¿Me prometesque no se lo dirás? Por lo menos hasta que me haya ido.

—Sí —cumplió aunque lo odiara.

Hablamos de mi plan para irme y accedí a tomar unos pocos miles dedólares para mantenerme un poco a flote. Regresaría a Brown y seguiría yendo ala escuela allí. Hablaría con la administración acerca de la beca de remo que teníay lo que significaba para mí a largo plazo. También le prometí a Bridge que

volvería cuando el bebé hubiera nacido.

Mi mamá iba a mudarse a Montana y planeaba irse a vivir con Bridget hastaque ella terminara con los estudios, incluida la universidad.

Había hecho todo lo que pude por la familia que hizo todo lo que pudo pornosotros, y estaba más que satisfecho.

Ahora, si tan solo pudiera reunir el valor para dejar atrás a Cricket.

Temprano por la mañana, me di de alta a mí mismo, para la granconsternación del doctor Caldwell, pero le prometí que iría a ver a un nefrólogotan pronto como llegara a Providence y le informaría. Le di las gracias y agarréla bolsa que Bridge vacilante llenó para mí.

Me despedí de mi hermana y mi madre con un beso y tomé un taxi hacia elaeropuerto.

Iba a mantener a salvo a Cricket Hunt aun si me mataba… o intentaba…otra vez.

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Traducido por Aяia y Otravaga 

Corregido por veroonoel

abían pasado nueve días, siete horas y tres, no, cuatro minutosdesde que me había ido de Montana y estaba afligido. Dormía

como la mierda, no solo porque me estaba recuperando de lacirugía, sino más que nada porque no dejaba de soñar con la noche en que besé aCriket.

Estaba tumbado en la cama en mi nuevo apartamento con barras en laventana, con mis nuevos muebles que conseguí en Goodwill. No compré nadaacolchado sin embargo. Puse una línea ahí. En su lugar derroché y compré unsofá en Ikea, así como un colchón de uno de esos almacenes monstruosos dondetambién venden galones de queso de nachos.

Pero no era el apartamento con el que tenía un problema. Era el hecho deque mi hogar estaba a cuatro mil ciento trece kilómetros de distancia, porque mihogar era Criket.

Mi alarma empezó a pitar, indicando que eran las cinco y media de lamañana y yo, de hecho, tenía que empezar mi primer día de trabajo en la cafeteríadel campus.

Mi semestre de verano no empezaría hasta dentro de unas pocas semanas,

pero tenía que hacer algo para pagar las facturas. Prácticamente era miserable sinCriket, ¿así que por qué no añadir el bonus de oler como si me hubiera bañadoen una bolsa de granos de café durante doce horas al día, no?

Puedes hacerlo, me dije. Solo tómatelo día a día. Me senté. Está bien, tal vezminuto a minuto.

Desde que había vuelto, había visto a un doctor varias veces y me estabarecuperando bien. Me había dado un certificado de buena salud para volver altrabajo. Llamaba y hablaba con Bridge cada día. Estaba cada vez más grande,

manteniéndose saludable, las cosas estaban yendo bien con Jonah, lo cual me

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alegró escuchar. Cuando intentó hablar conmigo sobre Criket, la detenía antes deque pudiera continuar.

—No tiene sentido torturarme a mí mismo —le diría.

También había escrito una carta de disculpa muy detallada a Peter Knighty su esposa por mi parte en el escándalo de mi padre. Les expliqué todo a él y asu esposa pero no había obtenido una respuesta, no es que esperase una. Solo mealegraba de contarle la verdad. No estaba seguro si ayudaría al hombre, peroesperaba darle las pruebas que necesitaba para probar su inocencia a su esposasi mi padre hacía lo impensable.

Me levanté y me di una ducha en mi cuarto de baño de tres por tres, melimpié los dientes antes de vestirme con el uniforme de pantalones vaquero y una

camiseta. Tomé mi delantal almidonado y llaves y me fui, cerrando la puerta conllave detrás de mí.

Dejé mi camioneta con mi madre y Bridge, pero conseguí una casa losuficiente cerca del campus así podía caminar sin problemas. Pasé a un chico querecordaba de mi último año y lo saludé. Pareció sorprendido de que lo hicierapero me devolvió el saludo. Me hizo pensar en la impresión que di cuando estuveaquí como el “otro” Spencer. 

La pequeña cafetería tenía un kiosco exterior durante los meses cálidos, asíque fui asignado a él ya que no se llenaba tanto como la tienda dentro del campus.Fui recibido por un sénior llamado Jason. Me mostró las cuerdas, me enseñócómo hacer las bebidas más difíciles, dónde podía encontrar los suministros ytodo lo demás. Podría llevar el kiosco yo solo con una hora de entrenamiento.

Después de que me mostrara todo el kiosco y sus procedimientos, se apoyócontra el mostrador.

—¿No hay nada más que hacer? —le pregunté.

—Nada, hombre, solo relajarse y esperar a la gente es todo.

Viniendo del extenuante día a día de un rancho me hizo sentir como siestuviera siendo vago solo sentándome.

—Espera un minuto —dijo, chasqueando los dedos—. Te conozco.

—¿Lo haces?

—Infiernos sí, eres ese cabrón rico que se lleva a todas las chicas. —

Entrecerró los ojos hacia mí—. ¿Qué demonios estás haciendo aquí?

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—Yo, uh, no soy rico. —Me reí.

—Tonterías. Eres asquerosamente rico, hombre. Vi los coches que conducíaspor aquí.

Levanté las manos.

—Tengo que aclararlo. Solo estaba usando el dinero de mi padre y él me locortó.

—¡Oh, mierda! ¿Te endeudaste con papá, eh? —se metió—. ¿Qué? ¿Te hahecho relacionarte con nosotros los modestos para enseñarte una lección?

—Nah —dije, ignorando su intento de conseguir una reacción de mí—. Esun poco más complicado.

