156 - destiempos.com exégesis del paratexto comprende una serie de transformaciones a nivel ......
TRANSCRIPT
Revista destiempos N°43
Febrero- Marzo 2015 ISSN: 2007-7483 ©2015 Derechos Reservados
www.revistadestiempos.com
156
LO METAFICCIONAL EN LA MINIFICCIÓN
MEXICANA. CONSTRUCCIÓN Y
FUNCIONAMIENTO DE LA TRAMA Yobany García Medina
Fes Acatlán
Un género literario no sólo se determina por la recopilación de rasgos que
cubren cierto número de textos, sino por la posibilidad de adaptar dichas
propiedades a un programa de lectura que permita el funcionamiento de
una categoría literaria, hablando en términos estructurales. Tal y como lo
planteaba Todorov en su Introducción a la literatura fantástica (5): “sólo
reconocemos a un texto el derecho de figurar en la historia de la literatura
en la medida en que modifique la idea que teníamos hasta ese momento
de una u otra actividad”. Entendamos que el autor búlgaro observa que los
cambios de un género, o el surgimiento de otros, se deben a las transfor-
maciones configurativas.
Éste es el caso de la minificción, aunque sus antecedentes histó-
ricos se desfasan de la teoría, pues, de manera formal, los primeros
estudios teóricos en torno a ella comienzan en el siglo XX (a mediados de
los 80´s), su concepción como género depende, en mayor grado, de juicios
institucionales que estructurales. Si bien David Lagmanovich señala que la
producción de textos breves puede rastrearse desde el Modernismo pues
“el microrrelato no está relacionado sólo con una actitud posmoderna o
finisecular del siglo XX, reserva el término anterior para aquellos casos en
que lo narrativo sostiene la estructura del texto” (Siles, El microrrelato
hispanoamericano, 45). En consecuencia, podemos reservar el término
“minificción” para cierto grupo de manifestaciones textuales y consignarlo
Revista destiempos N°43
Febrero- Marzo 2015 ISSN: 2007-7483 ©2015 Derechos Reservados
www.revistadestiempos.com
157
como género independiente del microrrelato por sus diferencias
configurativas y pragmáticas, a pesar de atribuirle acepciones sinonímicas
o hiperonímicas a dicho vocablo.
A saber, algunos teóricos observan que su nominación indica un
supragénero, en otras palabras, existe una trascendencia de las limitantes
architextuales donde: “[…] usar como equivalentes “minificción” y
“minicuento”, por ejemplo, soslaya el hecho de que sólo un subgrupo […]
del corpus de la ficción brevísima está integrado por “minicuentos”, pues
éstos comparte una supraestructura narrativa” (Tomassini y Colombo, “La
minificción como clase textual transgenérica”, 2). De tal forma, la
minificción comprendería manifestaciones como el aforismo, la prosa
poética, la greguería, el epigrama, etc., es decir, toda estructura mínima
parece integrarse a tal denominación. No obstante, cada una de las
anteriores corresponde a variantes literarias disímiles: su configuración
difiere y su receptor se modifica.
Existen numerosas líneas de investigación que exploran las
cualidades de esta variante literaria debido a su inestabilidad teórica y a la
prolífica escritura de textos de esta clase aún sin categorización o esbozo
taxonómico. De ahí que la estructura de la minificción no sea cuantitativa
sino cualitativa, pues el número de líneas o palabras no establece su
condición genérica, como bien lo menciona Lauro Zavala en su estudio
Seis problemas para la minificción, un género del tercer milenio (3-4).
Entonces, su laconismo debe ser entendido como un número infinito de
signos condensados en una estructura mínima, los cuales implican una
reflexionan sobre la cualidad fictiva del texto mediante la modificación de
los paradigmas narrativos, por ejemplo, la deliberada desarticulación de la
trama como herramienta que demanda la inteligencia narrativa del lector.
