01. angelica - marquesa de los angeles anne y serge golon

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 Anne y Serge Golon Angélica  Anne y Serge Golon Angélica Círculo de Lectores Título del original francés, Angelique Traducción, María Martínez Sierra Cubierta, Edición íntegra Edición especial de Délos Aymá, SL. Exclusivamente para el Círculo de Lectores. Queda prohibida su venta a toda persona q ue  no pertenezca al Círculo © 1962 by Opera Mundi, París 1

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Anne y Serge Golon

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Anne y Serge Golon

Anglica

Crculo de Lectores Ttulo del original francs, Angelique Traduccin, Mara Martnez Sierra Cubierta, Edicin ntegra Edicin especial de Dlos Aym, SL. Exclusivamente para el Crculo de Lectores. Queda prohibida su venta a toda persona que no pertenezca al Crculo 1962 by Opera Mundi, Pars

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Anne y Serge Golon Depsito legal B. 32018-67 Compuesto por Printer en ster 8 Impreso y encuadernado por Printer

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NDICELA INFANCIA DE ANGLICA EN EL CASTILLO CAMPESINO .............6 LOS SAQUEADORES.............................................................................18 LOS RECAUDADORES DE IMPUESTOS.LA VUELTA DE LOS HERMANOS COLEGIALES ....................................................................28 EXTRAO OFRECIMIENTO AL PADRE DE ANGLICA......................39 BODA EN LA ALDEA. UN NUEVO CRIADERO DE MULOS ................48 LLEGADA DE PARS DEL PRIMO NOBLE........................................... 56 LA VISITA DEL HOMBRE NEGRO. EL HERMANO MAYOR DE ANGLICA SE FUGA A AMRICA........................................................ 72 EL CLAUSTRO DE LOS MONJES DISOLUTOS. EXTRAA CONCLUSIN DEL NEGOCIO DE LOS MULOS. LA MARQUESA DU PLESSIS QUIERE A ANG LICA PARA DAMA DE HONOR................84 EL COFRECILLO Y EL GRAN COMPLOT...........................................112 POITIERS Y EL CONVENTO. ENCUENTRO CON EL SEOR VICENTE DE PAL................................................................................................125 UN CONDE TOLOSANO PIDE LA MANO DE ANGLICA.................140 MATRIMONIO POR PODER................................................................ 155 LLEGADA A TOULOUSE. EL MARIDO DE ANGLICA ES EL GRAN RENGO DEL LANGUEDOC..................................................................173

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HORROR DE ANGLICA HACIA SU MARIDO. DESCUBRE QUE SE OCUPA DE ALQUIMIA..........................................................................184 DISCUSIONES FISICOMATEMTICAS ...............................................193 LA VOLCNICA CARMENCITA...........................................................200 LA VOZ DE ORO DEL REINO. EL PRIMER BESO............................. 205 LA VISITA DEL ARZOBISPO DE TOULOUSE.................................... 212 CONVERSACIN CIENTFICA ENTRE ANGLICA Y EL CONDE ....227 CONAN BCHER, SUPERVIVIENTE DE LA EDAD MEDIA...............236 CORTE DE AMOR EN EL PALACIO DEL GAY SABER .....................248 DUELO DE PEYRAC CON EL SOBRINO DEL ARZOBISPO. ANGLICA, AL FIN, CONOCE EL AMOR ........................................... 258 LA MINA DE ORO DE SALSIGNE. ENCUENTRO CON EL PRESIDENTE MASSENEAU ................................................................ 265 NACIMIENTO DE FLORIMOND. LUIS XIV EN TOULOUSE ...............278 UN ESPA EN EL PALACIO DEL GAY SABER. MARCHA PARA EL MATRIMONIO DEL REY....................................................................... 287 PRESENTACIN EN LA CORTE. LA ISLA DE LOS FAISANES .......294 LAS BODAS DEL REY. DESAPARICIN DEL CONDE DE PEYRAC ................................................................................................................322 VIAJE A PARS. ATENTADO CONTRA LA CARROZA DE ANGLICA. HOSPITALIDAD DE HORTENSIA. .......................................................330 EL ABOGADO DESGREZ- VISITA A MADEMOISELLE .....................352 3

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ASESINATO DE MARGARITA. ACCIN RUIN DEL MARQUS DE VARDES.................................................................................................363 DE VARDES INTENTA REPARAR SU OFENSA. JOFFREY DE PEYRAC EN LA BASTILLA..................................................................377 ENTRADA DEL REY EN PARS .......................................................... 389 NUEVAS GESTIONES EN LA CORTE.................................................403 LA AUDIENCIA DEL REY.....................................................................420 ANGLICA, PERSEGUIDA POR UNOS ASESINOS EN LOS CORREDORES DEL LOUVRE, LOGRA ESCAPAR A LA MUERTE . 426 GONTRAN, APRENDIZ DE PINTOR...................................................440 LA TABERNA DE LOS TRES MAZOS .............................................447 EN CASA DEL PELUQUERO-BAERO.............................................. 456 ANGLICA VUELVE A ENCONTRAR A SU HERMANO RAIMUNDO, JESUTA. PROYECTO PARA SALVAR AL CONDE DE PEYRAC .....463 LA CASA EN EL TEMPLE. VENTA DEL ESCLAVO KUASSI-BA......471 CUERDA AL CUELLO. LA VIUDA DE SCARRON ..........................481 NOMBRAMIENTO DE LOS JUECES PARA EL PROCESO DE PEYRAC.................................................................................................491 EL CONDE, VCTIMA DE UNA ESCENA DE EXORCISMO. RUPTURA ENTRE ROMA Y LUIS XIV....................................................................500 COMIENZA EL PROCESO POR BRUJERA....................................... 511

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INTERROGATORIO SOBRE EL EMBRUJAMIENTO DE LAS MUJERES Y LA SUPUESTA TRANSMUTACIN DEL ORO.............532 TESTIGO DE CARGO: BCHER. LA MONJA EMBRUJADA............540 TESTIGOS DE DESCARGO. DEMOSTRACIN DE METALURGIA. .551 DEFENSA DEL ABOGADO DESGREZ. ESCENA FATAL .................565 EL VEREDICTO. ANGLICA, ABANDONADA POR TODOS .............574 VISITA AL VERDUGO...........................................................................577 EL AJUSTICIADO DE NUESTRA SEORA........................................ 589 LA HOGUERA DE LA PLAZA DE GRVE...........................................598 NACE CANTOR. ANGLICA DESAPARECE DE PARS ...................601

Primera parteLA MARQUESA DE LOS ANGELES (1645)

Captulo primero

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La infancia de Anglica en el castillo campesino

Nodriza pregunt Anglica, para qu mataba tantos nios Gil de Retz? Para el demonio, hijita. Gil de Retz, el ogro de Machecoul, quera ser el seor ms poderoso de su tiempo. En su castillo no haba ms que crisoles, alambiques, marmitas llenas de caldos rojos y vapores espantables. El diablo peda que le ofreciese en sacrificio el corazn de una criaturita. As empezaron los crmenes. Y las madres, aterradas, sealaban con el dedo el torren negro de Machecoul, rodeado de cuervos, tantos cadveres de nios inocentes haba en sus calabozos subterrneos. Se los coma a todos? pregunt Madeln, la hermanita pequea de Anglica, con voz temblorosa. A todos, no. No hubiera podido respondi la nodriza. Inclinada sobre el caldero en que el tocino y las coles hervan despacito, revolvi la sopa en silencio. Hortensia, Anglica y Madeln, las tres hijas del barn de Sanc de Monteloup, cuchara en ristre junto a sus escudillas, esperaban con ansiedad la continuacin del relato. Haca algo peor que comrselos bontinu al fin la nodriza, con voz llena de rencor. Primero haca que trajesen a su presencia al pobrecillo o a la pobrecilla, que, temblando de miedo, llamaba a gritos a su madre. El seor, tendido en su lecho, se refocilaba con el espanto de la criatura. Despus haca que la colgasen de la pared, en una especie de horca que le iba apretando el pecho y el cuello y que la ahogaba, aunque no lo bastante para darle muerte. El nio pataleaba como un pollo colgado, se apagaban sus gritos, los ojos se le salan de las rbitas, se pona azul. Y en la sala grande no se oan ms que las risas de los hombres crueles y los gemidos de la vctima. Entonces, Gil de Retz lo mandaba descolgar, lo sentaba sobre sus rodillas y apoyaba la frente del pobre angelote contra su pecho. Le hablaba con dulzura. No ha sido nada grave deca. No queramos ms que divertirnos. Pero ya se 6

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acab. Ahora le daran confites, tendra un hermoso lecho con colchn de plumas, un traje de seda como un pajecito. El chiquillo se tranquilizaba. Un fulgor de alegra brillaba en sus ojos llenos de lgrimas. Entonces el seor, sbitamente, le hunda la daga en el cuello. Pero lo ms espantoso era cuando robaba a las mozas muy jvenes.Qu les haca? pregunt Hortensia. Entonces fue cuando intervino el viejo Guillermo, que, sentado en un rincn junto al hogar, estaba raspando un taco de tabaco. Ms que hablar, grua, y la voz pareca enredrsele en la maraa de las barbas amarillentas: Cllate, vieja loca! Hasta a m, que soy un guerrero, me revuelves el corazn con tus cuentos fantsticos. Cuentos fantsticos...? Ya se ve que no has nacido en el Poitou ni por asomo, Guillermo Ltzen. No tienes ms que echar a andar camino de Nantes y no tardars en encontrar el maldito castillo de Machecoul. Hace ya dos siglos que se cometieron los crmenes y todava se santiguan las gentes que pasan por los alrededores. Pero t no eres de esta tierra y no sabes nada de sus antepasados. Hermosos antepasados, si todos son como vuestro Gil de Retz! Gil de Retz fue tan grande en el mal que ninguna tierra, fuera del Poitou, puede jactarse de haber tenido un criminal como l. Y cuando muri, juzgado y condenado en Nantes, dndose golpes en el pecho, confesando su culpa y pidiendo perdn a Dios, todas las madres a cuyos hijos haba torturado y se haba comido llevaron luto por l. Eso s que es grande! exclam el viejo. As somos nosotros, las gentes del Poitou. Grandes en el mal, grandes en el perdn! Hosca, la nodriza, arregl los cacharros sobre la mesa y abraz con pasin al nio Dionisio. Verdad es dijo que fui poco a la escuela, pero s distinguir lo que es un cuento para la velada y lo que es un relato de los tiempos pasados. Gil de Retz fue un hombre que existi verdaderamente. Su alma andar an errante junto a Machecoul, pero su cuerpo se ha podrido en esta tierra nuestra. Por eso no se puede hablar de l a la ligera, como de las hadas y de los duendes que se pasean entre las grandes piedras plantadas en los campos. Aunque tampoco convenga demasiado burlarse de tales espritus malignos...