—¿Sí?

—Sí —le dije y le retransmití todo lo que me había pasado durante losúltimos seis meses, ya que teníamos tiempo.

Cuando terminé, la boca del chico estaba totalmente abierta.

—¿Qué? —le pregunté, incómodo.

—Eso es duro, amigo. Lo que te hizo está mal.

—Nah, ayudé a mucha gente y cambié mucho en el proceso.

—Eso es bastante honrado.

—Gracias.

Cuando mi primer turno terminó, me quité el delantal, lo doblé y me lo metíen el bolsillo trasero. Fui hacia College Hill y me detuve en el Restaurante Louispara cenar algo. Aunque siempre me había gustado el sitio, me encontré

queriendo la ridícula comida del rancho. Levanté la vista de mi asiento y lo llamépor lo que era. Nostalgia. Extrañaba terriblemente a Cricket.

Me recliné y recordé todos los momentos en los que me obligué amemorizarla, completamente agradecido porque lo hubiera hecho. Vainilla.Pomelo. Sonrisas astutas. Caminatas de ballet. Caderas agitadas. Actitudhumilde. Con talento. Toda perfecta. Suspiré, dejando mi comida tal como estabay dejando una propina suficientemente generosa.

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Volví a casa, decidido a lidiar con todo, decidido a darle a los Hunt una vidalibre de cualquier drama, y eso no iba a pasar si mi papá tenía algo que decir alrespecto.

El aire nocturno se sentía espeso. Estaba empezando a ponerse realmentecálido y húmedo y estaba listo para que comenzara la escuela, listo para ladistracción. Los insectos de verano comenzaron a chillar en los árboles en micaminata a casa. Estudié la acera, deseando que fuese un prado y tuviese nieve.

Abrí el portón de hierro de mi complejo y lo dejé cerrarse de golpe detrásde mí. Descendí el pasaje que conducía a la puerta y saqué las llaves de mi bolsillodelantero. Las giré en mis dedos, silbando “Yoshimi Battles the Pink Robots”.

—Esa es mi canción —dijo alguien a mi lado.

Dejé de caminar, mis llaves cayendo a la acera debajo de mí. Mi corazónempezó a correr.

—¿Te gusta The Flaming Lips? —le pregunté, la misma pregunta que hiceese día que ella asistió al parto del becerro.

Estaba sentada en el muro de contención frente a mi apartamento, con unarodilla contra su pecho, y mirándome. Hacía que mi sangre bombeara con furiaa través de mis venas. Quería tomarla por la fuerza.

—¿Por qué te fuiste? —preguntó.

—Tenía que hacerlo.

—No, no es así.

—Mi papá no va a dejar de tratar de destruirme, Cricket, y acabará contodos en mi camino, incluyendo a tu familia.

—Tú eres mi familia, Spencer.

Mis ojos se cerraron ante sus narcóticas palabras.

—¿Lo decías en serio? —preguntó ella, levantando mi arrugada carta. Lucíatan desgastada, como si la hubiese leído una y otra vez.

—Cada. Palabra.

—Ven aquí —dijo.

Caminé hacia ella.

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Tenía una bolsa de tela suave al lado de ella. Metió la mano dentro y la sacó.Posada en su palma estaba la escultura de los tres pequeños pájaros. En una cintade metal, se lee “Sonríe con el sol naciente”.

—Tómala.

Lo sostuve en mi mano y estudié su brillo. Era la cosa más hermosa quehabía visto en mi vida.

—Tú eres el sol para mí, Cricket.

—Tú eres el sol para mí, Spencer.

—Detesto la vida sin ti, Cricket.

—Detesto la vida sin ti, Spencer.—Te deseo tan desesperadamente. Ya puedo saborearte.

—Soy tuya para que me saborees, amor.

—Pero mi papá...

—Tu papá no es invencible, Spencer. Cruzaremos esos puentes cuandolleguemos a ellos.

Estudié su rostro.

—Te ves bien. —Tragué—. Saludable.

—Caldwell dijo que recibí mi trasplante sin ninguna complicación. Eracomo si estuviese hecho para mí.

—Lo era.

Asintió.

—¿Cricket?

—¿Sí?

—Estoy tan enamorado de ti.

Una lágrima escapó de ella, cayendo en cascada lentamente por un lado desu mejilla. Pasé el dorso de mi dedo índice por el rastro antes de lamer la lágrima.

—Estoy tan enamorada de ti.

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Mi mano fue a mi pecho justo sobre mi corazón y mis ojos se cerraron. Latíatan salvajemente. Sus palabras me dejaron pasmado.

—Nunca me dejes de nuevo —dijo en voz baja.

—No podría ni aunque lo intentara —dije, colocando la escultura cerca desu mano, rozando a propósito sus dedos con los míos. Jadeó suavemente.

—He sido miserable sin ti —dijo, con otra lágrima cayendo.

Me incliné hacia adelante y aparté esa lágrima con un beso y su respiraciónse detuvo.

—He estado prácticamente catatónico sin ti —admití.

Eso me valió su sonrisa astuta y casi me caí hacia atrás.—Entonces, ¿qué estás esperando? —preguntó.

—No tengo idea —suspiré, arremetiendo contra ella en ese momento.

Envolvió sus brazos alrededor de mi cuello y la levanté de la pared. Trabósus piernas alrededor de mi cintura y la besé como si nuestras vidas dependierande ello. Esa misma sensación narcótica y embriagadora se precipitó en ambos. Laque nos decía que estábamos hechos el uno para el otro y que la química entre

nosotros no podía ser creada con ningún otro ser humano.Cricket Hunt, en parte dueña de mis riñones, la chica que me enfrentaba a

mi propia mierda y la chica con la que algún día me iba a casar. Era la chica quepodía dejarme loco con una sonrisa. Era la chica que consumía mis pensamientosy mi corazón.

Cricket Hunt era mi destino.