Revista destiempos N°43
Febrero- Marzo 2015 ISSN: 2007-7483 ©2015 Derechos Reservados
www.revistadestiempos.com
158
A partir de lo anterior, analizaremos la construcción fragmentaria
de la trama que caracteriza a la minificción con rasgos metaficcionales.
Dicha propuesta se apoyará en las afirmaciones de Paul Ricoeur sobre la
comprensión narrativa, que se forja: “[…] por la frecuentación de los relatos
trasmitidos por nuestra cultura, con la racionalidad desarrollada en
nuestros días por la narratología y, singularmente, por la semiótica
narrativa característica del enfoque estructural” (Ricoeur, Tiempo y
narración II, 379).
Según Aristóteles, en el capítulo siete de su Poética, “trama” es el
ordenamiento de la tragedia que, como “imitación de una acción completa
y entera, tiene un comienzo, un medio y un fin”. Resulta punto de partida
para determinar que toda narración está compuesta por un orden en las
acciones que estructura a su vez la temporalidad del relato. Desde esta
perspectiva, Pozuelo Yvancos distingue el orden lógico-histórico (ordo
naturalis) del ficcional (ordo artificialis), dicotomía que ocurre mediante la
función del narrador, éste apresta las informaciones y las programa para
un determinado leyente, mismo que decodificará los signos dispuestos en
una estructura fija.
La minificción difiere de otras expresiones literarias por
configurarse a través de elementos no dichos, donde “no dicho, significa
no manifiesto en el plano de la expresión” (Eco, Lector in fábula, 39). Es
decir, estos elementos son actualizados por la cooperación lectora a partir
de su inteligencia narrativa, pues toda vez que un texto implica las
indeterminaciones de forma enfática como sustento de su estructura, la
responsabilidad de advertir el orden narrativo recae en el receptor.
Ahora, ¿qué ocurre cuando una minificción no cuenta con un
narrador? O mejor, ¿toda minificción es narrativa? La respuesta a esta
pregunta es parcial, ya que la narratividad de cierto grupo de
Revista destiempos N°43
Febrero- Marzo 2015 ISSN: 2007-7483 ©2015 Derechos Reservados
www.revistadestiempos.com
159
manifestaciones se presenta de forma evidente. En este caso, la
fragmentariedad de la trama permite un simulacro narrativo desencade-
nado una autorreflexión textual, clave para distanciar, en un primer
momento, las minificciones metaficcionales de los microrrelatos o
minicuentos. Para David Roas, el microrrelato es una derivación lacónica
de las estructuras cuentísticas pues:
Como la brevedad en el cuento, la hiperbrevedad del mi-crorrelato no es una característica fundamental, sino la directa consecuencia de su estructura y un requisito esencial para lograr la unidad de efecto presente en ambas formas narrativas. Ello permite afirmar que el cuento y el microrre-lato también comparten las misma características esen-ciales: narratividad y brevedad aunque esta última acentua-da en el microrrelato. (Roas, Poéticas del microrrelato, 25).
Así, el microrrelato es una contracción sígnica que condensa el
sentido entero del texto mediante un esquema narrativo. En cambio, Walter
Mignolo declara que la confusión radica en el segundo lexema de dicha
nomenclatura, pues el término relato señala “la capacidad de todo hablante
para producir y entender relatos” (Siles, El microrrelato hispanoamericano,
45).1 Esto se reduce a las estructuras narrativas más fundamentales para
contar algo a alguien. En suma, Lauro Zavala manifiesta que: “una
minificción es lo opuesto a un cuento y a un minicuento. Una minificción es
un anticuento. O más exactamente, un anti-minicuento” (“Minificción
contemporánea. La ficción ultracorta y la literatura posmoderna”, 9).
