1 ideas de democracia cia

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confluenciarevista de pensamiento poltico nmero 1, abril-junio 2008

XXI

nmero 1

confluencia

IDEAS DE LA

XXIabril-junio 2008

Jos Barragn Norberto Bobbio Jorge Carpizo Jos Fernndez Santilln Rogelio Hernndez Rodrguez Santos Juli Ricardo Martnez Lacy Cesreo Morales Roberto Rock L. Hctor E. Schamis Arturo Valenzuela Octavio West

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comit ejecutivo nacional

comit nacional editorial y de divulgacin

Edicin abrilmayojunio 2008 rgano terico trimestral del Partido Revolucionario Institucional

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confluenciargano terico trimestral del Partido revolucionario institucional

Beatriz Paredes RangelPresidenta del Comit Ejecutivo Nacional

Secretario General del Comit Ejecutivo Nacional

Jess Murillo Karam

Heriberto M. Galindo QuionesCoordinador del Comit Nacional Editorial y de Divulgacin

Joel Hernndez SantiagoDirector General

Sergio A. Ruiz CarreraDirector de Arte

Daniel GonzlezCorreccin

Elfego Esparza GonzlezCoordinador Tcnico y Enlace Administrativo

Leticia Valdez RodrguezSecretaria de Redaccin

Jorge Hernndez CastilloAsistente

Julin Cicero ChacIlustradores

Comit Nacional Editorial y de Divulgacin del CEN del PRI: Insurgentes Norte No. 59, Colonia Buenavista, Edificio 2, Substano, Mxico, DF. Delegacin Cuauhtmoc, C.P. 06359. Telfonos: 01(55) 5729-9669 y 5729-9600 extensiones 2663 y 4631. Registros en trmite. Derechos de reproduccin reservados. Prohibida la reproduccin parcial o total sin la previa autorizacin, por escrito, de la Direccin General. Los ensayos representan la exclusiva opinin de sus autores. Impreso en Litolasser Privada de Aquiles Serdn No. 28, Azcapotzalco, DF. El tiraje de este nmero de Confluencia XXI es de 5,000 ejemplares. Abril de 2008. Distribuido por: DIFESA, Distribuidora de Fondos Editoriales, S.A. de C.V. Amado Paniagua No. 43, Col. Moctezuma, 1 Seccin, Mxico, DF. C.P. 15500 Tel. 5784-6110.

Se publica en cumplimiento de lo ordenado por el Cdigo Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe) en su artculo 38, inciso H.

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editorial

Confluencia XXI es, desde ahora, la nueva publicacin terica trimestral del PRI, en los trminos de la obligacin sealada a los partidos polticos por el Cdigo Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales. Sustituye a Lnea, que cumpla esta funcin desde 1972, cuando su fundador, don Jess Reyes Heroles, explic: tenemos una lnea, pero (ello) no excluye (tratar) temas polticos desde una perspectiva distinta y aun contraria a los puntos que la animan. Lnea se convierte ahora en Confluencia XXI, porque una lnea se forma por el examen y confluencia de muchas lneas polticas, dijo asimismo Reyes Heroles. Confluencia XXI est destinada a nutrir con ideas y reflexiones el cuerpo ideolgico del Partido Revolucionario Institucional, para ayudar a mantenerlo vigente, a tono con la vertiginosa sucesin de los nuevos desafos que el siglo XXI ofrece por el avance de la ciencia y las transformaciones culturales, sociales, econmicas y polticas de un mundo que, como nunca, es percibido en nuestros das como espacio compartido. Aspiramos a hacer convergir las corrientes del pensamiento ms adelantadas del tiempo que nos toca vivir, para analizarlas y tomar las partes que mejor ayuden al desarrollo de una fresca realidad democrtica, participativa, plural y crtica. El nmero uno de Confluencia XXI trata de un tema sustancial para el desarrollo de nuestra vida poltica y social: la democracia o, mejor dicho, Ideas de la Democracia. Esto es as porque una de las razones bsicas de un sistema de partidos en un pas como el nuestro tiene sustento en el ejercicio democrtico de la vida ciudadana y, por lo mismo, nunca es suficiente aportar ideas para mejorar an ms una de las frmulas de ejercicio poltico participativo desde diferentes perspectivas del anlisis, desde variadas categoras y disciplinas del pensamiento y del ejercicio social. Hemos integrado un nmero en el que destacados intelectuales mexicanos y extranjeros reflexionan sobre el ideal de convivencia en democracia, advirtiendo aciertos, errores, perspectivas, aspiraciones para consolidar nuestra democracia. Este es el nmero con el que iniciamos y es el que ponemos en manos de los pristas y de todos los ciudadanos mexicanos interesados en el tema, dispuestos al dilogo sereno, al debate maduro y a la conclusin razonada. As vamos a fortalecer nuestro patrimonio ideolgico, pero tambin a fomentar la cultura poltica en un sentido mayor. La accin sin ideas es errtica, pero las ideas sin accin son estriles. Confluencia XXI es un espacio editorial de libertad con responsabilidad. c

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ensayos de:

tituto de Investigaciones Jurdicas de la Universidad Nacional Autnoma de Mxico (UNAM). Autor de numerosos libros y artculos sobre temas de Historia y Derecho Constitucional. Imparte ctedras y tutoras en el Postgrado de la Facultad de Derecho de la UNAM en materias de Derechos Humanos, Federalismo y Derecho Electoral. Fue director del Instituto de Investigaciones Jurdicas de la Universidad de Guadalajara, presidente de la Academia Jalisciense de los Derechos Humanos y consejero ciudadano del Instituto Federal Electoral. Entre otras obras, es autor de: Introduccin al federalismo mexicano; Temas de derechos humanos en las Cortes de Cdiz; El federalismo, una visin histrico constitucional. norBerto BoBBio.Filsofo italiano. Fue senador vitalicio y profesor emrito de Filosofa Poltica en la Universidad de Turn. Es conocido como El filsofo de la democracia. Autor de varias de las obras ms importantes en el mundo sobre la democracia: Teora general de Poltica, El futuro de la democracia; Estado, gobierno y sociedad y Liberalismo y democracia, entre muchas otras. jorge carPizo. Doctor en Derecho por la UNAM. Autor de obra relativa a la Constitucin mexicana. Investigador en el Instituto de Investigaciones Jurdicas de la UNAM. Presidente del Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional. Fue presidente de la Comisin Nacional de Derechos Humanos y rector de la UNAM. jos Fernndez santilln.Autor de diversos libros en materia de democracia. Doctor en Ciencias Polticas por la Universidad Autnoma de Mxico y por la Universidad de Turn, Italia. Especialidad en anlisis poltico en la Universidad de Harvard. Profesor e investigador en el campus Ciudad de Mxico del Instituto Tecnolgico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM). Premio Nacional en Administracin Pblica del Instituto Nacional de Administracin Pblica (INAP) 1980 y Premio Nacional Universitario en Ciencias Sociales. Discpulo y traductor del filsofo italiano Norberto Bobbio. Autor, entre otros, de El despertar de la sociedad civil; Antologa: Norberto Bobbio, el filsofo y la poltica. rogelio Hernndez rodrguez. Doctor en Ciencias Polticas por la Facultad de Ciencias Polticas y Sociales de la UNAM. Es profesor e investigador de tiempo completo en el Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de Mxico, en donde es investigador y ha sido coordinador acadmico del Centro de Estudios Sociolgicos. Autor de Amistades, compromisos y lealtades. Lderes y grupos polticos en el Estado de Mxico, 1942-1993, (El Colegio de Mxico, 1998) y La formacin del poltico mexicano. El caso de Carlos A. Madrazo, (El Colegio de Mxico, 1991). santos juli. Es doctor espaol en Ciencias Polticas y Sociologa por la Universidad Complutense de Madrid, Espaa. Catedrtico de Historia Social y del Pensamiento Poltico de la UNED. Autor de una amplia obra histrica y sociolgica: Manuel Azaa, una biografa poltica; Los socialistas en la poltica espaola e Historia de las dos Espaas, por la cual recibi el Premio Nacional de Historia Espaa (2004). ricardo martnez lacy. Doctor en historia clsica por la Universidad de Berln. Investigador titular en el Centro de Estudios Clsicos del Instituto de Investigaciones Filolgicas de la UNAM. Autor de obra en materia de orgenes de la poltica, como Rebeliones populares en la Grecia helenstica e Historiografa e historiadores de la antigedad clsica. cesreo morales. Politlogo. Fue diputado federal (PRI) en la LV Legislatura. Es coautor del libro Colosio. La construccin de un destino. Public tambin Un da despus. Legitimidad y democracia. Acaba de publicar Pensadores del acontecimiento, en la editorial Siglo XXI. roBerto rock l. Periodista. Conferenciante y ensayista en materia de medios de comunicacin. Vicepresidente de la Comisin Contra la Impunidad de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). Fue director general editorial de El Universal. Autor de Zcalo Rojo. Hctor e. scHamis. Profesor en la Facultad de Servicios Internacionales de la American University en Washington, DC. Ha escrito sobre democratizacin y reformas a los mercados en Amrica Latina y los antiguos pases comunistas. Actualmente investiga la construccin de la ciudadana democrtica en las viejas y nuevas democracias. arturo valenzuela. Especialista en temas acerca de los orgenes y la consolidacin de la democracia, los sistemas electorales, partidos polticos y las relaciones entre Estados Unidos y Amrica Latina. Profesor de Ciencias Polticas y director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Georgetown en Washington, DC. En la Universidad de Duke, fue profesor de Ciencias Polticas y director del Consejo de Estudios Latinoamericanos. octavio West. Estudi filosofa e ingeniera civil con especializacin en Administracin Pblica. Fue diputado federal y diputado en la Primera Asamblea Legislativa del DF. Ha sido contralor general de la Cmara de Diputados y oficial mayor de la Secretara del Trabajo y Previsin Social. Reconocido experto en Finanzas Pblicas, actualmente repite por tercera ocasin como secretario de Finanzas del CEN del PRI. Es autor de Luis Donaldo Colosio, plataforma ideolgica; Tiempos difciles (un anlisis de la economa mexicana 1994-1997) e Informe de la eficacia gubernativa, entre otros. c

jos Barragn Barragn. Doctor en derecho por la Universidad de Valencia, Espaa. Investigador en el Ins-

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ndicelas Presidencias latinoamericanas interrumPidas arturo valenzuela la gnesis del concePto de democracia ricardo martnez lacy rePensar la transicin y la tercera va jos Fernndez santilln democracia y movimientos sociales rogelio Hernndez rodrguez soBerana y constitucin jos Barragn Barragn Qu Hacemos con los Peridicos? y sin ellos? roberto rock l. los medios de comunicacin masiva constituyen un Poder jorge carpizo la democracia como es cesreo morales PoPulismo, socialismo e instituciones democrticas Hctor e. schamis

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104 la desestructuracin de la economa mexicana, 2001-2006 octavio West 114 julien Benda norberto Bobbio 126 azaa y la rePBlica. el Proceso de una identiFicacin santos juli 133 un Pas de liBros... soBre Poltica

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las presidencias latinoamericanas

interrumpidasLa democracia latinoamericana ha dejado de enfrentarse a las amenazas de las elites locales apoyadas por Estados Unidos que teman cualquier reforma como un posible frente sovitico. Los gobiernos militares fracasaron estrepitosamente en sus intentos de resolver las crisis econmicas y sociales de los aos setenta y ochenta.