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Traducido por Apolineah17

Corregido por veroonoel

uatro años después… 

—No, no. Su vestido se va a ensuciar. Simplemente levántala.

Levanté a la pequeña niña con el halo de rizos rubios brillantesy la acomodé en mi cadera. Hice una mueca tonta y se rio.

—¡Eres tan divertido, tío Spencer! —Se rio, su pequeña mano yendo a suboca.

—Tu tía Cricket no parece pensar así —susurré con complicidad.

Cricket puso sus ojos en blanco pero luchó contra una sonrisa

—¡Mejor nos apuramos o tu mamá se va a volver loca!

Sus brillantes ojos verdes se abrieron y asintió.

Entramos por las puertas dobles y bajé a Savannah. Cricket se inclinó yenderezó su falda por ella.

—¿Es esta la niña de las flores? —preguntó una mujer al azar.

—Uh, sí —respondí.

Habló en un dispositivo de mano y pronto otra mujer avanzóbulliciosamente hacia adelante con una corona de flores para el cabello deSavannah. Fue puesta en la coronilla de su cabeza.

—Esto pica.

—Déjala en su lugar y te dejaré tener un enorme pedazo de pastel.

La acomodó hasta que descubrió la campana de su vestido y dio vueltas

alrededor.

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—Soborno. Me gusta —comentó Cricket.

Golpeé mi sien.

—Futura referencia.

Guiñó un ojo.

Cricket se había dejado crecer el cabello y casi llegaba a la parte baja de suespalda. Lo rizó y todo lo que había querido hacer era pasar mis dedos a travésde él desde que había salido de nuestro dormitorio.

Mis párpados se sentían pesados y me apresuré a su lado. La besé en lagarganta y me moví hasta su oído.

—Espera hasta que lleguemos a casa —gruñí.Me dio una sonrisa astuta.

—¿Por qué ir a casa cuando tenemos un auto perfectamente agradable en laparte trasera del rancho?

Me puse de pie, con la mandíbula floja.

—Cricket Blackwell, insolente descarada.

Guiñó un ojo.

—Necesitamos a todas las damas de honor y padrinos, por favor —gritó lamujer con el dispositivo.

Cricket me empujó, tirando de mi brazo hacia donde estaba de pie y meresistí, agarrando a mi esposa por la cintura y balanceándola alrededor.

—Spencer —Se rio—. ¡Eres un alborotador!

La mujer nos dio una mirada molesta, así que bajé a Cricket de nuevo.Ambos resoplamos en nuestras manos.

—Necesitamos a la dama de honor y al padrino en la parte posterior aquí—dijo y dimos un paso hacia el extremo final de la fila.

Aproveché la oportunidad para pellizcar el trasero de Cricket. Jadeó,invitando a todos a darse la vuelta y mirarnos. Me encogí de hombros ante elloscomo si no tuviera idea de lo que estaba pasando. Se giraron de nuevo y ellagolpeó mi brazo.

—Nos vas a meter en un gran problema. —Se rio.

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—Eso espero.

—Qué cosas dices.

—Tiempo de ponerse serios, gente —anunció la mujer, pero nos miró

directamente a nosotros, incitándonos a reírnos—. En un momento, la noviaentrará por aquí. El novio ya está en la parte de adelante. Recuerden, ¡como en elensayo! Es tiempo de ir.

La puerta de la habitación chirrió mientras se abría y entró mi hermana yestaba impresionante. Un top de encaje y una falda de seda dupioni. Lo sé porqueella y Cricket me hablaron de eso, como si yo diera una mierda por ello. Sinembargo, estaba feliz de que lo hicieran. Mirarla en ese momento fue uno de losmomentos más orgullosos de mi vida.

Avanzó hacia adelante y se detuvo antes de encontrarse al lado de nuestramadre.

Ella sonrió ampliamente.

—Bridget, te ves espectacular.

—Gracias, hermano —dijo, besando mi rostro.

Abracé a mi mamá.

—Tú también, mamá.

Palmeó nuestras mejillas.

—Estoy tan orgullosa. Tan orgullosa de ustedes dos.

Bridget se inclinó y besó a su hija.

—Tú también te ves muy hermosa, Savannah. Muy crecida.

Savannah sonrió y rebotó sobre sus talones.

Caminé de regreso al final de la fila y me detuve al lado de mi esposa. Metísu delicada mano en mi brazo y puse la mía sobre la parte superior de ésta.

El piano comenzó y Savannah saltó hacia adelante, radiante y rebosante defelicidad. Con gracia dejó caer lavanda sobre el piso de piedra de la iglesia e hizotodo el camino hasta el final del pasillo, pero cuando vio a Jonah de pie en laparte de adelante, en lugar de quedarse de pie a un lado como le habían dicho,corrió hacia él y sostuvo su mano.

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La planificadora de la boda trató de conseguir que bajara, pero Jonah lasostuvo con una mano y mantuvo a Savannah con él.

El cortejo nupcial descendió por el pasillo pareja por pareja hasta que llegónuestro turno. Me di la vuelta y le guiñé un ojo a mi mamá y a Bridge.

Cuando llegó nuestro turno, me dirigí hacia el mismo pasillo que hice conCricket hace sólo dos años para nuestra propia boda.

—¿Esto te trae recuerdos? —me susurró.

—Creo que también lo hicimos en el auto en ese entonces —le susurré,haciéndola morderse el labio inferior y asentir.

Sacudí mi cabeza hacia ella. Insolente.

Llegamos al final del pasillo y fuimos obligados a separarnos, lo que odiaba,pero sabía que sería capaz de mirarla durante toda la ceremonia, así que ese fuemi único consuelo. El piano se detuvo y un cuarteto de cuerdas comenzó a tocar“Jesu, Joy of Man’s Desiring” mientras mi mamá y Bridge comenzaban a caminarpor el pasillo.