Entonces, ¿podrían denominarse microrrelatos o cuentos breves
los textos que se construyen fuera de todo orden narrativo? A partir de esta
1 El relato es un término no teórico y nos indica simplemente que el dominio borroso, que constituye el referente de los estudios congnitivos es el de la capacidad de todo hablante para relatar y comprender relatos. Queda así excluido el dominio borroso designado por el vocablo “narración” el cual designa relatos de cierto tipo, fundamentalmente literarios e historiográficos. Lo que importa tener en cuenta en lo fenómenos de extrapolación es que se desplaza el sector del dominio borroso del cuel el marco conceptual trata de dar cuenta. Así cuando se extrapola de los estudios cognoscitivos a los estudios literarios, el dominio borroso queda designado por el vocablo “narración” y no por el de relato. Ya no se trata de dar cuenta de los fenómenos narrativos en general sino de los fenómenos narrativos de cierta clase. Walter Mignolo citado por Guillermo Siles. El microrrelato hispanoamericano: la formación de un género en el siglo XX. Buenos Aires. Corregidor. 2007. pp. 31.
Revista destiempos N°43
Febrero- Marzo 2015 ISSN: 2007-7483 ©2015 Derechos Reservados
www.revistadestiempos.com
160
interrogante podemos determinar que la minificción autorreflexiva se aparta
de otras variantes literarias desde un nivel diegético, como lo propone
Hutcheon en Narcissistic narrative: the metafictional paradox. Claro está,
entendiendo a la diégesis como: “la construcción del universo espacio-
temporal que comprende los acontecimientos y las coordenadas a las que
se suscribe el relato” (Genette, Figuras III). Por ejemplo, en un texto como
“La búsqueda” de Edmundo Valadés se presentan algunas de las
características antes señaladas: “Esas sirenas enloquecidas que aúllan
recorriendo la ciudad en busca de Ulises”2.
Al aplicar el principio de segmentación para el análisis a nivel
semántico, observamos que el texto está compuesto por dos lexías: el
paratexto denota un cambio de categoría gramatical: un verbo sustantivado
a través de un determinante, por consiguiente, lo importante no es qué
hace quién, sino quién lo hace. En esta variante literaria como en otros
géneros, el título presenta una “doble función: enunciativa y deíctica
(explica y señala), ya que abarca la totalidad del contenido mediante un
sesgo partitivo que lo denuncia sin delatarlo” (Barthes, La aventura
semiológica, 421-459). Aunado a esto, podemos hablar de una tercera
función que posibilita la brevedad: la significativa. El título se configura a
través de códigos culturales que permiten sintetizar su estructura mediante
la frecuente apelación a la enciclopedia literaria del receptor y que, a partir
de dichos saberes, se pueden rellenar las indeterminaciones textuales. Así,
la exégesis del paratexto comprende una serie de transformaciones a nivel
sintáctico que a su vez modifican el significado del hipotexto eludido.
La segunda lexía es una frase que no puede seccionarse aún más,
constituye el significado mínimo y completo: existe una subordinación
adjetiva que califica al sintagma nominal: “Esas sirenas enloquecidas”.
2 Clara Obligado [ed.]. Por favor, sea breve. México, Páginas de Espuma, 2001.
Revista destiempos N°43
Febrero- Marzo 2015 ISSN: 2007-7483 ©2015 Derechos Reservados
www.revistadestiempos.com
161
Dentro hallamos cuatro códigos culturales, dos de ellos poseen una
coopresencia textual que remiten a la obra de Homero: La Odisea, en
concreto, donde Circe advierte a Ulises sobre el peligro que conlleva
escuchar el canto de las sirenas. El tercero y cuarto código fungen como
actualización del significado: “la ciudad” reconstruye el espacio diegético y
el “aullido” modifica la función de los actantes. Este último, por su carácter
polisémico, puede referirse a la criatura mitológica, o bien, al sonido emitido
por una patrulla. Asimismo, la ambigüedad polisémica recae en la acción
de buscar a alguien: a Odiseo, quien astutamente ordenó a sus hombres
ser atado al mastín de su embarcación para no caer al mar por influjo de
las sirenas. Por lo tanto, su astucia puede traducirse como la evasión de
un destino que debe ser restaurado por las sirenas. La figura del personaje
homérico, entonces, corresponde a la de un fugitivo y el “aullido” de éstas
(sirenas enloquecidas), que no su melodioso canto, representa, por una
parte, el sonido estruendoso emitido por dicho artefacto, el cual no atrae,
sino busca: intenta atrapar y, por otro lado, se asocia con un símbolo de la
justicia. En pocas palabras, la resignificación del argumento recae en la
actualización de los códigos culturales a través del simulacro narrativo de
acontecimientos ya experimentados por el lector.
