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Fotografía: Funcasblog. DEFICIT FISCAL: ¿QUÉ DEFICIT? Manfred Nolte El Comisario Pierre Moscovici no cesa de vapulear la conciencia del Gobierno de España recordándole sin tapujos que las promesas están para ser cumplidas. El máximo responsable económico de la Comisión europea viene repitiendo a los rectores de la Hacienda estatal que los presupuestos públicos de 2016 presentados a la preceptiva revisión de Bruselas son inviables, o sea incumplibles. No se trata de un ejercicio de deslegitimación del signo o de la orientación de las políticas económicas diseñadas por Rajoy para el año entrante, sino de una llamada de atención a la posibilidad inminente de que con tales cuentas públicas España no cumpla las reglas objetivas sobre la evolución de los déficits de los países de la Unión Europea. En otras palabras: Bruselas prevé un incumplimiento de tres décimas de PIB este año en el agujero fiscal —hasta el 4,5%, frente al 4,2% acordado— y de siete décimas en 2016 - el 3,5% frente al 2,8%-, lo que supondría permanecer un año más en el pelotón de cola de los países en procedimiento de déficit excesivo. Rajoy y Guindos, entre otros, han desafiado la denuncia. España – dicen- cumplirá con lo prometido. El Informe del comisario Moscovici ha levantado ampollas, pero aunque sus vaticinios 1

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Economy & Finance


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Fotografía: Funcasblog.

DEFICIT FISCAL: ¿QUÉ DEFICIT?

Manfred Nolte

El Comisario Pierre Moscovici no cesa de vapulear la conciencia del Gobierno de España recordándole sin tapujos que las promesas están para ser cumplidas. El máximo responsable económico de la Comisión europea viene repitiendo a los rectores de la Hacienda estatal que los presupuestos públicos de 2016 presentados a la preceptiva revisión de Bruselas son inviables, o sea incumplibles. No se trata de un ejercicio de deslegitimación del signo o de la orientación de las políticas económicas diseñadas por Rajoy para el año entrante, sino de una llamada de atención a la posibilidad inminente de que con tales cuentas públicas España no cumpla las reglas objetivas sobre la evolución de los déficits de los países de la Unión Europea. En otras palabras: Bruselas prevé un incumplimiento de tres décimas de PIB este año en el agujero fiscal —hasta el 4,5%, frente al 4,2% acordado— y de siete décimas en 2016 - el 3,5% frente al 2,8%-, lo que supondría permanecer un año más en el pelotón de cola de los países en procedimiento de déficit excesivo. Rajoy y Guindos, entre otros, han desafiado la denuncia. España –dicen- cumplirá con lo prometido. El Informe del comisario Moscovici ha levantado ampollas, pero aunque sus vaticinios resulten infundados, contienen elementos valiosos para la reflexión. Recordemos brevemente qué es eso del ‘procedimiento de déficit excesivo’, y la relevancia y veneración que tal proceso despierta en el seno de la Unión Europea. Y por si ello fuera insuficiente, mencionaremos igualmente por qué razón los déficits excesivos se reputan como muy perniciosos teniendo en cuenta el juicio de la comunidad inversora internacional.

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Vamos con lo primero. El Tratado de Funcionamiento de la UE, y el posterior Pacto de Estabilidad y Crecimiento, sitúan el valor de referencia para el déficit público de los estados miembros por debajo del 3 % del Producto Interior Bruto (PIB). El rebasamiento de dicho valor se considera excesivo. Cuando tal rebasamiento obedece a circunstancias especiales ajenas a la voluntad de un Estado miembro, consecuencia, por ejemplo, de una grave recesión económica, el Consejo Europeo, a instancias de la Comisión, propone al país afectado un calendario de regreso al 3% congruente con las posibilidades que tal país afectado pueda tener para la superación de la crisis o circunstancia excepcional. Europa camina –al menos teóricamente- hacia una unión económica global y en ese contexto es necesaria una homogeneidad presupuestaria entre sus socios. No es admisible según la Carta europea unos países que caminen sin déficit (igualando sus gastos presupuestarios con sus ingresos fiscales) y otros que discurran con déficits abultados (gastando permanente y ostensiblemente por encima de lo que recaudan). Malamente puede construirse una Europa cohesionada entre los colectivos de hormigas(que gastan lo que tienen) y cigarras (que gastan más de lo que ingresan acudiendo al aventurado artificio de endeudarse). En el caso de España, y dado que el déficit público rondó en 2010 el 11% del PIB, Bruselas convino con los gestores del presupuesto un calendario razonable que se reconducirá en 2016 al umbral del 3% arriba aludido. En el periodo ha habido hasta tres relajaciones o prórrogas del calendario. Pierre Moscovici lo único

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que hace es pedir respeto al pacto y alertar que los presupuestos, aprobados ya, de 2016 presumiblemente no conducirán el déficit a la senda de la normalidad, a la ‘no excesiva’. Se trata, en consecuencia de respetar un acto jurídico de naturaleza paccionada, esencial según las normas de la Unión para asegurar su cohesión interna.