Mientras las observaba, miré de mi esposa a mi increíble Savannah, despuésa Jonah, Ellie y Emmett y no pude evitar preguntarme cómo merecía una vida

tan hermosa y absurdamente feliz. Eran mi familia. Eran mi todo. Miré haciaCricket y las lágrimas deslizándose por su rostro me dijeron que ella se sentía dela misma manera.

Mi mamá y Bridge habían llegado al final del pasillo y observé a mi mamáentregarle a mi hermana a Jonah. Nunca había visto a ninguno de ellos lucir tanfelices como en este momento. El momento en el que, los tres, se convertían enuna familia oficial. Savannah ya lo llamaba papá. Lo hacía desde sus trescientossesenta y tres días y él lo era. Él realmente era su padre.

Durante los cuatro años desde el nacimiento de Savannah, Bridge habíaterminado la secundaria, ido a la universidad, obtenido su licenciatura enagricultura, criado a Savannah con mi mamá y Jonah, y había tallado para símisma un nicho de vida perfecta, no porque la vida fuera perfecta, sino porqueera perfecta para ellos.

Cricket y yo nos habíamos mudado brevemente a Nueva York después dela graduación de la universidad para continuar la carrera de escultura de Cricket,en la cual era un gran éxito, pero extrañábamos demasiado a nuestra familia y

decidimos regresar de nuevo a Montana.

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Ahora, dirigía una exitosa galería con su propio trabajo en la ciudad yviajaba a todo el mundo. Era muy bien conocida en los círculos de arte y muysolicitada.

Yo estaba en mi segundo año en la escuela derecho, estudiando la ley deinmigración, trabajando en estrecha colaboración con mi amiga Sophie Price enUganda. Teníamos pensado hacer un proceso simplificado para ayudar a loshuérfanos de allí y conseguirles casas aquí en el lado americano.

Mi mamá ganó el Rancho Hunt en el acuerdo cuando mi papá presentó eldivorcio hace años y se los regresó a los Hunt. Regresaron a su casa y fue comosi nunca se hubieran ido. Jonah y las chicas se quedaron en el nuevo rancho y lopusieron en marcha como una segunda casa, una continuación del Rancho Hunt,si quisieras.

Algunos de esos beneficios nos ayudaron a Cricket y a mí a terminar laescuela, y nos mantenían mientras yo también terminaba la escuela de derecho.De igual manera, ayudó a financiar muchos proyectos en el Congo, donde unamigo de Sophie e Ian Aberdeen abrió un segundo Masego.

Con todo, Dios había sido muy bueno con nosotros. La generosidad es unode esos rasgos que rara vez se utilizan, pero es, de lejos, uno de los regalos másgratificantes que alguna vez podrías poseer. Vivía por muchas cosas, pero mi

principal lema era “dar”. Da y verás la increíble recompensa de ello. Cuanto másdes, más recibirás. Es una idea sorprendente, pero no obstante, es la verdad.

Ahora, si me disculpan, tengo una cita con mi esposa en nuestro auto.

Clic.

Boom.

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 POV de Cricket Blackwell

Traducido por Isa 229, Lapaskis y Selene

Corregido porflochi

ola nena —me dijo.

Incluso después de todos estos años, alsegundo que escuché su voz, incluso despuésde sólo unas horas de ausencia envió mi

estómago a mi garganta. La adrenalina corrió por mis venas haciéndome sentireufórica. Los Beatles cantaban Blackbird por todo su estudio en la Villa. Uno demis favoritos.

Hacía un poco de calor así que su ventana estaba abierta y la ligera brisaque se desplazaba por su pequeño jardín en el balcón forjado de barras de hierrotraía la esencia de miel seleccionada de los magníficos olores del perfume de laDulce Alyssum por toda la habitación. Las había plantado en macetas y las puseen el alféizar porque él me dejó hacerlo. Me dejó hacer lo que quisiera cuandoquisiera. Una vez le pregunté el por qué estaba siempre tan complaciente.

—Te amo, Cricket — explicó sencillamente.

La habitación estaba tenue excepto por una cálida lámpara sobre su pelocolor paja mientras leía. Sentado en su sofá. Aquel misma, cuando lo compró, queuna vez que saltó en los cojines y no dejaba de hundirse dijo:

—Le di al blanco. —Él estaba saboreando positivamente cada segundo desu existencia.

Yacía lánguidamente en un par de pantalones blancos de chándal y sucamiseta gris de Brown prácticamente raída. Nunca usaba calcetines porque

odiaba la sensación de ellos sin zapatos. Sus pies descalzos estaban cruzados enlos tobillos sobre su mesita de café la cual estaba hecha de metal.

—H

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Dejó de leer lo suficiente como para juguetear una sonrisa ladeada ydevastadora.

—Ven aquí —ordenó y tiré mis maletas al suelo sin vacilar.

Me acerqué a él tranquilamente, luchando por no correr como siempre lohacía.

Cuando estuve lo suficientemente cerca, cerró su libro con un golpedefinitivo y lo tiró sobre la mesa. Movió su cuerpo de modo que sus piernas seextendían por todo el asiento del sofá. Se inclinó hacia adelante y envolvió susbrazos a mí alrededor, lazándome a su lado y quedándome trabada entre sucuerpo y los cojines en la parte trasera.

Respiró en mi nuca.

—Te extrañé hoy. —Su voz profunda raspó contra mi piel, dejándome lapiel de gallina a su paso. En reacción, mis ojos se cerraron fuertemente y mirespiración se hizo superficial.

—Yo… yo, también —dije con palabras entrecortadas.