Harturo Valenzuela

an pasado casi 25 aos desde que Amrica Latina comenz lo que ha resultado ser la experiencia ms plena y duradera que haya tenido de democracia constitucional. Si bien las dictaduras eran la norma en las dcadas de los sesenta y setenta, slo Colombia, Costa Rica y Venezuela evitaron tener un gobierno autoritario en dichas dcadas, hoy en da un gobierno elegido rige en todos los pases latinoamericanos, con excepcin de Cuba y Hait. Como lo seala David Scott Palmer, los 37 pases que conforman Amrica Latina sufrieron 277 cambios de gobierno entre 1930 y 1980, 104 de los cuales (es decir, 37.5%) fueron mediante un golpe militar. En contraste, de 1980 a 1990 slo siete de los 37 cambios de gobierno en la regin se realizaron mediante intervenciones militares, de los que nicamente dos pueden describirse como claramente antidemocrticos. El nmero total de golpes militares fue el ms bajo de cualquier otra dcada en Amrica Latina desde la Independencia, a principios del siglo XIX.

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Los golpes militares de los aos ochenta se limitaron a slo cuatro pases: Bolivia, Hait, Guatemala y Paraguay. Desde 1990, slo Hait y Per han visto con xito la sustitucin por la fuerza a gobiernos elegidos constitucionalmente. En 1989, Argentina fue testigo de la primera transferencia del poder en el pas de un jefe del Ejecutivo civil a otro en ms de 60 aos. En el ao 2000, Mxico marc su entrada como una democracia multipartidista despus de ms de siete dcadas de gobierno en manos de un solo partido. La mayora de los Estados latinoamericanos nunca haba tenido en el poder tantos gobiernos elegidos exitosamente y sin sufrir cambios radicales autoritarios. Sin embargo, la euforia que acompa al surgimiento de la democracia ha empezado a declinar. Las encuestas de opinin muestran que la mayora de los latinoamericanos, con un margen de cuatro a uno, sigue apoyando a la democracia y la prefiere a la dictadura. Pero estas encuestas revelan una creciente insatisfaccin con la democracia y una tendencia a cuestionar los beneficios y desempeo de los gobiernos democrticos. Resulta particularmente inquietante notar un patrn constante de inestabilidad que afecta negativamente la gobernabilidad en los niveles ms altos. En pas tras pas, los presidentes han visto desplomarse los porcentajes de aprobacin de su desempeo, mientras que los de los legisladores y lderes de partidos han cado an ms abruptamente. Muchos presidentes han dimitido del cargo dejando atrs esperanzas rotas e instituciones debilitadas, pero al menos lo han hecho dentro de su periodo presidencial. Sin embargo, no ha sido el caso de 14 presidentes. Este grupo ha sufrido la afrenta de la remocin anticipada mediante el desafuero o la renuncia forzada, en ocasiones bajo circunstancias de inestabilidad que han amenazado la democracia constitucional misma. Otro jefe del Ejecutivo interrumpi su mandato constitucional disolviendo la legislatura. En el pasado los militares se encontraban en el centro de este problema. Los generales, impulsados por la ambicin, podan derrocar a un Presidente electo u obstruir la aplicacin de polticas que no fueran del agrado de los soldados y de sus aliados. Las nuevas figuras y fuerzas podan ser admitidas al juego de poltica controlado por los militares si se comprometan a

no apoyar ninguna medida que sonara demasiado radical o populista. Los funcionarios negociaban con las diferentes facciones y decidan cundo convocar a nuevas elecciones a fin de restaurar el gobierno civil; los golpes militares gozaban siempre de la complicidad de las elites civiles. Despus de que Fidel Castro tom el poder en Cuba y estableci un rgimen revolucionario en la isla en 1959, la polarizacin se intensific en la regin y las juntas militares comenzaron a dejar atrs con ms frecuencia las negociaciones polticas a favor de dictaduras burocrtico-autoritarias en plena escala. La democracia latinoamericana ha dejado de enfrentarse a las amenazas de las elites locales apoyadas por Estados Unidos que teman cualquier reforma como un posible frente sovitico. Los gobiernos militares fracasaron estrepitosamente en sus intentos de resolver las crisis econmicas y sociales de los aos setenta y ochenta. Hacia el final de dicho periodo, la poltica exterior estadounidense reaccion al debilitamiento de la Guerra Fra cambiando su apoyo de los regmenes autoritarios, como baluartes desagradables pero necesarios contra el comunismo, al reconocimiento de que el autoritarismo impeda consolidar los gobiernos legtimos. Estados Unidos se uni a otras naciones del hemisferio occidental para crear mecanismos que detuvieran las interrupciones por la fuerza de la democracia constitucional. En lo que ha sido un cambio drstico desde la Guerra Fra, las fuerzas militares latinoamericanas han dejado de participar abiertamente en la poltica.las presidencias que han fracasado

La disminucin de la polarizacin y el retiro de los militares a los cuarteles, sin embargo, no ha anunciado una era de gobiernos presidenciales con un xito uniforme. La inestabilidad sigue siendo un problema recurrente y en ocasiones sigue un curso que recuerda ominosamente el terrible pasado. Durante dos dcadas desde la salida en 1985 del Presidente boliviano Hernn Siles Zuazo en medio de una hiperinflacin, hasta la huida del Presidente de Hait, Jean-Bertrand Aristide ante una oleada de maleantes, una larga lista de presidentes fueron incapaces de terminar sus periodos constitucionales. (Ver recuadro Los presidentes interrumpidos, 1985-2004.)confluencia

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Tres casos merecen una mencin especial por ser suficientemente diferentes a los dems. En Hait, Aristide fue de hecho derrocado dos veces. El primer golpe en su contra ocurri en agosto de 1991, nueve meses despus de haber obtenido una rotunda victoria en las elecciones populares de diciembre de 1990. Se trat de un clsico golpe militar llevado a cabo con el apoyo de una reducida elite civil temerosa del populismo radical de quien una vez fue sacerdote. Restablecido en el poder despus de una intervencin militar de Estados Unidos en 1994, Aristide continu en un segundo periodo no consecutivo que comenz en 2001, mientras crecan los abrumadores problemas de su pas (el ms pobre del hemisferio occidental). Dichos problemas prosiguieron incluso despus de que pandillas de maleantes y antiguos soldados descontentos entraron en Puerto Prncipe y lo obligaron, bajo circunstancias no claras, a huir en un avin proporcionado por Estados Unidos, hacia la Repblica Centroafricana el 29 de febrero de 2004. En Per, el Presidente Alberto Fujimori (una figura poltica externa que gan las elecciones alcanzando apenas 25% de los votos en la primera ronda en noviembre de 1990) llev a cabo un autogolpe. Renuente a tener que establecer negociaciones con una legislatura dominada por sus contrincantes, recurri al apoyo militar y cerr el Congreso en abril de 1992. La condena internacional no se hizo esperar y fue generalizada, pero las acciones decisivas de Fujimori (incluyendo algunas victorias sobre el movimiento Sendero Luminoso) le ayudaron a asegurar victorias electorales en el Congreso para sus aliados, adems de su propia reeleccin para un segundo periodo en 1995. En Repblica Dominicana, la decisin de terminar con el periodo final del Presidente Joaqun Balaguer se realiz antes de la toma de posesin. En 1994, Balaguer, ya entrado en aos, haba ganado un sexto periodo de gobierno por un escaso margen, aventajando a un viejo rival en una carrera marcada por acusaciones de fraude y un creciente descontento civil. Actuando bajo fuerte coaccin del Departamento de Estado de Estados Unidos (en el que yo serva en ese entonces), Balaguer ayud a calmar la situacin permitiendo que su periodo se acortara de cinco aos a dos, y acordando no volver a lanzarse como Presidente.

En los casos restantes, los presidentes salieron de sus cargos en forma anticipada en medio de severos problemas econmicos, polticos y sociales, y la salida inmediata del Presidente mismo se consideraba esencial para resolverlos.Algunos debieron salir por adoptar medidas deliberadamente diseadas para suspender o socavar la democracia. Otros encontraron que su posicin se haba erosionado no slo por una menor confianza de la ciudadana y un mayor descontento, sino tambin porque los lderes militares no podan ya garantizar el orden y el apoyo. Un ltimo grupo sali del poder en circunstancias menos drsticas que resultaron en un desempeo abismal y un rpido declive del apoyo popular. El 25 de mayo de 1993, el Presidente de Guatemala, Jorge Serrano, intent romper lo que percibi como un punto muerto dentro de la legislatura, de 116 miembros (en la que su partido slo ocupaba 18 escaos), mediante un autogolpe al estilo de Fujimori. Mand arrestar a lderes del Congreso, jueces de la Suprema Corte y al ombudsman nacional, y posteriormente anunci elecciones para una Asamblea Constituyente que deba celebrarse en un trmino de seis meses. Sin embargo, su plan pronto fracas cuando la comunidad internacional, los lderes de partidos, grupos empresariales, las fuerzas armadas y miles de estudiantes y manifestantes de asociaciones cvicas se agruparon en su contra. El 1 de junio, los funcionarios que haban estado en contacto con la oposicin le manifestaron a Serrano que tanto l como su vicepresidente deban marcharse. El Congreso eligi al anterior ombudsman de los derechos humanos para ocupar la Presidencia. En Ecuador, siete aos ms tarde, fueron tambin soldados de alto rango los que presionaron al Presidente Jamil Mahuad para que saliera de su cargo despus de que manifestantes indgenas y tropas rebeldes ocuparon el Congreso para mostrar su enojo ante las medidas de austeridad que haba propuesto a fin de lidiar con el estancamiento econmico y un dficit