El segundo aspecto se refiere al juicio que un déficit presupuestario excesivo despierta en los inversores internacionales. Como los déficits se financian con deuda en los mercados internacionales, y esta es adquirida por los grandes inversores institucionales, está claro que un país con excesivo déficit y una deuda desmesurada provocará tarde o temprano el rechazo y la retirada de los referidos compradores globales. En tales circunstancias el país en cuestión no tendrá más alternativa que declarar el impago de su deuda (Argentina y otros) o acogerse a un plan de rescate si así lo previene el área monetaria en el que el país fallido se incluye (es el caso de los rescates realizados a Grecia, Irlanda, Portugal, Chipre y en menor medida, también España.)

Obviamente, partimos de la premisa indiscutible de que déficits fiscales excesivos y su consecuencia inmediata, deudas públicas desmesuradas, representan situaciones de alto riesgo, o sea, son situaciones indeseables. A partir de ahí, analizando la queja de Bruselas sobre la incontinencia del déficit fiscal español, es necesario referirse a dos tipos de déficits nítidamente diferenciados.

Un primer tipo de déficit es de naturaleza cíclica o coyuntural. Al estallar una crisis se colapsan los ingresos tributarios y se disparan los gastos sociales con lo que el déficit se agiganta. Pero con el cambio de ciclo y la vuelta al crecimiento, los ingresos fiscales aumentan, los gastos sociales de choque van reduciéndose y el déficit retorna a porcentajes asumibles: hablamos de un déficit

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transitorio que se ajusta a la coyuntura del ciclo y que no depende esencialmente de las acciones del Gobierno.

Pero existe otro tipo de déficit mucho más pernicioso que no tiene que ver con la coyuntura sino que hunde sus raíces en estructuras productivas, demográficas o sociales arraigadas en el país, que se mimetizan y perpetúan en él y que no reaccionan a la bonanza y recuperación del ciclo económico. Se llama déficit estructural.

Por ejemplo, analizando los gastos presupuestarios de 2016, está previsto que disminuyan un 3,0%. Ello obedece a un menor gasto en el pago de intereses de la deuda exterior (–5,6%) y a la disminución de las transferencias corrientes que se reducen en un 3,2% como consecuencia de la disminución de las prestaciones de desempleo. Ambas previsiones son obviamente de naturaleza cíclica. Pero cuando consideramos el resto de partidas como los gastos de personal, clases pasivas, aportaciones a la Seguridad Social y otras, nos topamos con una realidad consuetudinaria o ‘estructural’ que exige una acción positiva del gobierno para interpretar esa estructura concreta: es el caso de recortar una paga a los funcionarios o devolverla.

Veamos los ingresos por impuestos de 2016. El Gobierno prevé que la recaudación aumente un 6,2%, porcentaje que es cíclico y alcanzable. Pero se equivoca rotundamente al prever aumentos de los ingresos por cotizaciones sociales en un 6,7%, y estimar un déficit de la Seguridad social final del 0,3% del PIB. La Autoridad Fiscal Independiente (AiRef) cifra el déficit de las pensiones en 2016 en torno al 2% del PIB. En 2014 el déficit fue de 11.000 millones y en lo que va de año ha doblado su déficit parcial. Además, desde 2012 el Gobierno ha tenido que disponer del Fondo de Reserva, la llamada

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‘hucha de las pensiones’, por un importe de 43.000 millones de euros, dejándolo a la mitad del nivel inicial.

Las razones de este déficit que amenaza la sostenibilidad de las pensiones y la quiebra del Fondo de Reserva de la seguridad social son conocidas y estructurales. La economía española de hoy es un 15% más productiva que la del inicio de la crisis. Entre 2008 y 2015 se han inscrito un millón más de pensionistas y se han registrado dos millones menos de contribuyentes, y los recién incorporados cobran salarios más bajos y generan cotizaciones más reducidas mientras que la evolución de las pensiones medias ha pasado de algo más de 1.000 euros en 2008 a cerca de 1.400 euros en 2015. Es hacia este tipo de déficits estructurales, encapsulados en la estructuras productivas y sociales de la economía, hacia los que hay que dirigir una atención muy especial.

El informe firmado por Pierre Moscovici incluye el valor del ajuste estructural no realizado por España entre 2013 y 2015: un 2% del PIB por valor de unos

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40.000 millones de euros . Y en 2016 –prosigue el informe- el ajuste estructural será de cero frente al 1,2% reclamado por el Consejo Europeo. No podemos creer que la Comisión esté equivocada. Pero si no se encaran los dramáticos retos con que las insuficiencias estructurales nos amenazan, tarde o temprano volveremos al baile de los déficits abultados, las deudas desmesuradas y tal vez a nuevos y amargos sobresaltos. En resumidas cuentas que apenas se está aprovechando la recuperación para acometer las imprescindibles reducciones del déficit publico estructural, necesariamente a base de reformas certeras, inteligentes y posibles.

En lugar de entonar melifluos cantos de sirenas al electorado, la totalidad de formaciones políticas que comparecen a los comicios del 20D harían bien en considerar esta reflexión en sus programas económicos y presupuestarios.

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