—¿De verdad? —se burló juguetonamente, besando mi oreja y ahogándomeen la sensación. Mi boca se abrió pero nada salió. Su efecto sobre mí fue como

nada de lo que jamás haya experimentado antes.Agarró el marco plástico oscuro de sus gafas y vi mientras su mano lo

alejaba de su rostro, bajándolo a la parte delantera del sofá. Su otro brazo apretófuertemente alrededor de mis hombros y recuerdo desearlo tanto que podríahaber estudiado los definidos músculos de su antebrazo pero no me atreví arenunciar a ser abrazada por ellos. Besó mi coronilla luego bajó por un lado demi rostro hasta que llegó a mis oídos, gruñendo graciosamente, haciéndome reír.

—Dios —susurró apenas, recorriendo suavemente sus labios contra mi

garganta—. Hueles tan bien, Cricket.

Dejó caer sus gafas al suelo y llevó ambas manos a los lados de mi cuello,poniéndome enfrente de él. Sonrió antes de recorrer sus manos a lo largo de mipelo.

—Se está haciendo muy largo — dijo.

—Soy muy perezosa para cortarlo y estoy muy cansada —le expliqué conuna sonrisa.

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Su sonrisa cayó cuando se dio cuenta de la mía. Se distrajo. Lo distraje. Memordí el labio inferior.

—Cricket — dijo, mirando mi boca.

—Lo siento —dije soltando mi labio inferior, no sintiéndolo en lo másmínimo.

—Puedo... —comenzó calmadamente, estudiando mi rostro. Tenía mi peloenroscado en sus dedos mientras que tiernamente besaba cada centímetrocuadrado de la piel de mi rostro, haciéndome suspirar fuertemente. Terminó suexploración con un beso duro contra mi boca antes de inexplicablementeatraerme con firmeza contra su pecho y besar la parte superior de mi cabeza conun frustrado gemido.

Sin ninguna petición, abrió el cajón de la mesita de café y me entregó el blocy los lápices que guardaba allí, colocó sus adorables gafas de regreso en su rostroy una vez más recuperó su libro, estrechándome cerca de él antes de abrir laúltima página con la esquina doblada por el uso.

Puse mi bloc en sus marcados abdominales y comencé a dibujar, trabajandoen la escultura que había planeado crear para mi última pieza para el show quese avecinaba. Después de media hora, había terminado con el sombreado, mecansé, y puse mi lápiz encima del bloc. Éste rodó adelante y atrás, adelante y atráscon cada balanceo que daba y finalmente se deslizó al suelo después de quetomara un gran impulso.

Alcé la mirada hacia él, implorándole silenciosamente que lo recuperarapara mí.

Puso su libro sobre su pecho y se asomó desde la parte superior de sus gafas.

—¿Qué?

—¿Podrías? —le dije, gesticulando hacia el lápiz y mordiendo mi labioinferior otra vez por si acaso.

Abrió su boca brevemente con una sonrisa coqueta pero cayó muyfácilmente y en vez de la amonestación juguetona que generalmente obtenía, sólome miró, tragando con fuerza.

Fruncí mis cejas.

—¿Estás bien?

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Él tragó audiblemente, sus respiraciones superficiales y asintió surespuesta. Extendió su mano hacia abajo y levantó el lápiz pero en lugar dedármelo, lo apretó en la palma de su mano. Por un breve momento estabilizó ellápiz en su mano, luego lo llevó al bloc de papel que descansaba en mi mano

izquierda esperándole.

Sus ojos se cerraron en los míos brevemente, su mandíbula se apretó, antesde observar a la punta del lápiz descansando en el papel. Lo levantó y comenzóa trazar lentamente mi mano izquierda.

—Me encanta esta mano — me dijo, sus ojos estaban siguiendo su trabajo.

—¿Por qué? —pregunté, curiosa.

—Es muy bonita, ese es el por qué pero sobre todo porque crea tanto placerpara mí. Esta mano —dijo, rodeando a propósito de forma dolorosa mi dedoíndice—, crea vida. Esculpe el arte que define un mundo que quiero vivir, acariciami pelo, mi piel —dijo, deteniendo el lápiz y mirándome fijamente a los ojos—.Envía escalofríos por mi columna vertebral, esta mano —dijo seriamente antesde regresar al bloc de dibujo, redondeó entonces mi dedo medio—. Esta manorepresenta mucho para mí. Esta mano será el medio para una felicidad increíble,Cricket.

—¿Cómo es eso? —pregunté, mirando a sus inimaginable ojos claros.

—Porque sí —  dijo, deslizando la punta por el lado de mi mano paraencontrar mi muñeca.

Luego dejó de dibujar de contorno de mi mano y levantó el lápiz,entrelazando los dedos de su mano libre con la mía y atrayéndola contra supecho. Bajó el lápiz y nunca tan a la ligera dibujó una sombreada franja recta enel dedo anular de la mano recién esbozada.

—¿Por favor? —preguntó simplemente.

 Jadeé y tragué con fuerza. Mi pecho se sintió pesado y las lágrimas sedeslizaron pero eran de felicidad. Miré a su dulce rostro, vi a sus ojos bailarmientras esperaba mi respuesta, bebiéndome su sonrisa ladeada, memoricé elcontorno de su mandíbula y mientras la canción llegaba a su fin, tomé el lápiz desu mano y copié la última línea de Blackbird como mi respuesta.

Sólo estaba esperando este momento para alzar el vuelo.

* * *

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Seis meses después...

—Respira —me dije, cerrando los ojos fuertemente—. Hagas lo que hagas—ordené, antes de tomar una respiración muy profunda—, no llores.

Mis ojos se abrieron de repente justo cuando Blackbird comenzaba a tocar ylas puertas dobles se abrían, revelando el impresionante piso antiguo de piedragris y las vigas de madera de cientos años. Tal vez se pueda llorar un poquito.

Sentí unas manos fuertes tomar mi brazo y pasar mi mano a través del suyo.

—¿Estás lista, pequeña? —preguntó.

Miré a mi abuelo. Lo admiraba, lo quería como a un padre y sabía sin lugara dudas que lo recordaría en ese momento para siempre, justo así, siempre.

