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Inercia terapéutica en la diabetes e hiperlipidemia AUTOR : Dr. José Juan Alemán Sánchez

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Inercia terapéutica en la diabetes e hiperlipidemia

AUTOR:

Dr. José Juan Alemán Sánchez

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ÍNDICE

1. INTRODUCCIÓN

2. DEFINICIONES 3. CAUSAS DE INERCIA CLÍNICA

3.1.Factores relacionados con la organización 3.2.Factores relacionados con los pacientes 3.3.Factores relacionados con los profesionales

4. TIPOS DE INERCIA TERAPÉUTICA

5. MAGNITUD DE LA INERCIA TERAPÉUTICA 6. MEDICIÓN DE LA INERCIA TERAPÉUTICA 7. ESTRATEGIAS PARA REDUCIR LA INERCIA TERAPÉUTICA

7.1.Dirigidas a los profesionales. 7.2.Dirigidas a los pacientes 7.3.Dirigidas a las organización sanitaria

8. CONCLUSIONES

9. BIBLIOGRAFÍA 10. TABLAS Y FIGURAS

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1. INTRODUCCIÓN

Podemos establecer que en la actualidad nuestra práctica clínica se

caracteriza, de forma general, por disponer de objetivos clínicos bien definidos así

como de tratamientos efectivos ampliamente disponibles. Además, multitud de

recomendaciones clínicas son ampliamente difundidas y van estableciendo las

referencias de la buena práctica. Sin embargo, a pesar de estos avances, los

profesionales de la salud a menudo no aplican adecuadamente las intervenciones

terapéuticas establecidas por las guías y se fracasa en la consecución de los objetivos

clínicos.

Nuestro actual sistema sanitario trata cada vez con mayor frecuencia

enfermedades crónicas asintomáticas con el objetivo de normalizar una cifra

específica de un parámetro clínico determinado, tales como glucemia, hemoglobina

glicosilada A1c (HbA1c), colesterol total o colesterol de las lipoproteínas de baja

densidad (LDL), con la finalidad de prevenir las complicaciones asociadas a estas

variables. Inicialmente, el logro de este objetivo exige aplicar un proceso escalonado y

coordinado de intervenciones que en muchas ocasiones son difíciles de entender y de

asumir por parte de los pacientes, e incluso difícil también para los propios

profesionales, que han sido formados y entrenados para aliviar síntomas y tratar

enfermedades más que para prescribir estrategias preventivas tales como la

modificación de los estilos de vida o la titulación de fármacos en base a una cifra

objetivo.

Este cambio de paradigma que de la medicina actual ha ido sufriendo

progresivamente puede explicar en gran medida el frecuente fracaso en la atención a

estas patologías, en parte como resultado de la no adherencia o incumplimiento de los

pacientes a las recomendaciones prescritas (que hacen inefectivas intervenciones que

han demostrado ser eficaces) y por otro lado por la falta de adherencia de los

profesionales a las guías de práctica clínica, si bien existen otros factores que también

contribuyen a este fenómeno.

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Un ejemplo claro lo tenemos en la enfermedad cardiovascular y en el control de

sus factores de riesgo. Es bien conocido que la enfermedad cardiovascular es la

primera causa de muerte en los países industrializados. Por lo tanto, resulta

sorprendente la alta tasa de fracaso para lograr los objetivos clínicos que se

establecen en estos pacientes, aún disponiéndose de intervenciones de probada

eficacia (farmacológicas y no farmacológicas) y de una gran diversidad de guías de

buena práctica clínica (1).

La diabetes y la hiperlipemia son ejemplos paradigmáticos de estos hechos.

Diversos estudios epidemiológicos han demostrado la asociación entre las cifras de

HbA1c y de LDL con la aparición de complicaciones cardiovasculares. Por otro lado,

estudios de intervención han aportado evidencia consistente que demuestra la eficacia

de distintas intervenciones para el control adecuado de estas variables clínicas, control

que se traducen en una reducción significativa de las complicaciones de estas

patologías en pacientes con un amplio rango de riesgo cardiovascular (RCV). Además,

cuando se utiliza una estrategia de abordaje multifactorial de factores de riesgo, los

resultados positivos se multiplican. Por último, existe un gran número de guías

elaboradas periódicamente por paneles de expertos que gozan de una amplia difusión.

A pesar de todo esto, numerosos trabajos señalan altas tasas de fracaso en la

consecución de objetivos tanto en pacientes diabéticos como hiperlipémicos.