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Y de los fantasmas, nodriza, se puede uno burlar? pregunt Anglica. Ms vale que no, preciosa. Los fantasmas no son malos, pero la mayor parte de ellos estn tristes y son recelosos, y para qu aumentar con burlas los tormentos de esos infelices? Por qu llora la seora anciana que se aparece, en el castillo? Quin ser capaz de saberlo? La ltima vez que me encontr con ella, hace seis aos, entre la antigua sala deguardias y el corredor grande, me pareci que ya no lloraba, tal vez gracias a las preces que vuestro abuelo haba hecho rezar por su alma en la capilla. __Yo he odo sus pasos en la torre afirm Nanette, la criada. Sera una rata. La anciana dama de Monteloup es discreta y no quiere molestar a nadie. Acaso fue ciega. Muchos se lo figuran porque alarga siempre la mano hacia adelante como si fuera buscando a tientas. Pero qu busca? A veces se acerca a los nios y les pasa la mano por la cara. La voz de Fantina se tornaba lgubre. Quin sabe si no va buscando algn nio muerto? Buena mujer, tienes el espritu ms macabro que la vista de un osario volvi a protestar el abuelo Guillermo. Es posible que vuestro seor de Retz, del que tanto te enorgullece ser paisana, a dos siglos de distancia, sea un gran hombre y que la dama de Monteloup sea muy respetable, pero yo te digo que no est bien volver locas a estas nias, que estn tan asustadas que se les olvida llenarse el estmago. T puedes echrtelas de sensible, soldado grosero, grivois 1 del diablo! Cuntos vientres de criaturas como stos no habrs atravesado con tu pica cuando servas al emperador de Austria en los campos de Alemania, de Alsacia y de Picarda? A cuntas cabaas no habrs prendido fuego, cerrando la puerta para achicharrar dentro a toda la familia? No has ahorcado nunca a ningn villano? Tantos que hasta se desgajaban las ramas de los rboles! Y a las mujeres y a las mozas, no las has forzado hasta matarlas de vergenza?

Llambase grivois a los soldados desbandados que, terminadas las guerras, recorran los campos cometiendo toda clase de atrocidades Equivale en espaol a la palabra despectiva soldadesca. (Nota del traductor )1

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Como todo el mundo, como todo el mundo, buena mujer. Esa es la vida del soldado. Eso es la guerra. Pero estas nias que aqu vemos tienen la vida hecha para juegos y cuentos alegres. Hasta el da en que pasen por el pueblo los soldados y los bandidos como nubes de langosta. Entonces, la vida de las nias se convierte en la vida del soldado, de la guerra, de la miseria y del miedo... Amargada, la nodriza destapaba un gran tarro de picadillo de liebre y lo extenda sobre rebanadas de pan con manteca que reparta a todos, sin olvidar al viejo Guillermo. Yo que os estoy hablando, yo, Fantina Latour, escuchadme, hijas... Hortensia, Anglica y Madeln, que haban aprovechado la disputa para vaciar las escudillas, levantaron de nuevo la cabeza, y Gontran, su hermano, que tena diez aos, sali del rincn oscuro en que estaba, enojado, no se sabe contra quin, y se acerc a la mesa. Haba llegado la hora de la guerra y de los saqueos, de la soldadesca y de los bandidos, todo ello confundido en el mismo resplandor rojo del incendio, del chocar de espadas, de los gritos de las mujeres... Guillermo Liitzen, t conoces a mi hijo, que es carretero de nuestro amo el barn de Sanc de Monteloup, aqu mismo, en este castillo. Lo conozco. Es muy buen mozo. Pues todo lo que puedo decirte de su padre es que formaba parte de los ejrcitos del seor cardenal de Richelieu cuando ste se diriga a La Rochelle para exterminar a los protestantes. Yo no era hugonota, y siempre haba rezado a la santsima Virgen para conservar la doncellez hasta el matrimonio. Pero cuando las tropas de nuestro rey cristiansimo Luis XIII pasaron por el pueblo, lo menos que puedo decir es que haba dejado de ser doncella. Y puse a mi hijo el nombre de Juan de la Coraza en recuerdo de todos aquellos diablos, uno de los cuales es su padre, y cuyas corazas llenas de clavos desgarraron la nica camisa que yo posea en aquel tiempo... Y en cuanto a los bandidos y bergantes que el hambre ha arrojado a los caminos tantas veces, podra teneros despiertos la noche entera contndoos lo que me hicieron entre el heno de los pajares mientras le quemaban los pies a mi hombre en la lumbre del hogar para hacerle confesar dnde tena guardados los ahorros, y yo crea, por el olor, que estaban asando el cerdo.

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Al recordarlo, la gran Fantina se ech a rer; despus se escanci una escudilla de sidra nueva, para refrescarse la lengua, que se le haba quedado seca de tanto hablar. As, la vida de Anglica de Sanc de Monteloup comenz bajo el signo del Ogro, de los fantasmas y de los bandidos. La nodriza tena en las venas un poco de aquella sangre mora que los rabes llevaron hacia el siglo xi hasta los umbrales del Poitou. Anglica haba mamado aquella leche de pasin y de ensueos en que se concentraba el antiguo espritu de su provincia, tierra de pantanos y de bosques, abierta como un golfo a los vientos tibios del ocano. Haba asimilado el revoltijo de un mundo de dramas y de cuentos de hadas. Le haba tomado el gusto y haba adquirido una especie de inmunidad contra el miedo. Miraba con lstima a su hermana pequea, Madeln, que temblaba, o a su hermana mayor, Hortensia, muy tiesa, que, sin embargo, se mora de ganas de preguntar a la nodriza qu le haban hecho los bandidos entre el heno de los pajares. Anglica, a los ocho aos, adivinaba muy bien lo que haba sucedido en el pajar. Cuntas veces no haba llevado la vaca al toro o la cabra al macho cabro? Y su amigo el pastorcillo Nicols le haba explicado que, para tener crios, los hombres y las mujeres hacen lo mismo. As es como la nodriza haba tenido a Juan de la Coraza. Mas lo que desconcertaba a Anglica era que, para hablar de tales cosas, la nodriza unas veces adoptaba un tono de languidez y de xtasis, y otras del ms sincero horror. Pero no haba que intentar comprender a la nodriza, ni sus silencios ni sus arrebatos de clera. Bastaba con que estuviese all, grandota, siempre en movimiento, con sus brazos robustos, con el nido de su regazo, con sus rodillas abiertas bajo la saya de fustn, y que acogiese en l a las nias como a sus pajaritos, para cantarles una nana o hablarles de Gil de Retz. Ms sencillo era de entender Guillermo Ltzen, que hablaba con voz lenta y acento pedregoso. Decan que era suizo o alemn. Ya haban pasado quince aos desde que se le vio venir, cojeando y descalzo, por la va romana que va desde Angers hacia San Juan de Angely. Entr en el castillo de Monteloup y pidi una escudilla de leche. Y all se qued, de criado para todo: albail, carpintero, correo del barn de Sanc, que le

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haca llevar sus cartas a los amigos y le encargaba de recibir al sargento cuando vena a reclamar el pago de los impuestos. El viejo Guillermo le escuchaba con mucha calma y despus le responda en su dialecto de montas suizo o tirols, y el sargento acababa por marcharse descorazonado. Haba venido de los campos de batalla del Norte o de los del Este? Y merced a qu azar aquel mercenario extranjero pareca bajar de Bretaa cuando lo encontraron? Todo lo que saban de l era que haba estado en Ltzen bajo las rdenes del condotiero Wallenstein y que haba tenido el honor de atravesar la panza al gordo y magnfico rey de Suecia Gustavo Adolfo cuando ste, perdido en la niebla, en el transcurso de la batalla, tropez con los piqueros austracos. En la guardilla en que habitaba se vean relucir al sol, entre las telaraas, su antigua armadura y su casco, en el cual segua bebiendo su racin de vino caliente y, a veces, coma la sopa. Su pica inmensa, tres veces ms alta que l.le serva para apalear los nogales en el tiempo de la recoleccin. Pero sobre todo Anglica le envidiaba la escofina para rallar tabaco. Era de concha y marquetera, y Guillermo la llamaba su grivoise, siguiendo la costumbre de los militares alemanes al servicio de Francia, que tambin reciban el mismo apodo. En la grandsima cocina del castillo, durante toda la velada, no dejaban de abrirse y cerrarse las puertas, por las cuales entraban, trayendo consigo fuerte olor a estircol, criados y criadas y el carretero Juan de la Coraza, tan negro como su madre. Colbanse tambin los perros, los dos lebreles Marte y Mejorana y los pachones, cubiertos de barro hasta los ojos. Del interior del castillo, las puertas daban paso a la avispada Nanette, que haca de doncella de la seora baronesa, esperando haber aprendido buenos modales para dejar a sus amos pobres e irse a servir a casa del seor marqus du Plessis de Bellire, a unas cuantas leguas de Monteloup. Tambin iban y venan los dos pajecillos greudos que llevaban lea para la sala grande y agua para las cmaras. Despus apareca la seora baronesa. Tena el rostro suave, ajado por el aire del campo y por sus numerosos partos. Vesta traje de sarga gris y capuz de lana negra, porque la atmsfera de la sala grande,

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donde estaba siempre con el abuelo y las tas abuelas, era ms hmeda que la de la cocina. Preguntaba si estara lista la tisana del seor barn y si el beb haba mamado sin hacerse rogar. Acariciaba al pasar la mejilla de Anglica, ya medio dormida, cuyos largos cabellos de oro oscuro se tendan sobre la mesa y brillaban a la luz de la lumbre. Ya es hora de que os acostis, hijitas. Pulqueria os llevar a la cama. Y Pulqueria, una de las tas ancianas, apareca, siempre dcil. Haba querido asumir el papel de gobernanta de sus sobrinitas, ya que no haba encontrado marido ni convento que quisiera recibirla sin dote, y porque haca algo til en vez de pasarse el da gimiendo y haciendo labores de tapicera, la trataban con un tanto de desprecio y con menos atenciones que a la otra ta, la gorda Juana. Pulqueria reuna a sus sobrinitas. Las nodrizas acostaran a las ms pequeas, y Gontran, el muchacho sin preceptor, ira, cuando bien le pareciese, a tumbarse en su jergn en el ltimo piso.Siguiendo a la flaca seorita, Hortensia, Anglica y Madeln llegaban a la sala grande, donde la lumbre y tres candelas apenas disipaban el amontonamiento de sombra acumulado por los siglos bajo las altas bvedas medievales. Colgando de las paredes, algunos tapices intentaban protegerlas contra la humedad, pero eran tan viejos y estaban tan agusanados que apenas se distinguan, en las escenas que representaban, los ojos espantados de los lvidos personajes que parecan vigilar con cara de reproche. Las chiquillas hacan una reverencia a su seor abuelo. Estaba sentado junto a la lumbre, con su ropn negro guarnecido de pieles peladas. Pero sus blancas manos, apoyadas en el puo del bastn, eran manos de rey. Tocbase con un grandsimo sombrero de fieltro negro, y su barba, cuadrada como la del difunto rey Enrique IV, descansaba sobre la golilla almidonada, que a Hortensia le pareca, aunque se guardaba muy bien de decirlo, completamente pasada de moda. Otra reverencia a ta Juana, cuyos labios malhumorados no se dignaban sonrer, y luego suban la gran escalera de piedra, hmeda como una gruta. Los dormitorios estaban helados en invierno, pero frescos en verano. No entraban en ellos sino para meterse en la cama. Aquel en que dorman las tres chiquillas tena un lecho inmenso, que reinaba como un