—Sí —susurré, apenas capaz de contener mis emociones.

Comenzamos a caminar hacia el altar de piedra y mis manos se sacudieronviolentamente.

Palmeó dos veces mi mano en su brazo.

—No hay necesidad, Cricket.

Le sonreí y asentí una vez, de repente hecha de acero solo por la mínimaconfirmación de él.

Sentí el peso de mi vestido de novia detrás de mí, el brillo de la luz de lasvelas cubriendo los bancos de la iglesia me calentó, las intensas miradas denuestros seres queridos me reconfortó, me mitigó. Mi pecho se llenó deanticipación cuando moví mis ojos justo delante de mí. El calor de su intensamirada me quemó y jadeé ligeramente al verlo.

Cruzamos una mirada y tanto fue dicho cuando nuestros ojos se

encontraron. La promesa de felicidad, amor, hijos, fuego, pasión. La promesa delpara siempre. Mis ojos picaron por el éxtasis. No lo merecía, pero sabía que elamor no era justo. Sabía que el amor discrimina y daba gracias por su parcialidad.El amor lo eligió a él para mí, me eligió a mí para él. El amor fue el mejor de misamigos.

La boca de Spencer se abrió un poco. Movió la cabeza de arriba a abajoincrédulo y su mano fue a su corazón y se quedó allí. Él me devastó. Comencé atambalearme hacia adelante, a correr hacia él, para alcanzarle, pero la mano de

mi abuelo me mantuvo dónde estaba.

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—Lo siento—susurré, volviendo a mi sitio.

—¿El qué? — preguntó, sus ojos se arrugaron con deleite.

Me volví hacia Spencer. Eres el único que veo. Eres el único que puedo ver , repetí

una y otra vez.

El resto del camino al altar fue pura agonía para mí y parecía como si asífuera para él también. Rebotó sobre sus talones y apretó sus manos en puñosrepetidamente, haciéndome sentir más aturdida.

Me volví hacia mi abuelo y besó mi mejilla.

Esto es todo. Esto es todo. Respiré profundamente y me enfrenté al altar almismo tiempo que Spencer avanzaba. Mi abuelo tomó mi mano, la apretó y se

la dio a Spencer.

Mis dedos se deslizaron en su mano y casi suspiré en voz alta. Me sujetó deforma tan natural, que se sintió como si fuera una extensión de mí misma y cadasueño que él poseyera se convirtió en el mío y cada deseo que tenía se convirtióen el de él. Una abrumadora oleada de felicidad me envolvió en ese momento yempecé a contener las lágrimas, pero Spencer las detuvo con un beso en mi sien.

—Gracias, Emmett —le dijo a mi abuelo.

—Gracias, hijo —le contestó, apretando su hombro luego girando paraunirse a mi abuela.

Spencer se volvió hacia mí con la sonrisa más grande de niño en su cara,casi me eché a reír.

—Palabra de honor, eres tan hermosa, Cricket.

—Gracias, cariño.

—No, Cricket —continuó, tragando—. Eres impresionante. Yo… no sé quédecir.

Le guiñé un ojo.

—Tú también estas bien.

Nos quedamos mirando el uno al otro en el comienzo del pasillo, ningunode los dos en movimiento, demasiado absortos el uno en el otro. Esto es, hastaque el sacerdote nos preguntó si queríamos casarnos en algún momento de esa

noche con lo que toda la congregación río tontamente y mis mejillas enrojecieron.Spencer se pegó a mi lado y me llevó hacia adelante.

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La ceremonia transcurrió a nuestro alrededor en un borrón y todo lo quesabía era que mi mano estaba entrelazada en la de Spencer y nuestros corazonesestaban entrelazados el uno con el otro.

—¿Spencer? —Oímos—. ¿Spencer?

—¿Eh? —preguntó Spencer, girando.

—¿Repita después de mí?

Él asintió con la cabeza.

—Yo, Spencer Blackwell, te tomo a ti, Caroline Hunt, para ser mi esposa.

—Yo, Spencer Blackwell, te tomo a ti, Caroline Hunt, para ser mi esposa —

habló Spencer.—Prometo serte fiel en las buenas y en las malas, en la enfermedad y en la

salud.

—Prometo serte fiel en las buenas y en las malas, en la enfermedad y en lasalud —repitió Spencer, haciendo que mi corazón se acelerase.

—Te amaré y respetaré todos los días de mi vida.

Spencer tomó una respiración profunda.

—Te amaré y respetaré todos los días de mi vida.

El sacerdote se volvió hacia mí.

—¿Repita después de mí, Caroline?—me preguntó amablemente.

Asentí.

—Yo, Caroline Hunt, te tomo a ti, Spencer Blackwell, para ser mi marido.

—Yo, Caroline Hunt, te tomo a ti, Spencer Blackwell, para ser mi marido —repetí, el aliento de mis pulmones me lo habían robado las poderosas palabras.

—Prometo serte fiel en las buenas y en las malas, en la enfermedad y en lasalud —dijo.

—Prometo serte fiel en las buenas y en las malas, en la enfermedad y en lasalud —repetí, reconociendo la importancia que esas palabras ya tenían paranosotros.

—Te amaré y respetaré todos los días de mi vida.

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Abrí mi boca, pero me atraganté con las palabras. El nudo en mi gargantainterponiéndose. Una sola lágrima se deslizó cuando Spencer me apretó la mano.

—Te amaré y respetaré todos los días de mi vida —le dije.

—¿Los anillos? —le preguntó el padre a Jonah, y éste le entregó las alianzas.

—Que el Señor bendiga estos anillos que se dan el uno al otro como signode su amor y fidelidad. Spencer, ponga el anillo en la mano de su esposa y repitadespués de mí.

Spencer deslizó el anillo en mi mano.

—Caroline, recibe este anillo como signo de mi amor y fidelidad. En elnombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

—Caroline, recibe este anillo como signo de mi amor y fidelidad. En elnombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo —me dijo.