2. DEFINICIONES

Entendemos por inercia clínica al fracaso de los profesionales en la toma de

decisiones para indicar, recomendar, estudiar o seguir a un paciente, con el

consiguiente perjuicio en términos de salud. Es un problema común en el control de

pacientes con enfermedades crónicas, especialmente si éstas son asintomáticas (son

clásicos ejemplos la dislipemia, la diabetes y la hipertensión arterial) y afecta tanto al

personal de medicina como de enfermería.

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Además, podemos observarla en los distintos niveles asistenciales, tanto a nivel

hospitalario como de atención primaria (2,3), si bien en este último existe una mayor

probabilidad de inercia como consecuencia de la mayor facilidad que existe en este

nivel para que se den los distintos factores causales y que más adelante abordaremos.

Englobada en la inercia clínica podemos distinguir la inercia terapéutica, cuya

definición clásica fue propuesta por Phillips en 2001 como la “falta de actuación del

médico a pesar de detectar un problema de salud susceptible de ser mejorado”, es

decir, “el fallo de los profesionales de la salud para iniciar o intensificar el tratamiento

cuando éste está indicado” (4). Será este aspecto, el de la inercia terapéutica, el que

sea objeto de estudio en el presente capítulo, centrándonos en el papel que juega para

lograr el control de la dislipemia y de la diabetes.

La inercia terapéutica (atribuible al profesional de la salud) junto con el incumplimiento

terapéutico (atribuible al paciente), son los dos factores más importantes en el fracaso

del control de las enfermedades crónicas, motivo por el cual han de constituir una

prioridad en la mejora de los sistemas de salud.

Es importante señalar que la inercia clínica que se observa en la diabetes e

hiperlipemia comparte los mismos mecanismos causales, sistemas de evaluación y

estrategias para su reducción que el resto de factores de riesgo o enfermedades

crónicas, si bien se pueden señalar algunas prácticas concretas, especialmente en la

diabetes (tabla 1).

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3. CAUSAS DE LA INERCIA CLÍNICA

El proceso de la atención clínica incluye actividades que van desde el

despistaje, la evaluación diagnóstica, el tratamiento hasta el seguimiento de la

patología. En cualquiera de estas actividades se puede producir el fenómeno de la

inercia clínica. En general, los profesionales no son conscientes de la inercia clínica

que cometen y, cuando se les pregunta, argumentan razones inconsistentes para

justificar porqué evitan o posponen la aplicación de las recomendaciones clínicas

(tabla 2).

Son múltiples los factores que se han estudiado para explicar este fenómeno. Entre

ellos destacan los factores que se relacionan con los tres principales agentes

causales: la organización sanitaria, los pacientes y los profesionales de la salud.

3.1. Factores relacionados con la organización: Efectivamente, no sólo los pacientes y los profesionales están implicados en el

fracaso para el control de estas patologías, también están involucrados factores

funcionales y estructurales del sistema de provisión de la atención sanitaria que

contribuyen a este fenómeno. Los más destacables quedan recogidos en la tabla 3.

Dentro de estos factores el de mayor impacto en la inercia clínica es la falta de tiempo

de dedicación por consulta, objetivándose un incremento significativo en las

probabilidades de inercia cuando las consultas tienen un tiempo de dedicación inferior

a los 10 minutos. Le siguen en importancia la falta de trabajo en equipo y los

problemas de accesibilidad.

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3.2. Factores relacionados con los pacientes:

Aunque dispongamos de tratamientos innovadores y eficaces, éstos no serán

suficientes si cuando sean prescritos por los profesionales no son implementados por

los pacientes. Por ello, el establecimiento de medidas que mejoren la adherencia de

los pacientes a largo plazo puede aportar mayores beneficios que cualquier otro

avance tecnológico. Los factores relacionados con los pacientes, que igualmente

pueden contribuir potencialmente con el fracaso en el logro de los objetivos clínicos se

detallan en la tabla 4 y conducen al denominado incumplimiento terapéutico o no adherencia terapéutica e influyen enormemente, como veremos, en la inercia del

profesional. De estos factores, el que provoca mayor impacto en la inercia del

profesional es el de las demandas distractoras. Por ejemplo, en el caso de la diabetes,

en pacientes con HbA1c superior a 7%, cada motivo de consulta adicional se asocia a

casi un 50% de reducción de la probabilidad de introducir cambios en el tratamiento

(5).

3.3. Factores relacionados con los profesionales: Los profesionales constituyen el factor causal más importante de la inercia

clínica y por tanto desarrollaremos este apartado con mayor extensión.