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monumento en el ngulo de una habitacin desmantelada cuyos muebles se haban vendido en el transcurso de las ltimas generaciones. Las losas del piso, cubiertas de paja durante el invierno, estaban rotas en muchos sitios. Para subir a la cama haba un escabel de tres escalones. Despus de ponerse la chambra y el gorro de dormir y de haberse arrodillado para dar gracias a Dios por sus beneficios, las tres seoritas de Sanc de Monteloup trepaban a sus colchones de buena pluma y se acurrucaban entre las mantas llenas de agujeros. Anglica buscaba inmediatamente el agujero de la sbana correspondiente al de la manta, y por l pasaba con habilidad el pie sonrosado, moviendo seguidamente los dedos para hacer rer a Madeln. La pequea temblaba como un conejo al recordar las historias que les haba contado la nodriza. Hortensia tambin, pero no deca nada porque era la mayor. Slo Anglica saboreaba aquel temor con gozo exaltado. La vida estaba hecha de misterios y descubrimientos. Se oa a los ratones roer el maderamen, y a las lechuzas revolotear en las guardillas de las dos torres, lanzando chillidos agudos. Los lebreles se quejaban en los patios, y un mulo de la pradera venia a rascarse la tina al pie de las murallas.A veces, en las noches de nevada, se oan los aullidos de los lobos que bajaban del bosque salvaje de Monteloup hacia los lugares habitados. Y tambin, desde las primeras noches de la primavera, llegaban hasta el castillo los cantares de los aldeanos que armaban algn rigodn a la luz de la luna... Una de las murallas del castillo de Monteloup se asomaba a los pantanos. Era la parte ms antigua construida por un remoto seor de Ridou de Sanc, compaero de Du Guesclin en el siglo xn. Estaba rematada por dos macizas torres, con caminos de ronda techados de madera, y cuando Anglica suba a ellas con Gontran o Dionisio, se entretenan en escupir en las troneras por las cuales los soldados de la Edad Media haban arrojado sobre los asaltantes cubos de aceite hirviendo. Las murallas surgan de un promontorio de piedra calcrea, ms all del cual empezaban los pantanos. En los tiempos remotos de los primeros hombres el mar haba llegado all. Al retirarse, haba dejado una red de ros, canales y estanques que ahora estaban cubiertos de una maraa de yerbajos y sauces, reino de las anguilas y de las ranas por el cual los

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aldeanos no circulaban ms que en barcas. Las aldeas y las chozas aisladas estaban edificadas sobre las islas del antiguo golfo. Habiendo recorrido aquel dominio de las aguas, el seor duque de la Tremouille, que fue un verano husped del marqus Du Plessis y presuma de exotismo, le dio el nombre de la Venecia verde. La vasta pradera lquida, la suave cinaga, se extenda desde Niort y Fontenay-le-Comte hasta el ocano. Se reuna antes de Marans, Chaill y hasta Lucon con los pantanos amargos, es decir, con las tierras todava saladas. Despus era ya la verdadera orilla, con su barrera blanca de sal preciosa, disputada speramente por los aduaneros y contrabandistas. Si la nodriza no contaba casi nunca las historias de contrabandistas y ladrones de sal que apasionaba a todo el pantano es porque haba nacido del lado de la tierra, y se jactaba de despreciar a las gentes que viven con los pies metidos en el agua, que, por aadidura, son todos protestantes. Por el lado de la tierra, el castillo de Monteloup mostraba una fachada ms moderna, con numerosas ventanas. Apenas si un viejo puente levadizo, de cadenas herrumbrosas en las que se posaban gallinas y pavos, separaba la entrada principal de las praderas en que pacan los mulos. A la derecha estaba el seorial palomar, con su techo de tejas redondas, y una de las granjas cultivada por un mediero. Las otras se encontraban ms all del foso. Ms lejos se vea el campanario del pueblo: Monteloup. Y despus empezaba el bosque en apretada maraa de encinas y castaos. El bosque segua, sin un claro, hasta el norte de la Gtine y del Bocage vendeano. Casi llevaba hasta el Loira y Anjou a quien se arriesgase a atravesarlo de un lado a otro sin temor a los lobos y los bandidos. El bosque de Nieul, ms cercano, perteneca al seor de Plessis. Los habitantes de Monteloup enviaban a pastar en l sus manadas de cerdos y estaban siempre enredados en pleitos con el administrador del marqus, un tal seor Molines, que tena las manos rapaces. Tambin andaban por all unos cuantos fabricantes de zuecos, carboneros, y una bruja, la vieja Melusina. Esta, en invierno, sala a veces del bosque y se acercaba a beber una escudilla de leche a las puertas del poblado, a cambio de unas cuantas plantas medicinales.

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Siguiendo su ejemplo, Anglica recoga flores y races, las haca secar, las herva, las aplastaba y las meta en saquitos en un escondrijo secreto que slo conoca el viejo Guillermo. Pulqueria se desgaitaba horas enteras llamndola sin que apareciese. Pulqueria lloraba a veces, cuando pensaba en Anglica. Vea en ella el fracaso, no slo de lo que pensaba que debiera ser una educacin tradicional, sino tambin de su raza y de su nobleza, que iban perdiendo toda dignidad por culpa de la pobreza y la miseria. En cuanto amaneca, la chiquilla escapaba apenas ms vestida que una aldeana, con una camisa, un justillo y una saya desteida, y sus piececitos, menudos como los de una princesa, eran duros como el cuerno, porque esconda sin reparo su calzado bajo una zarza para trotar ms aprisa. Si la llamaban, volva un poco el rostro redondo y dorado por el sol, en el cual brillaban dos ojos de color verde azulado, del mismo color de esa planta que crece en los pantanos y que lleva su nombre: Anglica. Habra que mandarla al convento gema Pulqueria. Pero el barn de Sanc, taciturno y rodo de preocupaciones, se encoga de hombros. Cmo hubiera podido enviar al convento a su hija segunda, cuando no poda ni siquiera enviar a la mayor, puesto que no posea ms que cuatro mil libras de renta al ao y tena que dar quinientas para la educacin de sus dos hijos mayores en los agustinos de Poitiers?Del lado de los pantanos, Anglica tenia un amigo: Valentn, el hijo del molinero. Del lado de los bosques, su amigo era Nicols, uno de los siete hijos de un labrador, que ya era pastor al servicio del seor de Sanc. Con Valentn iba en barca, recorriendo los canales bordeados de miosotis, hierbabuena y anglica. Valentn arrancaba a brazadas aquella planta alta y dura, de olor exquisito, y luego iba a vendrsela a los monjes de la abada de Nieul, que hacan con su raz y sus flores un licor medicinal, y con los tallos, confitura. En cambio, los monjes le daban escapularios y rosarios que le servan para tirrselos a la cabeza a los chiquillos de las aldeas protestantes, que huan dando alaridos como si el mismo diablo les hubiese escupido a la cara. Su padre, el molinero, lamentaba aquellas hazaas. Aunque era catlico, presuma de tolerante. Y qu necesidad tena su hijo de comerciar con brazadas de anglica cuando haba de

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corresponder como herencia el cargo de molinero y no tendra ms que instalarse en el cmodo molino, edificado sobre pilotes a la orilla del agua? Pero Valentn era un muchacho difcil de entender. Coloradote, con cuerpo de Hrcules ya a los doce aos, ms mudo que una carpa, tena el mirar desvado, y las gentes, envidiosas del molinero, decan que era idiota. Nicols, el pastor charlatn y jactancioso, llevaba a Anglica a recoger setas, moras y mirtilos. Con ella iba tambin a buscar castaas. En el bosque le haca flautas ahuecando ramas de avellano. Los dos muchachos estaban mutuamente celosos a muerte por los favores de Anglica. Era ya tan bonita que los aldeanos la miraban como encarnacin viva de las hadas que habitaban el gran dolmen del Campo Embrujado. Ella tena ideas de grandeza. Soy marquesa deca a cuantos queran orla. Ah, s? Y por qu? Porque me he casado con un marqus responda. El marqus tan pronto era Valentn o Nicols como uno cualquiera de los granujillas que arrastraba tras de s por prados y bosques. Deca tambin con mucha gracia: Soy Anglica: llevo a la guerra a mis angelitos. Y de ah le vino su apodo: la Marquesita de los ngeles. A principios del verano de 1648, cuando Anglica cumpli once aos, la nodriza Fantina se puso a esperar a los bandidos y a los soldados. Sin embargo, el pas pareca estaren paz, pero la nodriza, que saba adivinar tantas cosas, olfateaba a los bandidos en el calor pesado de aquel verano. Se la vea con el rostro vuelto hacia el Norte, del lado del camino real, como si el viento lleno de polvo le hubiese trado su olor. Le bastaban muy pocos indicios para saber lo que pasaba a lo lejos, no slo en el pueblo, sino en toda la provincia y hasta en Pars. Despus de haberle comprado al buhonero de Auvernia un poco de cera y unas cuantas cintas, era capaz de informar al seor barn de todas las noticias relacionadas con la marcha del reino de Francia. Se iba a establecer un nuevo impuesto; se estaba dando una batalla en Flandes; la reina madre ya no saba qu inventar para encontrar dinero y satisfacer a los prncipes codiciosos. Ella misma, la soberana, pasaba sus apuros, y el reyecito de los rizos rubios llevaba las calzas demasiado

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cortas, lo mismo que su hermano, al que llamaban Monsieur el Pequeo2, puesto que an viva su to, Monsieur, hermano del rey Luis XIII. Entretanto el cardenal Mazarino amontona chucheras y cuadros de Italia. La reina le ama. El Parlamento de Pars no est contento. Oye el clamor del pobre pueblo campesino, arruinado por las guerras y los impuestos. En sus carrozas, ataviados con magnficas vestiduras forradas de armio, los seores del Parlamento se trasladan al palacio del Louvre, donde vive el reyecito que se agarra con una mano a la falda negra de su madre, la espaola, y con la otra al ropn rojo del cardenal Mazarino, el italiano. Explican a aquellos grandes que no suean ms que con poder y riquezas que el pueblo ya no puede pagar ms, que los burgueses ya no pueden comerciar, que todos estn cansados de que se les impongan contribuciones hasta por el menor de sus bienes. Es que no habr pronto que pagar hasta por la escudilla en que se come? La reina madre no est contenta. El seor Mazarino tampoco. Entonces, los grandes seores llevan al reyecito a su lit de justice 3. Con voz bien timbrada, aunque vacilando un poco al repetir la leccin que le haban enseado, responde a aquellos graves personajes que hace falta dinero para los ejrcitos, Para la paz que va a firmarse bien pronto. El rey ha hablado. El Parlamento se inclina. Se va a crear un nuevo impuesto. Los intendentes de las provincias van a soltar a sus sargentos para que lo recauden. Los sargentos van a amenazar. Las buenas gentes van a suplicar, a llorar, a empuar sus hoces y sus guadaas para unirse con los soldados desbandados, van a venir los bandidos... Oyendo a la nodriza, nadie poda creer que aquel buhonero embrutecido hubiera podido contarle tantas cosas. Atribuan a imaginacin lo que era adivinacin. Una palabra, una sombra, el paso de un mendigo demasiado atrevido, de un mercader inquieto, la ponan en el camino de la verdad. Olfateaba a los bandidos en el calor tempestuoso de aquel hermoso verano de 1648 y, como ella, Anglica los estaba esperando...2

Monsieur era el ttulo oficial reservado al hermano del rey de Francia. (Nota del traductor.) Justice. Trono que ocupa el rey en las sesiones solemnes del Parlamento, y por extensin, esas mismas sesiones.3

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Captulo segundo

Los saqueadores

Aquella tarde, Anglica haba decidido ir a pescar cangrejos con el zagal Nicols. Sin previo aviso haba galopado hacia la cabana de los Merlot, padres de Nicols. La aldea de tres o cuatro casu-chas que habitaban estaba situada a la orilla del gran bosque de Nieul. Las tierras que cultivaban pertenecan, sin embargo, al barn de Sanc. Al reconocer a la hija del amo la campesina levant la tapa del caldero que colgaba sobre la lumbre y ech en la sopa un pedazo de tocino para que estuviera ms sabrosa. Anglica puso sobre la mesa una gallina a la