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galopante. La salida de Mahuad fue parte de un trato que el alto mando haba realizado para poner fin a la ocupacin del Congreso. Mahuad, quien haba obtenido apenas 35% en la primera ronda de las elecciones presidenciales de 1998 y cuyo partido contaba con slo 35 escaos de 120 en el Congreso, haba dado bandazos de crisis en crisis, con un escaso apoyo. Resulta irnico que uno de los presidentes interrumpidos en aos ms recientes haya sido Fujimori. Basndose en sus primeros xitos en la lucha contra el terrorismo y la activacin de la economa peruana, el antiguo profesor de agronoma recurri activamente a las fuerzas militares y a sus aliados de la polica secreta, y nunca se preocup demasiado por consolidar los partidos ni por establecer relaciones en el Congreso. Despus de su reeleccin en 1995, comenz a presionar a los tribunales para que emitieran una resolucin constitucional que le permitiera postularse por un tercer periodo. El apoyo popular a su figura decay y su estilo de lnea dura y autocrtica se le revirtieron cuando intent arreglar las elecciones de abril de 2000; las protestas pblicas y una fuerte condena de la comunidad internacional se encendieron. Con la amenaza de enfrentarse a un desafuero y a cargos penales cuando el jefe de inteligencia de su gobierno fue acusado de ofrecer sobornos, Fujimori se fue a Japn y mand su renuncia en noviembre de 2000. El Congreso circunval el nombramiento del vicepresidente y eligi a su propio funcionario presidente como jefe del Ejecutivo interino mientras se realizaban las nuevas elecciones. El Presidente Siles Zuazo, de Bolivia, haba sido jefe del Ejecutivo de su pas de 1956 a 1960. Regres a la Presidencia en 1982 despus de aos de golpes y contragolpes, slo para enfrentarse a graves problemas econmicos, incluyendo una hiperinflacin. Sin una mayora en ninguna de las cmaras del Congreso y un tremendamente agitado movimiento laboral en sus manos, fue testigo de cmo sus polticas de estabilizacin econmica se derrumbaban una tras otra, en la medida en que intentaba, en vano, llenar la brecha entre los estndares establecidos por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y las demandas de los grupos nacionales. Nada pareca funcionar. Decretos, esfuerzos para cabildear en el Congreso y la designa-

cin de un gabinete tecncrata resultaron ser igualmente intiles conforme un indeciso Siles Zuazo oscilaba entre una postura y otra, para finalmente recurrir a una huelga de hambre en un intento desesperado por ganar la simpata pblica. Con el apoyo a su figura derrumbndose y rumores de un golpe militar, el Presidente finalmente acept un acuerdo mediado por la Iglesia catlica bajo el cual el Congreso adelant las elecciones presidenciales un ao, acortando as su mandato. En 1989, los observadores de la poltica brasilea se sorprendieron al ver que un oscuro gobernador provincial de nombre Fernando Collor de Mello lograba conjuntar su simpata, galanura y un inteligente mensaje antipoltico en los medios de comunicacin para obtener 28.5% en la primera ronda de votaciones y finalmente ganar las elecciones. Collor, cuyo partido slo obtuvo 5% de los escaos en el Congreso, pronto alej a los partidos ms antiguos. Los movimientos del Congreso para limitar sus poderes, ms una debilitada economa devastada por la inflacin, lo obligaron a expandir, muy a su pesar, su coalicin legislativa. Sin embargo, antes de que pudiera llegar muy lejos, un escndalo de corrupcin provoc su desafuero y renuncia en 1992.

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Carlos Andrs Prez, de Venezuela (1989-1993), fue excepcional en el sentido de que tanto l como su partido ganaron la mayora en las elecciones. Prez haba sido testigo de una slida economa durante su gobierno anterior, a finales de 1970, y tambin de un tambaleo debido a los efectos de los precios del petrleo decrecientes sobre una economa venezolana dependiente del hidrocarburo, con la esperanza de que mejorara la situacin. Enfrentndose a crecientes dficit presupuestales y a presiones inflacionarias, Prez rpidamente aplic el paquete de austeridad aprobado por el FMI que inclua el alza de los precios de los combustibles. El resultado fue un descontento tan violento y generalizado que Prez tuvo que imponer la ley marcial. Su estilo de gobierno no le ayud a obtener el apoyo para sus polticas incluso entre sus partidarios. Los lderes de su propio partido, muchos de los cuales se haban opuesto a su candidatura, resintieron que no se les hubiera informado adecuadamente de sus iniciativas y que se ignoraran sus propuestas de reformas. En octubre de 1991, Prez perdi terreno en las elecciones internas de su partido. Al ao siguiente, dos levantamientos militares sin precedentes (el coronel del ejrcito y futuro Presidente Hugo Chvez encabez el primero de ellos) causaron la muerte de 120 personas. Conforme el propio partido de Prez lo abandonaba entre acusaciones de que haba desviado partidas presidenciales secretas, fracasaron sus esfuerzos para obtener el apoyo de un ala disidente del principal partido de oposicin y se enfrent a su desafuero y a la expulsin de su cargo en diciembre de 1993.un sistema con fallas?

Cmo explicar esta lista de fallas? Los acadmicos sealan que establecer una democracia es una cosa, pero consolidarla es otra por completo. Como lo afirma Dankwart A. Rustow, la democracia necesita su tiempo para habituarse a s misma. Los reformadores han resaltada la necesidad de que el tiempo fortalezca las instituciones del Estado, el desarrollo de reglas y procedimientos para una mayor transparencia y el gobierno de la ley, la creacin y mejoramiento de partidos polticos y de las organizaciones sociales civiles, as como la construccin de relaciones

de trabajo eficaces entre los poderes Ejecutivo y Legislativo. Los gobiernos democrticos deben lidiar con tremendos desafos econmicos y sociales y requieren de una mejor capacidad del Estado, rendicin de cuentas y representatividad para enfrentarse a las serias pruebas de la gobernabilidad. Las dependencias donantes y las instituciones financieras internacionales han generado largas listas de metas, desde fortalecer los gobiernos locales hasta crear mtodos ms transparentes para manejar los asuntos legales. En uno de sus escritos ms recientes, Peter Hakim describa los mltiples obstculos a los que se enfrentan actualmente las nacientes democracias latinoamericanas. Si bien enfatizaba su opinin de que no hay una sola causa o serie de causas comunes que puedan explicar el malestar en Amrica Latina, tambin es cierto que seal la existencia de partidos polticos ms fuertes y un mejor liderazgo como condiciones necesarias para una gobernabilidad exitosa. Desde un punto de vista metodolgico, no resulta claro por qu el fortalecimiento de determinadas instituciones o grupos de instituciones debera mejorar el porcentaje general en el que las democracias logren establecerse y sean funcionales. Se necesitarn muchas ms investigaciones que nos permitan distinguir los factores verdaderamente esenciales de los que son tiles pero no cruciales. El estudio de las presidencias fallidas que se describe en el presente artculo quiz nos ayude a realizar esa distincin. Dos dinmicas son particularmente notables. La primera de ellas proviene de la presin que el Presidente y otros funcionarios pueden sentir por los movimientos de protesta que buscan soluciones concretas a problemas reales. Esto es algo que no es nada nuevo en Amrica Latina, en donde el Presidente, a la cabeza del Estado, tiende a verse como la fuente de todo el poder y el portador de la responsabilidad en ltima instancia. En muchos casos, los costos polticos que se derivan de polticas aprobadas por el FMI constituyen un tema muy importante. Efectivamente, no slo los presidentes Mahaud y Prez, sino Fernando de la Ra, Presidente de Argentina (que sali de su cargo en diciembre de 2001), y Gonzalo Snchez de Lozada, de Bolivia (quien se vio obligado a sa-

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lir por las violentas manifestaciones en octubre de 2003), sintieron el aguijn de las protestas contra las medidas de austeridad que cada uno de ellos haba adoptado para estabilizar una economa nacional en problemas. Y sin embargo, es cierto tambin que los presidentes que evitaron tomar medidas fuertes por temor a las manifestaciones populares (este grupo incluye a Collor de Mello, Siles Zuazo y a Serrano, as como a Ral Alfonsn, de Argentina, y a Abadal Bucaram, de Ecuador) pagaron el precio de su relativa falta de accin conforme las divisas nacionales se derrumbaban y la inflacin se sala de control. Las protestas pueden tener como resultado que los presidentes se enfrenten a un dilema. Las manifestaciones sin control pueden salirse de los lmites, pero el uso de la fuerza en contra de ellas puede revertirse. La personalizacin de la autoridad en la figura del Presidente aade una dimensin particularmente sorprendente. Las fallas del gobierno se ven no como el fracaso de un partido o de un movimiento, sino como fallas del jefe del Ejecutivo.

La parafernalia fuertemente simblica que encarna el jefe de Estado, combinada con memorias populares a menudo desproporcionadas respecto de poderosos y no democrticos presidentes del pasado, lleva a la ciudadana a esperar que un lder solucione los problemas del pas o se enfrente a temibles cargos de incompetencia y corrupcin.

En los sistemas presidenciales una crisis frecuentemente dejar de ser acerca de problemas especficos y su solucin, para volverse ms bien una cuestin de si el jefe del Ejecutivo debe irse. La polica y los militares, temiendo que se les relacione con un lder impopular o desacreditado, pueden reaccionar de manera tibia ante las amenazas en contra del orden pblico. Si el descontento se incrementa, el Presidente, con un periodo de gobierno fijo, quizs encuentre su posicin cada vez ms insostenible, sin una estrategia de salida hecha para lograr la disolucin del parlamento y convocar a nuevas elecciones, como sera la solucin en un rgimen con un primer ministro. Es posible que las presiones provenientes de las calles (con la preocupante posibilidad de que estalle la violencia) y las acciones del Congreso que empujen los lmites de la propiedad constitucional sean lo necesario para que un Presidente en apuros se enfrente a su destino. Mientras tanto, las confrontaciones constitucionales y la turbulencia causada por el tema de su remocin pueden transformar una crisis de gobierno en una crisis a gran escala del orden constitucional mismo. La segunda dinmica se une con la primera y ayuda a explicarla. Si bien los ciudadanos esperan que un jefe de Estado resuelva problemas muy enraizados, los presidentes democrticos latinoamericanos son en su mayora extraordinariamente dbiles, reinan en lugar de gobernar. La debilidad de las instituciones de Estado generalmente es un problema menor frente a la simple dificultad de crear y mantener el apoyo en un entorno poltico de partidos fragmentados con poca o ninguna disciplina interna. A esto se aade la falta de incentivos constitucionales que eviten divisiones descontroladas dentro de los partidos, cambios de militancia de un partido a otro y cuestiones similares. En la ausencia de mayoras constitucionales, los presidentes luchan por generar el apoyo legislativo slo para encontrar que los legisladores, a menudo miembros de su propio partido, no tienen ningn inters ni en colaborar con un jefe del Ejecutivo dbil ni en ayudar al xito de uno fuerte. Ms que crear una lgica de cooperacin, los regmenes presidenciales parecen producir una lgica de enfrentamiento precisamente porque los opositores del Presidente consideran a un jefe del Ejecutivo exitoso como negativo para sus propios intereses, y a un Presidente fallido como alguien a quien deben evitar.confluencia

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La necesidad de una capacidad slida de poner en prctica la poltica de la suma y crear coaliciones de gobierno se vuelve especialmente obvia cuando se observa cuntos presidentes latinoamericanos fallidos han carecido de un presunto apoyo de la mayora. De entre los 14 mandatos interrumpidos que se analizan en este ensayo, slo Aristide, de Hait; Prez, de Venezuela; y Ral Cubas, de Paraguay, llegaron al cargo con la fuerza de mayoras absolutas ganadas en una sola ronda de votaciones. Alfonsn y De la Ra, de Argentina, lograron 48%, mientras que los otros nueve presidentes llegaron al cargo con mucho menos de ese porcentaje en la primera ronda. Bucaram, Fujimori y Snchez de Lozada inicialmente ganaron menos de 25% de los votos.