En este caso se problematiza el estatuto narrativo/cuentístico de la
minificción; como tal, es una frase declarativa que señala algo, hay acción,
pero no resulta del todo claro el nivel narrativo. Es decir, en estricto sentido,
parece no haber acto transformacional y, por ende, no podemos identificar
enteramente un inicio, un desarrollo y un fin, en concreto, una trama. En
primera instancia no existe un inicio per se porque nos enfrentamos a un
hipotexto: su arquitectura depende de un texto anterior, es decir, su
desarrollo implica el desplazamiento de un significado preestablecido por
La Odisea. En segunda instancia, su desenlace integra la compresión
Revista destiempos N°43
Febrero- Marzo 2015 ISSN: 2007-7483 ©2015 Derechos Reservados
www.revistadestiempos.com
162
narrativa y ésta es directamente proporcional a las aptitudes lectoras, a
saber, su final rebasa los límites de la estructura y se suscribe en las
competencias interpretativas del leyente. No sólo configura, además
construye una nueva ficción mediante una trama fragmentada.
El análisis enmarca los rasgos estructurales que constituyen al
género minificción. Notamos que la miniatura se debe, principalmente, al
intertexto aludido, mismo, que permite hablar de una trama que elimina la
dimensión cronológica de la narración a favor de su estructura lógica, como
lo menciona Roland Barthes. El receptor no requiere de una linealidad
cronológica si los códigos culturas insertos en la estructura reactivan los
antecedentes de su comprensión narrativa. De ahí que el término
minificción se constituya por dos lexemas: uno señala las dimensiones
estructurales y el otro las posibilidades de construir, según Ricoeur, a partir
de una inteligencia narrativa la cual conserva, integra y recapitula su propia
historia mediante una funcionalidad intuitiva del receptor para ordenar
estructuras (Tiempo y narración. Configuración del tiempo en el relato de
ficción, 424). La minificción destaca no sólo por relatar algún aconteci-
miento, sino por reconfigurar lo preexistente en el sistema literario.
Su brevedad no corresponde a un nombre que describa el
fenómeno, sino a las características estructurales del fenómeno que den
respaldo a tal o cual designación genérica. Por ende, el simulacro narrativo
demanda el conocimiento estructural de los lectores para que sean éstos
quienes completen la historia. Así pues, la minificción como architexto, para
clasificar algunas manifestaciones textuales, no nos libra de todos los
problemas, pero sí se contrasta de otras variantes literarias como el
llamado microrrelato.
A este respecto, el término relato no se refiere a la manera de
ordenar o disponer los acontecimientos, como lo utiliza Genette, equiva-
Revista destiempos N°43
Febrero- Marzo 2015 ISSN: 2007-7483 ©2015 Derechos Reservados
www.revistadestiempos.com
163
lente a discurso en Todorov, sino, a la cualidad genérica que proporciona
un programa de lectura; para Graciela Tomassini y Stella Maris Colombo
“el término microrrelato comparte semas que justifican su empleo como
designaciones equivalentes para aludir a un tipo de texto breve sujeto a un
esquema narrativo” (“La minificción como clase textual transgenérica, 1-4).