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que acababa de retorcer el pescuezo en el corral del castillo. No era la primera vez que se invitaba de aquel modo en casa de unos u otros campesinos, y nunca dejaba de llevar un regalito, ya que los castellanos eran casi los nicos que posean en el pas palomar y gallinero, por derecho seorial. El hombre, sentado junto al hogar, estaba comiendo pan moreno. Francina, la mayor de las hijas, se acerc a Anglica y le dio un beso. Tena dos aos ms que ella, pero, encargada desde haca ya mucho tiempo del cuidado de los pequeos y de trabajar en el campo, no poda ir a pescar cangrejos ni a buscar hongos como el vagabundo de su hermano Nicols. Era suave y corts: tena lindas mejillas sonrosadas y frescas, y la seora de Sanc degeaba tomarla de doncella para reemplazar a Nanette, que la desconcertaba con su insolencia. En cuanto hubieron comido, Nicols se llev a Anglica. Ven al establo; vamos a buscar la linterna. Salieron. La noche estaba muy oscura porque la tormenta amenazaba an. Anglica record ms tarde que haba vuelto el rostro en direccin a la calzada romana que pasaba a media legua de all y que le haba parecido or un vago rumor. En el bosque estaba an ms oscuro. No tengas miedo de los lobos dijo Nicols. En verano no vienen hasta aqu. No tengo miedo... Llegaron pronto al arroyo e instalaron los cestos, con el cebo de un pedazo de tocino, en el fondo del agua. Los alzaban de cuando en cuando, chorreantes y cargados de racimos de cangrejos azules a los que haba atrado la luz,y los vaciaban en un cuvano que haban trado de intento. A Anglica no se le ocurra pensar que los guardas del castillo de Plessis hubieran podido sorprenderles y que se habra armado un buen escndalo al descubrirse que una de las hijas del barn de Sanc andaba de pesca furtiva con un granujilla. De pronto se irgui, y Nicols tambin se puso de pie. No has odo nada? S. Han gritado. Los dos muchachos se quedaron inmviles un instante y despus retornaron a sus cestas. Pero estaban inquietos y pronto volvieron a abandonar la pesca. Esta vez lo oigo bien. All abajo gritan. Es del lado de la aldea.

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Rpidamente Nicols recogi los enseres de pesca y se ech el cuvano a la espalda. Anglica llevaba la linterna. Volvieron caminando, sin hacer ruido, por un senderito cubierto de musgo. Cuando se acercaban a la orilla del bosque quedaron inmviles bruscamente. Un fulgor rosa penetraba entre los rboles e iluminaba los troncos. No es... que est amaneciendo? murmur Anglica. No. Es fuego! Dios mo! A ver si es tu casa la que arde. Vamos, de prisa! Pero l la detuvo. Espera. Gritan demasiado para un incendio. Pasa otra cosa. Adelantaron poco a poco hasta los primeros rboles. Ms all un largo prado descenda hasta la primera casa, que era la de los Merlot, y quinientas varas ms lejos se agrupaban a orilla del camino las otras tres casuchas. Una de ellas era la que arda. Las llamas que salan del techo iluminaban a una multitud movediza de hombres que gritaban y corran, entraban en las cabaas y volvan a salir de ellas cargados de jamones o tirando de las vacas y los asnos. Venan de la calzada romana y se desbordaban por la calleja hueca, como un ro caudaloso y negro. La ola erizada de palos y picas pas por encima de la granja de los Merlot, la sumergi y sigui en direccin de Monteloup. Nicols oy gritar a su madre. Son un disparo de arma de fuego. Era pap Merlot, que haba tenido tiempo de descolgar su viejo mosquete y de cargarlo. Pero poco despus lo arrastraron como un saco hasta el corral y lo mataron a palos. Anglica vio a una mujer en camisa que atravesaba el corral de una de las casuchas e intentaba huir; gritaba y sollozaba. Varios hombres la perseguan. La mujer intentaba llegar al bosque. Anglica y Nicols retrocedieron, y dndose la mano, huyeron tropezando en la maleza. Cuando volvieron, fascinados a su pesar por el incendio y por aquel alarido uniforme que suba en la noche, vieron que los perseguidores haban alcanzado a la mujer y la arrastraban por la pradera. Es Paulita dijo Nicols. Apretados uno contra otro, detrs del tronco de una encina enorme, miraban jadeantes, con los ojos desorbitados, el horrible espectculo. Se llevan nuestro asno y nuestro cerdo dijo Nicols. Vino el alba, haciendo palidecer los fulgores del incendio, que ya se aplacaba. Los bandidos no haban prendido fuego a las otras casuchas. La mayor parte

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de ellos no se haba detenido en aquella aldea sin importancia. Los hombres haban seguido hacia Monteloup. Los que se haban encargado del saqueo de las cuatro casas abandonaban ya el campo de sus hazaas. Se vean sus ropas harapientas, sus mejillas demacradas y ensombrecidas por las barbas. Algunos llevaban grandes sombreros con plumas, y uno de ellos una especie de casco que hubiera podido hacerle pasar por militar. Pero la mayor parte iban vestidos con andrajos sin forma ni color. Envueltos en la niebla de la madrugada que enviaban los pantanos, se les oa llamarse unos a otros. Ya no eran ms que unos quince. Un poco ms all del hogar de los Merlot se detuvieron para recontar el botn. Por sus gestos y su modo de discutir se vea que lo encontraban escaso: unos cuantos pauelos y sbanas hallados en los cofres, ollas, hogazas, quesos. Uno de ellos daba grandes mordiscos a un jamn. Los animales robados iban ya delante. Los ltimos saqueadores reunieron en dos o tres atados los pobres objetos recogidos y se alejaron sin volver siquiera la cabeza. Anglica y Nicols tardaron en dejar el refugio de los rboles. Ya el sol brillaba y haca relucir el roco en la pradera, cuando se arriesgaron a bajar hacia la aldea, ahora extraamente silenciosa. Cuando se acercaban a la granja de los Merlot se alz el llanto de un nio. Es mi hermanito murmur Nicols; por lo menos l no ha muerto. Temiendo que algn bandido se hubiese quedado rezagado, entraron sin ruido en el corral. Iban de la mano y se detenan casi a cada paso. Tropezaron primero con pap Merlot, con la nariz hundida en el estircol. Nicols se inclin e intent levantar la cabeza de su padre. Di, pap, ests muerto? Se levant. Creo que est muerto. Mira qu blanco est, l que siempre aparece tan colorado. En la casucha el cro se desgaitaba. Sentado sobre el lecho revuelto, agitaba las manecitas. Nicols corri a l y lo tom en brazos. Gracias, Virgen santa. El pequeo no tiene nada. Anglica, con los ojos dilatados de horror, miraba a Francina. La muchacha estaba tendida en el suelo, blanca, con los ojos cerrados. Tena la ropa hecha jirones. Nicols murmur Anglica con voz ahogada, qu... qu le han hecho?

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Nicols mir y una expresin terrible envejeci su rostro. Volvi los ojos hacia la puerta y gru: Malditos, malditos! Con brusco ademn entreg el nio a Anglica. Tenlo t. Se arrodill junto a su hermana y la envolvi pudorosamente con la falda desgarrada. Francina, soy yo, Nicols. Responde, Francina, no ests muerta? Salieron gemidos del cercano establo. Apareci la madre, gimiendo y encorvada. Eres t, hijo? Ay, mis pobres hijos, mis pobres hijos! Qu desdicha! Se han llevado el asno y el cerdo, y nuestro poco ahorro de escudos. Ya le deca yo a mi hombre que haba que enterrarlos! Mam, te duele mucho? No es nada, hijo. Soy mujer. He pasado por todo. Pero mi Francina, la pobre, que es tan sensible; capaces son de haberla matado. Acunaba a su hija en sus brazos robustos de campesina y lloraba. Dnde estn los otros? pregunt Nicols. Despus de larga bsqueda acabaron por encontrar a los tres crios, un chico y dos chicas, en la panera, donde se haban escondido despus que los salteadores, habiendo robado el pan, se entretuvieron en forzar a su madre y a su hermana. Un vecino acudi a buscar noticias. Los infelices habitantes de la aldea se reunan para hacer el recuento de sus desdichas. No tenan que deplorar ms que dos muertos: pap Merlot y un anciano que tambin haba intentado usar su mosquete. Los otros campesinos estaban atados a las sillas,despus de haber sido apaleados sin demasiado encarnizamiento. No haban degollado a ningn nio, y uno de los medieros haba conseguido abrir la puerta del establo a sus vacas, que haban huido y que sin duda se encontraran. Pero cunto buen lienzo y cunta ropa buena robada! Cunta vajilla de estao que adornaba los vasares de las chimeneas haba desaparecido! Y los quesos, y los jamones, y hasta aquel dinero tan escaso, tan recontado! Paulita segua gimiendo y llorando. Seis que se han aprovechado de m! Cllate! dijo brutalmente su madre. Te conocemos, y con lo aficionada que eres a esconderte con los mozos entre las zarzas, nos figuramos que te han dado por el gusto. Mientras que nuestra vaca

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estaba preada! Ms trabajo nos costar encontrarla que a ti encontrar un galn. Tenemos que marcharnos de aqu dijo mam Merlot, que segua con Francina desmayada entre sus brazos. Puede que vengan otros detrs. Vayamos al bosque, con los animales que nos quedan. Ya lo hicimos antao cuando pasaron los ejrcitos de Richelieu. Vayamos a Monteloup. A Monteloup! De seguro que ya estn all ellos. Todos aprobaron inmediatamente. Vayamos al castillo dijo uno. El instinto ancestral los lanzaba hacia la morada seorial, en busca de la proteccin del amo, que, en el transcurso de los siglos, haba extendido sobre ellos la sombra de sus murallas y sus torres. Anglica, que estrechaba al cro entre sus brazos, sinti que el corazn se le apretaba en un oscuro remordimiento. Nuestro pobre castillo pens se est derrumbando. Cmo podemos ahora proteger a estos desdichados? Quin sabe si los bandidos no habrn ido hasta all? Y no es el viejo Guillermo, con su pipa, quien puede haberles impedido que entren. S dijo en voz alta, vayamos al castillo. Pero no tenemos que ir por el camino real, ni por los atajos de los campos. Si los bandidos se han quedado rezagados en ellos, no podremos acercarnos a la entrada. Lo nico que podemos hacer es bajar hasta las cinagas desecadas y llegar al castillo por el foso grande. Hay una puertecilla que no se usa nunca, pero yo s cmo se abre. No aadi que aquella puertecilla medio cegada por los escombros de un subterrneo le haba servido para escaparse del castillo ms de una vez y que en uno de los calabozos, cuya existencia apenas conocan los actuales barones de Sanc, estaba el escondrijo en que preparaba plantas y filtros como la bruja Melusina. Los aldeanos la obedecieron confiados. Algunos la vean por vez primera, pero estaban tan acostumbrados a or hablar de Anglica como de una encarnacin de las hadas, que su aparicin en lo ms negro de su desdicha apenas les asombraba. Una de las mujeres le quit de los brazos el chiquillo. Y Anglica, libre de su carga, arrastr a la tropilla por un largo rodeo a travs de las cinagas,