Las guías de práctica clínica son sistemáticamente elaboradas y difundidas por

paneles de expertos para ayudar a los clínicos en la toma de decisiones. El éxito de su

implantación se presume que ha de redundar en una mejora sustancial en la calidad

de la atención y en los resultados de salud. Pero, al igual que ocurría en el caso del

incumplimiento o no adherencia de los pacientes, en el caso de los profesionales, aún

disponiendo de las intervenciones más eficaces y las guías más prácticas y

adecuadas, poca o nula utilidad tendrán si los profesionales no las aplican.

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Cuando se describió inicialmente el fenómeno de la inercia clínica se sugirió que, entre

otros, era debida a la falta de conocimiento de las recomendaciones clínicas y de

entrenamiento de los profesionales en su enfoque orientado hacia alcanzar objetivos.

No obstante, otros estudios han señalado que los profesionales, aún siendo

conocedores de las recomendaciones establecidas por las guías, éstas no las aplican

argumentando los motivos que ya han sido mencionados, es decir, los profesionales la

reconocen pero no modifican su comportamiento.

Entre los factores que se relacionan con los profesionales y que facilitan la inercia clínica –y que incluye la inercia terapéutica- quedan recogidos en la tabla 5. Estos

factores no son excluyentes y pueden coincidir en un mismo profesional. De éstos, se

consideran como los más importantes el que se sobrestime el grado de adherencia a

las guías de práctica clínica, la falsa impresión de buen control de los pacientes y la

percepción de mala adherencia del paciente.

Pero el proceso y los factores responsables del porqué los profesionales no modifican

sus hábitos de trabajo es poco conocido aún. Algunos autores han descrito este

proceso describiendo los diversos factores que actúan como barreras y de cómo se

relacionan entre sí en base a los conocimientos, las actitudes y los comportamientos

de los profesionales (6) (figura 1).

Por último, se han señalado diversas variables dependientes de los profesionales

relacionados con la inercia clínica, como edad, sexo, años de formación o participación

en actividades formativas e investigadoras, pero parecen ser menos importantes y los

estudios muestras resultados inconsistentes.

Hemos de tener presente que muchos de los factores atribuidos a cada uno de estos

tres agentes –organización, pacientes y profesionales-, están íntimamente imbricados,

existiendo incluso un efecto de sinergismo o de potenciación entre ellos.

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A modo de ejemplo, las disfunciones organizativas del sistema, como la falta de

tiempo por consulta, dificulta el que los profesionales detecten patologías

enmascaradas que influyen en la adherencia de los pacientes, o bien dificultan la

gestión de las demandas distractoras.

En este mismo sentido, un aspecto a destacar es la asociación demostrada que existe

entre el comportamiento del paciente (específicamente la adherencia a la medicación)

y la conducta que esto provoca en los profesionales, de tal forma que aquellos

pacientes con un mayor grado de adherencia se asocian a una menor incidencia de

inercia terapéutica por parte de los profesionales que le atienden.

Por último, hay que señalar que algunos autores han descrito mecanismos

psicológicos comunes entre la no adherencia de los pacientes y la inercia clínica de los

profesionales (tabla 6), proponiéndose una homología causal de ambos fenómenos

(7).

4. TIPOS DE INERCIA TERAPÉUTICA

Atendiendo al proceso de la prescripción, tanto farmacológica como no

farmacológica, podemos diferenciar varios tipos de inercia terapéutica. En primer lugar

tenemos la inercia que afecta al inicio del tratamiento, la denominada “inercia en la prescripción”, y en segundo lugar la que afecta a la modificación e intensificación del

mismo, la denominada “inercia ante el no control”. Un tercer tipo de inercia terapéutico, mucho menos explorado, es el que afecta

a la decisión de suspender el tratamiento; esta “inercia de no interrupción” afecta

fundamentalmente a los pacientes de mayor edad o con escasa expectativa de vida en

los que la interrupción de determinados tratamientos podría mejorar la calidad de vida

(8,9).

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5. MAGNITUD DE LA INERCIA TERAPÉUTICA La inercia terapéutica ha sido motivo de análisis desde hace más de una

década y ha generado un gran número de publicaciones. Sin embargo, como

expondremos más adelante, no disponemos de un método fiable y comparable para su

evaluación. Esto obedece al gran número de variables a controlar, muchas de las

cuales son dependientes de las distintas situaciones clínicas que pueden presentar los

pacientes y que, potencialmente, podrían justificar una desviación de las

recomendaciones, así como de otras variables que son dependientes de los sistemas

de registros que se muestran con frecuencia insuficientes e inadecuados para facilitar

procedimientos de evaluación.