En el caso de la minificción su programa de lectura es completativo, no sólo
en el plano del significado, también en el de la estructura: “las ficciones
redescriben lo que el lenguaje convencional ya ha descrito” (Ricoeur, “La
función narrativa”, 69-90). Entonces, las minificciones redescriben lo que
las ficciones ya han descrito. De ahí que, si existe una diferencia en la
nomenclatura de estas variantes literarias, también una estructural y, de
manera obligada, un contraste en torno a su recepción.
Ahora bien, la arquitectura de la mayoría de los relatos, en el
sentido en que Genette acude al término, consta de tres instancias
narrativas: inicio, andante informativo y desilusión del signo (según
aproximaciones al texto narrativo desde la obra de Barthes). Pero, en el
análisis anterior, el orden del relato no corresponde al inicio en cualquiera
de sus manifestaciones: ab ovo, In media res o in extrema res,
principalmente porque:
Una acción es única y completa si tiene un comienzo, un medio y un fin, es decir, si el comienzo introduce el medio, si el medio ―peripecia y agnición― conduce al fin y si éste concluye el medio. Entonces la configuración prevalece sobre el episodio, la concordancia sobre la discordancia. Es, pues, legítimo tomar como síntoma del fin de la tradición de construcción de la trama el abandono del criterio de totalidad y, por lo tanto, la intención de liberada de no terminar la obra (Ricoeur, Tiempo y narración II, pp 404).
La minificción opera a través de una derivación (o hipertexto), o
sea, el orden del relato, estructuralmente, cumple un acto transformacional:
inicio, medio y final, pero su inicio, el más importante, es externo a su
Revista destiempos N°43
Febrero- Marzo 2015 ISSN: 2007-7483 ©2015 Derechos Reservados
www.revistadestiempos.com
164
estructura. Dicho de otro modo, la fragmentación de su trama sólo es
aparente, ya que está contenida en el sistema literario como otra
manifestación textual: la Odisea. “En este aspecto, una obra puede estar
cerrada en cuanto a su configuración y abierta en cuanto a la influencia que
puede ejercer en el mundo del lector” (Ricoeur, Tiempo y narración, 404).
De ahí que la interpretación se logre por la arquitectura del mismo, claro
está, existe una reducción del desarrollo, pero éste se inclina a las
competencias lectoras y en el modelo ideal de lector.
El autor puede construir al Lector Modelo a través del texto, se vuelve el autor un estratega por medio de éste, es decir, el emisor debe anticipar las reacciones del receptor: […] un texto es un producto cuya suerte interpretativa debe formar parte de su propio mecanismo generativo”
(Lector in Fábula, 81).
Es análogo a una partida de ajedrez: el jugador uno debe prever
las jugadas que realizará el jugador dos a partir del movimiento que él
desempeñe y viceversa, aunque en la relación autor-lector no existe esa
reversibilidad inmediata, se anticipa el autor al lector y lo va construyendo
a su manera. En consecuencia, la función apelativa de una minificción
radica en los puntos indeterminados que emergen a partir de una
concretización, concepto con el cual Ingarden define el proceso en el que:
El lector lee entonces en cierto modo “entrelíneas” y por medio de una comprensión “supra-explícita”, de las oracio-nes y en especial de los nombres que aparecen en ellas, completa involuntariamente algunas de las partes de las objetividades representadas que no están determinadas por el texto mismo
(Ingarden, “Concretización y reconstrucción”, 35).