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bajo el sol quemante, a lo largo del promontorio abrupto que en otro tiempo haba dominado aquel golfo del Poitou invadido por las aguas marinas. Con el rostro salpicado de barro, animaba a los campesinos. Hzoles entrar por la estrecha abertura de la poterna ya en desuso. El fresco ambiente de los subterrneos los sobrecogi y les dio nimos, pero la oscuridad hizo llorar a los chiquillos. Despacio, despacio dijo tranquilizndoles la voz de Anglica. Pronto estaremos en la cocina y el ama Fantina nos dar la sopa. La evocacin del ama Fantina anim a todo el mundo. Detrs de la hija del barn de Sanc los campesinos, gimiendo y tropezando, treparon por las escaleras medio derruidas y atravesaron las salas llenas de desperdicios, de las cuales huan las ratas. Anglica los diriga sin vacilacin. Eran sus dominios. Cuando llegaron al gran vestbulo, ruidos de voces los inquietaron un instante. Pero Anglica, lo mismo que los aldeanos, no se atreva a pensar que el castillo hubiera sido atacado. Al acercarse a la cocina, el olor de la sopa y del vino caliente se acentu. De seguro haba mucha gente por all, pero no eran bandidos, porque el tono de las conversaciones era bajo, comedido y hasta triste. Otros campesinos del pueblo y de las granjas vecinas haban venido ya a ponerse bajo la proteccin de las murallas viejas y ruinosas. Cuando aparecieron los recin llegados se alz un grito general de espanto, porque los tomaron por bandoleros. Mas, al ver a Anglica, la nodriza se lanz hacia ella y la estrech entre sus brazos. Mi pajarita! Viva! Gracias, Seor! Santa Radegunda! San Hilario! Gracias! Por primera vez en su vida Anglica no respondi al fogoso abrazo. Acababa de guiar a sus gentes a travs de los pantanos. Horas enteras haba sentido tras de s aquel rebao lamentable. Ya no era una nia! Casi con violencia se desprendi de entre los brazos de Fantina Lozier. Dales de comer dijo. Ms tarde, como en un sueo, vio a su madre, que, con los ojos llenos de lgrimas, le acariciaba las mejillas. Hija, qu inquietud nos has causado! Pulqueria, consumida como un cirio, con la eccema inflamada por las lgrimas, se acerc tambin, lo mismo que su padre y su abuelo.

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A Anglica le pareca muy divertido aquel desfile de fantoches. Se haba bebido un grandsimo cuenco de vino caliente y estaba completamente ebria, sumida como en un sopor bienaventurado. En torno de ella las gentes cambiaban comentarios sobre las peripecias de la noche trgica: la invasin del pueblo, las primeras casas quemadas, cmo al sndico lo haban tirado por la ventana del primer piso que estaba tan orgulloso de haber construido haca poco. Aquellos paganos salteadores, no se haban atrevido a invadir la iglesia, a robar los vasos sagrados y a atar al cura con el ama sobre el propio altar? Gentes endemoniadas! Si no, cmo hubieran podido inventar cosas semejantes? Delante de Anglica una vieja meca entre sus brazos a su nieta, una linda adolescente que tena el rostro hinchado a fuerza de llorar. La abuela cabeceaba y repeta sin cesar, con mezcla de admiracin y de horror. Lo que han podido hacer con ella! Lo que han podido hacer con ella! Es increble! No hablaban ms que de mujeres forzadas, de hombres apaleados, de vacas y cabras robadas. El sacristn sujetaba a su burro tirndole del rabo mientras dos bandoleros lo hacan de las orejas. Y el que gritaba ms fuerte de todos era el pobre animal. Pero muchos haban logrado huir. Unos hacia los bosques, otros hacia los pantanos, la mayor parte hacia el castillo. Por desdicha, su fuga haba atrado en la misma direccin a unos cuantos salteadores, y a pesar del mosquete del seor de Sanc las cosas habran podido acabar mal si al viejo Guillermo no se le hubiese ocurrido de pronto una idea genial. Colgndose de las cadenas del puente levadizo, haba al fin logrado levantarlo. Como lobos crueles pero miedosos, los bandidos haban retrocedido ante el pobre foso lleno de agua podrida. Entonces se dio un extrao espectculo. Se vio al viejo Guillermo echando sapos y culebras, sacudir el puo hacia la oscuridad en la que se movan huyendo siluetas desharrapadas. De pronto uno de los fugitivos se detuvo y le respondi. Hubo entre ellos un fantstico dilogo, a travs e las sombras enrojecidas por el incendio, en aquella lengua tudesca que raspaba el espinazo y haca temblar.Nadie supo a ciencia cierta lo que Guillermo y su compatriota se dijeron. Ello es que los bandidos no volvieron y al amanecer ya se haban alejado del pueblo. Todos consideraban a

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Guillermo un hroe, todos descansaban bajo su sombra de valiente militar. El incidente demostraba en todo caso, que la banda, al parecer compuesta por desdichados campesinos o miserables de las ciudades, llevaba tambin soldados venidos del Norte, desbandados a consecuencia del tratado de paz de Westfalia. Haba de todo en aquellos ejrcitos que los principes levantaban para ponerlos al servicio del Rey: valones, italianos, flamencos, loreneses, espaoles, alemanes, todo un mundo que los pacficos habitantes del Poitou no podan ni siquiera figurarse. Bien pronto algunos llegaron a afirmar que entre los bandoleros haba incluso un polaco, uno de aquellos salvajes que el condotiero Juan de Werth llev en otro tiempo a Picarda para degollar nios de pecho. Lo haban visto. Tena la cara amarilla, llevaba un gorro de piel y posea sin duda enorme capacidad amorosa, porque al terminar la jornada todas las mujeres afirmaban haber sido sus vctimas.

Reconstruyronse las casas quemadas del pueblo. No fue tarea larga. Barro mezclado con paja y caas formaba paredes bastante slidas. Recogieron las mieses que no haban saqueado y la cosecha fue buena lo cual consol a unas cuantas gentes. Slo dos muchachitas, Francina una de ellas, no pudieron recobrarse de las violencias sufridas. Tuvieron fiebre altsima y murieron. Decase que de Niort haban enviado unos cuantos soldados en persecucin de la banda, que pareca estar aislada y desmandada. As, la incursin de los bandidos por las tierras del barn de Sanc no alter gran cosa la vida habitual del castillo. A lo ms, se oy gruir ms a menudo al abuelo recordando las desdichas que haba trado consigo la muerte del buen rey Enrique IV y la insubordinacin de los protestantes. Estas gentes personifican el espritu de destruccin. Una vez censur al seor de Richelieu por mostrarse tan duro, pero an no lo fue bastante. Anglica y Gontran, que aquel da acertaban a ser los nicos oyentes de la profesin de fe de su abuelo, se miraron con aire de connivencia. El pobre seor no se daba cuenta en modo alguno de la realidad El muchacho, que iba a cumplir ya los once aos, se atrevi a observar:

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Esos bandidos, abuelo, no eran hugonotes. Eran catlicos, pero desertores de ejrcitos hambrientos, y extranjeros a quienes no se les haba pagado su soldada, segn dicen, y campesinos que huyen de los campos de batalla. Entonces, no tenan para qu venir aqu. Y adems, no logrars hacerme creer que los protestantes no les ayudan. En mis tiempos, el ejrcito pagaba mal a sus tropas, ya lo s, pero les pagaba con regularidad. Creme, todo este desorden es de inspiracin extranjera, tal vez inglesa u holandesa. Se dan a conocer y se agrupan, tanto ms cuanto que el edicto de Nantes ha sido demasiado indulgente para con ellos, dejndoles no slo el derecho de pertenecer a su confesin, sino la igualdad de derechos cvicos... Abuelo pregunt bruscamente Anglica, qu derecho dices que les han dejado a los protestantes? Eres demasiado joven para comprender, chiquilla dijo el anciano barn, y aadi: Los derechos cvicos representan algo que no se puede arrebatar a nadie, sin perder el honor. Entonces, no son dinero? pregunt la chiquilla. El anciano la felicit. Eso es, Anglica. Verdaderamente, comprendes cosas que estn por encima de tu edad. Pero a Anglica le pareca que el asunto necesitaba ms explicaciones. De modo que aunque los bandidos nos saqueen por completo y nos dejen desnudos, nos dejan, sin embargo, nuestros derechos cvicos. Exactamente, hija ma respondi su hermano. Pero haba irona en su voz, y Anglica se pregunt si no se estaba burlando de ella. Gontran era un muchacho del que no se saba nunca qu pensar. Hablaba poco y viva muy solo. Como no poda ni tener preceptor ni ir al colegio, deba contentarse en sus estudios con los rudimentos intelectuales que le dispensaban el maestro de escuela y el cura del pueblo. Muy a menudo se retiraba a su guardilla para aplastar cochinillas o hacer mezclas de arcillas de color para ejecutar con ellas composiciones extraas a las que daba el nombre de cuadros o pinturas. Aunque muy descuidado en su persona, como todos los nios de Sanc, sola reprochar a Anglica por vivir como una salvaje y no saber

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mantener su rango. Y a guisa de cumplido, le dijo ese da: No eres tan tonta como pareces.

Captulo tercero

Los recaudadores de impuestos.La vuelta de los hermanos colegiales

Desde haca un instante el viejo barn alargaba el odo hacia el patio, de donde llegaban interpelaciones y gritos mezclados con cacareos de gallinas espantadas. Despus se ov el ruido de un galope y por fin gritos ms violentos en los cuales se reconocan los acentos de Guillermo. Era una gloriosa tarde de otoo, y todos los dems habitantes del castillo deban de estar fuera de casa. No tengis miedo, hijitos deca el abuelo; ser algn mendigo a quien echan. Pero ya Anglica haba saltado hasta la puerta de entrada y chillaba: Atacan a Guillermo, quieren hacerle dao! Cojeando, el barn fue a buscar un sable mohoso y Gontran volvi armado de un ltigo de los que se emplean para azuzar a los perros. Llegaron hasta el umbral y vieron al viejo servidor armado de su pica y a Anglica a su lado. El adversario no estaba muy lejos. Se encontraba fuera de su alcance, del otro lado del puente levadizo, pero segua haciendo frente. Era un muchachn de aspecto famlico y pareca estar furioso. Al mismo tiempo se esforzaba por recobrar un aire comedido y oficial. 28

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En seguida Gontran baj el ltigo y tir de su abuelo para hacerle entrar en la casa, murmurando: Es el sargento, que viene a cobrar el impuesto. Ya lo han echado varias veces... El funcionario tan mal acogido continuaba retrocediendo lentamente, pero sin dejar de dar la cara, y adquira nuevos nimos ante la vacilacin de los refuerzos. Se detuvo a respetuosa distancia y, sacando un rollo de papel bastante arrugado por la batalla, se puso a desenrollarlo calmosamente, suspirando. Despus, haciendo muchas contorsiones, empez a leer un documento segn el cual el barn de Sanc deba pagar sin demora la suma de 875 libras, 19 sueldos y 11 dineros por impuestos de medieros retrasados, diezmo de las rentas del seor e impuesto real, impuesto por los sementales para la cra de mulas, derecho de polvo de los rebaos que transitaran por el camino real y multa por el retraso en los pagos. El viejo se puso rojo de ira. Acaso te figuras, lacayo, que un gentilhombre va a pagar slo con or ese galimatas del fisco, como si fuera un villano cualquiera? gritaba airado. __De sobra sabis que vuestro seor hijo ha pagado hasta ahora harto regularmente las contribuciones anuales dijo el hombre, doblando el espinazo. Volver, pues, cuando se encuentre aqu. Mas os lo prevengo: maana a la misma hora, si no est aqu y no paga, le mando en seguida una citacin, y vuestro castillo y vuestros muebles sern vendidos por deudas al tesoro real. __Fuera de aqu, lacayo de los usureros del Estado! __Seor barn, os advierto que soy un servidor jurado de la ley y que lo mismo puedo ser designado agente ejecutor. Para la ejecucin es menester un juicio fulmin el viejo hidalgo. El juicio lo tendris fcilmente, credmelo, si no pagis... Cmo queris que os pague si no tenemos con qu? exclam Gontran, viendo que el barn se desconcertaba. Puesto que sois tambin ujier, venid a confirmar que los bandidos se nos han llevado un semental, dos asnos y cuatro vacas, y que la mayor parte de lo que reclamis como deudas procede de los impuestos de los medieros de mi