El padre se giró hacia mí.

—Spencer, recibe este anillo como signo de mi amor y fidelidad. En elnombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Deslicé la alianza de Spencer en su mano izquierda.

—Spencer, recibe este anillo como signo de mi amor y fidelidad. En elnombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

—Por el poder que me otorgan, Dios y el hombre, los declaro marido ymujer. Puedes besar a la novia —le dijo a Spencer.

Mi corazón empezó a acelerarse, mi piel se puso caliente. Las manos deSpencer encontraron mi cuello y me atrajeron lentamente hacia él.

—Te amo —susurró justo antes de presionar sus labios suavemente en losmíos.

Suspiré ligeramente en su boca. Sentí un alivio tan increíble cuando suslabios tocaron los míos, como si una pequeña parte de mí finalmente pudierafácilmente respirar, como si me estuviese ahogando y acabara de salir a lasuperficie. Él rompió el beso demasiado pronto, pero siempre era demasiadopronto, nunca lo suficiente, nunca lo bastante satisfactorio.

—Damas y caballeros —anunció el padre al público—, les presento al señor

y la señora Spencer Blackwell.

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Nuestra familia y amigos aplaudieron y gritaron cuando Spencer me sacódel pasillo riendo con ganas, mi mano enlazada con la suya. Cuando llegamos alas puertas dobles, tratamos de recuperar el aliento, asimilar el momento peroinmediatamente nos llovieron besos y felicitaciones. La multitud creció tan

rápidamente, que nos obligaron a separar nuestras manos. Nos miramos el unoal otro viendo como cada vez más nuestros invitados creaban una brecha cadavez más amplia entre nosotros.

Fuimos arrastrados a la limusina de época con chófer delante de la iglesia ynos escondimos dentro.

—Solos, señora Blackwelln —dijo Spencer cuando Jonah cerró la puerta.

—Por fin, Sr. Blackwell.

Sus cejas se levantaron juguetonamente y comenzó a deslizarse hacia mícuando la puerta se abrió de golpe una vez más y el molesto llanto de una niñanos interrumpió.

—¡Ba Ba! ¡Ba ba! —siguió repitiendo desesperadamente y tanto a Spencercomo a mi nos derritió inmediatamente.

—¿Qué le hiciste, Jonah? —exigí.

—Lo siento tanto, chicos. Vio a Spencer y no paraba de llorar. ¿Yo esperabaque pudieras decirle hola y darle un beso?

—Ven aquí, Savannah —dijo Spencer, tomando a su sobrina en sus brazos.

Ella se acercó a él y se abrazó a su cuello, rompiendo mi corazón.

—Ba ba —repetía una y otra vez en medio de llantos.

—Shh —dijo, besando su mejilla—. Está bien, pequeña.

Después de diez minutos, era evidente que no estaba dispuesta a dejarlo ir,haciéndome reír. Otros diez minutos pasaron y la arrulló en su asiento deseguridad entre medio de nosotros en la limusina de nuestra boda mientras nosdirigíamos hacia el rancho Hunt para la recepción.

Cinco minutos después, Spencer y yo estábamos riendo casiincontrolablemente mientras Sav farfullaba incesantemente sobre nada quepudiéramos entender, pero eso no era lo que encontrábamos tan gracioso. No,era el hecho de que un asiento para niños estuviera entre mi marido y yo.

—Me imaginé esto un poco diferente —me dijo.

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—Oh, yo también, nene —le coqueteé.

—Sólo espera —me prometió.

—He esperado el tiempo suficiente —le dije, inclinándome sobre Sav sólo

para acercarme a él.

—Confía en mí, Cricket, nadie piensa más en eso que yo —me dijo. Sus ojosrecorrieron la longitud de mi vestido—. Especialmente en estos momentos. —Seacercó por encima de Sav y me acarició la mejilla suavemente con el pulgar—.Eres tan suave —susurró y quise saltar sobre su regazo, pero el momento seesfumó cuando Sav puso su regordeta mano en mi otra mejilla.

—Suav —ella estuvo de acuerdo, haciéndome sonreír.

Los dos nos volvimos hacia ella.

—No es tan suave como las tuyas —le dije, acariciando sus regordetasmejillas rojas.

Nos detuvimos en el rancho y la limusina nos dejó a los tres en la cocherade la vendimia.

Habíamos pasado dos semanas limpiándola y preparándola para larecepción. El centenar de vigas de madera antigua habían sido siempre mi parte

favorita hasta que habíamos limpiado correctamente todo y había descubiertoque el suelo de planchas de madera puestas a mano estaba muy cerca delsegundo lugar.

Habíamos llenado toda la sala con tres filas de mesas rectangulares,alineándolas con manteles de seda color crema. Una fila gigante de hortensiasverdes adornaba la longitud central de las mesas, como un jardín gigante. Inclusoalgunas caían fuera de la mesa hasta el suelo.

Porcelana blanca sencilla y copas completaban la decoración simple peroimpactante.

—Oh, Dios mío —dije en voz alta, equilibrando a Savannah en mi cadera.

—Lo sé —dijo Bridget, uniéndose mi lado. Me besó en la mejilla y agarró asu hija—. Lo siento —dijo, haciendo un gesto hacia la bebé.

—No te preocupes, Bridge —le dije.

—Será mejor que vayan a esconderse por un rato para que no arruinen suentrada una vez que lleguen los invitados.

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A solas con mi nuevo marido. Uh, sí por favor.

—Vamos, nene —le dije a Spencer, que estaba respondiendo a una preguntaque el líder de la banda le había planteado.

—Me tengo que ir —le dijo al hombre—  la vieja bola y la cadena —dijo,haciendo un gesto hacia mí con el pulgar.