Este concepto es equivalente a los “elementos no dichos”
propuestos por Eco en Lector in Fábula y además concuerda con las
funciones integrativas o índices de Barthes. De tal suerte, la activación
lectora en el género es la resultante, en mayor medida, del uso de indicios,
Revista destiempos N°43
Febrero- Marzo 2015 ISSN: 2007-7483 ©2015 Derechos Reservados
www.revistadestiempos.com
165
los cuales obligan al leyente a mantener una relación cooperativa con el
texto. Si bien, cualquier texto literario emplea los indicios para configurar
signos, en la minificción éstos cumplen dos funciones específicas:
1)propicia su aspecto lacónico (su miniatura depende de la configuración y
no del número de palabras), 2) para llenar las indeterminaciones y construir
al Lector Modelo. En suma, la interacción leyente /obra se produce por su
carácter de acontecimiento, es decir, “la experiencia entendida como
expresión, intercambio intersubjetivo y comunicación con el receptor”,
como lo explica Ricoeur en Teoría de la interpretación (45). El vínculo que
se entabla entre el texto y el lector es directamente proporcional a la
experiencia lectora, en otros términos, la minificción está dotada de indicios
que serán actualizados n número de veces, ya sea por varios lectores o
por uno solo. Según Iser:
Cuando en el proceso de la lectura aparecen modificaciones de la expectativa que sitúa a lo leído en un nuevo horizonte modificando el recuerdo, somos nosotros los que abrimos esa posibilidad de texto y los que cerramos otra. En todo caso podrá decirse que la forma de lectura de los textos literarios discurre como un continuo proceso de opciones mediante las que se realizan selectivamente las posibili-dades de conexión. De este modo y hasta cierto punto la lectura manifiesta la inagotabilidad del texto que a su vez es condición de estas decisiones de selección en la lectura para hacer posible la constitución del objeto imaginario. En definitiva el potencial del texto excede toda realización individual en la lectura
(Iser, El arte de leer: teoría del efecto estético, 39).
Entonces, la minificción no configura una posibilidad de mundo a
partir de una experiencia vital (aesthesis-poesis), sino reconfigura lo ya
existente en el sistema literario dispuesto en nuestra inteligencia narrativa,
la cual desplaza un significado ya construido: de ahí que se resignifique la
ficción para otorgar una nueva experiencia estética a partir de lo ya
conocido (o leído).
Revista destiempos N°43
Febrero- Marzo 2015 ISSN: 2007-7483 ©2015 Derechos Reservados
www.revistadestiempos.com
166
Finalmente, retornemos el paratexto de la minificción analizada
para hacer una interpretación más sútil, ¿y si esa búsqueda no fuese
precisamente la de Ulises, sino la del lector como co-operante de una
estructura fija, guiada por los códigos del sistema literario constructo de
una institución? De esa manera, la trama fragmentada rebasa cualquier
paradigma preconcebido sobre lo que se puede narrar dentro de un texto:
éste declara algo, el lector lo reorganiza. Pero si hay una reordenación,
presuponemos que hubo un orden, y éste se encuentra en los mismos
paradigmas que refieren al acto de narrar. Algo se relata sin una
estructuración aparente: la voz narrativa deja de ser un elemento
prescindible y la configuración de la trama le corresponde al lector.
Creer que se ha terminado con el tiempo de la ficción porque se ha trastocado, desarticulado, invertido, yuxtapuesto, reduplicado las modalidades temporales a las que nos han familiarizado los paradigmas, (de la literatura convencional) es creer que el único tiempo concebible sea precisamente el cronológico. Es dudar de los recursos que posee la ficción para inventar sus propias medidas temporales y es dudar de que estos recursos puedan encontrar en el lector expec-tativas, respecto del tiempo, infinitamente más sutiles que las referidas a la sucesión rectilínea
(Ricoeur, Tiempo y narración, 413).
La interpretación lectora permite organizar una trama fragmentada
y esa trama es constructo del sistema literario que pasa al horizonte de
expectativas del lector. Ahora bien, el aspecto metaficcional se halla en la
reproducción de signos para desplazar su sentido relegando las
estructuras convencionales. Lo que expresa es un cuestionamiento
estructural y diegético del mundo mitológico ficcionalizado. “Toda Ficción,
incluida la ficción literaria, asume también la función del mito roto” (Ricoeur,
Tiempo y narración, 414). Se reflexiona, no sobre su cualidad ficticia, sino
sobre su capacidad para narrar algo sin hacerlo evidente mediante
Revista destiempos N°43
Febrero- Marzo 2015 ISSN: 2007-7483 ©2015 Derechos Reservados
www.revistadestiempos.com
167
mecanismos básicos como el espacio, tiempo, acciones, etc. y empleando
una trama fragmentada que “introduce nuevas convenciones más
complejas, más sutiles, más encubiertas, más hábiles…, convenciones que
deriven de estar por medio la ironía, la parodia y la burla” (Ricoeur, 414).