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padre. Se ha dignado pagar hasta aqu por ellos, puesto que esos pobres campesinos no podan hacerlo, pero l mismo no debe nada por ese concepto. Adems, por haber sido atacados por los bandidos, nuestros aldeanos han sufrido an ms que nosotros, y no es hoy, precisamente despus de este saqueo, cuando mi padre est en situacin de pagar esas cuentas... Aquel lenguaje razonable apacigu al agente del fisco mucho ms que las injurias del anciano caballero. Lanzando miradas prudentes hacia el lado en que se encontraba Guillermo, se acerc un tanto y en tono ms suave y casi compasivo, aunque firme, explic que l no poda menos de recibir y comunicar las rdenes de la intendencia fiscal. A su parecer, lo nico capaz de retrasar el embargo sera que el barn dirigiese una splica al intendente general del fisco, por intermedio del intendente provincial residente en Poitiers. Entre nosotros aadi el empleado judicial, cosa que provoc una mueca de asco en el anciano seorentre nosotros, os dir que ni siquiera mis jefes directos, como el procurador y el inspector de recaudaciones, estn habilitados para concederos derogacin ni dispensa. Sin embargo, puesto que sois de la nobleza, debis de conocer a gentes importantes. Entonces, consejo de amigo, obrad por ese lado. No soy yo quien me lisonjear de citaros como amigo! observ en tono agrio el barn de Ridou. Por eso os lo digo para que se lo repitis a vuestro seor hijo. El mal es para todos, me lo podis creer. Os figuris que a m me divierte ir por ah y que todos me miren como a un fantasma y me echen ms insultos que a un perro sarnoso? Dicho esto, buenas tardes, seor barn y la compaa, y sin rencor. Se encasquet el sombrero y se fue, arrastrando la pierna y observando con pena que la manga de su casaca de uniforme se haba desgarrado en la refriega. En sentido inverso se alej, cojeando tambin, el barn. Le seguan Gontran y Anglica, ambos silenciosos. El viejo Guillermo, rezongando contra enemigos imaginarios, volvi su antigua lanza a su guarida de restos histricos.

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Una vez de vuelta en el saln, el abuelo se puso a pasear de un lado a otro y durante largo tiempo sus nietos no se atrevieron a hablar. Mas en la penumbra del atardecer se alz la voz de la chiquilla. Dime, abuelo, si los bandidos nos dejaron los derechos cvicos, no se los ha llevado ahora ese hombre? Anda con tu padre! dijo el anciano, con voz cascada. Volvi a sentarse en su gran silln tapizado y gastado por el tiempo y no volvi a hablar. Despus de hacerle una reverencia, los nietos se alejaron.

Cuando Armando de Sanc se enter de la recepcin que le haban hecho al recaudador de impuestos, suspir y se rasc largamente el mechoncillo de cabellos grises que llevaba bajo el labio, a la moda de Luis XIII. Anglica senta un cario ms bien protector hacia aquel padre bueno y tranquilo, cuyas dificultades cotidianas haban sembrado de arrugas profundas su frente tostada por el sol. Para criar a su numerosa prole aquel hijo de nobles pobres haba tenido que renunciar a todos los placeres de su condicin. Pocas veces viajaba, y hasta haba dejado de cazar, al contrario de sus vecinos hidalgeos que no eran ms ricos que l, pero que se consolaban de su miseria dedicando buena parte de su vida a correr liebres y cazar jabales. Armando de Sanc dedicaba todo su tiempo a cuidar sus menguados cultivos. Apenas iba mejor vestido que sus gaanes y, lo mismo que ellos, llevaba encima un fuerte olor a estircol y a caballos. Quera a sus hijos. Le divertan y estaba orgulloso de ellos. Ellos representaban su mejor razn de vivir. Para l, lo primero en el mundo eran sus hijos. Y, despus, sus mulos. Durante algn tiempo el noble seor haba acariciado el sueo de establecer un pequeo criadero de esos animales de carga, menos delicados que los caballos y ms resistentes que los asnos. Pero ahora los bandidos se le haban llevado su mejor semental y dos asnas. Era un desastre, y casi pensaba en vender los ltimos mulos y los pedazos de terreno que reservaba para alimentarlos. El da siguiente, a la vista del sargento, el barn Armando cort con cuidado una pluma de ganso y se sent ante su escritorio para redactar

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una splica al rey, rogndole que le librase de los impuestos anuales. En aquella carta expona su pobreza de gentilhombre. Primero, se disculpaba de no poder presentar ms que nueve hijos vivos, pero otros naceran, sin duda, porque tanto l como su mujer eran an jvenes y los tenan de buena voluntad. Aadi que sostena a un padre, invlido sin pensin, que haba llegado al grado de coronel bajo Luis XIII. Que l mismo haba sido capitn y propuesto para un grado ms alto, pero que haba tenido que dejar el servicio del rey porque su soldada de oficial de artillera, 1700 libras al ao, no le proporcionaba los medios para sostenerse en el servicio. Mencion tambin que tena a su cargo dos tas ancianas, las cuales no haban podido hallar marido ni entrar en un convento por falta de dote, y no podan sino consumirse en humildes tareas; que tena cuatro criados, entre ellos un anciano militar sin pensin, necesario para su servicio. Dos de sus hijos mayores estaban en el colegio, y que les costaba 500 libras slo su educacin. Tambin deba enviar al colegio a una hija, pero le exigan 300 libras. Conclua diciendo que pagaba desde haca aos los impuestos de sus medieros para conservarlos en el terruo, por todo lo cual se encontraba en deuda con el fisco, que le reclamaba 875 libras, 19 sueldos y 11 dineros slo por el ao corriente. Su renta total llegaba a 4000 libras por ao, teniendo que alimentar a diecinueve personas y conservar su rango de gentilhombre, eri el momento en que, para colmo de desdichas, los bandidos haban saqueado, asesinado e incendiado sus tierras, hundiendo a sus medieros supervivientes en la Peor miseria. Para terminar peda, fiado en la bondad real, el perdn de los impuestos exigidos y un socorro o adelanto de por lo menos mil libras, y solicitaba como gracia del rey que, si se organizaba alguna armada para Amrica o las Indias, emplease como alfrez a su hijo mayor, que estudiaba lgica con los agustinos, a quienes, aada, deba un ao de pensin. Por su parte, aceptara algn cargo compatible con su jerarqua, para poder mantener a los suyos, porque sus tierras, aunque las vendiera, no se lo permitan... Despus de secar con arenilla tan larga misiva, que le haba costado varias horas de trabajo, Armando de Sanc escribi adems unas palabras a su protector y primo, el seor marqus Du Plessis de Bellire, a quien encargaba remitir su splica al mismo rey o a la reina madre,

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acompandola con recomendaciones para que la tuvieran en cuenta. Terminaba con cortesa: Deseo, seor, volver a veros pronto y encontrar ocasin de poder seros til tanto en mulas de carga como en frutas para vuestra mesa, y en castaas, quesos y tarros de leche cuajada.

Pocas semanas despus, el pobre barn Armando de Sanc hubiera podido aadir un nuevo sinsabor a su lista. En efecto, una noche en que se anunciaban las primeras escarchas se oy en el camino el galope de un caballo y despus en el puente levadizo, que haba recobrado su adorno de pavos. Ladraron los perros en el patio. Anglica, a quien la ta Pulqueria haba conseguido retener en su habitacin para obligarla a hacer algn trabajo de costura, se precipit a la ventana. Vio un caballo del cual se apeaban dos jinetes altos y flacos, vestidos de negro. Una mula cargada de cofres apareci en el sendero, conducida por un chicuelo campesino. Ta! Hortensia! grit. Venid a ver. Creo que son nuestros hermanos Josselin y Raimundo. Las dos muchachas y las seoritas ancianas bajaron apresuradamente y llegaron al saln cuando los escolares estaban saludando a su abuelo y a ta Juana. Los criados acudan por todas partes. Algunos haban ido a buscar al seor barn al campo y a la seora a la huerta. Los adolescentes respondan con despego a todo aquel barullo de bienvenida. Tenan quince y diecisis aos, pero a menudo los tomaban por mellizos porque eran de la misma estatura y se parecan. Tenan ambos el mismo cutis mate, los ojos grises, y el cabello negro y lacio, que les caa sobre el cuello blanco, arrugado y sucio del uniforme. Slo se distinguan por la expresin. En las facciones de Josselin haba ms brutalidad; en las de Raimundo ms reserva. Mientras respondan con monoslabos a las preguntas de su abuelo, la nodriza, felicsima, extenda sobre la mesa un gran mantel y traa tarros de foie gras, pan, manteca y una calderada de las primeras castaas. Brillaron los ojos de los adolescentes. Sin aguardar ms, sentronse a la mesa y comieron con una voracidad y una grosera que llenaron de admiracin a Anglica.

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Sin embargo, se dio cuenta de que estaban flacos y plidos; y que en los codos y en las rodillas de su uniforme se vea la trama del pao. Al hablar, bajaban los ojos. Ninguno de ellos haba parecido reconocerla, y, sin embargo, ella recordaba que en otros tiempos haba ayudado a Josselin a buscar nidos como ahora la ayudaba a ella Dionisio. Raimundo llevaba colgado del cinto un cuerno hueco. Le pregunt qu era. __Es para la tinta respondi con hosquedad. __Yo he tirado el mo dijo Josselin. El padre y la madre llegaron trayendo luces. El barn, a pesar de su alegra, pareca un poco inquieto. Cmo habis venido, muchachos? En el verano no vinisteis. No es curioso que os den vacaciones a principio del invierno? No vinimos este verano porque no tenamos ni una moneda para alquilar un caballo, ni siquiera para tomar el carruaje pblico que va de Poitiers a Niort explic Raimundo. Y si ahora estamos aqu continu Josselin, no es porque seamos ms ricos. Sino porque los padres nos han puesto en la calle termin Raimundo. Hubo un silencio un tanto violento. Por San Dionisio! exclam el abuelo. Qu necedad habis cometido, seores mos, para que os hagan tan grande afrenta? Ninguna, pero ya va para dos aos que los agustinos no han cobrado nuestra pensin. Nos han dado a entender que otros escolares cuyos padres eran ms generosos necesitaban nuestros puestos...

El barn Armando empez a pasearse de un lado a otro, lo cual era en l seal de gran agitacin. En fin, no es posible. Si no habis hecho nada malo, los padres no pueden poneros en la calle sin ms ni ms. Sois gentilhombres! Y los padres lo saben! Josselin, el mayor, puso mala cara.