Los factores de riesgo cardiovasculares de la hipertensión arterial, la diabetes y la

hiperlipemia son, y en este orden, los que han generado el mayor número de estudios

sobre la inercia terapéutica, tanto de estudios en prevención primaria como

secundaria.

Tanto en la diabetes como en la hiperlipemia, las cifras de inercia terapéutica superan

el 50%. Por ejemplo, en Estados Unidos la inercia terapéutica en pacientes con

diabetes se ha estimado entre un 52% y un 66%, definiéndose la inercia como la no

acción ante cifras de HbA1c superiores a 7%, observándose en estos estudios que el

paso a la acción se realizaba cuando la HbA1c superaba el 9% (10,11). Mayores cifras

nos encontramos cuando se explora la inercia ante la insulinización, obteniéndose que

la cifra media de HbA1c para iniciar la insulinización es de 9%, y una vez que supera

la HbA1c el 7%, han de transcurrir una media de 10 años para iniciar la insulinización y

que cuando ya supera el 8% el tiempo que ha de transcurrir es de 5 años (12).

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El estudio EURIKA, que explora el logro de los objetivos diana en la prevención

primaria cardiovascular en varios países europeos, incluido España, demuestra que

menos de la mitad de los pacientes hiperlipémicos – incluso menos aún en España-

tienen controladas las cifras de colesterol total y LDL y menos de un tercio de los

pacientes diabéticos tienen controlada la HbA1c1.

A nivel nacional disponemos de otros estudios que nos confirman esta situación y

nos añaden otros datos (13, 14). El estudio DIAMOND (15), de corte epidemiológico,

observacional, retrospectivo en pacientes diabéticos tipo 2 que pasan de monoterapia

oral a terapia de combinación, concluye que:

1. El cambio de tratamiento en España se realiza con valores de HbA1c un punto

por encima del recomendado en las guías

2. Se constata un retraso de casi 3 años para abordar el segundo escalón

terapéutico, cuando la recomendación del consenso ADA/EASD es de 3 meses

3. Al año del cambio de tratamiento sólo el 50% de los pacientes alcanzaron el

objetivo de control metabólico (HbA1c <7%)

Estas conclusiones se ven complementadas por los datos aportados por el estudio

MCQ (16) realizado por el Grupo Español para el Estudio de la Diabetes en Atención

Primaria (RedGDPS) que señalan que:

1. La inercia terapéutica afecta a un tercio de los diabéticos con control deficiente

y se relaciona más con un nivel de HbA1c próximo al objetivo terapéutico que

con las características de los pacientes

2. Los cambios se introducen con una HbA1c media de 8,4%

3. La mayor oportunidad de mejora se encuentra en los pacientes tratados con

dieta o un fármaco oral

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6. MEDICIÓN DE LA INERCIA TERAPÉUTICA

La medición de la inercia clínica, y de la terapéutica en particular, es difícil y

compleja, no existiendo un método estandarizado y consensuado.

Ciñéndonos a la inercia terapéutica, el primer paso es la definición de los objetivos de

control y las intervenciones que se han de aplicar para la consecución de los mismos

conforme a las mejores evidencias. Estas variables de actividad son las que se

utilizarán para su posterior verificación y detectar la inercia ante su incumplimiento.

Son necesarias las definiciones de las cifras objetivo a alcanzar, las cifras definitorias

de inicio de la acción y de intensificación de la intervención, el escalonamiento

terapéutico a seguir (farmacológico y no farmacológico) y la programación de las

visitas a cumplir. La mayoría de los autores proponen que la inercia se interprete en el

contexto de la probabilidad de ''retraso'' o “ausencia” en las intervenciones

establecidas conforme a los patrones de práctica clínica locales, e incorporando

potenciales características o situaciones clínicas de los pacientes que aconsejen la

modificación de la recomendación.

Es en este último extremo donde estriba una de las mayores dificultades, que consiste

en ponderar las diversas variables que condicionan la posible modificación del

tratamiento, o la no prescripción de un fármaco indicado, y la planificación de las

visitas (contraindicaciones, adherencia, riesgo social, rechazo, etc.). A ello ha de

añadirse las limitaciones de los sistemas de registro, cuyo diseño no siempre permite

la realización de auditorías de forma práctica, aún siendo, como ocurre cada vez con

más frecuentemente, en soporte informático.