Al mismo tiempo, nicamente Carlos Andrs Prez y Cubas (quien fue jefe del Ejecutivo de Paraguay por menos de un ao, entre 1998 y 1999) encabezaron la mayora en sus Congresos. Un estudio que cubri todas las elecciones presidenciales en 18 pases de Amrica Latina de 1978 al ao 2000 descubri que los presidentes tenan un promedio de 50% del voto en slo la mitad de los pases. El apoyo legislativo de mayora para el Presidente era aun ms escaso y slo se presentaba en uno de cada cuatro periodos presidenciales que abarca el estudio. Mientras ms fragmentada se encuentre la oposicin y menor sea el partido del Presidente, mayor es el reto de conformar una coalicin de mayora gobernante. Los legisladores pueden llegar a ignorar por completo las consideraciones de programas polticos y a buscar las mayores ventajas posibles para intereses constituyentes especficos. Las coaliciones sern en ese caso de corta duracin y ad hoc, con el fin de aprovechar la mejor oportunidad o sortear la crisis del momento, ms que para representar una mayora estable de legisladores. Incluso las coaliciones de mayora pueden tener poco que ver con adoptar un programa comn en un espectro de asuntos polticos. Los partidos de oposicin a menudo no son reconocidos por las polticas adecuadas, sino que se arriesgan a ser culpados de los fracasos, lo que les da muy pocas razones para reunirse con el Presidente, incluso si se les prometen puestos en el gabinete. En caso de que los partidos de oposicin lleguen a pensar que lograrn ms si hacen que un Presidente fracase que ayudndolo a salir adelante, la Presidencia en cuestin puede entrar en una espiral de muerte. Sin ninguna perspectiva de nuevas elecciones para resolver los puntos muertos y generar mayoras de trabajo, las relaciones entre los poderes Ejecutivo y Legislativo acabarn atascadas amargamente en lo que Juan J. Linz ha llamado el juego de suma cero del presidencialismo. Por parte del Presidente, los esfuerzos por crear una coalicin pueden dar como resultado desde una simple renuencia a ceder la autoridad del gabinete y la libertad ejecutiva de accin, hasta colaboradores a menudo amorfos y potencialmente antagonistas. De tal forma, para los presidentes tambin los costos de compartir el poder pueden rebasar los beneficios que se perciben, lo que lleva

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a una situacin perversa en la que el Presidente deja que su gobierno sea dbil y polticamente aislado, en lugar de renunciar a sus prerrogativas o a negociar las exigencias de los aliados. Si bien los presidentes de minora tienen ms probabilidades de enfrentarse a dificultades que los que estn apoyados por mayoras legislativas, la representacin fuerte en el Congreso no es una garanta de xito presidencial. Tanto Prez como Cubas desdearon el trato con sus propios partidos y fueron testigos de revueltas polticas (el intento del primero de ellos de compensar esta situacin convocando a legisladores de la oposicin a una nueva coalicin fracas, como se ha visto anteriormente). Un Presidente puede llegar a encontrar que lderes derrotados (incluyendo quizs a figuras de su propio partido a las que apoy en su nominacin) se vuelven sus crticos ms acrrimos en el Congreso. Lo que puede hacer de este problema algo ms grave es que los antiguos presidentes, ansiosos por regresar al cargo, no tengan ningn temor de destrozar sus anteriores partidos en el proceso. Cuando las cosas se ponen difciles, los aliados se retiran para salvar sus posibilidades en futuras elecciones. En contraste con la situacin que se logra en un sistema parlamentario, los legisladores pueden abandonar sus puestos sin poner en riesgo sus propios escaos ni afectar la capacidad del Presidente de permanecer en el cargo. Para empeorar ms las cosas, los jefes del Ejecutivo a menudo encuentran tentador atacar al Congreso mientras tratan de circunvalarlo con decretos. La cada precipitada de la credibilidad en las legislaturas, los partidos y los polticos (con frecuencia citada con razn como un serio problema en las democracias de Amrica Latina) no se debe simplemente al periodismo sensacionalista o a organizaciones no gubernamentales crticas, sino tambin a la retrica deliberada de los presidentes que intentan aumentar su propia posicin a expensas de la legislatura. Por lo regular, mientras ms facultades de decreto tenga un Presidente, peores sern sus relaciones con el Congreso. El creciente ejercicio de dichas prerrogativas ejecutivas corre el riesgo de transformar a la legislatura de un foro para la negociacin y lograr que diga S, a otro en el que se diga No a los planes del Ejecutivo. Al recurrir a los poderes de decreto, los presidentes quiz se vuelvan ms

fuertes, pero el sistema presidencial se torna ms dbil y quebradizo, alentando la confrontacin en lugar de la negociacin. La paradoja de la poltica latinoamericana es que los jefes del Ejecutivo elegidos en forma democrtica estn socavando las instituciones democrticas en el acto mismo de intentar reforzar sus propias debilidades como presidentes. Incluso aquellos que no fracasan, muy a menudo dejan tras de s un legado de oportunidades no aprovechadas. Las tentaciones del plebiscito que llegan con el presidencialismo, junto con la popularidad de los ataques retricos lanzados contra la poltica de siempre, pueden llevar ocasionalmente a la concentracin e incluso al abuso del poder en manos de un lder. Las historias de Fujimori, Aristide y, ms recientemente, de Chvez, en Venezuela que deben servirnos como leccin, muestran cmo el presidencialismo puede distorsionarse hacia un casi autoritarismo o incluso hacia una dictadura.es el parlamentarismo la respuesta?

Estas observaciones sugieren que el problema de la gobernabilidad en Amrica Latina quiz se deba ms a la debilidad ocasional de partidos, lderes o instituciones especficos. Acaso el presidencialismo por su propia naturaleza hace que los enfrentamientos sean ms fuertes, la cooperacin ms elusiva, la disciplina de los partidos ms difcil de lograr y su fragmentacin ms fcil de darse y aparentemente razonable? Ha llegado la hora en que los reformadores de la regin deban pensar una vez ms en la sabidura de pasar del presidencialismo al gobierno parlamentario? Si bien presidencialismo y parlamentarismo admiten una considerable variacin interna, y aunque hay formas mixtas de gobierno que combinan elementos de ambos, para fines de exposicin pueden diferenciarse claramente los dos sistemas en algunas dimensiones clave. Los regmenes presidenciales presentan caractersticas de competencia. El Ejecutivo y el Legislativo pueden, cada uno, reclamar su propio mandato electoral para ejercer sus facultades, diferentes, si bien ocasionalmente coincidentes. Los presidentes o congresos pueden decidir entre la cooperacin y la confrontacin; las reglas del sistema (sean formales o informales) no exigen a ninguno de los dos adoptar dicha deconfluencia

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cisin. Bajo el gobierno parlamentario, por contraste, la legislatura genera al Ejecutivo, que sirve entonces bajo la mayora legislativa, ya sea como gobierno de mayora o de minora. El gobierno de gabinete significa que los miembros del parlamento tienen puestos ejecutivos. Esto no slo requiere que los principales lderes de un partido y futuros ministros deban lanzarse en campaas para cargos legislativos, sino que tambin proporciona a los legisladores un medio para obtener una slida experiencia ejecutiva y una participacin mejor percibida en la manera en que se llevan los asuntos del pas, alentando de esta manera un liderazgo ms competente y sobrio. Por otra parte, en el presidencialismo el jefe del Ejecutivo es tanto jefe de Estado como jefe de gobierno. En su primera capacidad, el Presidente recibe a embajadores y potentados, asiste a funerales oficiales y encarna a la nacin en tiempos de triunfo o de tragedia. Como jefe de gobierno, el Presidente goza de amplias funciones en el nombramiento de secretarios y subsecretarios de su gabinete, si bien algunos de ellos requieren del consentimiento de la legislatura o estn sujetos al escrutinio del Congreso. En los regmenes parlamentarios las funciones ceremoniales y efectivas se dividen, con el jefe de Estado (ya sea un monarca constitucional o un Presidente) desempeando una funcin simblica y tal vez actuando como una fuerza moderadora en pocas de crisis. Los primeros ministros, como jefes del Ejecutivo, dirigen gobiernos colegiados que reflejan los imperativos de los partidos y de las coaliciones. Si bien en nuestra era meditica los primeros ministros se han vuelto mucho ms visibles como jefes de gobierno y gozan de una considerable autoridad y prominencia, su posicin sigue exigiendo, por su propia naturaleza, que gobiernen manteniendo la confianza de sus partidos y ulteriormente una mayora en el parlamento.

En tercer lugar, la eleccin directa de los presidentes significa que una persona puede llegar al cargo ms elevado del pas sin una fuerte experiencia o apoyo de partido o de gobierno, impulsado por los medios, en competencias atestadas de candidatos. Para salir adelante, el Presidente debe trabajar con el Congreso (a pesar de la, en ocasiones, abrumadora tentacin de destrozarlo) y debe lograr esta cooperacin principalmente mediante poderes polticos, ms que legales o constitucionales. El liderazgo del partido del Presidente queda dividido en el Congreso, los niveles ms altos de la rama ejecutiva y el que se confiere a la organizacin del partido. Cada uno de estos grupos a menudo tiene sus propios objetivos e incentivos, ya que sus diferentes miembros hacen sus respectivos clculos de cmo colocarse de mejor manera para el futuro xito poltico. Los primeros ministros en los gobiernos de gabinete por lo general no son aficionados polticos impulsados por los medios, sino lderes veteranos del partido, con gran experiencia ministerial y con todos los incentivos para, ms que lanzarse en contra, permanecer cerca de sus propios partidos y aliados en coaliciones en la legislatura. En cuarto y ltimo lugar, los presidentes y los congresos son elegidos para periodos fijos, y con frecuencia se enfrentan a situaciones que los hacen tambalear y que pueden llevar a que la mayora legislativa cambie de manos, mientras que el Presidente an tiene aos por ejercer en su cargo. En los sistemas parlamentarios, el gobierno puede cambiar, ya sea cuando el partido del primer ministro pierde la mayora (por una derrota general en elecciones o debido a un rompimiento de la coalicin), o bien cuando el partido del primer ministro se rebela y convoca a un nuevo liderazgo. En otras palabras, cualquier crisis en el liderazgo o en el gobierno activa vlvulas de seguridad institucionales automticas, como la renuncia de ministros, la disolucin del parlamento o nuevas elecciones. Por lo tanto, las crisis de gobierno pocas veces se convierten en crisis del rgimen. Esta flexibilidad del parlamentarismo contrasta con la rigidez intrnseca del presidencialismo bajo el que una falla en el liderazgo o en una poltica puede transformarse rpidamente en enfrentamientos institucionales o incluso masivos, con un atemorizante potencial de inestabilidad violenta y todos los costos humanos y polticos que esto conlleva.