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S, lo saben de sobra, y puedo repetiros las palabras que el ecnomo nos dio por todo vitico. Dijo que los nobles eran los peores pagadores y que, si no tenan dinero, podran prescindir del latn y de las ciencias. El viejo barn intent enderezar su encorvado espinazo. Trabajo me cuesta creer que digas la verdad; piensa que la Iglesia y la nobleza forman un todo y que los escolares representan la futura flor del Estado. Los buenos padres lo saben mejor que nadie! Raimundo, el segundo, que estaba destinado al estado eclesistico, replic bajando los ojos al suelo con obstinacin: Los padres nos han enseado que Dios sabe elegir sus instrumentos, y acaso no nos ha juzgado dignos... No digas simplezas! dijo su hermano. Te aseguro que no es el momento de andar con mximas msticas. Si quieres ser monje mendicante, all t. Pero yo soy el mayor, y estoy de acuerdo con el abuelo: la Iglesia nos debe consideracin a nosotros los nobles! Ahora, si prefiere a los hijos de burgueses y mercaderes, buen provecho le hagan. Habr elegido su perdicin, y se hundir! Los dos barones protestaron a un tiempo: Josselin, no tienes derecho a blasfemar de ese modo! No blasfemo. Digo lo que estoy viendo. En la clase de lgica era el ms joven y el segundo de treinta alumnos. Hay exactamente veinticinco hijos de burgueses y funcionarios que pagan al contado, y cinco gentilhombres, de los cuales slo dos pagan regularmente... Armando de Sanc intent agarrarse a aquella flaca satisfaccin de prestigio. De modo que hay otros dos hijos de nobles a quienes han despedido al mismo tiempo que a vosotros? Ni siquiera eso. Los otros padres que no pagan son gentes que ocupan altos puestos, y los padres agustinos los temen. Te prohibo que hables as de tus educadores dijo el barn Armando, mientras el viejo rezongaba como hablando consigo mismo: Felizmente, el rey ha muerto y no puede enterarse de cosas semejantes! S, felizmente, abuelo dijo en son de burla Josselin. Y hasta fue un buen fraile el que asesin a Enrique IV.

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Josselin, cllate! dijo de pronto Anglica. Las palabras no son tu fuerte, y cuando hablas te pareces a un sapo. Y, adems, quien muri asesinado por un fraile no fue Enrique IV, sino Enrique III. El adolescente mir con sorpresa a la chiquilla de cabeza rizada que le apostrofaba tranquilamente. Ah, ests ah, renacuajo, princesa de las cinagas? Marquesa de los Angeles...! Y pensar, hermanita, que hasta se me haba olvidado saludarte! Por qu me llamas renacuajo? Porque t me llamas a m sapo. Y adems, no te sigue gustando desaparecer entre la hierba y las caas de los pantanos? O es que te has vuelto formal y melindrosa como Hortensia? __Espero que no dijo Anglica modestamente. Su intervencin haba serenado un tanto el ambiente. Adems, los dos hermanos haban terminado de comer, y la nodriza estaba quitando la mesa. A pesar de todo, la atmsfera de la casa segua siendo pesada. Confusamente, cada uno buscaba una solucin a este nuevo golpe de la suerte. En el silencio se oy chillar al nio ms pequeo. La madre, las tas y hasta Gontran aprovecharon el pretexto para ir a ver. Pero Anglica se qued entre los dos barones y sus dos hermanos, vueltos de la ciudad en tan triste pelaje. Se preguntaba si esta vez ya iban a perder el honor. Grandes deseos tena de preguntarlo, pero no se atreva. Sus hermanos le inspiraban algo que se pareca vagamente a desdeosa lstima. El viejo Ltzen, que estaba ausente en el momento de la llegada de los jvenes, volvi trayendo ms luces en honor de los viajeros. Dej caer un poco de cera al besar con torpeza al mayor. El segundn esquiv con un tanto de desdn la ruda caricia de bienvenida. Mas el viejo soldado no vacil en proclamar su punto de vista: Ya era hora de que volvierais a casa. En primer lugar, de qu os sirve machacar el latn y casi no saber escribir vuestra propia lengua? Cuando Fantina me anunci que los seores jvenes volvan definitivamente, en seguida me dije que el seor Josselin, al fin, podra marcharse al mar... Sargento Ltzen, ser preciso que te recuerde la antigua disciplina?

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dijo muy secamente el barn anciano. Guillermo no insisti y guard silencio. A Anglica le sorprendi el tono hosco y alterado de su abuelo. Este se volvi hacia el primognito: Espero, Josselin, que habrs olvidado tus proyectos de nio: convertirte en navegante. Por qu habra de olvidarlos, abuelo? Por el contrario, me parece que ahora no hay otra solucin para m. Mientras yo viva, no sers marino. Cualquier cosa, pero eso no! y el anciano golpe con el bastn las losas rajadas del piso. Josselin pareca aterrado por la sbita testarudez de su abuelo respecto a un proyecto que acariciaba en el fondo del corazn y que le haba ayudado a sobrellevar sin demasiado rencor la expulsin de que haba sido vctima. Se acabaron los padrenuestros y las recitaciones en latn haba pensado. Ahora ya soy un hombre y me embarcar en una nave del rey. Armando de Sanc intent intervenir. Padre dijo, por qu esa intransigencia? Sera tal vez una solucin tan buena como otra cualquiera. Os dir adems que, en la splica que ltimamente envi al rey, le ped, entre otras cosas, que facilitase el embarco de mi hijo primognito en un corsario o en un barco de guerra. El anciano barn se agitaba con ira. Nunca le haba visto Anglica tan enojado, ni siquiera el da del altercado con el sargento recaudador de impuestos. No me gustan las gentes a quienes les arden los pies en el solar de sus abuelos. Ms all de los mares no se encuentran nunca montes ni maravillas, sino salvajes desnudos, con los brazos tatuados. El primognito de un noble debe servir en los ejrcitos del rey. Eso es todo. Con mucho gusto servir al rey, pero en el mar replic el muchacho. Josselin tiene diecisis aos. Ya es hora, despus de todo, de que elija su destino dijo su padre con vacilacin. Una expresin de dolor ensombreci el rostro arrugado y enmarcado por corta barba blanca del anciano. Levant la mano.

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Verdad es que otros, en la familia, han elegido su destino. Habrs de causarme una decepcin t tambin, hijo mo? aadi en tono de gran tristeza. Lejos de m la idea de traeros a la memoria recuerdos penosos, padre mo dijo en tono de disculpa el barn Armando. Yo nunca he pensado en expatriarme y estoy ms apegado de lo que soy capaz de decir a nuestras tierras del Poitou. Mas tengo en la memoria cuan dura y precaria era mi situacin en el Ejrcito. Aun siendo noble, sin dinero no se puede llegar a los grados superiores. Estaba acribillado de deudas, y a veces, para subsistir, tuve que vender cuanto posea: mi caballo, mi tienda, mis armas; hasta llegu a dar en alquiler mi propio lacayo. Recordis todas las buenas tierras que tuvisteis que convertir en moneda para mantenerme en el servicio? Anglica segua la conversacin con mucho inters. Nunca haba visto marinos, pero era de una regin donde por los valles de la Svre y de la Vande penetran las llamadas del ocano. Sobre la costa de La Rochelle, en Nantes, por los Sables d'Olonne, saba que haba barcas de pescadores que partan para tierras lejanas, donde encontraban hombres rojos como el fuego o rayados como cebras. Hasta se contaba que un marino bretn del lado de Saint-Malo haba trado a Francia salvajes a quienes les crecan en la cabeza plumas como a los pjaros. Ay, si hubiera sido hombre, no habra preguntado su opinin al abuelo! Ya se habra marchado, arrastrando al Nuevo Mundo a sus angelitos.

Al da siguiente por la maana, Anglica, que estaba en el patio, vio que un aldeanito traa al barn un papel arrugado. __Es el intendente Molines, que me pide que pase por su casa. Sin duda, estar de vuelta para la hora de comer dijo el barn indicando por seas al palafrenero que le ensillase el caballo. La seora de Sanc, que con un sombrero de paja puesto sobre el pauelo de seda que le cubra la cabeza se preparaba para dirigirse al huerto, frunci los labios. No son inauditos dijo los tiempos en que vivimos? Tolerar que un vecino destripaterrones, un intendente hugonote, se permita citaros sencillamente a vos, que sois descendiente

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autntico de Felipe Augusto? Me pregunto qu negocios honrados puede tener que tratar un gentilhombre con el administrador de un castillo vecino. Sin duda, debe de tratarse otra vez de mulos... El barn no respondi, y su mujer se alej cabeceando. Anglica, durante aquel intermedio, haba entrado en la cocina, donde saba que poda encontrar su calzado y su manta. Despus se reuni con su padre en la cuadra. Puedo acompaaros, padre? pregunt con su ms graciosa sonrisa. El barn no supo resistir y la dej montar a grupas. Anglica era su hija preferida. Le pareca muy bonita y a veces soaba que se casara con un duque.

Captulo cuarto

Extrao ofrecimiento al padre de Anglica

Aquel da de otoo era claro, y el bosque, muy cercano, an no despojado de sus hojas, tenda bajo el cielo azul sus frondas oxidadas. Al pasar por delante de la verja del castillo del Plessis-Bellire, Anglica se inclin intentando divisar, al cabo de la avenida de castaos, la visin blanca del encantador edificio que se reflejaba en su estanque como una nube de ensueo. Todo estaba silencioso, y el castillo de estilo Renacimiento, que sus dueos abandonaban para ir a vivir a la Corte, pareca dormir en el misterio de su parque y sus jardines. Las ciervas del bosque de Nieul pacan en las sendas desiertas.

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La habitacin del administrador Molines se encontraba media legua ms all, en una de las entradas del parque. Hermoso pabelln de ladrillos rojos, techado con pizarra azul, pareca, en su solidez burguesa, el guardin prudente de una construccin frgil cuya gracia italiana segua asombrando a las gentes del pueblo, acostumbradas a los castillos medievales. El administrador se pareca a su casa. Austero y ricachn, slidamente afirmado en sus derechos y en su papel, era quien de hecho pareca el dueo de aquel vasto dominio del Plessis cuyo poseedor estaba perpetuamente ausente. Tal vez, cada dos aos, en el otoo para las caceras o en primavera para cortar los lirios del valle, una nube de seores caa sobre el Plessis con sus carrozas, sus caballos, sus lebreles y sus msicos. Durante unos cuantos das era una farndula de fiestas y distracciones que enloqueca un poco a los hidalgelos de la vecindad, convidados para burlarse de ellos. Despus, todo el mundo se volva a Pars y la mansin volva a caer en su silencio, bajo la gida del severo intendente. Al ruido de los cascos del caballo, Molines se adelant por el patio de su casa y se inclin varias veces con una flexibilidad de espinazo que no le costaba esfuerzo, puesto que formaba parte de sus funciones. Anglica, que saba lo duro y arrogante que era aquel hombre, no apreciaba aquella cortesa excesiva, pero al barn Armando le complaca mucho, evidentemente. Hoy por la maana tena tiempo libre y no he credo conveniente haceros esperar, seor Molines. Os doy las gracias, seor barn. Tema que os hubiese parecido descorts mi atrevimiento de invitaros a venir por medio de un lacayo. No me he ofendido. S que evitis venir a mi casa por causa de mi padre, que insiste en consideraros como un peligroso hugonote. El seor barn tiene el espritu muy agudo. En efecto, no quera disgustar al seor de Ridou ni a la seora baronesa, que es muy devota. As es que prefiero hablaros en mi casa y espero me haris el honor de compartir nuestra mesa lo mismo que vuestra nia.