En síntesis, la minificción es un género que enfatiza el carácter de
acontecimiento a partir del cual permite deducir una trama implícita,
resultado de todo el sistema literario contenido tanto en el texto como en el
lector.
Bibliografía ARISTÓTELES, La poética, [Trad. Francisco de P. Samaranch], Buenos Aires: Aguilar, 1961. BARTHES, Roland, Análisis estructural del relato. México: Coyoacán, 2008. ______________, "Análisis textual de un cuento de Edgar Allan Poe" en La aventura
semiológica, Barcelona: Paidós, 2009. ECO, Umberto, Lector in fábula: la cooperación interpretativa en el texto, España: Edit.
Númen, 1987. GENETTE, Gerard, Palimpsestos. Literatura en segundo grado, Madrid: Taurus, 1989. ______________, Figuras, retórica y estructuralismo.vol. III. México, Lumen,1989. HUTCHEON, Linda, Narcissistic narrative: the metafictional paradox, Ontario: Wilfrid Laurier
University Press, 1980. INGARDEN, Román, “Concretización y reconstrucción”, en En busca del texto: Teoría de la
recepción literaria, México: UNAM, 1987. ISER, Wolfang, El acto de leer: teoría del efecto estético, Trad. J.A. Gimbernat, Madrid:
Taurus, 1988. Jean Grondin, ¿Qué es la hermenéutica? Barcelona: Herder, 2008. MUKAROVSKY, Jan, Escritos de estética y semiótica del arte, México: Gustavo Gili
(Colección comunicación visual), 1977. OBLIGADO, Cara (Ed), Por favor, sea breve. México: Páginas de Espuma, 2001. PIMENTEL, Luz Aurora, Relato en perspectiva. Estudio de teoría narrativa, México: Siglo
XXI, 1998. PUPPO, María Lucía, “El problema del referente en el discurso literario: cinco modelos
teóricos.”, Lexis, 30:2, 2006, 309-322. REYES, Alfonso, La experiencia literaria, México: FCE, 1962.
Revista destiempos N°43
Febrero- Marzo 2015 ISSN: 2007-7483 ©2015 Derechos Reservados
www.revistadestiempos.com
168
RICOEUR, Paul, Tiempo y narración II. Configuración del tiempo en el relato de ficción, México: Siglo XXI, 2004.
___________, Teoría de la interpretación. Discurso y excedente de discurso, México: Siglo XXI, 1995.
____________, “La función narrativa”, en Semiosis: homenaje a Paul Ricoeur. Revista de semiótica, Universidad Veracruzana, 22-23, enero-diciembre, 1989, 69-90.
SILES, Guillermo, El microrrelato hispanoamericano: la formación de un género en el siglo XX, Buenos Aires: Corregidor, 2007.
TODOROV, T, Poética, Lisboa: Teorema, 1993. __________, Introducción a la literatura fantástica, México: Premia, 1981 []. TOMASSINI, Graciela y Stella Maris COLOMBO, “La minificción como clase textual
transgenérica” RIB, LVI, 1996, 1-4. YLLERA, Alicia, Estilística, poética y semiótica literaria, Madrid: Alianza. 1974. ZAVALA, Lauro, Seis problemas para la minificción, un género del tercer milenio: Brevedad,
Diversidad, Complicidad, Fractalidad, Fugacidad, Virtualidad. Disponible en: http://www.ciudadseva.com/textos/teoria/hist/zavala2.htm