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En suma, los regmenes parlamentarios se basan en una lgica poltica que exige la cooperacin y el consenso dentro del contexto de polticas coherentes. La unificacin de los poderes Legislativo y Ejecutivo representa un premio elevado al trabajo conjunto para maximizar el xito y evitar nuevas elecciones. La lgica subyacente del presidencialismo est mucho ms sujeta a conflictos, lo cual significa que los errores de clculo u otras fallas personales en el liderazgo pueden desencadenar la lgica perversa que lleva a los legisladores a esperar el fracaso del Presidente, particularmente a finales de su gobierno o en un momento de graves problemas en el que los ciudadanos con gran facilidad estn vidos de un salvador, o si esto no funciona, de un chivo expiatorio.qu detiene al parlamentarismo?

Si bien adoptar el parlamentarismo puede ser sumamente atractivo para los cientficos polticos, la idea de este cambio es simplemente un anatema para la mayora de los ciudadanos de Amrica Latina. La abrumadora autoridad simblica que se le atribuye al presidencialismo surge de las pginas de la historia de la regin y se sienta a horcajadas de su poltica como un coloso. Incluso si los presidentes democrticos han sido pocos y muy distribuidos en el tiempo, existen suficientes ejemplos, como el de Benito Jurez, en Mxico (1861-1863, 18671872), para que Amrica Latina sea el continente del presidencialismo por excelencia. En el caso de Brasil nico en la regin por haberse mantenido oficialmente su rgimen como una monarqua desde su Independencia, en 1822, hasta 1889, en un referndum realizado en 1993 se rechaz cambiar al parlamentarismo. Parece ser que la razn ms convincente fue el temor de que al acabar con el presidencialismo se despojara a los ciudadanos de una representacin vital. Aparte de un fuerte llamado a la tradicin, el argumento en contra de terminar con el presidencialismo que ms se escucha en la regin es que el gobierno parlamentario fracasara precisamente debido a lderes, partidos y legislaturas dbiles, que provocaran mayor inestabilidad. Este argumento ignora la manera en que la estructura de incentivos polticos basada en la separacin de poderes agrava la fragmentacin e indisciplina de los partidos y alienta los liderazgos dbiles.

Asimismo ignora la sustancial evolucin de los gobiernos parlamentarios ocurrida desde sus das ms aciagos, en la Tercera y en la Cuarta Repblica Francesa (18701940, 19461958), o de los gabinetes de sillas musicales de Italia en los aos posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Resulta notable que en Europa Oriental la inmensa mayora de las democracias que siguieron a la era sovitica haya evolucionado ya sea a sistemas parlamentarios o a semipresidenciales (basados en la Quinta Repblica Francesa). El poder del Presidente quedara limitado a un papel de intervencin en casos de crisis, cuando los gobiernos necesitaran formarse o ante la disolucin de los parlamentos. Sin embargo, un gobierno parlamentario en Amrica Latina debera adoptar dos medidas que los votantes portugueses an deben aprobar: 1) el voto constructivo de no confianza, en el que cualquier voto para terminar con un gobierno requiere que se proponga uno nuevo; y 2) la opcin de que el primer ministro est facultado para declarar una propuesta legislativa como un asunto de confianza para ser aprobada de inmediato, a menos que el parlamento vote por disolver al gobierno.

Si no puede reemplazarse al presidencialismo, podemos enumerar elementos que al menos promuevan la estabilidad y proporcionen vlvulas de seguridad para los presidentes fallidos?Tales medidas podran incluir elecciones concurrentes para todos los puestos legislativos y ejecutivos; sistemas electorales cerrados o incluso de partido; as como una prerrogativa presidencial para disolver un Congreso y convocar a la eleccin de uno nuevo. Un paso adicional podra ser que el Presidente debiera renunciar si no logra un liderazgo de mayora en un Congreso, lo que requerira a su vez de nombrar a un nuevo Presidente para terminar el periodo. Sin embargo, estas medidas no cambiaran la lgica bsica de enfrentamiento que prevalece en los regmenes presidenciales, ni alentara la creacin de formas colegiadas de gobierno con base en partidos fuertes y en una forma distinta de liderazgo de gobierno.confluencia

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El historial recopilado sobre el presidencialismo en Amrica Latina es grave y preocupante. No es exagerado afirmar que esta triste serie de fracasos es una de las razones por las que el futuro de la democracia pende de la balanza en el hemisferio occidental. Qu mejor momento podra haber para que los ciudadanos latinoamericanos se preguntaran si sus tradiciones presidencialistas les son tan caras que deban conservarse incluso a expensas de la consolidacin de la democracia? Los visionarios elaboradores de la Constitucin de Estados Unidos, el modelo de todos los regmenes presidenciales puros desde entonces, contaban con un sentido supremo de las peculiaridades e incluso de las idio-

sincrasias del caso particular para el que estaban escribiendo una prescripcin. En sus propias circunstancias variantes ms de dos siglos ms tarde, quiz los latinoamericanos haran mejor en imitar el espritu de prudencia que inspir a los constituyentes de Estados Unidos, que en aferrarse a la letra del sistema creado por dichos hombres. Si los latinoamericanos fueran a escoger ese rumbo podran tambin reflexionar en el hecho de que Europa en 1787, un baluarte de la autocracia, hoy en da cuenta con modelos de gobierno democrtico y predominantemente parlamentario que merecen al menos que se examinen, sin desecharlos a priori simplemente por razones de costumbre.

los presidentes interrumpidos 1985-2004ral alfonsn(Argentina, 1983-1989). Renunci cinco meses antes de transmitir el poder al recin elegido Presidente Carlos Menem, con una economa fuera de control, manifestaciones en las calles y la incapacidad de aplicar polticas criticadas por su sucesor. Presidente de minora, con minora en el Congreso, reemplazado por un sucesor electo. Los militares no tuvieron ninguna participacin.

Joaqun Balaguer

(Repblica Dominicana, 1994-1996). Reelegido para la Presidencia en 1994 en una eleccin sumamente cuestionada y con acusaciones de fraude. Las protestas masivas paralizaron el pas. Acord apoyar los cambios constitucionales para acortar su periodo en dos aos. Presidente de mayora. Los militares no tuvieron ninguna participacin. Reemplazado por el sucesor electo.

Jean-Bertrand aristide

abdal Bucaram

1 (Hait, 1991). Elegido en 1990, depuesto en 1991 mediante un golpe militar. Enfrentamientos entre simpatizantes y opositores del gobierno. Presidente de mayora con minora en la Asamblea. Reemplazado por una junta militar. 2 (2001-2004). Elegido nuevamente en el ao 2000, renunci en 2004 en medio de un levantamiento de antiguos militares y el deterioro de su autoridad. Estilo de gobierno autoritario, poltica de enfrentamientos, acusaciones de corrupcin. Reemplazado por el magistrado presidente de la Suprema Corte, quien fue constitucionalmente nombrado Presidente provisional por el primer ministro.

(Ecuador, 1996-1997). Elegido en 1996, renunci seis meses despus, en 1997. Crisis econmica, acusaciones de corrupcin. Presidente de minora, con minora en el Congreso. Los militares le retiraron su apoyo despus de que el Congreso lo acus de ser incapaz mentalmente. El Congreso no permiti que el vicepresidente asumiera el poder y nombr a un nuevo Presidente para reemplazarlo.

fernando collor de mello

(Brasil, 1990-1992). Elegido en 1989, renunci en 1992. Crisis econmica, manifestaciones masivas, acusaciones de corrupcin. Presidente de minora, con minora en el Congreso. Los militares no tuvieron ninguna participacin. Desaforado y reemplazado por el vicepresidente.

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ral cubas

(Paraguay, 1998-1999). Elegido en 1998, renunci en 1999. Su renuncia fue desencadenada por el perdn que otorg a un antiguo comandante militar; graves escisiones en el partido gobernante. El asesinato del vicepresidente aceler la amenaza de un desafuero en medio de manifestaciones generalizadas. El Congreso design a su sucesor a falta de vicepresidente.

Desaforado y reemplazado por un Presidente elegido por el Congreso.

fernando de la ra

alberto fujimori

1 (Per, 1990-1995). Elegido en 1990, disolvi el Congreso en 1992 mediante un autogolpe que cont con fuerte apoyo de los militares. Pidi cambios constitucionales y una nueva eleccin de la Asamblea Constitucional. 2 (1995-2000). Reelegido en 1995 y 2000, renunci en ese ltimo ao cuando se derrumb el apoyo de la mayora en el Congreso tras una eleccin cuestionada y acusaciones generalizadas de corrupcin que implicaban al jefe de inteligencia. Manifestaciones crnicas contra las elecciones ilegales y la corrupcin. Los militares participaron en la decisin del Presidente de dejar su cargo. Reemplazado por un miembro nombrado por el Congreso; renuncia del primer vicepresidente. (Ecuador (1998-2000). Elegido en 1998, renunci en 2000. Acusaciones de corrupcin, manifestaciones masivas de grupos indgenas, divisin en las fuerzas armadas tras las protestas contra las medidas de austeridad relacionadas con el FMI. Presidente de minora, con minora en el Congreso. Los militares participaron activamente en su renuncia. Reemplazado por el vicepresidente.

(Argentina, 1999-2001). Elegido en 1999, renunci en 2001. Crisis econmica, manifestaciones y violencia en las calles, muerte de civiles, acusaciones de corrupcin. Presidente de minora, con minora en el Congreso. Los militares no participaron en su remocin. Renuncia del vicepresidente. El Congreso design a una serie de sucesores.

Gonzalo snchez de lozada

(Bolivia, 2002-2003). Elegido en 2002, renunci en 2003. Manifestaciones masivas y muerte de civiles. Llega a la Presidencia con minora, y se desintegra la coalicin de mayora en el Congreso. No hubo participacin abierta de los militares. Reemplazado por el vicepresidente.