Así pues, el modelo de evaluación diseñado ha de permitir detectar algunas

excepciones que atiendan a estos aspectos particulares del paciente que justifiquen

modificaciones o desviaciones de las recomendaciones para evitar situaciones de

sobre-tratamiento y que no que dificulten una atención individualizada.

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Habitualmente estas excepciones se corresponden con pacientes frágiles (edad

avanzada, comorbilidades, riesgo social), antecedentes de hipoglucemias severas en

el caso de la diabetes, contraindicaciones o intolerancia al fármaco y, finalmente,

el rechazo del paciente.

Un peculiar interés presenta la posibilidad de rechazo de los pacientes a las

intervenciones indicadas esgrimiendo motivos, racionales o no, que impiden el

logro de los objetivos clínicos. Resulta relevante garantizar que los pacientes

que han adoptado esta decisión lo hayan hecho de forma responsable, es

decir, habiendo entendido la información veraz y precisa que le han facilitado

los profesionales que les atienden. En estos casos no estaríamos ante un caso

de inercia clínica o terapéutica, sino de pacientes que han optado por una

atención basada en los cuidados más que en los tratamientos10.

Para la medición de la inercia se han propuesto diversos indicadores,

siendo los más habitualmente utilizados:

1. porcentaje de pacientes en los que no se inicia (o no se modifica) el

tratamiento farmacológico dividido por número de pacientes que no

han conseguido el objetivo.

2. número de cambios de tratamientos (o de inicio) menos el número de

cambios de tratamientos esperados (o de inicio) dividido por el

número de visitas.

3. porcentaje de pacientes en los que se detecta inercia dividido por el

número total de pacientes.

4. porcentaje de visitas en los que se detecta inercia dividido por el

número total de visitas.

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En el caso particular de la diabetes, mención especial merece la estimación de la

“carga glucémica” a la que se ven sometidos los pacientes en los que se comete

inercia terapéutica. En ella se evalúa la suma de las diferencias entre la HbA1c del

paciente en cada mes y 8% ó 7% según dónde se desee poner el punto de corte. En

estas estimaciones se contempla que hay un corto período de tiempo de carga

glucémica que no es evitable y que corresponde a cuando comienza a parecer el

fracaso de la terapia instaurada y se precisa la intensificación o modificación. Estos

métodos de cuantificación del efecto del no control de los objetivos establecidos tienen

un mayor valor, pues aportan, de forma gráfica, una estimación del impacto potencial

de la inercia en términos de salud, redundando con ello en la necesidad de reducir la

inercia terapéutica (figura 2).

Se ha de señalar que los métodos que ponen un énfasis excesivo en el control de un

único parámetro (HbA1c, LDL, etc.) pueden tener la consecuencia perversa de desviar

la atención hacia una determinada patología o factor de riesgo, cuando pueden existir

otras de igual o mayor importancia desde el punto de vista de la salud. Por ejemplo, es

un error centrar la evaluación en el control metabólico glucídico obviando el control de

la presión arterial o del LDL (17).

Afortunadamente, la evaluación de la inercia clínica ya contempla generalmente el

control simultáneo de aquellas variables que atienden al carácter multifactorial de la

patología, como es el caso de la enfermedad cardiovascular donde la diabetes y la

hiperlipemia juegan un papel preponderante. Así por ejemplo, en los pacientes con

diabetes, la inercia clínica se puede medir mejor cuando se evalúan conjuntamente

HbA1c, presión arterial y LDL, pudiéndose además obtener la proporción de pacientes

que cumplan simultáneamente los tres parámetros (18).

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7. ESTRATEGIAS PARA MINIMIZAR LA INERCIA TERAPÉUTICA

Teniendo presente los tres agentes principales de la inercia (profesionales,

pacientes y organización), se han empleado distintas estrategias para evitar la inercia

terapéutica:

7.1. Dirigidas a los profesionales: El comportamiento de los profesionales constituye la causa más importante de la

inercia, y es hacia éstos a los que se ha de dirigir los principales esfuerzos, sin

olvidar el papel que representa la organización y los pacientes.

a. Formación: una causa clásica de la inercia clínica es la falta de

educación y entrenamiento del médico en dirigir el tratamiento al logro de

objetivos terapéuticos, así como la falsa percepción de “hacer bien las cosas”,

lo que conlleva a la sobre-estimación de la atención prestada y a

argumentaciones inconsistentes para evitar la intensificación del tratamiento tal

como ya se ha mencionado. La educación y formación de los profesionales ha

de estar orientada a la toma de conciencia de: a) los beneficios que se

obtienen al tratar teniendo siempre presente los objetivos terapéuticos; b) la

complejidad del tratamiento cuando se combinan distintas patologías y c) la

necesidad de estructurar la organización de la práctica clínica hacia el control

de enfermedades crónicas, haciendo un especial énfasis en el trabajo en

equipo y multidisciplinar.