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Ya no soy una nia dijo vivamente Anglica. Tengo diez aos, y en casa estn despus de mi Madeln, Dionisio, Mara Ins, Alberto y el beb que acaba de nacer. Ruego a la seorita Anglica que me dispense. Ser la mayor exige juicio y madurez de espritu. Muy feliz me hara que mi pequea Berta os tratase con ms frecuencia, porque ay! las religiosas de su convento me afirman que es una cabeza de chorlito y que verdaderamente nunca se sacar de ella gran cosa. Exageris, seor Molines protest cortsmente el barn Armando. Por una vez, soy de la misma opinin que Molines, pens Anglica, que detestaba a la hija del intendente, una chiquilla negrucha y ladina. Respecto al intendente, sus sentimientos eran ms indecisos. A pesar de encontrarle desagradable, tena por l cierta estimacin, basada sin duda en el aspecto confortable de su persona y de su casa. Las ropas del intendente, siempre oscuras, eran de buen pao y deban de darlas o revenderlas antes de que se notase en ellas la menor seal de desgaste. Calzaba zapatos con hebilla y tacn bastante alto, a la moda nueva. Y en su casa se coma maravillosamente. La naricilla de Anglica se estremeci cuando entraron en la primera cocina. La seora de Molines se hundi en sus faldas, en una profunda reverencia, y despus volvi a sus pasteles. El intendente llev a sus invitados a un pequeo despacho, donde mand que trajeran agua fresca y un frasco de vino. Tengo bastante aficin a este vino dijo despus de haber levantado el vaso. Se produce en un collado que ha estado largo tiempo en barbecho y en el que, a fuerza de cuidados, pude vendimiar el otoo pasado. Los vinos del Poitou no pueden compararse con los del Loira, pero son finos. Despus de una pausa aadi: No me canso de repetir, seor, lo feliz que me hace que hayis acudido en persona a mi llamamiento. Para m, ello es seal de que el negocio en que estoy pensando tiene probabilidades de realizarse. En suma, me sometis a una especie de prueba. Ruego al seor barn que no se ofenda. No soy hombre de alta educacin, pues slo he recibido una modesta instruccin. Mas os confesar que la altanera de algunos nobles nunca me pareci seal de

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inteligencia. Y para tratar de negocios, aunque sean muy modestos, es menester inteligencia. El gentilhombre campesino se retrep en su silln tapizado y contempl con curiosidad al intendente. Causbale un tanto de ansiedad lo que pudiera proponerle aquel vecino, que no tena demasiada buena reputacin. Se le tena por muy rico. En un principio se haba mostrado duro con los campesinos y los medieros, pero en los ltimos aos se esforzaba por ser amable hasta con los villanos ms pobres. Poca cosa se saba acerca de las causas de tal cambio y de tan inslita bondad. Los campesinos desconfiaban, mas como ahora se mostraba tratable respecto a las contribuciones y otras prestaciones que el castillo exiga en nombre del rey y del marqus, lo trataban con respeto. Los mal pensados insinuaban que obraba as para llenar de deudas a su amo siempre ausente. Y la marquesa y su hijo Felipe no se interesaban por sus bienes ms que el marqus. Si lo que se cuenta es verdad, estis sencillamente a punto de tomar por vuestra cuenta todo el dominio de los Plessis dijo, un tanto brutalmente, Armando. Pura calumnia, seor barn. No slo tengo empeo en seguir siendo un servidor leal del seor marqus, sino que no me inspira inters ninguno una adquisicin semejante. Para aquietar vuestros escrpulos, os confiar, aunque no creo traicionar ningn secreto, que esta propiedad est ya muy hipotecada. No me propongis que la compre. No tengo medios para ello. Lejos de m tal pensamiento, seor barn! Un poco de vino? Anglica, a quien la conversacin no le interesaba, se escap silenciosamente del despacho y volvi a la sala grande, donde la seora de Molines estaba atareada en preparar la mesa para una enorme tarta. Sonri a la nia y le alarg una caja que despeda un olor delicioso. Tomad, preciosa, comed esto. Es anglica confitada. Llevis su nombre. La preparo yo misma con buen azcar blanco. Es mejor que la de los padres de la abada, que la hacen con melaza. Cmo quieren que los pasteleros de Pars aprecien ese condimento, que ha perdido todo su

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sabor por haber sido cocido groseramente en las enormes cubas mal lavadas de sus sopas y sus morcillas? Escuchndola, Anglica morda con deleite los tallos finos, pegajosos y verdes. De modo que en esto se convertan, despus de cortadas, aquellas grandes y fuertes plantas del pantano cuyo aroma, en estado natural, era amargo! Miraba en derredor con admiracin. Los muebles relucan. En un rincn haba un reloj, esa invencin que su abuelo aseguraba ser obra del diablo. Para verlo mejor y sorprender su murmullo, se acerc al despacho donde estaban hablando los dos hombres. Oy que su padre deca: __Por San Dionisio, Molines, me desconcertis! Cuentan muchas cosas acerca de vos, pero, en fin, en general todo el mundo est de acuerdo en reconoceros una fuerte personalidad y buen olfato. Y ahora, por vuestra boca, me entero de que cultivis las peores utopas. En qu os parece poco razonable lo que acabo de exponeros, seor barn? Vamos, reflexionad. Sabis que me interesan los mulos y que he logrado por cruce una raza bastante bella, y me proponis que intensifique la cra encargndoos vos de dar salida al producto. Hasta aqu todo va bien. Mas donde ya no acierto a seguiros es en que pensis en un contrato de larga duracin con... Espaa. Amigo mo... Con Espaa estamos en guerra! La guerra no durar siempre, seor barn. As lo esperamos. Pero no puede basarse un compromiso sobre una esperanza de ese gnero. El intendente esboz una sonrisa que el gentilhombre arruinado no alcanz a percibir. Este continu con violencia: Cmo queris comerciar con una nacin que est en guerra con nosotros? En primer lugar, est prohibido, y con justicia, porque Espaa es un pas enemigo. Luego, las fronteras estn cerradas y las comunicaciones y los portazgos vigilados. Quiero admitir que proporcionar mulos al enemigo no sea tan grave como suministrarle armas, dado sobre todo que las hostilidades no se desarrollan aqu, sino en territorio extranjero. Adems, tengo muy pocos animales para que

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valga la pena comerciar con ellos. Costara muy caro y varios aos de trabajo. Mis medios financieros no me permiten ese experimento. Por amor propio no aadi que estaba a punto de liquidar su criadero. -El seor barn me conceder la gracia de pensar que tiene ya cuatro sementales excepcionales y que le sera mucho ms fcil que a m proporcionarse otros muchos entre los nobles de los contornos. En cuanto a las asnas, se pueden encontrar centenares a diez o veinte libras por cabeza. Un pequeo trabajo suplementario de desecacin de los pantanos puede mejorar los pastos, porque vuestros mulos de tiro son muy resistentes. Creo que con veinte mil libras este negocio podra lanzarse en serio y empezar a marchar de aqu a tres o cuatro aos. Al pobre barn le acometa el vrtigo. Por San Dionisio, veis las cosas en grande! Veinte mil libras! Creis, pues, tan preciosos esos desdichados mulos mos de los que todo el mundo se re? Veinte mil libras! No seris vos quien vaya a adelantrmelas. Y por qu no? dijo plcidamente Molines. El barn Armando se qued mirndole con un tanto de desconcierto. Sera una locura por vuestra parte, Molines. Tengo empeo en deciros que nadie podra responder por m. Me contentar con un simple contrato de sociedad a partes iguales y una hipoteca sobre las cras, pero lo haramos en Pars y a ttulo privado. Si queris saberlo, temo no tener los medios necesarios, y por largo tiempo, para ir a la capital. Ahora bien, vuestra proposicin me parece un tanto desconcertante y arriesgada, y quisiera consultar de antemano a algunos amigos... En ese caso, seor barn, no hablemos ms. Porque la clave de nuestro xito est en el secreto absoluto. Si no, no hay nada que hacer. Pero no puedo lanzarme sin tomar consejo en un negocio que, adems, me parece contrario al inters de mi propio pas! Que tambin es el mo, seor barn. Nadie lo dira, Molines. Entonces, no hablemos ms de ello, seor barn. Digamos que me enga. Ante vuestros resultados excepcionales, cre que erais el nico capaz de establecer un criadero en grande y bajo vuestro nombre en estas tierras.

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El barn se sinti justamente apreciado. Esa no es la cuestin... Entonces, permtame el seor barn hacerle observar cuan de cerca toca esa cuestin a la que le preocupa, es decir, al cuidado de instalar honrosamente a su numerosa familia... Merecerais que os cruzase la cara de un latigazo, Molines, porque sos son asuntos que no os conciernen! Ser como lo deseis, seor barn. Sin embargo, aunque mis medios sean ms modestos de los que algunos se figuran, haba pensado aadir inmediatamente a ttulo de adelanto sobre nuestro futuro negocio, naturalmente..., un prstamo igual: veinte mil libras, que os permitira consagraros a vuestro dominio sin preocupaciones demasiado perturbadoras respecto a vuestros hijos. S por experiencia que los trabajos no marchan muy de prisa cuando se tiene el nimo distrado por la inquietud. __Y cuando el fisco os apriete... dijo el barn, algo alterado. __Para que esos prstamos entre vos y yo no parezcan sospechosos, pienso que no tendramos inters ninguno en divulgar nuestro acuerdo. Insisto en que, cualquiera que sea vuestra decisin, no repitis a nadie nuestra conversacin. __Os entiendo perfectamente. Mas debis comprender que mi mujer debe estar al corriente de la proposicin que acabis de hacerme. Se trata del porvenir de nuestros diez hijos. Dispnseme el seor barn que le haga esta pregunta incorrecta, pero la seora baronesa ser capaz de callarse? Nunca he odo decir que una mujer pudiera guardar un secreto. Mi mujer tiene fama de ser poco habladora. Adems, no tenemos trato con nadie. Si yo se lo pido, no hablar. En ese momento el intendente vio la punta de la nariz de Anglica que, apoyada en el quicio de la puerta, les escuchaba sin intentar ocultarse. El barn se volvi, la vio a su vez y frunci el ceo. Venid aqu, Anglica dijo secamente. Creo que empezis a tomar la mala costumbre de escuchar detrs de las puertas. Aparecis siempre en los momentos inoportunos y no se os oye llegar. Esos modales son deplorables.

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Molines la miraba fijamente, pero no pareca tan contrariado como el barn. Los campesinos dicen que es un hada se arriesg a decir con leve sonrisa. Ella se acerc sin alterarse. Habis odo nuestra conversacin? interrog el barn. S, padre. Molines ha dicho que Josselin podra marchar al Ejrcito y Hortensia al convento si vos hicierais muchos mulos. Tienes un modo muy curioso de resumir las cosas. Ahora escchame. Vas a prometerme que no hablars a nadie de esta historia. Anglica levant hacia l sus ojos verdes. S lo har... Pero, a m, qu me dan? El administrador ahog la risa. Anglica! exclam su padre con decepcionado asombro. Molines fue quien respondi:Comenzad por probarnos vuestra discrecin, seorita Anglica. Si, como lo espero, se organiza nuestra asociacin con el seor barn vuestro padre, habr que esperar que el negocio prospere sin dificultades, para lo cual es preciso que no se haya divulgado nada de nue