Jorge serrano

Jamil mahuad

(Guatemala, 1991-1993). Elegido en 1991, renunci en 1993 despus de intentar disolver el Congreso y arrestar a los miembros de la Suprema Corte. Los efectos de la crisis econmica llevaron al enfrentamiento con la legislatura. Lleg a la Presidencia con minora, y tuvo minora en el Congreso. Los militares tuvieron un papel activo en su renuncia. Renuncia del vicepresidente; reemplazado por un Presidente nombrado por el Congreso.

hernn siles zuazo

carlos andrs prez

(Venezuela, 1989-1993). Elegido en 1988. Renunci en 1993. Grave crisis econmica, dos intentos de golpe militar, acusaciones de corrupcin. Presidente de mayora, con una casi mayora en el Congreso que se derrumb.

(Bolivia, 1982-1985). Elegido en 1982, acept renunciar un ao antes, en 1985, tras un acuerdo mediado por la Iglesia. Hiperinflacin, polticas econmicas fallidas, manifestaciones masivas, muerte de civiles, acusaciones de corrupcin. Llega a la Presidencia con minora, y con minora en el Congreso. Los militares desempearon un papel activo en su renuncia. Fue sucedido por el Presidente electo. cJournal of Democracy

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del concepto de democracia

Ricardo Martnez lacy

ara entender cmo surgi la concepcin de democracia es necesario entender el surgimiento y desarrollo de la poltica en Grecia y Roma. Al caer los Estados micnicos por razones desconocidas, el vaco de poder que dejaron fue ocupado por la polis, que era una comunidad de centenares o millares de hombres (mujeres y nios, no) que ocupaban un territorio del cual tenan derecho de propiedad sobre una parte, territorio que defendan como miembros del ejrcito y cuyos cultos celebraban y administraban. Sus propiedades podan incluir esclavos. La exclusin de mujeres y nios significa que ellos dependan de los hombres miembros de la polis (padres, hermanos, esposos, hijos). Las constituciones de la polis podan variar segn el grado de participacin de sus miembros, desde las ms excluyentes, las monarquas, hasta las ms incluyentes, las democracias. Desde que aparece la documentacin, todas las polis tenan un consejo y una asamblea popular. Entre ms autoritarias fueran, atribuan ms autoridad al consejo; entre ms democrticas fueran, era el pueblo el que tena ms atribuciones. Tambin desde el principio de la documentacin (con Homero) se pueden distinguir clases sociales. La dominante sera la de los terratenientes que tenan tantos esclavos que les era posible gozar de tiempo libre (skhol en griego, de donde viene la palabra escuela, porque el estudio era considerado una actividad del tiempo libre, no un trabajo); una clase intermedia eran los terratenientes que, aunque tuvieran esclavos lo cual no era necesariamente el caso, ello no los liberaba del trabajo. Otra clase inferior eran los thtes, mano de obra libre sin tierra que, sin embargo, no eran un proletariado porque la compra de fuerza de trabajo era marginal. Los que proporcionaban el producto excedente eran los esclavos, que estaban, por definicin, excluidos de la polis. Aristteles postula la idea de que las polis surgieron como monarquas, pero ello slo se ve en la obra literaria de Homero y el estagirita no poda documentarse ms de lo que podemos hacerlo actualmente.

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Sea de ello lo que fuere, en la Ilada y la Odisea se encuentran ya indicios del surgimiento de la poltica. En la primera, hay una escena en la que se describe una asamblea del ejrcito argivo, como Homero llama a los griegos. La asamblea es precedida de una reunin de reyes que discuten un presagio de Zeus, luego los heraldos la convocan y resulta una reunin tumultuosa, sin presidencia ni orden del da. Un soldado comn, Tiresias, insulta a los reyes y es castigado por Odisea (Ulises en latn). No hay propuestas ni resoluciones. Al fin, los argivos acaban por obedecer al rey que comandaba la expedicin, Agamemnn, y vuelven a atacar Troya. En la Odisea, Telmaco, hijo de Odisea, convoca a una asamblea para quejarse de los abusos de los pretendientes de su madre, que an espera a su marido despus de 20 aos de ausencia. La asamblea toma partido por el joven, pero no hay propuestas ni resoluciones y los pretendientes acaban permaneciendo en casa de Ulises. Esto indica que Homero presenta un espacio pblico con asambleas, pero los que rigen son los reyes en la Ilada y los nobles en la Odisea: No slo no hay democracia, sino que apenas hay polis. En cambio, en Hesodo aparece una aristocracia en el poder en Tespias. Lo que diferencia las aristocracias de las oligarquas es que las primeras se fundan en el linaje, y las segundas, en la propiedad. Las democracias son las polis donde el pueblo (dmos) ejerce el poder (krate). Dada esa situacin, es imposible saber si efectivamente Quos, isla situada en el este del Egeo junto al continente asitico y, tradicionalmente, patria de Homero, fue la primera democracia. El hecho es que se ha conservado una ley que fue promulgada en el segundo cuarto del siglo VI A.C. (575550) que se refiere a un consejo popular, pero no se puede averiguar qu poderes tena; el desarrollo de la democracia slo puede trazarse en Atenas, de donde Herdoto, unos 80 aos despus de los sucesos, escribi: Cuando por aquellas fechas (508 A.C, Clstenes) consigui ganarse para su causa al pueblo ateniense (que hasta entonces se haba visto marginado sistemticamente), modific los nombres de las tribus y aument su nmero, antes exiguo. En ese sentido, estableci diez filarcos en lugar de cuatro y, asimismo, distribuy los demos, repartidos en diez grupos, entre las tribus. Y, como se haba ganado al pueblo, posea una notable superioridad sobre sus adversarios polticos. Este pasaje slo puede juzgarse por los efectos histricos que tuvo esta reforma, y lo que se ve desde mediados del siglo V A.C., es que la soberana recaa en la asamblea popular (ekklesa), el consejo elaboraba el orden del da de sus reuniones mensuales y las magistrados eran elegidos anualmente mediante sorteo, con excepcin de los 10 estrategos (generales), que eran nombrados por mayora de votos. Al parecer, la nica reforma que alter algo esta situacin fue la de Efialtes (462 A.C.) que, aunque poco documentada, parece que sustrajo autoridad a un consejo hereditario que juzgaba algunos crmenes y tom el nombre de su sede: el Areopago. Del pasaje se desprende que las tribus (phlai) pasaron de cuatro a 10. Por la documentacin posterior se sabe que cada tribu nombraba a 50 de sus miembros (ciudadanos) por sorteo y que, entre cada reunin mensual, todos los miembros de cada tribu se iban turnando laconfluencia

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presidencia (pritana), conducida, a su vez, diariamente en turno por uno de los miembros, de modo que cada ciudadano tena buenas posibilidades de llegar a ser el equivalente de presidente de la repblica.

Es inconcebible para m que esa transicin del pueblo de la marginacin al ejercicio del poder haya podido darse sin una revolucin, lo cual significa que ningn Clstenes pudo conferirle poder alguno que no haya podido ganarse con su propia iniciativa. Nadie cede poder sin necesidad.En trminos de clase, se trata de una alianza de todos los miembros de la polis, entre quienes no haba intereses opuestos; la contradiccin fundamental de clases se daba entre los esclavos, que no formaban parte de la polis, y sus dueos. En contra de la opinin comn, la polis subsisti hasta el final de la antigedad pues, cuando Filipo II de Macedonia las derrot (338 A.C.), las hizo miembros de la confederacin griega, es decir, nominalmente aliados, y, cuando Roma cre sus provincias (a partir de 241 A.C.), las hizo ciudades tributarias o libres de impuestos, sin incorporarlas al territorio de su imperio, el ager publicus. Asimismo, es notorio el hecho de que la democracia se extendi tanto que al principio de la poca helenstica (323 A.C.) era ya la forma de gobierno ms extendida. Sin embargo, bajo el Imperio Romano, las polis fueron revirtiendo a la oligarqua. En cambio, Roma nunca fue democrtica. La repblica, que se fecha tradicionalmente de 509 a 27 A.C., fue siempre oligrquica, y el imperio (27 A.C.476 D.C.) fue un gobierno autocrtico. Fue en ese contexto histrico, trazado a grandes rasgos, en el que surgieron y se desarrollaron las concepciones sobre la democracia. 2. Ahora parece paradjico que casi no hubiera defensores de la democracia y que casi todos los que pensaban sobre la poltica fueran crticos de ella, pero ello indica que no necesitaba defensores y, de hecho, las crticas cayeron en saco roto pues, aunque hubo constituciones democrticas derrocadas y sustituidas por gobiernos ms autoritarios, en ningn caso sus autores se inspiraron en la lectura de algn crtico de la democracia. Lo que se encuentra es que, como suele pasar en el desarrollo del pensamiento poltico, la cosa surgi mucho antes que su concepto. Esquilo en las Suplicantes, escenificada supuestamente en 469 A.C., habla de la mano del pueblo que rige. Slo varias dcadas ms tarde se encuentra la palabra democracia en los escritos de Pseudo-Jenofonte y Herdoto, que escribieron a principios de la guerra del Peloponeso, comenzada en 431 A.C. Pseudo-Jenofonte o el viejo oligarca fue un crtico de la democracia ateniense cuya obra se conserv en el corpus de las obras de Jenofonte, de ah su primera denominacin. Su obra se conoce como La constitucin de los atenienses, pero ms bien es un panfleto antidemocrtico que curiosamente reconoce que la democracia era ventajosa para el pueblo, lo cual considera precisamente su mayor defecto. El autor en cuestin usa seis veces la palabra democracia y dos veces el verbo democratizar en voz pasiva, es decir, ser democratizado. Ahora, su uso parece banal, pero entonces debi parecer novedoso, as, para citar la primera incidencia:

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En cuanto al hecho, del que algunos se asombran, de que por doquier (los atenienses) concedan ms a los malos, a los pobres y a los partidarios del pueblo que a los ricos, en ese hecho muestran que mantienen bien su democracia. Hay que notar que en este pasaje los malos, los pobres y los partidarios del pueblo son los mismos. Herdoto escribi sobre las guerras mdicas, pero empieza por narrar los primeros contactos entre griegos y persas y procede a tratar la historia de cada pueblo conquistado por los persas, la de los persas mismos, hasta llegar en el libro VI (de nueve) a la primera guerra mdica. Entre las cosas que cuenta est la usurpacin del mago Gaumata, que para heredar el trono persa se hizo pasar por Esmerdis, hermano de Cambises, que acababa de morir sin descendencia. Cuando un grupo de siete nobles persas descubri la suplantacin, lo derrocaron y, segn Herdoto, pusieron en tela de juicio los distintos regmenes que podan instaurar. El primero en hablar fue Otanes:

Soy partidario de que un ninguno llegue a ser nuestro monarca, pues ello ni es grato ni correcto. Habis visto, en efecto, a qu extremo lleg el desenfreno de Cambises, y habis sido, asimismo, partcipes de la insolencia del mago (Gaumata). De hecho, cmo podra ser algo acertado la monarqua, a la que, sin tener que rendir cuentas, le est permitido hacer lo que quiere? Es ms, si accediera a ese poder, hasta lograra desviar de sus habituales principios al mejor hombre del mundo, ya que, debido a la prosperidad de que goza, en su corazn cobra aliento la soberbia; y la envidia es connatural al hombre desde su origen. Con estos dos defectos, el monarca tiene toda suerte de lacras; en efecto, ahto como est de todo, comete numerosos e insensatos desafueros, unos por soberbia y otros por envidia. Con todo, un tirano debera, al menos, ser ajeno a la envidia, dado que indudablemente posee todo tipo de bienes; sin embargo, para con sus conciudadanos sigue por un proceder totalmente opuesto: envidia a los ms destacados mientras estn en su corte y se hallan con vida; se lleva bien, en cambio, con los ciudadanos de peor ralea y es muy dado a aceptar calumnias. Y lo ms absurdo de todo: si le muestras una admiracin comedida, se ofende por no recibir una rendida pleitesa; mientras que si se le muestra una rendida pleitesa, se ofende tachndote de adulador. Y voy a decir ahora lo ms grave: altera las costumbres ancestrales, fuerza a las mujeres y mata a la gente sin someterla a juicio. En cambio, el gobierno de la multitud tiene, de entrada, el nombre ms hermoso del mundo: isonoma; y, por otra parte, no incurre en ninguno de los desafueros que comete el monarca: las magistraturas se desempean por sorteo, cada uno rinde cuentas de su cargo y todas las deliberaciones se someten a la comunidad. Por consiguiente, soy de la opinin de que, por nuestra parte, renunciemos a la monarqua, exaltando al pueblo al poder, pues en la colectividad reside todo.confluencia

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Lo primero que llama la atencin es que Herdoto llame a la democracia isonoma, que significa igualdad ante la ley. En efecto, en la democracia todos los ciudadanos son iguales (Herdoto usa en otros pasajes las palabras democracia y ser democratizado). En cuanto al discurso en general, es obvio que un magnate persa de finales del siglo VI A.C., no poda proponer algo todava innombrado en Grecia. Otanes habla como un poltico ateniense contemporneo de Herdoto y as debe interpretrsele. Otra caracterstica, que tendr muchos seguidores, es que se trata del juicio moral de una constitucin poltica: es un texto decididamente premaquiavlico, pues fue Maquiavelo quien, en el siglo XVI D.C., desterr la moral del juicio poltico. En cuanto a la parte propositiva, es claro que la descripcin de la democracia es una representacin a grandes trazos de la constitucin ateniense ya que, nacido en Halicarnaso, Herdoto vivi la mayor parte de su vida exiliado en Atenas y casi puede asegurarse que fue ah donde escribi la obra que lo hara llegar a ser el padre de la historia. Pero Otanes fue slo el primero de los tres magnates en tomar parte en la discusin evidentemente inventada por Herdoto. A l le sigui Megabizo, que estuvo de acuerdo en la crtica a la monarqua, pero desech la democracia porque no hay nada ms necio e insolente que una muchedumbre inepta, y propuso en cambio una oligarqua. El ltimo en hablar fue Daro, quien estuvo de acuerdo con Megabizo en su crtica a la democracia, pero no lo convenci su propuesta y, en cambio, propuso conservar la forma de gobierno monrquico, idea que acab por prevalecer. Herdoto no se pronuncia acerca de la supuesta discusin, pero pasa a contar cmo el reino de los persas fue derrotado por los Estados libres de los griegos, y fue la polis, si no la democracia misma, la que sali victoriosa de las guerras mdicas. Se ha dicho que la democracia tuvo pocos defensores. De hecho, el ms consecuente fue un sofista de quien no queda obra alguna, slo dilogos atribuidos a l por Platn y citas de incomprobable fidelidad. Con todo, su anlisis es ineludible. Scrates, el maestro de Platn, desconfiaba de la escritura porque pensaba, no sin cierta razn, que confera una falsa apariencia de firmeza y univocidad a los discursos y, en consecuencia, toda su obra consisti en discursos hablados. Platn, su discpulo ms famoso, comparta sus posiciones hasta cierto punto y por ello no escribi tratados, sino dilogos. En consecuencia, su mensaje es similar al de las obras de teatro. Platn no se compromete con las palabras de ninguno de sus personajes y l mismo no aparece en ninguno. El mensaje est en el resultado del dilogo y nunca es meridianamente claro, as que resulta paradjico que hayan surgido escuelas filosficas que se ostentan como platnicas y an as pretenden conocer exactamente el mensaje platnico y erigirlo en dogma. Entre estos dilogos sobresale uno que representa una discusin entre Scrates y Protgoras. En l, Scrates rechaza la idea de su contrincante de que la poltica sea algo que cualquiera pueda aprender, y afirma que los polticos nacen, no se hacen. Protgoras, el personaje del dilogo de su nombre, alega que todos los varones tienen la capacidad de llegar a ser polticos, para lo cual usa una palabra aret en la que Cicern se bas para formar la palabra virtus en latn, que se convirti en virtud en espaol, o sea que esta capacidad de ser varn es la virtud por excelencia, palabra cuya raz etimolgica es la misma que la del trmino virilidad.

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Pues bien, lo que hace un sofista como Protgoras, segn l mismo (a decir de Platn), es cultivar esa capacidad innata en los varones mediante la enseanza.El personaje filosfico no dice nada de la democracia y llega a afirmar que slo los ricos pueden pagar para que l como maestro desarrolle la virtud de sus hijos, pero la idea de que todos los varones tienen esa capacidad, sean ricos o pobres, lo lleva a concluir que cualquiera puede opinar de poltica, cosa que el personaje Scrates niega. Eso hace de Protgoras el ms destacado defensor antiguo de la democracia. El segundo historiador griego (en trminos cronolgicos) fue Tucdides. Es claro que no crea en la democracia porque en su Historia de la guerra del Peloponeso presenta a los polticos atenienses como unos manipuladores del pueblo y afirma que Pericles era quien en verdad gobernaba Atenas y que, a su muerte, la poltica se volvi ms vulgar por la ms deficiente calidad de los polticos. Algo parecido se puede decir del comedigrafo Aristfanes quien, por ejemplo, en su comedia Los caballeros presenta a un personaje llamado Demos controlado por sus esclavos, que encarnan a los polticos atenienses de la primera fase de la guerra del Peloponeso entre Atenas y Esparta. No slo eso, Demos sustituye a su intendente por uno peor todava, con lo que concuerda con Tucdides. Pero es evidente que Platn fue el ms acrrimo terico antidemocrtico. En su Apologa de Scrates su discpulo muestra cmo el maestro fue ejecutado por practicar la filosofa, lo que significa, no que esta ejecucin haya sido absurda, como ha dicho Juliana Gonzlez, sino que para Platn la filosofa y la polis son incompatibles. Esta idea se desarrolla sobre todo en los dilogos intitulados La Repblica y Leyes. Todo indica que el primero fue escrito antes que el segundo. En aqul se dice que para que un Estado sea justo debe ser filosfico, y propone todo un plan para educar a los ms propensos a convertirse en filsofos que, si llegan a la cumbre de la carrera, pasan a formar parte de un consejo secreto que atiende los asuntos de la comunidad desde el punto de vista de la sabidura, puesto que, se sabe, la filosofa es el amor a la sabidura. ste es claramente el antecedente seero de la tecnocracia, pues los tecncratas pretenden tambin que los asuntos pblicos y, en general, el gobierno, no caen en el dominio de la poltica, sino en el de la ciencia. Las Leyes son un intento de presentar un proyecto ms aceptable de lo que hoy llamaramos una utopa (palabra inventada en el siglo XVI por Santo Toms Moro). En esta segunda propuesta se presentan las leyes como divinas y, por lo tanto, irreformables; en consecuencia, todos las deban acatar, y se convierten en un sustituto del consejo secreto de La Repblica. En La Repblica se presenta un esquema de evolucin de degeneracin de constituciones que tendr mucho futuro. Segn el personaje Scrates, las constituciones ideales y justas, como la propuesta en elconfluencia

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dilogo, se convierten en timocracias, constituciones basadas en el honor; stas degeneran en oligarquas, las cuales se vuelven democracias, donde la libertad impera, cosa repulsiva para Platn. Las democracias se convierten finalmente en tiranas y en ellas se consuma la espiral de degeneracin. Para terminar con Platn, hay que tomar en cuenta el dilogo que tiene como ttulo Poltico. En l se presenta una clasificacin de constituciones segn el nmero de los gobernantes y el asentimiento de los ciudadanos:

las que tienen consentimiento popular son la monarqua, gobierno de un hombre, y la aristocracia, gobierno de pocos. Las constituciones que funcionan sin el acuerdo de la ciudadana son la tirana, gobierno de uno, y la oligarqua, gobierno de pocos, La democracia, por ser el gobierno de la multitud, tiene el asentimiento de los ciudadanos, que ejercen el gobierno.Tal vez el filsofo griego ms importante fue Aristteles de Estagira, discpulo heterodoxo de Platn. Este filsofo abarc todos los campos del conocimiento y en la Poltica se ocup de teora poltica. Una idea interesante, y muy conocida, es la definicin del hombre como animal de la polis, pues afirmaba que los seres animados que viven fuera de ella slo pueden ser superiores y, por tanto, dioses, o inferiores, es decir, animales irracionales. Tambin hace una clasificacin de constituciones segn sean sanas o degeneradas. El reino es el gobierno de un solo hombre bueno; la tirana, el de un solo hombre malo que no respeta la ley. La aristocracia es, etimolgicamente, el gobierno de los mejores, que son por necesidad pocos; la oligarqua es el gobierno ilegtimo e ilegal de una camarilla. La politeia, que se puede traducir como gobierno constitucional, es un buen rgimen popular; la democracia, su degeneracin. A esta clasificacin se le puede objetar que es muy lgica, pero carece de fundamento emprico y est teida de ese tinte moralista premaquiavlico que se encuentra en todos los antiguos. Sin embargo, estas categoras se usan an, lo que muestra la fortuna de un terico que vivi hace 2 mil 400 aos. Una innovacin que slo tuvo seguidores a partir del siglo XIX fue la idea de que la constitucin que prevalece es una consecuencia de la composicin de la polis, y as la politeia es la que puede establecerse cuando hay muchos infantes pesados, pues ellos, que deben costear su propio armamento, tienen que ser terratenientes con propiedades medianas. Con Aristteles termina la poca clsica y comienza la helenstica, que se caracteriza con un desplazamiento de la polis a favor de los reinos helensticos surgidos de la divisin del reino de Alejandro a su muerte. En general, los tericos griegos reaccionaron retirando su atencin de la poltica y expresando su indiferencia ante ella.