A todo ello puede ayudar el que los programas de formación médica pregrado y

postgrado hagan hincapié no sólo en los mecanismos de la enfermedad,

diagnóstico y tratamiento sino también en estrategias que faciliten la aplicación

de una buena práctica combatiendo las causas de la inercia. De igual modo,

también los programas de formación continuada deben incluir el estudio de

guías basadas en la evidencia y en el concepto de la inercia clínica.

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b. Gestión clínica del profesional: Los profesionales han de disponer

de las capacidades y habilidades que le ayuden a gestionar las distintas

situaciones que le pueden generar los pacientes. En este sentido tiene

especial interés la capacidad para el abordaje de demandas distractoras

y competitivas con las acciones encaminadas al cambio, de las

pluripatologías, etc. Entra también es este apartado de la gestión clínica

disponer del acceso y de la capacidad de análisis del feed-back que le

posibiliten detectar desviaciones en las recomendaciones realizadas y

corregirlas, incorporando actividades de self-audit en la práctica clínica.

Organizar la actividad asistencial de tal forma que ayude al seguimiento

de las enfermedades crónicas, potenciando además las labores en

equipo.

7.2 Dirigidas a los pacientes: El paciente, a través del efecto de la no adherencia, representa la segunda causa

en importancia para el fracaso en el logro de los objetivos clínicos, y ya hemos

señalado cómo favorece la misma la inercia de los profesionales. Así pues, las

medidas han de ir orientas fundamentalmente a reducir la no adherencia de los

pacientes a las recomendaciones terapéuticas. En este sentido, las más

apropiadas son:

1. Mejorar la calidad de la relación profesional/paciente

2. Explorar las creencias, experiencias y temores del paciente en relación a la

enfermedad, su pronóstico y tratamiento

3. Informar al paciente de su patología y de los riesgos que representa

4. Establecer los objetivos de control con el paciente e informarle de las

medidas a seguir

5. Compartir las decisiones con el paciente y respetar su autonomía

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6. Facilitar los medios para el cumplimiento terapéutico:

a. Emplear esquemas de tratamiento sencillos

b. Disminuir el número de tomas diarias y utilizar tratamientos

combinados

c. Intentar evitar fármacos con efectos adversos (hipoglucemias,

aumento de peso, etc.)

7.3 Dirigidas a la organización sanitaria: Como se ha señalado, otra causa importante de la inercia es la falta de

organización del servicio con los diferentes recursos destinados a facilitar el logro

de los objetivos terapéuticos. La organización a de contemplar una estructuración

de los servicios que faciliten la atención a las enfermedades crónicas, con unos

tiempos medios por visita suficientes y una cultura de trabajo en equipo

multidisciplinar.

Una de las estrategias más estudiadas para minimizar la inercia es el uso de

algoritmos y recordatorios (en papel o informatizados) y el feedback periódico

sobre las actividades y resultados de los profesionales (el desempeño). Diversos

estudios han demostrado que la utilización de recordatorios, alarmas o listas de

comprobación de tareas (checklist), especialmente si están incorporados en la

historia clínica electrónica del paciente, son intervenciones efectivas para reducir la

inercia terapéutica. Estas acciones se ven reforzadas con la aplicación de vías

clínicas o algoritmos que ayudan a la orientación terapéutica y a la toma de

decisiones inmediatas en presencia del paciente. Por último, otra estrategia que ha

resultado muy positiva es la implantación de sistemas de incentivos profesionales

en base al cumplimiento de objetivos.

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8. CONCLUSIONES

La inercia clínica, y la inercia terapéutica en particular, representan una

importante barrera para la consecución de los objetivos clínicos, y la presencia de este

fenómeno se traduce en una reducción de beneficios en términos de salud. La

disponibilidad de estrategias terapéuticas eficaces y de guías de práctica clínica no

son elementos suficientes para eliminar este fenómeno. Combatir la inercia clínica

exige intervenir sobre los principales agentes causales identificados: organización,

pacientes y profesionales. Sobre estos últimos, que representan el principal agente

causal, se han de dirigir los mayores esfuerzos.