Corrimos a través del laberinto de mesas y entramos a un viejo establo decaballos que habíamos utilizado para el almacenamiento por más de cincuentaaños, pero ahora estaba convertido en una pequeña zona privada para mí ySpence donde podríamos esperar a nuestros invitados.

Una vez dentro, cerramos la puerta, no es que proporcionara muchaintimidad pero era mejor que nada. Spencer me lanzó contra la paredinmediatamente, sorprendiéndome un poco.

—Sr. Blackwell, ¿qué cree que está haciendo? —le pregunté.

—Tengo que tocarte. Necesito tocarte —me explicó presionando suspárpados con fuerza.

Sus manos encontraron mis hombros antes de bajar por mi cuerpo y miespalda, sintiendo cada curva con un abandono que nunca había experimentado

antes con él. Pellizcó el hueso de mis caderas entre sus pulgares y sus dedosíndice y me apretó contra él, sus manos rodeando mi espalda.

Me besó profundamente y se encendió un fuego que no sabía que existíadentro de mí.

—Spencer — jadeé, agarrando sus hombros con fuerza.

—Lo sé —dijo mientras sus ojos buscaban los míos—. ¿Serán los anillos? —me preguntó.

—Ah, definitivamente son los anillos —le dije, besando su boca duramentey chupando su labio inferior entre mis dientes y mordiéndolo suavemente.

Él se apartó y negó con la cabeza lentamente.

—Oh, lo has hecho. Te dije que eso es mi debilidad.

—Lo sé, pero no tengo que frenarme ahora, Spencer. Me perteneces. Eresmío.

—Oh, soy definitivamente tuyo, Sra Blackwell.

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Le di un beso más duro mientras sus manos subían por el encaje en la parteposterior de mi vestido y comenzó a desabrochar el botón superior.

Alguien se aclaró la garganta.

Suspiramos profundamente y juntamos nuestras frentes.

—Lo siento, chicos, pero, uh, los están esperando.

—Ya vamos —dijo Spencer a la coordinadora. Se volvió hacia mí—. ¿Mástarde?

—Pronto —le prometí y me dirigí hacia la puerta.

Me dio un manotazo y me reí. Se unió a mi lado mientras el líder de la banda

hizo un gesto hacia nosotros.—Con gran placer —comenzó— les presentó por primera vez como marido

y mujer, ¡al señor y la señora Blackwell!

La multitud aplaudió agitando sus manos, sonreí mientras nos dirigíamosa nuestra parte de la mesa del banquete de boda, todos estaban entusiasmados.Pero nosotros no teníamos absolutamente ningún interés en estar allí. O encualquier cosa.

La recepción comenzó con la llegada de la cena, el primer baile, etc, etc ydespués de cada evento nos prometimos alejarnos, pero cada vez que nosdirigíamos hacia la puerta, alguien nos atrapaba o había algo que hacer.

Finalmente la cena terminó, comenzando el baile, se había servido alcoholpor casi una hora. Estábamos solos en el fondo de la cochera y nadie parecíafijarse en nosotros.

Spencer me miró con tanto calor, que casi me quemó en mi vestido deinmediato.

—Ahora —demandó.

Nos abrimos paso discretamente hacia la puerta corredera y colamos detrásde ella, cerrándola, ocultándonos lejos de toda nuestra familia. No dijimos ni unasola palabra mientras levantaba mi falda y Spencer me tomaba de la mano.Salimos corriendo. Riendo todo el camino hacia su camioneta. Abrió la puertapara mí y me levantó como si no pesara nada, lanzándome en el asiento delpasajero. Tranquilamente paso por el frente, mirándome con una fiebre que

nunca había visto en él antes. Abrió la puerta y saltó dentro, cerrando la puertadetrás de él nos quedamos en completa oscuridad.

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—Ven aquí, mi señora —dijo, agarrándome por la cintura, haciéndomechillar y me sentó en su regazo.

Con su mano izquierda recorrió mi espalda mientras que con la derechasiguió las líneas de mi cara, mi cuello, mis hombros y mis ojos rodaron hasta atrásde mi cabeza. Dejé caer mi cabeza hacia atrás y expuse mi garganta para él. Besóla longitud de mi clavícula y se detuvo allí.

—Oh, Dios mío, Cricket, estoy tan enamorado de ti.

Me enderecé y lo miré.

—Estoy tan enamorada de ti.

—Prepárate —dijo.

Le sonreí.

—¿Para qué? —le pregunté, deseando saber lo que estaba a punto de decir.

—Para que te muestre lo muy enamorado que estoy, querida. —Sonriólujuriosamente.

Y fue así  como nos perdimos cortar nuestro propio pastel de bodas.

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Fisher Amelie es la autora de la serie The Leaving, Callum & Harper,Thomas & January y VAIN. Empezó su carrera de escritora como redactora parauna compañía de marketing de internet en donde uno de sus clientes dijo:

—¡Oye! Eres graciosa. Deberías escribir libros. A lo que a su vez ella dijo:

—¡Ey, sal de aquí! Este es el baño de damas.

Mientras se lavaba las manos y la vergüenza de la cara, pensó que podríantener un punto válido. Entonces, sacó las historias que dedicó miles de horasescribiendo mientras crecía, las metió en su bolsillo y empezó a escribir, escribiry escribir.

Adora estar enamorada. Esa es la razón por la que sus historias tienen losamores más bobos en ellas.

—Así es como el amor debería ser. Bobo y chorreando felicidad.

Fisher Amelie es una novelista y blogger cuya vida es la lectura y laescritura y encuentra muy molesto que sus necesidades básicas humanasinterrumpan esas dos cosas. ¿Comida? Supongo. ¿Baño? No lo discuto. ¿Dormir?¿Qué es dormir ?

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Moderadora

Flochi Mari NC

Traductoras

Ahtziri29

Anelynn*

Apolineah17

Aяia

Brendy Eris

Debs

Emii_Gregori

Fanny

Flochi

Gigi D

Isa 229

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