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Slo el historiador Polibio, en el siglo II A.C., desarrolla el pensamiento poltico para explicar el ascenso de Roma y la implantacin de su hegemona en el Mediterrneo (y no en todo el mundo, como deca el historiador). Polibio vuelve a exponer el carrusel de constituciones que convierte en un ciclo al que llama la anaciclosis. Segn esa teora, surge la monarqua; de ella, el reino, que degenera en tirana. Al ser derrocada esta constitucin se erige la aristocracia, que degenera en oligarqua y es de nuevo derrocada y sustituida por la democracia, que degenera en oclocracia (el gobierno de la chusma) y, al disolver la sociedad, vuelve a convertirse en monarqua primitiva. Los gobiernos de uno (monarqua, reino y tirana), pocos (aristocracia y oligarqua) y muchos (democracia y oclocracia), son, cada uno, una forma de gobierno. La gran innovacin de Polibio, que al parecer tom de Dicearco de Mesene, fue la idea de la constitucin mixta. Segn l, Roma, excepcionalmente, fue adoptando cada forma de constitucin antes de que degenerara, y tiene elementos de monarqua (los cnsules, aunque sean dos y no uno), de aristocracia (el senado) y de democracia (los comicios, o sea, las asambleas del pueblo). Aunque la mixtura no sustraiga a Roma de la anaciclosis s hace ms lentos sus efectos y, segn Polibio, cuando l escriba (a mediados del siglo II A.C.), la forma del gobierno de pocos predominaba, as que la tendencia era a pasar a la forma del gobierno de muchos. Como ya se ha dicho, Roma nunca fue una democracia y su helenizacin no tuvo consecuencias polticas democrticas, y si acaso tuvo alguna, lo fue para la transicin de la repblica oligrquica al imperio autocrtico. En latn no hay palabra para denominar democracia; se habla slo de civitas popularis. Cicern, miembro de la ltima generacin de la repblica, repiti la idea de la mixtura de la concepcin romana y encontr el elemento democrtico en el hecho de que cualquier ciudadano pudiera presentar su candidatura a una magistratura, aunque en Grecia esa prerrogativa era vista como una caracterstica aristocrtica, ya que para los griegos lo democrtico era el sorteo. Con la instauracin del imperio en Roma se termin la discusin sobre la democracia. Incluso se termin la discusin poltica En espaol, fue Diego Saavedra Fajardo quien us la palabra en un libro publicado en 1640. Ah dice que la prudencia Es la que da a los gobiernos las tres formas, de monarqua, aristocracia y democracia, y les constituye sus partes proporcionadas al natural de sus sbditos, atenta siempre a su conservacin y al fin principal de la felicidad poltica. Pero slo renacera, en la forma de democracia representativa, en el siglo XVIII, cuando se implant una nueva democracia esclavista en Estados Unidos (1776) y luego otra abolicionista en Francia (1791). Sobrar decir que en Mxico se aboli la esclavitud en 1824, se implant el voto universal y directo en 1917 y se extendi a las mujeres en 1952? cconfluencia

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Repensar la transicin y la tercera vaJos fernndez Santilln

n un reciente artculo titulado Retos en Latinoamrica, Abraham F. Lowenthal sostiene que los nuevos Presidente y Congreso que saldrn de las siguientes elecciones estadounidenses, que se celebrarn el prximo 10 de noviembre, tendrn que enfrentar una buena cantidad de retos.ran entre las prioridades de la Estados Unidos. Efectivamente, ninguno de nuestros pases plantea un reto inminente para la seguridad nacional de ese pas. As y todo, Lowenthal opina que Latinoamrica es un tema importante para los Estados Unidos. Hay por lo menos cuatro razones para pensar que el subcontinente no puede ser soslayado en la perspectiva de futuro del pas de las barras y las estrellas. Vale decir, 1) la interdependencia demogrfica que surge de una emigracin masiva dando lugar a lo que se ha llamado el reto interdomstico; 2) las remesas provenientes de la Estados Unidos, las pandillas juveniles que traspasan las fronteras, las pensiones mviles y tpicos que, como la salud y la educacin, no se detienen ante los controles aduaneros y migratorios; 3) la importancia de la regin como mercado para la exportaciones y, en correspondencia, el abastecimiento de energticos y productos vitales para la economa americana; 4) la presencia de valores compartidos entre el pueblo estadounidense y las naciones latinoamericanas, como los derechos humanos y un gobierno democrtico eficaz.

Entre esos desafos menciona, a nivel internacional: Las guerras de Irak y Afganistn, la potencial implosin de Pakistn, un posible conflicto con Irn, el cambio climtico, el reto representado por las potencias emergentes, como China e India, y el dilema del conflicto en Medio Oriente. Pero tambin hay asuntos domsticos pendientes: la recesin econmica, el problema migratorio, el sistema de salud, decisiones sobre poltica fiscal y los retos de la educacin.1 Parece que en esa agenda Amrica Latina y el Caribe estn ausentes; es decir, no figu-

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Este es el regln que aqu deseo subrayar: los principios democrticos que compartimos las sociedades asentadas en el Continente Americano por encima de diferencias raciales, religiosas y condiciones econmicas. Hay, sin embargo, una aclaracin importante que hacer: El hecho de que hoy prevalezca la democracia como valor poltico fundamental en Amrica Latina y que esta causa sea compartida con los Estados Unidos, no nos debe hacer olvidar que durante buena parte del siglo XX la democracia no se plante como el propsito a alcanzar en nuestros pases. El rumbo bien pudo ser la perpetuacin dictatorial por el lado de las opciones de derecha o el de la proliferacin del modelo del socialismo autoritario por el lado de la izquierda. A principios de los aos setenta, como se dijo en su momento, Amrica Latina se encontraba en el dilema planteado, efectivamente, entre fascismo y socialismo. La democracia no formaba parte de la agenda continental. Por ello, es importante recordar la forma en que la democracia latinoamericana se abri paso en medio de enormes dificultades internas y externas.1.- RegReSo al oRigen

Hablando de democracia en el plano internacional y haciendo un recuento de su historia reciente, lo primero que debemos decir es que, finalmente, ella triunf como horizonte poltico despus de largas dcadas en las que campearon los sistemas autoritarios. Muchos de esos sistemas, por cier-

to, fueron dictaduras militares que se implantaron en Amrica Latina con el apoyo y el financiamiento de los propios Estados Unidos. Aqu no podemos pasar por alto que hay una especie de deuda poltica y moral que reclamarle al pas fundado por George Washington en el sentido de que ha sido tradicional su presuncin de pasar como modelo de democracia y, sin embargo, la promocin de la democracia no fue su prioridad durante buena parte de la posguerra. Hablo, por lo menos, tomando como referencia el caso latinoamericano. Como se sabe, la victoria de los pases aliados en la Segunda Guerra Mundial abri paso a la democracia en Europa Occidental; pero no sucedi lo propio en el rea iberoamericana, donde las dictaduras se mantuvieron e incluso se incrementaron. En efecto, una verdadera y propia oleada de autocracias cay sobre nuestros pases entre los aos sesenta y setenta. Este fenmeno tuvo causas tanto internas como externas. Entre los motivos internos se cuentan la debilidad institucional, el aumento de las presiones sociales por mejores condiciones econmicas, la exigencia de una mayor participacin poltica, la solicitud por parte de los sectores conservadores de salvaguardar a toda costa el orden oligrquico. Entre los factores externos se encuentran la poltica de seguridad hemisfrica impuesta por los Estados Unidos, y la consecuente lnea de contrainsurgencia desplegada para frenar el ejemplo de la Revolucin Cubana. Como

contraparte, es decir, desde la ptica de los movimientos armados de izquierda, se habl de la lucha antiimperialista y de la conveniencia de implantar, por la va violenta, el socialismo de confeccin sovitica. Responder a la violencia dictatorial con la violencia revolucionaria. Tal perspectiva lleg, al mismo tiempo, a su clmax y declive con la revolucin nicaragense. Sobrevino un esquema distinto de cambio poltico fuera de las opciones radicales de uno y otro bando. Y aqu hay que tomar en consideracin, necesariamente, dos referencias inexcusables del mundo iberoamericano, es decir, Portugal y Espaa. La mutacin comenz, en 1974 en el pas lusitano y entre 1973 y 1975 en la Madre Patria, con el desvanecimiento de las viejas autocracias militares, lo que dio lugar a un proceso de transformacin pacfica hacia la democracia. Luego de eso, en muchos pases latinoamericanos fueron sustituidas las dictaduras militares por gobiernos democrticos. Entre ellos Brasil, Argentina, Uruguay, Chile, Per, Bolivia, Ecuador, las naciones centroamericanas y Paraguay. Se trat de un proceso de transformacin que excluy el uso de la fuerza. Dicho de otro modo: el cambio poltico en Iberoamrica, por lo general, se present como una revolucin si se trataba de una mutacin de sistema y como una reforma si se trataba de una transformacin en el sistema. La novedad que trajo la transicin fue que sta se realiz no por la va revolucionaria, sino por la de las reformas.confluencia

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Guillermo ODonnell la defini correctamente: Entendemos por transicin el intervalo que se extiende entre un rgimen poltico y otro.2 Aunque hoy, afortunadamente, gozamos de las ventajas de la democracia, es importante no olvidar de dnde venimos en trminos comparativos. Hay que recordar las caractersticas propias de la dictadura. Al respecto, podramos decir que de las dos facetas que componen a la poltica, la fuerza y el consenso, la dictadura pone el acento en la primera, la democracia en la segunda. En tal virtud la dictadura destaca el momento de la coaccin, la democracia resalta el de la conciliacin. En la dictadura el poder est altamente concentrado y es ilimitado, o sea, no hay, o son muy pocas, las barreras institucionales para frenar los abusos; no existe control efectivo sobre la conducta de los gobernantes; hay poca o nula tolerancia ante la oposicin; las organizaciones civiles y polticas tienen un bajo grado de autonoma ante el Estado; las instancias representativas y los mecanismos electorales, cuando existen, son reducidos a funciones meramente protocolarias y ceremoniales; la educacin y la participacin poltica son desalentadas; la negociacin como instrumento de articulacin poltica est relegada a planos intrascendentes. En la democracia, por el contrario, el poder est ms distribuido y est sujeto a vigilancia institucional; existe, consecuentemente, control sobre los actos de los servidores pblicos; hay tolerancia fren-

te a los disidentes; las organizaciones civiles y los partidos polticos gozan de autonoma frente al poder gubernamental; las instancias representativas y los mecanis