Aunque no son frecuentes, existen causas que justifican la desviación de las

recomendaciones; estos casos no han de ser interpretados como inercia.

La diabetes y la hiperlipemia constituyen un claro ejemplo donde existe un

fracaso manifiesto en la aplicación de las recomendaciones de las guías. Destaca el

importante retraso en el escalonamiento terapéutico, posponiéndose las terapias

combinadas y especialmente la insulinización en el caso de la diabetes.

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(16) Mata M. Inercia Clínica en Diabetes: Estudio MCQ de RedGEDAPS. Ponencia

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(17) O'Connor PJ. Commentary--improving diabetes care by combating clinical

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(18) Berlowitz DR, Ash AS, Glickman M, Friedman RH, Pogach LM, Nelson AL et al.

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Res 2005; 40(6 Pt 1):1836-1853.

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Tablas y figuras

Tabla 1: Prácticas clínicas en diabetes e hiperlipemia que traducen Inercia terapéutica

1) Retrasar el diagnóstico

2) Infraestimar el riesgo del paciente

3) Tender a la baja en los puntos de corte (diagnósticos y terapéuticos)

4) Conformarse con cifras límites de control

5) Menospreciar el efecto de las medidas no farmacológicas

6) No explorar creencias, experiencias previas y temores de los pacientes

7) Compartir temores con los pacientes de forma injustificada:

hipoglucemias, interacciones, etc.

8) No adecuar y actualizar los esquemas terapéuticos

9) Retrasar el escalonamiento terapéuticos: aumento de dosis, añadir

segundo o tercer fármaco (especialmente en la insulinización)

10) No esforzarse en simplificar los esquemas terapéuticos: no utilizar el

menor número posible de dosis diaria

11) No utilizar la terapia combinada cuando es posible

12) Distraerse con las demandas competitivas o distractoras

13) Culpabilizar al paciente del mal control

14) Menospreciar alarmas o recordatorios, algoritmos y sistemas de

evaluación

15) No utilizar las ventajas del trabajo en equipo, especialmente con

enfermería

16) No abordar factores de riesgo coexistentes

16) No interrumpir fármacos cuando han dejado de estar recomendados

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Tabla 2: Motivos por los cuales los profesionales justifican porqué no modifican su actitud terapéutica ante un paciente no controlado

1) Tiempo insuficiente para ver el efecto de la medicación

2) El logro alcanzado es suficiente

3) El objetivo está casi alcanzado

4) No hay adherencia del paciente (farmacológica y no farmacológica)

5) Tiene riesgos para el paciente: hipoglucemias, interacciones, etc.

6) Se puede esperar más para alcanzar los objetivos

7) El paciente tiene poca esperanza de vida

8) No considera necesario alcanzar el objetivo

9) Patología concomitante grave

10) Rechazo del paciente

11) Tratamiento concomitante que dificulta el logro del objetivo

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Tabla 3: Factores causales relacionados con la organización del sistema sanitario

1) Ausencia de protocolos y guías adecuadas para las características de la

organización

2) Sistemas de registro de información clínica inadecuados o insuficientes

3) Falta de experiencia y de cultura de trabajo en equipo

4) Canales de comunicación ineficaces

5) Errores de planificación de la atención: tiempo medio de consulta, prioridades

en la atención, asignación de funciones y de recursos, cronograma de visitas

6) Ausencia de cultura para el fomento de la corresponsabilización

7) Limitaciones en la accesibilidad a los servicios sanitarios (administrativas,

económicas, culturales, etc.).

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24

Tabla 4: Factores causales de la inercia clínica relacionados con los pacientes

1) Negar o minusvalorar la enfermedad

2) Bajo nivel cultural

3) Desconfianza en los profesionales de salud o en el sistema sanitario

4) Demandas competitivas o distractoras de los objetivos principales y que

alteran la prioridad de las acciones.

5) Alto coste de los fármacos

6) Polimedicación

7) Temor a los efectos adversos de los fármacos

8) Evitar pruebas y consultas sucesivas

9) Comunicación ineficaz con los profesionales de salud.

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Tabla 5: Factores causales de la inercia clínica relacionados con los profesionales de la salud

1) Desconocimiento de las recomendaciones de las guías

2) Falta de confianza en las recomendaciones (eficacia, aplicabilidad,

independencia, etc.)

3) Sobrestimación de su grado de adherencia a las recomendaciones de las

guías

4) Falsa impresión de buen grado de control de sus pacientes

5) Presumir y asumir mala adherencia del paciente

6) Falta de habilidades en la gestión clínica ante la existencia de comorbilidad

con múltiples objetivos

7) No detección de coexistencia de patologías enmascaradas que dificultan la

adherencia (depresión, toxicomanía, etc.)

8) Pasividad en el inicio del tratamiento, en la titulación de dosis de los fármacos

y en el escalonamiento terapéutico

9) Gestión ineficaz de la entrevista clínica

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Tabla 6: Mecanismos comunes entre la No adherencia de los pacientes y la Inercia Clínica de los profesionales

1) Falta de deseo: no quieren hacerlo

2) Falta de conocimientos y habilidades: no saben qué hacer o cómo hacerlo

3) Falta de creencias apropiadas: no creen que puedan hacerlo, o que las

ventajas de hacerlo sean más importantes que los inconvenientes

4) Efecto de las emociones y temores: creen que es peligroso

5) Falta de recursos: no tienen medios para hacerlo

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Figura 1: Barreras del médico para la adherencia a las guías y su relación con el cambio del comportamiento (Cabana MD y cols. JAMA 1999;282:1458-1465)

Conocimientos Actitudes Comportamientos

Falta de familiaridad- Volumen de la información- Tiempo necesario para

estar actualizado- Acceso a las Guías

Falta de conciencia- Volumen de la información- Tiempo necesario para

estar actualizado- Acceso a las Guías

Barreras externas

Barreras de los pacientes- Incapacidad de reconciliar

las preferencias de lospacientes con lasrecomendaciones delas guías

Factores de las guías- Características de las guías- Existencia de guías

contradictorias

Factores ambientales- Falta de tiempo- Falta de recursos- Limitaciones del sistema- Falta de reembolso- Percepción de aumento de

negligencia por malpaxis

Falta de expectativas en losresultados

- Creencia de que al aplicarlas recomendaciones nose obtendrán losresultados deseados

Falta de autoeficacia- El profesional cree que no

puede aplicar lasrecomendaciones de lasguías

Falta de motivación / Inerciade prácticas previas

- Hábitos- Rutinas

Falta de acuerdo con lasGuías específicas- Interpretación de la evidencia- Aplicabilidad al paciente- No coste/beneficio- Desconfianza en los

elaboradores de las guías

Falta de acuerdo con lasGuías en general- Demasiado “libro de cocina”- Demasiadas rígidas- Sesgos en la elaboración- Desafían a la autonomía- No son prácticas

Conocimientos Actitudes Comportamientos

Falta de familiaridad- Volumen de la información- Tiempo necesario para

estar actualizado- Acceso a las Guías

Falta de conciencia- Volumen de la información- Tiempo necesario para

estar actualizado- Acceso a las Guías

Barreras externas

Barreras de los pacientes- Incapacidad de reconciliar

las preferencias de lospacientes con lasrecomendaciones delas guías

Factores de las guías- Características de las guías- Existencia de guías

contradictorias

Factores ambientales- Falta de tiempo- Falta de recursos- Limitaciones del sistema- Falta de reembolso- Percepción de aumento de

negligencia por malpaxis

Falta de expectativas en losresultados

- Creencia de que al aplicarlas recomendaciones nose obtendrán losresultados deseados

Falta de autoeficacia- El profesional cree que no

puede aplicar lasrecomendaciones de lasguías

Falta de motivación / Inerciade prácticas previas

- Hábitos- Rutinas

Falta de acuerdo con lasGuías específicas- Interpretación de la evidencia- Aplicabilidad al paciente- No coste/beneficio- Desconfianza en los

elaboradores de las guías

Falta de acuerdo con lasGuías en general- Demasiado “libro de cocina”- Demasiadas rígidas- Sesgos en la elaboración- Desafían a la autonomía- No son prácticas

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Figura 2: Cálculo hipotético de carga glucémica (Brown JB y cols. Diabetes Care 2004;27:1535-1540)

Carga Glucémica inevitable

Carga Glucémica evitable

Periodo de tiempo desde el inicio del tratamiento

HbA

1c

7,0%

7,5%

8,5%

9,5%

8,0%

Carga Glucémica inevitable

Carga Glucémica evitable

Carga Glucémica inevitable

Carga Glucémica evitable

Periodo de tiempo desde el inicio del tratamiento

HbA

1c

7,0%

7,5%

8,5%

9,5%

8,0%

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